l a prov i ncia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús nace en 1604, pero su expansión misional en tierras guayanesas se plantea en 1646 y tendrá vigencia hasta 1767, cuando la comunidad es expulsada por el rey Carlos III de todos sus dominios. Por lo tanto, el aporte jesuítico inicia en 1646 y concluye en
historia y crónica
tierras italianas a finales del siglo xviii.
orinoquense
Esta obra ofrece una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al
Aporte jesuítico
estudio de la historiografía y de la crónica menor sobre la geografía humana de la Orinoquia profunda en los siglos xvii y xviii. Por eso, este libro abre horizontes sugerentes para lo que fueron las culturas y las sociedades las incansables soledades llaneras.
En el Libro I se recoge la obra de los historiadores que escribieron sobre la sanare, Meta y Orinoco. El Libro II está dedicado a lo que se denomina “crónica menor”: los textos redactados como testimonio que recogen la forma
orinoquense
li bro 1 1
autóctonas en este tiempo, a lo largo y ancho del gran río venezolano y de
gran Orinoquia, entendida en los términos coloniales de las misiones de Ca-
historia y crónica
libro 11 aporte jesuítico
josé del rey
de pensar en un momento concreto frente a todas las vicisitudes de pobla-
fajardo,
ciones emergentes.
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Gran Canciller P. Adolfo Nicolás, S. J. Vice-Gran Canciller P. Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S. J. Vicerrector Académico Luis David Prieto Martínez Vicerrectora de Investigación Consuelo Uribe Mallarino Vicerrector de Extensión y relaciones interinstitucionales P. Luis Fernando Álvarez, S. J. Vicerrector del Medio Universitario P. Luis Alfonso Castellanos, S. J. Vicerrectora administrativa Catalina Martínez de Rozo Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal
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• historia y crónica orinoquense libro ii aporte jesuítico
• José del Rey Fajardo, S. J.
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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. ISBN obra completa: 978-958-716-917-1 ISBN Libro II: 978-958-716-919-5 Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 n.º 37-25, oficina 1301 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Primera edición: abril del 2016 Bogotá, D. C. Transcripción y paleografía | José del Rey Fajardo, S. J. Corrección de estilo | Rodrigo Díaz Losada Diseño editorial y de cubierta | Boga Cortés y Triana | www.bogavisual.com Impresión | Javegraf Rey Fajardo, José del, S.J., 1934-, autor Historia y crónica orinoquense / José del Rey Fajardo, S.J. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2016. 2 volúmenes ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN : 978-958-716-917-1 Volumen 1. Libro I : aporte jesuítico Volumen 2. Libro II : aporte jesuítico 1. JESUITAS – HISTORIA - AMÉRICA DEL SUR – SIGLOS XVII Y XVIII. 2. JESUITAS EN AMÉRICA LATINA. 3. MISIONES JESUÍTICAS - REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA). 4. REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA) – HISTORIA - SIGLOS XVII Y XVIII I. Pontificia Universidad Javeriana CDD 271.53 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ inp Marzo 31 / 2016
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Contenido
21 21 26 34 38 42 50 54 58 64 64 67 75 76 79 80 84 84 88 91 96 102
1. El cuatrienio 1625-1628 y sus protagonistas Visión historiográfica Los actores del proyecto La historiografía moderna La compleja historia local Política lingüística La promoción humana y espiritual Los conflictos jurídico-eclesiásticos y el abandono de la misión La entrega de la misión 2. Francisco Jimeno (1622?-1670) y Francisco Álvarez (1628?-1687) Los actores Las aclaraciones históricas La cotidianidad evangelizadora Los contextos político-administrativos Los principales personajes locales La familia Berrío 3. Antonio de Monteverde (1618-1669) Notas para la identidad del P. Antonio Monteverde Análisis de las fuentes Datos biográficos Notas para la comprensión de los inicios de la misión de Casanare Biografía casanareña de Monteverde
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103 106 113 115
Gestión como Superior de las Misiones Los conflictos por su nacionalidad francesa Sus concepciones misionales Los haberes bibliográficos
121 121 130 145 147 149 151 162
4. Alonso de Neira (1635?-1706) Datos biográficos Misión del Cinaruco La Misión del Orinoco La Misión del Airico Muerte del P. Alonso de Neira Los aportes literarios e históricos Los aportes
167 169 170 170 174 184 188 195 202 208 212
5. Dionisio Mesland (1615-1672) La biografía europea La biografía americana La etapa insular caribeña Los fundamentos históricos de la Misión La etapa del Guarapiche La etapa guayanesa La primera estancia bogotana Segunda estancia en Guayana (1655-1663) Estancias en Bogotá: 1664, 1665, 1668 Misionero en los Llanos de Casanare (1664-1672)
218 218 220
6. Antonio Castán (1633-1670) Precisiones biográficas Análisis de la bibliografía
228 229 238 240
7. Juan Fernández Pedroche (1630-1713) Precisiones biográficas El antagonismo encomenderos-misioneros La familia Sánchez Chamorro
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252 254 259 261 263 265 266 267 267 269 269 271
La cotidianidad misional La visita del P. José de Madrid La vida ordinaria del misionero La vida de la Misión La hacienda de Caribabare Otras haciendas Arte y culto divino La educación de la juventud La historia jesuítica de Pauto Las críticas romanas a la Misión Los últimos años del P. Juan Fernández Pedroche Juicio final sobre el misionero
274 275 277 278 280 280 282 285 286
8. Ignacio Fiol (1629-1684) La cronología fundamental La exploración del Orinoco medio La fundación de la Misión del Orinoco medio Los aportes a la crónica menor Planteamientos sobre la necesidad de las escoltas Posición crítica sobre los curatos en manos de jesuitas El aporte escrito Bibliografía del P. Ignacio Fiol
290 291 293 296 307 309
9. Gaspar Beck (1640-1684) Datos biográficos La Misión del Orinoco (1681-1684) Los aportes de la Missio orinocensis in Novo Regno, 1684 Beck y la crónica menor orinoquense El asesinato de Gaspar Beck por los caribes
310 311 312 314
10. Julián de Vergara (1632-1701) Notas biográficas Los proyectos misionales sobre Guayana Segundo viaje a Guayana
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318 320 322 323
Renuncia a la Misión de Guayana Misionero en el Orinoco medio La etapa cartagenera La obra escrita
329 330 332 335
11. Juan Martínez Rubio (1627-1709) Biografía americana Reseña bibliográfica La visión de las crónicas jesuíticas
348 348 351 356
12. Alberto Buckovski (1658-1717) El problema de las fuentes Notas biográficas americanas Escritos
359 360 361 362 364 366 368 369 372 373
13. José Cavarte (1655-1724) Biografía europea Biografía americana Misionero en Casanare Rasgos de su personalidad misionera Producción bibliográfica El lingüista El Proyecto del Airico La crisis política orinoquense Bibliografía
375 375 380 383 391 398 402 407
14. Miguel Alejo Schabel (1663- ¿?) Problemas historiográficos Biografía La biografía americana Schabel escritor El ensayo denominado “Misiones de Barinas” Schabel y el colegio de Mérida La acusación de espía
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423 425 431
El Informe [llamado también Relación] Schabel y la iconografía del cristal de Bohemia Valoración final
434 435 436 437 439 443 448 451
15. Mateo Mimbela (1663-1736) Etapa española Etapa americana Síntesis cronológica El cursus honorum El escritor Los memoriales Relato de la entrada a la nación betoye
456 457 459 464
16. Juan Capuel (1667-1736) Biografía misionera Aportes bibliográficos El mapa del Orinoco
467 468 476 478 483
17. Bernardo Rotella (1700-1748) Datos biográficos Aportes a la Crónica Menor 1. Rotella y los caribes 2. La acusación de comercio ilícito en la villa de Calabozo (1734) 3. El destierro de Rotella a los llanos 4. La fundación de Cabruta y sus consecuencias
488 490
498
18. José Gumilla (1686-1750) (las crónicas y otros escritos) La obra escrita de José Gumilla
558 559 564
19. Manuel Román (1696-1766) Notas biográficas La producción escrita de Manuel Román
498
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586 587 590 591 593 593 594 596 597 598
20. José María Forneri (1719- ?) Notas biográficas La estancia caraqueña Regreso al Orinoco El escritor El campo biográfico El área lingüística El género epistolar Los problemas de su superiorato Las escoltas
601 602 605 607 609 615 619
21. Roque Lubián (1707-1781) Notas biográficos Aportes bibliográficos La historia del río Orinoco La visión del coronel Eugenio de Alvarado Las visiones del territorio Su aporte a la lingüística indígena
622 622 624 625
22. Antonio Salillas (1717-1790) Notas biográficas Notas sobre la obra escrita La visión de la cotidianidad de las reducciones
634 634 640 646 650 652
23. Felipe Salvador Gilij (1721-1789) Apuntes biográficos Las etapas de su biografía orinoquense La expulsión Producción manuscrita Los aportes a la crónica menor
667
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La crónica menor 1. El cuatrienio 1625-1628 y sus protagonistas 2. Francisco Jimeno (1622?-1670) y Francisco Álvarez (1628?-1687) 3. Antonio de Monteverde (1618-1669) 4. Alonso de Neira (1635?-1706) 5. Dionisio Mesland (1615-1672) 6. Antonio Castán (1633-1670) 7. Juan Fernández Pedroche (1630-1713) 8. Ignacio Fiol (1629-1684) 9. Gaspar Beck (1640-1684) 10. Julián de Vergara (1632-1701) 11. Juan Martínez Rubio (1627-1709) 12. Alberto Buckovski (1658-1717) 13. José Cavarte (1655-1724) 14. Miguel Alejo Schabel (1663- ¿?) 15. Mateo Mimbela (1663-1736) 16. Juan Capuel (1667-1736) 17. Bernardo Rotella (1700-1748) 18. José Gumilla (1686-1750) 19. Manuel Román (1696-1766) 20. José María Forneri (1719- ?) 21. Roque Lubián (1707-1781) 22. Antonio Salillas (1717-1790) 23. Felipe Salvador Gilij (1721-1789)
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1. El cuatrienio 1625-1628 y sus protagonistas
Cinco son los protagonistas que responden por la historia misional desarrollada durante el cuatrienio 1625-1628 en el área de confluencia del altiplano con el llano, en lo que podríamos señalar como el balcón histórico de Chita y la serranía de Morcote; nos referimos a los PP. Miguel Jerónimo de Tolosa, José Dadey, Diego de Acuña, Domingo Molina y José de Tobalina, actores del ensayo en las poblaciones de Chita, Támara, Pauto, Morcote y sus anexos. Mas, antes de iniciar el estudio de la crónica menor de este período (1625-1628), juzgamos necesario ubicar historiográfica y documentalmente el hecho histórico en sus principales dimensiones.
Visión historiográfica La relativa proximidad temporal en que Pedro de Mercado redacta su Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito (44 años después de salidos los jesuitas de aquellas regiones chitenses) parecería asegurar una información reciente y fresca de ese cuatrienio; sin embargo, apenas dedica cuatro magros capítulos, cargados de devoción y anécdotas piadosas, pero desprovistos de noticias históricas A Juan Rivero (1681-1736) le preocupará el fenómeno y, aunque su diligencia cosechará más informaciones, con todo confesará —cien años después de transcurridos los acontecimientos— la realidad de un problema no resuelto: “Las noticias que tenemos de los primeros Padres que entraron
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
a la serranía de Morcote, y de lo que trabajaron con estos indios en los años que estuvieron en las misiones, son tan diminutas y cortas, por haber pasado casi un siglo hasta hoy, que me habré de limitar a las pocas que hallé registradas en diversos papeles que por casualidad encontré”1. Lo anotado anteriormente nos enfrenta al problema de las fuentes documentales utilizadas por los historiadores jesuitas coloniales. Pedro de Mercado (1620-1701) no las explicita2, pero su estilo literario e histórico nos recuerda el de las “Cartas Annuas” o el de las “Cartas de Oficio”, ya que en todo momento las notas sobresalientes son las edificantes y religiosas. Tampoco Juan Rivero las explicita todas, pero sí aduce un testimonio del P. Miguel Jerónimo de Tolosa, recién salido de las misiones, y fechado en Pamplona el 12 de marzo de 16293, un Informe del P. José Dadey escrito en Tunjuelo el 27 de marzo de 1631 y una carta del P. José de Tobalina4. Asimismo, se ha servido de la “Relación” escrita por los PP. Francisco Jimeno y Francisco Álvarez, expedicionarios que recorrieron en el año 1659 el campo misional que cultivaría la Compañía de Jesús a partir de 16615. Pero el texto o textos originales en que basaron sus respectivas narraciones Pedro Mercado y Juan Rivero siguen siendo para nosotros totalmente desconocidos. Sin embargo, el estudio del texto definitivo mercadiano nos introduce en la hipótesis de que corresponde a una fuente redactada a los inicios del ensayo misional 1625-1628, entre otras, por las siguientes razones: desconoce la obra del P. José de Tobalina, aunque no su presencia, llegado a la 1 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, nº 23, (1956) 60. 2 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 239: “Empezaré por lo que hallo escrito de Chita y después referiré lo que toca a los tres pueblos de los Llanos”. 3 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 65-66. 4 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 69. 5 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 63.
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• libro 11 [el cuatrienio 1625-1628]
misión en las postrimerías del año 16276; solo señala a los cacatíos y giraras en Pauto7, en medio de la gran variedad de naciones descritas por Rivero; los contenidos históricos se reducen a narrar la literatura del contacto y primera convivencia, y en ningún momento hace alusión a los conflictos eclesiásticojudiciales que motivaron al abandono de las misiones por parte de la Compañía de Jesús, los cuales se llevan a cabo fundamentalmente a lo largo de los meses de julio y agosto del año 1628. Tampoco el P. José Cassani (1673-1750) señala para el cuatrienio que estudiamos cuáles fueron las fuentes documentales de su Historia de la Provincia del Nuevo Reino de Granada en la América en lo que se refiere a los capítulos 8 y 9. En el prólogo de su obra consagra que las historias de Rivero y Mercado constituyen su fuente de inspiración así como otras noticias provenientes de cartas particulares dignas de toda fe8. Pero llama la atención que el discurso histórico de los capítulos 8 y 9 se aleje tanto de la redacción presentada por las dos fuentes originales sobre las que supuestamente construye su historia. Se puede comprender que temas como la antinomia soldado-misionero, indio-servicio personal y la encomienda hayan sido tratados con un enfoque y estilo personales, así como esa sutil preocupación por captar la atención del lector europeo con alusiones a lo fantástico o a lo maravilloso. Todavía más, nos inclinamos a pensar que las aseveraciones certeras y cualificadas que estampa en relación con la familia lingüística chibcha pertenecen a un documento contemporáneo a los hechos, ya que nunca los misioneros jesuitas trajinaron el área
6 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia. Tomo I (1567-1654). Bogotá, Editorial San Juan de Eudes (1959) 488. Destinado en 1626 a América, arribó a Cartagena el P. José de Tobalina el 21 de junio de 1627. Apenas llegado a Santafé fue destinado a las Misiones, al parecer, para suplir al P. Dadey en Támara quien había sido trasladado a Bogotá para recuperarse de una enfermedad (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 249). 7 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247-249. Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Caracas, Biblioteca Nacional de la Historia, vol. 85 (1967) 31-32. 8 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 31-32.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
chitense con posterioridad a 1628 y tampoco el P. José Cassani fue un estudioso de las lenguas indígenas americanas9. Las cronologías que enmarcan los hechos ocurridos en tan importante cuatrienio también adolecen de deficiencias. Mercado no establece ninguna fecha para señalar la entrada y la salida de los jesuitas de las misiones chitenses. Al dar por concluido el episodio histórico, asentará lacónicamente: “En ellos perseveraron hasta que los sacó de ellos el superior de esta provincia por justas razones”10. En el caso de Rivero, opinamos, le hubiera sido posible al misionero-historiador haber deducido de forma aproximada la fecha de ingreso, mas su respeto documental le hizo concluir que “esta entrada tuvo lugar antes de 1629”11. Con todo, pretendió precisar mejor su aseveración para definir el abandono de las misiones: “... así se ejecutó por este tiempo en los años de 1629, y dejadas las doctrinas [...] se tomó otro rumbo”12. De igual forma participa Cassani de las imprecisiones enunciadas: adjudica el 1628 como umbral temporal de la misión chitense13 y el 1629 como la puerta de salida14.
9 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 98-99: “El primer cuidado de todos fue hacerse dueños de la lengua, porque aunque sabían bien la Mosca, que es como general en extendidísima parte de aquel territorio, en cada nación la hablan de distinta manera; y aun en esto, más que en otra casa, se distinguen las Naciones, porque los que hablan una misma lengua, comercian entre si y se miran como distintos de los otros; y como aquel campo todo es libre, los límites mas los tienen en la boca que en el terreno. Lograron los Padres su trabajo anterior, porque como en la realidad estas lenguas mas eran dialectos de la Mosca que lenguas distintas, en breve tiempo se pusieron en todas ellas, y las hablaban con los indios todas, hablando cada uno en su lengua, aunque era menester para eso un perpetuo cuidado y viva la memoria porque en las poblaciones se juntaban de distintas naciones, Tunebos, Morcotes, Guacicos, Chitas y otras...”. 10 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 248-249. 11 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 60. 12 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 69. 13 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 98. 14 Joseph Cassani. Ob. cit., 124: “En el año de 1659, a los treinta años de nuestra salida, o expulsión de las Misiones...”.
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• libro 11 [el cuatrienio 1625-1628]
En cuanto a los actores todos coinciden, pero Mercado prácticamente desconoce en el texto que estudiamos la obra del P. José Tobalina en Támara, y su presencia es meramente nominativa, como arrancada de otro texto15; con todo, debemos consignar —como es frecuente en el escritor riobambeño— que en la biografía que le dedica a este misionero sí relata y recoge su estancia misional16. La estructura del hecho histórico ofrece diferencias entre las redacciones de los tres clásicos historiadores de la historia de la Compañía de Jesús llanera. Ya hemos formulado algunas observaciones más arriba, pero concretaremos algunas más. Sin embargo, el tema central tanto en Rivero como en Cassani gira en torno a las causas que motivaron la salida de los jesuitas del área chitense. El primero, de acuerdo con la documentación que alega, precisará el núcleo de las acusaciones diciendo: “Oyóse en el concejo, que los misioneros de los Llanos trataban y contrataban, especialmente el Padre José Dadey”17. El segundo ha debido disponer de más documentación, aunque no la cite, pues recoge otras informaciones como “... se tramó en el Tribunal Eclesiástico una persecución, que obligó a dejar las Missiones...”; y los motivos fueron públicos y aunque la Audiencia “se opuso con fuerza; pero como la autoridad Eclesiástica negaba la jurisdicción, remediaba poco la potestad Secular, porque quedaban sin potestad espiritual los Padres”. Y la explicación de tal determinación se fundamentaba en que “ya los indios eran contribuyentes, y que los Padres se hacían muy ricos”18. Por su parte, el tema central mercadiano —a nuestro criterio— recoge la primera literatura del encuentro del mundo indígena chitense con los jesuitas, en el marco del tránsito de la Conquista a la Colonia. 15 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 239-249. Sin embargo, al incluir su biografía en otro contexto y en otro testo (véase: I, 438) nos dirá que estuvo un año en Támara. Esto nos confirma en la diversidad de fuentes para la redacción histórica mercadiana. 16 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 438. 17 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 65. 18 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 105-107.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Con todo, conviene dejar sentado que el cuatrienio que estudiamos adolece de grandes fallas documentales que impiden interpretar un ensayo misional interesante por la cronología (1625-1628), por su ubicación geohistórica y decisivo en lo que al estudio del conglomerado social allí configurado respecta. Similares consideraciones tampoco se le escaparon al misionero-historiador Rivero, quien asentará en su análisis: “De las costumbres y ritos de las demás naciones que habitan la cordillera son muy cortas las noticias que han quedado, bien por no haber tenido la curiosidad de notarlas en aquellos tiempos antiguos en que andaba todo alborotado con ocasión de las conquistas, o porque las borro de la memoria el tiempo”19.
Los actores del proyecto Tres excelentes misioneros destacaba en enero de 1625 la Compañía de Jesús a esta misión, a través de la cual aspiraba a penetrar los inmensos llanos casanareños. El P. Miguel Jerónimo de Tolosa (1585-1640) había llegado al Nuevo Reino el 11 de abril de 160920. Dedicó el año 1610 a la enseñanza de la gramática en Santafé21, pero pronto se consagró a ser misionero de indios22 en las doctrinas que los jesuitas tenían en la sabana bogotana23. En 1619 se convirtió en el acompañante del Sr. Arzobispo don Fernando Arias de Ugarte24, quien realizó la visita pastoral a su inmenso territorio, prácticamente hasta
19 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 58. 20 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 308. 21 arsi. n. r. et q., 3, fol. 6 (Catálogo de 1610). El Catálogo de 1621 (fol. 40) dirá que “leyó un año gramática”. 22 arsi. n. r. et q., 3, fol. 40: “Leyó un año gramática, poco tiempo Ministro y lo demás misionero” (Catálogo de 1621). Lamentablemente, en el Catálogo de 1616 (fol. 18v) solo aparece su nombre y la información en blanco. 23 arsi. n. r. et q., 12-I. Carta Annua de 1611 [ver folio]. Aparece con el P. Dadey misionando los pueblos de la Sabana de Bogotá. 24 Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, vol. XIII (1975) 57-84.
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162425. No es de extrañar que el prelado designase al P. Tolosa como párroco de Chita en 1624. Fracasada la misión, debió de residir algún tiempo en Pamplona26 y posteriormente fue destinado al colegio de Mérida27, del que fue su segundo rector (1632-1639)28. Al ser designado el P. Gaspar Sobrino 25 [No hemos podido precisar la fecha exacta del comienzo ni del final]. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 338-343; Diego López De Lisboa. De la vida del Ilustrísimo Señor Doctor Fernando Arias de Ugarte, Auditor General que fue de la Guerra de Aragón, Oidor de las Reales Chancillerías Panamá, Plata, Lima, Corregidor de Potosí, Gobernador de Guancavélica, Visitador del Tribunal de la Santa Cruzada, electo Obispo de Panamá, Obispo de Quito, Arzobispo de Santafé, Arzobispo de la Plata, Arzobispo que murió desta insigne Metrópoli de los Reyes. Lima, 1638 [reproducida en La Iglesia (Bogotá), vols. 38-41]. Del buen desempeño del P. Tolosa nos constan varios testimonios. En 1621 escribía el General de los Jesuitas al Provincial del Nuevo Reino: “Huélgome que el P. Miguel Jerónimo de Tolosa haya acompañado al arzobispo de Santafé en la visita, y que haya hecho tanto fruto y procedido con tanta edificación” (arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 92). 26 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 65-66. Y añade Rivero (p. 67): “Cuando pasó el Padre Tolosa por Chita para la ciudad de Mérida, habiendo dejado las doctrinas, luego que lo supieron los indios, corrieron desalados a la casa del Padre, todos, grandes y pequeños, a verle; lloraban de gusto y de contento, se arrodillaban a sus pies y le abrazaban, y no se hartaban de mirar en su tierra a su pastor y misionero...”. 27 Ignoramos la fecha de su llegada a la Ciudad de los Caballeros. La fundación la llevaron a cabo los PP. Juan de Arcos y Juan de Cabrera el 14 de mayo de 1628 (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 7). Sin embargo, vemos al P. Cabrera en Caracas el 8 de julio de 1629 en compañía del P. Pedro de Varáiz (arsi. n. r. et q., 14. Historia, 1, fol. 147). Algún tiempo debió de permanecer el P. Cabrera, pues las desavenencias con su compañero llegaron hasta el Señor Obispo, quien más tarde obligó a abandonar la ciudad al P. Varáiz (arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium. Carta de Vitelleschi a Mas. Roma, 28 de enero de 1634). Por lo anteriormente dicho, sospechamos que el P. Tolosa debió de llegar para esas fechas a Mérida. La primera noticia que tenemos data de una carta del P. Tolosa fechada en Mérida el 14 de noviembre de 1630 (arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 343v). 28 Ciertamente, fue el P. Juan de Arcos el primer rector del colegio de Mérida. Lo vemos actuar como rector del Colegio que “... se puebla y funda en la ciudad...” el 24 de septiembre de 1629 (ahm. Protocolos. T. XI. Escritura de obligación del Capitán Diego Prieto Dávila. Mérida 24 de septiembre de 1629, fols. 409v-41). En 1630 seguía en el rectorado, como se deduce del texto del otorgamiento de unas concesiones a “Juan de Arcos, padre Rector del Colegio de la Compañía de Jesús... en los términos de Gibraltar” (Tulio Febres Cordero. El derecho de Mérida a la costa sur del Lago de Maracaibo. En: Obras Completas. Bogotá, I (1960) 211-212). Como era costumbre en la Compañía de Jesús de entonces, los cargos de rector se renovaban simultáneamente con el nombramiento del provincial; de esta suerte, habría que precisar el rectorado del P. Tolosa al unísono con el del provincial, P. Baltasar Mas Burgués, 1632-1639. En los documentos notariales de la ciudad de Mérida lo podemos seguir en sus actuaciones como rector desde el 27 de marzo de 1635 (ahm. Protocolos. T. XII, fols. 93v-94v) hasta el 7 de
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provincial del Nuevo Reino, lo nombró Secretario de la Provincia: abandonó la ciudad andina para cumplir su nueva misión, la cual duraría siete meses, pues el 19 de octubre de 1640 fallecía en Cartagena29. El 23 de septiembre de 1604 llegaba el P. José Dadey (1576?-1660) a Bogotá30 como uno de los fundadores del colegio de San Bartolomé. De octubre de 1609 a enero de 1614 rigió la doctrina de Fontibón31. Después pasó a la doctrina de Duitama32. Fue rector del Seminario de San Bartolomé de 1619 a 162033. Volvió a regresar a Fontibón hasta que en 1625 fue destinado a la misión de los llanos. Al fracasar el ensayo misional, pasó en 1628 a la doctrina de Duitama34. Para 1631 estaba radicado en la doctrina de Tunjuelo35 y en 1633 residía de nuevo en Santafé36. septiembre de 1638 (ahm. Protocolos. T. XV, fols. 77v-79v). Sin embargo, conviene tener presente que el 15 de abril de 1632 se desempeñaba como vicerrector del colegio el P. Baltasar Sanz (ahm. Protocolos. T. XIII, fol. 89v. Escritura de venta de un esclavo negro al Colegio de la Compañía de Jesús. Mérida, 14 de abril de 1632). 29 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 319. 30 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 101. 31 El Cabildo, sede vacante, otorgó el nombramiento al P. Dadey el 25 de agosto de 1609 (agi. Santafé, 226). El presidente Borja aceptó su designación el 16 de septiembre de 1609 (anb. Curas y Obispos, t. 28, fol. 36). Podemos seguir su estancia por diversos documentos: 1610 (anb. Fábrica de Iglesias, t. 20, fol. 372-377), 1611 (anb. Ibidem, fols. 364-364v) y 1612 (anb. Ibidem, fols. 366-366v). 32 anb. Fábrica de Iglesias, t. 20, fol. 368: lo ubica como cura de Duitama, y lo mismo en 1617 (anb. Ibidem, fol. 371). 33 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 140. Los Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino, tanto de 1621 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 40) como el de 1623 (Ibidem, fol. 44), reiteran que fue “Rector del Seminario un año”. José Restrepo Posada. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá (1952) 90-91. 34 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 322. Viteleschi a Dadey. Roma, 6 de febrero de 1628. 35 El 27 de abril de 1631 firmaba un informe en Tunjuelo el P. Dadey, lo cual nos hace deducir que para esas fechas había regresado ya a la sabana bogotana. Véase: Juan Rivero. Historia de las Misiones, 68. 36 Así aparece en el expediente de la huida de la cárcel del Dr. Mateo Cruzat. agi. Santafé, 246. Expediente sobre la fuga que hizo el doctor Mateo Cruzat y quebrantamiento que para ello hicieron de la cárcel eclesiástica los Padres de la Compañía de Jesús.
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Dado su dominio de la lengua muisca se le encomendó, en compañía del P. Juan Bautista Coluccini (1659-1641), poner en práctica un decreto del arzobispo Cristóbal de Torres37 (25 de noviembre de 1636) por el que se recomendaba dar acceso a la sagrada comunión a los indígenas que estuvieran preparados38; tan delicada misión la comenzaron el 2 de febrero de 163739 y la extendieron a los muiscas y panches40. Rector de Mérida de 1639 a 164341. De nuestra ciudad andina regresó a Bogotá donde aparece como director de la Congregación de Nuestra Señora de Loreto el 24 de julio de 164442. Rigió los destinos del colegio de Honda de 1649 a 165143 y a partir de esa fecha se desempeñaba como doctrinero de Santa Ana44. Habiendo regresado a Bogotá, falleció el 30 de octubre de 166045.
37 Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, vol. XIII (1975) 115-143. 38 Para este problema, véase: Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 344-347. 39 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 346. 40 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 346-347. 41 El Catálogo de 1642 lo recoge como rector del colegio de Mérida (arsi. n. r. et q., 3, fol. 55v). El 12 septiembre de 1642 aparece redimiendo, como rector, un censo al capitán Pedro de Gaviria (ahm. Protocolos. T. XV, fol. 79v). Suponemos que fue el inmediato sucesor del P. Tolosa y por ello establecemos el inicio de su rectorado en 1639. 42 anb. Curas y Obispos, t. 19, fol. 330. Era director el 24 de julio de 1644. 43 Certifican este rectorado los catálogos de 1651 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 115) y 1655 (Ibidem, fol. 142). 44 El 3 de febrero de 1651 presentaba el P. Juan Gregorio como candidatos a la doctrina de Santa Ana a los PP. José Dadey, Pedro de Salazar y Alonso González. El nombramiento recayó en el P. José Dadey, quien se desempeñaba como cura de Honda (anb. Curas y Obispos, t. 9, fol. 603). Poco tiempo debió permanecer el P. Dadey en esta doctrina, pues para 1659 ya la Compañía de Jesús la había entregado, pues no vuelve a aparecer a partir del Catálogo de 1659; en 1655 era presentado el P. Pedro de Mercado (anb. Curas y Obispos, t. 8, fol. 426) y en el ínterin lo había sido el P. Alonso de Pantoja (Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 328). 45 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 328. Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 185.
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El P. Diego de Acuña (1568?-1633) había llegado a Cartagena la víspera de San Marcos, 24 de abril, de 160746. Gran parte de su vida transcurriría en la sabana bogotana en la labor callada y admirable que supone la consagración a los indígenas. El Catálogo de 1616 sintetizaría su biografía americana así: “Ha leído 4 años gramática. Operario de indios y lector de lengua [muisca]”47. De 1607 a 1611 debió de ejercer su magisterio en el colegio de Santafé48. Su biógrafo especifica que, al menos, trabajó cuatro años en Cajicá y seis en Fontibón49 y “en otras partes y lugares de indios”50. De 1625 a 1628 misionó a Morcote y sus anexos. Hacia 1630 parece que se encontraba entre los indios paeces, según el testimonio del P. Francisco Fuentes51. Falleció en Bogotá, víctima de la peste, el 6 de junio de 163352. El equipo inicial se vería reforzado, según las fuentes jesuíticas, en el devenir del cuatrienio por otros dos misioneros: los PP. Domingo Molina y José de Tobalina. Sin embargo, los archivos de Chita señalan otros dos más: los PP. Baltasar Sanz y Agustín de Vargas53.
46 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 335. 47 arsi. n. r. et q., 3, fol. 18. 48 arsi. n. r. et q., 3, fol. 5 (Catálogo, 1610) lo señala todavía como lector de Gramática. 49 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 340. Este testimonio lo ofrece un compañero que convivió con él durante esos años en estas dos doctrinas, lo cual no significa que su estancia en ellas se redujera a esos lapsos temporales. 50 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 336. 51 arsi. Congregationes Provinciales, t. 63, fols. 359 y ss. Relatione delle Citá e luoghi, nelli quali pretendiano fondare nella Provincia de Quito, e dell beni e terreni, che vi sono per ciascheduna fundatione. 52 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 343. 53 Martín Amaya Roldán. Historia de Chita. Tunja, Imprenta Oficial (1930) 141: “Durante la administración del Padre Tolosa ejercieron el ministerio sacerdotal en Chita, aunque por corto tiempo, los padres Agustín de Vargas, Baltasar Sanz, José Tobalina y Felipe Zambrano, todos de la Compañía de Jesús”. Con todo, el P. Felipe Zambrano no era jesuita y fue nombrado doctrinero de Pauto y no quería apersonarse en aquella parroquia (Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 380).
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El P. Domingo Molina (1591?-1661) había llegado al Nuevo Reino en 1618 en la expedición del P. Juan Antonio Santander54. De Cartagena debió seguir viaje a Panamá donde trabajó algún tiempo55. Trasladado a Bogotá, “pasó a un empleo muy propio de los de la Compañía que pasan a Indias, cual es la conversión de los infieles a la católica fe”56. El 31 de octubre de 1626 era designado doctrinero de Pauto y allí permaneció hasta agosto de 1628, fecha en que la Compañía de Jesús se vio precisada a abandonar aquellas misiones. Regresado a Santafé, leyó la cátedra de Prima en la Universidad Javeriana durante dos años57. Fue destinado después al colegio de Tunja58, donde parece que se desempeñó como vicerrector en 1633. Hacia 1635 el visitador de la Provincia, P. Rodrigo de Figueroa, permutó la doctrina de Duitama por la de Tópaga59; y en 1636 residían en esta población el P. Molina y el P. Pedro Varáiz60. Hacia 1640 debió mudarse a Mérida61, en donde viviría hasta 1658. Allí se dedicó a la enseñanza de la gramática y a atender a los “indios y morenos”. Ejerció el cargo de rector de 1653 a 165662. Debió de llegar a la isla 54 arsi. n. r. et q., Historia. I, fol. 135. Se embarcaron en Cádiz el 7 de mayo de 1618 (Archivo de la Academia de la Historia. Madrid. Tomo, 129. Carta Annua, 1619-1621, fol. 257). 55 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 60. 56 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 61. 57 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 62. Pensamos que fue de 1628 a 1630. 58 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 62. 59 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 328. Ponemos la fecha de 1635 porque el visitador llegó a Cartagena, procedente de Sevilla, en julio de 1635 (Idem., I, 426). 60 anb. Resguardos Boyacá, t. 7, fol. 323v. El 29 de diciembre de 1637, el presidente de la Audiencia de Santafé accedía a una petición formulada por el H. Diego Molina por la que se solicitaba que solamente se llevaran a las minas de Las Lajas la mitad de los indios señalados que debían ocuparse en la construcción de la iglesia de Tópaga (anb. Miscelánea, t. 110, fol. 519). 61 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 62-63. “En este Colegio de Mérida asistió diez y ocho años” (Ibidem). Ya en el Catálogo de 1642 aparece en Mérida (n. r. et q., 3, fol. 55v). 62 El Catálogo de 1655 dice: “Est Rector Meridensis” (arsi. n. r. et q., 3, fol. 138). Pero ya en 1653 actuaba como rector (aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los Papeles del Archivo del Colegio San Francisco Javier de
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
de Santo Domingo en 165863 y desde ese momento actuó como superior de la Fundación64. Cuando en 1661 recibió la patente de provincial del Nuevo Reino y se disponía a regresar a Tierra Firme, le sorprendió la muerte el 29 de septiembre65. Breve iría a ser la biografía americana del P. José de Tobalina (15931633)66. Destinado a América en 1626, mientras ejercía el superiorato en Belmonte (Andalucía), aceptó el mandato con ejemplar fervor67. Arribó a Cartagena el 21 de julio de 162768. Llegado a Bogotá fue enviado de inmediato a Támara a suplir al P. José Dadey quien por enfermedad debió retirarse a Santafé, suponemos que en el último trimestre de 162769. Llamado a Tunja en 1628 fue nombrado después, según Mercado, rector del colegio de Pamplona70.
Mérida, finalizado en Mérida el 22 de octubre de 1773, fol. 17: “Yten. Otro de ciento y setenta pesos dado por Juan de Espínola al padre Juan [por Domingo] Molina, Rector de este Colegio; año de mil seiscientos cinquenta y tres”). 63 Antonio Valle Llano. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950) 90-92. 64 arsi. n. r. et q., 5, fol. 6. Catálogo Breve de 1659 (Ibidem, fol. 2. Catálogo Breve de 1661). 65 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 68. 66 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 435-445; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 425-432 (de la edición príncipe). 67 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 301. Carta de Vitelleschi a Tobalina. Roma, 2 de febrero, 1628. 68 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 438. 69 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 249: “Fue esto de suerte que se tuvo por necesario sacarle [al P. Dadey] de Támara a Santa Fe para ponerlo en cura. Asi se hizo y se puso en su lugar al padre Josef de Tobalina, que suplió su ausencia”. 70 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 438. A pesar de testimonio tan autorizado, no hemos podido verificar tal afirmación pues el P. Juan Gregorio fue rector hasta 1632, año en que fue designado para sucederle el P. Mateo Villalobos (Villalobos (Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 191). ¿Pudo quizá haberse desempeñado como vicerrector ese año? Hasta el momento no hemos podido precisarlo.
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Sí nos consta de su rectorado en Tunja71, ciudad en la que moriría prematuramente el 1o de noviembre de 163372. Aunque de los PP. Baltasar Sanz y Agustín Vargas no dudamos de su presencia en Chita, pues los registran los Libros parroquiales73, con todo, nos inclinamos a creer que quizá fue el camino seguido por ellos para dirigirse al colegio de Mérida. El P. Baltasar Sanz había nacido en Trujillo (Venezuela) hacia 1592 e ingresó en la Compañía de Jesús el 22 de mayo de 161174. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en Bogotá75. Ignoramos su actividad durante sus primeros años de sacerdote. Entre 1625 y 1628 tuvo un lapso de actividad en Chita76. Es muy posible que en 1629 estuviera ya radicado en el colegio de Mérida77. Lo cierto es que el 14 de abril de 1632 actuaba como vicerretor en una escritura de Venta78. En 1638 todavía residía en la ciudad de los Caballeros79 en donde debió de enseñar Gramática. En 1642 residía 71 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 439. Según nuestros cálculos fue rector de 1632 hasta su muerte en 1633. 72 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 445. 73 Amaya Roldán. Historia de Chita, 141. 74 Con respecto al lugar de nacimiento hay uniformidad. En relación con la fecha natal, los catálogos tan solo ofrecen la edad que tenía en el momento de su redacción. Así, en 1616, 24 años (arsi. n. r. et q., 3, fol. 20) y esa misma proporción se mantiene en los siguientes catálogos. Sin embargo, el P. Mercado (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 165) dice que falleció a los 81 años no cumplidos, lo cual retrotraería la fecha de nacimiento a 1670 o 1671. 75 arsi. n. r. et q., 3, fol. 56. Estudió tres años de Filosofía y cuatro de Teología. En 1621 tuvo que haber concluido su formación. 76 Amaya Roldán. Historia de Chita, 141. 77 En 1629 había solicitado tierras ante el Cabildo de Trujillo con intención de fundar allí un colegio de la Compañía de Jesús (Amílcar Fonseca. Orígenes trujillanos. Caracas, Tipografía Garrido (1955) 44-45). Sospechamos que tal petición la realiza siendo morador de Mérida. 78 ahm. Protocolos, t. XIII, fol. 89v. 79 apqu. Leg. 3. Carta del P. Rodrigo de Figueroa al P. Miguel Gerónimo de Tolosa. Santafé, 3 de enero de 1638.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
en Honda80. Posteriormente se trasladó a Mompox, ciudad a la que dedicaría los veinte últimos años de su existencia81. Ejerció el rectorado del colegio en torno al año 165582. Falleció en Mompox hacia 167083. El P. Agustín de Vargas había nacido en Tunja hacia 159784. Ingresó en la Compañía de Jesús el 7 de diciembre de 161285. Debió de concluir su carrera hacia 1622. En 1624 laboraba al frente de la Congregación de indios de Tunja86. Entre 1625 y 1628 pasó por Chita87. Es posible que se dirigiera después al colegio de Mérida en donde permaneció hasta 163788. Habiendo regresado a Santafé falleció en 163989.
La historiografía moderna Dentro de la historiografía jesuítica moderna ha sido el profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, Juan Manuel Pacheco, quien ha venido a aclarar importantes lagunas documentales de este período. En concreto, ha 80 arsi. n. r. et q., 3, fol. 56. Catálogo de 1642. 81 Desde 1655 tenemos noticia de su estancia en Mompox (n. r. et q., 3, fol. 137v), pero suponemos que llegó a esa ciudad mucho antes. Los catálogos breves de: 1659 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 6), 1661 (Idem, fol. 2), 1667 (Idem, fol. 10) y 1668 (Idem, fol. 14) lo ubican en Mompox. 82 arsi. n. r. et q., 3, fol. 137v. Catálogo de 1655: “Est Rector Mompoxensis”. 83 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 165: dice que murió a los 81 años no cumplidos en Mompox. En realidad no aparece ya su nombre en el Catálogo de 1671, pero reposaba una carta del P. Baltasar Sanz al provincial en el archivo del colegio de Mérida y está datada en 1670 (aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los papeles del archivo del colegio San Francisco Javier, fol. 35v). 84 arsi. n. r. et q., 3, fol. 20v. Catálogo de 1616. 85 La afirmación la basamos en que sus votos del bienio los pronunció el 7 de diciembre de 1614, de acuerdo al Libro de Votos. 86 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium. Carta del 8 de septiembre de 1625. 87 Amaya Roldán. Historia de Chita, 141. 88 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium. Carta del P. General al P. Figueroa. Roma, 30 de octubre de 1637. 89 arsi. Historia Societatis, 43, fol. 117.
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• libro 11 [el cuatrienio 1625-1628]
basado su estudio del cuatrienio 1625-1628 sobre dos interesantes piezas: los “Autos seguidos en Santafé a instancia del P. Miguel Jerónimo de Tolosa”90 y los “Autos sobre el beneficio de Chita”91. En la visita pastoral realizada por don Hernando Arias de Ugarte92 a todos sus inmensos territorios, había conocido esta región en 1621 y su estado de abandono le llevó a planificar su entrega a la Compañía de Jesús93. Mas, como los hechos posteriores lo evidenciaron, no era tarea fácil. En carta dirigida por el prelado el 18 de noviembre de 1621 al rey, le informaba: “Habiendo alcanzado de los padres de la Compañía de Jesús que entrasen a la provincia de Chita y de Pauto, como único remedio para la cristiandad de aquella desamparada gente, e hechas otras ordinarias diligencias con el Presidente para que venga en ello y me ayude en cosa tan importante, y no lo he podido conseguir”94. El 11 de junio de 1622 aprobaba el general de la Compañía de Jesús el deseo del arzobispo y le pedía al provincial del Nuevo Reino que pusiera en esas misiones “operarios de probada virtud y santo celo”95. La ocasión propicia para que el presidente, don Juan de Borja96, accediera a la entrega de Chita a los jesuitas la supuso la imposibilidad física de su párroco, P. Gonzalo Martín, quien al romperse una pierna quedó prácticamente inmovilizado97. 90 agi. Santafé, 2. 91 agi. Santafé, 245. 92 Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, vol. XIII (1975) 57-84. 93 agi. Santafé, 245. fol. 33v. Memorial del P. Sebastián Murillo. 94 agi. Santafé, 226. 95 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 232v. Carta de Vitelleschi a Ayerbe. Roma, 11 de junio de 1622. 96 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 399-401. 97 agi. Santafé, 245. Carta del P. Gonzalo Martín al Arzobispo Arias de Ugarte. Chita, 22 de abril de 1624: “Estando en la ciudad de Tunja necesitado con el mucho gasto de mi larga enfermedad, me determiné venir a este beneficio con intento de servirle hallándome en disposición y agilidad para ello, para poderme sustentar
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Por auto del 17 de octubre de 1624 ordenaba el arzobispo que las doctrinas de Chita, Támara, Pauto y Morcote fueran servidas por sacerdotes de la Compañía de Jesús. La de Chita por coadjutoría, la de Támara estaba vaca por promoción del bachiller Cristóbal Velasco, la de Morcote la dejó el P. Andrés Pérez Nieto que la estaba sirviendo y la de Pauto, “a cuyo título se ordenó Felipe Zambrano, el cual ha puesto muchas dificultades en irla a servir”98. El 31 de enero de 1625 presentaba, ante el P. Tolosa, el P. Felipe Zambrano su renuncia al beneficio de Pauto, Tunapuna, Casanare y Suebaque99. El 23 de octubre de 1624 otorgaba don Fernando Arias de Ugarte el título de cura “por vía de coadjutoría” al P. Miguel Jerónimo de Tolosa y los beneficios de Támara, Pauto y Morcote simul et in solidum a la Compañía de Jesús. La razón aducida por el arzobispo era que el P. Gonzalo Martín “… dio una caída y se lisió las piernas de suerte que no puede servir dicha parroquia; por lo cual y otras justas causas y motivos contenidos en información y autos que por nuestro mandato se han hecho”100. La presentación legal la hacía el presidente del Nuevo Reino de la siguiente forma: Por cuanto por derecho, bulas y concesiones apostólicas a los Reyes de Castilla y León concedidas por los Sumos Pontífices, su Magestad es Patrón de todas las iglesias de las Indias orientales y occidentales, Islas y Tierra Firme del mar océano y conforme a esto a mi en su nombre, a cuyo cargo está el gobierno deste Nuevo Reino, pertenece la elección de los curatos, doctrinas y otros becon más comodidad y después que llegué me hallé confuso conserando en no poder acudir y cumplir con mi obligación y descargo de mi conciencia para descargalla y cumplir con lo que estoy obligado dije al Padre Cristóbal de Velasco se estuviese como antes se estaba en la coadjutoría de este beneficio, que yo quería meterme en mi casa encomendándome a Dios, que ya no estoy para otra cosa; respondióme que como SSª gustase de ello que él lo haría. Suplico a V. SSª que el Padre Velasco se esté por mi coadjutor como ha estado hasta ahora llevando la parte que ha llevado...”. 98 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Auto del 17 de octubre de 1624. 99 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Renunciación. 100 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 20v.
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neficios eclesiásticos. En cuya conformidad el Padre Florian de Ayerbe, Provincial de la Compañía de Jesús deste dicho Reino, presentó para la doctrina y administración de los santos sacramentos del pueblo de Chita a el Padre Miguel Gerónimo de Tolosa de la dicha Compañía para coadjutor del Padre Gonzalo Martín, presbítero cura que es al presente de dicho pueblo de Chita, juntamente con los Padres Joseph Dadey y Diego de Acuña, y a todos tres para que simul et in solidum se ayuden los unos a los otros en la administración de los dichos santos sacramentos y enseñanza de los indios del dicho pueblo de Chita, Támara, Pauto, Morcote y sus anexos; que están aprobados por el Señor Arzobispo deste Reino y por mi visto; en conformidad del derecho Real de Patronazgo y del auto proveído en esta razón por el dicho Señor Arzobispo y aprobación que del hice, di el presente y por él nombro para la dicha doctrina a el Padre Miguel Gerónimo de Tolosa para que su prelado le haya por nombrado a ella y le haga la colación y canónica institución desta presentación en forma dicha la cual hago mediante la aprobación del Señor Arzobispo, hecha en los dichos Padres y de que son lenguas deste Reino y de su mucha suficiencia en casos de conciencia y mando al corregidor de naturales que es o fuere de los dichos pueblos, caciques, capitanes e indios del que libremente les dejen usar y administrar el dicho cargo al dicho Padre Miguel Gerónimo de Tolosa/y a los demás sus referidos sin que por ninguna manera le sea puesto estorbo ni impedimento alguno. Lo cual sea y se entienda precediendo para ello la dicha colación y canónica institución y como dicho es; y ninguno haga cosa en contrario pena de cien pesos de buen oro para la /ilegible/ de su Magestad. Fecho en Santafé a veinte y tres de octubre de mil y seiscientos y veinte y cuatro años. Don Juan de Borja.101
La colación canónica con su consabido ritual le fue conferida al P. Tolosa por el Arzobispo el día 26 de noviembre de 1624102. De esta forma se vencían dos años de conversaciones y de dificultades reales que oponía el provincial neogranadino. Creemos que mucho debió de 101 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 21-21v. 102 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 21v-23. Es interesante el contenido de este ceremonial que no transcribimos por lo largo.
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influir el P. Tolosa en el planteamiento de la misión, pues había acompañado al señor arzobispo en su visita pastoral por aquellas tierras en 1621103. La razón de incluir a Chita dentro del campo misional jesuítico la explica el P. Murillo en su Memorial del 17 de agosto de 1628: “... determinaron dar el dicho curato del pueblo de Chita a que como cabeza de encomienda son anejos casi todos los dichos pueblos de la tierra adentro para que, por estar como está el dicho pueblo de Chita en tierra fría y de mejor temple y a la entrada de los otros pueblos, lo tuviese la dicha Compañía por residencia donde asistiese el Superior de los demás curas y desde este puesto pudiesen ser socorridos y visitados y en caso de enfermar fuesen allí curados con que el dicho Padre Provincial Florián de Ayerbe aceptó las dichas doctrinas de los Llanos que de otra manera no las podía aceptar”104.
La compleja historia local El día 25 de enero de 1625 llegaron los jesuitas a Chita y el 26, domingo, celebró la misa mayor el P. Tolosa. Predicó en ella el P. José Dadey. Concluida la ceremonia eucarística, el notario, en presencia del P. Gonzalo Martín y de los feligreses, leyó y entregó al P. Tolosa el título de cura y vicario del partido de Chita105. El P. Dadey siguió a Támara y el P. Diego de Acuña a Morcote106. Múltiples problemas iba a provocar la presencia jesuítica en la región chitense. El clero de Tunja había manifestado su oposición a la decisión del arzobispo Arias de Ugarte desde el primer momento. Y dentro de este tenor hay que comprender la posición del P. Gonzalo Martín quien de repente se sintió con fuerzas para no necesitar un coadjutor. Pero el arzobispo santafereño mantuvo su posición. Una vez enterado el P. Gonzalo Martín de la
103 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 339-343. 104 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 34v. 105 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 23-23v. 106 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 380.
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decisión del arzobispo, otorgaba un poder para contradecir el auto en el cual se encargaba a la Compañía de Jesús estas doctrinas107. El pleito siguió su curso y en junio de 1625 alegaba el fiscal la pobreza de los clérigos del partido de Tunja. En su informe se recogen datos muy interesantes para la demografía eclesiástica. En el Nuevo Reino —dice— hay 216 beneficios y 130 los sirven clérigos y 78 las órdenes de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín y solo ocho los de la Compañía de Jesús. En el distrito de Tunja hay 65, 36 servidos por clérigos, catorce por religiosos y cinco los jesuitas. De los 72 clérigos presbíteros que residen en el distrito, 43 están ocupados en beneficios de españoles e indios y los veintinueve restantes sirven personalmente capellanías108. El 17 de junio de 1625 apelaban ante Su Santidad109. La actitud de los eclesiásticos tunjanos era principista. El nombramiento del P. Tolosa lo consideraban “contra todo derecho”, porque constituía un despojo, ya que ellos eran los “hijos patrimoniales de este arzobispado”110. El beneficio de Chita, desde su fundación, “ha sido y es perteneciente al clero”111 pues desde la conquista “se señaló a los presbíteros seculares el de Chita [...] y los demás en cuya posesión han estado hasta hoy”112. A lo largo del alegato van apareciendo los argumentos reales. Por una parte, hay muchos seculares, “muy hábiles y virtuosos, suficientes para servir los beneficios así de españoles e indios como para obtener cualesquie-
107 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Poder otorgado por el P. Gonzalo Martín. 108 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Petición del fiscal. 109 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Petición de Martín Gutiérrez y Pedro Zea. 110 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 4. 111 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 4v. 112 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 10v.
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ra prebendas y dignidades”113. Por otro lado, representan que “en este dicho Reino hay más de ciento y cincuenta clérigos presbíteros beneméritos, hijos patrimoniales que no tienen ocupación ninguna antes viven muy pobres y necesitados”114. Este antagonismo entre el clero secular y el regular fue frecuente a lo largo de toda la Colonia y en definitiva era el obispo quien desempeñaba el papel decisivo en la solución de la antinomia, pues en conciencia se veía precisado a escoger entre un principio de política eclesiástica y una exigencia moral. A esto se unía otro problema serio como era el de la autonomía de las órdenes religiosas en lo que en términos de derecho canónico se denomina “exención”. Y un punto álgido en este conflicto de derechos lo constituía la visita del obispo a las parroquias o doctrinas de indios regidas por religiosos. En una real cédula de 22 de junio de 1624 reconocía el monarca español la complejidad del problema y declaraba la forma como los arzobispos y obispos de la Nueva España podían visitar a los religiosos doctrineros, y decía: […] he tenido por bien de resolver y mandar, como por la presente mando, que por ahora y mientras yo no mandare otra cosa las dichas doctrinas queden y se continúen en los religiosos como hasta aquí sin que por ninguna vía se ignove (sic) en esta parte. Y que el poner y remover los religiosos curas todas las veces que fuere necesario se haga por mi virrey y de aquellas provincias en mi nombre guardando en estos nombramientos y promociones la forma con las calidades y circunstancias que se hace en los Reynos del Perú. Y de otra manera es mi voluntad no sean admitidos al ejercicio ni servicio de las dichas doctrinas ni se les acuda con los emolumentos de ellos y asimismo mando que el arzobispo y obispos de aquellas provincias puedan visitar a los dichos religiosos en lo tocante al ministerio de curas y no en más, visitando las iglesias, sacramentos, crisma, cofradías, limosnas de ellas y todo lo que tocare a la mera administración de los santos sacramentos y dicho ministerio de cura [...]. Y porque los dichos religio113 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 4v. 114 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 11v.
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sos en cuanto a la jurisdicción no pretendan adquirir derecho para la perpetuidad de las dichas doctrinas ni que por lo dicho se derogue la jurisdicción ordinaria en los casos que conforme a derecho y el santo concilio de Trento les toca conocer a los prelados de las causas de los religiosos se ha de entender y entienda sin perjuicio de la jurisdicción ordinaria y del derecho de mi patronazgo real.115
El 6 de septiembre de 1624 extendía el mandato de la Real Cédula citada a sus otros dominios americanos, incluyendo el Nuevo Reino de Granada116. El 15 de septiembre de 1627 ordenaría el arzobispo Julián de Cortázar117 sacar copia notariada de la mencionada cédula118. Y en realidad ese criterio prevaleció a lo largo del período hispánico en América. Ciertamente que los misioneros se entregaron con celo y pasión a su verdadero ministerio, como era la promoción humana de sus gentes y su evangelización. Cinco meses más tarde escribía el presidente Borja al rey: “... pareció enviar allí, como fueron, los padres de la Compañía, que, aunque ha poco tiempo que asisten, es conocido y manifiesto el aprovechamiento que han hecho y hacen; y como quiera que estas doctrinas las servían clérigos, es fuerza que hayan sentido y sientan el haber sido removidos de ellas. Pero como este sentimiento solo se extiende a su particular granjería y aprovechamiento y no al espiritual de los indios y su conversión, no solo soy de parecer que no se vuelvan a los clérigos, sino también lo seré que se den a los padres de la Compañía todas las otras en que se quisieren ocupar”119.
115 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 17v-18. 116 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 18v. 117 Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo II: La consolidación de la Iglesia. Siglo xvii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, vol. XIII (1975) 87-91. 118 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 18v-19. 119 agi. Santafé, 20. Carta del Presidente Borja al Rey, 27 de junio de 1625.
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Política lingüística El primer esfuerzo de los misioneros consistió en el estudio de las lenguas de sus respectivas circunscripciones. El convencimiento de que la lengua materna constituía el único instrumento válido para llegar al alma y a la psicología del indígena les hizo entregarse a esta tarea con inusitado fervor120. El dominio de la lengua muisca y los años de experiencia misional entre los aborígenes de la sabana bogotana facilitaron el rápido acceso al mundo lingüístico de estas misiones. Ya el P. Mercado, primer historiador jesuita, anotaba que el P. Diego de Acuña “había sido insigne maestro de la lengua mosca”121; del P. José Dadey consignaba que “en las lenguas de los indios era tan eminente como si fuera indio”122; y del P. Miguel Jerónimo Tolosa escribía que “esmeróse en ser excelente confesor, especialmente de los indios, cuya lengua sabía con eminencia”123. Dos dificultades serias presenta la reconstrucción del mapa lingüístico de estas misiones: primera, la falta de documentos coetáneos; segunda, el no haber podido todavía encontrar la información escrita por los misioneros responsables de la evangelización de esta área. En una visión general de los indígenas residentes en la zona, Mercado mencionará a los giraras y a los cacatíos124; Rivero describirá
120 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 62: “... y emprender este trabajo y penitencia, que en mi estimación, es la mayor de todas, y como la piedra de toque en que se prueba el misionero”. 121 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 242-243. 122 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244. 123 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 310. 124 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247-249. El autor hace referencia a la confesión de una india girara en lengua cacatía. ¿Serían lenguas emparentadas? ¿Sería el fenómeno típico de mujeres que practicaban el bilingüismo? En una zona de trasiego racial estos fenómenos deben estudiarse con singular atención.
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los cacatíos125, los giraras126, los tunebos127, los támaras128 y al analizar la geografía añadirá que la cordillera estaba habitada por morcotes, guaceos, tunebos, chitas y los del Pueblo de la Sal129; mientras que Cassani hará referencia a “tunebos, morcotes, guacicos, chitas y otros”130. Pero el historiador más próximo a los acontecimientos es el P. Mercado, quien se acercaría a la historia desde dos ángulos distintos: el proveniente de los documentos que utilizó para la redacción de su historia y el material documental con que redactó las biografías de los fundadores de la misión. En su historia misional recoge las primeras impresiones de los misioneros: Chita tenía tres pueblos pequeños anexos con tres lenguas diferentes131; Morcote atendía cinco anexos todos con lenguas distintas132; Támara cobijaba los anexos Guaseco y Gasparillo con sus propias lenguas133; y de Pauto dependían siete pueblos “de otras tantas diferentes naciones”134. En todo caso, el corregidor de Chita, Cristóbal Núñez de la Cerda, en una descripción que levantó el 20 de marzo de 1620 ofrecía las siguientes estadísticas: 527 almas en Morcote, 373 en Pisba, 1304 en Támara, 146 en Gasparillo y Nolusco pertenecientes al beneficio de Támara, 763 en Chita y
125 Juan Rivero. Historia de las misiones, 56. 126 Juan Rivero. Historia de las misiones, 117-118. 127 Juan Rivero. Historia de las misiones, 56-58. 128 Juan Rivero. Historia de las misiones, 59. 129 Juan Rivero. Historia de las misiones, 56. 130 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 99. 131 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 240. 132 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 243. 133 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244. 134 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247.
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Chispa, 147 en Pauto, 69 en Suebaque. En total los cuatro beneficios amparaban a 3300 personas135. Mas, dentro de este difuso panorama geolingüístico también señalará el escritor riobambeño el curioso fenómeno del bilingüismo136 y la existencia de una “lengua más general”137 conocida por los indígenas. Mucho más preciso fue Cassani, fundamentado en algún escrito de los misioneros chitenses, al escribir: El primer cuidado de todos fue hacerse dueños de la lengua, porque aunque sabían bien la Mosca, que es como general en extendidísima parte de aquel territorio, en cada nación la hablan de distinta manera; y aun en esto, más que en otra casa, se distinguen las Naciones, porque los que hablan una misma lengua, comercian entre si y se miran como distintos de los otros; y como aquel campo todo es libre, los límites mas los tienen en la boca que en el terreno. Lograron los Padres su trabajo anterior, porque como en la realidad estas lenguas mas eran dialectos de la Mosca que lenguas distintas, en breve tiempo se pusieron en todas ellas, y las hablaban con los indios todas, hablando cada uno en su lengua, aunque era menester para eso un perpetuo cuidado y viva la memoria porque en las poblaciones se juntaban de distintas naciones, Tunebos, Morcotes, Guacicos, Chitas y otras...138
Fue Pauto la sede principal del P. Domingo Molina, de la que dependían ocho anexos y sus pobladores “eran de otras tantas diferentes naciones y por lo consiguiente muy distintas en los lenguajes”139. Con todo, sus moradores eran fundamentalmente cacatíos y giraras. La lengua más importante, 135 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Certificación del notario Martín Velasco. 136 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247-248. Recogerá que no quieren “hablar los de una nación en el lenguaje de la otra aunque lo sepan”. 137 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 248. 138 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 98-99. 139 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 246-247.
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al menos a los comienzos, era la cacatía y fue la primera que aprendió el P. Molina y en ella rezaban en la iglesia140; pero el girara tenía que ser muy cercano, a juzgar por la actitud asumida por una anciana girara que no quería confesarse en cacatío y el misionero la entendía en su lengua141. También moraron en esta población algunos tunebos y su lengua fue ciertamente conocida y hablada por el jesuita italiano142. A ellos habría que añadir algunos yaruros que fueron reducidos por su misionero143. Estas premisas nos obligan a revisar algunas afirmaciones recogidas en las papeletas (manuscritas e inéditas) referentes al P. Domingo Molina conservadas en el archivo Uriarte-Lecina. En ellas se hace mención de las siguientes obras: Gramática de la lengua chita y traduccion del catecismo a ella; Apuntamientos para formar Arte y Vocabulario de 12 diferentes lenguas que se hablan en estas misiones del Nuevo Reino; y Catecismo y confesionario en lengua Tuneba144. Desconocemos la fuente en que se basaron los eminentes bibliógrafos para asentar estas afirmaciones. Podemos aseverar que el P. Molina no estuvo en Chita y por ende dificultamos la producción gramatical y literaria en esa lengua. Asimismo, necesitaríamos de mayor información para aceptar los “Apuntamientos” en doce lenguas diferentes. Al hablar Mercado de su vida misional llanera dice: “Allí cultivó varias naciones bárbaras de indios aprendiendo sus lenguas, de las cuales supo cinco, haciendo catecismos de ellas...”145. Sin embargo, nos consta del conocimiento del tunebo según el testimonio de
140 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247-248. 141 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 248. 142 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 61: “Una persona muy fidedigna afirma que oyó no pocas veces referir a un indio de nación tunebo con entereza y fidelidad el catecismo santo que en su lengua le había enseñado este apostólico misionero”. 143 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita. Petición del P. Sebastián Murillo. 144 aiul. Papeletas: Molina, Domingo. 145 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 61.
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su primer biógrafo146 y ello facultaría la paternidad lingüística de esta obra. Los diccionarios y catecismos a los que alude Mercado147 corresponden a su estancia en Pauto y por el contexto se podrían referir ciertamente a las lenguas cacatía y tuneba. Fue Morcote la sede asignada al P. Diego de Acuña, quien había superado los sesenta años de edad y había dedicado más de tres lustros a los indígenas de la sabana bogotana, amén de haber sido “insigne maestro de la lengua mosca”148. La no diferenciación entre lengua y dialecto nos lleva a pensar que el testimonio de Mercado hace referencia a un ámbito misional de seis pueblos con sus respectivas lenguas149. Sin embargo, en su biografía del P. Acuña, precisará: “En cuatro años que asistió en la misión de los Llanos aprendió otras tres lenguas y de todas tres provechosamente se valió enseñando los misterios de la fe a los incultos bárbaros”150. Los bibliógrafos españoles PP. Uriarte y Lecina le asignan el Vocabulario y Arte de la lengua de los indios Morcotes y traducción en ella de la doctrina cristiana y algunas oraciones de la Iglesia151, pero desconocemos el fundamento de su afirmación aunque sospechamos que haya sido la Historia del P. Mercado su fuente de inspiración152. A ellas habría que añadir el Arte y vocabulario de la lengua mosca153. 146 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 61. 147 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 61. 148 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 242-243. 149 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 243. 150 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 336. 151 aiul. Papeletas: Acuña, Diego de. 152 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 243: “Hizo tratados de la gravedad del pecado mortal, de las penas del infierno conque se castiga por una eternidad, del modo con que se habían de prevenir con el sacramento de la penitencia y para el de la Sagrada Eucaristía”. 153 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 335-336: “... se esmeró en aprender la lengua índica que llaman de los moscas y compuso arte y vocabulario en ella”.
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La residencia del P. José Dadey fue Támara, a la que pertenecían dos anexos: Guaseco y Gasparillo154. Al cabo de cierto tiempo tuvo que regresar a Bogotá para curarse de una enfermedad y fue sustituido por el P. Tobalina155, quien permaneció en esta reducción un año156. En realidad no hemos podido precisar el espacio temporal de la ausencia de las misiones del P. Dadey; tan solo nos consta que habiéndose recuperado regresó a Támara157. Capítulo aparte merece la obra filológica del P. José Dadey. “Por buena cuenta más de cinco fueron los idiomas que supo”158. Desde su llegada al Nuevo Reino lo vemos comprometido con el mundo chibcha. Su primera manifestación pública data de 1606, a raíz de la polémica suscitada en torno a la traducción del catecismo limense, del que fue uno de los principales protagonistas y su expositor159. Las doctrinas de Cajicá y Fontibón enmarcan su consolidación lingüística. En 1619 se hace cargo de la cátedra de chibcha160 que los jesuitas habían fundado en Santafé hacia 1613161. En 1620 trabajaba intensamente en la composición de la gramática 154 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244. 155 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 249. 156 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 438. Si llegó a Cartagena en julio de 1627 (Ibidem), debió de pasar de inmediato a Támara, pues para finales de julio de 1628 no aparece en los pleitos judiciales eclesiásticos en que se vio la misión. 157 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 249. 158 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 183. 159 Puede verse la polémica en: Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 302-304. 160 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 305. Existen numerosos y cualificados testimonios sobre el hecho de que el P. Dadey hablaba con precisión y elegancia el chibcha. Muy importante es el del P. Coluccini (agi. Santafé, 227. Carta del P. Coluccini al Rector de Santafé. Facatativá, 8 de julio de 1636). En su primera biografía escrita se resalta: “Por buena cuenta más de cinco fueron los idiomas que supo” (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 183). Hay que reconocer que siendo el chibcha la lengua matriz del altiplano y dada la facilidad para aprender idiomas del P. Dadey no le supusiera gran esfuerzo dominar las del balcón andino de la serranía de Morcote. Su labor misional se extendió a Támara, Guaseco y Gasparillo (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244). 161 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 33. Carta de Aquaviva a Lyra. Roma, 28 de enero de 1614.
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y el diccionario chibchas162. En 1633 regentaba la cátedra fundada por la Audiencia163 y en 1637 recorría los pueblos de la sabana bogotana, juntamente con el P. Coluccini, para dar cumplimiento al decreto arzobispal de 25 de noviembre de 1636 que alentaba la comunión de los indígenas164. De su estancia llanera quedan noticias de sus Apuntamientos para formar Arte y Vocabulario de los dialectos de los Indios de Paya, Pisba y Támara165 y del Catecismo de la Doctrina Cristiana traducido a los dialectos de los Indios de Paya, etc.166. Sospechamos que el fundamento documental de los PP. Uriarte y Lecina es la obra de Rivero, ya que Mercado no habla de Paya y Pisba. A estas obras tenemos que añadir: Gramática y Vocabulario de la lengua mosca-chibcha167 y Pláticas sobre los principales misterios de nuestra Santa Fe en lengua Muisca168. 162 Aunque no se ha dilucidado todavía de forma fehaciente el verdadero manuscrito, véase: María Estela González De Pérez. Diccionario y gramática chibcha. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987. 163 anb. Curas y Obispos, t. 9, fol. 359. 164 agi. Santafé, 227. Carta del P. Juan Bautista Coluccini al Rector del Colegio de Santafé. Facatativá, 8 de julio de 1636 (por 1637). 165 Uriarte y Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773, II, 338, B. 166 Uriarte y Lecina. Ob. cit., II, 338, C. 167 Manuel Lucena Salmoral. “Gramática chibcha del siglo xvii”. En: Revista Colombiana de Antropología. Bogotá, XIII (1964-1965) 34. Diccionario y Gramática chibcha. Manuscrito anónimo de la Biblioteca Nacional de Colombia. Transcripción y estudio histórico-analítico por María Stella González de Pérez. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987. Los testimonios de que Dadey conocía y hablaba la lengua con precisión son innumerables (agi. Santafé, 227. Carta del P. Coluccini al Rector de Santafé. Facatativá, 8 de julio de 1636). Acerca de la Gramática (arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium, fol. 81); Juan Rivero (Historia de las Misiones, 54, 73) “... compuso artes y vocabularios y los enseñó en Santafé por muchos años”. Joseph Cassani (Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 18-19) tras hablar de la gramática y el diccionario, afirma: “... cuyos dos libros duran hasta el día de hoy y han sido, son y serán guía de todos”. Felipe Salvador Gilij (Ensayo de historia americana, III, 332): “compuso e imprimió la gramática mosca”. Chestmir Loukotka. “Klasification der Südamerikanischen Sprachen”. En: Zeitschrift für Ethnologie. Berlín, 74 (1942) 40. Sergio Elías Ortiz. Prehistoria. Bogotá, vol. I, tomo III, Historia Extensa de Colombia. 168 Uriarte-Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España,
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La ciudad de Chita se dibujaba a comienzos del siglo xvii como un enclave geográfico crucial, nido neurálgico de razas, pueblos y lenguas. La historia de esta singular ciudad y de sus entornos debe estudiarse a la luz documental de la encomienda, ya que a través de ella se hilan los testimonios de sus etnias, de los encomenderos, de los protectores de indios, de los visitadores reales y de los doctrineros169. Por lo dicho anteriormente no es de extrañar que los jesuitas escogieran esta ciudad como la puerta geográfica y étnica del hábitat casanareño. Y la población de Chita le correspondió al superior, P. Miguel Jerónimo de Tolosa, quien se había dedicado a los muiscas casi desde los primeros días de su ministerio sacerdotal y habiéndose esmerado siempre “en ser excelente confesor, especialmente de los indios, cuya lengua sabía con eminencia”170. En 1619 acompañó al arzobispo de Bogotá, don Fernando Arias de Ugarte, en la visita pastoral que el prelado santafereño realizó a todas aquellas regiones171. De este viaje data el Catecismo para los indios del distrito de Mérida172, que le fue de gran utilidad, ya “que la lengua de los indios del distrito de Mérida era general”173. De la ciudad del Chama pasaron al piedemonte barinés y allí redactó, pensamos que de forma muy
II, 338, A: “Al tiempo del destierro de 1767 se conservaban en el Colegio de Santa Fe con otros manuscritos”. 169 Elena Pradilla. “Un caso de encomienda tuneba 1635-1664. Aspectos históricos. Los tunebos”. En: Repertorio Boyacense. Tunja. Año LXXII (1988) nº 321, pp. 22-51. 170 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 310. 171 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 239. 172 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 90: “Cuando [...] supe que la lengua de los indios del distrito de Mérida era general [...] me puse de propósito a aprenderla y hacer mis cartapacios de ella con intento de tener alguna noticia para que ayudándome alguna persona pudiese traducir en la lengua de los indios los misterios de nuestra santa fe. Traduje por entonces algunos [...] Eso hice a los principios, que después con el estudio me habilité a poder enseñarlos sin leer”. Acerca del Catecismo: Mario Germán Romero. Fray Juan de los Barrios y la evangelización del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, ABC (1960) 258. 173 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 90.
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rudimentaria, el Catecismo para los indios de Aricagua174. Y de igual forma se comportó en Gibraltar en donde elaboró el Catecismo para los indios de Gibraltar175. También en Chita prosiguió en su labor catequética y afrontó la ignorancia religiosa de sus moradores “con los catecismos que hizo en las tres lenguas de los anexos”176.
La promoción humana y espiritual Si el estudio de las lenguas de los misionados absorbió tal intensidad, será lógico concluir que igual o superior empeño tuvieron que poner en lo que constituía el principal objetivo de su misión: la promoción humana y espiritual de aquellas naciones. El punto de partida para la acción misional era prácticamente el mismo en todos los frentes: “era común de muchos el no saber rezar ni tener noticia de los misterios de nuestra santa fe” y que el entorno cultural estuviera constelado de supersticiones y hechicerías177. En términos generales, este cuadro lo confirma la declaración del propio arzobispo de Santafé, quien en 1625 certificaba que de tres mil a cuatro mil almas apenas se confesaban ciento y no sabían la doctrina cristiana178. En cuanto a la religiosidad de estos indígenas debemos resaltar una anotación rápida del cronista de este ensayo misional: su conducta estaba alejada de Dios “porque no lo conocían; y sin idolatría, porque no la tenían”179. Llama la atención el mutismo que observamos en relación con los ídolos en 174 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 90: “En Aricagua [...] trabajé haciendo catecismo en su lengua [...] y en ella los catequicé, oyendo ellos con mucho gusto”. 175 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, I, 90: “El catecismo que hice mandó su señoría a los curas que lo trasladasen y lo enseñasen a sus feligreses”. 176 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 241. 177 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 240. 178 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Auto del 10 de junio de 1625. 179 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 247.
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las fuentes misionales chitenses. Tan solo dejamos constancia, dada la precariedad documental, pero sería un fenómeno interesante de estudiar. En la reconstrucción del alma de la sociedad chitense los mojanes o hechiceros “eran los más ancianos de la nación, reverenciados como maestros de las supersticiones con que se crían desde la niñez y se van derivando de padres a hijos como si fueran cosas que los hubieran de introducir en el cielo”. Y más adelante añade Mercado: “Los mohanes eran como médicos supersticiosos de los indios que fingían curarlos de sus males chupándoles las carnes después de haber chupado el licor que totalmente les quitaba el juicio”180. Realmente estamos ante dos aspectos chamánicos claros y universales. Primero, el medio por el que el chamán trasciende lo temporal evanescente. En la mayoría de las culturas es el tabaco, el yopo o cualquier sustancia narconizante. Pero hay culturas que recurren a los brebajes alcohólicos fuertes, como la harina de yuca fermentada y bebida en enormes cantidades, hasta sacar el chamán de su estado normal y trascenderlo en un mundo superior religioso o chamánico-curandero. Segundo, los medios de que se sirve el chamán en trance para curar especialmente a los enfermos, medios que siempre o casi siempre obedecen a una causa cultural de ciertos “patógenos” que entran dentro de su cuerpo. Y aquí viene el chupar o succionar partes del cuerpo como para, en un acto simultáneo de succión corporal, poder también extraer el “cuerpo patógeno” que afecta a la salud del enfermo. Según la antropóloga venezolana María Matilde Suárez, existen tres estratos chamánicos que pueden vivir en la misma persona: primero, el sacerdote religioso o verdadero chamán; segundo, el brujo con poderes extraordinarios, que pueden ser buenos o malos, y que, en principio, están al servicio de la guarda de la comunidad; tercero, el llamado medicine-man o el hombre médico o curador, con hierbas, con remedios y con otros medios de persuasión psicológica y psicoterápica como la succión de los cuerpos patógenos causantes de la enfermedad y alojados dentro del cuerpo del enfermo181.
180 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 246. 181 María Matilde Suárez. Los Warao. Caracas, ivic (1968) 192-194.
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Asimismo, aunque con breves pinceladas, se asoma el cronista al mundo íntimo del indígena y recoge la vitalidad de los oráculos diabólicos182, la vigencia de los agoreros183, la presencia del demonio, tema extremadamente rico en las letras hispanas o hispanoamericanas184 y creencias como las relativas al “mal de ojos”185, las fiestas a la luna, a la sangre y a la yopa nueva186, la hechicería187. Poco podemos adelantar de lo que fue la moral social. Quizá puedan ayudar a entenderla las luchas que los misioneros emprendieron contra los homicidios188, los amancebamientos189, el entregar “sus hijas de muy tierna edad a los que después habían de ser su maridos”190, y borracheras191. Entre la comunidad hispana, como veremos más adelante, combatieron el “rescate” de indios, su explotación y el tratarlos como esclavos. La primera respuesta institucionalizada fue la enseñanza sistemática del catecismo, cuya traducción, ya lo hemos visto, fue bastante rápida192. La
182 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 242. 183 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244. 184 Véase: Sabino Sola. El diablo y lo diabólico en las letras americanas (1550-1750). Valencia, Universidad de Deusto, 1973. 185 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 240: “Un indio hechicero había en Chita a quien grandemente los otros temían por haberse persuadido que por usar artes diabólicas los podía matar sólo con un mirar de ojos o con abrir la boca para echarles una maldición”. 186 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 336. 187 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 246. 188 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 239. 189 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 244-245. 190 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 245. 191 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 242. 192 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 240-241.
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didáctica catequética a los niños era por la mañana y por la noche193. En verdad no conocemos el catecismo del arzobispo Arias de Ugarte, cuyo redactor fue el P. Tolosa, pero el esquema fundamental se basaba en el catecismo segundo o menor ordenado por el III Concilio de Lima194. Y como es natural, la segunda fue la práctica progresiva de los sacramentos. Frente a las realidades antes pergeñadas, los misioneros realzan el sacramento de la eucaristía para afrontar las supersticiones y la hechicería195 y establecen una serie de devociones en torno al Santísimo Sacramento porque juzgaban “que el culto a este Pan soberano había de ser el antídoto contra todas las costumbres venenosas del pueblo”196, y como consecuencia entablan la Congregación de Cristo sacramentado, para insistir así en la grandeza de ese culto197. Era la unión moral que más tarde devendría en el misterio del cuerpo místico de Cristo. Completaba la praxis de la vida cristiana con la devoción a la Santa Cruz, “señal de redención para librarse con ella de los engaños del demonio”, y el P. Diego de Acuña les enseñó a colocar la Santa Cruz en sus caminos y en sus pechos198. Los ancianos y los niños significaban una atención especial tanto en el aspecto humano como en el espiritual. A través de los libros parroquiales del P. Tolosa, por citar un ejemplo, la parroquia de Chita comprendía las siguientes parcialidades: Bímisa (hoy Dímisa), Malareque, Tágasa, Chichaguí, Bichacuca, Chicacuca, Busaneque y los pueblos de Sácama, Chipa y Rubacate o de los tunebos199. La lectura atenta de los libros del archivo parroquial 193 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 243. 194 Mario Germán Romero. Notas de historia colombo-venezolana. San Cristóbal, Centro de Historia del Táchira (1985) 174. 195 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 246. 196 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 239-240. 197 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 240. 198 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 242. 199 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 381.
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chitense revelan el espíritu abnegado y consagrado del P. Tolosa para con los enfermos y moribundos. A la mayoría de los indígenas solamente se les administraban los sacramentos de la penitencia y extremaunción y en menor proporción se reseñan los que recibían el santo viático200.
Los conflictos jurídico-eclesiásticos y el abandono de la misión Pero dentro de la historiografía jesuítica que recoge este ensayo misional adquiere un relieve singular el conflicto que devendría en el abandono de la misión. El frente opositor a los jesuitas encontró pronto un espacio idóneo para su causa al ser nombrado don Hernando Arias de Ugarte arzobispo de Charcas, por bula del 15 de abril de 1624. El 30 de julio de 1625 abandonaba el prelado Bogotá para tomar posesión de su nueva sede201. El 4 de julio de 1627 entraba en la capital del Nuevo Reino el nuevo arzobispo don Julián de Cortázar202. No tendría que transcurrir mucho tiempo para que este manifestara su animadversión hacia los jesuitas. A los cuatro meses de estancia en su diócesis iniciaba el Sr. Cortázar su acción para despojar a la Compañía de Jesús de todos los curatos que les había encomendado su antecesor203. Pero en su política eclesiástica asumiría dos actitudes distintas: una, antes de la muerte del presidente Borja, envuelta en cierto tipo de respeto ante las autoridades civiles; y otra, violenta y dictatorial, tras el deceso del mandatario neogranadino. En carta al soberano del 27 de noviembre de 1627, Cortázar sostenía: “Aunque yo lo pudiera haber hecho poniendo edictos para que se opusieran 200 Archivo Parroquial de Chita. Libro I. General (Véase: Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 381). Véase: Pedro de Mercado. Historia de la Provincia…, II, 241. 201 Diego López De Lisboa. “Vida del Ilustrísimo señor don Hernando Arias de Ugarte”. En: La Iglesia. Bogotá, 41 (1947) 216. 202 agi. Santafé, 20. Carta del Presidente Borja al Rey. Santafé, 5 de julio de 1627. 203 Véase: Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica (vol. XIII de la Historia Extensa de Colombia). T. 2 (1975) 89-90.
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los clérigos, por la mano poderosa que tienen los dichos padres con los que mandan y evitar inconvenientes que por esto pueden resultar, no he querido sino acudir a V. M.”204. El 10 de enero de 1628 volvía a dirigirse al monarca español para remitir los autos que se habían levantado por los clérigos contrarios a los jesuitas y para saber “lo que debo hacer en este particular, porque en el ínterin estarán las cosas en el estado presente por evitar inconvenientes”. Dos observaciones creemos deben notarse en esta carta. La primera, que don Fernando Arias de Ugarte había quitado las doctrinas de Pauto, Chita, Támara y Morcote contra lo estipulado por el Real Patronato y las reales cédulas, y segundo, que este acto conspiraba contra los clérigos “hijos y nietos de conquistadores, que hay muchos y muy capaces y suficientes, paupérrimos y sin ocupación ninguna de beneficio ni otra renta eclesiástica”205. No creemos que en Madrid satisficiera la forma de tratar a su antecesor en la mitra santafereña quien llegaría a ocupar la sede de Lima. La enemistad del arzobispo Cortázar contra los jesuitas neogranadinos fue tal que el propio provincial del Nuevo Reino, P. Luis de Santillán, se veía en la obligación de manifestar ante el rey: “... procura desacreditarnos con V. M. y con sus Consejos y con el Papa, haciendo informaciones secretas (sin citación de partes ni jurisdicción que tenga para ello) de nuestras haciendas, de nuestro modo de vivir, doctrinar y enseñar a los indios, para las cuales llama émulos de la Compañía, y cuando echa de ver por su declaración que no lo son, los desecha como desechó a don Juan de Zea, vecino morador de Santafé; las cuales informaciones, si se hicieran como conviene, con rectitud y verdad, antes fueran para corona de la Compañía que para su descrédito, como se ve que pretende”206. 204 agi. Santafé, 226. 205 agi. Santafé, 245. Carta de don Julián de Cortázar al Rey. Santa Fe, 10 de enero de 1628. 206 agi. Santafé, 245. Carta del P. Santillán al Rey. Cartagena, 2 de julio de 1629. En la misma carta baja a detalles como “que mientras fuere arzobispo que no nos ha de faltar cruz, porque somos de los que han de entrar per angustam portam, y otras muchas cosas que dice en que muestra la antipatía que tiene con nuestra religión, con lo cual se nos atreven muchos de sus clérigos a tratarnos mal, y a uno de ellos que había de predicar en su presencia en Tunja un día de San Pedro apóstol le dijo: Démele a los padres en el sermón una
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Mas al fallecer el 12 de febrero de 1628 el presidente Borja207, el arzobispo Cortázar podía proceder libremente a llevar a cabo sus propósitos. Así, el 21 de marzo de ese mismo año solicitaba Andrés Pérez Nieto los autos del pleito por el que fue despojado del beneficio de Morcote y posteriormente pedía se le restituyera el beneficio. La Real Audiencia remitiría al peticionario a Consejo de Indias “donde esta causa está pendiente, por remisión de los dichos señores arzobispo y patrón, a pedimiento del clero”208. Al poco tiempo, Pedro Betancur, en nombre del P. Gonzalo Martín, pedía al señor Cortázar no serle necesario coadjutor alguno por encontrarse ya sano y libre de la causa que motivó la coadjutoría del P. Tolosa. Y para ello se mandó levantar una información en Tunja el 24 de mayo de 1628, según la cual el P. Martín, aunque cojo podía andar a pie y montar a caballo. Al día siguiente, 25 de mayo, declaraba el arzobispo que el P. Tolosa debía cesar en su oficio, ya que había cesado la causa de su coadjutoría209. El 18 de junio entregaba su alma al Creador el P. Gonzalo Martín, tres días más tarde el P. Tolosa procedía a tomar posesión del curato210. El 27 de junio el arzobispo santafereño revocaba el nombramiento del P. Tolosa, llamaba a concurso para esa parroquia y mandaba en el interregno de cuatro meses al P. Alonso Martín, párroco de Gámeza, como cura interino de Chita211.
buena vuelta; otros nos ponen pleitos injustos acerca de las cofradías que están en nuestras iglesias y hacen otras vejaciones. Ha amenazado que si la Audiencia declara que la causa de Honda le pertenece, que ha de desenvainas —son palabras suyas formales— y poner el pecho a todo cuanto pudiere, cueste lo que costare”. 207 Juan Flórez de Ocariz. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Madrid, I (1674) 256. 208 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Petición de Andrés Pérez Nieto: 21 de marzo de 1628 y 30 de marzo de 1628. 209 agi. Santafé, 245. “Autos hechos por el Arzobispo de Santa Fe sobre el beneficio de Chita”. Petición de Pedro Betancur. Auto de 25 de mayo de 1628 en Tunja. 210 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 24: Acta de toma de posesión. 211 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 8-8v. El decreto del Señor Cortázar, fols. 8v-9.
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Al presentarse el 9 de julio en la mencionada localidad el P. Alonso Martín, con el nombramiento otorgado por D. Julián de Cortázar, y al apelar el P. Tolosa la decisión de la mitra santafereña212, se inicia de facto el lamentable hecho histórico que recogen los autos tantas veces citados. Los argumentos del P. Tolosa, que se reiterarían a lo largo del proceso, se reducían a decir que él había sido nombrado de acuerdo con las normas del Real Patronato, es decir, por el arzobispo y por el patrono, y por ello solicitaría el 10 de julio una real provisión para ser amparado213. El 21 de julio la Real Audiencia acogía la petición del jesuita y ordenaba no se innovara nada hasta que la Audiencia proveyere “lo que convenga”214. El 17 de julio el arzobispo nombraba al licenciado Francisco Baz de Resende visitador general del Arzobispado y le confería “comisión particular” para dar posesión del curato al P. Alonso Martín215. Quizá lo más llamativo de todo el proceso sea el enfrentamiento entre el visitador y el párroco de Chita. Nunca el autoritarismo sin razón puede generar justicia, mucho menos en el terreno de la jurisdicción eclesiástica donde el respeto a la ley va vinculado, por una parte, al cumplimiento de la voluntad de Dios, y por otra, el abuso de poder es doblemente reprobable pues la autoridad asume violentamente el lugar de Dios. El 30 de julio, en Villa de Leiva, el escribano Simón Monsalve notificaba al arzobispo la provisión de la Real Audiencia de 24 de julio en la que se mandaba que no se innovara nada en el curato de Chita hasta que la Real Audiencia proveyera. Cortázar, después de obedecerla, dijo que esta provisión “ha sido ganada con siniestra Relación” y que el beneficio de Chita estaba legítimamente vaco por el fallecimiento del P. Gonzalo Martín216. 212 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 1v. 213 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fols. 1v-3. 214 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 3v. 215 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 61-61v. 216 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, Cuando el 4 de agosto le comunican en Chita la misma provisión a Baz de Resende, contesta no ser con él, sino con el arzobispo y el P. Alonso Martín.
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El 31 de julio Baz de Resende mandó descerrajar las puertas de la Iglesia217, ante la protesta de los indígenas de Chita que no querían el cambio de cura. De este supuesto motín sacó parte el corregidor para encarcelar a cuatro de ellos218, mas el 9 de septiembre la Audiencia mandaba dejarlos en libertad219, demostrando con ello su inocencia.
La entrega de la misión En medio de esta contienda legal, el día 17 de agosto, el P. Sebastián Murillo, en nombre de la Compañía de Jesús, hacía dejación ante la Audiencia de todas las doctrinas llaneras, mediante un documento razonado220. En virtud de esta resolución procedió el prelado santafereño a designar como cura de Chita al Dr. Pedro Guillén de Arce, “clérigo muy docto, benemérito y de conocida virtud”221, quien tomó posesión de la Parroquia el 20 de noviembre de 1628222. En el acta de su visita a la parroquia de Chita el visitador Baz de Resende dejó consignado el siguiente texto: Habiendo visto estos autos, y que por ellos consta no haber de qué poderle hacer cargo al P. Miguel Jerónimo de Tolosa de la Compañía de Jesús en cuanto al oficio de coadjutor que ha sido de este dicho pueblo, ni habido que le corregir ni enmendar, dijo que le declaraba y le declaró haber cumplido el dicho oficio de coadjutor con puntualidad y con su solicitud, y haber aumentado muchas cosas del culto divino, por lo cual le juzga merecedor de que sea premiado de sus superiores, en cuya conformidad le daba y le dio por libre de esta visita y
217 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 28v. 218 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 37-37v. 219 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, 72-72v. 220 agi. Santafé, 245. Autos hechos en la Real Audiencia sobre el beneficio de Chita, fol. 33v-36. 221 agi. Santafé, 245. Carta del Arzobispo Cortázar al Rey. 10 de noviembre de 1628. 222 Martín Amaya Roldán. Historia de Chita. Tunja (1930) 31-32.
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mandó que este auto se ponga en el libro de visita de este pueblo, como se ha hecho con los demás religiosos.223
Pero es interesante ver la reacción de las partes después de que se finiquitó el conflicto. El 10 de noviembre de 1628 el arzobispo santafereño le explicaba al monarca español las razones y motivos de su actuación. Fundamentaba su argumentación en los derechos patrimoniales del clero secular y por ende en restituir al clero lo que le pertenecía. Pasaba después el prelado a narrar los hechos posteriores a la muerte del P. Gonzalo Martín, y proseguía: [...] puse edictos al dicho beneficio para que conforme a él se proveyese en clérigos, y envié uno que en el ínterin lo hiciese; el dicho religioso no le quiso admitir diciendo le pertenecía la propiedad sin más fundamento que el haber sido coadjutor del difunto, causando en el modo que con él tuvo notable escándalo y aunque para obviarlo cometí el dar la posesión al dicho clérigo, Licenciado Francisco Vaz de Resende mi Visitador general, que a solo este efecto fue aquella Provincia no le tuvo, antes resultó mayor inconveniente porque habiéndole recibido los indios con general aplauso, otro día instados y persuadidos del dicho Religioso de mano armada con alboroto y voces le quisieron poner manos violentas y lo hicieran y aun correría peligro la vida del Visitador si no fuera defendido de algunos españoles que se hallaron presentes y del corregidor de aquel partido a quien perdieron el respeto y quebraron la vara de la Real Justicia que en la mano traía. Y aunque pudiera ser delito cometido contra persona eclesiástica tratar de su castigo no lo hice por estar pendiente en V. Real Audiencia donde el corregidor remitió la información que cerca desto hizo y se presentó otra del Visitador [...] y siempre el dicho religioso resistió con menos modestia de la que requiere su hábito y profesión el entregar las llaves y bienes de la Iglesia al clérigo [...]. Y aunque la principal causa (que a primera vista parece piadosa y justificada) con que los religiosos se defendieron y defienden para quedarse en este benefi-
223 Archivo Parroquial de Chita. Libro I. General, fol. 16v. Citado por Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 391.
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cio sin más acción que la de la coadjutoría, es el celo que representan de la salvación de aquellos naturales; lo cierto es que la de la comodidad que allí tienen para el aumento y sustento de su comunidad les es muy a propósito y que sin ella en otras partes deste arzobispado hay más ocasión de mostrar su celo de más de que no constará que el tiempo que administraron aquellas doctrinas hayan hecho más fruto que el que hicieron los clérigos que la tuvieron, que todos fueron declarados por buenos doctrinantes por mi antecesor en la visita personal que hizo de dellos...224
El 30 de enero de 1629 el P. Baltasar Mas Burgués escribía al rey: [...] y estando en quieta y pacífica posesión, el arzobispo que al presente es, don Julián de Cortázar, del dicho Reino, ha intentado quitarla a los dichos religiosos de la Compañía de Jesús y escribe sobre esto a V. M. dando algunas causas que todas ellas, por ser mal informado, no están ajustadas con la verdad y por ser tan grandes y continuas las vejaciones y molestias que los dichos religiosos recibían por parte de el dicho arzobispo y sus ministros hicieron libre y espontánea dejación de las dichas doctrinas, la cual no quiso admitir la dicha audiencia constándole como le constaba la violencia y agravio que se hacía no solo a los indios sino también a los dichos religiosos que con tan grande celo y fruto en ellas, remitiendo la última resolución deste a V. M. para que siendo informado de la verdad ordene lo que más convenga al servicio de Dios y de V. M.225
Y el 27 de octubre de 1632 la Real Audiencia relataba al monarca su visión del cuatrienio jesuítico: [...] con mucho trabajo suyo y fruto de aquellas almas, que hallaron tan remotas como antes de su conquista, sin saber lo común, ni el nombre de Dios, ni de Jesucristo, ni haberse jamás confesado sino es cual y cual que sabía algo de la lengua española. Hicieron luego los Padres catecismos en aquellas lenguas, y con la 224 agi. Santafé, 245. Carta de don Julián de Cortázar al Rey. Santa Fe, 10 de noviembre de 1628. 225 agi. Santafé, 245. Carta del P. Baltasar Mas al Rey. Santa Fe, 30 de enero de 1629.
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enseñanza y predicación continua en ella se iban reduciendo al conocimiento del verdadero Dios. Bautizaron muchos infieles que vivían entre los cristianos y de estos rebautizaron mucho número que habían sido inválidamente bautizados, sin haber entendido lo que recibían. Hicieron muchos matrimonios y revalidaron otros muchos que hallaron ser nulos. Ibanse ya aquellos bárbaros reduciendo a pueblos formados y dejando sus idolatrías, supersticiones y costumbres bárbaras, y no contentos los dichos religiosos de cultivar los indios ya conquistados iban agregando por buenos medios muchos infieles y gente de guerra.226
El 7 de julio de 1628 el arzobispo Cortázar había ordenado que se levantara una información sobre el fruto que habían hecho los clérigos en la doctrina de Chita y el que hacían los jesuitas. En aquel entonces y en aquellos lugares, al igual que hoy, se debían examinar con cuidado todo tipo de informaciones, pues en su mayoría conllevaban el peligro de ser tendenciosas. Una vez más, el dominio de la justicia basado en la falsedad, en la mentira o en la verdad a medias, hacía que los poderosos manejaran la situación a su antojo. En la mencionada información, los testigos seleccionados alababan la acción de los clérigos y todos insistían en que los jesuitas no dejaban “a persona alguna rescatar entre los indios ninguna pieza”227. Ahí radicaba uno de los problemas con el que los jesuitas nunca pudieron pactar. El segundo núcleo de investigación se centraba en el hecho de si los jesuitas negociaban con los indios228. La acusación se concentraba en que “tenemos tratos y grangerías, trayendo para esto cantidad de camisetas y mantas”, y ello lo fundamentaban en el dicho de personas de que “nos son mal afectas porque contradecimos y no damos lugar a que hagan agravios e injusticias a estos desventurados indios en orden a sus grangerías y aprovechamientos ilícitos e injustos”229. 226 agi. Santafé, 21. Carta de la Real Audiencia al Rey, 27 de octubre de 1632. 227 agi. Santafé, 235. Información arzobispal en Chita. 228 Puede verse una síntesis en: Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, I, 384-385. 229 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 90.
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Al enterarse de las acusaciones los misioneros jesuitas redactaron un documento comunitario que remitieron a la Real Audiencia el día 6 de septiembre230, en el que se defendían y explicaban el género de vida que llevaban. Al parecer las acusaciones de tratos y contratos estaban dirigidas contra el P. José Dadey. Según el P. Tolosa, “son calumnias, a las cuales el Padre si fuere menester responderá, y no faltan personas desapasionadas [...] que vuelvan por la verdad”231. En la carta comunitaria escrita por los misioneros responden directamente a las acusaciones. Admiten que han vendido camisetas y mantas y con ellas han “comprado algunas cosas necesarias para el sustento” y otras para “vestir a los muchachos que nos sirven [...] y a desnudos necesitados”. Pero la razón fundamental de su actitud es que en esas tierras no hay oro, ni plata “y que la moneda corriente son camisetas de lana, mantas, cuchillos, etc.” que se traían del Reino. Completa el mundo de las ventas con lo que podían ofertar los indios: “cera negra, miel de abejas, ovillos de hilo de algodón, alguna fruta, algún pollo o gallina”. Pero el mayor provecho lo obtenían los españoles que mandaban y consistía en “hacer hilar cargas de algodón, tejer cantidad de mantas y lienzo, sacar mucho hilo, hacer tinta de añil, hacer calcetas, rescatar muchachos y chinas infieles, hacer en verano grandes pesquerías, allegar arrobas de cera, sacar fique, etc”232. Y añaden los misioneros: “y finalmente no siendo personas temerosas de Dios y de buena conciencia pueden hacer destos desventurados alto y bajo como quisieren y tratarlos peor que esclavos, porque no tienen más resistencia que esconderse en los arcabucos”233. También dejan sentado que el estilo utilizado por los jesuitas “es pagar al que vende a su satisfacción y no ocupar indios ni indias en otra cosa
230 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 90. 231 Carta del P. Gerónimo de Tolosa al P. Luis de Santillán. Pamplona, 12 de marzo de 1629 (transcrita en Juan Rivero. Historia de las Misiones, 65-66). 232 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 90. 233 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 90-90v.
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alguna si no es enviando alguno de una parte a otra en lo necesario para nuestra comunicación, pagándoselo”234. Como contraparte, un grupo de vecinos de Chita certificaba el 21 de septiembre de 1628: [...] el P. Miguel Gerónimo Tolosa, en los tres años y medio que ha ejercitado el oficio de cura, ha procedido con mucha edificación, acudiendo al bien espiritual y temporal de los indios, enseñando todos los días a los niños a rezar y la doctrina cristiana, y predicando e los indios e indias todos los domingos y días de fiesta, enseñándoles el catecismo, acudiendo a los enfermos así del pueblo de Chita como de sus anejos, sin que se la hayan muerto sin los sacramentos. Los indios van cobrando conocimiento y estima de las cosas de Dios, comulgando con edificación de todos. Así indios como españoles se han animado a adornar la iglesia haciendo un sagrario dorado muy bueno, una custodia, incensario de plata, un palio de damasco y un cáliz y vinajeras de plata. Los indios tienen gran amor al Padre por saber su lengua y acudir con caridad a sus necesidades. Por esto tienen gran sentimiento de que se trate salga de Chita.235
El 25 de enero de 1631 el Consejo de Indias resolvió aprobar los nombramientos realizados por el arzobispo Cortázar, pero le ordenó dejar en paz a los jesuitas en las demás doctrinas236. De esta suerte concluía la estancia jesuítica en esta parte del balcón andino del Nuevo Reino, había durado del 26 de enero de 1625 al 20 de noviembre de 1628.
234 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 90v. 235 anb. Miscelánea, t. 110, fol. 91. Y en el fol. 93 reposa un testimonio similar en favor del P. Diego de Acuña. Morcote, 16 de agosto de 1628. 236 agi. Santafé, 245. Decreto del 25 de enero de 1631.
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2. Francisco Jimeno (1622?-1670)1 y Francisco Álvarez (1628?-1687)2
La crónica del genuino ensayo misional casanareño se inicia con las informaciones provenientes del viaje exploratorio llevado a cabo por los PP. Francisco Álvarez y Francisco Jimeno a través del área que vendría a significar la puerta del campo de acción de la Compañía de Jesús de 1661 a 1767.
Los actores El P. Francisco Álvarez era criollo de Muzo (Boyacá) y se había desempeñado como profesor de Filosofía en la Universidad Javeriana de 1653 a 16563. Concluido su magisterio permaneció en la sabana bogotana, dedicado a ejercitar los ministerios sacerdotales entre los españoles4. El 13 de abril de 1659 partía para los llanos casanareños para explorar la posibilidad de reentablar 1 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 360-362. 2 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 95-97. 3 arsi. n. r. et q., 3, fol. 139v (Catálogo, 1655): “Docuit Grammaticam et modo Philosphiam”. Como el Catálogo de 1668 (Ibidem, fol. 239) clarifica “Docuit Philosophiam 3 an.” y el de 1657 (Ibidem, fol. 163) afirma que había enseñado Filosofía, deducimos que su magisterio javeriano se extendió de octubre de 1653 a octubre de 1656. Además el curso filosófico duraba tres años y era conducido por el mismo profesor. 4 arsi. n. r. et q., 3, fol. 163 (Catálogo, 1657): “Est concionator hispanorum”.
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las misiones que se habían frustrado en 16285. Allí permanecería hasta octubre de 16606. En 1662 residía en la isla de Santo Domingo7, pero para 1667 había retornado a Bogotá a integrar el claustro de profesores de la Universidad Javeriana hasta 16848. Ejerció el rectorado de esa entidad universitaria de 1681 a 16849. Pasó después a Tunja y falleció en una de sus haciendas el 9 de diciembre de 168710. Con el fin de aligerar la lectura de este trabajo, hemos adoptado el criterio de no incluir la bibliografía de cada jesuita y nos limitaremos a remitir en cada caso a la fuente correspondiente11. El P. Francisco Jimeno había nacido en Valladolid en 1621 e ingresó a la Compañía de Jesús el 26 de enero de 164012. Atravesó el Atlántico en 5 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 86. 6 Varias razones aconsejan esta afirmación que contradice la aseveración de Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 97) de que el viaje duró “49 días”. En octubre de 1660, el alcalde de la Santa Hermandad de San José de Cravo declaraba que en agosto de 1660 les habían dicho una misa a los Tunebos en Patute los Padres de la Compañía de Jesús (anb. Gobierno, II, fol. 437). Esto explica la información del Catálogo de 1660 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 188v): “Nunc missionarius gentilium”. 7 Antonio Valle Llano. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispano. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950) 101. 8 José Del Rey Fajardo (Edit.). Libro de Grados de la Universidad y Academia. Actas de la Universidad Javeriana colonial. Bogotá, Editorial Javeriana-Archivo Histórico Javeriano, II (2013) 642 (índice detallado de sus actuaciones universitarias). 9 Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad y Academia fols. 441-465v. Aparece por vez primera el 5 de febrero de 1682. arsi. n. r. et q., 3, fol. 347 (Catálogo, 1684). Sin embargo, el 14 de noviembre de 1681 actúa ya como rector (anb. Notaría 1ª, t. 91, fol. 62). 10 arsi. n. r. et q., 3, fol. 415v. Supplementum primi et secundi Catalogi a prima martii 1684 ad 15 octobris 1688. 11 Para el caso del P. Francisco Álvarez de Barbosa: José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 96-97 12 Sobre el ingreso a la Compañía de Jesús tenemos tres fechas distintas: 28 de mayo de 1642 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 86. Catálogo de 1649. Fol. 112v. Catálogo de 1651). 26 de enero de 1641 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 139v. Catálogo de 1655. Fol. 163. Catálogo de 1657. Fol. 188v. Catálogo de 1660). 26 de enero de 1640 (arsi. n. r. et
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enero de 164813. En 1649 estudiaba Filosofía en la Universidad Javeriana de Bogotá14. Finalizado su currículo jesuítico tuvo que pasar en 1653 al Colegio de Cartagena y el 7 de septiembre de 1654 le administraba la Extrema Unción a san Pedro Claver15. En 1655 se desempeñaba como procurador de la Provincia del Nuevo Reino16 y duró en el cargo hasta 165717. En 1658 residía en el colegio de Pamplona18 y de allí fue designado para explorar los llanos en abril de 165919. Su misión concluyó en octubre de 166020. Luego de regresar a Santafé, ejerció el cargo de ministro en la Javeriana21. En 1664 pasó a ser secretario de la Provincia del Nuevo Reino22, cargó que ocuparía q., 3, fol. 216v. Catálogo de 1664. Fol. 239v. Catálogo de 1668). Nos inclinamos por esta última fecha porque al ser secretario de la Provincia del Nuevo Reino a él le atañía la elaboración del Catálogo. Adoptamos como fecha de nacimiento el 1621 porque siendo en esas fechas de 1664 y 1668 secretario de la Provincia en ellas dice que tenía 43 años en 1664 y 47 en 1668. 13 Agustín galán garcía. El Oficio de Indias de los jesuitas en Sevilla 1566-1767. Sevilla. Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 252. 14 arsi. n. r. et q., 3, fol. 86. Catálogo de 1649. Para esa fecha había estudiado tres años de Filosofía y uno de Teología. Si tenemos en cuenta que en 1651 era teólogo (arsi. n. r. et q., 3, fol. 112v), debemos deducir que acabó la Teología en 1652. Y en 1653 debió de culminar su carrera con la tercera probación. 15 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 298. El P. Pacheco ha utilizado el Ms. 281 (Biblioteca Nacional de Bogotá) que recoge el Proceso de Beatificación y Canonización de San Pedro Claver. 16 arsi. n. r. et q., 3, fol. 139v. Catálogo de 1655: “Docuit Grammaticam et est Provinciae Procurator”. 17 En mayo de 1657 permanecía en el cargo (anb. Curas y Obispos, t. 36. fols. 380, 382). Sin embargo, el Catálogo de 1657 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 163) estampa: “Docuit Grammaticam. Fuit Procurator Provinciae et concionator hispanorum”. Lamentablemente, el Catálogo no está datado en lo que a día y mes se refiere. 18 En el Proceso de San Pedro Claver aparece como Rector, pero tal afirmación no hemos podido comprobarla. Su estancia en Pamplona la ratifica el Catálogo Breve de 1659 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 6): “Predicador y operario”. 19 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 86. 20 El Catálogo de 1660 afirma “... et nunc missionarius gentilium” (arsi. n. r. et q., 3, fol. 188v). 21 arsi. n. r. et q., 5, fol. 1. Catálogo Breve de 1661. 22 arsi. n. r. et q., 3, fol. 216v. Catálogo de 1664.
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hasta 166823. En 1670 actuaba como rector del colegio de Cartagena24, ciudad en la que falleció el 1º de diciembre de 167025. Su bibliografía26 puede verse al pie de página.
Las aclaraciones históricas El hecho histórico de la exploración de los llanos por los PP. Álvarez y Jimeno lo recogen tanto Mercado27 como Rivero28 y Cassani29, aunque con algunas diferencias que examinaremos de inmediato. El texto o textos originales nos son totalmente desconocidos y su existencia la deducimos por la utilización que de ellos llevaron a cabo los tres cronistas coloniales. La expedición comenzó el 13 de abril de 165930 y necesitó diecisiete días para recorrer el camino de Santafé a Tame. Permaneció, según la noticia
23 arsi. n. r. et q., 3, fol. 239v. Catálogo de 1668. El Catálogo está fechado el 3 de septiembre (fol. 233) y en él todavía aparece con el mismo cargo. El 14 de septiembre interviene en la Congregación Provincial en virtud de su cargo (arsi. Congregationes Provinciales, t. 77, fol. 267). 24 anb. Curas y Obispos, t. 20, fol. 398. El documento es de marzo de 1670. El Catálogo Breve de 1671 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 21v) lo reseña como rector de Cartagena y la data del documento es del 20 de enero de 1671 (fol. 20). Esto nos hace pensar que debió encargarse a principios de 1669 al cesar el P. Cabero como provincial. 25 arsi. n. r. et q., 3, fol. 271. Supplemento de los Catálogos hechos por el P. Gaspar Vivas Provincial del Nuevo Reyno y Quito, en Santafé a 20 de enero de 1671. 26 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 361-362. 27 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957, 250-252. 28 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 85-100. 29 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 124-132. 30 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 86.
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riverana, 49 días en los llanos31, pero creemos que la misión se prolongó hasta octubre de 1660, como lo trataremos de probar más adelante. El primer interrogante se nos presenta con la verificación de las cronologías. Si los expedicionarios inician su periplo el 13 de abril de 165932 en Bogotá, según la cronología riverana, el día 30 debían de haber llegado a Pauto y el 18 de junio deberían estar abandonando los llanos. Sin embargo, de acuerdo con el texto riverano, el 18 de julio llevaban ya algún tiempo en Tame33 y el 24 de septiembre se encontraban todavía en el pueblo de Cravo34, lo que establece una diferencia superior a los 67 días ininterrumpidos en la región casanareña: todo ello en el supuesto de que las fechas aducidas pertenecieran al año 1659. Este balance nos induce a pensar que se trata de un error de Rivero, ya que su propia redacción contradice la afirmación de que permanecieron35 49 días en lo que vendría a ser después la zona misional jesuítica. En una declaración del alférez Marcos de Gámez, alcalde de la Santa Hermandad de San José de Cravo, se afirma que en octubre de 1660 pasó “al sitio de Patute, que habrá seis leguas poco más o menos, y allí hallé unas casas que los Padres de la Compañía de Jesús hicieron hacer por el mes de agosto deste presente año y alli les dixeron misa [a los tunebos] y este sitio es bastante para que si quisieren poblar en algún tiempo...”36. Esta información nos lleva a replantear los ámbitos temporales de la expedición de los PP. Jimeno y Álvarez. En efecto, en 49 días es imposible realizar el periplo descrito por Rivero y con las características allí señaladas. 31 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 97. 32 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 86; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 128, ratifica la fecha. Sin embargo, Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 250 señala el año 1660. 33 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 94. 34 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 96. 35 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 97. 36 anb. Gobierno, II, fol. 437.
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El análisis del texto de Rivero confirma nuestra hipótesis. El ritmo de las jornadas tuvo que ser lento, pues “iban evangelizando”37, es decir, predicaban la palabra de Dios, instruían para el bautismo, repartían la comunión, realizaban matrimonios y atendían a los enfermos. Todas estas acciones las llevaron a cabo en el Pueblo de la Sal, en Samacá, en Sabana Grande38 y en una población de guagivos encomendados a don José Martínez39. Se establecieron en Tame y convirtieron esta población en el centro de sus correrías40; llegaron a desarrollar los comienzos de una reducción41. Todavía más, la estancia en Tame debió de ser larga, si tenemos en cuenta la siguiente afirmación: “Rezábanles cada días las oraciones en español hasta que tradujeron catecismos en sus propias lenguas...”42, hechos que evidentemente necesitan de tiempos prudenciales para ser llevados a cabo con responsabilidad. Así pues, tenemos que concluir que la afirmación de Rivero es errónea. Nuestra hipótesis la confirma el Catálogo de 1660, el cual expresamente dice que los PP. Jimeno y Álvarez eran “misioneros de gentiles”43. Todo lo cual nos lleva a deducir que las cronologías dadas por Rivero para las festividades que se celebran en Tame pertenecen a 1660 y son el resultado de su consagración a este pueblo. El segundo problema lo configura la ruta del itinerario. El misionero-historiador nos ofrece dos versiones no totalmente idénticas. La primera, recogida en el capítulo II44 del libro II, marca el siguiente trazado: Santafé, Pueblo de la Sal, Pauto, descenso a Casanare y llegada a Tame. La 37 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 97. 38 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,90-91. 39 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,96. 40 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,92. 41 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 93-95. 42 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,93. 43 arsi. n. r. et q., 3, fol. 188v. 44 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 87-89.
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segunda, inserta en el capítulo III45, es mucho más detallada: Bogotá, Tunja, Pueblo de la Sal, Río Negro, Samacá, Sabanagrande y Tame (población elegida como centro de operaciones46). Posteriormente siguen a Casanare, para tomar después el camino de vuelta pasando por Morcote, Tocaría, Cravo y San José. Dos observaciones saltan a la vista al cotejar la narración del mismo hecho en los capítulos antes mencionados: la descripción del capítulo III abarca todo el periplo y detalla las poblaciones recorridas, mientras que el capítulo II no incluye el regreso y es muy parco en la enumeración de los pueblos visitados. En segundo lugar, partiendo de que Tame es el núcleo clave de la narración en el capítulo II, la visita a Casanare es anterior a la estancia en Tame, mientras que en el texto largo es posterior y enlazada directamente con el retorno a la capital santafereña. El tercer planteamiento se adentra en el análisis de los dos textos citados. Para ello los estudiaremos por separado, tomando como puntos de referencia las personas, los lugares y las estructuras de cada texto. En el capítulo II los personajes citados son: cacique del Pueblo de la Sal, Jerónimo Luis de Berrío y Hernando Ortiz. Las poblaciones visitadas: Pueblo de la Sal, río Casanare, Pauto, Casanare, río Tame, Tame. Con respecto a la estructura textual ofrecemos los siguientes hechos: 1. Inicio del viaje. 2. Son detenidos por un temporal y avisan con un arriero al cacique del Pueblo de la Sal. 3. Son auxiliados por el cacique y por don Jerónimo Luis de Berrío, corregidor y justicia mayor de los Llanos y Tame. 4. Crece el Casanare en sus cabeceras y arrasa el puente. 5. Llegan a Pauto y siguen a Casanare. 6. Toman la derrota de Tame. 7. Sale a recibirlos don Jerónimo Luis de Berrío, junto con Hernando Ortiz, a ocho leguas de distancia. 45 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 90-97. 46 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 92.
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8. Media legua antes del río Tame levantan una ramada. 9. Al entrar en Tame todos repiten “Alabado sea el Santísimo Sacramento”. 10. Se dirigen a la iglesia y allí cantan el Te Deum laudamus. En el capítulo III detallamos los pasos anteriores. En cuanto a las personas: P. Domingo Molina; cacique viejo de la nación tuneba; D. Martín de Mendoza y Berrío; P. Dionisio Molano [Mesland]; Juan Martínez, encomendero; Juan Durán y Hernando Ortiz. Las poblaciones recorridas: Tunja, Pueblo de la Sal, río Negro, Samacá, Sabana Grande, Tame, Patute, Puerto de Casanare, Morcote, Tocaría, Cravo y San José. Y la estructura del texto: 1. Salen de Santafé. 2. Ejercen ministerios sacerdotales hasta llegar a Tunja. 3. Siguen camino de la serranía y paran en una estancia del cacique de la Sal donde se demoran algunos días. 4. Del Pueblo de la Sal continúan hasta Samacá pasando por el río Negro. 5. Prosiguen su camino hasta Sabana Grande donde ven a los primeros gentiles. 6. Todos los ancianos de estos lugares estaban bautizados por el P. Domingo Molina. 7. Toman la derrota de Tame. 8. En Tame dos tunebos piden el bautismo y los bautiza el P. Jimeno. 9. Entablan sus reales en Tame y comienzan sus correrías hacia la nación tuneba. 10. El P. Jimeno les señala un sitio, a tres leguas de Tame, para que funden el pueblo de Patute o Tunebos. 11. Anécdota del cacique viejo que no quiso bautizarse porque de ello lo persuadió Don Martín de Mendoza y Berrío. 12. Alusión a las relaciones de don Martín con la Compañía de Jesús y cómo llevó a Guayana al P. Dionisio Molano [Mesland]. 13. Regresa a Tame el P. Jimeno y toma a su cargo a los giraras; el P. Álvarez se encarga de los airicos. 14. El 18 de julio ponen una imagen pintada en el templo de La Inmaculada (regalada por el P. Cataño); actos religiosos que se desarrollaron en dicha oportunidad.
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15. Fiesta en el mes de agosto en honor de la Virgen y actuación de los tunebos y los giraras. 16. Instruyen a Hernando Ortiz cómo gobernar al pueblo. 17. De Tame parten para el Puerto de Casanare. 18. En su regreso a Santafé encuentran a unos macos achaguas. 19. Más adelante les salen al paso unos indios gandules de nación guahiva que estaban encomendados a José Martínez. 20. Siguen su ruta de regreso por Morcote, Tocaría, Cravo y San José. 21. El día de San Mateo [24 de septiembre] les sorprende en Cravo una horrible tempestad. Como consecuencia del cotejo de los contenidos de ambos capítulos, se pueden señalar las siguientes conclusiones: Primera: en relación con los personajes que intervienen en ambos textos, estos solo coinciden en la figura del mestizo Hernando Ortiz. Este personaje aparece en la historia misional el año 1657 sustituyendo la ausencia del doctrinero P. Damián Ugarte [Diego Duarte]47 en Tame. Sirvió desde entonces a esa comunidad con el cargo de teniente-corregidor y sustituto del doctrinero48. En 1659 integra la comitiva de don Jerónimo Luis de Berrío que recibió a los PP. Francisco Álvarez y Francisco Jimeno que venían en su viaje exploratorio para reestablecer las misiones49. Cuando, concluida su misión, los dos jesuitas regresan a Santafé, le encargan a él el cuidado del fruto espiritual cosechado50. Sin embargo, la verdadera realidad de su personalidad afloró cuando instalada la vida misional de forma estable, el P. Monteverde detectó la dualidad de su conducta, pues amparándose en el poder adquirido por su dual función eclesiástico-civil había amedrentado 47 anb. Conventos, t. 44, fol. 622. Por declaraciones del licenciado Fernando José las Peñas, dadas en Santafé el 25 de abril de 1661, sabemos que el cura de Tame se llamaba Diego Duarte, quien había abandonado el curato porque se hallaba mal de salud y no tenía congrua suficiente. 48 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,83. 49 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 88. 50 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 95.
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a los giraras y tunebos e implantado un estatus de corrupción incompatible con la moral del Evangelio51. Debió de fallecer como a los siete meses de estancia del P. Monteverde52. Los objetivos del viaje de los exploradores los señala claramente el provincial, P. Hernando Cabero, en su instrucción: El fin principal que tengo para enviar a Vuestra Reverencia en esta ocasión, con el Padre Francisco Alvarez, es a explorar y reconocer toda aquella tierra, con intento de entablar en esta parte de la Provincia del Nuevo Reino, una misión de infieles, en donde los nuestros se puedan ocupar empleando su santo celo en ayudar a los indios y sacarlos de la idolatría en que viven, por ser este ministerio de tanta importancia, y tan propio de nuestra Religión, y que tan repetidamente lo tiene encargado en sus cartas nuestro Padre General; y porque este negocio tiene de suyo muy grandes dificultades en la práctica, ha parecido conveniente, antes de hacer nuevo empeño en materia tan grave, enviar a Vuestra Reverencia para que con la experiencia larga que tiene de misiones, me informe del estado que ésta puede tener y del fruto espiritual que nos podemos prometer en adelante, tomando todas las noticias necesarias que se requieren para este efecto.53
Había sido escogido para esta delicada misión el P. Bartolomé Pérez54, excelente operario de la Compañía de Jesús tanto en el área del Nuevo Reino como en la de Quito55, mas ignoramos las causas por las que no pudo 51 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 133-134. 52 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 134. 53 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 87. 54 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 86. 55 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 219-229. Ordenado de sacerdote “aprendió la lengua mosca en Fontibón y la del linga (sic) en Quito” (p. 221). Estuvo algún tiempo en el colegio de Honda, en donde fundó una congregación dedicada a la Virgen Santísima (p. 221). Fue rector del Seminario de San Luis de Quito, rector de Quito, Cuenca y Santafé; Superior de Panamá y Mainas y Viceprovincial (p. 222). Maestro de Novicios (p. 223) e instructor de Tercera Probación en Tunja (p. 224). Funda la misión de Mainas (p. 225) y pasa después a Santafé (p. 225-226). Falleció en Santafé el 13 de octubre de 1668 (p. 229).
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ocuparse de este encargo. Había ingresado a la Compañía de Jesús el 24 de marzo de 161656 en Madrid, donde tuvo por maestro al P. Francisco Aguado y de superior al P. Luis de la Palma57. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Juan Antonio Santander que se embarcó en Cádiz el 7 de mayo de 161858. Tras una estancia en Bogotá, donde dio clases de Gramática, partió a Quito para cursar sus estudios de Filosofía y Teología59. Ordenado de sacerdote, “aprendió la lengua mosca en Fontibón y la del linga (sic) en Quito”60. En 1630 se encontraba en Honda61 donde fundó una Congregación en honor de la Santísima Virgen62. En 1642 regía los destinos del colegio de Cuenca63. Al acabar su rectorado partió para la misión de Mainas (Marañón) el 22 de agosto de 164764. Allí permaneció hasta que fue nombrado rector del colegio de Quito65. En 1659 se encontraba en Santafé de misionero66. Durante la ausencia del P. Cugía rigió los destinos de la Provincia del Nuevo Reino
56 arsi. n. r. et q., 3, fol. 83. Catálogo de 1642. Todos los demás reiteran la fecha. 57 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 219-220. 58 Archivo de la Academia de la Historia. Madrid. T. 129. Carta Annua 1619-1621, fols. 257 y ss. 59 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 220. Nos consta que estudió tres años de Filosofía y cuatro de Teología (arsi. n. r. et q., 3, fol. 63), lo cual nos hace pensar que debió de concluir su carrera no antes de 1627. 60 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 221. 61 arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Generalium. Carta de Vitelleschi a Pérez, Roma, 6 de febrero de 1630. 62 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 221. 63 arsi. n. r. et q., 3, fol. 63. Catálogo, 1642: “... nunc Vice Rector conquensis”. 64 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 225. No es muy exacto el P. Jouanén en precisar algunas fechas relativas a la biografía del P. Bartolomé Pérez. Según el P. José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, I (1941) 408), fue Superior de la misión del 6 de noviembre de 1651 al 6 de septiembre de 1653. 65 arsi. n. r. et q., 3, fol. 137v. Catálogo de 1655: “... Fuit Rector conquensis et modo quitensis”. 66 arsi. n. r. et q., 5, fol. 5. Catálogo Breve de 1659.
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el P. Pérez (1664-1666)67. En 1667 aparece como rector de la Universidad Javeriana68. Falleció en Bogotá el 13 de octubre de 166869.
La cotidianidad evangelizadora Intensa fue la actividad desarrollada por los dos misioneros, a fin de poder llevar a cabo sus objetivos. Fundamentalmente, conocieron las etnias con las que se iniciaría la acción en 1661: airicos, giraras, tunebos70, achaguas71 y guagivos72. Eligieron a Tame como centro de sus correrías73 y en esta población experimentaron su ensayo misional. Para llegar a la cotidianidad de una reducción debió de transcurrir cierto tiempo. La misa matutina y la enseñanza de la doctrina y el rezo del rosario por la tarde enmarcaban la actividad diaria74. La enseñanza fue primero en español, hasta que tradujeron los catecismos al airico y al girara75. Las festividades no debían pasar inadvertidas. Por ello, las procesiones, los altares, los adornos de frutas, las flautas y tamboriles acaparaban la atención de la comunidades indígenas allí existentes. Asi narra Rivero la festividad de la Virgen de agosto: [...] para celebrar la fiesta, cercaron la plaza con muchos y vistosos arcos, adornados todos ellos con variedad de frutas. Después de la procesión, a la cual asistieron con velas encendidas, se celebró la misa con la mayor solemnidad que se 67 Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 222. 68 arsi. n. r. et q., 5, fol. 8. Catálogo Breve de 1667. Y así lo reseña el Catálogo de 1668 (n. r. et q., 3, fol. 239). 69 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 229. 70 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 93. 71 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 95. 72 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 96. 73 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 92. 74 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 93-94. 75 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 93.
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pudo de músicos instumentales y salva de arcabucería, con lo que alegraron la función algunos españoles de los que concurrieron este día. Lo que más llamó su atención fue una danza de indios Tunebos, que danzaron a su usanza ese día, cargados de cascabeles, de lo cual quedaron más pagados, como cosa muy rara y nunca vista en su tierra. Aquí mostraron los Giraras su piedad y devoción para la Santísima Virgen, pues habiendo de salir en procesión esta celestial Señora, trajeron a porfía varios plumajes, muy hermosos y de diferentes colores, para adornar las andas y que ofrecían ellos con mucho gusto. Acabóse últimamente la función como la vez pasada, con un convite, y repartiéndoles donecillos...76
De todo lo dicho se deduce que los PP. Jimeno y Álvarez son los autores de la narración que trae Rivero77 de esta entrada exploratoria que se extiende del 13 de abril de 1659 a octubre de 1660. También conviene señalar que se trata de dos relaciones distintas: una corta, que sirve para la redacción del capítulo II, y otra larga y minuciosa que inspira el texto del capítulo III. Asimismo, hay que dejar constancia tanto del Catecismo airico del P. Jimeno como del Catecismo girara del P. Álvarez78.
Los contextos político-administrativos La realidad político-administrativa de la Provincia de los Llanos al mediar el siglo xvii está todavía por estudiar. El intento de penetrar los espacios llaneros lo evidencian los ensayos tanto de ciudades-gobernaciones como de ciudades de españoles que se establecen en el piedemonte andino. En el siglo xvi la Gobernación del Dorado acapara la atención de la globalidad del mundo guayanés, nada tiene que ver con las realidades de las gobernaciones de Medina de las Torres (futuro San Martín del Puerto) y de Santiago de las Atalayas79. El despoblamiento era una constante debido a la 76 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 94-95. 77 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 85-98. 78 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 93. 79 “Acta de la fundación de la ciudad de Santiago de las Atalayas”. En: Revista del Archivo Nacional. Bogotá, 6 (1944) 45-47.
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incapacidad radical de subsistir en medio de las diversas etnias del llano. Por ello no es de extrañar que iniciado el siglo xvii, las ciudades-gobernaciones evolucionaran a “gobiernos de frontera” cuya misión era implantar el dominio español tanto en esa difícil geografía como entre lo que los hispanos designaban como “indios bravos”80. En 1640 se había operado el último despoblamiento de Santiago de las Atalayas. El 22 de marzo de 1642 Adrián Suárez de Vargas obtuvo el título de gobernador y capitán general, siete años después destaca entre sus acciones el haber reedificado Santiago de las Atalayas, el haber realizado apuntamientos de los indígenas entre sus soldados y el haber fundado San José de Cravo, con diecinueve hombres y sus familiares81. Por esos años siempre se firmarán los sucesivos mandatarios como “Gobernador y Capitán General de las ciudades de Santiago de la Atalaya y San José de Cravo, sus jurisdicciones, provincias, demarcaciones, puertos y embarcaciones de la una y otra banda del río Meta”82. Rivero habla también de la ciudad Espinosa de las Palmas, fundada por el capitán Alonso Pérez de Guzmán a media legua de distancia de Tame83. Lo cierto es que la fundación podría fijarse en 1628, ya que el 28 de enero de ese año había capitulado Alonso Pérez de Guzmán con el presidente Juan de Borja el ser poblador de la dicha ciudad84. El 9 de julio de 1629 en la Audiencia de Santa Fe: 80 Pablo Ojer. La década fundamental en la controversia de límites entre Venezuela y Colombia, 1881-1891. Caracas (1982) 256. 81 agi. Santafé, 177. Petición presentada por Adrián Suarez de Vargas. Santa Fe, 28 de junio de 1649. Rivero (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 85) dice que la fundación “fue por los años de 50”. En realidad, lo que subraya el misionero-escritor es que la función de estas ciudades era “para tener a raya y refrenar a los indios. 82 agi. Santafé, 177. Expediente de encomienda de Andrés García Ratto. 14 de octubre de 1668. 83 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 79-80. Con respecto al nombre se dan algunas variaciones: la Palma de Espinosa proclama algunas veces su fundador (anb. Encomiendas, t. XII. Pleito de Martín de Mendoza encomendero de Chita con Alonso Perez de Guzman. Fol. 490). 84 anb. Encomiendas, t. XII. Pleito de Martín de Mendoza encomendero de Chita con Alonso Pérez de Guzmán, fol. 525.
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Dixeron que mandaban y mandaron que el dicho capitan Alonso Perez de Guzman prosiga en su capitulacion conforme a el auto del señor Presidente don Juan de Borja de veinte y ocho de enero de seiscientos y veinte y ocho sin exceder del en cosa alguna y de todo lo que fuere haziendo vaya dando quenta a esta Real audiencia o a el Señor Presidente Gobernador deste Reyno que fuere para que se le den las ordenes que convengan y la dicha prosecucion y apuntamientos hechos y que hiciere de los indios que fuere pacificando y haya pacificado sea y se entienda sin perjuico del derecho del dicho don Martin de Mendoza y de otro cualquier encomendero que pretenda tenerle a los dichos indios. Y atento a lo mucho que importa la persona del dicho Alonso Perez de Guzman para la dicha conquista y pacificacion se la da licencia para que luego vaya a proseguirla sin embargo de las causas civiles y criminales que contra el hay pendientes para todas las cuales deje procurador para todas instancias con quien se prosigan y fenezcan con apercibimiento que si no lo hiciere se haran los autos en los estrados de esta Real audiencia y asi lo proveyeron y mandaron.85
El capitán Alonso Pérez de Guzmán había poblado a 450 giraras y airicos en Tame, a media legua de distancia de Espinosa de las Palmas. No fue fácil la convivencia de los blancos con los giraras. Lo cierto es que en una salida de Pérez de Guzmán los giraras atacaron “la desprevenida ciudad, mataron a cuantos había dentro [...] y desde entonces quedó desolada hasta el día de hoy”. Después sorprendieron al capitán y a sus treinta soldados “y los hicieron pedazos, a pesar de los arcabuces y de la arrogancia con que marchaban por el monte”86. La muerte de Alonso Pérez de Guzmán a manos de los giraras, la fecha Amaya Roldán en agosto de l63787.
85 anb. Encomiendas, t. XII. Pleito de Martín de Mendoza encomendero de Chita con Alonso Pérez de Guzmán, fol. 525. 86 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 80-81 [Rivero escribe su historia en las misiones del Meta en 1728]. 87 Martín Amaya Roldán. Historia de Chita. Tunja (1930) 33.
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Los principales personajes locales Desde el ángulo religioso, el cuidado de Tame estuvo, durante varios años, a cargo del sacerdote Damián Duarte, mas para 1661 había abandonado el curato “por decir que no tenía congrua y que se hallaba mal de salud”88. En 1660 figuraba como doctrinero sustituto de Pauto el bachiller Antonio Martínez de Galvis89. Le sucedió Antonio González de Bohórquez, quien en 1661 cambiaría Tópaga por Pauto90. Era corregidor de los Llanos Jerónimo Luis de Berrío91. Don Martín de Mendoza y de la Hoz “gobernador por su vida por capitulación en el Real Consejo y despacho de primero de mayo de 1640; fue recibido en treinta de agosto del año de 1642 y murió en el ejercicio”92. San José de Cravo, en el gobierno de Santiago de la Atalaya, fundada por Adrián de Vargas “por los años de 1644”93. Alonso Sánchez Chamorro, gobernador de la Provincia de Arauca94. Antonio de Olaya Herrera, “gobernador del valle de la Plata y ciudades de San Juan de Los Llanos y Caguán”95. Juan de Novoa Maldonado, gobernador de San Juan de los Llanos y el Espíritu Santo del Caguán96.
88 anb. Conventos, t. 44, fol. 622. 89 anb. Gobierno, II, fol. 437. 90 agi. Santafé, 249. Informaciones sobre la doctrina de Pauto, 1690. 91 anb. Gobierno, II, fol. 434. 92 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo III (1955) 135. 93 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo I (1943) 409. 94 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo III (1955) 168. 95 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo III (1955) 173. 96 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo III (1955) 206.
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Don Mateo Cortés Escudero, gobernador de Medina de las Torres y San Martín del Puerto97.
La familia Berrío En referencia a la encomienda los relatos neiranos conservan informaciones dispersas pero interesantes. Una de las figuras más vinculadas a la historia misional es la de doña Serafina, esposa de don Martín de Mendoza; sospechamos que debió de ser persona cercana a los jesuitas que misionaron el balcón andino en el trienio 1625-1628, a juzgar por el papel que desempeñó don Martín en el planteamiento misional jesuítico durante la primera mitad del siglo xvii98. Mas, para ubicar con precisión el papel de la familia Berrío tanto en las encomiendas de Chita y las llaneras, así como su significado en la historia de las misiones, trataremos de precisar el tronco familiar y los derechos sobre aquellas personas y tierras que tienen relación con las reducciones jesuíticas. Don Martín de Mendoza y Berrío99 había nacido en Tunja, del matrimonio del capitán don Martín de Mendoza y doña Antonia María de la Hoz y Berrío y por ende era nieto del capitán Antonio Berrío100, biznieto del coronel Hernando de Oruña, sobrino del Adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada y de don Fernando y don Francisco de Berrío101. Don Antonio de Berrío102 se casó con doña María de Oruña, hija del coronel Hernando de Oruña y de doña Andrea, hermana mayor del Adelan97 Flórez de Ocariz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edit. Kelly, tomo III (1955) 216. 98 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 84. 99 María Elena Parra Pardi. “Mendoza y Berrío. Martín de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 127. 100 María Elena Parra Pardi. “Berrío, Antonio”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 422-423. 101 agi. Santafé, 2. Lo que parece en las pretensiones de don Martín de Mendoza y Berrío natural de la ciudad de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. 27 de agosto de 1626 (los folios no están numerados). 102 Véase: Pablo Ojer. Don Antonio de Berrío: gobernador del Dorado. Caracas, Universidad Católica “Andrés Bello,” Facultad de Humanidades y Educación, Instituto de Investigaciones Históricas, 1960.
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tado Gonzalo Jiménez de Quesada103. Tuvieron diez hijos, pero nos consta de los siguientes: Fernando (sucesor de don Antonio en el gobierno de Guayana)104, Francisco (gobernador de Caracas entre 1616 y1621)105, José106, Elvira (difunta para 1608), Catalina, Jerónima y Josefa (religiosas en el Convento de Santa Clara la Real en Tunja)107 y Antonia María. 103 agi. Escribanía, 1101 A. Pleitos. Pieza 8. Carta de don Antonio Berrío a su Majestad. Trinidad, 2-XII-1594. Fol. 8. 104 agi. Santafé, 2. Lo que parece en las pretensiones de don Martín de Mendoza y Berrío natural de la ciudad de Tunja: “... hasta que por la dicha su muerte [de don Antonio] sucedió en el dicho Gobierno y encomiendas en cuya prosecución pobló el dicho Don Fernando la ciudad de los Arias en la provincia de Guayana e hizo dieciocho entradas en que gastó gran suma de la hacienda […] después de lo cual, habiendo venido a estos reinos el dicho don Fernando de Berrío a negocios que se le ofrecían y vuelto al dicho Nuevo Reino, condujo en el cantidad de soldados bien armados [...] y estando para salir tuvo nueva de que el dicho inglés Guaterral [Raleigh] había echado en tierra quinientos hombres de guerra, saqueado y quemado la dicha ciudad de Santo Thomé a cuyo remedio acudió luego con la gente que tenía [...] la tornó a reedificar y para más repararla y asegurarla le puso de presidico cincuenta hombres [...] y viniendo últimamente el dicho don Fernando de Berrío a estos Reynos el año pasado de seiscientos y veinte y dos en un navío suelto a negocios y cosas tocantes al servicio de Vuestra Magestad, trayendo en su compañía al dicho don Martín de Mendoza y Berrío, les cautivaron los moros y llevaron a Argel dondo dicho don Fernando murió”. Véase: Pablo Ojer. “El testamento de Jiménez de Quesada y el de don Fernando de Berrío”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, XLIII, n.° 170 (1960). 105 No se debe confundir el hijo de Antonio de Berrío con el hijo de Luis de Berrío, llamado también Francisco como su primo. Acompañó a su tío Antonio en la primera jornada de Guayana, y pidió más tarde la Gobernación de Venezuela, aunque no la obtuvo (agi. Patronato, 167, r. 3). Se casó con Catalina Caicedo, hija de Francisco Beltrán Caicedo, descubridor y conquistador de Remedios (Antioquia) y hermana de Fernando Caicedo quien sirvió en la guerra de los Pijaos (anb. Encomiendas, 31, fols. 471 y ss.). Cfr. Pablo Ojer. La formación del Oriente Venezolano, I, 490; José María Restrepo. Gobernadores de Antioquia. Bogotá, I (1944) 61 y ss. Don Francisco de la Hoz Berrío murió ahogado en 1622 cuando viajaba a España “en la Armada de la Guarda de la Carrera de las Yndias” (agi. Santafé, 2. Lo que parece en las pretensiones de don Martín de Mendoza y Berrío). 106 Archivo Histórico de Boyacá. Libro de Cabildo, 1586 a 1597, fol. 221v. Allí solicita hatos ante el Cabildo de Tunja. 107 Ellas profesaron el 8 de noviembre de 1600 en el Convento de Santa Clara la Real de Tunja. La después Madre Jerónima Sebastiana de la Concepción sería abadesa durante tres periodos consecutivos que comenzaron el 7 de julio de 1631 y se repitieron en 1637 y 1643 (Libro de elecciones, profesiones y tomas de hábito del Real Convento de Sañora Santa Clara la Real de Tunja, fols. 67, 68, 68v. y 69. Cfr. Pablo Ojer. La formación del Oriente Venezolano, I, 491). anb. Juicios Civiles de Venezuela, t. 18, fol. 735v.
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En 1619 reclamaba don Fernando de Berrío y Oruña que los títulos de la encomienda de Chita y los demás pueblos y repartimientos que fueron del adelantado Gonzalo Giménez de Quesada los habían quemado durante su larga ausencia en servicio del rey. Por lo tanto, apelaba a los títulos asentados en los libros reales “en la sucesión que se dio a doña María de Oruña mi madre y en los libros antiguos de Encomiendas que dio el doctor Venero”108. Antonia María de la Hoz Berrío se casó con don Martín de Mendoza y Cárdenas, de este matrimonio nació don Martín de Mendoza y Berrío. Poco sabemos de su biografía. En 1622 atravesó el Atlántico con su tío Fernando Berrío y fueron ambos cautivados por los sarracenos y trasladados a Argel donde murió don Fernando. Tras casi cuatro años de cautiverio fue mandado a rescatar por el rey de España, de regresó en el Nuevo Reino solicitaba en 1626 las encomiendas vacas de su tío Fernando, el título de Adelantado y la Gobernación de Guayana109. En julio de 1635 ya se había casado, pues el 19 de julio de ese año otorgaba un poder a su esposa Serafina de Orozco y Zúñiga110. El 28 de mayo de 1638 se encontraba don Martín en San José de Oruña próximo a partir para España111. El 30 de agosto de 1642 llegó don Martín a Guayana como gobernador, reedificó la ciudad destruida a orillas del río Usupamo, fundó el Castillo de San Francisco para defenderla y la dotó de artillería. Durante su administración se abrió la comunicación con el río Apure. Murió en 1655112. Don Gerónimo Berrío y Mendoza, nieto de Francisco Berrío e hijo de Fernando Berrío, fue corregidor de los Llanos en tiempo de la presidencia de don Dionisio Pérez Manrique; don Diego de Egües lo nombró corregidor del partido de Zipaquirá y el rey lo designó gobernador de
108 anb. Encomiendas, t. 28. Encomiendas. Encomienda de don Fernando de Berrio i Oruña., fol. 854. 109 agi. Santafé, 2. Lo que parece en las pretensiones de Don Martín de Mendoza y Berrío. 110 anb. Encomiendas, t. XIII. Doña Antonia María de la Hoz y Berrío vecina de la Ciudad de Tunja en razón de que de las demoras del pueblo de Chita se le den alimentos, fol. 649. En cuanto al nombre de doña Serafina aparece más adelante con el siguiente: Serafina de Orozco y Vargas. 111 anb. Encomiendas, t. XIII. Doña Antonia María de la Hoz y Berrío, fol. 649v. 112 Sin embargo, Lino Duarte Level. Historia Patria. Caracas (1911) 105 afirma que falleció en 1656.
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Popayán, como sucesor de don Fernando Martínez de Fresneda en 1677113. En 1660 le autorizaba el rey para que administrara justicia a los jiraras y a otras naciones; su jurisdicción “por el río Meta a los puertos que fueren de la jurisdicción de dicha ciudad de Tunja”114. En 1662 seguía en sus funciones115. También tuvo mucha figuración en esos años don Gerónimo de Berrío y Orozco Hormoza, provisor y vicario general del Arzobispado de Santafé. Hijo de Gaspar Berrío y Orozco y de doña Ana Hormaza, nieto paterno del capitán Alonso de Orozco y de doña Juana de Berrío. Padre y abuelo fueron alcaldes ordinarios de la ciudad de Tunja. Pariente muy cercano de los gobernadores Francisco de Berrío, Fernando de Berrío y Francisco de la Hoz Berrío116.
113 anb. Historia Civil, t. 19. Governacion de Cartagena y Antioquia. Testimonio de dos zedulas, sobre la conquista del Chocó, echa por don Geronimo Berrio, fols. 57-58. Es muy interesante este largo expediente para conocer la parte granadina de los Berrío. En este expediente aparece como Gerónimo Berrío y Caicedo. 114 anb. Historia Civil, t. 19. Governacion de Cartagena y Antioquia. Testimonio de dos zedulas, sobre la conquista del Chocó, echa por don Geronimo Berrio, fols. 81-81v. 115 anb. Historia Civil, t. 19. Governacion de Cartagena y Antioquia. Testimonio de dos zedulas, sobre la conquista del Chocó, echa por don Geronimo Berrio, fol. 82v. 116 anb. Historia Civil, t. 19. Governacion de Cartagena y Antioquia. Testimonio de dos zedulas, sobre la conquista del Chocó, echa por don Geronimo Berrio, fols. 98-99. En la Javeriana obtuvo los títulos de bachiller, licenciado y maestro en Artes y en la Universidad de Santo Domingo el título de doctor (Ibidem, fol. 101v).
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3. Antonio de Monteverde (1618-1669)1
El inicio y encuentro de la Compañía de Jesús neogranadina con el mundo del llano oriental colombiano en 1661 se centra en tres personalidades: la del español Alonso de Neira, la del italiano Ignacio Cano y la del francés Antoine Boislevert o Antonio de Monteverde. La acción de este jesuita galo llena la primera década de actividad de la orden de Ignacio de Loyola en tierras casanareñas (1661-1669) y sus concepciones geomisionales trazaron las mejores esperanzas para el área, pero lamentablemente la realidad caribe y la sociedad hispana que emergía en esos incontrolables espacios opacarían los diseños y los trabajos de este dinámico servidor de los indígenas.
Notas para la identidad del P. Antonio Monteverde No ha sido la historiografía jesuítica, como tampoco la colonial, muy pródiga en informaciones coherentes sobre este desconocido misionero. Quizá su nacionalidad francesa haya contribuido al silencio de sus contemporáneos. Lo cierto es que sus huellas misionales ameritan la serena revisión de un aporte que hoy se puede considerar decisivo. 1 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 486-487; Francisco Zambrano. Diccionario Bio-Bibliográfico de la Compañía de Jesús en México. México, Editorial Jus, t. X (1970) 246-266.
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• libro 11 [antonio de monteverde]
Su reconstrucción histórica comienza por la propia identidad personal. En este sentido, las dificultades se inician al tratar de verificar su verdadero apellido. Don Lucas Fernández de Piedrahita (1676) lo reseña como P. Antonio de Monslibert2; el P. Pedro de Mercado (1684) en la biografía que le dedica en su Historia le asigna el de Antoine du Mont Verd3, pero en el texto de la narración misional habla solo del P. Antonio de Monteverde4; en la historiografía francesa el P. Montézon lo denomina Antoine Vois-le-Vert5; y en la belga aparece como Antoine de Boislevert6. Con todo, desde Juan de Rivero (1729) se consagra Antonio de Monteverde7 y así aparece en los catálogos de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno8 y en la generalidad de los documentos contemporáneos9. Su verdadero nombre fue: Antoine de Boislevert10. A las deficiencias que muestra su identidad personal hay que añadir las imprecisiones y contradicciones que presenta su identidad histórica.
2 Lucas Fernández de Piedrahita. Historia General de las conquistas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Edición facsimilar Carvajal S. A., I, 19-20. 3 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 355. 4 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 254. 5 M. F. de MontEzon. Mission de Cayenne et de la Guyane française. Avec une carte geographique. París, Julien, Lanier, Cosnard (1857) 532. 6 Willem Audenaert. Prosopographia iesuitica belgica antiqua. Leuven-Heverlee, Filosofisch en Theologisch College S. J., I (2000) 126. 7 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 154. 8 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213 (Catálogo, 1664); fol. 250v (Catálogo, 1668). 9 anb. Miscelánea, t. 74, fols. 242 y ss. Carta de Esteban Sánchez Chamorro. Pauto, 6 de septiembre de 1668; Pedro de Mercado (Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 355), al referirse al nombre, dice: “... y así lo tradujo al lenguaje español (que aprendió y supo muy bien) firmándose en todas sus cartas Antonio de Monteverde”. 10 arsi. Gallia, 103-I, fol. 42. Firma la carta al P. General de la Compañía de Jesús: “Antonius Boislevert, hispanice de Monteverde”.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
El hecho de haber nacido en Francia no le facilitó a Monteverde, como en general al resto de sus compatriotas, el acceso directo a la historiografía misional hispana. Parece increíble la tenaz cerrazón que dispensó la Corona española a la acción de hombres como el que estudiamos ya que su nacionalidad estableció irremisiblemente la premisa de sospecha de deslealtad. Por ello, creemos oportuno aducir los testimonios que ofrece la historiografía neogranadina sobre la persona del P. Antonio Monteverde. Y para ello transcribiremos los textos de los tres escritores clásicos de las misiones llaneras. El P. Mercado (1684), su primer biógrafo, asienta en su biografía: [...] luego que recebió los órdenes sagrados pidió salir de París consagrándose a una nueva misión en Tierra Firme en el río Ovantique, Golfo de Paria, de la cual le constituyeron superior[...] De una embestida y de un acometimiento que hicieron los enemigos no salió sin parte el padre Antonio recibiendo un mosquetazo [...]. Enviáronle así mal herido para las Islas de Barlovento y aportaron de una tormenta a la Isla de Jamáica cogida entonces de los ingleses [...] Caminó cuarenta días siempre llevando la mira de encontrar cristianos españoles, sin otro sustento que frutas silvestres [...] pero consólole Dios enviándole algunos cristianos que vivían retirados por temor de los ingleses [...]. Aportó a La Habana donde era gobernador don Juan de Salamanca, el cual hizo grande aprecio de su persona [...]. De La Habana le quiso llevar el padre visitador Andrés de Rada a la misión de la Nueva España, pero como tenía orden de su superior de buscar al P. Dionisio Mesland y supo que estaba en las misiones de los Llanos en el Nuevo Reino de Granada, pasó a él aportando a Maracaibo, donde estuvo a la muerte [...]. Llegó al fin a los Llanos donde halló al padre Dionisio Mesland...11
Distintos son ciertamente los documentos utilizados por Rivero para elaborar su narración histórica en 1729:
11 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, 356-357.
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Ahora, pues, antes de que lleguen nuestros misioneros a la provincia de los Llanos, será bien que se sepa la ocasión con que vino a ellos, desde Francia, el Padre Antonio Monteverde, quien, según se colige de una carta, llegó a estos sitios algún tiempo antes que llegasen los Padres de Santa Fe. Hallábase un Padre francés misionero de Matalino, doctrinando a los indios Aruacas; este jesuíta pues, deseoso del mayor fomento de la reducción de los gentiles, pasó a Francia en busca de compañeros que le ayudasen [...] Dio la vuelta de Francia algún tiempo después, y trajo en su compañía al Padre Antonio [...]. Salieron huyendo los misioneros, no tan bien librados, que no le alcanzase una bala en la refriega al P. Antonio de Monteverde, de la cual salió mal herido; en fin, después de tres meses de asistencia entre estos indios, y después de muchas calamidades, y naufragios padecidos por la gloria de Dios, salió a los Llanos el Padre Antonio, en donde, con beneplácito de los superiores, se quedó, para tanto bien de las almas, como iremos viendo en el discurso de esta historia.12
También el P. Cassani (1741) parece haberse inspirado en otras fuentes distintas, tanto de las manejadas por Mercado como de las que se sirvió Rivero: La ocasión de haberse añadido el Padre Antonio de Monteverde, fue tan edificativa, que fuera traición a su virtud el pasar de largo [...] Era este padre de nación Flamenco, de la Provincia Galo-Bélgica [...] Ardía por entonces en la Francia el deseo, y el empeño de establecerse en la América, hacia las bocas del río Orinoco, en el mar del Norte. Envidiosos los franceses de que les hubiesen ganado por la mano los holandeses, que ya tenían colonia en el río Corentín, y se habían fortalecido en Berbis: con este ánimo salió Navío de Francia, para instaurar esta colonia [...] En una de estas expediciones, pues le costó a los franceses ir cuatro veces, para sentar el pie fue el Padre Antonio de Monteverde por missionero futuro de la tierra que se había de conquistar. En esta ocasión en que aportó el Padre y el navío, se malogró la empresa [...]; a la cuarta vez consiguieron sentar el pie con tanta firmeza, que hoy en día tienen su colonia formada, con el puerto que llaman Cayana, tan bien fortificado que 12 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 103.
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no se atreven a él los vecinos holandeses, y ya es con fruto de la religión pues en pocos años tienen nuestros missioneros jesuítas de Francia formados más de diez y ocho pueblos de Indios [...] En la expedición en que tentó la Francia esta colonia el año de 1659 iba para Misionero de infieles este Padre Antonio de Monteverde; pero perdida la esperanza de subsistir allí, ni el navío, ni la gente, cuando todos se embarcaron para volver a Francia, el celo del Padre no le permitió tomar el Navío y se quedó solo en aquellos desiertos a seguir su vocación; y hecho segundo Xavier, caminar por tierras desconocidas, navegando a ciegas sin más norte que la gloria de Dios que le dirigió después de muchos días de caminos ciegos, por despoblados incultos, a la Guayana; aquí tomó lengua y supo de nuestras misiones de los Llanos y que se querían entablar segunda vez [...] Llegó, mal dije, le condujo Dios a los Llanos al mismo tiempo que llegaron a ellos nuestros misioneros con quienes se juntó...13
Análisis de las fuentes El estudio atento de la biografía de Monteverde que publica Mercado en sus necrologías nos conduce directo a la hipótesis de que el escrito fue redactado por un misionero que debió de ser no solo compañero del jesuita francés, sino además confidente asiduo en las largas horas de trato que impone el invierno llanero. Cómo explicar si no los acontecimientos que se desarrollan en 1661 en Tame14, sus precisos criterios misionales15, su modo de actuar frente a los recién reducidos y frente a los ya maduros en la misión16, sus comentarios a la muerte del presidente del Nuevo Reino D. Diego de
13 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 138-140. 14 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 358: “El año de sesenta y uno pusieron tres emboscadas unos enemigos del pueblo de Nuestra Señora de Tame con intento de destruirlo”. “Un indio de los de Tame con una arma que llaman macana le dio a otro una herida mortal en la cabeza” (Ob. cit., II, 359). Incidente del indio Simón (Ob. cit., II, 362-363). 15 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 358-361. 16 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 361.
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Egües17, sus actuaciones con los chinatos18, nombres tan lejanos como el del P. Andrés de Rada, visitador de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, y don Juan de Salamanca, gobernador de La Habana19. La pregunta obligada sería: ¿quién fue el autor de su necrología?20 La fuente riverana relativa al quinquenio 1656-1661 se contrae a una carta que utiliza para presentar a Monteverde “quien, según se colige de una carta, llegó a estos sitios algún tiempo antes que llegasen los Padres de Santa Fé”21. La carta parece ser coetánea y a juzgar por los detalles que ofrece, como los ornamentos robados, los flamencos herejes embijados de indios, etc., está escrita e inspirada por alguien que fue o testigo de los hechos o por lo menos conocedor del testigo. También opinamos que Rivero no ha incorporado la carta a su texto de forma integral, ni tampoco de forma textual y por lo tanto ha reducido las informaciones en ella contenidas al objetivo fundamental, cual era el de presentar la presencia extemporánea de un jesuita no neogranadino, sin interrumpir el ritmo de su narración con digresiones que posiblemente consideró innecesarias. Pero en sí, podemos concluir que la carta aducida goza del valor de la coetaneidad y en esencia es un resumen extremadamente sucinto de los hechos ocurridos entre 1656 y 1661. Más problemas presenta la redacción cassaniana. Indiscutiblemente, el jesuita académico se ha apartado de Mercado y de Rivero para interpretar el fenómeno histórico que estamos analizando. Qué razones o qué documentos motivaron tal decisión, los ignoramos por completo. Pero viniendo al análisis del texto cassaniano, confrontamos las siguientes observaciones: la ubicación geográfica es sumamente ambigua, 17 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 363-364. 18 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 361. 19 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357. 20 Llama la atención en la biografía mercadiana que las referencias a hechos concretos no pasan más allá del año 1665: el viaje del P. Alonso de Neira a Onocutare fue en noviembre de 1664 (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 200); y la muerte de don Diego de Egues aconteció el 25 de diciembre de 1664 (Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 188). Otras fechas las hemos indicado más arriba. 21 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 103.
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“hacia las bocas del río Orinoco, en el mar del Norte”22, pero más adelante, por el contexto, se refiere a la misión de Cayena23. Lo más llamativo es el antagonismo franco-holandés como razón de explicación del interés gálico por vincularse a Tierra Firme; esta apreciación constituye un elemento nuevo de juicio en la historiografía jesuítica guayanesa. Tampoco la cronología se ajusta a la verdad histórica: la acción la ubica el año 1659 (a no ser que se trate de un error de imprenta). Y la causa del fracaso se reduce a la pérdida de la esperanza de vivir en aquellas regiones, razón por la cual “todos se embarcaron para volver a Francia”24, y así se quedó solo Monteverde “para seguir su vocación”, y caminando siempre por desiertos llegó a Guayana y después al Casanare. Estamos ante un texto nuevo, que no sabemos si responde a planteamientos de la historiografía jesuítica hispana, o simplemente obedece a la rica erudición bibliográfica de Cassani. En todo caso se aparta de la crónica clásica, sin indicar la razón y la fuente, y habrá que esperar a que la investigación responda por este interrogante. Por nuestra parte, pensamos que este texto le ha servido de inspiración al P. Hipólito Jerez para redactar el sugestivo capítulo intitulado “El desafío a la selva”, del que es protagonista el jesuita francés25. Sin embargo, todos los claroscuros antes pergeñados chocan con la imagen que del P. Antonio Monteverde tuvieron sus contemporáneos. En efecto, al reseñar Rivero la entrada definitiva en los llanos de los jesuitas en 1661, y al comentar la personalidad de los fundadores, precisa: “... a los cuales añadió la divina providencia otro insigne misionero, que valió por muchos”26. Cuando enumera la repartición de los poblados, concluye: “... y la educación de Tame, o por mejor decir, las reducciones todas, por cuenta del Padre Antonio de Monteverde, ‘cuyo fervor, celo y agigantado espíritu abrazaba en 22 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 138. 23 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 139. 24 Ibidem. 25 Hipólito Jerez. Los jesuitas en Casanare. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional (1952) 63-68. 26 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 101.
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su seno muchos mundos para convertirlos a Dios’”27. Y con el correr de los años: “Creció de tal manera la fama del misionero, por las riberas del Meta y del Orinoco, que ya deseaban aquellos bárbaros alojarlo en sus tierras”28. Este retrato lo confirma el recuerdo que dejó en la isla de Cuba: Todo esto [se refiere a la distinguida acción apostólica], con un fervor, con una aplicación y, al mismo tiempo, con un decoro, con un desinterés, con una modestia y circuspección, que les parecía no haber visto cosa semejante. Efectivamente, fue tanto el amor que le cobró toda la ciudad, que, aun habiéndose ofrecido ocasiones para seguir su viaje, no lo pudo conseguir en muchos meses.29
Datos biográficos Nació Antonio Monteverde en Calais el 8 de octubre de 162130. Desde niño fue enviado a Flandes a estudiar y después prosiguió sus estudios en varias ciudades de Francia31. Ingresó a la Compañía de Jesús en París, el 29 de octubre de 164232, tras haber cursado dos años de Retórica33. En 1645 residía en el colegio de La Flèche como estudiante de Filosofía34. Como era usual en Europa en aquellos tiempos, dedicó cinco años al magisterio antes de comenzar la Teología. De 1646 a 1649 enseñó humanidades
27 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 104. 28 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 246. 29 Francisco Javier Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Roma, Institutum Historicum S. J., III (1959) 244. 30 arsi. Francia, 12, fol. 157. 31 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 355. 32 arsi. Francia, 12, fol. 157. Sin embargo, el Catálogo de 1668 de la Provincia del Nuevo Reino de Granada señala el 15 de julio de 1643 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v). Para nosotros más fe merece en ese punto el Catálogo francés y por ello adoptamos su afirmación. 33 arsi. Francia, 23, fols. 25, 33v. 34 arsi. Francia, 12, fol. 188v. : “Studuit Philos. 2 an.”.
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en el colegio de Rennes35 y hasta 1651 Retórica en el colegio de Orleans36. De 1651 a 1655 estudió Teología en La Flèche37. Su vertiente americana se desdobla en tres fases netamente diferenciadas: misionero en el Guarapiche (1656-1657), estancia en La Habana (1657-1660) y su acción definitiva en las misiones llaneras del Casanare (1661-1669). Pasó a América en la expedición que venía con el P. Pedro Pelleprat para fundar una colonia francesa en el Guarapiche38. El 15 de junio de 1656 se hizo a la vela la expedición en Nantes; llegados al Caribe, zarparon de Martinica el 23 de octubre y bordeando San Vicente, Tobago, la costa de Trinidad y la boca de Dragón se establecieron en Guanátigo39. Breve tuvo que ser la estancia en Tierra Firme. La acción misional parece que concluyó en febrero de 1657 y, según añade el historiador du Tertre, fueron los españoles los que los desalojaron de la población que habían fundado40. Sin embargo, en lo que respecta a la acción de desalojo, la versión de Monteverde difiere algo de la del historiador francés: [...] habíamos ya aprovisionado y ganado 5 ó 6 naciones cuando los salvajes caribes y muchos otros pueblos sus aliados que habían cierto tiempo antes 35 arsi. Francia, 12, fol. 299. Catálogo de 1649: “Studuit Philosophiam 3; docuit humanitates 3”. 36 arsi. Francia, 13, fol. 34v. 37 arsi. Francia, 13, fol. 114v. Catálogo de 1655: “Collegium Parísiense. Pater. Studuit Theologiam 4”. 38 Jean-Baptiste Du Tertre. Histoire generale des Antilles habitées par les François...A París, Chez Tomas Iolly, au Palai, en la Salle de Merciers, à la Plame, & aux Armes d’Hollande, I (1667) 481-491; Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357: “Lo que admiró a muchos fue que luego que recebió los órdenes sagrados pidió salir de París consagrándose a una nueva misión en Tierra Firme en el río de Ovantique, golfo de Paria, de la cual le constituyeron superior”. El mismo Monteverde lo confirma en una carta al P. Asistente de Francia con fecha 4 de diciembre de 1662: “Je passay l’année 1656 en céte Amerique Meridionale par ordre expres de N. R. P. pour y établir une Mission” (arsi. Gallia, 106-III, fol. 306). 39 Du Tertre. Histoire generale des Antilles habitées par les François..., I, 481-489. 40 Du Tertre. Histoire generale des Antilles habitées par les François..., I, 491.
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masacrado dos de nuestros Padres en la Isla de San Vicente, vinieron a nosotros con el fin de hacer otro tanto; pero habiendo reconocido que nosotros estábamos en guardia y habiendo hecho el esfuerzo varias veces para rendirnos o para quemarnos, viendo la resistencia que les hacía la corta tropa que nos acompañaba, ellos se retiraron maltratados y después de haber matado y herido la mayor parte de los nuestros, en esta ocasión yo fui herido de muerte. Habiendo tomado la colonia la decisión de retirarse, a pesar de mis esfuerzos por disuadirlos, me obligó a embarcarme herido de muerte y tan abatido de dolores que juzgué por la misma cosa ir a la muerte y embarcarme. Pretendíamos regresar a la isla de Martinica, de donde habíamos partido, mas por la poca experiencia y la presunción de nuestro piloto camimos por debajo del viento de Grenada y después de tres semanas de derrotero, vinimos a naufragar en las costas de Jamáica donde estuvimos perdidos 5 semanas en los bosques y los naturales de esta isla habiendo encontrado nuestro pequeño grupo masacraron casi todos aquellos que venían conmigo y estuvieron tres veces por hacer lo mismo conmigo, pero nondum venerat hora mea. De Jamáica pasé a la isla de Cuba [...] Pasé por ciudades en que no habiendo encontrado más que el nombre de cristianismo, me resolví quedarme y hacer todos mis esfuerzos para acabar con algunos abusos que allí reconocí. De allí pasé a la Habana, el puerto más famoso de todas estas Indias en donde encontré 3 de los Nuestros.41
Podemos, pues, precisar que su servicio a las misiones jesuíticas francesas del Caribe se circunscribió de junio de 1656 a febrero de 1657. Con el fracaso de Guanátigo y su deambular por el rosario isleño del Caribe se iniciaba su etapa cubana. El P. Francisco Javier Alegre en su Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España señala que “por la primavera de 1657” llegó a la Habana el P. Eugenio Loza”, y añade: “dispuso Dios que, en otro de los puertos
41 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. S/l., 4 diciembre de 1662 (el texto original está en francés).
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de la isla, se hallase, en la actualidad, otro jesuita náufrago, que tenía encantada la gente de aquella población y aun llena de edificación a toda la isla”42. Si nos acogemos a su propio relato, habrá que interponer entre el desalojo de Guanátigo y su llegada a Cuba, tres semanas hasta llegar a Jamaica y cinco semanas más perdidos en la misma isla43, lo cual arroja un mínimum de dos meses de itinerancia. Este cómputo nos llevaría a fijar su arribo a Cuba a finales de abril o comienzos de mayo. La acción en esta isla se desarrolló en dos escenarios: primero en algunas ciudades del interior y después en la capital La Habana44. Si creemos al testimonio del jesuita francés, allí trató con “3 de los Nuestros”45: los PP. Andrés de Rada46, el habanero Eugenio Loza, con quien convivió poco más de un año47, y el H. Juan Enríquez [ John Henry]48. No escapó a la perspicacia de Monteverde las ventajas del lugar:
42 Francisco Javier Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Roma, Institutum Historicum S. J., III (1959) 243. El jesuita náufrago no era otro que el P. Antonio Monteverde, como demostraremos a lo largo del texto. 43 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. S/l., 4 diciembre de 1662. Mercado (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 356-357) dice que caminó cuarenta días. 44 Francisco Javier Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Roma, Institutum Historicum S. J., III (1959) 243: “Oportunamente, para hacer más fructuosos sus trabajos, dispuso Dios que, en otro de los puertos de aquella isla, se hallase, en la actualidad, otro jesuita náufrago, que tenía encantada la gente de aquella población y aun llena de edificación a toda la isla”. Aunque no da el nombre, se refiere indudablemente al P. Antonio Monteverde. 45 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. S/l., 4 diciembre de 1662 (el texto original está en francés). 46 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357. 47 Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 245: “Los dos Padres, después de haber esperado más de un año, partieron para sus respectivos destinos”. 48 Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 243.
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No hay un lugar tan privilegiado (point de lieu) en todas estas Indias donde un colegio pueda dar más fruto y que esté en un lugar de paso más ventajoso. Mas, sin el permiso de Madrid no se puede hacer nada, y por el viento que reina allá no hay nada que hacer por nosotros. En todo caso he dejado las cosas en tal estado que si llega un “si” de la corte, se encontrará casas para habitar, tierras para cultivar y sesenta mil escudos para construir.49
En verdad, antes de que llegara el P. Monteverde a La Habana se habían movido los jesuitas mexicanos para la fundación en la capital cubana. Así lo manifiesta la carta de la ciudad al rey, fechada el 11 de julio de 165650, y el largo informe del P. Andrés de Rada al P. Juan del Real, provincial de México, del 22 de octubre del mismo año51. La consagración de los PP. Loza y Monteverde a los ministerios típicos de la Compañía de Jesús, a partir de 165752, motivó que se incentivara en la ciudad la fundación del colegio53. El P. Eugenio Loza, habanero, había acudido a la isla tras la muerte de su padre, a fin de componer ciertos intereses entre la madre y sus hermanos, así como para poder cobrar su legítima54. Y en verdad debieron de ser fructíferas las gestiones de ambos jesuitas, pues según el escribano del cabildo y ayuntamiento de la Habana para 1658 tenían recogidos
49 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306v. Carta citada. 50 arsi. Fondo Gesuitico, 1368/10, doc. 1. Copia de la carta de la ciudad de la Havana para su Magestad acerca de la licencia para que se funde collegio de la Compañía. En Roma notó el Secretario: “Responsum 20 aug. 1658”. 51 arsi. Fondo Gesuitico, 1368/10, doc., 2. Copia de una carta del P. Andrés de Rada para el Padre Juan del Real, provincial de la Nueva España, escrita en 22 de octubre de 656. Copia el texto completo Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 360-367. 52 Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 243. 53 arsi. Fondo Gesuitico, 1368/10, doc. 3. Transcrito en parte por Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 367. El cabildo se realizó el 4 de noviembre de 1658. 54 Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, III, 243.
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20.000 pesos55. Según el P. Monteverde, cuando el Consejo de Indias negó la fundación en primera instancia, ya había recolectado 60.000 escudos56. La permanencia en la capital cubana fue de más de dos años y medio57. Tras la partida del P. Loza quedó solo y por esta razón, a pesar de tener permiso del P. General para hacer su profesión, no pudo realizarla por no tener ningún sacerdote jesuita ante quien pronunciar sus votos definitivos. Otra razón para prolongar su estancia en La Habana fue su palabra empeñada en la lucha por conseguir la fundación del colegio, pero cuando de la corte española llegó la negativa definitiva58 emprendió la búsqueda de su compatriota el P. Dionisio Mesland.
Notas para la comprensión de los inicios de la misión de Casanare De Cuba pasó directamente al Nuevo Reino de Granada59 y por Maracaibo60 llegó al colegio de Mérida, donde pronunció sus últimos votos61 el 21 de septiembre de 166062. Sin embargo, se abren unos meses de oscuridad biográfica entre el espacio temporal comprendido desde su estancia en Mérida y su partida de Bogotá, después de abril de 1661, para fundar la misión de los llanos. Las 55 arsi. Fondo Gesuitico, 1368/10, doc. 3. 56 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306v.: “... en tout cas jay laissé les choses en tel état que si vient un si de la cour, on trouvera Maisons pour loger, terres pour cultiver et seise mil écus por commencer a bâtir”. 57 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306-306v: “... et dans ce dessein ils m’ont retenu plus de deux ans et demy dans leur Ville sans q’uils m’ayent noulu laisser aller...”. 58 Ibidem. 59 arsi. Fondo Gesuitico, vol., 757, n. 244. Carta del P. Maonteverde al P. Asistente de Francia. Pauto, 16 de abril de 1669: “De la Hauane ie passé au nouveau Royaume”. 60 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357. Estuvo a punto de morir por asistir a un Padre Capuchino apestado. 61 aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los papeles del archivo del colegio San Francisco Javier de Mérida, fol. 15. 62 arsi. Hispania, 13-I, fol. 84, 85. arsi. n. r. et q., 3, fol. 213. Catálogo de 1664.
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dudas surgen del siguiente planteamiento: si la misión de Monteverde consistía en buscar al P. Denis Mesland63, habrá que dilucidar la fecha y el lugar del encuentro de ambos jesuitas franceses. El texto mercadiano abre la posibilidad para la hipótesis de que el encuentro se verificara sin el viaje de Monteverde a Bogotá: “Llegó al fin a los Llanos donde halló al padre Dionisio Mesland gloriosamente ocupado en sus apostólicas misiones, y viendo que en ellas había copiosa mies y que podía ejercitar el oficio de operario evangélico, propuso su pretensión a los superiores y comenzó a echar la hoz en la mies desde el año de mil seiscientos y sesenta y uno”64. Con todo, conviene analizar despacio el texto antes transcrito. Mercado deja sentado que el encuentro fue en los llanos y en el año 1661. Sin embargo, el propio Mercado tiene cuidado de anotar en la biografía de Mesland que este permaneció en Guayana hasta 166465. Luego, el lugar de la entrevista Monteverde-Mesland, si se llevó a cabo antes de abril de 1661, hubiera tenido que ser la ciudad de Guayana. Y tal hipótesis pareciera defender el historiador Rivero al escribir que Monteverde había llegado a los llanos antes que los iniciadores de la misión66 y, en consecuencia, luce como lógico que no aparezca el jesuita francés entre los viajeros de Bogotá que iniciaron las misiones de Casanare, pero sí en el reparto de las doctrinas que se produjo in situ tras el advenimiento de los primeros misioneros.
63 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357: “De La Habana le quiso llevar el padre visitador Andrés de Rada a la misión de Nueva España, pero como tenía orden de su superior de buscar al padre Dionisio Mesland y supo que estaba en las misiones de los Llanos en el Nuevo Reino de Granada, pasó a él aportando por Maracaibo...”. 64 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357. 65 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 352: “Al cabo de estos diez años [...] comenzaron a renovarse en Santa Fe los rumores antiguos contra la lealtad del Padre Dionisio. Escribiéronle por esta causa los superiores que se viniese a Santa Fe, y al punto como verdadero obediente dejó a Dios por Dios y llegó a Santa Fe en el año de sesenta y cuatro...”. 66 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 103.
