LA PROVINCIA del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús nace en 1604, pero su expansión misional en tierras guayanesas se plantea en 1646 y tendrá vigencia hasta 1767, cuando la comunidad es expulsada por el rey Carlos III de todos sus dominios. Por lo tanto, el aporte jesuítico inicia en 1646 y concluye en tierras italianas a finales del siglo XVIII. Esta obra ofrece una visión completa del aporte de la Compañía de Jesús al estudio de la historiografía y de la crónica menor sobre la geografía huma-
historia y crónica orinoquense Textos selectos
na de la Orinoquia profunda en los siglos XVII y XVIII. Por eso, este libro abre horizontes sugerentes para lo que fueron las culturas y las sociedades autóctonas en este tiempo, a lo largo y ancho del gran río venezolano y de
LIBRO III •
gran Orinoquia, entendida en los términos coloniales de las misiones de Casanare, Meta y Orinoco. El Libro II está dedicado a lo que denominamos “crónica menor”: los textos redactados como testimonio que recogen la forma de pensar en un momento concreto frente a todas las vicisitudes de
orinoquense
li b ro 1 1 1
las incansables soledades llaneras. En el Libro I se recoge la obra de los historiadores que escribieron sobre la
historia y crónica
textos selectos
josé del rey
poblaciones emergentes. El Libro III recopila varias de las fuentes originales
fajardo,
archivo histórico
de la crónica menor de las misiones en la cuenca del río Orinoco.
s. j.
juan manuel pacheco
¶
• jo sé del r ey fa jar d o , s . j. Paupertas ſapiens.
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J.
ISBN 978-958-781-066-0
ISBN 978-958-781-066-0
9 789587 810660
Colección archivo histórico javeriano
Paupertas Ĺżapiens.
Archivo HistĂłrico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
Gran Canciller P. Arturo Sosa Abascal, S. J. Vice-Gran Canciller P. Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S. J. Rector P. Jorge Humberto Peláez, S. J. Vicerrector Académico Ing. Luis David Prieto Martínez Vicerrector de Investigación Dr. Luis Miguel Renjifo Martínez Vicerrector de Extensión y relaciones internacionales P. Luis Fernando Álvarez Londoño, S. J. Vicerrector del Medio Universitario P. Luis Alfonso Castellanos Ramírez, S. J. Vicerrectora administrativa Ing. Catalina Martínez de Rozo Secretario General Jairo Humberto Cifuentes Madrid Director del Archivo Histórico Javeriano P. Jairo Bernal Parra, S. J. Subdirectora del Archivo Histórico Javeriano Alma Nohra Miranda Leal
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE
libro III TEXTOS SELECTOS • José del Rey Fajardo, S. J.
Rectoría Pontificia Universidad Javeriana Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
Paupertas ſapiens.
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José del Rey Fajardo, S. J. isbn: 978-958-781-066-0 Número de ejemplares: 200 Impreso y hecho en Colombia | Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 n.º 37-25, oficina 1301 Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Primera edición: abril de 2017 Bogotá, D. C. Transcripción y paleografía | José del Rey Fajardo, S. J. Corrección de estilo | Ruth Romero Diagramación y montaje de cubierta | Kilka Diseño Gráfico Impresión | Javegraf
Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S. J.
Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
Rey Fajardo, José del, S.J., 1934-, autor Historia y crónica orinoquense / José del Rey Fajardo, S.J. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017. Volumen 3 (726 páginas) ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas (páginas 705-722) ISBN : 978-958-781-066-0 (volumen 3) Volumen 3. Libro IIII : textos selectos 1. JESUITAS – HISTORIA - AMÉRICA DEL SUR – SIGLOS XVII Y XVIII. 2. JESUITAS EN AMÉRICA LATINA. 3. MISIONES JESUÍTICAS - REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA). 4. REGIÓN DE LA ORINOQUÍA (COLOMBIA) – HISTORIA - SIGLOS XVII Y XVIII I. Pontificia Universidad Javeriana CDD 271.53 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ inp 05 / 04 / 2016
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
Contenido
15
Introducción
51
Textos selectos de la crónica llanero-orinoquense
53 55
[I] [1628]
59 61
[II] [1646]
65 67
[III] [1654]
71 73
[IV] [1669]
77 79
[V] [1681]
Carta de los misioneros de los Llanos al Rey al abandonar obligatoriamente las Misiones de Guyana
Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Bar para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guayana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de Junio de 1646
Informe que los Padres de la Compañía de Jesús hicieron a su Majestad sobre el Estado de la Guayana
Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. Explica la difícil situación en que viven los jesuitas franceses en la Provincia del Nuevo Reino y la posibilidad de nuevas misiones
Carta del P. Cristóbal Rüedl, misionero de la Compañía de Jesús de la Provincia de Alemania del Sur, al P. Pedro Wagner, sacerdote de dicha Compañía. Escrita en Tunja, Nuevo Reino de Granada, el 8 de septiembre de 1681
89 91
[VI] [1683]
95 97
[VIi] [1684]
121 123
[VIII] [1684]
181 183
[IX] [1687]
187 189
[X] [1687]
197 199
[XI] [1691]
205 207
[XII] [1693]
233 235
[XIII] [1701-1704]
267 269
[XIV] [1705]
Carta del P. Gaspar Pöck al P. Carlos F. Panigati
Misión del río Orinoco en el Nuevo Reyno
Un mártir gantés. Ignacio Toebast de la Compañía de Jesús. Su vida y su martirio 1648-1684
Copia de una carta en que se da noticia de la muerte de los Padres Ygnacio Fiol, Gaspar Bec, y Ignacio Thoebast
Memorial del P. Juan Fernández Pedroche
Petición del P. Juan Martínez Rubio para que se envíen religiosos de España
Relación del estado presente de las Misiones que llaman de los Llanos y el Orinoco, con ocasión de que el Padre Vicente Loverzo fue muerto allí a manos de los infieles
Memoriales del P. Juan Martínez de Ripalda de la Compañia de Jesús Procurador general por las Provincias del Nuevo Reino y Quito sobre el paso a Indias de los jesuitas alemanes
Informe para el muy R. P. Miguel Ángel Tamburini, Prepósito General de la Compañía de Jesús, dado por el P. Miguel Alejo
Schabel, misionero de la misma Compañía, el 9 de Abril del año 1705, desde América, acerca de la nueva misión fundada en las islas de Curaçao, Bonaire, Aruba y junto al río Apure de Tierra Firme de las Indias del Nuevo Reino de Granada 357 359
[XV] [1704?]
363 365
[XVI] [1711]
379 381
[XVII] [1715]
425 427
[XVIII] [1715]
443 445
[XIX] [1719]
461 463
[XX] [1725]
533 535
[XXI] [1734]
Catalogus vitrorum
Renuncia a algunas doctrinas de la misión de los Llanos, a petición del P. Mateo Mimbela
Mudo Lamento de la vastísima, y numerosa gentilidad, que habita las dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de la Magestad Cathólica de las Españas, nuestro Señor Don Phelipe Quinto (que Dios guarde)
Memoriales del P. Matías de Tapia Sobre las escoltas misionales y la necesidad de niños cantores en las reducciones (1714-1715)
Autos hechos por el Señor Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de Indias sobre el Río Orinoco
Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización
Concordia de Guayana
541 543
[XXII] [1735]
547 549
[XXIII] [1736]
557 559
[XXIV] [1737]
573 575
[XXV] [1738]
581 583
[XXVI] [1741]
589 591
[XXVII] [1742]
El Provincial de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada. Informa a Vuestra Majestad del buen estado de las Misiones de los Llanos de Casanare en que al presente se hallan 5951 almas con toda paz, bien educadas, y con adelantamiento del culto divino. Y que en el Río del Orinoco están 1316 almas en cuatro reducciones o pueblos. Pide a Vuestra Majestad se cierre la entrada de los caribes, se señale sueldo para 12 soldados de escolta, que se envíe Ingeniero, que forme Mapa e Informe de dicho Río Orinoco, y remita consulta del Gobernador Don Carlos Sucre sobre que uno de los Misioneros sea capellán del Presidio de dicha Guayana
Concordia de 28 de noviembre de 1736 entre el Padre Gumilla y Fray Salvador de Cádiz
Carta del R. P. José María Cervellini, misionero de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada, de la Provincia de Nápoles, al R. P. Francisco Pepe de la misma Compañía y sacerdote de ella
Carta del P. Manuel Román al P. Provincial José Gumilla
Testimonio de cartas del P. Manuel Román
Segunda Vía. Respuesta al pliego de veinte, y uno de Febrero de mil setecientos y cuarenta, q. V. M. se dignó enviar al Prelado de las Misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús, despachado en el Prado, para que informe sobre lo que se hubiere obrado en la
construcción del Fuerte que V. M. ha mandado hacer en la Angostura de Orinoco 603 605
[XXVIII] [1742]
621 623
[XXIX] [1743]
637 639
[XXX] [1736-1744]
663 665
[XXXI] [1749]
673 675
[XXXII] [1758]
677 679
[XXXIII] [1758]
Memorial sobre intentos de los Capuchinos de internarse en territorios de las Misiones de Jesuitas en Orinoco
Dictamen del P. Roque Lubián de la Compañía de Jesús en la Junta de Guayana de 1743
Relación de los sujetos de la Misión del Río Orinoco desde el año de 36 a 44 en que da noticia del descubrimiento del Río Negro y comunicación del Orinoco con el Marañón, mediante el brazo Casiquiare que separándose de él desagua en el Río Negro y ambos en el Marañón
Informe del P. Manuel Román S. J. sobre la misión del Orinoco
Carta del P. Manuel Román a Don Joseph Ignacio de Goyeneche informándole de la facultad concedida a su Sagrada Religión para dispensar a los Neófitos de aquellos Reinos en los impedimentos dirimentes del Matrimonio
Carta del P. Domingo Scribani al Rey
683 685
[XXXIV] [1773]
705
Archivos y Bibliografía
Relación de lo sucedido a los jesuítas del Reino de Santafé desde el 1° de agosto de 1767 en que se les intimó el destierro, hasta llegar a Italia
Introducción
Lo que hoy designamos con el nombre de Orinoquia ha sido objeto y preocupación de muchos escritores desde los tiempos coloniales. Por esta razón, en nuestra Historia y crónica orinoquense hemos tratado de ofrecer una visión detallada acerca del aporte de los jesuitas coloniales a esta importante investigación. Por ello, hemos dedicado el tomo primero de esta colección a la historia,1 la cual es, sin lugar a dudas, la parte mejor estudiada hasta el momento. De este modo, podemos referenciar para el lector los estudios y ediciones realizadas por los historiadores ignacianos acerca de esta enigmática región. Dichos estudios se remontan a 1655, con la obra del francés Pedro Pelleprat,2 si bien su escrito se refiere propiamente a la zona del Guarapiche, la cual es la fachada oriental de Venezuela que se asoma al Atlántico. En el siglo XVII, encontramos solamente al P. Pedro de Mercado, quien incluyó dentro de su Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito
1 José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense, libro I, Aporte jesuítico [Historia]. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2016). 2 Pierre PELLEPRAT. Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en tierra firme de América meridional. Estudio preliminar por José del Rey. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1965).
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
de la Compañía de Jesús la primera gran síntesis de lo realizado por los jesuitas en las Misiones orinoquenses y casanareñas.3 Durante el siglo XVIII se asumió la responsabilidad de construir la memoria histórica de la acción de la Orden fundada por Ignacio de Loyola en estas míticas geografías. Así encontramos a Juan Rivero,4 Joseph Cassani,5 José Gumilla,6 Agustín de Vega7 y Felipe Salvador Gilij.8 Además hemos incluido expresamente, en el capítulo correspondiente (la “Crónica menor”), al P. Matías de Tapia, pues consideramos que, a pesar de estar reseñado entre los historiadores, sus escritos encajan en nuestra concepción de crónica.9 3 Pedro de MERCADO. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia, II (1957), 235-398. 4 Juan RIVERO. Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta. Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de Colombia (1956). Es copia de la publicada en Bogotá por Ramón Guerra Azuola, en 1888. 5 Joseph CASSANI. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José del Rey, S. J. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (1967). 6 José GUMILLA. El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geographica, de este gran río, y de sus caudalosas vertientes: govierno, usos, y costumbres de los indios sus habitantes, con nuevas y útiles noticias de animales, árboles, aceytes, resinas, yervas, y raíces medicinales: y sobre todo, se hallarán conversiones muy singulares a nuestra Santa Fé, y casos de mucha edificacion. Madrid, Manuel Fernández (1741), José GUMILLA. Escritos varios. Estudio preliminar y compilación por José del Rey Fajardo. Caracas, Academia Nacional de la Historia (1970). 7 Agustín de VEGA. Noticia del principio y progresos del establecimiento de las missiones de gentiles en el río Orinoco por la Compañía de Jesús. Estudio introductorio José del Rey Fajardo, S. J. y Daniel de Barandiarán. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2000). 8 Felipe Salvador GILIJ. Ensayo de historia americana, tomo IV, Estado presente de la tierra firme. Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional (1955). 9 Matías de TAPIA. Mudo lamento de la vastísima, y numerosa gentilidad, que habita las dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco, su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de la Magestad Cathólica de las Españas, nuestro Señor Don Phelipe Quinto (que Dios guarde). Madrid, (1715) (Reproducido en José DEL REY. Documentos jesuíticos relativos
16.
• Libro III. Introducción
De igual forma pensamos que se debe tener en cuenta la obra de Julián Bravo, historiador de las misiones hermanas de Mainas, las cuales se separaron del Nuevo Reino en 1696.10 En este tomo abordaremos el tema de la crónica menor. Para ello haremos referencia a la denominada “crónica” de la Compañía de Jesús. Así pues, trataremos los siguientes puntos: I. La crónica II. La crónica menor. Con la indicación de las fuentes que pueden enriquecer las nuevas búsquedas de tan disperso material documental. Con este fin nos adentraremos en los siguientes campos: 1. Las colecciones documentales 2. Las bibliotecas de escritores jesuitas 3. Las historias locales de la Compañía de Jesús
I. La crónica A fin de poder precisar los conceptos fundamentales de crónica y crónica menor es necesario clarificar cada uno de estos géneros, disímiles entre sí, pero semejantes a la vez. La crónica es un género histórico específico, impuesto por Roma a todas las provincias. En ella debían laborar sin cesar los actores de las diversas obras que adelantaban los jesuitas en cada región. Con crónica nos referimos a las denominadas Cartas anuas, las cuales, afortunadamente, han venido conociendo la luz pública gracias al esfuerzo del Archivo Histórico Javeriano.11 Este género histórico recogía a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, Academia Nacional de la Historia [1966-1974a], 169-213). 10 Julián BRAVO SANTILLÁN. Las misiones de Mainas de la antigua Provincia de Quito de la Compañía de Jesús a través de las cartas de los misioneros alemanes que en ellas se consagraron a su civilización y evangelización. 1685-1757. Quito, Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit (2007). 11 José DEL REY FAJARDO y Alberto GUTIÉRREZ, eds. Cartas anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, volumen I, Años 1604 a 1621. Introducción, traducción y
17.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
cada trienio lo realizado por todos los domicilios jesuíticos insertos en la Provincia del Nuevo Reino. Como es natural, las misiones tienen en él sus capítulos correspondientes. Debe resaltarse el hecho de que en Bogotá había un redactor encargado de acomodar el estilo y la estructura de las diferentes producciones a las normas exigidas por Roma, lo que hace que se pierda la autenticidad de la palabra escrita en primera instancia, aunque no su valor.
II. La crónica menor 12 Decidimos dedicar el presente tomo a lo que denominamos crónica menor, como complemento obligado al segundo tomo de nuestra obra Historia y crónica orinoquense,13 pues este género ofrece horizontes interesantes para todos los investigadores al transcribir la realidad misional sin otras pretensiones que informar sobre la vida, el entorno geográfico y humano, y, en general, sobre la problemática de las reducciones encomendadas a los jesuitas. En última instancia recoge la visión primigenia y sin alteraciones del estilo de los misioneros a través de sus diversos modelos de escritos. Además, dada la presencia de tantos seguidores de Ignacio de Loyola que no eran de origen español ni criollo, el estudioso puede formarse una idea más completa acerca de las diversas visiones que se tenían sobre la vida misional. La crónica menor es, sin lugar a dudas, un terreno poco explorado desde el punto de vista del acervo documental de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. notas por los editores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2016); José DEL REY FAJARDO y Alberto GUTIÉRREZ, eds. Cartas anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, volumen II, Años 1638 a 1660. Introducción, traducción y notas por los editores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2014a); José DEL REY FAJARDO y Alberto GUTIÉRREZ, eds. Cartas anuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, volumen III, Años 1684 a 1698. Introducción, traducción y notas por los editores. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2014b). 12 José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense, libro II, Aporte jesuítico [Crónica menor]. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2016). 13 Id.
18.
• Libro III. Introducción
Por otro lado, debemos advertir que, como casi la mitad de los documentos son traducciones de diversos idiomas, es natural que su versión se haya hecho al castellano moderno. Esta decisión nos ha llevado a emplear también el español actual para todos los escritos antiguos redactados en la lengua de Cervantes, aunque tratando de respetar lo más posible su redacción original. Los textos seleccionados responden, por una parte, a la importancia de su contenido y a la variedad de percepciones que ofrecen sus autores, pues recogen los escritos de jesuitas de origen criollo, español, belga, alemán, austriaco, francés, italiano y bohemio; por otra parte, corresponden a los procesos llevados a cabo por las autoridades eclesiásticas y civiles. En síntesis, hemos seleccionado memoriales, informes, cartas, procesos judiciales y conflictos territoriales, entre otros tipos de documentos, para que el interesado en esta clase de investigaciones pueda conocer directamente sus versiones originales y completas. Dada la magnitud del horizonte de este campo de investigación, aludiremos a tres clases de fuentes que pueden resultar fructíferas para enriquecer los aportes conocidos hasta el presente. Estas son:
1. Las colecciones documentales La primera fuente la constituyen las colecciones documentales jesuíticas, las cuales, durante los tiempos coloniales, se dedicaron a la tarea de recopilar y publicar la correspondencia que mantenían los diversos países europeos con sus compatriotas que habían viajado a las misiones. Para poder entender el sentido de estas colecciones, nos referiremos a dos que son fundamentales: las Lettres édifiantes et curieuses, en Francia, y Der Neue Welt-Bott, en Alemania. En 1702 aparecieron las Lettres de quelques missionnaires de la Compagnie de Jésus, écrites de la Chine et des Indes Orientales. A través de la Revista Mémoires de Trévoux se puede seguir la opinión y el desarrollo de esta colección.14 Su éxito fue tan inesperado que el editor, P. Carlos de Gobien, 14 “Esta colección (la 5ª) es una de las más curiosas y más edificantes que haya ofrecido al público el P. Gobien” (Mémoires de Trévoux, mayo de 1705, 729). En junio de
19.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
se decidió a continuar esta obra en cuadernos anuales, con el título de Lettres édifiantes et curieuses.15 Entre 1703 y 1776 aparecieron en París 34 tomos, de los cuales los ocho primeros estuvieron a cargo del P. Carlos de Gobien, y los siguientes se debieron a los PP. Juan Bautista du Halde, Luis Patuillet y Nicolás Maréchal.16 Antes de entrar a la valoración histórica de esta colección, conviene establecer su estructura y esencia. Para esto debe aclarse que todo género epistolar jesuítico se puede dividir en tres especies: la primera, destinada a los superiores, forma parte de la correspondencia oficial y suele ser la más 1708 se palpa un sentimiento en la verificación de que la 8ª entrega sea un recuento de piedad, pero al menos allí se encuentra algo de historia (p. 982). En la 1ª (noviembre de 1713), se descubren tres razones de interés: el cristianismo, la ciencia y las variables bellezas de estilo (p. 1834). La 11ª (julio de 1715) es “tan curiosa, tan edificante, escrita con la misma pureza y la misma elegancia que las precedentes” (p. 1133) (citado por André RETIF 1951, 38). Para las opiniones del Journal des Savants, nos remitimos a las entradas “Le Gobien”, “du Halde, Maréchal” y “Patouillet” de la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, de SOMMERVOGEL. 15 a) Para la historia de esta colección, véase a André REFIT (“Brève Histoire des lettres édifiantes et curieuses”. En Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 7 [1951], 3750) y a Victor Hugo PALTSIST (“Data Concerning the Lettres Édifiantes”. En Reuben GOLD THWAITES. The Jesuit Relations and Allied Documents. Travels and Explorations of the Jesuit Missionaries in New France, 1610-1791, 298-334). b) Acerca del contenido, Cfr. Rob. STREIT. Bibliotheca Missionum, I (1927), números 754-756, 761, 766, 768, 770, 777, 790, 795, 805, 811, 814, 820, 827, 831, 839, 850, 855, 866, 879, 885, 899, 909, 920, 948, 987, 1024-1025, 1029-1030, 1036-1037. c) En lo que respecta a los editores, los volúmenes del 1 al 8 estuvieron a cargo de Charles Le Gobien; los volúmenes del 9 al 26 fueron editados por Jean Baptiste du Halde; los volúmenes 27, 28, 31, 33 y 34 fueron editados por Louis Patouillet, y los volúmenes 29, 30 y 32, fueron editados por Nicolas Maréchal. d) Otras ediciones: J. Yves de Querbeux y Brotier publicaron una nueva edición en 26 vols. (1780-1781). Otras fueron realizadas por no jesuitas en 1819, 1829-1831, 18381843. Una edición reducida estuvo a cargo de Aimé Martín (1834-1843), con el título de Pantheón Littéraire. Ludwig KOCH. Jesuiten-Lexikon Die Gesellschaft Jesueinst und jetzt. Löwen-Heverlee, Verlagder Bibliothek S. J., II (1962), 1838. 16 Idem.
20.
• Libro III. Introducción
explícita e instructiva; la segunda, oficiosa, tiene por objeto a los jesuitas europeos, quienes así mantenían contacto con sus antiguos colegas (generalmente es la más realista) y la tercera, dirigida al gran público, tiene como características una factura más esmerada y un contenido más erudito. Dentro de esta tercera especie se encuentran las Cartas edificantes y curiosas. Conviene además establecer una premisa fundamental que, si se desconoce, puede producir una óptica desorbitada de lo que fueron y de lo que aspiraban a ser estas cartas. Se puede afirmar que no se tratan estrictamente de informes técnicos ni de memorias exclusivamente científicas. Nos encontramos ante escritos de unos misioneros —de profunda formación humanística y, en algunos casos, científica— que describen un mundo exótico, en el que se insertaron libremente y a cuya cultura se adaptaron con el deseo de llevar el Evangelio a todas esas naciones y pueblos, con un sentido de inserción y perpetuidad. Además, responden al espíritu de los tiempos y se inscriben dentro del ambiente cristiano de la época, que procuraba dar respuesta a una religiosidad que gustaba de lo piadoso y de lo edificante. Desde el punto de vista de su valoración crítica, se deben dilucidar dos puntos clave: la fidelidad textual y su cualificación histórica. Con respecto al texto, no creemos oportuno entrar en la polémica establecida por M. Pinot y Saint-Simon sobre la tesis de que las Cartas edificantes eran “relaciones artificiosas”. Nos remitimos a la contestación del P. Brou, en la que, de forma pormenorizada, responde a los argumentos aducidos por dichos autores.17 En esencia, el editor se permitió alterar —o mejor, corregir— el estilo de algunas cartas que, por llevar los autores tanto tiempo fuera de Francia, podían parecer de redacción dura y poco atildada. Ya el 2 de febrero de 1705, apuntaba el Journal des Savants sobre el P. Gobien: “Él ha procurado hacer la lectura agradable; los misioneros le han suministrado las ideas; pero el giro, la expresión, la gracia del estilo provienen indudablemente
17 P. BROU. “De certaines conflicts entre missionnaires au XVII e s.”. En Revue d’Histoire des Missions (1934a) 187-202. También P. BROU. “Les jésuites sinologues de Pékin et leurs éditeurs de Paris”. En Revue d’Histoire des Missions (1934b), 551-566.
21.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
de él”.18 Es posible que haya basado en el contexto ideológico y religioso el tratamiento de problemas tan delicados como el de los “ritos chinos”,19 aunque, como demuestra Brou, las mutaciones son intrascendentes. En todo caso hacemos nuestro el criterio del P. Rétif: “Científicamente hablando, un moderno puede desecharlas; pero, si no se quiere caer en la injusticia y en ser mal historiador, se deben reubicar estos hechos en el contexto del tiempo y de las circunstancias y considerar en particular el género literario de estas relaciones y el público al que se dirigían”.20 Consecuentemente, también el valor intrínseco ha tenido sus apreciaciones. Rétif dirá que constituyen “un testimonio de la amplia cultura de los jesuitas del siglo XVIII”.21 En 1927, Radek, rector de la Universidad de Moscú, se gloriaba de tener, en una colección china de 80 000 volúmenes, una colección especial de “las obras escritas sobre China por los jesuitas del siglo XVIII [sic], superiores en cien codos a todo lo que los sabios modernos han escrito y que testimonian una competencia del alma china, que jamás ha sido igualada”.22 El P. Diego Davin, traductor de la edición española, escribía: “Me atrevo a decir que debe la geografía su mayor perfección a los misioneros de la Compañía de Jesús. Sin ellos poco o nada se sabría de la mayor parte del Asia y quedarían inmensos países de la América expuestos a conjeturas de los geógrafos de profesión, como ellos mismos lo reconocen o confiesan”.23
18
Cfr. Journal des Savants, febrero (1705), 106.
19 André RÉTIF. “Les Jésuites français en Chine d’apres les Lettres Édifiantes et curieuses”. En Neue Zeitschrift fur Missionswissenschaft, 3 (1948), 175. 20
André RÉTIF. “Brève histoire... ”. Op. cit., 45.
21 Idem. 22 J. SAUERWEIN, en Le Matin (París) marzo 1927 (citado así por L. LEVAUX. L’Orient et nos, 40). 23 Diego DAVIN. Cartas edificantes y curiosas escritas de las misiones extranjeras y de levante por algunos misioneros de la Compañía de Jesús. XVI vols. Madrid, Imprenta de la Viuda de Manuel Fernández y del Supremo Consejo de la Inquisición (1757), XXVI.
22.
• Libro III. Introducción
Su contenido se orienta muy especialmente por el gusto francés, fascinado por el Oriente. Sin embargo, aporta algunos datos interesantes acerca de la Guayana francesa y de las islas gálicas caribeñas, si bien son escasas las noticias que ofrecen sobre lo que constituyó el área geográfica de la Provincia del Nuevo Reino. A pesar de esto, un índice del influjo ejercido por las Lettres édifiantes lo constituye el sinnúmero de ediciones, traducciones, adaptaciones, extractos e imitaciones llevados a cabo. Frente al desprecio de Saint-Simon hay que resaltar el interés de Montesquieu por el estudio de estas fuentes, aunque ponga en duda las conclusiones sacadas por los misioneros. Así se podrían multiplicar los ejemplos contrapuestos. Lo cierto es que forman parte de la literatura y de la historia del siglo XVIII francés. Como su temática se orienta hacia un campo muy lejano al venezolano, nos remitimos a la extensa síntesis que el P. André Rétif dedica al influjo que ha ejercido —fundamentalmente dentro de la literatura francesa— esta colección.24 La segunda colección que hay que destacar es la obra más citada en Hispanoamérica, la del P. Joseph Stöcklein,25 la cual tuvo su nacimiento en la ciudad de Graz, en 1726, con el título de Der Neue Welt-Bott (El nuevo mensajero del mundo). Es importante destacar que Stöcklein se sirvió de cuatro fuentes distintas. En primer lugar, de Les Lettres édifiantes et curieuses, de los jesuitas franceses, de las que hemos hablado antes. También empleó otra fuente francesa de igual valor: las Nouveaux Mémoires des Missions de la Compagnie de Jésus dans le levant, las cuales se publicaron en París a partir de 1715. En tercer lugar, el P. Teodor Chaney afirma que Stöcklein trabajó en gran parte sobre los manuscritos originales utilizados por los editores de 24
André RÉTIF. “Brève histoire... ”. Op. cit., 46-50.
25 Joseph STÖCKLEIN, Peter PROBST y Franz KELLER, edits. Der Neue Welt-Bott oder Aller- hand so Sehr als Geistreiche Brief/Schrifften und Reisbeschreibungen, welche von denen Missionaris der Gesellschaft Jesu aus Indien und andern weit-entfernen Ländern [...] zum ersten mal Theils aus handschriftlichen Urkunden, theils aus denen französischen Lettres edifiantes. 5 tomos. Augsburgo y Graz (1726-1736); Viena (1748-1761), (1726-1761).
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estas fuentes francesas.26 Dispuso además de las narraciones originales de los jesuitas alemanes, tanto de las que reposaban en los archivos, así como de las cartas que llegaban de las misiones, las cuales, por orden del Provincial de Bohemia, P. Retz (futuro General de la Orden), debían ser remitidas a la dirección de Welt-Bott.27 Finalmente, completa las fuentes la correspondencia sostenida por el mismo Stöcklein con gran cantidad de misioneros de todas las partes del mundo, procurando que las informaciones de países exóticos estuvieran sustentadas por buenos informantes.28 Ante esto, se puede afirmar que el Welt-Bott no fue solamente una traducción de las Cartas edificantes y curiosas, sino una versión genuinamente alemana, con predominio de los jesuitas alemanes.29 El Welt-Bott se divide en cinco tomos, con un total de cincuenta partes, cada una de las cuales consta de entre cien y ciento veinte páginas en folio. Actualmente es un libro difícil de encontrar completo, aun en las bibliotecas alemanas.30 Al sorprenderle la muerte al P. Stöcklein, en 1733, había logrado ver publicados los tres primeros tomos. Sobre las misiones americanas 26 Theodore CHANEY. Vie du P. Romain Hinderer de la Compagnie de Jésus, l’apotre du Sacré-Coeur dans l’église de Chine au dix-huitième siècle 1668-1744. Paris-Lille-Tournai, Retaux-Bray/Louis Quarré/Decallonne-Liagre (1889). 27 Carta del 15 de diciembre de 1723. Wiener Staatsarchiv. Filiale fur geistliche Angelegnheit, n.º 419. Como confirmación de la realización de esta orden encontramos una carta del P. Franz Wissinger, rector de Telesch (Bohemia), por la que obliga a los padres de su provincia a remitirle las cartas que lleguen de las misiones, para transmitirlas él, a su vez, al sucesor del P. Stöcklein (Wiener Staatsarchiv, Ebenda, n.º 480). 28 Cfr. la lectura atenta del Welt-Bott y algunos ejemplos en HUONDER. “‘P. Joseph Stöckleins, Neuer Welt-Bott’, ein Vorläufer der Katholischem Missionen”, t. 33 (1904), 1-4; 30-33; 80-83; 103-107; cita en 31 y ss. 29 Basta con observar la estadística: en el tomo I, de 216 cartas, 106 eran alemanas; en el II, de 128, 31 lo eran; en el III, de 65, 28, y en el IV, de 114, 67. 30 En la Biblioteca de la Philosophische-Theologische Hochschule Sank-Georgen (Frankfurt/M) se encuentra el repositorio de los jesuitas alemanes de Valkenburg, entre otras bibliotecas. La colección está incompleta, o al menos así era cuando el autor estudiaba en dicha facultad (1960-1964).
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aporta valiosas y minuciosas informaciones. De un total de 811 textos, 203 pertenecen a las tierras descubiertas por Colón. En cada tomo hay un índice exhaustivo, cuya magnitud da clara idea del valor de su contenido: el tomo I abarca 66 páginas; el II, 64; el III, 36, y así sucesivamente. No dudamos en adherirnos a la opinión del P. Ludwig Koch: “El Neue Welt-Bott se cuenta entre las más originales y difundidas obras del siglo XVIII. Es un género insuperable. Para la historia de las misiones mantendrá durante mucho tiempo el valor de fuente de primer rango”.31 A la muerte del editor-fundador, le siguieron en la dirección de esta interesante empresa los PP. Karl Mayer, Peter Probst y Franz Keller.32 En Hispanoamérica, que sepamos, el Welt-Bott ha sido parcialmente traducido: en la Argentina por el P. Juan Muhn33 y por Vicente D. Sierra.34 En Chile, el benedictino P. Mauro Matthei, profesor de la Universidad Católica de Chile, ha publicado cuatro volúmenes.35 En el caso de las misiones de la gran Orinoquia, nos hemos servido de diez cartas del Welt-Bott, pero queremos advertir que el estudioso de la zona podrá encontrar abundante información añadida y dedicada a este género histórico que ha sido de gran utilidad a muchos investigadores.36 31
Ludwig KOCH. Op. cit., 1838.
32 André RÉTIF. “Brève histoire... ”. Op. cit., 45. 33 La Argentina vista por viajeros del siglo XVIII. Buenos Aires: Editorial Huarpes (1946). El P. Muhn publicó también parte de estas cartas en la Revista del Instituto Histórico y Geográfico de Montevideo (no hemos podido precisar las fechas). 34 Los jesuitas germanos en la conquista espiritual de Hispanoamérica. Siglos XVII y XVIII. Buenos Aires (1944). 35 Cartas e informes de misioneros extranjeros en Hispanoamérica. Santiago de Chile (1969-1997). Originalmente estos libros fueron publicados como artículos de la Revista Anales de la Facultad de Teología, desde el vol. XX (1968-1969). El primer tomo recoge las cartas de 1680 a 1699; el segundo, las de 1700 a 1723; el tercero, las de 1724 a 1735, y el cuarto, las de 1731 a 1751. 36 José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos... Op. cit., III, 275-347.
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Otra fuente, no tan rica, la constituye el escritor checo Zdenek Kalista, hombre de letras y representante de la cultura católica en un mundo que iba a desviarse hacia el bloque soviético. En 1941 publicó su libro Viajes bajo el signo de la cruz,37 el cual llevaba el subtítulo de Cartas de los misioneros checos de los siglos XVII y XVIII en las tierras de ultramar. Se trata de una compilación de 32 cartas e informes pertenecientes a once autores diferentes, escritas en América, Asia y África. El éxito fue tal que en 1947 se publicó la segunda edición.38
2. Bibliotecas de escritores jesuitas Un segundo camino para poder completar los ingentes vacíos que todavía supone la crónica menor es el del estudio minucioso de las bibliotecas de escritores jesuitas, elaboradas en los distintos países de procedencia de cada uno de ellos. La Orden fundada por Ignacio de Loyola otorgó a este género literario una gran importancia, pues se constituye en un inventario de las ciencias y las letras cultivadas por sus hombres en cada provincia, quienes debían enviar a Roma sus escritos para la publicación de la historia general de la Compañía de Jesús.39 Dentro del ámbito de habla hispana, nos ceñiremos a las “bibliotecas generales”, las cuales recogen con minuciosidad a todo aquel jesuita que haya dejado escritos o que se sepa de su existencia por testimonios fidedignos. De entre ellos nos referiremos a los PP. Lorenzo Hervás y Panduro, José de Uriarte y Mariano Lecina. Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1809)40 es el protagonista indiscutible del gigantesco proyecto que supuso la recolección de todas las obras 37 El libro fue publicado en la prestigiosa edición ELK (Evropsky Literární KlubClub Literario Europeo), en Praga, con una hermosa impresión. 38 Oldrich KASPAR. Los jesuitas checos en la Nueva España, 1678-1767. México, Universidad Iberoamaricana (1991), 29. 39 El primer tomo se debió a la pluma del P. Nicolaus ORLANDINUS. Historiae Societtis Iesus prima pars. Romae, Apud Bartholomaeum Zannettum (1615). 40
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Hermenegildo DE LA CAMPA. “Hervás y Panduro, Lorenzo”. En Charles E.
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que le fue posible escritas por los jesuitas hispanos y americanos en su destierro de Italia (1768-1779). Hervás no indica ni cuándo concibió la idea de la Biblioteca ni la fecha exacta de su composición, pero en 1793 ya había concluido su primera redacción. A esta le fue haciendo continuas adiciones, las cuales llegaron hasta 1799, según se desprende de la lectura del propio texto.41 De este modo surgió la Biblioteca jesuítico-española de escritores, que han florecido [por-en] siete lustros. Estos empiezan desde el año 1759, principio del reinado del augusto rei Carlos III, y acaban en el año 1793,42 cuyo manuscrito original reposa en el Archivo de Loyola (en Guipúzcoa).43 Esta obra consta de dos volúmenes. En el primer volumen se encuentra el “Catálogo 1º”, que contiene a los escritores con obra impresa.44 El volumen segundo recoge el “Catálogo 2º” —en el cual aparecen los escritores jesuitas españoles y americanos que, aunque escribieron sus obras dentro del
O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II (2001), 1914-1916. A este artículo nos remitimos para su extensa bibliografía. 41 Antonio ASTORGANO ABAJO. “La Biblioteca jesuítico-española de Hervás y su liderazgo sobre el resto de los exjesuitas”. En Hispania Sacra, 113 (2004), 178-182. 42 Uriarte describe así el manuscrito en su Catálogo razonado (I [1904], XXV): “Lorenzo Hervás y Panduro. Biblioteca jesuítico-española de escritores, que han florecido [poren] siete lustros. Estos empiezan desde el año 1759, principio del reinado del augusto rei Carlos III, y acaban en el año 1793. Obra de Lorenzo Hervás y Panduro, etc. [Volumen primero. Volumen segundo, en el cual se contienen tres catálogos de escritores y noticia de los manuscritos que de escritores españoles hay en siete bibliotecas insignes de Roma]. Dos tomos en folio de 198 hojas (sin 2 de portada y advertencia), 231 (sin 9 de índices y final). Faltan los folios, 4, 5, 6 y 7, la introducción y la dedicatoria. De la introducción hace mención el autor en la introducción especial del 2º tomo. De la introducción y dedicatoria habla una carta de Bernad a Hervás, 13 de septiembre de 1799”. Sin embargo, a juicio de Astorgano, quien ofrece la mejor descripción de la Biblioteca es Enrique del PORTILLO. “Lorenzo Hervás”. En Razón y Fe, XXXII (1912), 18. 43 Archivo de Loyola, caja 06, n.º 01. Para la descripción de los manuscritos y sus publicaciones parciales, véase a Antonio ASTORGANO ABAJO. Op. cit., 174-178. 44 Consta de 199 folios.
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mismo plazo, las dejaron inéditas—,45 el “Catálogo 3º” —en el que están los escritores jesuitas portugueses que imprimieron o dejaron inédita alguna obra durante los años de su destierro—,46 el “Catálogo 4º” —que reúne las obras impresas o inéditas de escritores jesuitas extranjeros, aunque domiciliados en España, que murieron antes de 1767 o que salieron extrañados con los españoles.47 Además, en este volumen el autor incluye dos apéndices: el primero reúne el “Catálogo de manuscritos de escritores españoles y portugueses existentes en siete bibliotecas insignes de Roma”48 y en el segundo recensa los “Códices, que de colecciones canónico-españolas hay en las bibliotecas de Roma”.49 Concluye con el “Índice de los nombres y personas, y de cosas notables, que se citan en los antecedentes catálogos de las bibliotecas romanas, Angélica, Barberini, Casanatense, Corsini, Jesuítica, Vallicellana y Zelada”.50 En total, la Biblioteca contiene 495 retratos bio-bibliográficos, la descripción de 808 manuscritos (apéndice 1) y 9 manuscritos de la colección canónico-española (apéndice 2).51 Y, en comparación con la Bibliothèque de Sommervogel, Astorgano encuentra 325 escritores en el jesuita francés, mientras que Hervás reúne 495; es decir que el español incluye 170 entradas nuevas.52
45 HERVÁS Y PANDURO. Biblioteca jesuítico-española de escritores... Op. cit., II, fols. 1-65v. 46 Ibid, fols. 66-86v. 47 Ibid, fols. 87-92v. 48 Ibid, apéndice I, fols. 93-201v. 49 Ibid, apéndice II, fols. 202-231v. 50 Ibid, fols. 232-238v. 51
Véase A. ASTORGANO ABAJO. Op. cit., 172.
52 A. ASTORGANO ABAJO. Op. cit., 194. Es interesante el cuadro comparativo que incluye en la página 193.
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En la actualidad se puede consultar la excelente edición crítica que Antonio Astorgano ha elaborado sobre los dos tomos hervasianos.53 Un elemento decisivo para la elaboración de la Biblioteca —amén de su peregrinar por las bibliotecas romanas e italianas— lo constituye el hecho de que Hervás supo mantener correspondencia con la mayoría de los “intelectuales jesuitas” que vivían en su misma situación de expatriados.54 De ellos obtuvo valiosísimas informaciones de primera mano, como puede verse, por ejemplo, en el ámbito de las lenguas indígenas y exóticas a través de la lectura de su Idea dell’Universo y también de su Catálogo de las lenguas.55 El gran continuador de Lorenzo Hervás y Panduro, con una visión holística de la Compañía de Jesús hispana y americana, fue el P. José Eugenio de Uriarte (1842-1909),56 quien, habiéndose dedicado con pasión a completar
53 Lorenzo HERVÁS Y PANDURO. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Estudio introductorio, edición crítica y notas de Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo (2007). Lorenzo HERVÁS Y PANDURO. Biblioteca jesuítico-española, II, Manuscritos hispano-portugueses en siete bibliotecas de Roma. Estudio introductorio, edición crítica y notas de Antonio Astorgano Abajo. Madrid, Libris: Asociación Libreros de Viejo (2009). 54 Para una lista de amigos y corresponsales de Hervás, véase a A. ASTORGANO ABAJO. Op. cit., 212-227. 55 Hervás publicó su gran obra Idea dell’Universo, che contiene la Storia della vita dell’uomo, elementi cosmografici, viaggio estatico al mondo planetario, e Storia della terra. Cesena, 1778-1792, 22 volúmenes. Los tomos XVII-XXI salieron con título separado y son: XVII: Catalogo delle lingue conosciute e noticia della loro afinitá e diversità. 1784. XVIII: Origine, formazione, mecanismo ed armonia degl’idiomi. 1785. XIX : Arithmetica delle Nazioni, e divisione del tempo fra gli Orientali. 1786. XX : Vocabulario poliglotto…, 1787. XXI: Saggio prattico delle lingue come prolegomeni e una raccolta di orazioni dominicali in più de trecento lingue et dialecti… (1787). Toda esta ingente obra fue refundida y considerablemente aumentada en su edición castellana. (Véase SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la…, IV, 319-322). 56 José [MARTÍNEZ DE LA] ESCALERA. “Uriarte, José Eugenio de”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001b), 3861. Mariano LECINA. “Breve noticia bio-bibliográfica del P. José Eugenio de Uriarte y Barrenechea, S. J.”. En P. J. Eugenio de URIARTE. Catálogo razonado de
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un inmenso caudal de información, en el año de 1890 ya había reunido miles de artículos, entre los que se contaban algunos centenares de autores totalmente desconocidos. No obstante, la aparición del primer tomo de la Bibliothèque de Sommervogel, en 1890, le hizo cambiar de idea, y se circunscribió, en lo geográfico, a lo que había sido la antigua Asistencia de España, es decir, a España, Perú, Chile, Nuevo Reino de Granada, Quito, Méjico, Paraguay, Filipinas y Cerdeña. En lo temporal, se dedicó a lo que significó la antigua compañía, es decir, a la que murió tras el Breve Dominus ac Redemptor. En cuanto a los sujetos, se ocupó de los que, de una manera u otra, desarrollaron su actividad o parte de ella en la geografía antes mencionada. Metodológicamente, Uriarte primero publicó un catálogo que descifrara los anónimos y seudónimos de la Compañía de Jesús en España y América57 y luego la Biblioteca. En cuanto a la estructura, Uriarte distingue a las obras anónimas de las seudónimas, y en un apéndice clasifica aquellas que no pueden ser ubicadas en ninguna de estas dos categorías.58 En 1904 apareció el tomo I, y de inmediato obtuvo un aplauso general.59 Sin embargo, su autor solo pudo presenciar hasta la impresión del tomo III (1906); los otros dos restantes fueron preparados para la imprenta por los PP. Enrique del Portillo (1871-1945)60 y Mariano Lecina. Con los suplementos, obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española…, V (1916), XI-XXV. Antonio PÉREZ GOYENA. “Un bibliógrafo insigne”. En Razón y Fe, 25 (1909) 368-373. N. NOGUER. “Examen de la obra ‘Catálogo razonado de obras anónimas’”. En Razón y Fe, 46 (1916), 384-387. 57 P. J. Eugenio de URIARTE. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia española: con un apéndice de otras de los mismos, dignas de especial estudio bibliográfico: (28. Sept. 1540-16. Ag. 1773). 5 vols. Madrid, Sucesores de Rivadeneyra (1904-1916). 58 Ibid, I, XVI. 59
Pueden verse las opiniones en el tomo V (XV-XVII).
60 Julián GARCÍA-CALVO. “Portillo, Enrique del”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín
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esta obra alcanza las 6966 entradas. A ellos hay que añadir las “Adiciones y correcciones”.61 En cuanto a los índices, se establecen los siguientes: I. “Índice alfabético de las primeras palabras con que comienzan los títulos de todas las obras catalogadas”;62 II. “Índice de las obras consultadas y de algunas otras que forman parte de este catálogo razonado”;63 III. “Índice de autores, traductores y editores anónimos”;64 IV. “Índice de autores seudónimos”;65 V. “Índice de autores y seudónimos que usaron”;66 VI. “Índice de todas las obras catalogadas por orden de materias”;67 VII. “Índice de algunas cosas notables tomadas de las discusiones o notas críticas”;68 VIII. “Índice de autores refutados en las notas críticas”,69 y IX. “Índice de las imprentas en que se publicaron las obras contenidas en este catálogo razonado”.70 Sería el P. Mariano Lecina (1854-1934)71 el encargado de terminar su obra inconclusa. Prácticamente preparó los tomos IV y V del Catálogo razonado e inició el sueño de Uriarte de lanzar al público la Biblioteca de escritores M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3196. 61
P. J. Eugenio de URIARTE. Op. cit., V, 99-129.
62 Ibid, 133-216. 63 Ibid, 217-421. 64 Ibid, 422-442. 65 Ibid, 443-476. 66 Ibid, 477-506. 67 Ibid, 507-622. 68 Ibid, 623-628. 69 Ibid, 629-638. 70 Ibid, 639-652. 71 José [MARTÍNEZ DE LA] ESCALERA. “Lecina, Mariano”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III (2001a), 2315. Miguel CASCÓN. La obra bibliográfica del P. Mariano Lecina. Comillas (1934). (Separata del número 35 de Noticias de la Provincia de León S. I.)
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de la Compañía de Jesús, una obra de audacia similar, guardando las debidas distancias, a la que Carlos Sommervogel había levantado sobre la universal Compañía de Jesús con su Bibliothèque. Lecina venía de ser investigador del equipo fundado en 1894 para publicar los orígenes fundacionales de la Compañía de Jesús, a la luz de la nueva crítica histórica y fundamentada en la revisión exhaustiva de las fuentes, el cual dió a luz la gran serie denominada Monumenta Historica Societatis Jesu.72 En este contexto, Mariano Lecina editó, en 1914, el tomo IV del Catálogo razonado, con la ayuda del P. Enrique Portillo,73 y, en 1916, el tomo V, cosecha casi exclusiva de su trabajo.74 En 1925 publicó el primer tomo de la esperada Biblioteca.75 En su parco prefacio, “Al lector”, afirma que la Biblioteca constituye el tomo VI de la obra iniciada por el P. José Eugenio de Uriarte y que, por ende, no debe ser divorciada del Catálogo razonado. Asimismo, advierte que ha sido prolijo su trabajo, pues su antecesor poseía una muy débil información sobre América latina, y gran parte del resto de los materiales quedaron “hacinados y sin ordenar”.76 72 Una breve información sobre Monumenta Historica puede verse en Félix ZUBILLAGA y Walter HANISCH. Guía manual de los documentos históricos de la Compañía de Jesús de los cien primeros volúmenes, que tratan de los orígenes de la Compañía, de San Ignacio, de sus compañeros y colaboradores, legislación, pedagogía y misiones de Asia y América. Romae, Institutum Historicum S. I. (1971). Es interesante para el lector conocer la “Breve noticia histórica de la Colección MHSI” (pp. 9-18). 73
P. J. Eugenio de URIARTE. Op. cit., IV, V-VI.
74 Ibid, V, V. 75 José Eugenio de URIARTE y Mariano LECINA. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a ola antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773, parte I, Escritores de quienes se conoce algún trabajo impreso. Madrid, Viuda de López del Horno (1929). José Eugenio de URIARTE y Mariano LECINA. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a ola antigua Asistencia de España desde sus orígenes hasta el año de 1773, parte II, Escritores de quienes solo se conocen manuscritos. Madrid, Gráfica Universal (1930). 76 Ibid, I, V.
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La Biblioteca está diseñada para comprender dos grandes partes. En la primera se incluyen los escritores de quienes se conoce algún trabajo impreso y en la segunda a los escritores de quienes solo se tienen noticias de sus manuscritos. Por ello, al final de cada tomo se incluye un apéndice que se intitula: “Catálogo de los escritores de quienes nada se ha impreso hasta el presente, los cuales reservamos para la segunda parte”.77 Para corroborar el valor del aporte que supone su Biblioteca en relación con la de Sommervogel, Lecina afirma que solo en la letra A, entre los que se publican en la primera parte y los reseñados en la segunda, “pasa de cuatrocientos treinta el número registrados por nosotros y no mencionados en la Bibliothèque”. De igual manera, resalta las mejoras introducidas en las notas biográficas dedicadas a cada autor, pues se consultaron centenares de cartas necrológicas y los catálogos trienales de cada una de las provincias.78 Lamentablemente, la muerte sorprendió a Lecina en Comillas (Cantabria) el 8 de abril de 1934, cuando preparaba el tomo III de su gran obra.79 Sus archivos, después de diversas vicisitudes tras la expulsión de la Compañía de Jesús de España, en 1934, reposan en la Universidad de Comillas de Madrid, los cuales son sistemáticamente mejorados por el infatigable y sabio investigador José Martínez de la Escalera, quien me comunicó que ya había concluido todas las entradas de la F a la Z y que esperaba que pronto se pudiera consultar de forma digital. No obstante, a pesar del esfuerzo de los tres bibliógrafos españoles por dar acogida a los hispanoamericanos, es lógico que cada nación intentara reconstruir la obra científica y cultural de sus propios hombres.
77 Ibid. En el tomo I, este apéndice corre de la página 617 a la 623; y en el II, de la página 601 a la 608. 78 URIATE-LECINA. Biblioteca de escritores... Op. cit., I, VI. 79 Miguel CASCÓN. Op. cit., 8: “El tomo III que últimamente estaba preparando lo deja bastante incompleto sobre todo en la parte de América, si bien había recorrido los ocho tomos de la Biblioteca Hispano-americana de José Toribio Medina y dejaba anotadas las obras de 38 autores, que comprendían desde Fuente, Andrés de la hasta Quiroga, José”.
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Además, la expulsión de 1767 significó, desde el punto de vista documental, un momento privilegiado para conocer los archivos y bibliotecas de los miembros de la Compañía de Jesús que laboraban en el continente descubierto por Cristóbal Colón aunque, lamentablemente, muchos de esos documentos se dispersaron y extraviaron, con gran perjuicio para su estudio.80 La restauración fue mucho más tortuosa en las tierras americanas que en las españolas. Esa es una razón para explicar lo tardío del despertar de las provincias americanas al reto de su pasado histórico plasmado en sus bibliotecas bibliográficas. A pesar de ello, no es de extrañar que eruditos estudiosos de la historia de la cultura y de las ideas hispanoamericanas hayan incursionado en el campo colonial a fin de poder interpretar correctamente los movimientos intelectuales que se fueron dando en el continente tras la independencia de España. La Provincia del Nuevo Reino de Granada nació en 1604 como Viceprovincia dependiente del Perú, y alcanzó su independencia en 1608. Nuestro propósito se cifra en ofrecer una información precisa sobre los miembros de la Compañía de Jesús que laboraron en tierras neogranadinas desde 1604 hasta 1767. Dado que la Provincia del Nuevo Reino de Granada comprendía las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela, República Dominicana y, hasta 1696, a Panamá y Ecuador, ya se han elaborado las biobibliografías relativas a Venezuela-Colombia y la isla de Santo Domingo. El primer elenco que poseemos sobre los jesuitas neogranadinos expulsados en 1767 se debe al historiador Juan Manuel Pacheco.81 Sin embargo, puesto que la Orinoquia se ubica entre las actuales repúblicas de Colombia y Venezuela, hemos optado por incluir, de forma arbitraria, en 80 Francisco MATEOS. “El secuestro de papeles jesuíticos en el siglo XVIII, su concentración en Madrid, vicisitudes y estado actual”. En Araceli GUGLIERI NAVARRO. Documentos de la Compañía de Jesús en el Archivo Histórico Nacional. Madrid, Razón y Fe (1967), V-LXXXII. 81 Juan Manuel PACHECO. “Los jesuitas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada expulsados en 1767”. En Ecclesiastica Xaveriana, 3 (1953), 23-78.
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nuestra investigación a todos los que laboraron en la región de los Llanos y en el gran río Orinoco, en la parte de Venezuela. Dentro de este contexto, publicamos en 1974 la primera edición de la Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial.82 En esa entrega recogíamos la acción de 268 jesuitas que, de forma directa o indirecta, habían laborado en las ciudades venezolanas o en la gran Orinoquia. En 1995 salió a la luz pública la segunda edición, y su catálogo de personas subió a 318 entradas.83 En la tercera hay 321 entradas.84 Con motivo de las celebraciones llevadas a cabo por el Bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús en el mundo (1814), se pubicó nuestra revisión bibliográfica de todos los ignacianos neogranadinos que laboraban en la gran Orinoquia y que fueron expulsados por Carlos III en 1767.85 Debe recordarse que también la isla de Santo Domingo hacía parte integral de la Provincia neogranadina, a la vez que era puerta abierta para las rutas que desde la Península buscaban amplias áreas geográficas en Centro, Norte y Sudamérica. De este modo, la Universidad de Gorjón constituyó un compromiso serio para las autoridades jesuíticas de Bogotá, pues tuvieron que atenderla durante el siglo XVIII.86
82 José DEL REY FAJARDO. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello (1974b). 83 José DEL REY FAJARDO. Bío-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. San Cristóbal-Santafé de Bogotá (1995). 84 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela, tomo II, Los hombres. CaracasBogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana (2007b). 85 José DEL REY FAJARDO. Biobibliografía de los jesuitas expulsados del Nuevo Reino de Granada (1767-1815). Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana (2014a). 86 José Luis SÁEZ. “Universidad Real y Pontificia de Santiago de la Paz y de Gorjón en la Isla Española (1747-1767)”. En José DEL REY FAJARDO, ed. La pedagogía jesuítica en Venezuela. San Cristóbal, Universidad Católica, I (1991), 175-224.
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La biobibliografía colonial ha sido estudiada de forma concienzuda por José Luis Sáez,87 quien recoge en la primera parte lo referente a la isla de Santo Domingo; en la segunda, lo de la isla de Cuba, y en el apéndice: 1) las vocaciones cubanas y dominicanas que ingresaron y vivieron fuera del Caribe hispánico (1563-1767) y 2) los expedicionarios que solo se detuvieron en Santo Domingo o en Cuba de camino a su destino (1571-1578). Más allá de cualquier consideración, la principal obra de consulta fundamental en lo relativo al Nuevo Reino la constituye la Biblioteca de escritores neogranadinos,88 aparecida el año 2006. De la misma forma que la Biblioteca de la Compañía de Jesús, elaborada por Carlos Sommervogel, era impensable en pleno siglo XX, opinamos que en tierras americanas se juzgó de igual manera irrealizable el proyecto Uriarte-Lecina. Y, a decir verdad, la “dispersión” que vivió la Orden fundada por Ignacio de Loyola tras la expatriación de sus miembros de América, en 1767, y el cierre legal de la Compañía, en 1773, obligaron a las diversas provincias americanas a buscar otros ámbitos de supervivencia y a perpetuar la memoria de los hombres que supieron dar respuesta al sueño americano. Además, como en los tiempos coloniales el Nuevo Reino de Granada dependió de las provincias de México, Perú y Ecuador, es lógico que se diera cierta movilidad e intercambio entre los miembros de dichas provincias, por lo cual hemos decidido incrementar el estudio de las fuentes, añadiendo las de Ecuador, Perú y México. En el ámbito ecuatoriano, no puede pasar desapercibido el aporte del P. José Jouanen, con el catálogo que incluye al final de su Historia de la Provincia de Quito.89
87 José Luis SÁEZ. “Los jesuitas en el Caribe insular de habla castellana (1575-1767)”. En Paramillo, 16 (1997), 5-156. 88 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006b). 89 José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús en la antigua Provincia de Quito 1570-1774. Quito, Editorial Ecuatoriana (1943), 723-749.
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Por otro lado, el primero en afrontar de forma autónoma el tema de la biblioteca de escritores peruanos fue el erudito investigador don José Toribio Medina, gran conocedor de la historia hispanoamericana colonial, quien dejó unas Noticias bio-bibliográficas de los jesuitas expulsos,90 de gran interés para los bibliófilos que estudian la Compañía de Jesús americana. Preocupado por la producción intelectual de los súbditos de la corona hispana desterrados en Italia, siguió los pasos de la obra de Francisco Gustá,91 de Luis Rizzi y de Diosdado Caballero. Esta curiosidad —confiesa— le venía desde que escribió su Biblioteca hispano-americana,92 y sintió una necesidad más acuciante tras la publicación de La imprenta en América.93 Medina fue recopilando gran cantidad de material bibliográfico, que generosamente fue remitiendo a su amigo el P. Carlos Sommervogel. Pero el proyecto era mucho más ambicioso pues contemplaba tres grandes series. De la primera acabamos de hablar. Las dos restantes son: las de los varones ilustres por sus virtudes y por los servicios prestados a la colonia peruana, y las de los admitidos a la hora de la muerte, junto con las de los fundadores, patronos y protectores de las casas y colegios. La interesante parte de la expulsión y extinción es examinada en algunos aspectos importantes por el P. Rubén Vargas Ugarte,94 en su estudio sobre los Jesuitas peruanos desterrados a Italia.95 90 José Toribio MEDINA. Noticias bio-bibliográficas de los jesuitas expulsos de América en 1767. Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana (1914). 91 Miguel BATLLORI. “Gustà, Francisco”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II (2001), 1851-1852. 92 José Toribio MEDINA. Biblioteca Hispano-americana (1493-1810). 6 vols. Santiago de Chile, Impreso y grabado en casa del autor (1898). 93
José Toribio MEDINA. Noticias bio-bibliográficas... Op. cit., VII.
94 Armando NIETO. “Vargas Ugarte, Rubén”. En Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3895. 95 Rubén VARGAS UGARTE. Jesuitas peruanos desterrados a Italia. Lima [sin editorial] (1934). Véase László POLGáR. Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jesús 1901-1980. Roma. Institum Historicum S. I., II (1986) 299-310.
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La Provincia mexicana fue rica en experiencias biográficas y bibliográficas. Empezamos con Juan Luis Maneiro (1744-1802),96 autor de excelentes biografías, en latín, de mexicanos ilustres. Su principal obra es De Vitis aliquot mexicanorum…,97 de la cual afirmó Burrus: “su prosa latina aúna el señorío de los humanistas del Renacimiento con la agilidad y frescura del joven pueblo americano”. Con ese telón de fondo entabló una polémica con el literato, y jesuita italiano, Giovanni Roberti (1719-1786),98 quien sostenía que solo los nacidos en Italia eran capaces de dominar el latín.99 Este libro, aparecido en Bolonia entre 1791 y 1792, consta de 1148 páginas y contiene 35 biografías, de las cuales unas 26 están redactadas in extenso y 9 son breves. A ellas hay que añadir las de Antonio López del Portillo, Pedro Malo y Miguel Gutiérrez, lo que nos da un total de 38 biografías100 de jesuitas novohispanos que fallecieron en el destierro de Italia. Dejando de lado una llamativa tradición de bibliógrafos mexicanos, haremos mención de algunos.
96 Ernest J. BURRUS y Jesús GÓMEZ FREGOSO. “Maneiro, Juan Luis”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III (2001), 2493. SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit., V, 473-474. Francisco ZAMBRANO y José GUTIÉRREZ CASILLAS. Diccionario Bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México, XVI (1977), 98-99. 97 Joannes Aloysii Maneiri veracrucensis de Vitis aliquot mexicanorum aliorumque qui sive virtute, sive litteris Mexici imprimis floruerunt. Bononiae (1792). 98 Mario ZANFREDINI. “Roberti, Giovanni Battista”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3378. 99
Ernest J. BURRUS y Jesús GÓMEZ FREGOSO. Op. cit.
100 Para la edición castellana y las otras ediciones, véase a Ignacio OSORIO ROMERO. “Estudio introductorio”. En Juan Luis MANEIRO. Vida de algunos mexicanos ilustres. Alberto Valenzuela Rodarte, traducción, estudio introductorio y apéndice de Ignacio Osorio Romero. México, Universidad Nacional Autónoma de México (1988), 30-38.
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Fuente obligada de consulta para los jesuitas expulsos sigue siendo el Catálogo101 del P. Rafael José Zelis (1747-1798).102 El cual fue aumentado por el erudito y polígrafo Pedro Márquez (1741-1820)103 y publicado por el P. Andrés Artola en México, en 1871. No obstante, quien llevó a cabo la primera gran síntesis de la bibliografía jesuítica mexicana fue el P. Francisco de Paula Zambrano (18881973),104 con su obra, en 16 volúmenes, Diccionario bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México.105 Como advierte el autor en su escueto prólogo, la estructura de cada entrada es la siguiente: la biografía del autor, las fuentes biográficas por orden alfabético, la bibliografía de cada sujeto y, finalmente, las referencias bibliográficas.106 Siempre introduce por orden
101 Catalogo de los sugetos de la Compañía de Jesús, que formaban la Provincia de México el día del arresto, 25 de Junio de 1767. Contiene: los sugetos por orden alfabético, por orden de edad, por orden de grado; los colegios, las misiones y los difuntos. Comenzado en Roma por Don Rafael de Zelis el día 27 de Junio, y terminado el 23 de Agosto de 1786. México, I. Escalante (1871). 102 Félix ZUBILLAGA. “Zelis, Rafael José de”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 4074. SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit., VIII, 1485. Francisco ZAMBRANO y José GUTIÉRREZ CASILLAS. Op. cit., XVI, 679-680. 103 Juan GUTIÉRREZ y Jesús GÓMEZ FREGOSO. “Márquez, Pedro José”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III (2001), 2514-2516. SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit., V, 603-605. José GUTIÉRREZ CASILLAS. Jesuitas en México durante el siglo XIX. México (1952), 359. 104 Manuel ACÉVEZ y Jesús GÓMEZ FREGOSO. “Zambrano Berardi, Francisco de Paula”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 4069-4070. 105 Francisco ZAMBRANO y José GUITÉRREZ CASILLAS. Diccionario bío-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México. 16 vols. México, Editorial Jus (1961-77). Del tomo I al XII fueron confeccionados por el P. Zambrano, del XIII al XVI, por el P. José Gutiérrez Casillas. 106 Ibid, I (1961), 11.
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cronológico la rica información biográfica de que dispone. Su ámbito es la Compañía de Jesús que muere en 1773. Nos parece acertado el juicio de sus biógrafos: “Aunque falto de una formación histórico-técnica, Zambrano fue un historiógrafo nato, de apasionada afición y dedicación. A pesar de sus defectos de nomenclatura y terminología, su obra es una exhaustiva y valiosa mina de información para el historiador”.107 Continuador de la obra de Zambrano para la Compañía de Jesús restaurada es Juan B. Iguíniz, con su Bibliografía de los escritores de la provincia mexicana.108 Una mención muy especial amerita el acucioso trabajo de Bernd Hausberger sobre los jesuitas centroeuropeos en México.109 Se trata de una biobibliografía redactada con las exigencias de la metodología moderna y con una concepción muy diversa a la utilizada por Zambrano. También juzgamos que deben ingresar en este estudio los autores que han escrito sobre la materia bibliográfica en Lusoamérica. Para el Brasil jesuítico hay que recurrir al historiador Serafim Leite (1890-1969),110 prolífico escritor que comenzó a preparar en 1933 su monumental História da Companhia de Jesus no Brasil, desde sus orígenes hasta la expulsión de los jesuitas de Brasil por parte de Pombal en el año 1760 (1699-1782).111 En 1950 concluyó su volumen X.112 Aquí tienen importancia 107
Manuel ACÉVEZ y Jesús GÓMEZ FREGOSO. Op. cit., IV, 4070.
108 Juan B. IGUÍNIZ. Bibliografía de los escritores de la provincia mexicana de la Compañía de Jesús, desde su restauración hasta nuestros días. México (1945). Véase László POLGáR. Op. cit., II, 234-265. 109 Bernd HAUSBERGER. Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialem Mexico. Eine BioBiblibliographie. Wien-München, Verlag für Geschichte und Politik (1995). 110 José VAZ DE CARVALHO. “Leite, Serafim”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III (2001a), 2326-2327. 111 António LEITE. “Carvalho, Sebastião José de. Pombal (marqués de)”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I (2001), 672-675. 112
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Serafím LEITE. História da Companhia de Jesús no Brasil. 10 vols. Lisboa-Río de
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los dos volúmenes dedicados a la bibliografía que consagra a los escritores, aparecidos ambos en 1949.113 En lo relativo a los jesuitas extranjeros, nos permitimos ahora presentar las obras que juzgamos esenciales para cualquier consulta sobre el tema. Un caso típico lo constituye el interesante libro de Antón Huonder sobre los jesuitas alemanes que pasaron a Indias114 aunque haya que ser completado con el Lexicon de Ludwig Koch.115 En el caso específico de los austriacos, puede verse a Alexander von Randa116 y, sobre todo, al Nomenclator biographicus de Ladislaus Lukács.117 Nuevas luces sobre los seguidores de Ignacio de Loyola en el ámbito de la “Bélgica antiqua” y sus dependencias mundiales nos las proporciona Willem Audenaert,118 quien enriquece notablemente el aporte que había iniciado François Kiekens en 1879.119 Para el estudio de algunas personalidades Janeiro, (1938-1950). Reedición facsimilar en Sao Paulo, patrocinada por PETROBRAS (2004). Véase László POLGÁR. Op. cit., II, 80-121. 113 El volumen VIII recoge los escritores de la A a la M, y el IX de la M a la Z. El vol. X es un índice general. 114 Anton HUONDER. Deutsche Jesuitenmissionäre des 17. und 18, Jahrhunderts. Ein Beitrag zur Missionsgeschichte und zur deutschen Biographie. Freiburg im Breisgau, Herder’sche Verlagshandlung (1899). 115 Ludwig KOCH. Op. cit. 116 Alexander von RANDA. “Los jesuitas austriacos en la provincia de Nueva Granada”. En Tercer Congreso Hispanoamericano de Historia. Segundo de Cartagena de Indias. Cartagena de Indias, I, 326-327. 117 Ladislaus LUKACS. Catalogus generalis seu Nomenclator biographicus personarum Provinciae Austriae Societatis Iesu (1551-1773). 3 vols. Romae, Institutum Historicum S. I. (1988). 118 Willem AUDENAERT. Prosopographia iesuitica Belgica antiqua (PIBA). A Biographical Dictionary of the Jesuits in the Low Countries 1542-1773. 4 vols. Introduction by Hermann Morlion. Leuven-Heverlee, Filosofisch en Theologisch College S. J. (2000). 119 François KIEKENS. “Les Anciens missionnaires belges de la Compagnie de Jesús dans les deux Amériques”. En Precis Historiques, 28 (1879), 146-152.
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relevantes por sus méritos culturales, científicos o religiosos es preciso acudir a Joseph Masson.120 Una guía, aunque incompleta, sobre los italianos expulsados de América en 1767 la presenta Guillermo Kratz.121 Afortunadamente, para el Nuevo Reino su lista puede completarse con la levantada por los funcionarios regios hispanos en el puerto de Santa María, conforme estos iban arribando de América.122 Para los súbditos de la corona gala ha sido una pauta consultar la obra en cinco volúmenes del P. Pierre Delattre,123 aunque para los jesuitas de las Antillas posee una extraordinaria riqueza informativa el Dictionnaire biographique, de Bernard David.124 Más difícil ha sido estudiar la presencia irlandesa en tierras neogranadinas, pues, en verdad, fuera de los imprecisos datos ofrecidos por John McErlean,125 no nos ha sido fácil identificar nombres de jesuitas que nos consta por los catálogos del Nuevo Reino que habían nacido en las Islas Británicas.126 120 Joseph MASSON. Missionnaires Belges sous l’ancien régime (1500-1800), tome I, Ceux qui versérent leur sang. Bruxelles, L’Edition Universelle S. A. 121 Guillermo KRATZ. “Gesuiti italiani nelle Missioni Spagnuole al tempo dell’espulsione (1767-1768)”. En Archivum Historicum Societatis Iesu, 11 (1942) 27-67. 122 AHN. Jesuitas, 827/2. Filiación de los regulares de la Compañía del nombre de Jesús pertenecientes a la provincia de Santa Fe de Bogotá. 123 Pierre DELATTRE. Les Établissements des Jésuites en France depuis quatre siècles. Répertoire topo-bibliographique publié a l’occasion du quatrième centenaire de la fondation de la Compagnie de Jésus 1540-1940. 5 vols. Sous la direction de Pierre Delattre S. J. avec le concours d’un grand nombre de collaborateurs. Enghien-Wetteren, Institut Supérieur de Théologie (1949-1957). 124 Bernard DAVID. Dictionnaire Biographique de la Martinique (1635-1848), tome I, 1635-1715. Fort-de-France, Société d’Histoire de la Martinique (1984). 125 John MacERLEAN. “Irish Jesuits in Foreing Missions from 1574 to 1773”. En Irish Jesuit Directory and Year Book (1930), 127-138. 126
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Henry FOLEY. Records of the English Province of the Society of Jesus, Historic Facts
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La situación de la bibliografía histórica es diferente. Hasta el comienzo del siglo XX tenemos como guía el tomo XI de Carlos Sommervogel. Para el siglo XX hay que recurrir al Moniteur y al Index, que abarcan los años 1888-1914 y 1937-1977. Estas dos colecciones tienen dos lagunas informativas: la comprendida entre 1915-1936 y otra a partir de 1977. Asimismo, hay que tener presente que Sommervogel excluye de su Bibliothèque a aquellos autores muertos después del año 1900 pero que habían escrito antes de 1888, fecha de nacimiento del Moniteur.127 A partir de 1952 asume la responsabilidad el jesuita húngaro László Polgár, quien en medio siglo produjo cincuenta suplementos anuales de la bibliografía. Pero su visión iba más allá,128 y en 1981 publicó el primer volumen de la Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jésus, 1901-1980, obra que se complementaría con la aparición del volumen II (1983 y 1986),129 que ordena la información por países, y del volumen III (1990), que hace lo mismo, pero teniendo como criterio a las personas.130 Los seis volúmenes de Polgár listan 45 508 títulos, y los fascículos del Archivum Historicum publicados desde 1990 contienen 31 344 escritores, lo cual arroja una suma de 76 852 referencias bibliográficas. En consecuencia, todo el siglo XX está cubierto por la Bibliographie del P. Polgár. Lamentablemente para la investigación histórica de la Compañía de Jesús, a partir del año 2001 la revista Archivum Historicum Societatis
Illustrative of the Labours and Sufferings of its Members in the Sixteenth and Seventeenth Centuries. 7 vols. London, Burns and Oates (1877-1883). En el volumen 7, parte 2, cita a partir de la página 96 un catálogo cronológico de irlandeses, entre los que figura el P. Francisco Lea, con datos totalmente errados. 127 Marc DYKMANS. “Avant-propos”. En SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit., XII, III. 128 László POLGÁR. Op. cit., 19-23. 129 László POLGÁR. Op. cit., II. 130 László POLGÁR. Op. cit., III.
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Iesu dejó de publicar su apartado sistemático sobre la bibliografía de la orden en todo el mundo.131
3. Las historias locales de la Compañía de Jesús La tercera fuente de información para completar el acopio de materiales para la crónica menor la constituyen las diversas historias escritas para cada una de las entidades que configuraron el Nuevo Reino de Granada. Es evidente que cada autor ha tenido que utilizar no solo una extensa bibliografía, más o menos cercana al tema, sino que también ha debido hacer una búsqueda especializada en los diversos archivos en los que puedan residir los acervos documentales, los cuales pueden contener información privilegiada. Este hecho abre muchas posibilidades al estudioso de la crónica menor. En nuestro caso, el lector podrá encontrar en el apartado de “Archivos y bibliografía” todo el material utilizado para la investigación. En Colombia, ha sido Juan Manuel Pacheco quien ha reunido, en tres tomos de Los jesuitas en Colombia, toda la vida misional. En el primer tomo recoge desde 1567 hasta 1654;132 en el segundo desde 1654 hasta 1696,133 y en el tercero desde 1696 hasta el año 1767, fecha de la expulsión.134 Todo el proceso comprendido entre la expulsión (1767), extinción (1773) y restauración de la Compañía de Jesús (1814) podrá encontrarlos el lector en el tomo que hemos dedicado a tan apasionante tema.135
131 Mark LEWIS. “Jesuit Historiographical Notes”. En Archivum Historicum Soecietatis Iesu, 142 (2002) 416-417. 132 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, I. Bogotá, Editorial San Juan Eudes (1959), 378-392. 133 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, II. Bogotá, Hijos de Santiago Rodríguez (1962), 333-435. 134 Juan Manuel PACHECO. Los jesuitas en Colombia, III. Pontificia Universidad Javeriana (1989) 485-503. 135 José DEL REY FAJARDO. Expulsión, extinción y restauración de los jesuitas en Venezuela (1767-1815). Caracas, Academia Nacional de la Historia (2014b).
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Para conocer de cerca la historia jesuítica del Ecuador, hay que recurrir a la erudita obra del P. José Jouanen, quien amplía su redacción de 1570 hasta los tiempos de destierro en Italia.136 Son muy enriquecedores los apéndices que acompañan a ambos tomos. Nos ha parecido oportuno incluir aquí el caso del P. Bernardo Recio (1714-1791),137 quien cuando se desempeñaba como Procurador de la Provincia de Quito fue detenido en Figueras (Gerona), el 11 de marzo de 1767, víctima de una acción burda de las que a veces montan las policías inescrupulosas. Hecho preso en el convento de la Merced de Gerona, redactó la Compendiosa relación de la cristiandad de Quito, en cuyo tomo tercero intercaló el “Catálogo de los escritores catalanes de la Compañía”, el cual continuó en Roma hasta el año de 1785.138 Desde 1950 la isla de Santo Domingo (hoy República Dominicana) dispone de su propia biografía histórica gracias a la obra del P. Antonio Valle Llano, quien recoge la historia de sus hombres hasta casi el momento de la restauración.139 Con todo, es interesante el apéndice dedicado al “Nomenclator de Padres y Hermanos que residieron en Santo Domingo”.140
136
José Jouanen. Op. cit., I, 98-106, 233-241, 313-523; II, 386-555.
137 Jorge VILLALBA. “Recio, Bernardo”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3304. También C. GARCÍA GOLDÁRAZ. “Vida del P. Bernardo Recio”. En Bernardo RECIO. Compendiosa relación de la cristiandad de Quito. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1947), 21-45. 138 “Opúsculo y catálogo de los jesuitas escritores naturales de Cataluña… Escrito por el mismo autor en Gerona año de 1773”. Apareció en el tomo 3 de su obra: Bernardo Recio. Compendiosa relación de la cristiandad de Quito. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1947), 215-251. Véase José Eugenio URIARTE y Mariano LECINA. Op. cit., LIX. 139 Antonio VALLE LLANO. La Compañía de Jesús en Santo Domingo durante el período hispánico. Ciudad Trujillo, Seminario de Santo Tomás (1950). 140 Ibid, 311-322.
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A lo anterior debemos añadir la acuciosa investigación del P. José Luis Sáez sobre los jesuitas expulsados de la isla de Santo Domingo en 1767.141 Pero sin lugar a dudas, el reporte más completo sobre la crónica menor llanero orinoquense proviene de los estudios que hemos realizado sobre el tema, y que han sido recogidos en los siete tomos que hemos redactado sobre los jesuitas en Venezuela. Todo el tomo I está dedicado a las fuentes, pero dentro de la selección de esa documentación cronical se encuentra un elaborado estudio.142 El tomo II recoge en su totalidad a los hombres que laboraron tanto en Venezuela como en la gran Orinoquia.143 El tomo IV se sumerge de lleno, y de forma exclusiva, en el mundo indígena.144 El tomo V se adentra en el problema misional, pero desde el punto de vista netamente histórico.145 Completa la serie el seguimiento de los expulsados en Italia y todas las vicisitudes que tuvieron que vivir hasta 1814, fecha de la restauración.146
141 José Luis SÁEZ. La expulsión de los jesuitas de Santo Domingo: 1766-1767. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia (2006). 142 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela, tomo I, Las fuentes. CaracasBogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana (2006a). Recomendamos al lector el libro I : “Identidad y memoria histórica”, y el capítulo I del libro II: “La interpretación de la memoria histórica”. 143
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II.
144 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela, tomo IV, Nosotros también somos gente. Indios y jesuitas en la Orinoquia. Caracas, Academia Nacional de la Historia (2011b). 145 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela, tomo V, Las misiones germen de la nacionalidad. Caracas-Bogotá, Universidad Católica Andrés Bello-Pontificia Universidad Javeriana (2007c). 146
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José DEL REY FAJARDO. Expulsión, extinción... Op. cit.
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Una advertencia final No podemos concluir esta introducción sin hacer la necesaria mención a la biblioteca de un hombre que se impone como referencia obligada para el historiador de la Compañía de Jesús: el jesuita Carlos Sommervogel. Parece increíble que el P. Carlos Sommervogel (1834-1902)147 haya redactado una obra tan monumental, levantada por un hombre que dedicó lo mejor de su juventud a la tarea docente en diversos liceos de Francia. En 1867 fue destinado a la redacción de la revista Etudes, que publicaban los jesuitas franceses en París. Desde muy joven entabló correspondencia con los hermanos Agustín y Luis Backer, a quienes siempre consideró como sus maestros, y en cuya Biblioteca colaboraría, hasta 1876, con más de 150 000 notas.148 Sin embargo, el jesuita de Estrasburgo pensó en un principio en publicar un suplemento a la Biblioteca de los hermanos Backer, pero a la muerte en Lovaina, el 7 de abril de 1883, de Luis Backer, Sommervogel decide diseñar su propia obra. En 1884 publica su Diccionario de obras anónimas y seudónimas,149 investigación que posteriormente sería absorbida por el tomo X de su gran Bibliothèque.150 Al año siguiente entregaba a la imprenta su Biblioteca
147 Huges BEYLARD. “Sommervogel, Carlos”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3607. Joseph BRUCKER. “Le R. P. Carlos Sommervogel”. En Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit., X, IX-XVII. Henry CHEROT. “Le R. P. Carlos Sommervogel”. En Etudes, 91 (1902a), 499-512. Henry CHEROT. “Un grand bibliographe du dix-neuvième siècle. Le Père Carlos Sommervogel (1834-1902)”. En Bulletin du bibliophile et du bibliothécaire (1902b), 262-268. 148 Joseph BRUCKER. Op. cit., X, XII. 149 Carlos SOMMERVOGEL. Dictionnaire des Ouvrages anonymes et pseudonymes publiées par des religieux de la Compagnie de Jesús depuis sa fondation jusqu’à nos jours. Paris (1884). 150 Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, première partie, Bibliographie par les Pères Agustin et Aloys de Backer, seconde partie, Histoire par le Père Auguste Carayon. Nouvelle édition par Carlos Sommervogel, S. J. Strasbuorgeois. Tables de la Première partie par Pierre Bilard. Paris, X (1909), 913-1464.
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mariana.151 A mediados de 1885, destinado por sus superiores a la publicación de la tercera edición de la Bibliothèque, se traslada a Lovaina con un gran acervo de noticias nuevas. Pero dedicaría cuatro años a nuevas investigaciones, a consultas en diversos países y a las consiguientes verificaciones. Finalmente, en septiembre de 1890 aparecía el primer tomo de la gran Bibliothèque, para poner punto final al tomo IX en 1900.152 Con el comienzo del siglo se dedicó a preparar los tres volúmenes de la Bibliographie historique de la Compagnie de Jésus, del P. Augusto Carayón. Todavía pudo recoger nuevas informaciones pero la muerte le sobrevino en París, el 4 de mayo de 1902, y su obra quedó incompleta. En lo que podemos considerar como la tercera edición de la Bibliothèque, Sommervogel suprime el índice de las Cartas edificantes que aparecía en la segunda edición.153 En el tomo IX añadió el elenco de anónimos y seudónimos,154 y el geográfico de los escritores y de las casas de la Compañía.155 El tomo X lo concluiría en 1909156 el P. Pierre Bliard (1852-1928),157 mas no pudo ver publicado el tomo XI porque falleció en 1928.158 151 Carlos SOMMERVOGEL. Bibliotheca mariana de la Compagnie de Jesús. París, Picard (1885). 152 Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la... Op. cit. 153 Augustin de BACKER avec la collaboration d’Alois de Backer et de Charles Sommervogel. En Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la… Op. cit., III, 1737-1878. 154
Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la… Op. cit., X, 913-1464.
155 Ibid, X, 1465-1816. 156 Ibid. 157 Paul DUCLOS. “Bliard, Pierre”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I (2001), 461. 158 Carlos SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la Compagnie de Jesús. Première partie: Bibliographie par les Pères Agustin et Aloys de Backer. Seconde partie: Histoire par le Père Auguste Carayon. Nouvelle édition par Carlos Sommervogel, S. J. Strasbuorgeois. Tome XI par Pierre Bilard. Index alphabetique des noms propres et des revues. Paris (1932). En las páginas VII-VIII se incorpora una breve biografía de Bilard.
48.
• Libro III. Introducción
El tomo X recoge las obras editadas y sin editar sobre la historia de la Compañía de Jesús hasta 1900, con un total de 18 774 referencias.159 El tomo XI está dividido en tres partes. En la primera se ubican los documentos sobre la Compañía, ordenados cronológicamente desde 1525 hasta 1900,160 y reúne 3067 referencias. La segunda recoge los documentos por países, con 8816 referencias.161 La tercera se ocupa de las biografías, con un total de 6981 referencias.162 Se cierra el volumen con tres índices: el alfabético de apellidos, el geográfico y el temático.163 El tomo XII recopila los cinco fascículos publicados desde 1911 hasta 1930 en Toulouse.164 Como el P. Ernest Rivière falleció en 1919, el P. Fernando Caballera (1875-1954) se encargó de la preparación del tomo V. Este volumen recoge 5581 artículos bibliográficos referentes a 566 autores mencionados por Sommervogel a lo largo de sus volúmenes de la Bibliothèque. De igual manera nos permitimos recomendar al lector interesado en la geografía histórica jesuítica llanero-orinoquense nuestro libro Topo-historia.165 •
159 Según Robert Danieluk, esta cifra se ha obtenido mediante un cálculo manual. “L’Avis préliminaire” (SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la… Op. cit., XI, XIV) habla de 15 000 referencias. 160 SOMMERVOGEL. Bibliothèque de la… Op. cit., XI, 1-356. 161 Ibid, 357-1366. 162 Ibid, 1369-1956. 163 Ibid, 1957-2038. 164 Ernest-M. RIVIÈRE. Corrections et Additions à la Bibliothèque de la Compagnie de Jésus. Supplément au “De Backer-Sommervogel”, primer fascículo (1911), segundo fascículo (1912), tercer fascículo (1913), cuarto fascículo (1914-1917), quinto fascículo (Revue d’Ascétique et de Mystique). Toulouse, Chez l’Auteur (1930). 165 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela, tomo III, Topo-historia. 2 vols. San Cristóbal, Fondo Editorial Simón Rodríguez (2011a).
49.
ş ş TEXTOS SELECTOS DE LA CRÓNICA LLANERO-ORINOQUENSE
[I] [1628]*1*
* En adelante, para las notas críticas nos remitimos a José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, y para las biografías lo haremos a este otro texto de José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 21-63.
53.
Carta de los misioneros de los Llanos al Rey al abandonar obligatoriamente las Misiones de Guyana*1*
Nuestro común adversario y enemigo declarado de las almas, viendo que, con el favor del cielo, los de la Compañía le van despojando del dominio que tenía sobre las desta pobre gente de los Llanos, y que con el conato que se pone en aprender estas lenguas, y la continua predicación, van poco a poco llegándose al conocimiento de su Creador y dejando el diabólico culto y los vicios, procura, como suele, oponerse a los obreros evangélicos y desacreditarlos, para que, o dejen de la mano la obra de Dios, o se mengüe el fruto de sus piadosos trabajos. Aprovechase para esto de la pretensión que tienen los clérigos de que salgamos de las doctrinas, y mueve las lenguas de algunos dellos, o de muchos, y aun las plumas para que digan y escriban y hagan informaciones, o las procuren hacer, contra nosotros, diciendo que el interés nos tiene en estas tierras tan pobres y desdichadas, y que tenemos tratos y granjerías, trayendo para esto cantidad de camisetas y mantas; y para salir con su intento, procuran ganar el dicho de personas que nos son mal afectas, porque contradecimos y nos damos lugar a que hagan agravios e injusticias
* AGI. Santanfé, leg. 245. Texto original en castellano.
55.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
a estos desventurados indios, en orden a sus granjerías y aprovechamientos ilícitos e injustos. Y, aunque mirándose solamente al particular provecho espiritual y perfección nuestra, es razón holgarnos de padecer testimonios y calumnias, por amor de Dios; pero cuando es con daño tan manifiesto del bien de las almas y mayor servicio de su divina Majestad, obligación tenemos de volver por la verdad, e informar de ella a los gobernadores y cabezas de la república, para que la conozcan, y conocida la defiendan. Sabrá, pues, V. A., que en esta tierra no hay oro, ni plata, y que la moneda corriente son camisetas de lana, mantas, cuchillos, etc. que se traen de ese Reino. Lo que venden los indios es cera negra, miel de abejas, ovillos de hilo de algodón, alguna fruta, algún pollo o gallina; y los caciques y poderosos venden alguna manta de algodón; todo ello poco y raro, porque es gente pobrísima. El provecho que tienen los españoles que mandan, consiste en hacer hilar cargas de algodón, tejer cantidad de mantas y lienzo, sacar mucho hilo, hacer tinta del añil, hacer calcetas, rescatar muchachos y chinas infieles, hacer el verano grandes pesquerías, allegar arrobar de cera, sacar fique, etc. Y finalmente, no siendo personas temerosas de Dios y de buena conciencia, pueden hacer destos desventurados alto y bajo, como quisieren, y tratarlos peor que esclavos, porque no tienen más resistencia que esconderse en los arcabucos, et sunt tanquam oves sine voce, coram tondente se.1 Viniendo ahora, al caso, decimos, señor, ser verdad que habemos traído algunas camisetas y mantas a esta tierra, y con ellas comprado algunas cosas necesarias para el sustento, como es alguna cera y pabilo con que hacer rollete para alumbrarnos, alguna manta para nuestro vestido interior y uso de casa, otras para vestir a los muchachos que nos sirven, y otras para vestir de limosna a desnudos necesitados. Y nuestro estilo es pagar al que vende a su satisfacción, y no ocupar indios ni indias en otra cosa alguna, sino es enviando alguno de una parte a otra en lo necesario para nuestra comunicación, pagándoselo. Y, por la bondad de Nuestro Señor, estamos tan lejos de los tratos y granjerías que nos imponen, que viendo algunos amigos nuestra pobreza, y habiendo sabido quedábamos todavía debiendo buena cantidad 1
56.
“Quasi agnus coram tondente se obmutescet, et non aperiet os summ” (Is. 53,7).
• Libro III [I]
de dinero que tomamos prestada para nuestro avío, cuando vinimos a esta tierra, nos ofrecieron su cuidado y diligencia en mandar hilar y tejer cantidad de ropa, para ayudar a pagar deudas, sin que nadie supiese era para nosotros, y que solamente les diésemos con qué pagar a los indios su trabajo, y se les respondió, (agradeciéndoles su voluntad) que por ningún caso se tratase deso, y que antes nos venderíamos por esclavos para pagar, que usar destos medios tan ajenos a obreros evangélicos. Esta es la verdad, y siendo necesario se probará, fijados en que no faltarán personas del bando de Dios que la declaren, como no faltan de la del demonio algunos que movidos por sus particulares respectos e intereses, la oscurezcan. Suplicamos a V. A. se sirva de ampararnos y mandar se proceda en esta causa, y en informar della al real consejo, como en causa de Dios, y de que pende la salvación de tantas almas, y el descargo de la conciencia de su Majestad Destos Llanos y setiembre 6 de 1628 años. MIGUEL JERÓNIMO TOLOSA, DOCTRINERO DE CHITA; DIEGO DE ACUÑA, DOCTRINERO DE MORCOTE; DOMINGO DE MOLINA, DOCTRINERO DE PAUTO; JOSEPH DADEY, DOCTRINERO DE TÁMARA, JOSEPH DE TOBALINA, COMPAÑERO DEL DOCTRINERO DE TÁMARA •
57.
[II] [1646] Rodrigo Barnuevo. Debió nacer en Soria hacia 1587. Ingresó en la Compañía de Jesús en Valladolid, el 20 de agosto de 1604. Pasó el Atlántico en 1609 y concluyó en tierras americanas sus estudios de Filosofía y Teología. Su actividad en el Nuevo Mundo se divide en dos grandes etapas, fracturadas por su viaje a Europa en 1637 como Procurador de la Provincia del Perú. La primera fase transcurre en la dinámica provincia peruana, a la que sirvió como Rector del Colegio de Arequipa, Rector y fundador del seminario del Cuzco, Superior de la Residencia de Juli y Secretario de la Provincia. La segunda etapa se inicia con el nombramiento de Rector en el Colegio Máximo de Quito. En 1645 es nombrado provincial del Nuevo Reyno. Sus actuaciones más destacadas fueron: iniciar la misión de la Guayana, en 1646, fomentar la reducción de los paeces y entablar los primeros contactos fundacionales en la isla de Santo Domingo. Al finalizar su provincialato, en 1651, fue nombrado de nuevo como Rector de Quito, y en esta ciudad le sorprendió la muerte, el 13 de febrero de 1653.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 74-79.
59.
Instrucción y órdenes dadas por el Padre Provincial Rodrigo Bar para los Padres Andrés Ignacio y Alonso Fernández para la misión de la Guayana donde son enviados por la santa obediencia en 4 de Junio de 1646*1*
1. El fin primero y general que V. R.S llevan en esta misión es el que dicen las reglas de los misioneros y procuraren vuestras reverencias hacérselas muy familiares, leyéndolas a menudo con las Instrucciones y ordenaciones impresas que vuestras reverencias llevan a que me remito. 2. El fin particular desta mission es que vuestras reverencias lleven muy entendida la intención para que son enviados que es ver la disposición de toda esa tierra, poblaciones de españoles, comarcas y provincias de indios, haciendo misión despacio en los 3 pueblos que están fundados de los españoles, y en este tiempo tomarán noticias en orden si le estará bien a la Compañía para el fin de su instituto el llevar adelante dicha misión.
* APQu. Leg. 3. Texto original en castellano.
61.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
3. El medio más principal para conseguir ambos fines es la unión y conformidad entre vuestras reverencias sin mayorías en nada apoyándose el uno al otro en todo aquello que posible fuere. 4. Va por superior el padre Andrés Ignacio de esta misión y el serlo claro es para mayores cuidados, procurando aliviarlos al compañero sin mayorías que destemplen; comunicarán vuestras reverencias sus dudas, hermanablemente procurando sujetarlas más a la razón que a llevar la suya adelante como dice la regla. 5. Procuren vuestras reverencias vivir siempre juntos y no se apartar el uno del otro a hacer misiones, sino acabado un pueblo pasar a otro, de forma que siempre sea el trabajo en compañía con que se hará más ligero. 6. La voz que vuestras reverencias han de echar del fin de su viaje es que van a misión por espacio de 2 años a petición del señor Gobernador desas provincias y que acabado el dicho tiempo se han de volver a este colegio de Santa Fe a descansar de sus cuidadosos trabajos. 7. La Patente que vuestras reverencias llevan va sin tiempo limitado por los accidentes que pueden ocurrir, así de detención como de apresuración en la vuelta. 8. Si las cosas no obligaren con algún grave e inopinado suceso a no aguardar nuevo orden que les diga y determine a vuestras reverencias si se detendrán o saldrán, es la intención y voluntad de la santa obediencia que vuestras reverencias no se vengan hasta tanto que tengan orden por escrito. 9. Harán vuestras reverencias un itinerario de su viaje observando por días todo lo particular del al modo que lo hicieron y habrán vuestras reverencias visto los Padres que bajaron por el Pará los años pasados, y esta relación tan menuda la guardarán vuestras reverencias y proseguirán llegados que sean allá, aumentándola con todos los sucesos de su misión, advertencias de todo lo natural de la tierra, en forma y manera que lo han hecho los Padres del Paraguay de que llevan vuestras reverencias un tanto. 10. Muéstrense vuestras reverencias nada cargosos, nada ambiciosos, procurando ganar las voluntades con muestra de grande amor y buenas obras espirituales y temporales. Sean todos para todos, procurando la unión y paz entre los soldados, no les muestren admiraciones por grandes escándalos que vean
62.
• Libro III [II]
antes en esa parte un desahogo cuidadoso atendiendo siempre a remediar con suavidad las ofensas de Dios. 11. A los indios naturales agasajen vuestras reverencias mucho y miren con gran advertencia como bautizan, sea de modo que sea sin obligación de cuidar dellos, porque hasta que la Compañía determine si le conviene o no quedar en esas partes no es justo hacérsele empeño. 12. Juzgando vuestras reverencias que la mies de los indios es grande y su conversión a propósito para el empleo de la Compañía con buen modo procuren vuestras reverencias con la ayuda y favor del señor Gobernador se vayan reduciendo a pueblos que estén cercanos a la ciudad de los españoles, sin admitir obligación de curato dellos. 13. En todas ocasiones así por la vía de Caracas y Cartagena como por la de Casanare procurarán vuestras reverencias darnos avisos de todo lo que juzgaren convenir advirtiendo de quedarse siempre con un tanto de lo que escriben y haciendo relación en sus cartas brevemente de las que han despachado y por los caminos que las han enviado, porque con eso recibiéndolas acá podamos responder a todas ellas y juntamente decir cuál es el mejor camino para su despacho. •
63.
[III] [1654] Francisco Varáiz Villaguarda. Nació en Ontinente (Valencia) hacia 1580. Ingresó en la Compañía de Jesús el 25 de abril de 1597, en Tarragona, después de haber estudiado Letras Humanas en Valencia. Cursó tres años de Filosofía y tres de Teología, y salió del Colegio de Zaragoza para ordenarse en Sevilla y pasar a las Indias. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1607. Toda su biografía transcurrió en la sabana bogotana, y fundamentalmente en el Colegio Máximo de Santafé. Su principal ocupación fueron los indígenas, cuyo idioma llegó a dominar con perfección. Fue catedrático de lengua chibcha en la Javeriana durante muchos años. Regentó el rectorado de la Universidad Javeriana de 1653 a 1656. Falleció en la ciudad de Tunja, el 11 de enero de 1658, cuando acompañaba al oidor don Gabriel Álvarez de Velasco.1
1 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Bogotá, Editorial Pontificia Universidad Javeriana (2006b), 712.
65.
Informe que los Padres de la Compañía de Jesús hicieron a su Majestad sobre el Estado de la Guayana*1*
Señor, por cumplir con la obligación de oficio y con las muestras que los de la Compañía tenemos a ley de fidelísimos vasallos de su Majestad que Dios guarde doy cuenta a Vta. alteza en esta de dos capítulos de otra que me escribe el P. Francisco Varáiz rector del colegio de San José [sic], su fecha en 19 de mayo del corriente año de seiscientos y cincuenta y cuatro para la resolución más conveniente y debida al real servicio. La semana pasada dice la primera cláusula de dicha carta, llegó a este colegio el P. Dionisio Mesland, francés de nación, misionero apostólico a quien da el rey de Francia millares de pesos para su misión; mostróme grandes patentes y papeles; desembarcó en Guayana con deseo intenso de convertir tantos infieles como hay en los llanos. Detúbose seis meses por allá enseñándoles y traduciendo en la lengua las oraciones y cosas. Vino con el sargento mayor, informó a los señores presidente y oidores de la Real audiencia de Santa Fe del peligro de esa tierra a causa de tener tomadas muchas islas de Barlovento los ingleses que con más de cincuenta mil y los franceses, sólo en la isla de Matalino hay mas de diez mil y de allí a Guayana que no hay más
* APQu. Leg. 3. Texto original en castellano.
67.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
de cuarenta leguas della con una piragua; ayer se juntaron los tribunales para tratar de fortificación. El Padre es muy amable, grave y docto, que argumentó muy bien el estotro día con unas conclusiones; yo avisare de lo que hubiere. Deseando mucho el Padre volver a la misión de infieles, no sé si podrá, hasta aquí la primera cláusula. Esta mañana, dice la segunda, amaneció un papelón en la esquina de la plaza y calle real que decía a quince de marzo murió el rey don Felipe IV en Madrid y mil y tantos nobles y plebeyos de peste [sic] dentro de tres días recogióse al punto el papel y el señor presidente mandó hacer averiguación de quien lo fixó; plegué a Dios que sea mentira porque tienen los extraños tomada la isla de San Cristóbal donde hay cinco padres de la Compañía. La isla de Guadalupe donde hay dos. La de Matalino de donde vino el Padre Dionisio donde hay seis y dentro destos llanos en San Vicente y Guaxabija [Guarapiche ¿?] tierra firme poblaciones de franceses están otros padres; estamos pues rodeados de enemigos, si fuese cedacillo [sic] y verdad sería mal caso. Hasta aquí la segunda cláusula. Al punto que recibí dicha carta despaché orden a mi padre Rector de Sta. Fe que no dejase salir al padre Dionisio que dice ser de la Compañía a su misión, sino que con todo estuviese muy atento y obediente a lo que la real audiencia del reyno determinare y recogiese las patentes y demás papeles y me los remitiese para reconocer su fundamento y que yo me inclinara mucho que fuese a Madrid a dar cuenta y fiel relación de todo a su Majestad de lo que resultare la daré yo a Vuestra Alteza como debo. Dios guarde a V. A. como este nuevo mundo ha menester, suplico a su divina Majestad, de este colegio de Quito a veinte y siete de julio de mil y seiscientos y cincuenta y cuatro. PEDRO DE VARÁIZ Decreto.— El señor doctor don Tomás Verjón de Cabiedes con el secretario Antonio Sánchez Maldonado vais al colegio de la Compañía de Jesús y de parte de esta real audiencia agradezcas al Padre Provincial el cuidado que ha tenido de dar la cuenta de los casos contenidos en esta carta y se lo encargue mande al padre Pedro Varáiz rector de Santa Fe remita los papeles y patentes 68.
• Libro III [III]
que este hombre que dice ser religioso de la compañía de Jesús le ha manifestado y que no vuelva de ninguna manera a la misión que refiere antes le envíen en la primera ocasión de galeones a los reynos de España y corte de su M. en su real consejo de Indias registrado en la capitana[¿capitanía?] requiriendo al general de dichos galeones que lo lleve con toda custodia y guarda hasta la dicha corte por lo que importa al servicio de su M. para que en dicho consejo dé cuenta de todo lo que esta carta refiere y un traslado della se lo remita al dicho real consejo y otro al señor virrey del Perú para que su M. mande lo que más convenga a su real servicio y dicho señor virrey como capitán general de todos estos reynos, disponga y mande lo que más conduzca a él, y lo que se obrare lo ponga por fe el presente escribano de cámara. Proveyeron el auto y decreto de su uso los señores presidente y oidores de esta real audiencia, es a saber, el doctor don Joan de Morales Aramburu, licenciado don Fernando de Velasco caballero del orden de Santiago, doctores don Antonio Diez de san Miguel y Tolier, don Tomás Verjón de Cabiedes, oidores que lo rubricaron en Quito a veinte y nueve de julio de mil y seiscientos y cincuenta y cuatro años. MALDONADO Auto en la ciudad de san Francisco de Quito a veinte y nueve días del mes de julio de mil y seiscientos y cincuenta y cuatro años en conformidad de lo proveído por los señores presidente y oidores de la audiencia y chancillería real que en esta ciudad reside. El señor doctor Thomás Verjón de Cabiedes oidor desta dicha real audiencia fue al colegio de la Compañía de Jesús de esta ciudad y estando en la celda del P. Pedro Varáiz Provincial de dicho colegio en esta provincia, que estaba enfermo en la cama, el dicho señor oidor de parte de esta dicha real audiencia le agradeció con palabras de agrado el cuidado que ha tenido de dar la cuenta de los casos contenidos en su carta del veinte y siete del corriente y en presencia de su merced yo, el escribano de cámara leí e hice saber al dicho padre provincial el decreto proveído por esta dicha real audiencia que está al margen de dicha carta y su paternidad dixo que cumplirá lo que por él se lo ordena y manda y que para ejecutarlo pide se le de un traslado del y el dicho señor oidor mandó se le diese y lo rubricó de que doy fe, Antonio Sánchez Maldonado, escribano de cámara. 69.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Concuerda con los autos originales de donde se sacó este traslado a lo que en lo necesario me refiero y va cierto y verdadero, corregido y concretado y fueron presentes a ello Feliciano Pascual Albán, Nicolás de Pérez y Jerónimo de Cabrera y para que dello conste del dicho pedimento y mandamiento doy el presente en Quito a primero día del mes de setiembre de mil y seiscientos y cincuenta y cuatro años. ANTONIO SÁNCHEZ MALDONADO •
70.
[IV] [1669] Antonio de Monteverde (Boislevert). Nació en Calais, el 8 de octubre de 1621. Ingresó a la Compañía de Jesús en París, el 29 de octubre de 1642, tras haber estudiado dos años de Retórica. Su vertiente americana se desdobla en tres fases netamente diferenciadas: Misionero en el Guarapiche (1656-1657), la estancia en La Habana (1657-1660) y su acción definitiva en las misiones llaneras del Casanare (1661-1669). Pasó a América en la expedición que venía con el P. Pedro Pelleprat para fundar una colonia francesa en el Guarapiche. Fracasado el intento, fue a dar a la isla de Cuba. La permanencia en La Habana fue de más de dos años y medio. De Cuba pasó directamente al Nuevo Reino de Granada y, por Maracaibo, llegó al Colegio de Mérida, en donde pronunció sus últimos votos el 21 de septiembre de 1660. De nuestra Ciudad de los Caballeros se trasladó a Santafé de Bogotá, de donde salió después del 21 de abril de 1661 para fundar la nueva misión de los Llanos. En 1661 emprendió sus contactos con los giraras de Cuiloto. En 1662 expandió su acción misional hacia los airicos, y así surgió San Francisco Javier de Macaguane. Ejerció el superiorato de la misión de 1664 a 1668. En 1669 fundó la reducción de Nuestra Señora de los Sálivas, y en este poblado le sorprendió la muerte el 10 de diciembre de 1669.
71.
Carta del P. Antonio Monteverde al P. Asistente de Francia. Explica la difícil situación en que viven los jesuitas franceses en la Provincia del Nuevo Reino y la posibilidad de nuevas misiones*1*
El año de 1665 el difunto Rey Felipe IV envió una cédula al Nuevo Reino y otra a la Guayana, obtenida por orden del Rey de Francia por el Sr. Arzobispo de Ambrun su embajador en Madrid en la que el dicho Rey de España ordena que se nos envíe a sus dependencias en Francia o a España. La Audiencia Real de Santafé nos ha ocultado esta cédula y ha representado a Madrid que importa retenernos aquí. Casi al mismo tiempo llegó esta cédula y la noticia que el Rey de Francia había declarado la guerra por el Conde de Bravante. Como los consejeros de esta Presidencia son más entendidos en derecho que en las leyes de la guerra inmediatamente nos hicieron venir al P. Dionisio Mesland y a mí de la misión de los Llanos como si fuéramos los pleiges y los garantes de las diferencias entre Francia y España y después de haber servido tanto tiempo y no inútilmente a las misiones de esta monarquía debíamos ser * ARSI. Fondo Gesuitico, vol. 757, n.º 244. Texto original en francés.
73.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
menos privilegiados que los seouliers de todas las naciones que pasan a España o a estas Indias. El P. Fernando Cabero que estaba en los Llanos por orden del Provincial ejecutó la orden del Presidente con tan poca reflexión y tanto de precipitación que todo el Reino [ilegible] que se nos hacía venir como criminales y espías del Rey de Francia. De suerte que en lugar que las recomendaciones de dos Príncipes nos hayan servido, ellas nos han vuelto sospechosos en los espíritus del vulgo y de los principales que son indiferentes u opuestos a nuestra Religión. La mayor parte de nuestros Padres han desaprobado mucho la precipitación y desconsideración del P. Fernando Cabero no dando ni el tiempo ni la licencia al P. Dionisio Mesland de regresar a su pueblo o doctrina, que estaba cercana, para proveerse de las cosas necesarias para un viaje tan largo, que el dicho Padre no suplió con la falta de ellas. El Padre Dionisio sufrió mucho en todo el camino; a mí, como era el Superior de toda la misión, el P. Cabero me dio un día que era casi lo mismo que nada. Pero, en fin, fui con mi buena fe con más confianza y libertad. Los Padres Provincial y Rector de Santa Fe sea por miedo, sea por la poca inclinación que tienen hacia nuestra nación, sea por otros respetos humanos nos defendieron tan débilmente y con tanta remisión que casi toda la Provincia ha quedado escandalizada de ello y la mayor parte nos persuadió solicitar el regreso a nuestra Provincia. Las calumnias y las persecuciones no nos desalientan, pero vemos que las suposiciones injustas y temerarias de esta nación nos vuelven casi inútiles en este país. Y si se nos quiere hacer aquí responsables de las diferencias y guerras entre Francia y España, estamos en gran peligro de no tener jamás la paz y de no poder hacer nada de fundamento. Para no dar la menor ocasión para estas sospechas temerarias nos hemos abstenido de escribir a los Padres de nuestra Provincia y a los parientes y amigos de Francia. Y si con todas estas precauciones y sin dar la menor ocasión de nuestra parte se nos toma como sospechosos franceses como lo somos en todo tiempo y lugar. Los espíritus nacionalistas tendrán siempre pretexto para perseguirnos y por su medio el diablo impedir total o parcialmente el fruto de 74.
• Libro III [IV]
nuestros trabajos los cuales podríamos emplear con más éxito y menos obstáculos en nuestras misiones de Francia en donde podríamos trabajar con el apoyo y el crédito que exige este ministerio. Y créame, mi Reverendo Padre, que si en lugar de ir al Guarapiche hubiéramos ido a donde yo quería que yo persuadí con razones tan fuertes y convincentes según la experiencia que hoy tengo, la Misión de Tierra Firme sería una de las mejores y más considerables de todas las Indias. El Rey de España está bien intencionado hacia las Misiones pero sus ministros en estas Indias hacen lo que les viene en gana. Aquellos de los nuestros que gobiernan aquí no hacen intento [?] las misiones como ellos debieran. Y algunos se sirven más de estas misiones para sacar ayudas y operarios de España que para el fin mismo de las misiones. Además hay grandes y continuas discordias entre los nuestros que vienen de España y los criollos de manera que si Nuestro Padre General no lo remedia fuerte y eficazmente pronto no quedará sino el nombre de Compañía de Jesús. Y el estilo que corre aquí es que qui non est pro me, contra me est. Y como nuestra resolución es de no tomar partido no nos queda sino sufrir un poco de unos y otros. Y para evitar los abominables inconvenientes y desórdenes de la discordia y el espíritu de nacionalismo tan contrario al espíritu de Jesús, que es el de la Compañía, nosotros estamos resueltos a solicitar nuestro retorno a nuestra primera Misión, cosa que no será difícil de obtener al presente porque gozamos ahora de la paz; y gracias a una Cédula Real enviada por el Rey de España y obtenida por el Rey de Francia a través de su Embajador en Madrid el año 1665 por la que el Rey ordena a la Real Audiencia de Santafé que nos deje en libertad y permanecer en este país o volver al nuestro. Como nosotros no conocemos la voluntad de nuestro Padre General, hasta tanto no obtengamos su licencia no podemos servirnos de la del Rey de España. Ella no será difícil de conseguir según lo que V. R. me escribe pues el General no da su consentimiento de que habitemos fuera de las Misiones de la Asistencia de Francia. Una vez obtenido el permiso de Roma, a la menor instancia que haga el Rey de Francia para que se nos deje en nuestra libertad y que se nos deje pasar a España y de allí a Francia o a nuestra misión como don Felipe IV de feliz memoria le dio la palabra 75.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
real en virtud de la cual ordenó a la Real Audiencia de Santafé por medio de una Real Cédula dada en Madrid en septiembre o agosto de 1665 delante de don Juan del Solar. Como el Rey hace nueva instancia con resolución y vigor y él puede hablar alto según van las cosas y al ser la causa tan justa obtendrá todo lo que solicite. No hace falta que se olvide de demandar del Rey de España que nos haga dar todo lo necesario para nuestro viático a España, cosa que acostumbra a hacer en semejantes casos. A pesar de esta petición no hemos perdido el amor a las misiones y [ilegible] nuestra vocación; al contrario ella está más viva y más constante que nunca. Y en la actualidad me preparo para ir a descubrir nuevas tierras y muchas naciones con muy grandes trabajos y peligros muy evidentes de mi vida que estimaré bien empleados si la pierdo en esta empresa que puede ser tan gloriosa a Dios y a nuestra Compañía y por el bien de tantas almas. Al contrario, hacemos diligencias para no dejar las misiones y en caso de que no pudiéramos emplearnos en estas como conviene y nosotros deseamos no anhelamos vivir en los colegios de esta Provincia contra nuestra vocación; al contrario, queremos seguir y morir en este empleo y por ello pedimos supuesto lo que he dicho de retornar a nuestras misiones. Y como no dudamos de [ilegible] de V. R. por este empleo y de los favores que nos hace le suplicamos favorezca nuestros deseos que estarán siempre sometidos a la voluntad de V. R. a la que pido con la sumisión que debo de no olvidarme en sus santos sacrificios. Pauto, en la misión de los Llanos, 16 de abril de 1669. MONTEVERDE •
76.
[V] [1681] Cristóbal Rudel (Rield, Rüeld). Nació en Armstorf (Arnsdorf ) (Diócesis de Salzburgo) el 20 de febrero de 1648. Ingresó en la Compañía de Jesús, Provincia de Germania Superior, el 9 de noviembre de 1665. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. El 21 de diciembre de ese mismo año llegaba al Orinoco y se instalaba en Peruba. En pocos meses de actividad apostólica ya se había destacado tanto en el trabajo como en la dedicación a la conversión de las almas, y sobresalió “como pocos en el don de lenguas y ya dominaba siete”. La muerte le sobrevino el 7 de julio de 1682, “sorbido de los raudales de Suena”.1
1
Véase José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 462-463.
77.
Carta del P. Cristóbal Rüedl, misionero de la Compañía de Jesús de la Provincia de Alemania del Sur, al P. Pedro Wagner, sacerdote de dicha Compañía. Escrita en Tunja, Nuevo Reino de Granada, el 8 de septiembre de 1681*1*
Venerable Padre en Cristo: Pasando por alto todo lo que nos sucedió durante nuestra navegación hasta llegar a Cartagena, expondré nuestras peripecias en el trayecto desde dicha ciudad hasta Santa Fe de Bogotá. Están estas ciudades a una distancia de 250 leguas la una de la otra y el viaje en su mayor parte se hace por río. En las riberas, espesas selvas despliegan sus escenarios que deleitan la vista del viajero. A la altura de Majates crece en las aguas una planta de hojas duras, llamada “oreja de burro”, y es tan tupida que por algunas horas los barqueros deben trabajar duramente para abrirse paso a través de ellas. Sigue un canal de 10 leguas de largo, admirable obra de los antiguos indios, que une el * Mauro MATTHEI. Cartas e informes de misioneros jesuitas extranjeros en Hispanoamérica, primera parte, 1680-1699. Santiago, Universidad Católica de Chile. Carta n.º 7.
79.
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mar con el río Magdalena. Este río es muy caudaloso en los meses de junio, julio y agosto. El resto del tiempo hay menos caudal y esta parte del trayecto debe ser hecha en mula, de las que hay 300 preparadas en la hacienda de Padilla. Pasando por una región llena de matorrales, rocas y charcos se llega en una jornada al río Barrancas. Las restantes 180 leguas se remontan por el río Magdalena, por Mompós hasta Honda. Desde allí finalmente hasta Santa Fe el viaje es entre altísimas montañas y tan pesado y enojoso se hace esto, que nadie que no lo haya hecho podrá imaginárselo. En fila india se trepa más que se sube, paso a paso, de roca en roca por estas montañas gigantescas hasta alcanzar la cima. Allí uno se encuentra de improviso perplejo ante una meseta extensa y amena, sobre la cual se destaca la ciudad de Santa Fe. Todo el viaje fue sin novedad, con excepción del mal intestinal que aquejó a mi compañero y superior el P. Gaspar Pöck. El 13 de mayo nos embarcamos en Cartagena, o mejor dicho, nos subimos a una canoa, que es una embarcación hecha de un tronco ahuecado, redondo hacia abajo y puntiagudo en los extremos. Montamos, pues, en esta “arca”, nosotros seis jesuitas y un novicio español, que había viajado con nosotros; dos candidatos, que habíamos aceptado en Cartagena (el primero un carpintero, oriundo de Dinamarca y convertido a la fe católica; el segundo natural de Bohemia, que había sido estudiante, después soldado y finalmente molinero. Se escapó hace poco de nuestro colegio de Santa Fe), y dos criados. Llevábamos, además de nuestro equipaje y alimento, cierta provisión de fierro y cera que debíamos dejar en Honda y Santa Fe. Los alimentos consistían en carne salada, bizcocho y siete gallinas. Carecíamos de tenedores, cuchillos y cucharas y del vino que habríamos necesitado para celebrar la misa. Nuestros barqueros eran diez indios desnudos; impulsaban la canoa con ayuda de unas estacas largas y sólo cuando con ellas no alcanzaban fondo echaban mano de los remos. Tres días nos demoramos en pasar dicho estrecho y durante ellos sufrimos hambre. Una vez nos procuramos la satisfacción de comer ciertos cangrejos que existen aquí en abundancia. Los barqueros nos regalaron la sal con que los condimentamos. Las primeras dos noches dormimos en la canoa, encima de remos y cuerdas y cada uno se cubría con lo que tenía a mano. La tercera noche nos alojamos en la choza de un indio, la cuarta la pasamos en vela, enredados en la arriba descrita “oreja 80.
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de burro”. Para colmo de males se desencadenó aquella noche una espantosa tempestad, durante la cual nos vimos obligados a trabajar con temor y temblor junto a los barqueros para salir de aquel laberinto de plantas acuáticas. No sabíamos en qué lugar nos hallábamos, hasta que un hombre blanco nos dio las señas. Pasado este sobresalto intentamos descansar en nuestra embarcación, pero no lo permitieron los mosquitos que como abejas nos asaltaban y mordían y el incesante trueno y relámpago; antes bien tuvimos ocasión de hacer una meditación sobre las penas del infierno. Al día siguiente llegamos a Padilla. En dos días nos trasladamos en mula al puerto sobre el río Magdalena cerca de Barranca. No lejos de allí, junto al puerto de Santa Marta, el río desemboca en el mar, impulsando sus corrientes de agua dulce hasta 10 millas mar adentro. Fluye de Sur a Norte. El puerto de Barranca consiste en tres casas de barro y techo de paja que sirven al mismo tiempo de bodega y posada. De aquí a Mompós, donde nuestra Compañía tiene un colegio, un barquero se ofreció a llevarnos en canoa por el precio de 80 filipinos. Catorce remeros nos transportaron río arriba. Nos acercábamos ora a una ribera, ora a la otra. A menudo se divide la corriente formando grandes islas. Donde no se divide el río tiene a veces dos leguas de ancho, pero cuando atraviesa angosturas rocosas apenas medirá cincuenta pasos. La ribera derecha está habitada por los indios llamados “bravos”. Entre ellos no hay pocos caribes o antropófagos, que se han aliado con el diablo para cazar hombres y devorarlos con solemnes ritos. Ninguno de ellos tiene habitación fija, sino que vagan como animales salvajes por la región, sin que nadie sea capaz de alcanzarlos, fuera de sus aliados, tan endiablados como ellos. Indistintamente consideran como enemigos suyos a los demás hombres y los atacan, no en forma abierta, sino arteramente, desde los matorrales, las zanjas y cavernas. Si se encuentran con fuerzas que lo superan se escapan a sus selvas impenetrables y desiertos, a donde nadie puede seguirlos. No es de extrañar, pues, que hasta ahora nadie haya podido vencerlos o convertirlos. En la ribera izquierda los españoles dominan como señores sobre tierras antes densamente pobladas, pero ahora casi deshabitadas. Donde antes había 40.000 indios ahora sólo viven 8.000 y donde había 200.000 actualmente no se cuentan más de 40.000. Y habían sido tan numerosos estos indios que se les llamaba “mosquitos”. Derívase esta disminución del 81.
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abuso de la avaricia española, que los forzó a trabajar en sus lavaderos de oro. Muchos indios por ello se escaparon tierra adentro y los otros perecieron en las minas. Por ello no se ven casas en esta ribera sino a una distancia de diez días de navegación. En el monte Catara hay algunas chozas, en que siete u ocho soldados españoles montan guardia contra los indios que asaltan las embarcaciones. Fuera de arbustos, bosques, tierras desiertas, animales salvajes y serpientes no se ve, pues, otra cosa. Los viajeros se ven obligados a pernoctar en los bancos de arena o en los bosques, donde por la cantidad de mosquitos nadie puede cerrar un ojo. Allí levantan sus carpas, encienden fogatas y preparan su comida antes de acostarse. Quizás alcancen a conciliar el sueño si no caen lluvias súbitas y violentas o el viento les deshace sus carpas o los mosquitos los devoran con sus picaduras. Al día siguiente se toma un ligero desayuno, precedido los días domingos y festivos por la misa, y reanuda el viaje. Cuántas veces me ha pesado no haberle pedido antes de mi partida algún pedazo de paño y un poco de hilo al Hermano sastre en Trento, para así remendar mi sotana, que no tiene ya un pedazo entero. Así me podría presentar en estos pueblos indianos sin ser objeto de risa. Escribo esto, para que otros que hagan este viaje a las indias, advertidos por mis experiencias, se provean mejor de cosas útiles y no de preciosidades u objetos artísticos y curiosos que aquí ni se comprenden, ni se piden. En estos países se ven muchas rosas raras que en Europa se desconocen enteramente, y mencionaré sólo algunas: Nunca había visto mayor cantidad de peces, tanto en los ríos como en el mar; lo mismo cabe decir de los pájaros, que se diferencian enteramente de los europeos, con excepción de las palomas, que también aquí se dan en cantidad imaginable. De patos silvestres he contado cinco especies diferentes y 20 de flamencos. También se encuentran otros pájaros blancos con cabeza negra, tan grandes como avestruces. De lejos me parecían seres humanos. También hay otros, un poco más grandes que nuestros gansos, sobremanera hermosos por el color brillante de sus carnes. Todos éstos son superados en belleza, sin embargo, por una clase de pajaritos azules, que se ven sólo al amanecer y en la tarde avanzada. Son más pequeños que el gorrión europeo. Además hay una gran variedad de papagayos, que son pájaros muy inquietos y causan con su ruidosa locuacidad 82.
