Historia y crónica orinoquense, Libro 1: Aporte Jesuítico

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l a prov i ncia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús nace en 1604, pero su expansión misional en tierras guayanesas se plantea en 1646 y tendrá vigencia hasta 1767, cuando la comunidad es expulsada por el rey Carlos III de todos

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sus dominios. Por lo tanto, el aporte jesuítico inicia en 1646 y concluye en

historia y crónica

tierras italianas a finales del siglo xviii. Esta obra ofrece una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al

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estudio de la historiografía y de la crónica menor sobre la geografía humana de la Orinoquia profunda en los siglos xvii y xviii. Por eso, este libro abre horizontes sugerentes para lo que fueron las culturas y las sociedades

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autóctonas en este tiempo, a lo largo y ancho del gran río venezolano y de las incansables soledades llaneras.

En el Libro I se recoge la obra de los historiadores que escribieron sobre la gran Orinoquia, entendida en los términos coloniales de las misiones de Casanare, Meta y Orinoco. El Libro II está dedicado a lo que se denomina “crónica menor”: los textos redactados como testimonio que recogen la forma

orinoquense libro 1 aporte jesuítico

josé del rey

de pensar en un momento concreto frente a todas las vicisitudes de pobla-

fajardo,

ciones emergentes.

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Gran Canciller P. Adolfo Nicolás, S. J. Vice-Gran Canciller P. Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S. J. Vicerrector Académico Luis David Prieto Martínez Vicerrectora de Investigación Consuelo Uribe Mallarino Vicerrector de Extensión y relaciones interinstitucionales P. Luis Fernando Álvarez, S. J. Vicerrector del Medio Universitario P. Luis Alfonso Castellanos, S. J. Vicerrectora administrativa Catalina Martínez de Rozo Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal

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libro i aporte jesuítico • José del Rey Fajardo, S. J.

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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. ISBN obra completa: 978-958-716-917-1 ISBN Libro I: 978-958-716-918-8 Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 nº 37-25, oficina 1301 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Primera edición: abril del 2016 Bogotá, D. C. Transcripción y paleografía | José del Rey Fajardo, S. J. Corrección de estilo | Rodrigo Díaz Lozada Diseño editorial y de cubierta | Boga Cortés y Triana | www.bogavisual.com Impresión | Javegraf Rey Fajardo, José del, S.J., 1934-, autor Historia y crónica orinoquense / José del Rey Fajardo, S.J. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2016. 2 volúmenes ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN : 978-958-716-917-1 Volumen 1. Libro I : aporte jesuítico Volumen 2. Libro II : aporte jesuítico 1. JESUITAS – HISTORIA - AMÉRICA DEL SUR – SIGLOS XVII Y XVIII. 2. JESUITAS EN AMÉRICA LATINA. 3. MISIONES JESUÍTICAS - REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA). 4. REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA) – HISTORIA - SIGLOS XVII Y XVIII I. Pontificia Universidad Javeriana CDD 271.53 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ inp Marzo 31 / 2016

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

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Contenido

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INTRODUCCIÓN Los contextos regionales Los marcos conceptuales de las misiones en la Orinoquia Los fundamentos criteriológicos previos

69 70 73 75 76 83 84 87 89

1. Pedro Pelleprat (1606-1667) La visión historiográfica Las tres personalidades Pelleprat Pierre Pelleprat escritor La Relation des Missions Las familias historiográficas La historiografía antillense La historiografía continental La historiografía venezolana

95 96 98 104 106 113

2. Pedro De Mercado (1620-1701) Una generación criolla Notas biográficas Pedro de Mercado escritor Mercado historiador El manuscrito de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y sus vicisitudes La visión de los seguidores de Pedro de Mercado Libro II Libro IV Los criterios históricos de Mercado

116 119 126 127

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3. Matías De Tapia (1657-1717) Datos biográficos La obra escrita de Matías de Tapia El Mudo Lamento La valoración del Mudo Lamento por los escritores posteriores Los memoriales en favor de las misiones de Casanare

154 155 159 159 164 167 175 180 182

4. Juan Rivero (1681-1736) Notas biográficas Rivero escritor Rivero lingüista El escritor ascético Rivero historiador Los objetivos de la Historia de Juan Rivero ¿Cuál fue el influjo de la obra de Mercado en Rivero? Conclusiones

184 184 199 203 215 220 223 224

5. Joseph Cassani (1673-1750) Los rasgos biográficos La identificación de Joseph Cassani La personalidad histórica de Joseph Cassani Criterios históricos La génesis de la Historia de Cassani Cassani, ¿corrector de la obra de Pedro de Mercado? El estilo literario

226 227 242

6. José Gumilla (1686-1750) I. Notas biográficas II. El Orinoco ilustrado y defendido

292 294

7. Agustín De Vega (1712-1763) Datos biográficos

131 131 139 139 143

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306 308 311 311

Agustín de Vega historiador La redacción de Noticia del principio y progresos El contenido y género Cualidades del escritor

317 317 326

8. Felipe Salvador Gilij (1721-1789) Gilij y la lingüística indígena Gilij historiador de la Orinoquia

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INTRODUCCIÓN

La tarea que nos proponemos afrontar en este libro consiste en ofrecer una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al estudio tanto de la historiografía como de la crónica menor sobre la geografía humana de la Orinoquia profunda en los siglos xvii y xviii. No es fácil para el investigador no especializado en el tema poder afrontar con soltura la gran variedad de información histórica, muy fragmentada por cierto, ya que lo que denominamos la “gran Orinoquia” la constituían durante el dominio hispánico las siguientes entidades: Guayana y su Provincia1, el Llano colombo-venezolano2, la intensa biografía colonial

1  Dada la complejidad de la literatura escrita sobre Guayana, hemos optado por remitir al lector a la información que suministra el Diccionario de Historia de Venezuela: Álvaro García Castro. “Guayana, Provincia de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 594-597. 2  Nos permitimos sugerir: Jane M. Hausch. Una frontera de la sabana tropical. Los llanos de Colombia, 1531-1831. Santafé de Bogotá, Colección Bibliográfica. Banco de la República, 1994; María Eugenia Romero Moreno, Luz Marina Castro Agudelo y Amparo Muriel Bejarano. Geografía humana de Colombia. Región de la Orinoquia. Santafé de Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1993.

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del río Orinoco3 y la mirada expansiva de las Provincias de Venezuela4 y de la Nueva Andalucía5. A ello habría que añadir los intentos expansionistas de naciones extranjeras como Holanda, Francia, Inglaterra y Brasil que trataremos en su debida oportunidad. Por otra parte, la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús nace en 1604, pero su expansión misional en tierras guayanesas se plantea en 1646 y tendrá vigencia hasta 1767 cuando es expulsada por el rey Carlos III de todos sus dominios. Por lo tanto, el aporte jesuítico se inicia en 1646 y concluye en tierras italianas a finales del siglo xviii6. La investigación que presentamos trata de abordar el problema de la documentación misional, desde una perspectiva distinta a la presentada en nuestra obra Los jesuitas en Venezuela. Tomo I: Fuentes,7 ya que la riqueza de contenidos que ofrecen las “crónicas” justifican un examen detallado e individualizado de lo escrito por cada autor. Sin embargo, debemos dejar constancia de que si bien algunos aspectos ya han sido estudiados con anterioridad, en nuestra obra Las misiones germen de la nacionalidad8 y en Nosotros también somos gente. (Indios y 3  Marco Aurelio Vila. “Orinoco, río”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 436-438. 4  Allan Randolph Brewer-Carías. “Venezuela, territorio de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, IV (1997) 232-245. 5  Fundación Polar. “Nueva Andalucía, provincia de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 337-340. 6  Juan Manuel Pacheco. “Colombia”. En: Charles O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Universidad Pontificia de Comillas, I (2001) 861-867. 7 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo I: Fuentes. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana, 2006. 8 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana, 2007.

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• introducción

jesuitas en la Orinoquia)9, el análisis detallado de lo que podríamos denominar “Crónica Menor” pensamos que puede abrir horizontes sugerentes para lo que fueron las culturas y las sociedades autóctonas en los siglos xvii y xviii, a lo largo y ancho del gran río venezolano y de las incansables soledades llaneras. Así pues, el plan de la obra está estructurado de la siguiente manera: 1. Introducción 2. La historiografía 3. La “Crónica Menor”

Los contextos regionales A fin de poder diseñar un marco de referencia que ilustre y haga inteligible toda la acción misional desarrollada por los jesuitas y por las restantes órdenes religiosas, es necesario tener presentes las siguientes consideraciones.

1. Venezuela en el contexto regional Las tierras del Oriente de Venezuela, y con ellas el río Orinoco y la Provincia de Guayana, ingresaron como protagonistas en la historia de América desde los albores del descubrimiento. Sin embargo, su auténtica biografía comenzaría a ser escrita a mediados del siglo xviii. En el siglo xvi el utópico Dorado convocaría una serie de gestas cuyos relatos fueron fuente generosa de inspiración histórica10, así como también han servido para iluminar la creación literaria que aún hoy día recrea los imaginarios de esas regiones míticas11.

9 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo IV: Nosotros también somos gente. (Indios y jesuitas en la Orinoquia). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2011. 10  Véase: Demetrio Ramos Pérez. El mito del Dorado. Su génesis y proceso. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1973 11  Una síntesis puede verse en: Sonia García. “El Dorado, mito de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 190-192.

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En el siglo xvii, con la firma del Tratado de Münster (1648), los Países Bajos asumieron su total independencia de España y comenzaron a actuar de forma más incisiva en diversos frentes del imperio español de Indias. Además, las alianzas políticas europeas generaron rivalidades que repercutieron en los ámbitos de las tierras descubiertas por Colón. Y el riesgo de posesión colonial europea de signo protestante que se impone en el Caribe comienza a incrementar la inseguridad, tanto en el extenso litoral marítimo venezolano (provincias de Maracaibo, Venezuela y Margarita) así como también en la fachada atlántica de la Provincia de Cumaná, y sobre todo el río Orinoco que es la puerta a toda la provincia de Guayana y del Nuevo Reino. En el caso concreto de Venezuela: en la primera mitad del xvii se establecen las colonias foráneas protestantes: los calvinistas holandeses en los territorios ultraesequivos, y como amenaza todavía más peligrosa en Curazao en 163412, mientras que los ingleses ponen su pie definitivo en Jamaica en 1655. Los franceses cercarían con algunas islas caribeñas el mar Atlántico venezolano desde 1639 y se instalarían posteriormente en Guyana13. De toda esa rica veta de acciones heroicas, la historiografía venezolana solo ha conservado la obra del explorador inglés Walter Raleigh, quien en

12 Carlos Felice Cardot. Curazao hispánico. Antagonismo flamenco-español. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1973 13 Pierre Pelleprat. Relato de las misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1965) 13-46. Véase: Abbé Renard. Essai bibliographique sur l’histoire religieuse des Antilles françaises. París, Secrétariat des Pères du Saint-Esprit, 1931. Además de las fuentes primarias que citaremos, es necesario consultar: P. De Montezon. Mission de Cayenne et de la Guyane française. París, Julien. Lanier, Cosnard, 1857 (el verdadero nombre, según Sommervogel, es Fortuné Demontezon y su amplia bibliografía la recoge en: Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles, Schepens-París, Picard, II [1891] 19111913). Guillaume de Vaumas. L’éveil missionnaire de la France au xviie. Siècle. París, Bloud & Gay. Bibliothèque de l’histoire de l’Eglise. Collection publiée sous la direction de E. Jarry, 1959. Giovanni Pizzorusso. Roma nel Caraibi: organizzazione delle missione cattoliche nelle Antille en el Guyana (1635-1675).Ecole Franciase, 1995. 16.

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• introducción

1596 publicó en Londres The Discoverie14, y su impacto fue tan grande que obtuvo gran cantidad de ediciones en diversos idiomas. Sin lugar a dudas, ha sido la cartografía europea la que mejores espacios ha otorgado tanto al Orinoco como a la provincia de Guayana15. Sin embargo, como oportunamente apunta Hermann González, los colores que aplican todos los mapas de los siglos xvi y xvii carecen de significación política, e incluso en muchas oportunidades de la geográfica16; sin embargo, recogen la realidad no histórica del tema que nos ocupa. Asimismo, en estas últimas décadas se ha ido publicando en Venezuela mucho material inédito sobre la Guayana y el Orinoco coloniales. Institucionalmente, hay que recurrir a la colección “Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela”, que edita la Academia Nacional de la Historia. Para los actores religiosos, es conveniente revisar la obra de Odilo Gómez Parente17 para los franciscanos; la de Buenaventura de Carrocera18 para 14 Walter Raleigh. The Discoverie of the Large, Rich and Bewtiful Empyre of Guiana, with a Relation of the Great and Golden Citie of Manoa (wich the Spanyards call El Dorado)… London, Robert Robinson, 1596. 15 Hermann González Oropeza. Atlas de la Historia cartográfica de Venezuela. Caracas, Editorial Papi, 1983. Existe una edición más popular de Enzo Papi Editor, publicada en Caracas en 1987. Las citas nuestras pertenecen a esta última publicación. Santos Rodulfo Cortés y Juan Vicente ArÉvalo. Cartografía antigua de Guayana. Caracas, cvg. Electrificación del Caroní, C. A. Edelca, 2001. José Del Rey Fajardo. El aporte de la Javeriana colonial a la cartografía orinoquense. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2003. 16 Hermann González Oropeza. Atlas de la Historia cartográfica de Venezuela. Caracas (1987) 51. Hermann González es un buen conocedor de la historia política venezolana, pues figuró como “experto” en las discusiones de límites entre Venezuela y el Reino Unido por el territorio del Esequivo. 17 Odilo Gómez Parente. Labor franciscana en Venezuela: I. Promoción indígena. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1979; Odilo Gómez Parente. Los Franciscanos en Venezuela. Labor educativa y cultural durante los años de la colonia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1997. 18  Buenaventura de Carrocera. Lingüística indígena venezolana y los misioneros capuchinos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1981. 17.

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los capuchinos; la de Fernando Campo del Pozo19 para los agustinos; la de Alberto Ariza20 para los dominicos; y finalmente, la de José del Rey Fajardo21 para los jesuitas. Por otra parte, se puede afirmar con toda propiedad que, al mediar el siglo xvii, Venezuela no tenía conciencia de su proyecto de nación ni en lo político, ni en lo administrativo, ni en lo religioso. La falta de integración de sus diversas provincias y su inserción en otros centros de poder, como Bogotá en lo político y Santo Domingo en lo judicial, se evidencia en la dependencia de los diversos planos de la administración. También la estructuración eclesiástica hacía referencia a las concepciones geopolíticas que imperaban en la primera mitad del siglo xvii: el occidente pertenecía a la arquidiócesis de Bogotá, el oriente y Guayana a la diócesis de Puerto Rico y la parte central a la de Santo Domingo22. Ello explica que grandes espacios geográficos que hoy integran la república de Venezuela pertenecieran a la administración del Nuevo Reino de Granada, como son los que definen el área de los Andes venezolanos y las ingentes extensiones de Guayana.

2. El problema misional al mediar el siglo xvii Para la recta intelección de los procesos misionales llevados a cabo en toda la América hispana, y especialmente en Venezuela y Colombia, es necesario 19 Fernando Campo Del Pozo. Los Agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1979. 20 Andrés Mesanza y Alberto Ariza. Bibliografía de la Provincia dominicana de Colombia. Caracas, Editorial Sur-Americana, 1981; Alberto Ariza. Los Dominicos en Venezuela. Bogotá, Convento de Santo Domingo, 1971. 21 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá, Universidad Católica del Táchira-Pontificia Universidad Javeriana, 1995. 22  José María Ots Capdequi. Instituciones. Barcelona, Ed. Salvat, Tomo XIV de la Historia de América y de los pueblos americanos, dirigida por Antonio Ballesteros Baretta; Rafael Fernández Heres. “Factores históricos determinantes en la creación del Arzobispado de Caracas” [Manuscrito].

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• introducción

comprender la evolución que supusieron las políticas del Estado español en el campo misional. En este sentido, juzgamos necesario hacer referencia al telón de fondo que inspiró las mentalidades de los misioneros que laboraron en las tierras casanareñas y orinoquenses, pues, creemos que no se puede dudar de la buena fe y del misticismo con que tanto europeos como criollos aceptaron la entrega de sus vidas a las tareas que suponían la promoción humana y espiritual de los indígenas a ellos encomendados. En primer lugar, pensamos que el punto de partida para este gran reto fue su concepción del orbis christianus, es decir, el paradigma de lo humano, de lo bueno, de lo cultural y de lo religioso y, en consecuencia, la evangelización comportaba, en alguna medida, “una hispanización, una occidentalización, una eclesiastización y una romanización […] aspectos que integraban el modelo cultural europeo”23. Y dentro de este orden de ideas, conviene preguntarse si el proceso aculturizador se consumó en ese encuentro de culturas, o si por el contrario, se dio una evolución a la hora de la convivencia entre ambas mentalidades. En otras palabras, se debe indagar si el ordo christianus fue estático, o también se abrió a un nuevo orden que podríamos llamar el ordo americanus. Es indudable que la hispanización estaba en la mente de los misioneros. Mas para poder entender la proyección histórica de esta concepción, es preciso remontarse a una vocación especial hispana signada por el espiritualismo de impronta savonaroliana que comenzaba a impregnar el compromiso con la reforma y la observancia de muchos españoles, actores anónimos de un nuevo concepto de España cristiana. Esta intuitiva pasión por renovar los espacios imaginarios de la Iglesia española, es lógico que buscase un trasvase a la empresa del evangelismo misionero que se iniciaba en tierras americanas24. 23 Dionisio Borobio. (Edit.). La primera evangelización de América. Contexto y claves de interpretación. Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca (1992) 20. 24 Fernando Campo. “Isabel la Católica, fiel hija de la Iglesia y la Hispanidad. El libro Jardín de Nobles Doncellas la formación de la Reina”. En: Ciudad de Dios. Real Monasterio del Escorial, 217 (2004) 446 y ss.

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En última instancia, se trataba de ensayar la conciencia de un imperio identificado con una cristiandad posible y con una universalidad católica supracontinental, que disponía de un vehículo de comunicación humana como era la lengua de Castilla. En este marco conceptual, es necesario saber distinguir entre las “misiones carismáticas” y las “misiones institucionales”. Las misiones carismáticas. Las misiones carismáticas propiamente dichas beben su origen en el ya célebre sermón del dominico Antonio Montesinos en la isla de La Española, predicado el cuarto domingo de adviento de 1511, cuando glosó el texto de Isaías Ego, vox clamantis in deserto25 para fustigar la extorsión de que eran víctimas los autóctonos por parte de los encomenderos. Esta es la partida de nacimiento de las misiones carismáticas. Un ensayo de evangelización que intentaba formar una república indígena sin la infección ni contacto con los españoles. Estamos ante una experiencia nunca conocida en los imperios cristianos o paganos: la incorporación del indígena a una fe religiosa, aislándolo de sus conquistadores, pues ese contacto es tenido por escándalo e infección. Todavía más, en el fondo se planteaba un problema de categoría universal: la posibilidad en la América indígena de una cristiandad sin la hispanidad26. En veinte años de vida americana, la Corona española profesaba su fe en una visión optimista del indígena frente a las tendencias y prácticas deshumanizadoras iniciadas bajo el régimen del gobierno de Colón. Con mucha propiedad plantea Beatriz Pastor, el nuevo logro obtenido por Antonio Montesinos como es el de alcanzar una “redefinición del indígena americano”, que según la mencionada historiadora culmina en Las Casas27 pero que, según muchos autores se prolonga, al menos, hasta las misiones jesuíticas del Paraguay. 25  Isaias, 40, 3. La voz que clama en el desierto. 26 Pablo Ojer. La formación del Oriente venezolano. I. Creación de las gobernaciones. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1966) 38. 27 Beatriz Pastor. Discurso narrativo de la conquista de América. La Habana, Ediciones Casa de las Américas (1984) 463-464. 20.

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• introducción

A la luz de estas premisas nacieron las primeras misiones carismáticas en Venezuela, llevadas a cabo por dominicos y franciscanos en las costas de Cumaná (1513-1521). Como afirma Pablo Ojer, era “una quijotada este intento de transplantar al paganismo tropical, los métodos de evangelización apostólica aplicados a los pueblos greco-latinos”28. Con el fracaso de este gran proyecto, se hundía para siempre este idealista ensayo de evangelización pura. La carencia de valores éticos y morales no llegó a respetar la fragilidad de la utopía ni a despertar significaciones adormecidas. La sociedad emancipada soñada por estos misioneros ilusos trasmitiría los rostros del sufrimiento a las generaciones posteriores, como una añoranza y como una tentación, y su realización se llevaría a cabo más tarde a través de las misiones institucionales. En verdad, el primer ciclo de las utopías había naufragado. Atrás quedaban los proyectos que se habían iniciado en el denominado continente de la esperanza, antes de que la obra del excanciller inglés, decapitado en la Torre de Londres el 6 de julio de 1535, se conociera en los mundos recién descubiertos. La primera sería la de los gobernadores jerónimos en la isla La Española29. Seguirían de inmediato las dos intentadas en las costas venezolanas: la de los franciscanos, en la que se comprometía la posibilidad de una república cristiana de aborígenes, sin la trabazón del mestizaje, desde Cariaco al Lago de Maracaibo30. Y la lascasiana31, que caminaría por los mismos derroteros. Todavía más, en un marco ideológico complementario, Pablo Ojer enfrenta una visión renancentista, la cual acepta la interpretación pesimista del proceso humano como una sucesión de degradaciones desde la primitiva Edad de Oro, pasando por la de Plata y la de Bronce hasta la de Hierro y la 28 Pablo Ojer. La formación del Oriente venezolano. I. Creación de las gobernaciones. Caracas (1966) 39. 29 Frank Moya Pons. La Española en el siglo xvi, 1493-1520. Santiago, República Dominicana (1973) 207-242. 30 Pablo Ojer. La formación del Oriente venezolano. Caracas (1966) 46. 31  Las Casas. Historia de las Indias. Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1957. 21.

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Heroica, para llegar a una idea del indígena “dentro de la más ingenua explosión de optimismo, como sobreviviente de la Edad de Oro, descrita con tan brillantes trazos por Ovidio en su Metamorphosis32. Las misiones institucionales. Pero la realidad obligó en el siglo xvii a adoptar el concepto de “misiones institucionales”33, en las cuales la Iglesia y el Estado, es decir, las “Bienaventuranzas” y los “Siete pecados capitales”, darían paso a un nuevo concepto de acción misional. Mas no se perdió el sentido de la utopía. Las reducciones del Paraguay, o la ciudad ideal edificada para los guaraníes, suscitaron aun antes que Europa ingresara al Siglo de las Luces una ola de admiración, porque injertaban la razón en el mundo del mito, el Estado en una sociedad sin Estado, y la utopía en la historia. Desde los inicios, los miembros de la Compañía de Jesús tomaron conciencia de que su república cristiana debía ser un modelo de género utópico y superar las diseñadas por el Viejo Mundo. Así lo atestigua uno de los historiadores, el P. Francisco Javier de Charlevoix, en su Historia del Paraguay: “Hablo de aquellas Repúblicas cristianas, de las cuales no tenía modelos el mundo, y que han sido fundadas en el centro de la más feroz barbarie con un plan más perfecto que las de Platón, del canciller Bacón y del ilustre autor del Telémaco”34. Sus raíces son más profundas que los arquetipos imaginarios europeos que aportaron las diversas nacionalidades de jesuitas que laboraron en la Paraquaria, pues a La República de Platón, a la Ciudad del Sol de Cam32 Pablo Ojer. “Las Misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 151-152. Ojer se inspira en la obra de Christopher Dawson. Progress and Religion. London, Sheed & Ward, 1929. El texto de las Metamorphosis se encuenta en el libro I, versos 89-112. También son interesantes los planteamientos que recoge Pedro Borges. “El sentido trascendente del descubrimiento y conversión de Indias”. En: Missionalia Hispanica, Madrid, n.º 37 (1956) 141-177. 33  Véase: Pablo Ojer. “Las misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela”, 139-205. 34  Pedro Francisco Javier de Charlevoix. Historia del Paraguay. Con las anotaciones y correcciones latinas del P. [Domingo] Muriel. Traducida al castellano por el P. Pablo Hernández. Madrid, V. Suárez, I (1913) 21-22. 22.

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panella, a la Atlántida de Bacon, o al Telémaco de Fenelón hay que añadir, entre otras, los ensayos del comunitarismo de los incas experimentado por el P. Diego Torres Bollo (1551-1638)35 en el lago Titicaca y las tentativas formuladas en la Amazonia por Manuel de Nóbrega (1517-1570)36. Se trata de una concepción profundamente original del cristianismo que los jesuitas inician en el oriente asiático con Francisco de Javier, Alessandro Valignano (1539-1606)37, Mateo Ricci (1552-1610)38, y se continúa con el genio imaginativo criollo de Antonio Ruiz de Montoya (1562-1632)39 y de Roque González (1576-1628)40, y el humanismo intrépido de Simone Maceta (1577-1658)41 y Giuseppe Cataldino (1571-1653)42, entre otros. 35 Hugo Storni. “Torres Bollo, Diego de”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Comillas, IV (2001) 3824-3825. 36 José Vaz De Carvalho. “Nóbrega, Manuel da”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 2826-2827. 37 Hubert Cieslik y Josef Wicki. “Valignano, Alessandro”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3877-3879. 38 Joseph Sebes. “Ricci, Mateo [Nombre chino: Li Madou]”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3351-3353. 39 Estanislao Olivares. “Ruiz de Montoya, Diego”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3437. 40 Javier Baptista y Clement J. McNaspy. “González de Santa Cruz, Roque”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, II (2001) 1784. 41 Philip Caraman y Clement J. McNaspy. “Masceta (Maceta, Mazeta), Simón”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 2554. 42 Hugo Storni. “Cataldino (Cataldini), José (Socorros)”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 711-712. 23.

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Pero una vez más, las misiones del Paraguay tuvieron que debatirse en el siguiente dilema. Dos visiones del mundo americano atenazaron sin piedad la Paraquaria: la de la voracidad del Este, representada por la rapacidad de los paulistas y mamelucos, y la colonización del Oeste, contenida por el sistema de reducciones e implacable a la hora de apelar a la identidad única del imperio. Y en medio, el más sólido de los vínculos entre jesuitas y guaraníes, identificados por la ausencia de avidez. Ésta fue la herencia que recibieron los jesuitas llaneros y orinoquenses, para mayores detalles sugerimos al lector nuestra obra Una utopía sofocada: Reducciones jesuíticas en la Orinoquia43.

3. La visión jesuítica de los espacios del Nuevo Mundo Para el siglo xvii los seguidores de Ignacio de Loyola habían levantado visiones geográficas en América desde las de los Grandes Lagos hasta Chile y Paraguay; en África desde Etiopía hasta Madagascar y en Asia desde la India hasta China y Japón. Imaginación, innovación y audacia fueron principios rectores para muchas personalidades jesuíticas que trataron de dar respuesta a los retos que les planteaban las personas, los tiempos y las geografías. En una panorámica de altura44 podríamos señalar a Pedro Páez (1564-1622)45 como el primer europeo en llegar a las fuentes del río Nilo (1618) y una década después Jerónimo Lobo (1595-1678)46 dejaría para la

43 José Del Rey Fajardo. Una utopía sofocada: Reducciones jesuíticas en la Orinoquia. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1996. 44  Charles E. O’Neill. “Geografía”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 2 (2001) 1712-1714. 45 Philip Caraman. “Páez, Pedro”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 3 (2001) 2946. 46 Philip Caraman y Hubert Jacobs. “Lobo, Jerónimo”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 3 (2001) 2404.

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posteridad la descripción del Nilo Azul. Y en Madagascar y Mozambique hay que reseñar a Luis Mariana (1582-1634)47. Para algunos historiadores el más extraordinario de los exploradores jesuitas fue el H. Benito de Goes (1562-1707)48 quien, para buscar unas comunidades sironestorianas, salió de Agra en 1602 y tras atravesar Afganistán y por la ruta de la seda llegó a Catay en diciembre de 1605. Sus viajes vinieron a probar que las tierras de “Catay” y China eran lo mismo. El H. Gaspar Gómez (1552-1622)49 fue uno de los primeros exploradores de las islas Malucas en 1592. Y Antonio Andrade (1580-1634)50 visitó dos veces el Tibet, en 1625 y en 1626-1629, y así lo dio a conocer en su libro Novo descobrimento do Gram Cathayo ou reinos do Tibet (1626). Y así podríamos seguir con la brillante página de China51. Si nos circunscribimos a América, hacemos nuestras las consideraciones de Manuel Aguirre Elorriaga, quien al afirmar que la “historia de los grandes ríos americanos está vinculada de modo singular, y por extraña y persistente coincidencia, a grandes misioneros, escritores y descubridores jesuitas”52, estaba estableciendo una simetría histórica entre los caminos acuáticos de la geografía americana y la presencia de miembros de la Com47 Ángel Santos. “Mariana (Mariano). Luis”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 3 (2001) 2507. 48 John Correia-Alfonso y Nancy M. Gettelman. “Goes (Góis), Bento de”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 2 (2001) 1765-1766. 49 Hubert Jacobs. “Lobo, Jerónimo”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 2 (2001) 1773. 50  Richard F. Sherburne. “Andrade, Antonio de”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 1 (2001) 160-161. 51  Véase: Joseph Sebes y John W. Witek. “China”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, 1 (2001) 776-787. 52 Manuel Aguirre Elorriaga. La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1941) 3. 25.

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pañía de Jesús que supieron legar a la posteridad la biografía de las grandes arterias de los mundos descubiertos por Colón53. En verdad, la Compañía de Jesús americana se impuso un ritmo histórico tan apremiante54 en las primeras décadas del xvii que se puede afirmar con Esteve Barba que, de facto, a cargo de los jesuitas correrá la ciencia geográfica de la época desde California hasta la Argentina o los valles de Chile55. Y en 1753 el P. Diego Davin, traductor de la edición española de las Cartas edificantes y curiosas, escribía: “Me atrevo a decir que debe la geografía su mayor perfección a los misioneros de la Compañía de Jesús. Sin ellos poco o nada se sabría de la mayor parte del Asia y quedarían inmensos países de la América expuestos a conjeturas de los geógrafos de profesión, como ellos mismos lo reconocen o confiesan”56. Dentro de las concepciones de la Compañía de Jesús neogranadina, la ciudad de Cartagena y el río Magdalena definieron el primer mapa de su acción geopolítica. Es de lamentar que la intuición similar que ofrecían la isla de Trinidad y el río Orinoco —uno de los retos de la utopía jesuítica americana— no mereciera hasta el siglo xviii la atención de la cúpula directiva de los ignacianos insertos en la sabana bogotana, pues hubiera significado la arteria del desarrollo de la gran provincia de Guayana, matriz territorial de la nueva Venezuela. En todo caso, siempre será interesante la teoría de Michel Foucher quien concibe el cuerpo geográfico de la Compañía de Jesús como una res53 Francisco Mateos. “Antecedentes de la entrada de los jesuitas españoles en las Misiones de América”. En: Missionalia Hispanica. Madrid (1944) 109-166. 54  Para una visión general de todas las misiones jesuíticas en ambas Américas, véase a Ángel Santos Hernández. “Actividad misionera de los jesuitas en el continente americano”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 7-137. 55 Francisco Esteve Barba. Cultura virreinal. Barcelona-Madrid, Salvat Editores (1965) 636. 56 Diego Davin. Cartas edificantes y curiosas escritas de las misiones extranjeras y de levante por algunos misioneros de la Compañía de Jesús. Madrid, Imprenta de la Viuda de Manuel Fernández y del Supremo Consejo de la Inquisición, XVI (1757), p. XXVI.

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puesta a la geopolítica espiritual57 previamente diseñada, y concluye que este universal es cartografiable pues se trata también de un fenómeno de la geografía58. Pero el topos, para la Orinoquia, viene condicionado por dos premisas jurídico-filosóficas: el Tratado de Tordesillas59, que interpretaría las zonas mundiales de influencia hispano-portuguesa, pero dejaría a la intemperie las fronteras gestantes, abiertas a la dinámica civilizadora; y el “Mare Liberum” de Grocio60, que propugnaba por los derechos universales del libre comercio y de la libre navegación. La frontera delimitada jurídicamente en Tordesillas no coincidiría nunca con la frontera zonal, siempre en continuo vaivén, cambiante, dinámica y abierta siempre al riesgo y a la aventura. Fue un territorio de nadie, donde se practicaba un comercio de urgencia y de necesidad, se canalizaba la exportación prohibida y se permitía la inmigración y emigración clandestinas, sobre todo de cristianos nuevos, inculpados por la Inquisición, perseguidos por la justicia, mano de obra esclava indígena y negra y comerciantes españoles, portugueses y extranjeros61. Pero, en superficies más extensas se movería una carga humana de aventureros y bandoleros, sin ley y sin rey, —bien se llamen

57 Michel Foucher. “Géographie de la Compagnie de Jésus: une géopolitique spirituelle”. En: Hérodote, 56 (1990) 55-66. 58 Michel Foucher. “Géographie de la Compagnie de Jésus: une géopolitique spirituelle”, 66. 59  Daniel de Barandiarán. Brasil nació en Tordesillas. (Historia de los límites entre Venezuela y Brasil). Primera parte: 1494-1801. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1994. [Citaremos por la separata]. 60 Hugo Grocio. Mare Liberum sive de jure quod Batavis competit ad indiana commercia dissertatio. Lugduni Batavorum, Ex officina L. Elzevirri, 1609. 61 Charles Boxer. “Comercio e contrabando entre Bahía e Potosí no século xvi”. En: Revista de Historia. Sao Paulo, IV (1953) 195-212. 27.

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paulistas, mamelucos o bandeirantes62— que trazarían “la expansión territorial portuguesa y brasileña más sorprendente en América Meridional”63. El cinturón de misiones jesuíticas, que se iniciaba en el alto Orinoco y pasaba por Mainas, Quijos, Mojos y el Paraguay64, significó un bloqueo y una tentación para el avance portugués, siempre ajeno al espíritu de Tordesillas. Lamentablemente, la política amazónica española acabaría ignorando las posiciones estratégicas y la diligencia mostrada por la Compañía de Jesús para mantener los extensos territorios que le había conferido a la Corona hispana el Tratado de Tordesillas. El “Mare Liberum” convirtió el Mediterráneo americano en zona de ensueño y fantasía para los aventureros de toda índole, bucaneros que saqueaban las haciendas de los españoles y filibusteros que se convirtieron en corsarios de todo navío mercante, a la vez que ambicionaban como botín de guerra los galeones hispanos. En su deambular por los mares caribeños y atlánticos, Inglaterra, Francia y Holanda buscarían hábitats para asegurar sus monopolios comerciales en la fachada construida entre la desembocadura del Amazonas y el rosario isleño caribe. Tristemente, la Orinoquia sería un lugar desafortunado de encuentro entre el Tratado de Tordesillas y el Mare liberum, pero esa es la realidad histórica.

Los marcos conceptuales de las misiones en la Orinoquia En este acápite trataremos de ubicar al investigador en aquellas coordenadas conceptuales que ayuden a comprender las realidades que se imponían en 62  Véase: Gilberto Freyre. Casa-Grande y Senzala. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977. Sin restar uno solo de los innegables méritos que posee esta obra de la cultura sociológico-histórica brasilera, pensamos que el autor malinterpreta muchas de las acciones de la Compañía de Jesús en el Brasil colonial. 63  Daniel de Barandiarán. Brasil nació en Tordesillas. (Historia de los límites entre Venezuela y Brasil), 411. 64  Para una información sistemática, véase: Ángel Santos. “Actividad misionera de los jesuitas en el continente americano”, I, 34-56; 65-83.

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aquellos grandes espacios geográficos de la Orinoquia profunda, a la hora de explicar las relaciones entre las exigencias del Estado español y los protagonistas del proceso aculturador, como eran los funcionarios regios, los encomenderos, los indígenas y los misioneros.

1. El marco histórico conceptual Como hemos visto anteriormente, los ingentes espacios geográficos que integraban los Andes hoy venezolanos y la gran provincia de Guayana dependían del Nuevo Reino de Granada. La realidad sociopolítica que vivía la entidad neogranadina al mediar el siglo xvii estaba sumida en una aguda crisis social. Por un lado, la herencia de las expediciones doradistas, que tanto vigor despertaron a fines del xvi65, había corroborado el régimen de la encomienda en la fachada andina del piedemonte como medio de vida para los descendientes de los conquistadores. También en la provincia de Venezuela no tuvo vigencia la “encomienda de tributo”, de acuerdo con las Leyes Nuevas de 1542, sino que siguió implantándose el servicio personal, o mejor dicho el régimen de servidumbre. Sin embargo, diversos factores influyeron para que este modelo colonizador se estancara ante lo incontrolable del Llano. Si bien es verdad que el presidente don Martín de Saavedra y Guzmán (1637-1646) había elevado a Madrid un proyecto de supresión progresiva de la encomienda, para que pasara de manos de los encomenderos a las de la real Corona, sin embargo, la bancarrota de la economía hispana impuso que todo siguiera igual, a la vez que se urgía a los encomenderos para que pagaran más tributos66. Por otro lado, al independizarse en 1640 Portugal de la Corona española, se precipitó una crisis que repercutió violentamente en la economía neogranadina. La suspensión del tráfico negrero, que había sido monopolizado 65  Véase: Demetrio Ramos Pérez. El mito del Dorado. Su génesis y proceso. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1973. 66 Richard Konetzke. Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, II, tomo I (1958) 392.

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hasta ese momento por Lusitania, motivó la necesidad de mano indígena para las minas, con el consiguiente retroceso para el ritmo favorable que parecía tomar la política indigenista. Tal situación solo vendría a mejorar al encargarse Holanda del comercio de ébano67. Todavía más, las concentraciones de población que imponía la emergente cultura urbana, la mala administración del erario público, con sus secuelas de malestar social68, explican en cierto modo el deseo de apertura a espacios inéditos, habitados por etnias adversas al hispano. De esta suerte, toma cuerpo la denominada pacificación de “indios bravos”. En este preciso contexto hay que ubicar los ensayos poblacionales y colonizadores que se llevaron a cabo en el piedemonte de la fachada oriental de la Nueva Granada, con la fundación de ciudades-gobernaciones como San Martín del Puerto69, San José de Cravo70 y Triunfo de la Cruz de Nueva Cantabria71, entre otras72. La precariedad de la hacienda pública hacía que el nombramiento de los gobernadores de estas singulares entidades administrativas se llevara a cabo por el sistema de capitulaciones para elegir al “que las hace más

67 Manuel Lucena Salmoral. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 2. Presidentes de Capa y Espada (1628-1654). Bogotá, Ediciones Lerner (1967) 331-332. 68  Véase: M. Lucena Salmoral. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes, 247-262. 69 Juan Flórez De Ocariz. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Prensas de la Biblioteca Nacional, I (1943) 403. 70 Juan Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República (1956) 85. 71 J. Flórez De Ocariz. Genealogías del Nuevo Reino de Granada, I, 409. 72  Espinosa de las Palmas (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare, 80); Punapuna (Rivero. Ob. cit., 85). 30.

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a favor de la causa pública de aquella Provincia y de los reales intereses”73. Esta metodología explica de forma meridiana la facilidad con que los encomenderos podían medrar y robustecerse a la sombra de la propia ley, pues se encarnaba en una sola persona el poder del mando con el poder del estatus. Con la implantación del régimen misional, se reformulaba radicalmente la relación indígena-conquistador, ya que entre los elementos de este binomio se interponía el misionero, quien gozaba de amplias facultades en lo que a condiciones laborales y de contratación se refería, así como los aspectos conexos con el domicilio.

2. El marco geográfico Quien analice el proceso de integración nacional deberá tomar como uno de los puntos de partida fácticos las denominadas misiones institucionales que se inician en Tierra Firme al mediar el siglo xvii74: en 1656 los franciscanos vuelven a fundar la Purísima Concepción de Píritu y los capuchinos

73  agi. Santafé, 36. 1664-1697. Testimonio en relación a los autos obrados en razon de haber mudado los pocos indios que quedaban en el pueblo de San Bartolomé de la Cabuya al sitio de Sabana Alta, motivos que tuvo para ello el Presidente de Santa Fe don Gil de Cabrera y gestiones que hizo con el Arzobispo para entregarlos a la Religion de la Compañia de Jesus. Como el arzobispo se quejara a don Gil Cabrera y Dávalos que no había nombrado gobernador de San Juan de los Llanos a don José Bravo de Torres, le contesta el mandatario: “El Gobierno de San Juan de los Llanos, como otros de la misma calidad, no se proveen provisionalmente sino por capitulaciones para cuyo efecto, en vacando, se ponen edictos y entre los que ocurren se gradúan los opositores y se elige el que las hace más a favor de la causa pública de aquella Provincia y de los reales intereses y con la audiencia del Señor Fiscal se pasa a la aceptación y afianzando lo capitulado y aceptado se despacha título con cargo de traer confirmación de S. M. dentro del término dispuesto por la Ley” (Respuesta del Presidente a la Consulta del Arzobispo. Santafé, 13 de febrero de 1696). 74 Pablo Ojer. “Las misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en Venezuela. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 139-195. Josef Metzler. America Pontificia primi saeculi evangelizationis 1493- 1592 (Documenta pontificia ex registris et minutis prasertim in Archivio Secreto Vaticano existentibus), Città del Vaticano, Libreria Editrice, I (1991) 533. 31.

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en 1660 comenzaban la fundación de Santa María de los Ángeles, cerca de la actual Caripe. En el Nuevo Reino sería el presidente don Diego Egües de Beaumont (1662-1664)75 quien trataría de planificar y diseñar una estrategia misional que diera respuesta a las inquietudes de penetración que intentaban dejar atrás la cordillera oriental y cristianizar al enorme gentilismo esparcido desde la Guayana a las nuevas ciudades-gobernaciones y desde el Arauca al Amazonas. Para ello propuso el presidente Egües al rey, en carta del 15 de junio de 1662, la creación de una junta de misiones que debía presidirla el arzobispo e integrarla el presidente de la Audiencia, el oidor más antiguo, el provisor y los provinciales de las diversas órdenes religiosas. Debían reunirse semanalmente e informar a la monarquía cada año. La proposición fue aprobada por Real Cédula del 27 de septiembre de 166376. En la junta del 12 de julio de 1662, el cuerpo decidió repartir los territorios llaneros entre las diversas entidades religiosas que configuraban la iglesia neogranadina, para que cada una se responsabilizara del área a ella asignada. Al clero diocesano se le señaló el territorio de la gobernación de los Llanos de San Juan, desde la misión de los franciscanos hasta el río Caguán “y desotra parte entrando en el Airico, que es una cordillera que atraviesa, en donde está todo el mayor gentío”. A los agustinos ermitaños se les asignaron los Llanos de San Martín, entrando por su doctrina de Fómeque, y a los recoletos el terreno comprendido entre los ríos Upía y Cusiana, y en el ínterin sustituían al cura de Santiago de las Atalayas. A los franciscanos se les encomendó “la parte de donde sacó indios infieles el P. fray Bernardo de Lira en el gobierno de San Juan de los Llanos y línea recta imaginaria entrando en el Airico”. 75  Sergio Elías Ortiz. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de capa y espada (1654-1719). Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, Historia Extensa de Colombia, vol. III (1966) 101-127. 76  agi. Santafé, 36. Autos del traslado de San Bartolomé de la Cabuya a Sabana Alta. Real Cédula. Madrid, 27 de septiembre de 1663. 32.

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A los dominicos se les trazó el área de los chíos y mámbitas, antesala de las regiones llaneras. A los jesuitas se les adjudicó el territorio “junto al río de Pauto y de allí para abajo hacia la villa de San Cristóbal y ciudad de Barinas, y todos los Llanos de Caracas, y corriendo línea imaginaria desde el río de Pauto hasta el Airico comprendiéndole”77. Y para completar la acción de los misioneros en este proyecto, se consiguió una real provisión, de 18 de julio de 1662, que prohibía expresamente a los gobernadores hacer y permitir entradas “a conquistar y reducir indios con soldados”78. La que sería la espina dorsal de las misiones jesuíticas del xvii y del xviii era el Orinoco amazónico, visualizado por dos actos gubernativos. El primero se basaba en la Capitulación de la Provincia del Dorado, concedida a Jiménez de Quesada el 25 de julio de 156979, la cual comprendía “... desde el Pauto del Orinoco-Meta-Candelaria hasta el Papamene del Amazonas y de su complejo hidrográfico naciente”. La segunda sumaba a la herencia legada por el fundador de Bogotá a su sobrino Antonio de Berrío la isla de Trinidad, y toda la Guayana de Diego de Ordaz, para configurar toda una unidad territorial y gubernativa confirmada por resolución del Consejo de Indias y su consecuente aprobación regia el 12 de octubre de 159580. Así surge la provincia integrada de “el Dorado y Guayana”. De facto, se le encomendaba a la orden fundada por Ignacio de Loyola gran parte de la provincia de Guayana, la creada por don Antonio de Berrío, que se extendía hasta el Amazonas y lo abarcaba desde su nacimiento hasta su desembocadura, es decir, la provincia y gobernación de Guayana integrada por la provincia del Dorado de Papamene-Pauto 77  anb. Conventos, t. 68, fols. 437v-438. 78  anb. Conventos, t. 7, fol. 526. 79  Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, II (1992) 129-265. 80  Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las misiones jesuíticas”, 139.

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de Quesada y la provincia de Guayana y Caura de Ordaz y luego de Serpa. Este territorio daba cabida a todo el complejo mesopotámico que hoy conforman las cuencas colombo-venezolanas del Orinoco y del Amazonas81. Los espacios señalados en esta geografía histórica pertenecen hoy a tres naciones: Venezuela, Colombia y Brasil. Pero, esa primigenia Provincia de Guayana se desintegró a lo largo del siglo xix de la siguiente manera. Por el Tratado de 1859, firmado con el Brasil, pasaron a la república sureña 200.000 kilómetros cuadrados: 150.000 correspondientes a la franja norte del Medio Yapurá y el Alto y Medio Río Negro-Guainía; y 50.000 comprendidos en la franja meridional del Medio Yapurá y el río Amazonas o Solimoés82. Por el laudo español de 1891, la provincia de Guayana se desprendió de 519.857 kilómetros cuadrados83 que se integraron a la actual República de Colombia84. Y a Venezuela le quedaron 460.000 kilómetros cuadrados contabilizados por el delta Amacuro, el territorio federal Amazonas y el estado Bolívar. La superficie total de las misiones jesuíticas en la primigenia Guayana occidental y meridional involucraba unos 50.000 kilómetros cuadrados de acción directa. A ellos habría que sumar los de los territorios de Casanare y Meta. Tras el descubrimiento de la interconexión fluvial del Orinoco con el Amazonas, llevado a cabo por el P. Manuel Román en 174485, la conquista del sur de Venezuela adoptaría dos rumbos bien definidos. 81  Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las misiones jesuíticas”, 141. 82  Véase: Daniel de Barandiarán. “Brasil nació en Tordesillas”. En: Paramillo. San Cristóbal, 13 (1994) 331-774. 83  Véase: Pablo Ojer. La Década fundamental en la controversia de Límites entre Venezuela y Colombia (1881-1891). Maracaibo, Corpozulia, 1982. 84  Comandancia del Vichada (100.242 Kilómetros cuadrados); departamento del Meta (85.635); Comisaría del Vaupés (107.595); Comisaría del Guainía (72.238); Intendencia del Caquetá (44.482); Comisaría del Amazonas (109.665). 85  aiul. Papeletas: Román, Manuel. “Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañón y Relación que hace el P. Manuel Román de su viaje de Carichana al Río

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El primero incursionaría la margen derecha del Orinoco a través de los ríos Suapure, Parguaza, Sipapo y Ventuari-Manapiare86. La génesis de este periplo tomaba su origen en la necesidad de rastrear los caminos secretos que los caribes trazaron para seguir invadiendo las reducciones jesuíticas. Después de 1745, el objetivo principal se basará en la nucleización de las tribus desparramadas por esa área. Y para ello se ensayó la idea de abandonar las orillas del Orinoco y establecer reducciones tierras adentro; así nacieron San Estanislao de Patura, San Javier de los Parecas y otras de muy efímera existencia; los motivos del fracaso de este ensayo los reduce Gilij a una sola línea: “el clima es grandemente dañoso a la población”87. La segunda ruta penetraría por la margen izquierda de nuestro gran río y se centraría en la toma de posesión de las zonas que se suponían rionegrinas y que se confundían con la hoy vasta zona interfluvial llanera colombiana del Vichada, Guaviare, Inírida y Guainía88. De esta época datan el viaje del P. Lubián en 1751 a los betoyes —o mejor betoas— del sur y a los chavinavos, con el fin de descubrir las naciones que habitan los ríos que desaguan en el Orinoco y en el río Negro por la parte del poniente89. Casi con idéntica misión, pero por derroteros distintos, visitó algunos años más tarde Negro: desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744”. anb. Reales Cédulas, t. 14, fols., 580 y ss. Informe del P. Manuel Román sobre la misión del Orinoco. 1749. (José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 317-318). 86  Gran parte de las excursiones del P. Forneri sospechamos que se dirigieron a la puesta en acción de la nueva política, aunque el cronista atestigua que “no es mi intención aquí hacer la lista de todos los viajes de este misionero” (Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, III, 103). Si excluimos los “muchos y fatigosos” que hizo a los yaruros, los demás de esta época se orientaron a lo maipures del Tuapu, a los piaroas del Ventuari (Gilij. Ob. cit., I, 70), a los parecas en 1751 (Gilij. Ob. cit., III, 104), a los guaipunavis del río Inirida (Gilij. Ob. cit., III, 104-105) y al fortín de Cuseru en el Atabapo (Gilij. Ob. cit., III, 109). 87  Gilij. Ensayo de historia americana, I, 70. 88  Gilij. Ensayo de historia americana, III, 97-115. 89  Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104. Además era excelente amigo del P. del Olmo. (Gilij. Ob. cit., I, 7 2). 35.

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a los pamivas el P. Francisco del Olmo90, quien llegaría a entablar amistad con los guaipunaves y especialmente con su cacique Cuseru91, persona clave en las relaciones hispano-guaypunaves durante la Expedición de Límites92. No sin cierta suspicacia, anotaba en 1850 el historiador colombiano D. José A. Plaza al descubrir este ensueño jesuítico: “La idea de establecer una escala de comunicaciones mercantiles desde las márgenes del Meta hasta las posesiones portuguesas y las aguas del Atlántico, surcando el Orinoco y el Amazonas, proyectada por los jesuitas, espantó al Gabinete de Madrid y aceleró la muerte del Instituto. Este plan portentosamente civilizador hubiera variado la faz del continente suramericano y revela lo grandioso del genio que no pide elementos sino libertad para obrar”93. Las coordenadas que limitan los espacios temporales de este hecho histórico corren de 1661 a 1767 para los llanos de Casanare, vale decir, para las misiones del piedemonte andino. Sin embargo, las reducciones orinoquenses solo lograron consolidarse en 1731, es decir, 36 años antes de la expulsión de Carlos III en 176794.

90  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104. Gran parte de la vida misionera del P. Francisco del Olmo la absorbe la incesante búsqueda de los yaruros a lo largo del Sinaruco, Meta y “otros ríos que desaguan en el Orinoco” (Gilij. Ob. cit., III, 90. Otros detalles interesantes de la págs. 91 a 97). También el Ventuari catalizó varios de sus viajes con el afán de reducir los maipures (Gilij. Ob. cit., III, 90-91). Con mucha justicia escribía Gilij al narrar su muerte: “con mucho disgusto mío murieron con él las muchas rarísimas noticias que habrían podido darme de sus viajes a los gentiles” (Gilij. Ob. cit., I, 129; III, 104). 91  Hacia 1750 debió realizar su viaje al río Inírida a visitar a Cuseru (Gilij. Ensayo de historia americana, II, 188-190). 92  Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104. 93  José A. Plaza. Memorias para la Historia de la Nueva Granada, Bogotá, R. González (1850) 314. 94 José Del Rey Fajardo. “Introducción al estudio de la historia de las misiones jesuíticas en la Orinoquia”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 415-419. 36.

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3. El paisaje humano El paisaje humano estuvo compuesto por muy diversas familias étnicas, con toda verdad podemos afirmar que se trataba de un auténtico mosaico de naciones95. A ello hay que añadir muy diversos grados de nomadismo en la mayoría de los autóctonos. Era una pauta de vida —observa Luis Duque Gómez— que estaba determinada por la naturaleza, por ser esta la fuente principal de sus recursos de subsistencia, en cuya búsqueda llevaban a cabo grandes desplazamientos con el fin de aprovechar “la maduración de las frutas silvestres, los refugios de las especies de la caza mayor y menor y las facilidades de la pesca en los tiempos de verano”96. Si en los llanos los jesuitas laboraron con seis naciones distintas, en el Orinoco el número más que se duplicó. Los achaguas se extendían desde cerca de Barinas hasta San Juan de los Llanos. Eran de lengua maipure y habían sido una de las naciones más numerosas de estas comarcas97. Las primeras noticias sobre esta etnia las dio Nicolás de Federmann en su Historia Indiana y se refieren a la presencia de estos indígenas en el actual estado Falcón98. En 1647, veinticuatro años antes del ingreso de la

95 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas y las lenguas indígenas venezolanas. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1979. Mayor información en: Fernando Arellano. Una introducción a la Venezuela prehispánica. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1986. 96 Luis Duque Gómez. “Visión etnológica del Llano y el proceso de la evangelización”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 693. 97 Juan Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 46. 98  Nicolás de Federmann. “Historia indiana o primer viaje de Nicolás de Federmann”. En: Academia Nacional de la Historia. Descubrimiento y conquista de Venezuela. (Textos históricos contemporáneos y documentos fundamentales). Tomo II, Cubagua y la empresa de los Belzares. Caracas, II (1962) 185-189. Pérez de Tolosa ubica a otros grupos achaguas en las periferias de Carora y también por vastas regiones de Venezuela y Colombia (Alfredo Jahn. Los aborígenes del Occidente de Venezuela. Caracas, Monte Ávila 37.

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Compañía de Jesús a los Llanos, visitó a los achaguas de Apure fray Jacinto de Carvajal y dejó curiosos apuntes sobre su idiosincrasia99. La historiografía jesuítica se remonta a las “entradas” llevadas a cabo por el capitán Alonso Jiménez hacia 1606, las posteriores del capitán Lázaro de la Cruz y las de un capitán desconocido hacia 1661; todas ellas acaban con el progresivo exterminio de los achaguas100. Los sálivas101 constituyen la segunda nación en importancia dentro del ámbito misional jesuítico llanero y orinoquense. Su hábitat se asentaba entre la desembocadura del Meta y los raudales de Atures y Maipures, a ambos lados del río Orinoco102, pero también se expandieron hasta el alto Vichada y el Guaviare103. Sus formas de vida eran muy semejantes a las de los Achaguas, pero sus lenguas eran totalmente diversas. Esto no impidió que convivieran en aldeas mixtas, en donde fácilmente se hacían bilingües, pues los hijos eran de madre sáliva y de padre achagua104. Los jesuitas clasificaron su lengua como matriz105. Editores, II (1973) 33. Ya en el siglo xviii observamos la presencia de achaguas entre los ríos Boconó y Masparro, en el actual estado Barinas (Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1972) 131. 99  Jacinto de Carvajal. Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco. León, Ediciones de la Diputación Provincial de León (1892) 197. 100  Rivero. Historia de las Misiones…, 23-26. 101 F. Arellano. Una introducción a la Venezuela prehispánica. Caracas (1986) 508-519. 102  Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, 47, 216. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 74. 103 Antonio Tobar y C. Larrucea De Tovar. Catálogo de las lenguas de América del Sur con clasificaciones, indicaciones tipológicas, bibliografía y mapas. Madrid, Gredos (1984) 161. Nancy C. Morey y Robert V. Morey. “Los sáliva”. En: Walter Coppens (Edit.). Los aborígenes de Venezuela. Caracas, Fundación La Salle de Ciencias Naturales, I (1980) 241-285. 104  Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare, 199. 105 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia, (1963) 298. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana. Caracas, 38.

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Al norte de los llanos habitaban también tres etnias de agricultores en lo que se denominó el Airico de Macaguane, entre los ríos Casanare y Apure: los betoyes los giraras y los tunebos. Los betoyes se ubicaban entre el río Sarare y el Uribante106 y aunque Gumilla considera su lengua como matriz107, sin embargo, hoy se le considera de origen chibcha108. Gozaban de una geografía priviligiada y sus tierras constituían uno de los corredores terrestres entre Venezuela y el Nuevo Reino. Los giraras aparecen en las historias jesuíticas como una etnia belicosa y cruel109. Habitaban en la serranía de Morcote y en el Airico de Macaguane, pero tenían sus ramificaciones profundas en el actual territorio venezolano110. La imagen que hoy tenemos del tunebo se puede tipificar en un grupo indígena extremadamente introvertido en su psique, ajeno al acontecer del mundo circundante, aferrado a sus tradiciones ancestrales y encerrado en las inaccesibles selvas y montañas que constituyen la Sierra Nevada del Cocuy111. Pero la paz de las regiones llaneras se vio siempre perturbada por los guahivos y chiricoas, el grupo más poderoso y numeroso de los recolectores. Erráticos y vagabundos, recorrían desde los rincones más retirados del gran Orinoco, del río Meta y del Ayrico, hasta casi los últimos términos de San Juan de los Llanos. Su nomadismo activo les hizo vivir como gitanos trashuAcademia Nacional de la Historia, III (1965) 180. 106  Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare, 346. 107  José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 298. 108 Antonio Tovar. Catálogo de las Lenguas de América del Sur. Buenos Aires, Edit. Sudamericana (1961) 174. 109  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 267. 110  Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare, pp. 117 y ss.; F. Arellano. Una introducción a la Venezuela prehispánica, 400-402. 111 José Del Rey Fajardo. “Consideraciones sobre el hombre y la lengua tuneba”. En: María Elena Márquez, Berichá (Esperanza Aguablanca) y Jesús Olza. Gramática de la lengua tuneba. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1988) 5-28. 39.

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mantes, sin poblaciones fijas, sin tierras y sin labranzas, viviendo siempre del pillaje, de la amenaza y del robo112. Al referirnos a la cuenca del Orinoco, la primera observación que llama la atención del estudioso es la pluralidad de naciones y lenguas que vertebran las huellas de los diversos poblamientos que sufrió nuestro gran río. Por ello, no descendemos a singularización de ninguna de las etnias. Baste citar como ejemplo el de la pequeña reducción de La Encaramada, a orillas del Orinoco: la poblaron tamanacos, avaricotos, parecas, maipures, avanes, meepures y quaquas113. Mas, sería el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij quien interpretaría esa dispersión, al reducir a nueve lenguas matrices todo el mosaico lingüístico de la Orinoquia114: caribe, sáliva, maipure, otomaco, guamo, guahibo, yaruro, guaraúno y aruaco. Mención obligada debemos hacer de la nación caribe. La historia de la demografía en la Orinoquia recoge a esta nación como la más feroz depredadora de los habitantes del Orinoco medio y bajo115. Este mundo caribe, o mejor macrocaribe, puede ser considerado, desde su ingreso en la hoya orinoquense algunas centurias antes de la llegada de Colón, como el pueblo de la navegación fluvial o marítima. Muy probablemente, su acceso a la gran Orinoquia debió efectuarse por una doble vía: la fluvial amazónica desde el Matto Grosso y la marítima por la desembocadura del Amazonas y su lanzamiento costero e insular en el Mediterráneo americano. Por ello, tanto los caribes fluviales como los marítimos aportarán una gran cosmovisión del mundo y del agua: “Mar y Río” de donde y por donde todo nació y emergió. 112  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 285-286. 113  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 175. 114  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 174. 115  Véase: Daniel de Barandiarán. “Introducción al estudio de la historia de las misiones jesuíticas en la Orinoquia”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 247-265. 40.

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El marco demográfico. Frente a estas ingentes extensiones de terreno, llama la atención la demografía de la población autóctona que habitó en estas tierras guayanesas. Según Miguel Ángel Perera, durante los tiempos coloniales, no sobrepasó nunca esta tierra difícil y despoblada los 200.000 habitantes116. Quizá pueda llamar la atención esta afirmación, pero su confrontación referencial con la población actual, que apenas supera el millón de habitantes, parece avalar el interesante estudio que ha venido realizando durante años el mencionado profesor de la Universidad Central de Venezuela. En 1780 escribía el exmisionero orinoquense P. Felipe Salvador Gilij: “Todavía insolentes y bárbaros, los orinoquenses, a los jesuitas y a todos les parecieron infinitos. Pero amansados en el día de hoy por la santa ley de Dios, y reducidos a ovejas, a cualquiera que tenga ojos deben parecerle poquísimos, como son en realidad”117.

4. El misionero El número de miembros de la Compañía de Jesús que integran la acción evangelizadora en las demarcaciones de los denominados Llanos de Casanare y el gran río Orinoco ofrece un universo aproximado de 153 misioneros. Llama la atención el hecho de que una cuarta parte de los hombres que sumergieron su existir entre las etnias llaneras y orinoquenses provenía de Italia, Francia, Alemania, Austria, Bohemia y los Balcanes. Esta heterogeneidad de nacionalidades y de concepciones de la vida, de cultura y de ciencia es natural que generara un pluralismo a veces difícil, pero siempre beneficioso, en la búsqueda de la “otredad indiana”.

116  Miguel Ángel Perera. Oro y hambre. Guayana siglo xvi. Antropología histórica y ecología cultural de un malentendido 1498-1597. Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2000. 117  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1965) 76.

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Las tres cuartas partes restantes las configuraron miembros de la Orden provenientes de todos los reinos de España (casi un 43 %) y también un diciente porcentaje de jesuitas criollos (casi un 31 %)118. Sin embargo, antes de entrar en otros análisis, conviene definir el perfil del jesuita que laboró en tierras misionales de la Orinoquia, para poder establecer un punto de referencia a la hora de formular un balance de la gestión de los hombres de la Compañía de Jesús. De acuerdo con la Instructio pro candidatis ad indos, las cualidades exigidas a los misioneros alemanes eran: “grande y sólida virtud; ciencia, no cualquiera, sino bien fundada y completa en cuanto pueda ser; resistencia corporal y costumbre de sufrir incomodidades y molestias”119. En efecto, la vida en la geografía misional significaba un cambio profundo en la existencia del jesuita y requería además una extrema capacidad de adaptación que no era asequible a todos. El hostigamiento de la naturaleza, las privaciones, la soledad, el entorno adverso y a veces hostil e incluso la muerte, así como otras causas motivaron que algunos se derrumbaran física o psicológicamente. Ello hizo que casi un 43,79 % de los misioneros durara entre uno y cuatro años en tierras casanareñas u orinoquenses. Entre cinco y nueve años el 20,26 %. Entre diez y catorce años el 13,07 % y más de tres lustros el 22,88 %. Así pues, solo una cuarta parte superó los tres quinquenios120. En este contexto, es significativo reflexionar, por ejemplo, sobre los desvelos del misionero para fabricar un futuro mejor, pues, como afirmaba el misionero de La Encaramada, supone una enorme fatiga el aprender una 118  Nacionalidad de los misioneros: españoles: 65 (42,48 %); neogranadinos: 47 (30,72 %); italianos: 18 (11,76 %); alemanes: 10 (06,54 %); belgas: 05 (03,27 %); franceses: 03 (01,96 %); austríacos: 02 (01,31 %); bohemios: 02 (01,31 %); yugoeslavos: 01 (00,65 %). Total: 153. 119  Citado por: Pablo Hernández. Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús. Barcelona, Gustavo Gili, Editor, (1913) 347. Es interesante todo el apartado relativo a los misioneros (pp. 343-379). 120  Una excelente descripción de la vida del misionero jesuita mexicano la ofrece: Bernd Hausberger. Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialen México. Wien-München, Verlag für Geschichte un Politik (1995) 55-87. “Las Leben in den Missionen”.

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lengua, y cuando después de mucho esfuerzo se llega a dominarla, con ella no se puede servir sino a muy pocos hablantes. De querer llegar a otros, es preciso volver a recorrer el mismo camino. Al hablar de los indios voqueares dirá: “No eran en mi tiempo más de sesenta almas... Perece con ellos su lengua, y el misionero se queda menos apenado que mudo”121. En el primer caso hay que hacer referencia al siguiente elenco: de los 153 misioneros, seis devendrían a provinciales del Nuevo Reino122, siete regirían como rectores, bien de la Universidad Javeriana de Bogotá, bien de la Universidad de Gorjón en la Isla de Santo Domingo123, treinta y ocho dirigirían distintos colegios de tan dilatada circunscripción124, quince serían profesores universitarios125. Otro indicador fiable es la producción intelectual del misionero, la cual se llevó a cabo en latín, castellano, alemán, francés, italiano, holandés y checo. La formación intelectual. Para poder aproximarse a una cualificación de lo que fue la formación intelectual de los jesuitas que laboraron en la gran Orinoquia, conviene precisar no solo las nacionalidades de los hom121  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 170. 122  Diego de Tapia, Mateo Mimbela, José Gumilla, Pedro Fabro, Domingo Scribani y Manuel Balzátegui. 123  Los PP Francisco Álvarez (1682-1684), Fernando Monterde (1697-1698), Mateo Mimbela (1720-1721, 1729), Pedro Fabro (1752-1754), Manuel Román (1761-1763), Domingo Scribani (1763). 124  Gabriel Aguilar, Francisco Álvarez, Manuel Balzátegui, Alberto Bukowski, Manuel Collado, José Dadey, Juan Díaz, Francisco Ellauri, Pedro Fabro, Manuel Gaitán, Cayetano González, Jerónimo Grossis, José Guillén, José Gumilla, Cristóbal Jaimes, Francisco Jimeno, Pedro López, Ginés Marín, Antonio Meislz, Mateo Mimbela, Domingo Molina, José Monesiglio, Miguel Monroy, Fernando Monterde, Manuel Morelo, Martín Niño, Ignacio Olarte, Juan Ortiz Payán, Manuel Pérez, Francisco Rauber, José Rojas, Manuel Román, Domingo Scribani, Diego de Tapia, Matías de Tapia, José Tobalina, Miguel Jerónimo Tolosa, Julián de Vergara y Simón Vinans. 125 José Del Rey Fajardo. “Filósofos y teólogos jesuitas en la Venezuela colonial”. En: Montalbán. Caracas, nº 3 (1974) 7-51. 43.

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bres que entregaron su vida a este quehacer, sino también la calidad de su formación en aquellas ciencias que les eran específicas para promover tan ingente empresa. Para ello trataremos de recorrer dos provincias de saberes. La primera la constituían el dominio de la cultura clásica y la asimilación de un humanismo nuevo. En otras palabras, consistía en despojarse de las concepciones bárbaras de la vida. Por ello, el cultivo de las bellas letras debía transformarse en un movimiento dinamizador de la vida intelectual y religiosa, pues, en definitiva, se trataba de un humanismo moral y profano. Estos nuevos ideales comenzaban por el dominio del latín —lengua de la ciencia y la cultura— , ya que sin este presupuesto se condenaba al hombre a convertirse en un Sísifo que subía la piedra hasta la cumbre para dejarla caer y comenzar otra vez el mismo recorrido. En un segundo tramo, se debían fundamentar los hábitos intelectuales, a saber, el arte de instruirse, el arte de pensar, el arte de profundizar y el arte de crear. El objetivo final era la educación integral que se sintetizaba en tres dimensiones: virtud, letras y política, es decir, sabiduría, ética y comportamiento social126. La segunda era el método científico otorgado por la filosofía y la teología, y aquí, para simplificar, lo circunscribiremos a la escolástica. La escolástica del Barroco se distingue de las épocas anteriores por dos razones fundamentales: primero, porque la lingüística académica adopta un latín cultivado; y, segundo, porque la metodología se obsesiona por el uso sistemático de procedimientos históricos. De igual forma, se abre a las tesis más modernas “siempre que éstas puedan fundarse en autoridades”. Por ello, no tarda la Universidad de Salamanca en aceptar la imagen copernicana del mundo y la de Coimbra la de Tycho Brahe. La ruptura con la ciencia moderna en nada se debió a la aceptación de las doctrinas nuevas, sino “a la

126  Para el caso concreto de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, véase: Ignacio Julián. Lo mejor de la vida, Religion, Doctrina y Sangre recogido en un noble joven colegial de el Real, Mayor y Seminario de San Bartholome, propuesto en Ynstruccion Christiano-Politica para el uso de dicho Colegio. 1764. [Publicado por José Del Rey Fajardo. La Pedagogía jesuítica en la Venezuela hispánica. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1979) 325-427].

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negativa de los modernos a ejercitar el arte de la interpretación y a documentar sus tesis con autoridades”127. Pero si la universidad los había profesionalizado para ser ciudadanos de una comunidad cultural internacional, en los espacios misionales debían adquirir otra ciudadanía mental bien ajena en muchos aspectos a los arquetipos vividos y presentidos. Y la iniciación en los saberes misionales se llevaría a cabo, en cada caso, mediante la convivencia junto a un misionero experimentado, quien debía adiestrar al novicio en la lengua y en la carta de navegar en el mar de las reducciones. Esta ingente tarea la podemos circunscribir a tres grandes actitudes que en definitiva medirían su capacidad para crear, imitar e improvisar el porvenir. La primera hace relación a la flexibilidad para trascender los modelos culturales adquiridos, a fin de poder adoptar otros nuevos. Pensamos que la familiaridad con las literaturas clásicas facilitó la gestación de una apertura mental hacia la comprensión de los nuevos horizontes habitados por las lenguas, las mitologías y las concepciones de vida de las naciones a las que servían. Asimismo, tanto europeos como criollos habían vivido, a su manera, los cambios de mentalidad producidos bien en sus sociedades respectivas, bien en el imperativo de las ciencias, bien en el orden social y económico que trataba de imponerse, bien en las polémicas religiosas. La experiencia universal de la Compañía de Jesús creó un modelo que se basaba en la persuasión y en la simbiosis de las culturas y, en consecuencia, debía interpretar y asimilar el conocimiento de los particularismos locales, la maestría técnica de las lenguas y las reglas sociales128.

127 Rainer Specht. “Escolástica del Barroco”. En: Karl Rahner (et al.). Sacramentum Mundi. Barcelona, Edit. Herder, 2 (1972) 713-715. 128 Claude Blanckaert. “Unité et altérité.La parole confisquée”. En: Claude Blanckaert (Edit.). Naissance de l’ethnologie? París, Les Editions du Cerf (1985) 15. 45.

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En segundo término, la “razón de Estado” les induciría a los jesuitas a superar la tensión entre los ideales religiosos de la evangelización y los procesos de “mundanización” que debía transformar a las poblaciones misionales. Cuando Berenson establece que la Iglesia católica ha sido dispensadora de “mundanidad”, opinamos que interpreta el valor de su pedagogía cultural y espiritual como categoría integradora de los opuestos. Este juicio de valor, que proviene de un crítico del arte, formula la última síntesis de lo que en realidad trataron de practicar los jesuitas en sus misiones: elevar los actos de los hombres a sacramentos, salvando así el abismo que media entre las necesidades humanas y su satisfacción. Por eso, añade: “A través del rito acompaña la vida con un aparato que es esencialmente 'mundano', sin embargo, para quienquiera, tiene la capacidad espiritual de trascenderlo, llenándolo de significados misteriosos y 'superiores', de manera que concilia las ceremonias con ciertas difíciles aspiraciones del alma e infunde a las necesidades vitales cierto arrebato que parece trascenderlas y casi destruir su imperiosa necesidad”129. En la cosmovisión reduccional se cultiva una trilogía compuesta por liturgia, fiesta y trabajo, y de esta forma la mundanidad alcanza un valor estético y así divorcia el utilitarismo del ser que la practica. Estamos ante la ritualización del tiempo y del espacio mediante los actos y contenidos litúrgicos. En este contexto, la plaza mayor asume un significado idealizador y su cúspide se centra en la iglesia. La tercera contempla la remodelación de la identidad del misionero por las imposiciones de la mundanidad. Gobernar una ciudad “in fieri” suponía adquirir y poner en práctica una serie de labores gerenciales que las debía aprender in situ130.

129 Humberto Morra. Coloquio con Berenson. México, Fondo de Cultura Económica (1968) 213-214. 130  Una imagen del misionero orinoquense la trazó el Provincial Mateo Mimbela al describir la acción del P. José Gumilla: “... porque olvidado de sus lucidos talentos que pedían ocupaciones de mayor lustre, valiéndose de sus buenas habilidades y tomando sobre si las ocupaciones de muchos oficiales, servía de carpintero, albañil, alarife, escultor, pin-

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Quizá uno de los retos más difíciles para el misionero fue el de conjugar la puesta en marcha del aparato productivo y la ruptura en la conducta del indígena del binomio falta de necesidades-ausencia de actividad. La tradición misional en los llanos de Casanare había experimentado con éxito algunos principios fundamentales. La intensificación y mejoramiento de la agricultura “conduce al buen estado de las poblaciones”131. Además, el criterio del autoabastecimiento fomentó la necesidad de la preindustria, con su consiguiente acompañamiento de las artes manuales, sobre todo de la fragua132, los telares133, la carpintería134 y la pintura135. En este marco de realizaciones, no es de extrañar que la mundanización como valor estético promoviera en los indígenas opciones más altas de cultura como lo demuestra el misionero de La Encaramada, P. Felipe Salvator, jugando con tal primor los instrumentos de cada arte, como si hubiera sido ese el único empleo de toda su vida” (agi. Santafé, 298. Relación formada por el P. Mateo Mimbela). 131  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana…, III, 67. 132 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 515: “El atractivo más eficaz para establecer un pueblo nuevo y afianzar en él las familias silvestres es buscar un herrero y armar una fragua, porque es mucha la afición que tienen a este oficio, por la grande utilidad que les da el uso de las herramientas, que antes ignoraban”. 133 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 515: “No importa menos buscar uno o más tejedores de los pueblos ya establecidos para que tejan allí el hilo que traen ellos, porque la curiosidad los atrae a ver urdir y tejer, y ver vestidos a los oficiales y a sus mujeres les va excitando el deseo de vestirse y se aplican a hilar algodón”. Sin embargo, anotará de su reducción el P. Gilij (Ensayo de Historia americana…, III, 64-65): “No pude nunca conseguir, dados los cambios de los tiempos, introducir la de tejer, que por lo demás se halla en todas las antiguas reducciones”. 134  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana…, III, 65. 135 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) 449: “... los muchachos más hábiles de manos se aplican al oficio de pintor, uno de los cuales sabe ya buscar la vida con sus pinceles, vendiendo a los españoles varias imágenes de santos”. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 65: “... saben embellecer muy bien las iglesias, coloreándolas con varias tierras y con jugos de algunas plantas”.

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dor Gilij, para quien el descubrimiento de un pueblo músico le lleva a concluir que se puede convertir en música una nación136. También la preocupación social requiere espacios importantes en la planificación misional. Las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos constituyen el otro rostro de la comunidad al que hay que sostener y atender. Esto explica la función social de las haciendas137 y la sanitaria de las boticas138 y la hospitalaria cuando los hombres, tiempos y lugares lo permitían139.

Los fundamentos criteriológicos previos Al tratar de adentrarnos en lo que podríamos designar como la “historiografía indígena”, trataremos de afrontarla a través de dos concepciones la historia: la historia local en el marco de las visiones modernas que sugiere la

136  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, III (1965) 64; José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 515; Véase: Alfred E. Lemmon. “Jesuits and Music in the Provincia del Nuevo Reino de Granada”. En: Archivum Historicum Societatis Jesu. Roma, XLVIII (1979) 149-160. 137  Edda O. Samudio A. “Las haciendas jesuíticas de las Misiones de los Llanos del Casanare, Meta y Orinoco”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, I (1992) 776-777. 138  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo, S. J. y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 683-684. Refiriéndose al misionero dice: “... un amoroso Padre de familia, que tiene prevención de medicinas, quantas puede adquirir, y el libro de mayor importancia después de los necesarios, que nunca les falta, es alguno de medicina”. 139  De la misma forma que contrataban maestro de música, se esforzaban en conseguir, dentro de sus posibilidades, médicos. El P. Dionisio Mesland, cuando en 1653 llegó a Guayana se trajo consigo a Renato Xabier “... cirujano y médico y hace las más curas y medicinas con mucha /ilegible/ de interés y los pobres los cura de balde y aun los sustenta en su casa mientras los esta curando y que asimismo tiene una botica donde saca los recados para las medicinas necesarias sin ningún interés...” (anch. Jesuitas, 226. Renato Xabier y el Sargento Guido Belile vecinos de la ciudad de Santa Maria de Rosa ante vuestra merced parecemos... y decimos que a nuestro derecho conviene que vuestra merced mande se nos saque un tanto autorizado... [Pauto, marzo de 1678]). 48.

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“lugarización”, en las que el indígena y su territorio adquieren su valor propio para posteriormente diseñar la nueva percepción de la tierra y sus gentes140. Es evidente que al revisar las diversas familias historiográficas, tanto venezolanas como colombianas, que han venido estudiando al hombre y al territorio llanero y orinoquense, siempre se han preocupado por mostrar un edificio histórico cuya construcción ha sido concebida para el mundo occidental. Sin embargo, la rica literatura oral y escrita que conocemos presenta protagonistas de acciones que se insertan bien en los anales del descubrimiento y de las conquistas —material o espiritual— o en las crónicas civiles o religiosas. En consecuencia, es imperativo dilucidar cuándo y cómo se abren los pueblos de la Venezuela profunda a la toma de conciencia ante sus propias historias, pues con derecho pueden exigir el protagonismo en la redacción de sus respectivas biografías. De lo contrario, pareciera que estuviéramos asumiendo la tesis de que se puedan dar pueblos sin historia, cuando en verdad lo que debemos dejar como reflexión es la antinomia de que una cosa es que desconozcamos esa memoria histórica y otra bien distinta es que ella no exista. Además, no puede el investigador pasar por alto la terrible realidad que suponía a las etnias llaneras y orinoquenses el ser todavía pueblos ágrafos. Beatriz Fernández explica la tesis de que la presencia o ausencia de escritura “se constituye en un factor determinante en el modo de entender la historia y de encarar el destino”. De esta suerte, “cuanto mayor sea la tradición oral de una cultura, más se apoyará en la repetición de los acontecimientos y, por lo tanto, mayor será su anclaje en el pasado y su inmovilismo”. Por el contrario, la cultura escrita dotaba al “otro” de una enorme potencialidad de improvisación para afrontar e interpretar las situaciones originales que se planteaban en el diálogo o la convivencia141. 140  La visión goblal puede verse en: José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez 2011, 2 vols. 141 Beatriz Fernández Herrero. “El 'otro' Descubrimiento. (La imagen del español en el indio americano)”. En: Cuadernos Hispanoamericanos. Madrid, nº 250 (1993) 12 y ss.

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Desde el punto de vista fáctico, ese mundo indígena fue marginal, al menos hasta mediados del siglo xvii, en lo administrativo y económico tanto para las autoridades civiles del Nuevo Reino de Granada como para las de la Provincia de Venezuela. Progresivamente irían adquiriendo una importancia relativa, en cuanto que fueron significando una ayuda o un peligro para las rutas que intercomunicaban las dilatadas provincias que separan el Amazonas del mar Caribe y el Atlántico del piedemonte andino. Con la llegada institucional de las misiones se establece un nuevo punto de encuentro entre el autóctono y el misionero, distinto a los vividos con los descubridores, conquistadores, soldados, traficantes o funcionarios regios de paso. Y también, hay que decirlo, este encuentro se distanciaba también de los mantenidos con las etnias indígenas poderosas como la de los caribes, o bien con las potencias pequeñas locales, siempre hambrientas de esclavos. Así pues, más allá de todas las críticas formuladas a las misiones, estas significaron el primer lugar de encuentro institucional que sirvió para hacer pasar del anonimato a la historia a las naciones misionadas. Y si bien no podían disponer de archivos escritos, los misioneros trataron de rescatar sus tradiciones orales, y la ausencia de libros fue recuperada en parte por la voz de los ancianos, en cuya memoria reposaban los hechos más significativos de cada nación; y de esta forma, aunque su conciencia de nación era débil, sin embargo intentaron, en medio de sus posibilidades, desarrollar una renovada identidad. Porque, la historia debe encargarse de construir la identidad de un pueblo y consiguientemente de otorgarle el sentido de personalidad propia y el aprecio por sus hombres, tradiciones y valores. Por ello es necesario preguntarse: ¿cómo se llevaron a cabo las relaciones indios-jesuitas?

La palabra como texto Debemos iniciar este acápite con una advertencia capital, pues es muy posible que fragmentos que son utilizados en este apartado puedan ser repetidos parcialmente al estudiar los diversos cronistas que elaboran el tema. Sin embargo, pensamos que la visión holística del tema exige que se trate en esta introducción, a fin de dejar sentados los criterios que después se complementarán en los estudios del libro II. 50.

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Entre los escritores jesuitas coloniales, fue sin duda el italiano Felipe Salvador Gilij quien meditó más reposadamente sobre el valor auténtico del indígena y por ello lo convirtió en el protagonista de su obra. Sin embargo, el estudio del libro no ofrece lugar a dudas: el autor va más allá pues intenta ser el portavoz del silente mundo indígena orinoquense142, falto de buenos estudios. ¿Cuáles son los argumentos gilijianos para defender la realidad indígena de nación? En primer lugar, la lengua, porque los indígenas, al igual que el resto de los pueblos del mundo, desarrollaron sus leyes lingüísticas que los cohesionaron como comunidad. El segundo elemento fue la tierra. Y en tercer lugar ese “modo de ser” que es el que en definitiva definirá su cultura. En verdad, no podemos autorrealizarnos sin los “otros”, pero esos otros no pueden reconocernos si nos tratan como objetos. En consecuencia, hay que superar este conflicto histórico con una nueva paz que evite la destrucción de la vida y del corazón humano. De ahí la importancia de que los escenarios cambiantes de la historia nunca deben resucitar mundos totales, porque sería cerrarlos a todo

142  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, II, 23. “Mi historia tiene por objeto principalísimo los indios...”. Felipe Salvador Gilij. Ensayo…, II, 15: “Si se pudiera hablar de los indios de aquella manera en que se habla de las naciones o más civilizadas o más conocidas. Y ellos tuvieran también escritores que pusieran de manifiesto con libros sus méritos, después de tantos años de los descubrimientos de Colón estaría al fin acallado o resuelto el pleito que aún se agita con fervor sobre el mérito de ellos. Pero la causa de los indios, al contrario de la de las otras naciones, nunca ha sido ni ilustrada ni promovida con argumentos sólidos por aquellos que eran parte en ella. En el decurso de tantos años, en tiempo tan largo, jamás ha aparecido nadie que, poniéndose a la cabeza de sus compatriotas, haya defendido o propalado sus prerrogativas. Estén sujetos a los españoles, lo estén a los franceses o ingleses y a otras naciones europeas, los indios todos [...] son por lo general ignorantes, a modo de campesinos, son pobres no menos de fortuna que de talentos y espíritu”. Felipe Salvador Gilij. Ensayo…, II, 16: “Queda pues que la causa de los indios, privada como la de los campesinos, de protectores propios, se vuelva para su defensa a los extraños. Pero cuán raros son los que logran la justa medida. Algunos, como abogados seducidos por afán de partido o por falta de luces justas, los rebajan hasta el extremo. Otros por el contrario, los alaban, pero sin discreción...”.

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diálogo, pues sin memoria social se darían utopías sin personas y sin rostro. En la búsqueda del “otro” hay que reconquistar las metáforas, las ilusiones y los valores que cada modernidad deja de lado en el camino para suplantarlos con sus propios absolutos. El proceso de la “búsqueda del otro” por parte del jesuita se inicia desde el mismo momento del encuentro y, como es natural, tuvo que transcurrir un tiempo prudencial hasta alcanzar la etapa del diálogo, vale decir, el impuesto por el aprendizaje de la lengua y el requerido por el estudio de los mundos simbólicos y culturales de cada una de las naciones encomendadas a los ignacianos. Extremadamente difícil tuvo que ser esta primera fase para el misionero y fruto de ese largo camino que supone el logro de un “lenguaje común”, capaz de lograr el entendimiento y la convivencia. Sin embargo, una vez alcanzado el punto de fusión de los dos mundos, totalmente diversos, comenzaron a mirarse frente a frente, en una situación anónima para ambos. Por una parte, de repente, el autóctono se hacía presente en el mundo cultural hispano y comenzaba a ser observado con otros ojos que trataban de involucrarlo en una nueva ciudadanía y con la expectativa de un futuro jamás pensado ni soñado. Y es natural que el indígena se preguntara sobre lo que iba a suceder con su pasado, con el bagaje de su memoria histórica guardada a su manera en la memoria de sus mayores y en la sabiduría de sus piaches. Por otro lado, el misionero se encontraba inerme ante una situación no previamente estudiada y ante unos hombres con categorías sociales y culturales totalmente desconocidas, tanto en las universidades en las que se había formado, así como también en la vivencia experimental de sus conocimientos universales.