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Este esquema riberano, no obstante, también ofrece muy serias dificultades, ya que verdaderamente contradice ciertos hechos históricos comprobados. Con todo, creemos que el propio Monteverde aclara este punto en una carta dirigida al asistente de Francia el 16 de abril de 1669: “De la Habana pasé el Nuevo Reino de donde partí de inmediato para comenzar la Misión de los Llanos y como supongo que V. R. habrá visto la topografía y la relación de esta misión que envié a Nuestro Padre General, me remito a lo narrado”67. Así pues, el itinerario parece fijarlo el propio Monteverde: Cuba, Maracaibo, Mérida, Bogotá. Si hubiera visitado la Guayana, hubiera hecho mención de ello en alguna de sus cartas. En consecuencia, de Mérida se trasladó a Santafé de Bogotá de donde salió después del 21 de abril de 1661 para fundar la nueva misión de los llanos68. Este hecho histórico se confirma plenamente al precisar la fecha de inicio de la misión de los llanos y al verificar los nombres de sus verdaderos fundadores. Según Mercado, los escogidos para este proyecto fueron los PP. Antonio Monteverde, Alonso de Neira e Ignacio Cano69. De acuerdo con Rivero, fueron los PP. Alonso de Neira, Ignacio Cano y Juan Fernández Pedroche a los que se unió el P. Antonio Monteverde “con la ocasión que se dirá después”70. Nosotros nos adherimos a la afirmación de Mercado, ya que el P. Juan Fernández Pedroche realizaba su año de tercera probación en Tunja
67 arsi. Fondo Gesuitico, vol., 757, n. 244: Carta del P. Antonio Moteverde al P. Asistente de Francia. Pauto, 16 de abril de 1669. Sin embargo, en la carta del 4 de diciembre de 1662, después de narrar que no pudo hacer sus últimos votos en Cuba por tener un jesuita ante quien pronunciarlos, añade: “... jai passé en ce Nouveau Royaume, et fait ma Profession dans le 1er College que jai trouvé [Mérida]...” (arsi. Gallia, 106-III, fol. 306v). 68 anb. Conventos, t. 44, fol. 616. En esta fecha solicita el P. Cavero el título de párroco para el P. Monteverde y dice que está próximo a salir de Bogotá. 69 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 254. 70 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…,101; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 137-138, donde recoge íntegramente las afirmaciones de Rivero.
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en febrero de 166171 y por ende es presumible que se incorporara a la misión recién fundada al concluir el requisito pautado como imprescindible por la Compañía de Jesús. La fecha de inicio de tan importante misión de la Provincia del Nuevo Reino también amerita alguna pequeña corrección. El P. Rivero señala como fecha fundacional el 25 de marzo de 166172; sin embargo, si el título del P. Ignacio Cano como cura de Pauto data del 26 de marzo73, quiere decir que para esa fecha todavía no habían salido de Santafé los fundadores de la misión del Casanare. Todavía más, el 23 de abril —casi un mes más tarde de la fecha dada por Rivero— el P. Hernando Cabero solicitaba el nombramiento de vicario de Tame para el P. Monteverde y añadía que los tres misioneros estaban próximos a partir74. Luego, es presumible que la misión de Casanare se iniciara en mayo o junio de 1661. En este contexto, a fin de poder describir con exactitud las actuaciones de Monteverde y situarlas en el concierto histórico que se extiende de 1661 a 1669, juzgamos conveniente precisar las fechas de ingreso de cada uno de los jesuitas que en 1668 laboraban en esta región casanareña, ya que de una forma u otra se convierten en los actores de los hechos históricos llevados a cabo en la primera década de estancia jesuítica en las misiones. Los documentos oficiales idóneos para fijar estas cronologías serían los Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino; en tal sentido, disponemos de los siguientes catálogos: Breve de 1661 —que es anterior a la entrada de los misioneros y por ende no menciona la misión de los llanos—; el de 1664 todavía conserva la estructura alfabética (comenzando por el nombre de pila) y no se ordena por los domicilios; el Breve de 1667 y el de 1668 ofrecen información precisa, pero con algunas imprecisiones respecto al pasado de cada
71 arsi. n. r. et q., 5, fol. 4. Catálogo Breve de 1661. 72 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 203. 73 anb. Gobierno, t. 2, fol. 398. 74 anb. Conventos, t. 44, fols. 616 y ss. En el mismo documento se solicita que el curato de Tame fuera separado del de Pauto.
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uno de los misioneros llaneros. Así pues, hasta el año 1664 debemos guiarnos por deducciones provenientes de los catálogos y de los escritos de la época. Según Rivero, llegaron el año 1664 los PP. Dionisio Mesland, Cristóbal Jaimes y Antonio Castán75. El P. Mesland no ofrece dificultades en este ámbito cronológico por lo que hemos indicado más arriba. El P. Cristóbal Jaimes tampoco debería erigirse en problema, pero plantea la duda la afirmación del P. Juan M. Pacheco, quien ubica la entrada del P. Jaimes a las misiones “hacia 1662”76. Por nuestra parte, opinamos que cumplió con lo estipulado en su currículum jesuítico y que por lo tanto pudo estar en las misiones ya en 166277. El P. Antonio Castán sí abre la posibilidad de algunos interrogantes: para 1663 había llevado a cabo todo lo requerido para su formación jesuítica78 y los catálogos posteriores solo anotan que fue misionero entre los gentiles. Así pues, bien podría sostenerse que el P. Castán llegó o en 1663, o a más tardar en 1664. Con respecto al P. Agustín Rodríguez, creemos que lo más pronto que pudo haberse integrado al equipo misional tuvo que haber sido a fines de 1664, ya que el catálogo de ese mismo año lo señala como profesor de Gramática79 y por ende en un colegio de la Provincia que sospechamos es el de Honda o el de Santafé de Bogotá80. 75 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 154. 76 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez, II (1962) 362. 77 Si el P. Castán estudiaba en 1659 Filosofía (arsi. n. r. et q., 5, fol. 5) y en 1660 aparece cursando Teología (arsi. n. r. et q., 3, fol. 185v), se nos ofrecen dos posibilidades. Primera: que comenzase a estudiar Teología el mismo año 1659 y entonces habría culminado su carrera en 1662. Segunda: que comenzase la Teología en 1660 y entonces habría que retrasar un año todo, es decir, que concluiría en 1663. En todo caso deja un espacio de tiempo abierto a la conjetura y en sana lógica tendría razón el P. Pacheco (Los jesuitas en Colombia, II, 362) para afirmar que llegó hacia 1662. 78 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213 (Catálogo de 1664). 79 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213v. (Catálogo de 1664). 80 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 370. El texto sugiere más bien la ciudad de Santa Fe como el colegio en que enseñó Gramática.
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La entrada del P. Pedro Ortega también nos introduce al campo de las conjeturas. Si el año 1660 era estudiante de Filosofía en la Universidad Javeriana de Bogotá81, ello nos obliga a pensar que su curso teológico nunca lo pudo acabar antes de octubre de 166482; en consecuencia, su advenimiento a Casanare debió de realizarse en 1665, después de dar cumplimiento al año de tercera probación en Tunja; pero también pudo haber postergado su año tunjano para más adelante. El texto de Rivero que recoge la entrada del P. Ortega permitiría ambas interpretaciones: “Fue señalado para ella el Padre que estaba recién venido a las misiones, que era el Padre Pedro de Ortega, quien aunque mozo todavía, y casi acabado de ordenar, con la leche aún en los labios de la Sagrada Teología...”83. Sin embargo, el análisis del episodio del que es protagonista el P. Ortega, visto a la luz del contexto del capítulo X del libro II de Rivero, vincula la narración de la entrada del P. Ortega a la etapa final que culmina en 1667, “que fue cuando entró con los españoles el Padre”84. Mas la pregunta clave es: ¿Cuánto tiempo estuvo el P. Ortega en Ele? Sospechamos que se trata de un largo lapso, pues hizo del paraje el “puesto principal” con casa e iglesia, mientras recorría las rancherías de los giraras dispersas por montes y rincones para agregarlos a este comienzo de pueblo. Opinamos que debieron de necesitarse bastantes meses para establecer la modesta población a la que quemaron cuando se trasladaron a Tame, “para que su memoria no
81 arsi. n. r. et q., 3, fol. 195 (Catálogo, 1660). Ciertamente, comenzó el estudio de la Teología en 1660 ya que en el Catálogo Breve de 1661 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 1) lo incluye como estudiante de Teología. 82 El Catálogo de 1664 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 223) dice que estudió tres años de Filosofía y cuatro de Teología; pero en el capítulo de Ministerios es taxativo: “Ninguno”. Quizá el Catálogo fue redactado en el momento en que concluía sus estudios y esperaba la orden de los Superiores para ir a las Misiones y para dirigir sus pasos a Tunja a objeto de realizar su Tercera Probación. 83 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 130 (los subrayados son nuestros). 84 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 132. Aunque el texto no nombra al Padre, ciertamente se trata de otro distinto al P. Ortega. En la página anterior dice: “Tomóse por expediente el que fuese otro Padre con algunos españoles, prevenidos de armas...”.
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los instigase a volverse a las montañas”85. Mas, si el fin de la narración que nos ocupa concluye en 1667, deducimos que el inicio debió de llevarse a cabo en los albores de 1666, poco tiempo después de que el P. Ortega se hubiera aclimatado a la difícil dialéctica misional de las reducciones giraras86.
Biografía casanareña de Monteverde En todo caso, fue Tame la población sede del P. Monteverde a lo largo de su estancia casanareña. El 23 de abril de 1661 el P. Cavero solicitaba su nombramiento para cura de Tame87. El misionero tuvo que enfrentar de entrada varios problemas. El primero, el recelo de los giraras, que se habían alzado contra los españoles y destruido la ciudad de Espinosa de las Palmas, y como consecuencia se habían dispersado por los ríos Ele, Cuiloto y Arauca88. El segundo, que de 450 almas que tenía el pueblo cuando pasaron en 1659 los PP. Jimeno y Álvarez, solo encontró Monteverde 60 o 7089. El tercero se centraba en las turbaciones internas que vivía la población. En 1661 Monteverde emprendió sus contactos con los giraras de Cuiloto. No fue empresa fácil, pues su capitán Castaño había pactado con los chinatos para venir sobre Tame, pero noticioso de ello el misionero logró establecer las paces aunque al poco tiempo se volvieron los chinatos a sus tierras del río Zulia y después se retiró Castaño con seis de los suyos90.
85 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 131. 86 En el balance que hace Monteverde el 2 de enero de 1665 (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 203-206) no cita la entrada a los Eles; en consecuencia, nos adherimos a la lógica según la cual el P. Ortega habría llegado a las misiones a fines de 1665 y a comienzos de 1666 habría asumido la difícil misión de conquistar a los giraras. 87 anb. Conventos, t. 44, fol. 616-617. 88 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 125-126. 89 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 104. 90 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 126-129. La fecha la aduce Cassani (Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 154-158).
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En 1662 se llevó a cabo el contacto con los airicos91. Este pueblo mantenía buenas relaciones con don Alonso, anciano cacique cristiano, residenciado en Tame92. Tras los primeros intercambios decidieron hacer las paces con los giraras y Monteverde les señaló una hermosa sabana a seis leguas de Tame y a orillas del río Macaguane. Así surgió San Francisco Javier de Macaguane, formado por once grandes caneyes y 450 indígenas93. “En este mismo tiempo” estaba tratando de poblar dos capitanías de indígenas lucalías a orillas del río Arauca. Cuando todavía se encontraba en los comienzos, los chinatos cayeron de improviso sobre ellos y sumieron en ruinas y muerte a la nueva fundación, con lo que vinieron a entender el consejo que les había dado el P. Monteverde, quien les había prevenido para que no pactaran con los chinatos94. En 1664 funda dos reducciones: San Ignacio de los Guagivos en Curama, con los guagivos, y otra con chiricoas en Ariporo, cerca del río Pauto; mas pronto se haría cargo de ellas el P. Dionisio Mesland desde su residencia de Pauto95.
Gestión como Superior de las Misiones Más difícil se nos hace reconstruir su actividad específica como Superior (1664-1668). Sin embargo, hombre de ideas y proyectos, siempre “pensaba nuevos arbitrios y descubría nuevos rumbos”96. Creemos que su peregrinar por el mundo insular caribeño, así como sus conversaciones con hombres de gobierno y las dolorosas experiencias de
91 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 165. 92 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 140-141, pone su residencia en Tame, mientras que Cassani (Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 165) la sitúa en Pauto. 93 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 139-142. 94 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 143. 95 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 154-155. 96 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 176.
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su compatriota Dionisio Mesland, coadyuvaron para que su mente buscara los grandes espacios llaneros y el Atlántico. El 22 de enero de 1665, todavía en su primer año de superiorato, en una carta dirigida al Real Acuerdo dejaba ya traslucir las coordenadas de su acción misional: “Ya han abierto camino a los Llanos de Barinas y Caracas; ya tiene una doctrina en el Meta, casi centro del infinito gentío de estos extendidísimos Llanos. Ya han abierto, por medio de la población de San Ignacio, la puerta a la otra banda del Meta, y por allá al Airico, en donde hay infinitas naciones”97. Su estrategia como Superior de las Misiones fue la de concebir el Orinoco como una entidad única, en la que se daban la mano Casanare, Guayana y la Isla de Trinidad, porque siendo la Guayana puerta “para innumerables infieles, se encadenaban las misiones, se dilataba su esfera, y aún se facilitaba más esta parte de la misión con los socorros temporales de herramientas y otros menesteres que podían servir en Casanare”98. El plan también incluía una residencia en la isla de Trinidad, la cual debía servir de escala para los misioneros que vinieran de Europa, evitando de esta forma el fatigoso caminar de Cartagena a Bogotá y de allí a Casanare99. En este contexto también conviene reseñar que el gobernador de los Llanos, don Pedro Ordóñez y Vargas Valdelomar, se había dirigido al rey el 6 de julio de 1666 para solicitarle que enviara “cincuenta o sesenta religiosos obreros de la Compañía de Jesús a esta nueva misión”, de forma que se pudie-
97 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 205. Cuando iba a entrar a los sálivas del Cinaruco en 1669, escribe Rivero: “Fue señalado para visitar esta poblaciones el Padre Antonio de Monteverde, de cuya prudencia y celo se prometían muchos progresos en este sitio, por ser ya soldado viejo, diestro y experimentado para tratar con indios y manejarlos, y para entablar relaciones entre Sinaruco y muchas naciones, no sólo de Sálivas sino también de Achagaus y circunvecinas, Caquetíos, Adoles y Yaruros que tenían amistad entre si y comerciaban unos con otros” (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 243). 98 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 176. 99 Todo el plan lo formuló Monteverde en una carta que dirigió al P. José de Urbina, rector de la Universidad Javeriana de Bogotá, en marzo de 1664. (Véase: Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 176).
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ra dotar a cada nación o “pueblo considerable” de un padre que los asistiera y doctrinara100. También debemos hacer referencia al último esfuerzo por la pervivencia de la misión de Guayana, iniciada en 1646 y mantenida con el esfuerzo del P. Mesland (1654-1664), se lleva a cabo durante su gestión superioral. El fracaso de los esfuerzos de los PP. Ellauri y Vergara en l665 y el reentable en 1668 de la misión significaba la obsesión guayanesa de la Compañía de Jesús neogranadina así como la vocación atlántica que quería imprimirle el jesuita de Calais101. De igual forma, su cuatrienio de Superior significó la primera gran expansión del núcleo inicial casanareño. La penetración del P. Alonso de Neira al hábitat achagua se realizó a través de las fundaciones de San Joaquín de Onocutare102 y Santa Cruz de Atanarí103. Papel decisivo desempeñaría asimismo el P. Dionisio Mesland con los guahivos y chiricoas, gracias a San Ignacio de Guahivos en sus versiones de Ariporo y Curama104. No fueron tan afortunados los esfuerzos sembrados con la nación tuneba, pero el fervor inicial logró dirigir el compromiso de la Compañía de Jesús con esta difícil etnia. Dejado el superiorato serían los sálivas su postrer empresa misional. Del piedemonte chitense se habían corrido los jesuitas casanareños en ocho años hasta las riberas del Orinoco. Iniciado el experimento el 28 de julio de 1669, significaba el ensueño por los espacios orinoquenses como metodología 100 anch. Jesuitas, 210. Ynforme que haze a su Magestad el gouernador de Santiago de las Atalayas del estado de la Mision de los Llanos. Santiago de las Atalayas y julio seis de mill y seiscientos sesenta y seis. Pensamos que esta petición obedecía directamente a los planes de Monteverde. El gobernador cita en su carta siete naciones misionadas por los jesuitas: achagua, jirara, tuneba, sáliva, airica, huaiba [guahiva] y chiricoa. 101 José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, I (1977) 95-102. 102 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 202, 213. 103 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 213, 215-219. 104 José Del Rey Fajardo. “Introducción a la Topohistoria misional jesuítica llanera y orinoquense”. En: Paramillo. San Cristóbal, nº 11-12 (1992-1993) 196-200.
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para la conquista espiritual del gran río venezolano. Y con el convencimiento de que sería la nación sáliva el puente con el mosaico de naciones que su paisano Mesland había conocido en andar y desandar la ruta Santo ToméBogotá, abriría una etapa decisiva en la cristianización y aculturación llaneras. Llegó a su destino el 4 de agosto a Yanaqui, dos días de navegación distante de la entrada del Meta en el Orinoco y cinco días hasta Los Adoles. Allí fundó la reducción de Nuestra Señora de los Sálivas105. En este poblado le sorprendió la muerte el 10 de diciembre de 1669106.
Los conflictos por su nacionalidad francesa Intencionalmente hemos dejado para este lugar la incógnita historiográfica que proviene del estatus que planteaba su nacionalidad francesa. De acuerdo con las fuentes impresas, tanto civiles como eclesiásticas, da la impresión de que Monteverde estuvo exento de las presiones e incomprensiones de que fueron objeto sus dos colegas franceses, los PP. Pedro Pelleprat y Dionisio Mesland107. Sin embargo, la realidad no fue así. Pero como los tres jesuitas galos se entremezclan en el proceso, trataremos de evitar repeticiones y circunscribirnos a lo específico de cada uno de ellos. Dos acciones se cruzan en 1665 con respecto a los tres jesuitas franceses que habían pasado a tierras venezolanas en la década comprendida entre 1650 y 1660: los PP. Dionisio Mesland, Antonio Monteverde y Pedro Pelleprat. La primera se trata del cruce de informaciones de los que hoy denominaríamos cuerpos de seguridad de la Corona española, que no pudieron precisar el espacio y el tiempo sobre la actuación de los tres jesuitas galos en la geografía oriental de Venezuela. La segunda surge al estallar la guerra entre Francia y España en 1665. 105 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 240-241. 106 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 366. 107 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 347: “... introdujo en los entendimientos de algunos los juicios temerarios de que el Padre Dionisio era espía secreta de Francia, y que con el color de sujetar a los gentiles a Cristo iba demarcando la tierra para que los de su nación se hiciesen señores de toda ella”. Véanse también: 348, 351, 352.
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De esta nueva acción no hubiéramos tenido noticia de no ser por una carta escrita por Antonio Monteverde firmada en Pauto, misión de los Llanos de Casanare, el 16 de abril de 1669108. Por una parte, conocemos que en 1665 el monarca español decidía, a petición del embajador de Francia en Madrid y teniendo presente lo que le escribió don Diego de Egües el 15 de junio de 1662, “y por otras cartas y papeles tocantes a esta materia”, se dejara en libertad a los PP. Mesland y Monteverde para que “puedan venir a estos Reynos o quedarse allá según ellos eligieren” y así expidió también cédula para el gobernador de la isla de Trinidad y Guayana en favor del P. Mesland109. Según la versión de la cédula del 7 de agosto de 1665, dirigida al presidente del Nuevo Reino, los PP. Mesland y Boislevert viajaban en 1656 al Canadá. Una tormenta los obligó a arribar a La Florida, donde fue apresado el navío francés y los dos jesuitas fueron enviados a diferentes provincias de la Nueva España como prisioneros de guerra110. El 10 de noviembre de 1666 la reina se dirigía al virrey de Nueva España en los siguientes términos: En dos cartas de vuestro libro IX y X, escritas en 8 de febrero de este año, acusaís recibo de un despacho de 25 de junio de 1665 sobre la licencia concedida a Diosinio Mesland, Antonio de Boislevert y Pedro de Pelleprat, religiosos de la Compañía de Jesús, franceses de nación; y dais cuenta individual de los justos reparos que se ofrecieron y os movieron a embarazar (como en efecto se hizo) que Pedro de Pelleprat (que es solo el que se halla en ese Reino) volviese al de Francia. Los quales se reducen a que este sugeto, como grande ingeniero y 108 arsi. Fondo Gesuitico, vol., 757, nº 244. La carta la publicamos, en castellano, en nuestro artículo: “Antoine Boislevert (1618-1669), fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVII, nº 308 (1994) 97-99. 109 agi. Santafé, 530. Real Cédula a la Audiencia de Santa Fe ordenándole no impida a Antonio Boislevert, de la Compañía de Jesús, que se halla en aquella tierra entendiendo en la conversión de los indios el quedarse allá o venir a España como eligiere. Madrid, 7 de agosto de 1765. En la misma Cédula se hace alusión a otra similar, de la misma fecha, remitida en favor del P. Mesland al gobernador de la Isla de la Trinidad y Guayana. 110 agi. Santafé, 530, fol. 247. Citado por Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 355.
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cosmógrafo, tiene delineadas y demarcadas, casi todas las costas de las Indias, ajustado mapa y adquiridas grandes noticias de las plazas y fortificaciones de las de Tierra Firme y Barlovento; punto que decís ha hecho siempre escrupulosa su vuelta a Francia; pues de ella podrán ocasionarse los graves inconvenientes, que vos discurris y expresaís con toda atención. Y habiéndose visto muy particularmente en el Consejo de las Indias, con la instancia que sobre el cumplimiento de la licencia concedida a este Religioso hizo, en un memorial que presentó el Arzobispo de Ambrum, Embajador del Rey Christianísimo en esta Corte, y consultándoseme sobre ello por esta vía y la del Consejo de Estado [...] considerando que el valerse del medio de la Inquisición para la detención de este sugeto es de mucho escrúpulo no siendo por causa de fe sino por hacer mapas de ingeniero quando habrá al presente otros muchos que lo hagan: he resuelto se le deje usar de la licencia que le está dada, y que sea suelto libremente [...] haciendo saber al Embajador Arzobispo de Ambrum que esto se hace a contemplación suya, no obstante ser causa grave la que ocasiona la detención de este Religioso; de que he querido avisaros para que os halleis con expresa noticia de lo que ha pasado en esta materia.111 111 Archivo General de la Nación. México. Reales Cédulas, vol. 9; Expediente, 57; fols. 160-161. Sin embargo, en otra cédula, fechada en Madrid el 24 de enero de 1668, le comunicaba la reina al virrey de Nueva España que había recibido su comunicación en la que le anunciaba “había fallecido este Religioso, agravado de las enfermedades que antecedentemente había padecido” (Archivo General de la Nación. Reales Cédulas, vol. 10; Expediente, 14; fols. 54-55). Con todo, las tramitaciones habían sido mucho más largas. Todavía existen dos cédulas más, relativas al asunto que tratamos. Ambas están fechadas en Madrid el 10 de noviembre de 1666 y dirigidas al virrey de Nueva España, don Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, 1665-1672. En la primera se le ordena que dé cumplimiento a la licencia otorgada al P. Pedro Pelleprat. Transcribimos la segunda por los detalles que ofrece: “El Arzobispo de Ambrum, Embajador del Rey Christianísmo en esta Corte, me ha representado que, habiendo el Rey mi señor (que santa gloria haya) concedido licencia a instancia suya el año pasado de 1665 a tres religiosos de la Compañía de Jesús de nación francesa (que por varios accidentes se hallaban en esas provincias) para que pudiesen volver libremente a Francia, y cumplídose de vuestra parte en lo tocante a Pedro de Pelleprat, uno de ellos (por haber muerto los otros dos en los trabajos de sus peregrinaciones) se le embarazó el viaje por el Obispo de Puebla [don Diego Osorio de Escobar y Llamas: 1656-1666] y don Juan de Ortega, Inquisidor del Tribunal del Santo Oficio de esa ciudad, con pretextos poco fundados y solo movidos de las calumnias opuestas a este religioso por D. Francisco Castejón, castellano que fue de San Juan de Ulúa, y muy parcial de Don Juan de Ortega, valiéndose de decir que se le detenía por causas secretas a aquel Tribunal, siendo así que si fuese reo no se le permitiría su estancia en convento alguno de su religión; suplicádome que en atención a todo lo referido fuese servida de ordenar de nuevo se permita a este religioso
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Como podrá verificarse, las informaciones de que disponían los cuerpos de seguridad de la monarquía no eran tan perfectas. El estudio individualizado de Dionisio Mesland y de Antonio Monteverde aclara, sin lugar a dudas, que amén de no haber viajado nunca a Canadá, sus derroteros se trazaron fundamentalmente en Guayana y el Nuevo Reino de Granada. En el caso específico de Monteverde, la única vez que vemos tratar el tema es en una carta de 1669, la cual dada su importancia ranscribimos textualmente: El año de 1665 el difunto Rey Felipe IV envió una cédula al Nuevo Reino y otra a la Guayana, obtenida por orden del Rey de Francia por el Sr. Arzobispo de Ambrun su embajador en Madrid en la que el dicho Rey de España ordena que se nos envíe a sus dependencias en Francia o a España. La Audiencia Real de Santafé nos ha ocultado este cédula y ha representado a Madrid que importa reternos aquí. Casi al mismo tiempo llegó esta cédula y la noticia que el Rey de Francia había declarado la guerra por el Condado de Bravante. Como los consejeros de esta Presidencia son más entendidos en derecho que en las leyes de la guerra inmediatamente nos hicieron venir al P. Dionisio Mesland y a mí de la misión de los Llanos como si fuéramos los rehenes y los garantes de las diferencias entre Francia y España y después de haber servido tanto tiempo y no inútilmente a las misiones de esta monarquía debíamos ser menos privilegiados que los seculares [extranjeros?] de todas las naciones que pasan a España o a estas Indias. El P. Fernando Cabero que estaba en los Llanos por orden del Provincial ejecutó la orden del Presidente con tan poca reflexión y tanto de precipitación
el pasaje que le está concedido sin embargo de los embarazos que se le intentan oponer pues es justo goce de los favorables efectos de la paz de las dos Coronas. Y habiéndose visto en el Consejo de las Indias con lo que vos me escribisteis en esta materia y consultádoseme sobre ello, lo he tenido a bien (a contemplación del Embajador Arzobispo de Ambrum) en cuya conformidad os encargo y mando que, en virtud de la presente, deis las órdenes que convengan para que, no obstante los embarazos que se hubieren opuesto al dicho Pedro Pelleprat, sea suelto libremente y de modo que sin impedimento alguno pueda usar de la licencia que le está concedida, que tal es mi voluntad” (Archivo General de la Nación. Reales Cédulas, vol. 9; Expediente, 56; fols. 158-159; y Expediente, 57; fols. 160-161).
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que todo el Reino /ilegible/ que se nos hacía venir como criminales y espías del Rey de Francia. De suerte que en lugar que las recomendaciones de dos Príncipes nos hayan servido, ellas nos han vuelto sospechosos en los espíritus del vulgo y de los principales que son indiferentes u opuestos a nuestra Religión. La mayor parte de nuestros Padres han desaprobado mucho la precipitación y desconsideración del P. Fernando Cabero no dando ni el tiempo ni la licencia al P. Dionisio Mesland de regresar a su pueblo o doctrina, que estaba cercana, para proveerse de las cosas necesarias para un viaje tan largo, que el dicho Padre no suplió con la falta de ellas. El Padre Dionisio sufrió mucho en todo el camino; a mi, como era el Superior de toda la misión, el P. Cabero me dio un día que era casi lo mismo que nada. Pero, en fin, fui con mi buena fe con más confianza y libertad. Los Padres Provincial y Rector de Santa Fe sea por miedo, sea por la poca inclinación que tienen hacia nuestra nación, sea por otros respetos humanos nos defendieron tan débilmente y con tanta remisión que casi toda la Provincia ha quedado escandalizada de ello y la mayor parte nos persuadió solicitar el regreso a nuestra Provincia. Las calumnias y las persecuciones no nos desalientan, pero vemos que las suposiciones injustas y temerarias de esta nación nos vuelven casi inútiles en este pais. Y si se nos quiere hacer aquí responsables de las diferencias y guerras entre Francia y España, estamos en gran peligro de no tener jamás la paz y de no poder hacer nada de fundamento. Para no dar la menor ocasión para estas sospechas temerarias nos hemos abstenido de escribir a los Padres de nuestra Provincia y a los parientes y amigos de Francia. Y si con todas estas precauciones y sin dar la menor ocasión de nuestra parte se nos toma como sospechosos franceses como lo somos en todo tiempo y lugar. Los espíritus nacionalistas tendrán siempre pretexto para perseguirnos y por su medio el diablo impedir total o parcialmente el fruto de nuestros trabajos los cuales podríamos emplear con más éxito y menos obstáculos en nuestras misiones de Francia en donde podríamos trabajar con el apoyo y el crédito que exige este ministerio.
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Y créame, mi Reverendo Padre, que si en lugar de ir al Guarapiche hubiéramos ido a donde yo quería que yo persuadí con razones tan fuertes y convincentes según la experiencia que hoy tengo, la Misión de Tierra Firme sería una de las mejores y más considerables de todas las Indias. El Rey de España está bien intencionado hacia las Misiones pero sus ministros en estas Indias hacen lo que les viene en gana. Aquellos de los nuestros que gobiernan aquí no hacen intento (?) las misiones como ellos debieran. Y algunos se sirven más de estas misiones para sacar ayudas y operarios de España que para el fin mismo de las misiones. Además hay grandes y continuas discordias entre los nuestros que vienen de España y los criollos de manera que si Nuestro Padre General no lo remedia fuerte y eficazmente pronto no quedará sino el nombre de Compañía de Jesús. Y el estilo que corre aquí es que qui non est pro me, contra me est. Y como nuestra resolución es de no tomar partido no nos queda sino sufrir un poco de unos y otros. Y para evitar los abominables inconvenientes y desórdenes de la discordia y el espíritu de nacionalismo tan contrario al espíritu de Jesús, que es el de la Compañía, nosotros estamos resueltos a socilicar nuestro retorno a nuestra primera Misión, cosa que no será difícil de obtener al presente porque gozamos ahora de la paz; y gracias a una Cédula Real enviada por el Rey de España y obtenida por el Rey de Francia a través de su Embajador en Madrid el año 1665 por la que el Rey ordena a la Real Audiencia de Santafé que nos deje en libertad y permanecer en este país o volver al nuestro. Como nosotros no conocemos la voluntad de nuestro Padre General, hasta tanto no obtengamos su licencia no podemos servirnos de la del Rey de España. Ella no será difícil de conseguir según lo que V. R. me escribe pues el General no da su consentimiento de que habitemos fuera de las Misiones de la Asistencia de Francia. Una vez obtenido el permiso de Roma, a la menor instancia que haga el Rey de Francia para que se nos deje en nuestra libertad y que se nos deje pasar a España y de allí a Francia o a nuestra misión como don Felipe IV de feliz memoria le dio la palabra real en virtud de la cual ordenó a la Real Audiencia de Santafé por medio de una Real Cédula dada en Madrid en septiembre o agosto de 1665 delante de don Juan del Solar.
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Como el Rey hace nueva instancia con resolución y vigor y él puede hablar alto según van las cosas y al ser la causa tan justa obtendrá todo lo que solicite. No hace falta que se olvide de demandar del Rey de España que nos haga dar todo lo necesario para nuestro viático a España, cosa que acostumbra a hacer en semejantes casos. A pesar de esta petición no hemos perdido el amor a las misiones y /ilegible/ nuestra vocación; al contrario ella está más viva y más constante que nunca. Y en la actualidad me preparo para ir a descubrir nuevas tierras y muchas naciones con muy grandes trabajos y peligros muy evidentes de mi vida que estimaré bien empleados si la pierdo en esta empresa que puede ser tan gloriosa a Dios y a nuestra Compañía y por el bien de tantas almas. Al contrario, hacemos diligencias para no dejar las misiones y en caso de que no pudiéramos emplearnos en estas como conviene y nosotros deseamos no anhelamos vivir en los colegios de esta Provincia contra nuestra vocación; al contrario, queremos seguir y morir en este empleo y por ello pedimos supuesto lo que he dicho de retornar a nuestras misiones. Y como no dudamos de /ilegible/ de V. R. por este empleo y de los favores que nos hace le suplicamos favorezca nuestros deseos que estarán siempre sometidos a la voluntad de V. R. a la que pido con la sumisión que debo de no olvidarme en sus santos sacrificios. Pauto, en la misión de los Llanos, 16 de abril de 1669. Monteverde.112
Aunque la carta está datada el 16 de abril de 1669, los hechos que se refieren a Monteverde y Mesland son anteriores. Si la real cédula fue remitida en 1665 y el P. Cavero fue enviado por el provincial, y el P. Monteverde todavía era Superior (1664-1668), habrá que ubicar el hecho entre 1665 y 1668. El P. Cavero fue provincial del Nuevo Reino en dos oportunidades: la primera entre 1658 y 1661, no afecta evidentemente el hecho histórico que comentamos. La segunda, de 1666 a 1668, tampoco se compagina con lo narrado, porque la actuación de Cavero no fue como provincial, sino enviado por el provincial. Entre 1661 y 1665 se desempeñó como visitador de la Provincia de Méjico y después como provincial, cargo que desempeñó hasta 112 arsi. Fondo Gesuitico, vol. 757, nº 244.
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el 25 de abril de 1665113. Así pues, pensamos que el viaje debió de realizarse en el segundo semestre de 1665 o en los primeros meses de 1666, antes de asumir el segundo provincialato neogranatense.
Sus concepciones misionales Una faceta no estudiada de su personalidad la trazan sus concepciones geomisionales y su misionología. De su diseño sobre la misión del Orinoco, como autónoma con base en la Isla de Trinidad, ya hemos hablado más arriba. Pero también había programado la “Misión de Tierra Firme” para el quehacer misional jesuíticofrancés, proyecto que al final de su vida afirmaba que hubiera podido ser “una de las mejores [misiones] y más considerables de todas las Indias”114. Para esa época los autores franceses identificaban las tierras de los gálibis con los enormes territorios ubicados al sur del Orinoco y con el devenir del tiempo el hábitat de Cayena115. Fue su primer biógrafo —anónimo todavía hoy para nosotros— quien resaltó una vertiente tan trascendental como lo es la de los criterios misionales e “industrias para fundar pueblos” que utilizó el P. Monteverde116. La gloria de Dios y el bien de las almas se constituyeron en el norte de todas sus acciones. El conocimiento del Dios verdadero y de los demás misterios de la fe cristiana centraron su catequesis. Insistía en la liberación que suponía en cada indígena la búsqueda de Dios mediante la superación de las “idolatrías, hechicerías y abusos”. Elemento imprescindible para conseguir estas metas era el dominio de la lengua indígena, “porque sin este medio pareciera bárbaro a aquellos gentiles y no pudiera darles a entender
113 Francisco Javier Alegre. Historia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Nueva edición preparada por los PP. E. Burrus y F. Zubillaga. III, 12. 114 arsi. Fondo Gesuitico, vol. 757, nº 244. Carta del P. Monteverde al P. Asistente de Francia. Pauto, 16 de abril de 1669. 115 Guillaume de Vaumas. L’éveil missionaire de la France au xvii e siècle. París, Bloud & Gay (1959) 229-232. 116 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357-364.
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los misterios de nuestra santa fe ni descubrirles los errores con que vivían engañados del demonio”117. En segundo lugar, el hábitat constituía una permanente preocupación. El “buen pasaje” del pueblo debía significar la puerta de salida de donde partieran los misioneros bien aviados para evangelizar en otros lugares, así como la puerta de entrada para los indígenas circunvecinos. Pero el sitio en sí debía reunir las siguientes cualidades: el temple mejor, aguas saludables, tierras fértiles, pastos para ganado, monte para leña y maderas para fabricar casas. El bienestar material de las reducciones debía abrir paso al ambiente espiritual confortable de ellas. El tercer término debía aplicarse el criterio de integración de pueblos, sobre todo si se tiene en cuenta el mosaico de naciones que cobijaba la cordillera chitense y el piedemonte llanero. No quería que en un mismo poblado cohabitasen naciones distintas, pues la experiencia daba que solía existir antipatía natural entre si y por ende desembocaban en “revoluciones y alborotos”. Por otra parte, buscaba “personas de la patria celestial” para que fuesen sus patronos y abogados en aquellos destierros. El cuarto tópico se refiere a la pedagogía de la captación, ya que uno de los fines esenciales de la política misionera llanera consistía en agrupar las diversas parcialidades indígenas en pueblos. Este cambio de conducta en los autóctonos se realizaba mediante la persuasión, la cual se realizaba en tres etapas. En la primera se les hacía hincapié en las bondades: al pasar a formar parte de la maquinaria administrativa de la Corona, en la que el presidente castigaría a sus enemigos y los ampararía de los agravios que recibían, pues de lo contrario “no tendrían remedio ni defensa sino castigo y pena”. La segunda etapa se iniciaba con las dádivas comprometedoras: se les suministraba comida y vestido y a la vez iba se los disponiendo para que construyesen sus viviendas y prepararan sus sementeras, para lo cual se les facilitaban las herramientas. Y la tercera etapa significaba la toma de conciencia de que ya estaban poblados. Por ello, al principio, el misionero en sus “persuasiones se hacía todo un almíbar”, y consolidada la población se mostraba agridulce “usando de lo agrio cuando importaba y de lo dulce cuando convenía”. 117 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 357.
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En esta fase se requería mucha prudencia. Había que disimular sus impertinencias; contentarse con lo que la rusticidad de ellos podían aprender y alcanzar; deshacer sus sospechas e imaginaciones; en fin, buscar y hallar los medios para sosegar sus encuentros. Supuesto lo dicho hasta el momento, solo nos resta precisar cuál sería el genuino aporte de Monteverde a la crónica histórica de las misiones llaneras y orinoquenses.
Los haberes bibliográficos 1. Carta del P. Antonio Monteverde al Real Acuerdo. Pauto, 22 de enero de 1665118. 2. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. Pauto, 16 de abril de 1669119 . A. Relación de lo sucedido en la ciudad de la Habana [1658?]120. B. Dos cartas al P. General de la Compañía de Jesús. Habana121.
118 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 203-206. 119 arsi. Fondo Gesuitico, vol. 757, nº 244. Carta del P. Monteverde al P. Asistente de Francia. Pauto, 16 de abril de 1669. El texto impreso puede verse en: José Del Rey Fajardo. “Antoine Boislevert (1618-1669), fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVII, nº 308 (1994) 97-99. 120 Francisco Javier Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Roma, Institutum Historicum S. J., III (1959) 243-245. En la página 245 anota el autor: “Harto sentimos que la modestia del que escribió, en su nombre, la relación de estos sucesos, no la firmase con su nombre. Del estilo latino y de la letra se conoce que el autor era italiano; pero no podemos deducir quién fuese, en aquellos tiempos. Los dos sacerdotes que allí juntó la providencia, poseían, fuera del castellano y del latino, algunos otros idiomas de la Europa; como escribe el mismo autor de estas noticias, cosa no muy vulgar, a mitad del siglo pasado, en los sujetos de esta provincia”. Ciertamente, el autor fue el P. Monteverde. Así lo confirma una carta del jesuita francés al P. General (arsi. Gallia, 103, fol. 89): “... fructus vero quos in nova hac messe, favente Deo collegerimus, aut colligi possunt, ex Litteris annuis havanensibus, quas Mexicum Annalibus illius Provinciae inserendas misi...”. 121 arsi. Gallia, 103. Las cartas están en latín. La primera está fechada “12 Calendas Januarii anno 1657” y la segunda “octavo Kalendas Januarii an. 1658”.
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C. Relación de las naciones descubiertas en el río Cuiloto122. D. Relación de lo que se ha trabajado en Tame para reunir a los indios dispersos por las montañas a causa del alzamiento de los Giraras y destrucción de la ciudad de Espinosa de las Palmas123. E. Relación e informe del estado en que se hallan las misiones de Tame: 1662124. F. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. S/l., 4 diciembre de 1662125. G. Informe enviado al P. General del bien que se hace en las misiones de los Llanos: 1664126. H. Carta-Instrucción del P. Antonio Monteverde, Superior de las Misiones, sobre el modo que debían guardar los misioneros en apartar a los indios de sus borracheras127. I. Carta del P. Antonio Monteverde al P. José de Urbina. Marzo, 1664128. J. Carta del P. Antonio Monteverde al P. General. S/l ni fecha129.
122 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 17: “Otras naciones que se descubrieron en el río Cuiloto, y de las cuales da noticia el Padre Antonio Monteverde”. 123 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 124 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 125 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306. 126 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 127 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 128 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 176: “Así lo representó por el mes de marzo de 1664 al P. José de Urbina, rector de Santa Fe entonces, pidiendo un Padre de autoridad y aventajadas prendas, para la misión de Guayana”. Se podría pensar que Uriarte y Lecina recensaron este escrito (aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. Informe sobre la conveniencia de poner escala y casa de la Compañía de Jesús en la isla de Trinidad. Marzo, 1664) por el contenido, mientras que Rivero ubica el mencionado contenido en una carta remitida por Monteverde al P. José de Urbina, Rector de Santa Fe, en marzo de 1664. Así pues, adoptaremos en adelante el criterio de citar por el destinatario de la carta y no por su contenido. 129 arsi. Fondo Gesuitico, vol., 757, n. 244: “De la Habana pasé el Nuevo Reino de donde partí de inmediato para comenzar la Misión de los Llanos y como supongo que V. R. habrá visto la topografía y la relación de esta misión que envié a Nuestro Padre General, me remito a lo narrado”.
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K. Relación del viaje que hizo el P. Monteverde por julio y agosto de 1669 de Casanare a Sinaruco para entable de las misiones de Sálivas y otras naciones de indios130. Los bibliógrafos españoles, PP. Uriarte y Lecina, atribuyen a Monteverde dos escritos que nosotros opinamos no pertenecen a la autoría del jesuita francés. Nos referimos a: M. Defensa de nuestros misioneros de los Llanos contra las calumnias de los encomenderos131. N. Nueva defensa de los misioneros de la Compañía de Jesús de los Llanos132. No hemos podido verificar el sustento probatorio de la afirmación de tan acuciosos investigadores. Y después de releer cuidadosamente los cronistas coloniales llegamos al siguiente planteamiento: El P. Rivero hace cuatro alusiones expresas a escritos del P. Antonio Monteverde. El primero se refiere a las naciones que se descubrieron en el río Cuiloto133. El segundo es una carta en la que, entre otras cosas, habla del mestizo Hernando Ortiz y los sufrimientos que le tocó soportar134. El tercero también se trata de una carta, escrita en marzo de 1664 al P. José de
130 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. La relación sobre la fundación de Nuestra Señora de los Sálivas en Sinaruco es, sin duda, el último escrito del jesuita francés, ya que allí fallecía el 10 de diciembre de 1669 (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 366). La precisión de fechas e incluso horas de la narración y el haber realizado la empresa totalmente solo, adjudican al jesuita francés la autoría del capítulo IX del Libro III de la Historia de las Misiones de Rivero (Juan RIVERO. Historia de las Misiones de los Llanos, 246). 131 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 132 aiul. Papeletas: Monteverde, Antonio. 133 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 17. 134 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 134: “Toda esta batería y continuo purgatorio de chismes, quejas y sobresaltos ocasionados por Ortiz, le duró siete meses al buen Padre Antonio, quien confiesa ingenuamente en una carta...”.
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Urbina, rector de Santa Fe135. El cuarto es una carta sobre las misiones, dirigida al Real Acuerdo el 22 de enero de 1665136. Tres cartas menciona por su parte Mercado en la biografía que le dedica al jesuita que estudiamos; ninguna de ellas lleva lugar ni fecha137. Cassani nos ofrece una sola referencia, interesante por otra parte, ya que confirma la existencia de otras fuentes no utilizadas por sus dos hermanos en religión que escriben en América. La Carta-Informe de Monteverde ilustra la pedagogía misionera ante un problema tan preocupante como era el de la embriaguez138. De acuerdo con los datos directos que ofrecen los tres historiadores podemos llegar a la siguiente conclusión. Las entradas M y N creemos que no pertenecen a Monteverde sino al P. Alonso de Neira, ya que la fuente de inspiración para atribuir al jesuita francés la paternidad del documento es la obra de Rivero. En efecto, en el capítulo XI del libro II, inmediatamente después de haber tratado los incidentes acaecidos en Tame con el mestizo Hernando Ortiz139, pasa a desarrollar un tema distinto como es el de las acusaciones provenientes de los
135 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 176: “Así lo representó por el mes de marzo de 1664 al Padre José de Urbina, rector de Santa Fe entonces, pidiendo un Padre de autoridad y de aventajadas prendas, para la misión de Guayana”. 136 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 203-206. La carta está datada en Pauto. 137 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 360: “Y concierne con esto lo que en cierta ocasión escribió en una carta: ya que hemos emprendido esta misión hagamos alguna cosa de importancia a gloria de Dios y en reputación de nuestra buena madre la Compañía de Jesús”. Y en (II, 363): “Vea el lector las palabras siguientes que este siervo de Dios escribió al padre Provincial Gaspar Vivas...”. El P. Gaspar Vivas ejerció su provincialato de 1668 a 1672 (Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 88). Mercado (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 363): “En las palabras siguientes que escribió en otra carta...”. 138 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 177-179. (En la edición príncipe corresponde a las páginas 117-118). 139 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 134.
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enemigos de la Compañía de Jesús140. Además, durante todo este lapso histórico (1661-1669), el único que aparece asumiendo una posición radical de justicia frente a los encomenderos es el P. Neira, y dudamos que Monteverde, por su condición de extranjero, se extralimitase en asuntos tan álgidos pues de inmediato hubiera sido acusado de espía, como sus dos colegas Denis Mesland y Pedro Pelleprat. Sin embargo, debemos testimoniar que, desde el punto de vista historiográfico, ha sido el primer lapso misional (1661-1664) el que más huellas documentales nos ha legado. Y en tal sentido pensamos que Monteverde es la fuente de inspiración de Rivero (y por supuesto de Mercado) en las siguientes áreas. La historia de Tame gira en torno al jesuita francés, según confesión propia, redactada en forma impersonal: “... fueron sacadas por el mismo Padre, que ha hecho de este pueblo uno de los más importantes y considerables que hay en este nuevo reino, y que sustenta de maíz y de comida a todo el valle de Pauto, a Macaguane y a todos los Airicos”141. Así pues, a él hay que atribuirle las extensas narraciones sobre los giraras en general142 así como en particular sus actividades con los de Tame143, Cuiloto144, Ele145 y Arauca146.
140 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 135-139. 141 Carta del P. Antonio Monteverde al Real Acuerdo. Pauto, 22 de enero de 1665 (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 204). 142 Capítulos I y VIII del Libro II de la Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta del P. Juan Rivero. 143 Rivero ha fraccionado mucho la información a fin de llevar conjuntamente todas las descripciones de la historia misional; por eso, la de Tame, referida al cuatrienio que nos ocupa, padece la rigurosidad de ese criterio. Por esta causa se halla dispersa a lo largo del libro II en los capítulos: V, IX y XI. 144 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos. Libro II, capítulo X. 145 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos. Libro II, capítulo X. La última parte la dedica a las acciones que se desarrollan después de 1665 y en las que interviene como actor principal el P. Pedro Ortega. 146 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos. Libro II, capítulo XII. En la página 142, al hablar de Monteverde, dice que “era como el jefe principal que fomentaba esta empresa”.
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Finalmente, opinamos que debe también incluirse el relato del primer contacto con los guahivos y chiricoas147. Más difícil se nos hace precisar la actividad escrita por Monteverde durante su superiorato, que se extiende de 1664148 a 1668149. Con todo, debemos confesar que su pluma no permanecería inactiva y por ello la investigación futura deberá ahondar en el estudio de este período.
147 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos. Libro II, capítulo XIV. 148 En el Catálogo de 1664 aparece ya como Superior de las Misiones (arsi. n. r. et q., 3, fol. 213). También en Rivero aparece como Superior en la misma fecha (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 153). En 1667 permanecía en el mismo cargo (arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v) y párroco de Tame. 149 El cambio de Superior debió de realizarse en septiembre de 1668, pues en el Catálogo Trienal de 1668 aparece todavía como Superior (arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v); pero en el Catálogo Breve de 1668 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 12) aparece como párroco de Atanarí y como Superior el P. Juan Fernández Pedroche. Lo curioso es que ambos están suscritos y datados en la misma fecha: 30 de septiembre de 1668. Nos inclinamos por la validez de la afirmación del Catálogo Breve, porque parece redactado después de realizar todos los cambios el nuevo Provincial.
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4. Alonso de Neira (1635?-1706)1
El P. Alonso de Neira se erige, junto con el P. Juan Fernández Pedroche, en la figura clave para entender el primer medio siglo de historia misional jesuítica en los llanos casanareños y en el Orinoco medio. De ahí que el estudio de ambas personalidades clarifique grandes espacios de la crónica menor en su dimensión espacio-temporal. Tres apartes dedicaremos a la obra del P. Alonso de Neira: su biografía neogranadina, sus ideas misionales y su aporte a la crónica menor.
Datos biográficos El P. Alonso de Neira había ingresado a la Compañía de Jesús el 1º de enero de 16502 y atravesó el Atlántico en la expedición de 16583. En 1659 cursaba 1 Matías de Tapia. “Mudo Lamento”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, I (1966) 197-199; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 343-346; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 506-511. 2 arsi. n. r. et q., 3, fol. 323v. (Catálogo, 1678). Todos los catálogos comprendidos entre 1661 y 1702 fijan la misma fecha. 3 La expedición zarpó el 16 de septiembre de 1658 (agi. Indiferente General, 2871); Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 257.
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el cuarto año de Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá4. Dada la costumbre de la Provincia del Nuevo Reino, debió realizar su año de tercera probación en Tunja en 1660, al concluir su currículo teológico. A continuación debió regresar a la sabana bogotana, como predicador y operario, hasta su viaje a las misiones llaneras5. Según el historiador Rivero, el 25 de marzo de 1661 partía para las misiones de los llanos6 en compañía de los PP. Ignacio Cano y Juan Fernández Pedroche; a ellos se uniría después el P. Antonio Monteverde7. En realidad no pudieron abandonar la capital del Nuevo Reino antes de 21 de abril8 y de los cuatro mencionados solo el P. Juan Fernández Pedroche sería quien se vincularía más tarde a la acción misional9.
4 arsi. n. r. et q., 5, fol. 5. Catálogo Breve de 1659 (el Catálogo está fechado el 15 de agosto de 1659: Ibidem, fol. 7v). 5 arsi. n. r. et q., 5, fol. 1. Catálogo Breve de 1661. Está fechado el 20 de febrero de 1661: Ibidem, fol. 5). En la biografía que trae Mercado (Ob. cit., II, 366-378) del P. Agustín Rodríguez, dice que el P. Alonso de Neira fue compañero de aposento del P. Agustín Rodríguez (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 368-369). Dice el biógrafo: “El Padre Alonso de Neira siendo hermano estudiante hizo instancias al superior para que le diese al hermano Agustión por compañero de aposento...” (Ob. cit., II, 368). A nuestro juicio, ambos jesuitas solamente pudieron encontrarse en Bogotá a finales de 1659 y comienzos de 1660, pues el P. Rodríguez había ingresado en la Compañía de Jesús el 15 de julio de 1657 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 185v. Catálogo de 1660) y el 15 de agosto permanecía todavía en Tunja, sin haber pronunciado todavía sus votos del bienio (arsi. n. r. et q., 5, fol. 5v. Catálogo Breve, 1659). Así pues, la estancia del P. Rodríguez en Bogotá tiene que datar de después del 15 de agosto de 1659. Otro problema distinto es el de decir que él convivió con el P. Neira cuando éste era “hermano estudiante”. Generalmente, los jesuitas se ordenaban de sacerdotes al concluir su tercer año de teología. ¿No sucedió lo mismo con Neira? Por el momento no lo hemos podido dilucidar. 6 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 203. 7 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos…, 101. 8 anb. Conventos, t. 44, fol. 616. 9 Que no se encontraba entre los tres primeros fundadores de la misión lo confirma Mercado (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 254).
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San Salvador del Puerto de Casanare. A Neira se le asignó el Puerto de Casanare, poblado que a su llegada cobijaba “cuarenta indios y otros que no lo eran”10. Por su parte, el lugar era estratégico: [...] fue importantísima nuestra población de San Salvador del Puerto, por ser su río Casanare escala admirable para tan numeroso gentío, y para el comercio que hay (aunque de tarde en tarde) de la ciudad y presidio de la Guayana, cuyos convoyes y armadillos vienen a parar a este Puerto. Es de no poca importancia este comercio para nuestros indios Achaguas, por cuanto en la Guayana es de mucha estimación el género que llaman quiripa, con el cual compran los indios los objetos que les traen, siendo el cambio útil y conveniente a unos y otros.11
De esta suerte, Neira con unas parcialidades achaguas fundó la reducción de San Salvador del Puerto, “en el mismo Puerto de Casanare, a la banda del río que mira hacia el Nuevo Reino”12. La ubicación geográfica del Puerto no solo contemplaba la ruta hispana entre Guayana y Bogotá, sino que además fungía como un enclave comercial del mundo achagua, situación que facilitó el conocimiento y el entendimiento de otras poblaciones de la misma etnia. Gracias a la quiripa13, 10 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 104. 11 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 159-160. 12 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 124. 13 Ha sido el P. Rivero entre los escritores jesuitas quien más ampliamente ha descrito la quiripa: “Es la quiripa —escribirá— a manera de unas polanchuelas de la forma de los reales de plata, o moneda de vellón; su tamaño ordinario en redondo es como la uña del dedo pulgar, alguna labran un poco mayor, otra menor y otra hacen pequeña y menuda que parece puntualmente a la lentejuela de plata y oro con que suelen los españoles bordar y guarnecer los vestidos. Lábrase ésta de unos caracoles especiales que se crían por estos sitios [...]; lo más duro del caracol, que cae hacia su punta o remate, es lo que sirve para la quiripa... Para componer la quiripa van haciendo los pedacillos de caracol conforme al tamaño que el oficial le quiere dar; y estando ya en pedazos le van cercenando las puntillas con unas piedrezuelas que para esto tienen, las que les sirven de lima, dejándolos con alguna redondez, y para dársela de todo punto, les abren en el mismo centro un ojuelo tan derecho, y tan de medio a medio, como si fuera hecho con instrumento o taladro de acero; estando ya
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se desarrolló el comercio y llegó a fungir como “moneda nacional” para la compra de herramientas como hachas, machetes, cuchillos, púas, arpones y otros objetos14. En consecuencia, por el mercado de la quiripa pudo el P. Neira llegar al conocimiento de otros núcleos de población achagua, perdidos llano adentro. Aritagua. En su política expansionista, del primer pueblo de que tenemos noticia es del de Aritagua, zona que no hemos podido precisar su exacta ubicación, pero según testimonio del P. Antonio Monteverde, en 1665, parece situarse entre el Casanare y la zona del Meta, rumbo al oriente: “... y se fundó este nuevo pueblo, que entretiene la comunicación entre los Achaguas de su Majestad que están en el Puerto, y los del Meta y Onocutare, y en infinitas partes”15. En su viaje Neira navegó cinco o seis días por el río Casanare y dio en las bocas del Aritagua y por tierra llegó a los achaguas que buscaba16, pero por caminos “tan intratables y perversos, que aún en el rigor del verano no se podían trajinar por causa de los muchos pantanos”17. Así se formó San José de Aritagua, mas desconocemos la fecha exacta de su fundación aunque somos del parecer que debió ser hacia 1663. En efecto, el 2 de febrero de 1664 el misionero escribía al rector del Colegio Máximo de Santafé, P. José de Urbina, desde Aritagua, fijando sus planes inmediatos para viajar a Onocutare “de aquí a dos meses y medio”, en un contexto planificado con anterioridad, pues el 7 de enero del mismo año se así horadados, les van haciendo sartas, y la medida de cada sarta es que ciña cumplidamente un palo llano o tabla, como del grosor de la cintura de hombre, y en él las ponen muy tirantes, y con una piedra de la calidad que ellos saben (que no cualquiera sirve para este efecto), mojándola muy a menudo en agua, refregando la quiripa, y la dejan tan perfectamente redonda como las monedas segovianas” (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 160). 14 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 161. 15 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 205. 16 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 161. 17 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 164.
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había entrevistado en el Puerto con Maure y en San José con tres caciques de aquella localidad18. Por otra parte, la movilidad de los demás misioneros en sus respectivas áreas nos impide creer que Neira permaneciera fijo en San Salvador de Casanare hasta 1664. ¿Cuánto tiempo duró la reducción de San José de Aritagua?, no lo hemos podido averiguar. Por una parte, nos consta que ya existía el 2 de febrero de 166419 y como tal persistía el 2 de enero de 166520; por otro lado, a partir de la última fecha no vuelve a aparecer expresamente el nombre de esta población en la documentación misional. Según Rivero, el doctrinero (que fue el P. Neira) gastó allí “algunos meses”21 y desde este lugar fue convocando a los achaguas de tierra adentro. Nos consta de la respuesta positiva de los del Palmar que serían como sesenta almas22. Además, algún lapso de tiempo prudencial tuvo que transcurrir para dar lugar a los hechos acaecidos, y muy especialmente al abandono de la reducción, pues en primera instancia los achaguas del Puerto de Casanare querían mudarse a Aritagua debido a la epidemia de disentería que los diezmó, “de modo que no hubiera sido cordura sacarlos [a los de Aritagua] a Casanare luego. Ejecutólo más tarde el Padre, cuando se mejoraron las cosas del Puerto y se empeoraron [...] las de San José de Aritagua”23. Así pues, las continuas disenterías y lo difícil de los caminos obligaron a abandonar a San José de Aritagua: “Fueronse viniendo a San Salvador las familias con quienes conjuntamente se vino el padre y se demolió el pueblo de San José de Aritagua”24.
18 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 163-164. 19 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 164. 20 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 205. 21 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 162. 22 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 163. 23 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 164. 24 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 165.
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Onocutare. A fines de 1664 Neira iniciaba su expedición a Onocutare. Nos consta de sus diligencias y preparativos para con los achaguas de esa región desde enero del mismo año, tanto en el Puerto de Casanare como en Aritagua25. El 17 de noviembre de 1664 salía de San Salvador del Puerto26 y habiendo entrado en el Meta y “pasando las bocas de los ríos de Aritagua, de Cuello, de Tame, de Cravo, de Ele, y de otros muchos de menos nombre”27, desembarcó en el río Amaturí donde encontraron muchas lanchas de los guagivos “que habrían pasado hacia Apure a matar ganado cimarrón, para sacar el cuero para sus rodelas”28. La distancia entre el río Amaturí y Onocutare era de aproximadamente veinte leguas y la recorrieron en tres días por lo difícil del camino y porque tuvieron que “hacer puentes a tres ríos, el primero llamado Caracata, el segundo Ascaricutí, el tercero Atanare”29. De esta forma, fundó San Joaquín de Onocutare con unas cuatrocientas almas y, habiéndose detenido “todo el tiempo necesario para el efecto”, regresó a San Salvador del Puerto30.
25 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 163-164. 26 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 195. 27 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 293. 28 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 195-196. 29 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 196. Sin embargo, creemos que las rutas descritas por Neira desde el momento de abandonar la navegación por el Meta hasta Onocutare son distintas. La primera sería la descrita por el misionero en su carta del 2 de diciembre de 1664 (Rivero. Ob. cit., 195-196) y la segunda, la proveniente de una relación posterior (Ibidem, 201-202). La segunda seguiría el siguiente trazado: a mitad de camino entre la desembocadura del Casanare en el Meta y de éste en el Orinoco se encuentra un puerto que lo bautizaron como Santa Cruz de Atanarí (Rivero. Ob. cit., 201). Y continúa: “... saltando en este puerto a tierra, y cogiendo la derrota hacia la izquierda del río, por la parte del norte, se camina por sabanas de horribles pajonales, eslabonados a trechos con algunas montañuelas, y no pocos palmares espesísimos y de muchos peligros y trabajos...” (Ibidem). En esta relación no se dice ni la distancia a Onocutare ni los días que necesitaron para llevar a cabo la expedición; pero sí relata vívidamente la realidad del terreno. 30 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 202.
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El cuerpo fundamental del año 1665 lo absorbe San Salvador del Puerto, y a lo largo de la primera mitad de dicho año le fue asignado como ayudante al P. Antonio Castán quien había trabajado durante algunos meses con los guagivos de Ariporo31. A fines de 1665 Neira se embarcó por segunda vez para Onocutare, “para quedarse de asiento con ellos y defenderlos de los españoles y para enseñarles con su asistencia el camino del cielo”32. Ciertamente, es un hecho incontrovertible que Neira mudó la reducción de San Joaquín del sitio de Onocutare a otro “lugar excelente, ameno y delicioso, entre el río Atanarí, y otro más pequeño llamado Casiaricatí, siendo las aguas de uno y otro muy buenas y saludables”33. Dos tipos de razones motivaron tal decisión: las primeras eran de orden sanitario y las segundas obedecían a estrategia geo-misionera: “... Por la mayor cercanía y vecindad al río Meta y consiguientemente al Orinoco, con lo cual se facilitaba la navegación de río arriba, para nuestro pueblo de San Salvador de Casanare, de donde había de bajar el socorro de hostias y vino para consagrar, y también la de río abajo para hacer nuestras correrías por sus raudales, al tener noticia de nuevos gentiles...”34. Sin embargo, conviene dar respuesta a una pregunta clave: ¿Cuánto tiempo duró la reducción de San Joaquín de Onocutare? De la lectura del texto riverano pareciera desprenderse que el traslado de Onocutare a Atanarí se efectuó casi inmediatamente después de la
31 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 155 y 213. 32 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 213. 33 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 214. El P. Mercado ha recogido, al parecer, de otra fuente la ubicación de Atanarí: “Este [río Atanarí] aunque no es muy caudaloso es navegable todo el año y corren sus aguas a pagar tributo al Orinoco entrando a sus caudalosas corrientes junto al Barraguan grande, paraje así llamado en dicho río del Orinoco cerca ya del puerto de la Guayana. De aquí se camina también por tierra y con los mismos embarazos siete u ocho días de tierra adentro y se da en el río Onocuturi...” (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 297). 34 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 213-214.
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segunda entrada de Neira a fines de 166535. Por otra parte, el Catálogo Breve de la Provincia del Nuevo Reino, fechado el 30 de junio de 166736, aporta dos observaciones que obligan al cotejo minucioso de la fuente riverana: primera, que Neira se encontraba para esas fechas en Onocutare37; y segunda, que no se nombra para nada en el mencionado documento a Atanarí, población que aparece por vez primera en el Catálogo Breve de 166838. Quizá aporte luz para resolver el planteamiento antes expuesto el dilucidar en qué fechas estuvo el P. Juan Ortiz Payán en San Joaquín de Atanarí, de paso hacia los sálivas de Orinoco39. El P. Ortiz Payán, al parecer, estuvo en las misiones llaneras en dos oportunidades distintas durante el bienio comprendido entre el invierno de 1666 y julio de 166840, según se desprende de la afirmación del Catálogo Breve de 1667: “de novo ingressus”41. La primera entrada se realizó en 1666, “en lo más riguroso del invierno”42, cuando viajó en búsqueda de los sálivas
35 En el segundo párrafo del capítulo II del libro III anota Rivero que Neira se embarcó “en el mismo año de 1665”; y en el siguiente párrafo, sin que medie ninguna otra indicación cronológica, dice: “Ganadas ya las voluntades, y tratadas las materias con los indios principales del pueblo, pasó a hacerles ver las incomodidades de Onocutare para la función nueva [...] No fue difícil conseguir esto de sus naturales dóciles, y más cuando advertían ellos los intentos del Padre, que eran el mejor logro de la fundación y sus comodidades temporales” (Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 213). 36 arsi. n. r. et q., 5, fol. 8. 37 arsi. n. r. et q. 5, fol. 10v. 38 arsi. n. r. et q., 5, fol. 18v. 39 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 217-219. 40 arsi. n. r. et q., 3, fol. 239 (Catálogo, 1668): “... fuit inter gentiles per biennium”. El Catálogo fue confeccionado el 30 de septiembre de 1668: (n. r. et q., 3, fol. 238). 41 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Al no adscribirlo a ningún domicilio, deducimos que estaba recién destinado a las misiones casanareñas. 42 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 218.
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que supuestamente solicitaban misionero cerca de las bocas del Meta en el Orinoco43. Establecemos el año de 1666 porque el P. Ortiz Payán tuvo que concluir su rectorado al frente del Colegio de Las Nieves conjuntamente con el provincialato del P. Bartolomé Pérez (1664-1666)44, y este acontecimiento tuvo que llevarse a cabo hacia mayo o junio, ya que el nuevo provincial, P. Hernando Cabero, había finalizado su gestión al frente de la Provincia de México el 25 de abril de 166645. Rivero, lamentablemente, no indica ni la fecha en que el P. Ortiz Payán hizo escala en San Joaquín de Atanarí, ni menciona para esa oportunidad la presencia de ningún misionero en la aludida reducción; sin embargo, Cassani explícitamente señala la fecha de 1666 para esta entrada de Ortiz Payán46 y narra la solicitud del P. Neira en atender y aconsejar al novel misionero47. Así pues, la primera entrada del P. Ortiz Payán hay que fijarla en el “invierno” de 1666. Y la segunda, en junio o julio de 166748.
43 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 215-219. 44 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 73-74. 45 Francisco Javier Alegre. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España. Nueva edición por Ernest Burrus S. J. y Félix Zubillaga S. J. Roma, III (1960), apéndice IX, pp., 389-390. En 1667 era rector del colegio de las Nieves el P. Bernardo Estella (arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v). 46 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 209. 47 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 210 y ss. ¿Cómo enjuiciar entonces las afirmaciones del Catálogo Breve de 1667? Habría que tener en cuenta varios factores explicativos: en primer lugar, la lejanía entre la misión de los llanos y Bogotá y, en segundo término, cuándo salió de los Llanos la información que recoge el mencionado Catálogo, pues en definitiva observamos un desfase en la información. 48 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Al anotar el Catálogo “de novo ingressus” quiere decir que había abandonado la misión y que había retornado a la hora de confecionarlo.
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Dos años permaneció Neira en la reducción de San Joaquín, primero en Onocutare y después en Atanarí: de fines de 166549 a fines de 166750. Y durante esta ausencia fue suplido por el P. Antonio Castán51 y por el P. Juan Fernández Pedroche52. De 166853 a 1670 tuvo que estar residenciado nuestro misionero en San Salvador del Puerto, ya que no detectamos ningún movimiento en las fuentes coetáneas jesuíticas.
Misión del Cinaruco Pero en 1669 el P. Antonio Monteverde abre un nuevo período histórico al fundar Nuestra Señora de los Sálivas54, pues de esta forma se instala en el mundo sáliva y así se insinuaba hacia los deseados espacios orinoquenses55. En este proyecto orinoquense desempeñará un papel decisivo el P. Alonso de Neira y por ello conviene reconstruirlo en sus proyecciones fundamenta49 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 213. 50 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 220: “Corría por este tiempo el año de 1668. Habiéndose ya vuelto a Casanare para cuidar de sus achaguas el Padre Alonso de Neira, después de haber asistido en Atanarí dos años...” (el subrayado es nuestro). Para el 30 de junio de 1667 residía en San Joaquín el P. Antonio Castán en compañía del P. Neira (arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Catálogo Breve de 1667). Luego Neira tuvo que reintegrarse a Casanare con posterioridad a esa fecha y suponemos que sería al concluir el invierno. 51 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 379: “Para este fin aprendió con grandes afanes y desvelos la lengua extraña de los ajaguas, y se ocupó dos años en doctrinarlos con grande celo a costra de muchos trabajos”. 52 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Aparece como doctrinero de Casanare el P. Juan Fernández Pedroche el 30 de junio (Ibidem, fol. 8) de 1667. 53 arsi. n. r. et q., 5, fol. 18v. reseña a Neira como párroco de El Puerto de Casanare y el Catálogo está fechado el 30 de septiembre de 1668 (Ibidem, fol. 16). 54 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 245. 55 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 243: “Ya hemos visto aquí las idas y venidas de nuestros operarios a varios países y distritos, a las montañas de Macaguane, a la serranía de Patute y a los desiertos de Atanarí; ahora veremos entrar al sitio de Sinareuco al apostólico Padre Antonio de Monteverde en busca de la nación Sáliva”.
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les, ya que las fuentes históricas contemporáneas solamente hacen referencias aisladas a él y las historiográficas tan solo la mencionan. Como Rivero es el historiador misional más explícito en narrar este ensayo, transcribimos su versión para poder después reconstruir las grandes líneas del proyecto: 1675. Sabida la muerte de los Padres por el superior de las misiones envió dos misioneros de buen celo, tales que llenasen el hueco de los difuntos operarios. Fueron estos el Padre Alonso de Neira y Bernabé González quienes envidiosos santamente de la dicha (sic) muerte de sus dos compañeros se determinaron a emprender, y aun adelantar los trabajos y sudores de los que murieron poco había. Llegaron al sitio de Cinareuco y circunvecinos sitios en donde fundaron con facilidad tres pueblos, por ser gente más poblada ésta que otras naciones; el un pueblo era de los Adoles, y de Achaguas el otro, a que se añadió otro pueblo de Sálivas con título de San Lorenzo. Asi fueron corriendo algunos años los sobre dichos misioneros con las tres reducciones nuevas, a quien parece que se agregó o se mudó el título al Pueblo de Nuestra Señora de los Sálivas que dijimos arriba; hasta que por varios contingencias que hubo no siendo la menor el haber enfermado de calenturas por lo riguroso del temple y falta de sujetos que había para los pueblos ya entablados, se volvieron a los Llanos el año de 75 después de haber adquirido sobre lo ya obrado algunas noticias del gentío del Orinoco que la cercanía les pudo dar [...]. 56
Tomando como base informativa el relato riverano antes transcrito, conviene clarificar el genuino concepto de esa misión, su ubicación geográfica, su secuencia cronológica, los misioneros que en ella laboraron y las reducciones fundadas. Aunque no sea de forma muy explícita, ha sido denominada por algunos “Misión del Cinaruco”, basados sobre todo en el encabezamiento que
56 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248. En la transcripción de este párrafo nos hemos servido del Manuscrito original que reposa en la Biblioteca Nazionale (Gesuitico., 1.157, foto 290). Preferimos recurrir al Manuscrito debido a ciertas ambiguedades de estilo en la edición impresa, y en realidad existen algunas variantes.
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hace Rivero de los dos capítulos que dedica en su Historia a este ensayo misional57. Sin embargo, tal denominación debe comprender no solo esa vaga región geográfica descrita por Rivero, sino además la zona sur marcada por Tabaje y Adoles58, corazón del Orinoco medio, espacio vital para las misiones jesuíticas orinoquenses del siglo xviii. Hoy no resulta fácil identificar el hábitat de la “Misión del Cinaruco”. En el relato riverano Monteverde entra “al sitio de Sinaruco” en su búsqueda de la nación sáliva, pues algunas poblaciones de esta etnia habitaban “no lejos de un río que los naturales llaman Sinareuco, que desemboca en el Orinoco, y corre de la otra banda de este mismo río, hasta desaguar en él”59. En la planificación geomisional el objetivo era idóneo, pues se pretendía “… entablar relaciones entre Sinareuco y muchas naciones, no sólo de Sálivas sino también de Achaguas, Caquetíos, Adoles y Yaruros, que tenían amistad entre sí y comerciaban unos con otros”60. Pero lo cierto es que Monteverde se instaló el 4 de agosto de 1669 en Yanaquí, distante de San Salvador del Puerto siete días de navegación y asimismo “a dos días de navegación distante de la boca del Meta en el río Orinoco, y cinco días de navegación hasta llegar a los Adoles”61. Y como en 57 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos. Libro III, cap. 9: “Entra por Casanare a Sinareuco el Padre Monteverde y funda la reducción de Nuestra Señora de los Sálivas” (p. 243). Capítulo 10: “Embárcase para Sinareuco el Padre Antonio Castán...” (p. 246). (El subrayado es nuestro). El P. Juan Manuel Pacheco (Los jesuitas en Colombia, II, 389) no habla de misión, pero destaca un acápite de este ensayo misional con el título “Hacia el Cinaruco”. También nosotros hemos utilizado tal denominación en diversos escritos. 58 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248. Que San Lorenzo es Tabaje lo reiteran en sus declaraciones los testigos que declaran en: Testimonio de los autos hechos a pedimento del P. Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús en la ciudad de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada... (agi. Santafé, 249. V. gr. fol. 48). 59 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 243. 60 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 243. 61 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 244. Monteverde se embarca en el río Casanare el 28 de julio de 1669 y llega “al sitio de los Sálivas” el 4 de agosto. En realidad, el supuesto conglomerado sáliva hacía años que venía torturando el audaz espíritu misional del P. Monteverde. Siendo Superior de la misión, en 1666 envió al P. Juan Ortiz Payán “a los sálivas” pues había noticias de 2000 sálivas entre la desembocadura del
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la etapa inicial de esta misión, llevada a cabo desde el 4 de agosto de 166962 hasta el 1º de enero de 167063, se mantuvo en Yanaquí la reducción de Nuestra Señora de los Sálivas, llegamos a la conclusión de que Yanaquí era ribereña del Meta o de algún afluente de éste, a juzgar por su carácter navegable. En un memorial del P. Juan Fernández Pedroche de 1687, se sitúa la misión a orillas del río Meta y a una jornada antes de desembocar en el Orinoco64. Sin embargo, dos testigos inmediatos de los hechos como son los capitanes José Ruiz Romero y Tiburcio Medina fijan como lugar de la muerte de Monteverde y Castán el paraje de Atanare, y el último de los mencionados añadirá: “junto a Itipani en el Orinoco y Meta”65. Con todo, no creemos que existan divergencias entre ambas fuentes, pues Rivero alega que “llámase el sitio y pueblo Yanaquí por ser de este nombre su cacique”66, mientras que el capitán Tiburcio Medina habla del paraje sin hacer alusión ni al cacique ni a otras circunstancias no geográficas.
Meta y el pueblo de Atanarí por las orillas del Meta (Rivero. Ob. cit., 216). Salió el P. Ortiz Payán en su expedición a los sálivas desde San Joaquín de Atanarí en 1666; “corrióse por el río Meta casi hasta dar en su entrada al Orinoco; luego se fue costeando la tierra para dar en la población de los Sálivas...” (Rivero. Ob. cit., 219). 62 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 244. 63 El P. Antonio Monteverde falleció el 10 de diciembre de 1669 (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 366) y el P. Antonio Castán el 1º de enero de 1670 (Pedro de Mercado. Ob. cit., II, 381). Con ellos se cerraba el primer ciclo de la llamada “Misión de Cinaruco”. 64 Juan Fernández Pedroche. Memorial presentado a la Real Audiencia por el P. Superior de las Misiones de los Llanos y Orinoco. Santafé, noviembre 24 de 1687. Citamos por José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1974) [190-196] 191. 65 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos hechos... En el fol. 60v. el capitán Juan Ruiz Romero declara que bajó en 1670 a Atanare en compañía del P. Alonso de Neira a fin de recoger “libros y ornamentos” de los PP. Monteverde y Castán. Y el capitán Tiburcio Medina, en el fol. 72v., declara que llevó los restos de ambos misioneros a Casanare, los cuales habían muerto “en el paraje de Atanare, junto a Itipani en el Orinoco y Meta”. 66 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 244.
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En su segunda fase, la “misión del Cinaruco” se abre a nuevos espacios geográficos: por el sur se llegaría a extender hasta Adoles67 y Tabaje68; por el este a zonas no limitadas de la banda derecha del Orinoco69; y por el norte, sospechamos que debió llegar hasta el propio río Cinaruco70.
67 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248. agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 73: “Dijo que ha oído decir que el primer pueblo de Tabaje en el Orinoco lo pobló y redujo el Padre Alonso de Neyra a quien conoció en dicho pueblo por cura doctrinero ahora catorce años. Y que también pobló dicho Padre el Pueblo de los Adules, que fueron los dos primeros reducidos a pueblo”. Declaración del capitán Tiburcio Medina a la pregunta: “Repreguntado quántos y quáles Padres y de quántos en quántos años han bajado al Orinoco” (fol. 72v). 68 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 73 (véase la nota anterior). 69 Fernández Pedroche. Memorial presentado a la Real Audiencia... En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191: “... y dichas naciones temiendo algún castigo de los blancos, juzgando que las muertes de los Padres Misioneros se les atribuirían a maleficio suyo, como es costumbre en ellos, se retiraron a la otra banda del gran río Orinoco, que sabido por los Padres Misioneros de la Provincia de Casanare bajó el Padre Alonso de Neyra a dichas Naciones, sacándolas de entre sus peñas y malezas, las pobló en compañía de los Padres Martín de Bolea y Bernabé González...” (el subrayado es nuestro). 70 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248: “Llegaron al sitio de Sinareuco y circunvecinos sitios, en donde fundaron con facilidad tres pueblos”. Sobre este texto conviene indicar lo siguiente. La fuente de que se ha servido Rivero para el capítulo IX del Libro III de su Historia parece ser un escrito del propio P. Monteverde (Rivero. Ob. cit., 244-245), dada la exactitud de las fechas, lo concreto de las anécdotas, la precisión en narrar los hechos fundacionales y el estilo directo del documento; incluso podría pensarse de la carta al Provincial, P. Gaspar Vivas, a que se hace referencia en la página 246. Sin embargo, el capítulo X del libro III obedece a una narración posterior pues relata hechos que se extienden hasta 1675 (y Monteverde había fallecido en diciembre de 1669) y pertenece a los misioneros de entonces, pues el propio Rivero (Ob. cit., 248) dice: “... se volvieron a los Llanos el año de 1675, después de haber adquirido algunas noticias del gentío del Orinoco, el cual es tan grande, según relación que hicieron...”. En ese mismo párrafo expresa la Relación que llegaron al sitio de Sinareuco y circunvecinos sitios. Luego, lo dicho abre la posibilidad de la frontera norte. Es más, en un documento conjunto de los misioneros, firmado en Tame el 20 de marzo de 1676, hablan de: “el Padre Felipe Gómez, doctrinero del pueblo de San Francisco de Borja de Arauca” (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75). En verdad, es la única referencia que conocemos de dicha población misional y desconocemos su ubicación. Dejamos abierta la posibilidad de que esta reducción pudiera haber sido la más norteña de la “Misión del Cinaruco”.
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La tercera etapa parece que se circunscribe a la zona de Tabaje y áreas vecinas71. La secuencia cronológica de esta misión también necesita algunas precisiones. La primera etapa, como hemos indicado más arriba, se inicia el 4 de agosto de 1669 y concluye el 1º de enero de 1670. Algunas dificultades surgen al querer datar la segunda etapa, la cual opinamos que no pudo iniciarse antes de 1671. En efecto, si el capitán José Ruiz Romero bajó en 1670 desde Casanare hasta Atanarí o Atanare con el P. Alonso de Neira, “quien iba de orden del superior a recoger libros y ornamentos”72, de sus conmisioneros Monteverde y Castán, quiere decir que, al llevar a término su misión, regresaron al Puerto de Casanare. Por todo ello, se hace difícil pensar en una inmediatez temporal en lo referente al relevo de misioneros, como pareciera sugerir Rivero al afirmar que “sabida la muerte de los Padres por el superior de las misiones, envió dos misioneros de buen celo...”73. Es más, el 20 de enero de 167174 aparece el P. Neira en el Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino como párroco de San Salvador del Puerto75. Además, en el mencionado documento no se hace alusión alguna ni a las reducciones fundadas en el Meta entre 1668 y 1670, ni a las que se fundarían —según nuestros cálculos— después en la zona denominada Cinaruco. Luego, el comienzo de la segunda etapa está por dilucidar y no será antes de 1671.
71 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191: “... enfermaron gravemente [Neira y González] por cuya causa bajó el P. Pedro de Ortega por orden de su superior al socorro de aquellos cristianos nuevamente convertidos, hallándolos en grave aflicción por una grave enfermedad que les sobrevino; derrotándose por varias partes los recogió y pobló a instancias de sus caciques en el río de Tabaje, puerto de Orinoco”. 72 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 60v. 73 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248. 74 arsi. n. r. et q., 5, fol. 20. 75 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23.
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Con respecto a la fecha de conclusión de la segunda etapa, el historiador Rivero es taxativo en fijar el año 167576; con todo, opinamos que tal aseveración hay que correrla al año de 1676, ya que para el 20 de marzo de dicho año se mantenía todavía una reducción: San Lorenzo de Orinoco77. Esta hipótesis estaría corroborada por el hecho de que para mediados de 1676 sus misioneros habían abandonado este específico campo misional78. La tercera etapa gira en torno de los PP. Pedro de Ortega y Francisco de Ubierna y la ubicamos entre 1678-1679, por la siguiente razón: creemos que el P. Pedro de Ortega fue Superior de las Misiones desde que el P. Agustín Rodríguez abandonara su cargo y se retirara enfermo a Bogotá79 hasta febrero de 1678, fecha en que el P. José de Madrid, visitador de la Provincia
76 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 249. 77 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. 78 De cuatro misioneros tenemos noticia que laboraron durante este tiempo en la misión: el P. Alonso de Neira, del que no hace mención el documento de la nota anterior; pero, según el Memorial del P. Fernández Pedroche de 1687 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191): “quedando ahogado el P. Martín de Bolea en el río de Casanare, donde subió a curarse y habiendo catequizado y bautizado a muchos enfermaron gravemente [¿Neira?] ...”. El P. Bernabé González fallecía el 6 de febrero de 1676 (arsi. n. r. et q., 3. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671, fol. 343) en la misión de los Llanos (Pacheco. Los jesuityas en Colombia, II, 392). El P. Martín de Bolea pasaba a mejor vida el 25 de septiembre de 1676 (arsi. n. r. et q., 3. Doc. cit. Fol. 343) ahogado en el río Casanare. Quedaría el P. Felipe Gómez, quien por el contexto histórico, a pesar de que no es citado ni por Rivero ni por Fernández Pedroche, se había reintegrado a las misiones llaneras en 1677 (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 249). 79 El 2 de febrero de 1672 era todavía Superior el P. Juan Fernández Pedroche (arsi. n. r. et q., 3. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671, fol. 344). Aunque Mercado (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 371) no especifica en qué años fue Superior de las misiones casanareñas, sin embargo creemos que se debió de iniciar en 1672, pues dicho año hubo cambio de Provincial y comenzó su provincialato el P. Juan de la Peña (Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 88 y ss.). En febrero de 1673 ciertamente ejercía el cargo (anb. Miscelánea, t. 69, fol. 154). Ignoramos también hasta qué fecha rigió los destinos de estas misiones pues fallecía en Bogotá el 12 de marzo de 1674 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 343). Suponemos, pues, que desde que se retiró el P. Rodríguez a la capital neogranadina, asumió el P. Ortega el cargo de Superior y así aparece en marzo de 1676 (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75). Según Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 249), en 1677 los PP. Pedro Ortega y Felipe Gómez atendían las reducciones de la nación Aírica y las de Araucas y Eles.
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del Nuevo Reino, lo reemplazó por el P. Juan Fernández Pedroche80. Así pues, si el P. Ortega fue al Orinoco “por orden de su superior”81, tuvo que ser con posterioridad a febrero de 1678, momento en que entregó su cargo al P. Juan Fernández Pedroche, quien es precisamente el que narra la entrada de nuestro misionero en su citado Memorial de 1678. Solo siete meses duraría la estancia del P. Francisco Ubierna en la misión del Orinoco82, pues su muerte acaeció en julio de 167983, al parecer en Tabaje84. Y con él se cerraba el ciclo temporal de la “Misión del Cinaruco”. Nos resta tan solo identificar los misioneros y describir las fundaciones llevadas a cabo por ellos en la década de 1669-1679. La presencia de los PP. Antonio Monteverde y Antonio Castán está comprobada por los documentos que se refieren a la primera etapa de la “Misión del Cinaruco”. Fue el P. Monteverde quien fundó Nuestra Señora de los Sálivas el 4 de agosto de 166985. A pesar de sus buenos augurios, esta reducción no alcanzó los cuatro meses de existencia, pues al fallecer su fundador el 10 de diciembre de 166986
80 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 16. 81 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191. 82 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 389. 83 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 394 afirma que fue su deceso en julio de 1679. El P. Alberto Moreno. Necrologio de la Compañía de Jesús en Colombia. Medellín, Edit. Bedout (1957) afirma que la muerte acaeció en junio de 1679. Y en los archivos romanos de la Compañía de Jesús se le recensa en “junio de 1679” (arsi. Historia Societatis, t. 49, fol. 75v). 84 En las declaraciones del capitán Tiburcio Medina (agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos...) dadas el 8 de marzo de 1690 (fol. 67) dice del P. Ubierna: “que murió en Orinoco a quien no conoció y vio sacar sus huesos en el Pueblo de Tabaje” (fol. 73). En la misma declaración dice más adelante: “Y que al Padre Francisco de Ubierna no le conoció pero oyó decir este testigo al Padre Pedro de Ortega en el Presidio de Carichana en una de las ocasiones que estuvo este testigo en dicho paraje, como tenía allí los huesos del dicho Padre Ubierna que había muerto en Carichana de achaque de calenturas” (fol. 75). 85 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 244-245. 86 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 366.
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y su compañero el P. Castán el 1º de enero de 167087, gran parte de sus moradores se retiró a la otra banda del río Orinoco88. Creemos que esta misión no volvió a reedificarse y así se desprende del texto manuscrito de la Historia de Rivero cuando afirma: “Así fueron corriendo algunos años los sobre dichos misioneros con las tres reducciones nuevas, a quien parece que se agregó o se mudó el título al Pueblo de Nuestra Señora de los Salivas que dijimos arriba”89. La segunda etapa de la misión la inician los PP. Alonso de Neira y Bernabé González, quienes según Rivero son los únicos actores del tramo histórico que comentamos90. Todavía más, en una información levantada en Pauto, en 1696, por el P. Juan Fernández Pedroche, uno de los testigos afirma: “Después entró el Padre Alonso de Neira con el Padre Bernabé González, donde estuvieron dos o tres años, y fundaron un pueblo de indios sálivas y los doctrinaron hasta que por toma de los indios caribes sus enemigos los inquietaron y se fueron a otras tierras, a vivir y morar. Y el Padre Bernabé González enfermó y se vino a curar a esta misión de los Llanos, y murió luego que llegó”91. Sin embargo, el P. Juan Fernández Pedroche, Superior de las Misiones desde 1678, en su Memorial de 1687 incluye además, entre sus protagonistas, al P. Martín Bolea92, quien el 20 de marzo de 1676 firmaba como doctrinero de San Lorenzo del Orinoco un documento comunitario de los
87 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 381. 88 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191. 89 Véase, nota 56. Allí nos hemos servido del manuscrito original (Biblioteca Nazionale. Gesuitico, 1.157. Foto 290) ya que su redacción es más clara que la impresa. 90 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248. 91 agi. Santafé, 403. Información levantada por el P. Juan Fernández Pedroche en Pauto en 1696. Citado por Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 392. 92 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191. En cuanto a fundaciones se refiere, Fernández Pedroche no cita a ninguna para este lapso.
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misioneros casanareños93. Todo lo cual evidencia la veracidad de un hecho histórico incontrastable. En cuanto a los misioneros se refiere, el año 1670 el P. Neira bajó de Casanare a Yanaquí para recoger los haberes de Monteverde y Castán. En enero de 1671 seguía como párroco de San Salvador del Puerto94. El 15 de agosto de 1672 pronunció sus últimos votos de jesuita, junto con los PP. Pedro Ortega y Agustín Rodríguez, ante el P. Bernabé González en una de las reducciones casanareñas95. El 19 de junio de 1675 la Audiencia de Santafé le oficiaba al rey de España lo que había determinado: “… con ocasión del Informe que hizo en esa Audiencia Alonso de Neira de la Compañía de Jesús, misionero de las reducciones del Río Orinoco, cerca de la forma y paraje donde convenía fundar una ciudad, y conducir a ella veinte familias para el mejor efecto y disposición de dichas reducciones”96. Entre 1675 y 1676 residía en el primer pueblo de Tabaje, según el testimonio del capitán Tiburcio Medina97. No hemos podido precisar cuándo abandonó la misión del Cinaruco y dónde trabajó en el tiempo inmediatamente posterior.
93 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. Asimismo, el capitán Tiburcio Medina declara (agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 73) sobre el P. Martín de Bolea “a quien también conoció y murió ahogado en el río de Casanare”. 94 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23. Catálogo Breve de 1671. 95 arsi. n. r. et q., 3, fol. 344. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671. 96 agi. Santafé, 531. De Oficio. Nuevo Reino de Granada. Desde 25 de mayo de 1674 hasta 12 de diciembre de 1680. Libro 10. La Real Cédula está fechada en Madrid el 3 de marzo de 1679. 97 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 73: “Dijo que ha oído decir que el primer Pueblo de Tabaje en el Orinoco lo pobló y redujo el Padre Alonso de Neyra a quien conoció en dicho Pueblo por cura doctrinero ahora catorce años” (el subrayado es nuestro). La declaración fue formulada el día 8 de mayo de 1690 (Ibidem, fol. 67).
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El P. Bernabé González debió llegar a los llanos en 166998 y en enero de 1671 residía en Pauto con el P. Agustín Rodríguez99. Entró a la “Misión del Cinaruco” como compañero del P. Neira en 1671 o 1672. Permaneció en este escenario misional hasta que enfermó, a fines de 1675 o comienzos de 1676, y abandonó las tierras orinoquenses y “murió luego que llegó” a la misión de los llanos100, el 6 de febrero de 1676101. Desconocemos en qué fecha llegó a las misiones llaneras el P. Martín de Bolea, pero indudablemente tuvo que ser después de 1671, ya que ese año estaba radicado en el colegio de Honda102. Era doctrinero del pueblo de San Lorenzo de Orinoco el 20 de marzo de 1676103 y murió el 25 de septiembre de 1676104, ahogado en el río Casanare, “donde subió para curarse”105. Según Rivero, en este lapso temporal se fundaron tres reducciones: Adoles, San Lorenzo y un pueblo de Achaguas106. 98 arsi. n. r. et q., 3, fol. 287v. Catálogo de 1671. Dice que llevaba en la misión dos años. Había ingresado en la Compañía de Jesús el 17 de mayo de 1663 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 214v. Catálogo de 1664). En 1667 estudiaba Filosofía en la Universidad Javeriana (arsi. n. r. et q., 5, fol. 8. Catálogo Breve, 1667). El 30 de septiembre de 1668 aparece como Ministro del Colegio-Seminario de San Bartolomé (arsi. n. r. et q., 5, fol. 15. Catálogo Breve, 1668). Había estudiado la carrera abreviada de Teología (arsi. n. r. et q., 3, fol. 251. Catálogo, 1668). 99 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23. Catálogo Breve, 1671. 100 agi. Santafé, 403. Información levantada por el Padre Juan Fernández Pedroche en 1696. 101 arsi. n. r. et q., 3, fol. 343. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671. 102 arsi. n. r. et q., 3, fol. 286. Catálogo de 1671. Había ingresado en la Compañía de Jesús el 19 de noviembre de 1659 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 222. Catálogo de 1664). Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Alonso Pantoja en 1662 (agi. Contratación, 5548. Expedición de 1662). Si el 30 de junio de 1667 cursaba el primer año de Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá (arsi. n. r. et q., 5, fol. 8. Catálogo Breve de 1667) quiere decir que el ciclo teológico lo concluyó en 1670. 103 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. 104 arsi. n. r. et q., 3, fol. 343. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671. 105 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191. 106 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248.
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Según Cassani, los PP. Neira y González “... a los tres pueblos, que hallaron casi formados, añadieron otro de Salivas, con título de San Lorenzo”107. Los tres primeros habían sido formados por el P. Monteverde y todos ellos constituían Nuestra Señora de los Sálivas: Yanaquí era el centro principal y como anexos había una población de sálivas y otra con mezcla de achaguas108. El texto de Cassani se fundamenta en la narración riveriana de la entrada del P. Monteverde a Yanaquí: “Enviáronlo a llamar dos pueblos de Sálivas que había allí cerca; visitólos el Padre y le dieron palabra de poblarse con sus parientes de Nuestra Señora de los Sálivas; lo mismo hizo otro pueblo de la nación Achagua...”109. En consecuencia, para el lapso que estudiamos, el P. Cassani solo menciona el pueblo de San Lorenzo, integrado por gentes de la nación sáliva. Las divergencias observadas en los respectivos textos de los dos historiadores jesuitas del siglo xviii nos obligan a una mejor verificación de sus informaciones. Con respecto al “Pueblo de los Achaguas”, no hemos encontrado referencia alguna ni en la documentación de la época, ni en la posterior, si exceptuamos la cita única y ocasional de Rivero en la mencionada oportunidad. De la misión de los Adoles nos consta únicamente el testimonio de su existencia gracias a la declaración del capitán Tiburcio Medina, quien además testifica que el P. Neira fue su fundador110. En relación con San Lorenzo existe coincidencia de las fuentes historiográficas, tanto sobre su existencia como sobre sus habitadores, que eran
107 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 239. 108 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 236. 109 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 246. 110 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 73: “Dijo que ha oido decir que el primer pueblo de Tabaje en el Orinoco lo pobló y redujo el Padre Alonso de Neyra a quien conoció en dicho Pueblo por cura doctrinero, ahora catorce años. Y que también pobló dicho Padre el Pueblo de los Adules, que fueron los dos primeros reducidos a Pueblo y traídos indios a ellos...”.
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de nación sáliva111. Las precisiones comienzan al tratar de dilucidar aspectos tales como el nombre, la ubicación y otros. Sobre el nombre, Rivero y Cassani se reducen a citar escuetamente San Lorenzo,112 pero creemos que su verdadera denominación fue la de San Lorenzo de Orinoco, y basamos nuestra aseveración en el carácter representativo y formal que ofrece el documento comunitario firmado por los jesuitas misioneros de Casanare el 20 de marzo de 1676, en el que se designa a cada una de las reducciones por su genuino nombre113. El Padre Alonso de Neira fue quien “pobló y redujo” esta misión y en ella moraba entre 1675 y 1676114; en marzo de 1676 cumplía funciones de doctrinero el P. Martín Bolea115. Con respecto a la ubicación de San Lorenzo de Orinoco nos remitimos al testimonio del capitán Tiburcio Medina, actor principal de las misiones jesuíticas orinoquenses en la década de 1680-1690116, quien identifica San Lorenzo con “el primer pueblo de Tabaje en el Orinoco”117. Esta afirma-
111 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 239. 112 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 239. 113 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. 114 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos..., fol. 73. Declaración del capitán Tiburcio Medina: Dice que conoció al P. Neira por doctrinero de Tabaje “ahora, catorce años”. Si la mencionada declaración tuvo lugar el 8 de marzo de 1690 (fol. 67) quiere decir que hace referencia al año 1676. 115 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. 116 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fol. 68-68v. Declara el capitán Medina que era natural de Tunja y hacía veinticinco años que había bajado de su ciudad natal a Guayana. Estuvo en los llanos dos años continuos como teniente de armas, nombrado por D. Pedro Daza y Ezpeleta. Por el año de 1684 fue nombrado por capitán y cabo de Carichana. Salió definitivamente de la Guayana el año 1682 (fol. 82). 117 Declaración (fol. 67v) que el pueblo de Tabaje es el más inmediato al presidio de Carichana y la distancia entre ambos se fija entre y uno y cuatro días de navegación “conforme lo crecido del río por donde se navega para ir a dicho pueblo”.
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ción esclarece la historia de Tabaje y las sucesivas presencias de misioneros jesuitas en ella. Tenemos conocimiento de la tercera etapa de la “Misión del Cinaruco” (1678-1679) gracias al P. Juan Fernández Pedroche y al capitán Tiburcio Medina. Sus actores fueron los PP. Pedro de Ortega y Francisco de Ubierna. Tras la retirada de los misioneros de San Lorenzo en 1676, fue enviado en 1678 por su superior el P. Pedro de Ortega, quien “derrotándose por varias partes los recogió y pobló a instancias de sus caciques en el río de Tabaje, Puerto de Orinoco”118. Tan escuetas informaciones no nos permiten opinar sobre el hábitat auténtico de la nueva reducción, aunque pensamos que la ubicación geográfica pudo haber sido la misma o muy cercana a la primera. En los inicios de 1679 debió llegar el P. Francisco de Ubierna a la misión, ya que a los siete meses de estancia119 fallecía en Tabaje120 y con él fenecía la que hemos denominado la “Misión de Cinaruco”. Sin embargo, de este ensayo quedó un hato, fundado por el P. Neira en Apiari, el cual serviría de base —en el decir de Rivero— para el ensayo posterior llevado a cabo por el P. Fiol121. Entre 1676 y 1690 se abre un espacio histórico paupérrimo en informaciones directas sobre la existencia llanera del P. Alonso de Neira. Mas, por el contexto histórico deducimos que nuestro misionero tuvo que vivir este tramo temporal en la reducción por él fundada en 1661. Así parecen confirmarlo con excepción, al parecer, de una breve estancia en Bogotá en 1678, tanto las
118 Fernández Pedroche. Memorial. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 191. 119 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 389. 120 En las declaraciones del capitán Tiburcio Medina (agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos...) dadas el 8 de marzo de 1690 (fol. 67) dice del P. Ubierna: “que murió en Orinoco a quien no conoció y vio sacar sus huesos en el Pueblo de Tabaje” (fol. 73). En la misma declaración dice más adelante: “Y que al Padre Francisco de Ubierna no le conoció, pero oyó decir este testigo al Padre Pedro de Ortega en el Presidio de Carichana en una de las ocasiones que estuvo este testigo en dicho paraje, como tenía allí los huesos del dicho Padre Ubierna que había muerto en Carichana de achaque de calenturas” (fol. 75). 121 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 248 y 262.
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referencias indirectas dispersas en la documentación contemporánea122, como, a su manera, los Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino de que disponemos dentro de los límites fijados por las fechas antes mencionadas123. Rivero, por su parte, primer historiador en exaltar la figura de Neira124, divide su biografía misional en cuatro escenarios geográficos distintos: Casanare, Orinoco, Airico y desiertos de Camoa. Los dos últimos se pueden determinar con toda precisión; también los escenarios orinoquenses se pueden reconstruir con relativa exactitud y, en consecuencia, el resto habría que adjudicarlo al ámbito de Casanare y así lo confirma el misionero-historiador cuando puntualiza: “Fue su principal asistencia en Casanare, en donde por su profundo conocimiento de los idiomas indios achagua y sáliva, instituyó y formó un pueblo en el cual, a expensas de sus trabajos, aplicación incansable
122 apt. Fondo Astráin, 18. Ordenes antiguas, que por orden de N. R. P. Lorenzo Ricci, ya no están en uso: y deven guardarse en el Archivo. Fol. 39v. En la visita que realiza el P. José de Madrid el 2 de septiembre de 1678 a la Universidad Javeriana, entre los “oficios” de la casa establece: “Prefecto de estudios menores y Maestro de Seminario, Padre Alonso de Neyra”. Si esta estancia llegó a darse, creemos que no debió de ser muy larga. En 1679 residía en Casanare (Rivero. Ob. cit., 250): “No era inferior el número de indios en nuestra reducción de Casanare pues fue tanto lo que se aumentó que llegaron a 1.200 indios el año de 79 [...] pero todo lo facilitaba la actividad y celo del Padre Neira, su misionero y párroco”. En 1683 permanecía en su puesto misional de los Llanos (anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 9. Carta del P. Ignacio Toebast al P. Carlos Panigati. Duma, octubre de 1683). En 1687 actuaba como párroco del Puerto de Casanare (arsi. n. r. et q., 5, fol. 26. Catálogo Breve de 1687). En abril de 1688 seguía en su reducción (agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos... El capitán Antonio de Bustamante certifica que solo había estado una vez en Carichana (fol. 20) y en el folio 26 dice que por abril de 1688 estuvo en Carichana y después en Casanare (fol. 44) y que el cura del pueblo era el P. Neira (fol. 45). En 1690 reitera igual información el capitán Tiburcio Medina (fol. 72v). 123 Los catálogos trienales ordenan los sujetos por domicilios. En el caso de la misión de los llanos la misión es el domicilio y por ende no especifica los nombres de las reducciones en que estaban distribuidos los misioneros. Sin embargo, aparece como misionero de los Llanos en: 1678 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 323v.); 1684 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 358v.); 1687 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 391). 124 El primer escritor que resaltó la figura del P. Alonso de Neira fue el P. Matías de Tapia en su escrito Mudo Lamento del que hablaremos más adelante. Para la afirmación del texto: Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 343.
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y singularísima introducción con los indios, tuvo modo de instruirlos para carpinteros, herreros, sastres, zapateros, pintores y escultores”125.
La Misión del Orinoco En 1691 se abría la tercera oportunidad126 para establecer de nuevo las “Misiones de Orinoco”. En 1684 habían tenido que retirarse los jesuitas del gran río venezolano y replegarse a Casanare; mas en Bogotá continuaron realizando todas las diligencias posibles para continuar la empresa misional orinoquense127. El 31 de julio de 1691 ya había sido designado el P. Alonso de Neira como Superior de la misión del Orinoco128 y como integrantes del ensayo habían sido asignados los PP. José Cavarte, misionero en los llanos casanareños, y dos recién llegados de Europa: los PP. Vicente Loverzo y José de Silva129. Todos ellos se embarcaron en Casanare el 29 de noviembre de 1691130. El destino final eran los “antiguos pueblos de los sálivas”. 125 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 343. 126 La segunda oportunidad la estudiaremos al tratar la obra del P. Ignacio Fiol. 127 Todas las diligencias practicadas en Santafé de Bogotá por la Compañía de Jesús en orden a restablecer las misiones de Orinoco están recogidas en el documento largamente citado en este estudio: agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos..., fols. 1-23v. 128 arsi. n. r. et q., 4, fol. 2. Catálogo Breve de 1691. 129 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 283-284. 130 Antonio astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y Fe, VI (1920) 659. En la nota 2 transcribe el P. Astráin el siguiente certificado: “Toribio Sánchez Chamorro, Alcalde de Santa Rosa de Casanare..., certifico, que hoy, 29 de noviembre de 1691, salieron los RR. PP. misioneros para el Orinoco, Alonso de Neira, Superior, José de Silva, Procurador, José Cabarque (sic, por Cabarte) y Vicente Loverzo y en su escolta el capitán Tiburcio de Medina, que va por cabo de los soldados, que son el alférez Francisco de Vera, el sargento Antonio Cortés, el cabo de escuadra José Bergaño, Tomás de Herrera, Juan Crisóstomo Berdugo, Antonio Rico, Juan de la Fuente, Salvador Godoy, Salvador Galiano, Antonio de Ojeda, Bernardo de Rojas, y asimismo van algunas familias y sirvientes, que son: Doña Josefa de Medina, hija legítima del capitán y sus sirvientes que son, Miguel Salcedo, el niño Lorenzo Yarigua, Gertrudis y su hija. Y en servicio de los Padres van dos niños, que son: Bartolomé Moyano y Sebastián de Rojas. Y a todos los sobredichos conducen y llevan el viaje cuatro embarcaciones medianas y las bogas que les corresponden, que son treinta y seis indios a propósito de los de este pueblo, y los dichos Padres salieron aviados y prevenidos como
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Pero el temor a los caribes y la falta de apoyo hispano en aquellas apartadas regiones impidieron la creación de reducciones crecidas131. Neira y Cavarte se residenciaron en Cusia132, aunque hay que reconocer una movilidad típica de los misioneros de esta región133. Al negar el gobernador de los Llanos, José de Enciso, el sueldo a los soldados de la escolta, éstos huyeron todos, con excepción de su capitán134. El 12 de febrero de 1693135 los caribes asesinaban en Adoles al P. Vicente Loverzo y al capitán Tiburcio Medina136. Los PP. Neira y Silva huyeron de Cusia al ser informados de la acción que pensaban realizar los caribes y, sin esperar a que amaneciera, el miércoles de ceniza caminaron hasta el Meta y allí los recogió don Andrés de Palacios, maestre de plata, y los llevó a Casanare137. Una vez reincorporados a San Salvador del Puerto, el P. Neira, por mandato de los superiores, fue trasladado a Bogotá donde “… hacía continuamente pláticas y sermones muy espirituales y fervorosos de moral, fuera y dentro de casa, para lo cual tenía facilidad grandísima”138. para tan largo viaje a costa de la misión, sin embargo de lo con que ayuda de Su Majestad. Puerto de Casanare, 29 de noviembre de 1691”. Y da como referencia: Archivo de Indias 56-6-21. En la clasificación actual correspondería a: Santo Domingo, leg. 634. 131 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 284. 132 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 289; 304. 133 El P. Neira escribe desde Catarubenes al P. Juan Martínez Rubio sobre las acciones caribes en el Orinoco medio; así lo atestigua el P. Manuel Pérez en su carta al P. Martínez Rubio firmada en Pauto el 16 de junio de 1692 (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 290. En la edición bogotana existe un error de imprenta en la frase: “como lo verá Vuestra Reverencia por carta del P. Antonio escrita en Catarubenes”; en el manuscrito original se lee Alonso y no Antonio). 134 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 302. 135 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 310. 136 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 303. 137 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 304-306. 138 Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 345. También el P. Matías de Tapia (Mudo Lamento. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, I, 199) habla de este viaje a Bogotá del P. Neira, pero lo ubica
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La Misión del Airico La estancia bogotana de Neira, iniciada en 1693, se interrumpe a fines de 1695 al ser enviado junto con el P. Mateo Mimbela a buscar un nuevo camino al Airico por San Juan de los Llanos; para ello debían llegar a Sabana Alta y allí dividirse, en forma tal que el P. Neira partiera al Airico en busca del P. José Cavarte y el P. Mimbela se quedara en Sabana Alta “para cuidar lo temporal de las misiones”139. Aunque la llegada a Sabana Alta fue a fines de diciembre de 1695140, sin embargo, la partida del P. Neira para el Airico solo pudo ponerse en obra el 27 de enero 1696 en compañía de los alcaldes de San Juan de los Llanos, seis hombres blancos y siete indios141. A los quince días de camino, como no encontraban quién los guiase, hicieron derrota hacia el poniente en busca del río Ariari142. En la ruta se fueron topando con algunos guahivos, a orillas del Ariari con los guisanivas143, en el Guaviare con achaguas144 y también con chanapes y amarizanes145. El viaje de Sabana-Alta al Guaviare había durado un mes146. El pueblo de los amarizanes se llamaba Etari, por estar a orillas del mencionado río147. Creemos que su fundador tuvo que ser el P. Neira y lo
no al final del tercer intento misional del Orinoco sino del primero, al que hemos denominado “Misión del Cinaruco”. 139 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 321. 140 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 321. 141 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322. 142 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322. 143 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 324. 144 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 327. 145 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 327-328. 146 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 325. 147 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 330.
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bautizaron con el nombre de San Francisco Javier de Etari148. Tenía, al momento de iniciar su existencia como tal, cien almas149. Sobre su ubicación no podemos precisar mucho: distaba dos jornadas de Quirasiveni150 y aproximadamente siete días después de la desembocadura del Ariari en el Guaviare151 y a cuatro jornadas de unos raudales muy peligrosos del Guaviare152. También anotará Rivero que de la fusión del Ariari y del Guayabero nace el
148 Matías de Tapia. Mudo Lamento. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, I, 200. 149 Matías de Tapia. Mudo Lamento. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, I, 200. 150 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 328. 151 No resulta fácil reconstruir ni los lugares ni las jornadas con base en los datos de los cronistas. Sin embargo, nos apegaremos a la letra del texto riverano que se basa en una carta del P. Mateo Mimbela escrita en Sabana Alta el 1º de abril de 1696, la cual recoge a su vez el testimonio directo del P. Alonso de Neira. El 27 de enero sale de Sabana Alta el P, Neira. A los 15 días de camino deciden cambiar de rumbo, hacia el poniente, en busca del río Ariari. Aquí se interrumpe la secuencia del relato y un domingo a mediodía descubren fuegos a seis leguas de distancia. El lunes llegan a las cercanías de la población y el martes entran al pueblo (p. 322). El miércoles le entrega el cacique unas cartas del P. Cavarte y “todo aquel día se gastó en hacer camino”. El jueves se va el cacique por camino abierto y manda al P. Neira por otra ruta con mejores vados y así llegan al otro pueblo (p. 323). Dos días estuvieron en este pueblo [o sea, viernes y sábado]. El domingo llegan al pueblo de los guisanivas, a orillas del río Ariari, y situado a dos leguas del pueblo anterior (p. 324). [Nuevamente se interrumpe la secuencia del relato pues se reanuda la narración ya en aguas del Guaviare y otro domingo]. El 27 de febrero parten Guaviare abajo y tras navegar un cuarto de legua naufraga el matalotaje (p. 325) y era domingo ese día. Prosiguen su navegación cinco días; el viernes por la mañana hallan rastro de gente y a una legua descubren un pequeño pueblo quemado y abandonado. El sábado se lastima el indio Onésimo (p. 326). El domingo de Quincuagésima hallan dos embarcaciones en la boca de una quebrada y a una legua encuentran una labranza. El lunes, como a las dos de la tarde, se topan con una quebrada por donde debían entrar al pueblo buscado pero no encontraron nada. El martes entran en el pueblo de los Amarizanes (p. 327). Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 289: “... y lo peor fue, al segundo día de camino, ya por el río Guayavero, donde entra el Ariari [...]; pero al fin al quinto día en un montecillo descubrieron huellas de gente: [...] al día siguiente tomaron el viaje en busca de la población; en menos de un día dieron en ella...” (los subrayados son nuestros). 152 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 334.
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Guaviare153. Y para evitar los raudales de este último río se podía bajar desde las reducciones jesuíticas al Orinoco por los ríos Dubarro y Vichada154. Neira se instaló en Etari desde su llegada en marzo de 1696. Desde allí hizo llamar al P. José Cavarte que residía en Quirasiveni155 y después de conversar con él decidió que viajara a Sabana Alta, y si fuera preciso a Bogotá, para informar sobre el estado y las posibilidades de aquella avanzada misional156. Después tuvo por compañero al P. José de Silva y, gracias a la presencia de este misionero, pudo penetrar Neira “la gran Montaña”, mas habiendo enfermado de muerte debió ser restituido a Etari; y habiéndose recuperado se quedó nuevamente solo ya que el P. Silva tuvo que regresar a Sabana Alta157. Posteriormente, también parece que residieron en la misión los PP. Tomás Varela y Félix Cugía, pero por diversos motivos se volvieron pronto a la Provincia158. A la postre, solamente el P. José Cavarte se constituyó en su permanente vecino misional, en su puesto de Quirasiveni159. En una consulta llevada a cabo el día 5 de febrero de 1702 los superiores resolvieron que el veterano misionero abandonara el campo de acción que había iniciado en 1696 y regresara a Bogotá, como en efecto lo hizo160.
Muerte del P. Alonso de Neira No permaneció mucho tiempo en la capital del Nuevo Reino el P. Neira, pues en 1703 consiguió regresar a sus amarizanes, los cuales habían dejado 153 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 335. 154 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 334. 155 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 328. 156 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 330. 157 apt. Leg., 26. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús, desde el año de 1694 hasta fines de 1698, fol. 151. 158 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 336; 339. 159 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 339. 160 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 339; 345.
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atrás su antiguo lar y se habían instalado en Camoa, distante cuatro días de camino de Sabana Alta, a la banda derecha del Meta y “como a un tiro de fusil de dicho río”161. Dos años vivió el anciano jesuita en Camoa, sin lograr que los amarizanes se poblasen. Cansado y decepcionado, escribía el 17 de noviembre de 1705 al provincial solicitándole regresar a Santafé162. Pero la muerte le sorprendería en Camoa el 11 de enero de 1706163. Juzgamos que el relato de su muerte, trasmitido por el P. Rivero, merece ser transcrito: [...] extenuado y consumido con tantas peregrinaciones, destemples, fatigas, aguas y soles; obligado a no poder sustentarse con otro alimento que con unos granos de maiz medio quebrados [...] hasta que queriendo Dios Nuestro Señor premiar sus gloriosos trabajos y fatigas apostólicas con el descanso eterno, dispuso que habiendo dicho misa una mañana, se sintiese después de celebrar, extraordinariamente indispuesto: lleváronle a su pobre cama los pocos indios que se hallaron presentes, de los cuales vive todavía uno en mi pueblo y me ha referido varias veces como testigo de vista esta circunstancia última; habiéndolo reclinado en su lecho, entregó como a las diez del día su dichoso espíritu con mucha paz en manos de su Creador, que para tan perseverantes trabajos le había conducido a estas tierras.164
161 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 340. 162 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 341: “He vivido dos años como clueca sin pollos, y como cura sin feligreses, mal puedo asistir hasta la muerte a quien no me asiste en vida; fuera de eso, mi avanzada edad me tiene ya falto de fuerzas, y la muerte no tardará, por lo cual pido y suplico con todas ansias que vuestra reverencia me dé licencia para volverme a Santafé, donde sirva de algo, muera con sacramentos y se me de eclesiástica sepultura, lo cual confío conseguir de la mucha caridad de vuestra reverencia, a quien Dios guarde”. 163 Archivo de la Provincia de Colombia de la Compañía de Jesús. Bogotá. Libro de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesús de Santafé, fol. 185v. 164 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 342. Y a continuación sigue Rivero: “y sin mas aparato ni funeral pompa que las que tuvo en la isla de Sanchón el príncipe de los misioneros, San Francisco Javier, [...] entregaron a la tierra el venerable cuerpo, sin más oficio de difuntos que las oraciones del catecismo que le rezó un indio que hacía oficio de sacristán”.
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Los aportes literarios e históricos El aporte neirano a la crónica menor conviene enmarcarlo dentro del contexto configurado por el hombre de acción, cuya obra escrita está surcada por dos grandes valores interconexos: el indígena achagua y su evangelización. Neira, como jesuita del barroco, es hijo de la cultura clásica y por ende fiel cultor de la poesía, de las lenguas y de la ascética. Practicó el verso latino, el castellano y el achagua. De sus tiempos de estudiante en la sabana bogotana nos ha quedado un epigrama, en lengua del Lacio, dedicado a la madre del P. Gabriel Álvarez: Improba laethali damnet si stamine Clotho, Et celeres rumpat Parca severa dies: Nulla tui, Gabriel, disrumpet fila parentis, Semper in aeternum vivet uterque parens, Hoc etenim libro superans respirat ad auras, Et quasi vitali flagrat uterque rogo. Hanc alius numeris tentans describere vitam, Dispar historiae forsitam ille foret. Sic igitur scribat vitam de coniuge coniux, Coniuge par, coniux author, et historia.165
165 Ad patrem Gabrielem Alvarez de Velasco, Societatis Iesu, pater Ildophonsus de Neyra, ejusdem Societatis, Epigramma. En: Gabriel Álvarez De Velasco. De la exemplar vida y muerte dichosa de doña Francisca Zorrilla. Alcalá, en el colegio de Santo Tomás, 1661. La traducción castellana reza: “Si la ímproba Clto condena con la mortal hebra / y la severa Parca rompe los rápidos días /, ninguna, Gabriel, romperña los hilos de tus padres; / siempre vivirán en eterno ambos tus padres. / En este libro renacen a las auras ublimes / y ambos brillan en la vital pira. / Si otro tratara de escribir esta vida/ probablemente sería impoar a la historia. / Así, pues, escriba el esposo de la esposa / el esposo autor par de la esposa y de la historia”.
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Las referencias sobre su producción poética tanto en achagua166 como en castellano167 son abundantes. Lo que atañe a sus escritos filológicos lo hemos tratado en otra parte168. Pero lo más desconocido en su obra literaria lo constituye su aporte a lo religioso y a lo ascético, tanto en castellano como en achagua169. En el caso específico de Neira pensamos que es preferible no transcribir la información bibliográfica realizada hasta el presente por los investigadores, sino estructurar su contribución a la crónica menor de acuerdo con lo que en el momento presente ofrece la investigación. Además, como mantenemos la hipótesis de que el texto neirano fue el que sirvió de base tanto a Mercado (1683) como a Rivero (1729), en algunas áreas fundamentales de su discurso histórico, pondremos entre corchetes el título aproximativo del
166 Matías de Tapia. Mudo Lamento. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, I, 198: “Enseñó a sus indios a componer todo género de versos en lengua Achagua, conforme al metro español, y todas las fiestas cantaban romances en verso de esta lengua”. El P. Fabo parece hacerle autor de un manuscrito anónimo: Miscelanea variarum compostionum in exercitiis idiomatis achaguae. (Fabo. Idiomas y etnografía de la región oriental de Colombia. Barcelona, J. Benet, impresor (1911) 114-115). Rivero (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 257): “... compuso en lengua india una Historia sagrada en verso, que tomaron de memoria los achaguas, y la representaron en teatro público, función muy aplaudida y a la cual acudieron vecinos españoles”. 167 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 344: “... tradujo en verso castellano, para el cual tenía muchísima facilidad y elegancia, algunos libros, y entre ellos el Contemptus mundi [se refiere a la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis] y los tres tomos de Ejercicios [Ejercicio de perfección y virtudes cristianas] del P. Alonso Rodríguez”. 168 José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educción (1971) 302-310. 169 M. de Tapia. Mudo Lamento. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, I, 198: “Compuso muchas comedias de Vidas de Santos y Autos Sacramentales, que hacía representar a los indios, con que los tenía embelesados, aficionados y cautivos...”. José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educción (1971) 254: “Compuso varios libros en su idioma, llenos todos ellos de celestial doctrina; sacaron varias copias los mismos indios, que ya sabían escribir algunos de ellos, y los guardaban con grande aprecio, y los leían con mucho fruto de sus almas. Todavía existen algunos libros de estos y los leen; entre ellos anda un tratado de la venerable Madre Agreda, que hasta estas materias se extendía su fervoroso celo, para que supiesen de todo” (los subrayados son nuestros). Rivero escribe su Historia en Guanápalo en 1729.
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contenido que estos autores incorporaron en sus respectivas obras, no como cita textual, sino como parte integrante de la narración general. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
[De los ritos, costumbres, usanzas y supersticiones de la nación achagua]170. [Relación de la entrada a las Misiones de los Llanos]. Año 1661171. [Relación de la expedición a San José de Aritagua]. Año 1664172. Carta al P. José de Urbina, Rector del Colegio Máximo de Santafé. San José de Aritagua, 2 de febrero de 1664173. [Relación de algunas cosas de edificación sucedidas en Aritagua y Casanare con los achaguas] s. a.174. Carta al Señor General don Diego de Egües. San Joaquín de Onocutare, 2 de diciembre de 1664175. [Relación de la fundación de San Joaquín de Onocutare] Año, 1665176. [Relación de la mudanza del pueblo de San Joaquín de Onocutare a Atanarí]. Año, 1665177.
170 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 32-35; 105-117. 171 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 124-125. 172 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 159-165. 173 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 163-164. 174 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 165-169. En la página 165 dice: “... varios son los casos que podría traer aquí, sucedidos entre esta gente, pero solo referiré algunos sacados de una relación del Padre Neira, que pondré casi con sus mismos términos” (el subrayado es nuestro). 175 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 195-200. En la página 195 testifica: “... pero porque este viaje tiene muchas circunstancias dignas de que se atiendan y estimen, me ha parecido conveniente insertar en este capítulo una relación suya, que hizo sobre esta entrada, con ocasión de dar noticia de todo al Señor General D. Diego de Egues, presidente de este Reino entonces...”. 176 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 201-202. En la página 202 explicita: “... Por estos estorbos y peligros caminó nuestro misionero a costa de indecibles afanes, y esta es la causa de las pequeñas jornadas que hacía, como se dice en su relación” (el subrayado es nuestro). 177 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 213-215.
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9. [Relación de los progresos de la doctrina del Puerto]. s. a.178. 10. Alonso de Neira, cura de San Salvador de Casanare, informa sobre el censo y tributos de los indios. Año, 1670179. 11. Informe del P. Alonso de Neyra a la Audiencia de Santafé cerca de la forma y paraje donde convenía fundar una ciudad. Año, 1675180. 12. [Relación de su entrada al Airico]. Año, 1696181. 13. Epistolario182. Sobre la documentación neirana, antes recensada, se imponen algunas reflexiones aclaratorias. La primera versa sobre el grupo de misioneros que residieron en San Salvador del Puerto de Casanare entre 1661 y final de siglo. La segunda contempla la identificación de la literatura histórica achagua que Rivero incorporó a la Historia de las misiones. La tercera vendría circunscrita a la dilucidación de la paternidad intelectual de tales escritos.
178 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 253-257. 179 anb. Curas y Obispos, t. 21, fol. 195-196. 180 agi. Santafé, 531. 181 De esta relación conocemos tres informaciones diferentes. La primera proviene de las Cartas Annuas, 1694-1698 (apt. Leg., 26, fols. 134-146). La segunda la trae Rivero (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 321-329), pero recoge textualmente la carta del P. Mateo Mimbela escrita en Sabana Alta el 1 de abril de 1696. Pero, el jesuita anota que se ha valido “para ello de varias cartas de los Padres Alonso de Neira y José Cavarte, y de las noticias que ha adquirido de diferentes personas que acompañaron al Padre Alonso”. La tercera la recogen los PP. Uriarte y Lecina (Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Neira, Alonso: “... en 4º de 14 hojas”. 182 Existen referencias a otras cartas del P. Neira. A un confidente suyo (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 138). Al P. Provincial, Desierto, noviembre 17 de 1705 (Rivero. Ob. cit., 341).
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En la capital de las reducciones casanareñas vivieron, además del P. Alonso de Neira183, los PP. Antonio Castán184, Juan Fernández Pedroche185, Fernando Arias186, Pedro de Castro187 y José Cavarte188. Una gran importancia adquiere el hecho de identificar los diversos relatos documentales que sirvieron de base a Rivero en la redacción de la 183 Las estancias de Neira en San Salvador del Puerto, de 1661 a 1679, las hemos dejado claras en las líneas anteriores. En 1663 va por vez primera a San José de Aritagua; repite el viaje de enero a marzo de 1664. El 17 de noviembre de 1664 viaja a Onocutare para regresar a comienzos de 1665 al Puerto. La parte fundamental de 1665 transcurre en el Puerto. De fines de 1665 a fines de 1667 en Onocutare. De 1667 hasta, probablemente, 1671 en el Puerto. De 1671 a 1676 en las misiones del Cinaruco. Y de 1676 a 1691, con la posible estancia en Bogotá alrededor de 1678, en San Salvador del Puerto. 184 En el primer semestre de 1665 llegó Castán al Puerto de Casanare (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos 155; 213) y permaneció dos años en Casanare, hasta que fue a sustituir a Neira a San Joaquín de Onocutare (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 379). 185 No hemos podido precisar el ámbito de la estancia del P. Fernández Pedroche en Casanare, pero ciertamente radica alrededor de 1667 (arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Catálogo Breve de 1667). 186 El P. Fernando Arias debió de llegar a Casanare en 1671, pues el 20 de enero de ese mismo se desempeñaba como operario en el Colegio de Santafé (arsi. n. r. et q. 5, fol. 20. Catálogo Breve de 1671). El día 2 de febrero de 1672 pronunciaba sus últimos votos en la misión de los llanos ante el Superior Juan Fernández Pedroche (arsi. n. r. et q., 3. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671, fol. 344). Allí seguía el 20 de marzo de 1676 (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75v). En 1678 permanecía en las reducciones casanareñas, pero el Catálogo no especifica la residencia de cada misionero (arsi. n. r. et q., 3, fol. 324) y suponemos que no hubo mutación alguna con relación al P. Arias. 187 Si el P. Pedro de Castro se ordenó de sacerdote en Bogotá el 30 de marzo de 1686 (arsi. n. r. et q., 3. Supplementum primi et secundi Catalogi a 1a. Martii 1684 ad 15 octobris 1688, fol. 416) y en el Catálogo de 1687 aparece ya en los Llanos (arsi. n. r. et q., 3, fol. 391v: “Missionarius unius anni”) quiere decir que llegó o a fines de 1686 o a comienzos de 1687. Lo cierto es que en 1687 trabajaba como ayudante del P. José Cavarte entre los tunebos (arsi. n. r. et q., 5, fol. 26. Catálogo Breve de 1687). Ciertamente, laboraba en San Salvador del Puerto en 1691 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 2. Catálogo Breve de 1691). También aparece de párroco en 1701, 1704 y 1705 (anb. Asuntos Eclesiásticos, t. II, fol. 202). Y suponemos que allí debió de permanecer hasta su muerte, acaecida el 17 de abril de 1706 (arsi. Historia Societatis, 50, fol. 85v). 188 De 1707 a 1718 atiende diversas reducciones del área misional (José Gumilla. “Vida del Padre José Cavarte”. En: José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 14: “Hasta el año 1718 se ocupó el Padre José de ayudar a los Padres Misioneros, ya en uno, ya en otro pueblo conforme la más urgente necesidad”).
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Historia de las misiones. Este proceso reviste una dificultad especial ya que el misionero-historiador fue un excelente conocedor de la cultura achagua y por ello, cuando sus citas no son textuales, se sirve, a veces, de explicaciones aclaratorias e incluso interpolaciones que no son fáciles de detectar. Sin embargo, podemos establecer tres categorías de procedencia en el largo texto riverano. La primera evidencia el origen neirano, textual o cuasitextual, y está compuesta por el contenido señalado entre los números 2 a 9 de nuestro elenco documental. El segundo cuerpo documental es el recogido en el número 1 de nuestro elenco y en principio abre algunos interrogantes. ¿Constituye en sí mismo un relato o son varios?, ¿pueden ser datados?, ¿quién es el autor? Tras su primera lectura podría pensarse en la paternidad literaria del P. Juan Rivero, pero el hecho de que Mercado en su Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús incluya también la mayor parte del relato riverano189, nos obliga a reflexionar sobre la existencia de un texto anterior a ambos escritores y en consecuencia la autoría de Rivero queda descartada. Además, el cotejo del relato en Mercado y en Rivero nos lleva a establecer una fecha aproximativa, más allá de la cual no puede datarse el documento. Por nuestra parte, opinamos que podría fijarse una fecha
189 Quien compare el texto mercadiano (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 255266) con el riverano (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 105-116) observará de inmediato: que el texto de Rivero es más largo y contiene más información. Segundo: los textos comunes son idénticos, salvo que en ocasiones Rivero clarifica o amplifica algunas redacciones que así lo ameritan. Estas diferencias son normales ya que Mercado escribe la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito en cuatro volúmenes y a la misión de los Llanos le dedica el libro VIII del volumen II; Rivero se circunscribe a la historia de las misiones de Casanare y de los ríos Orinoco y Meta y por ende puede explayarse en su relato. El relato achagua podría ser visto así de forma paralela: Mercado Rivero Cap. VIII. Agoreros. pp. 255-256 pp. 107-108. Cap. IX. Poligamia pp. 257-258 pp. 110-111. Cap. X. Bebidas pp. 259 pp. 111. Cap. XI. Comidas pp. 260-262 pp. 112-114. Cap. XII. Labranzas pp. 263-264 No aparece en este contexto. Cap. XIII. Enfermedades pp. 265-266 pp. 115-116.
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alrededor de 1680, ya que para ese año se puede considerar como concluida la historia estructural mercadana relativa a las misiones llaneras190. Sin embargo, la lectura atenta de Rivero nos da luz para resolver estas dudas, pues en el momento preciso en que va a iniciar la descripción del mundo achagua, se apresura a prevenir al lector: “... algo se dijo de otros indios y en especial de los Tunebos, con que viniendo en particular a tratar de estas cosas, diré lo que he hallado sobre esto, averiguado por larga experiencia de los fundadores de estos pueblos, y lo que se ha ido notando y averiguando después con el manejo de estas gentes”191. Así pues, deberíamos concluir que la autoría de estos relatos hay que atribuírsela al P. Alonso de Neira, pues fue el fundador no solo de San Salvador de Casanare, sino también de San José de Aritagua y San Joaquín de Atanarí y el misionero que más largamente trató con los achaguas y el que redactó más escritos sobre ellos entre los que citamos más arriba. El tercer cuerpo documental estaría constituido por las narraciones achaguas que sirvieron de fuente a Rivero para la elaboración del texto que ofrece en su libro I de la Historia de las misiones en los capítulos dedicados al tema que nos ocupa. A los achaguas dedica expresamente el misionero-historiador los capítulos VIII192 y X193 del libro I, a los que habría que añadir el “Relato de las
190 La historia misional de Mercado concluye prácticamente con el viaje de los achaguas de San Joaquín de Atanarí al Puerto de Casanare, es decir, en 1668. De ahí salta al viaje de los cuatro misioneros al Orinoco en 1681 y al motín de los giraras en 1683 (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 332) acontecimientos que se ven añadidos a última hora. Lo mismo podríamos decir de las dos últimas biografías: la del P. Francisco de Ubierana (Ob. cit., II, 382-390) que únicamente dedica a su vida misionera el último párrafo de la necrología, y la del P. Cristóbal Riedel (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 390394) incluida en el contexto de la renovación de la misión del Orinoco. En lo que a la documentación achagua se refiere, podemos afirmar que maneja información solo hasta 1668, hecho que nos hace más verosímil la posibilidad de que sea el P. Neira el autor de los relatos utilizados por Mercado. 191 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 105-106. (El subrayado es nuestro). 192 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 22-27. 193 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 32-35.
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Amazonas”194. A nuestro entender, del capítulo II al V195, dedicados a la descripción de la flora y fauna llanera, se abre un espacio meramente descriptivo al que es difícil asignar hoy en día la crítica de provenencia, lo cual no excluye que hayan podido ser tomados de los escritos de los primeros misioneros. Por confesión del propio autor, el “Relato de las Amazonas” pertenece al P. Neira196; sin embargo, ignoramos el grado de fidelidad que haya conservado Rivero en la trascripción del documento neirano, aunque en verdad se trata de una “tradición de los antiguos achaguas, venida de padres a hijos”197. No es nuestro propósito intentar un estudio exegético del texto riverano de las Amazonas, pero sí queremos dejar constancia de sus estratos literarios porque ello confirma el grado de interés de Neira por recoger los relatos de cultura oral achagua en el preciso momento en que se realizó el contacto de los jesuitas con esa nación indígena. En el “Relato de las Amazonas” se pueden identificar claramente tres estratos diferentes. El primero es de proveniencia netamente indígena y en él se describe el hábitat de las amazonas entre el Meta y el Orinoco y la presencia de los achaguas, los caribes y los quirrubas. El segundo bebe su esencia en la tradición occidental pues narra el origen escrito de estas míticas mujeres, su estancia en Capadocia y su dispersión posterior en África, Francia, el río Amazonas y una isla entre el Meta y el Orinoco.
194 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 17-19. 195 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 3-16. 196 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 17: “No es razón que pasemos en silencio las Amazonas que, según la tradición de los antiguos achaguas, venida de padres a hijos, pueblan también estos países; diré lo que hallé sobre este punto en una Relación de las misiones escrita por el Padre Neira” (el subrayado es nuestro). 197 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 17-19. El “Relato” está compuesto de cuatro párrafos: el primero corresponde al estrato indígena; el segundo al occidental; y el tercero y el cuarto al mixto. Este último habría que ubicarlo temporalmente entre 1630 y 1636 en que gobernó el Nuevo Reino el marqués de Sofraga (Cfr. Juan Manuel Pacheco. “El Marqués de Sofraga”. En: Revista Javeriana. Bogotá, 41 (1954) 37-45; 91-93).
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El tercero es de inspiración mixta y se vincula a la acción de un clérigo de Santiago de la Atalaya, quien consiguió el título de gobernador y capitán general de las Amazonas, otorgado por el marqués de Sofraga (don Sancho Girón de Narváez) y compartido después con don Martín de Mendoza. También habla de la gran ciudad de Sofraga, a tres leguas de Pauto, y de un castillo a dos jornadas del Casanare y tres del Meta198. Viniendo al capítulo VIII del libro I, que trata de las entradas de algunos españoles a la nación achagua, pensamos que los tres primeros relatos configuran narraciones típicas de tradición oral, dado su carácter esencialmente anecdótico, su único núcleo temático y la carencia de referencias a personas y lugares que no sean los actores del tema principal199. ¿Puede llegarse al recolector de estos relatos? Si en realidad integran parte de un todo, algo de luz deja entrever Rivero al tratar el caso del capitán anónimo cuando escribe: “Ahí permanecían los huesos de esos inocentes destrozados, el año de 61, y podía haberlos visto el padre Alonso de Neira cuando pasó por allí, si el dolor que le atravesaba las entrañas, y el vivo sentimiento de tanta inhumanidad, le hubieran dado lugar para mirarlos”200. Esta afirmación nos lleva a deducir como factible que el P. Neira fuera el recopilador de este y de los relatos anteriores, y más si tenemos en cuenta que Rivero se ha servido para otras tradiciones achaguas, como la de las Amazonas, de “una relación de las misiones escritas por el P. Neira”201. El capítulo X hace referencia a la servidumbre que padecían los achaguas202 y aunque la primera alusión es sobre “el obraje que había entonces 198 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 22-27. 199 La acción del capitán Alonso Jiménez se desarrolla hacia 1606 a orillas del Meta (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos 23-25). La acción del capitán Lázaro Cruz tiene lugar en fecha desconocida, pero posterior a la anterior, en una isla del Meta (Ibidem, 25-26). La tercera, poco anterior a marzo de 1661, concluye cerca del río Pauto y no se da el nombre del capitán (Ibidem, 26). La cuarta sucede en el río Duya y es a todas luces posterior y sospechamos que sea añadidura del propio P. Rivero (Ibidem, 26-27). 200 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 26. 201 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 17. 202 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 32-35.
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para beneficiar el algodón” en Santiago de las Atalayas, sin embargo, Rivero quiere dejar constancia de que su relato se refiere a la etapa posterior a la entrada de los misioneros en 1661203 y así se refiere a la acción de D. Francisco de Unzueta y del capitán Pedro Navarro. El relato sobre Francisco López de Unzueta, como era su verdadero nombre, se reitera en el contexto de la fundación de la reducción de San Salvador de Casanare204 e incluso parece formar una sola unidad con la parte del capítulo XI del libro II que se refiere al P. Neira205. Por ello su data podría ser el propio año 1661, hecho que se corroboraría al ser nombrado Francisco López de Unzueta corregidor de los Llanos por el presidente Dionisio Pérez Manrique, el 23 de julio de 1661206. El relato sobre el capitán Pedro Navarro se lleva a cabo en Burari207 y debió de tener alguna significación para que Rivero lo haya incluido en su Historia. Creemos que es un relato trunco, como se desprende de la lectura del texto y se confirma con el cotejo del manuscrito original de Rivero208. Con todo, opinamos que el hecho tuvo lugar en 1664, o antes, ya que el
203 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33: “Andaba tan insolente la codicia, que aun después de muchos años de esta persecución, cuando ya tenían misionero que los cuidase y amparase...” (el subrayado es nuestro). 204 El primer contexto en que aparece Unzueta (como lo llama Rivero) lo describe como “red barredera” (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33) de los achaguas, de forma tal que muchos abandonaron la misión. En el segundo contexto (Rivero. Ob. cit., 125) se reitera la misma temática y en los mismos términos. 205 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 136-137. 206 anb. Gobierno, t. 2, fol. 434. 207 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33. 208 En el manuscrito romano de Rivero se detecta el problema entre las fotos 45 y 46. El texto corrido sería así: “... hizo presa después de cinco piraguas de Achaguas Gentiles que subían a Casanare con sus mujeres y la chusma llamados de los misioneros / [foto 46] y porque el Padre Ellauri cuando bajaba a la Guayana apretó a este capitán...”.
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mencionado capitán viajó con el P. Ellauri a Guayana209 y este viaje se dio en julio o agosto de 1664210. También procede aquí la pregunta sobre el autor de estos relatos. A nuestro parecer la fuente original que inspiró a Rivero no es otra que los escritos del P. Neira, por las siguientes razones. En el propio contexto del capítulo X riverano, el autor hace mención del expreso testimonio del P. Neira, el cual viene a resumir la tesis del capítulo y es la interpretación de una achagua de las palabras “amo” o “señor”211. La secuencia de la estructura narrativa aconseja la pertenencia de la anécdota al todo anterior. Segundo: dadas las fechas de redacción de los relatos, datados entre 1661 y 1664, el fundador de San Salvador de Casanare era el único jesuita que para ese entonces había convivido con los achaguas. Todavía más, en el caso de Francisco López de Unzueta, es testigo y actor el P. Neira212, y sobre Pedro Navarro se puede verificar el testimonio del P. Ellauri en una carta de Neira, fechada el 2 de diciembre de 1664, y escrita en San Joaquín de Onocutare213.
209 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 34: “... y porque el Padre Ellauri, cuando bajaba a la Guayana, apretó a este capitán, con quien iba embarcado...” (el subrayado es nuestro). 210 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 177. 211 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 34: “Buen testimonio es de este horror, que las extorsiones de los blancos infundían en los indios, especialmente los que habían sido sus amos y señores, es el dicho de un Achagua de Casanare. Servía de intérprete este indio al P. Alonso de Neira y como advirtiese que en el Credo figuraba el nombre de amo o Señor en aquellas palabras que dicen ‘creo en Jesucristo, nuestro Señor’, el indio le dijo: borre ese nombre Padre, porque los indios dirán después, que si Dios es nuestro amo nos tratará como a perros”. 212 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33: “Advertidos los más por el Padre misionero, no quisieron recibir sus dádivas, diciendo que no se vendían por interés tan vil”. Y más adelante dice: “... desampararon el pueblo y se volvieron a tierra de gentiles, con indecible dolor del Padre Misionero”. 213 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 199.
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Cuando analicemos la obra misional del P. Mateo Mimbela haremos mención de los escritos neiranos que contribuyeron a la redacción de la historia del Aírico214.
Los aportes El estudio del aporte neirano a la crónica menor impone algunas observaciones y acotaciones. La primera se refiere al texto original. Si tomamos en consideración que la casi totalidad de la obra de Neira nos ha llegado a través de la Historia de las misiones de Rivero, se comprenderá que el valor de los textos depende directamente del modo cómo hayan pasado éstos a integrar la redacción riverana; por ello se pueden distinguir relatos textuales, cuasitextuales e indefinidos. Las dos primeras categorías son fácilmente identificables a lo largo del discurso riverano; la tercera agrupa el cuerpo de escritos que presumiblemente sirvieron de inspiración a Rivero para redactar los capítulos antes señalados de su Historia, pero que en su versión conocida han sido, o han podido ser, objeto de interpolaciones, mutaciones y supresiones. Por ello pensamos que este último bloque no puede ser considerado como válido para estructurar sobre él el genuino pensamiento neirano. La segunda va más allá del texto conocido y se pregunta por la obra completa de Neira. Porque, si Rivero ha sido el medio a través del cual se ha difundido parte del aporte neirano, es lógico pensar que aquel historiador utilizó la documentación neirana tanto cuanto le servía para la redacción de su Historia. Ahora bien, el criterio histórico riverano se centra casi exclusivamente en lo fundacional y prescinde de otro tipo de análisis, como por ejemplo el de la vida social o económica de las reducciones llaneras; de ahí presumimos que solo el material relativo a las fundaciones de San Salvador del Puerto, San José de Aritagua, San Joaquín de Atanarí 214 En nuestro elenco documental señalábamos con el número 12 [Relación de su entrada al Airico]. Las dos fuentes principales para esta época son: Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañía de Jesús desde el año 1694 hasta fines de 98. (apt. Leg., 26, fols. 134-155). Y Rivero (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 317-340).
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y la misión del Airico ha sido seleccionado por el misionero de Guanápalo para estampar su visión misional. En consecuencia, si prescindimos de las introducciones al mundo achagua, la literatura histórica neirana conocida es incompleta. La tercera reafirma el divorcio existente entre las noticias suministradas por los biógrafos de Neira sobre su acción cultural y los retazos de su obra hasta hoy identificados. Con todo, es innegable que el testimonio del fundador de San Salvador del Puerto de Casanare significa una de las primeras visiones del mundo achagua, precisamente en la línea temporal del contacto de los jesuitas con los autóctonos del llano; casi diríamos, entre 1661 y 1665, y en términos más generales al mediar el siglo xvii. Pasando ya al capítulo de la contribución de Neira a la crónica menor jesuítica, podemos fijar en dos los grandes temas por él tratados: su visión de la etnia achagua y el proceso evangelizador llevado a cabo en la mencionada nación. Sobre el aporte neirano a la antropología y etnología achaguas, nos abstenemos de formular cualquier tipo de planteamiento ya que, como hemos advertido más arriba, aunque el texto pertenezca presumiblemente a Neira, con todo, las interpolaciones y supresiones llevadas a cabo por Rivero en el único texto que conocemos nos impiden fijar el ámbito y las fronteras de su genuinidad y por ende establecer el pensamiento neirano. Sin embargo, sí trataremos de reconstruir el proyecto de vida cristiana diseñado por Neira para la reducción de San Salvador del Puerto de Casanare. Los fragmentos neiranos seleccionados por Rivero para introducir la historia achagua, aunque no son extensos ni ricos en detalles, dejan entrever una realidad social conflictiva, todavía vigente apenas mediado el siglo xvii. Las relaciones hispano-achaguas estaban signadas fuertemente por el servicio personal, la encomienda y la esclavitud, sin que el proceso colonizador hispano hubiera alcanzado formas más evolucionadas para asimilar a su aparato estatal los hombres y las tierras del llano. La visión del autóctono en el momento del contacto con la Compañía de Jesús es ciertamente deprimente: no había en el llano blanco, ni mestizo que no
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se sirviese de los achaguas para las tareas más penosas215. Todavía más, el pueblo achagua no solo había sido condenado al servicio personal, sino a ser vendido como esclavo “y hacían sacas muy cuantiosas para proveer a todo el reino, como es notorio”216. Por lo que podemos vislumbrar de las narraciones neiranas, el misionero no hace referencia a las expediciones doradistas de los siglos xvi y xvii217 ni tampoco a las obras de los escritores santafereños; se guía exclusivamente por la historia oral por él recogida de los achaguas en los primeros años de su estancia casanareña. En las “entradas” se remonta a las acciones del capitán Alonso Jiménez llevadas a cabo hacia 1606, las posteriores del capitán Lázaro de la Cruz y las de un capitán desconocido hacia 1661; todas ellas acaban con el exterminio de los achaguas218. Este capítulo lo concluye Rivero: “Sería nunca acabar si hubiera de contar por menudo todas las extorsiones y molestias padecidas por estos miserables indios, no entre los alarbes africanos, ni entre los alfanjes de Turquía, sino entre hombres católicos, nacidos y criados en los brazos de la iglesia romana; basta por ahora lo dicho para que se vea la tiranía e insolencia con que eran tratados estos pobres, como si fueran brutos, y no criaturas racionales hechas a semejanza de Dios como los demás hombres”219.
215 Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 32. Y en la página siguiente explicita: “... apenas había mestizo en estos Llanos, por pobre que fuese, que no se sirviese de Macos Achaguas y se consideraban más ricos los que tenían mayor número de ellos a su servicio”. 216 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33. 217 Entre ellos estarían: Antonio de Berrío, Francisco de Aguilar, Francisco de Cáceres, Diego de Vargas, etc. (Para ello nos remitimos a Pablo Ojer. La formación del Oriente venezolano. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, I [1966]). Tampoco se pueden olvidar las expediciones de Jorge de Spira, Nicolás de Federmán, Felipe de Hutten, Gonzalo Jiménez de Quesada y Hernán Pérez de Quesada. 218 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 23-26. 219 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 27.
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Dos alusiones interesantes para la historia social del llano se desprenden del texto que estudiamos: la presencia de achaguas en las minas220 y en la industria del algodón. La primera referencia no especifica, lamentablemente, el lugar, pero suponemos que se refiere a los establecimientos de la cordillera; la segunda estaba radicada en Santiago de las Atalayas y por su vigor y colorido la transcribimos íntegramente: Era mucho el obraje que había entonces sobre beneficiar el algodón: para eso tenían ramadas muchas y capaces, y en ellas, como si fueran cárceles o mazmorras, de Berbería, tenían encerradas a estas gentes, atareadas todo el día en desmotar e hilar el algodón, más oprimidos y sujetos que si fueran esclavos. No perdonaban sexo ni persona semejante ejercicio, pues no solamente las mujeres, para quienes es más propia esta ocupación, se empleaban en ella, sino hasta los varones para quienes es indigna la operación de hilar, la cual desdeñan aun los bárbaros; y hasta los niños tiernos, cuya delicadeza y edad pedía dispensación en el trabajo; todos sacaban fuerzas de flaqueza para hilar el día entero y cumplir su tarea, sobreponiéndose a la falta de vigor, el temor del castigo, y la crueldad de los amos.221
Con la llegada de los jesuitas se paralizó, en gran parte, la venta de macos, pero siguió la lucha de los miembros de la Compañía de Jesús contra los encomenderos y contra aquellas autoridades que, so capa del tributo y del servicio personal, querían seguir avasallando a los indígenas222. En referencia a la encomienda, los relatos neiranos conservan informaciones dispersas pero interesantes. Una de las figuras más vinculadas a la historia misional es la de doña Serafina, esposa de don Martín de Mendoza; sospechamos que debió de ser persona cercana a los jesuitas que misionaron el balcón andino en el trienio 1625-1628, a juzgar por el papel que desempeñó
220 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 24. 221 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 32. 222 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 33.
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don Martín en el planteamiento misional jesuítico durante la primera mitad del siglo xvii223. Mas, para ubicar con precisión el papel de la familia Berrío en las encomiendas de Chita y en las llaneras, así como su significado en la historia de las misiones, trataremos de precisar el tronco familiar y los derechos sobre aquellas personas y tierras que tienen relación con las reducciones jesuíticas.
223 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 84.
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5. Dionisio Mesland (1615-1672)1
En la historia de las ideas del Nuevo Reino de Granada ha pasado casi desapercibida la persona y la acción del jesuita francés Denis Mesland, amigo y corresponsal del filósofo René Descartes2. Su presencia en Tierra Firme la descubrimos ya en 19583 y su pensamiento fue dado a conocer primero en Austria4, después en Francia5 y posteriormente en Colombia6. 1 Juan de Santiago. Carta al P. Asistente de Francia [= Carta Necrológica sobre el P. Dionisio Mesland]. Santafé, 1 de enero de 1673 (arsi. n. r. et q., 14, fols. 251-256v). Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, nº 36, tomo II (1957) 343-350; Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962) 273-283; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1995) 396-400. 2 René Descartes. Oeuvres. París, Edic. Ch. Adam et P. Tannery, vol. IV, 1910. 3 José Del Rey Fajardo. “Denis Mesland, introductor del cartesianismo en América?”. En: Latinoamérica. México, 10 (1958) 102-104. 4 Karl Six. “P. Denis Mesland, ein junger Freund Descartes’ aus dem Jesuitenorden”. En: Zeitschrift für Katolische Theologie. Innsbruck, 39 (1915) 1-33. 5 Gaston Sortais. “Le cartésianisme chez les jesuites français au xvii et au xviii siècle”. En: Archives de Philosophie. París, vol. 6 (1929), cahier 3, pp. 14-19. 6 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962) 273-283. José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja, 2002.
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Analizaremos dos significativas vertientes del seguidor de Ignacio de Loyola en tierras colombo-venezolanas: la primera patentiza el fervor de la vocación misionera de la Compañía de Jesús del siglo xvii, que entendió y asumió el valor teológico de los desposeídos del mundo mediante la entrega de muchos de sus mejores hombres a las misiones de infieles, con la evidente renuncia a la realización de su vocación intelectual originaria7; la segunda resalta la primera presencia de las doctrinas cartesianas en tierras americanas. Si su influjo cartesiano pudo insertarse en la Universidad Javeriana de Bogotá durante su primera estancia santafereña en 1654, creemos que su obra científica y misional merece una atención especial en las letras y en las ciencias javerianas y neogranadinas. Así pues, trataremos de rehacer su quehacer misionero tanto en las Antillas como en Tierra Firme, a fin de ampliar y revisar su horizonte biográfico, bastante deteriorado por las noticias fragmentarias de que se han servido hasta el presente los escritores que se han preocupado por el tema. La biografía americana de Dionisio Mesland se entreteje en el mundo caribe con la historia misional franco-antillense8 y en Tierra Firme deja huellas en Guarapiche9, Guayana10, Casanare11 y Santafé de Bogotá12.
7 En cierto sentido, nos remitimos a estudios como el de Rosario Romeo. “The Jesuit Sources and the Italian Political Utopia in the Second Half of the Sixteenth Century”. En: Fredi Chiappelli (Edit.). First Images of America. The impact of the New World on the Old. Berkeley-Los Angeles-London, I (1976) 165-184. 8 Pierre Pelleprat. Relato de las misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional. Caracas (1965) 13-46. Véase: Abbé Renard. Essai bibliographique sur l’histoire religieuse des Antilles françaises. París, s/f. Capítulo III. 9 Pierre Pelleprat. Relato de las misiones de los Padres de la Compañía de Jesús, 46-98. 10 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, nº 36, tomo II (1957) 346-352. 11 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República, nº 23, (1956) 154-157. 12 Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962) 273-283.
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La biografía europea Nació el P. Dionisio Mesland en Orleans el 30 de marzo del año 1615 e ingresó en la Compañía de Jesús, en París, el 1º de agosto de 163113. Llevó a cabo sus estudios de retórica en Moulins entre 1632 y 163314, mientras que los de filosofía (1633-1636) y teología (1641-1645) en el colegio de La Flèche, en París. En el intermedio enseñó en la capital francesa humanidades clásicas (1636-1641). En 1645 pasó a Orleans en donde se desempeñó como repetidor de Teología15. En 1645 fue destinado a las misiones de Martinica y al despedirse de Descartes el filósofo le contestó la última carta de la correspondencia sostenida por ambos: He leído con mucha emoción el adiós para siempre que he encontrado en la carta que ha tomado el trabajo de escribirme. Me hubiera conmovido mucho más si no viviera en un país donde todos los días veo regresar a muchas personas desde las antípodas. Estos empleos tan ordinarios me impiden perder del todo la esperanza de volverlo a ver algún día en Europa. Aunque su decisión de convertir a los salvajes es muy generosa y muy santa, como me imagino que para ejecutarlo sólo se requiere de mucho celo y paciencia y no tanto de mucha inteligencia y saber, me parece que los talentos que Dios le ha dado podrían ser más útilmente empleados en la conversión de nuestros ateos que tanto se ufanan de su ingenio y sólo quieren rendirse a la evidencia de la razón. Todo esto me hace esperar que después de haber viajado a esos lugares a donde va y conquistado muchas almas para Dios, el mismo espíritu que le ha llevado allá, le vuelva a traer y así lo deseo de todo corazón.16
13 arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v. Catálogo de 1668. Sin embargo, Karl Six. Art. cit., 2 señala el año 1630. Sin embargo, Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique (1635-1848). “Le Clergé”. Fort-de-France, Societé d’Histoire de la Martinique, I (1984) 170 afirma que ingresó en el Noviciado de París el 12 de noviembre de 1630. 14 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique (1635-1848). I, 170. 15 Karl Six. “P. Denis Mesland, ein junger Freund Descartes’ aus dem Jesuitenorden”, 3. 16 Descartes. Oeuvres, IV, 345.
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La biografía americana La fijación de la cronología de la biografía americana del jesuita de Orleans contempla cinco etapas bien definidas: la antillense (1645-1651), la del Guarapiche (1651-1653), la guayanesa (1653-1664), la casanareña (16641672) y la bogotana (1654, 1664, 1665, 1672).
La etapa insular caribeña No ha sido muy afortunada la biografía de la Compañía de Jesús en las Antillas francesas. Hasta el presente desconocemos la existencia de un estudio pormenorizado de este ensayo misional que hizo presencia e historia tanto en las Antillas como en la Guayana francesa. Es de lamentar que la obra clásica del P. Henry Fouqueray llegue tan solo hasta 1645 y por ende no dé la cabida merecida a este ensayo misional que tanta importancia asumió dentro de la Compañía de Jesús francesa17. Si exceptuamos, pues, las crónicas fundacionales, de las que haremos mención más adelante, la primera fuente data de 1857 y su principal contenido se centra en la Guayana. Nos referimos a la Mission de Cayenne et de la Guyane française del P. Montezon18. También llama la atención que la concienzuda investigación del P. Pierre Delattre S. J., Les établissements des Jésuites en France depuis quatre siècles19, no haya recogido la acción misional de los jesuitas franceses en las Antillas. En el ámbito que nos atañe tenemos que circunscribirnos a la historia que recoge la acción misional de la Compañía de Jesús gala en las islas de Mar17 Henry Fouqueray. Histoire de la Compagnie de Jésus en France des origines à la suppression (1528-1762). París, 1910-1925, 5 vols. 18 Además de las fuentes primarias que citaremos, es necesario consultar P. De Montezon. Mission de Cayenne et de la Guyane française. París, Julien, Lanier, Cosnard, 1857 (el verdadero nombre, según Sommervogel, es Fortuné Demontezon y su amplia bibliografía la recoge en: Sommervogel. Bibliothèque, II, 1911-1913). 19 Pierre Delattre S. J. Les établissements des Jésuites en France depuis quatre siècles. Repertoire topo-bibliographique publié a l’occasion du quatrième centenaire de la fondation de la Compagnie de Jésus 1540-1940 sous la direction de Pierre Delattre S. J. Avec la concours d’un grand nombre de collaborateurs. Enghien (Belgique)-Wetteren (Belgique), Inastitu Suérieur de Théologie-Imprimerie de Meester Frères, 1957, 5 vols.
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tinica, Guadalupe, Grenada y San Vicente durante los años 1645-1653, fechas en que se inscribe la acción misional del P. Mesland en esta área geográfica. Parte interesante del final de ese tramo temporal la recoge el P. Pedro Pelleprat (1606-1667) en su Relato de las Misiones20, a este escrito apelaremos con frecuencia ya que el autor fue compañero del jesuita cartesiano en las Islas y en Tierra Firme. Pelleprat llegó a las Antillas en 165121 y regresaría cuatro años más tarde a Francia donde publicó su obra. Como fuentes contemporáneas utilizaremos la visión que ofrece sobre el tema G. De Vaumas en su L’éveil missionnaire de la France au xvii e. Siècle22, el Dictionnaire biographique de la Martinique de Bernard David23 y los interesantes estudios de Giovanni Pizzorusso sobre las misiones católicas en las Antillas24. Y en este primer intento de entender la conducta de Mesland en su discurrir por las islas caribeñas nos serviremos de la correspondencia de este misionero con sus superiores franceses25. En 1625 se establecieron los galos por vez primera en la isla de San Cristóbal, gracias a la acción de un gentilhombre normando llamado Belain
20 Pierre Pelleprat. Relato de las Misiones de los Padres de la Compañía de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional. Estudio preliminar por José del Rey S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, vol. 77, 1695. 21 Pierre Pelleprat. Relato de las Misiones, 20: “Los Padres Aubergeon, Gueimu y yo, nos embarcamos en La Rochelle para pasar a las Islas el año 1651”. 22 Gillaume De Vaumas. L’éveil missionnaire de la France au xvii e. Siècle. París, Bloud & Gay. Bibliothèque de l’histoire de l’Eglise. Collecion publiée sous la direction de e. Jarry, 1959. 23 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique (1635-1848) “Le Clergé”. Tome I. 1635-1715. Fort-de-France, Société d’Histoire de la Martinique, 1984. 24 Giovanni Pizzorusso. Roma nel Caraibi: organizzazione delle missione cattoliche nelle Antille en el Guyana (1635-1675). Roma, Ecole Franciase, 1995, así como su artículo “Ordini regulari, missione e politica nelle Antille del xvii secolo”. En Flavio Rurale. I Religiosi a Corte. Teologia, politica e diplomazia in Antico Regime. Roma, Bulzoni (1998) 249-286. 25 Archivo Romano. Correspondencia.
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d’Esnambuc26. Habiendo retornado a Francia encontró el apoyo del cardenal Richelieu quien conseguiría un breve del Santo Oficio, el 12 de julio de 1635, el cual significaba una derogación tácita de la bula de Alejandro VI del 12 de mayo de 149327 por la que se entregaba a españoles y portugueses el mundo que se estaba descubriendo28. Así nacía el 31 de octubre de 1626 la Compagnie de Saint-Christophe et la Barbade et autres situées à l’entrée du Pérou29. Se abría una etapa oscura sobre la presencia misionera en la isla de San Cristóbal pues según du Tertre habría estado en la isla el sacerdote Juan Mabire30 y según Thomas Hughes tres religiosos de la Compañía de Jesús31, hecho que hasta el momento no hemos podido verificar. Como quiera que la Compañía de San Cristóbal no presentaba resultados significativos, Richelieu decidió retomar en 1635 la obra de colonización mediante la Compagnie des Iles d’Amerique, a la que asignó las islas sitas entre los 10º y 30º de latitud.
26 Pierre Margry. Origines transatlantiques. Belain d’Esnambuc et les Normands aux Antilles, d’après des documents nouvellement retrouvés. París, A. Faure, 1863. 27 Gillaume DE Vaumas. L’éveil missionnaire, 198. 28 Para entender la versión francesa, véase: Joseph Lecler. “La ‘donation’ d’Alexandre VI”. En: Etudes, París (1938) 1-16; 195-208. 29 Guillaume DE Vaumas. L’éveil missionnaire, 197. 30 Jean-Baptiste Du Tertre. l’Histoire générale des Antilles habitées par les Français. A París, Thomas Iolly, au Palais, en la Salle des Merciers, à la Plame, & aux Armes d’Hollande (1667) 15 y ss. Citado por Vaumas. L’éveil missionnaire, 197. 31 Thomas Hughes, The History of the Society of Jesus in North America: Colonial and Federal. London, New York, Bombay and Calcutta, Longmans Green and Co., I (1907) 295. Cuando Propaganda Fide exige a la Compañía de Jesús retirar a los jesuitas de Martinica en 1643, el Procurador General de la Compañía responde que “el General, en virtud de la autoridad que tiene de la Sede Apostólica, había enviado en 1625 a tres Padres de la Compañía a la isla de San Cristóbal con el gentilhombre M. De Nambuc, gobernador de la misma isla”. Presionado, el Procurador para dar ulteriores detalles contestó “… che non gli bastava l’animo di trovare quando fu il principio di quella Missione”. Citado por Vaumas. L’éveil missionnaire, 197.
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De esta suerte, el 12 de febrero de 1635 se firmó un contrato por el que la Compañía recién fundada se comprometía a transportar en veinte años a cuatro mil colonos. Asimismo, se diseñaba la explotación de sus tierras a través de una intensa cultura del tabaco, ayudada por las compañías que se fundaban en Normandía para el tráfico de esclavos africanos32. Si atendemos a las afirmaciones de Quesnot, Francisco Fouquet se movió en 1635 para que los jesuitas hicieran presencia en esta nueva demarcación insular33. A partir de esta fecha se inició la expansión francesa en el Caribe. Belain d’Esnambuc pasó a la isla de Martinica en 1635. Allí dejó como comandante al Sr. Du Pont, quien fue apresado por los españoles y por esta razón entregó el gobierno a su sobrino Jacques Dyel Du Parquet34. De forma paralela, el 28 de junio del mismo año, Carlos Liénard de l’Olive con quinientos hombres y dos capellanes, los PP. Pélican y Griffon (dominicos y no jesuitas) inició la expedición en Dieppe35 para instalarse en la isla de Guadalupe. El 1º de junio de 1639 la Compañía de las Islas se dirigió a la orden fundada por Ignacio de Loyola para solicitar su presencia en Martinica36. De esta suerte, el P. Esteban Binet (1569-1639)37, provincial de París, designó a
32 Pedro Pelleprat. Relato, 10. 33 Auguste Quesnot. “Dieppe”. En: Pierre Delattre. Les ètablissements des Jésuites en France depuis quatre siècles. Enghien-Wetteren, II (1953) 22. 34 Pedro Pelleprat. Relato, 10. 35 Auguste Quesnot. “Dieppe”. En: Pierre Delattre. Les ètablissements des Jésuites en France depuis quatre siècles. Enghien-Wetteren, II (1953) 22. 36 Guillaume DE Vaumas, 213 (Arch. Nal., F2 A 19, fol. 357). Sin embargo, Pelleprat (Relación, 14) dice que fueron dos padres y un hermano coadjutor los destinados a la misión. Se embarcaron en Nantes a finales del año 1638 y llegaron “después de una larga y penosa travesía, el día de Viernes Santo del año siguiente [1639] a la Isla de Martinica”. 37 Véase información en: Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruselas, Schepens-París, Picard, I (1890) 1488-1505.
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los PP. Jacques Bouton (1592-1658)38, Roberto Carlos Hampteau39 y el H. Le Clerc quienes llegaron a la isla el 6 de abril de 1640, día de viernes santo40. Contamos con varias descripciones de la geografía humana que se zurció en estas posesiones francesas antillenses. Si nos atenemos a las informaciones del P. Pedro Pelleprat en 1655, allí residían en la década de 1640 quince mil o dieciséis mil franceses, sin incluir a los forasteros. A ellos habría que añadir gran número de mercaderes y marinos que provenían de diversos puertos de Francia, los cuales llegaban a comerciar y cuando mucho residían cinco o seis meses. Y el tráfico comercial aumentaría todavía con “europeos de diversas naciones”, entre los que descollaban los holandeses, los irlandeses y los ingleses. El índice del tráfico marítimo era de ochenta a cien bajeles por año41. El nuncio en París, por su parte, en 1652 suministraba a Propaganda Fide las siguientes cifras: en San Cristóbal residían 8000 franceses y doce anglo-irlandeses; en Martinica: 6000 franceses y en Guadalupe 4000. También añadía la siguiente información en cuanto a la presencia de religiosos: diecisiete jesuitas, cinco o seis dominicos y cinco o seis carmelitas42. Posteriormente, el P. Juan Hallay calcula en las tres islas 14000 franceses, 6000 españoles e ingleses y 6000 africanos43.
Los fundamentos históricos de la Misión La primera etapa de la presencia jesuítica gala en las Antillas (1640-1645) está signada por las dificultades y por el trasiego de misioneros.
38 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, II, 53-54. 39 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 117-119. 40 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 31. 41 Pierre Pelleprat. Relato, 15. 42 Thomas Hughes. The history of the jesuits, I, 290. 43 arsi. Gallia, 106-II, fol. 275. Carta del P. Juan Hallay al P. General. Citado por Vaumas. L’éveil missionnaire, 215.
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Tras una breve estancia de tres meses, el P. Bouton regresó a Francia para informar a sus superiores y publicó la Relation de l’établissement des Français despuis l’an 1635 en l’île de la Martinique, l’une des Antilles de l’Amérique44. A fines de 1640 llegaba a Martinica, procedente de Francia, el P. Luis Conard45, a fin de reforzar la empresa comenzada. Pero sería en 1642 cuando la misión de las Antillas comenzó a tomar cuerpo. En los primeros días de este año se embarcaban para Martinica el P. Bouton, quien regresaba a reasumir su superiorato46 y los PP. Tomás Lercanier47 y Carlos Du Marché48, quien había estado tres años en el Canadá49. Sin embargo, no parece que este refuerzo durara mucho tiempo pues al año siguiente (1643) se veía obligado el P. Bouton a retornar a Europa por
44 París, Cramoisy, 1640. 45 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 62-63; Sommervogel. Bibliothèque, II, 1363-1364. 46 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 75. 47 Parece que el nombre del P. Lercanier (también Larcanier) era Roberto. 48 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 75. 49 Guillaume De Vaumas. L’éveil missionnaire, 214. Sobre el P. Carlos Dumarché (1602-1662) conviene hacer algunas clarificaciones. Según el P. Campeau: “Nació en París, en marzo de 1602, ingresó a la Compañía en el noviciado de Ruen, el 16 de septiembre de 1621. Después de su noviciado, acabó sus estudios literarios en el colegio de Rennes, posteriormente la filosofía y la teología en el colegio de La Flèche (1624-1629). Fue Prefecto un año en el colegio de Clermont, fue ordenado sacerdote en 1630 y enseñó sucesivamente en los colegios de Nevers, de Quimper, Vannes y La Flèche. En 1635 fue enviado con el P. Carlos Turgis a abrir la Misión de San Carlos en Miscou. Parece no haber resistido el clima mortífero y regresó a Quebec en 1636 a donde llegó el 2 de julio. Habiendo asistido al P. Buteux un año en Trois-Rivières, retornó a Francia en 1637. Ejerció los ministerios en el colegio de Clermont, en París, fue procurador en Aras y vivió sus últimos años como procurador en el colegio de Qimper, donde falleció, el 17 de enero de 1662” (Lucien Campeau. Monumenta Novae Franciae. III. Fondation de la Mission Huronne (1635-1637). Roma-Quebec. Monumenta Historica Societatis Iesu, vol. 130 (1987) 840). Su presencia en las Antillas la confirma Vaumas. L’éveil missionnaire, 214. Mesland no lo cita en sus cartas.
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enfermo50 y junto con él los PP. Conard y du Marché51. A ello se añadía que las sumas de dinero que había prometido pagar la Compañía de las Islas a los misioneros no habían sido entregadas52. Los años iniciales debieron de ser muy duros, tanto por el clima como por las penalidades que tuvieron que soportar hasta crear la infraestructura de la misión Por ello escribía en 1655 el P. Pedro Pelleprat: “Varias personas se han extrañado de que en pocos años hayamos perdido en las Islas un gran número de Padres”53. La segunda etapa de la presencia antillense de la Compañía de Jesús se inicia en 164554, año en que llega el nuevo superior P. Nicolás Brion (Brisejon)55 junto con los PP. Carlos Piquet (Piget)56, Juan Shemel57 y Dionisio Mesland58. Todos se embarcaron en La Rochelle hacia el mes de abril de ese año y arribaron a Guadalupe el 29 de mayo. Algunos días más tarde, M. Du Parquet, gobernador del territorio, trasladaba a los nuevos misioneros a Martinica59. Es necesario señalar que esta travesía la hicieron junto con el famoso capuchino Pacífico de Provins60 y su compañero Joaquín de Corbeil que 50 Guillaume de Vaumas. L’éveil missionnaire, 215. 51 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 75. 52 Guillaume de Vaumas. L’éveil missionnaire, 215. 53 Pierre Pelleprat. Relato, 23. 54 arsi. Gallia, 106-III. Carta del P. Dionisio Mesland al Asistente de Francia. Santa Fe de Bogotá, 23 de septiembre de 1654. 55 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 41-42. 56 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 190-191. 57 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 208-209. 58 arsi. Gallia, 106-III. 59 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 208. 60 Godefroy De París. “Un grand missionnaire oublié. Le P. Pacifique de Provins, Capuchin”. En: Collectanea Franciscana, IV (1934) 363-380, 522-545; V: 213-240, 571-591.
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tanto influjo ejercieron sobre Propaganda Fide y sobre las aspiraciones francesas con respecto a Tierra Firme61. Con el superiorato del P. Pierre Brisejon (1610-antes de 1678)62 se pusieron las bases de la estructura jesuítica en las Antillas. El 3 de marzo de 1645 este obtuvo de la Compañía de las Islas una pensión anual de 150 libras de Tournai en Francia y quinientas libras de petun en las Islas, el pasaje gratuito para los misioneros y dos sirvientes, así como tres toneles de flete por persona y como contrapartida mantener cinco o seis misioneros en Martinica63. Asimismo, de inmediato procedió a la evangelización de los indígenas y el 4 de agosto, en presencia del Sr. du Parquet, envió a los PP. Mesland y Lercanier a la región del río Pilote64. En 1646 se encontraba el P. Shemel trabajando con los caribes del sur de la Martinica65. La situación de convivencia interna dentro de la comunidad jesuítica había entrado en conflicto. El carácter difícil del nuevo superior chocaba con las formas mundanas de actuar del P. Hampteau, acostumbrado a vivir en libertad y con el P. Piget. Un año después de su llegada a las Islas, en 1646, el Superior decidió regresar a Francia a defender su causa66. El mismo año, ignoramos las razones, el P. Piget tomó el camino de Europa67. Como si fuera poco, el 19 de mayo de ese mismo año fallecía en Martinica el P. Lercanier 68. 61 Giovanni Pizzorusso. Roma nei Caraibi. Roma, Ecole Française de Rome, 1995. 62 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, II (1891) 189; VIII (1908) 1930-1931. 63 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 41. 64 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 42. 65 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 208. 66 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 42. 67 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 191. 68 arsi. Historia Societatis, 47, fol. 62v. Citado por Josephus Fejer S. J. Defuncti secundi saeculi Societatis Jesu 1641-1740. Romae, III (1988) 151.