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más desagrado a los oídos que placer a la vista con su vistoso plumaje. Los monos están sentados en las ramas de los árboles en grupos de tres y cuatro; se diferencian en tamaño y color. Gustan más los que son canosos, llevan barba como de hombre y remedan el canto de los pájaros. Son tan grandes como nuestras ardillas. Con excepción del sauce no veo aquí ningún árbol que se parezca a los de Europa y lo mismo observo en los demás vegetales. Entre los animales salvajes abunda el tigre. No he visto ninguno de ellos con mis ojos, pero sí he oído su rechinar de colmillos cerca de nuestras carpas. Dicen que hace poco uno de ellos se llevó a un indio que dormía en la arena, bajo la hamaca de su amo. También me contaron que un tigre arrastró cierta vez dos mulas la distancia de dos leguas. Los leones de acá no son amarillos como los de África, sino de color café y su melena es oscura. No faltan tampoco las grandes serpientes, en vista de que es tierra calurosa. Los indios aseguran haber visto algunas tan gruesas como el brazo de un hombre; son capaces de levantarse del suelo hasta la altura de la cara de un hombre, formando con el resto de su cuerpo una rosca de tres vueltas. Con su aliento causan mareos tanto a los hombres como a los animales, de tal manera que éstos, sin poder huir, son devorados por ellas. El río está repleto de muchas y grandes tortugas, que se ven en las playas cuando baja el agua. En la noche se arrastran fuera del agua y dos veces al año, en julio y diciembre, ponen sus huevos en la arena. Los cubren con tierra y no se preocupan más de ellos, pues dejan el trabajo de empollarlos al calor del sol. Son parecidos a los huevos de gallina, pero más duros. Pude ver yo mismo cómo una tortuga ponía 28 huevos en un montón. Al atracar a las orillas al anochecer era la primera preocupación de nuestros barqueros la recolección de ellos y nos ofrecían sus sombreros llenos a la hora de la cena; los encontré bastante indigeribles. De vez en cuando nuestros indios también cazaban las mismas tortugas, que son anchas, gordas y de hasta tres pies de largo; las encuentran en las charcas que quedan al bajar el agua del río. Los tigres las acechan de noche y con sus colmillos les hienden su grueso y duro caparazón, cosa que el hombre sólo logra con picas de fierro. Yo mismo he visto una de estas tortugas herida por un tigre, con su caparazón destrozado y sangriento y quedé admirado de la fuerza del tigre. Tampoco faltan los cocodrilos, que aquí llaman caimanes y persiguen tanto a los animales como a los seres humanos. Suele suceder 83.
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que estos caimanes vuelcan de improviso las canoas y devoran a sus remeros. Nadan con las patas delanteras, el hocico fuera del agua y escudriñándolo todo con sus ojillos. Si descubren un animal bebiendo agua en la ribera, se sumergen, y lanzándose por debajo de la superficie cogen a su víctima del hocico y la arrastran al agua. Por su parte el cocodrilo es perseguido por el tigre, que para devorarlo lo despedaza en trozos menudos. Si se puede dar fe a los indios, a veces habría 30 á 50 de tales dragones tomando el sol en la arena. Yo nunca he visto más de 6 ó 7 juntos. Nuestros dos candidatos muchas veces les disparaban con escopeta, sin poder matar ni herir a ninguno. Al oír el disparo desaparecían de un salto bajo el agua. Junto al pueblo de Tenerife vi un caimán muerto, tan macizo como un burro; tenía 20 pies de largo, sin tomar en cuenta su cola; su color era ceniciento, con rayas transversales. Ponen sus huevos en la arena, al igual que las tortugas. Llegamos a Mompós el 28 de mayo y nos detuvimos 24 días. Tuvimos que enviar a un mensajero a Cartagena para recibir una orden real a fin de que el funcionario de Mompós nos pagara el sínodo (sueldo eclesiástico de las cajas reales). No puedo describir con qué amor tan generoso nos recibieron como huéspedes los tres Padres y el Hermano residentes en el colegio. El piadoso rector, P. Juan de la Cruz, hizo todo lo que estaba a su alcance para que estuviéramos cómodos. Es verdaderamente un ejemplar de varón apostólico, más ángel que ser humano, perfecto en su vida, inagotable en su amor para con todos. Su caridad se manifestó en forma especial con nostros pobres extranjeros, a quienes no sólo proveyó de todo con ánimo paternal, sino que incluso pagó el valor de nuestro pasaje al barquero. También nos dio provisión para el resto del viaje, a pesar de que su colegio estaba tan pobre que para poder hacerlo tuvo que empeñar la platería del altar. No lo detuvieron ni nuestras lágrimas ni nuestras protestas. Dios le retribuya a él y a su colegio en este tiempo y en la eternidad todo lo que hicieron por nosotros. El 20 de junio reemprendimos el viaje y después de 23 días llegamos al lugar llamado Las Bodegas, que no está lejos de Honda. Debido a lo torrentoso del río aquí hay que desembarcar. Para consuelo nuestro nos estaba esperando nuestro Procurador provincial con un hermano donado. Estos hermanos no son sacerdotes, ni miembros profesos de nuestra Compañía, 84.
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sino algo así como terciarios. Llevan hábitos de color rojizo y reemplazan en nuestros colegios a los Hermanos coadjutores. Habían traído 42 mulas para cargar nuestras cosas y una carta para cada uno de nosotros, escrita por el P. Juan Martínez Rubio, rector del colegio de Santa Fe de Bogotá y provincial nuestro. Contenía el mandato expreso de presentarnos a dicho colegio. También nos salió a recibir el P. Rector del colegio de Honda, que está a una hora de Las Bodegas. Al día siguiente fuimos muy bien recibidos en dicho colegio y al tercer día reanudamos nuestro camino. Más que de camino se podría haber hablado de huella. Una vez trepábamos por entre las rocas, otras veces nos deslizábamos por hondísimos valles o nos sumergíamos hasta la cintura en los pantanos. Se sucedían los abismos y las quebradas, tanto más hondas cuanto más se avanzaba, tales eran las estrechuras que a menudo al pobre viajero no le quedaba más que cruzar las piernas sobre el cuello de la mula, abandonándose al instinto del animal. Para colmo de espanto muchas veces se sienten ceder las piedras del sendero, las cabezas son azotadas por las ramas de los árboles y las espinas hieren los costados. Más aún: a cada instante la mula debe saltar hondísimas zanjas y no derechamente, sino, para evitar otros obstáculos, con salto torcido, cosa que yo jamás sabría imitar: No hay cuesta ni empinadura que la mula no venza. Con lo que acabo de narrar no es maravilla que por estos “caminos” se encuentren a cada instante esqueletos, cuerpos destrozados y huesos animales o humanos. El trayecto es especialmente peligroso en tiempo de lluvia; entonces las 24 leguas del camino se hacen en no menos de 40 días. Nosotros, gracias a Dios y al tiempo seco, no nos demoramos más de siete. Son también siete las cadenas montañosas que hay que superar. Apenas alcanzaba la cima de la última y más alta, el sufrimiento se transmuta en inesperado gozo, ya que, en vez del abismo que uno se imaginaba al otro lado, se encuentra con una hermosísima meseta de 20 leguas de largo y 12 de ancho por la que se camina como por un jardín. La rodean agradables colinas como muros. Esta planicie se parece a la de Augsburgo en Suabia y está cubierta de pasto. También crecen el trigo y el maíz, plantados por los indios que de trecho en trecho tienen sus chozas. La ciudad de Santa Fe está situada en el extremo occidental del valle. Me parece que por su altura debe estar en la segunda región atmosférica. A esto se debe que a pesar de hallarse muy cerca del Ecuador (en ciertas épocas del año el 85.
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sol está exactamente encima de la ciudad), reina como un otoño permanente y un frío que obliga a sus habitantes a llevar ropa gruesa. En nuestro colegio todos usan abrigo para ir al comedor y así lo hago también desde que estoy aquí, sin dejar de sentir mucho frío. Los árboles llevan al mismo tiempo frutos en ciertas ramas y florecen en otras; en los campos se siembra en una parte mientras se cosecha en otra: siempre es tiempo de cosecha y de siembra. En los campos pacen animales desconocidos aquí antes de la llegada de los españoles. Apenas llegados a dicha planicie de Santa Fe descansamos y bebimos por vez primera agua fresca de un manantial limpio, cosa que no habíamos hecho desde nuestra salida de Sevilla. En todo nuestro largo viaje habíamos tenido que contentarnos con agua tibia y sucia. Montamos de nuevo en nuestras mulas y avanzamos por la planicie hasta un hermoso puente de piedra construido sobre el arroyo de Bogotá. Allí nos salió al encuentro uno de nuestros Padres, que administra la parroquia de Fontibón, junto con los indios más notables de aquel pueblo. Todos iban a caballo y nos recibieron con flautas y trompetas. También a la llegada a Fontibón hubo alegre música. Al día siguiente se presentó en el lugar el P. Rector del colegio de Santa Fe, que nos obsequió con un rico almuerzo. En la tarde del 22 de julio hicimos nuestra entrada en la ciudad de Santa Fe, donde fuimos bien recibidos por todo el mundo, obsequiados con flores, frutas y dulces y cubiertos con demostraciones de afecto y respeto, de modo que no salíamos de nuestro estupor. El 28 de agosto, después de haber hecho una semana de ejercicios de San Ignacio, prediqué por primera vez en español en la iglesia del colegio. Me dijeron después los fieles que me habían entendido muy bien. En septiembre salí con mi compañero, el P. Gaspar Pöck, a fundar una nueva misión en el curso superior del Orinoco, en medio de un pueblo desconocido hasta ahora y salvaje. Los indios orinocos, no sólo no habían sido vencidos, sino ni siquiera visitados por los españoles, hasta que en enero del año pasado de 1680 el P. Ignacio Fiol, mallorquín, fundara una misión en una isla del mencionado río. Esta isla tiene una población de unas 5.000 almas y el Padre fue con la esperanza de convertirlos, a ellos y a los indios ribereños, muy numerosos también. ¿Cómo agradecerle a Dios la gracia de 86.
• Libro III [V]
haber sido encargado de una misión tan importante? Tantos hombres de talento quisieran un apostolado como éste y a mí indigno fue concedido… El superior de la misión será el P. Fiol, auxiliado por nosotros dos alemanes y el español P. Agustín del Campo, llegado hace tres años a esta parte. El río Orinoco, desconocido casi en Europa, se vierte a través de 60 bocas al mar frente a la isla de Trinidad. Ya fueron arreados 300 bueyes a la nueva misión. Servirán en parte para nuestra alimentación, en parte para servir al trabajo de los indios, que desconocen aún la utilidad de los vacunos. Lo que sí saben y conocen es fabricar del maíz un brebaje con el que se embriagan a más no poder. Son devotísimos de esta bebida, de las comilonas y de la lujuria. No conocen a ningún dios pues, como dice el apóstol, tienen como dios a su vientre. El gobernador de Nueva Granada ha concedido a cada uno de nosotros un sueldo anual de 100 pesos y seis soldados para nuestra protección; ha propuesto a la Majestad Católica que destine 40 hombres a esta misión, por las fundadas esperanzas que da. Escrito en Santa Fe, Nuevo Reino de Granada, pero terminado en la ciudad de Tunja, a donde he llegado antes de ayer, 8 de septiembre de 1681, en mi viaje al Orinoco. Su servidor en Cristo. CRISTÓBAL RÜELD, S. J. •
87.
[VI] [1683] Gaspar Beck (Pöck). Nació el 6 de enero de 1640 en Rottemburg am Necka. Ingresó a la Compañía de Jesús en la Provincia de Germania Superior, el 14 de abril de 1662. Desconocemos su actividad europea. Tan solo tenemos noticia de que fue candidato al doctorado en entrambos derechos (civil y canónico) y que trabajó como sacerdote durante dos años en Suiza, suponemos que fue en Lucerna. Según el P. Huonder, partió en 1678 para las misiones de la Nueva Granada, mas en realidad la patente de misionero le fue expedida por su Provincial, P. Federico Mülholzer, el 22 de julio de 1680, y se registraba en Sevilla el 30 de octubre del mismo año. Atravesó el Atlántico en la expedición que partió de Cádiz el 28 de enero de 1681, la cual arribó a Cartagena el 2 de abril del mismo año. El 21 de diciembre de 1681 llegaría Beck al Orinoco, tras recorrer el usual itinerario por el río Magdalena, Bogotá, Tunja y los Llanos casanareños. Habitualmente residió en Cusía. El 7 de octubre de 1684 moría asesinado a manos de los caribes. Estudió y aprendió la lengua sáliva.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 82-85.
89.
Carta del P. Gaspar Pöck al P. Carlos F. Panigati*1*
Reverendo en Cto. Padre. P. C. Recibí la gratísima carta de V. R. del 7 de Julio de 1683; aunque para mí, en medio de estas dificultades y falta de recursos, que hemos de sobrellevar, hubiera sido más placentero besar la mano venerable del bondadosísimo y amantísimo Padre que la escribió, y a la verdad, yo no deseara tan hostiles dificultades, pero la divina Bondad digna, de manera admirable, compensarlas. Por lo demás, tal vez anhela V. R. saber qué fruto se pueda sacar acá, junto al Orinoco, entre hombres tan bárbaros. Respondo que al presente es exiguo mas será abundantísimo en el futuro, como esperamos con la Divina Gracia. Pues persuádase V. R. que esta tierra es semejante a un lugar de algún puerto silvestre, en el que, fuera de árboles inútiles y grandes rocas, no predomina sino un clima infeliz y arenas estériles. Allí van [el trabajador] [...] [a convertir esa extensión] para sí en un huerto [y] ciertamente que necesita de trabajo ímprobo, o [se parece a] un campo inculto, que los buenos labriegos se empeñan en cultivar para cosechar los frutos en el tiempo de la mies. Dios mío, cuánto hay que trabajar y sudar. Hay que rasgar la tierra con el arado y desmenuzarla con el rastrillo, y luego abrir los surcos, y con * ANB. Asuntos eclesiásticos, t. 2, fols. 10-11. Texto original en castellano. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 290-309.
91.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
azadones y hachas […] [emparejar] la tierra [expuesta a pleno] sol. Todavía se debe arrojar en tierra las semillas, arrancar la maleza inútil, etc. y entretanto la esperanza sostiene a los labradores. Pues bien, de esta manera, mi Padre Carlos, si quiere visitar el Orinoco, no venga todavía con la hoz para segar la mies, que aun no desea, sino con azadones, hachas, rastrillos, arado y demás instrumentos de hierro semejantes (y esto digo, no sólo metafóricamente, sino también dejando a un lado la metáfora, para que enseñemos a esta pobre gente junto con la Santa Fe la manera de cultivar la tierra…). Entretanto a nosotros nos alienta la esperanza de recoger a su tiempo una mies abundantísima, a la que si otros han de poner mano ajena, a nosotros o en lo ya sembrado […] o llamados a otro lugar, Dios sea bendito. Por mi parte, yo ciertamente miro a Dios, no como remunerador del fruto, sino como [...] del empeño en los trabajos [...] de voluntad eficaz; más aun, para decirlo mejor, [miro] a Dios porque es, a quien rindo mi libre servidumbre por Él mismo, no como si fuera yo un mercenario. Él será […] [premio] de nuestro demasiado grande. Oh Jesús, te amo, te amo para salvarme, y no por la esperanza de recompensa alguna, no porque a los que [no] te aman castigas con el fuego eterno. A ti sólo porque eres Dios. Así me encanta repetir, y con esto aliviar un poco el alma, principalmente […] que yo vivo solo aquí en Cusía. Porque a mi siervo An[tonio] de Sandoval nacido en Santa Fe, de madre india y padre [es]pañol, que me asiste ya hace varios meses, lo mataron de la manera más miserable con cuchillas y pesadas mazas unos vagabundos que apellidan Guaivas, en Abril [...] cerca de Cusía. Y nada digo de la muerte prematura del P. Cristóbal, cuya alma viva para Dios, y ya pronto se enciende el deseo […] pues, fuera de lo que esos indios vagabundos me amenaza[n…] que me han de perseguir con fuego y palos, porque el hierro no lo [conocen]. Los indios me repiten con crueldad [...] porque les prediqué que no es lí[cito] al varón cohabitar con dos o más mujeres contra la ley de Dios. Sin embargo no se movieron, pues viven [sin] ley, sin rey, sin Dios. Y eso que añadí que habrán de venir soldados desde los Lla[nos] y les habrán de castigar de esas bigamias necesaria[mente…]; de esta manera vivo en continuos peligros de muerte, debidos ciertamente por mis pecados, para no decir nada de la penuria de todo. Hace poco por ejemplo, no teniendo nada que comer salí a la selva a buscar algo [con qué saciar] 92.
• Libro III [VI]
mi estómago famélico [...] Y encontré unas hierbas parecidas a las nuestras de Europa buenas y saludables, las cocí y las comí, con tan mala suerte que estuve al borde de la muerte y tuve que guardar 3 días de cama sin fuerzas ni para rezar breviario. Yo no escribiría esto si no me fuera muy bien conocida la grandeza de alma del P. Carlos, quien no se doblega con los trabajos ni se desanima con las dificultades. Por otra parte con ánimo grato comprendí sus deseos de bajar al Orinoco, y de predicar en estas tierras bárbaras de verdad. Por lo demás Dios pagará estos deseos de V. R. y suceda lo que suceda, bien sea que V. R. logre o no lo que quiere, deberá consolarse con esta verdad que no tiene duda, a saber, que nada podrá sucedernos más deseable que estar nosotros en el lugar en que la Providencia divina nos colocare, y hacer lo que ella quiera de nosotros. Aquí ciertamente podemos hacer poco por ahora, y sí sufrir mucho, cosa que no basta a un hijo de la Compañía sino a la vez trabajar mucho y padecer mucho. El mes pasado trataba yo con cierto viejo sobre mi pueblo de Cusía y sobre las cosas pertinentes a la salvación de su alma; por fin me dijo que deseaba entrar por el camino de sus mayores, y que yo podía hablar a él de buena gana con sus hijos y hermanas; y esto ya es mucho. Pues otros aun en este negocio son pertina[ces], y ni siquiera conceden que sus moribundos o hijos, o consanguíneos sean purificados en la sagrada fuente bautismal, lo cual suele ser para mí motivo de muy grande dolor. Tanto mis pecados retardan y demoran esta mies no en sazón. Por ello oro una y muchas veces, y que su Santos [que están] con Dios [me ayuden] para que ellos rueguen a la Bondad Divina que me sea permitido recoger algunas espigas. En SS. SS. Oraciones al Señor y Sacrificios mucho me encomiendo. Cusía, 8 de Octubre del año 1683. De V. R. Siervo en Cristo. GASPAR BECK •
93.
[VII]1 [1684]
*
Para la biografía de Gaspar Beck, véase [vi].
95.
Misión del río Orinoco en el Nuevo Reyno*1*
Reverendo en Cristo Padre, La Paz de Cristo [1] Como me ordenó mi Reverendo Padre Provincial, hace poco, desde Roma, hacer una relación de la nueva Misión del Orinoco, de esta tierra recientemente descubierta y de estas naciones, no quise dejar pasar la oportunidad de escribir al menos a V. R. y a mi Provincia otrora amantísima, de la cual, sí me olvidare, quede en olvido mi mano derecha. Y espero que no ha de ser cosa desagradable, y ruego al mismo tiempo a V. R. que no obligue a Rotemburgo a destinar para Neceas [?], a cuyo venerable colegio me encomiendo humildemente a una con todos y cada uno de los Padres y Hermanos de la Provincia de Germania Superior. [2] El río Orinoco (llamado así por los españoles, por otros Pagua, otros Oque, etc.) en la América del Sur, en el Nuevo Reino de Granada, en la región norte del Ecuador, llega a una altura de 4 1/2 grados donde el río Wichada se une al llamado Orinoco (cuanto se puede notar a falta de instrumentos), y con toda seguridad se cuenta entre los más grandes del mundo. Desde la región sur corre por un espacio inmenso de millas: las aguas que lleva no difieren mucho del color del mar, y su nacimiento hasta hoy día permanece desconocido. Hacia él, tanto por el Oriente como por el Occidente, toda * ARSI. N. R. et Q. 15-I. Texto original en latín.
97.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
clase de objetos cae y se resbala, y también es estorbado por las rocas; con frecuencia hace tumbos, de tal manera que es impracticable para las barcas. Donde encuentra terreno menos firme se estanca y forma islas. El río Meta, lo mismo que otros muchos afluentes, aumenta su caudal con lo cual parece dirigir más su curso hacia el oriente. El río Apure confluye en él, cuando va a desembocar en el mar: y con grande agitación, se encuentran uno y otro río. Porque el Orinoco presenta un cauce muy escabroso a su afluente, y las aguas alborotadas no se apaciguan. No lejos de la isla de la Sma. Trinidad se interna en el mar, según se dice por setenta y dos bocas que llevan agua dulce, larga y ampliamente mar adentro, de tal manera que los marineros en el mar, por más que estén a nueve millas de distancia pueden beber agua potable. Por lo demás, el río cría no sólo cocodrilos de inusitada magnitud, sino también animales desconocidos para muchos otros pueblos. [3] A una y otra orilla de este río, existen tierras extensísimas absolutamente desconocidas, que son asiento de muchas tribus. He creído oportuno señalar los nombres de una pequeña cantidad de ellas: 1. Los Pariagotas, 2. Los Guaraunas, 3. Los Guayanas, 4. Los Guaiquirías, 5. Los Karives, 6. Los Lavas, 7. Los Cacatías, 8. Los Sipoporas [?], 9. Los Ottomacas, 10. Los Yaruras, 11. Los Guaívas, 12. Los Sálibas, 13. Los Kiruvas, 14. Los Adulas, 15. Los Ubasanas, 16. Los Pianagoras [?], 17. Los Mapoyanas, 18. Los Maypuras, 19. Los Tunebas, 20. Los Macas, 21. Los Katharubanas, 22. Los Haschaguas [Achaguas], 23. Los Avaneas, 24. Los Caviras [Csberres], 25. Los Oinomanas, 26. Los Gallinayeas, 27. Los Ahavaranayanas [?], 28. Los Kirassibenyanas, 29. Los Mussanas, 30. Los Amansarías, 31. Los Emataquerianas, 32. Los Kamataquerianas, 33. Los Karirionas, 34. Los Servitanas [?], 35. Los Amazonas, no muy lejos del nacimiento del Orinoco, etc., y así muchísimas otras tribus ni siquiera suficientemente conocidas por esos habitantes. [4] Todos estos mencionados pueblos y muchos otros más, diversos entre sí por la lengua y por las costumbres, sólo están de acuerdo en ésto: en que ignoran a Dios Porque viven sin Rey, sin ley y sin Dios, aunque algunos de ellos digan que Dios es el Sol, otros que la Luna, otros que Purunaminari, pero no presentan culto alguno exterior. Dicen los indios que su origen propio es el agua, y que en agua se han de convertir. Son adictísimos al arte de 98.
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la magia (si eso es arte y no una irrisión vulgar); pero sea lo que sea, con frecuencia por medio de tales encantamientos perjudican a sus enemigos con lentas enfermedades, y los matan con muerte segura. [5] A menudo los más viejos se juntan, ya cantando a la manera de los clérigos, ya tocando tamboriles de tortuga, y pasan la noche íntegra para saber del demonio el futuro; se dice que el mismo demonio, mintiendo figuras varias, baja hasta ellos a veces por la parte superior de las casas. También emplean otras maneras para ser engañados con el mismo fraude. Por las narices, valiéndose de un instrumento cóncavo de madera, beben Hyopa (está confeccionado de ciertas semillas fortísimas), y así se embriagan y pierden el sentido, de tal manera que no pueden entrar, mas aún, ni moverse, y cuanto sueñan en esta borrachera hyópica ó “inspiración”, lo toman por un oráculo. [6] Por Otra parte son antropófagos: no se cubren el cuerpo ni siquiera con hojas de árboles, los pies con alpargatas, ni se protegen la cabeza con sombrero alguno, y bajo el calor tan ardiente del sol caminan desnudos; sólo que de las orejas perforadas les cuelgan no piedras preciosas, porque no tienen, sino pedacitos de caracoles ó de huesos labrados de animales, o principalmente de hombre. La mayor parte de ellos se perforan también las narices, más aún, el labio superior de la boca, por cuyos orificios introducen plumas de ave o palitos. Todos son de condición igual, y nadie sobresale por la nobleza o por las riquezas. Se peinan los cabellos, por los menos los “Sálibas”, más que afeitarse; la cara siempre es imberbe porque los bárbaros no tienen barba, tanto que si algo de pelo les crece en las pestañas y las cejas, se lo quitan y lo arrancan. Son robustos de cuerpo y por su grosera figura son mucho más distintos que los que vimos cuando llegamos a este Reino: diría que no son desemejantes: a los Helvecios, de un color castaño que se acerca más a los Europeos; y estoy fácilmente de acuerdo también yo, en que no está equivocada la fama originada no sé dónde, que las tierras más altas hacia el sur, están habitadas por hombres de color blanco; pero a los habitantes con quienes vivo no les ha llegado la menor noticia de aquellos y antes de mi llegada no sabían ni siquiera nada de los blancos. [7] Por otra parte se pintan el cuerpo con muchos colores; unas veces rojo, otras salen más negros que el carbón, que bien pudiéramos jurar que salen del báratro infernal. Para los matrimonios no emplean la menor ceremonia, 99.
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sino que apenas prometen los niños a sus familiares y de ordinario los que son unidos por la sangre son bígamos, trígamos o maridos de muchas mujeres; el esposo no ofrece dote a su esposa ni ésta a aquél, y con todo al que no tiene nada, nada le falta. El marido mismo paga por su mujer a los padres dándoles algunos caracoles o pedacitos de hueso o hacen un campo en la selva, etc.; si la mujer le desagrada al marido, o por algún delito o una causa leve, la despide de su casa y la devuelve a los suyos: El por su parte se casa con otra. De tal manera que nada hizo Dios, la naturaleza, tan inviolable ni tan santo, que la perversidad y la barbarie de ellos no haya completamente destruido. Cuando a la mujer le nace un niño es servida por los demás; lo mismo se hace con el marido, que reposa en su acostubrado chinchorro, y él ni siquiera pone un pie fuera de casa sino al terminar el tiempo acostumbrado. Si la mujer da a luz un varón permanece acostada durante cuarenta días, si es hembra sesenta. Entonces todos rodean la aldea y se apresuran a bañarse en el río, y es fama que haya también en otras tribus, otra costumbre, cual es la que la recién parida le sirva al marido que permanece en cama, y lo cuide como si éste fuera quien hubiera sufrido los dolores del parto. [8] Por cama emplean un “chinchorro” hecho de red con cuerdas de corteza de árboles (como se puede ver en el dibujo cosmográfico del colegio de Lucerna, que está colocado en una pared de fuera de la estufa común para el invierno, en que se ven también otras cosas como cocodrilos); si bien para muchos su lecho es la tierra, que es también asiento para todos; porque no se ve en sus casas escaño alguno. Para las casas no emplean ningún ladrillo, ni adobe, ni piedra, sino que simplemente clavan en tierra unos troncos de árboles y en esta forma unidos unos con otros se levanta el edificio. Además, para cubrir esas vigas no emplean desde abajo hasta arriba sino hojas de palmas. La estructura es más ancha abajo; poco a poco, a medida que crece el edificio, se va reduciendo, hasta que, por fin, queda en forma de una quilla. En la parte inferior dejan dos entradas para las serpientes. En esta clase de tugurios no hacen nido como las aves, ni se ocultan como las zorras en sus madrigueras, sino como el ganado en los establos sin pared alguna divisoria; ni siquiera con palos, y a menudo muchas familias viven allí, de tal manera que en algunas de esas casas, se llegan a contar sesenta o setenta habitantes.
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[9] ¡Qué podré decir ahora de la comida! No comen sino carne humana. No conocen ninguna manera de sembrar cereales, y el suelo cálido no produce ni siquiera frutas de árboles, sino algunas silvestres, dátiles de palmas muy parecidos a las bellotas de Europa por la dureza, la forma y el sabor, comida bastante pesada, pero, que con el hambre se condimenta bien. De todo esto, por lo menos, afirmo en este documento, que la naturaleza se contenta con poco. Pues la mayor parte de estos habitantes pasan la vida con mero “casave”, que es un pan indio hecho de cierta raíz. Y tienen por una de sus mayores delicias alimentarse de pescado en el verano; porque en este rincón del mundo es tal el estado del tiempo, que cuando a Europa la cubren las nieves y todo permanece rígido por el hielo, aquí por el ardor quemante del sol el calor es intolerable, y añadamos una gran sequedad que casi quema todo: el pasto en los campos, y las hojas en los árboles del bosque. No experimentamos algo mas suave en tiempo de invierno, que en estas regiones no es otra cosa que calor intensísimo sin el menor movimiento del aire; a veces, algo así como el sopor Europeo, junto con una gran humedad que traen consigo continuas lluvias, tanto que uno podría creer que el cielo todo se va a caer, rotas las cataratas, principalmente en aquellos meses en que falta el R. [?], por la abundancia de muchísimas aguas y las inundaciones con que sobrepasan todos los cauces, y aparecen unos pocos pececillos nadando en la inmensa vorágine. Por esta misma razón es por la que las riberas de Orinoco no están pobladas de aldeas, porque el río inunda las costas en toda su extensión, tanto que todos los habitantes, para proteger su vida, se encaraman a los árboles. Pero hacia el mes de Octubre, cuando descienden las aguas, pulula una gran cantidad de enfermedades contagiosas, en especial, fiebres traídas por las exhalaciones. Aunque poco después, cuando se van del litoral, el clima es saludable: porque las sombras refrescan los rayos solares y de las fuentes manan abundosas aguas. [10] Hay aves que son dóciles para imitar la voz humana, como los papagayos, de los cuales esta tierra produce gran cantidad de diversos colores, y también las tórtolas. De gallinas y otras aves domésticas no conocen ellos otra cosa. Animales mansos son inusitados, y así ni el caballo. “Sacude el campo podrido con el golpe de sus cuatro cascos”.
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Ni el jumento lleva carga, ni el buey rumia yerbas, ni los perros vigilan a las puertas, ni el gato acecha los ratones. En cambio produce tigres, leones, monos, y cabras silvestres muy parecidas a los gamos del Tirol, para no decir nada de las culebras y serpientes que abundan no poco, de las que algunas resplandecen con escamas semejantes al oro, cuyo veneno es más peligroso que ninguno: puesto que una mordedura suya es muerte segura, y no hay indio que sepa ofrecer remedio alguno. Cuando uno es mordido por una serpiente lo dejan en su chinchorro acostado, luchando con la muerte, y se le sienta al lado solamente uno de los ancianos, que le canta no se qué encantaciones, dizque para curarlo, unas veces soplando, otras veces musitando no sé qué, y así pasa la noche y el día sin efecto alguno, porque un cuerpo afectado por la mordedura de una serpiente no pasa de las veinticuatro horas. Para curar este mal lo tomé a mi cuidado y, bendito sea Dios, a todos con quienes hablé les aprovechó: como fue el que invocaran a San Pablo, y repitiendo después de mi rezaran la oración del Santo que está en el breviario, y al mismo tiempo mezclaran con algunas gotas de agua para beber un trocito de tierra de San Pablo [?]. [11] No niego que los ríos llevan oro, y sus aguas lentas lo conducen por un espacio breve y moderado. Pero, puesto que no saben estimar el oro ni la plata, nadie lo busca. El indígena del Orinoco no conoce el título de compra-venta. Precisamente hace poco, para mucho bien de esta misión, encontré una mina de sal [?] en la vertiente de cierto río. Otros desperdicios de la tierra, y principalmente de las crecientes son muy estimadas como caracoles, conchas marinas, que el mar deja en la playa, o que en las selvas hay donde quiera, y llevan a sus tugurios: todo lo cual, partiéndolo en varias partecitas y elaborándolo bien, lo llevan alrededor del cuello. Aprecian también las pepitas de vidrio, los huesos de animales o personas, con los cuales de la misma manera, creen que el cuerpo les queda muy adornado. Y no guardan los espacios de los años, ni miden las divisiones de los tiempos que han de venir o que pasan, con señal alguna. Con el curso de la luna algo cambia, pero no como todos cuando es llena, sino cuando empieza a curvarse en forma de cuernos, tiempo que es también señal de grande alegría.
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[12] A estas tribus, acostumbradas de ordinario, a luchar entre sí no las une ni el peligro; se matan y se agotan mutuamente, y la mayor parte de ellos, aun ahora, se hartan de carne humana. Y a cuantos la voracidad o los dardos envenenados cautivaron con emboscadas o en la guerra, los entregan a otros indios que llaman “Carives”, que a su vez los venden, no sólo a los enemigos de nuestro Rey católico, sino a los herejes bátavos, e ingleses, quienes los deportan a sus islas para cultivar los campos, a fin de producir caña de azúcar y cacao, aquel néctar ambrosíaco para los iberos (Porque los “Carives” suben desde el mar de la India contra la corriente del Orinoco, cada año, en gran número: vienen como treinta naves llenas de indios armados y no sólo para recibir de sus amigos tal clase de cautivos, cuales son los indios Sálibas, sino principalmente para asesinar estas miserables gentes y deportar a sus hijos). Pues bien, cada año de los que he estado aquí, estos tales Carives han arrebatado más de 350 niños, porque me consta a mí, a una dura esclavitud. ¡Ay! debemos acabar con esto y cualquiera que esté ardiente en celo de promover el culto de Dios y de su Santísimo Nombre, y deseoso de la salud de las almas, debiera llorar con lágrimas de sangre. Pero a esto fácilmente le pueden poner ellos remedio, y al mismo tiempo promover la causa cristiana, los que llevan el timón de la barca. [13] Pero volvamos al orden, del que la contemplación del estado miserable de esta gente me había apartado. Esta fama que las tierras de la desembocadura son habitadas por hombres de color negro: como me contó uno de aquellos cautivos (ahora sirviente uno, a quien yo compré y libré por decirlo así, de la boca de aquellos carnívoros) que había visto tal clase de negros en su aldea denominada Aiu, en la que apenas se cuentan unas cuarenta casas, y que dista de Cusía donde vivo más o menos el espacio de un mes por camino terrestre. Contáronme otros indios que no lejos del origen y nacimiento del Orinoco, a tres días de camino, el mismo río forma una isla, en la que sobresale una roca que tiene esculpida, o mejor, colocada encima, con arte maravilloso cierta capilla; en ella se puede apreciar un altar muy semejante al mío de Cusía, que hice fabricar en mi Iglesia, y que en sus paredes de piedra aparecen estatuas o figuras medias de hombres, cinceladas de piedra igual, y dizque oyen de vez en cuando en los aires cantos suavísimos; pero 103.
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que los indios que viven allí no se atreven a acercarse, bien por reverencia, bien por temor. También se refieren muchas otras cosas, en las que no me voy a demorar, a fin de no apartarme de mi propósito, sino que voy a contar únicamente lo que he oído. [14] Entre todos estos pueblos hay unos cuantos vagabundos acostumbrados a vivir del robo, denominados Guaivas. Estos no siembran nunca, pero siempre cosechan y en ningún sitio estable fijan su morada. Permanecen en un sólo lugar hasta que no encuentran más con que saciar el hambre: comen gusanos de los árboles y hormigas terrestres (que son un poco más grandes que las europeas), dátiles de palmas, principalmente, peces a los que, viendo nadar en el río, hieren con una puntería maravillosa y luego se echan ellos al agua y los llevan a los suyos; también tortugas cuyas cabezas levantadas traspasan con ese mismo arte de disparar saetas, o que cogen mientras está poniendo huevos en la playa arenosa, los cuales son calentados después por los rayos solares, y se los llevan. Con estos Guaivas más de una vez he tenido que habérmelas por motivos de sangre: porque son enemigos jurados de los Sálivas con los que ya he pasado algún tiempo; a éstos, pues, persiguen con fuego y flechas envenenadas, y con frecuencia van destruyendo los sembradíos de los sálivas. [15] Otras tribus construyen para sí ciudades y aldeas y parecen inclinarse a cierta clase de política y aristocracia, o monarquía, pero nada más porque a su reyezuelo (que los españoles llaman cacique y los Sálivas “alma”), rinden muy poco o ningún respeto u obediencia. Más aún, si les manda algo que no les sea agradable, le ordenan salir de casa, o mandar a sus mujeres e hijos. Por eso, con frecuencia, familias enteras emigran a otro lugar desierto con su reyezuelo y edifican otra aldea con todo desorden y se nombran un nuevo capataz. Mas a veces es la pura necesidad, la que les exige dividirse: porque con frecuencia los campos se inundan de arena, y por esta misma razón se tornan áridos; y fuera de maleza inútil [?] y de arena estéril, no produce otra cosa, y esto en gran extensión [?]. Además, dondequiera hay espacios inmensos de terrenos, que se ven blanquear de arena cándida: de tal manera que al que los mira de lejos parecerían cubiertos de una sábana o de nieve. Pues bien, en esas regiones extensas, en todo lo que abarcan los ojos, no florecen ni siquiera verdes coles, porque el sol lo quema todo, en especial desde octubre 104.
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hasta comienzos de mayo. En este último mes comienza el cielo a nublarse y tengo para mí que, si la naturaleza no fuera previsiva, estas tierras serían hoy inhabitables. Así pues, digo, estos indios tienen necesidad de separarse y buscar otras sedes vecinas a los bosques, cuyos árboles cortan con hachas de piedra o fabricadas de un no se qué material pétreo bastante persistente, y trabajan los campos con muchos sudores: pues nada sabían de hierro, ni de instrumentos de hierro antes de nuestra llegada. [16] La manera de trabajar los campos no es otra que ésta: en el bosque cortan árboles con su hacha de piedra o también los echan a tierra con las manos (porque escarban la tierra junta a las raíces con las manos, o con ciertos palos, hasta que árboles gruesos y altísimos, semejantes a las encinas añosas en Alemania, y ya sin tierra ninguna en las raíces se desploman), listos, expuestos a los rayos del sol, en pocos días, son quemados, y hecho esto, sin más cultivo clavan en tierra un tronco de madera, el cual en pocos meses echa raíces, y de ellas cuecen su acostumbrado “casave”, según lo llaman los hispanos y los indios apellidan “biebe”, que luego exprimen para beber. Cuenta la tradición que esta manera de fabricar su pan la aprendieron del Apóstol Santo Tomás: en todo caso, nada saben de su doctrina, mas aún, ni conocen el nombre. [17] Por otra parte, las sedes o villorios, que nosotros conocimos, son los siguientes. Faquarapo, Tabaje, Mapara, Ufasana, Peruba, Meschina, Kathambeno, Duma, Mariguapi, Ewcari, Gusia, Nunquico, Deschoba, Nerischa, Maravapu, Eucubena, Gavirischi, Quaicanari, Curtiaveribana, Zucunai, Onoma, Mamoapi, Bariabeni, etc. Nunca acabara si me pusiera a escribir todos los nombres bárbaros de pueblos, que por eso los omito; como también omito muchas otras cosas, como sería la manera de curar los enfermos; de enterrar a los suyos y de desenterrar sus huesos y de echarlos en esa misma fosa inmensa, con ritos curiosos e inauditos; de la manera de poner precio a las cosas; de beber, de vigilar placeres insanos. Y no escribo de esto para no abusar de la benevolencia y para no detener demasiado, con tontas cosas, al lector deseoso de saber, quizás, lo que han hecho los sacerdotes de la Compañía de Jesús desde su entrada hasta el tiempo de hoy entre semejantes bárbaros.
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[18] Hasta estas regiones y a las subsodichas tribus, entramos cuatro sacerdotes de la Compañía de Jesús (no Teatinos como abusivamente nos llaman aquí), una vez recorrido los ríos Casanare y Meta, Llegamos en la fiesta misma de Santo Tomás Apóstol, el año de 1681, con el objeto de predicar a esta miserable gente el Nombre de Nuestro Dios. Nos recibieron con una cortesía que no se pudiera esperar de tales bárbaros. Nos cedieron sus tugurios para nuestras maletas y morrales, nos ofrecieron su pan acostumbrado, “casave”, junto con cierta bebida hecha del mismo, producida entonces del jugo de cierta fruta. En Cusía, el mismo día de mi llegada, comparecieron ante mi tres veces distintas: la primera, adornados con los huesos que suelen y con sus caracoles, etc.; la segunda, pintados de rojo; y la tercera, mas negros que el carbón. Poco después corrió el rumor, por toda la extensión a la redonda, de que unos hombres blancos habían llegado a esa tierra; y así, en las semanas siguientes, más y más gente nueva, voló a ver al hombre blanco que había llegado, nunca antes visto por ellos en su vida; y de esto se puede colegir que una gran multitud de hombres estaba escondida en esos confines. [19] Pero sucedió, por ese tiempo, que se esforzaron con todo empeño en pasearme por las aldeas circunvecinas despojado de todo vestido, quiero decir, desnudo como los mismos indios: porque Hyopa dizque había profetizado mi llegada y añadido que, habría de ser afortunado si me paseaban desnudo. Pero yo les contesté que antes habría de entregar mi sangre y mi vida, que concederles despojarme de mis vestidos: que vieran qué iban a hacer, porque hombres blancos habrían de venir para castigarlos por tan enormes crímenes. Y como yo me opuse resueltamente y con toda seriedad, cesaron por fin en su propósito, y eso que yo estaba solo con un pequeño indiecito, ya que los seis soldados, que habían señalado para acompañarnos desde los Llanos, apenas vieron el Orinoco, se aterrorizaron por los peligros o por los arcos amenazadores y flechas envenenadas de los bárbaros; y abandonándonos pusieron pies en polvorosa. [20] Entre tanto ninguna otra cosa hice, sino levantar el trofeo de Jesucristo mi Dios, la cruz, y con la mayor habilidad y trabajo, dedicarme totalmente a ganar a aquellas gentes para Dios. Cada día por la mañana, al salir el sol y lo mismo por la tarde, poco antes del ocaso, llamé a la juventud y a todo el pueblo, recorriendo las aldeas y tocando un timbal hecho de piel de tigre a 106.
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falta de campana, para enseñarles la doctrina cristiana. Al principio conduje grupos organizados hasta las cruces que había levantado, de que se cuentan siete en diversas aldeas, hasta que terminados los edificios se les permitiera entrar en las iglesias. Los pobres indios hicieron también sus cruces simultáneamente a sus casas, que aprendieron a fabricar con mucho sudor y trabajo. Son aquellas mismas cinco iglesias, bastante capaces, cada una de las cuales tiene tres naves. Pero el trabajo no se limitó a los cinco pueblos susodichos sino que, con frecuencia, salimos a las casas y poblaciones vecinas, bajo el cielo despejado y a pleno sol y con los pies descalzos, a fin de buscar a los enfermos, a los moribundos, a los niños, y administrarles el sagrado bautismo, y de anunciar a Cristo, a toda aquella gente. [21] No quiero pasar por alto lo que me sucedió en una de aquellas excursiones. Había determinado pasar al otro lado del río, llamado Cuboho por los habitantes (que no es menos ancho que el Danubio, cerca de Ingolstad), con el objeto de recorrerlo y levantar allí los signos vencedores de la cruz, y promulgar la fe de Cristo. Había escogido cinco de los habitantes conocedores del camino, prometiéndoles su paga, y llevábamos un hacha y cinco cuchillos; y he aquí que en una lancha, hecha de corteza de un árbol grande, habíamos atravesado el río, y los indios ya habían avanzado por tierra unos cuarenta estadios conmigo, cuando a la noche me abandonaron y salieren corriendo. Qué podía hacer yo, sin conocer el camino, sin guía, sin alimentos, presa segura si no de los bárbaros, por lo menos de fieras, tigres, leones, etc. Afortunadamente volví a tomar el camino, pues aunque estaba oscuro y con mucho atajos, me orienté por nuestras huellas recientes; y por fin, guiado por mi ángel bueno llegué al primer río pero no pude encontrar aquella lancha miserable. Así que, despojándome del vestido, volví a practicar aquella arte de nadar, que cuando estudiante en Rotemburgo había aprendido con ciertos palos, y logré ganar la otra ribera. Para vestirme me cubrí con hojas de árboles, y después de tres días, en el silencio de la noche y con la protección de Dios, entré de nuevo sano y salvo en Cusía. [22] Por lo demás, empleamos todo el esfuerzo imaginable (en especial, el Padre Cristóbal Ruedl cuyos trabajos incansables y celo ardentísimo en la conversión de las almas son muy alabados por los dos principales [?] compañeros nuestros españoles de la Provincia de Aragón en esta nueva 107.
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misión, a fin de hacer que estos bárbaros dejen a un lado su ferocidad y se domestiquen, cosa que no es trabajo de un día, máxime sin auxilio ninguno secular) con el objeto de disponerlos poco a poco y hacerlos capaces de recibir la fe. A los adultos que consideramos próximos a morir, no contra su voluntad, sino los que lo piden, instruimos brevemente acerca de Dios, que es Remunerador, etc. y los purificamos con el Santo Bautismo. Así mismo, la misma gracia del bautismo administramos a los infantes, que consideramos en peligro de muerte; y ya a muchos de estos niños, purificados en el agua salvadora del bautismo, hemos enviado al cielo, y ofrecido a Dios, como primicias de esta tierra, para ser intercesores —como esperamos— por este pueblo desafortunado. [23] El número de operarios, en esta viña estéril y sin cultivar, se disminuyó con la prematura muerte del P. Rüeld el 7 de Julio de 1682, día en que se ahogó en el río Suena hacia las seis de la tarde (bien fuera por culpa, o por descuido del conductor, no se sabe). Y a la misma hora, exactamente, se me hizo manifiesto por dos señales, pero de una manera tan oscura, que no las pude adivinar ni saber quien era el muerto, y creí que algún padre de mi provincia de Germania Superior había fallecido. De tal manera que en los tres siguientes días ofrecí la misa por aquel difunto. Había determinado aquel varón celoso visitar otros pueblos y anunciar la santa fe de Cristo. La mitad del camino es interrumpida por un llamado Torrente (el mismo en que yo también estuve en peligro a la subida) y que tiene que ser atravesado en una canoa de corteza de árbol, la cual se inclinó, se llenó de agua, y se volteó, y al P. Cristóbal, que invocaba el nombre de Jesús, lo dejó en el río; pero como no sabía nadar, no pudo luchar contra la corriente. Era el Padre Cristóbal Rüeld de familia nobilísima, nacido en la ciudad de Arnstaff, del Austria inferior, el 20 de Febrero de 1648. Vencidos varios obstáculos para entrar en la Compañía hizo al fin su noviciado en Lansberga, y terminadas en la Compañía la Filosofía y la Teología, enseñó durante cuatro años letras humanas con gran provecho, de los discípulos. Su cuidado principal fue hacer penetrar en ellos, junto con las letras, la virtud y el amor hacia la Santísima Virgen Madre y a su Inmaculada Concepción. Tenía ingenio penetrante para aprender cualquier clase de ciencias, como por ejemplo, entre otras, un talento especial para las matemáticas. Sobresalió como pocos en el don de lenguas y ya dominaba siete. Fue además 108.
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varón animoso, impertérrito en los peligros, sufridor de trabajos; con ánimo tranquilísimo soportó el hambre, la sed, las injurias de los indios y los azotes que dos veces le infligieron, y eso que era de temperamento recio. Y sufrió los calores intensísimos del sol y las picadas de las moscas (que en estas tierras son realmente las plagas de Egipto), y casi durante un año y medio no probó el pan ni el vino. Con mucha frecuencia, al llegar fatigado, no tenía otro catre que la tierra, o dormía ligerísimamente sobre unos palos. Era el primero en dedicarse a la oración a la mañana, y varias veces al día se recogía para examinar la conciencia con sumo cuidado llevó el examen particular, de cuyo patrimonio nuestro Santo Padre Ignacio nos hizo herederos (y en realidad lo somos). Muy observante de las reglas y amantísimo de nuestro Instituto, se preocupó por amar a Dios con un corazón puro y sincero y ardía en una sed increíble de ganarle almas y promover su culto. Esta sed fue la que impulsó a tal varón a abandonar, con el asentimiento de sus mayores, sus queridísima provincia de Germania superior y emprender este arduo camino hacia las Indias, y a salir de su pueblo llamado Peruba a fin de anunciar el Santo Evangelio a otras naciones también, durante cuyo camino (así lo dispuso Dios, que llamaba al Padre Cristóbal a los premios de sus trabajos y fatigas). Neptuno, en el río Suena, le ofreció una bebida que el no era capaz de cocinar. Hemos, pues, perdido al Padre Cristóbal en tan sagrado sacrificio de dilatar el Evangelio. Pero no digo perdimos sino que lo enviamos antes; y seguirlo nos tocará hoy o mañana, si no con igual fin, tal vez sí más cruel, me parece; porque son muchos los bárbaros que me amenazan crueldades, porque les dije que no podía ser lícito que un hombre conviva con muchas mujeres, pues va contra la ley de Dios, del Cielo y de la tierra. [24] Fuera de esto, no sufrirnos que se pase ninguna ocasión sin que les anunciemos a Cristo crucificado, de tal manera que ya saben, que Dios habrá de dar premios y vida perenne en el cielo a los buenos y a quienes cumplan su ley. Que el alma es inmortal y que vivirá, ya sea en la gloria celestial con la abundancia de toda clase de bienes, ya con los mayores tormentos y torturas en el fuego infernal, por toda la eternidad. [26] Cada año, desde el mar, o de otras regiones vecinas al Orinoco, suben corrientes arriba, unos indios que llevan consigo varias clases de mercancías, entre otras, hasta pólvora, etc., que luego los habitantes del Orinoco 109.
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compran. Mas para el pago no tienen otra cosa que ofrecer, sino sangre humana, los hijos, o los familiares, o los que cautivan cuando hacen recorridos para robar o pelear. Sucedió, el día siguiente de nuestra venida, que algunos acababan de llegar ya para probar, ya para revisar su pólvora, cuando de repente se hizo fuego y toda la pólvora se convirtió en llamas y humo; y uno creería que no una sola casa sino que todo el pueblo ardía. En ésta catástrofe de pólvora nueve indios (porque había cerca de seis cargas [?] de pólvora) se quemaron, de tal manera que ni uno solo de ellos, en todo el cuerpo, se pudiera imaginar que no estuviera completamente quemado de los pies hasta la coronilla: puesto que según sus costumbres todos estaban sentados completamente desnudos. Sin demora, algunos de los ancianos que se pusieron a tomar Hyopa, regresaron afirmando que Hyopa (la que consideraban como el oráculo de Delfos) les había asegurado que este infortunio les sobrevino porque habían recibido a los padres, porque había levantado una cruz, porque se había predicado una ley desconocida, y poco faltó para que ellos nos arrastraran a todos al suplicio capital. Claro está, nosotros purificamos nuestra conciencia con una confesión general y a cada instante esperábamos la muerte. Porque en realidad no sólo la piedra, sino hasta el mismo polvo mueve el infierno para arrojarnos de sus dominios, que poseía tranquilísimamente en tanto tiempo anterior transcurrido. [27] Y por ese mismo instinto, si en plena tempestad caen rayos del cielo como pasó precisamente poco después de mi llegada, se nos achaca a nosotros: no lejos de Cusía dos individuos fueron fulminados por un rayo, con gran sentimiento de sus consanguíneos. Estos, públicamente, con su cortejo fúnebre, me acusaron y cien veces me lanzaron tremendas maldiciones, como a principal responsable. Si no cosechan en los campos los frutos esperados; si van a pescar y regresan sin peces, nos echan la culpa a nosotros; si enferman, en una palabra, si algo adverso sucede, el diablo les sugiere en su tomada de Hyopa que los padres son la causa, y que se les debe castigar con el azote, los suplicios, y la muerte. Como si antes de nuestra llegada a estas tierras, nunca hubieran caído rayos del cielo airado, y ninguno hubiera sentido perder la salud. Todo esto son engaños y fraudes del infierno, que ya antaño en la primitiva Iglesia desató contra los primeros cristianos, como atestigua San Jerónimo, si mal no recuerdo. Porque entonces, si un rayo despedido 110.
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del cielo caía sobre el capitolio, y si un ejército romano era destrozado, si los campos no producían la cosecha esperada, condenaban a los cristianos a las ruedas, al ecúleo, a la espada, a las fieras. Y el hecho de que hasta el presente no nos hayan traspasado con sus flechas envenenadas y sus amenazadores látigos, por la Providencia de Dios misericordioso para con nosotros, puede ser por esta razón; porque son retraídos por un cierto miedo a los blancos, que saben viven en los Llanos a una distancia de tres meses de camino del Orinoco. Sin embargo, no obstante este temor o pánico, nos han matado ya de la manera más miserable a dos de nuestros servidores, y ya prácticamente “está ardiendo el vecino monte Ucálegon”. [28] Dios, en cuya presencia y bajo cuya tutela vivimos, lo dirige todo a su mayor gloria. Contra el último de los dos asesinados, se encarnizaron con la crueldad mas bárbara: porque (me estremezco al referirlo) le encontraron todavía vivo, cuando luchaba con la muerte, los tendones y nervios, y luego descoyuntados los huesos, los bárbaros despojaron de la carne los huesos y los colgaron a su cuello para llevarlos, no como reliquias, sino como una señal de su fortaleza, como despojos —ah demasiado preciosos y dignos de sepulcro más sagrado— arrancados a un enemigo vencido. Todo esto lo hacen con impunidad. Y por esta misma impunidad se afirman para atreverse a mayores atrocidades; y así, al tercero de nuestros criados acometieron de tal forma que si no hubiera esquivado con el brazo la paliza destinada a la cabeza, sin duda que, de un solo golpe, le hubieran arrancado el alma; gracias también a ciertos indios amigos que llegaron y los impidieron; a estos ya de antes los había ganado yo con regalillos. Pero ese furor de los amotinados, más bien diría que se suspendió, pero no se acabó: puesto que al salir yo del pueblo me siguieron con los ojos enardecidos, y rechinando los dientes como salvajes jabalíes, amenazándome al mismo tiempo con palos y varas. Pero entonces, librado de veras con la ayuda Divina, me recojí a un lugar más protegido, si es que hay algo seguro en medio de estos bárbaros, pues todos son de la misma calaña. Y en realidad, una vez que se extendió el rumor, de que unos hombres blancos habrían de venir de los Llanos para castigarlos por tales homicidios, todos los indios sálivas juraron que, si a un solo indio se le tocaba el cabello, en el mismo instante en que lo supieran, habrían ellos de matar a todos los padres. De todo lo cual se puede 111.
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fácilmente colegir en cuantos peligros andamos, y cuan necesario es que se nos socorra a tiempo. [29] Ahora, no quisiera pasar en silencio otro dardo agudísimo del infierno, que se ha disparado, contra nosotros, con el que, sin embargo, no se nos ha vencido ni desterrado de estos campamentos, que hemos conquistado y ocupado. Y es el hambre con la que estamos luchando: porque los indios, en primer lugar, rehusaron suministrarnos peces en adelante; y la razón es, porque los comemos condimentados con sal, y dicen, que ya no pueden pescar más en los ríos; de donde colegimos nosotros que, tal vez, ellos creen en la migración de las almas de un cuerpo a otro. En segundo lugar, los indios vagabundos “Guaivas” atacaron a las tribus sálivas y arrasaron sus campos, y así carecimos de pan, y por esta razón hubimos de comprar carne en las aldeas vecinas, para alimentarnos muy parcamente; pero aún el mismo pan (Casave) nos los negaron totalmente; y me obligaron a no partir el pan sino con un cuchillo de hierro, y cortado [?], que ya no crece más en los campos. Y así, urgido por la necesidad, he tenido que acudir a las fuentes y a las selvas para buscar hierbas. Encontré unas no muy desemejantes a las Europeas, que yo mismo cociné y las comí para apaciguar el hambre. (De paso, aconsejo a los candidatos que no se esfuercen mucho en aprender las artes culinarias, pues el hambre y la necesidad son el mejor cocinero: claro está, que una es la apariencia en casa, y otra a la claridad del sol. Lo importante es, que se fortalezcan con el estudio de la paciencia, con el ceñidor de la castidad, y con una profundísima humildad). Pero sigamos con las hierbas. Digo que la muerte esta en la olla: porque apenas me había levantado de mi frugal mesa, cuando sentí debilitada mi salud y permanecí tres días en cama casi sin sentido. De tal manera, que el infernal Ladrón de las almas no ha dejado nada sin ensayar o experimentar para atacarnos a nosotros. Esto, y aventuras semejantes, no me atrevería a escribir si no supiera y conociera la invicta virtud de alma “y la triple coraza de bronce, que rodea su pecho”, de los candidatos que se preparan para las dificultades de esta clase de trabajos, a fin de ganar y conquistar almas para la gloria de Dios, porque sé que no se quebrantan, sino que se encienden más con esto, como otrora la sangre de los mártires excitó a los cristianos para la lucha, y estos saltan de alegría como si les dieran la señal de partida para los juegos. 112.
• Libro III [VII]
[30] A esto podríamos añadir los eclipses de la luna, tres de los cuales me ha tocado presenciar no sin peligro inminente de la vida. Pues por esta causa les sobrecogió un miedo tan violento a estas feroces tribus, que poco faltó para que nos llevaran al suplicio, porque se nos echaba la culpa de estos fenómenos. El año del Señor de 1682, el 23 de Febrero; hacia las seis de la tarde, la luna menguante empezó a opacar primero el resplandor de su disco, cosa que los indios notaron tarde, precisamente, cuando toda oscurecía mancillando su luz. Entonces, con grandes alaridos salieron de sus tugurios armados de arcos, flechas —como siempre— envenenadas, y con sus acostumbrados cuchillos. De pronto, se me acercó el cacique con otros de los más ancianos a preguntarme, qué estaba sucediendo para que un astro tan amigo suyo se muriera. Comencé yo a explicarles las causas del eclipse: a saber, que los astros a su tiempo recorrían espacios fijos y que entonces la luna se opacaba cuando estaba entre la tierra y el sol, etc. Pero esto era como un cuento para sordos, porque los indios presentes, no atendiendo a mis palabras, se empezaron a retirar murmurando no sé qué ronquido, y se juntaron con los suyos amenazándome con la muerte si yo ponía un pie fuera de la casa. En tanto se levantó un clamor a los cielos: los lamentos de los que plañían, y las quejas de los que aullaban, no solo de las mujeres que todavía estaban en sus casas, sino en especial de los varones que vagaban por todo el pueblo, de los cuales unos, echados en tierra, gemían como perros rabiosos; otros se arrancaban los cabellos y se golpeaban, y se infligían heridas como si fueran a matarse; otros disparaban las flechas de sus arcos para ayudar a su Diana luchadora. Así la Luna quedó expuesta a las saetas de los indios, meta colosal, pero inocua. Porque la equivocación eran tan grande como el cielo; ojalá no estuvieran así equivocados por toda la eternidad. Una sola era la voz común de todos: que Bescho estaba apagada, que la Luna se muere, se muere. Poco después, todos se pusieron un vestido lúgubre, es decir, se pintaron todo el cuerpo de color negro y se me acercaron armados todos los indios: Yo realmente creí que me había alumbrado el último astro de la noche y que no me tocaría ver de nuevo la luna clara. Pero al cielo pareció de otra manera. 113.
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Así pues, ante esa falange, tan grande cuanto era la plaza de indios, de nuevo —como me lo habían pedido— les declaré las causas del eclipse; y les expliqué que de nuevo había de regresar la Luna al prístino explendor de su disco; y les indiqué de qué parte habría de brotar primero la luz y por dónde habrían de aparecer sus cuernos. Me escucharon un tiempo con los oídos atentos. Pero súbitamente, conmovidos de nuevo, no se por dónde, comenzaron otra vez a amotinarse contra mi presencia, a echarme en cara que por causa mía, esa Luna tan amiga de ellos, se iba a morir: porque ellos me habían admitido en su aldea, y porque habían permitido se predicara esta ley nueva de un Dios desconocido para ellos e invisible, y que murió en un patíbulo, ley de la que sus mayores nada conocieron. Y que yo era un seductor y un traidor, y que yo no quería otra cosa sino entregarlos a los blancos, añadiendo más y más cosas, y que había venido sólo para comerme el pan de ellos, con lo que tenían que carecer de comida por la mañana, etc. Y por último me amenazaron con sus flechas y varas. Por fin se retiraron para volver a repetir los anteriores gemidos de sus rugidos y el llanto por la muerte de la Luna, diosa infeliz. Pero ya no se pudieron contener más en los límites de su aldea, ni aguantar la magnitud de su dolor; y vagaron, semejantes a los locos, por toda la vecindad llenándola de luto y de tristeza, sin omitir queja alguna de las que el dolor sugiere en la desgracia más triste. Yo mientras tanto me recogí en oración, no fuera que realizaran lo mandado: una muerte violenta, que con toda seguridad, estaba persuadido me amenazaba. Esta tragedia funesta duró tanto tiempo cuanto Febo careció de esplendor. Cuando por fin, de nuevo empezó a iluminar, todo estaba adormecido y mudo, en un triste silencio, como en una basta soledad; y el dolor y el clamor se tornó en pensar qué habría de seguir. Pero una vez que observaron que la luna iba aumentando constantemente el resplandor de su disco, se levantó un inmenso aplauso, y limpiándose el hollín en el río, se pintaron el cuerpo con color de fuego. Las mujeres, entonces, salieron de sus tugurios y con un vestido semejante al de los varones, unidos a ellos, rodearon al pueblo danzando y recorriendo a montones los campos, y llenándolos con gritos y señales de alegría, tanto que el eco los repercutía en la selva resonante. Poco a poco, uno que otro se me fue acercando para felicitarme porque había sucedido tal como yo lo había predicho: y además de su voz 114.
• Libro III [VII]
inculta y de sus ritos salvajes emplearon sus instrumentos como flautas de cana, conchas de tortugas mayores y graneles conchas marinas con las que mugían como, cuando herido por el carnicero, “cae en tierra el buey”. Yo no entendí su grito “Ah”, que repetían en su festividad de la Luna que retornaba; ni me responden cuando les pregunto, ni qué significaban esos gemidos y aplausos subsiguientes. Es que es imposible penetrar sus secretos. Por mi parte, creo que ellos veneran la Luna como una diosa, aunque ciertamente no le rinden culto alguno. Así con frecuencia en el novilunio observé que todos los de uno y otro sexo salían de sus casas y contemplaban la luna manifestando no pequeña alegría. Y a su grito de “Ah” se infligieron heridas, y las mujeres junto con los niños fueron golpeadas hasta derramar abundante sangre, y se perforaron la lengua con espinas agudas para ofrecer esa sangre a la luna a fin de que no los matase. Sea lo que sea, apenas salió el sol del día siguiente, corrieron a mi casa y no con las manos vacías; y me ofrecieron ‘casave’ y bebida fabricada del mismo, y gran cantidad de peces secados ya al sol y al fuego. Y enseguida me preguntaron las causas del eclipse. Yo, por el momento, les respondí brevemente y les dije que si me querían conceder cinco días sin entrar nadie en mi casa (pues se lo pasaban desde la salida del sol hasta el ocaso conmigo, curioseando todo lo que hago, etc. y si les ordeno retirarse responden que mi casa es de ellos y que ellos la edificaron) yo les mostraría para que vieran cómo sucede cuando la Luna sufre un eclipse. Aceptaron la condición, pero no cumplieron el pacto, porque se lo pasaban continuamente afuera en gran número, curioseando cada rato adentro, como un perro en la cocina en que le golpearon. Pasados, pues, cinco días les mostré a los indios un cielo luciente con estrellas y con la Luna, y les mostré primero como la Luna se apaga, y oculta el resplandor de su disco: en segundo lugar cómo crece y cómo mengua; y por último que la Luna no es la esposa del Sol, ni que las estrellas son sus hijos o sus hijas, ni que la Luna padece menstruaciones, como creen y dicen los bárbaros que sucede cada mes, cuando la Luna se junta con el Sol. Ellos ponían cuidado aguzando la oreja, y casi atónitos hasta el prodigio se querían sorber, no sólo con los ojos sino con la boca abierta, mi cielo de papel. Los despaché finalmente no sin doctrina, pero más alta, instruyéndolos y mostrándoles cómo la Luna es una obra inanimada de Dios; que recibe 115.
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y mendiga su resplandor del Sol; que es mucho más inferior que cualquier alma; y tomando la semejanza del caso presente, cómo la Luna trae su luz del Sol así nosotros recibimos el espíritu de Dios, etc. No está claro si yo, con mi cielo de papel, arranqué del alma de estos indios toda la divinidad de la Luna y sus supersticiones lunáticas, pero al menos conseguí esto: que me muestren mayor reverencia, y que los mismos papás obliguen a sus hijos a la doctrina cristiana, y que por la mañana los traigan, cosa que aprecio grandemente. Además advertí otra cosa, que las otras dos veces en que hubo eclipse de Luna se portaron menos brutalmente. [31] Ahora, con relación al origen de estos pueblos no podré decir nada cierto, pero tengo una sospecha, tal vez no vana, nacida de ciertas costumbres de ellos: que proceden de los judíos: 1. La bigamia, 2. Por el repudio, 3. Por el matrimonio entre sus familiares, como los hebreos entre su tribu, 4. Por los huesos de sus muertos que llevan consigo, 6. Porque las mujeres, cuando sufren su acostumbrada enfermedad, viven fuera de la ciudad en casas privadas, 7. Porque a nadie le es permitido condescender con la naturaleza o su necesidad dentro de la ciudad, sino que tiene que recorrer unos doscientos pasos, 8. Porque se abstienen de carne: dicen que es inmunda, 9. Y aunque no faltan calamidades por la sevicia del enemigo, o por la naturaleza, o por la enfermedad, con todo, nadie exige una paga, ni mendiga; sino que es sustentado por los suyos o también por todo el pueblo junto. Esto y cosas semejantes me han movido a cierta sospecha de que estas gentes descienden de los judíos; aunque hay en contra un motivo muy poderoso cual es, el que no son idólatras, no adoran ídolo alguno, mientras que los judíos fueron sorprendentemente inclinados a la idolatría como consta en la Sagrada Escritura, y estos indios nada saben de la circuncisión, aunque no faltan cuchillos de piedra. [32] Sea lo que sea, las colonias de la ciudad de Tiro, si bien extendidas por casi todo el orbe, nunca fueron destinadas a estas tierras; acerca de los cuales Tirios, se cree que fueron los primeros que enseñaron y aprendieron las letras. En verdad estos indios no pueden entender como leo un libro, cómo conozco por una carta lo que haya sucedido en otras partes donde nunca he estado. Sino que creen que los libros y el papel hablan conmigo, pero con voz muy baja, ya que no son tan grandes. Y no falta uno que otro que ha 116.
• Libro III [VII]
oído algo, y que me ha visto inclinando mi cabeza al libro del misal, y que yo escuchaba avidísimamente, cuando en la Santa Misa recitaba en voz baja lo que requiere silencio. En cierta ocasión me escribió el P. Cristóbal Rüeld una carta muy larga en la que, entre otras cosas, hace mención de que él ya ha sido golpeado por los indios dolorosamente, y que estaba en peligro continuo de muerte, cosa que, sin embargo, no expresó abiertamente: que le parecía que en breve iba a ser librado de la cárcel de su cuerpo para poder reinar con Cristo. Esta carta postrera la entregó a ciertos indios para que la trajeran, y ellos me la entregaron abierta, rotos el papel y el sello. Pregunté la causa por qué y por quién fue abierta la carta. Como respuesta dijeron que ciertos indios Mesivas [¿Maibas?] la habían abierto para ver, diría más bien para oír, cómo habla el papel a los padres, pues quizá a ellos mismos también les hable de igual manera: ya que los padres mismos conocen por medio de las cartas lo que sucede en otras partes, en que ellos mismos no han estado nunca, ni de que nadie les haya hablado. Esta respuesta la oyeron mis indios, de los muchísimos que moraban en mi casa entonces, como siempre. Con esto se levantó una gran disputa. La tesis propuesta era la siguiente: Si el papel habla o no. Y la disputa era que sí hablaba pero con los hombres blancos solamente, puesto que el papel era blanco. Otros opinaban que habla a todos y a uno sólo, a saber, al primero que la abriera y no callara, etc. Por fin se separaron y no se concluyó nada. Por esta razón que los europeos saquen la consecuencia de esta clase de vivientes. [33] Los salvajes emplean otra manera de manifestar sus conceptos: envían una cuerda unas veces suelta sin nudos, otras veces con pocos, otras con muchos trabados entre sí y ocultando las uniones, otras envían series de cuerdas, de tal manera atadas entre sí, como para que se note fácilmente dónde comienza la unión, dónde termina: pero esas cartas, para confesar la verdad, no las he aprendido aún a leer. ¿Y qué escribiré de otras muchas cosas? Les había regalado unos pedacitos de sal, que ellos regaron por el suelo y se pusieron a lamer como los animales, tanto los grandes como los pequeños, porque como dice, del buey grande aprende el pequeño a arar. Tanto las mujeres como los hombres, con sus hijos, nacían en los ríos como peces: por eso es difícil hacer largas jornadas, pues esta tierra es abundante en ríos y carecen 117.
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de puentes para atravesarlos. Me aconteció hace poco que, estaba asisitiendo yo a un joven moribundo de unos 15 años de edad, ya bautizado, y arrojadas de casa no sé que encantaciones y hechicerías (pero casi me hubiera costado sangre) lo animaba en la lucha postrimera. Él, no sin gran consuelo para mí, teniendo en su mano la santa Cruz la besaba y la estrechaba contra su pecho, y así con El Santísimo Nombre de Jesús, María y José en los labios, estando yo presente, entregó su espíritu a Dios. El padre de este afortunadísimo difunto se me acercó continuamente y me pedía que yo le escribiera una carta al Dios del cielo y tierra, de quien tantas cosas yo había predicado, de quien decía que era poderosísimo, Señor de la vida y de la muerte, de cuya voluntad depende todo: para implorar de nuevo la vida del joven. Le respondí que el Dios del cielo escucha todo y lo ve todo, aun lo que oculta en el pecho, y que lo pasado y futuro son para Él como el presente. Con respecto a su hijo muerto dependía de su fe, que si la tuviera y no dudara nada y si fuera para la gloria de Dios, este deseo se habría de realizar, con toda seguridad. [34] Fuera de esto, los que viven en medio de estos bárbaros, oprimidos por las calamidades, algunas de las cuales hemos enumerado de paso, han experimentado de la manera más admirable la Providencia Divina. Puesto que, recreados con la consolación sobrenatural, han preferido con mucho encauzar la condición miserable de estos indios, más bien que vivir en palacios reales, si se les presentara la ocasión; y con esto se ha ayudado aun a los famélicos, suministrándoles pescado por medio de desconocidos, ignorados aun por los mismos habitantes. Tenemos un Dios tan Bueno que, confiando en Él, nunca deja que nos agotemos, permite sí que caigamos al agua pero no que nos sumerjamos, como me aconteció a mí en una ocasión, cuando al regresar de una confesión me resbalé o fui empujado, no sé, al río desde un palo, que sirve de puente entre los indios; y con dificultad salí nadando con mi vestido pero con los pies descalzos. Como también en cierta ocasión fue cazada una fiera silvestre, perseguida desde todas partes, que entró a todos los rincones menos a mi casa, pero logró escapar un poco y escondiéndose, entre los matorrales cerca del río, poco después fue cogida por los niños que venían corriendo a mi casa a escuchar la doctrina cristiana; de tal manera que tuvimos entonces la oportunidad de alimentarnos con carne y terminar el
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• Libro III [VII]
ayuno casi de un año. Y paso por alto el que los bárbaros enemigos, enfurecidos, los Guaívas, más de una vez han salido huyendo por miedo inspirado por el cielo, ya porque me han visto a mí sólo con la cruz en alto, ya porque sólo han oído su Nombre. Y todo esto en verdad lo atribuimos a Dios, por cuya causa de solo promover su mayor gloria, nosotros, miserables humanos, hemos emprendido el camino y hemos sido destinados por voluntad de nuestros superiores a estas regiones y a estos gentiles, entre los cuales, seguramente, si no faltara el auxilio real, se podría cosechar inmenso fruto y hacer algo grande por la gloria de Dios. [35] No es esta una isla sola, son tierras extensísimas cuyos límites son por dondequiera desconocidos. Los hombres son todos bárbaros, que no se guían por la razón, ni son atraidos por los premios celestiales ni aterrados por las penas del infierno. Pero todavía hay más: se presenta como un estorbo no pequeño para promover la fe, el que dicen: que ellos han sido advertidos por sus antecesores de que vendrían hombres de otras tierras, y que no fueran a creer a su predicación, ni a practicar lo que les habrían de mandar. Y en realidad hemos experimentado que los bárbaros son tenacísimos en aquellas cosas, que en los años pretéritos les advirtieron sus mayores, por lo cual no queda otra cosa sino la autoridad de nuestro Rey católico. [36] Por último vivimos todavía entre las tribus sálivas, que sin embargo nada saben de la ley sáliva; y quizás en una tierra, tal vez la más estéril; no es posible mover un pie adelante por los peligros de la vida presente, conforme lo he escrito; y también faltan recursos para defendernos, y carecemos de guía en los caminos. Pues los habitantes ocultan de propósito las otras tribus, a fin de que no sean conocidos por los de fuera, y de qué región del mundo traen tantos niños y niñas cautivos cada año: por eso es necesario ejército. Y esto no es una cosa que se me ocurre a mí por primera vez, pues ya mucho antes había pensado lo mismo el glorioso apóstol de las Indias, San Francisco Javier, quien dice expresamente en sus cartas: que sin la autoridad del Rey, en la conversión de los infieles en las Indias, se juega con el trabajo y se pierde el aceite. Ya escribí a Roma, a Madrid, y a Santa Fe a los consejeros del Rey. ¿Pero qué? ¡al estilo español! Por eso a todos aquellos a cuyas manos llegaren estas letras rogamos, por el amor de Dios, que en sus santas oraciones con el
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Señor no se desdeñen de suplicar a la Divina Majestad que, mueva el alma de los regentes para socorrer a tantos miles de millares infelices de almas redimidas con el sacrificio, ¡ah! demasiado precioso de la Sangre de Jesucristo. •
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[VIII] [1684] Ignacio Toebast. Nació en Gante (Bélgica) el 28 de noviembre de 1648. Ingresó en la Compañía de Jesús en Malinas, el 26 de septiembre de 1667. Hizo los estudios de Filosofía en Amberes y los de Teología en Lovaina. En 1680 fue destinado a las misiones del Nuevo Reino. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. En Bogotá permaneció más de un año como profesor del Colegio-Seminario de San Bartolomé. En mayo de 1683 se incorporaba a las reducciones orinoquenses. Su acción misional tuvo como centro de operaciones el pueblo sáliva de Duma. El 7 de octubre de 1684, mientras celebraba la Misa en su reducción, fue asesinado por los caribes.1
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José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 521.
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Un mártir gantés. Ignacio Toebast de la Compañía de Jesús. Su vida y su martirio 1648-1684*1*
Prefacio Casi ignorado en nuestros días es Ignacio Toebast, el misionero gantés de la Nueva Granada, donde, hace dos siglos, derramó su sangre por la fe. Solamente lo conocen aquellos que poseen el opúsculo, ya muy escaso, editado a principios de siglo por el editor J. F. Van der Schuren, bajo el título de: Viaje maravilloso a los confines de América del Muy Reverendo Padre Ignacio Toebast, jesuita y Misionero de las Indias, etc... En la dedicatoria hecha por el editor al Concejo Municipal gantés, aquel reconoce que le fueron confiadas las cartas originales y las piezas justificativas “por consejo de hombres eruditos, amigos de la verdad y verdaderos amigos de la virtud” para servir de refutación a “ciertas acusaciones, desprovistas de pruebas, que, durante siglos, fueron imputadas continuadamente contra los misioneros de la Compañía de Jesús”.
* Texto original en flamenco (Een gentsebe martelaar Ignatills Toebaest, van bet Gezelscbap Jesus. Zein Leven, ziine Brieven, en zijne Marteldood. Louvain [1888a]). Hemos seguido la traducción francesa de J. F. KIEKENS, S. J. Un mártir gantés. Ignacio Toebast de la Compañía de Jesús. Su vida y su martirio 1648-1684. Lovaina, Imprenta Charles Peeters (1888b).
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Sin embargo, como lo reconoce el mismo editor, algunos documentos, de los más importantes, no habían sido todavía encontrados. Por fortuna, éstos llegaron a nuestras manos, en forma de siete u ocho valiosas cartas, fechadas en Santa Fe de Bogotá, en los años de 1681 a 1683. Una búsqueda más profunda en nuestros archivos nos permitió seguir más de cerca el curso de la vida del Padre Toebast, desde su nacimiento en 1648, hasta su salida de Flandes hacia España en 1680. Las cartas editadas por Van der Schuren y las inéditas que descubrimos, nos cuentan con detalles sus peligrosos viajes; y, por Cassani, Borda y algunos misioneros de la Nueva Granada, sabemos de su trabajo apostólico y de su muerte heroica.1 Con tan importantes informes nos fue fácil corregir los errores del editor, en especial a lo que toca el lugar de la ejecución del P. Toebast. Esta no fue ni “en la ciudad de Honda” como lo da el texto de los “Viajes Maravillosos”, ni “en Santa-Fe” según la inscripción que aparece en su retrato sino en un lugarcito llamado Duma, distante unas cien leguas de las ciudades antes citadas. En cuanto a las cartas de nuestro misionero flamenco, no las presentamos como modelos de estilo neerlandés; sólo queremos ver en ellas valiosas pruebas de sus virtudes, de su deseo de derramar su sangre por la fe y de su amor al prójimo y a Flandes “mi querida patria” como la llama, “que me cuesta olvidar”. Para facilitar la lectura de estos documentos remozamos el estilo suprimiendo algunas repeticiones y abreviando y corrigiendo algunos detalles.
Capítulo I La familia Toebast.- Nacimiento y educación de Ignacio, sus hermanos y hermanas.- El Padre Francisco Toebast.- Ingreso de Ignacio en la Compañía de Jesús.- Ignacio en Amberes.- Es emancipado de la tutela.- Su profesorado en Brujas y en Gante.- Su deseo de misionar en las Indias.- Sus estudios y su ordenación sacerdotal en Lovaina.- Su preparación para la misión en Nueva
1 J. CASSANI, S. J. Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la América. Madrid (1741), 176-191, 572-573. J. J. BORDA, Historia de la Compañía de Jesús en la Nueva Granada. Poissy (1872), I, 81-145. J. STOCKLEIN, S. J. Der Neue Welt-Bott (Augsburg und Gratz), 1728, folio primo (pp. 19-60).
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• Libro III [VIII]
Granada.- Su estadía y sus actividades en Brujas.- Muerte de su compañero de viaje.- Despedida a su familia y partida para España El “Memorial de la ciudad de Gante” nos proporciona la prueba de que la familia Toebast gozaba desde el siglo XV de la consideración de sus conciudadanos. Constatamos en efecto que entre los años 1454 y 1669, varios miembros de la familia ocuparon los puestos de “échevins de la Charte” o “de Quartier”. Otros, como lo citan los “Annales de la Gilde de Saint Antoine y la Historia de Gante” de Frans de Potter, desempeñaron el puesto de deán de esta asociación o del Negocio de Armadores.2 Se encuentra en el Memorial: 1454 Liévin Toebast, edil de la Charte 1462 Liévin Toebast, edil de la Charte 1465 Liévin Toebast, elector de la ciudad 1468 Liévin Toebast, edil de la Charte 1471 Liévin Toebast, edil de la Quartier 1476 Liévin Toebast, edil de la Quartier 1501 Liévin Toebast, edil de la Charte 1512 Liévin Toebast, edil de la Quarter 1518 Liévin Toebast, edil de la Quarter 1522 Liévin Toebast, edil de la Quarter 1530 Paul Toebast, edil de la Charte 1539 Paul Toebast, deán de los pesadores de grano 1555 Francisco Toebast, edil de la Charte 1569 Francisco Toebast, edil de Quartier 1636 Pablo, hijo de Liévin edil de Quartier 1642 Pablo, hijo de Liévin edil de Quartier 1645 Pablo, hijo de Liévin edil de la Charte
2 Editado en Gante, entre 1854 y 1861 por los Vlaamsche Bibliphilen, al igual que la obra citada después (Gante, 1867).
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El nombre de Teobast aparece también con frecuencia en los Anales de la Gilde de Saint Antoine. Haremos conocer a continuación la rama familiar a la que pertenecía el Padre Ignacio Toebast y de la que descienden dos familias flamencas, la del Barón Coninck de Mercken y la de Beaucourt de Noordvelde de Brujas. Los Toebast llevaban como armas: Campo azur, en el centro cabeza de hombre al natural, vista de frente, flanqueada de tres bellotas de oro, colocadas dos y una. Juan Toebast, hijo de Juan y de Juana Goethals, hija de Pedro, era mercader, miembro del negocio de armadores3 de Gante y Señor de’s Gravendriessche, Señoría que tenía la alta, mediana y baja jurisdicción, agregada a Michelbeke y dependiente de la corte feudal de Zottegem. El mismo Juan Toebast, desempeñó también en 1664 el cargo de edil de la Charte en su ciudad natal. Había contraído matrimonio en la Parroquia de San Miguel en Gante, el 26 de noviembre de 1624, con Adriana Grenier la hija del armador libre Juan, y de María van Beveren, hija de Liévin. Estos tan piadosos y afortunados esposos, tuvieron la dicha de tener nueve hijos, de los cuales seis abrazaron el estado religioso y tres se casaron. Francisco y Luis —que escogió más tarde el nombre de Ignacio— ingresaron a la Compañía de Jesús; Bernardo y Guillermo, —este último llamado también Constantino—, revistieron el sayal capuchino; Santiago fue Guíllelmita en Beveren-Waas; Ana se hizo religiosa en tanto que Juan casó con Susana de Smedt; Susana desposó a Antonio Malvaux, primer Consejero-interno de la Charte y Abrahán Paulo casó con Catalina de Smet, hija de Balduino, llamado Pelken. Luis Toebast, nuestro Ignacio, cuya vida esbozamos y de quien editamos algunas cartas, nació en Gante el 28 de noviembre de 1648. A la edad de nueve años, fue confiado a los jesuitas para que por el estudio de las letras
3 “Había en Gante armadores libres y otros no exentos. Sólo los primeros comerciaban; los otros eran reconocidos como corporaciones” (Fr. de PATTER, Gante, tercera parte, p. 7). El mismo autor nos cita los siguientes miembros de la familia como decanos del negocio de Armadores de Gante: 1455, Lieven Teobast; 1470, Lieven Teobast; 1494, Christian Teobast; 1501, 1512, 1517, Lieven Teobast; 1588, Guillermo Teobast (ibid, 483-485).
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latinas y griegas desarrollara su inteligencia.4 Durante ocho años el joven se entregó a los estudios, y luego, lleno de celo por las almas entró en la Casa de probación de los jesuitas en Malinas, el 26 de setiembre de 1667. Fue entonces cuando cambió su nombre, Luis, por el del fundador de la Compañía. Catorce años antes, el 20 de abril de 1653, había ingresado en la misma Compañía, Francisco, su hermano mayor.5 En la época en que Francisco entró en la Orden de San Ignacio de Loyola sus padres vivían todavía; pero cuando Luis siguió sus pasos, el padre había muerto el 1º de febrero de 1667 un año más o menos después del fallecimiento de su esposa. Fue durante estos años de probación en Malinas, como él mismo lo dice, que despertó en el corazón de Ignacio, en 1669, el deseo de ir a las Indias para predicar allí al verdadero Dios con la esperanza de conquistar la corona del martirio. Después de los años de probación, primero bajo el rectorado del Padre Durieu,6 y, desde el 24 de junio de 1669 del Padre Lorenzo van Schoone,7 Ignacio pronunció sus primeros votos y pronto salió para la Casa 4 En 1664, los Jesuitas de Gante construyeron nuevos edificios escolares gracias a la generosidad de la familia Toebast (de POTTER. Gante, 7ª edición, p 186). 5 Francisco Toebast. Nacido el 5 de junio de 1628. Después de siete años de estudio con los jesuitas de Gante, pasó un año en la Universidad de Douai, en Francia, en donde estudió Filosofía y luego pasó a París. Allí siguió los cursos del College des Grassins, profundizó el estudio del derecho y luego regresó a Gante, en donde ejerció la profesión por espacio de dos años. Después retornó a París para obtener la licencia en uno y otro derecho. Estos detalles escritos con su propia mano están consignados en el Álbum de los novicios de Malinas, que actualmente se conserva en el Noviciado de Tronchiennes (Drongen). 6 Petrus du Rieu. Nació en Kontrijk, el 9 de febrero de 1602. Ingresó en la Orden el 14 de octubre de 1622 en Mechelen. Ordenado de sacerdote en Bruselas el 26 de marzo de 1643. Trabajó en la Misión Holándica. Falleció en Mechelen el 24 de mayo de 1686 (AUDENAERT. Prosopographia Iesuitica Belgica Antiqua [PIBA]. A Biographical Dictionary of the Jesuits in the Low Countries 1542-1773. Leuven-Heverlee, Filosofisch en Theologisch College S. J. [2000], II, 253). 7 Laurentius van Schoone. Nacido en Gante el 7 de julio de 1613. Admitido en la Compañía el 31 de octubre de 1629 en Mechelen. Ordenado sacerdote el 5 de abril en Bruselas. Fue Provincial de la Provincia Flandobelga, vivió en la casa Profesa de Amberes. Murió el 18 de julio de 1677, en Amberes (véase AUDENAERT. Op. cit., I, 297).
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de Estudios de Amberes donde siguió los cursos de Filosofía por espacio de dos años. El 20 de marzo de 1670, volvió momentáneamente a Gante para proceder a su emancipación [renuncia a todos sus bienes]. Los documentos de las formalidades que tuvo que cumplir nos revelan con precisión los detalles que relatamos de la familia Toebast y nos muestran la influencia considerable de que gozaba. La Señoría de Gravendriessche que correspondía a Juan, hermano mayor de Ignacio, como el mayor de la familia, fue dejada por él a la comunidad de bienes. Pasó después a Abrahán-Paul y más tarde a Balduino, su hijo; por María Carolina, la hija de éste, pasó a posesión de Patricio Beaucourt de Noortvelde, con quien casó el 22 de junio de 1745. El 1671, nos encontramos a Ignacio en el Colegio de Brujas como profesor de una clase inferior de latín. Los dos años siguientes subió con sus alumnos a la clase superior, al mismo tiempo que estaba encargado de la congregación [mariana] flamenca de los alumnos de 1672. En 1674, regía la clase de Poesía en el Colegio de Gante, donde también estaba encargado de la Congregación de los Santos Ángeles. Una nota en nuestros archivos revela una particularidad llena de interés: el 24 de julio de ese mismo año manifiesta a su antiguo Maestro de Novicios, el Padre Lorenzo van Schoonen, ascendido a Provincial, el deseo de ser incorporado a la lista de aquellos que piden ir a las misiones en países extranjeros. Durante los dos años siguientes 1675 y 1676, Ignacio enseña Retórica y es nombrado director de la Congregación latina de los alumnos. De acuerdo con las costumbres de su orden, los años siguientes los consagró a la teología en Lovaina. Una sola circunstancia de la estadía en esa ciudad nos es conocida: aparentemente a petición suya, sus superiores lo encargaron de repartir todos los días a los pobres que venían a las puertas del colegio, el pan del cuerpo al mismo tiempo que el del alma. A mediados del año 1680, Ignacio recibió la buena nueva de su partida para Nueva Granada en América del Sur; allí terminaría su último año de estudio. Fue enviado primero a Lieja, para recibir la ordenación sacerdotal, fuera de los plazos prescritos. Poco después se apresuró en regresar a Gante, para
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despedirse de su familia. Así tuvo la dicha de celebrar sus primicias [¿primera misa?] en su ciudad natal.8 La alegría de los suyos fue grande al verlo subir al altar del Señor, aunque no fue menos profunda su tristeza cuando supieron su generosa decisión, tanto más que el viaje a España lo haría solo y sin compañero. Atendiendo a la petición de la familia de que no lo dejaran partir solo, los superiores le concedieron un compañero, el Padre Gaspar Scheirlinck,9 un conciudadano de su misma edad. Juntos partieron a Brujas, para aguardar allí el barco proveniente de Ostende. Todo estaba listo cuando supieron que el barco había sido tomado y llevado por los piratas de Brandebourg, que eran en ese entonces el terror de nuestras costas. Semejante aventura sucedió más de una vez en el puerto de Ostende, ya que los comerciantes de esa ciudad no poseían todavía buques armados para proteger sus mercancías contra tan temidos corsarios.10 En espera de otro barco, en Brujas, Ignacio puso a valer su celo para ganar almas a Dios. El cielo bendijo su trabajo, pronto tuvo la dicha de convertir a la verdadera fe a una joven hereje y de bautizar a un negro. He aquí como participó esta buena nueva a su hermana, religiosa en el Instituto de Galilea en Gante. Muy querida Hermana: La Paz del Señor Me he visto obligado de quedarme en Brujas, en espera de una ocasión para partir, pues los corsarios de Brandeburgo se apoderaron del barco que pensábamos tomar. Sólo Dios sabe la pena que me causa este prolongado
8 Cfr. La vida del Padre Pedro Tomás van Hamme, misionero en Méjico y China (1651-1677), editada por los Vlaamsche Bibliophilen, Gent. (1871). 9 Gaspar Scheelynck. Nacido en Gante el 2 de octubre de 1646. Ingresó en la Orden el 28 de septiembre de 1665 en Mecheken. Ordenado de sacerdote en Bruselas el 23 de septiembre de 1679. En 1680 debía haber partido para las Misiones, pero falleció en Brujas el 29 de octubre de 1680 (véase AUDENAERT. Op. cit., II, 291). 10 Cfr. PASQUINI, Historia de la ciudad de Ostende y de su puerto. Bruselas (1842), 183.
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retardo. Mucho me hubiera gustado escribirles, pero por temor a entristecerlos preferí esperar hasta mi salida, que será mañana. Adiós, pues, hermana mía, en esta vida. Recordad a vuestro hermano. Yo también os recordaré y conservaré siempre el pequeño crucifijo que me habéis regalado. Me servirá de recordatorio pues en el veré siempre a mi hermana que siempre amé y que seguiré amando toda mi vida, en lejanos países y entre salvajes. A la primera niña de esas tribus que bautice le daré el nombre de Ana en recuerdo de vos, esto es deciros que no os olvidaré nunca. Antes de partir os pido perdón, de lejos ya que no tuve ocasión de hacerlo antes, por cuanto os haya podido ofender. Me posterno a vuestros pies en la confianza de que me perdonaréis. Os escribiría más largamente pero tengo los ojos bañados de lágrimas tanto cuesta a la naturaleza verse separado de aquellos a quienes nos unen la sangre, la carne y el amor. Pero confío en que en el cielo, Dios, por quien parto —y solo por Él— nos reunirá con lazo tanto más sólido y más santo. Adiós. Hasta entonces, querida hermana, rezad todos los días por vuestro hermano, primero para que pueda llegar felizmente a destino y luego pueda convertir por la gracia de Dios, a muchos entre esas tribus y por fin ya viejo e incapaz para el trabajo en la viña del Señor pueda verter su sangre por Dios, quien derramó la suya por nosotros hasta la última gota y merecer así la corona del martirio. Esto es lo que siempre deseé y busqué en mi vocación y espero se me concederá pues salgo para los países de América ya regados por la sangre de tantos mártires. Con este fin imploro vuestras oraciones y la de vuestras compañeras religiosas que os ruego saludar, así como al Señor Rector y a Sus Mercedes la Priora y la Sub Priora. El tiempo que pasé aquí fue bien empleado, ya que bauticé a un negro pagano que me había sido enviado, al mismo tiempo que una joven calvinista. Llevé al negro a casa de Su Excelencia, el Obispo. Este quedó encantado y me testimonió los signos de su aprecio. Le presenté también a la joven conversa y me acordó el recibir la abjuración de los dos y el poder de desligarlos de sus errores y pecados. Luego me acordó el poder de jurisdicción en su diócesis. Bauticé al negro con el nombre de nuestro Santo Padre Ignacio y mío y le pedí ofreciera a Dios las primicias de su servidor. 130.
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Adiós, mi querida hermana, adiós. Ruégole participar todo esto a mi hermano Bernardo, el capuchino, a quien escribo también, pero brevemente, pues mis horas están contadas. Os doy mi última bendición. Sed siempre muy piadosa, observad fielmente vuestra regla, en toda obediencia a vuestra Superiora, guardad la paz y la tranquilidad, y estad segura que los sufrimientos aquí abajo son de corta duración en espera de la eterna beatitud. Quedo de Vos, humilde servidor en Nuestro Señor y afectísimo hermano IGNACIO TOEBAST DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS Brujas, 11 de octubre de 1660 Ignacio tomó de nuevo la pluma para escribir a su hermano Abrahán-Pablo, y lo hizo en estos términos: Muy querido hermano: La paz del Señor Ha llegado por fin el momento tan deseado por mí desde hace once años. Mañana salgo para Ostende, en donde me embarcaré para emprender viaje. Os envío mi último adiós, mi querido hermano, con la esperanza de encontrarnos en el cielo (ya que esto no podrá suceder más en este mundo). Recordad de tiempo en tiempo a vuestro hermano Ignacio que siempre os amó. Contemplad a veces la imagen que os dejé en prenda de amor y de recordatorio y me reconoceréis. Por lo demás, os pido humildemente perdón si os he ofendido en mi juventud. Os envío mi última bendición. Que Dios os bendiga en agradecimiento del afecto que me habéis demostrado y del bien que me habéis hecho. Os recordaré siempre especialmente en mis oraciones. Adiós, hermano mío muy querido y conducíos en esta vida de tal manera que podamos encontrarnos de nuevo en la otra. Una vez más, adiós, y que el Señor todopoderoso os bendiga. Vuestro muy humilde y afectísimo hermano en N. S. IGNACIO TOEBAST SOCIETATIS JESU Brujas, 12 de octubre de 1680 131.
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Sin embargo no fue el día siguiente cuando Ignacio se embarcó en Ostende: fue a fines de octubre cuando llegó a Brujas la noticia de que tres barcos zarparían del puerto de Ostende para España, el 19 de noviembre. Uno de estos barcos tenía una tripulación de 160 hombres y 49 piezas de artillería los otros dos eran de menor importancia. Mientras tanto el compañero de Ignacio cayó gravemente enfermo en Brujas y murió el 30 de octubre, recibiendo sin duda del Señor la recompensa de su buena intención. Ignacio no participó a los suyos esta triste noticia, de modo de no angustiarlos en el momento en que iba a emprender el viaje a España.
Capítulo II Los misioneros y la navegación.- De Ostende a España: la vida a bordo.- Contratiempos.- Dunst.- Fuerte tempestad.- Plymouth.- Entierro en alta mar.- La roca Berlengas.- Bautizo de los nuevos viajeros.- Cádiz.- Hacia Sevilla.Otros peligros en el mar.- Flandes y España.- Los comerciantes flamencos en España.- Por qué Ignacio va a países extranjeros.- Su deseo del martirio.- Sus nuevos compañeros de viaje.- Salida de Cádiz para Cartagena En nuestros días, con el invento de los barcos de vapor, los viajes por mar de los héroes que llamamos misioneros, son muy diferentes de lo que eran para aquellos, que, al ejemplo de Javier, atravesaban el Océano entre los siglos XV al XVIII. Puede decirse que éstos son verdaderos viajes de placer. Para convencerse de ello basta con leer el relato de los Viajes que los apóstoles de la fe se atrevían a emprender y de los cuales nos han dejado numerosas e impresionantes páginas. Como prueba de lo que adelantamos basta constatar, con un escritor, que entre 1657 y 1680, doscientos jesuitas se embarcaron en Lisboa hacia Goa, entre los cuales numerosos belgas y que de este número una sexta parte pereció en el mar, por enfermedad o naufragio. Por el contrario entre los años 1857 a 1888 un gran número de misioneros belgas, atravesó el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Océano Indico hacia Calcuta, sin que ninguno de ellos perdiera la vida. Pero cuando se trata de tierras extrañas donde llegan misioneros llenos de valor para allí implantar la Cruz junto con la Fe, verificamos que 132.
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encuentran la muerte tan rápidamente como antaño, sea por el clima, sea por la enfermedad. El viaje de Ignacio a Cádiz debía tardar cinco semanas, viaje lleno de grandes peligros, en el que más de una vez, estuvo nuestro misionero a punto de perder la vida. He aquí como relata a los suyos las circunstancias en una carta escrita en Cádiz el 9 de diciembre de 1680, dos días después de su feliz arribo a este puerto. Queridos hermanos y hermanas: Esta primera carta para comunicaros mi feliz llegada a Cádiz, en plena salud, el 7 de diciembre. Tuve que hacer el viaje sin compañero, pues éste murió en Brujas en pocos días, poco antes de embarcarnos. Dios se contentó de su buena voluntad. El 1º de noviembre, me embarqué en Ostende, y nos hicimos a la mar al día siguiente; empleamos cinco semanas en hacer este viaje que os describo ahora. Y para comenzar os relato, la vida a bordo del barco. Este, acompañado de otras dos embarcaciones, cuenta con 160 hombres de tripulación y 49 piezas de cañón. He aquí el orden del día que se observa: Por la mañana, al alba todos se levantan al son del tambor. Rezos y letanías. Después del desayuno con cereales, cada uno se entrega a su trabajo. El repique de campanas anuncia el Ave María; es la hora del almuerzo; a las cuatro, hay otra comida precedida de oraciones y letanías. Luego, tiempo libre; pero existe el tedio de las largas tardes y de las noches, durante las cuales un cierto número de marinos se ocupa de los quehaceres del buque. Esta es la vida de a bordo. En cuanto a mí, después de mis ejercicios espirituales y recitación de las Horas [el breviario], me dedicaba al estudio. Algunas veces, cuando el tiempo estaba tranquilo, celebraba la misa. Además, predicaba, visitaba a los enfermos, —unos cincuenta—, confesaba, etc. No tuve tiempo de fastidiarme. Al principio, padecí mareos y tuve que pagar su tributo a Neptuno, pero después, gracias a Dios, me encontré bien de salud y habituado al mar. He aquí como fue el viaje: El sábado 2 de noviembre salimos de Ostende con buen viento, tan bueno, que pensábamos llegar a Downs el domingo. Pero repentinamente, el tiempo cambió, de manera que no arribamos sino 133.
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el martes a las 10 h. Allí, un marinero que preparaba las anclas cayó al agua y se ahogó a los ojos de todos, después de haber recibido la absolución. Los otros barcos, que habían salido de Downs, después de tres o cuatro días se reunieron de nuevo con nosotros. Estuvimos anclados aquí 12 días, lo que me contrarió grandemente, pues fue necesario quedarse a bordo todo el tiempo. El lunes, fiesta de San Martín, se levantó una terrible tempestad, y perdimos nuestro barco de salvamento. Después, el tiempo se calmó, pero siempre tuvimos viento contrario hasta el viernes en que cambió, para nuestra gran alegría. El domingo 17 de noviembre, partimos del peligroso puerto de Downs, en compañía de 25 navíos. Fue entonces cuando un navío holandés chocó contra un escollo perdiéndose cuerpos y bienes. Un viento favorable sopló hasta el martes 19, cuando volvió a cambiar el tiempo, trayendo un viento violento, acompañado de fuerte lluvia que nos hizo resguardar en el puerto más cercano. Mientras hacíamos esa maniobra, la tempestad seguía rugiendo y la lluvia caía tan abundante, que la tierra no se veía por ninguna parte y sólo nos salvamos del naufragio por casualidad. El mismo capitán nos exhortó a prepararnos a la muerte; el timonero confesó no haber visto semejante peligro ni tan terrible tempestad durante los 26 años pasados en el mar. Yo me preparé a la muerte y, de rodillas, ofrecí mi alma al Señor. Con gran valor, apaciblemente, dije: “Señor, héme aquí dispuesto a vivir o a morir según tu buena voluntad”. Entonces, después de haber confesado a un joven y cuando me disponía a confesar a otros, el tiempo apaciguó, ¡a Dios gracias! y divisamos tierra. Llegamos por fin al puerto de Plymouth en donde, un barco de Rotterdam que nos seguía, se perdió, cuerpos y bienes, muy cerca de nosotros. Plymouth está a unas 60 millas de Ostende; en cuanto a los navíos que nos acompañaban desde Downs, fueron lanzados a diestra y siniestra, y, al decir de los marineros que habían podido salvarse a nado, muchos hombres se ahogaron. Mientras estuvimos anclados aquí, uno de los marineros cayó al agua, el día de Santa Catalina, y se ahogó. Nos quedamos once días en ese puerto y el 29, víspera de San Andrés, levantamos ancla. El día siguiente, el 134.
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30, cuando me disponía a celebrar la misa, me avisaron que un marinero quería confesarse; como ya había comenzado el Introito lo asistió el capellán, Don Labus; después de la misa y de la acción de gracias, fui a ver al marinero y lo encontré muerto. Lo enterraron a las tres o cuatro horas. He aquí el procedimiento. El cadáver se cose en una cobija y para que pueda hundirse mejor se le ata una bala de cañón o cualquier otro peso, se le coloca en una plancha y, concluidas las oraciones de la Iglesia, se echa por encima de borda y se tira una salva. Así se sepulta a los que mueren en el mar. Para terminar se subastan todas sus pertenencias y el secretario toma cuidadosamente nota del comprador y del montante. Basta de muerte y de exequias a los que fallecen en el mar. Vuelvo a nuestro viaje. El 30 partimos de Plymouth con un viento mediano; si éste es favorable el trayecto puede hacerse en dos días. Para nosotros fue bueno en todo el resto del viaje. Es tradicional, al llegar a proximidad de Portugal, bautizar a aquellos que nunca han efectuado el viaje a España, cerca de una roca llamada Barlengas, situada en pleno mar. Sin embargo, por una suma de dinero puede uno librarse de esta formalidad. Este bautismo se hace así: se ata al hombre en cuestión y se tira por la borda sostenido únicamente por una cuerda, por medio de la cual se sumerge tres veces en el agua, al son de la trompeta y de un tiro de cañón. A medida que proseguíamos viaje empezamos a sentir el sol español y a ver la luna durante la noche, lo que no dejaba de regocijarnos, tanto más, que hasta entonces no habíamos tenido sino un tiempo lluvioso y malo. Pero el viento siempre nos era favorable, de tal manera, que habiendo salido de Plymouth el viernes, llegamos a Cádiz nueve días después. Allí encontré anclados los 24 ó 25 galeones que zarparán para las Indias en el próximo mes de enero. Después de haber sido examinados, me dirigí a la ciudad, al Colegio, y allí supe que el Padre Procurador de las Indias se encontraba en Madrid. Inmediatamente, por correo, le informé de mi llegada. Hoy mismo salgo para Sevilla donde según dicen, se encuentran los Padres que viajarán conmigo. Antes de mi salida, os daré más amplias noticias sobre la misión a la cual estoy destinado.
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Entre tanto, os exhorto a dar gracias al Señor de mi feliz llegada, pues el viaje no dejó de presentar graves peligros. El Capitán nos informó que los navíos españoles que se encontraban con el nuestro en Downs, naufragaron. De los otros, no se tienen noticias. Adiós, muy queridos hermanos y hermanas. Antes de cerrar su carta, el P. Toebast adjunta dos más que no poseemos, una para el Padre Luis de Camargo, Provincial de la Provincia FlandoBelga y otra para su hermano el Padre Francisco Toebast. Luego continúa en esta forma su carta enviada desde Cádiz: Muy querido hermano Abrahán: P. S. Os remito estas cartas, pues a nadie mejor que a vos. Si no os molesta demasiado os enviaré cada año, en el mismo sobre, dos o tres a lo sumo. Por ser la primera vez tuve que escribir largamente. Os pido hacer llegar estas cartas, lo más pronto posible, para que pueda recibir la contestación antes de salir para las Indias. Me embarcaré a fines de enero próximo. Os ruego también mostrar mi carta a mis otros hermanos y hermanas con mis saludos, pues no puedo escribir a cada uno; en esto he pasado más de ocho horas. Proponedles el adjuntar de tiempo en tiempo, sus respuestas a la vuestra. Me gustaría mucho recibir también de ellos alguna cosa a manera de adiós, aunque no fuese sino una estampa, con el nombre del donante; esto facilitará el recuerdo cotidiano que de ellos quiero guardar. Cuando me escribáis, dirigid la carta a Sevilla por el primer correo, de modo que pueda llegar antes de mi salida. Os informaré más adelante sobre la mejor manera de dirigir las cartas a fin de que podamos permanecer en mutua correspondencia. Termino aquí, pues debo salir al instante y sin tener tiempo de releer mi carta. Vuestro humilde y afectísimo hermano IGNACIO TOEBAST SOCIETATIS JESU Cádiz, 9 de diciembre de 1680 P. S. Ignoro si me llegarán las cartas que me dirigiréis antes de mi salida. Aunque me vaya de aquí, daré orden y me despediré de todos.
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Os ruego también, hacer llegar mi carta a mi hermano Francisco, pues voy a partir y no puedo avisárselo. Adiós a todos y orad por vuestro afectísimo hermano. Os ruego hacer llegar estas cartas adjuntas y no tardéis, pues son de importancia. A principios de enero del año siguiente, a su regreso de Cádiz a Sevilla, donde había visto las familias flamencas que allí vivían el P. Toebast escribió una segunda carta en la cual anunciaba su próxima salida. Había encontrado en España antiguas amistades y aún personas emparentadas con su familia, quienes lo habían recibido con alegría y bondad y demostrado su interés. No estaría fuera de lugar el decir una palabra sobre la permanencia de los flamencos en España. Ya en el siglo XIII, los españoles tenían relaciones comerciales con Flandes, entre otras con Brujas. Esta ciudad situada cerca del mar y entre Europa del Norte y del Sur, había llegado a ser un importante almacén de productos comerciales y un mercado de cuantiosos intercambios. Pero al principio del siglo XVI, después del descubrimiento de América por los Españoles y de los viajes de los Portugueses por mar hacia las Indias Orientales la fama de Brujas había caído rápidamente, mientras que Sevilla y Lisboa tomaban su puesto y su importancia. En estas dos ciudades debían pues nuestros comerciantes procurarse los productos que anteriormente afluían con abundancia a Brujas y a Amberes. Es ésta la razón por la cual un gran número de comerciantes flamencos se establecían en España, Cádiz, Sevilla, Madrid, Barcelona, Bilbao, Burgos y Málaga, así como Lisboa rebosaban de Flamencos que habían fijado en ellas su residencia. A fines del siglo XVII cuando el Padre Toebast visitó a Cádiz y Sevilla, había en España alrededor de 160.000 extranjeros, que poseían casi solos, el monopolio del comercio con las nuevas colonias de las dos Indias. Este monopolio lo ejercían en ese tiempo los Genoveses y los Flamencos. He aquí cómo el Padre Toebast, cuatro días antes de su salida a las Indias Occidentales, describe a los suyos su viaje a Sevilla y la vida en España, comparada a la de Flandes.
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Muy queridos Hermanos y Hermanas, La paz del Señor No me extrañaría el que no hubiereis recibido mi carta, enviada desde Cádiz. Os contaba cómo, después de cinco semanas de viaje por mar había llegado felizmente a esa y os relataba los pormenores del viaje. Ahora me toca contaros mi llegada a Sevilla; por desgracia, esto no sucedió sin múltiples y graves peligros. El mar estaba tan agitado, las olas caían sobre nuestro barco con tan grave peligro de sumergirlo, que todos creíamos llegado nuestro último momento. Bendito y alabado sea Dios por habernos protegido, gracias sin duda a vuestras oraciones de cada día. Por mi parte, puedo aseguraros de mis oraciones diarias. Este Viaje, por cierto, fue para mí, ocasión de otras contrariedades. Pasé cuatro días sin dormir debido al intenso frío y más o menos dos días sin comer, ni beber. Nos quedamos cinco días en el mar, cuando sólo pensábamos estar dos días. Comencé allí a aprender a sufrir y a prepararme a soportar aún más. Sevilla, es una ciudad grande y populosa, sin presentar nada interesante, excepto la catedral, monumento de gran porte, pero sombrío. En cuanto a España, no es nada en comparación de Flandes. La limpieza deja mucho que desear: tanto, que no puedo comprender como alguien que conozca un poco este país, pueda dejar a Flandes para establecerse aquí, excepto para comerciar. No hay nada que ver y todo es pobreza. Después de haberlo examinado todo, no podía dar crédito a mis ojos. La gente es orgullosa, altiva e indolente. La vida es cara y muy distinta a la flamenca. Aun en las iglesias, las cosas se suceden de muy diversa manera a la nuestra. La comida es bastante diferente y mal preparada. Poca mantequilla o ninguna, sobre todo para nosotros, religiosos, que nunca la tenemos. Ni pan, ni cerveza, y como bebida agua y un poco de vino. No permanecen en la mesa sino un cuarto de hora y esto sin modales. Las tierras tampoco están cultivadas como en Flandes. Hay sin embargo, una gran abundancia de naranjas, limones y granadas que se encuentran en todos los jardines.
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Las casas, en la ciudad, están mal construidas y no tienen sino dos pisos, a causa del intenso calor que aquí reina. No hay heladas o son muy raras; pero este invierno ha sido más frío que nunca; felizmente no ha durado, pues el sol calienta fuertemente. En verano se vive en la planta baja y aun en las cavas. A causa del excesivo calor, España, a veces, se ve infestada por la peste en varios lugares, como es el caso actualmente. Hace dos meses tuvimos un terremoto bastante fuerte, pero se sintió sobre todo en Málaga, donde numerosas casas se derrumbaron y ocasionó la muerte a multitud de personas. Es esto lo que os puedo contar acerca de estas regiones. Aquí los bueyes tiran el arado. La tierra es muy árida y casi no se ven árboles, a excepción del olivo. No, ¡esto no es Flandes! El tiempo que pasé en Sevilla lo empleé en visitar a los flamencos, que son tan numerosos como en Cádiz. Los oí en confesión y me acogieron con gratitud, ya que su capellán había muerto y no había sido reemplazado. También me encontré aquí con la Señorita Malcam que otrora vivió en el Béguinage, en compañía de sus tres hermanas, entre ellas Susana. Me recibieron muy bien, sobre todo después de conocer mi nombre. Me llamaban sobrino y afirmaban que estábamos emparentados. Me invitaron a comer dos veces, me visitaron y me ofrecieron sus servicios en lo que pudieran. El marido también fue muy afectuoso y me lo demostró en toda ocasión. Es así como los amigos se encuentran en todas partes. Recurriré a ellos para remitiros las cartas que enviaré para vosotros; así podremos tener correspondencia más o menos cada dos años. Sobre esto escribo más largamente a mis hermanos Francisco y Abrahán con los cuales podréis entenderos. Queda por saber si a pesar de todo el trabajo que me he tomado será posible el mutuo intercambio de nuestras cartas.11 He aquí por qué: en efecto el recorrido del viaje es de cientos de leguas, a lo que hay que agregar que son más bien raras las ocasiones por galeón a Nueva España; además las cartas han de pasar por Panamá, mientras yo estaré muy lejos, en la misión de los salvajes, a cientos de leguas de Santafé o de Quito. No son pues infundados mis temores. 11 Parece ser que todas las cartas de Ignacio a su familia llegaron, sin embargo de la recíproca no se tiene certeza.
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Al menos, haremos el ensayo y os ruego hacerme saber si os llegan mis cartas enviadas por intermedio de mi señor primo. Si a pesar de la firme esperanza que tengo de ello la cosa no sale bien, paciencia, y ofrezcamos a Dios esta privación si tal es su voluntad. Solo me queda deciros adiós a todos. Conservaos bien de salud ¡Os escribo con las lágrimas en los ojos, así lo quiere la naturaleza! Adiós, rogad por mí todos los días, como lo haré yo mismo por vosotros en la Santa Misa, al mismo tiempo que os haré partícipes de todo el bien que por la gracia de Dios me sea dado hacer allá. Os aseguro que no os olvidaré en medio de esas tribus paganas. Adiós, parto para América, país que ha sido ya regado por la sangre de tantos mártires ¡Dios quiera que la mía sea también derramada! Me impulsa a ello, la gloria de Dios y el bien de las almas. ¿Qué otro fin podría yo tener? En efecto, nada será como Flandes, me expongo a mil peligros, tendré tantos sufrimientos y éstos sin ningún consuelo puesto que en Brujas fui despojado de mi compañero. Me encontraré solo en un pueblo extraño, con otras costumbres, otro idioma completamente diferente. Pero cuando pienso cuánto amó Dios a los hombres hasta enviar a su Hijo único, quien derramó toda su sangre por nuestra salvación; y por otra parte, en tantos millares de almas que se pierden, porque no hay nadie que los bautice y los instruya, entonces desprecio los peligros, los trabajos, aun la muerte. Además espero que Dios, que en su misericordia me llamó hace tanto tiempo, que tan admirablemente me ha escuchado y por quien renuncié a todo cuanto amaba, me ayudará, Él que no abandona jamás a los suyos: en su nombre bendito salgo para instruir a los salvajes en los puntos de la fe; en su nombre los bautizaré, en su nombre espero alcanzar con ellos la gloria del cielo. Emociona el leer tan conmovedores sentimientos. Así latía el corazón de Javier, cuando exclamaba: ¡Oh Dios, dame almas y esto me basta! La hora de la salida se aproximaba. Y a la flota había izado velas en el puerto de Cádiz. Se componía, esta vez, de treinta y una naves, entre ellas algunas tartanas, más pequeñas, provistas de velas triangulares. De esta forma, desde hacía dos siglos, zarpaban dos veces al año, dos escuadras, encargadas de asegurar el abastecimiento de las Colonias. Estas escuadras se llamaban los “Galeones” y la Flota. Los galeones eran diez barcos de guerra, los cuales 140.
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aprovisionaban los mercados del Perú y de Chile. La flota, compuesta de algunos barcos armados, hacía el comercio con Méjico. Barcos de comercio acompañaban tanto a los galeones, como a la flota. El Padre Ignacio aprovechó los últimos momentos para agregar a su carta algunas alentadoras noticias, pedir oraciones y dar la lista de sus compañeros de viaje. Escribo a toda prisa para daros algunos detalles más, pues me embarco mañana. Ante todo, Su Santidad el Papa actual acordó a nuestro Padre Procurador la gracia para los misioneros de que todos sus parientes hasta el 4° grado inclusive, puedan ganar la indulgencia plenaria en artículo de muerte. Así como ya os lo dije, al orar por vosotros os hago partícipes de las gracias que Dios quiera concederme a mí, su indigno servidor, y os prometo recordaros todos los días en mis oraciones. Por mi parte me encomiendo a las vuestras; lo necesito, creédmelo, pues es una dura labor que me ha correspondido, la de partir para las Indias ¡Dios mío! ¡Cuántos penosos sufrimientos tendré que padecer; cuántos peligros, cuántas dificultades, cuántas miserias! ¡Gustoso los he de soportar por Dios, que tanto sufrió por mí! Que el mundo cuente lo que quiera respecto a nuestros Padres de las Indias; ¡Que vociferen sobre el oro y la plata que allí buscamos! El día del juicio tendremos la prueba de lo contrario; entonces veremos lo que hicieron estos hombres venerables y lo que sufrieron por la gloria de Dios. ¿Para qué necesitaría yo oro y plata si todo lo he dejado? Sólo tengo en cuenta a mi prójimo en medio de tantos mortales peligros, tantos trabajos e incomodidades de toda especie. Esto para callar a tantos imprudentes y faltos de delicadeza. Conmigo se embarcan dos Padres de Alta Alemania, hombres de 25 años, de experiencia consumada en todo, aun en matemáticas. Trabajaron como misioneros en su patria durante varios años y convirtieron a multitud de herejes. Sufrieron mucho durante el viaje, tuvieron varias tempestades y fueron atacados por los moros, quienes tiraron al buque más de cien cañonazos. Además me acompañan dos padres italianos. También ellos fueron atacados por los Moros. Entre ellos un Padre de Milán, hombre digno y 141.
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experto, de muchos conocimientos y un hermano novicio. Somos siete en total. También encontré aquí a nueve Padres que se embarcan para Filipinas y otros dos destinados a México. Hace dos años, el buque en que partían con sus doce compañeros, naufragó a la salida del puerto y tuvieron que regresar. Desde entonces esperan la ocasión de volver a salir. Escribiría más largamente, pero me dicen que zarparemos mañana y he de preparar el equipaje. Adiós pues, por última vez, queridos hermanos y hermanas: os dejo ahora para siempre. Adiós y rogad por mí y no dejéis de escribirme. Os recordaré siempre, aun entre los salvajes. Salimos primero para Cartagena, viaje que tardará unos cincuenta días. Luego navegaremos por el río durante un mes, para penetrar al fin en el interior del país. Vuestro humilde servidor y afectísimo hermano, IGNACIO TOEBAST SOCIETATIS JESU La flota española zarpó del puerto de Cádiz, solamente cuatro días después, el 28 de enero, y llegó a Cartagena sesenta y cuatro días más tarde, después de un viaje lleno de dificultades. Entre los seis compañeros de Ignacio se encontraban los Padres Cristóbal Ruedl y Gaspar Poeck, cuyas aventuras contaremos más tarde.
Capítulo III Los jesuitas en Nueva Granada.- Las primeras fundaciones.- La nave “San Pablo”.- Furiosa tempestad.- Triste Carnaval en el mar.- Dispersión de la flota.- La Isla Alegranza y las Canarias.- Adelanto favorable.- Santo Domingo y Santa Magdalena.- Noticias de las naves perdidas.- La vida a bordo del San Pablo.- Viajeros españoles.- Enfermedad de Ignacio.- Ignacio convierte a un luterano.- La ciudad de Cartagena.- Sus habitantes y su clima.- Procesión del Jueves Santo.- Otras ciudades y pueblos.- Quito.- Las Misiones.- La enfermedad impide a Ignacio proseguir su viaje Mientras Ignacio continúa su largo viaje, del cual daremos cuenta detalladamente, resumiremos brevemente la historia de los países a donde se dirige. El 14 de septiembre de 1502, Cristóbal Colón descubrió el país que más tarde 142.
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tomó el nombre de Nueva Granada Treinta y tres años después, el 6 de agosto de 1536, el Mariscal Gonzalo Ximénez de Quesada construyó la ciudad de Santa Fe de Bogotá, la capital del reino, en el lugar donde se encontraba antes Teusaquillo, residencia real de los Zipas. Los españoles sin tardar se instalaron en diversos lugares de las costas y sometieron a estas tribus salvajes. Muy pronto, estas colonias se extendieron tanto que se erigió una Arquidiócesis en Santa Fe. Algunos sacerdotes españoles, además de religiosos de las Órdenes Santo Domingo, San Francisco y San Agustín, habían ya contribuido en gran parte a la civilización de estos lugares, cuando en 1540 Ignacio de Loyola obtuvo de Paulo III la aprobación de la Compañía de Jesús. En 1590, cuando Antonio González hizo su entrada triunfal en Santa-Fe, como Presidente y Gobernador de Nueva Granada, lo acompañaban tres jesuitas, los Padres Francisco Vitoria,12 Antonio Linero13 y un hermano coadjutor, cuyo nombre nunca se supo. Otros dos jesuitas se unieron a Lobo Guerrero, cuando éste tomó posesión del arzobispado; eran Alonso Medrano14 y Fran-
12 Francisco de Victoria. Nació hacia 1545, en Vellimar (Segovia). Ingresó en la Orden el 21 de octubre de 1565. Llegó por vez primera a Bogotá el 29 de marzo de 1590 como compañero del Presidente del Nuevo Reino, don Antonio González. Mas, al fracasar el proyecto de arraigarse en la capital neogranadina, pasó a ser Rector de Quito (1596-1599). De allí fue llamado a Lima para desempeñar los cargos de Rector y Maestro de Novicios en el recién fundado noviciado de San José (1599-1603). Regresa en el año de 1610 para hacerse cargo del Colegio Máximo (1610-1613). Falleció en la capital neogranadina en 1618. 13
De Antonio Linero, no hemos podido indentifcar más datos.
14 Alonso de Medrano. Nació en Marchena (Sevilla) hacia 1559. Ingresó en la Compañía de Jesús en Salamanca, el 5 de mayo de 1579. Atravesó el Atlántico en la expedición que se hizo a la vela el 23 de junio de 1588, a las órdenes del P. Pedro de Ortigosa. En 1592 trabajaba en Puebla de los Ángeles, en 1594 en Veracruz y en 1595 en México. En 1598 es destinado a acompañar al nuevo arzobispo de Santa Fe de Bogotá, Don Bartolomé Lobo Guerrero. La misión de los dos jesuitas venidos de México mereció el respeto de las autoridades eclesiásticas y civiles, de forma tal que el arzobispo decide enviarlos, a mediados de 1601, a Madrid y Roma para lograr una fundación estable en el Nuevo Reino. El 14 de marzo de 1602 le anuncia el P. Claudio Aquaviva al Dr. Francisco de Sande, Presidente del Nuevo Reino, el envío de media docena de jesuitas; el 10 de noviembre el Consejo de Indias recomendaba al Rey la fundación del Nuevo Reino, y el 30 de diciembre, en Valladolid, firmaba la Real Cédula aprobatoria. A partir de 1604 se radica en el Colegio de Granada, en donde falleció el 5 de septiembre de 1648 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 442-445).