El nacimiento del texto histórico Una vez adquirida esa plataforma cultural común, el misionero pudo iniciar el conocimiento progresivo del mundo material y espiritual del indígena e iniciar una nueva etapa en la que la historia comenzaba a reflejar una identidad nueva y a fortalecer los medios de sobrevivencia y de afirmación para un mundo indetenible. 52.

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Es el momento en que nace el texto histórico y literario como expresión de una forma de ser, pensar y sentir, pues en definitiva el texto es un acto verbal que se conserva en la memoria colectiva y a la vez identifica los rasgos comunes a una nación que, a la hora de la verdad, es lo que define su cultura. Con la escuela los niños aprenden a escribir, pero en castellano, y no hemos podido averiguar si también aprendían a hacerlo en su idioma materno, aunque la enseñanza en la escuela era bilingüe. Además, en los pueblos “grafos” el texto se expresa generalmente en su propia lengua, pero también están admitidos textos que recurren a otros lenguajes. Lo que da un primer valor a la crónica es que el recolector sea contemporáneo a lo narrado y además que sea capaz de comprender por sí mismo el lenguaje de los actores143.

El criterio organizativo de los textos En todo caso, el criterio organizativo de los textos se basa en el referente que siempre se complementa con la fijación de los límites cronológicos y con la dimensión conceptual que los inspira. En nuestro caso concreto de los llanos de Casanare y Meta, así como también en el Orinoco, el texto conoció idiomas muy diversos: el castellano, el italiano, el latín, el flamenco y el alemán. Varios caminos detectamos en la elaboración del texto indígena dentro de las misiones jesuíticas. El primero provendrá de los propios indígenas, quienes en muchas oportunidades se convirtieron en excelentes intérpretes de su cultura, para trasmitírsela al misionero, como se detecta en diversas fuentes escritas en las historias de las reducciones. La segunda posibilidad pertenece al misionero ya instalado y conocedor de las lenguas y las costumbres de su entorno. Es el caso de las obras de los denominados cronistas que, no solamente transmiten el dato primigenio, sino que además existe una elaboración propia, fruto de la convivencia con los autóctonos y de la reflexión que la experiencia de los 143 Arnaldo Momigliano. “Ancient History and the Antiquarian. Contributo alla storia degli studi classici”. En: Storia e Letteratura. Roma, 47 (1955) 67-106. 53.

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años madura en profundidad. El estudio detallado de varios libros de la Historia de las misiones del P. Juan Rivero así lo testifica144. Y el tercero, que es el más común, es el que podríamos designar como “texto mixto”. Se trata de contenidos literarios en los que intervienen el indígena, el misionero y la mano de un estilista que lo traduce al gusto cultural de la época. Podríamos decir que el relato sigue el siguiente recorrido: conocido el texto indígena, es traducido al castellano por el misionero, quien para trasmitirlo al mundo exterior es posible admitir que haya sufrido alguna alteración. Generalmente se trasladaba el contenido a una carta, relato o informe que abandonaba el ámbito misional para adquirir ciudadanía en la literatura histórica jesuítica. Una vez fuera del terreno misional, hay que admitir una nueva posibilidad en la que el texto sufriera alguna mutación, sobre todo en el estilo, pues podía pasar íntegro o fraccionado a las Cartas Annuas y así penetraba de forma definitiva en el mundo literario interno y externo. Un ejemplo confirmativo de lo dicho anteriormente podemos deducirlo del “Relato de las Amazonas” del P. Juan Rivero, quien adjudica la autoría al P. Neira145. Sin embargo, ignoramos el grado de fidelidad que haya conservado Rivero en la trascripción del documento neirano, aunque

144  El proceso para identificar diversos relatos documentales pertenecientes al P. Alonso de Neira reviste una dificultad especial. Rivero fue un excelente conocedor de la cultura achagua y por ello, cuando sus citas no son textuales, se sirve, a veces, de explicaciones aclaratorias e incluso interpolaciones que no son fáciles de detectar. Sin embargo, podemos establecer tres categorías de procedencia en el largo texto riverano. El primero evidencia el origen neirano, textual o cuasitextual, y está compuesto por el contenido señalado entre los números 2 a 9 de nuestro elenco documental (José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá (2007) 376). 145  Rivero. Ob. Cit. Historia de las Misiones…, 17: “No es razón que pasemos en silencio las Amazonas que, según la tradición de los antiguos achaguas, venida de padres a hijos, pueblan también estos países; diré lo que hallé sobre este punto en una Relación de las misiones escrita por el Padre Neira” (el subrayado es nuestro). 54.

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en verdad se trata de una “tradición de los antiguos achaguas, venida de padres a hijos”146. No es nuestro propósito intentar un estudio exegético del texto del escritor-misionero acerca de las Amazonas, pero sí queremos dejar constancia de sus estratos literarios, porque ello confirma el grado de interés de Neira por recoger los relatos de cultura oral achagua, en el preciso momento en que se realiza el contacto de los jesuitas con esa nación indígena. El tema lo trataremos en su verdadera dimensión al estudiar los aportes de Alonso de Neira a la interpretación de este interesante texto.

El grado de veracidad del texto trasmitido El planteamiento anterior nos introduce en el problema de los grados de veracidad del texto trasmitido. En última instancia, habría que recurrir a las cualificaciones provenientes bien del misionero, bien de los informantes indígenas, bien de los dominios de los piaches. El verdadero problema radica, en última instancia, en la cualidad humana e intelectual del escritor. El jesuita que en tierras americanas era enviado a los campos misionales, se había formado en la escuela de la Ratio Studiorum y por lo tanto su estructura mental venía conformada por el humanismo renovador. Estaba adaptado a una concepción global del mundo en donde había aprendido un modelo cultural paradigmático y desde ese marco diseñaban el “mundo nuevo”147. Y su humanismo les

146  Rivero. Historia de las Misioness…, 17-19. El “Relato” está compuesto de cuatro párrafos: el primero corresponde al estrato indígena; el segundo al occidental; y el tercero y el cuarto al mixto. Este último habría que ubicarlo temporalmente entre 1630 y 1636 en que gobernó el Nuevo Reino el marqués de Sofraga (Cfr. Juan Manuel Pacheco. “El Marqués de Sofraga”. En: Revista Javeriana. Bogotá, 41 (1954) 37-45; 91-93). 147 Fermín Del Pino Díaz. “Los métodos misionales jesuitas y la cultura de 'otros'". En: José Jesús Hernández Palomo y Rodrigo Moreno Jeria (Coord.). La Misión y los jesuitas en la América española, 1566-1767. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Escuela de Estudios Hispano-Americanos (2005) 48-49.

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abría las perspectivas para conocer sistemáticamente la variedad natural de los hombres americanos148. Está fuera de toda duda el influjo que ejerció en la Compañía de Jesús colombina la obra del P. José de Acosta y su visión comparada de las sociedades que le descubría diversos niveles: salvajes, bárbaras o civilizadas, y cada una de ellas exigía métodos distintos de incorporación a la cultura y al evangelio. Si la cosmovisión cultural china ofrecía un panorama moderno en su organización social, las comunidades indígenas brasileñas, por el contrario, no se estructuraban en clases sociales, ni ciudades, ni organización del trabajo, ni escritura, mientras que México y Perú ofrecían las sociedades intermedias sin escritura alfabética “pero con todas las sofisticaciones sociopolíticas de las demás”149. Sin embargo, debemos llamar la atención sobre el criterio de búsqueda de objetividad (más allá de las posibles interpretaciones directas o indirectas del escritor). Un caso que llama la atención, entre otros muchos ejemplos, es el del autor del Ensayo de Historia americana quien a veces comete errores históricos por ser fiel al texto indígena y examinarlo a la luz de la pureza lingüística no contaminada por los influjos lingüísticos extraños, como es el caso de las Amazonas150. 148 Fermín Del Pino Díaz. “La Historia natural y moral de las Indias como género: orden y gestación literaria de la obra de Acosta”. En: Histórica. Lima, XXIX/2 (2000) 295-326. 149 Fermín Del Pino Díaz. “Los métodos misionales jesuitas y la cultura de 'los otros'", 64. 150  Gilij le dedica a este tema todo el capítulo VI del libro I. Felipe Salvador Gilij. Ensayo…, I, 144-151. Pensamos que su trampa radicó en su interpretación del valor primigenio de la lengua y literatura de los quaquas, habitantes del Cuchivero. Y establece dos premisas: la primera el nombre indígena Aikeam’-benanó (una nación de sólo mujeres en tamanaco); y la segunda el testimonio del indio Vachá “el cual no sabía, al menos entonces, ni una palabra de español, para poder decir que había oído hablar de ellas a cualquier europeo y que introducía en la lengua de los tamanacos una fábula” (Felipe Salvador Gilij. Ensayo…, I, 148). Así pues, la fuerza del argumento gilijiano radica en el peso que para él tienen las literaturas indígenas no contaminadas, ya que su valor proviene de la originalidad del relato que de ninguna manera puede tener influjos europeos.

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Todavía más, su grado de honestidad intelectual le lleva a reconocer, cuando habla de los bailes de los tamanacos, que nunca pudo conseguir el verdadero significado de algunas de las letras que cantaban en sus bailes, a pesar de todos los esfuerzos por conseguir una información de los expertos como eran los piaches151.

¿Estaba capacitado el misionero para esa tarea? El primer interrogante aborda el tema de la capacidad que tuvieron los ignacianos para interpretar con solvencia la vida y la obra de las etnias llaneras y orinoquenses. El punto de partida original, desde la fundación de la Compañía de Jesús en 1540, se afinca en una vocación decidida para participar activamente en los procesos transformadores de un mundo nuevo que prometía el humanismo. Este reto les obligó a convertirse en exploradores de las culturas ajenas y ello conllevó la transformación de las imágenes que ellos poseían de sí mismos y del mundo. La consecuencia fue establecer jerarquías de pertenencia: la firmeza de su obvia identidad de origen (europeos, cristianos, miembros de una orden religiosa, pertenecientes a una élite cultural y social) les permitía incursionar en los mundos ajenos sin padecer crisis de personalidad152. Y todo este proceso desembocaba en la adaptación, que se obligaba a aprender las reglas del juego ajenas, penetrar lo más profundamente posible en el laberinto de imágenes y símbolos desconocidos y de esta forma tratar de precisar lo que divide para poder acentuar lo que une153. En definitiva, se requería una gran flexibilidad para trascender los modelos culturales adquiridos, a fin de poder adoptar otros nuevos. Pensamos

151  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, II, 231-232. 152 Alfonso Alfaro. “Hombres paradójicos. La experiencia de la alteridad”. En: Misiones jesuitas. Artes de México. México, 65 (2003) 16. 153 Alfonso Alfaro. “Hombres paradójicos. La experiencia de la alteridad”. En: Misiones jesuitas. Artes de México. México, 65 (2003) 16-17. 57.

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que la familiaridad con las literaturas clásicas facilitó la gestación de una apertura mental hacia la comprensión de los nuevos horizontes habitados por las lenguas, las mitologías y las concepciones de vida de las naciones a las que servían. Y en este sentido, la experiencia universal de la Compañía de Jesús logró desarrollar un modelo que se basaba en la persuasión y en la simbiosis de las culturas y, en consecuencia, debía interpretar y asimilar el conocimiento de los particularismos locales, la maestría técnica de las lenguas y las reglas sociales154. Y una de las claves del éxito fue el estudio y dominio de las lenguas indígenas. Sin embargo, por otro lado, algunos antropólogos han puesto en tela de juicio la capacidad del misionero para llegar a captar el código cultural de los pueblos a los que prestaban sus servicios, aunque le conceden cierto mérito en lo relativo al conocimiento de la cultura material y al dominio de las lenguas. Sin entrar en esa polémica155 de si el misionero está incapacitado para adquirir un conocimiento desprejuiciado de los “otros”, debemos confesar que la razón científica cuestiona la fiabilidad del conocimiento etnográfico y lingüístico adquirido en visitas rápidas a territorios exóticos, pues aunque puedan describir los rasgos culturales externos, como profundizar en el mundo de sus creencias y de sus costumbres,156 como estatuye Stocking: “la

154 Claude Blanckaert. “Unité et altérité. La parole confisquée”. En: Claude Blanckaert (Edit.). Naissance de l’ethnologie? París, Les Editions du Cerf (1985) 15. 155  Para ello nos remitimos a la breve síntesis que ofrece Fermín Del Pino Díaz. “Los métodos misionales jesuitas y la cultura de 'los otros'”. En: José Jesús Hernández Palomo y Rodrigo Moreno Jeria. La Misión y los jesuitas en la América española, 15661767: Cambios y permanencias. Sevilla (2005) 43-68. 156  Véase: Robert H. Lowie. Historia de la etnología. México, Fondo de Cultura Económica (1946) 16.

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lengua es la única clave para una correcta y completa comprensión de la vida y el pensamiento de un pueblo”157. Fue Lévi-Strauss quien introdujo el criterio de la formación progresiva y gradual de la conciencia de la “otredad”. Y en su análisis de los tres humanismos sugiere tres formas de acceder a la “otredad”: la primera nos acerca a la comprensión de los pueblos que se ubican en nuestras cercanías, es decir, los pueblos clásicos; en segundo lugar, las otras civilizaciones, y por último, los no civilizados. Y basaba su argumentación en la filosofía educativa de la Compañía de Jesús, la cual, inspirada en el nuevo humanismo renacentista había imbuido a sus alumnos en el interés que despierta el “otro” como objeto de estudio de los pueblos de la antigüedad clásica y los que se descubrían en el Nuevo Mundo158. Un ejemplo ilustrativo lo encontramos en el escritor norteamericano O’Malley, quien no duda en afirmar que a través de los colegios los ignacianos adquirieron un compromiso con la cultura, la urbanidad, la civilidad, la conversación y con el diseño de un hombre honesto. Bebieron esta inspiración en la tradición de la formación para el bien de la ciudad que nace con Isócrates en Atenas y que se incrustó en el corazón de los humanistas del Renacimiento. Los clásicos encontraron un excelente escenario en los colegios jesuíticos y fueron enseñados “no simplemente como modelos de vida sino también como fuentes de inspiración ética”159.

157  George W. Stocking. “La magia del etnógrafo. El trabajo de campo en la antropología británica desde Tylor a Malinowski”. En: Honorio Manuel Velasco Maillo y otros (Edits.). Lecturas de antropología para educadores. Madrid, Trotta (1993) 63 (4393). Citado por Fermín Del Pino Díaz. “Los métodos misionales jesuitas y la cultura de 'los otros'”. En: José Jesús Hernández Palomo y Rodrigo Moreno Jeria. La misión y los jesuitas en la América española, 1566-1767: Cambios y permanencias. Sevilla (2005) 54. 158 Claude Lévi-Strauss. “Los tres humanismos”. En: Antropología estructural. Mito, sociedad, humanidades. México, Siglo XXI (1979) 257-259. Citado por Fermín Del Pino Díaz. “Los métodos misionales jesuitas y la cultura de 'los otros'”, 59-60. 159  John O’Malley. “Cinco misiones del carisma jesuita. Contenido y método”. En: Apuntes ignacianos. Bogotá, 51 (2007) 28. 59.

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Recomendaciones Antes de seguir adelante, juzgamos oportuno formular una advertencia para el lector desprevenido. En el tema misional es muy importante saber adjudicar el significado exacto tanto a la palabra como a la geografía histórica. En efecto, la visualización primigenia de la geografía, nacida de los progresivos descubrimientos llevados a cabo durante los siglos xvi, xvii y xviii, es lógico que no corresponda a la realidad científico-cartográfica moderna, elaborada con la triangulación geodésica y con los levantamientos aeroespaciales. Por ello alertamos sobre las posibles transferencias indebidas de la onomástica geográfica colonial a la toponimia moderna, sobre todo porque ésta partió de un presupuesto falso como fue el “Orinoco mítico” que nacía en los Andes y se consideraba hermano del Amazonas160. Para circunscribirnos al caso del río Orinoco, diremos que a lo largo de los primeros siglos y de acuerdo con el tramo que se conocía, fue adoptando los siguientes nombres: Uyapari, Pauto-Meta-Candelaria, Barraguán, Airico-Guayabero e Inírida161. La misma evolución se observa en una serie de palabras claves en las historias jesuíticas de la época. La literatura ascética, a la que pertenecían muchos de los conceptos de los cronistas, utiliza muchas imágenes que se explican en el contexto de los siglos xvii y xviii, pero que hoy quedan desfasados. Por citar algunas, llamaremos la atención sobre algunas como: conquista, salvaje, bárbaro, reducción, redención y otras por el estilo. La obra que hoy presentamos está dividida en dos libros. En el primero se recoge la obra de los historiadores que escribieron sobre la gran Orinoquia, entendida ésta en los términos coloniales

160  Remitimos al lector a: Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, II (1992) 129-360. 161  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 436-437. Allí hace un breve resumen de las diversas denominaciones del río Orinoco.

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• introducción

de las misiones de Casanare, Meta y Orinoco. Se pueden distinguir tres grandes etapas. La primera se inicia con la historiografía del “diecisiete” y abarca medio siglo de extensión, con una historia agitada, aventurera y en cierto sentido frustrada en sus aspiraciones geográficas de expansión; de ahí que los caracteres de su literatura escrita tiendan a lo documental y a la crónica. Hasta el momento solo dos escritores han conocido la luz pública: el francés Pedro Pelleprat (1606-1667), quien abrió la historiografía jesuítica venezolana en París en 1655162 y el criollo Pedro Mercado (1620-1701), quien tendría que esperar hasta 1957 para que su Historia fuera rescatada del olvido163. El siglo xviii se abre con El Mudo Lamento164 del P. Matías de Tapia (1655-1717)165, uno de los documentos históricos misionales más antiguos y quizá el primero que conoció la luz pública de una forma autónoma sobre el ámbito misional orinoquense. La etapa posterior podríamos sintetizarla de la siguiente manera: el binomio clásico Juan Rivero (1681-1736)166 y José Cassani (1673-1750)167;

162 Pierre Pelleprat. Relation des Missions des Pères de la Compagnie de Jésus dans les Iles et dans la Terre ferme de l’Amérique méridionale. Divisée en deux parties avec une introduction à la langue des Galibis, sauvages de la Terre Ferme de l’Amérique, par le Père Pierre Pelleprat de la Compagnie de Jésus, a Paris chez Sebastian Cramoisy et Gabriel Cramoisy. MDCLV. 163  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957, 4 vols. 164  Madrid, 1715. 165 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 608-610. 166 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956. 167 Joseph Cassani. Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América: descripción y relación exacta de sus gloriosas missiones en el Reyno, llanos, meta, y río Orinoco, almas y terreno que han conquistado sus missioneros para Dios. Madrid, En la Imprenta y Librería de Manuel Fernández, 1741.

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las corrientes nuevas: José Gumilla (1686-1750)168 y Agustín de Vega (17121763)169; los inéditos: Roque Lubián (1707-1787)170, Tomás Casabona (16781756)171 y Antonio Salillas (1717-1790)172; las obras desconocidas del autor del Orinoco ilustrado (Madrid, 1741); y la historia ilustrada desarrollada en el exilio romano por Felipe Salvador Gilij (1721-1789)173.

168 José Gumilla. El Orinoco ilustrado. Historia Natural, Civil y Geographica, de este Gran Río, y de sus caudalosas vertientes: Govierno, usos, y costumbres de los indios sus habitantes, con nuevas y utiles noticias de Animales, Arboles, Aceytes, Resinas, Yervas, y Raíces medicinales: Y sobre todo, se hallarán conversiones muy singulares a nuestra Santa Fé, y casos de mucha edificacion. Escrita por el P. Joseph Gumilla, de la Compañía de Jesús, Missionero, y Superior de las Missiones del Orinoco, Meta, y Casanare, Calificador, y Consultor del Santo Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias, y Examinador Synodal del mismo Obispado, Provincial que fue de su Provincia del Nuevo Reyno de Granada, y actual Procurador a entrambas Curias, por sus dichas Missiones y Provincia. Madrid, 1741. 169  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000. 170  aiul. Papeletas: Lubián, Roque: “Historia del Orinoco. En fol. Dispuesta para la imprenta. Al morir la dejó al P. Manuel Balzátegui y de ella se aprovechó el P. Antonio Julián para las dos disertaciones que trae en las páginas 119-142 de La Perla de América...”. Y Apéndice a la Real Expedición de límites entre los dominios de España y Portugal en América (Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo (2007) 344). 171  Archivo Nacional de Chile, Jesuitas, 446. En un inventario de la Biblioteca de la Procura de la Provincia del Nuevo Reyno hecho a raíz de la expulsión de 1767, se lee: “Otro legajo, encuadernado en folio, manuscrito con el título de Historia de las conquistas de españoles y descubrimiento de naciones, reducciones de infieles en el rio Orinoco a cargo de la Religion de la Compañía... por el Padre Juan Rivero y el Padre Thomas de Casabona”. 172  Archivo inédito Uriarte-Lecina. Madrid. Papeletas: Salillas, Antonio: Historia natural del Orinoco. 173  Saggio di Storia Americana, o ssia Storia Naturale, Civile e Sacra de’ Regni, e delle provincie Spagnuole di Terraferma nell’America meridionale. Descrita dall’Abate Filippo Salvatore 62.

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• introducción

El segundo libro está dedicado a los que denominamos “crónica menor”. Más arriba tratado el tema del valor y la importancia de los textos redactados como testimonio que recogen la forma de pensar en un momento concreto frente a todas las vicisitudes de poblaciones emergentes. Hemos optado por seguir como método el estudio individual de cada texto, y ordenados por orden cronológico, porque es la mejor forma de acercarse a las pequeñas realidades locales en las que se desarrolló la vida misional. Esta actitud tiene la ventaja de ofrecer el dato trasparente con su óptica espacio-temporal del momento, y esta visión nos facilita comprender la capacidad crítica y de análisis de cada “cronista” y la visión que ofrece del mundo que le rodea. Dos novedades fundamentales aporta el estudio de la “crónica menor”. La primera recoge los escritos de los jesuitas belgas, franceses, alemanes, austríacos, bohemios, checos e italianos, y con ellos la inserción de los hombres y de las tierras de la Orinoquia en sus respectivos mundos bibliográficos, acción que no pudieron obtener los historiadores del ramo. La segunda ofrece la oportunidad al investigador de acceder al planteamiento de los más diversos problemas culturales y sociológicos de cada una de las etnias misionadas por los seguidores de Ignacio de Loyola, y por ende percibir su proceso histórico fraccionado en cada una de sus etapas vitales. Antes de concluir esta introducción, deseamos testimoniar nuestra gratitud con la Rectoría y la Secretaría General de la Pontificia Universidad Javeriana, así como con la Sra. Marleni Lozano, tradicional colaboradora en la organización de los textos escritos que salen para la imprenta. Caracas, 18 de abril de 2014 • Gilij e consacrata alla Santità di N. S. Papa Pio Sesto felicemente regnante. Tomo I. Della storia geografica e naturale della provincia dell’ Orinoco. Roma mdcclxxx. Per Luigi Perego Erede Salvioni, Stampator vaticano nella Sapienza. 8º, XLIV-355 pp. Tomo II. De’ Costumi degli Orinochesi. Roma, mdcclxxxi. 8º, XVI-399 pp. Tomo III. Della religione e delle lingue degli Orinochesi, e di altri Americani. Roma, mdcclxxxii. 8º, XVI-430 pp. Tomo IV. Stato presente di Terra-Ferma. Roma, mdcclxxxiv. 8º, XX-498 pp. 63.

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Historiografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Pedro Pelleprat (1606-1667) Pedro de Mercado (1620-1701) Matías de Tapia (1657-1717) Juan Rivero (1681-1736) Joseph Cassani (1673-1750) José Gumilla (1686-1750) Agustín de Vega (1712-1763) Felipe Salvador Gilij (1721-1789)

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1. Pedro Pelleprat (1606-1667)1

La literatura escrita sobre la persona y la obra de Pierre Pelleprat es aceptablemente escasa en su coordenada “cuantitativa”, mientras que la “cualitativa” penetra ampliamente lo mediocre. Este balance tiene su explicación en el hecho de que el estudio científico y biográfico de esta obra trisecular ha prosperado exclusivamente en el ámbito bibliográfico. En el campo de la investigación histórica se puede 1  arsi. Aquitania, 6 a 10: Catálogos de 1625 a 1656. Catálogos de la Provincia de México: 1659 a 1667. Monografías: Jules Pellisson. “Les deux Pelleprat”. En: Bulletin de la Socíeté des Archives Hist. de Saintongne, t. IV (1883) 21-26. Montezon. Mission de Cayenne et de la Guayane Françaises. Paris, Julien. Lanier, Cosnard, (1857). La Relation des Missions ocupa de la página 1 a la 193. En las páginas introductorias tiene una breve biografía. José Del Rey Fajardo. “Estudio Preliminar” (Pierre Pelleprat. Relato de las Misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional. Caracas, 1965, vol. 77 de la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia), pp. XXII-LXI; Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1974) 436-438. Enciclopedias: Henricus Rybeyrete. Scriptores Provinciae Franciae Societatis Jesv, Ab anno 1640 ad annum 1670, jussu R. P. Stephani Dechamps, Provincialis ejusdem provinciae collecti ab Henrico Rybeyrete ejusdem Sociatatis, 1670. (Mss.) 299-301; Nathanael Sotvello [souhwell. Sotwell]. Bibliotheca Scriptorvm Societatis Jesu. Opvs inchoatvm a R. P. Petro Ribadeneira Eivsdem Societatis Theologo, anno salutis 1602 [sic]. Continvatvm a R. P. Philippo Alegambe Ex eadem Societate, vsque ad annum 1642. Recognitum, et productum ad annum Jubilaei m.dc.lxxvi. A Nathanaele Sotvello Eiusdem Societatis Presbytero… Romae, I. A. De Lazzaris (1676) 691; Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. [Reimpresión por el P. M. Dykmans. Héverlé-Louvain. Éditions de la Bibliothèque S. J. Collège philosophique et théologique, 1960]. Tomo VI 450.

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afirmar que tanto la obra como la figura del misionero del Guarapiche han permanecido inexplicablemente olvidadas. Aquí nos limitaremos a la problemática fundamental: la exégesis de toda la producción conocida pellepratiana, la identificación de la verdadera personalidad de Pierre Pelleprat, bien deslindada de la de los otros dos homónimos; la evolución bio-bibliográfica, señalando las arterias vitales de la bibliografía, a la vez que buscaremos un encuadre dentro de las familias bibliográficas a que pertenece: la antillense, la “guayanesa” y la venezolana.

La visión historiográfica Las fronteras que delimitan la “obra escrita” de Pelleprat no se fijan de una manera definitiva, sino a partir del bibliófilo Carlos Sommervogel; mas a pesar de todo, no ha existido una uniformidad entre los estudiosos de jesuita francés respecto al alcance de la producción literaria. No se ha suscitado ninguna controversia respecto a las dos obras fundamentales: La Relation des Missions y la Introduction à la langue des Galabis, publicadas en 1655. Hasta la aparición de la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus de Sommervogel se ignoraba la existencia del manuscrito De insulis Americae y del pequeño folleto editado en Méjico: Soliloquios del amante cristiano2. El problema surge al discutir la propiedad literaria de las Prolusiones Oratoriae aparecidas en París en 1644, y que según la mayoría de los bibliógrafos significarían el comienzo de la “actividad editorial” de nuestro biografiado. Hasta Sommervogel exclusive, las Prolusiones han sido atribuidas al misionero del Guarapiche y vendrían a constituir el recuento de los discursos pronunciados por Pelleprat en circunstancias solemnes. Lelong, en su Bibliothèque historique de la France, cita: “diva tutelaris Lutetiae Genoveva, auctore Petro Pelleprato” y añade “esta pieza se encuentra en sus Prolusiones Oratoriae. Parisiis 1644”3. Más adelante atribuye también al

2 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. VI, 450. 3 Jacques Lelong. Bibliothèque historique de la France, contenant le Catalogue des Ouvrages, imprimés et manuscrits, qui traitent de l’Histoire de ce Royaume, ou qui y ont rapport; avec de notes critiques et historiques, par Jacques Lelong. París, Impr. Herissant, 1768-1778, nº 4.460.

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jesuita Pelleprat el libro Relation des missions des jésuites dans les Iles et dans la Terre ferme de l’Amérique meridionale, depuis l’an 1639 jusqu’en 1655, París, 16554. Agustín de Backer recoge las afirmaciones de Lelong y aporta algunos datos nuevos sacados textualmente de la Biographie Didot y Michaud, como que vino a París donde sus talentos para la predicación no tardaron en darle una gran reputación5. Sommervogel, por el contrario, atribuye las Prolusiones Oratoriae al hermano misionero, es decir, al P. Pedro Ignacio Pelleprat “que fue preceptor del marqués de Bremond d’Ars”6. La afirmación de este excepcional bibliógrafo se ha consagrado como definitiva y así lo verificamos en las enciclopedias y bibliografías posteriores, como la de los españoles Uriarte-Lecina7 o la Enciclopedia Espasa8. Lo curioso es que a partir de Sommervogel todos citan a Pellisson y su artículo “Les deux Pelleprat”9 que en definitiva viene a sostener una teoría totalmente distinta. Pellison enfoca todo su artículo a demostrar la existencia de un Pedro Pelleprat diverso del Pedro Pelleprat misionero jesuita y que vendría a ser el verdadero autor de las Prolusiones Oratoriae.

4  Lelong. Bibliothèque historique de la France, nº 59.755. 5 Augustín De Backer, S. J. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou notices bibliographiques. 1º de tous les ouvrages publiées par les membres de la Compagnie de Jésus de la fondation de l’ordre jusqu’á nos jours, 2º des apologies, des controverses religieuses, des critiques littéraires et scientifiques suscitées á leur sujet. Liège-París, Liège, Imprimerie de L. Grandmont Donders, II (1869) 1943. 6 Carlos Sommervogel, S. J. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles-París, 1890-1909, VI, 450. 7  José Eug. De Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Imprenta de la Viuda de López del Horno, I (1925), Madrid, Imprenta “Gráfica Universal”, II 1929-1930 (para Pelleprat hemos consultado el manuscrito). 8  Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Hijos de J. Espasa. Barcelona, t. 43, p. 141. 9 Jules Pellisson. “Les deux Pelleprat”. Bullet de la soc. des Archiv. hist. de Saintonge. t. IV (1883) 21-26.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

Tres razones aduce el investigador francés en defensa de su tesis. Pierre Pelleprat fue preceptor de Josías de Bremond, a juzgar por la tradición sostenida en la familia y por la carta dedicatoria de las Prolusiones “adolescenti nobilissimo J. de Bremond, marchioni ac D’Ars, de Migré, D’Orlac, de Dompierre”10. En un segundo argumento Pellisson trabaja con las cronologías. En la Biblioteca de Cognac reposa un acta de 2 de noviembre de 1661 que contiene el inventario de ornamentos y muebles pertenecientes a la iglesia de Ars y que ejecutó “después de la muerte del venerable y discreto Pedro de Pelleprat, en vida doctor en Teología, sacerdote y párroco de la presente parroquia de Ars...”11. Además de los registros parroquiales, se verifica la firma de Pelleprat desde el 30 de noviembre de 1649 hasta el 18 de septiembre de 166112. Desde el punto de vista bibliográfico, anota inteligentemente este historiador, hay que tener presente que Sotwell ha omitido las Prolusiones Oratoriae en su Biblioteca Scriptorum Societatis Jesu y que el bibliógrafo jesuita escribe en 1676, diez años después de la muerte del misionero13. Lo mismo sucede con el Manuel du Libraire de Brunet y con el Dictionaire historique de la France de M. Lalanne14. Un punto podría parecer débil en la posición de Pellisson: Si las Prolusiones Oratoriae se editaron en 1644 y Pedro Pelleprat era párroco de Ars a partir de 1649, ¿cómo se explica la dedicatoria? El escritor francés afirma que vivió en el castillo de Ars como preceptor de Josías de Bremond (16321652) antes de ser nombrado cura de Saint-Fort15. ¿La dedicatoria es la prueba directa o la confirmación de la prueba? Las dos posibilidades se pueden desprender del contexto.

10  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 23. 11  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 23. 12  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 23. 13  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 22. 14  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 22. 15  Pellisson. “Les deux Pelleprat”, 25.

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• libro 1 [pedro pelleprat]

En todo caso, la posición de Pellisson nos parece la más científica y aceptable, aunque no la sostenemos incondicionalmente, al tener en contra el testimonio de Oudin, bibliógrafo jesuita del siglo xviii16, así como por desconocer la ficha bibliográfica de Pelleprat redactada por Rybeyrete en 1670, es decir, con cinco años de anterioridad a la de Sotwell17. La investigación futura deberá comportarse cautelosamente en su labor de archivo al trabajar el espacio temporal desarrollado entre 1630-1650, y deberá diferenciar más nítidamente las tres figuras Pelleprat.

Las tres personalidades Pelleprat Pierre Pelleprat, párroco de Ars y desconocido por los bibliógrafos de las grandes enciclopedias, oriundo de Burdeos, doctor en Teología y preceptor

16  Citado por Ernest Riviére, S. J., Corrections et additions á la Bibliothèque de la Compagnie de Jesús. Toulouse, Chez l’auteur, 1911-1930, nº 11. 17  Citado por Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VI, 450. Hemos logrado revisar una copia del manuscrito de Rybeyrete que reposa en Chantilly, en el Archivo jesuítico de la Provincia de París. Según esto podemos afirmar que la posición de Pellisson es totalmente cierta. Otro problema lo plantearía el silencio acerca de la Relation des Missions, pero indudablemente la sinopsis biográfica está sacada del libro de Pelleprat. Copiamos a continuación la cita de Rybeyrete, Scriptores societatis Jésu Prov. France, 1640-1670 pp. 299-301: “Pedro Pelleprat, francés de nación y oriundo de Burdeos, ingresó a la Compañía el año 1623 a los 17 años de edad; y puesto que ardía en el celo de las almas no toleró permanecer largo tiempo en el ocio. Las islas de América le ofrecieron una amplia mies de trabajos, y después de haberse ejercitado en ellas como en su noviciado, fue destinado juntamente con el P. Mesland a las misiones del continente. Parten ambos, con viento próspero, de las islas el 20 de junio de l653 y tras soportar diversos azares del mar, arribaron finalmente a puerto en agosto del mismo año. El P. Pelleprat se ve obligado a permanecer aquí, mientras que el P. Mesland se lanza a un viaje más largo llamado por el Virrey (sic) de Santo Tomás. Abandonado el Padre en medio de aquella barbarie no cesó de procurar la salvación de sus habitantes hasta que postrado por grave enfermedad tuvo que guardar cama. De tal manera se familiarizó entonces con aquella lengua extraña que la pudo reducir a ciertas leyes y preceptos; habiéndose agravado la enfermedad se dirige primero a las islas y después a Francia para recuperar la salud; repuestas sus fuerzas regresa inmediatamente a América, donde procura con diligencia la cristianización del lugar. Del doble diccionario de esta lengua extraña que compuso mientras estuvo enfermo, editó un ejemplar con este título: Introductio ad linguam Galibiorum barbarorum continentis Americae Meridionalis. Parisiis apud Cramoisy (escribe Cramosios) 1655, in-8. Muerto en Puebla de los Angeles en el reino de Méjico, año 1667”.

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del conde de Bremond, y muy probablemente autor de las Prolusiones Oratoriae, atribuidas falsamente a su homónimo el misionero jesuita18. Muy poco sabemos de Pedro Ignacio Pelleprat; en los diversos catálogos que hemos revisado aparece siempre dedicado a una vida de entrega sacerdotal a la sociedad de las ciudades del sur de Francia. El año 1636 lo encontramos en Fontenay-le-Comte como capellán de la flota real19 y en 1640 en la “casa de los Exorcistas”. Fue ésta una misión impuesta a los jesuitas y que el General P. Mucio Vitelleschi tuvo que aceptar de mala gana, debido a las presiones de Luis XIII y del cardenal Richelieu. La existencia de esta residencia se extiende del año 1634 al 1641. El oficio de exorcista era ejercitado por los jesuitas en Loudum y aquí se entronca con la historia de los posesos y del convenio de las Ursulinas20. Según Sommervogel, y con él todos los escritores posteriores, las Prolusiones Oratoriae se deberían al P. Pedro Ignacio Pelleprat, preceptor del marqués de Bremond21. Es evidente, pues, que no se puede retrotraer al año 1644 la génesis de la producción escrita pellepratiana, y más si tenemos en cuenta que su dedicación a la oratoria data precisamente de 1645, es decir, un año después de publicadas las Prolusiones Oratoriae. La valencia del P. Pierre Pelleprat, escritor, actúa plenamente dentro de la vertiente biográfica americana; y será el mundo del Caribe el que proporcione los horizontes de inspiración al jesuita burdigalense. Aunque su temática es variada: Historia, Filología y algo de Ascética, sin embargo, la producción es más bien restringida y con aportes interesantes. El fin que se propone Pelleprat es el de relatar la interrelación existente entre la 18 Jules Pellison. “Les deux Pelleprat”. Todo el artículo está dedicado a la persona de Pierre Pelleprat, párroco de Ars. 19 Pierre Delattre, S. J. Les établissements des Jésuites en France depuis quatre siécles. Repertoire Topo-Bibliographique publiée á l’occasion du Quatrième Centenairc de la fondation de la Compagnie de Jésus 1540-1940 sous la direction de Pierre Delattre. Enghien-Wetteren, Institut Supérieur de Théologie-Imprimerie de Meester Frères, II (1953) 999. 20  Delattre, S. J. Les établissements des Jésuites en France…, II, 1457-1458. 21 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. VI, 450.

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• libro 1 [pedro pelleprat]

Historia de la Compañía de Jesús y el hombre que coloniza, comercia o vive en las islas antillenses, especificado en sus grupos étnicos: franceses, irlandeses, ingleses, indios y negros; y en el continente apunta algunos datos sobre las relaciones entre los españoles y ciertas tribus indígenas que buscaban la tutela de Francia.

Pierre Pelleprat escritor El trienio 1652-1655 fue de gran actividad literaria, como consecuencia de la movilidad misional que buscaba prolongar en el continente la acción evangélica iniciada en las islas. Tres obras nos han llegado de esta época: 1. De Insulis Americae 2. La Relation des Missions 3. Introduction à la langue des Galibis De su estancia en Méjico solo conocemos una pequeña obra perteneciente a la literatura ascética, que, por el título, parece atacada del barroquismo propio de la época: Soliloquios del amante cristiano con su amado Señor Jesucristo22. Hasta el momento no hemos podido dar con el manuscrito inédito De insulis Americae. Ausente de los archivos jesuíticos de la Provincia de París, debería reposar en alguna de las bibliotecas de la Compañía de Jesús23. Mas, ¿se trata en realidad de una obra diferente a la Relation des Missions? 22  Soliloquios del amante cristiano con su amado Señor Jesu-Christo. Por el P. Pedro Pelleprat, de la Compañía de Jesús. En Méjico: por los herederos de la Vda. de Bernardo Calderón s.a. 16º, ff. 40 y ss. 8 ff. de prcf. 23  De Insulis Americae. Sommervogel señala este manuscrito como de la Biblioteca de Santa Genoveva. Debería, pues, encontrarse en los Archivos de la Provincia de París: Guayana. b. En la nomenclatura posterior, actualmente en uso, debería corresponder al volumen manuscrito no 194 de la colección denominada Fondo Brotier, nombre del último bibliotecario del Colegio Luis el Grande antes de la supresión de la Compaña de Jesús; este tenía la mayor parte de los manuscritos en su cuarto. El Fondo Brotier contiene doscientos números, mas actualmente faltan cuarenta, y esto antes de que la colección hubiera sido trasladada de Jersey, donde se encontraba. Antes de hacer el cambio al fin de la guerra se redactó la lista de estos manuscritos. El 193 (= Guayana 1) no se refiere a Pelleprat, pero en esta lista faltan los números 194 y 195. Es muy probable que se haya prestado a alguno de los historiadores jesuitas y que por lo tanto repose en alguna biblioteca de Francia.

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¿Es una preredacción en latín para presentar a los Superiores de la Orden? Son preguntas que los futuros investigadores responderán. Pero es sin duda alguna la Relation des Missions des Pères de la Compagnie de Jésus dans les Iles et dans la terre ferme de l’Amérique Méridionale24 la que lo ha consagrado como escritor e historiador, e iniciador de las publicaciones históricas jesuítico-venezolanas. El año 1655 —tiene entonces 48 años— constituye un punto clave en la biografía literaria e histórica del jesuita de Burdeos. Su regreso a Francia se conjuga con la redacción de su obra más importante y psicológicamente supone uno de los momentos cumbres de lo que fue el proyecto-humano de la vertiente que nunca llegó a realizarse de Pelleprat. Esta euforia vendrá a frustrarse con el fracaso subsiguiente al intento de establecimiento de Guanátigo ensayado por la “Compañía de Tierra Firme” en 1656-1657. Esta línea de tiempo es la frontera que señala las dos estancias pellepratianas en tierras de América, con sentido y orientación totalmente diversos.

La Relation des Missions

Para el estudio del libro pellepratiano nos ceñiremos al siguiente esquema: biobibliografía; breve descripción de las familias historiográficas a que pertenece; y por último, su entronque y sus aportes a la literatura histórica venezolana. Los tres siglos de bio-bibliografía pellepratiana han fomentado diversas actitudes en diferentes medios culturales. Dentro del ámbito de habla hispana, la Relation des Missions ha padecido una enfermedad sintomática y algo frecuente entre los escritores coloniales; es lo que podríamos denominar o definir con el calificativo de “ostracismo histórico”; este ostracismo se ha convertido en crónico dentro de la investigación venezolana, sin que podamos diagnosticar a ciencia cierta las causas de este fenómeno. Un proceso semejante observamos en relación con Pedro de

24 Pierre Pelleprat. Relation des Missions des Pères de la Compagnie de Jésus dans les Iles et dans la Terre ferme de l’Amérique méridionale. Divisée en deux parties avec une introduction à la langue des Galibis, sauvages de la Terre Ferme de l’Amérique, par le Père Pierre Pelleprat de la Compagnie de Jésus, a Paris chez Sebastian Cramoisy et Gabriel Cramoisy. mdclv.

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Mercado y Juan Martínez Rubio, los otros componentes de la generación literaria jesuítica del siglo xvii. En el ámbito francés, por el contrario, la incorporación a los estratos de la “Historia de la Bibliografía” se realiza desde el primer momento. De aquí que la línea de evolución bio-bibliográfica sea la que arranca de la obra desconocida de Enrique Rybeyrete (1670) y que culmina en la colosal enciclopedia de Carlos Sommervogel. A los tres lustros de haberse editado en la capital de Francia la Relation des Missions, la Enciclopedia de Rybeyrete: Scriptores Provinciae Franciae Societatis Jesu, vincula el nombre de Pelleprat a la historia de la bibliografía de forma definitiva25. El trabajo de este investigador estaba destinado a continuar la obra de Alegambre que había sido incoada por Pedro de Ribadeneyra en 1608 con su Bibliotheca Scriptorum Societatis Jesu. De los dos ejemplares manuscritos de los Scriptores de Enrique Rybeyrete uno fue enviado a Roma y sirvió en gran manera de la obra de Sotwell26 publicada siete años más tarde, 1676, en la Ciudad Eterna con ocasión de la conmemoración del año jubilar de la Compañía de Jesús. Dentro pues de la línea bibliográfica, tanto Enrique Rybeyrete como Natanael Sotwell son básicos para el estudio de toda la evolución e influjos posteriores, y suponen un magnífico testimonio al reivindicar la obra del jesuita de Burdeos aparecida veintiún años antes. Aunque cualitativamente hay una gran diferencia entre los dos escritores, sin embargo ha sido Sotwell quien en definitiva se ha consagrado como primera fuente de información y de referencia para los investigadores, ya que el estudio de Rybeyrete ha permanecido inédito y solo a partir de Sommervogel ha comenzado a ser utilizado. Metodológicamente, hay que tomar a Sotwell con ciertas precauciones: según confesión propia hace omisiones voluntarias y es de una inexactitud

25  Rybeyrete. Scriptores Provincias Franciae Societatis Jesu. Ab anno 1640 annum 1670 (manuscrito), jussu R.P. Stephani Dechamps, Provincialis ejusdem Provinciae collecti ad Henrico Rybeyrete, ejusdem Societatis, 1670. 26 Carlos Sommervogel. Bibliothèque…, VII, 340.

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desconcertante en la trascripción de fechas, hecho sobre el cual sus sucesores no han insistido lo suficiente27. El bibliógrafo jesuita inglés escribe en latín y con una visión en la que predomina lo religioso-familiar. Transcribimos a continuación su estudio, ya que es el primer punto de referencia en la bio-bibliografía pellepratiana: Pedro Pelleprat, francés de nación, nacido en Burdeos, entró en la Compañía [de Jesús] en el año 1623, a los 17 años de edad y en ella emitió los Votos de Coadjutor espiritual. Hombre de gran celo y deseosísimo de ganar las almas para Dios, obtuvo la misión de las islas americanas [las Antillas] de las que pasó más tarde al Continente para diseminar allí la fe de Cristo. Después de haber incorporado muchos a la Iglesia de Dios y de sufrir muchas dificultades pasó de esta vida a recibir el premio de sus trabajos en Puebla en el reino de Méjico, el 21 de abril de 1667. Escribió en francés: Relationem Missionum PP. Societatis Jesu in Insulis et Continente Americae Meridionalis. Parisiis apud Sebastianum Cramoisy 1655: in 8. Introductionem ad linguam populorum Galibis in Continente Americae Meridionalis. Ibidem 1655, in 8.28

El panorama bibliográfico del siglo xviii es pobre en relación con la obra pellepratiana, pues a excepción de François Oudin y Lelong no conocemos ningún avance significativo dentro del proceso bibliográfico. En 1731 el P. François Oudin recibe el encargo de continuar la Bibliotheca Scriptorum Societatis Jesu. Este trabajo, todavía inédito, supone un gran paso metodológico: pone los autores por orden alfabético; trascribe el título de las obras en su idioma original, acompañándolas de una traducción latina29. 27 Ernest Riviére. Corrections et additions a la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Toulouse 1911-1930, VII. 28  Sotwell. Bibliotheca scriptorum Societatis Jesu, opus inchoatum a R. P. Petro Ribadeneira, ejusdem Societatis Theologo, anno salutis 1602, continuatum a R.P. Philippo Alegambe, ex eadem Societate, usque ad annum 1642. Recognitum et productum ad annum Iubilaei mdclxxv a Nathanaele Sotvelo ejusdem societatis Prcsbytero, Romae ex Typographia Jacobi Antonii de Lazzaris Varessi mdclxxvi, p. 691 (NB. El auténtico nombre de Sotwell es: Nathanael Soutwell. Cfr. Sommervogel. Bibliothéque, VI, 1408). 29 Francisco Oudin. Bibliotheca Scriptorum Societatis Jesu.Auctore P. Francisco Oudin, ejusdem Societatis. (Mss.). Cfr. J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de

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No hemos podido dar con la obra enciclopédica de Oudin que según Rivière30 debería encontrarse en los Archivos de Loyola. Indirectamente sabemos que adjudica a Pelleprat las Prolusiones Oratoriae31. La extinción de la Compañía de Jesús explica en parte la interrupción de estos trabajos exclusivos de la bibliografía jesuítica. Sin embargo, otras enciclopedias comienzan a hacerse eco de Pelleprat. Lelong en su Bibliothèque historique de la France32 recoge la Relation des Missions, pero con un título un poco diferente: Relation des missions des jésuites dans les Iles et dans la Terre ferme de l’Amérique méridionale, depuis l’an 1639 jusqu’en en 1655, París (1655). La primera parte del título está claramente inspirada en el original latino de Sotwell, mientras que la añadidura de tipo cronológico nos recuerda la obra del P. Bouton y que Lelong cita en el lugar inmediatamente anterior a la obra de Pelleprat33. Que se trata indiscutiblemente de nuestro biografiado se desprende del título y del pequeño comentario que añade Lelong: “Estas islas son las de la Martinica, San Cristóbal, etc. El autor murió en 1667”. Es posible también que entre los jesuitas expulsos haya habido algún recuerdo para la obra de Pierre Pelleprat, sobre todo en su aspecto filológico, pero por el momento lo ignoramos por completo. En el siglo xix afloran los trabajos enciclopédicos que en general recogen la tradición anterior, procurando enriquecer el contenido. Se comienza a trabajar con una metodología científica junto con un esfuerzo por introducir todo un aparato crítico. Tres obras son fundamentales para nuestro estudio, por su criterio y por su significado: la Biographie de Michaud, la Bibliothéque des écrivains Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa. I (1904) XXVII-XXVIII. 30  Riviére. Corrections et additions…, p. VIII. 31  Rivière. Corrections et additions…, nº 1183. 32  Lelong. Bibliothèque historique de la France. nº 39-755. 33  Lelong. Bibliothèque historique de la France. nº 39-754.

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de la Compagnie de Jésus de Backer y la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus de Sommervogel. Vendría a completar, en cierto sentido solamente, esta bibliografía del misionero venezolano la segunda edición de la Relation des Missions preparada por el P. Montézon y que desgraciadamente solo se esforzó en republicar el texto y descuidó el preparar un buen estudio biográfico y crítico de su “editado”. En torno a este núcleo fundamental pululan innumerables estudios de tipo bibliográfico que más o menos trabajan o se inspiran en estas fuentes. De Sotwell (1676) a Michaud (1831) se observa una gran evolución; prácticamente a partir de este momento se fija el esquema fundamental bibliográfico de Pierre Pelleprat, con sus aciertos y sus errores. Como el artículo de Michaud lo utilizaremos más adelante en la bibliografía, nos servimos ahora del de la Biographie Didot, que aunque un poco más imperfecto viene a ser lo mismo: Pelleprat (Pedro), misionero francés, nacido en 1606 en Burdeos, muerto el 21 de abril de 1667 en Puebla de los Ángeles (México). Admitido en la Compañía de Jesús, profesó a filosofía y la teología en varios colegios de la Orden; vino a París donde sus talentos para la predicación no tardaron en darle reputación. En 1639 se embarcó para las misiones y después de haber visitado varias casas de la Compañía, pasó a Méjico donde permaneció 11 años. Hay de él: “Prolusiones oratoriae”. París 1644, in 8º, colección de discursos. “Relation des Missions des jésuites dans les Iles et dans la Terre ferme de l’Amérique méridionale”. París 1655, in-8º. “Introduction á la langue des Galibis Sauvages de l’Amérique méridionale”. París 1655, opúsculo raro de encontrar.34

En contraposición a los autores que escriben el artículo Pelleprat en las grandes enciclopedias, Backer y Sommervogel optan por un resumen biográfico sucinto y un estudio crítico y bibliográfico extenso. El estudio de Agustín Backer (1856) introduce bastantes mejoras críticas respecto a Michaud. La cita de las obras la hace con toda rigurosidad,

34  Didot. Biographie Didot, citado por Pellisson en “Les deux Pelleprat”, p. 22.

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añadiendo un pequeño comentario y señalando a continuación las fuentes de inspiración: Sotwell, Michaud y Brunet35. En su Nouvelle édition refondue et considérablemente augmentée, LiègeLyon (1872), escrita con la colaboración del P. Sommervogel, añade algunos datos interesantes: la edición del P. Montézon, y enriquece la Introduction à la langue des Galibis con una buena bibliografía y comentario36. La síntesis más completa hasta el momento es la ofrecida por el P. Sommervogel (1895)37. Inexplicablemente, ha trastocado algunas fechas de la biografía: “nacido en Burdeos en 1609, entró en el Noviciado el 27 de septiembre de 1628”; por lo demás, recoge todos los datos de la tradición anterior y aporta a la sección bibliográfica dos nuevas adquisiciones: Los Sililoquios del amante cristiano: no indica la fuente, y el manuscrito: De Insulis Americae. No insiste en la dimensión tradicional de las Prolusiones oratoriae, porque aparece por vez primera la obra inédita de Rybeyrete, además de Sotwell, Michaud y Backer. También incluye a Pellisson. Algunos datos nuevos, muy pocos, ofrece el P. Montézon en su introducción a la Mission de Cayenne et de la Guyane Française, París, 1857. A pesar de que acepta todos los errores biográficos anteriores, sin embargo, da un poco de luz para el quinquenio 1651-1656. Ha prescindido por completo del trabajo crítico-bibliográfico, pero ha insertado algunas notas en el texto: son importantes las del P. Jacques Bouton y sobre todo las de Jean Bapt. du Tertre: Histoire general des Antilles.

35  Augustin de Backer y Aloys de Backer. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou notices bibliographiques de tous les ouvrages depuis la fondation de l’Ordre jusqu’à nos jours: des apologies, des controverses religieuses, des critiques littéraires et scientif. suscitées à leur sujet. Liège, Grandmont-Donders, III (1861) 578579. No añade nada nuevo Jacques-Charles Brunet. Manuel du Libraire et de l’amateur de livres contenant: 1º. Un nouveau Dictionnaire Bibliographique… 2º. Un Table en forme de Cathalogue raisonné… Bruxelles, Société Belge de Librairie, III (1838) 453. 36  Augustin de Backer y Carlos Sommervogel. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou notices bibliographiques de tous les ouvrages depuis la fondation de l’Ordre jusqu’à nos jours: des apologies, des controverses religieuses, des critiques littéraires et scientif. suscitées à leur sujet. Liège-París, Grandmont-Donders, II (1869) 18-43. 37 Carlos Sommervogel. Bibliothèque, VI, 449-450.

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El siglo xx sintetiza y recoge la actividad del xix, pero sin que en realidad traiga aportaciones nuevas a lo ya estatuido. Dos obras merecen destacarse en lo que llevamos de siglo: la de los Padres Uriarte-Lecina y la de Rob Streit. Paralelamente a la obra de los PP. Backer y Sommervogel, se desarrolla en España la obra del P. Uriarte, continuada y completada por el P. Mariano Lecina38. Hemos podido consultar los apuntes todavía inéditos de Lecina sobre Pelleprat; son un buen resumen de Sommervogel39. La Bibliotheca Missionum del alemán Streit ha aumentado bastante la bibliografía, de suerte que a los tradicionales añade: Ternaux, Carayon, Leclerc y Uriarte40. Quizá lo más llamativo de este siglo haya sido el olvido que los especialistas han dedicado a Pelleprat. Ninguno de los “clásicos” modernos ha conocido con exactitud ni los protagonistas ni la obra del intento misional del Guarapiche: Joaquín Borda, Antonio Astráin, Manuel Aguirre, Daniel Restrepo.

38  J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y pseudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España. Con un apéndice de otras de los mismos dignas de especial estudio bibliográfico (1540-1773). Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1904-1916. J. Eug. de Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Viuda de López del Horno, I, 1925; Gráfica Universal, II, 1929-1930. 39  Archivo Inédito Uriarte-Lecina. Madrid. Papeletas: Pelleprat. Cfr. además Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y pseudónimas, nº 5327 y 5631. 40 Rob. Streit. Bibliotheca Missionum. Aachen, Herder (1924). 540, nº 1.920. Para no acumular las notas en el texto, reunimos aquí toda la bibliografía citada por Streit. Anatole Louis Garraux. Bibliographie brésilienne. Catalogue des ouvrages français & latins relatifs au Brésil 1500-1898. París, Ch. Chadenat (1898) 226; Charles Leclerc. Catalogue raisonné d’une très-précieuse collection de livres anciens et modernes sur l’Amerique et les Philippines classés par ordre alphabétique de noms d’Auteurs, Arras, Typ. Shcoutheer (1867) nº 1141; Charles Leclerc. Charles, Bibliotheca Americana: Histoire, gógraphie, voyages, archéologie et linguistique des deux Amériques et des îles Philippines, París, Librairie de Maisonneuve (1878) nº 1328; 1536; 2239 ; Henri TernauxCompans. Bibliothèque américaine, ou Catalogue des ouvrages relatifs à l’Amérique qui ont paru depuis sa découverte jusqu’à l’an 1700. París, Arthus-Bertrand (1837) nº 747.

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La reivindicación comenzó con el libro de los dos investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello, Pablo Ojer y Hermann González, La fundación de Maturín y la cartografía del Guarapiche41. Finalmente, el P. Juan Manuel Pacheco tanto en su libro Los Jesuitas en Colombia, como en diversos artículos ha utilizado ampliamente las aportaciones del Pelleprat siguiendo la edición del P. Montézon que se encuentra en la Biblioteca del Colegio San Bartolomé La Merced de Bogotá42.

Las familias historiográficas La dimensión horizontal de la obra de Pelleprat penetra en el problema de las familias historiográficas. Es la apreciación de su aporte en la perspectiva total de una corriente misional, que en último término desemboca en la estructura histórica subyacente. En este mundo historiográfico, no solo su obra sino también la persona y su biografía, en su conjunto armonizado, definen el valor y el sentido de esta nueva coordenada. Lógicamente, no es de extrañar que el autor de la Relation des Missions sea miembro a la vez de la historia misional francesa y de la española, y que participando de estos dos grupos no se pueda vincular a ninguno de una manera integral y orgánica. El carácter pasajero de su acción misionera no responde plenamente al alcance real de su obra escrita, que no deja de ofrecer rasgos y aportes imprescindibles para la investigación misional, a pesar de que su radio de acción histórico alcance un máximum de tres años: 1652-1655, y que la conclusión definitiva se traduzca en un rotundo fracaso. Juntamente con el signo de la nacionalidad se confrontan actitudes ideológicas interesantes, pero que como desbordan los límites de nuestro trabajo, ni las insinuamos siquiera. 41 Pablo Ojer y Hermann González. La fundación de Maturín y la Cartografía del Guarapiche. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1957) 23; Se han servido de la obra de Dom Gualbert Van Der Plas, Osb. The Massacre of two Missionaries in the Island of St. Vicent. Port of Spain, Port-of-Spain Gazette, 1954. 42  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Tomo II (1654-1696). Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962) 277, 355.

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Esta coordenada ubica consecuentemente las relaciones de Pelleprat con la historiografía jesuítica antillense, guayanesa y venezolana.

La historiografía antillense La vinculación pellepratiana a la historia religiosa de las Antillas obedece no solo a una realidad de presencia histórica, sino también al hecho de que toda la primera parte de la Relation des Missions está consagrada al mundo insular caribe. Las fuentes para el estudio del establecimiento de los jesuitas en las Antillas, en su primera época, pueden reducirse a tres personalidades: Jacques Bouton, Pierre Pelleprat y Jean Manguin43. El núcleo misional jesuítico del Caribe francés se distinguió por sus hombres y por su inteligente proyección hacia el continente. El fundador, P. Bouton, fue al decir de Rybeyrete “grande en todas las cosas”44. En un pequeño libro de 141 páginas, escrito a los tres meses de estancia y que ha pasado a la categoría de curiosidad bibliográfica, ha reflejado unas grandes dotes de observación y de historiador. Se trata de la Relation de l’établissement des François en l’isle de la Martinique, París, 164045. Otro gran aporte lo constituyen las tres cartas del P. Jean Manguin escritas a lo largo del trienio 1679-1682. Como sus colegas Bouton y Pelleprat, la estancia en las islas es un episodio dentro de su vida, aunque en realidad sus

43  M. F. de Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane Française, París, Julien. Lanier, Cosnard, 1857. 44  Rennard (Abbé). Essai bibliographique sur l’histoire religieuse des Antilles françaises. París, Secrétariat des Pères du Saint-Esprit (1931) 15. 45 Jacues Bouton. Relation de l’éstablissement des François depuis l’an 1635 en l’ile de la Martinique, une des Antilles de l’Amérique. Des moeurs des sauvages, de la situation et des autres singularités de l’isle. París, Cramoisy, 1640. Par le P. Jacques Bouton (nacido en Nantes el 15 de julio de 1591, ingresa en la Compañía de Jesús el 2 de septiembre de 1610. Profesor de Filosofía y Teología. Parte en 1640 a Martinica pero regresa al poco tiempo a Europa; muere el 7 de noviembre de 1658. Cfr. Carlos Sommervogel. Bibliothèque, II, 53; Rennard, Essai bibliographique, pp. 12 y ss.).

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ocho años de permanencia (1676-1684) aventajan el haber de los otros dos escritores46. Así tenemos: 1. De la Martinique. Le dix mai 1679. Une lettre au R. P. Antoine Pagez, provincial de la Compagnie de Jésus en la province de Toulouse, 34 p. 2. De Saint Christophe, au mois de mai 1682. Une lettre a une persone de condition du Languedoc, 98 p. 3. Des lettres contenant des rélations sur la Mission de la Martinique (1678-1681), 117 p47. No estará de más el señalar, a modo de apéndice, otros tres escritos de los que hace mención Rennard al fin de su capítulo dedicado a las fuentes jesuíticas del siglo xvii. Se trata de las memorias concernientes a la misión de los Padres de la Compañía de Jesús en las islas francesas de América (42 p); una carta del P. René de la Vigne escrita desde San Cristóbal al Provincial el 1º de mayo de 1662, recogida por Rybeyrete; y por último, otra del P. Juan Hallay sobre Martinica en 165748. Dentro de la imprecisión y confusionismo que envuelve el quinquenio de acción francesa en Venezuela, la persona de Juan Hallay es un poco misteriosa, ya que nadie se hace eco de ella, a excepción del historiador neogranadino Fernández de Piedrahita, que escribe pocos años después: [...] por los años de 1656 y 1657 los Padres de la Compañía que a petición del rey cristianísimo envió la santidad de Inocencio X a las islas sujetas al rey de Francia, y derrotados entraron casi por los mismos años en la Guayana. De estos religiosos era superior el P. Juan Hallay y compañeros Dionisio de Mesland y Antonio de Monsliberth, insignes en letras y espíritu, con cuyo ejemplo,

46  Jean Manguin, nacido en Carcasona el 14 de febrero de 1637; después de varios años dedicado a la enseñanza, parte para Martinica en 1676 y tras su regreso en 1684 se dedica en Francia a la predicación. Cfr. Rennard, Essai bibliographique, 17-18. 47 Abbé Rennard. Essai bibliographique, 18. 48 Abbé Rennard. Ibid.

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inflamados los religiosos de los colegios del Nuevo Reino han adelantado la cosecha de almas desde el pueblo de Casanare.49

El P. Montézon, que ha utilizado ampliamente los archivos jesuíticos de Roma al hablar de los sucesores de Pierre Pelleprat y Denis Mesland, señala a los PP. Antoine Bois-le-Vert, Guillaume Hébert, Didier Valtier, Etienne Lapierre, pero no menciona a Juan Hallay50. En una carta del P. Mesland, sin fecha, al hablar de las Antillas francesas, emite un juicio bastante duro sobre el gobierno del P. Hablay (sic): “La misión, concluye, jamás estará bien hasta que no sea una provincia o viceprovincia aparte, con superiores regulares independientes de Francia que la visiten y vean todo”51. Pronto el movimiento jesuítico misional francés consideró el problema del “vitalismo cerrado” al que se condenaba mediante una acción exclusivamente insular. El intento del P. Denis Mesland en el Guarapiche en 1651 es una respuesta inteligente y sobre todo una reflexión genial para una abertura capaz, de superar las dificultades del vitalismo cerrado. La tenacidad con que el sabio cartesiano defendió esta idea, aun ante las autoridades españolas del Nuevo Reino de Granada, sugiriendo incluso diversas posibilidades, nos lleva a concluir la clarividencia con que Mesland comprendió todo el alcance que suponía la recta solución de esta complicada problemática52.

49 Lucas Fernández De Piedrahita. Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada (edición hecha sobre la de Amberes de 1688. Imprenta de Medardo Rivas, Bogotá, I (1881) 19-20). 50  Montézon. Mission de Cayenne de la Guyane Française avec une carte geographique. París, 1887, pp. IX y 532 (cfr. la primera parte del Apéndice nº 6). 51  arsi. n. r. et q., 14. Citado por Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 281, n. 96. 52  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, II, 280; José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja, 2002.

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La historiografía continental Dentro de estas perspectivas continentales, la misión de Cayena y Guyana adquirió una significación extraordinaria y, consecuentemente, toda la literatura escrita nos aboca a su interpretación. En la concepción del P. Montézon, desarrollada en su volumen dedicado a la Mission de Cayenne et de la Guyana Française53, es Pierre Pelleprat quien abre esta dimensión historiográfica nueva, que históricamente viene a ser la prolongación de la acción misionera insular en el Continente. Ya en 1821 se reconocía que “el P. Creuilly, jefe de los misioneros jesuitas y el P. Lombard hicieron el intento de establecer en la Guyana, grandes misiones inspiradas en las del Paraguay. De esta suerte los misioneros, solos en medio de grandes tribus de indios, ejercieron durante años las funciones de legisladores con un ánimo y una paciencia a toda prueba [...] parecía que los Jesuitas infatigables quisieran unir por medio de una cadena evangélica las extremidades de Guayana, proyecto gigantesco que no espantó el ánimo de estos intrépidos evangelizadores”54. El editor de la segunda edición de Pelleprat ha recogido una serie de cartas y documentos, indispensables para el estudio geográfico y misional de la Guyana, en este volumen que encabeza la Relation des Missions del jesuita burdigalense. La edición francesa del P. Montézon sigue con bastante exactitud a la de 1655. Pero sin embargo hemos encontrado como unas veinte variantes; respecto a la puntuación se ha permitido el editor hacer bastantes cambios. 53  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane Française. París 1857. La Relation des Missions del P. Pierre Pelleprat ocupa en este volumen de la página 1 a la 193. Cfr. Paul Mury, Les Jésuites à Cayenne: Histoire d’une mission de vingt-deux ans dans les pénitenciers de la Guyane, Estrasburgo-París, Le Roux, Rétaux & Fils, 1895 (en la introducción viene a desarrollar el autor la misma concepción que Montézon). 54  Note historique sur les premiers établissements de la colonie de Cayenne, publiée dans l’Almanach de la Guyane française (1821), p. 64. Citado por Montézon en su Mission de Cayenne et de la Guyane française, pp. XIV-XV [Almanach de la Guyane Française pour l’année bissextile Dix Huit Cent Vingt, contenant tout ce qui peut intéresser les Habitans de cette Colonie, on y trouvera l’état du Gouvernement, du Militaire, de l’Administration, des Diverses Dirrections, des Milices; la Division territoriale par Quartiers, &c. Cayenne, Imp. Royale, 1820 (suivi de) Almanach de la Guyane Française pour l’An de Grace 1821, Cayenne, Imp. Royale, 1821 (suivi de) Idem, 1822 (suivi de) Idem, 1823].

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El concepto geográfico y misional de “Guyana” utilizado por Montézon y en general por los bibliógrafos franceses es tan amplio como impreciso. Dentro de este grupo de escritores conviene resaltar a los Padres Jean Grillet, François Béchamel y Aimé Lombard. El viaje de penetración en territorio indígena realizado por los PP. Jean Grillet y François Béchamel, del 25 de enero al 27 de junio de 1674, nos ha quedado todo íntegro registrado en un interesante diario: Voyage que les PP Jean Grillet et François Béchamel, de la Compagnie de Jésús, ont fait dans la Guyane en 167455. Los comienzos de la misión dentro de su marco histórico los conocemos por una carta del P. Grillet escrita en 1668 desde Cayena, con ocasión del regreso a la misión después de su cautiverio en Barbados tras la ocupación inglesa: Lettre du P. Jean Grillet premier supérieur de la mission de la Compagnie de Jésus, a Cayenne du 14 juin 1668, adressée a París, a un religieux de la meme Compagnie56. También es interesante la Lettre du P. Aimé Lombard, missionaire de la Compagnie de Jésus, a son frère, en France, a la date du 13 decembre 172357. Este escrito no se encuentra en la Colección de Cartas edificantes, sin embargo, apareció en el tomo IV, c. I, de Nonveau Voyage en Guinée et a Cayenne de Marchais58. Nuevas dimensiones nos proporcionan las fuentes bibliográficas contemporáneas, sobre todo G. De Vaumas en su L’éveil missionnaire de la France au xviie siècle59, el Dictionnaire biographique de la Martinique de

55  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane française, 227-276. 56  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane française, 195-226. 57  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane française, 276-366. 58  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane française, p. XVIII. 59 G. De Vaumas. L’éveil missionnaire de la France au xviie Siècle. París, Bloud & Gay. Bibliothèque de l’histoire de l’Eglise. Collecion publiée sous la direction de E. Jarry, 1959.

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Bernard David60 y los interesantes estudios de Giovanni Pizzorusso sobre las misiones católicas en las Antillas61.

La historiografía venezolana La visión historiográfica del siglo xvii jesuítico en Venezuela ofrece un panorama que comienza a abrirse poco a poco a la investigación moderna, tras siglos de olvido. Pelleprat ha resuelto, o planteado al menos, la solución a varios problemas históricos, concretamente, lo que podríamos denominar las “misiones orientales” jesuíticas; o la autenticación de personalidades como las de Denis Mesland y Antonio Monteverde. Junto a esto es necesario anotar el “exilio científico” al que ha sido sometido nuestro biografiado dentro de la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Quizá sea explicable este silencio en la generación coetánea, Pedro de Mercado y Juan Martínez Rubio, que escriben en América cuando el mercado del libro era totalmente desconocido. De análoga explicación podría gozar el mutismo de los escritores del siglo xviii, sobre todo el de José Gumilla y Joseph Cassani. Pero sorprende el desconocimiento de Pelleprat por parte de los clásicos jesuitas del siglo xx. El problema se enrarece al verificar que esta enfermedad histórica afecta no solo a los protagonistas, sino también a la obra realizada. Cuando mediaba el siglo xvii, inició la Compañía de Jesús en el Oriente venezolano dos intentos misionales totalmente independientes: el de Guayana (1646) con sede en Santo Tomás62 y el del Guarapiche (1651),

60 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique (1635-1848) “Le Clergé”. Tome I. 1635-1715. Fort-de-France, Société d’Histoire de la Martinique, 1984. 61 Giovanni Pizzorusso. Roma nel Caraibi: organizzazione delle missione cattoliche nelle Antille en el Guyana (1635-1675). Ecole Franciase, 1995, así como su artículo “Ordini regulari, missione e politica nelle Antille del xvii secolo”. En Flavio Rurale. I Religiosi a Corte. Teologia, politica e diplomazia in Antico Regime. Roma, Bulzoni (1998) 249-286. 62  arsi. n. r. et q., 12-I. fols. 1-22. Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Provincia del Nuevo Reino y Quito a a. M. R. P. General de la Compañía de Jesús. fols. 196 y ss.

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llevado a cabo por los jesuitas franceses63. La rápida actuación del Gobierno de Guayana, el fracaso de la Compañía de Tierra Firme, y sobre todo la rectitud con que procedió el misionero francés Denis Mesland64, hicieron que a partir del año 1654 se unificaran en cierto sentido ambos intentos bajo la Corona española para desembocar en el fracaso total en 168165. La tentativa guayanesa llevada a cabo por los jesuitas neogranadinos, aunque esperanzadora, fue efímera. La muerte del P. Andrés (1648) y la difícil situación política que vivía la Guayana hicieron que desde Trinidad regresase a Bogotá el P. Fernández al año siguiente66. El 16 de septiembre de 1653 se reinicia la misión de Guayana al acudir el P. Mesland al llamamiento dirigido por el Gobernador D. Martín de Mendoza para encargarse de la evangelización de este territorio orinoquense67; según la opinión de Pelleprat este puesto misional aseguraría la misión del Guarapiche68. A pesar de la sinceridad con que se expresó el P. Mesland ante las autoridades españolas, y de sus memoriales para impedir las hostilidades de franceses e ingleses69, abrigaba sin embargo todavía en Bogotá la esperanza de establecer una misión de jesuitas franceses en la Guayana, para lo cual las autoridades neogranadinas le habían prometido ayuda, con tal de que los misioneros fueran borgoñeses o vasallos de la monarquía española70. Pero 63  Pelleprat. Relation des Missions. L. II; c. lº (83). 64 José Del Rey Fajardo. “Apuntes para una biografía misional del P. Dionisio Mesland (1615-1672)”. En: José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja (2002) 15-65. 65  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 387. 66  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. 1, 359. 67  Pflleprat. Relation des Missions. Libro II, c.III (p. 110). 68  Pelleprat. Relation des Missions. Libro II, c.III (p. 109). 69  agi. Santo Domingo, 178A; Indif. General 777. apqu, leg. 3. Pablo Ojer y Hermnn González. La fundación de Maturín y la cartografía del Guarapiche, 22 y ss. 70  arsi. n.r. et q. 14: Carta del Padre Mesland.

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ya desde su regreso a Guayana (1655) trabaja para la Corona española. La presencia jesuítica en Guayana se prolonga hasta el año 168171. En cuanto a los protagonistas, la imprecisión se torna en confusión: una serie de circunstancias han entremezclado y desquiciado hechos históricos, trastocando las personalidades de los protagonistas, Mesland-Monteverde, a pesar de que en las fuentes originales y coetáneas tanto las personas como la historia aparecen con toda nitidez72. ¿Cómo han llegado a superponerse las personalidades de MeslandMonteverde? El error es menos explicable si se tiene en cuenta que en la Historia de Mercado (1683) —fuente de inspiración obligada para el siglo xvii— se les dedican dos extensas biografías. El origen de todo este confusionismo se inicia con Rivero y Cassani, quienes en este punto, en vez de servirse de la obra de Mercado, debieron utilizar otros documentos. Más exacto que los historiadores jesuitas es Fernández de Piedrahita73, quien señala la existencia de tres miembros de la Compañía de Jesús de Francia, pero sin investigar la pre y ulterior problemática. Lógicamente, es necesario suponer diversas fuentes oficiales y privadas de información para explicar la divergencia Piedrahita-Rivero Cassani. Un ejemplo típico lo observamos en la divergencia de apellidos. Mientras Rivero nos habla de Mesland o Meléndez74, y a veces también de Molano75, sobre Monteverde tenemos más variedad. Mercado le llama Antoine du Mont Verd76, Piedrahita: Antonio

71  anb. Asuntos Eclesiásticos. T. II, fol. 14. Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 387. 72  Para la bibliografía nos remitimos a Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 273-283. Además: Mercado Historia. II, 343-355; Karl Six. “P. Denis Mesland. ein junger Freund Descartes aus den Jesuitenorden”. En: Zeitschrift für katolische Theologie (1915), 1-33. 73  Fernández De Piedrahita. Historia General de las conquistas del Nuevo Reino de Granada. I, 19-20. 74  Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, 1956, 154. 75  Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, 93. 76  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, 1957, II, 355.

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de Monsliberth77; Rivero: Antonio de Monteverde78. Los documentos oficiales que reposan en el Archivo Nacional de Bogotá: Antonio Monteverde. Y su apellido auténtico es Vois-le-Bert79. La españolización de los apellidos extranjeros era una treta para evitar la intransigencia de los controles reales. Precisamente en 1650 estaba en su punto más candente el recelo de la Corona española contra los jesuitas extranjeros en América80. Este confusionismo se prolonga hasta los historiadores actuales: Daniel Restrepo, Manuel Aguirre e Hipólito Jerez, pasando por Joaquín Borda, José Manuel Groot y Antonio Astráin. El estudio del itinerario venezolano de Mesland y Monteverde es sin duda la clave para puntualizar las imprecisiones de los escritores a partir del siglo xviii. Rivero al narrar la incorporación de Monteverde el año 1661 a las misiones, dice escuetamente “después de muchas calamidades y naufragios, salió a los Llanos el P. Antonio”81, y al hacer la presentación de Mesland en 1664 indica que “siguiendo los pasos del P. Monteverde vino desde su pueblo y curato de Guayana a estos sitios”82. Como los historiadores modernos desconocían a Mercado, tuvieron que aceptar como dogma las inexactitudes e incluso contradicciones del misionero del Meta. Así la “odisea novelesca” de que nos habla Aguirre y el bello capítulo “El desafío a la selva” que el P. Jerez dramatiza en su obra Los Jesuitas en Casanare, etc., pueden seguirse aplicando fundamentalmente a Monteverde, aunque nunca a un Monteverde que caminara de Santo Tomé a Bogotá.

77  Piedrahita. Historia General de las conquistas del Nuevo Reino de Granada. I , 19-20. 78 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, 154. 79  Montézon. Mission de Cayenne et de la Guyane française, 532. 80 Lázaro Aspurz. La aportación extranjera a las Misiones españolas del Patronato regio. Madrid, Publicaciones del Consejo de la Hispanidad, 1946. 81  Rivero. Historia de las Misiones, 103. 82  Rivero. Historia de las Misiones, 154.

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El viaje directo Guayana-Bogotá no creemos que lo realizase nunca Monteverde y mucho menos antes del año 1662. Para la reconstrucción de esta época no estará de más el clarificar la cronología que encuadra los años inciertos: 1. Mesland: 1645: Martinica. 1651: Primera entrada a Guarapiche. 1653: Segunda entrada a Guarapiche (20 de junio). 1653: Viaje a Sto. Tomé de Guayana (16 de septiembre). 1654: Bogotá (mayo). 1655: De nuevo en Guayana. 1665: Regreso a Bogotá y misionero en los Llanos83. 2. Monteverde: 1656: Llega con Pelleprat al Guarapiche. 1656: (21 diciembre) Escribe al P. General desde La Habana. 1657: Pasa por Jamaica. 1657: (25 de diciembre) En La Habana (nos inclinamos a creer que el año de su carta anterior 21-XI1-1656 está equivocado y se trata del 57). 1658: En Cuba (dos años). 1660: (21 de septiembre) hace la profesión en el colegio de Mérida. 1668: Superior de la misión de los llanos (8? años). 1669: (10 diciembre) Muere en las misiones del Meta84.

83  Para establecer esta cronología nos hemos servido de: P. Pelleprat. Relato de las Misiones, 49-60, y de Mercado. Ob. cit., II, 343-355. 84  Para la cronología Monteverde: Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, II, 355 y ss. arsi. Gallia, 103. Gallia, 10 6-111. José Del Rey Fajardo. “Antoine Boislevert (16181669), fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVII, nº 308 (1994) 81-104.

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Así queda claro el problema de los itinerarios, que en cierta manera conviene verificarlos con las biografías de Mercado, ya que los datos del Archivo Romano sobre Monteverde no son siempre del todo precisos. Nos parece probable que Rivero desdobla al auténtico Mesland en dos personajes diversos: el P. Dionisio Molano85 llevado a Guayana por don Martín de Mendoza y Berrío; y el P. Dionisio Meland o Meléndez86, quien después de seguir los pasos de su paisano el P. Monteverde, vino de Guayana “donde había sido cura de los españoles algunos meses”87. La fuente de inspiración de Rivero al presentar a Monteverde es una carta88 de la que se desprenden algunos datos ciertos y una serie de episodios que no aparecen ni en Mercado ni en los escritores franceses. Además, las otras fuentes contemporáneas están del lado de Mercado: Tanto las “Cartas necrológicas” como los Memoriales y especialmente las fuentes francesas: Pelleprat y du Tertre. ¿Habrá algún documento tan importante que no haya llegado a manos de Mercado y sí a las de Rivero y Cassani? Las imprecisiones e incluso contradicciones con que se expresa Rivero no facilitan esta posibilidad. En resumen: la obra de Pelleprat inicia la historiografía jesuítica venezolana con la narración de los intentos franceses por instalarse en la fachada oriental de Venezuela; describe las relaciones de las islas caribes entre sí y con la Tierra Firme; aporta decisivos datos sobre la historia religiosa de las Antillas y contiene dispersas y ricas informaciones sobre etnología, lingüística, folklore y sociología del mundo insular Caribe y del oriente venezolano, especialmente de la región del Guarapiche.

85  Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, 93. 86  Rivero. Historia de las Misiones, 153. 87  Rivero. Historia de las Misiones, 155. 88  Rivero. Historia de las Misiones, 103.

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2. Pedro De Mercado (1620-1701)1

El estudio de la obra de Mercado nos aboca a dos perspectivas diferentes: una generacional, que lo ubica entre los escritores de la segunda mitad del siglo xvii, y otra ideológica, que lo vincula a la obra histórica del siglo xviii de Juan Rivero y Joseph Cassani. Esto no quiere decir que la personalidad del jesuita riobambeño no goce de autonomía histórica y que no haya creado auténticos valores científicos dentro del cuadro historiológico de los escritores de la Compañía de Jesús neogranadinos.

1  arsi. Provincia Novi Regni et Quiti, 3 y 4. arsi. n.r. et q. 14: Ignacio Meaurio. Monumenta aliqua Provinciae Novi Regni Granatensis; Archivo Nacional de Chile. Jesuitas. Bogotá, 214: Carta de edificación sobre la vida y virtudes del P. Pedro de Mercado firmada por el Padre Juan Martínez Rubio; fechada en Santafé y noviembre 20 de 1700 (sic) dirigida al Padre Rector de Cartagena Fernando Zapata. 12 fols. Útiles (hasta hoy desconocida); Enrique Otero D’Costa. “Padre Pedro Mercado S.J.”. En: Gaceta Municipal, Quito, 19 (1934), 46-48; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia.1, 7-8; II, 297-316. José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1966), XI-XLV; Bio-Bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1995) 388-395. Enciclopedias: Nathanael Southwell. Bibliotheca scriptorum Societatis Jesu. Romae, 1676; Nicolás Antonio. Bibliotheca Hispana Nova. 2ª Edic. 1672; José Toribio Medina. Biblioteca Hispano-Americana (1493-1810). Santiago de Chile, 7 vols. 1898-1907; Agustín De Dacker. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus. Liège-París-Louvain-Lyon, 1869-1876; Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruselas-París, 1890-1900. Archivo inédito UriarteLecina. Papeletas: Mercado, Pedro de.

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Una generación criolla Existe una generación literaria jesuítica que cubre las dos últimas décadas del siglo xvii en el Nuevo Reino de Granada. Se trata de una literatura en su mayor parte hasta hoy inédita, sea porque abortó su publicación, sea porque después de editada ha permanecido como inasequible a la investigación. Y sin embargo, tanto por la temática como por su resonancia en los escritores posteriores asume el carácter de fuente originaria y primaria. Los componentes del grupo son cuatro: Francisco de Figueroa, Manuel Rodríguez, Pedro de Mercado y Antonio de Bastidas, “el primer poeta ecuatoriano de la colonia”2. Un denominador común en esta generación literaria es el “criollismo”. Todos pertenecen a la joven América y son el exponente cultural de una Compañía de Jesús que comenzaba ya a ser americana. Otro aspecto, que quizá sea pura coincidencia, es que todo el grupo generacional tiene un punto de contacto geográfico: la ciudad de Popayán. El P. Figueroa nace ahí hacia 1612; más de seis años dedicó Mercado a este colegio antes de su llegada a Bogotá en 1653. Y casi superponen sus estancias el P. Manuel Rodríguez (1659-1661)3, el rector Martínez Rubio (1667-1672) y el poeta Antonio Bastidas (1668-1678). Muy probablemente, el punto de partida de esta eclosión literaria lo constituya el deseo decidido del P. Hernando Cabero de escribir una historia de la Provincia del Nuevo Reino. La obra del P. Figueroa es el primer

2 Aurelio Espinosa Polit. “El primer poeta ecuatoriano de la colonia, P. Antonio Bastidas”. En: Boletín de la Academia Nacional de Historia. Quito, 36 (1956) 5-19; Aurelio Espinosa Polit. “Una cuestión de historia literaria colombiana”. En: Revista Javeriana. Bogotá, 41 (1959) 123-128; Aurelio Espinosa Polit (Edit.). Los dos primeros poetas coloniales ecuatorianos. Quito, 1960; Augusto Arias y Antonio Montalvo. Antología de poetas ecuatorianos. Quito (1944) 9-12; Isaac J. Barrera. Historia de la Literatura Ecuatoriana. Quito (1960) 187-197; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 317-322; Hernán Rodríguez Castelo. Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo XVII. Quito. Edición del Banco Central del Ecuador, 1980. 3 Jorge Villalba. “Rodríguez Villaseñor, Manuel”. En: Charles O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Universidad Pontificia de Comillas, IV (2001) 3398.