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Una vez que el P. Brisejon regresó a Francia, posiblemente a fines de 1646, el P. Mesland fue nombrado Superior 69. El jesuita cartesiano desempeñó un papel determinante en la consolidación de las misiones antillenses. Su primera preocupación radicó en sentar una infraestructura económica que garantizara el futuro de la misión. En este sentido podía informar en 1654 sobre el monto y ámbito de sus realizaciones desde la sabana de Santafé de Bogotá: “Les dejé el valor de una legua cuadrada de tierra si todas las habitaciones hubieran estado juntas y treinta y un esclavos negros; reacomodé la casa sin dejar deudas y sesenta mil litros de ‘petun’ que valen en plata seis mil francos o cosa semejante. Dejé ganado y todas las cosas en tal estado que me remito a las primeras cartas que desde allí escribí a Francia”70. Una confirmación de las afirmaciones de Mesland la encontramos en las memorias del viaje del carmelita Maurice de Saint-Michel, quien escribía en 1646 sobre la residencia de los jesuitas que era “una maravilla […] como estos reverendos Padres han construido y acomodado tan bien sus casas”71. Como segunda medida consiguió entre sus amistades de París una donación de 4000 o 5000 francos con los que financió una expedición de siete sujetos: los sacerdotes Luis Conard72, Santiago Daval73 y Enrique du Vivyer74, los hermanos Bechereal y Paroudin y dos laicos cuyos nombres desconocemos75. 69 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171. 70 arsi. Gallia, 106-III. Carta del P. Dionisio Mesland al Asistente de Francia. Santa Fe de Bogotá, 23 de septiembre de 1654. 71 Maurile Saint-Michel. Voyage des Isles Camercanes en l’Amérique qui font partie des Indes Occidentales. Le Mans, Hierôme Olivier (1652) 28. Citado por Vaumas. L’éveil missionnaire, 214-215. 72 El P. Conard había regresado a Francia en 1643. 73 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 67. 74 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 83-84. 75 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171.
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Con estos refuerzos diseñaba su radio de acción, la cual comenzaba por la isla de San Cristóbal. Curiosamente, en 1647 Mesland decidió enviar al P. Conard de nuevo a Francia para arreglar algunos problemas económicos de la misión. El navío tocó en la isla de San Cristóbal y falleció al atender a los apestados el 8 de septiembre de 164876. A mediados de 1648 llegaba el P. du Vivyer a San Cristóbal para ayudar al P. Conard, quien debía proseguir su viaje de retorno a la metrópoli. Las perspectivas de la fundación parecían halagüeñas. El 15 de enero de 1649 el Sr. du Poincy le otorgaba una casa para fundar un colegio “colegio aprobado por las Letras patentes del rey, y registradas en el Parlamento de París”77. De esta suerte incoó un colegio “para enseñar, a los comienzos, a leer y escribir para los jóvenes muy necesario en estas islas”78. Durante el mismo año 1648 recibió Vivyer el refuerzo de los PP. Chevalier y de Coatrieux, pero ambos fallecieron el 31 de octubre víctimas de una peste79. Al año siguiente (1649) pasaron a la isla los PP. Destriche80 y la Vallière, quien murió víctima de una epidemia el 19 de diciembre de ese mismo año81. Cuando en 1654 el P. Vivyer regresó de Francia con el nombramiento de Superior General de las Islas, fijó su residencia en San Cristóbal y allí mantuvo tres padres y un hermano, cinco padres y un coadjutor en Martinica y dos padres en Guadalupe82. 76 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 63. 77 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 83. 78 arsi. n. r. et q., 14, fol. 169. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santa Fe, noviembre de 1654. 79 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 83. 80 Su verdadero nombre era: Juan Strich di Limerick. Véase: Giovanni Pizzorusso. Roma nei Caraibi, 68-69. 81 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 83. 82 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 83.
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En 1650 echó las bases de la misión de Grenada en donde acompañó al gobernador du Parquet del 16 de mayo al 7 de junio83. En 1651 se radicaría en este espacio granadino con el objetivo de pasar a los Galibis de Venezuela84. Todavía más, cuando en 1652 regresó de Venezuela a Martinica encontró que las relaciones de sus correligionarios con el gobernador se habían ido enturbiando por el problema de las pensiones asignadas que no habían sido canceladas. Gracias a sus buenos oficios obtuvo del gobernador Du Parquet la donación de una vivienda para los padres misioneros en Carbet, con la contraprestación de un compromiso para atender las parroquias del Fuerte, de Prêcher, de la Casa-Piloto y de Carbet. El nuevo superior de la isla, el P. Barré, signaría el contrato que tendría una vigencia de once años85. Al concluir su superiorato declararía que su gestión había sido positiva y rentable pues al momento de su partida para Tierra Firme dejaba una deuda que no superaba los seis mil francos, balance mucho menor que el valor del capital invertido. En definitiva, entregaba una misión floreciente en el campo material86. La correspondencia conocida de Mesland nos revela una mente cartesiana en lo que debía ser la organización jesuítica de las Antillas francesas. En primer lugar, representa que la misión jamás “irá bien hasta que no sea una Provincia o Viceprovincia independiente con sus superiores regulares e independientes de Francia que visiten y vean con sus ojos las casas”. En segundo término, si cada provincia de Francia enviaba cuatro sujetos, se garantizaría el equipo humano que atendiera la nueva entidad geográfica87.
83 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171. 84 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171. 85 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 172. 86 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171. 87 arsi. n. r. et q., 14, fol. 169. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santa Fe, noviembre de 1654.
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Con respecto a los ministerios típicos de la Compañía de Jesús afirmará que “el fruto que han hecho entre los franceses es grande y muy necesario. No se ha hecho sino comenzar con los indígenas”88. En el quinquenio 1645-1650 los jesuitas se establecieron en Martinica, posteriormente en San Cristóbal y finalmente en Guadalupe, aunque tampoco abandonaron el resto de las islas de dominio francés89. Al P. Mesland le sucedió en el superiorato de las Islas el P. Juan Hallay (1600-1659)90, quien venía de desempeñarse como rector de los colegios de Langres (1633-1635), Nimes (1635-1637) y Verdún (1641-1644)91. De la gestión del nuevo superior disponemos de la Relación que, escrita por él mismo en Francia en 165792, solo conocería la luz pública en 190293. Pensamos que una frase imprecisa de Hallay ha llevado a algunos historiadores a afirmar que hasta 1650 los jesuitas no habían hecho casi nada en las islas94. Según Juan Hallay, al mediar el siglo xvii la Compañía de Jesús tenía el cuidado completo de Martinica, en donde se habían establecido cuatro parroquias: una en San Cristóbal “que no cede en nada a la más ordenada de París y Dijon” y en Guadalupe compartía con los dominicos y carmelitas 88 arsi. Gallia, 106-III. Carta del P. Denis Mesland al r. P. General. Santa Fe, 23 de septiembre de 1654. 89 Pierre Pelleprat. Relato, 14. 90 Véase: Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, IV (1893) 47-48. 91 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 116-117. 92 Juan Hallay. Relation des iles de la Martinique et de Saint-Christophe, écrite a Nismes en 1657. Bibliothèque National de París, fonds Moreau. 93 “Relation du P. Jean Hallay, de la Compagnie de Jésus (1657)”. En: Nouvelle Revue Rétrospective. París. Deuxième Série (1902) 73-95. 94 Juan Hallay. “Relation du P. Jean Hallay, de la Compagnie de Jésus (1657)”. En: Nouvelle Revue Rétrospective. París. Eeuxième Série (1902) 88: “Nous fusmes appellés à la Martinique, il y a environ dix-huit ans, mais le peu de foy qu’on nous garda pour nos entretiens a empesché que jusques en 1650 ou environ, on y ait quasi rien fait”.
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el cuidado espiritual de la isla. En la labor expansiva se habían abierto dos frentes: uno en la isla de San Vicente y otro en Tierra Firme95. De entrada, fortaleció la isla de Guadalupe y envió a tres jesuitas para que atendieran a los irlandeses, a los indígenas y otro para establecer una cabeza de puente con la isla de Dominica. En 1652 destinó al P. Dejan a la Isla de San Vicente y en 1651 había incursionado en Tierra Firme con el P. Mesland96. A pesar de que estas afirmaciones son verificables, no demostraba Mesland mucho aprecio por la gestión de su sucesor y desde Bogotá emitía severos juicios sobre la política misional desarrollada por Hallay en su trienio97 y, evidentemente, las acciones emprendidas por el nuevo superior divergirían del proyecto inicial implantado por Mesland. Por razones conceptuales cerró el colegio recién incoado por Mesland98, fundación que Roma, ignoramos las razones, la vería con reservas99. Además se enemistó con el Señor Poincy y fundó en Guadalupe. En su nuevo proyecto envió al jesuita cartesiano a la isla de Grenada para trabajar con los gálibis y con orden de pasar a Tierra Firme en la primera oportunidad100.
95 Juan Hallay. “Relation du P. Jean Hallay, de la Compagnie de Jésus (1657)”, 89-90. 96 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 116, 117. 97 arsi. n. r. et q., 14. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santa Fe, noviembre de 1654. Fol. 169. 98 arsi. n. r. et q., 14, fol. 169. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santa Fe, noviembre de 1654. 99 arsi. Gallia, 39, fol. 166v. Carta del P. General al P. Dionisio Mesland. Roma, 5 de julio de 1655: “Quod autem ad scholas attinet in quibus juventus legere et scribere doceatur, est istud quidem in Societate parum usitatum; quia tamen peculiaris est pro istis regionibus enecessitas, permitto ut quandiu durabit illa, eiusmodi scholas habeantur”. 100 arsi. Gallia, 103, fol. 292. Carta del P. Mesland al P. Asistente de Francia. Santa Fe, 19 de septiembre de 1654; Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 171.
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La actividad primordial de los jesuitas franceses durante su primera década fundacional consistió en evangelizar a los franceses101 que, en general, se encontraban dispersos a lo largo y ancho de las geografías insulares102. También cultivaban a muchos hugonotes que provenían de los puertos de Francia, sobre todo de Diepe y La Rochelle103. En ese conglomerado de nacionalidades que vivía o transitaba las islas nos encontramos además con la presencia de jesuitas alemanes como el P. Schmel, quien atendía a los de su nación104, o el P. Juan Destriche, quien llegó en 1650 para socorrer a los irlandeses105. Los esclavos también fueron parte de las atenciones espirituales de los jesuitas antillenses. Pelleprat descubrió que “los franceses no emplean bueyes ni caballos en el cultivo de sus tierras, sino únicamente los esclavos que vienen de África o de las costas de América más alejadas de las Islas”106. Sobre la negritud verificó que proviene de trece naciones distintas entre las que sobresalen Angola, Cabo Verde, Guinea, Senegal y de algunas tierras “limítrofes con el mar”. Para 1653 el autor del Relato calculaba un número no inferior a 12.000 y en 1654 arribaron a Martinica seiscientos o setecientos107. Entre los indígenas esclavizados que servían a los franceses menciona a las 101 Pierre Pelleprat. Relato, 37: “Pero los franceses, al ser tan numerosos, han ocupado de tal manera los pocos Padres que podíamos mantener allí, que no hemos podido quitar el pan a los hijos para dárselo a los extranjeros”. 102 Pierre Pelleprat. Relato, 14. 103 Pierre Pelleprat. Relato, 19. 104 Pierre Pelleprat. Relato, 21. Véase un contexto más amplio en: Giovanni Pizzorusso. Matteo Sanfilippo. Dagli indiani agli emigranti. L’attenzione della Chiesa romana al Nuovo Mondo, 1492-1908. Viterbo, Edizioni Sette Città, 2007. 105 Pierre Pelleprat. Relato, 24. Su verdadero nombre era John Stritch di Limerick. Véase: Giovanni Pizzorusso. Roma nei Caraibi, 68-70; Matteo Binasco. “The Activity of Irish Priests in the West Indies: 1638-1669”. En: Irish Magration Studies in Latin America. Vol. 7/4. Noviembre de 2011. 106 Pierre Pelleprat. Relato, 29. Jean Hallay dirá en su Relation (p. 93): “Es isles y n’y a pas d’animaux terrestres; nous y avons porté des vaches, des chevaux, des asnes, des moutons”. 107 Pierre Pelleprat. Relato, 30-31.
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etnias venezolanas como los aruacas y chaimagotos “y otros enemigos de nuestros aliados”108. De esta suerte, nos asomamos a la edad de piedra de la esclavitud que escribió su historia en estas islas. Si la empresa evangelizadora fue relativamente fácil con las nacionalidades antes mencionadas, no fue lo mismo con los caribes, “habitantes naturales de las Islas que llevan este nombre”, quienes al mediar el siglo xvii se habían instalado en San Vicente y Dominica109. En 1652 inició su apostolado en San Vicente el P. Andrés Déjan, pero tuvo que regresar a Martinica tras la muerte del P. Antonio Barré110. Sería a comienzos de 1653 cuando se insertó entre los caribes el P. Guillermo Aubergeon, y al parecer con mucho éxito111, pero sería asesinado, junto con el P. Gueimu, el 23 de enero de 1654112 en una revuelta general de los caribes. Estos acontecimientos evidenciaron que los caribes en las islas fueron tan difíciles de convertir como en el continente.
La etapa del Guarapiche La etapa del Guarapiche es sumamente importante para comprender la historia política de la fachada atlántica de Venezuela al mediar el siglo xvii. Un interesante marco de referencia para el estudio de las relaciones hispano-caribes en el Oriente venezolano a lo largo del tiempo colonial lo ofrece el Dr. Marc de Civrieux113 desde su óptica galo-venezolana. Y otro contexto de esta acción francesa en tierras venezolanas se puede seguir en la obra que hemos venido citando de Giovanni Pizzorusso114. 108 Pierre Pelleprat. Relato, 32. 109 Pierre Pelleprat. Relato, 36. 110 Pierre Pelleprat. Relato, 37. 111 Pierre Pelleprat. Relato, 37-42. 112 Pierre Pelleprat. Relato, 42. 113 Marc de Civrieux. “Los Caribes y la Conquista de la Guayana Española (Etnohistoria Kari’ña)”. En: Montalbán. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas, nº 5 (1976) 875-1021. 114 Giovanni Pizzorusso. Roma nei Caiaibi, 139-195.
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Si Mesland llegó a Tierra Firme fue porque los cores, los arotes, los parias, los caribes y los gálibis eran amigos de los franceses115 y estaban confederados contra los aruacas y los chaimagotos, aliados de los españoles116. Los gálibis eran un pueblo del continente que había invadido las islas y exterminado a sus antiguos habitantes que eran los iñeris. De la fusión de los hombres gálibis y de las mujeres iñeris nacieron los caribes, quienes se servían de dos lenguas: una propia de los hombres y otra particular de las mujeres117. En medio de estas expectativas, Mesland abrigaba la esperanza de pasar a Tierra Firme con la ayuda de los caribes, pero al darse cuenta de que solo con los gálibis realizaría esta empresa, en 1651 se trasladó a la isla de Grenada y de tal manera supo insinuárseles que a fines de ese mismo año lo habían introducido a Tierra Firme118. El camino era el siguiente: se navegaba de norte a sur y se entraba al golfo de Paria, pero después se tomaba la ruta oeste-suroeste hasta dar con un callejón sin salida que se formaba al fondo del golfo. En medio de esta profundidad se encuentra el río Guarapiche, que tiene en su desembocadura dos leguas de anchura y dos brazos principales, uno que desciende del oeste y el otro del suroeste. Parece navegable hasta la unión de estos dos brazos, hecha a forma de horca a veinticinco leguas del mar, y cuyo reflujo asciende por ambos cinco o seis leguas tierra adentro. El brazo que está a mano derecha se llama río de los Chaimagotos porque conduce a los pueblos de esta nación; el de la izquierda lleva el nombre de la provincia de Guarapiche.119 115 Pierre Pelleprat. Relato, 51. 116 Pierre Pelleprat. Relato, 50. 117 Pierre Pelleprat. Relato, 36. 118 Pierre Pelleprat. Relato, 48: “se dirigió allá [isla de Grenada] el año 1651 y de tal manera supo insinuarse en sus espíritus, que antes de finalizar el año, lo introdujeron en Tierra firme, por la Boca del Dragón, remontando el río Guarapiche, en la Provincia del mismo nombre” [el subrayado es nuestro]. 119 Pierre Pelleprat. Relato, 51-52. Según Mercado (Mercado. Historia, II, 344) pasaron antes por la isla de Margarita.
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Mesland remontó el río a una distancia de unas cuarenta leguas del mar120. Una vez instalado con los gálibis se dedicó al aprendizaje sistemático de la lengua, a lo que dedicaba diez horas diarias, con el objeto de poder realizar una acción estable y benéfica. La tensión que supuso esta etapa inicial en la búsqueda del otro, los malos alimentos y las grandes fatigas de los viajes le ocasionaron una grave enfermedad, razón por la cual hacia fines de 1652 decidió regresar a las islas a fin de buscar ayuda para poder fundar una misión estable entre los gálibis121. El 22 de julio de 1652 le escribió el general de la Compañía de Jesús dándole ánimos para proseguir su labor evangelizadora122. Ciertamente, Mesland interpretaba que las misiones antillenses solo tendrían éxito cuando se convirtieran en una entidad autónoma que pudiera gobernarse a sí misma, con independencia de Francia123. Tras el primer contacto de Mesland en Tierra Firme con los gálibis se planteó entre los jesuitas franceses de las islas la sugerencia de que además de Guarapiche buscaran otro terreno misional en Guayana, de forma tal que 120 Pierre Pelleprat. Relato, 48. 121 Pierre Pelleprat. Relato, 48: “Pero plugo a Dios devolvérnoslo y hacer que regresara a las Islas en buena salud, un año después de su partida”. arsi. Gallia, 103, fol. 292. Carta del P. Denis Mesland al R. P. General. Santa Fe, 19 de septiembre de 1654: “… después de morar casi un año aprendiendo su lengua y componiendo una gramática y diccionario como lo hice aunque de forma imperfecta por la escasez de tiempo, me regresé para dar cuenta a mis superiores y solicitar un padre como compañero que me fue acordado” [el texto está en francés]. 122 arsi. Gallia, 39, fol. 155r.: “Evangelisat vero nobis RV quandium magnum dum tam amplum Evangelio campum apostolicum significat suis ad me litteris 24 decembris superioris anni datis. Annuam quamprimum sociis ut veniant et adiuvent R.Vm. tam sanctis tamque utilibus laboribus ocupatam. Quid si sola provincia Franciae non sat multos sufficiat, annuam etiam aliis Asist. Galliae prov., immo si opus est mittam ex exteris nationibus […] Mitto interim litteras ad P. Provincialem…”. 123 arsi. Gallia, 106-III. Carta del P. Denis Mesland al P. General. Santa Fe, 23 de septiembre de 1654. “… después de haber hecho aquí los Ejercicios [espirituales] y delante de mi Dios es que los superiores de Francia no pudiendo estar bien informados desde tan lejos ni consecuentemente gobernar bien esto, jamás estas islas estarán bien hasta que sean una provincia independiente. Para dar comienzo a ella envíe nuestro M. R. P. General una veintena de sujetos de autoridad y con verdadero espíritu de nuestra Compañía que la funde como se ha hecho en Nueva España, Perú, Brasil y todas las islas de otras provincias de las Indias…”.
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si se vieran obligados a abandonar el primero pudieran seguir trabajando en el segundo con los infieles124. El propio Mesland narra en 1654 la realidad de su viaje: “El caso es que habiendo dejado el cargo de Superior de las Islas de América fui enviado a la de Grenada para instruir en la fe a los salvajes de esta isla con orden de pasar a Tierra Firme en la primera oportunidad. Dios me la ofreció después de morar casi un año aprendiendo su lengua y componiendo una gramática y diccionario, como hice, aunque de forma imperfecta por la penuria de tiempo; me regresé para dar cuenta a mis superiores y solicitar un Padre como compañero que me fue acordado y habiendo regresado al mismo lugar con orden oral de pasar a Guyana, es decir, entre el Orinoco y las riberas del Amazonas si era posible, y por escrito de separarnos el uno del otro con consentimiento mutuo para este fin. El proyecto consistía en ir a los indígenas de los ríos intermedios [Orinoco y Amazonas] donde todavía no existían ni colonos ni cristianos”125. Varios problemas subyacen en este escrito, sin embargo, solo haremos alusión al hecho de la concepción que fomentaban los franceses según la cual las tierras guyanesas eran susceptibles de evangelización. Este concepto venía avalado por la actitud del cardenal Richelieu quien, como hemos visto más arriba, se apoyaba en una decisión del Santo Oficio del 12 de julio de 1635 y un breve apostólico para abrir los espacios americanos al influjo francés126. Y este trasfondo político habrá que tenerlo presente a la hora de examinar la conducta oficial de España con respecto al P. Dionisio Mesland y a los demás jesuitas franceses que incursionaron en territorios españoles en el oriente venezolano. Con todo, el 20 de junio de 1653 se embarcaban en Martinica los PP. Dionisio Mesland y Pedro Pelleprat127, cuatro láicos y tres gálibis que
124 Pierre Pelleprat. Relato, 53. 125 arsi. Gallia, 103, fol. 292-293. 126 Véase: Guillaume De Vaumas. L’éveil missionnaire, 198-199. 127 Pierre Pelleprat. Relato, 54. B. David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 185-189.
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un francés había conseguido en los entornos del río Coppename (actual Suriman)128. Arribarían a Guarapiche el 9 de agosto de ese mismo año129. Al llegar se encontraron con dos cartas procedentes de Santo Tomé de Guayana, una en francés y otra en latín130, por las que se invitaba al “Padre de Guarapiche” a pasar a la ciudad portátil para misionar allí a los españoles y a los indígenas de la región. Después de haber reflexionado sobre la proposición partió de Guarapiche el 16 de septiembre de 1653131.
La etapa guayanesa Con la llegada del P. Dionisio Mesland a la capital guayanesa se abre el “ciclo de crónicas jesuíticas guayanesas”, el cual cronológicamente abarcaría de 1646 a 1681 y estaría integrado hasta el momento por el jesuita francés y el P. Julián Vergara. Para el estudio del contexto histórico de la acción de la Compañía de Jesús en los inmensos territorios de Guayana nos remitimos al historiador Daniel de Barandiarán132. Varios problemas debemos resolver a fin de poder responder a los interrogantes que ha planteado la crónica colonial jesuítica en torno a la persona de Mesland, así como a las suspicacias y procesos que motivó su nacionalidad francesa. También merece una reflexión el concepto de “Guayana” utilizado por los historiadores de la época. Existe, en verdad, una confrontación entre la figura que presentan los primeros biógrafos de Mesland y la que ofrece Juan Rivero en su Historia 128 Bernard David. Dictionnaire biographique de la Martinique, I, 172. 129 Pierre Pelleprat. Relato, 57. 130 Pierre Pelleprat. Relato, 58. La carta francesa está firmada por don Frantique en el Orinoco a 29 de septiembre de 1652. La latina la suscribe don Martín de Mendoza y de la Hoz en la ciudad de Santo Tomás del Santísimo Sacramento de Guayana, el 12 de octubre de 1652. 131 Pierre Pelleprat. Relato, 59. 132 Daniel De Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal. Universidad Católica del Táchira, II (1992) 129-360 y muy especialmente: 209-265.
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de las misiones. En efecto, son dos las necrologías que conocemos de la época: una, datada el 1º de enero de 1673, corresponde al P. Juan de Santiago133; otra es la que inserta Pedro Mercado en su obra134, la cual sospechamos que podría estar inspirada en alguna redactada originalmente a raíz de su muerte, ya que el jesuita criollo trabaja sobre la documentación oficial. En todo caso, no fue escrita esta última por ningún misionero de Casanare, por dos simples razones: primero, porque se pueden advertir errores geográficos imposibles de cometer por un conocedor de la topografía misional llanera135, y segundo, porque esta etapa (1664-1672) pasa totalmente silenciada. Pocos días después de la muerte del jesuita francés, el P. Juan de Santiago escribía que el P. Mesland merecía “ser contado entre los sujetos más señalados que en virtud y religión ha tenido esta Provincia”136. Un poco más adelante explicita su juicio: “... un sujeto de tan aventajadas prendas naturales y de virtudes tan sólidas, de ejemplo tan religioso y trabajos tan fervorosos”137. En cuanto a su figura externa —anotará el biógrafo— que “le había dotado Dios de una apacibilidad santa en su semblante y de un agrado tan robador de corazones...”138, que era notable su dulce trato. Finalmente, al reseñar sus dotes intelectuales dirá: “… hizo tantos progresos como indicaban las muestras que aun después de tantos años daba repetidas veces en actos literarios con admiración de los mejores Maestros del Reino de ver un hombre tan entregado, y por tantos años, a ministerios 133 arsi. n. r. et q., 14, fols. 251-256v. Está publicada en: José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja (2002) 195-212. 134 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343-350. 135 Citaremos un ejemplo dentro del exiguo espacio que dedica a la época llanera. Al narrar el viaje de Pauto a San Ignacio de Guagivos dice: “caminó muchos días a pie padeciendo indecibles calores...” (Pedro de Mercado. Historia, II, 353). Sin embargo, según Rivero (Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155) distaba un día de camino. 136 arsi. n. r. et q., 14, fol. 251. Y en el folio 256 reitera: “Finalmente, en todas las virtudes religiosas fue el P. Dionisio uno de los exemplares más señalados de esta Provincia”. 137 arsi. n. r. et q., 14, fol. 253. 138 arsi. n. r. et q., 14, fol. 255.
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tan ajenos de las formalidades escolásticas como propios de su espíritu apostólico, y que tenía tan a punto las puntualidades de las escuelas como si no hubiera salido de ellas en toda su vida, siendo así que casi toda ella gastó su fervor en el ministerio de las misiones y trato de los indios”139. Frente a trazos tan definidos como los consignados por los contemporáneos de Mesland, hay que resaltar la ambigüedad que han otorgado los cronistas neogranadinos posteriores tanto a la persona como a la obra de tan sufrido misionero. No creemos que sea exagerado afirmar que el P. Rivero desconoció la verdadera personalidad del P. Dionisio Mesland. Dos razones nos mueven a hacer tal aseveración. La primera se desprende del análisis del discurso histórico, en el que parece aceptar la existencia de dos personas distintas: el P. Dionisio Molano y el P. Dionisio Mesland o Meléndez. En efecto: un jesuita es el P. Dionisio Molano, “que predicó a los de Guayana, y fundó dos pueblos de los recién convertidos, cerca de la misma Guayana”140, y este padre entra a la Historia riverana en un contexto aislado que se refiere exclusivamente a don Martín de Mendoza y Berrío y a su acción en la Guayana. El segundo jesuita es el P. “Dionisio de Meland o Meléndez, francés de nación, quien siguiendo los pasos del P. Antonio Monteverde, su paisano, vino desde su pueblo y curato de Guayana a estos sitios y se quedó en ellos por orden de los superiores, para que fomentase las misiones con sus escogidos talentos”141. Para precisar más su información, añade un poco más adelante que “había sido cura de los españoles algunos meses”142. 139 arsi. n. r. et q., 14, fol. 252. Y en el folio 254v. agrega: “... y lo principal en que se manifiesta su virtud y santo celo es que habiendo sido un sujeto de aventajadas noticias en todas facultades y ciencias y siendo natural el deseo de lograrlas en esfera competente, supo mortificar esta inclinación y reducir a ministerio de gente inculta y ruda la luz de su sabiduría, y dejar de alumbrar para el aplauso propio por lograr el provecho ajeno en la conversión de sus próximos”. 140 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 93. 141 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 154. 142 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155.
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La segunda razón proviene del estudio del único capítulo que Rivero dedica a la acción del P. Mesland en las reducciones casanareñas143. Dicho capítulo contiene: una breve introducción y dos temas. En la introducción el autor presenta a los tres nuevos operarios que llegan a las misiones en 1664: los PP. Cristóbal Jaimes, Antonio Castán y Dionisio Mesland144. El primer tema es un relato muy sucinto de lo acaecido en San Ignacio de los Guagivos desde su fundación en 1664 hasta 1668, fecha de su gran crisis145. Rivero vincula expresamente a Mesland con los inicios de la reducción; después no lo menciona, ni en el desarrollo de la acción (que es un párrafo), ni en la conclusión (que son dos párrafos). Pero se deduce que se trata de Mesland, entre otras razones, porque al narrar la salida del misionero dice: “Por ese tiempo le fue preciso al misionero de San Ignacio salir a la ciudad de Santa Fe, con ocasión de la congregación de procuradores...”146. Por las misiones casanareñas asistieron: el P. Antonio Monteverde, Superior, y el P. Dionisio Mesland147, quien ese mismo año de 1668 se había trasladado de Pauto a San Ignacio de los Guagivos148. Así pues, queda fuera de toda duda que el misionero en cuestión era el P. Mesland. Además, la causa del abandono total de la reducción por parte de los guagivos se debió a que éstos “hostigados de algún excesivo rigor del Padre, con que castigaba a algunos, queriendo quitarles de un golpe y de una vez la multitud de mujeres y abusos de su gentilismo”149 huyeron, dejando solo al padre. Y la consecuencia con que el historiador Rivero cierra el primer tema constituye una reflexión piadosa, pero a la vez una especie de juicio de valor 143 Juan Rivero. “Capítulo XV ”. Historia de las Misiones, Libro II, 154-159. 144 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 154. 145 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155-157. 146 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 156. 147 arsi. Congregationes Provinciales, t. 77, fol. 267. 148 arsi. n. r. et q., 5, fol. 15. Catálogo Breve de 1668: “Parochus Oppidi de los Guaivas”. 149 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 156.
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para con la actuación del misionero de San Ignacio de los Guagivos: “No a todos les es concedida aquella gracia especial que se requiere para tratar con los gentiles. Hombres se han visto, santos y muy celosos de la conversión de las almas en las misiones, pero sin aquel atractivo que suele conceder Dios a los que escoge para este empleo...”150. ¿Cómo compaginar versiones tan contrapuestas entre las ofrecidas por sus biógrafos del siglo xvii y la formulada por Rivero en 1729? Existe a todas luces una razón fundamental: Rivero careció de la documentación adecuada para poder identificar la persona y la obra de este misionero, quien se había iniciado como tal en 1645 en las Antillas francesas151. Y este es uno de los puntos débiles de la obra histórica de Rivero: el desconocimiento del ensayo misional de Guarapiche y la trayectoria histórica de sus protagonistas152. Todo ello nos confirma que Rivero no utilizó nunca las Biografías que insertó en su Historia el P. Pedro de Mercado. También interviene el silencio del propio Mesland quien en su afán de ayudar a los indígenas se preocupó principalmente por aprender sus idiomas como el mejor vehículo para hacerles llegar el mensaje evangélico, así lo demuestra su preocupación y estudios lingüísticos. Para concluir este punto diremos que Rivero nos transmitió un acontecimiento misional típico de las naciones andariegas, como lo son los guagivos y los chiricoas, fenómeno que se reiteraría en las misiones del Meta y del Casanare con el correr de los años153. La carencia de documentos le hizo repetir al misionero-historiador lo que encontró escrito, lo cual, como hemos visto, aunque cierto, fue poco e impreciso.
150 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 157. 151 René Descartes. Oeuvres. París, Edic. Ch. Adam et P. Tannery, vol. IV (1910) 345. 152 José Del Rey Fajardo. “Fuentes para el estudio de las Misiones jesuíticas en Venezuela (1625-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal, 7 (1988) 285-287. 153 Luis Duque Gómez. “Visión etnológica del Llano y el proceso de la evangelización”. En José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia (1625-1767). San Cristóbal, I (1992) 693-698.
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En realidad, la fuente original no puede considerarse un relato stricto sensu, sino una referencia histórica propia de un informe general que no detalla los pormenores aislados de la narración. Todo ello obligó a Rivero a introducir un segundo tema complementario en el capítulo que estudiamos, a saber, una reflexión muy verdadera sobre el “carisma misionero”, tesis que no venía al caso si se hubiera tratado de la genuina persona de Mesland154. Con el período guayanés (1653-1664) se abre en la biografía de Mesland la fase más incomprendida de su existir neogranadino. Toda su empresa guayanesa se inicia pues con la invitación que le hiciera el gobernador don Martín de Mendoza el 12 de octubre de 1652, para trasladarse de Guarapiche a Santo Tomás a fin de que “tantas gentes y naciones puedan recibir la doctrina evangélica sin el estrépito de las armas pero con la persuasión del espíritu”155. Aunque el jesuita francés era consciente del riesgo, creemos que nunca sospechó el viacrucis de su decisión. Así se desprende del testimonio de su compañero del Guarapiche, el P. Pedro Pelleprat: “Tomamos tiempo para deliberar acerca de este asunto, juzgando que, si esta petición parecía en principio ser ventajosa para la conversión de los Salvajes, debía parecernos también sospechosa viniendo de parte de un español, enemigo de los franceses”156.
154 En efecto, Rivero comienza esta segunda parte del capítulo XV del libro II de la siguiente manera: “No será fuera de propósito entretejer en este capítulo los dictámenes que practicaba uno de nuestros misioneros en estos Llanos para gobernar a los indios” (Rivero. Historia de las Misiones, 157). 155 Pierre Pelleprat. Relato, 58: “Vestram Paternitatem huc voco, desiderans ut Pagani, favore vestrae presentiae, luce fidei illuminati, januam Baptismi optatius et facilius ingrediantur; hic totum habebit vestra Paternitas quod ad iter impellat, hic quod itineris longi labores sublevet, ubi tot gentes et nationes, absque strepitu armorum sed sporitus persuasione evangelicam doctrinam accipient...”. 156 Pierre Pelleprat. Relato, 59. Y añade en la misma página: “Por fin, después de haber ponderado todas las razones en pro y en contra, decidimos que el Padre tomaría precauciones y que no pasaría a Santo Tomás antes de estar mejor informado sobre la intención de los españoles; mientras tanto, permanecería con los Gálibis más próximos al río Orinoco”.
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Al llegar a Santo Tomé se encontraba ausente D. Martín de Mendoza y el recibimiento por parte de los españoles fue frío157. Por una carta del P. Mesland del 24 de enero de 1654 sabemos que los españoles lo recibieron con recelo, tanto por no hallarse presente el gobernador como por ir acompañado de tres jóvenes franceses158. Así pues, para desterrar toda sospecha sobre su persona, permaneció en su habitación durante seis semanas. Convencidos de esta suerte los españoles de la sinceridad de sus intenciones, le permitieron trabajar en toda la región en la conversión de los indígenas159. Pero pronto comenzaron las acusaciones contra él y de esta suerte la rectitud de intención se vio opacada por la intriga y las buenas acciones sometidas al juicio de la calumnia. Si en enero de 1654 Mesland pensaba que su conducta había convencido a la maquinaria burocrática española, tres meses después se veía precisado a viajar a Bogotá para demostrar su inocencia. La acusación era perfecta: “… que el Padre Dionisio era espía secreta de Francia, y que con el color de sujetar los gentiles a Cristo iba demarcando la tierra para que los de su nación se hiciesen señores de toda ella”160. El propio gobernador de Guayana, para “dar satisfacción pública”, lo envió a Santa Fe con el objeto de informar a la Audiencia sobre los gentiles 157 Pierre Pelleprat. Relato, 60. 158 anch. Jesuitas, 226. “Renato Xavier y el sargento Guido Belile vecinos de la ciudad de Santa María de la Rosa ante vuestra merced...”. En este interesante expediente aparecen ambos franceses como los acompañantes del P. Mesland a Guayana, quienes después pasaron a las misiones jesuíticas llaneras. 159 Pierre Pelleprat. Relato, 60. 160 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 347. Más explícito es el P. Santiago en su Necrología: “... dispuso, por medio de un hereje instrumento suyo el que se atajase el bien tan universal de aquellas naciones; el cual perdiendo el temor de Dios y los respetos a la verdad se atrevió a informar falsamente a los Señores de la Real Audiencia de este Reyno acerca de la persona del Padre Dionisio notando su asistencia en estas partes de las Indias por sospechosa y de poca fidelidad a los servicios del Rey de España torciendo a este sentido las diligencias y trabajos fervorosos que el Padre ponía en el descubrimiento y reducción de las naciones de Guayana...”. (arsi. n. r. et q., 14, fol. 252v). Hereje, en aquellos tiempos y latitudes, podía significar cristiano pero no católico; por eso podía ser, o inglés, u holandés o quizá francés calvinista.
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de aquella provincia y sobre las necesidades de la guarnición161. Llegó a Bogotá en la primera quincena de mayo de 1654162.
La primera estancia bogotana Las autoridades jesuíticas del Nuevo Reino reaccionaron con prudencia ante la aparición inesperada de un jesuita francés en la sabana bogotana. El rector de la Universidad Javeriana, P. Francisco Varáiz, comunicaba al provincial Pedro de Varáiz, que se encontraba en Quito, la repentina presencia del P. Mesland, en carta del 19 de mayo de 1654163. El provincial, por su parte, informaba desde Quito al rey sobre el asunto el 27 de julio y daba orden al rector de Santafé de “que no dejase salir al padre Dionisio, que dice ser de la Compañía a su misión, sino que con todo estuviese muy atento y obediente a lo que la Real Audiencia del Reyno determinare y recogiese las patentes y demás papeles y me los remitiese para reconocer su fundamento y que yo me inclinaba mucho que fuese a Madrid a dar cuenta y fiel relación de todo a su Majestad; de lo que resultare la daré yo a Vuestra Alteza como debo”164. Pero en Bogotá las cosas iban a adquirir otro ritmo. Ya para el 19 de mayo había informado Mesland a los oidores del peligro que suponía para Guayana que muchas islas de Barlovento estuvieran tomadas por ingleses y fran-
161 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 347. 162 apqu. Leg., 4. Carta del P. Francisco Varáiz, Rector del colegio de Santafé, al P. Pedro de Varáiz, Provincial. Santafé, 19 de mayo de 1654. 163 apqu., Leg. 4: Informe que los Padres de la Compañía de Jesús hicieron a su Magestad sobre el estado de la Guayana. 1 de septiembre de 1654, fol. 1: “La semana pasada dice la primera cláusula de dicha carta, llegó a este colegio el P. Dionisio Mesland, francés de nación [...] mostróme grandes patentes y papeles[...] Vino con el sargento mayor, informó a los señores Presidente y oidores de la Real Audiencia de Santa Fe del peligro de esa tierra a causa de tener tomadas muchas islas de Barlovento los ingleses...” (Carta del P. Francisco Varáiz, del 19 de mayo de 1654). 164 apqu. Leg., 4. Doc. cit., fols. 2-3.
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ceses165. También traía cartas tanto del gobernador don Martín de Mendoza como del Cabildo de San Tomé solicitando ayuda para la defensa de Guayana. La junta general convocada por el presidente Pérez Manrique decidió el 30 de mayo no conceder el auxilio que se pedía, sin orden expresa del rey: El fundamento de pedirse este socorro es sólo con ocasión de las noticias que da el dicho P. Dionisio Meland, que aunque nos parece muy /ilegible/ del servicio de Dios y de la apacibilidad y modestia que profesa su religión, el ser su nación francesa, tan opuesta a la nuestra española, ocasiona mucha duda, y en esta no parece conveniente que sin más causa se mu/ilegible/ sin seguridad el buen logro por los inconvenientes de su conducción a la dicha isla que tanto dista desta ciudad, y por tan ásperos caminos y navegación de más de trescientas leguas por rio y temples muy enfermos y fugas de gentes por las pagas como se experimentó en otro socorro el año de /en blanco/ y al presente no hay armas ni municiones que lleven, sin que podrán ser de poco efecto.166
A pesar de todo ello, debieron de ser convincentes las razones y las acciones del P. Mesland para que la Audiencia y los superiores de la Compañía de Jesús cambiaran de actitud con respecto al destino que le habían trazado al jesuita cartesiano. Todavía más, consiguió la ayuda militar solicitada, de acuerdo con el testimonio expreso del P. Francisco Varáiz, rector de Santafé: “Y toda esta Audiencia estimó mucho al Padre y agradeció su venida y por su información
165 apqu. Leg., 4. Doc. cit., fols. 1-2. Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 348: “Informó a los señores presidente y oidores de la necesidad espiritual que padecían los indios [...] y también informó de la necesidad temporal que tenían aquellas provincias para su defensa y de la eficacia que se debía poner en que estuviesen guarnecidos con gente y armas por el peligro que podía correr este Reino si los enemigos poblaban Guayana. En todo mostró el Padre Dionisio un grande celo de la conservación de estas tierras en la corona de España, tan contrario a los rumores con que había querido manchar el demonio su fama que antecedieron las voces en crédito de su persona”. 166 anb. Reales Cédulas, t. 18, fol. 252.
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se levantó bandera y alistaron soldados para defender la tierra. Y por verdad lo firmé en 19 de septiembre de 1654”167. ¿Cuánto tiempo permaneció esta vez en la capital del Nuevo Reino? Pensamos que a finales del mismo año 1654168 la Audiencia de Santafé le permitía regresar a Guayana para proseguir su acción apostólica169. Ciertamente, residía en la capital del Nuevo Reino en septiembre de 1654, como lo evidencian tanto el testimonio antes aducido del P. Francisco Varáiz como una carta suya del 23 de septiembre del mismo año170. Con todo, alguna duda pareciera ofrecer el texto de Mercado al referirse al P. Mesland, una vez que hubo regresado a Guayana: “había estado casi dos años represado el apostólico espíritu del Padre para con la gentilidad, así suelta la represa corrió con gran ímpetu la tierra adentro”171. La frase del biógrafo puede aceptar dos acepciones: primera, que Mesland había permanecido en Bogotá durante casi dos años; y segunda, que dadas las dificultades que había tenido que vencer desde que llegó a Guayana hasta que pudo dedicarse de lleno a la evangelización de sus indígenas, habían transcurrido casi dos años. Nosotros nos inclinamos por esta última acepción, ya que en la biografía del P. Santiago expresamente insiste en que el jesuita francés había 167 arsi. Gallia, 103, fol. 293 (el subrayado es nuestro). Mercado, en su biografía (Mercado. Historia, II, 348) ya había anotado: “Enterados los señores de la Real Audiencia de las verdades propuestas por el padre Dionisio como de varón apostólico, determinaron que se volviese a continuar el santo empleo de sus misiones y que en su compañía fuesen trescientos hombres para el presidio de Guayana”. 168 arsi. n. r. et q., 14, fol. 253v.: “Habiendo el Padre Dionisio asistido en este colegio de Santafé casi todo el año de 54 término forzoso para deshacer los nublados que contra su persona habían levantado los calumniadores...”. 169 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 348: “Enterados los señores de la Real Audiencia de las verdades propuestas por el Padre Dionisio como de varón apostólico, determinaron que se volviese a continuar el santo empleo de sus misiones y que en su compañía fuesen trescientos hombres para el presidio de la Guayana”. Véase: arsi. n. r. et q., 14, fol. 253v. 170 arsi. Gallia, 106-III. Carta del P. Dionisio Mesland al General de la Compañía de Jesús. Santafé de Bogotá, 23 de septiembre de 1654. 171 Pedro de Mercado. Historia, II, 349.
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asistido “en este colegio de Santafé casi todo el año 54”172. Esto quiere decir que para finales de 1654 se encontraba de nuevo Mesland en camino a las tierras guayanesas. Para reconstruir su vida en la Universidad Javeriana durante esta su primera estancia, nos encontramos con una seria dificultad: los catálogos de la Provincia del Nuevo Reino constituyen una fuente obligada de consulta a la hora de identificar personas y domicilios. Sin embargo, existe un lapso temporal (1649-1664) en que, ignoramos la causa, abandonan el criterio de catalogar a los jesuitas por los domicilios en que viven y pasan a ordenarlos por estricto orden alfabético, lo cual nos impide saber con exactitud quiénes eran los integrantes de la comunidad javeriana en 1653. Con todo, hemos logrado identificar a algunos de los jesuitas que convivieron con Mesland durante esta época. Al momento de su llegada estaba en Quito el provincial Pedro Varaiz (1578-1654)173. El rector que lo recibió en la capital santafereña fue el P. Francisco Varaiz (c.1580-1658) cuya biografía transcurrió en la sabana bogotana y fundamentalmente en el Colegio Máximo de Santafé. Su principal ocupación fueron los indígenas, cuyo idioma llegó a dominar con perfección174. Fue catedrático de lengua chibcha en la Javeriana durante muchos años175. Quizá la figura más venerable en el claustro santafereño era la del P. Jerónimo Escobar (1596-1673)176, quien había llegado en 1637 a Santafé 172 arsi. n. r. et q., 14, fol. 253v. 173 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 421. El 8 de enero de 1653 inició su provincialato en Bogotá y falleció en Quito el 15 de agosto de 1654 (p. 425). 174 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 197-214; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid (1741) 532-542; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, I (1959) 557-559. 175 Humberto Triana Y Antorveza. Las lenguas indígenas en la historia social del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo (1987) 241, 269. 176 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 197-214; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid (1741) 532-542; Juan
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de Bogotá, ciudad que le absorbería los últimos cuarenta años de su vida como profesor de Teología escolástica. Personalidad académica relevante también sería el jesuita antioqueño José de Urbina (1610-1665)177. Para 1645 al parecer se había trasladado a la Universidad Javeriana para regentar la cátedra de Filosofía, en la que se mantuvo durante dos períodos178. Posteriormente fue rector del Colegio de San Bartolomé, de 1651 a 1653179, y terminada su gestión volvió al Colegio Máximo para enseñar Teología180. Más polifacética sería la biografía del boyacense Francisco Álvarez (1628?-1687)181 quien en 1653 regentaba la cátedra de Filosofía. Tras una estancia en los Llanos casanareños y en la Isla de Santo Domingo182 retornó en 1667 a Bogotá a integrar el claustro de profesores de la Universidad Javeriana
Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, I (1959) 557-559; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 254-258. 177 Juan Flórez De Ocariz. Libro primero de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo. Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Edición facsimilar de la impresión de Madrid de 1674; José Restrepo Posada. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá XXXVIII (1952) 93-94; Francisco Quecedo. “Manuscritos teológico-filosóficos coloniales santafereños”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 2 (1952) 289; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962) 559-561; Celina Ana Lertora Mendoza. Fuentes para el estudio de las ciencias exactas en Colombia. Santa Fe de Bogotá, Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1995) 33-37; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 707-708. 178 arsi. n. r. et q., 3, fol. 142. Catálogo de 1655: “Docuit Grammaticam, bis Philosophiam et modo Theologiam”. Para 1651 ya había enseñado los dos períodos de Filosofía (fol. 115). 179 José Restrepo Posada. “Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá XXXVIII (1952) 93-94. 1º de julio de 1651 a enero de 1653. 180 arsi. n. r. et q., 3, fol. 57. Catálogo de 1661: Estudió tres años de Filosofía y cuatro de Teología. 181 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 95-97. 182 José Luis Sáez “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal, 16 (1997) 22.
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hasta 1684183, en donde dictaría la cátedra de Teología Dogmática184. Ejerció el rectorado de la Universidad de 1681 a 1684185. Dentro de la configuración internacional que definió la comunidad de la Academia de San Francisco Javier conviene destacar la presencia del jesuita irlandés Francisco de Lea (1605-1675)186, profesor de Teología entre 1651 y 1665187. Entre los residentes en la Javeriana se debe hacer referencia a dos extraordinarios lingüistas e indigenistas: el italiano José Dadey y el ecuatoriano José Hurtado. Durante la primera estancia en Santafé también tuvo que convivir con el P. Alonso Pantoja (1605-1692)188, rector del colegio-seminario de San Bartolomé (1653-1658)189 y al mismo tiempo profesor de Teología190. Además de los cargos importantes que desempeñó en la Provincia del Nuevo Reino, hay que señalar que fungió en Madrid como Procurador General de
183 Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad y Academia, fols. 348v-465v. 184 arsi. n. r. et q., 3, fol. 347. Catálogo de 1684: “... Docuit grammaticam, Philosophiam et Theologiam Dogmaticam”. 185 Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad y Academia, fols. 441-465v. Aparece en dicho documento por vez primera el 5 de febrero de 1682. Sin embargo, el 14 de noviembre de 1681 actúa como rector (anb. Notaría- 1, t., 91, fol. 62); arsi. n. r. et q., 3, fol. 347 (Catálogo, 1684). 186 J. Mac Erlean. “Irish Jesuits in Foreign Missions from 1574 to 1775”. En: The Irish Directory and Year Book for 1930. Dublín (1930) 131; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía, 330-331. 187 asb. Libro de la Universidad y Academia, fols. 236-251v. El Catálogo de 1655 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 139v) dice: “Docuit Grammaticam nunc Theologiam”. 188 José Restrepo Posada. “Rectores del colegio-seminario de San Bartolomé (1605-1767)”. En: Revista Javeriana. Bogotá, XXXVIII (1952) 94; Juan Manuel Pacheco. Los Jesuitas en Colombia, II. 62; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 531-534. 189 José Restrepo Posada. Art. cit., 94. 190 arsi. n. r. et q., 3, fol. 164v. Catálogo 1657: “Docuit Rethoricam, Philosophiam et Theologiam”. La docencia teológica se reseña por vez primera a partir de este catálogo. Su nombre aparece entre los catedráticos de la Javeriana hasta 1658 (Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad y Academia, fols. 253v-276).
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Indias (1673-1692), con el objetivo de ayudar a tramitar en la Corte los proyectos americanos191. Finalmente, es preciso mencionar la presencia del jesuita riobambeño Pedro de Mercado (1620-1701)192, quien llegaría a Bogotá en enero de 1653193. Es sin duda este el escritor ascético más prolífico de la Compañía de Jesús neogranadina y el autor de la Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús, pieza clave para entender la acción de los jesuitas en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo xvii194. Estas circunstancias revisten una significación histórica privilegiada a la hora de evaluar el testimonio del escritor riobambeño. Fuerte debió de ser el impacto del jesuita francés sobre el también recién llegado Mercado a la Javeriana, pues recordará que “su estilo era tan amable por cortesano a los seglares y por modesto y humilde tan agradable a los religiosos, que ganó para si los corazones de unos y de otros”195. De igual forma, le llamó la atención el hecho de cumplir “con las obligaciones de operario como entre la gentilidad las de misionero”. De ahí que anotara en 191 En 1674 lo vemos actuar en torno a la renuncia de la Compañía de Jesús a la fundación de Santo Domingo; Valle Llano. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico, 346-352 (Original: anb. Testamentaría Venezuela, t. 3, fols. 906-908). Carta del P. Antonio Pérez al P. Alonso Pantoja. Santo Domingo, 13 mayo 1674 (arsi. n. r. et q., 15, fols. 42 y ss.). 192 anch. Jesuitas. Bogotá, 214: Carta de edificación sobre la vida y virtudes del P. Pedro de Mercado firmada por el Padre Juan Martínez Rubio; fechada en Santafé y noviembre 20 de 1700 (sic) dirigida al Padre Rector de Cartagena Fernando Zapata. 12 fols. útiles (hasta hoy desconocida); Enrique Otero D’Acosta. “Padre Pedro Mercado S. J.” En: Gaceta Municipal. Quito, 19 (1934) 46-48; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 297-316; José Del Rey Fajardo. Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, 451-459. 193 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, III, 425. El 8 de enero de 1653 le leyeron la patente de Provincial al P. Pedro Varaiz (Mercado. Historia, III, 421) y fue testigo presencial. La licencia de impresión de su obra Palabras de la Virgen María Nuestra Señora sacadas del sagrado Evangelio está fechada en Santafé el 16 de octubre de 1653 (José T. Medina. Biblioteca Hispano-Americana, III, Nº 1318, p. 85). 194 Fue editada en Bogotá en 1957 por la Biblioteca de la Presidencia de Colombia. Véase: José Del Rey Fajardo. “Introducción al estudio de la historia de las Misiones jesuíticas en la Orinoquia”. En: Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, I (1993) 282-298. 195 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 347.
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su biografía que acudía “con incansable aplicación al confesonario”, y sobre todo que resaltara que “no obstante esta ocupación que era muy continua añadió otra de mucha humildad y fue aplicarse a leer una cátedra de gramática, pudiendo con satisfacción ocupar la de Prima de teología”196. Dentro del ambiente literario que imperaba en la Academia de San Francisco Javier pronto dio Mesland “lucidas muestras”, pues a los pocos días de estancia llamó la atención de los asistentes por su intervención en un acto académico197. Este hecho lo recordará Mercado con nitidez198.
Segunda estancia en Guayana (1655-1663) A juzgar por las cronologías apuntadas, pensamos que a comienzos de 1655 se encontraba el jesuita francés de nuevo en Guayana. Dos vertientes significativas aborda la documentación contemporánea: su dedicación a los indígenas de la zona y la acusación de que era espía de Francia. Una vez en tierras guayanesas y amparado con el aval de la Real Audiencia, Mesland inició su obra evangélica entre los indígenas y fundó dos pueblos “tierra adentro”, uno denominado Belén y otro San Juan; mas “al cabo de algún tiempo” se juzgó que era conveniente mudarlos de sitio, a lugares cerca de la Guayana, y así se hizo reteniendo el de Belén su nombre y cambiando el de San Juan por el de San Pedro199.
196 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 347. 197 apqu. Leg., 3. Informe que los Padres de la Compañía de Jesus hicieron a su Magestad sobre el Estado de la Guayana: “El Padre es muy amable, grave y docto, que argumentó muy bien el estotro día con unas conclusiones”. 198 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 344: “De lo que aprovechó en los estudios dio en el Colegio de Santa Fe algunas lucidas muestras en algunos argumentos que puso en algunos actos literarios que se ofrecieron”. 199 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 349; L. Duarte Level. Historia patria. Caracas (1911) 138, habla de San Pedro de Maricagua y Santa Magdalena de Caucao.
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Es posible que esta segunda estancia de Mesland se complicara con la presencia de sus colegas franceses, los PP. Pedro Pelleprat y Antonio de Monteverde, que en 1656 se encontraban en Guanátigo200. Breve sería la biografía de este proyecto misional en Tierra Firme. La acción parece que concluyó en febrero de 1657 y, según añade el historiador du Tertre, fueron los españoles los que los desalojaron de la población que habían fundado201. Sin embargo, en lo que respecta a la acción de desalojo, la versión de Monteverde difiere algo de la del historiador francés: [...] habíamos ya aprovisionado y ganado 5 ó 6 naciones cuando los salvajes caribes y muchos otros pueblos sus aliados que habían cierto tiempo antes masacrado dos de nuestros Padres en la Isla de San Vicente, vinieron a nosotros con el fin de hacer otro tanto; pero habiendo reconocido que nosotros estábamos en guardia y habiendo hecho el esfuerzo varias veces para rendirnos o para quemarnos, viendo la resistencia que les hacía la corta tropa que nos acompañaba, ellos se retiraron maltratados y después de haber matado y herido la mayor parte de los nuestros, en esta ocasión yo fui herido de muerte. Habiendo tomado la colonia la decisión de retirarse, a pesar de mis esfuerzos por disuadirlos, me obligó a embarcarme herido de muerte y tan abatido de dolores que juzgué por la misma cosa ir a la muerte y embarcarme.202
Podemos pues precisar que el servicio de los PP. Antonio Monteverde y Pedro Pelleprat a las misiones jesuíticas francesas del oriente venezolano se circunscribió de junio de 1656 a febrero de 1657203. 200 Du Tertre. Histoire generale des Antilles habitées par les François..., I, 481-489. 201 Du Tertre. Histoire generale des Antilles habitées par les François..., I, 489. 202 arsi. Gallia, 106-III, fol. 306. Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. S/l., 4 diciembre de 1662. (El texto original está en francés). 203 Para más información nos remitimos a nuestro artículo: “Antoine Boislevert (1618-1669), fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVII, nº 308 (1994) 81-104.
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A pesar de su actuación misionera y de su consagración al bienestar espiritual y corporal de sus indígenas reducidos204, los intereses creados en esas remotas regiones no pactaron con la evidencia y trasparencia de la conducta del jesuita francés. No hemos podido precisar cuándo se reiniciaron las acusaciones contra el misionero llegado de Francia de que era espía de la temible potencia gala. Posiblemente, son posteriores al fallecimiento de don Martín de Mendoza en 1655205, pues el 9 de febrero de 1657 la opinión que se tenía del P. Mesland era totalmente favorable, como lo demuestra la comunicación remitida por la Cámara de Indias al Conde de Peñaranda el 9 de febrero de 1657: “... y respecto de las noticias que se han tenido por cartas que escribieron a V. M. en febrero y marzo de 655 don Cristóbal de Vera que está gobernando en ynterin aquellas provincias por muerte del dicho don Martín de Mendoza, y la misma ciudad de la Guayana y un religioso de la Compañía de Jesús y otras personas que todos concuerdan en el gran riesgo en que estaban de ser ocupadas de enemigos por lo mucho que los apetecen el francés y otras naciones...”206. Tampoco nada podríamos decir del interinato de los alcaldes Pedro de Padilla y Cristóbal de Vera, quienes actuaron como gobernadores interinos207 hasta agosto de 1658, fecha en que asumió don Pedro de Viedma la Gobernación208. No obstante, como previo a la llegada del gobernador Pedro de Viedma debemos colocar el texto del P. Santiago, primer biógrafo de Mesland, cuando anota que la acusación adquirió “tanta publicidad” que el presidente del Nuevo Reino, el marqués de Santiago, puso cuidado “... no de que 204 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 349-351. 205 Duarte Level. Historia patria, 133 señala el año 1656 como fecha de fallecimiento de don Martín de Mendoza, pero este ya había fallecido en febrero de 1655 (ver nota siguiente). 206 agi. Santo Domingo, 645. Camara de Indias. A 9 de febrero 1657 (el subrayado es nuestro). 207 Duarte Level. Historia patria. Ibidem 208 Duarte Level. Historia patria, 105. Dice que así se lo comunicaba al rey en carta del 20 de octubre de 1658; y cita agi. Santo Domingo, 54-4-14 (leg. 192 en la signatura actual).
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fuesen verdaderos estos rumores, que en esta parte estaba su Señoría muy enterado de la virtud y santidad del P. Dionisio, sino del medio que tomaría para atajarlos pues, aunque falsos, por públicos pedían que su Señoría por el puesto que ocupaba diese a entender averiguaba la verdad”209. En realidad, don Dionisio Pérez Manrique de Lara gobernó del 24 de abril de 1654 al 29 de junio de 1659 y del 16 de enero de 1660 al 2 de febrero de 1662210, y en esos lapsos tuvo que enviar a don José Cigarras, acompañado de un hermano coadjutor211. Esto nos hace pensar que la presencia del enviado del presidente en tierras guayanesas debió de ser anterior a la gestión de Viedma (1658-1664). En todo caso, el comisionado “halló ser todo calumnia y habiendo puesto el medio que le pareció conveniente para estorbar en adelante tales rumores y ser causa de ellos dió la vuelta a este Reyno dejando al Padre en pacífica posesión de sus gloriosos trabajos y publicando en todo él lo que había visto de la santidad y empleos del Padre...”212. Si examinamos con detención la documentación hispana sobre el P. Mesland, llegamos a la conclusión de que existen tres tiempos distintos. El primero se inicia con el gobernador Pedro de Viedma, ya en el propio umbral de su mandato. En 1658 informaba a la Corte sobre el jesuita francés: “... en la ciudad de Santo Thomé está un religioso francés de la Com209 arsi. n. r. et q., 14 fol. 254. 210 Sergio Elías Ortiz. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de Capa y Espada (1654-1719). Bogotá (1966) 367. 211 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 351-352. 212 arsi. n. r. et q., 14, fol. 254-254v. Casi idéntico parecer manifiesta Mercado (Mercado. Historia, II, 351): “Llegados a la Guayana el uno y el otro supieron que el gobernador, las justicias y los españoles no sólo no sentían del padre tal traición sino que le veneraban por el tenor santo de su vida. Vieron que todos los empleos de ella tiraban al servicio de entrambas Majestades porque trataba solamente de que los indios se salvasen sujetándose a la corona de Cristo y no a la de Francia. [...] No acababan de maravillarse que un hombre de tanta caridad y prendas tan lucidas de letras se hubiese reducido a estarse enseñando a indios bárbaros. Admirábanse de que pudiendo estarse en su tierra o en un colegio de la Compañía con comodidades se estuviendo tolerando faltas de lo necesario sustentándose con el maiz y con la yuca y alguna vez por gran regalo con alguna poca de carne desabrida de la que cazaban los indios”.
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pañía de Jesús en la conversión de los indios, al que el Gobernador Don Martín de Mendoza, su antecesor, habiendo entendido que tenía fundación con sus compañeros y otra fundación en el río Guarapiche, que cae en la costa de tierra firme entre la Guayana y Cumaná, le había llamado y llegó con otros cuatro franceses, lo que causó cuidado a los vecinos”213. Ciertamente, no debieron de ser buenas las relaciones del nuevo gobernador con Mesland, pues el misionero, obstinado, llegó hasta solicitar permiso para pasar a las colonias inglesas u holandesas, pero el mandatario se lo prohibió214. En verdad el nuevo mandatario había recibido orden de la Corona para expulsar y desterrar del territorio de su gobernación a quien por “gran causa” así lo ameritara215. Hay que tener presente que los juicios sobre el gobierno de Viedma no pueden ser más peyorativos, pues un historiador guayanés no duda en sintetizar su gestión como “el gran salto atrás”216. Varias causas originaron este juicio de valor. En primer lugar fijó su residencia en la Isla de Trinidad y no en la capital de la gobernación. Esta decisión motivó la anarquía de los pobladores de Santo Tomé y en pocos meses una gran hostilidad hacia su persona que culminó con una gran revuelta el año 1660, la cual sumió en mayor anarquía a la ciudad217. Un segundo problema lo generó la ignorancia que tenía sobre la demarcación a él encomendada y la “obsolescencia” de su política. Los abusos cometidos contra los caribes de la región originaron el primer levantamiento indígena antiespañol por parte de los autóctonos, que habían sido los mejores
213 Citado por Duarte Level. Historia patria, 137. No aduce la fuente. 214 Duarte Level. Historia patria, 137. Sergio Elías Ortiz no cita en su obra la gestión de don Pedro Viedma. 215 Omar Alberto Pérez. “Viedma y Carvajal, Juan de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, IV (1997) 262. 216 Miguel Ángel Perera. La provincia fantasma. Guayana siglo xvii. Ecología cultural y antropología histórica de una rapiña, 1598-1704. Caracas, Universidad Central de Venezuela (2003)166. 217 Manuel Alfredo Rodríguez. La ciudad de Guayana del Rey. Caracas, Edic. Centauro (1990) 61.
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aliados de los hispanos, a fines de 1661. De esta forma, se instauró una nueva etapa con respecto a los españoles, con sus desastrosas consecuencias218. Un segundo tiempo se abre durante la presidencia de don Diego de Egües. El 10 de mayo de 1662 ordenaba el Consejo de Indias al presidente del Nuevo Reino que “remita a estos reinos con la seguridad que conviene” al misionero francés con las bulas y documentos que portare219. El propio don Diego de Egües mandaba al gobernador de Trinidad el 19 de abril de 1663, en respuesta a una Real Cédula de 25 de octubre de 1662, remitir a Santafé al P. Dionisio Merchán (sic) de la Compañía de Jesús y su compañero con las bulas y papeles que tuviere220. Creemos que esta decisión se conecta con el problema planteado por el gobernador de Guayana, como era el haber pasado, supuestamente, a territorio indiano con permiso de Roma. A este aspecto se refiere en 1662 el rey: También me ha hecho reparo lo que se haya pasado sin mayor reconocimiento lo que se dice del pasaje a aquella parte de Dionisio Mislán [sic] con privilegio, según dice, concedido por S. S. y Universal Inquisición de Roma siendo esto una de las cosas que más se ha procurado excusar se introduzca, ni dar lugar a que ningún religioso se haya introducido con semejantes patentes en la enseñanza y doctrina de los indios.221
Concluimos este punto con un texto del P. Mercado: “Este celo y legalidad con nuestro rey católico lo mostró diversas veces en sus cartas dando avisos a los superiores de Santa Fe para que los diesen a los presidentes que gobernaban el Nuevo Reino de Granada. De esta materia hay en el archivo
218 Miguel Ángel Perera. La provincia fantasma. Guayana siglo xvii. 168-170. 219 Duarte Level. Historia patria, 138. El autor aduce como fuente: agi. Indiferente General, 1876. 220 anb. Conventos, t. 15, fols. 670-673. 221 Duarte Level. Historia patria, 137. Cita como fuente el autor: agi. Consultas originales, 1654-1663. 1475-25. [= Indiferente General, 1876].
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de Santa Fe una carta escrita en el año de 1665 al Padre Gaspar Vivas, rector del colegio de Santa Fe”222. De esta suerte, Mesland había residido en esta difícil área de tierras venezolanas desde diciembre de 1653223 hasta finales de 1663 o comienzos de 1664224.
Estancias en Bogotá: 1664, 1665, 1668 Como es evidente, la realidad histórica siempre camina delante y más acelerada que la burocracia estatal, y aquí se superponen varios acontecimientos que conviene clarificar con puntualidad. Su segundo viaje a la capital santafereña obedece indiscutiblemente a la orden oficiada el 10 de mayo de 1662 por el Consejo de Indias al presidente del Nuevo Reino y cuyo cumplimiento es lógico que se demorara todo un año. La causa que motiva la decisión sigue siendo la presunta vinculación del jesuita galo a los intereses de Francia en Guayana. Mercado recoge la entrevista del jesuita francés con el nuevo presidente don Diego de Egües y Beaumont, quien gobernaría el Nuevo Reino de 1662 a 1664225. Según el historiador riobambeño, fue el comienzo de una
222 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 348. 223 El 18 de diciembre de 1653 declaraba sobre las poblaciones inglesas del Barlovento (agi. Santo Domingo, 178-A). 224 Desconocemos la fecha exacta de regreso a Santafé. El hecho lo confirman sus dos biógrafos: el P. Santiago (arsi. n. r. et q., 14, fols. 254v-255): “Gastó el P. Dionisio en la Guayana de esta segunda vez diez años, los cuales cumplidos, dió vuelta a este colegio de Santafé”; Mercado (Historia, II, 352): “... y llegó a Santa Fe en el año de sesenta y cuatro a tiempo que el nuevo Presidente estaba promoviendo la misión de los Llanos”. El presidente don Diego Egues de Beaumont ejerció su mandato del 2 de febrero de 1662 hasta el 25 de diciembre de 1664 (Sergio Elías Ortiz. Ob. cit., 367). La entrada a las misiones la pone Rivero (Rivero. Historia de las Misiones, 154) en 1664. Confirma la aserción el P. Mercado (Historia, II, 353): “Con este beneplácito [de don Diego de Egues] salió de Santa Fe el padre Dionisio con algunos otros operarios de la Compañía y entró en el mismo año de sesenta y cuatro en el pueblo de Pauto...”. 225 Véase: Sergio Elías Ortiz. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de capa y espada.
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estrecha amistad y le gustaba “oír las industrias y dictámenes que el padre tenía para promover la cristiandad entre los indios de los Llanos”226. El propio presidente pidió a los superiores de la Compañía de Jesús que enviaran a la misión de los llanos a Mesland y así se llevó a cabo en 1664227. ¿Cuánto tiempo residió en la capital del Nuevo Reino Mesland en esta oportunidad? Ciertamente, fueron varios meses dentro del año 1664 los que transcurrieron entre la llegada de Guayana y la partida a Casanare. Así aparece como examinador en la Facultad de Teología el 20 de julio de 1664228. Pero no juzgamos del todo exacta la afirmación del P. Pacheco cuando anota que “debió por entonces de ocupar el P. Mesland una cátedra de Teología, pues su nombre aparece entre los maestros de la Universidad Javeriana”229. Si bien es cierto que el jesuita francés aparece como jurado en defensas de grado230, ello no implica necesariamente que fuera profesor de Teología. Sin embargo, pensamos que las dos presencias en la Academia de San Francisco Javier del jesuita francés en el bienio 1664-1665 plantean una revisión del posible influjo del jesuita cartesiano con la mejor élite de los maestros javerianos que integran la edad de oro de la mencionada Academia. Si seguimos las anotaciones oficiales del Libro de la Universidad y Academia, antes citado, además de los PP. Jerónimo de Escobar y Francisco de Lea, con quienes convivió durante su primera estancia, se reseñan el 20 de julio de 1664231 los PP. Martín de Eusa (1631?-1693), Antonio Maldonado (1631?-1687) y Agustín Rodríguez (1639-1674), y en la sesión del 22 de mayo de 1665, a los ya citados hay que añadir el P. Juan Bautista Rico (1616?-1691)232. 226 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 352. 227 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 353. 228 asb. Libro de la Universidad, fol. 335r. 229 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 282. 230 Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad, fols. 338, 339. 231 Archivo de San Bartolomé. Libro de la Universidad, fol. 335v. 232 Para no multiplicar las notas referimos al lector a los precisos índices de: José Del Rey Fajardo (Edit.). Libro de Grados de la Universidad y Academia. Actas de la Universidad Javeriana colonial. Bogotá, Editorial Javeriana-Archivo Histórico Javeriano, 2013, 2 vols.
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Entre los estudiantes jóvenes que cursaban filosofía o teología en esa época podemos señalar, entre otros, a los PP. Pedro Calderón (1638?-1708)233, Juan Martínez de Ripalda (1642?-1707)234 y Juan de Tobar (1644?-1711)235. Las nuevas dificultades sufridas por Mesland a raíz de su nacionalidad francesa, las hemos tratado al por menor en la biografía del P. Antonio de Monteverde. En todo caso, los agentes de la seguridad de la Corona española siguieron, de modo confuso, la ruta de Mesland según lo confirma una real cédula de 7 de agosto de 1665 dirigida al presidente del Nuevo Reino de Granada236. Para las autoridades españolas el asunto se tornaba más complejo, porque a partir de esta fecha entraba en acción un nuevo jesuita francés: el P. Pedro Pelleprat. En verdad los tres habían intervenido en la misión del Guarapiche, pero al fracasar la empresa misionera les obligó a seguir derroteros distintos. Según nuestros cómputos, esta estancia debió de ser breve y en ella insertamos la nueva actuación del P. Mesland en los jurados examinadores en los grados de Teología en la Universidad Javeriana el 22 de mayo de 1665237. En relación con este delicado punto hay que dejar sentado la total lealtad del jesuita francés a su misión evangélica y a su compromiso con la Corona española. No quisiéramos reiterar textos y pruebas, ya que los hechos así lo evidencian. Su sola defensa en 1654 en Bogotá y su casi inmediato regreso a la Guayana, a pesar de las prohibiciones gubernamentales y jesuíticas, son el mejor testimonio ante lo que sus contemporáneos calificaron de “calumnia”. No es muy rico este período guayanés en documentación oficial, sin embargo no hemos encontrado un solo documento probatorio que compro233 José Del Rey Fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, Ceja (2002) 56-60. 234 José Del Rey Fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, Ceja (2002) 188-198. 235 José Del Rey Fajardo. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá, Ceja (2002) 323-325. 236 agi. Santafé, t. 8, fol. 247. 237 asb. Libro de la Universidad, fol. 339v.
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meta a Mesland como interesado en la expansión colonial francesa dentro de las demarcaciones hispanas y sí nos consta de su celo y lealtad para con la nación que espontáneamente le llamó a colaborar en la conversión de los indígenas238. Por el contrario, creemos que fue honesto Mesland, dentro de su concepción francesa del dominio de las Indias, en expresar con toda claridad a las autoridades hispanas cuál era su plan evangelizador: Las condiciones que demando son: la dependencia de mis superiores franceses como la tienen los Padres de Francia /ilegible/ y Borgoña, la comunicación con ellos por medio de barcos que puedan ir venir y transportar de allí a las islas lo que nos fuere necesario y de las islas una buena limosna a los comienzos. El Presidente y Gobernador del Nuevo Reino de Granada se ha encargado de conseguir esto del Rey para que nuestros Padres franceses que vayan allí sea la mayor parte borgoñones y otros vasallos del Rey de España. Bajo la tutela de los superiores franceses tendremos aquí libertad para algunas cosas más. En espera de que esto se efectúe y que el permiso venga en la debida forma, de lo cual dudo un poco, estaré allí con los indígenas gentiles para instruirlos y fundaré siempre una parroquia de aquellas que en el peor de los casos otros mantendrán.239
Se debe tener en cuenta el ardor del P. Mesland en defender su posición, ya que significaba la realización de la utopía jesuítica francesa que deseaba espacios en las islas y en el continente para ensayar el compromiso con los indígenas de la Compañía de Jesús gala. 238 agi. Santo Domingo, 178-A. “Memoria de las poblaciones que los ingleses ocupan en las islas de Barlovento: el año de 653 / dada en una declaración por Dionisio Meslan el 18 de diciembre de 1653, de la Compañía de Jesús, francés que había pasado al río y Provincia de Guarapiche...”. agi. Indiferente General, 777. Real Orden de 6 de octubre de 1656 y Parecer de la Junta de Guerra sobre tres cartas remitidas por el Inquisidor General procedentes de Guayana. Entre ellas se encuentra una del P. Mesland. Pablo Ojer y Hermann González. La fundación de Maturín (1722) y la cartografía del Guarapiche. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, s/a [1957] 26: “Así tenemos noticias de que dos cartas suyas -fechadas en febrero y marzo de 1655- se perdieron cuando el portador de ellas, don Juan de Jaraquemada, que iba a la corte como procurador de la ciudad de Santo Tomé de la Guayana, fue apresado por los ingleses a la altura del Cabo Espartel”. 239 arsi. n. r. et q., 14, fol. 169. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santafé, [octubre] 1654.
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Un tercer viaje ocurre el 14 de septiembre de 1668 cuando según el Instituto de la Compañía representó a las Misiones de Casanare en la Congregación Provincial240. Asimismo, opinamos que esta no debió de ser prolongada, sino corta.
Misionero en los Llanos de Casanare (1664-1672) La llegada a los llanos de Casanare debió de efectuarse ya avanzado el año 1664241 y su primer destino fue Pauto242, población que se convertiría en su residencia habitual durante los primeros tiempos de su estancia llanera243. Su dedicación al estudio de la lengua caquetía de Pauto244 y a la de los guagivos y chiricoas245 define su actividad con esas etnias de 1664 a 1668. La inserción de Mesland en Casanare se lleva a cabo bajo el superiorato de su colega francés el P. Antonio Monteverde. La estrategia del P. Antonio Monteverde, nombrado superior en 1664246, tenía un objetivo terminal: la isla de Trinidad247, y como programas necesarios la penetración del Airico por medio de los guagivos y chiricoas y asentarse en el Orinoco como arteria vital para el desarrollo misionero. Por
240 arsi. Congregationes Provinciales, t. 77, fol. 267. Sobre lo tratado en esta Congregación Provincial, véase: Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 83-84. 241 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 154. Aunque Rivero no señala ni el mes ni el día, deducimos que tuvo que realizarse el viaje a fines de 1664, por el testimonio del P. Santiago, quien afirma: “Estuvo el P. Dionisio en este colegio de Santa Fe algunos meses [...] no paró hasta conseguir la misión de los Llanos para donde partió el año de 64 en que estuvo hasta el de 72” (arsi. n. r. et q., 14, fol. 255-255v). 242 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 353. 243 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155. 244 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155. 245 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 287. 246 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213. (Catálogo de 1664). También Rivero (Historia de las Misiones, 153) confirma la afirmación del Superiorato de Monteverde. 247 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 176.
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ello, los refuerzos llegados en 1664 le permitieron poner en marcha la expansión hasta el Orinoco, donde moriría el 10 de diciembre de 1669248. En 1664 había fundado dos reducciones: San Ignacio con los guagivos en Curama, al mando del cacique Maguate y unas treinta personas; y después otra con chiricoas en Ariporo, cerca del río Pauto249. Desde Pauto comenzó a atenderlas Mesland. Entre 1664 y 1665 le ayudó el P. Antonio Castán “algunos meses” en San Ignacio de Guagivos, pero tuvo que trasladarse en 1665 a San Salvador del Puerto para reemplazar al P. Alonso de Neira que había iniciado su segunda onda expansiva con los achaguas de Onocutare250. También el P. Agustín Rodríguez colaboró algún tiempo en Ariporo251, calculamos que hacia 1665. Rápidamente el jesuita amigo de Descartes debió pasar a residir a la nueva fundación de los guagivos252, así lo confirma la documentación oficial de que disponemos a partir de 1667253.
248 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 366. 249 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 154-155. 250 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 213. 251 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155. 252 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 353: “... y entró en el mismo año de sesenta y cuatro en el pueblo de Pauto donde hizo alto y desde donde estuvo considerando atentamente a qué parte de aquella gentilidad enderezaría sus pasos. [...]. Llegó al puesto que le pareció conveniente para la fundación del pueblo. Fue atrayendo a los guahibas con buenas razones y mucho más en dádivas de hachas y machetes que para la labor del campo estiman en mucho. Fundó al fin el pueblo y en él trabajaba a todas horas para que los indios después de muertos se partiesen a ser ciudadanos del cielo”. En realidad el pueblo había sido fundado por Monteverde (Rivero. Historia de las Misiones, 154), pero el texto demuestra que su residencia habitual fue San Ignacio de Guagivos. 253 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v (Catálogo Breve, 1667). Creemos que existe un pequeño error en el Catálogo cuando dice del P. Mesland: “San Ignacio de Pauto” por San Ignacio de Guagivos. En efecto, el P. Agustín Rodríguez aparece como párroco de Pauto y si Mesland hubiera estado con él, el Catálogo lo hubiera recogido como “socius”; además el título de Pauto no era San Ignacio, sino simplemente Pauto.
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Allí permanecía en 1668254. Como lo demostraría la historia posterior, no eran fáciles de misionar estas naciones beduinas. Ocasión hubo en que amaneció solo el misionero en la reducción porque los guagivos la habían abandonado. Con paciencia debía ir tras ellos y reintegrarlos para iniciar después el mismo ciclo. A principios de 1668 se quedó solo en la reducción con el cacique Maguata y su familia, pero como tenía que viajar a Bogotá para asistir a la Congregación Provincial fue sustituido por el P. Agustín Rodríguez255. El 14 de septiembre de 1668 se había trasladado a Santafé para asistir a la Congregación Provincial256. No hemos podido precisar el destino misional que le adjudicaron a su regreso. En 1671 laboraba en Tame como compañero del P. Ortega257. Creemos que debió de ser posterior a esta información su traslado a Patute con los tunebos, donde “trabajó mucho y padeció no poco”258. Según Mercado de Patute, salió para Santafé en 1672259 y su biógrafo el P. Santiago añadirá que “cargado de achaques”260. En la capital del Nuevo Reino transcurrieron los últimos meses de su vida con “una terrible tos que casi le quitaba la respiración”261, a lo que se añadió “un vehemente achaque de gota en los pies que le causaba agudísimos
254 arsi. n. r. et q., 5, fol. 15 (Catálogo Breve, 1668). Este documento está fechado en 30 de septiembre de 1668 (Ibidem, fol. 12). 255 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 287-288; Rivero. Historia de las Misiones, 155-156. 256 arsi. Congregationes Provinciales, t. 77, fol. 267. 257 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23 (Catálogo Breve, 1671). Está datado el 20 de enero (fol. 20). 258 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 354. 259 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 354. 260 arsi. n. r. et q., 14, fol. 255v. 261 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 354.
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dolores y notable impedimento y trabajo en el andar”262. Falleció el día 7 de diciembre de 1672263. Aunque había obtenido permiso del P. General de los Jesuitas para regresar a su Provincia de Francia, las autoridades de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino juzgaron oportuno solicitar el correspondiente permiso de la Corte, licencia que le otorgaría la reina el 23 de octubre de 1673264, después del viacrucis de incomprensiones y calumnias que tuvo que sufrir en tierras neogranadinas. Su aporte a la bibliografía neogranadina es el siguiente: 1. Comentario a las ‘Meditaciones’ de Descartes265. 2. Epistolario con René Descartes266. A. Apuntes para la lengua gálibi267. B. Carta del P. Dionisio Mesland al P. General de la Compañía de Jesús. Ex fluvio Guarabisicano, 24 diciembre de 1652268. 262 arsi. n. r. et q., 14, fol. 256. 263 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 354; arsi. n. r. et q., 14, fol. 251. 264 agi. Santafé, 530. Real Cédula al Presidente de la Audiencia de Sta. Fe comunicándole la expedida en 7 de agosto de 1665 a la Audiencia de Santa Fe, sobre los Padres Dionisio Morlan [Mesland] y Antonio Boislevert para que la ponga en execucion como si fuera dirigida a él. Madrid, octubre 25 de 1673. La Reina Gobernadora responde a una carta que el P. Mesland le había dirigido desde Bogotá el 8 de junio de 1672. 265 Un fragmento se conserva en el artículo de Karl Six (“P. Denis Mesland, ein junger Freund Descartes’ aus dem Jesuitenorden”. En: Zeitschrift für Katolische Theologie. Innsbruck, 39 (1915) 10-12. Jean Clauberg [ Johannes Claubergius]. Initiatio philosophi sive dubitatio cartesiana. Leyde, Wyngaerden, 1655. Texto completo bilingüe en: José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja (2002) 171-178. 266 Descartes. Oeuvres. Publiés par Charles Adam et Paul Tanneru. París (1897-1910) IV, 111; 121; 162; 585-586; 345. Texto completo bilingüe en: José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja (2002) 105-169. 267 Pierre Pelleprat. Relato, 48: “El estudio de esta lengua [el Gálibi] fue su principal ocupación durante varios meses. El Padre trataba de reducirla a preceptos a base de continuas reflexiones...”. Y un poco más adelante dice que empleaba diez horas diarias en esta tarea. 268 arsi. Gallia, 106-III.
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C. Memoria de las poblaciones que los ingleses ocupan en las islas de Barlovento, 18 de diciembre de 1653269. D. Informe presentado a la Real Audiencia del Nuevo Reino sobre el modo de proceder en las misiones de la Guayana: 1654270. E. Carta del P. Dionisio Mesland al P. General de la Compañía de Jesús. Santafé, 10 de septiembre de 1654271. F. Informe que los Padres de la Compañía de Jesús hacen a su Magestad sobre el estado de la Guayana. 1º de Septiembre, 1654272. G. Carta del P. Dionisio Mesland al P. Asistente de Francia. Santafé, 23 de septiembre de 1654273. H. Carta del P. Dionisio Mesland al Rey: 1655274. I. Dos cartas del P. Dionisio Mesland al Rey. Febrero y marzo de 1655275. J. Arte y Vocabulario de la lengua de los indios de la Guayana, con algunas pláticas y canciones piadosas en ella276.
269 agi. Santo Domingo, 178-A. 270 aiul. Papeletas: Mesland, Dionisio. 271 arsi. Gallia, 103. 272 apqu. Leg. 4. 273 arsi. Gallia, 106-III. 274 agi. Indiferente General, 177. El Rey al Conde de Peñaranda y al Consejo de Indias, 6 de octubre de 1656, enviando cartas de Cristóbal de Lara, el Cabildo secular de Santo Tomé y el jesuita francés Dionisio Mesland. (El subrayado es nuestro). 275 Pablo Ojer y Hermann González. La fundación de Maturín y la cartografía del Guarapiche. Caracas (1957) 26: “Así tenemos noticias de que dos cartas suyas se perdieron cuando el portador de ellas, don Juan de Jaraquemada, que iba a la Corte como Procurador de la ciudad de Santo Tomé de Guayana, fue apresado por los ingleses a la altura del Cabo Espartel”. 276 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 346-347: “Llegó a la Guayana [...] tratando luego de aprender, no sólo la lengua española sino también la índica, lo cual consiguió su habilidad que era muy grande”.
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K. Respuesta a varios cargos que le hicieron acerca de su modo de proceder en la Guayana: presentada al Presidente de la Real Audiencia y Capitán General del Nuevo Reino: 1664277. L. Apuntaciones para formar Arte y Vocabulario de la lengua caquetá [caquetía]278. M. Arte y Vocabulario de la lengua guahiva y chiricoa279.
277 aiul. Papeletas: Mesland, Dionisio. 278 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 155: “... estaba el Padre Dionisio lidiando con la lengua caquetá de su Pueblo de Pauto”. Véase: aiul. Papeletas: Mesland, Dionisio. Apuntamientos para formar el Arte y Vocabulario de la lengua caquetá. 279 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 287: “... y se entregó al estudio de la lengua y en ella hizo arte y vocabulario y supo este idioma tan bien como otras muchas lenguas que le obligó su celoso fervor para procurar la salvación de muchas y diferentes naciones”.
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6. Antonio Castán (1633-1670)1
Acompañante en la agonía y compañero en la muerte, el P. Antonio Castán fallecía el 1º de enero de 1670 tras atender al P. Antonio de Monteverde en las soledades del Sinaruco2. Buen conocedor de la lengua achagua3, iría a dedicar lo mejor de su vida sacerdotal a esta nación, pero con intervalos impuestos por la buena acción misional. Tres problemas fundamentales debe enfrentar la crítica: el inicio de su vida misionera, el aporte escrito a la crónica y los interrogantes sobre su muerte.
Precisiones biográficas Ha sido el P. Juan Manuel Pacheco quien nos ha obligado a revisar la cronología misional del P. Antonio Castán, ya que el historiador colombiano
1 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1957) II, 378-382; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los Jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas (1995) 142-143. 2
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 381.
3 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 379: “Para este fin aprendió con grandes afanes y desvelos la lengua extraña de los ajaguas...”.
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• libro 11 [antonio castán]
ubica la incorporación a las reducciones casanareñas “hacia 1662”4. La razón de tal afirmación la suministra el catálogo trienal de 1668, el cual asevera que Castán llevaba para tal fecha seis años de misionero5. Sin embargo, conviene formular dos observaciones: una sobre el catálogo en sí y otra sobre el contenido que dedica a los misioneros de los llanos en su capítulo relativo a “Ministeria”. El catálogo de 16686 es el primero de los trienales del Nuevo Reino que rompe su tradicional diseño de estructura alfabética (que ordenaba a todos los jesuitas de la Provincia según el nombre de pila), para adoptar otro método más funcional como es el geográfico, en el que se adscribe a cada casa, colegio o residencia el elenco completo de sus moradores. Este cambio de método —a nuestro parecer— produjo algunas inexactitudes provenientes más de la falta de experiencia que de otras causas. Así pues, en el catálogo de 16687 se asignan los siguientes años de estancia en las misiones: ocho años a los PP. Antonio Monteverde, Alonso de Neira, Ignacio Cano y Juan Fernández Pedroche; seis años a los PP. Cristóbal Jaimes, Agustín Rodríguez y Antonio Castán; y cinco años a los PP. Julián de Vergara y Pedro Ortega. Mas al contrastar las propias fuentes observamos que, según el catálogo de 1664, solo dos de los cinco últimos citados estaban radicados en las misiones llaneras a la hora de la redacción del documento citado, nos referimos a los PP. Cristóbal Jaimes8 y Antonio Castán9; los tres restantes aparecen de la siguiente forma: P. Agustín Rodríguez “enseña gramática”10 y para los PP. Julián de Vergara y Pedro Ortega en 4
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, II (1962) 362.
5 arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v. (Catálogo, 1668). 6 arsi. n. r. et q., 3, fols. 238-254v. 7 arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v. 8 arsi. n. r. et q., 3, fol. 214v. 9 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213. 10 arsi. n. r. et q., 3, fol. 213v. Por nuestra parte pensamos que se encontraba en Santafé, pues su primer biógrafo dice: “Allí [Honda] estuvo algunos meses y no ocioso, pues soltando la represa de su celo se ocupó
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el capítulo relativo a ministerios sólo encontramos escrito “nulla”, es decir, ninguno, fórmula que interpretamos como si en dicho año 1664 estuvieran realizando su año de tercera probación11. Si recurrimos a la información ofrecida por Rivero, se aprecia que el año 1664 se incorporaban los PP. Cristóbal Jaimes, Antonio Castán y Dionisio Mesland12 y, en el contexto de historia guayanesa, anotará que el P. Julián de Vergara se embarcaba en el Puerto de Casanare en julio o agosto de 1664, acompañando al P. Ellauri para sustituir en Santo Tomé al P. Mesland13. De los PP. Agustín Rodríguez y Pedro Ortega ya hemos hablado en el acápite anterior.
Análisis de la bibliografía Con respecto a la obra escrita del P. Antonio Castán, Uriarte Lecina le adjudican los siguientes escritos: A. Relación del gran fruto que se recoge en este pueblo de San Joaquín de Atanarí, y de los muchos indios vecinos que piden se les predique el evangelio: 1667. B. Relación e informe que envía al P. Provincial de las entradas que han hecho los Goagibos y Chiricoas en esta nación de los Achaguas por febrero y meses adelante de 1668, y del gran peligro que corren sus misioneros. C. Traslación de los indios Achaguas de Atanarí al pueblo de San Salvador del Puerto de la misma nación a mediados de 1668, y relación de su viaje. D. Noticia de la santa muerte del apostólico misionero P. Antonio Monteverde14.
una cuaresma que allí estuvo en confesar y predicar a pesar de sus achaques [...]. Dejando Honda se vino al Colegio de Santa Fe y en él pidió a los Superiores que le enviasen a las misiones de los Llanos”. 11 arsi. n. r. et q., 3: Para el P. Vergara, fol. 220; y para el P. Ortega, fol. 223. 12 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 154. 13 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 177. 14 aiul. Papeletas: Castán, Antonio.
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Estas afirmaciones bibliográficas de Uriarte y Lecina —a nuestro modo de ver— se fundamentan exclusivamente en la lectura del texto de la Historia de las misiones del P. Juan Rivero; por ello, antes de establecer la crítica interna de los documentos, juzgamos necesario precisar algunas fechas de la biografía de Castán a fin de que podamos establecer un contexto histórico acorde con las cronologías de los documentos. Llegado en 1664 a las misiones, Castán trabajó algunos meses en San Ignacio de los Guagivos15. En 1665 fue destinado a San Salvador de Casanare, para que su misionero el P. Alonso de Neira pudiera viajar por segunda vez a Onocutare16. Dos años permaneció Castán en San Salvador del Puerto cuidando a los achaguas17. Mas para el 30 de junio de 1667 se había trasladado a Onocutare como compañero del P. Neira en esta difícil reducción18. Por esas fechas retornó Neira a San Salvador y fue suplido por el P. Juan Ortiz Payán19. A principios de enero de 1668 se desencadenó el conflicto entre los achaguas de Atanarí y sus opresores, los guahivos y chiricoas, al matar los primeros al hijo del capitán Bacacore20.
15 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 155: “... y siguió después en el empleo el P. Antonio Castán, quien habiendo estado con los Guagivos algunos meses y mostrado especialísimo talento para trabajar con esta gente, hubo de pasar al pueblo de Casanare” (el subrayado es nuestro). Véase también; Rivero, p. 213. 16 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 213. El viaje del P. Neira debió de realizarse a fines de 1665, si se quiere dar una explicación lógica al siguiente texto: “Con el trato de los Achaguas, la enseñanza del Padre Neira, y principalmente con su aplicación y celo, había aprovechado tanto el P. Castán en el lenguaje de los indios que pudo quedarse en el Puerto para doctrinarlos”. 17 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 379: “Para este fin aprendió con grandes afanes y desvelos la lengua extraña de los ajaguas, y se ocupó dos años en doctrinarlos con grande celo a costa de muchos trabajos” (el subrayado es nuestro). El P. Rivero también precisa que sucedió a Neira “después de haber asistido en Atanarí dos años” (J. Rivero. Historia de las Misiones…, 220). 18 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v (Catálogo Breve de 1667). 19 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Dice este Catálogo acerca del P. Ortiz Payán: “De novo ingressus”. 20
Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 222.
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Seguimos el cronograma de los acontecimientos gracias al texto riverano: el 1º de febrero entraron en Atanarí unos soldados españoles que procedían de Guayana y fortalecieron la reducción21; el 11 de febrero atacó Bacacore y se dio la gran batalla22; con todo, las invasiones se mantuvieron hasta el 11 de abril23 y el 13 del mismo mes iniciaron el viaje a Casanare24, el cual duró 55 días25. Así pues, debían hacer su entrada en San Salvador a fines de junio, y en consecuencia había permanecido Castán en Atanarí aproximadamente un año. Pero nuestra conclusión parece no ajustarse a una aseveración de Rivero; al finalizar el relato de Onocutare concluye el último capítulo de la siguiente forma: [...] causaba gran ternura [...] ver tan macilentos y consumidos de trabajos a los Padres Antonio Castán y Juan Ortiz, que dos años hacía, con poca diferencia, habían entrado con salud y alegría a los desiertos de Atanarí.26
En primer lugar, el propio Rivero contradice su última afirmación, pues al iniciar el relato de Onocutare expresamente hace notar que allí estuvo el P. Neira dos años y que “sucedieron en su lugar y apostolado de San Joaquín, dos fervorosos misioneros que fueron los PP. Antonio Castán y Juan Ortiz Payán”27. En segundo lugar, de acuerdo con las informaciones del Catálogo Breve de 166728, el P. Ortiz Payán solo pudo permanecer un año 21 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 226. 22 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 228. 23 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 231. 24
Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 235.
25 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 237, 238, 240. 26
Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 242 (el subrayado es nuestro).
27
Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 220.
28 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Al afirmar que está integrado de nuevo en las misiones y no asignarle lugar, quiere decir que su destino se produjo en esa fecha.
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como máximo en las misiones en esa su segunda estancia29. Y con respecto al P. Castán, si recurrimos a la secuencia que establece su primer biógrafo en la nota cronológica, detectamos los siguientes pasos: al inicio de su vida misional estuvo dos años con los achaguas30; a ellos siguió una suplencia en otra doctrina, al parecer no larga, “por lo cual después de suplida la falta para que lo había sacado de su doctrina lo volvió a enviar a ella dando grande consuelo y gusto a los ajaguas”31; después relata un “viaje de caridad” a Atanarí32 y por último su destino a la nueva misión del Meta33. Aclaradas las dudas antes planteadas, nos resta examinar la paternidad literaria del P. Antonio Castán con relación a los manuscritos que le atribuyen los dos bibliógrafos españoles. El manuscrito (A) no puede ser atribuido a Castán, por cuanto él llegó en ese año de 1667 a San Joaquín de Atanarí a sustituir al fundador y primer misionero de esa población que era el P. Alonso de Neira; y la relación comienza con la llegada de Castán y Ortiz Payán. Los manuscritos (B) y (C) responden ciertamente a la acción de los dos misioneros en el pueblo de San Joaquín y a su viaje hasta San Salvador del Puerto. El texto riverano recoge todo el relato de Atanarí en el espacio comprendido entre el capítulo IV y el capítulo VIII del Libro III de su Historia34. Mas, ¿es posible detectar las fuentes documentales que sirvieron de inspiración al misionero-historiador para redactar los cinco capítulos antes mencionados? 29 arsi. n. r. et q., 5, fol. 15 (Catálogo Breve de 1668 elaborado el día 30 de septiembre de dicho año). En él aparece ya el P. Ortiz Payán en Santafé de Bogotá como operario. Así pues, si el 30 de junio de 1667 estaba recién ingresado a las misiones y el 30 de septiembre del año entrante había viajado a Bogotá y estaba instalado allí, se deduce que su estancia en los Llanos fue aproximadamente de un año largo. 30
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 379.
31 Ibidem. 32 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 379-380. 33 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 381. 34 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 220-242.
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El texto hace relación a cartas de los dos misioneros35 y a dos relaciones: una al provincial P. Hernando Cavero y otra al Superior de las Misiones36. Pero estos documentos no pueden cubrir la totalidad de la narración, ya que las cartas responden al “primer rompimiento”, es decir, enero de 1668 y las relaciones no podían ir más allá de lo sucedido hasta el 16 de marzo37. Así pues, hay que pensar en una redacción posterior, unitaria y complexiva de toda la historia de Atanarí entre enero de 1668 y junio del mismo año. Por otra parte, existen alusiones que parecieran remitir a un documento final muy posterior, a juzgar, por ejemplo, por la referencia al P. Ortiz Payán, quien años después guardaba todavía la macana del capitán Bacacore38. Por otro lado, la crónica conserva la frescura de una narración que responde a un hecho inmediato y vívido: [...] considérese caminando por desiertos nunca pisados por el hombre, a pie, cincuenta y cinco días que duró el viaje, a la inclemencia de los tiempos, cargando los atillos, en el rigor del invierno, con aguaceros continuos, esguazando a cada paso profundas ciénagas de media legua de largo, y hubo ocasión
35 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 223-224: “... así lo significaron los Padres en sus cartas, cuando milagrosamente pudieron escribirlas”. 36 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 233: “... diesen cuenta de sus trabajos y peligros al Padre Hernando Cavero, Provincial entonces, haciendo relación de todo [...]. Escribieron también al Superior de las misiones, con los mismos avisos, pidiéndole alguna pólvora y balas con algunos sacos de armas para defensa contra los enemigos...” (el subrayado es nuestro). 37 Si el día 11 de febrero fue “víspera de carnestolendas” (Rivero. Historia de las Misiones…, 228) quiere decir que el domingo de Pascua fue el día 16 de marzo. Así pues, si “pasada la Pascua de Resurrección de aquel año, se determinaron los soldados guayaneses a separarse e irse” (Rivero. Historia de las Misiones…, 233) y con ellos el teniente del pueblo de Atanarí (Ibidem) no pudo pasar mucho tiempo de esa fecha para redactar las cartas, sino todo lo contrario. Lo que no se ajusta a estos cómputos es que Rivero (Historia de las Misiones…, 234) dice que “más de treinta días tardaron en volver el teniente y sus compañeros” pues la salida de Atanarí fue el día de “San Hermenegildo”, es decir, el 13 de abril (Rivero. Historia de las Misiones…, 235) apenas se cumplió un mes. 38 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 230: “Guardó el Padre Payán esta macana y la conservó muchos años con estimación por haber sido el instrumento que le hizo padecer...”.
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que todo un día se estuvo caminando por una, con el agua hasta la cintura; saliendo de éstas se daba en pantanos enfadosos y en atolladeros terribles, en pajonales cerrados y cañaverales agudos, que rajaban las piernas y la cara, tropezando a cada paso con todo género de culebras disformes, con tigres horribles, con mil sabandijas mortíferas y ponzoñosas, con innumerables enjambres de mosquitos y tábanos, cuyos picos, como lanzas agudas, hacían correr la sangre y atormentaban sin piedad.39
Finalmente, para concluir este apartado, hay que dejar sentado que la autoría del contenido de los manuscritos (B) y (C) debe ser compartida por los PP. Antonio Castán y Juan Ortiz Payán. El tercer tema de este análisis se refiere a la muerte del P. Antonio Castán, acaecida en la misión de Sinaruco el 1º de enero de 167040, veintidós días más tarde que el P. Antonio Monteverde, su compañero de trabajos, abandonara allí mismo este mundo41. Con ellos, aparentemente, fracasaban las primeras esperanzas cifradas en arraigarse en el gran río venezolano. Por eso no es de extrañar que dentro de la historiografía orinoquense, la muerte de estos dos jesuitas generase hasta preocupación judicial todavía veinte años después de que sucedieran los hechos. El proyecto misional del Orinoco en la segunda mitad del siglo xvii costó a la Compañía de Jesús la vida de una docena de jesuitas de gran trayectoria o prospectiva misioneras42. Y de otro lado, tuvo que enfrentar la decidida —y a la vez solapada— campaña de algunos encomenderos españoles que
39 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 238-239. 40
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 381.
41 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 366. 42 Solo en el Orinoco fallecieron los siguientes Padres: En Guayana: Andrés Ignacio (1648) y Francisco Ellauri (1665). En Sinaruco: Antonio Monteverde (1669) y Antonio Castán (1670). En el Orinoco: Cristobal Ruedel (1682), Ignacio Fiol (1684), Gaspar Poek (1684), Ignacio Toebast (1684), Carlos Francisco Panigati (1685) y Vicente Loverso (1693).
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veían afectados sus intereses por la acción de los miembros de la Compañía de Jesús en aquellas desoladas y apartadas regiones43. En este contexto de calumnias y de explicación y defensa de los calumniados, hay que colocar a veces hechos en sí intrascendentes, pero que al entrar en la dialéctica de la burocracia legal hispana adquirían dimensiones desproporcionadas. Así, en una averiguación solicitada por el Procurador General de la Compañía de Jesús en Bogotá en 1689, el capitán Tiburcio Medina, jefe de la escolta de las misiones, declaraba que la muerte de los PP. Castán y Monteverde obedecía a envenenamientos, y de igual opinión era el capitán Juan Ruiz Romero44. Sin embargo, nunca coincidió con ésta la versión de los jesuitas. El primer biógrafo de Castán estampó lacónicamente en su necrología: “... y apenas llegó a ella [la nueva misión del río Meta] cuando le acometió una calentura, con tales accidentes, que le dieron a entender que se le llegaba la última hora”45. El P. Juan Fernández Pedroche escribía en 1687, en medio de la tormenta: “... que comenzó la Compañía las missiones de Orinoco por el año de 69. Siendo para este fin enviados de sus superiores los Padres Antonio Monteverde y Antonio Castán a las naciones Sáliva y Achagua situadas a
43 Solo en el Relato de Atanarí habla dos veces Rivero sobre el asunto. Una, cuando Sánchez Chamorro cae sobre la comitiva que llegaba a San Salvador del Puerto: “... aborrecía de muerte a los misioneros jesuitas el tal Sánchez Chamorro [...] y no vacilaba en publicar contra los mismos hechos que miraba, que la Compañía de Jesús no hacía nada en las misiones. Estaba picado y muy sentido contra los misioneros jesuitas, severos fiscales de sus desórdenes y escandalosa vida; sobre todo sentía vivísimamente que le fuesen a la mano en orden a ciertos indios de la nación Achagua que pretendía hacerlos suyos...” (Rivero. Historia de las Misiones…, 241). Y en la página 242, al concluir toda la narración de Atanarí y describir la imagen de los PP. Castán y Ortiz Payán, dice: “desmentían con sus hechos los apasionados pareceres de nuestros émulos, con no pequeña gloria y honra de la Compañía de Jesús y crédito de sus hijos”. 44 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos hechos a pedimento del Padre Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús en la ciudad de Santafé en el Nuevo Reino de Granada, cerca de la escolta y lo demás que han pedido se para el fomento de las misiones de la Provincia del Orinoco. [Año, 1689]. 45 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 381. Asimismo, tampoco en la biografía de Monteverde se dice absolutamente nada sobre el posible envenenamiento (Mercado. Historia de la Provincia, II, 366).
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las orillas del caudaloso río de Meta(y en nota marginal añade: “Muertos de pura necesidad P. Antonio Monterde (sic). P. Antonio Casta (sic)”46. Todas estas consideraciones se conectan con el manuscrito (D). Pero ¿cuándo llegó Castán a Nuestra Señora de los Sálivas de Sinaruco? Según Mercado, su arribo debió de ser el 8 de diciembre, “dos días antes de que muriese” Monteverde47. En consecuencia, es lógico que avisara a los superiores del deceso del jesuita francés y, como era costumbre en la Compañía de Jesús, que realizara un pequeño elogio fúnebre. ¿Será el que trae Mercado? Hoy no podemos dar respuesta a esa pregunta.
46 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 142. La misma opinión manifiestan los historiadores jesuitas coloniales. Rivero (Rivero. Historia de las Misiones…, 247) dice: “Enfermaron de muerte los dos, a violencia de la perversidad del temperamento, de los muchos trabajos que padecían y necesidades extremas...”. Cassani (Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Caracas (1967) 238) asegura, citando al P. Castán, que murió de “tabardillo nada curado”. Con todo, debemos confesar que de los documentos citados, per se, el de más valor es el de Mercado porque es contemporáneo y el redactor de la carta necrológica suele ser compañero del difunto. 47 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia, II, 366; Rivero. Historia de las Misiones…, 247 no aduce ninguna fecha de defunción ni para Monteverde ni para Castán. Por su parte Cassani (Ob. cit., 237) da a entender que la estancia de Castán fue más larga, pues “juntos se aplicaron al cultivo con tanto ardor [...] que en poco tiempo lucieron estas hachas...”.
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7. Juan Fernández Pedroche (1630-1713)1
La figura y la obra del P. Juan Fernández Pedroche han sido preteridas por la historiografía tradicional jesuítica; sin embargo, se trata de una personalidad que debe resaltarse, entre otras razones, porque dedicó a las misiones llaneras 52 años ininterrumpidos de su existencia, la mayoría de ellos en los cargos de superior y de procurador. Había nacido en Alcázar de San Juan (Ciudad Real, Castilla la Nueva) el 24 de junio de 1630 e ingresó a la Compañía de Jesús el 22 de mayo de l6482. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Hernando Cavero
1 José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Bogotá, Universidad Católica del Táchira-Pontificia Universidad Javeriana (1995) 222-225. Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernandez Pedroche, Juan. 2 arsi. n. r. et q., 4, fol., 105. Catálogo, 1711. Es el primer Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino que innova el método tradicional, consistente en señalar la edad en años de cada jesuita que aparece en el mencionado documento; a partir de esta fecha los catálogos recogen la fecha exacta del nacimiento de cada uno de los miembros allí reseñados. Con respecto a la fecha de ingreso a la Compañía de Jesús, dice el P. Uriarte en sus papeletas: “Entró en [la Provincia de Aragón] el 22 de abril de 1648”.
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en 16583, después de haber concluido en España sus estudios de Filosofía y Teología Moral4. En la documentación oficial de la Provincia del Nuevo Reino aparece por vez primera en el Catálogo Breve de 1659, datado el 15 de agosto de ese mismo año5, y en él se le describe como operario en la residencia indígena de Fontibón, en la sabana bogotana6.
Precisiones biográficas Antes de pasar adelante, es necesario anotar que los historiadores jesuitas coloniales ignoraron prácticamente la acción misional de Fernández Pedroche. En efecto, la simple lectura de la obra de Rivero da la impresión de que nuestro misionero hubiera consagrado toda su vida a la nación tuneba7, cuando en realidad la persona del P. Fernández Pedroche desaparece del texto rive-
3 agi. Indiferente General, 2871. Fecha de salida: 16 de septiembre de 1658. Fecha de llegada a Sevilla: 22/05/1648; Manuel Rodríguez. El Marañón y Amazonas. Historia de los descubrimientos, entradas y reducción de naciones. Trabajos malogrados de algunos conquistadores y dichosos otros, así temporales como espirituales, en las dilatadas montañas y mayores ríos de la América. Madrid (1684) 224: “Quiso Dios que el año de seiscientos y cincuenta y nueve llegasen a Cartagena, dicho Padre Procurador y la Misión de veinte y quatro sugetos”. Pero más adelante, en el “Indice Chronológico Peruano” dice: “Este año de 58 salieron los galeones de Cádiz para Indias en 5 de junio [...]. En estos galeones fue Mission de 24 Padres de la Compañía, que llevó para el Nuevo Reyno su Procurador General Padre Hernando Cabero, que detenido en Sevilla tres años, por las desgracias referidas de los antecedentes, se volvieron a las Provincias otros sujetos más que habían juntado”. El P. Uriarte en sus papeletas afirma: “Pasó al Nuevo Reino el 656”. 4 arsi. n. r. et q., 3, fol. 191. Catálogo de l660: “Estudios: 3 de Filosofía y Teología Moral”. Todos los catálogos posteriores coinciden con esta aseveración, lo cual nos hace pensar que para 1655 había concluido sus estudios. 5 arsi. n. r. et q., 5, fol. 7v. 6 arsi. n. r. et q., 5, fol. 5v. Catálogo Breve, 1659. 7 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 453: “Muchas son las cosas que se podían añadir y que darían algún lustre; pero la falta de documentos nos ha privado de muchas noticias, y entre ellas las [...] de los Padres Lanzamani, Pedroche y Niño, que dejaron sepultadas sus noticias entre la tosquedad de los tunebos”.
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rano a partir de l6638, sin que esta afirmación signifique que su personalidad no tuviera resonancia en los años anteriores que recoge la Historia de las misiones. Por ello, toda la biografía del P. Juan Fernández Pedroche hay que reconstruirla al margen de la historiografía oficial, con las lagunas documentales que ello supone. La fijación de la fecha en que Fernández Pedroche abandonó Fontibón9 para trasladarse a Tunja resolvería varios planteamientos cronológicos relativos al inicio de su biografía misional en los llanos a lo largo de 1661. Ciertamente, nos consta que el 20 de febrero de 166110 residía en la urbe tunjana dedicado a su año de tercera probación11, mas de esa precisa fecha no podemos deducir ninguna conclusión, pues en la Provincia del Nuevo Reino nos encontramos con años en que la tercera probación comenzaba en febrero y en otras oportunidades en septiembre o en octubre. Así pues, de esa sola información no podemos datar el inicio y la conclusión de la estancia en Tunja de Fernández Pedroche. Por otra parte, si en febrero de 1661 realizaba su tercera probación el P. Juan Fernández Pedroche, se nos hace imposible aceptar una doble afirmación de Rivero: 1.ª) que aquel formara parte del equipo misionero fundador de las reducciones casanareñas12, y 2.ª) que la misión tuviera su comienzo el 25 de marzo de 166113. Varias razones aconsejan desechar el 25 de marzo de 1661 como inicio de la misión de los llanos El 26 de marzo —un día después— se le otorga8
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 149.
9 Aunque el Catálogo de l660 no indica la casa en trabajaba cada miembro de la Provincia, sin embargo deducimos que no hay variación alguna en el domicilio del P. Juan Fernández Pedroche, porque en el mencionado catálogo, en el capítulo relativo a los ministerios, dice: “Operarius hispanorum et indorum” (arsi. n. r. et q., 3, fol. 191). 10 arsi. n. r. et q., 5, fol. 4. 11 arsi. n. r. et q., 5, fol. 1v. Catálogo Breve de l661. 12 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 101. 13
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 203.
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ba al P. Ignacio Cano el título de cura de Pauto14. El 23 de abril —casi un mes después— el provincial del Nuevo Reino, P. Hernando Cavero, solicitaba de las autoridades eclesiásticas el nombramiento de vicario de Tame para el P. Antonio Monteverde, y en tal fecha aún permanecían en Bogotá los misioneros que fundarían la misión: Digo que habiendo enviado a los Padres Francisco Jimeno y Francisco Alvarez a explorar los Llanos, y en virtud de las noticias que sacaron, he hecho permuta del Pueblo de Tópaga por el de Pauto para dar principio a las Misiones como a Vuestra Señoría le consta, y estando de próximo para partirse tres sacerdotes, he sido informado de los dichos dos Padres, que el Pueblo de Pauto dista de su anexo el Pueblo de Tame a lo menos dos días de camino y tiene en medio el peligroso río Casanare, con que se ha de servir Vuestra Señoría de que al Padre Antonio de Monteverde a quien he nombrado para que asista en Tame se le cuele aquel anexo por Curato.15
Luego, a finales de abril de 1661 estaban próximos para el viaje los tres sacerdotes que iniciarían la misión de los llanos. Por otra parte, conviene dilucidar quiénes y cuántos fueron los primeros misioneros. Según el testimonio aducido del P. Hernando Cavero, fueron tres los primeros misioneros elegidos para este ensayo misional: el P. Ignacio Cano16, el P. Antonio de Monteverde y suponemos que el P. Alonso de Neira17. El mismo P. Antonio de Monteverde, en carta del 22 de enero de 1665, enfatiza: “Despachó en primer lugar tres sacerdotes para dar
14 anb. Gobierno, t. 2, fol. 398. 15 anb. Conventos, t. 44, fol. 616 (el subrayado es nuestro). 16 Ciertamente no podemos excluir al P. Ignacio Cano, por cuanto había sido propuesto como cura de Pauto el 26 de marzo de 1661 (Cfr. nota 14). 17 En anb. Conventos, t. 44, fol. 616 expresamente se cita al P Antonio de Monteverde, sin que el texto de pie para pensar que no estuviera en Bogotá ni que fuera persona distinta a los tres jesuitas que darían comienzo a la misión de los Llanos.
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principio a la misión”18. Y el P. Mercado, primer historiador de las misiones, anotará lacónicamente: Al fin partieron los escogidos que fueron los padres Antonio de Monteverde, el padre Alonso de Neira, y el padre Ignacio Cano.19
Solo a partir de Rivero se introducen modificaciones en la estructura narrativa de los integrantes del equipo misionero que dio vida a las reducciones casanareñas de 1661: Cúpoles la suerte y apostolado a tres fervorosos misioneros, sujetos de todas prendas, y que sólo pudo por entonces enviar la Provincia por la carestía de sacerdotes: fueron éstos los Padres Alonso de Neira, Ignacio Cano y Juan Fernández Pedroche, a los cuales añadió la divina Providencia otro insigne misionero [...] a quien trajo desde la Francia a estos Llanos, con la ocasión que se dirá después, y fue el P. Antonio de Monteverde nacido en los países viejos de Alemania y criado en Francia.20
De todos estos testimonios puede deducirse que fueron tres los fundadores de la misión de los llanos los PP. Ignacio Cano, Alonso de Neira y Antonio de Monteverde. De igual forma, pensamos que el P. Juan Fernández Pedroche tuvo que haberse incorporado a la vida misional una vez concluido su año de tercera probación en Tunja, hecho que presumimos pudo haberse llevado a cabo a fines de julio o comienzos de agosto. Asimismo, hay que dejar claro que la partida de los tres misioneros de Bogotá para los llanos no se efectuó antes del mes de mayo de 1661. Asimismo, en el año 1661, entre la llegada de los primeros misioneros y la fundación de Nuestra Señora del Pilar de Patute, debió de interponerse 18
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 203.
19 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 254. 20
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 101.
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algún espacio de tiempo, pues Rivero al relatar la entrada de Fernández Pedroche a los tunebos, anota que halló “como 40 o 50 indios por todos, iglesia y algunas casas hechas a diligencia del P. Antonio”21. De ahí se colige que previamente a la entrada de Fernández Pedroche, ya el P. Monteverde había tratado y en cierta manera convivido con esta etnia. Y esa parece ser la secuencia lógica de la documentación de que disponemos. En la solicitud antes citada del P. Cavero, representaba éste que, dado que entre Pauto y Tame se interponía el peligroso río Casanare y dos días de camino, se le concediera al P. Monteverde jurisdicción ordinaria para Tame, e incluso la de Vicario: […] para que en las cosas y casos que se le ofrecieren, obre por sí sin tan peligroso recurso a Pauto y para que la tenga en la nación tuneba y Ayrica que se ha de poblar allí cerca.22
Una carta del 22 de enero de 1665 del P. Monteverde confirma las aseveraciones anteriores. En esa comunicación al Real Acuerdo dice el jesuita francés: El pueblo de Patute (que hallé sin un alma, y con un ranchito viejo de indios, que consistía en tres o cuatro palmas, hincadas en el suelo y entrelazadas en forma de techo) al presente tiene doce caneyes y pueblo en forma [...] pues los feligreses de esta doctrina son al presente cerca de 450.23
No son claros, pues, ni el origen de la población de tunebos, ni la acción de Fernández Pedroche durante los primeros meses de estancia misional en los llanos.
21 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 104-105. 22 anb. Conventos, t., 44, fol. 616. De este texto se deduce con toda claridad que fue al P. Monteverde a quien se le asignaron desde un comienzo los tunebos y los airicos y que la intervención de Fernández Pedroche es posterior (el subrayado es nuestro). 23 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 204.
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Nos inclinamos a pensar que a los comienzos debió de ser Tame el centro de operaciones de los PP. Antonio de Monteverde y Juan Fernández Pedroche y desde esa localidad, solos o conjuntamente, atendían los contornos en los que residían los aíricos y los tunebos. Esta tesis la fundamentan algunos pasajes de la historia misional de la época: “Muy recién llegados nosotros a Tame”24 —escribirá Rivero—, ambos misioneros dedicaron un mes a convivir con los airicos25. Y en ese mismo contexto, parece, debieron de desarrollarse los primeros contactos de Fernández Pedroche con los tunebos: Ya dijimos lo repartidos que estaban los Tunebos por toda la serranía; a estos tomó por su cuenta el Padre Juan Fernández Pedroche, quien para reducirlos a pueblo, penetró a costa de indecibles afanes sus ásperos territorios, entrándose por sus bohíos y ranchos [...] manteniéndose de sus comidas asquerosísimas por extremo, por ser asquerosos ellos con la enfermedad del carate, de que se habló ya. No correspondió el fruto a su trabajo por entonces.26
Ignoramos cuánto tiempo transcurrió entre la entrada a los tunebos y la fundación de Patute; ciertamente fueron varios meses, por lo que se desprende del contexto. Creemos que quizás en el propio año 1661 el P. Fernández Pedroche pudo coronar su constancia y levantar un [...] pueblo bien numeroso, situado en la banda occidental de la serranía, distante cuatro leguas de Tame. Fuéronse agregando después otras muchas familias y fabricando muchas casas con una iglesia bien capaz y adornada de pinturas curiosas y se le dió por título el pueblo de Patute de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.27
24
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 140 (el subrayado es nuestro).
25
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 141
26
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 123.
27 Juan Rivero. Historia de las Misiones, Ibidem. Ya en 1659 el P. Francisco Jimeno había misionado a los tunebos y les señaló para poblarse un sitio a tres leguas de Tame e incluso fabricaron una pequeña ermita y un bohío para el misionero (Rivero. Ob. cit., 92). Cuando llegó el P. Monteverde en 1661, halló la población sin
234.
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Suponemos que Patute absorbió la actividad regular del P. Fernández Pedroche durante los años que median entre la fundación del pueblo y el traslado del misionero a Casanare. Varias razones nos inducen a ello, pero quizá la más poderosa es la de haber sido un buen conocedor de la lengua tuneba28, y para ello tuvo que haberle dedicado varios años a la convivencia con esa nación ya que después de 1668 su residencia habitual fue el pueblo de Pauto. Los refuerzos que habían ido llegando a la misión a partir de 1664 fueron permitiendo abrir nuevos frentes misionales, y ello obligó a rotar a los misioneros más experimentados, bien fuera para mantener los puestos claves, o bien para alentar las posiciones de frontera que se iban entablando. El 30 de junio de 166729 residía en San Salvador del Puerto, pues su misionero el P. Alonso de Neira estaba comprometido en la expansión del evangelio entre el mundo achagua y en ese momento atendía Onocutare, mientras que el P. Ignacio Cano se había instalado en Patute30.
un alma y con un ranchito (Rivero. Ob. cit., 204). Un poco tiempo después llegó Fernández Pedroche y halló como cuarenta o cincuenta indígenas, iglesia y algunas casas fabricadas por el P. Monteverde (Rivero. Ob. cit., 104). Con la presencia de este misionero y su constante búsqueda por los montes donde habitaban logró la presencia transitoria de trescientos, unas veces, otras 150 e incluso cuarenta (Rivero. Ob. cit., 123). En 1663 ya se habían levantado ocho caneyes grandes (Rivero. Ob. cit., 149) y en 1665, doce caneyes que albergaban casi 450 tunebos (Rivero. Ob. cit., 204). 28 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos hechos a pedimento del Padre Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús de la Ciudad de Santa Fe en el Nuevo Reyno de Granada cerca de la escolta y lo demás que han pedido se dé para el fomento de las misiones de la Provincia del Orinoco, fol. 74: “... conoce al dicho Padre [Fernández Pedroche] en los llanos diez y seis años poco más o menos, y que sabe por haberlo visto y oído sabe la lengua de los indios tunebos, que la aprendió para ir a reducir y convertir los de esta nación, que habitan en los términos de la misión de dichos llanos y que con efecto entró en demanda de dichos indios, a quienes convirtió y redujo a Pueblos en su misma tierra, y que por haberse levantado dichos indios duró poco tiempo la población, y se volvió dicho Padre a los Pueblos de los Llanos, y que esta circunstancia la sabe por haberlo oído decir así a dicho Padre como a diferentes personas en las ocasiones que ha estado en los Llanos”. 29 arsi. n. r. et q., 5, fol. 8. Catálogo Breve, 1667. 30 arsi. n. r. et q., 5, fol.10v.
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Pero también el año 1668 acarreó muchos cambios en el área casanareña: ya para el 30 de septiembre31 había sustituído Fernández Pedroche a Monteverde en el superiorato de la misión y por ende se había trasladado a Pauto; el resto de la misión se ordenaba así: Antonio Monteverde en Atanarí, Ignacio Cano y Julián de Vergara en Guayana, Alonso de Neira en San Salvador del Puerto, Pedro Ortega en Tame, Agustín Rodríguez en Pauto, Antonio Castán en los Tunebos, Cristóbal Jaimes en los Airicos y Dionisio Mesland en los Guahivos32. En este preciso contexto conviene dilucidar cuándo abandonó Fernández Pedroche la reducción de Tunebos. Si tomamos en consideración el testimonio del propio doctrinero de Patute, trasmitido por el capitán Tiburcio Medina, el P. Fernández Pedroche: […] entró en demanda de dichos indios [tunebos] a quienes convirtió y redujo a Pueblos en su misma tierra, y que por haberse levantado dichos indios duró poco tiempo la población, y se volvió dicho Padre a los Pueblos de los Llanos, y que esta circunstancia la sabe por haberlo oído decir así a dicho Padre como a diferentes personas en las ocasiones que ha estado en los Llanos.33
Según este testimonio, la salida a los llanos habría que ubicarla entre enero de 1665 y junio de 1667, ya que estas son las fechas más próximas al hecho histórico que comentamos. En efecto, el 22 de enero de 1665 escribía el Superior de la misión desde Pauto un informe al Real Acuerdo sobre lo realizado en esa zona misional por los jesuitas, y sobre la reducción de tunebos decía: El Pueblo de Patute [...] al presente tiene doce caneyes, todos nuevos y grandes, su iglesia, su plaza, sus calles y pueblo en forma, no solamente por lo material,
31 arsi. n. r. et q., 5, fol. 12. Catálogo Breve, 1668. 32 arsi. n. r. et q., 5, fol. 15. ¿Tunebos, guahivos, airicos? 33 agi. Santafé, 249. Testimonio de los autos, fol. 74.
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sino también por lo formal, pues los feligreses de esta doctrina son al presente cerca de 450.34
Así pues, a lo largo de ese lapso —enero de l665-junio de l667— habría que insertar la dialéctica en que se movió la biografía de Patute, con las cíclicas huidas de los tunebos a la serranía. Este fenómeno no es recogido por ninguno de los historiadores coloniales de la Compañía de Jesús, ni siquiera en la descripción que sobre los tunebos incluye Rivero en su obra35. Pero la autenticidad de la observación no ofrece dudas. En una información hecha por el P. Juan Fernández Pedroche en Pauto en 169036 solicita, entre otras cosas: [...] haga información plena y jurídica de modo que haga de cualquier tribunal así eclesiástico como real [...] las fundaciones de naciones airicos, tunebos, jiraras y guaybas [guahivos] y las causas que han tenido los tunebos y guaybas para no poblarse y las veces que han estado en pueblos formados con asistencia de Padres doctrineros.37
En las declaraciones todos los testigos son explícitos en noticias sobre Pauto pero bastante escuetos en lo que a la pregunta se refiere; en todo caso identifican la conducta de los tunebos con la de los guahivos. El testigo Antonio Guzmán declarará: [...] y hay indios guaybas y tunebos dice este declarante que ha visto las diligencias que han hecho los dichos padres misioneros para poblarlos haciendo 34 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 204. 35 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 56-58. 36 Juan Fernández Pedroche. “Informaciones sobre las Misiones”. En: agi. Santafé, 249. Publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1974) 196-207. 37
Juan Fernández Pedroche. “Informaciones sobre las Misiones”, II, 196-197.
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población e iglesia en la parte que ellos han pedido y les han puesto cura doctrinero y que en agregarlos y acariciarlos han gastado muchos rescates porque es gente de interés y como son de tan mala naturaleza unos y otros, en dándoles la gana dejan el pueblo y cura porque es gente muy gitana y no entienden por bien...38
Los demás declarantes insisten siempre en las muchas veces que los misioneros procuraron poblar a ambas naciones39. El primer mandato del P. Fernández Pedroche como Superior de las Misiones se extiende de l668 a l67240, sin que por el momento podamos hacer más precisiones.
El antagonismo encomenderos-misioneros El nuevo Superior —como los anteriores— tuvo que pagar el precio incontaminado de la verdad y de la justicia, en una sociedad regida por la violencia y basada en los intereses de los fuertes, en el abuso de las autoridades, en la permisibilidad social y en los supuestos títulos que se derivaban de la conquista. Tal situación la sintetiza el historiador Rivero así: Sería nunca acabar si hubiera de contar por menudo todas las extorsiones y molestias padecidas por estos miserables indios, no entre los alarbes africanos, ni entre los alfanjes de Turquía, sino entre hombres católicos, nacidos y criados en los brazos de la iglesia romana; basta por ahora lo dicho para
38
Juan Fernández Pedroche. “Informaciones sobre las Misiones”, 200-201.
39 Juan Fernández Pedroche. “Informaciones sobre las Misiones”, 198, 202, 206. 40 Suponemos que los mandatos de los Superiores de la misión se renovaban siempre que había cambio de Provincial. El provincialato del P. Gaspar Vivas se extiende de 1668 a 1672 (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 88). Sin embargo, el 14 de septiembre de 1668 se reunía la Congregación Provincial del Nuevo Reino y la convoca el P. Hernando Cavero como Provincial (arsi. Congregaciones Provinciales, t., 77, fol. 267); a partir de esa fecha pudo efectuarse el cambio del P. Cavero por el P. Vivas y por ende los demás superiores. Lo curioso es que el P. Fernández Pedroche aparece: en el Catálogo Breve de 1668 como superior (arsi. n. r. et q., 5, fol. 15) y en el trienal de 1668 todavía se señala al P. Monteverde como superior (arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v); ambos están fechados el 30 de septiembre.
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que se vea la tiranía e insolencia con que eran tratados estos pobres, como si fueren brutos, y no criaturas racionales hechas a semejanza de Dios como los demás hombres.41
Los misioneros casanareños, formados en la Universidad Javeriana de Bogotá o en universidades europeas y seguidores de la filosofía jesuítica sobre la libertad y la justicia, tuvieron que entrar de inmediato en polémica y confrontación con las secuencias que tal actitud supone. Enfatizaron que la implantación de las instituciones hispanas en el hábitat llanero y en las estructuras sociales indígenas se realizó bajo el signo de la codicia: Esta fue la que desde el principio de la conquista de los Llanos precipitó a muchos hasta perder el respeto a Dios y a sus Ministros, a la justicia, a la razón y a los buenos consejos, todo lo cual debían haber atendido y profesado los que, apropiándose el título de conquistadores, faltaban a las obligaciones de tan honroso título, para conseguir sólo un fin que estaba envuelto en el polvo de la tierra y de su interés personal, olvidando sus deberes de caballeros y de cristianos que eran los que debían atender.42
Varios arquetipos de capitanes conquistadores reseña Rivero en su Historia y todos concluyen en la opresión. Sobre las actuaciones de un tal capitán Navarro en 1664 escribe: Gran cabeza por cierto para el Gobierno que no reparaba en injusticias semejantes. Cabezas como ésta tienen arredrados a los gentiles, deterioradas las misiones, despoblados los llanos, desacreditada la fe, lleno de infieles el infierno y la tierra de tantas dificultades y estorbos para predicar a Jesucristo, que sólo puede dar voto en este punto quien trata con los gentiles escandalizados y aterrados por iniquidades semejantes.43
41 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 27. 42 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 22-23. 43
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 34.
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El conflicto social se había consagrado como una expresión obligada de la injusticia, del desprecio de la ley y de la impunidad ante todo tipo de desafueros cometidos por representantes del estatus y de privilegiados que nunca faltan en la forzada convivencia entre vencedores y vencidos. Y el clima de opresión y esclavitud se mantenía casi inflexible a la llegada de los jesuitas a los llanos. En 1729 el P. Rivero escribía: Todavía están vivas las memorias, aún en lo más retirado del Airico, de las tiranías y opresiones que ejecutaron con los indios estos establecedores de la paz, no obstante haber pasado más de ciento veinte años. En su fantasía creen oir los estallidos de la pólvora y el estruendo militar, y ver las argollas y dogales, pues todo esto se imprimió de tal manera en su cortedad y pequeñez de ánimo, que aún en los arcabucos y malezas les parece no estar seguros de los antiguos invasores; los troncos se les figuran soldados, las ramas arcabuces y lanzas, y el ruido de los árboles al soplo de los vientos les parece el de un ejército que se acerca. Tal fue el terror de estos pobres bárbaros, producido por la tiranía de los conquistadores.44
Este es el marco histórico en que se movió el P. Fernández Pedroche y por ello se explica su presencia en informaciones judiciales, demandas, procesos y otras figuras similares. Es de lamentar que este tipo de incidentes solo hayan pasado a la crónica jesuítica de una forma casi anecdótica y en el contexto de la literatura fundacional. En realidad, tanto Mercado como Rivero escriben sobre todo historia de las fundaciones y por lo tanto su temática avanza en el espacio y en el tiempo, al ritmo de la expansión misionera, y dejan atrás la acción consolidada que define la auténtica biografía de las reducciones jesuíticas.
La familia Sánchez Chamorro Una connotada significación adquiere la familia Sánchez Chamorro en la documentación jesuítica casanareña, en lo que a enfrentamientos derivados de abuso de poder se refiere. 44
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 23.
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Alonso Sánchez Chamorro, según Rivero, sucedió a don Martín de Mendoza y Berrío en la Gobernación de los Llanos45. No creemos factible la fecha de 1644 dada por Rogerio Guáqueta46 para la transmisión del mando, ya que desde el 30 de agosto de 1642 regía la Gobernación de Guayana47. Si la muerte de Alonso Pérez de Guzmán a manos de los giraras, la data Amaya Roldán en agosto de l63748, la acción punitiva de don Martín de Mendoza debió de darse poco tiempo después e inmediatamente debió efectuarse el cambio de gobernador, pues el 28 de mayo de 1638 D. Martín otorgaba un poder a su esposa doña Serafina desde San José de Oruña “por cuanto está para hacer viaje [...] a los Reinos de España”49. Así pues, si Alonso Sánchez Chamorro fue el inmediato sucesor de don Martín de Mendoza, su gestión debió de comenzar hacia principios de 1638; de lo contrario se interpondría algún otro gobernador. Lo cierto es que en 1650 sacó de Tame a cien jóvenes para llevarlos a la ciudad de Santafé, “sin contar las mujeres y la chusma”; mas la oportuna intervención del párroco de Pauto, Pedro Ramírez de Antequera, logró que todo volviese a la normalidad50. “Esta y otras tropelías semejantes” hicieron que Alonso Sánchez Chamorro fuera asesinado por los indios achaguas en la ciudad de San Martín51.
45 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 82. Por su parte, Juan Flórez De Ocariz. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Publicaciones del Archivo Nacional de Colombia, III (1955) 168, dice que era gobernador de la Provincia de Arauca. 46 Rogerio Guáqueta Gallardo. “Tame, ciudad de abolengo colonial”. En: Leonel Pérez B., Rogerio Guáqueta G. y Héctor Paul C. La fundación de Tame. Medellín (1980) 74. 47
L. Duarte Level. Historia patria. Caracas (1911) 105.
48
Martín Amaya Roldán. Historia de Chita. Tunja (1930) 33.
49 anb. Encomiendas, t., 13, fols. 649v-650. 50 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 83. Rivero solo habla del P. Antequera. Su verdadero nombre es Pedro Ramírez de Antequera (R. Guaqueta G. “Tame, ciudad de abolengo colonial”, 65). Allí mismo hace referencia a un expediente sobre méritos y servicios prestados por el clérigo Pedro Ramírez de Antequera, cura doctrinero de Pauto (anb. Historia Civil, t. 16, fol. 124 y ss.). 51
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 85.
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Esteban Sánchez Chamorro era sobrino de don Alonso y habitante de San José de Cravo, ciudad fundada hacia 1649 por don Adrián Suárez de Vargas52. Su interferencia en la vida llanera es anterior a la llegada de los jesuitas. En noviembre de 1659 el Protector General de Indios Pedro de Villarroel dirigía un memorial a la Audiencia en el que se recogía el fundado temor de los indígenas del llano conturbados por el peligro de ser trasladados a Santiago de las Atalayas: [...] pues los llevan como esclavos, y les quitan sus mujeres y encierran para que hilen [...] y que un hermano del gobernador Alonso Sánchez Chamorro, es el que sólo hurta estos indios para un sobrino suyo o para él, poniéndolos en cautiverio como están los demás, que lo han hecho desde el tiempo de su abuelo.53
Al sobrino de Alonso Sánchez Chamorro lo identificaba el 6 de febrero de l660 don Miguel Cortés, gobernador de San Martín, en un informe a la Real Audiencia: [...] vino a esta ciudad Esteban Sánchez Chamorro, sobrino del Gobernador Alonso Sánchez Chamorro, a solicitar hacer una pesquería, y por algunas causas que me movieron le di para el efecto los indios piezas, y estando con ellos en dicha pesquería los aterró diciendo que era encomendero, y que los quería llevar a Santiago, y otras cosas muy indecentes, con que los indios se alborotaron y querían tratar de retirarse porque les dijo que ya tenía encomiendas de ellos del gobernador don Pedro de Vargas.54
52 anb. Caciques e indios t., 25, fol. 732 (Citado por Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 370). 53 anb. Caciques e indios, t., 25, fol. 738. Don Pedro Ordoñez y Vargas fue nombrado gobernador interino de Santiago el 26 de julio de 1656 (anb. Encomiendas, t., 2, fol. 72v); se le manda continuar en el gobierno por auto del presidente don Diego de Villalba y Toledo de 17 de diciembre de 1667 (anb. Ibidem, fol. 74). En marzo de 1672 se le nombra a don Bartolomé de Alarcón como sucesor por causa de su muerte (anb. Encomiendas, t., 8, fol. 943). Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 360. 54 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 32.
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La descripción que hace Rivero del obraje levantado en Santiago de las Atalayas para beneficiar el algodón, así como las condiciones de esclavitud en que habían caído los achaguas, parecen responder a los intereses económicos de los españoles de la región y al mercado fácil y barato que representaban las extensas llanuras casanareñas55. Su más genuino representante, al decir de Rivero, era Esteban Sánchez Chamorro, “el mandarín de los Llanos, de nuestros términos y misiones”56. Era pues natural que se provocara de inmediato un conflicto entre los intereses instalados del grupo hispano dominante y los misioneros jesuitas, y también resultó normal que los encomenderos y autoridades afectados recurrieran, sin escrúpulos, desde el forzado legalismo hasta la calumnia, a fin de desprestigiar la acción de los miembros de la Compañía de Jesús que no perseguían otro objetivo que el de evangelizar a los indígenas, reducirlos a poblados y a vida civil y hacerlos súbditos libres de la monarquía española. Con la implantación del régimen misional se reformulaba radicalmente la relación indígena-conquistador, ya que entre los elementos de este binomio se interponía el misionero, quien gozaba de amplias facultades en lo que a condiciones laborales y de contratación se refería, así como los aspectos conexos con el domicilio. En este trasfondo, en el que se revolucionaba el estatus social impuesto por los poderes administrativos y económicos, es comprensible ubicar y explicar la contumaz y despiadada campaña de descrédito iniciada por Esteban Sánchez Chamorro contra los misioneros jesuitas. El problema real consistía en que, sorpresivamente, se le había cortado a la élite hispano-llanera el suministro de indios achaguas para proveer sus hatos y trapiches. En una carta del 6 de septiembre de 1668, el propio Sánchez Chamorro reconocía la genuinidad de este planteamiento; en sus acusaciones contra los misioneros alegaba: [...] por tener introducción con los dichos indios achaguas, dándoles de entender a ellos, como a incapaces, de que son los poderosos de esta tierra, y que los 55
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 241.
56
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 212.
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amparan, defienden y relevan de trabajo, y los dejan vivir como quieren, que cada indio tiene tres o cuatro mujeres, y los indios que quieren oir misa la oyen, y los que no la quieren oir no se les da nada a los padres porque no la oigan, aunque sea domingo o día de fiesta, para que corriendo esta voz entre dichos indios desta nación achagua, como se comunican unos con otros, se recojan a esta voz los de Santiago y desta jurisdicción [de Cravo], como es manifiesto y público que se han recogido, pues la más cantidad de los indios que hay hoy en el Puerto es de los que se han venido al reclamo de lo sobredicho, dejando sus puestos y doctrinas, y los dichos padres no los consienten sacar del dicho Puerto, todo en gran desperjuicio de vuestras ciudades y vecinos de ellas. Y como dichos padres, con las relaciones siniestras, tienen ganadas vuestras reales provisiones para que ninguna de vuestras justicias no dentren en dicho Puerto, como de antes lo hacían a cosas de vuestro real servicio, creen los dichos indios lo referido, y los dichos Padres se soberanizan y engrandecen.57
Como apuntábamos más arriba, la situación conflictiva tuvo que plantearse desde los mismos comienzos de la acción jesuítica en territorio casanareño, en 1661, como se desprende de la Real Provisión de la Real Audiencia, despachada durante el mandato del marqués de Santiago don Dionisio Pérez Manrique (16 de enero de 1660 - 2 de febrero de 1662)58: […] ordenando que los indios que se huyesen al gentilismo y se redujesen de nuevo a las misiones de los Padres de la Compañía de Jesús, quedasen en la Real Corona.59
57 anb. Miscelánea, t., 74 fol. 142. (Citado por Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 371). 58 Sergio Elías Ortiz, Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de Capa y Espada. Bogotá (1966) Historia Extensa de Colombia, Volumen III, p. 367. Sobre la legalidad del mandato: Ob. cit., 96-99. 59 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 241. Según Rivero, el gobernador de Santiago, don Pedro de Vargas (Pedro Ordóñez y Vargas), había depositado en Esteban Sánchez Chamorro ciertos indios achaguas “quienes horrorizados de su trato huyeron al gentilismo muchos años hacía” (Ibidem). La Real Provisión atendía, al parecer, a este preciso caso.
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Mucho tuvieron que arreciar las dimensiones del conflicto para que el nuevo presidente, don Diego de Egues60, decretara la expulsión de los llanos para Esteban Sánchez Chamorro, tras lo que Rivero califica como una “tiránica persecución” iniciada en agosto de 1663 o 166461. Pero, previamente, ya había actuado este mandatario: […] con sus despachos y provisiones reales para el amparo, así de los indios como de los Padres, contra las vejaciones y violencias de los españoles, que cada día nos molestaban y perseguían con testimonios y afrentas inconsideradas, a trueque de llevarse a los indios a sus trapiches y haciendas, para que les sirviesen en ellas, estando este servicio personal gravemente vedado por cédulas reales impartidas y despachadas por nuestros Católicos Reyes, en favor de los indios.62
La muerte de don Diego de Egues el 25 diciembre de 166463 no solo repuso a su punto inicial la virulencia del conflicto, sino que además envalentonó a Esteban Sánchez Chamorro, de tal forma que volvió a sentirse dueño de la situación y desató tal persecución que “en menos de dos días naturales se alteraron nuestras reducciones todas y pueblos” con sus calumnias y testimonios. Para atajar tales temeridades los misioneros se vieron precisados a enviar un representante a Santafé a fin de informar a la Real Audiencia sobre la verdad de los hechos64. Rivero nos ha sintetizado en un párrafo el clima que vivió la misión en estos años:
60 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 211. El mandato de don Diego de Egües y Beaumont duró del 2 de febrero de 1662 al 25 de diciembre de 1664. 61
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 210.
62
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 148.
63 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 211. Desconocemos tanto el expediente como el nombre del misionero que tuvo que trasladarse a la capital neogranadina. 64
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 138.
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Fuera nunca acabar si se hubiera de referir por menudo las defecciones y molestias que padecieron nuestros operarios por este tiempo. Llegaron a tales términos que les era fatidiosa la vida. “Bien sabe Dios, escribió el P. Neira a un confidente suyo, que ya nos causaba fastidio el vivir, y que oprimido de pesadumbres, melancolías y tristezas, pedía a Dios muy de veras morir.65
Las acciones de Esteban Sánchez Chamorro persistieron por muchos años, de forma sistemática, y sus interferencias se detectan generalmente a través de los procesos judiciales. Hacia mediados de junio de 1668 cayó sobre la caravana de achaguas que se trasladaba de Atanarí al Puerto de Casanare al mando de los PP. Castán y Ortiz Payán, logrando que dieran “la estampida a los montes, huyéndose muchos de ellos al gentilismo que dejaron”66. El 6 de septiembre de 1668 escribía desde Pauto Esteban Sánchez Chamorro, reiterando sus quejas contra los misioneros porque le habían impedido a Juan Bautista Valdés utilizar los indios achaguas del Puerto para la construcción de las piraguas que debían transportar la tropa que iba a Guayana; en el mismo documento acusa a los jesuitas de introducir contrabando por la mencionada región67. Una acción jurídico-eclesiástica interpuesta en febrero de 1669 contra Esteban Sánchez Chamorro nos evidencia su complejo modo de actuar con los misioneros. El día 20 de febrero de 1669 firmó el P. Fernández Pedroche, como Superior de la misión un decreto para que Esteban Sánchez Chamorro no sacara de la jurisdicción misional, hasta que la Audiencia lo decidiera, unos indígenas achaguas y yaruros agregados al pueblo de Pauto, para llevarlos a la jurisdicción de Tocaría y Cravo, y que la prohibición se extendiera hasta unos achaguas traídos del Palmar68. 65 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 241. 66 anb. Miscelánea, t. 74, fol. 142 y ss. 67 anb. Curas y Obispos, t. 36, fols. 21-21v. 68 Ibidem, fols. 21v-22.
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El día 21 notifica el P. Agustín Rodríguez, cura de Tate, el contenido del decreto. El encomendero responde: 1º) que no pretende llevarse los indios yaruros, por estar agregados a Pauto, pero sí una china y un muchacho “que por razón del encomendero es uso y costumbre en todas partes”; 2o) los achaguas son feligreses del P. Francisco de Luna Valecilla, pues el gobernador Pedro Ordóñez y Vargas los agregó a San José de Cravo, y cuando él regresó de Santafé unos estaban en Cravo y otros en Santiago: “por lo cual esta dependencia es con el dicho Padre, que por feligreses suyos los defiende”; 3) en cuanto a los indios del Palmar aduce que tiene ya tres, “porque el Señor Presidente cuando estuve en Santafé no me mandó los volviera, quizá atendiendo su Señoría al mucho trabajo y costo que tuve en la entrada del Palmar; y asimismo dijo que un indio tributario y otro que no paga tributo por manco, fueron al sitio de Tocaría, en yendo allá los remitirá en asentando su casa”69. El día 23 de febrero Sánchez Chamorro sacó los indios de Tate y los trasladó a Cravo y Tocaría; es decir, los trasladó de jurisdicción eclesiástica. El día 24 el P. Fernández Pedroche mandó notificar a Sánchez Chamorro, bajo pena de excomunión y multa de treinta pesos de a ocho reales, que en seis días debía regresar a Tate tanto los indios que pertenecían a Su Majestad como aquellos sobre los cuales pretendía tener derecho propio, ya que “cuando este pueblo de Pauto se puso en la Real Corona estaban dichos indios poblados, años había, en el sitio de Tate”70. Al serle intimada esta segunda notificación el mismo día 24, Sánchez Chamorro respondió: [...] recusaré una, dos y tres veces al Reverendo Padre Superior de las Misiones y Juez Eclesiástico de este Partido para que solo ni acompañado obre en mi causa y que en cuanto a los indios achaguas ya tengo respondido que esta dependencia es con el Padre Don Francisco de Luna, cura de los dichos indios y que esta recusación hago por conocer obra con pasión en mis causas por los
69 Ibidem, fol. 22-22v. 70 Ibidem, fol. 23.
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muchos disturbios que se han recrecido en estos días pasados hasta hacerme ir a Santa Fe por informes suyos como es notorio en toda esta tierra.71
El 27 de febrero Sánchez Chamorro elevó una petición ante el visitador eclesiástico don Juan Vargas de Alarcón, en la que representaba que no era incumbencia del fuero religioso el pleito con el P. Juan Fernández Pedroche, sino que correspondía “al brazo secular y jurisdicción real”. solo podría pertenecer al fuero eclesiástico si los indígenas estuvieran en lugares donde no pudiese administrárseles los sacramentos, ni asistir a misa ni a cosas de cristianos. No siendo tal situación: […] sino antes bien que de dispersos, los agregó a su párroco y ellos de su motivo, teniéndolo reconocido por tal, se han ido de su motivo y voluntariamente sin que yo les haya hecho violencia alguna de más que se la pudiera haber hecho por haberme mandado el dicho Señor Gobernador de esta jurisdicción y por tocar inmediatamente a la población de San José de Cravo y no le he hecho atendiendo siempre a la inquietud que de ello me podía venir y ahora de presente cuando vine de la ciudad de Santa Fe supe de mi mayordomo que el cacique se había ido con toda su casa y familia temerosos de que por mi ausencia no les hicieran agravios como en otra ocasión se los hicieron muy graves y de grande perjuicio como fueron quemarles las casas, ponerlos en colleras y desagregar sus familias siendo parte para ello los dichos padres y viniendo en ello por cuya causa de dicho temor se fue el dicho cacique de secreto que no lo pudo detener el dicho mi mayordomo para hacer la pesquería que hizo este verano.72
El mismo día 27 le notificaba el visitador eclesiástico al P. Juan Fernández Pedroche del contenido de la petición de Sánchez Chamorro. El Superior de las Misiones volvía en su declaración a dejar sentada respuesta a las principales cuestiones. En relación con los achaguas alegaba que habían vivido en Tate desde hacía muchos años, como constaba de los libros de bautismo 71 Ibidem, fol. 23v-24. 72 Ibidem, fols. 24v-25v.
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antiguos y modernos. Con respecto al cacique Barrigón responde: “que todo se ejecutó por orden del maese de campo Juan Sánchez Chamorro, su padre, que a la sazón era Corregidor”, a fin de acudir al socorro de las piraguas como se hizo con los demás que fueron por bogas y “estuvieron tan lejos de quejarse y sentirse de los agravios que refiere haber recibido de los Padres de la Compañía de Jesús que luego inmediatamente después del avío de las piraguas se poblaron en el Puerto” de Casanare. Concluye el Superior de las Misiones diciendo que Sánchez Chamorro, por más de ocho años, se había servido de los achaguas para el servicio personal: [...] en ministerio de trapiche contra las ordenanzas Reales en que han recibido notable daño los indios como probaré a su tiempo representando los agravios de marca mayor para que vea y conste el gobierno superior el trato que se le ha hecho a dichos indios, no solamente en estos años inmediatos sino en los atrasados, de que se ha seguido menoscabo en las encomiendas que ha tenido como probaré por el informe que como Juez Eclesiástico daré y es notorio a todos los vecinos de estos Llanos.73
No hemos podido seguir todo el proceso del pleito, pero según el historiador Rivero, tuvo que partir un misionero casanareño a Bogotá y el presidente, don Diego de Villalba y Toledo, despachó: […] las provisiones necesarias en favor de nuestros misioneros e indios, y refrenando los excesos de quien nos molestaba y perseguía, con lo que respiraron los pueblos, se sosegaron los indios y se serenó la tempestad.74
La presencia de Esteban Sánchez Chamorro en el devenir histórico de las misiones jesuíticas de los llanos aflora siempre que fuera posible 73 Ibidem, fol. 26. 74 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 212. El presidente don Diego de Villalba y Toledo gobernó el Nuevo Reino del 10 de agosto de 1667 al 2 de julio de 1671 (Sergio Elías Ortiz. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de Capa y Espada [1654-1719]. Bogotá, [1966] 367). Por el contexto riverano pareciera que el problema se zanjó en 1669.
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un conflicto, ya que cuando la pasión se vuelve obcecada en la persona que detenta, o cree detentar el poder, todos los medios y todas las situaciones son lícitas para tratar de aniquilar la institución odiada. Así nace primero la obsesión y después el convencimiento de que todo es válido para conseguir el fin que se pretende. El 22 de marzo de 1676 había fundado don Pedro Daza y Ezpeleta la ciudad de Santa Rosa75. Don Onofre de Baños y Sotomayor, visitador eclesiástico, había agregado esta naciente población interinamente al curato de San Salvador del Puerto, hasta tanto se poblara y se pudiera nombrar párroco en propiedad. Esta agregación fue aprobada por el arzobispo de Santafé don Fray Juan de Arguinao76. Sánchez Chamorro encontró su oportunidad al acceder a la sede santafereña don Antonio Sanz Lozano, poco amigo de los jesuitas, quien tomó posesión de la mitra el 29 de junio de 168177. En un memorial solicitaba que se nombrara párroco de Santa Rosa a un clérigo, ya que el disgusto de los vecinos era tal que veintuno de ellos se habían retirado a Barinas y todos se hubieren ido si el P. Fernández Pedroche no lo hubiera impedido bajo pena de excomunión. Aprovechaba la ocasión para protestar asimismo contra el hecho de que el mencionado padre se desempeñara como vicario y juez eclesiástico de la jurisdicción, a la vez que formulaba otras acusaciones. El 4 de julio el P. Pedro de Tobar contestaba en nombre del rector del colegio de la Compañía de Jesús de Santafé. Comienza el jesuita alegando que el pedimento es “vago, siniestro y ajeno a la verdad” y presentado por quien no era parte en la causa. Recalca que la agregación es ad interin, mientras se consigue congrua suficiente para sustentar al sacerdote, y hasta el momento “los vecinos son tan pocos y tan pobres” que no solo no pueden dar la congrua, sino 75 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 74. Certificación de los PP. Pedro de Ortega, Fernando Arias y Juan Fernández Pedroche, 24 de marzo de 1676. 76 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 647. Auto del 21 de junio de 1678. 77
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 181.
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que el cura de San Salvador debe prestarles hasta cáliz y misal. Además, las causas que movieron tanto al visitador como al Gobernador para efectuar tal agregación: […] constan de los autos de ella, militan y subsisten al presente, como es notorio, y sin embargo de ellas mi Religión está pronta para exonerarse del cuidado de dicha agregación y de dar el pasto espiritual a los vecinos de la ciudad cada y cuando que V. Señoría Ilustrísima fuere servido de proveer Cura propietario que lo haga.78
Dos razones alega el Procurador General de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino fueron las que movieron al arzobispo don Juan de Arguinao para designar al P. Juan Fernández Pedroche como vicario y juez eclesiástico de la demarcación. La primera la impuso la geografía, pues tanto San José de Cravo como Morcote distaban de Pauto cinco o seis días de camino, y en tiempo de invierno, “que allí dura nueve meses”, los caminos se tornaban “peligrosísimos”. Esta circunstancia hacía difícil el recurso de los feligreses a “cualquiera de los curas seculares” y en consecuencia se eligió a Pauto como el lugar más razonable. La segunda era de orden económico, ya que la suma pobreza de la región impedía a sus moradores “pagar los derechos acostumbrados por las licencias, e informaciones y demás despachos judiciales”, y de esta suerte se obviaba la ocasión de menos conformidad que “tal vez suele haber entre el Vicario secular y Curas Regulares”79. En el tercer punto trata el P. Tovar de mostrar el porqué de la pasión de Sánchez Chamorro contra el P. Fernández Pedroche, pues “en veinte y dos años no ha habido otro vecino que dé semejantes quejas a las que el susodicho da”. Aunque la causa “consta de los autos que están en poder del presente notario”, sin embargo, el encomendero dice:
78 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 25. Representación del P. Pedro de Tobar, Procurador General en esta Corte de los Llanos. Santafé, 4 de julio de 1681. 79 Ibidem, fols. 25-25v.
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[…] que el hato de ganado vacuno que tiene la misión se compone de cinco mil reses, siendo asi que no llegan a dos mil y ochocientas; y que los trapiches son cinco, no habiendo más que uno y recién entablado que esté corriente; y el producto así del ganado como de la caña aún no alcanza para el sustento de los Padres, y limosnas y sustento de los indios. Y a faltar este medio, no hubiera ninguno para atraerlos y reducirlos así a debida política como a nuestra santa fe, pues el genio tan interesable, como es el de los indios, enseña la experiencia que no menos les entra la fe por el oído que por la boca. Y así es preciso gastar mucho con ellos y tener con qué socorrerlos para conservarlos.80
Finalmente, en cuanto a la supuesta excomunión fulminada por Fernández Pedroche para que no saliesen de la ciudad de Santa Rosa los vecinos españoles, “es totalmente inverosímil”, pues el P. Ignacio Fiol “que acaba de llegar a esta ciudad y viene de allá, y es testigo fidedigno de lo contenido en esta petición, no oyó ni supo tal”. Y concluye el Procurador General: […] y, caso negado que el Padre Juan Fernández se valiese de ese medio sería por alguna causa urgentísima, como es obviar el grave escándalo de que la mujer con quien dicho informante le ha dado por tantos años, no saliese de la ciudad para ir a verse con el susodicho, de lo cual se hallará razón en los autos referidos.81
La cotidianidad misional Retomando el acontecer histórico, debemos señalar que para el 30 de enero de 167182 el Catálogo de la Provincia recogía la siguiente situación misional: Pauto era atendido por los PP. Juan Fernández de Pedroche, Agustín Rodríguez y Bernabé González, la Guayana por Ignacio Cano y Julián de Vergara, el Puerto de Casanare por Alonso de Neira, Tame por Pedro de Ortega y Dionisio Mesland, y los Airicos por Cristóbal Jaimes83. Llama la atención el 80 Ibidem, fol. 25v. 81 Ibidem. 82 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23. 83 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 354: “Estando en este puesto de Patute le llamó el año de mil y seiscientos setenta y dos la santa obediencia al Colegio de Santa Fe...”.
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silencio del Catálogo sobre Patute, aunque en 1672 debió de residir allí, por algún tiempo, el P. Dionisio Mesland, antes de regresar a Bogotá84. Al concluir su provincialato el P. Gaspar Vivas en 167285, se siguió, como es natural, el cambio de gobierno en toda la Provincia del Nuevo Reino. Al P. Juan Fernández Pedroche le sustituyó en el superiorato el P. Agustín Rodríguez86; corta iba a ser la gestión de este jesuita neogranadino, pues tuvo que retirarse a Bogotá por enfermo87, ciudad en la que falleció de hidropesía el 12 de marzo de 167488. La vacante del P. Agustín Rodríguez creemos que fue asumida por el P. Pedro de Ortega89, quien duró en el ejercicio hasta 1678, año en que accedió por segunda vez al superiorato el P. Juan Fernández Pedroche, por decisión del visitador de la Provincia del Nuevo Reino, el P. José de Madrid90. Pero si la fecha de inicio del superiorato del P. Ortega ofrece dudas, también la de la transmisión de mando dibuja alguna dificultad. 84
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia., II, 88.
85 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 371. No podemos precisar en qué fecha se realizó la transmisión de mando, pero tuvo que realizarse a lo largo del primer semestre de 1672, pues el 2 de febrero de aquel año el P. Fernando Arias pronunciaba sus Últimos Votos en la misión de los Llanos ante el P. Juan Fernández Pedroche, Superior. Sin embargo, el 15 de agosto de ese mismo año los pronunciaba el P. Ortega ante el mismo y el documento ya no subraya que era Superior (arsi. n. r. et q., 3 fol. 344). 86
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 375.
87
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 377.
88 arsi. n. r. et q., 3, fol. 343. Supplementum Catalogi huius Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671. Sin embargo, en el Catalogus tum eorum qui in Societatem admissi sunt, tum etiam illorum... fol. 312, tan solo dice que murió en Santafé en 1674. Y en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús se anota: “Marzo, 1674” (arsi. Historia Societatis, 49, fol. 3v). 89 Aunque el primer documento que hasta el momento certifica que el P. Ortega era Superior de las Misiones data del 21 de marzo de 1676 (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75-75v), sin embargo, creemos que su acción debió de comenzar tras el retiro del P. Rodríguez de las misiones y se prolonga hasta 1678, fecha en que es reemplazado por el P. Juan Fernández Pedroche. 90 arsi. n. r. et q., 15-II. Resulta de la visita de la Mission de los Llanos, hecha por el P. Joseph de Madrid, Visitador y Viceprovincial del Nuevo Reyno, en el mes de febrero de 1678, fol. 16.
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La visita del P. José de Madrid Por el memorial de la visita a los llanos que llevó a cabo el P. Madrid, pareciera que el cambio tuvo que realizarse en febrero de 167891; sin embargo, ya el 22 de enero de 1678 aparece el P. Fernández Pedroche suscribiendo un documento judicial como Superior de la Misión92, lo cual quiere decir que para esa fecha ya había tomado posesión del cargo. La difícil situación que vivió la Provincia del Nuevo Reino durante el provincialato del P. Juan de la Peña (1672-1677)93 obligó al P. Pedro Oliva, prepósito general de la Compañía de Jesús, a enviar al P. José de Madrid como visitador y viceprovincial94. Al parecer, tres eran las causas fundamentales que motivaban tal decisión: el antagonismo que dividía a los jesuitas criollos de los peninsulares95; la aguda crisis de inobservancia religiosa en que se sumergió el
91 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 16. 92 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2. Información fecha a pedimento del muy Rdo. P. Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús sobre las misiones del Orinoco, fols. 32-45. 93
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 88-90.
94 agi. Santafé, 249. Certificación del P. Francisco de Florencia: “Padre José de Madrid, señalado por Visitador y Provincial de la Provincia del Nuevo Reino, de más de sesenta años, natural de Sevilla, de la Provincia de Andalucía”. 95 Amplia información en: arsi. n. r. et q., 15-II. El P. Juan Manuel Pacheco (Ob. cit., II, 89) transcribe algunos párrafos de una carta (Cartagena, 17 de diciembre de 1673) del P. Juan Bautista Rico, uno de los protagonistas de este enfrentamiento, al P. Gaspar Vivas: “... por la [carta] más fresca de 30 de agosto veo quedaba V. R. con la buena salud que sabe le deseo y que encomiendo a Dios con todas veras, asi por mi propio interés y consuelo, como por el de esta miserable provincia que ha llegado a tal extremo con el gobierno o desgobierno presente, cual nunca yo llegara a imaginar, sin haberse visto jamás (según creo) en nuestra Compañía [...] Ahora va [el P. Peña] con grande ansia de llegar por Guayaquil a Quito. Allá vera V. R. lo que hace, y reconocerá la insuficiencia para todo y la descuididad con que está en su oficio, pues no llega a parte adonde todos, hasta sus mismos criollos, no lo noten y murmuren, pues que (hasta) un Castañito de buena memoria llamándole Peñuela, criado de Escobar,, y gargajo de Molina, y esto aun después de haberle dado el gobierno de este colegio, que es cosa lastimosa cuál le tiene y está en lo espiritual y temporal, y antes que acabe el rectorado temo que ha de acabar con él. Y como es cuña del mismo palo todo es puro trapo. No son para carta muchas cosas; y así con otras de la misma calidad las reservo para la vista, que lo deseo infinito”.
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colegio de Quito96; y la falta de carácter del P. Juan de la Peña para enfrentar la crisis97. En la legislación de la Compañía de Jesús, los visitadores son designados directamente por el general de la orden para que visiten las provincias en su nombre, o para que enfrenten graves problemas o negocios98. En las provincias indianas fue frecuente esta figura99. En el ámbito jurisdiccional, el visitador estaba por encima del provincial y sus facultades debían estar definidas tanto en la patente del nombramiento como, sobre todo, en la “instrucción” que debía recibir del general100. El 13 de julio de 1677 llegaba a Cartagena el visitador101. Por una carta circular, datada en Santafé el 17 de octubre de 1677, conocemos la visión del estado de observancia de la Provincia del Nuevo Reino dada por el P. José Madrid102. En febrero de 1678 visitaba la misión de los llanos103. No hace alusión el visitador en esta demarcación a casos de nacionalismo104, pero sí centra su 96 José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito. 1570-1774. Quito, I (1941) 250-252. Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, VI (1921) 589. 97
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 90.
98 Constitutiones Societatis Iesu et Epitome Instituti. Romae (1943). Parte VIII, capítulo 1º, parágrafo 7, declaración H; VIII, c. 5, p. 4; IX, c. 3, p. 20. Véase: Congregación General I, decreto 91; Congregación General II, decreto 11. En: Institutum Societatis Jesu. Romae, Typis Civiltatis Cathocicae, II (1870). 99 Institutum Societatis Jesu, II. Congregación General I, decreto 91. 100
Henricus Ramière. Compendium Instituti Societatis Jesu. Tolosae (1896) 223.
101 anch. Jesuitas. Quito, 246. Carta del Excmo. Sr. Cristóbal Bernardo de Quirós, Obispo de Popayán, al P. Alonso Pantoja. Popayán, 15 de noviembre de 1677. 102 arsi. n. r. et q., 15. Un comentario en: Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 91-94. 103 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 11. 104 En el momento de la visita de puede aseverar que la composición era casi igualitaria. En febrero de 1678, según el Memorial del Visitador, eran 12 los Padres residentes en el área misional (arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 13). Sin embargo, el Catálogo de ese mismo año, confeccionado el 16 de julio por el P. Madrid (arsi. n. r. et q., 3, fol. 313), asigna a la misión nueve jesuitas: Juan Fernández Pedroche, Alonso de Neira, Ignacio Cano,
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memorial en tres puntos principales: el alma de la observancia religiosa, los defectos comunitarios y un llamado de atención sobre la praxis de la pobreza según san Ignacio de Loyola. Pocas veces llega la historia a penetrar el fuero interno de las personas y la conducta espiritual de los integrantes de una corporación religiosa. Tampoco es ese nuestro propósito, sino únicamente acercarnos en el espacio y en el tiempo a la puesta en práctica de un ideal de perfección religiosa y a la mentalidad que debe generar en la vida personal y comunitaria de cada religioso. Un resumen del proyecto jesuítico apareció en el prefacio de la primera edición de las Constituciones y su texto es atribuible al P. Pedro de Ribadeneyra: La razón de nuestra vida nos pide que seamos hombres crucificados al mundo y para quienes el propio mundo esté crucificado; añadiré, hombres nuevos que se hayan despojado de sus afectos para vestirse de Cristo, muertos a si mismos para vivir la santidad; hombres que, como dice San Pablo, se muestren como Ministros de Dios en vigilias, ayunos, castidad, ciencia, grandeza de alma, bondad, bajo el Espíritu Santo, en caridad no fingida, en palabra de verdad; hombres, que luchen por conseguir la patria celestial en intensas jornadas con las armas de la justicia en todas sus formas, por medio de la gloria y la ignominia, de la fama y de la infamia y finalmente de la prosperidad y de la adversidad y empujen a los demás, de todas las maneras posibles, con las obras y con el empeño que puedan, teniendo siempre como norte la mayor gloria de Dios.105
El resultado de la visita del P. Madrid habría que analizarlo en su contexto global para precisar su balance real. Nosotros resaltaremos algunos aspectos. Pedro Ortega y Julián de Vergara: europeos. Cristóbal Jaimes, Fernando Arias, Felipe Gómez y Pedro de la Barrera: neogranadinos (arsi. n. r. et q., 3, fol. 324). 105 Thesaurus spiritualis Societatis Iesu. Santander (1935) 295: “Ex praefatione primae editionis Constitutionum praefixa et a P. Petro Ribadeneyra, ut fertur, conscripta”.
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Señala el visitador, en cuanto a la observancia regular se refiere, que “la paz y unión hermanable [...] se ha echado de menos en estos años”106, pero no establece ni su origen temporal, ni las causas que la han motivado, ni describe “las diferencias bien excusadas e inútiles”107 que determinaron la falta de unión entre los misioneros. Sin embargo, a lo largo del memorial se atisban ciertas expresiones y medidas que tienden a corregir el mal, como es “sin dividirse en porfías y dictámenes encontrados que solo sirven para desazonarse entre si y malograr el fruto destas misiones”108. No era fácil ni la existencia, ni la empresa misional en los espacios casanareños. Ello obligaba a una vida sometida a todo tipo de privaciones, pero con la responsabilidad de ofrecer un mundo mejor para el cuerpo y para el alma de aquellas poblaciones. Así se explica que en octubre de 1683 escribiera, desde Duma, el P. Ignacio Toebast al P. Carlos Panigati: Procure además salir cuanto antes de los Llanos sin demorarse mucho, porque allí va a sufrir no poco, y va a ser muy escaso el afecto y caridad de todos, puesto que viven en continuas disidencias. El P. Neyra le mostrará ciertamente un afecto grande porque es varón religioso y amante de la misión.109
Sin embargo, no parece que en años anteriores la situación hubiera sido tan aguda como la pinta el jesuita flamenco. El 9 de enero de 1667 el Provincial P. Hernando Cabero escribía a los PP. de la misión de los llanos: “... heme consolado con la relación que el Padre Superior me ha dado del celo y fervor con que Vuestras Paternidades acuden a sus obligaciones procediendo en todo con mucha religión y ejemplo”110. Tal reconocimiento parece
106 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 11. 107 Ibidem. 108 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 15. 109 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 9v. (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 352). 110 arsi. n. r. et q., 14. Copia de una carta que escribí a los PP. de la Mission de los Llanos con el P. Superior dellas, fol. 243.
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demostrar que la falta de unión y caridad fraterna se había generado poco tiempo antes de 1678. Con todo, la experiencia de gobierno del P. Cavero le llevaba a prevenir la posibilidad: [...] encargo a V Rs. las cosas siguientes que son las que pueden hacer estorbo para el lustre de nuestros ministerios. La 1a. y principal es, la unión y charidad de unos con otros que tan necesaria es a los que viven tan distantes de todo el cuerpo de la Provincia cuidándose y socorriéndose como buenos Hermanos en las cosas que se ofrecieren.111
Por el escrito del P. Madrid deducimos que las causas inmediatas se pueden deducir de los remedios: en cada reducción deben residir al menos dos misioneros112 y además deben estar perfectamente delimitadas las funciones espirituales y administrativas de cada uno de ellos113. Reitera el visitador los mecanismos de representación y apelación: en primer término, deben acudir al Superior de la misión que tiene las mismas atribuciones que el Rector de un colegio; en segunda instancia, al rector de Santafé, quien “es superior de todos los Padres de estas Reducciones”114. Y si el problema no se resuelve, queda el provincial como última instancia; y para ello, cada cuatro meses (enero, mayo y septiembre) se debe despachar un chasqui de la misión a Santafé “para que pudieran escribir a quien tuvieren necesidad o consuelo”115. El gobierno espiritual: […] está muy prudentemente dispuesto y prevenido con los órdenes de las visitas antecedentes del Padre Hernando Cavero, Padre Gaspar de Cugía y Padre
111 arsi. n. r. et q., 14, fol. 243v. 112 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 14v. (n. 18). 113 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 15 (n. 19). 114 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 11v. 115 Ibidem.
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Francisco Ximeno, los cuales se contienen en las 12 hojas primeras deste libro y yo los confirmo y renuevo.116
La vida ordinaria del misionero Desconocemos las órdenes de las visitas que menciona el P. Madrid, pero han llegado hasta nosotros las del P. Cabero, promulgadas durante sus dos provincialatos a las misiones hermanas del Marañón117. Todas ellas insisten en la observancia de una vida espiritual vigorosa, metódica y disciplinada. La distribución ordinaria de todas las casas era la siguiente: 4:30 Levantarse. 5:00 Oración. 6:00 Examen de la Oración. 11:15 Almuerzo. 7:30 Letanías. 9:00 Lectura espiritual. 9:15 Examen de conciencia. 9:30 Acostarse.118
116 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 14v. No ha llegado hasta nosotros el Libro de Visitas, por demás interesante, para conocer de cerca la vida interna de los misioneros casanareños. En cuanto a los tiempos de visita, si tenemos en cuenta la sucesión de los provinciales, debemos concluir que las visitas se realizaron a lo largo de la década 1661-1669, ya que el P. Jimeno falleció el 1º de diciembre de 1670 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 271). En efecto, la del P. Hernando Cabero tuvo que llevarse a cabo en 1661, antes de concluir su primer povincialato (1658-1661), pues durante su segundo período (1666-1668) llamó en enero de 1667 al Superior de las Misiones, P. Antonio de Monteverde, “el cual me ha dado noticia de la salud de V. Ras. y de sus buenos trabajos” (arsi. n. r. et q., 14, fol. 243). Al P. Cabero sucedió en el Provincialato el P. Gaspar Cugía (1661-1664) y en este lapso de tiempo tuvo que llevar a cabo su recorrido por las misiones llaneras. El P. Francisco Jimeno se desempeñó como Secretario de la Provincia del Nuevo Reino de 1664 a 1668, es decir, durante los provincialatos de los PP. Bartolomé Pérez (1664-1666) y Hernando Cabero (1666-1668) y en nombre de alguno de los dos tuvo que visitar las misiones. 117 José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la Antigua Provincia de Quito, I, 620-623. 118
José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito, I, 612.