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cisco Figueroa.15 Los frutos de su celo fueron tan abundantes que el Padre Claudio Aquaviva les envió, para ayudarlos, otros compañeros desde Méjico, y el 30 de diciembre de 1602, Felipe III acordó a los Jesuitas la autorización de establecerse definitivamente en Nueva Granada. El 27 de setiembre de 1604 llegaba a Santa Fe el Padre Martin Funes,16 designado como Superior. Lo acompañaban los Padres Juan Bautista
15 Francisco Figueroa. Nació en Fregenal de la Sierra (Badajoz) hacia 1573. Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de septiembre de 1588. No hemos podido precisar cuándo atravesó el Atlántico, pero en 1592 lo encontramos en México como estudiante de Filosofía en el Colegio de San Ildefonso. En 1598 es destinado a acompañar al nuevo arzobispo de Santa Fe de Bogotá, don Bartolomé Lobo Guerrero, quien decidió enviarlo, a mediados de 1601, a Madrid y Roma para lograr una fundación estable en el Nuevo Reino. Conseguido su objetivo ya no regresó a las Indias, sino que permaneció en Madrid como Procurador General de las Provincias de América, y en este cargo tuvo un papel principal para obtener el permiso para fundar universidades en el Nuevo Reino, Tucumán, Chile y Filipinas. Falleció en Madrid, el 5 de enero de 1623 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 278-281). 16 Martín de Funes. Nació en Valladolid en 1561. Ingresó en la Compañía de Jesús en el año de 1577, en Salamanca, aunque hizo su noviciado en Villagarcía de Campos después de haber estudiado tres años de Cánones. Al concluir sus estudios eclesiásticos en Salamanca, fue destinado al Colegio Máximo de Gratz (Austria). Recibió la ordenación sacerdotal en Loreto, en 1587. Enseñó Teología Escolática en Gratz de 1588 a 1596. En 1597 proseguía su labor docente en el Colegio de Viena como profesor de Teología Moral. Como no se sintiera a gusto en Austria, fue trasladado a Milán, en donde proseguiría su docencia en Teología Moral (1597-1604). En 1603 se ofrece al P. General de la Compañía de Jesús para pasar a la Provincia del Perú. El 30 de abril de 1604 se embarcaba en Cádiz y llegaba a Cartagena a mediados de julio. Fundador de la Viceprovincia del Nuevo Reino y primer Rector del Colegio de Santafé (1604-1606), que en 1623 devendría en la Universidad Javeriana. En 1606 es enviado por las autoridades civiles y eclesiásticas a España para conseguir la aprobación del V Concilio Provincial de Lima. A fines de diciembre había llegado a Roma, tras haber pasado por Milán. Asiste a la VI Congregación General (febrero-marzo, 1608) como delegado del Nuevo Reino. Durante su estancia en Roma colaboró en la preparación de un informe presentado al Papa el 25 de marzo para crear un centro de formación de misioneros para las provincias de ultramar, primer esbozo del futuro Seminario de Propaganda Fidei, bajo el pontificado de Urbano VIII (1627). Esta actitud inconsulta motivó la reacción del P. General, Claudio Aquaviva, quien en noviembre de 1608 decidió destinarlo a España. Sin embargo, Funes persistió en su intento, y falleció en el Colle Val d’Elsa, cerca de Siena (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 298-301).
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Coluccini,17 José Dadey, Bartolomé Rojas18 y Diego Torres.19 Fundaron muy pronto el Seminario de San Bartolomé, a pesar de no tener dinero. Su pobreza era tal que el Arzobispo escribió al Rey de España: Vuestra Majestad prestará 17 Juan Bautista Coluccini. Nació en Luca de Toscan en el año 1569. Ingresó en la Compañía de Jesús por octubre de 1602, después de haber cursado el currículum de Filosofía, Teología y también el de Matemáticas. Atravesó el Atlántico en una expedición de 1604. Llegó a Cartagena en julio de ese año y el 23 de septiembre, a Bogotá. Como fundador de la Provincia del Nuevo Reino se le puede considerar como un científico, que fue arquitecto, lingüista, músico y cultivador de la astronomía. En 1609 es llamado a Bogotá para delinear y construir la iglesia de San Ignacio. De 1610 a 1622 residió en la capital empeñado en la construcción del templo insignia de los jesuitas del Nuevo Reino, a la vez que atendía a los numerosos indígenas de la ciudad. Hacia 1622 abandona Bogotá para trasladarse a la doctrina de Duitama. En diciembre de 1624 se encargaba del superiorato de Honda, en el que permanecería hasta 1627, fecha en la que es llamado a Bogotá para continuar las obras de la iglesia de San Ignacio. Rector de la Universidad Javeriana de 1632 a 1634. Pudo ver terminada la iglesia de San Ignacio el 29 de julio de 1635. En 1637 recorrió en compañía del P. José Dadey gran cantidad de pueblos indígenas preparándolos para la recepción de la Eucaristía. Regresado a Santafé, vivió en la Universidad Javeriana hasta su muerte, acaecida el 3 de noviembre de 1641 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 216-219). 18 Bernabé Rojas. Nació en Granada (España) en el año 1568. Ingresó en la Compañía de Jesús en la provincia de Andalucía, en abril de 1586. Atravesó el Atlántico en 1604, en la expedición del P. Diego de Torres. Fue uno de los fundadores tanto de la Provincia del Nuevo Reino como del Colegio de Santafé. Creemos que hacia 1607 estaba en Caracas para cobrar las rentas y vacantes del obispo de Gaeta, Fray Pedro de Oña. En 1611 sucede al P. Gonzalo Núñez en el Rectorado del Colegio-Seminario de San Bartolomé. En 1614 realizó un viaje como misionero por tierras venezolanas, el cual vino a culminar en la misión de Caracas. Fue nombrado Secretario de la Provincia del Nuevo Reino durante el Provincialato del P. Manuel de Arceo (1615-1620). La muerte le sorprendió en Panamá, en 1618 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 585-586). 19 Diego Torres Bollo. Nació en Villalpando (Zamora) en 1551. Ingresó en la Compañía de Jesús en Salamanca, el 16 de diciembre de 1571. Realizó sus estudios de Filosofía en Ávila y los de Teología (1576-1580), en Valladolid. Recibió la ordenación sacerdotal en Sevilla, en 1580. Atravesó el Atlántico en la expedición que se hizo a la vela el 20 de septiembre de 1580 a las órdenes del Procurador P. Baltasar Piñas. Llegó a Lima el 20 de mayo de 1581. Superior de la residencia indígena de Juli (1581-1585), en donde aprendió el quechua y el aymara. Rector del Colegio del Cuzco (1586-1592). Después de regir los colegios de Quito y Potosí pasó a ser secretario del P. Esteban Páez, Visitador de la Provincia. En 1600 es elegido como Procurador a las cortes de Madrid y Roma por la Provincia del Perú. El 30 de abril de 1604 se hacía a la vela para atravesar el Atlántico con una expedición de 14 misioneros para su nueva Viceprovincia. A fines de 1605 se encontraba en Bogotá, después de haber pasado por Quito. De inmediato parte para Panamá, en donde se encuentra la orden de dirigirse a Lima, pues el General de los Jesuitas había desaprobado la no erección de la Provincia del Paraguay por parte del provincial limense. Decreta la libertad de los indígenas que estaban dados en encomienda al Colegio de
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un gran servicio a Dios, al procurar lo necesario para vivir a los Padres de la Compañía que se encuentran en la mayor miseria en este reino. Poco después, los misioneros comenzaron sus trabajos apostólicos entre las tribus salvajes de este país. Se establecieron en Tunja, en Honda, en Cartagena y en Mompox. Esta pequeña ciudad, al igual que Honda, queda a orillas del Magdalena. Por esos lugares, veremos pronto a los misioneros flamencos remontar hasta Santa Fe. El 1º de abril, los misioneros llegaban al puerto de Cartagena y ya al día siguiente, el Padre Ignacio Toebast, escribía a su familia la siguiente carta: Mis queridos hermanos y hermanas, La paz del Señor No me extrañaría el que no hubieseis recibido las dos cartas que os envié desde España, así como la última que os mandé particularmente. La presente es la primera que despacho desde las Indias, estos países lejanos a donde al fin llegué, después de mil peligros y tempestades. Alabado sea Dios, soy el primer flamenco que se establece aquí. De acuerdo con lo que dicen algunos ancianos, nunca se había visto en este lugar un jesuita de los Países Bajos20 ¡Qué buena suerte para mí! Dios quiera sea yo el primero en trabajar largos años entre los salvajes, y pueda regar sus tierras con mi sangre y alcanzar la palma del martirio. He aquí brevemente mi viaje desde España.
Santiago y repite la misma acción en 1609, en Córdoba. En ese mismo año funda las Reducciones del Paraguay. Asimismo acepta la dirección del Seminario en Santiago del Estero y en Santiago de Chile, el convictorio B. Edmundo Campion. Impulsó las misiones en las islas de Chiloé y asumió una posición crítica contra el servicio personal de los indios en Chile, Tucumán, Buenos Aires y Paraguay. También fue el impulsor del apostolado jesuítico entre los negros. Hacia 1621 es destinado a Chuquisaca, en donde transcurrieron sus últimos años. Allí falleció, el 8 de agosto de 1638 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 527-538). 20 Es este un error de estos ancianos. Ignoraban que el Padre Hubert Verdonck, a quien llamaban Padre Coronade, era un flamenco que había salido de su país el 13 de abril de 1617 y muerto el 13 de abril de 1652. Los españoles lo llamaban Berdonc. Había nacido en Amberes, el 7 de marzo de 1586. Poseemos sus cartas fechadas en Cartagena en 1626 y 1630, junto con otras de Porto-Bello (1617), Panamá (1618) y Lima (1650), traducidas y publicadas en los Bulletins de la Société Royale de Géographie d’Anvers (1882).
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Un grupo de dieciocho Padres nos embarcábamos el 27 de enero, diez en el Aviso con destino a Méjico y de allí a las Filipinas o a las Marianas; los otros, en el San Pablo. Levamos anclas al día siguiente hacia la tres de la tarde. Formaban la flota 31 naves, de las cuales tres llamadas tartanas eran de pequeñas dimensiones. El tiempo estaba lluvioso, pero el viento favorable; éste cambió al día siguiente con diversas alternativas. El 16 de febrero, segundo día de carnaval, se desencadenó una tempestad tan violenta, que creímos perecer. Duró dos días. El timón se rompió. Vi entonces olas como montañas; encaramados en la cima, nos parecía que las otras naves se debatían en un profundo valle. Todos deseaban confesarse y orar. ¡Ese fue el carnaval que tuvimos! En cuanto a mí, pensaba: mis hermanos y hermanas se encuentran en este momento alrededor de una mesa bien servida y a lo mejor beben a mi salud, mientras su hermano está a punto de perecer ¡Pero confiaba en Dios y preparado a morir, trataba de dar valor a los demás! Entonces sentí un gran consuelo, como nunca lo había experimentado. A los dos días el tiempo mejoró. Reunidas de nuevo las naves, faltaban ocho, entre ellas las tres tartanas, y gastamos un día y una noche en buscarlas; pero al no encontrarlas, seguimos, con tiempo favorable; en total 23 naves. Si el viento hubiera continuado soplando, todos hubieran optado por regresar, lo que hubiera sido lamentable. Ese viento favorable del Miércoles de Ceniza, nos acompañó, a Dios gracias, desde entonces. Persistió del 18 al 25 de febrero y nos condujo hasta proximidad de la isla Alegranza de Canarias. Divisamos estas islas situadas, según se estima, a doscientas millas de Cádiz. Gastamos 33 días en llegar lo cual es totalmente inusitado. Un tiempo muy largo, en verdad, para tan pequeño recorrido, el cual se hace, a veces en solo seis o siete días. Nos faltaban todavía mil doscientas millas hasta Cartagena, de manera que pensábamos navegar aun mucho tiempo. Pero ved qué bueno y poderoso es Dios ¡Hicimos el largo recorrido en 31 días! El 1º de marzo dejábamos las Canarias y el 1º de abril entrábamos en el puerto de Cartagena. Habíamos gozado todo el tiempo de un fuerte y favorable viento. Pasadas las islas de Santo Domingo y de Santa Magdalena, el Domingo de Pasión, encontramos una embarcación que a toda vela, en unos días, había venido de España. Supimos entonces que 147.
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en la última tempestad, cuatro naves inglesas y dos portuguesas naufragaron; de las ocho naves que nos habían abandonado, sólo cuatro llegaron al puerto de Cádiz. Allí contaron que habíamos perecido en la tempestad. Probablemente os llegó esta noticia pero gracias a Dios estamos vivos. En cuanto a las otras naves ignoramos si naufragaron. Brevemente os contaré cómo sucedieron las cosas a bordo. En la mañana, la trompeta indicaba la hora de levantarse. Además del Capellán celebraban la misa tres de nuestros Padres. Cuatro o cinco y a veces todos, ofrecían el Santo Sacrificio los domingos y días de fiesta. Los que hablaban español, idioma en el cual empiezo yo también a expresarme, atendían a las confesiones. Los españoles, sin duda, son gente piadosa. Todos asisten diariamente a misa, comulgan los domingos y son muy respetuosos con los religiosos. Nos reuníamos alrededor de 40 en la mesa común; mercaderes y gobernadores de ciudades nos demostraban gran deferencia y nos visitaban cada día. En la mañana, el desayuno era a las diez, el almuerzo a las tres. La comida no me sentaba, pues la cocina española no vale nuestra buena cocina de Flandes. En cuanto a la bebida, sólo teníamos agua y eso en poca cantidad. En la tarde, se hacía oración y todos juntos rezábamos la Salve Regina y el Rosario. Nuestro cuarto era pasable, con excepción de la limpieza. Esto obligaba a cepillarse varias veces al día. Pero, alabado sea Dios, todo resultó bien, fuera del tedio, la tristeza, las calamidades, el calor, el hambre, la sed y los peligros del mar. Yo mismo tuve que coger cama toda una semana, por una depresión que se me presentó en la pierna; pero ya me repuse. Fuera de esto, me encontraba en buena salud. Me he adelgazado mucho, y estoy tan debilitado que apenas podríais reconocerme. Pero con gusto sufrí estas cosas por Dios, a fin de contribuir de esta manera a la salvación de las almas y estoy pronto a padecer aun más. En nuestro barco pude convertir a un luterano de Dinamarca. Heme aquí en Cartagena a donde por fin llegué en la Semana Santa, el 2 de abril, después de nueve semanas de navegación. Es una pequeña ciudad que posee tres clases de habitantes: indígenas, españoles y negros, éstos en mayor número que los otros. Unos van desnudos, otros, vestidos, con una
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capa de seda rayada sobre los hombros; en la cabeza, una gorra parecida a la de los estudiantes holandeses en las obras de teatro. El calor, tan fuerte, es indescriptible. Todas las puertas y ventanas están abiertas. El trabajo necesario se hace a la mañana, al alba, y no se ve a nadie durante el día, sólo en la tarde hay gente en las calles. Transpiro día y noche aunque las puertas y ventanas estén abiertas y me encuentre solamente a diez pasos del mar, el cual veo desde mi cama. ¡Y pensar que estamos en invierno! ¿Cómo será entonces en verano? Los grandes calores empiezan aquí en el mes de setiembre; nadie entonces se atreve a salir a las calles por temor a la insolación. He aquí la procesión a la que asistí el Jueves Santo y que es buena prueba de la piedad de los católicos. Un clarinero, vestido de negro, encabezaba la marcha. Tocaba un aire triste. Seguía una gran cruz de plata, llevada por seis hombres; un grupo numeroso de gente, todo vestido de negro, las caras cubiertas con velos negros, llevaban cirios. Luego, otro grupo bastante numeroso, se flagelaba hasta sangrar, tanto que la calle estaba cubierta de sangre y que una media docena de ellos, cayeron desvanecidos. Después venían niños cargados con pequeñas cruces; algunos que no tenían cruz, llevaban una pesada piedra. Los seguían sacerdotes con los instrumentos de la Pasión. A cada uno de ellos lo acompañaban dos niños vestidos a la usanza indígena. Había también algunos hombres que arrastraban un estandarte negro. Los más distinguidos de la ciudad venían entonces; portaban antorchas y rodeaban el sepulcro del Señor; éste, todo de plata, era llevado en hombros por un grupo de canónigos. Finalizaba la procesión el Señor Obispo, acompañado del clero que cantaba salmos; le seguían algunos hombres revestidos de plata y armados de mosquetes. Detrás del cortejo, más o menos doscientas mujeres y jóvenes, vestidas de negro y con un cirio en la mano, escoltaban la imagen de la Madre de los Dolores, llevaba por seis negros acompañados de otros negros que cantaban el Stabat Mater Dolorosa. Vi esta procesión dos veces en diferentes partes y me hizo profunda impresión. La describí en todos sus detalles, para animarnos en la devoción al Salvador en su Pasión y a la de su Santa Madre. En cuanto al resto del país, sólo puedo deciros del calor intenso que hace. Nada tiene de extraño, pues nos encontramos en plena zona tórrida y los rayos del sol caen directamente sobre nosotros. 149.
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Son tres las ciudades importantes: Cartagena, donde me encuentro actualmente, Santa Fe y Quito. Las otras son insignificantes, con pocos habitantes en chozas diseminadas. En el interior del país sólo se encuentran salvajes desnudos. Es increíble el bien que puede hacerse aquí. Un solo sacerdote el Padre Pedro Claver bautizó más de cien mil negros. Dios quiera que Flandes envíe numerosos misioneros para esta cosecha. Aunque vinieran todos los sacerdotes de los Países Bajos no serían suficientes, pues América es un país enorme. Pero los que vengan han de estar preparados a soportar, primero los peligros del mar y, luego, el intenso calor del país. Sólo se bebe agua pues aun el vino de mesa es difícil de encontrar. El pan es escaso y además muy caro. En la misión, no será más abundante y únicamente comeré pan de maíz. La primera cosa que hacen los salvajes cuando quieren demostrar su renuncia a la idolatría es aceptar el paño que les ofrece el sacerdote con el fin de que se cubran honestamente. Mientras os escribía el Padre Provincial me hizo llamar para participarme mi próxima salida. Fijaos que todavía me encuentro en un puerto de las Indias y no puedo daros mayores detalles sobre los salvajes. Adiós mis queridos hermanos y hermanas, adiós, ya que sospecho que por la lejanía mis cartas no os llegarán más. Sin embargo haré cuanto esté a mi alcance y si no os llegan, ofreced este sacrificio a Dios por cuya voluntad estamos separados. El país al cual me destinan está situado a novecientas leguas. Como veis es una buena distancia: pero voy por la salvación de las almas. Esta misión se halla a trescientas leguas al norte de Quito, ciudad que está a trescientas leguas de Santa-Fe y ésta, a otras tantas de Cartagena. En total estaré a dos mil setecientas leguas de Flandes, mi querida Patria. A donde voy, es día cuando vosotros tenéis noche y viceversa y no hay sino paganos. ¡Qué Dios me guíe en medio de tantas incomodidades y peligros! Mi compañero de viaje es un Padre alemán de unos treinta años, hombre dispuesto, prudente, sabio y piadoso que, al igual que yo, sólo busca trabajar valientemente en la viña del Señor y derramar su sangre por Cristo. ¡Dios quiera que así sea para los dos! Los otros Padres van a la Misión de Joco, también muy apostólica y recia. El destino de los dos Padres italianos es la Misión de Los Llanos muy próxima a Santa-Fe. Mi misión se llama Los Maynas; es la más lejana y 150.
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se extiende hasta el Perú. Como veis los salvajes no serán pocos. ¡Pluguiera a Dios que tuviéramos más compañeros! Saldremos para Santa-Fe dentro de dos días. El viaje es de tres días a lomo de mula hasta el río Magdalena, bastante peligroso, según dicen, por causa de los torbellinos que a menudo voltean las canoas o embarcaciones planas. Estas se usan por la poca profundidad del río. Hay numerosos caimanes, que os devoran si la embarcación zozobra. Navegaremos contra la corriente y pasaremos la noche en la orilla para evitar los caimanes. Como cama, una hamaca hecha de cuerdas, suspendida entre los árboles; así nos libraremos de los tigres que pululan en esta región. Después de este Viaje por el río, tan lleno de peligros, tomaremos de nuevo las mulas, por ocho o nueve días, y esto, con un calor de los más tórridos. Que Dios nos proteja pues sólo por Él hemos emprendido todo esto; en cuanto a vosotros, no olvidéis en vuestras oraciones a vuestro hermano. De Santa Fe a Quito, el viaje se hace por carretera. El calor será intenso, pues Quito está sólo a algunos minutos de la línea ecuatorial. Por ella pasaremos yendo de Quito a la misión. ¡Que Dios nos conceda salud y fuerza para soportar el calor! Es esto lo que puedo escribiros por el momento. Dentro de dos años, si Dios me da vida, por los otros galeones os enviaré más amplias noticias de la misión. Mientras tanto, aguardo vuestra respuesta. Envíen vuestras cartas al Señor Omazur, nuestro primo, que me las hará llegar a Quito; yo también os la mandaré de esta ciudad. Los Padres de Quito las harán seguir en la primera ocasión. Me causaría gran placer si pudierais enviarme por esta misma vía, algunas navajas y tijeras, estampas en pergamino, campanitas y espejitos que pienso regalar a mis salvajes. Sobre todo esto, escribo más ampliamente a mi hermano Abrahán. Os recomiendo escribirme de tiempo en tiempo, cuando la ocasión se presente. Desearía hicierais las cartas en duplicado o triplicado y las enviaseis por diversas vías, para que me llegue aunque sea una. Os ruego, una vez más, recordadme en vuestras oraciones cotidianas, pues mucho lo necesito. En efecto, las tribus que voy a evangelizar son salvajes y aún antropófagas. Que Dios me ayude en todo, así lo espero, pues por Él me sacrifico en la vida y la muerte. 151.
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Os digo pues, adiós y os doy a todos mi última bendición, antes de enviar esta carta y emprender el viaje. Os prometo escribiros de mi misión en la primera ocasión, si Dios me guarda. Quedo de Uds., muy queridos hermanos y hermanas, vuestro muy humilde y afectísimo hermano, IGNACIO TOEBAST SOCIETATIS JESU Cartagena, 8 de abril de 1681 P. S. Os recomiendo guardar la paz y la concordia entre vosotros. ¡Adiós, queridos hermanos, Francisco, Santiago, Bernardo, Constantino, Juan y Abrahán! ¡Adiós, mi querida hermana Susana! y no os entristezcáis mucho, pues sólo estamos en esta tierra por muy corto tiempo. ¡Adiós, nos veremos en el cielo! Os ruego presentar mis cordiales saludos a mi hermano Mavaux, a las señoritas y a las sobrinas del Convento de Oost-Eklo, a todos los primos y primas, junto con todos los amigos. Diariamente pido por todos vosotros. Rogad también vosotros a Dios por mí; en sus manos me confío y espero derramar mi sangre por Él, como Él lo hizo por mí. ¡Que Dios me lo conceda! Una vez más, adiós. Un mes después de escrita esta carta, en la cual anunciaba su salida inmediata para Santa-Fe, el P. Toebast andaba todavía en Cartagena. El prolongado viaje y el clima lo habían cansado tanto, incluso agotado, que temía el verse obligado a regresar a Europa. Esperaba sin embargo compensar prestando algunos servicios a los numerosos negros a quienes Pedro Claver, hacía treinta años, había demostrado tanta caridad y olvido de sí. El 6 de mayo de 1681, el Padre Toebast de nuevo escribía una esquela a sus parientes, para explicarles el impedimento a su salida. Estaba tan agotado que apenas podía permanecer de pie. Había adelgazado tanto debido a la continua transpiración, que en tres o cuatro semanas había perdido todas sus fuerzas. Pensaba tendría que quedarse un año o dos en Santa Fe; hasta se temía el verse obligado a regresar a la patria. Por consiguiente escribió a 152.
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su Padre General en Roma, sin cuyo permiso nadie podía ir a las Indias ni regresar. “Acabo de tener conocimiento del viaje, pasado mañana, de algunos Padres; y yo, ay de mí ¡he de quedarme aquí! Paciencia mientras tanto, me dedicaré, tanto como pueda, a trabajar en este lugar en la viña del Señor. Ocasiones no faltan, pues aquí enseñar a los ignorantes es de urgente necesidad. Como sé español, me ocuparé cada día en catequizar a los niños y en bautizar a los negros, en una palabra a ejercer mi celo. Si veo que mi salud me lo permite, iré a tierras de salvajes; si no, me someteré a la voluntad de Dios a quien únicamente quiero servir”.
Capítulo IV De Cartagena a Santa-Fe.- En canoa.- Tempestad.- El Ángel de la Guarda.La Baranca.- El río Magdalena.- Calor insoportable.- Primera tentativa de trabajo apostólico.- Animales salvajes.- Tenerife.- Hombres salvajes.Mompox.- Mosquitos.- Triste viaje.- Honda.- Hacia Santa-Fe a lomo de mula.- Alegría y recibimiento.- Ejercicios espirituales.- Primera noticia del descubrimiento de los Sálivas.- El Padre Toebast profesor de Teología.-Aprecio que le demuestran.- La ciudad de Santa-Fe Después de leer esta carta ¿quién hubiera sospechado que una semana más tarde estaría en condiciones de proseguir su viaje? Y sin embargo, fue así. No puede negarse que debía ser un hombre de una fortaleza de alma extraordinaria para emprender un viaje de sesenta y dos penosas jornadas en tan precario estado de salud. Una carta del Padre Ruedl, del 13 del mismo mes, nos dice como el Padre Ignacio salió del puerto de Cartagena. La canoa donde se embarcó tenía un largo de 92 pies y una anchura de 10 pies. Aquellas embarcaciones estaban talladas en un tronco de árbol, a veces en dos troncos unidos. Se embarcaron seis misioneros, acompañados de un novicio español, de dos extranjeros candidatos a la Compañía de Jesús, de un estudiante, de un soldado y de un molinero. Agregad dos sirvientes y diez indios remeros y os hace un total de veinticuatro hombres en ese pobre esquife. Pero esto no era todo, puesto que el barco cargaba además el equipaje, y hierro y acero.21 21 Cfr. Der Neue Welt-Bott, del Padre José Stocklein, primera parte (pp. 50-54).
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Un mes después de su llegada a Santa Fe, el 4 de septiembre, el Padre Toebast participa así a sus parientes, los detalles exactos de su viaje, en una carta que hasta ahora ha permanecido inédita. Mis muy queridos hermanos y hermanas: La paz del Señor Al fin llegué a Santa Fe, situada a 300 leguas de Cartagena de donde os escribí la última vez. ¡Estoy pues a 2.200 leguas de Flandes! Nuestro viaje desde Cartagena duró 62 días; difícil viaje, por cierto, y que no hubiera jamás emprendido a no ser por la gloria de Dios y de la salvación de las almas. Me parece que vale la pena que os lo cuente para que valoréis lo que los Padres de Europa tienen que padecer antes de llegar a su destino. De Cartagena, navegamos en canoa a lo largo de la costa, durante unos cuatro días. Desembocamos en el río, invadido por tantas clases de algas, que parecía estuviéramos en tierra. Una noche, un extraño suceso nos aconteció. Engañados por un español que nos incitaba a pasar la noche en una choza, le pedimos a los indios avanzar un poco más. Entonces, se desató una terrible tempestad, acompañada de relámpagos y truenos: todo parecía estar en fuego. Sin embargo, exhortamos a nuestros indios a seguir adelante; en eso, dos de nuestros Padres, vieron a un joven blanco sobre el agua, que nos hacía signos de quedarnos en el bosque. Cuando le preguntaron quien era, desapareció. Uno de nosotros dijo de inmediato: Quedémonos aquí, pues no dudo que sea nuestro Ángel de la Guarda que nos avisa. Le agradecimos en el acto y entramos en el bosque. Allí comimos nuestro pan y pasamos la noche en los mayores padecimientos por causa de los mosquitos. Nos picaron de tal modo, que al día siguiente estábamos todos cubiertos de pústulas. Pero nos consolamos mutuamente al pensar en el Purgatorio. Al día siguiente, al seguir nuestro camino, nos dimos cuenta del peligro que hubiéramos corrido de continuar en la canoa y de nuevo dimos gracias a nuestro Ángel. Luego llegamos a una choza, a donde reposamos, pues estábamos agotados no habiendo dormido durante las tres últimas noches. Al día siguiente, nos dieron algunas mulas. Por montes y rocas, éstas nos condujeron a un lugar llamado La Barranca, donde llegamos hacia el atardecer. Allí nos 154.
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reposamos un día y conseguimos una canoa con techo cubierto de hierbas. Remaban sin descansar 16 indios, ocho adelante y ocho atrás. Una labor muy fatigosa, mucho más sin duda, que la de los galereros, pues tenían que remontar la corriente, muy contraria, bajo un sol abrasador. Remontamos así el Magdalena, río tres veces más ancho que el Escaut, en Amberes. Lo que padecimos es indescriptible. Estábamos como en un horno, y nuestros cuerpos se cubrieron de erupción y de pústulas. Incapaces de movernos, usamos sólo nuestra camisa y un pantalón corto, para así gozar al menos de un poco de fresco, pues el sol era tan fuerte que apenas podíamos respirar. Desde la mañana hasta la noche, ni un soplo de viento para aliviarse. Ese día no adelantamos sino cuatro millas. Para nuestro consuelo, descubrimos entonces algunas granjas de indios y entramos en ellas. Nuestra conversación se entabló en español, idioma que ellos entienden. Los otros Padres los confesaron, les predicaron y como yo no poseía todavía bien el idioma, el que dominé después, di catecismo a los niños. ¡Cuántas veces, por las noches, me sucedió el encontrarme rodeado por unos treinta de ellos! Les distribuía estampas y les enseñaba a hacer la señal de la Cruz. Cuando les preguntaba ¿cuántos dioses hay? esos seres inocentes respondían ¿cuántos dioses hay? en una palabra, lo que yo decía, ellos lo repetían; cuando yo hablaba, ellos hablaban; cuando les sonreía, ellos me sonreían y así se pasaba la tarde. Después nos restaurábamos con lo que encontrábamos: algunas plantas, eso era todo. Muchas veces, no teníamos para comer sino un poco de maíz que los Indios nos daban. En la noche dormíamos en una cama, y en la mañana emprendíamos viaje de nuevo. En el camino, sólo veíamos bosques, montañas y rocas; en los árboles, numerosos monos de todas clases. ¡Siempre hay tres en un mismo árbol! Vimos también macacos, en el suelo serpientes, en el agua caimanes y cocodrilos, a veces tan grandes como dos hombres juntos. ¡Qué animales tan espantosos para la pobre gente de aquí! Garzas, cigüeñas y loros vuelan por millares en el aire junto con otros maravillosos pájaros que nunca se ven en los Países Bajos. Finalmente arribamos a Tenerife entre la desembocadura del Magdalena y Mompox. Los salvajes llegan a veces hasta allí para perpetrar sus asesinatos. Los vimos desde la canoa donde estábamos; están totalmente 155.
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desnudos, armados de arcos y flechas que manejan con destreza consumada. Jamás fallan un tiro y sus flechas están envenenadas.22 Después de algunos días de navegación llegamos a Mompox, el 28 de mayo de 1681. ¡Una ciudad que es como una hoguera encendida! No creo que haya en el mundo un lugar más caluroso! Allí tenemos una residencia de dos Padres con un Rector. Nos acogieron con gran caridad; pero son tan pobres que no tenían nada que ofrecernos. Sin embargo, gracias a Dios, comimos un poco de pan; ¡creíamos comer golosinas!23 Mompox rebosa de Indios y de negros; los Españoles son escasos por causa del calor. Nos quedamos allí 24 días, ¡pero en qué situación! Tenía el cuerpo todo cubierto de pústulas, estaba como un Cristo, de pies a cabeza, por causa de las picaduras de mosquitos. Creo fue ésta una de las plagas de Egipto. Cuando pican, la piel se hincha instantáneamente. Luego viene la simiente del veneno que instilan y por fin sale un gusanote después de atormentarlos durante dos o tres semanas. Imaginaos los dolores que padecimos; pero todo lo hice gozoso por Dios, que tanto quiso sufrir por el gran pecador que soy. Después de haber padecido el calor y los sufrimientos en esa ciudad, remontamos el Magdalena en otra canoa. Pero aquí empezó el drama, aquí donde empecé a padecer y a sufrir. En verdad, por poco sucumbo ¡Qué calor, Dios mío! Hubiéramos podido soportarlo de haber tenido una choza para pasar la noche, pero sólo teníamos la selva. Después de haber navegado durante todo el día, con la ayuda de unos 20 Indios, al atardecer, bajábamos a tierra, abrumados por el miedo y el malestar. Allí colocábamos los colchones traídos de Mompox y nos poníamos a recoger chamizas del bosque para asar la carne salada que llevábamos. Después de cocida, la comíamos, a pesar del mal olor,
22 El Padre Rüeld los llama con el nombre de valientes. Entre ellos se encontraban un buen número de caribes, tribu que hasta entonces permanecía indomable. Más lejos descubrieron un lugar llamado Carara: tres casas situadas en una colina en las cuales había ocho soldados españoles, para impedir que los indios pararan las embarcaciones para saquearlas. 23 Permanecieron allí 24 días en espera de la vuelta del correo de Cartagena, que habían tenido que enviar para obtener un permiso de abastecimiento, sin el cual los funcionarios de Mompox no podían suministrarle nada. El Rector de Mompox era en ese entonces el Padre Juan de Santa Cruz. Este hombre servicial vendió los objetos de plata de su iglesia con el fin de cubrir la deuda de 80 felipes debida al barquero.
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provocado por el calor. Hasta qué punto el hambre puede reducir a un hombre ¡Vosotros no la hubiereis dado ni a los perros, pero nosotros la encontrábamos sabrosa! A decir verdad, al principio me repugnaba; preferible era el hambre. Después de comer, era preciso beber, pero no había otra cosa que el agua del río. En la tarde, después del Rosario y de las Letanías que rezábamos en compañía de los Indios, nos acostábamos a dormir. Pero entonces era necesario alimentar toda la noche una fogata para mantener a raya a tigres y a monos. A veces cuando ya estábamos dormidos, nos despertaban unos relámpagos y truenos tales, que parecía se hundían el cielo y la tierra. Para colmo de males la lluvia nos obligaba a levantarnos y pasábamos parte de la noche sin dormir. Después volvíamos a la canoa, el calor insoportable del día. Este juego duró 24 días ¡Fueron sufrimientos verdaderamente indescriptibles, os lo podéis figurar! pero espero que nos sean contados en el Día del Juicio. Casi al final de este viaje la canoa por poco zozobró con gran peligro de nuestra vida. Gracias a Dios salimos bien y llegamos por fin a Honda.24 Allí encontramos al Padre Procurador de la Provincia que había venido a nuestro encuentro desde Santa-Fe con treinta mulas para cargar el equipaje. ¡Dios mío! ¡Qué caminos! Montañas y rocas sin fin. ¡Cuántas veces me caí de la mula! ¡Cuántas tuve que caminar a pie para no caer en el precipicio! La torre de San Bavon en Gante no es nada al lado de semejantes alturas. No hicimos sino bajar y subir todo el tiempo sumergidos muchas veces en la neblina. De veras se me hace difícil imaginarme a alguien que quiera viajar por tales caminos a no ser por Dios únicamente. Necesitábamos un guía perenne para conducimos. Después de cabalgar durante nueve días llegamos a Sta.-Fe, nos bajamos con presteza de nuestras mulas y dimos gracias a Dios, a la Virgen y a los Santos, besamos el suelo y saludamos al país.25 En el colmo de la alegría y de la felicidad los ojos se nos llenaban de lágrimas y nos abrazábamos mutuamente.
24 Antes de llegar a Honda, desembarcaron en un lugar cerca de la ciudad, llamado Las Bodegas. Allí se hacía ordinariamente el desembarque por causa de la rapidez de la corriente. 25
Habían necesitado nueve días para hacer un viaje de 24 millas españolas.
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Para darnos la bienvenida nos habían mandado de la ciudad músicos, flautistas y otros, y hasta caballeros. También estaba el Padre Procurador que nos abrazó a todos. Los Indios corrían a nuestro encuentro, los niños bailaban de alegría ante nosotros y gritaba el pueblo: Bienvenidos seáis, Padres de Europa, que venís de tan lejos para nuestra salvación. Seguimos nuestro camino, conmovidos hasta las lágrimas al ver al pueblo tan gozoso de nuestra llegada. En el colegio, los Padres revestidos de manteo nos aguardaban en fila ante la puerta; al vernos exclamaron: Salud a los recién venidos de Europa. Nos abrazaron repetidas veces, nos condujeron ante el Santísimo Sacramento y cantaron el Te Deum.26 Luego nos llevaron a nuestros cuartos adornados con flores, hierbas aromáticas y golosinas. Varios caballeros de la ciudad vinieron a ofrecernos sus servicios y a darnos la bienvenida. Inmediatamente comenzaron una misión general por la ciudad. Todos los días confesábamos, predicábamos y hacíamos la catequesis. Uno de nosotros pronunció una alocución con tanta energía que llevado por el sentimiento hizo traer al púlpito un crucifijo y proclamó delante de Jesús crucificado que sólo había venido para evangelizar al pueblo. Impresionó tanto a los indios que estos se tiraron al suelo, prometían enmendarse y exclamaban con las lágrimas en los ojos: estamos dispuestos a corregirnos. Después de clausurada la misión llegó un Padre de los países salvajes con la noticia de que había descubierto una nueva tierra que nadie jamás había visitado. Allí están los indígenas desnudos y sólo se alimentan de hierbas y pájaros que cazan con sus flechas. Son propensos a la corrupción, practican la poligamia y viven en grutas, algunos en chozas. El R. P. Provincial delegó para allá a dos de nosotros después que hubiesen hecho los Ejercicios de ocho días para prepararse a la vida y a la muerte. Y Yo hubiera sido de los enviados pero tenía que pasar primero mi examen que no había podido presentar en Flandes; lo que hice ya. Después entré en retiro, preparándome a morir a cada instante. Pero el Padre Provincial me hizo saber que no partiría sino en Cuaresma. En mi puesto mandó a Quito a otros dos Padres. Mientras tanto, me pidieron quedarme en el colegio de los teólogos seculares [Colegio Mayor de San Bartolomé], con 26
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El Rector del colegio era en ese entonces el Padre Juan Martínez Rubio, quien fue más tarde Provincial.
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los cargos de Ministro y de Profesor, ordinariamente confiados a los más distinguidos de la Provincia. Es increíble como aquí todos me estiman. Los Padres y la gente vienen continuamente a verme. Me piden noticias de mi país y desearían fueran aquí más numerosos los Padres de los Países Bajos. Cuando termino de contarles de mi tierra, se extrañan que haya podido dejar todo aquello; y cuando les contesto que fue para venir casa de los Indios, suspiran, lloran y me abrazan. ¡Muchos quisieran que me quedase! Profesores y teólogos me visitan todos los días y cuando oyen mis explicaciones en latín, se admiran y me elogian por toda la ciudad. Así es como Dios eleva a los que se humillan por Él. En cuanto a mí, no busco las alabanzas, sino únicamente la salvación de los Indios, y les doy siempre la misma respuesta: “Quiero ir a la Misión, sólo para esto he venido”. Me quedaré pues, aquí, tres o cuatro meses antes de mí salida hacia tierra de salvajes. Que Dios me proteja, El que me ha preservado en tantos peligros y de toda clase de enfermedades. Desde mí llegada aquí, sólo dos días he sentido debilidad. Los otros Padres que me acompañaron están bien de salud y ya partieron. Con razón creo que no nos volveremos a ver, puesto que nos separan unas tres o cuatrocientas leguas, pero espero hacerlo un día en compañía de todos vosotros en el cielo. Me pregunto a veces, si podré quedarme mucho tiempo en la misión, pues parece que hace un intenso calor; pero espero que Dios me dará fortaleza. La ciudad de Santa Fe, está rodeada de montañas y hace frío, aunque parezca extraño ya que estamos solamente a 4 grados de la línea ecuatorial. Los habitantes son extremadamente pobres, pero modestos y buen carácter. Aquí sólo bebemos agua, lo que me es penoso a causa del frío. La comida es poco confortante y demasiado condimentada. ¡No se parece a la comida flamenca! Aunque mis piernas no están todavía curadas de las picaduras de mosquitos, el dolor ha disminuido. Dios en quien confío arreglará todo para el mayor bien.
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No he encontrado a nadie de Flandes en estas regiones; no me extraña, pues sólo por Dios se puede venir aquí. Adiós, adiós, conservaos en buena salud y rogad por mí, Vuestro servidor y muy humilde y afectísimo hermano en N. S. IGNACIO TOEBAST Santa-Fe, 4 de septiembre de 1681 El nuevo país, recientemente descubierto por un misionero era el de los Sálivas, situado a orillas del Orinoco. Después de una permanencia de dos años en Santa-Fe, el Padre Toebast tendrá la oportunidad de ir allá, y al poco tiempo derramar su sangre por Cristo. Daremos ahora un esbozo de la historia de este país.
Capítulo V Descubrimiento del Orinoco.- Múltiples fracasos entre 1531 y 1537.- Los Llanos.- Primera misión en la región.- Desgracias.- Segunda Misión.- El Padre Monteverde descubre los Sálivas.- Los Padres Fiol y Gómez enviados allí.Preparativos de la Misión a los Sálivas.- El P. Toebast enfermo El primer viajero europeo que se aventuró en el Orinoco fue Diego de Ordaz en 1531. Después de inauditas dificultades logró llegar al lugar adonde el río Meta irrumpe en aquel, es decir en el centro de la Provincia de Bolívar, en los actuales Estados Unidos de Venezuela. Pero el calado de sus embarcaciones no le permitió explorar el Meta y visitar el país de Casanare. Regada por el río de este nombre, se pensaba que esta región debía contar con un buen número de ciudades importantes. En el mismo año, Alonso de Herrera, al querer penetrar más en esas regiones, murió a causa de una flecha envenenada. Sus compañeros de viaje se vieron obligados a regresar a la isla de Trinidad. Seis años más tarde, en 1537, un marino alemán de nombre Spira, fue el primero en visitar las llanuras llamada Llanos (país plano). Estas se extienden a orillas del Orinoco sobre una superficie de ochenta a noventa millones de hectáreas.27 27
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Ese país pertenece actualmente en parte a Colombia y en parte a Venezuela.
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Pero en esta peligrosa empresa tuvo más suerte Federmann, quien, en la época de la fundación de Santa Fe de Bogotá remontó el Orinoco y el Meta, y llegó en esta forma cerca de esta ciudad. Otros españoles tales como Felipe de Utre y Hernán Pérez de Quesada [sic], emprendieron la misma audaz empresa, en busca del fabuloso El Dorado. Pero no tuvieron mayor éxito que el Mariscal Gonzalo, el hermano de Hernán, que de 300 españoles y 1500 indios, regresó con 25 sobrevivientes. El clima, los mosquitos, las fieras y las tribus salvajes, los habían aniquilado. Este es el país, donde, en 1628, los Misioneros de la Compañía de Jesús se empeñaron en plantar la Cruz de Cristo. La tentativa hubiera podido tener éxito, si algunos españoles del pasado, como el cruel Jiménez en 1606, no hubiesen aliado la sed de sangre a la del oro, y encendido así odio eterno en el corazón de los indios. Fue Arias de Ugarte, arzobispo de Santa Fe, quien animó a los Jesuitas a emprender esta misión. Cinco Padres partieron para los Llanos, y después de pasar por innumerables peligros, empezaron a predicar la palabra de Dios. Se establecieron primero en la actual Provincia de Boyacá, al pie de la Sierra Nevada, los Montes de nieve. Pero toda obra emprendida por Dios tropieza a menudo en sus comienzos con grandes obstáculos. Los misioneros habían aprendido ya las diversas lenguas de estas tribus, habían redactado gramáticas y léxicos y un catecismo, cuando se les acusó de no tener en cuenta a las almas, sino los tesoros de esas regiones. Estas mentiras y calumnias vencieron y por orden de sus superiores regresaron a Santa Fe. Así, tristemente, los frutos de sus trabajos fueron reducidos a la nada; pero además de ello, los Indios concibieron una profunda aversión hacia los españoles que los habían frustrado de sus benefactores. Más de una vez los Gobernadores tuvieron que pagarlo caro y las cosas llegaron a tal punto que se vieron obligados a llamar de nuevo a los Jesuitas. El 13 de abril de 1659, dos Padres emprendieron camino para ir a cerciorarse de las buenas disposiciones de los Indios hacia sus muy amados pastores. Atravesaron el Casanare, llegaron a Tame, uno de sus antiguos puestos a orillas de este río. Al ver los conocidos trajes negros, los salvajes se regocijaron mucho y acogieron a los misioneros con demostraciones de alegría y cariño. Después de un viaje de 49 días, los Padres regresaron a Santafé y fue decidido que se renovaría la misión a orillas del Casanare, ya que de allí, bajando 161.
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por el Meta y luego por el Orinoco, se podría llegar a otras tribus. He aquí cómo desde 1666, se supo por primera vez de la tribu de los Sálivas. Estos, en número de dos mil, habitaban en un lugar, no se sabe todavía dónde, a orillas del Orinoco. Fue cambiado a esa región el Padre Ortiz Payán, recientemente llegado de Europa a Santa Fe. Después de una expedición donde el valiente misionero, más de una vez, estuvo a punto de perecer, volvió sin haber visto una sola choza de los Sálivas. Más tarde, el Padre Antonio de Monte Verde tuvo más suerte. Salió de Tame, el 28 de julio de 1669, bajó el Meta y el 4 de agosto, descubrió algunos Sálivas en un lugar que llevaba el nombre de Janique. Monteverde, acompañado de cuatro soldados españoles se presentó ante el jefe, y logró hacerle entender que había venido únicamente para asegurar la felicidad espiritual y temporal de su pueblo. Convencidos por la bondad de los misioneros, los Sálivas prometieron reunirse en algunas casas. Muy pronto el Padre Antonio Castán28 vino a asistir a su compañero y en poco tiempo organizaron tres pueblos que pusieron bajo la protección de la Virgen María. Lamentablemente, esta exitosa empresa no duró mucho tiempo. Los dos misioneros cansados de su dura labor y atacados por fiebres malignas, sucumbieron para encontrar cerca de Dios la recompensa a sus trabajos. Fueron reemplazados inmediatamente por los Padres Alonso Neira29 y Bernabé González,30 pero éstos a su vez, fueron atacados por la fiebre y 28 Antonio Castán nació en Benasque (Reino de Aragón) hacia 1633. Ingresó en la Compañía de Jesús el 11 de abril de 1654. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Hernando Cavero, en 1658. Es posible que llegara a las misiones en 1662. Trabajó en varias reducciones. La muerte le sorprendió en la misión de Sinaruco el primero de enero de 1670 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 126-128). 29 Alonso de Neira nació en Matapozuelo (León) hacia 1635. Ingresó a la Compañía de Jesús el 1 de enero de 1650. Presumimos que atravesó el Atlántico en la expedición de 1658. Designado para fundar las misiones casanareñas, no pudo abandonar la capital del Nuevo Reino antes del 21 de abril. Fue el misionero más ilustre del siglo XVII y fue motor de casi todas las fundaciones llaneras y orinoquenses. La muerte le sorprendería el 11 de enero de 1706, en la aldea de Camoa (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 375-380). 30 Bernabé González. Nació en Cartagena de Indias hacia 1643. Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de mayo de 1663. Debió llegar a los Llanos en 1669. Entró a la Misión del Cinaruco como compañero del P. Neira, en 1671 o 1672. Permaneció en este escenario misional hasta que enfermó, a fines de 1675 o a comienzos de 1676. Abandonó las tierras orinoquenses y “murió luego que llegó” a la misión de los Llanos, el 6 de febrero de 1676 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 231).
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su Superior, les ordenó regresar a Santa Fe, sin encontrar quien los supliera. Los Sálivas, con lágrimas en los ojos vieron partir a sus pastores, que fueron a establecerse provisionalmente en Casanare, de donde esperaban poder regresar en mejores tiempos. Al conocer tan alarmante nueva, un grito de angustia cundió entre los misioneros de Nueva Granada, ¡todos querían sacrificarse por la salvación de los Sálivas! Por fortuna, el Provincial de Bogotá, supo, en 1679, la confortante noticia de la próxima llegada de algunos compañeros de Europa. Al instante encargó a los Padres Ignacio Fiol31 y Felipe Gómez32 el ir casa de los Sálivas, con el fin de examinar el estado de esta misión abandonada y de las regiones ribereñas del Orinoco. Esto sucedía en 1680, cuatro años después del abandono de los Sálivas por los misioneros. La llegada de éstos produjo una alegría indescriptible en esta tribu. ¡Por fin venían a establecerse entre ellos definitivamente! Entretanto, los Jesuitas esperados, llegaron de Europa; entre ellos se encontraba el Padre Toebast, que había desembarcado en Cartagena el 2 de abril de 1681. La mayoría de ellos fueron enviados a Santa Fe. De allí salieron cinco jesuitas el 2 de setiembre para la región de los Sálivas. Eran ellos los alemanes Cristóbal Ruedl y Gaspar Poeck, los españoles Agustín Campos33 31 Ignacio Fiol nació en Palma de Mallorca, el 18 de julio de 1629. Ingresó en la Compañía de Jesús el 30 de marzo de 1652, después de haber obtenido el doctorado en Teología por la Universidad de Granada. Debió pasar a América en 1678. Misionero en el Orinoco, fue asesinado cruelmente por los caribes el sábado 7 de octubre de 1684 (véase José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 198-201). 32 Felipe Gómez nació en Santafé de Bogotá en 1645. Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de julio de 1668, tras haber concluido el curso de Filosofía. Llegó a la misión de los Llanos en 1675. En 1679 exploró, junto con el P. Ignacio Fiol, el Orinoco, con el fin de estudiar la expansión misional por los espacios del gran río venezolano. Ejerció el cargo de Superior de la misión en dos oportunidades. La muerte le sorprendió en los Llanos, el 20 de octubre de 1703 (véase José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 227-228). 33 Agustín de Campos. Nació en Olot (Gerona) en 1642. Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de septiembre de 1673, después de haber estudiado la Filosofía y dos años de Teología. Atravesó el Atlántico en la expedición que acompañó al P. José Madrid, en 1677. El 21 de diciembre de 1681 llegaba al Orinoco, y se encargó de la misión de Santa María de Adoles. A partir de 1682 residió en las misiones llaneras, fundamentalmente en Pauto, en donde le sorprendió la muerte el 13 de diciembre de 1702 (véase José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 104-105).
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y Julián de Vergara bajo la dirección del Padre Fiol. Vergara era el encargado de la fundación de granjas entre los Sálivas. Por una carta del Padre Poeck al Padre Toebast y transmitida por éste a su familia conocemos la situación de esta misión dos años más tarde. El 28 de noviembre de 1681, el Padre Toebast escribía una esquela a las señoritas de Prins, en Amberes, quienes tenían el comercio de objetos de cambio con los países de ultramar. En algunas palabras les describía el calor insoportable de la región y su pobreza a pesar de sus abundantes minas de oro y plata. No había trigo sino agua y hierbas. Éste era el alimento con el cual tenían que contentarse los misioneros. No era pues extraño que estuviera tan débil y agotado que apenas podía moverse. Quizás lo destinarían a otro país. “No me extrañaría, escribía, que me mandasen a Curazao un país salvaje ocupado por los holandeses. El que viva, verá y Dios en quien sólo confío arreglará todo para mayor bien”. Con el fin de lograr un éxito mayor en su apostolado pedía a las señoritas de Prins cuatro a cinco mil estampas de todas clases en pergamino, algunos relicarios y objetos curiosos. Todavía en nuestros días eso hacen los misioneros para ganarse a los salvajes y cristianizarlos: recurren a este medio de hacerles pequeños regalos que halagan los ojos.
Capítulo VI Enfermedad prolongada del Padre Toebast.- Primeros informes del país de los Sálivas.- Modo de vivir de los misioneros.- Curazao. -Un caritativo sacerdote sostiene a nuestro misionero.- Envío de regalos Cuatro meses pasaron antes que el Padre Toebast encontrara una ocasión para despachar la carta dirigida a su familia. La flota española no había podido embarcar las mercancías que acostumbraba llevar de modo que nuestro misionero sólo pudo enviar noticias suyas a principios del próximo año. “Esperaba enviaros antes mi larga carta pero la Armada zarpó de Cartagena antes de lo que yo me había imaginado. Por eso os escribo ahora de SantaFe donde me encuentro instalado desde hace algún tiempo. Estoy encargado de la juventud de este reino, en el Seminario. Pero mi salud deja que desear. No llego a acostúmbrame a beber sólo agua y al alimento tan poco nutritivo. 164.
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A esto agregad el calor que es considerable. Este país sería inhabitable como lo dicen Aristóteles y San Agustín a no ser por sus colosales montañas donde refresca. Lejos de éstas, en las misiones, se muere uno de calor. Allá, de acuerdo con lo que cuentan los Padres que llegaron a este país junto conmigo, no hay sino selvas y desiertos. No hay ni una choza excepto en la propia misión. En ésta la miseria es tal que los misioneros apenas encuentran con que vestirse y están medio desnudos. En vez de pan comen casabe hecho con harina de yuca cuando pueden encontrarlo. Los indígenas son unos salvajes a quienes hay que enseñar a vivir como hombres pues se comportan como animales. Yo también iré adonde fueron los Padres, al Orinoco. El viaje es de 60 días y hay que navegar por ríos muy peligrosos. Allá sólo se ven hombres; no hay ni un animal para comer; el alimento es la hierba de los campos. Los Padres empiezan por construir una choza y se esfuerzan en suavizar el corazón de los salvajes. La región es tan insalubre que nadie quiere unirse a los Padres con excepción de seis soldados que los protegen: Mi mayor deseo sería estar allá con ellos pero mi salud no me lo permite. Las fuerzas me han abandonado: mis piernas apenas me sostienen. Estoy totalmente agotado por el calor y por haber tomado únicamente agua como bebida. Por experiencia me doy cuenta de que este país no está hecho para los Flamencos; la verdad es que yo soy el único que aquí se encuentra. No sé cómo terminará esto; me parece que no podré permanecer aquí, así se lo hago saber al Rev. Padre General. Quisiera ir a la isla de Curazao, una colonia holandesa. Según dicen jamás ha ido algún sacerdote. Es inaudito el bien que allí se puede hacer pues las poblaciones rebosan de herejes y fuera de ellos sólo hay paganos. El clima es moderado, más favorable a la complexión de los Holandeses. Esperaré la respuesta del Padre General para saber lo que él decida. Mientras tanto, permaneceré en Santa Fe, donde prestaré los servicios que pueda, pues en verdad las fuerzas me abandonan poco a poco. Las hubiera perdido completamente si no hubiera sido por el buen señor José de Contreras, quien me provee de todo y me colma de atenciones. Así queridos hermanos y hermanas, vela Dios por aquellos que todo lo abandonan por Él. Reconozco haber sufrido mucho, pero lo he aceptado de buen grado, por Aquel que tanto sufrió por nosotros.
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Todo lo que os envío me lo obsequió el buen Sr. Contreras: dos mondadientes del oro más fino de este país, tan rico en ese metal; os hago también llegar una cajita que contiene cuatro piedras preciosas, cien esmeraldas y 25 amatistas, lo que vale aquí 30 patacones; ¡Cuánto no costarán en Flandes! A esto agrego algunas piedras muy apreciadas aquí, como remedio a muchas enfermedades, hematuria, fiebre, etc.34 A mi vez, os ruego enviarme los siguientes objetos para obsequiárselos a este buen señor y a otros. En la próxima ocasión enviaré cosas aún más preciosas de modo que nada perderéis. Os pido pues, primero y ante todo, más o menos 20 varas de muy buen tafetán u otra seda preciosa para confeccionar una sotana a este buen sacerdote; en segundo lugar, tres Oficios Parvos de la Santísima Virgen y un Breviario completo con el oficio de los nuevos Santos; ocho o nueve cartas geográficas del mundo; dos o tres mil estampas en pergamino y por fin, algunas imágenes pintadas que representen símbolos, pues las otras no tienen aquí valor alguno. Agregad algunas curiosidades de Flandes y algunas flores de árboles frutales como las moldea mi hermana religiosa. Me piden también bombasí, como el de mi chaleco blanco; me harían falta algunas varas. Quisiera le pidiérais para mí al Padre Marcos, algunos libros de teología y otros sobre los cuales le escribí. Para las estampas, le escribí a la Srta. de Prins; ruégoos pagárselas y enviarme todo esto en la primera ocasión; hacedlo vía España pues allí estas son numerosas. No tenéis sino dirigiros a mi señor primo Omazur, él me enviará todo a Cartagena a la siguiente dirección: Al Castellano Don Luis Melgarigo, familiar del Santo Oficio, y en su ausencia al Rev. Padre Prior de Santo Domingo en Cartagena; y a otra dirección: Don José Contreras, Clérigo de Órdenes Menores en Santa Fe. Así, todo me llegará. Os ruego no me falléis; si no, me sentiré realmente incómodo, pues este hombre me dio para vosotros objetos cuyo valor es de más de 70 patacones. ¡Y cuánto no valdrán en Flandes! Con la próxima Armada os enviaré objetos por valor de más de trescientos o cuatrocientos patacones. Podría suceder que me vaya pues mi salud 34 Se trata, probablemente, de piedras de bezoar, que se encuentran en el cuarto estómago de las cabras salvajes.
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no me permite quedarme aquí; todavía no sé lo que decidirá el Padre Provincial. Si voy a Curazao este señor me regalará lo que necesito para el viaje y yo le retribuiré con lo que vosotros me enviaréis. Pienso permanecer aquí hasta que haya recibido vuestra respuesta así como los objetos. Mientras tanto me entrego a la gracia de Dios que conoce por qué me envió aquí y quizás quiera servirse de mí para convertir esa isla. El tiempo dirá. Orad por mí cada día como lo hago por vosotros para que Dios ordene todo bien en este mundo ya que sin duda no nos volveremos a ver más aquí abajo; pero sí con seguridad en la otra vida”. Escrita esta carta en Santa-Fe, el 2 de enero de 1682, el Padre Toebast tomó de nuevo la pluma tres días más tarde: “Es asombroso ver cómo obra la naturaleza que me obliga a escribir esta tercera carta para rogaros supliquéis a Dios me envíe donde le plazca y ¡que sea para su mayor gloria! Creedme, los Padres de Europa que vengan a estas tierras tendrán mucho que sufrir. ¡No es éste el bello país de Flandes! La privación me ha hecho apreciarlo más que el goce que de él tuve antaño. He enflaquecido tanto que sólo tengo la piel sobre los huesos y a veces no puedo moverme ni una pulgada”. Y termina la carta con estas conmovedoras palabras: “Adiós, muy queridos hermanos: Juan, Francisco, Abraham y Santiago. Mucho siento no haber podido hablar con Santiago antes de venirme. Adiós, mis muy queridos hermanos Bernardo y Constantino. Adiós, mi muy querido cuñado Mavaux a quien recuerdo con frecuencia. Adiós, mi muy querida hermana Ana a quien me encomiendo a menudo y cuyo crucifijo contemplo a ratos, aquel que me dio en prenda de su afecto. ¡Adiós muy querida hermana Susana, probablemente en esta vida!”. Conmovedora, hay que reconocerlo, era la sensibilidad de corazón del Padre Toebast cuando se acordaba de los suyos. No podrá acusársele, como antaño se acusó falsamente a los jesuitas, de que en él la vida religiosa hubiera extinguido el afecto natural; y, al leer cómo exalta a su Patria estaría acertado aplicarle las estrofas del Poeta Hofmann von Fallersleben.
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Capítulo VII El Padre Toebast profesor en Santa-Fe.- Benevolencia de que goza.- La noticia de su partida causa conmoción en la ciudad.- Descripción de las misiones.- Cómo se convierte a los salvajes.- Riqueza y miseria.- Las minas y los mineros.- Carta desde el país de los Sálivas.- Muerte del P. Ruedl.- Primeros frutos de la evangelización.- Extraño incidente.- Celo del Padre Toebast por la salvación de las almas.- Su deseo de martirio.- Últimas despedidas Había pasado más de un año, cuando el Padre Toebast se comunicó de nuevo con su familia por orden de sus superiores. Enseñaba a la juventud gramática latina, e iniciaba a muchos de los que se preparaban para el sacerdocio, en los conocimientos filosóficos y teológicos. Grande fue la tristeza de sus alumnos y aun de toda la ciudad, cuando se supo súbitamente que el Padre había de salir para el país de los Sálivas. Esta resolución pospuesta ya por tres veces a causa de su débil salud, iba por fin a realizarse. Poseemos las tres últimas cartas escritas el 20 de marzo de 1683. Después de esta fecha su familia no recibió ninguna otra carta escrita de su mano. Espero, decía, que hayáis recibido mis cartas anteriores, enviadas desde Cartagena y Santa Fe. Por la presente, os envío un último adiós, pues mañana parto para la misión, lo que tanto he anhelado. Hasta ahora, mi residencia ha sido en Santa Fe, el Seminario de San Bartolomé,35 donde estuve encargado de la juventud de todo el Reino de Granada. Algunos hacían los estudios inferiores, los otros estudiaban filosofía, otros teología. Enseñaba latín, todos los días y solucionaba los casos de conciencia. Dos veces a la semana discutía filosofía y teología. En una palabra aquí fue donde empecé a trabajar en la viña del Señor y gracias a Dios a satisfacción de todo el mundo; pero esto me exigió un trabajo considerable de día y de noche. Es increíble la buena reputación de que gozan aquí los Flamencos. Y ¡cuánto me estiman todos! Dios no abandona a los suyos.
35 Este Colegio de San Bartolomé fue devuelto a los Jesuitas por el Gobierno de la República y puesto bajo el patronato del Arzobispo Telésforo Paulo, de la Compañía de Jesús. Los jesuitas dirigen otro seminario cerca de Pasto, perteneciente a Monseñor Ve1asco, jesuita también. De Venezuela, los Padres fueron expulsados por el Gobierno masón.
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Han hecho todo por retenerme, de tal manera que siento más pena en dejar a esta ciudad que la que tuve al alejarme de los Países Bajos. Los estudiantes se dirigieron al Superior, asimismo lo hicieron sus padres y hasta el mismo Obispo. El Rector del Seminario hizo cuanto pudo para conservarme. La ciudad entera trató de impedir mi partida. Pero Dios, en quien me confío, ordenó todo para mayor bien. Había expuesto al Rev. Padre Provincial y a sus consejeros mis razones para ir a la misión. Sin embargo mi salida fue pospuesta tres veces. Cuando por fin constataron mi celo y mi estado de salud, aprobaron mi petición y mañana saldré. La misión a dónde me dirijo está situada a orillas del famoso Orinoco, a 30 días de viaje. Los Padres alemanes que salieron de España junto conmigo están allá desde hace ya nueve meses. Me escriben que el país está poblado de numerosos salvajes, ignorantes del verdadero Dios y dados a la poligamia. Son tierras desconocidas para los españoles y ningún extranjero ha penetrado jamás en ellas. Hacen notar también el calor tórrido que allí reina, y la profusión de serpientes, tigres y mosquitos. El alimento consiste en casabe, alternado a veces con un poco de pescado de río. La gente de los Países Bajos que se imaginan que aquí hay ciudades tan bellas como las de las Indias Orientales se equivocan. No existen ni siquiera aldeas. Sólo hay montañas, valles, rocas, selvas, en una palabra es un país salvaje. Podríais caminar 8 días sin encontrar ni una choza. Son numerosos los ríos que hay que atravesar en mula; los caminos son malísimos; todo el tiempo hay que subir y bajar montañas, tan elevadas que no tienen comparación con las más altas torres de Flandes. ¡Agregad a todo esto el peligro de numerosos tigres, serpientes, caimanes! ¡El hombre aquí no puede hacer otra cosa sino confiarse en Dios! Los salvajes viven esparcidos por todas partes y están desnudos. Sus chozas, construidas con ramas de palma, se sujetan en dos estacas. No emplean madera, a causa del calor del sol que todo lo incendia y quema. En la noche, continuos relámpagos iluminan el cielo; espectáculo aterrador que puede contemplarse en todas partes en las Indias. Por lo demás, el primer trabajo de los Padres misioneros consiste en ganarse la amistad de este pueblo. Por eso ofrecen a los salvajes pequeños obsequios: estampas, navajas, agujas y alfileres, campanitas, etc… Cuando han 169.
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conquistado los corazones y comienzan a hablar su lengua, les enseñan a vivir como hombres. Luego los reúnen para la instrucción y los bautizan, tanto a pequeños como a grandes. La mayor dificultad consiste en persuadirlos a dejar sus mujeres. Una vez realizado este primer apostolado, los Padres se marchan a otra parte, dejándoles a algunos sacerdotes para que se ocupen de ellos. ¡Imaginaos cuánto cuesta a los Padres esta labor! ¡Cuántos peligros han de desafiar. Cuánto arriesgan su vida! ¡Cuánta hambre, sed, calor y miserias! ¡Cuántas veces pasan la noche en las selvas, sobre montañas y colinas, cuando la lluvia cae sin cesar y la tempestad retumba! ¡es verdaderamente indescriptible! Todo esto lo soportan con gusto los Padres de Europa, preparados como están, aun a morir, por la salvación de las almas que Cristo redimió con su sangre. El tiempo no me permite escribir más. Basta que conozcáis lo mucho que han de sufrir los Padres de Europa en las Indias, mientras que en Flandes, todo es de lo mejor. No se trata aquí de perdices, ni de vinos de Flandes o del Rin. Me costó mucho habituarme. Vivimos en una extremada pobreza y no es de extrañar: ¡el país es tan miserable!36 Después de terminada esta carta con las despedidas más conmovedoras para los suyos, Ignacio todavía encontró tiempo para darles algunos detalles sobre el país de Granada. Los víveres escaseaban, ciertamente; pero, por el contrario, los metales preciosos abundaban. “Este país, escribe, está lleno de plata y oro, es fértil en goma, cacao y otros valiosos productos. De aquí proceden todas las esmeraldas que os he enviado últimamente; pero en medio de tanta riqueza reina la más absoluta pobreza pues todo es enviado a Europa por la flota cada tres años. Abundan las minas de metales preciosos; allí, el trabajo es sobrehumano e increíble. Es tan insalubre que sólo tres de los doce indios que a ellas bajan, están en buena salud. Penetran bajo tierra con una vela en una mano mientras trabajan con la otra. El oro se descubre más fácilmente; basta con meter la mano en el río y lavar lo que en ella se haya cogido para obtener el metal”.
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Carta inédita.
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Un siglo antes otro flamenco de quien ya hablamos, el Padre Rumberto Verdonck,37 había descrito así las minas de plata de ese país: “Las minas de plata del rey se encuentran en unas montañas situadas cerca de la ciudad de Mariquita. De ellas se extraen riquezas incalculables. Son fantásticas pero terribles y nada se asemeja más a los dominios de Plutarco y Proserpina. ¡Allí sólo se ven grutas superpuestas y huecos por todas partes. Todo es oscuridad, suciedad y horror. Los hombres viven como animales, sin disciplina, sin luz y sin Dios y bajan a profundidades cercanas a la morada de Caron!”.38 En esta ciudad, prosigue el Padre Toebast, hay abundancia de carne: “un cordero vale tres a cuatro chelines; pero es una carne poco alimenticia. Pescado, casi no se encuentra y, como bebida, sólo hay agua. ¡Estoy tan delgado sobre todo después de Cuaresma que parezco un esqueleto! ¡Sí, os costaría trabajo reconocer a vuestro Ignacio! Pero Dios bien vale esto y el cielo y las almas de tantos millares de salvajes. Felizmente tengo el consuelo de celebrar Misa todos los días para encomendarme al Señor mi Dios!”. Al terminar esta carta, Ignacio decía que la señorita de Prins, a quien él había escrito, le había y mandado los objetos que le había pedido. Renovaba sus más afectuosos saludos a sus parientes y amigos y tomaba de nuevo la pluma el mismo día para agregar las noticias, que sobre el país de los Sálivas, acababa de recibir del Padre van Poeck. Queremos copiar por entero esta última carta pues nos pinta fielmente el país y sus tribus en el cual nuestro misionero, un año más tarde, derramará su sangre por Cristo. Muy queridos hermanos y hermanas, la paz del Señor. Había ya terminado mi carta cuando recibí una del Padre alemán que vino conmigo de España. Somos muy buenos amigos. Me escribe que su compañero el Padre Ruedl murió ahogado. Él también había venido de España conmigo y era un hombre muy versado en todas las ciencias. Al 37 Hubertus Verdonck. Nació en Amberes el 7 de marzo de 1586. Ingresó en la Orden el 19 de abril de 1612. Fue ordenado como sacerdote el 18 de abril de 1615, en Amberes. Pasó a la Provincia del Perú el 13 de abril de 1617. Falleció en Lima el 3 de agosto de 1652 (véase AUDENAERT. Op. cit., II, 392). 38 Según copia en el Colegio de Nuestra Señora en Amberes.
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atravesar un río, su esquife se despedazó por la fuerza del agua en medio de la corriente. Por dos veces ya había sido vapuleado de pies a cabeza con palos y mimbres por los indios. Supongo que el Padre se les había hecho odioso al reprobar éste sus vicios. Así es como debemos estar dispuestos como San Pablo a soportar los palos y los golpes. Pero Dios sabrá recompensado todo. El día de la muerte del Padre, su compañero sintió su choza violentamente sacudida y apareció una luz en el cielo. Sólo más tarde cuando se hallaba a unos ocho días de distancia se enteró de su fallecimiento. Me dice que otro padre está gravemente enfermo. En verdad, había cuatro Padres en esa misión. He aquí noticias suyas de acuerdo con el relato que el Padre me hace. En los alrededores de la misión, dice, hay multitud de paganos de los cuales ha bautizado ya a algunos. El Padre estuvo a punto de ahogarse al atravesar un río. Estaba ya en la embarcación cuando fue inspirado por el Ángel de la Guarda a enviar a unos indios primero. Esta barca se rompió en el medio del río pero los indios buenos nadadores escaparon. Dada la anchura de los ríos, el peligro es muy grande pues las embarcaciones hechas de cortezas de árboles son frágiles. Por falta de herramientas no se pueden construir más sólidas. El Padre ha visto en su camino numerosos tigres y ha sufrido mucho por ellos, pues estas fieras rugen toda la noche. Sus compañeros, los otros tres Padres, trabajan en otra parte. En cuanto a él, siguió más lejos, en busca de los salvajes, tan sólo acompañado de un muchacho de 12 años. Después de tres días, los descubrió en gran número. Empezó por plantar la Cruz sobre una pequeña eminencia. Desde los primeros momentos los salvajes se acercaron y lo recibieron con deferencia. Me cedieron, dice, “una choza de palmas. Todos estaban adornados con huesitos y dientes de fieras y tenían el cuerpo pintado de rojo, blanco y negro; parecían diablos. Inmediatamente me ofrecieron casabe y algunos pescados secados al sol y al fuego. Al tercer día, trabajaron por mí en la región. Primero quise construirles una iglesia con ramas de palmeras y madera, pero las herramientas faltaban para ello. Son más ignorantes que los perritos de nuestras casas. Todo el día están alrededor mío y observan lo que hago. Esto me estorba, pues no puedo recitar las Horas con tranquilidad. 172.
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Últimamente después de la misa, me preguntaron si el misal me había hablado y que me había dicho. Por la mañana al amanecer, les enseño el catecismo en el lugar donde Planté la Cruz. Tocan el tambor que está hecho de piel de tigre, pues no tienen ni campana ni metal alguno, ni siquiera hierro. Todos acuden, excepto los niños, que jamás han visto a un blanco y huyen. En los alrededores del lugar donde me encuentro, a una distancia de tres o cuatro días de camino, los salvajes son muy numerosos. Se revelan día a día para venir a verme. Iría de buen grado a visitarlos, pero tendría que atravesar el río y nadar como ellos, y no me siento con fuerza por el momento; estoy agotado por no haber comido durante todo el tiempo sino un poco de pescado y de casabe. También por esta parte del río, los salvajes son muy numerosos. Invito a Vuestra Reverencia a sentarse a mi mesa, os serviré casabe y quizás un poco de pescado y nada más. Pero Dios nos consolará, como hace poco, cuando rezaba mi breviario: leía las lecciones de San Pablo, primer eremita, a quien Dios envió pan por medio de un cuervo. Y cuando me decía a mí mismo, que yo tampoco tenía pan ni nada para comer esa noche, se presentó un indio, vestido de pies a cabeza, mientras que los demás están siempre desnudos y me trajo un gran pescado cocido, tan sabroso, que jamás comí uno igual en Europa. Me alistaba para recompensarlos cuando me contestó que no necesitaba nada, cosa extraña ya que los indios están siempre listos a pedirlo todo. Se fue y nunca lo volví a ver”, Estas son las palabras de la carta del Padre, fielmente traducidas del latín. Ved cómo Dios asiste a los Padres. Quiera Él asistirme también a mí; os pido le roguéis con tal fin. Cuando os encontréis cenando, en la noche antes de acostaros, pensad, os lo ruego, en vuestro hermano Ignacio y en las privaciones que padece. Pero el celo de las almas que me ha animado desde mi juventud, vale bien eso, al igual que la sangre de Jesucristo, por quien espero firmemente poder derramar la mía entre los salvajes. ¡Adiós, se trata de Dios y de la eternidad! Estoy pronto a morir a cada instante. Adiós, sin duda por última vez, queridos hermanos y hermanas; perdonadme lo que haya podido ofenderos. Me arrepiento en lo más profundo de mi corazón; de rodillas lo escribo y, llorando, os pido perdón a todos. ¡Adiós! Releed de vez en cuando esta carta,
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que es la última; abrazadme todos, como yo os abrazo, con los ojos llenos de lágrimas. Adiós hasta el cielo. ¡Amén! ¡amén! ¡amén! Vuestro servidor y humilde y afectísimo hermano. IGNACIO TEOBAST39 En Santa Fe, el 20 de marzo de 1683 Sin duda, el final de esta carta bastaría para darnos una idea de las nobles virtudes desarrolladas, desde la juventud, en el corazón de este valiente Flamenco. Su ardiente deseo del martirio, el celo por las almas, la humildad, el afecto hacia sus amigos y parientes. ¡No es extraño que Dios lo haya encontrado maduro para el sacrificio y para el cielo!
Capítulo VIII El Padre Toebast se dirige a la región de los Sálivas.- El país de los Sálivas y sus aldeas.- Carácter de los Sálivas.- Los Caribes.- Los Holandeses en Guayana.- Los Caribes atacan las aldeas.- Martirio del Padre Toebast y de sus compañeros.- Aventuras del Padre Vergara.- Primeras noticias llegadas a Santa Fe, a España y a Gante.- Dos sobrinos del mártir, miembros de la Compañía de Jesús El 21 de marzo de 1683, el Padre Teobast se embarcaba alegremente en Santa Fe hacia el país donde lo esperaban sus compañeros y los Sálivas. Siguió primero el curso del Meta durante 300 horas, luego remontó el Orinoco y el Guabiare durante 6 días y llegó al río Bichada. ¡Por fin se encontraba en la tierra de su misión! Los Sálivas, en efecto, se hallaban reunidos entonces en la confluencia del Orinoco y del Guabiare, que desemboca en ese gran río. Se dedicaban a la agricultura; por eso estaban mejor preparados para recibir el evangelio; entre la siembra y la cosecha, sin preocuparse por su subsistencia. Eran de buen carácter, pero pusilánimes y nada inclinados a querellas y
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a luchas. No era fácil, sin embargo, formarlos en las costumbres Cristianas pues estaban sujetos a los mismos vicios que las otras tribus salvajes.40 A orillas del Bichada y del Guaviare se habían reunido a los Sálivas en seis lugares diferentes y formado de esta manera los pueblos así denominados: Adoles, Berva, Cusia, Masabai, Catarubén y Duma. Estos eran los nombres de las primitivas formaciones. Para ejercer su celo apostólico tocó en el reparto al Padre Toebast, el pueblo de Duma. Para desdicha de los apacibles Sálivas una poderosa tribu salvaje rondaba por las riberas del Orinoco. Eran los Caribes, reputados a gran distancia por su carácter guerrero y su inhumana ferocidad; sólo su nombre dice bastante para quien quiera esté un poco al corriente de la historia de la América Central. De elevada estatura, hábiles, astutos, estaban continuamente en lucha, por sorpresa, astucia o violencia, contra otras tribus a las que llamaban sencillamente sus esclavas. “Sólo nosotros somos un pueblo libre” decían. Puede figurarse cuanto temían los apacibles Sálivas a tan terribles vecinos; pero no menos temían por sus misioneros, pues ya algunos habían sido muertos por ellos. Los Caribes sin embargo no hubieran sido tan peligrosos en esas regiones, ni tan hostiles a los misioneros si no hubiesen estado sostenidos y excitados por los Holandeses. En aquel tiempo, éstos eran enemigos jurados de los católicos en general y de los Españoles en particular. Cuántas veces en su fanatismo y su frenesí de corsarios mataron a los misioneros que viajaban por mar a las Indias. No es pues extraño que los Holandeses no sólo declararan la guerra a las tribus recién descubiertas sino que pactaron una alianza con los Caribes con el fin de cambiarles esclavos contra armas de fuego. Hasta se vio una vez a un Holandés desnudo con el cuerpo pintado como los mismos bandidos, llegar a la cabeza de los Caribes. El Padre Ignacio Toebast que había llegado a Duma hacia el mes de mayo de 1683, tenía ya un año trabajando con celo infatigable entre los Sálivas, cuando su aldea y las otras, donde estaban misionando los otros Padres, fueron amenazadas de los más grandes peligros. Los temibles Caribes habían jurado 40
Cfr. José GUMILLA. Historia del Orinoco. Avignon (1758), 65, 293-313.
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destruirlas y especialmente matar a los misioneros. Era tanto más fácil realizar su plan cuanto que los pueblos distaban entre ellos uno o dos días de camino. El 3 de octubre de 1684, los salvajes en número de 140, divididos en pequeños bandos, atravesaron el Orinoco y cayeron de improviso, como pájaros de presa sobre los Sálivas. Atacaron simultáneamente en diferentes puntos. Sitiaron al mismo tiempo a Catarubén, donde se encontraba el Padre Fiol, a Cusía, donde trabajaba el Padre Poeck y a Duma, la parroquia del Padre Toebast. En cuanto vieron el peligro los Sálivas huyeron hacia los bosques. El Padre Toebast y sus compañeros salieron valientemente al encuentro de los Caribes con la esperanza de aplacarlos con su actitud calma y decidida. ¡Pero fue inútil! Había llegado para ellos la hora de la muerte. Buenos pastores, derramarían su sangre por sus rebaños. En cuanto vieron a los misioneros, los Caribes, iracundos, se lanzaron sobre ellos. Les ataron una cuerda al cuello, los arrastraron por las calles del pueblito, les cortaron las manos y los pies y los mataron a garrotazos y a puñaladas. Pero todavía no estaba saciada su rabia; se encarnizaron con los cadáveres y los mutilaron de cruelísima manera. Según las cartas enviadas el año siguiente de Santa-Fe, los Caribes no hicieron el más mínimo daño a los indios cristianos para así demostrar más claramente que el asesinato de los Padres era únicamente por odio a la Fe. Penetraron a la fuerza en las iglesias, las saquearon, se vistieron con los ornamentos sacerdotales, usaron los cálices para beber y, en señal de victoria hicieron sendas descargas de mosquetes, antes de salir de las tres aldeas. Parece, sin embargo, por lo que dice una carta de Borda, que la rabia de los Caribes no paró allí: devoraron parte de los tres cadáveres y echaron el resto a las fieras. Ocho Sálivas no pudieron huir a tiempo para escapar de las manos sanguinarias de los Caribes que los mataron inexorablemente. Luego esos brutos incendiaron las tres aldeas y fueron a la residencia del Padre Vergara, centro de abastecimiento de la misión, donde se encontraba un importante depósito de objetos del culto. Felizmente, este misionero y sus cristianos habían sido incidentalmente prevenidos. La víspera de ese día, hacia el atardecer, unos 40 Caribes, habían llegado con la intención de emprender el ataque a la misma hora que en las otras aldeas. Uno de estos hombres al encontrar al Padre Vergara preguntó a uno de sus compañeros si lo mataba y el Padre oyó cuando éste le contestaba: 176.
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Manjana (mañana). El Padre tomó inmediatamente las medidas de prudencia requeridas. A medianoche abandonó secretamente la aldea con 24 indios, después de haber enterrado parte de los objetos más preciosos. Provistos de víveres, se escondieron en la selva y escaparon así a la muerte. Desde lo alto de una colina el Padre vio al enemigo caer sobre el depósito, saquearlo e incendiarlo. Sin embarcación disponible, el misionero se vio obligado a costear el Orinoco, llegó al Meta y finalmente a Casanare, el 22 de enero de 1685; su huida había durado 105 días. La noticia de esta lamentable desgracia no llegó a Santa Fe, sino a fines de enero. Desde el mes de noviembre habían llegado de Europa nuevos misioneros, entre ellos tres Flamencos, los Padres J. B. Maesmans 41 y Henri van Leemputten42 de Amberes, y el Padre Santiago Bemers43 de Brujas. Habían salido de Holanda en julio de 1683. Estaban destinados a la misión de Chile y esperaban en Santa Fe una ocasión para llegar a su destino. El Padre Maesmans, en cuanto supo la noticia de la muerte del Padre Toebast, envió tres cartas, fechadas el 29 de enero de 1685; una, dirigida al Padre Egide Estrix,44 Provincial de Flandes Belga, otra al Padre Juan de Brier,45 Rector de la Casa de Estudios de Lovaina, y la última al Padre
41 Joannes Baptista Maesmans. Nació en Amberes el 10 de abril de 1655. Ingresó a la Orden en Mechelen, el 25 de septiembre de 1673. Se ordenó como sacerdote el 12 de junio de 1683, en Amberes. Fue destinado a Chile, y falleció en Mendoza (Argentina) el 3 de enero de 1704 (AUDENAERT. Op. cit., II, 91). 42 Henricus van Leemputte. Nació en Amberes el 31 de diciembre de 1653. Ingresó en la Orden el 4 de febrero de 1670, en Mechelen. Fue ordenado sacerdote en Amberes, el 12 de junio de 1683. Pasó a Chile en julio de 1683. Falleció después de 1694, en Chile (véase AUDENAERT. Op. cit., II, 58). 43 No hemos logrado identificarlo. 44 Aegidius Extrix. Nació en Mechelen, el 5 de septiembre de 1624. Ingresó en la Orden en su ciudad natal, el 30 de septiembre de 1641. Fue ordenado sacerdote el 1º de diciembre de 1655. Fue Provincial. Falleció en Roma, el 23 de abril de 1694 (véase AUDENAERT. Op. cit., I, 330). 45 Johannes de Brier. Nació en Dunquerque, el 14 de abril de 1626. Ingresó en la Orden el 12 de noviembre de 1644, en Mechelen. Fue ordenado sacerdote el 1º de abril de 1656, en Amberes. Fue Superior de la Misión Holándica, entre otros cargos. Falleció en Gante, el 13 de diciembre de 1693 (véase AUDENAERT. Op. cit., I, 159).
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Francisco Toebast, hermano de Ignacio. De nuevo confirmó la noticia el 28 de marzo siguiente. Dudamos que estas cartas llegaran a destino, pero hasta entonces el Padre Maesmans no conocía todos los detalles de la desgracia. Los comunicó el 1º de julio, tal como los conoció por las cartas de dos de sus compañeros, el Padre Juan Gastel,46 austriaco, y el Padre Henri Richter,47 de Bohemia. En el mes de marzo, estos Padres estaban en camino de Honda al río Amazonas; cada uno de ellos envió una relación de la muerte de los tres mártires; estas relaciones llegaron a Santa Fe, el 25 de abril. El Señor Omazur, en Sevilla, supo la triste noticia sólo un año después, exactamente el 2 de octubre de 1685. Inmediatamente la comunicó a la familia Toebast. Tradujo sin tardar al español la carta escrita en latín por el P. Maesmans y dirigida al Padre Luis de Camargo,48 entonces superior de la Casa profesa de Amberes. Le adjuntó la siguiente esquela, dirigida a Abrahán-Paul Toebast, quien ejercía la función de Alférez del castillo de la misma ciudad. Mi Señor primo: La noche está ya muy avanzada, pero el correo saldrá pronto, y el muy profundo afecto que siempre he tenido a vuestro hermano, el valiente Padre Ignacio Toebast, me urge en haceros llegar cuanto antes la siguiente carta. Está escrita en Cartagena por el P. Maesmans, para ser remitida al Padre Rector de Amberes. Como no sé holandés, la traduje del latín al español. Relata la gloriosa muerte de vuestro hermano; por ello os felicito calurosamente. 46 Juan Gastel nació en Murau in Steiermark, el 3 de diciembre de 1650. Ingresó en la Orden el 10 de octubre de 1669. Atravesó el Atlántico en 1684. Fue misionero en el Marañón. Falleció en 1693 (Anton HUONDER. Deutsche Jesuiten... Op. cit., 317). 47 Heinrich Richter. Nació el 7 de septiembre de 1653 en Caslau (Bohemia). Ingresó en la Orden el 14 de octubre de 1668. En 1684 pasó a América y fue misionero en el Marañón. Fundó nueve reducciones. Murió asesinado por los indígenas, en noviembre de 1696 (Ludwig KOCH. Op. cit., II, 1546). 48 Ludovicus Camargo. Nació en Brujas el 6 de marzo de 1622. Ingresó a la Orden el 31 de enero de 1638. Ordenado como sacedote en Tournai, el 2 de abril de 1650. Fue Provincial, Superior de la Misión Holándica y también desempeñó otros cargos. Falleció en Bruselas, el 18 de marzo de 1690 (AUDENAERT. Op. cit., I, 185).
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• Libro III [VIII]
Consagrado a la conversión de los salvajes de Nueva Granada, sufrió el martirio, de manos de los Manos y de los Vélez, junto con otros dos Padres, un bohemio y un alemán. Lo arrastraron por las calles atado al cuello por una cuerda; luego le cortaron las manos y los pies y lo descuartizaron. ¡Qué Dios todopoderoso sea glorificado por la constancia de su servidor! Me apresuro en enviaros mis cordiales saludos. Puede adivinarse la impresión que causó la noticia de esta muerte heroica en esa familia tan profundamente cristiana. Fue sin duda, el estímulo que llevó a dos de sus sobrinos a la Compañía de Jesús. En efecto, los dos hijos de Juan Toebast y de Susana de Smedt, Luis y Francisco, al igual que su tío Ignacio, ingresaron a la Casa de probación de Malinas, el 25 de septiembre de 1687 y el 2 de octubre de 1690, respectivamente.49 Luis fue más tarde confesor de la Duquesa de Wolffenbuttel, a quien había convertido a la fe romana. Murió en Roermonde50 el 4 de noviembre de 1745. Allí también se había dormido en el Señor, su hermano Francisco el 28 de noviembre de 1731. En cuanto a Francisco, el hermano de Ignacio, murió en Gante el 4 de octubre de 1686, dos años después del valiente Flamenco que alcanzó la corona del martirio. A continuación la genealogía de la familia Toebast. •
49 Completamente diferente fue la impresión causada por el anuncio de la muerte del Padre Toebast en la familia van Hamme, de Gante. El hijo, Pedro Tomás, había obtenido el permiso en 1683 de ir a evangelizar a China. Su madre recurrió a todos los medios para disuadirlo. En Roma, a fines de 1685, cambiaron su destino por el de Méjico, el cual trocó más tarde por el de China. Allí murió, el 8 de diciembre de 1727. 50 Cfr. Studien op godsdienstig. Wetenschappelijk en letterkundig gebied. p. XXVIII aflevering, 4 (1887) 305353. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 310-328.
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[IX] [1687] Julián Vergara. Nació hacia 1632 en Alcira (Valencia). Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de mayo de 1655. Pertenecía a la Provincia de Aragón, en la que había estudiado Artes y dos años de Teología antes de embarcarse para América. Pasó al Nuevo Reino en la expedición de 1663, dirigida por el P. Alonso de Pantoja. Concluyó su currículum teológico en la Universidad Javeriana, y pensamos que de inmediato debió pasar a los Llanos. En julio o agosto de 1664 se embarcaba en el puerto de Casanare, como compañero del P. Francisco Ellauri, para proseguir en Guayana las acciones que había comenzado el P. Dionisio Mesland en 1653. Al fallecer el P. Ellauri en tierras guayanesas, el 12 de febrero de 1665, se vio obligado a regresar a Casanare. Otro periodo se abre el 16 de septiembre de 1668, al embarcarse Vergara junto con el P. Ignacio Cano en el puerto de Casanare para reiniciar el proyecto de Guayana. En esta misión permanecería catorce años. El 17 de junio de 1681, el P. Hernando Cavero, Provincial, formalizaba la renuncia de la misión de Guayana por falta de religiosos para atenderla y Vergara se reintegraba a las misiones casanareñas. En julio de 1682 se vinculaba a la misión del Orinoco y se encargaba de San Lorenzo de Tabaje. Su principal oficio fue el de Procurador de las Misiones, y su estancia se reparte entre el hato del Santo Cristo de Dubarro, Tabaje y Carichana. El 10 de octubre de 1684 abandonaba Vergara, su puesto orinoquense, ante la invasión caribe. Esta caminata duraría 105 días. Por el Catálogo de 1687, deducimos que su etapa misional tuvo que concluir antes de 1686, pues en 1687 era Vicerrector del Colegio Jesuítico de Cartagena, y antes había sido Ministro del Colegio
181.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
de Tunja. El último tramo de la biografía del P. Vergara (1687-1701) transcurre en la ciudad de Cartagena. Su rectorado se extiende desde 1687 hasta 1690. En esta ciudad caribeña falleció, en 1701.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 554-557.
182.
Copia de una carta en que se da noticia de la muerte de los Padres Ygnacio Fiol, Gaspar Bec, y Ignacio Thoebast*1*
Para que se dé entero crédito a la copia de esta carta, es bien, que se conozca su autor. Es el P. Julián Vergara de la Compañía de Jesús, Religioso de exemplar vida que desde que acabó sus estudios de Theologia, se entregó fervoroso al Apostólico exercicio de las Missiones de los Llanos, y de la Guayana. En esta á empleado sus talentos a costa de muchos trabajos, y aun con peligros de la vida, por espacio de catorce años, con gran zelo de la salvación de aquellos miserables Gentiles. No digo mas, porque aun vive el dia de oy, y vasta lo dicho para el crédito de la carta que es del tenor siguiente: Lunes dos de octubre de este año de 1684 se aparecieron doce indios caribes en el Hato, donde yo estaba, y habiéndoles yo varias preguntas acerca de la Guayana y del fin a que venían me respondieron, que la Guayana estaba en el estado, en que yo la avia dexado, y que venían a comprar Macos, quiripa y otros trastes de indios. Durmieron aquella noche en el Hato, y por la mañana se fueron al rio Dubarro donde tenían siete piraguas, juzgando yo, que no vendrían mas caribes, una hora después, que se fueron los otros, estando para dezir Missa, vi venir corriendo como gamos ciento, y setenta caribes armados de flechas, macanas, alfanges, pistolas, y escopetas con los gatillos levantados. * AGI. Santafé, 249.
183.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Viéndolos vejar de esta suerte, saqué una medalla de San Francisco de Borja, que traía al cuello, encomendeme a su patrocinio, y ofrecile la Missa, que avia de dezir en su santo dia, con intención de que alcançasse a los que estábamos en aquel hato, porque es cierto que venían a matarnos. Entraron de tropel a la casa, pidieron assiento, y yo les di cacao a los principales Yndios, que serían diez: dixeronme que les diese quiripa, si la tenia. Hizelo assi, y entonces vn yndio principal de ellos, en castellano, dixo: Mataremos, mataremos. Otros caribes les respondieron en su lengua no se que y luego volviendo las espaldas, se fueron azia el rio, vnos pateando, otros haziendo punterías con las escopetas, otros hiriendo visajes con ojos y manos, dando a entender el pesar, que llevaban de no avernos muerte, y robado el hato, aviendo venido mas de cien leguas con este intento. No dudo obró en este caso vn milagro nuestro Glorioso Padre San Francisco de Borja, a quien estoy y estaré agradecidíssimo todos los días de mi vida, y todos los años en el dia de su fiesta le diré la Missa en acción de gracias por este singular beneficio. Salieron los caribes el Martes del hato, y el jueves llegaron a Cataruben Doctrina del Padre Superior Ygnacio Fiol. Dividiéronse el viernes, quedáronse quarenta caribes en la Doctrina del Padre Superior, quarenta fueron a Duma Doctrina del Padre Ignacio Thoebast y quarenta se partieron a Cusia Doctrina del Padre Gaspar Bec. Vnos yndios quedaron en las Paraguas, y otros fueron a otros pueblos, en donde no avía Padres, luego que llegaron los Caribes a dichos Pueblos, dixeron como solo venían a matar a los Padres, y que assi ellos no temiessen. Todos los Padres fueron luego avisados por los yndios de sus Doctrinas de la fatal nueva, sí bien no la quisieron creer. El sábado, por la mañana, mataron cruelmente los sacrilegos caribes con sus macanas, alfanges, y escopetas a los tres santos e inocentes Padres; a quienes tengo vna santa embidia, y solo siento no averles acompañado en el genero de muerte, que tan dichosamente padecieron; espina, que me atraviesa el corazón mientras viviere. Después de muertos los arrastraron, robaron quanto tenian, quemaron las casas y cortaron los brazos, y piernas de los Padres Bec y Thoebast, y se los llevaron consigo. Lleváronse también cinco cálices con sus patenas, y ocho ornamentos enteros, cuyas albas, y casullas llevaban puestas por el rio del Orinoco abaxo. También mataron a dos españoles, y a vn indio, y se llevaron ocho piezas christianas. 184.
• Libro III [IX]
Luego que supe esta nueva, determine seguir los exemplos de los Santos Atanasio, y Blas, en cuyo dia escrivo esta; y assi el Domingo, aviendo escondido los trastes de casa en vn monte, salí después de aver dicho Missa con veynte y quatro personas, a esconderme en los montes, y el mismo dia, como a las tres de la tarde dieron en el Hato los caribes, robaron quanto avia en el, quemaron cinco casas, y cogieron vn muchacho mio, llamado Francisco, ponqué no pareze vibo, ni muerto, el qual pareze les dixo en donde estaban los trastes escondidos, por que los robaron. El Martes se fueron del Hato rio abaxo los caribes, y a los tres dias bolvieron desde los Adules tres piraguas, dos de caribes, y vna de salibas a buscarme en el Hato, para matarme. Yo empero inspirado sin duda de Dios, empecé el mismo martes mi caminata para los llanos, que me duro ciento y cinco dias, los sesenta por tierra, y los quarenta y cinco por agua en una mala curiara, que me hizieron vnos ajaguas. En tierra y en agua padezimos muchos trabajos, en tierra porque caminamos muchas leguas entre espinas, y anegadizos, cuya agua nos llegaba unas vezes a los pechos, y otras vezes a los cuellos. En el agua del rio Meta, porqué estuve varias vezes para ahogarme y vna vez zozobro la curiara y me escapo Dios de la muerte. Llovian continuos aguazeros sobre nosotros, sin tener sobre toldo con que cubrirnos; en noventa dias no comimos pan, sino vnas raizes amargas, y con este sustento me apretaban las calenturas, y dolor de la gota, con que me puse tan flaco, que tenía muy poca carne sobre los guessos, doy por todo infinitas gracias a Dios que guarde a V. R. etc. Pauto y Febrero 2 de 1685, JULIÁN DE VERGARA •
185.
[X] [1687] Juan Fernández Pedroche. Nació en Alcázar de San Juan (Castilla la Nueva) el 24 de junio de 1630. Ingresó en la Compañía de Jesús el 22 de mayo de 1648. Creemos que atravesó el Atlántico en la expedición del P. Hernando Cavero, en 1658, después de haber concluido en España sus estudios de Filosofía y Teología Moral. En 1659 laboraba en la residencia indígena de Fontibón, en la sabana bogotana. El 20 de febrero de 1661 residía en Tunja dedicado a su año de Tercera Probación y, una vez concluida esta, pasó como misionero a los Llanos. En primer lugar, se encargó de Nuestra Señora del Pilar, integrada por indios tunebos. El 30 de junio de 1667 residía en San Salvador del Puerto. Para el 30 de septiembre de 1668, Fernández Pedroche había sustituido a Monteverde en el superiorato de la Misión, y su gestión se extiende de 1668 a 1672. Un segundo superiorato se inicia antes del 22 de enero de 1678 y concluye en el segundo semestre de 1681. El tercero corre desde 1684 hasta pasado agosto de 1688. Y el cuarto, de 1704 a 1706. Con todo, el P. Fernández Pedroche debió permanecer siempre en Pauto, en donde le sorprendió la muerte el 14 de diciembre de 1713.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 184-187.
187.
Memorial del P. Juan Fernández Pedroche*1*
Señor El Padre Juan Fernández Pedroche de la Compañía de Jesús, Superior de las Misiones de los Llanos y Orinoco, habiendo llegado a esta corte por mandado de sus superiores y hallándose en las dependencias de dichas Misiones, con la noticia de la notificación al Padre Provincial de su Religión, Juan de Santiago12de una cédula real su fecha de marzo deste año de 87 sobre las disposiciones, y providencias, que se han de tener de las misiones de Orinoco, dice: Que para más claridad, y que en materias de tanta consideración, como la presente se tome la resolución conveniente, y se pongan los medios necesarios para la promoción de la conversión de los gentiles y ejecución de dicha cédula, y otras que para este fin están expedidas, y a su tiempo se representarán, y cumpliendo con mi oficio, y descargando mi conciencia en esta materia gravísima de la salvación destos hombres miserables, que comenzó la Compañía las misiones de Orinoco por el año de 69. * ARSI. N. R. et Q. 15-I, fols., 142-144. Texto original en castellano. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 228-273. 1 Juan de Santiago. Nació en Cartagena de Indias, hacia 1610. Ingresó en la Compañía de Jesús el 15 de agosto de 1626, probablemente en Quito. Profesor en la Universidad de San Gregorio de Quito. Rector del Colegio de Panamá y de la Universidad Javeriana. Provincial (1684-1688). Falleció en Santafé el 1º de julio de 1688 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 477-479).
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Siendo para este fin enviados de sus superiores los Padres Antonio Monteverde y P. Antonio Castán a las Naciones Sáliva y Achagua situadas a las orillas del caudaloso río de Meta. Una jornada a sus bocas en el Río de Orinoco, y habiendo bautizado a muchos indios ambos al año, ocasionada su muerte de la braveza de las tierras nuevas, y suma necesidad de mantenimientos, pues se vían obligados a buscar un venado caminando a pie seis y siete leguas para su sustento, y dichas naciones temiendo algún castigo de los blancos, juzgando, que las muertes de los Padres Misioneros se las atribuirían a maleficio suyo, como es costumbre entre ellos, se retiraron a la otra banda del gran río Orinoco, que sabido por los Padres Misioneros de la Provincia de Casanare bajó el Padre Alonso Neyra a dichas Naciones, sacándolas de entre sus peñas, y malezas; las pobló en compañía de los Padres Martin de Bolea,2 y Bernabé González, y prosiguiendo en su ministerio enfermaron por las causas arriba referidas, de que murieron los Padres de Meta; quedando ahogado el Padre Martin de Bolea en el Río de Casanare, donde subió a curarse, y habiendo catequizado, y bautizado a muchos, enfermaron gravemente por cuya causa bajo el Padre Pedro de Ortega3 por orden de su superior al socorro de aquellos cristianos nuevamente convertidos, hallándolos en grande aflicción, por una grave enfermedad, que les sobrevino; derrotándose por varias partes los recogió, y pobló a instancias de sus Caciques en el Río de Tabaje, puerto de Orinoco, y estando en esta función y en consideración de que se hallaba solo, y el gentio mucho en diversos pueblos, se vio obligado a subir a la Provincia de Casanare a tratar con su Superior de la conducción de nuevos Operarios, para dicha nueva misión de Orinoco, donde halló el socorro
1
1
2 Martín Bolea. Nació en Egea de los Caballeros (Zaragoza) en 1640. Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de noviembre de 1659. Atravesó el Atlántico el 17 de febrero de 1663, bajo la dirección del P. Alonso de Pantoja. Poco después de 1671 fue destinado a las misiones de Casanare, y colaboró en el intento de ingresar al Orinoco alrededor del año 1675, pero, al retirarse a los Llanos, con el P. Bernabé González, murió ahogado en el río Casanare (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 91). 3 Pedro Ortega. Nació en Torroja (Alta Andalucía) hacia 1637. Ingresó en la Compañía de Jesús el 7 de abril de 1654. Debió pasar a la Provincia del Nuevo Reino en la expedición del P. Cavero, en 1658. Llegó a Casanare entre 1664 y 1665. Fue Superior de las Misiones y activo evangelizador. Dos poblaciones indígenas absorbieron su quehacer misional: Tame y San Javier de Macaguane, población en la que falleció, el 7 de mayo de 1704 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 389-391).
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• Libro III [X]
nuevamente enviado por el Padre Provincial Juan Martínez Rubio, de cuatro operarios. Padre Ignacio Fiol, Padre Gaspar Bech. Padre Christoval Riedel, y Padre Agustín de Campos,4 los cuales bajaron sin dilación a los pueblos de los Adoles, Peruba, Catarubén, y Cusia, y el año siguiente bajó el Padre Julián de Vergara al Pueblo de San Lorenzo de Tabaje, y el Padre Ygnacio Thoebast al Pueblo de Duma, y estando en el ejercicio de catequizar, y bautizar, como lo hicieron con muchos, subieron cuatro piraguas de indios caribes con más de cien gandules de ciento y cincuenta leguas de distancia, movidos por el Príncipe de las tinieblas, que veía ya la batería, que se le hacía por los operarios evangélicos, y temiendo ser desposeídos de el dilatado imperio de tanto gentilismo, con título de paz, mataron a golpes de macana, a los doctrineros de Catarubén, Cusia y Duma: Padre Ignacio Fiol, Padre Gaspar Bech, y Padre Ignacio Theobast, habiéndose primero ahogado el Padre Cristóbal Riedel en el Río de Suena y librádose el Padre Julián de Vergara con algunos cristianos antiguos, que le acompañaban de las misiones de Casanare, cortando los brazos, al Padre Gaspar Beck, y al Padre Ignacio Thoebast, para comérselos; arrastrado el Padre Ignacio Fiol, habiéndole primero desnudado, y dejado entero su cuerpo, por no hallar en él materia a su voraz crueldad, por ser hombre de edad, y penitente, quemaron las casas, despojándolas de sus pobres alhajas, quemando los libros a vista de los demás gentiles, profanando sacrílegamente las vestiduras sacerdotales, y vasos sagrados. Esto pasó por octubre de 84 sin saber en las misiones de Casanare semejante suceso por distar 130 leguas de camino, y a tiempo que el Capitán Tiburcio de Medina nombrado por el Señor Don Francisco del Castillo de la Concha, Presidente, Gobernador, y Capitán General deste Nuevo Reyno, y antecesor de vuestra señoría, alistaba en Casanare 16 hombres para la 4 Agustín de Campos. Nació en Olot (Gerona) en 1642. Ingresó en la Compañía de Jesús el 17 de septiembre de 1673, después de haber estudiado la Filosofía y dos años de Teología. Atravesó el Atlántico, siendo ya sacerdote, en la expedición que acompañó al P. José Madrid, en 1677. De 1678 a 1681 laboró como ayudante del P. Pedro de Mercado en el noviciado de Las Nieves. El 21 de diciembre de 1681 llegaba al Orinoco y se encargó de la misión de Santa María de Adoles. En 1682 suponemos que se retiró de las misiones orinoquenses a las llaneras debido a fuertes quebrantos de salud. Los veinte restantes años de su vida transcurrieron en las reducciones casanareñas. Fue buen conocedor de la lengua de los indígenas de Pauto. La muerte le sorprendió en Pauto, el 13 de diciembre de 1702.
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
fundación del Presidio de Carichana, en amparo, y defensa de la Misión, y con efecto bajó ya tarde por haber pasado de vuelta el enemigo caribe con la presa. Llevó por Capellán al Padre Carlos Francisco Panigati,5 y habiendo enfermado del pesar de la pérdida de las Misiones y otros accidentes de destemples, y necessidades, enviaron los Superiores al Padre Pedro de Ortega para su asistencia, y que como experimentado registrase, y atendiese el estado de la Misión, y habiendo enterrado al Padre Carlos Francisco Panigati, prosiguió en el socorro espiritual y temporal del Presidio e inteligencia de las misiones, y siendo llamado de su superior para la comunicación de los medios en orden al reparo de las Doctrinas, y por más precisa, y estrecha obligación, en que se hallaba cerca de la Doctrina de San Francisco Xavier de los Airicos y Giraras, nuevamente reducidos, subió a Casanare, y dice lo siguiente. Que los Pueblos de Catarubén, Cussa [sic] y Duma, totalmente se acabaron, y que quemadas las casas se retiró la gente a la otra banda del Rio Bichada un dia de distancia: que la gente del Pueblo de Peruba, parte se derrotó, y parte se juntó con los del Pueblo de San Lorenzo de Tabaje; que el Pueblo de los Ubasanas se despobló (éste pertenecía al Doctrinero de Peruba), que los Adoles perseveran, que los Sálivas de San Lorenzo se libraron, y están en su pueblo por estar emparentados por afinidad con los caribes, y que todas las naciones están a la mira de la parte más poderosa para arrimarse della, que el cacique de Cataburén llamado Chaquetui de grande autoridad en aquella Provincia promete juntar la gente derrotada, y poblar mucha más del gentilismo si los aseguran de los caribes, que el cacique Cantara de la numerosa y belicosa nación de los Otomacos está del bando de los españoles; esta nación impedía el paso de Orinoco para Guayana, y es capital enemiga del caribe. Éste, Señor, es el principio, progreso y estado presente de las Misiones de Orinoco, que se hallan hoy sin Sacerdotes, ni Religión, y expuestos a nuevas invasiones de los Caribes, y en necesidad extrema de su salvación, estado, que pide pronto, y eficaz remedio, y que de dilatarlo, se pueden seguir
5 Carlos Francisco Panigati nació en Capri (Italia) en 1650. Ingresó en la Compañía de Jesús el 20 de diciembre de 1667. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1681. Fue enviado en 1684 como capellán de la escolta que quedó en Carichana en espera de la reapertura de la misión. Falleció en Carichana, el 6 de junio de 1685 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 402).
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• Libro III [X]
muy malas consecuencias, como es resfriarse los indios en la afición a los Padres y Españoles, aliarse con los Caribes, facilitar el paso al enemigo de Europa, dándole mantenimientos, guiándolos en los caminos, asistirlos en los portajes de víveres &. cortarse las esperanzas a una misión tan gloriosa y dilatada, que es el puesto en que asistían los Misioneros, considerando en orden a las cuatro partes desta América está cubierta de gentiles; mirando al este se dilata hasta la bocas del Orinoco en la mar, por espacio de más de 150 leguas: Si al norte es casi otra tanta distancia a las Provincias de Barinas, y Tocuyo: Si al Occidente lo más cercano son 100 leguas a las Misiones de los Llanos de Casanare, y Provincia de Santiago de las Atalayas: Si al mediodía se dilata hasta el afamado y caudaloso Río del Marañon, que de sus bocas a las de Orinoco se cuentan 30 leguas, y por tierra firme inclinándose al occidente se estiende hasta las cabeceras del Perú. Tierra incognita, como se nombra en los mapas, todo lo cual con los trabajos de ocho misioneros, que en sus operaciones se ejercitaron por tiempo de 18 años hasta morir en la demanda como queda referido; se perderá con la nueva cristiandad, pues se halla sin las instrucciones necesarias, y administración de sacramentos, cuya obligación gravísima pide la cooperación de vuestra Señoría y real Audiencia, en quien se descarga suficientemente la real conciencia juntamente con la Compañía de Jesús, que se encomendó de dichas almas, y selló con el carácter de Cristo en el bautisrno: punto, y condición de que depende el derecho real en esta América: como testifican las diversas bulas pontificias; cédulas reales, y leyes municipales de las Indias; y por el gran deseo, que los Padres Misioneros tienen de cumplir con tan estrecha obligación representa a vuestra Señoría que de su parte no faltará, y juntamente los medios, que la experiencia está señalando. Que el Presidio de Carichana se refuerce de gente, y con vista del Capitán y Misioneros se mude en parte que impida las subidas por los ríos de Orinoco y Meta, a este Reyno de donde se seguirán las utilidades siguientes: que ayude al Presidio de Guayana, y sirva de centinela para avisar al gobernador de Casanare, y éste a vuestra Señoría haciéndose impenetrable el paso al enemigo Europeo: pues tendrá que vencer al presidio de Guayana, Carichana, los Llanos poblados de Españoles, y la Sierra grande de este Reyno, y de faltar este Presidio, y centinela, vencida Guayana, se podrá venir sin ser 193.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
sentido por los Ríos de Meta, y Upia a San Martín, que dista [sic] días de esta ciudad, o por Casanare a los Llanos, o por Cusiana a Santiago. Que las Misiones estén aseguradas del Caribe, que es nación numerosa y únicamente se opone al Español, y tiene el dominio en las naciones de las misiones; y en mala opinión el nombre Español, y solo éste es el impedimento, para que no prosigan las Misiones, pues el ir en el estado presente no servirá sino de entregarse a la muerte inútilmente, y así se ha obrado en la gran misión de Cinaloa, en la Nueva España donde se ocupan 100 sacerdotes. En la Florida con los Religiosos de San Francisco con la ayuda de Presidio, y así lo muestra la razón, autoridad, y experiencia en estas Indias para remover los impedimentos de la Fe, y poner en estado de oír el Evangelio a esta gente bárbara se dará cumplimiento a la real cédula sobre el resguardo de las vidas de los misioneros, pues este Presidio está obligado por el sueldo, que recibe a su escolta, y los Gobernadores pendientes desta real Audiencia, no lo harán, ni otro ministro alguno, como son corregidores, alcaldes, por no recibir salarios para semejantes funciones, y éste es el estilo que experimentamos. El segundo medio, puede ser poblar algunos españoles cerca de los Padres Misioneros, los cuales podrán salir de esta ciudad, aliviándola de esa carga, y mejorándose ellos en buenas tierras acomodadas para ganados, sementeras y otros modos de vivir gente de servicio mucha, a poca costa. También podrán salir de los Llanos de Santiago, y Casanare, por estar más cerca, y hechos a la habitación de tierras calientes. Esto se facilitará si vuestra Señoría lo hace publicar por edicto juntamente haciéndolos notorio los indultos, franquicias, y regalías de que gozan los primeros pobladores, ayudándoles con algún principio, como en semejante ocasión lo hizo y mandó publicar el Señor Diego de Egues Presidente Gobernador, y Capitán general, que fue deste Reyno, para la reedificación de la ciudad de Santo Thomé de la Guayana, titulándoles tierras, oficios y otras preeminencias, de que se seguirá el entable de política cristiana que se desea en aquellas Provincias, y se ocurrirá a otros inconvenientes muy considerables, como son el impedir el paso a los sectarios que amenasan, y de hecho han poblado los holandeses en las bocas de Orinoco, como son Bouruma, Esquivo y Verbiz, y corriendo la costa cerca de las bocas del Marañon, los Franceses en Surinám de Secta hugonotes.
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• Libro III [X]
Asentada esta población se conseguirá que los indios con el trato de los españoles, dejado su barbarismo y recebida la fe católica, se aficionen a la nación española, y así reducidos, y amistados ayudarán eficazmente a la defensa destas Provincias, y río, que es la parte peligrosa, que siempre se ha temido del enemigo europeo, y tierras del Dorado tan envidiadas de las Naciones, que Gualtero Caballero Inglés, quien registró parte desta región por dicho rio de Orinoco, dice en la America illustrada, que es tan grande el tesoro destas tierras, que si el Rey de España las llega a poseer una vez será tan formidable su potencia, que los Príncipes de Europa no lo podrán resistir, y que todo el restante de las riquezas de las Indias no iguala a las que encierra en sí la Provincia del Dorado. También se conseguirá (y es punto muy considerable) que en tiempos apretados pueda este Reyno, y Real Audiencia remitir los Pliegos al Consejo muy en breve, y por buena navegación, pues de las bocas de Orinoco a Cádiz se navega en treinta días, y en veinte, y cuatro llegó en un barco el Gobernador Pedro de Vielma. Y porque lo referido acerca de los medios podría dificultarse de alguno, se advierta que es más fácil de lo que parece, por gozar de las embarcaciones y puertos, que abundan de los géneros conducientes a dicha población, y presidio como son el puerto de Casanare, Provincias de los Llanos, y Santiago de las Atalayas de donde salen los géneros del Reyno, y otros de los Llanos, como son lienzos, mantas, tabaco, quiripa, por embarcación de ocho a diez de navegacion segura, y por tierra firme se pueden llevar ganados, como son vacas, yeguas, mulas, otras especies. Los puertos de Guayana, Isla de 1a Trinidad, de donde se conduce ropa de Castilla, hierro, vino, aguardiente, especería, y otros géneros; armas para el presidio a precio acomodado, como son artillería, pedreros, escopetas, pólvora, municiones, y otros pertrechos de guerra. Lo último, y que tiene el primer lugar en el Católico y piadoso celo de vuestra Señoría es darse un principio sólido y estable a la conversión deste nuevo mundo de infieles indios, que miserablemente perecen, poblando los infiernos en oprobio del nombre santo de Dios, y menosprecio de Jesucristo nuestro Redentor, que sin aceptación de personas ofreció el precio de su Sangre por la Redencion de todos. Obra tan del agrado de Dios Nuestro Señor, que no dudo se dará por obligado a la perpetuidad 195.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
de la Monarquía de Nuestro Rey, y Señor D. Carlos Segundo, y a la protección muy especial de la persona de vuestra Señoría. Si la mía fuere de alguna útil en algo de lo referido, estoy rendido, y pronto a su obediencia. Santa Fe, Noviembre 24 de 1687. JUAN FERNANDEZ PEDROCHE •
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[XI] [1691] Juan Martínez Rubio. Nació en La Roda (Albacete) hacia 1627. Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de marzo de 1647. Debió atravesar el Atlántico en la expedición del P. Cavero, en 1658. De inmediato pasó a Quito, en donde permaneció ocho años. En 1659 se desempeñaba como Ministro del Colegio Máximo. En 1661 residía en el noviciado de la ciudad quiteña y realizaba su año de Tercera Probación. Profesor de Filosofía en la Universidad Gregoriana de 1661 a 1664. Rector del Colegio-Seminario de San Luis de 1665 a 1667. Del 28 de agosto de 1667 hasta julio de 1672 dirigió los destinos del Colegio de Popayán. De la ciudad payanesa subió a Tunja con el cargo de Rector y Maestro de Novicios (1672-1677). De inmediato pasó al rectorado de la Universidad Javeriana (1677-1681), en donde recibió, el 10 de agosto de 1681, la patente de Provincial del Nuevo Reyno. Su primer provincialato se extiende de 1681 a 1684. Una de sus primeras actuaciones consistió en iniciar la misión del Orinoco, y más tarde se ocupó de solucionar graves problemas internos de la Orden. Al concluir, en agosto de 1684, su gestión, fue nombrado como Rector de la Universidad Gregoriana de Quito (1684-1689). Pero el 3 de enero de 1689 volvía a desandar el camino a Bogotá, ya que el Visitador, P. Altamirano, lo designó para el Rectorado de Santafé (1689-1695). En 1695 fue elegido por la Congregación Provincial como Procurador a Madrid y Roma. Más antes de embarcarse, se promulga la división de la Provincia del Nuevo Reino y Quito en dos entidades autónomas: Quito y Santafé, y es nombrado como Provincial de la parte del Nuevo Reyno (1695-1699). En 1699 reasume por tercera vez el rectorado de la Universidad Javeriana
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(1699-1703). Finalizada su acción santafereña, pasa a ser Rector del Colegio de Tunja (1703-1709). Allí dirigió espiritualmente a Sor Josefa de la Concepción Castillo. Falleció en la capital boyacense el 3 de septiembre de 1709.1
1 Véase José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 315-319. José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 329-347.