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fruto de la tenacidad de este gran provincial4. Años más tarde, en 1692, el General de la Orden P. Tirso González escribía al P. Altamirano “... y no habiéndose hecho [annuas] en más de cincuenta años, no conservándose en papeles las noticias, no es de maravillar que ahora se hallen tan embarazados y aun imposibilitados para hacerlas”5. Con todo, esta generación había ya lanzado su producción: 1661. Informe de las misiones del Marañón, Gran Para o Río de las Amazonas. Francisco de Figueroa6. 1676. Ramillete de varias flores poéticas. Madrid7. 1684. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Pedro de Mercado8. 1684. El Marañón y Amazonas. Historia de los descubrimientos, entradas y reducción de naciones, trabajos malogrados de algunos conquistadores y

4  Francisco de Figueroa. Relación de las Misiones de la Compañía de Jesús en el país de los Maynas. Madrid, 1904, 1-2 (el auténtico título es: Informe de las misiones de El Marañón, Gran Pará o Río de las Amazonas. El manuscrito se publicó por vez primera en 1904 en la “Colección de Libros y Documentos referentes ala historia de América”, por Manuel Serrano Sanz). 5  apt. Leg. 132, fol. 42. Carta de Tirso González a Altamirano. Roma, 29 de febrero de 1692; 3ª carta. 6 Joseph Cassani. Glorias del segundo siglo de la Compañía de Jesús. Madrid, III (1736) 573-583; José Chantre y Herrera. Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañón español. Madrid (1901) 228-234; José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana, I (1941) 347-348, 385-388. Antonio Gomez Restrepo. Historia de la literatura colombiana. Bogotá, II (1946) 231-239; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 285-288; 454-460. Jorge Villalba y Juan Manuel Pacheco. “Figueroa, Francisco de”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, II (2001) 1417-1418. 7  Se publicó a nombre de Maestro Xacinto de Evía. De las 117 composiciones, 99 pertenecen al P. Bastidas. 8  Sobre la abundante producción ascético-literaria del P. Mercado. Cfr. José Del Rey Fajardo, S. J. “P. Pedro de Mercado (1620-1701)”. En Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1966), XXXVIII-XLIII. José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 388-395.

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dichosos de otros, así espirituales corno temporales, en las dilatadas montañas y mayores ríos de América. Manuel Rodríguez9. Aunque es interesante la “visión americana” del continente descubierto por Colón y las influencias de la literatura española y clásica en las generaciones formadas a todos los niveles en suelo americano, sin embargo no insistimos más en esta vertiente que nos separa de nuestro criterio de selección, reducido a la historia jesuítica neogranadina y venezolana.

Notas biográficas Pedro de Mercado es el primer historiador jesuita que escribe en castellano sobre los Llanos y el Orinoco, a pesar de que su manuscrito ha permanecido inédito hasta 1957. Es la primera síntesis que se realiza sobre las misiones llaneras a los cuatro lustros de haberse iniciado el movimiento misional. Representa el primer ensayo biográfico de una generación que tuvo un gran eco personal en el siglo xvii. Por último, es fuente obligada de consulta, ya que a partir de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús10 se proyectaron las siguientes realizaciones históricas. Mas, antes de adentrarnos en el análisis e interpretación de la obra escrita mercadiana, creemos conveniente clarificar y reseñar algunos aspectos de su biografía que indudablemente influyen en la faceta de escritor. La historia biográfica y literaria de Mercado se hermanan en una existencia ordenada y práctica, donde el espíritu de trabajo y los cargos de gobierno encuadran su recia personalidad humana al servicio de los valores puramente espirituales y religiosos. El biógrafo anónimo que insertó su necrología en el Libro de la Iglesia y del Colegio de Santafé supo captar los rasgos fundamentales del jesuita criollo:

9  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 288, 293. El P. Pacheco ha recogido en estas páginas toda la problemática fundamental relativa a la vida y obra del P. Rodríguez. aiul. Papeletas: “Rodríguez, Manuel”. 10  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957, 4 vols.

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Pedro de Mercado, profeso de cuatro votos, murió a 11 de julio de 1701, siendo de edad de 81 años, 67 de religión y 40 de profesión de cuatro votos. Gobernó los colegios de Santafé, Tunja, Las Nieves y Honda y fue provincial de esta provincia. Fue sujeto de conocida virtud y religión, tan observante de las reglas que no se le notó quiebra en su observancia. Imprimió muchos tratados espirituales para provecho de las almas. Está enterrado en el presbiterio en el lado de la epístola en el sitio donde se pone el subdiácono para cantarla. En su entierro, que hizo el venerable deán y cabildo, con asistencia de todos los religiosos y nobleza de la ciudad, hicieron todos grandes demostraciones de la estimación que hacían de su virtud, besándole a porfía los pies y las manos y cortándole los cabellos y vestidos para tenerlos como reliquias de un varón santo.11

No conservaron los bibliógrafos posteriores la exactitud histórica del cronista santafereño. El correr de los tiempos fue desvirtuando hasta las fechas claves de la existencia mercadiana. Una muestra de toda esta evolución la ofrece el estudio de Sommervogel (1894): Mercado, Pedro de; de origen español, nacido en 1618 en Riobamba, diócesis de Quito; entró en el Noviciado el 23 de febrero de 1636. Gobernó el noviciado de Tunja, los colegios de Honda y Quito y después de haber sido predicador durante muchos años, fue nombrado provincial de Quito. Murió en Bahía el 30 de julio de 1701.12

La fuente de inspiración de Sommervogel, y con él en general de todos los bibliógrafos, ha sido la obra del P. Natanael Southwell, quien en 1676 escribía: Pedro de Mercado, de la provincia del Nuevo Reino de América, oriundo de Riobamba en la diócesis de Quito, de origen español, admitido en la Compañía en el año 36 del presente siglo, a los 16 años de edad, profeso de cuatro 11  Archivo de la Provincia de Colombia. Libro de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesús de Santafé. Libro V, fol. 135. 12 Carlos Sommervogel. Bibliotèque de la Compagnie de Jésus. París, V (1894) 964.

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votos. Rigió el noviciado de Tunja y el colegio de Honda. Fue predicador muchos años.13

Nos sorprende que Sommervogel, tan acucioso en sus investigaciones, ya que trabaja sus biografías con los catálogos de los sujetos que estudia, haya cometido dos errores tan fundamentales como situar la muerte de Mercado en Bahía y hacerlo provincial y rector de Quito. Para la mejor comprensión de la biografía de Mercado anotamos una serie de bloques cronológicos. De sus 65 años de vida religiosa (16361701), treinta y un años dedicados al cursus honorum (1657-1688); veintitrés transcurren en la Sabana de Bogotá (1678-1701); veintiuno se reparten entre Honda y Tunja (1657-1678) y alrededor de diez en Quito (1636-1646?); y como infraestructura subyacente a este devenir histórico, 45 años de fecundo e inagotable trabajo literario. La vertiente ecuatoriana de Mercado es muy pobre en documentos. Nacido en Riobamba en 1620, se vincula desde muy joven a la cultura jesuítica, primero como alumno del colegio quiteño de San y Luis y más tarde, el 23 de febrero do 1636, como miembro ya de la Compañía de Jesús14. Los diversos escritos del P. Mercado evocan a veces personas de los lejanos tiempos quiteños. Así, por ejemplo, el P. Francisco de Figueroa15; el P. Gonzalo Buitrago, a quien le dedica bastantes elogios en su Cristiano virtuoso16; y el venerable hermano Hernando de la Cruz “a quien tuve la dicha de conocer y alcanzarlo vivo más de ocho años en el Colegio de Quito”17.

13  Sotwell. Bibliotheca scriptorum Societatis Jesu, opus inchoatum a R.P. Petro Ribadeneyra, ejusdem Societatis Theologo, anno salutis 1602, continuatum a R.P. Philippi Alegambe ex eadem Societate, usque ad annum 1642. Recognitum et productum ad annum iubilaei mdclxxv a Nathanaele Sotvello ejusdem Societatis Presbytero, Romae ex Typographia Jacobi Antonii de Lazzaris Varesii mdclxxvi, 682-683. 14  arsi. n. r. et q., 3. Catálogo, 1655. 15  Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito., IV, 305. 16  Mercado. El cristiano virtuoso, fol. 18v. 17  Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, fol. 29 v.

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No sabemos la fecha exacta en que abandonó la capital ecuatoriana; con todo, es fácil sospechar que sería hacia 1645 o 1646, pues suponemos que su ciclo de formación filosófico-teológica fue normal y, si como él mismo nos dice, vivió en el Colegio de Popayán más de seis años18 y en 1653 aparece ya en Bogotá, pocas posibilidades hábiles restan para la conjetura. En Popayán se inicia una etapa de transición —un decenio— de equilibrio entre la vertiente ecuatoriana y la colombiana de Mercado. Un amplio lustro de permanencia en el colegio payanés significará para el jesuita riobambeño un proceso definitivo en la maduración de su vocación de escritor. Toda su monumental producción ascética será el resultado de una personalidad, definidamente espiritual. El segundo lustro mantiene la misma impresión que el primero. Dos campos diversos: geográfico y social, se suceden con rapidez: Bogotá y la parroquia minera de Santa Ana19, que 35 años atrás había fundado el arzobispo Arias Ugarte20 ante la miseria de aquellos pobres indios. En enero de 1653 aparece ya en Bogotá21. Por la licencia eclesiástica descubrimos que ya había redactado sus dos primeras obras22. Por mayo de ese mismo año conoció al erudito cartesiano Denis Mesland, llegado de Santo Tomé de Guayana, donde su nacionalidad francesa y sus intentos colonizadores previos habían provocado las sospechas de las autoridades españolas23. Este encuentro debió facilitar a Mercado el conocimiento de los intentos de los jesuitas franceses por misionar el río Guarapiche y toda su ulterior problemática con las autoridades españolas, pero en su historia de las misiones silenció este punto, aunque no en las biografías.

18  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 425. 19  Archivo Nacional de Colombia. Curas y Obispos, t. 8, fol. 426. 20  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 326 21  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 425. 22  J. T. Medina. Biblioteca Hispano-Americana. nº 1318, III, 85. 23  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343-355. (Biografía de Mesland).

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A los 37 años de edad comienza una etapa biográfica que es parte integrante, junto con la de escritor, de la personalidad mercadiana: el cursus honorum, que geográficamente le llevará a moverse durante unos treinta años dentro de la tríada Honda, Tunja, Bogotá. En 1657 inaugura la carrera de superior jesuítico en el Colegio de Honda. Junto al escritor y al hombre de gobierno, observamos a veces una personalidad abierta a las necesidades comunitarias y cívicas. Así, lo vemos preocupado por la fundación de un hospital en la ciudad de Honda; su generosidad —creemos que se trata de él mismo— llegó a ofrecer unos terrenos del colegio para anticipar la construcción del ansiado hospital e incluso para “la casa de los pobres”24. Este espíritu humanitario y al servicio de los demás es una constante en la vida del escritor ecuatoriano. En 1667 abandona la calurosa ciudad hondeña para dirigirse a la fría y austera Tunja25. Su ocupación de Rector la comparte con la de formador de los jóvenes jesuitas. Muy variable debió de ser el número de novicios durante esos años pues en 1668 eran 1926, mientras que tres años más tarde había solo tres27; se puede decir que casi en su totalidad eran criollos. Con respecto a las misiones llaneras, este enclave tunjano le permitió conocer —como lugar obligado de paso— a los misioneros que llevaron adelante el proyecto de misionalización del Casanare y del Orinoco. Fruto de la estancia en la capital boyacense es El Cristiano Virtuoso, impreso en Madrid en 1673: la generosidad del sacerdote tunjano Sebastián Merchán de Velasco, párroco de Oicatá, se tradujo en una cuantiosa donación de $30.000 que aseguró la fundación del colegio-noviciado28; la gratitud de Mercado se manifiesta en la dedicación de su libro al insigne fundador. 24  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 207-208. 25  Desde este año figura como rector en el Libro del noviciado de Tunja en el que se encuentran las fórmulas de los votos y que se conserva en el Archivo Nacional. Crf. Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 298, nota 18. 26  arsi. n.r. et q., 3. Catálogo, 1668, fols. 244r-245v. 27  arsi. n.r. et q., 3. Catálogo, 1671, fols. 282r-282v. 28  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, 11, 163.

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No sabemos cuándo regresó a orillas del río Magdalena nuestro biografiado; en 167229 le sustituye en el cargo de rector el P. Juan Martínez Rubio y en el catálogo de 1678 aparece en su segundo rectorado en el colegio hondeño. Una grave crisis atravesaba la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino, acentuada quizá por la débil actuación del P. Juan de la Peña, primer provincial criollo. Esto provocó la visita del ya sexagenario P. José de Madrid30, que llegó a Santafé el 17 de octubre de 1677. En 1678 llama a Bogotá a Mercado para que se vuelva a encargar de la formación de los novicios, al mismo tiempo que le nombra rector del Colegio de las Nieves; y cuando los novicios regresaron a Tunja seis años más tarde, en 1684, dada la escasez de recursos de que disponía el colegio, el P. Mercado continúa en su cargo de rector31. En agosto del mismo año se le leía la patente de rector del Colegio Máximo y de la Universidad Javeriana32. Una nueva época de paz se observa entre los jesuitas del Nuevo Reino en estas dos últimas décadas del siglo xvii. El 1º de julio de 1688 fallecía el provincial Juan de Santiago y asumía el cargo interino el P. Mercado, hasta la llegada del P. Diego Francisco Altamirano a fines del mismo año33. Ya en 169134 la etapa del cursus honorum se ha concluido. La última década de su vida vuelve a conjugar la vena de escritor ascético, el don de consejo y una existencia pacífica en medio del ambiente universitario de la Academia de San Francisco Javier de Bogotá. Años fecundos, en los que su apacibilidad y mansedumbre le fueron ganando la admiración y el respeto

29  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99. 30  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 89 y ss. 31  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 97. 32  Archivo de la Provincia de Quito. Legajo 15. González a Santiago, 8 de febrero de 1688. 33  Juan Manuel pacheco. Los jesuitas en Colombia, II. 207. 34  arsi. n.r. et q., 4. Catálogo, 1691, fol. 6r.

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no solo de las juventudes javerianas, sino también de las diversas esferas de la ciudad. Querido de todos, murió el 11 de julio de 1701.

Pedro de Mercado escritor Dentro del estudio bibliográfico hay que tener siempre muy presente la doble faceta literaria del P. Mercado: el autor ascético y el historiador. Este dualismo de la producción mercadiana es fundamental para interpretar la doble reacción que ha tenido la bibliografía, pues mientras su perfil ascético se remonta incluso a los primeros años de producción del jesuita riobambeño, su faceta de historiador no se perfila sino a finales del siglo xix. Hay que reconocer que el estudio bibliográfico de Mercado ofrece muy curiosos contrastes: en 1675 la Bibliotheca scriptorum Societatis Jesu del P. Sotwell insertaba el nombre y las primeras obras de nuestro escritor criollo, y un siglo más tarde (1788) Nicolás Antonio en su Bibliotheca hispana nova35 ampliaba la visión de Sotwell y lo incluía dentro del mundo bibliográfico hispano. Pero como bien anota Juan Manuel Pacheco, “A pesar de que gran parte de su vida transcurrió en el Nuevo Reino y de que aquí escribió un notable número de libros, ni Vergara y Vergara, ni Gómez Restrepo lo mencionan en sus historias de la Literatura colombiana. Solo Gustavo Otero Muñoz en la tercera edición de la Historia de la Literatura de la Nueva Granada de Vergara y Vergara, le consagró una breve nota (pp. 238-239) y el erudito historiador Enrique Otero D’Costa le ha dedicado un corto capítulo en su libro aún inédito Teatro incógnito literario del Nuevo Reino de Granada”36. Por otro lado, la presencia de Pedro de Mercado como historiador de la Provincia del Nuevo Reino de Granada debió esperar hasta la edición de Backer-Sommervogel37 para que la historiografía anotase la presencia de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. 35 Nicolás Antonio. Biblioteca hispana nova sive hispanorum scriptorum qui ab anno md ad mdclxxxiv floruere notitia. Matriti, II (1788), 216-217. 36  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 297. 37 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. París, V (1894), 697 (cita como fuente del manuscrito mercadianio a José Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid, 1741, p. 328).

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Este silencio no deja de ser en parte justificado: el haber permanecido inédito hasta nuestros días y el haberse dedicado nuestro biografiado exclusivamente a la literatura ascética, facilitó en gran manera la tradición de los bibliógrafos que generalmente trabajan según los aportes ofrecidos por la investigación. La investigación histórica ha descubierto 33 obras publicadas en Europa por este maestro de la vida espiritual en Tunja y algunas de ellas traducidas al latín y al italiano38. Pero sería alarmante si esta producción escrita y la personalidad de Mercado hubieran pasado desapercibidas en su tiempo. Un docto sacerdote contemporáneo al jesuita, don Juan Bautista de Toro, le tributa sinceros elogios en su libro El secular religioso39. El enigma se abre en el silencio posterior. Es importante destacar que la estructura mental de Pedro de Mercado es eminentemente espiritualista y por ello ve al mundo con ojos de asceta; en virtud de ello, el deber ser es la meta fundamental de sus escritos. Por consiguiente, su estilo trasparente y sin afectaciones aunque a veces aparezca el humanista clásico que gusta del retruécano y los juegos de palabras: “El que tiene quiebras, tenga quiebros y aun requiebros para con Dios”40. El dominio del lenguaje lo hace artífice en la descripción del mundo interior y espiritual del ser humano y como prueba nos remitiremos a su libro el Cristiano virtuoso41, en el que por el estudio de sus adjetivos podemos 38 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 452-459. 39  Juan Bautista de Toro. El secular religioso para consuelo y aliento de los que viviendo en el siglo, pretenden lograr el cielo… Madrid, 1721. 40  Pedro de Mercado. Obras Espirituales, qve contienen los quatro tratados siguientes. Tratado Primero. Numerales meritorios de Gracias. Tratado Segundo. Metamorphosis provechoso a las almas. Tratado Tercero. Galateo espiritual, cortesano a lo virtuoso, y vida de Damiana Barolo. Tratado Qvarto. Dechado para mugeres, sacado de la Historia de Rut. Por el Padre Pedro de Mercado de la Compañia de Jesus. (Filete). En Ámsterdam, año de (1699) 161. 41  El cristiano Virtuoso. Con los actos de todas las virtudes que se hallan en la santidad. Por el Padre Pedro de Mercado de la Compañía de Jesús, Rector del colegio de Tunja, que lo dedica a su fundador y patrón el Señor Licenciado D. Sebastián Merchán de Velasco y Monsalve, Cura Beneficiado de Oicatá (Viñeta) con Privilegio. En Madrid: por Joseph Fernández de Buendía. A costa de Lorenzo Ibarra, Mercader de libros; en la calle de Toledo. En 16º, 215 folios (la fe de erratas está fechada en Madrid, octubre de 1673).

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llegar a vislumbrar el contenido. El autor se siente estrecho en el castellano y tentado por el latín, como finamente observa Rodríguez Castelo. Así, al catalogar los rasgos del cristiano ideal, nos lega los siguientes epítetos: además de “ubiquista”, “esperante” y “silenciario”, deberá ser meditativo, contemplativo, despreciador del mundo, puro de corazón, abnegado, confiado en Dios, caritativo, celoso, espiritual, alegre, gozoso, misericordioso, benéfico, pacífico, prudente, discreto, dócil, circunspecto, solícito, diligente, fervoroso, justo, penitente, piadoso, observante, obediente, agradecido, verídico, sencillo en su proceder, afable, liberal, fuerte, magnánimo, magnífico, paciente, longánime, perseverante, manso, clemente, templado, abstinente, sabio, casto, púdico, pobre de espíritu, entretenido, estudioso y humilde42. Mas como esta temática desborda las exigencia de este trabajo, remitimos al lector a la síntesis que ofrece el escritor colombiano Juan Manuel Pacheco43.

Mercado historiador No hemos podido detectar el origen primigenio de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. En 1659 el provincial P. Cabero urgía así al P. Francisco Figueroa: Ahora lo que yo le ruego a V. R. es que en recibiendo esta mi carta, me haga la caridad de juntar todos los puntos y materiales, desde que se fundó esa santa misión, con el origen que tuvo la fundación de ella, como de los progresos que ha hecho, puesto que tiene, con el día, mes y año; porque ha de servir para la historia de esta provincia que trato de hacer; y los puntos de la annua que hubiere recogido; lea el archivo: y remítamelos todos, y todo lo que toca a esto, y sea sin falta a Quito.44

42 Hernán Rodríguez Castelo. Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo xvii, 217. 43  Para una visión sintética de su faceta de escritor ascético, véase: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 301-310. 44 Francisco De Figueroa. Relación de las Misiones de la Compañía de Jesús en el país de los Maynas. Madrid (1904), 1-2.

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Pero tras la carta del P. Hernando Cavero no hemos hallado indicios de noticias relativas a la confección de una historia de la Provincia del Nuevo Reino de la Compañía de Jesús. En todo caso, nos consta que en 1682 se encontraba redactando la que vendría a ser la primera historia de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada45. Su narración se extiende hasta el año 1684, como lo demuestra el anexo con que finaliza el tomo II que reza: “Después de haber escrito esta relación [carta del P. Julián de Vergara] llegó a mis ojos la información jurídica que se hizo en el Orinoco de las muertes de los tres padres dichos…”46. La carta está fechada en Pauto el día 3 de febrero de 168547. La Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús de Pedro de Mercado recoge la actividad interna de la Compañía de Jesús de 1604 a 1684 en el marco geográfico del Nuevo Reino y Quito, es decir, Colombia, Ecuador, Venezuela, Panamá y República Dominicana. Es necesario alertar al lector que hasta 1696 todo ese conglomerado de naciones constituyó la denominada Provincia del Nuevo Reino48. A partir de esa fecha Panamá se unió a Ecuador y por otro lado Venezuela y República Dominicana a Colombia. La estructura del libro se divide en dos partes. La primera está dedicada al Nuevo Reino de Granada y se refiere a los colegios de Santafé, Cartagena, Tunja, Mérida, Pamplona, Mompóx, Honda, Santo Domingo y la misión de los llanos de Casanare y Orinoco49. La segunda se refiere a la

45  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. I, 32: “Hasta este presente año de 1682”. 46  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, II, 398. 47  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 396. 48  Véase: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 228-235; José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana, I (1941) 301-304. 49  Son los tomos I y II.

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parte de Quito y comprende los colegios de Quito, Panamá, Cuenca, Popayán, Latacunga y las Misiones del Marañón50. El tema central de la obra se centra en la actividad externa de los jesuitas en los ingentes territorios a ellos asignados. Podríamos aseverar que se trata de una crónica fundacional de cada uno de los domicilios antes mencionados y de las actividades docentes, culturales y espirituales que desarrollaban las diferentes comunidades en sus diversos entornos. Rara vez incursiona el autor en los problemas de la historia interna de la Provincia, que son los que verdaderamente constituyen el componente especial de una verdadera historia. La Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús está inspirada en la concepción cronical patrocinada por el General de los jesuitas, P. Claudio Aguaviva51: 1. Fundaciones de los colegios y casas. Nombres de los fundadores; progresos y crecimientos de ellas. 2. Aprobación y favor de las ciudades y pueblos. 3. Bienhechores insignes y favorecedores. 4. Sucesos prósperos y adversos de la Compañía. 5. Virtudes y hechos de varones ilustres que han muerto en la Compañía. 6. Vocaciones ilustres y extraordinarias. 7. Mudanzas y conversiones notables logradas con nuestros ministerios. 8. Sucesos desastrosos de personas que han salido de la Compañía52. Las fuentes documentales. Las fuentes documentales sobre las que trabajó Mercado su Historia se pueden agrupar en cuatro grupos bien definidos: la documentación oficial y oficiosa como son: cartas anuas, cartas

50 Tomos III y IV. 51 Mario Fois. “5. Aquaviva, Claudio”. En: Charles O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Universidad Pontificia de Comillas, II (2001) 1614-1621. 52 F. Mateos. “Introducción” a la Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú, 1, 83.

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necrológicas y escritos provenientes de los actores principales de los acontecimientos cronicados; además, fue testigo personal o conocedor de los protagonistas de muchos hechos narrados en su historia: Las cosas y sucesos que en ella escribo los he sacado fielmente (porque procuro ser verídico historiador) de los papeles que tenía guardados el archivo del Colegio Máximo de Santafé. También se ha valido mi pluma de otras noticias que me han dado personas dignas de crédito y juntamente de algunas cosas que yo he visto. Las veces que no escribo el año de los sucesos ni el nombre de las personas que convenía decir, es porque no las he hallado en los papeles de que me he valido para la composición de esta historia.53

Las Cartas Annuas o Litterae Annuae constituyen un balance cíclico de las actividades de cada provincia jesuítica que debía ser enviado a Roma para informar a las autoridades centrales y de esta suerte poder colaborar como un criterio más en la redacción de la Historia de la Compañía de Jesús54. Hoy día podríamos afirmar de este documento que vendría a ser lo que en la sociedad moderna se califica como la “memoria y cuenta” de lo realizado en un trienio en cada circunscripción de la Compañía de Jesús dispersa por todo el mundo. Sin embargo, hay que admitir que más allá del esquema conceptual diseñado por el P. General Claudio Aquaviva, que admitía las particularidades de las regiones, de las personas y de los tiempos, de esta forma se generaron tanto los nuevos métodos históricos como las concepciones elaboradas dentro de las modernas historiografías55. 53  Pedro de mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, 1957. Noticia Breve proemial, I, 22. 54 Francisco mateos. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, I (1944), 83. 55  Un modelo de adaptación es el desarrollado por Dante A. Alcántara bojorge. “El proyecto historiográfico de Claudio Aquaviva y la construcción de la Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva España a principios del siglo xvii”. En: Estudios de Historia Novohispana. México, 40 (2009) 57-80. Como marco de referencia

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En este contexto, podemos afirmar que Mercado pudo tener acceso a las siguientes Cartas Annuas de la Provincia del Nuevo Reino: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.

1604/1605 Anónima56. 1605 P. Diego de Torres57. 1609 P. Gonzalo de Lyra58. 1613 P. Gonzalo de Lyra59. 1616 P. Manuel Arceo60. 1619/1621. P. Florián de Ayerbe?61. 1642/1652. P. Gabriel Melgar62. 1645. P. Sebastian Hazañero63. 1655/1660 P. Hernando Cavero64. Con todo, Juan Manuel Pacheco ha tratado de verificar el uso que nuestro autor ha hecho de tales fuentes y anota: “El P. Mercado tiene el cuidado de advertir, de vez en cuando, que sus informaciones las debe a estas

para la evolución que sufrió la que denominaríamos “escuela histórica jesuítica”, nos remitimos a: Francisco de Borja Medina. “La historia de la Compañía de Jesús en la Biblioteca de la Academia Javeriana de Santa Fe de Bogotá, 1622-1767”. En: José Del Rey Fajardo y Myriam Marín Cortés (Edits.). La biblioteca colonial de la Universidad Javeriana comentada. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Archivo Histórico Javeriano (2008) 559-636. 56  arsi. n. r. et q., 12-1. 57  arsi. n. r. et q., 12-1, fols. 1-23. 58  arsi. n. r. et q., 12-1. 59  arsi. n. r. et q., 12-1. 60  arsi. n. r. et q., 12-II, fols. 111-190. 61  Archivo de la Academia de la Historia. Madrid, t. 129, fols. 257-289. 62  arsi. n. r. et q., 12-1, fols. 1-22. 63 Sebastián Hazañero. Letras annuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año 1638 hasta el año de 1643. Zaragoza, 1645. [Impresa]. 64  apt. Fondo Astráin. Leg. 4,

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anuas65. Pero parece no conocer las cartas de los PP. Diego de Torres y Gonzalo de Lyra, referentes a los primeros años de la Provincia, sino a través de los extractos y resúmenes que de ellas se publicaron en Europa66. No cita pero sí utiliza las extensas cartas anuas de los PP. Sebastián Hazareño y Gabriel de Melgar, editada la primera en 1645 en Zaragoza, y escrita la segunda en 1652”67. Las Cartas necrológicas significan una de las fuentes de inspiración más frecuentadas por Mercado; podemos decir que todas sus biografías las ha elaborado con base en estas narraciones que se solían redactar a la muerte de cualquier jesuita para informar a la Provincia sobre la persona, la vida y la

65  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito “En las Annuas del año 1605 se escribe...” (I, 283). “En las Annuas de los años de once y doce hallo una mención” (II, 211). “Todo el sucesso y toda la resulta de su ida no quiero encomendarla a mi pluma, sino trasladarla de la suya que está escrita en las Annuas del año de 1628” (III, 18), etc. 66  Estas annuas alguna vez las cita en latín. Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito. I, 53. 67  Para Hazareño compárese, v. gr. Historia de la Provincia, I, caps. 39-40, pp. 123-126 y Hazañero. Letras Annuas, p. 169. Para Melgar: Historia de la Provincia, II, cap. 5, pp. 122-123. Con Melgar, Carta Annua, fol. 222; Juan Manuel Pacheco. Ob. cit., II, 313. Para clarificar más nuestro aserto reseñamos a continuación la lista de las cartas annuas del siglo xvii : 1605 Carta annua de los años 1604-1605. Anónima (escrita por uno de los primeros jesuitas que llegaron a Santafé. Cfr. Archivum Romanum Societatis Jesu (arsi. n.r. et q., 12-1); 1605 Carta annua por el P. Diego de Torres. 1609 Por el P. Gonzalo de Lyra (Cartagena. 20 de septiembre) (arsi. n.r. et q., 12-I); 1613 Por el P. Gonzalo de Lyra (Santafé, 6 de junio) (arsi. n.r. et q., 12-I); 1616 Por el P. Manuel de Arceo (Cartagena, 22 de julio) (arsi. n.r. et q., 12-II); 1621 Carta de 1619 a 1621 (Academia de la Historia de Madrid, tomo 129, fols. 257-289); 1643 Letras Annuas de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, desde el año de 1638 hasta el año de 1643, editadas por el P. Sebastián Hazañero en Zaragoza en 1645; 1652 Carta de los años 1642 a 1652 por el P. Gabriel Melgar (Santafé, 23 de octubre); 1660 Relación annua de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año de 1655 hasta el de 1660, por el P. Hernando Cabero (Archivo de la Provincia de Toledo. Fondo Astráin, leg. 4); 1690 Commentarii earum quae gesta sunt a patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno millesimo sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimum sexcentesimum nonagesimum. arsi. n.r. et q., 13-I (se presenta como una continuación de la Historia del P. Mercado.). Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 61. El 29 de febrero de 1692 escribía el P. General al P. Altamirano: “... y no habiéndose hecho [annuas] en más de cincuenta años [no es exacto pues existen las de 1652 y 1660] ni conservándose en papeles las noticias, no es de maravillar que ahora se hallen tan embarazados y aun imposibilitados para hacerlas”. Archivo de la Provincia de Toledo, leg. 132, fol. 42.

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obra de difunto68. En el volumen dedicado a los Llanos, el capítulo biográfico se presenta como el mejor y el más interesante de todos los aportes69. Lo mismo podríamos decir del colegio de Mérida70. También Mercado fue un testigo presencial de muchos hechos históricos. Si para el conjunto de su Historia se puede afirmar, en líneas generales, que es contemporáneo de los hechos que narra, o compañero o conocedor de muchos de los protagonistas de su obra71, quizá para la misión de los Llanos haya que rebajar un poco esta apreciación, ya que su afincamiento en Bogotá data de 1678 (cuatro años antes de comenzar su Historia) y Santafé era estancia obligada para todos los sujetos del Nuevo Reino. Probablemente en Tunja, antesala de las misiones llaneras, juegue un papel más decisivo en este aspecto que la capital del Nuevo Reino, si tenemos presente el corto número de misioneros y los cuatro lustros de ámbito histórico. Esto no impide que tuviese contacto con esa primera generación misionera y que a través de ella viese el devenir histórico llanero y orinoquense: “Yo he referido estos pocos de que me han dado noticias tres padres muy verídicos que conocieron al P. Cristóbal (Rield) y fueron sus compañeros”72. Finalmente, apela a su preocupación por buscar siempre la verdad y por ello recurre a las personas que para él pueden ser autoridad: “Para que se dé entero crédito a la copia de esta carta, es bien que se conozca su autor. Es el Padre Julián de Vergara…”73. Para las misiones del Marañón se sirvió

68  Un ejemplo muy ilustrativo lo presenta el colegio San Francisco Javier de Mérida, pues en su archivo reposaba una gran cantidad “Cartas de muertes y de edificación” recogidas en lo que los inventariadores de 1767 designaron como “Bulto 10”); José Del Rey Fajardo. La expulsión de los jesuitas de Venezuela (1767-1768). San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1990) 89-92. 69  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, II, 334-398. 70  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, II, 51-111. 71  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 221; III, 132; IV, 324. 72  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 393-394. 73  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 394.

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principalmente de la obra del P. Francisco Figueroa74. Sin embargo, quizá por su formación ascética, peca a veces de ingenuo. Por ejemplo, en el relato de la moneda que se convirtió en carbón75 y en el de las apariciones del demonio “vestido de negro y a caballo” y el ángel “que vestido de verde iba en un caballo blanco”76.

El manuscrito de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y sus vicisitudes

La biografía del manuscrito mercadiano es larga y complicada. En 1685 transportó a España el original el P. Juan de Segovia, procurador de la Provincia jesuítica del Nuevo Reino. A través de la correspondencia entre el General de la Orden y el Visitador de la Provincia del Nuevo Reino, que apoyaban la publicación, conocemos las primeras vicisitudes. Y por responder aquí a este punto [Historia de Mercado] y a los deseos de V.R. de que esta historia se imprima: el P. Juan de Segovia se embarcó sin dejar luz, ni noticia alguna de en dónde lo dejó. Cuando estuvo en esta casa a la congregación general, dijo que la había traído del Nuevo Reino a España para que se reviese e imprimiese [...]. Según V. R. ahora me escribe, el P. Segovia dice que la dejó en la Provincia de Toledo para que allí se reviese. Si apareciese y aprobase se avisará al P. Calderón para que trate de la impresión. El mismo cuidado que debió al P. Segovia esta Historia, debieron otros libros que trajo de esa provincia, de los cuales no dejó noticia alguna, ni se sabe dónde paran. Raras ideas del Hombre.77

74  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, IV, 208-240. 75  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito., II, 22: “Con esto se sosegó la mujer, y paareciendole a la muchacha que podía seguramente usar ya del real hurtado fue a sacaarlo del lugar donde lo tenía escondido y hallólo convertido en carbón, y no creyera la tal conversión si no hallara en el carbón impresos los sellos y marcas de la moneda”. 76  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 400-401. 77  Archivo de la Provincia de Toledo, leg. 132: General Tirso González a Altamirano, de febrero de 1692, 3º carta, fols. 42-43.

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Dos meses y medio más tarde, a 10 de mayo de 1692, escribía el P. Tirso González: “La Historia de la Provincia del P. Pedro de Mercado ha aparecido y se reverá en la Provincia de Toledo”78. Un segundo contratiempo surgió con la censura jesuítica. El 20 de diciembre de 1692 se dirigía Juan Bautista Lanciego al Provincial de Toledo en los siguientes términos: Los reparos todos que hacen los revisores en la Historia del Nuevo Reino son muy graves y dignos de hacerse y se debe corregir todo lo que se nota, así añadiendo todo lo que falta, como quitando todo lo que no es tan propio de esta historia. Recurrir al autor para la enmienda es cosa muy larga, y así el medio que se me ofrece es que vuestra reverencia elija aquel sujeto de su satisfacción a quien se entregue el manuscrito de la Historia y también copia de todos los reparos que le encargue, que la firme y perfeccione. Este es el caso en que es indispensable el darle un amanuense si le pidiere.79

Los reparos de la censura se centran en las siguientes advertencias: estilo muy desigual y empleo de “algunos vocablos que causarán disonancia”; echan de menos la biografía de san Pedro Claver; narra “cosas y casos que propiamente no tocan ni pertenecen a historia de la Compañía”; inserta la biografía y acciones de “algunos otros sujetos de tan cortas y ordinarias operaciones que sirven más de abultar que de ilustrar la historia con ellos”80. Tras la actitud de los censores y los deseos del P. General de que se publicase cuanto antes la obra inédita, el Provincial de Toledo encargó al P. José Cassani la reconstrucción de la Historia. A partir de este momento no volvemos a tener noticia sobre el paradero de los manuscritos de Mercado. Tres causas, a nuestro parecer, motivaron este anacrónico acontecimiento: las dificultades surgidas por la opinión de la “censura” de la Com78  Archivo de la Provincia de Toledo. Ibid., fol. 48. 79  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 336. 80  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 331-336.

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pañía de Jesús en España, con su consiguiente demora burocrática; la publicación en 1741 de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América del P. José Cassani sobre las misiones neogranatenses, que indiscutiblemente le hizo perder actualidad y la dejó desfasada; y finalmente, la expulsión de los jesuitas de América y España en 1767 provocó la persecución tanto de los miembros como del mismo nombre y recuerdo de la Orden y, en consecuencia, su proscripción del mundo oficial de la cultura. Después de la extinción de la Compañía de Jesús (1773), el historiador neogranadino pasó a formar parte oficial del olvido, hasta que en 1934 el Dr. Enrique Otero D’Costa volvió a restaurar la preocupación en torno a la persona y la obra del ignorado jesuita criollo. En 1957, Jorge Luis Arango editó la obra por vez primera en la Biblioteca de la Presidencia de Colombia. A partir de este momento ha sido el concienzudo investigador colombiano P. Juan Manuel Pacheco quien ha dedicado la primera gran visión de conjunto de la figura extraordinaria, por su fecundidad, del siglo xvii neogranadino81. La edición colombiana de Mercado se ha elaborado con base en una fotocopia del original que reposa en la Biblioteca de la Lengua de Madrid. “Desgraciadamente el manuscrito no nos ha conservado en toda su integridad la obra del P. Mercado: hay una laguna en el capítulo primero del libro quinto, referente al colegio de Pamplona, que abarca el final de ese capítulo y el comienzo del siguiente82; y en la censura de la obra, hecha por los revisores de la Compañía se hace mención de la vida del padre Juan de la Peña, reprochándole las largas páginas que consagró a la madre de este83, vida que no se encuentra en el manuscrito”84.

81  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 301-316. 82  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 116. 83  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 335. 84  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 311.

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La visión de los seguidores de Pedro de Mercado Con todo, es preciso reconocer que los escritores neogranadinos posteriores mostraron un respetuoso aprecio. En 1741 escribía Gumilla: “por lo que mira a la solidez de la verdad, base principal y fundamento de la Historia, protesto que lo que no fuere recogido aquí de las dos Historias manuscritas por los Padres Mercado y Ribero, ambos varones de heroica virtud y venerables en toda mi provincia, serán noticias hijas de mi experiencia...”85. En ese mismo año 1741 escribía el P. José Cassani en la dedicatoria de su obra a la Provincia del Nuevo Reino: “La Historia que de esa Provincia escribió el Padre de Mercado; la difusa y menuda relación que de sus misiones formó el P. Juan Rivero [...] a mi me han sido pauta para llevar derechos mis renglones, sin torcer cláusula alguna en que me aparte de la verdad”86. Pese a ello, nos sorprende el mutismo de Rivero respecto a la obra histórica de Mercado. En su prólogo a la Historia de las Misiones (1729) se apresura a decir: Quien revolviese atentamente los papeles y cartas del archivo, pertenecientes a las misiones, me cogería con el hurto en las manos a cada paso, hallando al pie de la letra lo que se escribe aquí, verdades que restituyo fielmente a sus dueños [...] reducidas a método y puestas en su lugar, habiéndolas entresacado de muchos papeles sueltos, en lo que sudé no poco, atendiendo a la serie de los años y a otras circunstancias necesarias en semejante obra.87

Sin embargo, en una sola ocasión cita Rivero a su colega riobambeño, actitud que no deja de extrañarnos, dada la exactitud y meticulosidad 85 José Gumilla. El Orinoco ilustrado. Madrid (Edición del P. Baile), sin fecha; p. 32. 86 José Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Descripción y relación exacta de sus gloriosas misiones en el Reyno, Llanos, Meta y Río Orinoco. Almas y terreno que han conquistado sus misioneros para Dios, aumento de la christiandad y extensión de los dominios de su Magestad Catholica. Madrid, 1741. Dedicatoria a la Provincia del Nuevo Reyno. 87 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, 1956 (Biblioteca de la Presidencia de Colombia), XIV.

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con que el autor de la Historia de las Misiones suele indicar las fuentes de inspiración88. Al estudiar más adelante la obra de Rivero nos pronunciamos por una fuente común, anterior a ambos. Esta suposición nos lleva a otra revisión de las fuentes jesuíticas del siglo xvii. No obstante, como hasta los momentos desconocemos el texto o los textos que sirvieron de fuente documental común tanto a Mercado como a Rivero, consideramos necesario el cotejo de ambos autores, hasta tanto se dilucide y se conozcan los manuscritos inspiradores de ambas historias. A continuación establecemos, a doble columna, la estructura comparativa por capítulos de los pasajes paralelos: Mercado I. Dase noticia de aquellos territorios.

Rivero Dase noticia de estos territorios

Podemos decir que el libro I de Rivero apenas contiene algunos datos fundamentales de historia. En contraposición a Mercado, dedica quince capítulos de los veintidós de que se compone este primer libro, a un estudio previo y ambiental de lo que va a ser el paisaje y el hombre en la geografía de las misiones jesuíticas. Dentro del ámbito de la geografía humana, la experiencia misionera de Rivero se trasparenta desde el primer momento.

88  Rivero. Historia de las Misiones, 268. “Lo referido hasta aquí, se dice más difusamente en la historia de esta Provincia, que compuso el P. Pedro de Mercado, la cual se llevó a imprimir a España, con excepción de algunas circunstancias particulares que llevo dichas”.

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II. Encárgase la Compañía de la doctrina Chita y tres pueblos de los Llanos

XVII. Entran nuestros primeros misioneros a la serranía de Morcote, pueblos que fundan y trabajos que padecieron

III. Asistencia fructuosa del Padre Diego de Acuña en Morcote IV. Reside con gran fruto de los indios el padre Josef Dadei en Támara V. En Pauto trabaja apostólicamente el P. Domingo de Molina

Mercado ha utilizado para esta época fuentes diferentes a las de Rivero, quien por su parte se apresura a escribir: Las noticias que tenemos de los primeros Padres que entraron a la serranía de Morcote, y de lo que trabajaron con estos indios en los años que estuvieron en las misiones, son tan diminutas y cortas, por haber pasado casi un siglo hoy, que me habré de limitar a las pocas que hallé registradas en diversos papeles que por casualidad encontré, en los cuales consta que esta entrada tuvo lugar antes del año de 1629.89

También Rivero explica largamente en su capítulo XVIII las causas de la expulsión de los jesuitas en 1629 en las misiones de los Llanos, mientras que Mercado se contenta con decir: En ellos perseveraron hasta que los sacó de ellos el Superior de esta provincia por justas razones.90

89  Rivero. Historia de las Misiones, 60. 90  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito…, cap. V.

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Libro II VI. Envíanse dos exploradores a los Llanos y se da asiento a sus misiones

II. Entran a explorar los Llanos desde la ciudad de Santafé el P. Francisco de Jimeno y el P. Francisco Álvarez

A partir de este momento, Rivero sigue el esquema de Mercado que va ampliando sin embargo con bastantes datos nuevos y con preciosas descripciones etnográficas. Mercado señala como fecha de partida el 1660, cuando en realidad es el 165991. Los capítulos III y IV constituyen una prolongación del II. VII. Sentimiento de los de Tópaga y V. Entran nuestros misioneros a los partida de los misioneros a Llanos y principian sus fervores con los Llanos los gentiles

Entre los fundadores no cita Mercado al P. Juan Fernández Pedroche; Rivero se extiende en la presentación del P. Antonio Monteverde y en la ubicación de los misioneros. VIII. Del Pueblo de San Salvador del Puerto y cómo los Padres cuidaron de que se vistiesen los indios y que dejasen sus agüeros

VI. De los ritos, costumbres, usanzas y supersticiones de la nación achagua

El capítulo XII: de las labranzas de los indios, no lo encontramos en Rivero, quien por su parte aduce observaciones personales muy interesantes.

91  Rivero. Historia de las Misiones, 79.

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XIV. Fundan los Padres de la Compañía el pueblo de Nuestra Señora de Tame

IX. Modo cómo se fundaron los pueblos de Casanare y Tunebos y se adelantó el de Tame

El paralelismo comienza en la última parte del capítulo IX de Rivero y se prolonga en los comienzos del X. Mercado no baja a detalles; se contenta con una síntesis resumida del hecho; no dice nada de la existencia de la ciudad Espinosa de las Palmas92. XV. Qué son cayenes y lo que hacen VIII. Abusos, costumbres y los giraras en ellos supersticiones de la nación girara y los aíricos

A veces da la impresión de que Mercado no diferencia bien entre achaguas, aíricos y giraras. XVI. Ampara la Virgen a los giraras X. Penetran los padres a las de su Pueblo de Tame en una montañas del río Ele en demanda invasión de sus enemigos de unas parcialidades de Giraras y los agregan a Nuestra Señora de Tame XVII. Modo bárbaro con que celebran las paces XVII. Reducen los padres a los Giraras de Ele al pueblo de Tame

No encontramos rastro en Mercado del capítulo XI de Rivero: “Disturbios que padecieron nuestras reducciones por este tiempo ocasionadas por los encomenderos, por nuestros émulos y por los indios”. 92  Rivero. Historia de las Misiones, 126.

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Este tema se repite con bastante frecuencia en Rivero. XIX. Auméntase el pueblo de Cfr. el comienzo del Cap. IX. Nuestra Señora del Pilar de Patute. XX. Fundación del pueblo de San XII. Tratan nuestros misioneros de Francisco Javier de Macaguane. fundar a los Aíricos en las riberas del Macaguane; nueva salida de 450 almas y entrada del P. Monteverde a poblarlas

Indudablemente, Rivero ha utilizado, además de Mercado, diversas fuentes nuevas; una confirmación la encontramos en el capítulo XIII, que no se encuentra en Mercado. XXI. Trata un cacique de matar al P. XVIII. Nuevos disturbios que Doctrinero de los ayricos padecieron nuestras reducciones de Macaguane y Tame, peligra la vida del P. Jaimes y la reducción de los aíricos, y los libra Dios con singular providencia

Hay que tener en cuenta que el capítulo XVIII de Rivero responde solo en su segunda parte a los capítulos XXI y XXII de Mercado. XXIII. Danse noticias de los guahibas y chiricoas

XIV. Trata el P. Monteverde de fundar a los guagivos y chiricoas; dase noticia de estos indios y de sus propiedades y costumbres

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XXIV. Fúndase con los indios dichos el pueblo de Nuestro Padre San Ignacio

XXV. Fórmase la reducción de San Josef de Aritagua y por justas razones se demuele XXVI. Qué cosa son las quiripas

XV. Entran nuestros misioneros en los Llanos fundándose dos reducciones de chiricoas y guajivos; trabajos de los Padres en agregarlos y varias alteraciones de estos indios XVI. Penetra el P. Alonso de Neira el río de Casanare; entra por las ciénagas y río de Aritagua y forma en este sitio la reducción de los Achaguas de San José

Mercado no señala las diversas etapas de la fundación y fracaso de Atanarí. Tampoco filosofa o razona misionalmente; Rivero aprovecha la ocasión para plantearse una problemática que sin duda fue crucial para los dirigentes misionales del tiempo de la Colonia: ¿conviene multiplicar las reducciones, o más bien atender a un grupo piloto que fuese absorbiendo toda la población disgregada o nómada? Rivero se decide por la solución de Neira, que consistía en “no formar poblaciones chiquitas, en las cuales sería más el ruido que las nueces; además de multiplicar los operarios que las cuidasen, con gastos más crecidos”93. A continuación se suceden una serie de capítulos en Rivero XIXXXV, que o se encuentran en el tomo I de Mercado, o son aportaciones totalmente nuevas: Mercado, I, 472 (una parte mínima) Mercado, I, 464 y ss. Mercado, I, 187 y ss.

Rivero: Libro II, c.19. Rivero: Libro II, c.20. Ribero: Libro II, c.23. Los capítulos 21, 22, 24 y 26 son totalmente independientes

93  Rivero. Historia de las Misiones, 164.

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Con el capítulo XX de Rivero tocamos uno de los problemas más delicados de la historiografía jesuítica. ¿Por qué no habla Mercado de Guayana en la exposición de su Historia? También nos sorprende el hecho de que en sus biografías coloque al P. Ellaruri en el colegio de Tunja y no en la misión de los Llanos. En contraste con todo esto, en las biografías de Monteverde y Mesland nos aporta datos interesantísimos sobre la acción de estos dos hombres, incluso durante su etapa francesa, que evidentemente no han sido recogidos por Rivero. XXVII. Fundación del pueblo de San Joaquín de Atanarí

XXV. Funda la reducción de San Joaquín de Onocutare el P. Alonso de Neira

LIBRO III XXVIII. La causa por qué los indios II. Cfr. la última parte rehusaban las aguas del santo baptismo XXIX. La aspereza del camino que XXV. Funda la reducción de San hay desde el puerto de Casanare Joaquín de Onocutare el P. Alonso hasta Onocuturi y Atanarí de Neira. (Este capítulo pertenece al libro II)

Rivero en este capítulo XXV fusiona los capítulos XXVII y XXIX de Mercado. Hay que resaltar que el último párrafo de Mercado en el que habla del río Atanarí, lo ha suprimido Rivero, probablemente a causa de las inexactitudes geográficas. A continuación concluye Rivero su libro II haciendo un balance de los cuatro últimos años misionados, con base en un informe de Monteverde.

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XXX. Sale uno de la Compañía en busca de los indios salivas y agréganse otros a San Joaquín de Atanarí. XXXI. De los salivas y del cabo de año que hacen a sus difuntos.

III. Embárcase uno de nuestros misioneros para la nación saliva, que estaba cerca de las bocas del Orinoco. No tiene efecto esta peregrinación, por haber sido siniestras las noticias, y se agrega al pueblo de Atanarí una parcialidad de achaguas

A partir del libro III, el texto de Rivero se va independizando paulatinamente del texto de Mercado, manteniendo una altura informativa que no decae nunca; en el historiador riobambeño por el contrario, conforme nos aproximarnos al año 1682 (fecha en que redacta su Historia) se evidencia un declive permanente, para concluir en una serie de capítulos edificantes. XXXII. Del fruto espiritual que conseguían los doctrineros de Atanarí

IV. Sitian naciones enemigas a nuestros achaguas de Atanarí, danse diversas batallas por casi tres meses; padecen los padres muchos trabajos y peligros, y los libra Dios con especiales providencias

XXXIII. De algunas invasiones que hicieron los guahibas y chiricoas contra el pueblo de San Joaquín XXXIV. Matan los ajaguas a un hijo de Bacacore y trata éste de la venganza

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XXXV. Cómo se animaron los indios a socorros de la Virgen

XXXVII. Vencen en batalla los ajaguas a los guahibas y es ajusticiado su capitán Bacacore

V. Dase una batalla sangrienta entre los achaguas, guajibos y chiricoas cuyo cacique Bacacore tira a matar a uno de los padres; muere ese mismo día el infeliz Bacacore con otros cuatro capitanes de los guajivos.

XXXVIII. Acometen los ajaguas a los contrarios y alcanzan segunda victoria campal XXXIX. Vuelven los ajaguas victoriosos a su pueblo y al cabo de algún tiempo lo dejan por justas razones

VI. Dan cuenta los padres de sus peligros al Provincial y piden socorro al Superior de las misiones; determina éste con los demás misioneros, que salgan a Casanare; padecen inmensos trabajos en su peregrinación hasta llegar al Puerto.

XL. Asalta a los peregrinos el mal VII. Prosigue la peregrinación del de viruela y sin embargo prosiguen pueblo; contágianse los indios y llegan a San Salvador del Puerto caminantes de viruelas, por cuya causa desmayan y quieren volverse a sus tierras; anímanse a proseguir, y trabajos excesivos de todos, hasta llegar el puerto de San Salvador.

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Solo el último párrafo del capítulo VI de Rivero corresponde a Mercado. Prácticamente podemos decir que acaba aquí la Historia del P. Mercado. Los capítulos restantes, 41 a 45, más bien parecen un apéndice a la estructura general de su Historia; así como la “Copia de una carta en que se da noticia de la muerte violenta de los padres Ignacio Fiol, Gaspar Bek e Ignacio Tohebast”, añadida al final del libro en 1684.

Libro IV XLI. Van cuatro misioneros al Orinoco

II. Llegan misioneros de España a la ciudad de Santafé; entran cinco al Orinoco y forman siete reducciones

A Mercado se le escapa ya toda la cronología misional de la entrada jesuítica al Orinoco, aunque bien es verdad que en parte sus biografías vendrían a suplir algunas lagunas. Al hablar de esta entrada, Rivero señala seis misioneros y no cuatro como Mercado: Ignacio Fiol, Cristóbal Radiel, Gaspar Bek, Agustín de Campos y Julián Vergara94. XIII. Providencia divina en dar sustento y conservar la vida de un misionero

XLIII. Trazas de que han usado los misioneros para introducir en los gentiles la fe

XLIV. Del modo con que un misionero enseñó a tener oración mental a los ajaguas y de algunas acciones victoriosas de éstos

94  Rivero. Historia de las Misiones, 261.

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XLV. De un motín de los giraras por no pagar tributo y de su reducción por un espanto - Vida del padre Diego de Acuña, insigne misionero de algunos pueblos de este Nuevo Reino - Vida del padre Dionisio Mesland - Vida del padre Antonio de Monte-verde - Vida del padre Antonio Gastan - Vida del padre Francisco de Ubierna - Vida del padre Cristóbal Riedel - Copia de una carta en que se da noticia de la muerte violenta de los Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bek, e Ignacio Teobast El estudio comparativo de los textos lanzaría como primer resultado la influencia orgánica del escritor riobambeño en el misionero de los Llanos, aunque hay que reconocer que no se trata de una dependencia incondicional ni exclusiva. El punto de partida de Rivero pareciera ser la obra de Mercado, sobre la que reflexiona, abre nuevas perspectivas y enriquece con fuentes documentales distintas y experiencias propias; sin embargo, toma cuerpo la posibilidad de que haya habido una o varias fuentes comunes a ambos y por ende anteriores a Mercado.

Los criterios históricos de Mercado Una consideración especial exige el análisis de los criterios con que Mercado redactó su obra histórica. El jesuita riobambeño es ante todo un maestro de la vida ascética, en la que cree verticalmente y a la que dedicó integralmente su vocación sacerdotal. Así pues, su Weltanschaung se configura con categorías y 127.

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valores específicos del mundo espiritual y su obra de escritor hay que considerarla como la prolongación de ese diálogo personal e íntimo, propio de la dirección de almas, que se plasma luego en palabra escrita para perpetuar en la memoria del lector la necesidad de la práctica de las virtudes. El P. Francisco Mateos captó plenamente la realidad de esta vertiente mercadiana: En las numerosas biografías de varones ilustres, se ve el arte del maestro espiritual que sabe discernir y valorar en materia de virtudes y perfección cristiana y pone de relieve lo que se lo merece; y, asimismo, en los innumerables casos que refiere del ministerio apostólico sobre conversiones de pecadores, castigos de pecados y otros análogos, se transluce el instinto moralizador del escritor ascético.95

La ascesis, como es natural, genera en el asceta no solo una actitud depurada de la vida, sino también conciencia moralizadora permanente, la cual penetró en el siglo xvii los criterios históricos de los cronistas religiosos, hasta adoptar un estilo atormentado por la necesidad del panegírico para edificar espiritualmente a los lectores y así estimular, mediante el buen ejemplo, la praxis de la vida moral de la república. Baste con recordar a Fray Pedro Simón en los relatos que dedica a los franciscanos en sus Noticias historiales y a Fray Alonso de Zamora O. P. en su Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de Granada. Por ello, muy acertadamente acota el P. Juan Manuel Pacheco: Se callan sistemáticamente los sucesos desagradables, se disimulan de tal modo los defectos que cree el lector encontrarse en una provincia de santos, merecedores todos del honor de los altares.96

Otra consecuencia que se deriva del espíritu de edificación es la excesiva credulidad frente a lo que otros le narraban o escribían. Algunos ejemplos 95 F. Mateos. “Movimiento histórico en Colombia”. En: Razón y Fe. Madrid, 157 (1958), 620. 96  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 312.

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de la credulidad mercadiana los recoge el jesuita colombiano Juan Manuel Pacheco: “Relatos como el de la moneda que se convirtió en carbón97 y el de las apariciones del demonio «vestido de negro y a caballo» y del ángel «que vestido de verde iba en un caballo blanco»98 hoy nos hacen sonreír”99. El primer juicio crítico sobre la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús lo emitió el P. José Cassani en 1741: Esta historia, ya concluida, se revió y examinó muy despacio en la Provincia, y sobre el terreno se acrisoló su verdad, y pasó con todas las pruebas que se hicieron exactas de su legitimidad. Por lo que refiere de lo interior de la Provincia, como de esto era testigo de vista, puso con seguridad la pluma en el papel, como también en las Vidas de los Varones Ilustres, que ingirió, aun que en muchos de estos, por prudentemente detenido, se quedó demasiadamente diminuto. No logró tanto acierto en la Relación muy sucinta que hizo de las misiones, porque en ella se gobernó por noticias, y el empeño de hablar siempre la verdad y el miedo de no exponerse tal vez a referir lo menos cierto, le obligo a quedarse muy corto.100

Para concluir, hacemos propio el juicio definitivo general que sobre la obra histórica mercadiana emitió su primer editor: No es la historia del Padre Mercado una historia crítica. Trató es cierto de allegar el mayor número de documentos posibles, y no raras veces se lamenta de no haber hallado más informaciones y de no poder dar el nombre exacto de las personas y de los sitios. Pero está aun lejos de satisfacer todas las exigencias de la moderna historiografía.

97  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 22. 98  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 400-401. 99  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 314. 100 José Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América, 32-33.

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Más que el de historia conviene a la obra del Padre Mercado el nombre de crónica. Se esmera en ella por presentar la actividad externa de los jesuitas en Colombia y Ecuador, la fundación de sus colegios, sus misiones y predicaciones, el fruto logrado en sus ministerios, etc., con miras de edificación [...] La historia interna de la Compañía de Jesús está casi del todo preterida. Por el Padre Mercado nada hubiéramos sabido de las visitas a la Provincia de los Padres Rodrigo de Figueroa y José de Madrid; ni de los ruidosos pleitos de los jesuitas con el arzobispo de Santafé, don Bernardino de Almansa; ni del llamamiento a España del Padre Gaspar Cujía, por motivo de los disturbios producidos en Santafé con ocasión de la visita de don Juan Cornejo a la audiencia. Pero esto no quiere decir que no tenga grandes méritos la obra del Padre Mercado. En ella se encuentran preciosas noticias, que en vano se buscarán en otras fuentes. Como contemporáneo de los hechos que narra y compañero de muchos de los biografiados, su autoridad es indiscutible.101

101  Juan Manuel Pacheco. “Padre Pedro de Mercado”. En: Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía, de Jesús. Bogotá, I (1957), 12-13.

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3. Matías De Tapia (1657-1717)1

El proceso seguido por la obra escrita del P. Matías de Tapia nos obliga una vez más a enfrentarnos con el problema de las fuentes históricas. Conocido, citado y valorado por sus contemporáneos, su acceso al mundo bibliográfico no se realiza, por el contrario, sino a fines del siglo xix, y de una manera tímida e imprecisa.

Datos biográficos Para la reconstrucción de la biografía de este jesuita de Antioquia hemos tropezado con bastantes dificultades. El nombre del ignaciano antioqueño se encuentra ignorado por las historias jesuíticas e incluso por los menologios, tan prolijos en recoger noticias de jesuitas más o menos ilustres2. 1 José Del Rey Fajardo. “P. Matías de Tapia (1657-1717)”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (Biblioteca Nacional de la Historia, vol. 79) 1966, pp. LXVII-LXXX. Ídem. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela Colonial. Caracas (1974), 534-536. Obras Completas de la Madre Francisca Josefa del Castillo (Introducción, notas e índices elaborados por Darío Achuri Valenzuela). Bogotá, I (1968), pp. I-XXII-LXXV. Carlos E. Mesa. “Escritores Antioqueños de la Colonia”. En: Boletín de la Academia Colombiana, t. XX (Bogotá, 1970), nº 82, pp. 162-166. José Del Rey Fajardo. “El P. Matías de Tapia (1657-1717)”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia, 1625-1767. San Cristóbal, I (1992) 307-314. 2  Hemos revisado diversos menologios impresos; el más completo es el del P. Elesban Guilhermy, Ménologe de la Compagnie de Jésus. París, 1867-1904, 14 vols.

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El P. Aloys de Backer se contenta con decir “jesuita español, misionero de América, al comienzo del siglo xviii; era procurador de Nueva Granada”3. Algunos datos más aporta Carlos Sommervogel: “nacido en Aburrensis en Indias en 1657, admitido el 27 de septiembre de 1675, fue misionero, tres veces Rector y procurador (sic) en Nueva Granada. Murió en Cádiz el 28 de julio de 1717”4. Desde luego, esta síntesis de Sommervogel es bastante exacta. El P. Matías de Tapia es el hermano mayor de cuatro jesuitas: Diego, Francisco y Andrés. Diego de Tapia (1666-1740)5. Representa la iniciativa antioqueña en el manejo de los asuntos administrativos y gerenciales. Tras una estancia en las misiones de Casanare en torno al año 16916, a partir de 1702 se vincularía a la dirección de los colegios de: Mompox (1702-1709)7, Mérida (1710-1713)8 y (1715-1716)9 y Tunja (1721-1723)10. En un orden superior de

3  Backer. Bibliothèque des écrivains…, III, 1059-1060. 4 Carlos Sommervogel. Bibliothèque…, VII, 1867. 5 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 661-663. 6  A pesar de que el Catálogo de 1702 (arsi. n. r. et q., 4, fol., 42v) no hace alusión a este ministerio, sin embargo, sí lo reseñan los posteriores: Catálogo de 1711 (Ibidem, fol., 82); Catálogo de 1718 (Ibidem, fol., 157); Catálogo de 1736 (Ibidem, fol., 226). 7  anb. Notaría 2, t. 91 (1702-1703), fol. 108v; t. 98 (1709), fol. 195. anb. Curas y Obispos, t. 20, fol. 344. Su residencia en Mompox es anterior a su rectorado (arsi. n. r. et q., 4, fol. 42v). 8  arsi. n. r. et q., 4, fol. 82: “ViceRector a die 2 januarii 1710”. En 1713 se inicia como Rector el P. Nicolás de Aguilar (arsi. n. r. et q., 4, fol. 117v). 9  arsi. n. r. et q., 4, fol. 135v. Catálogo de 1715. Su segundo rectorado merideño lo interrumpió al ser llamado por el Provincial P. Ignacio de Meaurio para ejercer el cargo de Secretario de la Provincia en 1716 (Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 174). 10  Biblioteca Nacional de Bogotá. Mss. 105. Libro de la Iglesia y Sacristía del Colegio de Tunja, fols. 129v-130 (el lapso recogido va de mayo de 1721 a septiembre de 1723).

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gestión, se desempeñó como Secretario de Provincia (1716-1720)11 y como Provincial (1726-1730)12, y como tal visitó las misiones de los Llanos de Casanare13. Poco antes debió de ser enviado como visitador14. En 1728 encarga al P. Juan Rivero la redacción de la Historia de las misiones15. Rector de la Universidad Javeriana de 1730 a 173416. En 1733 —escribía el General de la Orden al Provincial— la cátedra de Sagrada Escritura “… está muy caída, y que ya no se tienen aquellas públicas funciones de ella que se hacían antes”17. También debemos señalar que en ese mismo año el General de la Compañía hacía hincapié en las deficiencias en el estudio de las humanidades: “… nuestros hermanos estudiantes, con sola una medianía de gramática y sin saber poesía y retórica, son señalados para los estudios mayores de filosofía y teología”. También critica la actitud de algunos profesores que se contentan con repetir lo que enseñaron en años anteriores e incluso de no bajar a clase. Y añade: “Todo esto, si es así, cede en perjuicio no pequeños de nuestros estudios y de nuestros estudiantes. De V. R. las providencias que juzgare más convenientes para el efectivo remedio”18. 11  arsi. n. r. et q., 4, fol. 157. Catálogo de 1718. En la Congregación Provincial de 1720 asiste en su calidad de Secretario de la Provincia (arsi. Congregationes Provinciales, t. 88, fol. 322). A fines de 1716 debió visitar el colegio de Mérida (aucab. Libro de Consultas, fol. 34. Consulta del mes de enero de 1717). 12  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 215-224. El 12 de marzo de 1727 visitaba como provincial, en compañía del P. Carlos Anisson, la hacienda de Tocaría (anb. Curas y Obispos, t. 8, fol. 690). 13  Rivero. Historia de las Misiones. Libro VI, cap. 6. 14  Rivero. Historia de las Misiones. Libro VI, cap. 4. 15  Rivero. Historia de las Misiones. Cfr. Protesta del Autor. 16  apt. Leg., 132, fol. 289v; 301. anb. Notaría 3, t. 169 (1733), fol. 41. Durante el año 1734 aparece firmando y presidiendo como rector los actos de grado de la Javeriana (Archivo de San Bartolomé. Libro de Grados: 17331756, fols. 1-19). 17  apt. Leg., 132, fol. 331v. Carta del P. Retz al P. Francisco Antonio González. Roma, 15 de septiembre de 1733. 18  apt. Leg., 132, fol. 324. Carta del P. Francisco Retz al P. Francisco González. Roma, 15 de septiembre de 1733: “… y que en algunos maestros no hay el celo y aplicación que se requiere, repitiendo en formales términos las materias de otros, y a veces no bajando a la clase, sino dando el cartapacio al hermano bedel para que dicte”.

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Andrés de Tapia (1671-1716)19, antioqueño, había nacido el 30 de noviembre de 167120 e ingresado en la Compañía de Jesús, en Tunja, el 27 de abril de 168921. Provenía del Colegio Mayor de San Bartolomé donde había estudiado tres años de Filosofía22. Tras su bienio de noviciado siguió su currículum teológico en la propia Universidad Javeriana (1691-1695)23. Al claustro javeriano dedicaría prácticamente toda su vida intelectual. Tuvo sus comienzos en la Facultad de Artes (1701-1704)24 y de inmediato recorrería todos los peldaños de la Facultad de Teología: Moral (1704-1707), Vísperas (1707-1711)25 y Prima (1711-1715)26. De 1713 a 1715 estuvo al frente del Colegio de San Bartolomé27 y de forma paralela se desempeñó como Prefecto de Estudios de la Universidad Javeriana28. Destinado a Cartagena, falleció en la ciudad caribeña el 9 de octubre de 171629. Para Francisco nos remitimos a la síntesis biográfica que le dedicaron las Cartas Anuas de los años 1691-1693: “El día 31 de enero de 1694

19 José Del Rey Fajardo. Catedráticos jesuitas…, 313. 20  arsi. n. r. et q., 4, fol. 59v. Catálogo de 1711. 21  arsi. n. r. et q., 4, fol. 7v. Catálogo de 1691. 22  arsi. n. r. et q., 4, fol. 7v. Catálogo de 1691. 23  arsi. n. r. et q., 4, fol. 44. Catálogo de 1702. 24  arsi. n. r. et q., 4, fol. 44. Catálogo de 1702: “Docuit grammaticam. Nunc Philophiam”. 25  arsi. n. r. et q., 4, fol. 59v. Catálogo de 1711. 26  arsi. n. r. et q., 4, fol. 57. Catálogo Breve de 1711: “Professor Theologiae primarius”. 27  arsi. n. r. et q., 4, fol. 119v. Catálogo de 1713: “San Bartolomé: Rector”. José Restrepo Posada. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”, 97. 28  Jaramillo Mejía. Real Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé, 332. 29  arsi. n. r. et q., 4, fol. 142. Supplementum primi et secundi Catalogi huius Provinciae Novi Regni confectum a die 26 Decembris 1715 ad diem 1 Septembris 1718.

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murió en el colegio de Tunja el Padre Francisco de Tapia30 natural de Antioquia, ciudad de este Reino. No llegó a cumplir 25 años de edad pero de él nos podemos prometer lo que de el justo [dice] el Sabio Si morte praeocupatus fuereis in refrigerio erit31. Porque verdaderamente en tan pocos años logró los frutos de virtud que hicieran recomendable una muy larga vida. Entró en la Compañía con grande opinión de ingenio habiendo estudiado las Artes y dos años de Teología en nuestro Colegio Seminario de San Bartolomé con crecidas ventajas a sus condiscípulos y concolegas. Pero no era ésto lo más estimable sino el crédito que tenía de virtuoso. En su natural dócil y apacible asentó admirable la educación de sus nobles y virtuosos padres, los cuales criaron al Padre Francisco y sus hermanos como que los criaban para Dios un noviciado de la Compañía. Era su casa donde se habituaban en las virtudes que había de practicar siendo religiosos y en los ejercicios de oración, meditación, [leción espiritual y otros. Entre hermanos y hermanas fueron nueve los que se abrazaron con la cruz de el estado religioso. Tres32 viven aún e ilustran con sus virtudes y prendas ésta nuestra Provincia”33. Matías de Tapia nació en Medellín el 25 de octubre de 165734; después de haberse graduado en Filosofía35 ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de septiembre de 167536. 30  Francisco de Tapia: c. 1669: Antioquia-31 de enero de 1694: Tunja. Véase: José Del Rey Fajardo y Felipe González. Los jesuitas en Antioquia 1727-1767. Aportes a la historia de la cultura y el arte. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2008) 204. 31  Sabiduría, 4, 7: “Mas si el justo, aunque sea arrebatado de la muerte prematura, estará en lugar de refrigerio”. 32  Se refiere a los PP. Matías, Diego y Andrés. 33  apt. Fondo Astráin. Leg., 5. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contienen los años de 1691. 92 y 93, fols. 228-228v. 34  arsi. n. r. et q., 4. Catálogo, 1711, fol. 77. 35  Ibidem. 36  arsi. n. r. et q., 3. Catálogo, 1678, fol. 315.

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Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad Javeriana como convictor del Colegio Mayor de San Bartolomé37 y así le hicieron adelantar en la carrera jesuítica, de tal manera que el año 167838 lo encontramos estudiando la teología en Bogotá a los veintiún años. Según este ritmo, en 1681 debió de haber acabado con satisfacción sus estudios teológicos. Hay tres lustros en su biografía que resultan bastante opacos para la Historia: se trata del espacio de tiempo comprendido entre 1683 y 1700. El curriculum vitae que nace con el siglo xviii es mucho más definido. El primer problema consiste en ubicar su estancia en las misiones; a pesar de que ni Rivero ni Gumilla nos hablan de un Tapia misionero, sin embargo, el autor del Mudo Lamento lo atestigua expresamente: “Pero contemplando yo, como quien ha estado tres veces en dichas Misiones, las dos como Misionero, embiado por los superiores y trabajado en ellas; y la tercera para otros fines de la obediencia”39. Nos inclinamos a creer que por lo menos las dos estancias de misionero tuvieron que realizarse entre 1684-1691 y 1703-1707. La tercera “para otros fines de obediencia” bien podría colocarse en su tiempo de Ecónomo de la Provincia del Nuevo Reino o durante su permanencia en el Colegio de Mérida a finales de siglo. En efecto, de los diecisiete últimos años con que se concluye el siglo xvii es muy poco lo que podemos sdeducir de los catálogos jesuíticos. En 1684 vive en el Colegio de Santafé40; siete años más tarde trabaja en el Cole-

37  “Lista de ilustres alumnos del oColegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomè de Santafé de Bogotá, en este Nuevo Reyno de Granada, con información dada ante el esxcelentísimo señor virrey don Antonio de la Pedrosa y Guerrero [...] de las cuales consta ser crecido el número de hijos del colegio útiles a la Santa Iglesia y al Estado, condecorados con mitras, togas, prebendas y otros empleos de primera graducación en lo eclesiástico y secular. Año de 1719”. En: Guillermo Hernández De Alba. Documentos para la historia de la educación en Colombia. Bogotá, Patronato Colombiano de Artes y Ciencias. Colegio Máximo de las Academias de Colombia. Bogotá, III (1976) [53-106] 79. 38  arsi. n. r. et q., 3. Catálogo, 1678, fol. 315. 39  Tapia. Mudo Lamento, fol. 12. 40  arsi. n. r. et q., 3. Catálogo, 1684, fol. 348.

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gio de San Bartolomé en la misma Bogotá41. Y en 1696 lo vemos actuar como Ecónomo de la Provincia yendo a Popayán a recoger $30.000 provenientes de la provincia jesuítica de Quito42. En esta larga etapa se pueden establecer fácilmente sus dos estancias en las misiones, que por otra parte está fuera de toda duda: “y estando yo doctrinario el dicho pueblo de Macacuane, salieron y se poblaron, llamados por los giraras de dicho pueblo”43. En 1702 lo encontramos de Rector del efímero Colegio de Ocaña. Ya antes de 1692 a 1695 había regentado el Colegio de Mérida44. El 1o de agosto de 1707 se le leía la patente de Rector del Colegio de Cartagena45 y en este cargo le sorprendió cuatro años más tarde el nombramiento de Procurador del Nuevo Reino ante la corte de Madrid y ante los superiores de Roma. El catálogo de 1711 es quizá el más explícito de todos; brevemente nos dice: enseñó, fue ministro, misionero entre gentiles, rector y predicador. El 8 de septiembre se reunió la Congregación Provincial del Nuevo Reino, en la que salieron electos como Procuradores ante Madrid y Roma los PP. Matías de Tapia y el P. Pompeyo Carcasio, y entre los cometidos encomendados sobresalían la petición de no solicitar a las provincias de Europa nuevos refuerzos para las misiones de infieles, dada la extrema pobreza de la provincia y solicitar del Rey de España la supresión del colegio de Santo Domingo dada su lejanía de la provincia y los fuertes gastos que ocasionaban los viajes hasta la isla46. El 23 de diciembre extendía el P. Mateo Mimbela la consiguiente identificación como procuradores a ambas cortes. Entre los encargos que debían tramitar en la capital de España llama la atención la obtención de la con41  arsi. n. r. et q., 4. Catálogo, 1691, fol. 3Ov. 42  Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 230. 43  Tapia. Mudo Lamento, fol. 23; etiam 20. 44 Cfr. Libro de Consulta del Colegio de Mérida (hemos consultado la copia mecanografiada que transcribié fielmente del original el P. Barrera). 45  arsi. n. r. et q., 4. Catálogo, 1711, fol. 77. 46  arsi. Congregationes Provinciales, 87, fols. 286 y ss.

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firmación de los grados en cánones otorgados por la Universidad Javeriana y dos becas reales para los estudiantes de esa facultad. Con respecto al colegio de Santo Domingo, si es voluntad real de que la Compañía permanezca en esa fundación, “se dé providencia […] para que se paguen los viáticos de los sujetos que van y vienen del colegio de dicha Isla”47. Algunas dificultades debió de tener el P. Tapia al presentar en España sus credenciales como Procurador del Nuevo Reino, motivadas por el hecho de haber realizado el viaje desde Cartagena en un navío extranjero48. Lo cierto es que el 8 de mayo de 1713 el P. General de la Orden, Tamburini (1647-1730)49, avisaba de la llegada a Europa del otro Procurador, P. Pompeyo Carcasio50. En 1714 se encontraba ya en Madrid en la tramitación de todas las encomiendas que traía de la Provincia del Nuevo Reino. De la temática de sus gestiones trataremos más adelante. Su último año de vida se sumerge en el silencio. Su muerte acaeció el 28 de julio de 1717 en Cádiz, a los sesenta años de edad51, el mismo día en que partía la expedición al Nuevo Reino52.

47  anb. Notaría 2ª, 100 (1711) fols. 343-344. 48  agi. Santafé, 403. 49  Charles E. O’Neill. “14. Tamburini, Miguel Ángel [Michelangelo]”. En: Charles O’Neill y Joaquín Mª. Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.Universidad Pontificia de Comillas, II (2001) 1650-1653. 50  apt. Leg. 132. Cartas de Padres Generales. Carta del P. Miguel Ángel Tamburini al Provincial del Nuevo Reino. Roma. 51  arsi. Hist. Soc. Defuncti 1701-1723, vol. 51, p. 256. Desgraciadamente tampoco en Roma existe necrologio sobre Tapia. arsi. n. r. et q., 4, fol. 142. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a die 26 decembris 1715 ad diem 1 septembris 1718. 52  Véase: Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 295-296.

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La obra escrita de Matías de Tapia Nos circunscribimos a la obra escrita que se refiere directamente a la historia de las Misiones de Casanare. 1. Mudo Lamento. Madrid, 171553. 2. Memoriales al Consejo de Indias: 1714-171554. 3. Memorial del P. Matías de Tapia, Procurador General de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, a su Magestad pidiéndole licencia para poder llevar consigo cierto número de misioneros de Europa a aquella Provincia: 171555.

El Mudo Lamento

El Mudo Lamento es uno de los documentos históricos misionales más antiguos y quizá el primero que conoció, en castellano, la luz pública en el ámbito orinoquense. La ausencia de otro documento impreso para la fecha sobre las misiones llaneras y su oportuna aparición hcieron que la obra del Procurador neogranadino ante la corte de Madrid fuese una fuente manejada por todos los cronistas e historiadores de las misiones de los Llanos y el Orinoco. Este Memorial ofrece una buena síntesis de los problemas misionales de las reducciones jesuíticas en sus más variadas dimensiones; en un estilo extremadamente nervioso y entrecortado, presenta el autor una serie de reflexiones que constituyen un aporte interesante para comprender la depresión histórica que va de 1695 a 1715.

53  Matías de Tapia. Mudo lamento de la vastísima, y numerosa gentilidad, que habita las dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco, su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de la Magestad Cathólica de las Españas, nuestro Señor Don Phelipe Quinto (que Dios guarde). Madrid, 1715 [reproducido en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 169-213]. 54  En realidad se trata de un expediente que reposa en agi. Santafé, 403 (publicado en José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 266-279) que contiene los siguientes escritos del P. Tapia: 1) Presentación del poder e instrucciones como procuradores (II, 266-267); 2) Carta al Consejo sobre la orden de resignación de las doctrinas de los Llanos (II, 267); 3) Memorial solicitando ayuda para el pago de los misioneros y soldados para las misiones (II, 270-272); Memorial solicitando indios cantores para las reducciones (II, 274-276); Memorial solicitando sea aumentada la escolta de las misiones (II, 277-279). 55  aiul. Papeletas: Tapia, Matías de: “en folio, de 2 hojas. En el Archivo del Colegio de Loyola”.

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Para la valoración crítica del Mudo Lamento hay que tener presente el fin pretendido por el autor. El jesuita antioqueño no intentó ciertamente “hacer historia” de las reducciones, sino simplemente representar a la Corona española las apremiantes necesidades en que estaban sumergidas las misiones jesuíticas del Nuevo Reino: penuria de sujetos; inestabilidad misional provocada por las incursiones caribes; el esclarecimiento ideológico y misional del significado de las escoltas; una llamada de alerta al acuciante problema económico; a la vez aprovechaba el P. Tapia la ocasión para esbozar un breve ensayo geográfico y algunos cuantos rasgos básicos de la historia misionera, como los mártires orinoquenses, los intentos colonizadores y misionales del gran río venezolano y un gran elogio para un hombre genial del siglo xvii: el P. Alonso de Neira. Trataremos de sintetizar la problemática histórico-geográfica y en algunos de los puntos largamente tratados en el Mudo Lamento. En lo relativo a lo económico-militar de la vertiente misional, el P. Tapia confirma que la piratería caribe únicamente podría encontrar una auténtica solución en una mano militar fuerte que apoyase a los reducidos y extirpara de la psicología atemorizada de los indígenas esa resignada disponibilidad para la esclavitud. Ya desde las primeras páginas de su escrito, el jesuita criollo lanza, con un convencimiento derrotista, uno de sus principios fundamentales: la denegación de la paga a las escoltas es la causa de la ruina de las misiones56. Analizando las posibles soluciones, llegaba a la consecuencia lógica de que tan solo el Real Erario podía influir eficazmente en esta situación. Pues los colegios a duras penas se autoabastecían57 y la situación económica de la Provincia del Nuevo Reino era deprimente: “habiéndome asignado el Provincial y la Congregación para este oficio, fue tan corto el subsidio que para este tan dilatado viaje se me entregó, que tasándolo solo a lo que se imaginó suficiente para ida, y vuelta, sin otros gastos, se me ordenó no llevase misioneros, habiendo de ser necesario empeñar la provincia para su conducción, sino es en caso de que la Real magnificencia de V. Majestad

56 Matías De Tapia. Mudo Lamento, 5. 57  Tapia. Mudo Lamento, 24.

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quisiera favorecer tan piadosa causa”58. Y así volvemos a otro de los temas favoritos: no bastan los obreros y faltan los recursos, y además los españoles se han contentado con lo conquistado y son solo los misioneros los que afrontan la exploración y conquista de lo desconocido59. Da la impresión de que el autor del Mudo Lamento concibe la acción misional jesuítica en el Orinoco como una acción continuada. “En las primeras entradas de esta numerosa gentilidad trabajó la Provincia del Nuevo Reino de la Compañía gloriosamente cerca de cuarenta años”60. Exactamente los límites cronológicos de la acción jesuítica en el gran río venezolano durante el siglo xvii van de 1669 a 1694, es decir, no llegan a treinta años, divididos en cinco intentos diferentes. Esta inexactitud desemboca a veces en auténticos errores: “Cultivaban aquella gentílica mies desde el año 1685 hasta el año de 92”61, cuando en realidad durante todos estos años estuvo desierta la misión del gran río. Ninguna palabra dedica al P. Cristóbal Radiel que fue integrante del grupo y que murió ahogado en agosto de 168462. Entre los aportes interesantes contamos la fecha del abandono de la misión de Guayana, que tanto Rivero como Gumilla desconocieron: “se desampararon treinta años ha”63, es decir, dada siempre la inexactitud cronológica, entre 1680 y 1685. Al hablar del rentable de las misiones, en 1691 dice “pasados algunos meses”64, que confirma la idea errónea de Tapia de que la estancia jesuítica en el Orinoco fue continua; por el contrario, ni Rivero ni Mercado nos hablan

58  Tapia. Mudo Lamento, 24-25. 59  Tapia. Mudo Lamento, 2. 60  Tapia. Mudo Lamento, 3. 61  Tapia. Mudo Lamento, 6. 62  Rivero. Historia de las Misiones, 263. 63  Tapia. Mudo Lamento, 4. 64  Tapia. Mudo Lamento, 18.

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del esclavo negro65 ni de su actuación como encargado de la fragua ni de su asesinato por los indios. Las causas del abandono de las misiones están bien razonadas, ya sea por el análisis de la psicología indígena, ya sea por parte del terrorismo caribe; la consecuencia que se deduce es nítida: la posición del misionero carecía de las más mínimas garantías66. Al afrontar el problema del reentable de las misiones alude al plan Mimbela67 y por otra parte se entronca con los principios fundamentales del Memorial. Aparejados están los pocos que hay; pero no tienen armas; ni les espanta el trabajo, ni les retrae la muerte; pero el trabajo pide esperanza a su sudor; la muerte quiere logro a su sacrificio. Sin escolta no hay conversión; sin resguardo no hay conveniencia a la muerte. Trabajarán, pero solo para morir; morirán, pero sin lograr más almas que las suyas, dedicadas a padecer por Dios. Gozarán el premio de morir por amor de su Dios y caridad de sus próximos; pero sin ayudarles y sin lograr el fin para que se dedicaron a morir.68

Las fuentes. El análisis del texto nos abre algunas preguntas en torno a las fuentes utilizadas por Tapia en la elaboración de su obra, que sospechamos la debió redactar en Madrid, ante el mundo de preguntas a que debió ser sometido en los despachos oficiales. La forma de expresarse en su cronología, el carácter anecdótico de algunas de sus aportaciones y la ausencia del aparato crítico en el terreno histórico, nos llevan a creer que ambos modos se compaginan en desiguales porcentajes, con un fuerte predominio del segundo sobre el primero. Respecto a las fuentes de inspiración totalmente nuevas, hemos de señalar todo lo relativo a los martirios; ciertamente da detalles que ni Julián 65  Tapia. Mudo Lamento, 18-19. 66  Tapia. Mudo Lamento, 19-20. 67  Tapia. Mudo Lamento, 27-28. 68  Tapia. Mudo Lamento, 2 1

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Vergara en la carta recogida por Mercado, ni Juan Rivero en su extensa narración, han aprovechado. Uno de los aportes más genuinos del Mudo Lamento lo constituye la segunda parte del Informe: “Breve descripción o demarcación de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, y terrenos de las misiones circulares entre cristianos y de las de los gentiles”69. Se trata sin duda de uno de los primeros esbozos geográfico-cartográficos elaborado por los jesuitas. El Mudo Lamento, por su parte, concluye diciendo: “Esta es la demarcación de estas misiones y aunque pudiera hacerla de toda la Provincia de Santafé (en que casi está incluido todo el Nuevo Reino) por estar esparcidos los colegios en sus principales ciudades, aviendo de ser prolixa y dilatada la narración, la dexo para otro papel que se estampará con un mapa, así de aquellas misiones como del Reyno”70. A lo largo de toda la segunda parte el jesuita antioqueño va ofreciendo aportaciones interesantes para la geografía, la etnología, el folklore y la flora y fauna.