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Las Constituciones de la Compañía de Jesús trazan un programa de pobreza individual extremadamente exigente para cada jesuita. De acuerdo con ella se excluye: todo lo superfluo;119 todo tipo de compensación, bien sea por ministerios, bien por cualquier otro oficio120; y todo aquello que tenga sabor a negociación121. Estas severas prescripciones valían por igual tanto para los miembros de la Orden que trabajaban en el Colegio Imperial de Madrid como para los misioneros que vivían en San Salvador del Puerto de Casanare, ya que el ideal de perfección tenía que realizarse con hombres concretos y en espacios concretos, y en ellos la pobreza desempeñaba un papel decisivo. En este contexto, el visitador detectaba dos situaciones anómalas en las misiones llaneras: que los misioneros recibían estipendio por las misas y también otras obvenciones de la Iglesia a título de que estaban dispensados por Roma. El P. José de Madrid aclaraba que Roma solamente había declarado que se podía recibir estipendio únicamente para sustento y vestido, pero si el rey de España se lo daba, no podían aceptarlo, y así consta en el Libro de Respuestas de Roma (2 de febrero de 1628)122. En todo caso, después de analizar 119 Constitutiones Societatis Iesu. Parte VI, capítulo II, parágrafo 11 y ss. 120 Constitutiones Societatis Iesu. Parte IV, cap. VII, parágrafo 3; cap. 15, par. 4; cap. 17, declaración, F; Parte VI, cap. 2, parágrafo 7, declaración, G; Parte VII, cap. 4, parágrafo 4, declaración, B; Parte X, parágrafo, 5. 121 Congregación General II, decreto 61. 122 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 12-12v. Y a continuación transcribe el Visitador la carta del P. General al Provincial Florián de Ayerbe: “En una de 21 de septiembre de 1626 avisé a V. R. que de ninguna manera se podía hacer. Porque, lo que se ha declarado es: Que solamente se pueden recibir Ad victum, et vestitum, cuando el subsidio o limosna que el Rey da a los curas no es bastante para su sustento. Pero, siéndolo tanto que aun les sobra, como V. R. y otros me han escrito muchas veces, es cierto que no se deben ni pueden recibir limosnas por las Missas ni por ningún ministerio. Y en caso que se reciban por las razones que se admiten en Indias y en otras partes, no se puede gastar en provecho y utilidad de los Nuestros, sino de los mismos indios, repartiéndolas, como digo en otra de las que van con esta, entre los pobres del pueblo, o Parroquias, donde se dieren, o adornando sus Iglesias. Adviertan todos que este punto es muy substancial y en que puede haber mucho escrúpulo, Y vuelvo a declarar, que si en él se faltase, se faltaría en caso grave, como lo es en la Compañía recibir limosnas por missas o ministerios. V. R. se informe bien de lo que en esto ha pasado y remedie cualesquiera falta que hallare: y haga que se restituyan cualesquiera limosnas que se hayan recibido por misas o ministerios.
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el problema llanero, declaraba taxativamente: 1.°), que no se podían recibir; 2.°) podían admitir limosnas de misas, obvenciones, primicias, ofrendas de Pascua, solo “como depósito, para repartirlo todo en limosnas a los indios de los pueblos que las dan y ofrecen, o para algun adorno de sus iglesias, sin aprovecharse los Nuestros de cosa alguna de destas”123; 3.°) prohibía tomar en arrendamiento los diezmos del Partido de los Llanos, porque aunque “no llegase a ser negociación rigurosa [...] tiene para con los seglares la nota de mucha codicia nuestra”124. Finalmente, concluía este punto con las siguientes disposiciones: [...] prohibo gravemente a todos y a cualesquier Padre de los que asisten y en adelante asistieren (aun por breve tiempo) en estas misiones: Que no se metan en granjería alguna, ni con hilanzas, ni con algún otro modo de inteligencia para granjear con personal alguno, ni con indios, mestizos, ni españoles: Quitándoles a todos hasta la menor esperanza de todo interés, o ganancia mundana y temporal, como dice la Santidad de Clemente 9º en su Bulla; la cual no venimos a buscar a las misiones, sino la eterna salvación de los indios.125
La vida de la Misión El superiorato del P. Juan Fernández Pedroche se extendió de enero de 1678 a agosto de 1681, fecha en que asumió el provincialato el P. Juan Martínez Rubio126. No deja de llamar la atención que el visitador resignara en el P. Fernández Pedroche los cargos de superior, procurador y cura de Pauto. Dejaba,
Si no es que, como queda dicho, las han recibido los curas Ad victum, et vestitum, por no ser bastante para su sustento la limosna del Rey”. 123 arsi. n. r. et q., 15-II, fols. 13-13v. 124 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 13v. 125 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 14. 126
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99.
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además, como consultores a los PP. Cristóbal Jaimes, Felipe Gómez y Pedro de la Barrera127. El Catálogo de 1678 recoge solamente los nombres de los misioneros, pero no su lugar específico de trabajo. Ellos eran: Juan Fernández Pedroche, Alonso de Neira, Cristóbal Jaimes, Julián de Vergara, Fernando Arias, Ignacio Cano, Pedro Ortega, Felipe Gómez y Pedro de la Barrera128. Antes de seguir adelante, conviene clarificar el régimen de superioratos de la misión entre 1678 y 1695. Al finalizar su segundo mandato en agosto de 1681, fue reemplazado por el P. Felipe Gómez, quien ejerció el cargo hasta el 5 de agosto de 1684129. Con el nombramiento del P. Juan de Santiago como provincial el 5 de agosto de 1684130 accedía a su tercer período el P. Juan Fernández Pedroche, hasta pasado agosto de 1688131. Con la toma de posesión para regir los destinos de la Provincia del Nuevo Reino, del P. Diego Francisco de Altamirano, reasumía el P. Felipe Gómez, quien duraría en el cargo hasta 1692132. De 1692 a 1696 cumpliría las funciones de superior el 127 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 16. 128 arsi. n. r. et q., 3, fol. 323v-324. 129 Con el cambio de Provincial se renovaba la Provincia y si el P. Felipe Gómez era Superior en 1684, según aparece en el Catálogo de 1684 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 358v.), y el Catálogo parece fechado el 15 de julio de ese año (Ibidem, fol. 346) y rubricado por el P. Juan Martínez Rubio, a todas luces su gestión obedece a ese lapso de tiempo. El P. Juan Martínez Rubio fue sustituido por el P. Juan de Santiago el 5 de agosto de 1684 (Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la Antigua Provincia de Quito, I, 271). 130 José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la Antigua Provincia de Quito, I, 271. 131 El P. Altamirano llegó a Cartagena el 30 de agosto de 1688 (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 207) y, en consecuencia, los cambios debieron llevarse a cabo con posterioridad. En todo caso, el Catálogo Breve de 1687 confirma que el P. Juan Fernández Pedroche era Superior en ese año y por ende durante todo el lapso (arsi. n. r. et q., 5, fol. 26). 132 Por la correspondencia del P. General de la Compañía de Jesús con el Provincial del Nuevo Reino vemos que fue mandado destituir, creemos, que en 1692. En carta del 15 de agosto de 1693, escribe el P. Tirso González: “... lo que no nos puede agradar es aquella acción tan imprudente, que yo llamaría inhumana, del P. Felipe Gómez de haber dejado solos en aquel peligroso páramo los tres nuevos Misioneros que llevaba consigo; gracias a Dios que no les sucedió desgracia alguna. Esta sola acción es bastante argumento de que no era capaz para el gobierno de aquellas Misiones” (apt. Leg. 132, fol. 77). El Catálogo Breve de 1691 señala al P. Felipe
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P. Fernando Monterde133, quien no era misionero y se había desempeñado como rector del colegio de Mérida y del de Tunja. Durante este largo período, las reducciones casanareñas vivieron con intensidad tanto el camino a la consolidación como el de la expansión hacia el gran río venezolano.
La hacienda de Caribabare En el campo económico algo hemos atisbado entre la antinomia de la pobreza y la prohibición de negociar. Sin embargo, el mantener la estructura misional era altamente costoso. El propio año de la entrada, en 1661, había solicitado el P. Gaspar Cugía “las tierras que están desde el río de Casanare hasta el sito llamado Tunapuna, el cual dicho sitio es baldío y sin población alguna de indios”134. El 13 de octubre de 1661 ordenaba el presidente Dionisio Pérez Manrique al maese de campo Juan Sánchez Chamorro que verificara junto con tres prácticos las tierras solicitadas. La diligencia se llevó a cabo el 20 de diciembre, en presencia del P. Ignacio Cano, superior, el vicario de Pauto, algunos jiraras de Tame y unos tunebos, así como de unos pocos españoles residentes en esos parajes. Y todos, unánimemente, declararon: […] estaban gustosos por el bien y conveniencia que se les seguía de que dichos Padres asistiesen en los llanos por tener en ellos el remedio de sus almas, enseñanzas de sus hijos, su amparo y otras conveniencias.
Además, los prácticos establecieron cuatro leguas de un lindero al otro, y como eran:
Gómez como Superior de la misión (arsi. n. r. et q., 5, fol. 5). 133 Testimonio de que fue Superior de los Llanos lo ofrecen las Letras annuas de 1694-1698 (apt. Leg. 26, fol. 118). Que se inició en ese cargo en 1692 lo deducimos por la destitución del Superior de las Misiones en 1692 por el P. Visitador (apt. Leg. 132, fol. 77. Carta del P. Tirso González al Visitador del Nuevo Reino. Roma, 15 de agosto de 1693). 134 anb. Tierras Boyacá, t. 21, fols. 846-849.
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[…] tierras vacas y sin habitación de ningún vecino y en muchas partes infructíferas y que por el riesgo de los indios de guerra ninguno hasta hoy se ha atrevido a pedir ni poblar dichas tierras, dijeron que tasaban y tasaron cada estancia en doze patacones que sería su justo valor por las razones referidas.135
El 11 de febrero de 1662 decretaba don Diego de Egues y Beaumont la merced a los Padres de la Compañía de Jesús136. Estos fueron los comienzos de la famosa hacienda de Caribabare. En 1681 disponían de una hacienda con casi 2800 reses y de un trapiche137. Para 1693, según la información oficial de la Compañía de Jesús, contaban con 3000 vacas de vientre “con los toros necesarios”, quinientas yeguas de vientre “con los caballos y guaranes necesarios para el multiplico” y un trapiche para el azúcar, miel, aguardiente y vinagre para los gastos de la misión138. Con todo, en unas informaciones judiciales mandadas levantar por el P. Juan Fernández Pedroche en 1690, un testigo afirma: […] dice este declarante que tienen dichos Padres dos hatos en distintas partes, que la cantidad de ganado importará cuatro mil y tantas reses, que tienen quinientas yeguas y un trapiche que por año molerá hasta cien botijas de miel.139
135 José Eduardo Rueda Enciso. “El complejo económico-administrativo de las antiguas haciendas jesuíticas del Casanare”. En: Boletín Cultural y Bibliográfico. Bogotá, vol. XXVI, nº. 20 (1989) 3-15. El autor ofrece como fuente: anb. Fondo Richmond, t. 844, pags. 1-3. 136 José Eduardo Rueda Enciso. “El complejo económico-administrativo de las antiguas haciendas jesuíticas del Casanare”, 4. 137 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 25v. Representación del P. Pedro Tovar al Arzobispo de Santafé. Santafé, s/f [4 de julio de 1681]. 138 apt. Leg. 132, fol. 76. Carta de Tirso González a Altamirano. Roma, 15 de agosto de 1693. 139 agi. Santafé, 249. “Declaración de Antonio Guzmán”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 201.
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Otras haciendas También tenemos que hacer referencia a un hato y a una hacienda, ambos vinculados a la financiación de la entrada que preparaban los misioneros al Orinoco en 1681. En 1688 escribía el P. Tirso González, general de la Compañía de Jesús, al provincial del Nuevo Reino: El Padre Juan Fernández Pedroche, superior de las misiones de los Llanos y Orinoco, escribe largamente diciendo que aquellas Misiones compran al Colegio de Santa Fe una hacienda raiz que se llama la hacienda de Boza, procediendo tratado de evidente utilidad y licencia del Padre Provincial Juan de Santiago y que ahora el mismo Provincial y los Padres de Santa Fe quieren que esta hacienda se venda por decreto, que no da el coste que tiene en su labor. Propone largamente las conveniencias de esta hacienda y las causas por que en los dos últimos años no fructificó mucho y el género de avío de que necesita para que fructifique en abundancia. Escribo que lo represente todo a V. R. que dispondrá lo que fuere en conveniencia para las Misiones. En caso de no haberse de vender esta hacienda está bien dispuesto lo que ahí se dispuso cuando el Colegio la vendió a las Misiones: que la hacienda quedase aplicada al Colegio y se asista a las Misiones con el usufructo porque como dije a V. R. en la carta 4 del despacho referido, las Misiones no son capaces según nuestro Instituto del dominio destas asi otras haciendas.140
Muy confusas son las noticias que tenemos sobre el hato de Apiari, que según Rivero lo dejó Neira cuando se retiró de las misiones de Cinaruco en 1675141 y el cual pasó en 1681 a la administración del P. Vergara cuando se reentablaron las misiones del Orinoco142. Aunque las fechas dadas por Rivero no son exactas, sin embargo sí parece que debió existir un comienzo
140 apt. Leg. 132, fols. 22v-23. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 22 de octubre de 1688. 141 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 248. 142 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 262.
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de hato, cerca de Carichana, como se evidencia en el mapa que el P. José Gumilla incluyó en su libro El Orinoco ilustrado. Mucho descontento debía de existir entre los misioneros llaneros por la dependencia económica que tenían del Colegio Máximo de Santafé. En 1693 el general de la Compañía de Jesús tomó la decisión de adjudicar […] las haciendas de campo y todos los demás bienes de las Misiones al colegio de Mérida de donde no podrán padecer lo que antes padecían o decían que padecían de Santa Fe, con que no tendrán ocasión de reconocer las antiguas quejas.143
En todo caso el P. Altamirano había declarado que los bienes raíces de las misiones no se podían enajenar. Así lo aprobaban de Roma, permitiendo que se vendiera la hacienda de Boza y con su venta comprar en Tunja tierras para el ganado “que alli se conduce de los Llanos”, con la imposición de que debían formar parte del capital enagenable144.
Arte y culto divino El esplendor del culto divino fue siempre preocupación de los misioneros. La construcción de la Iglesia de Pauto absorbió las diligencias del P. Juan Fernández Pedroche ya en 1678145. En 1690 dirían que los jesuitas se habían desvelado en […] aumentar las cosas del culto divino haciendo iglesias hermosísimas, adonándolas con muchas imágenes muy lindas, teniendo en ellas muchos ornamentos, campanas y las más alhajas necesarias para el culto divino [...] y hay cantores de canto de órgano [...] y entienden la música de órgano y chirimías y otras músicas.146 143 apt. Leg. 132, fol. 76. Carta del P. Tirso González al P. Diego Francisco Altamirano. Roma, 15 de agosto de 1693. 144 apt. Leg. 132, fols. 76-76v. 145 anb. Fábrica de Iglesias, t. 15, fols. 583-592. 146 agi. Santafé, 249. Declaración de Antonio Millán. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 204.
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Todo lo cual demuestra que esa infraestructura soportaba un modo de proceder comunitario bastante evolucionado.
La educación de la juventud Parece que la educación de la juventud era la que más había prosperado, pues “muchos de ellos saben leer y escribir”147. Tal realidad había llevado a los misioneros casanareños a solicitar del general de la Compañía de Jesús que se le elevara el puesto de Pauto a la categoría de colegio. En 1693 el P. Tirso González declaraba que “no hay lugar de poder darse ejecución a los antiguos deseos de aquellos Padres Misioneros [...] por la incapacidad que hay alli de ministerios propios y necesarios para colegio”. Pero añadía que, dadas las ventajas del sitio: […] se acomodase vivienda capaz para que pudiesen juntarse en ella los demás Misioneros para hacer los Ejercicios del año y los dichos de las Renovaciones, que serviría para consuelo de los mismos Misioneros y para que los Ejercicios se hiciesen con puntualidad y exacción, porque el hacerlos separados en los curatos o Misiones con el mismo peso de ocupaciones que en lo demás del año está muy expuesto o a que no se hagan o a que no se hagan como se deben hacer.148
La historia jesuítica de Pauto Ciertamente Pauto se había ido transformando con la acción jesuítica, para convertirse en la verdadera capital de las misiones casanareñas. Gracias a unas informaciones levantadas en 1690 conocemos parte de la historia de esta población. La feligresía había sido atendida por el P. Antonio Martínez de Galvis y posteriormente por el P. Antonio González de Bohórquez, quien fue el que entregó la parroquia a los jesuitas149. 147 agi. Santafé, 249. Información mandada levantar por el P. Juan Fernández Pedroche, 1690 (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 198). “Declaración del sargento Gregorio Carrero”. 148 apt. Leg. 132, fol. 76. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 15 de agosto de 1693. 149 agi. Santafé, 249. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 200.
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Mucho antes de llegar la Compañía de Jesús “hubo una enfermedad muy contagiosa” que desencadenó una gran mortandad y suma pobreza150. Todos los declarantes coinciden en que el bienestar y progreso data de la presencia de los misioneros. El esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de la sociedad pauteña se evidenció en el surgimiento de ciertas instituciones benéficas. Al concluir el siglo existían al menos dos cofradías cuyos hatos eran administrados por la parroquia. Sin embargo, el capitán Tiburcio Medina hace alusión a tres: la de las Ánimas, la del Santísimo Sacramento y la de María Santísima151. Los indígenas también habían incrementado sus propiedades, sobre todo en el ramo de la ganadería, y “todo procedido de dádivas que les han hecho dichos Padres”152. Todavía más, parece que la beneficencia organizada comenzaba a rendir sus frutos, a juzgar por las reiteradas preguntas del juez a ciertos testigos sobre la existencia de un hospital en Pauto. Don Tiburcio Medina declaraba a este respecto: […] en las veces que ha estado en el dicho Pueblo de Pauto, antes que se mudase al paraje donde hoy está, vio en él una casa grande donde el padre Cura de dicho Pueblo, Padre Juan Fernández Pedroche, recogía los indios y muchachos enfermos y allí los curaba y daba de comer y asistir por medio en ella Renato Xavier de nación francesa, pero no sabe cuya costa se fabricó dicha casa.153
150 agi. Santafé, 249. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 202. 151 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos hechos a pedimiento del Padre Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús de la ciudad de Santa Fe... cerca de la escolta y lo demás que han pedido se de para el fomento de las misiones de la Provincia de Orinoco, fol. 77v. 152 agi. Santafé, 249. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 204. 153 agi. Santafé, 249. Ibidem, fol. 77v. Semejantes declaraciones aducen los otros testigos: José Ruiz Romero (fols. 62v-63); Salvador Esparza (fol. 52v).
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Las críticas romanas a la Misión Sin embargo, el 15 de agosto de 1693 el general de la Compañía de Jesús formulaba una serie de observaciones, las cuales vienen a constituir también una imagen de cómo percibían en Roma esta área de la Provincia del Nuevo Reino. La tesis fundamental del escrito la formula el P. Tirso González al afirmar que no ha correspondido la realidad al “poco método con que han sido dirigidas estas misiones”. Estatuye asimismo, amén de algunas decisiones de orden económico, que los provinciales deben visitar en persona la misión al menos una vez en cada trienio, a objeto de poder disponer de una visión directa de tan importante ministerio de la Compañía de Jesús. Por su parte, el superior de la misión no debía ser cura de ninguna población, ni tener puesto fijo, y “asi es muy necesario que asista un mes en una y otro en otra para que mejor pueda reconocer cómo obran los nuestros”. El procurador sí debía tener su residencia fija y a través de él debían canalizar los doctrineros sus peticiones y para ese fin mantendría correspondencia con los procuradores de las misiones en Santafé y Cartagena. Finalmente, cada cura debía tener un compañero que aprendiera bien la lengua, para que se “habilite a ser buen misionero y operario de indios”154.
Los últimos años del P. Juan Fernández Pedroche Más difícil se nos presenta el último tramo de la biografía del P. Juan Fernández Pedroche: 1700-1713. Lamentablemente, este lapso coincide con la etapa misional más desconocida tanto por la crónica misional como por la documentación con que se cuenta hasta el momento. Mucha importancia asume el rehacer, en primer término, el gobierno de las misiones como premisa histórica para cualquier ulterior investigación. Suponemos que el P. Alberto Buckoski se inició con el siglo y se mantuvo hasta 1704155. En esa fecha aparece de nuevo como superior el 154 apt. Leg. 132, fol. 76-77v. Carta del P. Tirso González al P. Diego Francisco Altamirano. Roma, 15 de agosto de 1693. 155 La única información de que disponemos pertenece al Catálogo de 1702 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v). Este dato nos permite deducir que, al menos, debió de asumir el cargo con la subida del nuevo Provincial, P. Pedro Calderón, en 1700.
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P. Fernández Pedroche156 y presumimos que se mantuvo hasta 1706, año en que concluyó su provincialato el P. Calderón157. Entre 1706 y 1711 se interpone un espacio temporal en el que solo nos consta que en 1710 era superior el P. Pompeyo Carcasio158. Esta aseveración nos lleva a establecer tres hipótesis: 1.ª) que el jesuita italiano rigió los destinos casanareños de 1706 a 1711; 2.ª) que su gestión se llevó a cabo durante el provincialato del P. Juan de Tobar (1709-1711); y 3.ª) que su superiorato se extiende de 1706 a 1709. En verdad, el texto que fundamenta la información aducida puede ofrecer dos interpretaciones: 1) que en 1710 era todavía superior, y 2) que su superiorato responde a un tiempo inmediatamente pasado, ya que el general de la Compañía de Jesús manda indagar el “modo que ha tenido en gobernar y tratar a los súbditos”. El dilucidar este dilema resolvería el problema planteado. Si se define el año 1710 quedarían abiertas las dos primeras hipótesis antes sugeridas; si en 1710 ya no era superior, podría establecerse la tercera hipótesis, a saber, que su período se extendería de 1706 a 1709. Y esta última probabilidad abre el interrogante de quién habría dirigido las misiones de 1709 a 1711. En el terreno de las meras suposiciones podría ubicarse aquí un segundo superiorato del P. Alberto Buckoski. Debemos confesar que el fundamento de esta formulación es muy endeble ya que se apoya en un supuesto error: que en el Catálogo trienal de 1711 aparece el jesuita bohemio como Su-
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Era Superior en 1704 (anb. Real Hacienda, t. 23, fol. 551) y en 1705 (anb. Miscelánea, t. 57, fol. 438).
157 Aún no conocemos la fecha exacta de la conclusión del período, creemos que tuvo que realizarse a lo largo de los tres primeros meses del año 1706, ya que la primera noticia que tenemos de su actuación como provincial data del 23 de marzo (agi. Santafé, 294), fecha en que se otorga la escritura de dotación de las cátedras de leyes en la Universidad Javeriana. Véase: José Del Rey Fajardo. La Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Javeriana 1706-1767. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Jurídicas (2012) 576 y ss. 158 apt. Leg. 132, fol. 189. Carta del P. Tamburini al P. Sierra. Roma, 14 de septiembre de 1710: “Cuando visite V. R. las misiones se informará del P. Pompeyo Carcasio, superior de ellas, y del modo que ha tenido en gobernar y tratar a sus súbditos, y si es verdad que ha introducido el obligar a los indios de las hilanzas para que tengan ese útil los gobernadores, y hallando que este cargo subsiste, dará V. R. al Padre una buena penitencia, para que todos aprendan a mirar a los neófitos con amor”.
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perior de la Misión159, y ello nos llevaría a concluir que en esa precisa fecha estaba finalizando su gestión. El gobierno de la siguiente década está perfectamente verificado por la acción de los PP. Ginés Marín (1711-1713)160 y Juan Capuel; este último iniciaría su largo superiorato en 1713161. Mas, la historia de este período corresponde ya a los superiores antes nombrados. Con todo, el P. Fernández Pedroche debió permanecer siempre en Pauto, donde le sorprendió la muerte el 14 de diciembre de 1713162.
Juicio final sobre el misionero A estas alturas conviene resaltar la antinomia de la figura y la obra del P. Juan Fernández Pedroche quien, a pesar de haber desempeñado un papel tan importante en la dirección y en la evolución de las misiones casanareñas, no obtuvo ningún lugar en la historiografía de la época. En la recolección de su obra escrita distinguiremos el aporte de los bibliógrafos Uriarte y Lecina del que ha venido recopilándose con posterioridad a ellos. Los PP. Uriarte y Lecina dejaron en sus archivos las siguientes papeletas: A. Mss. en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. (Al Visitador General de los Llanos).
159 No deja de ser curioso que el Catálogo trienal de 1711 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 105) aparezca como Superior el P. Alberto Buckoski. Sin embargo, el Catálogo Breve del mismo año señala al P. Ginés Marín (arsi. n. r. et q., 4, fol. 58). Ambos documentos están datados el 1º de noviembre de 1711. Este error es el que nos lleva a plantear la posibilidad de que el P. Buckoski ejerciera un segundo mandato hasta 1711. Lo que no admite duda es que fue trasladado a Bogotá a partir de ese año. 160 arsi. n. r. et q., 4, fol. 58. Catálogo Breve de 1711. 161 arsi. n. r. et q., 4, fol. 119. Catálogo de 1713. 162 Archivo de la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús. Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesús de Santafé, fol. 187. arsi. Historia Societatis, 50, fol. 93r. arsi. n. r. et q., 4, fol. 140. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a prima Decembris 1713 ad 26 Decembris 1715.
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1. El P. Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús, Procurador de la Misión de los Llanos y Orinoco y Cura del pueblo de Pauto. Parezco ante Vmd. en la mejor vía y forma que en derecho se requiere y digo que conviene al derecho de mi Religión, Bien y aumento desta missión de los Llanos y Orinoco [...] [Santiago del Saltillo, en las Parras, 1º de 1696], plº, en folº.163. 2. El P. Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús, Cura doctrinero del pueblo de Pauto y Procurador de las Misiones de los Llanos y Orinoco, con la solemnidad necesaria en derecho, hago presentación ante Vmd de los libros que en debida forma pero in verbo sacerdotis son los siguientes [...] [Pauto y noviembre 3 de 1696]. En folº de 2 hojas164. 3. El P. Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Missión de los Llanos y Cura del Pueblo de Pauto, parezco ante Vmd. en la mejor vía y forma que en derecho se requiere y digo que por mandado de Vmd. fui citado para una información que está haciendo el Señor Gobernador Don Joseph de Enciso y Cárdenas [...] [Pauto y septiembre 9 de 1692]. Plº en folº165. B. Papeletas sin fuentes. 4. Relación e informe del estado de la nación tuneba al entrar él en sus misiones (1661). 5. Fundación del pueblo de N. Sra. del Pilar de Patute y noticia de algunos casos de edificación orridos en él (1661)166. 6. Memorial presentado a la Real Audiencia por el P. Superior de las Misiones de los Llanos y Orinoco. Santafé, noviembre 24, de 1687. De cuatro hojas en folio167. 163 Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernández Pedroche, Juan. Indudablemente se trata de un error cuando a Santiago le añade “del Saltillo” en vez de Santiago de las Atalayas. 164
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernández Pedroche, Juan.
165
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernández Pedroche, Juan.
166 Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernández Pedroche, Juan. Opinamos que esta información ha sido sacada de la Historia de las misiones del P. Juan Rivero. 167
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Fernández Pedroche, Juan. Un manuscrito original
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C. Otros escritos independientes de Uriarte-Lecina. 7. Juan Fernández Pedroche, Superior de las misiones de los Jesuitas en Casanare, Meta y Orinoco, rinde un informe sobre ellas, 1669168. 8. Juan Fernández Pedroche, misionero de los Llanos, su representación sobre dificultades en la conversión de los indios, 1678169. 9. Información hecha a pedimento del muy Rdo. Padre Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús sobre las misiones del Orinoco, 1682170. 10. Información hecha por los Misioneros del pueblo de Pauto en los Llanos (Nuevo Reino de Granada) del gran fruto obtenido en aquellas misiones de su cargo, 1690171. 11. Información levantada en Pauto en 1696 por el Padre Juan Fernández Pedroche, 1696172.
se encuentra en: arsi. n. r. et q., 15-I, fols. 142-144. Lo reprodujimos en nuestro libro: Documentos jesuíticos, II, 190-196. El manuscrito del Archivo Romano de la Compañía de Jesús está dirigido al presidente y la cita de Uriarte-Lecina lo dirige a la Real Audiencia. 168 anb. Curas y Obispos, t. 36, fols. 16-31. 169 anb. Curas y Obispos, t. 20, fols. 1-2. 170 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fols. 32 y ss. 171 agi. Santafé, 249. El documento lo publicamos en: Documentos jesuíticos, II, 196-207. 172 agi. Santafé, 403.
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8. Ignacio Fiol (1629-1684)1
Al P. Ignacio Fiol se le debe considerar como el iniciador de las misiones del tramo alto del Orinoco medio en el siglo xvii, por dos razones: primera, porque al rendir su informe como explorador (1679-1680) fue factor decisivo para que la Compañía de Jesús comprometiera sus esfuerzos en este proyecto; y segunda, porque fue su primer superior y uno de los cronistas menores de esta interesante etapa de la historiografía jesuítica.
1 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 396-397; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 269-277; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Madrid (1741) 562-574; Julián de Vergara. “Brief P. Juliani de Vargara SJ an R. P. Gabriel Sierra, geschrieben zu Carthagena in America, den 24 Mart. 1691 vom den glorwürdigen Tod und erfolgten Wunder-Werken V. P. Ignatii Fiol SJ. Blut-Zeugens Christi aus der Gesellschaft Jesu”. En: Stöcklein. Der neueWelt-Bott, I, Th., 2 [Ausburg, 1725] nº. 47, pp. 34-40. Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Jésus. Bruselas, Schepens-París, Picard, III (1892) 747; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 415-416. Existe además un manuscrito sobre la muerte de los PP. Fiol, Beck y Toebast en el Staats-Archiv de Viena. Angelegenheit, 419; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 286-290.
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• libro 11 [ignacio fiol]
La cronología fundamental Había ingresado a la Compañía de Jesús el 30 de marzo de 1652, después de haber obtenido el doctorado en Teología por la Universidad de Granada2. Celoso sacerdote, recorrió todo el reino de Aragón por veinte años, dedicado a predicar el mensaje evangélico, mas su deseo y su vocación estaban puestos en las misiones de infieles de América3. Antes de aclarar su aporte a la crónica orinoquense, dejaremos sentadas dos premisas fundamentales: la cronología de su biografía americana y la verdadera identidad de su persona dentro del mundo bibliográfico de la Compañía de Jesús. El 4 de agosto de 1677 había partido de Mallorca para Roma con el objeto de entrevistarse con el P. General de la Compañía de Jesús. Conseguida en octubre la entrevista, los superiores lo disuadieron de su intento por tener ya 48 años. Sin embargo, cuando se encontraba en Génova en su viaje de regreso, recibió la contraorden de dirigirse a Cádiz para pasar al Nuevo Reino de Granada4. Por el expediente de la Casa de Contratación podemos seguir su itinerario: El 20 de enero de 1678 salía del colegio de Barcelona5 y el 14 de 2
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, 270-271.
3 arsi. Fondo Gesuitico: “Indipetae. Spagne”. Este fondo recoge muchas de las cartas que recibía el P. General de la Compañía de Jesús procedentes de los jesuitas europeos que deseaban ser destinados a las misiones de Indias. Del P. Ignacio Fiol se conservan tres, fechadas respectivamente: Zaragoza, 7 de febrero de 1657; Calatayud, 17 de julio de 1659; Mallorca, 8 de agosto de 1669. 4 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 276. La razón que da Rivero es la siguiente: “... entre tanto que aguardaba embarcación, murió en Madrid el Padre Procurador del Nuevo Reino, a tiempo que estaba ya de partida, aprestados todos los sacerdotes que habían de ir en su compañía; súpolo nuestro Padre General, y como la necesidad era urgente, señaló en su lugar y nombró por superior de aquella misión, al buen Padre Fiol...” (Ibidem). Mas este texto necesita de algunas precisiones para comprender su genuino significado. El P. Luis Vicente Centellas murió en Madrid el 2 de diciembre de 1672 (arsi. Historia Societatis, 49, fol. 170v), siendo Procurador de la Provincia del Nuevo Reino. Por estas fechas hubo dos expediciones al Nuevo Reino: una encabezada por el Visitador de la Provincia, P. José de Madrid, en 1677 y otra en 1678 dirigida por el P. Fiol (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 193). 5 agi. Contratación, 5549. 1678. El Padre Ignacio Fiol de la Compañia de Jhesus y Bartolome Sardo su compañero coadjutor de la Compañia a la ciudad de Santa Fee en el Nuebo Reyno de Granada a espensas de la Real Hazienda, fol. 5.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
marzo llegaba al colegio de San Hermenegildo de Sevilla6. El 27 de junio de 1678 ajustaba las cuentas con la contaduría7, y de inmediato se embarcó en el navío de Nuestra Señora de la Concepción rumbo a Cartagena de Indias8. Su estancia neogranadina (1678-1684) presenta algunas imprecisiones cronológicas, sobre todo en su primer bienio. Ignoramos la fecha precisa de arribo a Cartagena y la de su advenimiento a Bogotá, pero indudablemente debió de ser en el segundo semestre del año 16789.
El expediente (fol. 2) describe al P. Fiol: “... de cuarenta y ocho años, alto, color trigueño, nariz afilada, ojos negros”. El costo fue de 49 ducados de plata: 20 por el flete, 16 por el quinto de una cámara “en que vaya decentemente acomodado”, y los 13 restantes “por media tonelada en que lleva sus libros y vestuarios” (fol. 2v). 6 Idem, fol. 7. 7 agi. Contratación, 5549. 1678. El Padre Ignacio Fiol de la Compañia de Jhesus y Bartolome Sardo su compañero coadjutor de la Compañia a la ciudad de Santa Fee en el Nuebo Reyno de Granada a espensas de la Real Hazienda. Acerca del viático y del “entretenimiento” dice: “parece importa veinte y un mil y doce maravedises de vellón, los nueve mil quinientos y ochenta y ocho maravedises de ellos por el dicho viático de trecientas y veinte y dos leguas que ambos anduvieron que hacen cuarenta jornadas y un cuarto de otra de ocho leguas cada una y a siete reales importa la dicha cantidad y los onçe mil cuatrocientos y veinte y cuatro maraveidses restantes por el entretenimiento considerada hasta viente deste mes a razón de dos reales de vellon al día a cada sujeto, que ambas partidas hacen los dichos veiente y un mil doscientos maravedises de vellón los cuales reducidos a maravedises de plata en plata a razón de a veinte y cinco reales y medio de vellon cada peso, quedaron en seis mil quinientos noventa y seis maravedises de plata en plata” (fol. 4). 8 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 269. 9 El P. Pacheco (Los jesuitas en Colombia, II, 193) dice que junto a Fiol atravesaron el Atlántico dos jesuitas más (Ob. cit., II, 195). No hemos podido consultar el documento aducido por el historiador colombiano: agi. Santafé, 248. “Misiones y misioneros de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada”. Sin embargo, el documento que hemos revisado (agi. Contratación, 5549) solo habla del P. Ignacio Fiol y del Hermano Bartolomé Sardo. Sospechamos que su llegada a la capital del Nuevo Reino debió de ser en la segunda mitad del año 1678, debido a que no aparece su nombre en el Catálogo enviado a Roma por el Visitador P. José Madrid el 16 de julio de 1678 (arsi. n. r. et q., 3, fols. 313 y ss.).
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• libro 11 [ignacio fiol]
La exploración del Orinoco medio Su primera empresa fue la de explorar el Orinoco y tantear la calidad de los sitios y las esperanzas que ofrecían para fundar nuevas reducciones10. Desconocemos el lapso temporal en que se desarrolló esta misión, aunque sabemos que se inició en 167911 y que en enero de 1680 fundaba el P. Fiol una misión en la isla de Los Adoles12; el inicio y la conclusión de la expedición permanecen sin fechas exactas. Más fácil resulta reconstruir su itinerario. Según Rivero, partieron de Bogotá los PP. Fiol y Felipe Gómez13, pero nos inclinamos más por la versión del H. Diego de Bermeo, según la cual ambos salieron de la misión de los llanos14. Su verdadero recorrido inició en las bocas del Cinaruco para enrumbarse después, Orinoco arriba, hasta las naciones que confina10
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 258.
11 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259. 12 Carta del P. Cristóbal Rield al P. Pedro Wagner. Tunja, 8 de septiembre de 1681. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, III (1974) 284. 13 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259. 14 agi. Santo Domingo, 249. “Petición del H. Diego de Bermeo”. Santa Fe, 19 de mayo de 1681. Nos inclinamos por la opinión del H. Diego de Bermeo porque su documento está escrito en 1681 y tiene como testigo al propio P. Fiol. Este documento fue recogido por Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia. Bogotá, Impr. Zalamea, IV (1894) 177. Desafortunadamente, nos inclinamos a creer que hubo o error de imprenta o descuido del editor y la última parte se confundió con otro documento posterior y no está datado. Tal apreciación podría fundamentarse en la datación del documento del H. Diego de Bermeo dirigido al presidente del Nuevo Reino, mas la copia que conocemos tiene a todas luces un error de imprenta o de edición pues hace firmar la contestación a don Francisco Castillo de la Concha “a siete de Octubre de mil setecientos y once años” (Cuervo. Ob. cit., IV, 180), siendo así que el ilustre mandatario falleció en Santafé el 6 de noviembre de 1685 (J. M. Restrepo Sáenz. Biografías de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia (1671-1819). Bogotá (1952) 5-8). El escrito de Bermeo fue redactado entre el regreso del P. Fiol de su exploración del Orinoco y el 19 de mayo de 1681, fecha en que se otorga el auto ante la solicitud del H. Bermeo. Decimos que puede haber también error del editor por la añadidura final del texto que reza: “Proveyolo el Señor General de la Artillería, Don Diego de Cordova Laso de la Vega, Presidente, Gobernador y Capitán General de este Nuevo Reyno, en Santa Fe, a siete de octubre de mil setecientos y once años. Olarte. Es copia exacta.- Cuervo” (Cuervo. Ob. cit., IV, 180).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
ban con el Airico grande, provincia dilatadísima, habitada por bárbaros, en donde con el favor divino y real socorro de Su Majestad se podía esperar una de las mayores misiones y mayores empresas que hasta entonces se habían visto15. El H. Bermeo especifica que fueron más de 4000 almas las que descubrieron pobladas en cinco pueblos de diferentes naciones: adoles, sálivas, catarubenes, ubasanes y dumas16. Concluida la expedición, el P. Felipe Gómez se reincorporó a la misión de los llanos17 y el P. Fiol siguió a Bogotá, a fin de informar a los superiores sobre el resultado de su viaje18.
La fundación de la Misión del Orinoco medio El regreso del P. Fiol a Bogotá en 1680 nos abre otro espacio temporal oscuro que concluye el 1o de septiembre de 168119, fecha en que definitivamente partió para fundar la misión del Orinoco medio. Ese lapso creemos que Fiol lo vivió en las misiones llaneras, por lo menos hasta una fecha próxima al 19 de mayo de 1681 en que el H. Bermeo certificó su estancia bogotana20. 15
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259.
16 agi. Santafé, 249. “Petición del H. Bermeo”, fol. 1. 17
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259.
18 agi. Santafé, 249. “Petición del H. Bermeo”, fol. 1: “... el dicho Padre Ignacio Fiol tuvo por mejor acuerdo el venir a esta corte a dar cuenta e informar a Vuestra Señoría de materia de tanta importancia...”. 19 Carta del P. Cristóbal Rield al P. Pedro Wagner. Tunja, 8 de septiembre de 1681. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 284. 20 La lectura del texto del documento citado (agi. Santafé, 249) del H. Bermeo, así parece demostrarlo. En el fol. 1 dice: “... el dicho Padre Ignacio Fiol dio noticia a sus superiores y hoy, que se halla en esta ciudad, la da con más individualidad”. El documento no tiene fecha, pero el auto está datado en Santafé el 19 de mayo de 1681 (Ibidem, fol. 2v). A esta estancia creemos se refiere Mercado cuando dice: “Vino a este colegio de Santa Fe y en esta ciudad hizo una muy fervorosa misión [...] y entabló en la catedral y en las parroquias se rezase el rosario todas las tardes” (Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 397).
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• libro 11 [ignacio fiol]
En el segundo semestre de 1681 mandó visitar las misiones de los llanos al P. Ignacio Fiol, y las órdenes dadas por el visitador en parte las aprobó el provincial Juan Martínez Rubio y en parte las modificó antes de salir a finales en enero de 1682 para Quito21. La expedición que partió de Bogotá el 1º de septiembre de 1681 estaba compuesta por los PP. Ignacio Fiol, Gaspar Pöck, Cristóbal Radiel y Agustín de Campos22 y llegó al Orinoco el día de Santo Tomás Apostol, 21 de diciembre de ese mismo año23. Desde el primer momento, el P. Fiol fijó su residencia en Catarubenes, el cual cobijaba para 1683, quinientas almas24. Fue asesinado cruelmente por los caribes el sábado 7 de octubre de 168425. 21 arsi. n. r. et q., 15-I. Cargos que ace el Padre Provincial de esta Provincia del Nuevo Reyno Juan de Santiago al Padre Juan Martinez Rubio de resulta de visita del tiempo que fue Provincial de dicha Provincia y juntamente los descargos y respuesta que el sobre dicho dio en Quito en 20 de julio de 1687, fol. 131. Si el P. Juan Martínez Rubio tomó posesión de su cargo el 1º de agosto de 1681 y a últimos de enero de 1682 salió para Quito, la visita tuvo que realizarse en ese espacio de tiempo. Pensamos que tuvo que llevarse a cabo en noviembre o diciembre, pues si partió de Bogotá el 1º de septiembre de 1681 y llegó al Orinoco el 21 de diciembre, hay espacio suficiente para cumplir con su misión de visitador. 22 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 323. Lo mismo dice el P. Rueld (su escritura varía en los documentos: Radiel, Rield) en su carta fechada en Tunja el 8 de septiembre de 1681 y dirigida al P. Pedro Wagner (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 284). El P. Rivero en su narración añade a esta expedición al P. Julián de Vergara (Rivero. Historia de las Misiones, 261), pero es a todas luces un error de información ya que el P. Vergara llegaría al gran río venezolano en julio de 1682. 23 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 323. El P. Fiol, sin embargo, escribía en 1683 que “llegaron a estos pueblos de gentiles por enero de 1682” (arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89). Quizá se refiera Mercado al arribo al gran río y Fiol al aposentamiento en cada una de las misiones. En todo caso Mercado parece utilizar un documento contemporáneo. 24 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89: “Vinimos a dar en los catarubenes, los cuales nos admitieron con muestras de buena voluntad, y me hospedaron en casa del mismo cacique; y cabo de dos meses me hicieron casa y iglesia, donde me hallo el día de hoy”. Sin embargo, Mercado (Mercado. Historia de la Provincia…, II, 324) dice que a la llegada tenía “más de cuarenta familias”. 25 agi. Santafé, 249. “Copia de una carta en que se da noticia de la muerte de los Padres Ygnacio Fiol, Gaspar Bec y Ignacio Thoebast. Pauto y febrero 2 de 1685” (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos,
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Los aportes a la crónica menor Interesantes son los aportes del P. Fiol a la crónica menor. Buen conocedor de la lengua sáliva26 nos revela en 1683 la composición etnográfica del área geográfica encomendada a su misión evangelizadora. Así, nos hablará de las siguientes naciones: yayhuros [yaruros], otomacos, euayhivas [guahivas], caribes, sálivas, adules, catarubenes, piaruas [piaroas], quirrubas, caberes, avanes, etc., “todas naciones diferentes, hablan diferentes lenguas; unas naciones hacen guerra a otras; se cautivan; se venden; y no pocas veces se comen unos a otros”27. También reconoce que en la zona misional orinoquense encomendada a los jesuítas era la lengua sáliva la más común28.
Planteamientos sobre la necesidad de las escoltas Llama asimismo la atención el planteamiento que formulan los iniciadores de la misión sobre las escoltas. La posición del P. Fiol es clara:
III, 354). Sobre la fecha exacta de la muerte del P. Fiol es necesario también dilucidar si fue el día 7 o el día 10 de octubre de 1684. En efecto, quizá haya contribuido a difundir la fecha del 10 de octubre el P. Juan Rivero (Rivero. Historia de las Misiones, 265), quien expresamente escribe: “Sucedió este triunfo contra los Padres, y lamentable tragedia de nuestras reducciones, el día 7 de octubre del año dicho, si bien es verdad que no falta quien diga haber sucedido esto el día 10, en que se celebra la fiesta de San Francisco de Borja. Parece más probable habier sido el día 7, atento a una carta del P. Julián de Vergara...”. Un documento oficial como es el Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino establece el día 7 de octubre (arsi. n. r. et q., 3, fol. 415v. Supplementum primi et secundi catalogi a 1a Martii 1684 ad 15 octobris 1688). Por su parte, el P. J. Eug. De Uriarte (Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa, III [1906]407) afirma: “murió a manos de los caribes a 10 de octubre de 1684 en el pueblo de Catarubén, de los Sálivas”. Y Herbert Gerl. Catalogus Generalis Provinciae Germaniae Superioris et Bavariae Societatis Iesu 15561773. Monachii [München] (1968) 27, señala el 15 de octubre de 1684. 26 arsi. n. r. et q., 15-I. Carta del P. Ignacio Fiol al P. Carlos Noyelle. Orinoco, noviembre 1 de 1683, fol. 89: “Yo he aprendido la lengua sáliva...”. 27 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89. 28 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89.
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• libro 11 [ignacio fiol]
En poniendo presidio y pudiendo mandar a los indios que hagan pueblos y acudan a la doctrina, ha de ser esta misión de Orinoco una de las más gloriosas que tendrá la Compañía.29
Quince días después de haber expuesto el P. Fiol su planteamiento al P. General de la Compañía de Jesús, el P. Julián de Vergara, experimentado misionero del Orinoco, escribía el 16 de noviembre de 1683 a D. Juan de Villamor: Si en esta misión hubiera un presidio de veinte soldados en pocos años se redujeran más de treinta mil almas a nuestra santa fe, y el rey nuestro señor hubiera de demoras de indios más de 150 mil pesos de renta cada año.30
Aunque trataremos el tema de las escoltas en el acápite dedicado al P. Juan Martínez de Ripalda, sin embargo, en apenas veinte años de estancia misionera en el llano, había conocido la Compañía de Jesús la violencia de la guerra con los chinatos31, con los guahivos y chiricoas32, y se presentían las amenazas mucho más institucionalizadas en el Orinoco por parte de los caribes. Por ello, antes de dar comienzo a la misión del Orinoco, el H. Bermeo solicitaba de la Real Audiencia la presencia de seis vecinos con sus familias, con una dotación de hasta cuarenta patacones en géneros, a saber: diez vacas, un toro y un caballo; además, debía otorgárseles dos estancias de tierra útil a cada uno “en el distrito de dicho río”, así como arcabuz, frascos y pólvora33. 29 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89. 30 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14v. Carta del P. Julián de Vergara a don Juan de Villamor. Dubarro, 16 de noviembre de 1683. 31
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 220-233.
32 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 149-150; Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 323-324. 33 agi. Santafé, 249. “Petición del H. Diego de Bermeo”, fol. 1v. Fue aprobado por el Presidente Francisco Castillo de la Concha (Ibidem, fol. 2-2v.).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Posición crítica sobre los curatos en manos de jesuitas El punto central del P. Fiol es el de los curatos y doctrinas, tema trascendental en la historia de la Iglesia latinoamericana. Antes de analizar el problema, conviene delimitar el verdadero contenido de cinco conceptos que a veces se utilizan indistintamente: misión, reducción, doctrina, curato y parroquia. El término “misión” se adjudicó a circunscripciones territoriales, habitadas por infieles e incluso por neófitos (v. gr. Misiones del Paraguay, Misiones de los Llanos de Casanare, etc.) y fue muy difícil durante el período hispánico cambiar dicha denominación34. “Reducción” era una doctrina en formación y por ende agrupaba a los indígenas no convertidos en aldeas o pueblos, con la intención de convertirlos a la fe cristiana. Constituía una verdadera frontera viva de la fe. En términos de la época “reducirse” se traducía al castellano “reducirse a cruz y campaña” y los portugueses lo describían como “juntarse en aldeas o aldearse”35. “Doctrina”, cuando la reducción evolucionaba y se podía afirmar que sus moradores eran cristianos, devenía en doctrina, es decir, en parroquia de indios. “Curato” era la parroquia de españoles. Así pues, la parroquia si era de españoles se denominaba curato y si era de indios, doctrina. Desde un punto de vista institucional, las parroquias son ajenas a las Constituciones de la Compañía de Jesús36 y por ende a su espíritu y, en consecuencia, constituyen un genuino indicador del grado de fervor cómo 34 Pablo Hernández. Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús. Barcelona, Gustavo Gili. Editor, I (1913) 333. Cita el P. Hernández una Real Cédula del 15 de junio de 1654, por la que las misiones y reducciones del Paraguay debían nombrarse doctrinas: “Y por la presente declaro que han de ser Doctrinas y se han de tener por tales las que llaman Reducciones y Misiones los Religiosos de la Compañía de Jesús que residen en la provincia del Paraguay...”. 35
Pablo Hernández. Organización social de las doctrinas guaraníes de la Compañía de Jesús, I, 280.
36 Constitutiones Societatis Iesu et Epitome Instituti. Romae (1943). Parte VI, capítulo III: “De iis rebus in quibus occupari et a quibus abstinere debent qui in Societate sunt”, 5; 6, C. Véase también: Congregación General I, decreto 124; Congregación General II, decreto 59.
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• libro 11 [ignacio fiol]
la institución responde a su auténtica vocación como orden religiosa dentro de la Iglesia. Por ello no es de extrañar que una mente tan lúcida como la del P. José de Acosta se pronunciara en el Perú contra las parroquias, aún contra las de indios. En el caso concreto de la Provincia del Nuevo Reino, fue el P. Claudio Aquaviva quien definió taxativamente cómo podía la Compañía de Jesús aceptar doctrinas: Instrucción de cómo se han de haber los Nuestros en tomar y regir doctrinas de indios A diversas provincias que han propuesto las dificultades que experimentaban en tener a su cargo doctrinas de indios, hemos respondido que no es conforme al instituto de la Compañía encargarse de doctrinas perpetuas, pero que se pueden hacer residencias en los pueblos de indios, con cargo de doctrinarlos, hasta tanto que los dichos pueblos están bien informados en la fe y vida cristiana, y se halle quien nos suceda, y hallándose, resignen y dejen el dicho pueblo y doctrina al ordinario, para que él provea de cura que continúe el fruto plantado, y pasen a otro pueblo y doctrina que tenga la misma necesidad que el primero, a los cuales, en partes semejantes, siendo tan desamparadas aquellas almas, no se puede dejar de acudir. Pero débense en estas misiones o residencias observar algunas cosas: Lo primero, que por lo menos en cada una de ellas estén dos de los nuestros, aumentándose más o menos en todas, según la multitud o necesidad de los indios o misiones que tocaren a la tal residencia; en la cual tengan casa con clausura, a la que no pueda entrar mujer alguna. Segundo, que convengan los nuestros con el Ordinario en el modo de entablar la doctrina, porque los que les sucedieren prosiguen lo que ellos comenzaron, pues de otra manera no sería provechoso nuestro trabajo, si el sucesor no es tal, cual conviene, para conservar lo asentado. Tercero, quiten los nuestros a los indios todos los gravámenes que contra los decretos del concilio y del rey los clérigos les hubiesen puesto, y no les pongan otros de nuevo, ni se vea rastro de codicia alguna, para que se aseguren del todo que no se busca sino el bien de sus almas. Cuarto, procuren los nuestros que haya, en las doctrinas que tomaren, maestro de escuela que enseñe a los hijos de los indios más capaces a leer y
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
escribir y cantar y tañer diversos instrumentos que sirven al oficio de la misa, todo lo cual enseñarán otros indios prácticos, como lo han hecho en el Perú, Méjico y Filipinas. Quinto, procuren los nuestros, con la prudencia y términos que se pudiere que se ejecuten las buenas órdenes que en favor de los indios han dado el rey católico y su real consejo, como es que se hagan hospitales para los indios, que haya iglesia decentemente adornada y casa para el cura, y cosas semejantes que ayuden para la conservación y aumento de la cristiandad. Sexto, entre estas residencias, conforme a la distancia o comodidad, señale el provincial una o dos como cabezas, en las cuales se junten los nuestros entre año para la renovación de los votos y ejercicios espirituales, y estén retirados algún tiempo, y se guarde en ellas el orden y disciplina religiosa, como lo tenemos ordenado para las Filipinas y que el superintendente de las tales residencias las visite a menudo. En Roma, a 10 de junio, 1608.37
En 1683 el P. Fiol denunciaba ante el P. General de la Compañía de Jesús la existencia en la Provincia del Nuevo Reino de seis curatos, cuatro de los cuales pertenecían a la misión de los llanos: Honda, Fontibón, Pauto, Tame, Macaguane y Casanare. Solicitaba que se “haga dejación de ellos y solo permita que seamos doctrineros de pueblos de gentiles”. En realidad, la tesis del P. Fiol era la genuina posición del espíritu de la Orden. Tampoco aceptaba la proposición de los que sugerían que la Compañía se quedara con Pauto y Casanare, por “ser escalera o medio para bajar a las misiones de gentiles de Orinoco”, pues para ello bastaría la hacienda y los hatos situados cerca del Puerto de Casanare donde residiría el procurador de las misiones. Cuatro razones aducía Fiol para entregar Pauto, Tame, Macaguane y Casanare al obispo: 1.ª) las doctrinas eran opuestas al Instituto de la Compañía; 2.ª) estaban sujetas al obispo; 3.ª) hacían poco fruto estando en sus casas “y harían mucho más discurriendo en missiones por la Provincia”; 4.ª) para
37 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, I, 309-310. La fuente aducida es: arsi. n. r. et q., 1. Epistolae Genneralium.
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poner un padre solo por cura de justicia en un pueblo se requería que fuese de probata virtute, y no siempre se podía cumplir con ese requisito38. No volvemos a encontrar planteamiento similar sino hasta 1711, fecha en que las misiones llaneras atravesaban la crisis prevista por el P. Fiol, que no es otra que la visión del fundador de la Orden al prohibir un ministerio para el cual el jesuita no estaba preparado y además significaba la renuncia a su vocación de frontera, fuera en la ciencia, la caridad o la conversión de los infieles.
El aporte escrito Del aporte del P. Fiol a la crónica orinoquense, aunque es presumible que fuera extenso, sin embargo solo se conservan dos escritos: A. [Relación del viaje de exploración del Orinoco para entablar nuevas misiones, 1680]39. B. Carta del P. Ignacio Fiol al P. Carlos Noyelle, Prepósito General de la Compañía de Jesús. Orinoco y noviembre 1 de 168340. La Relación del viaje de exploración debe estar compuesta por diversos documentos, según se desprende de la lectura atenta del escrito del H. Diego Bermeo. Además, el documento publicado por don Antonio Cuervo nos lleva a la posibilidad de que el texto que conocemos forme parte de unos
38 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89. 39 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 259-260: “... salió para la corte de Santafé el P. Ignacio Fiol, con el designio de informar a los superiores de lo que había visto y averiguado en el río Orinoco. De todo se dio cuenta a la Real Audiencia y al señor Arzobispo...”. Por exclusión, deducimos que fue el P. Fiol quien informó a las autoridades santafereñas, pues el P. Felipe Gómez se quedó en los Llanos. agi. Santafé, 249. “Petición del H. Diego Bermeo”, fol. 1: “... el dicho Padre Ignacio Fiol dio noticia a sus superiores y hoy que se halla en esta ciudad la da con más individualidad...”. Y más adelante puntualiza: “... el dicho Padre Ignacio Fiol, tuvo por mejor acuerdo venir a esta corte a dar cuenta e informar a V. Señoría”. 40 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89.
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autos que posiblemente comiencen con el viaje exploratorio de Fiol y concluyan en 1711 con la provisión de don Diego de Córdoba Laso de la Vega41. No deja lugar a dudas que el historiador Rivero desconoció esta documentación, ya que el capítulo I del libro IV de su Historia42 patentiza tanto lagunas cronológicas fundamentales como geográficas, y aun de otra índole, lo cual demuestra que la fuente de inspiración no fue de primera mano. Lo mismo podemos aseverar del capítulo II43. Fue honesto Rivero al reconocer que sobre este lapso temporal de las misiones orinoquenses (1679-1684) no disponía de documentación adecuada: Todas estas cosas y otras muchas quedaron sepultadas en el olvido, en las arenas del Orinoco, porque la distancia y la falta de comunicación frecuente con las misiones de los Llanos, por sus dificultades especiales, nos privaron de muchas noticias, que darían sin duda lustre a esta historia [...].44
De la Carta del P. Carlos Noyelle, Orinoco, 1º de noviembre de 1683, ya hemos hablado más arriba. Cabe añadir que constituye un interesante documento para entender este difícil período documental (1680-1684).
Bibliografía del P. Ignacio Fiol Con todo, tanto la persona como la obra de Ignacio Fiol deben ser acrisoladas de algunas adherencias erróneas que las grandes bibliografías les han ido adjudicando. Con respecto a la biografía juzgamos que deben corregirse dos errores instalados en corrientes bibliográficas distintas: el primero lo cometió el jesuita Sommervogel, quien sintetizó el esbozo de la vida del ignaciano orinoquense así: “... pasó su vida dando misiones, primero en el reino de Mallorca y después en el Perú. Pereció a manos bárbaras en una 41
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, IV, 180.
42
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 258-260.
43
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 260-262.
44
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 262.
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de sus excursiones el 7 de octubre de 1684”45; el segundo, José Simón Díaz, quien dijo que la muerte del misionero había ocurrido en Japón46 . Entre sus escritos europeos debemos señalar: Razones para convencer al pecador para que salga del pecado y se ponga en gracia de Dios47, obra de la que al parecer existen tres ediciones48. Tradujo también al mallorquín y al catalán el libro del P. Cristóbal de Vega S. J. intitulado Casos raros de la confesión49. Existe además un escrito apócrifo intitulado Prophesias del P. Ignacio Fiol de la Compañía de Jesús mallorquín, Imp. en Mallorca, 4.º, sin año ni pie de imprenta50. El título verdadero era Profecías del P. Ignacio Guilliol, de la Compañía de Jesús, Mallorquín. Se verá cumplido desde el año 1668 hasta el de 1720. En 4º., de 2 hs. A juicio del P. Eugenio de Uriarte51 fue Joaquín María 45
Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Bruselas-París,III (1892) 747.
46 José Simón Díaz. Jesuitas de los siglos xvi y xvii: Escritos localizados. Madrid, Universidad Pontificia de Salamanca y Fundación Universitaria Española, (1975) 23. 47 Razones para convencer al pecador para que salga del pecado y se ponga en gracia de Dios, dedicadas a la Emperatriz de los cielos María, digna Madre del Unigénito Hijo de Dios y Señora Nuestra: sacadas a luz por el P. Ignacio Fiol, de la Compañía de Jesús, doctor en sagrada theología, natural de la ciudad y Reino de Mallorca. Barcelona, impr. de María Martí, administrada por Mauro Martí. S. a., 8º, 287 pp. (Sommervogel. Bibliothèque, III, 747. José Simón Díaz. Jesuitas de los siglos xvi y xvii: Escritos localizados, 23). 48 Carlos Sommervogel (Bibliothèque, IX (1900) 341) cita otra edición: “En Barcelona: Por Joseph López, año de 1683. Y por su original. En México: Por Joseph Bernardo de Hogal, Año de 1732, pet. 8º, pp. 228 Slt”. El P. Rivero (Rivero. Historia de las Misiones, 272) habla también de otra edición del mismo libro aparecida en Génova en 1678. 49 Casos raros de la confesión. Part primera por el P. Christobal de Vega de la Compañía de Jesus. Traduits de castellá en nostre vulgar mallorqué, per [...] afigentse a lá files interrogacions mes imprtants de la doctrina Christiana, per modo de dialogo. Palma, impr. de Rafael Moyá y Tomas. 1670, 8º, 196 pp. (Sommervogel. Bibliothèque, III, 747). Casos... traduits de castellá en nostre vulgar catalá per el P. Ignaci Fiol de la mateixa compañya. Barcelona, impr. de José Altés. S. a. [1679], 8º, 200 pp. Y Barcelona, Antonio Lacavalleria, 1685, 8º. (Sommervogel. Ibidem). 50
Carlos Sommervogel. Bibliothèque, III, 747.
51 J. Eug. De Uriarte. Catálogo razonado de Obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia española: con un apéndice de otras de los mismos dignas de especial estudio bibliográfico (28 sept. 1540-16 ag. 1773). Madrid, III (1906) 407, nº 4360.
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Bover quien se las atribuyó al P. Fiol, tanto al incluir su nombre en el título primero que hemos ofrecido como en los razonamientos que para ello tuvo: Estos vaticinios [...] fueron prohibidos por la inquisición de Mallorca en un edicto impreso que lleva fecha del 24 de julio de 1706, y se mandaron recoger todos los ejemplares imponiendo excomuniones al que los retuviese en su poder, motivo por el cual no hemos podido ver ninguno de ellos. Incluyóse también este opúsculo, como libro prohibido por la Santa Sede, en la pag. 957, col. 2ª del Expurgatorio de 1747, aunque con el nombre de su autor equivocado, pues pone Gilliol en lugar de Fiol...52
Sin embargo, Bover no aduce en ningún momento en qué argumentación se basa para justificar el cambio de nombre de Gilliol por Fiol. Todavía más, gracias a la controversia suscitada entre el dominico Fr. Magín Llovet con su Papel de Notas al Expurgatorio y la respuesta: Excmo. Señor. Estaba para quexarme a la piedad de V. Exc. del agravio de su razón... Sevilla, 1748 conocemos la versión oficial del problemas que nos ocupa. El Papel de Notas dice: [...] pag. 957. Profecias del Padre Ignacio Gilliol de la Compañía de Jesús, Mallorquín. En el Edicto Padre Ignacio Gillol. Y debiéndose esté colocar en la segunda Classe de Authores ciertos, se halla en la tercera de inciertos.
Y sigue la Respuesta:
52 Joaquín María Bover. Biblioteca de Escritores Baleares por don Joaquín María Bover. Palma, Imprenta de P. J. Gelabert, t. I (1868) 296. Conviene aclarar aquí un error conceptual de Bover al confundir el Index librorum prohibitorum proveniente de las disposiciones de la Iglesia universal con el llamado Expurgatorio, órgano de la Inquisición española. En efecto, el libro de Guilliol no aparece en el Index Librorum prohibitorum Ssmi. D. N. Leonis XIII iussu et auctoritate recognitus et editus. Praemittuntur Constituciones Apostolicae de Examine et Prohibitione librorum. Romae, tipis Vaticanis, mcm. Sin embargo sí aparece, como recoge el P. Uriarte (Ibidem) en el Suplemento a el Indice Expurgatorio, que se publico en veinte y seis de Junio del año de 1707... hasta este presente de 1739 (p. 37) hasta el Indice último de los Libros prohibidos y mandados expurgar: para todos los reynos y señoríos del católico Rey de las Españas el Señor Don Carlos IV. Contiene en resumen todos los Libros puestos en el Indice Expurgatorio del año de 1747, y en los Edictos posteriores, asta fin de diciembre de 1789... impreso con arreglo al Exemplar visto y aprobado por dicho Supremo Consejo. En Madrid: En la Imprenta de don Antonio de Sancha. Año de m.dccxc, p. 218.
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• libro 11 [ignacio fiol]
Si afecta al Notador ignorancia, de que estas profecías no se han puesto en el Expurgatorio, como hechas por el Padre Gilliol, sino como divulgadas falsamente a su nombre por author incierto, adviértalo ahora; y que está debidamente colocado entre las otras Profecias, publicadas a nombre supuesto. El dicho Padre se llamaba Giliol, y se fue esa letra [la i] en la impresión del Edicto.53
En conclusión, hacemos nuestras las aseveraciones del bibliófilo español P. J. Eug. de Uriarte expresadas al tratar este tema: Nosotros, a lo menos, no hallamos ningún documento que lo autorice [la parternidad intelectual del P. Fiol], ni ninguna conjetura que lo haga aceptable; antes bien, fundados en ejemplares análogos y en el silencio de los contemporáneos, tenemos por cosa a todas luces indudable que deben ser parto del algún curioso o maleante escritorzuelo algo interesado en la célebre guerra de sucesión, que pensó en avalorar sus ficciones a costa de la fama del Santo Mártir, caso de que realmente fuera su ánimo escudarlas con el nombre del P. Fiol, y no de su P. Gilliol, para nosotros enteramente desconocido, aunque existente y verdadero... 54
53 Citado por J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española, III, 407. También es verdad que el P. Sommervogel (Bibliothèque, III, 747-748) reconoció como obra del P. Fiol el escrito que estudiamos, aunque con ciertas reservas: “Prohibido por la Inquisición de Mallorca el 24 de julio de 1706 esta pieza fue puesta en el Indice (edic. 1747, p. 957). Allín se nombra como autor a Guilliol. Si se quiere ser exacto, no aparece en las ediciones del Indice” (Ibidem). 54 J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española, III, 407.
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9. Gaspar Beck (1640-1684)1
Con la llegada a las misiones llaneras y orinoquenses de los jesuitas alemanes se abre una nueva vertiente documental, poco explorada todavía por los investigadores. Quizá la serie alemana denominada Wel-Bott2 venga a significar un indicador fundamental para el rastreo inicial de la literatura histórica a la que hacemos mención. 1 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957) 394-398; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 263-269; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Madrid (1741) 562-574; Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Jésus.Bruselas, Schepens-París, Picard, VI (1895) 914; Anton Huonder. Deutsche Jesuitenmissionaere des 17 und 18 Jahrhunderts. Ein Beitrag zur Missionsgeschichte und zur deutschen Biographie. Freiburg im Breisgau (1899) 152. Herbert Gerl. Catalogus generalis Provinciae Germaniae Supeiroris et Bavariae Societatis Iesu 1556-1773. Monachii [Muenchen], 1968; Daniel Barandiarán. Carta-Informe de la nueva Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. P. Gaspar Poeck. Manuscrito, 1988; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 138-141; Christoph Nebgen. “Jesuiten aus Bayern, Franken und Schwaben in Neugranada im 17 und 18. Jahrhundert”. En: Peter Claus Hartmann-Alois Schmid (Hg.). Bayern in Lateinamerika. Transatlantische Verbindungen und interkultureller Austausch. München, C. H. Beck (2011) 151-154. 2 Joseph Stöcklein. Der neue Welt-Bott. Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und Reis Beschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern... in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils
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• libro 11 [gaspar beck]
Datos biográficos Nació el P. Gaspar Beck3 en abril de 1640 en Rottemburg am Neckar4 e ingresó a la Compañía de Jesús en la Provincia de Germania Superior el 14 de abril de 16625.
aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes. Ausburg-Graz-Wien, 1726-1761. Véase: Carta nº 54; 58 y 64. Sobre Welt-Bott, véase: José Del Rey Fajardo. “Fuentes para el estudio de las Misiones jesuíticas en Venezuela (1625-1767)”. En: Paramillo. San Cristóbal, 7 (1988) 219-223. Otras fuentes: Josepf Jaksch. Sudetendeutsche in der Weltmission des 17 und 18 Jahrhunderts. Koenigstein-Taunus, 1957; Ludwig Koch. Jesuiten-Lexicon. Die Gesellschaft Jesu einst und jetzt. Paderborn, 1934; Joannes Nep. Stoeger. Scriptores Provinciae Austriacae Societatis Iesu ab ejus origine ad nostra usque tempora. Viennae-Ratisbonae, Typ. Congr. Mechitharisticae-G. J. Manz, 1856. 3 Sobre el apellido conviene tener presentes las diversas acepciones que le han otorgado los historiadores: Stoecklein (Der Neue-Welbott,Carta, nº. 17) y Sommervogel (Bibliothèque VI, 914) lo llaman Pöck. Mercado (Historia de la Provincia, II, 323) Bech. Rivero (Historia de las Misiones, 260) Bek. Huonder (Deutsche Jesuitenmissionaere, 152) Beck. Y Gerl (Catalogus generalis Provinciae Germaniae Supeiroris, 27) Beck. Nosotros adoptamos la escritura del P. Gerl ya que él es el archivero de la Compañía de Jesús de la Provincia de Germania Superior y por ende depositaria de los documentos de esa Provincia. 4 En general citan como fecha de nacimiento el día 6 de enero (Herbert Gerl. Catalogus generalis Provinciae Germaniae Supeiroris et Bavariae Societatis Iesu 1556-1773, 27; Anton Huonder. Deutsche Jesuitenmissionaere des 17 und 18 Jahrhunderts, 152). Sin embargo, el Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino de 1684 dice que tenía entonces 36 años (arsi. n. r. et q., 3, fol. 358v) y en consecuencia habría nacido en 1648. Y según el expediente de la Casa de Contratación de Sevilla habría nacido en 1644, pues en 1681 tenía 37 años (agi. Contratación, 5549. Expedición de 1681). Con todo, optamos por la fecha del Christoph Nebgen, en abril, por las investigaciones que ha realizado en los archivos locales (Christoph Nebgen. “Jesuiten aus Bayern, Franken und Schwaben in Neugranada im 17 und 18. Jahrhundert”. En: Peter Claus Hartmann-Alois Schmid (Hg.). Bayern in Lateinamerika.Transatlantische Verbindungen und interkultureller Austausch. München, C. H. Beck [2011] 151). 5 Con respecto a la fecha de ingreso: Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. 269) pone la entrada el 21 de abril de 1661. Con todo, optamos por el día 14 de abril, basados en la bibliografía alemana (Herbert Gerl. Catalogus Generalis Provinciae Germaniae Superioris et Bavariae Societatis Jesu 1556-1773, 27 y Christoph Nebgen. “Jesuiten aus Bayern, Franken und Schwaben in Neugranada im 17 und 18. Jahrhundert”, 151). Por otra parte, Anton Huonder (Deutsche Jesuitenmissionaere des 17 und 18 Jahrhunderts, 152) tiene evidentemente una errata en el año de ingreso: 1622 por 1662; y un pequeño error en el día y mes de la entrada del P. Beck en la Compañía de Jesús ya que los fija el 31 de octubre. Fiados en la autoridad del P. Huonder aceptamos en nuestra Bio-bibliografía (p. 443) tal fecha, pero hoy la corregimos y adoptamos la del P. Gerl.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Desconocemos su actividad europea. Tan solo tenemos noticia de que fue candidato al doctorado en entrambos derechos (civil y canónico) y que trabajó como sacerdote dos años en Suiza6 y además suponemos que fue en Lucerna7. Según el P. Huonder, partió en 1678 para las misiones de la Nueva Granada, mas en realidad la patente de misionero le fue expedida por su Provincial, P. Federico Mülholzer, el 22 de julio de 16808, y se registró en Sevilla el 30 de octubre del mismo año9. Atravesó el Atlántico en la expedición que partió de Cádiz el 28 de enero de 1681, la cual arribo a Cartagena el 2 de abril del mismo año10. El 21
6 arsi. n. r. et q., 3, fol. 358v. Catálogo de 1684: “Gaspar Beeck. Patria: Rotemburgensis. Aetas: Annorum 36. Vires: Integrae. Tempus Societatis: 21 aprilis 1661. Tempus Studiorum: 3 Philosophiae, 4 Tehologiae. Tempus Ministeriorum: Docuit grammaticam. Operarius in Helvetia per 2 annos.Est inter Gentiles. Gradus in litteris: Utruisque iuris candidatus. Gradus in Societate: Professus 4 votorum, 15 Augusti 1678”. 7 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. El documento, en latín, se encuentra en: arsi. n. r. et q., 15-I, fols. 71r-78v. La traducción española la publicamos por vez primera en: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 168-190. En la página 171 del texto castellano se lee: “Por cama emplean un ‘chinchorro’ hecho de red con cuerdas de corteza de árboles (como se puede ver en el dibujo cosmográfico del colegio de Lucerna, que está colocado en una pared de fuera de la estufa común para el invierno...”; Mercado (Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús., II, 397): “anduvo disfrazado entre los cantones y convirtió a Dios a trescientos herejes”. Así se confirma la estancia helvética de Beck. 8 Anton Huonder. Deutsche Jesuitenmissionaere des 17 und 18 Jahrhunderts, 152. Pero es más confiable en este punto la patente registrada en Sevilla (agi. Contratación, 5549). 9 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1681. 10 J. F. Kiekens. Un mártir gantés, Ignacio Toebast de la Compañía de Jesús. Su vida y su martirio 1648-1684. Citamos por la traducción que publicamos en nuestro libro: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, III (1974) 243.
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• libro 11 [gaspar beck]
de diciembre de 1681 llegaría Beck al Orinoco11, tras recorrer el usual itinerario por el río Magdalena, Bogotá, Tunja y los llanos casanareños12.
La Misión del Orinoco (1681-1684) La misión del Orinoco (1681-1684) se iniciaba de esta suerte con cuatro misioneros: Ignacio Fiol, superior, que se encargó de Catarubén, el P. Agustín de Campos de Adoles, el P. Cristóbal Radiel de Peruba y el P. Gaspar Beck de Cucia13. Lamentablemente, la historiografía jesuítica no ha sido tan cuidadosa de reseñar este ensayo misional orinoquense como hubiéramos deseado. Una gran laguna informativa la ofrece la descripción del hábitat de las reducciones fundadas durante este lapso temporal (1681-1684), con excepción de Tabaje y Adoles. En efecto, el P. Fiol reseñaba en 1683 la existencia de Catarubenes, Cucia, Duma y Maricuapi14. El P. Beck explicitará, como ningún otro, los 11 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús., II, 323; Gaspar Beck. Missio orinocensis in Novo Regno 1684 (arsi. n. r. et q., 15-I); José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 176. 12 El itinerario lo podemos reconstruir gracias a una carta del P. Cristóbal Rueld dirigida al P. Pedro Wagner. Tunja, 8 de septiembre de 1681. La carta está publicada en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 277-284. Salen de Cartagena el 13 de mayo (p. 278) y llegan a Mompox el 28 del mismo mes (p. 281). Entran en Santafé el 22 de julio (p. 283). Se encontraban en Tunja el 6 de septiembre (p. 284). 13 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús., II, 324. Mercado asigna también el nombre a cada una de las reducciones: San Salvador de los Catarubenes y San Josef de Gucio (Cucia). Al P. Radiel no le adjudica reducción: “El Padre Cristóbal Ridel trabajó apostólicamente, pero a los seis meses le faltó la vida como lo podrá ver en adelante el que quisiera leerla”. En efecto, más adelante dice: “y el Padre Cristóbal Ridel murió sorbido de los raudales de Suena” (Mercado. Ob. cit., II, 326). En una declaración del capitán Jacinto Hernández afirma que en el mes de febrero de 1682 vio al P. Cristóbal Riedel “en el pueblo de San Cristóbal de Peruba, catequizando y enseñando a los indios de dicho pueblo la doctrina cristiana” (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 33v. [Informacion fecha a pedimento del muy Rdo. Padre Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús sobre las misiones del Orinoco. Pauto, octubre de 1682]). De acuerdo al documento citado, podríamos sintetizar los nombres de las reducciones: San Salvador de los Catarubenes, Santa María de los Adoles, San Cristóbal de Peruba y San José de Cucia. 14 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
núcleos poblacionales por él conocidos, pero sin asignarles ubicación geográfica: Faguarapo, Tabaje, Mapara, Ufasana, Peruba, Meschina, Kathambeno, Duma, Mariguapi, Eweari, Gucia, Nunquico, Deschoba, Nerischa, Maravapu, Eucubena, Gavirischi, Quaicanari, Cutiaveribana, Zucunai, Onoma, Mamoapi, Bariabeni, Airi, etc. Nunca acabara si me pusiera a escribir todos los nombres bárbaros de pueblos...15
En 1690 declaraba don Tiburcio Medina, capitán del presidio de Carichana y buen conocedor de aquella geografía, que yendo de Carichana a Tabaje, según lo crecido del río, se podían gastar de uno a cuatro días; de Tabaje a los Adoles, entre siete y ocho días de navegación; de los Adoles a los cinco pueblos de las misiones había entre seis, siete, ocho, nueve y diez días de navegación16. Solo el P. José Gumilla vendría a ocuparse del tema geográfico donde se desarrolló este ensayo misional (1681-1684): En Bichada se entablaron primera y segunda vez las Misiones antiguas, que fueron destruídas a manos de los indios caribes, con las gloriosas muertes que por amor de Dios y de la salvación de aquellas almas recibieron los venerables Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bec e Ignacio Theobast.17 15 arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 73v. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 175. Sobre la circunscripción misional dirá que “no es una isla sola, son tierras extensísimas cuyos límites son por dondequiera desconocidos” (Ibidem, 189). Por el contexto se desprende que las reducciones no estaban a la orilla del Orinoco. Al narrar su viaje de llegada anota Beck: “... puesto que cuando nosotros abandonamos el río y regresamos a los pueblos, los propios navegantes nos robaron la nave” (Ibidem, 180). Y de forma más general, nos dirá que en la zona, debido a las inundaciones del Orinoco, “las riberas de Orinoco no están pobladas de aldeas, porque el río inunda las costas en toda su extensión ...” (Ibidem, 172). 16 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos hechos a pedimiento del Padre Procurador General de la religión de la Compañía de Jesús de la ciudad de Santa Fee en el Nuevo Reino de Granada cerca de la escolta y lo demás que han pedido se de para el fomento de las Misiones de la Provincia del Orinoco (1690), fols. 67v-68. 17 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, vol. 68 (1963) 67.
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Sin embargo, la opinión de Gumilla sobre este punto hay que aceptarla con algunas reservas, dada la evolución sufrida en el decenio (17311740) en sus ideas geográficas sobre el alto Orinoco. Así pues, se imponen las siguientes observaciones: 1. E n el párrafo que hemos citado parcialmente incluye Gumilla a otros que murieron por otras causas. Al concluir el enunciado del hecho histórico global dice: “De todo lo cual se hace mención en la Historia General18, es decir, en la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América, publicada por el P. Joseph Cassani en Madrid en 1741. El P. Cassani narra los hechos pero en ningún momento precisa la geografía de las reducciones19. Luego, la precisión geográfica proviene exclusivamente de Gumilla. 2. En un mapa anónimo de las misiones del Orinoco20, que presumiblemente se puede atribuir a Gumilla, este destaca los lugares donde dieron muerte los caribes a los misioneros: en la confluencia del río Dubarro con el Cusia al P. Toebast; en la confluencia del Dubarro con el Duma al P. Beck; y en la confluencia del Dubarro con el Ijuapite al P. Fiol. Ubica al río Dubarro desembocando equidistante entre el raudal de Adoles y el raudal del Mosquitero, mientras que el Vichada desagua en la cabeza del raudal del Mosquitero.
18 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 67. 19 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América, 248-255. Capítulo 26. En este capítulo sigue enteramente a Rivero (Historia de las Misiones, Libro IV, capítulo 3). 20 Museo Naval. Madrid, XIII-9. Cfr. Demetrio Ramos. “Un mapa inédito del Río Orinoco. Es el precedente de Gumilla y el más antiguo de los conocidos”. En: Revista de Indias. Madrid, n. 15 (1944) 89-104. La fecha de composición del mapa oscila entre 1734 y 1735, ya que a las reducciones ubicadas a la margen derecha del Orinoco: La Concepción de Uyapi, San José de Mapoyes, Los Angeles y Santa Teresa, añade el mapa en cuestión la de San Ignacio, destruida por los caribes en 1735.
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3. S in embargo, en el mapa que publica con El Orinoco ilustrado en 1741 señala las cruces en el río Guaviare, lo cual consideramos que es un error del dibujante ya que el texto se refiere al Vichada21. En consecuencia, nos queda la duda del lugar exacto donde fueron fundadas las misiones orinoquenses (1681-1684).
Los aportes de la Missio orinocensis in Novo Regno, 1684
Otro acierto de Beck consiste en trazar no solo el entorno racial en que se desarrollaban en 1684 las reducciones orinoquenses, sino además el nombre de las principales etnias conocidas. Cita 35 grupos: Pariagotas; Guaraúnos; Guayanos; Guaiqueríes; Karives; Lavas (?); Cacatios; Sipopas; Otomacos; Yaruros; Guahívos; Sálivas; Kiruvas (Quirrupas); Adules (Adoles); Ubasanas; Pianagoras (?); Mapoianos (Mapoyes); Maypures; Tunebos; Macos; Katharubanas; Achaguas; Avanes; Caviras (Caberres); Oinomanas (Yanomamos?); Gallinayeos; Ahavaranayanas; Kirassibenyanas (Quirasibenis); Mussanas; Amarisanas; Emataquerianas; Kamataquerianas; Karirionas; Servitanas (?); Amazonas, no muy lejos del nacimiento del Orinoco.22
La estructura fundamental de los hechos históricos del período se puede reconstruir también gracias a los escritos del jesuita alemán. En efecto, los seis soldados que constituían la escolta abandonaron las misiones al poco tiempo de haber llegado al gran río venezolano23, hecho que motivaría 21 El mapa viene encartado en la obra de Gumilla. El Orinoco ilustrado. Caracas (1963), entre las páginas ccxxxviii y cxxxix. 22 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 177. 23 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 177. El capitán Tiburcio Medina declararía sobre estos hechos lo siguiente: “Dijo que los primeros Padres que entraron a la misión, no sabe ni ha oído decir qué escolta llevaron y que estando este testigo en el Puerto de Casanare, vio que se embarcaron los Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bech, Antonio Riedel y Agustín de
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la masacre de los tres primeros misioneros muertos a manos de los caribes en el espacio de casi tres años y plantearía al vivo el problema de las escoltas. El jesuita de Rottenburg no fue una excepción en el planteamiento de las escoltas; como de pasada dirá: Y esto no es una cosa que se me ocurre a mi por vez primera pues ya mucho antes había pensado lo mismo el glorioso apóstol de las Indias, San Francisco Javier, quien dice expresamente en sus cartas: que sin la autoridad del Rey, en la conversión de los infieles en las Indias, se juega con el trabajo y se pierde el aceite.24
A la huida de los soldados se sumó la sorpresiva muerte del P. Cristóbal Rield el 7 de julio de 168225, “sorbido de los raudales de Suena”26. En pocos meses de actividad apostólica se había destacado el misionero alemán Campos para ir a dichas misiones de Orinoco, y que llevaron seis hombres por orden del Gobierno superior de este Reino con sus armas y bocas de fuego para escolta de dichos Padres, los cuales dichos hombres vio este testigo bajando a Carichana que se volvieron huidos los cuatro de ellos, etc.” (agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos hechos a pedimiento del Padre Procurador General...”, fol. 73v). 24 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 190. 25 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 178. El P. Herbert Gerl. Catalogus generalis Provinciae Germaniae Supeiroris et Bavariae Societatis Iesu 1556-1773, 347 dice que murió en Orinoco en 1684. 26 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 326. Es importante precisar el lugar de la muerte del P. Riedl. Mercado, como hemos dicho, afirma que fue el los raudales del río Suena. En las declaraciones del capitán Tiburcio Medina en 1690 testificaba: “... y el otro murió ahogado, que fue Antonio (sic) Riedel en el río del Pueblo de los Adoles” (agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos... fol. 73v). El mapa sobre el río Orinoco, atribuible al P. Gumilla, dibuja el río Suena un poco más abajo del raudal de los Adoles y destaca con una cruz el lugar de la muerte del P. Riedl (Museo Naval. Madrid, XIII-9). Hay que notar asimismo con respecto a la ortografía del mencionado río que el texto latino del P. Beck lo llama “in fluvio Schuvena” (arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 74v). Gumilla, en su mapa, escribe: Río Chuena. El mismo P. Beck describe más adelante (Ibidem, 178) el lugar: “La mitad del camino es interrumpida por un llamado Torrente (el mismo en que yo también estuve en peligro a la subida) y que tiene que ser atravesado en una canoa de corteza de árbol, la cual se inclinó, se llenó de agua y se volteó...”.
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tanto en el trabajo como en la dedicación a la conversión de las almas27 y sobresalió “como pocos en el don de lenguas y ya dominaba siete”28. Llama a reflexión el lugar de la muerte del jesuita alemán, ya que nos patentiza la movilidad en que se desarrollaba la vida misional, pues de Peruba a los Adoles había al menos seis días de navegación29. El radio de acción de cada misionero debía ser tan extenso como extendida era la familia sáliva. El P. Beck también narra como normal que no solo atendía a cinco pueblos, sino que además realizaba excursiones a poblados más lejanos, como las tierras del otro lado del río Cuboho, distante por lo menos tres días del camino de Cusia30. A la muerte del P. Rield se sucedió la incorporación del P. Julián de Vergara como doctrinero de San Lorenzo de Tabaje en julio de 168231 y a la vez como encargado de la procura de las nacientes misiones32. Suponemos que también en 1682 tuvo que retirarse de su reducción de los Adoles el P. Agustín de Campos, debido a fuertes quebrantos de salud33. Y el P. Ignacio 27 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 178. 28 Ibidem, 179. 29 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos..., fol. 67v-68. 30 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 177. 31 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 33 y ss. Declaración de los capitanes Jacinto Hernández y Toribio Medina en 1682. 32 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 262: “... y para procurador de esas misiones, el Padre Julián de Vergara, quien por tener más experiencia que los otros, atendía a lo temporal y al entable y aumento del hato de que hablamos y que fundó en Apiari el P. Alonso de Neira”. Sin embargo, comete un error Rivero (Ob. cit., 261) al señalar que el P. Julián de Vergara entró a la misión con los cuatro fundadores. Tal error lo confirman, además de los capitanes Hernández y Medina, el P. Juan Fernández Pedroche, quien en un Memorial de 1687 dice: “... y al año siguiente bajó el P. Julián de Vergara al pueblo de San Lorenzo de Tabaje” (arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 142-144. Reproducido en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 192). 33 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 263: “... con esta ocasión, o con otra semejante, se volvió a nuestras reducciones de los Llanos el Padre Agustín de Campos, para asistir en ellas”. Sin embargo, el capitán Tiburcio
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Toebast debió de llegar al Orinoco hacia mayo de 1683, ya que había abandonado Santafé el 21 de marzo del mismo año34. Otro de los problemas vitales presentado por el P. Beck es la cíclica presencia caribe en esa área misional y las consecuencias que de ello se derivaban. A los actos de opresión, guerra y cautiverio añade el misionero alemán la “dura esclavitud” a que son sometidos más de 350 niños anualmente por los caribes, quienes los entregaban a los ingleses y holandeses con el fin de deportarlos a sus islas para producir caña de azúcar y cacao35. Tal situación le obligaba al P. Beck a preguntarse por el rechazo que sentía en todo el entorno geográfico del mundo sáliva —impenetrable en aquel momento ante la débil presencia hispana— y la explicación de que el régimen de miedo y terror impuesto por el caribe garantizaba la piratería humana y la animadversión hacia cualquier tipo de presencia española en esas rentables e inhóspitas latitudes. Por ello apelará a la presencia del ejército y con dolor y frustración escribirá: “Ya escribí a Roma, a Madrid y a Santa Fe a los consejeros del Rey. Pero qué? al estilo español”36. Medina declaraba en 1690: “... lo conoció en el pueblo de los Adoles y se retiró de él por haber enfermado y que lo sabe por haberlo visto muy enfermo y en peligro cuando salió de dicho pueblo” (agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos..., fol. 72v). Decimos que suponemos que el P. Campos abandonó el Orinoco en 1682, basados en las declaraciones del capitán Tiburcio Medina quien afirma que en 1682, yendo de Carichana a Casanare, se cruzó con una tropa de cuatrocientas reses que los Padres de los Llanos enviaban a los de Orinoco, y en el mismo contexto relata que conoció al P. Julián de Vergara “en el pueblo de la Misión del Orinoco” Ahora bien, si el P. Vergara llegó en julio de 1682 y por otra parte el P. Campos nunca aprendió la lengua “porque aunque la empezó a aprender no lo consiguió porque enfermó y se retiró a Casanare”, y lo sabe “por haberlo visto muy enfermo y en peligro cuando salió de dicho pueblo”, quiere decir que estos hechos se reúnen en torno a la entrada del capitán Medina en 1682 (agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos, fol. 72-72v). 34 François Kiekens. Un mártir gantés. Ignacio Toebast de la Compañía de Jesús. Su vida y su martirio 1648-1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 270-271. 35 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 173. 36 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 190. A lo largo del texto hay muchas alusiones a este específico problema. “Pero a esto fácilmente le pueden poner ellos remedio, y al mismo tiempo promover la causa cristiana, lo que llevan el timón de la barca” (Ibidem, 173). “... si no faltara el auxilio real, se podría cosechar inmenso fruto y hacer algo grande por
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Conexo con el tema caribe es el de la antropofagia. Diera la impresión de que para Beck estaba muy generalizada37 y describe la costumbre de exhibir el cráneo o los huesos de los difuntos como adorno, tal como lo vivió con dos de sus sirvientes38. El hecho antropofágico lo confirman los soldados orinoquenses39 y sobre todo el capitán Tiburcio Medina40. Los procesos agrícolas, según se desprende de los escritos de Beck, hay que entenderlos a la luz de una realidad dada por las dos estaciones tropicales41, a la vez que nos revelan el alcance de las tecnologías indígenas. En la época de lluvias el agua inundaba los campos de arena, tornándolos áridos, la gloria de Dios” (Ibidem, 189). “... y de qué región del mundo traen tantos niños y niñas cautivos cada año: por eso es necesario ejército” (Ibidem, 190). 37 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169. “... se hartan de carne humana” (Ibidem, 173). También el P. Fiol, en su carta al P. General de la Compañía de Jesús, Orinoco, 1º de noviembre de 1683, dice: “... unas naciones hacen guerra a otras, se cautivan, se venden y no pocas veces se comen unos a otros” (arsi. n. r. et q., 15-I, fol. 89). 38 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 182. 39 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos. Declaración del capitán Antonio Bustamante: “Repreguntado si estos se matan unos a otros por las guerras que entre si tienen [...] y porque se sustentan de carne humana haciendo matalotaje de ella, dijo que es verdad y le consta a este declarante todo lo que refiere la pregunta” (fol. 46v). El capitán Salvador Esparza: “Dijo que sabe este testigo por haber estado entre dichos caribes que comen carne humana, y haran matalotaje de ella de los indios que matan de otras naciones por guerra que tienen con ellos, pero que no se matan unos a otros de la misma nación caribe” (fol. 54). El capitán José Ruiz Romero: los caribes comen carne humana “cuando se embriagan en bailes y juntas que hacen y entonces se reparten entre todos unos pedacillos de carne humana asada, en memoria y trofeo de la guerra en que mataron a aquel” (fols. 64v-65). 40 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos. Declaración del capitán Tiburcio Medina: “... no comen de la carne de los de su nación, sino de la de otros indios de diferentes naciones que matan en las guerras que tienen con ellos, y que no comen de continuo carne humana sino en las ocasiones de sus huelgas y bailes para cuyo efecto guardan la carne de los indios que de esta otra nación matan y reparten asada a pedazos cuando se embriagan, y bailan lo cual ha visto este testigo en las ocasiones que se ha hallado en las tierras de dichos caribes por la razón referida” (fol. 80-80v). 41 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 171-172.
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amén de la fuerza de los rayos del sol que lo quemaban todo42. De esta suerte, el suelo no producía sino frutas silvestres, dátiles de palmas muy parecidas a las bellotas de Europa por su dureza y, en consecuencia, desconocían la siembre de cereales43. Solamente el casave se constituía en el alimento diario44 y los sembradíos de yuca amarga se erigían además como la perpetua tentación de la nación guahíva45. El pescado también formaba parte vital en la dieta del orinoquense. No especifica el misionero alemán las clases de pescado, pero si aclara que los indígenas los secaban al sol o al fuego46 y que desconocían —e incluso perseguían— el salar el pescado47. La carne de cacería aparece más raramente en la vida del jesuita: entre la fauna por él mencionada nos encontramos tigres, leones, monos y cabras silvestres muy parecidas a los gamos del Tirol48. Sin embargo, anotará 42 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 175. 43 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 171. 44 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 171. 45 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 174. 46 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 186. 47 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 183: “... de donde colegimos nosotros que, tal vez, ellos creen en la migración de las almas de un cuerpo a otro”. 48 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 172. Del texto, escrito en un estilo clásico —la redacción original es en latín— deducimos la inexistencia de otros animales domésticos. “Animales mansos son inusitados, y asi ni el caballo sacude el campo podrido con el golpe de sus cuatro cascos, ni el jumento lleva carga, ni el buey rumia yerbas, ni los perros vigilan a las puertas, ni el gato acecha los ratones. En cambio produce tigres...”. De las aves cita los papagayos y las tórtolas (Ibidem).
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como curiosidad que la caza de una “fiera silvestre” les dio a los niños de la misión y a él la oportunidad de “alimentarse con carne y terminar el ayuno de casi un año”49. La visión global sobre la realidad alimentaria y las posibilidades de subsistencia en el área estudiada —a nuestro juicio, de los Adoles hacia arriba— era precaria. Los suelos inundados de arena estéril y la maleza inútil obligaban a instaurar un sistema de rotación hacia sedes vecinas de los bosques. De ello se deduce la ardua labor del conuco, pues los indígenas, desconocedores como eran antes de la llegada de los jesuitas del hierro, se servían de hachas de piedra e incluso con las manos para tumbar los árboles. Una vez efectuadas las quemas, “sin más cultivo clavan en tierra un tronco de madera, el cual en pocos meses echa raíces, y de ellas cuecen su acostumbrado ‘casabe’ según lo llaman los hispanos y los indios apellidaban ‘biebe’, que luego exprimen para beber”50. Es interesante confrontar los escritos del jesuíta con las declaraciones emitidas por los testigos en 1690 sobre el ensayo misional (1681-1684). Sin lugar a dudas, el capitán Tiburcio Medina es el testigo más cualificado por haber vivido en las “Provincias del Orinoco” cinco años, y así testifica: [...] las Provincia del Orinoco son tan estériles que ha visto por haber vivido en ellas cinco años de capitán los cuatro y meses y otros sin serlo, cómo aquellas naciones muchas partes del año se sustentan con raíces de palo y algunas naciones con tierra asada en lugar de pan, envuelta con aceite de caimán, y esto no lo causa lo estéril de la tierra sino el acosamiento de guerras continuas con el caribe y esta es la causa de no haber mantenimientos, pues en el tiempo que este testigo los escoltaba y defendía se sembró y tenían sustento de maíz, plátanos y yuca.51 49 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 189. 50 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 175. 51 agi. Santafé, 249. Testimonio de Autos, fol. 31v-32. En la repregunta el capitán Medina añadirá: “... se ha sustentado él y la demás gente a que se da a dicho presidio de carne salada conducida de los Llanos, y maíz llevado de ellos, pescado de río, yucas y plátanos que produce dicho paraje; y cuando faltaba la carne salada, salía este testigo con sus soldados a montear puercos y venados con perros y escopetas” (fol. 70).
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Con todo, creemos que esta declaración es válida hasta los Adoles inclusive, ya que Carichana fue el lugar de residencia habitual del capitán Medina. El plátano y el maíz no aparecen en las descripciones de Beck, mientras que sí se reiteran en las declaraciones de los testigos aludidos52, lo cual nos hace pensar que más arriba de la isla de los Adoles los cultivos eran como los describe el jesuita alemán. Una visión antropológica y etnográfica del Orinoco medio —o mejor— de lo que podríamos denominar la “provincia sáliva”, es digna de ser estudiada como el testimonio de un misionero no español de fines del siglo xvii. Beck establece un principio fundamental para el análisis y conocimiento de los pueblos orinoquenses: a todos ellos los divide en la lengua y las costumbres53, observación interesante hecha después de conocer la lengua y el mundo sáliva y haber tratado con los caribes54 y con los guahívos55. Con respecto a la religión, el autor parte del supuesto de que al desconocer la ley de Dios y no presentar culto alguno externo56, amén de no ser idólatras57, concluye en que no tienen religión alguna, así algunos “digan que Dios es el Sol, otros que la Luna, otros que Purunaminari”58. 52 agi. Santafé, 249. Testimonio de los Autos. Salvador Esparza declara que en los pueblos de Tabaje, Catarubenes y Adoles se sustentaban los indios con casabe, plátanos y pescado (fol. 47). Y José Ruiz Romero dirá que comían “tortugas y otros pescados que pescaron, maíz, yucas y casabe que hacían de ellas, plátanos y otras frutas de la tierra” (fol. 54v). 53 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169. 54 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 173. 55 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 174. 56 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169. 57 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 187. 58 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169.
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A lo largo de todo el escrito resalta la presencia y el poder de los chamanes en medio de la comunidad. Detecta asimismo la existencia de una liturgia chamánica, según la cual a “menudo los más viejos se juntan, ya cantando a la manera de clérigos, ya tocando tamboriles de tortuga” para poder saber del demonio el futuro59. También observa que la hyopa constituye el ingrediente chamánico de la visión y de la inspiración: Por las narices, valiéndose de un instrumento cóncavo de madera, beben Hyopa (está confeccionado de ciertas semillas fortísimas) y así se embriagan y pierden el sentido, de tal manera que no pueden entrar, más aún, ni moverse, y cuanto sueñan en esta borrachera hyópica o “inspiración” lo toman por un oráculo.60
En realidad, Beck parece identificar hyopa tanto con yopo (Mimosa acacioides y Piptadenia peregrina) como con chamán61, pero dentro de un contexto donde la magia y no la religión configura la realidad no material de la existencia indígena62. Aquí debería entrar en consideración un tema inédito en la historiografía indiana venezolana: el significado tanto teológico como literario y cultural del diablo, es decir, de la presencia y actuación permanente de Satán en el mundo, ya sea directamente, ya a través de las personas que realizan el mal63. 59 Ibidem, 169. 60 Ibidem, 169. 61 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 180: (al narrar el viaje de llegada, Orinoco arriba, escribe): “Al día siguiente regresaron algunos de los navegantes diciendo que Hyopa (debieran decir demonio) les habían presagiado un gran mal si se iban dejándonos abandonados...”. “Sin demora, algunos de los ancianos que se pusieron a tomar Hyopa, regresaron afirmando que Hyopa (la que consideraban como el oráculo de Delfos) les había asegurado que este infortunio los sobrevino porque habían recibido a los padres...” (Ibidem 181). 62 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169: “Son adictísimos al arte de magia (si eso es arte y no irrisión vulgar); pero sea lo que sea, con frecuencia por medio de tales encantamientos perjudican a sus enemigos con letas enfermedades y los matan con muerte segura”. 63
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Sobre la antropofagia64 aduce el jesuita alemán diversos testimonios: “... estas tribus [...] se matan y agotan mutuamente, y la mayor parte de ellos, aún ahora, se hartan de carne humana”65. Y de la narración de la muerte de sus dos criados se comprueba la costumbre de exhibir el cráneo o los huesos de los difuntos o devorados como adorno, amuleto o protección66. Al espíritu minucioso de Beck no se le escapó tampoco la realidad de las incisiones o perforaciones del lóbulo de las orejas, de las comisuras de los labios, del labio inferior y del septum nasal para exhibir flores, plumas, palos, conchas, metales y huesos67. La descripción de la llegada del misionero a Cusia sintetiza la significación simbólica de los colores: alegría con los adornos corporales, sorpresa con el rojo y hostilidad con el negro68. Sobre las figuraciones del color transcribimos las finas observaciones de Daniel de Barandiarán, experto antropólogo y conocedor de la zona: [...] la paz festival con los adornos de flores, plumas, caracoles, palos y huesos, junto con su secuela de líneas y de dibujos de pintura facial o corporal; el interrogante desconfiador con el embadurnamiento masivo del cuerpo hecho con el rojo de las semilla de onoto (“Bixa orellana”), y la hostilidad y la guerra con jesuíticos, II, 181: “... el diablo les sugiere en su tomada de Hyopa que los padres son la causa, y que se les debe castigar con el azote, los suplicios y la muerte”. 64 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 169: “... son antropófagos”. Y más adelante, en la página 171, insiste: “No comen sino carne humana”. 65 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 173. 66 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 182. 67 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 170. 68 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 176.
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el embadurnamiento general del mismo cuerpo con negro del carbón vegetal o con el negro azulado de la planta “Caruto” (un género de planta rubiácea muy conocida en Venezuela por su fruto oxidante).69
Una mención especial ameritan los quipos para la transmisión de mensajes, ya que en el fondo plantea a la antropología venezolana el problema de si nuestros indígenas orinoquenses conocían métodos de escritura. Por su importancia transcribimos íntegramente el texto de Beck: Los salvajes emplean otra manera de manifestar sus conceptos: envían una cuerda unas veces suelta sin nudos, otras veces con pocos, otras con muchos trabados entre sí y ocultando las uniones, otras envían series de cuerdas de tal manera atadas entre sí como para que se note fácilmente dónde comienza la unión y dónde termina; pero esas, para confesar la verdad, no las he aprendido aún a leer.70
Igualmente merece singular atención el testimonio de la percepción de la escritura por un pueblo ágrafo como era el sáliva. Dice el misionero orinoquense: En verdad estos indios no pueden entender cómo leo el libro, cómo conozco por una carta lo que haya sucedido en otras partes donde nunca he estado. Sino que creen que los libros y el papel hablan conmigo, pero con voz muy baja, ya que no son tan grandes. Y no falta uno que otro que ha oído algo, y que me ha visto inclinando mi cabeza al libro del misal y que yo escuchaba avidísinamente cuando en la Santa Misa recitaba en voz baja lo que requiere silencio. [...] Esta carta postrera la entregó a ciertos indios [el P. Rield] para que la trajeran, y ellos me la entregaron abierta, rotos el papel y el sella. Pregunté la causa por qué y por quién fue abierta la carta. Como respuesta dijeron que ciertos indios Mesivas [Maibas ?] la habían abierto para ver, diría más bien para oir cómo habla el papel a los padres, pues quizá a ellos mismos también les hable de igual manera: 69
Daniel de Barandiarán. Carta informe de la nueva misión del Río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. (Ms.) 6.
70 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 188.
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ya que los padres mismos conocen por medio de las cartas lo que sucede en otras partes, en que ellos mismos no han estado nunca, ni de que nadie les haya hablado. Esta respuesta la oyeron mis indios [...] Con esto se levantó una gran disputa. La tesis propuesta era la siguiente: si el papel habla o no. Y la disputa era que si hablaba pero con los hombres blancos solamente, puesto que el papel era blanco. Otros opinaban que habla a todos y a uno solo, a saber, el primero que la abriera y no callara, etc. Por fin se separaron y no se concluyó nada.71
Otras noticias interesantes para la historia y la antropología ofrece el jesuita alemán, pero nos circunscribiremos a citar algunas: el eclipse del 23 de febrero de 168272, la práctica de la couvada73 y la creencia […] originada no sé dónde, que las tierras más altas hacia el sur, están habitadas por hombres de color blanco; pero a los habitantes con quienes vivo no les ha llegado la menor noticia de aquellos y antes de mi llegada no sabían ni siquiera nada de los blancos.74
Beck y la crónica menor orinoquense Nos resta solamente reseñar el aporte escrito de Beck a la crónica menor misional. Hasta el momento la bibliografía reseñada es la siguiente: 1. Brief V. P. Gasparri Pöck S. J. geschrieben zu Tunea [sic, por Tunja], den 16 septemb. 1681; betrift seine Reis von dannen nach seiner Mission an dem Fluss Orinoco75. 71 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 187-188. 72 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 184; José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 457-463. 73 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 170. 74
Gaspar Beck. Ibidem, 170.
75 Welt-B Stocklein. Welt-Bott, I, 1 (Ausburg, 1726) n. 18, pp. 54-55.
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2. M issio orinocensis in novo Regno, 168476. 3. Carta al P. Carlos Panigati. Cusia, 8 de octubre de 168377. Del estudio del texto beckeniano se desprende que fue un buen cultor, sobre todo del género epistolar. La propia Relación: Missio orinocensis responde a un mandato y solicitud del P. Provincial de Baviera78. Los problemas misionales, en particular la esclavitud de los niños orinoquenses, fueron expresamente denunciados tanto ante las autoridades de Santafé como ante las de Madrid y Roma79. Como corresponsales del misionero nos consta de los PP. Cristóbal Rield80 y Carlos Panigati81. Asimismo, parece que Mercado se sirve de alguna carta o relación de Beck para narrar la entrada al Orinoco en 168182. En consecuencia, a la bibliografía ya establecida hay que añadir un nuevo apartado que podríamos designarlo como Epistolario y el cual recogería toda su producción epistolar. 76 arsi. n. r. et q., 15-I, fols. 71-78v. La traducción castellana se debe al P. Manuel Briceño, profesor de Humanidades Clásicas en la Universidad Javeriana de Bogotá. Fue publicada en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 168-190. 77 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fols. 10-11 (publicado por José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 349-351). 78 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 168. 79 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 190: “Ya escribí a Roma, a Madrid y a Santa Fe a los consejeros del Rey, ¿Pero qué? Al estilo español!”. 80 Gaspar Beck. Misión del río Orinoco en el Nuevo Reino. 1684. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 187: “En cierta ocasión me escribió el P. Cristóbal Rueld una carta muy larga [...] Esta carta postrera la entregó a ciertos indios para que la trajeran...”. 81 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 10: “Recibí la gratísima carta de V. R. del 7 de julio de 1683...”. 82 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. II, 323-326. Establecemos esta hipótesis tanto por el papel que juega Beck en la narración como por la forma en que toca algunos temas que recuerdan el escrito Missio orinocensis in Novo Regno.
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El asesinato de Gaspar Beck por los caribes Finalmente, se debe fijar definitivamente la fecha exacta de la muerte del misionero alemán. El P. Herbert Gerl, archivero de la Provincia de Alemania Superior en Múnich, establece el 15 de octubre de 1684 como día de la muerte del P. Beck y especifica además que fue martir (pro fide)83. También el 10 de octubre ha sido adoptado por algunos escritores, basados posiblemente en el texto aparentemente dubitativo de Rivero: Sucedió [...] el día 7 de octubre del año dicho, si bien es verdad que no falta quien diga haber sucedido esto el día 10, en que se celebra la fiesta de San Francisco de Borja. Parece más probable haber sido el día 7 atento a una carta del Padre Julián de Vergara, que se guardó en el archivo de Santafé, en la cual daba noticia de todo lo ocurrido...84
La fecha 7 de octubre de 1684 no admite discusión alguna. Está avalada por el testimonio del P. Julián de Vergara, testigo presencial y único sobreviviente de la matanza llevada a cabo por los caribes ese día, y en consecuencia es un hecho histórico definitivo85.
83 Herbert Gerl. Catalogus generalis Provinciae Germaniae Supeiroris et Bavariae Societatis Iesu 1556-1773, 27. Ahí cita el archivero de Múnich: Archivo de la Compañía de Jesús de Alemania Superior. Codex defunctorum, VI (N. 18 Historia Germaniae Superioris), fol. 149 y 161. Codex susceptorum, XI, 42; y muerto pro fide: Ibidem, XI, 43. Aquí tenemos que confesar que así como para el tramo biográfico europeo apelamos a la autoridad del P. Gerl, pero esta fecha debemos recurrir a las fuentes neogranadinas. 84
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 264-265.
85 La carta del P. Vergara en que narra Rivero utilizó el texto que reposaba en el archivo de la Compañía de Jesús de Bogotá (Rivero. Historia de las Misiones, 265). Nosotros publicamos la copia que reposa en el Archivo General de Indias de Sevilla (agi. Santafé, 249. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos..., III, 353355). Asimismo, el documento oficial como lo es el Catálogo del Nuevo Reino testifica: “In missione Orinoci, 7 octobris 1684” (arsi. n. r. et q., 3, fol. 415v). También Mercado transcribe la carta del P. Julián de Vergara (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito II, 394-396).
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10. Julián de Vergara (1632-1701)1
El ensayo misional llevado a cabo por la Compañía de Jesús en Guayana en el siglo xvii establece como límites cronológicos 1646 y 1681 y cuenta entre sus protagonistas a los PP. Andrés Ignacio (1599-1648)2, Alonso Fernández (1617-1654)3, Dionisio Mesland (1615-1672)4, Ignacio Cano (1616?-1686)5 y Julián de Vergara6. 1 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, I, 1957; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956; Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, VIII, 596-597; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 728-731. 2 José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II : Los hombres. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana (2007) 263-264. 3
José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo II: Los hombres, 187-188.
4 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 459-463. 5
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de Escritores jesuitas neogranadinos, 176-177.
6 Creemos que, además de los nombrados, es posible que trabajase algún jesuita más en la misión de Guayana; en el Memorial de la Visita del P. Madrid a la misión de los Llanos habla de 2 sujetos en Guayana en 1678 (arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 15v) y ciertamente no era el P. Ignacio Cano, pues en 1676 era doctrinero de Patute (anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75).
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Pero la esencia, dimensión y horizontes del proyecto del xvii no fueron recogidos por Pedro de Mercado7, ni por Juan Rivero8, ni por Joseph Cassani9, ni por Daniel Restrepo10, ni por Manuel Aguirre Elorriaga11, ni por Antonio Astráin12, de quien dependen documentalmente tanto el jesuita colombiano como el venezolano. Ha sido el P. Juan Manuel Pacheco quien ha rehecho los espacios históricos y quien ha trazado la primera realidad de la presencia jesuítica en tierras guayanesas13.
Notas biográficas Había nacido el P. Julián de Vergara hacia 1632 en Alcira (Valencia)14. Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de mayo de 165515. Pertenecía a la Provincia 7 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343-355, solamente toca el tema de Guayana en la biografía que dedica al P. Mesland; no aparece para nada en los capítulos dedicados a la historia de las misiones llaneras. 8 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956. Entre los historiadores jesuitas ha sido el P. Rivero quien más espacio ha dedicado a la misión de Guayana; todo el material está recopilado en el libro II, capítulos: XIX, XXI y XXII. 9 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1967. El tema lo trata en el capítulo XX. 10 Daniel Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia. Compendio historial y galería de varones ilustres. Bogotá, Imprenta del Corazón de Jesús, 1940. 11 Manuel Aguirre Elorriaga. La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Editorial Cóndor, 1941. 12 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y Fe, 19121925, 7 vols. 13 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, Editorial San Juan Eudes, I (1959) 358-359; II Hijos de Santiago Rodríguez (1962) 383-388. 273-283. 14 La población de Alcira nos la ofrece el registro de la Casa de Contratación (agi. Contratación, 5548. Expedición de 1662). Los catálogos del Nuevo Reino todos dan la referencia de “Alturanus in Hispania” (arsi. n. r. et q., 3, fol. 220). Sobre la fecha de nacimiento: El Catálogo de 1664 le asigna 31 años (Ibidem, fol. 220); el de 1668, 35 años (Ibidem, fol. 250v); el de 1671, 38 años (Ibidem, fol. 287); el de 1678, 46 años (Ibidem, fol. 324); el de 1687, 55 años (Ibidem, fol. 385v). 15 arsi. n. r. et q., 3, fol. 220. Catálogo de 1664. Todos los demás catálogos reiteran la misma fecha.
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de Aragón en la que había estudiado Artes y dos años de Teología16 antes de embarcarse para América. Pasó al Nuevo Reino en la expedición de 1662 cuando todavía era estudiante17.
Los proyectos misionales sobre Guayana Sus estudios de Teología los concluyó en la Universidad Javeriana y pensamos que de inmediato debió de pasar a los llanos18. En julio o agosto de 1664 se embarcaba en el Puerto de Casanare, como compañero del P. Francisco Ellauri, para proseguir en Guayana las acciones que había comenzado el P. Dionisio Mesland en 165319. Al fallecer el P. Ellauri en tierras guayanesas el 12 de febrero de 166520 “se interrumpieron los intentos de la Compañía en Guayana, y eran los que 16 Bartolomé Garcés Ferra. “Relación de Jesuitas de la Provincia de Aragón enviados a Indias en los siglos xvii y xviii”. En: Revista de Indias. Madrid, 8 (1947) 523. 17 agi. Contratación, 5548. Expedición de 1662. Varias dudas nos ofrece la afirmación de los oficiales reales de la Casa de Contratación al estampar en el expediente del P. Julián de Vergara que tenía veinticinco años. Tal aseveración traería el nacimiento de Vergara al año 1637. Sin embargo, ello no se compagina con la reiterada en los Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Catálogo de 1664: 31 años (arsi. n. r. et q., 3, fol. 220); Catálogo de 1668: 35 años (arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v); Catálogo de 1678: 46 años (arsi. n. r. et q., 3, fol. 324). Así pues, según la reiterada documentación oficial habría nacido o en 1632 o en 1633; Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla (1995) 258. 18 El Catálogo de 1664 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 220) lo inscribe ya como sacerdote, que lleva nueve años de jesuita. Si su ingreso a la Compañía de Jesús fue el 20 de mayo de 1655 (Ibidem), debía tener entonces veintitrés años y muy posiblemente habría cursado estudios o de humanidades o de filosofía. Lo cierto es que cuando en 1662 se embarca para América no era todavía sacerdote (véase nota anterior). Pero como en el Catálogo de 1664 (arsi. n. r. et q., 3, fol. 220) en el apartado de Ministeria dice “Nulla”, quiere decir que para esa fecha todavía no había ejercido ningún ministerio sacerdotal y tal situación puede aplicarse tanto al momento de realizar el año de tercera probación como al momento después de concluirla. 19 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 177. Aunque Rivero pone la entrada “a vueltas del mes de julio o agosto” (p. 177), sin embargo, el propio P. Vergara en una carta dice: “En este tiempo, pues, que aun no fueron siete meses cabales” (Rivero. Ob. cit., 184), nos hace remontarnos al mes de julio. Pero el poco tiempo que conoció Vergara a Ellauri, ¿dónde comenzó?, ¿en Santafé?, ¿en Tunja?, ¿en San Salvador del Puerto? De estas respuestas dependería precisar si el viaje se realizó en julio o en agosto. 20
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 472.
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ya apunté, conviene saber: facilitar por este medio la empresa de las misiones en el Orinoco”21. ¿Cuál es la fecha que significa el punto final del primer viaje del P. Vergara a Guayana? No lo podemos precisar, porque ningún historiador de la época hace referencia expresa a ello. Según Rivero, el P. Vergara debería haber abandonado su campo de apostolado inmediatamente después de la muerte del P. Ellauri; así se desprende del texto de la segunda entrada en 1668: “y acometió segunda vez esta empresa, interrumpida por algunos años, después del primer envío de misioneros, con ocasión de la muerte del Padre Ellauri”22. Por otra parte, no parece coincidente la opinión de Rivero con la de Mercado, quien escribe en la biografía del P. Ellauri: “Enterraron su cuerpo [del P. Ellauri] en la Guayana donde expiró [...]; pero quiso Dios que se verificase su dicho y para esto movió el corazón del Padre Julián de Vergara a que a la vuelta de Guayana trajese consigo los huesos del padre en un cajoncillo que remitió al colegio de Tunja”23. ¿Cuánto tiempo transcurrió desde el entierro hasta poder meter los huesos del P. Ellauri en un cajoncillo? Ese lapso podría definir el momento de la primera salida de Vergara de la Guayana. Así pues, entre 1665 y 1668 se abre el primer paréntesis documental en la biografía de Vergara, ¿dónde vivió durante este lapso nuestro misionero? Dos únicas referencias poseemos para este trienio: el Catálogo de 1667, que anotará escuetamente: “explorator infidelium”24; y el de 1668 que en su capítulo de “Ministeria” solo hará relación a su labor misional y especificará: 21 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 184. 22 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 185. 23 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 472-473. El P. Gaspar Vivas escribió la necrología del P. Francisco Ellauri y la inserta íntegra Juan Flórez De Ocariz. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Madrid, II (1676) 327 y ss. Mercado se inspiró en ella y la publica en el tomo I de su Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito en las páginas 464-476. 24 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Catálogo Breve de 1667. Lo único que se puede deducir de tal información es que se encontraba en funciones de avanzada en las misiones, ¿pero, dónde?
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“misionero de los gentiles durante 5 años”25. Luego, a todas luces es evidente que si salió de Guayana fue únicamente para subir a las misiones de Casanare, pues cualquier otra actividad la hubiera reseñado el Catálogo de 1668; pero tal posibilidad queda excluida al decir que fue durante cinco años misionero de los gentiles; en consecuencia, habrá que dilucidar en qué parte de las misiones casanareñas transcurrieron estos años.
Segundo viaje a Guayana Otro período se abre el 16 de septiembre de 1668 al embarcarse Vergara juntamente con el P. Ignacio Cano26 en el Puerto de Casanare para reiniciar el proyecto de Guayana27. Llegaron a Santo Tomé el 13 de octubre y su primera impresión la transcribe Rivero: “No hallaron cuidad, ni ciudadanos, ni vecinos en la Guayana, porque unos nueve que había antes, estaban retirados ahora tierra adentro, como a tres leguas de distancia del Orinoco, en donde se habían escondido entre lagunas y montes por miedo de los extranjeros y caribes. Pasaron al presidio de los soldados, y los encontraron tales y tan miserables, a fuerza de las calenturas, hambres, desnudez y desdicha, que más parecía aquella estancia un cementerio de esqueletos vivos, u hospital de incurables que fuerza contra el Caribe”28. Los dos jesuitas se dedicaron de inmediato a sus obligaciones. El P. Cano atendía a los soldados del presidio29 y el P. Vergara a los indígenas del que llamaban pueblo de Aruacas30.
25 arsi. n. r. et q., 3, fol. 250v. Catálogo de 1668, n. 243: “Concionator hispanorum et indorum. Missionarius Gentilium per 5 annos”. 26 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 176. 27
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 185.
28
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 185-186.
29
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 189.
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Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 186.
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La tiranía del gobernador había ahuyentado tierra adentro a la mayoría de los indígenas y solo quedaban unos treinta, los cuales eran utilizados para los viajes a Trinidad, a Cumaná y a otros puertos, de manera tal que no les dejaban tiempo para labrar sus rocerías. Tal fue el desabastecimiento general que el P. Vergara tuvo que cultivar una pequeña labranza para no morir de hambre. Y el 5 de septiembre de 1669 todavía no se había trasladado al pueblo “por falta de un rancho donde dormir”31. También lo invitaban a internarse cuarenta leguas adentro con los indios pariagotos, “pero al ver que mañana hemos de dejar esto, o lo han de poblar ingleses o franceses, me detiene para hacerlo”32. En el análisis del P. Vergara dos causas motivaban esa falta de perspectiva: la política del gobernador y el principio de que mientras en Guayana no “haya una buena fuerza y muchos españoles”, no se podrá esperar nada en materia de cristiandad33. ¿Hasta cuándo duró la segunda estancia del P. Vergara en Santo Tomé, o dicho de otra forma, hasta cuándo se prolongó la estancia de los jesuitas en Guayana durante el siglo xvii? Rivero parece hacerla concluir hacia 1670: “... y así fueron perseverando hasta que, vistas las dificultades en Santa Fe, y tanteadas las materias, se reconoció el poco fruto que se esperaba en este sitio, sobre trabajos y gastos tan notorios, y peligros de enemigos tan ciertos; habida
31
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 187-188.
32 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 187. 33 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 188. En verdad son muy severos los juicios que emite el misionero sobre el Gobernador: “Quien gobernaba la Guayana por ese tiempo era un caballero, que no se nombra, aunque pudiera nombrarlo. La corta capacidad de este gobernador y su ningún talento para el gobierno, su total ignorancia en la milicia, y la codicia tan desordenada que tenía en sus intereses propios, eran las prendas que adornaban la que dirigía esta nave [...] Todos lloraban amargamente sus tiranía e injusticias, manifiestas y públicas, y las calamidades comunes que se padecían por su causa”. Según Duarte Level. Historia Patria. Caracas (1911) 133, el gobernador fue don José de Azpe y Zúñiga, quien se encargó a principios de 1665 y duró hasta 1670. Sin embargo, el propio Duarte Level afirma que (Ibidem, 108) se interpuso entre Azpe y Zúñiga y Diego Jiménez de Aldana, Juan B. Valdez. Tanto Azpe como Valdez fueron sometidos a juicio.
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pues la determinación de los superiores dejaron la Guayana los Padres y se vinieron a los Llanos”34. La documentación oficial, por el contrario, nos precisa algunos datos de los miembros de la Compañía de Jesús residentes en Guayana con posterioridad a 1670. En 1671 seguían los PP. Ignacio Cano y Julián de Vergara en el campo de acción guayanés35. Según un testimonio del P. Alonso de Pantoja, el año 1673 permanecía el P. Julián de Vergara en Guayana36. El año 1676 nos presenta las primeras dificultades acerca de la presencia de la Compañía de Jesús en Santo Tomé. En efecto, el día 2 de febrero de 1676 pronunciaba en Bogotá sus votos solemnes el P. Julián de Vergara ante el P. Juan de Santiago37, y el 20 de marzo de ese mismo año el P. Ignacio Cano suscribía en Tame un documento colectivo de los misioneros llaneros, actuando como doctrinero del pueblo de Nuestra Señora del Pilar de Patute38. Cabe preguntarse: ¿había la Compañía de Jesús abandonado la misión de Guayana? Según una carta enviada al rey por don Tiburcio Axpe y Zuñiga39 el 16 de febrero de 1678, algunos de los principales de uno de los pueblos misionados por los jesuitas se habían retirado al interior por “ha34 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 189. 35 arsi. n. r. et q., 5, fol. 23 (Catálogo Breve de 1671). 36 AGI. Santafé, 255. Carta de Pedro de Espinar a don Francisco Amolar. Madrid y diciembre 1º de 1690: “Buscando alguna noticia de esta misión en el Padre Alonso Pantoja, que al presente se halla en este Colegio Imperial y vivió más de 40 años en dicha Provincia de Santa Fe y Quito y fue Procurador de ella y de las demás de Yndias en esta Corte, me ha informado que estando en dicha Provincia tuvo la Compañía algunos sujetos suyos en la Misión de Guaiana, que fundó, y que el año de 73 en que vino por su Procurador dejó en ella al P. Julián de Vergara”. 37 arsi. n. r. et q., 3, fol. 344. Supplementum Catalogi hujus Provinciae Novi Regni et Quiti ab anno 1671. El 11 de julio de 1675, al hablar sobre Guayana el Libro del Real Acuerdo, dice: “y a la parte del Padre Julián de Vergara se le pague lo que se le debiere” (anb. Historia Civil, t. 1, fol. 77). 38 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fol. 75. 39 Omar Alberto Pérez. “Azpe y Zúñiga, Tiburcio”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 324-325.
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berles faltado quatro años los doctrineros por haberse ido los religiosos de la Compañía a Santa Fe”40. Tal afirmación necesita de algunas explicaciones. Don Tiburcio Axpe y Zuñiga se había encargado de la Gobernación en 167741 y el testimonio aducido es de algunos indígenas refugiados en los montes que salieron a su llamada. Por otra parte, el mes de febrero de 1678 había recorrido los llanos el P. José Madrid, visitador enviado de Roma para conocer de cerca la realidad de la provincia del Nuevo Reino; en el memorial de la visita, fechado en febrero del mismo, año ratifica la presencia de dos miembros de la Compañía de Jesús en Guayana y además afirma: “Y especialmente con los dos Padres que asisten en la Guayana, y están en tan grande distancia destas misiones de los Llanos, le encargo mucho que estienda más la mano con ellos que con los demás, pues están más necesitados de asistencia que todos”42. Asimismo, el catálogo de 1678 designa como superior de Guayana al P. Vergara43. Ante todo lo dicho, ¿qué conclusiones se pueden deducir de premisas tan contrapuestas? Más credibilidad nos merecen los testimonios del P. José de Madrid y del Catálogo de 1678 que el aducido por el gobernador
40 agi. Santafé, 531. El mismo texto de la Real Cédula de 29 de mayo de 1682 es remitido: a la Audiencia, al Gobernador de Guayana y al Provincial de los Jesuitas del Nuevo Reino (el texto puede verse en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 164-166). 41 Bartolomé Tavera-Acosta. Anales de Guayana. Caracas (1954) 108; Miguel Ángel Perera. La provincia fantasma. Guayana siglo xvii. Ecología cultural y antropología histórica de una rapiña, 1598-1704. Caracas, Universidad Central de Venezuela (2003) 174-182. 42 arsi. n. r. et q., 15-II, fol. 15v. El resultado de la visita lo dejó consignado en el documento intitulado: Resulta de la visita de la misión de los Llanos, hecha por el Padre Joseph de Madrid, visitador y Vive Provincial desta Provincia del Nuevo Reyno, en el mes de febrero de 1678, fols. 11-16 (el subrayado es nuestro). 43 arsi. n. r. et q., 3, fol. 324 (Catálogo, 1678): “Superior Guaianae. Fuit inter gentiles per 12 annos”. Aunque creemos que es inexacto el cómputo del Catálogo, sin embargo ratifica el criterio de que durante todos esos años fue misionero y no abandonó, al menos de forma estable, el área misional.
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Axpe y Zuñiga; así pues, lo único que podemos deducir es que el año 1678 al menos el P. Vergara se encontraba en Guayana. Pero todavía conviene hacer referencia a una confesión del P. Vergara que podría significar la clave para la solución del problema cronológico que nos ocupa. El propio P. Vergara, en una carta del 16 de noviembre de 1683, testifica que es “un pobre religioso de la Compañía de Jesús, bien conocido en esa Guayana, pues he vivido 14 años en ella”44. Si los catorce años hubieran sido ininterrumpidos, 1678 significaría el punto final de la estancia de Vergara en Guayana. Mas el enigma que nos plantea el trienio 1665-1668 nos obliga a mantener incertidumbre sobre la fecha exacta en que Vergara abandonó tierras guayanesas, fecha que hoy por hoy la ubicamos entre 1679 y 1681.
Renuncia a la Misión de Guayana El 17 de junio de 1681 el P. Hernando Cavero, Provincial del Nuevo Reino, formalizaba la renuncia de la misión de Guayana por falta de religiosos para atenderla45. Sin embargo, tal decisión no fue divulgada, al parecer, en los medios jesuíticos neogranadinos, ni inventariada en los archivos de la Compañía de Jesús de Santafé, ni en los del Procurador General de Indias de Madrid. En efecto, en 1690 el P. Pedro Espinar, en Madrid, afirmaba que el Consejo estaba en la creencia de que la Compañía de Jesús tenía todavía a su cargo la misión de Guayana y que la Provincia del Nuevo Reino y Quito a quien correspondía notificar la dejación no lo había hecho; todavía más, ni los procuradores de la Provincia que viajaron a España en 1686 dieron noticia de este acto administrativo. La única noticia que se pudo recabar fue la del P. Alonso Pantoja quien había vivido cuarenta años en la Provincia del Nuevo Reino e informaba: “que estando en dicha Provincia tuvo la Compañía algunos sujetos suyos en la Misión de Guayana que fundó, y que el año de 73 en que vino por su Procurador dejó en ella al Padre Julián de Vergara. Y que después acá 44 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14 (el subrayado es nuestro). 45 anb. Milicias y Marina, t. 15, fol. 896.
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no ha tenido noticia la haya dejado, y se persuade no ejecutaría aquella Provincia dejación alguna (si la ha hecho) de esta Misión, sin informar primero a la Audiencia, o Gobierno del distrito en que cae, los motivos y causas que tuviere para ello; y en defecto de esta diligencia los hubiera enviado a su Procurador en esta corte, para que en su nombre las representase al Consejo...”46. Que tal situación debió de permanecer en ese mismo estado hasta 1732 lo confirma el modo de proceder del P. José Gumilla en el proceso de deslinde y demarcación de las misiones de la Provincia de Trinidad y Guayana entre capuchinos y jesuitas en 1732-1735. En 1735 el autor de El Orinoco ilustrado solicitaba del gobernador y capitán general un exhorto para que los capuchinos exhibieran sus títulos sobre la misión de Guayana “a causa de que habiéndose trabajado muy exactamente en aquella Real Cancillería para hallar el tanto de dicha dejación y juntamente en nuestro Archivo de provincia, ni en una ni en otra parte se ha hallado dicha dejación por lo cual si la hay debe parar en poder de dicho Reverendo Padre Prefecto y debe exhibirla para que conste”47. Por el mencionado expediente conocemos todas las diligencias llevadas a cabo por el gobernador D. Tiburcio Axpe y Zuñiga en 1681 y 1682 y cómo el 16 de abril de este último año la Junta General de Tribunales acordaba que el gobernador de Guayana podía poner ministros que acudiesen a la catequización de los indígenas48. El 17 de octubre de 1682 arribaban a Guayana los capuchinos, PP. Ángel de Mataró y Pedro de Blanes49; mas el primero falleció el 8 de noviembre 46 agi. Santafé, 255. 47 agi. Santo Domingo, 678. En este legajo reposa un largo expediente que recoge la información sobre las disputas territoriales llevadas a cabo entre capuchinos y jesuitas a lo largo de los años 1732 a 1735. Todo el documento lo hemos publicado en nuestro libro: José Gumilla. Escritos varios. Estudio preliminar y compilación del P. José del Rey Fajardo S. J. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 71-116. La referencia del texto aducido se encuentra en la página 77. 48 agi. Santo Domingo, 678. En: José Gumilla. Escritos varios, 86. 49 agi. Santo Domingo, 678. Véase: Buenaventura de Carrocera. Lingüística indígena venezolana y los Misioneros Capuchinos. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1981) 171-172; Joseph Strickland S. J. Documents and Maps on the Boundary Question between Venezuela and British Guayana. Roma (1896) 1-5.
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y el segundo regresó a Trinidad y de ahí a España para gestionar el establecimiento definitivo de una misión capuchina en tierras guayanesas50. Cumplidos todos los trámites, el 22 de noviembre de 1687 se iniciaría formalmente la misión capuchina de Guayana con los PP. Arcángel de Barcelona, Tomás de Lupián, Basilio de Barcelona y Fr. Raimundo de Figuerola51. Mas los problemas guayaneses volverían a plantearse a partir de 1732 cuando Gumilla pretendió renovar las misiones jesuíticas en el bajo Orinoco.
Misionero en el Orinoco medio La incorporación del P. Vergara a las misiones del alto Orinoco nos abre varios interrogantes. ¿Cuándo se llevó a cabo realmente su incardinación?, y ¿de dónde provenía en el momento de vincularse al proyecto orinoquense? Según Rivero, serían cinco los misioneros que iniciaron la misión de la parte alta del Orinoco medio52 el año 168153. El P. Mercado, residente para aquel entonces en Bogotá, señala los nombres de los “cuatro operarios cuyos
50 agi. Santo Domingo, 678. Carta de D. Tiburcio Axpe y Zúñiga al Rey. Trinidad, 16 de septiembre de 1682 (en Carrocera. Lingüística indígena venezolana y los Misioneros Capuchinos, 172). Véase también: agi. Santo Domingo, 188. Carta del Gobernador Francisco del Vivero al Consejo. Cumaná, 6 de enero de 1684. 51 Buenaventura de Carrocera. Lingüística indígena venezolana y los Misioneros Capuchinos, 173; Baltasar de Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela. Caracas, Cía. Anon. Edit. Empresa Guttenberg, II (1930) 150-162. 52 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 261: “... fueron señalados para el Orinoco cinco fervorosos misioneros, que fueron los Padres Ignacio Fiol, Cristóbal Radiel, Gaspar Bek, Agustín de Campos y Julián de Vergara”. 53 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 260. Rivero inicia el capítulo II del Libro IV así: “Salieron de la ciudad de Cádiz el día 28 de enero del año de 1681 los misioneros que esperaba esta provincia para el nuevo entable que premeditaba en el Orinoco...”. Sigue la narración del camino hasta Santafé y añade: “concluyeron su hospedaje de quince días y se repararon de los trabajos del camino” (p. 261) y así continúa la descripción del camino hasta llegar al Orinoco. Luego, según Rivero, la llegada al gran río acaeció en 1681.
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nombres merecen ser escritos aquí”54 y fija el 21 de diciembre de 1681 como la fecha de llegada al Orinoco55. Así pues, el P. Julián de Vergara no se encontraba entre los fundadores de la misión del alto Orinoco, según el testimonio de Mercado, confirmado por el propio Vergara56. En efecto, el antiguo misionero de Guayana llegaba en julio de 1682 al gran río y se encargaba de San Lorenzo de Tabaje57. Su principal oficio fue el de Procurador de las Misiones58 y su estancia se reparte entre el hato del Santo Cristo de Dubarro, Tabaje y Carichana59 . De lo anteriormente expuesto se deduce que ignoramos en qué parte de la circunscripción misional transcurrió el tiempo que va desde la salida de Guayana hasta el mes de julio de 1682 en la biografía del P. Vergara. El 2 de octubre de 1684 los caribes invadieron las misiones; el 7 dieron muerte a los PP. Ignacio Fiol, Gaspar Beck e Ignacio Teobast y el 10 de ese mismo mes inició el P. Vergara su huida por tierra hacia las misiones casanareñas, caminata que duró 105 días. Llegado a Pauto, el P. Vergara escribió la relación tanto de la muerte de los misioneros como la de su peregrinación
54 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 323. Cita a los PP. Fiol, Radiel, Bek y Campos pero no al P. Julián de Vergara. Sobre la fecha de llegada es taxativo: “... llegaron al Orinoco el día de Santo Tomé Apóstol [es decir, 21 de diciembre]” (Ibidem). Véase también: Mercado. Ob. cit., II, 392. 55
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 323.
56 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14v. Carta del P. Julián de Vergara a don Juan de Villamor. Dubarro, 16 de noviembre de 1683. Hablando de la misión dice: “... está hoy muy en los principios, pues ni aun dos años que vinieron los primeros Padres...” (el subrayado es nuestro). Luego él no estaba entre los “primeros Padres”. 57 anb. Poblaciones Boyacá, t. 2, fols. 33 y ss. Declaraciones de los capitanes Jacinto Hernández y Toribio Medina. 58 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14: “Tengo el oficio de Procurador y me hallo en estas soledades falto de todo por cuya causa envío esta piragua de carne a la isla de Trinidad para comprar con ella vino que no lo tengo para celebrar [misa] los 4 Padres ...”. Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 262. 59 Así puede evidenciarse del largo expediente: Testimonio de los Autos hechos a pedimiento del Padre Procurador General de la religión de la Compañía de Jesús de la Ciudad de Santa Fe en el Nuevo Reino de Granada cerca de la escolta y lo demás que en pedido se de para el fomento de las misiones de la Provincia del Orinoco (1690). (agi. Santafé, 249).
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el día 3 de febrero de 168560, escrito que transcriben los cronistas misionales en sus respectivas historias. Pero, ¿cuánto tiempo permaneció en Pauto el P. Vergara? Por el Catálogo de 1687 deducimos que su etapa misional tuvo que concluir antes de 1686, pues en 1687 era vicerrector del colegio jesuítico de Cartagena y antes había sido ministro del colegio de Tunja61.
La etapa cartagenera El último tramo de la biografía del P. Vergara (1687-1701) transcurre en la ciudad de Cartagena. Su rectorado se extiende desde 1687 hasta 1690, de acuerdo con la siguiente carta del general de la Compañía de Jesús: “La poca puntualidad que había en Cartagena en cuanto a la observancia doméstica por la remisión y achaque de gota del P. Julián de Vergara pedían la resolución que V. R. tomó de mudar superior cumplido el trienio y dependiente por la mayor parte las faltas de la remisión del Padre Rector con el cuidado y celo del Padre Bartolomé de la Torre, habrán vuelto las cosas al orden y puntualidad que debían tener”62. Sin embargo, el propio general alaba en los PP. Vergara y Baltasar Felices “la edificación y buen ejemplo en la asistencia de los negros bozales que concurren en aquel puerto”63.
60
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 394-396.
61 arsi. n. r. et q., 3, fol. 385v. Sospechamos que este catálogo recoge la información exacta de sus años de misionero, por el hecho de ser el P. Vergara el vicerrector del colegio de Cartagena y por ende el encargado de suministrar los datos de los integrantes del mismo al Secretario de la Provincia del Nuevo Reino. Que los veintidós años de misionero fueron ininterrumpidos lo confirma el P. Mercado en su Historia al presentar al P. Vergara. “Es el Padre Julián de Vergara, de la Compañía de Jesús, religioso de ejemplar vida, que desde que acabó sus estudios de teología se entregó fervoroso al apostólico ejercicio de las misiones de los Llanos y de la Guayana. En esta ha empleado sus talentos a costa de muchos trabajos y aun con peligros de la vida por espacio de catorce años...” (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 394) (el subrayado es nuestro). 62 apt. Leg. 132. Carta del P. Tirso González al P. Diego Francisco Altamirano. 9a carta. Roma, 15 de agosto de 1692. Fol. 86. 63 apt. Leg. 132, fol. 86. Carta citada.
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En carta del 10 de mayo de 1692 le anotaba el general de la Orden al P. Diego Francisco Altamirano: “El mismo Padre [Vergara] me ha pedido con gran aprieto que le exima de todo gobierno no obstante en el nombramiento de nuevos superiores le nombré Rector del Colegio de Mérida porque siendo sujeto de tanta religión y virtud y de tanto celo de los ministerios, con las advertencias necesarias, espero que cumplirá con toda satisfacción”64. Tal designación no llegó a darse y el P. Vergara prosiguió su benemérita labor entre los negros que llegaban al puerto de Cartagena, prosiguiendo así la obra de Sandoval y Pedro Claver65. Falleció en Cartagena en 170166.
La obra escrita La obra escrita del P. Julián de Vergara es la siguiente: 1. C arta en que comunica la muerte de los PP. Ignacio Fiol, Gaspar Bech e Ignacio Thoebast. Pauto, 3 de febrero de 168567. 2. Brief an R. P. Gabriel Sierra, geschrieben zu Cartagena den 24 Mart. 169168. A. C arta del P. Vergara comunicando la muerte del P. Ellauri. Santo Tomé de Guayana, 166569. 64 apt. Leg. 132, fol. 35. 65 arsi. n. r. et q., 4, fol. 1v. Catálogo Breve de 1691: “Operarius aethiopum”. 66
Alberto Moreno. Necrologio de la Compañía de Jesús en Colombia. Medellín (1957) 240.
67 agi. Santafé, 249. Reproducen esta carta: Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 394-396. A. Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, VI, 657-659; D. Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia. Bogotá (1940) 79-81; Hipólito Jerez. Los jesuitas en Casanare. Bogotá (1952) 178-180; J. M. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 413-414. 68 Joseph Stoecklein. Der neue Welt-Bott.Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern... in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes. Ausburg-Graz-Wien, Ph., und J. Veith, I (1726) Th. 2, 34-40. 69
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 184.
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B. C arta al P. Hernando Cavero, Provincial del Nuevo Reino. Aruaca, 5 de septiembre de 166970. C. Carta al capitán Juan de Villamor. Dubarro, 16 de noviembre de 168371. D. Certificación de su trabajo entre los indígenas. 30 de enero, 168572. Desconocemos los orígenes precisos que generaron el proyecto guayanés, pero la “Instrucción” dada a los exploradores encargados del proyecto de 164673 y la política misional de la joven Provincia jesuítica del Nuevo Reino y Quito74 delatan una concepción geo-misionera del corazón de Sudamérica. La “Instrucción” remite al viaje del P. Cristóbal de Acuña por el Marañón y Amazonas75 y a la experiencia de los jesuitas en el Paraguay76, 70
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 186-188.
71 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14-15. 72 agi. Santafé, 218. 73 apqu., Leg., 3. Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Barnuevo para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guaiana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646. El documento ha sido publicado por José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, II (1974) 153-156. 74 No conocemos hasta el momento ningún estudio específico sobre el tema; sin embargo, la acción llevada a cabo con el mundo negro a través de Alonso de Sandoval y Pedro Claver en Cartagena, el ensayo desarrollado en los Llanos entre 1625 y 1628, y los intentos con los paeces y en las costas del Pacífico por los jesuitas neogranadinos, obligan a formular tales teorías. No incluimos aquí los esfuerzos de la parte de Quito encauzados a la misión del Marañón. 75 Cristóbal de Acuña. Nuevo Descubrimiento del Gran Río de las Amazonas. Por el Padre Christoval de Acuña, Religioso de la Compañía de Iesus, y Calificador de la Suprema General Inquisición. El qual fue y se hizo por orden de su Magestad el año de 1639. Por la Provincia de Quito en los Reynos de Perú. Al Excelentísimo Señor Conde Duque de Olivares. Con licencia. En Madrid, en la Imprenta del Reyno, año de 1641; 46 hs y 6 de prels; Constantino Bayle. “Notas sobre bibliografía jesuítica de Mainas”. En: Missionalia Hispanica. Madrid (1949) 277-317. Idem. “Cuarto Centenario del descubrimiento del Amazonas. Descubridores jesuitas del Amazonas”. En: Revista de Indias. Madrid (1940) 121-149; Francisco Mateos. “Misioneros jesuitas españoles en el Perú desde el siglo xvi”. En: Missionalia Hispanica. Madrid (1944) 559-571. Idem. “En pleno corazón del Amazonas”. En: Razón y Fe. Madrid, 152 (1955) 99-109. 76 apqu., Leg. 3. Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Barnuevo para los Padres Andrés
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como métodos orientadores del ensayo. Asimismo, les advierte que pongan toda diligencia en averiguar si hay comunicación fluvial entre el Orinoco y el Amazonas y si los indígenas de ambas cuencas tienen trato entre sí77. Por otra parte, hay que considerar que el reto que asumió la Compañía de Jesús en la evangelización de América se centró fundamentalmente en las tierras interioranas del continente ya que su llegada sucede bien doblada la primera mitad del siglo xvi, cuando dominicos, franciscanos y agustinos habían seguido el ritmo del descubrimiento y de la conquista en sus ámbitos territoriales78. Conviene dejar sentado que la última etapa del proyecto guayanés (1664-1681) está vinculada a la persona y a la pluma del P. Julián de Vergara. Entre los historiadores coloniales solo Juan Rivero y Joseph Cassani recogen como hecho histórico este tramo del proyecto guayanés. Pedro de Mercado, sin embargo, coetáneo al desarrollo de estos acontecimientos, no los tratará como parte integrante de su historia misional llanera, pero muchos detalles interesantes constituirán parte esencial de la biografía del P. Dionisio Mesland79 y del P. Francisco Ellauri80. Cuatro capítulos del libro II de la Historia de las misiones dedica el P. Juan Rivero al ensayo jesuítico de Guayana en el siglo xvii81, pero el misionero historiador desconoce tanto el intento de los PP. Andrés Ignacio
Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guaiana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646, nº. 9. 77 apqu., Leg. 3. Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Barnuevo para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guaiana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646, nº. 22. 78 Para una visión global de la acción jesuítica en América. Véase: Ángel Santos Hernández. “Acción misionera de los jesuitas en la América Meridional española”. En: Miscelánea Comillas. Madrid, 46 (1988) 43-106. 79 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343-355. 80
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 464-473.
81 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos Libro II, capítulos: XIX, XX, XXI y XXII.
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y Alonso Fernández (1646-1648)82 como la estancia del jesuita francés Dionisio Mesland (1653-1664)83. El análisis del texto riverano y el de las fuentes por él utilizadas revelan el grado de información que poseyó el historiador para redactar estos capítulos de una historia que realmente está por hacer. El capítulo XIX contiene el plan Monteverde para Guayana y el destino, viaje, enfermedad y muerte del P. Ellauri en Santo Tomé. El soporte aducido por Rivero es una carta dirigida por el P. Antonio Monteverde en marzo de 1664 al P. José de Urbina, rector de Santafé, y una “Relación” que recoge la acción del P. Ellauri84. No se nombra para nada en este capítulo al P. Julián de Vergara, pues tan solo se hace una referencia indirecta: “y fue enviado [el P. Ellauri] con otro Padre compañero suyo [no dice la relación el nombre de este] a los gentiles de Guayana...”85; pero por Mercado sabemos que es el P. Vergara86. Mas con respecto a la “Relación” debemos confesar que, aun siendo anónima, está fundamentada en el testimonio del P. Vergara, ya que era el único testigo que pudo haber informado sobre estos hechos. El capítulo XX está dedicado a la necrología del P. Ellauri. Aunque Rivero no lo dice, su biografía está inspirada en la que escribió el P. Gaspar Vivas, provincial del Nuevo Reino. Este escrito fue insertado por Juan Flórez de
82 arsi. n. r. et q., 12-I. Carta annua desde los años 1642 hasta el de 1652 de la Prouincia del Nueuo Reyno, y Quito a a. m. r. p. General de la Compañía de Jesus [Goswino Nickel], fols. 6v-7v. 83
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, II, 343-355.
84
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 176.
85 Ibidem. 86 Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 472: “... y fue enviado el padre Francisco Ellauri llevando por su compañero al P. Julián de Vergara...”.
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Ocariz en sus Genealogías del Nuevo Reino de Granada87 y de ella se sirvieron tanto Mercado88 como Rivero89 para redactar sus respectivas apologías. Curiosamente, Rivero también silencia en este capítulo el nombre de Vergara: “No quiero omitir, para coronar este capítulo, la cláusula de una carta en la cual dio noticia su compañero de la muerte del Padre y de su santa vida”90. Ignoramos cuál haya podido ser el motivo para esta preterición que abarca todo el lapso que se inicia en 1664. Lo cierto es que todo lo que la necrología anota sobre los siete meses de estancia del P. Ellauri en tierras guayanesas se debe originalmente al informe del P. Vergara91. El capítulo XXI recoge la entrada de 1668 llevada a cabo por los PP. Ignacio Cano y Julián de Vergara y su estancia en aquellas regiones. Desde el punto de vista documental se detectan como cuatro textos distintos: el viaje y el primer contacto con la ciudad; el pueblo de Aruacas; la carta del P. Vergara; y la descripción del gobernador. ¿Son todas atribuidas al P. Vergara? Es una posibilidad digna de tenerse en cuenta y más cuanto del P. Ignacio Cano solo conocemos un escrito de 166192. Lo cierto es que todo el texto del capítulo es atribuible o a Vergara o a ambos, pues hasta el momento fueron los únicos actores de aquel escenario. Concluye el ciclo guayanés riveriano con el capítulo XXII, que contiene dos partes netamente diferenciadas: en la primera reflexiona sobre la calidad de la tierra y en la segunda habla del Dorado, para de esa forma poder
87
Edición de Madrid, t. II, 327 y ss.
88
Pedro de Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 464-473.
89
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 178-184.
90
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 184 (el subrayado es nuestro).
91 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 184. Rivero cita textualmente “la cláusula de una carta”; y al final de la cita dice: “Hasta aquí la carta del Padre su compañero”. Mercado, por su parte, no cita textualmente la carta, pero sí dice que es del P. Julián de Vergara (Mercado. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, 472). 92 anb. Tierras Boyacá, t. 21, fol. 847. Memorial del P. Ignacio Cano. Pauto, diciembre de 1661.
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introducir en el capítulo XXIII la biografía del H. Rafael Ramírez93. Sobre la primera parte aduce dos testimonios: el de las “personas prácticas” que se hallaron en Guayana y “los Padres, poco ha mencionados”94. En todo caso debemos concluir que la historia guayanesa en Rivero adolece de fallas informativas y documentales que hemos examinado más arriba y que la crítica histórica deberá reponer en su verdadero ser y existir. Además, hay que incluir también al P. Vergara entre los cronistas del ciclo del alto Orinoco del siglo xvii: a él se debe la descripción de la muerte sangrienta de los PP. Ignacio Fiol, Gaspar Beck e Ignacio Tohebast recogida en el capítulo III del libro IV de la Historia de las misiones del P. Juan Rivero95.
93
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 192-195.
94
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 189.
95
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 263-269.
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11. Juan Martínez Rubio (1627-1709)1
El nombre de P. Juan Martínez Rubio, como historiador, ha pasado desapercibido tanto para los grandes bibliófilos de la Compañía de Jesús como para los escritores jesuitas modernos que han trajinado la historia de la Orden en la Orinoquia de los últimos lustros del siglo xvii. Sin embargo, es de justicia reconocer que en el archivo inédito de los PP. Uriarte y Lecina reposan varias papeletas que acertadamente recogen lo mejor y lo más inédito del P. Juan Martínez Rubio, hecho que nos confirma una vez más en la escrupulosa acuciosidad de los autores de la Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España2. 1 aiul. Papeletas: Martínez Rubio, Juan; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. II, 99-101; Darío Achuri Valenzuela (Edit.). Obras Completas de la Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo. Bogotá (Banco de la República) I (1968) LXXVII-LXXXIV; José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, vol. 79, (1966) XLVII-LXV; “4. Juan Martínez Rubio (1627-1709)”. En: Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, I (1993) 299-306; Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 366-369; Hermann González Oropeza. “Martínez Rubio, Juan”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid. III (2001) 2527. 2 José Eug. De Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Imprenta de la Viuda de López del Horno, I (1925), Madrid, Imprenta “Gráfica Universal”, II 1929-1930.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Juan Martínez Rubio había nacido en La Roda (Albacete) hacia 16273 y había ingresado a la Compañía de Jesús el 19 de marzo de 16474. Atravesó el Atlántico en la expedición que se hizo a la vela el 16 de septiembre de 1658 dirigida por el P. Hernando Cavero5.
Biografía americana De inmediato pasó a Quito, donde permaneció ocho años. En 1659 se desempeñaba como ministro del Colegio Máximo6. En 1661 residía en el noviciado de la ciudad quiteña y realizaba su año de tercera probación7. Fue profesor de Filosofía en la Universidad Gregoriana de la capital ecuatoriana de 1661 a 16648 y rector del Colegio-Seminario de San Luis de 1665 a 1667, anexo a la citada universidad9. Del 28 de agosto de 1667 hasta julio de 1672 dirigió los destinos del colegio de Popayán10. De la ciudad payanesa subió a Tunja con el cargo de rector y maestro de novicios 3 Según los catálogos 1660 [33 años] (arsi. n. r. et q., 3, fol., 191); 1664 [37 años] (Idem, fol., 219v); 1668 [41 años] (Idem, fol., 247v); 1671 [44 años] (Idem, fol., 284v); 1684 [55 años] (Idem, fol., 359v); 1687 [59 años] (Idem, fol., 381); 1691 [63 años] (arsi. n. r. et q., 4, fol. 6) y en el 1702 [74 años] (Idem, fol. 38). 4
Fecha unánime en todos los catálogos.
5 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 257. 6 arsi. n. r. et q., 5, fol. 6v. Catálogo Breve, 1659. arsi. n. r. et q., 3, fol. 191. Catálogo, 1660. Catálogo Breve 1661: “Noviciado en este colegio de Quito. Ministro y en su tercera probación”. 7 arsi. n. r. et q., 5, fol. 3: “Noviciado de Quito. Ministro y en su Tercera Probación”. 8 arsi. n. r. et q., 3, fol. 219v: “Docuit Grammaticam et Philosophiam”. Catálogo de 1664. A partir de esta fecha todos los catálogos posteriores confirman: “docuit Grammaticam et Philosophiam”. Como el profesor duraba un trienio quiere decir que para 1664 había concluido su magisterio. 9 arsi. n. r. et q., 5, fol. 10v. Catálogo Breve, 1667. El Catálogo de 1668 recoge que fue rector del Seminario de Quito (arsi. n. r. et q., 3, fol. 247v). 10 Leonardo Deubler. Becerro o Sumario de la fundación, principios, progresos y otros acaecimientos del Colegio de Popayán, de que consta por su archivo. Resumen preliminar. arsi. n. r. et q., 5, fol. 14. Catálogo Breve de 1668; Idem, fol. 22. Catálogo Breve de 1671. Carta del P. Jaime Jiménez al P. Rector de Quito Juan Martínez Rubio. Coronados, 13 marzo 1668 (apqu. Leg. 4).
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
(1672-1677)11. De inmediato pasó al rectorado de la Universidad Javeriana (1677-1681)12, en donde recibió el 10 de agosto de 1681 la patente de provincial del Nuevo Reyno13. Su primer provincialato se extiende de 1681 a 1684 y una de sus primeras acciones fue la de iniciar la misión del Orinoco en 1681 con los PP. Cristóbal Rüeld, Gaspar Beck [Pöck], Agustín de Campos, Julián de Vergara y el superior Ignacio Fiol14. En 1684 se reinició el ciclo rectoral casi con el mismo trazado geográfico. Rector en la Universidad Gregoriana de Quito (1684-1689)15, el 3 de enero de 1689 volvía a desandar el camino a Bogotá ya que el visitador, P. Diego Francisco Altamirano, lo designó para el rectorado de Santafé (1689-1695)16. En 1695 fue elegido por la Congregación Provincial como procurador a Madrid y Roma17; pero antes de embarcarse se promulgó la división de la Provincia del Nuevo Reino y Quito en dos entidades autónomas: Quito y Santafé, y fue nombrado como provincial de la parte del Nuevo Reyno (1695-1699)18. 11 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99. Rector de Tunja en septiembre de 1672 (anb. Testamentarías Boyacá, 9, fol. 447). 12 Archivo del Colegio San Bartolomé. Libro de la Universidad, fols. 411v-433. arsi. n. r. et q., 3, fol. 314. Catálogo de 1678. 13
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99.
14 José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. Caracas, I (1977) 111-114. Cfr. Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99-100. 15 arsi. n. r. et q., 3, fol. 381. apqu. Leg. 5; José Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito. Quito, I, 254; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 100. 16 apqu. Leg. 15. En 1693 seguía en el cargo (apt. Leg. 132, fol. 86. Carta de González a Altamirano, 15 agosto 1693). Catálogo, 1691. 17 agi. Santafé, 33. Carta del P. Altamirano al Presidente Cabrera y Dávalos. 20 septiembre 1695. 18 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 219; 232-233; apt. Leg. 132. Carta de Tirso González a Martínez Rubio. Roma, 7 febrero 1699. 5 carta. Carta de Tirso González a Martínez Rubio. Roma, 12 marzo 1700 (Ibidem).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
En 1699 reasumió por tercera vez el rectorado de la Universidad Javeriana (1699-1703)19. Finalizada su acción santafereña pasó a rector del colegio de Tunja (1703-1709); allí dirigió espiritualmente a Sor Josefa de la Concepción Castillo20. Falleció en la capital boyacense el 3 de septiembre de 170921.
Reseña bibliográfica Dada la complejidad de la información de que disponemos sobre los escritos de Martínez Rubio, hemos juzgado oportuno presentar el elenco de toda su producción para pasar en un segundo paso al estudio de la obra histórica. La siguiente es la síntesis: 1. Memorial del P. Juan Martínez Rubio a la Audiencia de Santafé, 169122. 2. Relatio de statu praesenti missionum quas Planorum et Orinoci vocant, occasione capta ab eo quod P. Vicentius Loverso infidelium manibus sit interemptus. Santafé, 13 de diciembre 169223. A. Acta de la Primera Piedra de la Iglesia de los jesuitas en Popayán, 19 marzo de 166924 .
19 arsi. n. r. et q., 4, fol. 38. Catálogo, 1702. 20 Obras Completas de la Madre Francisca Josefa del Castillo. Introducción, notas e índices elaborados por Darío Achuri Valenzuela. Bogotá (1668) I, 150; 189; 194; 212. 21 arsi. Historia Societatis, 50, fol. 85v. 22 anb. Curas y Obispos, t. 20, fols. 15-16. Ha sido publicado por Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 237-238 y por Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, VI, 636-637. 23 Giuseppe Rosso. “Il contributo di un missionario gesuita italiano alla conoscenza della geografia e dell’etnologia del Sudamerica”. En: Annali Lateranensi. Roma, 4 (1940) 117-158; José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, I, 145-168. 24
Archivo General del Cauca. Signatura, 1717.
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
B. Agencias tocantes al colegio de Popayán a cargo del P. Procurador General Luis Vicente Centellas en ocho de abril de 166925. C. Poder dado por el P. Provincial Juan Martínez Rubio al P. Diego de Ureña para tomar posesión del colegio de Ibarra. Quito, 10 abril 168526. D. Cargos que hace el P. Juan de Santiago, Provincial, al P. Juan Martínez Rubio del tiempo que fue provincial y descargos de éste. Quito, a 20 de julio de 168727. E. Testimonio de petizion presentada por el P. Juan Martínez Rubio en orden a que se ynforme de la necesidad que tienen los Colegios de su Religion y misiones del cargo de ella de quarenta sujetos que se remite a su Magestad en su Real y Supremo Consejo de las Yndias...169128. F. Señor. El Padre Juan Martínez Rubio Vice Provincial de la religion de la Compañía de Jesús ocurrió a este Govierno y por escrito representó en el la necesidad grande con que se halla dicha Religion en esta Provincia de sujetos operarios evangelicos... Santafe y Febrero 8 de 169129. G. Historia de la Provincia de Santafé desde el año de 1684. Colegio de Santafé y Abril 1º de 169130. H. Carta circular que dirigió el P. Juan Martínez Rubio a toda la provincia con ocasión de la muerte del Padre Loverzo a 12 de abril de 169331.
25
Archivo General del Cauca. Signatura, 881.
26 apqu. Leg. 5. 27 arsi. n. r. et q., 15. Historia II, fols. 131 y ss. 28 agi. Santafé, 249. Creemos que es el mismo documento que se encuentra en anb. Curas y Obispos, t. 20, fols. 15-18: Juan Martínez Rubio, rector del colegio de los jesuitas de Santa Fe, su petición sobre traída de unos religiosos de su Compañía de España para la Educación y Misiones. 1691. 29 aiul. Papeletas: Martínez Rubio, Juan: “2 hs. En la Biblioteca de Historia de Madrid”. 30 aiul. Papeletas: Martínez Rubio, Juan: “teníala en su poder el P. Alejandro Mas el año de 1800. Es continuación de la del P. Pedro Mercado”. 31 Según Pacheco (Los jesuitas en Colombia, II, 427) hay una carta de 12 de abril que reposa en: arsi. n. r. et q., Historia 15, fols. 244 y ss. apqu. Leg. 6: Carta de edificación del P. Vicente Loverzo. 19 abril 1693 (puede ser que se trate de un error de copia).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
I. Carta necrológica sobre el P. Juan Quintero, firmada por el Padre Juan Martínez Rubio, a 23 de abril de 169332. J. Carta de Edificación del P. Juan Assensio. Santafé, 1º enero 169433. K. Letras Annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contiene los años de 1691, 92 y 93. Está fechada en el Colegio de Santafé a 25 de febrero de 169734. L. Letras Annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañía de Jesús, desde el año 1694 hasta fines de 98. Fechada en Santafé a 30 de diciembre de 169835. M. Carta de edificación sobre la vida y virtudes del Padre Pedro Mercado, firmada por Juan Martínez Rubio; fechada en Santafé y noviembre 20 de 1700 (sic) dirigida al P. Rector de Cartagena Fernando Zapata36. N. Informe del Padre Provincial Juan Martínez Rubio al P. General sobre la conveniencia de dividir en dos provincias la del Nuevo Reyno de Granada37. O. Informe que hace el P. Juan Martínez Rubio sobre la donación de García Rayo38. P. Carta del P. Juan Martínez Rubio sobre las necesidades de la Provincia del Nuevo Reyno39.
32 apqu. Leg. 7: (el catálogo del Archivo incluye este documento en 1695); apt. Fondo Astráin. Leg. 5. Letras Annuas, 1691-1693. 33 apqu. Leg. 6. 34 apt. Fondo Astráin. Leg. 5. 35 arsi. n. r. et q., 13-II. Existe otro ejemplar en el Archivo de la Provincia de Toledo. 36 anch. Jesuitas. Bogotá, 214. En un inventario de papeles de archivo del colegio de Santafé, hecho en 1767, se habla de esta carta. En 12 folios útiles. 37 aiul. Papeletas: Martínez Rubio, Juan: “En fol. 2 hs. Quedó en el archivo del colegio de Quito”. Indudablemente pertenece a su primer provincialato. 38 arsi. n. r. et q., 17, fol. 365. 39 agi. Santafé, 249.
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
La visión de las crónicas jesuíticas Juan Martínez Rubio ha sido desconocido por las grandes enciclopedias bibliográficas de la Compañía de Jesús. Sin embargo, podríamos señalar el año 1940 como la fecha de su incorporación al mundo editorial. Fue Guiseppe Rosso quien al estudiar la personalidad del P. Vicente Loverzo publicó el texto latino de nuestro autor40. Posteriormente, en 1962, sería el P. Juan Manuel Pacheco quien se adentrara en la biografía histórica de este escritor neogranadino del siglo xvii41. Y en 1966 pudimos ofrecer la primera edición castellana de la Relatio de Statu Praesenti y ponerla a disposición del mundo de habla hispana42. Sin embargo, no se agota en este texto la literatura histórica producida por Martínez Rubio, la cual, hasta la fecha, pareciera que se inicia hacia 1690, es decir, al año siguiente de su regreso de Quito a la capital del Nuevo Reino. De acuerdo con la información y documentación de que disponemos, la producción histórica de Martínez Rubio se puede clasificar en tres grandes categorías: a) b) e)
Escritos históricos. Cartas necrológicas. Cartas anuas.
a) Escritos históricos Según Uriarte-Lecina, escribió una Historia de la Provincia de Santafé desde el año 1684, Colegio de Santafé y abril 1º de 1691, y el año 1800 reposaba en poder del jesuita zuliano Alejandro Mas, residente en Roma, y en sus notas añaden: “Es continuación cíe la del P. Mercado”43. 40 Giuseppe Rosso. “Il contributo di un missionario gesuita italiano alla conoscenza dcllageografía e dell’ etnología del Sudamerica (1693)”. En: Annali Lateranensi, 4 (1910) 117-138. 41
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 99-100.
42 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas (1966) 143-168. 43
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Rubio, Juan Martínez.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Al hablar de Mercado hemos recalcado la opinión de los generales de la Compañía de Jesús con respecto a la carencia de letras annuas que ofrecía la Provincia del Nuevo Reino. El 29 de febrero de 1692 escribía el general Tirso González al provincial Diego Francisco Altamirano: “A. V. R. estimo el cuidado en que queda de hacer formar annuas, siquiera desde el tiempo en que termina la Historia del P. Pedro Mercado” y añadía: “y no habiéndose hecho [annuas] en más de cincuenta años, ni conservándose en papeles las noticias, no es de maravillar que ahora se hallen tan embarazados y aun imposibilitados para hacerlas”44. Lo cierto es que la afirmación de Uriarte-Lecina nos abre una duda sobre la paternidad literaria de una relación latina que reposa en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús: Commentar ii eorum quae gesta sunt a Patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno millesimo sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimun sexcentesimun nonagesimum45. En un principio podría pensarse que se trata de un mismo documento, dada la similitud del título y en particular los años historiados. No nos atrevemos a aseverar la supuesta similitud, sobre todo por la seriedad con que los dos bibliófilos españoles transcriben los títulos y extreman las referencias que puedan ilustrar la descripción de cualquier documento. Con todo, queda abierta la posibilidad de que Martínez Rubio pudiera ser no solo el autor de ambos escritos, sino que también los Commentar ii y la Historia sean una misma cosa. Cronológicamente, la segunda obra de Martínez Rubio es la Relatio de statu praesenti y constituye la continuación de la Historia del libro VIII de Mercado que finaliza en 1684. Más que una prolongación sistemática de la obra mercadiana, Martínez Rubio hace “historia oficial”, valiéndose de una serie de circunstancias concretas como son las cartas necrológicas y otros documentos que le son familiares, tanto por los autores que los redactaron como por la temática tratada.
44 apt. Leg.132, fol. 42. 45 arsi. n. r. et q., 13-1, fols. 37 y ss.
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
Su Estado de la misión de los Llanos y Orinoco en 15 de dic. A. 1693 ha sido la fuente básica de inspiración de Rivero para la segunda mitad del libro IV, dedicado al entable de las misiones en el río Orinoco (1679-1695). Es la historia jesuítica del Orinoco a lo largo del siglo xvii, que se polariza sobre todo en dos hechos históricos: el asesinato a manos de los caribes de cuatro misioneros orinoquenses (1684 y 1693) y los litigios judiciales en torno a la actuación de la Compañía de Jesús en las misiones llaneras. La literatura histórica de finales del siglo xvii y primeras décadas del siglo xviii se orienta casi exclusivamente en estas dos perspectivas. Martínez Rubio ubica la segunda entrada en el gran río venezolano y el martirio del P. Vicente Loverzo, con algunas notas marginales dedicadas a los conflictos judiciales. Su informe se divide en tres partes: 1. La misión de los llanos y la entrada al río Orinoco. 2. Se establece de nuevo la misión del Orinoco desde sus bases. 3. Se describe la feliz muerte del P. Vicente Loverzo y el estado de aquella misión. El fundamento de la narración lo constituyen, por una parte, las cartas del P. Loverzo y, por otra, una serie de documentos que Rivero conoce, como se desprende de su estudio comparativo. En el primer apartado Martínez Rubio hace una introducción geográfica e histórica, con sus derivaciones referentes al difícil problema planteado por los caribes, sus alianzas con los extranjeros y su compra-venta de esclavos. Rivero ha prescindido de toda esta primera parte. La óptica histórica abarca solamente lo que supone una preparación para el tema central del informe: la muerte del P. Loverzo; así es lógico que únicamente hable acerca de la entrada de 1692. La segunda está dedicada al restablecimiento de las misiones orinoquenses en 1692 (lo correspondiente a Martínez Rubio lo citaremos según los números convencionales que hemos añadido al informe publicado por nosotros).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Martínez Rubio Nº 11 a 16. Se habla del reentable de las reducciones, de la escolta y de la protección de los indios cristianos (nº 11 y 12). El P. Loverzo escribe sobre las costumbres salivas: el demonio, un funeral y las supersticiones (nº 13 a 16).
Rivero (Libro IV) c.6. Inténtanse otra vez las misiones del Orinoco: entran cuatro misioneros a él; su asistencia en nuestras reducciones antiguas y lo que trabajaron en ellas.
Rivero ha prescindido de una serie de consideraciones que más o menos están desparramadas a lo largo de su Historia de las misiones y abarcan los números 16 a 22. En la edición impresa de Rivero46 hay una clara equivocación de lectura: el encabezamiento no va dirigido al P. Provincial, como se desprende del texto mismo y del informe de Martínez Rubio que ha sido su fuente de inspiración. La tercera parte podemos decir que ha pasado íntegra a la Historia de las misiones. Nº 24 a 31. Acusaciones contra los jesuitas (nº 25); actitud contraria del arzobispo (nº 26); cedula del consejo real (nº 28); declaraciones de los testigos (nº 29); carta del visitador al P. Altamirano (n9 30); carta del visitador al rey (nº 31). 46
c.8. Persecución horrible que levantó contra nuestros misioneros un corregidor de los llanos; hace un informe falso contra ellos y le remite a Santafé y envía el arzobispo un visitador y juez eclesiástico a informarse del modo de proceder de los nuestros.
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) 286.
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
El número 27 no lo encontramos en Rivero: se trata de una digresión sobre la obra jesuítica en América y las energías y recursos que se pierden en los conflictos judiciales. Nº 32 a 36. El arzobispo destituye al visitador (nº 32); apelación de los jesuitas a la Audiencia (nº 33); la ley del silencio (nº 34); problema del P. Álvarez (nº 35); injusta decisión del arzobispo (nº 36).
c.9. Prosigue la materia del pasado; dolor y sentimiento grande mostró el arzobispo de Santafé por no haber salido los informes como pensaba y las muchas vejaciones con que molestó a los nuestros.
A partir del número 35, con la entrada en escena del conflicto del P. Gabriel Álvarez, Rivero se explana muy ampliamente y se ha servido además de otras fuentes documentales. Nº 37 y 38. El gobernador niega la paga a la escolta (nº 37); al no tener acompañante Loverzo, se ofrece el capitán Medina; muerte de Loverzo (nº 38).
c.10. Húyense los soldados que hacían escolta a los padres en el Orinoco; revélanse segunda vez los caribes y dan muerte al P. Vicente Loverzo y al capitán Tiburcio.