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Petición del P. Juan Martínez Rubio para que se envíen religiosos de España
Petición.— Señor Presidente Gobernador y Capitán General. El Padre Juan Martínez Rubio de la Compañía de Jesús, Rector y Vice Prouincial en el Colegio de esta corte. Dize que su Majestad (que Dios guarde) tiene mandado por ley de la nueva recopilación de estas partes que cuando los Prelados de las religiones reconocieran ser necesario el que se envíen religiosos de las Provincias de España a estas de las Indias acudan a los Señores Virreyes y Gobernadores a pedirles sus relaciones y pareceres y que estos juntamente con los suyos le envíen [las de] dichos Prelados para que tomen resolución y probea lo que más convenga al servicio de Dios nuestro señor y bien de las almas de los naturales y habitantes de estas provincias en cuya conformidad y para dar el debido cumplimiento por lo que le toca recurre el suplicante a vuestra Señoría sobre la necesidad que juzga haber en esta su Provincia y para ello representa. Lo primero que aunque es así que en esta armada vinieron diez y ocho religiosos de dicha su religion de los cuales los nueve fueron sacerdotes y habiendo muerto vno de estos luego que llegó a la ciudad de Cartagena según que es notorio se redujo el numero a diez y siete que son ocho Padres sacerdotes y nueve hermanos y de estos se repartieron a la parte de la Provincia de Quito igualmente necesitada que está [de] cuatro sacerdotes y cinco hermanos quedando asignados para ésta los ocho restantes con que siendo tantos los Ministerios de dicha su religión 199.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
en beneficio de las almas y tan corto el número de los operarios es cierto no ha verse suplido ni socorrídose suficientemente a la mucha necesidad que hay de dichos operarios evangélicos. Lo segundo que como consta de autos que se han traído varias veces a Juntas Generales su majestad (que Dios guarde) con ocasión de la muerte que los bárbaros caribes dieron violentamente a tres Padres Micioneros de dicha su religion en las Provincias del Río Orinoco, se sirvió de mandar se despachase real cédula por la cual encarga que los religiosos de su religión continúen las dichas Misiones y que para el resguardo de dichos Padres Misioneros se les dé la escolta de Gente competente para cuyo efecto y el de dar principio al piadoso y católico celo de su Majestad tiene, por lo que pertenece al suplicante asignados cuatro Padres Misioneros sin poder aumentar más el número por falta de sujetos siendo así que según la innumerable gentilidad que parece hallarse dispuesta a recibir nuestra santa fe católica en aquellas dilatadas provincias, veinte sacerdotes que fueran eran todos necesarios para dar este principio. Lo tercero que el número de sacerdotes que al presente tienen los colegios de su Provincia es tan corto que aun para los ministerios que se ejercitan en ellos no alcanza pues hallará vuestra Señoria, que al presente el colegio de Cartagena no tiene sino cinco Padres: uno que es el rector, otro que sirve de Procurador, otro Maestro de Gramática y dos operarios y otro que por su mucha edad está totalmente impedido siendo aquella ciudad tan numerosa de españoles, de pobres esclavos y de negros que de ordinario entran en aquel puerto infieles y por esta causa necesitados de instruirlos catequizarlos y bautizarlos se reconocera no poder acudir dos Padres solos por más que se apliquen a la necesidad espiritual de tantas almas. En el colegio de la Villa de Mompox no hay sino tres padres. Vno que es rector, otro que es maestro de Gramática y otro operario. En el Colegio de la villa de Honda no hay sino otros tres padres, el rector, otro que haze oficio de cura y el otro que ayuda en sus ministerios. En el colegio de Tunja que es el Noviciado no hay sino seis padres, el rector, el ministro, otro que lee Gramática: En el Colegio de la Ciudad de Mérida, hay cinco Padres: el rector y los otros quatro que por su edad y achaques se hallan casi del todo impedidos; como es notorio en la Misión de los Llanos hay siete Padres repartidos en cuatro
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• Libro III [XI]
Pueblos y vno de ellos que haze oficio de superior y es cierto que por lo menos debía haber ocho Padres por estar encargado de su Majestad (que Dios Guarde) que los religiosos que doctrinaren los indios, cuanto fuese posible, vivan de tres o de cuatro en cuatro juntos como consta de ley expresa de esta nueva Recopilación, disposición santa e importantísima así para el resguardo como para la decencia del señor nuestro que acostumbraba a enviar dos en dos: Missit binos ante faciem suam. En esta ciudad de Santa Fe hay tres colegios: el de la Parroquia de las Nieves en que asiste uno que es rector y otro Padre para las confesiones y ministerios; en el colegio real de San Bartolomé donde suele haber el número de ochenta colegiales no hay más que dos Padres Sacerdotes que hacen los oficios del colegio Máximo en que al presente ay dies y nueue padres con los que vinieron de España el suplicante que haze oficio de rector y Vice Prouincial otro que haze ofiçio de Ministro otro Padre que es Procurador General de Prouinçia otro Procurador de dicho Collegio, tres maestros de theologia, uno de Artes, dos de Gramatica otro que Intra Claustra Lee humanidad a algunos hermanos, dos que por su hedad y achaques se hallan del todo impedidos y otros dos que todavia no an acabado sus estudios quedando solos quatro sacerdotes para operarios con que siendo tan numerosa esta ciudad y que de dia y de noche suelen ser continuas las confeziones assi dentro como fuera de cassa y que a esto se llega la continua tarea de sermones platicas y ministerios de las quaresmas y siendo este el collegio maximo se reconosera facilmente la mucha falta y necesidad que tiene toda la Prouincia de Micioneros y obreros euangelicos. Lo quarto que vno de los empleos propios de dicha su religion y de sus ministerios apostolicos es no contentandose con fructificar solo en las ciudades donde se halla fundada salir tanbien a Miciones a los Partidos retirados con el fruto que se dexa considerar de gente montaras inculta y nada acostumbrada a oyr la palabra de Dios y siendo tanta la penuria de Padres como se ha referido no es posible acudir a Ministerio tan importante y tan del seruicio de ambas magestades cesando el mucho fruto que se esperara de dichas Miciones y que se experimento este año próximo passado con la que hizieron dos Padres que corrieron la prouincia de Velez y Muzo y que al presente experimenta toda la Prouincia de Antiochia con la que esta haziendo
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
en ella vn Padre solo que se les pudo embiar desde el collegio de Popayan careziendo de este fruto y Pasto espiritual los demas partidos de este reyno. En attencion a todo lo qual y a que por lo que lleva representado y por lo que se le representa a su Magestad por parte de los collegios de Quito la necesidad que tiene toda esta prouincia de obreros evangelicos es grande y a que en las dilatadas prouincias del dicho rio Orinoco y de los llanos son ynumerables las almas que perezen assi de los Infantes como de los adultos por falta de quien les administre la agua del Sancto Baptizmo e instruia en nuestra sancta fee catholica y a que Su Magestad (que Dios guarde) por muchas leyes de esta recopilacion y por la real cedula referida ninguna cossa mas desea en sus Indias que la converzion de sus naturales y propagacion de nuestra sancta Fee catholica ya que para este efecto y socorro espiritual de las necesidades referidas son menester por lo menos hasta quarenta sugetos de las Prouincias de España se a de servir vuestra señoria y lo suplica dicho Padre rector y vice prouincial In Visceribus Domini nostri Jesu Christi de dar la providencia mas conveniente para que con su parezer y relazion su Magestad sea enteramente informado sobre esta matheria y provea lo que mas convenga al servicio de Dios y bien de las almas. A Vuestra Señoria pide y suplica dicho Padre rector y Vice Provincial se sirva hazer segun y como tiene pedido que en ello recevira merced con justicia que pide etc. JUAN MARTÍNEZ RUBIO Decreto.— Vista esta peticion saquese testimonio de ella para informar a su Magestad en conformidad de lo dispuesto por sus Leyes Reales. Proveiolo el Señor Maestro de Campo Don Gil de Cabrera y Davalos Cavallero del orden de Calatrava Presidente Governador y capittan General de este Reino en Santa Fee a cinco de Febrero de mill y seiscientos y noventa y vn años. Reynalte Concuerda este traslado con los originales de donde se saco con el qual se corrigio y concerto y esta cierto y verdadero a que me remitto y para que conste en virtud de lo proveydo doy el presente en la ciudad de Santa Fee de Bogota del Nuevo Reyno de Granada de las Indias, a seis de Febrero de mill y seiscientos y noventa y vn años testigos a lo ver corregir y consertar
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• Libro III [XI]
Bartholome Sanchez de Somoza. Don Nicolas de Tobar y San Martin y Don Francisco de Chinchilla Cañizares. Corregido sin derechos de ofizio [rúbrica]. DON FRANCISCO ANTONIO REYNALTE ESCRIVANO DE SU MAGESTAD, THENIENTE DE CÁMARA Y MAYOR DE GOUERNACION •
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[XII] 1 [1693]
*
Para la biografía de Juan Martínez Rubio, véase [XI].
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Relación del estado presente de las Misiones que llaman de los Llanos y el Orinoco, con ocasión de que el Padre Vicente Loverzo fue muerto allí a manos de los infieles*1*
[1]
Es gloria de la fe católica y ornamento suyo celebrar a los mártires que con su propio esfuerzo y sangre la defienden de los enemigos: y es glorioso y honorífico de nuestra Compañía, educar, por la incolumidad de la misma fe, hijos que derramen generosamente su vida y su sangre en expediciones sagradas. Pues bien, entre todas es muy célebre aquella sagrada misión que llaman del Orinoco, apellidada así por el río Orinoco que la riega, bañada también ahora por la sangre de cuatro hijos de la Compañía: de los cuales el último es el Padre Vicente Loverzo,12siciliano de nacimiento, muerto allí poco ha a
* Giuseppe ROSSO. “II contributo di un missionario gesuita italiano alla conoscenza della geografia e dell’etnologia del Sudamerica”. En Annali Lateranensi, 4 (1940), 117-158. José DEL REY FAJARDO. Documentos jesuíticos... Op. cit., I, 145-168. Texto original en latín. 1 Vicente Loverzo nació en Palermo hacia 1653. Estudió Humanidades y Jurisprudencia en su ciudad natal. Ingresó en la Compañía de Jesús, en el propio lar patrio, el 11 de enero de 1679. El 29 de noviembre de 1691 se embarcaba en el río Casanare para reiniciar las misiones orinoquenses. El 12 de febrero de 1693 fue asesinado
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
manos de los bárbaros, que sucumbió gloriosamente el 12 de febrero de 1693: lo cual va a ser materia y compendio de esta relación. Mas aprovechando esta ocasión y en gracia a la claridad; se tratará del estado de la misión de los Llanos; segundo, de la preclara muerte del P. Vicente Loverzo; y además se hablará del progreso constante de la misma aun después de la muerte del Padre; tercero, de los sólidos fundamentos de la misión del Orinoco.
De la Misión de los Llanos y de la entrada al río Orinoco [2]
La misión de los Llanos se extiende por las faldas de unos montes ariscos, desde donde se expande innúmeras leguas a la redonda una inmensa llanura poblada de aldehuelas diseminadas y cacerías de indios, que dan el nombre a lo que vulgarmente se llaman los Llanos. Y desde allí, tan vasta extensión de campos, dicen que Santa Fe, capital del reino, dista ciento treinta leguas; allí la Compañía tiene, en tan extensa provincia, el Colegio principal o máximo. Detrás de los Llanos deja no pocos cristianos, sin embargo, al frente y a la derecha e izquierda limita con innumerables hombres que no están marcados con la fe de Cristo. Además, tan grande superficie de tierras y pueblos se abre de esta entrada, que discrepan totalmente de lo común no sólo por el lenguaje sino por la diversidad de costumbres, que aunque todos los misioneros españoles que vinieran a esta viña del Señor podrían escoger para cultivar una parte no desproporcionada al celo de cada uno, si tanta amplitud dejara o pudiera abarcarse con un solo esfuerzo; y si entre tanto la Divina Providencia no quisiera apartar a los hombres del camino por el que los suele dirigir. [3] Ahora bien, lo que se refiere a la dimensión de las tierras, tal es ciertamente que si se trazara una línea en círculo, que tuviera como centro las reducciones de los Llanos y se extendiera de suerte que tocara los límites de Barinas y Venezuela, por donde se halla el mar y el río Orinoco, y allí mismo por donde el Amazonas converge al Norte, seguramente se extendería desde el lado opuesto al interior del continente y correría hasta las reducciones recientemente fundadas del Brasil y el Paraguay: desde allí a las tierras que por los caribes en el pueblo de los Adoles (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 297-298).
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• Libro III [XII]
pertenecen a esa provincia que apellidan Maynas si luego se redujera la línea circular a los mismos confines de los Llanos de donde salió, y se cerrara la circunferencia, toda esa extensión de regiones y llanuras contaría seguramente mil trescientas leguas españolas: y esa tierra (ay dolor) no está aún marcada por los pasos de ningún misionero y no está sometido en forma alguna al dominio de su Majestad Católica. [4] Por otra parte, tan gran multitud de bárbaros vive en estos lugares que llegan a contarse allí cien y quinientos pueblos, y otros tantos dialectos y lenguas, y con todo ninguna religión se conoce para esta grey de pueblos, si no es la idolatría o aquella de que el Apóstol, habla de aquellos, cuyo Dios es el vientre; porque la embriaguez es su vicio y el desenfreno en todos pecados. Unos se alimentan de carne humana, pero otros se contentan con ofrecerla a sus dioses o ídolos como sacrificio. Otros andan completamente desnudos: otros, por cierto rubor cubren alguna parte de su cuerpo; estos con hojas de árboles; aquellos con pieles de fieras, los demás, hallando cierta decencia, se visten de cáñamo o algodón. Muchos, aburridos con las casas de sus padres, caminan errantes como rebaños de ciervos, y a la manera de las bestias salvajes huyen siempre de vivir bajo techo, y donde los coge la noche se recogen de cualquier modo: y no tienen otra comida de ordinario que la que les ofrece la cacería. Los hay que habitan las riberas de los ríos y las lagunas siempre trashumantes; nadie tiene mansión fija, sino una especie de barquichuelas; que sin embargo abandonan al poco tiempo, y las cambian cuando una gran subienda de peces hay en otro lugar. [5] Casi todos estos pueblos promueven guerras entre sí, las fomentan o las provocan con armas ofensivas; y a veces no hay otra causa en las guerras sino porque difieren en las lenguas o en las maneras distintas de pronunciarlas. Aborrecen el comercio, no se rigen por leyes algunas, y nunca aprendieron nada de educación, ni se manejan por ninguna política civil o magistratura o disciplina de costumbres; y son perfectamente ineptos para los trabajos mecánicos. Ignoran las insignias de la autoridad, el orden de la organización, el método de la justicia; así, pues, son estúpidos por naturaleza y solo muestran la apariencia de hombres, por lo que es lícito en fin de cuentas conjeturar que están dotados de razón.
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
[6] Por lo cual la Compañía no solo los educa en las costumbres cristianas sino les enseña los asuntos civiles, económicos, políticos y también racionales. Nuestra misión, frente a tan inculta selva de los Llanos, ejercita su trabajo y celo; que por fin, tras muchos incómodos y sufrimientos y dificultades y con el vigilante cuidado de seis u ocho sacerdotes, los ha reducido a cierto número de pueblos y domicilio: y cada día se extiende más amplio el campo de frutos para Cristo, ganándoles más infieles y más tierras. [7] Y el cielo por los Nuestros para ganar almas tanto se ha encendido que no han dudado en penetrar al interior; si bien ha sido muy pequeño el fruto ganado con sus sudores: bien creamos haya sucedido por obra del demonio, o por pereza de los habitantes, o por lo que es más verdadero, porque aún no lo ha permitido la Voluntad de Dios. Harto famosa es la exploración llevada a cabo en 1682; cuando algunos de los Nuestros, llevados por el celo y por la obediencia, visitaron aquellas amplísimas riberas, de modo que iluminaron con la luz del evangelio muchísimos pueblos que habitan las orillas. Hasta que los Sálivas, de índole e inteligencia menos ruda que los demás, abrazaron la fe católica, lo cual dio pie para que nuestros padres colocaran allí una estación y reducidos a ciertas aldeas les infundieron educación cristiana y civil y cosas por el estilo hasta hacerlos dóciles a la institución de un buen régimen. Pero como suele acontecer que los juicios divinos son tan ocultos y velados a los ojos humanos, permitieron que allí encontraran la muerte acerba 3 de nuestros padres: a los cuales la crueldad de los caribes arrebató por odio a la fe, o ciertamente por el desenfreno de su maldad. Por lo cual con más prudente consejo prefirió la Compañía, desde entonces, desistir de lo comenzado y diferir el incremento de aquella misión para tiempos más oportunos: contenta solo con haber regado la tierra con la sangre de tres ilustres varones y haber ofrecido las primicias de sus trabajos al Rey de los Mártires. Los nombres de estos padres, que deben ciertamente de grabarse en el bronce de la eternidad, son: PP. Ignacio Fiol, Ignacio Theobast, Gaspar Beck. [8] Pero, puesto que el suceso de los Padres martirizados tiene relación con un conocimiento más claro del suceso del P. Vicente, relataré brevemente, aquella desgracia; por eso mismo empezaré un poco más arriba de lo que parece exigir el asunto. Consta pues, que tantas regiones y extensión territorial limítrofes del Orinoco, pobladas de multitud de infieles, que si bien 210.
• Libro III [XII]
descubiertos por los españoles, están sin embargo abandonadas, son por esa razón visitadas con frecuencia por extranjeros y piratas, los cuales acuden allí de Holanda, Inglaterra y las Galias con devastaciones y comercio; de manera que un forastero de esos navega no solo a las riberas del río sino que llega a internarse hasta doscientas leguas de allí. Pero cuál es el fin de tales mercaderías lo declara el mismo hecho, ya que no se ha de esperar ninguna utilidad de esos ladrones infectados de herejía o de unos pueblos descuidados o acostumbrados a vivir de la rapiña; por consiguiente, esas gentes arrojadas de todos los litorales, viven ciertas islas que han sido abandonadas por los españoles y causa de la miseria e inutilidad, y allí como en una ciudadela se entregan a toda clase de pecados; allí echan a perder la pubertad de los indios, bien para fomentar la esterilidad de los campos, bien ante todo para someter el yugo de la esclavitud. Pero ante todo para robar o despojar poco a poco y sin ningún estorbo cuando les es necesario; se han ganado con regalillos a los más crueles de todos, que por su salvajismo llaman caribes; y les han enseñado a manejar escopetas y armas bélicas de esa clase, e instruido en su empleo y a formar ordenándose una flota naval. [9] Así pues, esta gente feroz, soberbia por naturaleza y atrevida en su técnica, ha crecido tanto en insolencia que no solo a los nativos sino a los extranjeros persiguen con sus armas y amenazan donde quiera con la muerte y la destrucción; y han llenado las extensas riberas del Orinoco y sus afluentes de matanzas y de sangre. Además, a los viejos y a las mujeres matan como a inútiles y no reservan sino a los niños y a los jóvenes para los piratas; sin embargo, el precio único de este infame negocio es el de un hacha o la permuta de un cuchillo, únicos instrumentos que les gustan a ellos; y si acaso por causa de la multitud de cautivos hay sospecha de acechanzas, matan a traición a los más fuertes y gordos, y en señal de victoria celebran opíparos banquetes festivos con las carnes bien adobadas de esos infelices. [10] Añádase a esto que los piratas todos han exhortado a los caribes, principalmente, a que eliminen de sí, lo que más puedan, cualquier comercio y trato con todos los españoles y que los maten, no sea que éstos, poco a poco, pongan pie de dominación donde colocan las manos de un negocio. Creo que no esté fuera del tema opinar que ellos han fomentado el odio y la rabia contra los Jesuitas, tan enemigos para ellos y tan caros para la fe; ya que no 211.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
se puede esperar algo que no sea pésimo y nefando de gentes perdidas y hostiles al nombre cristiano. Es un crimen de ambición explotar de esa manera a los hombres, que por un lucro temporal, provoquen la perdición eterna de tantas almas, de donde acontece con bastante frecuencia que con una incursión de caribes, al ocupar todo con guerreros, muchos pueblos perezcan, si es que no se protegen con la fuga. Lo cual fue la causa de que los padres de la Compañía, atacados de improviso, fueran muertos por la mano de cierto Caribe apellidado Girabera; y si no fuera porque él nos llevara a la muerte que sufrió el Padre Vicente Loverzo, con mucho gusto hubiera rechazado de esta narración el nombre de este bárbaro, pues dicen que ese mismo verdugo fue el autor de ella en la ocasión que brevemente señalaremos. Pero es digno de notarse que las legiones infernales se opusieron de tal manera a esta expedición, formándose una conjuración no solo de gentiles sino de herejes, y que encendió los ánimos de algunos católicos como enseguida explicaremos.
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Se establece de nuevo la Misión del Orinoco desde sus bases [11]
1
Así las cosas, y ya en el año octavo desde que aquellas misiones habían quedado abandonadas, de nuevo en 1692 el P. Diego Francisco Altamirano,2 visitador de la Provincia del Nuevo Reino, por disposición obtenida de nuestro Prepósito General Tirso González,3 recorrió aquellas reducciones y las constituyó a su prístino rigor. Por lo cual mandó, que una nueva expedición de padres que ardían en verdadero celo, procediera a llegar allí; los cuales habrían de resucitar con sus propios sudores o con su sangre, las cenizas muertas de otros padres. He aquí sus nombres: PP. Vicente Loverzo,
2 Diego Francisco Altamirano. Nació en Madrid el 26 de octubre de 1623. Ingresó en la Compañía de Jesús en la Provincia de Toledo, el 27 de marzo de 1642, después de haber concluido sus estudios de Derecho en la Universidad de Alcalá. En 1648 llegaba a Buenos Aires, y fue lector de teología durante quince años en Córdoba de Tucumán, además de ser su Rector. Visitador a la Provincia del Nuevo Reyno y Quito con plenos poderes para llevar a cabo la división de la Provincia. Provincial del Perú. Falleció en Lima, el 12 de diciembre de 1715 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 26-40). 3 Isidoro PINEDO. “González de Santalla, Tirso”. En Charles O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II (2001), 1644-1650.
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• Libro III [XII]
José Silva,4 José Carvarte5 y Alfonso Neira, superior. Mas a fin de rechazar lejos los ataques de los caribes lograron, por medio de esta real Curia de Auditores, que se protegieran las vidas de los padres con un destacamento de soldados, y así se debilitaran los asaltos de los enemigos que asechaban por todas las partes. Sin embargo, para reprimir la audacia de dos mil indios, pareció poca cantidad de ejército, puesto que fácilmente se burlaban de la débil protección de los nuestros, aquellos indios enseñados al manejo de la escopeta y de las armas, y acostumbrados a los recodos de los ríos y a las asperezas de los montes. Por lo cual, con mejor consejo, se proveyó para que a cuantos cristianos encontraran, los separaran a la cabecera de los ríos para defenderlos de los asaltos de los caribes; y que llevaran siempre soldados como guarda-espaldas, no fuera que alguna otra agresión se hiciera por parte de otras tribus. Así pues, afianzados con este consejo, pareció haberse
4 José de Silva nació en Baeza (Andalucía) hacia 1660. Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1680. Estudió en España tres años de Filosofía y Teología Moral. Pasó al Nuevo Reino siendo ya sacerdote, en la expedición de 1690. El 29 de noviembre de 1691 se embarcaba en Casanare para reiniciar la misión del Orinoco. En febrero de 1693 tenía que abandonar la misión de Cusía ante el asalto caribe. En 1695 ensayaba de nuevo, junto con el P. José Cavarte, la misión, pero esta vez a través del Airico. En 1702 seguía de misionero en las reducciones casanareñas con el cargo de Procurador. No hemos podido precisar cuándo abandonó las misiones, pero la muerte le sorprendió el 28 de noviembre de 1710, en la ciudad de Honda. 5 José Cavarte nació en Zaragoza (España) el 9 de febrero de 1655. Ingresó en la Compañía de Jesús, en Tarragona, el 2 de febrero de 1680, después de haber concluido sus estudios de Filosofía y de Jurisprudencia en la Universidad de Zaragoza. Pasó a América en la expedición de 1681. Tuvo que concluir su noviciado en Tunja, desde donde se trasladó a Bogotá para estudiar Teología (1682-1685) en la Universidad Javeriana. Se ordenó de sacerdote en Santafé, el 30 de marzo de 1686, e inmediatamente pasó a las misiones. Recién llegado, se instaló en Pauto. En 1687 actuaba como párroco de los Tunebos. El 29 de noviembre de 1691 se embarca en Casanare con los PP. Alonso de Neira, José de Silva y Vicente Loverzo para reentablar las misiones orinoquenses, pero se ve obligado a regresar en 1693 tras el asalto caribe. El 25 de noviembre de 1693 ensaya una nueva intentona con el P. Pérez, pero tienen que esperar hasta enero de 1695. A finales de ese mismo año, por la ruta del pie de monte andino, se instala en el Guaviare, en compañía del P. José de Silva. Su acción con los achaguas del Guaviare duraría hasta 1707. De 1707 a 1718 atiende diversas reducciones del área misional. Hacia 1720 se radica en las bocas del Busiana con sus antiguos achaguas, en donde permaneció hasta 1722, fecha en que los trasladó a Guanápalo. Allí le sobrevino la muerte, el 7 de enero de 1724 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 134-137).
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suficientemente proveído contra los peligros humanos, para sin temeridad poderse lanzar por tantos lugares inaccesibles de rocas y de ríos. [12] Saliendo, pues, finalmente a estos lugares, y apenas terminado el camino de unos cuantos días, en breve saludaron los antiguos campos de aquella conocida región, y besaron el suelo mismo que sus antecesores regaron con sangre, felices de poder recoger a muchos cristianos, restos de la antigua persecución; de los cuales sin embargo no pocos se habían apartado de la fe, ya por el carácter áspero, ya también llevados por el desenfreno de sus costumbres corrompidas. En cambio otros más dóciles por naturaleza, y fieles al bautismo, fueron reducidos de nuevo al seno de la Iglesia; y éstos, recogidos de nuevo y anudados, la nueva cohorte de Cristo comenzó a incrementarse. Más ya que los testimonios de los Nuestros sobre esta unión reciente de neófitos son unos más verdaderos que otros, no será fuera de propósito transcribirlos aquí. [13] En ciertas partes de una carta del P. Vicente Loverzo leemos: “La tribu de los Sálivas, que me ha correspondido a mí, es mansa y dócil y si abrazan la fe sin engaño, pronto será un buen rebaño de Cristo; ya que desde aquí se franquea la puerta, para innumerables pueblos que habitan el interior, todos los cuales son idólatras. Siguiendo sus costumbres ordenan a sus hechiceros consultar al demonio; porque consultan a este que habita en una elevada roca donde se ven algunas pinturas trazadas con el arte de tan gran maestro y en forma tal, que no se puede dibujar sino por virtud diabólica. En realidad el demonio trata familiarmente con ellos en sus casas, y por la bondad del Señor, se ha quedado callado al punto y ha desaparecido con nuestra llegada, lo cual ha sido causa de no pequeña admiración de los infieles. Pero lo que les infundió a ellos un miedo más fuerte, fue el siguiente caso sucedido repentinamente. [14] “Porque una vez, cuando celebraban un funeral solemne de cierto indio, según suelen, en medio de la embriaguez de todos, se vio el cadáver de aquel infeliz envuelto en llamas salir del sepulcro, y revolotear por los caminos y campos, de tal manera, que creció tanto el pavor de ellos, que casi todos se refugiaron en mi casucha, como lugar seguro, en busca de que yo les ofreciera, si podía, protección y escudo contra la perversidad del diablo, y consideraron como agüero de que iban a morir enseguida a la vista de tal 214.
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prodigio; yo no pude sacarlos de mi domicilio por ningunas razones, estando como estaban firmemente convencidos de su error, hasta que los engañé con una treta mía y sacudí de ellos todo temor. Y fue así: cogí una fruta que los nativos llaman plátano y rociándolo de agua bendita lo partí en pedacitos, y a cada uno le entregué una partecita, asegurándoles que no moriría el que probase de la fruta bendita; con lo cual se acabó todo temblor y todo miedo y me pude quedar tranquilo, aumentando y disfrutando de la gran reverencia de que disfrutaba entre los bárbaros. [15] “Tan extendida está entre esos pueblos la superstición que consideran dignos de culto los arados, y aquellas adivinas que estiman más dignas por sus artificios mágicos; por ende, dicen que juzgan inmortales ciertos hombres, cuando algún eximio prestidigitador les hace oportunamente algún prodigio mágico, y lo protegen de la muerte”. Con estos y parecidos casos la oculta providencia de Dios, dirigía a un pueblo que habitaba en las tinieblas y en la sombra de la muerte a la luz de la fe. Ahora quisiéramos citar parte de la carta escrita por otro padre al Padre Diego Francisco Altamirano: he aquí el resumen. [16] Todo el provecho de estas misiones, permitiéndolo Dios, pende totalmente, de que el operario de Cristo trabaje la viña del Señor, con la cooperación del brazo de sus propios méritos. Ardua tarea fue para mí en la primera entrada aprender tantos géneros de lenguas, pero ayudándome la gracia del Espíritu Santo, después de seis meses los aprendí de tal manera que salí verdadero doctor. Y así cada domingo tengo un sermón al pueblo, y todos los días explico la doctrina cristiana, y ciertamente es digno de admiración el que haya podido obtener de pueblo tan rudo que todos reciten en voz alta y sonora, cierta oración en que detestan los abusos de sus mayores, y que piden a Dios perdón por sus pecados. Compadecidos de las llagas del Redentor paciente confiesan de veras que Él es el Señor de todas las cosas y el juez de vivos y muertos, y que destina premios eternos a los buenos y los suplicios del infierno a los malos. Saludan a la Virgen María, Madre de Cristo como Madre de Dios, y la veneran con tan tierno espíritu que le cantan en coro el Rosario al medio día. [17] Pero el cuidado principal para mí son los niños, en quienes se imprimen mejor y más duraderamente los misterios de fe tanquan in tabula rasa 215.
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(como sobre una mesa raspada), y ellos, como fermento, preservan toda la masa: de aquí yo mismo con mis propias manos, de estas tiernecitas plantas, recojo frutos con inmensa alegría. Pues los adultos por envidia con los pequeños, acuden a porfía, y por fin se hacen dóciles para la enseñanza. Siguiendo el consejo del Apóstol que dice: amonestando a cada uno de vosotros, he determinado enseñarles a todos, pero no en grupo sino en particular, según la capacidad de cada uno. En esta tan fructuosa ocupación me entretengo, con lo cual me consuelo no poco, de todas las penas y quebrantos. Y con la Divina Gracia parece que puedo aprender dos lenguas por año; así pues, si la obediencia no parece lo contrario, tengo ánimo para avanzar hacia otras, e investigar lo más oculto de esta muchedumbre relativamente pequeña de este pueblo, pues con éste y no otro medio, como sería la ostentación de soldados y armas, creo que estas gentes se habrán de someter en menos tiempo y con más seguridad, y habrase de aumentar el número de neófitos. [18] A dos días de aquí queda la tribu de los caberres, indios beligerantes, terribles aún para los caribes, que jamás han sido atacados por éstos, y que si bien son estos salvajes de costumbres fieras, y devoradores de carne humana, parecen sin embargo más simpatizar con el evangelio que rechazarlo. Por lo demás, si se desean padres para la conquista copiosa de tantos peces, yo solo me consagraré a tal faena a la sola señal de vuestra Reverencia e impondré sobre mis hombros esa carga. [19] Pero no negaré que son escasos los subsidios de comida y vestidos necesarios para la vida, como que prácticamente son nulos: por esta razón, en vista de las cotidianas e inminentes incursiones de los caribes, muchos opinan que esta misión debe ser abandonada, y no extenderse más; aunque yo soy del parecer que estos incómodos deben ser con frecuencia recibidos en tierras de infieles, y soportarse siempre con ánimo equitativo. Aquí no hay que sentarse a una mesa preparada, como en un refectorio, ni hay que esperar banquetes opíparos: es preciso que todo respire dolor y trabajo, no sin haber antes deliberado en mi ánima sobre estas cosas, vine a estas regiones desiertas, por eso, nada me ha sucedido hasta ahora que yo no esperaba. Hasta aquí la carta del dicho padre tal como nos lo narra describiendo bien la condición actual de aquella sagrada reducción y todo género de
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miserias que allí sufren los Nuestros con ánimo inquebrantable y son en realidad tales, que los inexpertos apenas si le dan fe; y con razón. [20] Primero, porque esta tierra arde en calores perpetuos; pero el calor mezclado de humedad lo pudre todo en breve tiempo, ni hay lugar al comercio donde las malas condiciones atmosféricas corrompen los alimentos. Añádase la extremada carestía de viandas y vestidos, la infecundidad de los campos, porque fuera de la abundancia de peces, legumbres y otras raíces por el estilo esa tierra no es muy infeliz: carecen de casi todo y todo hace falta. Ni el auxilio providencial de pastos socorre continuamente a los necesitados, porque aun cuando en tiempo de verano cuando la temperatura favorece a los caminos, se puede penetrar allí con algo de alimentos y de vestidos, sin embargo, en pocos días se daña; y en cambio, en el período del invierno tanto se acrecienta el campo con largas y extensas lluvias que impiden el paso de todas partes al comercio con los ríos salidos de madre. [21] Segundo, porque los frutos que producen los campos perezosos e incultos apenas extinguen el hambre de aquellos voraces habitantes: es tan amargo al carácter de los indios que toca a los padres algo de alimento disminuido. Hasta que éstos, una vez establecida la sede de la misión, han cultivado campos y tierras para sí y han asegurado lo demás que se refiere al mantenimiento de la vida. [22] Tercero, porque las incursiones momentáneas de los caribes, de los tigres y de los animales venenosos, ponen acechanzas a la vida; y es necesario a los que moran con tantos peligros, que emprendan la fuga o que estén vagando de una parte a otra. Y ni siquiera se puede tener confianza en los catecúmenos mismos; ya que, al fin y al cabo bárbaro, traidor e ingrato, son enemigos, para todos los que profesan continencia. Hay que añadir a esto la plaga de las pulgas que clavan el aguijón hasta formar úlcera y la multitud de piojos y sabandijas y de una cantidad de animalitos semejantes y pésimos sin nombre, que se comparan con los átomos. Finalmente toda comunicación de los misioneros entre sí, que suele ser de no poco consuelo, o es estorbada o se demora muchísimo. Todas las cuales cosas las veremos descritas, si bien no integramente, en un fragmento de una carta. Precisamente el Padre Vicente Loverzo, cuyas son estas letras, así escribe a uno de los Nuestros.
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[23] “Pídeme V. R. con mucha instancia por su carta, que le participe la noticia de estas misiones y sitios y lo que me pasa en ellos; con que condescendiendo con sus santos deseos, lo hago de muy buena gana, para que viendo V. R. lo que escribo ahora, mida primero muy despacio, antes de venir a estos sitios, su posibilidad y fuerzas para llevar sobre sus hombros el peso de los trabajos que desea sufrir. “Por lo que toca al temple de la tierra: es sobremanera cálido y húmedo el aire de esta región, y muy contrario por esta causa no solamente a la salud, sino también a los mantenimientos, y otras semejantes cosas que las corrompen en breve. Son casi continuas las enfermedades, ya de agudísimos dolores de entrañas, ya de penosas reumas, y de otros achaques semejantes de los cuales mueren no pocos. “Yo me hallo en esta soledad sin el consuelo de mis compañeros, a causa de la mucha distancia de algunas leguas, y de la dificultad de tres ríos de intermedios, que me impiden el paso para trasladarlos. La falta de cosas temporales es por acá notable; ya va para tres meses que me falta lo necesario para mantener la vida, y me ha sucedido que tengo que caminar muchas leguas por ríos, pantanos y por montes, descalzo, sin más prevención y matalotaje en mis peregrinaciones que la Divina Providencia, sobre las innumerables plagas de mosquitos y otras sabandijas molestas, que no permiten dormir ni descansar. “En estas mis correrías llegó la necesidad a tal extremo, que tuve por gran fortuna y regalo el mantenerme comiendo gusanos, ratones, hormigas y lagartijas, añadiéndose a estos trabajos las voces que corrieron entre los indios que me guiaban, es a saber, que estaban cerca de nosotros los caribes; ellos se escondieron entre las lagunas y pantanos para escapar de su fiereza, y de aquí se siguió que enfermaron y murieron algunos por la infección y hediondez de las aguas y humedad, lo cual me hubiera ocurrido a mi si me hubiera dejado guiar por su dictamen. Estos quebrantos; y el ser tan enfermo, por lo húmedo del paraje en que vivo, me tiene bien enfermo, quebrantado de fuerzas; cada día nos vemos en riesgos de los caribes, de quienes anda un ejército de más de dos mil bárbaros, ejercitando su rabia y crueldad en los lugares y pueblos circunvecinos.
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“Bien se ve cuán corta y débil será la fuerza de los 12 soldados que nos asisten contra tan numerosa multitud; algunos de estos caribes saltaron a tierra, y, a nuestra presencia y vista, tuvieron atrevimiento para disparar una escopeta como un juguete y desprecio; el capitán de estos caribes era un indio llamado Girabera, y uno de los principales matadores de los tres padres. Díjonos con gran arrogancia este caribe, que ya tenía necesidad de estas alhajas, porque ya se le habían acabado y consumido las de los nuestros antecesores muertos. Con estos sustos y zozobras andamos, y tenemos cada día tragada la muerte. “Además de los riesgos referidos, no me han faltado otros, en nada inferiores a los pasados, en que peligró mi vida. Habiéndome acometido un toro de los que andan levantados por estos sitios, y viéndome en tan manifiesto peligro, invoqué en mi favor a la Santísima Virgen; fue cosa admirable que al punto se paró inmóvil, con que quedé libre. Habiéndome, fuera de esto, reprendido a un indio por su escandalosa vida, llevado de su fiereza y como fuera de sí, intentó flecharme y lo hubiera hecho si Dios, que defendía en semejantes riesgos, no me hubiera librado de sus manos. No fue inferior el peligro de que me libré en otra ocasión: por no estar yo práctico en los caminos, anduve como perdido de noche, sin saber a dónde iba, vine a dar por último a una choza de indios en donde estaba una niña enferma, a quien me habían ocultado sus padres por miedo a que la bautizase, porque juzgaban supersticiosamente estos bárbaros, que lo mismo es bautizarse que morirse al punto; y esta fue la causa por la cual, luego que me vieron llegar, escondieron la criatura enferma. Pero con todo eso, por las repetidas instancias que les hice, me la manifestaron; fue cosa admirable, que luego que advirtió la niña que yo estaba allí presente, fue tanto lo que se regocijó, que, saltando de pura alegría del lecho y abriendo los ojos, parecía que daba a entender estar deseando mi llegada para volar al cielo por medio del sagrado bautismo; la bauticé al instante, y apenas la había bautizado cuando murió al punto. “Luego que advirtieron los padres que había muerto la niña, se conjuraron contra mí para quitarme la vida; hubiéranlo ejecutado a no haberme librado Dios con singular Providencia. Era esta indiecita hija del cacique de aquel pueblo, quien se había mostrado muy afecto con nosotros, dándonos lo que podía para mantenernos; parece que quiso Dios premiar las limosnas 219.
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y liberalidad de este indio, con predestinar a su hija, por medio de tan particular Providencia como la que he visto”. Hasta aquí la carta del Padre Vicente cuya muerte más afortunada trataremos de describir en la forma que pasó.
Se describe la feliz muerte del P. Vicente Loverzo y el estado de aquella Misión [24] Con todo esto, y también porque afirmaba el P. Vicente que le había sido predicho por un varón de vida religiosa, que habría de morir algún día para honra y servicio de la fe, presintió que la muerte se le estaba acercando; así pues, con exámenes generales de conciencia, y con los ejercicios Espirituales de nuestro Santo padre Ignacio, hechos dos veces en el término de unos meses, cuando andaba errante por esos mismos montes, se disponía con más fervor a la inminente muerte. Y no se engañó, cuando apenas discurridos un año y dos meses, arrebatado por las manos de los caribes con acechanzas, surgió la muerte ilustre como contaremos enseguida. [25] En la época del Orinoco y de los Llanos gobernaba entonces la provincia un hombre infame por la corrupción de sus costumbres y por su pública sed de dinero. A este hombre desvergonzado pareció que el desenfreno de su ambición era corregido por la vigilancia de los padres: y no dejando piedra sin mover, se esforzó por medios lícitos o ilícitos, para que los nuestros fueran sacados de allí y enviados a otra parte. Y así achacó a nuestros padres y a la Compañía increíbles calumnias recogidas de falsos testigos donde quiera. En los tribunales de la Dieta, a los jueces y a todos los de fuera con pleno descaro, calumniaba diciendo que los Nuestros no predicaban el evangelio de Dios, sino que iban a la caza de ganancias de lucro para sí que extendían sus campos y posesiones, que no buscaban lo de Jesucristo sino lo suyo, que en tantos años solo habían estado ociosos sin incrementar la fe católica. Que tenían comercio con los herejes, que en secreto negociaban por juicio con los tributos del rey, que las mercancías, tanto nuestras como ajenas, se transportaban por medios prohibidos totalmente, con todo lo cual convertían en daño y ruina no solo para el tesoro real sino para los habitantes mismos (que afligidos permanecen con precios muy altos e injustos). Y que además, el cuidado de los Nuestros se reduce a edificar villorrios y haciendas, 220.
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las cuales suministran abundancia de azúcar y ganados. De ahí el que, repartidos en inmensas extensiones de campos, e invadiendo los terrenos ajenos, les impiden el uso de ellos a los propios dueños; que se robaban a los indios del Orinoco con mano fuerte; que poseían sin ningún título justo innumerables cautivos; y que solo las ovejas de sus diócesis alimentaban no en la doctrina cristiana y menos en una vida morigerada. [26] Ese buen gobernador propaló todo ese fingido cúmulo de calumnias de tal manera que en las plazas y en los tribunales todos, se mancharon turpísimamente las alabanzas de la Compañía: y lo que era más torpe, a esta deshonra pública se añadía la fe de no pocos, ya que estas cosas, manifiestamente como verosímiles, andaban en la boca de todos. Pero principalmente el Arzobispo del Nuevo Reino confió en esas especies mal oídas de tal manera, que intentó al momento despojar a los Nuestros de sus reducciones y confiar aquellas parroquias a otros pastores: pero fue en vano, porque se opuso un decreto con muchos sellos reales y así se sancionó. Por lo cual no dudó en elegir otros medios contrarios a los derechos divinos y humanos y aun las letras y concesiones apostólicas: y primero que todo señaló a un clérigo muy amigo suyo, como visitador y juez eclesiástico y ordenóle proceder a la visita de las reducciones de los Llanos por medio de una patente, y que hiciera un catálogo de las costumbres y vida de los Nuestros y le advertía que era asunto muy arduo y lleno de peligro, que había de valer no menos que la honra y firmeza de su tierra. Lo mandado se llevó a cabo con toda minuciosidad, pues el visitador y juez eclesiástico abrió el proceso, hizo con todo lo que se le ordenaba, citó testigos que presentó a su gusto el propio gobernador. [27] Estas cosas, pues, sucedían en las misiones de los Llanos y del Orinoco, mientras los Nuestros, con el derroche de tantos trabajos y dineros, habiendo gastado hasta $ 14.000 pesos en oro y acumulado el fruto de innúmeros infieles, derramaban sus sudores y sus sangres en el campo del Señor. Porque muchos murieron cogidos en las grandes corrientes de los ríos; otros sacrificados por la crueldad de las gentes bárbaras; otros finalmente por la inclemencia de la tierra y agotados por las penurias. Pues bien, en este tiempo en que los padres de esta provincia ganaban para Dios y para la Majestad Real, en las sagradas expediciones de los Mainas, a los Jíbaros, en que las tribus indómitas de los Colorados se entregaron por fin a la Compañía y a la fe, 221.
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en que por último llamaban Nuestros a porfía desde regiones tan distantes de esta provincia, como son los Daríos de los Sucumbíos y de Barinas, y los llamaron ciertamente y los recibieron con gran aparato de danzas guerreras. Los ilustrísimos obispos de Panamá y Quito y los señores presidentes de aquellas magistraturas, y lo que es más posible, los mismos gentiles, han implorado con repetidas preces a nuestra Compañía como Madre y peculiar nutricia suya; persuadidos están de que ningún rincón para la seguridad de la propia salud ni otro asilo para ellos fuera de la Compañía, tanto para extirpar la abundancia de malas costumbres, como para obtener con mayor seguridad y sin daño alguno las ayudas necesarias para la vida. Cuán santo sea esto y de igual manera cuánto sea conforme a la mente de su Majestad católica, lo declara la cédula misma en que nuestro rey piadosísimo afirma lo que se le ha manifestado: que habrá de ser muy jubiloso para su voluntad, el que la Compañía tome el cuidado total de los indios (cuanto sea posible) y que ella sola les explique los dogmas de la fe. Así, recientemente, en el año 1692, en consejo real del rey católico, se expidió esta fórmula que es honorífica como ninguna para la Compañía, y que es digna de que la mencionemos aquí. Porque así está en los rescriptos a la Compañía, que rechazaba la cura parroquial de los indios de las Islas Filipinas. [28] “Nos D. Juan Díaz de la Calle y Madriguel, Caballero del hábito de Santiago, secretario de Cámara de su Majestad, Ministro Supremo de las Indias y del Consejo de Guerra, Consejero de comercio y de la Nueva España, por cuanto el padre Antonio Jaramillo, de la Compañía de Jesús, Procurador General de las Filipinas, ha presentado una petición en este consejo, en la cual pide y ruega con instancia de la Compañía, que la den grata licencia para exponerse y dejar aquellas doctrinas y parroquias que tienen a su cargo en las Indias. Hacemos saber, que estando como estamos informados de su modo de proceder en esta parte, decretamos que se indique y dé parte del Prepósito General de dicha religión, de nuestro parecer y dictamen, según el tenor siguiente. “Como sea notorio por la experiencia que de ello hay, que los hijos de la Compañía de Jesús trabajaban con tanto fruto en la viña del Señor por todo el mundo, empleados especialmente en la reducción de los infieles a nuestra Santa Fe, no sólo en las Islas Filipinas sino en toda América, 222.
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en donde se extiende su celo, y que no se contentan sólo con reducir a los gentiles y agregarlos a pueblos, sino que procuran también, con toda solicitud, enseñarlos a vivir vida social, política y económica, como también su educación en las buenas costumbres y su mayor aumento, lo cual redunda en servicio de Dios y aceptación muy grata de su Majestad católica; por lo tanto, en ninguna de las maneras aprueba y admite este Consejo la dejación de los curatos y doctrinas, antes rogamos y encargamos a los religiosos de la Compañía, que fomenten y que promuevan la administración de aquellas reducciones, tan provechosas a la fe católica y tan propias de su instituto y prosigan en la reducción de los infieles y en sus progresos, entendiendo que éste es su propio oficio y que le es muy grato esto a la Majestad católica, por cuya causa le ofrecemos nuestra protección y los socorros necesarios para este fin”. En esta forma, el consejo católico de nuestro rey en la Compañía es celebrada con honores y alabanzas, la misma a quien aquel buen gobernador perjudicó con mil calumnias. [29] Pero él, sin embargo, cuando vio que la trama de sus fraudes se había roto, quedó muy cortado: porque de la misma perfidia de su lengua envenenada Dios había sacado honra para la Compañía, y un antídoto, puesto que los mismos testigos a quienes el gobernador había lanzado contra nuestro nombre, confesaron bajo juramento, que él mismo había sido el autor e instigador, en lo cual no hubo quien contradijera, y ellos confirmaron esa hermosa declaración de nuestra integridad para rabia del enemigo. Lo cual, cuando lo vio tan claramente el juez eclesiástico, sin tener respeto alguno por el arzobispo ni por el gobernador de la provincia sino ciñéndose sólo a la verdad, hizo un amplio panegírico de todos los nuestros como varones apostólicos, dignos del Evangelio, y acumuló abundantísimos elogios, tal como se puede colegir de la carta de aquel que envió el P. Diego Francisco Altamirano, visitador de este reino y viceprovincial. [30] “En la visita de los Llanos, que hice por mandato del señor ilustrísimo, no se me deben dar gracias algunas, estando como está la justicia y la verdad presentes. Es más claro que la luz, que los operarios de la Compañía, en la misión de los Llanos y del río Orinoco, no tienen otra ganancia que las almas que convierten; son tan manifiestos los progresos de la fe 223.
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católica, por su eficacia y celo, que no pueden oscurecerlos la envidia de los apasionados, como lo han procurado hacer arrastrados por la corrupción de sus costumbres; no dejaré jamás de publicar, ni de ser un perpetuo pregonero de las alabanzas de esta sagrada religión, y de oponerme con todas mis fuerzas como debo, a quien dijere mal de ella, juzgando que haré en esto un gran servicio de Dios”. Pero es más honorífico para la Compañía el testimonio de la carta del mismo juez eclesiástico, que escribió a su Majestad católica, y es del tenor siguiente: [31] “En atención al amor y lealtad que debo tener como vasallo fiel de Vuestra Majestad, me hallo obligado a manifestar lo que me parece convenir, para que conste de todo ello a Vuestra Majestad Católica. El Arzobispo de Santafé, del Nuevo Reino de Granada, me eligió por juez y visitador eclesiástico este año de 1692, para que como tal visitase esta provincia de los Llanos; saliendo a esta visita llegué a los sitios de las misiones, que están al cuidado de los padres de la Compañía de Jesús, y habiendo averiguado atentamente el porte y modo de vida de dichos padres, que trabajan en ellas, hallé que se había esparcido cierto rumor contra ellos, muy ajeno a la verdad, excitado de la envidia de algunos émulos suyos; procedí jurídicamente sobre el caso, con aquel rigor de juicio que pedían las materias, como de tanta importancia y habiéndome informado de lo que había, secretamente, y con todo cuidado y diligencia, juzgué que debía dar cuenta a Vuestra Real Majestad de lo que allí averigüé. “De las demás cosas que se actuaron ante mí, como juez que era, y que pondré a los pies de Vuestra Majestad, constará más claramente y será la integridad de dichos padres, y el ardor de su celo, con que atesoran cada día las riquezas de innumerables almas en los tesoros de la Iglesia, sin olvidarse como fieles vasallos de los haberes reales”. [32] Hasta aquí la carta del juez eclesiástico: en ella alaba a la Compañía con no exiguos loores, lo mismo que nuestros ministerios. Y a éste mismo señor D. Pedro de Urrutabisqui (éste era su nombre), la Compañía tendrá siempre perenne gratitud pues a ella prestó un gran servicio de equidad y honor. Pero después de que el mismo juez eclesiástico entregó los autos para que los reconociera el arzobispo de Santa Fe, el ilustrísimo señor, cuando vio la parte opuesta, quedó atónito. Y despavorido, los condenó 224.
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como nulos y decretó se los condenara a las llamas como que excedían la jurisdicción del visitador. Y al juez multó con una pena pecuniaria por haber llevado mal la causa adelante y justificó la inocencia de la Compañía como pudo. Los nuestros, en cambio, se quejaron con derecho de la quema tan injusta y perjudicial de aquellos autos: y se dolieron no poco de que los testimonios auténticos de la inocencia de la Compañía hubieran sido entregados al fuego y al olvido. [33] Por lo demás, cuando la Compañía vio que su nombre era allí por todas partes difamado (del cual necesita como un escudo para desempeñar los sagrados ministerios), y como advirtiese que delante de su Ilustrísima todo iba de mal en peor, apeló, según la práctica de estas Indias, a esta Real Audiencia de Auditores; y pidió con toda instancia que se sirviese a su Alteza enviar un exhorto al arzobispo de la región para que no destruyese aquellos autos, sino que los manifestase a la parte contraria para que se comprobase, o por lo menos no se quemasen, los papeles. Pero, amonestado por el Consejo, el Arzobispo nada respondió de alguna utilidad; y así el procurador de esta provincia de misiones recurrió con la misma petición al tribunal del mismo arzobispo, pidiendo, con gran viveza de razones, que antes de que se quemasen los papeles tan honrosos para la Compañía, mandase su Señoría se diese público y jurídico testimonio de la verdad que había en ellos. Cuán indigna respuesta y cuán ajena también del piadoso tribunal se dio entonces. [34] La respuesta fue condenarla a perpetuo silencio por dicha petición y amenazar a su notario arzobispal con pena pecuniaria inmediata, si fuese osado de recibir en delante semejantes peticiones de los Jesuitas para ponerlas en juicio. Sentencia verdaderamente inicua y que horroriza al escribirla, por el perpetuo silencio con que cerraba las puertas por todas partes al inocente para su defensa propia. Decreto falaz y astuto, ciertamente, para que no pudiese la Compañía recurrir al tribunal superior con los instrumentos y testigos, y no pudiera mendigar la justicia en otra parte. [35] Estos no fueron sin embargo los comienzos de los dolores, porque pronto se va a manifestar el ánimo de este buen Arzobispo muy adverso a la Compañía. Pues, ya desde la primera llegada de él, esa tempestad nos amenazaba tácitamente. Como pues se tratase de la nulidad de los votos y profesión
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del P. Gabriel Álvarez,6 sacerdote de nuestra Compañía, de ese punto nada hubieran decidido los conjueces designados por el tridentino, pues estaban por una y otra parte igual de votos y se argumentaba en pro y en contra, el Arzobispo dio al P. Gabriel por desobligado completamente de los votos y profesión. Y juzgó que este colegio debía, por la vía ejecutiva, pagarle $ 100.065 pesos y 180 de plata, y se los restituyera, sin que faltase un maravedí, suma que otrora había hecho renuncia en favor de esta casa. Y no contento con tan desmedidos quebrantos a la Compañía, admitió con los brazos abiertos otra nueva petición que le había propuesto el P. Gabriel: pidió a su ilustrísima que le pagase también nuestro colegio, sobre la cantidad dicha, todos los réditos correspondientes en los años que había estado en nuestro poder esa suma, y que se le restituyera hasta el último céntimo. [36] A esta decisión tan injusta se respondió que era más intolerable: exigió, pues, la Compañía que estaba obligada, no por la vía ejecutiva y perentoria a pagar luego al punto $ 16.200 pesos. A provisión tan peregrina e inicua se resistió el Colegio alegando sus derechos, pero el despacho que tuvieron fue, poner el Arzobispo perpetuo silencio a los Nuestros, para que no fuesen osados a tratar de la materia jamás, ni pareciesen en su tribunal semejantes peticiones. Multó así mismo a su secretario con pena pecuniaria, si permitía, en algún tiempo que llegasen las dichas peticiones de la Compañía en sus manos. Entre tanto a la parte contraria dejó todo el derecho para que pidiese 6 Gabriel Álvarez de Velasco. Nació en Bogotá en 1641. Ingresó en la Compañía de Jesús, en Tunja, el 15 de julio de 1657. Cursó sus estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Concluida su formación, pasó de inmediato a enseñar en la Facultad de Lenguas de su alma mater todo el curso de Gramática y Humanidades. El 15 de agosto de 1676 hacía su Profesión solemne en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá. En 1677 se desempeñaba como Ministro del Colegio Máximo, y se vio envuelto en un agrio problema con el P. Juan Bautista Rico, el cual acabó con el destierro a Mérida del profesor javeriano y con la misma medida contra el P. Álvarez, aunque ignoramos por qué razones este último no la cumpliera. El 9 de septiembre de 1679 abandona sorpresivamente el Colegio Máximo y se refugia en el convento de los franciscanos. Desde ese momento se inicia un desagradable proceso en el que alega la nulidad de su Profesión religiosa y, por ende, reclama su legítima que había dado para la construcción del templo del fundador de la Compañía de Jesús en su ciudad natal. En el proceso intervienen los arzobispos bogotanos, la Audiencia, el Consejo de Indias y la Roma pontificia. En 1685 el Arzobispo declara secularizado al P. Álvarez. En 1698 comienzan las retractaciones de los que le habían defendido y el Consejo de Indias decide a favor de los jesuitas el 27 de octubre de 1700. Falleció en Bogotá, el 28 de enero de 1702, habiéndose reconciliado con la Compañía de Jesús.
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y repidiese según su arbitrio. Y a este extremo de injusticia añadió otro aun más inicuo: no quiso conceder una declaración jurídica, delante de testigos, sobre el tal decreto como había pedido la Compañía, e hizo los posibles para que tal declaración no se concediese jamás, arrebatando a los Nuestros todas las armas para la defensa propia. De esta manera andaba entonces esta barca de la Compañía, agitada por las olas de las tempestades y calumnias, cuando se lloraba ya por el fallecimiento del P. Loverzo: cuya muerte tan feliz, origen de muchos males, fue ocasión verdadera aunque remota. [37] Había trabado el gobernador de los Llanos, de que hablamos arriba una muy íntima y estrecha amistad con el susodicho Arzobispo de Santafé; confiado pues el caballero en esta estrecha amistad, y viendo que no podía arrojar los fundamentos de la misión, buscó nuevas trazas para retardar por lo menos nuestros designios y atajar nuestros pasos. Y así negó el sueldo a los soldados que estaban para custodiar a los Padres, con lo cual oprimidos aquellos por la necesidad y el hambre, desacostumbrados a los trabajos y reducidos a la inmovilidad por la escasez de alimentos, huyeron unos del presidio, y otros desistieron de lo comenzado por la ninguna esperanza del lucro y la ganancia: no quedando de toda la escolta sino un solo capitán piadoso y aficionadísimo a la Compañía para tan ardua empresa de la custodia y defensa. [38] En esa ocasión, pues, el P. Vicente Loverzo, por el mandato de sus superiores, dirigiéndose a Tunja se encaminaba de las misiones a hacer su tercer año de probación. Pero como no fuese acompañado de ninguna defensa militar, el capitán D. Tiburcio de Medina, de quien poco ha hicimos mención, se ofreció como compañero suyo: varón de corazón robusto y caro a todos los Nuestros por su fidelidad, y necesarísima para su Majestad Católica, quien murió por la causa excelsa de las sagradas expediciones y que debe ser coronado con no inferior laurel. Así pues sin demora alguna, excepto el breve espacio del camino, cayeron en las manos de los caribes que navegaban por el río Orinoco en dos embarcaciones. Los bárbaros simulando su crueldad, como suelen, pensaban que podrían tratar con los Nuestros familiarmente y con los demás indígenas de este reino basándose en una carta contrahecha de su Majestad Católica obtenida del Gobernador de la Guayana. Y a pesar de que todo estaba lleno de fraudes y de engaños no se sospechó de traición 227.
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alguna. Aquel impío Girabera dio muerte instantánea a nuestro capitán acometiéndolo con acechanzas con una hacha india (que los indios fabrican de una aguda y fuerte macana); y sin más esperas ni estorbos quitaron la vida al P. Vicente Loverzo y a otros dos niños de la familia del capitán a fuerza de macana. Esta misma matanza se hubiera de seguro llevado contra los Padres si no hubiera sido porque supieron la noticia de la carnicería preparada y si no se hubiera puesto a salvo y conservado la vida con la fuga a la mayor gloria de Dios. Este fue el fin de la vida del Padre Vicente, éste el término de sus laudables costumbres: cuya fúnebre muerte por la propagación de la fe, coronado por las manos de los infieles, debe ser alabada siempre con encomios perennes. Nada, fuera de la protervia azuzadora de los gentiles y de los herejes, preparó una muerte tan hermosa que de acuerdo con la vida anterior del padre fue digna plenamente de coronarse con esta palma del martirio. [39] Fue el P. Vicente Loverzo natural de la isla de Sicilia; tuvo padres muy ricos y honrados quienes lo educaron con diligencia en el estudio de las Humanidades y en la integridad de las costumbres. Ya desde el mundo estudió la jurisprudencia en la que salió eminente. A los 22 años entró en la Compañía cortando toda esperanza mundana y el hilo de la fortuna que prometía oírle de sus exquisitas dotes de alma. Hizo su noviciado con gran estimación de sus virtudes por parte de sus superiores y dondequiera dio muestra principalmente de humildad y abnegación propia. Siendo filósofo defendió públicamente las tesis generales de Artes. Enseñó con la aprobación de sus discípulos y de los Nuestros la gramática y las Letras durante casi tres años. Y aunque hubiera podido esperar, por sus eximias dotes de alma en que sobresalía, los más lucidos cargos de su orden, prefirió con todo celo los Ministerios más humildes y oscuros de los indios. Así, pues obtenida la licencia de sus superiores, se embarcó de Europa a las Indias Occidentales y llegó a esta provincia del Nuevo Reino de Granada. En el año 1690 y 1691 logró penetrar felizmente en el Orinoco, meta y blanco de sus deseos donde, como veterano soldado, extremadamente emprendió la guerra contra la idolatría, que no vino a cambiar su región señalada por la obediencia sino con la muerte. Murió finalmente a los 35 años de edad y a los 14 completos de Compañía. Pero como todavía estaba recién llegado a las Indias y no nos consta suficientemente de sus virtudes, sin embargo, al término feliz de los 228.
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acontecimientos nos predijeron cuál fue su progreso cuál también fue su comienzo. Por otra parte dio muestras de algunas virtudes más sobresalientes en esta última parte de su vida: a saber, la humildad que estimando en poco el honor y los aplausos, deseó vivir en regiones desiertas; la pobreza, por la que despreció siempre con ánimo fogoso las delicias de Europa y de su provincia. La paciencia con la que honró las comodidades de tantos caminos y climas con frente serena e inalterable; la caridad con que sufrió la carencia de todo por el amor de Dios y celo de las almas; la obediencia por la que resistió esforzadamente no sólo a su propia sensualidad y voluntad, sino que embistió a la misma muerte; la pureza, con la que tras repetidos exámenes de conciencia y confesiones generales vivió de manera inmaculada y murió santísimamente en olor de castidad; la magnanimidad, por la que nunca se apartó de su propósito en los más difíciles campos de misión, y esto lo confirmó primeramente con el hecho de que al regresar a casa de tercera probación, de nuevo se obligó por voto a tornar a las misiones terminado ese año. Añadamos la tranquilidad de conciencia que brillaba en sus conversaciones familiares y domésticas. Amado, pues, de Dios y de los hombres, creemos no sólo que alcanzó la meta de sus labores, sino que esperamos que acumuló para sí un inmenso peso de gloria. [40] A raíz de la muerte del Padre, toda la región de los Llanos y del Orinoco se rebeló sacudida largo tiempo por el miedo, pero la Compañía, fortalecida por la serenidad de que disfrutan los mártires, ha abierto recientemente otro camino por el continente y se esforzó por emprender otra noble hazaña. Porque alejándose de allí las incursiones de los caribes, se descubre un camino breve y más seguro al río Orinoco; por donde limita con las misiones de los Llanos en la extensa región. Allí tribus y pueblos diversos, menos inquietos por su naturaleza y armas y no tan opuestos a la predicación evangélica, se presentan doquier. Así pues, con juicio más sano, la Real Audiencia dio su asentimiento y decretó una nueva escolta de soldados para la tutela de los Padres y nombró, como capitán, a otro varón prestante por su fortaleza de alma y virtud. Y mandó nombrar como gobernador de esa provincia, habiendo depuesto al anterior, a uno más amante del bien público y de la religión, mientras que el otro pagó el castigo debido y merecido por sus hechos, 229.
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merced al juicio divino y humano. Puesto que aquel, una vez que vio que se hacía visita a los Llanos y al Orinoco por el susodicho juez eclesiástico, de tal manera se ensañó contra todo el nombre y honor de la Compañía, que levantó cierto interrogatorio preparado con catorce puntos, muy adverso a nuestros padres y a las misiones, y lo presentó al propio juez visitante. [41] Mas para seguir la norma y método del interrogatorio, fueron llamados al instante ante el tribunal nueve testigos para que declararan lo que supieran y hubieran oído acerca de la Compañía y lo firmaran bajo juramento. Y como una verdad que sobrenadase en el aceite, los testigos mismos presentaron unánimemente su testimonio de la manera más honorífica para la Compañía y gloriosa para las misiones. Con lo cual, aquella envidia hubiera deseado suprimirles; sin embargo, no pudo ocultar ni oscurecer lo que era más claro que la luz. Porque nuestro procurador de aquellas misiones no dejó nada por averiguar, a fin de purificar a la Compañía mancillada con tales calumnias y sin embargo como hubiese experimentado todo lo inútil, por fin, ensayó los medios más eficaces. Por entonces, el juez de Residencia como lo llaman, pedía al gobernador tantas veces mencionado arriba, una Residencia. Pues bien, a este juez el procurador de las misiones opuso un postulado en el que, en nombre de la Compañía, de todos los Nuestros y de los padres que están en el Orinoco y los Llanos se quejaba de que la vida y costumbres de tantos operarios y varones apostólicos, fuera calumniada y manchada de la manera más vil por obra del susodicho gobernador. Por consiguiente pedía que se le diera una contestación jurídica de los delitos con que se acusaba a la Compañía y reclamaba de nuevo a todos cuantos testigos el gobernador había presentado, para que el mismo juez de Residencia los examinara públicamente. Porque de ahí podría la Compañía proteger su honor como conviene y purificarla de las acusaciones. Por consiguiente, el juez examinó al derecho y del revés a ocho de los nueve testigos citados, quienes, sin embargo, otra vez, bajo juramento, sancionaron y descubrieron lo mismo exactamente que antes habían expuesto ante el juez o visitador eclesiástico. Así las cosas, el juez de residencia quiso definitivamente dar su sentencia judicial: y primero, que el noveno testigo ya había fallecido y que los otros ocho se habían mostrado exactamente de acuerdo en la verdad y que se habían mostrado muy adictos al buen nombre y fama de la Compañía. 230.
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Además que todos los Nuestros eran varones muy consagrados a los trabajos de la viña del Señor, de costumbres intachables, amantísimos de la gloria divina solamente y de la fe en todas sus sagradas empresas, y que con sus sudores o sangre habían regado perpetuamente aquellas regiones. La declaración auténtica del juez, que aniquiló la audacia de nuestros enemigos, pronunciada para exaltar el nombre de Dios y de la Compañía, la guardo yo en mis archivos. Así cuando la perversidad de los malvados clavó con torvos ojos sus flechas en la verdad con obnubilada intención ella, sufrió esas mismas heridas con un golpe más sangriento. [42] Por último, como luna clara, la Compañía burlándose sorda pero constantemente de los ataques de tantos monstruos ululantes, prosigue su camino y se esfuerza por recoger la grey del Señor que aún va errando por los montes y selvas; pues aunque dos padres del Orinoco hayan regresado a los Llanos para planear con sus compañeros más prudentes consejos acerca del estado de aquella misión, el otro, santamente audaz, prefirió entre las fauces de los caribes exponer su vida a cualesquiera de los peligros por sus ovejas; y mientras se sueltan las nubes y la tempestad, imploran la Providencia y el auxilio de Dios. Entre tanto, con esa esperanza en el Señor, nos levantamos para que después, siendo reñida cada vez más la lucha de los Nuestros, por fin, la cerviz rebelde de la malicia y de la iniquidad se someta al yugo del Evangelio y de la verdad y las cabezas de la hidra del Lerna, que aguzaron su veneno y su rabia tan malévolamente para el perjuicio de la Compañía, sean pronto aplastadas con la espada desenvainada por la venganza Divina. [43] Pero el impedimento más duro, quizás, ultra de estos, es, sin duda, la falta de obreros, a quienes invita la mies que por todas las partes blanquea y el campo presto para la siega; y sin cultivar, reverdece adornado, al menos, con palmas rozagantes de martirio. Tantos pueblos y naciones sin nombre claman, los cuales, ya desde hace mucho siglos, están postrados en las sombras de la muerte y privados de la luz de la fe. Clama el noble precio de esta vocación. Clama el reino de Cristo arrancado de la tiranía de Lucifer y en las manos de la idolatría. Clama finalmente el mismo Dios y el Redentor del género humano, que saliendo de lo alto reprende la pusilanimidad y pereza de todos nosotros con aquellas palabras del Evangelio: “Decid a los invitados, 231.
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ya todo está preparado porque los campos están blancos ya para la mies: rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe trabajadores a sus mies”. Santa Fe, día 13 de Diciembre de 1693. JUAN MARTÍNEZ RUBIO, S. J. •
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[XIII] [1701-1704]
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Memoriales del P. Juan Martínez de Ripalda de la Compañia de Jesús Procurador general por las Provincias del Nuevo Reino y Quito sobre el paso a Indias de los jesuitas alemanes*1*
Consejo n.º 7.— Con motivo de habérsele hecho notorio no pasasen a las Provincias de Santa Fe y Quito los sujetos extranjeros vasallos de S. M. ni se le obligue a la distinción de los que van para Misiones y otros ministerios por no haber ejemplar y haber pasado indistintamente por emplearse todos cuando se les ordena en Misiones, y concluye suplicando se ejecute en la forma que su religión tiene pedido y en caso de no haber lugar en atención a la suma falta que hay de sujetos en dichas Provincias y al perjuicio que se sigue de no pasar estos con la indiferencia, se tenga a bien de providencia para que las Misiones que tiene en ellas su religión se encarguen a quien las pueda asistir exshortándola de este cuidado para que pueda servir a S. M. en aquellas partes sin el inconveniente de perjudicarse su santo instituto. Tráese el expediente en que propuso los sujetos que habían de pasar a estas Misiones. * AGI. Santafé, 262.
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Consejo 5 de julio 1702. Júntese con el expediente de los ocho tudescos, póngase en apuntamiento todo y las cédulas expedidas a favor de la Compañía en este punto [rúbrica]. Señores BUSTAMANTE. CASTRO. SOLÍS. MORIEGA. YBÁÑEZ. GAMANZO. HERMOSO. COLÓN
Resumen de dos decretos de S. M. una consulta del Consejo y diferentes memoriales de Juan Martínez de Ripalda de la Compañía de Jesús sobre llevar religiosos para las Misiones que esta Religión tiene en las Provincias de Santa Fe y Quito1 N.º 18. S. M. en decreto de 31 de Marzo de este año expedido en Barcelona se sirvió de decir había venido en condescender a la instancia que hacía en el memorial que vino con el del Juan Martínez de Ripalda sobre que se permitiese pasar a la América, ocho Misioneros tudescos de su orden, que se hallauan en Sevilla y que le remitía al Consejo para que como lo mandaba se expidiese el despacho a su cumplimiento; en el memorial representó que habiendo merecido por medio del Confesor de S. M. licencia después de consultada la materia con el señor Cardenal Portocarrero y Presidente de Castilla, condujo a Sevilla ocho Religiosos tudescos costeados desde sus Provincias a expensas de la de Santa Fe, hasta que llegue la ocasión de embarcarse. Y porque esta gravedad solo había pasado por el Confesor de S. M. y no la podía comprobar en el Conssejo por si quisiese poner algún reparo en la facultad que por cédulas tiene la Compañía y suplicó se expidiese decreto de ella, para que en su virtud no tuviesen lugar los reparos que sin él se podrían recelar en perjuicio de la salvación de aquellas almas y malogro de los gastos hechos en la condución de dichos Religiosos; Don Manuel de Vadillo, con papel de 7. de Abril de orden del Señor Cardenal remitió al señor Marqués del Carpio el Decreto y Memorial referido para que no obstante de ser decisivo y de citarse a S. Ema en el memorial si al Consejo se le ofreciese 1 AGI. Santafé, 403.
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que representar a S. M. sobre su contenido lo ejecutase diciendo lo que se le ofreciese. Y en su vista acordó el Consejo en 10 del mismo se llevase con antecedentes. En su cumplimiento notó la Secretaría que por lo que se expresaba en el memorial se calificaba no haberlos de la concesión de los ocho Religiosos tudescos. Que lo que constaba era que por cédula de 30 de Enero de 1693, se concedió licencia a Pedro Calderón,2 Procurador de dichas Provincias del Nuevo Reino y Quito, para que pudiesen pasar a ellas 60 Religiosos sacerdotes para las Misiones dellas con calidad que las dos partes primeras fuesen de españoles y la tercera de extranjeros vasallos de esta corona y de los dominios de la Casa de Austria; Que por cuenta de los dichos 60 Religiosos presentó el dicho Pedro Calderón Relación de 44 sujetos y por carta de 23 de Noviembre de 694 se ordenó a la Casa de la Contratación los dejase embarcar en los Galeones de aquel año, comprobando los nombres y naturalezas de cada uno, por la relación que con ella se remitió, de donde se reconoció que entre los 44 fueron seis de los dominios de la casa de Austria; El Consejo en vista de todo lo expresado en Conssulta de 29 de Abril deste año, cumpliendo con lo prevenido en el papel de Don Manuel Vadillo que viene citado, representó a S. M. que la extensión que se dio el año de 94 de que de los 60 Religiosos los 20 fuesen extranjeros y de los dominios austríacos y la gracia nuevamente concedida de que se transporten los ocho Religiosos tudescos, se oponía directamente a todas las leyes de Indias y reglas de su conservación por pertenecer solo a los españoles, añadiéndose a esto ser inútiles por no entenderlos los indios y necesitar de aprender dos lenguas 2 Pedro Calderón nació en San Vicente de la Barquera (Santander) hacia el año 1638. Ingresó en la Compañía de Jesús el 3 de mayo de 1657. Atravesó el Atlántico en 1658, en la expedición del P. Cavero. A partir de 1672 se vincula a la Universidad Javeriana como Profesor de Filosofía y más tarde de Teología. Rector de San Bartolomé y de Tunja. En 1690 se decide el P. Altamirano a enviar al P. Calderón a España para resolver los graves problemas que aquejaban a la provincia, especialmente el caso del P. Álvarez y el conflicto con los dominicos en torno a los grados académicos. Provincial en Quito y en el Nuevo Reino. Falleció en Bogotá, el 31 de octubre de 1708 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 97-101).
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la nuestra y la de los indios, y que cuando se quisiese decir por la Religión es gracia concedida y verificada en los que están allá, admiraba al Consejo solicitasen la prosecución. Oyó de esta concesión y hizo presente haber pasado a la América navíos ingleses con banderas imperiales, representando las demás razones que concurrían para que no corriese esta gracia siendo de sentir mandase S. M. que enviasen otros ocho españoles pues habría muchos que fuesen de muy buena gana a acto tan heroico, y que se enviase orden para que los seis que están allá vengan en la primera ocasión con la custodia y decencia necesaria. Y S. M. se sirvió de responder, como parece; S. M. la Reina Nuestra Señora en decreto de 3 de este mes de julio se sirvió decir que en consecuencia de lo que estaba resuelto y mandado al Consejo sobre que no se inpidiese el pasaje a las Indias a unos religiosos tudescos de la Compañía que estaban para embarcarse en Sevilla, ordena que si ya no se les hubiere dado el despacho necesario para su pasaje a Indias se les entregue luego de suerte que puedan embarcarse libremente y sin embarazo alguno en la ocasión oportuna que les pareciere; En vista de este Decreto acordó el Consejo en 4 del mismo mes se llevasen antecedentes; y habiéndose ejecutado y vístose al mismo tiempo un memorial impreso del dicho Juan Martínez de Ripalda sobre llevar Religiosos para las citadas Misiones, que se expresa; en 5 acordó se juntase con el expediente de los ocho tudescos y que se hiciese apuntamiento de todo y de las cédulas expedidas a favor de la Compañía en este punto; Habiendo dado memorial el dicho Juan Martínez de Ripalda representando que por cédula de 5 de junio de 88, se dio licencia al Procurador general del Nuevo Reino y Quito para llevar cuarenta y seis Religiosos para las Misiones de aquellas Provincias, solo pudo juntar 18 que condujo. Y que por otra de 30 de enero de 693 se concedió otra licencia para llevar 60 de los cuales no se pudieron juntar sino 43; una y otra con facultad de que la tercera parte fuesen de extranjeros vasallos de S. M. y de los estados hereditarios de la Casa de Austria y que por cuenta de los 45 sujetos que faltan a cumplimiento de las licencias citadas solo ha podido juntar 31, los 20 españoles y ocho de las provincias de Milán y Flandes que con el suplicante y dos compañeros que trajo hacen los dichos 31 como constaba de la relación que presenta de sus nombres y naturalezas, representando al mismo tiempo 238.
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la gran necesidad de operarios que hay en aquellas Misiones. Y suplica se les apruebe y mande se les acuda con el viático, entretenimiento, matalotaje y pasaje hasta las ciudades de Santa Fe y Quito de las cajas de Cartagena, y no habiendo efectos en ellas de las referidas ciudades señalando efectos de Real Hazienda para ello. Y que por haber desde el año de 98 que está en esta corte y la de toma a diferentes negocios en que ha tenido grandes gastos pide se le acuda con el mismo aviamiento y matalotaje que a los demás. Consta en la Secretaría por las cédulas que cita lo que refiere y faltar para el cumplimiento de los sujetos concedidos en ellas, los 45 que expresa. En 19 de mayo deste año acordó el Consejo se remitiese este memorial al señor fiscal y en su vista, dice, se pueden dar los despachos que se piden para el vestuario, viático y matalotaje de los religiosos de la memoria que fueren destinados a sus Misiones excluyendo al dicho Ripalda y sus dos compañeros, respecto de haber venido a otras dependencias y que no puede dejar de representar la vigilancia que advierten las leyes en la concesión de estos pasos por el sumo perjuicio que se sigue de las licencias dadas, a Religiosos extranjeros y que señalándose en la memoria las naturalezas y obispados, en los dos sujetos del numero 1º no se ponen, y en otros muchos de que se compone, se dan las naturalezas en los obispados de Flandes y Milan, que no están permitidos por Leyes. Y que a los flamencos los ha visto excluidos en el Consejo cuando se trata de la población de la Isla de Santo Domingo, pareciendo al señor fiscal no ser conveniente admitir este ejemplar por las malas consecuencias que se pueden seguir en adelante. Y asimismo le parece muy crecido el número para creer que los 31 sujetos propuestos sean para el ejercicio de Misiones, respecto no ser la mayor parte de ellos sacerdotes, ni aun ordenados en sacris y que siendo solo la obligación de S. M. el hacer el gasto a los que fueren dedicados y señalados para Misiones, será contra justicia gravar la Real hacienda con semejante carga como el avío de tantos Religiosos que solo van a poblar los Colegios de aquellas Provincias, y a servir los oficios y puestos de la Religión; porque se deberá mandar señale los que van precisa y señaladamente destinados para dichas Misiones. Y que a estos se les dé lo necesario para su avío. Y que contradice otra cualquier resolución protestando no cause perjuicio al derecho de S. M. ni a su Real erario.
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En vista del memorial referido y respuesta del Señor fiscal acordó el Consejo se excluyese para el matalotaje y lo demás al Padre Ripalda y sus compañeros y que no pasen los extranjeros que propone y declare cuántos van dedicados para Misiones de los demás y a estos se les asista. Con motivo de habérsele hecho notorio (en virtud del acordado antecedente) no pasasen a las Provincias de Santa Fe y Quito los sujetos extranjeros y que declarase los que iban dedicados para Misiones ha dado últimamente un memorial muy dilatado en que representa (por menor) las Misiones que están a cargo de su Religión y que no solo lo son las de los que están por reducir, sino es los Pueblos que han fundado de los ya reducidos y las razones y motivos que hay para que no se excluyan los extranjeros vasallos de S. M. ni se le obligue a la distinción de los que van ahora a Misiones y otros ministerios por no haber ejemplar y haber pasado siempre indistintamente y empleádose todos cuando se les ordena en Misiones y concluye suplicando se ejecute en la misma forma que hasta aquí y que en caso que no haya lugar en atención a la suma falta que hay de sujetos en dichas provincias y al perjuicio que se seguirá de que no pasen estos con la indiferencia, se tenga a bien y de providencia para que las Misiones que tiene en ellas su Religión se encarguen a quien las pueda asistir, exonerándola de este cuidado para que pueda servir a S. M. en aquellas partes sin el inconveniente de perjudicarse su santo instituto. Por cédula de 12 de Marzo de 1674 en que está inserta otra de 10 de Diciembre de 1664 en que se hace relación de otra cédula general de 15 de junio de 654 diciendo a los Virreyes, Presidentes, Audiencias, Corregidores, Arzobispos y Obispos, se había advertido que en lo tocante a las doctrinas y particularmente en las reduciones que la religión de la Compañía de Jesús tenía a su cargo y a su General que no se habían de admitir en las Indias ni enviar de estos Reinos Religiosos extranjeros con apercibimiento que si contra esto fuesen algunos se daría orden general a todas partes y expecialmente al Gobernador del Paraguay para que en razón de no admitirlos, observándose con particular cuidado lo dispuesto por las cédulas [¿?] de la prohibición y que demás de esto se usaría de todos los remedios convenientes para su
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cumplimiento. Y habiendo representado Felipe de Osa3 de la Compañía de Jesús como Provincial de Toledo y en nombre del Vicario General de su Religión por lo tocante a Indias que para las doctrinas y reducciones que están a su cargo se hallaba muy necesitada de sujetos de Europa y que sin estos era imposible se conservase particularmente después que se mandó no pasasen Religiosos extranjeros porque las Provincias de España que no eran sino cuatro habían llegado a término que no podían socorrer dichas doctrinas como hasta allí y que las Provincias de extranjeros vasallos y afectos a esta Corona abundaban de sujetos y se hallaban con el sentimiento y desconsuelo de ser privados de ministerio tan Apostólico y por éstas y otras razones suplicó se diese licencia para que pasasen extranjeros vasallos y afectos a esta Corona, y por la cédula citada del año de 664 se concedió a la Compañía de Jesús que para las Misiones del Paraguay y las demás que tiene la tierra adentro pudiese enviar la cuarta parte de Religiosos extranjeros vasallos de S. M. y de los estados hereditarios de la Casa de Austria, y que estos fuesen ordenados de orden sacro y con diferentes aprobaciones y precauciones, prevenidas en la citada cédula y con ocasión de lo que representó el General de la Compañía y el Asistente en Roma por las Provincias de las Indias de lo necesitada que estaban de sujetos para la conversión de los indios, por lo dilatado de las Misiones que tienen a su cargo era necesario fuese crecido número de operarios y que por la falta que había de ellos en las Provincias de España, tenía por preciso fuesen extranjeros sin limitación alguna para la predicación del Santo Evangelio. Y por la cédula citada del año de 74 se amplió la de 664 concediendo a la Compañía pudiese enviar para las Misiones la tercia parte de Religiosos (que se le concediesen extranjeros, siendo vasallos de los estados hereditarios de la Casa de Austria), y asimismo se ampliaron otras condiciones y calidades que habían de preceder para que pasasen a las Indias, pero con calidad expresa que no se habían de emplear en otros usos que en los de predicar el Santo Evangelio a los indios para lo cual se les permitía pasar aquellas Provincias como por menor consta de la copia de cédula que se trae; En consequencia de lo dispuesto por la cédula referida se han concedido a la Compañía de Jesús las licencias del año de 688 y 693, que vienen 3
Felipe de Osa, Prpv. Toledo.
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expresadas y otras para llevar tercia parte de Religiosos extranjeros para las Misiones de las Indias así vasallos de S. M. como de los Estados hereditarios de la Casa de Austria. Madrid, 7 de Julio de 1702 [Al dorso]
Consejo de Yndias a 27 de julio de 17024 En vista de un decreto de V. M. en que se sirvió de mandar se diesen a 8. Religiosos tudescos de la Compañía de Jesús los despachos para pasar a las Indias representa a V. M. y pone en sus Reales manos la consulta que antecedentemente hizo sobre esta instancia y lo demás que se ofrece cerca de llevar la Compañía de Religiosos para las Misiones de las Yndias. Hay voto particular [rúbrica]. D. DOMINGO LOPEZ DE CALO. MARQUÉS DEL CARPIO. DON MANUEL DE BUSTAMANTE. DON JUAN DE CASTRO. DON ALONSO CARNERO. DON MARTÍN DE SOLÍS. DON MATEO IBÁÑEZ. DON DIEGO HERMOSO. MARQUÉS DE VALERO. DON PEDRO COLÓN El Consejo satisface a su obligación en lo que me representa, pero respecto a los gastos que las Provincias han hecho se ejecutará lo resuelto en cuanto al pasaje de estos Religiosos a Indias, y quedo en cuidado de excusar estas licencias en adelante. Señor En decreto de 3 de este mes se servió V. M. de decir que en consecuencia de lo que estaba resuelto y mandado sobre que no se impidiese el pasar a las Indias a unos Religiosos tudescos de la Compañía que estaban para embarcarse en Sevilla, ordena que si ya no se les hubiere dado el despacho necesario para su pasaje a Indias se les entregue luego de suerte que puedan embarcarse libremente y sin embarazo alguno, en la ocasión oportuna que les pareciere para poder dar ejecución a los que V. M. manda se trajera al Consejo otro decreto de V. M. de 31 de Marzo de este año expedido en Barcelona
4 AGI. Santafé, 262.
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(que es al que se remite el de 3 de éste) en que V. M. tuvo por bien de decir, que habiendo venido en condescender a la instancia que había hecho en el memorial que incluía Juan Martínez de Ripalda de la Compañía de Jesús sobre que se permitiesen pasar a la América ocho Misioneros tudescos, de la misma Compañía que se hallaban en Sevilla, le remitía al Consejo para que (como se la mandaba) se expidiese el despacho necesario a su cumplimiento. En el memorial representó que habiendo merecido por medio del confesor de V. M. licencia, despues de consultada la materia con el Cardenal Portocarrero y Pressidente de Castilla pasó en Sevilla ocho Religiosos tudescos, costeados desde sus Provincias a expensas de la Santa Fe para la conversión de los indios infieles, de aquel Nuevo Reino, y porque esta gracia solo había pasado por el confesor de V. M. y no la podía comprobar en el Consejo si quisiese poner algún reparo en la facultad que por cédulas tiene su Religión; suplicaba a V. M. expidiese su Real Decreto para que en su virtud no tengan lugar los reparos que sin él podía recelar en perjuicio de la salvación de aquellas almas, y milagro de los gastos hechos en la condución destos Religiosos. Y asimismo la consulta adjunta que en 29 de abril hizo el Consejo satisfaciendo a la orden de 31 de Marzo teniendo presente (como en ella se expresa) que por cédula de 30 de enero de 1693 se concedió licencia a la Religión de la Compañía de Jesús para que pudiesen pasar a las Provincias del Nuevo Reino y Quito sesenta Religiosos sacerdotes, para las Misiones de ellas, con calidad, que las dos partes primeras de la misión fuesen españoles y la tercera se cumpliese de extranjeros vasallos de esta corona y de los dominios de la Casa de Austria. Y que por cuenta de esta licencia en el año 1694 llevó esta Religión cuarenta y cuatro sujetos para las Misiones expresadas y entre ellos fueron, seis de los dominios de la Casa de Austria; y dijo el Consejo a V. M. debía representar que la extensión que se dio entonces de que los sesenta Religiosos los veinte fuesen extranjeros y de los dominios austríacos y la gracia que V. M. nuevamente concede en el Decreto citado, de que se transporten ocho rreligiosos tudescos se oponían directamente a todas las leyes de Indias y reglas de su conservación pues esto pertenece a los españoles en que se ha tenido gran cuidado. Y aun era gracia particularísima pasasen los propios vassallos de V. M. que no son españoles, en que se repara mucho y sería de mal ejemplar si se ejecutase lo contrario; a que se añadía son inútiles pues los indios no los 243.
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entienden y necesitan de aprender dos lenguas, la nuestra y la de los indios, que se estudia de exprofeso con que se dificultaba la conversión y imposibilita el hacerles a nuestras costumbres; y cuando se quisiese decir por la Religión de la Compañía que ésta ya es gracia concedida y verificada en los seis que están allá admiraba el Consejo solicitasen de V. M. hoy la prosecución de esta conversión y ya que en su política habían faltado; no ejecutaba el Consejo por su obligación hacer memoria a V. M. de que se tenía noticia de haber pasado a la América navíos ingleses con banderas imperiales y que era otro tiempo el de hoy que el del año de 93 en que se concedió y que los Misioneros eran absolutos y no solo se contenían en la doctrina sino gobernaban lo político y militar, y que podría producir la comunicación de unos Religiosos extranjeros, vasallos de una corona hoy émula de ésta? y aun en partes más inmediatas a estos Reinos y más a la vista debiera no permitirse. Estas razones y otras, Señor, no persuadían a el Consejo estuviesen presentes al tiempo de expedir el Decreto que solamente pudo dictar la piedad de V. M.; pero que ésta debía V. M. arreglarla a la conveniencia pública; y así juzgaba el Consejo que siendo el pasar a las Misiones acto voluntario no precisaba la necesidad a dispensar tan relevantes reparos, ni a derogar las Leyes y que así podría V. M. mandar que se enviasen otros ocho españoles (si se necesitasen) pues habría muchos en una Religión tan numerosa y dedicada a acto tan heróico que irían de muy buena gana; y asimismo que se enviase orden para que los seis que pasaron y están allá viniesen en la primera ocasión con custodia, de forma que volviesen en derechura a España en navíos de bandera de V. M. y que en llegando se diese providiencia de que se encaminasen a sus Provincias, ejecutándose todo con la mayor decencia y piedad; estimando por tan precisa la vuelta de los seis, como el embaracar el que no pasasen los ocho que está resuelto con cuyo dictamen fue V. M. servido de conformarse; El Consejo pone en la Real noticia de V. M. este hecho con los despachos que Vuestra Magestad manda en su Decreto de 2 de éste para que en inteligencia de la primera resolución de 31 de Marzo de la Consulta de 29 de Abril que va aquí con que se conformó V. M. y del último decreto, resuelva últimamente lo que más fuere servido. Don Manuel García de Bustamente. Dijo que el no haberse dado los despachos para el pasaje de estos Religiosos ha sido el motivo el que va 244.
• Libro III [XIII]
referido; pues V. M. se sirvió de conformarse con las razones que van expresadas en la referida Consulta de 29 de Abril; pero que mandando V. M. en el Decreto último, de 3 de éste que se les entregue el despacho luego, de suerte que puedan embarcarse libremente y sin embarazo alguno, en la ocasión oportuna que les pareciere, no parece puede dejar de hacerse presente a V. M. hallarse pendiente en el Consejo un punto de gravedad sobre que los Religiosos de la Compañía que pasan a Misiones solo se dediquen a este fin para que se piden, sin ponerlos en otra operación, ni dejarlos en los Colegios, con que podrían emplearse en lo que es tan conveniente, lo cual se resolvió a Consulta del Consejo de 12 de febrero del año de 1700 sobre que replicó el General no admitiendo esta condición y pidiendo se derogase otra cédula del año de 94 que prohibe que ninguno de los Religiosos que pasan a Misiones de Indias puedan ser ocupados en Cátedras, Púlpitos o Gobiernos; De que se dio vista al fiscal quien expresó las razones y leyes que hay para no innovar y que sería motivo justo para que las demás Religiones reclamasen y pidiesen la misma excepción expresando el gasto que V. M. hace con cada Religioso Misionero, y se mandó formar un extracto y remitir al General diciéndole que el Consejo antes de tomar resolución quería atenderle participándole estas noticias y que enviando los nuevos Misioneros con otros experimentados de allá que supiesen la lengua se facilitaría el reparo que ponía, o teniéndolos cuatro o seis meses antes, con los que ya huviesen estado en las Misiones, o algún más tiempo para instruirles, evitando el General con su virtud y discreción cualquiera alteración, como se esperaba de su celo, y se envió copia del extracto que hizo el fiscal, que contiene siete pliegos, con inserción de los fundamentos que se ofrecen para que todos los Religiosos que pasan a las Indias de cuenta de V. M. no se puedan extraer a otros fines que para los que son remitidos, sobre que ha dado memorial Alonso de Quirós, Procurador de la Compañía, con un papel impreso muy dilatado en el cual pide se entreguen las Misiones que están a cargo de su Religión a otros; cuyo punto de tanta gravedad y consecuencia está visto en el Consejo y para votarse y también otro memorial (del extracto que hizo el fiscal, que contiene siete pliegos), de Juan Martínez de Ripalda sobre llevar Religiosos al Nuevo Reino y Quito, y entre ellos echo de las Provincias de Milán y Flandes, a que también se ha opuesto el fiscal con grandes fundamentos, concluyendo 245.
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el P. Ripalda con desistirse y apartarse del encargo de las Misiones, con que juzga que habrán de darse los Despachos que V. M. manda. Es preciso se determinen estos puntos tan capitales lo cual pone en la Real inteligencia de V. M. por si fuere de su Real agrado, tener presente este hecho como también el no haberse permitido pasen Religiosos franciscos a Charcas sin declarar asimismo los que van por Misioneros y mandado no puedan ir sin esta circunstancia estos ni otros Religiosos a Indias; V. M. mandará lo que fuere seruido. Madrid 27 de julio de 1702. [Hay cinco rúbricas] [Al dorso]
Consejo de Indias a 9 de Junio de 17035 Como parece. Satisfaciendo al Decreto de V. M. que vino con vn memorial de Juan Martínez de Ripalda de la Compañía de Jesús en que por lo que refieren suplica a V. M. se le libren en las Cajas de Cartagena, Santa Fe, o Quito el gasto que hicieron ocho Religiosos, Alemanes que vinieron para las Missiones del Nuevo Reino y mandó V. M. no pasase ni es de parecer se sirva V. M. de mandar se le paguen 3.866 pesos y tres cuartillos de plata que ha importado este gasto, [rúbrica] D. DOMINGO LOPEZ DE CALO Fecho. DON MANUEL Gª DE BUSTAMANTE. DON MARTÍN DE SOLÍS. DON PEDRO GAMARRA Señor Con Decreto de 15 de abril próximo pasado se sirvió V. M. de remitir al Consejo un memorial de Juan Martínez de Ripalda para que sobre lo que refiere, y suplica se consulte a V. M. lo que pareciere; En el memorial expresa que el fin principal de haber venido a estos Reinos ha sido para conducir Misioneros para las Misiones que su Religión de la Compañía de Jesús tiene en el Nuevo Reino de Granada y que por no haber sujetos en las Provincias de España hizo conducir ocho de los estados
5 AGI. Santafé, 262.
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hereditarios de la Casa de Austria, en consecuencia de la licencia que le estaba concedida para que pasasen a las Indias, y que por el estado de las cosas presentes, se mandó saliesen luego de estos dominios, como lo ejecutaron después de los grandes gastos que hizo en su condución y por los que está haciendo con los que le han quedado vasallos de V. M. y falta de medios que tienen para su manutención; Suplica a V. M. se sirva de mandar que lo que el Procurador de Indias de su Religión que está en Sevilla justificare en la Casa de la Contratación haber gastado con los referidos ocho Religiossos Alemanes, se le pague en las Cajas de Cartagena, Santa Fe o Quito como se ha hecho con los demás Misioneros. Para justificación de lo expresado en carta de 28 del mismo mes de Abril, se ordenó al tribunal de la Casa de la Contratación hiciese ajustar la cuenta de lo que hubiesen gastado los ocho jesuitas referidos. Y en su cumplimiento con otra de 15 de Mayo siguiente, envió la que presentó en él, el Procurador General por donde parece consumieron 3.866 pesos y tres cuartillos de plata en su venida a estos Reinos, estada en ellos, y vuelta a sus Provincias; Visto en el Consejo con lo que dijo el fiscal de V. M. en él, es de sentir que en atención a los justos motivos que V. M. tuvo para mandar se volviesen estos Religiosos a los Colegios de donde habían salido y no haber en la Casa de la Contratación de Sevilla efectos de los consignados para el aviamiento de Religiosos Misioneros, podrá V. M. dignarse de mandar se haga como lo pide Juan Martínez de Ripalda y se ha hecho con otros, librándosele en las Cajas de Cartagena, y de no haber efectos prontos ellas, en las de Santa Fe o Quito, 3.866 pesos exos y tres cuartillos de plata que gasto en la condución y vuelta de los expresados, ocho Religiosos Alemanes y que se le paguen sin embargo de las órdenes que hubiere en contrario respecto de haber sido para fin tan del servicio de Nuestro Señor y de la primera obligación de V. M. estas asistencias que no las pueden comprender ningunas. V. M. mandará lo que fuere sentido. Madrid a 9 de Junio de 1703. [Hay tres rúbricas]
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Señor6 Juan Martínez de Ripalda, de la Compañía de Jesús, Procurador General por la Provincias del Nuevo Reino y Quito: Dice, que habiendo presentado en vuestro Consejo de las Indias un escrito con la nómina de los sujetos que en virtud de Reales Cédulas están concedidos a dichas dos Provincias y sus Misiones, se le ha hecho saber un Decreto en que dicho vuestro Consejo excluye de dicha nómina los sacerdotes extranjeros vasallos de Vuestra Majestad y manda que el suplicante declare cuántos de los sujetos que quedan propuestos van a Misiones y que a estos se les asista etc. Y aunque la dicha declaración que se le pide depende de lo que vuestro Consejo determine, y declare sobre lo que su General tiene pedido y suplicado en esta materia, no obstante lo que se le ofrece representar por ahora es que casi todos los empleos de los jesuitas que han pasado y pasan a las dichas dos Provincias, y a las que su Religión tiene en la América, que en todas son siete, son de Misiones Apostólicas. Y por lo que toca a dichas sus dos Provincias, Misiones son, Señor, la pacificación y conversión de indios infieles en que actualmente están entendiendo los de su Religión formando Pueblos, así en las Provincias dilatadas del Río Orinoco como en las del Río Marañón y Amazonas. Son también Misiones las nuevas reducciones que de los ya convertidos están conservando y cultivando, como son las de Pauto, San Salvador de Casanare, San Xavier de Macaguane, Nuestra Señora de Tame, las de los Colorados encargados poco ha por Vuestra Majestad. El Pueblo de los Santos Ángeles de Roamaynas; la de San Xavier de Gayes; la Concepción de Jeberes, con otros tres Pueblos, Chayavitas, Muniches, y Paranapúras; la de Santa María de Ucayules; la de Santiago de Guitipos, y Chepeos; las cuatro Reducciones Santa María de Guallaga, San Joseph de Mapainas, San Ignacio de Mayurunas; la de San Estanislao de Otanavis; la de San Lorenzo Mártir de Tibilos; la de San Xavier de Chamicuros; la de S. Antonio Abad de Aguanos; la de San Pablo de los Pamberequis; la de Santo Tomé de los Cutimanas; la de Nuestra Señora de Loreto de Paranapura; la de San Salvador de los Zapas; la del Nombre de Jesús de los Coronados; la de Santa Teresa de Jesús de los Maynas. De todas las cuales reducciones de neófitos y recién convertidos 6 AGI. Santafé, 403.
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se ha noticiado repetidas veces a vuestro Consejo, y en caso necesario se presentará instrumento con información auténtica. Son asimismo Misiones las que continuamente hacen los jesuitas que han pasado y pasan de Europa, saliendo de los Colegios y discurriendo por los muchos Pueblos de indios reducidos que están a cargo de Clérigos y también Regulares por los Partidos y Corregimientos así de la Provincia de Santa Fe, como de la de Quito, predicando, instruyendo y enseñando a los naturales de los dichos Pueblos, en conformidad de lo que Vuestra Majestad manda con tanto aprieto por la ley 39, libro I, titulo 14, de la Nueva Recopilación; para cuyo efecto, por la ley 38, del mismo título, tiene Vuestra Majestad encargado a los Arzobispos y Obispos que cuando los Religiosos de la dicha Compañía de Jesús y de las otras Órdenes salieren de sus Colegios y Conventos a ejercitarse en esta loable ocupación de Misiones y enseñanza de los naturales, ayuden y den todo el favor para ello, ministerio que como de tanta utilidad y propio de Religiosos recomienda mucho el Angélico Doctor Santo Tomás opus, 19 cap. 10 ibi: Dicendum, quod praedicantium discursus ad salutem animarum procurandam commendandus est. Son también Misiones las que frecuentemente están haciendo los Misioneros que pasan de Europa, saliendo de sus Colegios para correr las ciudades y villas de los españoles de cuya reformación de costumbres depende el buen entable de aquella cristiandad, siendo cierto que si no se quitan los malos ejemplos y escándalos de los españoles, mestizos, y mulatos, de que abundan aquellas partes, es imposible que el fruto que se pretende de la enseñanza y conversión de los indios naturales pueda corresponder al inmenso trabajo de dichos Misioneros. A esta especie de Misiones y de Evangelizar por las ciudades y pueblos, advierte el Apóstol San Pablo, que los enviará Cristo Señor nuestro y no al ministerio de bautizar; ad Corinthios I, ibi: Non enim misit me Christus Baptizare, sed Evangelizare. Y no es dudable ser del agrado de Vuestra Majestad que de los que pasan a expensas de vuestra Real hazienda los Superiores apliquen, según sus talentos, a unos a bautizar entre infieles, y a otros para predicar, y evangelizar por los pueblos y lugares, que fue el ministerio del Apóstol San Pablo. En la misma conformidad son Misiones de indios y españoles las que frecuentemente hacen dichos jesuitas a petición de los Obispos cuando 249.
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visitan los dilatados Partidos de sus Diócesis y enseñando y predicando la doctrina cristiana. Y por la ley 15 para que en todas las Provincias de las Indias, Pueblos, Estancias, e Ingenios tengan los españoles, negros e indios la doctrina necesaria, y personas que se la enseñen, tiene Vuestra Majestad encargado a los Prelados de las Religiones que cuando los Arzobispos y Obispos les pidan Religiosos para dichos ministerios se los den y hagan dar los que conviniesen y fueren necesarios, sin poner excusa ni impedimento. Y es constante que no pudieran los Prelados cumplir lo que así se les encarga si de los que pasan a expensas de la Real Hacienda no tuvieran algunos Religiosos prontos así para este particular como para las dichas Misiones y enseñanza de los indios. En las ciudades de Santa Fe y Quito, es público y notorio atienden dichos Misioneros todo el año a la instrucción y enseñanza de los pobres indios naturales: y en la de San Francisco del Quito, donde para su servicio, oficios y todo lo demás pasan de treinta mil los indios naturales, tienen los superiores de su Religión destinados algunos operarios que les predican en su lengua la doctrina cristiana los domingos y fiestas del año, no solo en su Iglesia, sino también en las plazas; y para asistirles en sus contestaciones y demás necesidades espirituales y temporales, como de gente tan desvalida, en la ciudad de Santa Fe tiene asimismo su Religión una muy buena Iglesia aparte, separada de su Colegio y destinada solamente para los ministerios de los indios naturales, donde acuden a sus fiestas y frecuencia de Sacramentos y a donde muchos de los que mueren suelen enterrarse sin gasto alguno de sepultura y funeral. Éstas son, señor, las Misiones, en que puede decir el suplicante se han ejercitado y actualmente se ejercitan los Misioneros Jesuitas que han pasado de Europa a dichas sus dos Provincias, a que debe agregar el ministerio y Misión que V. M. por sus Reales Cédulas tiene encargado a dicha su Religión para que en el Colegio de Cartagena, que pertenece a la Provincia de Santa Fe, y en el de Panamá, que toca a la de Quito, haya operarios que instruyan, catequicen y bautizen tantos millares de negros como entran de los asientos a todas aquellas Provincias y Reino del Perú. Tiene V. M. asimismo ordenado por sus Reales leyes que los indios que enseñan idolatrías y son dogmatizadores, sean repartidos en conventos de Religiosos donde sean instruidos en nuestra Santa Fe Católica. Señor, 250.
• Libro III [XIII]
en aquellas Provincias, sacando una u otra ciudad, como son la de Lima y México, son muy pocos o ninguno de los que pasan en las Misiones de Europa ha de poder quedar en los conventos y colegios, quien ha de instruir a estos maestros de la idolatría, o para qué son los dichos colegios y conventos, que V. M. por sus leyes, nuevamente recopiladas, manda se funden en las ciudades y poblaciones de las Indias, donde son necesarios para la enseñanza de los naturales y predicación del Santo Evangelio. Y por lo que pertenece a dicha su Provincia del Nuevo Reino, para este efecto y ministerio, se despachó vuestra Real Cédula en 30 de Diciembre de 1602, para que dicha su [ilegible] se fundase en las ciudades de dicho Nuevo Reino y que con su buena doctrina ayudase a la doctrina y conversión de dichos indios y la juventud se ocupase en ejercicios virtuosos y necesarios para su buena crianza por haber mucha gente moza y Clérigos criollos que tenían necesidad de estudio y doctrina. Este ministerio de enseñar e instruir los Clérigos y demás juventud en virtud, y letras, se tuvo por tan necesaria en aquel Reino que tuvo V. M. por conveniente, aun antes que se fundase el Colegio de su Religión de Santa Fe y que se entablase Misión alguna, se encargase el gobierno del Colegio Seminario a los primeros que de su Religión pasaron a aquel Reino, como parece de la Real Cédula de 15 de octubre de 1607 dirigida al Presidente y Arçobispo de dicho Nuevo Reino, expresándose la dicha conveniencia por el tenor de la clausula siguiente: Para lo que toca a las costumbres, vida y ejemplo que conviene tengan los Sacerdotes que se han de ocupar en la administración de los sacramentos, doctrina y enseñamiento de los indios, aplicais por remedio que se críen en el Seminario Arzobispal que de nuevo se ha erigido, apartándose de las ocasiones que la tierra ofrece, debajo de la disciplina y gobierno de los Religiosos de la Compañía y que para su falta de doctrina, es necesario que se abran escuelas en esa ciudad de la lengua de los indios, Artes y Teología; y ha parecido bien en cuanto a que el gobierno del Colegio Seminario pase por mano de los Religiosos de la Compañía, como decir: Y en lo demás que decís sobre las cátedras de las demás ciencias y grados y fundación del Colegio de la Compañía, se irá mirando. Pues, Señor, si este aprecio hizo V. M. desde los principios del ministerio de enseñar que ejercita dicha su Religión; si el fruto que se ha cogido 251.
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de su enseñanza en aquel Reino ha sido tan copioso, que en el pleito que se siguió y determinó poco ha justicia, no dudó V. M. de conceder a su Religión los privilegios que eran necesarios para igualar sus estudios con los del sagrado Orden de Predicadores, como parece por la cláusula de vuestra Real Cédula de dos de Noviembre de 168[?], donde se dice, Ibi: Para que en todo sean iguales los privilegios de las dos Religiones por el gran fruto que la Compañía ha hecho y está haciendo con su enseñanza en la América. Si por los Autos e instrumentos presentados en dicho pleito tiene justificado el suplicante deberse al cuidado y trabajo de los de su Religión no solo haber ilustrado aquel Reino con los muchos Doctores y Maestros que han salido de sus Estudios, sino con casi todos los Curas y Doctrineros Clérigos que han ocupado y hasta ahora ocupan por oposición las muchas Doctrinas de indios, y Curatos de españoles que hay en aquel Reino. Si el Angélico Doctor Santo Tomás tiene por ministerio mejor y más meritorio el enseñar la sagrada Teología y Escritura que el de ocuparse en el ministerio y aprovechamiento espiritual de algunos prójimos. Quod libro I, art. 14. in corp. ibi: Dicendum, quod simpliciter melius est docere sacram Doctrinam, et magis meritorium, si bona intentione agatur, quam impendere particularem curam salutis huius, et illius: Dando por razón de esta su doctrina, porque es mejor aprovechar a unos en sí para que aprovechen a otros, ibi: Ipsa enim ratio demonstrat, quod melius, est credere de pertinentibus ad salutem eos, qui et in se, et in alis proficere possunt, quam, simplices, qui in se tantum proficere possunt. Et ut in lib. I, alias art. 14 nunc quaest 7 art. 2. in corp. ibi: Similiter Theologiae Doctores, sunt quasi principales Artifices, qui inquirunt, et docent qualiter alii debeant salutem animarum procurare: Si la misma experiencia acredita la utilidad de este ministerio con el aprovechamiento, y enseñanza de los indios naturales y mayor progreso de las mismas Misiones, cómo puede dejar de ser de vuestro real agrado el que cuando la necesidad lo pidiere puedan los Superiores aplicar alguno de los que pasan en las Missiones al ministerio de esta enseñanza. Para los empleos de las Misiones referidas han pasado siempre, a expensas de vuestra Real hacienda, desde los principios de su fundación, los Misioneros que sus Generales han enviado a dichas sus dos Provincias y las demás de la América, encargando a los Provinciales y Superiores celen 252.
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conforme a su obligación los empleos, y buen gobierno de dichas Misiones, aplicando sus Misioneros, según el caudal de su talento y fuerzas a tanta variedad de ministerios, como pretende V. M. para la conservación, enseñanza y conversión de dichos indios, subrogando siempre que según las circunstancias presentes, lo pidiere la necesidad unos sujetos por otros, como lo pide todo buen gobierno. Para estos empleos tiene mandado V. M. por la 1. 8. tit. 2. lib. 2. que pospuesto todo respeto de aprovechamiento e interés se tenga por principal cuidado las cosas de la conversión y doctrina, y sobre todo se desvelen y ocupen con todas sus fuerzas y entendimiento en proveer y poner Ministros suficientes para ello y todos los otros medios necesarios y convenientes, porque los indios y naturales se conviertan y conserven en el conocimiento de Dios nuestro Señor, honra y alabanza de su Santo Nombre, de forma que cumpliendo V. M. con esta parte, que tanto le obliga y a que tanto desea satisfacer, vuestros Ministros descarguen sus conciencias pues con ellos descarga V. M. la propia. Señor, el suplicante nunca ha dudado, ni puede dudar del cuidado y celo con que se ha aplicado y desvela siempre vuestro Consejo en dar repetidas providencias para la conversión y enseñanza de dichos naturaleza, selando al mismo tiempo y para el mismo fin, no se hagan gastos inútiles de vuestra Real hazienda; debe empero el suplicante, con todo rendimiento, como Ministro Evangélico, enviado para procurar la conversión y enseñanza de innumerables almas, representar a V. M. Lo primero, la suma necessidad e inopia que para los empleos y Missiones referidas tiene su Religión de obreros evangélicos en dichas sus dos Provincias; y que habiéndosele excluido de la Misión que había juntado, no solo los ocho Jesuitas alemanes que por vuestro Real Decreto le estaban concedidos, sino también los Sacerdotes que con la misma licencia y según la costumbre de tantos años, le había enviado a Sevilla su General de las Provincias de Milán y Flandes, vasallos de V. M. (en cuya conducción, sustento y vestuarios lleva gastados su Religión más de cuatro mil pesos) solo le han quedado, según la nómina que tiene presentada, cuatro Sacerdotes españoles, con algunos pocos Hermanos Estudiantes y Coadjutores; y de estos se le advierte al suplicante, que declare cuántos van para Misiones: Señor, siendo tantas las Misiones y sus empleos que con toda 253.
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legalidad y sin ponderación alguna lleva referidos; cuántos serán de cuatro sacerdotes los que podrán ir a dichas Misiones, mientras se habilitan los que no lo son para lo mismo. Lo segundo, que aunque tampoco se puede dudar ser muy considerables los costos que V. M. se ha servido de hacer en los aviamientos de los jesuitas Misioneros, no puede negarse ser incomparable el fruto de lo “que dichos Misioneros con su sangre, sudor y trabajos han conquistado y agregado a vuestra Real Corona, sin más interés, ni vtilidad de su Religión, que la que esperan de Dios nuestro Señor, y el servicio que hacen, y desean hacer siempre a V. M. siendo cierto, como dirá el Suplicante, que de las tres partes que se gastan en la conducción de dichos sujetos las dos ha costeado y costea su Religión. Lo tercero, que para el gobierno temporal de los indios naturales y españoles de aquellas partes, son muchos los millones que se han gastado y gastan de vuestra Real hazienda en Gobernadores de Provincias, Presidentes, Oidores, Alcaldes Mayores, Contadores, Oficiales, Corregidores, con otros innumerables Ministros inferiores que se sustentan y utilizan a costa de la Real hazienda; y plegue al Señor no sea con el sudor y trabajo de aquellos pobres y miserables indios y siendo esto cierto, como lo es también, que en orden a la enseñanza, y conversión de dichos naturales, tiene ordenado V. M. que pospuesto cualquiera interés temporal se provea de Ministros suficientes para su instrucción y enseñanza; se persuade el suplicante no ser conforme a la grandeza de vuestro Real ánimo se ponga reparo alguno en lo que con tanta piedad se gasta con la ayuda de costa que de Vuestra Real hacienda se da para el pasaje y matalotaje de dichos Religiosos. Lo cuarto, que por la satisfacción que los señores Reyes predecesores de V. M. y su Consejo tuvieron siempre del buen gobierno y fruto con que su Religión cela los empleos de dichas sus Misiones siempre han permitido el que los dichos Misioneros, enviados y destinados por su General, vayan a aquellas Provincias con la indiferencia que pide su Santo Instituto, para que los superiores dispongan de ellos aplicándolos a lo que juzgaren ser de la mayor gloria de Dios, servicio de V. M., bien de los indios y demás vasallos, sin que desde los primeros que de su Religión entraron en la América haya habido, ni haya ejemplar hasta el día de hoy de haber 254.
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pasado Misión de Jesuitas con la calidad de que unos vayan para este empleo y otros para otros; unos a expensas de la Real hacienda y otros no, por haber pasado todos a un mismo fin; y es constante, que los frutos que vuestro Consejo tiene presentes de sus Misiones se deben a su subordinada indiferencia con que han pasado y al celo y vigilancia con que han sido gobernados por sus superiores, sin cuya subordinación y libre disposición, no pudieran dichos Misioneros fructificar y apacentar las almas, como advierte muy del caso Santo Tomás 2. 2. 2. 1. 185 art. I, ad. 3. ibi: Dicendum, quod dispensatio spiritualium frumentorum, non est facienda secundum arbitrium cuius liber; sed pricipaliter quidem, secundum arbitrium, et dispensiationen Dei, secundario autem secundum arbitrium superiorum Praelatorum; ex quorum persona dicitur, I, ad. Coriath. 4. Sic nos existimet homo Ministros Christi et dispensatores misteriorum Dei. Esta satisfacción se comprueba con la Real Carta de 12 de Mayo de 1575 que la Majestad del Señor Rey Don Felipe Segundo mandó escribir a Everardo Mercuariano,7 General de mi Religión, que su tenor es como se sigue: Reverendo y devoto Padre General de la Compañía de Jesús. Ya sabeis, como por la relación que tuvimos de la buena vida, doctrina y ejemplo de las personas Religiosas de esta Orden, por alguna de nuestras Cédulas os rogamos y encargamos señalásedes y nombrásedes algunos Religiosos de ella, para que fuessen a algunas partes de las nuestras Indias a entender en la instrucción y conversión de los naturales de ellas; y según tenemos relación los que de ellos han ido a las provincias de la Nueva España, han hecho mucho fruto en ella y fundado un Colegio en la ciudad de México con intención de fundar más en otras ciudades y pueblos de aquella Provincia, en los cuales es necesario que haya personas doctas y cuales convengan para Lectores: Os ruego y encargo elijais para este efecto los que os pareciere convenir de cuya virtud, letras y bondad tengais satisfacción y nos avisareis de sus nombres
7 Everardo Mercuriano (Lardinois). Nació en Marcourt (Bélgica) en 1514. Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de septiembre de 1548, en París. Se ordenó de sacerdotre en 1546. Su generalato se extendió de 1573 hasta 1580, fecha en que falleció en Roma (Mario FOIS. “Mercuriano [Lardinois], Everardo”. En Charles O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II [2001], 1611-1614).
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y calidades para que los mandemos proveer de pasaje y matalotaje y de lo demás necesario a su viaje. De San Lorenzo el Real 12 de Mayo de 1575. YO, EL REY Por mandado de su Magestad. ANTONIO DE ERASO Compruébase asimismo por la Real Cédula de 20 de Octubre de 1573 dirigida al Perú y a los Virreyes, y Presidentes de todas las Indias en que se mandó dar el aviamiento de matalotaje y lo demás necesario al Doctor Plaza8 de dicha su Religión que iba por Visitador de aquellas Provincias con algunos otros jesuitas, y habiendo representado dicho Visitador podía ofrecerse para el buen gobierno mudar de algunas partes a otras algunos Religiosos de dicha su Religión, se le dio esta facultad por el tenor de las palabras siguientes: Y porque nos ha hecho relación que por algunas causas se podría ofrecer haber necesidad de mudar los Religiosos de la dicha Orden de unas partes a otras, o traerlos a estos Reinos se lo dejareis hacer libremente, sin les poner impedimentos, y vos los dichos mis Oficiales los proveereis por la forma susodicha de lo necesario para su mantenimiento, camino y viaje;[...] Y al tiempo que el dicho Doctor se embarcase a estos dichos nuestros reinos, después de haberle proveido y a los que vinieren de su orden, del matalotaje necesario de la traida del y de los que, como dicho es, con él vinieron etc. Señor, si cuando la Compañía comenzara a trabajar en el dilatado campo de aquella gentilidad de la América, se hizo confianza de su celo y buen gobierno, para que según las circunstancias presentes no solo mudase los sujetos de unas partes a otras, sino también para que en caso necesario los trajese a estos Reinos, si para las dichas transmutaciones y traida de sujetos,
8 Juan de la Plaza. Nació en Medinaceli (Soria) en 1527. Es probable que ingresara en la Orden en Sigüenza, el 8 de mayo de 1652. Desempeñó los más altos cargos, tanto en Roma como en España. Fue nombrado Visitador de la Provincia del Perú y llegó a Lima el 31 de mayo de 1575. Acabada su misión, partió a México con idéntico cargo. Falleció en la capital mexicana, el 31 de diciembre de 1602 (Félix ZUBILLAGA y Francisco de Borja MEDINA. “Plaza, Juan de la”. En Charles O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV [2001a], 3153-3154).
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tuvo por bien V. M. que todo fuese a expensas de vuestra Real hacienda. Si aun a los Visitadores, que han pasado de España para solo el efecto de visitar aquellas Provincias ha sido costumbre el mandar se les diese aviamiento para su passaje y matalotaje como se podrá reconocer por las Reales Cédulas, y despachos que para en las Secretarías; como será possible, ni conforme a la grandeza y Real ánimo de V. M. que ahora, después de haber trabajado más de 130 años su Religión y de haber derramado su sangre tantos hijos de ella por la propagación de nuestra Santa Fe en la América, con tanta utilidad y aumento de la Real Corona, se haya de innovar sobre lo referido con tanto perjuicio de su Instituto, quedando ligadas las manos de los superiores para que en los casos ocurrentes, y necesarios no puedan mudar los dichos sujetos, subrogando otros y aplicarlos a otros empleos en que sin duda se adelantará más la buena enseñanza e instrucción de dichos indios, principalmente no discurriendo el suplicante se haya dado motivo, ni por dichos Misioneros faltando a su obligación, ni por los superiores que los gobiernan, para que se altere ahora el gobierno que hasta aquí se ha tenido en aquellas partes, siendo constante que todos los empleos y ministerios de la Compañía no se pueden conservar, sino guardándose el orden y subordinación que deben tener los miembros con su cabeza y los súbditos con sus Superiores. Ni puede tener inconveniente el que su General, o de orden suyo el Provincial, apliquen cuando la necesidad de sujetos y el útil de las mismas Misiones y Provincias lo pidieren, alguno o algunos de los que han pasado de Europa para las dichas Misiones a los empleos de gobierno después de haber trabajado muchos años en la enseñanza e instrucción de los indios principalmente cuando aun los mismos Provinciales en los dilatados viajes que suelen hacer para las visitas de sus Colegios, Reducciones y Misiones acostumbran hacer Misión llevando siempre ornamento y todo recaudo para los efectos de ella, como lo ha hecho y actualmente está ejecutando Diego Francisco Altamirano en las visitas, que desde el año de 1688 está continuando en las Provincias del Nuevo Reino, Quito, Lima y Charcas hallándose actualmente en la Misión de infieles de los Mojos en Santa Cruz de la Sierra con ser su edad de más de setenta y seis años. Comprueba esto mismo, con la suma necesidad que hay de sujetos, el informe de Don Gil de Cabrera, vuestro Presidente de Santa Fe, de ocho de 257.
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Febrero de 1691 para la concesión destos mismos sujetos que tiene propuestos el Suplicante que para en la Secretaría, donde hablando de la dicha Provincia del Nuevo Reino, dice a Vuestra Majestad. Reconozco ser muy necesarios los cuarenta sujetos que se representan y más, si fuera posible, por esperarse glorioso fruto del fervor con que se aplican a sus ministerios, principalmente habiendo de continuar dichos Religiosos la Misión de las dilatadas Provincias del Río Orinoco, como V. M. lo tiene ordenado por sus Reales Cédulas de de Febrero de 1683, y 12 de Diciembre de 86 la Religión de la Compañía en esta parte del Nuevo Reino; reconozco necesita de ser reclutada de sujetos de esos reinos, más que otras, por la poca aplicación que los naturales tienen a profesar su santo Instituto, respecto de no practicarse en ella las graduaciones que en las demás, donde según su orden, gozan los sujetos de diferentes conveniencias: A que se añade no tener elección en nada por venir de Roma señalado desde el Provincial hasta el Rector y ocupaciones del más tenue Colegio, y siempre en sujetos de canas y letras; y la circunstancia de no ser a cargo de la Compañía la multiplicidad de curatos que posseen las otras Religiones no es el menos principal motivo de inclinarse la naturaleza de el país, e inclinarlos también sus padres a las otras Religiones, por la próxima esperanza de verlos Curas Doctrineros luego que se ordenan de Sacerdotes; lo cual no sucede en la Compañía en los pocos que son a su cargo, respecto de poner en ellos sujetos de toda aprobación, edad y experimentados en la educacion de los indios. Los Curatos que tiene en esta jurisdiccion son los del Pueblo de Fontibón, dos leguas de esta ciudad, y treinta el de Honda, los cuales en diferentes ocasiones se han propuesto a mis antecesores y a mí la dejación de ellos que no se ha admitido por el fruto que se reconoce en que se continúe el cuidado de la Compañía así en la educación y enseñanza de los indios, adelantamiento y aseo del culto divino, como en la conservación de los Pueblos. Esto informó a V. M. dicho Presidente como tan experimentado en aquellas partes y natural de la ciudad de Lima. No se niega, Señor, ni es disputable que en aquellas Provincias y Reinos de la América hay ilustres familias, mucha gente noble y de calidad entre sus naturales, que comúnmente llaman criollos; y no obstante, según el gobierno ordinario, siempre se ha tenido por necesario y conveniente consultar a Vuestra Majestad las personas beneméritas de estos Reinos para que pasen 258.
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a ocupar muchos, y aun los más de los puestos de la mayor graduación, así en lo Secular como en lo Eclesiástico, a cuya imitación no puede extrañarse que entrando tan pocos en la Compañía de los naturales de aquellas partes, su General informado de lo que más conviene y según la necesidad lo pide, aplique alguno, o algunos de los que han passado de Europa a los empleos de Govierno, sin que por esto aun en dichos empleos falten, como dicho es, al fin de la instrucción y enseñanza de los indios. Y en una Religión como la Compañía que lleva por Instituto el no tener elecciones, ni capítulos provinciales para ellas, ni alternativas de criollos ni españoles, fuera, Señor, de gravisímo inconveniente y perjuicio la división en el modo que pretende vuestro fiscal de que pasen unos sujetos para poder ser Rectores y Provinciales, y otros para que no lo sean, sino que trabajen continuamente en la instrucción y enseñanza de los indios sin que los pueda remover el Superior quando ve que conviene, o la necesidad lo pide para otra ocupación, no siendo de poco peligro para los empleos de ser Superiores y Cathedráticos en aquellas partes, principalmente cuando en su Religión para desterrar todo género de ambición y las ocasiones de ella hacen sus Profesos especial voto para no poder pretender, ni directa ni indirectamente, ni fuera, ni dentro de su Religión, aun el menor rectorado o prelacía: ni sería exequible que mandándose el gobierno de las Provincias a elección de su General de tres en tres años, para ocurrir al dicho inconveniente pudiese enviar su General desde Europa los Provinciales y Rectores a las siete Provincias de México, Filipinas, Paraguay, Chile, Perú, Quito y Nuevo Reino, resultando de lo dicho la turbación de su Religión y vulnerándose en lo más principal su sagrado Instituto. Últimamente para que no se altere la libre disposición que han tenido hasta aquí los superiores de su Religión con todos los Misioneros que desde los principios han pasado de Europa y en comprobación de lo que lleva referido, representa a Vuestra Majestad que desde los principios que a encargo y ruego de Vuestra Majestad, como consta de la Real Carta referida, comenzó la Compañía a fundarse en la América, no se encuentra ni se hallará Real Cédula o despacho alguno de suetos, en el cual se exprese la dicha división y distinción de que unos sujetos vayan destinados solamente para Colegios y poder ser Superiores y otros para Misiones, sin que puedan ser removidos de ellas; siendo en más de ciento y treinta años tantas y tan repetidas las Misiones 259.