La valoración del Mudo Lamento por los escritores posteriores La bio-bibliografía del Mudo Lamento no se ha desarrollado siempre por cauces lógicos y normales. Juan Rivero utilizó el escrito del P. Tapia sobre todo en lo relativo al P. Alonso de Neira71, mas al final del capítulo sostiene: “Lo dicho en este capitulo consta en su mayor parte de una relación que sacó a la luz el Padre Matías de Tapia, si bien por ser muy concisa le añadí la distinción de lugares y tiempos de que tengo seguras noticias y eché de menos en su papel”72. 69  En la edición flamenca, esta segunda parte se publicó aparte, en Ruremonde, aunque el traductor es el mismo. 70  Tapia. Mudo Lamento, fol. 24. 71  Rivero. Historia de las Misiones, 343. 72  Rivero. Historia de las Misiones, 345.

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También Gumilla en su Orinoco ilustrado se sirvió del Mudo Lamento hablando de la magnitud del Orinoco73, del modo de pescar de los adoles74, en sus disquisiciones acerca del Dorado75 y hablando del buío76. El tema de los mártires orinoquenses, con toda su problemática misional e histórico-geográfica, hizo florecer una literatura abundante sobre todo en Europa, y así vino a ser difundida en el Viejo Mundo la obra del jesuita criollo. Ya el mismo Pedro de Mercado añadía en 1684 a su Historia de la Compañía de Jesús la carta del P. Vergara “en que se da noticia de la muerte violenta de los Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bek e Ignacio Tohebast”77. Dentro del ámbito alemán, el P. Stocklein publicó en su Welt-bott las interesantes noticias suministradas por los misioneros alemanes78. En el mundo de habla holandesa la muerte del gantés Ignacio Toebaest ha provocado una abundante literatura79. El ansia de noticias de los países americanos y sobre todo de la ignota Nueva Granada, juntamente con la divulgación de la vida del P. Toebaest fueron uno de los móviles que indujeron al P. Nicolao Valckenborg a

73 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 70. 74 José Gumilla. El Orinoco ilustrado 229. 75 José Gumilla. El Orinoco ilustrado 271. 76 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 378. 77  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino, y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá (1957), II, 394-396. 78 Joseph Stocklein. Der Neue Welbott mit allerhand Nachrichten der Missionariorom Soc. Jesu. Alierhand solehr-als Geist-Reiche, Brief-Schrifften und Reis-Bescbreibungen welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu von Beyden indien und ander uber, Meer gelegenen Laendern, seit An. 1642 bis auf das Jabre 1726, in Europa engelangt seynd. Augsburg und Graetz, 1728. 79  Para la bibliografía sobre Toebast nos remitimos al libro del P. Masson. Missionaires Belges sous l’ancient régime. Bruselas-París, L’Éd. Universelle de Brouwer, I (1947) 154-172. El P. Masson conoce bien las fuentes sobre todo las flamencas.

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traducir la obra del P. Tapia en 1716 y publicarla en Gante y Ruremonde en esa misma fecha80. A través de esta edición flamenca llegó Backer a la existencia vaga de “une lettre sur les Missions”81. Sommervogel le atribuye, por esta causa, la fecha de publicación en 1716, y sin dar el verdadero título, sintetiza el enunciado barroco del P. Valckenborg82. También se pregunta si este escrito es el mismo que cita Gumilla en el tomo I, p. 29083. 80  El P. Valckenborg nació en Mastricht el 6 de diciembre de 1681; entró en la Compañía el 5 de octubre de 1699; profesó las Humanidades y la Retórica en Dunkerque en 1710, partió en 1716 para Chile y pereció en un naufragio el 9 de agosto de 1717 (Cfr. Sommervogel. Bibliothèque…, VIII, 374; IX, 1.345). El P. Uriarte añade: “Esta carta ha sido traducida en Sevilla del español al neerlandés por el N. Nicolao Valckenborg, sacerdote de la Compañía de Jesús, de la Provincia alemana-holandesa, el cual (padre) el año pasado de 1716 fue enviado por sus superiores a Sevilla para ir de allí a América y para trabajar en el mismo sitio y en la misma misión en que los venerables padres obtuvieron la corona gloriosa del martirio. Esta carta ha sido publicada por orden de Henrietta Christina Hertoghive van Bruswyck y Lunemborg. I. Treurich Verhael van het menighvuldihg Heydendom wyt brect verspreyt aen den Oever van de Riviere Orinoco in Tierra Firma cen gedelte van America gestiert tot de Godvruchtighe, ende genaedighe Ooren van syne Catholycke Majesteyt Philipus V, Door den Eerw. P. Mathias de Tapia van bet Nieuw Ryck Granada in Tierra firma, naer Roomen gesonden door die Provincie. Sivilien uyt het Spacris in’t Nederduyts overgeset door eenen Priester der selve Societevt, ende van daer naer dese Landen overgesonden. Tot Ruremonde Gedruckt by P. Valle n gezw. Druckker van den Edelen Hove, van Gelderlandt. En 4º de 27 págs. II. Treurig Verhael van de Reyze en Marteldood van den Eerw. Pater Ignatius Toebast. En ecinge andere jesuiten en Missionarissen in d’Indien, als ook kort-bondige beschryvinge van verscheyde onhekende landen, woeste natien, en goddeloos lieydendom in de Indien. Voorgedragen In een brief, gestiert tot de Godvruchtige en genaedige Ooren van zyne Katholyke Majesteyt Philippus V. Door den Eerw. P. Mathías de Tapia van de Societeyt jesu, Procurator van de Provincie van het Nieuw Ryk Granada in Tierra Firma; Nae Roomen gezonden door die Provincie, Binnen Sivilien uyt het Spaensch in’t Nederduyt- sch overgezet door eenen Priester der zelve Societeyt, en van daer nae deze Landen overgezonden. T Gend, By J.F. van der Schueren. En 8º, de 16 págs”. 81  Backer. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus. Liège-París, III (1869) 1.059-1.060. 82  La traducción flamenca dice así: “Triste relato del viaje y muerte del R. P. Ignacio Toebast y algunos otros jesuitas y misioneros en las Indias y también breve descripción de diversos y desconocidos países, naciones salvajes y paganismos sin Dios en Indias. Publicado en una carta enviada a los piadosos oidos de su Majestad católica Felipe V, por el R.P. Matías de Tapia S.J., procurador de la Provincia del Nuevo Reino de Granada en Tierra Firme, enviado a Roma por la Provincia; traducido del español al holandés por un sacerdote de la misma Compañía y enviado a esos países desde aquí. Gante, 1716”. 83 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VII, 1867.

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En el “Suplément au du Backer-Sommervogel” (1911-1930) ya se habla del Mudo Lamento y se cita al español José Eug. de Uriarte84. Ha sido este ilustre bibliófilo quien de una manera definitiva ha dilucidado claramente la problemática surgida en torno al Mudo Lamento. Comienza su estudio recogiendo el testimonio de Caballero que afirma: “por las cosas que se dicen en el último párrafo sospecho que José Gumilla ha sido el autor del Informe (libellum)”85. Pasa después el bibliógrafo español a demostrar la autonomía del Memorial del P. Tapia, aduciendo las cuatro citas que hace de nuestro biografiado el autor de El Orinoco ilustrado; y trae como confirmación la edición flamenca del año 1716 en cuya portada aparece el nombre del Padre Mathias de Tapia como legítimo autor86. Un amplio estudio dedica en su segundo volumen al estudio bibliográfico de la edición flamenca del P. Valckenborg87. Da la impresión de que el P. Uriarte ha conocido otra edición de la segunda parte del Memorial del P. Tapia; después de dar el título dice: “Que la incluye a las hojas 14-24 de su Mudo Lamento [...], de que hablaremos más adelante, y de donde parece que se reprodujo; pues en él no se advierte ni se da la menor señal de que se hubiera impreso ya anteriormente”88. El ejemplar de la Academia de la Historia de Madrid que hemos consultado y que publicamos en 196689 recoge las dos partes en el mismo impreso. Fuera

84 Ernest Riviére. Corrections et additions a la Bibliotheque de la Compagnie de Jésus. Toulouse (1911-1930), nº 2338, columna 833. 85  Caballero. Supplementum Scriptorum Societatis Jesu vel eorumdem librorum, qui bibliothecae inchoatae a Rybade-neyra, continuatae ab Alegambe, et productae a Sotuello adjungi debent. Ms. nº 1466, citado por Uriarte. 86  P. J. Eug. De Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y pseudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española: con un apéndice de otras de los mismos, dignas de especial estudio bibliográfico. Madrid (1904), nº 1.32 1. 87  J. Eug. De Uriarte. Catálogo razonado…, II, nº 2189. 88  J. Eug. De Uriarte. Catálogo razonado…, I. nº. 212. 89  Cfr. José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1966), 169-213.

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de este testimonio no tenemos noticia de ninguna otra edición castellana de la obra del jesuita colombiano. Nada nuevo añade Streit90, pero recoge y ordena todo el material anterior para ofrecemos una información bibliográfica completa de nuestro autor. Como fuentes aduce a Gumilla, la traducción de Valckenborg, Sommervogel y Uriarte. Hasta el momento se puede decir que este documento no ha sido utilizado por ninguno de los investigadores modernos.

Los memoriales en favor de las misiones de Casanare Resulta de trascendental importancia para las misiones neogranadinas la actividad desarrollada ante la Corte madrileña por el P. Matías de Tapia, Procurador de la Provincia del Nuevo Reino (1714-1717). En consecuencia, pronto se entregó a la ardua tarea exigida por su oficio. Reduciéndonos a la problemática llanera, observamos la insistencia con que afronta tres problemas vitales: la revitalización de las misiones proyectada por el P. Mimbela; el ultra-agitado problema de las escoltas; la ayuda extranjera a las misiones orinoquenses. Y al mismo tiempo redacta el Mudo Lamento91. Renuncia a las misiones de Casanare. En 1714 comunica Tapia al Consejo la renuncia hecha por el Provincial Mateo Mimbela a las misiones de Casanare y el deseo de conservar tan solo San Salvador del Puerto como escala para la nueva planificación misionera92. Labores educativas y musicales. Gracias a un “memorial” presentado en 1715 al Consejo de Indias93 mientras se desempeñaba como Procurador 90  Streit. Bibliotheca Missionum. Munster, 1916; Aachen, 1924 (HI) 27. 91  Se ve claramente por las expresiones usadas: “en esta Europa”, p. 7; “llevarlos de esta Europa”, p. 24; “de esta Europa, de esta España”, p. 41. 92  agi. Santafé, 403. 93  agi. Santafé, 403. Memoriales del P. Matías de Tapia (1714-1715). Han sido publicados en: Documentos jesuíticos…, II, 266-279.

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de la Provincia del Nuevo Reino en Madrid y Roma, podemos precisar una buena parte de las labores educativas y musicales en cada reducción. El misionero-procurador plantea la forma de institucionalizar una tradición misional jesuítica. En los pueblos de Fontibón, Pauto y Casanare la liberalidad real —dice el P. Matías de Tapia— mantiene cuatro cantores, pero ya resultan insuficientes y solicita aumentar su número para formar un “seminario de doce, y catorce muchachos reducidos (dentro de las mismas casas a sus expensas de los Párrocos) a escuela de leer, escribir y contar, sirviendo de Maestros…”94. Lo que solicita el jesuita neogranadino de las autoridades españolas es que no paguen tributo, para de esta forma atender mejor a la feligresía “gentil” y preparar buenos maestros y ciudadanos para el futuro. Además, la escuela de música, según el P. Matías de Tapia, requería “cinco o seis muchachos tiples, organista, bajón, y cornetilla con otros quatro o cinco que tocan sacabuche, y chirimías, y otros con caxa, y clarín…”95. Es de lamentar que los documentos contemporáneos, hasta el momento, no nos hayan suministrado la correspondiente información sobre el influjo del mundo musical en la reducción, ni los nombres de los profesores que naturalmente eran indígenas. Solo tenemos noticia del cacique jirara Antonio Calaimi, personaje pintoresco, cantor del pueblo de Tame a quien Rivero lo describirá “sin más equipaje ni caudal para el viaje que un clarín96 pendiente del cinto”, y no podrá decidir si fue “fugitivo o peregrino”, pero se convertiría en el artífice del pueblo de Betoyes. Este fervor misional por la música hizo que el canto y la orquesta e incluso la fabricación de algunos instrumentos musicales fueran fermento de transformación de las reducciones y de esta forma fueron abriendo su

94 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos…, II, 274. Lo que solicitaba el P. Tapia era que les fuera indultado el tributo que debían pagar estos cantores. 95 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos…, II, 274. 96  Para Calaimi el clarín fue un verdadero instrumento de guerra, pues acosado por los indios isabacos, echó mano del clarín y lo tocó con todas sus fuerzas de tal manera que los agresores huyeron despavoridos (José Gumilla. Escritos varios, 203).

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espíritu a opciones más altas de cultura97. En definitiva, debemos llegar a la conclusión de que cada población misional contaba con su grupo musical y con los respectivos coros. José Ignacio Pedomo Escobar cree encontrar el origen de la “retreta” en la “chirimía de Fontibón”. Este conjunto “era formado por el cuarteto de chirimías, especie de oboes renacentistas, clarines y bajones” y añade que la banda era muy solicitada en las exequias de los criollos ilustres, tanto en la Iglesia como en las posas98. Gracias a los inventarios levantados en 1767 con motivo de la expulsión de los jesuitas, se nos abren ciertas ventanas al contenido musical de que disponían las reducciones llaneras. En la Reducción de Betoyes existía un cajón en la escuela para guardar los papeles de música: “… siete oficios de difuntos, cinco misas en música impresa, dos cuadernos de varias piezas puestas en música y otros varios anexos a la música”99. En Pauto reposaban veintidós villancicos de Nuestra Señora de los Dolores100. Y casi se puede afirmar que la dotación era similar en todas las poblaciones misionales. Las escoltas. En un primer intento el jesuita antioqueño presenta a la consideración del Consejo de Indias, además de su impreso el Mudo Lamento, un memorial en el que solicita el socorro competente para el sustento de los misioneros y soldados y que se pague con el producto de la limosna de la Bula de la Santa Cruzada de los partidos de la jurisdicción de Tunja y la de los Llanos, y si no bastare con la de Chita. La proposición fue aprobada por decreto del 17 de octubre de 1715101. 97 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 515. 98 Ignacio Perdomo Escobar. “Cultivo de la música y las artesanías en las Misiones y Reducciones de los Jesuitas en la Colonia”. Revista Javeriana. Bogotá, nº 419 (1975) 384. 99  anb. Temporalidades, t. 13. Inventario de los bienes del Pueblo de San Ignacio de Betoyes. 17 de octubre de 1767, fols. 135-136. 100  anb. Fábrica de Iglesias, 17, fols. 98-104: Inventario de los instrumentos musicales. 101  agi. Santafé, 403. Consulta del Consejo de Indias, representando a S. M. las órdenes y providencias que se deverán expedir para el fomento de las Misiones del Orinoco, a cargo de la Compañía de Jesús.

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Al tomar conciencia el Procurador del Nuevo Reino de la favorable acogida dispensada por el Consejo de Indias a sus planteamientos, volvió a introducir un nuevo memorial en el que daba un paso hacia adelante en sus pedimentos primigenios. En efecto, de los veinticinco soldados concedidos por cédula de 10 de febrero de 1693 (sobrecartada en 29 de septiembre de 1715) solicita que se amplíe el número a 36, de forma tal que quince quedaran en el presidio con su cabo y el resto atendiera a las poblaciones misionales y a las entradas en el Orinoco. Es necesario subrayar una añadidura del Consejo de Indias que adquiriría relevancia en los años posteriores: “... advirtiendo que si demás de los 36 soldados fueren menester otros, se los den a los misioneros con todo lo demás que se juzgare necesario para conseguir el feliz suceso...”102. Con respecto al sueldo de los hombres de armas, sugiere que se equiparen a los que laboran en los presidios de Cartagena y Santa Marta. Además, incluye que para la primera entrada se dote a los misioneros de cálices y ornamentos y a los soldados de las armas y municiones necesarias con las expensas y viáticos correspondientes; y para sufragar los gastos se recurra al producto de la Bula y a las demoras y derechos de los corregimientos que ha señalado S. M. y si todo esto no fuera suficiente se saque de los novenos reales de Santafé. Finalmente, sostiene que hay que instalar en Carichana cuatro o seis pedreros de tres a tres quintales y medio que se pueden comprar en Cartagena. El día 21 de noviembre daba su placet el Consejo de Indias103. Todavía más, las diligencias del P. Matías de Tapia llegaron a conseguir decisiones que para las misiones eran importantes, aunque puedan aparecer hoy como minucias. Por Real Cédula del 10 de mayo de 1716 se ordena al Presidente del Nuevo Reino que el Provincial de la Compañía de Jesús pueda proponer dos o tres sujetos para que de entre ellos sea elegido el cabo de ellos; mas si no fueren a propósito podrá el Presidente proceder a su designación de forma unilateral; sin embargo, los soldados “han de estar en 102  agi. Santafé, 403. Consulta del Consejo de Indias a S. M. expresando su parecer de que se acceda a las pretensiones de la Compañía de Jesús para el más seguro logro de las Misiones de Orinoco. Madrid, 19 de noviembre de 1715. 103  agi. Santafé, 403. Consulta del Consejo de Indias, representando a S. M. las órdenes y providencias que se deverán expedir para el fomento de las Misiones del Orinoco, a cargo de la Compañía de Jesús.

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todo y por todo a la orden y obediencia y subordinación del Superior de las referidas misiones”104. La expedición de 1717. Gran esperanza significaba la Misiones del Orinoco que no se podía reabrir por falta de operarios. Sin embargo, la Congregación Provincial del año 1711 había decidido no solicitar la ayuda europea en recursos humanos, pues su pobreza era tal que no podía sufragar los gastos que suponía una expedición. Con cierta prudencia actuó el P. Matías de Tapia a la hora de solicitar la ayuda extranjera cuando preparaba su expedición al Nuevo Reino en 1716 y, dada la carencia de jesuitas que mostraban las Provincias españolas, pedía poder exceder el número de extranjeros. Muy sorprendido debió de mostrarse el jesuita antioqueño al recibir la contestación real al informarle que no existían esas limitaciones de acuerdo con la Cédula del 23 de octubre de 1715105. Ciertamente, este documento real significa un paso decisivo en la comprensión del aporte extranjero a la prosperidad espiritual y material a las sociedades americanas. Su texto tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera deja clarificado que “pueda echar mano de cualesquiera jesuitas sacerdotes, estudiantes o coadjutores”, no solo de los dominios del Rey de España, “sino también de los reinos de Francia y de Polonia, del círculo de Baviera, y de las Provincias Galobélgicas, de Flandes, las repúblicas de Venecia, Génova, del estado de la Iglesia y de todos los demás estados de que se compone Italia, excluyendo solamente el reino de Nápoles y el ducado de Milán; de donde no podrá ser incorporado ninguno sin especial permiso mío, entre los misioneros de América”. En la segunda afronta el problema económico. Con respecto a los juros106 que pertenecen a las casas o colegios de la Compañía de Jesús, “sean

104  agi. Santafé, 271. Real Cédula al Presidente de Santa Fe sobre el nombramiento de oficial de la escolta de los Misioneros del Río Orinoco. Aranjuez, 10 de mayo de 1716. 105  agi. Indiferente General, 2872, XIV, fols. 83-85. 106  Juro era una especie de pensión perpetua que se concedía sobre rentas públicas y especialmente sobre las salinas.

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libres o reservados de todo valimiento”107. Estatuye cómo deben pagarse los montos que resultan de sus viajes, vestuario, navegación y manutención para que los oficiales reales “declaren bajo juramento haber hecho la paga sin menoscabo o disminución alguna, y que a todo se halle presente un escribano que haya de dar fe de ello”. Y concluye especificando las fuentes de los pagos108. Y una vez más el Consejo se permitía elevar ante el Monarca sus observaciones el 20 de diciembre de 1715. Vuelven a insistir en el recelo que les produce que las Indias se llenen de extranjeros, pues ello motiva “que se viva con recelo y desconfianza de lo que en algún tiempo pueda ocurrir, mayormente en la parte del Orinoco, para donde son estos misioneros, pues por su situación está expuesto a cualquier invasión de enemigos”. Y reiteran que el P. General de la Orden debe conocer este criterio y para los superiores neogranadinos encarga que “en llegando allá, envíen a los extranjeros a las misiones de tierra adentro, donde tienen menos inconvenientes” y que sean los vasallos de S. M. los que sirvan al Orinoco109. Pero en esta oportunidad el Rey Felipe V fue tajante: “… en lo que mira al lugar, misión, región o colegio en que hayan de residir los jesuitas que pasasen a Indias […] es mi voluntad que no se ponga limitación alguna a la disposición de los superiores de la religión”110. No contento el monarca español con ese documento, remitió una real cédula a 10 de mayo de 1716 al Provincial del Nuevo Reino de Granada en la que le ratifica todo lo acordado anteriormente y concluye: “De lo que he querido advertiros para que os halléis en inteligencia de ello, y que por lo que toca a esa provincia fío de vuestro celo y prudencia haréis en todo caso lo que juzgaréis más conveniente para mi real servicio”111.

107  Valimiento equivale a empréstito o recargo. 108  El texto completo puede verse en: Francisco Mateos. “Notas y textos. Sobre misioneros extranjeros en ultramar”. En: Missionalia Hispanica. Madrid, nº. 43 (1958) 249-250. 109  agi. Santafé, 403. 110  agi. Santafé, 403. 111  agi. Santafé, 271.

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A pesar de todo, nuestro incansable Procurador solo pudo conseguir veintitrés expedicionarios provenientes de las provincias de Baviera (6), de Castilla (6), de la romana (3), de la de Sicilia (3) y (4) de la de Toledo112. A la real cédula de 10 de mayo de 1716 se unía una nueva de 21 de enero de 1717 que confirmaba y aumentaba la anterior113. Un mal presagio se cernió sobre la expedición, pues el mismo día de la partida, 28 de julio de 1717, fallecía en Cádiz el Superior de la expedición el P. Matías de Tapia114. Y al poco tiempo de abandonar las Islas Canarias, el 9 de agosto, naufragaba el navío Sangronis con todos los expedicionarios115.

112  agi. Contatación, 5548. Expedición de 1717. 113  agi. Indiferente General, 2872. Libro 14, fols. 197-198v. 114  arsi. n. r. et q., 4, fol. 142. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a die 26 decembris 1715 ad diem 1 septembris 1718. 115  La fecha del naufragio la da Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VIII, 374 al hablar del P. Nicolás Valckenborg.

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4. Juan Rivero (1681-1736)1

Desde que Ramón Guerra Azuola publicó en Bogotá la Historia de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, del P. Juan Rivero, se ha consagrado este libro como la obra clásica para el estudio de la obra apostólica de la Compañía de Jesús en dos significativas coordenadas geohistóricas: los vastos e ilimitados espacios misionales ubicados en la margen occidental del Orinoco y la correspondiente historia misionera que se inicia en 1626 y se prolonga hasta 1729, fecha que constituye el pórtico de lo que significaría la definitiva penetración jesuítica a ambos costados del gran río venezolano. Así pues, su presencia en el mundo bibliográfico jesuítico es tardía y va apareciendo paulatinamente a partir de la publicación de su Historia de

1  Francisco Antonio Quirós. Carta de edificación sobre la vida del Padre Juan de Ribero (manuscrito hasta el día de hoy perdido); José Gumilla. Breve Noticia de la apostólica y exemplar vida del Angelical y V.P. Juan Ribero, de la Compañía de Jesús. Missionero de Indios en los Ríos de Cazanare. Meta y otras vertientes del gran rio Orinoco, pertenecientes a la Provincia del Nuevo Reyno. Madrid, 1739; José Eug. De Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España. Madrid (1904-1916) nn. 4507, 5361, 6.377; Mario Germán Romero. “El Padre Juan Rivero y el Teatro del Desengaño”. En: Revista Javeriana, Bogotá, 46 (1956), 37-60; Ramón Guerra Anzuola. “Prólogo” a la Historia de las Misiones del Padre Juan Rivero. Bogotá, 1956; José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, 1 (1971), 214-216, 311-315. Idem. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1974), 462-465.

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las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta aparecida en Bogotá el año 18832. Carlos Sommervogel en 1895 incluía al misionero de los Llanos de Casanare con la siguiente sintesis biográfica: “… nacido en Miraflores de la Sierra, diócesis de Toledo, el 15 de agosto de 1681, o en octubre de 1685; admitido [en la Compañía de Jesús] el 22 de octubre de 1703; partió para el Nuevo Reino de Granada y fue misionero y murió en Bogotá el 15 o el 27 de agosto de 1736”3. Con todo, en la nueva edición de 1900 corrige su escrito anterior de la siguiente manera: “… nacido en Miraflores (España) en octubre de 1685, admitido el 12 de octubre de 1703, partió para las misiones del Orinoco y murió el 27 de agosto de 1736”. Y curiosamente hace referencia al manuscrito de la “Historia de las missiones de los Llanos y Orinoco. 1728”4.

Notas biográficas Nació en Miraflores de la Sierra (Castilla la Nueva), perteneciente en aquel tiempo a la diócesis de Toledo, a unas ocho leguas de Madrid, del partido de Colmenar Viejo, y está situada en la falda oriental de las serranías que dividen las dos Castillas5, el 15 de agosto de 16816. 2 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Imp. de Silvestre y Compañía, 1883. 3 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles, Schepens-París, Picard, VI (1895) 1880. 4 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, IX (1900) 805. Ubica el manuscrito en la biblioteca Vittorio Emmanuele de Roma (Mss. gesuitici, nº 1157 (3286). 5 Pascual Madoz. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. MadridMóstoles, Imprenta al Diccionario Geográfico, á cargo de José Rojas, XI (1848). 6  Hemos adoptado la fecha ofrecida por Gumilla en su Breve noticia de la apostólica y exemplar vida del Angelical y V. P. Juan Ribero, de la Compañia de Jesus, Missionero de Indios en los Rios de Cazanare, Meta y otras vertientes del gran río Orinoco, pertenecientes a la Provincia del Nuevo Reyno. (p. 24); en la página 27 ratifica: “... siendo de 22 años de edad el de 1703”. Véase también la página 45. Sin embargo, los catálogos de la Provincia del Nuevo Reino ofrecen fechas distintas: 1711: octubre 1685 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 61); 1713: 28 años (Idem, fol. 119v); 1718: octubre 1685 (Idem, fol. 161); 1720: febrero 1684 (Idem, fol. 218); 1736: octubre de 1685 (Idem, fol. 235v).

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De joven estudió en la Universidad de Alcalá de Henares y mientras seguía los cursos de Filosofía “hizo más aprecio de la música, y su exercicio, que de las Letras” y decidió dedicarse al estudio de la Medicina “a que tiraba su genio…”7. Ingresó en la Compañía de Jesús, en Sevilla, el 22 de octubre de 17038 y mientras esperaba realizar su viaje a América llevó a cabo su noviciado en colegio de San Luis y estudió Humanidades en Carmona9. Atravesó el Atlántico en la expedición de 170510 en el navío San José que se hizo a la vela el día 4 de mayo de 1705. Entre los expedicionarios se encontraban personalidades como Tomás Casabona y Jaime López, futuros provinciales, y destacados misioneros como José Gumilla, Juan Capuel, Simón Vinans y otros11. Toda su carrera eclesiástica la cursó en la Universidad Javeriana de Bogotá de 1706 a 1713. Según nuestros cálculos, fue alumno de la Facultad de Artes de 1706 a 1709 y de la de Teología de 1709 a 171312. Es interesante realzar las cualidades intelectuales del joven Juan Rivero, pues cuando cursaba el cuarto año de Teología vivió en el Colegio Mayor de San Bartolomé como “Pasante”, es decir, como profesor ayudante del catedrático de Filosofía13. Y en unos informes secretos del año 1718, cuando 7 José Gumilla. Breve noticia, 24-25. 8  arsi. n. r. et q., 4, fol. 61. Llegó al Hospicio de Nuestra Señora de Guadalupe de Sevilla el 14 de octubre de 1703, procedente de Alcalá de Henares (agi. Contratación, 5548. Expedición de 1705). 9 José Gumilla. Breve Noticia, 26, 27. 10  agi. Contratación, 5548. Expedición de 1705: “27. Juan de Rivero. Philosopho natural de Miraflores de la Sierra, Arzobispado de Toledo, de hedad de diez y ocho años poco mas o menos, blanco, buen cuerpo, frente grande”. 11 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla, 1995. 12  arsi. n. r. et q., 4, fol. 61. En 1711 cursaba segundo año de Teología y en 1713 el cuarto año (Idem, fol. 119v). 13  arsi. n. r. et q., 4, fol. 119v. Catálogo de 1713.

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se desempeñaba como profesor de Gramática en el colegio de Mompox, se lee: “Ingenio: bueno. Juicio para las cosas: bueno. Prudencia: buena. Experiencia de las cosas: ninguna. Aprovechamiento de las Letras: bueno. Carácter: bueno. Cualidades: Buena para la docencia de la gramática, para la predicación, para oíra confesiones. Para gobernar: alguna”14. Recibió la ordenación sacerdotal el 31 de marzo de 171415 y después pasó a la ciudad de Tunja para cumplir con su año de Tercera Probación de 1714 a 171516. Dos etapas bien diferenciadas definen la vida de Juan Rivero en el Nuevo Reino de Granada: la primera (1715-1721) estuvo dedicada a la docencia en los colegios de Pamplona, Honda y Mompox; la segunda la consagró a las Misiones de Casanare. La etapa que podríamos designar como urbana se inicia el año 1715 en el colegio de Pamplona17 pero no fue larga su estancia ya que por una parte al final de sus años bogotanos le asaltó “con pertinacia un recio mal de hijada” y en la ciudad andina se le recrudeció18. Esta dolencia le obligó a cierta inmovilidad y para aprovechar el tiempo se hizo discípulo de un pintor “que acudía al aposento del Padre a la hora señalada a enseñarle a mezclar colores, y a pintar, arte con que después enriqueció y adornó las nuevas misiones y en ellas enseñó al hermano Agustín de Vega…”19. A fin de aliviar las dolencias de Rivero, los Superiores lo enviaron al colegio de Honda, “esperando que el calor de aquella Villa le sería más 14  arsi. n. r. et q., 4, fol. 161. 15  arsi. n. r. et q., 4. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a prima decembris 1713 ad 26 decembris 1715, fol. 140v. 16  Concluyó el 12 de octubre de 1715 (arsi. n. r. et q., 4. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a die 26 decembris 1715 ad diem 1 septembris 1718. Fol. 142v). 17  arsi. n. r. et q., 4, fol. 135v. Catálogo de 1715. 18 José Gumilla. Breve noticia, 29 y 30. 19 José Gumilla. Breve noticia, 30.

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favorable que el frío de Pamplona, mas en Honda se halló más aquejado de su achaque”20. No hemos podido precisar cuándo llegó a Mompox, tercera ciudad en busca de una mejora de su salud maltratada, pero lo cierto es allí vivía el año 171821. El P. José Gumilla asienta en la biografía que le dedica que “fuera de el Aula de Gramática, tomó a su cargo la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores”22. Y en esta ciudad del río Magdalena permaneció hasta que en 1721 fue destinado a las Misiones de Casanare23. Su etapa misional. Desde su etapa urbana se dirigió al General de la Comopañía de Jesús solicitando la gracia de pasar a las misiones de Casanare, y concluía su misiva: “Que tendría especial consuelo de morir entre los Indios, cuya conversión le había obligado de dejar su patria”. Y la contestación del alto mandatario de la Compañía de Jesús, Miguel Ángel Tamburini, fue la siguiente: “Tengo por bien dar gusto a V. R. y así se lo insinúo al Provincial de esa Provincia”. En consecuencia, procedió el Provincial Francisco Antonio González a dar cumplimiento a la orden y así le ordenó dirigirse a Santafé de Bogotá24. Llegó a las Misiones en 1721 y se inició como párroco de San Javier de Macaguane25. El 26 de octubre de 1722 se vinculaba a las misiones del Meta en Guanápalo26. De esta suerte, su acción misionera se desarrollaría en

20 José Gumilla. Breve noticia, 30. 21  arsi. n. r. et q., 4, fol. 161. Catálogo de 1718. 22 José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 31. 23 José Gumilla. Escritos varios, 35-36. El catálogo de 1720 lo señala como Ministro del Colegio (arsi. n. r. et q., 4, fol. 218). 24  Citado por José Gumilla. Breve noticia, 33. 25 José Gumilla. Breve Noticia, 36. 26 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 399.

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los Llanos del Meta y del Airico27, teniendo como puntos de referencia los ríos Masparro, Vichada, Meta y Airico28. Gracias a esa actividad surgieron San Francisco de Regis con los achaguas, San Miguel de Macuco con los sálivas, la Concepción de Cravo y la Santísima Trinidad con los guahivos y chiricoas29. En 1730 asumía el superiorato de las misiones casanareñas, en reemplazo del P. Gumilla30. Habiendo enfermado el P. Pedro Brander de un grave tabardillo, casi recién llegado a las misiones, fue a auxiliarle el Superior. Lamentablemente, falleció el jesuita alemán y a los siete días le siguió el P. Juan Rivero, el día 27 de agosto de 173631 y fue enterrado en San Salvador del Puerto32.

Rivero escritor Tres facetas bien definidas caracterizan la personalidad de Juan Rivero escritor: la del lingüista indígena, la del asceta que reflexiona sobre la sociedad cristiana y la del historiador de las misiones de Casanare. Por eso la temática de su obra escrita enfrenta de lleno los problemas más vitales del misionero: las lenguas, la historia, la formación ascética y la pedagogía pastoral.

Rivero lingüista Al hablar del P. Juan Rivero tropezamos de inmediato con una personalidad excepcional. Aunque no hemos podido especificar los estratos de influencia adquiridos tanto en la Universidad de Alcalá de Henares como en la Javeriana de Bogotá, sin embargo podemos decir que sus estudios de medicina, una

27 José Gumilla. Breve noticia, 38-39. 28 José Gumilla. Breve noticia, 40. 29 José Gumilla. Breve noticia, 41. 30  apt. Leg., 132, fol. 290v. Carta del P. Miguel Ángel Tamburini al P. Diego de Tapia Roma, junio 1 de 1729. 31 José Gumilla. Breve Noticia, 53. Según el Libro de la Iglesia y Sacristía del colegio de Tunja (Biblioteca Nacional. Mss. 105, fol. 153v) murió en la hacienda de Caribabare. 32 José Gumilla. Breve Noticia, 45-46.

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profunda iniciación musical y las dotes de pintor encuadran armoniosamente la figura de este misionero, que es esencialmente un humanista escritor33. La primera impresión que recibe el lector al enfrentar la figura del antiguo estudiante de Medicina en la Universidad de Alcalá es su pasión por lo gramatical, y más si tenemos en cuenta que frisaba los cuarenta años cuando llegó a las misiones llaneras34. Dudaríamos de las siguientes aseveraciones si no fuera el mismo P. Gumilla quien testifica: “Ya dixe, que en la aplicación al estudio de estas lenguas, dexo nuestro Apostólico Missionero un exemplar admirable a la posteridad, y vimos arriba el tesón infatigable con que se aplicó a las lenguas Ayrica, y a la Betoyana, en sus dos dialectos de Arauca y Ele: con el mismo esfuerzo se aplicó en Meta al estudio de las lenguas Guajiva y Chiricoa...”35. Esta actitud crítica y estudiosa ante la filología indígena no fue improvisada. Desde niño sintió Rivero la inquietud por las estructuras gramaticales no solo de la lengua latina, sino de otras nuevas y ficticias que su inagotable ingenio formaba36. Para comprobar esta acuciosidad y exactitud basta con asomarse y calibrar las anotaciones que hace a lo largo de su Historia en torno a las lenguas 33 José Del Rey Fajardo. “El Orinoco y un clásico colonial”. En sic (1957), 258-260. 34 José Gumilla. Breve noticia, 5. A lo largo de esta interesante biografía del P. Rivero nos ha dejado Gumilla algunos ejemplos: “... en la aplicación al estudio de estas lenguas, dexó nuestro Apostólico Missionero un exemplar admirable a la posteridad” (p. 20). “... escogió a nuestro Padre Juan Ribero [...] para desenmarañar y escribir con toda claridad gran parte de aquellas lenguas” (p. 21). “... mas desentrañando sus raíces y principios, escribió sus artes” (p. 22). Cfr. José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo I. Fuentes. CaracasBogotá (2006) 290-302. 35 José Gumilla. Breve noticia. 20. 36 José Gumilla. Breve noticia, 21-22: “... porque en aquella tierna edad en que estudiaba la Gramática después que en su retiro formaba la composición Latina para entregar al día siguiente a su Maestro: tomaba otro papel, y formando un grande Catalogo de nombres y de verbos inauditos, notando sus conjugaciones exrrabagantes y apuntando sus significados arbitrarios: de aquellos materiales formaba su rara composición, aprehendía y retenia su construcción: y después de haber leído a su Padre, que tenía su tintura de Latino, la composición, que havia prevenido para la clase, le rogaba, que le oyese la otra del nuevo idioma, que inventaba...”.

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por él conocidas; esta disposición pareció exagerada a algunos misioneros compañeros de Rivero, pero en el fondo descubre al escritor serio y responsable de una obra que aspira a tener proyección37. Ciertamente, Juan Rivero fue un políglota, razón por la cual su primer biógrafo no juzgó necesario especificar las menudencias filológicas que hoy enriquecerían el patrimonio escrito riverano; por eso se circunscribe generalmente a expresiones muy generales: “... para cultivo de aquellas mencionadas naciones, y para desenmarañar y escrivir con toda claridad gran parte de aquellas lenguas”38. Del contexto parece desprenderse que escribió las siguientes gramáticas: Ayrica, Betoye y Sáliva39; a esto habría que añadir las Apuntaciones gramaticales en lengua jirara40. De su estancia en San Javier de Macaguane datan sus Escritos en lengua ayrica y jirara “para mucho alivio de los Padres, que oy asisten, y para los que en adelante les siguieren”41. Mas fueron las misiones del Meta las que se enriquecieron “con los muchos y copiosos manuscritos de Sermones y Pláticas de Doctrina”42 que según la lectura más estricta parece que por lo menos fueron redactados en achagua y sáliva. Una mención especial amerita la publicación: Arte y vocabulario de la lengua achagua. Sacado de lo que trabajaron los padres Alonso de Neira y

37 José Gumilla. Breve noticia, 20. 38 José Gumilla. Breve noticia, 21. 39 José Gumilla. Breve noticia, 20. 40 José Gumilla. Breve noticia, 16. “De sus cartas corregidas hizo el Padre un Libro, y de las de su Maestro otro, ambos de bastante cuerpo, en que construía, y se adiestraba cada días más... y sus escritos quedan en aquella Reducción, para mucho alivio de los Padres”. 41 José Gumilla. Breve Noticia, 16. Del texto parece desprenderse que el ámbito de sus “escritos” trascendió no solo lo gramatical, sino también la Doctrina Cristiana. 42 José Gumilla. Breve Noticia, 22.

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Juan Ribero de la Compañía de Jesús. Trasuntado en el Pueblo de Sn. Juan Francisco de Regis. Año de 176243. En verdad, existe un cierto confusionismo entre muchos investigadores al tratar de este escrito. A veces pareciera que los PP. Alonso de Neira y Juan Rivero hubieran colaborado en la redacción del texto que hoy conocemos; sin embargo, no llegaron ni siquiera a conocerse, pues Neira murió en 1706 y Rivero llegó a las misiones quince años más tarde. Una prueba ilustrativa de estos errores e imprecisiones nos la ofrece Alemany y Bolufer: “de la lengua de los achaguas —escribe— no sabemos que se haya publicado más que la obra del P. Juan Rivero, titulada Estudios sobre las lenguas achaguas (Madrid, 1679) que no hemos podido ver en ninguna de nuestras bibliotecas y la del P. Alonso de Neyra, titulada Vocabulario Achagua (Mérida, 1701), que tampoco hemos visto y que sin duda son los originales de donde se sacaron la gramática y el vocabulario de la primera de las obras que hemos enumerado, según veremos después”44. Sería interesante conocer la fuente de inspiración del investigador español a la hora de redactar el párrafo anterior pues el P. Juan Rivero (16811736)45 llegó a las misiones en 172146 y el P. Alonso de Neira, uno de los fundadores de las misiones casanareñas, fallecería en 1706, y hasta el momento carecemos de la prueba documental que verifique la publicación de su “Vocabulario”, y menos en la ciudad de Mérida, ya que suponemos que fue en la

43  Hasta el presente se conocen dos ediciones. La primera está basada en el manuscrito que reposa en la Biblioteca de Palacio de Madrid y que conoció la luz pública en 1928: Lenguas de América. Manuscritos de la Real Biblioteca. Madrid, Tip. Gráficas Reunidas, I (1928) 453 pp. La segunda apareció en: José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educación, II (1971) 25-182. En ella tuvimos en cuenta las variantes del manuscrito que reposa en la Biblioteca Nacional de Bogotá (Libros raros y curiosos. Mss. 230). Sobre el contenido del manuscrito y su problemática: José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana, I, 303-306. 44 José Alemany y Bolufer. “Gramática de la Lengua Achagua por el P. Alonso de Neira, comentada y expuesta con plan metódico”. En Investigación y Progreso. Año II, (1928), [389-426] 389. 45 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 433-436. 46 José Gumilla. Breve Noticia del Venerable Padre Juan Ribero. Córdoba [1741] 36.

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Mérida de España ya que en la Mérida venezolana solo llegaría la imprenta bien entrado el siglo xix. Todavía más. Nos llama poderosamente la atención el hecho de que el historiador Rivero silencie la Gramática Achagua cuando enumera las obras de Neira47 y también cuando se refiere a los manuscritos neiranos manejados en su tiempo por los achaguas48. Es muy posible que se trate de un descuido ya que el autor de la Historia de las Misiones49expresamente copia la relación del P. Tapia, quien claramente anota: “por la eminencia que tuvo Neira en la lengua achagua y Sáliva, de que hizo Artes y Vocabularios”50. Por otra parte, sí podemos asegurar que Rivero “dejó enriquecidas las misiones del Meta” con sus Gramáticas y otros escritos51. Esta afirmación podría abrir la posibilidad de que el misionero-historiador sea el padre de este manuscrito que comentamos, distinto al escrito por Neira. En resumen, el escrito que estudiamos parecería suponer la existencia de dos obras anteriores pertenecientes tanto a Neira como a Rivero, a las que lógicamente hay que añadir la del autor anónimo del único texto que ha conocido la luz pública. No hemos podido dilucidar si se trata de un mero “trasunto” o más bien de una síntesis de dos trabajos52. Igualmente ignoramos la personalidad del autor o copista. En 1763 dirigía la reducción de S. Juan

47  Rivero. Historia de las Misiones…,254; 344. 48  “Sacaron varias copias los mismos indios, que ya sabían escribir algunos de ellos, y los guardaban con grande aprecio, y los leían con mucha fruto de sus almas. Todavía existen algunos libros de estos y los leen”. Rivero. Historia de las Misiones, 254. 49  Rivero. Historia de las Misiones…, 343. 50  Tapia. Mudo Lamento, 198. 51  Gumilla. Breve Noticia, 22. 52  En el Manuscrito de Madrid (también en el de Bogotá) se habla claramente de Trasunto: sin embargo, en el Expediente de las obras remitidas por Mutis (agi. Indiferente General, 1342) se dice: “3. Arte y Vocabulario de la Lengua Achagua compuesto de lo que trabajaron los Padres Alonso de Neyra y Juan de Rivero de dicha compañía...”.

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Francisco de Regis de Surimena el P. Cayetano Pfab53, mas ignoramos la fecha de llegada del jesuita alemán a este pueblo. En 1756 el encargado era el P. José Esquivel54. Cualquiera de los dos hubiera podido ser el transuntador o el sintetizador. Finalmente, se duda de la existencia de un Resumen del “trasunto” de 1762. “No sabemos de otras copias que se hubieran tomado del primer trabajo, salvo un resumen que según Schuller se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid”55.

El escritor ascético La primera obra impresa de Juan Rivero fue el Teatro del desengaño, aparecido en Córdoba en 174156 y del que conocemos dos ediciones57. En 1727 residía en la reducción del Beato Regis y se encontraba redactando el Teatro del desengaño, “más para ocupar el tiempo que para

53  arsi. Provincia Novi Regni et Ouiti (= nr et q), 4, fol. 375. Catálogo 1763. 54  arsi. n. r. et q., 4, fol. 348. Catalogo Breve. 1756. 55  Sergio Elías Ortiz. Prehistoria. Lenguas y dialectos indígenas de Colombia. Bogotá, Historia Extensa de Colombia (1965)178. 56 Juan Rivero. Teatro del desengaño en que se representan las verdades católicas, con algunos avisos espirituales a los estados principales, conviene a saber, Clérigos, Religiosos y Casados, y en que se instruye a los mancebos solteros para elegir con acierto su estado y para vivir en el ínterin en costumbres cristianas. obra póstuma, escrita por el V. P. Juan Rivero, Religioso Profeso de la Compañía de Jesús, misionero apostólico y Superior de las Misiones del Orinoco, Meta y Casanare, que cultiva la provincia del Nuevo Reyno, en la América Meridional. Dala a luz el Doct. D. Juan de Alea y Estrada, chantre de la Iglesia Metropolitana de Santa Fé de Bogotá, Prefecto y Director de la Venerable Congregación de la Escuela de Cristo, Hermanos y Esclavos del Señor, instituída con authoridad Apostólica en el Sagrario de dicha Santa Iglesia, y la dedica a todos los hermanos de dicha Congregación. Córdoba, en el Taller Divino de las Letras del Colegio de la Asunción, por Juan Pedro Crespo y Antonio Serrano, 1741. 57 Del Teatro del Desengaño conocemos dos ediciones. La primera, de Córdoba (España) de 1741, reseñada en el texto. La segunda, reimpresión de la primera, en Bogotá el año 1956 (Juan Rivero. Teatro del desengaño. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República (1956) 11-35). Un manuscrito original reposa en la Sección de Libros raros y curiosos de la Biblioteca Nacional (Mss. 107).

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sacarla a luz”58, y también nos consta que el 21 de julio de 1727 estaba concluyendo el capítulo X del libro I59 y tuvo que interrumpir esta tarea para iniciar el mandato del Provincial Diego de Tapia de escribir la Historia de las Misiones60. El editor fue el doctor Juan de Alea y Estrada, cura de Simijaca, canónigo de la Iglesia Catedral de Bogotá, Prefecto y Capellán de la Escuela de Cristo. Y el manuscrito le fue remitido por “uno de aquellos Padres Misioneros a quien viviré siempre agradecido, porque este libro es verdaderamente un tesoro del cielo, hallado en aquellos desiertos campos del Río de Meta, dimanado no tanto del estudio de libros, que son en aquellos retiros muy escasos, cuanto sacado de la continua oración y trato familiar con Dios del V. P. Rivero”61. Sin embargo, es difícil encontrar referencias bibliográficas de este libro, a pesar de que fue citado tanto por Gumilla en su Breve noticia como por el académico de la Real Academia P. Joseph Cassani en su Historia. El autor de El Orinoco ilustrado escribía en 1739: “Llamaradas del amor de Dios y de los prójimos que ocultaba allá en su pecho, son también sus escritos en lengua indiana para enseñar a los neófitos, y en romance, la Historia General de las Misiones de esa Provincia, y su libro verdaderamente espiritual que intituló Theatro del desengaño en que con singular atractivo reparte celestiales documentos a todos los estados”62. También el P. José Cassani hizo alusión al P. Juan Ribero y a la obra que estudiamos: “La virtud constante de este Apostólico Misioneo la admiramos en la vida, escrita por preámbulo de su espiritual libro, que intituló: Theatro del Desengaño, obra póstuma, en que revive el espíritu de su Autor; y 58 Juan Rivero. Teatro del desengaño. Bogotá (1956) 43. 59 Juan Rivero. Teatro del Desengaño. Bogotá (1956) 131. 60 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los Ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) XIII. En el Mss. dice: “… este año pasado de 1728”. 61 Juan Rivero. Teatro del desengaño en que se representan las verdades católicas, con algunos avisos espirituales a los estados principales. Córdoba, 1741. Presentación. 62 José Gumilla. Breve noticia, 48.

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como esta Vida se da al público este mismo año [de 1741]… he juzgado inútil desfigurarla con mi pluma”63. El Teatro del Desengaño ingresa a la historia de la bibliografía jesuítica, de forma indirecta, gracias al P. J. Eug. de Uriarte, quien trata de explicar las acciones desarrolladas por Gumilla para la publicación del libro de Rivero64. Lo cierto es que el silencio ha envuelto a esta obra, como lo evidencia el hecho de que un especialista como José María de Valdenebro y Cisneros no lo cite en medio de la copiosa lista de las impresiones cordobesas publicadas por la Imprenta del Colegio de la Asunción, que subsistió hasta la expulsión de los jesuitas en 176765. El contenido del libro lo resume el autor diciendo: “Llamo a esta obra Teatro del Desengaño por la semejanza que tiene esta idea a los teatros, en donce representan sus papeles los personajes, y en que se ven varias transformaciones y figuras […]. Es la idea del libro llevar como de la mano del Desengaño a un mancebo que quien llamaremos Escarmiento, por los estados principales, para notar en ellos lo bueno y lo malo, para elegir con más acuerdo su estado después. A vueltas de este mancebo, y como en cabeza suya, se les dice lo que hace al caso a los eclesiásticos en el primer libro; a los religiosos en el segundo, a los casados en el tercero y a los solteros en el cuarto, como se irá viendo”66.

63 Joseph Cassani. Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América: descripción y relación exacta de sus gloriosas missiones en el Reyno, llanos, meta, y río Orinoco, almas y terreno que han conquistado sus missioneros para Dios. Madrid, En la Imprenta y Librería de Manuel Fernández (1741) 284-285. 64  J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa, III (1906) 476-477. 65  José María de Valdenebro y Cisneros. La Imprenta en Córdoba. Ensayo bibliográfico. Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1900. 66 Juan Rivero. Teatro del Desengaño. Bogotá, 44-45.

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Para el lector interesado en conocer la crítica del libro lo remitimos al artículo de Mario Germán Romero publicado en Revista Javeriana de Bogotá67.

Rivero historiador En verdad pocos hombres reunían mejores condiciones intelectuales en la misión de los Llanos que el P. Juan Rivero para llevar a cabo una historia general de la acción misional jesuítica en aquellos parajes. A través de la filología indígena había penetrado en la esencia del hombre y en su entorno, como lo demuestra su Gramática y Diccionario de la lengua achagua y las gramáticas, hoy desconocidas, de las lenguas saliva, ayrica, betoye y jirara68. Como escritor había desarrollado esa fina virtud de la observación que le llevaría a consagrarse como un testigo cualificado y presencial del indígena y del paisaje llanero, inmerso en una silente angustia y en una condicionada dialéctica de superación; y a pesar de su soledad supo mantener vivo su espíritu tanto con la producción lingüística como con la reflexión espiritual y ascética plasmada en su libro Teatro del desengaño. Como humanista poseía las dotes y la capacitación —era hijo de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Javeriana de Bogotá— requeridas para garantizar una historia crítica, documentada y sometida a las normas vigentes en la historiografía misional americana de comienzos del siglo xviii. Y como misionero fue parte activa de la restauración misional que se inicia con el tercer lustro del siglo xviii, y compañero tanto de la generación que concluye con José Cavarte (la del siglo xvii) como de la que se inicia con José Gumilla en 1715 y se consolida con Manuel Román y otros en 1730.

67  Mario Germán Romero. “El Padre Juan Rivero y el Teatro del Desengaño”. En: Revista Javeriana, Bogotá, 46 (1956), 37-60. 68 José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, I (1971) 214-216.

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Pero la obra que le daría un puesto de honor en la historiografía llanero-colombiana jesuítica sería la Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Misión de Casanare, 172969. Con todo, el análisis de la obra histórica del misionero escritor necesita de varias precisiones. Fecha de redacción. El primer análisis gira en torno a la fecha de redacción de la Historia de las Misiones que, de acuerdo con las diversas teorías que se han adelantado, ha oscilado entre 1728 y 1736. La fijación del año 1728 como fecha de redacción de la historia riverana creemos proviene de la portada del manuscrito que se conserva en Bogotá y cuyo texto reza: “Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Escrita por el Padre Juan Rivero de la Compañía de Jesús y uno de sus misioneros en aquellas partes… Año 1728”70. Debemos manifestar que se trata de un error, tanto por las afirmaciones de la crítica interna como porque la portada original no existe y la substitución obedece a una grafía distinta y a todas luces posterior. Lo que no admite ninguna discusión es el hecho de que en 1728 recibe Rivero el encargo de redactar la obra. En la “Protesta del Autor” puntualizará: “Estas razones quizás, y las quejas que se oyeron en Europa de que no daba noticias el Nuevo Reino de lo trabajado por sus hijos en las misiones de gentiles movieron al Padre Diego de Tapia, como Provincial de estas Provincias, a poner haldas en cinta en el año pasado de 1728…”71. Resulta probable que iniciara la redacción el mismo año 28, pues aunque el 21 de julio de 1727 se encontraba concluyendo el capítulo X del libro I del Teatro del desengaño72, sin embargo, suspendió la redacción según su propia confesión poco después. Este hecho no excluye ninguna de las dos siguientes posibilidades: o que la 69  Aunque se tiene conocimiento de varios manuscritos, hasta el momento se conocen dos. Uno en Bogotá (Biblioteca Nacional. Sección de Libros Raros y Curiosos. Mss. 190) y otro en Roma (Biblioteca Nacional Central de Roma. Gesuitico, 1157). 70  Biblioteca Nacional de Bogotá. Sección de Libros Raros y Curiosos. Mss. 190. 71 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los Ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) XIII. En el Mss. dice: “…este año pasado de 1728”. 72 Juan Rivero. Teatro del Desengaño. Bogotá (1956) 131.

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causa fuera la misión de escribir la Historia de las Misiones, o que para fines de 1728 ya hubiera concluido su manuscrito sobre el Teatro del Desengaño. Más complejo ha resultado hasta el día de hoy precisar la fecha final en que se concluyó el manuscrito. Si se ha difundido la fecha de 1736, opinamos se debe a la Historia del P. Joseph Cassani, escrita en 1741, quien afirma: “Estas noticias, que le faltaron al Padre Mercado, las escribió muy distintas y claras el Padre Juan de Rivero [...] y en el terreno escribió la larga Relación de las Misiones, desde sus principios, hasta el año 1736”73. También, el primer editor Ramón Guerra Azuola, participa de esta posición al incluir la fecha en la portadilla de la edición príncipe: Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los Ríos Orinoco y Meta escrita el año 1736 por el P. Juan de Rivero de la Compañía de Jesús. Dos observaciones nos merece la afirmación del editor. Primera, si en el prólogo afirma que el libro de Rivero ha “estado sumido en el polvo cerca de ciento cincuenta años”74, quiere decir que ciertamente es anterior a 1733. Segunda, las divergencias textuales existentes en el comienzo del capítulo I del libro I de la Historia riverana a través de sus manuscritos bogotano y romano nos hacen pensar en la posibilidad de que la mutilación del texto bogotano pudiera ser anterior al envío del original a la imprenta y, por ende, que la fecha haya sido fijada por el Sr. Guerra Azuola de acuerdo con sus propias conjeturas, ya que no cita en ninguna parte ni la obra del P. Cassani, ni mucho menos la opinión del jesuita madrileño al respecto. Por nuestra parte, nos inclinamos a fijar el año 1729 como la culminación del lapso de elaboración de la Historia íntegra de las misiones llaneras y orinoquenses. Varias razones nos inducen a sostener la tesis. Si el misionerohistoriador adopta una consecuente y escrupulosa secuencia en la estructuración de su escrito, en principio, parece se debe sostener que la redacción, —y más la de los capítulos finales—, se adecuó a este criterio metodológico. Si en 1728 recibe el acervo documental para redactar la historia y su preocupación le 73 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1976) 32. 74 R. Guerra Azuola. “Prólogo”. En: Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) p. III.

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lleva a ubicar los hechos históricos con una férrea secuencia cronológica, y a lo largo de la redacción la fecha más tardía señalada es el año 1729, e incluso en el capítulo penúltimo enfatiza que referirá un caso “que pasó este año de 1729”75, se puede concluir que esa fecha define el “finis coronat opus”. Como argumentos complementarios señalaremos los siguientes. Nunca cita, ni hace referencia a hechos posteriores a 1729. Hablando de la primera entrada a los Llanos dice: “Las noticias que tenemos... son tan diminutas y cortas, por haber pasado casi un siglo hasta hoy, que me habré de limitar a las pocas que hallé registradas en diversos papeles que por casualidad encontré, en los cuales consta que esta entrada tuvo lugar antes del año 1629”76. Luego, si tuvo lugar antes de 1629 y ha transcurrido casi un siglo, no podemos ir más allá del año 1729. Al hablar del fracaso de la misión del Orinoco en 1681 advierte: “Quedó desde entonces abandonada esta misión que tan felizmente había empezado a florecer...”77. Si la redacción hubiera sido posterior hubiera hecho alusión a ese anhelo de la reconstrucción misional del Orinoco y a los primeros ensayos iniciados en 1731. Que nuestro gran río constituyó una verdadera obsesión para esas generaciones lo demuestra claramente la forma obsesiva de escribir la historia: “Son dos ejes en que se mueve este ciclo dilatado de las misiones del Nuevo Reino: los Llanos y el famoso Orinoco”78. Como todas sus alusiones se centran claramente en las entradas del siglo xvii, se concluye que su redacción es anterior al reentable gumillano llevado a cabo en 1731. Otra fecha clave es el ingreso del P. Manuel Román a las misiones, ya que al finalizar el último capítulo dice: “Para el mayor fomento de estas gentes […] nos han concedido los superiores otro misionero, nombrando

75 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 447. 76 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 60. 77 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 266. 78 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 44.

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para este puesto al P. Manuel Román...”79. Aunque no poseemos ninguna indicación exacta sobre la fecha de llegada, y como tampoco podemos recurrir a Rivero para la determinación de ese dato dudoso, porque estableceríamos una petitio principii, nos remitimos a tres argumentos, a nuestro modo de ver decisivos. El primero es el escrito del propio Román intitulado: Relación enviada al Provincial del modo que se tuvo en la fundación de San Miguel de los Sálivas: 173080. El segundo proviene de un testigo presencial, el H. Agustín Vega, quien al narrar los incidentes del año 1731 dice “que con dichos soldados yba un padre descalzo, que era el Padre Manuel Román, aún antes que el Padre Yoseph [Gumilla] vajara a restablecer las Misiones del Orinoco, havía bajado en busca de algunos yndios…”81. Luego, su presencia es anterior a 1730. El tercero, lo constituye la declaración jurada del agustino Fray Pedro de Cuervo, el 20 de mayo de 1817, ante el presbítero José María Vargas quien se llevó “mis baúles con el archivo y los papeles que de forma puedo hacer memoria. Son los siguientes[...] 2° Otro cuaderno que contiene las repetidas diligencias sobre la salida de la Nación Saliva de su tierra del Vichada, la fundación del pueblo de San Miguel de Macuco por el P. Manuel Román, año de 1730”82. Estas reflexiones dejan como conclusión que la Historia de los Misiones fue redactada en su totalidad en 1729, es decir, un poco más de doce meses, tiempo récord para una obra de tal envergadura. De igual forma, adquiere genuino valor su afirmación de “poner haldas en cinta este año pasado de 1728...”83.

79 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 451. 80  aiul. Madrid. Papeletas: Rivero, Juan. 81 Agustín De Vega. Noticia del Principio y progreso del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco... En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, vol. 118), II (1974) 20. 82 Marcelino Ganuza. Monografía de las misiones vivas de los Agustinos Recolectas (Candelarios) en Colombia. Siglos xvii-xx, Bogotá. Imprenta de San Bernardo, II (1921) 230. 83 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV.

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Lugar de redacción. El segundo punto se refiere al lugar de redacción. Indudablemente, fueron “las riberas del río Meta”, según confesión del propio autor: “Mi estilo es tosco y sin arte; sírvame de disculpa, sobre mi corta habilidad, el sitio donde se ha escrito, sobremanera incómodo: las riberas del río Meta han sido el taller en que se forjó esta obra. Aquí, las incomodidades de la casa en que vivo, el concurso de los indios con sus importunas demandas...”84. Ciertamente que “las Riberas del río Meta” no son otras que las del pueblo de Guanápalo, o mejor, San Regis de Guanápalo. Varias razones lo confirman apodícticamente. La biografía riveriana está de lleno radicada de 1721 a 1729 en el pueblo misional de San Regis, como se desprende de la lectura atenta —utiliza muchas veces la primera persona en la redacción— de todo el libro VI de la Historia de las Misiones. Es más, a lo largo del texto hace alusiones específicas al lugar de redacción: “Algunos tigres —dirá— cazados por los indios se han traído muertos y enteros a esta reducción de Guanápalo”85. Las fuentes. Fijadas ya las coordenadas espacio-temporales se impone el estudio y el análisis de las fuentes. La identificación documental proviene de tres mundos distintos: el archivo jesuítico de Santafé, capital de la Provincia de Nuevo Reino; los escritos y el testimonio de hombres doctos y verídicos; y casi dos lustros ininterrumpidos de acción evangelizadora in situ. En 1728 se mandaron sacar “con cuidado del archivo de Santafé los papeles que podían conducir para escribir historia. Se sacaron varios papeles, annuas, relaciones y cartas escritas por hombres doctos y verídicos y por los mismos misioneros que fundaron los pueblos, en donde como testigos de vista dan noticia puntual de lo que paso entonces”86. También en Rivero se pueden diferenciar —a veces— nítidamente los estratos documentales básicos que configuran la estructura de la Historia 84 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 14. 85 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIII (citamos por el manuscrito). 86 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIII-XIV.

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de las Misiones. Ya en otras publicaciones he reseñado este tema87 y hoy nos vemos precisados a asumir algunas rectificaciones. El libro I configura una visión personal del paisaje físico y humano, sustentada por abundantes referencias a los Llanos de los misioneros que laboraron en las diversas áreas geográficas por él descritas. Para los libros II, III y algo del IV habíamos escrito en anteriores investigaciones que Rivero se había servido de Mercado. Sin embargo, una serie de dudas nos habían siempre mantenido en una actitud cautelosa sobre la posibilidad de tal influjo. Habiendo releído con paciencia y cotejado el texto mercadano con el reverano, hemos llegado a considerar la posibilidad de que pudiera existir un texto anterior, común a ambos, que fue utilizado por cada uno de los autores en la redacción de sus respectivas obras. Gran parte del libro IV lo sustenta el “Informe” del P. Juan Martínez Rubio, así como las dos “Relaciones” del P. Mimbela (una original y otra perteneciente al P. Gumilla) avalan el libro V. De El Mudo Lamento del P. Matías de Tapia apenas si se sirve para completar algunos aspectos del capítulo VII del libro V88. Finalmente, la casi totalidad del libro VI proviene de los apuntes y notas riverianas, como el propio texto lo confiesa ya que a veces llega a escribir en primera persona89. Pero viniendo al estudio concreto del influjo de las fuentes en la historia riverana, se debe dejar sentado que el misionero llanero practicó una selección documental que en el fondo perseguía garantizar la objetividad de su obra. Dentro de sus categorías valorativas se decidiría por “las relaciones y cartas escritas por nombres doctos y verídicos”, como será el caso de Martínez Rubio y Mimbela; mención especial merece el P. José Cavarte, figura clave en la historia de las misiones, no solo porque le dedicó casi cuarenta

87 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) XIV-XXVI. 88 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 343-545. 89 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 404 y ss.

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años a esa abnegada labor90, sino porque Barragua y los salivas constituyeron su principal tarea. Rivero convivió con él quince meses y de él recibió innumerables noticias y conocimientos: “Tuve la curiosidad de encomendar a la pluma para la edificación común, muchas de estas noticias, y de ellas me he valido hasta aquí en lo que llevo escrito cuando se ha ofrecido hablar de las empresas de dicho Padre, y de ellas me valgo ahora para decir algo”91. También se vale del testimonio de los misioneros que fundaron los pueblos “en donde como testigos de vista dan noticia puntual de lo que pasó entonces”; quien lea con atención la Historia de las Misiones verificará a cada paso esta afirmación: v. gr. Antonio Monteverde92, Alonso de Neira93, José Dadey94, Julián Vergara95, Ignacio Fiol96, Vicente Loberzo97, Manuel Pérez98, y así podríamos citar otros más. Y en este sentido debemos llamar la atención del lector sobre una práctica riverana, a nuestro modo de ver, totalmente intencionada: si utiliza las Cartas Annuas, que las conoce99, lo hace ya a través de la elaboración crítica personal o la realizada por otros escritores anteriores; y además relega a un segundo plano categorial las Necrologías, tan del aprecio de Mercado, aunque a veces tenga que recurrir a ellas, cuando le faltan documentos, con el fin de llenar un vacío histórico

90 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 406. 91 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 404 92 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 17, 103, 134, 176, 203. 93 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 17, 139, 163, 165, 195, 248, 341. 94 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 67, 68. 95 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 184, 186, 265. 96 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259-260. 97 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 285-286. 98 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 288, 311. 99 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIII.

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en el que cumplen una misión los personajes reseñados, como es el caso de la etapa 1625-1628100. La práctica de varios años de misionero le ha facilitado “haber hecho estudio particular de observar sus acciones hasta las más menudas, sus costumbres y ritos, usanzas y territorios, y otras cosas curiosas, hice mis anotaciones de todas estas noticias de los papeles dichos como de los que fui adquiriendo”101. Si Rivero redactó su Historia en un año, es lógico que además de los conocimientos personales que había alcanzado por su estudio y observación, debía disponer de muchas anotaciones, como lo demuestra el estudio de las cronologías que él establece en el libro VI y el cotejo minucioso entre el manuscrito original por él utilizado y la redacción final que aparece en la Historia; nos bastarán dos ejemplos: “... diré lo que he hallado sobre esto, averiguado por larga experiencia de los fundadores de estos pueblos, y lo que se ha ido notando y averiguando después con el manejo de estas gentes”102. Y el segundo: “… omitiendo conjeturas piadosas que tienen mucho de falibles y que procuro evitar, pasaré a lo que de cierto me consta por papeles que para ello tengo”103.

Los objetivos de la Historia de Juan Rivero

Los objetivos y los destinatarios de la Historia riveriana son evidentes y sin ese punto de referencia apenas si se podría entender la obra. La conversión de los infieles, la conquista de nuevos misioneros, la creación de talleres donde se formen los apóstoles que han de seguir las huellas de los que llevaron a cabo tales hazañas y el ornamento de la Compañía de Jesús, parecen ser los objetivos con que Rivero diseñó su obra104.

100 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 60-78. 101 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV. 102 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 232. 103 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 262. 104 Juan Rivero. Historia de las Misiones, XI, XII, XIII.

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De esta forma se comprende de inmediato la concepción orgánica y material de la obra riveriana: “La historia está dividida en seis libros: en el primero se da noticia del país, su conquista y primeros misioneros que tuvo; en el segundo de las nuevas reducciones que se fundaron en los Llanos; en el tercero de los progresos que alcanzaron; en el cuarto de las misiones del Orinoco y del martirio de algunos Padres; en el quinto de las misiones del Aírico y Beyotes; y en el sexto de las misiones del Meta”105. No teoriza nuestro misionero sobre el concepto de Historia. Su concepción es netamente clásica y para ello aduce el testimonio de Cicerón de que la historia es “vida de la memoria y maestra de la vida”106. Por eso, en el terreno de los grandes principios la utilidad de esta importante disciplina es manifiesta: “Se enriquece y alimenta la memoria”; “enseña al entendimiento como maestro, para discurrir en lo presente con la luz que le comunica de los pasados lances”; y finalmente “inflama la voluntad haciéndola propender a lo que lee de acuerdo con las materias que trata”107. Diseñada en tesis su postura de historiador pragmático, pasa de inmediato a aplicar a la praxis concreta su doble teleología: “… sacar a la luz los trabajos apostólicos de nuestros misioneros y sus gloriosas hazañas hechas en las misiones de los Llanos y del Río Orinoco para ornamento y lustre de esta provincia del Nuevo Reino, y para aficionar los ánimos a tan gloriosas empresas”108. No escapan a la inteligencia de Rivero los peligros que encierra la Historia pragmática, sobre todo en lo que se refiere a la exaltación de ciertos hechos y personas y el silenciamiento de lo que pueda obstruir el logro moral de su finalidad. El concepto de historia misional. Pero a la concepción clásica de la Historia se debe añadir la adopción de un modelo específico de historia misional jesuítica. Ciertamente, se trata de un género muy del gusto de la época, 105 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV. 106 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIII. 107  Ibidem. 108 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 70.

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donde florecieron tanto la pasión por las “conquistas espirituales” como el sabor de lo exótico, en un mundo que aunque devoto se abría también a los reclamos de la Ilustración. Mercado escribe típica crónica conventual, que consiste en narraciones elementales y contemporáneas de la expansión fundacional de una provincia, así como la relación de los principales sucesos acaecidos en la acción espiritual. Suelen tener una gran dependencia de las Cartas Annuas, cuya estructura y espíritu copian y su norte consiste en dar noticias de las cosas de edificación. En Rivero se supera el concepto de crónica conventual y evoluciona hacia una nueva meta: la historia misional. Existe una clara unidad de autor que analiza y procesa con carácter más crítico los datos suministrados por la documentación oficial, a la vez que se abre a nuevos campos de interés, tanto geográficos como antropológicos, y comienza en verdad a hacer historia. Rivero expresamente se adelanta a manifestar que incluye, “... otras materias que pienso darán gusto a la curiosidad, imitando en esto el estilo de otras misiones”109. Desgraciadamente, desconocemos la bibliografía histórica misional manejada por Rivero, aunque nos consta de su erudición por la lectura de la obra redactada entre 1727 y 1728 intitulada Teatro del desengaño. Sin embargo, las “otras materias” las va especificando a lo largo de su libro: “... oiremos las individuales noticias que adquieren de los ritos, usos y costumbres de las naciones, y otras semejantes cosas, conducentes a la noticia completa que debe tener de todo una historia”110. En el concepto de geografía aduce que hay que indicar algo “de lo que se cría en ellos, como los frutos de la tierra, los peces, las aves, los animales, los arbitrios de los indios para cazarlos y otras cosas que pueden conducir mucho a formar algún concepto de lo que produce el país, como de la industria de los naturales”111. 109 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 3. 110 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 78. 111 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 3.

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También la antropología absorbe su interés: “Pero como esta materia pide mayores capítulos aparte, por ser muy necesaria su noticia para los que se dedican a este empleo, me ha parecido poner aquí los ritos, usanzas y costumbres de estas naciones”112. El libro I de su obra podría servir de arquetipo para explicar el concepto de “otras materias” que deben formar parte de una historia completa. Y su coherencia le lleva a repetir el modelo siempre que estudia cualquiera de las naciones indígenas misionadas por los jesuitas. Dos virtudes debemos todavía señalar en el análisis de la historia riverana: el sentido de verdad y el del orden. Con respecto a la verdad, su axioma es taxativo: “… no queriendo escribir cosas inciertas sino lo que de cierto me consta”113. El estudio de las fuentes confirma por lo menos esta actitud. Por eso confesará con toda sinceridad: “Quien revolviese atentamente los papeles y cartas del archivo, pertenecientes a las misiones, me cogería con el hurto en las manos a cada paso, hallando al pie de la letra lo que se escribe aquí; verdades que restituyo fielmente a sus dueños...”114. Mas también el orden asume una posición primordial: la documentación la procesa y la reduce “a método y puestas en su lugar, habiéndolos entresacado de muchos papeles sueltos, en lo que sudé no poco, atendiendo a la serie de los años y a otras circunstancias necesarias en semejante obra”115. Esta posición es reiterada y constante: “Lo dicho en este capítulo consta en su mayor parte de una relación que sacó a luz el P. Matías de Tapia, si bien por ser muy concisa, le añadí la distinción de lugares y tiempo de que tengo seguras noticias y eché de menos en su papel”116.

112 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 105. 113 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV. 114 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV. 115  Ibidem. 116 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 345.

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Los manuscritos. Dos manuscritos conocemos hasta el momento de la Historia de las Misiones: el primero reposa en Bogotá117 y el segundo en Roma118. El cotejo que hemos llevado a cabo de ambos textos detecta una gran similitud, fuera de las pequeñas variantes propias más de los calígrafos de la época que del propio autor. Quizás la diferencia más significativa radique en el primer párrafo del capítulo I (que en la actualidad falta en el manuscrito bogotano) y que no se encuentra en el manuscrito romano. También aquí nos adentramos en el inagotable mundo de las posibilidades. Aunque sabemos de la existencia de otras copias, como la que conoció y utilizó el P. José Cassani para su Historia de la Provincia del Nuevo Reino119 y la que le enviaron al P. Pedro de Calatayud en España120, sin embargo hasta el momento estas no han sido localizadas. La confrontación de la edición impresa (1883; 1956) bajo la dirección del Sr. Guerra Azuola y frente a la de los manuscritos arroja muchas más variantes que las existentes entre estos últimos. Por los gustos de la época se permitió el Sr. Guerra Azuola “mejorar el estilo” de Rivero y de esta suerte se tomó ciertas libertades que no sabemos si responden a la actitud del editor o a trascripción del paleógrafo. Con todo, el editor afirma: “… publicamos tal cual salió de su pluma sin que hayamos hecho corrección ni enmendadura notable, salvo las que prescribe la ortografía que actualmente ha puesto en uso la Real Academia Española”121. Las críticas. En medio de esta visión global que ofrece la arquitectura documental riverana, debemos establecer la crítica negativa que la ubicaríamos en dos puntos fundamentales: las lagunas documentales y el posible mutismo sobre la Historia de Mercado. 117  Biblioteca Nacional de Bogotá. Sección de Libros Raros y Curiosos. Ms. 190. 118  Biblioteca Nacional Central de Roma. Gesuitico, 1157. (En papel 312 x 210). 119 Joseph Cassani .Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas (1967) 5, 32. 120  agi. Santo Domingo, 634. 121  Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. IX.

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Se echa de menos ya sea una sólida información, ya sea una deficiente interpretación de los siguientes acontecimientos históricos, que los hemos tratado, por separado, en sus lugares oportunos: la primerísima entrada a los Llanos en el lapso 1625-1628; la presencia de los jesuitas franceses en la fachada atlántica venezolana al mediar el siglo xvii; las imprecisiones en torno a la misión de Guayana; los intentos de expansión hacia lo que podría denominarse la misión de Barinas; y el vacío que define el período cronológico comprendido entre los años 1700 y 1715. Otro capítulo lo constituye el de las Necrologías; aunque algo hemos tratado más arriba, sin embargo queremos resaltar la evidente contradicción que surge entre el rechazo principista que adopta frente a este género literario y el espacio que dedica a biografías tales como las de los PP. Domingo Molina, José Dadey, José Hurtado, Francisco Varáiz y el Hno. Rafael Ramírez (todos ellos ubicados en la protohistoria misional llanera que no logró sobrepasar el balcón andino en la etapa 1626-1628 e incluidos para llenar las deficiencias documentales de la época). Por otra parte, se sumerge en inexactitudes serias al tratar de los PP. Dionisio Mesland y Antonio Monteverde, y no les asigna el espacio necrológico que hubieran merecido a los PP. Agustín González, Antonio Castán, Francisco Ubierna y Cristóbal Riedel, a quienes el escritor riobambeño había dedicado amplias y notorias biografías.

¿Cuál fue el influjo de la obra de Mercado en Rivero? Al hablar de Mercado, Martínez Rubio y Gumilla, nos detenemos en el estudio comparativo del texto riveriano con el de los autores mencionados. Sin embargo, juzgamos necesario dilucidar aquí los interrogantes que nos abre el supuesto influjo de la obra mercadiana en la Historia del P. Juan Rivero. ¿Conoció realmente el autor de la Historia de las Misiones el texto completo de la Historia misional redactada por el jesuita riobambeño? En principio la respuesta debería ser afirmativa, ya que el propio Rivero afirma que “lo referido hasta aquí, se dice más difusamente en la historia de esta Pro-

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vincia, que compuso el padre Pedro Mercado, la cual se llevó a imprimir a España, con excepción de algunas circunstancias particulares que llevo dichas”122. Sin embargo, el mencionado pasaje riveriano parece referirse al viaje de 105 días que recorrió el P. Julián de Vergara para huir de los caribes en 1684, tras haber dado muerte éstos a los PP. Ignacio Fiol, Ignacio Teobast y Gaspar Beck. Este pasaje se describe en el texto de Mercado de una forma más sucinta que en el texto riverano123. Luego, mal puede encontrarse más difusamente narrado en la historia de Mercado, quien concluye su libro VIII con el siguiente párrafo: “Después de haber escrito esta relación llegó a mis ojos la información jurídica que se hizo en el Orinoco de la muerte de los tres Padres dichos. Vi que la información contenía lo mismo que tengo escrito por relación del Padre Julián de Vergara y no habiendo que añadir, me contenté con guardar la información jurídica en el archivo de este Colegio de Santa Fe”124. Con todo, cabría otra interpretación: “lo referido hasta aquí” puede aplicarse a toda la narración histórica que va desde el comienzo del libro hasta ese punto concreto de la biografía misional, pero tampoco tiene sentido una exégesis tan amplia de una frase realmente imprecisa. Prescindiendo por el momento de la documentación utilizada por Rivero para elaborar el capítulo en cuestión, no deja de llamar a reflexión el hecho de que la única vez que el jesuita llanero cita la Historia de Mercado no es para consignar una cita textual, sino para hacer una referencia general sobre los alcances de una carta que transcribe Mercado y que Rivero utiliza en su manuscrito original125. Mas, de haber conocido el texto mercadiano, Rivero no solo no hubiera caído en inexactitudes como las que comete al hablar de la misión de Guayana, o las que escribe cuando se refiere a la personalidad de los PP.

122 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 268. 123  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reyno y Quiti de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 394-396. 124  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reyno y Quiti de la Compañía de Jesús, II, 398. 125 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 265.

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Monteverde y Mesland. ¿Cómo explicar entonces que sí conoció y utilizó la Historia de la provincia del nuevo Reyno y Quito de la Compañía de Jesús? Por una parte, este fenómeno no se aviene con la meticulosidad con que Rivero restituye a los autores la paternidad de sus escritos, y por otra, no se explica que un escritor serio, como lo es Rivero, deje de lado la pieza histórica fundamental y anterior a la suya, tan necesaria para redactar la historia. Y aquí comienza el mundo de las cábalas. ¿Le remitieron de Bogotá un manuscrito incompleto de la historia de Mercado? No parece probable, pues hubiera hecho relación a tan notable defecto. O dada la celeridad con que redactó la obra, ¿le impidió —o no consideró necesario— estudiar las páginas que Mercado dedica a los misioneros antes mencionados algunos folios más arriba antes de transcribir la carta del P. Julián de Vergara? Tampoco parece ajustarse a la actitud editorial riveriana tan escrupulosa de la cronología y de las personas que figuran en la obra126. ¿Tendrá quizá Rivero una actitud política y habrá pretendido confundir las figuras francesas y sus ensayos misionales en el oriente de Venezuela a fin de que se desconocieran hechos no deseados? De igual forma, la inverosimilitud nos contrapone a la proposición, pues pudiera haber callado dentro de ese contexto otros problemas mucho más delicados, y no lo hace, ya que su libertad de espíritu es muy grande como para encallar en una pequeñez. Tras cotejar ambos textos llegamos a la conclusión de que es factible que tanto Mercado como Rivero pudieron haber utilizado fuentes comunes en lo que a la historia se refiere, aunque no a las biografías, hecho que nos confirma en la no utilización de la Historia mercadiana.

Conclusiones En conclusión, se puede afirmar que ninguno de los historiadores misionales de la Orinoquia dispuso de una documentación tan amplia y de una vivencia directa de la tierra y de sus hombres como el P. Juan Rivero. Indiscutiblemente, se nota un gran progreso metodológico y conceptual —entre la crónica de Mercado y la historia de Rivero—. El indígena y su entorno adquieren una relevancia que los eleva a la categoría de protagonistas 126 Juan Rivero. Historia de las Misiones, p. XIV.

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y en este sentido el misionero-historiador se acerca más a la visión de etnólogo y del antropólogo que a la del propio historiador. Solo Gumilla y Gilij prolongarán y completarán esta rica faceta que se diseña intuitivamente en la obra riverana. No deja de ser curioso que la Historia de las misiones y El Orinoco ilustrado se hayan escrito en menos de doce meses y que este binomio constituya la primera visión científica que de la Orinoquia ofrecieron los misioneros jesuitas. Si la historia riverana se hubiera publicado conjuntamente con la gumillana, la obra de Gilij se hubiera sumergido en dimensiones mucho más profundas porque, en definitiva, si el latín les hizo conocer a fondo el mundo clásico, las lenguas llaneras y orinoquenses les hicieron penetrar a un mundo que aún hoy es desconocido en muchos aspectos.

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5. Joseph Cassani (1673-1750)1 Uno de los fenómenos más curiosos de nuestra bibliografía colonial lo constituye la obra y la personalidad del P. José Cassani. Su nombre aparece hermanado siempre al de José Gumilla, Felipe Salvador Gilii, Juan Rivero y demás integrantes de la generación de escritores orinoquenses, como si toda su existencia se hubiera consagrado a la labor misionera en el corazón virgen de la Orinoquia; pero sin embargo hay que recalcar que José Cassani solamente tuvo un punto de convergencia común con esta generación literaria: La historia de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino, ya que nunca pisó tierras americanas.

Los rasgos biográficos La biografía de este erudito jesuita se desarrolla íntegramente en el Viejo Mundo y su infatigable existencia se integra como parte activa en tres grandes instituciones: la Real Academia de la Lengua, de la que fue cofundador; el Santo Oficio, que solicitó durante 45 años su parecer sobre problemas teológicos, morales e históricos; y la Compañía de Jesús, a la que consagró miles

1 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, Rector del Colegio Imperial de Madrid, para los Padres Superiores de la Provincia de Totedo, sobre la religiosa vida, y virtudes del Padre Joseph Casani, difunto el día doce de noviembre de 1750; Pérez Goyena. “Contribución de los jesuitas al Diccionario de Autoridades”. En Razón y Fe (1922) 458-481; Constancio Eguía Ruiz. “El P. José Cassani, cofundador de la Academia española”. En: Boletín de la Academia española. Madrid, XXII (1935) 7-30; Cortarelo y Mori. “La fundación de la Academia Española y su primer director”. En: Boletín de la Academia, I, 4-38 y 89-127; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela Colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 131-141; J. [Martínez De La] Escalera. “Cassani, José”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 695.

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de páginas, entre las que se encuentran las dedicadas a la biografía misionera de los jesuitas en Venezuela y Colombia. Con todo, al rehacer el curriculum vitae de este docto jesuita, no podemos ubicar el estudio de su estructura biográfica en una existencia rica en acontecimientos y situaciones relevantes, ya que la vida del P. Cassani se desarrolló en el circuito monótono que supone la vida de estudio y de investigación. Si fueron tres las instituciones que polarizaron su vida, su reconstrucción habrá que verificarla a través de la proyección institucional manifestada en su polifacética actividad, en la producción literaria y en su ideología. Mezcla de sangre italiana y española, nació el P. Cassani en la capital de España el 16 de marzo de 16732. Su padre, Juan Bautista Cassani, era oriundo de la ciudad de Taggia, cerca de San Remo, en el Genovesado; los documentos oficiales de la época lo revelan como representante general de los cantones católicos suizos en España y como Depositario General de la Reverenda Cámara Apostólica en el suelo ibérico3. Por la vía materna se vinculaba a la genealogía de los Merodio, familia de terratenientes de Antequera, en el sur de España4. Poco nos han legado sus biógrafos de los primeros años y de su etapa de estudiante en el Colegio Imperial de Madrid, a no ser el anecdotario piadoso y panegirista tan de moda en los escritores ascéticos del setecientos. El 12 de noviembre de 1686 ingresaba en el Noviciado de la Compañía de Jesús en la capital de Erpaña5 y allí permaneció los dos años reglamentarios requeridos para esta prueba. 2  La mayoría de los catálogos señalan como fecha de nacimiento el 26 de marzo de 1673 con dos excepciones: el de 1690 que pone el 16 de marzo, y el de 1711 que señala el 20 del mismo mes. 3  Roma. Vaticano. Archivo Nunz. Madrid, no 157. 4 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, Rector del Colegio Imperial de Madrid, para los Padres Superiores de la Provincia de Toledo, sobre la religiosa vida, y virtudes del Padre Joseph Casani, difunto el día doce de noviembre de 1750. [Hemos consultado el ejemplar que reposa en el Archivo de la Provincia de Aragón en San Cugat del Vallés (Barcelona)] p. 2. 5  Según Bousemart, todavía no había cumplido los 14 años (p. 10). Ponen como fecha de entrada el 16 de noviembre, los catálogos (= 1711, 1714, y del año 20 al 49 todos con excepción del 1737 que debe estar equivocado) el de 1717 señala el 19 de noviembre.