El autor de la Historia de las misiones dedica mayor amplitud a los acontecimientos que padecieron los demás misioneros orinoquenses. Nº 39. Biografía de Loverzo.
c.11. Breve noticia del venerable Padre Vicente Loverzo muerto violentamente en el río Orinoco a manos de los caribes.
En este punto Rivero se sirvió no solo de este informe que comentamos de Martínez Rubio, sino también de su carta necrológica.
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Escribió sus virtudes y su violenta muerte el P. Juan Martínez Rubio, rector que era entonces del Colegio Máximo de Santafé; de esta relación que hizo, como de la relación jurada que se sacó sobre la muerte del Padre Loverzo y del capitán Tiburcio, de la cual trataré ahora, se ha copiado todo cuanto lleva dicho hasta aquí sobre esta materia.47
Los números 40 y siguientes contienen algunas ideas de las que Rivero expone en el capítulo XIII, pero como es natural todos estos acontecimientos desbordan el año 1693, fecha de redacción para Martínez Rubio. Aunque Martínez Rubio escribe crónica oficial, sin embargo es conveniente ubicar su escrito en el contexto de la problemática real misionera y en el entorno social y político-étnico en que debían desarrollarse las reducciones jesuíticas en el Orinoco. En el proceso histórico del siglo xvii se pueden señalar dos polos cronológicos (1664 y 1681) en torno a los cuales se ciñen algunos acontecimientos claves para la interpretación de esta zona histórica. La llegada de los jesuitas franceses a las misiones casanareñas y el diseño del denominado Plan Monteverde sobre el Orinoco48 suponen la confrontación de dos experiencias misionales diversas, pero complementarias. El envío de los PP. Ellauri y Vergara a Guayana deja traslucir el deseo y la concepción jesuítica de que la Orinoquia tenía que evolucionar hacia un conjunto armónico y administrativamente autónomo. A la luz del primer intento se celebraron diversos tipos de colonización y misionalización del Orinoco. El Plan Monteverde consideraba la Orinoquia como un organismo unitario y desplazaba el centro de gravedad misionero hacia Santo Tomé de Guayana, como puerta aconsejable para el desarrollo económico y misional de todas estas regiones. Todavía insistía el jesuita francés en una cláusula 47
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 310.
48 José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Denis Mesland amigo de Descartes y maestro javeriano (1615-1672). Bogotá, Ceja, 2002; José Del Rey Fajardo. “Antoine Boislevert (1618-1669) fundador [de las Misiones] de los Llanos de Casanare”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVII, nº 308 (1994) 81-104.
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• libro 11 [ juan martínez rubio]
importante: la fundación de una residencia en la isla de Trinidad, que evitara a los misioneros la gran vuelta por Cartagena-Bogotá-los llanos, además de excluir gastos e incomodidades49. En 1691 volvía a insistir sobre estos puntos el capitán Medina50. En 1665 escribía Monteverde: “Ya han abierto [los misioneros] camino a los Llanos de Barinas y Caracas; ya tienen una doctrina en el Meta, casi centro del infinito gentío de estos extensísimos Llanos. Ya han abierto por medio de la población de San Ignacio la puerta a la otra banda del Meta y por ella al Aírico, donde hay infinitas naciones”51. Sin embargo, la experiencia casanareña del P. Alonso de Neira le llevó a formular un nuevo plan mucho más restringido pero hijo de la realidad. Por una parte, aceptaba la tendencia estática de la misión de Guayana, y por otra, dejaba paso abierto al dinamismo de las reducciones llaneras que progresaban rápidamente a lo largo del Casanare y del Meta en busca del Orinoco; el punto de apoyo debía ser una ciudad en la que hubiese por lo menos veinte familias blancas52. Sin embargo, conforme fue transcurriendo el tiempo, los procuradores jesuitas fueron insistiendo y perfeccionando las “exigencias ideales mínimas” de lo que debería ser una reducción, no solo como entidad económica, sino también como pueblo de frontera en territorios dominados por el poder caribe. Elemento esencial es la escolta de soldados y el conjunto familiar para la defensa militar, estabilidad social de la reducción y apoyo para el proyecto de promoción humana y cultural, y como dotación para la entidad total se pedía la provisión de diez vacas, un toro y un caballo, además de adjudicarles dos estancias de tierra útil a orillas del Orinoco. Como arma-
49
Juan Rivero. Historia de las misiones, 176.
50 agi. Santafé, Leg. 249 (cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 419). 51
Citamos según la copia del P. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 369.
52 agi. Santafé, Leg. 530, fol. 191.
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mento militar se pedía “arcabuz, pólvora y balas suficientes para defenderse de caribes y otomacos”53. La ineficacia de las escoltas contra la amenaza caribe significó uno de los problemas más álgidos en las relaciones Iglesia-Estado en las zonas preteridas e ignoradas de la Orinoquia y en la política misional de afianzamiento del dominio del territorio por parte de la Corona española. La ruptura de este desiderátum derivaba en la total inestabilidad de los proyectos misioneros. Sin duda, el primer factor decisivo en la desintegración de las misiones orinoquenses lo constituye el fracaso de las escoltas54. Ya en la primera expedición de asiento (1681) de los seis soldados de la escolla habían huido cuatro al poco tiempo55. La idea de la colonización se impone desde el primer momento en todos los misioneros. Por ejemplo, el jesuita flamenco P. Toebaest escribía a su llegada al gran río venezolano: “Sólo una colonización haría factible la evangelización de los salvajes que viven dispersos, de otra manera es condenarse a vivir en una pobre cabaña sin ningún provecho para las almas”56. El P. Julián de Vergara, testigo y actor de la esterilidad del ensayo guayanés (1645-1681), se adelantó a sugerir para la experiencia orinoquense: “Si en esta misión hubiera un presidio de 20 soldados, en pocos años se redujeran más de 30 mil almas a nuestra santa fe, y el rey nuestro señor hubiera de demoras de indios más de 150 mil pesos de renta cada año”57. Con este fin surgió Carichana, ubicada “tres cuartos de legua antes de la desembocadura del Meta viniendo de Guayana. Es imposible pueda vencer su corriente cualquiera embarcación; para lo cual, no queriéndose 53 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia. Bogotá, IV (1894) 177-180. 54 José Del Rey Fajardo. “Las escoltas militares en las misiones jesuíticas de la Orinoquia (1661-1767)”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, nº 311 (1995) 35-69. 55 agi. Santafé, Leg. 249. Información levantada en Santafé... Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 402. 56 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 9. 57 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fol. 14: Carta desde el hato de Dubarro, 16 de noviembre 1683 (Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 411).
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perder, es necesario lleguen las embarcaciones a la una orilla para que huyendo del ímpetu de la otra puedan proseguir su navegación. Y aun con tanto riesgo que solo pueden navegar de día, porque ha de pasar por entre peñas y era notorio el riesgo de anegarse si intentaran el navegar de noche. Y solo doce soldados con un pedrero bastaban para muchas embarcaciones que vienen contra la corriente arriba, acercándose al tiro de las armas por librarse del evidente riesgo del raudal de Carichana”58. Cuando el capitán Medina se encontraba todavía por tierras de Casanare en viaje a Carichana, llegó la noticia del asesinato a manos de los caribes de los PP. Fiol, Beck y Teobast. Poco tiempo después sucumbía la idea de Carichana porque los soldados o desertaron o murieron59. A partir de este momento crítico la problemática anterior se expandió hacia nuevos ámbitos de la realidad misional. La demanda jesuítica en pro de las escoltas fue interpretada por el fiscal de la Audiencia de Bogotá, D. Fernando de Prado y Plaza, como el deseo de tener soldados para cuidar de las haciendas de la Compañía de Jesús a costa del real erario60. Con esta ocasión surgió una literatura de controversia que es interesante para conocer los trasfondos reales entre los que se debía realizar la evangelización61. Y como resultado se advierte la paralización de todo lo que suponga misionar el Orinoco. 58 anb. Asuntos Eclesiásticos, t. 2, fols. 5 ss. (Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 411-412). 59
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 417.
60 anb. Historia (anexo), t. I, fol. 310 (Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 418). 61 Citamos los informes según los años: 1682.Información hecha a pedimento del muy Rdo. Padre Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús sobre las misiones del Orinoco. Pauto, octubre de 1682 (Archivo Nacional de Bogotá. Poblaciones Boyacá, t. II, fol. 33v). 1687. Memorial del Padre Juan Fernández Pedroche. Santafé, 24 de noviembre (Archivo Romano de la Compañía de Jesús, n. r. et q., 14, fol. 142). 1689. Testimonio de los Autos hechos a pedimento del P. Procurador General de la Religión de la Compañía de Jesús de la ciudad de Santafé en el Nuevo Reino de Granada, acerca de la escolta y lo demás que han pedido se de para el fomento de las misiones de la Provincia del Orinoco. Juan Martínez de Ripalda (Archivo Nacional de Bogotá. Colonia. Historia [anexo], t. I, fol. 257). 1690. Información hecha por los misioneros del pueblo de Pauto en los Llanos (Nuevo Reino de Granada] del gran fruto obtenido en aquellas misiones de su cargo. J. Fernández Pedroche (Archivo General de Indias. Santafé. Leg. 249).
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En medio de esta complicada época de litigios, la Audiencia se decidió a renovar de nuevo las misiones del Orinoco en 1690. Solo un año más tarde se ponía en práctica lo estipulado, debido a la lentitud burocrática de la Audiencia. Mas como consecuencia del antagonismo entre el antijesuitismo y los jesuitas, el gobernador de los Llanos, D. José de Enciso, negó el sueldo a los soldados de la escolla; así fueron desertando hasta quedar solo el capitán Tiburcio Medina. Aprovechando la ocasión, los caribes sorprendieron y dieron muerte al P. Loverzo y al capitán. Paralelamente a esta segunda entrada, el P. Manuel Pérez exploró un nuevo camino (1692) para ir al Orinoco por tierra, evitando el peligro caribe que invadía el gran río62; las penalidades y dificultades las expuso en una larga carta que conserva Rivero63. La última experiencia (1694) volvió a fracasar por el miedo de la escolta a los caribes. Habrá que esperar al siglo xviii para decidir definitivamente este arduo y costoso problema.
b) Cartas necrológicas El género necrológico es digno de mención como “fuente histórica”, pues constituye pequeñas síntesis biográficas que debían redactarse obligatoriamente a la muerte de cualquier miembro de la comunidad. A pesar de su ropaje estilístico barroco y panegirista, se llega muchas veces a un estudio concienzudo del difunto, redactado por personas que convivieron con él y que podían escribir con precisión64. Se trataba sustancialmente de una información oficiosa y laudatoria —más o menos extensa— a través de la cual se comunicaba a la Provincia la noticia de la muerte y a la vez se dejaba a la posteridad una síntesis de la vida, obra y virtudes del jesuita extinto.
62 Carta del P. Pérez recogida por las Letras annuas 1691-1693; Juan Rivero. Historia de las Misiones, libro IV, cap. 7. 63 Ibidem. 64 Epitome Instituti Societatis Iesu, additis praecipuis praescriptis ex iure communi regularium. Ad usum nostrorum tantum. Romae, apud Curiam Praepositi Generalis (1924) no 276, &1; 876.
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Desde el punto de vista histórico, el valor crítico de este género es muy vario; dependía fundamentalmente de la persona que redactaba la carta de edificación. Dejando como sentado que toda necrología es en sí un panegírico, este tipo de escritos proporcionan informaciones objetivas valiosísimas tanto en el campo biográfico como en el bibliográfico65. Son cuatro las cartas necrológicas de Juan Martínez Rubio de las que tenemos noticia directa. Sin lugar a dudas, la más importante es la que le dedica al historiador de la Provincia del Nuevo Reino: Carta de edificación sobre la vida y virtudes del Padre Pedro Mercado, firmada por Juan Martínez Rubio; fechada en Santafé y noviembre 20 de 1700 [sic] dirigida al P. Rector de Cartagena Fernando Zapata66. También es digna de destacar la escrita sobre el jesuita italiano que quiso dedicar su vida a la promoción humana y espiritual de los orinoquenses: Carta circular que dirigió el P. Juan Martínez Rubio a toda la provincia con ocasión de la muerte del Padre Loverzo a 12 de abril de 169367. Las dos últimas están dedicadas a dos jóvenes jesuitas venezolanos que fueron víctimas de la peste que azotó a Bogotá en esos años iniciales de la década de los años 1690. La primera es la Carta necrológica sobre el P. Juan Quintero, firmada por el Padre Juan Martínez Rubio, a 23 de abril de 169368 y la segunda se trata de la Carta de Edificación del P. Juan Assensio. Santafé, 1º de enero 169469.
65 Un ejemplo lo tenemos en: Carta del Padre Gabriel Bousemart, Rector del colegio Imperial de Madrid, para los Padres Superiores de la Provincia de Toledo, sobre la religiosa vida y virtudes del Padre Joseph Casani, difunto el día doce de noviembre de 1750 (Archivo de la Provincia de Aragón. San Cugat del Vallés. Barcelona. Impreso). 66 anch. Jesuitas. Bogotá, 214. En un inventario de los papeles del archivo del colegio de Santafé, realizado en 1767, se habla de esta carta como contentiva de doce folios útiles. 67 apqu. Leg. 6. Carta de edificación del P. Vicente Loverzo. 19 de abril de 1693. Según Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 427 la copia que reposa en Roma (arsi. n. r. et q., Historia, 15, fols. 244 y 55) fecha la carta el 12 de abril. 68 apqu. Leg. 7. (El Catálogo del Archivo incluye este documento en el año 1695). 69 apqu. Leg. 6.
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c) Cartas annuas Las cartas annuas o litterae annuae constituyen un balance cíclico de las actividades de cada provincia jesuítica que debía ser enviado a Roma para informar a las autoridades centrales y de esta suerte poder colaborar como un criterio más en la redacción de la Historia de la Compañía de Jesús70. Hoy día podríamos afirmar de este documento que vendría a ser lo que en la sociedad moderna se califica como la “memoria y cuenta” de lo realizado en un trienio en cada circunscripción de la Compañía de Jesús dispersa por todo el mundo. Su estructura está inspirada en la concepción cronical patrocinada por el general de los jesuitas, P. Claudio Aquaviva71: 1. Fundaciones de los colegios y casas. Nombres de los fundadores; progresos y crecimientos de ellas. 2. Aprobación y favor de las ciudades y pueblos. 3. Bienhechores insignes y favorecedores. 4. Sucesos prósperos y adversos de la Compañía. 5. Virtudes y hechos de varones ilustres que han muerto en la Compañía. 6. Vocaciones ilustres y extraordinarias. 7. Mudanzas y conversiones notables logradas con nuestros ministerios. 8. Sucesos desastrosos de personas que han salido de la Compañía72. Para poder comprender la verdadera autoría de una carta anua debemos advertir al lector de las siguientes observaciones. En primer lugar, es necesario precisar que los verdaderos autores son anónimos, ya que cada domicilio tenía que remitir a Bogotá una relación
70 Francisco Mateos. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, I (1944) 83. 71 Mario Fois. “5. Aquaviva, Claudio”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, Institutum Historicum S. I.-Comillas, II (2001) 1614-1621. 72 Francisco Mateos. “Introducción” a la Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú, 1, 83.
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detallada de los hechos más significativos que se hubieren realizado en un período de tiempo determinado, que solía ser un trienio. En un segundo paso, una vez reunida toda la documentación, ésta pasaba a un equipo de redacción que trataba de sintetizar y unificar todas las informaciones para de esa forma poder redactar el texto definitivo. Así pues, los redactores de la trilogía documental que reúne las cartas (1684-1690), (1691-1693) y (1693-1698) fueron los siguientes: Juan Martínez Rubio y Pedro de Mercado aparecen como autores principales en los tres lapsos arriba indicados. Los coautores de la carta de 1684-1690 fueron José de Casses, Hernando Cabero y Martín de Eusa. De la de 1691-1693 Andrés de la Barrera, Francisco Daza y Fernando Monterde. Y en la de 1693-1698 se repiten Andrés de la Barrera y Francisco Daza y se les une Sebastián Yépez. En consecuencia, el primer escrito que debemos mencionar es el denominado Comentarios acerca de las realizaciones de los Padres de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada desde el año 1684 hasta el año 169073. El segundo adquiere de nuevo el título tradicional de Letras Annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contiene los años de 1691, 92 y 93. Está fechada en el Colegio de Santafé a 25 de febrero de 169374. Y el tercero cierra el aporte de este género histórico del siglo xvii: Letras anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús desde el año1694 hasta fines de 9875.
73 arsi. n. r. et q., 13-I, fols. 36-103. Texto original latino: Commentarii eorum quae gesta sunt a Patribus Societatis Jesu Provinciae Novi Regni Granatensis ab anno sexcentesimo octogesimo quarto ad annum millesimum sexcentesimum nonagesimum. 74 apt. Fondo Astráin. Leg. 5. Quien desee mayor información: José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo I: Las fuentes. Caracas-Bogotá (2006) 247-269. 75 Archivo de la Provincia de Toledo. Leg. 26. Letras anuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañía de Jesús desde el año 1694 hasta fines de 98.
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12. Alberto Buckovski (1658-1717)1
La acción misional del P. Alberto Buckovski en tierras casanareñas nos abre una nueva perspectiva dentro del mundo documental centroeuropeo. En efecto, al hacerse presente la Compañía de Jesús de Bohemia en tierras colombinas a través de sus misioneros, no solo extendió el ámbito del aporte pluralista de la Orden de Ignacio de Loyola al mundo autóctono americano, sino que a la vez enriqueció la visión de América a través de los escritos de sus hombres.
El problema de las fuentes Con todo, debemos señalar desde el inicio que el acceso a la literatura histórica producida por los jesuitas checos resulta difícil, por dos razones fundamentales: 1ª), por el desconocimiento de las lenguas que configuran la integración de Bohemia; y 2ª) por los problemas de información que vivió
1 Muy interesante hubiera sido la necrología del P. Alberto Buckowsky (aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los papeles del Archivo del Colegio San Francisco Javier, fol. 13: “Yten. Otra del Padre Alberto Bujovio [Buckowsky], año de mil setezientos diez y ocho”), pero todavía desconocemos dónde pueda reposar; Anton Huonder. Deutsche Jesuitenmissionäre des 17 und 18 Jahrhunderts. Freiburg/B. Herder (1899) 152; Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, II (1968) 153-154. José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 144-146.
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Checoslovaquia hasta 1989 debido a las circunstancias políticas que definieron su existencia después de la Segunda Guerra Mundial. Debemos asimismo decir que a pesar de las dificultades mencionadas, nuestro acercamiento al tema de la acción de los jesuitas bohemios en tierras ultramarinas se facilita en algunas áreas porque muchas fuentes oficiales están en latín y porque el alemán también fue una lengua que se preocupó por la historia de la provincia de Bohemia. Una primera información sobre los jesuitas bohemios que atravesaron el Atlántico hasta 1700 nos la ofrece Manuel de Boye en el Syllabus Patrum et sociorum, qui ex Provincia Bohemiae Societatis Jesu ad missiones Americae utriusque ad annum salutis 1700 abiverunt2. Sin embargo, la visión global de la Compañía de Jesús bohemia hasta el inicio del siglo xviii la presenta el P. Jan Miller [Mueller] en su Historia Provinciae Bohemiae Societatis Jesu3. Para el siglo xviii hay que recurrir al P. Hermann Hofmann. Schlerishe, maehrische und boehmische Jesuiten in der Heidenmission4. No fueron ajenos los jesuitas de Bohemia a una corriente literaria europea que se manifestó a través del gusto por las noticias exóticas de otros mundos y en el ámbito católico por los hombres y tierras donde laboraban sus misioneros. Aunque existen diversos ensayos, dos han llamado la
2 Constituye un apéndice del libro de Manuel De Boye. Vita et obitus R. Patris Henrici Richter ex quadraginta operaris Societatis Jesu qui ad procurandam infidelium conversionem ex provincia Bohemiae Societatis Jesu ad annum salutis 1700 abiverunt, a canibus Sacrae Fidei regllibus in progressu ad reductionem Pirorum barbarice trucidati. Pragae, Typis academicis, 1702. El Syllabus comienza en la página 155. 3 El tomo III (1657-1701) se encuentra manuscrito todavía en la Biblioteca Universitaria de Praga (Ms. 275). Véase: Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Jésus. Bruselas-París, Oscar SchepensAlphonse Picard, V (1894) 1095-1097. 4 Breslau, Frankes Verlag, 1939 (en la serie: Zur Schlesischen Kirchengeschichte, 36). También hay que recurrir a José Vrastil. “Lista de misioneros en ultramar de la antigua provincia bohémica de la Compañía de Jesús”. En: Noticias de la Provincia bohémica de la Compañía de Jesús, 1934 (el artículo está escrito en checo). En 1939 publicó Vrastil “Significación internacional de la provincia bohémica de la Compañía” como parte del libro Con que nuestros países contribuyeron a Europa y a la humanidad (véase: Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, II (1968) 122-123).
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atención de los historiadores: las Lettres édifiantes et curieuses,5 publicadas por la Compañía de Jesús francesa, y el Neuer Welt-bott6, sacado a luz por los jesuitas alemanes. Quizá el ensayo más digno de tenerse en cuenta dentro del ámbito checo sea el de Juan Bohumir Dlabac, superior de Strahov, que lleva por título Cartas conmemorativas de letrados bohémicos, moravos y silesianos a Europa mandadas de las dos Indias y de otras tierras de ultramar7. Pero, sin lugar a dudas, la obra fundamental que trata de recoger el aporte de la Compañía de Jesús de Bohemia durante los siglos xvii y xviii es la del escritor checo Zdenek Kalista. Solamente conocemos lo publicado por este autor en castellano8, pero ello basta para atisbar que su obra en checo responde a una gran rigurosidad científica, a la vez que como historiador demuestra haber rastreado todos los posibles circuitos documentales de tan difícil tema. Así, parece vislumbrarse de su obra definitiva Viajes bajo la señal de la cruz, que apareció por vez primera en Praga en 19419. 5 Son 34 tomos que fueron apareciendo en París entre 1703 y 1776: los ocho primeros tomos estuvieron a cargo del P. Carlos de Gobien y los siguientes se debieron a los PP. du Halde, L. Patuillet y N. Márechal (véase José Del Rey Fajardo. Fuentes para el estudio de las Misiones jesuíticas en Venezuela: 1625-1767. San Cristóbal [1988] 50-53). 6 Joseph Stoecklein, Der neue Welt-Bott.Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern... in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes.Ausburg-Graz-Wien, 1726-1761. 7 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, II (1968) 120-121. 8 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, Anuario del Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad Carolina de Praga, año II (1968) 117-161. 9 La segunda edición, aumentada, vio la luz pública en Praga en 1947 y ese mismo año se publicó la tercera que es una mera reimpresión. “Constituye —dice Kalista— una colección de cartas y noticias checas (checas en sentido realmente nacional) más completa de todas cuantas publicaron los informes sobre los misioneros de ultramar en los siglos xvii y xviii. Los ‘Viajes’ no solo ofrecen traducciones al checo de los documentos conocidos ya por las recopilaciones anteriores, sino también algunos que se han encontrado en los fondos de archivos” (Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en
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Kalista ubica el espíritu misional bohemio como desprendido del alma del barroco y por ende como “un capítulo muy interesante de la historia espiritual checa en la etapa subsiguiente a la derrota de la Montaña Blanca”. Y a pesar de encontrarse Bohemia fuera de las rutas por donde Occidente buscaba otros mundos, también fue sacudida por el deseo de liberarse de la vida habitual para emprender la búsqueda de “lo insólito, extraordinario y desconocido”, como lo eran las misiones de ultramar10. Sin lugar a dudas, el número de jesuitas bohemios fue relativamente pequeño en comparación con el esfuerzo de los franceses, italianos o alemanes, y eso decidirá que su visión aparezca como más fundamentada en sus grandes personalidades. Como es lógico, el aporte bohemio se centra de manera preferente en los grandes centros jesuíticos de la América hispana como las misiones de México, las del Paraguay y las del Amazonas. Hasta el momento dos jesuitas checos aparecen en las misiones casanareñas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada; nos referimos a los PP. Alberto Bukovski y Miguel Alejo Schabel.
Notas biográficas americanas Varios interrogantes se nos presentan al tratar de rehacer la biografía americana del P. Alberto Bokovski. El primero es precisar la fecha en que atravesó el Atlántico. Según Z. Kalista, en 1693 emprendió su viaje a ultramar un grupo de jesuitas bohemios compuesto por Marco Zourek, Wenceslao Breyer, Elías Sieghart, Francisco Vydra, Micael Schabel y por supuesto Alberto
América Latina”, 123). Y según el propio Kalista no añaden nada nuevo los capítulos que dedica a este tema J. Kunsky en su libro Los exploradores checos. También observamos que Kalista se sirve a menudo de Vlastimil Kybal. “En pos de rastros checoeslovacos en América Latina”, publicado en 1935 y el cual fue incluido posteriormente en Compendio de conferencias de la Academia Checa de Ciencias y Artes (véase Kalista. Art. cit., 123). Aunque prescindamos de otros ensayos a los que se refiere Kalista en su artículo, debemos hacer mención de E. Est. Vráz. A través de la América ecuatorial, publicado en 1900, quien representa la visión anticatólica del experimento jesuítico fuera de las fronteras de Bohemia. 10 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”, 117-118.
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Bukovski11. Sin embargo, en la expedición de 1694 dirigida por el P. Calderón aparecen todos ellos e incluso dos más: Andrés Alexo y Juan Kelner, pero no está reseñado nuestro biografiado12. Ciertamente, hacia 1694 residía en Coimbra con la esperanza de poder embarcarse para China13. Se nos hace difícil pensar que el viaje lo hiciera directamente desde Portugal, dados los controles hispanos sobre todos los pasajeros a Indias; pero también es factible que se embarcara en Sevilla con alguna de las expediciones jesuíticas que tocaran en Cartagena. Ante esta incógnita se mantiene también en la oscuridad la fecha de su incorporación a la Provincia del Nuevo Reino. Con todo, el Catálogo de 1711 —creemos que redactado por él, pues era el superior— despeja algunas dudas sobre el primer tramo de su estancia neogranadina. En el capítulo dedicado a ministerios estampa: “Procurador 10 años. Profesor de Matemáticas, 3 años. Misionero, 16 años”14. Aunque estas afirmaciones plantean algunos problemas relativos a su biografía bohémica, sin embargo, el haber sido misionero dieciséis años retrotraería el inicio de su vida misional al año 1695, dato que es perfectamente aceptable para nuestros cálculos. La primera información oficial neogranadina sobre Bukovski data de 1702. Dos aportes interesantes contiene a nuestro juicio la escueta información del catálogo de ese año: que era superior de las misiones llaneras15 y que su única actividad había sido la de misionero16. Pensamos que para ser superior debía de llevar algún tiempo en el campo misional y cualquier 11 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”, 153. 12 AGI. Santafé, 250. Expedición de 1694. 13 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”, 154. Así lo refiere Kalista basándose en una carta del P. Bukovski que él publica (Viajes bajo el signo de la Cruz, 134-136). 14 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. Catálogo de 1711. 15 arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v. Catálogo de 1702. 16 Ibidem. En el capítulo de Ministeria dice: “Missionarius”.
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otra actividad la hubiera recogido el mencionado documento. Ello ratifica que el jesuita bohemio debió de pasar directamente a las misiones tras su llegada de Europa. Así pues, la biografía neogranadina del P. Alberto Bukovski se divide en dos etapas: la misionera (1695-1711) y la urbana (1711-1717). A pesar de la carencia de documentos que confronta el historiador para el lapso 1700-1715, podemos sin embargo reconstruir el gobierno de las misiones como una etapa previa para futuras investigaciones. En 1700 debió de iniciarse el P. Alberto Bukovski como superior de la misión, en el marco de los cambios de gobierno que se llevaron a cabo en la Provincia en 1700 con la llegada al provincialato del P. Pedro Calderón17. En la carta del 2 de enero de 1699 el P. Tirso González, general de la Compañía de Jesús, recordaba al P. Juan Martínez Rubio, provincial del Nuevo Reino sobre el cambio de superior18. Sustituía al P. Martín Niño quien había regido las misiones de 1695 a 170019. De 1700 a 1703 cumplió su habitual trienio de gobierno el P. Bukovski20. El período 1703-1706 fue presidido por el P. Juan Fernández Pedroche y aunque en la documentación oficial jesuítica no encontramos ninguna información, sin embargo sí la verificamos en la correspondencia con las autoridades civiles del Nuevo Reino. Más exactamente, existen referencias tanto en 1704 como en 170521.
17
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 107. La fecha de posesión fue el 20 de mayo de 1700.
18 apt. Leg. 132, fol. 142v.: “El nuevo Provincial con sus consultores elijan superior de las Misiones de los Llanos, Orinoco y Ayrico...”. Roma, 2 de enero de 1699. 19 arsi. n. r. et q., 4, fol. 38. Catálogo de 1702: “3 Rector. Semel Superior Planorum”. 20 arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v. 21 anb. Real Hacienda, t. 23, fol. 551: señala en 1704 al P. Pedroche como Superior de la misión. Y para 1705 existe otro testimonio en: anb. Miscelánea, t. 57, fol. 438.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Por la correspondencia del general de la Compañía de Jesús con el Provincial del Nuevo Reino conocemos que el P. Pompeyo Carcasio debió de ocupar el cargo de 1706 a 170922. En el trienio siguiente —1709-1711— volvió el P. Buckovski según se desprende de la exégesis del contenido del Catálogo de 1711. Este catálogo es sin duda el único documento que ofrece una composición distinta a todos los demás catálogos de la Provincia del Nuevo Reino de Granada durante el período colonial. Cada residencia se erige como un todo independiente y a la estructura habitual del catalogus primus añade los siguientes capítulos: catálogo breve (llamado también tertius), un suplemento a los catálogos 1º y 2º, y el estado económico del domicilio23. Además, el 1º de noviembre de 1711 redactaba el P. Mateo Mimbela el Catálogo Breve de toda la Provincia24, el cual viene a recoger el estado real del Nuevo Reino al concluir el año 1711 y, por ende, se erige como el punto obligado de referencia para conocer los destinos de los jesuitas de esa fecha en adelante. Sin embargo, conviene resaltar que no todos los domicilios dataron en la misma fecha la información requerida para el catálogo general25, y esta observación nos lleva a confrontar cualquier divergencia con el Catálogo Breve del 1º de noviembre de 1711.
22 apt. Leg. 132, fol. 189: “Cuando visite V. R. las Misiones se informará de el Padre Pompeo Carcasio Superior de ellas, y de el modo que ha tenido en gobernar y tratar a sus súbditos y si es verdad que ha introducido el obligar a los indios a las Hilanzas para que tengan ese útil los Gobernadores y hallando que este cargo subsiste dará V. R. al Padre una muy buena penitencia, de forma que sirva a los otros de ejemplar pues el amor y caridad con que los Nuestros deben mirar por esos Neófitos no permite que se les añada peso, sino que se resista, conforme la mente Real, a los que se les procuran injustamente cargar”. Carta del P. Tamburini al P. Francisco Sierra. Roma, 14 de septiembre de 1710. Cualquier duda que pudiera ofrecer la interpretación del texto transcrito la desecha el resumen final de la carta (fol. 190v): “2. Que vea cómo se ha portado en los Llanos siendo Superior el P. Carcasio”. 23 arsi. n. r. et q., 4, fols. 59-108v. 24 arsi. n. r. et q., 4, fol. 57-58. 25 El del Colegio Máximo está confeccionado el 8 de septiembre (fol. 59). Los colegios de Tunja, Mérida, Pamplona, las Nieves, Santo Domingo, Honda y la misión de los Llanos no están datados. El de Cartagena el 22 de junio (fol. 77). El de Mompox el 30 de julio (fol. 91).
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• libro 11 [alberto buckovski]
Todo lo anteriormente anotado explica el hecho, al parecer anómalo, de que el P. Alberto Bukovski aparezca en el complejo Catálogo de 1711 como Superior de las Misiones de los Llanos y a la vez como residente en la Universidad Javeriana de Bogotá. En efecto, desde el 8 de septiembre estaba ciertamente radicado en la capital santafereña26. El hecho de que el 1º de noviembre permaneciera en Bogotá27 evidencia que la información suministrada desde la misión de los llanos es anterior al 8 de septiembre y, en consecuencia, la estancia misionera del jesuita bohemio concluye hacia los meses de julio o agosto de 171128. Así pues, la estancia urbana de Buckovski se inicia en el último semestre de 1711 en Santafé de Bogotá. En la Universidad Javeriana se consagró a dirigir la difícil vida del espíritu religioso de los moradores de esa Academia. En 1713 estaba radicado en Tunja como ayudante del maestro de novicios29 y en la ascética y fría capital boyacense permanecía en 171530. A comienzos de 1716 entró a gobernar el colegio de Las Nieves de Bogotá31, donde le sorprendió la muerte el 26 de octubre de 171732. Esta fecha corrige las fuentes checas que señalan como año de defunción 173833. 26 arsi. n. r. et q., 4, fol. 67. 27 arsi. n. r. et q., 4, fol. 57. Catálogo Breve de 1711. 28 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. 29 arsi. n. r. et q., 4, fol. 115v. Catálogo de 1713. El Catálogo de 1713 nos ha dejado la radiografía de los informes secretos del P. Bukovski: Ingenium: bonum. Judicium: mediocre. Prudentia: supra mediocritatem. Experientia: mediocre. Profectus in litteris: bonus. Complexio: Varia. Talenta: Ad plura ministeria Societatis bona (arsi. n. r. et q., 4, fol. 125v). 30 arsi. n. r. et q., 4, fol. 133v. Catálogo de 1715. 31 apt. Leg. 132, fol. 213. Carta del P. Tamburini al P. Mimbela. Roma, 16 de marzo de 1715. 32 arsi. n. r. et q., 4. Supplementum primi et secundi Catalogi hujus Provinciae Novi Regni confectum a die 26 decembris 1715 ad diem 1 septembris 1718, fol. 142. Archivo de la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús. Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesús de Santafé, fol. 188v. 33 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”, 154 (el autor se remite a las páginas 286-287 de su libro Viajes bajo la señal de la Cruz).
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Escritos 1. Carta del P. Alberto Buckowski al P. Wenceslado Breyer. Casanare, 29 de enero de 170834. A. Epistolario35. Debemos manifestar que desconocemos por completo su producción en checo, la cual, opinamos, tuvo que ser variada. Habrá que esperar a que autores como Kalista nos suministren en los idiomas occidentales la producción de los jesuitas de la Provincia jesuítica de Bohemia. En relación con el único escrito que conocemos de Buckovski podemos afirmar que constituye una sincera radiografía de la realidad misional en esa década 1700-1710. Muy duro debía de ser para un misionero haber abandonado Europa para emprender grandes empresas espirituales en el corazón de América y verse reducido a la estéril monotonía de la burocracia. Tal es la sensación que producen las palabras escritas por el P. Buckovski a su paisano el P. Wenceslao Breyer el 29 de enero de 1708: V. R. y el P. Francisco Buenaventura [Widra] han nacido para cosas grandes; yo para regaladas porque aquí padezco poco y menos hago. Por falta de gentío se trabaja poco y el temporal sobra con abundancia. Cinco pueblos hay aquí bien establecidos, y tres ciudades de españoles. Solo que falta aquí es V. R. para que refine las músicas.36
34 apt. Leg. 8, año 1708. 35 Zdenek Kalista. “Los misioneros de los países checos que en los siglos xvii y xviii actuaban en América Latina”, 153-154. “Es lástima que se haya conservado una sola carta de Bukovsky de las que el autor envió a su patria cuya traducción al checo hecha según el original que se encuentra en el Archivo Central del Estado, en Praga, se debe al autor de este trabajo y aparece en el libro de Viajes (pp. 134-136). Pero la carta fue escrita antes de Bukovsky emprendiera la travesía, esperando en Coimbra, Portugal, su barco a ultramar”. 36 arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v-44. Catálogo de 1702.
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• libro 11 [alberto buckovski]
En 1702 componían la misión trece jesuitas: Alberto Buckovski, superior; Alonso de Neira; Pedro Ortega; Felipe Gómez; Agustín de Campos; Pedro de Castro; Pompeyo Carcasio; Juan Fernández Pedroche; José Cavarte; José de Silva; José de Ovino; Antonio Paredes y el H. Juan Paredes37. Muy crecido parece el número de misioneros, precisamente en el momento en que la misión vivía su punto de mayor crisis. Como las crisis no obedecen a un solo factor, creemos que también conspiraba la brecha generacional de los integrantes de la misión. Tres de sus fundadores debían aducir el cansancio de la edad, de los trabajos y de la derrota psicológica que suponía el balance de cuarenta años de consagración, aparentemente infructuosa, a la extensa geografía llanera y orinoquense a ellos encomendada. Nos referimos al P. Alonso de Neira con 67 años, al P. Pedro de Ortega con 65 y al P. Juan Fernández Pedroche con 73. A ellos habría que añadir la generación intermedia, la cual se asimilaba al proyecto e ideales de los fundadores, sin que existiese ningún hiato, como lo demuestran el P. José Cavarte con 47 años e infatigable peregrino de los espacios del Airico; los veteranos Agustín de Campos con 60; Felipe Gómez con 56 y el P. Pedro de Castro con 5038. Dentro de este contexto hay que asumir dos duras realidades: la muerte y el trasiego de misioneros que no enraizaron en la realidad casanareña y orinoquense. El P. Agustín de Campos fallecía en Pauto el 13 de diciembre de 170239; Pedro de Ortega el 7 de mayo de 1704 en Macaguane40; Alonso de Neira el 11 de enero de 1706 en los desiertos de Camoa41; Pedro de Castro el 17 de abril de 1706 en San Salvador del Puerto42; José de Silva en la
37 arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v-44. Catálogo de 1702. 38 arsi. n. r. et q., 4, fol. 43v. Catálogo de 1702. 39 apc. Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesús de Santafé, fol. 182. 40 apc. Libro V de la Sacristía..., fol. 185. 41 apc. Libro V de la Sacristía... fol. 185v. 42 arsi. Historia Societatis, 50, fol. 85v.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
ciudad de Honda el 9 de diciembre de 171043. Si a ellos añadimos el retiro de la Compañía de Jesús de los PP. Antonio Paredes el 10 de octubre de 171044 y en 1711 en Curaçao el P. Juan de Obino45, se puede entender que la estructura de la misión de Casanare había sufrido un rudo golpe. En el contexto de los proyectos misionales hay que reconocer que los trabajos y esfuerzos invertidos no respondían a los resultados cosechados. Para enero de 1695 había fracasado la misión de la parte alta del Orinoco medio llevada a cabo por los PP. Manuel Pérez y José Cavarte46. También las esperanzas puestas en el Airico se derrumbaban en 1702 al hacer regresar los superiores a los PP. Alonso Neira, José de Silva, Félix Cugía, Tomás Varela y al propio José Cavarte47. Paralelamente, se había ensayado penetrar las tierras que se interponían entre Casanare y la provincia de Barinas, pero con idéntico resultado48. Cerradas las fronteras de expansión natural, el ímpetu misionero se había circunscrito prácticamente al punto inicial de 1661 con Pauto, Tame, Patute, Macaguane y San Salvador del Puerto. A la luz de este balance solicitaba el prepósito general de la Compañía de Jesús, el 7 de febrero de 1699, al provincial del Nuevo Reino que examinara la conveniencia de abandonar la misión del Orinoco ante el balance final de muertes y sin espacio para la esperanza49.
43 Tenemos dos fechas para la muerte del P. Silva: el 9 de diciembre de 1710 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 102. Supplementum primi et secundi Catalogi Hondensis); y el 28 de noviembre de 1710 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 109. Supplemnetum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni a die 5 agusti anni 1710 ad 1 novembris 1711). 44 arsi. n. r. et q., 4, fol. 108. 45 arsi. n. r. et q., 4, fol. 109. Supplementum primi et secundi Catalogi Provincaie Novi Regni a die 5 augusti anni 1710 ad 1 novembris 1711. 46
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 316.
47
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 339.
48
José Del Rey Fajardo. La cultura jesuítica en la Orinoquia. Bogotá (1983) 119-120.
49 apt. Leg. 132. Carta de Tirso González a Juan Martínez Rubio. Roma, 7 de febrero de 1699. Fol. 130.
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13. José Cavarte (1655-1724)1
Aventurero, solitario, visionario, se erige como una de las grandes figuras anónimas de las misiones llaneras, a pesar de que su acción tuvo siempre que remontar la adversidad y en oportunidades la incomprensión. Caminante de las soledades llaneras, su ilusión misional va más allá de la rutina y, aunque sus grandes ideales desembocaron en el fracaso, se puede aseverar que se atrevió a remontar el Airico y a afrontar lo desconocido. Esta curiosa personalidad la sintetizó José Gumilla de la siguiente manera: “Era el Padre José Cavarte de complexión firme y de una robustez tan singular que en medio de los muchos trabajos, que en adelante diré, siempre se mantuvo entero y fuerte sin que la misma ancianidad del padre se viera defraudada de aquel vigor que ordinariamente falta a todos los que llegan a ella”2. Sin lugar a dudas, hay que añadir otros trazos significativos de
1 José Gumilla. De la vida y apostólicas virtudes de el Padre Joseph Cavarte, natural de Zaragoza, que murió en la Provincia de el Nuevo Reino de Granada. 1724. Publicado en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Fuentes para la Historia colonial de Venezuela (1970) 3-20; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 403-410. 2 José Gumilla. De la vida y apostólicas virtudes de el Padre Joseph Cavarte, natural de Zaragoza, que murió en la Provincia de el Nuevo Reino de Granada. 1724, 9.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
tan silenciado personaje, porque siempre fue un “solitario misionero en los desiertos retirados de las misiones”3.
Biografía europea Dos biografías conocemos hasta el momento de este misionero. Una es de autoría del P. Juan Rivero4, quien vivió con Cavarte los quince últimos meses de su vida en la reducción del Beato Regis5; la segunda es del P. José Gumilla, Superior de las Misiones en el momento del deceso6. Ambos recogen las confesiones del jesuita aragonés y por ende su testimonio es de primera mano. Nació en Zaragoza (España) el 9 de febrero de 16557. No coinciden los biógrafos en lo que se refiere a los lugares donde se llevó a cabo su formación. Según Gumilla, estudió en el colegio de la Compañía de Jesús en su ciudad natal, cursó tres años de Filosofía en la universidad y se graduó de bachiller en leyes y cánones8. Según Rivero, sus estudios superiores los llevó a cabo en Salamanca9. Nos inclinamos en este caso por la opinión del autor de El Orinoco ilustrado por los detalles que ofrece y los nombres que cita. Fue admitido en la Compañía de Jesús en Tarragona, el 2 de febrero de 168010. Solicitó del P. General de la Compañía de Jesús ser enviado a las Indias y por consejo de este se puso en contacto con el procurador del Nue-
3
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 403.
4
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 403-410.
5
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 404.
6 José Gumilla. De la vida y apostólicas virtudes de el Padre Joseph Cavarte, natural de Zaragoza, que murió en la Provincia de el Nuevo Reino de Granada. 1724. Publicado en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Fuentes para la Historia colonial de Venezuela (1970) 3-20 [en adelante citaremos: Vida del P. Cavarte]. 7 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. Catálogo de 1711. 8 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 5-6. 9
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 404.
10 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. Catálogo de 1711; Gumilla. Vida del P. Cavarte, 7.
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• libro 11 [ josé cavarte]
vo Reino, el P. Antonio Maldonado11. Por abril de 1681 se dirigió a Sevilla12. Fue reseñado en el colegio de San Hermenegildo de Sevilla el 13 de septiembre de 168113 y el día 19 se embarcó para el Nuevo Reino en el navío Nuestra Señora de Regla14.
Biografía americana No hemos podido precisar si se trasladó al noviciado de Tunja para pronunciar sus votos religiosos o si lo hizo en Bogotá. Lo cierto es que estudió Teología Moral (1682-1685) en la Universidad Javeriana15. Se ordenó de
11 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 7. 12 Bartolomé Garcés. “Relación de Jesuitas de la Provincia de Aragón enviados a Indias en los siglos xvii y xviii”. En: Revista de Indias. Madrid, VIII (1947) 527. El autor transcribe de la página 213 a la 230 (“Missi ad Indiam”) de un libro manuscrito que reposa en el Laboratorio de Arqueología y Ciencias Auxiliares de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, intitulado Dimissi, Defuncti et Missi ad Indias et ad alias Provincias, 220: “Por el mes de abril del año 1681 fueron embiados al Nuevo Reyno con el Padre Procurador P. Antonio Maldonado [...] Hº José Cabarte; salió de Tarragona, Novicio, havía estudiado filosofía y todo el curso de Leyes y graduóse de bachiller en ellas;”. 13 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1681. También añade el documento: “Salió esta misión en el navío que va a Maracaibo sin que este pueda pasar a Cartagena”. 14 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1681, nº 8: “H. José Cabarte, natural de Zaragoza, teólogo, de 26 años, buen cuerpo, blanco, señal de herida en ceja derecha”. Sin embargo, Gumilla (Vida del P. Cavarte, 8) afirma: “En Sevilla acabó sus dos años de noviciado; estudió letras humanas, emprendió la Teología moral [...]. Estuvo así detenido hasta el año de 1682 y entrando el de 1683 acabó de juntar su misión de Nuevo Reino el Padre Antonio de Maldonado en Sevilla y Cadiz...”. Ciertamente, pensamos que se trata de un error de Gumilla ya que el testimonio de la Casa de Contratación es verídico. Véase: Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 273. 15 arsi. n. r. et q., 3, fol. 348. Catálogo de 1684: “Theologus”. En una carta escrita desde Bogotá el 4 de agosto de 1683 precisaba: “Yo he estudiado ya un año de teología; lo natural es que acabaré la teología antes de ir a los infieles” (Gumilla. Vida del P. Cavarte, 18). Este testimonio ratifica que comenzó sus estudios teológicos en Bogotá en 1682. El Catálogo de 1711 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 105) dice que estudió tres años extra y tres “intra”.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
sacerdote en Santafé el 30 de marzo de 168616 e inmediatamente pasó a las misiones17. Había vivido cuatro años en Santafé de Bogotá.
Misionero en Casanare Tres serían las etnias a las que dedicaría su existencia: los giraras, los sálivas del Orinoco y los achaguas de Casanare, del Airico y del Meta18. En los inicios de su vida misional se observa una gran movilidad. Recién llegado se instaló en Pauto, en 168619. Pero en 1687 actuaba como párroco de los tunebos20. Una nueva fase se abría el 29 de noviembre de 1691 al embarcarse en Casanare con los PP. Alonso de Neira, José de Silva y Vicente Loverzo para reentablar las misiones orinoquenses21, pero se vio obligado a regresar en 1693 tras el asalto caribe a la Misión22. A su regreso a Casanare pasó a San Javier de Macaguane a ayudar al P. Pedro Ortega; posteriormente se dirigió a Tame y a continuación a Casanare23.
16 arsi. n. r. et q., 3, fol. 416. Supplementum primi et secundi catalogi a prima martii 1684 ad 15 octobris 1688; Gumilla (Vida del P. Cavarte, 18) clarifica la cronología: “... empleó tres años en el estudio de la sagrada teología y un año más empleado en recibir los sacros órdenes”. 17 En carta del 1o de junio de 1686, firmada en Pauto, escribía: “Después de haberme ordeando inmediatamente salí del colegio de Santafé en donde había estado cuatro años...” (Gumilla. Vida del P. Cavarte, 19). 18
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405.
19 Gumilla. Vida del P. Cavarte, 19. 20 arsi. n. r. et q., 5, fol. 26. Catálogo Breve de 1687. 21 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, Madrid, Razón y Fe, VI, 659, nota 2. 22 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 305-306. 23 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 11.
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• libro 11 [ josé cavarte]
El 25 de noviembre de 1693 ensayó una nueva intentona para regresar al campo misional con el P. Manuel Pérez, pero se vio obligado a regresar en enero de 169524. En realidad, el P. José Cavarte pudo explorar el Airico gracias a un indígena llamado Chepe Cavarte. Era hijo de un cacique sáliva, pero el hecho de haber sido cautivado por los chiricoas y vendido después a un español de la ciudad de Guayana lo convertía en un viajero cualificado: “Hízose muy célebre este indio entre las demás naciones, que no le sabían otro nombre que el de Chepe Cavarte; así lo llamaban todos y su nombre era conocido entre los gentiles del Meta, Orinoco y Airico”25. Hay que reconocer que toda la empresa del Airico está vinculada a la biografía de Chepe Cavarte, indígena que consagró su vida a las acciones misionales del P. Cavarte26. Como era buen conocedor del achagua y del sáliva, de 1707 a 1718 atendió diversas reducciones del área misional27. Hacia 1720 se radicó en las bocas del Busiana con sus antiguos achaguas28, en donde permaneció hasta 1722, fecha en que los trasladó a Guanápalo29. En noviembre de 1721 bajaba de nuevo a Guanápalo con el superior P. Juan Capuel y en 1722 contaba el pueblo con 170 almas “que estaban emparentadas con otras muchas familias de tierradentro”30.
24
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 315-316.
25
Juan Rivero. Historia de las Misiones… 35-36.
26
Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 452.
27 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 14: “Hasta el año 1718 se ocupó el Padre José de ayudar a los Padres Misioneros, ya en uno, ya en otro pueblo conforme la más urgente necesidad”. 28 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 14-15: “Y aunque distaban más de diez días de camino de estos otros pueblos, todavía con la esperanza de que se acercarían más, ordenó el Padre Provincial Ignacio Meaurio al Padre José que en dicho sitio los doctrinase en que se mantuvo dos años no con menores trabajos”. 29
José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 15.
30
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 398.
363.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
No eran aquellos años tiempo propicio para el desarrollo de la nación achagua. Las guerras intestinas y el empleo del veneno diezmaron de tal forma a esta etnia que se temió grandemente que el caribe los cautivara. Con estas premisas algunas familias —aproximadamente unas mil almas— decidieron buscar a su antiguo misionero y se poblaron en Juaría, como a media legua de distancia de dicho río. Allí los asistió Cavarte “como dos años”, pero los superiores juzgaron oportuno retirar al misionero debido al poco fruto que se esperaba de este grupo tan pequeño. Ante tal resolución se presentaron en Pore para pedirle al P. Ignacio de Meaurio, provincial, para que siguiera Cavarte como misionero. Aceptó el provincial, pero con la condición de que se acercasen a la circunscripción misional jesuítica “donde sería más fácil asistirlos por la cercanía de los pueblos”31. Así, se trasladan con gran pesar de los indígenas a la nueva población, como a cuatro días de navegación Meta abajo, en el río Guanápalo que desagua en el Meta “a corta distancia”. La última descripción de la persona de este gran misionero nos la ofrece el autor de la Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta con estas breves palabras: “... un anciano venerable de casi 70 años, seco y con la piel sobre los huesos, nevado de canas”32. Y antes no duda en escribir que le tocó en suerte en el misterioso carro de las misiones “la ocupación del buey, por la firmeza con que pisaba, por la invencible fortaleza y constancia en los trabajos y la perseverancia en ellos”33.
Rasgos de su personalidad misionera Antes de concluir con los rasgos biográficos de este abnegado correcaminos de las inmensas soledades llaneras, creemos oportuno aportar algunos trazos de este impenintente peregrino que ilustran la reciedumbre de los misioneros llaneros y orinoquenses.
31
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 396-397.
32 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 408. 33
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405-406.
364.
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• libro 11 [ josé cavarte]
La búsqueda de nuevos métodos misionales lo convirtieron en un infatigable e incomprendido caminante. Como es natural, sus interminables expediciones en busca de soluciones efectivas ante la crisis a que estaban sometidas las misiones jesuíticas, le obligaron a ausencias largas. Gumilla recoge esta faceta de la siguiente manera: “Una de ellas [exploraciones] que por aquel tiempo espantó, y hasta ahora es digna de mucha admiración, fue, venir el Padre José Cavarte a pie y sin más avío que un talego tostado al hombreo desde el Orinoco hasta estas misiones, 180 leguas de llanos, poblados de gentes bárbaras y ajenas a toda humanidad sin más escolta que la de dos o tres indieciellos chontales”34. En Roma, quizá por informaciones de la Provincia del Nuevo Reino, no estaban de acuerdo con tales procederes y, en consecuencia, el vicario de la Compañía de Jesús le reiteraba al provincial, de forma taxativa: “Vuelvo a encargar a V. R. con nueva instancia retire de las Misiones de los Llanos al Padre Joseph Cabarte por las razones ya avisadas a V. R. y que de nuevo me dice V. R. en esta su carta”35. Cuando dieron cumplimiento a esta tajante decisión, en 1707, lo encontraron “pálido, macilento, el pelo largo, la barba casi hasta la cintura, sin más ropa que una ruana rota y remendada, puesta a la raíz de las carnes que era todo su abrigo”36. ¿Conocían en la capital de la cristiandad que muchas veces a falta de sotana se tuvo que poner una ruana37 y que, al decir de Rivero, “... apenas hay sabandija en la sabana de cuyo sabor no pueda dar noticia por haberle
34 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 9. 35 apt. Leg. 132, fol. 169. Carta de Miguel Ángel Tamburini al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 12 de febrero de 1704. 36
José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 14.
37
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 398.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
servido de platillo?”38. ¿Ignoraban también que le faltaba la vista por la flaqueza suma a que le obligaban sus peregrinaciones?39. Lo cierto es que no regresó a las comodidades de la capital del Nuevo Reino, sino que siguió en las misiones. En Guanápalo le sobrevino la muerte el 7 de enero de 172440.
Producción bibliográfica Sin lugar a dudas, la bibliografía de Cavarte expresa correctamente los mundos de su actividad: A. B. C. D. E.
38
Apuntes para una gramática en lengua Enagua41. Vocabulario de la lengua sáliva42. Arte, vocabulario y catecismo en lengua girara43. Arte, vocabulario y catecismo en lengua sáliva44. Arte, vocabulario y catecismo en lengua achagua45.
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 406.
39 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 406. 40 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 15. 41 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405: “Revolviendo yo algunos papeles de los que dejó el Padre, encontré en uno de ellos un principio de gramática, que en su vejez estaba componiendo de la lengua enagua, por las esperanzas que tenía que se pudieran conquistar los que la usan; tenía encargado con mucho empeño a la ciudad de Quito el arte de la lengua inca para estudiarla, por lo que podría acontecer sobre las conquistas de los incas”. 42 José Gumilla. Vida del P. Cavarte, 9-10: “Corría a la sazón el año 1692 [...]. Llegó la triste noticia a oídos del Padre Cavarte al tiempo que estaba trasladando el vocabulario de la lengua sáliva y según el mismo padre refirió, estaba escribiendo esta palabra ecobé que quiere decir en aquel idioma después”. 43 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Según el testimonio de Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 405) predicaba en esta lengua con mucha “destreza y elegancia”. 44 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405, 408. 45 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405, 408.
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F. Relación de su entrada a los sálivas y de la poca seguridad que en aquella nación hay por razón de los caribes: 168946. G. Carta al P. Superior de la misión. Cusia, 16 de febrero de 169247. H. Relación de lo que le ocurrió durante los tres meses que le tuvieron los indios sálivas guardándole de los caribes: 169448. I. Relación de su entrada que el año de 1695 hizo a los achaguas del Airico con el Padre José Silva49. J. Petición a la Real Audiencia hecha en 1696 para poner un presidio en el Guaviare50. K. Relación de su viaje a la exploración de un nuevo camino para la comunicación del Airico, por orden del Provincial Juan Martínez Rubio51. L. Relación e informe enviado al P. Provincial de lo que puedo averiguar de la condición de los indios Ayricos, sus tierras y caminos52. M. Conveniencia de formar pueblo y misión en el distrito de Barragua y Uva53. N. Relación de su entrada a la nación Caverre de indios bravos y muy guerreros54.
46 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Ignoramos la fuente en que se basaron Uriarte y Lecina para esta afirmación, pero según nuestra cronología se mantenía en estas fechas en el ámbito de la nación girara. 47 anch. Jesuitas, 214. Inventario del archivo de las misiones del Orinoco. 1. Copia de carta del Padre Joseph de Cabarte escrita desde el pueblo de Cusia de la misión del rio Orinoco al Superior de dicha mision en ocasión que los indios caribes dieron muerte violenta al Padre Vicente Loverso que estaba empleado en la conversión de aquella dilatadísima gentilidad. Fecha: Cusia febrero 16 de 92; en 1 folio. 48 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 49 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 50
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 338.
51 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 52 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 53 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 54 aiul. Papeletas: Cavarte, José.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
O. Informe dado al Padre Provincial Francisco Antonio González de lo que ha observado y sabido de las buenas esperanzas que ofrecen los Achaguas de reducirse a nuestra santa fe: enero 172355. P. Relación de las razones que ha habido para la fundación de un pueblo a la orilla de Guanápalo bajo la advocación del B. Juan Francisco de Regis56. Q. Entable de algunas nuevas reducciones que se han hecho a orillas del Meta57. R. Mapa del Airico58.
El lingüista La dimensión total de su obra se pierde en el silencio de sus exploraciones misioneras, que cubren la mayor parte de su biografía llanero-orinoquense. De ahí que la valoración del auténtico Cavarte sea una tarea que está todavía por hacer. Un doble motivo justifica la importancia dentro de la filología orinoquense del P. José Cavarte (1655-1724): el haber sido uno de los mejores “lenguareces” que tuvo la misión de los Llanos59 y por constituir —a través de su discípulo el P. Juan Rivero— el lazo de unión entre las dos zonas generacionales que cubren la actividad jesuítica sobre el mundo sáliva. La forma de acercarse al indígena comenzaba por el dominio del idioma, y su biógrafo Rivero insiste en que dominó las “tres lenguas más comunes en estos sitios”, como lo eran la girara, la achagua y la sáliva, “difíciles todas ellas y muy diferentes entre sí; predicó en todas tres con mucha destreza y elegancia”60.
55 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 56 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 57 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 58 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322: “... guiándose por los rumbos de un mapa del P. José Cavarte”. 59 Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 283. 60
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405.
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Y más adelante señala el cronista que en el hábito de hablar las distintas lenguas “gastó muchos años de trabajo y continuado desvelo, pues no se adquiere una lengua en pocos meses, como lo juzgan muchos; son necesarios años enteros para saberlas bien, so pena de exponerse a errar...”61. Y el propio Rivero, su compañero en la reducción de Guanápalo, anotará que el hábito que tenía en hablar la lengua de la etnia con la que convivía “que se ayudaba a sí mismo a bien morir en el lenguaje achagua”62. Pero el mayor interrogante que nos abre el P. Cavarte viene planteado por las siguientes premisas: su afán por aprender las “lenguas más comunes”, su obsesión de penetrar el gran Airico y su infatigable caminar las soledades del sur del Meta nos llevan a atisbar una concepción misional basada en la búsqueda de la selección de las grandes familias étnicas americanas. Un destello de esta suposición la encontramos en las siguientes afirmaciones de Rivero: “Revolviendo yo algunos papeles de los que dejó el Padre, encontré en uno de ellos un principio de Gramática, que en su vejez estaba componiendo de la lengua enagua, por las esperanzas que tenía de que se pudieran conquistar los que la usan; tenía encargado con mucho empeño a la ciudad de Quito el arte de la lengua inca para estudiarla, por lo que podía suceder sobre las conquistas de los incas...”63.
El Proyecto del Airico El Proyecto del Airico significa un ensayo que no logró cuajar a pesar de los estudios (ver Mateo Mimbela) y de las perspectivas que ofrecía. Estimamos que una de las causas debió de ser no solo la litis con los franciscanos, sino muy especialmente con el arzobispo de Bogotá. No se trata de un hecho desesperado ante el avance caribe en el Orinoco. Se meditó ya en tiempos del P. Altamirano. Significaba la segunda entrada al mundo achagua.
61
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 408.
62
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 409.
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Juan Rivero. Historia de las Misiones…, 405.
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Este planteamiento nos lleva a dos conclusiones: primera, que el P. José Cavarte había tenido que realizar su viaje de Pauto a Quirasiveni64 en febrero o marzo de ese año de 1695. No era ajena a los jesuitas casanareños la realidad geográfica del Ariari, pues según testimonio del P. Pedro de Castro los viejos de San Salvador y el teniente le habían informado “largamente” al P. Alonso de Neira. Lo cierto es que el P. Visitador “dejó determinada” la entrada a este paraje, pues el nuevo espacio llanero se abría como refugio de los pueblos abandonados en el Orinoco, “y si esto se llega a conseguir es cierto que se entablará una misión muy lucida y queda la puerta abierta de la montaña del Airico”65. Para llevar adelante la “Misión del Airico” programada por la Compañía de Jesús, fueron elegidos los PP. José de Silva y José Cavarte, “diestros ambos en el trato de los indios de Orinoco”66. Dieron cometido a su empresa hacia febrero o marzo de 169567. Hicieron el camino por tierra hasta el Meta, pero dado lo abultado y la persistencia de sus aguas, decidieron que el P. Silva permaneciera al lado izquierdo del río con el matalotaje “que pareció necesario para entablar con fundamento la Misión”68. Por su parte, el P. Cavarte atravesó el río con dos soldados y algunos indígenas. Y, marchando 64 agi. Santafé, 36. Autos del traslado de San Bartolomé de la Cabuya a Sabana Alta. Petición del P. Juan A. Barillas S. J. [Sin fecha. Es anterior al 2 de mayo de 1695]. En las preguntas que se deben hacer a los testigos solicita: “Primera. Si saben que el Padre Joseph de Cavarte, misionero de dicha mi Religión, se halla al presente en la misión del Airico y que para entrar a ella atravesó por tierra desde la Misión de Pauto sin tocar por manera alguna en tierras de la jurisdicción de San Juan de los Llanos”. 65 anb. Miscelánea, t. 86, fols. 134 y ss. El indio Agustín, caberre de nación y maco del P. Alonso de Neira, se quedó en el Orinoco tras la retirada de los misioneros y viéndose solo pasó a su tierra donde conoció que el caribe Camana navegaba río arriba del Guaviare, doce días, en busca de las naciones que lo pueblan (Ibidem). 66 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 234v; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 317. 67 agi. Santafé, 36. Autos del traslado de San Bartolomé de la Cabuya a Sabana Alta. Petición del P. Juan A. Barillas S. J. [Sin fecha. Es anterior al 2 de mayo de 1695]. En las preguntas que se deben hacer a los testigos solicita: “Primera. Si saben que el Padre Joseph de Cavarte, misionero de dicha mi Religión, se halla al presente en la misión del Airico y que para entrar a ella atravesó por tierra desde la Misión de Pauto sin tocar por manera alguna en tierras de la jurisdicción de San Juan de los Llanos”. 68 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 235; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 318.
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siempre hacia el sur, tardaron cuarenta días en dar con la primera población del Airico, llamada Quirasibeni69. Ya para el mes de mayo de 1695 estaba instalado en su nueva población70. El P. José Cavarte, genuino fundador, se radicó en Quirasiveni en 169571. A la llegada del P. Neira a Etari en la cuaresma de 1696, y después de conversar con Cavarte, se decidió que el último se trasladase a Bogotá para informar a las autoridades jesuíticas y civiles72. El 25 de septiembre de 1696 se ponía en camino con el P. Mateo Mimbela para regresar al Airico73. A finales de 1696 o comienzos de 1697 tuvo de nuevo que ausentarse Cavarte y dirigirse a los llanos casanareños, con una doble intención: explorar algún paso fácil por el río Meta y conseguir que la Real Hacienda le pagara a los soldados que habían trabajado en el Airico. Esta última diligencia retuvo al misionero en los llanos un año entero, es decir, todo el 169774. ¿Hasta cuándo permaneció Cavarte en el Airico? Según el historiador Rivero ocho años75 con los amarizanos, lo cual nos llevaría al año 1704. Sin embargo, Gumilla señala el año 170776. 69 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 235; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 318. 70 agi. Santafé, 36. Autos del traslado de San Bartolomé de la Cabuya a Sabana Alta. Petición del Fiscal del 17 de mayo de 1695: “Dice que en conformidad de lo que el susodicho representa y a que el Padre Prefecto de Señor San Agustín confiesa haber intervenido en la Mision de estos indios los Padres de la Compañia y que estan en la jurisdiccion de San Juan de los Llanos...”. 71
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 317-318.
72 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 245v; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 330. 73 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 245v; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 330. 74 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 251. 75 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 339. 76 José Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 14: “En este género de vida penitente y solitario estuvo hasta el año 1707 en el cual habiendo venido a visitar estas misiones el padre Provincial Francisco Daza, informado de los trabajos que el Padre padecía y de la poca esperanza de fruto que daba por entonces aquella mies, mandó que fuese una buena escolta de soldados y acompañasen al padre hasta ponerlo con seguridad en estas misiones”.
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Ciertamente, más credibilidad ofrecen los datos suministrados por el autor de El Orinoco ilustrado, ya que hace referencia a la visita del provincial Francisco Daza a las misiones en 170777. Mas el argumento de Rivero no es desechable, ya que se fundamenta en el testimonio del propio Cavarte: “Consiguió no obstante, en el tiempo que los manejó, que fueron ocho años, como me refirió él mismo, que se fueran acercando a las orillas del Meta...”78. Sin embargo, hay que reconocer que puede haber su interpretación, ya que estuvo un tiempo en Bogotá en 1696 y todo un año en Casanare en 1697.
La crisis política orinoquense Con la muerte del gobernador Martín de Mendoza de la Hoz Berrío (1656)79 y la venida de don Pedro de Viedma80 como gobernador en 1658 se inicia lo que de Barandiarán denomina “el desgobierno progresivo”81. La retirada de los gobernadores a Trinidad encarnó la anarquía y el desaliento entre los soldados y los colonos de Santo Tomé. La mala política de Viedma hacia los caribes, por su parte, señala el inicio del deterioro vertiginoso del control español en el Orinoco medio y bajo. Parece ser que la “política aislacionista” de los siguientes gobernadores generó lo que el autor de Los hijos de la luna describe como que ese tramo del gran río venezolano será “el Orinoco de nadie y de todo el mundo”82. Esta anarquía facilitaría el comercio ilícito tanto de mercancías como de esclavos indios. 77
El P. Daza fue Provincial de 1706 a 1709. Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 136-141.
78
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 339.
79 María Elena Parra Pardi. “Mendoza y Berrío, Martín de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 127. 80 Marianela Ponce. “Biedma, Pedro”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 449. 81 Daniel de Barandiarán. “El Orinoco Amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, II (1992) 223. 82 Daniel de Barandiarán. “El Orinoco Amazónico de las Misiones jesuíticas”, 225.
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Bibliografía Cartas a doña Valera Moracho de Cavarte83. Apuntes para una Gramática en lengua Enagua84. Vocabulario de la lengua sáliva85. Arte, vocabulario y catecismo en lengua girara86. Arte, vocabulario y catecismo en lengua sáliva87. Arte, vocabulario y catecismo en lengua achagua88. Relación de su entrada a los sálivas y de la poca seguridad que en aquella nación hay por razón de los caribes: 168989. G. Carta al P. Superior de la misión. Cusia, 16 de febrero de 169290.
1. A. B. C. D. E. F.
83 José Gumilla. De la vida y apostólicas virtudes de el Padre Joseph Cavarte, natural de Zaragoza, que murió en la Provincia de el Nuevo Reino de Granada. 1724, 17-20. a) Tarragona y marzo, 24 de 1680. b) Santafé de Bogotá, agosto 4 de 1683. c) Pauto, junio 1 de 1686. 84 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405: “Revolviendo yo algunos papeles de los que dejó el Padre, encontré en uno de ellos un principio de gramática, que en su vejez estaba componiendo de la lengua enagua, por las esperanzas que tenía que se pudieran conquistar los que la usan; tenía encargado con mucho empeño a la ciudad de Quito el arte de la lengua inca para estudiarla, por lo que podría acontecer sobre las conquistas de los incas”. 85 José Gumilla. De la vida y apostólicas virtudes de el Padre Joseph Cavarte, 9-10: “Corría a la sazón el año 1692 [...]. Llegó la triste noticia a oídos del Padre Cavarte al tiempo que estaba trasladando el vocabulario de la lengua sáliva y según el mismo padre refirió, estaba escribiendo esta palabra ecobé que quiere decir en aquel idioma después”. 86 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Según el testimonio de Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 405) predicaba en esta lengua con mucha “destreza y elegancia”. 87 aiul. Papeletas: Cavarte, José; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405, 408. 88 aiul. Papeletas: Cavarte, José; Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405, 408. 89 aiul. Papeletas: Cavarte, José. Ignoramos la fuente en que se basaron Uriarte y Lecina para esta afirmación, pero según nuestra cronología se mantenía en estas fechas en el ámbito de la nación girara. 90 anch. Jesuitas, 214. Inventario del archivo de las misiones del Orinoco. 1. Copia de carta del Padre Joseph de Cabarte escrita desde el pueblo de Cusia de la misión del rio Orinoco al Superior de dicha mision en ocasión que los indios caribes dieron muerte violenta al Padre Vicente Loverso que estaba empleado en la conversión de aquella dilatadísima gentilidad. Fecha: Cusia febrero 16 de 92; en 1 folio.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
H. Relación de lo que le ocurrió durante los tres meses que le tuvieron los indios sálivas guardándole de los caribes: 169491. I. Relación de su entrada que el año de 1695 hizo a los achaguas del Airico con el Padre José Silva92. J. Petición a la Real Audiencia hecha en 1696 para poner un presidio en el Guaviare93. K. Relación de su viaje a la exploración de un nuevo camino para la comunicación del Airico, por orden del Provincial Juan Martínez Rubio94. L. Relación e informe enviado al P. Provincial de lo que pudo averiguar de la condición de los indios Ayricos, sus tierras y caminos95. M. Conveniencia de formar pueblo y misión en el distrito de Barragua y Uva96. N. Relación de su entrada a la nación Caverre de indios bravos y muy guerreros97. O. Informe dado al Padre Provincial Francisco Antonio González de lo que ha observado y sabido de las buenas esperanzas que ofrecen los Achaguas de reducirse a nuestra santa fe: enero 172398. P. Relación de las razones que ha habido para la fundación de un pueblo a la orilla de Guanápalo bajo la advocación del B. Juan Francisco de Regis99. Q. Entable de algunas nuevas reducciones que se han hecho a orillas del Meta100. R. Mapa del Airico101. 91 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 92 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 93 Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 338. 94 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 95 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 96 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 97 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 98 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 99 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 100 aiul. Papeletas: Cavarte, José. 101 aiul. Papeletas: Cavarte, José.
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14. Miguel Alejo Schabel (1663- ¿?)1
La figura del jesuita Miguel Alejo Schabel ha sido recogida por la historiografía venezolana como la de un aventurero que pretendió difundir la causa del archiduque Carlos tras la muerte del último de los Austrias, el rey Carlos II. En contraposición, el investigador que indaga este fenómeno histórico en las fuentes jesuíticas impresas de la época colonial se topa con un mutismo que alcanza tanto la figura del P. Schabel así como un ensayo misional, efímero y aislado, que pudo haber encaminado las áreas de expansión de las reducciones casanareñas hacia el Apure y Barinas.
Problemas historiográficos En consecuencia, no es de extrañar que haya sido relegado a un plano cercano al olvido el verdadero aporte a la historia de la cultura llanera de este miembro de la Compañía de Jesús centroeuropea. Sin embargo, también hay
1 Pater Brada. Pater Schabel S. J. 1704-1714. Curaçao, 1965; Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela, y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 7598; José Del Rey Fajardo. “Miguel Alejo Schabel S. J. Escritor, Aventurero y Misionero”. En: Boletín Universitario de Letras. Caracas, 1 (1994) 169-196; Analola Borges. “Los aliados del archiduque Carlos en la América Virreinal”. En: Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, XXXVII (1970) 321-370. Josef Polisensky-Lobomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, V (1971) 93-116. Frantisek Mares. Ceské sklo [El vidrio checo]. Praga (1893) 205.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
que resaltar que escritores barineses como Virgilio Tosta2 lo hayan incorporado a la literatura regional al margen de las consideraciones antecedentes. A pesar de que Christine Schunck, la investigadora que hasta el momento ha profundizado mejor en la vida del jesuita bohemio, tiene recelos para ubicar a Miguel Alejo Schabel en el ámbito del mito3, sin embargo pensamos que el hombre de Chumutov accede con todas sus antinomias y contradicciones a este género de literatura mítica. Ciertamente, es una figura interesante y llamativa de las misiones llaneras de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, pues su vida está escrita con pasajes de novela y en el fondo refleja la capacidad que tuvo la Compañía de Jesús para tolerar en su seno personajes de aventura. El ingreso de Miguel Alejo Schabel a las fuentes históricas “oficiales” de la Compañía de Jesús ha sido tardía y circunstancial. En efecto fue la revista Archivum Historicum Societatis Iesu la que incluyó el nombre del jesuita bohemio en su haber historiográfico y de esta forma ha pasado a la Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jésus de László Polgar4. Sin embargo, ni la historiografía jesuítica de Bohemia, ni la acuciosidad del bibliógrafo universal de la Compañía de Jesús Carlos Sommervogel5 detectaron la presencia de este aventurero en los haberes históricos de la orden fundada por Ignacio de Loyola. Así pues, accede este singular jesuita al mundo bibliográfico gracias a la Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial6.
2 Virgilio Tosta. Historia de Barinas. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Tomo I: 1577-1800 (1986) 227-238. 3 Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçaco, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Diurnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 108-109. 4 László Polgar. Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jesus 1901-1980. Roma, Institutum Historicum S. I., III (1990) 169. 5
Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jesús. Bruselas-París,1890-1932, 11 vols.
6 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 586-589. En la edición de 1974 se encuentra en las páginas 513-515.
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• libro 11 [miguel alejo schabel]
Como contexto general dentro de los espacios de la historiografía en lengua alemana hay que recurrir al Jesuiten Lexicon de Koch7, y viniendo más al detalle se impone la obra de G. Grulich8 y la ya clásica de Antón Huonder9. Y dentro del horizonte latinoamericano es muy significativo el estudio que realizó en 1944 el historiador argentino Vicente D. Sierra, con su obra Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispano-América10. En todo caso una visión histórica y orgánica de los jesuitas de lengua alemana hasta el siglo xviii se puede consultar en la obra del P. Bernhard Duhr11. Sin embargo, aunque más adelante hablaremos de la historiografía checa relativa a Schabel, es conveniente hacer referencia al marco de la visión de la Provincia de Bohemia recogida en su Historia12 por Jan Schmidl (1693-1762)13. Quizá el tema de Schabel —espía del archiduque Carlos— tuvo un momento de fervor en la historiografía española debido a las investigaciones llevadas a cabo por la escritora canaria Analola Borges, conocedora de la ingente literatura documental levantada en Venezuela a comienzos del siglo xviii en relación con la sucesión de los Borbones al último de los Austrias14.
7
Ludwich Koch. Jelsuiten-Lexicon. Die Gesellschaft Jesu einst und jetzt. Löwen-Heverle (Belgien), Herder, 1962.
8 Rudolf Grulich. Der Beitrag der böhmischen Länder zur Weltmission des 17. und 18, Jahrhunderts. Königstein/ Ts, Institut für Kirchengeschichte von Böhmen, Mähren, Schlesien, 1981. 9
Anton Huonder. Deutsche Jesuitenmissionäre des 17 und 18 Jahrhunderts. Freiburg/B., Herder, 1899.
10 Vicente D. Sierra. Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispano-América. Buenos Aires, Institución Cultural Argentino Germana, 1944. 11 Bernhard Duhr. Geschichte der Jesuiten in den Ländern deutscher Zunge. Freiburg, München-Regensburg, Herder, 1907-1928, 4 vols. 12 Jan Schmidl. Historia Societatis Iesu Provinciae Bohemiae. Pragae, Typis universitatis Carolo Ferdinandeae in Collegio S. J. Ad S. Clementem, per Jacobum Schweiger Factorem, 1747-1759, 5 vols. 13 Jan Krajcar. “Schmidl, Jan”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid, IV (2001) 3524-3525. 14 Analola Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo en Europa y en América (1699-1713)”. En: Iberoamericana Pragensia. Praga, VIII (1974) 188-194. A. Borges. La casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española (1702-1715). Salzburgo-Tenerife, 1963; “Los aliados del archiduque Carlos en la América virreinal”. En: Anuario de estudios americanos. Sevilla, XXVII (1970) 328-359.
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La polémica no se hizo esperar y fueron los propios historiadores checos quienes reivindicaron la figura del jesuita bohemio al verificar que la documentación patria era incompatible con la hispana15. Desde el punto de vista archivístico, esta polémica ha facilitado tanto la documentación que reposa en el Archivo General de Indias de Sevilla como los diversos repositorios de Chequia. Antes de concluir el siglo xviii, el historiador checo Franz Martín Pelzel (1734-1801) redactaría una visión de los sabios y escritores que habían descollado en la circunscripción jesuítica checa y en las misiones ultramarinas16. En la década de los años treinta del siglo xx se reanudaron los estudios de la americanística jesuítica checa. En 1934 el P. Josef Vrastil se sirvió del órgano de comunicación interno de la Compañía de Jesús para publicar en las “Noticias de la Provincia” la lista por él elaborada de los miembros de la Compañía de Jesús en ultramar17, así como pequeños artículos sobre la actividad misional desarrollada por los sujetos de su antigua Provincia de Bohemia allende los mares18. En 1935 el diplomático en tierras americanas Vlastimil Kybal le dedicó un capítulo de su libro Siguiendo los rastros checoslovacos en América Latina19. Quizá el hombre más representativo de esta corriente cultural sea Zdenek Kalista, hombre de letras y representante de la cultura católica en 15 Josef Polisensky-Lubomír Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades de Miguel Sabel”. En: Iberoamericana Pragensia. Praga, VIII (1974) 194-197. 16 Franz Martín Pelzel. Boemische, maerische und schlessische Gelehrte uns Schriftsteller aus dem Orden der Jesuiten, von Anfang der Gesellschaft bis auf gegenwaertigen Zeit. Prag, Verlag des Verfassers, 1786. 17 El registro fue publicado en Zprávy z ceské provincie Tovaryisstva Jezísova (Noticias de la provincia checa de la Compañía de Jesús), 1, 1934 [ciertamente, la transcripción del checo adolece de imperfecciones en los caracteres no usuales en el castellano]. 18 Los publicó generalmente en la década de 1930 en Zprávy z ceské province Tovaryisstva Jezísova (Noticias de la provincia checa de la Compañía de Jesús). 19 Vlastmil Kybal. Poceskoslovenskych stopách v Latinské Americe (siguiendo los rastros checoslovacos en América Latina). Praga, 1935.
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un mundo que iba a desviarse hacia el bloque soviético. En 1941 publicaba su libro Viajes bajo el signo de la cruz20, que llevaba el subtítulo de “Cartas de los misioneros checos de los siglos xvii y xviii en las tierras de ultramar”. Se trata de una compilación de 32 cartas e informes pertenecientes a once autores diferentes y escritas en América, Asia y África. El éxito fue tal que en 1947 salió al público la segunda edición21. En última instancia viene a ser la versión checa, al modo como lo hicieron los alemanes con el Welt-bott22 o los franceses con Lettres édifiantes et curieuses23. En Venezuela el diplomático checo Pavel Stepanek, que sirvió a su país como representante de la cultura centroeuropea en Venezuela, es el verdadero promotor del jesuita de Chomutov. Gracias a sus investigaciones conocemos facetas de este jesuita aventurero que se propuso difundir la iconografía del vidrio checo en Venezuela24. El año 2004 publicó el mismo autor en Olomouc una nueva visión de sus investigaciones sobre Venezuela muy enriquecida sobre todo en el campo de las artes plásticas, literatura y música25.
20 Zdenek Kalista. Viajes bajo el signo de la cruz (Cesty ve znamení kríze). Cartas de los misioneros checos de los siglos xvii y xviii en las tierras de ultramar. Praga, Evropsky literární klub-Club Literario Europeo, 1941. 21 Oldrich Kaspar. Los Jesuitas checos en la Nueva España…, 29. 22 Stoecklein, Joseph. Der neue Welt-Bott. Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern... in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes verteutscht und zusammen getragen.Ausburg-Graz-Wien, 1726-1761. 23 Lettres édifiantes et curieuses, écrites des misisions étrangères par vuelques missionanaires de la Compagnie de Jésus. París, 1703-1776, 34 tomos. 24 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 75-98. 25 Pavel Stepanek. Cruces de la cultura venezolana y la checa en el curso de la historia. Relaciones históricoartísticas entre Venezuela y la República checa (Checoslovaquia). Artes plásticas, literatura, música (siglos xvii-xx). Olomuc, 2004.
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Biografía El P. Miguel Alejo Schabel26 había nacido en Komatau (Bohemia) el 17 de julio de 166327. Debió de estudiar en el colegio jesuítico de su ciudad natal. Al parecer, al acabar los estudios de Retórica28 ingresó en la Compañía de Jesús el 7 u 8 de diciembre de 1680 en la ciudad de Brünn29. En el mismo colegio y casa de noviciado de Brünn debió de perfeccionar sus estudios humanísticos30. En 1683 se trasladó a Praga donde cursó en el Colegio de San Clemente todos los estudios de Filosofía (1682-1685)31. Como era usual en la Compañía de Jesús de entonces, antes de pasar a la Facultad de Teología ejerció el magisterio de la Gramática y de las Humanidades durante cuatro años (1685-1689). Dos ciudades absorbieron esta etapa de docente. La primera se desarrolló en el colegio de la Casa Profesa de
26 Es conveniente hacer alusión a los nombres que recibe nuestro jesuita en los diversos documentos históricos: Michäel Schabel (arsi. Boh., 22, fol. 160. Catálogus primus, 1685). Michael Schabl (arsi. Boh., 20, fol. 119v. Catálogus primus 1681). Michael Schöbel (arsi. Boh., 90-II, fol. 647v. Catálogo breve, 1689). Michael Scavel (arsi. n. r. et q., 4, fol. 44. Catalogus secundus, 1702). Michael Alexius Schabel (arsi. Hispania, 43, fol. 277). Michael Joannes Alexius Schabl/ Schabel/ Sabel (archivos checos). Shabel o Escabel (archivos españoles). 27 arsi. n. r. et q., 4, fol. 44. Catálogo de 1702. 28 Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J.”, 154. 29 Ibidem. El Catálogo del Nuevo Reino pone el 8 de diciembre de 1680, pero los Catálogos de la Provincia de Bohemia señalan el día 7. El noviciado lo realizó en Bruna de 1680 a 1682 (arsi. Bohemia, 90-II, fols. 489 y 510v). Sin embargo, Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçaco, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Diurnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 91 y 154 recoge todas las opiniones sobre la fecha natal. O. Kaspar-A. Fechtnerova. “Checos, moravos y silesios en el Nuevo Mundo en los siglos xvii y xviii. Registro Bio-bibliográfico”. En: Annals of the Náprstek Museum, Praha, 15 1988) 190. W. Van Nieuwenhoff. “‘Gepriviligieerde priesters’ op Curaçao van 1701-1741”. En: Studien. Nieuwe Reeks, 68 (1907) 58. R. Grulich. Der Beitrag der bömischen Länder zur Weltmission des 17.und 18. Jahrhunderts. Königstein/Ts. (1981) 90. 30 arsi. Bohemia, 90-II, fol. 510v. Catálogo breve de 1682. 31 arsi. Bohemia, 90-II: en 1683 se encuentra entre los “logici” (fol. 533); en 1684 entre los “Physici” (fol. 31); y en 1685, “in collegio vetero-Pragense”, entre los “Metaphysici” (fol. 563).
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la capital checa, en donde se inició con la clase ínfima (o rudimentorum)32. En 1687 fue trasladado al colegio de Krumlov (collegium crumlovense) hasta 1689. Allí asumiría la enseñanza de la gramática y de la poesía latinas; también llama la atención que lo encargaran del teatro33. En los informes secretos que se enviaban a Roma alabaron sus talentos para la enseñanza de las letras humanas y para la predicación34. Esta cualificación humanista de su personalidad explica la capacidad que tuvo con el correr de los años en su faceta de escritor. En 1689 regresó a Praga con el fin de llevar adelante sus estudios teológicos, los cuales duraron tres años (1689-1692)35. En el mes de septiembre de 1692 recibió progresivamente el subdiaconado (día 20), diaconado (día 21) y el sacerdocio (el día 22) en el Colegio San Clemente de la capital checa36. Culminó su carrera jesuítica en la ciudad de Telecz, con el denominado año de “tercera probación” que corrió del 7 de septiembre de 1692 al 7 de septiembre de 169337. Sus deseos de trabajar en suelo americano los tradujo en dos cartas dirigidas al P. General de la Compañía de Jesús, Tirso González. La primera data del 28 de noviembre de 169138, mientras estudiaba Teología. Al no obte-
32 arsi. Bohemia, 90-II, fol. 570. Catálogo Breve de 1686. 33 arsi. Bohemia, 90-II, fols. 607 (año 1687); 625v (año 1688); y 647v (año 1689): “Praefectus rerum comicarum. Exhortatur ad studiosos in festis”. 34 arsi. Bohemia, 91-I, fol. 12v.Catálogo breve de 1690. 35 arsi. Bohemia, 91-I: fol. 12v (año 1690) “in Pragensi Collegio ad S. Clementem”; fol. 31 (año 1691); fol. 55v (año 1692). 36
Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J.”, 156.
37 arsi. Bohemia, 91-I. Tertiam Probationem absolverunt Telczii, 7 septembris 1693, fol. 107v. En realidad llama la atención que solamente hiciera tres años de teología. El 5 de mayo de 1696 escribía el P. General al P. Provincial del Nuevo Reino: “Este sujeto no acabó los estudios. Hase enviado de Andalucía la información para su grado” (apt. Leg., 132, fol. 115v). 38 arsi. Fondo Gesuitico, 756, fol. 324.
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ner respuesta volvió a insistir el 24 de enero de 169339, especificando el lugar de destino: la Nueva Granada. El P. Calderón obtuvo el 30 de enero de 1693 una real cédula por la que la Corona le autorizaba llevar al Nuevo Reino y Quito a sesentas jesuitas, pero solo pudo convocar a 44. Éstos tenían la siguiente procedencia: once pertenecían a la Provincia de Toledo, dos a la de Aragón, doce a la de Castilla, uno a la de Andalucía, siete a la de Bohemia, cinco a la de Cerdeña, dos a la de Nápoles, dos a la de Sicilia y uno a la de Milán40. En 1695 se hacía a la vela desde Cádiz la expedición que atravesó el Atlántico a las órdenes del P. Pedro de Calderón y en la que se encontraba el P. Schabel41. Según la información oficial, la fecha de partida habría sido el 17 de mayo42, sin embargo, la verdad es que el viaje se inició el 22 de septiembre43. Esta información corrige la ofrecida por los historiadores nórdicos sobre la fecha de llegada a Sevilla y la de salida pues todos insisten en que la fecha de partida fue el año 169344. La navegación del P. Schabel fue “larga, pero feliz sin desgracias, hasta el 1º de Diciembre, en que entrando los navíos a tomar puerto en el de Bocachica encalló el navío de la Mission en un banco de arena”45, y el día 3, festividad de San Francisco Javier, se pudo rescatar la nave46.
39 arsi. Fondo Gesuitico, 756, fol. 391. 40 agi. Santafé, 250. Copia el texto el P. Juan Manuel Pacheco (Los jesuitas en Colombia, II, 489-4991). 41
Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla (1995) 283-284.
42
A. Galán García. El Oficio de Indias..., 283.
43 apt. Leg. 26. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañía de Jhs desde el año 1694 hasta fines de 98, fol. 4. 44 O. Kaspar-A. Fechtnerova. “Checos, moravos y silesios en el Nuevo Mundo…”, 190. W. Van Nieuwenhoff. “‘Gepriviligieerde priesters’ op Curaçao van 1701-1741”, 58. R. Grulich. Der Beitrag der bömischen Länder zur Weltmission des 17 und 18. Jahrhunderts, 90. 45 apt. Leg. 26. Letras annuas… desde el año 1694 hasta fines de 98, fol. 6. 46 apt. Leg. 26. Letras annuas… desde el año 1694 hasta fines de 98, fol. 6v.
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El 24 de enero de 1696 abandonaba Mompox47 y se dirigía a Bogotá a donde llegaría a finales de febrero o comienzos de marzo.
La biografía americana La biografía americana de Schabel se reparte entre las misiones de Casanare (1696-1698, 1704) y la isla de Curaçao (1698, 1705-1715), con su intervalo europeo (1698-1704). La etapa intermisional (1698-1704). La etapa intermisional europea se inició a fines de 169848 y concluyó en 1704. ¿Qué hizo Schabel en esos seis años? Hacia mediados de 1698 se trasladó a Curaçao49, sin que hayamos podido hasta el momento indagar las verdaderas causas de tan extraño viaje. Según el P. Brada, Schabel viajó a la isla porque una hermana suya era la esposa del médico de la guarnición50. Lo cierto es que esta primera estancia debió de ser corta, pues a fines de 1698 había arribado a Holanda51.
47 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698: salen de Cartagena el 30 de diciembre y en 14 días de navegación llegaron a Mompox (fol. 7v). Abandonan Mompox el 24 de enero de 1696 (fol. 8v). En Honda permanecieron seis días y el viaje a la hacienda de San Miguel de Chipalo duró otros seis días y quince de descanso en ella (fol. 10). 48 apt. Leg. 132, fol. 151: “Asi ha sucedido porque a fines del año de 98 se apareció en Holanda con un cacique y un indiecillo con quienes se embarcó en el Puerto de Curazao...”. Carta del P. Tirso González al P. Juan Martínez Rubio. Roma, 12 de marzo de 1700. 49 aucab. Libro de Consultas. Consulta del 10 de septiembre de 1698. Para esa fecha se había recibido en Mérida copia del poder que desde Curazao había enviado Schabel a don Diego Bragado sobre los gastos de su viaje. Ello nos lleva sospechar que habría transcurrido como un mes desde que abandonó Venezuela. El jesuita bohemio. P. J. Benigno Van Luijk recoge la nómina de los “Sacerdotes que han administrado los Sacramentos en la isla de Curaçao según las facultades del Obispo de Caracas (1680-1707)” y reseña al P. Schabel del 3 al 6 de agosto de 1698 (P. J. Benigno Van Luijk. “El P. Agustín Beltrán Caicedo y Velasco, Prefecto Apostólico de Curaçao (1715-1738)”. En Missionalia Hispanica. Madrid, año XVII, nº 49 (1960) 134). 50
Pater Brada. O. P. Paters Jezuiten op Curacao. Willemstad (1950) 9.
51 apt. Leg. 132, fol. 149. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 12 de marzo de 1700. En dicha misiva afirma el General de la Orden que el P. Schabel había llegado a Holanda a fines de 1698.
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A los Países Bajos había llegado con un cacique y un indígena52. Hombre, al parecer, con gran facilidad para los idiomas, parece que sus acompañantes tenían, entre otros propósitos, enseñarle las lenguas de los nativos de la isla, ya que de esa fecha debe datar el Catecismo que escribió para los indígenas curazoleños53. Otro de los propósitos era el de conseguir misioneros para las misiones de “Barinas y Orinoco”54. El 7 de febrero de 1699 le comunicaba el General de la Compañía de Jesús al Provincial del Nuevo Reino: Este sujeto [Schabel] se ha aparecido de repente en Holanda habiendo aportado a uno de aquellos puertos con un indio cacique y otro niño también indio con quienes se embarcó en Curazao valiéndose de la ocasión de una nave que se hacía a la vela a Holanda. Viene sin patente alguna de V. R. ni de otro superior, sin que sepamos de cierto hasta ahora otro fin de su venida que de llevar sujetos para aquellas misiones en donde según su declaración habían dado muerte los caribes a los PP. Alonso de Neira y José de Silva. Quiera Dios que esta resolución de su celo indiscreto (por no calificarlo de otra suerte hasta oirle) no sirva sólo de hacer nuevos gastos a esa provincia.55
Desconocemos la vía por la que el General de la Compañía de Jesús se enteró de la llegada del súbdito bohemio a Holanda, pero sospechamos que tuvo que ser por medio de los jesuitas holandeses. Lo cierto es que si en su carta de 1699 le comunicaba el hecho al Provincial del Nuevo Reino56, en la del 12 de marzo de 170057 la información en Roma era completa, tanto
52 apt. Leg. 132, fol. 137. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 7 de febrero de 1699. 53
Pater Brada. O. P. Paters Jezuiten op Curacao.Willemstad (1950) 13.
54 apt. Leg. 132, fol. 149. 55 apt. Leg. 132, fol. 136. Carta del P. Tirso González al P. Juan Martínez Rubio. Roma, 7 de febrero de 1699. 56 apt. Leg. 132, fol. 136. 57 apt. Leg. 132, fol. 151-151v.
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por la proveniente de la provincia indiana neogranadina, como por las emanadas de Europa. El motivo del viaje lo precisa el General diciendo que Schabel le pareció “que con su venida había de conmover la Europa para enviar nuevos operarios a las Misiones de Barinas y Orinoco”. El Superior General consideraba que la resolución había sido “imprudentísima”, nacida de un celo “imprudente e indiscreto”, y había necesitado más “de consuelo que de aflicción”. Lo que no podemos precisar es si fue a Roma a entrevistarse con sus superiores mayores o no. La verdad es que el P. Tirso González trató el caso con suma benevolencia: Tiene ya orden mía (después de varios lances) para que en la primera ocasión pase a Cádiz desde Holanda en donde se halla y espere allí al P. Juan Martínez de Ripalda y con él y los sujetos que llevare se vuelva a esa Provincia. Ha estado temeroso de que volviendo a la Provincia le han de castigar por la resolución tomada. Hele asegurado que no se le hará molestia ni vejación alguna, ni se le dará penitencia. Así se lo ordeno a V. R. y que ponga al Padre en las Misiones de los Llanos con orden de que no salga de ellas para que estemos seguros de que tome otra vez semejante resolución porque aunque celoso no parece su prudencia igual a su celo, según el poco concepto que hace de lo que ha hecho.58
Según, pues, el testimonio del P. Tirso González, a principios de 1700 recibía orden de trasladarse a Cádiz, y por el texto de la carta se puede deducir que no se había movido de Holanda. Su peregrinación europea, por consiguiente, se inició en 1700 y concluyó en la segunda mitad de 1701, como lo demuestra su propio testimonio desde Rotterdam59. El viaje de ida lo realizó por tierra y el de regreso por mar.
58 apt. Leg. 132, fol. 151-151v (el subrayado es nuestro). 59 agi. Santo Domingo, 694. Carta del P. Miguel Alejo Schabel a don Diego Bragado. Rotterdam, 17 de enero de 1702.
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Nos consta del viaje a su patria chica en el invierno de 1700-1701, así como los contactos que estableció con el rector del colegio de Cesky Krumlov, el P. Juan Wenzelberger60. El 15 de octubre de 1701 le escribió el P. General a Schabel para que hiciera el viaje directo al Nuevo Reino en un barco holandés61. De esta suerte, se desplazó a Ámsterdam con el P. Bettonvile y el pequeño indio Leopoldo, para embarcarse en el San Bernardo, al mando del capitán Nicolás, buen conocedor de la costa venezolana, pero el embajador español no lo permitió62, sino que tuvo que realizar su viaje a través de Cádiz al ser súbdito del emperador de Austria63. Antes de iniciar su viaje a Cádiz cayó enfermo el P. Bettonvile y, al no encontrarse en condiciones para realizar su misión64, tuvo que ser reemplazado, aunque de momento no apareció ningún sustituto65. Además, Schabel mantuvo una disputa en Ámsterdam con el H. Bartolomé Balliquer, quien reclamaba el pago de sus deudas66. El débito para con la “Missio Hollandica”, el 6 de mayo de 1702, ascendía a seiscientos florines67.
60 Carta del Rector al Duque de Krumlov. Krumlov, 22 de enero de 1701. Cesky Krumlov, Státní archiv. Netolice-Vimperk, II B 3k beta 1b. Citado por: Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçaco, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Diurnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 96. 61 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 190. 62 agi. Santo Domingo, 794. Carta del P. Schabel a don Diego Bragado. Rótterdam, 17 de enero de 1702. 63 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 198. Carta del P. General al Provincial de Flandro-Belga. Roma, 11 de febrero de 1702. 64 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 198, 201, 201v. 65 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 204, 205. Son dos cartas escritas por el General al Provincial de FlandroBelgica el 13 de mayo y el 3 de junio de 1702. 66
Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J., 97.
67 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 288v.
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A fines de julio de 1702 llegó el jesuita bohemio a España68. Mas una vez en tierras ibéricas estalló la Guerra de Sucesión por el trono español; por ende, era digno de sospecha todo súbdito del imperio austriaco. Schabel se vio obligado a retornar a Holanda. Sin embargo, nos consta que en Madrid visitó a don Antonio Meyers, hijo del hermano del suegro de Juan von der Meulen, y guardó grato recuerdo del encuentro: “El año pasado —anota Schabel— estuve en su casa en Madrid y me agasajó como a un señor…”69. Nos consta que abandonó Madrid en septiembre de 170270. Regresó a Rotterdam vía Portugal e Inglaterra, en donde estaba en mayo de 170371. A comienzos de marzo de 1704 sus amigos sugirieron a Roma que el jesuita pudiera fundar una misión en Curaçao, dependiente de la Provincia Flandro-Belga72. Sin embargo, no parecía propicia la ocasión, pues el antagonismo entre los jansenistas y los miembros de la Compañía de Jesús había subido de tono, tanto así que en 1708 tendría que cerrar la “Missio Hollandica”73. El 11 de marzo de 1704, el Vicario General de la Compañía de Jesús P. Miguel Ángel Tamburini, le escribió a Schabel para que se regresara a Bohemia y que pagara las deudas contraídas en Holanda74.
68 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 209v. Carta del P. General al Provincial de Flandro Bélgica. Roma, 5 de agosto de 1702. 69 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 94. 70 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 212. Carta del P. General al Provincial de Flandro Bélgica. Roma, 30 de septiembre de 1702. 71 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 219. Carta del P. Vicario General al P. Miguel Alejo Schabel. Roma, 26 de mayo 1703. Citado por Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J., 98. 72
Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J., 98.
73 G. Sheerder. De contrareformatie te Rotterdam, De Leeuwenstraatse Statie van de Paters Jesuïten 1610-1708. Rotterdam (1988) 106. Citado por Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J.,”, 98. 74 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 228.Carta del P. Miguel Angel Tamburini al P. Miguel Alejo Schabel. Roma, 11 de marzo de 1704.
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Con todo, a través de las cartas del 5 y del 19 de abril llegamos a la conclusión de que el P. Tamburini le ordenó a Schabel no hacer nada hasta que todo estuviese en orden75. El 23 de mayo envió a la Ciudad Eterna un informe sobre la Missio Holandica76. Este hecho ha motivado que algunos hayan fijado el retorno de Schabel a Curaçao en una fecha muy cercana al 23 de mayo77. Sin embargo, en junio de 1704 Schabel presentó junto con su amigo van der Meulen un proyecto para fabricar el vidrio checo en las colonias españolas78. La etapa final. Así pues, es presumible que en julio de 1704 arribara a Curaçao, pues el 23 de agosto le remitía al P. General de la Compañía de Jesús un Diario de sus viajes, el cual se perdió debido a un naufragio79. Pero, entre 1702 y 1704, se observa un cambio radical en la forma de pensar de las autoridades jesuíticas romanas en torno al futuro de la isla de Curaçao. Si en 1702 el P. Schabel esperaba el embarque para reintegrarse a las misiones de los llanos casanareños, en 1704 se hizo a la vela con el permiso del P. General de la Orden para radicarse en la isla caribeña y establecer en ella una misión80. 75 arsi. Fland-Belg., 8-I, fol. 229, 230. Carta del P. Vicario General al P. Miguel Alejo Schabel. Roma, 5 y 19 de abril de 1704. Citado por Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J., 98. 76 arsi. Fland-Belg., 65-XV, fol. 296-315. 77 Brada. Ob. cit., 18, afirma que llegó de nuevo a Curazao en agosto de 1703. Sin embargo, en la página 17 hace coincidir su llegada con la del Director Beck en 1704. El P. A. Euwens (“Introducción” a la Relación, 270) dice que se embarcó en Ámsterdam para Curaçao después del 23 de mayo de 1704. 78 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 96: “lo publica Polisensky, op. cit., nota 64”. Josef Polisensky-Lubomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América latina”. En: Iberoamericana Pragensia, V (1971) 93-116. 79 A. Euwens. “Introducción” a la Relación, 271. Lamentablemente no aduce el autor la fuente de su información. 80 Así se desprende del propio testimonio del P. General de la Compañía de Jesús al conocer la forma como habían pretendido tratarlo desde el colegio de Mérida (apt. Leg. 132, fol. 177). Epistola Patris Generalis Patri Joanni Martinez de Ripalda. Romae, 18 julii 1705).
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Pensamos que esta mutación tan repentina no pudo fácilmente llevarse a cabo de forma epistolar, más todavía dados los informes que reposaban en Roma sobre el P. Schabel. Así pues, este hecho abre la posibilidad de que haya estado en la Ciudad Eterna para poder convencer a la Orden de la importancia de su proyecto. Analola Borges piensa que fue a la Ciudad Eterna en 170381 y el P. Euwens lo afirma taxativamente82. Sin embargo, es notable que en sus escritos conocidos nunca haga relación a su estancia en Roma. A fines de 1704 visitó de nuevo Barinas y las misiones que había fundado antes de concluir el siglo en las inmediaciones de Pedraza, pero no llegó a la circunscripción jesuítica casanareña. Desde 1705 se radicó definitivamente en Curaçao. El viaje a Venezuela nos atrevemos a precisarlo a comienzos del mes de octubre de 1704, ya que nos habla de los fuertes aguaceros del final del invierno83 y, aunque en el paso de una selva se vió “retardado por catorce días”84, el día 28 de octubre se encontraba en Cocorote85.
81 Analola Borges. “Los aliados del archiduque Carlos en la América virreinal”. En: Anuario de Estudios Americanos, XXVII, 337: “... tuvo la intención de salir para las Indias en noviembre de 1702, mas tampoco lo logra; por los datos biográficos que han quedado reseñados, se sabe que al siguiente año estuvo en Roma”. 82 A. Euwens. “Introducción” a la “Relación histórica que de su viaje a Cocorote, Barquisimeto, Araure, Guanare, Tucupío, Barinas y El Real hace el Misionero Jesuita Miguel Alejo Schabel en el año de 1704”. En: Anuario del Instituto de Antropología e Historia. Caracas, 2 (1965) [269-306] 270. 83 Schabel. Noticias de América, 106: “Era tiempo de invierno, tiempo de aguaceros y lluvias cuando me interné en el continente americano. Las cinco primeras noches me parecía que las cataratas del cielo se abrían y torrentes de agua caían sobre mi tienda de campaña”. Y en la página siguiente (p. 282) clarifica que cuando tuvo que pasar los grandes ríos “ya habían cesado las lluvias y empezaba el verano”. 84
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 106.
85 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 123: “Poco después de mi entrada en la tierra firme de América cuando había llegado a los valles y colinas de Cocorote me sucedió un caso de todo modo inesperado e ingrato [...]. El caso fue éste. No sé qué ministro del infierno y del demonio para perturbar la santa festividad y devoción con que se celebraban y honraban los Santos Apóstoles Simón y Judas Tadeo...”. (el subrayado es nuestro) [La festividad de estos santos es el 28 de octubre].
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En Barinas celebró con toda solemnidad las festividades de: San Francisco Javier (3 de diciembre)86, de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre)87 y de Santa Lucía (13 de diciembre)88. Pero pensamos que su llegada a la urbe barinesa tuvo que realizarse a mediados de noviembre, fecha en que debió de fundar la misión con indios achaguas89. Del regreso a Curaçao solo sabemos que realizó el viaje de Barinas a la costa en nueve días. El P. Brada considera que la acción evangelizadora de Schabel en Curaçao fue muy positiva: “Versado en idiomas, buen conversador, político hábil, supo Schabel hacerse pronto querer en Curazao, así que era bienvenido ya que sabía asentir [...] Vivía en un callejoncito angosto al lado de la sinagoga, en una de esas casitas que tenían las fachadas muy bonitas”90. A pesar del apoyo que le había dispensado el P. General, los jesuitas neogranadinos no debían de coincidir mucho en su forma de actuar. En carta que escribiera el P. Tamburini al Provincial del Nuevo Reino el 14 de septiembre de 1710 decía: “... veo que no está en la jurisdicción de V. R. pero es sujeto de esa Provincia, donde por la cercanía podrán tenerse más seguras noticias. En el último despacho me avisó el Padre Provincial que se habían presentado en la Audiencia carta suya. Y doy a V. R. mi autoridad para que
86 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 109. Al hablar del culto barinés a San Francisco Javier dice: “En su fiesta y por toda la octava fue expuesta por mi consejo a la veneración del pueblo por los Padres” la reliquia del Santo. 87 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 110. “Apenas se impusieron de mi vuelta a América y de mi viaje por sus tierras que mandaron a mi encuentro dos legados con criados y mulas, pidiéndome y suplicándome los visitara, les honrase con un sermón en la próxima fiesta tutelar de su iglesia (la solemnidad de la Inmaculada Concepción). Accedí gustoso a su petición y la cumplí”. 88 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 110 y ss. “Necesaria e inexcusablemente fui espectador de dos fiestas de esta clase en esta ocasión que de paso estuve en la ciudad Varinense como peregrino y huésped”. 89 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 98: “Como si fuesen llevados por un Angel del Señor y puestos en conocimiento de mi venida llegaron a los ríos (Masparro y Yupa) al mismo tiempo que yo a la ciudad de Varinas, vecina de esos ríos, donde supieron que había llegado a esa ciudad”. 90
Pater Brada. O. P. Paters Jezuiten op Curacao. Willemstad (1950) 9.
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mande y disponga de este sujeto en el modo que su prudencia lo juzgare necesario para su enmienda”91. No disponemos de mucha documentación sobre esta época, mas definitivamente para los superiores de la Provincia del Nuevo Reino el P. Schabel era una continua pesadilla. En carta del 3 de diciembre de 1711 escribió el General: “Tengo escrito al Padre Miguel Alejo Schabel que se restituya a su Provincia de Bohemia pues no es conveniente persevere en Curazao; V. R. le avise habiendo ocasión como que está noticioso de este mi orden y lo tiene de instar por sus ejecuciones”92. En 1712 fue llamado a Roma por los superiores de la Compañía de Jesús, pero debió esperar a que llegara su sustituto el P. Picquerie93. El 16 de marzo de 1715 el P. General de la Compañía de Jesús comunicaba al Provincial, P. Mateo Mimbela, que el P. Schabel había sido despedido de la Orden94. Ignoramos ulteriores detalles de su biografía.
Schabel escritor Miguel Alejo Schabel ha pasado desapercibido en las grandes bibliotecas de escritores de la Compañía de Jesús, como lo demuestra el silencio de la Bibliothèque de la Compagnie de Jesus del P. Carlos Sommervogel, síntesis de toda la obra bibliográfica de la Compañía de Jesús hasta comienzos del siglo xx. Su nombre ingresa en la historia de la Orden fundada por Ignacio de Loyola gracias al estudio que el P. W. van Nieuwenhoff realizó en 1907 sobre la obra de los jesuitas en Curaçao95. A través de la privilegiada isla del Caribe pasó la figura de Schabel a Venezuela y fue el historiador venezolano 91 apt. Leg. 132, fol. 189v. 92 apt. Leg. 132, fol. 191v. 93 Pater Brada. O. P. Paters Jezuiten op Curacao, 18: “Se le llamó de regreso en 1712, pero cuando su sucesor un tal Padre Picquerie llega aquí, él todavía está en la isla”. 94 apt. Leg. 132, fol. 220. Carta del P. Tamburini al P. Mateo Mimbela. Roma, 16 de marzo de 1715. 95 W. Van Nieuwenhoff. “‘Gepriviligieerde priesters’ op Curaçao van 1701-1741”. En: Studien. Nieuwe Reeks, 68 (1907) 56-76; 195-219.
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H. Nectario María quien difundió su obra, pensamos que en el marco de las investigaciones que llevaba adelante el hijo de La Salle sobre la historia de las advocaciones de la Virgen María en Venezuela96. El relato que ha hecho famoso al jesuita bohemio es el relativo a su viaje desde la costa venezolana hasta Barinas en 1704. En verdad forma parte del documento Notitia de nova Missione in Insulis Coraçao, Bonayre, Oruba 1705, que reposa en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús, en el fondo que custodia la documentación de las Provincias del Nuevo Reino de Granada y Quito97. El título completo es: Informe para el muy R. P. Miguel Ángel Tamburini, Prepósito General de la Compañía de Jesús, dado por el P. Miguel Alejo Shabel, misionero de la misma Compañía, el 9 de Abril del año 1705, desde América, acerca de la nueva misión fundada en las islas de Curaçao, Bonaire, Aruba y junto al río Apure de Tierra Firme de las Indias del Nuevo Reino de Granada98. El texto del Informe tiene dos numeraciones: la del Archivo Romano, que corre de los folios 1 al 229, y la otorgada por el P. Schabel, que va de la página 1 a la 122 y es la que hemos seguido en esta traducción99. A Venezuela corresponden las páginas 1-52, 59-68, 109-112 y a Curaçao: 52-59 y 68-109. 112-122. El conocimiento del manuscrito recorrió un camino curioso y gracias a Christine Schunk podemos seguir su curso100. A comienzos del siglo xx los Archivos de la Compañía de Jesús se encontraban en Exaten 96 Nectario María. Historia de Nuestra Señora de Coromoto. Caracas, s/f. 97 arsi. n. r. et q., 16-I, fols. 1-122. 98 Notitia admodum Reverendo Patri Michäel Angelo Tamburini Praeposito Vicario Generali Societatis Jesu a Patre Michaele Alexio Schabel eiusdem Societatis missionario, data anno 1705 nto. 9 aprilis ex America. De nova illic missione de Insulis Curaçao, Bonayre, Aruba atque ad flumen Apure in Indica terra firma Novi Regni Granatensis. 99 arsi. n. r. et q., 16-I, fols. 5-36. Hemos seguido el texto latino publicado por Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. Notitia de Coraçao, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Dirrnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 110-135. La traducción castellana se debe al latinista Benito Blanco. 100
Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. 309.
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(Limburg), bajo la custodia del P. J. B. van Meurs, quien sirvió de gran ayuda al P. W. van Nieuwenhoff para redactar su investigación sobre los jesuitas en Curaçao101. El 5 de julio de 1907 le remitió el autor del artículo al P. A. Euwens, residente en la isla caribeña, copia del Diario102. Interesado el dominico por el tema, no solo realizó sus propias anotaciones sobre el texto103, sino que consiguió que el P. H. J. Derks, profesor del Colegio S. Pedro Canisio de Nimega (Holanda), le remitiera a Curaçao una copia completa de la Notitia. Euwens llevó a cabo una traducción castellana que remitió al lasallista H. Nectario María en 1934 y éste publicó la parte relativa a Venezuela en el Boletín del Centro Histórico Larense (Barquisimeto), en dos entregas llevadas a cabo en el tomo VI (1943) y en el IX (1944)104. En realidad, el manuscrito primigenio no ha llegado hasta nosotros. El Diario le fue remitido al P. General de la Compañía de Jesús el 23 de 101 W. Van Nieuwenhoff. “‘Gepriviligieerde priesters’op Curaçao van 1701-1741”. En: Studien. Nieuwe Reeks, 68 (1907) 56-76; 195-219. 102
Curaçao. Central Historisch Archief.Eustatia-archief. Correspondentie Euwens.
103
Curaçao. Central Historisch Archief.Patersarchief, 157.
104 Con respecto al título del escrito debemos clarificar una dualidad que puede inducir a confusión. El H. Nectario María realizó la traducción castellana que hoy conocemos y de la que se han servido todos los editores. Pero a la traducción le antepuso otro título: “Relación histórica que de su viaje a Cocorote, Barquisimeto, Araure, Guanare, Tucupío, Barinas y El Real, hace el misionero jesuita Miguel Alejo Schabel en el año de 1704”. Mas, después de la introducción, al llegar al documento, traduce directamente el título del latín: Noticias de América que manda el Padre Miguel Alejo Schabel, misionero de la Sociedad [Compañía] de Jesús al muy Reverendo Padre Miguel Angel Tamburino [Tamburini] Prepósito y Vicario General de la misma Sociedad, el 9 de abril del año 1705, de la nueva misión en las islas de Curazao, Bonaire, Aruba y del río Apure en la Tierra Firme india en el Reino de la Nueva Granada. La traducción castellana ha conocido varias ediciones: la primera en el Boletín del Centro Histórico Larense. Barquisimeto, nº VI, año 2 (1943); la segunda en el Anuario del Instituto de Antropología e Historia. Caracas, Universidad Central de Venezuela, t. II (1965) 269-309; la tercera, Antonio Arellano Moreno. Documentos para la historia económica en la época colonial. Viajes e informes. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 7-45. Y la cuarta es la que presentamos en nuestro libro: José Del Rey Fajardo, El mito Schabel. Las antinomias de un jesuita aventurero. Valera, Universidad Valle del Momboy (2007) 97-169. Es mucho más completa, pues añade la parte relativa a la misión de Curaçao. Como es natural, citaremos casi siempre por este texto [Schabel. Noticias de América].
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agosto de 1704 desde Curaçao a Roma, a través de Holanda, pero el buque naufragó y se perdieron los manuscritos105. Desde el punto de vista histórico, hubiera significado un gran aporte para el estudio de las misiones casanareñas, pues hubiera reflejado con la genuinidad del momento la historia escrita y refrendada por un Diario. Dentro del mismo género histórico debemos incluir la Relatio ad P. Generalem Th. Gonzalez de abusibus in Missione Hollandica, escrita en Ámsterdam el 30 de mayo de 1704, poco antes de emprender su regreso a tierras americanas106. También pensamos que fue un hombre organizado, pues el mantener siempre un diario de sus viajes y de sus ocupaciones revela un espíritu con sentido de observación, crítica y de historia. Nos consta del “Diario de su navegación” que envió a Roma en 1704, pero lamentablemente debe reposar en el fondo del mar107. Hoy publicamos su segundo Diario, que corre del 21 de octubre de 1707 al 4 de febrero de 1708108. Pero, como se desprende del estudio de su biografía, Schabel fue un amante de la pluma y del género epistolar y juzgamos que esta vertiente de su producción escrita es la que necesita mayor investigación. El comercio epistolar lo inició siendo estudiante de Teología en Praga y más tarde en Telcz cuando llevaba a cabo su año de tercera probación;
105 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 122: “Quam plurimas ejusmodi notitias ad adm. Rdam. Prnitem Vra. Dedi ac perscripsi in Diunarli meae navigationis, sed proh dolo! Cunm navibus perditis perierunt”. 106 arsi. Fland-Belga, 65, fols. 303-322. Apostille fol. 332v: Relatio extensa de missionibus hollandicis. 107 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 122: “… ac perscripsi in Diunarli meae navigationis, sed proh dolo! cun navibus perditis perierunt”. Texto castellano en: José Del Rey Fajardo, El mito Schabel. Las antinomias de un jesuita aventurero, 169-189. 108 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 5-36. Diurnum. arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 348v: “Mitto Reverentiam Vestram centum viginti duas paginas notitiarum de hac nova missione his in Insulis”. El P. Lamalle nos remitió la siguiente aclaración: “Le reste du vol. 16-I, pagination ancienne: pp. 5-36, mutilé au début et a la fin est un fragment de diaire du P. Schabel, du 21 octobre 1707 au 4 février 1708”.
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• libro 11 [miguel alejo schabel]
ambas cartas están dirigidas al P. General de la Compañía de Jesús y en ellas solicita pasar a las misiones americanas109. Mientras fue misionero en los llanos apureños, hizo una gran amistad con el sacerdote venezolano don Diego Bragado, y una carta que le escribió desde Rotterdam el 17 de enero de 1702 se ha convertido en el supuesto fundamento tanto de sus actividades de espía del archiduque Carlos como la de contrabandista a favor de Holanda110. Su correspondencia con la autoridad máxima de la Compañía de Jesús debió de ser fluida, sobre todo durante su estancia en Europa. Hasta el momento solo conocemos la que le remitió desde Curaçao al P. Miguel Angel Tamburini el 11 de abril de 1705, en la que le adjuntó la última redacción de la Notitia111. En dicha oportunidad le reiteró al General de la Orden que le había escrito tres veces desde su llegada al enclave holandés frente a las costas venezolanas, sin obtener resultado112. También es de anotar una carta del jesuita bohemio al P. Guillermo Daubenton, confesor del rey Felipe V, en la que le informaba sobre las actividades proaustriacas de su opositor en Curaçao, el agustino Agustín Beltrán Caicedo y Velasco113. 109 arsi. Fondo Gesuitico, vol. 756 (= Indipetae, 25); doc. 324. Epistola P. Michaelis Schabel ad P. Generalem. Pragae ad S. Clementem, 28 novembris 1691.Y la segunda: arsi. Fondo Gesuitico, vol. 756 (= Indipetae, 25); doc. 391. Epistola Patris Michaelis Schabel ad P. Generalem. Telczii, 20 julii 1693. 110 agi. Santo Domingo, 694. Carta del P. Miguel Alejo Schabel a don Diego Bragado. Rotterdam, 17 de enero de 1702. Publicada por: Analola Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española (1702-1715). Salzburgo-Tenerife, Goya Artes Gráficas (1963) 129-132. 111 arsi. n. r. et q., 16-I, fols. 347-348v. Epistola P. Michaelis Schabel ad P. Michäelem A. Tamburini. Curaçao, 11 aprilis 1705. Texto castellano en: José Del Rey Fajardo, El mito Schabel. Las antinomias de un jesuita aventurero, 196-199. 112 arsi. n. r. et q., 16-I, fols. 347: Scripsi Reverentiam Vestram semel iterumque et tertio sed cum responsum a Ra.Va. hactenus nullum acceperim: credo literas ad Rm. Vm. meas, vel Ra. Va. ad me amissas esse. Duplices meas ad Rm. Vm. perditas esse scio, quas cum duabus navibus hinc ex hac Insula ad Rm. Vm. miseram nam naves illa in manus hostium suorum devenerunt et omnes literas, antequam caperentur, ut audio, in mare projecerunt. 113 agi. Santafé, 262. Carta del P. Miguel Alejo Schabel al P. Guillermo Daubenton. Curazao, s/f. Ha sido publicado un resumen en: José del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, II, 280-284.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Un poco difícil para el historiador que no conoce el checo es el acceder al epistolario que recoge esa actividad de Schabel con los de su patria. El asunto del comercio de vidrio de Bohemia ha descubierto esa faceta del misionero y así tenemos noticias del intercambio epistolar entre Wratislav y Schabel114 o con el rector del colegio jesuítico de Krumlov y el señor Foitel115. Pero dentro de lo que podríamos denominar anteproyecto del comercio entre Bohemia y América, hay que hacer mención de dos obras del jesuita de Komotau: la primera se refiere al Catalogus Virtroum, texto escrito para servir de guía en el diseño de esa iconografía del vidrio116, y la segunda consiste en un mapa que trazaba las rutas que podría seguir la comercialización del vidrio entre Hamburgo y Venecia117. Hemos dejado para el final una obra cuya existencia la crítica actual pone en duda. Nos referimos al Catecismo en flamenco, español e indio118. Es
114 Josef Polisensky-Lubomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América latina”. En: Iberoamericana Pragensia, V (1971) 103 (Miguel Sabel al superior y al regente de Krumlov. Rótterdam, 11 de junio de 1704. Archivo del Estado de C. Krumlov. VS Vimperk, II, D, 7, G, zeta, 1ª. Véase: Fr. Mares. Ceske sklo [El vidrio de Bohemia] Praha [1893] 204-205). 115 J. Polisensky-Lubomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América latina”, 104-105: “… según los había descrito Sabel en sus cartas mandadas al rector del colegio de Krumlov, padre Juan Wenzelsberger y al padre [señor] Foitel”. El propio Schabel en su Catalogus Vitrorum afirma: “Mucho sabrá V. Merced de las cartas que envié al respetable señor Foitel y al Reverendo Padre Rector de Krumolov”. Citado por Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 97. 116 El texto lo publica íntegro, en castellano, Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 96-97. También lo trae Fr. Mares. Ceske sklo (El vidrio de Bohemia). Praha (1893) 204-206. Archivo Estatal de Cesky Krumlov. Administración Central, Vimperk, II, D, 7, G, sigma, 1ª. 117 El mapa ha sido publicado en J. Polisensky-Lubomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América latina”, 96, y se encuentra en el archivo indicado en la nota anterior. 118 W. M. Brada, O. P. Pater Schabel SJ (1704-1713).Willemstad (1966) 19: “Pater Scabel moet een catecismus geschreven hebben in het Spaans, in het Vlaams en in de taal der Indianen”.
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• libro 11 [miguel alejo schabel]
Christine Schunck quien desecha la pertenencia de esta obra al misionero de Barinas119. El hecho que conocemos es que el 12 de marzo de 1701 el P. General le escribió al Provincial de Flando-Belga en relación con un catecismo, en tres idiomas, que venía en el equipaje de Schabel y debía ser enviado a Madrid, al P. Juan Martínez de Ripalda, nuevo Procurador de las Provincias del Nuevo Reino y Quito en la capital hispana. solo una vez que lo hayan revisado los censores, podrá llevarse a la imprenta120. Los argumentos de Christine Schunck para no aceptar la existencia del catecismo son los siguientes: en primer lugar, el tema del catecismo desaparece por completo de la correspondencia tanto de las autoridades romanas como de los escritos que conocemos de nuestro misionero. En segundo lugar, la autora ha tratado de identificar al autor entre los catecismos de la época escritos en los llanos de Casanare y se encuentra con uno anónimo: Doctrina cristiana, confesionario de uno y otro sexo, e instrucción de catecúmenos121, que apareció publicado como un apéndice del Arte y vocabulario de la lengua Achagua122 de los PP. Alonso de Neira y Juan Rivero. En tercer lugar, sugiere la posibilidad de que Schabel se haya servido de una copia de la Doctrina de Neira con propósitos personales123. Sin embargo, hay que tener en cuenta lo siguiente: el catecismo tuvo que ser redactado antes de 1701, fecha en que el General mandó remitirlo a Madrid. No creemos que el catecismo pueda referirse a las lenguas (quizá el achagua que es el que él conoció) llaneras, sino a las de Curaçao. No hay
119 Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçaco, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Diurnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 153. 120 arsi. Flandro-belga, 8-I, fol. 175v. 121 Madrid. Real Biblioteca, Manuscritos I: 1-174. 122 José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educación, II (1971) 183-203. 123 Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J.,153.
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que olvidar que el viaje a Europa lo hizo con un cacique y un indiecito124. Por otro lado, los catecismos, en general, eran muy breves y tenían que ser del dominio del misionero si quería integrarse a su feligresía indígena. Así pues, no es de extrañar que Schabel haya querido aprender el cacatío que se hablaba en la isla y la presencia del cacique y del indiecito significara además el modo de aprender el idioma.
El ensayo denominado “Misiones de Barinas” Hasta el momento únicamente las cartas annuas de los años 1694-1698 de la Provincia jesuítica del Nuevo Reino de Granada se hacen eco de lo que denominamos “Misiones de Barinas”: Solo nos queda que advertir que, además de las entradas dichas al Orinoco y Airico, se acaba de hacer otra por distintos parajes. El motivo fue que habiendo camino abierto de los Llanos a Barinas, los que lo traginan han dado varias veces noticias de muchas naciones de gentiles que se han reconocido y comunicado; y siempre se tubo creído que el gentío por aquí había de ser grande. Quiso el Padre Martín Niño, Superior de las Misiones de los Llanos, reconocer estos parajes por su persona misma. Y así, el pasado de 97 [1697] tomando por su compañero otro sacerdote [el P. Miguel Alejo Schabel], emprendió este viaje que siendo de solos quince días, gastaron en él más de cuarenta, perdidos por falta de guías. Los trabajos fueron inmensos pero bien logrados por las muchas naciones de Indios que reconocieron y comunicaron. Dio la vuelta el Padre Superior dejando el compañero en un pueblecillo de los que anduvieron. Y participadas a Santa Fe las noticias que adquirió en su peregrinación, pareció por varias causas que este intento y empresa se dejase por ahora. El principal motivo fue la falta de sujetos que tiene esta Provincia para fomentar y mantener tantas misiones juntas.125
124 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 112: “El motivo de ésta fue aquel mi Cacique y Príncipe Indio que más tarde murió en Bravante Bruselas. Pues también éste era por su lengua y nación cacatío, descendiente del Gran Manaure (Cacique y Rey Indio). Como parecía unido a los indios de esta Isla por la lengua y por la sangre, era muy querido y apreciado por ellos y tenía mucho influjo entre ellos”. 125 apt. Leg. 26. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañia de Jhesus desde el año 1694 hasta fines de 98, fols. 254v-255.
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Se trata de un proyecto que pretendía abrir, desde las reducciones casanareñas, nuevos espacios misionales que consolidaran el acceso a la Orinoquia controlada por el caribe. La estrategia contemplaba dos acciones. Hacia el sur se habían iniciado en 1695 las “Misiones del Airico”, con los PP. Alonso de Neira y José Cavarte. Hacia el norte trataban de expandirse en 1697 en dirección a Barinas, teniendo como punto de apoyo el camino que unía esta ciudad con la de Santafé. Sus protagonistas eran el P. Martín Niño y el P. Miguel Alejo Schabel, quien con sus escritos se ha convertido en la única fuente histórica sobre este intento. El contexto histórico que sirve de telón a la historia de las reducciones llaneras en la última década del xvii es mucho más complejo de lo que a simple vista pudiera parecer. Por una parte, las autoridades romanas percibían que el desarrollo misional había sido desordenado y que los esfuerzos en hombres y recursos no habían respondido a la expectativa que había despertado en los jesuitas santafereños la “Misión del Orinoco”. Y hasta Roma había llegado el malestar y el desaliento de los misioneros. El deseo de mayor autonomía había llevado a los jesuitas llaneros a proponer que la Residencia de Pauto se convirtiera en colegio incoado, a fin de no depender del Colegio Máximo en la capital neogranadina. Sin embargo, no juzgó justificada la proposición el General de la Orden, pero sugirió una serie de medidas que corrigieran el malestar de las reducciones. Los bienes raíces, que eran enajenables, pasaban a depender del colegio de Mérida126. Proponía que se edificara en Pauto una vivienda capaz de reunir cíclicamente a los misioneros, tanto para los retiros espirituales anuales como para servir de reposo a los enfermos. En el terreno organizacional imponía a los provinciales la obligación de visitar en persona cada trienio las misiones. El Superior y el Procurador debían dedicarse de 126 apt. Leg. 132. fol. 76. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 15 de agosto de 1693: “... es muy importante la declaración que V. R. ha hecho de bienes raíces que no se pueden enajenar declarando por tales y como por capítulo todas las tierras de las haciendas que tienen y de los ganados tres mil vacas de vientre con los toros necesarios, quinientas yeguas de vientre con los caballos y guaranes necesarios para el multiplico y un trapiche o ingenio para el azúcar, miel, aguardiente y vinagre necesario para el gasto de todos los misioneros y para pagar gastos” .
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lleno a sus funciones: el primero visitando continuamente todos los establecimientos de su jurisdicción y el segundo, con residencia permanente en Pauto, debía abastecer de tal forma las peticiones de los misioneros que se evitara el recurrir a otros medios; finalmente, cada párroco debía estar acompañado de noveles jesuitas para que aprendieran la lengua y la metodología misionera127. Por ello, nos llama poderosamente la atención que el Superiorato de las Misiones de Casanare, en la década 1690-1700, recayese en jesuitas neogranadinos que nada tenían que ver con tan importante ministerio de la Compañía de Jesús como es el de la conversión de infieles. Nos referimos a los PP. Fernando Monterde (1692-1696)128 y Martín Niño (1696-1700)129. El momento psicológico era pues idóneo para nuevos proyectos y para las generaciones jóvenes que accedían a los espacios misionales. Y en este contexto es fácil explicar que un espíritu aventurero como el del P. Miguel Alejo Schabel intentara rutas distintas a las que una y otra vez habían llevado al fracaso. La narración de los hechos correspondientes a lo que denominaron la “Misión de Barinas” ha sido pergeñada por este jesuita venido de la Provincia de Bohemia y a sus escritos hay que recurrir para reconstruir esta laguna historiográfica de los escritores de la Compañía de Jesús. Pero como su agitada biografía está zurcida de aventuras y persecuciones, trataremos de puntualizar la veracidad de los hechos así como lo intrincado de sus actuaciones. También hay que reconocer que al hecho misional en si dedica muy poco espacio el jesuita aventurero. En 1705 escribirá que fundó, “antes de 127 apt. Leg. 132, fols. 76-77v. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 15 de agosto de 1693. 128 Testimonio de que fue Superior en las misiones de los Llanos lo ofrecen las Letras annuas de 1694-1698 (apt. Leg. 26, fol. 118). El inicio lo ofrece la destitución del P. Felipe Gómez. El final, las propias Letras annuas 1694-1698 (fol. 118): “Pero al año y medio de su rectorado nos lo quitó la muerte”. Falleció el 15 de abril de 1698 (Idem, fol. 117v). 129 arsi. n. r. et q., 4, fol. 38 (Catálogo de 1702): “3 Rector. Semel Superior Planorum”. Y el testimonio directo de las Cartas Annuas de los años 1694-1698 (apt. Leg. 26. Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada de la Compañia de Jhesus desde el año 1694 hasta fines de 98, fol. 254v-255).
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ocho años”, la población de San Francisco Javier de Guagibos, a una hora de Palmasola, entre el río Paguey y el Santo Domingo130. También se llevaron a cabo acciones entre los indios guamonteyes131 y guaneros en territorio de Pedraza, esta última a cargo del P. Niño132. El desplazamiento del jesuita bohemio a tierras barinesas y más concretamente hacia las demarcaciones dominicas y territorios de la mitra tuvo que generar, aunque él lo silencie, tensiones y protestas. En efecto, el 12 de marzo de 1700 el General de los jesuitas escribía al Provincial del Nuevo Reino aprobando el dejar “aquellos mal formados principios de misión o misiones de Barinas”: He visto el parecer de V. R. y de todos sus consultores y otros prácticos de las Misiones en que conformándose con el informe que dió el Padre Rector de Mérida, que de orden de V. R. pasó a visitar aquellos mal formados principios de Misión o Misiones de Barinas, juzgan que se deben dejar así por la grande distancia incapaz de que en ellas puedan los misioneros ser gobernados por el Provincial ni del Superior de los Misioneros, como por la falta de medios con que puedan subsistir, añadiéndose a esto los pleitos que el Señor Arzobispo suscita por haber en la antigua cuidado de aquella gente sacerdotes seglares. Me conformo con el parecer de Vuestras Reverencias de que se dejen y más no habiendo quedado allí sacerdote alguno nuestro.133
¿Cuánto había durado la misión? Sospechamos que un año: de mediados de 1697 a mediados de 1698. Varias causas motivaron el abandono de tan interesante proyecto. En verdad desconocemos tanto la opinión manifestada por los consultores de la Provincia del Nuevo Reino, así como la de los expertos misionales y el
130 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 102. 131
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 104.
132 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 104-105. 133 apt. Leg. 132, fol. 149v. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 12 de marzo de 1700.
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informe remitido por el rector de Mérida después de su viaje al escenario de los hechos. Una de las principales fue la actitud tajante que mantenía el arzobispo de Bogotá, don Ignacio de Urbina, frente a la posesión presente o pretérita de doctrinas que hubieran pertenecido o pertenecieran al clero secular. En un caso parecido como era el de la incipiente misión del Airico, se había enfrentado el mitrado santafereño con el propio presidente don Gil Cabrera y Dávalos por haber entregado a la Compañía de Jesús, en 1696, la doctrina de Sabana Alta que se dudaba perteneciera al clero secular134. Además, como era pública la animadversión que monseñor Urbina sentía por los jesuitas135, fácilmente se echa de ver la dificultad de los superiores jesuíticos en afrontar este problema. En la misma carta del General de los jesuitas que acabamos de transcribir se deja traslucir el motivo: “[...] añadiéndose a esto los pleitos que el Señor Arzobispo suscita por haber en la antigua cuidado de aquella gente sacerdotes seglares”. Alude también el General a la gran distancia y a la falta de medios para poder subsistir. De hecho, el P. Gumilla desde Betoyes ensayaría veinte años después penetrar en esas regiones, pareció por varias causas que este intento y empresa se dejase por ahora. El principal motivo fue la falta de sujetos que tenía esta provincia para fomentar y mantener tantas misiones juntas.
Schabel y el colegio de Mérida Los misioneros de los llanos no estaban satisfechos de su dependencia de Santafé y ello motivó que a finales del xvii se les adscribiera, al menos en lo temporal, al colegio de Mérida.
134 agi. Santafé, 36. 1664-1697. Testimonio en relación a los autos obrados en razón de haber mudado los pocos indios que quedaban en el pueblo de San Bartolomé de la Cabuya al sitio de Sabana Alta, motivos que tuvo para ello el Presidente de Santa Fe don Gil de Cabrera y gestiones que hizo con el Arzobispo para entregarlos a la Religión de la Compañía de Jesús. 135
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, II, 182-187.
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En tal sentido, el 15 de agosto de 1693 el General de la Compañía de Jesús escribía: Habiendo sido el principal motivo de esta pretensión el huir la sujeción al Colegio de Santa Fe que les era tan molesta principalmente en lo temporal valiéndose el Colegio de lo que tocaba a las Misiones, ha cesado del todo este inconveniente adjudicando las haciendas de campo y todos los demás bienes de las Misiones al Colegio de Mérida de donde no podrán padecer lo que antes padecían o decían que padecían de Santa Fe con que no tendrán ocasión de reconocer las antiguas quejas.136
Ignoramos cómo y cuándo se llevó a cabo tal decisión, ya que en la documentación administrativa merideña no hemos podido identificar huellas de la disposición romana. En todo caso, conviene destacar que a lo largo de esa década sí se observa cierta conexión entre Mérida y los llanos en la correspondencia oficial y por ende es probable que el acontecer biográfico de las misiones repercutiera en el ámbito de acción del plantel emeritense. En el Libro de Consultas solamente aparece, de forma directa, el P. Schabel en 1698: En 10 de septiembre de 98 llamé a consulta a los PP. CC. [Padres Consultores] y pregunté si mandaría pagar 50$ que debía el Padre Miguel Sabel al cura de Barinas por haber enviado el dicho Padre poder al Maestro Bragado desde Curazao para sus dependencias y unas mulas con algunos trastes para el ajuste de ellas; y respondieron uniformemente todos los PP. que no obstante que yo tenía escrito al Padre Provincial sobre este punto, que mandase pagarlos luego al efecto, de las mulas, por ser la deuda cierta y porque con la dilación no lo lastrase nuestro crédito.137
136 apt. Leg. 132, fol. 76. Carta del P. Tirso González al Padre Diego Francisco Altamirano. Roma, 15 de agosto de 1693. 137 aucab. Libro de Consultas del Colegio de Mérida, fol. 15.
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Es necesario anotar que en el Libro de Consultas no se registran más intervenciones del jesuita bohemio. Sin embargo, de la correspondencia romana sí se desprende que su decisión fue conocida por el rector de la Ciudad de los Caballeros. El rector del colegio de Mérida, P. Francisco de Saldaña, realizó un viaje a Barinas, mandado por el P. Provincial, para que diese un informe sobre aquellas misiones138. Su ausencia del rectorado fue sustituida por el P. Ignacio de Meaurio a lo largo de los meses junio y gran parte de julio de 1698139. Lo cierto es que alguno de los padres moradores del colegio debió de criticar la dureza con que se había tratado el asunto de las misiones de Pedraza y suponemos que en defensa del P. Schabel. Al reintegrarse, el rector convocó una consulta el 1º de agosto […] y pregunté qué aviso se le debía dar al Padre N. que en quiete [recreación] pública, oyendo hablar de un precepto que su Reverencia el Padre Rector puso en las misiones de Pedraza, dijo y afeó el que en la Compañía se pusiesen con facilidad descomuniones y preceptos; a que respondiendo el Padre Rector que eso tocaba a su Reverencia el Padre Provincial con cuyas veces lo había puesto por ser necesario y conveniente, y también otros Provinciales habían estilado en la Compañía poner preceptos y descomuniones; a que replicó el Padre que eso habían venido a introducir en la Provincia los dos PP. Visitadores que ha habido en estos tiempos; de donde se pasó a perder la veneración que se debe a los Superiores con algunas palabras desabridas y alteradas que dijo al Padre Rector porque resolvieron los PP. uniformemente que el Su Reverencia el P. Rector como ofendido largase la acción al Padre Ministro y que éste le hiciese el capelo al Padre.140
138 apt. Leg. 132, fol. 149v. Carta del P. Tirso González al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 12 de marzo de 1700. 139 aucab. Libro de Consultas. Consultas de los días: 10 de junio, 6 de julio y 18 de julio. 140 aucab. Libro de Consultas. Consulta del 1 de agosto de 1698 [el subrayado es nuestro]. Lamentablemente, los Catálogos de la Provincia saltan del año 1692 al de 1702, para poder precisar quiénes eran los integrantes de la comunidad emeritense en 1698.
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Por los términos de la correspondencia pensamos que cuando el P. Saldaña llegó a Barinas ya el jesuita de Bohemia había dirigido sus pasos hacia Curaçao. Ciertamente, el 3 de agosto de 1698 administraba los sacramentos en la isla con autorización del obispo de Caracas141. Al tratar el General de la Compañía de Jesús de la aparición de Schabel en Holanda a fines de 1698, añadía: “No hay duda que ha sido imprudentísima y expuesta a mil embarazos y inconvenientes su resolución de venirse sin licencia alguna de los superiores (y aun según se infiere de la respuesta que dio al Padre Rector de Mérida y V. R. remite) contra orden de tomar su navegación por rumbo prohibido y de venirse cargado con el cacique y indio que solo han servido de embarazo y a la Provincia de gasto”142. Es innegable que tanto el P. Saldaña como el P. Cuéllar, rectores del colegio de Mérida, no vieron con buenos ojos la acción del P. Schabel. Dos hechos parecen evidenciar la veracidad de la hipótesis: a su regreso de Holanda el problema de las acusaciones contra Schabel surgió porque el rector de Mérida no creía en la documentación que prometió entregar el jesuita bohemio, lo que vale decir que seguía ejerciendo algún influjo en la esfera ordinaria del mando misional; y la segunda la facilidad de correspondencia de la institución docente merideña con la isla de Curaçao143. En efecto, en una carta de Schabel al Vicario General de la Compañía de Jesús, escrita en Curaçao el 11 de abril de 1705, se queja amargamente el jesuita de la actitud del rector merideño:
141 Benigno Van Luijk. “El P. Agustín Beltrán Caicedo y Velasco, Prefecto apostólico de Curaçao (17151738)”. En: Missionalia Hispanica. Madrid, año XVII, nº 49 (1960) 134. 142 apt. Leg. 132, fol. 151. Carta del P. Tirso González al P. Juan Martínez Rubio. Roma, 12 de marzo de 1700 (el subrayado es nuestro). 143 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 348v. Epistola Patris M. Schabel ad Patrem Michäelem Tamburini. Curazao, 11 aprilis 1705: “De illo Rectore Reverentia Vestra coram Deo et in rei veritate communicare possum quod cum Atheo quoddam Philippo Henriquez hic in hac insula correspondentiam et comercium habeat. Hic mihi illius Rectoris litteras novissimas ostendit quibus ab eo /ilegible/ et alias merces petit. Quidam Hippólytus literas illas 28 januarii hoc 1705 anno datas attulit”.
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Sobre esto, el Rector del colegio de Mérida en la Provincia del Nuevo Reino de Granada, conocedor de mi regreso a estas Indias, me pidió y exigió mediante una carta las patentes. Como no las tenía no se las pude remitir. Sin embargo le escribí y respondí que le enviaría en ocasión segura la carta de V. R. que equivale a las patentes. No contento el Rector con esta respuesta se dirigió por carta al muy Reverendo Padre Diego Bragado, comisario de la santa Inquisición y párroco y vicario de la ciudad de Barinas y le declaró a él y a toda la ciudad y me difamó como infame, impío y sacrílego y como apóstata. También a mi me hizo llegar otra carta en la que me ordenaba y mandaba bajo precepto y virtud de santa obediencia y también con pena de censura y excomunión que me presentara ante él en el colegio de Mérida.144
No le agradó al P. General este modo de proceder y así lo manifestaba al Procurador General de las Provincias del Nuevo Reino y Quito en Madrid, P. Juan Martínez de Ripalda: Llegó el P. Miguel Alejo Schabel a Curaçao, isla americana y ahora dependiente de los Estados de Holanda, y fue allí con mi conocimiento y mi anuencia para que se desempeñara como misionero. Ahora llega a mis oidos que los Nuestros de la Provincia del Nuevo Reino no solo no lo reconocen como misionero enviado por mi a aquella Isla sino que además fue delatado como sacrílego y apóstata por escrito por el Rector del colegio de Mérida ante el muy R. P. Diego Bragado, Comisario de la Inquisición, párroco y Vicario de Barinas. Por lo cual le envío también ejemplar de las patentes con las que eximo de toda duda, si existiere, y confirmo a la vez mi voluntad con la que había alegado antes al P. Miguel a aquella isla para que intentara allí los comienzos de la misión que debía erigirse y para que prosiguiera lo felizmente comenzado. Por lo cual procurará V. R. remitir cuanto antes las citadas patentes al Provincial del Nuevo Reino y evidenciar a los Nuestros no vaya a suceder que alguien se atreva a turbar el asunto comenzado con mi absoluto conocimiento.145 144 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 348. Epistola Patris Schabel ad Vicarium Generalis Societatis Jesu. Curaçao, 11 de abril 1705. 145 apt. Leg. 132, fol. 177. Epistola Patris Generalis Patri Joanni Martinez de Ripalda. Romae, 18 julii 1705.
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Varias causas aducía el P. Schabel para no obedecer el mandato del P. Juan de Cuéllar, rector del Colegio de Mérida, de quien no entendía el extremo rigor con que actuaba en relación con él. Consciente en su interior de que no era un apóstata y amén de estar cumpliendo una misión especialmente a él encomendada, hacía hincapié en otras razones externas, como lo largo y costoso del camino a Mérida. Además, temía que el rector lo pusiera preso y para poder apelar hubiera durado en su condición de privado de libertad quizá más de un año146.
La acusación de espía No hemos podido precisar cuándo y de quién procedió la acusación de espía, pero sí existe tal formulación en los documentos de la época. Recientemente ha retomado la tesis la historiadora española Analola Borges en varios escritos sobre el tema147. Precisados los marcos cronológicos de la etapa que transcurre entre 1698 y 1705, fecha de su regreso definitivo a la isla, cabe preguntarse por el origen de la acusación de espía. Existe una primera comunicación del obispo de Caracas al rey en la que aparece el nombre del P. Schabel, quien para esas fechas se encontraba en Holanda desde fines de 1698148. Pero, ¿de dónde procedían los rumores? Una línea de rumores provendría de algunos miembros de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino que acusaban a Schabel de “espía de Holanda”. A tal respecto contestó el 6 de enero de 1707 el General de la Compañía de Jesús a una carta del Provincial santafereño del 11 de mayo de 1705: “Siento se esparciese ese rumor de ser espía de Holanda el padre Schabel por
146 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 348-348v. 147 Analola Borges. “Los aliados del archiduque Carlos en la América virreinal”. En: Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, nº 321-370. Trata también el tema en el libro: La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española (1702-1715). Salzburgo-Tenerife, 1963. 148 agi. Santo Domingo. Carta de don Diego de Baños, obispo en Caracas al Rey. Caracas, 30 de marzo de 1701.
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la incomodidad que se le ocasionó y motivo de apartarse y estar en su misión sosegado. No me dice V. R. ciertamente dónde para, sino que presume se ha retirado a su Isla. Pues V. R. conoce el genio del Padre vaya con prudencia y blandura apartándole de las ocasiones que se juzgue puede peligrar su crédito y el de la Compañía”149. Pero en el resumen habitual de las cartas de los PP. Generales de la Compañía de Jesús se establece taxativamente: “El P. Schabel no es espía”. Otra línea de acusaciones proviene del ámbito eclesiástico caraqueño y de los oficiales reales y el objeto de su denuncia se centra en ser “agente” de la causa del archiduque en el Guerra de Sucesión española. Por nuestra parte, creemos descubrir la raíz última del problema en una real cédula dirigida al gobernador de Venezuela (Buen Retiro, 29 de abril de 1703), en la que le alerta que los enemigos de la Corona piensan “enviar a esas Provincias algunos religiosos españoles” con el propósito de “perturbar esos dominios con los nocivos discursos imperiales”. En la parte resolutoria establece el primer monarca borbón: “… os mando que si llegaren o se introdujeren algunos Religiosos extranjeros, españoles o otras personas de cualquier estado o calidad que sean que puedan motivar sospecha, los hagais salir de esos dominios, embarcar y volver a estos reinos requiriendo a los prelados de las Religiones que lo ejecuten así impartiendo para ello el auxilio y brazo Real en ejecución y cumplimiento de lo dispuesto por las leyes...”150. Cuando Schabel ingresó a Venezuela en octubre de 1704 se conocía la real disposición en toda la provincia151. En una comunicación del prelado caraqueño al rey, fechada en Caracas el 24 de agosto de 1705, el obispo le manifestaba que había mandado a prender al P. Schabel y precisaba:
149 apt. Leg. 132, fol. 185. 150 agi. Santo Domingo, 696. Publica íntegra la Real Cédula: Analola Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española (1702-1715), 102-103 (el subrayado es nuestro). 151
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 127.
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Este Religioso, Señor, no conviene al servicio de V. M. el que asista en estas partes, por ser de nación alemán y muy baquiano de todas estas tierras a que se llega la mucha introducción y mano que tiene con los Indios gentiles y saber las dentradas de toda esta Provincia como por la carta inclusa que va en testimonio, su fecha en Roterdam en 17 de Enero de mil septecientos y dos años, que se me remitió de los Valles de Barquisimeto, constará a V. M. cuán de perjuicio puede ser y lo que por allá habrá noticiado y no ser su fin solo el de propagar la fe en estas partes; procuraré por la mía estar con gran vigilancia a todos sus movimientos y que se prevenga por todas partes el reparo...152
Así pues, don Diego de Baños y Sotomayor procedió a decretar la captura del jesuita, fundamentalmente por la carta que escribió a don Diego Bragado desde Rotterdam el 17 de enero de 1702153 y por una serie de suposiciones. Si se analiza el texto del prelado caraqueño, hay que puntualizar que Schabel no era alemán, sino bohemio, y las únicas tierras que conocía de la Provincia de Venezuela eran las de Barinas y Pedraza, y el trayecto que separa Barinas de la costa Caribe, viaje que había realizado, de forma veloz, en 1698 de ida (Barinas-Curazao) y en 1704, de ida y vuelta en tres meses (octubre-diciembre). ¿Puede considerarse baquiano a un hombre que haya adquirido, por inteligente que sea, conocimientos de la Provincia de Venezuela en menos de tres meses de estancia? Y lo mismo podríamos decir sobre “la mano que tiene con los indios gentiles”, pues en las fuentes jesuíticas nunca aparece con tal cualificación, sin que ello obste que su simpatía y audacia favorecieran las perspectivas del encuentro y del diálogo con las etnias que visitaba. Además, hemos releído la carta de Schabel y, ciertamente, de ella no se podrá desprender nunca que estaba involucrado en algo relativo a conspiración; si de algo se le puede acusar es de hacer ver a los amigos que era más fácil hacer negocios en Holanda que en España. Sin embargo, su 152 agi. Santo Domingo, 794. Carta del Obispo de Caracas al Rey. Caracas, 24 de agosto de 1705. 153 agi. Santo Domingo, 694. Carta del P. Miguel Alejo Schabel a don Diego Bragado. Rotterdam, 17 de enero de 1702.
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nombre había pasado al dominio de los “fichados” y por ello no es de extrañar que le avisaran para evitar la nerviosa justicia que imponía la Guerra de Sucesión española. Pero, con anterioridad a la carta del obispo Baños y Sotomayor ya había orden de captura del jesuita. Lamentablemente, solo conocemos la versión de Schabel y los hechos que nos llevan a pensar que la decisión del prelado caraqueño respondía más a la visión de las autoridades civiles que a su propio concepto. A su regreso de Barinas tenía la intención de pasar por Caracas para arreglar con el obispo Baños y Sotomayor las licencias eclesiásticas que le permitieran ejercer válidamente su apostolado sacerdotal en Curaçao. Mas el nuevo alcalde de Caracas, llamado según Schabel Barrabás, tramó “una sospecha diabólica barrabea o mejor dicho infernal por la cual pensó y se persuadió que aquellas naves no solamente era la flota inglesa señalada por el Rey sino que yo también era uno de esos religiosos trinitarios que indicaba la cédula o epístola Real. Por eso había decretado secretamente cogerme de sorpresa cuando hubiere llegado a la ciudad de Caracas”154. La única alusión directa que encontramos sobre el tema proviene de una investigación levantada en Caracas acerca de una conspiración que se tramaba en Barquisimeto en favor del emperador y dirigida por el conde de Antería y algunos clérigos: Para investigar el caso los gobernadores hicieron conducir a su presencia al capitán Francisco Adán Granado, vecino de Barquisimeto, de tránsito en Caracas, el que interrogado por estos, declaró bajo juramento: que efectivamente en Barquisimeto había estado un jesuita del que se dijo conspiraba contra el rey; que el alcalde de allí trató de averiguar qué había de cierto en el asunto, para lo cual exigió del vicario que no pusiese obstáculos a la justicia, y que estando en la investigación había desaparecido el jesuita, sabiéndose luego que había embarcado clandestinamente para Curazao, dejando allí cartas subversivas contra el rey. Averiguado esto, los gobernadores dictaron un auto mandando a los alcaldes de Barquisimeto y Barinas hicieran “todas las diligencias hasta des154 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 136.
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cubrir y coger las dichas cartas que el dicho padre jesuita dejó escritas para diferentes sujetos de Barinas y el Reino”. Esto aconteció en marzo de 1705.155
También aquí se impone una lectura crítica del texto. En primer lugar, utiliza la fórmula “se dijo” que conspiraba contra el rey y “sabiéndose luego” que había dejado cartas subversivas contra él. En relación con el último punto debemos dejar sentado que hasta el momento no disponemos de otra información que haga alusión a las supuestas cartas subversivas. Todavía más, nos consta que el obispo de Caracas escribió al rey sobre el tema el 24 de agosto de 1705 (es decir, cinco meses después) y no hizo mención alguna a las “cartas subversivas”, pero sí señaló el fundamento de su actitud que se reducía a la misiva que envió Schabel desde Rotterdam el 17 de enero de 1702 a don Diego Bragado. Tampoco han aparecido las cartas que los alcaldes caraqueños mandaron recoger, porque ciertamente no creemos que se escribieran. Con respecto a la conspiración confrontaremos la denuncia con los hechos que relata el jesuita de Komatau. Que Schabel estuvo en Barquisimeto nadie lo puede dudar, porque él mismo lo describió con lujo de detalles, pero el relato de la acción es el que no corresponde a los hechos, pues ellos son verificables. Según el capitán Francisco Adán Granado, el alcalde exigió al vicario que no opusiese a la justicia para poder investigar a Schabel y que estando en la investigación había desaparecido el jesuita. En primer término, Schabel no solo residió algunos días en Barquisimeto, sino que después dirigió sus pasos a Barinas con toda normalidad. En esta ciudad predicó en la iglesia principal y asistió a todos los actos públicos que configuraban sus fiestas patronales. Concluida su estancia en la urbe barinesa, pensamos que hacia finales de diciembre procedió a dar cumplimiento al objetivo fundamental de su viaje: solicitar del obispo caraqueño las licencias eclesiásticas para poder ejercer válidamente su ministerio sacerdotal en las islas holandesas. Mas, en el camino fue avisado de que querían 155 Luis Alberto Sucre. Gobernadores y capitanes generales de Venezuela. Caracas, Cuatricentenario de Caracas (1964) 200-201.
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prenderlo, y fue entonces cuando cambió de rumbo y huyó para regresar a Curaçao156, a donde lo había enviado el General de la Compañía de Jesús. Así pues, no huía de Barquisimeto, sino que se adentraba en territorio barinés, en donde permaneció aproximadamente dos meses con el pasaporte que le otorgaron los alcaldes barquisimetanos157. Y en cuanto a la investigación, el propio Schabel se adelanta a entregar toda su documentación a don Andrés Gutiérrez, alcalde158, y de esta acción recibe un testimonio certificado tanto de los alcaldes como del vicario159. Así pues, es evidente la deformación, intencionada o inconsciente, del informante. La tesis que sostiene Analola Borges es que Schabel es “uno de los activos representantes en Indias de la Casa austríaca”160. El basamento documental que la investigadora aduce se sostiene fundamentalmente sobre la carta de Schabel a don Diego Bragado y la del obispo Baños y Sotomayor al rey, de forma tal que las transcribe íntegras en el apéndice de su obra La Casa de Austria en Venezuela durante la Guerra de Sucesión Española (17021715)161. A ellas habría que añadir el propio Informe del P. Schabel, el cual le da pie para reformular su hipótesis con el artículo “Los aliados del archiduque Carlos en la América virreinal”162. La primera reacción checa procede casi de inmediato, pero de forma totalmente indirecta. En un artículo de Josef Polisensky y Lubomir 156
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 126-127.
157 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 122. 158 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 123. 159 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 124. 160 Analola Borges. “Los aliados del archiduque Carlos en la América virreinal”. En: Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, XXVII, 322. La tesis de esta autora ha dado pie para otras especulaciones sobre Schabel; v. gr. Celestino Andrés Arauz Monfante. El contrabando holandés en el caribe durante la primera mitad del siglo xviii. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1984) 136-138. 161 Analola Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la Guerra de Sucesión Española (1702-1715). Salzburgo-Tenerife, Goya Artes Gráficas (196) 129-137. 162 Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, XXVII (1970) 321-370.
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Vebr sobre los orígenes de comercio americano del vidrio de Bohemia y el influjo del P. Schabel en este interesante tema163, se refieren brevemente a la tesis de Analola Borges y estatuyen que la argumentación de la historiadora española “no revela en lo mínimo a un astuto agente político y sus datos refutan toda posibilidad de que Sabel regresara a América siendo colaborador de Capocelato”164. Y más adelante argumentan que no es probable que el jesuita haya participado en el verano de 1702 en la misión de Fr. Ad. von Zingerling, encargado de sondear la situación en México y Perú165. De igual forma, si Schabel estuvo en Venezuela a finales de 1704, mal podía participar en las actividades de Capocelato, y concluyen que “la opinión de que los pertenecían al mismo grupo de activistas resulta, pues, más que inverosímil”166. Es más, cuando en 1712 el gobernador don José de Cañas comunicaba las medidas asumidas contra los sospechosos catalanes y neerlandeses, no hacía mención alguna de Schabel, pero sí señalaba a los capuchinos Fray Ángel de Mataró y Fray Angelino de San Vicente, quienes trataron de sublevar a los indígenas167. En la misma revista checa, Ibero-Americana Pragensia, responde la historiadora española168. En su contestación reitera que “el jesuita se movió más en el terreno político que en el misionero; sostengo que fue un activo colaborador de la causa alidada frente a los Borbones, y que formó parte del
163 Josef Polisensky y Lubomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano con el vidrio de Bohemaia”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, V (1971) 93-115. 164
Josef Polisensky y Lubomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 102.
165
J. Polisensky y L. Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 103.
166
J. Polisensky y L. Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 106.
167 agi. Santo Domingo, 696. nº 8. El Gobernador Don Joseph de Cañas a un destinatario desconocido. Caracas, el 17 de junio de 1712. 168 Analola Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo en Europa y América (1699-1713)”. En Ibero-Americana Pargensia. VIII (1974) 188-194.
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grupo, que, bajo el conde de Antería intentó sublevar las Indias españolas a favor del Archiduque Carlos”169. A la hora de demostrar con documentos que Schabel se hallaba implicado en el proceso de la propaganda austriaca en Venezuela, reconoce que “Ciertamente, si tengo que mostrar documentos-acusatorios de manera literal, debo decir que no los he hallado […] Y cuando se han revisado cientos de legajos correspondientes a estos años y se tiene más de una veintena de trabajos publicados de la referida etapa, el investigador está en disposición de interpretar —no alegremente— sino muy obviamente aquello que los documentos han querido decir”170. Pero en la contra-argumentación Analola Borges enfrenta tres afirmaciones de sus adversarios. 1ª): “Sólo el obispo Baños acusó a Schabel de activista político y sin razón”. Como no dispone de razones documentales directas, apela a “varios gestos reveladores: la estancia clandestina en Curaçao; la independencia respecto a la autoridad eclesiástica171; el viaje a España por la vía de Curaçao”172. 2ª): “El único documento de ‘alta traición’. La carta de Shabel de 1702, nada prueba”. La historiadora apela en este apartado a la actitud mostrada por el embajador de España en los Países Bajos, don Francisco Bernardo de Quirós, que le
169
Analola Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 189.
170
A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 189-190.
171 En la biografía de Schabel explicamos estas anormalidades. En realidad, en 1698 viaja a ver a su hermana, casada con un médico en Curaçao, y sigue viaje a Holanda al mes de estancia. Con respecto a los permisos eclesiásticos hay que decir que no los necesitaba, porque era un viajero. A su regreso en 1704, que viene con permiso del P. General de los Jesuitas, desea ir a Caracas para solicitar las licencias eclesiásticas del Obispo. 172
A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 191.
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había impedido por segunda vez el viaje a las Indias por la vía de Holanda173. Y en consecuencia, deduce que los motivos que tuvo el representante de la corona hispana en Holanda para impedir el viaje del jesuita debieron de ser “persona que debió estar amparada y recomendada por los poderosos de todos los grupos del campo aliado —donde residía— [y] no pueden ser otros que los motivos políticos; no hay duda de que Schabel era persona conocida en aquellos círculos y en las cortes aliadas”174. 3ª): “La autora tiene que alegar pruebas más sólidas para defender su tesis”. En primer lugar, Analola Borges apela a un artículo suyo en que —según ella— clarifica, la personalidad de Miguel Alejo Schabel y era conocido por los polemistas checos175. Y en segundo término, relata que “el jesuita hace un largo y poco escrupuloso relato de su regreso a Venezuela, en 1704, y de su partida a Curazao; cuyo relato no lo aceptó ni el propio superior a quien iba dirigido”176. Además, sentencia que Schabel “es totalmente ignorado por la Orden” y esto lo afirma en el contexto del silencio que sobre su nombre hay en la obra del primer historiógrafo, el P. Miller”177. Finalmente, en el 173 agi. Santo Domingo, 794. Carta de Miguel Alejo Schabel a don Diego Bragado. Rótterdam, 17 de enero de 1702. 174 A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 192. 175 Analola Borges. “Los aliados del Archiduque Carlos en la América Virreinal”. En: Anuario de Estudios Hispano-Americanos. Servilla, XXVIII (1970) 321-369. 176
A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 193.
177 A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 193. No conocemos la obra impresa del P. Juan Miller [Mueller]. Según Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. BruselasParís, V (1894) 1096-1097 el P. Miller dejó en manuscrito 12 libros de la Historia de la Provincia de Bohemia con el título de Miscellanea historica (Jean Schmidl. Historia Provinciae Bohemiae. Prefacio. Más información en Sommervogel. Bibliothèque…, VII (1896) 806). Una parte se conserva en la Biblioteca Imperial de Viena: Miller, P. Joan, Soc. J. Historia Provinciae Bohemicae Societ. Jesu consistens in quibusdam fragmentis Libri VI, VIII, IX y XII. Volumen IV (Catálogo Mss. Vindobon., t. VII, nº. 11999-12002). El P. Dreyhausen dejó en Manuscrito un Index chronoligus de esta Miscellanea. Lamentablemente, los autores citados por Analola Borges no indican ni la obra ni el lugar de consulta.
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documento citado por el gobernador Cañas de 1712 no se cita a Schabel, porque se circunscribe a “los clérigos acusados entonces [que] son todos españoles”178. La contestación de los investigadores checos la publica la Revista Ibero-Americana Pragensia a renglón seguido179. Los historiadores del Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad Carolina de Praga tratan desde el principio de ubicar el núcleo de la discusión y remiten al lector bien sea a los Archivos de la Compañía de Jesús o al Archivo Estatal Austriaco de Viena. Su respuesta se inicia con la afirmación de que ni el nombre de Schabel, ni el del misterioso Bartolomé Capocelato, ni el del trinitario Mauro Aranio se encuentran entre los papeles reseñados en el Catálogo elaborado por Ferdinand Bonaventura, conde de Harrach (1636-1706), y jefe del partido español en la corte de Viena, ni en los de su hijo Thomas Alois Raimund, conde de Harrach (embajador extraordinario imperial ante la Corte de Madrid, 1696-1700). solo los papeles de Bonaventura “representan unos 160 fascículos, con las cartas de sus colaboradores, incluyendo las de sus secretarios […] de sus predecesores y sucesores como embajadores austriacos en Madrid, incluso las de la condesa María Josefa de Berlepsch (1696-1701)”180. La responsabilidad de la investigación se la agradecen al archivista Ferndiand Mencik181. Con respecto al nuevo artículo invocado por Analola Borges, afirman que tiene la misma base documental que su libro de 1963, y por ende no cambia en nada su opinión. Alaban la utilización de la Relación histórica de Schabel (escrito que ellos no han logrado conseguir).
178
A. Borges. “Las actividades políticas de un misionero checo…”, 193.
179 Josef Polisensky y Lubomir Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades de Miguel Sabel”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, VIII (1974) 194-197. 180
Josef Polisensky y Lubomir Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades…”, 194.
181 Ferndiand Mencik. “Gräftliches Harrachsches Archiv in Wien”. En: Archivalien zur neueren Geschichte Österreichts. Wien, I (1913) 323-445.
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El juicio crítico de Borges sobre el escrito de Schabel es pobre, “su ensayo —en opinión de los checos— no contiene ni una información donde esta Relación se encuentra, ni un análisis crítico”182. Todavía más, su “fuerza imaginativa” sigue tratando de probar sus teorías sobre el encuentro de Capocelato-Schabel, sobre el viaje del jesuita a Europa para encontrarse en la corte con el embajador Harrch; sobre la posible presencia del misionero en la comitiva del Archiduque; sobre los incidentes acaecidos en Barquisimeto183. Y finalizan su réplica con la alusión a un contexto internacional que se debe tener en cuenta: entre el 7 de septiembre el 1700 [la formación de la gran coalición contra los Borbones] y septiembre de 1703 [Tratado de la Casa de Viena] todas las actividades en las Antillas estuvieron manejadas por los ingleses y los holandeses184. Y su conclusión final nos parece muy objetiva: “Miguel Sabel no fue probablemente un misionero modelo, pero no es probable tampoco que era un importante agente secreto de la Casa de Austria. Su interés en el desarrollo del comercio entre Europa y Venezuela parece ser, al contrario, una realidad. Sus simpatías pertenecían, cosa natural y muy probable al archiduque Carlos, pero su camino a Barquisimeto con sastre, indio, etíope y catorce mulas apenas podemos caracterizarlo como una prueba de anexión de la provincia de Venezuela”185. Le llama la atención a la investigadora Borges las conexiones que el misionero decía tener en Venezuela y no encuentra relación entre su acción evangélica en lugares tan apartados con tan crecido número de personas de “calidad” en los distintos pueblos y lugares186.
182
J. Polisensky y L. Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades…”, 195.
183
J. Polisensky y L. Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades…”, 195-197.
184
J. Polisensky y L. Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades…”, 197.
185
J. Polisensky y L. Vebr. “Un poco de polémica sobre las actividades…”, 197.
186
Analola Borges. “Los aliados del Archiduque Carlos en la América virreinal”, 329-330.
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Si examinamos minuciosamente su Informe, observaremos que su genuino radio de acción fue Pedraza y Barinas, y así lo precisa el jesuita desde el comienzo de su escrito: “hice una excursión para ver a los antiguos vecinos, a los buenos conocidos y a los amigos de la ciudad y territorio de Varinas”187. Y no podía ser de otra manera, pues en las cercanías de Barinas había permanecido como misionero, aproximadamente un año, de 1697 a 1698. También conviene distinguir entre los amigos y los conocidos. En la primera categoría reseña a don Diego Bragado, vicario eclesiástico de la ciudad de Barinas188; a don Alfonso Bragado, hermano de don Diego189; al sacerdote Sebastián de Riba, pariente de los anteriores190; a don Nicolás Graterol Cabrita191 y a don Francisco Martínez de la Concha, capitán y protector de indios192. Entre los conocidos hace mención expresa de Fray Agustín Caicedo de Velasco193, con quien tendría después agrias polémicas, aunque no especifica el lugar donde se conocieron; en Araure señala tanto a su misionero, el capuchino Fray Francisco, como al juez don Adrián Marino194; en 187
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 97.
188 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 97; José Del Rey Fajardo (Edit.). Libro de grados de la Universidad y Academia. Actas de la Universidad Javeriana colonial. Libro I: 1634-1685. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2013), fol. 437. El P. Bragado obtuvo el grado de bachiller en la Universidad Javeriana el 24 de mayo de 1682. 189
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 113.
190 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 101: “... sacerdote seglar [secular] pariente del Señor Dídaco Bragado, de quien escribí mucho más arriba”. No sabemos si hace relación al Diario perdido o al documento que estudiamos, en cuyo caso habría que analizar la integridad del mismo. 191
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 103.
192 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 105. 193 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 108. Véase: Fernando Campo Del Pozo. “Fray Agustín Beltrán de Caicedo, Prefecto Apostólico de Curaçao (1715-1738) defensor de los negros y del Archiduque Carlos”. En: Paramillo, San Cristóbal, 14 (1995) 613-648. 194 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 121-122.
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Barquisimeto recuerda a don Andrés Gutiérrez, alcalde195 y a don José Ramírez, gobernador de Cumaná para cuando redacta su Informe196. Y en los valles de Caracas prohíja al mulato Nicolás Paredes197. También menciona con un acento más lejano a la amistad a dos médicos, que nombra solo por los apellidos: Van de Vogel en Barquisimeto y Bernagie en Barinas198. De la zona costera señala al P. Juan José Picón y al capitán de la nave que lo transportó a Curaçao, Juan Palmito199. Si exceptuamos al P. Caicedo, quien ciertamente desempeñó un papel protagónico en la causa del archiduque, no creemos que el resto se puedan acomodar al criterio sostenido por Analola Borges, mucho menos cuando la autora ha estudiado documentalmente los nombres de los que tuvieron que ver en la Provincia de Venezuela con la causa del archiduque200. Todavía más, el área de acción geográfica fue la de Barinas y la cronológica de 1697 a 1698, lapso en que su dedicación tuvo que ser la conversión de los indígenas del área pedracense. Los amigos y conocidos que menciona allende de las fronteras barinesas tuvo que conocerlos ya fuera en el viaje de ida a Curaçao en 1698 (viaje que consideramos lo debió de hacer con relativa celeridad para no encontrarse con el rector del colegio de Mérida) o a su regreso en 1704, cuya duración no sobrepasó los noventa días. Que sus dones naturales de simpatía y audacia hubieran dejado un recuerdo fuera de lo común no equivale a pensar en una estrecha amistad que fuera aval de una ideología política en la que sospechamos que nunca estuvo adscrito el jesuita.
195 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 123. 196
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 124.
197 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 116. 198 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 119. 199 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 127. 200 Analola Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española (1702-1715), 89 y ss.