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que han pasado y tan frecuentes los despachos para su aviamiento; ni ha sido necesario la dicha diferencia y división aun para lo mismo que pretende vuestro Fiscal, pues siendo tanta la variedad de Misiones y los empleos que en utilidad de la conservación y enseñanza de los indios ejercita en aquellas Provincias la Compañía. Como lleva referido el suplicante todos los de su Religión son allí Misioneros sin que aun los mismos Provinciales y Superiores estén exentos del ministerio de instruir y mantener los indios en nuestra Santa Religión. Debiéndose advertir sobre este particular que las Misiones que Vuestra Majestad pretende por sus leyes, no son las de bautizar indios infieles solamente, sino éstas y las que el suplicante tiene mencionadas de suerte que aun a los Hermanos que no son sacerdotes y que solo atienden a lo temporal para que los que lo son cuiden de lo espiritual, les está ordenado que conforme a su estado instruyan y enseñen la doctrina cristiana a los indios naturales y demás gente de servicio. Lo segundo, que esta costumbre y práctica inmemorial de assar los jesuitas con la dicha indiferencia y subordinación a sus superiores, ha tenido siempre por fundamento la Real Cédula de 24 de Marzo de 1572, que se halla nuevamente recopilada por ley, y es la 23 del libro 1. tit. 14, en que se manda a los Virreyes, Presidentes, Gobernadores, y Audiencias que cuando algunos Religiosos de la Compañía de Jesús que hubieren pasado de estos Reinos con licencia de Vuestra Majestad fueren mudados de unas Provincias o Colegios a otros, los dejen y consientan hacer su viaje sin ponerles impedimento, y llevando licencia de sus superiores se les dé el favor y ayuda de que tuvieren necesidad. Es cierto, Señor, que los Religiosos que de su Religión en aquellos tiempos pasaron y han continuado pasando a las Indias con licencia de Vuestra Majestad, siempre ha sido a expensas de vuestra Real hacienda, y siempre con la dicha indiferencia que por lo singular de su Instituto tiene alegado su Religión, no solo se dignó en aquellos primeros tiempos dejar a la disposición prudente de los superiores el mudar los sujetos que así pasaban de unos Colegios, y Provincias en otras, sino que también quiso quedarse perpetuamente establecida por la dicha ley, sin que a lo dicho obste lo que al fin de ella se añade, de que se guarde y ejecute en cuanto a los Doctrineros, lo proveido en esta razón, porque esto no es del caso que se trata y su Religión en dichas 260.
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dos Provincias del Nuevo Reino, y Quito, observa el Real Patronato y las leyes dadas en esta razón. Ni obsta tampoco lo que se manda observar por la ley 1. del dicho titulo 14, en que se manda a los Virreyes, Presidentes, etc. digan y declaren en sus informes la necesidad que hay de dichos Religiosos y cuántos son menester y si son para doctrinar, leer, o predicar, o para el buen gobierno de las Religiones, y oficios, y para qué partes; porque por el mismo caso que Vuestra Majestad quiere que declaren la necesidad que hay de dichos Religiosos para las referidas ocupaciones, no es dudable que justificándose sea de vuestro Real agrado el que se dé providencia a ella, principalmente cuando por la ley 6, de los aviamientos se mandan dar estos sin distinguir los que van para éste o el otro empleo, como se juzguen dichos Religiosos ser necesarios para doctrinar, predicar, leer, o para el buen gobierno de dichas Religiones sin el cual no puede conservarse, ni adelantarse la instrucción y enseñanza de los mismos indios. Menos se opone lo representado a la ley 19 del mismo título en que se ordena que los Religiosos que pasan a expensas de vuestra Real hacienda vayan a las partes y Provincias adonde son consignados así porque los de su Religión siempre lo ejecutan así como porque la dicha ley habla de los Religiosos particulares, que por voluntad propia se detienen en las ciudades de México y Perú, o en otras de su conveniencia como se reconoce por encargo que se hace a los Prelados de las Religiones para que les obliguen a que pasen a las Provincias de su consignación, y por la relajación y resistencia a vuestras Reales órdenes de dichos Religiosos, como se dice en dicha ley, que no puede verificarse sino de los que por voluntad propia se quedan en dichas ciudades, faltando al fin de la enseñanza y conversión a que pasaron. Sirve tambien de confirmación a lo representado la Real Cédula de 20 de Diciembre del año de 1577, su fecha en Madrid, en que habiendo representado Francisco de Portes, Procurador General de dicha su Religión que siendo conforme a regla y constitución de ella el venir de las Provincias de Indias sus Procuradores electos en las Congregaciones Provinciales para informar del estado de ella y de sus negocios a su General en Roma, suplicó que por ser cosa de mucha importancia para el bien de dicha su Religión y perseverancia de los Religiosos la venida de dichos Procuradores, se mandase dar licencia para que sin embargo de lo ordenado acerca de la prohibición de 261.
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la venida a estos Reinos de los Religiosos que han pasado a expensas de vuestra Real hacienda pudiesen venir los que fueren electos en dichas Congregaciones Provinciales; y habiéndose visto por los de vuestro Consejo de las Indias, fue servido Vuestra Majestad de dar su grata licencia y facultad a su Religión para que pueda enviar dichos Procuradores, como desde entonces acá se ha estado practicando. Pues, Señor, si el ser bien de dicha su Religión, si el ser conforme a su regla e Instituto es la que ha mantenido y mantiene esta loable costumbre con licencia de Vuestra Majestad y parecer de vuestro Consejo; si es mucho más el que los Religiosos que han pasado a expensas de vuestra Real hacienda, pueda su Religión en estos casos enviarlos a estos Reinos, aunque sea dejando, como es necesario, cualquiera género de Misiones y enseñanza de los indios; cómo puede dejar de ser de vuestro Real agrado el que cuando la necesidad y prudencia lo pidieren, siendo tan conforme a sus reglas e Instituto, puedan los Superiores en la misma Provincia mudar de las Misiones unos Religiosos, subrogando en su lugar a otros; siendo cierto, que no hay empleo ni ocupación en que dichos Religiosos no tengan la ocasión de atender a la instrucción y enseñanza de los indios. Y aunque con perpetuo, e inmortal agradecimiento, siempre ha reconocido dicha su Religión la liberalidad, y magnificencia en que Vuestra Magestad ha mandado proveer de lo necessario a los sugetos que han passado a dichas Missiones, no puede menos el Suplicante, que representar a Vuestra Magestad ser muy considerables los costos, y gastos, que assimismo haze su Religion con los mismos sugetos que passan a dichas Provincias. Porque para el efecto referido manda Vuestra Magestad que desde que salen los sugetos de los Colegios para la Ciudad de Sevilla, se les acuda por cada dia de viage con siete reales de vellon; y es muy cierto, que para pagar mula, moço, comida, y se gasta doblado; con las [?] otro tanto, que segun la costumbre de los conciertos, se paga por la buelta de mula, y moço; a que se añade lo que se gasta para que salgan decentemente vestidos de los dichos Colegios, que despues de averlos criado, y sustentado no tienen obligacion de vestirlos para otras Provincias, adonde van a trabajar con que todo este exceso tan considerable se le carga al Procurador que lleva los sugetos. Manda asimismo Vuestra Magestad que los dias que estuvieren en Sevilla, para prevenir su viage a cada vno de dichos Religiosos se le acuda con dos 262.
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reales de vellon. Esto Señor, tampoco puede bastar para mantener decentemente de comida, cama, asistencia etc. a dichos sugetos, y assi otro tanto, y mas se da carga a dicho Procurador todos los dias que se detienen en dicha Ciudad. En la misma conformidad manda Vuestra Magestad que sus Oficiales Reales de las Indias paguen el flete desde San Lúcar, y media tonelada por su ropa, a razón de 18.326 maravedises por cada vno de dichos Religiosos, que importa 36 pesos de plata, cuya cantidad es cierto no alcança porque en los conciertos que se hazen de Nao se pagan al dueño de Navio por el flete, y sustento, y lo demás, a razon de 220 pesos plata, por cada Religioso, cuyo precio se juzga de mucha conveniencia en semejantes conciertos de suerte, que todo este tan considerable excesso lo paga en estos casos su Religion; y al tenor, y forma de estos costos, es constante, que en la conduccion de dichos sugetos gastan las Provincias, para adonde van, mucho mas de lo que importa la ayuda de costa con que Vuestra Magestad es servido proveerlos hasta las Ciudades de Santa Fe, y Quito, como se manda por vuestras Reales Cedulas; a que se añaden los crecidos gastos, que dicha su Religion haze en los viages, que dichos Missioneros frequentemente hazen, assi en las entradas a Missiones de Infieles, como a las demas Missiones de los Pueblos, y Partidos de los Indios; pues solo en las que se han hecho a las Provincias del Rio Orinoco tiene justificado el suplicante en vuestro Consejo aver gastado dicha su Religión mas de nueve mil pesos, como parecera del instrumento que ha pocos dias presento para otro efecto. Siendo esto assi, parece, Señor, que gastando su Religion con los sugetos, que passan a dichas Missiones tan considerables cantidades, quando los Superiores aplicaran vno, u otro sugeto a algun empleo, que fuesse de vtilidad para su Religion que no lo ay ninguno, por ser todos los suios referidos para el bien de los Indios naturales, su enseñança, doctrina, conversion, y reformación de costumbres de los demas vassallos. (que es lo que Vuestra Magestad pretende) parece, Señor, no se debiera, ni debe atender al reparo que haze Vuestro Fiscal, por no hallarse bastantemente instruido de lo mucho que gasta su Religion con dichos sujetos, ni con los informes necessarios de lo que en esta razon, y variedad de ministerios de Indios passa en aquellas tierras, tan remotas, y distantes de estas de Europa, que siendo otro nueuo mundo, no puede medirse, ni arreglarse con lo que se idea, e imagina en este de por acá.
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Esto es, Señor, lo que en punto de tantas consequencias, y en que no solo va la conversion, y salvacion de innumerables Almas, sino tambien la observancia tan necessaria de su sagrado Instituto, ha parecido al Suplicante representar a Vuestra Magestad en nombre de dichas sus dos Provincias, no teniendo para ello otro fin, que el de que se promueva la mayor gloria de Dios en aquellas partes, se conserve, y aumente vuestra Real Corona, y execute en todo lo que fuere de vuestro mayor agrado, y Real servicio: y en esta conformidad, respondiendo a lo que se le ha intimado en el decreto de vuestro Consejo declara, que todos los sugetos, que tiene propuestos en la nomina presentada, con otros mas que anda solicitando para llenar el numero de los quarenta y cinco que Vuestra Magestad le tiene concedidos han de passar, y van con la subordinacion para que su General, y de orden deste los Provinciales puedan disponer de ellos lo que juzgaren ser de mayor gloria de Dios, de vuestro Real servicio, y de mayor vtilidad para la enseñança y doctrina y conversion de los Indios, naturales, que es lo que se ha representado en vuestro Consejo por su General. A Vuestra Magestad pide, y suplica sea servido de mandar se execute en conformidad de lo que lleva representado, y segun que dicha su Religion tiene pedido, y suplicado en nombre del dicho su General. Y en caso de no tener lugar esta suplica, atendiendo a la suma falta que tienen de sugetos dichas dos Provincias, como al perjuicio que se le sigue de no passar estos con la dicha indiferencia, y subordinación, se ha de servir V. M. de tener a bien se de providencia para que las Missiones, que en dichas sus dos Provincias estan a cargo de su Religion, se encarguen, para que puedan assistir exonerando a su Religión deste cuydado, para que pueda servir a Vuestra Majestad en aquellas partes sin el inconveniente de perjudicarse su sagrado instituto. En que recibira bien, y merced como lo espera de su real piedad y magnificencia etc. [Firma y rúbrica] Juan Martinez de Ripalda, de la Compañia de Jesus, Procurador General por las Prouinzias del Nueuo Reyno de Granada y Quito9
9 AGI. Santafé, 983.
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Zedula.— Por la qual se ordena, a los ofiziales reales de la ciudad, y prouinzia de Cartaxena, que de qualquier hazienda real que huviese o entrare cargo, que con esta mi zedula, la certificación citada, y testimonio de lo que en ello se gastare, y carta de pago de las personas que lo hubieren de auer mando se reziua, y pase en quenta sin otro recaudo alguno a vosotros o a los dichos ofiziales de mi hazienda de Santa Fee, o Quito, que lo dieren, y pagaren, y de la pressente tomaran la rrazon mis contadores de quentas que rresiden en el dicho mi Conssejo de las Yndias. Fecha en Casa Tejada a diez y seis de marzo de mil setezientos y quatro años. YO, EL REY. Por mandado del Rey Nuestro Señor. DON DOMINGO LOPEZ DE CALO Y MONDRAGON. Señalada del Conssejo •
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[XIV] [1705] Miguel Alejo Schabel. Nació en Komatau (Bohemia) el 17 de julio de 1663. Ingresó en la Compañía de Jesús el 7 de diciembre de 1680. Realizó sus estudios de Filosofía (1682-1685) en Praga. Ejerció el Magisterio de la Gramática y de las Humanidades (1685-1689), primero en la Casa Profesa de Praga y posteriormente en el Colegio Crumloviense, de 1686 a 1689. Regresó a Praga para realizar sus estudios teológicos (1689-1692). El 7 de septiembre de 1693 culminaba su año de Tercera Probación, en Telecz. Pasó al Nuevo Reino de Granada en la expedición de 1695. Se embarcó el 22 de septiembre de 1695 y arribó a Cartagena el 3 de diciembre. Su primer ciclo llanero se extiende de 1696 a 1698. De su acción misional nos consta de la reducción de San Francisco Javier de Guahivos y de su intervención con el P. Martín Niño con los Guamonteyes. En 1697 pronunciaba sus últimos votos en Tame. Hacia mediados de 1698 se trasladó a Curazao, y a fines de ese mismo año había arribado a Holanda. La etapa europea se extiende de 1698 a 1704. A fines de 1704 visitó de nuevo Barinas y las misiones que había fundado antes de concluir el siglo en las inmediaciones de Pedraza. Desde 1705 se radica definitivamente en Curazao. En 1712 fue llamado a Roma por los superiores de la Compañía de Jesús, pero debió esperar a que llegara su sustituto, el P. Picquerie. El 16 de marzo de 1715, el P. General de la Compañía de Jesús comunicaba al Provincial, P. Mateo Mimbela, que el P. Schabel había sido despedido de la Orden.1
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Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 375-433.
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Informe para el muy R. P. Miguel Ángel Tamburini, Prepósito General de la Compañía de Jesús, dado por el P. Miguel Alejo Schabel, misionero de la misma Compañía, el 9 de Abril del año 1705, desde América, acerca de la nueva misión fundada en las islas de Curaçao, Bonaire, Aruba y junto al río Apure de Tierra Firme de las Indias del Nuevo Reino de Granada*1*
Parte I. Venezuela Con motivo de un viaje que necesaria e inexcusablemente tuve que hacer a la bastante vecina ciudad de Caracas (que entonces distaba como cuatro días
* ARSI. N. R. et Q., 16-I, fols., 5-36. Hemos seguido el texto latino publicado por Christine W. M. SCHUNCK. “Michael Joannes Alexius Schabel S. J. ‘Notitia de Coraçao, Bonayre, Oruba’ 1705 and ‘Dirrnum’ (1707-1708)”. En Archivum Historicum Societatis Iesu, LXVI (1997), 110-135. La traducción castellana se debe al latinista Benito Blanco.
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de viaje no más del camino real) con el fin de recurrir al Obispo residente,1 hice una excursión para ver a los antiguos vecinos, a los buenos conocidos y a los Amigos de la ciudad y territorio de Barinas. Apenas se impusieron de mi vuelta a América, y de mi viaje por sus tierras, mandaron a mi encuentro dos legados con criados y mulas, pidiéndome y suplicándome los visitara, les honrase con un sermón en la próxima fiesta tutelar de su Iglesia (La solemnidad de la Inmaculada Concepción). Accedí gustoso a su petición y la cumplí. Por una disposición incomprensible de la providencia y clemencia divinas reduje en la misma ocasión un pueblo nuevo de Indios paganos (llamados Achaguas) en una nueva colonia y distrito Indio Americano en la vecindad de la Jurisdicción, según dicen, o sea dominio de la ciudad de Barinas. De lo cual trasmito a Vuestra Muy Reverenda Paternidad la certificación y testimonio que me ofrecieron, el muy reverendo Señor Diego Bragado, Párroco, Vicario, Juez eclesiástico del Santo Oficio de la Inquisición, de la ciudad barinense, comisario, y el Gobernador y Magistrado de dicha Ciudad. El hecho sucedió así. Por la inefable providencia y clemencia de Dios óptimo, máximo, había llegado a la plenitud del tiempo para tener misericordia para con esta mísera nación pagana. Espontáneamente pues, y de sí mismos abandonaron su soledad y desierto pagano, y subieron por el gran río Apure contra la corriente en sus canoas y piraguas (hechas de un trozo de cedro) y me buscaron con el fin de hacerse cristianos. Como si fuesen llevados por un Ángel del Señor y puestos en conocimiento de mi venida llegaron a los ríos (Masparro y Yuca) al mismo tiempo que yo a la ciudad de Barinas, vecina de esos ríos, donde supieron que yo había llegado a esa ciudad. Sin demora, pues, mandaron dos de sus Indios Remigio y Fortunato: que eran cristianos, a participarme su llegada y a suplicarme por medio de sus mensajeros e intérpretes, que fundara una colonia para establecerse en el lugar donde deseara yo. Esos dos indios me eran conocidos. Pues eran de la antigua misión de Casanare. Uno de ellos, a saber, Fortunato (músico 1 Don Diego de Baños y Sotomayor: décimo quinto obispo de la Diócesis de Venezuela (1683-1706) (FUNDACION POLAR. Diccionario de Historia de Venezuela, I [1997], 356).
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y cantor) había sido del número de mis discípulos y sirvientes. Es decir de aquellos, de quienes ordinariamente cada Padre Misionero escoge doce de cada colonia, los cuales como doce apóstoles mantienen en su casa, y les instruye a cada uno en particular, para que sirvan a los demás de maestros y hagan las veces de su Padre Misionero. Esos dos indios con algunos otros, después de mi salida de la antigua para la nueva bajando por el río Casanare fueron a buscar a sus compatriotas, unidos como estaban con ellos por la misma lengua, raza y sangre, con el fin de sacarlos de allí, y trasladarlos donde yo estaba en la Nueva Misión; lo que por fin consiguieron. Me es muy placentero y consolador recordar el día en que recibí esos Indios. En el lugar que milagrosamente escogió la Madre de Dios para su culto (lo que sucedió en el año 1670) se hizo la recepción. Pues por dos mensajeros que envié les ordené que vinieran aquí (¡que fueran allá!). Hecha la mención e insinuación del milagro, téngase a bien saber por esta ocasión y entre paréntesis como sucedió.
Origen del culto de Ntra. Señora del Real de Barinas En esos campos extendidos por los inmensos espacios de terreno, posee uno de mis mejores amigos, el Señor Diego Bragado, sacerdote secular, Comisario de Santo Oficio o sea de la Inquisición, Vicario y Párroco temporalmente de la ciudad de Barinas, una hacienda2 o dominio a tres días de distancia de la ciudad barinense. Este pastorea en aquellos lugares cerca de 4.000 cabezas de ganado vacuno y algunos rebaños de cabras, pero no carneros que no podrían soportar el excesivo calor de esa tierra. Entre los pastores de esos rebaños, había uno que se llamaba Gonzalvo, de nacionalidad India. Este mientras buscaba en el zurrón el dinero del censo —para llamarlo así— o sea el tributo anual que se debe pagar al Rey, encuentra una moneda del tamaño de un Patacón o sea un Imperial español: en la cual se encontraba, representada impresa y grabada sin duda por manos angélicas, la imagen de la Sma. Virgen llevando
2 El hato de don Diego Bragado se llamaba Hato de Santo Domingo de Las Palmas, en donde se fundó el pueblo de indios de Nuestra Señora del Real. Hallábase situado a ocho leguas al sudeste de Barinas y a cuatro de Obispos. Hie est locus solvendi aeris alieni. Possum enim tibi vocem Epicuri tui reddere et hanc epistulam liberare : “ Molestum est semper vitam incohare.
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al Niño Jesús sobre el brazo con la luna debajo de los pies. Atónito con la novedad del asunto y con la claridad del milagro, el pastor, hombre cristiano y católico inmediatamente echado al suelo venera a Dios y a la Virgen Sma. en la imagen traída del cielo. Pronto la lleva a su Señor Diego Bragado. Quien también reconociendo el milagro de la Divina Imagen la lleva y la muestra al Arzobispo3 (residente en Santa Fe, ciudad y capital de todo el reino de Nueva Granada). Este, después de haber visto, aprobado y examinado el milagro, manda a llevar la imagen sagrada donde había aparecido, y exponerla a la perpetua veneración de los pueblos. Allí se hace célebre en este tiempo por sus milagros. Entre otros, el primer milagro que sucedió pronto fue, que apenas el pastor había recuperado la Sagrada Imagen, una columna de una choza india (esta estaca o tronco era de madera), empezó a revivir y a florecer, después que había estado árida por diez y siete años. Cerca de este árbol fabricó el Señor Bragado, puso en ella el don celestial y lo adornó admirablemente. Acuden allí ahora de todas partes los devotos de María, y obtienen así varias gracias de la Madre de Dios. Muchos también se curan de varias debilidades, y enfermedades, echando hojas de este árbol en el agua que toman y orando a la Deípara. Muchos forman cruces de los ramos de este árbol y la llevan al cuello invocando y venerando a la Virgen Taumaturga y experimentan lo mismo.
En el pueblo del Real recibe el misionero Schabel a los indios de la tribu de los Guarruberrenayos de los Achaguas que fundan un pueblo en Palmasola entre los ríos Pagüey y Santo Domingo Pues, en aquel lugar, en que la Sma. Madre de Dios, se honra de tal modo (para volver a mi propósito) recibí a esos Indios paganos. Era sábado, cuando esto sucedía, a eso de las 5 de las tarde. Había once más o menos montados en caballos que habían comprado en esos días a varios españoles e indígenas cristianos, o mejor dicho conmutados por hamacas tejidas de hilo de 3 Suponemos que debió ser el Arzobispo Don Ignacio de Urbina (1690-1703) (Juan Manuel PACHECO. Historia eclesiástica, tomo 2, La consolidación de la Iglesia. Bogotá, Historia Extensa de Colombia, II [1975], 259-274).
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algodón, con pinturas groseras pero raras; también por varios instrumentos de hierro y cobre. Entre estos principalmente hachas (y lo que es muy raro y a penas visto entre los indios) también espadas y escopetas. Todos estos artículos los habían comprado cerca del Río Orinoco de los caribes (Indios bárbaros y por la mayor parte antropófagos). Estos Indios Caribes reciben esos artículos de los Europeos (franceses, ingleses, holandeses), y los venden a otros indios con quienes viven en paz y sostienen comercio. Entre estos hay también Indios Achaguas que por este motivo oí nombrar muchas veces por los Españoles, Genoveses, y Holandeses, cuando vivía en la Antigua Misión de Casanare. Vi también y la experiencia me enseñó que anualmente en el tiempo del estío, cuando decrecen los ríos, descienden ellos en sus canoas de cedro y bastantes grandes, por el río Casanare a los grandes ríos (Meta y Orinoco) y llevan varios artículos y mercancías como también macos o sea esclavos (indios cautivos): y los venden a los indios y españoles. De este modo adquirí yo aquel indio que en el Sagrado Bautismo llamé Leopoldo y que llevé conmigo a Europa. El Rey católico permite rescatar así a esos indios, para que no sean vendidos a los herejes como esclavos, sino a los católicos, que les instruyen en la verdadera fe. Pero después de diez años de servicio a sus amos manda la Real ley, que los entreguen a nosotros y sean puestos en otros pueblos de indios cristianos y católicos. Entre los mayores consuelos espirituales, que tuve en la antigua misión, fue éste, que anualmente en nuestros mercados de almas reunía y rescataba muchos por el sagrado Bautismo. Por este incidente se puede conocer el genio de la nación india de la cual es mi relato y a la cual vuelvo. La primera porción de indios que en ese primer día vino a mí constaba de cuatrocientas personas de ambos sexos. Un gran número se había quedado con los utensilios y víveres y otros estaban ocupados limpiando las selvas para sembrar el maíz o trigo indio. Al mismo instante que me vieron con nuestro vestido talar jesuítico se acercaron a mí: todos los que venían montados a caballo se apearon. Después de esto, todos, los unos después de los otros, corrieron a mis brazos ancianos y jóvenes, todos, todos, sin exceptuar a nadie. Pues esta nación es más 273.
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humana que las otras, reverente (principalmente con los padres misioneros). Aplicada y con capacidad para buenas costumbres y todas las artes. De semejante nación formaron nuestros Padres misioneros en la antigua misión carpinteros, pintores, escritores y toda clase de obreros y mecánicos. Muy bien sabían tejer telas de hilo de algodón. En esos mismos días que estuve con ellos, tejieron muchas varas de este género de tela ya para vestirse, ya para vender. Entre todos sobresalía la persona del Cacique o sea príncipe y jefe de todos los demás. Este tomó el nombre de Juan aunque todavía no estaba bautizado. Entre las demás armas indias llevaba una escopeta. Pero antes de abrazarme depuso ésta y todas las otras armas, en señal de paz y amistad. A su ejemplo todos los otros indios, súbditos suyos, hicieron lo mismo. Después de esto me hizo una larga alocución y petición. Cuya sustancia del asunto consistía en esto, que había venido de la patria donde había nacido, con su tribu de los Guarruberrenayos (que es lo mismo que nación o pueblo de los Papagayos o Paittacos) para verme y para que yo le instruyera en la fe cristiana. Yo le di la bienvenida y le mostré con palabras y gestos que su venida me era gratísima, y le prometí trabajar para que se cumpliera su gusto y santo deseo. Después en señal de amistad y paz y de buena afección el mismo cacique y príncipe Juan (con su nombre indio Curumay Aycubaberrenay es decir: Rey del noble árbol Aycuba) me ofreció una hamaca nueva en que nadie había dormido. Yo empero a mi turno le presenté una yegua preñada que pronto le pariría un potro. Este regalo recíproco le fue muy agradable al hombre. Pues él y toda la nación son muy amantes de los caballos, para que con ellos puedan cazar ciervos, toros, puercos en que abunda el país. Al Cacique, siguieron otros Indios e Indias de quienes recibí otra hamaca (era una red) y varias clases de frutas, y entre otras cosas un pan Indio recientemente hecho llamado cazabe. Este se hace de la raíz de una planta que se llama yuca, y contiene un jugo venenoso, que mata dentro de pocas horas cualquier animal que lo beba. Es una tradición de los indios, que en tiempos antiguos vino un hombre de Dios santo y blanco a sus tierras. Cuando se despedía dio su bastón a cierto Rey indio y le dijo: Te regalo este bastón como un recuerdo perpetuo. Mételo en la tierra y plántalo. Este producirá abundantes raíces 274.
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dulces y comestibles. Como predijo el hombre santo así sucedió; y con el tiempo esta raíz fue propagada por toda la América. Se planta al modo de la vida, y cada cuatro meses da fruto. Recuerdo que me mostraron entre las rarezas del mundo un pedazo de pan semejante conservado en Leyden o Lugdunum Batavorum (en Holanda) en la Cámara Anatómica. Los españoles católicos que habitan en América creen que este santo varón ha sido Santo Tomás o San Bartolomé, que eran los dos primeros Apóstoles que predicaron el Evangelio en las Indias. Fue un gran consuelo para mi alma que bauticé más o menos cien paganos que ofrecí a Dios como las primicias de esta nación pagana. Pues al mando del cacique los padres y madres Indias me lo ofrecieron al momento para que los bautizara. Varios Españoles que eran de mi comitiva asistieron a sus bautismos como padrinos. Entre ellos estaba el Muy reverendo Señor Sebastián de Riba, Sacerdote secular, pariente del Señor Diego Bragado, de quien escribí mucho más arriba. Después del bautismo ofrecí al Cacique un buey muy gordo para él y su gente. Ellos lo escogieron entre los centenares que yo mandé a los jinetes cercar en un corral, y con un lazo en los cuernos lo sacaron, lo mataron y pacíficamente repartieron su carne entre sí y la comieron unos cocida y otros asada. Después se trató de un lugar para la nueva colonia, en donde se debían fabricar nuevas habitaciones y un nuevo pueblo. Únicamente todos sin ninguna contradicción aceptaron mi consejo y el sitio que yo les aconsejé. Está entre dos ríos Pagüey y Santo Domingo. Este está muy cerca de ellos y abunda en peces. Tiene bosques muy vecinos, donde después de cortar y quemar los árboles según la costumbre india, pueden sembrar y plantar su trigo indio y otros árboles y raíces fructíferas. Estas selvas están provistas por Dios de ciervos, puercos, y otros animales comestibles como también de varias especies de aves. Además de esto en esa agradable y espaciosa llanura hay campos que todo el año verdes y llenos de hierbas, darán buenos pastos a sus caballos y sus rebaños. Hace mucho tiempo que este lugar se llama Palma Sola a causa de una palma solitaria en campo abierto, fuera de las selvas llenas sin embargo de palmas, encontrada allí por los primeros habitantes extranjeros de Europa.
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Pueblo de San Francisco Javier de los indios Juajibes Dista como una hora de camino de otro pueblo indio, que reduje a colonia, antes de ocho años, y que dediqué a San Francisco Javier. Estos Indios se llamaban Juajibes. Estos animándose siempre con la esperanza de mi vuelta, poco antes de mi venida me construyeron una Iglesia nueva en el montículo que el pueblo del Gran Manaure había construido. Pues es una tradición de los Indios que cuando este Rey indio huía de la vista de los Españoles entrando en América y se había refugiado en las tierras más internas y remotísimas entre los mayores ríos su pueblo bastante generoso le construía todas las tardes un montículo igual por trono. Y se ven muchas de estas lomitas distantes unas de otras un día de camino, por la vía que siguió este príncipe en América. Es una opinión constante que aquella nación numerosísima vive entre los ríos más grandes de América (Orinoco y Amazonas). Encontré a esos indios Juajibes, que en un tiempo reduje, 110 solamente, no disminuidos sino aumentados. Pues los Charamises, otra clase de indios, en número de más de cien, se les asociaron y se me sometieron y vinieron también a abrazarme, cuando visité el pueblo de San Francisco. Por éste y por aquel fui recibido con grandes señales de alegría y con regalos indios. Todos vestidos de gala y coronados, como decimos, esto es de plumas de aves bellas y preciosísimas, me salieron al encuentro a mi llegada. La iglesia nueva estaba casi llena todos los días, cuando decía Misa. Con ellos acudieron también todos los vecinos españoles, y casi todos se confesaron conmigo y comulgaron, en tan gran número que tuve que mandar un mensajero expreso a caballo por formas u hostias. Distribuí entre éstos y aquellos indios muchos y varios regalitos que les eran gratísimos. Por ejemplo: juguetes europeos, cuentas de vidrio, de coral, cuchillos, agujas. Pero los rosarios compuestos de estos corales eran aceptadísimos a todos. Pues ningún Indio (ni español tampoco) cristiano va sin el rosario, compuesto de lo que pueda pendiente del cuello. O cuantos y cuantas veces, enterneciendo mi ánimo hasta las lágrimas me besaron los pies después de tal regalito. Así también alteraron y conmovieron mi corazón íntimamente aquellos indios paganos, cuando muchos de ellos (a ejemplo de algunos de los suyos, ya cristianos) se echaron a mis pies besándolos. Así me recibieron cuando me vieron por primera vez. 276.
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Habla el Padre Schabel de otras tribus del Apure y Pedraza atraídas por Indios cristianos. Anotaciones Interesantes Me causó alguna desolación y tristeza que en el tiempo que estaba detenido en la ciudad barinense con la fiesta y predicación un cierto cacique (consanguíneo del cacique Juan) había vuelto a su desierto pagano con su gente de lengua y nación Achagua. Pero me fue un gran consuelo cuando oí del cacique Juan, que él había regresado para traer en el verano siguiente a su hermana que se había quedado con toda su gente y unirse al Cacique Juan en la colonia misma. Vecinas a esta nación Achagua viven dos otras naciones todavía paganas, de ello me informó por cartas un cierto Señor, íntimo amigo mío. Don Nicolás Graterol Cabrita, a quien pertenecen esas tierras y los infinitos rebaños que pacen en ellas. Lo que presentó por mí y por cartas suyas a nuestro muy Rdo. Padre General Thyrso González4 para la sustentación de nuestros misioneros. Este cuando en el año 1700 y 1701, hizo una excursión por esas tierras —para cazar y matar animales silvestres, sobrecogido ambos años por diluvios de aguas y lluvias encontró a esos Indios y pasó el Invierno con ellos. He aquí las palabras que me escribió en una carta en Español. Dos veces hice una correría al río Apure. En la primera excursión descubrí un pueblo numeroso de tres naciones. Se llaman Achaguas, Paranaes, y Cucuari. Tanta muchedumbre de paganos que sentí un ingente dolor del ánimo y conmiseración al ver tantos y tantos paganos destituidos de operarios misioneros necesarios para su salvación, Dios les dé remedio; por la feliz vuelta de Vtra. Paternidad. El veinte de marzo saldré otra vez porque aparecieron algunos Indios Achaguas en el dominio del Señor Diego Bragado (comúnmente llamado Hato de Nuestra Señora del Real) que refieren que hay en esos campos y llanuras interiores gran muchedumbre de paganos como también de rebaños. Dios me proteja y me conduzca salvo. Esta tomada literalmente de una carta en español de este Señor que adictísimo a
4 Tirso González de Santalla: Prepósito General de la Compañía de Jesús de 1687 a 1705 (Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, II [2001], 1644-1650).
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nuestra Compañía y principalmente a mí indigno, quien siempre busca con ahínco la conversión y reducción de tantos paganos. En verdad que no es del que quiere ni del que corre; sino de nuestro Señor y nuestro Dios que tiene misericordia. Mi alma traspasada de un dolor inexplicable no puede decir más: al sabio poco le basta. Pues hay que ceder a las injurias del tiempo y encomendarlo todo a Dios omnipotente, que después de la tentación y tempestad de las guerras dará éxito. (Como piadosamente se puede y conviene esperar) tal que podamos poseer al menos algún día tantas almas en paciencia. Entre tanto me es y me será eternamente un gran consuelo del alma, que yo indigno haya dado principio a la conversión de reducción de ellos y puesto la piedra fundamental firme y constante, y que Dios haya dado incremento a esa raíz (que yo con la gracia de Dios dada gratuitamente planté y mi consocio, el Padre Martín Niño,5 regó) como yo expliqué más extensamente. Dije fundamento firme y constante: porque también los Indios Guamonteyes perseveraron en su estación en la cual los puse antes de ocho años y me alegraron, pues, cordialmente, en el Señor. Un incidente gracioso y divertido, que no quiero pasar en silencio, me sucedió últimamente con esos indios Guamonteyes. Referí más arriba que regalé a los indios Achaguas un buey gordo para matar. Visto esto sintieron los Guamonteyes celos y envidia. Cuando les pedí que trajeran Guaduas (cañas silvestres) para cubrir las casas destinadas a los peregrinos devotos de María lo rehusaron diciendo: que lo hagan los indios Achaguas que recibieron el buey. Pero el mejor remedio para esos hermanos enojados del hijo pródigo fue un buey cebado que también a ellos les di. Esos indios (cosa digna de notar) por bárbaros que sean, y educados entre las fieras, aunque casi desnudos, por una estimación ingénita de la honestidad, se cubren lo que debe ser cubierto. Para sus hijos tienen ellos una casa especial donde tienen que vivir hasta que toman una pareja y esposa determinada. Las hijas empero duermen con sus madres en la misma choza, y son 5 Martín Niño (c. 1639-1709). Nació en Tunja (Colombia) hacia 1639. Ingresó en la Compañía de Jesús, en su ciudad natal, el 15 de junio de 1655. Falleció en Bogotá el 23 de enero de 1709 (José DEL REY FAJARDO. Bío-bibliografía de los jesuitas... Op. cit., 453-454).
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custodiadas de este modo hasta que se casan. Este amor natural de la honestidad (no sin razón) me agradó admirablemente en esta nación fiera y bárbara revelando un buen genio, una buena índole y prometiendo buen cristianismo. En el territorio y jurisdicción como dicen los españoles, los indios Guaneros de la ciudad de Pedraza, que mi socio el Padre Martín Niño había reducido a colonia, también permanecieron cristianamente y constantes hasta el presente día. Antes bien en el mismo tiempo que permanecí en esta misión sucedió por Providencia divina, que cierta nación emparentada con la de los Guaneros salió de las tierras paganas, y también ellos dan esperanza de asentarlos en reducción. Todos tienen una esperanza grandísima, pero yo y el Padre Martín Niño una confianza certísima de reducir y convertir pronto algunos indios Guaracaponoes. Es pues una nación numerosa, generosa y belicosa que las otras naciones estiman y veneran por su nobleza, su gran número y su magnanimidad. El Capitán y protector de los indios por oficio real: el Señor Francisco Martínez de la Concha, tan pronto como supo que yo me acercaba a la ciudad de Barinas, les mandó cierto indio llamado Basilio con cartas, y les invitó a verme. Y aunque ni éste ni aquellos pudiesen leer esas cartas, el indio Basilio sin embargo deseaba íntimamente llevarlas diciendo que serían de gran eficacia en el porvenir entre sus conocidos y camaradas, es decir, entre los Indios Guaracaponoes y de memoria les expondría lo que quería manifestar su carta. Dicho y hecho. Se fue Basilio donde los indios Guaracaponoes, les llevó la carta les expuso la causa de su delegación y el contenido de la carta y con tal éxito que eligieron algunos Capitanes, como dicen, de toda la nación y los hicieron salir a mi encuentro. En el viaje sucedió que pasaron por otro pueblo indio ya cristiano que tenía su misionero, cuyo nombre omito por miramiento. Le mostraron las cartas y le preguntaron lo que querían decir. Este indicó a los Indios de lo que se trataba, pero les aconsejó que no hicieran lo que pedían esas cartas, pero les insinuó que mejor sería unirse a él y sus indios. Oído esto, los Indios regresaron a los suyos y hasta ahora no me consta su resolución.
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¿Qué diré de esto? Alabo a este misionero que haya explicado las cartas, pero no le alabo en que haya buscado lo suyo y así, como hacen los mercenarios y no los de Jesucristo. En fin pondré término a mi resolución bien constituidas todas las cosas, en cuanto se podía en ese corto tiempo, remendé mis indios (míos en las entrañas y en las llagas de Cristo; lo atestiguo; y tan amados en mi Señor y mi Dios) a la providencia y clemencia de Dios principalmente y después al Muy Rvdo. Sr. Diego Bragado, y les excité a la constancia en sus buenos principios, animándoles con la esperanza que volvería a verlos, y les indiqué que la cuestión era, que por obediencia a mis superiores tenía que volver a la Isla de Curazao. No hay lengua que pueda decir, ni palabras que puedan expresar qué dolor y pesar nos ha causado a mí, a ellos y a todos esa despedida, esa separación tan violenta. Pero, ¿qué hacer? Obedecer por amor de Dios, y abandonar a Dios y por Dios es necesario obedecer, aunque sea hasta la muerte y muerte de cruz.
Viaje del misionero desde Puerto Cabello hasta Barinas. Dificultades y sufrimientos Lo que en verdad me acaeció en este viaje y no rara vez. Era tiempo de invierno, tiempo de aguaceros y lluvias cuando me interné en el continente americano. Las cinco primeras noches me parecía que las cataratas del cielo se abrían y torrentes de agua caían sobre mi tienda de campaña. Eso obstruyó por completo los caminos. En el paso de una selva me vi retardado por catorce días. Las mulas en que íbamos montados, no iban, sino se arrastraban por los pantanos y el agua les llegaba hasta el vientre y a veces hasta las orejas. No hubo entre mis compañeros de viaje quien cayese una u otra vez de la mula y con ella en el fango. Mi criado Juan cayó tres veces de esta manera y una vez casi se ahogó en el lodo, pues la mía se había caído sobre el mozo. Yo solo me escapé de toda caída, porque andaba suavemente a caballo, a quien lleva la gracia de Dios en compañía de su Ángel. A Dios doy las debidas gracias: Ultimo y grandísimo fue ese asalto de los diluvios invernales en América, pues cuando me resolví tuve que pasar los grandes ríos (no había ningún puente ni canoa) ya habían cesado las lluvias y empezaba el verano. Entre los ríos había uno (llamado Sarare) que a 280.
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mi ida tenía que pasar en un día veinte y tres veces y en el regreso hubo otro que tuve que pasar más de cien veces. Así pues esos dos ríos se giraban y regiraban como una serpiente por las colinas y los valles, por los bosques y los prados. ¡Oh! cuantas veces recordé la comodidad europea donde hay miles de puentes y pontones para pasar miles de ríos y estanques. Lo mismo es de las hospederías; allá inmensurables, aquí casi ninguna. Comúnmente al aire libre algunas veces los hombres y los jumentos tenían que dormir en una choza india. Si nada se ha traído consigo, si no se ha matado ninguna fiera o ave, si no se ha cogido ningún pez, nada tendrás que comer. Más en particular no se consigue pan de trigo, ni ninguna clase de vino, ni cerveza (esta clase de bebida es desconocida en estos países), en una palabra todo lo que hay en Europa de alimento y vestido, lecho y techo, no hay en América. Sin embargo la providencia de Dios no falta para poder vivir en estas tierras de América. Si uno tiene que hacer un viaje largo, extiende la mano, pues es necesario que se provea de lo que Dios y la tierra le dan. Además de las frutas propias de la tierra, y muy buena esa clase de pan ya indicado más arriba (llamado cazabe) es necesario al viajero. La carne que abunda y es del primero que llega, salada y secada al sol es también muy necesaria al peregrino, y este es un alimento casi cotidiano y ordinario. El agua potable se encuentra en todas partes, tantos ríos que hay en esta tierra; de modo que no podría contar los ríos que aquí y allá tenía que pasar en este viaje.
Langosta y Viruela. Sus estragos En cuanto a los frutos de la tierra apenas se encuentran algunos en estos tiempos, porque ya con cuatro años continuos castigó Dios la América (en cuanto se puede saber) con una plaga de los árboles. Con mis propios ojos vi esta miseria, jamás vista en toda mi vida en ninguna parte del mundo, la vi y me asusté. Sin ninguna exageración de la verdad puedo decir: que en algunas partes habían tantas que volaban por el aire, que apenas de vez en cuando podía ver el sol y las nubes; alguna vez en el camino que teníamos que pasar había tanta multitud de langostas en el suelo que nuestros jumentos espantados no querían seguir, cuando esos innumerables enjambres se elevaban para volar. Campos enteros donde se cultiva la caña, el cacao, del cual se hace el 281.
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chocolate, los plátanos y otros árboles frutales, sí, bosques íntegros devoran y destrozan ellos en un día. En varios lugares del país han sufrido y sufren hambre los indígenas. Con esta plaga y el hambre entró la peste también en este reino de la Nueva Granada. A la peste precedió la viruela que hizo perecer muchos jóvenes. Esta reinó también por cuatro meses en esa isla, e hizo mucho estrago (principalmente entre los esclavos etíopes). Esta peste que reina ahora en América la llaman los españoles landre. En 24 horas uno está vivo y muerto. Hubo días en Santa Fe (capital y metrópoli del reino de Granada), en los cuales doscientos eran sepultados en una sola fosa. Estas noticias vi y leí en unas cartas que el Sr. Diego Bragado recibió de sus amigos de Santa Fe. Hay que añadir que los médicos abrieron los cuerpos de algunos difuntos de la peste, los examinaron, y encontraron en los corazones unos gusanos vivos, y trataron de matarlos con varias sustancias químicas. Entre las mismas noticias que enviaron nuestros Padres que vieran en Quito (ciudad de otra Provincia distante de Santa Fe trescientas millas) a nuestros Padres de Santa Fe, se dice que últimamente hubo en ese país un terremoto tal que en muchas ciudades, pueblos y caseríos indios y españoles caían muchas casas e Iglesias y miles de hombres perecieron bajo las ruinas. En la misma ciudad de Quito el colegio y templo nuestro, el de los Padres Dominicos y de las Monjas fueron casi destruidos. Una montaña rota por el medio en aquel terremoto cayó en un río muy grande y lo hizo inundar los terrenos de tal modo, que tres y cuatro colonias con sus habitantes perecieron ahogados. Se dice que este terremoto se había extendido hasta Lima en el reino del Perú. Trescientas millas dista Lima de Quito. Los cometas que se vieron al principio de las guerras en Europa aparecieron también aquí en las tierras americanas; según me refirieron los indígenas. En Caracas (ciudad donde hay Gobernador y Obispo) no ha llegado la peste todavía, pero reina la Pleuresía. Los españoles la llaman: la puntada mayor. En un solo día cuarenta muertos de pleuresía fueron enterrados casi juntos.
Rogativas en Barinas contra la langosta En la ciudad y territorio barinense (gracias a Dios y a su protectora y Patrona cerca de Dios, la Deípara Taumaturga del Real) no ha llegado ni el hambre 282.
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ni la peste, ni el terremoto. La plaga egipcíaca (la plaga de las langostas) llegó allí pero por un milagro manifiesto desapareció y se desvaneció. Pues cuando había llegado del Reino a los campos vecinos barineses, los habitantes de Barinas y de sus alrededores instituyeron un día de rogación, y cantada la misa votiva de la Deípara, llevaron en pública procesión la imagen de la Deípara por los barrios y plazas de la ciudad y por los campos vecinos y por último contra esos ejércitos de langostas. Cuando he aquí que sucedió por la fuerza y virtud de Dios que esos innumerables enemigos del mundo tomaron la fuga hacia los Páramos (montañas, siempre y en todo tiempo desde la creación del mundo según la memoria de los hombres cubiertas de nieve y hielo) y allí perecieron de frío todas hasta la última langosta. En aquel tiempo, cuando estuve yo en la ciudad barinense venían de otra parte y por otro camino otra vez otros ejércitos de langostas, es decir de los Llanos, como los llaman los españoles esto es: de aquellas inmensas tierras llanas de Casanare, nuestra antigua misión y se acercaban al territorio barinense. Visto esto, los indígenas volvieron a instituir esta devoción, rogación y procesión, igual a la anterior. Yo mismo asistí a ellas y canté las letanías de la Deípara y de todos los Santos con el clero. Dios escuchó otra vez las preces del pueblo devoto: y aquella plaga de langostas larguísimas tomó el camino hacia el mar. Yo la encontré en mi viaje de vuelta, devastando los campos y jardines, y despoblando todo. En esa procesión los Padres Agustinos, que tienen un monasterio en la ciudad de Barinas, llevaron también en andas después de la Deípara a su Santo Padre y Patriarca Agustín, e invocaron su patrocinio cerca de Dios para el bien público. Y esto, porque uno de los Padres, que en un tiempo fue Prior del convento barinense; Padre Fray Maestro Agustín Caicedo de Velasco6 (conocido en Holanda y Colonia, cuando una vez fue a Roma pasando por esos lugares) los había notificado cómo Dios por intercesión de su santo, libró a los valles, mares e islas vecinas de Curazao (de los cuales recibe la Europa una gran cantidad de cacao para hacer el chocolate) de aquella 6 Fernando CAMPO DEL POZO. “Fray Agustín Beltrán de Caicedo, Prefecto Apostólico de Curaçao (17151738) defensor de los negros y del Archiduque Carlos”. En Paramillo, 14 (1995), 613-648.
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plaga egipcia de langostas después de haber cumplido un voto al Santo. Y yo mismo fui, quien a esos Padres y ciudadanos barinenses di esa noticia, y oí el hecho y el milagro del mismo Padre.
Culto a San Francisco Javier en la Iglesia de los Padres Agustinos de Barinas Tienen estos Padres Agustinos (muy afectos a nosotros en el Señor) en su templo un altar e imagen de nuestro Santo Apóstol de las Indias Francisco Javier, que recibieron del Muy Rdo. Sr. Diego Bragado (también adictísimo a nosotros con quienes hizo todos sus estudios), para promover más y más la devoción del glorioso Santo (a cuyo patrocinio dediqué una nueva misión) regalé a aquellos Padres otra imagen y reliquias de dicho Santo. El regalo resultó muy grato a ellos y a toda la ciudad. Es una reliquia grande compuesta en Roma de varias otras reliquias, que me envió a Colonia nuestro Fray Bruno Roelen, (que tres meses estuvo en Roma con nuestros Padres Procuradores). En medio de las demás reliquias se encuentra la reliquia de nuestro Santo. En su fiesta y por toda la octava fue expuesta por mi consejo a la veneración del pueblo por los Padres; y siempre una multitud muy grande de gente (principalmente del devoto sexo femenino) acude a mi misa, y después de la misa van a venerar y besar la reliquia. También una novena al Santo, fue instituida antes de su fiesta. Esto se hará en lo venidero cada año de este modo por las necesidades públicas y privadas. Así me lo prometieron santamente los devotos ciudadanos de Barinas. Mucha importancia e impulso dio a esto, que última y recientemente me había llegado una noticia de Bolonia en Italia, que un hombre de Dios muy celoso misionero nuestro había hecho seiscientos milagros con un anillo que había tocado el brazo de San Francisco Javier en Roma. Había traído conmigo varios anillos, tocados del mismo modo, y que había recibido en Colonia del Fraile ya nombrado (Bruno Roelen) que había vuelto de Roma. Distribuí cuantos tenía: pero ¿qué es un número tan pequeño entre tantos? se necesitaba un carro lleno de esos anillos para que todos los devotos del Santo tuviesen uno. Con esos y con tales regalitos sagrados ganó para mí y para la Compañía los ánimos de los hombres, más de lo que se puede creer.
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Esto lo probaron los regalos y limosnas que me ofrecieron para mi sustento y otras necesidades en la nueva misión. Los ciudadanos de Barinas tienen además por Patronos de su ciudad y como dicen de su jurisdicción a Santa Lucía y a San Eleuterio, por la providencia de Dios, para mayor gloria de su nombre, para promover el honor de sus Santos sucedió que entre las demás reliquias que tenía yo encontré también las Reliquias de Santa Lucía V. y M.; también un Agnus Dei o sea una cera sagrada bendita por el Papa actual7 (que Dios conserve y verifique etc.), en el cual estaba impresa la imagen de San Eleuterio. Ambos regalos gratísimos di al Muy Rdo. Sr. Diego Bragado, Párroco (en un tiempo).
De cómo se celebraban en Barinas las festividades anuales de Santa Lucía y de la Inmaculada Concepción. Regocijos populares. Costumbres de los barineses Poco después llegó la fiesta de Santa Lucía, del fuero de la ciudad de Barinas. En ella fue expuesta la Reliquia de la Santa a la pública veneración del pueblo, la víspera de la fiesta y procesión. Allí fue llevada la estatua de Santa Lucía por la ciudad, donde relucía para un gran consuelo espiritual un estuche pendiente del cuello de la Santa, de vidrio labrado y cortado, y en un círculo de plata, obra de filigrana como dicen, donde decentemente está incluida la Reliquia de dicha Santa. Su fiesta como también la fiesta principal de la ciudad esto es: La Santísima Virgen Concebida Inmaculada fue celebrada con la mayor celebridad. En el templo primeras vísperas, misa, sermón, y cantos, afuera procesión, convite, fuegos festivos, comedias y corridas de toros. Las cofradías o confraternidades (las llamadas hermandades) instituyen anualmente tales solemnidades. De año en año convienen los cofrades en la Iglesia en las mismas fiestas después de las vísperas y eligen al nuevo alférez portabandera o sea el que debía llevar la bandera y tres Capitanes. El Capitán de locos, el capitán de toros, y el capitán de pólvora.
7 Posiblemente se refiera a Clemente XI, que fue Papa desde el 23 de noviembre de 1700 hasta el 19 de marzo de 1721.
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Al que lleva la bandera le toca por oficio en la próxima fiesta adornar e iluminar el altar de la iglesia, nombrar y salariar al celebrante y predicador, ordenar la procesión, elegir y arreglar las comedias y luego preparar el convite público en la fiesta. Por eso se le honra públicamente y cuando se le elige se le lleva en procesión por la ciudad con la bandera que él mismo porta. Pero en las fiestas de las primeras vísperas y de la misa solemne se le lleva igualmente en procesión de su casa al templo y se le coloca en la primera sede ante magistrado de la ciudad. El capitán de pólvora debe cuidar que en la noche de la vigilia y de la misma fiesta y las noches en que se hacen las comedias en la plaza, que toda la plaza alrededor esté adornada e iluminada con lámparas y también en la vigilia de la fiesta y en la misma fiesta de las vísperas y de la misa y antes de las comedias se enciendan cohetes o fuegos artificiales. El capitán de los toros debe cuidar, buscar y traer en determinados días de la octava cierto número de toros para los juegos. Para eso debe nombrar y buscar compañeros que traigan los toros con él y hombres a pie y a caballo que azucen los toros y los ataquen con picas y espadas. Deben también cerrar las puertas de las casas y las entradas de las calles en la plaza y parapetarlas con árboles; entre nosotros llaman esto empalizadas los pirotécnicos. Luego tienen que hacer de semejantes estacas y troncos en un ángulo de la plaza un corral, esto es un establo, que se hace como un seto cuadrado, para que se custodien los toros que allí se traen y que a su tiempo sean llevados a la plaza o sea al teatro uno, dos o tres según les plazca. Toca al capitán de locos buscar socios convenientes para salir con ellos por el espacio de ocho días antes y ocho días después de la fiesta disfrazados y enmascarados como decimos, por las plazas, por las encrucijadas y por las casas y alegrar a los ciudadanos de todos modos, pero principalmente con la música. Estos se atreven a todo, todo lo que sea decente se les permite, sin escándalo o grave ofensa de nadie. Necesaria e inexcusablemente fui espectador de dos fiestas de esta clase en esta ocasión, que de paso estuve en la ciudad barinense como peregrino y huésped. Sin embargo de ellas saqué gratísimos frutos muy agradables, según espero, ya predicando, ya oyendo muchísimas confesiones.
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Grandísima concurrencia de hombres devotos asistían al sermón, a la misa y a las demás solemnidades. Muchos altares adornados principalmente con cera virgen y blanca. Expuesto también el Santísimo Sacramento en el Ostensorio y llevado procesionalmente por la Iglesia con suma reverencia y decencia. El incensario o turíbulo pasaba de mano en mano de nosotros los cinco sacerdotes, que estábamos presentes, por turno incensábamos al Señor Nuestro, Señor Dios. Alrededor de la Iglesia de rodillas. Había niñitos también vestidos como ángeles, derramaban flores Indias delante del venerable en la procesión. Entre aquellos ángeles yo mismo adorné a uno, el hijo del Señor Capitán Dn. Francisco Martínez de Concha, patriota de nuestro Padre San Ignacio. Rodó muy graciosa y mereció aplausos una peluca o sea pelo ficticio que yo había llevado de los países de los herejes. Las comedias también (que pocos europeos creerán que estas se pudiesen hacer en el nuevo mundo tan bárbaro y tan lejos de las cortesías europeas) las comedias digo, en número de ocho, escogidas, decentes en idioma español e impresas en España fueron representadas en el teatro erigido en la plaza de noche con luces y lámparas. Algunas de ellas se podían exhibir en cualquiera ciudad europea muy dignamente. Todas empezaban con canto y música de instrumentos con un prólogo en que se dedicaban las primeras a la Santísima Virgen Concebida Inmaculada y las últimas a Santa Lucía. Desde la vigilia de la fiesta de la Sma. Virgen el 8 de Diciembre hasta la fiesta de Santa Lucía se presentaba todas las tardes alguna comedia. Las extemporáneas y las que se hacen tumultuariamente se llaman Pandorgas en las cuales hay muchas veces entreactos, entremeses y casos ridículos y graciosos que sucedieron o pueden suceder. Estas se hacen sin teatro y sin lámparas. Como los actores y comediantes de repente ponen una cortina en un ángulo de la plaza y detrás de ella se ponen los músicos y comediantes. Empiezan con canto y música como suelen empezar las grandes comedias. Se alumbran con fuegos que se hacen de haces y líos de cañas silvestres. No solamente los hombres blancos, es decir, los españoles hicieron las comedias, pero también los etíopes y esclavos representaron las suyas.
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Los mismos celebraron con algo de solemnidad la pérdida de Jesús de doce años en el Domingo precedente a la fiesta de Santa Lucía. Olvidé indagar por qué causa estos esclavos celebraban anualmente la festividad del Cristo niño perdido en Jerusalén. Dentro y fuera de las iglesias se celebra esta festividad como lo hacían sus Señores, hicieron aunque con menos pompa. Las iluminaciones festivas eran cohetes y todo género de lámparas: pomas doradas que se vacían cuando están frescas todavía, llenas de grasa y manteca. Así en estas tierras, siendo deficiente el arte, la misma necesidad y naturaleza enseña y afila el ingenio, y da inteligencia la falta de cosas apropiadas. En cuanto a los juegos y peleas con las fieras y toros bravos, no sucede ninguna desgracia a nadie. Hay juegos y peleas durante dos días con toros de esa especie. En una y otra corrida matan más o menos doce toros, hiriéndoles principalmente con la lanza a dos o tres pasos y frente a frente, en el ataque y corrida del toro contra el jinete y del jinete contra el toro. Todo consiste en la destreza y suerte que se dirige el caballo tan hábil y felizmente que se evite corriendo o con un salto oblicuo el toro que corre contra el adversario con todo ímpetu y furor, y al mismo tiempo y de una vez le clava la lanza con un golpe mortal. A tal golpe siguen las aclamaciones, aplausos del pueblo y los premios. Sea lo que fuere, la cosa está llena de peligros y sabe a paganismo; pero excepto España y Portugal no se ha visto eso en ninguna otra parte de la cristiandad. Pero ¿qué? Si todo lo que hacen los hombres se juzga por la intención ciertamente tienen estos juegos una intención sumamente buena; y así celebran las Fiestas de Nuestro Señor y Santísima Virgen y de los Santos del modo que pueden y saben según las costumbres antiquísimas de la Patria y de los Padres con todas las señales de alegría que se pueden imaginar. El mismo juicio formo de sus entrejuegos bacanalísticos en semejantes fiestas. Mientras disfrazados, y como decimos bárbaramente enmascarados, asisten a las procesiones y misas y allí a imitación del santo Rey David bailan delante del ara y del arca; y además representan la abominación de la desolación en el lugar santo (del tiempo del Judaísmo, paganismo y mahometismo) para perpetuar su memoria. Por el fin la buena intención, y la modestia en su trato excuso a esos hombres locos, de los que estaba llena en el tiempo de las fiestas la ciudad de Barinas. Como todo les es permitido se atreven a hacer todo, dejan a ninguno de los que encuentran en paz, pero no 288.
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sobrepasan los límites de la decencia y de la modestia. Tampoco perdonaron a su Pastor, ni a su Párroco, ni a mí tampoco, su huésped. Pues mientras menos lo pensábamos, nos atacaron también; lo que sucedió así. Existe una práctica y costumbre entre estos españoles barinenses que llevan como en procesión a su hijo recién nacido al bautismo, y vuelven a traerlo a la casa paterna. Así sucedió que una hijita del Sr. Alfonso Bragado (hermano del Muy Rdo. Señor Diego Bragado) nacida en el tiempo de esas fiestas fue llevada al bautismo con la misma solemnidad y pompa. Yo también convidado asistí a la sagrada función en la comitiva del magistrado de la ciudad, de los ciudadanos más nobles y una turba de aquellos locos que se habían asociado a nosotros contra nuestra voluntad. Cuando habíamos vuelto de la Iglesia y del bautismo y estábamos en la casa de Dn. Alfonso Bragado, estando presentes todos los huéspedes, según la costumbre, se ofrecieron varios dulces hechos de azúcar. Después, cuando pensábamos retirarnos, se presenta en el medio el Capitán de los locos y pretendiendo algún delito de lesa majestad que pronto debía examinarse suspende de su oficio ambos Primados o Jueces de la ciudad (los españoles los llaman alcaldes). En eso les toma las varas y les da a mí y al Señor Diego Bragado y nos constituye próceres y primados de la ciudad, por la autoridad real, confiada a él, según decía, por un tiempo. Esa acción inesperada fue grata a todos y mereció aplauso. Solamente para mí fue desagradable porque no era conveniente ni proporcionada con mi estado y persona. Principalmente porque por el oficio del Primado y juez civil tenía que llevar a todas partes y siempre en la mano ese bastón o vara, pues bajo pena de multa que se debía pagar al Rey, ninguno de esos jueces podía presentarse en público sin aquel bastón o vara. Pero qué haría yo único contra todos y ante la súplica insistente, sin violencia ni coacción. Para ganar todos para Cristo, en cuanto podía, juzgué conveniente ser todo para todos (también loco) por Cristo, y por 24 horas a ejemplo del Vicario y Párroco barinés el Muy Rdo. Dr. Diego Bragado, acepté aquel bastón o vara con el derecho y potestad de Alcalde o Juez y Primado de la ciudad Barinense, entre las aclamaciones y aplausos festivos de todos. Este oficio, este derecho, esta potestad, de juez de toda la ciudad me dio motivo y ocasión buena de sacar buen fruto y espiritual utilidad. Pues 289.
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conseguí con esta potestad mayor libertad de reprender más y más libremente (con bromas pero seriamente) a muchos que tenían discordias y odios entre sí, a los que estaban entregados demasiado al juego de dados, sin perdonar ni domingos ni fiestas. En resumen (confieso y debo confesar, para dar gloria a Dios) con respeto y reverencia siempre y en toda parte fui bien oído y visto por todos mayores y menores (difícil, fácil, jocoso, severo) para el mayor obsequio de Dios y lucro de las almas. Tanto ayuda por la gracia de Dios haberse atraído y vencido una vez las almas de los hombres.
El misionero habla de animales que más llamaron su atención: zamuros, tigres Por lo que toca a este respecto y reverencia hay que saber que experimenté suma veneración no solamente de los habitantes americanos españoles, indios, etíopes, pero hasta de los mismos pájaros irracionales. La América tiene un género de águilas no desiguales de los cuervos europeos; vulgarmente se llaman gallinas (gallinazos) y zamuros. Estos pájaros, desde que puse el pie en la tierra firme de América se me juntaron como compañeros de camino por todo el viaje y me siguieron desde la costa del mar hasta la ciudad de Barinas. Así del mismo modo me volvieron a llevar. Por muchos días vivían del resto de las comidas (v. gr. de un ciervo, de un toro, aves que matamos y no consumimos todas). Innumerables pájaros de esta clase se encuentran en todos los lugares poblados muy amigos, familiares, y útiles a los hombres. En ninguna parte donde hay un cadáver o se mata algún animal, que ellos olfatean no dejan de convidarse como huéspedes. Hacia esos toros matados en los juegos barinenses fueron miles de esas aves en noches de luna, volando, revolando y peleando con los perros por los huesos; hicieron tanto alboroto que apenas podía dormir. Cuando los cocodrilos, llamados vulgarmente caimanes, o los leones o tigres o serpientes matan algún ciervo, cerdo, toro, caballo, asno, o mulo, ellos (es decir los zamuros o cuervos) son ciertamente los huéspedes. Como es la costumbre del león y del tigre llevar y traer su presa matada en el interior de los bosques y de las selvas, estos pájaros vuelan por el aire encima del cadáver y así manifiestan al ladrón y al salteador. Entonces los indígenas persiguen esos tigres, leones leopardos o cocodrilos con lanzas, 290.
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flechas y escopetas y los matan para que no hagan mayores daños a sus animales domésticos. Entre otras cosas los indígenas me regalaron y ofrecieron ocho cueros de tigres grandísimos que ellos habían matado de este modo. De muchos oí la cosa casi increíble que esos tigres tienen tanta fuerza que echan sobre sí y se cargan con el caballo, mulo y el toro grande que hayan matado y lo llevan a su guarida silvestre por su astucia innata a no ser que si llevan su presa por entre la yerba y los arbustos sean presos y matados por los cazadores y dueños de los rebaños. Tres o cuatro y más caballos, burros, mulos o toros suele matar un tigre en una noche; pero chupando primero la sangre fresca de todos de la parte de la cabeza donde se juntan las venas; se lleva una sola presa y como de ella uno o dos días hasta que empieza a corromperse y a heder. Ningún ataque o daño (a Dios sean dadas gracias) como en los otros viajes por las tierras americanas en otro tiempo sufrieron esta vez mis caballos y mulos con los cuales fui llevado y traído. A esos pájaros ya nombrados, tengo que añadir esto. Cada bandada de esos pájaros tiene su Rey. Como todos los de la misma bandada tienen plumas oscuras y negras los Reyes tienen plumas blancas y además una corona y cuello rojos. El Señor Jacobo Becks actualmente Gobernador de la Isla de Curazao, hace algunos años llevó consigo a Holanda un rey de tales aves. Me acuerdo haber leído en las gacetas que había llegado él a Europa con el rey de tales aves americanas (zamuros y gallinazos). En este mi último viaje por América vi no lejos de la Iglesia de Nuestra Señora del Real, un príncipe de estas aves pero sólo tenía la cabeza blanca. Los pollos recién nacidos de prosapia real no nacen totalmente blancos, pero blanquean poco a poco. Así los pichones también son llamados Príncipes de los zamuros por los indígenas. Esto también es digno de observarse que en presencia de sus Reyes tales aves no se acercan al cadáver antes que sus reyes empiecen a comer de él. Mientras comen los reyes ninguno de los súbditos se acerca al cadáver aunque tenga hambre. Así es Dios admirable en sus criaturas. De estas aves paso a tratar de la bondad que me han demostrado los indígenas.
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Llegada del misionero Schabel a la ciudad de Barinas. Trato que se le da El Muy Rev. Señor Don Diego Bragado, Vicario y Párroco de Barinas, el más íntimo de mis amigos en estas tierras, mandó a mi encuentro dos mensajeros con caballos y mulos como legados de toda la ciudad. Previendo la concurrencia de los hombres y huyendo de la pompa con la cual sería introducido en la ciudad por él y por todos los magistrados a caballo y en mulos inesperadamente entré de noche en la ciudad y necesariamente tenía que alojarme en la casa del Señor Diego Bragado, vicario y párroco. Al amanecer, no aún durante la noche, intempestivamente me dieron la bienvenida los principales de la ciudad. Creo que no hubo ningún hombre de la ciudad o de las cercanías que no me haya visitado y saludado con un beso y abrazo. Inefable fue el gozo y regocijo de todos por mi vuelta. Estudiaban e inventaban todo lo que podían (para mi vergüenza y para decir la verdad por mi impaciencia) para tratarme, según decían, del modo más digno que ellos imaginaban. Queriendo tratarme a la europea, mi huésped y Señor Diego Bragado mandó a hacer y ponerme en la mesa todos los días cierta clase de cerveza hecha de maíz, trigo indio. Esto vinieron a saber las más nobles personas de la ciudad y como por certamen además de las fiestas de todo género y otros platos me mandaban aquella bebida hecha de pimienta india, azúcar y no sé que cuantos y cuales jugos.
Visita la Iglesia de Ntra. Sra. del Real Entre tanto me era necesaria la temperancia y abstinencia, porque no estando acostumbrado a la bebida cuidara mi salud. Cuando bajé de la ciudad de Barinas por un camino de tres días a recibir mis Indios paganos y a visitar la imagen de la Santísima Virgen del Real, fui recibido allí maravillosamente. Apenas me habían visto de lejos los que cuidaban la Iglesia, inmediatamente repicaron todas las campanas, dispararon las escopetas, me salieron al encuentro, me llevaron a la Iglesia, descubrieron la sagrada imagen, cantaron la Salve Regina, y después me rogaron y consiguieron que les diesen a besar la sagrada imagen a ellos, y al pueblo que había concurrido.
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Nicolás Paredes acompaña a Schabel desde Araure Había entre los que aguardaban en la Iglesia cierto hombre llamado Nicolás Paredes, mulato, esto es, nacido de padre blanco y madre negra o etíope que yo había traído conmigo de los valles de Caracas; (de lo cual más arriba) y este más que los otros me mostraba una singular gratitud, humanidad y afabilidad. Gratitud dije, pues a mi entrada llevé conmigo este buen hombre acogido (por decirlo así) bajo la sombra de mis alas y puse término a los peligros si no de su vida, de su fama y fortuna. Este había tenido un proceso y pleito con la ciudad y principalmente con el magistrado de la ciudad Guanaguanarense. Aunque él había ganado ante el Gobernador y Obispo de Caracas, sin embargo quedaba un odio oculto y deseo de venganza en el ánimo de los Guanaguanarenses; de allí prevenía que habían decretado unánimemente por otro motivo y pretexto cogerlo cuando volviera de Caracas entre los suyos por las tierras Guanaguanarenses y encerrarlo en el cepo. Había oído, que yo había regresado donde los indios, por eso me esperó en la ciudad Araure, para que bajo mi protección evadiese el peligro inminente. Lo que sucedió, y por respeto y atención a mi persona sus enemigos le permitieron seguir su viaje libremente. De Caracas donde por dos años se había escondido, llevaba consigo el buen hombre y en mi opinión santo, dos imágenes milagrosas de la Beatísima Virgen, a saber de Real y Coromoto las cuales había hecho pintar con las abundantes limosnas recogidas en el Distrito y diócesis de Caracas por dos años y que había adornado maravillosamente, preciosa y curiosamente con piedras preciosas y radios y cadenitas de oro encerradas en cajitas y altarcitos. Las llevaba al cuello (yugo suave y carga leve) el piadoso y juicioso mariófilo y por todas partes en el camino donde se hospedaba las exponía a la veneración en las casas y recitaba el rosario delante de ellas con los domésticos y cantaba las letanías lauretanas con el himno Salve Regina. Y hacía esto todos los días tres veces, a saber: por la mañana, al medio día y por la tarde, aunque fuere en el campo abierto cuando descansaba al medio día, o pernoctaba a cielo descubierto.
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Recepción que los indios de Tucupío hacen a la Imagen de Ntra. Sra. de Coromoto. El Misionero Schabel confirma el hecho histórico de la aparición de Ntra. Sra. de Coromoto Cuando pasaba una vez conmigo por cierto pueblo Indio llamado Tucupío maravillosos eran el afecto y la devoción con que nos recibieron con las sagradas imágenes. A tres días de camino nos mandaron al encuentro cinco hombres, y algunos de ellos fueron a avisar al pueblecito que pronto llegaríamos cuando he aquí que casi todo el pueblo nos salió al encuentro. El pastor y párroco del lugar a caballo con muchos otros a pie fue el primero que nos saludó desde lejos casi a una legua del pueblo, y pronto recibió del amante de María la sagrada imagen de Coromoto y la colgó del cuello. A mí me tocó llevar la imagen de la Deípara del Real. Así los dos Mariáforos (para decirlo así) procedimos hasta el río cerca del pueblo entre música y disparos de escopetas y las aclamaciones del pueblo. Después que habíamos pasado el río el devoto sexo femenino con velas encendidas que todas tenían en las manos salieron a recibirnos y entonces el párroco dio su imagen al que hacía las veces de paje para que la llevara. Siguiendo su ejemplo yo también entregué mi imagen a un indígena que me la pedía. Después de un intervalo las sagradas imágenes pasaron de mano en mano, y de éstos a éstas así que ya los unos ya los otros ya éstas ya aquellas las llevaban; hasta que llegamos al templo. Entonces me entregaron a mí mi imagen y al párroco la suya, las cuales ambos colocamos en el templo sobre el altar maravillosamente adornado con luces, y flores, entre los reiterados disparos de las escopetas y entre el sonido de los tímpanos y repiques de campanas. Y después cantó el párroco el himno Ambrosiano seguido del santo Rosario y el canto de las letanías lauretanas y la Salve Regina. La causa porque aquel Párroco y su pueblo recibieron la imagen de la Santísima Virgen de Coromoto con tanta devoción y aplauso es ésta. La tradición y certificación auténtica examinada y aprobada por el Obispo de Caracas es: que la milagrosa imagen de la Beatísima Virgen de Coromoto apareció y fue vista en aquel pueblo. Y cuando aquel devoto amante de María había llevado algunos ejemplares de aquella imagen al pueblo, llenó a todos de una alegría y consuelo inexplicable. Que la aparición de la Beatísima Virgen fue aprobada por el Obispo de Caracas (por las 294.
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diligencias de aquel amante de María), y que donde dicen que apareció es el mismo lugar que éste haya construido un templo en honor de la Deípara, fue causa de odio contra este hombre santo de parte de los habitantes y magistrado de Guanaguanare que son vecinos de aquel pueblo tres leguas. Porque el lugar de la aparición empezó a ser frecuentado por los devotos de María y familias enteras de trescientos miembros, se incorporaron al pueblo aquel de Tucupío contra el gusto de los magistrados de la ciudad de Guanaguanare. Además en la ciudad de Guanaguanare se conserva y se honra una imagen milagrosa de Coromoto y por medio de que esa devoción verdaderamente y ciertamente útil se disminuya fue iniciada aquella persecución contra este devoto de María. Trajo consigo aquel muy devoto Mariano dos cálices y cinco casullas nuevas de las limosnas recogidas, en el distrito y diócesis de Caracas para el templo de la Beatísima Virgen de Real. A eso hay que añadir seis morteros de los que se usan en las naves mayores que se ponen en pipas de cobre fijas con tornillos y dirigibles a todas partes y que se sacan después del disparo y se llenan otra vez. Estas fueron llenas de pólvora y encendidas la primera vez en la fiesta de la Deípara y por ser máquinas nuevas nunca vistas en esas tierras fueron aplaudidas. Pero como el que las había llevado era inexperto en la pirotécnica había excedido la medida de la pólvora, un mortero se reventó e hirió al nuevo pirotécnico gravemente en el brazo. Enteramente por la providentísima clemencia de Dios óptimo máximo y su clementísima providencia sucedió que en tales circunstancias por disposición celestial iba yo pasando por estas tierras haciendo bien por la mayor gloria de Dios, honra de la Virgen Santísima, estimación y amor de la Compañía y para promover la salvación y bien de las almas.
Llegada del Misionero a la ciudad de Barquisimeto En toda la provincia de Venezuela (mejor dicho, reino) extendida por más de seiscientas millas y que tiene gobernador y Obispo en la ciudad de Caracas no se había a excepción mía presentado jamás un Jesuita.8 Únicamente 8 No es exacto en esta afirmación el P. Schabel, pues desde 1607 trajinaron los miembros de la Compañía de Jesús la capital caraqueña (José DEL REY FAJARDO. Entre el deseo y la esperanza: los jesuitas en la Caracas colonial. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello [2004a]).
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por la fama de la santidad y buen nombre conocían los habitantes y vecinos de esta tierra nuestra Compañía y religión. Por eso me veneraron como un Ángel bajado del cielo y enviado a ellos. Ciertamente en Barquisimeto ciudad india muy noble y fiel (por lo que los reyes Católicos le dieron tal nombre) cuando estuve allí de paso tanto los eclesiásticos como los religiosos, los políticos como los seglares me demostraron gran honor y amor. Todos se disputaban el honor de hospedarme en su casa. Yo, como estaba ya convidado en los Montes de Cocorote tenía que dar mi palabra a un Señor de los principales y nobilísimos, frustrando la esperanza y expectación de los demás. El Vicario y Párroco del lugar mandó a mi encuentro a tres días de camino a un eclesiástico. Apenas puse el pie en la ciudad fui saludado y visitado por el mismo Vicario, por los religiosos Franciscanos y los principales de la ciudad. Entre los otros que me visitaron se encontraba también (raro en estas tierras) un Belga de Gante, de apellido Van de Vogel, de una familia flamenca bien conocida en Bélgica. Cuando hablaba con lengua belga, otros Señores españoles presentes nos escuchaban admirados y con la boca abierta. Este ejercía el oficio de cirujano en Europa y para probar fortuna (como decía) al llegar a América empezó ejercer la cirugía y la medicina. Contrajo matrimonio en la ciudad de Caracas. Pero antes que se celebrase el matrimonio contra su voluntad tuvo que dejarse rebautizar, aunque santamente y con juramento había afirmado que estaba bautizado y que había nacido de padres cristianos y católicos en Gante, Capital de Flandes, ciudad y provincia católica y que allí se había educado. Tanto prevaleció y está arraigado entre los indígenas americanos la opinión de que ellos solo son cristianos y católicos y que su bautismo solo es válido, pero los belgas sean flamencos o brabantes (súbditos y vasallos del Rey Católico) por ser vecino de Holanda, Zelandia, y Geldria, fomentan la herejía y su bautismo es sospechoso. En la ciudad de Barinas encontré a otro belga de apellido Bernagie, nacido en Breda y educado en Amberes, según me lo afirmó, también cirujano y médico. Ese aunque fuese bautizado cristiano y católico tenía que admitir otro bautismo para contraer matrimonio con una española. Yo empero no me admiro tanto de esa reiteración del bautismo en este nuevo mundo de América, pues hasta en la misma España las naciones no españolas se 296.
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consideran de algún modo como no cristianos. De allí viene, que cuando uno oye hablar a otro en presencia de un español su lengua nativa tiene que oír: Habla cristiano: Como si a excepción del español, no hubiera ningún otro idioma. Pero ¿qué? Hay que ceder y conceder al celo bueno y santo de esta nación verdadera y sinceramente y por antonomasia y excelencia cristiana y católica que todas las naciones todos los hombres del universo desean y anhelan con razón y santamente ser tan buenos cristianos como ellos lo son.
En Barquisimeto roban el equipaje del misionero Vuelvo a la ciudad de Barquisimeto. Después que por el camino de las Colinas de Cocorote llegué a esta ciudad, gente (no sé cual) no santa (como siempre en todo el universo los malos están mezclados con los buenos y los buenos con los malos) hombres inicuos y tramposos de noche me despojaron de mi pobreza, esto es: de mi equipaje de lienzo; divulgado el suceso todos los habitantes y vecinos de la ciudad me compadecieron. Principalmente los alcaldes y jueces sintieron el hecho impiísimo, y empezaron a investigar quiénes fueron los ímprobos ladrones. El Vicario también fulminó una censura y excomunión leída públicamente en la Iglesia contra los sacrílegos, como decía, y contra todos los que a sabiendas compraron y se apropiaron algo de lo robado y que no llevaran a él la cosa, como denunciaran a los ladrones. Igual excomunión mandó a promulgar en las Colinas de Cocorote. Pero después de toda diligencia no conseguí nada. Después de mi vuelta de la ciudad de Barinas supe que en cierta ciudad (llamada Carora) vendieron algunas cosas mías (quién no sé). Pero como no me conocen en esa ciudad y como estuve de ella a una distancia de tantísimas millas y estando además de mi viaje de vuelta encomendé la cosa a Dios con paciencia y ánimo según decimos. Quizás y casi ciertamente esos ladrones cogieron esos lienzos en la extrema necesidad. Casi ciertamente digo y por esto, porque ya muchos años ha no ha venido ningún galeón ni nave de Registro según dicen, de España a estas tierras americanas para subvenir sus supremas y extremas necesidades. En suma: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, el Señor puede devolvérmelo, como plugo al Señor, así sucedió, el nombre de el Señor sea bendito perpetuamente.
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Se trata del establecimiento de Colegios dirigidos por los jesuitas Cuando me despedía de los indígenas de esta ciudad todos me elogiaron y entre besos y abrazos me desearon toda clase de felicidad y declararon con cuánto deseo pedían y anhelaban que a lo menos algún día vendrían a su ciudad los Padres Teatinos9 (así nos llaman en estas tierras y aun en la misma España) a los Padres de la Compañía de Jesús para que erigiesen un colegio y gimnasio y que enseñasen a sus hijos las buenas y santas costumbres y las letras. Santamente declararon que estaban dispuestos a cooperar a esa obra con su trabajo y facultades. Si place al Señor y a nuestros Superiores quizá en breve se cumplirán sus votos. Pues como oí de ellos mismos y de otros hombres fidedignos en esta Provincia venezolana como cosa cierta e indudable que el mismo Obispo de Caracas10 escribió últimamente cartas a nuestro Padre Provincial de la Provincia del Reino de Nueva Granada11 y pidió Padres de nuestra Compañía para la ciudad de Caracas metrópoli de la Provincia de Venezuela y su residencia Episcopal y les ofreció por habitación el Seminario (Colegio lo llaman). Este Seminario o colegio lo preside ahora como Rector el eximio y muy reverendo Señor Don José de Ramos Serrano, quien es muy adicto a nuestra Compañía, porque hizo todos sus estudios en nuestro Seminario y Colegio de San Bartolomé en Santa Fe (metrópoli del reino de la Nueva Granada) con nuestros maestros; éste está removiendo todas las piedras para traer a nuestros padres a su ciudad y provincia. En cuanto pude conseguir y saber, dijo nuestro Padre provincial nuevo granadino en su respuesta al Obispo de Caracas, que el afecto y la proposición le eran muy gratas a Él y a la Compañía y que le daba esperanza de 9 Curiosamente durante la Colonia se confundió a estas dos órdenes religiosas, y con frecuencia encontramos que a los jesuitas los denominan “teatinos”. La Congregación de los Teatinos fue fundada por Gaetano de Thiene, en 1524, y por Juan Pedro Carafa, quien llegaría a la silla de San Pedro con el nombre de Paulo IV. 10 Don Diego de Baños y Sotomayor (véase Nicolás E. NAVARRO. Anales eclesiásticos venezolanos. Caracas, Tipografía Americana [1929], 85-87). 11 El Provincial era el P. Pedro Calderón. Nacido hacia 1638 en San Vicente de la Barquera (Cantabria). Ingresó el 3 de mayo de 1657. Provincial del Nuevo Reino de 1700 a 1706. Falleció el 31 de octubre de 1708 (José DEL REY FAJARDO. Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial. Bogotá [2002], 56-60).
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satisfacer al voto de su Ilustrísima y Reverendísima dominación cuando llegasen las tropas auxiliares de Padres y misioneros con el Procurador General de la Provincia el Padre Juan Martínez de Ripalda12 que se esperaban de España. Por toda la Provincia de Venezuela por donde pasé era la voz del pueblo que su Obispo esperaba a los Padres de la Compañía en su residencia y diócesis y que por grandes causas quería que salieran los Padres Capuchinos de ella y las misiones para que introdujeran en ellas y en su lugar a los Padres Teatinos o sea Padres Jesuitas. Y muchos me vieron y consideraron como el precursor y enviado con anticipación a esa Provincia y al Ilustrísimo y Reverendísimo Obispo suyo, para tomar posesión del colegio y de esas misiones en nombre de la Compañía. Pero yo consciente de mi poco valer, incapacidad e indignidad dije a todos y a cada uno la verdad que debía decir, yo no soy aquel hombre por quien me consideráis, y aun no soy digno de desatar la correa del zapato de Aquel que será enviado para eso por Dios y por mis Superiores.
En Araure Y hasta el Padre Fray Francisco,13 Misionero en Araure (una colonia del pueblo indio) Capuchino me habló de este asunto e insinuó que el Obispo pensaba en su dimisión y la de los suyos de las misiones para introducirnos a nosotros. Buen hombre en todo concepto me recibió en su casa con muchísima caridad y tres veces me vino a buscar de la casa del lugarteniente (así llaman ellos al Principal) Adrián Marino a quien conocía antes de eso y buen amigo, y disputaba con el Padre, que él quería tenerme en su casa como huésped. Como tenía suma necesidad de lo necesario para decir la misa le di dos botellas de vino.
12 Nació en Olite (Navarra) en 1641. Ingresó en la Orden en Villagarcía de Campos, el 20 de septiembre de 1659. Falleció en Madrid, el 2 de diciembre de 1707 (José DEL REY FAJARDO. Catedráticos jesuitas... Op. cit., 188-198). 13 Quizá se pudiera referir al P. Francisco de Fuente de Cantos, misionero capuchino en los Llanos de Caracas (Buenaventura de CARROCERA. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas. 2 vols. Caracas, Academia Nacional de la Historia [1972]).
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Y recíprocamente me dio dos cuervos domésticos indios (los indios los llaman Cajaros) y que hablaban en español y en indio como los papagayos y tenían plumas bellísimas de todos colores aves más brillantes y más elegantes no hay en toda América. Cuando salía de aquella colonia, en mi honor mandó repicar las campanas de su iglesia y el lugarteniente y principal o sea, juez del lugar, su hermano y otros jinetes me acompañaron por dos leguas hasta el río (Acarigua). Sí, aun precedieron en el río, examinaron el paso y me mostraron el camino para pasar sin peligro. Aprovechándome de la ocasión de que hice mención hace poco del vino tengo que añadir que en la ciudad de Barinas tuve que regalar el vino que me restó (reservándome algo para mi propia necesidad) al Vicario y Párroco Señor Diego Bragado y a los Padres Agustinos, para que pudiesen decir misas. Pues ya por falta de vino que no crece en estas Indias, pero que se importa de España solamente celebraban los domingos y días de fiestas el santísimo sacrificio de la misa.
El Misionero recurre al Obispo de Caracas. Falsas Acusaciones. El Alcalde de Barquisimeto Don Andrés Gutiérrez sale a su encuentro Causas gravísimas me impulsaron y obligaron a recurrir al vecino Obispo de Caracas (que pretende tener derecho y jurisdicción en esta Isla que un tiempo estuvo sometida a los españoles) para pedirle un nuevo altar portátil y una nueva casulla y otros paramentos sagrados con los sagrados óleos que me eran sumamente necesarios por cuantos trabajos y peligros que este viaje me causarían. Y Dios óptimo máximo protegió mis santos y justos votos y mis deseos más y más de lo que podía esperar y pedir como es evidente por lo que relaté más arriba. Y aunque de hecho había guerra en Europa entre los españoles y holandeses en esta América no parece que hay. El comercio así como en tiempo de paz entre los dos sigue su curso principalmente con la Provincia de Venezuela o sea con Caracas a donde tenía que ir. Además para mi tranquilidad luego que llegué a la tierra firme de América tomé un pasaporte según llamamos o salvoconducto de los Alcaldes o Jueces reales de la ciudad de Barquisimeto. Me lo dieron por su potestad casi como del Gobernador por 300.
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su jurisdicción que se extiende de la costa del mar casi hasta el territorio y jurisdicción de la ciudad de Barinas. Porque afirmaron que gozaban de tal derecho, potestad, facultad y poder por un privilegio real que los Reyes Católicos habían dado a los Alcaldes de su noble y siempre fiel ciudad de Barquisimeto y que son entonces vice-gobernadores en los territorios sujetos a su jurisdicción cuando por un caso inesperado el Gobernador constituido por el Rey en la ciudad de Caracas en la Provincia de Venezuela, cesa su oficio. Lo que había sucedido en ese tiempo. Pues por locura el Gobernador se hizo incapaz del mando. Poco después de mi entrada en la tierra firme de América cuando había llegado a los valles y colinas de Cocorote me sucedió un caso de todo modo inesperado e ingrato, suscitado contra mí por el infierno y el cacodemón (de lo que estoy firmemente persuadido) por el cual fui detenido en el viaje y en mi propósito justísimo y santísimo. Proveía pues este malvado enemigo de todo bien justo y santo que cual y cuanto fruto haría Dios óptimo, máximo por mí indignísimo como instrumento tanto de paso en esas tierras americanas como permaneciendo en la Isla de Curazao, en las almas de los hombres, y cuantas almas ya de los cristianos no buenos, ya de los paganos y gentiles ganaría para Dios y le quitaría por la gracia gratuita de Dios. El caso fue éste. No sé que ministro del infierno y del demonio para perturbar la santa festividad y devoción con que se celebraban y honraban los Santos Apóstoles Simón y Judas Tadeo había anunciado a los habitantes y Alcaldes o Jueces de la ciudad de Barquisimeto que yo con algún Duque Austriaco acompañado de soldados y tropas y además con catorce mulas, que iban cargadas de toda clase de cosas preciosas y mercancías había venido de Europa vía la Isla de Curazao y se acercaba a su territorio y Jurisdicción. La plebe y la gente demasiado crédula en esas tierras americanas, quedó persuadida de la novedad así también los Alcaldes. Y sin demora, uno de aquellos Alcaldes o Jueces de nombre que tenía el turno de visitar esos valles y colinas Don Andrés Gutiérrez, madrileño, juntó o reunió socios y soldados para bajar a esos valles y colinas y salirme al encuentro. Y cuando en el camino supo por otros mensajeros que era yo a quien él conocía ya antes y que las primeras novedades tocante a mí eran enteramente engaños él solo me vino a ver y a visitar y con mucha bondad me dio la bienvenida. 301.
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Así cambió Dios en bien el mal que aquel pésimo padre del engaño había pensado de mí. Con vergüenza y pudor el buen Alcalde y juez tenía que reconocer que estaba engañado, cuando en vez del Duque encontró a mi sirviente, el sastre, en lugar de soldados un etiope y un indio con algunas mulas que me llevaban a mí y a mi pobre equipaje y además de esto no encontró nada más conmigo. Pero ya no contento con eso por motivos que tenía y consecuencias que preveía espontáneamente y aunque rehusándolo aquel Alcalde y juez Real mostré todo lo que tenía aun las cosas íntimas hasta las cartas de nuestro Padre General a él al Comisario del Santo Oficio o la Inquisición y al Párroco del lugar que me hospedaba. Les indiqué por eso la necesidad y causa e intención y fin por el cual iba el Ilustrísimo y Reverendísimo Obispo suyo, pero también a el de mi Isla. Y eso, porque pedía que me diesen un certificado y testimonio de que ellos habían examinado con sus propios ojos ya la misma entrada en la tierra de América Española no habían encontrado cerca de mí nada absolutamente ni por sombra que pudiera indicar la mínima sospecha de alguna traición maquinada por mí contra su patria o contra el Rey Católico. Y por fin que no era comerciante de cosas profanas sino de las almas sagradas. Conseguí de ellos también un testimonio y certificado tal cual lo pedí. Recibí otro semejante a este del Vicario de la ciudad de Barquisimeto. Con estos defendí y pude defender mi buen nombre, mi fama, honor y crédito también cerca de los nuestros porque a ellos había llegado hasta la ciudad de Mérida donde tenemos un colegio y que dista de la ciudad de Barinas ocho días de camino, esta fábula mentirosa y diabólica. A esta tempestad funesta e infernal siguió después otra peor y mayor que la primera a mi vuelta a la isla. Seis o siete naves de Zelandia habían venido de Europa a América para hacer comercio. Cuando pasaban Cumaná, ciudad y puerto de mar americano español, para atemorizar a los indígenas habían izado las banderas inglesas prosiguiendo su viaje y navegación hacia Caracas. Pues el Gobernador de Cumaná (madrileño de nacimiento y casado en la ciudad de Barquisimeto de apellido Don José Ramírez, a quien había conocido yo hace tiempo) mandó
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un mensajero expreso a la ciudad y al Gobernador de Caracas para anunciarle la llegada de aquella flota enemiga Inglesa, que él había visto. Avisó que porque se hicieron a la vela hacia la Guaira (puerto de Caracas) los habitantes a tiempo se proveyesen de lo necesario para la defensa. Esta noticia, este mensaje hizo tanto alboroto, excitó tanto tumulto que sin demora por todas partes por toda la extensión de la Provincia de Venezuela todos fueron llamados a las armas. Por eso hay que saber que recientemente había llegado para el Gobernador de esta provincia una Cédula como dicen los españoles o Epístola Real en la cual el Rey notificaba a este Gobernador de Caracas que vendrían de Inglaterra a las Indias de su América española cierta flota enemiga y le exhortaba a que fuese alerto y en todo caso y ocasión fiel, fuerte y constante. Entre otras cosas esa cédula o epístola (cuya copia vi y leí) decía: que esas naves llevaban también a dos Religiosos Trinitarios de Londres. De ellos el uno es español y el otro alemán enviados secretamente por el Emperador, bajo el pretexto de misioneros apostólicos fomentasen y promoviesen el partido del César entre los indígenas. Para que consigan esto (sigue diciendo la epístola) traen consigo muchos fardos de papeles impresos en forma de manifiesto del Emperador para que los distribuyan entre los indígenas americanos pública o secretamente y tienten la fidelidad de estos nuestros vasallos y no son nada menos que misioneros apostólicos. Así también supimos que en la misma ciudad de Londres se encuentran dos otros sujetos, dos seglares que según dicen irán también con esa flota enemiga. Y uno de ellos fue secretario del conde de Harrach, un tiempo legado en esta corte de Alemania. Esto de la cédula española o epístola Real. Todas las tres personas indicadas en la epístola las conocí y vi en Londres cuando pasé por allí regresando a Holanda de España por Portugal e Inglaterra. A uno de ellos, es decir, al Padre Mauro de Aranio, Trinitario, traté familiarmente y él me leyó una carta que el mismo Emperador le había escrito por causa de asuntos graves e importantes del estado, como decimos, su majestad cesárea había cambiado de idea y no había decretado mandar ni la flota Inglesa ni por consiguiente esos dos religiosos trinitarios a la América española. Uno de esos religiosos nacido en Viena de padres españoles y algo jorobado (como supe después) se ahogó en una tempestad en una nave que 303.
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llevaba víveres y equipaje del Príncipe de Damstad. Pues esos dos Padres trinitarios eran del séquito de este Príncipe. Todo eso sabía yo de ellos, pero me parecía más conveniente y útil en el Señor no hablar de eso a los indígenas. Principalmente como la Santa Regla nos obliga a no hablar en vano ni discurrir de los Príncipes cristianos que no están de acuerdo entre sí y nos manda estimarlos igualmente en Cristo Señor Nuestro y rezar al Omnipotente por la paz y unión entre ellos. Para decir la verdad, y para dar a Dios la gloria que le toca tuve muchos tentadores que me preguntaban frecuentemente del Rey, de las guerras, de noticias europeas. Pero según toda regla de prudencia, discreción y circunspección tenía que ver, a quien podía confiar. Sólo Dios conoce los corazones los ánimos y las intenciones pero yo ignoraba si tenía en mi presencia hombres benévolos o malévolos, amigos o enemigos. Por eso me callé como debía y de todos modos evitaba y excusaba el discutir sobre las cosas del Estado, según las llamamos. Inexcusable e inevitablemente teniendo que contestar a los que me preguntaban con instancia de Felipe V (que los Españoles habían aceptado como Rey), hice lo que debía hacer, le alabé como un príncipe bueno y dotado por Dios con las virtudes, gracias, dones y talentos regios. Cristianos y católicos, así lo elogié como otros me lo habían elogiado en París y en Madrid cuando tuve que pasar por allí. Del mismo modo a los que se informaban del Archiduque contesté lo mismo, y de esa verdad fui testigo ocular cuando lo vi en Rotterdam y la Haya en Holanda y en ambos lugares asistí una vez a la misa que él oía una después de la otra, para mi vergüenza, siempre de rodillas con las manos elevadas muy devoto y muy reverente como un Ángel. Después los más curiosos preguntaron, quién era el más excelente de los príncipes y quién tendría más derecho a la corona querían ellos saber mi opinión, y yo les expliqué con pocas palabras y brevemente que como religioso y religioso de la Compañía (en quien las miradas y oídos todos estaban dirigidos) tenía que decir, que toda comparación es odiosa, y que no me tocaba a mí, un pobre y simple religioso inexperto en las cosas de la política y de la corte, examinar la excelencia, los testamentos, los derechos y las guerras de los Reyes y Príncipes. Hay que dejar eso a Dios, a los mismos Reyes y a los versados en tales cosas. Por fin concluí diciendo que yo y todos los hombres iguales a mí de la Compañía de Jesús somos siervos y vasallos 304.
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sin distinción de todos los Príncipes y Reyes europeos, cristianos y católicos, pues que todos estiman y aman a nuestra Compañía en tan alto grado que casi todos tienen por buenos teólogos y confesores a los Padres y sacerdotes de nuestra religión. En suma que sea Pablo, que sea Cefas, que sea el Rey de las Españas y de las Indias con tal que sea cristiano y católico yo, viviendo en sus tierras después de días tengo que servirle y serle fiel. Así reprimía la curiosidad de esos hombres y les hacía callar queriendo que todo fuera hecho para todos por amor de Dios y del prójimo, para ganar todos a Cristo según pueda durante mi morada y paso por este mundo. Dios que sabe todo también es mi testigo que ni directa ni indirectamente, ni pública ni secretamente he pecado de algún modo ni contra el Rey ni contra la ley. La causa, el fin y la intención mía porque había recurrido en una suma y extrema necesidad a la tierra firme española de la América era completamente distinta, y para decirlo así a una distancia de todo el cielo, toda la tierra y todo el mar, como declaré arriba más ampliamente. Eso no obstante, a mi vuelta una tempestad horrorosa, una tormenta grandísima de persecución se desató sobre mi cabeza (de todos modos inocentísima, Dios es mi testigo, los ángeles y todos los hombres). Pues, como expuse después de aquellas siete naves de Zelandia (considerada como flota Inglesa) se hubieran presentado delante de la Guaira, a causa de esa Cédula o epístola Real, le entró en el corazón y en el ánimo al nuevo y recién electo Alcalde o juez de la ciudad de Caracas llamado Barrabás (persona con un nombre de mal agüero) una sospecha diabólica Barrabea o mejor dicho infernal por la cual pensó y se persuadió que aquellas naves no solamente era la flota inglesa señalada por el Rey sino que yo también era uno de esos religiosos trinitarios que indicaba la cédula o epístola Real. Por eso había decretado secretamente cogerme de sorpresa cuando hubiere llegado a la ciudad de Caracas. Estando yo en el camino para Caracas algunos buenos amigos (o mejor dicho buenos ángeles mandados por el buen Dios) me notificaron esa maquinación tramada contra mí. Por eso cambiando mi intención y propósito huí de esa zorra herodiana, y fui por otro camino acompañándome el buen Dios y su Ángel felizmente regresé a mi país en que Dios y mis 305.
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Superiores querían que fuesen para la mayor gloria de Dios y promover la salvación de muchas almas.
Regreso del Misionero. Permanencia en Puerto Cabello Y también por una singular providencia y clemencia de Dios, después de nueve días de camino desde la ciudad de Barinas llegando felizmente al mar, cuando he aquí que estaban ancladas en la ribera a la vez tres naves de la isla de Curazao, como si fuesen mandadas por Dios tres veces óptimo y máximo para que pudiera elegir cual de las tres quería. Esa suerte yo indigno pecador atribuyo al patrocinio de la Taumaturga Madre de Dios de Real (de quien más arriba) la estrella del mar para con Jesús Salvador Nuestro. Después de haber dado gracias infinitas (cantando el Tedeum) a la Santísima Trinidad, sin demora subí a una de las tres naves. Allí después de tres días de descanso (de un viaje muy dificultoso) navegando con viento siempre en popa muy próspero y muy favorable (los españoles lo llaman brisa) llegué a la isla de Curazao. El Capitán de la nave se llamaba Juan Palmito, un amigo y conocido mío. Con este Juan y con este palmo pasé el mar o sea el Jordán sin lastimar mis pies para la gloria de Dios muy ligera y felizmente. En esos tres días que permanecí en el litoral, en Puerto Cabello descansando, un eclesiástico vecino, párroco de una colonia india llamada Guayguassa (el muy Rdo. Señor Juan José Picón), me mandó un mensajero con cartas para convidarme muy cortésmente a venir donde él. Pero pudiendo ser mi viaje a cada instante, no podía hacer una excursión donde él. Apenas había llegado al puerto de la isla de Curazao que inmediatamente el principal de todos los católicos de la Isla: el Señor Juan Moyarte, vino a mi encuentro en el buque, me dio la bienvenida y me hizo traer vestidos seglares. Pues poner el pie en tierra con mi vestido jesuítico en un país atestado de herejes y judíos me habría costado una lluvia de piedras como a San Esteban y la vida.
Informa sobre los Indios Caquetíos de Coro. Leyendas sobre la región del Río Ticoporo De los moros vengo ahora a los indios que habitan esta isla de Curazao. ¿Cuántos cientos y miles hay de éstos? No me consta todavía; porque por falta de ocasión y de tiempo no pude hacer una excursión donde ellos; 306.
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frecuentemente vi a muchos de ellos en la ciudad y en el puerto, y muchas veces les hablé. Esa tribu me parece de buena naturaleza, de buen genio y de buena índole. Me dijeron que ellos se llaman Cacatíos [sic], y que descienden de los indios de Coro (ciudad y país habitado ahora por los españoles). Esta ciudad de Coro es un puerto marítimo en la tierra firme de la América Española. Desde esta isla de Curazao se puede ver sus riberas y las montañas vecinas, cuando el cielo está sereno y claro. Tan cerca están de nosotros. En otro tiempo había allí un Episcopado llamado de Santa Ana. Ahora está trasladado a la ciudad de Caracas juntamente con el régimen político y el Gobernador. Puesto que los indios de esta isla son Cacatíos y traen su origen de los indios corianos, son descendientes del gran Manaure (un cacique y rey americano de quien hablamos antes). Es una tradición común y general entre los indios americanos, que Él era Cacatío, y que vivió en Coro, y que salió de allí (por miedo de los españoles que ocuparon las Indias) y trasmigró a remotísimas tierras indias americanas. En esa ciudad llamada Coro (residencia real del rey cacique indio) supongo que el Apóstol de las Indias Santo Tomás o San Bartolomé le haya dado el bastón prodigioso y portentoso, del cual hablamos más arriba. Me acuerdo haber leído alguna vez en las historias Indias americanas que de ese puerto coriano salió el Santo hombre de Dios, el Apóstol de las Indias, sobre un manto extendido sobre las olas del mar como una nave y así abandonó las Indias americanas. También leí en las mismas historias y crónicas, que hasta el presente día, en la montaña vecina al puerto y a la ciudad de Coro se ven impresas las huellas sagradas de los pies apostólicos y el púlpito hecho con maestría en la roca (cincelado sin duda milagrosamente por manos angélicas) desde donde se cree que el Apóstol hizo su último sermón de despedida al cacique y rey americano Manaure y su innumerable nación Cacatía. En mi misión nueva (de la cual tratamos antes más extensamente) también se han encontrado iguales huellas del mismo Apóstol. Pues en la vecindad de la ciudad de Pedraza, donde viven mis indios Guaneros, en la riberas del río Ticoporo hay una piedra grandísima, sobre la cual está impresa y como cincelada la forma de un hombre durmiendo y descansando. Al lado 307.
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de este cuerpo se ve también impreso en la piedra la figura de un bastón y de un libro. La voz del pueblo y la opinión común de los indígenas es que un Santo Apóstol de las Indias sea Santo Tomás sea San Bartolomé ha dejado sus huellas milagrosamente impresas en la piedra para su perpetua memoria. El río Ticoporo en cuyas riberas se encuentran impresas las sagradas huellas del Apóstol, tiene aguas de una admirable y rara virtud. Podemos llamarla más milagrosa que el nadadero de Siloe, la piscina probática, porque no uno sólo cada vez sino casi todos los enfermos se curan en este río, si se bañan y nadan en él. Algunos atribuyen esto a las hojas y raíces de la zarza parrilla, que abunda en las riberas de ese río y por lo cual dicen que tienen esas aguas la virtud de curar. Pero es lo contrario, porque las hojas y las raíces de la zarza parrilla no curan toda clase de enfermedades sino una sola enfermedad, cuyo nombre no se puede mencionar. Por lo cual atribuyo la virtud curativa de ese río a una causa celestial y divina, esto es, a las huellas milagrosas del Santo Apóstol por donde corren muchas veces las aguas del río, cuando hay creciente. Yo mismo, estando completamente sano me lavé una vez en este río para conservar mi salud en aquellos calores indios y casi me ahogué en él. Si hubieras estado presente y hubieses visto cómo fui librado de esa inmersión, dirías quizá que era un milagro. Clara y limpidísima como el cristal era y es el agua de aquel río, de tal modo que en el fondo también profundo se pueden distinguir y contar todas las piedrecitas. Y eso mismo me engañó. Había entrado pues en cierta parte del río donde no me parecía profundo, pero que era en realidad muy profundo. Como no sabía nadar, tan pronto como había entrado en el agua, empecé a hundirme y fui llevado por la corriente. Por fortuna tenía conmigo dos indios en la comitiva. Cuando éstos me vieron sumergido y llevado por la corriente, sin demora saltaron al agua, me cogieron y me llevaron a la ribera y así me salvaron. Salvado de la inmersión di las debidas gracias a Dios y después de Dios al Apóstol de las Indias, cuyas huellas sagradas estaban allí cerca. Este caso me sucedió hace ocho años.
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Parte II. Curaçao. Aruba, Bonaire [FOL. 52]
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Me queda hacer referencia de aquellos padres misioneros capuchinos oriundos de Aragón, Valencia y Cataluña, un hecho que es notorio y público en el mundo entero. Por las disensiones entre ellos mismos, con su Superior, con sus indios, con el Régimen Real, con el Obispo de Caracas, se han hecho demasiado odiosos, y, por lo mismo, temen que tengan que salir de su territorio y misión y que su episcopado lo tengan que recibir otros, es decir, nosotros. El mismo Superior se fue para España huyendo de sus mismos misioneros molestado y vejado en extremo por ellos mismos. Esto es lo que dice la gente. Allá en el palacio real de Madrid, ante el Rey y el Consejo Real, se dice que está procurando que aquellos sus padres sean dispersados de sus misiones. Que Dios, Óptimo y Máximo, nos libre de semejante espíritu maligno de disensión. He encontrado a uno de aquellos misioneros prófugo de sus Superiores y representantes, igualmente capuchino, en esta isla de Curaçao, para mi desgracia y buen ejercicio de la virtud de la paciencia. Este es de nacionalidad francesa, y, por haber predicado contra el Sínodo de París, como él mismo me ha contado, tuvo que salir huyendo de Francia. Luego llegó a América y estuvo por un tiempo en la isla de Martinica, que es posesión francesa. De allí pasó a las Indias Españolas y las recorrió de arriba a abajo. Valiéndose del derecho de retorno, llegó a Roma donde se sometió a la Congregación de la Propaganda y ante ella pasó revista a sus peregrinaciones. De la misma Propaganda recibió tales patentes de Misionero Apostólico Americano, según me dijo personalmente (pero quién le puede creer), que, mientras viva, estará libre de toda obediencia de su orden y de sus superiores. Este mismo, ya una vez, bajo el anterior Gobernador, tuvo que salir huyendo de esta isla de Curaçao. Pero poco antes de la llegada del nuevo Gobernador, que ahora es el Señor Jacobo Becks, durante el régimen interino del Gobernador, fue repatriado a la misma isla por un ateo, amigo de aquel Vice-Gobernador. El tal ateo nació en Roma de padres judíos, circuncidado y bien educado según la ley judía; luego abandonó el judaísmo y la sinagoga, pero no tomó ninguna otra religión en lugar de la judía. Según me ha confesado, y se gloría de ello, desde hace 25 años hasta la fecha ha vivido sin religión y sin fe ninguna, a pesar de que tiene en esta Isla dos hermanos judíos, David y Salomón, con quienes se relaciona. Por 309.
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un tiempo estuvo en la Inquisición de Cartagena de Indias, y a los nuestros, con quienes, según dice, tuvo muchas relaciones, especialmente con nuestro P. Ignacio Capata,14 los tiene en gran estima. A mí, apenas llegué a esta isla, me visitó acompañado de algunos señores portugueses, cristianos y católicos, junto con sus sirvientes, y, hasta ahora, me ha tratado siempre con mucha amabilidad. Que Dios conceda a un hombre infeliz un final de su vida feliz a través de la luz de la fe que es un don de Dios. Entre aquellos señores portugueses que me vinieron a visitar con él, por razones de educación, se encuentra Don Gaspar de Andrade que por muchos años estuvo al frente de la venta de esclavos traídos especialmente de Etiopía, Guinea y Angola, a América, con licencia de su Rey de Portugal y del Rey Católico. Todos los sábados ofrezco la misa en honor de la Madre de Dios a intención de él, ya que me ha pedido este favor. Vuelvo a la narración del famoso capuchino. Este, como he dicho, se me adelantó y se apropió los ornamentos de la Iglesia de los Católicos que hace seis años dejé en la isla, cosa que no preví. [FOL. 54] De no ser así, hubiera traído de Europa mis ornamentos necesarios para la misa. Según lo que me contaban los que iban de esta isla a Holanda últimamente, suponían como cosa ciertísima que los ornamentos de oratorio católico estaban seguros, que el famoso capuchino seguía todavía en el exilio y que no había en la isla ningún sacerdote, como en realidad no había ninguno en ella cuando yo pasé por ella hace seis años. Por otro lado, un cierto español, Don Alonso de Castilla, en cuya casa se celebra la misa para los católicos, y a quien se le había confiado el cuidado de guardar los ornamentos de la Iglesia, entregó un juego de ellos al Arzobispo de la Isla de Santo Domingo15 de paso por esta isla hacia España, y otro juego al Obispo de
14 Posiblemente se refiera a Fernando Zapata (c. 1646-1707). Residió en el colegio de Cartagena desde 1683 hasta su muerte (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Cartagena de Indias 1604-1767. Bogotá [2004b], 343-344). 15 Arzobispo de Santo Domingo desde el 14 de diciembre de 1705 hasta 1717 (Remigius RITZLER y Pirminus SEFRIN. Hierarchia Catholica... Padova, V [1952], 187).
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Trujillo16 que pasaba por la misma isla camino de su Episcopado en el Reino del Perú. Sucedió además que un cierto “vagabundo” sacerdote español que había venido acá de tierra firme de América y pasaba para Holanda, se había llevado furtivamente consigo otro juego de ornamentos. Con frecuencia hay sacerdotes que, por cuatro centavos, por una nonada, pasan por acá de las Indias Españolas hacia Holanda como fugitivos y apóstatas. Hace pocos años, entre ese tipo de sacerdotes, hubo uno (cuyo nombre me callo) que vino de allá para acá, y, aquí, con gran escándalo y dolor de los católicos abrazó el judaísmo y circuncidado tomó por esposa a una mujer judía. Y para terminar mi narración acerca del famoso capuchino, el único ornamento que quedaba para la celebración de la misa se lo apropió él con todo poder y derecho. Y cuando yo quería celebrar misa tenía que venir y pedírselo como un mendigo. Pero todo lo vence el amor de Dios y del prójimo. Para hacer de la necesidad virtud, y por amor a Dios y al prójimo, como acabo de decir, me vencí y diariamente acudía a él para decir misa. Esta frecuente y santa costumbre de celebrar misa diariamente, propia de los religiosos de nuestra Compañía, al principio le pareció demasiado inoportuna al famoso capuchino. Pero luego, le entró envidia y celotipia, ya que todas las personas de todas las naciones, especialmente españoles, portugueses, alemanes y belgas, venían a mí, dejándole a él a un lado, para confesar sus pecados en el sacramento de la penitencia. Casi todos los alemanes y belgas, especialmente los criollos, es decir los nacidos, criados y educados en la isla, llevaban cinco y seis años sin confesarse por falta de sacerdote que entendiese su lengua. Muchos de ellos no se habían confesado en diez o veinte años y algunos en toda la vida. Algunos de ellos ya han muerto durante el tiempo que yo estuve en Tierra Firme de América. Aquel afecto y el acercarse a mí los católicos para confesarse, en lugar de acercarse al capuchino, me hizo odioso ante él. Por lo cual comenzó a molestarme. En una ocasión, por ejemplo, cuando vine a celebrar la misa, como un monje que se frota fuertemente la frente, se atrevió a decirme que ya no había tiempo para decir la misa, que por qué no había
16 Juan Victores de Velasco, Obispo de Trujillo del 28 de noviembre hasta el 10 de diciembre de 1773, año en que falleció (Remigius RITZLER y Pirminus SEFRIN, Op. cit., 393).
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venido más pronto. El silencio, recordando a Cristo en la pasión que callaba cuando le insultaban, en silencio, repito, contuve el gran dolor y tristeza de mi alma y le pregunté que a qué hora debía venir en adelante. Otra vez, más adelante, de nuevo me insinuó que, durante la semana, los días feriados, no celebrase la misa, y que los domingos y días de fiesta, cuando viniese a celebrar la misa, trajese conmigo mi sotana de jesuita y dijese con ella la misa. No llego a comprender con qué fin o con qué intención me pedía esto último. Quizás por esto: Porque él siempre dice la misa con su capucha y quería probar a ver cuál de nuestros dos hábitos religiosas le gustaba más al pueblo. De que yo era de la Compañía de Jesús, no le podía caber la menor duda, ya que esto le constaba con toda certeza más que de sobra, sobre todo y principalmente por las cartas de Nuestro Padre General y de otros padres nuestros, que sabía que yo tenía y, en cuando convenía, las había visto. Me sospecho que él sabía que los misioneros holandeses no dicen misa en las misiones y en los oratorios con el hábito propio de cada uno y que no les es permitido usarlo en ninguna parte entre los no católicos. Por un lado, él sabía que yo había estado en misiones holandesas y que de ellas había venido a esta isla. Por consiguiente, quería obligarme a hacerme un vestido religioso nuevo, cosa que no era fácil ya que no cualquier sastre sabe hacerlo. Sin duda que sabía que tardarían mucho tiempo antes de tenerlo hecho y mientras tanto yo tendría que privarme de celebrar misa. ¡Hipócrita! (Dios me perdone por usar este apelativo). Él, hipócrita y astutísimo como es, siempre lleva consigo su hábito capuchino y anda con la barba según la costumbre de los suyos, como si estuvieran en territorio católico; la cultiva larga, pero nunca sale a la calle de día sino que siempre está escondido en su casa. Si apareciese una sola vez en la calle en tal forma, sin duda que sería apedreado por el pueblo y por la juventud judía, y hereje. No creo que él haya estado en Holanda y haya visto allá a los religiosos misioneros, santos varones, que, para mayor obsequio de Dios y bien de las almas, sin hábito religioso, promueven admirablemente nuestra única y verdadera fe católica y la exaltación de nuestra santísima Madre la Iglesia. ¿O es que el idiota no sabe que no es el hábito sino la vida religiosa lo que hace al religioso? ¿O es que, ciego y guía de ciegos, no ve que podría hacer mucho más bien y más fruto si fuese sin la capucha y vestido como los otros
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misioneros con el vestido seglar cuando va a visitar a los enfermos de alma y cuerpo? Pero, en cuanto puedo comprender, la causa de su proceder y por qué no procede de otra manera, me atrevo a conjeturar lo siguiente: La primera vez —y esto es notorio públicamente— salió exilado de esta isla de Curaçao por una correspondencia con sus compatriotas, franceses, enemigos de los holandeses. Hace poco, alrededor de un mes, de nuevo el Gobernador de esta isla interceptó una carta para él de parte del Gobernador de la isla de Martinica, que es posesión francesa, y por eso cogió miedo a aparecer en público con el fin de evitar que el pueblo lo ataque y tener que volver de nuevo al destierro. El Gobernador en persona me enseñó aquella carta y me dijo que tenía que expulsarlo por segunda vez de la isla. Y, ojalá, me decía, que ya estuviera fuera. El por qué está todavía en la Isla se debe a un grupo de católicos que intercedieron por él ante el Gobernador. Este grupo de católicos, y lo mismo los no católicos que lo conocen, lo tienen por un buen eremita y anacoreta. El mismo Gobernador, que nunca ni en ninguna parte ha visto a un capuchino, también lo llama y tiene por un eremita. Mientras tanto, él no es ningún misionero como tal, y para establecer nuestra fe entre los católicos y para promoverla entre los no católicos sirve tanto —por no decir que estorba— como podría servir una quinta rueda para el coche [carro]. Ciertamente que la única lengua que él domina es el francés. Habla un poco el español, pero bárbaramente mal. Predica en español pero “por bus y bas”, como solemos decir, y cada cual capta lo que buenamente puede, según me han confesado a mí los católicos que entienden y los que no entienden el español. Los que vienen a la iglesia y a su misa, tienen que oír todos juntos su predicación quieran o no quieran, como solemos decir. Pues, interrumpiendo la misa después del ofertorio, de una forma no usada en ninguna parte, por decirlo con una palabra monástica y exótica, predica con la casulla puesta. Y los que vinieron a oír su misa, aunque contra su voluntad, se ven obligados a escuchar su sermón las más de las veces largo. Algunas veces he asistido yo mismo a su sermón que no tiene ni pies ni cabeza. Antes de comenzar la predicación coge el libro del altar y traduce del latín al español el evangelio del día, con tanta gracia y ridiculez, que apenas he podido contener la risa, a pesar de hacerme gran violencia, viendo y escuchando al septuagésimo tercer 313.
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traductor de la Sagrada Escritura. A todo esto, como si fuera un histrión, al mismo tiempo que predica con la casulla puesta, se mueve de un lado para otro gesticulando a veces. Imprudente, además, menciona con frecuencia la palabra de hereje, en una Isla hereje, gracias a la condescendencia de los herejes. Como colofón añado lo siguiente: Me llamaron una vez para confesar una persona enferma y le pedí los santos óleos para ponérselos al moribundo y me los negó. Estas y las otras causas enumeradas más arriba, me impulsaron, por necesidad, a recurrir al vecino Obispo de Caracas17 (el cual dice tener derecho y jurisdicción en esta isla que el otro tiempo fue posesión de España) para pedirle un nuevo altar portátil, una casulla nueva y todos los demás ornamentos, junto con los santos óleos, para mi uso personal, todo tan necesario, aunque que costase lo que costase en cuanto a peligros y trabajos aquel viaje.18 [FOL. 68] Después de tres días respirando el aire de aquellas tierras, (aunque el viaje fue duro), con una navegación favorabilísima, durante 23 horas soplando el viento (brisa la llaman los españoles) siempre de popa, llegué a la Isla de Curaçao. El capitán del barco se llamaba Juan Palmito y era conocido y buen amigo mío. Con este Juan, con este remo, atravesé el mar, como si fuera el Jordán, sin tropiezo alguno, para gloria de Dios, rapidísima y felicísimamente. Apenas había llegado al puerto de la isla de Curaçao, cuando salió a recibirme, al mismo barco, el principal de la isla de entre los católicos, el Señor Juan Moyarte, que mandó darme la bienvenida e hizo que me trajeran el vestido propio de los laicos. Sin duda que, al poner yo el pie en tierra de herejes y judíos con mi sotana de jesuita, me hubiera proporcionado la lluvia de piedras de San Esteban y me hubiera costado la vida. Mientras tanto, el capitán de mi barco se presentó al Gobernador, pues es costumbre que cuando entra en el puerto de esta isla algún barco el capitán del mismo vaya enseguida a saludar al Gobernador. Entre los cuatro militares que hacen escolta [FOL. 69] al Gobernador fue llevado a su presencia. Y, como últimamente el nuevo
17 Diego de Baños y Sotomayor, Obispo de Caracas desde el 15 de febrero de 1683 hasta el 15 de mayo de 1706, fecha de su muerte (Remigius RITZLER y Pirminus SEFRIN, Op. cit., 409). 18
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Del folio 59 al 68 trata sobre Venezuela.
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Gobernador de la isla ha dado la orden de que todos los capitanes de los barcos, regresen de donde regresen a la isla, le llevan primero a los extranjeros que han traído consigo; el capitán de mi barco que quería llevarme con él, no fuese a ser que el Gobernador se molestase. Pero yo, como todavía no estaba decentemente vestido con mi traje laical, le pedí al capitán que, mientras tanto, saludase en mi nombre al Gobernador y le dijese que yo había venido y que tan pronto como estuviese decentemente vestido iría a verlo y a que me besase la mano. Y que yo sabía que él no llevaría a mal esto ya que me constaba de su amistad y amabilidad para conmigo. Fue, pues, el capitán al Gobernador, y, enseguida, tan pronto como regresó de saludarlo, me dijo enfáticamente que el Gobernador me devolvía el saludo de todo corazón y que le mandaba darme la bienvenida, pero que se sentía mal porque le hacía tal afrenta y desprecio al no ir rápidamente a visitarle. Y esto me lo trasmitía el capitán con el rostro sonriente y añadiendo que el Gobernador le había dicho todo esto con la cara alegre y sonriente. De todo ello descubrí que no era disgusto del Gobernador sino que lo había dicho irónicamente. Por eso, tan pronto como me vestí decentemente llegué a donde él, le saludé y le dije que me alegraba de que estuviese bien de salud y se lo manifesté de palabra y con el beso en la mano. Cosa que él no admitió sino que, hombre buenísimo y, muy amigo mío, él por su parte me dio un beso y un abrazo y se alegró de que yo hubiese regresado sano y salvo. Supe por el capitán de mi barco que, mientras yo había estado fuera de la isla, se había casado de nuevo, es decir, él viudo había tomado por esposa a la viuda del difunto Gobernador anterior, el Señor Bernagie. Por eso, como lo exigía la educación, les felicité a los dos, pidiendo a Dios que les enviara del cielo toda clase de dones y felicidades. Al día siguiente fui invitado por los dos a la comida. Doy gracias inmortales al Dios inmortal por haber encontrado tanta benevolencia ante los ojos del Gobernador, verdaderamente necesaria para mí, con el fin de poder tratar libremente con el prójimo, desempeñar mis ministerios misioneros y poder cooperar con Dios en esta isla en la obra divina entre las divinas, es decir, la salvación de las almas. Él es hereje y calvinista, y, a pesar de ser hereje, favorece admirablemente a los católicos. En su casa, desde el cocinero hasta el último de sus sirvientes son católicos. De éstos he sabido que cuando estaban en Utrecht 315.