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No le debió de ser fácil la consecución de la autorización paterna para hacerse jesuita: el ser hijo único y el tener que renunciar al porvenir labrado por sus padres eran dos motivos atravesados en la comprensión de D. Juan Bautista Cassani. Pero una coincidencia feliz debió de precipitar los acontecimientos: el nacimiento del segundo vástago de los Cassani6 hizo que las esperanzas de sucesión recayesen en el recién nacido. Quizá fue esta la causa que aceleró la decisión del joven José Cassani a llamar a las puertas de la Compañía de Jesús cuando aún no había cumplido los catorce años de edad. Una confirmación implícita la entrevemos en una anormalidad jurídica no contemplada de esa forma en las Constituciones de la Compañía de Jesús: a partir de 1690 aparece como Profeso de 3 votos7. Una explicación la encontramos en su biógrafo, el P. Bousemart: “Concluyó su tiempo de Noviciado [...] No hizo entonces los Votos, porque no tenía edad. A su tiempo los hizo, y la Profesión solemne de los tres votos, para cortar de raíz aun la esperanza, no solo a los Mayorazgos, que dexó quando entró en la Compañía; sino a otros nuevos, que habían fundado sus padres con los muchos bienes”8. Pasó a Villarejo de Fuentes (Cuenca) para realizar sus estudios humanísticos9 y como máximum debieron de durar dos años, ya que en 1690 lo vemos en Acalá de Henares siguiendo el curso de Lógica10. Ya para entonces comenzaron a descollar significativamente en su personalidad “la vivacidad de su genio y la mucha aplicación”11. Estas dos 6 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 9. 7  arsi. Provincia de Toledo: Catálogo de 1690 y catálogos posteriores. 8 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 14-15 en donde el autor defiende claramente nuestra posición. Ignacio De Loyola Constitutiones Societatis Jesu latinae et hispanicae cum earum dectarationibus. Romae (1937) 174-175. 9 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 16. 10 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 16-17. 11  arsi. Provincia de Toledo. Catálogo de 1690.

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constantes se fueron proyectando en una serie de cualidades, que aunque extraordinarias, tienen su explicación natural, y afortunadamente nos las ha transmitido un hombre que le conoció muy de cerca: el P. Bousemart. La personalidad de José Cassani fraguó desde muy joven, de tal manera que las orientaciones directrices de su fisonomía humana, cultural y científica proyectaron pronto los rasgos decisivos del jesuita madrileño. Todo esto nos lleva a la reconstrucción de una personalidad compleja, que no pasó desapercibida para sus coetáneos; en dos frases afortunadas consiguió su biógrafo una fotografía perfecta: “Parece increíble, que tanta mole de ocupaciones cupiese en un hombre solo; pero como el Padre Cassani era tan hombre, había hombre para todo”12. La dotación de valores intelectuales y morales que se fueron desarrollando e incluso descubriendo al compás de las exigencias cotidianas por sus vinculaciones a organismos culturales y religiosos, fueron trazando una resultante de cualidades innatas y adquiridas que sin dificultad podemos sintetizar con el calificativo de extraordinaria. Así pudo Bousemart dejarnos este retrato: “A la verdad tenía el P. Cassani un conjunto maravilloso de prendas, y extremadamente lucidas; su comprehensión era prompta; su entendimiento profundo, pero muy claro; igualmente sutil, que sólido. Su capacidad anchurosamente dilatada, y tan basta, que sin confusión penetraba, reflexionaba y digería las materias: sin embarazarse en la multitud de especies, ni diversidad de objetos [...] si esta comprehensión profunda y fácil del Padre Cassani, se llegaba la felicidad de su memoria. Esta, cuando era niño, se admiró por grande y cultivada con el exercicio, llegó a tal estado de perfección, que depositaria segura de las especies que se la fiaban, las daba fiel y oportunamente”13. La biografía cassaniana no es una manifestación estática de sus grandes posibilidades; quizá nada mejor que la gráfica de la evolución biográfica nos inicie en el dinamismo de una personalidad que solo conoció la ley de la superación constante.

12 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 31. 13 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 18-19.

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El esfuerzo y una abierta vocación de servicio son las dos coordenadas que encuadran todo el transcurrir de la existencia cassaniana, sometiéndola de esta suerte a una apertura constante hacia nuevas conquistas con un ritmo continuado de progreso. Los Estudios superiores de Filosofía y Teología nos ofrecen una comprobación explícita. Mientras su primer panegirista lo ubicaba entre los miembros de una generación de hombres excelentes, “ingenios de primera línea que después con aplauso, y aun con admiración llenaron las Cathedras y empleos más lustrosos de la Provincia”, pero sin descollar sobre ellos, sito más bien en un segundo plano; nos encontramos por el contrario, con que al finalizar el ciclo teológico, la Facultad de Teología de Alcalá lo señaló para que defendiese ante todo el claustro, la Filosofía y Teología escolásticas14, en un acto singular que la Ratio Studiorum jesuítica califica como “Actus Generalis”. Según los estatutos académicos, “deligantur pauci atque egregie instructi, quique ingenio et disputandi peritia praestent”15. Esta dinámica de valores espirituales y culturales se mantendrá a lo largo de toda su vida, pero desgraciadamente lo que en profundidad hubiera significado una obra definitiva y clásica, lo sacrificó en beneficio de la extensión, convirtiendo de esta suerte a Cassani en un erudito y literato en vez de un investigador. Esto no significa la frustración de la potencia intelectual de Cassani, sino la desviación a niveles menos creativos, y consiguientemente una facilitación del ritmo de producción que se fue acelerando de tal manera que el recuento de sus “Obras Completas” definitivas es una tarea que todavía está sujeta a muchas mutaciones. Sus escritos nos hacen asomarnos a una mente equilibrada, de gran capacidad de síntesis y de una penetración intuitiva nada común. Por eso la claridad, el orden y la armonía literarias llegan a ser en Cassani una obsesión, aunque también hay que reconocer, por otra parte, que como hijo de una época tuvo que rendir tributo al mal gusto estilístico de entonces. 14 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 18. Este acto tuvo lugar en el Colegio Imperial de Madrid (p. 20). 15  Ratio Studiorum superiorum Societatis Jesu. Romae, 1941, no 149, parágrafo 2.

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Dentro del mundo culto y de tendencia enciclopédica de su tiempo, no es de extrañar que su memoria clara y feliz le abriese un amplio campo en la admiración de la sociedad ilustrada matritense y más si tenemos en cuenta “una expresión prompta, fácil y clara, con que parece que se hallaba las cosas dichas”16, demostración clara de un entendimiento sintético, pues no se expresa con claridad lo que se concibe con confusión. Con estos antecedentes su designación coma Calificador del Santo Oficio en 1705 y la elección para ser miembro fundador de la Real Academia de la Lengua en 1713, no se pueden interpretar como fruto de una posición privilegiada de una casta familiar o social, ni del influjo de la institución religiosa a la que pertenecía, sino a la madurez y auténtica valía de su personalidad literaria y científica. El trabajo tuvo a lo largo de su existencia un significado profundo, llegando a constituir incluso una segunda naturaleza, tanto que no encontramos ninguna otra explicación a su aprecio del tiempo que el convencimiento de una ley ascética. Su primer biógrafo insiste mucho en ello: “de modo que a su tiempo dexó de ser estudiante, pero en ningún tiempo dexó de ser estudioso [...]; todo lo quería estudiar, y todo lo quería saber: solo perder un instante de tiempo era lo que no sabía”17. “… quando venía de fuera, lo mismo era dexar el manteo, que tomar la pluma: y de este modo proseguía trabajando hasta muy entrada la noche, y esto aun en el rigor del verano, en noches tan sumamente calmadas, que aun el suspirar cuesta trabajo”18. También el sentido sagrado del deber y de la responsabilidad hizo de la vida de Cassani una consagración fiel a los deberes de la justicia y de la verdad. Y cuando la situación exigía una reivindicación, este hombre de complexión débil y enfermiza era capaz de mantenerse junto a la mesa de estudio día y noche luchando contra las exigencias fundamentales del sueño y descanso

16 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 20. 17 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 19. 18 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 31.

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hasta obtener el triunfo de la verdad, como en el caso de los Bolandistas19 que en “tres días con sus noches, estuvo infatigablemenle atareado a la mesa, a la pluma y a los libros”20. A la intensidad de trabajo añadía la eficiencia en el rendimiento: así se explican las miles de páginas de tan diverso género que redactó. Parece que la vida del Cartujano la escribió en un mes; “si esto es verdad: como sea obra de una especie, que supone inmensa lectura, ya en los muchos autores que cita, ya singularmente en las Obras del mismo Dionysio, que passan de ciento y sesenta libros: y que en los puntos controvertidos, es muy verosímil, que no los huviesse estudiado antes, que se le ofreciese tratarlos: buelvo a decir, que si esta es obra de un mes solo, no extraño, que el Padre Cassani escribiese tanto; antes me admiro, de que no agotasse el papel”21. Esto nos confirma en nuestra hipótesis de su pasión por las lecturas y sobre todo de su gran capacidad de asimilación. Este ritmo de producción escrita legada por un hombre inmerso en ocupaciones varias y autor de unas Obras Completas cuantitativamente tan extensas, solo tiene una explicación: la constancia aliada a una inflexible metodología de trabajo, como alma de la actividad cassaniana. Pero tampoco debemos silenciar sus dos grandes ayudas: el conocimiento de los idiomas extranjeros y los amanuenses. En su amplia bibliografía no solo las traducciones realzan el dominio que tenía del francés, italiano, portugués22, griego y latín, sino también el valor adquisitivo intelectual que depositaron en una inteligencia tan fecunda. Para ello contribuyeron los dos amanuenses que tenía a su disposición y si

19  Para los bolandistas, véase: Maurits de Tollenaere. “Bolandistas”. En: Charles O’Neill y Joaquín Mª. Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.Universidad Pontificia de Comillas, I (2001) 472-475. 20 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 39. 21 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 35. 22 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 26.

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hemos de creer a su biógrafo “se le vio muchas veces dictar a tres y alguna vez se le vio con admiración dictar a quatro”23. Otra visión de su personalidad nos la presentan sus valores humanos que podrían polarizarse todos en el espíritu de disponibilidad. Mas para comprender esta actitud humana fundamental de Cassani, habría que penetrar en la esencia misma de sus ideales religiosos realizados a traves de una larga vida sacerdotal, consagrada a la ciencia y a difundir la paz y el bien entre los hombres. El erudito y el sacerdote crearon en nuestro jesuita una síntesis humana, ambiciosa y rica en realizaciones espirituales, culturales y sociales. La obra escrita no fue frontera ni para su talento organizador y polifacético ni para la apertura incondicional a las más diversas manifestaciones de la servicialidad. Desde el momento en que la fama de Cassani cruzó las fronteras ordinarias de la cultura profana y religiosa, tuvo que consagrar gran parte de su vida a los compromisos y deseos de los demás. Las peticiones no siempre se reducían a prologar un libro, sino que las más de las veces solicitaban su pluma de académico para realzar una historia familiar, local o religiosa por los más diversos motivos. Así anota hábilmente su biógrafo: “fueron muchíssimas las consultas que tuvo distintas de aquellas, de que ya hice mención, en puntos de erudición y letras: no solo de los nuestros; sino de los extraños; no solo de España, sino de fuera del Reyno. Tan lejos voló la fama de su sabiduría y talentos. Con esto no se hace extraño, que para valerse de sus prendas le buscassen tantos: pero lo mejor es que lo hallaban todos”24. Hoy se nos hace cada día más difícil comprender una personalidad plurivalente y a la vez relevante en los más diversos niveles. Por eso, quien examine detalladamente la biografía cassaniana se sentirá desorientado por la coexistencia de virtudes y valores que en la mentalidad de una sociedad perfectamente diferenciada casi se reputan por antagónicos. ¿Cómo pudieron conjugarse el plurifacetismo científico con el literato erudito; o el orga23 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 18-19. 24 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 32.

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nizador de grandes espectáculos públicos con el escritor fecundo inmerso siempre en una cadena de labores editoriales; o el hombre servicial con los compromisos abrumadores de las tres grandes instituciones a las que consagró su vida? Por eso podemos decir con uno de sus mejores conocedores: “No se estrecharon aún a tanta esphera las tareas, y estudios del Padre Cassani: que como era tan hombre para los desempeños, le apetecían todos”25. Donde mejor demostró las posibilidades de su genio organizador fue en las fiestas religioso-folklóricas que tuvieron lugar en Madrid con motivo de haber elevado en Roma a la dignidad de los altares a varios miembros de la Compañía de Jesús. Ha sido Julián Rui Dávalos quien con su curioso libro, Los jóvenes Jesuitas26, nos ha conservado todo el tipismo de los actos y festejos con que se celebró en 1727 la canonización de san Estanislao de Kostka y san Luis Gonzaga27: atavío de altares, adorno de calles y plazas, arcos y jeroglíficos, música y danzas, procesiones y fuegos artificiales y un concurso literario de poemas en castellano, latín, griego y hebreo28. El éxito alcanzado obligó de nuevo a Cassani a repetir sus actuaciones en diversas ocasiones, ya que a juzgar por lo que dicen los cronistas jesuitas, el pueblo madrileño del dieciocho era muy dado a esta clase de espectáculos. Tres veces más en dos lustros (1727-1737) tuvo el ingenio del P. Cassani que imaginar nuevos espectáculos religiosos para celebrar

25 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 27. 26  Julián Rui Dávalos, Los jóvenes jesuitas. Puntual relación de las célebres solemnes fiestas ejecutadas en el Colegio Imperial de Madrid a la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka. Madrid, por Diego Martínez Abad, 1728. Sobre la autoría de este libro, véase: J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa, III (1906) 311-312. 27 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 43. 28 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 44.

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la beatificación primero y más tarde la canoniación de S. Juan Francisco de Regis y la subida a los altares del papa dominico Pío V29. Como muestra de este tipismo popular transcribimos un párrafo ilustrativo: “Solas dos cosas no puedo omitir, que fueron en esta función singulares, y del todo singularísimas, y ambas se le debieron al Padre. La primera fue la vistosa colgadura de la Iglesia, que pudo muy bien competir, y aun exceder a la famosa de cera, que el año de 671 en la Canonización de San Borja adornó nuestro Templo, y que hace aún tanto ruido en los libros, y en la memoria. De la que ahora hablamos, puede decirse, que en unas fiestas, en que todo fue primoroso, la colgadura se llevó la gala: ni al bello talle de este gran Templo, en que assímismo se excedió la Arquitectura, ninguna otra gala pudiera decir mejor: pues se logró adornarle, sin deslucirle: antes dando nuevo realce a la magestuosa fábrica. Formóse toda la colgadura al fresco, labrada de flores, frutas, y follaje; pero todo ello imitando el natural tan al vivo, que parecía, o que el artificio se habia hecho naturaleza, o que la naturaleza se habia disfrazado en el prodigioso artificio. Quien considere que tiene nuestro Templo de ámbito no menos que seiscientos y dos pies: que desde el pavimento a lo más alto de la Cornisa, se eleva cinquenta y siete: que tiene trece grandes Arcos con otras tantas Tribunas grandes, sin otras veinte y ocho más pequeñas: y contemplare toda esta máquina felizmente adornada, hermoseada, y revestida de una colgadura igualmente inmensa, que ingeniosa: en que la uniformidad no ocasionaba fastidio, ni la variedad producía confusión: no sé, que admirára más: si las manos que tanto supieron executar, o la ossada phantasía, en que tanto pudo caber. Otra cosa, que en esta Función huvo muy singular, por disposicion tambien del Padre Cassani, fue la entrada de la Procession, ya anochecido, en el Templo. La desmedida, y corpulenta mole del Altar, toda brillando fogosidades, y toda la Iglesia hecha una luz, o una hoguera con muy iluminda, con nueve coros de instrumentos músicos, oboes, trompas y violines, tocando los mas sonoros conciertos [...] Lo cierto es, que tanta fogosidad, con tanta harmonia; tanto reflexo, con

29 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 47.

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tanta consonancia; y tanta luz brilladora, con tanto instrumento sonoro, hicieron que se equivocasren los ojos con los oidos”30. Hombre asequible y bondadoso, no restringía el alcance de su servicialidad a las empresas que pudieran ofrecerle renombre y gloria (en la elaboración de su obra literaria observaremos cómo algunas obras suyas ni siquiera aparecen con su nombre), sino que por el contrario, demostró siempre un desinterés laudable. Algunas veces las demandas procedían de ciudades u órdenes religiosas. Valladolid, al ver acercarse las fiestas de canonización de San Pedro Regalado, solicitó del P. Cassani la elaboración de una biografía del nuevo santo31. Las capuchinas de Murcia le honraron con su carta de Hermandad en agradecimiento por haber escrito la historia del Relicario32. Los Padres Cartujos del Monasterio de Nuestra Señora del Paular lo acogieron siempre como huesped de honor y le encomendaron la Biografía de su Fundador y la Historia de la Cartuja33. No nos detenemos ni en las continuas peticiones de los editores y algunos autores para que el erudito académico prologase sus escritos, ni en sus continuos desvelos en pro del Colegio de Alcalá, que absorbió largos años de su vida a consecuencia de la herencia legada por su padre D. Juan Bautista Cassani. Intensa debió de ser la etapa de formación en la ciudad complutense, aunque no podemos precisar con exactitud el límite de su estancia en Alcalá. En 1696 estaba dedicado todavía al estudio de las ciencias sagradas y según el catálogo de 1700 ya estaba residenciado en el Colegio Imperial de Madrid, pero con un historial breve y curioso: “enseñó Gramática 6 meses”34; ahora

30 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 45 y ss. 31 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 32. 32  En realidad se trata de la Historia del Convento de las Madres Capuchinas de Murcia, llamado generalmente el Relicario. Cfr. Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 32. 33 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 33-34. 34  arsi. Prov. de Toledo. Catálogo, 1700.

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repetidor de Teología, todo lo cual nos hace remontar la salida de Alcalá, por lo menos, al año 1699 y muy probablemente al año 1698. Casi toda la primera mitad del siglo xviii (1669-1748)35 se va a desarrollar en el histórico centro educacional jesuítico: El Colegio Imperial; primero como profesor de matemáticas durante quince años36 y más tarde como escritor absorbido por diversas funciones burocráticas37. A partir de 172038 abandona la docencia para poder dedicarse a la investigación y trabajos publicitarios, y a otros diversos tipos de actividades que absorbían a muchos jesuitas ilustres junto a la Corte y demás organismos administrativos y culturales. En la renuncia definitiva a las tareas pedagógicas creemos encontrar otro factor importante silenciado por las informaciones oficiales de la Orden: la administración de su cuantiosa herencia, que tantos beneficios produjo, sobre todo al Colegio de Alcalá39. El 16 de febrero de 1705, D. Juan Bautista Cassani nombró heredero de sus bienes en testamento a su hijo José40. Durante muchos años (17201734) tuvo que encargarse personalmente de la parte administrativa de la herencia, debido a los innumerables conflictos provocados por personas interesadas; mas a partir de 1734 pudo el P. Quirós asumir todas las respon-

35  arsi. Prov. de Toledo. Catálogo, 1700-1750. 36  José Eug. De Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Imprenta “Gráfica Universal”, II (1929-1930) 143. 37  En el catálogo de 1705 debieron de olvidar por error su nombre; este catálogo sería interesante para poder indicar el comienzo de su Magisterio matemático. Pero como su primer libro, Conclusiones Mathematicas de Architectura militar, conoció la luz pública en 1704, esto nos obliga a remontarnos por lo menos al año 1703 o quizá más arriba. 38  arsi. Provincia de Toledo. Catálogo de 1720 y ss. 39 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 41. 40  Archivo de la Academia de la Historia de Madrid. Jesuitas. 3er fase.

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sabilidades, según lo demuestra el P. Eguía con la serie de documentos que encontró en la Acadernia de la Historia de Madrid41. La década que va de 1705 al 1715 es fundamental para poder interpretar la biografía cassaniana. A lo largo de esa zona cronológica van a ir surgiendo los acontecimientos históricos decisivos que definirán hasta la muerte del abnegado jesuita su personalidad humana y científica. Nos referimos a las vinculaciones que el Cassani científico establece con los organismos ya antes referidos: 1705: Calificador del Santo Oficio. Desde el año 1705 hasta el de su muerte sirvió el P. Cassani como consultor del Santo Oficio42. Esta es la vertiente más delicada y difícil de la personalidad de nuestro biografiado. Por una parte, estos 45 años de trabajo le hicieron familiarizarse y polemizar con toda la nueva ideología y en especial con la teológica, filosófica e histórica. En el Archivo Nacional de Madrid reposa gran parte de esta ardua y delicada documentación, interesante para la Historia Eclesiástica de España43. 1713: Cofundador de la Real Academia de la Lengua. Se puede considerar como el mejor el mejor servicio que realizó Cassani a las letras hispánicas44. 41 Constancio Eguía. “El P. José Cassani, cofundador de la Academia española”. En Boletín de la Academia Española, t. XXII (1935) 9. 42 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 27. 43  Para un mayor conocimiento del tema, véase: “Notas biográficas”. En: Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) XXIII-XXVI. 44  Para un mayor conocimiento del tema, véase: “Notas biográficas”. En: Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) XXVII-XXXV. Véase, además, para la historia de la Academia: Real Academia. Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modo de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Madrid, en la Imprenta de la Real Academia Española, 1732 [utilizamos la edición facsimilar. Madrid, Editorial Gredos, (1969)]. Tomo I, pp., IX-XLI; tomo VI (sin paginación); Emilio Cotarelo y Mori. “La fundación de la Academia Española y su primer director don Juan Manuel F. Pacheco, marqués de Villena”. En: Boletín de la Academia española. Madrid, I (1914) 4-138; 89-127; Antonio Pérez Goyena. “Contribución de lso Jesuitas al Diccionario de Autoridades”. En: Razón y Fe. Madrid, 63 (1922) 458-481; Constancio Eguía Ruiz. “El P. José Cassani cofundador de la Academia española”. En: Boletín de la Academia española. Madrid, XXII (1935) 7-30.

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1715: Se inician las publicaciones relativas a la Compañía de Jesús con la Vida de San Estanislao de Kostka45. Mas, el género de vida tan férrea a la que se sometió, el trabajo continuado, los compromsos con la Academia, el Santo Oficio y la Compañía de Jesús, hicieron que el panorama de su cotidianidad se fuera cerrando en un mundo eminentemente intelectual, religioso y personal. Y esta actitud desarrolló llamativamente sus ansias de retiro y soledad46. Esta actitud interna se detecta en una carta dirigida por Cassani al Provincial de la Compañía de Jesús, en la que insistentemente solicita su salida de Madrid y su retiro definitivo a Alcalá de Henares (y que suspondría una ruptura dentro del proceder normal cassaniano): “treinta y cinco años de tarea, merecen algún descanso; y treinta y cinco años en Madrid piden de justicia algún retiro; [...] cerca de sesenta años de edad hacen su oficio y rinden: el corazón se ensancha ya con dificultad. No rehuyo el trabajo, pero veo la dificultad...”47. Esta especie de depresión moral parece que fue pasajera, ya que su actividad se reanuda en los años siguientes y la producción escrita alcanza un ritmo nunca soñado. La consagración total a sus tareas científico-literarias abrió sin duda uno de los cauces más penetrantes para el retraimiento, y llegó hasta tal punto que el “hacer una visita le costaba dificultad”48; y de esta suerte su vida se fue habituando a una monotonía casi mecánica: se reducía a salir de su habitación o para ir a la Biblioteca a consultas especializadas o a la Academia

45  Una descripción detallada de la bibliografía en: Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) LVIII-LXXVII. 46 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 59. 47  No conocemos el original de esta carta sino algunos extractos transcritos por Bousemart en su carta necrológica (Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 61). 48 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 60.

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a las reuniones regulares49, y como en Madrid este desideratum era difícil de alcanzar, se retiraba siempre que podía al Paular o a Alcalá50. Mas a pesar de todo, sus cualidades innatas no se atrofiaron: como hombre de consejo “tenía particular gracia para componer amistades: y este motivo le sacó de casa muchas veces y siempre con felicissimo fruto”51. El control y dominio interior nunca eclipsaron “la viveza ayrosa, y enérgica expresión... que le era tan natural”52. Los últimos años de este sabio sacerdote los condicionan fuertemente las enfermedades, hasta tal punto que el año 1748 abandona definitivamente la Corte para retirarse a la enfermería del Colegio de Alcalá. No fue de complexión fuerte el P. Cassani, ya que tanto los que le conocieron personalmente, como los catálogos de la Provincia de Toledo, nos lo describen como hombre achacoso. A partir de 1696 los Informes Oficiales repiten, casi mecánicamente, al hablar de su salud corporal: “vires mediocres”53. Hay dos intervalos de normalidad entre 1714-1720 y 1720-1730, pero de nuevo vuelve a sumergirse en un declive progresivo de 1734 a 1743, en donde los catálogos le aplican el calificativo de “vires mediocres”; a partir del año 43 se consagra definitivamente el epíteto de “vires debiles”. No hemos podido precisar la fecha que abre la puerta a todos los achaques, sin embargo, nos han quedado algunos síntomas. El temblor de manos54, vinculado a una torpeza física notable que le impidió en sus últimos años hasta celebrar la santa Misa55 y la necesidad de una muletilla para guardar el equili-

49 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 60. 50 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 61. 51 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 63. 52 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 36. 53  arsi. Catálogos de la Provincia de Toledo, 1696, 1700, 1711. 54 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 66, 55 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 67.

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brio56; a partir del año 1748 lo vemos preso de ataques de apoplegía que poco a poco lo fueron debilitando hasta reducirlo a la impotencia57. Así lo sorprendió la muerte en 1750 en la pacífica villa de Alcalá de Henares. Su primer biógrafo nos ha dejado esta sencilla narración: “Amaneció el día 12 y último de la vida del Padre Cassani [...]. Le asaltó el ya repetido accidente apoplégico, con tal violencia, que desde luego le quitó el habla [...]. El accidente se fue agravando por instantes, hasta postrarle del todo [...] pero nada alcanzó a vencer lo violento del accidente, que entre nueve y diez de la noche le vino a quitar la vida [...]. Tenía de edad setenta y siete años cumplidos: y si la vida de los grandes hombres no se cuenta por años, sino por proezas: mucho vivió el Padre Cassani, pues executó tantas. Mucho vivió si se miran sus tareas; poco, si se atiende a nuestros deseos”58. Una obra tan extensa como la de Joseph Cassani era lógico que de una manera u otra fuera detectada por alguno de los ramos de la bibliografía. Mas la pregunta obligada se traslada a otro punto de vista: ¿corresponden los artículos bibliográficos a la realidad literaria producida por nuestro biografiado? Ya antes de iniciar la respuesta admitimos que esta tónica no puede imponer su ritmo de escrupulosidad crítica a cada uno de los componentes de las Obras Completas cassanianas tan voluminosas e incluso difíciles de conseguir para el investigador moderno. Por lo tanto, fuera de algunas consideraciones generales necesarias, trataremos de circunscribirnos a la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, en la América publicada en Madrid el año 1741.

La identificación de JOSEPH Cassani No ha sido fácil para los investigadores la recopilación y sistematización de las obras del sabio jesuita. El primer conflicto serio lo constituye la legitimación de la genuinidad literaria de una serie de escritos éditos e inéditos desconocidos durante 56 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 52. 57 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 75-76. 58 Gabriel Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 78-79.

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siglo y medio por los bibliógrafos de las grandes enciclopedias. El discernimiento de las obras espúreas es tarea relativamente fácil, ya que prácticamente se resuelve en gran parte con la clarificación de las personalidades con el nombre Cassani y con los aportes de su primer biógrafo Gabriel Bousemart y los estudios de los bibliógrafos españoles Uriarte y Lecina. Son tres los jesuitas apellidados de la misma manera que el autor de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino, con la coincidencia además de que su existencia se superpone cronológicamente: José Cassani (1673-1750); Rafael Cassany (senior) (1671-1729); Rafael Cassany (junior) (1705-1774). Encontramos con todo una ligera diferencia en la escritura del apellido, pues mientras el del académico acaba en i latina, el de sus homónimos concluye en y griega. Backer59 y Sommervogel60 solo conocieron al Cassany senior. Uriarte y Lecina fueron los primeros en llegar a la existencia del junior61. Rafael Cassany (senior) nació en Seo de Urgel (Lérida) el 25 de enero de 1671; ingresó en la Compañía de Jesús el 25 de septiembre de 168662. Fue profesor de Humanidades en el Colegio de Urgel, de Filosofía en el de Manresa y de Teología en Urgel y Barcelona. Fue uno de los más elocuentes misioneros de su tiempo, como lo demuestran sus obras oratorias. Murió en su ciudad natal el 24 de julio de 1729. Según Uriarte-Lecina, sus obras fueron:

59  Agustín et Aloys De Backer. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou notices bibliographiques: de tous les ouvrages depuis la fondation de l’Ordre jusqu’à nos tours; des apologies, des controverses religieuses, des critiques littéraires et scientif. suscitées à leur sujet. Liège, Grandmont-Donders, I (1859) 1109. 60 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruxelles, Schepens-París, Picard, II (1891) 812 y ss. 61  José Eugenio de Uriarte y Mariano Lecina, S. J. Biblioteca de escritores de la Compañíade Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Imprenta “Gráfica Universal”, II (1929-1930) 151. 62 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, II, 816 pone el ingreso el 27 de abril de 1687, basado en el catálogo de 1705; sin embargo, nuestra fecha la sostienen los catálogos de los años: 1690, 1693, 1696, 177, 1717, 1723.

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1. Sermón fúnebre... a la Catholica Reyna Doña María Luisa Gabriela de Saboya. Barcelona, 171463. 2. Panegírico de San Francisco de Sales. Barcelona, 171564. 3. Mission Quadragessimal. Barcelona, 1724 (2 vols.)65. 4. (Sermón de El M.R.P. Rafael Cassany de la Compañía de Jesús. Gerona, 1767)66. 5. Carta de edificación en la muerte del H. José Mora. Urgel, 171767. 6. Carta de edificación en la muerte del P. Juan Piñeyro. Urgel, 171868. No fue tan fecundo el P. Rafael Cassany junior. El P. Mariano Lecina, que es el descubridor de esta tercera personalidad, anota escueta-

63 Rafael Cassani. Sermón Fúnebre en las solemnes Exequias que la Iglesia y Ciudad de Urgel hizieron a la Católica Reyna Doña Maria Luisa Gabriela de Saboya. En Barcelona, por Joseph Texidó, 1714 (en 4º). 64 Rafael Cassani. Penegírico de San Francisco de Sales, Príncipe y Obispo de Ginevra. En Barcelona, por Joseph Texidó, 1715 (en 4º). 65 Rafael Cassani. Mission Quadragessimal. Sobre los Evangelios de los Domingos, Lunes, Miércoles, Jueves y Viernes de Quaresma. (Tomo primero: Contiene los primeros. Tomo Segundo: Contiene los otros) quinze Sermones, con dos Indices copiosos. Uno, al principio, de los Sermones, y de sus Assuntos; otro, al fin, de las cosas más notables. Su Autor el R. P. Rafael Cassany de la Compañía de Iesu, natural de la ciudad de Vrgel del Principado de Cataluña, Examinador Synodal del Arzobispado de Tarragona, y de los Obispados de Vrgel y de Solsona. Dedicale (a lIlustrissimo Señor D. Simeon de Guinda, y Aperztegui Obispo de Urgel. Con Licencia. A la Muy antigua, noble y leal Ciudad de Urgel su misma Patria. Con las licencias necesarias, que van en el primer tomo). Barcelona: Por Juan Jolis Impressor, en la calle de los Algodoneros, año (1724-1724. Vendense los dos tomos en casa Jayme Batle, en la calle de los Libretos). Dos tomos en 4º, de 364 pp más 36 prels; y 344 pp. más 28 prels. 66 Rafael Cassani. [Sermon de] El M. R. P. Rafael Cassany de la Compañía de Jesvs. Examinador Synodal del Arzobispado de Tarragona y de los Obispados de Urgel y Solsona. “En las pp.1-17 de ‘Sermones de las Almas del Purgatorio, sacados de diversos y graves Autores, por un Sacerdote Devoto de las mismas Almas... Año 1767... Gerona: Por Joseph Bro” (Cfr. Uriarte-Lecina. Biblioteca de escritores, II, 152). 67 Rafael Cassani. Carta de edificación en la muerte del H. José Mora. Urgel y Agosto 31 de 1717. P1º en fol. (Cfr. Biblioteca de la Historia: Madrid. Archivo Histórico Nacional de Madrid). 68 Rafael Cassani. Carta de edificación en la muerte del P. Juan Piñeyro. Urgel y Agosto 16 de 1718. Cfr. Biblioteca de la Historia. Madrid.

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mente: “Nació en Seo de Urgel (Lérida) el 25 de octubre de 1705; entró en la Provincia de Aragón el 5 de agosto de 1720, e hizo la profesión de cuatro votos el 24 de febrero de 1739. Operario celoso e incansable, fue por muchos años Prefecto de la Congregación de la Buena Muerte en el Colegio Noviciado de Tarragona. Desterrado a Italia en 1767, murió en Ferrara el 15 de marzo de 1774”69. El único escrito de Cassany junior que ha llegado hasta nosotros es: Historia y Miracles de la Sagrada Imatge de Nostra Senyora de Nuria. Barcelona, 175170. Sommervogel incluyó esta obra entre la producción del jesuita madrileño71, pero sus razones no son convincentes, ya que su error nace del desconocimiento de esta tercera personalidad cassaniana72. Pero mucha más luz arrojan para la fijación del alcance bibliográfico cassaniano los aportes de los biógrafos (Bousemart y Uriarte-Lecina) que el discernimiento de las tres personalidades Cassani.

69  Uriarte-Lecina. Biblioteca de escritores, II, 151. 70 Rafael Cassani [Junior]. Historia y Miracles de la Sagrada Imatge de nostra Senyora de Nuria, composta per son devot Capellá Francesco Marés, Dr. en S. Theologia, y trata de uns escrits molt antichs, y guardats en la mateixa Casa de Nuria. Barcelona, en la Estampa de Pedro Piferrer, 1751. En 4º. 71 Carlos Sommervogel. Bibliothèque, II, 815. 72 Carlos Sommervogel (Bibliothèque, II, 815) ha atribuido esta obra al P. José Cassani basado quizá en la imprecisión tanto como Félix Torres Amat. Memorias para ayudar a formar un Diccionario Crítico de los Escritores Catalanes. Barcelona, Impr. de J. Verdaguer (1836) 372; así como Tomás Muñoz y Romero. Diccionario Bibliográfico-Histórico de los antiguos Reinos, Provincias, Ciudades, Villas, Iglesias y Santuarios de España. Madrid, M. Rivadeneyra (1858) 74, dicen que la presente edición con todas sus adiciones estuvo a cargo del “P. Cassani, jesuita”. Nosotros repetimos con Uriarte: “Mas no puede ser así: el P. José Cassani no sabía catalán y, además, había muerto a 2 de noviembre de 1750. Si algún P. Cassani de la Compañía tuvo parte en la edición y añadiduras, sería el P. Rafael Cassany, el joven, natural de Urgel, que sobrevivió al decreto de extrañamiento dado por Carlos III”. Cfr. Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimos de Autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España. Madrid II (1904) 561. Este libro debió de tener varias ediciones, pues según Torres Amat (p. 372), la primera edición apareció en Barcelona en 1666; Muñoz Romero (p. 74) cita otra de 1700 y el mismo Amat vuelve a señalar otra, diferente a la nuestra, de 1756.

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Ha sido el P. Uriarte quien ha provocado en sus Anónimos y Pseudónimos el planteo definitivo del estudio de la autenticidad histórica de los escritos cassanianos. El ilustre polígrafo recoge hasta 26 obras de este tipo73. Dos razones sorprendemos capaces de explicar en cierto sentido la desorientación de los investigadores con respecto al P. José Cassani: cierta confusión motivada por la actividad de nuestro infatigable autor, que supervisó la reedición de una serie de obras de autores diversos; y en segundo lugar, la demanda de muchos escritores para que prologase el docto académico las producciones que iban a lanzarse al gran público. Todo ello, y la falta a veces de una metodología crítica de algunas de las obras del siglo xviii, hizo que los bibliógrafos atribuyesen a Cassani escritos de los que en realidad era únicamente o el prologuista o el supervisor. No vamos a entrar en la minuciosidad de divisiones y subdivisiones con que estructuró sus cinco volúmenes el P. Uriarte74, pero nadie como el P. Lecina ha sabido ofrecer un estudio tan completo como erudito. El esquema del conocido bibliógrafo español abarca un conjunto de 64 obras, sin incluir la de los anónimos y seudónimos. Para la consulta del catálogo completo de escritos del P. José Cassani, nos remitimos al “Estudio Preliminar” que introduce nuestra edición caraqueña de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno Granada en la América75.

La personalidad histórica de Joseph Cassani Aunque parezca paradójico, la literatura escrita sobre la personalidad del P. José Cassani no responde a la realidad fecunda de un hombre cuya principal misión a lo largo de su vida fue la de escribir. Así, si exceptuamos algunas grandes enciclopedias bibliográficas y los especialistas en la historia misionera de 73  Un resumen nos lo ofrece Uriarte-Lecina. Biblioteca de escritores, II, 143-144. 74  J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa, V (1916) pag., VIII. 75 Joseph Cassani, S. J. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la America. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey S. J. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 85) 1967.

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Colombia y Venezuela, podemos afirmar que este polígrafo incansable es hoy casi un anónimo. La apreciación de sus contemporáneos, por el contrario, fue muy diversa. Desde muy pronto su nombre se dio a conocer por las revistas científicas y literarias, no solo de España, sino también del extranjero76. Para una mayor claridad metodológica podemos diferenciar tres capítulos o puntos de estudio para dar luz al curioso fenómeno científicohistórico provocado por Cassani: 1. Las circunstancias históricas que forjaron un Cassani distinto del real. 2. La biografía de su bibliografía. 3. La investigación histórica y sus polémicas.

1. Las circunstancias históricas que forjaron un Cassani distinto del real La expulsión de los jesuitas en 1767 de España y sus dominios —17 años más tarde de la muerte de Cassani— parece que debía de haber introducido el olvido de sus obras; sin embargo, una serie de circunstancias ocasionales y oportunas pusieron de inmediato a nuestro historiador en manos de los investigadores. La gran oportunidad para la difusión “histórica” de Cassani la patrocinó el P. José Gumilla, quien con su Orinoco Ilustrado ofreció un magnífico vehículo de propaganda para la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, y consecuentemente creó la necesidad de acudir a una fuente histórica que diese una explicación al dinámico devenir de la gran arteria fluvial venezolana descrita por el misionero orinoquense. No hay que perder de vista que aunque Gumilla invoca las “dos Historias manuscritas” de los PP. Pedro de Mercado y Juan Rivero77 “por lo que mira a la solidez de la verdad”, sin embargo a lo largo del texto citará exclu76  Journal étranger. Septiembre, 1755, 125-148. Mémoires des Trevoux. Abril, 1765. Mémoires de l’Académie des Sciences. 1701, pp. 66-69. Diario de los Literatos de España, tomo I, art. 12. Para más información nos remitimos a la biografía de Gabriel Bousemart. 77 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido (edición del P. Baile), p. 32.

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sivamente la Historia General de Cassani78, obra que antecedió solo en unos meses a la aparición de El Orinoco ilustrado. Y ya en las primeras líneas de su prólogo el misionero venezolano hace la presentación de su colega español: “No de otra manera la sutil pluma y caudalosa eloquencia del Padre José Cassani formó nuevamente la Historia General, así de la Provincia como de las Misiones antiguas y modernas [...] entresacando con destreza las más preciosas noticias de los manuscritos originales, y apartando aquellas que pudieran ocasionar digresión molesta o interrumpir el precioso hilo de su Historia”79. La biografía gumillana del Orinoco tuvo pronto una enorme repercusión en tierras del Nuevo Reino y sobre todo en el mundo europeo. Para citar tan solo un ejemplo ilustrativo: en los tres lustros que separan la segunda edición (1745) de El Orinoco ilustrado y defendido del año 1760, aparecieron en Francia extensas síntesis y estudios que venían a hacerse eco de la problemática planteada por la curiosa sagacidad del misionero jesuita80. 78 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, a cada paso cita a Cassani (v. gr. 7, 67, etc.). 79 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 29. 80  Mémoires pour I’Histoire des Sciences et des beaux Arts, commencés d’etre imprimés l’an 1701 a Trevoux et dédiés a son Altesse Sérénissime Monseigneur le Prince Souverain de Dombes. A Paris. Chez Chabert: - (1747) Oct. Dec., pp. 2.319-2.345,2.501-2.524. - (1748) Jan. Mar., pp. 27-53, 189-191. - (1759) Mar.-Avril, pp. 623-640. Année Littéraire, année m.dcc.lviii par M. Fréron, des Académis d’Angers, Montauban, de Nancy, de Marseille et de Caen. A Amsterdam. Et se trouve a Paris chez Michel Lambert. - (1758) Tom.VI, pp. 327-350. - (1758) Tom. VII, pp. 73-92. Journal encyclopédique par une sociétè de gens de lettres, dédié a Son Alt. Ser. et Emin. Jean Théodore, Duc de Baviére, etc.... A Liège, de l’Imprimerie du Bureau du Journal. - (1759) Tom.I, part. 3, pp. 73-84. - (1759) Tom.II, part. 1, pp. 82-100. Journal Étranger ou notice exacte et détaillée des ouvrages des toutes les nations étrangéres, en fait d’arts, des sciences, de litterature, etc., par M. Fréron, des Académies d’Angers, de Montauban et de Nancy. A Paris, chez Michel Lambert. - (1756) Janvier, pp. 3-46. Journal des savants combiné avec les Mémoires de Trévoux. A Amsterdam, chez Marc Michel Rey. - (1758) Sept.-Oct. pp. 353-359.

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En el plano histórico también gozó la Historia del P. Cassani de todo el favor del oportunismo. No es raro encontrar ejemplares suyos en las bibliotecas europeas: en realidad fue la única fuente impresa de que han dispuesto los investigadores europeos hasta fines del siglo xix y casi pudiéramos decir que hasta nuestros días; pues aunque Juan Rivero81 conoció su primera edición en Bogotá el año 1883, siguió siendo una curiosidad bibliográfica en el Viejo Mundo no español. Solo a través de las publicaciones de la Biblioteca de la Presidencia de Colombia han podido los eruditos utilizar las dos fuentes misionales básicas: la segunda edición de Rivero (1956) y la primera de Pedro Mercado, que había permanecido inédita por más de dos siglos y medio82. Así, pues, toda la visión de los estudiosos europeos sobre el Orinoco y las misiones llaneras se realiza a través de la obra cassaniana. En estas circunstancias no habrá que extrañar la exclusividad sin competencias de que ha gozado el benemérito académico entre los investigadores europeos. A los veintiún años de fallecido Cassani, aparecía su obra como autoridad informativa para la vertiente misional de la Orinoquia en el primer Diccionario histórico-geográfico de la América del Sur del P. Juan Domingo Coleti83. En el siglo pasado, François Kieckens, el mejor biógrafo del mártir orinoqués P. Ignacio Toebaest, al reeditar las cartas del jesuita gantés acumulaba una gran cantidad de notas críticas explicativas del texto, sacadas en su mayoría de la Historia de Cassani84.

81 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casamare y Orinoco y Meta. Bogota, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1883. 82  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957 (con prólogo del P. Juan Manuel Pacheco). La parte relativa a Venezuela se ha publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 1-141. 83  Juan Domingo Coleti. Dizionario Storico-Geografico dell’America Meridionale de Giandomenico Coleti della Compagnia di Gesú. In Venecia, 1771, nella stamperia Coleti, 4º, 2 vols. 84  K. J. F. [François Kieckens]. Een gentche martelaar: Ignatius Toebast van het Gezeleschap Jezus. Zijm Leven, zijne Brieven en zijne Marteldood (1648-1684). Leuven, Boekdrukderij van Karel Peeters, Naamsche Straat, 22, 1888.

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Entre los modernos investigadores de la historia de las misiones venezolanas, aun los relativamente recientes (con excepción de los de habla castellana), ha seguido siendo Cassani la única fuente original escrita con categoría de documento histórico directo. Una confirmación la tenemos en el gran misionólogo belga el P. Joseph Masson85 y el americanista italiano Giuseppe Rosso86. Y como contrapartida curiosa: aquí en América se ha verificado un proceso inverso. Mientras Juan Rivero y Pedro de Mercado han ido alcanzando su auténtico prestigio, Cassani ha pasado a la calidad de rareza bibliográfica, sobre todo en Venezuela, en donde era imposible encontrar un solo ejemplar suyo en las grandes bibliotecas, hasta la reedición llevada a cabo por la Academia Nacional de la Historia en 1967. De esta suerte, podemos concluir diciendo que en el Viejo Mundo Cassani ha sido aceptado como la única fuente original y como fundamento para la historia misionera jesuítica en los llanos orientales colombianos y en la gran Orinoquia. Desafortunadamente, en Venezuela la “laguna histórica” creada por el desconocimiento de las obras producidas por los escritores jesuitas de esta época87, y que se extiende de 1741 a 1780, nos impide calibrar el influjo ejercido por Cassani entre los escritores de esa zona cronológica, históricamente anónima. Hay que remontarse hasta el Ensayo de historia americana del P. Gilij, quien de pasada cita a Cassani en 178488; pero con toda justicia cabría preguntarse: ¿consultó el jesuita italiano a nuestro biografiado en Venezuela o en Italia? Argumentación paralela podríamos establecer res85 Joseph Masson. Missionaires belges sous l’ancien régime (1500-1800). Tome I. Ceux qui verserent leur sang. Bruselas-París, L’Éd. Universelle de Brouwer, 1947. 86 Giuseppe Rosso. “El contributo di un missionario gesuita italiano alla conoscenza della geografía e dell’etnologia del Sud-America (1693)”. En: Annali Lateranensi. Roma, 4, (1940) 117-158. 87  Tendríamos que conocer algunas obras como: Manuel Román. Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañon y relación que hace el P. Román de su viaje de Carichana al río Negro desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744. José Gumilla. Anotaciones al Orinoco Ilustrado (1749). Lubián. Historia del Orinoco (1767?). Apéndice a la Real Expedición de Límites entre los dominios de España y Portugal (1767?). 88  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana. Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, IV (1955) 284.

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pecto del Informe reservado del mariscal de campo Alvarado, quien utilizó ampliamente la historia cassaniana: “Para hablar por demostración en asuntos de tan antiguo origen, elegí la propia historia de los jesuitas que dio a luz el año 1741 el P. Cassani por lo correspondiente a la Provincia de Santa Fe, en que incluyo todos los establecimientos que tienen en los Ríos Orinoco y Meta, y en los Llanos de Casanare...”89. De todo esto no se puede deducir que Cassani fuera un desconocido en el Nuevo Reino: indudablemente, una obra escrita y dedicada a los jesuitas que trabajaban en el Virreinato neogranadino, es lógico que pasase el Atlántico muy pronto, como primicia editorial, y así lo confirman los diversos ejemplares que hemos revisado en varias bibliotecas colombo-venezolanas90. Estas anormalidades de aceptación y valoración de la Historia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, son las que han provocado esa fisonomía histórica cassaniana irreal y ficticia; con todo, cabe destacar el fenómeno evolutivo siguiente: mientras en Europa se efectuó el anquilosamiento apreciativo de Cassani, en España y América, el ritmo crítico de la investigación ha logrado reivindicar la exactitud científica de cada uno de los historiadores jesuitas.

2. La biografía de su bibliografía La problemática real que, de una manera más o menos consciente, ha comprometido la actividad de los bibliógrafos del siglo xix, ha girado en torno a la ubicación de las fuentes. El desconocimiento de la carta necrológica del P. Gabriel Bousemart ha hecho que la reconstrucción de lo que podríamos señalar como las Obras Completas cassanianas haya sido lenta e incluso desorientadora. Hoy el problema está en gran parte resuelto, pero con la posibilidad de que todavía 89 Eugenio Alvarado. “Informe Reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 215-333. 90  Véase: José Del Rey Fajardo. Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1999, 2 vols.

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existan grandes lagunas, especialmente en la producción que hace referencia al Santo Oficio y al género epistolar. Un estudio bibliográfico de toda la obra del jesuita académico supondría una investigación seria —en estos momentos está tan solo esbozada— a través de la literatura autónoma de cada una de las tres grandes instituciones que polarizaron su actividad de escrito: la Compañía de Jesús, la Real Academia de la Lengua y el Santo Oficio. Sin embargo, en estas reflexiones nos circunscribiremos a la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno. Respecto a la biografía de Cassani, lo único llamativo es la aseveración de Sommervogel de que fue Provincial en Nueva Granada91. Esta afirmación ha tenido su eco incluso entre historiadores modernos. ¿Dónde se inspiró Sommervogel para hacer tal aseveración? No lo sabemos, y nos sorprende porque se trata de una añadidura a la biografía diseñada por Backer92. Y es fundamental recalcar que nuestro autor nunca pisó tierras americanas, para poder comprender cierta actitud suya respecto a lo “ignoto y exótico”. La primera enciclopedia bibliográfica de que tenemos noticia que haya acogido a Cassani entre sus autores es la del P. Diosdado Caballero93. Con esto Cassani había asegurado su permanencia en la tradición bibliográfica jesuítica, ya que tanto para los grandes bibliógrafos como Backer, Sommervogel, Rivière, Uriarte, etc., como para los locales, la obra del P. Diosdado Caballero es una fuente inapreciable de gran contenido informativo. A pesar de todo94, ha sido dentro del ámbito de la investigación de la Compañía de Jesús donde el polígrafo madrileño ha logrado una huella 91 Carlos Sommervogel. Bibliothèque, II, 812. 92  Backer. Bibliothèque des Écrivains., I, 1.107. 93 Ramón Diosdado Caballero. Bibliothecae Scriptorum Societatis Jesu Supplementa. Romae, F. Bourliè, 1814-1816. 94 Ciríaco Pérez Bustamante. Correspondencia reservada e inédita del Padre Francisco de Rávago confesor de Fernando VI. Madrid, M. Aguilar, 1936; Francisco Vindel. Mapas de América en los libros españoles de los siglos xvi a xviii (1503-1798). Madrid, Talleres tipográficos de Góngora, 1955; Rufino José Cuervo. Disquisiciones sobre filología castellano. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1950.

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definitiva de su personalidad para la Historia, con sus tres puntos básicos de evolución: la Bibliothèque des Écrivains de la Compagnie de Jésus de Backer; la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus de Sommervogel; y la Biblioteca de Escritores de la Compañía de Jesús de Uriarte-Lecina. Como un apéndice significativo a esta labor bibliográfica hay que resaltar los nuevos aportes de la “Bibliographia de historia Societatis Iesu”, llevada a cabo por los investigadores de Archivum Historicum Societatis Jesu95. Otro cauce bibliográfico interesante nos lo proporcionan las grandes enciclopedias de los americanistas del siglo pasado y comienzo del presente. Entre ellos cabe destacar a los tradicionales: Carayon (1864)96, Leclerc (1867)97, Toribio Medina (1901)98 y Streit (1927)99. Otra fuente de información, en este caso menos valiosa, serían los manuales de los libreros, pero prescindimos de ellos ya que en definitiva vienen a repetir la labor de investigación realizada a otros niveles. Paralelamente a esta línea de investigación histórica, se desarrolla otra literaria, sobre todo entre los historiadores de la literatura colonial colombiana, mas en definitiva no ofrece ni grandes avances ni especiales aportes al estudio de la obra cassaniana. No es muy laudatorio el juicio emitido por Vergara y Vergara respecto a nuestro biografiado y a su Historia: “Esta obra, como la de Zamora, es una crónica panegírico, escrita como aquella sin filosofía ni criterio, y llena también de rasgos de indescriptible credulidad y ejemplos enderezados a dar 95 László Polgar. Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jesús 1901-1980. Roma, Institutum Historicum S. I., 1981-1990. 96 Auguste Carayon. Bilbiographie historique de la Compagnie de Jésus, ou catalogue des ouvrages relatifs à l’histoire des jésuites depuis leur origines jusqu’à nos jours. París, A. Durand (1864) nº 1350. 97 Charles Leclerc. Bibliotheca americana: histoire, géographie, voyages, archéologie et linguistique des deux Amériques et des îles Philippines. París, Maisonneuve et cie, (1878) nº 1457. 98  José Toribio Medina. Biblioteca Hispano-Americana (1493-1810). Santiago de Chile, Impreso en casa del Autor, IV (1898) nº 3262. 99 Rob Streit. Bibliotheca Missionum. Dritter Band. Amerikanische Missionsliteratur 1700-1909. Freiburg/Br., Herder & Co, III (1927) 126.

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fama de milagrosos a los sacerdotes de más virtud. Cassani era europeo: ignoramos vergonzosamente la patria y méritos de uno de los historiadores europeos que tuvimos en el Siglo xviii”100. No satisfizo mucho esta estrecha visión de Cassani dibujada por el erudito literato colombiano y en la edición de 1931 nos encontramos con dos notas críticas aclaratorias que retractan la posición inicial de Vergara y Vergara. Antonio Gómez Restrepo101 inserta una serie de datos biográficos sacados de la Reseña histórica de la Academia Española del marqués de Molina, para dar más luz a la imprecisión con que se había expresado su colega colombiano. Mucho más interesante nos parece la síntesis que ofrece en la segunda nota don Gustavo Otero Muñoz y que en realidad supone un gran avance en el conocimiento americano de la personalidad de Cassani: “El Padre José Cassani nació en Madrid, en 1673, de una ilustre familia de esa ciudad y corte, en la que se reunía todas las dotes de fortuna, nobleza y virtud. A los 13 años, vencedor de la ternura de los suyos y de las demás brillantes esperanzas del mundo, abrazó el instituto de San Ignacio en Villarejo de Fuentes (sic). Dedicó las riquezas heredadas a la muerte de sus padres, al engrandecimiento y esplendidez del célebre colegio de Alcalá, que llegó a ser el más conocido y hermoso de la Provincia de Toledo. Hombre versado en estudios científicos, históricos y literarios, gozó merecida fama de sabio. Su nombre figura en el ‘Catálogo de autoridades de la lengua’ publicado por la Academia española. Y a pesar de no haber vivido nunca en el Nuevo Reino, Cassani produjo uno de los mejores libros que se escribieron en España sobre los dos primeros

100  José María Vergara Y Vergara. Obras escogidas de José María Vergara y Vergara, publicadas por sus hijos Francisco José Vergara, presbítero, Ana Vergara de Samper y Mercedes Vergara de Balcázar, en el primer centenario de su nacimiento bajo la dirección de Daniel Samper Ortega, miembro de número de la Academia Colombiana de Bellas Artes y correspondiente de la Historia. Tomo IV: Historia de la Literatura en Nueva Granda. Desde la conquista a la Independencia (1538-1820). Bogotá, Eddit. Minerva, IV (1931) 350. 101  José María Vergara y Vergara. Obras escogidas, IV, 350 (en nota crítica).

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siglos del coloniaje, no solo por la elegancia de su estilo, sino por el precio histórico de los documentos en que se funda”102.

3. La investigación histórica y sus polémicas La polémica se ha entablado aquende los Pirineos y especialmente en tierras colombianas por parte de los historiadores, quienes han enjuiciado de muy diversa manera la Historia del Nuevo Reino de Cassani. Este divorcio de opiniones —entre las zonas de habla no española y el ámbito de la familia del castellano— tiene su fundamento en el hecho de que tanto Rivero como Mercado permanecieron inéditos mucho tiempo y sus ediciones fueron hechas en suelo americano, con poca repercusión en el mundo europeo. Los reproches más duros provienen del historiador colombiano José Joaquín Borda103: “De ella [de la Historia de las Misiones del P. Rivero] tomó el P. José Bassani [sic] la que publicó en 1741. Mejor habría sido que este último sacerdote hubiese dedicado su tiempo a otro asunto pues solo consiguió dañar la obra de Rivero y despojarla de algunos datos muy interesantes en la

102  José María Vergara y Vergara. Obras escogidas, IV, 351 (en nota crítica). Más sintético, pero a la vez más conciso y exacto, se muestra Gustavo Otero Muñoz en su obra, Historia de la Literatura Colombiana (4a edición), con numerosas adiciones y cuidadosamente revisada. Bogotá, Lib. Voluntad (1943) 26. Nada nuevo aportan otros estudios colombianos que hemos consultado, como por ejemplo: Pedro María Revollo “Historiadores del Nuevo Reino de Granada”. En: Boletín de Historia y Antigüedades. Bogotá, 14 (1923) 327. 103  José Joaquín Borda, era hijo del departamento de Boyacá. Nació el 13 de febrero de 1835 y murió en Bogotá la noche del viernes 29 de noviembre de 1878. Educóse en el colegio de San Bartolomé y en el Seminario, y luego viajó por Francia, Bélgica, los Estados Unidos, el Perú y Cuba. Repetidas veces se contó entre los diputados al Congreso y a las legislaturas de Cundinamarca y de Boyacá. Hizo un viaje a Venezuela en 1861 con el carácter de encargado de negocios de Colombia. Consagrado después a la instrucción pública, dirigió el colegio nacional de San Vicente de Guayas de Guayaquil, instituto fundado por Rocafuerte, y en 1874 y 1875 el colegio privado del Salvador, en Bogotá. “Perteneció a la generación literaria de 1854; amigo y compañero de intimidad de Vergara y Vergara, de Carrasquilla, Samper, Caicedo Rojas, Eugenio Díaz y David Guarín, formó con ellos el grupo de redactores del conocido periódico ‘El Mosaico’. Era de ánimo persistente en las labores del espíritu; hombre muy culto y correcto en sus maneras y muy dado a la lectura. No hubo género literario en que no ensayase su pluma”. Isidoro Laverde Amaya. Bibliografía colombiana. Bogotá, Imprenta y Librería de Medardo Rivas, I (1895) 75-76.

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historia del Nuevo Reino”104. Y en el primer volumen decía: “Su lectura [se refiere a Cassani] no me satisfizo. Escrita con poco criterio, en un estilo que no es el de nuestra época, tenía además la desventaja de no contener dato alguno sobre las misiones del Sur y de no llegar sino hasta principios del siglo xviii”105. Un juicio también severo le dedica a nuestro biografiado el escritor español P. Antonio Astráin106: Más todavía se advierte esta falta (cierto gongorismo y superficialidad) en la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América, que salió a luz el año 1741. El P. Cassani nunca atravesó el océano y era imposible que alcanzase aquel conocimiento íntimo de las tierras del Nuevo Mundo que sólo podían lograr los misioneros que las evangelizaban. Los procuradores que venían de Indias debieron facilitarle algunas cartas y memoriales y con estos elementos y su facilidad de pluma delineó rápidamente una historia de los jesuitas en Nueva Granada, cometiendo los yerros geográficos e históricos que eran de esperar de tan ligera preparación. El género de vida que llevaba el P. Cassani le hacía inepto para los trabajos históricos. Un hombre entretenido en tan varias ocupaciones, aplicado a asuntos literarios tan diversos, ocupado en disponer funciones de iglesia, sosteniendo correspondencia con sabios extranjeros, era imposible que tuviese el sosiego necesario para escribir bien la historia. Este trabajo exige

104  José Joaquín Borda. Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva Granada. Poissy, Imprenta de S. Lejay, II (1872) 41-42. 105  José Joaquín Borda. Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva Granada, I, pp. VII-VIII. 106  Para la biografía del P. Astráin. Cfr. A. Pérez Goyena, “El R. P. Antonio Astráin”. En: Razón y Fe (1928) 171-175. Aquí transcribimos el artículo del P. Testore en la Enciclopedia Católica, artículo: “Astráin, Antonio”. Nació el P. Astráin en Undiano (Navarra) en 1857 y murió en Loyola en 1928. Dotado de excelentes cualidades de escritor e historiador, dirigió la importante publicación Monumenta Historica Societasis lesu. Su obra Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, escrita sobre una abundante documentación inédita es considerada como una fuente de primer orden para la historia de la Iglesia en España.

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todo el hombre. Agradezcamos al P. Cassani lo que hizo y no le pida lo que, atendido su género de vida, no podía hacer.107

En nuestros días, el destacado venezolanista hispano Demetrio Ramos Pérez ha restaurado cierto “anticassianismo”, por querer resaltar los indudables valores de Rivero, Mercado y Gumilla: “De la intervención del P. Cassani (fue académico fundador de la Real Academia Española y anteriormente provincial de Nueva Granada; nota 2), que tanto se ha subrayado, quizá se pueda descontar mucho según veremos. Es posible que solo sea el revisor del primitivo original redactado en América y quizá por propio interés”108. A lo largo de este artículo mantiene Demetrio Ramos su decidida posición anticassaniana. Con todo, cabe preguntarse: ¿es justificada la crítica de todos estos escritores? ¿Responde ciertamente la meta fijada por el sabio jesuita a juicios tan severos y contundentes? ¿Está en consonancia lo que hemos escrito en páginas anteriores con estas aseveraciones? De todo lo dicho se desprende una primera conclusión: tanto la Historia de Cassani como su Galería de “Varones Ilustres” de la Provincia del Nuevo Reino significaron en los siglos xviii y xix la primera síntesis histórica y la primera edición impresa de la acción misional de los jesuitas en la Orinoquia. El haber redactado y avalado con su firma esta obra, una personalidad de la talla del P. José Cassani, fue en aquellos momentos un motivo de honra y de honor, además de una respuesta al silencio literario en que habían permanecido las reducciones llaneras y orinoquenses. Pero sí hay que dejar bien sentado el balance real y justo de la crítica ante el abnegado académico: se trata de un obra de innegable valor histórico (a pesar de sus errores), que cumplió con su misión a lo largo de casi siglo 107 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia en España Madrid, Razón y Fe, VII (1925) 219-220. En el volumen anterior (VI, 635) decía el P. Astráin: “Muy poco nos fiamos de este autor que escribía en Madrid en la primera mitad del siglo xviii y cometió errores geográficos estupendos. Como no tenemos otro autor, ni bueno ni malo, que trate es cosas, recogemos de Cassani...”. 108 Demetrio Ramos Pérez. “El etnógrafo Gumilla y su grupo de historiadores. Nuevos datos sobre las obras misionales de estos al mediar el siglo xviii”. En: Miscelánea P. Rivet, Octogenario-Dicata. México (1958) 864.

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y medio como única fuente de acceso a la realidad histórica llevada a cabo por los jesuitas neogranadinos, ya que las demás permanecían inéditas. Hoy podríamos clasificarla como fuente documental digna de crédito, pero de segundo grado, ya que toda su estructura se fundamenta casi exclusivamente en Juan Rivero y Pedro de Mercado.

Criterios históricos Quien analice despacio la Historia de la Provincia del Nuevo Reino deberá delimitar claramente los criterios históricos, la metodología seguida y los fines que se propuso su autor, para poder deducir un juicio sereno. Cassani parte del concepto tradicional y clásico de la Historia: veracidad, claridad y armonía. En sus breves reflexiones sobre lo que debe ser la Historia no se muestra como un pensador original109, que pretenda abrir nuevos cauces a la ciencia, ni siquiera como un recopilador; es un polígrafo que reescribe una historia ya hecha. Su afán de análisis crítico no va más allá de lo que ha recibido directamente de Mercado y Rivero, y cuando su intento de síntesis le lleva a prescindir de acontecimientos históricos innecesarios, muchas veces corta todo lo exótico (exótico para él) en geografía y folklore, mientras que acepta dentro del campo del milagro todas las pías narraciones de Mercado. Al mencionar el criterio de veracidad, Cassani se apresura a añadir: “esta máxima es la primera que debe observar exactísimamente todo escritor”110 y mucho más si se trata del historiador sagrado: “Por eso ha sido el principal cuidado no apartarme un punto de los documentos, que se me han entregado para esta formación, los quales tienen todas las legalizaciones de verdaderos, y legítimos, que puede pretender la más rigurosa crítica”111.

109  Esta problemática se localiza en el Prólogo y en el capítulo 27. 110 José Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada. Madrid, en la Imprenta y Librería de Manuel Fernández, 1741; Prólogo (sin numeración). 111 José Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo. “Por estas razones, y más por copiar exactamente la verdad, he procurado seguir en todo los perfiles con que están dibujados los originales” (Ibid.).

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Este criterio teórico de veracidad tiene sus “matizaciones” a lo largo de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino, cuando entra en litigio con la claridad y la armonía, dejando entonces como saldo definitivo la omisión de muchas cosas accidentales que en el hilo narrativo cassaniano supondrían una digresión. Pero hay que dejar bien sentado que su fidelidad a la estructura original de las fuentes —Mercado y Rivero— es escrupulosa, tanto que podemos seguir las huellas documentales de la siguiente manera: Fuentes mercadianas (cap. 2-7); Fuentes mixtas: Rivero y Mercado (cap. 7-27); Fuentes riverianas (cap. 27-42); Fuentes nuevas (cap. 42-46). La estructuración científica y humanística del pensamiento cassaniano es imprescindible para comprender su criteriología. El P. Antonio Astráin ha sintetizado nítidamente esta actitud: Gracias a su talento flexible y ameno, pudo ejercitar la pluma en muy diversos asuntos. Ya redactaba la prolija serie de biografías que llenaron tres tomos en folio de nuestros Varones Ilustres, ya publicaba historias breves de San Luis y de San Estanislao para fomentar la devoción popular a estos santos, así escribía tesis de arquitectura y cosmografía, como disertaba sobre la naturaleza, origen y causas de los cometas. Hoy daba a luz escritos apologéticos en favor de la Compañía, mañana trabaja en el Indice de los libros prohibidos por la Inquisición. A todas horas estaba dispuesto el P. Cassani para entrar en lid literaria, principalmente cuando se atravesaba el honor de la Iglesia y de la Compañía. Con esta producción tan fecunda juntaba la correspondencia con sabios extranjeros, quienes acudían a menudo al Padre Cassani para informarse de las cosas de España.112

La concepción histórica de Cassani estaba influida por un criterio formado a lo largo de más de cuatro lustros, en donde la hagiografía pane112  Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, VII, 196-197.

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girista y crédula había sido la única vertiente de creación histórica. Fueron innumerables las biografías de santos y de hombres ilustres que salieron de la pluma del jesuita madrileño con un fin “divulgador”. En el estudio directo del texto de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino observamos que la búsqueda de las fuentes críticas nuevas ni siquiera le preocupa al académico, y solo en muy raras excepciones acudirá a ellas, como verbigracia en los últimos capítulos de su libro, y en los Varones Ilustres. Cuando habla de la claridad parece inspirarse en el concepto escolástico de Ordo, no en la concepción dinámica agustiniana113, sino en su sentido estático. En esta vertiente trabaja Cassani con más escrupulosidad que en la de la veracidad; y en el fondo descubrimos al literato como sustrato del historiador: “... nada confunde tanto como mezclar las especies, si fueramos texiendo la Historia de sucesos turbulentos y difíciles de las Missiones, y de creces espirituales en la Provincia, ni estas fueran tan reparables, ni aquellas movieran tanto a compasión: confundidos unos sucesos con otros, saliera en el texido un dibujo de tan diferentes perfiles, que más fuera confusión entre flores y culebras que espantasse, que ordenada armonía de colores que diviertesse”114. En la estructuración de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada se observa evidentemente una tendencia al equilibrio literario, a mantener el interés dentro de la unidad, traducido todo ello en una forma estilística “de moda” que le hace diferenciarse netamente de sus colegas orinoquenses que escriben del otro lado del Atlántico. Por eso, al analizar las categorías profundas de su obra histórica llegamos a la conclusión de que en Cassani predomina la concepción literaria 113 Jesús Iturrioz. “Metaphisica generalis”. En: Philosophiae Scholasticae Summa. tomo I. Matriti, I (1953) 638: “Parium dispariumque rerum sua ciuique loca tribuens distributio”. 114 Joseph Cassani. Historia de la Provincia, cap. 27. Cfr. etiam cap. 44. “... porque siendo qualquier Historia pintura que expresa al vivo los sucesos, mal podré dibujar ni perfilar los acontecimientos, sin tener en el cuadro y en el papel señalados, a lo menos, el terreno, para no esceder en sus limites, y no pintar monstruos en vez de gigantes, ni oscurecer Heroes en religion y zelo, por no tener presente el terreno, que fue teatro de sus heroycidades” (p. 3 de la edic. de 1741).

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a lo tortuoso y a veces complicado de la realidad histórica; y de ahí su afán de claridad expositiva, de lógica sintética y de información armónica, que le lleva incluso a sacrificar la profundidad de la perspectiva histórica. Todo esto no quiere decir que en Cassani la veracidad histórica haya que ponerla en duda o que su valor crítico esté desprestigiado. Se trata tan solo de matizar la cualidad de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino en relación con las otras fuentes originales. Mercado y sobre todo Rivero, son fuentes de primer orden porque trabajaron sobre los documentos originales y sintieron la necesidad de una escrupulosidad a toda prueba respecto a las personas, los acontecimientos y los juicios; mientras que Cassani reflexiona “literariamente” sobre Rivero y Mercado, y su compromiso principal fue el de traducir al gusto de la época lo que el “gusto de la censura” nunca juzgó oportuno para la publicación. Así pues fueron las exigencias de la moda las que por una parte impidieron la publicación de la Historia de las Misiones y la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito; y por otra, lo que motivó la inclusión del nombre del escritor madrileño entre nuestros historiógrafos coloniales. El concepto de armonía literaria es el que sin duda le lleva al docto jesuita a mediatizar toda su obra a una serie de preceptos más o menos apriorísticos y en todo caso hijos de una moda pasajera: Toca al buen historiador el representar cualquier caso muy al vivo; pero no ha de poner todas aquellas circunstancias, que el Lector avisado y discreto supone que acompañan al caso; porque siendo naturales, no debían faltar como consecuencia necesaria; ni conviene especificar tanto, que las circunstancias, que son accidentes, se conviertan en subtancias. Por esta razón ha salido más breve esta Historia, que el bulto que formaba las dos Relaciones...115

No hay que perder de vista que Cassani escribe lejos de América y que además nunca cruzó el Atlántico; así pues, consecuentemente, no nos ha de extrañar que al organizar su Historia116 insista en ciertas ambientacio-

115 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 116 Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 6.

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nes que puedan ilustrar una visión “completa” de las actividades de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino a los lectores europeos. Por otra parte, el desconocimiento del medio geográfico parece fomentarle cierta repugnancia a aceptar muchos fenómenos típicos del folklore, de la etnología y de la idiosincracia característica del medio ambiente llanero y orinoquense. También, el no haber conocido a los protagonistas ni su escenario le lleva a silenciar nombres, fechas y lugares que tuvieron bastante importancia. ¿Pretendió el erudito académico hacer en realidad una Historia Nueva? Más bien parece que recibió el encargo de retocar las innumerables minucias que la “censura” había criticado en Mercado y completarla con la obra manuscrita de Rivero. Y desde el primer momento hace constar su labor de “traductor literario” y su tendencia a la síntesis clara y lógica al ponerse a relatar el pormenorizado devenir histórico de las misiones. Una confirmación de nuestra hipótesis la encontramos en la fidelidad con que sigue las fuentes y en la estructuración del libro, de neta inspiración mercadiana y riverana. El carácter introductorio de los primeros capítulos sería una excepción, pero se explica por su sentido de equilibrio literario y de síntesis ambiental. Ofrezco a Vs. Rs., mejor diré, restituyo a Vs. Rs. lo que por todas razones es suyo y nunca ha sido mío, más que para motivo de suma edificación y alabanza. La Historia que de esa [...] de Vs. Rs. son y a mí me han sido pauta para llevar derechos mis renglones, sin torcer cláusula alguna en que me aparte de la verdad.117

En unos breves párrafos nos ha especificado Cassani los motivos (y consecuentemente las fuentes) que le han inducido a escribir la Historia118. Respecto a Mercado anota que su obra es muy sucinta respecto a las Misiones: 117 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 118  Joseph Cassani se había trazado, en la planificación de su Historia del Nuevo Reino, un amplio apéndice dedicado a los Varones Ilustres de la Provincia (pp. 73, 78-79, 192 de la edic. 1741); sin embargo, a última hora debió de verse precisado a recortar su intento y contentarse, en contra de su voluntad, con una serie mínima de estudios biográficos, como lo demuestran las promesas incumplidas, v. gr. la biografía del P. Juan Rivero (p. 42 de la edición príncipe).

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Por lo que se refiere de lo interior de la Provincia, como de esto era testigo de vista, puso con seguridad la pluma en el papel, como también en las Vidas de los Varones Ilustres que ingirió, aunque en muchos de estos, por prudentemente detenido, se quedó demasiado diminuto. No logró tanto acierto en la Relación muy sucinta que hizo de las Misiones, porque en ellas se governó por noticias, y el empeño de hablar siempre la verdad, y el miedo de no exponerse tal vez a referir lo menos cierto, le obligó a quedarse muy corto, y fue gran defecto, que esta Historia saliese a luz sin toda la debida expresión de las gloriosas Missiones de los Llanos y el Orinoco.119

Muy sensata nos parece la apreciación que hace de Rivero: “Estas noticias que le faltaron al Padre Mercado, las escrivió muy distintas y claras el Padre Juan de Rivero, que apostólicamente estubo en los Llanos y Orinoco diez y seis años, y en ellos mismos, y en el terreno escrivió la larga Relación de las Missiones, desde sus principios, hasta el año de 1736, y su verdad y sinceridad esta bien calificada en su virtuosa vida y venerada memoria”120. El capítulo de fuentes para la inspiración cassaniana se cierra con otros dos tipos diferentes de aportes que se hacen sentir en las últimas páginas de su Historia: las cartas particulares de la Provincia121 y las informaciones orales de los dos Procuradores del Nuevo Reino ante la corte de Madrid122: los PP. José Gumilla y Diego Terreros. Así enmarca Cassani los nervios documentales y críticos que sostienen la arquitectura de su obra.

La génesis de la Historia de Cassani

Todavía nos queda por señalar dos preguntas básicas que afectan a la génesis de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada: ¿Cuáles son los límites temporales que abarcan la redacción de la

119 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 120 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 121 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 122 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector.

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Historia de Cassani? ¿Fue él el encargado directo e inmediato de “componer” el manuscrito mercadiano (no aceptado por la Censura), o hubo algún otro intermediario? No hemos podido precisar la fecha de la redacción de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino, pero debió de efectuarse, computando con una estimación amplia, entre 1730 y 1740, aunque nosotros nos inclinamos a creer que más bien se verificó entre 1738 y 1740. La cronología relativa a la entrega y finalización de la obra aparece clara en sus páginas introductorias. El 27 de noviembre de 1740 recibía la aprobación requerida por parte de la Compañía de Jesús123. Dieciséis días más tarde el Consejo otorgaba las licencias para su publicación. El 1º de marzo de 1741 es la fecha que data en el prólogo redactado por el autor después de los trámites requeridos. Y el 20 del mismo mes el Ordinario estampaba su licencia eclesiástica. La problemática se inicia cuando se trata de responder al interrogante planteado por la siguiente pregunta: ¿Cuándo comenzó a redactar Cassani su Historia? Nuestro punto de partida lo situamos en el hecho de que el armazón histórico cassaniano está fundamentalmente inspirado en Rivero, y con esta premisa intentaremos deducir aproximativamente la fecha auténtica de la redacción. El misionero historiador concluyó su obra en 1729124 en las misiones de los Llanos. Por el momento desconocemos cuándo los originales llegaron a España, pero lógicamente no antes de 1730. Si a esto añadimos que el mismo Cassani da a entender que el autor de la Historia de las Misiones puso el punto final en 1736125, esto claramente nos induce a opinar que nuestro biografiado recibió el abultado manuscrito hacia 1737 o 1738. Por una carta de Román a Gumilla, podemos precisar todavía más la llegada del manuscrito

123  Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 124 Juan Rivero, S. J. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) 477. 125 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector.

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de Rivero a España, que atravesó el Atlántico en manos del mismo Gumilla y debió de llegar a Madrid a comienzos del año 1739126. ¿Tuvo tiempo suficiente un hombre achacoso, de más de 60 años127, inmerso e una serie de ocupaciones graves de tipo intelectual y burocrático, para confeccionar un libro tan voluminoso? Si reflexionamos sobre las “fuentes” aducidas por el mismo Cassani, deberíamos restringimos a la estrecha zona que va del 1738 al 1740, con la excepción, claro está, de Mercado. Pues, además de lo dicho sobre Rivero, tanto los procuradores128, que debieron de llegar a la capital de España a finales del 38 o comienzos del 39, como los últimos capítulos, que acusan por su contenido y temática una actualidad inmediata, nos llevan a una redacción que culmina en los postreros meses de 1740129. Y que Mercado no obstaculiza nuestra posición, lo aclara el mismo jesuita académico en el juicio que citábamos más arriba, en el que califica de deficiente la aportación del escritor riobambeño en lo referente a la historia interna de las misiones130. 126  agi. Santo Domingo, 634. Carta del Padre Superior de las Misiones del Orinoco al P. Gumilla. Cabruta, junio 11 de 1741, fol. 1: “Estimo mucho la remisión de Historia Riberuna al Padre Calatayud; es un Varon Ylustre y nos ayuda con sus oraciones...”. 127  Catálogos: 1740 a 1750, de la Provincia de Castilla. 128 Joseph Cassani. Historia de la Provincia. Prólogo al lector. 129  Que los últimos capítulos fueron redactados en 1740 está fuera de toda duda, ya que el mismo Cassani hace referencia directa en el texto (cfr. pp. 307, 321, 323, de la edición príncipe). 130  Cierta confusión podría crear la comparación de ciertos párrafos de Cassani que hacen referencia directa a la elaboración de su Historia. Concretamente: se trata por una parte de la siguiente afirmación del Prólogo al Lector: “Yo, para total seguridad de mis noticias he logrado la fortuna de haberse hallado en esta Corte, al tiempo de querer dar la Historia a la prensa, dos Padres Procuradores de la Provincia del Nuevo Reyno [...] ambos a dos, antes de empezar la Imprenta, me han hecho el gusto de examinar muy despacio mi escrito, y corregir lo que mi ignorancia, o la distancia podía haber errado el terreno, en las noticias, o en su puntualidad. No creo que puede llegar a más el cuidado, ni la diligencia”. Por otra parte, en la “Advertencia y prevención del Autor a los que lean esta obra” (en la edición de 1741 correspondería a la página 619, y decimos “correspondería” porque la paginación acaba en la página 618) dice: “Viviendo en España, donde he ordenado esta Historia de tan lexanas tierras, me he hallado en varias ocasiones falto de aquellas individuales noticias, que

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Cassani, ¿corrector de la obra de Pedro de Mercado? Todavía nos queda por dilucidar si fue realmente Cassani el encargado de enmendar y publicar la obra inédita de Mercado. En el transcurso de medio siglo que separa la llegada de los originales del escritor jesuita criollo a Madrid y la aparición de la primera obra histórica relativa a las misiones de los Llanos y Orinoco, el nombre y la actividad literaria de Cassani intervienen cuando ya estaba entrado el último decenio de esa zona temporal. Así que las vicisitudes que acompañan el deseo de la Provincia del Nuevo Reino de sacar a luz una Historia propia antes de finalizar el siglo xvii no alcanzan la persona de nuestro autor, sino que suponen el compromiso de otras personas que son para nosotros anónimas. Los primeros litigios surgen en 1685, fecha del traslado del manuscrito mercadiano a España en poder del P. Juan de Segovia131, cuando el futuro historiador neogranadino era apenas un simple estudiante que todavía no había ingresado en la Compañía de Jesús. deseaba mi afecto, por no estar escritas en las memorias, y documentos que se me entregaron para la ordenación y composición de mi Obra; y no ha sido fácil hallar en esta distancia quien me pueda haber alumbrado supliendo la falta los originales, o de las memorias: y como la Historia, en solo la verdad se distinga de Fabula, ni he podido dexar correr la pluma, ni he querido escribir congeturas [...] esta congoxa han ocurrido los Padres Procuradores de la Provincia de Santa Fe, consolándome con la esperanza de que al punto que logren la restitución a su Provincia, ella, y en sus archivos copiarán todas aquellas noticias, que yo ahora deseo, para que supliendo esta falta, se conozca esta obra, ya sea en un apéndice que se enquaderne y una con este libro, ya en una segunda parte de esta Historia, donde se escriban las Vidas de sus muchos Héroes, que han lucido en sus colegios, y en poblado, ya cumpliendo 1as noticias que faltan en los sugetos, que han sido apóstoles de los Infieles en las Missiones”. Para una respuesta correcta deberíamos conocer la fecha exacta de la redacción esta advertencia, para poder traducir el valor de su significado. Con todo, creemos que estas afirmaciones no afectan el problema cronológico de la elaboración de la Historia cassaniana; tan solo parecen expresar el deseo de nuestro biografiado de escribir una segunda parte dedicada de lleno a los Varones Ilustres del Nuevo Reino, con la inclusión de otras muchas personalidades que en la primera edición habían quedado inéditas por falta de documentación suficiente. Que el ámbito de extensión de esta segunda parte no llegó a efectuarse, comenzaba donde acaba el grueso volumen cassaniano de 1741, demuestra el hecho de que todas las aprobaciones de 1740 a 1741 incluyen ya las biografías de los Varones Ilustres que aparecen en la primera edición de la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada. 131  Juan Manuel Pacheco, S. J. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1961) 314.

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Un segundo contratiempo surgió con la censura jesuítica. El 20 de diciembre de 1692 se dirigía Juan Bautista Lanciego al P. Provincial en los siguientes términos: Los reparos todos que hacen los revisores en la Historia del Nuevo Reino son muy graves y dignos de hacerse y se debe corregir todo lo que se nota, así añadiendo todo lo que falta, como quitando todo lo que no es tan propio de esta Historia. Recurrir al autor para la enmienda es cosa muy larga, y así el medio que se me ofrece es que vuestra Reverencia elija aquel sujeto de su satisfacción a quien se entregue el manuscrito de la Historia y también copia de todos los reparos que le encargue, que la firme y la perfeccione. Este es el caso en que es indispensable el darle un amanuense si le pidiere.132

La próxima noticia que tenemos sobre el asunto se remonta al año 1741, es decir, a la obra del P. Cassani. Pero fue a partir de 1715 cuando el servicial académico comenzó a tocar los temas relativos a la Compañía de Jesús, ya que sus publicaciones anteriores responden a su magisterio en la cátedra de Matemáticas del Colegio Imperial. ¿Fue a raíz de la edición de las Glorias del segundo siglo de la Compañía cuando se pensó en él para redimir al Nuevo Reino de su anonimato literario? ¿O quizá, tras un largo olvido volvió a restaurarse la problemática con la presencia de Gumilla en suelo español? Los documentos de que disponemos no pueden dar hoy una respuesta satisfactoria, pero nos inclinamos, teniendo presentes todas las reflexiones hechas más arriba, a opinar que el solicitar la colaboración de Cassani para redactar la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada se debe a fechas muy tardías, muy probablemente entre 1730 y 1740.

El estilo literario Finalmente, no estará de más el hacer algunas indicaciones acerca del estilo del jesuita académico. La lectura de Cassani descubre indudablemente al estilista equilibrado, dueño y artífice de una dicción serena y de corte clásico, 132  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino…, I, 336.

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aunque muchas veces pague tributo al mal gusto de la época y a la celeridad con que redactó su Historia. En el polo de apreciación opuesto a ciertos críticos literarios, que hemos citado más arriba, se coloca el P. Gabriel Bousemart, cuando de pasada hace el balance del estilo literario cassaniano: [...] porque no es dudable, que, les hace muchas ventajas en la magestad de la frase, lo culto de estilo, y el ayre de la expression, lo limado de las voces, lo oportuno de los conceptos, y la dulzura con que deleyta. Por estas prendas, que son propiamente las que forman un grande Escritor...133

133  Bousemart. Carta del Padre Gabriel Bousemart, 49.

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6. José Gumilla (1686-1750)1

El P. José Gumilla es sin lugar a dudas el jesuita venezolano más conocido en la historia misional de Hispanoamérica. Dada su importancia en la biografía de la gran Guayana, dividiremos el estudio en las siguientes partes:

1  Para una completa información de la bibliografía gumillense anterior a 1963 nos remitimos a: Instituto Panamericano de Geografía e Historia (en colaboración con Demetrio Ramos). “Bibliografía Gumillense”. En: José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Biblioteca de la Academia de la Historia, vol. 68, 1963, pp. CXXVII-CXXXVIII. Y dado la abundante y desigual bibliografía que existe sobre el P. José Gumilla, preferimos hacer referencia a las obras fundamentales que recogen toda la literatura relativa al prolífico misionero del Orinoco. Manuel Padilla. Memorias para la vida y correrías apostólicas del P. Gumilla (escrito totalmente desconocido y del cual solo tenemos noticia por las papeletas que dejó en su archivo inédito el P. Lecina. Cfr. aiul. Papeletas: Gumilla, José); Demetrio Ramos. “Gumilla y la publicación de El Orinoco ilustrado”. En: P. José Gumilla S. I. El Orinoco ilustrado y Defendido. Caracas (1963) XXVII-CXXVI. José Del Rey Fajardo. “Estudio Preliminar” a: P. José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) XI-CIX ; José Del Rey Fajardo. “7. P. José Gumilla (1686-1750”. En: Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, I (1993) 325-353; José M. Barnadas. “Unas cartas desconocidas del Padre José Gumilla: 1740-1741”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, t. XXXVII, (1968) 418-426. J. R. Fortique. Aspectos médicos en la obra de Gumilla. Caracas, 1971, 132 pp.; José Del Rey Fajardo. “Gumilla, José”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Comillas, II (2001) 1848-1849; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956.