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Se pregunta Analola Borges el porqué de la nueva misión de Curaçao201. En su viaje de 1698 fue la presencia de su hermana la que lo originó y después de 1703 hemos visto que iba con expreso consentimiento del General de la Compañía de Jesús. El texto de Schabel que aduce la escritora canaria de ninguna manera da pie para que el jesuita se convierta en el cuarto personaje de Londres al que hace alusión la Real Cédula de Felipe V que hemos citado más arriba. Schabel se limita a narrar con la ingenua vanagloria del aventurero un hecho: Todas tres personas indicadas en la epístola las conocí y vi en Londres cuando pasé por allí regresando a Holanda de España por Portugal e Inglaterra. A uno de ellos, es decir, al Padre Mauro de Aranio Trinitario traté familiarmente y él me leyó una carta que el mismo Emperador le había escrito por causa de asuntos graves e importantes del estado, como decimos, su majestad cesarea había cambiado de idea y no había decretado mandar ni la flota inglesa ni por consiguiente esos dos religiosos Trinitarios a la América Española. Uno de esos religiosos nacido en Viena de padres españoles y algo jorobado (como supe después) se ahogó en una tempestad en una nave que llevaba víveres y equipaje del Príncipe de Damstad. Pues esos dos Padres eran del séquito de este Príncipe. Todo eso sabía yo de ellos, pero me parecía más conveniente y útil en el Señor no hablar de eso a los Indígenas.202
En la argumentación de suposiciones aduce la investigadora “indicios no documentados” que hacen sospechar la presencia de Schabel en la comitiva del archiduque hasta Portugal y de allí prosiguió su viaje a Curaçao203. El archiduque llegó de Viena a Rotterdam el 3 de noviembre de 1703 y partió de Ámsterdam con su séquito el 3 de enero de 1704204. No disponemos de ningún documento que directa o indirectamente haga alusión a que 201
Analola Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española, 330.
202
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 125.
203
Analola Borges. “Los aliados del Archiduque Carlos en la América virreinal”, 344-345.
204
Analola Borges. “Los aliados del Archiduque Carlos en la América virreinal”, 343-344.
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Schabel realizara tal itinerario y menos en dicha comitiva. Por el contrario, según el P. Euwens, “el 23 de mayo de 1704 buscaba todavía en Ámsterdam una ocasión para embarcarse”. Y su itinerario lo traza desde Holanda a través de Bonaire205. Y el P. Brada anota que llegó a Curaçao desde Holanda y sugiere que Van der Meulen de Rotterdam obtuvo de sus superiores el permiso para que pudiera regresar a la isla caribeña206. De igual manera, carecen de valor las acusaciones formuladas por el agustino Agustín de Caicedo, quien ciertamente era proaustríaco, ya que son de otro tipo y nada significan para el tema que tratamos207. Pensamos que la opinión que tiene Analola Borges de la honestidad intelectual de Schabel en su Informe no se ajusta a la verdad: Tanto la Relación como el desaparecido Diario de viaje van dirigidos a los superiores de Roma. Lo primero que se descubre en aquella, es el desmesurado optimismo del relato que, en algunos momentos, llega al triunfalismo personal, impropio de un religioso, si bien a veces intenta paliar esta vanidad con frases humildes y tan poco sinceras que nos ponen nuevamente en la pista de su doble misión; pero ya pesa más la política que la evangelizadora. [...]. En muchos casos se encuentra en el escrito doblez de intención y aun, pura y simplemente, mentira.208
En la primera parte de su juicio Analola Borges tiene toda la razón del mundo. Pero es en la segunda donde debemos precisar sus afirmaciones. 205 Petrus Ambrosius Euwens. “Introducción” a la “Relación histórica que de su viaje a Cocorote, Barquisimeto, Araure, Guanare, Tucupío, Barinas y El Real hace el Misionero Jesuita Miguel Alejo Schabel en el año de 1704”. En: Anuario del Instituto de Antropología e Historia. Caracas, 2 (1965) [269-306] 270. Véase: Petrus Ambrosius Euwens. “Godsdienstige toestand van Curaçaco in de eerste eeuw (1634-1742) van het Hollands bestuur”. En: Historisch Tijdschrift, IX (1930) 317-377; X (1931) 103-125. 206
Pater. O. P. Brada. Paters Jezuiten op Curacao.Willemstad (1950) 13.
207 A. Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española, 337. La autora ha manejado uno de los expedientes abiertos a Caicedo (agi. Santo Domingo, 794), rico en información sobre los partidarios del archiduque, pero no aporta nada nuevo sobre Schabel. 208
A. Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española, 346.
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No tenía Schabel por qué saber que el gobernador don Nicolás Eugenio de Ponte y Hoyo había enloquecido por haber colaborado con Capocelato en la jura del archiduque209. En su Informe tan solo afirma que los alcaldes de Barquisimeto le otorgaron el pasaporte “pues por locura del Gobernador se hizo incapaz del mando”210. Mas donde halla “la doblez del escrito” la escritora canaria es en el siguiente párrafo: Por toda la provincia de Venezuela, donde pasé era la voz del pueblo que su Obispo esperaba a los Padres de la Sociedad [Compañía] en su residencia y Diócesis y que por grandes causas quería que salieran los Padres Capuchinos de ella y las misiones para que introdujeran en ellas y en su lugar a los Padres Teatinos o sea Padres Jesuitas.211
En efecto, sí existían negociaciones para que los jesuitas se encargaran del Seminario Santa Rosa de Lima y el 20 de agosto de 1705 se dirigía el propio don Diego de Baños y Sotomayor al Rey para solicitar la anuencia real212. Sobre la dejación de las doctrinas por parte de los capuchinos no encontramos nada en la historiografía jesuítica. En consecuencia, debemos concluir que ningún documento de los manejados por Analola Borges da pie para estatuir que el P. Schabel estaba inmerso en la causa del archiduque Carlos, aunque reconocemos que su genio aventurero se preste para establecer como hipótesis las formulaciones que establece la escritora canaria. En verdad, pensamos que la biografía de Schabel siguió otros derroteros y nunca tuvo que ver con tan delicado tema. 209
A. Borges. La Casa de Austria en Venezuela durante la guerra de Sucesión Española, 347.
210
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 122-123.
211 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 121. 212 aac. Reales Cédulas. Tomo II, nº 67. Real Cédula del 17 de junio de 1706 por la que el Rey solicita del Cabildo eclesiástico su opinión sobre el poner el Colegio de Santa Rosa de Lima en manos de la Compañía de Jesús, así como la facultad de otorgar grados.
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El Informe [llamado también Relación] El texto original latino reposa en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús y está datado en Curaçao el 9 de abril de 1705. Consta de 122 folios y solo ha conocido la luz pública la parte relativa a Venezuela213. No fue muy afortunado Schabel con sus escritos, ya que hasta el momento la mayoría han desaparecido. En el caso que nos ocupa, el jesuita escribió un Diario de su navegación, con muchas e interesantes noticias, que remitió el 23 de agosto de 1704 pero se perdió porque naufragaron las naves que lo llevaban a Europa214. Una segunda versión de 122 folios la remitió el 11 de abril de 1705215 y es el escrito al que pertenece el fragmento publicado relativo a Venezuela. Es difícil clasificar el género literario del escrito, pero juzgamos que lo más acertado es considerarlo como “Relato de viaje”, con la característica de que el autor escribe con conocimiento de causa, por haber estado antes en las regiones descritas. Los hechos históricos narrados pertenecen en su mayoría al viaje que realizó en el último trimestre de 1704 de Curaçao a Barinas, aunque a veces hace alusión a acontecimientos ocurridos ocho años antes cuando estuvo de misionero en la región pedracense, dependiente de las misiones de Casanare atendidas por los jesuitas del Nuevo Reino de Granada. Para la historia misional se constituye, por el momento, en la única fuente que narra el ensayo llevado a cabo por los jesuitas casanareños en el área barinesa, donde fundaron la población de San Francisco Javier de Gua-
213 El H. Nectario María publicó la traducción castellana: Nectario María. “Relación histórica que de su viaje a Cocorote, Barquisimeto, Araurre, Guanare, Tucupío, Barinas y El Real hace el Misionero Jesuita Miguel Alejo Schabel en el año de 1704”. En: Boletín del Centro Histórico Larense. Barquisimeto, año II, nº VI (1943) 33-46 y IX (1944) 32-51. Para la historia del manuscrito, véase: José Del Rey Fajardo, El mito Schabel. Las antinomias de un jesuita aventurero. Valera, Universidad Valle del Momboy (2007) 88-89. 214 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 122: “Quam plurimas ejusmodi notitias ad Adm. Rdam. Paternitatem Vestram dedi ac prescripsi in Diurnali meae navigationis, sed proh dolor! cum navibus perditis perierunt”. 215 arsi. n. r. et q., 16-I, fol. 348v. Carta del P. Schabel al P. Miguel Angel Tamburini. Curazao, 11 de abril de 1705: “Mitto Rae. Vae. centum viginti duas paginas notitiarum de hac novissima missione his in Insulis...”.
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gibos, a una hora de Palmasola entre el río Paguey y el Santo Domingo216. También se llevaron a cabo acciones entre los indios guamonteyes217 y guaneros en territorio de Pedraza, esta última a cargo del P. Niño218. El viaje le lleva a recopilar tradiciones, observaciones y datos históricos que merecen ser estudiados a la luz de la historia local o regional. En cuanto a la historia religiosa, recoge información sobre el culto a la Virgen de Nuestra Señora del Real219, a Nuestra Señora de Coromoto220 y a San Francisco Javier221. También sobre la literatura indígena ofrece aportes dignos de ser tenidos en cuenta, desde la tradición de Manaure222 hasta sus observaciones sobre los achaguas223, los guahivos224 o los cacatíos de Coro225. Sus descripciones hacen alusión a curiosidades como el origen de la yuca226, o la descripción de los zamuros227, las hospederías llaneras para los viajeros228, o el estrago que ocasionó la plaga de la langosta en 1704 y las rogativas que llevaron a cabo para
216
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 99-100.
217
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 104.
218
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 104-105.
219 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 98-99. 220
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 116-117.
221 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 109-110. 222 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 128. 223 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 100 y ss. 224
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 102-103.
225 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 127-129. 226
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 101.
227
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 114-115.
228
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 106.
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conjurarla229. Tampoco es ajena su percepción a la presencia de enfermedades como el landre, la aparición de cometas230 o las formas de desarrollar el comercio por aquellas regiones231. Un capítulo especial merece la descripción de las fiestas populares en Barinas con motivo de la celebración de la Inmaculada y Santa Lucía232. Para la historia del teatro colonial su testimonio es significativo, pues confirma su plena y reiterada existencia, a la vez que apela al estudio de las fuentes locales para reconstruir tan importante género literario233. Podríamos concluir, dentro del mismo contexto, con sus noticias sobre la Guerra de Sucesión y sus alusiones a personajes desconocidos en Venezuela, pero que provocaron en Analola Borges la tentación de vincular a Schabel con la causa del archiduque.
Schabel y la iconografía del cristal de Bohemia Esta nueva faceta del polémico jesuita bohemio ha sido descubierta en los últimos años gracias a la historiografía checa y aquí en Venezuela por las investigaciones del escritor Pavel Stepánek234. Lo inaccesible del checo para el mundo latino hace que haya pasado desapercibido este hecho histórico, aunque ya en 1893 Frantisek Mares descubría la existencia de Schabel y su correspondencia235. 229
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 107-108.
230
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 107-108.
231
Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 99-100; 122-123.
232 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 110-114. 233 Miguel Alejo Schabel. Noticias de América, 111: “... las comedias digo, en número de ocho, escogidas, decentes, en idioma español e impresas en España fueron representadas en el teatro erigido en la plaza de noche, con luces y lámparas. Algunas de ellas se podían exhibir en cualquiera ciudad europea muy dignamente”. 234 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 75-98. 235 Frantisek Mares. Ceské sklo [El vidrio checo]. Praha (1893) 205.
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En el invierno de 1700 a 1701 Schabel se desplazó desde Holanda a su país natal, para saludar a los parientes y amigos así como también para intercambiar ideas con sus hermanos en religión. Se hospedó en el colegio jesuítico de Cesky Krumlov y con su rector, el P. Juan Wenzelberger, tuvo la posibilidad de conversar asuntos relativos a su vida misional en Latinoamérica236. El 22 de enero el rector del colegio solicitó del conde Juan Cristián Eggenberg la donación de algunas de copas de cristal para el Padre Schabel, quien debía retornar a las Indias237. La solicitud fue atendida unos días después y se le entregaron tres docenas de copas de cristal tallado y tajado fabricadas en los talleres de Vimperk238. Es de suponer que este es el primer contacto con la industria del vidrio de la fábrica de Miguel Muller239. Desconocemos las tramitaciones posteriores del jesuita misionero, pero indudablemente tuvieron que seguir su curso antes de madurar el proyecto que diseñó a una con el financista y comerciante Juan van der Meulen. Ciertamente nos consta de la correspondencia mantenida tanto con el rector del colegio bohemio Juan Wenzelsberger, así como con el señor Foitel240, dentro del ámbito jesuítico, así como también con el conde Wratislav “quien recibió muchas cartas al respecto de parte de Sabel”241. 236 Carta del Rector al Duque de Krumlov. Krumlov, 22 de enero de 1701. Cesky Krumlov, Státní archiv. Netolice-Vimperk, II B 3k beta 1b. Citado por: Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçaco, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Diurnum’ (1707-1708)”. En: Archivum Historicum Societatis Iesu. Roma, LXVI (1997) 96. 237 Carta de Juan Cristián Eggenberg, duque de Krumlov al Rector del colegio jesuita de Cesky Krumlov. Viena, el 26 de enero de 1701. Borrador alemán: Archivo del Estado de C. Krumlov. VS Netolice-Vimperk, II, B, 3k, beta 1b. En: Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano con el vidrio de Bohemia”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, V (1971) 99. 238 [Registro del duque] el 26 de enero de 1701, Ibidem. Véase Fr. Mares. Ceske sklo [El vidrio de Bohemia]. Praga (1893) 89. El superior administrativo Liebenstein al duque, Krumlov, el 29 de enero 1701. Original alemán con un texto anexo. Ibidem (Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 100). 239
Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel),…”, 94.
240
Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 104-105.
241
Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 103.
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Gracias a una comunicación escrita por Schabel en Rotterdam el 11 de marzo de 1704, volvemos a tener noticias de las preocupaciones del jesuita sobre la iconografía del cristal bohemio. En marzo de 1704, cuando preparaba su retorno a Curaçao, le escribía al Sr. Liebenhausen, regente del señorío de los Eggenberg, para que le suministrara “vasos y abalorios bien tallados de la fábrica de Vimperk para ‘mis indios’”. Y añadía: “Pido y ruego una cantidad de vidrio bellamente grabado, así como una cierta cantidad de granos de vidrio, o sea, abalorios para mis indios, a los cuales regresaré si Dios quiere”242. A esta carta Schabel anexó dos documentos “que le identifican como el primer ‘empresario’ dispuesto a organizar la exportación del vidrio bohémico a los territorios de América”243. El primero corresponde al Catalogus Vitrorum244 y el segundo al que denomina Neue Strassen von Hamburg Nac. Venedig…245. Gracias a Stepánek podemos disponer del texto del “Catalogus Vitrorum”, pues lo ha incluido en la traducción castellana en su artículo tantas veces citado246. Hay que reconocer que el jesuita bohemio había sabido captar la visión real que tenían los españoles y los hispanoamericanos de la vida y de su representación en el arte. Su trato con los hombres de la península ibérica data del 1º de marzo de 1694247 hasta agosto de 1698 en que pasó a la isla de Curaçao, es decir, cuatro años largos, de los cuales uno y medio transcurrió 242
Citado por Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel)”, 94.
243
Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 104.
244 (Michael Sabel), Catalogus vitrorum, original latino. Archivo del Estado de C. Krumlov, II, D, 7, zeta, 1.ª. (Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 105). Véase: Fr. Mares. Ceske sklo [El vidrio de Bohemia]. Praga (1893) 205-206. 245 Ibidem. 246 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel),…”, 96-97. En la nota correspondiente remite a su ubicación en el Archivo Estatal de Cesky Krumlov. Administración Central. Vimperk, II, D, 7, G, sigma 1.ª. 247
Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla (1995).
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en Andalucía y dos y medio en terrenos misionales del Nuevo Reino de Granada y Venezuela. Estamos ante una síntesis bastante exacta de lo que era el imaginario hispánico: fe, devociones, santos, virtudes espirituales y mundanas, culto a los símbolos que identifican las regiones, el hábitat, los ancestros espirituales y patrios. Como regla general para el éxito en la venta del vidrio checo establecía: que las personas representadas sean españolas o vestidas a la española y que los textos sean en el idioma de Cervantes. En el ámbito religioso debía estar presente tanto el Santísimo Sacramento del Altar como la Inmaculada Concepción. El tema mariano es muy amplio y recoge la devoción popular como la Virgen de Montserrat, la del Pilar, la Guadalupe, la del Rosario y la de Nuestra Señora del Real para la Nueva Granada. El santoral es todavía más amplio: comienza con los apóstoles, los evangelistas, los fundadores de las órdenes religiosas que laboran en América, los patronos de cada demarcación geográfica y otros que pertenecen al dominio del pueblo. De igual forma, recomendaba los escudos y las armas del Perú, Nueva Granada, Brasil, Chile, México y Paraguay. También la simbología de la flora, fauna y de las riquezas naturales y minerales, así como la representatividad de los signos del zodíaco, todo lo cual supone una abundante correspondencia anterior mantenida tanto con el rector del colegio de Krumlov como con el señor Foitel248. El segundo documento recogía el mapa de Los nuevos caminos de Hamburgo a Venecia enriquecido con minuciosas instrucciones249. Aquí se muestra claramente el criterio del jesuita bohemio, quien era partidario de la vía norteña, es decir, el recorrido por tierra hasta la ciudad de Roudnice, y
248
Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel),…”, 97.
249 Una copia del mapa ha sido publicada por Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 98.
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de allí, por el río Elba hasta Hamburgo y desde este puerto aprovechar el mar para llegar a los Países Bajos, España y otros lugares250. Sin embargo, en junio de 1704, Schabel y van der Meulen daban un paso sorprendente, pues presentaron un proyecto para el comercio del vidrio checo en Hispanoamérica. Así, al “Catálogo de Vidrios” y al diseño de las rutas comerciales a través de su amigo van der Meulen251, remitidos tres meses antes, dan un paso hacia delante y proponen la posibilidad de que el vidrio pudiera fabricarse directamente en las colonias españolas. En definitiva, se trataba de un ambicioso proyecto para la exportación a América del vidrio fabricado en los talleres de Vimperk (Bohemia meridional). En cuanto a la organización señalaba a don Johann van de Meulen “uno de los comerciantes holandeses católicos más importantes, gran amigo y protector de nuestra Compañía en aquellas misiones holandesas”, quien se había dirigido por carta al ilustre príncipe aseverándole “que vendería en buenos precios aquellos vidrios bien grabados que salen de la fábrica de vidrio de su Alteza en Vimperk”. Y más adelante: “Los granos, o sea, abalorios son en las Indias los más aceptables y bienvenidos, y, seguramente, se venderán con gran provecho y ganancia”252. En el área de exportación podría prestar un gran servicio don Antonio Meyers, hijo del hermano del suegro de Juan von der Meulen [Molinos para los españoles] quien se desempeñaba en el Palacio Real de Madrid como “Conserje y Guardajoyas”, y a quien había conocido en Madrid, en su viaje a España en 1702. El cual aceptó con agrado el cargo en 1703253. 250
Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 105.
251 Carta del P. Schabel a Sebastián von Liebenhausen [administrador del duque de Krumlov] 11 de marzo de 1704. Cesky Krumlov, Státní archiv. Netolice-Vimperk, II D 7G zetza 1ª. Citado por Christine W. M. Schunck. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J., 96. Polisenski. Verb, 95-98. 252 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 94. 253 Carta de Miguel Alejo Schabel al superior y al regente de Krumlov. Rótterdam, el 11 de junio de 1704 (original latino: archivo del Estado de C. Krumlov. VS Vimperk, II, D, 7, G, zeta 1ª). Véase: Véase Fr. Mares. Ceske sklo [El vidrio de Bohemia]. Praga (1893) 204-205. Citado por Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 103.
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Es curioso anotar también los personajes que apoyarían el proyecto: Adán Racin, conocido del duque Eggenberg; el P. Jacobo Kresa (16481715)254, quien acompañaba al archiduque en su viaje a los Países Bajos; los PP. Fernando Orban (1655-1732)255 y Andrés Bauer, confesores del rey Carlos III; el chambelán imperial, conde de Kounic y el conde Wratislav, quien sugería que la mercancía se remitiera por Hamburgo sirviéndose de los ríos Vltava y Elba256. Pero, ¿cuál fue el resultado final de todos estos esfuerzos? El mismo 3 de junio de 1704 Sebastián von Liebenhausen, administrador de las tierras de Cesky Krumlov, le escribía al duque manifestándole su escepticismo, pero proponía que para el comercio con las Indias el comerciante holandés Johan van der Meulen nombrara un fiador en Bohemia y Austria para garantizar las operaciones comerciales257. En todo caso, hacemos nuestras las opiniones de Polisensky y Lumbomir Vebr, quienes finalizan su investigación afirmando que “en el laberinto de los contactos económicos que se fueron entablando entre Bohemia y la América hispánica y portuguesa le corresponde a Miguel Sabel un puesto bastante importante, si bien es verdad que mientras tanto resulta imposible averiguar si y, en caso positivo, cuándo sus acuerdos personales con Jan van der Meulen [ Juan de los Molinos] dieron algún resultado práctico”258.
254 Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. RomaMadrid, III (2001) 2227. Profesor en el colegio Imperial de Madrid (1686-1687; 1689-1701). 255 Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. RomaMadrid, III (2001) 2875-2876. 256 Carta de Miguel Alejo Schabel al superior y al regente de Krumlov. Rótterdam, el 11 de junio de 1704. 257 El superior administrativo Seb. von Liebenhausen al duque. Probablemente, Krumlov, el 3 de junio 1704 (Archivo del Estado de C. Krumloov, VS Vimperk, II, D, Z, G zeta 1ª). Citado por Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 108. 258 Josef Polisensky y Lumbomir Vebr. “Miguel Sabel y orígenes del comercio americano…”, 114. Los autores ponen su confianza en las investigaciones que se lleven a cabo en los archivos holandeses para arrojar luz sobre este problema.
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Valoración final Sin lugar a dudas. la gran intuición del jesuita de Komatau fue la que sería la “Misión de Curaçao”, aunque creemos que su concreción surge en sus años de estancia en Holanda. Nadie le podrá quitar haber tenido la visión de la importancia que asumía la isla de Curaçao, la cual se iría transformando en una suerte de lugar de encuentro de hombres, religiones y negocios que se irán moviendo, cada vez más, con mayor libertad259. En la geopolítica de la Provincia del Nuevo Reino de Granada se observará, según avance el siglo xviii, el deseo de desplazar cierto núcleo de actividades centralizadas en Santafé hacia la capital venezolana; e incluso se llegará a concebir como un polo de desarrollo que debiera favorecer las incipientes misiones del Orinoco, consolidar las aspiraciones fundacionales de Maracaibo y proyectarse hacia las islas del Caribe e incluso anexar la misión de Curaçao260. Que la acción jesuítica posterior fuera un fracaso es otra historia y otra temática. Además, parece lógico que fueran los jesuitas neerlandeses quienes se responsabilizaran de tan difícil proyecto. Pero además existen otros factores que colaboraron para que la leyenda asumiera a Schabel como un protagonista singular. La sesgada reacción de la historiografía española, empeñada en convertirlo en promotor de la causa del archiduque Carlos en tierras venezolanas, hecho que aparentemente tuvo su confirmación por la actitud de las autoridades eclesiásticas y civiles de la Provincia de Venezuela, ha elevado su imagen más allá de la de 259 Johan Hartog. Curacao. From colonial Dependence to Autonomy. Aruba, De Wit, 1968. José R. Fortique. Los motines antijudíos de Coro. Maracaibo, Editorial Puente, 1973. Isidoro Aizemberg. La comunidad judía de Coro, 1824-1900. Caracas, Biblioteca de Autores Falconianos, 1983. 260 apt. Leg. 132 [sin foliar] Carta del P. Francisco Retz al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 15 de septiembre de 1736. En la 5a carta decía: “Y si bien todo esto parece satisfacer V. R. y los consultores de Cartagena, ni me basta el parecer de estos, ni asiento muchos de sus motivos ni a las utilidades que se le presentan a V. R.”. Y en la sexta carta, de la misma fecha [sin foliar], añade: “Y finalmente nada menos que practicadas son las otras utilidades que V. R. apunta, de la cercanía de Caracas a muchas islas de Barlovento, y especialmente a Curazao, cuya misión (que ya no hay) juzga V. R. pudiera agregarse a esa provincia. Ella está tan falta de sujetos que apenas puede cumplir con sus obligaciones y el extenderse en muchas islas y emprender muchas y distantes entre si, solo es abarcar mucho y apretar poco”.
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un audaz aventurero que supo burlar todas las barreras policiales e ideológicas e instalarse después en la isla de Curaçao. Sin embargo, es necesario resaltar que ha sido la historiografía checa la que ha reivindicado la verdadera personalidad de Schabel y ha aclarado que sus acciones abrieron a Venezuela al comercio internacional y sobre todo porque propició las relaciones comerciales checo-venezolanas, de forma tal que se le puede considerar como el introductor de la cultura del vidrio en Venezuela261. En cierto sentido, sus escritos también constituyen, a pesar de que han llegado a nuestras manos fraccionados y de forma tardía, un arquetipo nuevo de literatura misional hispanoamericana, pues superan lo meramente religioso para buscar inspiración en el alma de la cotidianidad y en el contexto de las manifestaciones populares. Por ello, su producción escrita se inserta en la historia local y regional tanto de Barinas como de Curaçao. Pero, lamentablemente, el halo de su leyenda fue perdiendo luminosidad y las sombras acabaron por oscurecer gran parte de sus inspiraciones. Pensamos que el primero en debilitar su biografía mítica fue el agustino Agustín de Caicedo —otro mito que trató de convertir a Schabel en antimito—. Estamos ante dos personalidades tan apasionadas y apasionantes que requieren la crítica de muchos contextos que hoy ignoramos, amén de que la literatura escrita por ambos es ingente y en su mayor parte panfletaria, hecho que acabaría perjudicando a ambos. Lo importante es que el catolicismo en la isla de Curaçao tomó nuevos alientos y ambos contendores pusieron lo mejor de sí para cumplir sus ideales religiosos. Y como el genio aventurero del jesuita de Komatau no podía deslastrarse de su tendencia innata al riesgo y a la autonomía, fue generando una personalidad individualista y anticomunitaria que le llevó a alejarse de la disciplina religiosa y también a cometer errores económicos que acabarían sentenciando su vida misional. Es indudable que la dureza de la vida en la isla y el progresivo debilitamiento de sus ideales religiosos le
261 Pavel Stepanek. “El jesuita Miguel Schabel (Sabel), misionero en Venezuela, y la iconografía del cristal de Bohemia”. En: Montalbán. Caracas, 25 (1993) 75-98. Josef Polisensky-Lobomír Vebr. “Miguel Sabel y los orígenes del comercio de Cristal de Bohemia con América Latina”. En: Ibero-Americana Pragensia. Praga, V (1971) 93-116. Frantisek Mares. Ceské sklo [El vidrio checo]. Praga (1893) 205.
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condujeron a pactar con el fraude de sus promesas jesuíticas y al negarse a cumplir la obediencia impuesta por sus superiores religiosos optó por el anonimato y el abandono de su vocación.
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15. Mateo Mimbela (1663-1736)1
Mateo Mimbela es un genuino representante de esa duplicidad de funciones que caracteriza a los más ilustres jesuitas neogranadinos que supieron servir a la Academia y a la Compañía de Jesús en las décadas anteriores y posteriores al gozne temporal que engarza los siglos xvii y xviii. Sin lugar a dudas, es una de las principales personalidades jesuíticas del Nuevo Reino, tanto en su vertiente de profesor universitario como en sus facetas de hombre de gobierno y de consejo. Por ello, no es de extrañar
1 aiul. Papeletas: Mimbela, Mateo; Jospeh Cassani. Historia de la Provincia de la Compañia de Jesus del Nuevo Reyno de Granada en la América. Madrid, (1741) 605-618; Daniel Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia. Bogotá (1940) 393-394. F. Quecedo. “Manuscritos teológico-filosóficos coloniales santafereños”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 2 (1952) 241-243; 283; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 149-172; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 403-408; Germán Marquínez Argote. “Mateo Mimbela (1663-1736), el Maestro aragonés que enseñó Filosofía y Teología en el Nuevo Reino de Granada”. En: Revista Española de Filosofía Medieval. Zaragoza, nº 9 (2002) 297-326; José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Breve tratado del cielo y los astros del maestro javeriano Mateo Mimbela (1663-1736). Bogotá, 2004; Walter Bernard Redmond. Bibliography of the Philosophy in the Iberian Colonies of America. The Hage, Martinus Nijhoff, 1972; Juan Manuel Pacheco. “Mimbela, Mateo”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid. III (2001) 2677.
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que su biografía apareciera impresa a solo cinco años de su muerte, gracias a la pluma del académico de la lengua española, P. Joseph Cassani2. De igual forma, la figura de Mateo Mimbela se ha vinculado a la historia de las misiones casanareñas por dos razones fundamentales: como misionero debió emitir opinión sobre la importancia de las llamadas Misiones del Airico, y como provincial inició la renovación de las reducciones casanareñas al destinar al P. José Gumilla a la nación de los betoyes. Además, desde el punto de vista histórico, su nombre es parte integral de la historiografía misional llanera, gracias a sus diversos escritos que recogen acciones importantes del acontecer misional entre 1695 y 1725.
Etapa española Nació en Fraga, actual Provincia de Huesca, el 20 de septiembre de 16633, en el seno de una familia profundamente religiosa. Tres ciudades polarizan la biografía jesuítica de Mimbela en la Península Ibérica: Tarragona, Barcelona y Zaragoza. Llamó a las puertas de la Compañía de Jesús en la ciudad mediterránea de Tarragona, el 27 de noviembre de 16774. Concluido su noviciado en 1679 y habiendo repasado la Gramática, pasó al colegio de Zaragoza a estudiar Filosofía y Teología5. Sin embargo, sospechamos que quizá estuvo algún tiempo en Barcelona, ya que desde la ciudad condal escribió al General de la Orden pidiéndole pasar a las Indias6. Se abre la sugerencia de
2 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Madrid, Imprenta y Librería de Manuel Fernández (1741) 605-618. 3 arsi. n. r. et q., 4, fol., 157. Catálogo de 1718. Sin embargo, el catálogo de 1713 señala el 8 de septiembre (Ibidem, fol., 113). 4 arsi. n. r. et q., 4, fol. 6. Catálogo de 1691. 5
Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 606.
6 arsi. Fondo Jesuítico. “Indipetae”. Spagne. Carta de Mateo Mimbela al P. General de la Compañía de Jesús solicitando las Indias. Barcelona, marzo 1684.
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que su docencia de las humanidades la hiciera en la capital catalana y no en Zaragoza7. Cuando estudiaba el tercer año de Teología fue destinado a América y de su residencia zaragozana partió en febrero de 1689 para Sevilla8. En esta ciudad se ordenó de sacerdote en 16909 y ese mismo año atravesó el Atlántico en la expedición del P. Juan de Segovia10. Los expedicionarios llegaron a Cartagena el 3 de mayo del mismo año11.
Etapa americana La biografía americana del P. Mimbela se inicia en la fría y ascética ciudad de Tunja, en donde realizó su año de tercera probación12. Mas en 1691 residía en
7 Todos los catálogos reiteran que “docuit grammaticam” y el único tiempo hábil para hacerlo fue en el decenio comprendido entre 1680 y 1689. Además, no se explica cómo en 1689 fuera estudiante del tercer año de teología. El catálogo de 1691 es muy explícito: “docuit grammaticam per triennium” (arsi. n. r. et q., 4, fol. 6), luego su docencia de la gramática se había desarrollado antes de esa fecha. 8 Bartolomé Garcés Ferra. “Relación de jesuitas de la Provincia de Aragón enviados a Indias en los siglos xvii y xviii”. En: Revista de Indias. Madrid, VIII (1947) 528: “n° 75. Los Hnos. Mateo Mimbela y Juan Narváez, salieron del colegio de Zaragoza en donde estudiaban tercer año de Theología, para el Nuevo Reyno. Procurador el P. Juan de Segovia, por febrero de 1689”. 9 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 607: “... donde el año 1680 se ordenó de sacerdote y el mismo año logró feliz viaje, hasta tomar puerto en Cartagena”. Evidentemente se trata de un error de imprenta: 1680 por 1690”. El viaje se realizó en 1690 y así lo exigía el currículum previsto de sus estudios. 10 agi. Contratación, 5548. Expedición de 1690. La patente del P. Mimbela está fechada en Zaragoza el 8 de febrero de 1689. Si tenemos en cuenta que sus estudios de Filosofía y Teología duraron siete años (arsi. n. r. et q., 4, fol. 157), es de suponer que el restante espacio temporal que abre el análisis de las cronologías tuvo que llenarse con el estudio de las Humanidades y un trienio dedicado a la enseñanza de la Gramática (arsi. n. r. et q., 4, fol. 6. Catálogo de 1691). Se embarcó el 10 de enero de 1690 en la expedición dirigida por el P. Juan de Segovia (Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 280). Llegaron a Cartagena el 3 de mayo. 11
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia. Bogotá, III (1989) 150.
12 Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 607: “… no habiendo tenido en Europa tiempo para tener la tercera aprobación, fue a cumplir este requisito…”.
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Santafé como ministro de la comunidad jesuítica de la Universidad Javeriana13. En 1692 debió de iniciarse en la docencia de la Filosofía en la mencionada Academia14. En 1695 interrumpió sus labores académicas para incursionar en las misionales en las regiones sureñas de los llanos de Casanare. Otro mundo totalmente distinto al vivido en la Academia, pero más real y trágico que se desarrollaba en el corazón de las inmensas soledades del Airico15.
Síntesis cronológica De 1669 a 1695 los jesuitas habían realizado inútilmente cinco intentos para asentarse en la parte alta del Orinoco medio, es decir, en la zona comprendida entre el Meta y el Guaviare, donde se concentraba una gran parte de la nación sáliva16. En 1695 estas misiones habían culminado en un fracaso ante la fuerte presión de la nación caribe que había instaurado la trata de esclavos indios para venderlos en las posesiones de la Guayana holandesa17. Daniel de Barandiarán describe así la situación de estas regiones al finalizar el siglo xvii: “Todo era desolación, esclavitud y muerte. Los sucesivos jefes de las hordas Caribes se vengaban cruelmente de las Etnias misionadas por los Jesuitas, a los que esclavizaban, los torturaban y sacrificaban 13 arsi. n. r. et q., 4, fol. 6. 14 El 20 de octubre de 1693 iniciaba su curso de Cosmología (Biblioteca Nacional de Colombia. Mss. 149), lo cual nos lleva a concluir que por lo menos había dictado antes el curso 1692-1693, según el modo ordinario de proceder de la Javeriana que el profesor seguía con sus alumnos a lo largo de toda la Filosofía. Cassani, por su parte, no especifica las fechas de su docencia: “... encargose por ahora del Curso de Filosofía que leyó con aplauso universal, siendo estimados sus papeles por metafísicos, por sólidos, por claros y por formales” (Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada,607). 15 Juan Rivero. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá (1956) 321; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 608. 16 José Del Rey Fajardo. Introducción al estudio de la Historia de las Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal (1993) 415-419. 17 Una visión de esta dura problemática puede verse en: José Del Rey Fajardo. Introducción al estudio de la Historia de las Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal (1993) 419-423.
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en masa. La hecatombe étnica del libre imperio Caribe en el Orinoco, luego de la muerte de Quirawera hasta la víspera misma de la última y definitiva Entrada Misionera Jesuítica, puede fácilmente calcularse en más de 30 mil indios aniquilados y mas de diez mil vendidos como esclavos por los Caribes, con la complicidad de los holandeses, franceses, ingleses y hasta los mismos españoles. ¡Cuarenta mil víctimas en sólo la hidrografía del Orinoco, en sólo 30 años (1696-1730) sin contar los doce años de la hecatombe que representó el episodio de Quirawera (1684 a 1696)”18. El año 1695 el visitador de la Provincia neogranadina, P. Diego Francisco Altamirano, decidió enviar al P. Mateo Mimbela a la zona geográfica seleccionada para levantar el correspondiente informe in situ y de esta forma poder salvar las misiones de su impase con los caribes19. El 25 de septiembre de 1695 partía de Bogotá el P. Mimbela, con destino a Sabana Alta20, en donde debía permanecer hasta que el P. Alonso de Neira buscara al P. José Cavarte quien ejercía su labor en las profundidades del gran Airico21. Iba por superior de esta nueva misión y lo acompañaba un Donado, quien debería permanecer en Sabana Alta para cuidar de lo temporal de las misiones, en la idea de “que se procurarían entablar con brevedad en las espaciosas y buenas tierras que allí tiene esta Provincia”22. El proyecto contaba con el beneplácito del presidente Gil Cabrera y Dávalos, dentro de una nueva estrategia geopolítica para conquistar los terrenos sureños a San Juan de los Llanos23. 18 Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, II (1992) 241. 19 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 321. 20 Para la historia de este poblado, véase: José Del Rey Fajardo. Los jesuitas en Venezuela. Tomo III: Topo-historia. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez, II (2011) 266-268. 21 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 236v. 22 apt. Leg. 26. Letras annuas 1694-1698, fol. 236v; Juan rivero. Historia de las Misiones, 321. 23 Véase: José Del Rey Fajardo. “La Misión del Airico: 1695-1704”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, t. LXXVI, n.° 302 (1993) 49-68. Y sobre todo: agi. Santafé, 36. Testimonio en relación a los autos obrados en razón de haber mudado los pocos indios que quedaban en el pueblo de San Bartolomé de la Cabuya
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En diciembre de 1695 los PP. Alonso de Neira y Mateo Mimbela intentaban la búsqueda de un camino al Airico a través de los llanos de San Juan24. En 1697 Mimbela regresaba a Bogotá25 para informar a los superiores de las perspectivas de la nueva misión. En 1699 reasumió la docencia en la Javeriana, pero en esta oportunidad fue el currículum de la teología dogmática al que tuvo que dedicar su esfuerzo y empeño26. La primera década del setecientos nos ofrece algunas dudas en la biografía mimbelana, a juzgar por algunas afirmaciones de Cassani y los documentos oficiales de que disponemos.
El cursus honorum
Según el Catálogo del año 1702 se desempeñaba como secretario de la Provincia del Nuevo Reino27. Esta aseveración nos induce a conjeturar que tal actividad pudo haber nacido con el nombramiento del P. Pedro Calderón como provincial en 170028. Per se, juzgamos que no fue incompatible el car-
al sitio de Sabana Alta, motivos que tuvo para ello el Presidente de Santa Fe don Gil de Cabrera y gestiones que hizo con el Arzobispo para entregarlos a la Religión de la Compañía de Jesús. 24
Juan Rivero. Historia de las Misiones, 321.
25 Es difícil precisar la cronología, pero si en septiembre de 1696 se pone Mimbela en camino con Cavarte (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 332) y el viaje duró un mes (p. 336), debemos deducir que algún tiempo tuvo que demorarse Mimbela en la elaboración del Informe y además el viaje de regreso, lo cual nos lleva al año 1697. 26 Biblioteca de la Academia de la Historia. Biblioteca Zaldúa. Mss. De essentia et attributis Dei, fol. 1: “Triennio interrumptum Scholasticarum institutionum pensum iterum cogor instaurare”. Según el título, dio comienzo al curso el 19 de octubre de 1699. Cassani (Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 609): “... entró en las Cátedras y las siguió hasta la de Prima, regentando con tanto cuidado y estudio, que ningún año repitió materia, trabajando de nuevo cada año la que había de dictar: solo un año repitió una materia dictada dos años antes, porque había logrado tanto aplauso, que deseosos de tenerla todos, le pidieron con instancia su repetición”. 27 arsi. n. r. et q., 4, fol. 38. Catálogo de 1702. 28
El Provincialato del P. Calderón fue de 1700 a 1706 (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 107-135).
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go con la docencia en la Javeriana; pero se impone la pregunta de hasta qué fecha se extendió la labor de la cátedra y hasta qué año la acción como “Socio” del provincial. Otro problema lo constituye su rectorado en el colegio de Tunja29. Según Cassani, la estancia al frente de la institución jesuítica tunjana fue de nueve años30, afirmación que de ser verdadera trazaría una trayectoria temporal en la capital boyacense que tendría que desarrollarse entre 1702 y 1711, fechas límite en este decenio. Hasta 1703 fue rector el P. Juan de Tovar31. Su sustituto parece haber sido el P. Juan Martínez Rubio, quien duró en el cargo hasta el 3 de septiembre de 1709, fecha de su fallecimiento32. Este cuadro nos abre la posibilidad de que el P. Mimbela rigiera el noviciado y el colegio de Tunja de 1709 a 1711. En 1711 fungía como visitador de las provincias del Nuevo Reino y Quito el P. Francisco Sierra33, mas al partir para Quito en 1711 dejó como viceprovincial del Nuevo Reino al P. Mateo Mimbela34. En 1713 era designado provincial35 al concluir su mandato el P. Francisco Sierra. En su visita a las misiones llaneras abrió las fronteras misionales
29 arsi. n. r. et q., 4, fol. 113. 30 Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 611: “… no es de admirar, que para bien de la Provincia, y de la Compañía, le prorrogassen por nueve años el Rectorado”. Y en la página 613 afirma que fueron ocho. 31 arsi. n. r. et q., 4, fol. 40v. Catálogo de 1702. A mediados de abril de 1703 deba comienzo a su gobierno de la Provincia de Quito en Popayán (Jouanen. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito. Quito, II [1943] 46). 32 Sor Francisca Josefa de la Concepción. Su vida, escrita por ella misma. Bogotá (1956) 150, 189, 194, 212. Para la fecha de fallecimiento (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 143). 33 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 145-148. 34 arsi. n. r. et q., 4, fol. 57. Catálogo Breve de 1711. 35 apt. Leg. 132, fol. 200. Carta del P. Tamburini al P. Mimbela. Roma, 8 de diciembre de 1711.
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hacia el mundo betoye y envió por misionero al P. José Gumilla36. Su gestión se extendió hasta 171637. Concluido su período permaneció en Santafé38, dedicado al servicio de la Universidad Javeriana. En agosto de 1720 asumía el rectorado de la Universidad39. Poco duraría al frente de la Academia santafereña, pues el 10 de septiembre de ese mismo año era elegido por la Congregación Provincial como Procurador a Madrid y Roma40. El 8 de enero de 1721 recibió el correspondiente poder del provincial para poder viajar a ultramar41. Su ausencia duraría prácticamente un trienio. Solo nos consta de su actividad madrileña su trabajo en pro de las necesidades de la provincia del Nuevo Reino42. El 31 de diciembre de 1723 se hacía a la vela en Cádiz con una expedición misionera y arribó a Cartagena el 19 de febrero de 172443. Luego de regresar a Bogotá parece que fue de nuevo la Universidad Javeriana el terreno de su actividad y más específicamente el cargo de prefecto de estudios44. Pero en el último tramo de su biografía aparece la disponibilidad ignaciana como una constante. A la muerte del P. Francisco Méndez, acaecida 36
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 356.
37 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 149-172. 38 arsi. n. r. et q., 4, fol. 157. Catálogo de 1718. 39 apt. Leg. 132, fol. 247. Carta del P. Tamburini al P. Ignacio Meaurio. Roma, 13 de mayo de 1719. Ponemos el mes de agosto como inicio del rectorado, porque el Provincial Francisco Antonio González entró a gobernar la Provincia el 5 de agosto (arsi. Congregationes Provinciales, t. 88, fol. 322). 40 arsi. Congregationes Provinciales, t. 88, fol. 322 y ss. 41 anb. Notaría, 3, t. 148 (Año 1721), fol. 1. 42 Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 195-198. 43 Weltbott, nº 283, p. 88. Mauro Matthei. Cartas e informes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamérica. Tercera parte: 1724-1735. Santiago, Universidad Católica de Chile (1972) 118. 44 anb. Notaría 3, t. 160 (Año 1728), fol. 4v.
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el 3 de octubre de 172845, debió asumir el rectorado de la Universidad hasta que llegó de Roma el nuevo gobierno. Durante ese lapso se llevaron a cabo en Santafé las solemnes fiestas por la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka46. Durante el provincialato del P. Francisco Antonio González (17301733)47 permaneció en su habitual dedicación a supervisar los estudios de la Javeriana48, mas al fallecer el P. Francisco Antonio González el 3 de noviembre de 173349 asumía el Provincialato el P. Mimbela, quien estaba designado “in casu mortis” del titular50. Una vez más, en 1734, con motivo de publicarse el nuevo cuadro de superiores de la Provincia, el provincial Jaime López juzgó necesario apelar al P. Mimbela51 para regir los destinos de la Javeriana, ya que el señalado por Roma, el P. Francisco Antonio González52, había pasado a la vida eterna el año anterior.
45 Archivo de la Provincia colombiana de la Compañía de Jesús. Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Je Jesús de Sancta Fe, fol. 189v. Confirmación del rectorado: anb. Notaría 3, t. 160 (Año 1729) fol. 62. Opinamos que su rectorado fue desde la muerte del P. Méndez, 3 de octubre de 1728, hasta el nombramiento del nuevo Rector, P. Diego de Tapia, que se llevó a cabo el 17 de enero de 1730 (apt. Leg. 132, fol. 301. Carta del P. Retz al P. Francisco Antonio González. Roma, 31 de diciembre de 1731). 46
Joseph Cassani. Historia de la Provincia…, 615-616.
47
Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 225-245.
48 anb. Notaría 3, t. 160 (Año 1730) fol. 9. 49 Archivo de la Provincia colombiana de la Compañía de Jesús. Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de Jesus de Sancta Fe, fol. 189v. 50 Joseph Cassani. Historia de la Provincia…, 616. Testimonios de su provincialato: apt. Leg. 132, fol. 335. Carta del P. Retz al P. Jaime López. Roma, 1 de enero de 1735. Enero de 1734 (anb. Notaría 3, t. 158, fol. 434). 51 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 246. En diciembre actuaba como Rector (anb. Notaría 3, t. 160 (Año 1734) fol. 31). Catálogo de 1736 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 226). 52 apt. Leg. 132, fol. 352. Carta del P. Retz a Francisco Antonio González. Roma, 15 de septiembre de 1733.
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Su rectorado se extendió hasta el 22 de abril de 1736, fecha en que le sorprendió la muerte en el ejercicio del cargo53.
El escritor Sería interesante conocer a fondo la formación filosófica y teológica que poseía Mateo Mimbela, a fin de poder entender su producción escrita. Tan solo sabemos que estudió estas disciplinas en el Colegio de Zaragoza, entidad que siempre tuvo hombres ilustrados al frente de esas cátedras. Así pues, en definitiva, la estructura científica del pensamiento del jesuita aragonés hay que buscarla en sus años de estudio y en los maestros que tuvo en la ciudad del Ebro. Para elaborar un cuadro real de los saberes de esa época en la capital de Aragón habría que acudir a la Historia del Colegio de Zaragoza del P. Juan de Arbizu pero, lamentablemente, ese precioso manuscrito ha desaparecido54. En su vertiente americana la biografía de Mimbela fue zurciendo facetas muy disímiles, pues aunque a la vida científica dedicó siete años, los mejores de su juventud, sin embargo su pluma estuvo también al servicio de la historia y de la acción burocrática jesuítica, ambientes en los que tuvo una cualificada producción. Para el interesado en conocer a profundidad la bibliografía de Mimbela nos remitimos a nuestra obra Breve tratado del cielo y los astros del M. Javeriano Mateo Mimbela (1663-1736)55.
53 arsi. n. r. et q., 4, fol. 288. Supplementum primi et secundi catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a 6 martii 1736 ad 2 junii 1737. 54 En el Archivo del Colegio del Salvador de Zaragoza existía el Manuscrito: Juan Arbizu [Lopez De Arbizu]. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza. Lo consultamos el año 1967, pues allí encontramos la biografía del P. José Cavarte escrita por el P. José Gumilla, la cual publicamos en nuestra recopilación gumillana (José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 5-20). Hoy, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza, Dr. José Antonio Ferrer Benimeli, nos asegura que el manuscrito ha desaparecido. 55 José Del Rey Fajardo y Germán Marquínez Argote. Breve tratado del cielo y los astros del M. Javeriano Mateo Mimbela (1663-1736). Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2004) 29-36.
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En este estudio nos ceñiremos a su estricta obra misional, la cual gira en torno a tres precisos temas: las misiones del Airico (1695-1696), la renuncia de las reducciones casanareñas (1715) y el relato sobre la nación betoye (1725). La bibliografía jesuítica ha recogido hasta el momento los siguientes escritos: 1. Relación del viaje que hizo el A. Alonso de Neira al Airico, con los trabajos y otras circunstancias de esta peregrinación: escrita por el P. Mateo Mimbela por orden del P. Visitador Diego Francisco de Altamirano. Sabana-alta, y 1º de abril de 169656. 2. Informe del P. Mateo Mimbela, Superior de las Misiones, sobre el Airico: exponiendo las noticias que hay de los indios que lo pueblan, de las esperanzas que ofrecen de su conversión, de su comunicación con la nación Sáliva del Orinoco, y de las calidades de sus tierras: 169657. 3. Mateo Mimbela, provincial de la Compañía de Jesús, renuncia a las misiones de los Llanos, 171158. 4. Relación de la entrada a la nación betoye y su cristianización. Año 172559. La Relación del viaje del P. Alonso de Neira la suscribió Mimbela el 1º de abril de 1696. De ella se han servido para sus respectivas historias tanto Juan Rivero60 como Joseph Cassani61. Por su parte, las cartas annuas de 1694-1698 aducen el texto completo, aunque con variantes que van
56 aiul. Papeletas: Mimbela, Mateo. 57 aiul. Papeletas: Mimbela, Mateo. 58 anb. Curas y Obispos, t. 21, fols. 609-621. agi. Santafé, 403. 59
José Gumilla. Escritos varios. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 189-266.
60
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322-329.
61
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 293-295.
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mucho más allá de los deslices a que estaba sometida en aquellos tiempos cualquier transcripción62. Sin embargo, el propio Mimbela se adelanta a especificar cuáles han sido sus fuentes: varias cartas de los Padres Neira y José Cavarte, así como las noticias suministradas por varios de los acompañantes de la expedición que se inició el 27 de enero de 169663. Aunque la transcripción es textual, con todo reconoce que ha omitido “la noticia que da sobre los indios camunivas y su crueldad con los indios chanapes, por no repetir lo que dije en el capítulo XII del Libro Primero”64. Pensamos que la esencia del texto tiene que deberse a Neira, tanto por las finas apreciaciones sobre la lengua como sobre las etnias descritas, las cuales sólo un misionero experimentado podía observar. Así pues, creemos que la autoría intelectual de gran parte de la Relación se debe en su totalidad al P. Alonso de Neira. Acerca del Informe sobre el Airico65, es conveniente asentar que se trata de un documento interesante, pues nos adentra en la criteriología de planificación que regía las acciones misionales. La datación del escrito no la podemos fijar con precisión, pues depende directamente de la fecha en que regresó a Bogotá el P. Mimbela. Si Mimbela y Cavarte partieron de Sabana Alta el 25 de septiembre de 1696 y el primero gastó veintisiete días en llegar a Etari66, es de suponer que tuvo que demorarse algún tiempo en la misión, lo cual nos lleva a deducir que no 62 apt. Leg. 26. Carta Annua... 1694-1698, fols. 136v-150v. 63 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322. En el propio texto aduce los acompañantes: los alcaldes de San Juan de los Llanos, seis hombres blancos y siete indios (Ibidem). Por el contexto parece que el alcalde Pedro de Mora, quien acompañó durante todo el viaje a Neira, ha podido ser uno de los informantes de Mimbela. 64 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 329. En realidad se trata de la última parte del capítulo XI (y no XII) del Libro I. 65 El texto lo recogen: las Cartas Annuas... 1694-1698 (apt. Leg. 26, fols. 146-150v); Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 332-336). 66 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fol. 146.
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pudo regresar a Bogotá antes de principios del año 1697. Así pues, pareciera prudente datar el documento en 1697. Sin embargo, el P. Uriarte establece como fecha de redacción el año 169667. Cuatro puntos debía investigar el P. Mimbela: 1.º) la demografía cierta del Airico, 2.º) las facilidades y dificultades que presentaba la promulgación del Evangelio en aquellos parajes, 3.º) posibilidad de comercio y comunicación entre el Airico y los sálivas del Orinoco, y 4.º)calidad de las tierras, distancias de San Juan de los Llanos y grados de dificultad de los caminos68. En el ámbito demográfico halló que había diecisiete pueblos achaguas, pequeños todos y distantes entre sí “dos jornadas cortas de camino”. Su población total no pasaba de 1800 almas69, pero —señala Mimbela— había presencia de otras naciones: los pamís, indios “de mejor color y facciones que los demás y muchos en número”; los enaguas, amigos de los achaguas y habitantes de las márgenes del río Yguiza, poco distante del Ariari; los chanapes o chachapes, de cabellos largos y habitadores en las cabeceras del río Inírricha y cuyas tierras abundan en “minerales de alabastro”; los curiarivensis, con menor organización que los demás; y los caberris, que excedían a todas las otras naciones en número, vivían en las bocas del Ynírricha y eran bien conocidos en el Orinoco por la resistencia que ofrecían al caribe. Además, no se duda de la existencia de otras naciones70. Con respecto al segundo punto71 hace alusión a las facilidades mostradas por los achaguas del Puerto y a la acción de su doctrinero el P. Alonso 67 aiul. Papeletas: Mimbela, Mateo. La verdad es que por la forma de citar el documento el bibliófilo hispano, parece que lo conoció aunque no indique el archivo donde reposa. Esta situación nos lleva a plantearnos la posibilidad de que el documento fuera enviado desde el Airico a Bogotá. 68
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 332.
69 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fol. 146v; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 332 pone 1700 almas. Sin embargo, el texto de las Annuas había escrito mil y quinientas y corregido encima ochocientas. 70 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fols. 146v-147. 71 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fols. 147-148v; Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 333334) omite algunos párrafos de este texto.
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de Neira, quien trató de seguir los ejemplos dados en San Salvador en la nueva cristiandad de Etari. Entre los inconvenientes que dificultaban la práctica de la vida evangélica, además de la inconstancia y la embriaguez, señala “el desahogo de la sensualidad”, de forma tal que no guardan respeto al parentesco de afinidad; sin embargo, los achaguas respetan al máximo el de consanguinidad, de ahí que buscasen mujeres de otras naciones para casarse. También practican el repudio, tanto por parte de los hombres como por parte de las mujeres. Un capítulo especial lo merecen la idolatría y las supersticiones. Algunos de estos pueblos concebían su origen como proveniente de unas culebras y por ello se llamaban amarizanes; otros creían que venían de los murciélagos. Los odios se transmitían de padres a hijos y hacían imposible la reconciliación. Para la venganza se servían de la yopa, que los tornaba violentos y temerarios. Con respecto al comercio y las comunicaciones del Airico con el Orinoco y sus gentes, creemos que es preciso situar primero Etari para después fijar las interrelaciones. Etari distaba cuatro jornadas de unos raudales del río Ariari, y a poca distancia de donde “asisten los Padres los ríos Dubarro y Vichada”, por los que se podía bajar al Orinoco. En las bocas del Ariari, que desemboca en el Orinoco, vivían los caribes camunibas, quienes servían de puente a los caribes para sus cacerías humanas72. Finalmente, sobre la calidad de las tierras y los caminos del Airico, Mimbela hace anotaciones interesantes73. El viaje desde Santafé podía durar veintidós o veintitrés días, distribuidos de la siguiente manera: ocho días hasta Sabana Alta y catorce o quince desde este centro hasta Etari. Desde Sabana Alta se daban dos posibilidades: la primera por agua y consistía en buscar el Ariari en Chunaipe, distante tres o cuatro jornadas de Sabana Alta, y el resto por río, teniendo presente que el Ariari y el Guayavero se juntan y asumen el nombre de Guaviare. Por tierra debían superarse dos dificultades: el carecer de población aquellas inmensidades y el estar sometido a las incomodidades de los mosquitos.
72 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fols. 148v-149. 73 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fols. 149-150v.
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También anota con respecto a la alimentación algunos datos interesantes. Su dieta diaria era pan de cazabe y la bebida el sucube, el cual extraían de la raíz de la yuca. En el verano podían pescar abundante pescado, pero durante el invierno tenían que recurrir a tortugas, monos, papagayos, iguanas y también venados y dantas de las que sacaban las piedras bezares74. La fertilidad de esas tierras “es muy conocida y experimentada”. El temple lo percibió cálido, pero no en demasía, y las tierras sanas. En todo el Airico carecían de sal, no porque no la tuvieran, sino porque “la tienen por cosa sagrada”. Concluye su informe el P. Mimbela con estas palabras: “En cuyas tierras de esta Provincia con muy buenas salinas y fundadas buenas haciendas, de que son capaces, ofrecen grandísima conveniencia para una Misión que se espera ha de ser gloriosísima si los progresos corresponden a los principios”75. En síntesis, pensamos que el aporte mimbelano en este documento es mucho mayor que en el anterior ya que fue testigo del viaje, observador de las personas y terrenos y pudo escuchar a los expertos.
Los memoriales Un capítulo aparte ameritan sus memoriales, escritos en 171176, sobre la renuncia a las doctrinas que dirigían los jesuitas en los llanos casanareños. El 20 de agosto de 1711 se dirigía el P. Mimbela al presidente del Nuevo Reino para notificarle que la Compañía de Jesús renunciaba y resignaba las doctrinas de Pauto, Tame y Macaguane en manos del arzobispo don Francisco Cossío y Otero77. Dos razones aducía Mimbela: por una parte, sus habitadores ya estaban instruidos en la fe y reducidos a vida política; y 74 En el texto relativo a este pasaje, Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 335) interpola un largo párrafo en el que habla de las hormigas voladoras y manducables. 75 apt. Leg. 26. Cartas Annuas... 1694-1698, fol. 150. 76 El manuscrito original se encuentra en: agi. Santafé, 403; anb. Curas y Obispos, t. 21, fols. 609-621. El texto ha sido publicado por: Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia. Bogotá, IV (1894) 192-205; José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 254-265. 77 Véase: Juan Manuel Pacheco. Historia eclesiástica. Tomo III: La Iglesia bajo el regalismo de los bobones. Siglo xviii. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, Ediciones Lerner (1986) 33-43.
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por otra, no tener sujetos para entablar las misiones del Orinoco. Solicitaba mantener San Salvador del Puerto para que sirviera de escala en su navegación al gran río venezolano78. La tramitación seguiría los pasos institucionales pautados. El presidente don Diego Córdoba Lazo de la Vega79 pasó la solicitud al fiscal el 27 de agosto80, quien de inmediato solicitó del provincial el nombre de los pueblos y el número de indios para de esa forma pasar al protector de indios el informe y con su opinión remitirlo al Real Patronato81. El 31 de agosto transmitía el presidente al P. Mimbela la solicitud del fiscal82. La Compañía de Jesús respondió en septiembre. Los pueblos a que se renunciaba eran los siguientes: 1.º) Pauto, con más de quinientas almas, todos ladinos, pagaban seis pesos de demora al año en plata e hilo y tenían entabladas tres cofradías: la del Santísimo, la de Nuestra Señora y la de las Ánimas. 2.º) San Salvador del Puerto, con seicientas almas, todos achaguas y ladinos, pagaban cuatro pesos de demora al año en quiripa y el cura recibía el estipendio de las cajas reales; tenía las mismas cofradías que Pauto. 3.º) Tame, se componía de seis parcialidades de nación girara con 1300 almas; eran natural altivo, pagaban cuatro pesos de demora en géneros de la tierra como maíz, cazabe, pita y cacao, y con los mismos géneros se pagaba el estipendio del cura. A este pueblo se agregaron cien indios betoyes, la mayoría chontales. 4.º) Macaguane, con novecientas almas, de las cuales trescientas se habían incorporado hacía dos años; hablaban len78
Citaremos por nuestra edición: Documentos jesuíticos, II, 254-255.
79 Véase: Sergio Elías Ortiz. Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Tomo 4. Presidentes de capa y espada (1654-1719). Bogotá, Academia Colombiana de Historia, Ediciones Lerner (1966) 277-296. 80 Mateo Mimbela. “Memoriales”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 255. Creemos que existe un error en las fechas, pues si el Decreto para pasar al Fiscal el documento está datado en 27 de agosto, mal podía responder el Fiscal el 23 de agosto, es decir, cuatro días antes de recibir el documento. También Cuervo (Colección de documentos…., IV, 194) reitera las mismas fechas, y el original en que se ha inspirado parece distinto a los consultados por nosotros. 81 Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 255-256. 82 Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 256.
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gua girara y solo algunos eran cristianos. Pagaban dos pesos de demora en géneros y también el estipendio. Eran de natural belicoso. 5.º) Tunebos, con 566 almas. Todavía no estaban tasados. De todos ellos la Compañía de Jesús solo quería reservarse San Salvador del Puerto. Dejaba también constancia de que las iglesias de Pauto y Tame tenían “singulares adornos y alajas”83. El 15 de septiembre contestaba el protector de indios los autos del fiscal. Dos razones aducía el protector para no admitir la renuncia: la primera, que los indígenas estaban contentos con los jesuitas y sería contraproducente sustituirlos, y la segunda, que no había curas que supieran el girara y el tunebo para poder misionar a estos indígenas. Por todo lo cual solicitaba que los jesuitas siguieran en sus puestos84. Ante la ratificación del fiscal de la opinión del protector, el P. Mimbela volvía a la carga argumentando que si la Compañía de Jesús tuviera operarios suficientes no renunciaría a esas misiones, pero la conversión de los indígenas del Orinoco así lo aconsejaba. Además, si hubiera peligro de apostasía de los autóctonos, o de retirarse a otros lugares, no entregarían los pueblos. Tampoco creía que fuera problema el idioma, porque en sus pueblos se entendía y hablaba la lengua castellana, generalmente por ser ladinos los más, y los que no lo eran se instruían de los que eran85. Al final, tras la opinión del Real Acuerdo, se remitió el caso al Consejo de Indias y así lo aceptaba el P. Mimbela86.
83 Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 256-257. 84 Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 257-259. También explica el Protector que los tunebos no están tasados, porque no han transcurrido veinte años que por Real Cédula de 6 de marzo de 1687, se manda no paguen tributo los indios de los Llanos. 85
Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 261.
86
Mateo Mimbela. “Memoriales”, II, 263-265.
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Relato de la entrada a la nación betoye Cierra el aporte histórico a las misiones casanareñas del P. Mimbela el Relato de la entrada a la nación betoye y su cristianización, 172587. Se trata de un documento histórico, imprescindible para seguir la historia misional del área betoye, asumido casi en su totalidad por Rivero, y hasta el momento única fuente de información sobre esa nación. Una primera pregunta surge al plantear cuál fue el papel que desempeñó el jesuita aragonés en este documento histórico. Hay un hecho incontrovertible como lo es el que el P. Mateo Mimbela aparezca firmando el escrito88; sin embargo, hay que establecer que no puede ser el ilustre profesor de la Universidad Javeriana el verdadero autor del documento. Varias razones aconsejan tal hipótesis. La primera, el testimonio del propio Mimbela, quien en la introducción se apresura a precisar: “... y cumpliendo con este superior mandato [del Presidente del Nuevo Reino] pongo en noticia de Vuestra Señoría la fundación de los primeros pueblos que hizo la Compañía, que haré con brevedad por estar ya sobre ellos seguidos autos y dado pleno informe a Su Magestad. Se han añadido las nuevas fundaciones con Relacion plena que pedí al Superior de las Misiones para satisfacer el celo de Vuestra Señoría”89. Así pues, la Relación plena que fundamenta el escrito de Mimbela pertenece al Superior de las Misiones de Casanare. En este sentido, hay que tener presente que el P. Mimbela había sido provincial de 1713 a 1716, y durante su mandato se había entrevistado con los betoyes en 1715 y prometió enviarles un misionero90, que fue el P. José Gumilla. Pero su calidad de procurador ante Madrid y Roma le había hecho ausentarse de América desde 87 agi. Santafé, 298. El Presidente de Santa Fe. Remite relación de las Missiones que tiene la Compañía de Jhesus en la Provincia de los Llanos y Orinoco. Santa Fe y octubre 20 de 1725. 88 Citaremos el documento a través de la transcripción que publicamos en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 189-266. En adelante citaremos: Gumilla. Escritos varios, y la página correspondiente que en el presente caso es la 266. 89
Gumilla. Escritos varios, 191.
90 Gumilla. Escritos varios, 206.
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enero de 172191 a febrero de 172492. Así pues, el Superior de las Misiones de Casanare, a quien se dirigió Mimbela para recabar la información misionera, tuvo que estar en ejercicio de su cargo entre 1724 y 1725, y en ese lapso temporal fungió como superior únicamente el P. José Gumilla93. Además, la crítica interna del documento nos lleva a reflexionar sobre la unidad histórico-literaria que desarrolla en torno al tema y al protagonista principales: la evangelización de la gran familia betoy y la acción del P. José Gumilla, quien pensamos fue el único que pudo suministrar los datos de una narración tan anecdótica, concreta y minuciosa y de la que fue testigo presencial o confidente de los protagonistas. En consecuencia, hay que dejar sentado que el autor no fue el P. Mateo Mimbela, sino el P. José Gumilla, y que el primero se redujo a presentar el documento o los documentos recibidos de las misiones y estampar su firma en la redacción final, acción enteramente usual entre los jesuitas neogranadinos, porque lo que pretendían los misioneros era el progreso de sus reducciones. Todavía cabría preguntarse por qué el provincial no suscribió el documento: la única razón que encontramos hoy es que el presidente del Nuevo Reino, don Antonio Manso y Maldonado, realizó la travesía del Atlántico en 1724, en compañía del P. Mimbela, y al parecer entablaron una buena amistad94, lo cual quizás favoreció que fuese este jesuita quien presentara tal Relación a las autoridades hispanas.
91 anb. Notaría-3, t. 148 (Año 1721) fol. 1. El día 8 de enero firmaba el Provincial su patente como Procurador. 92 Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 199 señala el 19 de febrero de 1724 como fecha de llegada a Cartagena. 93 El nombramiento de Gumilla como Superior de las Misiones salió de Roma el 27 de marzo de 1723 (apt. Leg. 132. Carta del P. Tamburini al P. Francisco Antonio González. Roma, 27 de marzo de 1723. Fol. 263-264). Desconocemos la fecha exacta en que asumió la dirección de las Misiones, pero el 26 de abril de 1724 firmaba como Superior, la Carta Necrológica del P. José Cavarte (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 409: “Escribió sobre sus virtudes el Padre José Gumilla, como Superior que era entonces...”). La necrología dicha la descubrimos en el Colegio del Salvador de Zaragoza en 1965 y pasó a formar parte de Gumilla. Escritos varios. Caracas, 5-20. La firma aparece en la página, 16. 94 Stocklein. Welt-bott. Brief, nº 286, p. 88.
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El segundo problema gira en torno al texto impreso que hoy conocemos. ¿Reproduce en su integridad el manuscrito gumillano o existen variantes en su forma hoy conocida? Lamentablemente, desconocemos el original remitido por Gumilla a Santa Fe de Bogotá, pero se puede presumir que la redacción mimbelana recoge casi íntegramente el escrito del jesuita de Cárcer. Sin embargo, existen algunas omisiones, expresamente citadas por el redactor, que dan fe de un texto primigenio más extenso y detallado95. Pero el análisis del texto nos lleva a detectar otros escritos, distintos al de Gumilla, que han pasado a la redacción de Mimbela. A grandes trazos, podríamos distinguir tres estructuras distintas de redacción: la introducción (apartados, 1-2), que hace alusión a las misiones del siglo xvii y al intento del Airico; el cuerpo del escrito, compuesto por el descubrimiento y la evangelización del mundo betoye (apartados, 3-13); y una última parte dedicada a la figura del P. Gumilla (apartados 14-15). La historia de la introducción le resultaba lejana al P. Gumilla, y el P. Mimbela había sido actor principal en lo referente al ensayo del Airico; pero ciertamente es muy breve y su objetivo parece ser el de introducir el tema de las nuevas fundaciones. Sin embargo, es interesante reproducir el aporte demográfico que en la introducción se contiene: “Fue su número muy crecido pero con epidemias generales que padecen en aquellos sitios se ha minorado por ser el temperamento cálido. Los que hoy se hallan cristianos y doctrinados son: en el pueblo de Pauto trescientos y treinta y tres. En el de Casanare cuatrocientos y cincuenta y cuatro. En el de Tame mil trescientos y setenta 95 Gumilla. Escritos varios, (Capítulo 7: “Funda Yglesia y lo que trabajó en este tiempo), página 212: “Dejo finalmente de referir otras muchas cosas pertenecientes a este capítulo por la brevedad...”. (Capítulo 10. Entra el Padre Josef a la montaña. Reduce cien gentiles y noticia de varios sucesos prósperos y adversos): página 225: “Dejando otras muchas cosas que pasaron, lo uno por no ser muy sustanciales y lo otro por no alargarme...”. Página 226: “... y pasando en silencio una rebelión que pasó en este año [1718] en que se amotinaron los indios con su cacique”. Página 227: “Dejo finalmente de referir lo que padeció el capitán [Zorrilla] en esta empresa lo cual fuera largo de contar...”. (Capítulo 13. Entrada a los Anabalis y otras naciones. Prenden a Talica y el copioso fruto de esta vez). Página 248: “Y dejando otras circunstancias por no muy sustanciales...”. Página 252: “... pasando en silencio varias cosas, y entre ellas una emboscada que tenían hecha los gentiles para quitar la vida al Padre cerca de los torreoncillos arriba dichos...”.
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y dos. En el de Macaguane ochocientos y cincuenta y ocho. En el de Patute doscientos y ocho”96. En la redacción gumillana conviene diferenciar dos fuentes distintas: las que provienen de las acciones acometidas directamente por él y las que fueron llevadas a cabo por sus inmediatos colaboradores; todas ellas configuran el manuscrito del autor de El Orinoco ilustrado. Entre los colaboradores que generaron historia hay que señalar a los siguientes: don Antonio Calaimi, girara de nación y cantor de su pueblo de Tame, quien sin más caudal que un clarín pendiente de la cinta97, se convirtió desde 1701 en viajero de los espacios comprendidos entre la cordillera y Pedraza en busca de “conveniencias temporales”. El único que pudo narrar las acciones comprendidas entre 1701 y 1715 fue este legendario indígena98. Otro colaborador infatigable de Gumilla fue el capitán Domingo Zorrilla, de quien proceden las informaciones sobre el salvaje (bestia con apariencia de hombre)99, parte de las acciones llevadas a cabo en la entrada a los lolacas100 y la entrada en 1721 a los anabalis y situjas101. También hay que asignar al P. Miguel de Ardanaz la entrada en 1718 a los quilifayes y mafilitos102. Existe otro tercer cuerpo (capítulos 14 y 15) que se debe a otra pluma distinta de la del jesuita valenciano. Ciertamente hay que reconocer que no iba Gumilla a escribir sobre sí mismo para realzar su obra y su persona de forma tan directa. Mimbela aduce un testimonio, que no puede ser el suyo, pues nunca convivió en las misiones con Gumilla, pero lo cita textualmente:
96 Gumilla. Escritos varios, 192. 97 Gumilla. Escritos varios, 200. 98 Gumilla. Escritos varios, 200-206. Capítulos 4 y 5. 99 Gumilla. Escritos varios, 214. 100 Gumilla. Escritos varios, 227: “Dejo finalmente de referir lo que padeció el capitán en esta empresa, lo cual fuera largo de contar...”. 101
Gumilla. Escritos varios, 244.
102 Gumilla. Escritos varios, 229.
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“... diré en breve, por evitar prolijidad, lo que he visto y notado en dicho Padre muchas veces que he tenido la fortuna de visitarle en su pueblo”103. El último capítulo, que sería el 16, podría formar parte de la redacción gumillana, ya que solo uno que convivió con los betoyes podría diseñar las costumbres y modos de vida de esta nación104. También queremos hacer notar un punto que consideramos muy singular: la inclusión en la historia llanera de una serie de capitanes indígenas que de otra forma nunca hubieran sido conocidos por nosotros. Así nos ha llegado noticia de Siculaba de la nación lolaca105; Talica, que sería ajusticiado por sus delitos106 y su compañero de maldades Totodare107; Seisere, quien después de bautizado se llamó don Bentura108; Toloquia, uno de los principales de los anabalis109; el valiente Balibasi110; Curuciaba111 y otros.
103 Gumilla. Escritos varios, 254. Suponemos que pudo haber sido el redactor de estos capítulos el Superior que le precedió en el cargo que fue el P. Juan Capuel. 104 Gumilla. Escritos varios, 261-266. 105 Gumilla. Escritos varios, 222. 106 Gumilla. Escritos varios, 226 y passim. 107 Gumilla. Escritos varios, 229. 108 Gumilla. Escritos varios, 236; 241; 251. 109 Gumilla. Escritos varios, 237. 110 Gumilla. Escritos varios, 239. 111 Gumilla. Escritos varios, 245.
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16. Juan Capuel (1667-1736)1
El P. Juan Capuel vivió en las misiones llaneras y orinoquenses 31 años y se le debe considerar como lazo de unión entre la segunda generación misionera que laboró en las regiones casanareñas y los que llevaron a cabo la entrada definitiva en el Orinoco a partir de 1731. Nació en Zierikzée (Bélgica) el 8 de mayo de 16672 e ingresó en la Compañía de Jesús el 24 de septiembre de 16863. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en Europa y enseñó Humanidades durante siete años4. Destinado al Nuevo Reino, llegó a Sevilla el 28 de junio de 1701 donde 1 F. Kieckens S. J. “Les anciens missionaires belges de la Compagnie de Jésus dans les deux Amériques”. En: Precis Historiques, nº 30, p. 149 ; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 177-179. 2 Para la fecha de nacimiento (arsi. n. r. et q., 4, fol., 105. Catálogo de 1711). Sobre el lugar natal hay tres versiones: Zierikzée, dada por F. Kieckens. “Les anciens missionaires belges de la Compagni de Jésus dans les deux Amériques”. En: Precis Historiques, nº 30, p. 149, confirmada por el Catálogo de 1711: “Ziriezanus in Zelandia”, y la mejor fuente moderna: Willem Audenaert. Prosopographia iesuitica belgica antiqua.LeuvenHeverlee, Filosofisch en Theologisch College S J., I (2000) 191. Malinas (apqu. Leg. 5. Catálogo de los sujetos enviados en diversas expediciones al Nuevo Reino y Quito: 1680-1705); y Lovaina (agi. Contratación, 5548. Expedición de 1705). 3 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. Catálogo de 1711. Todos los demás catálogos repiten la misma fecha. 4 arsi. n. r. et q., 4, fol. 105. Catálogo de 1711.
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esperó hasta el 4 de mayo de 1705 para poder atravesar el Atlántico5 en la expedición de 17056.
Biografía misionera Una vez en tierras americanas, su biografía se vincula definitivamente a las misiones llaneras y a preparar la entrada al gran río venezolano. Llegado a Bogotá tuvo que pasar de inmediato, en 1705, a Casanare7. Poco conocemos de la cotidianidad en este difícil lapso (1700-1720) en la historia misionera de estas reducciones. Fue nombrado superior de las misiones de Casanare en 17138 y en este cargo se mantuvo durante una década, hasta 17239. Durante su superiorato se llevó a cabo la experiencia misional con el mundo betoye, la cual abrió los espacios que se insinúan hacia el río Apure tras el fracaso de las misiones del Airico que habían pretendido llegar al Orinoco por las proximidades del Guaviare.
5 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 289. 6 agi. Contratación, 5548. Expedición de 1705: “Juan Capuel, sacerdote, natural de Lovaina en Flandes, Obispado de dicha de ciudad, de edad de cuarenta y tres años poco más o menos, mediano de cuerpo, blanco, rojo” (Véase también: agi. Indiferente General, 2872. Lib. 13). Según el P. Kieckens (“Les anciens missionaires belges de la Compagni de Jésus dans les deux Amériques”, 149) abandonó Flandes en 1710. 7 Varias razones nos inducen a tal aseveración. El Catálogo de 1711 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 105) dice que lleva en las misiones siete años. Y el resto de los catálogos, en su apartado de “Ministeria” tan solo reseñan: “Missionarius”. 8 arsi. n. r. et q., 4, fol. 119. Catálogo de 1713. 9 arsi. n. r. et q., 4, fol. 137v. Catálogo de 1715; Ibidem, fol. 162v. Catálogo de 1718; Ibidem, fol. 221. Catálogo de 1720. De su designación por parte de Roma nos consta: para 1716 (apt. Leg. 132, fol. 213. Carta del P. Tamburini a Mimbela. Roma, 16 de marzo de 1715); ratificado para el trienio de 1720 (apt. Leg., 132, fol. 247. Carta del P. Tamburini al P. Meaurio. Roma, 13 de mayo de 1719).
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En 1719 emprendió el viaje de exploración por el Orinoco10 para ver la forma de fortificarlo de las invasiones caribes, pero de ello hablaremos después. Durante su superiorato debió ejercer cargos no admitidos por la Compañía de Jesús. El 27 de marzo de 1723 escribía el P. General al Provincial del Nuevo Reino: Pero no dejaré de advertir, con esta ocasión, lo que me escriben de el Padre Juan Capuel Superior de Misiones: que ejerce otros oficios de más autoridad y en que es menester examinar si tienen anexa alguna jurisdicción, porque en tal caso deberán renunciarse como ajenos a nuestro instituto y de el voto de los profesos de no admitir dignidades fuera de la Compañía según la declaración de Urbano VIII. Estos oficios son el de Vicario Eclesiástico y el de Comisario del Santo Oficio. Si en cualquiera de ellos, o en ambos, hallare V. R. ejerce alguna jurisdicción, hágaselo al punto renunciar; y para en adelante se tendrá entendido que no pueden admitirse tales cargos, si como llevo explicado, tienen anexas jurisdicción, o sea eclesiástica o laical.11
Al concluir su mandato en 1723, debió de pasar a ejercer el cargo de procurador de las misiones, pues antes de 1727 solicitaba ser reemplazado de ese oficio alegando su mucha edad para semejantes responsabilidades12. En 1735 entró a reforzar la misión del Orinoco13. El H. Agustín de Vega nos ha descrito su estancia orinoquense: El Padre Juan Capuel, en medio de ser hombre de avanzada edad, como si fuera mancebo de 25 años, llegó al pueblo de Pararuma descalzo de pie y pierna y 10 agi. Santo Domingo, 632. 11 apt. Leg. 132, fol. 262. Carta del P. Miguel Angel Tamburini al P. Francisco Antonio González. Roma, 27 de marzo de 1723. 12 apt. Leg. 132., fol. 284. Carta del P. Tamburini al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 1 de marzo de 1727. 13 arsi. n. r. et q., 15, fol. 108. Carta del P. José Gumilla al P. General. Orinoco, 13 de octubre de 1735: “... el Padre Provincial Jaime López envió ahora a este Orinoco al P. Capuel, pasa ya de 70 años”.
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al instante se aplicó a la lengua con mucho fervor y aplicación de tal manera que en breve predicaba en la lengua Saliva que es la más difícil de aprender, y yo le oía y hablaba con bastante propiedad. En este pueblo le dio una esguinencia y de ella murió y su muerte nos fue de mucha edificación y ejemplo [...] con esto volvimos a quedar solos los tres Padres y el mozo dicho y aun el Padre Joseph Gumilla tenía orden de pasar a Cartagena por Rector de aquel colegio.14
En Pararuma le sorprendió la muerte el 5 de mayo de 173615.
Aportes bibliográficos Hasta el momento la bibliografía jesuítica llanera y orinoquense ha conocido del jesuita flamenco: 1. Informe al Presidente de Santafé sobre su viaje al Orinoco, 172016. 2. Relación de su viaje con el P. P. José Cavarte a Guanápalo y de las grandes esperanzas de reducir a aquellos indios: 172217. 3. Mapa del río Orinoco18. 14 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 634. 15 arsi. n. r. et q., 4, fol. 288v. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a 6 martii 1736 ad 2 junii 1737. El P. Manuel Román señala el 13 de octubre en Pararuma: Informe del P. Manuel Román sobre la misión del Orinoco. 1749 (agi. Santafé, 269. anb. Reales Cédulas, t. 14, fol. 580). 16 agi. Santo Domingo, 632. Forma parte de un expediente intitulado Autos fechos por el señor don Antonio de la Pedrosa y Guerrero del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de Yndias sobre el Rio Orinoco. Todo este escrito lo reprodujimos en Documentos jesuíticos, II, 297-320. El escrito del P. Juan Capuel va de la página 307 a la 311. 17
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Capuel, Juan.
18 agi. Santo Domingo, 632: “La segunda es haber mandado sacar un mapilla que incluye las bocas del Orinoco y su anchura de una a otra banda, pues son tantas que algunos las reducen a sesenta bocas e islas; el sitio del castillo de Guayana; su padastro adjunto; el cerro o isla de Caroní o Fajardo con sus márgenes, fuerte y reductos que se pueden fabricar, etc.” (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 310); F. Morales Padrón y J. Llavador Mira. Mapas, planos y dibujos sobre Venezuela existentes en el Archivo General de Indias. Sevilla (1958), nº 80; Manuel Alberto Donís Ríos. “La cartografía jesuítica en la Orinoquia (siglo xviii)”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, I (1992) 792-796; José
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El 10 de septiembre de 1711 el P. Matías de Tapia fue elegido por la Congregación Provincial para representar a la Provincia del Nuevo Reino, en calidad de procurador, ante las cortes de Madrid y Roma19. Diversas e intensas fueron las diligencias del P. Matías de Tapia en Madrid, especialmente en pro de las Misiones de Casanare. En ese marco consiguió que el 10 de mayo de 1716 se otorgara una real cédula en Aranjuez por la que se ordenaba al presidente de Santafé que aumentara la escolta de las misiones jesuíticas de 25 a 36 soldados para que quince de ellos residieran en Carichana. El 26 de agosto de 1718 mandaba su cumplimiento don Antonio de la Pedrosa y Guerrero20. Por su parte, la provincia del Nuevo Reino no desistía de su vocación orinoquense. En 1718 se veía precisado a escribir el provincial, Ignacio de Meaurio, al general de los jesuitas: En el común de la Provincia no hay cosa particular sino la desgracia que lamenta de la pérdida de sus sujetos que venían en la Misión, sobre que escribo en carta separada a V. P. [...] Mas no desmaya la Provincia ni en los Ministerios ni en la empresa del Orinoco [...] Si Dios da vida a los que hoy tiene correrán los ministerios y misiones como siempre y se hará la primera entrada al Orinoco disponiendo las cosas de suerte que cuando vengan los sujetos hallen allanada la entrada y la mies en sazón sin detenerse en los Llanos donde hay muy poco que hacer.21
Del Rey Fajardo. El aporte de la Javeriana colonial a la cartografía orinoquense. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2003) 23-25. 19 arsi. Congregationes Provinciales, t. 87, fols. 286 y ss. agi. Santafé, 403; Cfr. Pacheco. Los jesuitas en Colombia, 152-156. 20 agi. Santo Domingo, 634. Apuntes para el expediente entre la Compañía y Capuchinos sobre las /roto/ del Orinoco, pertenencia de Cabruta y fortificacion. 21 apt. Fondo Astráin, 46. Estado espiritual de la Provincia del Nuevo Reyno y sus Ministerios (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 284).
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Ciertamente, el naufragio de la expedición de 1717 significó el retraso de la reapertura de la misión del Orinoco. Tal realidad llevó a la Congregación Provincial del año 1720, en la que el P. Capuel actuó como secretario, a sugerir el río Sarare como antesala de penetración al gran río venezolano y a postergar la entrada hasta que el P. General enviase refuerzos y el rey fortificase la isla Caroní22. El viaje del P. Juan Capuel al Orinoco en 1719 nos introduce a una temática interesante, pues en el campo misional atestigua el deseo de la Compañía de Jesús de institucionalizarse en el gran río venezolano, en tanto que en el campo político introduce una larga polémica sobre la necesidad de fortificar la isla Fajardo para bien y resguardo de las tierras interiores de la Orinoquia23. El 8 de junio de 1718 don Antonio de la Pedrosa y Guerrero había recibido la Presidencia del Nuevo Reino en Santafé, de manos del Ilustrísimo Señor Rincón. Una de sus más importantes misiones consistía en establecer el Virreinato de Santafé24, y es en ese contexto que se debe analizar el texto histórico que nos ocupa. Gracias al expediente instruido por el presidente de la Predrosa conocemos la trayectoria del proceso que se inició en 1694. En el fondo se trataba del problema caribe que había afectado las misiones jesuíticas desde que éstas pusieron pie en tierras orinoquenses en el siglo xvii, y el mismo planteamiento formulaban los capuchinos guayaneses, víctimas de la misma enfermedad política. El origen legal de la preocupación del nuevo presidente radicaba en la exigencia de una Real Cédula de 24 de agosto de 1697, la cual se remitía a los planteamientos formulados ante el rey tanto por el prefecto de las misiones capuchinas de Guayana, Fray Gabriel de Barcelona, en 20 de junio
22 arsi. Congregationes Provinciales, t. 88, fols. 322 y ss. 23 Para el aspecto político, véase: Demetrio Ramos Pérez. Estudios de historia venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1988) 698-750. 24 Sergio Elías ortiz. El Nuevo Reino de Granada. Real Audiencia y Presidentes. Bogotá, t. 4 (1966) 337-364.
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de 1694, como por el gobernador de Trinidad y Guayana, don Francisco de Meneses, el 29 de agosto del mismo año. Para Fray Gabriel de Barcelona, la peligrosidad radicaba en los caribes instalados en el río Caura y la solución consistía en fundar en la Angostura “una fuerza y ciudad”, poblada no con soldados, sino con cien familias cuya cabeza fuera soldado con sueldo pagado por el situado de Santafé25. Don Francisco de Meneses insistía en una versión geopolítica del problema, pues los caribes y los holandeses iban tras el Dorado por “las cabeceras del Orinoco y río del Arico”, y a ellos se unían los franceses, ya que Francia “se halla hoy dueña de toda navegación del Orinoco”26. Con estas premisas la Real Cédula citada descargaba en la Audiencia de Santafé no solo la averiguación de lo denunciado, sino también la determinación de que “se ejecute la fortificación en el paraje y forma que más convenga poniendo en ella la gente y artillería que hay al presente en el castillo de Guayana para guarda y defensa del que de nuevo se hiciere y habiéndolo ejecutado vos y esa Audiencia me darán cuenta con los pareceres de cada ministro y testimonio de los autos y diligencias que procedieren en la primera ocasión que se ofrezca”27. Al parecer nada se había llevado a cabo en el lapso que se interpone entre la Real Cédula de 1697 y la iniciativa tomada por el presidente de la Pedrosa el 15 de febrero de 1719 de reasumir la voluntad real sobre tema tan importante para el desarrollo de la institucionalidad hispana de la Orinoquia. El 1º de marzo de 1719 razonaba en su provisión el señor de la Pedrosa el envío de los PP. Juan Capuel y Juan Romeo “para que exploren y
25 agi. Santo Domingo, 632. Copia de un capítulo de la carta de 20 de junio de 1694 de Fray Gabriel de Barcelona a S. M. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 298-299). 26 agi. Santo Domingo, 632. Carta de Francisco Meneses al Rey. Trinidad, 29 de agosto de 1694 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 301-303). 27 agi. Santo Domingo, 632. Real Cédula de 24 de agosto de 1697 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 303-304).
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reconozcan las márgenes de dicho río Orinoco y con especialidad dicha Ysla de Fajardo y en su vista informen de todo lo conducente”28. En junio los dos jesuitas daban inicio a su encomienda29, ésta necesitaría de “seis meses y nueve días”30. Concluida su misión, el P. Capuel juzgó oportuno solicitar una declaración jurada de los más cualificados de sus acompañantes sobre el encargo recibido por el presidente del Nuevo Reino; así se levantaron los autos correspondientes el 9 de enero de 1720 en San Salvador del Puerto y el 12 de enero en Pore31. De esta suerte, el 17 de enero remitía su informe final al señor de la Pedrosa, en el que se recogía el sentir general de los integrantes de la comisión. Nueve ventajas describe el jesuita en pro de la fortificación de la isla Fajardo con cien hombres de armas y su castellano, para resolver la paz misional y poner freno a las incursiones caribes. La isla Fajardo está situada en medio del Orinoco, de forma casi circular, con doscientos pasos de diámetro y casi cien de alto. Si en ambas bandas del río se construyera un reducto, se alcanzaría la tierra con un simple tiro de pistola. De esta forma se evitaría el acceso de caribes y holandeses por agua y por tierra sin ser descubiertos, pues por el sur lo impedía ya el río Caroní, “innavegable por sus horrorosos raudales y saltos”, y por el norte todo “son ciénagas, anegadizos y montes tupidos”. Tampoco era viable cercar la isla, pues intentar la acción con piraguas y canoas “es un disparate” y por tierra no había dónde ubicar las baterías. El castillo de Guayana, por su parte, a lo más que podía servir era “para guardia perdida”, pues el río era tan ancho que no podía ser cubierto ni con una bala de cañón; además, tenía enfrente una isla anegadiza que permitía un caño en el que se podía navegar sin ser detectado por los vigías del
28 agi. Santo Domingo, 632. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 305-306). 29 agi. Santo Domingo, 632. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 313-314). 30 agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. Juan Capuel al Presidente del Nuevo Reino (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 307). 31 agi. Santo Domingo, 632. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 313-320).
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castillo; y al pie del castillo había un cerro tres o cuatro veces más alto, desde donde se dominaba a voluntad la fortificación. El temple de la isla era sano, en contraste con lo insalubre del castillo, que “es un puro zancudero que no deja dormir ni sosegar a los soldados ni de día ni de noche”, amén de que la isla posee piedra para la construcción y la cal puede ser traída fácilmente de Trinidad. Así, de la isla Fajardo hasta el Guárico y el raudal de Maipures (114 leguas arriba) “son tierras altas, bellísimas y muy a propósito para fundar ciudades, abundantes de sabanas capacísimas para el ganado y bestias, sembradas de montes para sementeras de cacaguales, tabacales, ingenios de azúcar, etc.”, mientras que en las serranías del sur había abundancia de oro y plata, cristal y jaspe, según el testimonio de varios holandeses que se lo confirmaron al P. Capuel. Los prácticos en el Orinoco pensaban que con la construcción de dicha fortificación se conseguirían dos efectos trascendentales: primero, los caribes que vivían entre Angostura (30 leguas más arriba de Caroní) y los guayqueríes (que distaban 84 leguas más o menos) “volverán a las islas de la mar de donde salieron”; y segundo, el dominio del Orinoco restauraría la paz misional pues los guaraunos, aruacas y otros amigos de la Corona tomarían posesión de sus antiguas moradas, ya que sin la ayuda de los holandeses se les haría a los caribes muy difícil subsistir; y los guayanos, guayqueríes, mapoyes, otomacos, sálivas, yaruros, adoles y otras naciones se podrían convertir fácilmente al evangelio32. Este problema lo retomaremos cuando estudiemos las pugnas territoriales y la actitud del P. José Gumilla frente a la isla Fajardo.
El mapa del Orinoco Más de un cuarto de siglo dedicó el belga Juan Capuel a las misiones de los llanos, de las que fue dos veces superior. Con la llegada a Bogotá de D. Antonio de la Pedrosa y Guerrero y sus intentos para crear el primer virreinato santafereño, la defensa del Orinoco volvió a asumir la importancia que tenía, 32 agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. Capuel al Presidente del Nuevo Reino. Casanare, 17 de enero de 1720 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 307-311).
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pues se había convertido en tierra de todos y tierra de nadie. Aquí surge un tema de fortificación que se debatirá hasta doblada la mitad del xviii33. Dos mapas distintos se atribuyen al P. Capuel. El primero reposa tanto en el Archivo General de Indias34 como en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela35. Sobre el segundo, dudamos de la posible paternidad del jesuita flamenco, pues difiere de forma radical del anterior tanto en el trazo como en la temática. Mas la discusión de su autoría la dejamos de lado. Para el análisis del primero nos remitimos a lo que el mismo P. Capuel anuncia al final de su informe, en el que afirma la existencia de “... un mapilla que incluye las Bocas del Orinoco y su anchura de una y otra banda, pues son tantas que algunos las reducen a 60 Bocas e islas; el sitio del Castillo de Guayana, un Padrastro adjunto, el Cerro o Isla de Caroní o Fajardo, con sus márgenes, Fuerte y Reductos que se pueden fabricar, para que Vuestra Excelencia, aunque distante, pueda ver como ocularmente la verdad de lo que tengo informado”. Para la historia jesuítica de la zona es importante resaltar la ubicación de los indios guayanos y pariagotos, misionados por el P. Dionisio Mesland de 1653 a 1663, y el cerro de El Hacha, donde se instalaría Gumilla, con el permiso del gobernador Arredondo, cuando en 1731 reiniciara las misiones jesuíticas neogranadinas. El diseño del segundo mapa sevillano es muy rústico y nos recuerda las cartas más antiguas de Guayana. Como características podemos señalar: a) se extiende desde el Atlántico hasta el mar del sur; b) aunque a primera 33
Demetrio Ramos Pérez. “La defensa de Guayana”. En Revista de Indias. Madrid, 16 (1956) 527-584.
34 F. Morales Padrón y J. Llavador Mira. Mapas, planos y dibujos sobre Venezuela existentes en el Archivo General de Indias. Sevilla (1958) 39-40. “Este mapa ilustra la relación del P. Juan Capuel viajero por el Orinoco a principios del siglo xviii, desde el río Caroní hasta el mar. Unido a una relación que remite en 1720, con abundancia de nombres, accidentes, costumbres, etc. Autor: Juan Capuel. Fecha: 1720. Dimensiones: 42 por 31. Color: Colores. Signatura: Santo Domingo, legajo 632”. 35 Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo (Edit.). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, II (1992) 230-231. Archivo General del Ministerio de Relaciones Exteriores. Caracas. Límites de Venezuela-Guayana Esequiva. Leg. 120, fol. 29.
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vista pareciera que el curso del Orinoco lo desvía de la cordillera andina, sin embargo, observamos la analogía con los trazos fundamentales del mapa de Gumilla de 1732 y por ende nos inclinamos a creer que acepta la teoría tradicional del origen andino del Orinoco; c) muy poca información aporta sobre el bajo Orinoco: la desembocadura en sesenta bocas y el castillo de Guayana; d) la principal leyenda anota: “Y el estrecho que dista tres días de Guayana es el verdadero sitio de la guardia del gran Orinoco, por lo muy ceñido y estrecho. Y donde está el Castillo, sobre ser su fábrica indefensa y llena de padrastros su artillería no alcanza a la otra parte. Y el alcance que tiene es de tanta extensión por lo eminente dél, que de 100 tiros aun no se acertará uno al mayor navío que sea”.
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17. Bernardo Rotella (1700-1748)1
A partir de 1731 se inicia la etapa más débil del haber historiográfico jesuítico del siglo xviii, entre otras razones, porque la expulsión de 1767 no dejó tiempo para escribir historia; de ahí la importancia que revisten los protagonistas del ensayo misional del Orinoco y lo que denominamos la crónica menor. solo la Historia de Joseph Cassani adelantará, en algunos aspectos, hasta 1739 el hilo histórico que había seguido Rivero hasta 1729. Bernardo Rotella constituye la primera generación jesuítica del xviii que directamente se vinculó a las misiones orinoquenses; su posición frente al enclave de Cabruta le valió la incomprensión de sus contemporáneos y su obra escrita lo vincula a la historiografía jesuítica en un momento inicial todavía confuso. La vida y la obra del P. Bernardo Rotella necesitan de una revisión, dado que su polémica actuación ha motivado que los haberes documentales respondan y se agrupen en torno al vértice de los acontecimientos conflictivos, mientras que las otras zonas biográficas pasan desapercibidas.
1 José Antonio De Armas Chitty. Retablo. Caracas (1950) 117-122: “Romance de un héroe: Bernardo Rotella”; Pablo Ojer C. “El Mapa de Guayana del P. Bernardo Rotella S. J.”. En: sic. Caracas, XXV (1962) 489492; Manuel Donís Ríos. La Provincia de Guayana para mediados del siglo xviii. Una visión a través del mapa del R. Bernardo Rotella, S. J. Caracas. Academia Nacional de la Historia, 2013.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Datos biográficos Nacido en Borines (Asturias) el 29 de agosto de 1700, ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de septiembre de 17232. Atravesó el Atlántico en la expedición dirigida por el P. Mateo Mimbela en 17233, la cual se hizo a la vela el 31 de diciembre de ese mismo año4. Arribaron a Cartagena el 19 de febrero de 17245. El 7 de marzo salieron para Santafé por el camino habitual que era el río Magdalena6. La formación jesuítica la vino a realizar en su totalidad en el Nuevo Reino. Concluyó su noviciado en la ciudad de Tunja en 1725, y en la Universidad Javeriana de Bogotá estudió tres años de Filosofía y uno de Casus Conscientiae7. Recibió la ordenación sacerdotal en la capital neogranadina el 18 de septiembre de 17298. Su biografía apostólica está esencialmente vinculada al devenir de las reducciones orinoquenses. Sin embargo, es necesario aclarar varios ca2 arsi. n. r. et q., 4, fol. 236. Catálogo de 1736. 3 agi. Contratación, 5548. Expedición de 1723: “Nº. 17: El Hermano Bernardo Rotella, escolar, natural de Borines en la Provincia de Castilla, de edad de 23 años; mediano de cuerpo, blanco y rubio”. 4 Según Galán García la fecha de salida fue el 26 de noviembre de 1723. Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 305. 5 Joseph Stöcklein. Der neue Welt-Bott.Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern [...] in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes.Ausburg-Graz-Wien, Ph., M. und J. Veith, t. 11, carta nº 283 (1729) 88. Las fechas están tomadas de la carta del viajero P. Santiago Edeler, quien escribe desde Cartagena el 15 de marzo de 1724 a una monja de Viena. En: Mauro Matthei. Cartas e informes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamérica. Tercera parte: 1724-1735. Santiago, Universidad Católica de Chile (1972) 117-118. 6 Jean Beckmann. “La première traversée de la Colombie par un missionnaire suisse (1725), le Pére Jean Magnin S. J.” En: Annales Fribourgeoises, (1964) 43-44 [33-65]. 7 arsi. n. r. et q., 4, fol. 236. Catálogo de 1736. El 29 de septiembre de 1727 le autorizaba el Provincial, Diego de Tapia, para hacer su renuncia (anb. Miscelánea, t. 89, fol. 691). 8 arsi. n. r. et q., 4, fol. 253. Supplementum primi et secundi Catalogi confectum a 1 junii 1729 ad 26 junii 1730.
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• libro 11 [bernardo rotella]
pítulos de su actividad misionera (1730-1748): la cronología de su primera etapa misional (1730-1739); las acusaciones de contrabando de que fue objeto por parte de las autoridades caraqueñas; la fundación de Cabruta y las primeras consecuencias que se motivaron tanto dentro de la Compañía de Jesús como fuera de ella en las gobernaciones colindantes. En 1730 se encontraba Rotella como misionero de San Miguel, en el Meta, como ayudante del P. Manuel Román9. De allí salió para llevar a cabo el reentable de las misiones del Orinoco en compañía del P. José Gumilla y del H. Agustín Vega10, “por noviembre de 1731”11, al decir de Gumilla. Esta acción comenzó por Guayana y en tal sentido se debe resaltar que el 29 de diciembre de 1731 el gobernador de Trinidad y Guayana, don Agustín Arredondo, dictara un decreto por el que se permitía a los jesuitas fundar entre los aruacas en el cerro del Hacha, en las bocas del río Caroní, casi frente por frente de Santo Tomé12. El quehacer misional en esta nueva fase o intento jesuítico de penetrar en el Orinoco debía diseñarse al unísono con las autoridades civiles y por tal motivo se habían dirigido los “restauradores” a Guayana para trazar la estrategia en diálogo con el gobernador don Carlos de Sucre, para de esa
9 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada, 371. Fijamos la llegada de Rotella a las misiones llaneras en 1730, porque Rivero concluye su Historia (Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 447) en 1729 y solo menciona al P. Manuel Román como recién llegado para la fundación de San Miguel de los Sálivas (Ibidem, 451). Luego, la presencia de Rotella tiene que ser ya en 1730. 10 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 518. Aunque el texto del H. Vega reza: “Señaló el Padre Provincial a los primeros Padres que fueron el Padre Joseph Gumilla, sujetos muy práctico en reducir a los gentiles, y al Padre Bernardo Rotella, y a otro sujeto por su compañero”, el compañero no es otro que el autor del escrito. 11 agi. Caracas, 391. Carta de Gumilla al Gobernador Sucre. Orinoco, febrero 23 de 1733. Sin embargo, Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 397, pone como fecha de ingreso el 10 de diciembre de 1731. 12 agi. Santo Domingo, 678. El Presidente de la real Audiencia de Santa Fe. Da quenta a V. M... de lo que ha executado sobre el deslinde y demarcación de las misiones de los religiosos capuchinos y de la Compañía de Jesús, fols. 23v-24.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
forma iniciar la conquista espiritual de la gran arteria venezolana. En verdad, uno de los puntos más álgidos de las deliberaciones debió de versar sobre el modo de penetrar el mundo caribe, ya que tal nación jugaba un papel decisivo en la vida del Orinoco13. En febrero de 173214, en vista de la tardanza de don Carlos de Sucre en llegar a Guayana, decidieron ambos misioneros subir aguas arriba e instalarse en las cercanías de los poblados caribes. Así, hacia comienzos de marzo, juzgamos, fundaron la Concepción de Uyapi en el río de ese nombre15, con los indios guayqueríes con el objeto de poder entablar contacto con los caribes que habitaban el río Caura16. La primera fase de su actuar orinoquense está subordinada a un peregrinar que se condiciona, por una parte, por el flujo y reflujo de las invasiones caribes, y por otra, por la búsqueda de entables fundacionales en el Orinoco medio. A lo largo del año 1732 se fueron ensayando diversas fundaciones. El H. Vega reseña solamente tres: La Concepción de Uyapi, que quedó bajo la dirección de Rotella; ocho días “aguas arriba” San José de Urbana, con
13 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 518-519. 14 agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. José Gumilla al Gobernador de Guayana. Guayana, 21 de febrero de 1732: “... el deseo de lograr el verano en el cultivo de los indios guayqueríes me obliga a la retirada y al presentáneo viaje. No obstante, Señor, luego que sepa la venida de V. S. a este presidio de la Guayan, dejaré la labor para proseguirla con más fruto y bajaré a tomar órdenes y dirección de Vuestra Señoría...”. 15 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 381. Sin embargo, Vega (Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 519) dice que permanecieron todo el año en Santo Tomé de Guayana, pero en este punto nos acogemos al testimonio de Cassani. 16 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 520-521. De Uyapi a las poblaciones de los Caribes “no había distancia más que medio día” (Vega. Ob. cit., 538).
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indios otomacos, al lado del cerro Barraguán17; y Pararuma, tres días de navegación contra torrente, con indios sálivas18. Ya en 1733 la situación estaba definida: la guerra psicológica de terror de los caribes contra sálivas, mapoyes, ajurris, maipures, quirrupas y abanes, consistente en que formar misión era ser enemigo de los caribes y por ende objeto de sus represalias, tenía por objeto impedir que se acercaran a las misiones de San José, San Joaquín y Santa Teresa que tenía principiadas Rotella19. Más agitada iba a ser la biografía rotellana en 1733. Según los alcaldes y gobernadores interinos de Trinidad, el 24 de enero de 1733 se dio un primer asalto a las misiones jesuíticas20, pero este hecho no lo hemos podido confirmar con las fuentes jesuíticas. El 15 de marzo Rotella cuidaba de las misiones de San Joaquín y Santa Teresa de Sálivas, amén de La Concepción21. El 29 de marzo se presentó Taricura (cabecilla caribe) en Nuestra Señora de los Ángeles y tras una escaramuza el caribe resolvió subir a buscar refuerzos, mientras que el misionero decidió bajar a Uyapi a fin de preparar la defensa22. El 30 de marzo de 1733 —en plena acción caribe—el Superior, P. José Gumilla escribía al P. Comisario de las Misiones de Píritu: “Dos misiones me han quemado los caribes; para defender la tercera peleó mi corta escolta con 500 caribes; la 4 que es la de Purísima Concepción aún no sé si está ya 17 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 522-523. 18 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 525. El H. Vega señala el año 1733 como comienzo de esta acción, pero evidentemente se trata de un error, ya que las cartas coetáneas demuestran lo contrario. 19 agi. Santo Domingo, 583. Carta del P. Bernardo Rotella. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733, fols. 3-4. 20 agi. Santo Domingo, 583. Carta de los Alcaldes y Gobernadores interinos de la Trinidad de Guayana en que refieren causar mayores y continuas extorsiones los indios caribes. Trinidad, 24 de septiembre de 1733. 21 agi. Santo Domingo, 583, fol. 4. Carta del P. Bernardo Rotella. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733. 22 agi. Santo Domingo, 583. Carta del P. Bernardo Rotella a los Alcaldes Gobernadores. La Concepción de Uyapi, 16 de abril de 1733. Fol. 22-22v.
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quemada y su misionero en el cielo. Por horas espero en esta de los Santos Ángeles 40 piraguas de caribes...”23. El 29 de abril hubo nuevos intentos de Taricura por sorprender la reducción de Nuestra Señora de los Ángeles y también a San José de Otomacos, pero fueron rechazados24. De esta suerte pronto entendió Rotella que el espacio para la paz estaba descartado y que la pretensión de los misioneros era totalmente ajena a los planes de la nación caribe25. El año 1734 parece adquirir una nueva fisonomía. La firma en Santo Tomé el 20 de marzo de 1734 de la denominada “Concordia de Guayana” entre franciscanos, capuchinos y jesuitas fijaba los escenarios territoriales entre las órdenes religiosas signatarias y abría espacios, al parecer más controlables, de la inmensa Orinoquia. De esta suerte, el área jesuítica se reducía desde el Cuchivero, “tirando siempre para arriba”26, hasta llegar al Brasil. Mas la concordia no parece que haya satisfecho a los subalternos del P. Gumilla27. Desde el punto de vista de la Compañía de Jesús, su personal misionero seguía siendo el mismo: el P. José Gumilla, como superior, debía movilizarse a lo largo y ancho de la circunscripción misional; el P. Manuel Román cuidaba de los sálivas y Rotella iniciaba una nueva acción con los guamos y guires de Curiquima28, lo cual nos hace pensar que Uyapi se abandonó hacia fines de 1733. 23 agi. Santo Domingo, 599. Carta del P. José Gumilla al Comisario de Píritu. 30 de marzo de 1733. 24 agi. Santo Domingo, 583. Carta del P. Bernardo Rotella al Teniente General don Vicente Moyano. La Concepción de Uyapi, 15 de mayo de 1733, fols. 11-13. 25
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 519-523; 527-529.
26 agi. Santo Domingo, 678. 27 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 585: “El compromiso fue mal recibido de los compañeros del Padre Joseph por estas razones que aquí diré, que se las oía yo mismo y a mi me dio gana de oponerme y viendo que no habían de hacer caso de mi, lo tragué”. 28
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 570.
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De esta forma, San Ignacio de Guamos se convirtió en la nueva frontera con los caribes, con las consecuencias que ello suponía. Las penurias típicas de toda fundación se agravaban por el hecho de no contar en el gran río venezolano ningún soporte institucional que ayudara a combatir la carencia de todo recurso. Pero la inseguridad, el miedo y la falta de toda ayuda material, debido al control a que estaba sometido el gran río venezolano por los caribes, llevó a Rotella en marzo de 1734 a buscar medios de subsistencia en Calabozo, viaje que le acarreó la denuncia de contrabando29; pero sobre este punto hablaremos más abajo. Para finales de octubre de 1734 se temía una nueva invasión caribe y ello explica que don Carlos de Sucre enviara a esta reducción 33 soldados y 40 bogas “para la defensa de la pronta invasión”30. El refuerzo subió hasta San Ignacio de Guamos, en cuatro barcos, como escolta del Maestre de Plata, con el propósito de permanecer en la misión de Rotella hasta que bajara de Bogotá el situado. Mientras tanto debían hacer entradas a los caribes de Caura31. Un golpe rudo para la economía misional significó esta presencia en la naciente reducción de los guamos. Sobre la ineficacia de este cuerpo nos ha legado insuperable descripción el H. Vega32. Sin embargo, gracias a la abundancia de manatí y tortuga pudo Rotella alimentar aquella compañía de soldados33. Muy acertadamente anotaría el cronista: “... es de advertir que la carne del manatí es muy saludable y no enferma como sienten algunos, y la tortuga es mejor que el carnero y una y otra vianda de mucho gusto y sustento porque la de manatí fresco no se diferencia del puerco 29
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 618 y ss.
30 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 5 de 1734. Según el H. Vega, la expedición fue “por el verano del año 734” (Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 589) y se componía de cien hombres (Ibidem, 591). 31 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 590. 32 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 589-615. 33 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 594.
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muy gordo y con otra propiedad que por mucho que se coma no hace daño ni fastidia”34. Como era de esperarse, el caribe no estaba dispuesto a ceder su predominio en la Orinoquia y mantenía el chisme, el chantaje, el amedrentamiento y el asalto como armas irrenunciables. El 30 de noviembre de 1734 escribía Rotella al gobernador D. Carlos de Sucre: [...] y por ver al Padre Manuel [Román] que dice está muy aburrido, y los indios mismos de Misión dicen lo mismo. Yo he sido algo duro y ya señor me veo tan obstinado de mudar, hacer y perder misión o, por mejor decir, de trabajar en valde que tengo propósito firme, y lo cumpliré, que de no acabarse de una vez los caribes me voy para Casanare en todo este año que viene. Es mucha pérdida de resgayes, muchas pesadumbres y afanes que cuesta la pérdida de una misión por cada curiara de caribes que sube, o por tierra suben sembrando cizañas, alterando no solo a los indios circunvecinos y alterándolos contra nosotros sino a los mismos poblados se ha hallado ahora estar conjurados contra nosotros para una traición.35
En octubre de 173536 decidieron los caribes responder masivamente a las entradas llevadas a cabo por don Carlos de Sucre a la zona de Caura. El P. Gumilla convocó a los misioneros a Pararuma porque de Guayana venía “deshauciado de socorro” y por ende todo quedaba a expensas de la Compañía de Jesús37. A la reunión asistieron los PP. Gumilla, Andrés Nihaus, Agustín de Salazar, Ernesto Steygmiller, Manuel Román y Bernardo Rotella. En esta junta el P. Gumilla se mostró decidido a abandonar las misiones del Orinoco y replegarse a Casanare, mas el P. Manuel Román fue partidario de mantenerse 34 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 594. 35 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 30 de 1734. 36
José Gumilla. Escritos varios, 59.
37
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 637.
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en el campo de batalla y concentrarse en Pararuma, sirviéndose del monte de Marimarota, y así se formó el castillo de San Javier y se comenzó, como en alcabala, a solicitar salvoconducto de tránsito por el Orinoco38. Una segunda etapa comprende la subida de Rotella a la misión de los llanos, lapso temporal que oscilaría entre 1738 y 1739. En este sentido, solamente nos consta que salió de la misión de los llanos en diciembre de 1739 para dirigirse a Cabruta39. Difíciles, por no calificarlos de heroicos, fueron los inicios de esta reducción asediada hasta por su enclave en jurisdicción caraqueña. Rotella siguió en Cabruta hasta que en 1745 fue designado Superior de las Misiones del Orinoco y sustituía en este cargo al P. Manuel Román40. Gran parte de su superiorato se dirigió a organizar los pueblos del alto Orinoco y a entablar paces con los guaypunabis41. Todavía joven, pero doblado por las enfermedades, falleció el 20 de enero de 1748 en Cabruta42. El H. Vega, quien reseña el deceso en la reducción de San Juan Nepomuceno, describe así su muerte: En la asistencia de esta nación Maipure le dió la enfermedad última a su Misionero primero que tuvo, el Padre Bernardo Rotella, como llevo dicho, que con la natural actividad que el Padre tenía porque los indios con más prisa hicieran su pueblo, se empeñó mucho en trabajar por si mismo cargando palos, rama y palmas de manera que le dió un furioso tabardillo, el cual, hallando complicada la naturaleza de otras enfermedades habituales que padecía cuasi todos los diez y siete años continuos de sumos trabajos en estas misiones, espero en gran paz y consuelos de su alma, que era a lo que anhelaba de morir entre sus 38
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 637 y ss.
39 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco: 1739-1744 (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 329). 40
Agustín de VEGA. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 744.
41
Agustín de VEGA. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 747-754.
42 anb. Reales Cédulas, t. 14, fol. 580. Informe del P. Manuel Román, 1749. Libro de la Sacristía del colegio de Tunja, fol. 157v.
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queridos gentiles. Supo con perfección dos lenguas que fue la cariba y la de los achaguas, las más generales en todo Orinoco.43
Aportes a la Crónica Menor Otros detalles de su biografía los referimos al estudio de la obra escrita, que es la siguiente: 1. Carta a los Alcaldes ordinarios Gobernadores de Trinidad. San Joaquín de los Sálivas, 15 de marzo 173344. 2. Copia de dos cartas al Teniente Gobernador de Guayana y a los Alcaldes Ordinarios Gobernadores de Trinidad. La Concepción de Uyapi, 14 de mayo de 173345. 3. Carta al Señor Coronel Gobernador y Capitán General de las Provincias de Guayana, don Carlos de Sucre. San Ignacio y mayo 21 de 173446. 4. Carta a Idem. San Ignacio y noviembre 5 de 173447. 5. Carta a Idem. San Ignacio y noviembre de 173448. 6. Informe enviado al P. Provincial del gran peligro en que se hallan los misioneros y nuevos cristianos de perder sus vidas a manos de los caribes, 173449. 7. Relación de la entrada que han hecho los bárbaros caribes en las colonias de San José de los Otomacos y San Ignacio de los Guamos por los años 1734 y 35 con gran pérdida y devastación de aquellas reducciones50.
43
Agustín de VEGA. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 749.
44 agi. Santo Domingo, 583, fols. 1-5v. 45 agi. Santo Domingo, 583, 15-25. 46
Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342, fol. 185.
47
Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342, fols. 173-174.
48
Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342, fols. 180-181v.
49
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Rotella, Bernardo.
50
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Rotella, Bernardo.
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8. Carta al Señor Coronel Gobernador y Capitán General de las Provincias de Guayana, don Carlos de Sucre. San Ignacio y febrero de 173551. 9. Justificación que presenta el P. Bernardo Rotella, misionero de San Ignacio de Guamos, a la Real Audicencia del Nuevo Reyno contra imputaciones y testimonios que se han levantado por el socorro que ha pedido para los pobres indios maltratados por los caribes, 173652. 10. Relación que envía a Madrid al P. José Gumilla de los daños causados por los portugueses del Marañón en las tierras de indios del Orinoco para que la presente al Consejo de Indias en nombre de los Misioneros, 173953. 11. Carta del Padre Bernardo Rotella al P. Ignacio Ferrer. Cabruta, 3 julio 174054. 12. Carta del P. Rotella al P. José Gumilla. 174055. 13. Carta al Gobernador Espinosa de los Monteros. Cabruta, 2 febrero de 174156. 14. Dos cartas al Cabildo de Barcelona. Cabruta, 11 febrero 174157. 15. Carta al Gobernador Espinosa de los Monteros, 12 de mayo de 174258. 16. Carta al Gobernador Espinosa de los Monteros, 16 de mayo de 174259.
51
Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss., 342, fols. 189-190.
52 Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Rotella, Bernardo. 53 Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas: Rotella, Bernardo. 54 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Administración de Razón y Fe, VII, (1925) 470-471. Cita un extracto de la carta con la referencia antigua del Archivo General de Indias: 56-6-20. 55 Gumilla. El Orinoco ilustrado. Caracas, 251. 56 agi. Santo Domingo, 634. 57 agi. Santo Domingo, 634. 58 agi. Santo Domingo, 634. En tercera pieza. Petheneciente a la visita de Guaiana. Vino con carta del Gobernador de Cumaná a 30 de septiembre del año 1743. 59 agi. Santo Domingo, 634. En tercera pieza. Petheneciente a la visita de Guaiana. Vino con carta del Gobernador de Cumaná a 30 de septiembre del año 1743.
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17. Carta al Cabildo de Barcelona. 2 de enero de 174360. 18. Mapa del Orinoco61. Para mejor poder analizar la obra escrita rotellana nos circunscribiremos, en principio, a los temas y entorno de sus escritos y a los grandes conflictos sostenidos por el misionero cabrutense, a objeto de ubicar cada escrito dentro de este marco general.
1. Rotella y los caribes A nuestro juicio las relaciones caribes-jesuitas en el Orinoco en los casi tres lustros que van de 1731 a 1745 ameritan un nuevo reestudio. Con respecto a las fuentes, el H. Vega —quien posee excepcionales descripciones sobre la forma de ser y actuar caribes— no ha recogido la minuciosidad de los asaltos y ataques de que fueron víctima las reducciones orinoquenses durante esa etapa. En este aspecto es necesario recurrir a la documentación inédita e inserta en los más variados expedientes de los gobernadores de Guayana y Cumaná que revelan no solo la actitud de las autoridades locales, sino también la realidad geopolítica que vivió la Guayana en la primera mitad del xviii. Precisas son las formulaciones a las que recurre Rotella en sus escritos. La primera versa sobre la muerte del obispo francés don Gervasio Labrid62. Ya el 15 de marzo de 1733 rogaba el jesuita al capitán de la escolta de las misiones que apresara a los cabecillas y “a los matadores del señor Obispo”, que eran: Taricura, Yucobay, Urame y Tucapabera; Mariana, que poseía algunos de los cálices y ornamentos del occiso, y también a Aramana ,“defensor 60 agi. Santo Domingo, 634. En tercera pieza. Petheneciente a la visita de Guaiana. Vino con carta del Gobernador de Cumaná a 30 de septiembre del año 1743. 61 Amplia información en: Pablo Ojer. “El mapa de Guyana del Padre Bernardo Rotella S. J.”. En: sic, XXV (1962) 489-492. Manuel Donís Ríos. La Provincia de Guayana para mediados del siglo xviii. Una visión a través del mapa del P. Bernardo Rotella, S. J. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2013. 62 Sobre la actuación de este eclesiástico francés, véase: Pablo Ojer y Hermann González. La fundación de Maturín (1722) y la cartografía del Guarapiche. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, s/f. [1957] 83-94. Álvaro Huerga. La evangelización del Oriente de Venezuela. Ponce, Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (1996) 219-238.
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de estos”; “contra todos los cuales pido justicia protestando como protesto en presencia de Dios que no pido justicia de sangre por no más ser lícito; prisión, azotes y destierro perpetuo a parte de donde no puedan volver a sus tierras y esto pido por los daños supra dichos y que en adelante se pueden seguir a dichas Misiones”63. En segundo lugar, debía capturar a Araguacare, “General de dichos caribes”, a fin de quitarle una carta-poder que le había entregado el teniente de Guayana por la que se le permitía “ir a rescatar indios por tiempo de dos meses”; con ese pretexto había subido a hacer la guerra a los caberres y “en la guerra injusta coger los indios para llevarlos a vender a Esequivo a los holandeses”. En consecuencia, concluía, debía incautarles las armas y poner en misión a todos los cautivos que llevan y dejarles las curiaras para que retornaran a sus casas64. Un mes más tarde, el 16 de abril de 1733, volvía Rotella sobre el mismo tema, pero precisando más sus planteamientos. La correspondencia la dirigió a los “Señores Alcaldes Gobernadores, o Señor Teniente General Justicia Mayor y Capitán a Guerra desta Provincia de la Guayana, o a cualquier noble caballero que dicha provincia actualmente gobernare”65. En verdad, Araguacare había obtenido “carta de recomendación y exhorto” de don Antonio de Robles, teniente general justicia mayor y capitán a guerra, en la que se mandaba “que ninguna persona se atreva a impedir, ni de facto impida, el viaje a dicho Araguacare, a su comercio de chinos, ni sea persona deste gobierno o de otro, por convenir así a la paz y urbanidad del buen gobierno”66. 63 agi. Santo Domingo, 583. Guaiana, y abril de mil setecientos y treinta y tres. Carta de Rotella al Capitán de la escolta de los Jesuitas. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733. fols. 4-4v. 64 agi. Santo Domingo, 583. Guaiana, y abril de mil setecientos y treinta y tres. Carta de Rotella al Capitán de la escolta de los Jesuitas. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733. fols. 4-4v.å. 65 agi. Santo Domingo, 583. Guaiana, y abril de mil setecientos y treinta y tres. Carta de Rotella al Capitán de la escolta de los Jesuitas. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733, fol. 15. 66 agi. Santo Domingo, 583. Guaiana, y abril de mil setecientos y treinta y tres. Carta de Rotella al Capitán de la escolta de los Jesuitas. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733, fols. 15-15v.
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En épocas de crisis la paz se compra o se pretende instaurar al margen de la justicia. Las invasiones caribes de 1733 hay que verlas a la luz de esta realidad. De esta forma, la seguridad jurídica y política de las gentes del Orinoco quedaba viciada y la impotencia obligaba al misionero a apelar a unas formulaciones desesperadas. En su estructura de pensamiento aparece clara una premisa geopolítica: “... y al paso que destruyen, se hacen señores del río. De lo que evidentemente se sigue que la Real Corona de España pierda la inmensidad de tierras que hay de Guayana a Quito, Dorado y Amazonas; pues dominando los caribes tiránicamente el Orinoco, no habrá paso para el socorro de la Guayana, y quitado éste, y por su falta destruida Guayana, se pierde el Orinoco”67. Las consecuencias son claras: los indígenas que huyen de las misiones no volverán a ellas, por miedo a los caribes; y si a éstos no se les castiga “se vuelve el Orinoco inconquistable”, por una razón consecuencial: porque progresivamente se “caribizarán” las naciones por ellos tratadas y las que no se les sometan las destruirán, “como llevan aniquiladas a la hora de ésta más de cuarenta y dos naciones, de las cuales hay nación que es la de los Saypos, buena y muy crecida, que de ella no ha quedado más que un mozo”68. Por todo ello su petición era clara: 1.º) Exhortar al gobernador holandés de Esequivo que por ningún concepto permitiera a sus súbditos dar o vender armas ni municiones a los indígenas, ni tampoco permitiera que suban súbditos holandeses con los caribes. Idéntica petición debían elevar ante el gobernador de Surinam y ante el virrey de la Martinica.
67 Ibidem, fols. 23v-24. En su carta del 15 de mayo de 1733, escribe: “ [...]y firme decreto de vuestra merced o de ese Gobierno (como de su celo y piedad espero) depende el que prosigamos o dejemos las Misiones y aun créame que le digo la verdad, de él depende la seguridad de Guayana y de permanecer Orinoco por nuestro catholico rey (que Dios guarde) porque si ahora se vuelven a dejar estas misiones, según están los caribes y naciones a ellos próximas supradichas, yo aseguro no permanece Orinoco veinte años por España, porque ocupado que sea de caribes hasta Meta (que ya se puede decir lo está y aún más arriba) no hay ciertamente paso para Casanare, y quitado éste, adiós Guayana y Orinoco...” (Ibidem, fol. 12). 68 agi. Santo Domingo, 583. Guaiana, y abril de mil setecientos y treinta y tres. Carta de Rotella al Capitán de la escolta de los Jesuitas. San Joaquín de Sálivas, 15 de marzo de 1733. fols. 24-25v.
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2.º) Que el gobierno de Guayana imponga el merecido castigo a los caribes [...] protestando, como de hecho protesto, no pedir cosa de sangre sino perpetuo destierro de todos los caribes de Orinoco por no estar en sus legítimas tierras; por traidores a la Real Corona de España; por perpetuos y aun sacrílegos homicidas; por comer carne humana; y por impedir se promulgue la fe catholica, no solo en sus pueblos, hasta resistirla con armas, sino que ha más de cuarenta años que a fuerza de armas y muertes de Apostólicos misioneros, impiden se promulgue a las demás naciones sin más fin que el que no les impidan a ellos hartarse de carne humana y robar los hijos de otras naciones para vender.
3.º) Que para poder lograr el objetivo fundamental, que era la expulsión de los caribes del Orinoco, concediera amplia facultad al capitán de la escolta de las misiones, a fin de que pudiera convocar gente de los gobiernos de Cumaná, Caracas, Barinas o Casanare y doce soldados de la Guayana y veinticinco armas de fuego, con el propósito de pertrechar los hombres que deberían intervenir en la acción. 4.º) Que los prisioneros de los caribes se restituyeran a sus respectivas naciones o a misión. De igual forma, las tierras caribes deberían ser ocupadas por “buenas naciones” y ellos, a modo de destierro, se mandaran a misiones de los gobiernos colindantes69. En 1734 la correspondencia rotellana se muestra más serena, aunque su tesis fundamental persiste: “es moralmente imposible hacer misión permanente mientras haya caribes en Orinoco”70. Para un asalto a las tierras de Caura eran necesarios al menos sesenta escopeteros y otros tantos indios71; para una acción de conquista se requería un mínimo de quinientos
69 Ibidem, fol. 24-25v. 70 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 5 de 1734. 71 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 5 de 1734.
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hombres de fusil y quinientos de flecha72, “porque es mucha la tierra que ocupan y poder perecer muchos soldados en emboscadas si no va fuerza de gente envistiendo al mismo tiempo por todos lados como es por río arriba, por tierra adentro, por la medianía de la tierra de los caribes, por Purey, por Curumutopo y por Tinamuto a cogerles las cabeceras de Caura en donde actualmente tenemos noticia está su retirada de Guarichambre y casa fuerte”73. Pero Rotella ampliaba la acción hasta Aquire y Barima y después poblar de españoles el Orinoco, sobre todo Purey y Caura74. En diciembre de 1741 los caribes dominaban el Orinoco bajo e impedían que los de Guayana subieran hasta Cabruta en busca de manatí, tortugas y sus mantecas. Rotella insistía en que se poblara el Orinoco con familias pobres provenientes de Caracas, ya que su presencia y su interrelación comercial con la Guayana conllevaría que los caribes “se retirarían o se darían a sujeción”. Todavía más, si lo anterior no prospera, proponía que se fundara una población de blancos en tierras de caribes75. En este contexto volvía a insistir sobre la presencia extranjera en nuestro gran río: [...] y habrá gente que ocupe o desaloje de los sitios que ya hoy día tienen ocupados extraños en este Río como son los de Esequivo, que se intrometen tierra adentro y tratan de hatos, etc.; y mucho más los de Berbis, que ya los tienen e ingenios y cada día usurpan más tierra a nuestro Católico Monarca. Peor lo hacen los de Cayena que entran hoy más de cuatrocientas leguas tierra adentro no habiendo sido suya más que la Isla de Cayena; y tanto o más que éstos ocupan los portugueses, que habiendo pasado el río Marañón de esta banda del Norte vinieron ocupando tierras y fortificando hasta tres o cuatro días del Orinoco; y 72 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador y Capitán General. San Ignacio y noviembre 30 de 1734. 73 Ibidem. 74 Ibidem. 75 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador de Cumaná. Cabruta, diciembre de 1741 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 358-363).
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desde allí juntos con la nación Cabirri y la Urumanavi hacen sus expediciones al Orinoco y cruzándole pasan hasta el río Guaviari aniquilando indios.76
En 1742 la incertidumbre caribe había mudado de estrategia, pero seguía amenazando las misiones orinoquenes. Los caribes aconsejaban a los indígenas reducidos huir al monte e incluso los convencían de que se fueran con ellos; así habían creado dos pueblos de maypures en Puruey y Caura. Idéntica actitud de huída habían aconsejado a los mapoyes, a los yaruros de San Borja de Burari y a los sálivas de Pararuma y Carichana. Ante esta situación solicitaba Rotella la creación de una fuerza que pudiese actuar contra los caribes, pero dentro de dos premisas legales: primera, el respeto a la Concordia de 1736 que asignaba a los padres franciscanos el área caribe; y segunda, el permiso del gobernador ya que, según Rotella, la Nueva Recopilación “da a los carives varones, de catorce años arriba, por esclavos”77.
2. La acusación de comercio ilícito en la villa de Calabozo (1734) En primer término, hay que clarificar la sucesión cronológica del hecho, ya que no todos coinciden en las fechas aportadas. En junio de 173478 se dio el viaje del P. Rotella en barco hasta la villa de Calabozo, y no en 1735 como pone el H. Vega79 y como se pudiera desprender de una lectura no meditada de algunos documentos del expediente. El 15 de abril de 1736 expedía su real cédula el rey para don Martín de Lardizábal, “comandante de la Provincia de Venezuela”, y en ella hacía alusión a la carta remitida por el gobernador caraqueño el 27 de julio de 1735 en la que, en un contexto de lucha contra el contrabando, se incluía al P. Ro76 Ibidem. 77 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador de Cumaná. Cabruta, diciembre de 1741 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 370-372). 78 agi. Santo Domingo, 590. Carta del Consejo al Procurador General de Yndias de la Compañía de Jhesus. Madrid, a 9 de abril de 1736. 79
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 617.
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tella80. Sin embargo, la alusión concreta al año 1734 se encuentra en la carta al Procurador General de Indias de la Compañía de Jesús y en la real cédula dirigida al gobernador de Cumaná81. Pero el incidente había tomado cuerpo desde el mismo momento en que se produjeron los acontecimientos. Así, no es de extrañar que las autoridades jesuíticas del Nuevo Reino se movieran de inmediato para verificar la verdad de la denuncia, aun antes de que la Corte madrileña solicitara la averiguación de lo denunciado. En 1735 otorgaba el Provincial del Nuevo Reino a los PP. Ignacio Ferrer y Carlos Nigri, residentes en Caracas, para que defendiesen la inculpabilidad de los misioneros del Orinoco82. Mas, el ritmo hasta llegar a la Corte se había tomado su tiempo. El 9 de abril de 1736 se dirigía el Consejo al Procurador General de Indias de la Compañía de Jesús, P. Gaspar Rodero, en los siguientes términos: [...] en el mes de junio del año de 1734 se introdujo a este fin [comercio extranjero] en las Misiones de la Provincia de Venezuela por el Rio Guárico el Padre Bernardo Rotella de la Compañía de Jhesús que pasó del Orinoco en un barco cargado de ropa de coleta, ruán listado y otros géneros, acompañado de un flamenco y diferentes extranjeros e indios zambos y que por habérseles estorbado vender los mencionados géneros se volvió el referido Padre Bernardo Rotella y los demás que le acompañaban al Orinoco, despachando a la Provincia de Orituco varias porciones de herramientas y solicitando al mismo tiempo que los vecinos de la villa y distrito de todos Santos de Calabozo de la
80 La documentación se encuentra en: agi. Santo Domingo, 590. El expediente también reposa en anb. Reales Cédulas, t. 9, fols. 380 y ss. 81 agi. Santo Domingo, 590. Al Gobernador de Cumaná... En Aranjuez a 15 de abril de 1736 (Oficio. Sentada folio 130 vuelta). 82 agn. Reales Ordenes, t. XX, expediente II. Las cartas del Provincial Jaime López se encuentran en anb. Reales Cédulas, t. 9, fols. 838-840.
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enunciada Provincia de Venezuela les diesen cacaos, y persuadídoles llevasen al Orinoco tabacos y caballos donde se los comprarían.83
Solicitaba además el Consejo que el superior de aquellas misiones “aparte luego de ellas al referido Padre Rotella” y que el provincial o el superior de las misiones “practique por si mismo y con todo el secreto y reserva que conviene al honor de la Compañía las providencias correspondientes a dejar al Consejo con satisfacción”84. Tres días más tarde, el 12 de abril, contestaba el P. Gaspar Rodero al señor don Juan Ventura Maturana: Muy Señor mío. Recibo el papel de vuestra Señoría con el orden del Real Consejo de Indias para que avise al padre Provincial de la Provincia de Santa Fee, que luego, luego, [sic] saque de las Misiones del Río Orinoco al Padre Bernardo Rotella, lo cual ejecutará en el primer navío que salga para Cartagena, previniéndole que después de ejecutado con el castigo correspondiente, haga también por su parte las más exactas diligencias para aclarar la verdad del suceso para poder con ellas dar la entera satisfacción que pide el Real Consejo. Dios Nuestro Señor guarde a vuestra señoría por muchos años como deseo y suplico. Madrid, 12 de abril de 1736.85
Creemos que es interesante aducir la opinión de dos testigos cualificados como son el P. José Gumilla, superior de las misiones, y la del H. Agustín de Vega, compañero y confidente de los misioneros orinoquenses casi hasta 1750. Este último escribía sobre este específico asunto:
83 agi, Santo Domingo, 590. Al Procurador General de Yndias de la Compañía de Jhesús. Madrid a 9 de abril de 1736 (Oficio. Sentada folio 98). 84 Ibidem. 85 agi. Santo Domingo, 590. El Padre Gaspar Rodero. Madrid a 12 de abril de 1736. Consejo 16 de abril de 1736. Visto.
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Luego que bajó el maestre de la Plata con el situado quedamos solos, repartidos en tres pueblos, y con mantener tanta gente y tan necesitados de un todo y algo apretados particularmente faltos de vino para decir Misa, que porque no faltara se vieron obligados los Padres a no decir todos los días, si solo los de fiesta. Para remediar tal necesidad de todo fue preciso que el Padre Bernardo fuera a la villa de Todos los Santos de Calabozo hacer la diligencia, el cual viaje lo hizo por agua costeando por el río Apure y después por otro más pequeño que llaman Guárico [...]. el Padre tomó caballos y se fue a la villa de Calabozo en donde tienen dos pueblos los Reverendos Padres Capuchinos. El Padre Rotella posó en uno destos pueblos por instancia del Padre que actual [borrón] de ellos; los soldados que fueron con el Padre llevaron algunos trastes, sin que se les ofreciera cosa ninguna que pudiera ser reparable, con los cuales compraron quesos y carne para comer. El Padre Capuchino le preguntó al Padre Rotella de qué medios se valían para proveerse de lo necesario; el Padre simplemente le dió razón de todo diciendo que cada un año bajaba uno de los Padres a Guayana y que allá tenían su correspondiente el cual les tenía ya pronto lo que habían menester para las misiones así de herramientas como de avalorios y coletas para los indios; y que el Padre bajaba a pagarle y traerlo sin meternos en más. Mas lo que sabía era que entraban, asi como el aviado, por el río Apure algunos barcos extranjeros y que subían demasiado cargados y que hacían sus negocios por aquellas tierras cargando mulas y tabacos. El Padre Capuchino después que el Padre Rotella se volvió con lo que fue a buscar, que como dije era vino para las misas y cacao, llevando el Padre para ello doblones para pagar y comprar y algunas de las cosas compró al dicho Capuchino. El cual luego fue para Caracas, así que allá llegó dio cuenta a su Prefecto, quien incursamente luego pasó donde el Gobernador y éste procedió a formar autos y mandó pesquisidores a los valles de Calabozo a tomar declaraciones. Válgame Dios lo que cuesta el haber una vez dicho alguna cosa contra otros; en éstos se verá lo difícil que debe ser el desdecirse pues personas tan religiosas pasaron tan adelante en su malificencia que para no retroceder en
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el mal intento contra el Padre Rotella llamaban los Padres Capuchinos a los indios para que juraran y declararan contra el Padre...86
Rápido sería el proceso en tierras bogotanas. El 1º de abril de 1737 podía dirigirse el Procurador General de Indias a don Miguel de Villanueva para remitirle la carta del Provincial, P. Jaime López, “y autos adjuntos”, a fin de que los presentara al Consejo “así como la satisfacción que da a la calumnia impuesta a los Misioneros del Río Orinoco”87. El 5 de mayo ya había revisado el escrito el fiscal, pero aducía que había que esperar los informes de la Audiencia de Santa Fe88. La Audiencia remitió los autos el 1º de agosto de 1737 y fue recibida en el Consejo el 7 de febrero de 173889. En 1741 escribía el autor de El Orinoco ilustrado: En este gravísimo aprieto salió el Padre Bernardo Rotella lejos del Orinoco a comprar provisiones y grano hacia ciertos parajes, sin reparar en costos ni en trabajos, a fin de que el hambre fuese menor y no ahuyentase los indios catecúmenos; llegó el Padre, después de penoso camino y peor navegación, tan fatigado como se puede inferir, sin más comida que el pescado que Dios le deparaba; y el recibimiento que le hizo cierto sujeto, a quien por sus circunstancias no debo nombrar, fue levantar el grito contra él tan alto, que se oyó en Caracas, en Santa Fe de Bogotá y mucho más adelante, achacándole que iba con muy diferentes intentos. De modo que se vio su crédito oscurecido y gravemente denigrado, hasta que ejecutoriada jurídicamente en Santa Fe de
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Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 617-618.
87 agi. Santo Domingo, 643. Madrid (al Señor Secretario) 1º de abril de 1737. El P. Gaspar Rodero. 88 Ibidem. 89 agi. Santo Domingo, 643. Santa Fe. Acompaña un testimonio de Autos por donde constan las diligencias practicadas con motivo de la Real Cedula expedida a fin de que se apartase de las Misiones al padre Bernardo Rotella de la Compañía de Jesús que estaba en las del Orinoco.
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Bogotá con declaraciones de testigos oculares la inocencia de dicho Padre, se le dio competente satisfacción para restaurar su crédito y estimación debida.90
Hasta el momento no hemos dado con el veredicto final, pero el 25 de enero de 1745 ante las acusaciones del gobernador de Cumaná, don Gregorio Espinosa de los Monteros, manifestaba el fiscal: Dice, que aunque en ella se comprehenden varios y diversos puntos, no contempla el Fiscal hay necesidad de providencias sobre ninguno de ellos por estar ya resueltos los unos muy de antemano y por comprehenderse los otros en expedientes separados y a que responde con fecha de este día [...] no considera exceso de parte de este Religioso [Rotella] y si de la de el Gobernador queriendo atribuirle y a los demás Misioneros que residen en aquellos parajes excesos de que no constan, siendo uno de ellos el de el trato y comercio ilícito por el hecho de haber comisado cierta porción de mulas y otros efectos junto a las riberas de el Orinoco cuando por otra parte confiesa no haber encontrado a los delincuentes y que hasta ver los autos en que está entendiendo no puede formar juicio seguro, por lo que se hace despreciable esta delación y se prevendrá a este Gobernador se contenga en adelante de semejantes improperios y que procure guardar una buena correspondencia asi con estos Religiosos como con las demás comunidades que residen en aquellas provincias...91
3. El destierro de Rotella a los llanos Si no hubiese existido la decisión real de sacar de las misiones orinoquenses a Rotella, quizá hubiéramos pensado que la estancia en el Orinoco había sido ininterrumpida. Con todo, parece que la subida a las misiones llaneras se debió más a enfermedad que al destierro al que aspiraban las autoridades hispanas. Hasta el momento no hemos podido precisar los lapsos que enmarcan su estancia en el Casanare. Nos consta su salida de los llanos el 26 de di90
José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas (1963) 331.
91 agi. Santo Domingo, 634. Cumaná 30 de septiembre de 1743. El Gobernador (acontinuación viene Consejo de 18 de junio de 17445. El Fiscal, 25 de enero de 1745. El Consejo, 5 de febrero de 1745).
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ciembre de 173992, rumbo a Cabruta. Pero, cuándo llegó a Casanare y dónde estuvo residenciado, no lo hemos podido averiguar. La fuente más fidedigna, como lo son los catálogos, no aporta nada porque tanto el de 1736 como el de 1738 agrupan a todos los misioneros bajo el renglón “Missiones Planorum et Orinoci”. Quizá la carta que el 1º de octubre de 1738 le escribía el P. Manuel Román al P. Gumilla pueda dar luces para descifrar el enigma. La carta tiene dos partes bien definidas: la primera se refiere solo al Orinoco y la segunda, a modo de posdata, trata de las misiones del Meta. Al narrar lo acaecido en las reducciones orinoquenses, hace alusión expresa a la enfermedad de este misionero: “El Padre Rotella está bien enfermo, espero en Dios no morirá”93. De acuerdo con esta información, habría que fijar la subida a Casanare de Rotella para fines de 1738. Además, pensamos que la oscuridad del problema rotellano la esclarece en 1745 el Provincial del Nuevo Reino al notificar en un informe al P. General de la Compañía de Jesús lo siguiente: Estaba en este tiempo en los Llanos de Casanare el Padre Bernardo Rotella para convalecer de algunas dolencias y achaques que a la sazón padecía. Bajó a 26 de diciembre del año de 39 a Cabruta y comenzó a trabajar de nuevo, habiendo hecho y dejado por la obediencia dichas Misiones.94
Llama la atención que el H. Vega, en su minuciosa relación de la vida íntima de las misiones orinoquenses, no haya hecho alusión a esta estancia de Rotella en la misión de los llanos. En todo caso hay que recalcar que Rotella salió inocente de la acusación.
92 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (1739-1744) (publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 329). 93
José Gumilla. Escritos varios, 273.
94 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (1739-1744) (publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 329) (el subrayado es nuestro).
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4. La fundación de Cabruta y sus consecuencias Varios son los hechos históricos que plantea la acción rotellana en Cabruta y a los que es preciso ordenarlos para su mejor intelección. El primero lo constituye un preámbulo histórico y es que el área de Cabruta no le fue ajena ni a Rotella ni a los misioneros jesuitas que pugnaban por encontrar espacios en que afincarse en la zona media del gran río venezolano desde el reentable de las misiones en 1731. En efecto, pasado el embate caribe del año 1733, Rotella centra su acción en Curiquima con los guamos y guires95. El P. Gilij ubica a Curiquima en frente de la boca principal del río Apure, cerca del monte Curiquima96. Pero en su trajinar orinoquense ya el cerro de Cabruta había atraído la atención del jesuita de Borines. El 8 de febrero de 1735 escribía a don Carlos de Sucre: Post datam. Señor, se me ofreció dar parte a Vuestra Señoría como caso que no se atrevan a venir a Pruey, ni Vuestra Señoría resuelva ponerlos a [roto] se pueden poner enfrente de Taruma, o algo más arriba a las faldas del Cerro Capuruta [Cabruta] mirando a Taruma [...] y se abre camino desde esta banda a Caracas derecho y bueno de andar a caballo y a pie de invierno y verano.97
Mas la segunda embestida caribe contra las misiones jesuíticas el año de 1735 obligó a Rotella a abandonar su reducción para retirarse a Pararuma y, más exactamente, debía subir el río con los guamos y fortificarse en Marimarota98. Pero una vez pasada la tormenta, se resolvió volver a poblar “el pueblo desamparado de Curiquima, en el sitio que hoy tiene de Cabruta”99. 95
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 570.
96 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, I, 67. En la página 70 dice que Rotella fundó esta reducción con palenques y guires. 97 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss. 342. Carta del P. Bernardo Rotella al Governador y Capitan General. San Ignacio, febrero 8 de 1735. 98
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 639.
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Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 646.
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El P. Manuel Román, al informar sobre las misiones en 1749, nos aclara la biografía de San Ignacio, interrumpida en 1735, al expresar que [...] se mudó en frente del peñón de Marimarota, en donde estaba el reducto dicho de San Francisco Javier, y en donde se mantuvieron algunos años. Viendo que morían muchos en aquel sitio, por enfermo, se mudaron en el año de 1739 al sitio de Cabruta, que está también en las márgenes de Orinoco; se agregaron allí de varias naciones: caberres, maypures, guamos, atapaimas, otomacos, trescientas cincuenta y ocho almas.100
Con todo, la mutación de San Ignacio de Guamos a Cabruta se llevó a cabo el 20 de septiembre de 1739 con ochenta indígenas101. El segundo planteamiento proviene de la obvia reacción de los capuchinos de la Provincia de Caracas. Mas para la comprensión de este apasionado conflicto es necesario hacerse cargo del trasfondo histórico que obligó a mantener como “vitales” las dos actitudes contrapuestas. Para los capuchinos la presencia jesuítica en Cabruta significaba, amén de una intromisión en su territorio, una continua tentación de huida para el conjunto de naciones, extremadamente vagabundas, sobre las que intentaban ejercitar su influencia en su expansión misional hacia el Orinoco102. Para la Compañía de Jesús, que venía huyendo del desamparo del bajo y medio Orinoco frente a las tenaces arremetidas caribes, 100 anb. Reales Cédulas, t. 14, fol. 580. Informe del P. Manuel Román al Rey. Misiones de Orinoco a 3 de diciembre de 1749 (publicado en Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 314). 101 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (1739-1744) (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 329). 102 agi. Santo Domingo, 634. Autos testimoniales obrados en virtud del Real Executorial ganada por el doctor don Juan de Urpin... Cumaná, 1º de febrero de 1742, fols. 192-192v: Requerimiento de Fray Vicente de Ubrique: “... de parte de nuestra santa madre Iglesia le exhorto y requiero y de la mía le ruego y suplico entregue [el Padre Rotella] dichos indios perthenecientes a dichas nuestras misiones a la persona que determinare dicho caudillo para que éste los remita a dicho nuestro pueblo y misiones protestando como protesto cuanto protestar nos convenga en caso de negarse a dicha entrega pues con tal ejemplar no nos quedarán indios y la pérdida de ellos será de cargo de dicho Reverendo Padre...”.
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suponía un dilema de supervivencia este rincón estratégico del gran río; además, la búsqueda de una conexión estable con centros de españoles parece ser la decisión de Rotella una vez que se asentó en Cabruta103. Las fuentes capuchinas que hemos consultado no hacen alusión al incidente personal Ubrique-Rotella, sino que de lleno entran a plantear el problema jurisdiccional y la invasión de territorio104. El 6 de marzo de 1740, domingo, fue cercado el pueblo de Cabruta por hombres de fusil y flecha. Habiendo averiguado Rotella el motivo de tal acción, decidió ir personalmente a donde estaba el Capuchino: Determiné ir con ellos en solicitud del referido Padre Fray Vicente, con quien deseaba personalmente abocarme. Así lo ejecuté y habiendo caminado como legua, llegamos a la otra banda, que es ya jurisdicción de Guayana, donde hallamos a dicho religioso con más de 40 hombres armados de fusil y flecha y otras prevenciones de guerra. Saludéle con cuantas demostraciones de cariño supo sugerirme la sinceridad de mi afecto y, pasando a hacerle cargo de lo que había pasado, respondióme que venía en seguimiento de indios cimarrones y que su ánimo era cogerlos dondequiera que los hallase. Repliquéle a esto que los indios que había apresado nunca habían sido de las Misiones pertenecientes a su religión, como es constante. Y aunque lo fuesen, ya no tenían derecho a ellos, en fuerza del compromiso que con intervención del ilustrísimo señor Valverde [...] en que se obligaban las dos religiones y sus misioneros a no pretender de ningún modo ni solicitar la reducción de los indios que mutuamente hiciesen fuga de unas misiones a otras. A esta réplica no hubo más respuesta que diciendo no sabía de tal compromiso, pero, sin embargo, me entregó mis indios.105 103 agi. Santo Domingo, 634. Carta del Gobernador de Cumaná, diciembre 1741. Dentro del Expediente “Perteneciente a la visita de Guayana. Vino con carta del Gobernador de Cumaná, 30 de septiembre de 1743”, fols. 12-12v; 20v y ss. 104 Fundamentalmente, reposa la documentación en: agi. Santo Domingo, 826. Toda ella está recogida por Fray Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, II (1972) 226-268. 105
Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, VII, 470-472.
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El prefecto, P. Miguel de Olivares, le manifestaba en carta del 23 de junio de 1740 al exgobernador de Caracas, D. Martín de Lardizábal, lo que podríamos considerar como los dos ángulos de la argumentación capuchina: la que busca la legalidad y otra distinta de presupuestos. En el primer caso, alega el prefecto, los jesuitas habían comenzado a fundar en los cerros de Cabruta y boca del río Guárico en “territorio nuestro y jurisdicción de esta provincia”, en cuya posesión llevaban 83 años. Además, desde 1722 deseaban los capuchinos fundar “en dicho sitio” una villa de españoles. En este campo la razón asistía a los capuchinos caraqueños, pero lo trataremos en el capítulo dedicado al P. Gumilla por ser él el que llevó a cabo el alegato jurisdiccional. En el terreno de los presupuestos, pensamos que estos se resumen en un interesante párrafo de Fray Miguel de Olivares al exgobernador caraqueño: Toda esta diligencia que los Padres Jesuitas ponen para fundar sus misiones en nuestro propio territorio, es para que les abandonemos nuestros campos, como por fin vendrá a suceder, cuya intención, atento al país y circunstancias, está bastantemente conocida, pues para facilitar la fundación del colegio que tanto anhelan en esta ciudad, han tomado por pretexto las fundaciones del Orinoco y ahora se ha pasado a este otro lado, jurisdicción de esta provincia, para hacer como forzosa la fundación del colegio que pretenden, ayudando a ello el Doctor don José Martínez, quien hallándose de Provisor, no satisfecho con los alborotos que dentro de su propio y ajeno fuero está causando, pretende también causarlos en los misioneros.106
En 1741 se repitió la escena de Fray Vicente de Ubrique. Pero queremos ceder la palabra al H. Vega, testigo presencial: [...]a los que respondió el Padre que, por lo que tocaba a jurisdicciones, no tocaba a los misioneros disputar el punto, y que solo en caso de saber de juris-
106 agi. Santo Domingo, 826. Carta del Prefecto P. Miguel de Olivares al ex-gobernador D. Martín de Lardizábal. Caracas, 23 de junio de 1740 (Buenaventura de Carrocera. Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, II [1972] 226-228).
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dicción era solamente la espiritual para ejercer los ministerios y que en esto no creía tener el obispo de Caracas alli jurisdicción, y caso de tenerla, él sabía lo que debía hacer para con el obispo; y que si era secular la jurisdicción que disputaban, jamás la Compañía había conocido jurisdicción y que sólo trabajaba la Compañía en donde hacía fruto en las almas, para lo cual le bastaba la licencia de su soberano sin estar detenidos en jurisdicciones pues todo era del Rey Católico, a quien después de Dios obedecían; y que caso de entregar el Pueblo lo haría a quien le tocaba u ordenara el Rey y no a otros y esto dando recibos de todo, Iglesia, armas, municiones y demás cosas y al mismo tiempo habían de poner guarnición para mantenerlo porque además de ser ya vecindario era también Puerto Real para las Provincias de Barcelona, Caracas y Barinas.107
El problema no obstante siguió y cíclicamente se reiteraría la persistencia capuchina. El 2 de enero de 1743 Rotella escribía al Cabildo de Barcelona sobre las voces que corrían de que los capuchinos venían a quemar el pueblo por haber ganado el pleito. Mas para esas fechas ya Rotella había madurado su posición y anunciaba que estaba dispuesto a retirarse a la otra banda del Orinoco, a fin de que Caracas poblara a Cabruta. Además, consentía en entregar a los capuchinos sus indios cimarrones y a los que quisieran estar con ellos, con tal de que los dejasen ahí fundados108. Con todo, quería dejar bien sentado que Iguana se había convertido “en un chiquito Curasao”, a pesar de que todo lo malo se lo adjudicaran a Cabruta109. El tercer planteamiento mira a la historia interna de Cabruta. Difíciles fueron ciertamente los años fundacionales. En diciembre de 1741 Rotella escribía al gobernador de Cumaná que había tenido catorce familias españolas a lo largo de 1740, gracias a las ayudas que había conseguido en Guayana; en 1741 la ayuda se había interrumpido por razones tan poderosas como la guerra de los ingleses, por haber cortado los caribes el paso del Ori107
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 623.
108 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Bernardo Rotella al Cabildo de Barcelona. Cabruta, 2 de enero de 1743 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 376). 109 Ibidem.
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noco y por las gentes de Calabozo “que no gustan de que esto se pueble por los de Cumaná”. Mientras el grupo inicial se iba descomponiendo, Rotella abrigaba la esperanza de que muchos pobres de la provincia de Caracas se avecinaran en Orinoco, con la ventaja de que sus viajes a Guayana servirían para pacificar a los caribes y abrir el comercio de manatí y tortugas “salado o por salar y sus mantecas”110. El 11 de junio de 1741 el P. Manuel Román, Superior de las Misiones del Orinoco, escribía al P. José Gumilla, Procurador de la Provincia del Nuevo Reino en Madrid: Volviendo a Cabruta, se fundó por mandarlo así su R. el P. Provincial. Propuse muchas cosas sobre que no convenía dividir fuerzas, y no hizo fuerza; bajé la cabeza y antes de venir resulta de mi propuesta discurriendo no había de ser oída (como de hecho no lo fue) vine a tratar de hacer esta casa en que vivimos y después recibí la respuesta de su R. el Padre Provincial: Ecce, está consultado y reconsultado el asunto de Guamos que se pondrán hacia el cerro de Cabruta. Más fuerza hizo en Santa Fe el parecer solo del Padre Bernardo que el de todos los Padres de Orinoco que fueron de parecer no hubiera mutación y que se mantuvieran en el Castillo los guamos como antes. ¿Qué se ha seguido de esta fundación? Pleitos, enredos y quimeras: dos veces han venido con gente armada de Calabozo a quererse llevar los guamos por fuerza de armas [...]. Con que a la hora de ésta discurro que su R. el P. Provincial está arrepentido de haberme mandado fundar esto y que ha visto por experiencia (como le contará a su R. el Padre Pedro Fabro, que vino a visitarnos y díjome que era manifiesto engaño lo de Guamos) el mal efecto que hasta ahora ha habido de esta fundación y el informe que dieron a su R. fue de autor proletario.111
110 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Bernardo Rotella al Gobernador de Cumaná. San Ignacio de Cabruta, diciembre de 1741 (en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 358-363). 111 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestro Santo Padre Ygnacio de Cabruta y junio 11 de 1741 (Gumilla. Escritos varios, 277-278).
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Más compleja se tornó la situación en 1742 cuando los capuchinos ganaron en primera instancia el pleito. El 6 de marzo de 1743 Rotella escribía al Cabildo de Barcelona: [...] recibí la de V. S. de diez del pasado con la Cédula Real adjunta sobre las jurisdicciones, la que aprecio, venero y obedezco, y aunque no es decisiva con todo eso, cuanto a mi y a este sitio toca, nos damos por jurisdicción de Caracas en virtud de ella hasta que otra cosa se nos ordene pues el sitio señalado de Unare cae línea recta a Orinoco, más de tres o cuatro días de vela más abajo de esta misión; no obstante la dicha cédula a mi no me echarán de aquí los RR. PP. Capuchinos salvo que el Gobierno de Caracas o Ciudad de San Sebastián se obliguen a tener y guardar este sitio con centinela al Río de día y noche y en tiempo de invierno dos o tres centinelas, que en este caso me hiceran gran favor, mayor al servicio del Rey, y yo me pasara la otra banda.112
Las gestiones del P. Rotella con el gobernador Espinosa de los Monteros también debieron llegar a su punto álgido, pues mal podía ofrecer lo que estaba fuera de su competencia. El 22 de diciembre de 1741 los vecinos españoles de Cabruta se habían dirigido al gobernador exponiéndole sus necesidades. Era el último esfuerzo que hacían antes de abandonar Cabruta y regresar a sus respectivos puntos de origen. Resaltaban la carencia de todo: no poseían telas para vestirse y las pocas que llegaban eran tan caras que se hacían inasequibles113. Estaban desprovistos de herramientas para sus labores, amén de vivir en un despoblado. Además, no podían establecer comercio ni con sus menguados frutos como el tabaco, sebo, cueros “y otros que da o puede dar la tierra”, ni con los que ofrecía el río, como pescado, manatí, tortugas y sus mantecas; ni 112 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Bernardo Rotella al Cabildo de Barcelona. Cabruta, 6 de marzo de 1743 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 379). 113 Citan los vecinos el siguiente ejemplo. La coleta de cañamazo que llaman aspillera, que en las costas vale, a lo más, a real la vara, en Cabruta costaba a más de cuatro reales: 211 varas costaron tres reales de plata por vara; además: doce pesos por la bestia que los trajo y otros doce para el peón y otra bestia para ir el peón y volver a caballo; todo lo cual importó 112 pesos y un real (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 365).
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de los que se adquirían de los indígenas, como añoto, chica, caraña, aceite de palo y hamacas. Por ello se dirigían al gobernador “se digne socorrernos en dichas necesidades concediéndonos el comercio a la mar con el cual buscaremos lo necesario para nuestra manutención”. De esa forma se pacificarían los caribes, o al menos tendrían que aceptar el paso franco para los españoles, para el maestre de plata, para los alimentos que necesitaba la Guayana y para nuevos vecinos pobladores del gran río. Se beneficiaría el comercio, pues el Orinoco era rico en minerales y quizá en piedras precisas y la navegación era mejor que la del río Magdalena. Finalmente, estaban dispuestos a pagar a las cajas de Guayana el 2 % de sus frutos114. El 29 de enero de 1742 el gobernador daba una “respuesta consolatoria”: hasta que S. M. resuelva115. Sin embargo, con el correr del tiempo no les quedó a los jesuitas más remedio que aceptar la fundación e incluso apoyarla. Un segundo planteamiento histórico lo consagra el capítulo de litigio territorial que ocasionó Cabruta entre las gobernaciones de Cumaná y Caracas, pero de este asunto trataremos en el capítulo dedicado al P. José Gumilla.
114 Toda la carta se encuentra en: agi. Santo Domingo, 634. Representación del Vecindario [de Cabruta] al Señor Gobernador. Cabruta, 22 de diciembre de 1741 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 364-369). 115 Ibidem.
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18. José Gumilla (1686-1750)1 (las crónicas y otros escritos)
El P. José Gumilla es sin lugar a dudas el jesuita venezolano más conocido en la historia misional de Hispanoamérica. Por ello, no reiteraremos lo ya escrito sobre el ámbito que configura El Orinoco ilustrado (1741 y 1745), en tal sentido nos remitimos al acápite que hemos dedicado como historiador más arriba. Y lo mismo afirmamos en lo referente a la biografía gumillana. En el presente acápite nos limitamos a presentar lo que hemos venido denominando “crónica menor”, para de ese modo poder redescubrir mejor su aporte a la historiografía misional llanero-orinoquense, de tal manera que se pueda ilustrar el objetivo que nos proponemos.
La obra escrita de José Gumilla Querer limitar dentro de las fronteras de El Orinoco ilustrado la obra literaria de Gumilla, es desconocer la ideología y la obra de un hombre que reflexionó de las más diversas maneras sobre el problema de la arteria fluvial venezolana. Si hace años proponíamos la tesis de crear el concepto de obras completas de Gumilla, esto no quiere concluir que los escritos varios 2que publicamos 1
Véase en el Libro I la entrada referente a José Gumilla.
2 José Gumilla. Escritos varios. Estudio preliminar y compilación del P. José del Rey S. J. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1970. José Del Rey Fajardo. “Gumilla y su obra literaria”. En: Sic. Caracas (1963), 323-325.
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en 1970 sean la realización de ese desiderátum; se trata solamente del primer intento serio de recopilación del material existente, editado e inédito. Hasta hace pocos años los historiadores habían visto en el jesuita de Cárcer a un eterno caminante: explorador y aventurero; sin embargo, esa visión reducida y parcial hay que completarla con la del pensador que descubrió científicamente el Orinoco, como escritor, ensayista y, en un sentido lato, sociólogo. La obra escrita de Gumilla, cronológicamente, penetra unos siete lustros, y literariamente los temas más variados: geografía, etnología, misionología, filología, antropología, historia, etc. No hay que olvidar que Gumilla estudió casi dos lustros en la Universidad Javeriana de Bogotá, uno de los centros intelectuales más florecientes del Nuevo Reino. Y el contacto con el alma máter se mantuvo durante los años misioneros3. Así pues, no es de extrañar que una sólida formación universitaria le capacitara para la metodología de un trabajo científico y le abriera horizontes en los diversos géneros literarios. Además, la responsabilidad que asumió tanto como superior, así como de propulsor de la gran generación jesuítica que emprendió la acción misionera del Orinoco en el siglo xviii, revelan plenamente al pensador junto con el hombre de acción que pretendió redimir la existencia parasitaria de la Orinoquia. Indudablemente que El Orinoco ilustrado (1741) significa la primera gran síntesis de la ideología gumillana, superada más tarde por los escritos del año 1749. Con todo, creemos que dará mucha luz el análisis del ámbito de la obra literaria del misionero orinoquense, estudiada a lo largo de su evolución cronológica. Los orígenes exactos de la carrera literaria son difíciles de precisar, ya que permanece inédita toda su vertiente filológica que se inicia paralelamente a su actividad misionera. En todo caso, aunque a Gumilla hay que incluirlo dentro de un grupo generacional de escritores-misioneros, sin embargo habrá que considerarlo como anterior a todo el grupo y, en cierto sentido, como su inspirador. 3
José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1993) 401.
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La pluma gumillana fue incansable, como lo demuestra su propia bibliografía. En 1737 Guillermo Duez, pseudónimo de la oposición al jesuitismo neogranadino, agredía a Gumilla diciendo que “de las misiones finge mil primores que escribe y apoya el Provincial Jaime López, porque es valenciano”4. Su buen amigo Felipe Salvador Gilij diría: “Él entre mil continuas ocupaciones que lleva consigo el oficio de misionero de pueblos nuevos, no desdeñó la historia y los estudios aún más amenos”5. Para el estudio ulterior hemos seleccionado los siguientes capítulos: 1. 2. 3. 4. 5.
Filología. Historia. Memoriales y cartas. Cartografía. El Orinoco ilustrado y sus etapas.
1. Filología La obra literaria gumillana se inicia con la filología y, lamentablemente, es la vertiente de su producción escrita más oscura y difícil, por no decir imposible, de recopilar. Los motivos de este silencio son sobre todo documentales: La Historia del P. Cassani, a pesar de que se remonta hasta 1740, es muy poco lo que añade a la de Rivero en la zona cronológica de once años que separa a las obras de estos dos historiadores orinoquenses. Habrá que esperar a que la investigación y los bibliógrafos descubran las obras inéditas de los PP. Tomás Casabona, Roque Lubián y Antonio Salillas6 y, particular4 agi. Santafé, 400. 5 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1965) 19-20. 6 Archivo Nacional de Chile. Jesuitas, 446. En un inventario de la biblioteca de la procura de la Provincia del Nuevo Reino, hecho a raíz de la expulsión de 1767, se lee: “Otro legajo, encuadernado, en folio, manuscrito, con el título de Historia de las conquistas de españoles y descubrimiento de naciones, reducciones de infieles en el río Orinoco, a cargo de la Religión de la Compañía, por el P. Juan Ribero y el P. Thomas de Casabona”. A ella habría que añadir la Historia del Orinoco del P. Roque Lubián (Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca
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mente, la biografía del mismo P. Gumilla, a fin de abrir nuevas rutas a la orientación bibliográfica7. La personalidad filológica gumillana es la de un escritor que, por una parte, es viajero y hombre de acción, y por otra un pensador comprometido en la redención conjunta del indio y del gran potencial que yace irredento en su paisaje geográfico8. De ahí que la vertiente lingüística, a pesar de sus indudables atisbos, no sea ni la más genuina ni tampoco la más profunda de la literatura gumillana. Para comprender la obra de literatura indigenista del autor de El Orinoco ilustrado hay que señalar que ésta no surge de la línea tradicional jesuítica, achagua o sáliva, sino que la mayor parte de su vida se desarrolla en un quehacer pionero en el difícil mundo betoye y en el complicado mosaico de naciones del gran río venezolano, con un paréntesis en las misiones del Meta. Con todo, podemos afirmar que Gumilla fue un gran lingüista y un cultivador de la filología indígena. Dominó la lengua betoye9 y estudió con ahínco la caribe, la otomaca10 la jirara y otras11. jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo, I (2007) 344). También desconocemos la Historia Natural del Orinoco del P. Antonio Salillas (aiul. Papeletas: Salillas, Antonio. “Mss.”). 7 En el archivo inédito de Uriarte-Lecina nos encontramos entre las papeletas del P. Manuel Padilla la siguiente obra: “Memorias para la vida y correrías apostólicas del P. Gumilla”. 8
José Del Rey Fajardo. “Venezuela y la ideología gumillana. En: Sic, Caracas (1964) 74-76.
9 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 361; Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, s. j. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967) 238. 10
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 306.
11 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 237: “... hasta que ya bien instruido en la lengua jirara, y con bastantes noticias de otras, y no pocas que pudo adquirir su estudio...”. Una lectura atenta de El Orinoco ilustrado nos llevaría a la insinuación de que también supo otras lenguas: lolaca (pp. 288, 458), sáliva (p. 299); situfa (p. 299); achagua (pp. 170, 290), y sobre todo en agi.
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El serio aprendizaje de las lenguas indígenas fue una de sus principales preocupaciones como Superior de las Misiones, hasta el punto de escribir al General de la Compañía de Jesús pidiéndole que, de ninguna manera, permitiera sacar de los llanos a los que supieran las lenguas indígenas12. Sospechamos que dos amonestaciones del P. Tamburini, General de los Jesuitas, a los provinciales del Nuevo Reino en 1723 y 1725 responden a este tesón gumillano de revalorizar las misiones13. La producción de la que hoy tenemos noticia se refiere solo a la lengua betoye y tenemos información de los siguientes manuscritos: Gramática de la lengua betoy14, Vocabulario de la lengua betoy15 y su correspondiente Catecismo16 y Pláticas varias17.
Santo Domingo, 634. En una carta del P. Román al P. Gumilla hay varios párrafos en achagua, y concluye así su asunto el P. Román: “Ya casi no me acuerdo de la lengua achagua, me falta el ejercicio, pero V. R, supongo entenderá bien e inferirá lo que quiero decir”. 12 apt. Leg. 132: Cartas de PP. Generales. Retz al Provincial del Nuevo Reino. Roma, 15 de septiembre, 1736. 13 apt. Leg. 132, fol. 270. Carta del P. Tamburini al P. González. 3’ carta. Roma, 27 de marzo, 1723. Carta de Tamburini a Méndez, 15 de diciembre de 1725, fol. 270: “Solo siento que no haya toda aquella aplicación que se requiere, en algunos, para aprender las lenguas indígenas”. 14 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 332: “La lengua betoy fue reducida a Gramática por el P. Gumilla, manuscrito”. Puede verse además (tomo IV, 392). agi. Santafé, 298. Relación del P. Mateo Mimbela: “...perfezionandose tanto en el lenguaje que en breve pudo predicarles y enseñarles haciendo Bocabulario y algunas notas importantes para su inteligencia”. 15 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 389: “Por estos medios y principalmente con las pláticas frecuentes que el Padre les hace en su propia lengua a la cual se aplicó con eficacia sacando Vocabulario y Arte, traduciendo en ella el catecismo”. 16 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 389; Gumilla. El Orinoco ilustrado, 283: “No obstante en la nación beyota hubo que vencer algo, porque pusimos en el catecismo esta pregunta: ‘¿Theodá, Dios o qué?’. ¿El sol es Dios? y al punto respondían que sí. La respuesta que se les enseña es: ‘Ebamucá, futuit ajajé Diosó abulú, ebadú, tuluebacanutó’ No es, porque es fuego que Dios crió para alumbrarnos” (sigue un párrafo interesante en el que se citan algunas otras preguntas del Catecismo). 17 aiul. Papeletas: Gumilla, José. “Arte y Vocabulario de la lengua betoy; con doctrina, Confesionario y Pláticas en ella”.
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Puede ser que en su segunda estancia en los llanos, después de su regreso de Europa, aumentara la producción literaria indigenista, al amparo de su vida sedentaria y pacífica. Pero su preocupación filológica no encalló en lo gramatical, sino que también intentó hacer filosofía del lenguaje. Al fin y al cabo, tomó conciencia de que era parte viva de una tradición jesuítica que se había esmerado desde los comienzos en el estudio de la idiomática llanera18. Es muy significativo que el P. José Dadey, fundador de la cátedra de muisca en la Universidad Javeriana de Bogotá19, fuera más tarde también el fundador de las misiones llaneras y al mismo tiempo el iniciador de los estudios filológicos. Este aporte a la filología venezolana —hoy casi en su totalidad perdido— culmina con la obra de Felipe Salvador Gilij y de los jesuitas expulsos en Italia20. Dos temas fructíferos plantea Gumilla en los capítulos III y IV de la segunda parte de El Orinoco ilustrado: la enumeración de las lenguas matrices y derivadas del área llanero-orinoquense y el origen de esas mismas lenguas. En este primer intento de clasificación descubre nuestro misionero cinco idiomas matrices: caribe, sáliva, achagua, guahiva y betoyegirara. Sobre el otomaco, el aruaco y el guaraúno no se atrevió a emitir ningún juicio. De modo similar al que las lenguas romances se derivan del latín, estas cinco matrices se ramifican de la siguiente manera: de la caribe provienen: la guayana, la palenque, la guiri, la guayquirí, la mapuy y la cumanagota. La aturi viene a ser una corruptela de la sáliva. De la achagua no se han descubierto derivadas, ya que las palabras adjudicadas a la maypure se deben a la vida comercial. De la guahiva nace la gran variedad de chiricoas. De la betoye y 18 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 298: “Nuestros mayores, bien prácticos en los rudimentos de las lenguas, nos dejaron advertido que las que se derivan de una capital siempre mantienen los pronombres primitivos de su matriz, aunque con alguna variedad, y se ha experimentado que es regla cierta”. 19 José Del Rey Fajardo. La Universidad Javeriana, intérprete de la “otredad” indígena (siglos xvii-xviii). Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2009) 26-36. 20 José Del Rey Fajardo. La Universidad Javeriana, intérprete de la “otredad” indígena (siglos xvii-xviii), 127-159.