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de Holanda a su servicio, llevaba muy a mal y lo sentía muchísimo, cuando los domingos y días de fiestas no iban a la misa y a la predicación en el oratorio católico. A él mismo se lo oí yo contar durante el tiempo de la navegación desde Europa hasta esta isla, es decir, que mientras estaba en su casa de Utrecht en Holanda, un cierto pariente suyo, un tal Gaalecio, católico, enfermó gravemente. El mismo llamó a uno de nuestros padres misioneros en Utrecht, al Padre Verbreugen,19 para que asistiera al moribundo a fin de que muriese preparado con los sacramentos al modo católico, y, una vez que murió, entregó 500 florines para el Oratorio Católico y otros 500 para decir misas por el difunto. Se los entregó, según me dijo, a aquel padre jesuita. Que el Padre de las Luces, Dios Omnipotente y Misericordioso, ilumine con la luz de mi verdadera y única fe católica alguna vez a este hombre que, por lo demás, está dotado de muchas y admirables virtudes naturales y morales. Cosa que estoy pidiendo a la Divina Majestad en mis indignas oraciones y sacrificios, y no dejaré de pedirlo. Ya van más de diez veces que me ha invitado a comer en su casa y muchas veces me he visto obligado a tomar el café con él por la mañana. Parece que lo lleva a mal si pasan varios días sin que yo lo vea. En una ocasión, en la fiesta de la asunción de la Virgen María, que caía en viernes, expresamente me mandó un mensajero para invitarme a comer ese día en su casa. [FOL. 71] Y, apenas nos habíamos sentado, lo primero que me dijo fue lo siguiente: Padre querido, ¿sabe la causa por la cual le he invitado hoy a comer? Es ésta: Yo sabía que hoy es un día de abstinencia entre Ustedes y que comen pescado. Pues bien, como en la isla no hay pescado, y muy a duras penas yo he podido conseguir algo, para eso, para que pueda guardar abstinencia y pueda comer prestado conmigo, he invitado a Su Señoría. Y esto en presencia de su Ministro y Ministro de toda la isla, que, entre otras cosas, recibe como salario y estipendio de su trabajo participar en la mesa del Gobernador todos los días.
19 Hubert Verbrugge. Nació en Amberes el 26 de mayo de 1659. Ingresó en la Compañía de Jesús en la Provincia Flando-Belga, el 1º de octubre de 1675 (ARSI. Fl. Belg., 31, fol. 79). Falleció en Utrecht, el 10 de octubre de 1702 (A. PONCELET. Nécrologe des Jésuites de la province Flandro-Belge. Wetteren, J. De Meester [1931], 128).
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Según dice la gente, este Señor es un tonto de capirote como solemos decir, y, en realidad de verdad, bien se le podría llamar el buey mudo. Durante todas las veces que he comido con el Gobernador apenas le he oído decir tres palabras, fuera de la fórmula en verso de la bendición y acción de gracias calvinista. Una vez, otro cierto ministro o predicador, como le llaman, luterano, había venido de la Isla de Santo Tomás, colonia danesa. Habiendo sido invitado por el Gobernador a comer, durante la comida comenzó a tirar de la lengua a aquel predicador con temas controversiales luteranos. Tan pronto como vio que le ponía en aprietos y que no podía responder, terminó la discusión de la siguiente manera: Prescindamos de estas discusiones; yo no he venido a la mesa del Gobernador, ni suelo venir, para discutir en ella, sino para beber y comer para poder vivir. Según la voz popular sus sermones son tan simples y tan vulgares que los oyentes, un tanto más cultos y eruditos, aburridos de tales prédicas tan insulsas y sin gracia, abandonan su predicación calvinista y se invitan unos a otros para venir a la mía que es católica. Entre éstos estaban el Gobernador anterior, el médico del nuevo Gobernador y el principal de la isla, así como el capitán que tiene el puesto de jefe militar de la guarnición, ambos principales consejeros del Gobernador anterior. Lo que tiene de mejor y de peor el predicador aquel es la lengua con la que con frecuencia escupe blasfemias y maldiciones contra nuestra santa y única verdadera fe católica y es un acérrimo enemigo de todos los católicos. En estos días ha sucedido en esta isla un caso trágico nuca visto ni oído. Dos portugueses-judíos, (hombre y mujer) quitaron la vida en la casa de ellos mismos a un huésped español envenenándolo y le despojaron de 24.000 patacones (de las monedas reales españolas) en oro, perlas y piedras preciosas. Habiendo sido llevado al Gobernador, entre otras cosas, un cierto relicario, él lo guardó en su casa. Me invitó a comer a su casa y puso sobre la mesa dicho relicario para que lo viese yo y le explicase quiénes y cuáles eran los santos dibujados en aquel relicario. Era la imagen milagrosa de la Bienaventurada Virgen de Chiquinquirá que es venerada en su lugar del Nuevo Reino de Granda, y tenía, en un lado, bien dibujada, la imagen de San Andrés Apóstol y en el otro lado la imagen de San Antonio de Padua. Yo le explicaba al Gobernador que estos santos estaban representados en aquel relicario (estaban incrustados con una cadena de oro alrededor, con cristales por ambas partes 317.
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y en un círculo de oro). A todo esto, se rió el predicador que estaba a la mesa y, fuera de eso, según su costumbre, el buey mudo no dijo ni una palabra. A mí me saltaba el corazón y el alma en el cuerpo y la sangre me bullía en las venas para defender el honor de Dios, de la Madre de Dios, y de los santos contra el ministro del diablo. Dije muchas cosas con pocas palabras acerca de los poderosos amigos del Todopoderoso Dios, y, por lo mismo, dignos de honor y dulía de nuestra parte. Y, para que no fuese a perder por mi indignación (aunque justa) demostrada de muchas maneras a favor de la hiperdulía y contra aquel ministrillo, la amistad y la benevolencia tan necesarias para promover la mayor gloria de Dios entre los habitantes de la isla, me contuve sin decir más cosas y en mi interior me quedé pensando contra aquel ministrillo (ciego y para siempre guía infeliz de ciegos, si es que sigue así) lo siguiente: “Al cual yo [...] pero antes conviene calmar las agitadas olas y dejar a Dios por Dios, para un mayor servicio de Dios, para un mayor servicio de Dios y de las almas”. Vuelvo a la famosa tragedia. Por entonces todavía no se conocía el robo y el homicidio sino que lo tenían oculto. Mientras comíamos iban llegando uno tras otro mensajeros al Gobernador que estaba a la mesa, de parte de aquellos dos portugueses-judíos, pidiendo con insistencia que les diese permiso para enterrar al famoso español difunto. El Gobernador, un poco antes de sentarse a la mesa, había dado licencia en mi presencia, a uno de aquellos portugueses, para enterrar al español. Y una insistencia tan reiterativa en pedir el permiso, tan inoportuna, tan inusitada y extraordinaria, le causaba extrañeza y admiración. Le vino enseguida a la cabeza, mientras daba vueltas y consideraba el asunto, la sospecha de cierta tragedia que pudiera haber sucedido con relación al difunto. Empezó a darle vueltas a algo que no recordaba, a saber, que le habían informado que aquel español había muerto muy temprano en la mañana y que pedían enterrarlo a primera hora del día. Y lo pedían con tanta insistencia porque, según decían aquellos hombres malvados, el cuerpo ya empezaba a oler mal (quién lo iba a creer, pues no habían pasado siete horas de la muerte), y que por esta razón tan poderosa urgía la sepultura. Así pues, sin pérdida de tiempo, manda llamar a su médico y le encomienda que vaya derecho allá, visite e inspeccione el
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cuerpo de aquel español muerto antes de que lo entierren y que le informe a él personalmente de todo lo que haya visto. El médico, obediente al mandato del Gobernador, se asegura de llevar consigo al quirurgo de la Fortaleza (nacido en Bratislavia de Silesia), para inspeccionar el cuerpo del difunto. Llega a la casa donde estaba el cadáver y ve que ya casi están depositando en la tumba al muerto. [FOL. 74] Mandan que se detengan y que esperen hasta que se lo comunique al Gobernador y reciba la orden de si se puede abrir la sepultura o si se puede dejar el cadáver en la plaza pública para que lo vea la gente o no. El Gobernador, en aquellas circunstancias, cambia de parecer y manda comunicar al médico que, supuesto que el asunto ha llegado a ese punto, se abstenga de inspeccionar el cadáver y que permita que lo entierren. Pero un poco después, una vez que se levantó de la mesa, se arrepintió del hecho. Resulta que, tan pronto como le llevaron el cofre del español difunto, sellado, —llevado por el Secretario de la Compañía o Sociedad de Mercaderes, de los Diez Señores Caballeros de la isla de Curaçao— al abrirlo, no encontró dentro oro ninguno ni ninguna perla ni piedras preciosas, sino algo de ropa. Y le constaba a él, y además era notorio en toda la isla, que aquel español era un joyero rico y que tenía muchas y variadas perlas y piedras preciosas traídas consigo desde el Nuevo Reino de Granada. Y que mientras estaba vivo se las ofreció en ventas al mismo Gobernador y a los otros comerciantes de la isla. Y, como no había podido venderlas a su precio razonable, había decidido, por esta causa, viajar a Holanda con todos sus enseres. En estas circunstancias le llega la muerte repentina. Todas estas circunstancias y agravantes creaban en el Gobernador sospechas de robo y homicidio. Así pues, hombre lleno de espíritu y celosísimo de la justicia, él mismo en persona, acompañado del fiscal y de la policía, se presenta de improviso en la casa en la que había muerto el español; entra, inspecciona y encuentra en poder de aquellos portugueses-judíos ladrones y homicidas ciertas cosas del tesoro del difunto en sus arcas. Se lo [FOL. 75] quita y da órdenes de que lleven a la cárcel inmediatamente a aquellos dos portugueses-judíos. Por lo demás, luego se instituyó con rigurosa severidad entre todos los habitantes de la isla el paradero del restante tesoro del español difunto. 319.
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Para ellos, el Gobernador dio órdenes que se publicara un edicto o decreto y se diese a conocer por toda la isla a través de mensajeros, y que el edicto se colgase de las puertas de la Fortaleza. Además, se amenazaba a todos y cada uno de los ciudadanos y habitantes de la isla, bajo pena de perder la vida y la fortuna, a que delatasen, si los conocían, a los cómplices del robo y del homicidio. Y que si alguno, de buena fe, había comprado o recibido de regalo algo que de alguna manera hubiese pertenecido al español difunto, se lo llevasen al Gobernador y le indicasen de quién lo habían recibido. Y si no lo hacían, y el hecho y el asunto se llegase a saber como cómplice o favorecedor de los ladrones, sería castigado merecidamente. Además, se prometía en dicho edicto, que el nombre y la persona del interesado se guardaría en estricto secreto (si así convenía) en caso de que alguien indicase algo al Gobernador sobre los ladrones o sobre el robo. Hasta el momento, ninguno se ha presentado ante el Gobernador que hubiese comprado algo al español mientras vivía y tampoco ninguno que hubiese recibido algo de parte de los ladrones. Aparecieron algunos de los que habían visto las perlas y las piedras preciosas porque se las había enseñado el español con el fin de venderlas. Entre éstos, uno contó que él había visto en la casa del español, entre otras cosas, una piedra preciosa (una esmeralda grande, brillante, sin manchas, muy verde) que el famoso español apreciaba mucho y valoraba en muchos miles. Ésta todavía no se ha encontrado. En el entretanto a mí solo me pasó un caso raro y admirable. Un cierto portugués (no de los dos ladrones ya en el cárcel, sino otro), se me acercó en la plaza pública después de la comida y me dijo que quería y debía confesarse conmigo cuanto antes. Yo, viendo que era un hombre sano y que me proponía tal cosa en su lugar y tiempo tan inoportuno, con tanta insistencia y angustia de alma, que se notaba en los ojos, en la boca, en la cara y en la lengua, lleno de estupor le pregunté: si se le había presentado de urgencia algún viaje o si tenía que navegar. Me respondió que no, y continuó diciendo e insistiéndome que por otra causa especial él necesitaba confesarse conmigo cuanto antes. Así pues, llevé al hombre solo a mi casa y a mi habitación privada en secreto. Aquí me mandó que me sentara y que escuchase su confesión. Hice lo que me pidió, pero hete aquí que no me confiesa ningún pecado sino que, bajo secreto y sigilo de confesión, me entrega una bolsa para que
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yo se la restituya al Gobernador guardando el nombre en secreto. En aquella bolsa había 22 perlas y piedras preciosas todas ellas esmeraldas. Había, además, cuatro cruces de oro en las que estaban incrustadas alrededor de 24 esmeraldas pequeñas pero hermosas en cada una de ellas. Había, además, una piedra lidia en la que se probaba el oro, y, por fin, un ramillete de piezas de plata. Cada una (alrededor de 20 ó 24) tenía grabado un número hecho por el orfebre, y en la extremidad tenía fijado un pedacito de oro macizo. Las piezas de oro de aquellas partes una eran más preciosas que otras. Esta pieza, por ejemplo, de oro macizo era de tantos quilates, como dicen los españoles, cosas que indicaba el número que tenía grabado la parte de plata. Y todo esto con el fin de que el orfebre o el joyero que fuese a comprar o vender pudiese saber qué clase de oro y a qué precio tenía delante de sí. Pues en aquella piedra lidia se podía probar cada pieza y ver cuál era más valiosa o menos valiosa. Todas aquellas piezas contadas y metidas en la bolsa, como dije más arriba, de esta manera y con este fin, me las entregaba y me las recomendaba para llevárselas al Gobernador. Mientras yo estaba preocupado por encontrar el modo, el tiempo y la ocasión oportuna de entregar todo aquello, recibo un mensajero de parte del Gobernador (un soldado del cuartel, el alguacil ordinario) que me viene a pedir que vaya inmediatamente a uno de los portugueses detenido en la cárcel, pues había pedido al Gobernador que me permitiera ir a verle, pues tenía algunas cosas que revelarme con relación al español muerto, para que yo se lo hiciese llegar al Gobernador. Fui y ví, escuché al infeliz y, en resumen, lo que me dijo, para que yo se lo dijera al Gobernador, fue lo siguiente: Que los que podían informar acerca de todo el tesoro del español difunto (qué cosa, qué cantidad de riqueza tenía, de qué manera había dispuesto de ellas y a dónde habían ido a parar), eran los que, mientras él estaba vivo, habían tratado con él más familiarmente y con confianza. Entre éstos, me nombró al padre capuchino y aquel portugués que me había entregado la bolsa bajo gran sigilo con todo lo que contenía para entregárselo al Gobernador. Yo, queriendo saber con detalle la fama de tal hombre y a poder ser también su vida, ciertamente que le di al Gobernador (porque me sentía obligado a ello) cuenta completa de los casos oídos de la boca del portugués preso, en general, naturalmente, 321.
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(nombrando solamente en particular al padre capuchino), pero callé el nombre del otro penitente mío. Luego me acerqué a él y le dije lo que de él me había contado su compatriota y coterráneo, también para que mirase a tiempo por sí mismo, si es que había sido reo o cómplice de algún grave derecho que le constase al portugués. Se lo aconsejé por caridad cristiana y católica. Hombre sencillo y pobre de espíritu, como alguien dijo, completamente aterrorizado por lo nuevo de la noticia, inmediatamente se lo comunicó a su Señor, el portugués Don Gaspar de Andrade (ya mencionado más arriba), y también a aquel libertino y ateo (también mencionado antes). Me refiero a todo el asunto, pues también les comunicó lo que me había dicho a mí bajo secreto de confesión para que se lo comunicara al Gobernador. A ellos mismos se lo declaró. Y sin tardar, aquel otro judaizante se lo propaló a sus hermanos judíos David y Salomón y a todos los descendientes de los Patriarcas y de los Profetas. [FOL. 78] Así pues, de nuestro sigilo secreto se formó unas historia, o mejor dicho, una fábula, ya que luego se propagó el asunto entre todos los habitantes de la isla. Más aún, el ateo se acercó al Gobernador y acusó y se puso en contra de aquel portugués (que era su secretario y escribano de Don Gaspar de Andrade). Pues decía que no quería tener en su casa ni aguantar entre su servicio tal ladrón y cómplice de ladrones (pues justamente era culpable). También el portugués, bien consciente de sí mismo, se presentó en persona delante del Gobernador y de los jueces que presidían el juicio, y declaró que aquella bolsa, y las cosas que había dentro de ella, la había recibido en una ocasión de manos de uno de los portugueses que estaban detenidos como presos en la cárcel, para que se la guardase, que él no había tenido ni tenía nada y que no había cogido nada, ni lo más mínimo de la bolsa. Que él no sabía que su compatriota hubiese robado todo aquello, que quizás él se lo había comprado al español o que se lo había regalado, y que todas aquellas cosas eran suyas. Eso era lo que él había pensado de buena fe. Pero, como le vino la idea de que podía haber sido robo, primero se lo confió al padre capuchino bajo secreto de confesión, como es costumbre entre los católicos, para que todas aquellas, cosas, según la costumbre de los sacerdotes católicos del mundo entero, no diciendo el nombre del que lo entrega, se lo entregara a su Señor en secreto (a quien aquí y ahora lo veneraba en el Gobernador como 322.
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tutor y protector del español difunto y de la famosa herencia que había dejado). Como, por otro lado, el padre capuchino, unos días después, le había devuelto la bolsa y todo lo que había en ella, porque, según decía, no quería tener consigo nada de aquello ni meterse para nada en el asunto, por eso él había recurrido a mí, padre teatino, y que me confiaba, bajo el mismo secreto-sigilo, aquellas cosas y que me pedía que, en secreto, de buena manera, en el momento, ocasión y lugar oportuno, se lo devolviese todo al Gobernador. [FOL. 79] Dicho y hecho. Aguellos dos portugueses-judíos fueron llevados a juicio y se les preguntó si aquel portugués había sido cómplice con ellos en el robo. Respondieron que de ninguna manera, pero que uno de los portugueses había confesado que él había entregado, para que se la guardase ocultamente aquella bolsa a un tercero en la fecha, ocasión y lugar indicados y que no faltaba nada. Así pues, aquel portugués fue absuelto por sentencia del Gobernador y de los jueces que formaban el tribunal y se le permitió irse en libertad. Antes de que aquel portugués se presentase ante el Gobernador y los jueces, yo había entregado al Gobernador solo y en secreto la bolsa con todas las cosas que tenía dentro, sin decirle el nombre del portugués, pues éste me había confiado bajo secreto de confesión católica que se lo devolviese. El Gobernador trató con insistencia de sonsacarme a ver si lograba que le dijese al menos de qué manera, en qué fecha, con qué ocasión, en qué lugar y de quiénes —si de los judíos que estaban como reos en la cárcel— el tal señor había recibido aquellas cosas. Le contesté con franqueza y libertad que yo no podía ni debía hacer ni decir nada sin faltar al secreto de confesión y sin traicionar indirectamente a la persona. Se quedó tranquilo el prudente Gobernador con mi respuesta y no insistió más ni me volvió a preguntar nada, sino que me dio las gracias y me alabó como un honesto y fiel amante de la justicia. Era media mañana, hora en la que iba a tomar el café acostumbrado, así que me invitó a su casa para disfrutar del mismo, por el bien de la salud, como solía decir. A la misma hora llegaron ambos comisarios, como los llaman, uno que hace las veces del Gobernador si está ausente, o en caso de su muerte, y el otro está al frente de la venta de los esclavos africanos. Los dos son los primeros oficiales en la isla. Los primeros después del Gobernador. A estos y a otros que estaban tomando el café con él les enseñó las últimas cosas que 323.
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habían llegado a su poder. Entre las esmeraldas y las piedras preciosas había una bien grande. Algunos pensaban que quizás era aquella la piedra preciosa que el español, en vida, enseñaba a la gente y la valoraba tanto. Finalmente, el Gobernador quedando todo en secreto, dirigiéndose a mí me decía (no sé si en serio o de broma): Mire, Padre mío, qué grandes y cuántos milagros están haciendo los santos representados en este relicario (al momento saca el relicario de su caja fuerte y se lo muestra a los presentes). Era aquel mismo del que hablé más arriba con la imagen de la Milagrosa Madre de Dios de Chiquinquirá y de los santos Andrés Apóstol y Antonio de Padua. Y añadió a continuación: Y pensar que aquel portugués mal cristiano por las buenas o por las malas quería apropiárselo... Se refería a que uno de los portugueses que están en la cárcel como reos, antes de que se supiese nada del robo, reclamaba aquel relicario ya que, como decía, el famoso español, mientras estaba enfermo, le había prometido a él en persona que si se moría se lo regalaba después de su muerte, como una especie de recuerdo perpetuo. Pero no tenía testigo ninguno de este hecho, fuera del otro portugués que era cómplice de los robos. Esto mismo repetía ante el Gobernador, como si dijera —dijo un ladrón al otro ladrón—... Además, se llenaba de furia e indignación y arremetía contra aquellos malvados hipócritas, como los llamaba, ya que, bajo capa de malicia, bajo especie de caridad, de piedad y de santidad, le habían pedido cien patacones españoles imperiales como una ayuda para las obras dejadas por el español y para que se celebrasen misas por el alma del difunto que era católico. Todo esto había sucedido realmente en mi presencia. Un poco antes de la comida a que me había invitado el Gobernador, uno de aquellos portugueses había venido a la casa del Gobernador y le había pedido permiso para enterrar al español muerto. El Gobernador le había dado el permiso. Enseguida añadió el portugués: Para esto pedimos a Vuestra Señoría que se digne dar cien patacones, a cambio por la rica herencia dejada por el difunto con el fin de que podamos mandar a decir misas por el alma de un difunto católico como es costumbre entre nosotros los católicos. El Gobernador, que suele responder con rapidez y jovialidad, le contestó al punto: Déjenme a mí ese asunto y esa preocupación. Aquí tengo un padre sacerdote católico nuestro [y] él va a decir a mi intención tantas misas cuantas yo le pida.
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Mientras tanto, y hasta que yo pueda entregar la herencia a los legítimos herederos, confíen en mi palabra de honor. Pues entonces se dará al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios, y al padre lo que es del padre. [Al margen] N. A. La muerte de aquel español fue según unos, el mismo día que yo regresé a la isla. Según otros, al día siguiente, pero todavía de noche antes de la aurora. Tan pronto como llegó la noticia de mi regreso a los famosos portugueses, en la casa de los cuales murió el español, me enviaron un español nacido en Canarias y conocido mío para pedirme que fuera a su casa y rezase delante de ellos un responso por el difunto. Fui, dije e hice lo que me pedían. Y como no tenía a mano un vaso con agua bendita, tomé del altar un frasco de plata para llevar en él el agua bendita para las exequias fúnebres. Aquellas exequias las realicé ocultamente y en privado como había visto que lo hacía nuestros padres misioneros en Holanda. Allí, como en países no católicos, a nuestros sacerdotes católicos no se les permite hacer nada más con los católicos difuntos. Enseguida, de ahí me llamaron para otra función en otro sitio. Por eso entregué al portugués huésped de la casa aquel frasco de plata junto con el ritual romano para que me lo guardase y luego me lo devolviera. N. B. Aquí me viene a la memoria cómo entregó 500 florines a nuestro P. Provincial20 para celebrar misas por un familiar suyo difunto. [FOL. 82] Mientras tanto, pocas horas después, aquel portugués, junto con un compañero y los dos judíos cómplices en el robo, fue detenido y llevado a la cárcel de la Fortaleza. Y como parecía que todas las cosas del español difunto pertenecían a aquellos portugueses-judíos, fueron confiscadas por el Gobernador, y, entre ellas, también mi frasco de plata junto con el ritual romano capturadas, robadas y confiscadas. Al enterarme del asunto, recurrí al Gobernador y recuperé lo que era mío. Todo esto sucedía no sin que el Gobernador se riera y gozara por dentro. Se reía, aplaudía el que me hubiera encontrado a mí inocente en lo del frasco y lo del libro. Voy a añadir un punto. Mientras estaba celebrando las oraciones fúnebres en casa del famoso español muerto, 20 Se refiere al Provincial, P. Pedro Calderón (c. 1638-1708). Nacido en San Vicente de la Barquera. Ingresó en la Compañía de Jesús el 3 de mayo de 1657. Falleció en Bogotá, el 31 de octubre de 1708. Provincial del Nuevo Reino de 1700 a 1706 (José DEL REY FAJARDO. Catedráticos jesuitas... Op. cit., 56-60).
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me ocurrió algo que entonces me chocó y que luego le di muchas vueltas en mi corazón y pensamiento. Durante las exequias, por una, dos y tres veces traté de conseguir que me dejaran ver al menos la cara del muerto y que la tuvieran destapada hasta que terminaran las exequias. Apenas una vez la destaparon para que la viera y enseguida la volvieron a tapar. Lo que voy a añadir, a quien discurra un poco, le convencerá del porqué del asunto. Esto mismo y más le habían hecho al médico del Gobernador que había acudido de paso y por curiosidad a la casa del español tan pronto como llegó el rumor de la muerte de aquel español y había pedido a los portugueses que se lo dejasen ver. A su continua insistencia de que se lo dejasen ver, recibió la respuestas negativa de los mismos con el pretexto y la pretensión de que ya estaba muerto y empezaba a oler mal y que no había nada que el médico pudiera hacer o remediar fuera de ver al muerto. El médico se fue lleno de admiración. Más tarde se presentó ante el Gobernador un africano, esclavo de uno de aquellos portugueses y le dijo, en contra de su propio dueño, que su señor, junto con un compañero portugués y dos judíos, a quienes nombraba, en una doble bebida de chocolate le había puesto veneno (los españoles lo llaman solimán) y de esa forma lo habían matado. [FOL. 83] Este testimonio del africano no era conveniente, suficiente ni ciertamente convincente ya que era de un esclavo que había sido azotado gravemente muchas veces por un patrón y por lo tanto podía haberlo hecho y dicho por venganza y por eso el testimonio podría ser falso. Sin embargo, produjo en el Gobernador gran sospecha de que pudiera ser cierto y por eso, mandó enseguida llamar a su médico y en secreto le dice que le traiga del almacén tres clases de veneno y entre ellos solimán. Una vez traídos se los muestra al esclavo africano y le pregunta si entre aquellos tres conoce el veneno que su dueño mezcló y se lo dio a beber al español. Sin esperar un momento el africano indica con el dedo el veneno y dice: Este mismo es con el que el joyero judío, cómplice del homicidio, usó siempre para distinguir el oro y para trabajarlo. De hecho aquel judío era un joyero y en realidad de verdad los joyeros usan el solimán de aquella manera. Y todavía añadió otro detalle el moro aquel. Dijo que aquel español, cuando estaba enfermo en la cama, al beber el veneno en la segunda taza de chocolate se le arrugaron la 326.
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frente y los labios y mostró rechazo de la bebida y que no quería acabar de beberlo. Y que su dueño persuadió al español que cuando antes terminara de beber la medicina más pronto sentiría mejor. Y que cuando terminó de beber y sintió la fuerza y los efectos del veneno había levantado la mano y amenazado con el dedo a los homicidas, porque ya no podía hablar, como si dijera insinuándolo: ¡Oh malos cristianos, oh amigos ficticios y falsos, enemigos de mi vida y de mi fortuna! Oh, por último, homicidas malvados ¿qué clase de veneno me habéis dado para matarme? Todavía más. El moro afirmaba con juramento que, como tardaba de morir, le agarraron con violencia con sus manos y lo ahogaron. Conmovido con todo esto, el Gobernador dio órdenes de que se sacara del sepulcro al español, que se abriera el ataúd y que lo inspeccionara el médico. Dicho y hecho. El difunto, que llevaba ya más de 24 horas sepultado, fue desenterrado e inspeccionado por el médico. Después de esto, el médico tuvo que dar por escrito al Gobernador una información precisa de lo que había visto. Y declaró que había encontrado y visto que la cara y los labios del difunto estaban casi negros y sanguinolentos y que el cuello tenía manchas amarillas y azules. Finalmente (cosas de la naturaleza humana), doliéndose y compadeciéndose de la muerte de los pobres infelices humanos añadió que aquellas señales del veneno dado y del ahogamiento, a su juicio, (salvo otro mejor) no eran señales ciertas, evidentes y convincentes e infalibles sino que podían ser naturales ya que el cuerpo del difunto había estado por tantas horas en la tumba y que había estado cubierto de tierra. A todo esto me llamó el Gobernador que estaba en la casa del Comisario, hermano de su nueva esposa, y, mientras estábamos tomando un té, llegó por casualidad un etíope enviado por el padre capuchino al Gobernador con una larguísima narración acerca de aquel español difunto. El Gobernador me la leyó toda de pe a pa. Estaba escrita en español, y con pasión, pero bárbaramente mal escrita (quiero decir, con muchas tachaduras, barbarismos y errores ortográficos). En substancia esto es lo que decía: Que quería aclarar al Gobernador que él, en una ocasión, estando enfermo le habían declarado que se había casado en el Nuevo Reino de Granada, y que tenía hijos. Además, que aquellos bienes que tenía consigo y que constan de 327.
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lingotes de oro, como los llaman los españoles, de cruces y cadenas de oro, y de perlas y piedras preciosas, no todas por completo son propiedad suya, sino que solamente 12.000 patacones son propiedad y están a su nombre, y que los otros 13.000 patacones son cosas y riquezas que de buena fe le habían confiado españoles buenos y conocidos amigos suyos con el fin de que los vendiese y les devolviese lo equivalente en mercancías necesarias para ellos. Por último, temiendo que, por efecto de la enfermedad, podría morir, había resuelto y determinado en su ánimo que todo su tesoro se lo entregaba y confiaba a su Paternidad para que, en caso de muerte, el Padre se lo remitiese y restituyese todo de una forma segurísima, a su esposa, sus hijos y a sus amigos, sus legítimos sucesores. Por su parte, el padre capuchino, en aquel su escrito al Gobernador, decía que él no había querido recibir ni lo más mínimo de parte del español para tenerlo a su cuidado como secretario-notario e hiciese testamento antes de su muerte. El español, según el padre capuchino, buscaba escapatorias para no hacerlo. ¡Y ojalá que aquel padre capuchino, del mejor modo posible, hubiera aceptado con algún abogado y testigos todo el capital del español como herencia y lo hubiese guardado con buena fe y buen cuidado! Hubiera conservado el capital entero para sus legítimos herederos; hubiera preservado a un hombre de la violencia y a aquellos dos portugueses-judíos de una muerte infame. Pues éstos no hubieran matado prematura y violentamente al español por el afán de quitarle sus riquezas. Fue un hecho humano fatal y desafortunado y yo creo que si yo hubiese llegado a la isla un día o dos antes de su muerte, lo más probable es que no hubieran sucedido estas desgracias. Pues el español desconfiaba demasiado (aunque a él le parecía digna y justa la desconfianza) en enseñar y entregar sus riquezas a personas desconocidas y más no siendo católicos, y no quería hacer gastos innecesarios. Por otro lado, no le era desconocida al español y al padre capuchino —como parece lo más probable y casi cierto— la fidelidad y la justicia que tienen los holandeses en cumplir con los testamentos y dar a cada uno, especialmente a los herederos, lo que le toca. Yo muchas veces admiré en Holanda su fidelidad y justicia al leer con frecuencia en los periódicos que los magistrados de esta o de aquella ciudad buscaban por años a los heredero de algún extranjero desconocido, o desconocido para ellos, que había muerto sin hacer testamento. Al mismo Gobernador le oí
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yo decir, antes de que se descubriese el robo y mientras tenía delante de sí la maleta del español difunto, que con gusto daría los pobres cierta cantidad de dinero de su propio bolsillo si quedase libre del trabajo y preocupación de restituir a los legítimos herederos todo lo que dejó el español difunto. Vuelvo a la información y declaración del padre capuchino y añado una nota final. Finalmente (decía el mismo al Gobernador) que él mismo había enviado personalmente un sirviente africano a aquel español para preguntarle si se sentía mejor o peor de salud. Y que la respuesta que le dieron aquellos portugueses fue que él ya estaba mejor. Que había seguido enviando día tras día al africano para preguntar por él y que al fin había recibido de palabra, de un esclavo africano de uno de los portugueses, la respuesta de que el español ya había muerto pero que su patrón portugués no estaba en casa sino que había salido para darse un buen paseo. Me dolió profundamente, añadía el padre capuchino, que los portugueses no me hubiesen llamado para atender al español moribundo. Y entonces empecé a tener la sospecha de alguna fatalidad por el hecho de que aquel portugués, siendo huésped de la casa, hubiese salido a darse un buen paseo justamente cuando tenía un muerto en la casa. Mientras tanto, el portugués había salido de su casa para preparar la tumba y pedir permiso al Gobernador para sepultarlo. El Gobernador lo sintió mucho y se enojó fuertemente por el hecho de que los portugueses no hubieran llamado a ningún padre, a ningún sacerdote, para asistir al moribundo. Pues sé, me decía a mí, cuán dispuestos y preparados y solícitos estáis vosotros los católicos para que ninguno de los vuestros muera sin que algún sacerdote, si es que lo hay, sea llamado para atenderlo. Nosotros mismos enviamos al menos un consolador de almas (así los llaman ellos) para atender a algún moribundo de los nuestros. Pero (a modo de paréntesis) que yo sepa, en esta isla no hay ni un solo consolador de almas calvinistas y luteranas y el mismo señor o ministro de ellos nunca va a atender a ningún enfermo o moribundo (de lo que se me han quejado muchos) y, por lo tanto (con toda certeza predestinados) todos, sin luz ni cruz, como solemos decir vulgarmente, mueren y van derechito, sin pasar por el purgatorio, pues no creen en él, a su cielo calvinista que está en
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la parte cóncava de la luna, y donde, hasta ahora, ni se ha visto ni se ha encontrado ningún calvinista. Pero bueno, para empatar con el asunto pendiente, el Gobernador, por aquella información detallada del padre capuchino, sobre todo, por el último punto, de que no le avisaron los portugueses para que atendiera al español moribundo se confió fuertemente en su sospecha y presunción y dijo: No cabe duda que los portugueses no llamaron a ningún sacerdote para atender al español moribundo por esta causa, es decir, para poder envenenarlo y matarlo mejor, con más seguridad y precaución y quitarle todas sus riquezas. Yo, entre otras cosas, me admiré que aquel padre capuchino, en su minuciosa información, no hiciese mención ninguna de las piedras preciosas y demás cosas que había recibido de aquel tercer portugués y al que se las había devuelto, pues el tal portugués ya había dicho y manifestado públicamente esto. En realidad era una cosa odiosa y por lo mismo prefirió más bien guardarla en el silencio porque todavía no le constaba a él en persona si el Gobernador tomaría a bien o a mal su hecho. Apenas había terminado el Gobernador de leerme la minuciosa información del padre capuchino, cuando llegó otra información dada por el médico judío, de apellido Acosta, que había visitado al enfermo con frecuencia. También esta información estaba hecha en español pues aquel médico judío había nacido y se había educado en España y había venido a la isla huyendo de la Inquisición. Más de una vez, dicho hombre, insolente y atrevido, se había dirigido a mí en público en latín. Este mismo, estando yo en la plaza pública, al oir el rumor de que había muerto un cierto español le pregunté que quién era y en qué casa vivía el muerto; se me acercó y me dijo que había muerto de un síncope, (enfermedad conocida para los médicos). Poco después de la muerte del español había dicho al Gobernador en persona que podía ser que hubiese muerto de envenenamiento. Poco después que sus cohermanos judíos fueron detenidos y metidos en la cárcel, en aquella su información no hacía mención ninguna de lo que había dicho, sino que desvergonzadamente parecía negarlo por todo el contexto de la información.
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Esto lo llevó muy a mal el Gobernador y dijo: Por el Cachán, como le llaman ellos, los judíos, al médico-rabino de ellos, por lo que dijo e hizo aquél médico judío, ha perdido estima entre su gente. Esto lo decía sonriendo y de broma pero seriamente. El Cachán o rabino a que bajo una especie de excomunión o censura, es decir, expulsión de la sinagoga, prohibió públicamente desde el púlpito a todos sus prosélitos judíos no decir nada fuera de la sinagoga, es decir, interpreto yo, no descubrir nada de lo referente a la muerte del español. El Gobernador se había olido por medio de alguien, o no sé cómo, que en la casa de un cierto judío, al que llaman Macaco o Mono, estaban ocultas algunas cosas que pertenecieron al español difunto. Así pues, como ya había hecho antes, escoltado por el capitán y los soldados, entró de improviso y sin avisar en la casa de aquel judío e hizo inspeccionarlo todo. Al llegar a abrir un baúl, la esposa de aquel judío le dijo espontáneamente al Gobernador que ella había recibido aquel baúl de buena fe de parte de otra judía ya en prisión y que suponía y creía que en él estaba la ropa de aquella mujer. Se abrió el baúl y al inspeccionarlo se encontró que estaba la ropa del español y entre la ropa se encontraron escondidas piedras preciosas de él. Mientras estaba el Gobernador en aquella casa de aquel judío, una innumerable gentuza de judíos concurrieron donde él y empezaron a gritar, en la forma en que ellos suelen hacerlo, ¡misericordia, misericordia, Señor Gobernador, con estos pobres hombres! Sí, sí, respondió el Gobernador, después que se haya hecho justicia con ellos y hayan sufrido justamente el suplicio de la muerte. Pues es de saber que este moderado Gobernador de ninguna manera simpatiza con los judíos. Y, como solemos decir, las manzanas no caen lejos del árbol propio. Así como su padre, también el Gobernador de la isla en otro tiempo, fue enemigo de ellos, así éste, hijo suyo, tampoco es amigo de ellos. Parecía que aquel les había azotado con varas y que éste les iba a azotar con látigos de cadenas. Aquel no quería concederles ni un palmo de tierra en la parte de la ciudad para edificar una casucha donde pudiera pasar la noche algún judío, sino que les obligaba a todos a pasar la noche, bajo pena capital, en el barrio señalado para ellos al otro lado del brazo de mar. Este parece que quiere que vayan disminuyendo en número y hacer posible expulsar a todos de la isla. Hoy, mientras tanto, sus nietos hasta la tercera generación, se ven 331.
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forzados a enterrar, junto a sus mayores, a sus muertos en el barrio judío al otro lado del brazo de mar. Corren rumores de que ellos han dicho que con dinero, que lo puede todo, van a librar de la muerte a aquellos dos hermanos suyo hebreos. Esto llegó a oídos del Gobernador y dijo: Esto sucederá en los días del mochuelo cuando con él volarán los terneros... Es poco lo que se puede decir de cómo se alegraron cuando se enteraron que vendría como nuevo Gobernador el Señor Jacobo Becks. Pues había favorecido a los judíos mientras estuvo de comerciante privado en esta isla y con el comercio con ellos había tenido sus buenas ganancias. Pero, como los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos, también cambian los honores y las costumbres. Ahora están experimentando una melodía bien distinta de la que esperaban de él. Cuando llegó a la isla y ofreció un espléndido banquete (al cual tuve que asistir entre los primeros convidados, pues hizo la invitación por tres veces), los judíos dieron señales de gozo y alegría por encima de todos y así se lo manifestaron al Gobernador. Entre otras cosas, con una nueva bandera en la que estaban grabadas las letras J-B, designando Jacobo Becks; toda la morralla de los judíos entró en el banquete y uno tras otro iban felicitando al Gobernador por su nombramiento y le deseaban todo lo mejor en su cargo al mismo tiempo que le pedían que se dignase favorecer a todos los de su afligida nación. El Gobernador, al principio, por educación estaba de pie junto a la mesa e iba recibiendo y escuchando a muchos. Al ver que no se terminaba la misma la cortó abruptamente con estas palabras y epifonema: Sábete que tienes que ser bueno con los buenos y malo con los malos, es decir, que voy a ser un Gobernador justo. Dicho esto, se sentó y se dirigió a sus comensales y dejó que los judíos perplejos se fueran con un palmo de narices, como solemos decir. Algunos días más tarde, esa era la voz del pueblo, eso era lo que se decía, aquellos mismos judíos, en nombre de toda la sinagoga y del pueblo judío, enviaron al Gobernador una bandeja-copa de plata enorme semejante a la que se usó en el banquete. Los que se la llevaban al Gobernador decían: Que en nombre de sus Padres Abraham, Isaac y Jacob, llevaban una comida especial en aquella bandeja-copa y con especial afecto para con el
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Gobernador y que esperaban que sería del gusto del paladar de Su Señoría. El Gobernador había olfateado la comida de midas y que había oro escondido en aquella vajilla y por eso dijo: Vayan y vuelvan a sus padres, Patriarcas y Profetas y díganles a todos que yo (gracias a Dios) tengo más que suficiente para comer y por lo tanto que no necesito de su comida. Y así los despidió completamente frustrados de su intención y esperanza. Al día siguiente se dice que uno de los más ancianos de los escribas y fariseos vino donde el Gobernador y de una manera privada y amistosa le preguntó que por qué no había querido aceptar aquel regalo hecho con el mejor y más sincero afecto y presentado a Su Señoría de parte de su nación. Y que si no lo tomaba a guasa, él ofrecería a su Señoría un esclavo africano o una esclava africana de los mejores y más precio que tenía. [FOL. 92] A esto le contestó el Gobernador: Yo (gloria a Dios) tengo esclavos y esclavas más que suficientes y no necesito de los vuestros. Y vosotros, señores, no tentéis más mi completa fidelidad que he prometido con juramento a Dios, a los Soberanos Estados de Holanda y a los ínclitos Decemviros de la Compañía o Sociedad de Mercaderes. Yo, lo que dije una vez, eso digo y lo repito una y mil veces: Yo seré un hombre bueno con los buenos y malo con los malos, es decir, un Gobernador justo. Así despidió, completamente atónito, al delegado de los tentadores diabólicos. Después de todo esto vuelvo a aquellos dos portugueses-judíos detenidos en la cárcel. Después de tantos y tantos indicios y pruebas del robo y del homicidio cometidos por ellos, se pidió que primero uno de los portugueses fuese sometido a la tortura. Se dice que éste, durante la tortura misma, confesó muchas cosas, pero luego de la tortura volvió a negarlo todo y dijo que él había dicho aquellas cosas con el fin de que no le torturasen más. Después del portugués fue torturada la judía, pero esta bruja (Sara, repito) no quiso confesar nada sino que lo negó todo. Después del judío fue llamado otro judío a la tortura y éste, por miedo a la fuerza y violencia de los tormentos, dijo a los jueces: ¿Por qué me queréis torturar, romperme los huesos y darme una doble muerte? Yo os voy a confesar toda la verdad sobre el asunto. Yo recibí de mi esposa el veneno mezclado con el chocolate y se lo entregué a los portugueses; los portugueses, por su parte, se lo dieron a beber al español y nosotros nos dividimos entre todos la herencia y las riquezas del 333.
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español. Dicho y confesado todo esto, aquel judío fue llevado a la cárcel y desde entonces hasta ahora está suspendido el juicio y la sentencia de aquellos reos. El Gobernador anda muy ocupado en otras causas y negocios y especialmente escribiendo cartas a Europa, y despachando quince barcos a Holanda y Zelandia, pues se le acerca el día de su partida. Procedentes de estos y semejantes barcos siempre tengo en mi oratorio a católicos que tienen que hacer un viaje largo y peligroso —y que en tiempo de guerra sólo lo pueden hacer por mar— y que vienen a ponerse en gracias de Dios por medio del sacramento de la penitencia y del Santo Viático, ya que los navegantes se equiparan a los agonizantes, y, en estas circunstancias son devotísimos. Por lo demás, (gloria a Dios, he viajado más de veinte veces de aquí para allá y siempre felizmente) los navegantes son la gente mejor que llora en la tempestad y la peor gente que ríe en el puerto. Lo cual está de acuerdo con aquel dicho tan conocido: Quien no sepa orar que entre a la mar y aprenderá a orar. Aunque tengo un altar en la casa del capuchino que queda enfrente de mi altar, sin embargo (gracias a Dios, Óptimo Máximo) en cuanto a la comunidad, la mayor y mejor parte vienen a mi oratorio. Entre ellos cuanto a dos de los principales comerciantes de la isla uno es el Señor Juan Moyarte, que tiene mucho influjo y es muy amigo del Gobernador y tuvo tres sobrinos en nuestra Compañía y él es holandés y tiene por sobrenombre el Señor Duane y también es amigo del Gobernador y del Vice-Gobernador. Un tercero es un cierto Señor Juan Tiel de Paderbon (Westfalia). También éste es uno de los más apreciados por el Gobernador. Paso por alto por brevedad, a los otros que no tienen tanta fortuna. Los domingos, mi oratorio se llena de católicos. En los días de semana, apenas viene uno a la misa, pues están tan metidos en su comercio y en sus negocios que se puede muy bien aplicar aquello del sabio: Con los buenos serás bueno, y con los malos te harás malo. Quiero decir que, en esta viña del Señor sin cultivar, viviendo con los no católicos, que fuera del domingo no celebran ninguna otra fiesta los católicos descuidan también sus fiestas y en ellas negocian con los no católicos. Pero poco a poco se va viendo el cambio y espero y confío que, con la asistencia del Buen Dios, se realicen mis deseos en el futuro.
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El pasado miércoles de ceniza atraje y conseguí que los principales, invitándoles suavemente y con insistencia, y con su ejemplo otros muchos, que vinieran a la misa y después de ella recibieran en la frente la cruz con las cenizas (como se hace en España y en Holanda entre los católicos). Hubo una increíble cantidad de esclavos y libertos africanos antes y después de la misa para recibir también ellos la imposición de la ceniza en la frente. Como por distracción, me venía a la mente aquello de la Sagrada Escritura: El que está manchado que se manche más, y me decía interiormente, viendo tal cantidad de africanos que se acercaban: El que es negro que se ennegrezca más en el cuerpo, con tal de que, ojalá, Dios mío, todos y cada uno de los etíopes que se acercaban a recibir la ceniza estén en estado de gracia en el corazón, y, en el cielo, sean todos blancos... Es increíble e inexplicable la atención y la reverencia con que a mí, indigno, me saludan en la plaza pública, y, al verme, desde lejos, van dejando el camino abierto por donde voy a pasar. Ya he bautizado a muchos de sus hijos. Cosa rara y digna de anotarse que todos a una de cuantos hay en la isla (y según unos hay 14.000, y según otros 24.000 de semejantes moros-africanos), todos, repito, sin excepción, se dicen cristianos, quieren ser cristianos, aunque todavía no están bautizados, y aunque en su vida y en sus costumbres, fuera del bautismo, poco o nada practiquen el cristianismo. A cuantos hasta ahora he preguntado y sigo preguntando todos, sin excepción, se confiesan cristianos y católicos (por la gracia de Dios, como suelen decir). Pues la mayoría habla en español o al menos en creole, es decir, un mal español. El ciento por ciento habla otra lengua. Y hablan en cristiano, por aquel dicho español tan conocido y usado: habla en cristiano, es decir en español. Ninguno de ellos quiere oir ni tolera que le digan que es hereje o judío, aunque haya nacido y haya sido educado en esta isla en casa de algún hereje o judío. Ninguno tampoco va al templo hereje o a la sinagoga. Ninguno, aunque sea esclavo, es forzado a abrazar una secta hereje o a seguir la ley judía. Ningún niño de los etíopes es bautizado por el Señor o ministro hereje, ni es circuncidado por el Cachán o Rabino de los judíos. Cuando alguno es bautizado por un sacerdote católico, sin que lo sepan los dueños, éstos lo toleran, cosa que me llena a mí de consuelo. También toleran el que los domingos vengan a misa a la iglesia y oigan mi predicación, lo cual me llena de 335.
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gran esperanza de que con el tiempo habrá una buena cosecha de estas almas, aparentemente negros, pero, por la gracia de Dios, blancos. Sin embargo, hay una ley severa que prohibe el que sean admitidos muchos de esos etíopes al mismo tiempo en la iglesia y para la misa. Pues el Gobernador tiene miedo, y con él los habitantes de la isla, no vaya a ser que aquellos esclavos etíopes, juntos por cientos y por miles en la misa, al salir de la misa comiencen de una vez y de improviso una rebelión, se echen encima de sus dueños y los maten, en espíritu de venganza, pues son tratados durísimamente por sus amos, o con la ilusión de alcanzar su áurea libertad que les deje libres de la tiranía y esclavitud en que se encuentran. Pues son tratados por sus dueños peor que por los turcos o por los faraones egipcios. Casi no pasa ningún día sin que aparezca en su piel morena algún nuevo cardenal o moretón hecho por el látigo negrero. He visto muchas veces, que da pena y compasión, que por cosas bien pequeñas (y esto pasa más entre los católicos), he visto, repito, a tales etíopes y etíopisas, con las manos atadas a la espalda, ser azotados con los látigos de varas hasta salir sangre, hasta hacerles heridas y ver cortadas sus carnes, por cierto, doscientos y trescientos y más golpes contínuos —todo esto tan bárbamente— que los culpables caían al suelo medio muertos. Los así castigados y así golpeados y desgarrados por mandato de sus dueños y señores son untados y curados con aceite por otros esclavos, como aquel que cayó en manos de ladrones y, desahuciado por ellos, fue curado por un piadoso samaritano. Ahora bien, todos los habitantes de esta isla viven con la persuasión de que no pueden tratar de otro modo a sus esclavos si quieren que vivan en temor, sujeción y obediencia. Y me han dicho algunos a mí personalmente que si no trataran así de tantos miles de esclavos como hay en la isla, y que son necesarios para cultivarla y poder vivir en ella, los mismos dueños no podrían estar seguros de su misma vida. Pero ¿qué decir a esto? Toda crueldad y tiranía contra hombres creados a la imagen de Dios y redimidos con la sangre de Cristo, y lo que es más, que esa tiranía sea ejercida contra hombres cristianos que han recibido el sacramento del bautismo, por cristianos, por católicos mismos, va contra la ley natural y en contra de la ley de Dios. Claro, siempre habrá el pretexto de que siempre hubo toda clase de abusos
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y que siempre hubo y habrá pecados. Contra esta manera tiránica y cruel de proceder con los esclavos, y más contra el mismo negocio comercial de compra y venta de esclavos (aunque moros, quién duda que son seres humanos), los mismos ministros y predicadores herejes en Holanda, tanto en sermones públicos como en conversaciones privadas, siempre y con razón fulminaron y no dejan de fulminar, pero hasta ahora han azotado el aire, como suele decirse, y han sembrado en el mar; gastaron inútilmente sus palabras y no han conseguido otra cosa que en las Siete Provincias Confederadas de Holanda no haya ni un solo moro de estos que no sea libre y, por el mismo hecho de que vayan de aquí a alguna parte de la República de Holanda, aunque antes hubiese sido esclavo, queda libre. Yo mismo, de una manera suave y bondadosa, a unos y a otros, especialmente a los católicos, les he insinuado que esa crueldad y tiranía me desagrada sobremanera y que tampoco puede agradar a Dios y a sus ángeles porque, en definitiva, aquellos moros son hombres creados a imagen de Dios y redimidos con la sangre de Cristo. [FOL. 97] Además, tienen un alma preciosísima, racional, inmortal capaz de poseer la felicidad eterna en el cielo. Que ellos pueden decir también, como decimos nosotros: Padre nuestro que estás en los cielos. Que ellos tienen el mismo Dios creador y salvador que tenemos nosotros. Que nosotros podemos y debemos dar gracias a Dios porque no hemos sido creados moros como hubiéramos podido haberlo sido. Y si (pongo por caso) hubiéramos sido creados moros ¿hubiéramos querido que nos tratasen así? ¿No nos dice la ley natural que lo que no quieres que se te haga no lo has tú al otro? ¿O es que algunos de estos moros —negros de cuerpo— de distintas naciones, no se iban a salvar, según aquella visión de San Juan: Después de esto vi una multitud tan grande que nadie la podría contar de todas clase de gentes, tribus y lenguas? ¿O es que desconocían la historia de que reinos enteros de esos negros en África, Asia, Etiopía, Abassia, Mozambique Monomotapán, habían sido convertidos a la fe cristiana por los primero Apóstoles de Cristo
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y luego por nuestro misioneros: Oviedo,21 Múñez,22 Gonzalo Silverio,23 y que muchos africanos negros habían muerto mártires por la fe? ¿O es que nunca habían visto o habían oído que existen sacerdotes de entre aquellos moros, tales como los cinco etíopes, les decía, que recientemente vinieron a Roma de Abisinia y allí, en el Colegio de Propaganda Fide, con permiso y aprobación del Sumo Pontífice y de toda la Cristiandad, están estudiando para hacerse sacerdotes y volver a su patria como verdaderos misioneros y apóstoles para predicar a sus compatriotas de Etiopía la verdadera fe católica y llevarles con ellos a la eternidad? Por último, y medio en serio medio en broma, les decía como conclusión: “Entre mí, entre ellos y vosotros, no hay ninguna distinción, ninguna diferencia, fuera de que ellos son esclavos por permisión de Dios, y vosotros libres, por la gracia de Dios. Ellos son de piel negra por justo juicio de Dios, que todo lo que hace bien para variedad del universo, y nosotros somos blancos por Voluntad de la misma divina providencia y clemencia. En esto, añadía yo, ellos nos superan, a saber, en que tienen los dientes blanquísimos como marfil y nosotros no. En que la mayoría de ellos carecen de toda clase de vello y nosotros, para molestia propia tenemos abundancia de estos excrementos propios de la naturaleza corporal. Ellos tiene sus cabellos rizadísimos y cortísimos, como si fuese lana de corderos negros, y nosotros los tenemos más largos, especialmente cuando usamos pelucas, y en forma de cola de caballo. En fin decía yo preguntando: ¿Cuál es la opinión de Uds. Y qué piensan de estos moros? ¿Creen que serán iguales a nosotros cuando en el sepulcro queden solamente los huesos o el polvo, consumida la piel y
21 Andrés de Oviedo. Nació en Illescas (Toledo), en 1518. Ingresó en la Compañía de Jesús el 19 de junio de 1541. Falleció en Fremona (Etiopía), el 29 de junio de 1577 (Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III [2001], 2936-2937). 22 Quizá pueda referirse a Nicolaus Nunes. Nacido hacia 1525, en Portugal. Ingresó en la Compañía de Jesús, en Coimbra, el 25 de octubre de 1545. Falleció en Goa, en mayo de 1576 (Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, III [2001], 2840-2841). 23 Gonçalo da Silveira. Nació el 23 de febrero de 1521, en Almeirim (Lisboa). Ingresó en la Compañía de Jesús el 9 de junio de 1543, en Coimbra. Falleció el 16 de marzo de 1561, en Mozambique (Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV [2001], 3576-3577).
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la carne, y que en la resurrección de los muertos y ya gozando de la felicidad eterna, serán blancos igual que nosotros? ¿o creen que entonces serán negros como son ahora? Yo —les decía— (aunque no sea de fe el creerlo) creo y siento firmemente que, para confusión y admiración mía y también la de Uds., ya resucitados y gloriosos, a imagen y plenitud del Cuerpo de Cristo (y esto es motivo de consolación y esperanza para los enanos y bajos de estatura) ellos serán tan blancos como somos nosotros. Estos y parecidos razonamientos, entremezclados con frases sencillas y jocosas como (los pobres tienen poco; cuando llueve se moja el suelo; cuando hiela hace frío) produjeron un fruto no pequeño en algunas personas. Algunos de los oyentes querían sacar mis cuñas metiendo las suyas, y refutar mis chistes con otros chistes, interrumpiéndome de la manera siguiente: “Señor mío, ¿es Ud. un misionero y apóstol que busca la salvación de las almas con el vigor y virtud de su profesión? Pues también nosotros somos tales misioneros y apóstoles. Nosotros buscamos y compramos aquellos negros en Angola, Guinea y en otras parte de África y Asia y los trajimos con grandes gastos, peligros y trabajos a esta Isla nuestra con el fin de venderlos de nuevo a los españoles y franceses en América. Y como ellos son cristianos y católicos, hacen a aquellos negros cristianos y católicos y así se salvan. Así pues, nosotros somos, de esta manera, la causa de su salvación”. A esta objeción respondí: “Confieso que así sucede en realidad, pero completamente accidentalmente y ocasionalmente. Pues, díganme y den gloria a Dios diciendo la verdad: ¿no es cierto que la intención primera y principal de Uds. es ‘la mammona iniquitatis’, es decir, la ganancia y el lucro? Y esto cuando vendéis los negros a los españoles y franceses, y cuando los vendéis a los judíos, a los ingleses, a los daneses, a los alemanes que son herejes y luteranos, ¿qué clase de misioneros y apóstoles sois entonces? ¿Me dais plena libertad para que os diga la verdad pura y llanamente?” Al decirme que me daban plena libertad, les dije: “Efectivamente sois totalmente apóstoles como Judas que vendió a Cristo. Con esta sola y única diferencia, que aquél fue un pésimo vendedor (como le llama el responsorio del Jueves Santo), pésimo mercader repito, pues vendió a Cristo por 30 monedas, y vosotros, a los que son imagen de Cristo, los estáis vendiendo por 300 y 400 patacones y más”. 339.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
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24
Jn., 19, 5.
25
Ps., 22, 7.
26
Mt., 7, 2.
340.
Algunos decían y gritaban: ¡Blasfemia, blasfemia! ¡Señor y padre nuestro! Y al hablar de la imagen de Dios como negro o moro, decían: Como si Cristo hubiese sido negro o etíope. A esto respondí: Os equivocáis de medio a medio. No es blasfemia sino verdad, y me disteis plena libertad para decirla. Que Cristo es el Hijo de Dios y que se hizo hombre; que un etíope es hombre dotado por Dios de razón y con alma racional capaz de la felicidad eterna del cielo y creado a imagen y semejanza de Dios, no me lo podéis negar. Y que Cristo fuese negro cuando los mercaderes lo vendieron a los judíos y con salivazos, bofetadas, con una corona de espinas y con la crueldad de los azotes lo afearon y ellos mismos se ennegrecieron, esto tampoco me lo podéis negar. ¿Pues qué quería decir Pilatos de Cristo cuando decía: “Ecce homo”,24 he aquí el hombre? ¿Qué dijo de sí mismo Cristo por boca del profeta Isaías: “Yo soy un gusano y no un hombre,25 etc.? Tales gusanos y no hombres son los esclavos etíopes entre vosotros cuando los conculcáis como a gusanos y los tratáis como a perros. Tal oprobio de los hombres y desprecio de la plebe son entre nosotros esos mismos moros cuando los vendéis tan oprobiosamente, o cuando los retenéis para vuestro servicio y los tratáis no ya menos que cristianamente sino de la manera más cruel y tiránica. A esto respondían enseguida: Nosotros los tratamos a ellos como ellos nos tratan a nosotros y a nuestros cristianos cautivos. Les devolvemos lo que nos dan y les pagamos con la misma moneda, conforme a la Sagrada Escritura: “Con la misma moneda con que midieres seréis medidos”.26 Finalmente, son bárbaros, paganos, ladrones, salteadores, bestias, brutos y jumentos, y son tratados por nosotros como se merecen. A todo esto repliqué: En cuanto al primer punto ¿por casualidad éste o aquel etíope o sus padres pecaron contra vosotros o contra vuestros antepasados o no pecaron? Si no pecaron, ¿por qué los golpeáis tan salvaje y tiránicamente? Y si pecaron, hay que perdonarles porque son paganos, infieles y gentiles, privados de la luz de la verdadera fe cristiana y todavía no
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[FOL. 101]
27
Ps., 49, 13-21.
28
Ps., 32, 9.
29
Ps., 36, 7.
han llegado a la educación y modo de vivir humano, como nuestros primeros padres, de los que descendemos, que vivieron en su paganismo propio. Pero a vosotros, ¿cómo se os puede perdonar, como se os puede excusar siendo como sois cristianos católicos y estáis faltando contra la ley de la naturaleza y de la gracia, contra la caridad y mansedumbre cristianas? Os lo dejo para que lo penséis y dejo también el juicio a Dios. En cuanto al segundo punto: Que sean bárbaros, infieles, gentiles, bestias brutos, jumentos... A mí esto no me extraña nada —les respondía— ya que han nacido y han sido educados en medio de la barbarie, de la gentilidad, del paganismo, en las selvas, en los desiertos y soledades, entre fieras y bestias, entre brutos y jumentos. Si nosotros, por permisión de Dios, hubiésemos nacido así, y nos hubiéramos educado de esa manera, lo más probable es que seríamos como ellos o tal vez peores. ¿Reflexionamos cómo éramos antes del bautismo y antes del uso de la razón? ¿En qué nos convertimos y qué somos cuando nos domina la ira, cuando nos enfurecemos contra los enemigos como perros rabiosos, o cuando rugimos como leones furiosos contra nuestros sirvientes o contra nuestro esclavos? Por último, ¿qué somos cuando pecamos contra la razón, contra la ley divina y humana, y, sobre todo, contra la misma naturaleza y sobre todo cuando volvemos a crucificar a Cristo Nuestro Salvador en nosotros mismos y perdemos el cielo y merecemos el infierno? ¿No es verdad que somos más que brutos, más que jumentos y más que bestias? Seamos lo que seamos, mientras se portan de esa manera y viven conforme a ella, ya lo dijo David hace mucho en sus salmos: no entendió la estima, es comparado con los jumentos que no tienen inteligencia.27 Y en otra parte: no sean como el caballo o el mulo que no tienen inteligencia.28 Finalmente, les decía, referente a los etíopes, recordad el dicho del Santo Poeta: “El Señor, salvará a los jumentos y a los hombres”.29 Ya que son jumentos (aunque sean hombres), brutos, bestias, bárbaros, paganos y gentiles.
341.
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Son tales mientras vienen de su patria y de su salvajismo, mientras no están bautizados y no son cristianos, mientras todavía no están imbuidos de las leyes cristianas y de las costumbres educadas. Pero, después de todo esto, la gracia de Dios omnipotente, de la que participan a través de los santos sacramentos, vence y corrige la naturaleza, y de infieles se convierten en fieles, de paganos en cristianos, de bárbaros en humanos, educados, finos, en una palabra, de brutos, bestias, jumentos se hacen hombres sociables, tratables, capaces de toda buena disciplina, arte, ciencia, de una vid cristiana buena y honesta y definitivamente capaces de la felicidad eterna. ¿O es que, les decía, ignoráis que todas estas cosas son verdaderas, o es que por experiencia propia no lo habéis visto o por menos oído, que se ha dado en los negros y esclavos que habéis vendido a los españoles y franceses? ¿O es que, por casualidad no lo habéis visto u oído? Yo, por la gracia de Dios, lo he visto y palpado en cientos y miles de casos, de esclavos etíopes en la misma España y en la América Hispana, y esto lo puedo afirmar y testificar delante de Dios, de los ángeles y de los hombres, y ante el mundo entero. Y he oído las causas por las cuales algunos tanto cristianos como católicos y también herejes (cristianos que creen en Cristo) no permiten que los moros, esclavos suyos, se hagan cristianos y que se instruyan en la doctrina cristiana. Algunos dicen que si fuesen cristianos los esclavos negros que tienen no podrían castigarlos, conforme a la costumbre antigua, tan severamente (es decir, tan cruelmente) sino que se verían obligados a tratarlos con más suavidad como a cristianos semejantes a ellos mismos, cosa que, por costumbre, no podrían hacer sin cambiar la naturaleza. Así mismo, si se hicieran cristianos, como ellos mismos, podrían llegar al cielo y allí podrían sentarse en algún momento por encima de ellos mismos. Cosa que no convendría ni sería bueno que un siervo o esclavo tuviese bajo de sus pies a su mismo dueño. A estos motivos, o más bien pretextos y formas de tapar su malicia contesté de la siguiente manera: Esta vuestra mala costumbre, por ser mala y propia de bárbaros y turcos, tenéis que vencerla y abandonarla si queréis ser buenos cristianos. Por otro lado, no es imposible vencer la mala inclinación de nuestra naturaleza humana, inclinada al mal después del pecado de nuestros
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30
Jn., 3, 18.
31
Mc., 16, 16.
primeros padres, o cualquier otra mala costumbre, con la gracia a Dios, si se le pide, ya que Él da el auxilio suficiente y eficaz, y nunca pide lo imposible. En cuanto a la otra causa, digo que está llena de soberbia y espíritu luciferino y que los tales insensatos descansarán en el seno de Abrahán con Lucifer y el rico Epulón en el abismo del infierno y no en el cielo. Más aún, que su impiedad y crueldad es la más grande que se puede pensar o decir en el mundo entero, a saber, que pudiendo salvar el alma de su hermano y prójimo eternamente no lo quieran hacer por positiva y diabólica maldad. Envidian para sí mismos el cielo y para ellos fomentan y escogen el infierno. Tales fratricidas o más bien “almacidas” (asesinos del alma) por así decir, no poseerán el Reino de los cielos. A esto me añadían ellos: Nosotros no los condenamos a ellos; nosotros los dejamos como los recibimos. Si se hubiesen quedado en su tierra y en su patria, sin duda que se hubieran condenado por justo juicio de Dios, pues son infieles y conforme a aquello que el que no crea ya ha sido juzgado30 “y aquello: el que crea y se bautice se salvará, pero el que no crea ya ha sido juzgado”.31 A esto yo les replicaba: Vosotros, vosotros sois la causa de su condenación, si, después de haberlos aceptado de parte de Dios como vuestros siervos y esclavos no permitís que ellos se bauticen y sean instruidos en la única y verdadera fe de salvación. A vosotros os ha dado Dios el mandado acerca del prójimo y el hermano y Dios os reclamará sus almas de vuestra manos. Vosotros estáis obligados en conciencia y según la ley de la caridad cristiana a instruir como a vuestros hijos a los mismos, sean blancos o sean negros, o hacer que los instruyan en las cosas de la fe necesarias para la salvación eterna, en el temor y amor de Dios, pues a vosotros, lo mismo que a todos los fieles cristianos se les ha dicho: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.32
32 Mc., 12, 30-31.
343.
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[FOL. 104]
344.
¿Pero, mi buen Padre, rechazaban o mejor refutaban, quién puede creer, quién se va a persuadir o a imaginarse que estos bárbaros, feroces, negros diablos, moros van a ir al cielo? A esto, lleno de ira, respondí: Quién hubiera creído, y sin embargo es verdad, y nadie lo puede negar a no ser que niegue la Biblia, quién hubiera creído que el santísimo y sapientísimo Moisés, guía del pueblo de Israel hubiera tomado por esposa a una etíope que sin duda creo que está en el cielo. ¿Quién hubiera creído que la Esposa de Cristo, la Virgen Madre de Dios, se iba a llamar a sí misma negra y hermosa? Asimismo, ¿quién iba a pensar que uno de los tres Santos Reyes Magos, que fueron los primeros de los gentiles, de quienes procedemos nosotros, en adorar a Nuestro Salvador Cristo Jesús, iba a ser negro y etíope? Y, sin embargo, es cierto. Con toda certeza yo mismo en persona, con estos ojos, he visto y venerado el cuerpo sagrado de aquel Santo Rey etíope en Colonia Agripina y admiré, sobre todo, su cabellera, aquellos cabellos tan cortos y tan rizados que parecía la lana de un corderito negro como los tienen todos los otros etíopes y moros. Por último, ¿quién se pudiera imaginar que Dios iba a llevar en espíritu y por el aire, como a otro Habacuc, a Felipe, discípulo de Cristo, para que bautizara y salvara al etíope eunuco de la reina Candace? Con estas respuestas y refutaciones, con estos argumentos y razones, yo indigno, ayudado por la gracia de Dios Omnipotente, les cansé de tal manera y les vencí de forma que confesaron que se entregaban totalmente derrotados. En primer lugar estaba el Señor Juan Moyarte, católico (mencionado más arriba) que tiene en su casa, para su servicio, 14 negros y negras etíopes, y, en sus dos colonias (que llaman plantaciones, sean fincas o propiedades), no sé cuántos cientos tiene. Este Señor, repito, me prometió santamente y me dijo que nunca más en su vida volvería a comprar esclavos negros para venderlos. Que él a ninguna otra causa echaba la culpa de su infortunio por tierra o por mar en sus negocios y comercio sino a alguna maldición enviada por Dios a causa de la venta de hombres moros indigna de él y de cualquier cristiano católico. Aunque ciertamente, decía, en la venta de los tales esclavos y moros siempre tuve suerte, de tal forma que de una sola venta tuve una ganancia limpia de 7.000 patacones, pero creo, y estoy persuadido,
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que lo mal ganado a su vez lo he perdido en infortunios con otros negocios míos de comercio. También el Señor Guillermo Justo (que no hace mucho que falleció), durante muchos años había ganado muchos miles en la venta de aquellos moros. Pero al final, justamente castigado por Dios con graves pérdidas [FOL. 105] e infortunios, abjuró y abandonó tal comercio y tal venta, impíamente mal aconsejada por los hombres. Por mi parte, añadía yo, que últimamente había comprendido que en tierra firme de América Hispana Felipe Quinto, Rey de España y de las Indias, tenía confiscados muchos cientos de miles de aquellos esclavos moros vendidos de parte de los portugueses a los españoles. Pero para qué ir a tierras lejanas, decía yo, para confirmar esto. Aquí, en esta Isla, de hecho ¿no está el portugués Don Gaspar de Andrade que, al comienzo de esta guerra, con una sola nave suya perdió de una sola vez 500.000 patacones que había adquirido con la venta de esclavos moros? Efectivamente, el Gobernador anterior había dado permiso a los mercaderes de esta Isla para expediciones de piratería en tiempo de guerra con el fin de que las naves de su república holandesa pudiesen captar y robar a las naves enemigas en cualquier sitio. Y así, aquella nave portuguesa (no sé con qué pretexto, pues todavía estaba neutral en la guerra) fue capturada por una nave holandesa de esta Isla, traída aquí y confiscada con todo su tesoro. De aquel tesoro se me ofreció a mí en venta una cierta parte, que supongo yo que habría sido robada durante el atraco al barco portugués. Era la parte superior de un cáliz, pues faltaba la parte del pie, robada sin duda por otro ladrón. Quien me vendía la parte del cáliz de plata dorada era aquel judío que, por el famoso, o mejor infame hurto con homicidio, (del que hablé largamente más arriba) todavía hoy está en la cárcel y espera su suplicio. Se dice, y varias personas me lo han contado, que llegó a esta Isla con hábito y vestido franciscano y que se pasó al judaísmo después de apostatar de sus órdenes sagradas y de la religión católica. Y, si esto es verdad, no me admiro que, aunque tarde, sea castigado por Dios seriamente, ese Dios que es justísimo. [FOL. 106] Vuelvo a mis carísimos y en las llagas de Cristo mis queridísimos moros. El fin último mío, la causa intencional mía de por qué miré con tanto celo por aquellos pobrecitos y miserables esclavos y siervos moros, no es 345.
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solamente con el fin de reprender y corregir aquella tiránica crueldad en la manera de proceder con ellos y el malvado e injusto logro por el precio de su sangre al venderlos, sino que lo que pretendo principalmente es conseguir el permiso de parte de los vendedores de aquellos esclavos para poder bautizarlos libre y seguramente y luego instruirlos en la fe católica. Todo el asunto lo he consultado con el Señor Juan Moyarte, católico, e íntimo amigo de mis amigos. Ya he conseguido, de parte de él, pleno consentimiento para bautizar e instruir en las cosas de nuestra fe libremente a los esclavos moros que tienen en su casa y en sus dos colonias. Haré lo mismo con los esclavos etíopes de los otros católicos. Y cuando los no católicos y los judíos vean y experimenten que los esclavos de los católicos se portan mejor, que son más fieles, más obedientes, gracias a aquella instrucción y a la gracia de Dios Todopoderoso, confío en la bondad y piedad del mismo Dios que voy a conseguir la misma libertad y permiso tanto de los no católicos como de los judíos (pues, gracias a Dios, todos me quieren y estiman). Pues es muy cierto, evidente e irrefutable, que aquellos moros tienen una naturaleza, índole y talento capaces de todo bien, de toda bondad, disciplina y ley, y de todas las buenas costumbres y educación. Esto lo vi yo y lo comprobé mientras vivía en tierras españolas y en la América Hispana. He propuesto y no dejaré de proponer a los Señores de aquí, de la Isla, el ejemplo de aquellos como en un espejo clarísimo, segurísimo e innegable. [FOL. 107] Yo les decía: Entonces se evitarán tantas y tantas muertes entre ellos como bárbaros, con gran perjuicio vuestro. Entonces os serán más fieles, más obedientes, y no será necesario que los castiguéis tan dura y tiránicamente con peligro y detrimento de vuestra salud corporal y del alma. El Dios justísimo, ofendido, os castiga con la muerte de tantos esclavos, que os han producido tanto dinero, como se os han muerto últimamente con las viruelas. Pues Dios también os castiga y doblega en esta vida con las mismas cosas con las que pecáis. Los Señores de esta Isla tienen en sus plantaciones, colonias o propiedades, ciertos empleados que llaman ecónomos (los españoles les llaman mayordomos) que están al frente de los esclavos moros. De estos, muchos son católicos, y si no son católicos, la mayoría son alemanes y paisanos, es decir, coetáneos y compatriotas míos, lo cual es para mí de mucha consolación 346.
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y esperanza. A todos ellos los trato con la mayor afabilidad y procuro ganarlos con mi suavidad en el trato. La semejanza de costumbres y de aficiones, la misma patria y la lengua alemana, me ayudan como un imán para ganarme la simpatía. A través de la amistad con ellos tengo entrada libre para instruir en las cosas necesarias para la salvación eterna a esos mismos esclavos y para bautizarlos. Para esto, aquellos mismos esclavos moros tienen ciertos capitanes a quienes llaman “Bombas”. Estos en aquellas colonias siguiendo a los prefectos o mayordomos en cierta manera mandan a los otros esclavos que aren la tierra, que la desterronen con el rastrillo, que cultiven el maíz, el añil, la brava caña de azúcar y en fin que siembren y cosechen toda clase de semillas que producen frutos tanto en América como en Europa, que las lleven a sus dueños y que las vendan. Estos mismos están al frente de los esclavos que se ocupan de las gallinas y gallos indios y llevan a pastar las cabras y las ovejas. Me esfuerzo por ganar a estos para mí, o mejor, para Dios, instruyéndoles en los principios de la fe cristiana con el fin de que convoquen a los otros moros para traérmelos a mí, o, en mi ausencia, sirvan como de instructores, y, por la mañana, antes del trabajo, y en la tarde después del trabajo, les enseñen a hacer la señal de la cruz, el Padre nuestro, el Ave María y las otras oraciones que acostumbran a rezar los cristianos católicos. Me causa gran dolor, por no decir rémora e impedimento para hacer progresar la santa fe mejor y con más amplitud entre aquellos moros, el hecho de que entre tantos y tantos miles de etíopes ya me faltan los sagrados alicientes del espíritu, como son, rosarios, cruces, medallas y cosas semejantes, que les encantan sobremanera y que libremente (sin que se oponga ninguno de los dueños, sea católico, no católico o judío) llevan pendientes del cuello y las veneran. Confieso mi culpa, mi grandísima culpa, pues cuando estuve últimamente entre españoles e indios en Tierra Firme de América, fui generoso en exceso con ellos y distribuí entre ellos casi todos los objetos sagrados que tenía. Pero bueno, ya está hecho y lo hecho no se puede deshacer. Y es verdad que tanto los españoles como los indios necesitan sobre manera de aquellos objetos sagrados. Con aquellos donecillos sagrados entre los españoles y los indios, para promover y propagar el honor de la Madre de Dios y de los santos, he conseguido un fruto que me servirá de consuelo en 347.
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la eternidad. Pues confío y espero que la bondad providente de Dios tenga en cuenta aquellos donecillos sagrados que eran para procurar y promover su mayor gloria y por el bien y provecho de las almas. Tengo anclada mi esperanza en que el Omnipotente y Providente Dios moverá los ánimos de los buenos amigos y piadosos cristianos y celosos católicos para que con la limosna (que no me avergüenzo de pedir con letras negras por amor a Cristo a todos los que hayan de leerlas) que ellos darán para conseguir esos alicientes y donecillos sagrados y se harán merecedores y partícipes de los frutos para la salvación de las almas y de este modo cooperarán en la obra divinísima entre las divinas de la salvación de las almas.33 • Vuelvo a los indios cacatíos que viven en Curaçao. Estos indios ya me conocían a mí desde hace más de seis años, pues, cuando atravesé esta isla bauticé a varios indiecitos chiquitos. El motivo de ésta fue aquel mi Cacique y Príncipe Indio que más tarde murió en Brabante Bruselas. Pues también éste era por su lengua y nación cacatío, descendiente del Gran Manaure (Cacique y Rey Indio). Como parecía unido a los indios de esta Isla por la lengua y por la sangre, era muy querido y apreciado por ellos y tenía mucho influjo entre ellos. Como era también un buen cristiano, celoso con propagar nuestra fe, buen católico me servía a mí de apóstol y con frecuencia me enviaba muchos moros con sus pequeños para que los bautizara. ¡Ojalá estuviese vivo todavía! Ganaría para Dios y para el Rey Católico muchos miles de indios como antes se los había ganado. Estoy bien convencido que con el favor de Dios y de su Rey Católico, junto conmigo y en mi comitiva, habría descubierto la gran nación de su antepasado el gran Manaure, Cacique y Rey Americano y la habría ganado para nuestra santísima fe cristiana católica y para el cielo. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y ciencia divinas. Qué insondables son sus juicios e ininvestigables sus caminos!34
33
Vuelve a tratar sobre Venezuela en los folios 109-112.
34 Rom., 11, 33.
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2 Cor., 12, 2.
36
Gen., 1, 28.
Parece que todavía no había llegado la hora y el tiempo de compadecerse de aquellos innumerables gentiles (según la tradición y la voz del pueblo americano). ¿Y quién tiene la culpa o es la causa de esto? Yo no lo sé, Dios lo sabe.35 Que Dios les perdone por completo. Abstraído y apartado del tema, (con justo y digno dolor y tristeza en mi corazón) me refiero de nuevo a los indios de esta Isla. Me han dicho que a propósito de los mismos tienen en dos partes de esta Isla dos colonias o dos barrios indios. Dicen que todos son católicos pero lo único que oigo que tienen de católicos es el nombre y nada más. Pero por qué admirarse, si las ovejas están sin pastor, y la viña del Señor ha estado hasta ahora privada de su cultivador sagrado indio. Como estaba en un principio, cuando ocuparon los bátavos esta Isla, así está ahora y estará por los siglos de los siglos de la misma manera, ya que se permite a cada cual vivir en su fe, en su religión, en su secta y también en su gentilidad. Que Dios esté en el primer lugar o en el último, a muchos poco les importa. Su Dios es el dinero o la mammona. Que sean esclavos los indios, que haya moros siervos y esclavos, sean de la religión que sean... Eso no nos toca a nosotros, eso no tiene nada que ver con nuestro bolsillo ni con nuestra cocina; esa parece ser la manera de hablar de muchos y ojalá no sea la mayoría o todos. Ciertamente que esto es lo que hacen al hablar, y haciendo y practicando (oh vergüenza) dicen todos a una lo que de forma adúltera y errónea aceptan aquella sentencia de la Sagrada escritura: “Creced y multiplicaos y llenad la tierra”.36 Que crezcan los indios para que tengamos labradores y colonos, que se multipliquen los esclavos moros para que tengamos muchas ganancias; que esto sea por incesto, por adulterio o por sacrilegio... eso nada importa, todo da lo mismo. Pues hay que saber que en esta Isla tanto los indios como los moros tienen libertad total y absoluta para tener como mujer a una de sus semejantes y hacer con ella lo que les plazca. Hoy pueden tener una, mañana otra o
349.
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repudiarla, sean de primero o segundo grado; pueden tener una o tener cien mujeres; pueden ser sus madres o hermanas, sus esposas o concubinas. De esto nadie se preocupa, a nadie le interesa, nadie investiga nada y ninguno castiga a sus esclavos por incesto, adulterio o sacrilegio. [FOL. 114] Si deja caer en la cocina un poco de caldo (crimen de lesa majestad) hay que azotarlo, hay que castigarlo con dureza tiránica; pero si viola el derecho natural por incesto con su madre o hermana (no ha cometido ningún crimen de lesa majestad divina) hay que alabar y premiarlo porque ha dado a su dueño un nuevo y joven esclavo. Cuando estuve por primera vez en esta Isla, en una ocasión se me ofreció, para que lo comprara, un esclavo moro de parte de un cierto brabantino, esclavo que había cometido incesto con su madre y hermana y a quien no había castigado por tan enorme pecado. Yo le contesté a aquel hombre (apóstata de la religión católica) merecería una justa y digna represión: Que yo era ciertamente un pescador de hombres y mercader de almas, pero de muy distinta manera y no como para comprar y vender hombres y mucho menos tales bribones; y que estoy engañando a hombres buenos, buenos cristianos y católicos españoles con esclavos que no valen un pito, un pelo, un centavo, una miseria, en fin nada. Al apóstata (como insinué) un hombre, o mejor, un hombrecillo, pues era pequeñísimo de estatura, le molestaba terriblemente estas mis palabras de justa indignación. Aquel enanito había nacido en la ínclita y hasta ahora siempre católica y fiel a su Rey Católico, provincia de Bélgica (Brabante) de padres católicos y había sido educado entre católicos. Pero una vez que llegó a esta Isla Americana apostató de la fe católica y pasó a una secta luterana. En ella, de un hombrecillo que era, se convirtió en un gran señor (es decir, en un ministro predicador luterano). Su predecesor (el último seguidor de Lutero, digno discípulo de tal maestro) tuvo que salir exiliado de esta Isla a causa de un escándalo, de un adulterio, y si existe o puede existir, de un sacrilegio cometido con una tal no se quién de nombre Catalina. El otro, aunque las Sagradas Escrituras se lo echaban en cara, al ser brabantino, podía probar que su patria antiquísima era nombrada en la Sagrada Biblia;37
37
350.
Cfr. Ps., 102, 9.
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[FOL. 116]
pero, de las Sagradas Escrituras, de los Libros Sagrados, sabía muy poco por no decir, nada. Así me lo han contado las almas huérfanas y pupilos desprovistos de su padre y pastor, sus oyentes luteranos y sus discípulos. Me han dicho que él echaba unos sermones en extremo simples y atrevidos. Por ejemplo, una vez, el tema y la materia era el vino en las bodas de Caná de Galilea y dicen que comenzó su predicación así: Hay hombres, ¡oh dolor y vergüenza!, de nuestra religión cristiana en esta Isla que van a la taberna y comienzan a beber un vaso de vino, de cerveza o de jugo de caña hervido. Bebido éste, piden una cuarta o tercera parte de la metreta (la medida del Evangelio de hoy), bebida la cuarta o tercera parte de la metreta, piden la mitad entera, luego la medida completa y luego la primera, tercera y sexta hidria, y, al final, se emborrachan de tal manera que, al volver a sus casas, se van revolcando en el barro de las calles como puercos. Si entendía la lengua latina ese predicardocito (según S. Mateo) me imagino que alguna vez habría oído aquel dicho trivial: Una pinta arrastra a otra pinta y otra pinta atrae a la siguiente. O aquel otro dicho muy bien expresado: El capitán de la nave habla de los marineros; el arador habla de sus bueyes. De la misma manera este ministrillo podía predicar muy bien y muy a propósito de los bebedores de vino, cerveza o crema, pues, en realidad, él era por oficio un bodeguero que vendía públicamente en su taberna vino, cerveza y crema. En fin, que por su oficio conocía muy bien el arte y la ciencia de los borrachos. Hasta la fecha, estos son los famosos (infames) predicadores y apóstoles (apóstatas) que ha tenido esta Isla. Estos tales, hablando contra las borracheras de chicha, de jugo, de pasta, es decir, contra compotas y bebidas hechas de maíz, de trigo indio, de yuca, de raíces, haciendo y enseñando a agitarse violentamente llenos de mosto, con palabras que ciertamente mueven, pero con el ejemplo que arrastran, pudieran, si lo hubieran querido, convertir a su fe con un solo sermón a más de tres mil indios de la Isla. De tan gran conversión se hubiera podido decir de estos indios insulares, todos los insulares son malos, pero los de Curaçao son los peores. Pero basta ya. Dios Todopoderoso, con su potentísima virtud y gracia, y a través de sus ministros y apóstoles (entre los cuales soy el más pequeño y no me considero digno de tal nombre) cambiará en breve tiempo la 351.
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[FOL. 117]
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imagen a esta Isla. Y el tiempo de la madre de todos los dioses, es decir, de todos los demonios, le convertirá en un sagrado panteón de los católicos. Dios me da esta buena esperanza por los buenos principios y fundamentos que ya tenemos. Y en lo que concierne especialmente a esos insulares, el Capitán de ellos, o, en otras palabras, el que hace de Gobernador Subordinado, es alemán de nacionalidad, y consiguientemente mi compatriota y un conocido amigo mío. A través de la amistad y benevolencia de él he conseguido la libertad de tratar con aquellos, y espero, con la ayuda de Dios, conseguir ganarlos a todos para Cristo. Pues se me ha dicho con toda certeza que cuando esta isla fue recibida por los holandeses de parte de los españoles, se les concedió a los indios la plena libertad para que pudieran vivir con la fe y religión que quisieran. Así pues, además de promover fidelidad bajo juramento a los Señores de la Isla, como cierto pago por la libertad que se les había dado, debieron prometer que ellos cuidarían los rebaños de caballos y bueyes. Cuando llegó el nuevo Gobernador a la Isla, en su recibimiento, entre otras tropas militares, había una gran cantidad de jinetes lanceros indios que hacían guardia delante del palacio del Gobernador. No lejos de esta Isla de Curaçao, hay otra isla que se llama Bonaire. Pasé por ella últimamente cuando hice el viaje a Tierra Firme. Es bastante grande y extensa, pero no tan grande ni tan poblada como ésta de Curaçao. Tiene un Gobernador o Comandante, como le llaman, dependiente del Gobernador de esta Isla. Es de nacionalidad flamenca (y, si no me equivoco, de Gante) y es católico y, gracias a Dios, un hombre bueno y conocido mío. Gracias a él, bauticé a mi paso 30 indiecitos, pues se pidió a sus padres que me los trajeran y los bauticé. Vinieron rapidísimo y muy contentos, pues en esta isla nunca habían visto antes a un padre o un sacerdote fuera de mí. No sé cuántos cientos o miles de indios hay en la Isla. Entre los padres indios se presentó un soldado de nacionalidad alemana o mejor polaca, natural de Dante. Este está casado con una mujer india (matrimonio libre) y trajo para bautizar algunos hijuelos que había tenido con ella. Hay muchos soldados de este tipo que defienden la isla. Muchos de ellos son católicos. También hay en ella gran cantidad de moros esclavos que la cultivan, apacientan ovejas
• Libro III [XIV]
y cabras y además trabajan en las salinas. Vi juntos una vez un centenar de ellos, que con carretillas, sacaban de la laguna y del estanque, donde el mar se desborda, ya el agua que queda se convierte en sal, congelándose ella (cristalizando) con la ayuda del sol y sin otro trabajo especial. Lo que tienen que hacer los esclavos moros es amontonarla, llevarla con sus caretillas y formar montones grandes con ella. [FOL. 118] A la verdad que había dos montes de sal y tan grandes que posiblemente se podrían cargar cien barcos con aquella sal. Subí a uno de aquellos montones y al bajar recibí de uno de aquellos moros como regalo una patilla o sandía (en realidad melón de agua). Y regalo por regalo, benévolo aunque pobre, le di al esclavo moro un real de plata. Aquellos esclavos moros se ocupaban en aquel momento en transportar la sal de un montón a otro que estaba cerca del litoral para mayor comodidad de los barcos que atracan allí para cargar la sal. Aquel montón, del que los esclavos llevaban la sal al otro, se había formado al cabo de cinco años. Piénsese cómo sería aquel montón que para formarse habían trabajado cien esclavos moros con sus respectivas carretillas durante los cinco años y los días casi completos. Uno de los tres españoles que volvía conmigo de Tierra Firme, al ver aquel centenar de esclavos allí, se le ocurrió que cuando regresase el barco español de un cierto Capri o corsario (pirata los llamamos en tiempo de paz) del mallorquín Don Antonio, se apoderase de todos ellos por derecho de guerra. Pero luego cambió de parecer y por suerte cambió de propósito, pues, fuera del Comandante y tres soldados, nadie los defendía. Hubieran corrido peligro posiblemente de ser cautivos también el Comandante y sus tres soldados. Digo que posiblemente, porque hay que saber que en aquella isla no hay ningún castillo ni ninguna defensa. Pero en las montañas cercanas de la isla hay tal cantidad de cuevas y escondrijos, y tan grandes, y capaces, que los indígenas con sus ovejas, bueyes, cabras, caballos y demás animales del campo, se esconden en ellas cuando son atacados por algún barco enemigo. De esta manera el Dios Todopoderoso, autor de la naturaleza, ha [FOL. 119] protegido y mirado por estos insulares. Nunca he visto en ninguna parte cabras, ovejas, gallinas tan grandes y tan gordas y en tal cantidad como en esta isla, y difícilmente las habrá más sabrosas. El Gobernador o Comandante de 353.
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la Isla nos convidó espléndidamente a gustar de ellas a mí y al capitán del barco y a los tres españoles. Debí prometerle a él que en otra ocasión alguna vez, volvería a la isla con todos los ornamentos necesarios para celebrarles una misa de manera que él con los otros católicos de la isla pudiesen acercarse al Sacramento de la penitencia y recibir la Sagrada Eucaristía. Hay además otra isla muy cercana a ésta y que se llama Oruba y también depende de la Isla mayor de Curaçao. En ella hay un Gobernador que, como el otro, es también católico. Después de Pascua tengo que visitarle a él y a los habitantes de la isla. Antes y en tiempo de Pascua no puedo hacerlo, pues, gloria a Dios, tengo muchas cosas que hacer en casa y fuera de casa. Fuera de casa, es decir, que en las plantaciones o en las colonias descubro y me encuentro cada día con más católicos que preparo y llevo a la confesión y comunión pascual. Estos días también se me acercó un soldado de caballería del cuartel que han abierto este año (la Baya de Carracas) y me indicó que en la Semana Santa, tanto él como un buen grupo de compañeros, vendrían a confesarse y comulgar con el fin de cumplir con el precepto de la Iglesia. La misma intención tienen los soldados de infantería que cuidan a gran cantidad de presos católicos en el cuartel de la ciudad. En este preciso momento tengo trabajo sagrado con muchos marinos católicos que están preparando la vuelta a Europa en 15 barcos y que quieren confesarse y comulgar para fortalecer sus almas y estar preparados para un viaje largo y demasiado peligroso por ser tiempo de guerra. Mientras estoy escribiendo estas líneas acaba de llegar y atracar un barco en el puerto de esta isla. Viene de Amsterdam (Holanda) y trae noticias fatales. Que tres de los siete barcos que el mes de octubre pasado vi partir de esta isla para Holanda y Zelandia, los tres más valiosos y más cargados, han sido interceptados y arrebatados por barcos corsarios franceses. El capitán de uno de los barcos era católico y se llamaba Lehmanns. Este era amigo mío y me había prometido que antes de la partida y de la navegación vendría para descargar su conciencia conmigo a través de la confesión y para fortalecerse con el pan de los ángeles ante un viaje largo y peligroso. Pero no vino y descuidó el impulso y santa inspiración de Dios. Si la hubiese seguido, posiblemente se hubiese salvado, por la misericordia y gracia a Dios, de la bala
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enemiga que le hirió cerca del corazón y no hubiera perdido su barco con todas sus riquezas. Pues así es abandonado de Dios el que abandona a Dios. En la nave de este mismo capitán me ocurrió a mí un milagro manifiesto, un poco antes de la partida del barco, con la reliquias de N. P. S. Ignacio, de S. Fco. Xavier, del Beato Estanislao y un Agnus Dei, bendecidos por el Sumo Pontífice Inocencio XI. [FOL. 121] El capitán de aquella nave tenía un secretario que era católico y procedía de una buena familia de Amsterdam. Este tal, por un remordimiento de conciencia, había caído en una depresión o manía diabólica. Desesperado se había arrojado al mar. Ya estaba a punto de ahogarse, y, gracias a los marinos que se tiraron al mar y lograron salvarlo y lo devolvieron al barco. Esto sucedió en una noche tempestuosa. El capitán del barco me comunicó el hecho y me pidió que fuera al barco para atender al maníaco desesperado. Me levanté rápidamente y sin demora atendí al hombre. Los marineros lo tenían amarrado de pies y manos con las sogas del barco para que no volviese a intentar tirarse al mar. Además los marineros habían pasado días y noches vigilando al maníaco desesperado y ya estaban cansados. A mi llegada me gritaba pidiendo auxilio y vociferando enormemente porque, decía, que en unos momentos iba a ser arrebatado por los demonios y llevado al infierno con los condenados porque había robado a una persona una cantidad de dinero injustamente y que no la había devuelto desde hacía años. Animé, calmé y consolé a aquel hombre diciéndole que la misericordia de Dios es inmensa e infinita y siempre dispuesta a recibir a los pecadores que quieren confesar sus pecados con sincero arrepentimiento. Así que le persuadí que se confesase. Después de la confesión consiguió una cierta tranquilidad de alma y de conciencia, no completa. Pues todavía parecía descon[FOL. 122] fiar de la misericordia de Dios por los pecados cometidos. Así pues, colgué del cuello del maniático desesperado el sagrado relicario (con las reliquias arriba dichas) y con la fuerza y virtud celestial recobró plenísimamente la serenidad mental. Pues más tarde vino a mi oratorio y allí se volvió a confesar y recibió la Sagrada Eucaristía. Por fin, totalmente cambiado en un hombre nuevo se mantuvo en su sanidad mental y volvió a navegar a su patria con la conciencia totalmente tranquila.
355.
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Este caso, este hecho se conoció luego en toda la isla y llegó a conocimiento del mismo Gobernador. De aquí que tuve que oír, de labios de él y de otros, que yo sabía y podía expulsar demonios de los energúmenos. Si es que la gente creía que era un energúmeno el poseído por el demonio, le respondí jocosamente al Gobernador, mientras los otros se reían conmigo. Porque, si era así, a Dios Todopoderoso es al que hay que dar la gloria, pues leemos en las Sagradas Escrituras y en los Evangelios que El Señor había hecho tales cosas y había expulsado a los demonios de los energúmenos. Y, añadía, si en algo había contribuido yo indigno pecador en el asunto, nada tenía de admirable ya que cuatro cuernos siempre podrían más que dos. Y vosotros sabéis que vuestros señores ministros y predicadorcillos siempre nos pintan a nosotros los jesuitas ante vosotros con cuatro cuernos porque llevamos en la cabeza un bonete de cuatro puntas. Mientras que al pobre diablo siempre le pintan con uno o dos cuernos. Mi respuesta fue recibida con risas y aplausos. Y yo mezclaba la risa con las lágrimas. Pues me dolía en el corazón y me llegaba hasta la médula del alma que no pudiese expulsar de las almas de ellos el demonio calvinista, luterano y judío. Porque, conseguido esto, entonces sí que yo me reiría interiormente y aplaudiría dando gracias a Dios… Otras muchas noticias fui escribiendo en mi Diario de navegación para mandárselas a Su Rda. Paternidad, pero ¡ay dolor! se perdieron con los barcos desaparecidos. Espero en la infinita providencia y clemencia divinas que estos escritos tengan mejor suerte. Y confío también en la misericordia y gracia de Dios que en breve podré escribir a Su Reverenda Paternidad más y más consoladoras a Mayor Gloria de Dios. •
356.
[XV] 1 [1704?]
*
Para la biografía de Miguel Alejo Schabel, véase [XIV].
357.
Catalogus vitrorum*1*
Lista del vidrio Primero es menester señalar que hace falta observar generalmente tres cosas, para que el vidrio guste y se venda en España y en las Indias españolas: 1. Si tienen que ser reflejadas en este vidrio (vasos) algunas personas, que sean españoles o vestidas a la española. 2. Si algunas sentencias o refranes debieran ser grabadas, que no sea en otro idioma que en español. 3. Los sacramentos más preferidos y más estimados para los españoles son los siguientes: El Santísimo Sacramento del Altar, junto al cual debe estar escrito: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”. La Inmaculada Concepción de María Santísima, a la cual se escribirá: “Bendita sea la Inmaculada Concepción de María Santíssima”. Luego imágenes de la milagrosa Virgen María en España: “Nuestra Señora de Montserrate, N. S. del Pilar, de Saragoça”, es decir de “Caesaraugusta (Zaragoza), N. S. de Guadalupe en México. N. S. del Real en Nueva Granada en la América, N. S. del Rosario”. * Este catálogo está en el Archivo Estatal de Cesky, Krumlov, Administración Central, Vimperk, II D 7 G sigma 1 a. Véase Frantisek MARES. Ceské sklo [El vidrio checo]. Praga (1893), nota 69, pp. 204-206.
359.
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Doce apóstoles: “San Pedro Apóstol, San Andrés, Santiago, San Juan, Santo Tomás, San Felipe, San Bartolomé, San Mateo, San Simón, San Judas, San Matías”. Los cuatro evangelistas: “San Lucas Evangelista, San Mateo, San Marcos, San Juan”. Los cuatro padres de la Iglesia: “San Gregorio, San Ambrosio, San Agustín, San Gerónimo”. Tres arcángeles: “San Miguel, San Rafael, San Gabriel”. Santo Ángel de guarda: “El Ángel de Guarda”. “Santo Tomás, San Bartolomé, apóstoles de las Indias”. “Santa Rosa natural de Lima en la América”. “San Fernando, Rey de Castilla y León. San Ignacio de Loyola Biscaíno. San Francisco Xavier Navarro. San Francisco de Borja Valenciano. San Hermenegildo, Rey y martyr Andaluz de Sevilla. San Antonio de Padua, Portugués de Lisboa. San Isidro, Labrador Castellano de Madrid. San Vicente, martyr, aragonés de Huesca. Santa Eulalia, Virgen y martyr, Catalana de Barcelona. Santa Teresa de Jesús de Avila. San Pedro, martyr Andaluz de Sevilla. Santiago, apóstol milagroso en Compostella en Galicia. San Lorenco, martyr Español”. Los fundadores de las órdenes: “San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. San Francisco Seraphico. Santo Domingo. San Agustín. San Gerónimo. San Pedro de Alcántara. San Pedro de Nolasco. Santa Clara. Santa Teresa de Jesús”. Los religiosos de otras órdenes religiosas no hay o sólo raras veces, “San Luis Beltrán Apostol y Patrono de Nuevo Reino de Granada en la América. San Pedro y San Pablo. Los Santos tres Reyes: Gaspar, Melchor y Baltasar. Santa Catalina. Santa Bárbara. Santa Ana. Santa Cecilia. Santa Margarita. Santa Isabel, Patrona de Nuevo Reino de Granada en la América. San Juan Bautista. San Juan Evangelista. San Joseph”. Los misterios de la fe del Nuevo y del Antiguo Testamento, si tienen letrero, entonces en latín: es decir de la vida de Cristo, la vida de Santísima Virgen María. Las virtudes teológicas: “La Fe, La Esperança, La Caridad. Cardinales, La Justicia, La Fortaleça, La Prudencia, La Templanza”. 360.
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Además gustan asimismo [virtudes] mundanas como son: Los cuatro elementos: “El Aire, El Fuego, El Agua, La Tierra”. Las cuatro estaciones del año: “El Verano, El Estío, El Otoño, El I[n]bierno”. Los doce signos del zodíaco con los doce meses del año. Escenas de la caza, la pesca, animales de toda clase. Entre ellos principalmente los tigres, cocodrilos, ciervos, tortugas, papagayos, caballos, bueyes, perros, etc., flores, árboles, frutas, etc. Luego reinos españoles en diferentes vasos representados por figuras ornadas con el Toisón de Oro con respectivos escudos serán muy bien acogidos. “Castilla, Biscaia, Algarbe, Córdoba, Majorca, Valencia, Granada, Aragón, León”. Los signos de aquellos reinos Vuestra Merced los recibirá del ilustrísimo príncipe pintados o grabados en las tablas geográficas, principalmente en el nuevo atlas. Igualmente seis reinos de América serán acogidos, que son: “Perú, México, Nueva Granada, Brasil, Chile, Paraguay”. Pero estos reinos no tienen sus propios escudos, por eso en vez de emblema se pinte y refleje cada uno por su santo y patrón: Perú se representará con la Santa Rosa de Lima, México con la Virgen de Guadalupe, La Nueva Granada con Santa María del Real, Brasil con el venerable Padre José Anchieta, Paraguay con San Sume o Santo Tomás, Chile con San Bartolomeo. También de parte oro, plata, piedras preciosas, tigres, leopardos, cocodrillos, tortugas, monos, papagayos y similares, todo lo que viene de las Indias americanas se puede utilizar de diferente modo. Mucho sabrá Vuestra Merced de las cartas que envié al respetable señor Foitel y reverendo Padre rector de Krumlov. Además el reloj que pido y las cartas de recomendación entregadas a los hombres que venden aquí en los Países Bajos el vidrio de Vimperk, todo ello recomiendo al cuidado de Vuestra Merced. Las cartas me pueden ser enviadas así: Dem wohlenden und gestrengen Herrn Johannes van der Meulen etc., Op. de Punt, zu Rotterdam in Holandt. C. V. M. S. •
361.
[XVI] [1711] Mateo Mimbela. Nació en Fraga (Huesca), el 20 de septiembre de 1663. Ingresó en la Compañía de Jesús en Tarragona, el 21 de noviembre de 1677. Los estudios de Filosofía y Teología los inició en Zaragoza y los concluyó en Alcalá de Henares. Se ordenó de sacerdote en Sevilla en 1690, y ese mismo año atravesó el Atlántico, en la expedición del P. Juan de Segovia. Pasó de inmediato a Tunja para hacer su tercera probación. Dos etapas, claramente diferenciadas, observamos en la biografía de este jesuita: la académica (16911702) y la del cursus honorum (1702-1735). En 1692 se inicia en la Universidad Javeriana con el curso de Filosofía. En 1695 es enviado a las misiones del Airico por el visitador P. Altamirano. En 1697 regresaba Mimbela a Bogotá para informar a los Superiores de las perspectivas de la nueva misión del Airico. Con su reinserción en la Javeriana, inicia el ciclo teológico, que concluye con la cátedra de Prima. En 1702 abandona la docencia por la administración, ya que en ese mismo año aparece como Secretario de la Provincia, y al poco tiempo se encarga del Rectorado de Tunja (1709-1711). Al partir hacia Quito, en 1711, el Visitador P. Sierra dejó como Viceprovincial del Nuevo Reino al P. Mimbela (1711-1713). En 1713 es nombrado Provincial (1713-1716). De esta época data el envío del P. Gumilla a los Betoyes y la revitalización de las misiones llaneras. Concluido su período, permaneció en Santafé dedicado al servicio de la Universidad Javeriana. En agosto de 1720 asumía el rectorado de la Universidad. Poco duraría al frente de la Academia santafereña, pues el 10 de septiembre de ese mismo año era elegido por la Congregación Provincial como Procurador a Madrid y Roma (1721-1723). El 31 de diciembre de 1723 se hacía a la vela en Cádiz con una expedición misionera, la cual arribó 363.
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a Cartagena el 19 de febrero de 1724. En Santafé transcurrieron los postreros doce años de su vida. Su acción se centra en la dirección espiritual y en el cargo de Prefecto de Estudios. A la muerte del P. Francisco Méndez, acaecida el 3 de octubre de 1728, debió asumir el rectorado de la universidad hasta que llegó de Roma el nuevo gobierno (1728-1730). Durante el Provincialato del P. Francisco Antonio González (1730-1733) permaneció en su habitual dedicación a supervisar los estudios de la Javeriana, mas cuando este falleció, el 3 de noviembre de 1733, el P. Mimbela se encargó de nuevo del Provincialato (1733-1734), pues estaba designado para sustituir in casu mortis del titular. Rector de la Universidad Javeriana (1734-1736) por haber fallecido el que venía designado, el P. Francisco Antonio González. La muerte le sorprendió en Santafé, el 22 de abril de 1736, en el ejercicio de su cargo.1
1 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 342-348.
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Renuncia a algunas doctrinas de la misión de los Llanos, a petición del P. Mateo Mimbela*1*
Señor Presidente Gouernador y Capitán General. El Padre Mateo Mimbela Provincial de la Compañía de Jesús de esta Provincia del Nuevo Reino de Granada informa a vuestra Señoría que el Padre Francisco Sierra, visitador de la misma Compañía de esta Provincia y de la de Quito, resolvió con el parezer de los consultares de ella ser conveniente, el que mi Religión renunciase, y resignase las doctrinas que tiene en las miciones de los Llanos, siendo uno de los motivos que impulsó a esta resolución, el considerar que los indios de los pueblos que tiene a su cargo dicha mi Religión están muy bien instruidos en la doctrina cristiana, firmes y constantes de la fe que han profesado y reducidos, a vida política, y que por estar embrazados en la intendencia de estos pueblos, los Religiosos que dicha mi Religión tiene en dichas miciones, y no haber en los colegios, quienes sin hacer notable falta en ellos, puedan entrar al Orinoco a convertir los infieles que habitan los márgenes de aquel río y la tierra interior no logre dicha mi Religión la reducción de estos infieles, habiéndose aplicado a este fin con tantas veras que ha perdido, y por mejor decir logrado, en la empresa diferentes sujetos que * AGI. Santafé, 403. Texto original en castellano. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 434-455.
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han perdido las vidas, y derramado su sangre, intentando esta espiritual conquista con crecidas expensas de hacienda, que han consumido en los avíos de diversas entradas que hicieron dichos Religiosos al sobre dicho río Orinoco, y resignadas dichas doctrinas empleará los sujetos que habían de residir en ellos en el adelantamiento de las misiones de dicho Río, y de la conversión de aquellos bárbaros, que tanto han resistido sujetarse al yugo de la Religión católica, y porque para este fin, y que se faciliten las entradas al dicho río, pareció indispensablemente necesaria la manutención de la Doctrina y Pueblo que sirva de escolta para las referidas entradas determinó asimismo dicho Padre visitador, que reservase dicha mi Religión el pueblo que más oportunamente sirviese para este intento; y por haber parecido que lo es el del Puerto (sitio en donde se embarcan para ir a parar al dicho río Orinoco) que se intitula San Salvador de Casanare, manutendrá dicha mi Religión esta doctrina, para asistirla como hasta el tiempo presente lo ha hecho y resignará las demás que obtiene con institución canónica, y la que tiene sin colación asímismo canónica que es la del pueblo de los tunebos, para que se confieran al clero, pues el de este Reino se compone y halla adornado de tantos surcos de virtud y letras, que las administrarán con el celo y suficiencia que requiere el ministerio y para que lo referido tenga efecto suplica a vuestra Señoría que en atención a las razones que lleva expresadas se sirva de tener a bien el que dicha mi Religión resigne, en manos del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de este Reino, Don Francisco Cosio y Otero, dichas doctrinas y curatos, con reserva del que ha de ser puerto y escala para las entradas a la dicha misión del Orinoco convirtiendo por lo que toca al real Patronato con las providencias necesarias a este intento, para que así se logre más eficazmente la real voluntad en la conversión de dichos infieles y del gentilismo, cuyas provincias podría penetrar el celo de mi Religión mediante los ministerios de su sagrado Instituto, desembarazados sus sujetos de las doctrinas que impiden el progreso de la dicha misión del Orinoco, sobre que espera recibir merced, con justicia etc. MATHEO MIMBELA
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Decreto.— Pase al señor fiscal. Proveyólo el Señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a veinte y siete de agosto de mill setecientos y once años. OLARTE Petición.— El fiscal de su Majestad, en vista de lo representado por el Reverendo Padre Mateo Mimbela muy digno Provincial de la venerable Compañía de Jesús en orden a la resignación, o dejación de sus Doctrinas al clero dice: Muéstrase bien en la actual preterición, el celo, fervor, y deseo que esta esclarecida Religión tiene al mayor servicio de Dios Nuestro Señor, y conversión de infieles en que consiste su mayor gloria discurriendo por presiso hacer dejación de dichos curatos [para] que desembarazados sus religiosos puedan aspirar solo a este glorioso fin, y para que más bien se consiga en conformidad de la real voluntad que previene el mayor fomento de las funciones se debe mandar que el referido Reverendo Padre Provincial, insinúe los pueblos y número de indios para que contestando el Protector por lo que toca a ellos, se pase en el real Patronato a dar las providencias más convenientes al mejor logro de las misiones que son del mayor servicio de Dios y de su Majestad en justicia que pido en Santa Fe y agosto veinte y tres de mil setecientos y once años. Decreto.— Como lo pide el señor fiscal y para ello se haga saber a la parte del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. Proveiolo el señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega Presidente, Gobernador y Capitán General del en Santa Fe a treinta y vno de agosto de mil setecientos y once años. OLARTE Petición.— Señor Presidente, Gobernador y Capitán General: el Padre Mateo Mimbela de la Compañía de Jesús, Provincial de esta Provincia del Nuevo Reino de Granada, en satisfacción de lo pedido por el señor fiscal, en el escrito de veinte y tres de agosto deste presente año sobre que insinúe los pueblos y número de indios de que se componen, los que pretende resignar mi Religión para emprender con mayor expedición la entrada y misión del 367.
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Río del Orinoco, informo a vuestra Señoría que los Pueblos que en las misiones de los Llanos ha administrado, y tiene a su cargo dicha mi Religión son: 1º Pueblo de 500 almas paga demora de 6 pesos al años. 2º El de S. Salvador, 600. 4 ps. El de Pauto que consta de más de quinientas almas cuyos indios son todos ladinos, pagan seis pesos de demora al año en plata, y en hilo, y tienen entabladas las tres cofradías del Santísimo, de Nuestra Señora, y de las Ánimas diversas familias de españoles agregadas a dicho pueblo. El segundo, el de San Salvador, arrimado al río de Casanare, consta de seiscientas almas; sus naturales son todos ladinos, pagan cuatro pesos de demora al año en Quiripa y al cura se paga el estipendio en la real caja, y fuera de ella veinte y cinco pesos en Quiripa, por razón de una parcialidad el encomendero que lo es de la encomienda que fue de Don Alonso de Ávila tiene entabladas las referidas tres cofradías, y agregados algunos feligreses este dicho pueblo es de nación achagua. 3º El de Tame, 1300. 4 ps. El tercero es el pueblo de Tame de nación Girara, arrimad a la montaña grande; sus indios son de naturales altivos. Compónese dicho Pueblo de seis parcialidades que todas harán mil y trescientas almas; pagan al año cuatro pesos de demora en géneros de la tierra como son maíz, casabe, pita, cacao, y en los mismos géneros se paga el estipendio al cura de este Pueblo. Se agregaron cien indios betoyes parte de los cuales son catecúmenos, y chontales. Tiene asimismo este pueblo algunos feligreses españoles agregados. 4º El de Macaguane 900. 2 ps. El cuarto pueblo es Macaguane, cuatro leguas dentro de la montaña grande; son sus naturales belicosos, y habrá en todo el conjunto novecientas almas y deste número los trecientos son nuevamente sacados de sus rochelas dos años ha. Hablan la lengua girara, y de estos algunos son cristianos, otros catecúmenos. Estan tasados en dos pesos que pagan de demora al año que pagan en géneros y de ellos el estipendio. 5º El de Patute. 576. Y las demoras que pagan, los 14.300 pesos. El quinto pueblo Patute de nación Tuneba; consta de quinientas y setenta y seis almas, y cada día se le agregan nuebos indios que salen de la serranía a que está arrimado dicho pueblo y todavía no están tasados en lo que han de pagar por razón de demoras. 368.
• Libro III [XVI]
De los Pueblos referidos, el que ha de retener mi Religión es el del Puerto, por serlo del río de Casanare, y así el más oportuno para que sirva de escala para las entradas del Orinoco y gentilismo de aquellas Provincias, y los demás que pretende resignar. Tienen las iglesias adornadas de lo necesario y el de Pauto y Tame singulares adornos y alhajas. En cuya consideración y de la representación que tengo hecha antecedentemente a vuestra Señoría se sirva de dar las providencias que tengo pedidas con justicia etc. MATEO MIMBELA Decreto.— Traslado al Protector con los autos y fecho hacen al señor fiscal. Proveyolo el Señor General de la artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Gouernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a diez y nueve de septiembre de mil setecientos y once años. OLARTE Petición.— El Licenciado Don Antonio de la Lana y Geusa Protector nombrado de los naturales de este Reino respondiendo al traslado que se le ha dado de los escritos presentados por el Reuerendo Padre Mateo de Mimbela Provincial de la Compañía de Jesús de esta Provincia sobre la resignación y renuncia que hace de las Doctrinas que tiene su Religión para proseguir la misión en el río de Orinoco, reservando el pueblo de San Salvador del Puerto por serlo del dicho río para escala de dichas misiones, haciendo dicha resignación, y renuncia de cuatro pueblos que son el de Pauto, Tame de nación girara Macaguane, y Patute, de nacion de Tuneba, rrefiriendo dicho Padre Provincial las almas de que se compone este pueblo, y en lo que están tasados menos el de Patute. Dice que en cuanto al pueblo de Pauto no se le ofrece que representar al Protector, por no estar informado de los yndios; y en cuanto a los Pueblos de Tame de nación girara, Macaguane y Patute, de nación tunebos, se halla que en el de Tame se agregaron cien indios betoyes que parte de ellos son catecúmenos y parte chontales; y en el pueblo de Macaguane refiere haber poco tiempo que se sacaron de sus rochelas trescientos, y que de estos trescientos parte de ellos son cristianos y parte catecúmenos y que así dicho pueblo de Tame, como el de Macaguane, usan y hablan la lengua girara, y que son indios muy altivos, y el pueblo de Patute, 369.
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de nación tunebos estos no están tasados y que cada día se le agregan muchos indios que salen de la serranía; pone el Protector a la concideración de vuestra Señoria los graves inconvenientes que pueden resultar de admitirse la resignación y renuncia que se hace de estos tres pueblos. Lo primero porque estando estos indios acariciando a los Padres de la Compañía, viendo que les ponen sacerdotes seculares quitándoles el camino y amparo de los Padres de la Compañía, no hay duda se volverán a retirar, y los que están todavía en su gentilidad, noticiosos del buen trato que les dan, a lo que hayan salido dichos Padres habiéndoles desamparado no se duda que no querán salir; lo otro que acaso que se están quietos y sosegados estos dos pueblos, se sigue otro gravísimo inconveniente que es, que el sacerdote secular que hubiere de ir por cura, no sabiendo éste la lengua para explicarles en su idioma los artículos y misterios de nuestra santa fe católica mal podrá el cura así a los que están, como a los que salieren, instruirlos en los misterios de Nuestra Santa Fe católica, no sabiendo la lengua, y más estando prevenido por legal disposición que no se den doctrinas ni curatos a sacerdotes seculares y regulares que no supieren la lengua de los que han de doctrinar y enseñar dándose por nulo si se dieren curatos a los que ignoran la lengua; y en cuanto al pueblo de los indios tunebos tiene experimentado vuestra Señoría que habiendo venido en dos ocasiones lo que representaban era que no querían cura, y estando esta nación de esta calidad, y que para poder hablar, no se entendían sino por medio del intérprete que traían indio todo esto pone a la consideración y cristiano celo de vuestra Señoría, para que no se admita dicha resignación que hace dicho Reverendo Padre Provincial de estos tres pueblos rogando y encargando al dicho Reverendo Padre, que como tan celoso del servicio de ambas Majestades, mantenga a los Padres Curas que de su religión asisten en los dichos Pueblos así por lo que el Protector lleva representado como siendo distinta lengua la de los giraras a la de los tunebos, y vna y otra ignorante por los sacerdotes seculares en atención a lo prevennido por su Majestad (que Dios guarde) no contempla el Protector que haya algún sacerdote secular que sepa dichas lenguas si no es los Padres de la Compañía de Jesús, y en lo que se representa de que los indios tunebos no están tasados hasta ahora será el motivo de no haber pasado los veinte años que por Real cédula su fecha en seis de marzo de mil seiscientos y ochenta y siete se manda por ella 370.
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no paguen los indios de las misiones de los Llanos tributo hasta pasados veinte años, y dicha Real cédula se obtuvo por los Padres de la Compañía, y en atención a como tiene dicho el Protector no estar informado el Protector de los indios protesta no les pare perjuicio dejándoles su derecho a salvo pero si ocurrieren a hacerlo pide justicia Santa Fe y septiembre quince de mil setecientos y once. LICENCIADO LALANA Petición.— El fiscal de su Majestad en vista de lo representado por el Reverendo Padre Mateo Mimbela Provincial de la esclarecida Religión de la Compañía de Jesús de este Reino en orden a la renunciación de los pueblos que administran en los Llanos reducidos por dicha Religión, y le respondí yo por el Protector de los Naturales: dice, Ser cierto que de verificarse dicha renunciación justamente se debe res [ilegible] la desolación de los pueblos en ella contenidos, temores que justificándose con la experiencia y el católico celo de los Padres de la Compañía a la mayor honra de Dios pasar adelante en la resignación, y el que asiste a vuestra Señoría podrá admitirla porque suponiéndose como principio cierto la ligereza de los indios y que por natural tímido y pueril, lo experimentado en un lugar y con ciertas personas, les parece imposible el verificarse en otras personas, y así aunque [los] sacerdotes seculares en fuerza de su pastoral obligación hubiesen de acariciar y bien tratar a estos naturales con solo el sonido de la mudanza se pudiere experimentar una lamentable fuga de ellos que ya incapaz de su reducción a que se llega que reputándose por de una misma religión todos los curatos de unos a otros se socorren los Padres unos a otros con los frutos expeciales de cada pueblo precisos para la manutención de ellos, lo cual no se podrá conseguir, en curas que cada uno supone por sí; fuera de que en los tunebos se halla la dificultad de ser tan voltarios, que aun no basta la tolerancia de los dichos Padres para mantenerlos sin que hayan servido a vuestra Señoría para que se les quite el cura, motivos que teniéndose presentes con reflexión a los dedicados por el Protector que reproduce instan al fiscal a contradecir la dicha resignación sobre que vuestra Señoría proveerá lo que más sea de justicia que pide. Santa Fe y octubre cinco de mil setecientos y once años.
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Decreto.— Traslado de estos escritos y contradicciones a la parte del colegio de la Compañía. Proveyólo el señor General de la artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Gobernador y Capitán General deste Reino en Santa Fe a cinco de octubre de mil setecientos y once años. OLARTE Petición.— Señor Presidente, Gobernador y Capitán General. El Padre Mateo Mimbela, provincial de la Compañía de Jesús de esta provincia del Nuevo Reino, digo que se me ha dado traslado de los escritos del señor fiscal, y del Protector de Naturales de este Reino en que se contradicen se le permita a mi religión el resignar las doctrinas que tiene a su cargo en los Llanos representando para ello los inconvenientes que podrán resultar si dichas doctrinas se recomendaran a curas doctrineros clérigos seculares, salvo que el dicho Protector no halla inconveniente en la dejación del pueblo de Pauto, y lo que en este caso debo representar a vuestra Señoría es que si dicha mi religión tuviese bastantes sujetos que emplear en la manutención de los pueblos y doctrinas de los Llanos y en la entrada al Orinoco donde sus naciones y gentilismos instan y mueven eficazmente a los obreros del evangelio a solicitar su conversión y rredución, no intentara dejar dichas doctrinas si amenazase algún peligro de que los indios de ellos hubiesen de dejar la fe que han profesado apostatando de ella, o retirándose donde no pudiesen ser instruidos en la doctrina cristiana, pero como no se mira próximamente inminente este peligro porque se supone que los curas a quienes se recommedaren han de atender a su conservación y aun a la reducción de los que fácilmente pueden recogerse y agregarse de aquellos que habitan en las montañas inmediatas, esta consideración, y de la nueva conquista espiritual que ha de emprender dicha mi Religión para aumentar fieles en la iglesia, vasallos a su majestad, y propagar la religión católica estimula su celo a que dejando los convertidos y reducidos se emplee en buscar y reducir los que no lo están y viven ciegos en su gentilismo, lo cual no puede dudarse que sea muy grato a su Majestad pues tiene recomendado por diferentes cédulas que se fomenten las misiones en orden de conversión, y reducción de los infieles. En cuya atención y que puede confiarse seguramente la administración de dichos pueblos al clero, o a otras Religiones donde florecen tan esclarecidos sujetos, en letras en virtud 372.