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I. II. 1. 2. 3. 4. 5.

Notas biográficas. El Orinoco ilustrado y defendido. La visión previa de la Orinoquia. El contenido del primer El Orinoco ilustrado. El tercer Orinoco ilustrado y la gran década jesuítica orinoquense (1741-1751). Gumilla y la preilustración. El gran proyecto gumillano y la futura Venezuela.

I. Notas biográficas Nació el P. José Gumilla en Cárcer2 (Valencia) el 3 de mayo de 16863. Ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de junio de 17044. Existen, opiniones sobre la ciudad en que fue admitido como jesuita. En principio pareciera que fue la ciudad de Valencia (España)5 la que lo recibió en la Orden de Ignacio de Loyola, a juzgar por su expediente en la Casa de Contratación de Sevilla, y de la ciudad levantina partió el 10 de agosto para Sevilla con su compañero de viaje Jaime Bayo6. Sin embargo, debemos aducir tres testimonios autorizados que señalan la ciudad de Sevilla como lugar de ingreso de Gumilla a la Compañía de Jesús. En el Catálogo de 2  Llama la atención que el gran bibliógrafo de la Compañía de Jesús, Sommervogel, pusiera como lugar de nacimiento a Jánovas de Aragón, diócesis de Barbastro (Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, Bruselas-París, III (1892) 285). Quizá la fuente del error del P. Sommervogel pudo haber estado en una mala lectura de la afirmación del Catálogo del Nuevo Reino de 1738, que indica como lugar de nacimiento de Gumilla: “Jativensis in Hispania” (arsi. n. r. et q., 4, fol. 274). 3 Francisco Mateos. “La patria del Padre José Gumilla”. En: Sic. Caracas (1953) 416-419. El P. Mateos publica la partida de nacimiento de Gumilla, documento incontrovertible para las siguientes consideraciones. Los catálogos neogranatenses coinciden todos con esta fecha, a excepción del de 1711: 3 de mayo de 1688 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 61); y del de 1720: 3 de mayo de 1687 (Ibidem, fol. 221). 4  arsi. n. r. et q., 4, fol. 61. Catálogo de 1711. La misma fecha reiteran todos los catálogos posteriores. 5  El 27 de julio de 1704 le firmaba la patente de viaje el rector del Colegio de Valencia (agi. Contratación, 5548. Mision de 45 relijiosos de la Compañia de Jhesus los 43 dellos que ban a expensas de la Real Hazienda a las del Nuebo Reino y Quito por quenta de los 61 que estan concedidos a diferentes sugetos de dicha Compañia). 6  agi. Contratación, 5548. Mission al Nuebo Reino y Quito, 1705. Certificación hecha por el P. Joaquín de Velasco el 19 de febrero de 1705.

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los sujetos de las misiones del Nuevo Reino y Quito expresamente se afirma: “... fue recibido en el noviciado de Sevilla para una de las dos provincias, el 13 de junio de 1704”7. Ximeno, coetáneo de Gumilla, escribía en 1749: “... como lo tengo averiguado por la misma casa donde estudió en esta ciudad y de donde se fue derechamente a Sevilla a vestir la ropa de jesuita para pasar a Indias. También concuerdan en esto diferentes Padres del Colegio de San Pablo y de la Casa Profesa a quien lo he preguntado”8. El tercer testimonio viene de los bibliógrafos españoles, los PP. Uriarte y Lecina, quienes taxativamente señalan a Sevilla como lugar de ingreso9. Por nuestra parte pensamos que quizá ambos tienen razón, pues muy posiblemente el joven Gumilla inició sus contactos con la Compañía de Jesús en Valencia pero, por razones que desconocemos, fue inscrito en Sevilla como miembro legal de la Compañía de Jesús conservando como fecha de ingreso el 14 de junio de 1704. En la ciudad del Betis tuvo que dar comienzo real a su noviciado, mientras esperaba la fecha de embarque, que fue el 4 de mayo de 1705 en el navío San José de la flota de Tierra Firme10. Entre los expedicionarios se encontraban los PP. Juan Capuel, Tomás Casabona, Miguel Ardanaz, José Romeo, Juan Rivero y Jaime López11, cuyas biografías volverían a entremezclarse de muy diversas maneras en el correr de los tiempos en las misiones llaneras y orinoquenses.

7  apqu. Leg., 5. 8 Vicente Ximeno. Escritores del Reyno de Valencia cronológicamente ordenados desde el año m.cc.xxxviii, de la Christiana Conquista de la misma Ciudad, hasta el de m.dcc.xlviii. Tomo II. Contiene los Escritores que han florecido desde el oao m.dc.li hasta el de m.dcc.xlviii y principios de xlix y cino índices, uno particular de este Tomo y quatro generales a toda la Obra. En Valencia, En la Oficina de Joseph Estevan Dolz, Impressor del S. Oficio (1749) 285. 9  aiul. Papeletas: Gumilla, José. 10  agi. Contratación, 5548. Certificacion de Matheo Felix de Pineda. 11  agi. Contratación, 5548. Mission al Nuebo Reino y Quito, 1705; Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 288-289.

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Una vez en el Nuevo Reino, pensamos que Gumilla tuvo que concluir su noviciado en la ciudad de Tunja en junio de 1706. Los estudios superiores los cursó en Bogotá en la Universidad Javeriana: Filosofía de 1706 a 1709 y Teología de 1709 a 171312. Recibió la ordenación sacerdotal en Santafé de Bogotá el 31 de marzo de 171413. En Tunja llevó a cabo su año de Tercera Probación, del 6 de septiembre de 1714 al 6 de septiembre de 171514. La biografía misional de Gumilla se puede dividir en dos etapas: la que podríamos llamar casanareña y la orinoquense. A finales de 1715 debió de llegar Gumilla a las misiones15. Era Superior el P. Juan Capuel. El Provincial, P. Mateo Mimbela, había escogido a Casiabo, de acuerdo con el cacique don Antonio Calaimi, como el lugar idóneo para levantar una nueva reducción. Allí llegó Gumilla, tras su noviciado misional de seis meses, y los trasladó a las orillas del río Tame, dando lugar a la fundación de San Ignacio de Betoyes hacia marzo o abril de 171616.

12  arsi. n. r. et q., 4, fol. 61. Catálogo de 1711: “Studuit 3 Phi. et Theol. 1 intra”, lo que significa que cursaba 2º año de teología en 1711. Si el Catálogo de 1713 dice que estudió “intra” 3 años de Filosofía y 4 de Teología, significa que para esa fecha (finales de 1713: Ibidem, fol. 112) había puesto punto final a sus estudios (Ibidem, fol. 114). 13  arsi. n. r. et q., 4, fol. 140v. Supplementum primi et secundi catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a prima decembris 1713 ad 26 decembris 1715. 14  arsi. n. r. et q., 4, fol. 140v. 15  Si el 6 de septiembre concluía su tercera probación en Tunja y “si el mes de enero de 1716 le pareció al Padre José Gumilla que era tiempo de hacer su primera entrada” (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 359), en ese lapso intermedio de tiempo hay que ubicar la llegada de Gumilla a las misiones; Mimbela (“Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización (1725)”, 208) dice que partió a las misiones directamente del colegio de Tunja; así es que creemos que no ofrece dudas la llegada de Gumilla a las misiones a fines de 1715. 16 Mateo Mimbela. “Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización (1725)”. En: José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) [189-266] 208-210; Juan Rivero. Historia de las Misiones, 356-357.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

Hacia dos polos geográficos y étnicos dirigió su estrategia Gumilla desde San Ignacio de Betoyes: la región de los lolacas y las tierras de los anabalis. A los lolacas, distantes dieciséis jornadas de San Ignacio17, se llevaron a cabo dos entradas: la primera en 171618; la segunda, en 1717 bajo la dirección del propio Gumilla19, finalizó con la incorporación de los habitantes de Los Pantanos20 y de Las Lagunas a la fundación de Betoyes21. Más desafortunada fue la entrada en 1718 a los quilifayes y mafilitos, moradores del territorio lolaca22. Los sucesos trágicos que tuvo que afrontar la inexperiencia del P. Miguel de Ardanaz obligaron a que esta empresa se pospusiese hasta 172223. La prudente renuncia a las naciones antes mencionadas facilitó la búsqueda de nuevas etnias. De esta suerte se inicia en 1719 la misionalización de los anabalis24 al otro lado del Sarare25. Los contactos con esta nación resultaron esperanzadores, pues de esta forma pudo Gumilla entablar amistad con Seisere, cacique de los situjas26, al que obedecían otros muchos pueblos del área. Las perspectivas que abrió Seisere debieron de sustentar tales esperanzas que la Congregación

17 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 365. 18 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 359. 19 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 361. 20 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 362. 21 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 363. 22 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 368. 23 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 370. 24 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 371. 25 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 381. 26 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 381.

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Provincial del Nuevo Reino proponía en 1720 al P. General de la Compañía de Jesús la fundación de una misión estable en el Sarare27. En 1722 consiguió el autor de El Orinoco ilustrado reunir a los situjas y anabalis y la promesa de los guaneros y mafilitos28. Con dos entradas más en 1723 y 1724 se puso fin a la reducción de la nación betoye29. Con toda razón podía escribir en 1741 Gumilla: “... de éste [el Apure] mejor que de ningún otro río puedo hablar por haber gastado nueve años continuos en sus vegas, visto sus cabeceras, navegado sus medianías y bocas repetidas veces”30. En 1723 era nombrado Superior de las misiones31 y en consecuencia las preocupaciones tuvieron que abrir paso no solo a la totalidad de las misiones casanareñas, sino también a los nuevos proyectos que pretendían recuperar los ensayos llevados a cabo en el Airico al concluir el siglo xvii. Para 1724 tenía Gumilla idea clara y precisa de su diseño misional: “Deseaba la Religión adelantar unas Misiones y, aunque se solicitaban por todas partes modos prudentes para el paso al Orinoco, o para nuevas reducciones de los muchos indios que habitan en las riberas del río Meta, de el río Vichada y otros ríos, no se encontraban”32. Pieza clave para interpretar la apertura hacia el gran Airico la encontramos en la personalidad del P. José Cavarte. El 26 de octubre de 1722 había recibido el veterano misionero en su avanzada del Beato Regis de Guanápalo la visita del Superior P. Juan Capuel y de un refuerzo que era el P. Juan 27  arsi. Congregationes Provinciales, t. 88, fols. 322 y ss. 28 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 383. 29 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 387-388. 30 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1993) 63. 31  apt. Leg. 132. Carta del P. Tamburini al P. Francisco Antonio González. Roma, 27 de marzo de 1723, fol. 263. Sospechamos que el cambio debió de llevarse a cabo en el segundo semestre de 1723, ya que en octubre de ese mismo año el P. González actuaba como rector de la Universidad Javeriana (anb. Notaría 3a, t. 151 (1723), fol. 201). 32 Mateo Mimbela. “Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización (1725)”, 196.

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Rivero33. Su misión consistía en verificar las potencialidades de expansión tanto en el mundo achagua como en el sáliva. Y a fines de enero de 1723 se confirmó con la visita del Provincial P. Francisco Antonio González34. Pero este proyecto lo llevaría adelante el P. Juan de Rivero. También en 1724 se pensó en reiniciar la acción misional con los guagivos y chiricoas, quienes dominaban la parte inferior del río Meta35. Los ensayos jesuíticos no remontarían el año 1730. Las ideas del nuevo Superior de las misiones habían ciertamente cosechado sus frutos, tanto que el P. General de la Compañía de Jesús le escribía el 15 de diciembre de 1725: “En el informe repetido que tengo del feliz estado y progreso de las misiones, me ha llenado de gozo viendo las nuevas reducciones formadas y los que cada día acuden para ser instruidos en nuestra santa fe; con singularidad de informan del infatigable celo del P. Gumilla, superior de ellas, y de lo mucho que también trabaja el P. Rivero”36. Al entrar en 1730 el P. Juan Rivero como Superior de las misiones37, cesó Gumilla en su superiorato. En 1729 regresó a Bogotá por vez primera desde que dejó la sabana38. En 1727 declaraba una pausa en el proceso fundacional y así se lo testimoniaba al Presidente del Nuevo Reino: “... en las expediciones meditadas para este próximo verano más tiraremos a defender y a asegurar los pueblos nuevamente entablados que a entablar otros”39. 33 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 399. 34 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 400. 35 Mateo Mimbela. “Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización (1725)”, 197-200. 36  apt. Leg. 132, fol. 270. Carta del P. Tamburini al P. Méndez. Roma, 15 de diciembre de 1725. 37 José Gumilla. Breve noticia de la apostólica y exemplar vida del Angelical y V. P. Juan Ribero, de la Compañia de Jesus, Missionero de Indios en los Rios de Cazanare, Meta y otras vertientes del gran río Orinoco, pertenecientes a la Provincia del Nuevo Reyno. Madrid, 1739 [citamos por la edición publicada en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 41, nº. 20]. 38  anb. Notaría, 3a, t. 160 (1729) fols. 61-62, 66 (Citado por Pacheco. Los jesuitas en Colombia., III, 468). 39  agi. Santafé, 301. Carta del P. José Gumilla al Presidente del Nuevo Reino. San Ignacio de Betoyes, 10 de octubre de 1727.

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La misión del Orinoco. Una primera pregunta radica en precisar la fecha exacta de la iniciación de las actividades misionales jesuíticas en el gran río venezolano. Según José Cassani, “tomaron su viaje” el 10 de diciembre de 173140; sin embargo, según el testimonio gumillano, a fines de noviembre se había “empezado la labor por esta medianía del Orinoco”41. A pesar de que Cassani dispuso de información de primera mano para esta precisa etapa de la labor misional, nos inclinamos por la afirmación de Gumilla porque de lo contrario sería muy difícil explicar su presencia en Trinidad a fines de diciembre de 1731. Una segunda precisión gira en torno a los iniciadores de la misión, ya que habitualmente se cita a Gumilla y a Rotella42; con todo hay que resaltar que, desde sus inicios, les acompañó el H. Agustín de Vega43. Su objetivo inicial fue la ciudad de Guayana, en donde debían encontrarse con el nuevo gobernador Don Carlos de Sucre para fijar las estrategias misioneras para la cristianización del Orinoco44. También decidió dialogar con los capuchinos de Guayana, de quienes obtuvo anuencia para

40 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 379. 41  agi. Caracas, 391. Carta de Gumilla a Sucre. 23 de febrero de 1733. 42  Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América, 379. 43  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 518: “Señaló el Padre Provincial a los primeros Padres que fueron el Padre Joseph Gumilla sujeto muy práctico en reducir a los gentiles y al Padre Bernardo Rotella y a otro sujeto por su compañero”. El H. Vega en su escrito utiliza generalmente este estilo de tercera persona. 44  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 518; Cassani. Historia de la Provincia…, 379-380.

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emprender la reducción de los aruacas sitos “a la espalda del cerro de la Hacha a la orilla del río Caroní”45 y tradicionalmente amigos de los españoles46. Dada la tardanza del mandatario cumanés, resolvió Gumilla pasar a Trinidad, todavía en 173147, mientras Bernardo Rotella permanecía en Santo Tomé enfermo48. Activa fue la estancia de Gumilla en la capital de Trinidad: no solo les predicó una misión durante quince días49, sino que además pudo concretizar estrategias con su gobernador, don Agustín de Arredondo, encaminadas a una mejor restauración de las misiones. El 29 de diciembre de 1731 expedía el gobernador un decreto por el que otorgaba licencia a los jesuitas para doctrinar a los aruacas “desde el río Caroní arriba sin perjuicio de los egidos y tierras de Guayana, de las misiones de los Padres Capuchinos y de los pueblos ya formados y de sus terrenos”. Permitía, además, formar su escolta dependiente del teniente de Guayana y prometía escribir “una carta de término” a Araguacare para presentarle a Gumilla y sus intenciones50.

45  agi. Santo Domingo, 678. Da quenta a Vuestra Majestad con certificación del escribano de Cámara de lo que ha executado sobre el deslinde y demarcacion de las misiones de los religiosos capuchinos y de la Compañia de Jesus en la Provincia de la Trinidad y Guayana en conformidad del Real Orden de Vuestra Majestad (citaremos por José Gumilla. Escritos varios, 93). 46 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 137: “Yo quise hacer el último esfuerzo el año de 1731”. 47 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 416: “... pero navegando por dicho golfo Triste el año de 1731 y 1732”; luego quiere decir que la ida fue en 1731 y el regreso en 1732. 48  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 519. 49 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 44. Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 519. 50  agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (José Gumilla. Escritos varios, 94-97).

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No hemos podido precisar la fecha de regreso de Trinidad a Guayana del P. José Gumilla, pero pensamos que para el 21 de enero de 1732 se había apersonado en Santo Tomé51. Un mes más tarde firmaba con Fray Tomás de Santa Eugenia, prefecto de las misiones del Caroní, el Convenio de Guayana, mas el Superior capuchino dejaba sentada su posición de anuencia sobre el pueblo de los aruacas, pero no sobre los linderos que podían perjudicar el futuro desarrollo de sus misiones52. En tal sentido parece ratificar la interpretación del acuerdo don Francisco Javier de Robles y Lorenzana, teniente justicia mayor y capitán a guerra de Santo Tomé el 22 de febrero de 173253. Ciertamente que nos encontramos ante un punto oscuro de la historiografía jesuítica, como es la misionalización de los aruacas, dado el silencio que todas las fuentes coetáneas guardan sobre este asunto. Una doble intencionalidad creemos descubrir en la acción gumillana en la capital guayanesa: dejar sentada una base sólida de apoyo en Santo Tomé, tanto para estructurar las misiones desde un poblado español como para establecer una alianza con la nación aruaca que había sido consecuente desde tiempos inmemoriales con la Corona hispana. Con todo, el 21 de febrero de 1732 le escribía al gobernador Sucre desde Guayana: “el deseo de lograr el verano en el cultivo de los indios guayqueríes me obliga a la retirada y al presentáneo viaje”54. Muy inmediato a esa fecha tuvo que efectuarse el viaje por el Orinoco. Se detuvieron los misioneros dos días en Puruey con el fin de entablar, al menos, un clima de paz con los caribes55. Y seis o siete días río arriba dieron fondo en un caño que

51 José Gumilla. Escritos varios, 98 52 José Gumilla. Escritos varios, 99-100. 53 José Gumilla. Escritos varios, 100. 54  agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. José Gumilla al Gobernador y Capitán General de Guayana. Guayana, febrero 21 de 1732. 55  Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 521.

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llaman Uyapi, habitado por los indios guayqueríes56. Estas afirmaciones nos llevan a precisar la fundación de Nuestra Señora de la Concepción de Uyapi a principios de marzo de 173257. Sentadas las bases de la reducción prosiguió Gumilla su viaje ascendente por espacio de ocho días “hasta llegar a un cerro que sirve de muro al Orinoco, llamado Barraguan”58, habitado por los otomacos y un grupo de abaricotos. Tras quince días de convivencia procedió a demarcar el sitio para la población “y levantando en primer lugar el madero de la Santa Cruz y dedicando con la primera Misa en aquel lugar a esta nación al Patriarca San Joseph, quedó nombrado San Joseph de Uruana”59. Allí dejó Gumilla a don Antonio Luis Pinto, conocedor de la lengua abaricota, con tres soldados para ordenar la nueva población60. Tras tres días de navegación arribaron a Pararuma y también repitió el ritual fundacional con los sálivas. Allí nombró a Pudua con el título de teniente de capitán, le entregó el bastón, los soldados dispararon sus armas y se ofreció un convite. Asimismo concurrió el capitán Pacari con su gente, lo cual formó un conglomerado de ochocientas almas, todos sálivas61. El 1º de diciembre de 1732 estaba de nuevo en Santo Tomé de Guayana e ignoramos el objetivo del viaje62. El 23 de febrero de 1733 declaraba Gumilla que tenían fundadas cuatro poblaciones: La Purísima Concepción de guayqueríes, San José de Oto-

56  Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles, 522. 57 Joseph Cassani. Historia de la Provincia…, 381: “Emprendieron pues el viaje en la primavera del año de 1732 a la nación de los Guayqueríes, arriba de Caura”. 58  Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles, 523. 59  Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles, 524. 60  Ibidem. 61  Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles, 525. 62  agi. Santo Domingo, 678. (José Gumilla. Escritos varios, 74-75).

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macos, Los Ángeles de Pararuma y Santa Teresa de indios sálivas, a la vez que alertaba sobre la presencia de los suecos en el río Barima63. Pero la paz con los caribes pronto hizo quiebra. En marzo de 1733 se declaró la guerra que, según el H. Vega, duraría hasta 174464. En realidad la historia de las invasiones caribes está todavía por hacer, ya que la mayor parte de la literatura de que disponemos se refiere al primer gran ataque llevado a cabo en marzo y abril de 1733. Dada la peligrosidad del ataque caribe, Gumilla mandó subir a Rotella y lo ubicó en Pararuma65. El 7 de octubre de 1733 llegaba de nuevo a Guayana Gumilla, acompañando a don Agustín de Arredondo, quien había consagrado 55 días a una expedición punitiva contra los caribes66. El 14 de noviembre le escribía a don Carlos de Sucre advirtiéndole que una vez que don Agustín de Arredondo se reintegrara a Trinidad “quedará esto expuesto a toda desdicha, al arbitrio del enemigo”67. El 2 de enero de 1734 seguía el jesuita en Santo Tomé y desde esta capital volvía a plantear los problemas que confrontaba. Con respecto a los caribes, Arredondo había dejado correr la voz entre ellos de que si solicitaban la paz la hallarían, porque así lo exigía la trágica situación que vivía el Presidio; paralelamente había dispuesto, como medida preventiva, que un barco de guardia se ubicase frente al castillo. En este orden de cosas creía Gumilla que no era el momento para que Cumaná enviase cuatrocientos hombres para la acción anticaribe planificada, pues solo pelearían contra el hambre ya que los alimentos no se conseguían ni “con los patacones en la mano”. A esto se unía el haber desertado muchos soldados, pues “no hay quien tenga que comer para dos días y el diario es 63  agi. Caracas, 391. Carta del P. José Gumilla al Presidente Rafael de Eslava. Orinoco, 23 de febrero de 1733. 64  Vega. Noticia del principio y progresos, 546. 65  Vega. Noticia del principio y progresos…, 541. 66  agi. Santo Domingo, 607. Carta del P. José Gumilla a los Señores Alcaldes Gobernadores. Guayana, 14 de octubre de 1733. 67  agi. Santo Domingo, 599. Carta del P. José Gumilla al Gobernador y Capitan General don Carlos de Sure. Guayana, 14 de noviembre, 1733.

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contingente porque depende de la pesca”. Pero sí insistía en que los Observantes de Píritu se arrimasen al Orinoco a fundar pueblos. Con respecto a las misiones de la Compañía señala que “están taladas por la invasión de los caribes de este año pasado”. Además, debía remitir a los misioneros orinoquenses un barco con sal y otra lancha con bastimentos68. El 20 de marzo de 1734 firmaba en Santo Tomé la Concordia de Guayana, por la que se dividía el territorio guayanés en las siguientes áreas: los capuchinos de Guayana se encargarían desde la Angostura hasta la boca grande del Orinoco; los observantes de Píritu debían tomar a su cargo los espacios comprendidos entre la Angostura y el Cuchivero, desde las márgenes del gran río venezolano hasta el Amazonas; y a los jesuitas se les asignaba desde el Cuchivero “lo restante del Orinoco, tirando siempre para arriba” hasta el Marañón. Parece que su reintegro a las misiones jesuíticas se llevó a cabo el 16 de mayo de 1734 a la misión de San Ignacio69. El 31 de octubre de 1735 escribía el P. Gumilla al P. General de la Compañía de Jesús. Un dejo de pesimismo trasluce el misionero orinoquense en su correspondencia con el P. General de la Orden. La furia de los caribes crecía de día en día y había sido necesario afincarse con la escolta en solo dos poblaciones. Por otra parte, anunciaba la llegada de refuerzos: el P. Juan Capuel que pasa de los setenta años, el P. Ernesto Steigmiller “es muy débil de salud para tanto trabajo y comidas agrestes” y el P. Agustín de Salazar, “habitualmente enfermo”70.

68  agi. Santo Domingo, 599. Carta del P. José Gumilla a don Carlos de Sucre. Guayana, 2 de enero de 1734. 69  Biblioteca de Santa Cruz. Valladolid. Mss. 342. Carta del P. José Gumilla a don Carlos de Sucre. San Ignacio, mayo 22 de 1734. 70  arsi. n. r. et q., 15, fol. 108. Carta del P. José Gumilla al P. General de la Compañía de Jesús. Orinoco, octubre 31 de 1735.

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A fines de noviembre de 1735 estaba de nuevo en Guayana, a fin de dar cumplimiento al mandato real que exigía el deslinde de las misiones jesuíticas de las de los capuchinos guayaneses71. El 28 de noviembre de 1736 firmaba en Caracas con Fray Salvador de Cádiz la Concordia de Caracas por la que los capuchinos caraqueños entraban a ser tomados en cuenta72. Nuevas funciones ejecutivas en el Nuevo Reino. Es difícil precisar la cronología gumillana tras su salida de las misiones. Creemos que tuvo que hacerse cargo del colegio de Cartagena muy a los comienzos de 1737, a juzgar por el testimonio emitido por Guillaume Duez, fechado en Santafé el 1º de marzo de 1737: “Lo cierto es que habiendo su General a este P. Gumilla que fuera a ser Rector de Tunja, como allí no hay puerto ni es posible haberlo, no admitió. Y apenas el Provincial Jaime López le mandó ir a Cartagena, que es puerto, se fue con toda ligereza sin reparar en misiones de las que finge mil primores que escribe, que apoya el Provincial Jaime López porque es valenciano”73. Ciertamente permaneció en Cartagena durante todo el año 1737. Disponemos de un testimonio directo pues el 18 de octubre remitía un reconocimiento de mil doblones oro que dejó don Antonio Claudio Álvarez de Quiñones74, arzobispo que fue de Santafé, a Su Majestad para las urgencias de Orán75.

71  agi. Santo Domingo, 678. Da quenta a Vuestra Majestad con certificacion del escribano de Camara de lo que ha executado sobre el deslinde y demarcacion de las misiones de los religiosos capuchinos y de la Compañía de Jesus en la provincia de la Trinidad y Guayana. 72  agi. Santo Domingo, 634. 73  agi. Santafé, 400. Citado por Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 469. Si el escrito es del 1º de marzo, quiere decir por el contexto que para esas fechas ya estaba en Cartagena, lo cual nos hace sospechar que posiblemente el viaje lo realizó desde Caracas en barco. 74  Véase: Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo III: La Iglesia bajo el regalismo de los borbones. Siglo xviii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia (1986) 47-58. 75  agi. Contratación, 5149. Carta del P. José Gumilla, rector del coelgio de Cartagena de Indias, al Presidente de la Casa de Contratación. Cartagena y octubre 18 de 1737. En 1738 permanecía al frente del colegio (José Gumilla. El Orinoco ilsutrado, 93).

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¿Cuándo abandonó Cartagena y pasó a Santafé? En junio de 1738 actúa ya como Provincial76. En la Congregación Provincial reunida en Santafé el 8 de septiembre de 1738 fue elegido Procurador a Roma, juntamente con el P. Diego Terreros77. Para realizar su viaje a España no siguieron los procuradores el camino tradicional del río Magdalena, sino que buscaron el puerto de la La Guayra. Por Pamplona78 llegaron a Mérida en febrero de 173979, en donde acababa de ser rector el P. Terreros y de allí siguieron rumbo a Caracas80. La estancia europea. En julio de 1739 había llegado a Madrid, pues el día 28 firmaba en la capital hispana la biografía del P. Juan Rivero81. No hemos podido precisar los límites temporales de esta su primera estancia en Madrid. El 28 de julio recibían ambos procuradores el permiso para viajar a Roma82. Nos consta que en febrero de 1740 estaba en Roma, pues el 13 de febrero de ese año escribía el P. Gaspar Rodero, Procurador General de Indias, a la Secretaría de Nueva España que le era imposible remitir el Informe de Gumilla “porque su Author los dejó distribuidos antes de pasar a Roma”83. La estancia romana parece que concluyó el tercer día de pascua de 1740, en

76  agi. Santafé, 415. Carta del P. José Gumilla al Rey. Santafé, 30 de junio de 1738. 77  agi. Santafé, 406. Carta de los PP. Diego Terreros y José Gumilla en que comunican haber sido elegidos... (citada por Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia., III, 258). 78 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 255. 79  aucab. Libro de Consultas, fol. 74v. Consulta del 2 de febrero de 1739. 80 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 251: “... como me consta por carta del P. Superior, Manuel Román, que recibí antes de embarcarme para España en Caracas”. 81 José Gumilla. Escritos varios, 54. 82  agi. Santafé, 406. 83  agi. Santo Domingo, 632.

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que le anuncia a su corresponsal en Madrid, H. Miguel Sanchís, que saldrá para Loreto y Génova y de allí a Barcelona, “sea por agua, sea por tierra”84. También su regreso de Roma abre algunos interrogantes. Nos consta de su paso por Valencia y ciertamente el 5 de noviembre de 1740 residía en Madrid. El propio P. José Cassani reconoce que los últimos capítulos de su Historia de la Provincia de la Compañia de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la América fueron redactados a finales de 1740 y que fue vista por los PP. Procuradores del Nuevo Reino85, y la licencia del Provincial para la impresión data del 27 de noviembre de 174086, todo lo cual nos lleva a presumir que su llegada a la urbe matritense es anterior a noviembre de 1740. Una de las principales actividades del jesuita valenciano en la Corte fue la de redactar El Orinoco ilustrado, obra que concluyó hacia marzo de 1741, ya que el 1o de abril le remitía don Dionisio de Alcedo y Herrera su dictamen definitivo87. Más lento aparece el proceso de aprobaciones que concluye el 7 de septiembre con el del Consejo de Indias88. El regreso a las misiones. Según el expediente de embarque de la Casa de Contratación, Gumilla debió haber abandonado Madrid para dirigirse a Sevilla el 18 de febrero de 174189; sin embargo, los hechos evidencian lo 84  Archivo General del Reino de Valencia. Clero: Compañía de Jesús. Leg., 57. Carta del P. José Gumilla al H. Miguel Sanchis. Roma, 25 de marzo de 1740 (José Gumilla. Escritos varios, 177-179). Esta carta rompe la hipótesis que habíamos mantenido de que muy posiblemente la estancia de Gumilla en Roma habría que alargarla hasta el 31 de julio (José Gumilla. Escritos varios, p. L), pues en El Orinoco ilustrado (p. 363) aduce una anécdota que se dió en la Casa Profesa de Roma, pensamos que en marzo de 1740, ya que parece referirse a la fecha de canonización de san Ignacio de Loyola. 85 Joseph Cassani. Historia de la Provincia…, Prólogo al lector. 86 Joseph Cassani. Historia de la Provincia…, 9. 87 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 21. 88  15 de mayo: aprobación del P. Tomás Nieto Polo. 17 de mayo: licencia del Ordinario. 14 de julio: aprobación del P. Antonio Goyeneche. 20 de julio: licencia del Consejo. 5 de septiembre: licencia de la Orden. 7 de septiembre: licencia del Consejo de Indias. (Gumilla. El Orinoco ilustrado). 89  agi. Contratación, 5549. Mision de Jesuitas para el Nuebo Reyno de Granada. Año de 1743. Contaduría Principal. Viatico y entretenimiento de 26 religisos Jesuitas y 4 Coadjutores que han pasado a la Provincia del Nuevo Reyno... fol. 7.

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contrario. Todavía más, el 19 de febrero de 1742 le escribía desde el Puerto de Santa María a Madrid el P. Diego Terreros90, lo cual ratifica que Gumilla seguía para esas fechas en la capital hispana. El 19 de enero de 1743 se embarcó con siete jesuitas rumbo a Cartagena en el navío francés San Rafael91. El 16 de abril se encontraba ya la expedición en Santafé de Bogotá92. Regresó a San Ignacio de Betoyes en donde le sorprendió la muerte el 16 de julio de 175093.

II. El Orinoco ilustrado y defendido

Cuando Manuel Aguirre Elorriaga escribía que la “historia de los grandes ríos americanos está vinculada de modo singular, y por extraña y persistente coincidencia, a grandes misioneros, escritores y descubridores jesuitas”94, estaba estableciendo una simetría histórica entre los caminos acuáticos de la geografía americana y la presencia de miembros de la Compañía de Jesús que supieron legar a la posteridad la biografía de las grandes arterias de los mundos descubiertos por Colón95.

90  agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Diego Terreros al P. José Gumilla. Puerto de Santa María, 19 de febrero de 1742. 91 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 319. 92  J. A. Vargas Jurado. Tiempos coloniales. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional (1902) 24. 93  arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a prima octobris anni 1749 usque ad primam aprilis an. 1751. Biblioteca Nacional. Mss. 105. Libro de la Sacristía del colegio de Tunja, fol. 158. 94 Manuel Aguirre Elorriaga. La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1941) 3. 95 Francisco Mateos. “Antecedentes de la entrada de los jesuitas españoles en las Misiones de América”. En: Missionalia Hispanica. Madrid (1944) 109-166.

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Al asomarse al siglo xviii se observa en la literatura histórica de los jesuitas americanos una floración de estudios que proponían meditaciones transformadoras para levantar un nuevo proyecto de la América profunda96. Citaremos algunos ejemplos significativos: en el Capitolio de Washington existen dos estatuas representativas de sendos descubridores jesuitas: la del P. Jacobo Marquette (1637-1675)97, explorador del Missisipi y la Luisiana98, y la del P. Eusebio Kino (1645-1711), descubridor de la península de California99. En Colombia sería el P. Antonio Julián (1722-1790)100 el cantor del gran río Magadalena101. La bibliografía sobre el Amazonas102 es mucho ma-

96  Para una visión general: Ángel Santos Hernández. “Actividad misionera de los jesuitas en el continente americano”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 7-137. Un estudio imprescindible para la geografía histórica jesuíticovenezolana es: Pedro Cunill Grau. “Felipe Salvador Gilij, geógrafo dieciochesco de la cuenca del Orinoco y del Amazonas venezolano”. En: Montalbán. Caracas, nº 21 (1989) 21-68. 97 L. Campeau. “Marquette, Jacques”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 2514. 98 J. Marquette. Récit des voyages et des découvertes du R.Père Jacques Marquette de la Compagnie de Jesús en l’année 1673 et aux suivantes…et le journal autographe du P. Marquetteen 1674 et 1675, avec la carte de son voyage tracée de sa main. Albany, 1855. 99  Ernest J. Burrus. “Kino (Chini, Chino) Eusebio Francisco”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 2194-2195. 100 José Del Rey Fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, (2002) 161-167. 101 Antonio Julián. La Perla de América, Provincia de Santa Marta, reconocida, observada y expuesta en discursos históricos por Don Antonio Julián. Madrid, 1787. 102  Cristóbal de Acuña. Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas el año de 1639. Madrid, 1641; Manuel Rodríguez. El Marañón y Amazonas. Madrid, 1684; Samuel Fritz. El gran río Marañón o Amazonas con la misión de la Compañía de Jesús. Quito, 1707; Pablo Maroni. Noticias auténticas del famoso río Marañón, y misión apostólica de la Compañía de Jesús de la Provincia de Quito. Madrid, 1889; José Chantre y Herrera. Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañón Español (1637-1767). Madrid, 1901.

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yor, pues se extiende desde el P. Cristóbal de Acuña (1598-1670)103 y Manuel Rodríguez (1628-1684)104, pasando por el P. Samuel Fritz (1651-1725)105 y Pablo Maroni (1695-1757)106, hasta el P. José Chantre y Herrera (1738-1801)107. Y para completar el diseño del semicírculo geográfico misional del subcontinente hay que recurrir a las misiones del Paraguay. Tanto su rica cartografía ha sido estudiada por el P. Guillermo Furlong108, así como la exquisita bibliografía producida por los misioneros guaraníticos como por escritores europeos de todas las épocas109.

1. La visión previa de la Orinoquia Las tierras del Oriente de Venezuela, y con ellas el río Orinoco y la Provincia de Guayana, ingresaron como protagonistas en la Historia de América desde los albores del descubrimiento. Sin embargo, su auténtica biografía comenzaría a ser escrita a mediados del siglo xviii.

103 Enrique Fernández G. “Acuña, Cristóbal de”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 13. 104 Jorge Villalba. “Rodríguez Villaseñor, Manuel”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3398. 105 Jorge Villalba y J. M.ª Domínguez. “Fritz, Samuel”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, II (2001) 2194-2195. 106 Jorge Villalba. “Maroni, Pablo”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 2511. 107 Jorge Villalba. “Chantre y Herrera, José”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 751-752. 108 Guillermo Furlong Cardiff. Cartografía jesuítica del Río de la Plata. Buenos Aires, Talleres S. A. Casa Jacobo Peuser, 1936. Y una síntesis en: Guillermo Furlong. Historia social y cultural del Río de la Plata 1536-1810. El trasplante cultural: Ciencia. Buenos Aires (1969) 120-134. 109  Véase información en: Javier Baptista y Cayetano Bruno. “Paraguay”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 3032-3038.

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En el siglo xvi el utópico Dorado convocaría una serie de gestas cuyos relatos fueron fuente generosa de inspiración histórica110, así como también han servido para iluminar la creación literaria que aún hoy día recrea los imaginarios de esas regiones míticas111. En el siglo xvii, con la firma del Tratado de Münster (1648), los Países Bajos asumieron su total independencia de España y comenzaron a actuar de forma más incisiva en diversos frentes del imperio español de Indias. Además, las alianzas políticas europeas generaron rivalidades que repercutieron en los ámbitos de las tierras descubiertas por Colón. Y el riesgo de posesión colonial europea de signo protestante que se impone en el Caribe comienza a incrementar la inseguridad tanto en el extenso litoral marítimo venezolano (provincias de Maracaibo, Venezuela y Margarita) así como también en la fachada atlántica de la Provincia de Cumaná y sobre todo el río Orinoco, que es la puerta a toda la Provincia de Guayana y del Nuevo Reino. En el caso concreto de Venezuela: en la primera mitad del xvii se establecen las colonias foráneas protestantes: los calvinistas holandeses en los territorios ultraesequivos y como amenaza todavía más peligrosa en Curazao en 1634112, mientras que los ingleses ponen su pie definitivo en Jamaica en 1655. Y los franceses cercarían con algunas islas caribeñas el mar Atlántico venezolano desde 1639 y se instalarían posteriormente en Guyana113. 110  Véase: Demetrio Ramos Pérez. El mito del Dorado. Su génesis y proceso. Caracas, 1973. 111  Una síntesis puede verse en: S. G. [Sonia García]. “El Dorado, mito de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, II (1997) 190-192. 112 Carlos Felice Cardot. Curazao hispánico. Antagonismo flamenco-español. Caracas, 1973. 113 Pierre Pelleprat. Relato de las misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional. Caracas (1965) 13-46. Véase: Abbé Renard. Essai bibliographique sur l’histoire religieuse des Antilles françaises.París, s/f. Capítulo III. Además de las fuentes primarias que citaremos, es necesario consultar P. de Montezon. Mission de Cayenne et de la Guyane française. París, 1857 (el verdadero nombre, según Sommervogel, es Fortuné Demontezon y su amplia bibliografía la recoge en: Sommervogel. Bibliothèque, II, 1911-1913). G. De Vaumas. L’éveil missionnaire de la France au xviie. Siècle. París, Bloud & Gay. Bibliothèque de l’histoire de l’Eglise. Collecion publiée sous la direction de E. Jarry. Giovanni Pizzorusso. Roma nel Caraibi: organizzazione delle missione cattoliche nelle Antille en el Guyana (1635-1675).Ecole Franciase, 1995.

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De toda esa rica veta de acciones heroicas, la historiografía venezolana solo ha conservado la obra del explorador inglés Walter Raleigh, quien en 1596 publicó en Londres The Discoverie114 y su impacto fue tan grande que conoció gran cantidad de ediciones en diversos idiomas.

2. El contenido del primer Orinoco ilustrado

En 1741 aparecían en Madrid dos obras fundamentales para el conocimiento histórico de la Orinoquia: la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, en la América115, del cofundador de la Real Academia José Cassani (1673-1750)116 y El Orinoco ilustrado del misionero del gran río venezolano, P. José Gumilla117. En el plano histórico gozó la Historia del P. Cassani de todo el favor del oportunismo. No es raro encontrar ejemplares suyos en las bibliotecas europeas, en realidad fue la única fuente impresa de que han dispuesto los investigadores europeos hasta fines del siglo xix y casi pudiéramos decir que hasta nuestros días; pues aunque Rivero118 conoció su primera edición en Bogotá el año 1883, siguió siendo una curiosidad bibliográfica en el Viejo Mundo no español. Solo a través de las publicaciones de la Biblioteca de la

114 Walter Raleigh. The Discoverie of the large, rich and bewtiful empyre of Guiana, with a relation of the great and Golden Citie of Manoa (wich the Spanyards call El Dorado)… London, 1596. 115 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, en la América. Madrid, 1741. 116  José [Martínez De La] Escalera. “Cassani, José”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 695. 117 Joseph Gumilla. El Orinoco ilustrado. Historia Natural, Civil y Geographica, de este Gran Río, y de sus caudalosas vertientes: Govierno, usos, y costumbres de los indios sus habitantes, con nuevas y utiles noticias de Animales, Arboles, Aceytes, Resinas, Yervas, y Raíces medicinales: Y sobre todo, se hallarán conversiones muy singulares a nuestra Santa Fé, y casos de mucha edificacion. Escrita por el P. Joseph Gumilla, de la Compañía de Jesús, Missionero, y Superior de las Missiones del Orinoco, Meta, y Casanare, Calificador, y Consultor del Santo Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias, y Examinador Synodal del mismo Obispado, Provincial que fue de su Provincia del Nuevo Reyno de Granada, y actual Procurador a entrambas Curias, por sus dichas Missiones y Provincia. Madrid, 1741, XL (sin foliar)-580 + 19 de índices. 118 Juan Rivero. S. J. Historia de las Misiones de los Llanos de Casamare y Orinoco y Meta. Bogota, 1883.

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Presidencia de Colombia han podido los eruditos utilizar las dos fuentes misionales básicas: la segunda edición de Rivero (1956) y la primera de Mercado, que había permanecido inédita por más de dos siglos y medio119. Asimismo, la biografía gumillana del Orinoco, tutelada por el aval del conocido escritor P. José Cassani, tuvo pronto una enorme repercusión en el mundo europeo. Para citar tan solo un ejemplo ilustrativo: en los tres lustros que separan la segunda edición (1745) de El Orinoco ilustrado y defendido del año 1760, aparecieron en Francia extensas síntesis y estudios que venían a hacerse eco de la problemática planteada por la curiosa sagacidad del misionero jesuita120.

119  Pedro de Mercado, S. J. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá m.cm.lvii (con prólogo del P. Juan Manuel Pacheco). La parte relativa a Venezuela la ha publicado la Academia Venezolana de la Historia en la “Colección Fuentes para la Historia Colonial”, nº 79. 120  Mémoires pour I’Histoire des Sciences et des beaux Arts, commencés d’etre imprimés l’an 1701 a Trevoux et dédiés a son Altesse Sérénissime Monseigneur le Prince Souverain de Dombes. A Paris. Chez Chabert: - (1747) Oct. Dec., pp. 2.319-2.345,2.501-2.524. - (1748) Jan. Mar., pp. 27-53, 189-191. - (1759) Mar.-Avril, PP. 623-640. Année Littéraire, année m.dcc.lviii par M. Fréron, des Académis d’Angers, Montauban, de Nancy, de Marseille et de Caen. A Amsterdam. Et se trouve à Paris chez Michel Lambert. - (1758) Tom. VI., pp. 327-350. - (1758) Tom. Vll, pp. 73-92. Journal encyclopédique par une sociétè de gens de lettres, dédié a Son Alt. Ser. et Emin. Jean Théodore, Duc de Baviére, etc.... A Liege, de l’Imprimerie du Bureau du journal. - (1759) Tom.I, part. 3, pp. 73-84. - (1759) Tom.II, part. 1, pp. 82-100. Journal Étranger ou notíce exacte et détaillée des ouvrages des toutes los nations étrangéres, en fait d’arts, des sciences, de litterature, etc., par M. Fréron, des Académies d’Angers, de Montauban et de Nancy. A Paris, chez Michel Lambert. - (1756) Janvier, pp. 3-46. Journal des savants combiné avec les Mémoires de Trévoux. A Amsterdam, chez Marc Michel Rey. - (1758) Sept.-Oct. PP. 353-359.

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De igual forma, hay que ubicar las dos obras venezolanas en el contexto de la literatura americanista producida por los jesuitas en la primera mitad del siglo xviii en América, que es sencillamente monumental. Todas las regiones continentales se convirtieron en “protagonistas” del sueño americano: era la primera respuesta institucional al reto de la selva y de la precivilización121. Si a ello añadimos el otro élan vital del continente colombino, como es la historia de los grandes ríos, se establece un marco de referencia que se vincula literaria y científicamente a la biografía de la Compañía de Jesús en las tierras descubiertas por Colón. La formulación de una problemática común es bastante explícita en algunas obras impresas y en la correspondencia epistolar. Es indudable que las reducciones guaraníes y la ingente producción literario-jesuítica continental prendieron en las misiones venezolanas el deseo de una superación integral. Así pues, no es de extrañar que el tema central de la historiografía sea la Orinoquia, pero no la arteria fluvial históricamente esquematizada, sino la realidad de su devenir que clama justicia ante tanta posibilidad irredenta. A la precisión de la temática contribuye no poco la tradición histórico-jesuítica que en su fase sedimentaria plantea la búsqueda de una inspiración más universalista, más auténticamente hermanada a los problemas de su medio, en contraposición a los moldes tradicionales de crónica y metodología religiosa. Pero el punto inicial para ulteriores investigaciones ha de partir de la tesis de que El Orinoco ilustrado de 1741 representa en la ideología gumillana la primera gran síntesis, pero no la definitiva. En efecto, debemos distinguir tres fases en el aporte de El Orinoco ilustrado. La primera corresponde a la edición de 1741. La segunda se refiere a la edición de 1745, muy cercana a la de 1741, pues al partir el autor para 121  Indicaremos algunas obras representativas de las regiones más importantes: Miguel Venegas. Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente. Madrid, 1757; Eusebio Kino. Las misiones de Sonora y Arizona. México, 1913-1922; José Ortega. Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús, escritos por un Padre de la misma sagrada Religión de su provincia de México. México, 1754; Pedro Lozano. Descripción Chorographica del terreno, Rios, Arboles y Animales de las dilatadíssimas Provincias del Gran Chaco, Gualamba y de los ritos y costumbres de las innumerables naciones barbaras e infieles que la habitan… Córdoba, 1733; Martín Dobrizhoffer. Historia de Abiponibus Esquestri, Bellicosaque Paraquariae Natione locupletata… Viennae, 1784.

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América en 1743, no pudo disponer materialmente del tiempo requerido para conocer las profundas transformaciones que en esos precisos momentos llevaban a cabo sus hermanos de religión en el Orinoco profundo. Y la tercera, hoy desconocida por nosotros pero real, es la de 1750 que recoge la visión definitiva gumillana tras la gran década de descubrimientos jesuíticos en la Orinoquia. La primera fase de El Orinoco ilustrado. El planteamiento de la génesis de El Orinoco ilustrado nos introduce a una doble vertiente de reflexión: por una parte, el origen cronológico, y por otra, el causal-intencional. Creemos que el análisis de esta dicotomía es esencial para poder comprender la exacta posición de la obra gumillana, no solo dentro del género histórico en el que debe encuadrarse, sino también como clave interpretativa de ciertas digresiones e insistencias del autor a lo largo de todo su libro. ¿Cuál fue la causa última y decisiva que movió al misionero orinoquense a redactar El Orinoco ilustrado? El proceso de decisión parece iniciarse al intercambiar Gumilla sus ideas en Europa122; a esta primera causa habría que añadir la intención o las intenciones del jesuita misionero que había viajado a Europa como Procurador de la Provincia del Nuevo Reyno ante las cortes de Madrid y Roma. Así pues, hay que pensar en la conjunción, por una parte, de los deseos manifestados por los “literatos”, y, por otra, la solución a los problemas misionales orinoquenses que fundamentalmente se cifraban en el reclutamiento de misioneros123. 122 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 29. “Este material o terreno (digámoslo así) abandonado, he determinado cultivar, suave fuertemente compelido de los ruegos de muchas personas, a quienes no puedo disgustar cuya insinuación sola bastaba para darme por obligado”. Y en la Introducción a la segunda parte conceptúa: “... la materia [...] se reducirá responder a varias preguntas y dudas curiosas, originadas de lo mismo que llevo ya referido, y dar satisfacción a otras que de las mismas respuestas han excitado personas d literatura; y como tales, ansiosas de saber más y más...” (José Gumilla. Ob. cit., 275). “... por lo que he experimentado u observado en Italia, Francia y España, en donde tratando de estas mismas materias con personas de notoria y calificada erudición...”. 123  “Y por esto, no como dictamen, sino como instancia, me parece que debo pedir a V.R. se sirva hacer que pase, cuanto antes, de la oficina de su aposento al molde de la prensa, para que salga a la noticia del público a ser demostración del Orinoco, inteligencia de sus partes, conocimiento de sus naciones, comprensión de sus

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De esta suerte y como consecuencia directa se comprende la dualidad intencional de Gumilla: hacer que el Orinoco renazca al mundo científico con todas sus posibilidades124 y, paralelamente, redimir a los habitantes de la gran arteria fluvial con la presencia de nuevos misioneros. Este afán propagandístico aparece claramente sin recurrir a segundas intenciones125. Esta doble intencionalidad es un presupuesto necesario para la intelección de las digresiones que se permite el autor a lo largo de su obra. Cada día se afinca más el convencimiento de que Gumilla redactó El Orinoco ilustrado en Europa, y más exactamente en el invierno inmediato a su regreso de Roma en 1740. El argumento decisivo creemos encontrarlo en una carta de Gumilla al H. Miguel Sanchiz, su corresponsal en Gandía: “Salúdeme mucho (y sea con cara y frazes de pascua) a mi señora la duquesa [...] y con la fraze más pura que se le ocurra (que no sea montañesa de Ontiñente) insinúele a Su Exª cómo todo este invierno me ha llevado respondiendo por escrito a las preguntas que su Exª me hizo, y a todas quantas se me pueden hazer (que es quanto se puede decir), de las quales ha resultado un libro cuyo título es: El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geographica, con la variedad de usos y costumbres raras de aquellas gentes. Sale nuevamente a luz por N. N. Dedícase al grande Apostol San Francisco Xavier, despues de aver resistido a tres graves impulsos de dedicarlo a la señora duquesa de Gandía y de Béjar; pero basta mi buena intención, aunque resistida, para naturales, desengaño de errores, instrucción de políticos, dirección de misioneros, representación de las Misiones, aplauso de la Compañía y utilísima consecuencia de la procuración de V.R. a esta corte...”. (Dictamen de Don Dionisio de Alcedo y Herrera. Cfr. El Orinoco ilustrado, 20-21). 124 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 31: “...dará motivo para que el gran río Orinoco, hasta ahora casi desconocido, renazca en este libro con el renombre de ilustrado, no por el lustre que de nuevo adquiere, sino por el caos del olvido de que sale a la luz pública”. 125 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 30: “... sólo haré algunas reflexiones que den luz y prevengan los ánimos de los operarios que Dios nuestro Señor llamare al cultivo espiritual de aqueella mies”. José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 52: “A este nobilísimo fin (agregar cuanto antes estas ovejas perdidas al rebaño de la Santa Iglesia), como a centro único corren todas las líneas de esta historia”. Cfr. “Apóstrofe a los operarios de la Compañía de Jesús y Carta de Navegar en el peligroso mar de los indios gentiles” (José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 493-519).

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que su Exª se digne de tomar la obra en sus manos, que saldrá a más tardar para mayo”126. En este mismo contexto se explican las palabras del Censor jesuítico P. Antonio de Goyeneche, fechadas el 14 de julio de 1741 en el mismo colegio imperial de Madrid: “... obra, que no habiéndole costado al autor especial dificultad componerla, la ha tenido grande en darla al público; y nosotros no hemos tenido mayor para vencer su resistencia: con que si en esto hubiese culpa, no será suya, sino nuestra, por la instancia”127. También la lectura del texto mismo nos lleva a precisar las mismas fechas de redacción en la capital española128; tanto las referencias geográficas y literarias como las cronológicas nos hacen pensar en una redacción final llevada a cabo en los primeros meses de 1741129. Apela además a libros y personas que únicamente las pudo consultar o tratar en Europa. Un ejem126 José Gumilla. Escritos Varios (Estudio preliminar y Compilación por José del Rey sj. Biblioteca de la Academia Nacional de la Hisioria, vol. 94). Caracas (1970), 180-181. 127 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 8. 128  Todas las citas se refieren a El Orinoco ilustrado: “… lo mismo que todos los días de enero sucede aquí en Madrid, donde estoy escribiendo esto en enero” (p. 74). “... explícome con lo que sucede en el temperamento de esta Corte” (p. 77). y prosiguieron el año de 1739, por aviso que acabo de recibir en esta Corte por carta del P. Bernardo Rotella” (p. 251). 129  Cualquier fecha posterior a 1739 o cualquier lugar europeo suponen como consecuencia inmediata la redacción europea de El Orinoco ilustrado. Citamos algunos ejemplos: “El año pasado de 1739. - .” (p. 472). “... por lo que he experimentado en Italia, Francia y España” (p. 37). “... tanto que desde el año 1731 hasta el de 1739, han sido recogidos estos y aquellos a colonias regulares” (p. 140). “Me compele el haber comido pan americano durante 36 años continuos” (p. 181) (Gumilla partió para América en 1705). Habla de Roma, donde su única permanencia finaliza hacia marzo de 1740 (pp. 305, 363). El mismo estilo del texto es netamente europeo y los ejemplos abundan desde la primera página hasta la última: “... como fragmentos que recogí en los desiertos de Orinoco” (p. 31). “... en mi último viaje [...] le hizo dar vueltas [...] Dios nos favoreció” (p. 64). “... lo mismo sucede en el temperamento de esta Corte” (p. 77). “... porque allá los rayos del sol no hieren de soslayo” (p. 79). “... tan diversos de los de nuestra Europa” (p. 220). “... y esto mismo oí también a otros Padres españoles de aquellas Misiones” (p. 235). “... no así en aquel país...” (p. 294). “... cuando acá vemos to o lo contrario, y aun en las Américas se reconocen...” (p. 313).

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plo típico lo constituyen las continuas citas de la Historia de la Provincia del Nuevo Reyno del P. José Cassani130 o de los procuradores de las diversas provincias americanas o de Filipinas131. Finalmente, hemos de confesar que entre sus escritos americanos anteriores a 1740 no nos hemos tropezado nunca con la más mínima referencia a una obra estructurada en el sentido de El Orinoco ilustrado. La redacción definitiva debió concluirla, a más tardar, para finales de marzo ya que el 1º de abril de 1740 Dionisio de Alcedo y Herrera le podía remitir al jesuita valenciano su dictamen definitivo132. Mas, ¿cómo pudo Gumilla redactar en tan poco tiempo un libro tan extenso, si no disponía de antemano de mucho material organizado? El mismo autor en el prólogo a El Orinoco ilustrado abre la sugerencia cuando enmarca los límites de su historia: “... concatenará las cosas singulares que observé y noté acerca de las aves, animales, insectos, árboles, resinas, hierbas, hojas y raíces”133. Además, el estudio de las formas externas literarias nos aboca a la detectación de distintos estratos que integran los diversos “contenidos literarios” utilizados por el autor. El análisis de estos fragmentos cronológicos y temáticos incide en la posibilidad de nuestra tesis. La riqueza de lo anecdótico atestigua en sana lógica la existencia de un diario o libro de notas134. 130 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 29, 57, 67, 122, 167, 206, 334. 131 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 180, 195, 478. Los Procuradores de Filipinas. (pp. 400, 487). El Encargado de la Botica del Colegio Imperial de Madrid (p. 388). El Procurador de Nueva España (pp. 382-383). El H. Miguel Ferrer (p. 383). Acerca de los libros, no podemos citar a priori el número real de los que utilizó en Europa, pero nos inclinamos a creer que fue la mayoría. 132  Dictamen de Don Dionisio Alcedo y Herrera. José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 21. 133 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 31. Citamos también otro texto que aboga por nuestra tesis: “… pongo unilateral traducción de la lengua betoyana al castellano...” (José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 319). 134  Ordenamos cronológicamente las citas expresas que hacen referencia a años concretos. José Gumilla. El Orinoco ilustrado: 1716 “Me cito a mí mismo, porque pasó delante de mis ojos en el año 1716”, (p. 125). “Año de 1716...” (p. 285). 1717 ”Año de 1717...” (p. 286). “... con haber sucedido el año 1717, a principios de febrero” (p. 359).

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Aunque una gran parte de la producción gumillana se mueve dentro del área de lo “histórico”, sin embargo, tanto su vocación como su temperamento literario le acercaron más a la Geografía Humana y a la Antropología. Por eso no es de extrañar la coexistencia de un doble concepto de historia dentro del pensar gumillano; lo estático y lo dinámico (pasado histórico y presente prospectivo) crean una antinomia en el misionero orinoquense que podríamos definirla como el resultado de las divergencias existentes entre su concepto de historia y lo existencial de lo “histórico”. Muy poco especula nuestro autor sobre sus concepciones históricas, a pesar de que de vez en cuando se atisba la preocupación por esa problemática. En este sentido, nos ha llamado poderosamente la atención un largo texto que parece asomarse a la concepción cristiana de la filosofía de la historia; los imperios como ejes de la historia: tesis que se mueve en la línea de san Agustín, Osorio y Bossuet. En tres períodos divide Gumilla la historia americana: período preimperial, que viene a equivaler al mundo antiguo antes de Abraham; período imperial de los incas y Moctezuma, que se asemejaría a los tiempos de los grandes imperios del Próximo Oriente, Grecia y la República Romana, y, por fin, el período cristiano, que así como pudo fácilmente difundirse gra-

1719 “Esto pasó en el pueblo de San Ignacio de Chicanoa, afío 1719” (p. 172). “Caminábamos el año de 1719 por las vegas del río Apure”, (pp. 369-370). “El año de 1719 soñó un viejo...” (p. 511). 172 “Yo encontré el año 1721...” (p. 113). 1723 “El año 1723 encontré en las juntas de los ríos Sarare y Apure” (p. 119). 1724 “A las riberas del río Cravo llegué, año de 1724” (p. 287). “Digo que caminando, el año de 1724, con el Padre Provincial” (p. 381). 1733 “... en el año de 1733, me quejé agria, aunque modestamente al Gobernador de Esquivo” (p. 328). 1734 “... me dijeron el año pero no me acuerdo; sólo hago memoria de que me lo refirieron en diciembre de 1734” (p. 304). “... al año siguiente...” (pp. 330-331). 1735 ... y fue que el año 1735 llegaron a esta población tres venerables ancianos” (p. 156). ... en la grande persecución de los caribes del año 1735” (p. 223). “El año de 1735 creí que a las nueve de la noche nos habían asaltado los bárbaros caribes” (p. 459). 1736 “Consta esto de lo que le sucedió al Padre Manuel Román... El día de San Lorenzo, 10 de agosto de 1736” (p. 176). 1737 “... y me aseguró el año de 1737 el señor Gobernador de Caracas” (p. 184).

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cias a las facilidades del imperio romano, de la misma manera, con el vasallaje de los incas y moctezumas se expandió el cristianismo en las Américas135. Pero no discurre por estos cauces El Orinoco ilustrado, ya que en ningún momento pretende su autor escribir una historia crítica ni de las misiones, ni de nuestra gran arteria fluvial; y mucho menos se detiene a explicar su pensamiento sobre la “historia”. Su concepción es netamente tradicional y así identifica la historia con la historia general, denominación tan usual en la historiografía indiana136. Describe esta disciplina, sin establecer un concepto, como el testigo de los tiempos y la luz para todas las edades y generaciones137. También parece admitir un fin primario: disipar las dudas mediante la claridad, la distinción y el método138; y otro secundario, que es la honesta recreación y el aprovechamiento interior139. Una confirmación explícita aparece en la crítica de las fuentes. Una detenida reflexión sobre la bibliografía histórica utilizada por el autor de El Orinoco ilustrado, nos conduce a la conclusión de que fundamentalmente las obras consultadas son las “clásicas” de los siglos xvi y xvii: José de Acosta, Cristóbal Colón, Antonio de Herrera, Jean Laet, Lucas Fernández de Piedrahita, Fray Pedro Simón, etc. Pero sin lugar a dudas, lo más significativo radica en el hecho de que el misionero orinoquense haya escogido como 135 José Gumilla, S. J. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas (1963) 80-81. 136 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 29. 137 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 37. 138 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 37: “Y al modo que (si falta la luz) en la más curiosa galería, todo aquel archivo de la mas apreciable antigüedad, pasa a un caos de confusión, pareciendo -ordinarias las piedras más selectas, y borrón tosco la más sutil miniatura, no de otra manera la más curiosa Historia, si le faltare la luz, claridad, distinción y método, será toda confusión y origen de muchas dudas contra el fin primario de la Historia que tira a disiparlas”. 139 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 491: “Y antes de retirar la pluma, me debo prometer de la benignidad y discreción del piadoso y prudente lector que disimulará los borrones que de ella se hubieren deslizado en el tosco lienzo de esta Historia en la cual quisiera haber emulado con tal viveza los colores en la variedad del contexto, que a un mismo tiempo arrebatasen la vista para la honesta recreación, la atención para el aprovechamiento interior y el ánimo para alabar a Dios, siempre admirable en sus criaturas”.

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arquetipos literarios a un variado e interesante grupo de escritores jesuitas del siglo xvii140: Antonio Ruiz de Montoya (1585-1652)141, Andrés Pérez Ribas (1575-1655)142, Francisco Combés (1620-1665)143, Francisco Colín (1592-1660)144 y Manuel Rodríguez (1628-1684)145. Otra manifestación más periférica se deja entrever en la imperfección —y a veces descuido— con que trabaja el aparato crítico de su libro146, en contraposición a la minuciosidad que despliega cuando describe o transcribe el hombre y el paisaje orinoquense. Todo esto nos hace intuir la pugna interna de un Gumilla, que por formación es clásico, pero cuya vivencia existencial de la Orinoquia le indujo a formulaciones nuevas, realistas y dinámicas, a pesar de que parecieran intrascendentes para la historia147. Mas recientemente fue la valoración nueva de lo “histórico” lo que dio renombre a El Orinoco ilustrado. Desde los mismos umbrales de su obra, se apresura Gumilla a expresar sus intenciones y sus objetivos, cuando con140 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 30. 141 Javier Baptista y Clement J. McNaspy. “Ruiz de Montoya, Antonio”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3436-3437. 142  Ernest J. Burrus Y Jesús Gómez Fregoso. “Pérez de Rivas (Ribas), Andrés”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, III (2001) 3093. 143  José S. Arcilla. “Combés, Francisco”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 868. 144  José S. Arcilla. “Colín (Colí), Francisco”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 855-856. 145 Jorge Villalba. “Rodríguez Villaseñor, Manuel”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3398. 146 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 54 (errores sobre Pizarro y Orellana); 55 (errores históricos referentes a Guayana); 78 (el autor no es Pérez de Roxas, como dice Gumilla, sino Pérez de Ribas); 114 (sobre el origen judaico de los indígenas venezolanos); 120 (no sabemos de dónde sacó Gumilla los “Mojos de Quito”). 147  José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 32-33: “No obstante, no repetiré en esta Historia lo que ya está escrito en aquélla De modo que la cosecha abundante de copioso grano, en muchas y selectas noticias, hallará el curioso en dicha Historia General; y en ésta sólo el residuo de algunas espigas, fragmentos y migajas...”.

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trapone historia general a la que él piensa ofrecer a sus lectores: historia natural, civil y geográfica. Gobierno, usos y costumbres de los indios, sus habitadores, con nuevas y útiles noticias de animales, árboles, frutos, resinas, aceytes, yerbas y raíces medicinales148. Dos cualificaciones determinan el auténtico concepto de lo “histórico” en Gumilla: la concepción del Orinoco como protagonista de su nueva historia, y, en segundo lugar, la elección de la observación directa y la experiencia como bases de su metodología. Al considerar al Orinoco —mejor diríamos la Orinoquia— como protagonista de su libro, significa intuir la “continentalidad” de Venezuela y un llamado a la conciencia de que la nacionalidad se fundamenta en el binomio hombre-territorio. Aquí se entronca su nueva ideología, de la que hemos hablado en otra ocasión149. Con respecto al método, hay que resaltar el inicio del predominio del criterio de experimentación como superior al de autoridad, y en segundo lugar la justificación de una búsqueda de cauces nuevos para expresar una problemática real que se le escapaba a la férrea estructura de la “historia general”. A Gumilla, como autor, no se le pueden negar las credenciales necesarias de un investigador de campo de esa época: alumno distinguido de la Universidad Javeriana de Bogotá, supo conjugar en su mente la disciplina lógica de la Escolástica con una vocación personal proclive al método de observación empírica. Además, si vivió veintidós años en las misiones y estuvo dotado de un espíritu insaciable de curiosidad150, e incluso fue cuidadoso no solo de observar y anotar sus experiencias151, sino también en aceptar una au148 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 29; 32-33; 122. “Es muy extendido el terreno que abarca esta Historia, recopilando especies y noticias, que están allá dispersas en muchos centenares de lenguas” (p. 394). 149 José Del Rey Fajardo. “Venezuela y la ideología gumillana”. En: Sic, Caracas (1964), 74-76. 150 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 367: “Preguntéles la causa, movido de mi continua y natural curiosidad, y me respondieron…”. 151 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 31: “...con quienes concatenaré las cosas singulares que observé y noté acerca de...”.

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téntica crítica de sus escritos152, no creemos que sea exagerado ni pretencioso cuando formula su criterio de credibilidad: “No pido ni quiero que se me dé más fe ni más autoridad a mi dicho que la que se me debe por testigo ocular, por sacerdote y por religioso [...] de la Compañía de Jesús ” 153. No podemos pasar por alto el juicio objetivo de dos escritores orinoquenses contemporáneos, pero posteriores, al autor de El Orinoco ilustrado, y cuyo testimonio reviste gran valor: nos referimos a los Padres Antonio Caulín (1719-1802)154 y Felipe Salvador Gilij (1721-1789)155. Escribe el autor de la Historia Coro-graphica en 1779: “... dexando a su Author en los debidos créditos de un varón apostólico y docto, y a su Obra digna de toda estimación, en todo aquello que no da fundamento para apartarme de lo que escribió, como se dexa ver en los muchos pasages que le sigo”156. Más explícito es el juicio del discípulo de Gumilla, el jesuita italiano P. Felipe Salvador Gilij: “Pero excepto éstos que me parecen errores, el 152  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. 71. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Traducción y Estudio Preliminar de Antonio Tovar) (1965), I, 20: “El mismo no sólo previó, sino que vio en parte estas vicisitudes: y solía decirme graciosamente muchas veces que si a mí me tocara la suerte de ir de misionero al Orinoco, impugnase su libro [...]. No repito servilmente lo dicho por él, sino que como él quería, y muchas veces me lo dijo, lo aumento con nuevos hallazgos y lo aclaro”. 153 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 181. “No cito testigos del otro mundo; en éste estoy yo, que refiero lo que he visto, y de no haberío visto, ni lo creyera, ni lo tomara en boca” (p. 144). 154 Odilo Gómez Parente. Labor Franciscana en Venezuela: I. Promoción indígena. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 470-483. 155 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía…, 259-264. 156 Antonio Caulin. Historia de la Nueva Andalucía. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 8ª Fuentes para la Historia colonial de Venezuela. Estudio preliminar y Edición crítica de Pablo Ojer), I (1966), 27-28. Juan Antonio Navarrete. Arca de Letras y Teatro Universal. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 60. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela) (1962), 92: “Esta su obra es para mi y debe ser para todo americano tan apreciable, como la aguja de marear en el mar [...]. En mi Repertorio General, folio 83 y 88 he puesto índice alfabético a la dicha obra de Gumilla, que no la tiene, y un resumen de las equivocaciones que le nota Caulín”.

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P. Gumilla, no menos por el Orinoco sacado de la oscuridad con sus fatigas y sus escritos, que por otras apreciables dotes, merece suma laude. Antes de él no hubo nadie que escribiese sobre el Orinoco, o al menos nadie hubo digno de consideración [...] Y si a aquellas dotes de gracia y fluidez en el decir, que son en él singularísimas, se hubiesen unido, además, otras de crítica exacta y de orden cuidadoso en el contar, tendría después de su muerte, como lo tuvo en vida, gran encomio”157. Gumilla sitúa a la verdad como “base principal y fundamental de la Historia”158 y profesa claramente su deseo de apartar “lo que hallare no ser conforme con la realidad de lo que tengo visto y experimentado”159; incluso en el plano de las ideas, llega a sostener que la “experiencia es madre de la mejor Y más cierta filosofía”160. En ningún problema insiste tanto Gumilla como en el de ser fidedigno; por eso fundamenta su “fidelidad histórica” en tres bases: las historias de Mercado y Rivero161, la experiencia personal tras una cuidadosa observación, y el testimonio cualificado de terceras personas162. En realidad, toda la problemática gira en torno a los dos últimos puntos. Pero no se adecuó la realidad a estos principios, y así descubrimos una significativa dualidad entre la criteriología propiamente dicha y la aplicación posterior a la crítica interna de El Orinoco ilustrado.

157  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 19-20. 158 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 32. 159 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 30. 160 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 92. 161  No sabemos por qué no hace referencia a la Histora de la Piovincia del Nuevo Reyno del P. José Cassani en esta ocasión; lo cierto es que a lo largo del texto será la obra que cite de forma regular. 162 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 32. “No he sido testigo como dije de esta trampa con que los monos se prenden por sus mismos pufíos; pero tengo por fidedignas a las personas citadas, a quienes oí lo referido...” (José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 433). Rotella, Bernardo (p. 223) (p. 251). José Sales, S. J. (p. 180). Ernest Steigmiller, S. J. (p. 89). Tachart (p. 385). Juan Bautista de Toro, Dr. (p. 220). Tuluiay (p. 292). Domingo Zorrilla (capitán) (p. 138).

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En tres dimensiones insiste Gumilla en el plano teórico de los criterios: discernimiento, cualificación y objetividad. En la valoración de los testimonios ajenos —clave para interpretar la credulidad gumillana— practica nuestro autor un buen criterio de discernimiento. Citamos un testimonio que juzgamos debe ofrecer mucha luz: “Este Juan Navarro y sus compañeros hicieron su diario y derrotero, que he leído varias veces: y aunque apuntaron en él varias noticias que necesitan de nueva confirmación y que omita, con todo, aquí y en otras partes me valdré de algunas de ellas, que tengo por ciertas; lo uno, porque las he visto practicadas en otros ríos y naciones; lo otro, porque examinando a Ignacio de Jesús, que hoy es soldado de nuestra escolta y acompañó a dicho Juan Navarro en el citado viaje, he visto tener probabilidades. Quede hecha aquí esta salva para cuando citare a estos viajeros, a fin de que se sepa la probabilidad de lo que por sus noticias hubiere de referir”163. Esta actitud crítica parece complementarse con la cualificación que en general le merecen los libros históricos; éstos no tienen “otro apoyo, sino el de la fe humana, fortalecida con las señales de credibilidad que alegan los autores, y con las circunstancias que concurren en la persona, estado y ocupación del que escribe”164. Y como era lógico que la visión del trópico orinoquense pareciese a los europeos fantástica y subjetiva, por eso enfatiza la posición gumillana que combate el argumento de “paridad”, sobre todo cuando se trata de lo inaudito y extraordinario: “negarlos, o porque no los hemos visto o porque no haya autor que escriba de ellos, fuera a mi ver vulgaridad, exorbitante”165. Y de ahí trasciende a una conclusión de profundas repercusiones filosóficas y 163  José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 326. “Quéjome, sí, de aquellos viajeros y diaristas, de cuyos apuntamientos se valió M. Noblot; cuya calidad, graduación y secta debia haber examinado antes [...] una amigable reconvención a M. Noblot y en su persona a los eruditos recopiladores de manuscritos anónimos más dignos de examen de lo que parece a primera vista. Muéveme a esto el amor a la verdad, y la obligación de volver por el honor de los americanos, denigrado injustamente, con el de sus ministros evangélicos, y el de la nación española”. José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 181. 164 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 381. 165 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 38.

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antropológicas: el continente americano es un mundo nuevo, con hombres nuevos y estructuras nuevas166. Mas a pesar de todo lo dicho, la obra gumillana ofrece sus vetas de credulidad y de errores, patentizados ya por los escritores de su tiempo. Los puntos controvertidos en el siglo xviii pertenecen fundamentalmente a lo geográfico y se centran en temas vitales como: la comunicación Orinoco-Amazonas; la existencia de El Dorado; las fuentes y la medición de nuestra gran arteria fluvial y el origen judío de nuestros indígenas. Esta apreciación puede extenderse a veces a algunas referencias a la fauna orinoquense167. Prescindimos en este estudio del “mundo piadoso” que a veces se refleja en Gumilla y su propensión al providencialismo. Con mucha razón escribía Felipe Salvador Gilij, al analizar los yerros de El Orinoco ilustrado: “El P. Gumilla, que quiso darnos alguna noticia antes de tiempo, se apartó enormemente de la verdad”168. Con todo, hay dos observaciones que deben encuadrar el juicio sereno que se formule sobre la credulidad de nuestro autor. Como es lógico y natural, Gumilla no escapó a las influencias del medio rural llanero-orinoquense en que sumergió su existencia. Si a la soledad misionera añadimos la propensión mítica del llano y el primitivismo cultural del mundo circundante misional: indios, soldados, aventureros y algún que otro misionero169, 166 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 33. 167  Caulin. Ob. cit., I, 76, 77. 168  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana I, 23. 169  Ponemos a continuación, la lista de personas consultadas por Gumilla sobre los diversos aspectos. Entre paréntesis indicamos la página de El Orinoco ilustrado: Agullón, Juan de (Hermano) (p. 399); Anisón, Carlos S. J. (pp. 256, 409-410); anónimo: encargado de la Botica del Colegio Imperial de Madrid (p. 388); habitantes del Delta (p. 58); habitantes de Trinidad (pp. 44, 47, 304); médico de Bogotá (p. 446); procuradores del Paraguay (p. 180); vecino de Guayana (p. 125); Bejarano, José S. J. (p. 487); Calvo, José S. J. (p. 400) (487); Carcasio, Pompeyo S. J. (p. 215); Cavarte, José S. J. (p. 191, 267, 326, 366); Eglin, Francisco (p. 138); Ferrer, Miguel S. J. (p. 383); Flores, Miguel de (Fray) (p. 267); García, Diego S. J. (p. 478); Gobernador de Caracas (p. 184); González Navarro, Juan (p. 326); Hidalgo, Silvestre (Fray) (p. 284); Jesús, Ignacio de (p. 326); Lozano y Vélez, Bernardo S. J. (p. 383); Masías, Francisco (p. 361); Meaurio, Ignacio (p. 262); Moya, Benito de (Fray) (p. 176) (486); Or, Diego de (p. 260); Rico, Juan José S. J. (pp. 195, 478); Rivero, Juan S. J. (pp. 189, 374). Román, Manuel (pp. 176, 234, 251).

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llegaremos a la conclusión de que Gumilla es hijo de una época y exponente de una situación geo-humana en interesante evolución170. En segundo lugar, muchos de estos errores hubiera podido corregirlos si su segunda edición la hubiera preparado en América171; pero en esto tuvo nuestro misionero que pagar tributo a la lentitud de su tiempo, además, si consideramos que redactó y concibió su libro en pocos meses y en Europa, donde la confrontación de ciertas experiencias era imposible, el error de Gumilla radica en gran parte en la celeridad con que preparó la segunda edición antes de regresar en enero de 1743 al Nuevo Reino de Granada. Finalmente, en ocasiones puede producir la impresión de que el apasionamiento en Gumilla le lleva a tomar posiciones preconcebidas; sin embargo, sus retractaciones172 y la honestidad demostrada en otras ocasiones173 nos disuaden de ello174. 170  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, II, 228. “Y no por esto debe decirse que Gumilla nos cuente mentiras o sueños de fantasía calenturienta. No. Debe sólo decirse que lo que hubo antaño en el Orinoco con el tiempo ha cambiado, como acaece en todas las cosas de esta tierra”. 171  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 53: “Feliz Gumilla, que viviendo todavía, y siendo misionero en el Casanare, tuvo la suerte de deponer su error. Supo este grande hombre, no para su confusión sino para que se sume a sus gloriosos hechos (pues siempre fue amante, como he dicta, de la verdad), supo, digo, el viaje hecho al río Negro por el P. Román y la comunicación descubierta en aquella ocasión del Orinoco con el Marañón; y sin oponerse a ella o neciamente defender el error antes aceptado, en enero de 1749, estaba preparando para su historia una adición, que él mismo me leyó en la cual, luego de retractar su error, describía larga y graciosamente, según solía el descubrimiento, que no sabía antes. Como le sobrevino la muerte [...] la obra quedó imperfecta e inédita”. Tampoco hay que olvidar, en contraposición a Caulín, que el franciscano-historiador fue capellán de la Expedición de Límites y, por tanto, no sólo convivió con el equipo de técnicos enviados por la monarquía española, sino que, además, pudo comprobar in situ —haciendo referencia a Gumilla— muchas de sus aseveraciones. 172  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 20, 53. 173  Además de los textos expresos del P. Gilij, cfr. José Del Rey Fajardo. “Estudio Preliminar”. En: José Gumilla. Escritos Varios. Caracas (Biblioteca de la Academia Nacional de laHistoria, 94. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela.) (1970), pp. LXXXI-LXXXIV. 174  En diversas ocasiones, el P. Gilij reconoce que las opiniones de Gumilla eran explicables, dados los conocimientos que en aquel entonces se tenían. V. gr. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 141: “Este ingenuo modo de hablar del P. Gumilla me atrae (refiriéndose al Dorado) y descubro en los muertos papeles aquella agudeza que reconocí siempre en él cuando vivía. Pero el indio Agustín pudo mentir, y me

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Los problemas de lo “histórico” en Gumilla. Si lo geográfico ocupó la atención de los escritores del siglo xviii, lo histórico polariza la actitud de revisionismo frente a la obra gumillana dentro de la historiografía venezolana de fines del siglo xix. El problema fundamental se ubica en el capítulo primero, parágrafo tercero, de El Orinoco ilustrado, y más exactamente, en torno a la fundación e invasiones de la ciudad de Guayana y a la presencia jesuítica en la sufrida urbe orinoquense. Mucho se ha escrito sobre este punto concreto y se ha llegado a conclusiones demasiado generales en torno al prestigio y a la figura de nuestro misionero. Se pueden agrupar en tres tendencias las actitudes de los que han ensayado afrontar las imprevisiones y errores gumillanos. Una posición benigna es la que tomó el profesor Jaenson175, perito histórico en el conflicto de límites venezolano-guayanés, quien interpretó el párrafo en discusión como una mala lectura de textos. Se puede aceptar esta hipótesis como una de las soluciones viables, pero no creemos que radique ahí el punto de apoyo para una crítica constructiva que nos acerque al porqué de los errores gumillanos. Una posición más radical adoptó Tavera Acosta176, cuando detectó que Gumilla se había convertido en la fuente original de errores en torno a la ciudad mártir de los escritores venezolanos del siglo pasado. El autor de los Anales de Guayana realizó un gran estudio crítico y planteó como consecuencia la revisión crítica y valorativa de Gumilla como fuente documental. Mucho más acertada se nos presenta la teoría de Pablo Ojer, quien se inclina a creer que se trata de un “¡y dale con los errores de imprenta!”177. A duele extremadamente que en el tiempo en que traté a este escritor nada despreciable, aunque hubiese yo leído su Orinoco ilustrado, fuera yo tan novato en la historia de América”. 175 Franklin Jaenson. Report on Spanish and Dutch Settlements prior to 1648 (United States Commission on Boundary between Venezuela and British Guiana). Vol. I. Historical. Washington (1897) 39. 176 B. Tavera-Acosta. Anales de Guayana. Caracas (1954), 25-28. 177 Pablo Ojer. la formación del Oriente Venezolano.I. La creación de las Gobernaciones. Caracas (1966), 563565; Pablo Ojer. “Utopía y Tragedia de Guayana”. En: El Farol, XXIX, Caracas (1966), 30-33.

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esta misma tesis se adhiere el profesor español Demetrio Ramos Pérez, quien a su vez demuestra, frente a los argumentos de Tavera Acosta, que la fuente donde se inspiraron la mayoría de los escritores decimonónicos venezolanos, no fue Gumilla, sino Caulín178. Nosotros aceptamos esta última teoría, aunque reconocemos que la auténtica solución depende del hallazgo de los originales manuscritos que Gumilla entregó a la imprenta; mientras tanto, todos estos esfuerzos irán afianzando probabilidades que abran camino hacia la verdad. Si analizamos por separado los hechos, las personas y las cronologías, varemos de inmediato que el error se detecta en el último punto. Afortunadamente, Gumilla ha sido explícito en indicar las fuentes consultadas para su tercer parágrafo del capítulo cuestionado: El Diario de Colón179, la Décadas de Herrera180, las Noticias Historiales de Fray Pedro de Simón181, L’Histoire du Nouveau Monde de Laet182, La Historia de la Provincia del Nuevo Reyno de Cassani183, y una referencia interesante a la biografía del P. José de Carabantes184. Sobre la confrontación de esta base documental elaboraremos nuestras reflexiones. 178 Demetrio Ramos Pérez. “Gumilla y la publicación de El Orinoco ilustrado”. En: José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas (1963), CXII-CXV. 179  Son innumerables las ediciones. Véase: Cristóbal Colón. Diario de Colón: libro de la primera navegación y descubrimiento de las Indias. Edición y comentario preliminar por Carlos Sanz. Madrid, Graf. Yagüe, 1962. 180  Antonio de Herrera. Descripción de las Indias Occidentales de Antonio de Herrera, cronista mayor de su Mag. De las Indias y su cronista de Castilla. En Madrid, en la Oficina Real de Nicolás Rodríguez Franco, 1730. 181  Pedro Simón. Primera parte de las noticias historiales de la conquista de Tierra Firme de las Indias Occidentales. Compuesto por el Padre Fray Pedro Simón. Cuenca, por Domingo de la Iglesia, Año 1637. 182 Jean Laet. L’Histoire du Nouveau Monde ou description des Indes occidentales. Contenant dix-huit Livres. Par le Sieur Jean de Laet, d’Anvers. A Leyde, Elzevir, 1640. 183 Joseph Cassani. Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América: descripción y relación exacta de sus gloriosas missiones en el Reyno, llanos, meta, y río Orinoco, almas y terreno que han conquistado sus missioneros para Dios. Madrid, En la Imprenta y Librería de Manuel Fernández, 1741. 184  Cesáreo de Armellada. “Carabantes, José de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 659-660.

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Tanto el esquema ideológico como el cronológico que fundamenta el núcleo de la controversia nos parece inspirado en la obra de Laet185. Ponemos, a continuación, un esquema comparativo: Acontecimientos

Laet

Gumilla

Expedición de Ralegh Expedición de Keymis Expedición de Mathamo Expedición de Keymis y Ralegh Expedición de Janzon

1595 1596 1596/97 1618 1629

1545 1546 1547 1561 1579

Dos conclusiones saltan de inmediato a la vista: la alteración de las fechas históricas indicadas por Gumilla, y, en segundo lugar, la aparición de una lógica causal dentro de la cronología histórica gumillana que se deshace cuando pasa a señalar la segunda expedición de Keymis186 y Ralegh187 y la del holandés Janson. Pero ¿cómo pudo Gumilla leer mal el texto original, sin darse cuenta del error? ¿Cómo pudo confirmar con el párrafo dedicado a los jesuitas de Guayana una cronología que él conocía muy bien frisaba la segunda mitad del siglo xvii y cuyas fechas eran decisivas en los conflictos jurídico-territoriales entre los jesuitas y los capuchinos de Guayana y Caracas?188.