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la jirara se deducen: la situfa, la ayrica, la ele, la luculía, la jabúe, la arauca, la quilifay, la anabalí, la lolaca, la atabaca y otras21. Respecto al estudio del origen de las lenguas, reconoce desde el principio una doble dificultad metodológica: por una parte, son pocos los indios que las hablan, y por otra desconocen el profundo significado de las tradiciones y ancestros22. Con todo, esta objeción no parece afectar a las “lenguas derivadas o subalternas”, pues el esfuerzo de los misioneros ha logrado superarlas: “... la separación de su original no puede proceder de otro principio que de una notable dispersión de muchas familias de la lengua principal, que, o voluntariamente desterradas, o extraídas violentamente por enemigos más fuertes y pobladas á notables distancias [...] de la falta de comunicación entre sí y de la insensible omisión de unas sílabas y aumento de otras [...] al cabo de años viene a resultar un nuevo lenguaje”23. No fue tan afortunado Gumilla al elucubrar sobre el origen de las lenguas matrices, pues no pudo liberarse de las concepciones aprioristas y falsamente bíblicas tan en boga en América. Con todo, su intención le llevó a negar tanto la autoctonía idiomática como la dependencia exclusiva de los antiguos hebreos; e indirectamente dejó sentado el origen múltiple en el poblamiento americano. El error del erudito jesuita radica en recurrir al curioso fenómeno bíblico de la dispersión de los hombres tras el fracaso de la Torre de Babel24 para explicar un hecho que para él cada día se hacía más incontrovertible. Pero si apela a esta exégesis de la Sagrada Escritura es por dos razones: porque le parece que la dispersión de Babel es más universal etnológica y cronológicamente que la trasplantación del pueblo judío llevada a cabo por el 21 Gumilla. El Orinoco ilustrado, 298. El P. Gilij hizo una nueva clasificación de las lenguas orinoquenses y establece 9 lenguas matrices: caribe, sáliva, maipure, otomaca, guama, guahiba, yaruro, guraúno y arauaco (Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 174-1759). 22 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 297. 23 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 300-301. 24
Génesis, cap. XI.
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rey de Asiria Salmanasar; y en segundo lugar, porque “siendo sus lenguajes tan regulares y expresivos de los conceptos como la más cultivada lengua de nuestra Europa, es inventiva muy superior a la cortedad de su genio”25. No acepta la teoría de que los hebreos fueron los pobladores de América, porque es imposible pensar en un continente vacío durante tanto tiempo, y sobre todo, el hacer depender de las tres lenguas comunes a las doce tribus de Israel toda la proliferación de lenguas americanas es un imposible26.
2. Historia La vertiente histórica es la que más posibilidades ha abierto a la realización del proyecto de poder compilar la obra escrita de Gumilla. Desafortunadamente, la realidad de las Historias de Mercado, Rivero y Cassani obligó a nuestro biografiado a intentar nuevas rutas, fuera de los géneros tradicionales, para dar expresión al rico caudal de conocimientos adquiridos sobre la base de observación, reflexión y experiencia27. En consecuencia, el autor de El Orinoco ilustrado no pudo insertar directamente en su obra la estructura específicamente histórica, de la que fue creador y orientador por muchos años. Por eso, aunque esta dimensión penetra gran parte de la producción inédita gumillana, sin embargo nos limitaremos en este apartado, por razones meramente metodológicas, a estudiar las influencias en la Historia de las Misiones de Juan Rivero y las biografías de los PP. Cavarte y Juan Rivero.
25 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 302. Continuamos la cita iniciada en el texto: “Esto es evidente a los Padres misioneros, quienes, penetrados íntimamente en el idioma y cotejado con la tosquedad de los que lo usan, al reconocer una regularidad tan formal como la del arte latino, ven que tiene superior fuente el caudal de aquella natural elocuencia y recurren luego al prodigio con que Dios confundió una lengua dividiéndola en muchas...”. 26
José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 303-305.
27
José Gumilla. El Orinoco ilustrado, “Prólogo”, pero sobre todo las páginas 30-31.
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A. La historia de la misionalización de la gran familia betoy Los PP. Uriarte y Lecina atribuyen a Gumilla la paternidad de una serie de escritos que, debidamente organizados, pasaron a formar parte del libro V de la Historia de las misiones del P. Rivero28; aunque ignoramos las razones reales que tuvieron para esta asignación bibliográfica, nos inclinamos a creer que lo hicieron basados en la realidad que parece desprenderse del texto riverano. Pero existe un paso previo que ilumina mejor la posibilidad de la paternidad literaria de Gumilla del cuerpo documental al que se refieren Uriarte y Lecina y que nosotros ampliamos a catorce capítulos del libro V. Una confrontación minuciosa del texto riveriano con la “Relación” entregada por el P. Mateo Mimbela al presidente Manso en 1725 da como resultado la verificación de que Rivero ha transcrito, casi literalmente en su Historia, el largo manuscrito mimbeliano29. 28 aiul. Papeletas de Gumilla, José. a) “Relación de su entrada con el Cacique Don Antonio Calaimi y el Capitán Don Domingo Zorrilla a la Nación Lolaca y del fruto hecho entre estos indios: 1717” (hay un extracto en la Historia de las Misiones, pp. 354-358). b) “Relación de su entrada a los Anibalis, y de los grandes peligros que pasó: 1720”. Un extracto: Historia de las Misiones, 363-372. c) “Relación de su nueva entrada con el capitán Zorrilla a los Anibalis y otros indios vecinos: donde se da cuenta de la justicia que se hizo de algunos rebeldes, y de muchos infieles que vinieron pidiendo el Bautismo: 1722”. Un extracto: Historia de las Misiones, 373-379. Nota: Uriarte y Lecina han utilizado la edición de Bogotá de 1883. 29 agi. Santafé, 298. El Presidente de Santa Fe. Remite relación de las Missiones que tiene la Compañía de Jhesus en 1a Provincia de los Llanos y Orinoco. Santa Fe, y octubre 20 de 1725 (la relación fue enviada el 20 de octubre de 1725 y recibida en el Consejo el 20 de abril de 1726). Este documento ha sido utilizado por Rivero en su Historia de las Misiones. Libro V, cap. VIII-XXII. A continuación insertamos las equivalencia de los capítulos: Memorial Historia de las Misiones. Lib. V 4. Primer descubrimiento de los Betoyes VIII. Primer descubrimiento de la nación y noticia de otras naciones betoyes y noticias de otras naciones. 5. IX. 6. XII. 7. XXI. 8. X.
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De ahí que el problema haya que ubicarlo en torno al documento original de 1725. Y precisamente, una serie de circunstancias muy específicas nos obligan a hacer un planteamiento más de fondo: ¿es el P. Mateo Mimbela el autor o solo el recopilador o redactor de la Relación de 1725?; o en otras palabras, ¿qué diferencias existen entre la Relación que reposa en el Archivo de Indias enviada por el presidente Manso y el texto primigenio del documento recibido por Mimbela en 1724? Dos hechos nos inducen a reflexionar sobre esta problemática: la unidad histórico-literaria que desarrolla como tema la misionalización de la gran familia betoye en torno a la figura del P. José Gumilla, que pasa a ser su único protagonista, y en segundo lugar la contraposición que establece el P. Mimbela en su escrito entre la historia antigua de las misiones jesuíticas y la nueva que surge a la sombra de la actividad del autor de El Orinoco ilustrado. Es de notar la contraposición que el P. Mimbela hace en la introducción que encabeza el largo documento: “... pongo en noticia de Vuestra Señoría la fundación de los primeros pueblos que hizo la Compañía que haré con brevedad, por estar ya sobre ellos seguidos autos y dado pleno informe a su Magestad, se han añadido las nuevas fundaciones con Relación plena que pedí al Superior de las Misiones pasa satisfacer al celo de Vuestra Señoría”30. 9. XIII. 10. XIV y XV. 11. XVI. 12. XVII y XVIII. 13. XIX y XX. 14. XXI y otras fuentes. 15. XXII. 16. XI. 30 agi. Santafé. Relación del P. Mimbela, fol. l. Es un poco extraño que no firmase la Relación el P. Francisco Méndez, quien había sido nombrado Provincial el 27 de marzo de 1723 (apt. Leg. 132: Cartas de PP. Generales, fol. 263) y nos consta ciertamente que lo era el 22 de septiembre de 1724 (anb. Notaría 3; t. 153 [1724], fol. 186). ¿Estaría fuera de la capital visitando su extensa provincia? Hay una serie de coincidencias que pueden ilustrar por qué firmó este documento el P. Mimbela, además de lo que diremos después. El P. Mimbela regresó de Europa en la misma expedición en la que venía el Presidente electo Don Antonio Manso Maldonado, el 19 de febrero de 1724 (cfr. Stöcklein, Weltbott, Brief n. 286, p. 88); sin embargo, José María Restrepo
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El superior que remitió la “Relación plena” no es otro que el P. Gumilla, quien en 1723 era nombrado Superior de las Misiones Jesuíticas31. A esto hay que añadir una convergencia de argumentos: “las nuevas. Fundaciones” se deben al espíritu pionero e innovador de Gumilla, quien fue el creador de la misión de Betoyes y a su vez el único que pudo suministrar los datos de una narración tan anecdótica, concreta y minuciosa, por haber sido el protagonista de la acción hasta 172432. Además, de la misma forma en que Rivero adapta el documento mimbelano a su Historia, con muy ligeras variaciones, así se puede conjeturar que actuó Mimbela con el escrito gumillano, práctica frecuente de los superiores jesuitas cuando firmaban las cartas annuas o remitían a las autoridades civiles los correspondientes informes, sobre todo misionales. Otro problema lo constituirá la determinación de los límites del texto original gumillano, ya que en la redacción del escrito de Mimbela existen evidentes interpolaciones, verbigracia en el capítulo 14, donde se habla de las virtudes de la personalidad de Gumilla33, o en el capítulo 6 donde se des-
Sáenz. Biografías de los Mandatarios y Ministros de la Real Audiencia (1671-1819). Bogotá (1952), 64 pone el 18 de febrero). El P. Mimbela con su expedición debió de llegar a Bogotá a finales de marzo, pues desde marzo de 1723 estaba nombrado consultor de Provincia (apt. Leg. 132. Carta del P. Tamburini del 27 de marzo de 1723; fol. 263). En febrero de 1728 desempeñaba el cargo de Prefecto de Estudios de la Universidad Javeriana (anb. Notaría 3, t. 160 [1728], fol. 4v). 31 apt. Leg. 132, fols. 263-264. Tamburini a González, Roma, 27 de marzo de 1723; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 409: “Escribió sobre sus virtudes el Padre José Gumilla, como Superior que era entonces…” (la carta necrológica de Gumilla es del 26 de abril de 1724). 32 Como colaboradores inmediatos de Gumilla aparecen el capitán Domingo Zorrilla y el cacique Calaimi. A ambos les dedicó en El Orinoco ilustrado frases de amistad y gratitud. Y de ellos indudablemente recogió muchos datos de su Relación. 33 agi. Santafé, 298. Relación firmada por el P. Mimbela (desgraciadamente la copia que transcribimos no tiene numeración de páginas): “... diré en breve por evitar prolijidad lo que he visto y notado en dicho Padre, muchas veces que he tenido la fortuna de visitarle en su pueblo” (no creemos que el informante sea el P. Mimbela, ya que a pesar de que fue misionero a fines del siglo xvii, y Provincial hasta 1716, sus actividades lo mantuvieron alejado de las misiones fuera de esos períodos).
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cribe su destino a las misiones por el provincial, que entonces era el propio P. Mimbela34. B. Biografía del P. José Cavarte Dentro del género histórico hay que incluir dos ensayos encaminados a perpetuar la memoria de grandes misioneros: los PP. José Cavarte y Juan Rivero. La necrología del P. José Cavarte es el primer escrito que conocemos de este género. El manuscrito fue utilizado por Rivero, cuatro años más tarde, en la redacción de su Historia de las Misiones y por su testimonio llegamos a la existencia de este escrito de Gumilla35. Fuera de Rivero no sabíamos de otro escritor que directamente hubiera manejado esta fuente gumillana, hecho que nos hacía sospechar que dicha biografía había pasado definitivamente al olvido. Revisando el Archivo del Rectorado del Colegio del Salvador de Zaragoza (España), dimos con una hermosa obra manuscrita del P. Juan Arbizu, titulada: Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza36. En el volumen III nos sorprendió el largo estudio que el autor dedicaba al P. José Cavarte, misionero orinoquense. Mas al final, nuestra sorpresa fue enorme al topar con la siguiente nota del P. Arbizu: “Añado: Que essta carta como va escrita, menos el principio de ella que da razón de su vocación, noviciado y partenza a Indias, es traslado de la que me envió desde Santa Fe de Bogotá y recibí en marzo de 1725 el Hermano Lucas Amat, valenciano que desde este Colegio de Zaragoza fue a la provincia del Nuevo Reino con otros a 7 de octubre de 1723. Y en la que me escribe, me dice que el Padre José Gumillas 34 El P. Matías Mimbela fue Viceprovincial de 1711 a 1713, y Provincial de 1713 a 1716. Cfr. Goetstouwers-Van De Vorst. Synopsis historiae Societatis Jesu. Lovanü, Typis ad Sancti Alphonsi (1950) 665. 35
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 409.
36 Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza. Tercera parte. Comienza desde el año de 1650 hasta el de 1700. La ofrece a loa muy Reverendos Rector, Padres y hermanos del mismo colegio. El Padre Juan Arbizu, de la Compañía de Jesús. Adornada de índices y catálogos como en los libros antecedentes. Ms. que reposa en el Archivo del Rectorado del Colegio del Salvador de Zaragoza (lamentablemente, se ha perdido uno de los tomos).
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[sic], misionero residente en la reducción de San Ignacio de los Betoyes fue el que hizo la carta y la envió al Colegio de Santa fe; de la cual hizo hacer una copia. Y esta llegó a mis manos y la guardo con otras de las Indias”37. Este descubrimiento significó un gran aporte para el proyecto de la compilación de las “obras completas” de Gumilla así como para el estudio de la personalidad del P. José Cavarte, figura clave en una etapa misional de transición difícil y a la vez escasa en documentos. Conviene ante todo, pues, asentar claramente la realidad y la valoración literaria del manuscrito que estudiamos. Desconocemos el auténtico original gumillano, fechado el 26 de abril de 1724 en San Ignacio de Betoyes38. La copia europea que hoy publicamos es un “traslado” del original que llegó a manos del P. Arbizu en marzo de 1725, lo cual nos obliga a concluir que debió de ser remitida al poco tiempo de escribirse39. Pero en el “traslado” del P. Juan Arbizu se reconocen tres fuentes distintas que en parte nos hacen perder la realidad de la auténtica extensión del documento gumillano: la descripción inicial del autor de la Historia del Colegio de Zaragoza; el Epistolario del propio P. Cavarte —insertado en el mismo texto— y la Necrología de Gumilla que se transcribe al pie de la letra desde “la partenza a Indias”. Tampoco podemos llegar a conclusiones claras a través de las fuentes riveranas que datan de 1729. A pesar de que Rivero conoció la carta necrológica de Gumilla40, sin embargo actúa con autonomía y originalidad puesto que no solo convivió quince meses con Cavarte41, sino que además tuvo en
37
Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, III, 679: “Añadidura”.
38 Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, III, 679. 39 Juan Arbizu. Ibidem. 40 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 409-410: “Escribió sobre sus virtudes el Padre José Gumilla, como Superior que era entonces, en carta que sobre ellas envió a la ciudad de Santafé, en donde se hallan otras cosas de mucha edificación, que omito por la brevedad...”. 41 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 404: “... les habré de reducir a las pocas que adquirí en este sitio, en el espacio de 15 meses que le acompañé, desde que bajé al Meta”.
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su mano el archivo privado del incansable jesuita andariego42, razones obvias para decidirse a escribir una biografía de Cavarte enteramente propia; de ésta se valió para ofrecer muchas de las noticias dispersas a lo largo de su Historia de las misiones43. La importancia del P. José Cavarte en la historia de las reducciones llaneras y orinoquenses es decisiva, no solo en la vertiente misional, sino en la dimensión cultural, sobre todo filológica y cartográfica. Cavarte fue uno de los mejores “lenguaraces” que tuvo la misión de los llanos44, llegó a dominar a la perfección los idiomas sáliva, achagua45 y girara46. En la historia de la filología indígena ocupará un puesto merecido. “Revolviendo yo —dice Rivero— algunos papeles de los que dejó el Padre, encontré en uno de ellos un principio de gramática, que en su vejez estaba componiendo de la lengua enagua, por las esperanzas que tenía de que se pudieran conquistar los que la usan; tenía encargado con mucho empeño a la ciudad de Quito el arte de la lengua inca para estudiarla, por lo que podría suceder sobre las conquistas de los incas”47. Muchos de estos trabajos están hoy perdidos, pero su labor y la elaboración de un concepto fundamental de “misionero” fueron factores decisivos entre la joven generación que convivió con él, especialmente Rivero. Dentro de la tradición cartográfica venezolana de la Compañía de Jesús, que se remonta hasta mediados del siglo xvii con la obra del P.
42 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405: “Revolviendo yo algunos papeles de los que dejó el Padre...”. 43 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 404: “Tuve la curiosidad de encomendar a la pluma, para la edificación común, muchas de estas noticias, y de ellas me he valido hasta aquí en lo que llevo escrito cuando se ha ofrecido hablar de las empresas da dicho Padre...”. 44
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 283.
45 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 318, 403, 408. 46
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405.
47 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 405.
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Pierre Pelleprat48, no encontramos entre los jesuitas neogranadinos de ese siglo ningún otro testimonio fuera del de Cavarte, quien para 1696 había elaborado, por lo menos, un primer esbozo49. El mismo Gumilla acataba en 1741 algunas de las opiniones de Cavarte: “Yo ahora advierto que de aquí en adelante, por lo que mira a lo restante del río Orinoco, ya hablo de relación, porque sólo el venerable Padre José Cavarte siguió y apuntó este viaje”50. Que nuestro misionero era un hombre inquieto por los problemas geográficos lo demuestra su vida eternamente aventurera; un ejemplo entre muchos lo constituye el envío de Chepe Cavarte para explorar Barragua y su distrito51. También creemos necesario establecer una cronología cavartiana que ilustre algunos pasajes oscuros en la necrología de Gumilla, como por ejemplo la confusión que surge al hablar de la huída del P. Cavarte del Orinoco con motivo de los caribes52. Al abandonar España, la Casa de Contratación redactaba la siguiente ficha: “H. José Cabarte, natural de Zaragoza, teólogo, de 26 años, buen cuerpo, pelo castaño claro”53. Cuatro décadas más tarde Gumilla añadirá escuetamente: “era de complexión firme y de una robustez tan singular que en medio de muchos trabajos [...] siempre se mantuvo entero y fuerte sin que la
48 Archivo General de la Nación. México. Reales Cédulas, vol. 9. exp. 56, fols. 158-159: “Los quales se reducen a que este sujeto [Pelleprat] como grande ingeniero y cosmógrafo, tiene delineadas, y demarcadas, casi todas las costas de las Indias, ajustado mapa, y adquiridas grandes noticias de las plazas y fortificaciones de la Tierra firme, y Barlovento...”. 49 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 322: “... y guiándose por los rumbos de un Mapa del P. José Cavarte”. 50 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 328. 51
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, libro I, capítulo XI.
52 apt. Fondo Astráin. Leg. 5: “Letras Annuas de la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Contiene los años 1691, 92 y 93”. Cfr. Juan Rivero. Historia de las Misiones, 305-306. 53 agi. Contratación, 5549, expedición de 1681.
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misma ancianidad del padre se viese defraudada de aquel vigor que ordinariamente falta a todos los que llegan a ella”54. En 1686 pisó por vez primera territorio misional al ser destinado a la reducción de Pauto55. En realidad es poco lo que nos han conservado sus biógrafos relativo al primer quinquenio de estancia en los llanos; Rivero nos habla tan solo de sus esporádicas visitas al fuerte de Carichana56 cuando todavía las esperanzas jesuíticas de arraigarse en el Orinoco no se habían frustrado. Para 1691 la férrea personalidad de nuestro misionero junto con el dominio de las lenguas indígenas había ya sacudido la atención de los superiores57. A partir de ese momento hasta su muerte, José Cavarte se vinculó a la historia de las misiones en los puestos de avanzada y de vanguardia. La problemática de la adaptación misionera al Orinoco polarizó la existencia cavartiana durante más de dos lustros: primero como parte integrante de las dos últimas expediciones del siglo xvii que ensayaron misionar y colonizar el Orinoco en los años de 169158 y 169459, y más tarde, tras el fracaso de la penetración fluvial a causa del control caribe, la reestructuración del plan misionero a través del Airico con la esperanza siempre puesta en el gran río60.
54 Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, III, 671-672. 55 Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, Carta del P. Cavarte a su familia (está sin paginar en el texto). 56
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 266.
57
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 283.
58 arsi. n. r. et q., Historia, 15, fols. 244 y ss. Relatio de statu praesenti...; Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 283. 59
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 315.
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Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 317.
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Esta situación le llevó a enfrentar una vida solitaria y heroica durante ocho años61, a la vez que procuraba explorar y descubrir los mundos ignotos que le rodeaban, como lo demuestra la expedición de Chepe Cavarte a Barragua62. La década que va de 1707 a 1718 es una etapa de trasiego por las diversas reducciones llaneras63, pero siempre obsesionado por el Airico. En 1721 recibió la aprobación del P. Capuel, Superior de las Misiones, para reintegrarse a los achaguas del Beato Regis64, pero hacía tres años que los atendía en Juaría, aldea situada a media legua de distancia del Meta. Dos años más tarde, el 7 de enero de 1724, le sorprendió la muerte65. C. Biografía del P. Juan Rivero Lo más llamativo de esta obra de Gumilla es la poca correlación que existe entre el número de sus ediciones y el desconocimiento que ha imperado, sobre todo en la vertiente de los investigadores. Lo paradójico se resalta en el hecho de que Ramón Guerra Azuola se sirviese de la biografía del P. Rivero para el “Prólogo” de la primera edición de la Historia de las Misiones66, en contraposición a los historiadores jesuitas como Antonio Astráin y Manuel Aguirre, que ni siquiera citan el 61 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 339. No están de acuerdo aquí las cronologías; para Rivero la vuelta sería hacia 1704; Gumilla la pone a raíz de la visita del P. Daza a las misiones en 1707. 62
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 36.
63
Juan Arbizu. Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, III, 676.
64
Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos, 398.
65 Tampoco hay coincidencia en la fecha de la muerte: la copia de Arbizu (Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza, III, 679) da el 7 de enero, mientras que Rivero (Historia de las Misiones de los Llanos, 403) señala “a comienzos de febrero”. 66 Ramón Guerra Azuola. “Prólogo” a la Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Impr. de Silvestre y Compañía (1956), IV: “... y vamos a decir quién era él, extractando una carta que el Padre Gumilla escribió en Madrid y fue publicada allí en julio de 1739” (la edición de 1956 está copiada de la de 1883).
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escrito gumillano, motivados en parte por la minusvaloración con que tratan la figura del misionero-historiador. Hay que hacer una excepción con el P. Daniel Restrepo, quien manejó la necrología de Rivero67 y alertó sobre las libertades que se tomó en la transcripción de la Historia de las Misiones el editor de 188368. Mejor acogida tuvo la Breve Noticia de la Apostólica y ejemplar vida del P. Juan Rivero en el difícil mundo de la bibliografía69. Las circunstancias geográficas y editoriales de su impresión nos llevan a establecer dos fuentes bibliográficas distintas en un solo bienio. La edición príncipe conoció la luz pública en Madrid, el 28 de julio de 1739; el fin que se propuso el autor fue el de remitir el folleto a la Provincia jesuítica del Nuevo Reino70. Pero, curiosamente, ha sido ésta la única pista que han seguido los bibliógrafos. Muy posiblemente esto se debe a que Ximeno fue el primero en incluir esta edición en su obra de 174971. A partir del ilustre bibliófilo valenciano, tanto los repertorios tradicionales: Backer72,
67 Daniel Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia. Bogotá, Imprenta del Corazón de Jesús (1940) 394-396. 68
Daniel Restrepo. La Compañía de Jesús en Colombia, 433.
69 José Gumilla. Breve noticia de la Apostolica, y exemplar vida del Angelical y V. P. Juan Ribero, de la Compañia de Jesus, Missionero de Indios en los Rios de Cazanare y Meta, y otras vertientes del Rio Orinoco, perteneciente a la Provincia del nuevo Reyno. Carta escrita por el P. Joseph Gumilla de la misma Compañia, Superior que fue de dichas Missiones, y al presente Procurador General de dicha Provincia a entrambas Curias. En 4º, 31 pags. Sin pie de imprenta pero fechado: “Madrid, y julio 28, de 1739”. 70 José Gumilla. Breve Noticia de la Apostólica y ejemplar vida del P. Juan Rivero. Madrid (1739) 31: “… formé este resumen, y breve Carta, que impresa, remito a esa santa Provincia...”. 71 Vicente Ximeno. Escritores del Reyno de Valencia chronologicamente ordenados desde el año mccxxxvhi de la christiana conquista de la misma Ciudad, hasta el de mdccxlvii. En Valencia, en la oficina de Joseph Estevan Dolz, Impressor del S. Oficio, II (1749) 286. 72 Agustín de Backer. Bibliothéque des écrivains de la Compagnie de Jésus, ou notices bibliographiques 1º de tous les ouvrages publiées par les membres de la Compaganie de Jésus de la fondation de l’ordre jusqu’á a nos jours, 2º des apologies, des controverses religieuses, des critiques littéraires et scientifiques suscitées á leur sujet. Liège-París, IV (1869) 297 (la cita es muy imprecisa: “Vida, y muerte del P. Juan Rivero. En Madrid”).
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Sommervogel73, Medina74, Streit75, como los manuales de los libreros: v. gr. Palau y Dulcet76, citan únicamente la obra de 1739. A la existencia de la segunda edición llegaron los PP. Uriarte y Lecina a través del Teatro del Desengaño77. En 174178 apareció en Córdoba la obra póstuma del P. Juan Rivero el Teatro del Desengaño, auspiciada por los Hermanos de la Escuela de Cristo. El mismo capellán de la Hermandad D. Juan de Alea y Estrada narra la historia del manuscrito: “... concluido el funeral que se celebró en Casanare el día 18 de agosto de 1736 [...] pasaron luego todos con tanta codicia a saquear las pobres alhajas y papeles del venerable difunto. Poco hubo que repartir y entre todos, aunque yo estaba ausente, me tocó la mejor parte, y es este libro que doy a luz, que recibí todo de letra del V. P. [...] Enviómelo uno de aquellos Padres Misioneros a quien viviré agradecido”79. 73 Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus.Bruselas, Schepens-París, Picard, III (1892) 1949. Cita con toda perfección en la obra de Madrid. 74 José Toribio Medina. Biblioteca Hispano-Americana (1493-1810). Santiago de Chile, Casa del Autor, IV (1901) nº 3173. 75 Rob Streit. Bibliotheca Missionum. Freiburg/Br., Herder & Co, III (1927) 122. 76 Palau Y Dulcet. Manual del Librero Hispanoamericano. Barcelona Librería Palau & Oxford, Dolphin, VI (1953) 478 (añade: “De mucha rareza”). 77 J. Eug. de Uriarte. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española. Madrid, Establecimiento Tipográfico ‘Sucesores de Rivadenyra’ Impresores de la Real Casa, III (1906) 476-477; n. 4507. 78 Juan Rivero. Teatro del desengaño en que se representan las verdades católicas, con algunos avisos espirituales a los estados principales, conviene a saber, Clérigos, Religiosos y Casados, y en que se instruye a los mancebos solteros para elegir con acierto su estado y para vivir en el ínterin en costumbres cristianas. obra póstuma, escrita por el V. P. Juan Rivero, Religioso Profeso de la Compañía de Jesús, misionero apostólico y Superior de las Misiones del Orinoco, Meta y Casanare, que cultiva la provincia del Nuevo Reyno, en la América Meridional. Córdoba, [1741]. El libro no tiene fecha. La licencia del Ordinario data del 13 de abril de 1741. La Tassa de D. Miguel Fernández Munilla, cuando ya el libro estaba impreso es del 22 de enero de 1742. 79 Juan de Alea y Estrada. “Introducción dedicatoria” al Teatro de el Desengaño del P. Juan Rivero. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 8.
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El propio Dr. Alea decidió incluir la biografía de Rivero en esta publicación y muy probablemente colaboró el propio Gumilla, a juzgar por la licencia concedida por el P. General de la Compañía de Jesús, Francisco Retz, para las dos obras el 18 de abril de 174080. La Biblioteca de la Presidencia de Colombia reeditó íntegramente en 1956 la edición de Córdoba81. No deja de causar extrañeza el que al concienzudo Valdenebro y Cisneros se le haya pasado por alto la inclusión del libro riverano en su estudio sobre la Imprenta de Córdoba82. Respecto al texto de las dos ediciones, se puede afirmar que las variantes son más aparentes que reales; lo más significativo lo constituye la diversidad de títulos83, la supresión en el párrafo 1 y en el último de casi la mitad del texto, y el haber prescindido en la segunda edición de la numeración arábiga de los párrafos84. Finalmente, al notificar las fuentes históricas en las que se ha inspirado Gumilla, además de su larga convivencia con Rivero, señala la Necrología
80 Juan Rivero. Teatro de el Desengaño, 37. En la “Introducción Dedicatoria” al (Teatro de el Desengaño, 9) dice el Dr. Alea: “pondré aquí el compendio breve de la vida y virtudes del V. P. Juan Ribero, que en carta circular se envió a toda la Provincia de este Nuevo Reyno”. 81
Juan Rivero. Teatro de el Desengaño. Bogotá, 1956. Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1956.
82 José María de Valdenebro. La imprenta en Córdoba. Ensayo bibliográfico por Don José María de Valdenebro y Cisneros. Madrid, Madrid: [s. n.], 1900 (Est. tip. “Sucesores de Rivadeneyra”). 83 Edición de 1739: Breve Noticia de la apostólica y exemplar vida del Angelical, y V. P. Juan de Ribero, de la Compañía de Jesús, Missionero de Indios en los Ríos de Cazanare, Meta y otras vertientes del gran Río Orinoco, pertenecientes a la Provincia del Nuevo Reyno. Carta escrita por el P. Joseph Gumilla de la misma Compañía, Superior que fué de dichas Missiones y al presente Procurador General de dicha Provincia a entrambas Curias. Edición de 1741: Breve Noticia del Venerable Padre Juan de Ribero de la Compañía de Jesús, Apostólico Misionero en la Provincia del Nuevo Reyno de Granada. Carta circular, que para la misma Provincia imprimió en Madrid a 28 de julio de 1739 el P. Joseph Gumilla de la misma Compañía, Superior que fue de las mismas Misiones, y entonces Procurador General por la dicha Provincia a las Cortes de Madrid y Roma. 84 Fuera de lo indicado en el texto son mínimas y raras las variaciones. El párrafo 16 de la príncipe comienza: “No así”; la de 1741: “Mas”.
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del P. Quirós y las noticias de los conmisioneros del Orinoco que trabajaron largos años a su lado85. Juzgamos que, en un sentido amplio, se podría anexar a modo de apéndice al capítulo histórico una monografía curiosa, que podríamos calificar de “Tratado medicinal”, redactada sobre la base de la flora llanera y orinoquense. Sin duda que las abundantes referencias que hace en El Orinoco ilustrado significan una recopilación de escritos y de experiencia anteriores86.
3. Memoriales y cartas La recopilación de gran parte de los memoriales y cartas gumillanos ha constituido hasta el momento el mejor aporte para la reconstrucción de lo que algún día serán sus “obras completas”. Todo este fondo documental abre un filón inapreciable, no solo para el estudio de su personalidad y de su ideología, sino también para clarificar los inicios del ensayo emprendido por la Compañía de Jesús en el Orinoco avanzado el siglo xviii. La mayor parte de la documentación gumillana reposa en el Archivo de Indias de Sevilla, pero también hemos encontrado escritos suyos en el Archivo de la Provincia de Toledo (Alcalá de Henares), en el Archivum Romanum Societatis Jesu de Roma y en la Biblioteca Universitaria de Valladolid. Como criterio selectivo en la agrupación de los documentos hemos preferido seguir las grandes líneas ideológicas. A. La problemática caribe y la defensa del Orinoco Dado que el Informe para impedir las hostilidades caribes ha motivado algunas polémicas, estudiaremos en primer lugar este escrito.
85
José Gumilla. Breve Noticia, 31.
86 José Gumilla. El Orinoco ilustrado. Libro I, cap. 20; Libro II, cap. 3 y 21. Cfr. etiam las pp. 401, 402, 404, 416. agi. Santafé, 298. Informe del P. Mimbela: “Escribió para este efecto un tratado de varios remedios y yerbas para aplicar a sus enfermos”. Y Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 76: “Madame Fouget también añadió a los remedios comunes en Francia los que diligentemente recogió de la obra del P. Gumilla”.
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El año 1739 fue de gran actividad para el misionero orinoquense: tuvo que alternar largas horas de estudio y de redacción de sus documentos con las visitas a grandes mandatarios, oficiales reales y diversos tipos de personalidades. La problemática más acuciante de Gumilla trascendía a cuatro temas fundamentales: la promoción de la Orinoquia; el desarrollo del comercio y el fomento de una inmigración competente; los caribes y el reclutamiento de misioneros. Prácticamente desde 1731, el autor de El Orinoco ilustrado había comenzado, en el duro contacto con la realidad, a fomentar de una manera clara y precisa esos postulados. El Informe ha provocado a lo largo del tiempo un doble problema. El primero compromete el campo ideológico: ¿responde genuinamente al pensamiento gumillano el contenido de este escrito? El segundo es de tipo cronológico: ¿cuándo fue publicado el documento? El Informe lo podemos dividir en cuatro partes nítidamente diferenciadas: 1. El deplorable estado de las misiones: causas y situación actual (nn. 1-5’). 2. Magnitud del problema: se trata de la “Puerta” de Venezuela y para resguardarla es necesario fortificar la isla Fajardo (nn. 6-9). 3. Parte polémica: responde a las objeciones del informe presentado por D. Carlos de Sucre y algunas opiniones sostenidas por el marqués de San Felipe y Santiago (nn. 10-17). 4. Representación final de Gumilla: facilitar la inmigración, la colonización y sus medios (nn. 18-22). La primera parte del Informe guarda en sus líneas generales un paralelismo estructural con el capítulo IX del libro II de El Orinoco ilustrado, si bien hay que recurrir también a la última parte del capítulo VIII para buscar la cita paralela referente a las causas de la actitud caribe; el Informe añade además la preferencia de la nación caribe por el aceite María y por el achote (n. 2).
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En ambos escritos se hace referencia igualmente a los eventos históricos acaecidos en 1684 y 1693. A continuación presentamos su armazón comparado: Informe: nn. 4-”5
Orinoco ilustrado: cap. 9
Desde el año 1733, y hasta el de 38 (El último párrafo del capítulo VIII (y tengo por cierto que hasta aora). se remonta al año 1731). En 1733 quemaron nuestra colonia de nuestra Señora de los Ángeles y al día siguiente amanecieron 27 piraguas de guerra sobre la de San Joseph de Otomacos (n. 4).
Taricura quemó el pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles y el día 31 de marzo del mismo año [...] Esa misma noche del día 31 de marzo navegaron río abajo las 28 piraguas [...] al amanecer del día primero de abril la acordonaron (S. José de Otomacos) (p. 331).
El año de 1735 quemaron dichos indios caribes la colonia de San Miguel de Bichada (n. 5”).
Al año siguiente (1734) quemaron la colonia de San Miguel Arcángel del río Bichada (p. 333).
El 29 de septiembre de 1735 (El Orinoco ilustrado sitúa esta asaltaron la colonia de Mamo (n. 5). acción como la última y decisiva del año 1735 y la ubica detrás del incidente de Rotella (p. 334). Poco después quemaron la Concepción de Uyapi [...], San Joseph de Otomacos (y poco después la de San Ignacio de Guamos) (n. 5).
Por estos años de 1734 y 1735 creció más la osadía del bárbaro enemigo y quemó la colonia de San José de Otomacos y San Ignacio de Guamos (p. 333). (Para las siguientes incursiones remite El Orinoco ilustrado al libro del P. Cassani).
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Así pues, El Orinoco ilustrado ofrece una exposición mucho más rica y detallada de todos y de cada uno de los acontecimientos enumerados. Al hablar Gumilla de las incursiones caribes, dice que el año 1733 “me quejé agria aunque modestamente, al gobernador de Esequivo, con una larga carta, en la que le conté los daños que padecían nuestras misiones, y que de no poner remedio su señoría, daría cuenta a mi católico monarca”87. Lo que nos sorprende, sin embargo, es el mutismo del misionero acerca del Informe, a pesar de que conoció incluso las ordenanzas dadas por Felipe V a don Gregorio Espinosa de los Monteros88 donde parece que se hace referencia a su memorial. Pero de esto ya hemos hablado en la biografía. Un segundo capítulo se inicia con las objetivas reflexiones que el jesuita valenciano hace en torno al significado extraordinario y estratégico del Orinoco. Nuestra gran arteria fluvial es como una gran puerta abierta que ofrece paso franco al interior de Cumaná, Caracas, Maracaibo y todo el Nuevo Reino (n. 6). La conclusión gumillana es lógicamente férrea: la llave de esta gran puerta debe reposar en manos de la Corona española (n. 7). Pero en la última consecuencia es donde se localiza la verdadera polémica en torno a la defensa de Guayana: El Informe de Gumilla se decide por la isla Fajardo y en su apoyo cita el viaje exploratorio de los PP. Capuel y Romeo89 y las cuatro reales cédulas que apoyan esta posición adoptada por el “Provincial de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino” (nn. 8 y 9). Pero más adelante el misionero completa y perfila ese postulado solicitando la inmigración para la isla de Trinidad que así “será un grande antemural para el resguardo del Orinoco” (n. 19).
87
José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 330.
88
José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 337.
89 agi. Santo Domingo, 632. El expediente del viaje del P. Juan Capuel reposa con: Autos fechos por el Señor Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de Yndias sobre el rio Orinoco, fols. 25-29.
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El promotor de la idea de fortificar la isla de Fajardo había sido Fray Salvador de Cádiz, quien influyó en 1718 de forma decisiva en el provincial jesuita P. Ignacio de Meaurio90. El problema de la defensa de Guayana provocó siempre una gran revolución de burocracia, sin llegar nunca a una solución concreta y real. Años antes de que Gumilla presentase su memorial ya existían tres planes de defensa: “el del capuchino fray Salvador de Cádiz, apoyado por los jesuitas, para fortificar la isla Fajardo; el de los franciscanos de los Llanos de Caracas sobre la fundación de una ciudad en la confluencia del Apure con el Orinoco; y el de los capuchinos catalanes que preferían la Angostura”91. Pero en 1738 se había abandonado el proyecto de la isla Fajardo92; ¿cómo comprender entonces la actitud de Gumilla al publicar su memorial? A no ser por una carta del propio Gumilla al gobernador Tabares en 174693, nos hubiéramos quedado con la duda o quizá con el interrogante de un repentino e inexplicable cambio en la mentalidad del benemérito escritor orinoquense con respecto a este punto controvertido. Si Gumilla entregó su Informe se debió a las presiones del Provincial del Nuevo Reino, P. Tomás Casabona; pero para salvar su conciencia entregó a don José Borrull “un manuscripto con mi firma con muchas razones a favor de que se cierra mejor el Río Orinoco por dicho sitio”. Y al enterarse de que el gobernador Tabares traía consigo el memorial dicho, vuelve a insistir en su argumentación en pro del caño Limón: “lo primero el menor costo; segundo, que para fortificar en Fajardo quedan 12 leguas descubiertas a los extranjeros para entrar a las misiones de los reverendos padres capuchinos o 90 agi. Santo Domingo, 634 (aquí se encuentra gran parte del material relativo a este asunto). 91 Demetrio Ramos. “La defensa de Guayana”. En: Revista de Indias. Madrid, 66 (1956) 539. 92
Demetrio Ramos. “La defensa de Guayana”, 543.
93 Carta del P. José Gumilla al gobernador Tabares, octubre 4 de 1746. Publicada en British Guiana Boundary. Arbitration with the United States of Venezuela. Appendix to the Case on behalf of the Government of her Britannic Majesty. London, Printed at the Foreign Office, by Harrison and Sons, Printers in Ordinary to her Majesty, III (1898) 92-93. Véase: Hermann González Oropeza. “La Objeción de conciencia del P. José Gumilla”. E: Noticias Venezuela. Caracas, Oficina Provincial de la Compañía de Jesús, nº 309 (1985) 2-6.
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para marchar por todas las misiones del Píritu, o a Barcelona o a Caracas, y este solo motivo sobra y omito los otros aunque no despreciables, la mucha comprensión de vuestra señoría verá que es así, y para mi tan cierto que di cincuenta pesos de contado en que se había tasado una estacada en dicho caño de Limón, y no se efectuó”94. Ciertamente llama la atención, por una parte, el mutismo hermético de El Orinoco ilustrado respecto a toda problemática sobre la isla Fajardo, y por otra, su no inclusión de ninguno de los mapas gumillanos y la adopción del levantado por el ingeniero Pablo Díaz Fajardo en 173395. De los tres puntos geográficos controvertidos: el caño de Limón, la isla de Fajardo y la Angostura, solo los dos primeros aparecen en el mapa anexado al escrito del misionero orinoquense, mientras que en el texto no se habla más que de los dos últimos. ¿Cuál fue la intención de Gumilla con estas omisiones? No podemos todavía conjeturarlo, aunque sospechamos que se inclinó por la más sana prudencia: el silencio. Es indudable que la Audiencia de Bogotá era partidaria de la defensa de la isla Fajardo (n. 17), y si tenemos en cuenta que Gumilla ocupó el cargo de viceprovincial el año 1738, muy probablemente se sintió presionado su sucesor por la autoridad de la Audiencia y obligó al procurador a tomar partido. No insistimos en la tercera parte del memorial, que nos llevaría a una confrontación de los siguientes documentos: El Informe que comentamos; el informe “novísimo” presentado por el gobernador don Carlos de Sucre; el contrainforme entregado al fiscal del Consejo de Indias; el remitido por el marqués de San Felipe y Santiago, y el de los PP. Capuel y Romeo96. 94 Carta del P. José Gumilla al gobernador Tabares, octubre 4 de 1746. Con todo, en honor a la justicia, ya desde los comienzos de la estancia de Gumilla en Guayana se había declarado en contra de la fortificación de la isla Caroní. En carta escrita en Guayana el 21 de febrero de 1732 dice: “... el remedio pretenso por mano del Señor Sucre consistía en la fortaleza intentada en la isla de Caroní y dos reductos: asunto de inmenso costo y menos efecto a causa del anegadizo que al lado del poniente hay en dicho sitio que da paso todo el invierno y no obstante la construcción dicha” (agi. Santo Domingo, 632). 95
El mapa lo elaboró Pablo Minguet en Madrid.
96
Abundante documentación sobre el tema en agi. Santo Domingo, 632.
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En toda la hábil argumentación de Gumilla observamos los siguientes datos: A. No se menciona para nada, ni se hace referencia siquiera, al caño de Limón; sin embargo, lo resalta abiertamente en el mapa con todas sus ventajas, a la vez que ignora Angostura. B. La fuerza probatoria de los argumentos que rebaten las diversas soluciones de los contrarios son casi apodícticas; más débil es la defensa positiva de la isla Fajardo. C. En la contra-argumentación insiste el jesuita, como razones suficientes, en el menor costo de la fortificación del caño Limón y en que cubre doce leguas más, muy importante para el dominio de las riberas orinoquenses. En la cuarta parte vuelve Gumilla a retomar una serie de ideas que hemos expuesto más arriba. La inmigración a Guayana y Trinidad, además de solucionar el problema militar y el económico, sería un infranqueable antemural de protección de la Orinoquia. También la fecha de publicación de este escrito gumillano ha levantado entre los bibliógrafos diversas teorías, motivadas todas ellas por el hecho de que Gumilla no fechó su Informe. Del estudio del texto se desprenden tres referencias cronológicas, pero resultan insuficientes para ubicar su definitiva datación. En el n. 1 habla el jesuita escritor de veintidós años de misionero. Efectivamente: el año 1715 comenzó su biografía misionera y en 1737 se trasladó al Colegio de Cartagena de Indias como rector97. Luego, el escrito es posterior a 1737. En el n. 4 explicita: “... hasta el de 38 (y tengo por cierto que hasta ahora)”. Esto nos lleva a desembocar por lo menos en el año 1739. El mapa que anexó a su escrito lleva la fecha de 1733. Creemos que el autor de El Orinoco ilustrado lo hizo conscientemente, como hemos indicado más arriba —al hablar de las omisiones y de los contrastes— y en definitiva se puede 97 José Del Rey Fajardo. “El P. José Gumilla: un sociólogo audaz y un americanista olvidado”. En: Revista Javeriana, Bogotá (1958) 11.
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aseverar que se trata de una pieza adicional que no resuelve nada respecto a la cronología. Aunque las diversas teorías las sistematizaremos en cuatro grupos, sin embargo hay que hacer notar que las tres primeras soluciones coexisten desde el primer momento: 1. Algunos bibliógrafos guardan silencio ante el mutismo cronológico del documento. Se contentan con reseñar la ficha bibliográfica tal como aparece en el original, sin pretender ninguna reflexión ulterior para dilucidar el problema de las fechas (Gallardo98; Sommervogel99). 2. Un segundo grupo se vincula al año 1733. La única razón probatoria radica en el mapa anexo al Informe, cuya leyenda reza así: “Plano de una parte del Orinoco, que comprehende desde el caño de Guaruapo asta la isla de Fajardo, está fiel e individualmente sacado por el que delineó D. Pablo Díaz Fajardo [...] por Junio de este año de 1733” (véase: Leclerc100; Toribio Medina101; Palau Dulcet102; Segundo Sánchez103). 3. Pero la contradicción interna que salta a la vista al iniciar el estudio del texto mismo hizo que se abriera cauce otra tercera opinión en el año 1740.
98 Bartolomé José Gallardo. Ensayo de una Biblioteca Española de libros raros y curiosos. Madrid, Editorial Manuel Tello, III (1888), col. 153. 99
Carlos Sommervogel. Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, III, 1948-1949.
100 Charles Leclerc. Bibliotheca americana: histoire, géographie, voyages, archéologie et linguistique des deux Amériques et des îles Philippines. París, Maisonneuve et cie. (1878) nº 492. 101 José Toribio Medina. Biblioteca Americana. Santiago de Chile, Impreso en casa del Autor, IV (1901) n. 2888. 102 Antonio Palau y Dulcet. Manual del Librero Hispano Americano. Barcelona, Librería Anticuaria de A. Palau (1953) 478. 103 Manuel Segundo Sánchez. Bibliografía venezolanista. Caracas, Banco Central de Venezuela (1964), n. 353, p. 146.
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Quizá los dos representantes más significativos sean Antonio Astráin104 y Pedro Grases105. Aunque el autor de la Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España se limita a indicar el año 1740 como fecha del Informe, creemos que en parte podemos detectar sus razones. El P. Astráin se valió de la paciente obra del P. Pastells para elaborar su Historia y en el n. 1044 del Índice Pastells se le asigna al Informe la fecha que da Astráin. En el Índice Reddam del British Museum observamos también una confusión, pues mientras el n. 536 lo clasifica el año 1739 (¿), en el número 541 se vuelve al año 1740. 4. El primero en proporcionar la fecha de 1739 fue Otero D’Costa: “Parece indudable que este trabajo vio la luz en 1739, año en que llegó su autor a Madrid, porque lógicamente puede admitirse que, versando el impreso sobre el tema que llevaba a su autor a España, debió de escribirle a raíz de su llegada, como que él le habría de servir de base para iniciar sus gestiones como procurador”106. También Demetrio Ramos fecha en 1739 la publicación del Informe, puntualizando además que “su redacción se ejecutó en América, pues sobre las ideas previas —seguramente discutidas en la capital de Nueva Granada— se recogen las soluciones defensivas que impuso el Provincial de Santa Fe”107. Demetrio Ramos basa su argumentación en una “instrucción real” del 3 de diciembre de 1739, dirigida a Espinosa de los Monteros108, en la que se informa: “... después se han dado unos informes, como el del marqués de San Felipe y Santiago y el del P. Gumilla, variando el dictamen, pero estos
104 Antonio Astráin. Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España. Madrid, Razón y Fe, VII (1925) 463. 105
Pedro Grases. Temas de bibliografía y cultura venezolana. Buenos Aires, Nova (1953) 79-82.
106
Enrique Otero D’ Costa. “El P. José Gumilla”. En: Senderos, Bogotá, 1 (1934) 133.
107 Demetrio Ramos. “Un plan de inmigración y libre comercio defendido por Gumilla para Guayanaen 1739”. En: Anuario de Estudios Americanos. Sevilla, XV (1958) 221. 108 agi. Santo Domingo, 634. Real Instrucción de 3 de diciembre de 1739 a Espinosa de los Monteros.
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solo los tendrá presentes para mejor conocimiento personal”. Así pues, el Informe hubo de publicarse en los meses que precedieron a diciembre de 1739. También nosotros defendemos el año 1739 como fecha de composición del Informe. El 9 de febrero de 1740 se dirigió la Secretaría de Nueva España al P. Rodero solicitándole el Informe impreso del P. Gumilla109. Cuatro días más tarde contestaba el P. Rodero: “Muy señor mío; el adjunto Papel, que V. S. me ordena pase a sus manos, a costado algunas diligencias para encontrarlo así porque su impresión fue muy corta, como porque su Autor los dejo distribuidos antes de pasar a Roma; pero quedo con el gusto de haber servido a V. S110”. El 24 de julio de 1739 anotaba el Consejo: “Viene un informe del Padre Joseph Gumilla misionero de aquel parage sobre este asunto”111. En lo que no estamos de acuerdo con Demetrio Ramos es en su afirmación de que el Informe fue redactado en América. La biobibliografía del Informe para impedir las hostilidades caribes se inicia a mediados del siglo pasado, ya que la etapa anterior queda totalmente absorbida por las ediciones y comentarios de El Orinoco ilustrado, si exceptuamos la minuciosidad del paisano de Gumilla, Ximeno112. Fue el P. Backer uno de los primeros en recopilar bibliográficamente esta pequeña obra gumillana. Aunque para la redacción del artículo “Gumilla” ha utilizado ampliamente a Michaud, sin embargo al reseñar esta obra cita su fuente original inmediatamente al pie de la ficha bibliográfica: se
109 agi. Santo Domingo, 632. Madrid, 9 de febrero de 1740: “Necesitamos tener presente en la Secretaria de Nueva España de mi cargo un ejemplar del Informe impreso que ejecutó el Padre José Gumilla”. 110 agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. Gaspar Rodero a la Secretaría de Nueva España. Colegio Imperial, febrero 13 de 1740. 111 agi. Santo Domingo, 632. Consejo de 24 de julio de 1739 (en este mismo legajo nos encontramos: “Perfil del reducto proyectado en Puerto de España, isla de la Trinidad. 1733”. En Planos. “Informe que hace a su Majestad en su Real y Supremo Consejo de las Indias el padre Joseph Gumilla ...”. Con manera de la unión del Orinoco y Caroní (1733). Todo esto, como es natural se refiere al mapa). 112 Vicente Ximeno. Escritores del Reyno de Valencia, II, 285.
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trata del apéndice de la obra de M. Ternaux-Compans en su libro Notice historique sur la Guyana francaise. París, 1843113. A partir de este momento todos los bibliógrafos jesuitas recogen la cita de Backer, sin que en realidad vuelvan a añadir nada nuevo. Para la ulterior problemática nos remitimos a lo dicho anteriormente en la discusión levantada en torno a la fecha de publicación del Informe. Cuatro ediciones ha conocido el “Informe para impedir las hostilidades caribes”. La edición príncipe es de 1739 y fue preparada por el mismo Gumilla en sus primeros meses de estancia en la capital de España. Como el número de ejemplares fue muy reducido, hoy es muy difícil conseguirla. Para la reimpresión utilizamos el rarísimo ejemplar que posee el historiador P. Francisco Mateos. Las restantes reimpresiones se sucedieron, por motivos culturales y políticos, a fines del siglo pasado en el quinquenio 1893-1898. La segunda edición es la de Bogotá (1893) y fue llevada a cabo por D. Antonio B. Cuervo en su obra: Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia. El tomo III está dedicado a la hoya del Orinoco durante la Colonia. Prácticamente ha sido la edición más conocida y consultada por los investigadores. No incluye el mapa anexado en el impreso de 1739 y además prescinde de los pequeños resúmenes marginales y de la numeración por párrafos ideológicos. Las reediciones de Londres y Nueva York responden exclusivamente a los intereses conflictivos surgidos de la disputa de límites entre Venezuela y la Guayana británica. La edición de Londres (1898) es sin lugar a dudas la de más valor y la más desconocida. Es una hermosa impresión a doble columna: el texto castellano es copia del impreso de 1739; en la segunda columna se transcribe paralelamente la traducción inglesa114. Las notas marginales están todas en inglés. Finalmente, conviene reseñar dos extractos del Informe
113 Agustín de Backer. Bibliothéque des écrivains de la Compagnie de Jésus, IV, 297. 114 British Guiana Boundary. Arbitration with the United States of Venezuela. Appendix to the Case on behalf of the Government of Her Britannic Majesty. Volume III. London, Printed at the Foreign Office (1898) 83-92.
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publicados en Nueva York en 1898 y en inglés115. Los editores sajones datan el escrito gumillano en 1745. B. Problemas territoriales La revitalización del Orinoco por parte de las órdenes misioneras que laboraban a lo largo de su cuenca llevó indiscutiblemente a conflictos territoriales. El primer convenio de misiones que conocemos data del 12 de julio de 1662. Realizado en Santafé de Bogotá, de él tomaron parte las órdenes que laboraban en el Nuevo Reino. A la Compañía de Jesús se le señaló el territorio “… junto al río de Pauto y de allí para abajo hacia la villa de San Cristóbal y ciudad de Barinas, y todos los Llanos de Caracas, y corriendo línea imaginaria desde el río Pauto hasta el Airico comprendiéndole”116. No se habla en este documento de la Guayana, pero a partir de 1646 se habían instalado allí los jesuitas117. Aunque con intervalos, la presencia de la Compañía de Jesús en el ámbito guayanés se extiende hasta 1681. Cuando en 1731 Gumilla se instaló en Guayana, afloró el problema jurisdiccional. Durante el medio siglo de ausencia (1681-1731) se habían operado grandes transformaciones en lo que respecta a una nueva concepción territorial del oriente venezolano y, evidentemente, los jesuitas santafereños desconocían la nueva realidad histórica acaecida durante ese intervalo temporal, así como los títulos jurídicos que avalaban la presencia capuchina en el suelo guayanés. El deseo de radicarse y convertir al mundo aruaca toma, a nuestro parecer, cuerpo por dos premisas gumillanas: la lealtad aruaca a la nación 115 Venezuela-British Guiana Boundary Arbitration. The Case of the United States of Venezuela before the Tribunal of Arbitration to Convene at París under the Provisions of the Treaty between the United States of Venezuela and Her Britannic Majesty Signed at Washington February 2, 1897. Volume 2. Appendix: Parts 1 and 2. New York (1898), n. 363. 116 Anb. Conventos, t. 68, fol. 437. 117 Apqu. Leg., 3. Instruccion y ordenes por el P. Pr. Rodrigo Barnuevo a los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernandez para la mision de Guayana, donde son enviados por la santa obediencia en 4 de junio de 1646.
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hispana y el establecer una cabeza de puente en Santo Tomé, núcleo militar y político, capaz de dar basamento a la acción jesuítica aguas arriba. Esta primera decisión dio lugar, el 22 de febrero de 1732, al compromiso de Guayana suscrito por el prefecto Fr. Tomás de Santa Eugenia, por parte de los capuchinos guayaneses y el P. José Gumilla por los jesuitas118. En realidad, ni las fuentes capuchinas119 ni las jesuíticas120 aportan el texto del compromiso. En el expediente que nos sirve de texto único para este asunto121 utiliza Gumilla las palabra “convenio”122 y “compromiso”123. Fray Tomás de Santa Eugenia en su memorial del 22 de febrero de 1732 a don Agustín de Arredondo deja sentada su posición: [...] convengo con él con el fin de establecer para siempre la mayor paz y unión de entrambas misiones para que pueda fundar misiones en las bocas del río Caroní, lo que ha de servir para la demarcación de las tierras tirando donde ella línea recta de norte a sur cuando el señor gobernador de estos partidos mejor le pareciere demarcar según las reales leyes dichos terrenos sin detrimento ni perjuicio de las misiones de capuchinos que actualmente están fundadas y que con el tiempo se han de fundar, egidios (sic), sin dagnificar nuestro derecho y posesión que según las órdenes y reales cédulas de su majestad (que Dios guarde) tenemos porque de fundarse misiones desde la dicha boca del río Caroní de esta parte de la ciudad de Guayana, o bien hacer entradas y sacas de indios de cualquier naciones que fueren se sigue y seguirá grave detri-
118 Agi. Santo Domingo, 678. El Presidente de la Real Audiencia de Santa Fee. Da quenta, fol. 27v. 119 Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en Guayana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1979) 28, 269-270. 120 Jóse Gumilla. Escritos varios, 99-100. 121 agi. Santo Domingo, 678. Da quenta a Vuestra Majestad con certificacion del escribano de Cámara de lo executado sobre el deslinde y demarcación de las misiones (Jóse Gumilla. Escritos varios, 73-116). 122 Jóse Gumilla. Escritos varios, 94. 123 Jóse Gumilla. Escritos varios, 98.
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mento a las sobredichas misiones de capuchinos que actualmente estan fundadas y con el tiempo se han de fundar por la limitada tierra que queda hasta los anegadizos de las bocas de Orinoco a la mar, a lo que no puedo condescender por ningún pretexto y de obrarse en contrario quiero siempre el poder ocurrir según el derecho en donde convenga.124
Si el tiempo transcurrió sin que el compromiso tuviera en apariencia consecuencias de ningún tipo, sin embargo los capuchinos se movieron en la corte para salvaguardar sus derechos y obtuvieron una real cédula, fechada en San Ildefonso el 25 de julio de 1734, por la que el monarca fijaba el río Caura como frontera occidental de sus misiones guayanesas125. Además, desde 1733 los caribes compelieron a los jesuitas a reducirse a sus misiones del Orinoco medio con un precario horizonte de esperanzas. Con todo, el 20 de marzo de 1734 se firmaba en Guayana, en presencia del gobernador don Carlos de Sucre, la Concordia de Guayana, que la suscribían los capuchinos de Guayana, los franciscanos de Píritu y los jesuitas del Orinoco. Amén de las demarcaciones territoriales, el pacto fijaba una política misional para las áreas de conflicto. Ciertamente, significaba un intento de respuesta comunitaria al reto que suponían los hombres y el dominio del gran río venezolano. Con respecto a las fronteras misionales se fijaron unos linderos que permanecerían hasta la década del 1760. De común acuerdo: [...] y desde luego señalaron a dichos Reverendos Padres Observantes presentes y futuros para que establezcan y funden los pueblos que pudieren de esta parte de Gauyana de Orinoco desde la Angostura para arriba hasta las orillas de esta banda de abajo de el río Cuchivero tirando línea recta donde las márgenes de dicho Orinoco hasta Marañón y Amazonas; quedándose los Reverendos Padres Capauchinos para fomentar sus conversiones con el terri124 agi. Santo Domingo, 678 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 99-100). 125 agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 79-81). Esta Real Cédula llegó a Santafé de Bogotá el 15 de enero de 1735 (Ibidem, 81).
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torio y distrito que hay desde la misma Angostura para abajo hasta la boca grande dicho río Orinoco donde repartirán los misioneros que les vinieren; a los reverendísimos Padres Jesuitas desde las riberas de la parte de arriba del misio río Cuchivero lo restante del Orinoco, tirando siempre hacia arriba y yendo siempre unos y otros linderos o demarcaciones linea recta de Orinoco al Marañón y Amazonas.126
Ignoramos los motivos que tuvieron los signatarios para establecer como principio […] que, por lo que toca a la conversion de dichas naciones sitas en los linderos, ha de ser libre para el que más trabajare en su adelantamiento de suerte que, sin excepción de naciones, puede cada misión por su parte convertir y adelantar de las de los linderos cuanto más puedan y que una vez reducidos los indios han de pertenecer a la misión de la religión que los redujo, sin poderse pasar a otra, con la mutua obligación, si sucediere, devolverlos a su pastor siempre.127
Gran importancia revestiría este acuerdo intermisional que mereció una real cédula de confirmación, firmada en San Ildefonso el 16 de septiembre de 1736, gracias a las gestiones del comisario franciscano, P. Francisco del Castillo128. Con anterioridad a la acción conciliadora de la Concordia de Guayana, habían movido los capuchinos guayaneses ante la Corona la solicitud de deslinde de sus misiones con las de los jesuitas. La Real Cédula del 25 de
126 agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 101-104). 127 agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 103). 128 agi. Santo Domingo, 590. S. M. aprueba y manda se obxserve la concordia celebrada por los religiosos Misioneros de la orden de San Francisco; de la Compañía de Jesús y Capuchinos, sobre los territorios en que han de ejercer su sagrado instituo en la provincia de Cumaná. San Ildefonso, 16 de septiembre de 1736. Es curioso anotar que en el documento se añade: “Se imprimieron 13. Y entregaron a Fray Francisco del Castillo”.
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julio de 1734 fue recibida en Bogotá en enero de 1735 y de inmediato procedió Rafael de Eslaba a dar cumplimiento129. Cuando Gumilla fue notificado de la decisión regia, se dirigió al gobernador de Cumaná para solicitar varias acciones. En primer término, demandaba la averiguación “de las personas que V. S. fuere servido elegir”, para que declararan “si de palabra o por escrito, directa o indirectamente se ha intentado excluir de las sus misiones a los Reverendos Padres Capuchinos que trabajan en esta Guayana”. En segundo lugar, pedía un exhorto para que Fray Agustín de Olot mostrase los documentos probatorios relativos al hecho de que la Compañía de Jesús había renunciado el 16 de junio de 1681 a las misiones de Guayana ante la Audiencia de Santa Fe, pues “habiéndose trabajado muy exactamente en aquella Real Cancillería” y en el archivo de la Provincia del Nuevo Reino “ni en una ni en otra parte se ha hallado dicha dejación”. Finalmente, para dejar bien clarificadas las cosas, mandaba el jesuita de Cárcer que se anexara al expediente: […] la Real Cédula que presento con la debida solemnidad, un tanto de la concordia y compromisos hechos entre mi y los Reverendos Padres Misioneros Capuchinos en esta Guayana a principios del año de mil setecientos y treinta y dos, y asimismo un tanto de la Concordia y Compromiso hecho ante el señor coronel don Carlos de Sucre, gobernador y capitán general de esta provincia, en que trataron los Reverendos Padres Observantes de la misiones de Píritu en virtud de la Real Cédula que tienen para el cultuvo y reducción de la nación caribe, los cuales dos compromisos son prueba firme de que no solo no he pretendido excluirlos de sus Misiones sino que antes bien he cooperado a que se radiquen más en ellas y se aumenten en servicio de ambas Majestades.130
En realidad, los capuchinos guayaneses habían actuado en estricto derecho y gracias al conflicto pudieron los jesuitas salir del falso presupuesto histórico que les hizo incurrir en diseños no acordes con la realidad.
129 agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 73-76). 130 agi. Santo Domingo, 678. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 76-78).
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Más problemático iría a ser el conflicto con los capuchinos de Caracas, quienes, no sabemos por qué motivos, fueron preteridos en la Concordia de Guayana de 1734. El incremento de la acción misional en el Orinoco medio obligó a Gumilla a firmar un convenio con los capuchinos de Caracas, quienes de una forma muy singular comenzaban también a confluir, en su movimiento norte-sur, hacia las áreas en que se movían los jesuitas. En marzo de 1735 un misionero jesuita encontró a un grupo de familias guamas que huían de las reducciones capuchinas para buscar refugio entre los caribes. Gumilla consiguió que no llevasen a cabo su propósito y que se residenciasen al cuidado del que los había encontrado131, que no podía ser otro que el P. Bernardo Rotella. Sin embargo, Gumilla escribió al obispo de Caracas a fin de que con el consejo de Fray Salvador de Cádiz buscasen la solución más conveniente. La respuesta fue que “la Compañía recogiese aquellas ovejas perdidas y las cuidase”132. Como el superior de las misiones del Orinoco observase que el fenómeno de los indígenas fugitivos no constituía un hecho aislado, sino por el contrario una actitud cada vez más generalizada, preocupado por esta situación, en octubre de 1736 decidió dirigirse a Caracas con el fin de conversar con las autoridades de los capuchinos133. De esta forma, se firmó en la capital venezolana el Convenio de Caracas el 28 de noviembre de 1736 y fue suscrito por los PP. José Gumilla y Salvador de Cádiz134. 131 agi. Santo Domingo, 634. Concordia de 28 de noviembre de 1736 entre el Padre José Gumilla y Fray Salvador de Cadiz. Caracas (1736), nº 8. Sin embargo, en el Memorial al Consejo del P. Gumilla habla de marzo de 1734 (agi. Santo Domingo, 634, fol. 1v). En realidad ambas fechas son verdaderas ya que el P. Rotella había fundado a principios de 1734 San Ignacio de Guamos; con todo, en lo que respecta al conflicto creemos que es más válida la fecha de la Concordia. 132 agi. Santo Domingo, 634. Consejo 26 de abril de 1742. Póngase los antecedentes que hay en la Secretaria de Nueva España por instancias de los Capuchinos de Caracas..., fol. 1v-2. 133 agi. Santo Domingo, 634. Memorial al Consejo, fol. 2. 134 agi. Santo Domingo, 634. Concordia de 28 de noviembre entre el Padre Gumilla y Fray Salvador de Cadiz. El texto puede verse en: Gumilla. Escritos varios, 109-116.
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El documento pretende abarcar en sus siete puntos la problemática común a las dos órdenes religiosas. Como en los anteriores acuerdos, todo gira en torno a dos realidades difíciles de definir: los indígenas y los límites de sus tierras. Con respecto al territorio se da una gradación en las cláusulas 1, 2 y 4. Comienzan estableciendo que sea territorio y término de posesión “todos aquellos parajes y sitios en que al presente se hallaren erigidas poblaciones de indios con doctrina y operario que les administre”. En la cláusula segunda intentan definir un espacio abierto que es “todo el territorio que comprende entre los términos posesorios de una y otra reducción”, ya que se trata de un “paraje despoblado y desierto para los españoles y habitado de innumerables indios gentiles de diferentes naciones”. Sin embargo, en la cláusula 4 pasan a determinar las fronteras, de la siguiente forma: [...] por tanto no se asignan términos ni linderos entre las dos expresadas misiones si no es solamente las misiones que a cada una de estas dos misiones se señalan y asignan como campo en que puedan ejercitar su apostólico celo en la reducción de ellas. Y dejando a los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús las que se contienen en las riberas de el otro lado de el Orinoco y las que de este hay hasta el de el Marañón o Amazonas incluyendo en esta dichas naciones la de los Salivas que habitan en la boca del río de Meta. Se asignan y señalan por campo destinado para el cultivo de los Reverendos Padres misionarios Capuchinos de Caracas las naciones de guamos, atapaymas, guaranaos, amaibos, otomacos, guahivas y yaruros y chiricoas que habitan asi de este lado como del otro de Meta, las cuales naciones viven desde la boca del Guárico o cerros de Cabruta por la parte occidental del Orinoco hasta el río de Meta y de el de Meta hasta el de Bichada o Ayrico para que los indios que de dichas naciones redujeren los expresados misionarios Capuchinos puedan poblarlos en el paraje que les fuere más oportuno exceptuando las riberas del otro lado del Orinoco como término posesorio que es de las misiones de la Compañía de Jesús.
Para los indios fugitivos se establecían las siguientes normas en la cláusula 3: si se hallaban bajo campaña y doctrina no se les podía obligar a 535.
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que se restituyeran a su población de origen; si se encontraban en los montes con los gentiles, podían ser aprehendidos y poblados en el paraje y términos de la misión a que perteneciera el misionero que los encontrara; y si eran casados por la Iglesia y sus mujeres residían en el pueblo que abandonaron, “se ejecutará entonces lo que previenen las leyes”. La cláusula 5 determina que “en todas las naciones aquí nombradas y referidas” podían entrar recíprocamente tanto jesuitas como capuchinos y en el caso de que se juntaran dos escoltas “poniéndose de acuerdo según el rumbo que llevaren, o irán a la expedición per modum unius o elegirán cada cual por diverso rumbo su derrota”. Se especifica además que cuando en estas jornadas “se hallaren indios con licencia in scriptis del Padre que los doctrina” no se les debía molestar ni tratar como fugitivos. La cláusula 7 (no existe la 6) prevé que en las licencias otorgadas por los doctrineros “se anote en ella día, mes y año y el tiempo que ha de valer”, pero si se encontraran los indígenas en sitios muy lejanos a su población y con la licencia vencida serían considerados apóstatas y poblados en la misión del religioso que los encontrara. La cláusula 8 aplica los principios antes señalados a los guamos que huyeron de Calabozo a las misiones de los jesuitas. Varias reflexiones se desprenden de la consideración del texto del convenio. En primer lugar, ambos signatarios apelan a la confirmación que deberían conferir al documento tanto el Provincial de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino como el R. P. Fray Miguel de Ardales, comisario general de las misiones de los capuchinos en las Indias. No podemos precisar si tal ratificación llegó a llevarse a cabo. Diera la impresión de que el convenio respondió a las causas inmediatas que lo produjeron, como eran los indios fugitivos de las misiones llaneras. En 1742 Gumilla alegaba que él había querido remitirlo al Consejo para que S. M. lo aprobara, “lo que parece no haber ejecutado según demuestra el efecto por los daños que de no haberse remitido o avisado a Vuestra Majestad se experimentan”135. 135 agi. Santo Domingo, 634. Memorial sobre intentos de los Capuchinos de internarse en territorios de las Misiones de Jesuitas en Orinoco (Gumilla. Escritos varios, 125).
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Pensamos, además, que si no se hubieran presentado los incidentes de Cabruta, quizá el Convenio hubiera concluido con su firma. A la verdad, Gumilla se vio precisado, en su calidad de procurador, a redactar en 1742 un alegato ante el Consejo de Indias, prácticamente de memoria, pues no pudo disponer de la documentación precisa que se hubiera requerido. Sin embargo, la idea que guarda sobre el Convenio de Caracas es la siguiente: Lo 1º que dichos guamos de Cabruta quedasen al cargo del Jesuita que los recobió. 2º que los indios que adelante se ausentasen de ambos partidos de misiones, si hubiese oportunidad, se devolviesen mutuamente a sus pueblos. 3º que los indios que los Padres Capuchinos hallasen en Apure y otros ríos si su cabo mostrase licencia del misionero, que en tal caso no los llevase a sus misiones sino los dejen ir con su cabo pues llevando éste licencia del misionero van los indios a pescar, cazar, etc. para útil de ellos y no van fugitivo ni debe ser apartados de sus propias misiones.136
Por su parte, Fray Miguel de Olivares, prefecto de las misiones capuchinas de Caracas, en 1740 interpretaba el convenio de la siguiente manera: hicieron una concordia que acompaño este memorial, conviniendo, como parece de ella, en los términos de posesión de una y otra misión y las naciones de indios que en ellos se comprendían, determinando que los indios gentiles que se redujesen por los Padres Jesuitas fuesen poblados del otro lado o riberas del Orinoco, por la parte oriental que continúa hasta el río de las Amazonas o Marañón, y que los indios que los Capuchinos redujéramos, se poblasen de este otro lado del Orinoco, en los términos que son de esta provincia, por la parte occidental, dejando paso abierto y franco todo nuestro campo inculto para que así los Padres Jesuitas, como nosotros, pudiesen libremente entrar a la reducción de los gentiles pero con la condición de poblarlos cada religión en su territorio.137 136 agi. Santo Domingo, 634. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 124). 137 agi. Santo Domingo, 826. Memorial del Prefecto P. Miguel de Olivares al Rey manifestándole las razones y derechos que los misioneros capuchinos de los Llanos tienen para que los jesuitas no funden pueblos en la banda izquierda del
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Realmente, hay que reconocer que el planteamiento del prefecto de las misiones capuchinas parece el correcto, o al menos esa es la interpretación que in recto se puede otorgar al texto del convenio. Hay un hecho que llama poderosamente la atención y es que Gumilla haya aceptado (cláusula 4) dejar toda la margen izquierda del Orinoco, no solo la perteneciente a la Provincia de Caracas, sino también a la de Guayana, a los capuchinos, pues les asignaba claramente aquellas enormes regiones que se extienden desde el Apure hasta el Vichada, con expresa exclusión de las bocas del Meta que habían sido desde el siglo xvii territorios exclusivamente jesuíticos. A nuestro parecer, si lo que Gumilla pretendía era solucionar el corte del flujo de guamos hacia las tierras caribes, porque su presencia debilitaba todavía más la precaria situación jesuítica en el Orinoco frente a las incursiones caribes, quizá momentáneamente lo consiguió, pero comprometió a sus sucesores en un arreglo territorial que ellos difícilmente podrían aceptar. Un problema distinto lo constituye la territorialidad de Cabruta que, a nuestro juicio, se erige en un verdadero conflicto de jurisdicciones in fieri, pero que la Corona resolvería a luz de un nuevo diseño de la Provincia de Venezuela. En este punto trataremos, en la medida de lo posible, de deslindar dos líneas de acción: la gubernativa y la misional, a pesar de que de facto ambas se entremezclen por su propia esencia. Gracias a una comunicación de don Gregorio Espinosa de los Monteros, gobernador de Cumaná y Guayana, del 1º de febrero de 1742, seguimos el proceso de usurpación de la Provincia de Caracas138. El 29 de junio de 1740 tomó posesión de la gobernación de Cumaná don Gregorio Espinosa de los Monteros y, de inmediato, sobre los autos obrados en la demarcación y términos de las jurisdicciones de Cumaná y Orinoco. Caracas, 23 de junio de 1740 (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, II [1972] 229) (el subrayado es nuestro). 138 agi. Santo Domingo, 634. El Gobernador de Cumaná hace remisión de Autos obrados en consecuencia de vuestras reales cédulas sobre competencia de demarcación y jurisdicciones de aquella Gobernación con la Provincia de Venezuela. Cumaná, 1º de febrero de 1742.
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Venezuela, llegó al convencimiento de “la indebida como absoluta usurpación” que resultó de tal acto. El 14 de noviembre de 1731 la Real Audiencia de Santo Domingo concedió a don Juan de Urpín los siguientes linderos con Caracas: “… por la costa del mar el cabo de Quadera y desde él, corriendo al oeste, atravesando las montañas de Santa Lucía hasta las cabeceras del río Orituco y aguas de este vertiente a los Llanos hasta donde entre en el río Guárico y este abajo hasta incorporarse con el Orinoco, siguiendo sus corrientes hasta el mar” (fol. 3v-4). El 20 de diciembre de 1731 le otorgó la Audiencia el título de conquistador y gobernador hasta el 28 de septiembre de 1733. Como los gobernadores de Caracas y Cumaná trataron de embarazar la conquista, Urpín acudió hasta el Consejo de Indias, el cual, por auto del 9 de febrero de 1736, “declaró tocar y pertenecer la conquista y gobierno de la referida provincia de Barcelona al mencionado doctor Urpín”. Todavía más, el 29 de marzo el rey le otorgó una real ejecutoria con la que se presentó a la Real Audiencia de Santo Domingo. El 30 de julio de 1736 la Audiencia le “despachó Real Ejecutoria con inserción de la del Real y Supremo Consejo en favor de dicho doctor Don Juan de Urpín nombrándole por Gobernador, conquistador y poblador de la Provincia de Barcelona bajo los términos señalados”. Sentada la premisa jurídica, pasaba el gobernador Espinosa de los Monteros a evidenciar la usurpación de límites de que era objeto su provincia por parte de los pobladores de San Sebastián de los Reyes y los inconvenientes que tal acto suponían en su demarcación. Y en virtud de la Real Orden del 19 de diciembre de 1739, que faculta a usar del derecho a los interesados, ruega que el Consejo determine lo justo139. El 25 de enero de 1745 el fiscal consideraba que la petición era intempestiva “y ocioso el nuevo recurso que se hace”, pues por Real Cédula de 5 de febrero de 1741 se había prohibido a los habitantes de Barcelona que molestaran a los de San Sebastián de los Reyes. Alegaba además que “es éste una asunto resuelto por el Consejo con motivo de la competencia de los Re139 agi. Santo Domingo, 634. Doc. cit. El expediente consta de trece folios.
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ligiosos Capuchinos de los Llanos de Caracas con los Padres de la Compañía y de que están mandadas expedir las cédulas correspondientes a favor de los Capuchinos”. El Fiscal concluye diciendo que “ocurran unos y otros interesados a la Audiencia de el distrito a deducir sus excepciones tanto sobre el juicio posesorio como en el de propiedad de la jurisdicción y territorio que a cada uno le corresponda”140. Con este marco de fondo entramos a analizar el conflicto jurisdiccional entre capuchinos y jesuitas141. 140 agi. Santo Domingo, 634. Dictamen del Fiscal del Consejo. Madrid y enero 25 de 1745. 141 Para la documentación estudiada transcribimos una especie de índice que se incluye en: agi. Santo Domingo, 634. Tercera Pieza. Perteneciente a la visita de Guayana. “Cabruta. Memorial del Padre Altamirano de 8 de agosto de 744, en que incluye un testimonio de que el virrey Eslava adjudicó a los Compañía el sitio de Cabruta [...] y pide no se innove, con respuesta del Fiscal. N. 1. Carta del Gobernador de Cumana de 30 de septiembre de 743 dando quenta con autos de varios puntos y denuncia de varios excesos de los Misioneros Jesuitas. N. 2. Respuesta Fiscal. Otra del mismo con la propia fecha con respuesta fiscal de 25 de enero de 45 en que se incluyen 3 minutas de cedulas del mes de abril de 744 dirigidas al Obispo de Puerto Rico, al Gobernador y a los Misioneros Capuchinos. N. 3. El N. 4 tiene por cubierta una carta de 1º de febrero de 744 a que el Gobernador acompaño los autos de la demarcacion de su Gobierno con el de Venezuela y pide providencia sobre las usurpaciones de su Gobierno y debajo de él hay los papeles siguientes: Una respuesta Fiscal de 25 de enero de 745, en pliego separado. Un memorial dilatado del Padre Gumilla dado en 26 de abril de 42 sobre limites de Misiones con los Capuchinos que trata del sitio de Cabruta en que se mandaron poner los antecedentes y pasar al fiscal que respondió en 27 de abril de 744 y en esta respuesta sigue la resolución que tomo el Consejo en 7 de mayo. Siguen los antecedentes que son una carta del Gobernador de Caracas fecha en 15 de julio de 741 dando quenta con datos del litigio que siguieron en su gobierno sobre la Cabruta. Respuesta fiscal de 14 de diciembre de 741 con la resolución del Consejo de 11 de enero de 742 y la minuta de la cedula que se despacho sobre esto. Dos cartas de un Misionero Capuchino al Consejo y a Lardizábal con fecha de 23 de junio de 740, respuesta fiscal y decreto del Consejo. Papel simple al parecer dado al Arzobispo de Santa Fee con notas del Padre Gumilla que tratan del Mapa del Orinoco. Testimonio de varias cédulas antiguas que tratan de la paga de Misioneros en Orinoco. Tanto simple de cedula de 17 de febrero de 683 concediendo escolta a los Jesuitas [...] Cedula del año de 722 para que el Gobernador de Caracas informe sobre la fortificacion de la Angostura en el Orinoco propuesta por Capuchinos. Dos cedulas del año de 92 que tratan de escolta a Capuchinos. Concordia de 28 de noviembre de 736 con 8 capítulos entre el Padre Gumilla y Fray Salvador de Cádiz aprobada por el Obispo de Caracas y obligación de que la aprobasen sus superiores. Siguen varios instrumentos, cartas y papeles dirigidos al padre Gumilla. Dos certificaciones de oficiales reales de Cumaná sobre comisos dadas en el año de 43 por Decreto del Gobernador. Dos cartas de este Gobernador fechas en mayo y junio de 41 en que avisa el recibo de varios despachos. Cedula de 19 de diciembre de 39 dirigida al Gobernador antecedente para que los vecinos de Cumana usen de su derecho sobre jurisdiccion con Caracas”.
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Al hablar del P. Bernardo Rotella hemos reseñado los incidentes del jesuita con Fray Vicente de Ubrique. Por la documentación utilizada podemos afirmar que el conflicto pasó de inmediato a la jurisdicción secular, pues los capuchinos apelaron directamente el rey y el conflicto asumió dimensiones de litigio territorial entre provincias. El 23 de junio de 1740 Fray Miguel de Olivares, nuevo prefecto de las misiones, se dirigía al monarca hispano para plantear sus derechos142. En primer término, alegaba que la fundación del P. Bernardo Rotella en Cabruta violaba lo pactado en el Convenio de Caracas de 1736 y la posesión pacífica que desde 1657 venían realizando los capuchinos “en los términos y jurisdicción de esta provincia de Caracas y sus Llanos”. Además, el 21 de abril de 1722 Fray Salvador de Cádiz solicitó hacer una población en Cabruta y que por un real despacho (Balsaín, 8 de julio de 1722) el gobernador de Caracas consideró más oportuno que se fundara primero en Calabozo, tres días distante de Cabruta, para de esa forma facilitar el poblamiento en las bocas de río Guárico. En segundo lugar, la nueva reducción constituía un “gran perjuicio y atraso” para las misiones capuchinas porque les cerraba la puerta al Orinoco y se constituía en una tentación de fuga para los indígenas recién convertidos. Concluía el prefecto solicitando que se guardara lo estipulado en la cláusula 4 que reducía a los jesuitas a la parte sur del Orinoco y que se respetara Cabruta como jurisdicción de la provincia de Caracas. Conocido el informe caraqueño, el fiscal dictaminaba el 10 de junio de 1741: […] se libre despacho al gobernador de Caracas para que, instruido de la justificación de esta queja, causas y motivos que se representan, dé la providencia que tuviere más conforme a la quietud y utilidad de las misiones a cuyo fin se le podrá remitir copia de la carta escita al Consejo por el Prefecto de las de Capuchinos, declarando desde luego por nula la citada concordia, así por estar otorgada sin licencia ni consentimiento real, como porque se hallan aprobados los ocho capítulos 142 agi. Santo Domingo, 826. Memorial del Prefecto P. Miguel de Olivares... Caracas, 23 de junio 1740 (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 228-233).
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que comprende por el Reverendo Obispo, no competiendo a éste facultad alguna para su confirmación143
Mediado el año 1741 se iba a producir un desfase en el sistema informativo del Consejo, pues decidió no esperar más recaudos una vez que recibió el informe levantado el 15 de julio por el gobernador de la Provincia de Venezuela, don Gabriel de Zuloaga144. El escrito caraqueño no respondió al requerimiento del fiscal, pues no había habido tiempo de que atravesara el Atlántico la solicitud firmada en Madrid el 10 de junio del año en curso. Sin embargo, es interesante conocer el contenido del documento, pues incursionamos la génesis del auge final con que la Corona trataría los conflictos territoriales interprovinciales. El Gobernador comunicaba que remitía “dos cuadernos de autos de la expresada causa”. Daba por sentado que Cabruta pertenecía a la jurisdicción de San Sebastián de los Reyes y se remitía a una carta del 29 de diciembre de 1739 y a los autos y recaudos que la acompañaron. Mas, cuando se disponía “para proveer con vista de los recaudos”, ocurrieron los PP. Ignacio Ferrer y Carlos Nigri para presentar un escrito probatorio de sus facultades para fundar en la banda norte del gran río. Por todo ello tuvo a bien el mandatario caraqueño remitir la causa y los autos al conocimiento del rey145. Por la argumentación del fiscal (14 de diciembre de 1741) sabemos que el Consejo había decidido solicitar informes reservados al gobernador y cabildo sede vacante de Caracas, así como al arzobispo y audiencia de Santafé, mas
143 agi. Santo Domingo, 826. Dictamen del fiscal del Consejo de Indias sobre el pleito entre los misioneros capuchinos y jesuitas, diciendo que se Clare nula la concordia celebrada entre los superiores de ambas misiones y se mande al gobernador de Venezuela de la providencia necesaria para que dichos religiosos viven en paz y quietud. Madrid, 10 de junio de 1741 (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 247-248) (el subrayado es nuestro). 144 Aníbal R. Martínez. “Zuloaga y Moya, Gabriel José”. Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, IV (1997) 356-357. 145 agi. Caracas, 67. Informe del gobernador de Venezuela D. Gabriel de Zuloaga... sobre el límite entre las misiones de unos y otros en el rio Orinoco. Caracas, 15 de julio de 1741. (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 248-251).
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al conocer el informe del gobernador de Caracas decidió que la materia era “meramente gubernativa” y propuso al Consejo que diera […] orden para que los misioneros jesuitas del Nuevo Reino de Granada no pasen ni establezcan pueblo alguno de la parte de acá del río Orinoco que comprenda la provincia de Caracas, y el que hubieren establecido lo desamparen y dejen a los misioneros capuchinos de aquella provincia, retirándose de la inmediación de estas misiones y conteniéndose en las suyas hasta de la banda de allá del Orinoco.146
Se puede considerar que para 1741 el Consejo de Indias había fijado su criterio en torno al problema de Cabruta, al determinar que el río Orinoco era la línea divisoria entre las gobernaciones y por ende entre las misiones del gran río y las de los llanos de Caracas. Con todo, el año de 1742 fue de gran actividad tanto por parte de la Compañía de Jesús como por parte de las autoridades criollas y españolas. No obstante, las posiciones permanecerían inmóviles: el Consejo de Indias a favor de los capuchinos; el virrey del Nuevo Reino y el gobernador de Cumaná en pro de la Compañía de Jesús. Todavía en Madrid en su cargo de procurador, el P. Gumilla contestaba el 26 de abril de 1742, en un extenso memorial147, las razones del fiscal, suscritas por el Consejo el 11 de enero de ese año. El misionero jesuita dividió su escrito en tres partes. En la primera señala los hechos, de los que ya hemos hablado, los cuales los remonta a 1734. Reconoce que el convenio “que por entonces pareció oportuno”, pero con el correr del tiempo se ha reconocido “ser casi impracticable”, ya que la causa de los indios fugitivos radica en que en las 146 agi. Santo Domingo, 633. Dictamen del fiscal del Consejo de Indias sobre que, teniendo presente varias razones y para evitar inconvenientes se mandase que los Jesuitas del Nuevo Reino de Granada tuvieses sus misiones de la vbanda de allá del Orinoco y los Capuchinos de los Llanos de la vbanda de acá, lo que fue aprobado por el Consejo. Madrid, 11 enero 1742 (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 252-254). 147 agi. Santo Domingo, 634. Memorial sobre intentos de los Capuchinos de internarse en territorios de las Misiones de Jesuitas en Orinoco (Jóse Gumilla. Escritos varios, 121-135).
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misiones “carecen de la abundancia de víveres que tenían en sus tierras o nativo suelo”. En consecuencia, si se les obliga a volver a esas misiones huirán y se retirarán a vivir entre los “enemigos de la fe como lo han ejecutado los otomacos y los mapoyes”148. En la segunda analiza los argumentos de los PP. Capuchinos que se reducen a que Cabruta pertenece al gobierno de Caracas. Tres razones opone Gumilla: 1.ª) tanto el gobierno civil como el eclesiástico de Cumaná habían ejercido su jurisdicción, facultando al jefe de la escolta del Orinoco para que remitiera preso al cabo de la gente armada que bajara de los llanos de Caracas a inquietar a los indios de Cabruta; 2.ª) todo el río Orinoco y sus riberas habían estado siempre bajo el dominio de la Guayana. solo en tiempo del gobernador don Carlos de Sucre mandó S. M. reconociese las riberas descubiertas y “demarcase las jurisdicciones y términos de los gobiernos inmediatos”, mas su avanzada edad no le permitió llevar a cabo la real orden. En consecuencia, “subsiste la mencionada posesión ínterim se asignen los términos de los mencionados gobiernos” y, por ende, era ajeno a la justicia que el gobernador de Caracas desposeyera al de Guayana del territorio “en que por tan dilatados años, sin contradicción, ha gobernado en conformidad de los dispuesto por vuestra Majestad”; 3.ª) en el supuesto de que Cabruta perteneciera a Caracas, “esto no da derecho a los Reverendos Padres Capuchinos para lo que pretenden”, pues la Corona, por las citadas cédulas de los años de 1670 y 1716, había concedido a la Compañía de Jesús la misionalización del Orinoco, sin excepción alguna, y por lo tanto, aunque perteneciesen a Caracas, no debían entrometerse los capuchinos149. En el punto tercero resalta los graves inconvenientes que resultaban del hecho de que los misioneros no respetaran los linderos de sus jurisdicciones. La Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada deseaba la paz, aunque ella conllevara ceder algún terreno del que le tenía asignado la Corona. La mejor prueba estaba en que desde 1732 los jesuitas habían cedido “dos territorios considerables de misiones en el Orinoco” a los observantes de Píritu y capuchinos de Guayana. Todavía más, la Compañía de Jesús estaría 148 agi. Santo Domingo, 634. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 123-126). 149 agi. Santo Domingo, 634. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 126-129).
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dispuesta a adoptar la misma actitud con los capuchinos de Caracas si no existieran los siguientes inconvenientes. Si la Corona había asignado a los jesuitas Cabruta y las vegas del Orinoco, no debían los capuchinos incursionar en ese territorio, pues de lo contrario no solo se originarían discordias, sino pérdida de muchas almas que optarían por refugiarse en los montes, como era el caso de los otomacos y mapoyes quienes pertenecían por terreno a los jesuitas “y por celo de dichos Reverendos Padres que entraron en territorio que no les tocaba se les ocasionó la ruina”. Entre esas y otras naciones existía el temor de que los jesuitas pudieran entregarlos a los capuchinos, por ello, fuera de Cabruta, todos los demás ensayos misionales habían fracasado. Además, los sucesos protagonizados por Fray Vicente de Ubrique habían motivado que los yaruros de Santa Bárbara del Cinaruco huyeran a los montes. Concluye Gumilla con dos solicitudes: 1.ª) que los capuchinos “no lleguen a Cabruta ni a diez leguas de las bocas del río Apure, ni del Guárico que entran en Orinoco, ni se acerquen a los ríos del Sinaruco y Meta por ser misiones que por vuestras reales cédulas tiene antigua posesión la provincia de la Compañía de dicho Nuevo Reino”. Y 2.ª) que los capuchinos no molesten ni demanden los indios fugitivos de sus misiones “con tal que se sujeten a la enseñanza de los misioneros jesuitas del Orinoco”, a fin de que no se pierden entre los caribes y que el mismo trato reciban los fugitivos de las misiones jesuíticas que lleguen a las poblaciones capuchinas de los llanos150. Además del memorial, Gumilla presentó unas notas que se encuentran insertas en la presentación de su mapa del Orinoco (del año 1733), lo que nos hace sospechar que también éste formó parte del expediente. Podríamos decir que el autor de El Orinoco ilustrado pretende establecer un argumento histórico basado en la realidad del mapa remitido en 1733 por don Agustín de Arredondo a Madrid151.
150 agi. Santo Domingo, 634. Doc. cit. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 129-133). 151 agi. Santo Domingo, 634. Sobre el Mapa del Orinoco. N. 1 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 139-143). Y la remisión del Mapa se encuentra en: agi. Caracas, 150 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 143-144).
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Las notas son muy esquemáticas y en ellas reitera: que todo el Orinoco es terreno de las misiones jesuíticas y más concretamente desde la isla Fajardo (en cuyo mapa no aparece) era distrito de las misiones jesuíticas. Así como nombra a los capuchinos de Guayana en “terreno que cedió a los tales la Compañía”, si los capuchinos de Caracas tuvieran parte en el Orinoco lo recogiera el mapa. Hace alusión a una declaración voluntaria de Fray Salvador de Cádiz quien “en aquel año no reconocía por de su misión costa alguna del Orinoco sino que andan allá en sus contornos”. No tienen con qué probar los dichos Capuchinos de Caracas haber hecho un pueblo en las márgenes del Orinoco y al contrario la Compañía: 1º formó los 5 de la Guayana y los entregó a los Capuchinos de Cataluña (los de Caracas son andaluces). 2º formó la Compañía segundas y terceras poblaciones que con muerte de los misiones destruyeron los indios caribes; lo 3º en cuarto lugar entré (yo que firmo abajo) y a tres leguas y media del sitio de Cabruta fundé el pueblo de San José (que después se mudó arriba a donde se demarca el plan de mi Historia de 20 leguas de Cabruta) y allí en el contorno los otros pueblos que constan del plan sin que los dichos Padres Capuchinos hubiesen alegado derecho alguno hasta que yo vine a este corte, estando contentos con sus Llanos de Caracas y en sus misiones de Calabozo distantes de Cabruta cinco jornadas largas que se reputan por 50 leguas (las que yo tengo andadas).
Como postdata añade en las mismas notas: la posesión pacífica de ochenta años solo fue interrumpida por las muertes de los jesuitas a manos de los caribes. En el plano eclesiástico siempre recurrieron los misioneros del Orinoco al obispo de Puerto Rico y no al de Caracas. Y en el ámbito militar la escolta y su capitán han dependido del gobernador de Guayana y Cumaná y no del de Caracas. El 6 de octubre de 1742, don Sebastián de Eslava, virrey neogranadino, dictaba un decreto en Cartagena para que no se inquietara a los misioneros jesuitas “en la posesión que tienen” de Cabruta, ya que significaba el
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resguardo que tenían sobre los demás pueblos orinoquenses, “guardándose en todo lo determinado por la Real Audiencia de Santo Domingo”152. La fase final del conflicto inició el 22 de abril de 1744 al pronunciarse el fiscal del Consejo de Indias sobre el problema jesuítico-capuchino. El dictamen establecía como fundamento de su argumentación que la parte sur del Orinoco pertenecía a los jesuitas y la norte a los capuchinos y por ende Cabruta era término posesorio de los últimos por ser territorio y jurisdicción de San Sebastián de los Reyes. Además, las reales cédulas “para la reducción de los indios habitantes de los Llanos de Caracas” databan de 1657 y las que “se les adjudicaron las misiones del Orinoco” a los jesuitas eran de 1689. El mapa del P. Gumilla solo prueba que Cabruta estaba en la parte norte del Orinoco y por lo tanto pertenecía a los capuchinos. Con respecto a los fugitivos, se remitía el fiscal a los títulos 1º, 2º y 3º del libro 6º de la Recopilación de Indias153. Hay que resaltar que no hubo conclusión de esta fase final, pues aunque existe una real cédula, no firmada, que recoge casi en su totalidad el contenido de la carta del gobernador don Gabriel de Zuloaga y el memorial de Fray Miguel de Olivares, sin embargo sospechamos que no fue firmada por el rey y de ahí que el asunto permaneciera en su punto inicial. El anteproyecto de real cédula era realmente taxativo: […] he resuelto que los misioneros jesuitas del Nuevo Reino de Granada no pasen ni establezcan pueblo alguno en la parte de acá del río Orinoco. Por tanto, por la presente mi real cédula ordeno y mando a mi gobernador que es o fuere de la Provincia de Venezuela y encargo a los Superiores de las Religiones de la Compañía de Jesús y de Capuchinos [...] que cada uno en la
152 agi. Santo Domingo, 634. 153 agi. Santo Domingo, 634. Dictamen del Fiscal del Consejo de Indias sobre que el río Orinoco es límite entre las misiones de los Capuchinos y Jesuitas. Madrid, 22 de abril de 1744. El Consejo el 7 de mayo estatuía: “Hágase como lo dice el Fiscal” (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 255-257).
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parte que respectivamente le toca, observe y haga observar la expresada mi real determinación.154
La hipótesis manifestada de que el asunto llegó hasta el Consejo parece confirmarse por la respuesta que daba el 25 de enero de 1745 el fiscal a un planteamiento del P. Ignacio Altamirano: […] le parece al Fiscal no hay sino es que se lleven a puro y debido efecto las cédulas y despachos que a este fin se hallan formados, sin que obste para su curso ni produzca derecho alguno a la Compañía la provisión o despacho que se enuncia librado por el Virrey de Santafé por resultar del mismo haberse decretado la manutención que pidieron del sitio de Cabruta sin perjuicio de cualquier derecho que pudieren tener a él los Capuchinos de Caracas y de la remisión que por el gobierno de esta provincia se había hecho al Consejo de esta controversia.155
En todo caso, a partir de 1745 se silenció el ruido de los litigios en la documentación misional y Cabruta siguió siendo reducción jesuítica hasta la expulsión de 1767. En la visita que hizo el Obispo de Puerto Rico a las misiones del Orinoco en 1760, dijo: [...] Cabruta se ha dudado de a qué Obispado deba pertenecer, si al de Puerto Rico, o al de Caracas; mirando la línea que el Obispado de Puerto Rico lleva desde el mar hasta el río parece debe corresponder a Caracas, asentado, que este Obispado hace límites hasta el río Orinoco. En Caracas se
154 agi. Santo Domingo, 633. Cédula por la que se marca el río Orinoco como límite entre las misiones de los Capuchinos de los Llanos de Caracas y las de los Jesuitas del Nuevo Reino de Granada [sin fecha y no firmada] (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 257-261). 155 agi. Santo Domingo, 634. Dictamen del fiscal del Consejo de Indias sobre la réplica del jesuita P. Ignacio Altamirano para que se dejase a los misioneros de la Compañía de Jesús en pacífica posesión del pueblo de Cabruta. Madrid, 25 de enero de 1745 (Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas, II, 261-262).
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excitó y trató esta duda de buena conformidad entre los dos Obispos, pero la dejaron indecisa.156
Ciertamente, llama la atención la toma de conciencia de la juridicidad territorial que se desprende del litigio, pues si a la luz de la evolución histórica se pudiera pensar que la Compañía de Jesús era la única que había trajinado el Orinoco, sin embargo para los funcionarios reales la estructuración de la provincia de Venezuela asumía mayor relevancia.
4. Cartografía Con el reinicio de las misiones orinoquenses en 1731, el peso de la acción jesuítica trató de tomar impulso desde Santo Tomé de Guayana, dando la espalda a la parte alta del Orinoco, medio donde en el siglo xvii habían tratado de insertarse los jesuitas del Nuevo Reino. El primer sexenio (1731-1737) lo absorbe la acción gumillana, aunque para ciertos efectos habrá que prolongar este período hasta 1741, fecha de publicación de la primera edición de El Orinoco ilustrado. Hasta el momento se han publicado cuatro mapas distintos de este misionero y a ellos haremos referencia. En particular trataremos de explicar los tres temas polémicos en su cartografía: la fortificación de la isla Fajardo, la intercomunicación fluvial Orinoco-Amazonas y el origen andino del Orinoco. Mapa n.º 1. En realidad se trata de un croquis. Su título: Muestra del Río Orinoco desde el Río Caroní, e isla de Fajardo asta la mar, bosquejada por un Missionero de la Compañia de Jesus despues de novissima y exacta observacion... Año 1732157. 156 Héctor García Chuecos. Historia documental de Venezuela. Caracas, Editorial Rex (1957) 167. Visita del Obispo de Puerto Rico a la Región Oriental de Venezuela. 1760. La del Obispo de Puerto Rico don Pedro Martínez de Oneca a los Anexos Ultramarinos del Obispado. Puerto Rico, 14 de abril de 1760 (Véase: Álvaro Huerga. La evangelización del Oriente de Venezuela. Ponce, Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico [1996] 259-262). 157 agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. José Gumilla al gobernador de Trinidad, D. Bartholome de Aldunate. 21 de febrero de 1732. El mapa ha conocido diversas ediciones. Francisco Morales Padrón y José Llavador Mira. Mapas, planos y dibujos sobre Venezuela existentes en el Archivo General de Indias. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos (1958) 20-21. “Fecha: 1732. Dimensiones: 30 por 20. Color: Tinta. Signatura: Audiencia de Santo Domingo, legajo 632”. Pablo Vila. Geografía de Venezuela. II. El paisaje natural y el paisaje
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Gumilla llegó a Santo Tomé en noviembre de 1731158 y al mes siguiente pasó a Trinidad159. En su capital no solo predicó una misión durante quince días160, sino que además pudo concretar estrategias con su gobernador, don Agustín de Arredondo, encaminadas a una mejor restauración de las misiones. Pensamos que para el 21 de enero de 1732 se había apersonado de nuevo en Santo Tomé161. Este mapa fue remitido por su autor al gobernador de Trinidad D. Bartolomé de Aldunate162 el 21 de febrero, después de haber conocido el original del plan que el mandatario trinitario había remitido al Consejo. Gumilla repitió el “viaje despacio y con toda observación y refleja” y a raíz de este viaje “resulta el diseño de Orinoco asta el rio Caroni, que remito a V. S”163. En última instancia este mapa posee una cualificación histórica: la de representar la verdadera opinión de Gumilla sobre el valor estratégico de la isla Fajardo. Donís Ríos hace referencia a tres copias claramente inspiradas en este primer croquis gumillano. La primera pertenece a algún miembro de la Compañía de Jesús, según se desprende del anagrama típico de la Orden164. humanizado. Caracas, Ediciones del Ministerio de Educación (1965) 382. La fuente señalada por este geógrafo es: agi. Mapas y planos de Venezuela, nº 80. 158 agi. Caracas, 391. Carta de Gumilla a Sucre. 23 de febrero de 1733. 159 Jóse Gumilla. El Orinoco ilustrado, 416: “... pero navegando por dicho golfo Triste el año de 1731 y 1732”; luego quiere decir que la ida fue en 1731 y el regreso en 1732. 160 Jóse Gumilla. El Orinoco ilustrado, 44; Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 519. 161
Jóse Gumilla. Escritos varios, 98.
162 Omar Alberto Pérez. “Aldunate y Rada, Bartolomé”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 108. 163
Jóse Gumilla. Escritos varios, 98.
164 Plano de vna parte del Orinoco, que comprehende desde el Caño de Guaruapo asta la Isla de Faxardo, esta fiel, é individualmente sacado por el que delineó D. Pablo Días Faxardo Ingeniero de su Magestad en Cartagena quien por
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La segunda fue encontrada por el P. Hermann González Oropeza en la Bibliothèque Nationale de París165 y está datada en 1733. La tercera es de 1747 y pertenece a don Gaspar de Lara, ingeniero español llegado en 1745 para hacerse cargo del fuerte que debería construirse en el Caño Limones166. Mapa n.º 2.Su título: Río del Orinoco nuevamente observado en bajante a fin de expresar sus Raudales, Yslas, y bajos, Ríos, y Caños que tiene167. A nuestro parecer Gumilla recogió una tradición cartográfica, si bien rudimentaria, de los jesuitas que le habían antecedido en algunas regiones de las misiones, así como de otros actores que reconocieron aquellas inmensas soledades. La acción de Gumilla a lo largo del año 1732 fue intensa. A principios de marzo se instaló en Nuestra Señora de la Concepción de Uyapi168. Unos días después dejaba sentado el de San José de Urbana169. Finalmente, en este arranque inicial concluiría con la fundación de Pararuma (Nuestra Señora
orden de su Mag. vino a este asumpto por Iunio de este año de 1733. Véase: Manuel Alberto Donís Ríos. “La cartografía jesuítica en la Orinoquia (siglo xviii)”. En: José Del Rey Fajardo (Edit). Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, I (1992) 803. 165 Plano de una parte del Orinoco... [igual texto que el anterior]. Donis Ríos. Art. cit., 806. 166 Plano Hidrographico de una parte del Orinoco que comprehende desde el Caño de Guaruapo hasta la Ysla de Faxardo. Por el qual se manifiesta que el sitio mas apto para establecer el nuevo Fuerte, es enfrente del Castillo de San Francisco de Asís de la Ciudad de Guayana. Fho. en Cumaná a 18 de Octubre de 1747. Donis Rios. Art. cit., 808. 167 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid. Carpeta: Venezuela y Guayana. El título es: Rio del Orinoco nuevamente observando en bajante... Año de 1732. Formado por el P. Joh Gumilla antiguo missionero de la Compañia de Jesus y remitido por el Gobernador de la Trinidad don [...] Arredondo en Carta de 26 de julio de 1733 168 Joseph Cassani. Historia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada. Caracas (1967) 381: “Emprendieron pues el viaje en la primavera del año de 1732 a la nación de los Guayqueríes, arriba de Caura”. agi. Santo Domingo, 632. Carta del P. José Gumilla al Gobernador y Capitán General de Guayana. Guayana, febrero 21 de 1732. 169 Agustín de Vega. Noticia del Principio y Progresos del establecimiento de las Missiones de Gentiles en el Rio Orinoco, 524
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de los Ángeles) con los indios sálivas170. El 1º de diciembre de 1732 estaba de nuevo en Santo Tomé de Guayana e ignoramos el objetivo del viaje171. Con todo, el 23 de febrero de 1733 Gumilla declaraba que tenían fundadas cuatro poblaciones: La Purísima Concepción de Guayqueríes, San José de Mapoyes, Los Ángeles de Pararuma y Santa Teresa172. Este dato es interesante pues en marzo comenzarían los asaltos caribes a las misiones y la vida efímera de algunas reducciones orinoquenses. El 26 de julio de 1733 remitía de nuevo Gumilla al gobernador Arredondo un segundo mapa y añadía el mandatario: “Acompaña un mapa formado por el Padre Joseph Gumilla, antiguo misionero de la Compañía de Jesús, para que se tenga presente con más individualidad el Orinoco, tan poco trajinado de los españoles; y aunque no sea con la curiosidad y forma que practican los profesores de geometría, sin embargo, le embía, porque hay pocos tan individuales y exactos como él”173. El propio autor confiesa abiertamente sus influencias para las regiones por él no visitadas. Y curiosamente, todas ellas, son anteriores a 1731 cuando todavía residía en Casanare como Superior de las Misiones. Según su propia confesión, se sirve para el Ayrico hasta el Guaviare del P. José Cavarte174, quien falleció en 1724175. Para la región del sur del Guaviare
170
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 525.
171 agi. Santo Domingo, 678 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 74-75). 172 agi. Caracas, 391. Carta del P. José Gumilla al Presidente Rafael de Eslava. Orinoco, 23 de febrero de 1733. 173 agi. Caracas, 150. Trinidad. Gobierno de don Agustín de Arredondo. Trinidad, 26 de julio de 1733. 174 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. En las notas marginales se lee lo siguiente: “Hasta lo demarcado solo el P. Joseph Cavarte llegó y subió Guaviare arriva parte de cuias aguas viene de las cerranías que dividen a los Llanos de Neiba destos otros llanos de la Cordillera de Quito a Careana (¿?). A Quito baja un rio que abajo se llama Placencia, y costeandola y costeando la Cordillera entran en éste los rios siguientes hasta en frente de Timaná: Rio Tecuara, Rio Zanza, Rio Bodoquera, Rio Minebajaya, Rio Verde, Rio Zanabanda, Rio La enfermeria Rio La fragua, Rio San Pedro, Rio Moco”. 175 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Santafé de Bogotá-San Cristóbal (1995) 152.
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apela a Fr. Silvestre Hidalgo176, quien habría vivido en los llanos hasta 1717177. Y para la imprecisa área del Dorado aduce el testimonio de Juan González Navarro quien en 1728 hizo una expedición en busca de la mítica tierra doradina178. La gran virtud de este mapa de 1732 es que recoge la primera síntesis de la geografía física y humana orinoquense plasmada a través de la historia de las misiones jesuíticas. Con todo, conviene resaltar algunos aportes que deben ser tenidos en cuenta a la hora de hacer historia cartográfica. En primer lugar, llama la atención que el misionero deje constancia de la existencia del río Orinoco en la confluencia con el Guaviare. Pensamos que se trata de un acto de honestidad intelectual, pues sí es explícito en reseñar la información que ha recibido sobre el área del Guaviare, su silencio sobre nuestro gran río indica que no dispone de fuentes informativas que den luces explicativas para ese tramo geográfico. En segundo término, recoge tanto las bocas del Orinoco179 como la correspondiente explicación180, y también deja constancia de la ubicación 176 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. “Relacion que dio el P. Fray Silvestre Hidalgo religioso de San Agustin que fue capellan por los años de 1709 en la entrada o descubrimiento que desde los Andaquies para dentro. Duro 13 meses, de todos los cuales rios toma su caudal [el] Orinoco”. 177 Fernando Campo Del Pozo. Los Agustinos y las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1979) 106. 178 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. En las notas marginales se lee lo siguiente: “En el año de 1728 fue de la Ciud. de Guiana (por orden del Sr. Dn. Aug. de Arredondo Governador y Capitan General que era de la isla de Trinidad y Provincia de Guayana) Juan Gonz. Navarro y tres compañeros a descubrir el dorado y llegando a la boca del Guaviare lo subió hasta más arriba del Rio Uva (?), yban en traje de caribes”. 179 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. En las notas marginales se lee: “El numero fijo de las Bocas del Orinoco no se sabe y para saberse fuera menester navegar de propósito la costa de ellas. Las que aquí pongo son las que se trajinan de ordinario. Notese que los caños expresados o Bocas, todos se unen entre si con un laberinto de caños habitados de los indios de nación guarauna”. 180 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. “Explicacion de las Bocas del Orinoco y puntas de la Isla de la Trinidad. 1. Boca de navíos. 2. Boca de Tacaupano. 3. Boca de
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de los indígenas, de los ríos que confluyen en nuestra gran arteria y de las misiones que en ese momento regentaban los miembros de la Compañía de Jesús. Asimismo, no falta la indicación de la escala del mapa181. Existe también una copia “transflorada” del original de Gumilla, en la que se han simplificado las leyendas de historia jesuítica por letras, respetando tan solo lo que es geografía debido a que por lo visto el mapa fue destinado a la Academia de Pilotos del Ferrol182. Mapa n.º 3. IHS. Río Orinoco nuevamente observados sus Raudales, Bajos, Angosturas, y aguas que recibe en estas 400 leguas descubiertas. Notanse sus naciones de indios comarcanas, conocidas asta oy= Es en todo mas lo que falta que descubrir de este famoso Río183. Este mapa fue descubierto por Demetrio Ramos en 1944184. Se trata de una producción jesuítica y se puede con toda seguridad atribuir al P. Gumilla. La estructura y el estilo del dibujo guardan una gran similitud con el mapa número 2. Abunda en detalles geográficos nuevos, en leyendas explicativas, en inclusión de nuevas naciones indígenas y en la información histórica de la Compañía de Jesús, que después trasladará a la carta que publicaría en 1741 en El Orinoco ilustrado.
Maraguán. 4. Boca de Mariusa. 5. boca de Macareo. 6. Boca de Capure. 7. Boca de Pedernales. 8. Boca de Manaba 2. 9. Boca de Manaba 1. 10. El Soldado. 11. Los Gallos. 12. Punta de la Galera. 13. Puerto de España. 14. Bocas de los Dragos. 15 Caño de Cocos. 16. Golfo Triste. 17. Sitio que han escogido los Suecos para fundarse”. 181 Archivo del Servicio Geográfico del Ejército. Carpeta: Venezuela y Guayana. Mapa de Gumilla. “Escala de cien leguas, menos para la atravesia [anchura] del Orinoco cuya cala [sic] es de ordinario de una legua, si bien en invierno se ensancha a siete y mas, en varias partes. Su profundidad es varia. Llega hasta ocho brazas”. 182 Archivo del Museo Naval. Madrid. Sigla: XIII-10. “Rio del Orinoco cuyas bocas son las que se trafican en él ignorando el todo de ellas copiado en los mismos términos por el que se transfloró”. 183
El original reposa en: Archivo del Museo Naval. Madrid. Sigla: XIII-9.
184 Demetrio Ramos. “Un mapa inédito del Río Orinoco. Es el precedente del de Gumilla y el más antiguo de los conocidos”. En: Revista de Indias. Madrid, nº 15 (1944) 89-104.
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• libro 11 [ josé gumilla]
La fecha de composición oscila entre 1734 y 1735. Cita las siguientes poblaciones: La Purísima Concepción de Uyapi (abandonada en 1733)185; San Ignacio; San Joseph de Otomacos (fundado en 1732, abandonado en 1733, vuelto a poblar en 1734 y quemado por los caribes en 1735)186; Los Santos Ángeles (Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, fundada en 1732)187, ySanta Theresa, que ya existía para 1733 y con otra letra: Cabruta. La única novedad fundacional con respecto al mapa número 2 es la inclusión de San Ignacio de Guamos, fundado a fines de 1733 y destruido por los caribes en 1735188. Quien estudie con detención este gran mapa, observará que supone una gran paso hacia adelante, no solo en el diseño técnico del Orinoco, sino también en la visión histórica, geográfica y humana de esta gran arteria fluvial venezolana. En realidad, al enriquecer su información geográfica y antropológica tuvo que duplicar el tamaño utilizado en el mapa anterior. Así pues, constituye, sin dudas, la mejor síntesis de la presencia jesuítica en 1735 en las todavía inestables misiones del Orinoco. Quizá este mapa obedezca a la denominada Concordia de Guayana, suscrita en Santo Tomé el 20 de marzo de 1734, por franciscanos, capuchinos y jesuitas, a fin de fijar los escenarios territoriales entre las órdenes religiosas signatarias y abrir espacios, al parecer más controlables, de la inmensa Orinoquia. De esta suerte, el área jesuítica se reducía desde el Cuchivero “tirando siempre para arriba”189 hasta llegar al Brasil.
185
Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones, 537-538.
186 José Del Rey Fajardo y Edda O. Samudio A. Hombre, tierra y sociedad. I. Topohistoria y Resguardo indígena. San Cristóbal-Bogotá (1996) 136-137. 187 José Del Rey Fajardo y Edda O. Samudio. Hombre, tierra y sociedad. I. Topohistoria y Resguardo indígena. 100-103. 188
Jóse Gumilla. El Orinoco ilustrado, 331.
189 agi. Santo Domingo, 678.
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Mapa n.º 4. El mapa que daría fama a Gumilla sería el que publicó en El Orinoco ilustrado, que conoció la luz pública por vez primera en Madrid en 1741 y la segunda allí mismo en 1745. El mapa, grabado en cobre por Pablo Minguet, con una plancha de 39,1/2 por 28,1/2, tiene dos versiones, como con toda minuciosidad precisó Demetrio Ramos. En la primera se fueron algunos errores, que de inmediato corrigió Gumilla a fin de poder incluir la nueva versión en los libros que todavía estaban sin vender190. Hay que tener en cuenta que el introductor del café en Colombia abandonaría las misiones en 1737 y con ello se cerraría un ciclo tanto a nivel personal como a nivel institucional. Desde ese momento, la vida del misionero sufrió una ruptura radical en lo que las vivencias misionales supone. Ese mismo año comenzó a regir los destinos del colegio jesuítico de Cartagena. En 1738 se le designaba Provincial y casi de inmediato fue elegido Procurador a Roma y Madrid. Su estadía en Europa se desarrolló entre julio de 1739 y enero de 1743191. La redacción de El Orinoco ilustrado parece que se llevó a cabo en el invierno de 1741, según el testimonio del propio autor192. Si en la cartografía misional orinoquense el jesuita de Cárcer había mostrado una minuciosidad propia de un andariego observador avisado, en la nueva empresa abandonaba lo concreto para abordar un universal como lo era la descripción de la Provincia del Nuevo Reino.
190 Demetrio Ramos. “Gumilla y la publicación de El Orinoco ilustrado”. En: P. José Gumilla S. I. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, vol. 68 (1963) p. XXXVIII. 191 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía, 289. 192 Carta del P. José Gumilla al Hermano Miguel Sanchis. Madrid 14 [enero] de 41: “… insinúele a su Excelencia [la duquesa de Gandía] cómo todo este invierno me he llevado respondiendo por escrito a las preguntas que su Excelencia me hizo, y a todas quantas se me pueden hazer (que es quanto se puede pedir), de las quales ha resultado un libro cuyo título es: El Orinoco ilustrado. Historia Natural, civil y geographica, con la variedad de usos y costumbres…”. En: José Gumilla. Escritos varios. Caracas [1970] 181).
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• libro 11 [ josé gumilla]
Se trata de una carta general de la Provincia del Nuevo Reino, en la que bien es verdad que el Orinoco asume el papel de protagonista. Establece como frontera de los conocimientos geográficos el río Ariare, aun en la edición de 1745: “... tenemos vistas y navegadas cuatrocientas cincuenta [leguas], desde el Golfo Triste hasta la boca del río Ariari. No podemos ahora pasar adelante sino por las señas de varios ríos [...]; y careciendo casi enteramente de noticias, por lo que mira a la banda del Sur y provincias donde desde las primeras conquistas se ideó el famoso Dorado [...] es preciso [...] hagamos término, dejando a los operarios que la divina Providencia destinare para el cultivo de aquellas incógnitas naciones el cuidado de registrar y avisar a los venideros los genios de aquellas gentes y lo singular de aquellos países”193. Cuando Gumilla regresó al Nuevo Reino en 1743194, el conocimiento de la geografía orinoquense había sufrido una insospechable mutación. Mas, así como para la preparación de la segunda edición de su obra, que apareció en 1745, dejó encargado al P. Joseph Cassani195, sin embargo, el mapa se reeditó sin ninguna transformación. Sin lugar a dudas, la obra gumillana provocó y ha provocado grandes polémicas, las cuales habría que ubicarlas en contextos muy variados, a fin de buscar una genuina explicación. Para el análisis de cada una de ellas remitimos al lector al estudio que dedicamos a El Orinoco ilustrado en el libro I.
5. El Orinoco ilustrado
Todo el estudio relativo al libro de José Gumilla lo hemos realizado en el libro I de esta obra.
193 Jóse Gumilla. El Orinoco ilustrado, 277. 194 José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 289. 195 Carlos Sommervogel. Bibbliothèque, III, 1949. También en II, 815.
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19. Manuel Román (1696-1766)1
Al P. Manuel Román se le debe considerar uno de los arquetipos misionales de los que se sirvió la Compañía de Jesús para llevar adelante sus misiones llaneras y orinoquenses. Hombre docto, llegó a ser rector de la Universidad Javeriana de Bogotá, supo juntar a las letras una profunda virtud que le hizo fuerte en la historia misionera lacerada por los caribes y holandeses por el Orinoco medio y por los portugueses y guaypunabis por el alto Orinoco. Descubridor del brazo del Casiquiare, sus escritos significan la crónica fidedigna de los tres lustros que corren entre 1735 y 1750.
1 aiul. Papeletas: Román, Manuel. José María Forneri. Relacion de la vida y muerte del P. Manuel Roman, escrita por el P. Jose Maria Forneri su compañero de misiones. (Mss. hasta hoy perdido). Roque Lubián. Memorias de la santa vida y apostólicos trabajos del Padre Manuel Román, insigne misionero del Orinoco, 1764 (sic) (Mss. hasta hoy perdido). G. Boero. Menologio di pie memorie d’alcuni religiosi della Compagnia de Gesù che morirono in virtu e santitá per Giuseppe Antonio Patrignani e continuate... per Giuseppe Boero. Roma, II (1859) 237; Elesban Guilhermy. Ménologe de la Compagnie de Jésus. París, II, 237-243; José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995) 546-550; Hermann González O. “Román, Manuel”. En: Charles E. O’Neill y Joaquín M.ª Domínguez. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús. Roma-Madrid. IV (2001) 3403.
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Notas biográficas Nació en Olmedo (Castilla la Vieja) el 12 de enero de 1696 e ingresó en la Compañía de Jesús el 16 de diciembre de 1722, después de haber cursado tres años de Filosofía y dos de Teología2. Realizó su noviciado en Villagarcía de Campos3. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Mateo Mimbela en 17234. Arribó a Cartagena el 19 de febrero de 17245. Aunque no disponemos de información directa sobre el quinquenio comprendido entre 1724 y 1729, sin embargo, el P. Román tuvo que concluir su carrera teológica en la Universidad Javeriana y realizar en Tunja su año de tercera probación6. Llegó a la misión de los llanos en 1729, según el testimonio del historiador P. Juan Rivero7.
2 arsi. n. r. et q., 4, fol. 236. Catálogo de 1736. El Catálogo afirma claramente que estudió cuatro años de Teología “extra”. 3 Giuseppe Boero. Menologio de pie memorie d’alcuni religiosi della Compagnia de Gesú che rirorono in virtu e santitá per Giuseppe Antonio Patrignani e continuate... per Giuseppe Boero. Roma, coi tipi della Civiltà Cattolica, II (1859) 237. 4 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1723: “12. El Hermano Manuel Román, escolar, natural de Olmedo en Castilla la Vieja; de edad de 28 años; mediano de cuerpo, menudo de cara, blanco, ojos hundidos”. La reseña del Consejo se realizó el 26 de diciembre. 5 Joseph Stöcklein. Der neue Welt-Bott.Mit allerhand Nachrichten dern Missionariorum Soc. Jesu. Allerhand so lehr- als geist-reiche Brief, Schrifften und ReisBeschreibungen, welche von denen Missionariis der Gesellschaft Jesu aus beyden Indien und andern über Meer gelegenden Ländern... in Europa angelangt seynd. Jetzt zum erstenmal, theils aus handschrifftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres édifiantes.Ausburg-Graz-Wien, Ph., M. und J. Veith, t. 11, carta nº, 283 (1729) 88. Las fechas están tomadas de la carta del viajero P. Santiago Edeler quien escribe desde Cartagena el 15 de marzo de 1724 a una monja de Viena. En: Mauro Matthei. Cartas e informes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamérica. Tercera parte: 1724-1735. Santiago, Universidad Católica de Chile (1972) 117-118. 6
Pensamos que la Teología la tuvo que concluir en 1726 y la Tercera Probación en 1727.
7 Juan Rivero. Historia de las Misiones, 451. Si Rivero escribe su Historia entre 1728 y 1729, y en el último capítulo, escrito ya en 1729, habla de la llegada de Román, hay que concluir que su incorporación al mundo casanareño hay que precisarlo en 1729.
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El P. Román se inició como misionero en el pueblo de San Regis de Guanápalo, habitado en aquel entonces por sálivas y achaguas8. Sin embargo, en 1730 fundó San Miguel de los Sálivas, a dos leguas de San Regis que “unía y encadenaba las Misiones”9. Llegado el P. Rotella en 1730, el P. Román pudo dedicarse a ampliar el radio de acción en el mundo sáliva. Su primera entrada fue el 16 de enero de 1731 hasta el Bichada y Orinoco y su retorno el 3 de abril con cincuenta personas10. La segunda entrada fue del 4 de noviembre y sostuvo el primer enfrentamiento con los caribes11. La tercera entrada fue en febrero de 1732 al propio Bichada, pero también fue estéril12. ¿Cuándo se incorporó el P. Román a las misiones del Orinoco? Según la cronología del H. Vega, en 1733 abandonó las misiones del Meta para dedicarse a los sálivas de Nuestra Señora de los Ángeles13. Sin embargo, el 8 de diciembre de 1732 ya cuidaba de la mencionada reducción14, hecho que nos lleva a concluir que su traslado a los sálivas de nuestro gran río hay que ubicarlo a finales de 1732. Nuestra Señora de los Ángeles, o Pararuma, se erige como el centro de operaciones del P. Román en su acción orinoquense. A partir de aquel
8
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 369.
9
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 370.
10
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 372-373.
11
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 373-374.
12
Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 375.
13 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 567: “... llegó el Padre Román al Orinoco para que, como sabía la lengua sáliva, cuidara del Pueblo de Nuestra Señora de los Angeles dejándose en su pueblo que había poco que había fundado de la misma nación y ya estaba muy adelantado y los más de los indios cristianos, por lo cual y no hacer ya falta porque quedaba en él el Padre Mateo Ribas, el que ya sabía dicha lengua y también la achagua”. 14 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Mss., 342. Carta del P. Manuel Román al Gobernador de Guayana. Nuestra Señora de los Ángeles y diciembre 8 de 1732.
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momento compondría la triada de misioneros jesuitas, junto con Gumilla y Rotella, que sostuvo el pondus diei et aestus de la restauración de las misiones del Orinoco. En 1735 recibió la ayuda del veterano P. Juan Capuel15, pero la muerte de este último al año siguiente16 obligó al jesuita a enfrentar solo el desarrollo misional. A comienzos de 1737 sustituyó en el superiorato del Orinoco al P. José Gumilla17. En 1737 tuvo que soportar un nuevo asalto caribe, al mando del francés Bleso, mas gracias a la ayuda de la escolta y del pueblo lo pudieron rechazar18. Pero la acción caribe iría adquiriendo con el transcurrir de los tiempos fórmulas más sofisticadas de penetración que indudablemente entrabarían el desarrollo misional. Conforme la misión fue adquiriendo cuerpo, el superior no tenía lugar fijo de residencia, sino que debía recorrer todas las poblaciones a lo largo del año19. Del 4 de febrero de 1744 hasta el 15 de octubre duró su viaje a las posesiones portuguesas del Pará y el consiguiente descubrimiento del brazo Casiquiare que aclaraba la intercomunicación fluvial del Orinoco con el
15 arsi. n. r. et q., 15, fol. 108. Carta del P. José Gumilla al P. General de la Compañía de Jesús. Orinoco y octubre 31 de 1735. 16
Los testimonios coinciden en que fue en 1736. Las divergencias provienen del día.
17 No podemos precisar la fecha ni el documento del nombramiento de Román como Superior, pero sus actuaciones comienzan tras la salida del P. Gumilla de las misiones. Sospechamos que para marzo de 1737 había tomado posesión del Colegio de Cartagena (agi. Santafé, 400. Carta de Guillermo Duez. Santafé, 1o de marzo de 1737 (Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 469). 18 La descripción en: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 653-655. 19 agi. Santo Domingo, 634. Carta de Román a Gumilla. Cabruta y junio 11 de 1741. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 282): “Desde el día 25 de marzo estoy aquí en Cabruta; en este mes de junio subiré a Pararuma y demás pueblos. No tengo pueblo determinado para habitar: me ordenó el Padre Visitador que asistiera en cada uno según la mayor o menor necesidad y así lo voy haciendo”.
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Amazonas20. Alguna duda ofrece la fecha de partida, pues mientras la generalidad de los documentos acepta las fechas dadas21, el documento anónimo que transcribe la narración del P. Román señala el 14 de enero de 174422. En 1745 concluyó su primer superiorato y fue sustituido por el P. Bernardo Rotella en la visita que realizó a las misiones el provincial Ángel María Manca23. Mas a la muerte del fundador de Cabruta en 1748, debió asumir de nuevo el cargo de superior 24. Su segundo superiorato iría de 1748 hasta 1754, fecha en que concluyó el provincialato el P. Ignacio Ferrer25. De 1754 a 1757 ejerció el superiorato en las Misiones del Meta, durante el provincialato del P. José Molina con sede en la reducción de San Miguel Arcángel26. En 1757
20 aiul. Papeletas: Román, Manuel. “Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañón y Relación que hace el P. Manuel Román de su viaje de Carichana al Río Negro: desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744”. 21 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, I, 55-56. 22 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco ( José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 333). 23 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 744. 24 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 749. 25 Aunque no podemos precisar la fecha exacta, sin embargo es el P. José Molina quien hace la consulta sobre posibilidad de realizar Congregación Provincial en diciembre de 1754 (arsi. Congregationes Provinciales, t. 92, fol. 115). Ciertamente, aparece como Superior del Orinoco en los catálogos de 1751 y 1753 (arsi. n. r. et q., 4, fols. 299, 313). Así lo confirman una Carta del P. Manuel Román al P. Alonso de Hinistrosa. Orinoco y noviembre 28 de 1750 (agi. Santo Domingo, 634). Y la Carta del P. Manuel Román al Rey. Carichana y mayo 11 de 1752 (agi. Santafé, 670). 26 arsi. n. r. et q., 4, fol. 348. Catálogo de 1756. El 29 de julio de 1757 fue designado Provincial del Nuevo Reino el P. Domingo Scribani (J. A. Vargas Jurado. Tiempos coloniales. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, 1902).
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pasó de nuevo a la misión del Orinoco como superior, pues como tal actuaba en 175827. El último tramo de su biografía (1760-1766) necesita una revisión documental, ya que adolece de algunas lagunas. En 1761 fungía como rector de la Universidad Javeriana de Bogotá y en tal carácter actuó en la polémica suscitada en los concursos para optar a las cátedras de Derecho de dicha universidad28. Su actividad al frente de la Academia santafereña se prolongó hasta entrado el año 1763; en verdad no podemos precisar la fecha, ya que el Catálogo de 1763 no está datado, pero todavía aparece en él como rector29. Su presencia no pasó desapercibida en la capital del virreinato y así nos deja constancia Vargas Jurado de una misión predicada en Santafé por los PP. Manuel Román y José Pagés en enero de 1763 que “se remató con una procesión de muchas penitencias y más de 800 luces”30. A fines de 1763 fue nombrado rector y maestro de novicios del colegio de Tunja y como tal asistió el 29 de diciembre de 1763 a la Congregación Provincial31. Sospechamos que la delicada actividad de formar a los futuros jesuitas en la actual capital boyacense duró hasta rayar el año 1766. Tal aseveración se deduce de la necrología del P. Boero, basada en una relación del
27 agi. Santo Domingo, 639. Carta del P. Manuel Román a don Joseph Ygnacio de Goyeneche. Carichana, 30 de abril de 1758: “Por conducto del Gobierno de Cumaná, llega a mis manos (como superior que me hallo de estas Misiones)” (el subrayado es nuestro). 28 agi. Santafé, 395. Carta de la Audiencia al Rey. Santafé, 28 de septiembre de 1763. Véase: José Abel Salazar. Los estudios eclesiásticos superiores en el Nuevo Reino de Granada (1563-1810). Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1946) 680; Juan Manuel Pacheco. Los jesuitas en Colombia, III, 412-413. Asimismo, el 13 de octubre de 1761 visitaba la hacienda de Doyma en su calidad de Rector del Colegio Máximo y Viceprovincial (anb. Temporalidades, t. 18, fol. 886). En 1762 se dirige al Virrey en favor del Rector del Colegio de Maracaibo (anb. Miscelánea, t. 89, fols. 490-491v. Carta del P. Manuel Román al Virrey. Santafé y diciembre 1 de 1762). 29 arsi. n. r. et q., 4, fol. 349. 30
J. A. Vargas Jurado. Tiempos coloniales, 65.
31 arsi. Congregaciones Provinciales, t. 92, fol. 106.
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P. Forneri, que su regreso al Orinoco se vincula a la última enfermedad del P. Román y su muerte en La Urbana32. También la fecha de su muerte necesita de rectificación. Basados en el Menologio del P. Elesban Guilhermy pusimos como fecha de defunción el año 176433; sin embargo, su deceso fue en el año 1766, ignoramos el mes y el día, pero antes de julio en La Urbana34. El error no es atribuible al P. Ghilhermy, sino al P. Boero35, ya que recoge una cita textual del P. José María Forneri y creemos que por error de imprenta puso 1764. En realidad, mal podía el P. Forneri acompañar en su muerte al P. Román, ya que en 1764 todavía permanecía en el colegio de Caracas y la carta de edificación que reposaba en el archivo del colegio de Mérida recoge el año 176636.
La producción escrita de Manuel Román La bibliografía del P. Manuel Román todavía espera nuevos hallazgos: 1. Carta del P. Manuel Román al Gobernador don Carlos de Sucre. Nuestra Señora de los Ángeles y diciembre 8 de 173237.
32 Giuseppe Boero. Menologio de pie memorie d’alcuni religiosi della Compagnia de Gesú che rirorono in virtu e santitá, II, 243. 33 José Del Rey Fajardo. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá, Universidad Católica del Táchira-Pontificia Universidad Javeriana, 1995. 34 ahn. Jesuitas. Leg. Carta de Anselmo Alvarez al P. Jaime de Torres. Santa Fe, 5 agosto de 1766: “... el P. Manuel Román fue Dios servido de llevarle en el pueblo de La Urbana; no ha venido aún el elogio de sus virtudes”. 35 Giuseppe Boero. Menologio de pie memorie d’alcuni religiosi della Compagnia de Gesú che rirorono in virtu e santitá, II, 245. 36 aam. Seminario. Caja, 1. Inventario de los papeles del archivo del colegio San Francisco Javier de Mérida, fol. 13v: “Yten. Otra del Padre Manuel Román; año de mil setezientos sesenta y seis”. 37 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Ms. 342, fol. 191. Publicado en José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 357-358.
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2. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 173838. 3. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Cabruta, 11 de junio de 174139. 4. Informe del P. Manuel Román al Rey sobre construir un fuerte en la Angostura del Orinoco. Misiones del Orinoco, 12 de febrero de 174240. 5. Manuel Román, Superior de las Misiones del Orinoco, informa del estado de las mismas. Misiones del Orinoco, 3 de diciembre de 174941. 6. Carta del P. Manuel Román a Fray Alonso de Hinistrosa. Orinoco, noviembre 28 de 175042. 7. Carta del P. Manuel Román al Rey. Carichana, mayo 11 de 175243. 8. Carta del P. Manuel Román a don Joseph Ignazio Goyeneche. Carichana, abril 30 de 175844. A. Relación enviada al Provincial del modo que se tuvo en la fundación de San Miguel de los Sálivas, 173045. B. Relación al Padre Superior de las Misiones de su viaje y entrada al río Bichada sobre la exploración y reducción de nuevos indios, abril 173146. 38 Carta publicada en: Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía e historia de Colombia. Bogotá, IV (1984) 205-209. Otra edición en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 271-275. El original reposa en anb. Curas y Obispos, t. 36, fols. 133-133v. 39 agi. Santo Domingo, 634. Publicada en: José Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 275-283. 40 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego de veinte y uno de febrero de mil setecientos quarenta, que V. M. se digno embiar al Prelado de las Missiones de Orinoco de la Compañia de Jhesus, despachado en el Pardo para que informe sobre lo que se huviere obrado en la construccion del Fuerte que V. M. ha mandado hacer en la Angostura de Orinoco. (José Gumilla. Escritos varios, 302-313). 41 agi. Santafé, 269. anb. Reales Cédulas, t. 14, fols. 580 y ss. Texto publicado en: Jóse Gumilla. Escritos varios. Caracas (1970) 313-320. 42 agi. Santo Domingo, 644. Texto publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 370-371. 43 agi. Santo Domingo, 639. Texto publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 371-372. 44 agi. Santo Domingo, 639. Texto publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 372-373. 45 agi. Papeletas: Román, Manuel. 46 agi. Papeletas: Román, Manuel. (Véase Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 372: “... dando de todo cuenta al Superior de las Misiones”).
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C. Relación de su segundo viaje al río Bichada por noviembre, 173147. D. Relación de su tercer viaje al mismo río por enero de 173248. E. Carta del P. Manuel Román al Gobernador y Capitán General de las Provincias de Guayana. San Ignacio y mayo 22 de 173449. F. Representación del Padre Manuel Román, Superior de las Misiones del Nuevo Reino contra las incursiones y robos de los portugueses del Marañón en los campos y haciendas de los indios del Orinoco: 173750. G. Carta del P. Manuel Román al Obispo de Puerto Rico. Nuestra Señora de los Ángeles, octubre 10 de 173851. H. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. 20 de febrero de 174052. I. Carta del P. Manuel Román al Obispo de Puerto Rico. Nuestra Señora de los Ángeles, abril 14 de 174053. J. Relación enviada a Madrid al P. Gumilla con la noticia de las nuevas naciones que se han agregado a las misiones del Orinoco y de una gran epidemia que ha acabado con la mayor parte de los indios: 174154. K. Carta del P. Manuel Román al Gobernador Espinosa de los Monteros (1741)55.
47 agi. Papeletas: Román, Manuel (véase Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 372-374). 48 agi. Papeletas: Román, Manuel (véase Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada…, 374-375). 49 Biblioteca Universitaria de Valladolid. Ms. 342. Hasta el presente no hemos podido encontrar este documento. 50 aiul. Papeletas: Román, Manuel. 51 agi. Santo Domingo, 633. 52 José Gumilla. El Orinoco ilustrado, 202-203. 53 agi. Santo Domingo, 633. 54 aiul. Papeletas: Román, Manuel: “Se conservaba en el Colegio Imperial de Madrid al tiempo del extrañamiento”. 55 agi. Santo Domingo, 634.
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L. Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañón y relacion que hace el P. Manuel Román de su viaje de Carichana al Río Negro: desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 174456. M. Carta del P. Manuel Román al Virrey de Santafé. Santafé, 1 de diciembre de 176257. N. Informe sobre la necesidad de establecer algunos presidios entre los nuevos cristianos para defenderlos de las incursiones caribes. S/f.58. O. Relación de la manera que se ha tenido en formar una nueva reducción en el Raudal de Atures. S/f.59. P. Relación de la milagrosa victoria que han obtenido los indios maypures contra los caribes por el patrocinio de la Virgen Nuestra Señora. S/f.60. Q. Relación e informe de las grandes esperanzas que hay de reducir a los caribes con las buenas disposiciones del famoso Macapu. S/f.61. R. Relación de varias entradas que han hecho los caribes en el Pueblo de Pararuma y de la necesidad de defender estas reducciones del furor de sus enemigos. S/f.62. S. Mapa del Orinoco63. Para un mejor estudio de la obra escrita, agruparemos el análisis en torno a los temas más importantes tratados por el P. Román. En consecuencia, trataremos los siguientes puntos: 1. La crónica misional. 56 aiul. Papeletas: Román, Manuel: “Se conservaba en el colegio Imperial al tiempo del extrañamiento”. ags. Estado, 7397, fols. 8-9. 57 anb. Miscelánea, t. 89, fols. 490-491v. 58 aiul. Papeletas: Román, Manuel: “Se conservaba al tiempo del extrañamiento en el Colegio de Santafé”. 59 aiul. Papeletas: Román, Manuel: “Se conservaba al tiempo del extrañamiento en el Colegio de Santafé”. 60 aiul. Papeletas: Román, Manuel. 61 aiul. Papeletas: Román, Manuel. 62 aiul. Papeletas: Román, Manuel. 63 agi. Caracas, 439. El Gobernador a Wall. 4 de junio de 1755.
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El problema de Cabruta. El descubrimiento del Casiquiare. El acoso extranjero y caribe a las misiones. La vida cotidiana.
1. La crónica misional Para la elaboración de la crónica misional orinoquense (1733-1749) nos serviremos de tres escritos del P. Román que responden a tres fechas claves: 1738, 1741 y 1749. Completaremos algunas lagunas con el contenido de un documento anónimo que recoge los escritos de los misioneros del Orinoco entre 1739 y 174464. La nación sáliva se fundó en Pararuma en 1733 y llegó a tener ochocientas almas. En 1736 siguieron: Carichana con cuatrocientas almas y el reducto de San Javier con doscientas65. Para 1738 la situación se había tornado tan extrema que Román consultó con los demás misioneros sobre la posibilidad de abandonar Carichana y fortificarse en Pararuma, pero la opinión fue que no se podía desamparar. A cargo de esta reducción había estado el P. Salazar “quien ha fomentado en lo que ha podido el pueblo”, pero había sido trasladado a las misiones del Meta. Su lugar fue ocupado por el P. Francisco del Olmo, quien “ya se puede bandear con la lengua”66. En 1741 Nuestra Señora de los Ángeles, San Javier y Santa Teresa habían entrado en el proceso de normalización tras el azote de las viruelas, que había dejado su secuela en Pararuma y Carichana de cuatrocientos muertos, de ellos 120 párvulos, y mujeres estériles sin que pudiera establecerse las causas de esa esterilidad. Como misioneros fungían: en Carichana el P. José 64 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco, 1739-1744. Lo publicamos íntegramente en nuestros Documentos jesuíticos, II, 320-339. El recopilador, que pareciera ser el Provincial del Nuevo Reino, y desde los inicios se apresura a clarificar que “según los muchos [informes] que en varias cartas me comunican los Padres que trabajan en tan glorioso ministerio, pudiera formarse un crecido volumen” (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 320). 65 agi. Santo Domingo, 634. Informe del P. Manuel Román al Rey, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 314). 66 Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 272).
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María Cervellini y en Pararuma el P. Roque Lubián, quien además se desempeñaba como procurador de las misiones67. Sin embargo, a fines del año 1741 y comienzos de 1742 se dedicó el P. Francisco del Olmo a recoger sálivas fugitivos y de esta suerte llegó hasta el Raudal de Atures donde estuvo a punto de perecer el día 2 de febrero de 174268. Desde 1746 se habían radicado los sálivas en Carichana y su número apenas alcanzaba a 550, debido a las epidemias de viruelas, sarampión y otras enfermedades69. Con los guamos se fundó en 1734 el pueblo de Ricuriquima. Posteriormente, se trasladó en frente del peñón de Marimarota, en donde estaba el reducto de San Javier70. En 1738 muchos guamos enfermaron y algunos murieron, con lo cual “quieren volverse abajo como antes y hacer pueblo hacia Guárico”. En el mismo contexto el P. Román escribía: “[El P. Rotella] está bien enfermo, espero en Dios no morirá”71. Dado lo malsano del lugar, decidieron mudarse al sitio de Cabruta. La mutación se llevó a cabo el 20 de septiembre de 1739 y el grupo poblador fue de ochenta indígenas. El 21 de octubre los visitó el P. Román y el 26 de diciembre bajó de los llanos el P. Rotella para encargarse de la nueva fundación72. Desde Cabruta el P. Rotella fue ampliando su radio de acción: en mayo de 1742 exploró a los tamanacos y los caminos de tierra que transi67 agi. Santo Domingo, 634. Carta de Román a Gumilla. Cabruta, junio 11 de 1741. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 276). 68 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 325-326). 69 agi. Santo Domingo, 634. Informe del P. Manuel Román sobre las misiones, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 314). 70 agi. Santo Domingo, 634. Informe del P. Manuel Román sobre las misiones, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 314). 71 anb. Curas y Obispos, 36, fol. 133-133v. Carta de Román a Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 273). 72 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 329).
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taban los caribes y en 1743 visitó a los guamos del Apure73. Allí se fueron agregando caberres, maypures, guamos, atapaimas y otomacos. este llegó a ser el pueblo más numeroso de las misiones del Orinoco, pero con la huida de los guamos, por un lado, y con la agregación de muchos otomacos a otra reducción, en 1749 eran tan solo 358 almas74. Las diligencias para trabajar con los yaruros se remontan a 1736. Éstos fueron visitados tanto por el P. Román como por el P. Francisco del Olmo, con vistas a poblarlos en Burari, en las riberas del río Meta, y a día y medio del Orinoco75. En 1738 ya tenían fabricadas casa y capilla y solicitaban misionero76. Sin embargo, fue el 21 de abril de 1739 cuando se redujeron en Burari, haciéndose cargo de ellos el P. Francisco del Olmo. La población se fue acrecentando con algunas entradas hasta alcanzar el número de ochocientos77. Mas, el genio voltario de los yaruros hizo que su vida se moviera en la dialéctica de huidas y regresos. En 1741 los de San Borja, tras haber emprendido una fuga masiva, algunos fueron convencidos por el P. del Olmo, después de muchos desvelos, para que se reintegraran a su reducción78. El 26 de julio de 1742 regresó el P. del Olmo a Burari y solo encontró sesenta habitantes. Sus habitadores solicitaron trasladarse a Jurepe (o Yure-
73 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 330). 74 agi. Santo Domingo, 634. Informe del P. Manuel Román sobre las misiones, 1749 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 314). 75 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 322). 76 anb. Curas y Obispos, 36, fols. 133-133v. Carta de Román a Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 273). 77 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 322). 78 agi. Santo Domingo, 634. Carta de Román a Gumilla. Cabruta, junio 11 de 1741 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 276). Una amplia y pormenorizada relación de la huida de 1741 se encuentra en: apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 323-326).
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pe), a orillas del Meta por la banda del sur y distante de Carichana, aguas arriba, dos días79. Posteriormente, transmigraron a Anaveni, lugar cercano al Orinoco. En esta última localidad todos enfermaron y muchos murieron, de los pocos que quedaron los más huyeron. En 1748 se pudieron recoger 14880. También los mapoyes fueron objeto de las visitas del H. Agustín Vega, al menos desde diciembre de 1739. En 1741 parece que ya se había instalado de fijo en San José de Paruate, a la espera de que el superior pudiera enviar pronto un sacerdote81. Esta nación fue asimismo objeto de la agresión de la peste. En tal sentido el H. Vega informaba que en poco tiempo habían fallecido ochenta personas82. En 1747 se fundó el Raudal de Atures, cerca del Orinoco, con maipures, abanis, caberres, quirrupas y parenes. Sus habitantes subieron hasta 740. Todavía en sus inicios fue arrasado por los guaipunabis. Una vez reconstruido, se convirtió en la frontera norte misional y como tal comenzó a vivir el agobio de las inquietudes esclavistas de los portugueses y sus indios aliados83. En 1748 se erigió en La Urbana, orilla del Orinoco, un pueblo cuya mayoría eran otomacos, aunque también se añadieron abaricotos y sivitenes. Su número fue de 356. Con todo, la historia de esta población arranca de 1733, pero al poco tiempo sus habitantes huyeron y lo quemaron. Se volvió a edificar en 1745, pero la presión caribe y la falta de escolta obligó a abandonarlo de
79 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 326-327). 80 agi. Santo Domingo, 634. Informe. 81 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 327-328). 82 agi. Santo Domingo, 634. Carta de Román a Gumilla. Cabruta, junio 11 de 1741. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 276). 83 agi. Santo Domingo, 634. Informe sobre las misiones del P. Manuel Román, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 315).
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nuevo y juntarse en “el pueblo de sálivas sobredicho”, es decir, Carichana. Se reedificó en 1748 con auspicios de convertirse en pueblo numeroso84. En 1749 se dio comienzo con los tamanacos a la reducción de La Encaramada, distante del Orinoco como un cuarto de legua. Aunque se inició con 119 almas, sus contornos habitados por los quaquas, parecas y oyes ofrecían buenas esperanzas85. Al finalizar el año 1738 Román ofrece un panorama angustiado sobre el porvenir de las misiones. Del gobernador don Carlos de Sucre, en quien habían puesto los jesuitas tantas esperanzas, poco se podía esperar, pero sí ofrecía perspectivas la conducta del ingeniero don Antonio Jordán “quien es mozo y desea ascensos”86. Como proyecto el P. Román abrigaba establecer en Tabaje un pueblo de maypures y quirrupas que podrían alcanzar el número de cuatrocientos87. Al concluir su primera mitad el siglo xviii, la misión del Orinoco comenzaba a consolidarse a pesar de las invasiones provenientes del alto Orinoco, sobre todo de los guaypunabis. La Compañía de Jesús tenía ya al finalizar el año 1749 seis reducciones en el gran río venezolano, en tanto que San Ignacio de Cabruta y los piaroas también solicitaban misionero88.
2. El problema de Cabruta Es interesante conocer la versión del P. Román sobre Cabruta, ya que durante su superiorato se fundó y se consolidó tan debatida población. En 1741 escribía:
84 agi. Santo Domingo, 634. Informe sobre las misiones del P. Manuel Román, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 315-316). 85 agi. Santo Domingo, 634. Informe sobre las misiones del P. Manuel Román, 1749. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 316). 86 Jóse Gumilla. Escritos varios, 271-274. (Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738). 87 agi. Santo Domingo, 634. 88 anb. Reales Cédulas, 14, fol. 580 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 313).
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Qué se ha seguido de esta fundación? Pleitos, enredos y quimeras: dos veces han venido con gente armada de Calabozo a quererse llevar a los guamos por fuerza de armas y pudieron haber sucedido muchas muertes a no haber usado del prudencia el Padre Bernardo y soldados de Cabruta. Escribieron a diestro y siniestro muchas papeladas que discurro han ido a Madrid; por fin no llevaron los indios porque les favorece el derecho. Aborrezco con toda mi alma los pleitos. He escrito a Fray Salvador de Cádiz que tenga presente el compromiso en que ceden el derecho que podían tener a estos indios, no me respondió. Ahora nuevamente volví a escribir al Prefecto Fray Miguel de Olivares caritativamente que nos ayudemos al bien de las almas y le doy algunos medios para que recíprocamente haya unión y buena correspondencia de unos misioneros con otros, no vino respuesta, no ha habido tiempo.
Sin embargo, sus análisis arrojan luz sobre tan debatida fundación. Con respecto al vecindario, “veo mala forma de que esto se pueble; vienen unos y se van otros”. De los indígenas confesaba que aumento de guamos no habría si no eran los que provenían de los capuchinos; a ellos había que añadir unos palenques cimarrones y unos caberres que el capitán Sanabria quería ahorcar y Román los puso en Cabruta. Total, “120 plus minusve”. Con todo, el problema fundamental, más que el territorial, seguía siendo el de los indígenas fugitivos. En tal sentido, el P. Román le suplicaba al P. Gumilla que tramitara ante el rey la concesión de dos reales cédulas: una “a favor de la libertad de los indios, que no han de ser de peor calidad que los blancos que se mudan de una ciudad o lugar, cuando quieren, a otro que les tiene más conveniencia”, y la segunda para que no se opongan a la fundación de Cabruta, “ni a otra que hiciéramos en los contornos de Orinoco, ya pertenezca esta tierra a Cumaná, ya a Caracas, o a Guayana”. Las razones las explicitaba de inmediato el jesuita: […] y casi está por haber guerras civiles entre los partidos de dichas provincias sobre las jurisdicciones, y he visto muchos papeles y hallo in Domino que no tienen razón los de Caracas y que esto pertenece a Cumaná, pero esto pleitéenlo ellos. Concédanos el Rey a nosotros esto o hágasele saber al Gobernador caraqueño que se nos concedió tiempo ha esta tierra para nuestras misiones.
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Pero mientras a los capuchinos les preocupaba la jurisdicción territorial y las fugas de sus indígenas, los jesuitas seguían insistiendo en la gravedad del flujo migratorio y sus posibles consecuencias. Creemos que por el hecho de ser correspondencia privada y no oficial, el P. Román habla sin inhibiciones y recoge los motivos que aducían los cimarrones en los siguientes puntos: 1º que les sacaron violentados de sus tierras y que ya tienen aquí pasto espiritual y que quieren éste y no aquel; 2º que les dan mal trato los Padres Capuchinos; 3º que les hacen trabajar mucho; 4º que los dejan trabajar para si sino para el Padre y que si no trabajan les azotan mucho; 5º que les dan de comer por ración y que ellos no son frailes; 6º que no les dejan libertad para hacer sus pesquerías y que ellos no son esclavos y que más quieren estar libres que dos vestidos que con el sudor de su rostro les dan al año, les pagan y que su libertad vale más que todo lo que les dan; 7º que si no les permiten estar en nuestros pueblos que se meterán en los montes antes de volver a los capuchinos como hacen los otomacos.
Con todo, opinaba el superior que debía de mantenerse Cabruta porque convenía por sus comunicaciones con Caracas, para proveer la escolta de soldados y para aprovisionar a las misiones de lo que necesitaban. Su último argumento: para que “no nos tengan por voltarios”89.
3. El descubrimiento del Casiquiare El descubrimiento del brazo Casiquiare por parte del P. Manuel Román en 1744 no ha adquirido todavía el grado de pertenencia que le corresponde en la historiografía venezolana. Varios documentos conservamos de este acontecimiento histórico. El 12 de abril de 1742 el P. Román comunicaba por vez primera al monarca español la intercomunicación fluvial entre el Orinoco y el Amazonas, basado en las noticias que le habían dado algunos portugueses que 89 agi. Santo Domingo, 634. Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Cabruta, 11 de junio de 1641 (texto íntegro en: Jóse Gumilla. Escritos varios, 275-283).
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fueron a parar en las misiones jesuíticas. Aunque su texto es escueto lo vamos a reproducir: Doy noticia a Vuestra Magestad cómo los portugueses del Gran Pará tienen paso por agua para entrar en el Orinoco. Un brazo de éste se comunica con el Río Negro, que desagua en el río Marañón o Amazonas. Dista el último pueblo de estas nuestras misiones de Orinoco hasta el brazo que corre al río Negro veinte días aguas arriba y de allí hasta los primeros pueblos de los portugueses cuatro días aguas abajo, poco más o menos. En el intermedio hay muchas naciones de diversas lenguas. Los portugueses van haciendo entradas y agregando gente en río Negro.
Y concluía: “esta noticia no tiene en si más verdad que la que se puede dar a dichos viajeros”90. Mucho más concreto se mostraría el P. Román una vez que realizara personalmente el viaje en 174491. La génesis del hecho se remonta a unos años antes en que el P. Bernardo Rotella, cuando estaba de misionero en Santa Teresa de los Sálivas, comenzó a escuchar que había enemigos que bajaban a asolar las misiones jesuíticas. La noticia fue adquiriendo cuerpo porque los indios comarcanos buscaban refugio en Santa Teresa. La llegada de cincuenta indígenas catarus confirmó las noticias antecedentes. Con todos estos antecedentes el P. Rotella mandó que dos de sus soldados registraran los alrededores. Estos hombres lograron sorprender a dos soldados portugueses y a sesenta indígenas que venían con ellos. Vistas las acusaciones el misionero optó por remitir a todos a Pararuma
90 agi. Caracas, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego de veinte y uno de febrero de mil setecientos y quarenta que V. M. se dignó embiar al Prelado de las Missiones de Orinoco de la Compañia de Jhesus, despachado en el Pardo para que informe sobre lo que se huviere obrado en la construccion del Fuerte que V. M. ha mandado hacer en la Angostura del Orinoco (Jóse Gumilla. Escritos varios, 311). 91 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 330-336). El compilador anónimo ha reunido a todas luces los informes de cada misionero y tanto por su contenido como por su estilo se puede adjudicar la paternidad literaria a sus respectivos autores. En el caso del P. Román es evidente.
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donde residía el superior P. Manuel Román y el capitán de la escolta D. Ángel Francisco Sanabria. El principal de la bina de portugueses se llamaba Agustín de Flores y había permanecido por aquellas selvas durante seis años. Aunque por las acusaciones de los indígenas el capitán de la escolta lo quería ajusticiar, se salvó gracias a la intervención del P. Román y del H. Vega. El otro portugués y los sesenta indígenas fueron enviados a Cabruta92. El 14 de enero de 1744 se embarcó el P. Román con seis soldados de escolta y Agustín de Flores y su esposa como prácticos y lenguaraces. Tras veinticuatro días de navegación se encontraron con los indios caberres. De allí salieron para los dominios de Macapu quien se encontraba prevenido contra el misionero por las consejas de los caribes. Gracias a la acción de la esposa de Agustín Flores, llamada María de la Concepción, de nación guaypunabi, se pudo evitar el enfrentamiento de Cadarena con el misionero y con Macapu. Aguas arriba se encontraron con los portugueses. Al abordar el P. Román la embarcación del comandante portugués prosiguió su viaje con la promesa de que lo restituirían al Orinoco. Llegó por este Río Negro el Padre Román a las misiones de los RR. PP. Carmelitas Calzados y por estar contigua a esta Misión la del Padre Achiles M. Abogadri de nuestra Compañía a quien habiendo esperado el Padre Román el espacio de un mes (por haberse ido al Pará 30 jornadas desde misión, parte por Río Negro y parte por las Amazonas) comunicó varios puntos. El primero que no diesen armas de fuego a los gentiles en los contratos. El 2º que se prohibiese a los portugueses venir al Orinoco a comprar los indios por esclavos. El 3º que todos mutuamente coadyubasen a la reducción de las almas sin meter la hoz en mies ajena guardándose aquella fidelidad y lealtad que cada uno debe guardar a su soberano. Contésto gustoso a las proposiciones del Padre Manuel así el R. P. Misionero Carmelita Fray Joseph Magdalena como el Padre Achiles, misionero de nuestra Compañía que está puesto por el Rey de Portugal
92 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 330-333).
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en dicho Río Negro para reconocer los indios que los portugueses sacan del Orinoco y Río Negro para los ingenios de la ciudad del Pará para que en ella sirvan como esclavos. Dijeron al Padre Manuel estar prohibido por el Rey de Portugal el dar armas a los indios y como también venir al Orinoco, que ellos llaman Parava y que si esto no se guardaba no era por falta de cautelas y preceptos del soberano sino por la ambición y codicia de los vasallos.
Según los libros del P. Aquiles Avogadri, el P. Román pudo verificar que habían sacado 8000 esclavos durante los seis últimos años. Asimismo, convinieron los misioneros en respetar el compromiso pautado. Concluida su misión, el P. Román: […] volvió al Orinoco demarcando aquellos sitios por si S. M. catholica gustase el que se haga alguna demarcación para que conste por los mapas la comunicación que hay del río Orinoco con el Marañón o Amazonas llamado Casiquiari. Registró las muchas naciones que hay de una y otra parte del Orinoco y a sus márgenes y a la corta distancia de tres o cuatro días tierra adentro se cuentan hasta siete naciones distintas, unas menos numerosas que otras, por causa de las muchas hostilidades que los portugueses y caribes ejecutan en ellos y los muchos indios que sacan para esclavos en el Pará.93
En 1749 Román volvía a informar al monarca español sobre su misión en el descubrimiento del Casiquiare. Prácticamente resume lo dicho antes y añade algo sobre su entrevista con el jesuita portugués Aquiles Avogadri: […] me dijo que en seis años que había estado en aquel ministerio por obediencia, se habían registrado ocho mil esclavos indios y dado otros por horros, esto es, sirven cinco años y quedan libres; y que en entradas que se habían hecho de los pueblos se habían agregado a ellos cuatro mil almas libres. Los que pasan por alto por no pagar el tributo debido a su rey son muchos.
93 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 333-336).
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Los daños que hacían y muertes para cautivar a tantos no se puede saber. Lo cierto es que serán más a los que quitan las vidas que a los que cautivan.94
Toda esta información se debe completar con otros escritos del P. Román que por desgracia no han llegado hasta nosotros. Ciertamente, el P. Román formó un diario de su viaje que debió servir de ayuda a los miembros de la Comisión de Límites. Así lo confirma la carta de don Mateo Gual, gobernador de Cumaná, a la Corte: [...] y como debe ser de mucho útil al viaje de esta Expedición el Dairio que formó el P. Manuel Román, Superior de las misiones de Cabruta (sic), del que hizo él mismo cuando salió y fue hasta encontrarse con los portugueses del Marañón, le he escrito ahora, además del exhortatorio que le tengo anticipado, suplicando le quiera dar un traslado puntual de dicho Diario con las más noticias que hubiere adquirido al referido Jefe de Escuadra, al que podía servir de muchísima luz junto con la copia del Mapa de aquellos Paises que compuso entonces dicho Padre, con la que me hallo yo también.95
También tenemos noticia de este manuscrito o de otro similar por el testimonio de los bibliógrafos jesuitas, los PP. Uriarte y Lecina, quienes asientan en sus papeletas: “Se conservaba en el colegio Imperial al tiempo del extrañamiento”96. Además, juzgamos necesario hacer alguna precisión sobre la paternidad del descubrimiento. M. de La Condamine publicó en Ámsterdam, en 1745, su Extracto del Diario de observaciones hechas en el viage de la Provincia de Quito al Para, 94 anb. Reales Cédulas, t. 14, fols. 580 y ss. Informe del P. Manuel Román sobre la misión del Orinoco. 1749 (Gumilla. Escritos varios, 317-318). 95 ags. Estado, 7397, fol. 9 (citado por Demetrio Ramos Pérez. El tratado de límites de 1750 y la expedición de Iturraiga al Orinoco. Madrid [1947] 427) (el subrayado es nuestro). 96 aiul. Papeletas: Román, Manuel. El título asentado es el siguiente: “Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañón y Relación que hace el P. Manuel Román de su viaje de Carichana al Río Negro: desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744”.
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por el Rio de las Amazonas97, y a continuación, en París, la edición francesa. Este autor aduce como testimonio una carta del P. Juan Ferreira, rector del colegio de los jesuitas en el Gran Pará, en la que expresamente cita el viaje por agua de los portugueses hasta el alto Orinoco y cómo el superior jesuita de esas misiones hispanas había llegado al puesto portugués de Río Negro98. El P. Gilij hacía el siguiente balance de la acción del jesuítica orinoquense: Pero el viaje del P. Román trajo no sólo luces indudables a la geografía, sino que fue también de grande utilidad a los guaipunabes, los cuales, habiendo bajado a las misiones jesuíticas, hicieron en Uruana sus casas bajo la dirección del P. Espinosa. Fue sobre todo de utilidad para la libertad de las naciones del Orinoco, amenazada entonces por algunos marañoneses.99
4. El acoso extranjero y caribe a las misiones Prolífica tuvo que ser la correspondencia del P. Manuel Román sobre este tema que se insertó en la cotidianidad de las misiones orinoquenses, por lo menos hasta 1745100. Entre los jesuitas que laboraron en el gran río venezolano nadie mejor que el P. Bernardo Rotella y él podían abordar el tema, ya que su existencia en el Orinoco coexistió con este grave problema. El contacto de Román con los caribes inició aun antes de incorporarse a las misiones del Orinoco. Ya en 1731, mientras Román subió al Orinoco en busca de indios fugitivos y en busca de otros sálivas para incorporarlos a su población del Meta, los caribes le tendieron una emboscada en el puerto 97 Carlos María La Condamine. Viaje a la América Meridional. Madrid, Colección Austral, 1962 [la edición francesa fue publicada en París en 1745]. 98 Joseph Gumilla. Histoire naturelle, civile et geographique de L’Orenoque, et des principales Rivières qu s’y jettent. Traduite de l’Espagnol sur la seconde Edition, par M. Eidous, cidevant Ingenieur des Armées de S. M. C. Avignon, mdcclviii. “Avertissemente du Traducteur”. 99
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 57.
100 anb. Curas y obispos, 36, fol. 133-133v. Carta del P. Román al P. Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 271: “Por las cartas antecedentes e informes que inclusos iban...”). Así se desprende de otras cartas del mismo misionero.
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de Parubeni en la que murieron el capitán Yapotore y algunos acompañantes101. Tal acción, llevada a cabo antes de que los jesuitas bajaran al Orinoco, configuró la actitud que había signado la conducta caribe a lo largo del siglo antecedente y la que se trataría de mantener de ahí en adelante. Aunque expresamente no lo manifieste, pensamos que Román en su Informe al rey de 1742 prescinde de los años sobre los que Gumilla había informado en su Memorial impreso. De la etapa de invasiones caribes descritas por Gumilla, solo hace referencia a la primera oficial que se llevó a cabo el 31 de marzo de 1733, cuando quemaron el pueblo de Pararuma, que apenas comenzaba a nacer. Su punto de referencia radica en el hecho de que se volvió a edificar y “es el mejor que actualmente tenemos”102. El 26 de septiembre de 1737 acordonaron Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma ochocientos caribes, capitaneados por algunos extranjeros. Gracias a la intervención de la escolta se pudo resistir la invasión “y se hubieran perdido en este día cinco pueblos, que a costa de muchos sudores y trabajos hemos fundado en estas riberas de Orinoco”103. Los franceses pareciera que hubieran sustituido, momentáneamente, a los holandeses en la alianza caribe para incursionar las rutas tradicionales caribes. Así se lo manifestaba el gobernador de Esequivo a don Carlos de Sucre: […] he sabido por cierto que treinta franceses subieron con los caribes y en mi poder queda una lista de los nombres de todos; su destino es subir a las Misiones de los Padres de la Compañía a quemarlas; si su Señoría ha de enviar algún destacamento de gente para resguardo de las Misiones, sea presto y crecido porque la fuerza de los franceses es grande.104 101 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 533-535. 102 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego... 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 305-306). 103 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego... 1742. (Jóse Gumilla. Escritos varios, 305). 104 La cita se encuentra inserta en una carta del P. Román al P. Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 271).
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Pero ciertamente hay que reconocer que los franceses significan en la historia misional del Orinoco un mero episodio, pues fueron siempre los holandeses los mejores compañeros de la nación caribe, entre otras razones, por la posición geopolítica que los calificaba de vecinos en las inmensas demarcaciones que debían cubrir tanto las misiones capuchinas como las franciscanas y las jesuíticas. La construcción del reducto de San Javier en Marimarota el año 1736 obligó a los caribes a cambiar de estrategia. Este primitivo puesto militar consiguió impedir el flujo de las armadas caribes aguas arriba; sin embargo, los caribes buscaron caminos de tierra que desembocaban más arriba de las misiones jesuíticas. Gracias a ello no interrumpieron sus acciones de contrabando humano ni sus actos guerreros, pues lograron descubrir que aguas abajo se podía burlar la vigilancia del fortín en las noches oscuras y en las grandes crecientes del Orinoco105. Y como es natural, fueron perfeccionando sus técnicas de dominio y terror entre los conglomerados indígenas sometidos a la vida misional. Por una parte, mataban o secuestraban a los indios reducidos cuando los encontraban desguarnecidos en los contornos de los poblados o en despoblado; y por otra, les hacían llegar su designio de que si no emigraban a las tierras caribes regresarían para matarlos y destruir los enclaves misionales. Tal fue su modo de actuar a lo largo de los años 1740 y 1741106. Con todo, el año 1741 intentaron de nuevo la agresión directa fluvial y quemaron la reducción de San Juan Francisco de Regis “que empezamos a hacer”. Mataron a muchos otomacos y yaruros y éstos abandonaron la reducción de Santa Bárbara. Tales acciones motivaron que los mapoyes de San José de Paruate huyeran a las selvas por miedo a la forma de actuar de los caribes107. Por todo ello insistía Román en ese año de 1741:
105 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego... 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 307). 106 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego... 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 306). 107 agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego...1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 306).
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Estando los caribes como están no me atrevo a extenderme por las pocas fuerzas que tenemos. En haciendo las ciudades que V. R. y yo deseamos en este Orinoco, haremos muchos pueblos; mientras, recogeremos la red y echaremos anzuelo y se pescará lo que se pueda.108
En 1744 la red de espionaje caribe había extendido de tal forma sus tentáculos que casi conocía de antemano los movimientos que se pensaba llevar a cabo en su contra. El atrincheramiento en Puruey y Caura y su fortificación en el río Barima, a juicio de los misioneros, iba tomando cuerpo cada día y allí se habían instalado hasta doce naciones. También en el Barima había surgido un enclave comercial en el que traficaban “colonias de Esequivo, Surinam, Berbis, Curazao, Martinica &”. De parte de las misiones jesuíticas migraban en particular los maipures y los quirrupas. En cuanto a su modo de actuar reiteraba lo ya conocido: [...] procurando con continuos asaltos ya de día formando armadas de piraguas de más de treinta en número, todas pertrechadas en guerra con armas de fuego y flechas, siendo por lo común capitaneados de alguna nación extranjera. Ya de noche, entrando a los pueblos como espías perdidas y tomar lengua de algunos confidentes suyos especialmente sálivas; procurando saber los soldados que hay de escolta, las municiones que tienen y especialmente si el Padre está enfermo o no. Ya vistiéndose con las apariencias de amistad para tratar de paz y asegurar mejor su golpe en la traición.109
Entre las soluciones en que insistía Román en 1742 hay que señalar: la construcción de un fuerte en el bajo Orinoco, una fundación de españoles en el corazón de las tierras caribes y el aumento de la escolta en las misiones. La construcción de un fuerte en el bajo Orinoco seguía siendo una quimera. Aunque por diciembre de 1738 había dado comienzo don Anto108 agi. Santo Domingo, 634. Carta de Román a Gumilla. Cabruta y junio 11 de 1741. 109 apt. Fondo Astráin, 28. Informe sobre la misión del Orinoco, 1744 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 320-321).