• Libro III [XVI]
y celo de la conversión y salvación de las almas, y que no es embarazo el que no sepan los idiomas de aquellos indios porque en sus pueblos se entiende y habla la lengua castellana, generalmente por ser ladinos los más y que los que no lo son se instruyen de los que lo son. Se ha de servir vuestra Señoría de conceder a mi Religión el que resigne y renuncie dichas doctrinas para que pueda emprender con expedición por medio de los sujetos que en dichas dotrinas están ocupados la reducción de aquel dilatado gentilismo del Orinoco. A vuestra Señoría pido y suplico se sirva de dar las providencias que convengan para que se logre este fin tal del servicio de Dios y de su majestad que en ello recibirá mi Religión merced con justicia etc. MATEO MIMBELA Decreto.— Trasladado al Protector y lo que dijere pase al señor fiscal. Proveyólo el Señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Goubernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a siete de septiembre de mil setecientos y once años. OLARTE Petición.— El Licenciado Don Antonio Lalana y Geusa Protector nombrado de los naturales de este Reino al traslado que se le ha dado del escrito presentado por el Reverendo Padre Mateo de Mimbela de la Compañía de Jesús, Provincial de esta Provincia, en que consta en la resignación de las doctrinas que tiene a su cargo su Religión en los Llanos. Dice que sobre lo que tiene representado en su antecedente escrito el Protector por los demás inconvenientes que pueden resultar de admitirse dicha resignación, el que no hay sacerdote secular que entienda la lengua, lo confiesa dicho Reverendo Padre Provincial pues dice que hay indios ladinos entre ellos que la enseñarán de unos a otros, no es razón bastante para que se haya de admitir, pues hasta que haya sacerdote secular que entienda la lengua no se podrá poner por cura que es lo que está prevenido y más cuando se asienta asímismo que no solamente podrán los curas que se nombraren atender a su conservación, sino a la conversión de los que fácilmente pueden recogerse, y agregarse que habitan en las montañas inmediatas en que se reconoce que no está en estado ni punto de poderse admitir semejante renuncia ni menos favorece la 373.
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representación que se hace de que se pueden dar dichos curatos a una de las demás Religiones: lo primero porque habiendo entrado la Religión de la Compañía primero a predicar la santa fe y doctrina en dicha Provincia de los Llanos está prevenido por legal disposición que por ahora los señores Virreyes, Presidentes y Audiencias, que en el distrito o Provincia donde hubiere entrado primero a la conversión de los indios una Religión no entren religiosos de otra orden a entender en la doctrina, y caso que no hubiera la prohibición legal que lleva referida resultaba el mismo inconveniente que en los sacerdotes seculares de no saber la lengua, y habiendo sido la Religión de la Compañía la primera que entró a la reducción de los indios en dicha provincia de los Llanos siempre está a su cargo dicha reducción, y si para su fomento quisiere conservar la doctrina de Pauto podrá vuestra Señoría mandar se mantenga en ella como en las demás dicha Religión y reproduciendo el Protector su escrito de quince de septiembre pide se sirva vuestra Señoría de proveer según tiene pedido, y sobre toda justicia. Santa Fe y octubre nueve de mil setecientos y once años. LICENCIADO LALANA Petición.— El fiscal de su Majestad en vista de lo nuevamente representado por el Reverendo Padre Mateo Mimbela, Provincial de la Compañía de Jesús, y respondido por el Protector de los naturales, sobre la resignación pretendida por dicha sagrada Religión de los Pueblos de los Llanos, Dice ser innegable el celo con que por la referida Religión se deseara la propagación de nuestra santa fe en el mayor número de infieles que se esperan conquistar, impidiéndose la ejecución con la falta que se supone de sujetos operarios razones que no destruyen las alegadas por el fiscal en su antecedente pues confesando el católico y religioso fin éste se reduce a una mera probabilidad en su consecución dejando para ella temores justificados de un fuerte daño, ejecución opuesta a lo que dicta la razón y previene el derecho, debiendo prevalecer la certidumbre del daño para evitarlo, en que parece se adquiere aun la gloria de si aun en realidad se hubiesen convertido pues como quiera que a la conservación en lo espiritual se deban dar estimaciones de mucha producción, cada día la sagrada Religión de la Compañía de Jesús logra la conversión de tantos infieles cuantos indios mantiene estables 374.
• Libro III [XVI]
y permanentes en la fe siendo cosa lastimosa que la emprendida nueva reducción no se lograra y se practicaran los daños que se temen, pudiéndose con misión de sujetos que regularmente se hace a estos Reinos de los de España suvenir a la nesesidad de sujetos que se envía, conservándose los pueblos que se mantienen, motibos porque insistiendo el fiscal en la contradicción propuesta en su escrito de cinco deste, pide sobre todo justicia. Santa Fe y octubre trece de mil setecientos y once años. Decreto.— Autos. Proveyólo el Señor General de la artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Gobernador y Capitán General de este Reino, a trece de octubre de mil setecientos y once años. OLARTE Decreto.— Vistos estos autos respecto a la gravedad de la materia se lleven al Real Acuerdo por voto consultivo. Proveyólo el Señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Gobernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a catorce de octubre de mil setecientos y once años. OLARTE Auto.— Habiendo visto los autos remitidos por el Señor Presidente a este Real Acuerdo por voto consultivo sobre la pretensión del Reverendo Padre Provincial del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús de esta corte en orden a resignar las doctrinas que tiene en la Provincia de los Llanos con los motibos representados por su parte, los alegados por el Protector y lo dicho por el Señor fiscal con los más que este Real Acuerdo tiene presentes fueron de parecer que el Señor Presidente no debe pasar por dicha resignación, respecto a los graves inconvenientes que de ejecutarse se pueden ocasionar a la manutención y permanencia de los indios en la reducción en que se hallan de nuestra sancta fe católica, antes sirviéndose su Señoría el señor Presidente deberá rogar y encargar al dicho Reverendo Padre Provincial que conserve los religiosos con la aplicación y desvelo que hasta aquí se ha experimentado en la educación y enseñansa de los indios que componen dichos pueblos no perdiendo de vista la converción que consideran por precisa de los infieles que habitan en el Orinoco, y las márgenes de aquel río cuando 375.
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oportunamente lo puedan ejecutar sin notable perjuicio de la asistencia en que en lo actual se emplean y así lo dijeron. Proveyóse por los señores Presidente y oidores de la Audiencia Real de su majestad Doctor Don Domingo de la Rocha Ferrer, y Licenciado Don Bartolomé Grillo Rangel oidores en Santa Fe a veinte y dos de octubre de mil setencientos y once, años. OLARTE Auto.— Visto el auto consultivo del Real Acuerdo se conforma su Señoría con su contenido en todo y por todo, y en su consecuencia se le ruega y encarga al Reverendo Padre Provincial del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús repita las providencias hasta aquí manifestadas por su fervorosa Provincia en orden a la permanencia de sus religiosos en las doctrinas de los Llanos que pretendía resignar para que continuando el santo Instituto a contemplación de su sagrado ministerio haga se adelanten los indios convertidos en la ley evangélica que les han instruido y predicado hasta tanto que totalmente queden afianzados en ella, y que ésta se emplee a los que bárbaramente se hallan [ilegible] ejercitando su fervoroso celo con los más que se considera en las asperezas de aquellas Provincias extendiéndose a los del Orinoco y márgenes de su río, cuando con más esperanza y coyuntura se pueda ejecutar dejando a su prudente y acertado arbitrio la ocasión más cómoda que el tiempo y sus circunstancias pueda ofrecer sin perjuicio del fruto tan admirable y loable que hasta lo presente de sus misiones se ha experimentado, y de todo se le pase noticia a dicho Reverendo Padre Provincial. Don Diego de Córdoba Laso de la Vega. Proveyólo el Señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega Presidente Gobernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a veinte, y siete de octubre de mil setecientos y once años. OLARTE Petición.— Señor Presidente Gobernador y Capitán General. El Padre Mateo Mimbela de la Compañía de Jesús, provincial de esta Provincia del Nuevo Reino. Digo que yo ocurrí ante vuestra Señoría pidiendo por las causas y motivos que expresé se sirviese de tener a bien y concederme el que resignase los curatos que están a cargo de mi Religión en la misión de los Llanos 376.
• Libro III [XVI]
reservando uno de ellos que sirviese de escala para las entradas al río Orinoco a solicitar la reducción y conversión de aquel gentilismo respecto a estar vastantísimamente instruidos en nuestra santa fe y vida política los pueblos que parecía conveniente resignar para que se encomendasen a la administración del clero, y en vista de lo representado por el señor fiscal, y Protector de los naturales de este Reino se sirvió vuestra Señoría de remitir la causa a su Majestad que Dios guarde en su real y supremo Consejo de las Indias encargando a dicha mi Religión la manutención de dichos pueblos, y su asistencia hasta la determinación de dicho real y supremo Consejo, y para que por parte de dicha mi Religión y Provincia deste Nuevo Reino pueda ocurrirse a dicho real y supremo Consejo a hacer las representaciones y pedimentos que convengan se ha de servir vuestra Señoría y lo suplico de mandar se me dé testimonio por duplicado de los autos fechos en esta razón autorizados en pública forma en manera que hagan fe. A vuestra Señoría pido y suplico así lo provea y mande pues es de justicia que pido etc. MATEO MIMBELA Decreto.— Désele con citación del señor fiscal, y del Protector de los naturales. Proveyólo el señor General de la Artillería Don Diego de Córdoba Laso de la Vega, Presidente, Gobernador y Capitán General de este Reino en Santa Fe a nueve de diciembre de mil setecientos y once años. OLARTE Situación.— En Santa Fe a diez de diciembre de mil setecientos y once años, yo el Receptor cité con esta petición y su decreto al señor Doctor Don Manuel Antonio Zapata y Flores fiscal de su majestad doy fe. JUAN MARTÍNEZ DE OVIEDO Y OCHOA Otra.— En dicho día mes y año dichos, yo el Receptor hice otra citación como la de uso al Licenciado Don Antonio Lalana y Geusa Protector nombrado de los naturales doy fe. JUAN MARTINEZ DE OUIEDO Y OCHOA
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En cumplimiento del Decreto de arriba, yo Don Joseph de Olarte Angulo y Ospina, escribano de Cámara, en la Audiencia y Cancillería real de este Nuevo Reino de Granada y mayor de gobernación en él, hice sacar, y se sacó este traslado de sus originales con quienes se corrigió y concertó y está verdadero a que me remito y para que conste donde convenga en virtud de lo así proveido doy el presente y firmo en la ciudad de Santa Fe. Doce de diciembre de mil setecientos y once años. Testigos a lo ver, corregir y concertar. DON TOMÁS DE ALDANA Y GUZMÁN, Y DON JUAN SALVADOR DE GUZMÁN, DON JOSEPH DE OLARTE ANGULO Y OSPINA ESCRIBANO DE CÁMARA Y MAYOR DE GOBERNACIÓN Los escriuanos de el Rey nuestro señor que signamos y firmamos sertificamos y damos fe que Don Joseph de Olarte Angulo y Hospina de quien parese estar autorisado este testimonio es escriuano de Camara en la Audiencia y chansilleria real de este Nuebo Reyno de Granada y maior de Gouernasion en el como se nombra y a todos los autos despachos y demas ynstrumentos que ante él an pasado y pasan se les a dado y da entera fe y credito en juicio y fuera de el fecho en la ciudad de Santa Fe a quinse de diciembre de mill setesientos y onse años. En testimonio de verdad. DON DIEGO DE ROJAS Y VARGAS En testimonio de verdad. FRANCISCO PERES DEL BARCO, ESCRIUANO PUBLICO En testimonio de verdad. ESTEUAN GALLO, ESCRIUANO RREAL •
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[XVII] [1715] Matías de Tapia. Nació en Antioquia (Colombia) el 25 de octubre de 1657. Ingresó a la Compañía de Jesús en Tunja, el 2 de septiembre de 1675, tras haber concluido el currículum filosófico como colegial de San Bartolomé. Su carrera académico-jesuítica la culminó el año de 1681, al poner fin a sus estudios de Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Fue misionero en Casanare entre 1681 y 1683, y su residencia fue la reducción de Macaguane. La oncena de años que se extiende de 1684 a 1695 la absorben tres ciudades: Santafé, Tunja y Mérida. En 1684 enseñaba Humanidades en Bogotá. En 1687 residía en Tunja, y en 1691 se desempeñaba como Ministro del Colegio-Seminario de San Bartolomé. De 1692 a 1695 fue rector del Colegio San Francisco Javier, de Mérida. En 1696 fungía como Procurador de la Provincia del Nuevo Reino, y pensamos que en tal cargo permaneció hasta 1700. De 1700 a 1702 fue Rector del colegio bogotano de Las Nieves. En 1702 regía la residencia de Ocaña, ciudad que pretendía fundar un colegio de la Compañía de Jesús. El 4 de agosto de 1707 asumía la dirección del Colegio de Cartagena, y en el ejercicio del cargo fue electo por la Congregación Provincial, el 10 de septiembre de 1711, como Procurador ante Madrid y Roma. La muerte le sobrevino en Cádiz, el 28 de julio de 1717.1
1 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 509-511.
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Mudo Lamento de la vastísima, y numerosa gentilidad, que habita las dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de la Magestad Cathólica de las Españas, nuestro Señor Don Phelipe Quinto (que Dios guarde)*1*
Señor La América, que en sus vastísimos términos puede competir por grande, aun con toda la magnitud de las tres partes del Orbe, así como en su grandeza, se extiende a casi interminables distancias, así en habitadores, abriga un número portentoso de naturales, cuya innumerable multitud excede en crecidísimo guarismo á la que sujeta ya al yugo del Evangelio, y al
* Hemos utilizado el documento Jesuítas, J. XXVII, cuya edición reposa en la Academia Nacional de la Historia (Madrid). Por otra parte, aunque hemos incluido a Matías de Tapia entre los historiadores, anexamos, sin embargo, su obra entre las crónicas porque pensamos que ilumina esta sección bibliográfica. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 131-153.
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
reconocimiento de la Majestad Humana, y Católica; vive con la policía, que le enseñaron los primeros Conquistadores Españoles, y han continuado los Obreros Evangélicos, a expensas del erario de V. Maj. y de crecidos trabajos, derramando su sangre, y perdiendo animosos las vidas por la salvación de los mismos que se las quitaron. Esta innumerable multitud, consignada por Dios, y entregada por la Santa Sede Apostólica para su cultivo, y conversión al Soberano Imperio, protección, y amparo de V. Maj. clama, da voces, y ejecuta, como legítima acreedora, los Reales erarios, las altas disposiciones, y los dispositivos rescriptos, para lograr el soberano fin de su conversión, y el dominio divino, y natural, debido al Criador, que dándoles el ser, derramó, como precio de infinito valor, su Sangre, por su rescate; esta sangre, como la de Abel, clama desde aquellas remotísimas tierras; ésta da voces en aquellos dilatados climas, viendo frustrado el fin a que destinó su valor. Aquella multitud toca a las puertas de los piadosos oídos de la Majestad Católica, diciendo en lamentables ayes, que no tiene otro remedio, que su amparo; que no puede abrírsele otra puerta, que la de su patrocinio; que entregada a su Señorío, y Dominio, si éste no la libera del Infierno, se pierde; si éste no le da Obreros, queda inculta; si éste no la rescata, queda eternamente en todos sus individuos (como hasta ahora) destinada leña a las llamas, seguro trofeo del infernal furor, y necesaria materia del Infierno. Destinación lamentable. Horrorosa fortuna, y espantosa necesidad. Digo necesidad, Señor, porque los Obreros destinados a esta dilatada Mies, son tan contados, que no bastan para una pequeña parte de estas vastas Provincias. Y cuando el espíritu de algunos pudiera, por su más que ordinario fervor, suplir la falta de muchos, hállanse inermes para el conflicto, sin medios para el ministerio, y sin expensas para la labor. Viven estas Naciones en lo más fragoso de aquellas montañas, en lo más inculto de aquellas sierras, y en lo más incógnito de aquellos parajes, retirados por el horror, y temor de los Españoles, a las partes que les parecieron intratables a la conquista, e impenetrables al valor. Por otra parte contentos los Españoles con lo ameno, y abundante de lo conquistado, cebados en la fertilidad, y en la quietud de lo poseído, dejan el descubrimiento de nuevas conquistas, solo al empeño de los Misioneros, que alentados de su fervor trajinan inaccesibles montes, y destempladísimos climas, sin más resguardo en algunas partes, que 382.
• Libro III [XVII]
el fervor de su espíritu, sometido a la providencia Divina. Trabajan, como fieles Obreros, hasta rendir la vida, como corderos, sin poderla defender, por no lograr la menor defensa a su empeñada virtud. Entre la variedad de Naciones, y entre lo extendido de aquellas Provincias, y Reinos, no tiene el menor lugar, así en extensión de su terreno, como en la multitud de habitadores, la del caudaloso Orinoco, Misión, que por asignación de vuestro Presidente de la Audiencia de Santa Fe, Nuevo Reino de Granada, con facultad de vuestros antepasados los Señores Reyes, se le consignó a la Provincia de la Compañía de dicho Reino de Granada; está extendida por las márgenes de dicho Río, y saliendo de ellas, hasta su primero, e incógnito origen, se dilata de uno, y otro lado (según la demarcación, sacada de noticia de algunos Naturales, que saliendo de sus Patrias, y Territorios nativos, se han conocido en lo ya conquistado) y promete una extensión dilatadísima, así en Tierras, como en Naciones de diversas, y peregrinas Lenguas; pues de los más cercanos se conocen, Caribes, Arguacas, Otomacos, Cacatíos, Achaguas, Adoles, Guayanos, Sálibas, Maijuris, Caberres, y las demás, que cada una de estas Naciones afirman ser colonos de este Río, sus vertientes, y cabeceras, en distinto lenguaje, terreno, y costumbres: incógnitas hasta hoy a los Españoles, y a los Misioneros, por no haber podido penetrar lo dilatado de este Río, y lo extendido de sus vertientes, cabeceras, y tierras. En las primeras entradas de esta numerosa Gentilidad, trabajó la Provincia del Nuevo Reino de la Compañía gloriosamente cerca de cuarenta años; en el cual tiempo procuró sacar del Orinoco algunas almas de la Nación Cacatía, y Achagua; con que en el Puerto de San Salvador de Casanare, que está a la misma orilla del río de este nombre, aumentó este pueblo, que antes no pasaba de doscientas almas, al número de más de mil; y hoy, por haber muertos muchos, y ausentádose más, solo cuenta seiscientas almas. En el mismo río trabajó en un pequeño pueblo de Cacatíos, en cuatro de Sálivas, y en dos de Adoles, en que tenía más de cuatro mil almas, sujetas al toque de la Campana; a cuyo sonido acudían a la Doctrina Cristiana, mañana, y tarde, todos los más niños y niñas, y mucha parte de Gandules, y mujeres. Por algunos años doctrinaron también tres pueblos de Guayanos, que por la mucha distancia, y falta de Misioneros, y expensas para su manutención, hubieron de desamparar treinta años ha. 383.
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Para fomentar estas Misiones, y cultivar esta Gentilidad, la piedad de los Señores Reyes consiguió, y situó en las Reales Cajas de Santa Fe a cada Misionero la porción de ciento y ochenta y tres pesos, y más el subsidio necesario para unos Soldados, que sirviesen de escolta, y defensa a dichos Padres, asistiendo de ordinario dos de éstos en cada Pueblo (que aunque corto número) pero al abrigo de la cercanía de los otros, servía de freno a los Indios habitadores de ellos, para no desmandarse en ofensa de los Misioneros, y de grande ayuda, y fomento para adelantar los ministerios; porque reconociendo (como gente de apocado ánimo) algún imperio en estos hombres, acudían por su mandato, y respeto a oír la Doctrina Cristiana, y se contenían en los vicios, que lleva su gentílico y brutal desorden. Todo el tiempo que duró este subsidio, se conservaron en quietud, y sosiego los Misioneros, ejercitando (con aquella tolerancia, y pausa, que pide la prudencia, por la protervidad de las envejecidas costumbres) sus ministerios, y procurando en las tiernas plantas de los Infantes imbuir, y radicar las Divinas Leyes, ya que las más veces se les imposibilitaba la reducción en los adultos, para que aquellas noveles plantas fuesen con el tiempo crecidos árboles de Cristiandad, regados, y criados con las salutíferas aguas del Cristianismo, y lustrales del Sacrosanto Bautismo. Pero como este progreso, y esta ayuda dependía totalmente del situado, que en las Cajas de Santa Fe se había de librar, así para manutención de los Misioneros, como de los Soldados, y este unas veces se libraba, posponiendo el determinado tiempo, otras se concedía, o por medias partes, o menguado en algunas, a este respecto se retiraban los que servían, así de freno, como de ayuda. Y habiéndose del todo denegado, quedó totalmente desamparada aquella tan gloriosa Misión, ausentándose los Soldados, y retirándose a donde pudiesen excusar la muerte a la violencia de la necesidad, y dilatar la vida en mejor, y más abundante terreno. Habiendo, pues, estos pocos hombres desamparado aquellas Misiones, quedaron los Misioneros totalmente indefensos, y sin más abrigo, que la Providencia Divina, a cuyos Soberanos Senos entregados, como despreciadores de los peligros, y de la muerte, sacrificaron sus vidas, y las destinaron a todos los riesgos, que les pudiesen sobrevenir, exponiendo, y determinándose a morir primero a manos de aquellos bárbaros, que desamparar la labor, que tenían ya comenzada, y el arado, con que habían empezado a romper 384.
• Libro III [XVII]
aquella inculta tierra de Gentilidad. Cinco Padres asistían en aquellos pueblos, porque otros siete estaban ocupados en la Misión de los Llanos, que hasta hoy conserva la Compañía, distante ciento y cuarenta leguas, con poca diferencia, del Orinoco, en los pueblos de Pauto, San Salvador de Casanare, Patute, Tame, y Macaguane. Estos cinco Padres, que eran el Padre Julián de Vergara, Valenciano; el Padre Agustín de Campos, Barcelonés; el Padre Ignacio Fiol, Mallorquín; el Padre Gaspar Bek, Alemán; y el Padre Ignacio Toebast, Flamenco, con indecibles trabajos, incomodidades, y falta de todo lo necesario, cultivaban aquella gentílica mies, desde el año de 1685, hasta el año de 92, siendo el más regalado pasto en sus mesas un poco de carne de vaca salada, y cocida en agua, sin más especias, ni condimento, que la misma necesidad, siendo el pan cotidiano unas tortas, fabricadas de una raíz de unas plantas, que llaman yuca los naturales, de muy corto alimento, y aptas, más para sustentar la vida, que para mejorarla, guardando con cuidadosa estratagema en unos vasos vidriados un poco de harina de trigo fomentada con pedazos de sal, para que tan presto no se corrompa, destinada solo al Santo Sacrificio de la Misa, como de la misma suerte un poco de vino al mismo fin, sin que el temor de que para esto le faltase, diese largas, o a la necesidad, o a la apetencia, para gustarle fuera de esta Soberana Mesa. Con estas discomodidades del cuerpo (si bien satisfechos en su espíritu con los deliciosos, y suaves manjares del Alma) trabajaban entre aquellos gentiles, sirviéndoles de amparo, de favor, de padres piadosos, y de oficiosas madres, ministrándoles, no solo el pasto del Alma a su extrema necesidad, en cuanto su incapaz rudeza, y costumbres, daba puerta a su cuidadosa advertencia, sino en el cuerpo, sirviéndoles de médicos en sus enfermedades, de alivio en sus aflicciones, y de criados humildes en sus necesidades; que la caridad hecha todo a todos, como dijo el Apóstol: Omnia ómnibus factus sum. Ningún ministerio extraña, y el más humilde es su mayor corona. Cuantas alhajillas les destinaba la providencia de la Provincia, repartían liberales, para atraerlos con dones a oír la palabra de Dios. Y finalmente, siendo éste el fin, que les hizo dejar sus Provincias, y Patrias en esta Europa, nada omitía su cuidadoso anhelo, que fuese conducente a tan glorioso, y destinado blanco. Contentos vivían sus fervorosos espíritus en esta tan trabajosa, como gloriosísima empresa; cuando llegándose el tiempo, en que la Nación 385.
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Caribe, que habita las Islas, que el Orinoco a la entrada, o muerte de sus copiosas aguas en el mar, forma, que como afirman muchos, llegan a ochenta, formando su armadilla, o flota de piraguas, sube por sus inquietas corrientes hasta los pueblos de Cacatíos, Sálibas, y la Isla de los Adoles, a la anual feria, que celebra con dichas Naciones todos los veranos, que son desde los fines de diciembre, hasta los fines de marzo, en que decreciendo las aguas, facilitan la navegación, y permiten paso contra sus despeñadas corrientes, siendo las ordinarias mercaderías, el conducir indios de aquellas Naciones, como esclavos, con el nombre de Macos; y lo ordinario, niños, y niñas, y mancebos de seis hasta veinte años. Subiendo, pues, libres del temor, que los retraía, por las noticias de haber los soldados de resguardo de aquellos pueblos ausentándose, y desamparado a los Misioneros, llegaron a las reducciones más inmediatas a las orillas, y márgenes de este río, donde residían en su Evangélico Ministerio los padres Ignacio Fiol, Gaspar Bek, y Ignacio Toebast; y con el conocimiento claro de ser los Misioneros el impedimento, y estorbo a la inicua venta de aquella almas, y que doctrinadas estas Naciones, se recataban de concurrir con ellas a las acciones gentílicas, y opuestas a todo el derecho, y natural ley, desde luego descubrieron el encono de sus dañadas intenciones, porque luego comenzaron con los nacidos en aquellos pueblos a formar sus conventículos, y consultas; y aunque éstos, temerosos de que los españoles habían de tomar venganza, no se atrevían a concurrir con estos Caribes positivamente, pero lo deseaban, y no repugnando, admitían aquella ejecución con muestras de omisión, y de no querer tener parte en aquellos asesinatos; pero rebosada en sus semblantes el gozo de sus corazones, por verse libres, de quienes con su santa presencia, y continuas exhortaciones, e increpaciones les estorbaban su gentílica, y abominable vida. No faltó alguno, que reconociendo la explicada intención de los Caribes, dio noticia a los Padres; pero era ya a tiempo, que estaban apoderados de los pueblos, y que la fuga había de ser muy dificultosa; y como toda el ansia de sus trabajos, y de haber buscado, dejando sus Patrias y Provincias, aquellas almas, era por merecer dar la vida, encendidos en caridad por sus prójimos, ya reconocían ser llegado el tiempo de practicar en sus vidas aquella caridad, que predicó Cristo por la mayor: Maiorem charitatem nemo habet, ut animan suam ponat quis pro amicis suis. Y así, imitadores de 386.
• Libro III [XVII]
este Señor, que no solo dio la suya por los amigos, sino por los enemigos, como dijo Bernardo, hablando con su Majestad: Tu maiorem habuisti, Domine, ponens eam pro inimicis, ha fervorizado su espíritu a este ejemplo; y queriendo imitar a su Señor, por cuyo amor se habían dedicado desde su primer llamamiento al sacrificio, y a la muerte (si apenas hay quien muera por el justo a imitación de Cristo) hicieron pecho a morir, no solo por los justos amigos (que de estos ninguno lograban) sino por aquellos, que contrarios a su virtud, los miraban como enemigos: Vix pro justo quis patitur, tu pro impiis passus es: y poniéndose en las Divinas Manos, todos (aunque divididos) con un mismo espíritu, con un mismo deseo, y con la misma propensión a la muerte, se dedicaron a padecerla, y a recibirla de las manos infieles por amor de aquel Señor, que por ellos la dio en la Cruz. Y a cada uno en su estancia aguardaba al carnicero, para entregarle con liberal prontitud la cabeza a la macana, el cuello a la cuchilla, y el cuerpo todo al dardo, a las flechas, y a los demás instrumentos de su furor. Aguardaban impacientes, y las cortas mórulas de su tardanza fatigaba, y estrechaba sus Almas, deseando se apresurase aquel Bautismo, que había de serles el último labacro, para presentarse inmaculados en el Trono del Divino Cordero; y así, con él decía cada uno: Baptismo habeo baptizari, quomodo coarictor, donec perficiatur. Prevenidos, pues, y cada uno preparado con fervorosos actos de conformidad, de aceptación de la muerte, de afectos a su desprecio, de amor de su Dios, y de oferta por aquellas almas, para merecer con su muerte su conversión, aunque con diferencia de pocas horas, en un mismo día asaltaron aquellos Caribes carniceros a las pequeñas chozas pajizas de estos gloriosos Misioneros, y a cada uno en su reducción. Fue el primero el Padre Ignacio Fiol, cuya habitación cercada, y cogiendo las puertas, así de esta, como de una Iglesia pequeña, que había fabricado para el Santo Sacrificio de la Misa, y para enseñar la Doctrina, le hallaron puesto de rodillas delante del Altar, esperando como manso cordero, la ejecución de su ya aceptada muerte. Fue el primer insulto dispararle unas saetas, con que atravesado el cuerpo, aun no rindiéndose a la caída, le acometieron luego dos bárbaros, y dándole cada uno un mortal golpe en la cabeza con sus esquinadas macanas, abiertos los cascos, cayó exhalando el alma en tierra, donde con los dardos le ayudaron a que con más presteza volase a la gloria su fervoroso espíritu. Casi con las 387.
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mismas ceremonias, y con las mismas acciones recibió la muerte a poco espacio el Padre Gaspar Bek en su reducción, a donde había ido distinta escuadra de estos Caribes; y ejecutadas estas dos muertes, pasaron a juntarse con los que habían ido a la reducción del Padre Ignacio Toebast, y juntos unos, y otros, dirigidos a la habitación del Padre, habiéndole cercado la casa, y cogídole la puerta, le hallaron paseándose en ella, aguardando la ejecución de su furia. Comenzóles a hablar con grande sosiego, y circunspección, dándoles la bienvenida a aquel pueblo; y aunque le miraban solo, y desarmado, aquel valor con que los saludó, puso tanto temor a su empeñada maldad, que ninguno le respondió, ni se atrevió en más de media hora a ejecutar su intento. Iba, y venía en aquel corto espacio el Misionero, y aunque al volver el rostro hacia ellos se componían, disimulando no intentar su muerte, al volver las espaldas, por más de seis veces, uno de aquellos Caribes alzó la macana para herirle, sin atreverse a descargar el golpe, hasta que llegando otro más atrevido, en uno de estos paseos, al volver la espalda, le tiró un macanazo. Fue como nacida de temor, leve la herida; pero sintiendo ya el Padre el desacato, y atrevimiento, para alentar su misma pusilanimidad, y temor, se puso al pronto de rodillas delante de unas imágenes de papel, que tenía pendientes en el cercado de la casilla, como quien les decía: Sabed, que no quiero resistir a vuestro furor; no pretendo ponerme en defensa de vuestro agravio; no temáis, seguros podéis ejecutar vuestro deseo; y para que con más libertad, y con seguro mejor podáis hacerlo, veis aquí me pongo en postura tan contraria a la resistencia, que antes es deprecativa de la ejecución de vuestro intento, y humilde, y pronto rendimiento a vuestra voluntad; haced, no temáis, que no os resisto, no me opongo, no contradigo: Stetit, oravit, cervicem in flexit: cernere trepidare carnificem, quasi ipse addictus fuisset; tremere percusoris dexteram, pallere ora alieno timentis periculo, cum puella non timeret suo, decía San Ambrosio en la muerte de Santa Inés, bien adoptado a la presente de este fervoroso Misionero, y Mártir. Los otros dos Padres, algo más distantes: el uno a las orillas del Río Meta; y el otro tierra más adentro, en la llanura de sus vertientes, llevándoles las noticias algunos indios, ya convertidos, del pueblo de Casanare, de la Misión de arriba, que por ser domésticos, y cristianos, los acompañaban, para ayudarlos al Sacrificio de la Misa; estos huyendo temerosos, con razón, de 388.
• Libro III [XVII]
que les alcanzara la misma fortuna, despavoridos, y llorosos llevaron las tristes nuevas; y a la hora el primero se embarcó por dicho río en una ligera, y pequeña canoílla, bogando a remo día, y noche; con que en pocos días, libre del peligro, llegó al puerto de Casanare; bien es, que con no poco riesgo de la vida, por falta de mantenimientos; porque no sacando él bastante, por lo apresurado de la fuga, y por no hallarse en la general carestía de aquellos climas, con prontitud, el que excede al ordinario subsidio de cada día; llegaron bien necesitados, sustentándose más de ocho días con raíces, que en los montes, y campos sacaban de la tierra, no del todo nocivas, pero ni salutíferas, ni sustanciales para el alivio, y sustento, ni gratas al gusto, que por este respeto pudieran causar segura nutrición a la naturaleza, como dice: Quod sapit nutrit, pues solo servían de detener la muerte, para que no fuese tan ejecutiva. Más penosa fue la fortuna del otro Padre Misionero el Padre Julián de Vergara, porque hallándose en paraje en que para su fuga no podía valerse de embarcaciones, hubo de hacerla a pie (con unos pocos fieles, que le acompañaban) por aquellos despoblados campos, fértiles de peligrosos animales en sus ponzoñas, víboras, alacranes, culebras, sierpes, arañas, coyas, y la espesa, y nunca bien encarecida plaga de mosquitos, gegenes, rodadores, tábanos, y congos; todos nocivos, no en menos abundancia en aquellas nunca pisadas tierras de racionales, que la enfadosa, y peligrosa plaga de los sinifes en el Egipto, al sacudir aquella portentosa vara el polvo; pues es tanta la multitud de estos siempre incansables animalillos, para chupar con sus pequeñas fistulillas la sangre, que no habiendo para agotarlos, acuden, como atropellados enjambres, a la parte donde reconocen, o movimiento, o ruido, para lograr, siempre hambrientos, y sedientos de sangre, el sacar ésta de las venas, y comunicar su veneno a la que queda, excitando un prurito, y una comezón, que al desasosiego, ni descansar, ni dormir permiten, siempre infestos, y siempre inagotables. Y no sólo fecundos estos campos de semejantes sabandijas, pero de otro número, sin número, de bichos ofensivos a la naturaleza viviente, como hormigas de muchas, y distintas especies; avispas, que con sus aguijones comunican tan activo veneno, que inflamando la parte lesa, se difunde por las venas, y poros tanta inflamación, y tanto dolor, que en los tumores emulan los más crecidos corrimientos, y dolorosas apostemas, siendo en estas avispas diversas las especies, y más, o menos activos los venenos, según las diferencias de 389.
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sus cualidades, magnitud, y colores; síguese a éstas otra diversidad de abejas, que fabrican panales, y miel, pero algunas tan venenosas, agrias y desabridas, que a tener buen gusto, y no ser conocidas de los naturales, mataran a los incautos, que apeteciendo su dulzura, gustaran su veneno. De estas, algunas son tan celosas de sus habitaciones, que siguen dos, y tres mil pasos a los caminantes, que se acercaron a ellas, siempre procurando con las tenacillas de sus bocas dañar, mordiendo con un continuo susurro, en que declaran el nativo furor de su naturaleza. Otras hay, que siguiendo con la misma rabiosa inclinación, y celo, al morder con sus venenosos piquillos, difunden una agua tan venenosa, de color de lejía tinta, que sirviendo de ardiente, encendido cáustico, antes de dos minutos levantan una ampolla, despegando de la carne el cutis, que reventada en agua, dejan una bien dolorosa cicatriz. Abundan también estos incultos parajes de rapantes fieras, como tigres de extraña ferocidad, y grandeza, atrevidos por su robusta corpulencia, ligereza suma, y descompasadas fuerzas al conflicto de cualquiera agigantado animal; leones, aunque no de la generosidad de los africanos, pero bastantemente atrevidos, cuando la hambre, o la necesidad los instimula; sierpes de indecible magnitud, que llaman los naturales guíos, cuya continua habitación, y morada es en las lagunas, ciénagas, y anegadizos, nada venenosas en sus garras, y mordeduras, pero fatales para todo género de animales en sus fauces, y extendidas gargantas, por donde sin estorbo (siendo algunas de más de sesenta pasos de longitud) engullen, y tragan, sin estorbo, ni trituración de bocados, ciervos enteros, y terneros de año en la edad. Lo dilatado de los campos en su llanura, con las aguas que manan de las sierras, y las que nacen en su misma superficie, se forman anegadizos de cuatro, y cinco, y seis leguas, abriendo a trechos de su dilatación profundos caños, y como acueductos, en que se abrigan estas sierpes, y ejércitos de cocodrilos, y caimanes, voraces fieras, fuera de otro número de peces de magnitud extraña y pececillos, que ya en sus bocas, ya en sus aletas, ya en sus extremidades, se arman, para ofensa de las ajenas, y defensa de las vidas propias, de unas aceradas espinas, y agudas puntas, que esgrimiéndolas contra quien incauto llega a tocarlos, con extremada prontitud, y destreza hieren, escondiendo toda la punta en los cuerpos, que se les arrimaron, dejando tan envenenada la parte, que algunos causan desmayos, parálisis,
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fiebres, y otros accidentes, y si no se les acude con remedios, inflamadas las heridas, se corrompen, encanceran, y causan exiciales efectos. Los campos, que libres de la concurrencia de estas aguas, dan seco paso en sus terruños, se logran en la mayor parte tan abundantes de hierbas espinosas, de matas aceradas por los filos de sus hojas, que si no se resguardan con defensivos extremos, a cada paso dan una herida, y a cada movimiento un rasgo. Por estos peligrosos campos, siguiendo solo la demarcación por el curso del Sol, y de la Luna, sin otra senda, otro camino, ni otro agujón, emprendió este fervoroso Misionero su fuga con aquellos pocos fieles, que le seguían, llevando cada cual, como dicho Padre, a sus espaldas el mantenimiento, que les permitió la prisa, que a no ser tanta, a las dos horas, después de haber salido, llegaron los bárbaros a su estancia; y a no haber imaginado, que había más de un día natural, que se habían ausentado, siguiéndoles les hubieran alcanzado, y quitado las vidas. No quiso este fervoroso Misionero dejar al desprecio de aquellos gentiles los ornamentos sagrados; y siendo necesario, que los compañeros llevasen sobre sus hombros el corto subsidio de mantenimiento, para tan largo viaje, cometió a los suyos la cajuela de estos instrumentos, no de poco peso, ni de ordinaria descomodidad. Caminaba a pie por aquellos despoblados terrenos, sintiendo las cisuras de las espinas, la agudeza de las zarzas, las mordeduras de las hormigas, las punzadas de las avispas (por alterarse con el trajín, espantadas de las pisadas) de las abejas, y el continuo jambre de la diversidad de sinifes, y mosquitos. Ya encontraba asperísimas breñas, entretejidas matas, y casi inexpugnables palizadas de secos, y caídos troncos. Ya penetraba dilatados anegadizos, con el agua unas veces a la rodilla, otras a los pechos, y otras tan profundos los caños, que no sabiendo nadar, necesitaba de hacer como unas balsas de tres, o cuatro maderos, y recostado sobre ellos, con cuerdas los tiraban los compañeros para pasar la hondura, hasta que pudiese hacer pie, aunque con el agua muy alta, padeciendo siempre en estas aguas el temor de las serpientes, de los caimanes, y de los demás peces; pues sirviendo de annona, y alivio a la trabajosa navegación, y cansado camino, hallar a la noche (en que no había modo de proseguir) un poco de aquel pan fabricado de la yuca, y un corto pedacillo de tasajo, o carne de vaca salada, y a la llama del fuego asada, sin más condimento, y luego un poco de aquella 391.
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estanquia, agua de los anegadizos, sirviéndoles (después de tanto trabajo del día, de tanto sol, tanta carga, tanta navegación, tanto cansancio, y tan corto, y ordinario manjar) de blando lecho la dura tierra, de abrigo la mojada sotana, y de despertadores, para impedirle el necesitado alivio del sueño, el casi inmenso incurso de los mosquitos; cuyos repetidos ejércitos se duplicaban en la oscuridad de la noche, acudiendo en desapoderada multitud, como animales nocturnos, sin permitir el menor reposo a los fatigados miembros. Casi dos meses gastó este V. P. en este trabajoso viaje, andando, y desandando muchas veces lo andado, por encontrar invadables ciénagas, y haber de rodear ocho, y diez leguas por sus márgenes, siguiendo el rumbo por el Sol, y (¡raro prodigio de su virtud!) sin dejar de decir Misa todo el tiempo, que le duraron el poco vino, y hostias, que sacó en su fuga, duplicándosele, y aumentándosele cada día más, más los trabajos, y más, y más los peligros; porque la flaqueza, con el corto manjar, y no dormir, iba en aumento; la carga del ornamento no se disminuía; el no saber donde se hallaban, y a qué distancia, fatigaba el ánimo; los mantenimientos, aunque tomados con tasa, faltaron a los quince días; con que fue necesario apelar a las raíces, que ofrecían los campos, y a algunos cogollos, y frutas de palmas, que tuvieron, no solo por manjar precioso, pero por singular regalo, por ser de buena, y saludable cualidad, y de buen gusto, aunque les faltaba en qué cocerlos, y el condimento de la sal, que les obligó a comerlos crudos; y cuando la fortuna les ofrecía algún animalillo conocido, como unos que llaman armadillos, que fabrican en cuevas sus habitaciones, éste era día de sumo regalo, asado al fuego, aunque sin sal, ni otro condimento. De esta suerte, a casi dos meses, sin calzado, sin cama, sin mantenimiento, y hechos pedazos los vestidos, sotana, y camisa, sin haberse mudado, viéndosele por todas partes las carnes, llegó este dichoso Misionero al pueblo de San Salvador de Casanare, donde recibido de dos Padres, que asistían en aquella reducción, se le acudió con toda la caridad, que acostumbra la Compañía de Jesús. Y como tanto trabajo, y tantas incomodidades era necesario labrasen en aquella delicada naturaleza, la misma abundancia, y regalo, con que se le procuró tratar, fue ocasión de que se le agravase el achaque de la gota, de que solía padecer, y fue preciso pasarle doce leguas de allí al pueblo de Pauto, más cómodo para atender a su curación, y regalo.
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Quedó con la ausencia de estos dos Padres, y con la muerte de los tres totalmente desamparada aquella Misión del Orinoco, entregados totalmente aquellos gentiles en manos de su libertad, y de sus vicios, el demonio, absoluto señor de aquellas almas, quitado el dominio al Soberano dueño, que les dio el ser, y las redimió el infinito costo de su sangre. Luego que ejecutaron aquellos bárbaros las cruelísimas muertes, sicut exultant victores capta praeda, comenzaron a celebrar su triunfo a la usanza gentílica de sus victorias, despojándolos de sus vestiduras, y apoderándose de todo lo que hallaron, hasta de los sagrados ornamentos, que profanaron sacrílegos, vistiéndose con algazara, y ruido las vestiduras, y bebiendo en los sagrados vasos. Cortáronle una mano, para cocerla con otros manjares, y gustar en su victorioso banquete aquellas carnes en trofeo de su victoria, dejando los cuerpos troncos, a quienes, algunos de los Indios de dichas reducciones, dieron sepultura. Así lograron estos dichosos Misioneros el fin, que los condujo a tan remotas partes; así les premió la liberal mano de Dios sus deseos, sus trabajos y su oblación, dejando sus Patrias, sus Provincias, los conocidos, los parientes, y los amigos, desterrándose voluntariamente, por amor de su Dios, para llevar su Santo nombre a tan remotas, destempladas, y trabajosas regiones, y por amor de los próximos, para rescatarlos del duro cautiverio del demonio, y conducirlos, a costa de hambres, destemples, soles, trabajos, y muertes, a la gloria, y felicidad eterna de los escogidos. No por esto desistió mi religión sagrada de la Compañía de la empresa de aquella conversión. Pasados algunos meses, y certificados de haberse ya conducido a sus tierras los Caribes, bajaron dos Misioneros a cuidar de aquellas reducciones, y poner en forma el desorden, que con aquella persecución se había originado, llevando consigo tres, o cuatro hombres, que pudiesen ayudarles, y un esclavo negro, herrero, que ocupándose en hacer algunas obras de las que aquellos Indios estiman, pudiesen con ellas atraerlos otra vez al amor, y reverencia de antes. Muy distintos reconocieron los ánimos, y muy envalentados los pusilánimes espíritus de aquellas gentes, habiendo logrado el quedar solos a sus anchuras, con la ocasión de las ejecutadas muertes. Conocíase en sus semblantes, y en la misma segnicie, y flojedad, con que acudían a las primitivas acciones, que era mayor la repugnancia, y descubierta la oposición a todo lo que era acciones de Cristiandad. No se atrevían a declarado desprecio, 393.
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pero querían conociesen no admitían aquella dirección, ni querían ser discípulos de aquella enseñanza. A pocos meses, buscando ocasión, formaron una contienda con el negro esclavo, y como era su determinada voluntad romper el sagrado del respeto, para librarse del estorbo de los Misioneros a sus depravadas costumbres, con poca ocasión se juntaron en escuadrón muchos Indios, y unos con flechas, otros con macanas, y otros con lanzas, arremetieron al esclavo, y aunque a costa de la muerte de dos de ellos, y de otros heridos, finalmente le quitaron la vida; y aunque no se atrevieron a descomponerse con los Padres, que estaban algo distantes en sus reducciones, con todo entraron en sospecha, y susto, para vivir sobresaltados, y con mayor cautela, y prevención. Alterados éstos, y descubierta su intención, y por otra parte sin defensa, sin esperanza, y llenos de trabajos, e imposibilitado el fruto, a cuyo fin los dirigían, porque ya poco a poco se excusaban de todas las acciones conducentes a la Cristiandad, y a la conversión, advertían del todo inútiles sus empeños, ilusorios sus trabajos, y sin esperanza alguna de lograr el deseado fin de sus fatigas. Dióse la noticia al Provincial de lo antecedente, y de esto subsecuente en la Provincia, y siguiendo el ordenado curso, y dependencia, al Reverendísimo Padre General se le hizo, sabedor de todo lo sucedido, estado de aquella Misión, dificultades de su progreso, y altivez, concebida ya de aquellos naturales al ejemplo de los Caribes, que los alentaban; el ningún resguardo de los Misioneros, la falta de la escolta de los Soldados, sin cuya sombra, ni aquellos vernáculos obedecían a los Padres, ni acudían a oír la doctrina, ni aun lo permitían a sus hijos; haciéndose por estas razones inútil la asistencia de Misioneros en aquellas reducciones; añadiéndose, que al futuro verano siguiendo su acostumbrada feria, habían de venir los Caribes, a cuya llegada era certísimo, el haber de desamparar los Pueblos, o morir a manos de aquellos bárbaros; siendo necesaria una de estas cosas, y no eligiendo la segunda, que era la más rigurosa, la más acerva, y violenta, se había de elegir la primera, que siendo más vergonzosa, daba causa, y motivo a aquellos infieles, para hacerse cada día más insolentes, y cobrar más ánimo para intentar nuevos agravios, y continuados atrevimientos. Con estas noticias el Reverendísimo Padre General, que lo era entonces el Padre Tirso González, mandó al Provincial ordenase a los Misioneros se retirasen a las Misiones, y pueblos de arriba en los Llanos, donde 394.
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no faltándoles mies, en que ocupar su labor, ejercitasen con más fruto, y seguridad sus ministerios, hasta tanto que por mandado, y disposición de los señores, y Católicos Reyes, se les diese escolta, y resguardo de soldados, que poniendo freno a los Caribes, y demás infieles, con su autoridad, y haciéndose temer, oyesen la palabra de Dios, y pudiesen con alguna esperanza, y seguridad, trabajar en aquella viña con algún fruto, y logro de tan excesivos trabajos. Con este orden tan arreglado a las leyes de la caridad, y paternal providencia, aunque no sin lágrimas, y gemidos de aquellos, que habían comenzado a cultivar aquella inculta tierra, y que tenían ya en ella algunas plantas regadas con el Bautismo, y muchos infantes ya dentro de las amorosas puertas de la Iglesia, y que estos se quedaban con aquel Sacrosanto Carácter, destinados a la gentílica brutalidad, y aparejada leña para el infierno. ¡Oh, cuántos gemidos dieron de lo íntimo del corazón! Oh, y cómo hubieran escogido con más encendidas ansias haber acompañado a los dichosos muertos, que no experimentar a su vista, que solo, por falta de medios para el socorro, y la seguridad, se les perdían aquellas almas, que engendraron hijos en el Bautismo, y que se les malograban necesariamente, dejándolas a la gentílica crianza de los vicios, sin poderlas ayudar presentes, y sin poderlas llevar consigo. El dolor de este golpe, solo podrá explicarlo quien sabe sentirlo, y solo sabrá sentirlo el que sabe hacer aprecio de lo que son las almas redimidas con infinito precio, y lo que es arder por toda una eternidad en las infernales cavernas, privadas de ver, y gozar a Dios, y a su bienaventuranza eterna. Así quedaron, Señor, más ha de veinte años, aquellos Gentiles; así se están: así son leña del infierno todos los que han muerto: así están destinados a serlo todos los que viven, si la piedad de vuestra Católica Persona no los ampara. La Religión de la Compañía en aquella mi Provincia está pronta al trabajo; éste no espanta, ni ha espantado a aquellos heroicos espíritus, que por rescatar almas del infierno, y por poblar con ellas el Cielo, dejaron la amenidad, la policía, y las grandezas de Europa, con sus casas, con sus Patrias, con sus amigos, y Provincias. Aparejados están los pocos que hay; pero no tienen armas; ni les espanta el trabajo, ni les retrae la muerte; pero el trabajo pide esperanza a su sudor; la muerte quiere logro a su sacrificio. Sin escolta, no hay esperar conversión; sin resguardo, no hay conveniencia a la muerte. Trabajarán; pero solo para morir; morirán; pero sin lograr más 395.
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Almas que las suyas, dedicadas a padecer por Dios. Gozarán el premio de morir por amor de su Dios, y caridad de sus próximos; pero sin ayudarles, y sin lograr el fin para que se dedicaron a morir. Estas Almas, Señor, claman a vuestra piedad por su remedio. Estos fervorosos obreros tocan a la puerta de vuestra caridad por su ayuda. Aquellos lloran su desventura: estos proponen su imposibilidad. Estos piden ayuda: aquellos piden remedio. Aquellos se ofrecen a la labor: éstos ostentan su perdición. Solo en V. Majestad está el remedio, librando con su liberalísima piedad los medios. Cometió Dios a vuestro Real Dominio aquellas almas: entrególas a vuestro patrocinio, para convertirlas, para gobernarlas con el cargo, que aquel grande antecesor de V. Majestad, y no solo Rey, sino apóstol también de las Españas el insigne Godo, y santo Monarca Recaredo, en el tercero Concilio Toledano explicó a aquella gloriosa Junta de SS. PP. en el libro, en que llevó al mismo Concilio la declaración de la Fe, que tenía, y Misterios, que él, y todo su Reino creían1. De suerte, que así como es de la obligación Real de V. Majestad Católica, y de su suma piedad el promover esta Santa Fe, el ayudar a aquellas míseras almas con su erario, y con su patrocinio; así ha de ser la retribución (prosigue este grande Monarca). Y así como será de vuestra soberanía el ayudar, para atraer aquellos Pueblos a la verdadera Fe, atribuyéndose a vuestro Real cuidado, ayuda, soberano influjo, y socorro su conversión, y abjuración de su infidelidad; así será el único blanco de mi Religión Sagrada en aquella Provincia, enseñarles, predicarles, 1 In Concilio Tolet. 3. (A) Quamvis Dominus Deus Omnipotens pro utilitatibus populorum Regninos culmen subire tribuerit, et moderamen gentium, non paucorum, Regia e nostrae curae commisserit; Meminibus tamen, nos mortalium condicione constringui: nec posse faelicitare futurae beatitudinis alite promereri, nisi nos cultui verae idea deputemus, et conditori nostro, saltem confeccione, qua dignus est, placeamus. Pro quare, quanto subditorum gloria regali exelimus, tanto pavidiesse debemus in his, quae ad Deum sunt, vel nostram spemaugere, velgentibus a Deo nobis traditi sconsulere. Idem Ibid, paulo inferius. (B) Erit enim mihi immarcessibilis corona, vel gaudium In retributione justorum, si hi populi, qui nostra, ad unitatem Ecclesiae solercia transcurrunt fundati in eadem, et stabiliti permaneant. Sicut enim divino nutu nostrae curae fuit hos populos ad unitate Christi Ecclesiae per trahere, ita sit vestrae docibilitatis Catholicis eos dogmatibus instituere. Ioannes 15. Ego sun vitis, vos palmites, qui manet in me et ego in eo, hic fert fructum multum, quia sine me nihil potestis facere.
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instruirles, y no perdonar trabajo, ni excusar peligro, para concurrir con V. R. M. a su conversión;2 pues aunque será de los Misioneros el desvelo, y trabajo, será de vuestra soberana ayuda, y grandeza el mayor premio, y la mayor gloria; porque siendo inútiles aquellas obras sin el concurso, y patrocinio de vuestra piedad; a ella se atribuirá el glorioso efecto, pues ella le dará todo el poder, y todo el concurso; no con desigual proporción al símil de universal, y soberana causa, sin cuya causalidad se concibe cualquiera inferior inhábil, impotente, y menguada: hallándose hoy aquellos Misioneros en orden a la Misión, y cultivo de estas Almas, en los legales términos, respecto del soberano concurso de V. Majestad, en que constituidos los Apóstoles al 15 de San Juan, con la parábola de la vid, y de los sarmientos, les dio a conocer Cristo cuán poco, o cuán nada podían llevar de fruto siendo sarmientos, si no estuvieran radicados en su Majestad, como en tronco, y en vid, de donde sacando el jugo de su raíz, se alimentaban para crecer sarmientos, vestirse en hojas, descollar en pámpanos, y fertilizarle en copiosos frutos de hermosos racimos: y en estos términos puede legítimamente decir V. Majestad: Sine me mihil protestis facere; y en ellos con todas las circunstancias, se verifica la advertencia admirable de San Agustín, en que no dijo Cristo, que podían sin su Majestad hacer algo, sino que no podían hacer cosa, o podían hacer nada;3 porque es cierto, que así como sin la ayuda de Cristo no se puede hacer cosa, porque sin ella no puede hacerse nada; así sin el favor y sin la ayuda de V. Majestad, no pueden aquellos Misioneros hacer cosa, porque ni poco, ni mucho pueden hacerlo, sive parum, sive multum, si no se les da ayuda, y si no se les da favor, y si el de V. Majestad Católica no los ampara, proveyéndoles resguardo a las personas, y alimentos a la necesidad, pendiente uno, y otro únicamente de la magnífica, y liberal piedad de V, Majestad. Bien quisiera mi Provincia del Nuevo Reino, habiéndose hecho cargo de la reducción de aquel gentilísimo, no ser cargosa, ni molesta a los oídos 2 Agustinus tract, 8 in Ioan. Ne quis quam putaret saltem parvum aliquem fructum posse a semet ipso palmitem ferre: cum dixisset, hic fert fructum multum, non ait, quia sine me parum potestis facere, sed nihil facere. Idem Ibid. 3 Sive ego parum, sive multum sine illo fieri non potest, sine quo nihil fieri potest.
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Reales; pero su mismo cargo, y la que concibe obligación (por ser terreno asignado por vuestra Real Persona, no con menos autoridad, que con la de Dios, declarada por su Vicario en la tierra) le obliga a buscar los medios, que puedan conducir a fin tan soberano, para cuyo ejercicio envió a su mismo Hijo a la tierra, y erigió Apóstoles, y Discípulos con autoridad de enviar otros, que substituyesen en tanto Ministerio. Hállase aquella Provincia tan exhausta, por lo trabajoso de los tiempos, que aunque dispensando con superior facultad en los asignados, y propios dotes de cada Colegio, quisiera concurrir al fomento de estas Misiones, ni le es permitido, ni le es posible. No permitido, porque siendo dotación especial de cada Colegio lo que por su fundación reditúa al socorro de aquel Colegio, y sustento de los sujetos necesarios para los Ministerios con los próximos, según el Sagrado Instituto de la Compañía de Jesús, no le fuera lícito quitarlo a la dotación de aquellos hermanos, y de aquellos próximos, para repartirlo con los que ningún derecho adquirieron en sus fundaciones. Ni es posible, porque reducidos todos los Colegios a una casi extrema necesidad, apenas alcanzan para dar lo simpliciter necesario a los sujetos, que abriga; sin lo cual, ni puede haber regular observancia, ni promoverla con libertad, e imperio los Superiores; y así solo pudiera, sobrando algo, después de esta legítima obligación, aplicar sobras a este fin; pero verdaderamente siempre experimenta faltas, con tal exceso, que siendo el primero blanco de todas las Provincias de Indias aumentar Misioneros, y llevarlos de esta Europa, para convertir Gentiles, enviando, y llevando, como tercio de nuevos soldados, y socorros a las Misiones, siempre que vienen Procuradores de aquellas Provincias; habiéndose asignado el Provincial, y la Congregación para este oficio, fue tan corto el subsidio, que para este dilatado viaje se me entregó, que tasándolo solo a lo que se imaginó suficiente para ida, y vuelta, sin otros gastos, se me ordenó no llevase Misioneros, habiendo de ser necesario empeñar la Provincia para su conducción, sino es en caso de que la Real magnificencia de V. Majestad quisiese favorecer tan piadosa causa con todas las expensas hasta el Colegio de Santa Fe Máximo, donde se hace el repartimiento, y distribución a los terrenos de las Misiones. Mandato, Señor, que siendo doloroso, no solo para mí, que le he de ejecutar, sino para el Superior, y los mismos que le juzgaron necesario a la penuria de los tiempos, solo le puede curar el celo, la piedad, y 398.
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liberal magnificencia de V. Majestad, con que atiende a la conversión de los Gentiles de sus Señoríos, y Dominios. En esta suposición, Señor, estando dicha Provincia del Nuevo Reino de Granada debajo del soberano patrocinio de V. Majestad con especialidad, en lo tocante al alto ejercicio de sus Misiones; y habiendo siempre experimentado con magnífica extensión la liberalidad Real, así en V. Maj. (que Dios prospere) como en todos los antepasados señores Reyes; y habiendo gozado en estas mismas Misiones este amparo, a costa de los Reales erarios de Santa Fe, deseando ocuparse nuevamente con su acostumbrado fervor, y aplicación en el servicio de V. Majestad dedicándose a la labor, y conversión de estas Almas, espera con cierta seguridad, que a tan santa obra, otra vez con más apretantes mandatos se le libren para la manutención de los Misioneros, y para los Soldados, que sirvan de resguardo a sus personas, y freno a aquellos bárbaros, en el número de ellos, a cada cual el sueldo, que a los que sirven a V. Majestad en los Presidios, es suficiente para mantenerse, principalmente en aquellas tierras, faltas de todo lo necesario, y de muy corta comunicación para el trajín, y comercio en los géneros de vestidos, y mantenimientos. Y porque habiendo de ser la situación de estipendio en los haberes Reales de aquel Nuevo Reino de Granada, por la distancia de tierras ásperas, y fragosas, habiéndose de dar en las Reales Cajas por vuestros Oficiales Reales, es necesario hacer crecidas expensas para conseguirlo, sucediendo, a ejemplo de lo pasado, que por decir hallarse exhaustas de dinero, se detenga la exacción muchos meses, y no se conceda en todas ocasiones enteramente, sino por partes, siguiéndose cada día disminución en el gasto, y todo este tiempo necesidad en los Soldados, y Misiones. Y siendo el Real deseo de V. Majestad, la ejecución de este subsidio, por dirigirse a tan sagrado fin, allí se logrará esta Real voluntad, y deseo, donde con más seguridad, y sin estas quiebras se percibiere; para cuyo seguro, como es el efecto, y limosna de la Santa Bula de la Cruzada, destinada por su naturaleza contra Infieles, y enemigos del nombre cristiano, señalándose los efectos de esta en los Partidos más cercanos a dichas Misiones en la determinada suma, que correspondiere, según los individuos, que hubiesen de determinarse, y Misioneros, que se ocuparen en dicha Misión. Destina V. Majestad dicha limosna al propio fin, a que está dedicada. Y así en los Partidos de la jurisdicción de la Ciudad de 399.
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Tunja, y de los Llanos, en que están dichas Misiones, jurisdicción del Gobierno de Santiago, y Corregimiento de dichos Llanos, se logra el que sin muchas expensas se cobre, mandando V. Majestad por sus Reales rescriptos, que allí se satisfaga la referida suma por los Comisarios Subdelegados del Comisario General de Cruzada de aquel Reino, y que estos al Tribunal de Cruzada de Santa Fe satisfagan con los recibos del Superior, o Procurador de Misiones, que señalaren los Provinciales, sin que en este particular se ponga obstáculo, ni impedimento por dicho Tribunal, su Comisario, Juez, y Contador, no teniendo otra intervención que tomar cuentas sobre el residuo de dichos haberes, y el recibo de los ya nombrados. Y no alcanzando dicho efecto de Cruzada de dichos Partidos a la cantidad que se señalare, puede librarse en las demoras, y derechos del Corregimiento de dichos Llanos de las referidas Misiones, y del de Chita, que es el más inmediato a ellas, mandándolo V. Majestad, con aquellas precauciones, y rigores que obliguen a la efectiva satisfacción, para que en virtud de ella se logre el fin altísimo de V. Majestad en la conversión de aquellos Infieles, que siendo todo tan del servicio de la Majestad Divina, tan del intento de V. Majestad Católica, y bien de mi Sagrada Religión, conforme a su Sagrado Instituto, una, y muchas veces aquella Provincia, y yo en su nombre, A. V. Majestad pide, y suplica, que atendiendo a tan legítima petición, y ruego, se sirva de concederlo así, pues es tan propio de la liberal benignidad de vuestra grandeza, y servicio de la Majestad Divina. Otrosí debo hacer presente a la alta, y soberana atención de V. Majestad que el año pasado de 1711, el Padre Mateo Mimbela, Vice-Provincial de aquella Provincia, por orden, y mandato del Padre Francisco Sierra, Visitador actual, que era de ella, y de la de Quito, con la fija determinación, de que los Misioneros que están ocupados en las Misiones de los Llanos de Pauto, y Casanare, pasasen a esta Misión del Orinoco, y no tener aquella Provincia, abundancia de sujetos para una, y otra Misión, resignó ante vuestro Presidente de la Audiencia de Santa Fe (como consta de Autos, que tengo presentados en vuestro Consejo) las reducciones, y pueblos de Pauto, Tame, y Macaguane, que con institución canónica doctrina mi Religión, y la de los Tunebos, que hasta ahora no goza dicha institución, reservando, como escala para la Misión de Orinoco, el pueblo de San Salvador de Casanare, situado 400.
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a las orillas del río de este nombre; por el cual en embarcaciones de Canoas, y Piraguas, se baja hasta la entrada en el río de Meta, y por éste hasta el de Orinoco. Y dicho vuestro Presidente, habiendo remitido los Autos por Consulta a vuestra Real Audiencia de aquel Reino, no admitió dicha resignación; antes con dicha Consulta, y en su virtud hizo ruego, y encargó a dicho Padre Vice-Provincial, para que prosiguiese, y conservase los Religiosos en la aplicación, y desvelo, que hasta allí se habían experimentado en la educación, y enseñanza de aquellos Indios, y pueblos, no perdiendo de vista la conversión, que se consideraba precisa de los Infieles, que habitan el Orinoco, y las márgenes de aquel río, cuando oportunamente lo pudiesen ejecutar, sin notable perjuicio de la asistencia de lo en que actualmente se empleaban. Las razones que movieron a dicho Padre Visitador para esta resignación, fueron, la penuria de sujetos de aquella Provincia para Misiones, y el deseo de poblar de nuevo la de Orinoco, como totalmente desamparada; porque habiendo de quedar en los Colegios los necesarios para los ministerios de Púlpito, Confesionario, enseñanza de Gramática, letras humanas, Rezo de Misas, Confesiones fuera, y Misiones circulares entre los Pueblos, y Ciudades de los contornos; y habiendo de enviar al Orinoco, y conservar las que tenemos arriba en los dichos Llanos, parece no poder acudir a tanta Mies con tan pocos Obreros, Razón, que coadyuvada con la de estar estos Pueblos ya cristianos en la mayor parte, y quedar en solo dos de ellos algunos Gentiles, y en la Montaña de los Pueblos de Tame, y Macaguane quedar también muy pocos, parece suficientísima para descargarse de ellos la Provincia, y atender sólo a la reducción de los que totalmente desamparados en el Orinoco, tienen más necesidad; y a éstos, si no les ayuda mi Religión, no tienen otro remedio; y aquellos, como ya mansos, y sujetos al yugo, pueden en el Clero, y Religiones hallar Obreros. Pero contemplando yo, como quien ha estado por tres veces en dichas Misiones, las dos, como Misionero, enviado de los Superiores, y trabajado en ellas; y la tercera para otros fines de la obediencia, no puedo menos que poner en la soberana comprensión de V. Majestad, que aunque aquellos Pueblos están ya cristianos en la mayor parte, y sujetos, así al yugo del Evangelio, como al dominio de V. Majestad, reconociendo, y obedeciendo a vuestros Corregidores, y Justicias, por medio de mi Religión, están criados, 401.
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y reducidos al suave modo, y dirección de ella; porque siendo cierto (por la misericordia de Dios) que los Misioneros de la Compañía se dedican a la enseñanza de estos Pueblos, solo por enseñarlos, y darles a Dios Almas, que le alaben en la Católica Iglesia, sin esperanza de mejorar en reducciones, Curatos, o Doctrinas más pingues; y por esta razón, ni de adquirir mayores emolumentos entre estos Gentiles, antes si gastando para vestirlos, y que vengan con decencia a la Iglesia (y no desnudos, como andan) y socorriéndolos en todas sus necesidades, y atrayéndolos con donecillos de abalorios, puyas, arpones, lancetillas, hachas, machetes, cuchillos, y todo aquello, que como peregrino, y de estimación entre ellos, los arrastras, y atrae, junto con una afabilidad, y familiaridad, que los cautiva; siempre que todas estas cosas les faltaren, extrañando la nueva, e insólita crianza, han de repugnarla; y como están (principalmente los tres Pueblos de Tame, Macaguane y Tunebos) dentro de los términos de la dilatada Montaña, y Serranía, que no consta de menos que de trescientas leguas de circuito, volverán al amor de sus Lugares, de donde los sacó mi Religión, y de donde no hay poder para poderlos sacar por fuerza, sino es el amor, la caricia, las dádivas, y la familiaridad, por ser espesísimas en su centro. Lo cual, Señor, ni es fácil en el Clero, ni es muy practicable en otras Religiones; y más cuando en las enseñanza de estos no vendrán, como Misioneros, para acabar los días de su vida en tan Santo ministerio, sino como van a las otras Doctrinas, y Pueblos, que enseñan, o por el tiempo Intermedio de Capítulo a Capítulo Provincial los Religiosos, o para pasar a otras más pingües Doctrinas, o Prebendas en las Catedrales, la Clerecía, que en unos, y otros siempre inclina la futurición de mejorar, a recoger para mayor logro, como es lo ordinario; y viendo aquellos Neófitos, que no solo no les dan, sino que con exacción les quitan (no digo injustamente, sino en los términos de usadas obvenciones, e introducciones de limosnas, entierros, ofrendas, etc.) lo cual en la Compañía con ellos no se practica, sino cuando libremente se les antoja. Esta extrañeza ha de hacer tanta impresión en tan nueva Cristiandad, que se teme la renuncian por su libertad antigua, como muchas veces en el discurso, que ha que les doctrina la Compañía, lo han hecho muchas, y copiosas familias en varios tiempos, que ha costado no poco subsidio, y trabajo volverlas a conducir al aprisco, como ya perdidas ovejas del rebaño de la Iglesia. Y los que aun son 402.
• Libro III [XVII]
Colonos Gentiles de la Montaña, y su circunferencia, jamás lograrán el salir, espantados con el ejemplo de los otros; pues el medio único, que ha habido para sacar de aquellas Montañas los que hoy gozan el ser Cristianos, ha sido el explicarles los reducidos las conveniencias, que logran con los Padres que los doctrinan, el cuidado, el amor, y los dones, con que (aunque tan cortos) los enriquecen, que para ellos la riqueza mayor, y más estimable son las herramientas para el cultivo de sus labranzas, y sembrados, de que carecen en sus territorios. También debo significar, que la penuria de Obreros depende, más de falta de medios para llevarlos de la Europa, que de la misma penuria; y que si el fin de bajar al Orinoco no le hace lograr la benigna piedad de V. Majestad, dejada ésta, quedará mi Provincia sin labor, en que ejercitar los ministerios de convertir Gentiles al rebaño de Cristo. Y finalmente el dolor de dejar aquellos hijos, engendrados en el Bautismo, a la contingencia de poderse perder, no se subsana con substituir el trabajo en otros: Que la suma piedad de V. Majestad en cuyo dominio caben tantos Reinos, no solo abraza con su magnitud los términos de su Señorío, para dirigirlos, y gobernarlos, sino que se extiende a la promoción de la Fe, a dar Obreros, a asignarles expensas, y a ser, no sólo Rey, no sólo Señor natural, sino a ser Misionero con los Misioneros, Apóstol con los que ejercitan el ministerio de Apóstoles, y Padre Espiritual de los convertidos a la Fe; como quien ministra el poder, la substancia, y todo lo necesario para esta Misión, para este Apostolado, y esta regeneración en Cristo, por la gracia del Santo Bautismo, en que se les comunica. Apóstol llaman a San Gregorio el Magno de la Inglaterra,4 no porque fuese a esta Isla a predicar el Santo Evangelio, sino porque teniendo el gobernarle de la Santa Iglesia, como universal Pastor de ella, habiendo visto unos Ingleses en Roma cautivos, de hermosa disposición, y gentiles cuerpos, sabiendo que aun eran idólatras todos los de aquella Nación, envió a San Agustín, Monje, con otros muchos, a aquella tierra, donde convertido, y bautizado su Rey, destruyeron los ídolos, y dejada la Gentilidad, entraron por las puertas del Bautismo a ser
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El Breviario Romano con el Venerable Beda.
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Hijos de la Santa Católica Iglesia.5 De la misma suerte, Señor, todo el progreso, que los Misioneros, a expensas de los erarios de V. Majestad hicieren, todos los que enviados de la piadosísima benignidad de V. Majestad trabajaron con gloriosas acciones, convirtiendo, catequizando, y dándoles Almas a Dios, V. Majestad los convierte, los catequiza, y los echa al Cielo. Por eso la Luz de la Iglesia Agustino en contrario sentido, cuando Pablo tenía los vestidos de todos los que apedreaban a San Esteban Proto-Mártir, dijo, que Pablo lo apedreaba con las manos de todos, más cruel en ayudarlos a todos, guardándoles los vestidos, que si él mismo le apedreara con sus manos.6 Y con más alta razón se atribuirá a V. Majestad la conversión de aquellos Infieles, hecha por los Misioneros que enviare, y por los Obreros que ayudare, que aun a los mismos Misioneros; porque cada uno de ellos trabajará como un Obrero, como un Apóstol, y como un Ministro del Evangelio; pero V. Majestad, como todos, pues a todos fomenta; como cada uno, pues a cada uno envía. Y esta es aquella gloriosa fecundidad, nacida de la misma esterilidad, que predicó San Pablo a los de Galacia;7 porque cuando los Predicadores no conviertan almas, V. Majestad por haberlos enviado tiene el mismo logro, que si las convirtieran, y tendrá el premio de haber reducido muchas almas, aunque padezcan los Misioneros la esterilidad de no convertir algunas. Y aunque se pudiera llamar estéril el deseo de V. Majestad las acciones, y los libramientos de sus tesoros; porque aunque los libra, aunque envía Misioneros, aunque les da escolta, y los mantiene, con todo, ni predica, ni catequiza, ni enseña, ni les administra el Santo Bautismo, con todo más fecundos con los partos, y más gloriosos los frutos, ayudando desde Madrid, que trabajando en las Indias: Multi filii desertae, magis qua meius, quae habet virum.
5 Breviarium Rom., in festo eiusdem, Missis in Britaniam. doctis, Sanctis Viris Agustino, aliis Monachis, Insulam ad Iesu-Christi fidem convertit, vere a Beda Praesbitero Angliae vocatus Apostolus. 6 Aug. ferm. 14. de Sanct Primus, de conversiones Sancii Pauli. Ut enim esset in omnium lapidantium manibus, ipse omnium vestimenta servabat, magjs saeviens omnes adiubando, quam suis manibus apidando. 7 Ad Gal t. 4. 17. Ifalae 4. 1. Laetare sterilis, quae non paris, erumpe, clama, quae non parturis, quia multi filii desertae, magis Quam eius, quae habet virum.
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• Libro III [XVII]
Multiplicándose a V. Majestad los hijos Espirituales en cada Misionero, en cada Soldado, y en cada ayuda, y subsidio, con tanta mayor fecundidad, cuanto exceden muchos Misioneros a uno, muchos convertidos a uno solo, y cuanto se da de poder, de ayuda, de subsidio, y de fomento; sin el cual, ni la Iglesia logrará aquellos hijos, ni aquellos Misioneros los engendrarán en Cristo, y con el cual los Misioneros lo son, y se envían. Predican, porque tienen ayuda; convierten, porque pueden predicar; trajinan, porque cobran aliento, y con este aliento abrazan los peligros, y dándole a Dios almas, le dan a V. Majestad súbditos, quitándole al demonio el dominio, le transfieren a su Dios, y a V. Majestad como Señor natural; de suerte, que forma V. Majestad dos dominios, uno a su Dios, y otro a su persona. Allí gana almas para el Cielo, aquí súbditos para su Corona; allí es Apóstol, aquí Rey; allí Misionero, aquí Señor; y allí hace lo que debe, y aquí logra lo que es suyo. En cuya atención, tengo, y tiene firmísima esperanza mi Provincia del Nuevo Reino de lograr en la liberal magnificencia de V. Majestad Misioneros, Soldados, expensas, y todo cuanto fuere conducente a el fin de esta gloriosa Misión del Orinoco, como del dominio de vuestro Imperio, y de vuestra Corona. Y para que a V. M. conste lo dilatado de aquellas tierras, Naciones, y Ríos, donde cultiva mi Provincia, y pretende entrar segunda vez a la labor, me ha parecido poner a la alta atención de V. Majestad un diseño, descripción, y demarcación de todas.
Breve descripción, o demarcación de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, y terrenos de las Misiones circulares entre Cristianos, y de las de los Gentiles El más principal Colegio de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, y Máximo, a donde tiene Universidad, y Estudios de Gramática, Retórica, Filosofía y Teología, que leen los sujetos de la Compañía a internos, y externos, y dos Cátedras de Sagrados Cánones, e Instituía, en que por Bulas Apostólicas, y Reales Indultos, confieren grados de Bachilleres, Maestros, Licenciados, y Doctores en Teología, y Cánones, que leen externos por oposición a la Cátedras. Donde tiene también un Colegio Seminario, Convictor, y Real, que gobierna, y en que de todas estas facultades 405.
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hay ordinariamente de noventa a cien Colegiales. Está situado en la Ciudad de Santa Fe, Metrópoli, y Cabeza de todo aquel Reino, donde hay fundada Real Cancillería de Presidente y Oidores, Tribunal de Cuentas, de Cruzada, de bienes de difuntos, y Oficiales Reales inferiores, donde está la Real Caja de los Reales haberes. Esta Ciudad (como dicen los Cosmógrafos, y Matemáticos) está situada en cuatro grados y medio de la línea, y está como en el centro de aquel Reino. Tiene Silla Archiepiscopal, y por sufragáneos a los Obispos de Cartagena, Santa Marta, y Popayán. La latitud, y longitud de este Arzobispado incluye casi mayor territorio, que toda la España en sus Reinos; porque situado como en el medio hacia la parte del Sur, se dilata hasta la Ciudad de Neiva, y Timaná, Lugares, que distan de dicha Metrópoli más de cien leguas, con sus distritos. Por el opuesto Polo del Norte, cogiendo la derechura hasta las Ciudades de Gibraltar, y Barinas, términos últimos de su longitud, se alejan por más de doscientas y cincuenta leguas. Con que cogiendo los dos Polos de su distancia de Sur a Norte, cabos, y términos de su longitud, dista el uno del otro trescientas, y cincuenta leguas, con casi ninguna diferencia. Pues la latitud de su grandeza, demarcándola de Oriente a Poniente, hacia éste corre la línea, con alguna corta declinación al Norte, hasta la Ciudad de los Remedios, y Población de Cancan, distante de Santa Fe hasta ciento y cincuenta leguas; y hacia el Oriente, por el Polo contrario, corre su línea a San Juan de los Llanos, Gobierno, que da el Presidente de Santa Fe, sumamente corto, pues incluyéndose unos Pueblecillos de pocos Indios, fuera de éstos no contará en todo su distrito trescientos vecinos, que viven separados en sus posesiones de campo; las cuales, en lo regular, se componen de unos cortos hatos de ganado mayor, y algunas yeguas, y mulas, y sementeras de maíz, que rozando los montes, y derribando las arboledas en el Verano, después de quemadas, y hechas cenizas, siembran sus maíces, en que apenas cogen lo necesario para su sustento, y de sus familias. Estos Llanos, que caen al Oriente de Santa Fe, distan de ella en sus últimos colonos, y habitantes, más de cien leguas. Con que hecho el cómputo de Oriente a Poniente, que llamo latitud, por extenderse menos, que de Norte a Sur, es toda su distancia de cabo de doscientas y cincuenta leguas, y esto sin incluir las tierras adjuntas, que pudiendo ser de conquista, y descubrimiento, no se conocen sus 406.
• Libro III [XVII]
términos, ni sus distancias, especialmente hacia esta parte Oriental; porque corriendo, y dividiendo su llanura de Norte a Sur una dilatada cordillera de empinados montes, por sus faldas, con crecidas corrientes, hace su curso el Río de Ariari, que naciendo del dilatado páramo de Guanacas, de la parte del Sur, y bebiendo de una parte cuantas aguas nacen de dicha cordillera hacia la parte Oriental, y cuantas de la Occidental corren a su madre, hasta entrar en el Ayrico, y Río del Orinoco, corre por más de cuatrocientas leguas, aumentándose, y creciendo hasta el dicho Orinoco, con más caudal, que ocho, o diez veces Guadalquivir, en Sevilla. Este Río, desde su nacimiento, hasta su muerte en el Orinoco (que algunos le llaman Río de Paria, otros Guyare; pero en aquel Reino comúnmente se llama Ariari) por la parte Oriental de todo su curso, por correr de Sur hacia el Norte, corre por tierras generalmente incógnitas, y no descubiertas, pues solamente en la cercanía de San Juan de los Llanos han pasado algunos su cauce en descubrimiento de minas de oro (que hay tradición de haberlas riquísimas, y estar de aquella parte los Indios llamados Omaguas, y Otomaguas) pero siendo inaccesibles los riscos, y empinadísimos los montes, después de haber perecido algunos por falta de mantenimientos, y otros salido con grandes trabajos, y después de haber trepado sus peñascos por quince, y veinte días, ninguno ha descubierto más que montañas, riscos, y encumbrados montes. Por la banda contraria, que respecto de la otra es Occidental, va dejando este Río todo el Valle de Timaná, Provincia de los Paeces, Llanos de Neiva, Ibagué, Mariquita, Honda, y finalmente todo el Reino de Granada; y desde San Juan de los Llanos toda la dilatada llanura de San Martín, Santiago, Pauto, y Casanare; y corriendo en continuación, se comunica y extiende hasta la Ciudad de Barinas, Llanos de Coro, Provincia de Venezuela, y Obispado de Caracas. Este Río va continuamente despeñado entre riscos, hasta algunas leguas abajo de San Juan, donde inclinándose a la llanura, se esconde entre la espesa montaña de agigantada arboleda, que llaman los naturales Ayrico, que en nuestro idioma, suena lo mismo, que Monte. Todo él tiene finísimo oro debajo de la pedrería, y peñascos, así de su centro, como de sus orillas; y todas las vertientes de la dicha parte Oriental a su madre, que son muy repetidas, y muchas de quebrados Riachuelos, y amagamientos, todos tienen, y pintan
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en oro; bien es, que en los que se han cateado, y visto, con dificultosísima, o imposible labor, por venir despeñados entre riscos. En estos llanos de San Juan, y vertientes Occidentales de este Río, como se comunica en continuación su llanura con los llanos de Pauto, y Casanare, y con el Orinoco, para ver si podían darse mano una Misión con otra, envió la Provincia del Nuevo Reino de la Compañía Misioneros, que trabajando casi diez años tres Padres, y dos Hermanos, recogieron un Pueblo mezclado de la Nación Achagua, y Cacatía con algunos Sálibas, en donde hasta morir en la demanda estuvo el Padre Alonso de Neyra, Castellano Viejo, y fervorosísimo Misionero, que quitados algunos cuatro, o cinco años, que le ocupó la obediencia en el Colegio de Santa Fe en el ministerio de los Indios, que allí asisten en la Ciudad, todo el demás tiempo ocupó, por más de cuarenta años, ya en estas Misiones de Gentiles, ya en el Orinoco, a donde fue con los primeros Padres, como primer colono de aquellas Misiones, de adonde sacó, con otro Padre, más de doscientas almas al Pueblo de San Salvador de Casanare, adonde, por la eminencia que tuvo en la lengua Achagua, y Sáliba, de que hizo Artes, y Vocabularios, instituyó, y formó un Pueblo, en que a expensas de sus trabajos, incansable aplicación, y singularísima introducción, y llaneza con los Indios, tuvo modo de instituir (para oficionarios al trato, y comunicación con los Españoles) Carpinteros, Herreros, Sastres, Zapateros, Pintores y Escultores. Sacó este Padre con su fervor a sus hombros, por muchas leguas, algunos niños, que faltándoles los padres, quedaban a inclemencia, y los crió a sus expensas, y enseñanza, como piadosísima madre. Instituyó Cantores de punto, y Órgano; llevó todo género de instrumentos, harpas, rabeles, chirimías, bajones, trompetas, y clarines, que consiguió tocasen con eminencia dichos Indios. Tradujo en versos castellanos, en que tenía muchísima facilidad, y elegancia, algunos libros, y entre ellos el Contemptus Mundi, y los tres tomos de los Ejercicios Espirituales del Padre Alonso Rodríguez.8 Enseñó a sus Indios a componer todo género de versos en lengua Achagua, conforme al metro español, y todas las fiestas cantaban romances en verso de esta lengua. 8 John Patrick DONNELLY. “Rodríguez, Alonso (II)”. En Charles O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, IV (2001), 3394-3395.
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• Libro III [XVII]
Compuso muchas Comedias de vidas de Santos, y Autos Sacramentales; que hacía representar a los Indios, con que los tenía embelesados, aficionados, y cautivos, para atraerlos a la enseñanza cristiana; cuya doctrina tradujo en lengua Achagua, y Sáliba; y siendo costumbre en nuestras Misiones el enseñarles la doctrina, por la mañana en lengua española, para que cuando la sepan, sepan también la doctrina en ella; y por las tardes en su lengua nativa; en una, y otra se la enseñó con singular desvelo, y también varios tratadillos Espirituales, que tradujo en la misma lengua, y escuela, que tenía, adonde aprendían a leer, escribir, y solfa los más capaces, niños, y mancebos; con que llegó a conseguir de éstos tanta facilidad en hablar cosas espirituales, que estas tardes, después de haberles enseñado la doctrina, hacía juntar en diversos corrillos los Indios, y Indias, y a cada uno de estos corrillos presidía uno de aquellos mancebos, ya capaces, e inteligentes, y con el tiempo ya adultos, y sabios Maestros, y éstos explicaban a su cónclave los misterios, y les hablaban acerca de ellos con eminencia, Y acabada esta función, sentado en una silla en medio de la crugia [¿?] de la Iglesia, comenzaba a hablar de Dios en la materia, que le parecía más a propósito, y luego llamaba uno de éstos, o una India de las que la estaban más enseñadas, y puesta de rodillas delante de dicho Padre, sobre la misma materia proseguía el Indio, o India, y algunos con tanto fervor, y con tanta elocuencia, y fecundidad, que en tres cuartos, y a veces en una hora, no les faltaba materia de que hablar en aquel punto. Habiendo este fervoroso Misionero trabajado así, y puesto en política este Pueblo, y otro de Sálibas en el Orinoco, a la boca del Río Meta, llamado por la, obediencia, para que descansase en el Colegio de Santa Fe, donde ejercitó, como tan espiritual, y fervoroso, el oficio de Prefecto de espíritu de los Estudiantes nuestros, y de Confesor de ellos, tomándoles cuenta de las conciencias, dándoles los puntos de la meditación, y los ejercicios espirituales, así a los de la Compañía, como a los externos Seculares, y haciendo continuamente Pláticas Espirituales, y Sermones fervorosísimos de Moral, fuera, y dentro, de que tenía grandísima facilidad; se ofreció, el que queriendo los Superiores ver si podía unirse la Misión, desde San Juan de los Llanos, hasta Pauto, y Casanare, con el Orinoco, por el Río Ariari, a cuyas márgenes se tenía noticia había muchos Indios, se sacaron despachos del Vice-Patrón el Presidente de Santa Fe, y del Arzobispo, para tomar posesión en aquel 409.
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paraje, y doctrinar un Pueblecillo pequeño de Infieles, que estaba en su cercanía, para de allí, como de escala, proseguir a los demás por la llanura, y por las márgenes de aquel caudaloso Río. Impaciente vivía el fervoroso espíritu de este Padre, mientras no ejercitaba el fin de convertir almas, siendo Misionero entre Infieles, el cual le había sacado de esta Europa, de esta España, y de la Provincia de Castilla; y así instó con rendida sumisión al Provincial le concediese la gloria de ir a ser primer Fundador de aquella nueva Misión como lo había sido de la del Orinoco, y Llanos de Casanare. Poco hubo menester el Provincial para condescender con su fervor, certificado de su aplicación, pericia, y vigoroso espíritu. Condescendió con su petición, y bañado de consolación, salió con otro Padre para aquella Misión y un Hermano, a encontrarse con otro Padre, que de la Misión de los Llanos de Casanare, se le había ordenado pasarse a ésta, haciendo por la llanura, a distancia de las Poblaciones, intermedias de San Martín, y Santiago, descubrimiento de camino, que cogiendo derechura, no obligase a rodear por dichas Ciudades. Habiendo, pues, salido de Santa Fe dicho Padre, y los dos compañeros, llegaron a San Juan, donde fueron recibidos de aquellos esparcidos Ciudadanos, y Colonos de aquellos Llanos con singularísimo gusto y regocijo; dentro de muy pocos días se dirigieron al ya dicho Pueblo, que pusieron nombre de San Francisco Javier, donde encontraron como cien almas de las ya nombradas Naciones. Hizo alto aquí este Misionero, y con su acostumbrado fervor, ya por correrías propias, ya por medio de los mismos Indios, fue atrayendo, ya recogiendo de todas partes Gentiles, de que formó en menos de dos años un Pueblo de más de trescientas almas. El otro Padre bajó por las márgenes del Río Ariari a demarcar la tierra, y reconocer los habitadores de ella. Corrió muchas leguas, llevado por la corriente de las aguas más de quince días, sin encontrar Poblaciones, y sin ver más que anegadizos, y montañas. Con que habiendo navegado más de ciento, y treinta leguas, y acabádosele los mantenimientos, incierto de lo que restaba de navegación hasta el Orinoco, y de lo que de la boca de aquel Río Ariari a las reducciones pudiese haber, retrocedió con consulta de los mismos Indios, que poco prácticos en aquellas Montañas temían llegar a términos de padecer la muerte por hambre. Y así con trabajosísima navegación, ya por corrientes, ya por 410.
• Libro III [XVII]
anegadizos y ya por caños, buscando siempre con notable fatiga el manjar en los montes, y en las aguas, caminaron más de veinte días, teniendo a fortuna encontrar algún pececillo al anzuelo, y a la flecha, algunas tortugas a la diligencia, y en los Árboles algunas iguanas, gimias, monos, y otros animales, cuyo pasto, siendo repugnante a la naturaleza, le hacía familiar, y gustoso la hambre, y la necesidad. Llegado este Misionero al Pueblo, casi consumido de trabajos, halló al otro, que de la Misión de los Llanos de Casanare había venido, no con menos peligros, por lo despoblado de las tierras, por lo fecundo de profundos caños, continuos anegadizos, y caudalosos Ríos, que en la medianía de aquellas vastísimas llanuras corren todos, desaguando unos en otros, hasta morir en copiosas cauces en el Orinoco. Visto, pues, que la Mies que ofrecía esta Misión, solo se reducía al Pueblo de San Francisco Javier, y que la demás era incierta, y la comunicación al Orinoco se constituía en términos de dilatada, trabajosa, y de mucho peligro, como también el tráfico para la de los Llanos de Casanare por despoblados, sin esperanza de recoger más Gentiles, que los ya poblados; se dio noticia al Provincial de Provincia de todo lo demarcado, quien con la certidumbre de no esperarse conveniencia alguna a nuestras Misiones de Orinoco, y Casanare, ni progreso en buscar por aquella parte nueva Gentilidad; ordenó, que el Misionero de Casanare, volviese a su Misión, y el que había ido de Santa Fe, se condujese a él. Y porque el Padre Alonso de Neyra, teniendo ya pobladas aquellas Almas, le era de excesivo dolor dejarlas otra vez en el gentilismo, y señorío del demonio, pidió instantemente le dejasen, como perseverante Ministro acabar sus días (que no podían ser muchos, pues ya llegaba casi a los setenta) con aquellos necesitados Gentiles; y condescendiendo con su caritativa petición, prosiguió cosa de cinco años con inmensos trabajos, reducido (por la debilidad del estómago, atenuado, y consumido con tantas peregrinaciones, destemples, fatigas, aguas y soles) a no poder sustentarse con otro mantenimiento, que con unos granos de maíz, triturados, y quebrados, y después cocidos en agua, que emulan un arroz claro, y de poca sustancia, sirviéndole una taza de éste por almuerzo, otra por pasto al medio día, y otra a la noche, hasta que queriendo Nuestro Señor premiar sus gloriosos trabajos con una fiebre, nacida más de debilidad, y flaqueza, que de otro accidente, en breves días de achaques entregó su Alma a su Criador, que 411.
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para tan perseverantes trabajos, le condujo a aquellas partes. Con esto quedó aquella corta Misión deshecha; cuya perseverancia en mantenerla siempre, era impracticable a la Provincia, por ser solo un Pueblo, separado, y cortado de toda la Misión, y de tan corto número. He puesto esta digresión, porque describiendo los climas, y terrenos de las Misiones, tienen derecho los Obreros, que cultivaron sus destemples con tan singular, y fervoroso espíritu con este Venerable Varón, que si se explica su campo, se diga quién le cultivó, su pericia, su fervor, y su aplicación. Para llegar de Santa Fe a San Juan de los Llanos, se pasa una cordillera alta, y llena de páramos por toda su altura; la cual, corriendo con proporción desde el páramo de Guanacas, se va dilatando, y extendiendo, y como haciendo división de todo el Reino de Granada de Sur a Norte, extendiéndose a veces en anchura por muchas leguas, formando anchísimos Valles, todos despoblados, como el que llaman Cunday, y solo de Leones, Osos, Ciervos, y otros animales, fecundos. Esta cordillera de páramos va dividiendo desde Guanacas, poco distante de Popayán, y dejando a la parte del Occidente a Santa Fe, Tunja, Neiva, todos sus Llanos, los de Mariquita, Honda, Provincias de Muso, Vélez, Somondoco, y Tenza, con todas sus Poblaciones, Ciudades, y Pueblos de Indios, que son muchos, aunque ya de corto número de habitadores, y de sus alturas (fecundísima en aguas) destila multiplicados arroyos, que juntos algunos en lo más bajo, componen caudalosos Ríos, que todos van a descargar al de la Magdalena, llamado por su nobleza entre todos, el Río Grande. De estos son el de Cabrera, Fusagasugá, Bogotá, Sogamoso, Río del Oro, Opón, Cañaverales, Río Negro, y otros de menor nombre, por no llegar al caudal de éstos. Por la parte contraria hacia el Oriente, bajando esta cordillera, y corriendo en páramos, tomando diversos nombres, según los parajes por donde pasa; porque cerca de Popayán, se llama Guanacas, de un pequeño Pueblo de Indios, que está en sus faldas, cerca de Neiva, se llama sin aditamento el Páramo. Por la parte que mira a la cercanía de los Pueblos de Fusagasugá, y Sumapáz, toma este nombre. En Tunja se llama Gachaneca. En Sogamoso, Toquilla, de un Pueblecillo allí cercano. Más adelante Ogonta, de una singular laguna, que tiene en su medianía, que hay tradición fue hecha a mano. Desde aquí quiebra, y se encamina, haciendo como un arco hacia la parte Occidental, y se llama el páramo 412.
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de Serbitá, más adelante de Chita, después de Pisba, tomando la apelación de los Pueblos cercanos a su altura. Haciendo una leve declinación desde la frontera de San Juan de los Llanos, va juntamente haciendo campo a la llanura Oriental, y extendiéndose a San Martín, luego a Santiago, después a Tocaría, Pauto, Casanare, y Patute, todos Pueblos ya en lo bajo de la otra banda de Santa Fe; de suerte, que Santiago viene a corresponder, con poca diferencia, a Tunja, como a sus espaldas: Grabo a Chita, Tocaría a Pisba. Bajada esta cordillera desde San Juan, hasta Casanare, se extiende la llanura por más de ciento y cincuenta leguas, y desde este Pueblo a Barinas, por otras tantas, y después corre hasta los Llanos de Coro, Barquisimeto, y Caracas. De estos páramos por la parte contraria de Santa Fe, a las vertientes de los Llanos, nacen también muy caudalosos Ríos, como son Meta, Tocaría, Pauto, Ariporo, Aricaporo, Casanare, Tame, Gravo, y Ele; y volviendo a declinar a Serranía, y páramos, como del Occidente al Norte, toma el nombre del Pueblo de Guacamayas, y más adelante viene a estar a las espaldas de la Ciudad de Pamplona, y Villa de San Cristóbal, por donde se precipita a la Montaña de Tame, y Macaguane, Pueblos de la Misión, ya en la llanura, aunque montuosa de crecidas Arboledas, con tanta ferocidad, que desde lo alto de la Sierra, bajando a lo llano, tiene más de trescientas leguas de circunferencia. Este Río es ya muy caudaloso, y corta casi por medio la Montaña, llamándose desde que cae a lo llano Cuiloto, a cuyas orillas vive la Nación Betoya, de la cual parte está ya en el Pueblo de Macaguane, reducida a Población, y a Doctrina. Todos los Ríos de Tocaría, Pauto, Ariporo, Aricaporo, Casanare, Tame, Gravo, Ele, y otra multitud de arroyuelos, y quebradas (que algunas revientan en lo llano) nacen de la Sierra dicha, y corren de Poniente a Oriente por toda la llanura a desaguar en el caudaloso Meta, que teniendo más alto el nacimiento que todos bebe más aguas que ninguno, y de todos compone su caudalosa madre, situado, como en el centro de los Llanos entre las Serranías del Ariari, y ésta ya dicha de tan distintos páramos. Y aunque desde su origen, hasta su muerte en el Orinoco, no se dilata por tantas leguas, como el Ariari; pero siendo más fértil esta Serranía (por su dilatación, y por su anchura) de arroyos, muchos, y muy repetidos; y en lo llano de ciénagas, y anegadizos, van 413.
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componiendo unos con otros los ya nombrados Ríos de bastante caudal, que juntos en el Meta, le van enriqueciendo, de suerte, que excede en grandeza al Ariari. Nace este Río en las cabeceras del páramo, que corresponde a Toquilla, de una laguna, llamada Tota, de cuatro leguas de longitud; y ya una, ya dos de latitud, que tiene leguas de longitud; y ya una, ya dos de latitud, que tiene tres Islas en su plano, y entrándole distintos arroyos, aunque de poco caudal, son tan repetidos por una, y otra banda, y por su cabecera, que por el último término de su desagüe sale este Río con crecida corriente, y bastantes aguas. A la orilla de esta laguna está un Pueblo del mismo nombre, que doctrina la Religión de San Francisco. Otros le dan las cabeceras más altas en el páramo del Boquerón del Valle de Cáqueza, más de cien leguas más alto, y ésta es la más segura aplicación, porque después se junta con este Río en lo llano; siendo de más caudal, por beber más aguas en lo dilatado de sus cabeceras, este debe ser el principal, y no el otro. Llámase en aquel Valle el Río de Cáqueza, y a treinta leguas el Río de la Cabuya; y después, perdiendo este nombre, se llama Meta en los Llanos, ya cuando ha recogido todos los Ríos, y aguas de esta Serranía, y páramos. En éste entra el Río de Casanare, por donde en derechura (por ser Río, que corriendo en lo llano por fondo, y orillas de arena, camina con singular sosiego) se hace la navegación para el Orinoco, y por éste a la Trinidad de Barlovento, y Guayana. Hácese esta navegación en Piraguas a Canalete, y Vela, cuando los vientos corren prósperos de Río arriba, y contra las corrientes, que cuando se baja por ellos, la misma corriente a poca ayuda de los Canaletes, los lleva con velocidad. En el mismo Pueblo de Casanare está el Puerto para los embarques. Bájase por este Río, y a los ocho días, con poca diferencia, se entra en el de Meta, y luego a los cuatro, o cinco en el Orinoco. Luego a la entrada, a las juntas de estos Ríos, está un Pueblo de Sálibas, y Cacatíos; y subiendo el Orinoco, como un día, otro, y algunas asistencias, y tugurios habitados de Indios, que viven a sus orillas. A poca distancia de estas poblaciones forma este Orinoco, en medio de su cauce, un peñón, o arrecife, de que hace, dividiéndose el Río en dos partes iguales, una Isla de así mil pasos de longitud, y quinientos de latitud, donde está un Pueblo de más de quinientas almas, que llaman de Adoles. Esta Isla, y estos sus habitadores, son dueños de la más abundante pesquería de todo este Río; porque siendo por su mucha 414.
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profundidad, y ciénagas, en que se derrama para la cría, abundantísimo de variedad de peces, y por entrar por tantas bocas al Mar, y en todas ellas hacer resaca, en que se cría, y sube al tiempo de decrecer las aguas en copiosísima abundancia por sus corrientes; siendo así, que todas las demás Naciones habitadoras de sus márgenes, solo en este tiempo de la baja del Río, y Verano, gozan de su abundancia (por recogerse de sus ciénagas, y anegadizos todo el pege esparcido a sola la madre del Río, padeciendo grande penuria todo el tiempo del Invierno, y crecimiento de las aguas; lo uno, por estar turbias a la flecha, y arpón; y lo otro, porque difundiéndose por los montes, y campo todo el pege, se divierte, y esparce por ellos). Estos Adoles en todo tiempo le cogen con abundancia, y como en almacén general le tienen en venta asado, y ahumado; y de todas partes vienen a proveerse a esta Isla, a donde por trueque les traen la yuca, el cazabe, que de ella se fabrica, el maíz, los plátanos, y todas las demás legumbres, de que ellos carecen, por ser arrecife, y peñasco, en que no se puede sembrar, ni coger fruto alguno. El modo de coger el pege, es, que como el Río viene con tanta corriente, y da en estas peñas, que en parte son arenosas, fabrica con la continuación del tiempo cavadas, unos cóncavos, y caños, por donde se conduce gran cantidad de agua, con tanta apretura, y fuerza, como el herido de un Molino; de éstos en toda la cabecera de la Isla, que coge casi quinientos pasos, hay muchísimos, y muy profundos, que por debajo de las peñas se comunican en trechos unos con otros: fabrican de varas, cañas, y ramas delgadas, y largas, como mimbres, unos canastos, y como cestones de dos, y tres varas de altura, y de una vara más, y menos de boca, en proporción, igual hasta el asiento, bien fortificados, y todos tejidos con foramines, y agujeros de dos, y tres dedos de anchura, y longitud, a corto trecho, para que por ellos sin dificultad salga el agua, que les entra por la boca; van a estos caños, y echándole algún peso a estos canastos, los encajan en los huecos de los peñascos, puestos en rectitud; de suerte, que el herido, y caño del agua entre con toda su fuerza por la boca. Los peges, que ya subiendo, ya bajando, como en su proprio elemento, continuamente trajinan las corrientes, buscando los grandes a los pequeños para su pasto, se encaminan por la corriente, y precipitados por aquellos caños, entran por la boca de los canastos, y caen de cabeza los que son grandes, que llaman Bagres, Blancos, Pintados, Cajarros, y Cayaminarros, todas especies de peges crecidísimos, 415.
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pues algunos de éstos que pesan veinte, y veinte y cuatro arrobas, y como caen en aquella forma, quedan imposibilitados de retroceder: Facilis descensus averni. Y lo mismo sucede a los otros pequeños, que no caben, para salir, por los foramines de los canastos; porque cayendo precipitada el agua, no pueden romper su fuerza cordeles afianzados en tierra estos canastos, que solo para registrarlos, y reconocer, si tienen peges, los sacan a tierra, y cogida la pesca, los vuelven al lugar, donde de día, y de noche están, como nazas preparados a la pesca. Es éste su continuo ejercicio, y así como son tantos los que en esto se ocupan, y tantos los canastos, en todo tiempo cogen grandísima cantidad de pege, y con la leña que les traen los mismos, que vienen a comprarlo, o conmutarlo, lo asan, y después de bien ahumado, y asado, lo secan al sol, para que pierda toda la humedad, y así se conserve. En este Pueblo, cuando sube la Armadilla de los Caribes cada año, se hace la provisión de pege para la vuelta. Aquí les tienen comprados a dichos Caribes cantidad de muchachos, y muchachas, a trueque del pescado, y de hachas, machetes, cuchillos, y abalorios, que dichos Caribes traen de las Islas del Orinoco, a la entrada del Mar, por el comercio con Ingleses, Holandeses, y otras Naciones, a quienes venden algunos de estos Macos (que así los llaman) por esclavos, y ellos se sirven de los mismos para su labranza, sementeras, y sembrados, de las semillas que se cogen en aquellos parajes, como maíz, arroz, faciolos, o frijoles, caraotas, yucas, plátanos de todos géneros, y demás legumbres comestibles. De esta Isla, cogiendo el Río arriba, hasta el Ayrico (que es el monte donde desagua el Ariari en el Orinoco) hay cosa de quince días de camino, subiendo por el mismo Orinoco; y en este intermedio se encuentran Ríos de menos nombre, aunque de algún caudal, pues solo en la fuerza del Verano permiten Vado, y en el Invierno necesitan de Embarcaciones para poderse vadear. A las orillas de estos Ríos, y de algunas quebradas, están poblados Sálibas, Cacatíos, Achaguas, y Maijuris, no en Poblaciones grandes, sino como en particulares domicilios, en que suelen estar juntas dos, y tres familias; y luego a una milla, o a media, otras tantas, esparcidas de esta suerte en sus habitaciones hasta el Ayrico, en que de la misma suerte por todo
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aquel dilatado monte viven a las orillas del Ariari, y a las de otros arroyuelos, que entran en él. Pasado el Río Ariari, y siguiendo la madre del Orinoco (según relación uniforme de muchos Indios, que han venido de más alto, y de otros, que han ido de Casanare, y subido a comunicar con otras Naciones de arriba) comienza la Serranía, que dije venía por la margen Oriental del Ariari, desde San Juan de los Llanos: ésta es montuosa por muchas leguas, y va subiéndose por riscos a trechos, y después de cuatro a cinco días de continua subida, inclinando hacia la parte del Sur, dicen se descubren unos campos dilatadísimos, y llanos, de temple fresco, y maravilloso, en donde comienzan a verse ya algunos tugurios pajizos de Indios, que a trechos esparcidos labran aquellos campos, y los adjuntos montes; y penetrando la tierra más adentro, hay tradición entre estos indígenas, se halla una Población tan vasta, y grande en sus casas, y habitadores, que el modo de explicar su grandeza, es diciendo que el Sol nace dentro del Pueblo, y se pone dentro del mismo Pueblo; que estos son tan abundantes de oro, y plata, que por falta de hierro, y acero, usan los instrumentos para labrar la tierra, y cortar las maderas, fabricados de plata, y oro. Siguiendo el curso del Río, pasada esta Sierra, está una Isla formada en medio de él, que le divide por medio, y corre, según el informe que hacen los naturales, por más de tres leguas de longitud, y dos de latitud. Esta Isla, aunque por la parte que le enviste el Río, es de peñascos, y arrecifes, en lo demás de su distancia, se compone de tierras fértiles, en que tienen sus labores de las semillas, y raíces arriba dichas, y algunas Poblaciones, todas de la Nación llamada Caberre, de que he conocido en las Misiones de Casanare hasta cinco Indios, traídos allí, y vendidos por Macos de la Nación Sáliba, Achagua, y Adoles, que viven más bajas, y siempre andan a caza de los Indios de las otras, para hacer granjería de su venta. Esta Nación Caberre dicen que tiene guerras, y oposición con todas las demás, que viven de una, y otra banda del Orinoco; y así, como en sagrado, se está siempre recogida en su Isla, a donde no les falta el pege como a los Adoles, y son por otra parte grandes trabajadores de la tierra. Los que se han conocido en las Misiones de los Llanos, han sido de buenas naturalezas, índole dócil, un poco más requemado el calor, que los demás, y debe de ser la causa el no haber arboleda allá en su Isla, y asentar en ella más los rayos del Sol. En esta Isla dicen hay una como Cueva, fabricada de piedra, 417.
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en forma de Templo, con la puerta perpetuamente abierta, y en sus umbrales un Mastín de la misma piedra, adonde jamás ha entrado Indio alguno, por el temor, que dicen tienen de este Mastín; pero que desde a fuera se reconoce haber en la testera de dicho Templo algunos como bultos de Estatuas, y que a tiempos se miran arder luces en lo interior; y por el tiempo, y fin del Verano (que es por fines de Marzo) se oye cantar, y salir como en procesión, pero sin mirar bulto alguno. Ésta es toda relación de Indios, a que no puede darse entero crédito, pero siquiera para formar algún concepto, se pone aquí, siempre como sujeto a la falencia de semejantes individuos. De esta Isla para arriba, siendo, como es, en ella caudalosísimo el Río, se concibe correr hasta su origen por dilatadas leguas, y por ser ya más benignas, por la altura, sus tierras, que son más llanas, y más pobladas de habitadores en lo general, así en las orillas, y márgenes de este Río, como en las de los otros, que por uno, y otro lado, como vertientes a él, van entrando, y enriqueciendo su madre. Hay también tradición confusa de que este Pueblo grande, que se ve, es el que llaman el Dorado, y que sus habitadores son descendientes de aquella multitud de naturales, que acompañan al Emperador Inca, y cuando en el Perú le quitaron la vida, se ausentaron, llevando consigo los tesoros, sin saberse hasta ahora donde pararon, o a donde fueron a poblar. Por esta tradición dicen también, que en el título, que se daba a los Gobernadores de la Isla de la Trinidad, de Barlovento, Guayana, y Orinoco, y en la provisión de dicho Gobierno se ponía también: Gobernador del Dorado. Tradiciones, y voces son, que aunque hacen dudosa su fe, no son despreciables para la conquista, y más cuando se sabe, que la alta cordillera del Ariari, que corre desde Guanacas, hasta el Orinoco, está por toda aquella parte Oriental sin descubrirse, y según el caudal de aguas que trae, y recoge por aquella parte, es mucha la distancia, y magnitud de terrenos por donde corren. Como también el Orinoco, que desde estas partes conocidas para su origen, es incógnito, y siendo tan poderoso el caudal, es preciso tenga dilatadísimas tierras al un lado, y al otro de sus vertientes, y por muchas leguas distante el nacimiento; porque hasta donde se conoce, hace exceso al Ariari en más de cincuenta tantos, siendo averiguado, que entre los Ríos de aquella América, es el tercero en magnitud, y en su entrada al Mar, que es a donde se explaya: algunos no le conocen diferencia al de la Plata, y al Marañón. 418.
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De la boca de Meta, y de la Isla de los Adoles, cogiendo las corrientes a bajo, en seis, u ocho días se va a la Trinidad de Barlovento, y al Presidio de la Guayana. En este intermedio viven los Otomacos, gente belicosa, y los Fieles Aruacas, que tienen siempre guerra con los Caribes, que habitan las Islas, que hace a la entrada del Mar este Río: todos estos son Gentiles. En la Guayana hay tres Poblaciones de Indios, que tienen el nombre del Lugar, y se llaman Guayanos; estos tienen distinto Idioma, y los doctrinó la Compañía algún tiempo; después han tenido otros su dirección, y hoy parece están debajo de la del Cura, y Párroco de la Guayana. Volviendo ahora a coger las vertientes de aquella cordillera, de donde nacen todos los Ríos, que pasan por los Llanos de la Misión; pasada esta cordillera por la parte correspondiente a Sogamoso, que se llama el Páramo de Roquilla (viniendo de Santa Fe a los Llanos) hacia mano derecha, que es la Oriental, está la Ciudad de Santiago, Pueblo de la Sal, Bijua, y otros Pueblecillos de menos vecinos: síguese después San Martín, que es Gobierno a parte por ese mismo lado: pero tan corto, como el de San Juan, pues en todo él no habrá cuatrocientos vecinos, esparcidos en sus hatos de ganado mayor, y yeguas. Las Ciudades, que son las Cabezas de estos Gobiernos, cuando más tendrán treinta a cuarenta casas pajizas, y una Iglesia de lo mismo. La Ciudad de Santiago, que es hoy Cabeza del Gobierno, que incluye los Llanos de Pauto, Cravo, y Casanare, tendrá hasta cincuenta de la misma materia. Esta es tierra enfermísima, y muy expuesta a todo género de fiebres intermitentes, cuotidianas tercianas, y cuartanas. Por la derechura de este páramo se encuentra a su primer descenso el Pueblo, que llaman de Labranza Grande, tendrá cosa de cincuenta vecinos Indios, y en los contornos de esta Población algunos Españoles, y gente mezclada, en sus hatillos de ganado. A cosa de cuarenta leguas, que se caminan por despoblado, está otro pequeño Pueblo, llamado Cravo, que incluirá cuarenta vecinos; y a distancia de cuatro leguas la Ciudad, que llaman del mismo nombre, de veinte casas pajizas, y sus vecinos en los contornos. Después con la inclinación al Occidente la Ciudad de Tocaría, a diez leguas de la otra, y a las orillas del Río de este nombre, de la misma magnitud, que las pasadas, y con una agregación de cosa de veinte Indios vecinos, y algunos habitadores en sus hatos de ganado mayor. 419.
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Por la parte que la Serranía corre de Toquilla a cosa de cuarenta leguas toma el páramo el nombre de Páramo de Pisba. En éste, antes de pasarse por esta parte, se encuentran unos Valles amenos, que llaman Busbanza, Socha, y Socotá. Estos últimos Pueblos, el primero de treinta Indios, que doctrina la Clerecía, y el otro de cosa de ciento y veinte, que administra la Religión de San Francisco. A tres leguas de este Pueblo comienza el páramo con toda la fuerza del rigor del frío, que tiene más de diez leguas de travesía; y luego transmontado, a cosa de cuatro, de temple más benigno, se encuentra el Pueblo de Pisba, luego el de Paya a otras cuatro leguas; después el de Morcote, bajando la Serranía para los Llanos de Pauto. Este Pueblo de Morcote es de los más populosos del Reino, y pertenece a la Clerecía, con otros dos Pueblecillos agregados, que uno se llama Yunao, y otro Niscote, que entre todos habrá ciento y ochenta vecinos Indios, y en sus contornos algunos agregados Españoles. Sin bajar de esta Serranía, caminando por este lado, entre Oriente, y Norte, en la medianía de ella están los Pueblos de Támara, y Guaseco, a la dirección de la Religión de San Agustín, que entre ambos tendrán ciento y veinte vecinos. Bajando de Morcote a lo llano, se encuentra el Río de Pauto a cosa de ocho leguas, y cogiendo la llanura, a otras diez, el Río de Ariporo; y en toda la medianía de este camino, por una, y otra banda, muchas habitaciones de hatos de ganado mayor, de los vecinos de la Ciudad de Tocaría; y pasado el Río de Ariporo, a distancia de una legua, está el de Tate, de menor cauce, y a sus orillas el Pueblos de Pauto, que es el primero que doctrina la Compañía, Pueblo antiguo de Cristianos, que antes que la Compañía entrase, pertenecía al Clero, y le permutó por el Pueblo de Tópaga, situado en la jurisdicción de Tunja, cerca de Sogamoso, tendrá hasta setenta vecinos Indios, Tomó este Pueblo la Compañía, para que sirviese de escala a los demás de la Misión; porque de este, cogiendo por lo llano en derechura entre Oriente, y Norte, a doce leguas está el pueblo de San Salvador de Casanare: de la misma banda, sin pasar el Río, y a distancia de media legua el Río abajo, la Ciudad de Santa Rosa, de doce a catorce tugurios. En la medianía de estos dos Pueblos, se fundó después la Ciudad de Chire, cuatro leguas de Pauto, donde se erigió Curato de la Feligresía de Blancos, que pertenecía al Pueblo de Pauto, y se señaló Cura a parte por Don Fray Ignacio de Urbina, 420.
• Libro III [XVII]
Arzobispo de Santa Fe, segregando esta Feligresía del Pueblo, que se compondrá de hasta sesenta vecinos, esparcidos en sus hatillos de ganado mayor. Inclinando al Occidente en la medianía de este camino, se encuentra con el Río de Casanare. Pasado éste, con otro menor, llamado Tacoragua; a cuya orilla, algo distante de ella, y como ocho leguas del Río Casanare, está el Pueblo de Tunebos, llamado del nombre del mismo Río. Estos se pasaron del Pueblo de Patute, a donde antes estaban, por ser mejor el temple, y más benignas las aguas. Cae ya este Pueblo a las faldas de la Serranía nombrada, y viene a caer a las espaldas de Chisgas, y Guacamayas, Pueblos, que están a la otra parte de dicha Sierra. Volviendo, pues, de dicho Pueblo Tacoragua hacia lo llano, con inclinación al Norte, sin apartarse mucho de la falda de la Serranía, se encuentra la Ciudad de Tunapuna, Gobierno, que se separó del de Santiago, e incluirá cuarenta vecinos Blancos. Este Pueblo de Tunebos, y los de Tame, y Macaguane, teniendo por jurisdicción toda la dilatada Montaña de Tame, y todo lo llano, que hace desde el Río de Casanare para la Sierra, y Montaña, sin población alguna. De esta ciudad de Tunapuna, siguiendo la falda de la Sierra hacia el Norte, a seis leguas, se encuentra el Río de Tame, y de este a dos, el Pueblo del mismo nombre, a la orilla de la Montaña de su apelación; a cuatro leguas, entrada ya la Montaña, está el Pueblo de Macaguane, que se compone de Giraras, Ayricos, y Betoyes, Naciones de diversos Idiomas; pero que tienen alguna similitud; de suerte, que todos entienden, aunque no hablan las lenguas. Penetrando esta Montaña, a cuatro leguas está el Río de Ele, a donde estuvo fundada una Población de Indios Giraras, que tomaron el nombre del Río, y los sacó a este Pueblo de Macaguane el Padre Pedro de Ortega, Andaluz, después de dos años, que estuvo viviendo entre ellos solo en su Población, donde aprendió su lengua, con más elegancia, aunque los mismos naturales, y compuso Arte, y Vocabulario de ella: estos eran hasta ochenta Almas. Penetrando más la Montaña, a seis días de camino está el Río de Cuiloto, que la divide casi por medio, a cuyas márgenes, sin pasarse, vivía una parcialidad de los mismos Giraras, llamados de los de su Nación, Burros; porque aunque tienen la misma lengua, la pronunciación es forzada, cerrando al pronunciar los labios; de suerte, que saliendo la articulación algo violenta, por la 421.
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apretura de los labios, suenan en las dicciones las letras heridas, que semejan sonido, como si dijeran bru, bru, y así los llamaron Burros. Estos serían hasta cincuenta Almas; y estando yo doctrinando el dicho Pueblo de Macaguane, salieron, y se poblaron, llamados por los Giraras de dicho Pueblo, parientes suyos; y aunque después volvieron algunos de ellos a las ollas de Egipyo, después salieron, y viven ya pacíficos en él. Pasado este Cuiloto, y bajando algunas leguas por su margen, está la población de la Nación Betoya, que constará de ochocientas Almas. De estas han salido algunas familias, atraídas de la Nación Ayrica, que tiene más similitud con su lenguaje, y viven en dicho Pueblo. Siguiendo en derechura al Norte, y atravesando toda la Montaña, en lo llano, por diez, o doce días, ya casi fuera del Monte, están algunas Poblaciones, aunque pequeñas, de Indios, que dicen son de la Nación Girara, y pertenecen a la jurisdicción de Barinas, porque a dos días está esta Ciudad; y orillando esta Montaña, y retrocediendo para Tame, hay algunos pocos Indios, que salen a las Sabanas, que no tienen Monte, y viven en la superficie de esta Montana, discurriendo por este Río, y otros pequeños, que salen de ella, donde buscan el pege para su sustento. Este Río de Cuiloto viene despeñado de la Serranía, que cae a las espaldas de la Ciudad de Pamplona, y Villa de San Cristóbal, toda montuosa; cuya montaña, con poca quiebra, se comunica con la de Chama, Grita, y Gibraltar, adonde asiste la Nación Chinata, que tantos daños ha hecho en dicha Villa, y en las haciendas de Cacaos de la Ciudad de Grita, y Montaña de Chama. Y así estos mismos Chinatos, cuando hacen alguna operación, matando algunas gentes en estas partes, porque no los hallen en ellas para vengar sus desafueros, bajan la Serranía hacia la parte Oriental de los Llanos, por las márgenes del Cuiloto, sin salir de la Montaña, a donde, para su resguardo, y sustento, tienen prevención de platanales, yucales, y maíces. Y así los Indios de Tame, y Macaguane, y los Betoyes, cazando en la Montaña animales para su sustento, los han encontrado; y en tiempo antiguos tuvieron sus encuentros, en que de una, y otra parte murieron algunos, y por eso se recatan, y huyen de las partes donde pueden encontrarse. En toda la llanura, que hace desde San Juan de los Llanos, comprendiendo todos los Ríos de Meta, Ariporo, Aricaporo, Pauto, Tocaría, Casanare, Tame, Gravo, Ele, y Cuiloto, se encuentran, sin Población señalada, 422.
• Libro III [XVII]
varios escuadrones de gentes, que llaman Chiricoas, y Guagibas. Estos en el modo de vivir, y en las costumbres son uniformes, aunque en la lengua tienen alguna distinción: ni unos, ni otros se reducen a Pueblos: no hacen sementeras, ni siembran para su sustento semilla, o raíz alguna: son como Gitanos: andan en número a veces de ciento, doscientos, y trescientos juntos, chicos, y grandes; porque toda su vida se reduce a caminar, buscando el mantenimiento del pege en los Ríos, arroyos, y anegadizos, a la flecha; y animales en los campos, frutas, y raíces; de suerte, que llevan mujeres, hijos, y todo al equipaje, y bienes, que poseen, consigo, buscando los Palmares, de que abundan aquellos Llanos; y donde encuentran abundancia de frutos en ellos, allí forman, si es Invierno, unos pequeños tugurios, de las mismas hojas de las palmas, para resguardarse de las lluvias, y habitan aquel paraje, hasta tanto, que agotados los frutos, y acabadas las médulas, y corazones de las tiernas palmas, que llaman palmiches, o palmitos, y también los animales, y peces de su cercanía, les obliga a mudar de domicilio la carestía, y necesidad. Si encuentran bacas, o toros, los matan a flechazos, y lanzadas; si sementeras de algunos Pueblos de Maíz, Yuca, etc., comen cuanto pueden, y se llevan de provisión (huyendo para no ser cogidos) cuanto cada uno, varones, y mujeres, puede cargar, siendo su única profesión hacerse señores de cuanto encuentran, o vago, o con dueño. De estas gentes ha llegado a poblar, con casas, e Iglesia, la Compañía por cuatro veces más de seiscientas almas, en distintos parajes; pero el tiempo, que más han durado debajo de la doctrina, y campana, ha sido dos años; sucediendo siempre, que hallándose el Misionero por la noche con todos sus Feligreses, a la mañana se encontraba solo, sin una alma de estos Gitanos. Y aunque alguna vez, recogiendo gente Blanca, e Indios de los otros Pueblos, los siguieron, castigaron a los principales, y volvieron a la Población; pero viviendo inquieta su “naturaleza en este género de vida”, volvieron a coger la fuga; de suerte, que de todas estas gentes, que doctrinaron, hoy solo se halla una pequeña parcialidad, que llegará a ochenta almas, que son unos que han tenido sus correrías siempre a la cercanía del Pueblo de Pauto, y hatos circunvecinos, donde para las labores de la tierra convidaban, y asalariaban, ya unos, ya otros; entre los cuales, por la familiar comunicación, hay algunos, que entienden la lengua Castellana, Cacatía, y Achagua. Todos los 423.