185 Jean Laet. L’Histoire du Nouveau Monde ou description des Indes occidentales. Contenant dix-huit Livres. Par le Sieur Jean de Laet, d’Anvers. A Leyde, Elzevir, 1640. En realidad lacita gumillana no es exacta, ya que setrata del Libro XVII, capítulos XXI-XXV. 186 Astrid Avendaño Vera. “Keymis, Lawrence”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 865-866. 187 Astrid Avendaño Vera. “Raleigh, Walter”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 801-802. 188  Se nos hace muy difícil de creer que un hombre que tuvo que manejar la documentación guayanesa, no solo en la Concordia de 1734, sino en los conflictos posteriores, para la edición de El Orinoco ilustrado, que incluso trató a personas en Guayana, conocedoras —con mayor o menos exactitud— de los grandes fragmentos

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Incluso, no descubrimos ningún interés —latente ni patente— en distorsionar las informaciones que Gumilla recoge de una serie de autores concretos y aceptados por él como fidedignos. Ciertamente, no pretende escribir una historia de Guayana, sino más bien ambientar al lector con la selección de las principales acciones realizadas en torno a esta sufrida ciudad guayanesa189. Dentro de la controversia suscitada por el libro del misionero orinoquense, este párrafo pasó totalmente inadvertido. Baste comparar las variantes y añadiduras introducidas en la segunda edición a lo largo del capítulo primero. Y si además tenemos en cuenta que el libro apareció hacia octubre de 1741 y Gumilla se embarcó para Cartagena el 19 de enero de 1743190, hemos de pensar que a duras penas contó con un año hábil para difundir el libro y para procesar y responder sino a las críticas más sobresalientes191. Así pues, si las fechas se cambiasen por las correctas, el párrafo gumillano tendría verdadero y auténtico sentido; sería exacto, pero incompleto. La secuencia histórica es verídica, y lo único que se trastoca son las fechas. Si en las incursiones extranjeras el error se ubica en las cronologías, en la historia relativa a Guayana, el confusionismo afecta a las personas y en

de la historia de ciudad portátil, a la hora de la verdad fuese a cometer errores tan desafortunados. Y otra, digo yo, es la no posterior relectura de las pruebas. Cfr. José Gumilla. Escritos Varios. Caracas (Estudio preliminar ycompilación del P. José del Rey S. J. Biblioteca de la Academia Nacional de laHistoria, 94) (1970), 58, 92, 142. 189  “Noticias previas del gran río Orinoco” especificó en la edición de 1745 en explicación del título general de la edición de 1741 en que decía: “Contiene las primeras noticias... la fundación de su única ciudad Santo Tomé de Guayana”. 190  agi. Contratación, 5549. Expedición de 1743. 191  Podría haber sido significativa la actitud crítica de la edición francesa, ya que en esa nación aparecieron los más variados comentarios y críticas (José Gumilla. Escritos Varios. Caracas (1970), p. XIV). Sin embargo, el “Avertissement du traducteur” de la Histoire naturelle, civile et geographique de l’Orenoque. Avignon (mdcclviii) se insiste únicamente en el problema de la comunicación Orinoco-Amazonas, y trae como confirmación del error gumillano una interesante carta que juzgamos se debe al P. Jaime de Torres. Fuera de esto, la impresión general que le merece al traductor y editor francés es excelente.

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cierto sentido a los hechos. Ya hemos escrito sobre el tema192 y aquí Gumilla es víctima de un defecto crónico en la historiografía jesuítica neogranadina. Casi nos atreveríamos a decir que los conocimientos de Gumilla sobre este punto son más universales de lo que la mayoría de los historiadores jesuitas habían aportado hasta entonces. Los errores de Gumilla —siguiendo a los cronistas jesuitas— se originan al querer sintetizar los 35 inestables años de labor misional guayanesa en torno a las figuras de los PP. Francisco Ellauri y Julián Vergara; una confusión ulterior ha provenido de parte de ciertos historiadores que ignoraban la existencia de dos corsarios holandeses de parecido nombre: Janson y Jansen. Los acontecimientos narrados por El Orinoco ilustrado son verídicos: “... después de haber hecho mucho fruto en San José de Oruña, isla de la Trinidad, domesticaron y redujeron a vida civil a la nación Guayana (?), fundaron cinco iglesias y pusieron todo esfuerzo en adoctrinar aquellas gentes, como consta de los mismos libros de bautismos, que hoy tienen en dichos pueblos los RR. PP. Capuchinos y yo los he visto y leído”193. Pero no fueron los PP. Francisco Ellauri y Julián Vergara los protagonistas de estas acciones. En San José de Oruña estuvo el P. Alonso Fernández en 1648, en compañía del Gobernador de Guayana194. Quien trabajó por la reducción de la nación Guayana fue, además de los PP. Andrés Ignacio y Alonso Fernández, el P. Dionisio Mesland durante diez años y a él se debe la fundación de cuatro pueblos: los dos primeros llamados Belén y San Juan; más tarde tuvieron que mudarse, y mientras Belén conservó su nombre, San Juan se

192  José del Rey Fajardo. “Mesland-Monteverde. Aclaraciones a un malentendido histórico”. En: Sic, Caracas (1963), 166-167. 193 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 56. 194  arsi. n. r. et q., 12-I. Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Provincia del Nuevo Reyno de Quito. Escrita por el P. Melgar.

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transformó en San Pedro195. Estos mismos pueblos misionó el P. Julián de Vergara años después196. Como confirmación de autenticidad de ciertas informaciones gumillanas citamos el autorizado testimonio del coronel don José Dyguja Villagómez197 en 1761: “Infiérese esto por un libro de Bautismo en el que consta que desde el año de 1664 entraron varios sacerdotes y en distintos tiempos a la pacificación y reducción de estos Yndios, como fueron el Padre José San. Payo, Religioso Descalzo de San Agustín, los clérigos don Francisco de Rojas, don Miguel de Angulo, D. José de Figueroa y el racionero don Andrés Fernández, los PP. Jesuitas Juan de Bergara, Dionisio Mezland, Francisco de Ellauri e Ignacio Cano; los Capuchinos catalanes, el Padre Ángel de Mataró y el Padre Pedro Blanes. A estos capuchinos y demás hicieron los padres de la Compañía, renuncia de las dichas Misiones...”198. Un nuevo planteamiento de gran parte de la problemática expuesta resurge con la dilucidación de la persona del corsario holandés Janson, citado por Gumilla. En realidad se trata de ubicar no solo cronológicamente, sino también la personalidad del “capitán Jansón”, ya que la interpretación del párrafo

195  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reyno y Quito, de la Compañía de Jesús. Bogotá, ii (1957), 349. 196  agi. Santafé, Leg. 249. Información de Diego Bustamante. “... dijo que conoció al Padre Julián de Vergara en el pueblo de Belén de Guayana y San Pedro del mismo paraje por doctrinero de ambos”. agi. Santafé. Leg. 249: Testimonio de José Ruiz Romero. “... que no ha conocido este testigo más que el Padre Julián de Vergara, siendo doctrinero en el pueblo de Mariguaca, tres leguas del castillo de Guiana en el exercicio de talcura...”. 197 Sonia García. “Diguja y Villagómez, Joseph”. Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 114-115. 198 José Diguja y Villagómez. “Notas para la más pronta comprensión de el Mapa general de la gobernación de Cumaná, que dirige a S.M. en su Real y Supremo Consejo de Yndias, su Gobernador el Coronel don José de Iguya Villa Gómez. Años de 1761”. En: Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia. Bogotá. III (1893), 16. Fernando Campo Del Pozo. Historia documentada de los Agustinos en Venezuela durante la época colonial. Caracas (1968), 221-222.

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dedicado a la historia de los jesuitas en Guayana depende de la conclusión que se deduzca de estas premisas. La confusión se centra pues en Adriaen Janszoon Pater, quien asaltó a Guayana en 1629 al frente de nueve navíos de la Compañía Holandesa de Indias Occidentales199; y en Bernardo Jansen, quien saqueó la ciudad en 1664200. ¿A cuál de ellos se refiere Gumilla en El Orinoco ilustrado? Si, como testifica el mismo autor, se ha inspirado en Laet para la descripción de las invasiones extranjeras a Guayana, habría que concluir lógicamente que el misionero jesuita habla de Adriaen Janszoon Pater, entre otras razones, porque L’Histoire du Nouveau Monde se publicó en el año 1640201. Pero se dan una serie de coincidencias a lo largo de la narración gumillana que abren de forma insistente la posibilidad de que también se haya podido referir a Bernardo Jansen. Inmediatamente después de hablar del asalto de Janson en 1579, describe el autor de El Orinoco ilustrado la nueva traslación de la ciudad mártir —la quinta— a Los Castillos de Guayana, evento que sucede a la destrucción de la ciudad en 1664, por Bernardo Jansen202; en este mismo contexto se integran los sucesos históricos que a continuación expone Gumilla: el asalto francés en 1684 y la consolidación de la ciudad. En esta segunda hipótesis tendría genuina explicación el párrafo de la historia jesuítica guayanesa, que comienza: “Por aquel mismo tiempo...”203, ya que exactamente los jesuitas Ellauri y Vergara llegaron en 1664 a Guayana204. Tal como aparece el texto impreso, nos encontramos con un adjetivo —“dicho corsario”—, cuyo sustantivo aparece veintisiete líneas más arriba y 199  Nos remitimos a las notas críticas de Pablo Ojer. En: Caulín. Historia de la Nueva Andalucía, I, 41-42; 323-324. 200  agi. Santo Domingo, 60 r.2: Información de D. Pedro Carvajal, 16 de julio de 1664. 201  Laet. L’Histoire du Nouveau Monde, 602. 202  Ojer. “Utopía y tragedia de Guayana”. En: El Farol, XXIX, 33. 203 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 56. 204  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962), 383-384.

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en otro párrafo distinto. Pero esta anormalidad gramatical podría dificultar la segunda hipótesis en el caso de que estuviera demostrado que el sustantivo “Janson” de que habla Gumilla fuera precisamente el asaltante de 1629. Nosotros, por el contrario, creemos que se refiere a Bernardo Jansen, ya que los datos suministrados por Gumilla no solo provienen de una tradición oral respetable y fidedigna, sino que, además, integra y enmarca una serie de acontecimientos singulares y vitales para la ciudad portátil guayanesa. Sus frecuentes estancias en Guayana entre 1731 y 1735 le hicieron captar y asimilar una historia real que arranca desde la primera presencia jesuítica en esa desolada región. Así, pues, opinamos conscientes de que Gumilla se inspiró en Laet y que El Orinoco ilustrado recoge en este punto las informaciones locales y personales y que desde este punto de vista hay que reflexionar sobre este discutido párrafo.

3. El tercer Orinoco ilustrado y la gran década jesuítica orinoquense (1741-1751) Como hemos adelantado en diversas ocasiones, la verdadera ideología es la que corresponde al Gumilla reinsertado en las misiones casanareñas, al menos desde 1743, tras su periplo europeo. Algunos retazos los comenta su discípulo el P. Felipe Salvador Gilij y otros responderían a los descubrimientos que había hecho su equipo misional desde su partida a Cartagena de Indias en 1737 hasta su vuelta a la reducción de Betoyes. La primera retractación correspondería al problema de la comunicación Orinoco-Amazonas. Sin lugar a dudas, la obra gumillana había provocado grandes polémicas, las cuales habría que ubicarlas en contextos muy variados a fin de buscar una genuina explicación. A nuestro parecer, fue Demetrio Ramos Pérez quien inició la gama de visiones de Gumilla205 y a ellas se debe recurrir a la hora de buscar explica205 Demetrio Ramos. “Gumilla y la publicación de El Orinoco ilustrado”. En: José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1963) XXVII-CXXVI. La temática mencionada puede verse: LXXVIII-CXXII.

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ciones “históricas” a los supuestos errores gumillanos. Sin embargo, gracias a los estudios de Daniel de Barandiarán y a sus conocimientos geográficos de la Orinoquia, la imagen de Gumilla ha recuperado el valor científico y cultural que le es debido206. La problemática acerca de las fuentes de nuestro gran río, pienso, no debe ser objeto de discusión. Toda la cartografía occidental, por lo menos hasta 1780, concibió al Orinoco como gemelo del Amazonas y lógicamente ubicó sus fuentes en los Andes quiteños207. La verdadera polémica la han centrado muchos autores en la negación de la comunicación interfluvial Orinoco-Amazonas. Sobre este punto es necesario hacer tres consideraciones para mejor entender este delicado problema histórico. Primera, el fantasma de la interconexión fluvial entre el Orinoco y el Amazonas había surgido como pregunta en la historia jesuítica neogranadina antes de mediar el siglo xvii. La Instrucción del Provincial del Nuevo Reino dada en 1646 a los PP. Andrés Ignacio y Alonso Fernández, encargados de entablar la misión de Guayana208, les advierte que pongan toda diligencia en averiguar si hay

206  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del Principio y Progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 460-474. 207  Para quien desee conocer la evolución histórica de la cartografía orinoquense: Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del Principio y Progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 119-514. 208  apqu. Leg., 3. Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Barnuevo para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guaiana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646. El documento ha sido publicado por José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 153-156.

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comunicación fluvial entre el Orinoco y el Amazonas209 y si los indígenas de ambas cuencas tienen trato entre sí210. Es evidente que para los misioneros jesuitas de ambas cuencas existía comunicación terrestre entre las gentes de la Amazonia y las de la Orinoquia. El P. Samuel Fritz se enteró de la muerte de los PP. Fiol, Beck y Toebast, acaecida en el Orinoco en 1684, durante el viaje que realizó a los Yarimaguas en febrero de 1696211. El mismo autor de El Orinoco ilustrado escribe en su libro que es necesario “reprimir el empeño con que los portugueses del río Marañón, atravesando hasta las riberas de Orinoco, empezaron a molestar y cautivar a los indios de ellas, desde el año 1737, en que estaba yo en el Orinoco, y prosiguieron en 1738...”212. Es más, Gumilla escribió una carta, en latín, al “comandante de la tropa” y, aunque no recibió contestación, pudo comprobar M. La Condamine que esta carta fue entregada al comandante portugués213. También los misioneros del Orinoco, así como los del Marañón, tenían información sobre la comunicación fluvial. El propio La Condamine conoció una carta del P. Francisco Rauber, misionero de Casanare, a otro

209  apqu. Legajo, 3. Instrucción y órdenes por el Padre Pr. Rodrigo Barnuevo a los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de Guayana, donde son enviados por la Santa Obediencia, en 4 de junio de 1646: “Procuren Vuestras Reverencias con toda diligencia saber si en este río Orinoco entra algún brazo del caudaloso río Pará, o si los indios que viven desta banda de la cordillera se comunican con los otros de la ribera del dicho río Pará, que sería de gran importancia saber si se puede haber comunicación de una banda a la otra, sin salir al mar”. 210  apqu. Leg., 3. Doc. cit., n. 22. 211 José Jouanen. Historia de la Compañia de Jesús en la antigua Provincia de Quito (1570-1774). Quito, I (1941) 500. 212 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 251. 213  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 54.

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misionero de Mainas en que hablaba de la comunicación214. Y el P. Rauber abandonó las misiones para 1731215. Segunda, si es evidente que existía un convencimiento histórico de la comunicación entre las misiones jesuíticas de Mainas y el Orinoco por parte de los miembros de la Compañía de Jesús, ¿qué razones tuvo Gumilla para negar la comunicación fluvial? Antes de establecer un juicio de valor conviene precisar que Gumilla se ausenta de nuestro gran río en 1737 y tras su periplo por Europa regresa al Casanare a fines de 1743 o principios de 1744. En esos casi siete años de ausencia sus compañeros de misión han resuelto tanto el enigma de las fuentes del Orinoco como su interconexión hídrica. En consecuencia, no se puede juzgar al Gumilla que escribe en Europa en 1740 a través de los descubrimientos que se operan después, sobre todo después del viaje del P. Manuel Román al Marañón en 1744. Es verdad que sus conmisioneros tratan estos hechos históricos como naturales, pero hay que tener en cuenta que escriben bastantes años después, cuando la novedad había pasado a ser patrimonio del común. El P. Felipe Salvador Gilij afirmará en su Ensayo de historia americana, aparecido en Roma en 1780, que en el Orinoco “no había ni uno que se le opusiera” a la comunicación216; y añade una reflexión que la remonta a sus años de estudiante en Santafé (1743-1749) para aclarar que ya entonces “tuve en mis manos uno de estos acertados mapas”217. Todavía más, un inmediato colaborador de Gumilla como fue el H. Agustín de Vega se extrañaba cómo su antiguo Superior hubiera negado esta comunicación, “pues el Padre —escribe hacia 1760— todavía estaba con no-

214  Charles M. de la Condamine. Viaje a la América Meridional por el Río de las Amazonas. Barcelona, Editorial Alta Fulla (1986) 66. 215 José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía, 515. 216  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 54. 217  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 51.

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sotros en el Orinoco, quando nos trajeron las primeras noticias, que gente del gran Pará, comenzó a traficar por dichos Ríos...”218. Barandiarán, al analizar esta disyuntiva, afirma: “Con la constancia de que en la boca del Guaviare, el Orinoco pareciera seguir un rumbo diferente al del Guaviare, Gumilla, en 1732, al escaso año de su llegada a la Orinoquia, visualiza cartográficamente esta novedad, de tal modo que hoy debemos reconocer a Gumilla como el primer cartógrafo hispano y mundial en haber roto la segunda identidad del Orinoco amazónico, visualizada, durante un largo siglo, con su afluente mayor el Guaviare, luego que sus propios colegas jesuitas de mediados finales del siglo xvii rompieran también la identidad original de ese Orinoco amazónico con el Pauto-Meta-Orinoco de Jiménez de Quesada y de Antonio de Berrío”219. A pesar de todo lo dicho cabe preguntarse: ¿qué razones movieron a Gumilla para escribir en 1740 en pro de la no comunicación OrinocoAmazonas? Trataremos de sintetizar toda su argumentación al respecto220. Los fundamentos de la posición gumillana parecen ser: la existencia de una cordillera divisoria de las cuencas de los dos grandes ríos imposibilita la intercomunicación. Además, la concepción del relieve americano, cortado de norte a sur por los Andes, le lleva a concluir que todos los grandes ríos que desembocaban en el Atlántico debían tener sus fuentes en la cadena andina. Finalmente, toma el río Caura, conocido hasta sus fuentes, como punto de referencia para proyectar su “inducción” a lo desconocido del Orinoco.

218  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos…, 83. 219  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del Principio y Progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 468. 220 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 60-63. Demetrio Ramos Pérez. “Las ideas geográficas del Padre Gumilla”. En: Estudios geográficos. Madrid, nº 14 (1944) 179-199; Francisco Esteve Barba. Cultura virreinal. Barcelona-Madrid (1965) 626-630.

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Al aplicar esta teoría al hecho geográfico y a las explicaciones históricas que interpretaban el pro y el contra de la posible realidad es donde Gumilla opta por lo que él cree que es la respuesta más sensata. Un compañero de fatigas misionales como lo fue el Hermano Vega confesará que al dibujar el Orinoco “siguió las Cartas antiguas”221. Al apelar a los argumentos de autoridad se basó en el mapa de su colega misionero el P. Samuel Fritz222. Y posiblemente, al confrontar las noticias de la intercomunicación hídrica que él tenía entre los dos grandes ríos en España con la opinión de los eruditos hispanos, prefirió el juicio de los eruditos hasta confirmar sus conocimientos misionales. Tercera, es la menos conocida y la más importante, pues se trata de su retractación. Sería un discípulo, estimulado por el viejo misionero para que continuara su historia, el que no quiso dejar en la oscuridad el siguiente testimonio. Cuando el joven jesuita italiano Felipe Salvador Gilij se dirigía al Orinoco visitó a Gumilla en San Ignacio de Betoyes y 31 años más tarde recordaba: “Feliz Gumilla, que viviendo todavía, y siendo misionero en el Casanare, tuvo la suerte de deponer su error. Supo este grande hombre, no para su confusión, sino para que se sume a sus gloriosos hechos [...], supo, digo, el viaje hecho al Río Negro por el P. Román, y la comunicación descubierta en aquella ocasión del Orinoco con el Marañón; y sin oponerse a ella o neciamente defender el error antes aceptado, en enero de 1749 estaba preparando para su historia una adición, que él mismo me leyó, en la cual, luego de retractar su error, describía larga y graciosamente, según solía, el descubrimiento que no sabía antes. Como le sobrevino la muerte [...] la obra quedó imperfecta e inédita”223. Como toda obra que describe por vez primera un mundo inédito, tiene sus aciertos y desaciertos. Es bueno remitirse al criterio sereno y equili-

221  Agustín de Vega. Noticia del Principio, 83. 222 Jorge Villalba. Joaquín M.ª Domínguez. “Fritz, Samuel”. En: Charles O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Universidad Pontificia de Comillas, II (2001) 1533. 223  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 53.

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brado del historiador franciscano Fray Antonio Caulín, quien casi cuarenta años después y con las luces de los peritos de la Expedición de Límites adelantaría el siguiente juicio: “... y un plano geographico, en que a juicio de los facultativos, están de manifiesto los yerros de la Geographia, que procuraré desagraviar en el todo de esta Provincia, que en su referido plano se encuentra notablemente diminuta, e igualmente excesiva en la debida proporción, rumbos, y distancias, partes esenciales de esta facultad, en que no puede menos de resbalar la pluma, quando se ve precisada a escribir, por noticias administradas muchas veces de hombres, que no escrupulizan dar por cierto lo que es dudoso, o del todo ignorado[...] dexando a su Author en los debidos créditos de un Varón Apostólico, y Docto, y a su Obra digna de toda estimación”224. Pero, ¿cuáles habían sido las transformaciones que se habían operado desde 1737 hasta 1749, fecha en que visita, en Betoyes, el novel misionero Felipe Salvador Gilij al viejo José Gumilla, artífice de la acción de la Compañía de Jesús en la Orinoquia? Tres grandes acontecimientos cambiarían la visión y las estrategias misionales en el gran río venezolano: el descubrimiento del brazo Casiquiare por el P. Manuel Román (1744); el mapa de Rotella (1747), que hoy es el primer testimonio gráfico del Orinoco guayanés y no andino; y la caída del imperio caribe en la zona media del Orinoco gracias a los guaypunabis traídos por el P. Manuel Román (1746). El 14 de enero de 1744 se embarcaba el P. Manuel Román con seis soldados de escolta225 y Agustín de Flores y su esposa como prácticos y lenguaraces. Tras veinticuatro días de navegación se encontraron con los indios caberres. De allí salieron para los dominios de Macapu, quien se encontraba 224 Antonio Caulín. Historia de la Nueva Andalucía. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1966) 27-28. Y en la pag. 103 matiza: “... de quien me apartaré [del P. Gumilla] en todos aquellos parages, en que no pudo rastrear la verdad su cuidadosa solicitud, por lo poco traficados, que en su tiempo estaban aquellos paises, y la falta de buenos Instrumentos, y Peritos observadores, como los que hoy se han logrado, con la venida de la Real Expedición de Límites”. 225  apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 330-336). El compilador anónimo ha reunido a todas luces los informes de cada misionero y tanto por su contenido como por su estilo se puede adjudicar la paternidad literaria a sus respectivos autores. En el caso del P. Román es evidente.

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prevenido contra el misionero por las consejas dadas por los caribes. Gracias a la acción de la esposa de Agustín Flores, llamada María de la Concepción, de nación guaypunabi, se pudo evitar el enfrentamiento de Cadarena con el misionero y con Macapu. Aguas arriba se encontraron con los portugueses y pasando el P. Román a la embarcación del comandante portugués prosiguió su viaje con la promesa de que lo restituirían al Orinoco. Llegó por este Río Negro el Padre Román a las misiones de los RR. PP. Carmelitas Calzados y por estar contigua a esta Misión la del Padre Achiles M. Abogadri226 de nuestra Compañía a quien habiendo esperado el Padre Román el espacio de un mes (por haberse ido al Pará 30 jornadas desta misión, parte por Río Negro y parte por las Amazonas) comunicó varios puntos. El primero que no diesen armas de fuego a los gentiles en los contratos. El 2º que se prohibiese a los portugueses venir al Orinoco a comprar los indios por esclavos. El 3º que todos mutuamente coadyuvasen a la reducción de las almas sin meter la hoz en mies ajena guardándose aquella fidelidad y lealtad que cada uno debe guardar a su soberano. Contestó gustoso a las proposiciones del Padre Manuel así el R. P. Misionero Carmelita Fray Joseph Magdalena como el Padre Achiles, misionero de nuestra Compañía que está puesto por el Rey de Portugal en dicho Río Negro para reconocer los indios que los portugueses sacan del Orinoco y Río Negro para los ingenios de la ciudad del Pará para que en ella sirvan como esclavos. Dijeron al Padre Manuel estar prohibido por el Rey de Portugal el dar armas a los indios y como también venir al Orinoco, que ellos llaman Parava y que si esto no se guardaba no era por falta de cautelas y preceptos del soberano sino por la ambición y codicia de los vasallos.

Concluida su misión, el P. Román: […] volvió al Orinoco demarcando aquellos sitios por si S. M. catholica gustase el que se haga alguna demarcación para que conste por los mapas la comunicación que hay del río Orinoco con el Marañón o Amazonas llamado Casi-

226 Luis Palacín. “Avogadri, Aquile Maria”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, I (2001) 306-307.

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quiari. Registró las muchas naciones que hay de una y otra parte del Orinoco y a sus márgenes y a la corta distancia de tres o cuatro días tierra adentro se cuentan hasta siete naciones distintas, unas menos numerosas que otras, por causa de las muchas hostilidades que los portugueses y caribes ejecutan en ellos y los muchos indios que sacan para esclavos en el Pará.227

Toda esta información se debe completar con otros escritos del P. Román que lamentablemente no han llegado hasta nosotros. Ciertamente, Román formó un Diario de su viaje que debió servir de ayuda a los miembros de la Comisión de Límites. Así lo confirma la carta de don Mateo Gual228, gobernador de Cumaná, a la Corte: [...] y como debe ser de mucho útil al viaje de esta Expedición el Diario que formó el P. Manuel Román, Superior de las misiones de Cabruta (sic), del que hizo él mismo cuando salió y fue hasta encontrarse con los portugueses del Marañón, le he escrito ahora, además del exhortatorio que le tengo anticipado, suplicando le quiera dar un traslado puntual de dicho Diario con las más noticias que hubiere adquirido al referido Jefe de Escuadra, al que podía servir de muchísima luz junto con la copia del Mapa de aquellos Paises que compuso entonces dicho Padre, con la que me hallo yo también.229

El segundo gran acontecimiento está recogido en el mapa del P. Bernardo Rotella y en la Relación que lo acompaña, fechada en Caicara del Orino-

227  apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 333-336). 228  Fundación Polar. “Gual y Pueyo, Mateo”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 582. 229  ags. Estado, 7397, fol. 9 (citado por Demetrio Ramos Pérez. El tratado de límites de 1750 y la expedición de Iturraiga al Orinoco. Madrid (1947) 427) (el subrayado es nuestro). También tenemos noticia de este manuscrito o de otro similar por el testimonio de los bibliógrafos jesuitas, los PP. Uriarte y Lecina, quienes asientan en sus papeletas: (aiul. Papeletas: Román, Manuel: “Se conservaba en el colegio Imperial al tiempo del extrañamiento”).

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co el 1º de abril de 1747230. Ignoramos a quién va dirigida la carta: “A la de ayer de V. M. respondí aprisa y con malos aperos. No los hay hoy mucho mejores, pero hay más lugar y así digo lo primero que si V. M. gustare de sacar el Orinoco antes que yo me halle con V. M., lo puede sacar así:”231. Y de inmediato sigue una descripción pormenorizada del río con sus respectivas coordenadas. Entre la producción autóctona conocida es el primer mapa que revoluciona la concepción cartográfica guayanesa en sus aspectos fundamentales, pues traza al Orinoco como río íntegramente guayanés y no andino, establece la comunicación Orinoco-Amazonas y sitúa al lago de la Parima como distribuidor de las aguas que corren a las hoyas del Amazonas, Orinoco y Esequivo. Pablo Ojer y Hermann González creen encontrar la inspiración de la carta de Storm Van’s Gravesande: “Mapa de la región Orinoco-Esequibo, hecho por la Compañía de las Indias Occidentales” (Año 1750) en el mapa del P. Bernardo Rotella “u otro similar desaparecido”232 que quizá pudo ser el del P. Manuel Román u otro parecido. No podemos precisar cuál es el mapa “jesuítico-holandés” del que copió von Gravessande su carta geográfica233. Lo cierto es que coinciden en la concepción de las funciones de la Parima con toda el área de la Guyana holandesa. También es factible que para ciertas aseveraciones hayan tenido informantes comunes. Con los mapas de Rotella y Román se inicia una nueva etapa en la cartografía orinoquense: “En efecto, diez años antes que Solano y que la Expedición de Límites, Rotella nos ha adelantado ya la hidrografía encogida del Orinoco-Paragua, naciendo con sus otros afluentes en el mítico pero 230  Museo Naval. Madrid. Manuscritos, 320. Noticias sobre la Geografía de la Guayana. 231  Ibidem. 232 Hermann González Oropeza. Atlas de la Historia cartográfica de Venezuela. Caracas (1987) 61. Puede verse todo el planteamiento en las páginas 58-62. 233 Hermann González Oropeza. Atlas de la Historia cartográfica de Venezuela, 61: Cita parte de la carta del gobernador holandés: “la información que yo he obtenido subrepticiamente de indios libres, me convence que el mapa ha sido dibujado bien y exactamente por los Jesuitas, que formaron esa expedición con un oficial y cuarenta soldados”.

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resucitado Lago Parima, siendo por ello el Orinoco: ‘… no sólo el encanto del mundo, sino su mejor maravilla, como la Fuente que salía en medio de Paraíso y que regaba la faz de la Tierra’”234. En realidad, los jesuitas habían roto la segunda identidad del Orinoco amazónico “visualizada, durante un largo siglo, con su afluente mayor el Guaviare, luego que sus propios colegas jesuitas de mediados finales del siglo xvii rompieran también la identidad original de ese Orinoco amazónico con el Pauto-Meta-Orinoco de Jiménez de Quesada y de Antonio de Berrío”235. El tercer acontecimiento. Lo que no pudieron conseguir ni los gobernadores ni los misioneros lo obtendrían los nuevos aliados indígenas de los jesuitas. En efecto, serían los cabres y sobre todo los guaypunabis quienes acabarían de raíz la hegemonía caribe en el Orinoco medio. Gilij, que llegó al Orinoco en 1749, debía recordar muy vivamente las historias misioneras como ya superadas, pues escribiría en su Ensayo de historia americana que Puruey “ahora es a modo de quemada Troya humeante memoria de sus triunfos sobre las naciones orinoquenses, si dejando a los valerosos se hubieran contentado con subyugar a los más débiles”236. Y más adelante recordaría que este hecho histórico sería “sobre todo de utilidad para la libertad de las naciones del Orinoco”237.

4. Gumilla y la pre-Ilustración Con la aparición de El Orinoco ilustrado en 1741 en Madrid se abre la época de la Ilustración de la Orinoquia. Como obra programática está implicada “en el movimiento de iniciativas del siglo xviii, el mismo que se despliega en 234  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del Principio y Progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 476. Y la cita de Rotella es: Bernardo Rotella. “Noticias sobre la Geografía de la Guayana”, firmado en Caicara del Orinoco, el día primero de abril de 1747 (Museo Naval. Madrid. Sección Manuscritos: Carpeta Guayana. Manuscrito nº 320). 235  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”, 468. 236  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, I, 62. 237  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, I, 57.

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la ilusión y en el optimismo de la Emancipación”238, pues, en definitiva es el heredero directo de todo el impulso de acción que se inicia en esas fechas239. José Juan Arrom clasifica a Gumilla en la generación de 1714, con la que “amanece para América un nuevo día” y se extiende hasta la que llega a teñirse de enciclopedismo. Para Arrom es tan profundo el cambio que se instaura con El Orinoco ilustrado que, por su contenido cree “se acerca más a Humboldt que a los historiadores del siglo anterior”240. Además, como obra representativa, la ubica en la línea de la del regidor de La Habana, José Martín Félix de Arrate, autor de la Llave del Nuevo Mundo, antemural de las Indias Occidentales: La Habana descrita, noticias de su fundación, aumentos y estado. Realmente existe una Ilustración indiana y por ello adoptamos la definición de Mario Hernández Sánchez-Barba que es “una actitud, un estilo, un concepto, que permite elaborar y expresar un juicio, una idea, desde una posición eminentemente racional y crítica”. Y añade: no dispone de un espacio cultural donde se produzca y desde donde se difunda al resto del mundo, “sino que se trata de una maduración que abarca un inmenso espacio de la sociedad occidental y que ofrece sus mejores resultados en el amplísimo escenario histórico del Atlántico y sus tierras continentales aledañas”241. Por ello, abrimos la pregunta: ¿Esta visión de América excluye la literatura anterior a 1767 aunque pertenezca a una misma Weltanschaung indiana? Ya en 1963 insinuaba Demetrio Ramos el atisbo de esta tesis al referirse al jesuita orinoquense: “Si su libro [de Gumilla] se semeja, anticipadamente, al de un jesuita expulso, que añora su viejo campo de acción, ¿no pueden verse

238 Ramón Ezquerra. “La crítica española de la situiación de América en el siglo xviii”. En: Revista de Indias. Madrid, nº. 87-88 (1962) 189. 239 D. Ramos. Art. cit., CXXIV-CXXV. 240  José Juan Arrom. “Esquema generacional de las letras hispanoamericanas”. En: Thesaurus. Bogotá, t. XVI, nº 2 (1961) 328. 7. 100. 241 Mario Hernández Sánchez-Barba. “La ilustración indiana”. En: Historia de España. XXXI, 2. La época de la ilustración. Madrid, Espasa-Calpe, XXXI (1988) 293.

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también muchos libros, tenidos por expresivos de la literatura ideológica de los expulsos, tan atávicos ejemplos de lo que Gumilla representa?”242. Sin lugar a dudas, el influjo —positivo y negativo— que provocó El Orinoco ilustrado lo hace merecedor del título del primer descubridor de la Orinoquia. El sueño americano de la Compañía de Jesús se interrumpe bruscamente en nombre del despotismo ilustrado, pero pensamos que la “literatura de exilio” también debe estudiarse en el contexto temporal anterior a la expatriación.

5. El gran proyecto gumillano El autor de El Orinoco ilustrado es sin duda el verdadero ideólogo de la nueva estrategia del siglo xviii para el asentamiento de la Compañía de Jesús en las márgenes del gran río venezolano. Y para llevar adelante sus visiones insistió en cuatro grandes retos que fueron como las ideas madre de su macroproyecto243. Primer reto: considerar al Orinoco —mejor diríamos la Orinoquia— como protagonista de su libro, pues, significaba intuir la “continentalidad” de Venezuela y un llamado a la conciencia de que la nacionalidad se fundamenta en el binomio hombre-territorio244. Este criterio de entidad territorial lo aplicaron los ignacianos con devoción jurídica, como se demuestra en el estudio de la historiografía jesuítica que consagra tanto el sentido de la propiedad del territorio perteneciente a la Corona, así como también la jurisdicción hispana sobre todos sus hombres. La superficie total de las misiones jesuíticas en la primigenia Guayana occidental y meridional involucraba unos 50.000 kilómetros cuadrados de acción directa. A ellos habría que sumar los de los territorios de Casanare

242 Demetrio Ramos. “Gumilla y la publicación de El Orinoco ilustrado”: En: José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1993) p. CXXVI. 243  Véase: José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo V: Las Misiones germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, 2007. 244 José Del Rey Fajardo. “Venezuela y la ideología gumillana”. En: Sic, Caracas (1964), 74-76.

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y Meta. Los espacios señalados en esta geografía histórica pertenecen hoy a tres naciones: Venezuela, Colombia y Brasil. La incorporación de las etnias al imperio español se basó, fundamentalmente, primero en la alfabetización de los autóctonos, que siempre fue bilingüe, pero la Babel de lenguas de esas enormes regiones reflexionó también sobre su posible unidad. Quizá una constancia del sueño utópico de los misioneros del corazón de América lo supo recoger el barón de Humboldt245 cuando volvió a plantear el problema de las lenguas generales: “La estructura de las lenguas americanas —dice el viajero alemán— es tan opuesta a la de las lenguas derivadas del latín, que los jesuitas que habían examinado a fondo cuanto pudiese contribuir al ensanche de sus establecimientos, introducían entre los neófitos, en vez del español, algunas lenguas indígenas muy ricas, regulares y difundidas como el quichua y el guaraní. Trataban de sustituir estas lenguas a idiomas más pobres, más toscos, más irregulares en su sintaxis. Esta situación era muy cómoda, pues que los indios de las diferentes tribus se prestaban a ello con docilidad, y entonces esas lenguas americanas generalizadas constituyeron un medio fácil de comunicación entre los misioneros y los neófitos”246. No creemos, sin embargo, que se hubiese impuesto en el área jesuítica orinoquense el tamanaco, como opina el autor del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente247; más bien parece ser el maipure el 245  Alejandro de Humboldt. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación de Venezuela, II (1941) 178. 246  A. de Humboldt. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Caracas, II (1941) 178. 247  A. de Humboldt. Viaje a las regiones, II, 181: “Si se hubiera seguido el sistema de los jesuitas, ciertas lenguas que ya ocupan vastas extensiones del país se habrían hecho casi generales. En la Tierra Firme y en el Orinoco hoy no se hablaría sino caribe y el tamanaco; en el sur y el suroeste, el quechua, el guaraní, el omagua y el araucano. Apropiándose esas lenguas, cuyas formas gramaticales son regularísimas y casi tan fijas como las del griego y el sánscrito, los misioneros se pondrían en tratos más íntimas con los indígenas que gobiernan. Junto con la confusión de idiomas, desaparecerían las dificultades sin cuento, con que se tropieza en el régimen de las misiones, formadas por una decena de lenguas muertas; pero el indio conservaría su individualidad, su fisonomía nacional, conservando un idioma americano. Se remataría así por vías pacíficas lo que comenzaron a establecer por la fuerza de las armas esos Incas tan famosos que dieron el primer ejemplo de fanatismo religioso en el Nuevo Mundo”.

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idioma que prevalecía en esta región del gran río venezolano, como hemos apuntado más arriba. Segundo reto: la defensa de la territorialidad. Así se comprende que la primera tarea del equipo jesuítico que recobra el proyecto guayanés en 1731 consistió en conquistar el territorio comprendido entre los dos grandes ríos americanos y en segundo lugar combatir la esclavitud a que los caribes habían sometido a las etnias débiles de la región. Mas, para poder comprender las dimensiones de esa primigenia Provincia de Guayana, señalaremos los resultados de la desintegración que sufrió a lo largo del siglo xix. Y aunque más arriba hemos dado estos datos creemos oportuno repetirlos para su mayor intelección conceptual. Por el Tratado de 1859, firmado con el Brasil, pasaron a la república sureña 200.000 kilómetros cuadrados: 150.000 correspondientes a la franja norte del medio Yapurá y el alto y medio río Negro-Guainía; y 50.000 comprendidos en la franja meridional del medio Yapurá y el río Amazonas o Solimoés248. Por el laudo español de 1891 la Provincia de Guayana se desprendió de 519.857 kilómetros cuadrados249 que se integraron a la actual República de Colombia250. Y a Venezuela le quedaron 460.000 kilómetros cuadrados contabilizados por el delta Amacuro, el territorio federal Amazonas y el estado Bolívar. Cuando en 1756 hacen acto de presencia las avanzadas de la Expedición en la misiones jesuíticas, ya el P. Manuel Román había descubierto en 1744 la comunicación Orinoco-Amazonas a través del caño Casiquiare; Bernardo Rotella había revelado en 1747 las verdaderas fuentes del gran Orinoco en el macizo guayanés; se habían trajinado los grandes afluentes de la mano derecha del Orinoco como el Suapure, Parguza, Sipapo y VentuariManapiare en el intento de acabar con las incursiones esclavistas caribes; en 248  Véase: Daniel de Barandiarán. “Brasil nació en Tordesillas”. En: Paramillo. San Cristóbal, 13 (1994) 331-774. 249  Véase: Pablo Ojer. La Década fundamental en la controversia de Límites entre Venezuela y Colombia (18811891). Maracaibo, Corpozulia, 1982. 250  Comandancia del Vichada (100.242 kilómetros cuadrados), departamento del Meta (85.635), comisaría del Vaupés (107.595), comisaría del Guainía (72.238), intendencia del Caquetá (44.482) y comisaría del Amazonas (109.665).

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la región rionegrina ya en 1751 el P. Roque Lubián intentó llegar a las fuentes del río Negro en la zona amazónica del Caquetá, Guayavero y Guaviare, y cuatro años más tarde completaría esta expedición el P. José M.ª Forneri. Y en las relaciones interétnicas los jesuitas habían logrado la convivencia con los cabres y guaypunabis251. Pero una y otra vez insistirán los hombres de Ignacio de Loyola en que la frontera sur de la Provincia de Guayana era el río Amazonas. Así lo verifica el P. Manuel Román, quien en 1744 desde la desembocadura del Atabapo hasta el primer establecimiento portugués en el río Negro, la misión de los PP. Carmelitas de Mariwá (posteriormente Barcelos), había tenido un recorrido de 1200 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, toda por los caminos acuáticos del Orinoco, canal de Casiquiare y río Negro, sin contar el viaje de ida y regreso de Carichana al Atabapo252. Y en un Informe enviado por el Provincial a las autoridades hispanas en 1745 afirma que el P. Román “volvió al Orinoco demarcando aquellos sitios por si S. M. Catholica gustase el que se haga alguna demarcación para que conste por los mapas la comunicación que hay del río Orinoco con el Marañón o Amazonas llamado Casiquiari. Registró las muchas naciones que hay de una y otra parte del Orinoco y a sus márgenes y a la corta distancia de tres o cuatro días tierra adentro se cuentan hasta siete naciones distintas, unas menos numerosas que otras, por causa de las muchas hostilidades que los portugueses y caribes ejecutan en ellos y los muchos indios que sacan para esclavos en el Pará”253. Sin embargo, la Expedición de Límites de 1750 acabaría con la convicción jesuítica de que la Guayana limitaba con el Amazonas.

251  Véase: Daniel de Barandiarán. “Brasil nació en Tordesillas. (Historia de los límites entre Vezuela y Brasil). Primera Parte: 1494-1801. En: Paramillo. San Cristóbal, 13 (1994) 496-497. 252  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas (2000) 474. 253  apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 333-336).

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Es evidente que con las presiones a que sometió el marqués de Pombal al Estado español, la corte hispana tratara de alejar a los jesuitas de sus fronteras con Brasil. En efecto, la preocupación del primer comisario, José de Yturriaga, por distanciar a la Compañía de Jesús del área norte del conflicto limítrofe vino a cristalizar en una Real Orden de 2 de noviembre de 1762 por la que se comisionaba a los capuchinos andaluces de Venezuela “para los nuevos pueblos del Alto Orinoco y Río Negro, señalándoles S. M. por terreno desde el Raudal de Maipures inclusive arriba”254. Una vez que los capuchinos tomaron posesión de sus nuevas demarcaciones misionales, fueron enfrentando la dura realidad de aquellas inhóspitas regiones. Cuando el P. Jerez de los Caballeros arribaba a San Carlos el 1º de abril de 1765, pudo verificar que las poblaciones que había dejado la Comisión de Límites se habían reducido a un recuerdo255. Con tristeza escribe Daniel de Barandiarán al analizar el Tratado de Límites de 1777: “Más tarde, la propia Junta de Límites, preparatoria en España del último Tratado de Límites de 1777 entre España y Portugal, ya no sabía que Berrío, heredero de Quesada, había recibido de éste todo el Dorado amazónico. Fueron llamados el propio Centurión y el veterano guayanés Vicente Doz y ninguno de los dos fue capaz de dar razón alguna sobre los límites jurisdiccionales del territorio de la Provincia de Guayana, simplemente porque nadie sabía Historia”256. 254  agi. Caracas, 205. Carta del P. Fernando Ardales al Rey. Misión de Caracas, 30 de mayo de 1764. El P. Ardales había recibido dos comunicaciones sobre este asunto: la primera fechada el 12 de noviembre de 1762 y la segunda el 28 de febrero de 1763. 255  agi. Caracas, 440. Informe de 8 de febrero de 1766 del Presidente de las nuevas poblaciones del alto Orinoco y Río Negro a la Capitanía General de Venezuela. José A. Jerez de los Caballeros [El documento lo trascribe Baltasar de Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela. Caracas, I (1929) 317-319]. En este escrito nos dejará constancia de San Fernando “ya destruída”; del Raudal de Santa Bárbara “en cuya situación encontré aun los resquicios de la fundación que V. S. allí emprendió con el capitán Imo y sus gentes”; de la Garita de la Buena Guardia, a la entrada del Casiquiare “en cuyo distrito no hallamos más población de indios que la del Capitán Daviaje”. 256  Véase: Daniel de Barandiarán. “Brasil nació en Tordesillas”. En: Paramillo. San Cristóbal, 13 (1994) 548. El autor fundamenta su elucubración en M. Consuelo Cal Martínez. La defensa de la integridad territorial de Guayana con Carlos III. Caracas (1979) 63-70.

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Tercer reto. El equipo gumillano pronto se convenció de que el futuro de las etnias orinoqueses se debatía entre esclavitud o ciudadanía. El dilema era claro: o se mantenía que el imperialismo caribe perpetuara su acción esclavista que tanta inestabilidad territorial y tantas migraciones forzadas habían generado durante casi siglo y medio; o se ensayaba un proyecto de nación que pudiera garantizar la paz, la pervivencia y el bienestar de esas sociedades amedrentadas y diezmadas por el terrorismo caribe. Las demás posibles alternativas la historia se habría encargado de desecharlas. Podríamos clasificar las acciones bélicas inspiradas por la esclavitud en tres géneros diversos: las ocasionadas por el beduinismo de algunas naciones andariegas, las provenientes de las rencillas entre naciones y las causadas por el interés y el colonialismo. Entre las naciones “gitanas” del área jesuítica descuellan en la historia misional la guahiva y chiricoa257. Infatigables andariegos de los llanos, su modo de vida les llevó a hacer depender directamente su supervivencia del robo y del asalto258. Querer narrar sus incursiones a las naciones pacíficas o reducidas sería interminable259; baste con citar, como ejemplo aclaratorio, el exterminio que realizaron en la sufrida nación achagua260. A pesar de los esfuerzos que hizo la Compañía de Jesús para reducir esta nación, todos sus intentos resultaron baldíos, y su presencia resultó una molestia continua para los navegantes y para los habitantes de los llanos261.

257 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 17; José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 204-205; 407; 451. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 64; II, 58. 258 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 150. 259  Gilij. Ensayo de historia americana, I, 65. 260  Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 306-317. 261  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, I, 65: “... y esta nación nunca bien tomada ni por las armas españolas ni por la paciencia de los misioneros, nos dio mucho que hacer. Se duerme siempre de noche con centinela por temor a los guahivos, los cuales no raras veces, cuándo echados a gatas por el suelo, cuándo escondidos entre el boscaje, penetran hasta el lugar en que duermen los extranjeros y descargando una nube de flechas, huyen de nuevo velozmente al monte”.

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No nos demoramos en el análisis del segundo motivo de las guerras: las turbaciones ya internas dentro de las tribus de una nación, ya externas, provenientes de las naciones limítrofes. Las historias jesuíticas de los llanos son fecundas en relatar narraciones de este tipo. “Cuántas naciones o ramas, por así decir de naciones han perecido por este genio desolador del Orinoco! Existieron en los países que son ahora de los tamanacos los llamados tiaos. De tal gente no queda ni uno. Qué son los voqueares, qué los aquerecotos, que otros indios que hemos citado en otra parte, sino una nada?”262. Pero sin lugar a dudas, fueron los intereses de los que podríamos llamar “naciones poderosas” los que ocasionaron las mayores extorsiones demográficas entre los habitantes de la gran Orinoquia. Los caribes en el bajo y medio Orinoco y los guaipunaves en el alto devastaron las naciones débiles o poco numerosas263. Gumilla escribió y gritó en todos los frentes políticos y administrativos, tanto en América como en España, para erradicar de raíz tanta hecatombe indígena, pues, la inmolación étnica del libre imperio caribe en el Orinoco “puede fácilmente calcularse en más de 30 mil indios aniquilados y más de diez mil vendidos como esclavos por los caribes, con la complicidad de los holandeses, franceses, ingleses y hasta de los mismos españoles. ¡Cuarenta mil víctimas en solo la hidrografía del Orinoco, en solo 30 años (16961730) sin contar los doce años de la hecatombe que representó el episodio de Quirawera (1684 a 1696)”264. En las regiones del sur de Venezuela actuaron los guaypunabis aliados con los portugueses. Según Agustín de Vega, entre el año 1736, fecha en que iniciaron los portugueses “a traficar en este trato”, hasta el 1744, data en que bajó el P. Manuel Román hasta las tierras del Pará, y pudo enterarse por los registros que estimaban en 36.000 los esclavizados sin contar con la triste

262  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 279. 263  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 279. 264  Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, II (1992) 237-241; Demetrio Ramos Pérez. Estudios de Historia venezolana. Caracas (1988) 241.

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realidad que “para coger diez esclavos matan de más de treinta”. Y de esta cacería humana sólo se reservaban “los muchachos de ambos sexos” pues los viejos los destinan para bastimento de los muchachotes “pues nos les dan a comer otra cosa, que la carne de sus mismos padres y madres”265. Cuando en julio de 1767 fueron expulsados del Orinoco los miembros de la Compañía de Jesús, la paz social había fraguado y así lo escribía desde Roma en 1780 un expulso italiano, Felipe Salvador Gilij: “Un río donde antes no dominaba sino la barbarie y donde no se podía viajar más que con el fusil en la mano y el gatillo levantado, se recorre ahora por todos, indios y españoles, con seguridad”266. Cuarto reto. La construcción de la Nueva Guayana y la elaboración de lo que se denomina “cultura reduccional”. Este concepto abarca el proceso que vivirían las reducciones en sus usos y costumbres hasta llegar a desarrollar formas de vida cada vez mejores. Algunas de ellas, y no las más importantes, fueron: el cruce y selección de modos de subsistencia europeos e indígenas, así como en su resultante híbrido que adoptó formas más eficientes para llevar a cabo las tareas tradicionales. De esta suerte, las reducciones se convirtieron progresivamente en centros urbanos en miniatura, poblados por indígenas que producían bienes para su propia subsistencia y para los mercados españoles267, a la vez que cultivaban fórmulas de bienestar social. José Gumilla insiste en los elementos esenciales que se requerían para fundar una reducción: buscar un herrero, montar una fragua, proporcionar tejedores de los pueblos ya establecidos y entablar una escuela268. Con todo, el P. Felipe Salvador Gilij explicita como exigencias imprescindibles de una misión: la escuela en donde aprendían a leer, a escribir y sobre todo 265  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 674-675. 266  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, I, 77. 267 David Block. La cultura reduccional de los Llanos de Mojos. Tradición autóctona, empresa jesuítica & política civil, 1680-1880. Sucre, Historia Boliviana (1997) 32. 268 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 515.

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la música; las artes (carpintería, herrería, tejerías); los animales (insiste en la necesidad de los domésticos) y la agricultura269. Además, el criterio del autoabastecimiento fomentó la necesidad de la preindustria, con su consiguiente acompañamiento de las artes manuales. De la Escuela hemos hablado más arriba al tratar de las exigencias de la cultura reduccional. Pero también hay que señalar otros elementos que poblaban el imaginario gumillano en su “proyecto guayanés”. En primer lugar contemplaba el levantamiento de varias ciudades. El 11 de junio de 1741 recibe en Madrid una carta de su colega misionero P. Manuel Román en la que le recuerda: “Estando los caribes como están no me atrevo a extenderme por las pocas fuerzas que tenemos: en haciendo las ciudades que V. R. y yo deseamos en este Orinoco haremos más pueblos; mientras recogeremos la red y echaremos el anzuelo y se pescará lo que se pueda”270. De esta forma, sentadas las bases del posible desarrollo a través de las redes poblacionales, pasa el autor de El Orinoco ilustrado a detallar las posibilidades del país. Su planificación se dirige a vitalizar las fuerzas estratificadas y para ello reclama planificación, personal inteligente271, romper el estancamiento de la riqueza y superar el enviciamiento del comercio. Y sienta su primer principio sobre el “cúmulo de riquezas” que produjera este reino si se labraran sus minas272, si se cultivasen los campos “prontos a dar la grana, el cacao, tabaco, azúcar y otros importantísimos frutos”273, si se introdujera el café “que lo sembré y creció de modo que se vio ser aquella

269  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana, III, 63-67. 270  agi. Santo Domingo, 634. Carta de Manuel Román al P. José Gumilla. Cabruta y junio 11 de 1741 (en: José Gumilla. Escritos varios, 282); José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 250. 271 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 212-213: “… y a la verdad es muy poco lo que en ellas se ha descubierto, en comparación del gran tesoro que yace escondido por falta de personas inteligentes”. 272 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 262: al hablar del “cúmulo de riquezas”, añade: “lo primero si se poblara; lo segundo si se labraran sus minas; y lo tercero si se desarraigase el comercio con los extranjeros”. 273 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 261.

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tierra muy a propósito para dar copiosas cosechas de este fruto”274, si se aprovecharan sus sabanas para fundar hatos de ganado275; en definitiva, todo un programa de minería, ganadería y agricultura. Y culmina todo este proceso con la exaltación del comercio276, “el índice más cierto y que más evidencia la riqueza de cualquier país”277. Y en este contexto conviene ubicar el lamento gumillano ante la monarquía española cuando al referirse al Nuevo Reino, ampliado a Tierra Firme, le suplica que vuelva los ojos “hacia aquel pobre reino, sólo pobre por falta de habitantes y opulentamente rico por sobra de abundantes minas”278. Y después se atreve a contraponer el comercio de Perú y México con el de Tierra Firme y alega que qué lograrían aquellos reinos si tuvieran unas costas tan abiertas como las de Tierra Firme. Y concluye: “No quedaría fondo para el comercio de Cádiz”279. Y también es significativa su posición frente al nefasto comercio ilícito280. Mas, en su mapa conceptual —que en última instancia es un esfuerzo para diseñar una nueva nación— acentúa las provincias de soberanía, identidad, mestizaje y desarrollo como respuestas necesarias para un cambio radical y constructivo. Pensamos que la identidad nacional se construye con referentes geográficos naturales, sobre los cuales el conglomerado social humano cincela sus rasgos como un bloque unitario. Y aquí surge la importancia que otorga el jesuita al mestizaje como nuevo componente de la identidad venezolana, pues, al solicitar el injerto de nuevas fuerzas sociales a través de la inmigración también ocupa un lugar singular el mestizaje. Así pues, no es de extrañar que

274 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 249. 275 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 250. 276  Trata Gumilla este apartado en el capítulo XXV de la primera parte de El Orinoco ilustrado (pp. 256-271). 277 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 257. 278 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 255. 279 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 261. 280 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 262.

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escriba: “Dejen de llorar las señoras españolas y no se oiga más aquel ay de mi, que mi hijo se casó con una india”281. En conclusión. Cuando el 16 de julio de 1750 le sorprendió la muerte al hijo de Cárcer en la pequeña población misional de San Ignacio de Betoyes en el alto Apure282, pudo contemplar desde esa atalaya en donde había comenzado su vida guayanesa en 1715 las grandes transformaciones que se habían operado en esos 35 años de sueños, vigilias, sufrimientos y retos. Se había puesto fin a la terrible sangría esclavista indígena que había atormentado durante casi siglo y medio a las etnias débiles de la Orinoquia. La unidad del territorio hasta las márgenes del Amazonas se había consolidado tras el descubrimiento del brazo Casiquiare en 1744 y el viaje del que fuera rector de la Universidad Javeriana de Bogotá, Manuel Román. Las fuentes del Orinoco habían dejado de ser andinas para ubicarse en su verdadero origen guayanés, gracias al mapa de Bernardo Rotella en 1747. El reto del sur de Venezuela había comenzado a descifrarse. Su libro de El Orinoco ilustrado había descubierto a los hombres pensantes de Europa la realidad y las posibilidades de la Orinoquia profunda. Al cerrar sus ojos a esta vida, el jesuita valenciano legaba a la posteridad el reto de una Orinoquia habitada por un hombre que comenzaba a ser nuevo, amén de hacerle responsable de las enormes posibilidades políticas, económicas, sociales y humanas. En fin, era el mejor testamento que había labrado para la posteridad al interpretar un envidiable preconcepto de la Venezuela continental con su espina dorsal del río Orinoco como argumento de la nueva nación. Así lo reconocería la historia que nació en 1777 —veintisiete años más tarde— con la creación de la Capitanía General de Venezuela.

281 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 85. 282 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres. Caracas-Bogotá (2007) 246.

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7. Agustín De Vega (1712-1763)1

El día 4 de enero de 1765 fallecía en el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús de Santafé de Bogotá un humilde jesuita tunjano2. Había llegado de las misiones del Orinoco en 17513 a las que había dedicado a plenitud lo mejor de su juventud. En su etapa santafereña su principal ocupación había consistido en ayudar a los sacerdotes en sus ministerios4. Sin embargo, en sus últimos años parece que fue una víctima más de la agresividad del trópico,

1  Para la mejor comprensión de la persona y de la obra de Agustín de Vega nos remitimos a: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000. Nota importante. Las citas del libro de Agustín de Vega corresponden a la edición de 1974. 2  arsi. Historia Societatis, 53ª. 1766. aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los papeles del archivo del colegio de San Francisco Javier de Mérida, fol. 13v. Aquí se hace mención de su carta necrológica como fechada en 1763, pero ciertamente es un error. 3  arsi. n. r. et q., 4, fol. 298. Catálogo, 1751. 4  arsi. n. r. et q., 4, fol. 307. Catálogo, 1753, fol. 347. Catálogo, 1756.

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pues en 1763 ya su salud era muy delicada5 y en 1764 la enfermedad ya le había ido socavado el juicio6. En verdad, la persona y la obra del jesuita tunjano Agustín de Vega (1712-1765) han pasado totalmente desapercibidas en la historiografía jesuítica de la Orinoquia. Los investigadores que han ensayado hacer historia de esta etapa, como Antonio Astráin7, Daniel Restrepo8, Manuel Aguirre9, entre otros, han tenido que someterse a la aventura de no disponer de una fuente tan importante. Todavía más, en las dos ediciones de nuestra Bio-bibliografía de los Jesuitas en la Venezuela colonial10 su nombre se nos ha escurrido, sin saber por qué, y tuvo que esperar a la tercera edición para encontrar su sitial entre los seguidores de Ignacio de Loyola que laboraron en la gran Orinoquia11. Pero ¿quién era este personaje, al parecer, anónimo? El P. José Gumilla, a quien nuestro personaje boyacense acompañaría en sus correrías apostólicas en el río Orinoco de 1731 a 1737, en la biografía que dedica al P. Juan Rivero, al tratar acerca de las clases de pintura que recibió en la ciudad de Pamplona el futuro misionero, añade: “... Arte [la pintura], con que después enriqueció, y adornó las nuevas Misiones, y en ellas enseñó al Hermano Agustín de la Vega, sujeto que con fervor trabaja 5  arsi. n. r. et q., 4, fol. 352v. Catálogo de 1763: “Vires: Infirmae”. 6  Luis Carlos Mantilla. Fuentes para la historia demográfica de la vida religiosa masculina en el Nuevo Reino de Granada. Santafé de Bogotá, Archivo General de la Nación de Colombia (1997) 71. 7 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y Fe, 19121925, 7 vols. 8 Daniel Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia. Compendio historial y Galería de ilustres varones. Bogotá, Imprenta del Corazón de Jesús, 1940. 9 Manuel Aguirre Elorriaga. La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Editorial Cóndor, 1941. 10  La primera conoció la luz pública el año 1973 en Caracas, y la segunda en San Cristóbal-Santafé de Bogotá el año 1995. 11 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 722-725.

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en ellas [misiones], no sólo en su arte [pintura], sino en catequizar a los Gentiles, cuyas lenguas sabe”12. Más significativo es el testimonio de Ángel María Manca, jesuita de la Provincia de Quito y nombrado Provincial de la Provincia del Nuevo Reino de 1743 a 174813. En un “informe” que remite al P. General de la Compañía de Jesús sobre las misiones en 1744, escribe sobre el H. Vega: “Ha trabajado fielmente (según me escriben los Padres) mucho en agregar a Pueblo a los yndios Mapoyes, en volverlos a recoger después de sus fugas. Ha tenido distintos encuentros con los carybes; y sacado varias almas de otras naciones; ha hecho muchos y muy gloriosos baptismos en sus correrías, sufriendo como el mas valeroso soldado de Christo los trabajos de hambre, sed, fatigas, y peligros de la vida...”14.

Datos biográficos Tres escenarios geográficos diferentes serán el teatro de la biografía de este desconocido jesuita: la ascética Tunja, su ciudad natal, semilla de su vocación para dar respuestas válidas a los requerimientos de su idealismo; el paisaje desbordado del río Orinoco, verdadera respuesta para los retos que le exigieron grandes hazañas; y Bogotá, capital del virreinato y sede de la intelectualidad neogranadina, etapa surcada por los recuerdos y las enfermedades. Tunja. El 12 de noviembre de 1728 solicitaba Agustín de Vega ser admitido en la Orden de Ignacio de Loyola en Tunja15, urbe en la que había nacido dieciséis años antes16. Todo su idealismo juvenil quería proyectarlo 12 José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 30. Breve noticia de la apostolica, y exemplar vida del angelical, y V. P. Juan Ribero... 1739. 13  Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, III (1989) 267-288. 14 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1974) 328. “Informe sobre la misión del Orinoco: 1739-1744”. 15  arsi. n. r. et q., 4, fol. 236v. Catálogo de 1736. 16  arsi. n. r. et q., 4, fol. 352v. Catálogo de 1763. La fecha de nacimiento fue el 8 de mayo de 1712.

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como jesuita comprometido con los proyectos que la Orden religiosa desarrollaba en el Nuevo Reino y sobre todo entre sus indígenas de la gran Provincia de Guayana. Era la continuación de su niñez y la admiración por los ideales sembrados por sus profesores del colegio de Tunja en donde había estudiado como colegial17. El 13 de noviembre de 1730 pronunciaba sus votos del bienio y se vinculaba a la Compañía de Jesús como coadjutor temporal18. La Orinoquia. “Por noviembre de 1731”19, tres hombres deciden asumir el gran proyecto de la conquista espiritual y cultural del Orinoco: el recién llegado a las misiones de los llanos Bernardo Rotella20, el veterano P. José Gumilla, que comandaba este diminuto equipo21, y el H. Agustín de Vega, quien apenas contaba con diecinueve años de edad22.

17  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 105: “... qualquiera de los Padres Missioneros de la Compañia de Jhesus con quien me he criado, y vivido toda mi vida...” [el subrayado es nuestro. Si no advertimos lo contrario, citaremos siempre por la edición de 1974]. 18  arsi. n. r. et q., 4, fol. 254. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a 26 junii 1730 ad 20 aprilis 1732. 19  agi. Caracas, 391. Carta de Gumilla al Gobernador Sucre. Orinoco, febrero 23 de 1733. Sin embargo, Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, s. j. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 397, pone como fecha de ingreso el 10 de diciembre de 1731. 20 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América, 371. Fijamos la llegada de Rotella a las misiones llaneras en 1730, porque Rivero concluye su Historia de las Misiones (p. 447) en 1729, y solo menciona al P. Manuel Román como recién llegado para la fundación de San Miguel de los Sálivas (Ibidem, 451). Luego, la presencia de Rotella tiene que ser ya en 1730. 21  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 10. Aunque el texto del H. Vega reza: “Señaló el Padre Provincial a los primeros Padres que fueron el Padre Joseph Gumilla, sujeto muy práctico en reducir a los gentiles, y al Padre Bernardo Rotella, y a otro sujeto por su compañero”, el compañero no es otro que el autor del escrito. 22  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 10: “Señaló el Padre Provincial a los primeros Padres que fueron el Padre Joseph Gumilla sujeto muy práctico en reducir a los Gentiles, y al Padre Bernardo Rotella y a otro sujeto por su compañero [Vega]”.

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En diciembre de 1731 se había trasladado el trío jesuítico a Santo Tomé de Guayana, a fin de encontrarse con el nuevo gobernador don Carlos de Sucre23 para fijar las estrategias misioneras para la cristianización del Orinoco24. Y en este punto de 1731 comienza el protagonismo silencioso y definitivo del jesuita tunjano, pues al ser testigo presencial y actor, iluminará los acontecimientos históricos desde su misma fuente y ello abrirá al historiador a una versión muy distinta de la verdadera historia misional y civil del Orinoco. En febrero de 1732 se ve obligado Gumilla a firmar el “Convenio de Guayana” por el que los capuchinos catalanes declaran que el terreno que tiene como espina dorsal el río Caroní les corresponde exclusivamente a ellos. En consecuencia, hacia comienzos de marzo de 1732 los jesuitas tienen que abandonar la sufrida ciudad portátil de Santo Tomé25. Así pues, hasta concluir el primer trimestre del año 1732 había residido en el Castillo de Guayana26. La experiencia había durado apenas un año. Y la respuesta inmediata a este contratiempo les lleva a ensayar en la propia frontera caríbica un intento reduccional que pretendía pactar con los caribes e insertarse en la Caribaria27.

23 Sonia García. “Sucre y Pardo, Carlos Francisco de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 1205. 24  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 10; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús, 379-380. 25  El largo expediente reposa en: agi. Santo Domingo, 678. El texto íntegro se encuentra en: José Gumilla. Escritos varios. Estudio preliminar y compilación del P. José del Rey S. J. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 73-105. 26  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 10-11. 27  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 10-11. De Uyapi a las poblaciones de los Caribes “no había distancia más que medio día” (Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 22).

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Por el mes de marzo fundan la Concepción de Uyapi en el río de ese nombre28 con los indios guayqueríes, como a seis o siete días de navegación, río arriba de la capital guayanesa29. Repelidos los jesuitas al Orinoco medio, señalará Vega que “por marzo de 733, quedo rota la guerra con la Nación Cariba que nos dieron bastante que hacer hasta el año de 744”30. Ha sido la pluma del jesuita tunjano la que mejor ha registrado esta guerra y a él habrá que remitirse quien desee investigar a fondo lo que podríamos denominar como la “gran batalla de la esclavitud orinoquense”. Con todo, trataremos de seleccionar algunos tramos que ilustren la trágica realidad vivida por los aborígenes del gran río. Al establecer el balance del primer año de acciones bélicas, Gumilla manifestaba al gobernador cumanés don Carlos de Sucre que una vez que don Agustín de Arredondo31 se reintegre a Trinidad, “quedará esto expuesto a toda desdicha, al arbitrio del enemigo”32. Y así fue como lo demuestran las apreciaciones del jesuita tunjano sobre las acciones militares hispanas que difieren cualitativamente de las de su Superior y mucho más de las oficiales españoles33. Según nuestro cronista, se dieron tres entradas a territorio caribe. La primera, que fue una batalla campal, terminó en una retirada gracias a los buenos servicios de un soldado mulato de la escolta jesuítica llamado Vicente 28 Joseph Cassani. Historia..., 381. Sin embargo, Vega (Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 10) dice que permanecieron todo el año en Santo Tomé de Guayana, pero en este punto nos acogemos al testimonio de Cassani. 29  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 12. 30  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 26. En realidad, la verdadera causa radicaba en la obstrucción que significaban los jesuitas para el comercio de esclavos. 31  Omar Alberto Pérez. “Arredondo, Agustín”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 251. 32  agi. Santo Domingo, 599. Carta del P. José Gumilla al Gobernador y Capitán General don Carlos de Sucre. Guayana, 14 de noviembre, 1733. 33  Véase: Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 26-36.

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de Jesús34. En las otras entradas mudaron la estrategia guerrera y se dedicaron a expediciones punitivas “mandando Patrullas a coger Caribes en sus rancherías, y por ventura cogían a los que en nada se habían metido, pues los hallaban en sus casas, pero todavía sirvió de contenerlos algo”35. Mas, la decisión bélica asumida por los caribes no podía ser contrarrestada en términos exclusivamente militares por los jesuitas, quienes no podían competir con las armadas caribes ya que su escolta se componía de doce soldados36 y tampoco habían tenido tiempo de ganarse la voluntad de las naciones indígenas a las que servían para contar con la ayuda popular. Su estancia en esta frontera caríbica duraría un año escaso. Debió habitar también en Curiquima donde padeció una grave enfermedad37. En el mes de marzo de 1734 llegaba de nuevo Gumilla a Guayana, acompañado del H. Vega38, para encontrarse con don Carlos de Sucre39 y con los superiores de las órdenes religiosas comprometidas con la evangelización de la Guayana40. Las conversaciones de Gumilla con Sucre se centraron fundamentalmente en el tema de la seguridad que debía reinar en las misiones, pero las divergencias comenzaban en el momento de precisar los medios que debían

34  Agustín deVega. Noticia del Principio y progresos, 32-35. De él escribirá Vega que era un práctico en las tierras de caribes, “que como criado entre los Caribes de donde hauia salido de su voluntad, por amor de la fe Catholica, despues que el y otros tres se hauian uydo de Esquibo con dichos Caribes, y era hijo de holandes y mujer Aruaca, y los otros de Negros Olandeses y mugeres Caribes” (Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 32). 35  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 36, 36  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 23. 37  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 55-57. 38  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 38. Pareciera que Vega es testigo presencial por la forma y la minuciosidad en transcribir los discursos de las paternidades. Al hablar de los comentarios de los vecinos... “de que nos reímos, pues teniendo...” (Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 43). 39  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 40-43. 40  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 40.

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utilizarse. Mientras el gobernador era del parecer de que se prosiguiera la guerra, el jesuita propiciaba una teoría totalmente contraria, al afirmar que no convendría en proseguir la guerra con la nación caribe pues “se me hizo duro destruirla, o cabarla, o menoscabarla”41. Con todo, las conversaciones religioso-políticas concluyeron con la firma de la denominada Concordia de Guayana (20 de marzo de 1734) entre franciscanos de Píritu, capuchinos catalanes y jesuitas. De esta suerte se fijaban los escenarios territoriales entre las órdenes religiosas signatarias y se abrían espacios, al parecer más controlables, de la inmensa Orinoquia. Así, se dividía el territorio guayanés en las siguientes áreas: los capuchinos de Guayana se encargarían desde la Angostura hasta la boca grande del Orinoco; los observantes de Píritu debían tomar a su cargo los espacios comprendidos entre la Angostura y el Cuchivero, desde las márgenes del gran río venezolano hasta el Amazonas; y a los jesuitas se les asignaba desde el Cuchivero “lo restante del Orinoco, tirando siempre para arriba” hasta el Marañón42. Mas la concordia no parece que satisfizo al resto de los jesuitas que laboraban en el Orinoco. El H. Vega dice: “El compromiso fue mal recibido de los compañeros del Padre Joseph por estas razones que aquí diré, que se las oía yo mismo y a mi me dio gana de oponerme y viendo que no habían de hacer caso de mi, lo tragué”43. Don Carlos Sucre envía refuerzos en 1734 a las misiones jesuíticas “para la defensa de la pronta invasión”44. Pero la acción militar punitiva resultó ser una copia de la anterior del año antecedente. El H. Vega escribirá con tristeza: “Después que pasó todo esto, entramos en muy bajo concepto de los hechos de gente tan alabanciosa, y en 41  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 40, 42. 42  agi. Santo Domingo, 678. 43  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 47. 44  Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 5 de 1734. Según el H. Vega, la expedición fue “por el verano del año 734” (Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 49) y se componía de 100 hombres (Ibidem, 50).

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el miedo que tenían”. Y continúa: “Por donde todas las funciones que hubo con la Nación Caribe no sirvió sino de habilitarlos en la guerra, y enfurecerlos más, y después de bien enconados contra nosotros dejar de la mano lo que comenzaron, de donde dimanó que nos persiguieron hasta el año de quarenta y cinco que fueron qatorze años seguidos”45. A su regreso se instala con Rotella en la reducción de los guamos46. El clímax de esta situación se vive en 1735 cuando la arremetida de los caribes fue general y comenzó por las misiones de los franciscanos. Gumilla que venía de Santo Tomé de Guayana “desahuciado de socorro” convocó de inmediato a una junta de todos los misioneros en Pararuma para manifestarles que la guerra quedaba a expensas exclusivas de la Compañía de Jesús47. En esta convocatoria el Superior se mostró decidido a abandonar las misiones del Orinoco y replegarse a Casanare. Muy duro tenía que ser para el autor de El Orinoco ilustrado aceptar que todo el esfuerzo realizado durante cuatro años se convertía en una pasión inútil. Mas, el P. Manuel Román fue partidario de mantenerse en el campo de batalla y concentrarse en Pararuma, sirviéndose del monte de Marimarota, y allí fortificar el castillo de San Javier para que actuara como de alcabala a fin de solicitar salvoconducto de tránsito por el Orinoco48. De seguidas establecieron los mecanismos de defensa y enfrente levantaron una especie de fortín, de manera tal que el fuerte se dotó de cañones y el pueblo de “estacadas”. Y anota con cierta complacencia el H. Vega: “Con esto cobró tan gran fama el Castillo de San Xavier que no se hablaba de otra cosa en todo Orinoco sino del Castillo”49.

45  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 56. 46  La descripción del manatí y de la tortuga y las acciones que allí se desarrollan demuestran que vivía con el P. Rotella y recoge en su escrito de esta época: “lo que me enterneció el ver al pobre Padre Bernardo salir con los indios...” (Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 51). 47  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 74. 48  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 75-77. 49  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 76-77.

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En 1735 trasladan a los sálivas de Parubeni a Carichana y también los que quedaron del pueblo destruido de Vichada y se encargó de ellos el P. Agustín de Salazar juntamente con el H. Vega50. Y ese mismo año Vega residía con el P. Manuel Román en Pararuma51. Durante el bienio siguiente: 1736 y 1737, su actividad tiene que redoblarse pues se dedica a recoger otomacos y yaruros de Santa Bárbara52. Por otra parte, si pensamos que en 1737 había cumplido el H. Vega veinticinco años, que las responsabilidades eran ingentes y el ritmo de vida extremadamente duro, no es de extrañar que entrara en crisis. Por una carta del P. Manuel Román sabemos de sus dudas sobre la vocación: “El H. Agustín de Vega estuvo tentado en su vocación por una carta de su madre, que solicitaba sacarle de la Religión [Compañía de Jesús], como informé al P. Jaime López; ya ha vuelto a sus fervores antiguos, y procede bien y desechó la tentación con unos ejercicios [espirituales] que hizo y con una enfermedad que tuvo y va dando buen expecimen”53. Con el nombramiento del P. Manuel Román como Superior de las Misiones, surge un nuevo liderazgo: la renuncia definitiva a la vocación atlántica de la Compañía de Jesús neogranadina y la pasión por los espacios sureños, pero con el convencimiento de que la paz y la creación de la nueva 50  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 82. Y en la página 89: “El Padre Agustín de Salazar, estando conmigo la primera vez en el Pueblo de los otomacos, juntamos algunos niños de seis a siete años, los pusimos a aprender a leer...”. 51  Lo deducimos por las observaciones que hace sobre la adaptación del P. Juan Capuel (arsi. n. r. et q., 15, fol. 108. Carta del P. José Gumilla al P. General de la Compañía de Jesús. Orinoco y octubre 31 de 1735), quien en su vejez había sido trasladado al Orinoco. Dice Vega (Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 74) que Capuel llegó “descalzo de pie y pierna, y al instante se aplicó a la lengua con mucho fervor... y yo le oía y hablaba con bastante propiedad”. 52  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 112-113. A este propósito escribe: “En medio de que yo atendía a las demás reducciones en quanto los Padres se querían servir de mi. Yo tenía mi particular ocupación y era quanto no tenía que hacer en los demás pueblos, me entretenía con varios Yndios que no tenían propio Missionero, y poco a poco los iba domesticando y aficionando a la vida política, entre otros, a los que acudía con mas frecuencia era a los mapoyes, que vivían en las montañas del Río Paruate... ”. 53  anb. Curas y Obispos, t. 36, fol. 133.

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Guayana dependían de la lucha y la resistencia hasta vencer la dura opresión del caribe. Con todo, a veces, el texto de Vega nos introduce en verdaderos oasis que contrastan con ese clima de intenso belicismo y de precaria supervivencia, porque nunca olvida la misión espiritual, cultural y temporal de los misioneros: “Pusieron —dice— y establecieron escuela de niños, en donde se les enseñó hablar el castellano, a leer, y escribir y el canto llano, y música, en solfa bien trabajada, a tocar todo instrumento, y oficiar las misas de que gustan y se aplican con indecible gusto. Los niños indios aprenden con tal primor, y brevedad que se admiran hasta los Europeos”54. Al finalizar el año 1738 Román ofrece un panorama angustiado sobre el porvenir de las misiones y además el fuerte de Marimarota debió de convertirse en causa decisiva de la epidemia de viruelas que azotó al Orinoco durante tres años (1738-1740)55. Ciertamente estamos ante un trienio negro para la ecología humana de nuestro gran río, pues mayor estrago que los caribes provocaron el sarampión y las viruelas que “arruinaron y consumieron mucho las Gentes del Orinoco”56. De más de 1600 almas que constituían Pararuma, el Castillo y Carichana, se redujeron a menos de cuatrocientas, y todos los supervivientes se trasladaron a esta última reducción57. Vega recordará que después de que pasó la primera epidemia, fue a reconocer las tierras de los mapoyes, “que empezaba a reducir a pueblo, visitando sus rancherías las hallé desiertas, y entrando en los ranchos hallé los muertos por el suelo, o los chinchorros podridos, sin que hubiese habido quién les hiciese la caridad de enterrarlos”58.

54  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 70. 55  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 104. 56  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 104. 57  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 105. 58  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 106.

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Entre 1739 y 1744 la principal acción del H. Vega se centra en la nación mapoye. El 5 de diciembre de 1739 los visita a cinco leguas de Pararuma59. En 1740 le escribía el P. Román al P. Gumilla, quien se desempeñaba como procurador en Europa, que el P. Cervelini y el H. Vega “atienden lo mejor que pueden al resto de los pueblos nuevos”60. Para 1741 se había establecido el pueblo de San Joseph de Paruate61 y el Superior de las misiones reconocía que en esta población, dirigida por el H. Vega, era “menester un Padre como el comer”62. Hacia 1744 las técnicas caribes habían cambiado de táctica para seguir con su política de esclavizaje. El atrincheramiento en Puruey y Caura y su fortificación en el río Barima, a juicio de los misioneros, iba tomando cuerpo cada día y allí se habían instalado hasta doce naciones. También en el Barima había surgido un enclave comercial en el que traficaban “colonias de Esequivo, Surinam, Berbis, Curazao, Martinica &”. Y de parte de las misiones jesuíticas migraban fundamentalmente los maipures y los quirrupas. El escritor tunjano narra un incidente que no lo encontramos reseñado en ninguna de las informaciones hasta ahora manejadas. Suponemos que tuvo que darse el hecho entre 1743 y 174463. Sus protagonistas fueron 59 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1974) 327. Informe sobre la misión del Orinoco, 1739-1744. 60 José Gumilla. El Orinoco ilustrado. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1993) 203. La información que ofrece es la siguiente: Francisco del Olmo cuida a San Francisco de Borja; de Santa Teresa el P. Roque Lubián; de San Ignacio el P. Bernardo Rotella. 61 José Gumilla. Escritos varios, 276. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestro Santo Padre Ygnacio de Cabruta y Junio 11 de 1741. 62 José Gumilla. Escritos varios, 282. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestro Santo Padre Ygnacio de Cabruta y Junio 11 de 1741: “En Pararuma esta el P. Roque Lubian: en Carichana [el] Padre Joseph María Cervellini: en los Yaruros de San Borja el Padre Francisco del Olmo: en San Joseph de Paruate el Hermano [Vega] aqui era menester un Padre como el comer, y otro en el Castillo, y otros dos uno para aquí en Cabruta, y otro para Pararuma, porque el P. Roque [Lubián] es Procurador, y ha menester ir a buscar lo que necesitamos”. 63  Cita a Román como Superior y este duró hasta 1745. Por otro lado, habla de “acabadas las epidemias dichas de Sarampión, y viruelas, y otras persecuciones de los Caribes, nos sobrevino otro trabajo mucho peor” (Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 108).

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los indios abaricotos, quienes aunque el P. Gumilla los había aceptado en el pueblo de Otomacos, sin embargo, nunca abandonaron la amistad con los caribes. En realidad, se convirtieron en sus infiltrados y espías dentro de la misión64. Con estos antecedentes, aprovechó el P. Manuel Román el viaje de un alférez de la escolta para que los llevara de bogas a Guayana y desde allí que los enviaran a Trinidad. Pero se escaparon y regresaron y por un tiempo fueron junto con los otomacos y los caribes los que impusieron el terror en el Barraguán. Pero además corrompieron a los mejores de los indios reducidos y se declaró “el alzamiento general de todo el Orinoco, así de los reducidos como los que estaban por reducir”65. Así huyeron los sálivas de Pararuma66 y los mapoyes “que tenía a mi cuidado” engañados por los sálivas67. Un inapreciable valor adquieren los últimos capítulos de la “Crónica” de Vega, por su primicia como relato histórico que además se adentra en la geografía alto-orinoquense y también ilumina la defensa territorial de Guayana. Gracias a esas noticias podemos descifrar el origen y las formas de vida de dos naciones del alto Orinoco como son los cabres y los guaypunabis y la presencia de los portugueses que provenían del gran Pará68. Pero, el gran aporte jesuítico fue haber podido confraternizar con estas dos terribles etnias sureñas gracias al talento y las gestiones del P. Manuel Román. Sin embargo, nada hubiera podido hacer este segundo líder organizador de la nueva Orinoquia si no hubiera tenido la callada pero definitiva acción de su protegido “Sarrio”, ni de la indígena guaypunabe María de la Concepción, familiar de uno de los máximos capitanes de la etnia y esposa del portugués Agustifos69. 64  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 108. 65  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 110. 66  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 110. 67  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 113. 68  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 95-96. 69  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 117 (2ª edición).

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Y la génesis de este acercamiento casi milagroso de los miembros de la Compañía de Jesús neogranadina con los cabres y guaypunabis se debe a la valentía con que el Hermano Vega se enfrentó al capitán de la escolta de Pararuma que había condenado a muerte a Agustifos y a otros indígenas. La argumentación del tunjano motivó al Superior Manuel Román a tomar partido a favor de la opinión de Vega, con cuyo gesto se ganó este la buena voluntad de los que habían sido condenados70. Santafé de Bogotá. Y la capital del virreinato será su tercer y último escenario geográfico. En 1748 había fallecido en Cabruta el primer integrante del trío fundador: el P. Bernardo Rotella. En 1750 la muerte se había dado cita con el visionario P. José Gumilla en la población de San Ignacio de Betoyes. Y el tercer protagonista abandonaba el campo de batalla en 1751 cuando la paz y el desarrollo se asomaban en un ansiado amanecer71. Cambiaba el sol y la lujuria tropical de la selva por la alegre y serena sabana bogotana. La psicosis bélica a que estuvo sometido por los caribes se transformaría en la algarabía pacífica de los colegiales del Real Colegio Mayor de San Bartolomé y de la Universidad Javeriana y las espectaculares funciones religiosas de la Iglesia de San Ignacio lo retrotraerían a sus años juveniles de Tunja. A su espalda quedaban veinte años de retos, sueños, ilusiones, sacrificios, hambres y enfermedades. Pero en realidad, eran cuatro angustiosos lustros de lucha por la conquista espiritual, cívica y cultural para rescatar a los hombres del gran río venezolano. La Provincia de Guayana era temática obligada y preocupante entre las autoridades civiles del virreinato y a esa problemática no podía sustraerse el ya agotado y cansado Agustín de Vega. También el Colegio Máximo bogotano era lugar de encuentro para los que iban o venían de las misiones llaneras y orinoquenses. Allí repostaban los hombres que dejaban Europa para insertarse en los espacios profun-

70  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos.Véase todo el capítulo 36. 71  arsi. n. r. et q., 4, fol. 298. Catálogo 1751.

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dos de la Orinoquia, y así pudo conocer a los expedicionarios de los años de 175572 así como a los de 1760 y 176173. En ese lugar privilegiado del anonimato que brinda la humildad fue escribiendo su Noticia del Principio y progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco74. Cuando el 4 de agosto de 1765 entregaba su alma al Creador el H. Agustín de Vega, en la capital santafereña, nadie sospechó la trascendencia que adquiriría la obra de este abnegado jesuita tunjano en la interpretación de la historia del Orinoco entre 1731 y 1750. Nadie conocía en Santafé la gran gesta que se había librado en el gran río de la libertad entre el equipo de seguidores de Ignacio de Loyola y la guerra impuesta por el caribe al servicio del azúcar holandés.