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nio Jordán a su construcción en la Angostura, con todo pronto faltaron los bastimentos y la gente se retiró a Guayana, aún durante el mandato de don Carlos de Sucre. Tampoco el gobernador Gregorio Espinosa de los Monteros había podido adelantar en nada la obra por haber sido tomada Guayana por los ingleses y por estar después infestada de viruelas110. En todo caso Román nunca tomó partido por la ubicación exacta del real fuerte111. En segundo lugar, se imponía además crear en Puruey y Caura un pueblo de españoles, mestizos o mulatos, con un resguardo de cien soldados que podrían salir de Araya, Cumaná y Guayana, pues si solo se construía el fuerte se les cerraría el paso por agua y “les queda la puerta abierta por tierra, por haber camino desde Orinoco a Esquivo, colonia de holandeses”, y entonces sucedería lo mismo que con el reducto de San Javier en Marimarota. Estas dos premisas ubicarían a los caribes en el siguiente dilema: o aceptaban rendir vasallaje al rey o tendrían que buscar vivir fuera de los contornos del Orinoco112. Finalmente, apelaba a un problema específico de la circunscripción territorial jesuítica: las escoltas. En 1742 se componía de 36 hombres y su capitán para atender a las misiones de Casanare, Meta y Orinoco, las cuales, en términos temporales, significaban distancias de veinticuatro o veinticinco días. Román no solo solicitaba más soldados, sino que se resolvieran los siguientes problemas: que se asignara a los oficiales y cabos el sueldo que les correspondía, pues de lo contrario “no hay quien lo quiera ser y cuando lo admiten es con
110 agi. Quito, 198. Segunda Vía. Respuesta al pliego... 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 303). 111 anb. Curas y obispos, 36, fol. 133-133v. Carta de Román a Gumilla. Nuestra Señora de los Ángeles y octubre 1 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 272): “... yo le prometí el cielo y sus ascensos [a Antonio Jordán] con tal de que haga algún fuerte en la Angostura, poco más arriba o poco más abajo, según a él le pareciere”. Y en 1742 reitera la misma posición: En Angostura “o donde más convenga” (agi. Quito, 198. Segunda vía. Respuesta al pliego, 1742. En: Jóse Gumilla. Escritos varios, 310-311). 112 agi. Quito, 198. Segunda Vía. Respuesta al pliego..., 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 310-311).
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displicencia”, y que de las cajas de Santafé se les pagara a los soldados, pues la Corona ya les adeudaba catorce meses y ello motivaba su deserción113 .
5. La vida cotidiana No es frecuente en la documentación que manejamos sobre las misiones encontrar información sobre la vida cotidiana y sobre la vida educativa y espiritual que se practicaba en las reducciones. La razón estriba en que ese tipo de documentación solía tener dos destinatarios: el obispo de la diócesis a la que pertenecían las misiones y los superiores mayores de la Provincia y de la Compañía de Jesús. En el caso concreto que estudiamos, las misiones de Casanare y Meta pertenecían al arzobispado de Santafé y las del Orinoco al obispo de Puerto Rico. Tenemos que afirmar que ambos casos constituyen un terreno virgen para la investigación misional. Con respecto a la información interior de la Orden, tal tipo de documentación se encaminaba en gran parte a la redacción de las cartas annuas y hasta el momento no hemos podido conseguir ninguna de las del siglo xviii. En la Iglesia católica el sacerdote para poder ejercer los ministerios sacerdotales debe estar en comunión con el obispo de la diócesis en donde reside. Román se dirigía al obispo de Puerto Rico el 10 de octubre de 1738 para renovar las licencias para ejercer los ministerios que había concedido el obispo anterior don Sebastián Lorenzo Pizarro: Cometemos nuestra plenísima autoridad y facultad al Muy Reverendo Padre Superior que es, o en adelante fuere, de las misiones de la Compañía de Jesús del Orinoco para que examine, apruebe y dé licencias de confesar y predicar para todo nuestro obispado a los Padres que vinieren destinados para dicha misión, las cuales licencias desde ahora las aprobamos como si fueran dadas por Nos y como tal es nuestra voluntad que valgan.114 113 agi. Quito, 198. Segunda Vía. Respuesta al pliego..., 1742 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 311-313). Véase: José Del Rey Fajardo. “Las escoltas militares en las misiones jesuíticas de la Orinoquia (1661-1767)”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, nº 311 (1995) 35-69. 114 agi. Santo Domingo, 633. Numero... 9. Testimonio de cartas del P. Manuel Román. Carta del P. Román al Obispo de Puerto Rico. Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, octubre 10 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 298).
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Entre otras facultades, Román solicitaba del nuevo obispo la de bendecir ornamentos y saber si hay pecados reservados ad hominem para recabar la facultad de absolverlos, las fiestas particulares de la diócesis y cuál era el patrón del obispado115. El P. Román también describe la cotidianidad de las reducciones orinoquenses. El bilingüismo constituía la forma de acercamiento al indígena, tanto en su formación espiritual como en la enseñanza escolar. Como era natural, el peso de la acción educativa recaía sobre los jóvenes. No llega a especificar el descubridor del Casiquiare la forma y métodos de enseñanza, pero sí anota: En cada reducción hay escuela de música, de leer y escribir, y aprenden a tocar instrumentos. Los días solemnes se canta la misa de la fiesta a la cual asisten todos los indios, como los domingos. Los sábados por la tarde se canta la letanía de nuestra Señora y se reza el rosario todos los días al anochecer y algunas veces se canta por el pueblo.
Por la mañana rezaban el catecismo los muchachos y muchachas en su lengua nativa y por la tarde en la castellana. Con los adultos la instrucción se llevaba a cabo los domingos y distinguían dos grupos perfectamente: en el primero catequizaban a los catecúmenos y en el segundo explicaban la doctrina cristiana a los ya convertidos. Finalmente, Román hace dos observaciones muy interesantes con respecto a la religiosidad de los indígenas: “No hemos reconocido en estos parajes idolatrías”. Y a Dios le llaman de diversas maneras “y le miran con respeto pero no le adoran”; reconocen que hizo muchas cosas, pero no las nocivas116.
115 agi. Santo Domingo, 633. Numero... 9. Testimonio de cartas del P. Manuel Román. Carta del P. Román al Obispo de Puerto Rico. Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, octubre 10 de 1738 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 298). 116 agi. Santo Domingo, 633. Carta del P. Román al Obispo de Puerto Rico. Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma y abril 14 de 1740 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 300-301).
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20. José María Forneri (1719- ?)1
La obra de José María Forneri asume una doble importancia: en primer lugar, porque de 1749 a 1756 se convirtió en el prototipo del “misionero volante”, especie de explorador de la tierra adentro en busca de nuevas naciones y mejores espacios geográficos para superar lo insano del hábitat asignado a la Compañía de Jesús; en segundo término, como superior entre 1765 y 1767, realizaría el esfuerzo final encaminado a buscar nuevas dimensiones a la realidad espacial encomendada a la Compañía de Jesús.
1 Ahn. Jesuitas, 827/2. Filiación de los Regulares de la Compañía del nombre de Jesus pertenecientes a la Provincia de Santa Fee de Bogotá, nº 162. Archivo de Archivum Historicum Societatis Jesu. Armadio F-10. Relacion individual de los Ex-jesuitas muertos de las Once Provincias de España e Indias desde la expulsión hasta el día 30 de junio de 1777. Por Don Juan Antonio de Archimbaud. Provincia del Nuevo Reino de Granada, nº 4483; Juan Manuel Pacheco. “Los jesuitas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 3 (1953) 70; Guglielmo Kratz. “Gesuiti italiani nelle Missioni spagnuole”. En: Archivum Historicum Societatis Jesu. Roma, 11 (1942) 42.
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Notas biográficas Nació en Montanaro (cerca de Turín) el 18 de septiembre de 17192. Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de agosto de 17403, en Roma4. Concluyó su noviciado en Sevilla5. Atravesó el Atlántico en la expedición de 17436 que se hizo a la vela el 19 de enero a las órdenes del veterano misionero José Gumilla7. En la Universidad Javeriana de Bogotá completó sus estudios de Filosofía y cursó toda la Teología8. No hemos podido precisar la fecha de su ordenación sacerdotal; sin embargo, tuvo que llevarse a cabo entre 1748 y 17499. Al no aparecer su nombre entre los que concluyeron su tercera probación en Tunja a lo largo de 175010, significa que por lo menos a fines de 1749 estaba en las misiones. 2 Guglielmo Kratz. “Gesuiti italiani nelle Missioni spagnuole al tempo dell’espulsione (1767-1768)”. En: Archivum Historicum Societatis Jesu. Roma, XI (1942), 42, nº 17. arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. Catálogo de 1753. 3 arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. 4 Arsi. Romana, 109, fols. 61v, 106, 123. 5 Ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fee, nº 162. 6 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1749: “8. El Hermano José María Forneris (sic), estudiante natural del lugar de Montanaro en el Piamonte, de veinte y tres años, mediano de cuerpo, blanco, barbilampiño, ojos azules, pelo rubio”. 7 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767. Sevilla, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla (1995) 319. 8 arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. Estudió “extra” un año de Filosofía e “intra” dos de Filosofía y cuatro de Teología. 9 Su nombre no aparece entre los ordenados en 1750 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v) ni entre los posteriores. Por otra parte, encontramos que el provincial P. Ángel María Manca, autoriza el 1º de octubre de 1746 a hacer la renuncia a los siguientes estudiantes teólogos: Juan Collado, Salvador Pérez, Felipe Gilij, Miguel Blasco, Thomás Gallart, Joseph Forneri, Bartolomé Ruiz, Blas de Aranda, Antonio Colón, Antonio Salillas, Joseph de Barrios, Ignacio de Barrios... (anb. Miscelánea, t. 89, fol. 667v). De todos ellos solo vemos que recibe la ordenación sacerdotal el 1o de septiembre de 1750 el P. Antonio Salillas (arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v), lo que quiere decir que los demás la habían recibido con anterioridad. 10 arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v.
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Pero Caracas y las misiones del Orinoco irían a absorber la vida sacerdotal de este jesuita italiano (1749-1767). La primera etapa se desarrolla entre 1749 y 175611. Una vez llegado al Orinoco se desempeñó el P. José María Forneri como “misionero volante” y su acción consistía en peregrinar por las selvas en busca de indígenas fugitivos o bien de naciones nunca conocidas ni reducidas antes; por ello no estaban adscritos fijamente a misión alguna12. De esta época (1750-1756) ha pergeñado el P. Gilij la siguiente síntesis: Dejando, pues, los que hizo al fortín de Cuseri [Cusero] en el río Atabapo, a la nación de los maipures en el Tuapu [Suapu] y los muchos y fatigosos que hizo también a los yaruros, esbozaré sólo aquel que hizo por tierra en busca de los piaroas, que habitan en las cercanías del Venituari [Ventuari].13
Aunque no señala Gilij en todos los casos las fechas de los viajes de Forneri, sin embargo, pensamos que con sana lógica podemos reconstruir su itinerante peregrinar por ese importante quinquenio. Hacia 1750 debió de realizar su viaje al río Inírida a visitar a Cuseru14, famoso cacique guaipunavi, quien entablaría una buena amistad con el P. Francisco del Olmo y sería más tarde uno de los fundadores de San Fernando de Atabapo15. Ello explicaría que el catálogo de la Provincia del Nuevo Reino lo reseñase en 1751 como socio del P. Blas de Aranda en la reducción
11 Salida. Con respecto a la llegada: nos llama la atención que su nombre no aparezca entre los que realizaron su Tercera Probación en Tunja en 1749-1750 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v. Supplementum primi et secundi Cathalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu, confectum a prima octobris anni 1749 usque ad primam aprilis anni 1751). Por ello, es posible que Forneri concluyera su Tercera Probación a fines de 1749 y que desde Tunja partiera para las misiones orinoquenses. 12 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104. 13
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104-105.
14 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 188-190. 15
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 72-73.
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de San Juan Nepomuceno del Raudal de Atures16, frontera de las poblaciones jesuíticas en el sur del Orinoco. En el propio año de 1751 fue a los parecas para aumentar la reducción de La Encaramada. Sus tierras estaban a tres jornadas de La Urbana “hacia el mediodía”, pero fueron recibidos hostilmente por sus habitadores y tuvieron que retirarse sin éxito17. En 1753 fue destinado a Patura, reducción de los piaroas, situada a la orilla derecha del Orinoco, tierra adentro unas seis millas, a fin de sustituir al P. Francisco González18. De este año data su viaje al Ventuari a las tierras de los piaroas19. Pero en 1753, dentro de la categoría de “misionero volante”, se instaló con los yaruros de San Borja20. El 6 de agosto de 1783 recordaba en una carta escrita en Loreto al P. Lorenzo Hervás y Panduro los siguientes pormenores de esta etapa biográfica: Allí condujo el P. Olmo una colonia de Yaruros en las riberas del río Orinoco, y poco tiempo después de dicha transmigración, yo sucedí al Padre en el apostolado. En verdad encontré una nación dócil, tratable y fiel, que apenas conoce la poligamia, aunque el repudio se usa algunas veces, ni se dedica a embriagarse, ni a la costumbre feroz de comer carne humana, Pero su pereza es inmensa, por lo tanto estaban acostumbrados a no cansarse ni a trabajar para su sustento, que consistía en frutas silvestres, en la caza y en la pesca.
16 arsi. n. r. et q., 4, fol. 299v. Catálogo Breve de 1751. 17 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 109. Una de la razón de la vuelta fueron los paturos. “Son los paturos ciertas estacas durísimas y agudísimas de madera de palma aracu, cuya punta se unta con el veneno llamado curare. Estos palos se ponen en hoyitos excavados a propósito en los senderos por los que se pasa, y después se recubren con hojas secas para quitar la sospecha de los extraños. En tamanaco se llaman patucu y son del tamaño del dedo meñique y de la longigud de unos dos palmos. Quien cae en estas trampas con los pies descalzos, es atravesado por las estacas con increíble dolor” (Ibidem). 18
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 105.
19 La descripción del viaje: Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104-109. 20 arsi. n. r. et q., 4, fol. 301v. Catálogo Breve de 1753.
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Por esto, con mucha dificultad pude introducir entre los Yaruros el trabajo del campo y algunos otros oficios necesarios. El Señor quiso que mi dedicación tuviera recompensa de modo que después de pocos años, los Yaruros se aplicaron tanto a la agricultura que recogían abundantemente frutos como para vender y proveer a las necesidades. El trabajo se hacía en común, una vez para una familia y otra vez para otra.21
Si permaneció en San Borja tres años, llegaríamos al año 1756, fecha en que fue sustituido por el P. Miguel Ángel Mellis22. En ese mismo año se interrumpe la vida misionera de Forneri porque es destinado a la fundación del colegio de Caracas.
La estancia caraqueña A su llegada a la capital venezolana el P. Jaime de Torres ya había partido para Madrid para encargarse de la Procura de las Provincias del Nuevo Reino y Quito, y la comunidad estaba compuesta por el P. Rafael García —superior—, el P. Manuel Morelo y el P. Forneri como procurador23. El 2 de febrero de 1757 hacía su profesión solemne en manos del rector P. Rafael García24. Una significativa contribución realizó Forneri durante su gestión ya que consiguió el terreno en el casco central de la ciudad, en la Esquina Jesuitas, gracias a las gestiones que el año anterior había realizado el P. Jaime de Torres ante el cabildo eclesiástico de la Obra Pía de Cumanibare25. En 1763 el colegio caraqueño apuntaba a los cambios que viviría en los cuatro últimos años de su existencia. La comunidad estaba constituida, amén del P. Rafael García y del P. Forneri, por los PP. Ignacio de Olarte 21 arsi. Opera Nostrorum, 342. Hemos utilizado nuestra traducción: José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana, II, 279-280. 22 Ibidem. 23
El Catálogo de 1756 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 348) dice: “Curat praedium et temporalia”.
24 ahn. Jesuitas, 126/31. Está el original manuscrito de sus votos. 25 Ermila Troconis de Veracoechea. Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1971) 158.
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y Demetrio Sanna, este último como profesor de Gramática26. Todavía no habían llegado los HH. Pablo Mar y Francisco Aguilar, responsables de las haciendas de Guatire y Caucagua respectivamente, ni el H. Miguel Shlessinger, arquitecto de los planos de la construcción de la iglesia y colegio caraqueño27. Pero el fundamento económico quedaba resuelto gracias a las haciendas y a las donaciones. La estancia de Forneri en la ciudad del Ávila iría a durar nueve años, pues el 30 de junio de 176528 partía de nuevo a las tierras orinoquenses para asumir el cargo de superior.
Regreso al Orinoco Reintegrado a las misiones del Orinoco, se abría su última etapa (1765-1767) misional al sustituir al P. Felipe Salvador Gilij en el superiorato de la misión29, cuando ya los aires de la Expedición de Límites habían cesado, pero quedaba el eco de sus impertinencias. Su gestión la estudiaremos al analizar sus escritos los diversos problemas que gravitaban sobre el espacio y los hombres de las misiones. El día 2 de julio de 1767 le intimó el gobernador Centurión la orden de expatriación del rey Carlos III, en Carichana, cuando ejercía el cargo de procurador de la misión30. Años más tarde relataría ese trágico momento: La dicha población [Tabaje] quedó desierta el mismo día que don Manuel Centurión me arrestó en Carichana. A esta población [...] había ido, cuando en ella encontré al dicho gobernador, que había venido para arrestar a 26 arsi. n. r. et q., 4, fol. 375. Catálogo Breve de 1763. 27 ahn. Jesuitas, 128/1. Autos formados sobre el extrañamiento y ocupacion de temporalidades de los Padres de la Compañia de Jesus de Caracas, fol. 2v. 28 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del colegio de Caracas, fol. 12v. 29 No hemos podido precisar la fecha exacta de su toma de posesión, pero consta tanto por el testimonio del P. Gilij (Ensayo de historia americana, I, 60) como por el documento de Forneri que estudiaremos después (anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 848v). 30 anch. Jesuitas, 446. Expulsión de los misioneros del Orinoco.
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los misioneros jesuitas. Luego que los yaruros supieron mi arresto, huyeron de su población, en la que al día siguiente no encontraron ninguno los soldados.31
El 20 de julio llegaron a Guayana y de inmediato les hizo trasbordar el gobernador Centurión para que siguieran el rumbo a La Guaira32. Llegaron al puerto caraqueño el 4 de agosto de 1767 y allí permaneció siete meses33. El 7 de marzo de 1768 se embarcó para España34 y llegó a Cádiz el 30 de abril del mismo año35. En 1769 residía en el colegio de Fano y de 1770 a 1773 fue ministro en Loreto36. Aunque no hemos podido precisar su biografía como abate exjesuita, nos consta que permaneció algún tiempo en Roma37 y también en Loreto, en donde se mantuvo en correspondencia con algunos jesuitas como 31
Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas. Madrid, I (1800) 227.
32 anch. Jesuitas, 446. Expulsión de los misioneros del Orinoco. 33
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 338.
34 Con respecto a la fecha de partida de La Guayra tenemos tres textos. El primero pertenece al P. Gilij, quien afirma de forma genérica que “estuve seis meses” (Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 265). El segundo pertenece al P. Juan de Velasco que fija la fecha del 7 de marzo de 1768 (Juan de Velasco. Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la, Provincia de la Compañía de Jesús del mismo reino, t. III, lib. 4; & 1). El tercero es contemporáneo y lo establece el investigador de los jesuitas en el Puerto de Santa María Manuel Pacheco Albalate, quien recoge el día 3 de marzo de 1768 y en el navío San Pedro y San Pablo (Manuel Pacheco Albalate. Jesuitas expulsos de ultramar arribados a El Puerto de Santa María (1767-1774). El Puerto de Santa María, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz con la colaboración del cei Patrimonio Cultural y Natural, 2011. Es preciso buscar cada jesuita en el apéndice electrónico). 35 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiación de los Regulares, nº 162. 36 Guglielmo Kratz. “Gesuiti italiani nelle missioni spagnuole”. En: Archivum Historicum Societatis Jesu. Roma, XI (1942) 42, nº 17. 37 Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las Lenguas de las Naciones conocidas y Numeración, División y Clase de estas según la diversidad de sus Idiomas y dialectos. Madrid, I (1800), cap. III. Reproducido por nosotros en: Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana, II, 257: “Hasta aquí el señor Forneri por escrito y después de palabra en esta ciudad de Roma en que reside”.
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Felipe Salvador Gilij, Lorenzo Hervás y Panduro y otros. Todavía vivía en esa población en 178338.
El escritor Diversos fueron los campos que incursionó Forneri a lo largo de su estancia tanto orinoquense como italiana.
El campo biográfico El más desconocido hasta el momento es el biográfico, al que dedicó al menos tres semblanzas de los conmisioneros que laboraban con él en el gran río venezolano. Curiosamente, la fuente de inspiración documental originaria ha sido el socorrido Menologio del P. Giuseppe Boero39. El más importante es el del P. Manuel Román: Relación de la vida y muerte del P. Manuel Román, escrita por el P. José María Forneri, su compañero de misiones40, que es muy posible que sea la misma que reposaba en el archivo del Colegio San Francisco Javier de Mérida al momento de la expulsión41.
38 arsi. Opera Nostrorum, 342, fol. 202: “El señor Abate Don José María Forneri me ha beneficiado mandándome los elementos gramaticales de la lengua Yarura, que me incluye en una carta escrita en Loreto con fecha 6 de agosto de 1783” (José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, II [1971] 279). El 8 de abril de 1784 escribía Gilij a Hervás: “Escribiré a Forneri lo que Ud. me dice” (Biblioteca Apostólica Vaticana. Vat. Lat., 9802, fol. 154). 39 Giuseppe Boero. Menologio de pie memorie d’alcuni religiosi della Compagnia de Gesú che rirorono in virtu e santitá per Giuseppe Antonio Patrignani e continuate... per Giuseppe Boero. Roma, coi tipi della Civiltà Cattolica, II, 1859. 40 aiul. Papeletas: Forneri, José María. “Hay un compendio de ella en el ‘Menologio...’ del P. Patrignani, añadido por el P. Boero (II, 237-242)”. 41 José Del Rey Fajardo. La expulsión de los jesuitas de Venezuela (1767-1768). San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira (1990) 92: “Otra del P. Manuel Román, año de mil setecientos sesenta y seis”.
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También dedicó otra necrología con el título Memorias del P. Francisco del Olmo42 que falleció en San Borja el 22 de abril de 176543. Nos llama la atención la tercera historia: Memorias de los apostólicos trabajos y virtudes heróicas del P. Francisco González44, con quien Forneri había convivido en la difícil misión de Patura en 175345.
El área lingüística En el ámbito lingüístico fue José María Forneri uno de los misioneros más activos de las dos últimas décadas de permanencia de los jesuitas en el Orinoco. Su convivencia con los yaruros le llevó a una profunda admiración por este pueblo tan especial. Su aporte a la filología yarura se puede sintetizar en: Elementos gramaticales de la lengua yarura46, Gramática y diccionario de la lengua yarura47,
42 aiul. Papeletas: Forneri, José María: “De ellas parece sacado el elogio suyo en el citado Menologio (II, 391-396) ex Mss. P. Termanini”. 43 arsi. Historia Societatis, 53ª 1766. 44 aiul. Papeletas: Forneri, José María. “De ellas, sin duda, procede su elogio, ex Mss. P. Termanini en el mismo Menologio (II, 408-410)”. 45
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 105.
46 arsi. Opera Nostrorum, 342, fols. 202r-209v. La traducción castellana la publicamos en: Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, II (1971) 277-288. 47 arsi. Opera Nostrorum, 342, fol. 202-202v. Citamos por nuestra traducción castellana: “El P. Olmo, mi antecesor, sabía muchísimo de la lengua Sáliva; cuando conversaba con los yaruros usaba siempre este idioma, que era comprendido bien por ellos. Aprendió la lengua yarura y recogió algunos breves elementos que me dejó cuando le sucedí. Empecé a aprender las primeras nociones de la lengua con estos elementos, pero enseguida me di cuenta de su imperfección; por lo que, viendo que no eran suficientes para aprender bien la lengua y encontrándome sin un compañero (puesto que en cada misión del Orinoco sólo había un misionero por la escasez de Jesuitas en la provincia de Santa Fe) me puse con todo empeño posible a aprender la lengua con una práctica continua hablando con los Yaruros; y después de tres años tuve el consuelo de poder hacer una Gramática bastante completa y un Diccionario abundante, que luego dejé a mi sucesor el P. Miguel Mellis...” (José Del Rey Fajardo. Aportes jesuíticos a la filología colonial, II, 280).
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Gramática y vocabulario de la lengua yarura48, y completaría su obra con la hoy perdida Relación de la religión, costumbres y ceremonias de los indios yaruras49. Pero su mejor colaboración al estudio de la cultura yarura se daría en tierras italianas, en donde tuvieron que refugiarse los jesuitas expulsos en 1767. Gracias al Ensayo de historia americana del P. Felipe Salvador Gilij y a las obras del polígrafo Lorenzo Hervás y Panduro se ha podido rescatar del olvido a tan silenciado lingüista. Por la correspondencia del polígrafo español sabemos que el 6 de agosto de 1783 ya Forneri había enviado sus colaboraciones a Hervás: “He tenido que pensar mucho y atormentar mi memoria para recordar los principios elementales de la lengua yarura, que hace ya 30 años que no utilizo. No obstante esta larga ausencia, el deseo de servirle y de cooperar con sus trabajos literarios ha hecho posible que haya podido juntar algo sobre dicha lengua, lo cual se lo remito en español. Ud. lo utilizará como le parezca conveniente, añadiéndole notas aclaratorias o explicaciones de dudas, a las que, si Ud. me consulta, daré rápida contestación”50. Y el exmisionero orinoquense italiano se dirigía al infatigable autor de la Biblioteca jesuítico-española el 25 de marzo de 1784 para manifestarle: “Estos índices, y otras noticias que se contienen en los papeles que en esta carta incluyo, había yo determinado imprimir con la gramática jarura de nuestro común amigo el señor Don Joseph Forneri en un apéndice al tomo
48 aiul. Papeletas: Forneri, José María: “Pensó en imprimirlo el P. Gilij como apéndice del t. IV de su obra y dejó de hacerlo creyendo que los iba a publicar el P. Hervás”. Esta gramática es distinta a la reseñada en la entrada anterior. La primera se quedó en el Orinoco al tiempo de la expulsión de 1767. La segunda fue redactada en Italia, muchos años después, con las imperfecciones que ello supone. 49 aiul. Papeletas: Forneri, José María. 50 arsi. Opp. NN. 342. “Elementi grammaticali della lingua Yarura”, fol. 202r. El 5 de septiembre volvía a escribir Forneri: “Aunque me encuentro incomodado por fiebres e ictericia, respondo igualmente a su apreciadísima carta, para que la solución de sus dudas llegue antes de que se estampen los elementos de la lengua Yarura” (fol. 203r-203v).
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IV de mi obra: mas con placer abandono mi intención y empeño, sabiendo que V. piensa publicarla en su vasta obra de las lenguas”51. Los Elementi gramaticali della lingua Yarura responden a una refundición de los materiales aportados por Forneri en diversas ocasiones52 y que Hervás tradujo al italiano con el fin de incluirlos en su obra en preparación53.
El género epistolar También es lógico que el género epistolar lo utilizase con agilidad, como lo exigían los cargos que tuvo que desempeñar. En la actualidad tan solo podemos seguir algunas huellas de la correspondencia mantenida por Forneri, como lo demuestra el capítulo que podríamos designar como Epistolario54. De igual forma, debemos hacer alusión a dos cartas interesantes para los temas históricos: Carta al P. Jaime de Torres. Caracas y noviembre 1 de 175855, y para la historia del Orinoco: Carta del P. Forneri al P. Provincial. Carichana, 7 de octubre de 176656. 51
Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las Lenguas, I, 203.
52 Las cartas de que hemos hablado en las dos notas anteriores nos demuestran por lo menos dos envíos distintos. Además existió otra información oral. El mismo Hervás (Catálogo de las Lenguas, I, 27) nos dice: “Hasta aquí el señor Forneri por escrito, y después de palabra en esta ciudad de Roma, en que reside”. 53 arsi. Opp. NN. 342. “Elementi grammaticali della lingua Yarura”, fols. 202r.-209v. Cfr. Idea dell’universo: XVII, 51-52, n. 52 y 58. XIX, 105-106, n. 204. XXI, 66 y 109-110, n. 28. Mithridates.III/I, 635-637; Wilhelm von Humboldt. Uber die Verschidenheit des menschlichen Sprachbaues und ihren Einfluss auf die geistige Entwicklung des Menschen-geschlechtes (1830-35). En: Schriften zur Sparachphilosophie. Stuttgart, J. G. Cotta’sche Buchhanddlung, VII (1969) 225. 54 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del colegio de Caracas, fol. 16v-17: “Yten, un legajito de cartas escritas por el Padre Joseph Maria Forneri al Padre Manuel Balzátegui Provincial y al P. Ignacio Olarte, superior que fue de este colegio, relativas a asumptos de Misiones y oposicion a la concesion que S. M. hizo a los Capuchinos de esta Provincia del distrito del Alto Orinoco y Rio Negro que S. M. le encargó para la propagacion de la del Santo Evangelio entre aquellos ynfieles: de cuyo asumpto trata el Real Orden certificado que se cita antecedentemente”. 55 aiul. Papeletas: Forneri, José María. “En 4º; 2 hs. (A. Hist. N.)”. 56 anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 848.
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Como dato curioso dentro de su bibliografía, debemos hacer mención de la Descripción de la planta de donde se saca la cera vegetal57.
Los problemas de su superiorato Dos grandes problemas abordó Forneri en su superiorato: la redimensión de los espacios geográficos para la ampliación de las misiones y el problema de las escoltas. Una carta, fechada el 7 de octubre de 1766 en Carichana58, nos hace conocer la realidad que vivía la misión pocos meses antes de que el absolutismo regio pusiera fin al esfuerzo jesuítico de casi un siglo. Aunque al escrito le falta la primera página, podemos con todo conocer algunos detalles de la vida misional. El P. Everardo Henstebek, aunque estaba encargado interinamente del pueblo de Mapoyes, “no parece tendrá subsistencia”, ya que el misionero se encontraba convaleciente de unas tercianas en Cabruta y los mapoyes no se decidían por un lugar definitivo para la reducción. El P. Pedro Español había sido enviado a los areverianos, quienes querían levantar su población en Suapure, mas una enfermedad le obligó a trasladarse de La Urbana a Cabruta para una mejor convalecencia. El P. Juan Bautista Polo mantenía en paz el pueblo de La Urbana y pensaba establecer una reducción de otomacos a la orilla izquierda del Orinoco, a día y medio de distancia, porque venían huyendo de los PP. Dominicos de Barinas. El P. Felipe Salvador Gilij gozaba de sosiego en su pueblo de La Encaramada, aunque en el mes de septiembre habían huido veintiséis cimarrones. El P. Antonio Salillas cuidaba de Cabruta y en una entrada había conseguido reintegrar 78 cimarrones59.
57 aiul. Papeletas: Forneri. 58 anb. Milicia y Marina, t. 109, fols. 848-853. En el documento falta la primera parte. Deducimos que la carta está escrita al Provincial del Nuevo Reino por su crítica interna. 59 anb. Milicia y Marina, t. 109, fols. 848-849.
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Con respecto a los proyectos misionales, insistía en la idea de buscar de nuevo tierras lejanas a las orillas del río, a fin de conseguir mejores climas. Forneri hablaba de fundar un pueblo cerca de Ciudad Real, en las márgenes del Cuchivero, para recuperar los fugitivos de Cabruta y atraer a los hoyes. También insistía en la necesidad de buscar un camino por tierra hasta el Ventuari que “entra en Orinoco alto, bien cerca del Río Negro”, para instaurar la navegación por este último, porque “aunque tiene sus raudales no son tan formidables como los del Orinoco”. En el mes de abril de 1766, por orden de Forneri, el P. Gilij había realizado la exploración con el ánimo de hablar con los areverianos, los cuales habían prometido hacer una reducción en el Suapure60; mas en octubre todavía no había podido encargarse del pueblo el P. Padro Español, debido a sus enfermedades61. Como lugar estratégico se había fijado Forneri en un caño llamado Guaynai “que entra en el Cuchivero y tiene buenas tierras de labor porque sirva de escala para los demás pueblos que se formarán tierra adentro”. Y concluía: Mediante este proyecto espero que comenzarán a tener lucimiento estas misiones apartadas de este Rio que con su malsano temperamento ha quitado la vida a tantos yndios y la fama a tantos sudores y trabajos que han padecido los Nuestros.62
Las escoltas Otro capítulo aparte lo constituyen las escoltas. Ya en tiempo de la Expedición de Límites los comisarios regios habían jugado a su arbitrio con las escoltas y no siempre guiados por el bien común o por las exigencias de su misión. Forneri también tuvo que enfrentar situaciones difíciles.
60
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 59-60.
61 anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 848v. 62 anb. Milicia y Marina, t. 109, fols. 849v.-850.
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En 1766, según el testimonio del superior, se necesitaban 44 soldados en las reducciones orinoquenses63. Era la etapa de consolidación de las misiones, por una parte, y se intensificaba el deseo de penetrar “tierra adentro”, por otra. En consecuencia, se hacía necesario multiplicar las entradas a regiones todavía desconocidas, con el fin de entablar nuevos contactos con naciones poco conocidas o totalmente desconocidas. Pero la actitud de las autoridades guayanesas se dirigía por otros derroteros y estos coincidían en no favorecer a los jesuitas. Según el gobernador, una real orden disponía la agregación de las plazas de las escoltas jesuíticas y otras para la formación de las nuevas compañías; pero tal documento nunca fue presentado, a pesar de los requerimientos del superior de las misiones. En 1766 el gobernador de Guayana, don Joaquín Moreno64, había manejado diversas formas de acción: primero, que las escoltas se debían mudar cada seis meses de la siguiente forma: la de los PP. capuchinos debía pasar a las Misiones de Píritu; la de los observantes a las de los jesuitas; las de éstos al alto Orinoco; la del alto Orinoco a las de Meta y Casanare; y éstas a Guayana. Mas, solo el costo de tales movimientos era insostenible para la Real Hacienda. Después propuso que los soldados de las misiones jesuíticas debían bajar a Guayana y no importaba que las misiones quedaran desguarnecidas. Tal planteamiento lo formulaba Forneri al provincial, de la siguiente manera: [...] me temí una deserción general que es a mi ver lo que pretenden en Guayana para acabar de desacreditar nuestras misiones, o para hacer ver que no tenemos necesidad de escolta.65
63 anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 850v. 64 Sonia García. “Moreno de Mendoza, Joaquín Sabás”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, III (1997) 250-251. 65 anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 851.
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A todo esto se añadía tanto la demora en el envío de los sueldos de los soldados como la falta de envíos de armas y municiones. Los retrasos en los pagos los absorbía la misión, pero el procurador se negaba a seguir con ese modo de proceder; con todo, Forneri procedió a pagar cuatro pesos mensuales a cada soldado, porque así se había practicado “siempre cuando la escolta estaba a nuestras órdenes”. En todo caso, el superior representaba al provincial, P. Manuel Balzátegui: Yo lo hiciera en realidad pero me acobardan los calamitosos tiempos en que vivimos; y porque aún no sabemos cómo nos mirará el nuevo ministerio. En fin, V. R. tiene en esa ciudad militares a quienes consultar sobre el particular. En las Cedulas de concesión de escolta tiene V. R. muchas armas para negociar la cosa con el Excmo. Sr. Virrey y me dirá V. R. lo que tengo que hacer en este incidente.66
Forneri concluía la carta sugiriendo que en el caso de las escoltas se volviera “a su primitivo estado” y que se mantuviera directamente dependiente del virrey.
66 anb. Milicia y Marina, t. 109, fol. 852v.
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21. Roque Lubián (1707-1781)1
La obra manuscrita del P. Roque Lubián parece que podría clarificar una década fundamental para el desarrollo de la Orinoquia: 1750-1760. Actor principal en la Expedición de Límites, su visión podría completar el cuadro que ofrece la documentación oficial de los comisarios regios, así como la vitalidad que vivió nuestro gran río antes de la llegada del gobernador Centurión2.
1 Manuel Balzategui. Noticia de la vida, virtudes y trabajos del apostólico varón P. Roque Lubián que, después de 40 y más años de misionero del Orinoco y Meta, murió en el destierro de Italia y Gubbio, 8 de mayo de 1781. En 4º, 18 hs. (José Eug. De Uriarte y Mariano Lecina. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773. Madrid, Imprenta de la Viuda de López del Horno, I (1925) 416. Hasta el momento no hemos dado con este Mss.). ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia del nombre de Jesus pertenecientes a la Provincia de Santa Fee de Bogotá venidos en diferentes navíos, nº 180. Archivo de Archivum Historicum Societatis Jesu. Armadio F-10. Catálogo General del número de regulares que de la extinguida orden llamada la Compañia de Jesús, existían en los Reynos de España e Indias al tiempo de la intimación del real decreto de expulsión. Provincia de Santa Fe, nº 4490; Pacheco. “Los jesuitas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 3 (1953) 69; José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 394-397. 2 Astrid Avendaño Vera. “Centurión Guerrero, Manuel”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 774-776.
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Notas biográficos Nació en Lubián (Zamora) el 16 de agosto de 1707 e ingresó en la Compañía de Jesús el 1º de marzo de 17323 en Villagarcía de Campos, aunque el noviciado lo concluyó en Alcalá de Henares4. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1735, ya como sacerdote5. Un punto por dilucidar es el del estudio de la Teología. Si el Catálogo de 1736 recoge que antes de ingresar a la Compañía de Jesús había estudiado tres años de Filosofía y uno de Teología6, es de suponer que al concluir su noviciado tuvo que enfrentarse al estudio de las ciencias sagradas, hecho que nos llevaría a haber concluido antes de su llegada a Bogotá el segundo año de Teología. Lo que sí parece cierto es que el lapso teológico se redujo a tres años7, lo cual nos lleva a poner el año 1737 como fecha de la culminación de sus estudios en la Universidad Javeriana. Ciertamente, fue el año 1738 la fecha de su ingreso a la misión del Orinoco8. Esto no obsta para la posibilidad de que antes hubiera residido algún tiempo breve en el Casanare. 3 arsi. n. r. et q., 4, fol. 227. Catálogo de 1736. 4 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiación de los Regulares de la Compañía del Nombre de Jesús pertenecientes a la provincia de Santa Fee de Bogotá venidos en diferentes navíos, en esta forma: 78. El 1º el navío nombrado el Loreto.- 51. El 2º en la fragata nombrada la Fortuna.- 16. El 3º en la urca nombrada San Juan, nº 180. 5 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1735: “10. P. Roque Lubian, sacerdote de veinte y ocho años, natural de Lubián, obispado de Orense, alto, amarillo, nariz larga y ojos pardos”. Al testimonio de la Casa de Contratación de que era sacerdote antes de embarcarse para el Nuevo Reino tenemos que añadir dos argumentos: primero, que su nombre no aparece entre los ordenados en el Nuevo Reino de 1735 a 1738; segundo, que el Catálogo de 1736 (fol. 227) lo reseña como sacerdote y a la vez como estudiante de Teología. 6 arsi. n. r. et q., 4, fol. 227. En realidad, se puede interpretar la lectura del texto como si estudiara 2º o 4º año de teología, pero no hay unanimidad en la información: el Catálogo de 1736 (fol. 227) dice que estudió tres años de Filosofía y uno de Teología “extra”. El de 1738 (fol. 273v) anota tres de Filosofía “extra” y tres de Teología “intra” y a partir de esta fecha reiteran la última información. 7
Lo confirman todos los Catálogos.
8 Joseph Cassani. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1967. arsi. n. r. et q., 4, fol. 273v. Catálogo de 1738.
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Fue Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma su residencia habitual, mientras pervivió esta reducción. Allí se convirtió en el compañero del P. Manuel Román9, a la vez que compartía la atención a los sálivas y dirigía los difíciles comienzos de la Procura de la misión del Orinoco10. Llama la atención el que los superiores le permitieran hacer su año de tercera probación en 1742, en su pueblo de Pararuma, en lugar de haber subido a las frías alturas de Tunja11. En 1746, según el coronel Alvarado, fundó el pueblo de La Urbana12 con guaipunabis y otomacos. La documentación jesuítica señala el año 1745 como fecha fundacional13. El H. Vega narra largamente el hecho y lo ubica hacia 1745: fueron los guaipunabis, con su famoso cacique Macapu, quienes se instalaron en primera instancia14. Pero su existencia fue efímera y solo en 1748 adquirió dicha población personalidad definitiva al mando del P. Benavente15.
9 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo sj y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000) 664-665. 10 Carta del P. Manuel Román al P. José Gumilla. Pararuma, octubre 1 de 1738 (José Gumilla. Escritos varios. Estudio preliminar y compilación del P. José del Rey S. J. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970) 273). En 1741 (Carta del P. Román al P. Gumilla. Cabruta, 11 de junio de 1741. En Gumilla. Escritos varios, 282). 11 arsi. n. r. et q., 4, fol. 296v. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu a prima januarii 1742 usque ad primam januarii 1743. 12 Eugenio Alvarado. “Informe Reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 231. Aceptamos la fecha de Alvarado porque él mismo dice que las fechas y naciones de su Informe se las suministra la Historia del P. Cassani hasta 1741. “Las dislocaciones me las asegura el P. Roque Lubián y mi experiencia” (Ibidem, 274). 13 agi. Santafé, 269. Informe del P. Manuel Román al Rey, 1749 (Jóse Gumilla. Escritos varios, 315). 14 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 739 y ss. 15 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1965) 74.
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• historia y crónica orinoquense Aporte jesuítico
Con la visita del P. Ángel María Manca a las misiones del Orinoco en 1745 accedió al superiorato el P. Bernardo Rotella y este tuvo que ejecutar la orden del provincial de que los sálivas se juntaran todos en un solo pueblo: Carichana; pero el sarampión hizo mayores estragos que las viruelas, de modo que la población sáliva quedó sumamente diezmada16. Aunque en 1751 fungía como superior de las misiones del Meta en la reducción de San Miguel de Macuco17, sospechamos que su gestión debió de extenderse de 1748 a 175418. Sucedió al P. Manuel Román al frente de la misión del Orinoco de 1754 a 175719. Durante su gestión en el gran río venezolano tuvo que afrontar las exigencias y la presencia de los comisarios regios que componían la Expedición de Límites20. Nombrado de nuevo superior de las misiones del Meta en 1757, se residenció en la reducción de San Miguel Arcángel, en donde permanecía en tal cargo todavía en 176321. El 15 de octubre de 1767 le fue intimado en Macuco el decreto de expulsión del rey Carlos III por el contador de la Real Hacienda de Guayana22. Fue trasladado a la hacienda de Cravo en donde se reunieron todos los misioneros casanareños el día 6 de noviembre23. El 2 de diciembre se encon16 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 743-744. 17 arsi. n. r. et q., 4, fol. 299. Catálogo Breve de 1751. 18
En el Catálogo de 1753 fungía como Superior (arsi. n. r. et q., 4, fol. 301v.).
19 arsi. n. r. et q., 4, fol. 348v. Catálogo de 1756. 20 Le dedicaremos un capítulo a las relaciones funcionarios regios de la Comisión de Límites y los misioneros jesuitas. 21 arsi. n. r. et q., 4, fol. 375. Catálogo Breve de 1763. 22 anb. Conventos, 29. Testimonio de autos /sobre/ la expulsion de quatro religiosos de la Compañia /en/ el partido de Meta. /D/ Andres de Olega, fol. 835. 23 anb. Conventos, 29. Testimonio de autos /sobre/ la expulsion de quatro religosos de la Compañia /en/ el partido de Meta. /D/ Andres de Olega, fol. 487.
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• libro 11 [roque lubián]
traban en la ciudad de Guayana y de allí siguieron al puerto venezolano de La Guayra24. El 7 de marzo de 1768 abandonaba definitivamente las tierras venezolanas25, para arribar a Cádiz el 30 de abril26. Expulsado en los Estados Pontificios, falleció en la pequeña ciudad de Gubbio el 8 de mayo de 178127.
Aportes bibliográficos 1. Dictamen del P. Roque Lubián de la Compañía de Jesús en la Junta de Guayana de 174328. 2. Vida del P. Francisco González, Misionero de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada29. 3. Catálogo de la lengua sáliva30. 4. Epistolario31. A. Relación de su viaje desde Macuco en 1751 en busca de los indios betoyes32. 24 anch. Jesuitas, 446. 25
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 35.
26 Juan de Velasco. Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino, t. III, lib. 4, & 1. 27
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 98.
28 El original reposa en; agi. Santo Domingo, 634. Primer quaderno de autos operados por el señor don Gregorio Espinosa de los Monteros (1743), fols. 130-140. Publicado en: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 340-351. 29 aiul. Papeletas: Lubián, Roque. “Impresa en América según Hervás y Panduro. El P. González murió el 22 de febrero de 1760”. En realidad el P. Francisco González falleció el 30 de septiembre de 1755 en Patute (arsi. n. r. et q., 4, fol. 333). No tenemos noticia alguna de tal impresión. 30
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 307-308. En la edición italiana (III, 283-284).
31 Nos referimos a las publicadas por Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia. Bogotá, III (1893): a) Carta al coronel don Eugenio de Alvarado. Misión de la Urbana y febrero 10 de 1756 (pp. 449-451). b) Carta a Idem. Carichana y enero 1 de 1757 (pp. 430-432). c) Carta a Idem. Carichana, enero 7 de 1757 (pp. 423-424). d) Carta a Idem. Carichana, 5 de abril de 1757 (p. 428). 32 aiul. Papeletas: Lubián, Roque. Una síntesis la trae Gilij (Ensayo de historia americana, III, 98-104).
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B. Relación de su viaje al descubrimiento y reducción de los parecas33. C. Apuntamientos sobre las lenguas y las costumbres de los indios de la nación sáliva34. D. Memorias de la santa vida y apostólicos trabajos del P. Manuel Román, insigne misionero del Orinoco, 176635. E. Historia del Orinoco36. F. Apéndice a la Real Expedición de límites entre los dominios de España y Portugal en América37.
33 aiul. Papeletas: Lubián, Roque. 34 aiul. Papeletas: Lubián, Roque. 35 aiul. Papeletas: Lubián, Roque: “Preparado también para la imprenta, como el anterior, el año 1767 al ser desterrados los jesuitas a Italia”. Esta afirmación la copian los dos bibliófilos del P. Hervás y Panduro (Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo (2007) 343-344). La fecha que dan Uriarte y Lecina es la de 1764, pero a todas luces se trata de un error, ya que el P. Román falleció en 1766. La causa de este error la creemos encontrar en la biografía que le dedica el P. Boero al P. Manuel Román en su obra Menologio de pie memorie en la que, por error de imprenta se pone el 1764. 36 aiul. Papeletas: Lubián, Roque: “En fol. Dispuesta para la imprenta. Al morir la dejó al P. Manuel Balzátegui y de ella se aprovechó el P. Antonio Julián para las dos disertaciones que trae en las pags. 119142 de La Perla de América...”. Antonio Julián. La perla de América provincia de Santa Marta. Bogotá (1951) 168-169: “Y para que no vacile el lector sobre la verdad de lo referido, concluyo con asegurar al público, que todo cuanto he producido y queda dicho de los extranjeros en el Orinoco alto y bajo en estos dos discursos preliminares, todo lo he sacado de la historia del Orinoco, que en cuadernos manuscritos (que tengo en mi poder) dejó en la hora de su muerte a un amigo mío [Nota: El señor don Manuel Balzátegui, sujeto de probada virtud, integridad y doctrina, que fue por muchos años superior y depositario de los santos designios de Lubián] el señor abate don Roque Lubián, antiguo misionero del Orinoco y Meta, en la que fue provincia de Santa Fe; varón de probadísima virtud y sinceridad apostólica, honor del reino de Galicia y operario insigne en aquellas misiones por más de cuarenta años continuos; compañero e íntimo confidente del famoso Padre Manuel Román, de cuya boca también hemos oído, muchos que al presente vivimos, estos mismos y semejantes trágicos sucesos”. 37 aiul. Papeletas: Lubián, Roque: “Preparado también para la imprenta, como el anterior, el año 1767 al ser desterrados los jesuitas a Italia”. Esta afirmación la copian los dos bibliófilos del P. Hervás y Panduro (Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo, I [2007] 344).
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G. Varias relaciones del estado de las misiones del Orinoco enviadas a Madrid y Roma38. H. Manuscritos varios39.
La historia del río Orinoco Las dos obras que aparecen como fundamentales para la biografía jesuítica de la Orinoquia son: Historia del Orinoco y Apéndice a la Real Expedición de límites entre los dominios de España y Portugal en América. Ambas las recoge Hervás y Panduro en su Biblioteca jesuítico-española40; sin embargo, conviene precisar algunas de sus afirmaciones. Dice Hervás que Lubián “dejó en América los siguientes manuscritos que tenía dispuestos para la impresión”41. En realidad, no creemos que esta afirmación se ajuste a los hechos. En los inventarios levantados in situ en el momento del extrañamiento no aparecen tales manuscritos y si existieron no son los que en el destierro de Roma redactó el misionero orinoquense. Además, de la Historia del Orinoco sí tenemos noticias directas del P. Antonio Julián, quien al respecto afirma: Y para que no vacile el lector sobre la verdad de lo referido, concluyo con asegurar al público que todo cuanto he producido y queda dicho de los extranjeros en el Orinoco alto y bajo en estos dos discursos preliminares, todo lo he sacado de la historia del Orinoco, que en cuadernos manuscritos (que tengo en mi poder) dejó en la hora de su muerte a un amigo mío (nota: El señor don Manuel Balzátegui, sujeto de probada virtud, integridad y doctrina, que fue
38 aiul. Papeletas: Lubián, Roque. 39 Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división, y clase de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos. Madrid, Ranz, I (1800) 221: “En los manuscritos del señor don Roque Lubián, antes citado, doctísimo y zelosísimo misionero de los sálivas, se ha hallado la siguiente advertencia...”. 40 Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo, I (2007) 344. 41
Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799), I (2007) 344.
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por muchos años superior y depositario de los santos designios de Lubián) el señor abate don Roque Lubián, antiguo misionero del Orinoco y Meta, en la que fue Provincia de Santa Fe; varón de probadísima virtud y sinceridad apostólica, honor del reino de Galicia y operario insigne en aquellas misiones por más de cuarenta años continuos; compañero e íntimo confidente del famoso padre Manuel Román, de cuya boca también hemos oído, muchos que al presente vivimos, estos mismos y semejantes trágicos sucesos.42
Ciertamente que esta redacción no fue hecha en suelo americano, sino que pertenece ya a la época del destierro. Hasta el momento no hemos logrado obtener noticia alguna del paradero de los “cuadernos manuscritos” que vendrían a clarificar una zona temporal, todavía no escrita, sobre la acción jesuítica en el gran río venezolano. De gran utilidad para la historiografía venezolana del siglo xviii sería el libro Apéndice a la Real Expedición de límites entre los dominios de España y Portugal en América. La forma de describir Hervás su información nos lleva a la conclusión de que no conoció directamente los manuscritos originales, sino que su información es indirecta. En todo caso, si su veracidad la hemos podido comprobar en el caso de la Historia del Orinoco, no disponemos para esta segunda ninguna confirmación, pero como veremos más adelante el P. Lubián tuvo que enfrentar como Superior de las Misiones del Orinoco la presencia y las exigencias de los comisarios regios en esta área del subcontinente americano. En la actualidad todavía la historiografía jesuítica adolece de falta de información sobre un tema tan importante para la historia de Venezuela. No es mucho lo que se ha estudiado acerca de este asunto y lo que existe no trasciende la cotidianidad de la vida misional orinoquense. Como es fácilmente imaginable, aquellas apartadas soledades que dependían del Virreinato de Santafé no podían ofrecer sino la precaria realidad de un mundo que comenzaba a desarrollarse y por ende la infraestructura de la civilización simplemente no existía. Por otra parte, para poder subsistir no 42 Antonio Julián. La perla de América provincia de Santa Marta. Bogotá (1951) 168-169 (el subrayado es nuestro).
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quedaba más remedio que solicitar la ayuda de los enclaves misionales, algunos de los cuales no gozaban de más de diez años de existencia. Además, los jesuitas americanos habían tomado posición frente al tratado de límites de 1750 y no veían con buenos ojos una partición que a todas luces perjudicaba los intereses de la Corona española43. Por ello habrá que esperar a que nuevas fuentes revisen la actitud de los miembros de la Compañía de Jesús en tan delicado problema. En lo referente a Venezuela podemos decir que la documentación conocida no va más allá de lo anecdótico y casi diríamos intrascendente.
La visión del coronel Eugenio de Alvarado Quizá el personaje mejor conocido para nosotros sea don Eugenio de Alvarado, a quien se debe el Informe reservado44 y su posterior intervención junto al conde de Aranda en la búsqueda de causas o razones que pudieran justificar la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles. Además, su carácter intrigante y trepador queda demostrado en la correspondencia que de él conocemos tanto a través de la obra de Demetrio Ramos45 como de la documentación reproducida por Antonio B. Cuervo46. Principió el segundo comisario con establecer la sospecha de que los jesuitas del Orinoco, siguiendo las huellas de los del Paraguay, entorpecerían 43 Guillermo Kratz. El tratado hispano-portugués de límites de 1750 y sus consecuencias. Roma, Institutum Historicum S. I., 1954. 44 Eugenio de Alvarado. Informe reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco. Lo produce el Mariscal de Campo D. Eugenio de Alvarado de orden superior del Excmo. Sr. Conde de Aranda. Fue publicado por vez primera por Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia. Bogotá, III (1893) 111-225. Nosotros reprodujimos ese mismo texto en nuestra obra Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 215-333. 45 Demetrio Ramos Pérez. El Tratado de Límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco. Madrid, 1946. 46 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia. Bogotá, III (1893): a) Carta al coronel don Eugenio de Alvarado. Misión de la Urbana y febrero 10 de 1756 (pp. 449-451). b) Carta a Idem. Carichana y enero 1 de 1757 (pp. 430-432). c) Carta a Idem. Carichana, enero 7 de 1757 (pp. 423424). d) Carta a Idem. Carichana, 5 de abril de 1757 (p. 428).
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la expedición y que se pondrían en contacto con los guaipunabis para hacer imposible la navegación del raudal de Maipures47. Tales suposiciones no solo no tuvieron aval en la realidad de la acción histórica, sino que fueron parte de la conducta siempre sinuosa del segundo comisario. En efecto, a fin de dilucidar el primer gran interrogante que representaban los raudales, envió Iturriaga en 1755 a don Juan Galán a la misión del Raudal de Atures para examinar el problema y preparar el alojamiento y paso de la comitiva por tan enigmático complejo geográfico48. El 30 de enero de 1756 le escribía al coronel Eugenio de Alvarado desde el Raudal de Atures el P. Francisco del Olmo: [...] ya sabrá V. S. cómo murió el muy estimado de V. S. don Juan Galán por cuya muerte quedaron sus alhajas a una acesí (sic) perdidas a no haberlas recibido en mi casa; dejó dos esclavos y los soldados: a éstos todos hay que mantenerlos y esto de darles carne y pan lo hace nuestra Procuraduría, mas ellos dicen que con qué compran ya el tabaco, ya el jabón y así otras cosillas: éstos son los soldados; los esclavos es cuenta aparte: por aquí no hay en qué ganen y el comer es necesario y se añade a esto en que el uno le salió una lepra que se le está curando y ofrecí ocho pesos al que le de sano.49
Para continuar la obra de Galán partían para el Raudal en febrero de 1756 don José Solano, Ignacio Milhau, Vicente Doz y Nicolás Guerrero50. El 28 de febrero llegaban al varadero del Raudal de Atures y al día siguiente se apersonaba el P. Francisco del Olmo con los atures para colaborar a su arribo
47 ags. Estado. Leg. 7389, fol. 33. Citado por Demetrio Ramos Pérez. El Tratado de Límites de 1750, 198-199. 48 Demetrio Ramos Pérez. El tratado de límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco. Madrid (1946) 178. 49 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, III, 452. Según Demetrio Ramos (El tratado de límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco, 178) Galán murió el 28 de noviembre. 50 ags. Estado. Leg. 7390, fol. 26 (citado por D. Ramos. El Tratado de Límites de 1750, 203).
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al puerto de la población51. Y el 28 de marzo lograba Solano superar las dificultades del Raudal52 y con ello vencida la primera gran interrogante geográfica. En la versión de Alvarado, el P. Lubián, molesto por la acción del P. Francisco del Olmo en pro de Solano, lo habría trasladado a la misión del Meta53. No hemos encontrado ninguna prueba que reafirme la aseveración del segundo comisario y más tratándose de una forma habitual de proceder dentro de la Compañía de Jesús de entonces. Lo cierto es que en 1758 se le encargaba al P. del Olmo de la dirección espiritual del pueblo fundado por la Expedición en San Fernando de Atabapo54 y allí permaneció hasta que fracasó la fundación. Pero existe una carta de Alvarado a Iturriaga, fechada en Carichana el 21 de abril de 175755, que parece recopilar los sentimientos que tenían los jesuitas frente al primer comisario. Hay puntos de difícil intelección que hacen referencia a cartas concretas cruzadas con anterioridad entre ambos, pero su contexto necesitaría más información. Alvarado responde al primer comisario sobre tres cuestiones: 1.ª) “el fundamento que tiene la pretendida indecencia de no correr los Padres con la distribución de los efectos del Rey para suministrar la subsistencia de víveres en frutos de la tierra”; 2.ª) “concluye V. S. el punto de pagarles sus alcances con los diferentes partidos a que V. S. lo redujo”; y 3.ª)persuade a Alvarado para que “pase continuos oficios sin pérdida de 51
D. Ramos. El Tratado de Límites de 1750, 209.
52 D. Ramos. El Tratado de Límites de 1750, 210. No creemos que fuera tan fácil remontar el raudal como pareciera hacerlo ver Solano en el manuscrito que cita Ramos “en posesión del Marqués del Socorro”. El 15 de agosto informaba Solano a la Corte, desde el Raudal de Atures, y le participaba el éxito de la misión (ags. Estado. Leg. 7390, fol. 23). 53 Eugenio Alvarado. Informe reservado, 291: “El P. Lubián a quien no gustó ver falsificada su certificación, la pagó con el misionero del Raudal llamado Francisco del Olmo y en su manejo secreto con el Padre Provincial hizo quitarlo del pueblo y transmigrarlo a los del Meta en donde por vía de penitencia estuvo agregado a un pueblo”. 54 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, III, 382. 55
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, III, 432-443.
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instantes hasta reducir al Padre Superior”, con la reflexión de “que no nos ha enviado el Rey a las labranzas de los Indios para tener pan, sino a los pueblos para que se nos de el que se pida”56. Un primer capítulo de recelos provendría de la forma de llevar la contabilidad y los modos de pago. El mismo Alvarado reconocía que “recibir por mayor y llevar una cuenta por detal para la entrada y salida del valor de los efectos del Rey que percibieron, es cosa engorrosa y que pide continua aplicación del Padre Procurador”. Más adelante añadía: “El querer el pago al tiempo de la entrega, en mi entender, arguye solo una pura desconfianza por lo que está pasando por las harinas”. Y concluía que los jesuitas proponían que algún comisionado de Iturriaga hiciera los pagos directos a los indios, a fin de evitar la sospecha que ellos tenían “en ello algún útil”57. El segundo recoge la complementación del anterior y Alvarado le transmitía a su jefe que el P. Lubián había respondido “que la oferta de libramiento sobre las Cajas Reales de nuestras asignaciones lo entendió sobre el renglón de las harinas, los plazos que V. S. le señaló, no convenían con lo que V. S. había ofrecido en sus cartas de pagar al arribo a estas misiones”58. El tercero pretende clarificar dos puntos: por un lado, “reducir al P. Superior”, que es lo mismo que entreguen los víveres que se soliciten y “que por ello perciban en pago los efectos que el Rey tenga”. Pero se entiende que deben ser entregados in situ, “sin la materialidad de ir por ellos a las labranzas” y sin la pretensión de los Padres “de que corra por cuenta de la Expedición el pago por menudo de lo que fueren dando a los indios a poquitos”59. Por otro lado, aprovecha la ocasión para remitir a Iturriaga, no sabemos con qué intención, “los fundamentos de queja que estos Padres tienen de V. S.”. Al llegar a Cabruta, como no estuvieran prestos sesenta bogas que V. S. pidió, “dijo al Padre Jorge Smidt, Misionero de aquel pueblo, que pon56
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, III, 432-433.
57
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, III, 433-435.
58
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos…, III, 435-436.
59 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos…, III, 436-437.
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dría V. S. por bogas a los jesuitas y que en otra ocasión posterior, agarró V. s. por la sotana al mismo misionero y lo zamarreó cuanto quiso”. La explicación dada es que V. S. no había avisado su llegada como lo tenía prenunciado y los bogas fueron a hacer una entrada para reducir almas. Algo parecido sucedió en La Encaramada con el P. Felipe Salvador Gilij, quien demostró la misma imposibilidad no solo por ser pueblo nuevo, sino porque los indígenas se encontraban en la misma entrada. Y anota Alvarado: “no obstante lo ultrajó V. S. de palabras ofensivas y en él a toda la religión de la Compañía, pues dijo V. S. que los Padres Jesuitas eran Reyes del Orinoco, que daban y quitaban leyes, que eran unos avaros y que V. S. con las reales facultades sabría ponerles a razón”. Los Padres respondían que si V. S. no había subido, no había sido por falta de bogas que los hubieran podido conseguir en Carichana, sino porque “no le convendría a sus ideas”. Después de estos incidentes regresó a Cabruta y tomó posesión de la población como si hubiera sido enemiga del rey con el sentimiento de que “entraba V. S. en los pueblos relajando la autoridad del Virrey de Santa Fe en perjuicio del derecho público de las gentes y en el desdoro de su Religión”. Finalmente, el superior se quejaba de que habiendo escrito diversas cartas a Iturriaga, este no había contestado ninguna60. La impresión general que percibe el lector es que los comisarios estaban convencidos de que tenían derecho a todo pues al final de la carta Alvarado asienta su filosofía: El segundo punto nos facilita la subsistencia porque una deuda bien dirigida no incomoda al pueblo ni auyenta los circunvecinos y basta pagar a la plebe aunque se deba al noble para que no lo padezca la reputación en los unos, entiendo los Yndios, y en los otros los Padres.61
Este es un punto que necesita realmente de una seria investigación.
60
Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos…, III, 437-438.
61 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos…, III, 443. Y en la misma página, un poco más arriba, dice: “para poder subsistir en un pan a costa del vasallo”.
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Bien es verdad que el carácter de Iturriaga era violento y estaba convencido de que a su investidura todo se le debía como si estuviera en España, pero se olvidaba de que eran regiones en donde la institucionalización y el desarrollo apenas se estaban iniciando. Por otra parte, los misioneros estaban escarmentados por la experiencia de las expediciones militares, las cuales siempre concluían como una carga económica para las misiones como nos lo describe el H. Vega62. Lástima que no conozcamos las respuestas de los misioneros. No parece que los jesuitas guardaran el mismo recuerdo de Iturriaga que el que parece transmitir Alvarado. El P. Felipe Salvador Gilij —quizá el único— lo recuerda en su Ensayo de historia americana con respeto y cariño. Desde su destierro en Italia, unos veinte años más tarde, dejará constancia de que la plaza misional de La Encaramada era bella gracias a la excelente acción de un carpintero vizcaíno que para tal fin le envió Iturriaga63. Recogerá asimismo conversaciones de tipo muy distinto sostenidas con el primer comisario de la expedición de límites sobre muy diversos tópicos64 que indican el aprecio y el mutuo respeto de las partes. Y buenas tenían que ser las relaciones para que la gratitud del misionero italiano se preocupara por remitirle una segur de piedra, muy rudimentaria, que le habían enviado los oyes como recuerdo65. Nunca deja escapar ninguna palabra de amargura y crítica, sino todo lo contrario. Cuando Iturriaga quiso realizar el viaje al Ventuari por tierra, se dirigió al jesuita italiano pidiéndole consejo: “Además de los conocimientos geográficos, de los que no estaba ciertamente escaso, este señor [Iturriaga]
62 Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús, 613-615. 63
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 63.
64 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 113; IV, 272: sobre la devoción de los hombres que habitaban el llano caraqueño. 65
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 275.
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quiso servirse de mi por su amabilidad y por el concepto que tuvo de mi pericia, fuera esta la que fuera, sobre las comarcas orinoquenses”66. Ciertamente, da la impresión de que algunos comisarios actuaban sobre las misiones como si fueran territorios ocupados por sus tropas. El 10 de febrero de 1756 el P. Lubián escribía a don Eugenio de Alvarado que las cartas que recibió para “que pasen con seguridad a los Señores de sus títulos: porque son de importancia”, no hay esperanza de ocasión para hacerlos llegar a Santafé “porque en estos tiempos están cundidas las playas del Meta de guagivos, que hacen impracticable la navegación de este río sin escolta”, por lo cual se imponía el enviarlos con propio o chasqui y escolta.
Las visiones del territorio Ciertamente, en la década 1755-1765 se operaría una verdadera revolución institucional que vendría a generar una nueva concepción territorial en torno al Orinoco, pero con la cabeza en Caracas. Los jesuitas santafereños intuyeron la génesis, pero la expulsión de 1767 cortó definitivamente las amarras del Virreinato con la entrada de los capuchinos andaluces de los llanos caraqueños. En efecto, no coinciden las apreciaciones de los comisarios regios con las que emitieron los miembros de la Compañía de Jesús en lo que a las personas se refiere. De la extensa bibliografía de Lubián sobre el acontecer misional solo conocemos el dictamen en la Junta de Guayana del 6 de marzo de 174367. Lubián había acudido a Guayana en representación del P. Manuel Román, superior de las misiones del Orinoco, a fin de dar respuesta a una convocatoria formulada por el gobernador Gregorio Espinosa de los Monteros a las tres órdenes religiosas que laboraban en territorio guayanés: los franciscanos de Píritu, los capuchinos catalanes de Guayana y los jesuitas del Nuevo Reino.
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67 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos operados por el Señor don Gregorio Espinosa de los Monteros, 1743 (en su totalidad publicamos el dictamen en José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 340-351).
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La agenda contemplaba tres puntos: 1) dónde crear el fuerte que asegurara la defensa del Orinoco; 2) balance del estado y proyectos de las comunidades que trabajan en la provincia; 3) adelantamiento de cada orden religiosa68. Con respecto a la fortificación del Orinoco, Lubián insistía en la necesidad de garantizar la seguridad de las provincias, cerrar el paso a los caribes e impedir la comunicación de los extranjeros. Para ello no tomaba posición definida por ninguna de las alternativas, pero se inclinaba por la boca del caño Limones: Las razones que me mueven son: la primera, que estando de la banda del sur hecha ya la principal fuerza, que es el presidio de la Guayana, se siguen menos gastos a su Majestad, se cierra el paso, se puede hacer más brevemente, que es lo que pretendemos y se necesita, consiguiéndose el mismo fin que en Angustura e Isla Fajardo con ventajas, porque hecha la fortificación en este sitio quedan cubiertas y defendidas las Misiones de los RR. PP. Capuchinos y en la Angostura no; en la Ysla de Fajardo, aunque en parte, no del todo quedan cubiertas y para el bien común y defensa fundamental conviene en el dicho Caño en Tierra firme. La segunda: que en este sitio están más cerca las poblaciones que hay fundadas en la Guayana para los providencias necesarias de bastimentos y otras cosas que deben concurrir. Los inconvenientes que puede tener puesto el Fuerte en el sitio dicho, pueden ser que se aniega en tiempo de invierno como una vara en la mayor creciente y si los inteligentes hallan que esta dificultad se puede superar no cesa el dictámen de que se haga allí. El otro inconveniente es que se aniega todo aquel monte contiguo al Caño de Limones cerca de una legua tirando línea recta al norte por donde podían pasar embarcaciones escondidas por el monte cuando el río está crecido sin que de la nueva fortificación fuesen sentidas, pero como el monte está impenetrable por las malezas intrincadas, enlazadas las espinas, es muy dificultoso que los caribes u otros, cuando quisiesen pasar, se detengan a abrir camino sin que sean vistos o sentidos. Finalmente ciérrese el río y comiéncese lo que tantos años ha se pretende y sea donde fuese. Por lo que toca a la Fuerza y tropa de
68 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos operados por el Señor don Gregorio Espinosa de los Monteros, 1743 (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 340).
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infantería para el resguardo del Fuerte con cincuenta plazas más, por ahora, me parece ahora bastante.69
Varios puntos interesantes recoge el escrito de Lubián en relación con las misiones que en 1743 sostenía la Compañía de Jesús en el Orinoco. Establece que mantenía seis reducciones: Cabruta, Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, el Fortín de San Francisco Javier de Marimarota con su población de Santa Teresa de Carichana, San Francisco de Borja de los yaruros y San José de Paruate “que ahora se está fundando” con los mapoyes70. Se mantiene vivo el problema del caribe, que por tierra y agua asolaba las misiones. Sugiere que se forme una población de “mulatos, negros o mestizos” en Puruey o Caura; mas si esto resultara imposible, que se hiciera una entrada; además, que se restituyeran a las misiones los cautivos tanto sálivas como maipures y quirrupas. Asimismo, la esclavitud seguía su curso y según el P. Román, en los meses de mayo y junio, veinte curiaras “pasando en noches oscuras por el fortín de San Javier, sin bogas”71. Además, si estaban en paz, solicitaban a los neófitos para que abandonaran las poblaciones y huyeran a sus tierras; si estaban en guerra como no se atreveían a atacar a las poblaciones por la escolta, se introducían secretamente en las sementeras donde hacían todo tipo de destrozo y cautivaban a los que podían. Y añadía: Hemos tentado todos los medios de la paz con ellos y su paz, no es paz, sino guerra que de cualquier suerte sus intentos de dirigen a deshacer la cristiandad y los pueblos, y a que nos volvamos a nuestras tierras que ellos solos son los señores del Orinoco y de las demás naciones; fomentan sus tiranías las naciones extranjeras con suministrarles armas y municiones a trueque de los cautivos que con. En fin, es este un punto que pide remedio el cual solo puede estar fundando en sus mismas tierras una fuerte población de españoles que
69 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 341). 70 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 343). 71 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 342).
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espante los estranjeros que en ellas residen para sus comercios ilícitos y sosiegue a los caribes.72
El documento también establece algunos rasgos de la pedagogía misionera, encaminada “al culto divino, enseñanza y policía de los indios”. En cada pueblo había “escuela de muchachos en donde aprenden todos a leer y algunos a escribir”; también se les enseñaba el canto llano y la solfa y el manejo de instrumentos con el arpa, vihuela, violín, clarines, flautas dulces, etc. Asimismo, tenían maestro que les enseñaba las danzas y en algunas ocasiones representaban algunos coloquios de misterios de la fe, ya en español, ya en su lengua. Todos los días se explicaba la doctrina cristiana, por la mañana en su idioma y por la tarde en español73. En el tercer capítulo del informe señalaba que el campo apostólico lo cultivaban cinco sacerdotes y un hermano coadjutor. Asimismo, hacía mención del proyecto de fundar en el Raudal de Atures, en donde con una mediana defensa se podría detener el paso del caribe que llegaba por tierra o invasiones del sur del Orinoco, bien fueran portugueses, bien otras naciones como los guaipunabis. Lubián también aludía a la comunicación Orinoco-Amazonas: […] además de esto el Orinoco tiene comunicación con el Río Negro y este con el Río Marañón, tierras de portugueses, por un caño que a distancia de quince jornadas de nuestras misiones, río arriba, se divide del Orinoco como lo testificaron dos portugueses que navegaron por el dicho caño a este río y se aparecieron en nuestras misiones; el año de cuarenta venían a buscar gente para llevar al Marañón y se perdieron entre la confusión de las naciones y tomaron por buen partido poder salir a nuestras reducciones en las cuales está
72 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 344-345). 73 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 343-344).
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vivo uno y el otro se murió. Las consecuencias que se pueden seguir de esta comunicación de Orinoco con el Marañón se pueden discurrir.74
Como es natural, también toca el problema de la escolta. Las misiones orinoquenses eran resguardadas por veintitrés soldados y siete más que había puesto el gobernador Espinosa de los Monteros75. Para poder hacer las entradas a nuevas naciones, frenar el ímpetu caribe y el guaypunabi y sostener el Raudal de Atures, necesitarían sesenta o setenta hombres. La tragedia consistía en que llevaban tres años sin devengar el sueldo que les correspondía y manifiestaban su deseo de abandonar sus puestos, lo cual significaría el fin de las misiones76. En todo caso, el gobernador Espinosa de los Monteros le significaba al superior de las misiones jesuíticas la necesidad de observar las dos reales cédulas (San Ildefonso, 14 de octubre de 1748 y Buen Retiro, 21 de julio de 1739) sobre que no se hicieran entradas ni guerra a los indios caribes. Y en relación con las escoltas también le significaba que la situación de guerra que vivía la región imposibilitaba poder satisfacer sus necesidades77.
Su aporte a la lingüística indígena El 24 de noviembre de 1784 escribía el P. Gilij: “Con respecto a las otras lenguas del Orinoco, v. gr. la Sáliva, se han perdido todas con la muerte del P.
74 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 346-347). 75 Fundación Polar. “Espinosa de los Monteros, Gregorio”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 273. 76 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 345-347). 77 agi. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos… (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 349-350).
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Roque Lubián”78. Con todo, aún logró Hervás y Panduro recuperar algunos de los manuscritos de este infatigable misionero79. El P. Roque Lubián consagró la mayor parte de sus treinta años misioneros a la nación sáliva80, llegando a ser una verdadera autoridad no solo en la lengua sáliva, sino también en la psicología y las costumbres de esa nación81. De sus escritos indigenistas anteriores a la expulsión de 1767 apenas si queda una referencia de Uriarte-Lecina: “Apuntamientos sobre las lenguas y costumbres de los indios de la nación sáliva”82. De su producción en el exilio italiano se sirvió Gilij del Catálogo de la lengua sáliva83 y Hervás y Panduro de los Manuscritos dejados por nuestro autor después de su muerte84. Pero lo reseñado más arriba no creemos que signifique el aporte total del P. Roque Lubián a esta literatura. Un hombre tan laborioso en diversos géneros literarios como el epistolar85, el histórico86 y otros, y con unas premisas indigenistas como las anunciadas antes, muy posiblemente posea algunas obras de la literatura sáliva patrimonio de su extensa bibliografía inédita que apela a los esfuerzos de una investigación seria de los archivos italianos.
78 Biblioteca Apostólica Vaticana. Vat. lat. 9802. Carta de Gilij a Hervás. Roma, 24 de noviembre de 1784. Fol. 146. 79 Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las Lenguas, I, 221: “En los manuscritos del señor don Roque Lubián, antes citado, doctísimo y zelosísimo misionero de los sálivas se ha hallado la siguiente advertencia...”. 80 arsi. n. r. et q., 4: Catálogos: 1751; 1754; 1763. 81
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, III, 98.
82
Archivo inédito Uriarte-Lecina. Papeletas de Lubián.
83
Felipe Salvador Gilij. Ensayo, III, 307-308.
84
Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las Lenguas, I, 221.
85 Antonio Cuervo. Colección de Documentos inéditos para la Geografía y la Historia de Colombia y Venezuela. Bogotá, 1893. 86 Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo (2007) 344.
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Y como reflexión final podemos afirmar que los superiores de la misión del Orinoco todos dieron ejemplo de la preocupación por la lingüística como lo demuestra José Gumilla que dominó la lengua betoy87 y estudió con ahínco la caribe, la otomaca88, la jirara y otras89. Manuel Román, sucesor del autor de El Orinoco ilustrado, aunque la historiografía jesuítica no se ha fijado en su faceta lingüística, nos consta que se desempeñó con precisión, al menos, con el sáliva90. El siguiente superior Bernardo Rotella, según el testimonio fidedigno del H. Agustín de Vega, “supo con perfección dos lenguas que fue la cariba y la de los Achaguas, las más generales en todo el Orinoco”91. Roque Lubián fue perito en el sáliva92. Felipe Salvador Gilij, el más preclaro de los lingüistas jesuitas del Orinoco, tuvo un talento especial para las lenguas, como lo demuestran sus estudios del tamanaco y maipure93, y José M.ª Forneri se distinguió por sus conocimientos del yaruro94.
87 Juan Rivero. Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956) 361; Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 238; Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia americana, III, 332. “La lengua betoy fue reducida a Gramática por el P. Gumilla, manuscrito”; agi. Santafé, 298. Relación del P. Mateo Mimbela: “… perfeccionándose tanto en el lenguaje que en breve pudo predicarles y enseñarles haciendo Vocabulario y algunas notas importantes para su inteligencia”. 88
Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 306.
89 Joseph Cassani. Historia de la Provincia, 237: “… hasta que bien instruido en la lengua jirara, y con bastantes y con bastantes noticias de otras, y no pocas que pudo adquirir de su estudio”. 90 Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 567: “… llegó el Padre Manuel Román al Orinoco, para que como sabía la lengua sáliva cuidara del pueblo de Nuestra Señora de los Angeles”. 91 Agustín de Vega. Noticia del Principio y progresos, 749. 92 Lorenzo Hervás y Panduro. Catálogo de las Lenguas, I, 221: “En los manuscritos del señor don Roque Lubián, antes citado, doctísimo y zelosísimo misionero de los sálivas, se ha hallado la siguiente advertencia...”. 93 Eugenio Alvarado. “Informe reservado”, 311: “Es dotado [Gilij] de espíritu de lenguas del país y de la Tamanaca y Maypure ha compuesto un bello diccionario”. 94 arsi. Opera Nostrorum, 342, fol. 202v.
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22. Antonio Salillas (1717-1790)1
Antonio Salillas pertenece a la última generación jesuítica que laboró en las regiones orinoquenses y que tuvo que dedicar lo que hubiera sido lo mejor de su biografía a un exilio en tierras italianas impuesto por el absolutismo regio del rey Carlos III.
Notas biográficas Había nacido en Alquézar (Huesca) el 2 de marzo de 1717 e ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de septiembre de 17402. Llevó a cabo su noviciado en San Luis de Sevilla3. Atravesó el Atlántico en la expedición que dirigió el P. Diego Terreros en la saetía Nuestra Señora de Montserrat que se hizo a 1 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fe de Bogotá en el Navio nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan recidiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad. Nº. 164. Archivo de Archivum Historicum Societatis Jesu. Armadio F-10. Catálogo General del número de regulares que de la extinguida orden llamada la Compañia de Jesús, existían en los Reynos de España e Indias al tiempo de la intimación del real decreto de expulsión. Provincia de Santa Fe, Nº. 4485; Juan Manuel Pacheco. “Los jesuitas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 3 (1953) 71. 2 arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. Catálogo de 1753. 3 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fe de Bogotá en el Navio nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan recidiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad. Nº. 164.
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la vela el 15 de abril de 17434. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá5. Recibió la ordenación sacerdotal en Bogotá el 1º de septiembre de 17506. Su etapa indigenista podemos afirmar que inició en 1751 en la parroquia de Fontibón, cercana a Santa Fe7, y antes de incorporarse a las misiones llaneras tuvo que realizar el denominado año de tercera probación en Tunja8, pero en 1753 se había insertado a los jesuitas que laboraban en Casanare9. Dos etapas podemos considerar en su biografía misional: la primera se desarrolla en la geografía llanera (1753-1755) y la segunda en los espacios orinoquenses (1756-1767). A su llegada a los llanos trabajó con los amarizanos de los llanos de San Juan10 y en 1755 fundaba la Concepción de Iraca11. 4 Agustín Galán García. El Oficio de Indias de los jesuitas de Sevilla 1566-1767, 320. agi. Contratación, 5549. Expedición de 1743. “Hermano Antonio Salillas, aragones, salió de Valencia a 29 de agosto de 1740 para ser resivido como lo fue en Sevilla a 17 de setiembre de 1740”. “El Hermano Antonio Salillas, estudiante natural de Arqueta, ovispado de Huesca, de edad de veinte y cinco años, pequeño de cuerpo, delgado, moreno, señal de herida sobre el ojo yzquierdo, ojos y pelo negro”. 5 arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. 6 arsi. n. r. et q., 4, fol. 328v. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a prima octobris anni 1749 usque ad primam aprilis anni 1751. 7 arsi. n. r. et q., 4, fol. 299. Catálogo Breve de 1751. 8 La tercera Probación fue del 9 de octubre de 1752 al 9 de octubre de 1753 (arsi. n. r. et q., 4, fol. 329v. Supplementum primi et secundi Catalogi Provinciae Novi Regni Societatis Jesu confectum a prima aprilis 1751 usque ad octobris 1753). 9 arsi. n. r. et q., 4, fol. 314v. Catálogo de 1753. 10 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana. Estado presente de la Tierra Firme [Tomo IV]. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional (1955) página XX : “Aquí debo nombrar con especialísima gratitud a [...] Antonio Salillas [...] datos sobre los Llanos de San Juan donde estuvo de misionero antes de venir al Orinoco”. 11 Eugenio Alvarado. “Informe Reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 229, 328. Distaba un día de San Martín y quedaba a mitad de camino la hacienda de Apiay (Idem, 328).
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Pero el año de 1756 ya se había residenciado en las áreas orinoquenses y actuaba como procurador de esas misiones en Carichana12. El coronel Alvarado relata que presenció entre el superior de la misión P. Roque Lubián y el procurador de la misión del Orinoco, P. Antonio Salillas, las divergencias: “Semejantes casos (cuando los hay) que presencié” en el pueblo de Carichana13. En 1763 regía los destinos de la reducción de Cabruta14 y en esta localidad le sorprendió la expulsión de 176715. Fue un buen conocedor de la geografía y los hombres del Orinoco16. Fue recensado en el Puerto de Santa María el 6 de mayo de 176817. Desterrado en los Estados Pontificios, vivía el 1º de enero de 1774 en Fosombrone18. Falleció en Fano (Italia) el 24 de febrero de 179019.
Notas sobre la obra escrita Con respecto a su obra escrita son pocas las noticias que han llegado hasta nosotros y por ello siempre queda la duda entre la imagen que produce su figura culta y el silencio de las fuentes documentales.
12 arsi. n. r. et q., 4, fol. 348v. Catálogo Breve de 1756. Según Alvarado (“Informe reservado”, 226), fue procurador durante el mandato del P. Roque Lubián (1755-1757). 13 José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 226. 14 arsi. n. r. et q., 4, fol. 375. Catálogo Breve de 1763. 15 ahch. Jesuitas, 446. (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, III, 57-58). 16 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 258: “Pero este parecer mío (sobre el río Blanco) es también confirmado por un comisario mío (Señor don Antonio Salillas) que también estuvo muchos años en el Orinoco. Es cierto —dice él— en fecha 10 de noviembre de 1779, que mucho más arriba del Casiquiare, el río Orinoco se derrama en un brazo que se llama Río Blanco, el cual entra después en el Negro”. 17 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares, nº. 164. 18 Archimbaud, Juan Antonio. Relación individual…, nº 4485. 19
Juan Manuel Pacheco. “Los jesuitas del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”, nº 227.
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Es de lamentar que se haya perdido Historia natural del Orinoco, a la que hacen alusión los bibliógrafos Uriarte y Lecina20. También es fácil encontrar vestigios de su correspondencia en los índices de los archivos incautados a los jesuitas en la expulsión de 1767: un pequeño ejemplo lo muestra el inventario del Colegio de Caracas21. Gilij afirmaría que para la descripción de la región de San Juan de los Llanos iba a apelar a los datos suministrados por el P. Antonio Salillas22. También informaría al autor del Ensayo de historia americana en una carta sobre el “bálsamo católico” que se daba en Guayana y servía para curar úlceras y heridas23. Hasta el momento solo tenemos conocimiento de una interesante carta dirigida al P. Jaime de Torres, procurador en Madrid de varias provincias sudamericanas y antiguo habitante del colegio de Caracas24.
La visión de la cotidianidad de las reducciones Debemos confesar que es lamentable que solo haya llegado hasta nosotros la carta del 24 de mayo, pues a juzgar por las promesas que ofrece el remitente debieron ser muchas más las comunicaciones con tan importante jesuita en Madrid. De entrada su contenido parece intrascendente, pues en una primera lectura diera la impresión de una carta normal que habla de la cotidianidad, no solo de Cabruta sino del resto de las misiones orinoquenses. Pero la relectura reposada es interesante porque sugiere datos curiosos para la vida 20 aiul. Papeletas: Salillas, Antonio. “Mss.”. 21 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del colegio de Caracas, fol. 12v: “Yten una carta de Antonio Salillas referente al viatico del Padre Demetrio Sanna, fecha en Maruchane [Carichana] a nuebe de Marzo de sesenta y dos”. 22 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, XX : “… y del otro [Salillas] datos sobre los Llanos de San Juan donde estuvo de misionero de los Amarizanos antes de venir al Orinoco”. 23
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 182.
24 Archivo de la Real Academia de la Historia. Madrid. 9/3854. Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres. Cabruta y mayo 24 de 1763.
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de las reducciones sitas en el Orinoco y la forma de actuar tanto las autoridades como la soldadesca. Es muy escueto en lo que se refiere al estado de la cuestión de las reducciones conflictivas. En el Raudal de Maipures se encontraba el P. Francisco del Olmo y de sus moradores “se han huido muchos y los pocos que han quedado mueven a compasión, pues les falta el sustento y el vestido y muchas están obligadas a ocultarse de la vista por no provocar con su desnudez, es todo una lamentable miseria y injusticia grande el obligarles a que perseveren hasta que la necesidad acabe sus trabajos con la muerte”25. Más severo es el juicio sobre el Raudal de Atures, pues “con los muchos trabajos pasados y con el pestilente gálico que se incendió con la insaciable lujuria de tantos individuos, ha quedado en un estado miserable, con el continuo trajín de hombres sin Dios y sin Ley”26. Pero a nuestro juicio el personaje central de la comunicación es el primer comisario de la Comisión de Límites de 1750, don José de Iturriaga27, es decir, la visión jesuítica del comisario por “sus proyectos descabellados y pésima conducta”28. Indiscutiblemente, había un divorcio entre lo que Iturriaga escribía a Madrid como logros de su gestión y la realidad que podía ser controlada por los misioneros. Así pues, con respecto al tema de las fundaciones en el alto Orinoco, el misionero de Cabruta le puntualizaba al procurador en Madrid: “consta ser falso haber fundado los fantásticos pueblos de que habrá dado partea la corte: San Fernando está deshecho de una vez y solo quedan algunos indios 25 Real Academia de la Historia. 9/3854. Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres. Cabruta, mayo 24 de 1763 [en adelante citaremos: Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres]. Para la cita: Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, 1v. 26 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, 1v. 27 Manuel Lucena Giraldo. “Iturriaga, José de”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 831-832. 28 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 1.
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de dicho sitio en peor estado de lo que estaban antes de la expedición, y dicen que de las casas solo una queda en pie de las hechas por la Expedición. Santa Bárbara se acabó del todo. La Churruteta, o como ellos llamaban Garita, o fuerte del Casiquiare, dicen se cayó y antes era inhabitable y solo podía servir de destierro para galeotes o hombres facinerosos para pagar sus delitos”29. Un poco más adelante establecía el siguiente balance: todas las fundaciones se reducían a Uyape, “pues lo demás se acabó y de Uyape huyen los que pueden, otros disimulan, otros rabian, y todos esperan la redención de verse libres de sus opresiones”30. Otro problema álgido en las relaciones Iturriaga-jesuitas es el relativo a las escoltas misionales, dado el poder que le fue atribuyendo la Corona después de suspenderse la Expedición de Límites. En tal sentido, el 22 de septiembre de 1762 le notificaba don Julián de Arriaga31 a Iturriaga que se le comisionaba como comandante general de las nuevas poblaciones que debían fundarse y de todo el río Orinoco, “con solo subordinación al Virrey de Santa Fe y que esté bajo el mando de V. S. el Teniente Coronel don Joaquín Moreno de Mendoza a quien últimamente ha nombrado S. M. por Comandante de la Angostura y Ciudad de Guayana”32. Pero esta resolución conviene ubicarla en su verdadero contexto político-administrativo, ya que ella se inserta en un vertiginoso proceso jurídico territorial, desconcertante tanto por sus vaivenes jurisdiccionales como por las consecuencias que conllevaría en el ordenamiento territorial defini-
29 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres. Fol. 1-1v. 30 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres. Fol. 3-3v. 31 Marianela Ponce. “Arriaga y Rivera, Julián”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, I (1997) 252. 32 agi. Caracas, 440. Nº. 6. El Virrey de Santa Fe. Ynforma que cumplirá con suministrar caudales al Comandante de la Guayana y las razones que tuvo para resolver estuviese éste subordinado a don Joseph de Yturriaga. Santa Fe, 7 de octubre de 1765. En este expediente se anexa la carta citada fechada el 22 de septiembre en San Yldefonso.
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tivo del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y de la Capitanía General de Venezuela33. En efecto, por real cédula del 22 de diciembre de 1729 se fusionaba la provincia de Guayana con la de la Nueva Andalucía o Cumaná34. En 1739 el rey de España adscribía toda la entidad al recién creado Virreinato de Santa Fe35. En 1762 se separó Guayana de la Nueva Andalucía y se crearon dos comandancias: la “Comandancia de Guayana” (4 de junio), al mando de don Joaquín Sabas Moreno de Mendoza36, y la “Comandancia General de Nuevas Fundaciones del Alto y Bajo Orinoco y Río Negro” (21 de septiembre), a cargo de don José de Iturriaga37. En este contexto se explica que Iturriaga solicitara del virrey neogranadino veinticinco soldados de la escolta misional y posteriormente el poder designar al capitán y demás oficiales de la mencionada institución militar38. Salillas añade que se nombró como capitán a don Jaime de Hosta Catalán “y estando en Carichana ya recibido, apareció otro caballero, nombrado por el Caballero [Iturriaga], en La Encaramada, para que lo recibieran”, y concluye el misionero de Cabruta: “así nos ha estado inquietando y impidiendo la 33 Puede verse una visión integral del problema en: Pablo Ojer. La década fundamental en la controversia de límites entre Venezuela y Colombia. 1881-1891. Maracaibo (1982) 288-356. 34 agi. Caracas, 136. 35 En el texto de erección del virreinato se enumeran las siguientes provincias: “... Maracaibo, Caracas, Cumaná, Guayana, Islas de la Trinidad y Margarita y Río Orinoco...”. Véase: Pablo Ojer. La década fundamental, 290. 36 Antonio Guzmán Blanco. Títulos de Venezuela en sus límites con Colombia. Caracas, III (1876) 9-10. “Título de 4 de Junio de 1762, expedido al coronel Don Joaquín Moreno de Mendoza para regir la provincia de Guayana que se erigió en comandancia separada”. 37 Antonio Guzmán Blanco. Títulos de Venezuela en sus límites con Colombia. Caracas, III (1876) 13. “Real Orden de 21 de septiembre de 1762 disponiendo que Don José de Yturriaga siga con la comisión de formar poblaciones españolas en el terreno que media entre los rios Marañón y Orinoco, comisión que tenia conferida por la Cédula de 14 de Diciembre de 1753; y nombrándole Comandante general de ellas y de todo el río Orinoco”. 38 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 4.
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paz y sosiego para atender a las entradas para mayor gloria de Dios y bien de nuestro Monarca”39. Sin embargo, los jesuitas alegaron que por real cédula del 10 de mayo de 1716 se ordenaba al presidente del Nuevo Reino que el Provincial de la Compañía de Jesús pudiera proponer dos o tres sujetos para que de entre ellos fuera elegido el cabo de ellos; mas si no fueren a propósito, podría el presidente proceder a su designación de forma unilateral; con todo, los soldados “han de estar en todo y por todo a la orden y obediencia y subordinación del Superior de las referidas misiones”40. Eran variadas las funciones de las escoltas, una muy importante consistía en acompañar al misionero en sus “entradas” a territorio de infieles, tanto para garantizar su vida como por motivo de honor, pues “es tenido por vil el que se pone en viaje sin armas”41. Por otra parte, se constituían en los defensores de las tierras misionadas frente a los ataques de las naciones enemigas, bien fueran indígenas42, como era el caso común de los caribes, bien europeas, como los holandeses, franceses o portugueses43.
39 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 4-4v. Y más adelante añade: “Se han hecho algunas entradas, pero no se ha podido hacer conforme los buenos deseos, pues aunque lo del capitán ha quedado sosegado, no nos ha dejado de dar en qué entender con otras coloridas pretensiones y dura todavía parte del perjuicio de la concesión de los 25 soldados, pues el Señor Virrey actual dispuso que quedaran doce a la disposición de dicho Señor los que están en Río Negro y alguno en el Raudal de Maypures, y como son de los mejores, hacen mucha falta para lo que se pudiera hacer”. 40 agi. Santafé, 271. Real Cédula al Presidente de Santa Fe sobre el nombramiento de oficial de la escolta de los Misioneros del Río Orinoco. Aranjuez, 10 de mayo de 1716. 41 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 306; José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas (1963) 237. 42 José Gumilla. El Orinoco ilustrado y defendido, 328-335. 43 En el caso concreto dejará constancia Salillas que “no nos ha dejado de dar en qué entender con otras coloridas pretensiones y dura todavía parte del perjuicio de la concesión de los 25 soldados, pues el Señor Virrey actual dispuso que quedaran doce a la disposición de dicho Señor los que están en Río Negro y alguno en el Raudal de Maypures, y como son de los mejores, hacen mucha falta para lo que se pudiera hacer” (Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 4v).
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También aparecen algunos destellos que nos ayudan a comprender las acciones de Iturriaga propias del “abuso de poder”. En el terreno de las injusticias comenzaba Salillas aludiendo al hecho de que se apoderaban de las reses que querían “pagando no al precio corriente de la tierra, sino como les parecía” y pagaban nueve reales por novillo y los canjeaban parte por géneros que obligatoriamente tenían que aceptar y parte en plata44. Y la misma técnica seguía en los tratos y contratos con los indígenas45. Otro capítulo era el pago de los servicios prestados por los indígenas a través de la Procuraduría, pues amén de mal pagador era cicatero con los autóctonos que habían actuado como jornaleros, y así, por ejemplo, “abonó a los indios así de Carichana como de San Borja a 32 reales por un viaje de bogas, en que gastaron seis meses, este es el modo de satisfacer a muchos trabajos de los indios, para dicho caballero ni hay Dios, ni Rey, ni Ley”46. De igual forma, el estudio de la carta abre sugerentes perspectivas tanto para la conducta privada de Iturriaga como para el ritmo moral de algunos de sus inmediatos colaboradores. De Apolinar Díaz de la Fuente47 conceptuará: “Si es verdad que don Apolinar de Fuentes viene de capitán poblador de San Fernando solo queda 44 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 2-2v. 45 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 2v.: “Esta misma usura se usaba frecuentemente con los indios haciéndoles tomar su paga en géneros subidos de precio, y la paga lo que quería. Yo hice representación de lo que dispone Su Magestad en las Leyes de la nueva Recopilación sobre lo que se debe pagar al Indio de su trabajo; una respuesta fue decir que no hablaba la ley con los indios de Orinoco y otra fue interpretarla a su gusto y salirse con la suya”. 46 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 3. Y un poco más arriba relata el misionero: “El arrancarle dinero es un pleito largo y siempre se sale o lo más frecuente con pérdidas. En el mes de marzo se remataron las diferencias de cuentas y deudas que debía a algunos individuos y Indios: el modo que tuve para salir de tantos enredos y tan viejos fue el formarle las cuentas y avisarle que tenía pronta la plata de lo que pretendía y que en orden a lo que yo pretendía contra dicho caballero lo ponía en sus manos libremente para que determinara sobre ello, para cesar del todo la diferencia: envió por el dinero…” (fols. 2v.-3). 47 Álvaro García Castro. “Díaz de la Fuente, Apolinar”. En: Fundación Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, II (1997) 107.
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cerrar los ojos y venerar los altos juicios: este platero, por sí mismo, sin vergüenza hizo público lo que era oculto, de haber tenido sucesión con la mujer de un militar de nuestra escolta: el vendrá naturalmente con despachos para darle favor así de soldados como de indios y embarcaciones, y así estaremos con poca lana y entre zarzas”48. A lo largo del texto, como anotaciones de pasada, irá indicando que el comandante del Raudal de Maipures se halla amancebado y “este ejemplo de la cabeza es estorbo para corregir los pies”49. Un motivo de escándalo fue que se sirvió de la esposa del capitán Bonalde para poner en práctica el baile diseñado por Iturriaga y denominado el “Respingo”50. De Uyape huyó el capitán Tapo con su secuela que arrastró a Cabres y Maipures hacia el Cuchivero, y “se le ha administrado pólvora y balas para que se defienda si vamos por él, y por atención a dicho caballero no se ha hecho especial novedad, aguantando muchos perjuicios de otros cimarrones que se le agregan”51. Llama la atención que uno de los ayudantes del primer comisario fuera el francés F. César, de quien no hemos podido averiguar más informaciones, pero aparece como protector del capitán Tapo52. Y de los soldados de Río Negro acotará que ha oído “de boca del P. Superior que los soldados han tomado sus mujeres con tal descaro que se las brindan unos a otros”53. Pero el punto más llamativo de esta carta se encuentra en un pintoresco episodio que recoge la vida de una sociedad que se ve arrastrada de una disciplina casi conventual, como la que imprimían los jesuitas a sus reducciones, a las libertades que trataban de imponer las autoridades hispanas y la soldadesca, en todo ajena a esas severas normas de conducta ciudadanas.
48 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 5v. 49 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 1v. 50 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 2. 51 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 3v. 52 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fols. 4 y 4v. 53 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fol. 1v.
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Es lógico que la vida del primer comisario don José de Iturriaga tenía que ser muy dura y ajena a un personaje que se había desempeñado en muchas oportunidades entre la alta sociedad. El nuevo entorno social eran indios, soldados y aventureros, en una población cálida como lo era Cabruta. Y Salillas comienza diciendo que “en la lujuria no hablo, pues se viene a los ojos que siendo el pueblo de la residencia de la mayor chusma, había de ser mucho el desorden”. Para poder evitar el aburrimiento, el propio Iturriaga ideó un baile que se llamaban el “Respingo” y su escenografía consistía en “descansar la mujer en brazos del hombre y ayudada de él, suspenderse en el aire, y al bajar se suspendían las enaguas livianas (ropa de tierra caliente) y descubrían las piernas a los asistentes, y es el baile que más gustaba al dicho señor: en fin fue el pueblo donde llegó a desfogar con horror el ardor de la lujuria”. Pero el baile era acompañado con coplas picantes de las que el misionero cita dos: La primera: De los hombres en el mundo, solo Adán no tuvo quernos Porque Eva su mujer no tuvo con quien ponerlos.
Y la segunda: Respinga Nicha, respinga niña que también respinga su Señoría.
Lo más curioso es que nuestro protagonista adiestró para este baile a la esposa del capital Bonalde, “que se expresa con el nombre de Jezabel”54. 54
Toda la descripción puede seguirse en: Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fols. 1v-2.
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Hemos dejado para el final la descripción que hace Salillas del discutido José de Ituarriaga: “Su modo de escribir es de un justificado santo, su interior de un malvado, no digo que dice mentiras, pero aseguro que dice poca verdad. El no respeta a nadie: un pliego que le envió el Gobernador de Caracas, detuvo el Proprio cerca o más de un año. Otro que le vino de Santa Fee detuvo al soldado y indios de Meta seis meses; pues no caminando con razón y justicia, en qué estado se podrán [sic] estas Misiones?. A unas cartas que le llegaron del Gobernador de Cumaná, me dijeron que las había pateado…”55.
55 Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres, fols. 5.
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23. Felipe Salvador Gilij (1721-1789)1
Si el Saggio di Storia Americana (Roma, 1780-1784) europeizó el aporte histórico del abnegado misionero del Orinoco, debemos confesar que es lamentable que se haya perdido la mejor producción de lo local que desarrolló Gilij en sus casi veinte años de misionero en el gran río venezolano.
Apuntes biográficos El P. Felipe Salvador Gilij nació en Legogne, cerca de Norcia, diócesis de Spoleto, el 27 de julio de 17212. Creemos que se trata de un error de imprenta la aseveración del propio Gilij de que nació el día 26 de julio3, ya que la propia partida de nacimiento4 confirma la documentación oficial de 1 Para una información bibliográfica sobre el P. Felipe Salvador Gilij nos remitimos a: José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006) 311-316. Asimismo, debe consultarse el número extraordinario que le dedicó la Revista Montalbán, nº 21, 1989: “Bicentenario de Filippo Salvatore Gilij S. J. 1789-1989”. 2 arsi. n. r. et q., 4, fols. 314 y 359v. 3 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, IV (1955) 130: “... Legogne, localidad de la diócesis de Espoleto, en donde nací el 26 de julio de 1721...” [la obra consta de cuatro tomos. Los tres primeros fueron editados en Venezuela y el cuarto en Colombia]. 4 Hermann González Oropeza. “Felipe Salvador Gilij, boceto biográfico y bibliográfico”. En: Montalbán. Caracas, 21 (1989) 16. En el Libro de Bautismos de la Parroquia de San Martín de Legogne (1667-1727),
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la Orden, tanto de la Provincia Romana5 como de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Ingresó en la Compañía de Jesús en Roma el 27 de agosto de 17406. Para aquel entonces ya había estudiado dos años de Filosofía en el colegio Romano y uno de sus profesores había sido el P. Juan Bautista Faure7. Partió de la ciudad eterna para Sevilla, destinado a las Indias, el 25 de abril de 17418. En la ciudad del Betis acabó su noviciado y prosiguió sus estudios de Filosofía en el colegio de San Hermenegildo9.
en el folio 141r se lee: “Die vigesima septima julii 1721.- Philippus Salvator filius Petri Antonii de Giliis et dominae Catarinae eius uxoris, ex legitimo matrimonio procreatus baptizatus fuit a me infrascripto, de sancto fonte suscepit Petrus quondam Josephi Antoni Marignoli. In fidem etc. Joannes Antonius de Sanctis vie Curatus”. Cuya traducción reza: “Día veinte y siete de julio de 1721. Felipe Salvador hijo de Pedro Antonio de Giliis y de la Señora Catalina su mujer, procreado de legítimo matrimonio. Fue bautizado por mi el infraescrito, y lo recibió de la santa fuente, Pedro, antes José Antonio, Marignoli. Lo testifico, etc. Juan Antonio de Sanctis, Vice Párroco” (el Mss. se conserva en el Archivo Diocesano-Comunal de Norcia). 5 arsi. Romana, 175, fol. 146. 6 arsi. Romana, 175, fol. 146. 7
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 265.
8 Ibidem. 9 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fee de Bogotá en el Navío nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan recidiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad, nº 161. “El Padre Phelipe Gili: natural del Pueblo de Legone en el estado del Papa: hixo de Pedro Antonio Gili y de Cathalina Santi christianos viexos: nacio el año de mil setecientos veinte y uno: y en el de setecientos quarenta entro en la Compañia en la Provincia Romana: tuvo su noviciado parte en Roma y parte en Sevilla: y en el Colegio de San Hermenegildo empezó la Metaphisica: luego se embarco en la Mission que salio de la vahia de Cadiz con destino a la Provincia de Santa fee: y en el Colegio Maximo estudio la theologia: en donde fue Maestro de Rethorica: pasò a las Missiones de Orinoco y se ha mantenido en el Pueblo de la Encaramada: a donde le cojio la orden de S. Magestad y por haver muerto el Superior, fue nombrado vice Superior en la Guaira: Sacerdote profeso del quarto voto como asi lo manifiesta y firma de su nombre. [Y de puño y letra de Gilij] En el Puerto de Santa María en seis de mayo de mil setecientos setenta y ocho”.
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Atravesó el Atlántico en la expedición del P. José Gumilla que se hizo a la vela en Cádiz en el navío francés San Rafael, el 19 de enero de 174310. El viaje por el río Magdalena, desde Barranca hasta Honda, fue de veintiún días11. El 16 de abril se encontraba la expedición en Bogotá12. En la Universidad Javeriana estudió los cuatro años que componían el currículum de Teología13. En sus lejanos tiempos del exilio romano recordaría, con cariño y nostalgia que hubiera deseado […] para el cultivo de los buenos talentos de los hispanoamericanos: geometría, por ejemplo, historia natural, historia eclesiástica, griego y hebreo, filosofía menos sutil, teología más erudita.14
A lo largo de su obra se encuentra el lector con continuas referencias a sus maestros, condiscípulos y egresados ilustres de la Universidad Javeriana, pero quien desee la radiografía de un “javeriano” puede estudiarla a través del capítulo que dedica a los Estudios en Tierra Firme15. En Bogotá conoció y asumió el aire y la especificidad de la Compañía de Jesús americana y más concretamente neogranadina. Esa huella significó un aporte decisivo en su
10 agi. Contratación, 5549. Expedición de 1743, nº. 10: “El H. Phelipe Gillis [Gilij] estudiante natural del lugar de Legoñe obispado de Espoleto, de veinte y un años. Buen cuerpo, algo delgado, moreno, dos señales de herida en medio de la frente, ojos y pelo negro”. 11 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de Historia Americana. Caracas, Academia Nacional de la Historia I (1965) 215. En abril de 1743 le sorprendió una crecida del Magdalena en la playa denominada de Las Brujas (Ibidem, I, 36). 12 J. A. Vargas Jurado. Tiempos coloniales. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional (1902) 24. 13 arsi. n. r. et q., 4. El Catálogo de 1753 (fol. 314) dice que estudio dos años de Filosofía “extra” y 4 de Teología “intra”. Sin embargo, el de 1763 (fol. 359v) es más explícito: dos años de Filosofía “extra” y uno y cuatro de Teología “intra”. 14 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 284-285. 15
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 284-292.
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visión y cosmovisión de América16. Allí se embebió de un nuevo pluralismo, no solo porque convivió con jesuitas criollos, sino también porque los europeos allí encarnados veían el nuevo mundo con ojos americanos. El rector de la Javeriana durante todo su lapso de estancia sería el P. Tomás Casabona, jesuita que se había iniciado en la misma Academia como profesor de Filosofía (1710-1713), aunque después seguiría el cursus honorum como rector de los colegios: Las Nieves en Bogotá, Pamplona y Tunja y por último Provincial del Nuevo Reino17. Entre los moradores del claustro haremos mención de algunos de ellos: el P. Ignacio Meaurio, uno de los jesuitas más ilustres del siglo xviii, quien también había ocupado la cátedra de Filosofía y había sido provincial y procurador a madrid y Roma18; el P. Francisco Cataño, quien había regentado antes las cátedras de Teología y durante su estadía sería rector del Colegio-Seminario de San Bartolomé19 y según Gilij “canonista famosísimo”20; los también neogranadinos José de Rojas21 y Jerónimo Godoy22; los belgas Pedro Fabro, intelectual de pro, quien intentaría en vano establecer una misión en el Darién y desde 1757 asumiría la alta dirección de la Provincia23, y Simón Wynans, que amén de haber sido misionero en los llanos ocuparía
16 Jesús Olza. “El Padre Felipe Salvador Gilij en la Historia de la Linguística venezolana”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, II (1992) 361-460. Véase en concreto el capítulo VII: “La formación del científico y humanista” (pp. 441-459). 17
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 184-187.
18
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 437-440.
19 Juan Manuel Pacheco. “La Universidad Javeriana de Santafé de Bogotá durante la época colonial”. En: José Del Rey Fajardo. La pedagogía jesuítica en Venezuela. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira I (1991) 153-154. 20
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 290.
21 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 588-591. 22 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 316-317. 23 José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 264-266.
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la cátedra de Sagrada Escritura y la Dirección de Estudios de la Javeriana24. Entre sus profesores recordará con admiración al P. Jaime de Torres como el sabio profesor de Teología25. Y sus preocupaciones venezolanas las ilustraría con el P. Ignacio Ferrer26, quien en 1747 llegaría de Caracas tras doce años de lucha por fundar un colegio jesuítico en la capital venezolana. Según nuestros cálculos, tuvo que haber puesto fin al currículum teológico en 1747. Recibió la ordenación sacerdotal en 1748 de manos del arzobispo don Pedro de Azúa27. No hemos podido precisar si se trasladó a Tunja para hacer su año de tercera probación; pero, si atendemos a su propio testimonio, todo el espacio que media entre la llegada a la capital del Virreinato y su salida a las misiones lo absorbe la sabana bogotana (1743-1748)28. Ello explicaría que fuera profesor de los jóvenes jesuitas que se preparaban para iniciar los estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana29. Se puso en viaje hacia las misiones orinoquenses a fines de 1748 y su derrotero podemos seguirlo gracias al Ensayo de historia americana. En 1748 predicó en Labranza Grande una misión con el P. Jaime Pons30. En enero de 1749 se encontraba en San Ignacio de Betoyes en donde pudo recoger las dos últimas estampas que conservamos del P. José Gumilla: En su casa o cabaña, tenía toda suerte de útiles medicinas caseras, y al primer aviso del fiscal, dedicándose como amorosa madre a cuidarlos, era todo agilidad, 24
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 733-734.
25 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, p. XX, 125. Para más información: José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 700-703. 26
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 274-277.
27
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 302.
28 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 51: “Yo mismo en Santa Fe del Nuevo Reino, donde viví unos seis años, tuve uno de estos acertados mapas”. 29 arsi. n. r. et q., 4, fol. 359v. Catálogo de 1763: “Fuit instructor Juniorum”. 30
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 271.
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todo prontitud, todo alegría. Yo estaba a su lado sorprendido de sus dulces maneras. Y viéndome atento a este nuevo modo de farmacia, “Católico —me dijo de manera muy familiar en él— católico, así se hace”. Y movido del ejemplo de tan gran hombre, una vez que hube llegado al Orinoco, me afané por imitarlo en algo.31
De esa misma visita el joven Gilij nos narra que Gumilla le comentó del descubrimiento del Casiquiare llevado a cabo por el P. Manuel Román, y añade: […] en enero de 1749 estaba preparando [Gumilla] para su historia una adición, que él mismo me la leyó, en la cual, luego de retractar su error, describía larga y graciosamente, según solía, el descubrimiento que no sabía antes. Como le sobrevino la muerte con pena de todo el que gozó su amabilísima conversación, el año después, la obra quedó imperfecta e inédita. No era mi deber que yo, que fui a América con el P. Gumilla, y por él me aficioné a las fatigas orinoquenses, y fui por él mismo no raras veces estimulado a seguir, si tanto alcanzaba, la historia de ellas, dejase en la oscuridad esta anécdota nada despreciable.32
En el ínterin sabemos que visitó Pore, Chire y Caribabare, en donde saludó al P. Domingo Scribani33, futuro provincial del Nuevo Reino. Posteriormente, pasó por Macaguane y San Salvador del Puerto34. Cuando en febrero de 1749 se encontraba en Macuco, venía de haber pasado por Surimena, Casimena y Cravo35.
31
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 81-82.
32 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 53. 33 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 392. Para más información: José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 641-642. 34 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 393. 35 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 64-65. En Cravo visitó al anciano P. Rojas (II, 154).
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Llegó a La Encaramada el 1º de marzo de 174936; la bautizó con el nombre de San Luis Gonzaga, aunque los tamanacos la llamaban Guaya, por el río vecino; y también Caramaua, la palabra española corrompida por los indígenas. En ella se congregaron al principio los tamanacos, a los que con el correr de los tiempos se unirían los maipures, después los avaricotos y por último los parecas37. La población fue muy fluctuante: se inició con 125 tamanacos y en su momento culmen llegó a albergar hasta seiscientos habitantes38. Es interesante anotar su visión de la realidad orinoquense al momento de su primer contacto: Cuando yo llegué aquí en 1749, aunque se hubiera viajado mucho por los diversos ríos de este territorio, no era aún conocida más que una parte pequeñísima. Los misioneros que allí encontré habían formado algunas poblaciones sobre el Orinoco, a cuyas orillas, confinadas casi en fortines por los caribes dominantes, instruían en la fe a los sálivas, los mipures, los yaruros y algunas otras naciones, venidas recientemente de sus selvas.39
Las etapas de su biografía orinoquense Tres etapas creemos descubrir en su biografía orinoquense. La inicial (17491756), que diera la impresión de haber sido bastante sedentaria; la de movilización por el gran río (1756-1767); y la intermedia, que estaría definida por su superiorato de la misión (1761-1765). El primer tramo de su biografía orinoquense lo define el proceso de aclimatación y aculturación entre los tamanacos de La Encaramada. El difícil clima de esas regiones pronto afectó al joven jesuita italiano. Hay algunos rasgos indelebles en la memoria de Gilij acerca de sus primeros años de vida
36
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 160.
37 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 74. 38 agi. Santafé, 269. Informe del P. Román, 1749. 39
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 126.
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misional. Pareciera como si el hambre, la pobreza y las enfermedades le hubieran dejado tal huella que perduraran todavía en el pobre destierro de Roma. Ya en septiembre de 1749, al descender las aguas del río, le atacaron las fiebres las que, con alguna interrupción, le durarían seis años40. También padeció fluxiones en los ojos41 y fue objeto dos veces de la enfermedad del bicho42. Esta etapa de soledad, meditación y aprendizaje hay que ubicarla en el contexto de un resurgimiento misional nacido tras el súbito derrumbe de la presión caribe. Serían los cabres y sobre todo los guaypunabis quienes acabarían de raíz la hegemonía caribe en el Orinoco medio. Gilij, que llegó al Orinoco en 1749, debía de recordar muy vivamente estas historias misioneras como ya superadas, pues en su Ensayo de historia americana escribió que Puruey “ahora es a modo de quemada Troya humeante memoria de sus triunfos sobre las naciones orinoquenses, si dejando a los valerosos se hubieran contentado con subyugar a los más débiles”43. En un trienio la Provincia del Nuevo Reino había realizado un significativo esfuerzo por dar respuesta a las nuevas expectativas que surgían de la Orinoquia. En 1748 habían llegado los PP. Gilij y Pons y Campins. Pero el Catálogo de 1751 recoge los siguientes ingresos44: Jacobo Nille45, Jorge Schmitz46, José María Forneri47 y Blas Aranda48. 40
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 69.
41 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 73. 42
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 72.
43
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 62.
44 arsi. n. r. et q., 4, fols. 299-299v. Catálogo Breve de 1751. 45 José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los Jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá, Universidad Católica del Táchira-Pontificia Universidad Javeriana (1995) 452. 46
José Del Rey Fajardo. Bio-bibliografía de los Jesuitas en la Venezuela colonial, 591.
47
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 290-293.
48
José Del Rey Fajardo. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos, 104-105.
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Consolidadas las misiones de la zona media orinoquense, los jesuitas diseñaron su expansión misional no solamente en la coordenada norte-sur, al margen de la gran arteria fluvial venezolana, sino que también incursionaron la coordenada este-oeste. De esta suerte, se adopta la idea de abandonar las orillas del Orinoco y establecer reducciones tierras adentro; así nacieron San Estanislao de Patura, San Javier de los Parecas y otras de muy efímera existencia; los motivos del fracaso de este ensayo los reduce Gilij a una sola línea: “el clima es grandemente dañoso a la población”49. Para esta apertura geográfica y etnológica la Compañía de Jesús ideó en el Orinoco una metodología singular: los denominados “misioneros volantes”. Eran hombres dotados de una “salud robustísima” y de un buen conocimiento de las lenguas50. Su acción consistía en peregrinar por las selvas en busca de indígenas fugitivos, o bien de naciones nunca conocidas ni reducidas antes; por ello no estaban adscritos fijamente a misión alguna51. Gilij hará mención expresa de los PP. Francisco del Olmo, José María Forneri52 y Blas de Aranda53, entre otros. El conocimiento del sur lo llevaron a cabo a través de dos grandes rumbos: uno por el oriente y otro por el occidente. Pero a nuestro parecer no se hubieran podido llevar a cabo todos estos reconocimientos geográficos si no hubieran preexistido las relaciones entabladas por Manuel Román y sus hombres a partir de 1744 con las etnias del sur, especialmente los guaypunabis54. 49
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 70.
50 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 90. 51 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104. Sobre el modus operandi: Gilij. Ob. cit., III, 90-91. 52
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 90-91.
53 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 128. 54 Véase: Agustín de Vega. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las Missiones de gentiles en la río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio: José del Rey Fajardo, S. J., y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000.
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La penetración de la zona oriental tuvo como lugar de referencia el río Orinoco, desde Carichana hasta las tierras de los guaipunabis, y así visitaron los grandes afluentes que caen al gran río por la derecha, como el Suapure, el Parguaza, el Sipapo y el Ventuari55. La ruta occidental intentaba resucitar la zona del río Negro. Difícil empresa —comentará Gilij— “visitar naciones que, excepto los primeros conquistadores, que allá llegaron fugazmente en busca del famoso El Dorado en el siglo xvi, vieron después sólo raros españoles”56. Como con toda precisión precisa Daniel de Barandiarán, se trataba de desentrañar el misterio fluvial del Guaviare-Inírida “como sistemas paralelos o equivalentes a lo que se había considerado hasta entonces el Orinoco amazónico”, ya que todo el mundo consideraba al río Negro “hermano gemelo del propio Orinoco amazónico, allá en las fuentes amazónicas del alto Caquetá-Yapurá”57. Esta amplia franja espacial se superpone con la vastísima zona interfluvial llanera colombiana del Vichada-Guaviare-Inírida-Guainía-Ariari-Caquetá. Su autor fue el P. Roque Lubián58. Hacia 1756 la biografía de Gilij se abre, por una parte hacia una etapa de movilidad por el área jesuítica y por otra convive con los comisarios regios de la Expedición de Límites. De esta época el coronel Eugenio de Alvarado nos ha legado la siguiente imagen de nuestro misionero: El cuidado del pueblo [La Encaramada] está a la del propio fundador el Padre Felipe Gily, de nación italiano romagnato, cuyas cualidades le pueden distinguir
55 Al hablar de los viajes del P. José María Forneri escribirá el jesuita italiano: “Dejando, pues, los que hizo al fortín de Cuseri [Cusero] en el río Atabapo, a la nación de los maipures en el Tuapu [Suapu] y los muchos y fatigosos que hizo también a los yaruros, esbozaré sólo aquel que hizo por tierra en busca de los piaroas, que habitan en las cercanías del Venituari [Ventuari]” (Gilij. Ensayo de historia americana, III, 104-105). 56
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 98.
57 Daniel de Barandiarán. “El Orinoco amazónico de las Misiones jesuíticas”. En: José Del Rey Fajardo. Misiones jesuíticas en la Orinoquia. San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, II (1992) 205. 58
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 97-104.
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entre los virtuosos, pues con la elevada capacidad e instrucción en las bellas letras de la educación italiana enseña bien a los indios. Es dotado de espíritu de lenguas del País y de la Tamanaca y Maypure ha compuesto un bello diccionario para el mejor gobierno de las dos naciones.59
Como indicábamos más arriba, en su segundo tramo biográfico comienza el ciclo de los grandes viajes. No hemos podido precisar la fecha de la expedición al río Túriba en busca de los areverianos60. En 1756 subió hasta el raudal de Cuituna (Maipures) y a otro que los indígenas llaman Saridá61. En 1757, al ir en busca de indios maipures, recorrió el río Tipapu (Sipapu) y después el de su afluente el Auvana, ya que esas regiones fueron patria de los maipures, avanes, quirrupas y algunos piaroas62. En 1764, en funciones de Superior de las Misiones, llegó al Raudal de Maipures para visitar la acción del P. Francisco del Olmo63. En abril de 1766, por mandato del Superior, P. José M. Forneri, se dirigió Gilij al Suapure en busca de los areverianos que solicitaban hacer una reducción en ese río64. Aunque no especifica fechas, Gilij también dice haber navegado el Manapiare, el Guaya —donde fundó La Encaramada—, pero más arriba asume el nombre de Túriba y hacia su origen el de Maita. Y también sostiene haber llegado al Cuchivero65.
59 Eugenio Alvarado. “Informe Reservado sobre el manejo y conducta que tuvieron los Padres Jesuitas con la expedición de la Línea Divisoria entre España y Portugal en la Península Austral y orillas del Orinoco”. En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1966) 311. 60
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 55.
61
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 42-43.
62
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 58-59.
63
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 72.
64
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 60.
65
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 60.
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Pero también a partir de 1756 se instalaron los comisarios de la Expedición de Límites en las misiones jesuíticas y en general las relaciones fueron tensas, desagradables y desconsideradas. Así, no es de extrañar el juicio que de Iturriaga se habían formado los jesuitas para 1763. El P. Salillas, misionero en Cabruta, se expresaba así: [...] es enemigo acérrimno de los Jesuitas, pretende hacerles cuanto mal pudiere; sus proyectos descabellados y pésima conducta pedían de justicia removerlo de estos payses pues no hace cosa buena y impide mucho el que otros la hagan [...]. Su modo de escribir es de un justificado santo, su interior de un malvado; no digo que dice mentiras, pero aseguro que dice poca verdad. El no respeta a nadie...66 En este sentido, conviene resaltar que Gilij lo recuerda en su Ensayo de historia americana con respeto y agradecimiento. Desde su destierro en Italia, unos veinte años más tarde, dejará constancia de que la plaza misional de La Encaramada era bella gracias a la excelente acción de un carpintero vizcaíno que para tal fin le envió Iturriaga67. Recogerá asimismo conversaciones de tipo muy distinto sostenidas con el primer comisario de la Expedición de Límites sobre muy diversos tópicos68 que indican el aprecio y el mutuo respeto de las partes. Y buenas tenían que ser las relaciones para que la gratitud del misionero italiano se preocupara por remitirle una segur de piedra, muy rudimentaria, que le habían enviado los oyes como recuerdo.69
Nunca pronuncia ninguna palabra de amargura, sino todo lo contrario. Cuando Iturriaga quiso realizar el viaje al Ventuari por tierra, se dirigió al jesuita italiano pidiéndole consejo: 66 Real Academia de la Historia, 9/3854. Carta del P. Antonio Salillas al P. Jaime de Torres. Cabruta, mayo 24 de 1763. 67
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 63.
68 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 113; IV, 272: sobre la devoción de los hombres que habitaban el Llano caraqueño. 69
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 275.
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Además de los conocimientos geográficos, de los que no estaba ciertamente escaso, este señor [Iturriaga] quiso servirse de mi por su amabilidad y por el concepto que tuvo de mi pericia, fuera esta la que fuera, sobre las comarcas orinoquenses.70
El superiorato del P. Gilij creemos que se extiende de 1761 a 1765. Sustituyó en el cargo al P. Manuel Román, quien pasó a ejercer el rectorado de la Universidad Javeriana de Bogotá. Por ello, el inicio habría que ubicarlo entre 1760 o el primer semestre de 176171. El final del período concluye con el nombramiento del P. José María Forneri, quien abandonó Caracas el 30 de junio de 176572. Es curioso anotar que Gilij es muy celoso en no hacer referencias en su obra a sus actuaciones como superior. A su actuación como superior le dedicamos la segunda parte de este estudio.
La expulsión La biografía misionera del P. Gilij se vio interrumpida bruscamente cuando el día 3 de julio de 1767 fue arrestado en su propia residencia de La Encaramada por el teniente de infantería Pedro Felipe de Llamas, en cumplimiento de la Pragmática Sanción del rey Carlos III. Los demás misioneros jesuitas del Orinoco, con excepción del de Cabruta y él, fueron reunidos en Carichana y se les unieron al bajar camino del destierro cuando tocaron los respectivos puertos. Llegaron a Guayana el 20 de julio. Allí mandó el gobernador Centurión que se trasbordasen a la goleta de Gaspar Vidal y que siguieran viaje a La Guayra73. Todavía en julio 70
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 129.
71 agi. Santafé, 395. El 7 de julio de 1761 mandaba el P. Manuel Román, como rector, fijar edicto de convocatoria para las cátedras vacantes en la Javeriana. 72 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del Colegio de Caracas, fol. 12v. 73 anch. Jesuitas, 446. Expulsión de los jesuitas del Orinoco (José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia, III, 59-60).
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pasó por las Bocas de Macaredo74 en el delta y arribó al puerto guayreño el 4 de agosto75. En La Guayra fue designado superior en 1767, por la muerte del titular P. Francisco Riberos76. En el convento franciscano permanecería hasta el 7 de marzo de 1768, fecha en que se hizo a la vela camino de España77. En el navío San Pedro y San Pablo78 llegaron a Cádiz el 30 de abril de 176879. Del Puerto de Santa María pasaron los expulsos a Córcega, pero no duró mucho el misionero orinoquense en aquel destierro, pues huyó de la isla para ir a Roma a visitar a sus parientes80. Sin embargo, la breve estancia de Gilij en Córcega amerita un estudio más detenido. Si en agosto de 1768 estaba en Viterbo81, quiere decir que su huida de la isla debía estar meditada, pues si el 6 de mayo de 1768 se registraba en el Puerto de Santa María como llegado de América82, tuvo que transcurrir algún tiempo antes de proseguir el viaje y no sería nada
74
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 38.
75 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 35: “... en el puerto de la Guaira, en donde estuve siete meses”. Y en IV, 338: “No sé qué otras órdenes religiosas estén establecidas allá [La Guayra], fuera de la de San Francisco, que en el año de 1767 tenía un convento en construcción con dos religiosos que me hospedaron del 4 de agosto al 6 de marzo cuando volví a España”. 76 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fee de Bogotá en el Navío nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan recidiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad, nº 161. 77
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, IV, 35.
78 ahn. Jesuitas, 827/2. Filiacion de los Regulares de la Compañia transferidos de la Provincia de Santa Fee de Bogotá en el Navío nombrado San Pedro y San Pablo que al presente se hallan residiendo en la Casa Hospicio de esta Ciudad. 79 Juan de Velasco. Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino. Tomo III, libro 4, & 1 (Mss. que reposa en el Archivo de la Provincia de Toledo. Leg. 382). 80 ags. Estado, 5041. A don Juan Antonio Archimbaud. El Pardo, 17 de marzo de 1784. 81
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 40.
82 ahn. Jesuitas, 827/2. Doc. cit.
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fácil burlar los controles de la monarquía hispana83. En efecto, el primer contingente de jesuitas americanos desembarcó en la rada de Bastia el 4 de agosto de 176884, hecho que nos lleva a concluir que tuvo que realizar su viaje de inmediato. Mediante el Tratado de Compiègne, 15 de marzo de 1768, Génova había vendido a Francia sus derechos sobre Córcega por un millón de francos y ésta debía ser agregada a Francia el 15 de agosto de ese mismo año mediante un edicto de Luis XV85. Esta circunstancia retuvo a los jesuitas que llegaban de América en el Puerto de Santa María, ya que la Orden de Ignacio de Loyola había sido expulsada de Francia en 1764 y la vigencia del destierro permanecía vigente. Las provincias españolas abandonaron Córcega el 19 de septiembre y solo el 30 de septiembre comenzaría su peregrinar por la península itálica86. A fines de 1768 Gilij vivía en el colegio de Macerata como encargado de la espiritualidad de la institución educativa87. El 29 de enero de 1769 se le nombraba rector del colegio de Monte Santo88. El 25 de diciembre de 1770 asumía el rectorado del colegio de Orbeto89, cargo en el que permanecería
83 Para los pormenores del viaje a Córcega y la situación de los jesuitas en la Isla, véase: José Antonio Ferrer Benimeli. “Córcega y los jesuitas españoles expulsos 1767-1768. Correspondencia diplomática”. En: Paramillo. San Cristóbal, 14 (1995) 5-195. 84 José Antonio Ferrer Benimeli. “Córcega y los jesuitas españoles expulsos 1767-1768. Correspondencia diplomática”, 104. Sin embargo, Ferrer cita “Noticias de Bastia del mes de julio de 1768”, manuscrito según el cual habrían llegado 677 jesuitas más de los consignados en la lista oficial y habían anclado en Ajaccio (p. 105). 85 José Antonio Ferrer Benimeli. “Córcega y los jesuitas españoles expulsos 1767-1768. Correspondencia diplomática”, 103. 86 José Antonio Ferrer Benimeli. “Córcega y los jesuitas españoles expulsos 1767-1768. Correspondencia diplomática”, 111-113. 87 arsi. Romana, 109, fol. 66. 88 arsi. Romana, 109, fol. 108v. 89 arsi. Romana, 109, fol. 157.
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hasta la extinción de la Compañía de Jesús90 por el breve Dominus ac Redemptor de Benedicto XIV. Esta discutida decisión del papa Clemente XIV puso punto final a la biografía de la orden religiosa fundada por Ignacio de Loyola. Tras ella, cada jesuita se vio obligado a romper con el pasado, iniciar una vida nueva y luchar por subsistir en un mundo que, en el mejor de los casos, toleraba a unos hombres que habían servido a la humanidad en todos los continentes conocidos. Gilij contaba 52 años de edad y ese mismo año 1773 se radicaba en Roma91. En todo caso intuimos que en la psicología íntima de Gilij dos acontecimientos tuvieron que golpear lo más sagrado del proyecto de su vida: su expulsión en 1767 de los dominios del rey de España y, sobre todo, la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, decisión que reducía a cenizas las ilusiones y las obras desarrolladas por los jesuitas en todo el mundo. A partir de este momento se interrumpe toda la información oficial, bien sea sobre los miembros de la extinta Compañía de Jesús, bien sobre su acción corporativa. Sin embargo, el espíritu jesuítico no podía morir y hubo escritores que trataron de conservar los recuerdos tanto de la orden sepultada como de los hombres a los que pretendían silenciar92. Tan sólo citaremos a dos fuentes obligadas de referencia para los jesuitas españoles: el P. Manuel Luengo93, que se preocupa por recoger todas las noticias posibles
90 arsi. Romana, 109, fols. 199 y 233. 91
Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 35.
92 Un primer intento por rescatar ese difícil período puede verse en: Miguel Batllori. La cultura hispanoitaliana de los jesuitas expulsos. Españoles, Hispanoamericanos, Filipinos (1767-1814). Madrid, Edit. Gredos, 1966. Para el Nuevo Reino: Juan Manuel Pacheco. “Los jesuitas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”. En: Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá, 3 (1953) 149-191. 93 Manuel Luengo. Diario de la expulsion de los Jesuitas de los Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Viexa, despues mas en general de toda la Compañia, aunque siempre con mayor particularidad de la dicha Provincia de Castilla. Año de 1767 (Ms. en el Archivo de Loyola. Consta de 62 tomos).
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de los expulsos, y el P. Lorenzo Hervás y Panduro94, quien trató de recopilar la bibliografía producida por los desterrados. Gilij saltó de nuevo a la escena documental cuando comenzó a publicar su Ensayo de historia americana (1780-1784). Esta oportunidad le hizo entablar correspondencia con el P. Hervás y Panduro y con algunos exmisioneros que dominaban las lenguas americanas95. Pero también se prodigarían los elogios de los científicos europeos. Así por ejemplo, el Nuovo Giornale di Letteratura di Modena, publicado en Módena en 178696, L’Esprit des Journaux de París en 178197 y otros. El P. Gilij falleció en Roma el 10 de marzo de 178998.
Producción manuscrita Con respecto a su obra escrita, si dejamos de lado todo lo impreso, las noticias que tenemos de su producción manuscrita es la siguiente:
94 Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca Jesuítico-Española de escritores que han florecido por siete lustros; estos empiezan desde el año de 1759, principio del reinado del Augusto Rey Carlos III y acaban en el año 1793 (Mss. que reposa en el Archivo de Loyola), 2 vols. La estructura de la obra es la siguiente. El volumen I está dedicado a las obras impresas de autores españoles. El volumen II contiene “tres catálogos de escritores, y noticia de los manuscritos, que de escritores españoles hai en siete bibliotecas insgnes de Roma”. El primero es de obras manuscritas. El segundo corresponde a los “Escritores Portugueses”. Y el tercero “Escritores estranjeros de obras impreesas establecidos en España”. Y en este último encontramos al P. Gilij. La obra ha sido publicada: Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo, 2007. Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española II. Manuscritos hispano-portugueses en siete bibliotecas de Roma. Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de viejo, 2009. 95 Archivo Vaticano. Vat. Lat., 9802. fols. 142r-162v; 201r-202v. Recoge la correspondencia de Gilij con Hervás. Una traducción la publicamos en nuestro libro: Aportes jesuíticos a la filología colonial venezolana. Caracas, Ministerio de Educación, II (1971) 205-237. Gran parte está fechada en 1783. 96 Tomo 33, páginas. 233-251. 97
1781 (junio) 106-116. 1782 (enero) 75-90. 1784 (julio) 187-209. 1785 (octubre) 160-169.
98 anb. Temporalidades, t. 9, fol. 487. Razón de los Ex-jesuitas de la Provincia de Santafé que han fallecido desde el año de 1784 hasta fin de diciembre de 87.
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1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
pistolario99. E Gramática y diccionario de la lengua tamanaca100. Gramática y vocabulario de la lengua maypure101. Doctrina Christiana y Sermones morales en las lenguas Tamanaca y Maypure102. Narraciones indígenas en Tamanaco y Maipure103. Instrucciones diversas en tamanaco y maipure104. Poesías en tamanaco y maipure105.
99 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del colegio de Caracas, fol. 17: “Yten, otro legajito de cartas del Padre Gili Misionero de Orinoco que tratan de negocios particulares y asumptos antezedentes”. Los asuntos antecedentes son: el estado y negocios de las misiones y el problema de la entrega del Alto Orinoco a los Capuchinos. 100 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 140: “Así hice yo en las dos gramáticas, tamanaca y maipure, en los respectivos diccionarios y en las diversas instrucciones por mi compuestas en las susodichas lenguas”. Alvarado. Informe reservado, 311: “Es dotado de espíritu de lenguas del país y de la Tamanaca y Maypure ha compuesto un bello diccionario”. Sin embargo, en el Archivo inédito Uriarte-Lecina (Papeletas: Gilij. Felipe Salvador) se reseña: “C. Arte de la lengua Tamanaca. D. Vocabulario Tamanaco-Español”. No aducen aquí ninguna fuente. 101 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 140; Alvarado. Informe reservado, 311; aiul. Papeletas: Gilij, Felipe Salvador: “E. Arte de la lengua Maypure. F. Vocabulario Maypure-Español”; Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas: Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo, 2007) 756: “... él fue el primer escritor de la gramática y de los vocabularios de las lenguas tamana y maipure”. 102 aiul. Papeletas: Gilij, Felipe Salvador: “Quedaron en la Encaramada el año 1767 al ser desterrados los jesuitas”. 103 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 39: “Tuve cuidado, preguntando a los entendidos, de ponerlos todos por escrito y de escudriñarlos con diligencia. Son simples prosas...”. Y en (III, 176): “Yo en la lengua de los maipures y tamanacos tuve relatos hermosísimos transcritos por mi, es decir, aquellos mismos que con las mismas palabras oyeron ellos a sus ancianos”. En el mismo tomo III (pp. 176-180) recoge Gilij dos pequeños ejemplos. 104 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 140: “Así hice yo [...] en las diversas instrucciones por mi compuestas en las susodichas lenguas”. Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799), 756: “Estos manuscritos dejó el autor en la Encaramada antes nombrada”. 105 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, II, 232: “Hice algunas rimas tanto en tamanaco como en maipure. Pero aunque las escucharon con placer, nunca hubo alguno que me dijera que las había también en sus lenguas”.
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8. Comparación de la lengua areveriana y maquiritare con el caribe106. 9. Carta del P. Gilij a Fray Gerónimo de Gibraltar. Urbana y agosto 27 de 1764107. 10. Carta del P. Gilij a don José de Iturriaga. Encaramada y febrero 9 de 1765108. 11. Señor. El Governador de Cumana me remitió una cedula de V. M. fecha en Buen Retiro a 6 de diziembre de 1761: Acompañaba a esta una carta de dicho Governador de 15 de Julio de 1763, que recibi a 19 de Diziembre del mismo año; y a continuacion de la cedula un auto a que me exhorta de a ella el cumplimiento que me corresponda, como actual Superior de estas Missiones... San Luis de la Encaramada y marzo 29 de 1765109. 12. Anécdotas americanas110. 13. La religión de los americanos111.
Los aportes a la crónica menor Los problemas del alto Orinoco Durante el superiorato de Felipe Salvador Gilij tuvo lugar el conflicto de los jesuitas con los capuchinos en el alto Orinoco.
106 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 234: “Así pienso que les haya sucedido a los areverianos, así a los maquiritares, así a algunos otros, cuya lengua fue comparada por mi a la de los caribes”. 107 anb. Miscelánea, t. 31, fol. 762. 108 agi. Caracas, 440. 109 aiul. Papeletas Gilij: “En folio; 4 hojas s. n. (Bibl. Hist.)”. 110 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 336: “Las restantes noticias, si a Dios place, se añadirán separadamente en las Anécdotas Americanas”. Y en el tomo IV, 75: “Pero de este asunto hablaré en mejor ocasión, es decir, cuando en tomo separado publique mis Anécdotas Americanas”. 111 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, III, 50: “Pero hemos dicho bastante de la religión antigua de los orinoquenses. Cosa ciertamente grata sería oir ahora las máximas de otros americanos sobre este punto; y nosotros, si Dios nos da tantas fuerzas, lo haremos en volumen separado”. Y en el tomo IV, página 218: “Y basta por ahora haber dicho esto acerca de un punto al cual deberé volver más detenidamente en el tomo que prometí sobre la Religión antigua americana”.
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Mientras las autoridades virreinales seguían adictas a los jesuitas, los comisarios de la Expedición de Límites apuntaban al antijesuitismo que ya despuntaba en Madrid en ciertos grupos intelectuales y en el entorno del rey Carlos III. En el caso específico de las misiones orinoquenses no cabe la menor duda de que fueron José Iturriaga y Solano los que encendieron el conflicto territorial sobre el alto Orinoco, con lo cual enfrentaron a dos familias religiosas (capuchinos y jesuitas) y distrajeron tiempo y hombres en una lucha que bien se puede considerar estéril. Era evidente que el ánimo de la alta dirigencia de la Expedición de Límites tendía a molestar a los misioneros jesuitas. El 15 de octubre de 1760 se dirigía don José de Iturriaga al virrey Solís: Sobre la nueva población de San Fernando y la otra erigida en el Raudal de Maypures, su distancia de estas dos poblaciones impide que un solo sujeto espiritualmente, y mucho menos el cura interino de San Fernando por sus enfermedades. El Provincial de San Francisco alega pertenecer a su religión el territorio de San Fernando. Si se considera que el P. Francisco del Olmo está como interino, que sus achaques le impiden las funciones de párroco y lo escasa que está su religión de sujetos, como también que no es conveniente que San Fernando sea de una religión y Maypures de otra, me pareció suplicar a V. E. que resuelva lo más conveniente con tal que no le falten a San Fernando y Maypures sus curas.112
El 17 de octubre de 1761 don José de Iturriaga solicitaba a la Corte madrileña que le enviaran seis clérigos de cuarenta a cincuenta años, o capuchinos de la misma edad y de diferentes provincias, a fin de que pudieran encargarse de la atención espiritual de Real Corona y de San Carlos de Río Negro. Esta preocupación vino a cristalizar en una Real Orden del 2 de noviembre de 1762, por la que se comisionaba a los capuchinos andaluces de Venezuela “para los nuevos pueblos del Alto Orinoco y Río
112 anb. Miscelánea. Empleados Públicos, t. 21, fols. 72-73.
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Negro, señalándoles S. M. por terreno desde el Raudal de Maipures inclusive arriba”113. Dos acciones se desarrollaban paralelamente en torno a este delicado asunto: la primera la constituían las acciones de los capuchinos por arraigarse en el área a ellos asignada; la segunda recoge los recursos legales interpuestos por los jesuitas ante el Consejo de Indias. El 30 de abril de 1764 partía de Caracas la primera expedición capuchina que debía tomar posesión de las nuevas demarcaciones114. Estaba integrada la misión por los PP. Gerónimo de Gibraltar, José Antonio Jerez de los Caballeros y Gregorio de Benaocaz115. En su recorrido el lugar de hospedaje fue el de las misiones jesuíticas hasta su llegada al raudal de Maipures, reducción a cargo del jesuita P. Francisco del Olmo116. 113 agi. Caracas, 205. Carta del P. Fernando Ardales al Rey. Misión de Caracas, 30 de mayo de 1764. El P. Ardales había recibido dos comunicaciones sobre este asunto: la primera fechada el 12 de noviembre de 1762 y la segunda el 28 de febrero de 1763. 114 Aunque el P. Buenaventura de Carrocera (Misiones de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1972) 187, nota, 6) cita el testimonio del P. Ardales (agi. Caracas, 205. Carta del P. Fernando de Ardiales al Rey. Misión de Caracas, 30 de mayo de 1764), sin embargo, creemos que la fecha dada está equivocada ya que por el contexto de los hechos pereciera que debía ser el año 1764 y no el 1763 como pone Ardales. En efecto, en agi. Caracas, 12 hay una carta del Prefecto, Fernando de Ardales, fechada el 15 de enero de 1765 en la que pone la partida de Caracas el 30 de abril de 1764. Así lo confirma una Carta de don José Solano al Excmo. Señor Baylio Frey Don Julián de Arriaga. Caracas, 24 de abril de 1764 (agi. Caracas, 440): “... facilité las dificultades que me propuso [el Prefecto de las Misiones Capuchinas] y le detenían; y acordó con el Superior de las Misiones Jesuitas de Orinoco, quien casualmente se halla en esta ciudad, que un religioso de esta comunidad [...] debe hacer la entrega a dos religiosos capuchinos, que a la ligera saldrán de aquí mañana, en conformidad de lo que el Rey ordena; los demás religiosos seguirán luego que empiece el Río Orinoco sus bajantes”. 115 agi. Caracas, 205. Carta del P. Fernando Ardales al Rey. Misión de Caracas, 30 de mayo de 1764. 116 “Representación del Procurador de los Jesuitas” [Padre Jaime de Torres]. En: Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia. Bogotá, Imprenta Zalamea Hermanos III (1893) 282-284. Lamentablemente, el documento no está datado pero está escrito en los primeros meses de 1765, ya que hace referencia a una carta del Superior del Colegio de Caracas fechada el 12 de diciembre de 1764. Establecemos el año 1764 como fecha de la Representación del Procurador de los Jesuitas, porque narra el regreso de los tres misioneros capuchinos de la misión del Alto Orinoco como reciente y por una carta del Superior de las Misiones jesuíticas, P. Felipe Salvador Gilij, el 27 de agosto los mencionados capuchinos se encontraban de regreso cerca de la Urbana (anb. Miscelánea, t. 31, fol. 762).
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La población de Maipures, denominada por los indígenas Cuituna117, fue fundada por la Expedición de Límites en 1758118 y fue su primer párroco el P. Francisco del Olmo119. Ya para 1760 molestaba a los comisarios regios la presencia jesuítica en las nuevas fundaciones. El 3 de febrero de 1760 le escribía don Eugenio de Alvarado al virrey Solís sobre el asunto: En aquella población [San Fernando] se puso en calidad de cura interino un sugeto de la Compañía, llamado el Padre Francisco del Olmo, que según me ha escrito el Comisario don Joseph Solano que allí reside, ha intentado varias novedades, unas fuera de su Ministerio de Cura y otras opuestas a los fines de la Real Expedición, pues componiéndose de los Yndios bárbaros Guaypunabis, a quien antes conocía, parece les dice estarán mejor poblados en otra parte, añadiéndoles halagos de que los proverá de carne (que hoy escasean) y no padecerán enfermades como habían tenido por una expecie de epidemia, que dice el mismo Comisario han sufrido. [...]. Por otro lado me ha escrito mi compañero Don Joseph de Yturriaga que parece que este Padre Olmo, ni su sagrada religión entran en enviar más sugetos que doctrinen y acudan al pasto espiritual de los otros pueblos, que se van haciendo y están hechos (según me escribe don Joseph de Yturriaga) o porque no los ven con esperanza de estabilidad o porque en la situación presente está la Provincia de la Compañía de Jesús escasa de sujetos.120
La situación debió de permanecer estacionaria hasta el año 1764 cuando hicieron acto de presencia los capuchinos para tomar posesión de sus nuevas demarcaciones.
117 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 42. 118 Demetrio Ramos Pérez. El tratado de límites de 1750 y la expedición de Iturriaga al Orinoco. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1946) 212. 119 Felipe Salvador Gilij. Ensayo de historia americana, I, 72. 120 Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, III, 382-383.
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En realidad la historiografía capuchina no ha recogido la incidencia del P. Francisco del Olmo y la dejación de San José de Maipures. Nosotros sentimos la impresión de que el problema pertenece más a la historia del antijesuitismo, recogida con fervor antes y después de la expulsión de 1767, que al acontecer real de los hechos en su verdadera dimensión. No encontramos sobre este asunto información sino cuando Fray José Antonio Jerez de los Caballeros, el 14 de junio de 1766, solicitaba de don José de Iturriaga una certificación de una serie de puntos para ser tenidos en cuenta en la demanda que los jesuitas llevaban en Madrid por la adjudicación de las misiones del alto Orinoco a los Capuchinos. El 18 de junio contestaba el comandante general del Orinoco y Río Negro: Habiendo condescendido S. M. como consta a V. P. R. di paso a la entrada en el alto Orinoco de los primeros tres Reverendos Padres Capuchinos y llegados a Maypures no lograron allí la posesión de aquel Pueblo, pero de retirada firmó el Reverendo Padre Presidente, entonces, la entrega de él al Reverendo Padre Superior de las Misiones Phelipe Gili según éste me avisó en carta de viente y siete de septiembre de 1764. Diciendo también que el Padre Francisco del Olmo debía haber hecho la entrega de dicho Pueblo, permitiéndole solamente el recurso al Arzobispo de Santa Fe y que VV. PP. habían convenido con el referido Padre Olmo que en conciencia no debía hacer dicha entrega sin los despachos del dicho Señor Arzobispo. Aun dado el recibo de la posesión no podían Vuestras Paternidades volver a Maipures por las enfermedades que les sobrevinieron en este viaje que es una de las causas del retroceso desde aquel Pueblo, en cuya fundación no tuvieron parte los Padres de la Compañía por reducción de indios, fábrica de casa, ni iglesia, ni el Reverendo Padre Olmo dejó en él, con noticia mía, cosa que fuese suya. Tampoco volvió allá a administrar algunos sacramentos, ni decir misa durante la ausencia de V. Paternidad Reverenda.121Con la documentación de que disponemos, podemos reconstruir la verdad, sutilmente tergiversada por don
121 agi. Caracas, 206. Expediente sobre haberse intentado por los Padres Jesuitas despojar a los religiosos Capuchinos de la Provincia de Andalucía de las Misiones que están a su cargo en el Río Negro y Alto Orinoco (1767). (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 409).
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José de Iturriaga. Diera la impresión de que los capuchinos no lograron la posesión de San José de Maipures en su primer viaje en 1764, y se hace alusión a una carta del superior jesuita de fecha 27 de septiembre de 1764.
Sin embargo, un mes antes, el 27 de agosto, el P. Felipe Salvador Gilij, Superior de las misiones, escribía a su homólogo capuchino: Me causa no poca admiración la noticia que tengo de la no esperada vuelta de Vuestras Paternidades y asi como me condoliera con Vuestras Paternidades a proceder de alguna enfermedad que les haya sobrevenido, asi me fuera de extremo sentimiento si hubiese procedido de la más mínima oposición de parte del P. del Olmo pues a dicho Padre tengo ordenado les hiciera entrega del Pueblo del Raudal de Maypures sin admitir ninguna interpretación que dicho Padre, como Cura, puediese hacer de esta mi orden. Tenía determinado subir a encontrarme con Vuestras Paternidades pero receloso de errarlo en el camino, comunico mis veces al P. Procurador Francisco Riberos, quien según lo que tengo hablado con su R. hará a Vuestras Paternidades la entrega de dicho Pueblo. Quedo a la obediencia de V. P. rogando a Dios me les /ilegible/ como deseo. Urbana y agosto 27 de 1764.122
El asunto parece ser más complejo, sobre todo si se lee con detención la contestación del capuchino, que a todas luces venía de regreso para la capital venezolana. Dos días después, el 29 de agosto, contestaba Fray Gerónimo de Gibraltar la carta del Superior P. Gilij, en los siguientes términos: Digo yo Fr. Gerónimo de Gibraltar Religioso Capuchino y Presidente de las Misiones del Alto Orinoco que comienzan desde el Raudal de Cuituna inclusive; que en vista de la carta de la bta. del R. P. Ph. Gilij de la Compañía de Jesús Superior de las Misiones de Orinoco que me entregó el día de la fecha el P. Francisco Riberos de la misma Compañía y Procurador de dichas Misiones, doyme por entregado con toda la formalidad necesaria de dicho Raudal de 122 anb. Miscelánea, t. 31, fol. 762.
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Cuituna en lo que mira al pie en que de presente se halla de vecinos blancos e indios mediante la citada carta del R. P. Superior Ph. Gilij y presento donde conventa. Doy la presente certificación a pedimento del nombrado Padre Francisco Riberos. En el sitio de Gual/ilegible/ frente al cerro llamado El Castillo a 29 de agosto de 1764.123
De la lectura de estos documentos se deduce que para el 29 de agosto de 1764 se daba formalmente por entregado el pueblo del Raudal de Maypures a los capuchinos andaluces. Y si hubiese existido alguna anormalidad, esta hubiera sido anotada. Todavía más, en su carta del 26 de junio de 1766, el mismo Iturriaga censuraba que el P. del Olmo “tampoco volvió allá [Maypures] a administrar algunos sacramentos, ni decir misa durante la ausencia de Vuestra Paternidad Reverenda porque en una ocasión que hizo el viaje no se verificó alguna de estas diligencias”124. Según lo escrito por Yturriaga, cabe preguntarse: ¿entregó el P. del Olmo el pueblo de Maipures o no?; si lo primero, ¿por qué le van a recriminar que no regresó?; si lo segundo, ¿cómo se explica la aceptación de Fray Gerónimo de Gibraltar y el abandono de una parroquia por la que luchaba en permanecer? Pero a título ilustrativo, para conocer lo tendencioso de la información de Yturriaga, transcribimos lo que el 5 de mayo de 1765 —un año antes de la carta que hemos citado de Yturriaga— escribía el gobernador de Caracas, don José Solano: A este tiempo recibo la de V. E. en que se sirve prevenirme que por lo que respecta a estos religiosos que pasaron a encargarse de las Misiones, que interinamente tenían los Jesuitas, de los Pueblos de San Fernando y Maypures [...] debo hacer presente a V. E. que habiendo pacificado yo la Nación Guypunavi y otras del alto Orinoco, estableciendo mi cuartel, a principios del año de cincuenta y ocho, en el sitio que nombré/ San Fernando, distante once días de 123 anb. Miscelánea, t. 31, fol. 762v. 124 agi. Caracas, 206. Carta de José de Iturriaga a Fray José Antonio de Jerez. Ciudad Real del Orinoco, 18 de junio de 1766 (En: José Del Rey Fajardo. Documentos jesuíticos, II, 409).
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navegación río arriba, intermedio el Raudal de Maypures del Pueblo de San Juan Nepomuceno del Raudal de Atures, último y fontera de la Mision Jesuita de Orinoco, Don Joseph de Yturriaga me envió familias de la Provincia de Caracas y de la Margarita para fundar allí un Pueblo / de Españoles, y el año de sesenta pidió en Santa Fee don Eugenio Albarado un Cura para dicho Pueblo, y bajó con la colación del el Padre Francisco del Olmo, religioso jesuita, como en efecto le dejé ejerciendo su Ministerio cuando por orden de S. M. me retiré a estos Reynos: al tiempo que subieron los tres primeros / religiosos Capuchinos a hacerse cargo de la Doctrina de los Yndios del alto Orinoco y Río Negro como S. M. manda, se hallaría aquel religioso Jesuita en el Pueblo de Yndios de San Joseph de Maypures; y como la cédula expresamente se les encarga aquel Pueblo como primero inclusive de los que S. M. les concede, y el de / San Fernando ya estaba destruido, por cuya causa el religioso se había bajado a aquel de Maypures con algunos pocos españoles, resto del de San Fernando, se retiró a sus Misiones. Esto es Ecmo. Señor lo que me consta...125
Pero don José de Iturriaga seguía en su campaña contra los jesuitas. El 20 de febrero de 1765 le escribía al Baylío Frey Pedro Mesía de la Cerda, indicándole las dificultades que experimentaba la expedición capuchina para subir al alto Orinoco por falta de escolta y de competentes embarcaciones, y añadía: [...] respondí no ser de mi cargo lo que pretendía, pero como reflexioné la pérdida de tiempo que se seguiría en deservicio de ambas Magestades y el poder desfallecer los ánimos Religiosos del fin santo de su destino, como antes se experimentó con el motivo de no haberles querido entregar el Pueblo de Maypures el Padre Francisco del Olmo, los habilité con dos únicas embarcaciones que se carenaron.126No contento el comandante del Orinoco con falsear la verdad del P. Francisco del Olmo, aprovechó la oportunidad para insinuarle al virrey 125 agi. Caracas, 440. Carta de don José Solano a don Julián de Arriaga. Caracas, 5 de mayo de 1765 (lo subrayado es nuestro). 126 agi. Caracas, 440. Carta de don José de Iturriaga al Baylío Frey don Pedro Mesía de la Zerda. Ciudad Real del Orinoco, 20 de febrero de 1765 (el subrayado es nuestro).
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santafereño “la renuencia y displicencia de los ánimos de aquellos Religiosos en cumplir mis disposiciones en mejor servicio de Dios y del Rey.”127
Ante esta actitud hostil y descalificadora de Iturriaga frente a los jesuitas, era lógico que se diera —como contrapartida— en el ánimo de los misioneros animadversión y recelo ante lo que se podrían calificar como caprichos del ya viejo, excéntrico y cansado marino vasco. Con todo, por parte de los miembros de la Compañía de Jesús hubo siempre respeto y acatamiento, como lo demuestra la contestación que da Gilij a una carta del comandante general del Orinoco: Muy Señor mío. Recibo la de V. S. de 10 del pasado y dándome V. S. en ella varias quejas, digo: a la primera, que no me parece reprensible el Padre Olmo por el exorto hecho al Alferez Santos a que entregase a los soldados consabidos sus mujeres; así lo lleva le ley evangélica del matrimonio; así parecía la voluntad presunta de V. S. quien ordenando a los soldados salir de Maypures para estos pueblos, parecía consecuencia legítima que fuese con sus mujeres y más pidiéndolo ellas mismas, y valiéndose para esto, como se valieron, de la autoridad de un sacerdote y siendo en ello tan empeñados sus maridos que como V. S. me dice, volvieron por ellas de noche al tercer día. Si en esto hay algún yerro será de los soldados. A la segunda reconvine al P. Olmo, quien dice tener testigo abonado, de que la bajada de Capana fue sin noticia suya. No puedo saber si el Misionero que fue antes del Raudal de Atures y que pasó a las misiones de Meta, pretendió a dicho indio. Si es así, no es de extrañar porque pertenecía a su pueblo y era prestado, según entiendo, hasta establecer en el Raudal de Maypures el pueblo que hay. A la tercera no puedo ser responsable pues no lo han hecho de orden mía. A la cuarta y quinta no es concebible que por uno o dos indios se valiesen los Padres del pretexto de enfermedad para detenerlos en sus pueblos. Yo ciertamente no me valí de tan leve pretexto, y menos de la interposición del nombre de Dios y del Rey (nombres venerables y para usarlos en cosas de importancia) para permitir quedasen en este Pueblo dos indios
127 Ibidem.
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Areverianas. Se huyeron del Raudal de Maypures y volvieron por industria del Padre Olmo, quien para que no repitiesen la fuga envió a este Pueblo. Estos, y los demás que nombra V. S. están al servicio del Rey Nuestro Señor; y yo, conformándome a lo dispuesto por el Señor Virrey en carta al padre Olmo, soy de parecer que V. S. les haga preguntar si quieren ir a dicho Raudal y si quieren ir, que vayan en buena hora; pues, ocho almas, que pueden ser por todos, no son bastantes para remediar los atrasos de estas Misiones; y si no quieren, que no vayan. Yo no me he apartado en nada de lo dispuesto por su Excelencia y me glorío de servir al Rey mejor que ninguno. Dios guarde a V. S. muchos años. Encaramada y febrero 9 de 1765.128
En realidad poco iba a durar esta primera estancia de los capuchinos en el Orinoco alto. Por el testimonio de Gilij, el 27 de agosto de 1764 se encontraban los misioneros en el camino de retorno a la ciudad del Ávila y confirman este hecho tanto la carta del 12 de diciembre de 1764 del superior del colegio jesuítico de Caracas129 como la correspondencia de Solano con Arriaga130. En enero de 1765 se ponía en marcha la segunda expedición capuchina a las demarcaciones alto-orinoquenses a ellos asignadas. Iba por superior el P. José Antonio Jerez de los Caballeros y completaban la expedición Domingo José de Campillos, Andrés de Antequera, José Luis de Sevilla, Felipe de Málaga y Alonso de Castro. Habían llegado a Cabruta el 6 de enero de
128 agi. Caracas, 440. Carta del P. Felipe Salvador Gilij a don José de Iturriaga. Encaramada, febrero 9 de 1765. 129 El P. Jaime de Torres hace referencia específica a ella en su “Representación”. Cfr. Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, III, 283. 130 Carta de José Solano a don Julián de Arriaga. Caracas, 5 de mayo de 1765. En ésta hace alusión a otra carta del mismo a Arriaga, en fecha 16 de noviembre de 1764, en la que expresamente cita “... y haberse retirado enfermos los religiosos Capuchinos que subieron a tomar posesión del alto Orinoco y a doctrinarlos” (Baltasar de Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela. Documentos referentes a las Misiones Franciscanas en esta República. Caracas, Cía. Anon. Edit. Empresa Gutenberg, I [1929] 312).
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1765131, pero solo pudieron emprender su viaje el 28 de enero de 1765132. Llegaron a San José de Maypures el 22 de febrero133. El 28 de febrero iniciaron los capuchinos el recorrido del área misional a ellos asignada, no sin antes haber dejado al frente de la reducción de San José de Maypures al P. Andrés de Antequera134. La expedición hasta Río Negro duraría 32 días, pues el 1º de abril por la tarde arribaban a San Carlos con la profunda desolación de verificar que las poblaciones que había dejado la Comisión de Límites se habían reducido a un recuerdo135. Después de haber fundado los capuchinos a San Carlos y San Francisco Solano, dejó el P. Jerez de los Caballeros como párroco al P. Felipe de Málaga e inició el viaje de retorno a Caracas, en donde ya se encontraba en febrero de 1766136.
131 agi. Caracas, 440. Exorto del R. P. Fray Joseph Antonio Xerez pidiendo escolta de tropa, embarcaciones y órdenes al fin de su introduzion y la de su comunidad ala alto Orinoco y Rio Negro. Ciudad Real del Orinoco, 12 de enero de 1765. 132 agi. Caracas, 440. Carta de Fray José Antonio Jerez de los Caballeros a don José de Iturriaga. Cabruta y enero 27 de 1765: “Mañana salimos, si Dios quiere...”. Carta de don José Solano a don Julián de Arriaga. Caracas, 5 de mayo de 1765 (Baltasar de Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela, I, 312). 133 Informe de 8 de febrero de 1766 del Presidente de las nuevas poblaciones del Alto Orinoco y de Río Negro al Capitán General de Venezuela (Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela, I, 317). Por carta del P. Provincial de Andalucía al P. José Antonio Jerez de los Caballeros, fechada en Cádiz el 15 de octubre de 1765, accede a que lleven los misioneros vida de comunidad (Biblioteca Nacional de Madrid, Mss. 3649, fol. 290). 134 Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. Caracas, Academia Nacional de la Historia, I (1972) 188. 135 agi. Caracas, 440. Informe de 8 de febrero de 1766 del Presidente de las nuevas poblaciones del alto Orinoco y Río Negro a la Capitanía General de Venezuela. José A. Jerez de los Caballeros [el documento lo trascribe Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela, I, 317-319]. En este escrito nos dejará constancia de San Fernando “ya destruida”; del Raudal de Santa Bárbara “en cuya situación encontré aun los resquicios de la fundación que V. S. allí emprendió con el capitán Imo y sus gentes”; de la Garita de la Buena Guardia, a la entrada del Casiquiare “en cuyo distrito no hallamos más población de indios que la del Capitán Daviaje”. 136 En Caracas data el P. Jerez su informe de 1766 el día 8 de febrero (Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela, I, 319).
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En un tercer viaje, el P. Jerez de los Caballeros abandonó Caracas el 20 de abril de 1766 y se dirigió a Guayana, en donde permanecería hasta el 2 de febrero de 1767. Una vez provisto allí por el gobernador Centurión de todo lo necesario, remontó cuatrocientas leguas hasta llegar a La Esmeralda. Pero en el lugar de los hechos pudo verificar que solamente le quedaban los PP. Antequera y Málaga, y por ello decidió regresar una vez más a la capital caraqueña, a fin de solicitar nuevos refuerzos137. Mas, para estas fechas ya se había consumado la expulsión de los jesuitas del Orinoco y por ende es historia que se desvía de nuestro propósito. Por su parte, los jesuitas, una vez que se desencadenó la serie de disposiciones legales que asignaban a los capuchinos las misiones del alto Orinoco, y tras poner en práctica las disposiciones civiles-administrativas, comenzaron a actuar de acuerdo a los procedimientos de ley. En los primeros meses de 1765 podía el P. Jaime de Torres, procurador de la Provincia del Nuevo Reino de Granada en Madrid, elevar ante el Consejo de Indias una representación que venía avalada con una carta del Superior de las Misiones del Orinoco, en la que comunicaba la forma como se había hecho la entrega del pueblo del Raudal de Maypures y con otra misiva del Superior del Colegio de Caracas fechada el 12 de diciembre de 1765138. Dos razones fundamentales argumentaba el P. Torres en favor de la Compañía de Jesús. La primera, la Real Cédula del 16 de septiembre de 1736, cuyo espíritu “a más del superior servicio de ambas Magestades, fue conservar la paz, unión y concordia entre dichas religiones”. La real cédula aducida se refiere a la aprobación de la Concordia de Guayana (20 de marzo de 1734), por la que se dividió el territorio guayanés entre los franciscanos de Píritu, los capuchinos de Guayana y los jesuitas del Orinoco139. 137 José. A. Jerez De Los Caballeros. “Informe del 17 de marzo de 1768 del Presidente de las nuevas poblaciones del alto Orinoco y de Río Negro al Capitán General de Venezuela”. En: Lodares. Los franciscanos capuchinos en Venezuela, I, 319-323. 138 Jaime de Torres. “Representación del Procurador de los Jesuitas” [S/f ]. En: Antonio B. Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, III, 282-284. 139 El texto puede verse en: JoséGumilla. Escritos varios, 101-105.
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La segunda, que “jamás se ha pedido a la Compañía Misionero” para las poblaciones que están en Río Negro. A este informe del P. Jaime de Torres, creemos, obedece la siguiente nota consultiva remitida por el Baylío don Julián de Arriaga el 21 de mayo de 1765 a don José Solano: Copia. No obstante estar prevenido a V. S. en orden de 24 de septiembre antecedente que en punto a destinar Capuchinos a los Pueblos del Alto Orinoco caminase con el resguardo de si según reales concesiones pertenece para no perjudicar a quien tenga el derecho si se exiviese a lo mismo; me manda el Rey advertir a V. S. nuevamente, en vista de la adjunta representación del Procurador de la Compañía de las Provincias de Tierra Firme, que enterándose V. S. de la Concordia que cita y Cédula expedida en su virtud, coopere a que con la mejor armonía cuiden los respectivos superiores de que los Pueblos de las jurisdicciones que les correspondan estén bien asistidos de Misioneros.140
No parece haber reparado mucho el gobernador de Caracas en los planteamientos formulados por la Corte hispana. Existe una carta de Solano a Arriaga, fechada en Caracas el 5 de mayo de 1765, que si bien por la data pensamos no es la contestación a la nota antes transcrita, sin embargo por el contenido y por el planteamiento responde plenamente al mismo problema: Esto es, Excmo. Señor, lo que me consta y que las Misiones Capuchino-Catalana, Observante franciscana y Jesuita, tienen cada una un territorio inmenso en qué ejercitar y aprovechar su fervoroso celo por el bien de las almas y que la Misión Capuchina de la Provincia de Andalucía que ha poblado y reducido al gremio de la Iglesia los indios de esta Provincia de Venezuela, no tiene ya en qué emplearse, y puede, como ha determinado la piedad del Rey, pasar a trabajar desde luego en el bien de aquellas almas, sin que otros padezcan por
140 ahn. Jesuitas, 249, fol. 191.
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su falta; no obstante, si averiguare a que otra comunidad pertenecía aquel territorio por concesión anterior, daré parte a V. E.141
Del análisis del texto transcrito de Solano se desprenden varias conclusiones. El tema sometido a consulta es soslayado de plano por el gobernador de Caracas, al no hacer referencia alguna sobre la Concordia de Guayana (20 de marzo de 1734), que mereció la aprobación real el 16 de septiembre de 1736142. El documento aducido asignaba a los jesuitas desde el río Cuchivero “lo restante del Orinoco, tirando siempre para arriba, y yendo siempre unos y otros linderos o demarcaciones linea recta de Orinoco al Marañón y Amazonas”143. En consecuencia, al asignar a los capuchinos andaluces el alto Orinoco, se conseguía un doble efecto: despojar a los jesuitas de su supuesto dominio y predominio de la geografía orinoquense y emplear a los capuchinos en una región bien difícil, porque al parecer no tenían en la Provincia de Venezuela “gentiles en qué emplearse”. Tampoco es muy claro Solano en las cronologías. Quiere hacer aparecer que su retirada del alto Orinoco coincidió con la llegada de los tres capuchinos a Maypures y con la salida del P. del Olmo de dicha población. Finalmente, no conocemos ningún escrito a los superiores jesuíticos en los que se les solicitara personal para esas misiones, así en la correspondencia de Iturriaga se hable siempre de que no tiene la Compañía de Jesús sujetos para la empresa del alto Orinoco.
141 Carta de don José Solano a don Julián de Arriaga. Caracas, 5 de mayo de 1765. En: Ricardo S. Pereira. Documentos sobre límites de los Estados-Unidos de Colombia: copiados de los originales que se encuentran en el Archivo de Indias de Sevilla y acompañados de breves consideraciones sobre el verdadero Uti possidetis juris de 1810. Bogotá, s. n. [Camacho Roldan y Tamayo] (1883) 126 (el subrayado es nuestro). 142 agi. Santo Domingo, 590. S. M. aprueba y manda se observe la Concordia celebrada por los religiosos Misioneros de la orden de san Francisco; de la Compañía de Jesús y Capuchinos, sobre los territorios en que han de ejercer su sagrado instituto en la provincia de Cumaná. San Ildefonso, 16 de septiembre de 1736. Es conveniente anotar que el documento se añade: “Se imprimieron 13 y entregaron a Fray Francisco del Castillo”. 143 Gumilla. Escritos varios, 103.
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Con todo, la política de la corte de Madrid consistía en retirar a los jesuitas de las fronteras brasileñas, ya que los siete pueblos de misiones del Paraguay se habían convertido en un verdadero problema internacional. Lo cierto es que primero fue don José de Iturriaga y después don José de Solano los artífices de la presencia capuchina más allá de Maypures. Los misioneros orinoquenses estaban convencidos de ello; así se deduce de la lectura del inventario del archivo del Colegio de Caracas, levantado por los oficiales reales en 1767, donde se lee: [...] cartas de la misma misión y una de ellas dice a los de este Colegio no se fíen de su señoría porque con el trato de tres años conoció que era enemigo de los jesuitas y que así como había informado al Rey que se les quitase de su disposición la tropa de escolta y distrito del alto Orinoco y Río Negro, les echaría de Caracas antes de salir de su Gobierno.144
De la misma opinión era el procurador de la Provincia del Nuevo Reino en Madrid, P. Jaime de Torres, cuando el 12 de febrero de 1767 le escribía al P. Ignacio Olarte, rector en Caracas: [...] tengo entendido que [Arriaga] ha pedido nuevos informes y si es al Señor Solano, como presumo, es pedirlos a la parte que agenció esta remisión de Capuchinos.145
La expulsión de 1767 puso fin a este pleito jesuítico-capuchino que en definitiva no sirvió para mejorar la realidad misional de un área tan difícil como fue siempre la parte media y alta del gran río venezolano.
144 ahn. Jesuitas, 128/1. Inventario del archivo del Colegio de Caracas, fol. 17. 145 ahn. Jesuitas, 249. Carta del P. Jaime de Torres al P. Ignacio de Olarte. Madrid, 12 de febrero de 1767 (el subrayado es nuestro).
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721.
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Paupertas ſapiens.
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
SAPIENTIA ÆDIFICAVIT SIBI DOMvM
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