Agustín de Vega historiador La biografía del manuscrito. La biografía del manuscrito que hoy publicamos es muy corta. Nos consta de la existencia de por lo menos un ejemplar en las misiones en la época anterior a la expulsión de los jesuitas en 1767. Así lo demuestra el inventario del archivo de las misiones del Orinoco, levantado en el año citado, en donde se hace referencia expresa a: Noticia del Principio y progresos del establecimiento de las misiones de Gentiles en el Río Orinoco por la Compañía de Jesús en la continuación y oposición que hicieron los caribes hasta el año de 744: de lo que se hace relación por los años en que se fueron estableciendo dichas misiones; en 86 folios75.

72 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 336. 73 Agustín Galán García. El Oficio de Indias…, 344-346. 74  Noticia del Principio y progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañia de Jesus, con la continuacion, y oposiciones que hicieron los Carives hasta el año de 744 en que se les aterro, y atemorizo, con la venida de unos Cabres traydos, que se havecindaron en Cabruta. Lo que para mejor inteligencia iremos contando por los años, en que se establecieron dichas Missiones, y lo que en cada uno passó, cómo passó, la qual relacion haze un testigo de vista que lo ha andado todo por si mismo muchas vezes, Religioso de la Misma Compañia. 86 folios. 75  anch. Jesuitas, 214.

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La primera presunción de que existía este precioso manuscrito se basaba en el testimonio de los eruditos bibliógrafos jesuitas PP. Uriarte y Lecina76. Pero, la clave para la primera búsqueda la ofreció el investigador franciscano Lino Gómez Canedo77, quien localizó el manuscrito en la Colección Ayer de la Biblioteca Newberry de Chicago78. No obstante, el documento se nos presenta, en la versión que conocemos, como anónimo y sin datación. El hallazgo de este escrito es significativo para la historiografía jesuítica venezolana que presenta una inmensa laguna documental entre 1730 y 1767. Hasta el presente tenemos noticia de cinco obras que vendrían a cubrir todo este interesante y activo período histórico. La primera es el escrito que comentamos. Las restantes son: Adiciones al Orinoco ilustrado y defendido del P. José Gumilla79, en las que según Gilij “pudo consolarse con muchas hermosas noticias que le comunicaron muchos misioneros”80. Asimismo, nos consta de una prolongación de la Historia de Rivero llevada a cabo al parecer por el P. Tomás Casabona: Historia de las conquistas de españoles y descubrimiento de naciones, reducciones de infieles en el río Orinoco a cargo de la Religión de la Compañía81.Completarían el ciclo documental inédito de este período dos obras del P. Roque Lubián: Historia

76  aiul. Papeletas: Vega, Agustín de. 77 Lino Gómez Canedo. Los Archivos de la Historia de América. México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia (1961), II, 68-69. 78  Manuscrito nº 1180. Noticia del Principio y progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañia de Jesus, con la continuacion, y oposiciones que hicieron los Carives hasta el año de 744 en que se les aterro, y atemorizo, con la venida de unos Cabres traydos, que se havecindaron en Cabruta. Lo que para mejor inteligencia iremos contando por los años, en que se establecieron dichas Missiones, y lo que en cada uno passó, cómo passó, la qual relacion haze un testigo de vista que lo ha andado todo por si mismo muchas vezes, Religioso de la Misma Compañia. 79  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1 (1963) 53. 80  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 28. 81  anch. Jesuitas, 446. En un inventario de la Biblioteca de la Procura de la Provincia del Nuevo Reyno hecho a raíz de la expulsión de 1767, se lee: “Otro legajo, encuadernado, en folio, manuscrito con el título de... por el Padre Juan Rivero y el Padre Thomas de Casabona”.

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del Orinoco y el Apéndice a la Real Expedición de Límites entre los dominios de España y Portugal82. Dos ediciones ha conocido Agustín de Vega en Venezuela y ambas publicadas por la Academia Nacional de la Historia. La primera fue editada en 1973 como parte de un volumen que recoge algunos documentos fundamentales para la historia de los jesuitas en Venezuela83; para la segunda la propia Academia le otorgó el valor de la autonomía y, amén de dos largas introducciones, el texto conserva la foliación del manuscrito original y salió al mercado del libro en el año 200084.

La redacción de Noticia del principio y progresos

Dos son las incógnitas fundamentales que conviene clarificar: la fecha de redacción del documento y el nombre del autor. A lo largo del extenso escrito no aparece nunca la firma ni el nombre del autor. Sin embargo, la crítica interna del documento ofrece luz suficiente para opinar sobre la paternidad literaria de la obra que estudiamos. La lectura atenta del texto nos lleva a sorprender una serie de detalles que perfilan la verdadera identidad del que lo ha redactado. Se trata de un protagonista que es actor y “testigo de vista que lo ha andado todo por si mismo muchas vezes”85 y dentro de unas coordenadas cronológicas que

82  Archivo de la Provincia de Loyola (Loyola). Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítica, I, Lubián, Roque. 83  Agustín de Vega. “Noticia del Principio y progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, por la Compañia de Jesus, con la continuacion, y oposiciones que hicieron los Carives hasta el año de 744 en que se les aterro, y atemorizo, con la venida de unos Cabres traydos, que se havecindaron en Cabruta. Lo que para mejor inteligencia iremos contando por los años, en que se establecieron dichas Missiones, y lo que en cada uno passó, cómo passó, la qual relacion haze un testigo de vista que lo ha andado todo por si mismo muchas vezes, Religioso de la Misma Compañia”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1974) 3-149. 84  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000. 85  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos del establecimientode las Missiones de gentiles en el río Orinoco, por la Compañía de Jesús, fol. 1 [título del documento, 3].

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enmarcan veinte años de permanencia en las misiones orinoquenses86, exactamente de 1731 a 1751. Por el estilo de la narración y las alusiones personales dispersas a lo largo del texto, se deduce desde las primeras líneas que ni a José Gumilla, ni a Manuel Román, ni a Bernardo Rotella87 se les puede considerar como responsables de la redacción del documento. Por otra parte, los PP. Roque Lubián y Francisco del Olmo llegaron a las Misiones entre 1737 y 173888; por lo tanto, no pudieron ser testigos presenciales de lo que ocurrió desde el principio y además permanecían en las misiones en época posterior al 1750. Todavía más, a lo largo de toda la Noticia surgen pinceladas que definen al escritor como no sacerdote. Por ejemplo, anotará el autor que la táctica que siguieron los mapoyes para huir de la misión fue “aguardar que yo me fuera a Pararuma a oir missa”89. Incluso a lo largo de la narración se descubre continuamente una dualidad de expresiones que diferencian al autor de los sacerdotes que intervienen en la acción: “Los Padres quando yo les decía unas cosas, se reían de mi como de muchacho que lo hera entonces”90; “se vieron obligados los Padres a no decir todos los días [misa]”91. En consecuencia, el único jesuita, no sacerdote, que vivió en el Orinoco de 1731 a 1750 fue el H. Agustín Vega y por ende él es el autor de tan importante Noticia. La fecha de redacción. En cuanto a la fecha de redacción del manuscrito se puede aseverar que es muy cercana al año 1761. No solo narra como 86  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fol. 51v. [p. 89]. 87  Para citar algunos ejemplos: Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fols. 28 [p. 51], 31 [p. 56], 47 [p. 81]. 88  arsi. n. r. et q., Catálogo 1738. El documento que comentamos pone la llegada en 1737 (cap. 22). 89  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fol. 66 [p. 113] (luego, era habitual este viaje y por conclusión no era sacerdote). 90  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fol. 26v. [p. 48] (esto sucedía en 1734). 91  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fol. 35v. [p. 63-64] fol. 59v. [p. 103]: “... y a los Padres misioneros en cuya ayuda y compañía trabaje y gaste lo mas florido de mi vida”, fol. 60v. [p. 105]: “... criado y vivido con los Padres de la Compañía de Jesus”.

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lejana la muerte del P. Bernardo Rotella, acaecida en 174892, sino que el mismo autor da a entender que el escrito fue elaborado después de abandonar las misiones93. Su salida del Orinoco debió de ser entre 1750 y 175194. Pensamos que bien pudo ser el P. Manuel Román la persona que inspiró al H. Vega “este mi corto trabajo”, pues en el colofón de su escrito deja constancia de que: “Dios guarde a quien me lo encargó lo escribiese para su mayor gloria etc.”95. Nuestra presunción se basa en la lógica del sentido común. El descubridor del Casiquiare convivió con el jesuita tunjano en las misiones de 1733 a 1750. Cuando el H. Vega abandonó el Orinoco fue destinado a Bogotá y allí se encontraría de nuevo con el P. Manuel Román, quien actuaría como rector de la Universidad Javeriana de 1761 a 176396. Por otra parte, el misionero-rector de la Academia Javieriana ya había mostrado interés por la historia de las misiones y así le agradecía en 1741 al P. José Gumilla que le hubiera entregado un manuscrito de la Historia de las Misiones del P. Juan Rivero al famoso orador popular, el P. Pedro de Calatayud97. En todo caso, Vega ofrece su crónica a San Juan Nepomuceno y deja constancia de que lo escribió “por complacer a mis amigos y dar gloria a Dios”98.

92  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 86v. [p. 146]. 93  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 67v. [p. 115]: “y esto después que yo salí de misiones”. arsi. n. r. et q., 4, fol. 298. Catálogo de 1751. 94  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 51v. [p. 89]. 95  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 149. 96 José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los Jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá, Universidad Católica del Táchira-Pontificia Universidad Javeriana (1995) 546. 97 José Gumilla. Escritos varios, 276. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestro Santo Padre Ygnacio de Cabruta y Junio 11 de 1741. 98  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 149.

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El contenido y género La Noticia del Principio y progresos del Establecimiento de las Missiones consta de 45 capítulos y 88 hojas. Los límites cronológicos se extienden de 1731 a 1750, aproximadamente, aunque el desarrollo continuado de la redacción se estaciona hacia 1746. Aunque creemos que el título del documento enmarca la temática, sin embargo juzgamos que conviene especificar sus capítulos fundamentales. 1. 2. 3. 4.

Introducción: el intento fundacional de Guayana (cap. 1-3). Reubicación de las misiones y el estallido de la acción caribe (cap. 4-28). Los planteamientos del alto Orinoco y de los guaipunaves (cap. 28-45). Aportes varios de tipo misional dispersos a lo largo de toda la narración. Dentro del género histórico podemos clasificar este documento como una crónica, pero sin llegar a la rigurosidad académica de la palabra. El autor nos habla unas veces de apuntes99 y otras de noticia o relación, como por ejemplo en el mismo título de la obra. Lo cierto es que este manuscrito ilumina la interpretación y la ubicación de muchos datos históricos diseminados en la obra de Gilij, en los memoriales remitidos por los misioneros orinoquenses al Consejo de Indias y en el abundante epistolario que reposa en el Archivo General de Indias de Sevilla sobre la época en cuestión.

Cualidades del escritor ¿Y cuál es el valor que la historiografía otorga a esta obra del desconocido hijo de Tunja Agustín de Vega? Debemos certificar que Agustín de Vega reunía dos cualidades esenciales para poder garantizar el valor de su escrito. En primer lugar, fue un excelente lenguaraz, lo que le permitió adentrarse en la psicología, en la cotidianidad y en las formas de vida de los indígenas a los que sirvió.

99  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, fol. 62.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

Nos consta, por lo menos, de sus conocimientos del sáliva100, del maipure101 y del achagua102. Sus observaciones son valiosísimas para conocer mejor a los abaricotos103, los atures cuya lengua “es diversa de todas”104, los valerosos cabres105, los guamos, que “aguantan el resuello muchisimo rato debajo del agua”106, los guayqueríes que siempre conservaron la amistad con los caribes107, los otomacos que “se mantienen con tierra de las barrancas del Rio”108, los yaruros, nación “tan viciada en huirse que no hay otra mas inconstante en todo el Orinoco”109. Pero las mejores descripciones de Vega se las adjudica a los caribes110, a los guyapunabis111 y a los sálivas112. En segundo término, fue testigo presencial y actor de muchos de los hechos allí relatados. Todavía más, su condición de hermano coadjutor 100  Hablando del P. Capuel, dice que en Pararuma le escuchó pronto predicar en lengua sáliva “y yo le oía y hablaba con bastante propiedad” (Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 74). 101  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 95. Cuando acompaña a don Antonio Jordán al Raudal de Atures entabla diálogo con los maipures “entendiéndome lo que les hablaba, admirándose que hablase su lengua gente blanca”. 102  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 95. En la misma oportunidad del Raudal relata que “hallé un indio quirrupa, que estaba en artículo mortis, me apliqué a catequizarlo en la lengua achagua, que es la misma de su nación”. 103  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 108-109. 104  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 78. 105  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 96. 106  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 52. 107  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 16. 108  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 23. 109  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 92-93. 110  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 11-36. 111  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 95-96. 112  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 15 y ss.

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• libro 1 [agustín de vega]

le facilitó la convivencia con todos los estamentos de la reducción, pero indiscutiblemente supo captar la voz genuina del pueblo, especialmente de los indígenas y de los funcionarios subalternos. Gracias a Vega conocemos hoy una serie de personajes anónimos, vitales para interpretar la vida orinoquense en tan cruciales años. A nuestro parecer, su pluma tiene la intuición de percibir el submundo de la sociedad orinoquense con una libertad de espíritu increíble y con un realismo que lo consagra como un escritor moderno. Según Daniel de Barandiarán: “Vega plasma en su Crónica una amalgama viviente y palpitante de eventos históricos y de descripciones etnológicas absolutamente originales. Su historiar es fotografiar cada evento con ‘flashes’ fulminantes de un realismo sin parangón. Su discurrir etnográfico es tan realista y viviente que no conocemos ningún relato antropológico ni pasado ni presente que pueda parangonarse, por ejemplo, con su relación sobre la Etnia Caribe depredadora de la Orinoquia”113. Uno de los aportes más trascendentales es el de redimir del olvido a todos los “segundones”: criollos, mestizos y negros pues, su condición de hermano coadjutor lo convertía, por una parte, en miembro de esa sociedad periférica, y por otro lado, se constituía en el intermediario privilegiado entre las autoridades de la reducción y sus representados. De esta forma, incorpora a la historia personajes claves en la microhistoria orinoquense y los redime del anonimato. De esta suerte han llegado a nosotros personajes tan importantes como el sáliva Pudua, “Yndio de gran razón y entendimiento”, a quien Gumilla hizo que le entregaran el bastón de teniente de capitán, y lo hizo sentar en la cabecera de la mesa de los soldados. Y anota Vega: “hera de gran prudencia y proporcionados miembros; y gran brío para el cargo, al mismo tiempo era de claro entendimiento con lo que se hacía cargo grandemente

113  Daniel de Barandiarán. “La Crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas (2000) 126-127.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

de lo que se le encomendaba...”114. A él se debe la congregación de los sálivas en Pararuma. Sáliva era también el capitán Pecari, quien “él solo con su gente que trajo compusieron la mayor parte del Pueblo que constaba de ochocientas Almas”115. Vicente de Jesús era un práctico en las tierras de caribes y conocedor de todas sus tácticas guerreras, pues como anotara Vega: “…como criado entre los Caribes de donde había salido de su voluntad, por amor de la fe Catholica, después que el y otros tres se habían huido de Esquibo con dichos Caribes, y era hijo de holandés y mujer Aruaca, y los otros de Negros Holandeses y mujeres Caribes”116. Gracias a este hombre las misiones pudieron enfrentar los ataques caribes. Asimismo, hubiera pasado desapercibido un indígena de extraordinarias virtudes como innegable líder carismático como fue el llamado Sarrio117, y Miaminare por los guaypunabis118. Ayudante del P. Manuel Román, supo cautivar el alma volcánica de los guaypunabis y cabres de los ríos Atabapo-Inírida y de esta forma lograr la pacificación del Orinoco medio contra los caribes esclavizadores de indígenas. Como lo describirá Barandiarán: “Las gestas de ese Mozo del Padre Román, narradas por el Hermano Vega en su Crónica, merecerían un puesto de honor en los anaqueles dormidos del panteón histórico de nuestra Provincia de Guayana”119. Muchas veces los grandes cambios históricos nacen en la acción silenciosa y discreta de hombres anónimos para la gran sociedad y los acontecimientos vividos más allá del raudal de Maipures hubieran pasado desa114  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, 5v. Piloto y práctico. 115  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 15. 116  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 17. 117  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 71v. 118  Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos, fol. 79v. 119  Daniel de Barandiarán. “La Crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos…, 145.

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percibidos para la historiografía orinoquense si la pluma del jesuita tunjano no los hubiera trasmitido con la transparencia de un actor que después se convierte en escritor. Y una vez más el hijo de Tunja obliga a examinar con ojos más críticos algunas afirmaciones de los miembros de la Expedición de Límites120 así como las del viajero alemán Alejandro de Humboldt121. Y la génesis de este acercamiento casi milagroso de los miembros de la Compañía de Jesús neogranadina con los cabres y guaypunabis se debe a la valentía con que el Hermano Vega se enfrentó al capitán de la escolta de Pararuma que había condenado a muerte a Agustifos y a otros indígenas. La argumentación del tunjano motivó al Superior Manuel Román a tomar partido a favor de la opinión de Vega con cuyo gesto se ganó este la buena voluntad de los que habían sido condenados122. Ha sido la pluma del jesuita tunjano la que mejor ha registrado esta guerra y a él habrá que remitirse quien desee investigar a fondo lo que podríamos denominar como la “gran guerra de la esclavitud orinoquense”. Su crónica sobresale como modelo de conjunción entre lo histórico y lo etnográfico. Con toda justicia afirma Barandiarán: “desconocemos un solo texto etnográfico mundial que tuviere el peso específico y la luminosidad esclarecedora del comportamiento social y bélico del Caribe depredador del Orinoco, según el texto del hermano Vega”. Y concluye: “… por todo ello, esta Crónica aparece en la bibliografía jesuítica e histórica de la

120  Daniel de Barandiarán. “La Crónica del Hermano Vega 1730-1750”, 352 y ss. Barandiarán explica cómo las afirmaciones de algunos historiadores que creen que los raudales de Atures y Maipures eran “las columnas de Hércules”, las cuales fueron superadas por los miembros de la Expedición de Límites, es totalmente erróneo. 121  Daniel de Barandiarán. “La Crónica del Hermano Vega 1730-1750”, 348 y ss. Donde (como ejemplo) contrasta el autor las afirmaciones del viajero alemán con los hechos concretos descritos por Vega que desmienten las afirmaciones de Humboldt. Y en el caso concreto de Marimarota, escribe Barandiarán: “no cumplió ninguna acción ‘colonizadora clérigo-militar’ sino una acción privada-instsitucional de soberanía” (p. 348). 122  Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, véase todo el capítulo 36.

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Orinoquia, como un monolito único y ejemplar, pues no tiene algo similar en ninguna de las bibliografías coetáneas”123. En resumen, estamos ante un documento vital para la historiografía jesuítica orinoquense. Como crónica se erige en una fuente etnohistórica de primer orden para el estudio y comprensión de la Orinoquia, sobre todo para el lapso temporal (1730-1750) tan importante en la biografía del gran río venezolano. Desde el punto de vista literario, constituye una verdadera joya, pues representa un genuino exponente de la literatura popular neogranadina de mediados del siglo xviii.

123  Daniel de Barandiarán. “La crónica del Hermano Vega 1730-1750”. En: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en el Río Orinoco, por la Compañía de Jesús. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, (2000) 127.

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8. Felipe Salvador Gilij (1721-1789)1

Con el Saggio di Storia Americana (Roma, 1780-1784) se completa el ciclo historiográfico de autores jesuitas que escribieron sobre la Orinoquia durante el período hispánico. Y no deja de ser curioso que esta disciplina inicie con el francés Pedro Pelleprat en 1655 y concluya con el italiano Felipe Salvador Gilij en 1784. Dada la complejidad de la figura de este misionero orinoquense, dividiremos este acápite de la siguiente manera: 1. Gilij y la lingüística indígena. 2. Gilij historiador de la Orinoquia. 3. Para la biografía y sus actuaciones en la Orinoquia remitimos al lector al libro II que trata de la crónica menor.

Gilij y la lingüística indígena Ha sido la personalidad del jesuita italiano P. Felipe Salvador Gilij el mejor exponente en la vertiente de la filología indígena orinoquense y por ello nos

1  Dado lo extenso de la bibliografía, queremos remitirnos a dos fuentes importantes de información: José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1974) 228-234. La Revista Montalbán. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, dedicó su nº 21 (1989) al P. Gilij con el título: Bicentenario de Filippo Salvatore Gilij S. J. 1789-1989.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

centraremos en esta parte en dar noticia del rico contenido que reposa en el Saggio di Storia Americana con respecto a las lenguas indígenas de Guayana y del continente colombino. A las indiscutibles dotes de lingüista (supo con perfección el maipure y el tamanaco, con sus respectivos dialectos2) hay que añadir una pasión insaciable por todo lo que fuera literatura indígena3. Por eso, durante su destierro en Europa se lamentará de no haber conocido en su etapa misionera los nuevos métodos de investigación de filología comparada que para él habrían sido de gran utilidad4. Rica es la bibliografía que ha merecido la obra del misionero de La Encaramada, pero trataremos de circunscribirnos a su aportación lingüística guayanesa y americana, trabajo que inició el erudito escritor colombiano Gabriel Giraldo Jaramillo5 y que ha sido enriquecido con posterioridad tanto en Venezuela como en Colombia6. 2  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, III (1965) 135. 3  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 128; 253. 4  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 135. 5 Gabriel Giraldo. “Notas bio-bibliográficas sobre el Padre F. S. Gilij y su Saggio di Storia Americana”. En: Boletín de Historia y Antigüedades. Bogotá, 38 (1951) 696-713. 6 José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello/Ministerio de Educación, I (1971) 178-182; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 311-316; Antonio Tovar. “Estudio Preliminar”. En: Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1965; Fernando Arellano. Historia de la lingüística. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, I, 1979; Carmen Ortega Ricaurte. Los estudios sobre lenguas indígenas de Colombia. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1978; Francisco Javier Pérez. Historia de la lingüística en Venezuela (Desde 1782 hasta 1929). San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1988) 127-137; Jesús Olza. “El Padre Felipe Salvador Gilij en la historia de la lingüística venezolana”. En: José Del Rey Fajardo (Edit). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, II (1992) 361-459; Marie-Claude Mattéi Muller. “Gilij, pionero de la etnolingüística venezolana: sus métodos y logros”. En: Montalbán. Caracas, nº 21 (1989) 91-101; Francisco Javier Pérez. “Testimonios venezolanos sobre la obra lingüística de Felipe Salvador Gilij”. En: Montalbán. Caracas, no 21 (1989) 179-201; Marie-Claude Mattéi Muller. “Los Tamanaku en la lingüística caribe. Algunas propuestas para la clasificación de las lenguas caribes en Venezuela”. En: Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal. Universidad Católica del Táchira, II (1992) 461-613;

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Quizá el primer testimonio público en favor de Felipe Salvador Gilij proviene de Augusto Ludovico Schlözer, profesor de Historia y Política en la Universidad de Göttingen, quien en carta del 21 de febrero de 1782 le escribía al exmisionero: Por tus escritos de las cosas del Orinoco, te felicito [...], principalmente por lo que dices en tomo tercero sobre las lenguas americanas [...] Hace poco hemos recorrido las más septentrionales regiones de Europa y Asia, hemos investigado los idiomas de cada nación, hemos distinguido las lenguas matrices de los dialectos [...] Quedaba el mundo americano. Tu nos lo abres, varón eruditísimo, y nos enseñas las lenguas de pueblos antes apenas conocidos de nombre; y no solo nos las enseñas, sino que, lo que nadie hizo antes que tu, sobre ellas filosofas, y filosofas con sobriedad. Muchas gracias te darán por esta habilidad tuya muchos sabios, pero principalmente Buttner, mi íntimo amigo y colega, que en esta clase de estudio ha envejecido rodeado de pública alabanza. Y habrá quienes no sólo te quedarán agradecidos, sino que te corresponderán: habrá quienes comparen tus descubrimientos con los de nuestros autores, y reprueben que mucho que tu creías propio de tus americanos y de sus lenguas, se halla también particularmente en las de los finlandeses, eslavos, turcos, etc.7

Es muy importante ubicar el contexto político-social en el que aparece el Ensayo de historia americana de Gilij pues, por una parte, se enmarca en una vertiente histórica definida: la revolución francesa, la norteamericana y la primera revolución industrial inglesa; y, por otro lado, se enrumba hacia los dominios de la nueva episteme, vale decir, en una nueva organización del saber que se construye en torno a tres grandes territorios: la vida, el lenguaje y el trabajo. Francisco Javier Pérez. “Cinco siglos de lexicografía del español en Venezuela”. En: Montalbán. Caracas, nº 24 (1992) 132-135; Francisco Javier Pérez. Estudios de lexicografía venezolana. Caracas, Ediciones La Casa de Bello (1997) 19, 44-45 y 85-88. Asimismo, la Revista Montalbán que edita la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas le dedicó un número extraordinario a la vida y obra del P. Felipe Salvador Gilij: Montalbán, 21 (1989). Bicentenario de Filippo Salvatore Gilij S. J. 1789-1989. 7  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 281.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

Nos encontramos en el momento en que se está evolucionando de la gramática general a la lingüística. Gilij ha vivido una etapa previa en la reducción orinoquense de La Encaramada, en la que se desvivió por elaborar, como gramático, la gramática y el diccionario de las lenguas tamanaca y maipure; mas, desde su destierro romano emprende, en su Ensayo, un nuevo estudio del lenguaje, pero en esta oportunidad desde la perspectiva histórica. Como afirma Jesús Olza, el estudio histórico del lenguaje dentro de la historia natural abre las puertas para el nacimiento de la gramática histórica y comparada con los métodos de la historia natural. La pérdida de la centralidad del verbo ‘ser’ propiciará la posibilidad de los estudios sociolingüísticos y sicolingüísticos, los cuales formarán parte del conjunto de disciplinas que tienen por objeto el estudio del lenguaje8. Sus meditaciones romanas le llevaron a dilucidar con toda claridad los componentes de dos grandes familias lingüísticas: la caribe y la maipure. Habría que esperar un siglo para que Lucien Adam y Karl von den Stein confirmaran la vigencia de las conclusiones gilijianas y la validez de sus tesis para las lenguas de la Orinoquia, la Amazonia, las Guayanas y el Caribe9. En todo caso, han venido apareciendo nuevos estudios en torno a la figura del P. Gilij que tratan de precisar su genuino aporte y de analizarlo desde puntos de vista muy distantes de la mera historia jesuítica10. En verdad,

8 Jesús Olza Zubiri. El Padre Felipe Salvador Gilij, lingüista del Orinoco. (Mss). Jesús Olza precisa el valor del autor del Saggio dentro de la evolución de la lingüística: “Gilij está en la fase en que la gramática deja de ser general y pasa a particular; Gilij además participa en el alumbramiento del comparatismo, pero hay un momento previo o simultáneo, muy importante en la historia de la lingüística, y es la inclusión del lenguaje dentro de la Historia Natural” (Jesús Olza. “El Padre Felipe Salvador Gilij en la historia de la lingüística venezolana”. En: Paramillo. San Cristóbal, 8 [1989] 441). 9 Wilhelm Schmidt. Die Sprachfamilien und Sprachkreisen der Erde. Heidelberg (1962) 243-244, 250. 10  V. gr. Paul Henley. “Los Tamanaku”. En: Paramillo. San Cristóbal, 8 (1989) 605-643. Nelly AréveloJiménez y Horacio Biord-Castillo. “Reflexiones antropológicas sobre el Ensayo de historia Americana de Felipe Salvador Gilij”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 69-90.

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• libro 1 [felipe salvador gilij]

el destino de la historia natural, afirma Duris, es la de aniquilarse progresivamente en cada una de las ciencias a las cuales ella sirve de anclaje11. Así pues, al misionero de La Encarmada hay que estudiarlo como uno de los pioneros en proponer el estudio del lenguaje dentro del ámbito de la Historia natural y se le puede considerar como el fundador del todavía incipiente comparatismo de las lenguas del Orinoco y por extensión del Amazonas. El tomo III del Ensayo de historia americana significa el clímax de la tradición lingüística de los jesuitas neogranadinos, que se inicia en 1604 en la sabana bogotana con el italiano José Dadey y culmina en Roma en 1782 con su compatriota el P. Felipe Salvador Gilij. Y sin ninguna discusión, el misionero de La Encaramada ha pasado a ser la figura señera de la Compañía de Jesús en las disciplinas lingüísticas de la gran Orinoquia. Mas, antes de entrar de lleno al estudio del mencionado tomo, debemos alertar al lector sobre algunas advertencias que ayuden a su mejor comprensión. El Saggio di Storia americana fue apareciendo en Roma entre 1780 y 1784 y se ubica entre la Ilustración y el romanticismo. Y la advertencia fundamental se refiere al género literario en que fue escrita la obra. Ante todo, estamos ante un “Ensayo”, que se contrapone al “Tratado”, y el “ensayista del xviii” no presupone conocimientos previos y rehúye los lenguajes codificados de los especialistas y se dirige a un público amplio, culto y ávido de novedades12. Pero, sin lugar a dudas el Ensayo de historia americana ofrecía una visión panorámica de las filologías indígenas americanas y presentaba como garantía científica la experiencia personal directa de casi dos décadas de estancia en el río Orinoco, con unos conocimientos de primera mano y contrastados tanto con los indígenas, así como también con sus conmisioneros

11 Pascal Duris. “Histoire naturelle”. En: Michel Delon (Edit.). Dictionnaire européen des Lumières. París, Presses Universitaires de France (1997) 544. 12 Michael Boziou. “Essai”. En: Michel Delon (Dir.). Dictionaire européen des lumières. París, Presses Universitaires de France (1997) 428-431.

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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico

y con las lecturas de los hombres de letras de Italia y de Europa13. El propio Hervás y Panduro observará la calidad científica de Gilij al escribir que “no obstante de haber estado 18 años tratando siempre con naciones bárbaras, en su llegada a Italia mostró en las ciencias sagradas y físicas un conocimiento tan grande, como si las hubiera estado enseñando todo el tiempo de su apostolado”14. Gilij plantea en su tomo III los problemas esenciales de la lingüística indígena, no solo guayanesa, sino también americana, y su redacción, como “Ensayo” del siglo xviii, consta de una serie de breves bosquejos que presenta de forma ordenada, con una información precisa que busca ser completa pero no prolija. La concepción filológica del exmisionero orinoquense tiene como presupuesto fundamental o principio básico la ubicación central de la lengua y literatura indígenas, primero como parte esencial dentro de la Historia15 y después por su interrelación con lo físico, moral y religioso del indio16; incluso llega a sugerir que la lengua es capaz de reflejar el universo de los que la hablan17. Con todo, podríamos señalar dos objetivos fundamentales en su estudio: en primer lugar, la búsqueda del origen de las lenguas del Orinoco18; y en segundo término, se orienta a desentrañar el misterio de ese laberinto idiomático orinoquense y sudamericano mediante la clasificación de las lenguas. 13  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 18: “Parecieron nuevos mis relatos, y nunca, según ellos dijeron, tan clara y minuciosamente expuestos antes, como entonces oyeron de mi boca”. 14 Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo (2007) 754. 15  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 126. “no podía en una historia americana dejarse a un lado...” 225. 16  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 125. 17  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 147. “Me parece a mi el corazón del hombre no diferente de la lengua que le tocó en suerte al nacer”. 18  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 126: “Mas por decir ahora lo que me he propuesto, esto es, el origen de las lenguas del Orinoco”.

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• libro 1 [felipe salvador gilij]

Sería el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij quien interpretaría esa dispersión étnica y lingüística de la Orinoquia al reducir a nueve lenguas matrices todo el mosaico que hacía vida a lo largo y ancho del gran río venezolano19: caribe, sáliva, maipure, otomaco, guamo, guahibo, yaruro, guaraúno y aruaco. También es interesante anotar que dejó constancia el autor del Ensayo de historia americana de un sueño utópico de los misioneros del corazón de América, confirmado por las afirmaciones de Humboldt20: las lenguas generales. Para las áreas orinoquenses no hubieran sido el caribe y el tamanaco, propuestos por el viajero alemán21, sino el caribe y el maipure, ya que este último —anotará Gilij— lo entienden todos en el gran río “y se podría hacer común si se quisiera”; por lo tanto, de persistir el “obstáculo de tantas lenguas [...] ésta sería bastante a propósito para hacer de ella una lengua general”22. En tres grupos temáticos —consideraciones generales, ensayos gramaticales y vocabularios— podemos estructurar el amplio contenido del libro III del tomo 3º en el que el P. Gilij estudia las lenguas orinoquenses23 y las lenguas americanas24.

19  Felipe Salvador Gilij. Ensayo…, III, 174. 20  Alejandro de Humboldt. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Caracas, Ministerio de Educación Nacional, II (1941) 178. 21  A. de Humboldt. Viaje a las regiones…, 181. 22  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., III, 170-171. Y en el tomo. II, p. 56 dice: “Hacen amistad con todos y apenas se encuentra en Orinoco una nación en que no haya algún maipure. Su lengua, como facilísima de aprender, se ha convertido entre los orinoquenses en lengua de moda y quien poco, quien mucho, quien medianamente, quien bien, la hablan casi todos...”. 23  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 125-181. 24  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 185-325.

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Entre los ensayos gramaticales sobresalen por su valor y originalidad los de las lenguas tamanaca25 y maipure26; incluye además el estudio de los siguientes idiomas: haitiano27, mejicano28, general incaico29, mojos30, chiquitos31, guaraní32, araucano33, algonquino y hurón34. Al agrupar los catálogos comparados de lengua, divide el jesuita italiano su estudio en “lenguas regias americanas”: quechua y mejicana 35 y las “lenguas salvajes americanas no inferiores a las regias”: chiquita y guaraní36, lule y vuela37, mbya y moja38, guaraní y omagua39, tamanaca y

25  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 155-161; 257-265. 26  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 161-164. 27  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 185-192. 28  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 192-196. 29  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 196-199. 30  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 199-203. 31  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 203-206; 269-272. 32  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, 206-216. 33  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 216-219. 34  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 219-225. 35  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 283-285, escritas por el Abate Zuárez y el Abate Miraglia. 36  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 285-290, escritas por Camaño. 37  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 290-293, escritas por el Abate José Ferragut y el Abate José Solis. 38  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 293-297, escritas por los PP. Juan García e Iraisós. 39  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 297-300, escritas por los PP. Francisco Legal y Camaño.

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maipure40, sáliva y araucana41, y por fin la hurona y algonquina42. Hay que añadir el interesante “vocabulario haitiano” que lo incluye al hablar de la isla del caribe43. Son muy variados los asuntos tratados por Gilij en lo que designamos consideraciones generales; aquí nos ceñiremos a los puntos más importantes44.

40  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 301-307, escritas por el propio Gilij; todavía añade un catálogo adicional en tamanaco en las pp. 310-313. 41  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 307-308, escritas por el P. Roque Lubián y la segunda sacada de la “Historia de Chile”. 42  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 309-310, sacada del tomo III de las Memorias del Barón La Hontan. 43  Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 186-191. 44  El larguísimo apéndice II tiene una segunda parte titulada Reflexiones sobre las lenguas americanas, con dieciséis capítulos que contienen, como el título lo indica, reflexiones del autor. El capítulo XVI de esta parte se titula Catálogo de algunas lenguas americanas para hacer la comparación de ellas entre sí y con algunas de nuestro hemisferio. Este capítulo es el que justifica que se clasifique al P. Gilij entre los compiladores. Comprende: Catálogo I (47 términos: sustantivos, adjetivos y adverbios castellanos traducidos a las dos lenguas). Lenguas regias americanas. Lengua de los incas (A) (P. Juárez). Lengua mejicana (B) (P. Miraglia). Catálogo II (165 términos castellanos traducidos a las dos lenguas). Lenguas salvajes americanas no inferiores a las regias. Lengua Chiquita (C) (P. Camaño). Lengua guaraní (D) (P. Camaño). Catálogo III (102 términos, traducidos 100 al lule y 101 al vilela). Lengua lule (F) (P. José Ferragut). Lengua vilela (G) (P. José Jolís). Catálogo IV (126 términos). Lengua Mbayá (H). (P. Juan García). Lengua moja (I) (P. Iraisós). Catálogo V (115 términos). Lengua guaraní. (P. Francisco Legal). Lengua omagua (K) (P. Camaño). Catálogo VI (199 términos). Lengua tamanaca (L) (El autor). Lengua maipure (M) (El autor). Catálogo VII (40 términos). Lengua sáliva (N) (P. Roque Lubián). Lengua araucana (O) (Sacado de la Historia de Chile). Catálogo VIII (33 términos). Sacado del tomo III de las Memorias del Barón La Hontán. Lengua hurona (P). Lengua algonquina (Q) en ortografía francesa. Catálogo IX (70 términos del hombre y de partes del cuerpo; 14 del árbol y sus partes, 16 verbos notables). Hombre y sus partes en lengua tamanaca. Siguen: Notas a los catálogos.

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Gilij historiador de la Orinoquia Visión general Para la biografía de este jesuita italiano nos remitimos al libro II de esta obra donde analizamos sus aportes a la crónica menor. Se podría afirmar que —en conjunto— ninguno de sus antecesores gozó de las singulares coyunturas que envolvieron su biografía para legar, no la síntesis, sino el mejor aporte jesuítico al estudio de los hombres que habitaron el gran río venezolano. El misionero italiano escribe como testigo presencial del auge que vivió el Orinoco al mediar el xviii (1749-1767); después de haber conocido y convivido con los actores históricos de esa época, ya fuera por sus tareas de Superior de la misión (1761-1765), ya por sus conexiones con los miembros de la Expedición de Límites, ya por las interminables horas de estudio, observación y análisis que conllevó su vida solitaria en la reducción de San Luis de la Encaramada. Además, entre la redacción del Saggio y sus experiencias misionales se interpone aproximadamente una década, espacio importante para la sedimentación de tantos hechos históricos que le tocó vivir. Como fácilmente se puede entrever, tras la extinción de la orden religiosa a la que había pertenecido Gilij, no era fácil escribir sobre el tema jesuítico, ni menos conseguir recursos para financiar ese tipo de obras en las que apareciera el tema de la Compañía de Jesús. Sin embargo, pensamos que el valor específico de su investigación le permitió el inmediato acceso al mundo de los catálogos y bibliografías, tan del gusto del siglo xix. El ingreso a las grandes bibliotecas de escritores de la Compañía de Jesús lo tenía asegurado Gilij por su correspondencia45 y asesoría al P. Lorenzo Hervás y Panduro en la elaboración de su gran obra La Idea dell’Universo46. En

45  José Del Rey Fajado. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educación, II (1971) 205-237. 46  José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos…, I, 345-348.

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efecto, en el tomo II de su Biblioteca Jesuítico Española47 el jesuita español le dedica una extensa reseña a su obra impresa y a la manuscrita. También su inserción en los grandes repertorios bibliográficos europeos se consolidó, entre otras, por dos razones evidentes: la primera, por la fervorosa recepción que tuvo su Saggio en el mundo científico y literario de Italia y Francia48; la segunda, porque en 1785 —un año después de publicar su obra en italiano— se traducía al alemán49, idioma en el que conocería varias traducciones. Para su evolución bibliográfica nos remitimos a Streit50. De modo mucho más lento fue penetrando el Ensayo de historia americana en la literatura histórica venezolana51, en la que de facto vino a formar parte del patrimonio cultural común después que la Academia Nacional de la Historia publicara la traducción castellana en 1965. Quizá el primer testimonio público en favor de Gilij proviene de Augusto Ludovico Schlözer, profesor de Historia y Política en la Universidad de Göttingen, del que hemos hablado más arriba52.

47  Archivo de Loyola. Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca Jesuítico Española de escritores que han florecido en siete lustros: estos empiezan desde el año 1759, principio del reinado del augusto rei Carlos III y acaban en el año 1793. Volumen, II. Catálogo IV: Escritores extranjeros de obras impresas establecidos en España, 95-97 (del texto transcrito del original manuscrito que reposa en el mencionado archivo). En la publicación moderna aparece en: Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo, I (2007) 756. 48  Véase: Nuovo Giornale di Letteratura de Modena, t. 33, pags. 233-251. También: Efemeride Lettararie di Roma, X: 1-3; 7-9; 9-12; 25-27; 33-35; 289-291; 297-299. XI : 153-155; 161-163; 169-171. XII : 97-99. L’Esprit des Journaux. París: 1781 (junio) 106-116; 1782 (enero) 75-90; 1784 (julio) 187-209; 1785 (octubre) 160-169. 49  Nachrichten vom Lande Guiana, dem Orinocoflus, und den dortigen Wilden. Aus dem Italienischen des Abbt Philip Salvator Gilii auszugsweise übersetzt.Hamburg, bei Carl Ernst Bohn, 1785, XVI-528p. 50  Rob Streit. Bibliotheca Missionum.Freiburg/Br, Herder, III (1927) 302-303, 313, 314, 344. 51  Francisco Javier Pérez Hernández. “Testimonios venezolanos sobre la obra lingüística de Felipe Salvador Gilij”. En: Montalbán. Caracas, nº 21 (1989) 179-201. 52

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., III, 281.

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La concepción del Saggio di Storia Americana

Pero viniendo al estudio de la faceta gilijiana de historiador de la Orinoquia, debemos clarificar algunos puntos para que pueda ser ubicado en su justa dimensión. Desde el comienzo, creemos que hay que dejar sentado el alcance del marco geohistórico que asigna el jesuita italiano a su obra. El Saggio se compone evidentemente de dos partes: la primera —la fundamental— trata sobre la Orinoquia, y la segunda —podríamos catalogarla de apéndice— sobre la Tierra Firme. Y dentro de la Orinoquia Gilij encuadra su historia: las naciones misionadas por los jesuitas53, es decir, el enorme cuadrilátero que trazan por el norte el Orinoco y el Apure con sus límites este-oeste definidos por el río Caura y la gran cordillera andina que divide el llano del altiplano y la frontera sur totalmente ilimitada. Todavía más, dentro de este marco resalta y establece sus matizaciones. No vaga por los espacios infinitos del Aírico, sino que se circunscribe a la parte por él vivida y conocida: la margen derecha de nuestro gran río54. Pero desde el Cuchivero al Sipapu parece que Gilij se mueve en su casa propia55. De las inmensas regiones que se extienden más allá del Ventuari se aventura a hablar solo con una lógica hipotética “... no puedo sino adivinando, lo que desdice de quien cuenta y escribe historia”56.

53  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 131. “... obsérvese con diligencia que hablamos aquí de los indios que están bajo la dirección de los capuchinos, a la derecha del Orinoco, enfrente de la Guayana. Dejemos a quien propiamente pertenece el ocuparse de ellos; como tampoco de aquellas naciones que habitan al Sur de los caribes, cuya conversión ha sido encomendada por los Reyes católicos a los religiosos observantes. Hablo, pues, de sólo las naciones en que tuvieron antaño los jesuitas y que me son conocidísimas por mi larga residencia”. 54  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 125-126. “Pero no es mi intención dejar ésta por espacios, diríamos, infinitos (la margen izquierda del Orinoco). Dejo intacta y tal cual la encontré la parte de la izquierda y me limito sólo, siéndome cosa más conocida, a la derecha del Orinoco”. 55  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 47. “Yo, que he estado allí no sólo después, sino aún más años, y en tiempos más ilustrados que los antedichos, no menos por lo que vi desde sus bocas hasta el Sipapu, que por cuanto he entendido frecuentemente de personas que han estado más allá, lo mido diversamente”. 56  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 118. “... principalmente en aquella parte que del Cuchivero al Tipapu me fue dado ver y observar con más atención y más calma”. Felipe Salvador Gilij. Ob. cit., I, 133.

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Las coordenadas históricas, según se desprende de la lectura reposada del texto, se podrían fijar hacia la mitad del siglo xviii y hacerlas coincidir con su estancia en nuestro gran río (1749-1767). Con todo, es natural que se remonte a la historia pasada siempre que la necesidad o la conveniencia lo aconsejen.

La génesis del Saggio

Sobre la génesis de la obra no podemos aducir ningún aporte esclarecedor. Si la biografía del destierro en Italia de Gilij ofrece enormes lagunas informativas, otro tanto podemos afirmar del origen del Saggio di Storia Americana. Sin embargo, pensamos que el estudio de los jesuitas expulsos y su producción escrita es una tarea que no se ha llevado a cabo todavía y habrá que esperar a las investigaciones que se realicen en los archivos italianos para poder sorprender la información necesaria sobre Gilij, uno de tantos abates exjesuitas, desterrados, pobres y anónimos. Por nuestra parte pensamos que el género de vida que llevó Gilij durante los seis años que median entre su destierro del Orinoco en 1767 y la extinción de la Compañía de Jesús en 1773, mediante el Breve Dominus ac Redemptor, no hayan sido propicios para redactar su Saggio. La discutida decisión del papa Clemente XIV puso punto final a la biografía de la Orden religiosa fundada por Ignacio de Loyola. Tras ella, cada jesuita se vio obligado a romper con el pasado, iniciar una vida nueva y luchar por subsistir en un mundo que en el mejor de los casos toleraba a unos hombres que habían servido a la humanidad en todos los continentes conocidos. Gilij contaba 52 años de edad y ese mismo año 1773 se radica en Roma57. Pensamos que el ocio romano debió de inspirarle la idea de escribir sus obras orinoquenses. En todo caso intuimos que en la psicología íntima de Gilij dos acontecimientos tuvieron que golpear lo más sagrado del proyecto de su vida: su expulsión en 1767 de los dominios del rey de España y sobre todo la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, decisión que reducía a cenizas las ilusiones y las obras desarrolladas por los jesuitas en todo el mundo.

57

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 35.

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Después de lo dicho anteriormente, nos inclinamos a creer que la última redacción es tardía e incluso muy próxima al año 177958. Sin embargo, no disponemos para nuestra afirmación de puntos cronológicos serios de referencia. Toda la correspondencia que conocemos de Gilij tanto con Lorenzo Hervás y Panduro como con las autoridades españolas es posterior a la publicación del Saggio. Por otra parte, la alusión a la Historia Chorográfica de Caulín, que llegó a sus manos cuando ya el primer tomo estaba redactado59, no conlleva obligatoriamente ninguna consecuencia que ilumine nuestra duda.

Los objetivos del Saggio

También el fin del Saggio amerita algunas consideraciones y puntualizaciones. A primera vista pudiera parecer que el autor pretende presentar al mundo de habla italiana una justa idea de la Orinoquia, ya que, a su juicio, muchos autores europeos habían deformado y alterado su verdadera imagen60. Sin embargo, el estudio del libro no ofrece lugar a dudas: el autor va más allá, pues intenta ser el portavoz del silente mundo indígena orinoquen-

58  En la dedicatoria al papa Pío VI con que inicia su Saggio, dice Gilij: “Así comparezco ante vuestros pies, batísimo Padre, con un volumen de historia natural, a la que me he dedicado durante algunos años...”. 59  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 283. “Estaba ya no sólo llevada a cabo, sino en las manos del impresor la historia del Orinoco escrito por mí, cuando afortunadamente [...] supe que acababa de salir otra sobre el mismo asunto a la luz, en idioma español [...] [la del P. Caulín] y habiéndole expuesto al Sr. Azara mi determinación de dar a la luz la historia natural del Orinoco, le manifesté a la vez mi deseo de ver aquella, que se decía había venido recientemente de España. A lo cual él, de la manera más amable, me ofreció el nuevo autor español, y unidos a él algunos otros libros, y toda si me plugiese, su magnífica biblioteca, y alabando mi resolución de publicar en Italiano la América, me despidió amabilísimamente”. 60  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 45. “El prurito de formar libros sobre cosas no bien comprobadas ha inducido a no pocos a tejer una fábula sobre las comarcas de América”. Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Bogotá, Academia Colombiana de Historia, IV (1954) p. XIX. “Y esta mía [...] no tiene otro fin que el de dar a muchos que me lo han pedido una justa idea de los países americanos, idea ahora necesaria para conocer bien esta parte del mundo, años atrás tan alterada y aun deformada por la exageración o por las falsedades...”.

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se61, falto de buenos estudios. Pero aunque el fin principal sea el indígena orinoquense, debemos insistir todavía en la existencia de un trasfondo real que hace relación directa a un marco de referencia: escribir en su lengua materna la historia de la Compañía de Jesús en el gran río venezolano62. Esta triple intencionalidad explica las líneas de pensamiento histórico que permean la estructura de toda la obra. Estos diversos mundos internos de Gilij se revelan, a nuestro modo de percibir su texto, de forma muy singular en el ámbito de las polémicas. Es verdad que si polemiza lo hace por la verdad objetiva, fruto de sus años de existencia orinoquense. Cuando se vuelve apologeta —lo hace muy pocas veces— lo hace siempre en relación con los datos objetivos y enfrentando las afirmaciones contrarias63, pero siempre en la perspectiva de los tres planos sugeridos.

61  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 23: “Mi historia tiene por objeto principalísimo los indios...”; 15: “Si se pudiera hablar de los indios de aquella manera en que se habla de las naciones o más civilizadas o más conocidas. Y ellos tuvieran también escritores que pusieran de manifiesto con libros sus méritos, después de tantos años de los descubrimientos de Colón estaría al fin acallado o resuelto el pleito que aún se agita con fervor sobre el mérito de ellos. Pero la causa de los indios, al contrario de la de las otras naciones, nunca ha sido ni ilustrada ni promovida con argumentos sólidos por aquellos que eran parte en ella. En el decurso de tantos años, en tiempo tan largo, jamás ha aparecido nadie que, poniéndose a la cabeza de sus compatriotas, haya defendido o propalado sus prerrogativas. Estén sujetos a los españoles, lo estén a los franceses o ingleses y a otras naciones europeas, los indios todos [...] son por lo general ignorantes, a modo de campesinos, son pobres no menos de fortuna que de talentos y espíritu”; 16: “Queda pues que la causa de los indios, privada como la de los campesinos, de protectores propios, se vuelva para su defensa a los extraños. Pero cuán raros son los que logran la justa medida. Algunos, como abogados seducidos por afan de partido o por falta de luces justas, los rebajan hasta el extremo. Otros por el contrario, los alaban, pero sin discrección...”. 62  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 280: “Cada Orden, como dije en otra parte, se ha preocupado suficientemente por hacer su historia: Zamora la de los dominicos, Simón la de los franciscanos, Cassani la de los jesuitas que ya no se encuentran allá: todos ellos escribieron en español. Hasta ahora no hay sobre este tema historia alguna en nuestro idioma, por lo tanto no debe desagradar que yo trate brevemente de él...”. 63  Biblioteca Apostólica Vaticana. Vat. Lat. 9802. fol. 150. Carta de Gilij a Hervás. Roma, 11-02-1784. En: José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la Filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de EducaciónUniversidad Católica Andrés Bello, II (1971) 216-217.

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Las polémicas intelectuales Una interesante síntesis de las polémicas, en su globalidad, la ha planteado Antonello Gerbi64. Con todo, Arleny León se aproxima más en su estudio a los planos que hemos señalado más arriba65. Debemos confesar que Gilij es un escritor libre de fanatismos, como lo evidencian su equilibrio en la búsqueda y representación de la realidad americana y la ecuanimidad de su estilo y retórica. Si se ha impuesto diseñar una visión del mundo americano diferente a las versiones que presentan a lo largo del siglo xviii tanto los científicos europeos como los cronistas criollos o su propio maestro el P. José Gumilla, es lógico que disienta y establezca sus puntos de vista. Se podría pensar a veces que toma posición en la contienda EuropaAmérica, o frente a los exacerbados nacionalismos. Pensamos que en la mayoría de los casos, el núcleo de su argumentación radica en su concepción del autóctono o en la matización de teorías como la del buen salvaje y otras de diversa índole científica. Por ello hay que examinar en cada caso el hecho profundo y no la persona que representa la contienda, ya sea Buffon, Voltaire, de Pauw, Raynal, Marmontel y Robertson, ya sean hermanos suyos en religión como el chileno Molina66.

El concepto de historia de Gilij Un punto importante por dilucidar en el misionero orinoquense es el relativo a su concepto de historia. Gilij no es un historiador tradicional. El impacto de la vida europea de fines del xviii le hace transitar nuevas perspectivas científicas que completan de forma impecable el aporte que los escritores Juan Rivero y José Gumilla habían iniciado al escribir sus libros sobre la Orinoquia.

64

Antonello Gerbi. La disputa del Nuevo Mundo. México, Fondo de Cultura Económica (1960) 204-214.

65  Arleny León De D’Empaire. “Gilij y el debate americano en el siglo xviii: el discurso de las crónicas”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 105-124 66

Walter Hanisch. Juan Ignacio Molina. Sabio de su tiempo. Santiago de Chile, Ediciones Nihil Mihi, 1976.

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Ciertamente, la estructura intelectual de Gilij se había configurado, parte en Europa y parte en América. Su sólida formación clásica, adquirida en Italia, no le abandona en ningún momento. Por ello no es de extrañar que fuera profesor de retórica de los jóvenes jesuitas que se preparaban para iniciar los estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá67. Y también el Saggio está empapado de los aromas clásicos. Los estudios filosóficos responden a tres centros distintos: el Colegio Romano, bajo la dirección del P. Juan Bautista Faure68, el colegio de San Hermenegildo de Sevilla, lugar de encuentro de todos los jesuitas europeos que viajaban a América69, y la Universidad Javeriana de Bogotá. Este ciclo académico se completaría con la experiencia y la reflexión misional y con los adelantos de la ciencia europea a su retorno a Italia. Dentro de este esquema conviene resaltar que uno de los aportes de Gilij consiste en haber estudiado el lenguaje en el contexto de la historia natural. A la hora de redactar su obra, el misionero orinoquense explicita una serie de premisas que sirven de aval para su Saggio. Lógicamente, se ufana de escribir la verdad, no consumido en Europa, sino después de haber vivido veinticinco años en tierras americanas70. Pero él mismo se adelanta a anotar una observación que es necesario tener en cuenta en última instancia. Gilij vivió en el Orinoco dieciocho años, no como técnico o explorador, sino como misionero71 que dispone de una formación universitaria y cuya 67  arsi. n. r. et q., 4, fol. 359v. Catálogo de 1763: “Fuit instructor Juniorum”. 68

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 265.

69  ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fee de Bogotá en el Navío nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan residiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad. 70  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 20: “Yo me afano por decir la verdad, y no me importa nada que alguno tenga contrario parecer. Presente cada uno lo que mejor le parezca. Yo así lo siento no después de haberme consumido sobre una mesa en Europa, sino después de haber visto con mis propios ojos y oído con mis propios oídos a los americanos no menos de veinte y cinco años...”. 71  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 174-175: “Yo, como ya señalé en el prefacio de esta obra, estuve de misionero en el Orinoco, no de botánico. Más prisa tuve por los frutos útiles para saciar mi hambre, que no puse estudio en la indagación de las flores, alimento gentil de la inteligencia. Y después ¿dónde estaban los libros

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función específica era la de educar a los indígenas y ofrecerles la fe católica. Consecuentemente, ve al indígena con ojos de teólogo y su principal preocupación es la de promocionarlo a estados de desarrollo material y espiritual capaces de hacerlo responsable de su destino terrenal y celestial72. El criterio de verdad sostenido por el misionero de La Encaramada se fundamenta en la observación, descripción y análisis de la compleja realidad americana aprehendida directamente73; y la verdad en sus más ricas dimensiones, sea agradable o desagradable74, buena o mala75, conocida o desconocida76. Antes de venir al detalle de cada uno de los elementos integrantes del “criterio de verdad” aplicado por Gilij a la redacción de su Saggio, no podemos pasar por alto una síntesis de su metodología:

oportunos en aquellos lugares para hacer estas observaciones? Pero al menos abro un camino no recorrido antes sino superficialmente, y con estas fatigas, sean cual sean, doy a los venideros una luz con que podrán perfeccionar sus historias...”. 72  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 78: “No, a quien como yo pensaba principalmente en otra cosa distinta de la naturaleza de las cosas vistas, a quien se entrega totalmente al pensamiento de conquistar para Cristo los salvajes, es necesario que se escapen, sin quererlo, muchos utilísimos conocimientos”. 73  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 68: “En tierras calientes no vi otras plantas nuestras fuera de las indicadas. Sin embargo, si hay otras, estoy listo a agregarlas en un apéndice. Escribo por amor a la verdad y no con parcialidad”; IV, 77: “Y para uno como yo, deseosísimo de entender a fondo todo lo raro que de día en día ofrecen a la vista los inmensos países de América...”. 74  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 78: “Y por supuesto que el primer fin de quien escribe historia ha de ser el de decir la verdad, ya sea agradable o desagradable...”. 75  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 16: “Yo bien quisiera alabarlos en todo si me lo permitiera la verdad. En ellos viví especialmente muchos años; ellos me alimentaron. Pero qué provecho sacarían los viajeros futuros del Nuevo Mundo, qué provecho sacaría la historia natural, si yo solamente dijera lo bueno y por incuria, o por otro motivo reprensible callara intencionalmente lo malo?”. 76  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 78: “Conocí entonces por experiencia, pero mucho más después en mis viajes por el Orinoco, qué increíble placer es el de encontrar cuando se viaja, ya un vegetal antes desconocido y observar sus flores, sus hojas y sus frutos; ya un animal antes no conocido y considerar todas sus características; ya también gentes foráneas y bárbaras y llamarlas con palabras nuevas”.

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[...] la segunda cosa, esto es, la materia de mi libro. Para hacerla en cuanto sea posible veraz, me he servido de tres medios eficacísimos: de mis ojos, de mis oídos y de los fieles relatos de los demás. No puede afirmar que lo he visto todo, oído todo, lo que para algunos daría mayor valor a mis relatos. Pero que importa eso? Lo he oído y leído, lo he coleccionado también diligentemente de las cartas de mis corresponsales, testigos de vista, testigos integérrimos a los que he pedido sucesivamente noticias de las provincias en que se encontraban [...]. Solamente que estos medios, aunque valiosísimos, no hubieran bastado para mi deseo de ser exacto. También he leído cuidadosamente los historiadores antiguos y modernos que se verán citados en su lugar, ya para confirmar lo que digo si acertaron, ya para mostrar sus errores si los cometieron.77

No se le escapa al jesuita italiano el peligro siempre presente de la subjetividad, sobre todo a la hora de elaborar interpretaciones78, hijas de la continua soledad, inmersa en un mundo no dialogante en niveles superiores de cultura79 o por su inconsciente adecuación al mundo mítico circundante80. Pero tras esa salvedad —reconocida honestamente— afirma su deseo de acercarse a la verdad de la forma más científica posible: Yo me enorgullezco de ser un escritor sincero, ni adverso ni favorable más allá de donde me lo permite el deber, a esa noble nación para con la que tengo

77

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, p. XIX-XXI.

78  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 293. “Fuera de que la verdad de la historia no nos consiente entregarnos como presa a vagas imaginaciones”. 79  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 264. “Yo estuve en el Orinoco casi hasta envejecer, o por el tiempo que pasé allá o por las dificultades e incomodidades que sufrí. Y bien se puede imaginar que una persona como yo, casi siempre solo entre bárbaros, debía en el silencio forzado tener muchos pensamientos para alivio de la soledad”. 80  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 28-29. “... y Dios sabe cuál era nuestro terror por los cuentos miedosos que nos habían relatado. Y por los huesos de animales muertos por el frío...”. [Se refiere al páramo entre Tota y Toquilla].

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grandes motivos de gratitud. Pero en gracia de la verdad que profeso, no se escuche el efecto, piénsese solo en las obras.81

Mas Gilij da por supuesto lo escrito por la historia jesuítica, sintetizada por el cofundador de la Real Academia, Joseph Cassani, y la visión introductoria de la antropo-geografía orinoquense ofrecida por Gumilla. Lo histórico, como crónica, lo remite a la obra de Gumilla82—que por cierto la cita de la traducción francesa—. Pero en todo lo que atañe a la Orinoquia procura hacer referencias a los principales autores que trataron la temática por él estudiada83. Escribe dentro del concepto de historia natural como lo recoge el Diccionario de Autoridades en su entrada de “Historia”, es decir, “la descripción que se hace de las cosas naturales, animales, vegetales, minerales, &, como la historia de Plinio, la del P. Acosta, la de Dioscórides, &”. Dentro de ese espíritu redacta un verdadero tratado de indología orinoquiana, en el que supera a todos sus predecesores en acercarse genuinamente al alma del habitante de nuestro gran río para describirlo en su medio físico, humano, social y cultural. El autóctono orinoquense hay que estudiarlo en su completo entorno84, convivir con él como el libro “más raro y más digno de profunda

81  Ibidem. 82  V. gr. Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 228. 83  En realidad Gilij conoció la principal bibliografía sobre la Orinoquia. A cada paso cita El Orinoco ilustrado en su versión francesa. La Condamine. Voyage à l’Amérique Meridional (Gilij. Ensayo..., I, 44) ; Lucas Fernández de Piedrahíta (Idem, I, 138) ; La Chronica de Torrubia (Idem, I, 139). La Historia Chorographica de Caulín (Idem, I, 284). La Historia de Oviedo y Baños (Idem, IV, 135). 84  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 23: “Mi historia tiene por objeto principalísimo los indios, de los cuales habremos de hablar [...] Ahora bien, qué concepto formar de esta gente, poco conocida por nosotros, si se ignora de todo la tierra en que habita, se saben poco las aguas que bebe, nada del genio del cielo bajo el que está, nada del sol que la protege?”.

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especulación”85, a fin de evitar los prejuicios favorables o desfavorables que puedan provenir de autores proclives o contrarios al indígena86. Asimismo, insistirá en la importancia de la lengua y toda la cultura que se expresa a través de un idioma. También los autores pueden ser víctima de prejuicios —y la confesión del peligro real de la subjetividad—, escoge como segunda fuente a los autores sin prejuicios87 tanto a los que han vivido en América como a los que escriben basándose en el testimonio de fuentes primarias y/o secundarias y desde Europa88. Esta dependencia de personas y fuentes la practica Gilij sobre todo en su tomo IV, cuando abandona su terreno y sus indígenas para enmarcar la Orinoquia y los jesuitas en el amplio concepto de Tierra Firme. Apela a jesuitas compañeros de él y a sus estudios en Bogotá89. Pero en definitiva, su propia experiencia constituirá el criterio máximo de su obra

85  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 49: “... y decir de ellos [los indios] todo lo que o sé por fieles relatos o bien observé yo mismo por mi con atención. Entre los libros que tuve antaño en el Orinoco ninguno me pareció más raro y más digno de profunda especulación que los indios con quienes conviví. Qué escenas casi inimaginables, que comedias y tragedias, qué novedades increíbles. Infinitas, podría decir, son las cosas que se aprenden estudiando al hombre indio”. 86  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 109. “Me servirá de regla para escribir lo que de ellos observé atentamente, no los prejuicios, no el ánimo ganado por la lectura de autores contrarios o favorables a los indios”. 87  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 41. “Entre tanto, yo sin tomar partido ni alistándome con los que las desprecian ni siguiendo servilmente a los que las exaltan más de lo justo, seguiré la vía media diciendo solamente la verdad, en otras palabras (porque puedo también equivocarme) declarando el concepto en que las tienen en América las personas sin prejuicios”. 88  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 104: “... nosotros apoyados en el testimonio ajeno hemos hecho hasta aquí un viaje seguro, pues las dificultades y trabas son tantas que causarían confusión a los italianos que no han estado nunca en América y hasta a mi mismo”. 89  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 120-121: “Y si no fuera por la ayuda de algunos gentiles Padres amigos míos que me han favorecido enviándome importantes y útiles documentos, yo que durante mi permanencia en Santafé estuve casi siempre entre los libros, no podría ciertamente hablar tan extensa y autorizadamente como me glorío de hacerlo con su ayuda”.

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científica90. Pero la experiencia la confronta, en cuanto le es posible, con otros autores pues de todos se sirve aunque escoja siempre al mejor91. También los indígenas —en si— se constituyen en una fuente (la más interesante y la más peligrosa) por cuanto ellos son los protagonistas genuinos del Saggio, pero a la vez se necesita un criterio maduro y avezado de selección para saber detectar lo genuino, lo indeterminado, lo tergiversado y lo falso92. Lamenta no poder escribir in situ y a la vez con todos los documentos en la mano93. La experiencia la somete a la confrontación y a la crítica: “Este sistema, siendo el de la verdad, no debe apoyarse para llevarlo a feliz término en una experiencia común y como de paso, sino más bien en una observación continua y crítica”94.

90  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 107: “Las cosas que hemos notado hasta aquí, con base ya en nuestra propia experiencia, ya en la ajena, acerca del ganado vacuno [...] Pero yo me siento atacado aqui por dos partidos contrarios entre si. [...] Yo no me he propuesto nunca agradar a nadie al escribir mi Historia sino ser útil”; 117: “Mis pensamientos estaban divididos entre libros y salvajes, pero ahora habiendo pensado escribir la Historia de Tierra Firme, quise agregar a mis pocos conocimientos con respecto a algunas cosas de Tierra Firme que yo no vi, el de otros que las conocen bien”. 91  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, p. XIX : “Antes me sirvo de todos, de todos escojo lo mejor pero nada más; ya que yo, no sé por qué innata libertad en este punto, que conozco muy bien, no sigo ciegamente el modo de pensar de los demás, salvo en aquello en que no se apartan de la verdad”. 92  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 105: “Pero ¿quién no sabe que los indios son mentirosísimos, y que para no exponerse a la risa de otras naciones reducidas, no presentan todas sus costumbres?”. 93  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 294: “Quien escriba historia no de lejos como yo, sino sobre el lugar de los acontecimientos, con documentos en la mano, daría aquí enseguida el número de los más alabados pintores”; 394: “... y otras poblaciones para hablar de las cuales necesitaría libros que no tengo” [se refiere al Gobierno de Santiago]. 94  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 79: “Si se me replica que es imposible la experiencia de todos los lugares y de todas sus cosas, lo comprendo. Pero sería cosa fácil si después de haber dividido entre varios las distintas partes, escribira uno por ejemplo sobre las plantas propias de los distintos climas de América, otros sobre las plantas llevadas de otras partes, otro de los animales de allá y otro de los llevados después, y así comparando unos trabajos con otros, sacar las conclusiones. Esta empresa por cierto no imposible, pondría finalmente en claro lo que hasta ahora parece oscuro”.

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En lugares tan apartados y remotos de los centros del saber y de la investigación era lógico que no se podía disponer de los elementos imprescindibles para precisar lo cuántico; más un amante de la verdad se sirve de los medios naturales que le aproximen a ella95. También se vale de la bibliografía estudiada e interpretada a la luz de la crítica: así sus apreciaciones sobre Lucas Fernández de Piedrahita96, José Gumilla97, Oviedo98, Giuntini99, Tiraboschi100 y otros. Además, la genuina actitud crítica conlleva el respeto que en el caso del jesuita italiano se precisa en dos vertientes: respeto a la verdad y al fundamento del juicio del que opina de forma distinta:

95  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 31: “Delante de mi casa planté en tierra una pértiga, que enviando siempre la sombra directa hacia los polos me servía de distracción o de regla para observar minuciosamente los antedichos movimientos del sol”; IV, 18: “Yo, no por descuido al escribir, sino porque me faltó en mis viajes el termómetro, me veo obligado a decir solamente de la calidad de calor de Tierra Firme...”; 34. “Yo fui allá el 3 de julio [a monte Vetore] deseoso de observar los raros fenómenos naturales que de vez en cuando admiran los que van a ese lugar con fines de estudio”. 96  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 186: “... Historia que creo haya compilado con base en buenos documentos”. 97

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 228.

98  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., II, 297: “En un asunto que todos ordinariamente creemos extraño, yo me atendría a la opinión de los escritores antiguos españoles, en los que brilla la verdad tan hermosa, que enamora a los lectores. Oigamos ahora a Oviedo, escritor ingenuo, que se halló en muchas de las primeras conquistas...”. 99  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 320: “Por qué no se cita a Oviedo, el más antiguo de todos y que trata ese tema expresa y simplemente y sin modernas cavilaciones?. Giuntini que no estuvo nunca en España ni en América, atribuye a Vespucio por testimonio ajeno...”. 100  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 318: “Pues para destruir la autoridad de todos los autores españoles acerca de este punto, se necesita algo más que un pedazo de papel escrito por un espíritu vanidoso a costa de la verdad, como por otra parte los españoles se lo echaron en cara por vía jurídica. Se necesitan pruebas tomadas de escritos imparciales contemporáneos, se necesitan diarios no escritos para vana ostentación de méritos, sino para instrucción sincera de la posteridad. Quien quiera a este respecto, para mi certísimo, una disertación erudita y exacta en favor de Colón, imparcial en darle la preferencia, lea al muy ilustre Padre Tiraboschi”.

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No habré errado en nada? No lo creo, y esta es la primera. La otra es reafirmar aquí [...] que yo en mis relatos solamente he abrazado la verdad o aquello que tal me parece, sin hacerme el malediciente, nombre que muchas veces se ha cambiado por el de crítico. A mi no me corresponde arrogarme la crítica, cualidad que cuanto más se enaltece se desvanece más. Eso si, declaro que abomino la maledicencia para con cualquiera, pero especialmente para con aquellos a quienes debo tanta gratitud por su finezas...101

Dos puntos de referencia son necesarios todavía para entender la criteriología gilijiana en toda su amplitud de espíritu: su posición prohispana102, a pesar del papel que desempeñaron las autoridades españolas en su vida y en el destino de la Compañía de Jesús, y la actitud conciliatoria que asume en el aparente conflicto entre religión y ciencia103.

La estructura interna del Saggio

Antes de ingresar a la estructura de la obra del jesuita italiano, volvemos a insistir en el dualismo que envuelve el Ensayo de historia americana: la Orinoquia es el tema y la Tierra Firme es el entorno.

101

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, p. XXIII.

102  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 261: “Al leer la conquista de Tierra Firme me siento movido por dos sentimientos diferentes, y creo que esto le pasa también a los demás. Uno es de admiración, el otro de emulación. Y de veras, ¿quién podrá dejar de maravillarse mucho y de encenderse en celo de nuevos descubrimientos. Al oir que pocos españoles, primero bajo la dirección del gran Colón, después bajo la de otros eximios descubridores, no sólo vieron la Tierra Firme sino que espiaron todos los rincones, navegaron valerosamente los ríos y sujetaron en poco tiempo las naciones, hasta fundar amplísimas ciudades y tierras, crear virreinatos, erigir nobilísimos obispados? Tan ilustre conjunto de cosas pide que se desarrolle con mucha claridad y que yo lo exponga por partes para que se pueda entender bien”. 103  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV. 262: “Como decía poco antes, al contemplar esas nobles hazañas no puedo dejar de encenderme en un vivo deseo de que todo lo que pueda por descubrir ya en América, ya en los polos del mundo, se descubra finalmente en favor de la ciencia y de la propagación de la religión cristiana. Pero el solo descubrimiento de tierras bárbaras, sin fundar colonias para perpetuar su posesión, no es tan halagueño que uno se decida a cruzar mares borrascosos y a viajar a través de horribles países para conseguirlo. Descubrimientos de este género, especialmente si tienen por fin el único el dinero, son propios de viles bandidos o piratas, pero no de espíritus generosos y católicos”.

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El primer volumen está dedicado a la historia natural (zoología y botánica), pero el acucioso lector también descubrirá un tesoro de pequeñas noticias históricas, geográficas, biográficas y misionales. Un concienzudo esbozo de Gilij como geógrafo ilustrado de visión holística la ofrece Pedro Cunill Grau: Felipe Salvador Gilij fue un humanista dieciochesco que con esta obra quiso dar luces al conocimiento de tierras y aguas orinoquenses, proyectándolas hacia el futuro para su adecuado poblamiento y movilización cuidada de sus recursos naturales. Se inserta entre los geógrafos ilustrados que con nuevo lenguaje científico intentaron fomentar diversas utilizaciones de las materias primas de la naturaleza, evaluar las consecuencias de aclimataciones y transculturaciones de hombres y recursos, incentivar acciones de poblamiento y embellecimiento u ordenamiento de los paisajes silvestres por paisajes armónicos, urbanizados. Además, con racionalidad intentó que sus aportes fueran utilitarios.104

El núcleo medular, tomos II y III, lo acaparan los indígenas: sus costumbres, su cultura, su vida política y sus lenguas. Completarían este original aporte dos manuscritos todavía hoy desconocidos: Anécdoctas americanas105 y Religión antigua americana106. A través del camino de la historia natural llega al objetivo último de su meditación: “la ventaja espiritual de los indios”107. En el tomo IV describirá el estado natural, político y sagrado de Tierra Firme, a fin de ofrecer el “estado civil presente de América, bajo los españoles, como ya presenté el estado salvaje bajo los indios en la descripción del

104  Pedro Cunill Grau. “Felipe Salvador Gilij, geógrafo dieciochesco de la cuenca del Orinoco y del Amazonas venezolano”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 25. 105

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., III, 336.

106

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, 218.

107

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 21.

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Orinoco”108. Mas este tomo nos desvía —a pesar del cúmulo interesante de noticias— del objetivo fundamental de nuestro tema. Pero ciertamente, el basamento de la fama del P. Gilij radica en su tomo III, que lo ha convertido en el pionero de la etnolingüística venezolana109. Jesús Olza precisa el valor del autor del Saggio dentro de la evolución de la lingüística: “Gilij está en la fase en que la gramática deja de ser general y pasa a particular; Gilij además participa en el alumbramiento del comparatismo, pero hay un momento previo o simultáneo, muy importante en la historia de la lingüística, y es la inclusión del lenguaje dentro de la Historia Natural”110. Para una visión más completa nos remitimos a lo dicho más arriba en el apartado 1) Gilij y la lingüística indígena. En todo caso surgen nuevos estudios en torno a la figura del P. Gilij que tratan de precisar su genuino aporte y de analizarlo desde puntos de vista muy distantes de la mera historia jesuítica111.

El aporte cartográfico No es la cartografía el fuerte de Gilij y creemos que por una razón muy sencilla, pues, durante su estancia misionera en el Orinoco la Expedición de Límites tuvo como una misión específica el levantar mapas de todas esas regiones y a ellos se remite el jesuita italiano:

108

Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, p. XXI.

109  Marie-Claude Mattei Muller. “Gilij, pionero de la etnolingüística venezolana: sus métodos y logros”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 91-104. 110  Jesús Olza. “El Padre Felipe Salvador Gilij en la historia de la lingüística venezolana”. En: Paramillo. San Cristóbal, 8 (1989) 441. 111  V. gr. Paul Henley. “Los Tamanaku”. En: Paramillo. San Cristóbal, 8 (1989) 605-643. Nelly ArveloJiménez y Horacio Biord-Castillo. “Reflexiones antropológicas sobre el Ensayo de Historia Americana de Felipe Salvador Gilij”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 69-90.

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Por lo que hace al Orinoco, de buena gana adornaría este libro mío con las observaciones de los señores de la Real Expedición de Límites, que tuvieron consigo astrónomos y geógrafos excelentes.112

En dos puntos insiste Gilij a la hora de precisar su mapa. Primero, en fijar las coordenadas de las bocas del Orinoco, las de la población de Cabruta y las del raudal de Atures. Segundo, en dilucidar si las fuentes de nuestro gran río están en la Parima113. Con todo conviene señalar algunos aportes indirectos que hace con relación a la historia de la cartografía jesuítica. De su tiempo de estudiante en Roma recordará la existencia de un mapa del Nuevo Reino “en los corredores del Gesù de Roma” que ubicaba el lago de Parima “más allá del Ecuador”114. Igualmente, de su estancia bogotana (1743-1748) traerá a la memoria que tuvo en sus manos “uno de estos acertados mapas” que señalan la comunicación del Orinoco con el Amazonas a través del río Negro115. También deja abierta Gilij la curiosidad para investigar a dos jesuitas de la extinción que se dedicaron a la cartografía. Me refiero a los PP. Eusebio de Veiga116 y Joaquín Subías117. Ciertamente debieron producirse también algunos mapas antes de la llegada de la Expedición de Límites a tierras orinoquenses. En una carta que escribe desde Madrid el P. Jaime de Torres al P. Abat, religioso franciscano en Bélgica, le habla del mapa que diseñaron los dos procuradores de 112  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 23-24. 113  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 24. 114  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 25. 115  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., I, 51. 116

Carlos Sommervogel. Biblothèque de la Compagnie de Jésus, VIII, 531-533.

117  Felipe Salvador Gilij. Ensayo..., IV, p. XXII: “Dios sabe cuánto trabajé por tener una muy exacta [carta geográfica] de Tierra Firme, llamada también Nuevo Reino de Granada. Pero aún no la hay. Desde hace tiempos se espera una más pormenorizada y más cuidadosa de cuantas ha aparecido, del Padre Joaquín de Subias, versadísimo en esta materia. Pero todavía no se ha dado a la estampa”.

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Quito, PP. Carlos Brentano y Nicolás de la Torre, pero que más exacto es otro que él posee dado por un jesuita del Orinoco118. En la historia de la cultura venezolana debe considerársele como un genuino representante de la modernidad, a pesar de que su temática se haya reducido al autóctono orinoquense, interpretado a través de la riqueza de su lengua, que es el vehículo de su cultura. Con respecto a las ediciones de la obra del P. Gilij señalaremos las impresas y haremos mención de las inéditas. 1. Saggio di Storia Americana. Roma, mdcclxxx-mdcclxxxiv, 4 vols119. 2. Nachrichten vom Lande Guiana, dem Orinocoflus, und den dortigen Wilden. Aus dem Italienischem des Abbt Philip Salvator Gilii Auszugsweise übersetzt.Hamburg, bei Carl Ernst Bohn, 1785120. 3. Nachrichten der Völker am Orinokoflusse. Aus dem Saggio di Storia Americana des Herrn Abbate Filippo Salvatore Gilij vormaligen Missionars am Flusse Orinoko, gedruckt zu Rom 1782. Ins deutsche übersetzt, mit einigen Verbesserungen vom Herrn Abbé Franz Xavier Veigl121. 118  “Avertissement du traducteur”. Joseph Gumilla. Histoire naturelle, civile et geographique de L’Orenoque. Avignon, I (1758) sin foliar: “... le Réligieux, qui m’a donné la Carte que j’ai de l’Orénoque, n’étant point au fait de ces matiéres, quoi-qu’il ait été ong-temps dans ce Paris a suite du P. Román; mais je suis pesuadé que cette Carte est infinitement plus exacte que les autres”. 119  Saggio di Storia Americana, o ssia Storia Naturale, Civile e Sacra de’ Regni, e delle provincie Spagnuole di Terraferma nell’America meridionale. Descrita dall’Abate Filippo Salvatore Gilij e consacrata alla Santità di N. S. Papa Pio Sesto felicemente regnante. Tomo I. Della storia geografica e naturale della provincia dell’ Orinoco. Roma mdcclxxx. Per Luigi Perego Erede Salvioni, Stampator vaticano nella Sapienza. 8º, XLIV-355 pp. Tomo II. De’ Costumi degli Orinochesi. Roma, mdcclxxxi. 8º, XVI-399 pp. Tomo III. Della religione e delle lingue degli Orinochesi, e di altri Americani. Roma, mdcclxxxii. 8º, XVI-430 pp. Tomo IV. Stato presente di Terra-Ferma. Roma, MDCCLXXXIV. 8º, XX-498 pp. 120  El libro fue publicado por M. C. Sprengel y consta de XVI-528 pp. 121  Forma parte de la obra de Christoph Gottlieb von Murr. Reisen einiger Missionarien der Gesellschaft Jesu in Amerika. Aus ihren eigenen Aufsätzen herausgegeben von Christoph Gottlieb von Murr.Mit einer Landkarte und Kupfern.Nürnberg, bei Johann Eberhard Zeh, 1785, pp. 325-404 [evidentemente, se trata de la traducción del tomo III del Saggio]. Según Streit (Bibliotheca Missionum, III, 344), el mismo P. Veigl hizo una segunda edición en 1798 y en la página 314 se refiere a una traducción latina de la que no poseemos ninguna otra noticia.

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4. Nachrichten von den Sprachen der Völker am Orinokoflusse. Aus dem Saggio di Storia Americana, o sia Storia Naturale, civile e sacra de’ Regni, e delle Provincie Spagnuole dei Terra-ferme nell’America meridionale des Herrn Abbate Filippo Salvatore Gilij, vormaligen Missionars am Flusse Orinoko, gedruckt in Rom 1782. gr. 8. Ins deutsche übersetzt, mit einigen Verbesserungen vom Herrn Abbé Franz Xavier Weigl122. 5. Ensayo de historia americana. Estado presente de la Tierra Firme. Bogotá, mcmlv123. 6. Ensayo de Historia Americana. Caracas, 1965, 3 vols124. A. [Traducción latina]125. B. Ensayo de historia americana, o sea Historia Natural, Civil y Sagrada de los Reynos y Provincias españolas de Tierra-Firme en la América Meridional, descrita por el Ab. Felipe Salvador Gilij, Misionero que fue en el Orinoco por cerca de 20 años, y traducida al español con varias añadiduras y correcciones en el texto italiano hechas por el mismo Autor126. 122  Forma parte de la obra: Franz Xavier Weigl vormaliger Missionar des Gesellschatf Jesu. Gründliche Nachrichten über die Verfassung der Lanschaft von Maynas in Süd-Amerika bis zum Jahre 1768. nebst des Herrn P. Anselm Eckarts Zusätze zu Pedero Cudenas Beschreibung der Länder von Brasilien. Mit einer Landkarte und Kupfern. Nürnberg, bei Johan Eberhard Zeh, 1798, pp. 325-450. 123  Se trata de la traducción del tomo IV del Saggio di Storia Americana realizada en Bogotá por Mons. Mario Germán Romero y Carlo Bruscantini. Biblioteca de Historia Nacional, vol. LXXXVIII. Bogotá, 1955, XXVII-417 pp. 124  Se trata de la traducción española de los tres primeros volúmenes del Saggio di Storia Americana. Traducción de Antonio Tovar. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1965. Vol. 71, tomo I. De la historia geográfica y natural de la Provincia del Orinoco. XXXIV-327 p, 1 mapa, 3 fig. Vol. 72, tomo II: De las costumbres de los orinoquenses, 342 p., 1 mapa, 4 figs. Vol. 73, tomo III: De la religión y de las lenguas de los orinoquenses y de otros americanos, 359 p. 125  Solo tenemos noticia de esta traducción por Rob Streit. Bibliotheca Missionum. Freiburg/Br, III (1927) 314: “Das Werk [Reisen einiger Missionarien der Gesellschaft Jesu in Amerika] erschien in neuer Ausgabe 1798; Veigl, Gründliche Nachrichten [cf. ib.]; in lateinischer Ubersetzung 1788” [las cursivas son nuestras]. 126  aiul. Papeletas: Gilij, Felipe Salvador. “Mss. que según algunos imprimió pero que a nosotros solo nos consta que se presentó a la Secretaria de Estado de Madrid”. No parece tan claro el texto que trae Hervás

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C. [Estracto de la Historia del Orinoco por el Padre Fil. Sal. Gilii]127. 7. Epistolario128.

y Panduro al respecto: “Esta obra [Saggio di storia americana] parece haberse publicado traducida en español, pues en la Gaceta de Barcelona de 26 de marzo 1785 se lee: ‘Se vende la historia del Orinoco y Tierrafirme compuesta en italiano por el exjesuita d. Felipe Gilij en 4 tomos con mapas y laminas oportunas. La experiencia adquirida por el autor misionero, que fue muchos años en aquellas provincias, el amable candor, jsuta critica, claridad y orden, con que procede, le han merecido los títulos de instruido, desapasionado, veraz y metodico con que le honran los sabios de Italia. Sin adular celebra lo mucho bueno y grandioso que la nacion española ha obrado y obra en las Indias’” (Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca Jesuítico Española de escritores que han florecido en siete lustros; estos empiezan desde el año 1759, principio del reindado del augusto rei Carlos III, y acaban en el año 1793. Tomo II, Catálogo IV: “Escritores estranjeros de obras impresas establecidos en España, pag. 96 de la copia mecanografiada que reposa en el mismo Archivo de Loyola). Pero el mismo autor, en su Catálogo de las naciones conocidas, y numeración, división y clases de éstas, según la diversidad de sus idiomas y dialectos. Madrid, II, 245, nota 1, escribe: “Esta historia según me ha dicho el autor se traduce en español y se reimprime con nuevas ilustraciones y correciones”. 127  Véase: Lizargarate. Vidas de algunos claros Varones Guipuzcoanos de la Compañía de Jesús. Tolosa (1870) 427-429. Según este jesuita el P. Blas Miner, misionero en México, dejó entre sus manuscritos un “Estracto de la historia del Orinoco por el P. Fel. Salv. Gilii”. Estas noticias las ofrece Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, V. 1111. 128  ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del colegio de Caracas, fol. 17: “Yten, otro legajito de cartas del Padre Gili Misionero de Orinoco que tratan de negocios particulares y asumptos antezedentes”. Los asuntos antecedentes son: el estado y negocios de las misiones y el problema de la entrega del Alto Orinoco a los capuchinos.

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Paupertas ſapiens.

Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.

SAPIENTIA ÆDIFICAVIT SIBI DOMvM

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