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demás (como se dijo) andan vagantes en todas aquellas dilatadas llanuras, ya en unas, ya en otras partes. Ésta es la demarcación de estas Misiones, y aunque pudiera hacerla de toda la Provincia de Santa Fe (en que casi está incluido todo el Nuevo Reino) por estar esparcidos los Colegios en sus principales Ciudades, habiendo de ser más prolija y dilatada la narración, la dejo para otro papel, que se estampará con un Mapa, así de aquellas Misiones, como del Reino, que aquí para el pretenso fin basta la demarcación de las Misiones de la Compañía de Jesús de dicha Provincia. •
424.
[XVIII] 1 [1715]
*
Para la biografía de Matías de Tapia, véase [XVII].
425.
Memoriales del P. Matías de Tapia Sobre las escoltas misionales y la necesidad de niños cantores en las reducciones (1714-1715)*1*
Consejo Pleno 3 de Agosto de 1714 Al Señor fiscal [rúbrica] El fiscal ha visto este Memorial, poder, instrucción y licencias que presentan los PP. Matías de Tapia y Pompeyo Carcasio12de la Compañía de Jesús, para que se les tenga por Procuradores en ésta, y la corte de Roma por la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Y dice venir en forma el poder, y que de la Instrucción los más de los encargos son de dependencias que * AGI. Santafé, 403. 1 Pompeo Carcasio. Nació en Capua (Italia) el 31 de mayo de 1665. Ingresó en la Compañía de Jesús el 5 de junio de 1683. Pasó al Nuevo Reino en la expedición de 1695, siendo ya sacerdote. Enseñó en Bogotá Humanidades. Fue destinado después a las misiones casanareñas. Ejerció el Superiorato de 1706 a 1709. En 1711 residía en el Colegio de Las Nieves en Santafé. En la Congregación Provincial de 1711 fue elegido Procurador a Madrid y Roma, juntamente con el P. Matías de Tapia. Concluida la Congregación General en Roma, no regresó a tierras americanas sino que retornó a su provincia de Nápoles. En 1716 laboraba en el colegio de Capua; de 1718 a 1722, en el colegio Barolitanum; de 1723 a 1730, fue superior de la hacienda Plicori et Latronici; de 1730 a 1734, perteneció a la comunidad de la Residencia Porticensis, y de 1734 a 1738, en el colegio Massense, ciudad en la que le sobrevendría la muerte, el 15 de mayo de 1738 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas... Op. cit., 179-181).
427.
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vienen a seguir en el Consejo y solo una para la corte de Roma ante su General para que venga en que la Provincia de Santa Fe haga dejación en el Consejo de los Curatos del Partido de los Llanos, y que aunque la licencia del Presidente de Santa Fe fue para que el transporte de estos religiosos lo ejecutasen en navíos españoles conforme Reales Leyes y órdenes y por la dilación de ocasiones de ellos se embarcaron Matías de Tapia, el P. Juan Francisco Castañeda,2 y el P. Nicolás de la Puente3 en navío extranjero, fue con licencia expresa del Gobernador de Cartagena y así es corriente que a el P. Matías de Tapia y Pompeyo Carcasio se les tenga por Procuradores de dicha Provincia, no ofreciéndosele reparo en que se les manden devolver originalmente los Papeles que han presentado, y piden en la forma regular. Madrid y agosto de 1714 [rúbrica]. Consejo Pleno 13 Agosto de 1714 Como lo dize el señor fiscal. Fecho en 17 del mismo, [rúbrica]. Recibí los instrumentos que presenté con este Memorial. Madrid y Agosto 19 de 1714 años. MATHIAS DE TAPIA [Rúbrica]
1
1
Señor Matías de Tapia, y Pompeyo Carcasio Procuradores generales de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino de Granada: Dicen que en congregación Provincial fueron electos por tales Procuradores en primero y segundo lugar como han expresados a esta corte y la de Roma como consta del poder, y instruccción que presentan en forma, y para introducir
2 Juan Francisco Castañeda, nació en Madrid el 20 de marzo de 1666. Ingresó en la Orden en la Provincia de Toledo, el 25 de abril de 1696. Después, pasó a la Provincia de Quito, y, en 1712, había sido nombrado Procurador ante Madrid y Roma (José Eugenio de URIARTE y Mariano LECINA. Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes... Op. cit., II, 154). 3 Nicolás de la Puente, nació en Quito el 6 de diciembre de 1667. Ingresó en la Orden el 11 de marzo de 1684. Fue enviado como Procurador a Madrid y Roma en 1712 (José JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús... Op. cit., II, 742).
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• Libro III [XVIII]
en vuestro Consejo Real de Indias los negocios de su encargo y seguir y fenecer los ya introducidos. Suplica a V. M. haya por presentados dicho poder, y instrucción y que se le devuelvan originales en que recibirá favor de la grandeza de V. M. MATÍAS DE TAPIA [Rúbrica] Señor Mattías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador General de su Provincia del Nuevo Reino de Granada en las Indias Consejo Pleno 1 septiembre de 1714. Al señor fiscal con antecedentes de estas Doctrinas [rúbrica]. 1715 Señor Matías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador general de la Provincia del Nuevo Reino de Granada en Indias, dice, que Mateo Mimbela, Vice Prouincial de aquella Provincia, por Orden de Francisco Sierra, Visitador actual que era de ella, en veinte y siete de agosto de mil setecientos y once años resignó ante el Presidente, Gobernador, y Capitán General de aquel Reino las doctrinas de Pauto, Tame, y Macaguane, que con colación canónica tiene en las Misiones de los Llanos, y la que sin dicha coloción, que es la de el Pueblo de los Tunebos; reservando solo, como escala para entrar a la Misión del Río del Orinoco, la del Pueblo de San Salvador de Casanare: la cual resignación no admitió dicho Presidente de Santa Fe, como más expresamente consta de los autos, que con la solemnidad necesaria presenta, para que en vista de ello V. M. provea, y mande lo que fuere de su mayor agrado, y servicio, que será lo más grato a su religión en que recibirá merced. MATÍAS DE TAPIA [Firma y rúbrica]
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
[Al dorso]
Señor Consejo.— El Padre Matías de Tapia Procurador General de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada. Expresa difusamente que por el año de 1660 se adjudicaron a la Provincia de la Compañía del Nuevo Reino las Misiones de Infieles que llaman de los Llanos, con las adjuntas del Río Orinoco, a cuyo cultivo entró enviando misioneros el siguiente de 661. Y que por lo que toca a la de los Llanos prosigue hasta hoy en la labor de 5 reducciones, las cuatro que a expensas de gloriosos trabajos han poblado sus obreros sacando los habitadores del centro de las montañas y retirados sitios, los cuales pasados los términos prescriptos por leyes, tributan a Su Majestad en sus Reales cajas, y ministran el subsidio para sus curas, a cuya causa [¿?] el acudirles con lo señalado para estos encargos, y no obstante trabajan con el mismo fervor enseñando y convirtiendo a algunos que son Gentiles, y sacando de la Montaña los que como residuo han quedado en ella. Que por lo que toca a las Misiones del Orinoco, trabajó su Provincia hasta el año de 687 porque habiéndosele concedido escolta de algunos soldados con salario para su sustento, no habiéndoseles acudido con él, hicieron fuga dejando a los Misioneros indefensos, de que resultó quitar la vida a tres Padres; de lo cual dieron quenta a su General quien ordenó que sin resguardo y seguro no bajasen los referidos Misioneros al Orinoco y suplica, que en esta consideración, y por lo que desea aquella Provincia del Nuevo Reino adelantar su fervor en la comversión de almas, se le señale el socorro así de los soldados, como de los Misioneros, en el producto de la Limosna de la Bulla de la Santa Cruzada de los partidos de la jurisdicción de la ciudad de Tunja, y la de los Llanos por haberles faltado el consignado en Cajas Reales. La Secretaría hace presente que sobre este punto de Misiones de Santa Fe se haya en ella un impreso dilatadísimo, que últimamente remitió el Señor Don Manuel de Vadillo al Consejo de orden de Su Majestad que se puso en las Reales manos por la Religión de la Compañía, para que visto en él se representase lo que se le ofreciese. Y respecto de haber otros antecedentes que juntar sobre este asunto si el Consejo lo tuviere a bien se servirá mandarse enterar de todo por un Relator.
430.
• Libro III [XVIII]
Consejo 9 de agosto 1715 Al señor Fiscal con el Impreso que seita [rúbrica]. El Fiscal ha visto este memorial en que el Padre Matías de Tapia, Procurador General de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada, expresa los accidentes lastimosos en las muertes de tres Padres misioneros, ejecutadas por los indios caribes en las misiones del Río Orinoco, solo por el odio, que como a tales misioneros les tenían, y la retirada de los otros Padres misioneros de las mismas misiones del Orinoco desamparándolas enteramente por estos sucesos originados de la falta de asistencia con el sueldo asignado a cuatro, o seis soldados que servían de escolta y seguridad de los misioneros; de manera que desde el año de 687 se hallan desamparadas estas misiones, como los misioneros en el producto de la limosna de la Bulla de la Santa Cruzada de los partidos de la jurisdicción de la ciudad de Tunja, y la de los Llanos por haberles faltado el consignado en Cajas Reales. Y respecto de que la Secretaría nota que sobre este asunto, hay otros antecedentes, que son de volumen, y que será bien se entere el Consejo de todo por un relator es de parecer el fiscal se mande que pasen todos los antecedentes, que hubiere sobre las misiones del Orinoco a un relator para que forme extracto de lo que constare de ellos, a fin de enterar al Consejo con mayor claridad, y si pareciere que antes de dar cuenta al Consejo pase el referido extracto al fiscal para que diga su sentir en vista de todo, podrá servirse de mandarlo el Consejo, no ofreciéndose por ahora al fiscal otra cosa que decir más de que le ha causado grande admiración de que por un gasto tan corto, y despreciable, como el sueldo de cuatro soldados particulares se aya abandonado una empresa de tanta importancia al servicio de Dios, y tan de la primera obligación de S. M. y de sus ministros, y lo que no debe causar menor admiración que en tanto tiempo no se haya remediado el desorden, y pérdida de las misiones que se refiere en este memorial cuyos motivos, y razones obligan ejecutivamente a que sin perder tiempo se ponga esta materia en estado de que se pueda dar providencia eficaz para el reparo de lo sucedido para cuyo efecto es indispensable la vista de los antecedentes en la conformidad propuesta. Madrid y Agosto 20 de 1715. [rúbrica]
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Consejo 26 de agosto de 1715 Como lo dice el señor fiscal en todo pasando este expediente a S. E. para el nombramiento de Relator a quien se encargará la brevedad en el extracto que ha de hacer y ha de pasar al señor fiscal para que se adelante lo posible, el darse curso a materia tan grave. Al Relator Licenciado Arredondo [rúbrica]. Señor El Padre Matías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Provincia del Nuevo Reino de Granada: Dice que por el año pasado de 1660 con acuerdo de vuestro Vice Patrono Presidente Gobernador y Capitán General de aquel Reino, Doctor Don Dionisio Pérez Manrique, y del Doctor Don Lucas Fernández de Piedraíta Chantre entonces de la Metropolitana de Santa Fe, y Provisor y Vicario General, en Sede vacante; se le adjudicaron a la Provincia, de la Compañía de Jesús de dicho Reino las Misiones de infieles que llaman de los Llanos, con las adjuntas del río Orinoco a cuyo cultivo entró enviando Misioneros el siguiente año de 61, y por lo que toca a las Misiones de dichos Llanos: prosigue hasta en la labor de cinco reducciones, las cuatro que a expensas de gloriosos trabajos han poblado sus evangélicos obreros sacando los habitadores del centro de las montañas y retirados sitios de aquellos Llanos, los cuales pasados los términos prescriptos por las leyes tributan a Vuestra Majestad en vuestras reales Cajass de dicho Reino, y ministran el debido subsidio para sus curas, dando el estipendio para su manutención: con que cesó el acudirles con lo señalado por la liberal piedad de los señores Reyes en vuestras reales cajas. Y prosiguen trabajando con el mismo fervor que siempre enseñando, y convirtiendo a algunos, que aun son gentiles, y sacando de la montaña los que como residuo han quedado en ella, con esperanza de añadir otros circunvecinos, y teniendo estas reducciones ya cultivadas, para escala, y para ayuda de las misiones, y gentilidad del Orinoco, como lo fueron siempre. Y por lo que toca a dichas misiones del Orinoco, trabajó dicha mi Provincia y sus Misiones gloriosamente así en las márgenes de dicho río, como en la Guayana, desde dicho año hasta los de 1687 con poca diferencia, porque habiéndosele concedido escolta de algunos soldados, para resguardo 432.
• Libro III [XVIII]
de dichos misioneros, y sujeción de los Pueblos, que doctrinaban con el salario para su sustento, no habiéndosele éste ministrado en vuestras Cajas de Santa Fe, ni librádose (como solía hacerse) en los tributos del corregimiento, de dichos Llanos. Hallándose dichos soldados totalmente imposibilitados de poder vivir, por falta deste subsidio en aquellos climas estériles, y del todo faltos de lo necesario a la vida; siguiendo el derecho de la naturaleza, hicieron fuga, dejando a los Misioneros indefensos, y expuestos a la tiranía de aquellos infieles, y principalmente de la nación caribe, habitadora de las bocas de dicho Orinoco, que cada año, (como en flotilla) suben a las dichas reducciones a contratar: dominando todos los habitadores de las márgenes de dicho río, los cuales habiendo reconocido hallarse sin escolta y defensa dichos Misioneros entraron, como dueños, en las tres primeras reducciones, (viniendo con su flotilla aquel primer verano) y siguiendo su natural fiereza, sin haber quien les estorbase, quitaron las vidas a los tres Padres, que en ellas hallaron: y de no haber tenido noticia otros dos que vivían más distantes hubieran padecido la misma fortuna. Estos se ausentaron con prisa y burlaron la dañada intención de dichos caribes. Dieron las noticias en las Misiones de arriba, y de éstas al Provincial de dicha Provincia, quien noticiándola al Padre General en Roma ordenó que no bajasen Misioneros a Orinoco hasta que Vuestra Majestad tuviese noticia del caso, y de no poderse hacer fruto en aquella gentilidad sin tener resguardo, y según los Misioneros de soldados, y gentes que hiciesen escolta proveyese con su acostumbrada piedad a obra tan del servicio de Dios. Desde aquel tiempo quedó desamparada esta Misión, y habiendo estado, y estando a cargo de la dicha Provincia, siendo de su primera inspección el convertir almas para el cielo; estimulada del dolor de concebir se pierden tantas y muchas lustradas con las aguas del Santo Bautismo, que vuelven al rito gentilicio. Con toda la intención del alma postrada a las Reales plantas de Vuestra Majestad Católica, una, y muchas veces, pide y ruega por este subsidio, y por este amparo, de que únicamente pende la salvación de aquellas almas, y el logro de la preciosísima sangre de Jesucristo derramada por ellas, y del Padre en su nombre: vuelve a llamar a los piadosos oídos de Vuestra Majestad, y vuelve a pedir por esa sangre derramada por todos,
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remedio, para aquellos redimidos, y ayuda, para aquellos (sin ella) necesariamente condenados. Y porque con la experiencia de la piedad ejercitada por Vuestra Majestad y sus antepasados en todas las Indias y sus Misiones; tiene dicho Procurador por cierto el favor para que el mandato de Vuestra Majestad no se frustre, como ha sucedido en estas Misiones por faltar con el tiempo, el socorro, así a los soldados coma a los Misioneros, se ha de servir Vuestra Majestad y lo suplica se digne de asignar este sueldo en efectos conocidos de vuestras rentas, que sin entrar en las reales Cajas los perciban los Misioneros, para sí y dichos soldados por medio de los superiores y Procuradores de dicha Provincia, que para esto le señalare el Provincial de ella; percibiéndolos, y cobrándolos de los sujetos, a cuyo cargo están las cobranzas, y para este fin tan necesario al que se pretende de la conversión de aquellos infieles. Pongo presente a la alta y soberana liberalidad de Vuestra Majestad los que serán más conducentes y fáciles de percibir, y el modo que con la experiencia de las cosas de Indias y Misioneros alcanzó. Y así con la debida sumisión y rendimiento, que elevo propongo, que como el efecto, y limosna de la Santa Bula de la Cruzada, está destinada por su naturaleza contra infieles y enemigos del nombre cristiano señalándose los efectos de ésta en los Partidos mas cercanos a dichas Misiones en la determinada suma, que correspondiere, según los individuos que hubieren de determinarse, y Misioneros, que se ocuparen en dicha Missión. Destina Vuestra Majestad dicha limosna al propio fin, a que está dedicada. Y así en los partidos de la jurisdicción de la ciudad de Tunja, y de los Llanos, en que están dichas Misiones, jurisdicción del Gobierno de Santiago de las Atalayas, y corregimiento de dichos Llanos, se logra el que sin muchas expensas se cobre, mandando V. M. por sus Reales rescriptos que allí se satisfaga la referida suma por los comisarios subdelegados del Comisario General de Cruzada de Santa Fe satisfagan con los recibos del superior o Procurador de Misiones, que señalaren los Provinciales, sin que en este particular se ponga obstáculo, ni impedimento por dicho tribunal, su comisario, juez y contador, no teniendo otra intervención que tomar cuentas sobre el residuo de dichos haberes, y el recibo de los ya nombrados y no alcanzando dicho efecto de cruzada de dichos Partidos a la cantidad que se señalare, puede librarse en las demoras y derechos del corregimiento de dichos Llanos de las referidas misiones y del 434.
• Libro III [XVIII]
de Chita, que es el más inmediato a ellas, mandándolo V. M. con aquellas precauciones y rigores que obliguen a la efectiva satisfacción, para que en virtud de ella se logre el fin altísimo de V. M. en la conversión de aquellos infieles, pues siendo tan del servicio de la Divina, tan del intento de la Católica, y tan del instituto sagrado de la Compañía por tanto. A Vuestra Majestad con toda la humildad que debe, por la sangre de Jesucristo, derramada por aquellos infieles, suplica y pide se sirva de conceder y mandar como lleva pedido, y espera de la grande piedad de Vuestra Majestad. MATIAS DE TAPIA [Firma y rúbrica] Consejo 7 de septiembre de 1715 Señores. S. E. Car. Arl. Rivas Castejón. Mane Munive. Zúñiga. Habiéndose visto con asistencia del señor fiscal no se tubo por necesario el extracto mandado hacer al Relator por el acuerdo de 26 de agosto próximo pasado y se haga consulta poniendo en noticia de Su Majestad todo este hecho y cuán propio es de su real obligación y celo fomentar estas Misiones, contribuyendo con los medios necesarios para su manutención pues el Consejo ha visto con dolor y por falta de ellos no bajasen los referidos Misioneros al Orinoco. Y suplica, que en esta consideración y por lo que desea aquella Provincia del Nuevo Reino adelantar su fervor en la conversión de almas, se le señale el socorro así de los soldados como de los Misioneros, en el producto de la Limosna de la Bulla de la Santa Cruzada de los partidos de la jurisdicción de la ciudad de Tunja y la de los Llanos por haberles faltado el consignado en Cajas reales. La Secretaría hace presente que sobre este punto de Misiones de Santa Fe se halla en ella un impreso dilatadísimo que últimamente remitió el señor Don Manuel de Vadillo al Consejo de orden de Su Majestad que se puso en sus Reales manos por la Religión de la Compañía, para que visto en el [roto] del seminario en cuya conformidad se podrá hacer consulta a V. M. o lo que el Consejo tuviera por más conveniente. Madrid y Octubre 1 de 1715. [rúbrica]
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El Consejo 10 de octubre 1715 Señores S. Exa. Carnero. Rivas. Ríos. Calderón. Manrique. Consulta favorable para que Su Majestad se sirva concederle cuatro de los seis indios cantores que pide, sin que sirva de ejemplar su consecuencia a otro alguno, y que precisamente se hayan de emplear en servicio del culto Divino y no en otra alguna cosa, [rúbrica]. Fecho. Consejo.— Expresa difusamente que por el año de 1660 se adjudicaron a la Provincia de la Compañia del Nuebo Reino las Misiones de Infieles que llaman de los Llanos, con las adjuntas del Rio Orinoco, a cuio cultiuo entro embiando misioneros el siguiente de 661 y que por lo que toca a la de los Llanos prosigue hasta oy en la labor de 5 reduciones, las quatro que a expensas de gloriosos trauajos han poblado sus obreros sacando los hauitadores del centro de las montañas, y retirados sitios, los quales pasados los terminos prescriptos por leyes, tributan a Su Majestad en sus rreales cajas, y ministran el subsidio para sus curas, a cuia causa resó el acudirles con lo señalado [roto] no obstante trauajan con el mismo ferbor... Señor El Padre Matías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Postrado ante la Real piedad de V. M. Dice, que a cargo de su religión y provincia de dicho Nuevo Reino, están los pueblos de indios naturales de Fontibón, Pauto, y Casanare. Y para la celebración de los divinos oficios, misas, tiene consignados por la benigna liberalidad de V. M. y sus reales ordenanzas, cuatro cantores (para este fin) reservados de pagar tributos, así a vuestras reales Cajas, los que pertenecen a Vuestro Real Patrimonio como los encomendados en Pauto, y San Salvador de Casanare, y porque conoció dicha su religión, no ser suficientes los dichos cuatro cantores para el culto y celebridad de los Divinos Misterios, y para atraer con la solemnidad debida a aquellos Neófitos al precio y veneración de los Sagrados Misterios: con advertido cuidado ha procurado siempre (como es público y notorio en aquel Reino) tener seminario de doce, y catorce muchachos reducidos (dentro de las mismas casas a sus 436.
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expensas de los Párrocos) a escuela de leer, escribir, y contar, sirviendo de Maestros los cuatro asignados y otros que de estos niños ya crecidos habiendo aprovechado pueden enseñar a los que se substituyen por ellos. Traza que se ha reconocido tener altísimas conveniencias porque: Lo primero, siendo el mayor blanco el aumento del Divino culto para atraer aquellos Neófitos a ver su veneración, no solamente, asisten los cuatro reservados, sino cinco, o seis muchachos tiples, organista, bajón, y cornetilla con otros cuatro o cinco, que tocan sacabuche, y chirimías, y otros con caja, y clarín, aplauso en que se ha reconocido grande estimación de los sagrados misterios, y su celebridad en oposición de sus gentílicas juntas, lo cual no puede lograrse con solos los cuatro reservados. Lo segundo que criados estos niños desde cinco y seis años hasta los diez y seis (en que salen de la escuela a pagar tributo) en sujeción y buenas costumbres, en su edad crecida son los de menos vicio y más seguros en la Fe. Lo tercero que substituidos unos por otros, son muchos los que con el tiempo adquieren esta crianza, y después gobiernan el Pueblo con mejor satisfacción, que los que no la han tenido, y como más civiles e inteligentes les tienen los otros más veneración y obediencia: ayudan y fomentan a los Párrocos contra los desórdenes, porque como criados con ellos les tienen cariño y se hacen de parte de la razón. Lo cuarto que estos niños con la comunicación aprenden con facilidad la lengua española; Y como son tantos los que entran y salen con el tiempo, y su comercio la mayor parte del Pueblo viene a entenderla que es la mayor conveniencia para la cristiandad, como ha sido el mayor impedimento la diversidad de lenguas. Pero todo este progreso se disminuía porque habiendo de salir a los diez y seis años para tributar, salen los de mejores costumbres, y voces, y los más diestros en el canto, no con poco dolor faltándole este lustre a la iglesia; pues prepondera la necesidad del tributo a este Divino culto. Y aunque dichos Párrocos, sustentan, y visten a estos seminaristas, no tienen con qué pagar los tributos por los que salen. Y siendo necesario, que los cuatro reservados busquen lo necesario para sí, sus mujeres e hijos, no pueden ser continuos a enseñar, porque fuera imposibilitarlos a vivir. Y aunque por esto asisten algunos de los que han 437.
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salido más diestros dos para cada día, uno que enseñe a leer y otro a cantar, esto no es siempre, porque como demorados andan en la ocupación de buscar su sustento, y tributo, frustrándose tan alto fin, pues por falta de maestros continuos no se adelantan cuanto pudieran estos seminaristas ni se logra la celebridad de las fiestas como es razón. Y siendo así que dicha su Provincia, con este desvelo, no solo atiende al culto y lustre de las Iglesias sino al servicio de V. M. cumpliendo singularmente en aquel Reino con tantas cédulas y leyes de que haya seminarios en que se críen así los hijos de los caciques y principales, como otros. Representa dicho Procurador que no habiendo en aquel Reino más seminarios que los que tiene su Religión en aquella Provincia en los Pueblos, que están a su cargo, y no teniendo dichos curas para el fin que pretende el suplicante otro emolumento, o fin que las mayores creces de la Religión y culto divino, el mayor servicio de Dios y de V. M. con la experiencia de su Católica y liberalísima piedad, postrado a sus reales plantas. Pide y suplica que para el logro de estos altísimos fines, alivio y atracción de aquellos Neófitos a Nuestra Santa Fee, se sirva de conceder en dichos Pueblos otros seis cantores reservados, o los que V. M. fuere servido, sin que por parte de los encomenderos, ni de vuestros reales ministros se ponga impedimento. Siendo este indulto, mera o piadosa concesión del corto tributo de estos cantores, pues solo se reduce, a ocho patacones por cabeza cada año en el Pueblo de Fontibón, y mucho menos en los de Pauto, y San Salvador, por pertenecer, a encomenderos, en gran parte, y no pagar solo a la Real Corona. Preponderando entonces el lustre, y aumento del Divino Culto, y exaltación de nuestra Santa Fe, al corto importe de dichos tributos. MATÍAS DE TAPIA [Firma y rúbrica] [Al dorso]
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Señor El Consejo 8 de Noviembre 1715 Señores. Su Excelencia. Araciel. Rivas. Ríos. Calderón. Manrique. Munive. Zúñiga. Machado. Rojas. El Padre Matías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador General de Su Provincia de Santa Fe en el Nuevo Reino de Granada. Consulta,
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muy favorable para que Su Majestad venga condescender a todo lo que pide, por lo mucho que en todo ello se interesa el sumo bien de la conversión de aquella gentilidad a que Su Majestad con su católico celo atiende con tanta especialidad, y porque todo lo que solicita es conforme y consecuente a lo mismo que Su Majestad tiene resuelto para el más seguro logro de estas Misiones del Orinoco, y generalmente por lo que toca al todo de las de la Compañía en las Indias en el Decreto de 23 de octubre pasado, previniendo al Presidente de Santa Fe que precisamente cumpla y ejecute puntualmente las órdenes que en razón de esta nueva instancia se expidieren, y que si además de los 35 soldados, fueren menester más, se los den a los Misioneros y todo lo demás que se juzgare necesario para el mejor y más seguro logro de estas Misiones y se pase si son (como se asegura) 180 ps. los que se dan a cada Misionero, para venir en conocimiento y decir a Su Majestad lo que se crece esta asistencia hasta los 200 que ahora se les conceden. [Rúbrica] Fecho. Señor El Padre Matías de Tapia de la Compañía de Jesús, Procurador General por su Provincia de Santa Fe en el Nuevo Reino de Granada. Dice que V. M. con su Católico celo de la conversión de los Gentiles en el río de Orinoco; ha sido servido de conceder a su Provincia la escolta de soldados que pareciere proporcionada, para asegurar las misiones y el subsidio que fue suficiente para los misioneros en el ramo de hacienda de Cruzada en el partido de Tunja, y no alcanzando ésta para soldados y misioneros, que se ocurra al mismo ramo de la jurisdicción de los Llanos, y al de los tributos de indios de aquel Corregimiento, y que para el número de soldados y sueldos, confiera vuestro presidente de aquella audiencia con el superior de la Compañía para que con acuerdo de ambas se determine, y porque dicho mandato, como el de vuestro real decreto de 23 de octubre de este año, expresan el ardentísimo deseo de vuestra real persona para la consecución de tan glorioso fin, tiene el suplicante por necesario representar, a V. M. algunos reparos en uno y otro. El 1° que por cédula de 10 de febrero de 1698 y sobrecartada en el Buen Retiro en 29 de septiembre de este presente año, se sirvió V. M. de conceder 25 soldados para las misiones y fuerte de Carichana, por haber muerto 439.
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los infieles a los Padres Ignacio Fiol, Gaspar Bek, e Ygnacio Toebast, y aunque bajaron algunos soldados en aquel tiempo, con el capitán Tiburcio de Medina y otros Padres, y no siendo bastantes para resistir a los caribes, dieron muerte a dicho capitán, al Padre Vicente Loverso, y a un negro esclavo, hiriendo a otros muchos; y siendo necesario que de los 25 soldados se aplique la mitad al Presidio de Carichana, así para el seguro de los misioneros, como de Vuestra Corona, porque dichos caribes tienen comercio con las naciones de Europa en las bocas del Orinoco por donde desagua en el mar de Barlovento, y se ha temido, por allí suban enemigos al Nuevo Reino habiéndose hecho levas algunas veces de soldados, por correr que subían enemigos de la corona. Propone el suplicante ser necesario se extienda el número de soldados hasta 26 para que asistan 15 en dicho Presidio con su cabo, y el resto con sus oficiales parte en los Pueblos fundados, y parte para hacer entradas a las Misiones de dicho río. El 2º representa ser necesario se determine el sueldo para cada soldado, para el cabo, y oficiales, y para el sustento de los misioneros, porque no yendo señalado se reducirá la conferencia de Vuestro Presidente y el Provincial a alteraciones, y se reducirá quizá, a no señalar lo necesario, para unos y otros, y siendo así que la distancia excede en más de 150, leguas, el clima desamparado totalmente de todo lo necesario y ser mayores las expensas para conducirlo. En esta atención representa se le señale el sueldo a los soldados, cabo, y oficiales, conforme a lo corriente en los Presidios de Cartagena, y Santa Marta y por las mismas razones se extiendan los alimentos de los misioneros hasta 200 pesos. El 3º representa que para el defecto y cumplimiento de lo que faltare para uno y otro, pues con tanta providencia lo tiene prevenido V. M. generalmente para todas las misiones de Indias en el dicho Decreto de 23 de octubre se inserte en el despacho que a éste se proveyere por el recurso en la forma que se previene. El 4º que para la primera entrada, como fundación de nuevas misiones habiendo robado los caribes cinco cálices con sus patenas y ocho ornamentos enteros, siendo tan necesarios a los misioneros se les manden dar de los efectos situados en dicho Decreto de 23 de octubre, juntamente con las armas y
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municiones necesarias para los soldados, y expensas para el transporte de unos y otros de la parte en que se reclutaren hasta el río Orinoco. El 5º reparo es que el fuerte de Carichana, era de ningún fruto, si no se ponen en el bocas de fuego que tengan más alcance y mayor violencia que los fusiles y escopetas, para impedir a mayor distancia, y ofender a la armadilla de los enemigos, y así representa el suplicante, ser necesarios hasta cuatro o seis pedreros, que no pasen de tres quintales a tres y medio para que puedan conducirse en mulas hasta el Puerto de San Salvador de Casanare, en que se embarcarán en Piraguas, y porque dichos Pedreros será imposible hallarse en Santa Fe, representa el suplicante que en Cartagena se hallan de ordinario de los navíos y embarcaciones que llegan a aquel Puerto, donde se pueden comprar dando el Real Orden al Gobernador de aquella Provincia y oficiales Reales de ella, y de no haber efectos en las Reales Cajas se supla del producto de la Santa Bula de dicha Provincia, y se entreguen al Procurador o superior que con la misión que V. M. fuere servido concederle, pasare de estos Reinos al de Santa Fe, proveyendo también de las balas que se pudieren hallar para dichos pedreros, y de las expensas necesarias para la conducción desde dicha ciudad de Cartagena hasta la de Santa Fe, y teniendo, como lleva referido dicho suplicante, deber proponer dichos reparos, para que tengan el efecto deseado de V. M. y que no se frustre el fin, que ha movido a Vuestra Real liberalidad, para expedir tan magnífico, y católico decreto nacido del ardiente deseo de la conversión de los gentiles y gloria de Dios, por todas las razones dichas. A V. M. pide y suplica, en virtud de lo representado, se sirva de mandar que el número de los soldados se extienda hasta 36 y que el sueldo de estos, su cabo y oficiales se les tase conforme a la tasa de los de Cartagena y Santa Martha. Que a los misioneros se les atienda el subsidio hasta 200 patacones. Que para este efecto, no bastando el producto de la Bula del partido de Tunja, del de los Llanos, y efecto de las demoras de su Corregimiento, quede el recurso a los efectos de Real Hacienda, prevenidos en el Decreto de 23 de octubre de los novenos reales en la ciudad de Santa Fe. Que a los misioneros se les den los ornamentos y cálices, según el número de ellos que salieren a dicha misión, como también a los soldados las armas y municiones necesarias, con las expensas y viáticos para unos y otros desde la parte donde salieren hasta dicho río, y que todo esto se dé del dicho producto de 441.
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novenos reales conforme a dicho Decreto. Que para el fuerte de Carichana se compren cuatro o seis Pedreros, o los que a V. M. pareciere, en la ciudad de Cartagena, y se le entreguen al superior de dicha misión con pólvora y balas, y las expensas para conducirlos hasta la ciudad de Santa Fe, y que no habiendo efecto en las Reales Cajas de la ciudad de Cartagena, lo supla el comisario y tesorero de Cruzada del producto de ella en aquel Gobierno. En todo lo cual, como tal del servicio de Dios, bien de aquellas almas, y conforme a los Reales deseos de V. M. recibiere el suplicante merced, y toda su Provincia como lo espera de Vuestra Real Liberalidad y católico celo. MATÍAS DE TAPIA [Firma y rúbrica] •
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[XIX] [1719] Juan Capuel. Nació en Zierikzée (Bélgica) el 8 de mayo de 1667. Ingresó en la Compañía de Jesús el 24 de septiembre de 1686. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en Europa, y enseñó Humanidades durante siete años. Vino al Nuevo Reino en la expedición de 1705. Una vez en tierras americanas su biografía se vincula definitivamente a las misiones llaneras y a la preparación de la entrada al gran río venezolano. Llegado a Bogotá tuvo que pasar de inmediato, en 1705, al Casanare. Poco conocemos de la cotidianidad de este difícil lapso (1700-1720) en la historia misionera de estas reducciones. Fue nombrado Superior de las misiones en 1713, y en este cargo se mantuvo durante una década, hasta 1723. Durante su superiorato se llevó a cabo la experiencia misional con el mundo betoye, la cual abrió los espacios que se insinúan hacia el río Apure, tras el fracaso de las misiones del Airico que habían pretendido llegar al Orinoco por las proximidades del Guaviare. En 1719 emprendió el viaje de exploración por el Orinoco para ver la forma de fortificar el gran río de las invasiones caribes. Al concluir su mandato, en 1723, debió pasar a ejercer el cargo de Procurador de las misiones, pues antes de 1727 solicitaba ser reemplazado de ese oficio, alegando su mucha edad para semejantes responsabilidades. En 1735 entró a reforzar la misión del Orinoco. En Pararuma le sorprendió la muerte, el 5 de mayo de 1736.1
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José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 106-108.
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Autos hechos por el Señor Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de Indias sobre el Río Orinoco*1*
Santa Fe y febrero 15 de 1719 En la ciudad de Santa Fe a quince de febrero de mil setecientos y diez y nueve el Exmo. señor Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero. Excelentísimo Señor En cumplimiento de lo que vuestra Excelencia me ha mandado por su despacho, fecho a primero de marzo de mil setecientos y diez y nueve años, habiendo bajado y subido el caudaloso Río Orinoco por orden de mi
* AGI. Santo Domingo, 632. Texto original en castellano. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 456-466.
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provincial el padre Ignacio de Meaurio1 en compañía del padre Juan Romeo2 y escoltado de Don Pedro Quibrin que fue por cabo, y otros catorce hombres blancos los más muy prácticos en dicho Río gastando en dicho viaje seis meses y nueve días; y habiendo visto y considerado con toda la atención posible y de espacio de las márgenes de dicho Río, de una y otra banda, saltando a menudo en tierra y paseando por ella sus islas y caños, la estrechura y anchura de dicho río, las propiedades de las tierras cercanas, hasta la boca de Meta para explorar qué sitio es el más a propósito para fabricar en él una fortaleza que ataje totalmente el paso a los indios caribes, que viven en las islas de la mar, y a los demás enemigos de la corona, y que sirva de llave para dicho Río, y les cierre a los enemigos totalmente la puerta como manda su majestad (que Dios guarde) se fabrique, digo que he observado que en todo el dicho Río no hay sitio más a propósito que la isla o cerro de Caroní que
1 Ignacio de Meaurio nació en Bogotá el 10 de diciembre de 1670. Ingresó en la Compañía de Jesús el 6 de mayo de 1688, cuando ya había estudiado tres años de Filosofía y dos de Teología. En 1698 trabajaba en Mérida como profesor de Gramática, y allí seguía en 1702. Creemos que hacia 1704 se inicia, primero, como Profesor de Filosofía y, después, de Teología Moral en la Universidad Javeriana. Desde el 8 de agosto de 1710 fue Rector de la Universidad Javeriana, hasta 1716. Siguió después un verdadero cursus honorum: Provincial del Nuevo Reino (1716-1720), Visitador de la Provincia de Quito (1720-1723). Regresado a Bogotá, partió en 1726 a Tunja para regir tan importante centro de formación jesuítica hasta 1729, fecha en la que fue elegido como Procurador del Nuevo Reino ante las cortes de Madrid y Roma. Regresó de Europa con una nutrida expedición de misioneros para el Nuevo Reino, en 1735. Residenciado en Bogotá, allí transcurrieron los largos últimos años de su vida, hasta que falleció el 14 de octubre de 1751 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 320-323). 2 Juan José Romeo. Nació en Falces (Navarra) el 20 de julio de 1683. Ingresó en la Compañía de Jesús el 3 de mayo de 1701, después de haber cursado dos años de Filosofía. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1705. Concluidos sus estudios de Teología en la Universidad Javeriana, pasó al Colegio de Cartagena, en donde permaneció hasta mediados de 1711, año en que subió a Tunja para cumplir con su Tercera Probación. Habiendo regresado a Cartagena, enseñó Gramática y debió ser orador sagrado connotado. De la ciudad del Caribe fue destinado a las misiones llaneras en 1718, y, en 1719, acompañó al P. Juan Capuel para explorar el Orinoco. En 1720 residía en Bogotá en la Universidad Javeriana. En 1721 regentaba la cátedra de Teología Dogmática. En 1725 retornó a las misiones del Meta y funda la Concepción de Cravo con indios guahivos. En 1727 tuvo que abandonar las misiones por hallarse enfermo, y se radica, primero, en Tunja y, después, en Santafé. En 1736 residía en Cartagena, y allí permaneció hasta que la muerte le sorprendió, el 7 de diciembre de 1741 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 455-458).
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otros llaman de Fajardo, que parece puso la naturaleza únicamente para dicho efecto. Las ventajas de dicha isla o cerro de Caroní son las siguientes. Primero esta dicha isla o cerro puntualmente en medio del Río y es de lo grande de doscientos pasos en forma casi redonda, y cien pasos más o menos tiene de alto: desde dicha isla o cerro, de una y otra banda se alcanza a la tierra firme (como lo experimentamos) a tiro de escopeta ordinaria; y si gustare, su majestad poner un reducto de una y otra banda en tierra firme que son barrancas altas y apropósito para ello, se alcanzarán desde la fortaleza y tierra firme a tiro de pistola. Segundo puesta dicha fortaleza en dicho sitio, no podrán los caribes de la mar penetrar en el Orinoco por tierra sin ser descubiertos porque de la banda de allá o de Guayana les estorba el Río Caroní, que entra en el Orinoco al lado derecho de dicha isla o cerro, y es innavegable por sus horrorosos raudales y saltos; ni tampoco pueden penetrar por la banda de acá o de Caracas porque dicha banda desde la boca del Orinoco o desde la mar hasta cerca de dicha isla o cerro de Caroní todas son ciénagas, anegadizos y montes tupidos; ni los caribes, ni otros enemigos jamás se atreverán subir arriba dejando sus embarcaciones abajo por miedo de que los del presidio de Caroní se las quemen; cargarlas por tierra es imposible por la aspereza della y los estorbos dichos [y] luego dejar una fortaleza enemiga atrás es otro peligro mayor. Tercero estando puesta dicha fortaleza en Caroní no será fácil [a] los enemigos ponerle cerco, porque no tienen adonde poner su batería y cercarlo a fuerza de piraguas y canoas que solo navegan dicho río, es un disparate. Cuarto esta dicha isla o cerro cinco leguas, a lo más arriba que [el] castillo de Guayana y así se aparta muy poco de la mar como ordena su majestad; dicho Castillo de Guayana siempre podrá servir para guardia perdida, aunque no sirva para impedir la subida y bajada a 1os enemigos, que están subiendo y bajando cada día y aun con banderas desplegadas con desprecio de la Corona Real porque el Río Orinoco enfrente de dicho castillo es tan ancho que no puede alcanzar a la otra banda ni un tiro de cañón; segundo tiene enfrente de dicho castillo una isla larga montosa y anegadiza que deja un caño capaz, por donde pueden subir y bajar los enemigos sin ser vistos por la guardia del castillo; tercero al pie del dicho castillo hay un cerro tres 447.
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o cuatro veces más alto que el castillo y de donde a medio tiro de escopeta puede matar a cuantos defendiesen dicho castillo y por el dicho cerro ganó dicho castillo monsieur Ducas pocos años ha. En fin y la Guayana ni tiene forma de castillo ni de presidio y todo es un gasto inútil para su majestad como más bien informaré a Vuestra Excelencia en persona subiendo Santa Fe, que será breve siendo Dios servido. Quinto puesta una fortaleza en la dicha isla o cerro de Caroní quedarán mejor abrigadas las misiones de los indios Guayanos y pariagotes ya cristianos que son de los padres capuchinos porque sus principales pueblos llegan a la boca de Caroní en cuya frente está la dicha isla o cerro. Sexto es el temple de dicha isla muy sano, y sin maleza ninguna siendo así que el castillo de Guayana es un puro zancudero que no deja dormir ni sosegar a los soldados ni de día ni de noche; en la isla de Caroní no hay nada desto, hay en dicha isla muy buena piedra para fabricar un fuerte y la cal se puede traer con comodidad de la isla de la Trinidad con embarcaciones como se trajo para el castillo de Guayana: y también se puede hacer y más al principio una buena estacada de palo fuerte de que hay abundancia alrededor de dicho cerro tanto en la isla como en tierra firme donde pueden hacerse sementeras para bastimentos etc. Séptimo desde dicha isla de una y otra banda hasta el Guárico y los maypures que son cerca de ciento y catorce leguas arriba, todas son tierras altas, bellísimas y muy apropósito para fundar ciudades abundantes de sabanas capacísimas para ganado y bestias, sembradas de montes para sementeras, cacaguales, tabacales, ingenios de azúcar etc. de lagunas hermosísimas y ricas de pescado, de serranías a la banda del sur que según la común tradición tienen abundancia de oro y plata, y otras de cristal y jaspe: y de ello me consta por testimonio de varios holandeses que topé en el Orinoco, haber llevado los caribes oro al Gobernador de Surinám a convidarles a que los holandeses se hiciesen dueños de dicho Río, y viviesen entre ellos y añadieron que en tiempo de la guerra pasada se ventiló dicho punto en el Consejo de los estados de Holanda: cuyos intentos se atajarán con el dicho fuerte de Caroní, poniéndose en el presidio de cien hombres efectivos y su castellano como tiene dispuesto su majestad para el presidio de Guayana.
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Octavo los más prácticos del Río Orinoco son de parecer que los caribes que viven dentro del Orinoco desde la Angostura (que está treinta leguas más arriba que la isla de Caroní) hasta los guayqueríes que son ochenta y cuatro leguas más o menos saldrán por sí del Orinoco, y volverán a las islas de la mar de donde salieron cuando violentamente se apoderaron del Orinoco; y los Guaraúnos y Aruacas y otras naciones amigas de la corona, y que por miedo de dichos caribes, sus mortales enemigos ahora viven en las bocas y ciénagas del Orinoco, volverán a vivir dentro del Orinoco y tomarán posesión de sus antiguas moradas porque dicen los dichos prácticos que los dichos caribes sin el trato con el holandés (que se atajara por medio de el fuerte de Caroní) no pueden subsistir, no entendiéndose en otra cosa que en hurtar macos y comprar rescates, y aun armas y municiones; y no saliendo por sí es fácil echarlos, como diré en persona a vuestra Excelencia subiendo a Santa Fe, porque ella es gente cobarde que no hace cosa que por traición. Nono por medio de dicha fortaleza que se fabricare en el cerro de Caroní o de Fajardo quedan abrigadas y defendidas las naciones siguientes: Los Guayanos, los gueyqueríes, los mapoyes los otomacos (que actualmente tienen crueles guerras con los caribes) los sálivas, los yaruros, los adoles y otras naciones sin número, que viven tierra adentro y Orinoco arriba, todas amigas por ahora de la corona, que viéndose libres de las hostilidades del caribe por medio del nuevo fuerte de Caroní y sujetos a nuestro piadoso monarca (que Dios guarde) se sujetarán con facilidad a la cruz de Jesucristo; a los cuales por ahora por falta de dicha fortaleza, y por no estar seguras las vidas de los padres misioneros como en años pasados se ha experimentado, se los lleva el enemigo del género humano sin remedio: lo cual ningún amante de la fe y de las almas rescatadas por la sangre de Jesucristo sin derramar de pura lástima ríos de sangre puede tolerar. Y así está en la mano de vuestra Excelencia y de su majestad el librar a tantos pobres vasallos de una eterna y aun temporal esclavitud y cautiverio. Últimamente para que vuestra Excelencia más se asegure de que la dicha fortaleza puesta en la isla de Caroní o Fajardo será eficaz remedio para atajar tantos males, y para bien y aumento manifiesto de los Reales intereses y dominios luego que llegue a Casanare he hecho dos diligencias. La primera fue presentar una petición al Alcalde ordinario más antiguo de la ciudad de Santa 449.
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Rosa de Chire Don Agustín Barrueta, muy práctico en el Orinoco, pues lo ha bajado y subido poco tiempo ha pidiéndole tomase información jurídica a tres personas de su jurisdicción, los más capaces y más prácticos que en mi compañía han bajado y subido dicho Río Orinoco. Luego pasé a la ciudad de San Joseph de Pore y presenté otra petición para el mismo fin al Alcalde Ordinario más antiguo de dicha ciudad Esteban Carrero, para que tomase otra información jurídica a otras tres personas que han bajado y subido conmigo dicho río y lo han trajinado muchos años: y dichas informaciones jurídicas hice poner al pie del despacho de vuestra Excelencia y junto con esa mi carta informativa y la persona pongo a los pies de Vuestra Excelencia con todo rendimiento. La segunda diligencia es haber mandado sacar un mapilla que incluye las bocas del Orinoco, y su anchura de una y otra banda, pues son tantas que algunos las reducen a sesenta bocas e islas; el sitio del castillo de Guayana, su padrastro adjunto, el cerro o isla de Caroní o Fajardo con sus márgenes, fuerte y reductos que se pueden fabricar etc. para que vuestra Excelencia aunque distante pueda ver como ocularmente la verdad de lo que tengo informado. Y más individual información daré a vuestra Excelencia y dará conmigo mi paisano Don Pedro Quibrin cabo principal que ha sido deste viaje, y tiene tal comprensión del Orinoco y del modo de conquistarlo, que se quedaron pasmados en Guayana y en todo el viaje los que han ido conmigo y pasará en mi compañía o antes a verse con vuestra Excelencia a quien Dios guarde muchos años como deseo y le prospere el feliz Gobierno. Casanare y Enero 17 de 1720 años. Muy siervo de vuestra excelencia que sus manos besa y su más humilde capellán JUAN CAPUEL [Firma y rúbrica] Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero Señor de la Villa de Bujes del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de Indias elegido, y nombrado por S. M. para establecer y fundar el Virreinato en este Nuevo Reino y para otros negocios y encargos de la mayor importancia de el Real servicio, Virrey, Gobernador y Capitán General de dicho Reino Provincias adyacentes y las de
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San Francisco de Quito y Caracas y Presidente de la Real Audiencia de el etc. Por cuanto proveí el auto de el tenor siguiente: Auto.— En la ciudad de Santa Fe a primero de marzo de mil setecientos y diez y nueve, el Exmo. señor don Antonio de la Pedrosa y Guerrero, señor de la villa de Bujes de el Consejo de S. M. en el real y supremo de Indias, elegido y nombrado por su Majestad para establecer y fundar el Virreinato en este Nuevo Reino, y para otros negocios y encargos de la mayor importancia de el real servicio, Virrey, Gobernador y Capitán General de dicho reino, Provincias adyacentes y las de San Francisco de Quito y Caracas y Presidente de la real Audiencia de él: Dijo que por cuanto la sagrada Religión de el Glorioso Patriarca San Ignacio de Loyola tiene misiones en el río de el Orinoco; y deseando el Reverendo Padre Ignacio de Meaurio, Provincial de esta Provincia, para su mayor adelantamiento y exaltación enviar misioneros a el Orinoco, que atiendan a la conversión de innumerables gentiles que pueblan sus márgenes, y no pudiendo poner en ejecución sus deseos y designios sin asegurar a los misioneros de las invasiones de los indios Caribes e insultos de los holandeses y teniéndose noticias de personas fidedignas y prácticas de aquel País haber en dicho río Orinoco una isla llamada de Fajardo muy apropósito para que fabricándose en ella un fuerte puedan los misioneros y cristianos asegurarse de las hostilidades de los sobredichos enemigos de nuestra santa fe y libremente predicarla, a aquellos idólatras y para asegurarse más de las comodidades que ofrece la referida Isla para dicha fábrica, resguardo y seguridad de los dichos misioneros, y que descubierto el dilatado y espacioso País de aquella inmensa y grande región que por aliarse en el todo descubierto y sin reparo de nuestras armas que contenga el belicoso orgullo, de aquellos indios, y el comercio público que con ellos tienen cotidiana y frecuentemente los holandeses y otras naciones introduciéndose por dicho río Orinoco con toda libertad y demasiada osadía señoreándose de aquellas dilatadas tierras, por no haber quien en manera alguna les impida el paso, resultando de todo lo referido, gravísimos y perjudicialísimos inconvenientes, muy en de servicio de Dios, de el rey, y de sus reales intereses, como de la causa pública, y para tomar las providencias que se tuviesen por más convenientes en honra y gloria de Dios, de el rey y dilatación de sus Dominios, con consulta y comunicación de su Excelencia se ha resuelto despachar a los 451.
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Padres misioneros Juan Capuel y Juan Romeo religiosos Profesos de la Compañía de Jesús para que exploren y reconozcan las márgenes de el dicho río de el Orinoco, y con especialidad dicha isla de Fajardo y en su vista informen de todo lo conducente a fin tan glorioso y santo de propagar la fe en aquella inculta y basta región; y no siendo suficientes para navegar río arriba los indios bogas y demás avíos que se lleven río abajo, deseando su Excelencia el mayor alivio y beneficio en el transporte y conducción de estos dos operarios evangélicos que llevados de la obediencia y sacrificados a la mayor honra de Dios y servicio de el Rey, y en fuerza de su piadoso instituto, por medio de su industria y diligencias desean dar a conocer nuestra verdadera ley predicando su santo evangelio, y que sea con aquella seguridad y resguardo correspondiente que les desea su Excelencia y debe prevenir: Acordó se libre el despacho necesario al Gobernador de la Isla de la Trinidad y de la Guayana, y a todas las Justicias y ministros de S. M. comprendidos en este Virreinato para que luego que con él sean requeridos y sin perder instante de tiempo les den a dichos dos religiosos evangélicos todas las bogas y demás avíos que necesitasen para su ida y vuelta por considerarse muy dificultoso, y aun casi imposible el ejecutarla sin dichos socorros, para que por este medio la logren y consigan con la mayor brevedad, facilidad y felicidad; Y en caso necesario les darán todos los demás auxilios que les pidiesen y hubiesen menester para el mejor logro del fin a que van destinados ayudándolos con todo el fomento que necesitasen, y espera su Excelencia del celo e utilidad y eficacia de dicho Gobernador y demás Justicias y ministros en el real servicio concurrirán y coadyuvarán en cuanto estuviese de su parte para la mejor perfección de obra tan gloriosa y santa en que tanto se interesa la honra y gloria de Dios, exaltación de nuestra santa fe católica, servicio de el rey, dilatación de sus dominios, beneficio de sus reales intereses y causa pública, y de lo que en esta razón obrasen y ejecutasen darán cuenta a su Excelencia con los autos originales [y] con todo lo demás que ocurriese y se ofreciese sobre este asunto por convenir así al servicio de S. M. Así lo proveyó, mandó y firmó. DON ANTONIO DE LA PEDROSA Y GUERRERO Ante mí, MANUEL DE BEROIZ ZABALA
452.
• Libro III [XIX]
Decisión.— Mediante lo cual libro el presente y por él ordeno y mando al Gobernador de la Isla de la Trinidad y la Guayana y demás justicias y ministros en el real servicio comprendidos en este Virreinato que siendo requeridos con este despacho en cualquier modo por los Padres Misioneros Juan Capuel y Juan Romeo de la Compañía de Jesús u otra persona en su nombre vean el auto preinserto y cada uno por lo que le toca lo guarde, cumpla y ejecute y haga guardar cumplir y ejecutar todo lo en él prevenido sin innovar en cosa alguna por convenir así al servicio de ambas majestades. Fecho en la ciudad de Santa Fe a primero de marzo de mil setecientos y diez y nueve. DON ANTONIO DE LA PEDROSA Y GUERRERO Por mandado de su excelencia: MANUEL DE VERÓIZ ZABALA [Firmas y rúbricas] El Padre Juan Capuel de la Compañía de Jesús superior de estas Misiones de los llanos, Comisario del Santo Oficio, Vicario, y Juez eclesiástico de estos Pueblos y sus agregados: ante v. Md. parezco en la mejor forma que haya lugar en derecho y digo: que deseando la dicha Compañía mi Madre emprender de nuevo con igual fervor y celo, y con más feliz acierto que en lo pasado la reducción, y conquista espiritual de las muchas almas que pueblan los dilatados márgenes del Orinoco, para emplearse en el cultivo de tan copiosa mies con el fruto que se espera; a cuyo logro se ha opuesto repetidas veces la sangrienta y fiera nación de los Caribes, como es público y notorio; por lo cual se deliberó ser necesario buscar sitio competente en que se pueda formar un reducto o fortaleza, que sirva de llave a dicho río y cierre del todo la puerta atajando el paso así al caribe, como al holandés, quienes frecuentemente y con osada libertad le navegan y penetran hasta las más altas poblaciones de él: y habiéndose tenido cierta tradición de que en la Isla de Caroní, llamada de Fajardo, cinco leguas arriba de la Guayana, se podría conseguir el deseado fin hallándose en ella bastante capacidad para dicha fortaleza: para examinar de raíz ocularmente la verdad, de orden de mi Provincial, bajé el mes pasado de junio a dicho río de Orinoco, a reconocer con todo espacio, y debido acuerdo dicho sitio, en conformidad de lo mandado por el Exmo. Señor Virrey, por el despacho adjunto, que ante v. Md. presento con la debida solemnidad: y porque materia de tanto 453.
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peso pide no fiarla de un solo parecer; habiendo llevado hombres de juicio y experiencia en mi compañía, con los que me embarqué en este Puerto, bajé a Orinoco, y llegué a dicha Isla o cerro de Caroní: y habiéndola reconocido, y observado todos conmigo, de alto, abajo, por una y otra banda, en manera que pudiesen formar juicio práctico, y dar individual razón de lo que vieron, y vimos todos: para hacer plena información de ello a su excelencia se ha de servir v. Md. y lo suplico de examinar, como persona práctica, que lo es v. Merced de dicho río y Isla de Caroní: y tomar relación jurada de los testigos oculares, que ante vuestra merced presentaré; y que declaren, juren y digan en los puntos siguientes: Primero si es verdad bajaron conmigo a dicho río de Orinoco, y llegaron y vieron dicha isla de Caroní; juren lo que saben, y digan. Segundo, en qué sitio esta dicha Isla, y cuán distante del Presidio de la Guayana; juren, y digan etc. Tercero qué distancia hay de dicha isla a la tierra firme por una y otra banda; juren y digan etc. Cuarto si juzgan ser capaz y apropósito dicha Isla con bastante latitud para formar en ella el fuerte que se pretende; juren y digan, etc. Quinto si formado dicho fuerte en dicho sitio será o no bastante para cerrar la puerta al río y atajar totalmente el paso al enemigo; juren y digan etc. Y fechas dichas declaraciones, se me vuelva este original con dichas declaraciones para ocurrir con ello ante el Señor Virrey, según y como se me manda. Mediante lo cual a vuestra Merced pido y suplico se sirva de haber por presentada ésta, y de mandar proveer, y ejecutar según y como en ella llevo pedido, que en ello recibiré merced con justicia, que pido etc. Y asimismo se me admita esta petición en este papel ordinario, por falta del de la Pragmática, con protesta del Real Haber e su Majestad. JUAN CAPUEL [Firma y rúbrica] Por presentada y para el interés de su majestad y dicho Reverendo Padre presente los testigos que ofrece para que sean interrogados al tenor de esta petición y vuélvase el original. Así lo probé y mandé y firmé yo Don Agustín Barrueta alcalde ordinario más antiguo de la ciudad de Santa Rosa de Chire y su jurisdicción por Su Majestad y testigos en defecto de escribano publico ni real en este papel
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• Libro III [XIX]
común por no haberlo sellado y es fecho en este pueblo de San Salvador de Casanare en nueve días del mes de enero de mil setecientos y veinte años. DON AGUSTÍN BARRUETA. CLEMENTE LEAL. JOSEPH DE ROJAS [Firmas y rúbricas] En el Pueblo del Puerto de San Salvador de Casanare en nueve días del mes de Enero de mil setecientos y veinte. Don Agustín Barrueta Alcalde ordinario más antiguo de la ciudad de Santa Rosa de Chire, y su jurisdicción por su Majestad, en conformidad del decreto de [...] por mi proveído, pareció ante mi quien recibí su juramento que hizo en forma de derecho por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz so cargo de él prometió decir verdad en lo que le fuere preguntado, habiéndole leído la Petición, visto, oído y entendido su contenido de ella, y siendo preguntado al tenor de ella dijo a la primera pregunta que es verdad que bajó en compañía de dicho Reverendo Padre Capuel de práctico al Orinoco, y que en su compañía llegó y vio dicha Isla o Cerro de Caroní, llamada de Fajardo. Dijo a la segunda que dicha Isla está en medio de dicho Río de Orinoco cosa de cinco o seis leguas arriba de la Guayana. Dijo a la tercera, que hallándose en dicho sitio, y hecha la experiencia por una y otra banda esta dicha Isla a tiro de escopeta de tierra firme. Dijo a la cuarta que dicha isla es bastantemente capaz para formar en ella cualquier castillo, y que puesto un reducto de cada banda en tierra firme, es la tierra bastantemente alta para mantenerlos. Dijo a la quinta que en todo el Río de Orinoco no hay sitio más apropósito para poner llave al Río, y cerrar la puerta, tanto al enemigo como al caribe por ser dicho sitio defendido por naturaleza, por estar en forma de cerro. Y que esta es la verdad de lo que sabe so cargo del juramento que tiene hecho en que se afirmó y ratificó, y dijo ser de edad de treinta y tres años poco más o menos y que no le tocan las generales de la ley y lo firmó conmigo y testigos por defecto de escribano público ni real, y en este papel común por no haberlo sellado con la protesta del interés de su Majestad. DON AGUSTÍN BARRUETA. DON PEDRO QUEBRAIN. CLEMENTE LEAL. JOSEPH DE ROJAS [Firmas y rúbricas]
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En el Pueblo del Puerto de San Salvador de Casanare, en dicho día, mes y año dichos. Don Agustín Barrueta alcalde ordinario más antiguo de la ciudad de Santa Rosa de Chire, y su jurisdicción por su Majestad en conformidad del decreto susodicho por mi proveído pareció ante mi el alférez Carlos de Vargas vecino de dicha ciudad de quien recibí su juramento que hizo en forma de derecho por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz, so cargo de él prometió decir verdad en lo que le fuere preguntado, habiéndole leído la petición; visto, oído y entendido su contenido de ella, y siendo preguntado al tenor de ella dijo a la primera pregunta, ser así verdad que bajó a Orinoco en compañía de dicho Reverendo Padre Juan Capuel y que llegaron a dicha Isla de Caroní y que la vio y reconoció. A la segunda dijo que según lo que oyó decir a los prácticos, habrá de cinco a seis leguas de distancia del presidio de Guayana para arriba, y que dicha Isla esta en la medianía de Río Orinoco. A la tercera dijo que vio hacer la experiencia, y que por una y otra banda se alcanza a la tierra firme con un tiro de escopeta. A la cuarta dijo que en dicha Isla hay bastante sitio, para formar en ella un buen fuerte. A la quinta dijo, que según la corta distancia que hay de dicha Isla a la tierra firme, juzga que en todo lo que vio del río del Orinoco no hay sitio más acomodado para atajar del todo al enemigo, y que esto es lo que siente, y la verdad de lo que vio so cargo del juramento que fecho tiene en que se afirmó y ratificó, siéndole leída esta su declaración y dijo ser de edad de cuarenta años poco más o menos y que no le tocan las Generales de la ley, y lo firmó conmigo, y testigos por defecto de escribano público ni real. DON AGUSTÍN BARRUETA. CARLOS DE VARGAS. JOSEPH DE ROJAS [Firmas y rúbricas] En el Pueblo del Puerto de San Salvador de Casanare, en dicho día mes y año, dichos Don Agustín Barrueta alcalde ordinario más antiguo de la ciudad de Santa Rosa de Chire y su jurisdicción por su Majestad, en conformidad del decreto de suso por mi proveído, pareció ante mi el sargento Ignacio de Aguilar, vecino de dicha ciudad, de quien recibí su juramento que hizo en forma de derecho por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz, so cargo de él prometió de decir verdad en lo que supiere, y le fuere 456.
• Libro III [XIX]
preguntado, habiéndole leído la petición, visto, oído y entendido su contenido de ella, siendo preguntado al tenor de ella. A la primera pregunta dijo ser así verdad bajó con el dicho Reverendo Padre Juan Capuel, y que llegó a la dicha Isla de Caroní, llamada Fajardo. A la segunda dijo que según oyó decir a los prácticos habrá cinco, o seis leguas de distancia poco más o menos del Presidio de la Guayana, y que dicha Isla está en la medianía del Río del Orinoco. A la tercera dijo, que vio hacer la experiencia, que por una y otra banda se alcanza la tierra firme desde dicha isla a tiro de escopeta. A la cuarta dijo, que en dicha isla ay bastante sitio para formar en ella un buen fuerte. A la quinta dijo que según su parecer y corta distancia que hay de dicha Isla a la tierra firme, según lo que vio del río del Orinoco no hay sitio más cómodo para atajar del todo al enemigo, y que esto es lo que siente y la verdad de lo que vio so cargo del juramento que fecho tiene en que se afirmó y ratificó, habiéndosele leído esta su declaración y dijo ser de edad de treinta años poco más o menos, y que no le tocan las generales de la ley y no firmó el dicho porque dijo no saber, y yo dicho alcalde lo firmé con testigos a falta de escribano público ni real. DON AGUSTÍN BARRUETA. CLEMENTE LEAL. MATEO BELILE [Firmas y rúbricas] El Padre Juan Capuel de la Compañía de Jesús, Superior de las misiones de los Llanos, Comisario del Santo Oficio, vicario Juez Eclesiástico de sus pueblos etc. Ante v. Md. parezco como más haya lugar en derecho y al aumento de las misiones más convenga y Digo que para dar cumplimiento a lo mandado por el Exmo. Señor Virrey, Presidente y Capitán General de este Nuevo Reino, se ha de servir v. Md. y se lo suplico de recibir juramento al ayudante Federico Jansen, Lorenzo Rodríguez y Francisco Higelin vecinos de la jurisdicción de San Joseph de Pore, personas que vinieron en mi compañía en el viaje del Orinoco para que so cargo de dicho juramento digan y declaren lo que ocularmente vieron y sean preguntados al tenor de la petición que va por cabecera de estas diligencias con las particularidades que en ellas se expresan, y todo fecho con la autoridad de v. Md. se me devuelva original para remitir a su Excelencia mediante lo cual: 457.
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A vuestra merced pido y suplico se sirva de mandar se haga según y como llevo pedido de que recibiré bien y merced, y que por no haber papel sellado se me admita en este común que protesto el real haber de su majestad, pido justicia etc. JUAN CAPUEL [Firma y rúbrica] Admite se pague el Real Haber, examínense los testigos al tenor de la petición presentada y devuélvase como lo pide. Proveído yo Esteban Carrero, alcalde ordinario de la ciudad de San Joseph de Pore por su majestad en ella, en once días del mes de enero de este presente año de mil setecientos y veinte y lo firmé ante mi y con testigos por no haber escribano. ESTEBAN CARRERO. PEDRO IGNACIO DE SILVA TESTIGO: JOSEPH DE MATOS [Firmas y rúbricas] En la ciudad de San Joseph de Pore en doce días del mes de enero de este presente año de mil setecientos y veinte, Esteban Carrero Alcalde ordinario por su Majestad de la dicha ciudad, en cumplimiento de lo pedido por el Muy Reverendo Padre Superior de estas misiones. Hice parecer ante mi y testigos al ayudante Federico Jansens vecino de la dicha ciudad del cual recibí Juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz en forma de derecho y so cargo de él prometió de decir verdad de lo que supiere en lo que se le fuere preguntado y siéndolo al tenor de la Petición que dicho Reverendo Padre presentó ante la Real Justicia de la ciudad de Santa Rosa de Chire; dijo este testigo que es verdad que fue uno de los que bajó con el Reverendo Padre Superior Juan Capuel como práctico al reconocimiento del Río del Orinoco isla o cerro de Caroní llamada de Fajardo, y habiendo desembarcado en ella se reconoció con experiencia que se hizo de una parte y otra que se alcanza con tiro de escopeta a tierra firme, y que dista dicha isla del Presidio de la Guayana cinco o seis leguas de río arriba, y que dicha isla de Fajardo es vastamente capaz para formar en ella un castillo y que puesto un reducto de cada banda de dicho río de Orinoco en la tierra firme es bastante 458.
• Libro III [XIX]
para cerrar la puerta a que puedan subir embarcaciones de enemigos caribes ni holandeses, y que este testigo tiene navegado dicho Río de Orinoco y en todo él no hay sitio más apropósito para lo que se pretende, y que esta es la verdad de lo que sabe por que lo ha visto así en la ocasión presente como en otras que ha navegado el dicho río de Orinoco, so cargo del juramento que tiene fecho en que firmó y ratifico siéndole leída su declaración y que es de edad de treinta y seis años poco más o menos, y que no le tocan las generales y lo firmó conmigo y los testigos presentes. ESTEBAN CARRERO. FREDERI JANSEN TESTIGO: PEDRO IGNACIO SILVA TESTIGO: JOSEPH DE MATOS [Firmas y rúbricas] En la dicha ciudad de Pore, en dicho día mes y año, ante mi dicho alcalde y los testigos citados hice parecer a Francisco Hiegilin vecino de la dicha ciudad del cual recibí juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz en forma de derecho y so cargo de él prometió de decir verdad de lo que supiere y se le fuese preguntado y siéndole leída la petición citada y preguntado a su tenor dijo este testigo que es verdad que hiso el viaje del Orinoco con el Reverendo Padre Juan Capuel y que tiene reconocido así en lo presente como en lo antecedente que han bajado varias veces dicho río el que la dicha Isla de Fajardo y cerro de Caroní es el sitio más apropósito para poner la fortaleza que se pretende para impedir el paso a los enemigos que pueden impedir el progreso de los Padres Misioneros en la conversión de los infieles y que dicha Isla es capaz para lo referido y la más cercana al Presidio do la Guayana, y al mar, y que es la verdad de lo que en esta razón sabe porque lo ha visto y en ello se afirma y ratifica so cargo del juramento fecho y que es de edad de cuarenta y seis años poco más o menos y que no le tocan las generales de la ley y lo firmó conmigo y los testigos presentes. ESTEBAN CARRERO. FRANCISCO HIBELIN TESTIGO: JOSEPH DE MATOS TESTIGO: PEDRO IGNACIO DE SYLVA [Firmas y rúbricas] 459.
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En la dicha ciudad de San Joseph de Pore, en dicho día, mes y año dichos. Ante mi dicho alcalde y los testigos presentes hice parecer a Lorenzo Rodríguez residente en esta jurisdicción del cual recibí juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y una señal de cruz en forma de derecho y so cargo de él prometió de decir verdad de lo que supiere y se le fuere preguntado y siéndole leída la petición referida y preguntado a su tenor dijo este testigo que hallándose en el presidio de la Guayana al tiempo y cuando bajó el Padre Superior Juan Capuel y el Padre Juan Romeo de la Compañía de Jesús y demás hombres que iban en compañía de dichos Reverendos Padres y que de vuelta a este Gobierno de los Llanos se vino en su comitiva al reconocimiento de la parte mas cómoda al río de Orinoco, y se halló ser sola apropósito la isla de Fajardo y Cerro de Caroní así por ser la más inmediata al presidio de la Guayana y al mar como por que se puede defender con mucha facilidad por alcanzar con tiro de escopeta de dicha isla a tierra firme, como por defender por tierra de la una banda lo caudaloso del dicho río de Caroní como por la otra muchas lagunas y ciénagas, y el cerro que está en la parte de dicho río de Caroní y que asimismo es la dicha isla capaz como porque las tierras cercanas son de labor y abundantes de pastos para poder poner ganados y en el todo lo mejor y más apropósito para la consecución del fin que pretenden dichos Reverendos Padres Misioneros en la conversión de los infieles, y que todo lo que lleva dicho es la verdad y experiencia de muchos años so cargo del juramento que tiene fecho en que se afirmó y ratificó siéndole leída su declaración dijo ser de edad de treinta y seis años poco más o menos y que no le tocan las generales de la ley y lo firmó conmigo y los testigos presentes, y por cuanto está cumplido con lo pedido por dicho Reverendo Padre Superior se le entrega original esta información que consta de dos fojas y media plana escritas. ESTEBAN CARRERO. LORENZO RODRÍGUEZ TESTIGO: JOSEPH DE MATOS TESTIGO: PEDRO IGNACIO DE SILVA [Firmas y rúbricas] •
460.
[XX] 1 [1725]
*
Para la biografía de Mateo Mimbela, véase [XVI].
461.
Relación de la entrada a las Naciones Betoyes y su cristianización*1*
Señor Presidente Gobernador y Capitán General Entre las muchas ocupaciones del superior Gobierno que administra Vuestra Señoría ha puesto su especial celo en que se fomenten las reducciones de los gentiles para traerlos a la fe católica, y al servicio de Su Majestad sobre que se ha servido mandar qué han tenido; y cumpliendo con este superior mandato pongo en noticia de Vuestra Señoría la fundación de los primeros pueblos que hizo la Compañía que haré con brevedad, por estar ya sobre ellos seguidos autos y dado pleno informe a Su Majestad. Se han añadido las nuevas fundaciones con Relación plena que pedí al superior de las Misiones para satisfacer al celo de Vuestra Señoría y que por su mano pase a su Majestad para que conste cómo coopera Vuestra Señoría a las reducciones de la gentilidad y lo que la Compañía hace en cumplimiento a su obligación.
§1 Primera fundación de los pueblos de los Llanos Son los Pueblos en lo presente diez; los cinco que son el de Pauto, Casanare, Tame, Macaguane, y Patute, los ha administrado y cultivado la Compañía estos años antecedentes. Entró a dichas Misiones la Religión, y recibió sólo fundado el Pueblo de Pauto. Hizo allí su mansión, hoy con continuas entradas * AGI. Santafé, 298. Texto original en castellano.
463.
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a las montañas e incultas asperezas que habitan en gentiles, con grandes trabajos fue reduciéndolos y fundó los cuatro pueblos todos de indios sacados de la gentilidad y reducidos a unión y vida política, y en lo presente cristianos tributarios a la real corona. Fue su número muy crecido, pero con epidemias generales que padecen en aquellos sitios se ha minorado, por ser el temperamento cálido. Los que hoy se hallan cristianos y doctrinados son en el Pueblo de Pauto trescientos y treinta y tres. En el de Casanare, cuatrocientos y cincuenta y cuatro. En el de Tame mil trescientos y setenta y dos. En el de Macaguane ochocientos y cincuenta y ocho. En el de Patute doscientos y ocho. Formados los dichos Pueblos en el tiempo que ha que los tiene la Compañía; están con aquella decencia correspondiente al culto divino, y sociabilidad humana y política porque se han erigido templos capaces para el concurso de cada Pueblo, y de la vecindad de españoles, y otras familias. Los templos están con adorno de altares y retablos dorados, imágenes de bulto y talla, pila bautismal, y las sacristías con ternos enteros de ornamentos de los cinco colores que usa la iglesia de damascos escogidos, y algunos de tela de oro y plata, cálices, custodias, vinajeras, ciriales incensarios, y candeleros de plata, con todo lo demás necesario al buen régimen de las Iglesias. Se añade haber en cada una de ellas memorias pías, que el vulgo llama cofradías, y es que en cada iglesia se ha puesto altar; han sido al principal de el Santísimo dedicado a la Concepción, y otro a las ánimas, y cada uno con fundo competente de ganado mayor para decir cada semana tres misas por las almas de el Pueblo vivos y difuntos. El lunes por las Almas de el purgatorio. Jueves a los hermanos de el Santísimo, y a los de la Santísima Virgen; el Sábado se procura que todo el Pueblo esté repartido en las tres obras pías de que se consigue que tengan frecuencia a los oficios eclesiásticos y culto divino, y que tengan sufragios para después de difuntos, porque su rusticidad no tiene como las demás naciones políticas aplicación a fundar capellanías, y quedaran destituidas de sufragios a no haberse ideado el arbitrio referido. En lo que mira a la sociabilidad humana a que contradice el natural universalmente en todos los gentiles, que como bárbaros siempre habitan divididos y desunidos unos de otros, sin más amistad, que la que en cada familia lleva la sangre y parentesco, y de el todo desnudos, ocultos en lo más retirado de las montañas se han dispuesto en forma que habiten ya unidos en pueblos. 464.
• Libro III [XX]
Vestidos decentemente, y reconociendo superioridad en forma monárquica, porque hay una cabeza en cada pueblo que hace oficio de Gobernador, y Alcaldes ordinarios subalternos, al mismo para gobernar el Pueblo, sobre que se ha procurado también y con efecto se ha conseguido que en cada pueblo haya indios cantores enseñados y diestros en el punto, y solfa para oficiar las Misas, y entierros, y otros oficios de carpinteros, herreros, alhamíes, y tejedores, que son los que necesitan para vestirse, y labrar sus cortas casas. Todo esto se debe al celo y beneficio de nuestro rey y señor que ha mantenido una escolta de un cabo y soldado que asisten divididos en dichos Pueblos; con esto se ha conseguido lo primero la seguridad en la vida de los Padres Misioneros que asisten, porque aquellos pueblos están retirados de los españoles. Lo segundo que los caribes no salgan a dichos pueblos. Lo tercero que tengan freno y castigo los indios cuando sucede algún exceso, o levantamiento de ellos. Lo cuarto que cuando dejan los Pueblos y se huyen a las Montañas sale uno de los padres con soldados a traerlos y reducirlos a la población. Lo quinto para hacer entradas y ir reduciendo otros gentiles que ha sido el modo como se han podido mantener y fundar dichos pueblos. En este asunto represento a Vuestra Señoría el gran trabajo que es necesario para conseguirse lo referido, porque las montañas y sitios de dichas Misiones son en temperamento calidísimo, no habitadas de hombres, sino de solo fieras y tigres, llenas de víboras, y serpientes, abundantísimas de aguas, y cercadas de pantanos: por lo cual las entradas a las montañas y selvas solo se pueden hacer a pie, y las más veces descalzos con los mantenimientos cargados a los hombros y estos carne reseca, y muchas veces solo fiados de la Providencia de hallar, o no algún animal montaraz, o alguna fruta silvestre de que mantenerse, sin otro fomento, de que se hace molestísimo y difícil de conseguir las reducciones, y solo asequible a fuerza de trabajo y paciencia, hambres y sudores.
§2 Solicita la Compañía nuevas fundaciones de Pueblos en el Río Orinoco Por estar estas reducciones entabladas, pasó la religión á reducir la gran multitud de indios gentiles que habitan las márgenes de el gran río Orinoco. Fundó pueblos con número de gentiles, levantó iglesias y por invasión que 465.
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hicieron los indios llamados caribes que mataron a todos los padres misioneros se dejó por entonces. Repitió segundas entradas y repitiendo los caribes las hostilidades, mataron al Capitán y a unos padres por cuya causa se volvió a dejar. Tiene la Compañía puesta pretensión en Madrid, para que su Majestad mande fundar un castillo que reprima y castigue dichos caribes que son muchos en número y dominan todo el Río Orinoco. Hallándose la Religión con el empeño en que la puso su Majestad de solicitar la conversión de la gran multitud de indios gentiles que habitan en todas las riberas de el Río Orinoco, y al mismo tiempo imposibilitada esta empresa por las invasiones de los caribes, y reconociendo los grandes costos que su Majestad hace en los Misioneros que envía, y el celo real para estas conversiones que no debía quedar frustrado, tomó por empeño la Religión otros medios y fueron estos desamparar el camino antiguo de navegación al Río Orinoco, y por montañas y despoblados, irle a buscar sus primeros principios y origen para entablar allí las Misiones sin riesgo de los caribes. El año de mil seiscientos y noventa y cuatro salieron desde Santa Fe dos Padres sacerdotes, y otro que salió de la Misión de los Llanos, y se juntaron todos tres en unas montañas despobladas, fertilizadas de un gran río llamado Guaviare distante de la ciudad de Santa Fe ciento y cincuenta leguas, y de las Misiones de los Llanos distara ochenta leguas. De allí empezaron a penetrar por las montañas acompañados de unos pocos indios y de cuatro soldados, y en lo interior de la montaña que los indios llaman Airico, se empezaron a encontrar algunos gentiles de Nación Achagua cuya lengua entendían y hablaban bien dos de los referidos sacerdotes. El grande costo que fue necesario para esta expedición en el aviamiento de los Padres, indios, y soldados, y para llevar ornamento y lo demás necesario para entregarse a las montañas incultas, y habitadas de fieras, sin sendas, ni veredas y todos por caminos de a pie incapaces de que los anden bestias mulares o caballares. Todo lo hizo la Religión por cumplir con su obligación y cooperar al celo de su Majestad. Anduvieron veinte días, y encontrados los indios referidos, se agregaron con facilidad a los Padres, porque les hablaban en su lengua. Fuéronse recogiendo otros indios de la misma nación que estaban dispersos en varias parcialidades, como acostumbra su natural insociable. Fundáronse tres 466.
• Libro III [XX]
pueblos en que se logró el bautismo de muchos párvulos y también de algunos adultos que instruidos y moribundos lograron el Santo Bautismo. Volvió a Santa Fe uno de los Padres a dar cuenta de la expedición, y las esperanzas que ofrecía para llegar por aquella vía al Orinoco. Súpose lo inculto de las montañas, su aspereza, el malo y nocivo temperamento, la imposibilidad de socorrer a los Misioneros, y de conservar vino y harina para los sacrificios [de la misa]; pero porque se había encontrado aquella gentilidad, y se había empezado su instrucción, pareció abrazando todas las dificultades representadas mantener allí los dos padres, como se hiso, y rendido a los trabajos hambre y mal temperamento enfermó el uno de ellos, salió y murió. Quedó el otro llamado Joseph Cavarte,1 el cual pasó algunos años en aquel inculto desierto instruyendo a los indios, y estos bárbaros nunca se redujeron a partidos, porque ni admitían la fe, ni querían venirse a poblar a las vecindades de las Misiones de los Llanos. Lo que los dos padres Joseph Cavarte, y Alonso de Neira padecieron entre aquellos bárbaros no es explicable pues vivieron sin el comercio y comunicación de los españoles faltándoles enteramente los alimentos, casas y poblaciones, su vivienda una cierta choza baja y sin aliño, su alimento raíces de árboles, algún pez, pájaro, o animal silvestre sin más condimento que el agua, porque carecen enteramente de la sal. Probeíales Dios Nuestro
1 José Cavarte. Nació en Zaragoza (España) el 9 de febrero de 1655. Ingresó en la Compañía de Jesús en Tarragona, el 2 de febrero de 1680, después de haber concluido sus estudios de Filosofía y de Jurisprudencia en la Universidad de Zaragoza. Pasó a América en la expedición de 1681. Tuvo que concluir su noviciado en Tunja, desde donde se trasladó a Bogotá para estudiar la Teología (1682-1685) en la Universidad Javeriana. Se ordenó de sacerdote en Santafé, el 30 de marzo de 1686, e inmediatamente pasó a las misiones. Recién llegado se instaló en Pauto. En 1687 actuaba como párroco de los tunebos. El 29 de noviembre de 1691 se embarca en Casanare, con los PP. Alonso de Neira, José de Silva y Vicente Loverzo, para reentablar las misiones orinoquenses, pero se ve obligado a regresar en 1693, tras el asalto caribe. El 25 de noviembre de 1693 ensaya una nueva intentona con el P. Pérez, pero se vieron obligados a regresar en enero de 1695. A finales de ese mismo año, por la ruta del pidemonte andino, se instala en el Guaviare, en compañía del P. José de Silva. Su acción con los achaguas del Guaviare duraría hasta 1707. De 1707 a 1718 atiende diversas reducciones del área misional. Hacia 1720 se radica en las bocas del Busiana con sus antiguos achaguas, en donde permaneció hasta 1722, fecha en que los trasladó a Guanápalo. Allí le sobrevino la muerte, el 7 de enero de 1724 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 134-137).
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Señor con darles tres indios que mostrando más humanidad solían traerles los mantenimientos referidos. Conoció la Religión lo infructuoso de esta empresa porque no se lograba el paso al Orinoco, ni en aquellos gentiles la conversión, por lo cual se dispuso que el Padre Cavarte se restituyese a la Misión de los Llanos, y dejare aquellos gentiles en quienes por muchos años nada se pudo conseguir.
§3 Ocasiones que se ofrecieron para nuevas Fundaciones de Pueblo Deseaba la Religión adelantar unas Misiones, y aunque se solicitaban por todas partes modos prudentes para el paso al Orinoco, o para nuevas Reducciones de los muchos indios que habitan en las riberas de el Río Meta, de el Río Vichada, y otros Ríos no se encontraban. Pero la Providencia Divina que a sus tiempos llama a los gentiles según los secretos incomprensibles de la predestinación, ofreció varias reducciones en esta forma. La nación Achagua que estaba dividida en varias parcialidades y entre sí con continuas guerras se fue menoscabando por continuadas muertes unos y otros, unas en batallas, y otras a fuerza de venenos. Eran las capitanías seis, y numerosas, y reducidas a corto número, entraron en temores de que subiendo los caribes, los cautivarían a todos por la fuerza de los caribes, y ser para los que habían quedado de su Nación. No se les ofreció otro medio que buscar a aquel antiguo Padre que sin fruto los acompañó tantos años, y aunque sus viviendas distaban casi ochenta leguas de la Misión de los Llanos donde estaba el Padre vinieron a buscarlo algunos gentiles, y con ellos sus cabezas; llegaron a Casanare el año de mil setecientos y diez y ocho. Confirieron con el Padre Joseph Cavarte la deliberación en que estaban de reducirse a vida sociable, y poblarse. Consultóse sobre el sitio sobre que se ofrecieron varias dificultades, porque no podía ser en lo retirado de las montañas que habitaban por estar separadas de todo comercio, ni convenía admitirlos en los pueblos fundados por la natural repugnancia que tienen unas naciones con otras, y siendo el designio entablar poblaciones que sirviesen de escala y vía a las reducciones de el Orinoco se escogió para esta nueva fundación un sitio de temperamento sano en una llanura limpia para las casas, y cercana a montes para las necesidades 468.
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de los sembrados y maderas; llámase este sitio Guanápalo, nombre que le da un pequeño río. Allí se empezaron a poblar desde el año de setecientos y diez y ocho, y al cabo de cuatro años con varias entradas que se hicieron a las montañas quedó fundado el Pueblo de Guanápalo. La nación que lo habita achagua; entre ellos hay varios cristianos y su número doscientos y setenta. Desde el año de veinte y dos está enteramente fundado el Pueblo con iglesia, ornamento y misionero que les asiste. Al presente se están fundando otros dos de la nación guahiba que es muy numerosa; de esta casta en años pasados hubo un pueblo en las barrancas de el Río Ariporo, donde perseveraron poco más de siete años, mas no pareciéndole bien el sitio al Padre que los doctrinaba los mudó a la falda de una serranía. En este sitio echaban [de] menos los indios, la abundancia de pescado de que gozaban en el primero, y una vez que se les negó la licencia de bajar al llano a sus pesquerías se fueron sin ella aunque con ánimo de volver. Juzgóse que se iban de huida y se despachó escolta de soldados que salió en su seguimiento; halláronlos pescando desarmados y sin señal alguna de fuga. Uno de los indios viendo cerca de sí a un soldado con escopeta levantó el arco, disparóle una saeta y le quitó la vida, por cuya causa se juzgaron reos de muerte, y se pusieron en fuga. Éste fue el origen de el horror y oposición que han tenido los blancos con esta nación; ésta la causa para perseguirlos con tanto empeño que salían a casar indios, como si fueran venados, matando a muchos adultos, y cautivando los párvulos, pagando una muerte que hicieron con muchas muertes, perjuicios y daños en sus casas y sementeras, varias veces quemadas por dichos blancos. Conociendo el Padre Superior de las Misiones ser ésta la causa de no parar en un sitio dichos indios, alcanzó de esta Audiencia de Santa Fe una Real Provisión en que ordena y manda a todos los vecinos blancos moradores de aquellos parajes no persigan, maltraten, ni cautiven, ni hagan trabajar por fuerza a los tales indios. Intimóse a los blancos el Regio Rescripto a que han dado pleno obedecimiento y los malos tratamientos con que antes los perseguían cesaron. El mismo Padre superior notició a los indios estar ya libres por el Rey, y que ya podían salir a poblarse sin temor, pues ya se les había perdonado su delito. Fue necesaria esta advertencia porque estaban persuadidos a que debían todos la muerte de el soldado por el Guagiba. 469.
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Persuadidos de el Padre Superior de que ya los blancos no les harían daño alguno, determinaron salir a poblarse, como lo ejecutaron, esperando algún tiempo padre que los doctrinase, el cual fue al sitio que ellos escogieron por el mes de octubre de el año pasado, y actualmente están viviendo a las riberas de el Río Tame, dos leguas de el Pueblo de los Betoyes. Este Pueblo que es de Santa Teresa de Jesús, se ha adelantado mucho, pues ya tiene iglesia ornamentada, casas y labranzas, y habrá en él cerca de doscientas almas, y casi todas con el Santo Bautismo, y parte dellos es de los que antiguamente estuvieron poblados. A fines de el año pasado salieron de tierras bien remotas cincuenta indios de esta nación que llegaron a este sitio sin haber sido llamados, y preguntados por qué habían venido, respondieron que así se lo decía su corazón, y averiguado el día que salieron de sus tierras se ajustó ser el día de Santa Teresa Patrona de este pueblo, el cual se hubiera adelantado más en número de gente, a no ser necesario vestir y sustentar a los que vienen, por cuya causa el Padre Superior de las Misiones ordenó no se solicitase más gente, hasta que los presentes tengan labranzas para sustentarse a sí y a los demás que vinieron, porque no teniendo mantenimientos para los nuevos que salieren, hay riesgo o de volverse a sus tierras, o de hurtar a los de el Pueblo vecino. El otro Pueblo a que se ha dado principio es de la misma nación, se llama San Joseph [y] está en las Barrancas de el Río Pauto, sitio que ellos mismos escogieron por ser muy apto para pesquerías y labranzas. En este sitio han perseverado algunos meses esperando Padre que los doctrinase que no lo había hasta que llegó esta última Misión, día catorce de diciembre de el año pasado. Fue el Padre Superior de las Misiones con otro Padre Misionero. Llegaron al sitio donde estaban los indios, y hallaron más de doscientas y cincuenta almas que con singulares muestras de alegría los recibieron; juntáronse todos los hombres y en corto espacio fabricaron un rancho para que los padres viviesen. Salieron después al sitio que se escogió para edificar el Pueblo, y con tanto empeño se aplicaron a cortar madera para la casa del Misionero que diciéndoles el Padre fuese la mitad de la gente a pescar y buscar comida, el que hacía cabeza entre ellos respondió: Padre no iremos a cazar hasta acabar tu casa; y así lo ejecutaron, pues en dos días cortaron la madera y levantaron una gran ramada. 470.
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Al mes de estar embarrada y seca, salió el Padre de la montaña a vivir en esta casa. Estando allí llegó el cacique o cabeza de esta gente, y dijo al Misionero: Padre qué has hecho que allá en la montaña están todos llorando, porque saliste fuera, y los dejaste solos allá. A otro día salieron todos los hombres y mujeres a donde estaba el Padre. Comenzaron a edificar casas, y aunque no las pudieron acabar, no por eso se volvieron a la montaña sino que perseveraron en dicho sitio, durmiendo a la inclemencia de el tiempo por no desamparar al Padre. Una noche de estas se les murió un párvulo que el día antecedente había sido bautizado, comenzaron a llorar como acostumbran. Oyó el Padre los llantos, hízoles una breve exhortación persuadiéndoles suspendiesen las lágrimas porque la muerte de aquel niño, más se había de celebrar con el regocijo de el corazón que con lágrimas de los ojos, que habiendo muerto bautizado estaba gozando de Dios en el cielo, rogando a su Divina Majestad por ellos. Fue bastante esta plática para que cesase el llanto. Encendieron luces delante de el cuerpecito difunto, y trocaron la tristeza en alegría. Han proseguido en la labor de casas y labranzas, se les ha remitido la imagen de su Patrón San Joseph, ornamento para iglesia, lienzo y camisetas para cubrir su desnudez, y se espera el aumento de este pueblo mediante la poderosa intercesión de su Patrón, y el grande amor que muestran al Padre que los doctrina. Además de los Pueblos referidos, se ha dado principio al Pueblo de la Santísima Trinidad en las riberas de el Río Meta desde donde navegando ocho, o nueve días se puede llegar al río Orinoco. Los de esta nación se llaman chiricoas, son muchos y muy valientes a quienes las otras naciones respetan por su valor. Tan bárbaros que no solamente no se avergüenzan de andar totalmente desnudos, sino que hacen ostentación de su desnudez; tan inconstantes que nunca se han reducido a vivir en comunidad, andando siempre como gitanos en continuo movimiento. Los veranos salen a las riberas de los ríos a mantenerse de el pescado. Los inviernos se retiran tierra adentro sustentándose con raíces y algunos plátanos. Hay en este pueblo más de doscientas almas; la cabeza de esta gente se llama el capitán Chaguamare, muy respetado de todos los de su nación; muchos de estos sabiendo que el dicho Chaguamare se había reducido a ser cristiano han prometido salir el verano que viene a escoger sitio para poblarse. Asimismo otras dos capitanías de esta misma nación están en el 471.
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sitio llamado Barbacoa, en el cual por no haber sacerdote que los doctrine, el Padre Superior ha puesto un soldado, y un hombre anciano para que los entretenga, y haga trabajar, mientras Dios que los ha movido da providencia a enviar operarios para esta mies que está dedicada al Señor San Joaquín.
§4 Primer descubrimiento de los Betoyes, y noticia de otras Naciones Empezaba el año mil setecientos y uno, cuando no sé si fugitivo, o peregrino, salió Don Antonio Calaimi, Girara de nación, y cantor de su Pueblo de Tame, sin más caudal que un clarín pendiente de la cinta so color de hallar más conveniencias temporales, pero en la realidad en busca de trabajos. Cuando después de haber llegado por el camino de Tunja a Pamplona a la ciudad de Pedraza, oyó conversar entre sí a unos indios, y aunque el lenguaje era extraño, todavía percibió algunas razones Don Antonio de donde coligió que aquella lengua, o dimanaba de la de los Giraras, o la suya Girara de la que estaba oyendo, y movido de esta curiosidad, y porque la semejanza de idiomas en tierras extrañas, es un género de parentesco, se llegó a ellos con quienes a pocos lances trabó una estrecha y larga amistad en virtud de la cual, (permitiéndolo así Dios) le dieron noticia de como eran Betoyes, cuyos Pueblos estaban situados en el corazón y centro de aquellas circunvecinas montañas de donde casualmente habían entonces salido, y que estaban asombrados viendo cómo además de su nación había también en el mundo hombres de tan diferentes colores y lenguajes y mucho más se maravillaron de ver que Don Antonio sin ser de su nación hablaba de manera que le podían percibir. Tanta es la brutalidad de estas naciones y la retirada de lo escondido de sus montes, pues estaban persuadidos a que solo se componía el mundo de las personas de su nación y de otras de que estaba poblada la montaña. Pero volviendo a nuestro Don Antonio con estas conversaciones fomentadas de la curiosidad natural que asiste a todos de ver y saber cosas nuevas le nacieron en lo interior de su corazón intensos deseos de pasear hasta lo más escondido de aquel monte. Dióle a entender a sus amigos, y con la precaución de que lo ejecutaría, con tal que fuese permanente la amistad entablada, y le sirviese de amparo en aquellos nuevos países de salvoconducto 472.
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en cualquier lance o contratiempo de los que le podían suceder. Todo esto admitieron y ofrecieron cumplir los Betoyes, lo cual zanjado tomó la derrota con los compañeros hacia lo más intrincado y espeso de la selva. Éste fue el primer paso y el primer viaje de los muchos que hasta hoy ha hecho este noble y cristiano indio por la conquista y reducción de los Betoyes, de quienes hoy es cabeza y cacique, en atención a los muchos trabajos y riesgos de la vida, en que por su reducción se ha visto en varias ocasiones como diremos después. Pero sigamos ya los pasos de nuestro cacique, que ha de ser en esta ocasión el explorador de la tierra prometida, antes de la entrada de Josué, en cuyo seguimiento iremos viendo con notable gusto la fertilidad de la tierra en el copioso gentío, que temeroso como las nocturnas aves de abrir los ojos a la verdadera luz, se oculta sobresaltado dentro de las sombras de la muerte fomentadas de su propia ceguedad, por no mirar el sagrado esplendor de la doctrina evangélica que por todas partes le ciñe y amorosamente pretende entrársele por las puertas, para manifestarle patentes las de el cielo por medio de el sagrado bautismo. Fue ésta primer derrota que dijimos desde la ciudad de Pedraza, situada hacia el Norte y empezando a cortar las guías Betoyes vía recta hacia el sur, a cinco jornadas ya de montaña densa, ya de algunas campiñas raras llegaron a la nación de los Guaneros situada en las vegas de el Río Sarare. Aquí fue bien recibido Don Antonio, por el buen oficio que con él hicieron los amigos Betoyes, y valiéndose de esa buena acogida se detuvo en la nación Guanera, un mes entero, con designio ya de ver si podia sacar a su Pueblo de Tame algunos gentiles, para volver con honra y ganar al mismo tiempo créditos de valiente, y como él dice con gracia de conquistador. No pudo ocultarse en aquel país noticia tan irregular como era la de haber llegado un indio de diferente nación, y así no solo concurrieron a verle y hacerle un sin número de preguntas todas las capitanas de los Guaneros, Agnalos y Guaracapones, con algunos de los cuales indios trabó estrecha amistad, y a la propartida le siguieron en los Betoyes. Despidióse desta nación, y pasando al río Apure, a poco rato se encontró con la nación Situja, de singularísima afabilidad, tanto que en ninguna nación fue más atendido y festejado. Al despedirse de aquí le siguieron tres familias, al paso que se iba llegando a la nación Betoya donde imaginaba ser más bien recibido, se le iba aumentando la compañía que la hubo bien menester, cuando 473.
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lo pensaba menos, porque dejados los situjas a pocas jornadas llegó al primer pueblo de los Betoyes llamado Isabaco por gobernarlo dos indios muy viejos de este nombre, de los cuales hoy vive el uno gran ministro de Satanás. El recibimiento de los Ysibacos, y su gente fue con las armas en la mano y con una gritería tan descompasada que ella sola infundiera horror en el pecho más alentado; gritaban sin cesar, y amagaban a herirle, no con arco enastado, sino empuñadas todos las flechas, que éste es siempre el preámbulo de sus batallas. Gritaba al mismo tiempo Don Antonio y sus alentados compañeros, finos defensores de su nuevo amigo, hacían los mismos ademanes, con sus armas, pero como eran menos en número, y fuera de eso lo más recio de el combate cargaba sobre Don Antonio, dieron sobre él por todas partes, y arrastrándole con furiosa barbaridad a unos de sus caneyes, o casas, haciendo de la misma camiseta con que se cubría pronto dogal, sin más revista ejecutaban ya rabiosos los Betoyes, una tan tirana muerte que hubiera sido parte para atajarles todos los pasos para la eterna, y verdadera vida, muerto el único que por entonces había Dios señalado por instrumentos para dársela a su tiempo. Medio agonizando estaba ya el esforzado, aunque vencido indio, y aun ideaba medios para rescatar la vida, que ya miraba con horror entre las gargantas de la muerte llamaba desde lo íntimo de su corazón a Dios, y aunque no sabía el fin por qué le quitaban la vida, todavía en medio de tantas congojas y tan terrible aprieto se consolaba grandemente en imaginar que tal vez moriría mártir, pero aquel Señor que arrojó por el suelo la bien guarnecida ciudad de Jericó con solo eco de siete sonoras trompetas, inspiró al afligido moribundo que arrojando el arco y flecha, sacase el clarín que tenía pendiente a la cinta para que con lo horroroso de sus ecos se amaneasen aquellas fieras racionales; encañó (aunque no sin dificultad) el clarín y a los primeros ecos, aunque nacidos de el corto aliento que le había quedado, le perdieron totalmente los Betoyes, en tanto grado que la misma precipitación con que despavoridos huían les negaba el paso franco para la fuga que duró acelerada hasta lo más secreto de los montes. Alentado con tan feliz éxito Don Antonio respiró algún tanto y renovó los ecos del clarín, no ya como cisne moribundo, sino pregonando con bien compasados tonos la victoria tanto más alegre, cuanto menos esperaba; al mismo tiempo prosiguiendo con su buen oficio los amigos se dividieron 474.
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por varias partes siguiendo a los fugitivos, y los encontraron a poca diligencia por ser bien prácticos en la tierra, llenos de turbación y espanto, ideando melancólicos pronósticos sobre las voces que habían oído, nunca percibidas de ellos otra vez en el retiro de sus montes. No tuvieron poco que vencer los indios amigos para persuadirles que aquel instrumento, aunque mayor era bien parecido a las flautas pequeñas que ellos mismos usaban; de aquí pasaron a afearles la acción ejecutada con un indio que venía a solo ver sus tierras, patrocinado de sus mismos parientes. Con estas y otras razones los convencieron para que volviesen a festejar a Don Antonio, como lo hicieron a su modo con una larga bebezón, terminada en un profundo sueño. En este primer pueblo de los Betoyes estuvo el cacique algunos días, en los cuales averiguó muy en particular aun lo más individual de la tierra hasta que determinado volverse a su patria, después de tan larga peregrinación, lo ejecutó volviendo a su pueblo Tame, no solo como cuando salió de él sino acompañado de diez y seis indios de cinco diferentes naciones, nunca vistas, ni oídas en las Misiones de los Llanos. Bien se deja entender el aplauso con que sería recibido el Cacique, la admiración de el Pueblo al ver en su tierra indios de tan extrañas naciones, y sobre todo el gozo que sentirían nuestros Misioneros, oyendo de el mismo Don Antonio la copiosa mies que estaba escondida en las circunvecinas Montañas, concibiendo en sus corazones vivísimos deseos de conquistarlas para Cristo, y firmes esperanzas de su consecución, ideando ya medios desde entonces para la conquista, y intentándolos como veremos en el capítulo siguiente.
§5 Primera entrada a los Betoyes, y variedad de sucesos prósperos, y adversos Corría ya el año de mil setecientos y tres y había ya descansado en su pueblo de Tame Don Antonio Calaimi un año entero, cuando se vio precisado por orden de su cura que lo era entonces el Padre Juan Ovino2 a tomar 2 Juan de Ovino [Obino]. Nació en San Lusurgio (Cerdeña) en 1661. Ingresó en la Orden el 1º de mayo de 1686. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Calderón, en 1695. Ignoramos cuándo fue destinado a las misiones casanareñas. En 1703 envió, como cura de Tame, al cacique Calaimi a reconocer el Airico de Macaguane. En 1711
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la derrota de la Montaña en busca de los Betoyes, con orden de procurarse disponer sus ánimos a recibir de paz al Padre que había ya determinado el ir en busca de la salvación de aquellas almas. Ejecutó el mandato, y habiendo llegado a los lolacas y atabacas pueblos situados en las vegas de el río Sarare. Fue bien recibido de los Betoyes, y festejado con larga bebida según su estilo; propúsoles con gran cautela su embajada, y aunque es verdad que la recibieron mal, pero pudo tanto el buen término y constancia de este cristiano y celoso indio que después de mucha dificultad los redujo a que viviesen entre cristianos. Llegó tan alegre nueva a los oídos de el Padre Juan Ovino, quien viendo la puerta que abría el Señor a aquellas almas, partió para la montaña en compañía de algunos indios amigos, llegó al país donde habitaban los Betoyes, quienes teniendo noticia de la llegada de el Padre concurrían desalados a verle. Fue grande la alegría que recibieron con su llegada y mucho más las fiestas con que a su modo le recibieron; dejo de referir lo mucho que padeció después el Padre en reducirlos a causa de su inconstancia, con que ya querían, ya no querían salir de la montaña como lo habían ofrecido. Baste decir que después de haber gastado tres meses en su sitio, los vino a reducir a que saliesen rompiendo para esto montes de dificultades. Entró triunfando en su Pueblo de Tame con un número no pequeño de almas, en donde les señaló tierras para sus sementeras y casas para su habitación dentro de el mismo Pueblo. No pudo sufrir el Demonio el que le hubiesen quitado aquesta presa porque (permitiéndolo Dios así por sus ocultos juicios) con la mudanza de temperamento fueron enfermando y muriendo hasta la mitad de los indios. Persuadióles el Demonio que los indios cristianos de Tame les daban veneno, o les hacían otro maleficio con que morían. Pudo tanto aquesta aprensión en ellos, que sin saber cómo se desparecieron de el Pueblo, y retiraron a la montaña. Fue en su seguimiento Don Antonio como cacique suyo, y habiendo cogido y preso a los dos capitanes de aquella tropa, trajo otra vez a Tame a los fugitivos, aunque muchos quedaron escondidos en el monte, pero como el Demonio les había persuadido tan vivamente aqueste engaño se huyeron segunda, tercera y cuarta vez; viendo había dejado la Compañía de Jesús y se encontraba en la Isla de Curazao. Falleció en Sardinia, el 16 de febrero de 1735 (José DEL REY FAJARDO Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial. Op. cit., 455).
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pues que no era posible el hacerlos perseverar en el pueblo, después de visto y considerado con maduro consejo por evitar mayores inconvenientes se tubo por bien que nueve o diez familias que habían quedado y que estaban ya resueltas a huirse despechadas a la montaña si no las dejaban vivir en pueblo aparte se retirasen con su cacique Don Antonio al río Cravo a un sitio llamado Casiabo. Con estos pocos gentiles, estuvo el cacique viviendo mas no como gentil, porque en cuanto alcanzaba les enseñaba la doctrina; allí los mantuvo hasta el año de mil setecientos y quince dándoles firmes esperanzas de tener algún día padre aparte como los otros Pueblos. Gobernaba esta Provincia de el Nuevo Reino el Padre Mateo Mimbela el Provincial entonces que era el mismo año de mil setecientos y quince; yendo pues a la visita de las Misiones de los Llanos, y sabida por Don Antonio la venida de el Padre Provincial, partió desde el sitio de Casiabo con su tropa de indios para el Pueblo de Tame, lugar donde a la sazón estaba el Padre con el designio de conseguir lo que tanto deseaba, y era un padre Misionero que doctrinase no solamente aquellos gentiles, sino otros muchos de las diversas naciones que averiguó su celo en la montaña. Habló el cacique al Padre Provincial, quien oyendo tan buenas nuevas juntamente con ver en su presencia aquellos pocos gentiles que tan vivamente pedían un Padre que les instruyese en la fe y viendo por otra parte la puerta que abría Dios para la conversión de aquella gentilidad ciega, los envió consolados, dándoles firmes esperanzas de cambiarles [enviarles] un Padre Misionero que les instruyese. Buscó el Padre Provincial sitio acomodado para la fundación de el pueblo, que fueron las orillas del Río Tame entre Casanare y Cravo, y enarbolando una cruz, quien sirviese de señalar el sitio, concluida la visita se partió al Reino con intentos de remitir un Misionero con la mayor brevedad que pudiese.
§6 Es señalado para la fundación el Padre Joseph Gumilla y empieza a fundar el Pueblo Estaba en este tiempo concluyendo su tercera probación en el colegio de Tunja el Padre Joseph Gumilla de nación valenciano, y habiendo llegado a esta casa el Padre Provincial con los intentos arriba dichos de buscar misionero a propósito para la nueva Reducción, puso los ojos en el Padre Joseph, 477.
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prometiéndose de el espíritu, celo [y] prudencia de dicho padre que tomando a su cuenta aquella gentilidad, había de dar el lleno que pedía tan apostólico Ministerio. Hablóle su Provincial proponiéndole la gloriosa empresa para que le tenía destinado y la mucha gloria que podía dar a Dios en admitirla, y las muchas almas que podía ganar para Cristo en aquella spiritual conquista, si con todo empeño procurase su fundación y adelantamiento. Poca retórica era necesaria para aficionar a tan glorioso empleo, a quien por la reducción de los gentiles, desterrándose voluntariamente de su patria, y abandonando Padres y parientes con resolución heroica pasó a este nuevo mundo, despreciando los peligros de el mar, y los riesgos de los caudalosos ríos con los caminos inaccesibles de la América. Recibió el mandato de su superior como venido de el cielo, rindiendo a Dios, muchas gracias por el beneficio tan singular que le hacía en escogerle para tan alto Ministerio. Paso en silencio el alborozo que sintió en su alma al oír la propuesta de su Provincial, de que había mucho que decir, y de que es testigo muy abonado una carta que en este tiempo escribió un conmisionero suyo dándole noticia de su asignación a los Betoyes, tan llena de expresiones de el júbilo de su alma, cuanto de aprecio y estimación a una tan gloriosa empresa tan propia de los hijos de la Compañía de Jesús. Santamente impaciente con los deseos fervorosos de verse ya en el campo de gloriosas hazañas a que le llamaba Dios, trató desde luego con la mayor brevedad que pudo de ponerse en viaje para la nación Betoya. Considerando que no hay retórica más elocuente para conquistar las voluntades de los indios que el agasajo, y donecillos que les ofrecen, halló medio su industriosa caridad, para buscarles lienzo, camisetas y otros donecillos con que agasajar a sus Betoyes; partió de el colegio de Tunja como evangélico mercader de aquellas mercaderías con que había de comprar las margaritas de las almas, y después de un prolijo y dilatado camino de muchos días caminando por montes y páramos inaccesibles y peligrosos ríos llegó a las Misiones de los Llanos, no cansándose de mirar aquella inmensa llanura de el país contemplando en ella la tierra de promisión abundante no menos de sus frutos que de un copiosísimo gentío sepultado todavía más entre las sombras de la muerte que entre los sombríos de sus vecinos montes.
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Ya quisiera el Padre proseguir su viaje para sus amados Betoyes pues miraba en cada hora un año, y en cada día un siglo de dilación, pero para que se vea cómo quiere Dios en los hijos de Ignacio antes bien una voluntad rendida a sus superiores que otros sacrificios y obras por grandes y heroicas que sean, y como las margaritas de las almas son preseas muy preciosas que concede a sus siervos a costa de subido precio, cuando entendió el Padre Joseph estar muy allanado el camino para proseguir a sus Betoyes halló en el superior de las Misiones una rémora que detuvo la nave ligera de sus deseos en un orden apretado de que sirviese de compañero a un Padre que tenía el Ministerio de cura en uno de nuestros pueblos, quizás por juzgar prudentemente que era muy ardua la conquista por entonces y que sería más fácil después esperando oportunidad mejor. Bien se deja entender el desconsuelo que sentiría el Padre Joseph al ver frustrados sus deseos, aprisionado su celo en la estrecha pequeñez de un pueblo con las presiones de tan duro mandato. Mas considerando ser voluntad de Dios, obedeció como humilde, rindiendo la cerviz al yugo de la Santa obediencia, en que está la regla segura de el acierto. Seis meses estuvo en este tan rigoroso noviciado, padeciendo no solo en su voluntad por dilatársele sus deseos, sino en el cuerpo también con penosísimos achaques con que le ejercitó Dios. Que así industria el Señor a sus soldados cuando los llama para empresas grandes y trabajos mayores, y estas las escaramuzas que han de preceder a la espiritual conquista de las almas. Viendo pues el Padre por una parte la voluntad de su Superior mayor, por otra que había principios para fundar el Pueblo con aquellas nueve familias que dijimos estaban en Casiabo con su Cacique, y que no era contra la puridad y perfección de la obediencia, proponer lo que juzgaba convenir delante de Dios, no olvidándose de el rendimiento que debe tener un súbdito habló con entereza al superior de las misiones, dándole a entender el fin con que le había enviado el Provincial, y otras razones congruentes, que juntas con la eficacia no menos de su fervor que de sus instancias, venció por último, viendo con la bendición de Dios, y tomando la derrota para el sitio señalado a la fundación nueva con el gozo que se deja entender, rotas ya las prisiones que le impedían llegó al sitio destinado, centro de sus deseos, objeto de sus anclas, y campo de sus empresas, sin más principios de Pueblo que un desierto poblado de malezas, sin habitación alguna, y sin más principios 479.
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de culto al verdadero Dios, que una cruz enarbolada entre las malezas de el país, pronóstico quizá de la pesada cruz que había de cargar sobre sus hombros en empresa tan ardua, acometida desde sus principios de los furiosos vientos de innumerables contradicciones que los impedían. No se acobardó el Padre Joseph aunque miraba desde entonces un monte de dificultades para la fundación porque habiendo de levantar la fábrica de aquella cristiandad nueva desde los primeros cimientos, había de fundar Iglesia, fabricar casas para sus indios, sacar de la montaña habitadores, buscarles mantenimientos, y vestidos, y acudirles de tal manera que no echando menos la fertilidad de la montaña viniesen contentos fuera de ella. Todo lo cual lo consiguió mediante el favor divino como veremos después. No había habitación alguna como dije, y así fue preciso mientras buscaba oportunidad de fabricarla para sí retirarse río abajo a un pequeño rancho en donde moraba un mulato. Aquí estuvo algunos días en compañía de su huésped quien dio tanto en que merecer al buen Padre, cuanto se puede entender de tal compañero, y de costumbres tales que vino a parar por ellas en ser públicamente ajusticiado como lo merecían sus delitos. Habiendo pues venido a este sitio las diez familias con su cacique por todos, cincuenta almas, las cuales estaban allí a las orillas de el Río Cravo y a quienes el Padre fue a traer, y acompañó hasta el Río Tame adonde ahora están, trató luego de fabricar casas así para su habitación, como para sus indios, lo cual ejecutó con la mayor brevedad que pudo siendo todo como de prestado, según lo pedía el tiempo, porque su casa se reducía a una pequeña ramada muy semejante a las que fabricaron para sí los indios, y la iglesia no otra que la misma casa de el Padre en donde ponía el altar para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa. Esto fue todo el principio de la fundación nueva, éstas las primeras líneas y este el fundamento de el Pueblo de San Ignacio de los Betoyes. Sus progresos veremos en el Parágrafo siguiente.
§7 Funda Iglesia, y lo que trabajó en este tiempo Bien se deja entender el gozo que sentiría el Padre Joseph, viendo echadas ya las primeras líneas de su Pueblo, y mirando en aquel pequeño rebaño que le enviaba Dios aquella pequeña nube que vio Elías, quien levantándose de el 480.
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mar del gentilismo, se había de extender en muchas almas por el cielo de la Militante Iglesia para fertilizar con las aguas de el Santo Bautismo aquel estéril campo de la gentilidad, pero le desconsolaba por otra parte grandemente que no hubiese iglesia en donde fuese adorado Dios de aquellas almas y mucho más le afligía el que no hubiese medios para ponerle en ejecución; así estuvo muchos meses esperando que Dios abriese camino sin más iglesia que la que dijimos, ni más campana para llamar a misa que un tamborcillo con que hacían señal. Pero no estuvo ocioso en este tiempo, porque habiendo de catequizar aquellos indios, y reducir a otros de aquellos infieles, y emplear en ellos los filos de su espíritu, se aplicó muy de veras aprender la lengua Betoya en lo cual está casi el todo para el buen logro de los intentos, reducirlos y enseñarlos. Es un hechizo para estos gentiles hablarlos en su propio idioma y se agradan notablemente el verlo como honrado en boca de los españoles, y mucho más en los Padres que los asisten, y lo que más cerca su celo es poderles hablar en su lenguaje en que consiste tenerlos prontos a su obediencia, y gustosos en su enseñanza. Todo lo consiguió el ingenio, la industria, y el cuidado de el Padre Joseph, perfeccionándose tanto en el lenguaje que en breve pudo predicarles y enseñarles haciendo Vocabulario y algunas notas importantes para su inteligencia. Ganadas ya por este medio las voluntades de sus indios, y conquistado ya aqueste primer fuerte para Dios le pareció que ya era tiempo de fabricar casa más decente para sí y un pequeño oratorio, mientras se fabricaban Iglesia y juntamente casas más capaces para los indios; todo lo consiguió aunque no con la brevedad que quisiera, porque siendo los indios naturalmente inclinados a la ociosidad era preciso acomodándose a su paso ir caminando en todo lentamente. Concluida ya la casa y oratorio después de dos años y más de dilación trató de levantar [la] Iglesia sin más caudal que el de la confianza en Dios, finca la más segura y propia de los misioneros apostólicos. Fabricó después una Iglesia bien capaz, rica de ornamentos y alhajada, porque halló su industrioso celo camino para adquirir varias estatuas, y pinturas para su adorno, y las demás alhajas necesarias, para servicio de la Iglesia con tres campanas y variedad de altares. Es al presente una de las Iglesias más vistosas y capaces de cuantas tenemos en estas misiones de los Llanos, a que ayudó no poco el haberse granjeado el Padre las voluntades de muchas personas devotas con su condición amable, en 481.
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tanto grado que concurriendo Dios con este buen afecto le granjearon cuanto pudo su piedad para la fundación nueva. Liberalidad que sobre ser tan agradable a Dios, vivirá eternamente en nuestra estimación y agradecimiento. Pero sobre todo, lo que es más de estimar en este fervoroso Padre es el haber concurrido a todo esto con su persona propia, porque olvidado de sus lucidos talentos que pedían ocupaciones de más lustre, valiéndose de sus buenas habilidades, y tomando sobre sí las ocupaciones de muchos oficiales, servía de carpintero, albañil, alarife, escultor, pintor, jugando con tal primor los instrumentos de cada arte, como si hubiera sido ese el único empleo de toda su vida. Él era el primero en la obra, y el más infatigable oficial, él fabricó puertas y ventanas, adornó el templo de pinturas de su mano, y en fin fue el que ejercitando los oficios de muchos trabajaba por muchos. A tanto como todo esto le obligó el amor de Dios, y el celo de la salvación de las almas. No contentándose con la fábrica de la Iglesia, considerando cuánto importa para los recién convertidos a la fe hagan aprecio de lo que se les enseña, el adelantamiento de el culto divino, procuró éste con todas sus fuerzas, fundando escuela de música, para lo cual recogió los niños de más habilidad y les buscó maestro a su costa que les enseñase con tanta felicidad que es para alabar a Dios el oír ya en aquel sitio poco antes desierto habitado solamente de las fieras, una tan bien concertada música al celebrar los divinos oficios, que hablando sin ponderación puede competir con todos los coros de música que se hallan en estas Misiones que son muchos y muy diestros en la solfa, y en que con particularísimo cuidado se han esmerado nuestros Misioneros. Y causa mayor admiración el verse allí esta destreza en unos niños poco ha gentiles, sacados de el monte como brutos, sin mas ejercicio en el que heredaron y aprendieron de las costumbres bárbaras de sus padres, y abuelos. Buscó para este efecto variedad de instrumentos, músicos de mucho valor, en que se echa de ver la divina providencia, y el cuidado con que Dios ha tomado esta Cristiandad nueva, viendo que un pobre religioso, sin más caudal que el de la pobreza evangélica haya podido adquirir tanta multitud de alhajas que importan tan considerable suma, para que quien fuere llamado de Dios a semejantes empresas, no desmaye, viendo cuán liberal concurre a la perfección de sus obras. Dejo finalmente de referir otras muchas cosas pertenecientes a este capítulo por la brevedad, lo mucho que padecía en los dos años antes de sus 482.
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entradas a la montaña, así en materia de salud como en la falta de lo necesario para mantener la vida. El sumo cuidado que puso en este tiempo en doctrinar a sus indios, y la fundación de un hato de ganado para fomento de la iglesia, y escuela de la música, lo cual aunque ejecutó después de los primeros años, juntamente con la fábrica de la Iglesia, queda advertido desde aquí, por no interrumpir el hilo de la narración, y porque pasemos a lo principal, que son la entrada a las montañas, y reducción de infieles.
§8 No será fuera del intento el que antes de entrar en esta espiritual conquista hagamos la salva con una aunque corta noticia del sitio de la nación, sus costumbres, y notable variedad de otras naciones que se habitan, para que entendamos por aquí: lo uno la copiosa mies que nos ofrece Dios, y lo otro los trabajos apostólicos de nuestro Misionero en conquistar estas almas. Hablando pues en particular de la situación, y territorio de los Betoyes, es de saber que la inmensa cordillera que en sentir de el eruditísimo Padre Joseph de Acosta,3 ciñe las dos Américas por la parte que hacia el Norte humilla sus elevadas cumbres, para sepultarse en el mar, a no larga distancia de el Golfo, forma de sus mismos riscos y cumbres una hermosa media luna que ocupa de Norte a Sur la corta distancia de cuarenta leguas poco más o menos; corresponde por la parte de el oriente a este semicírculo de fragosa serranía, otro de mayor distancia formado de espesas selvas y montañas de árboles tan envejecidos y corpulentos, que juntos con la inmensidad de maleza que fomentan a su sombra, niegan el paso aún a los naturales más prácticos de la tierra. De estos dos ásperos círculos, o semicírculos se forma un ovalo de espesa montaña, bastantemente capaz, y a todo juicio humano reputado por inaccesible, hasta nuestros tiempos, y por tanto mui apropósito para que el Demonio eternizara en él la cátedra de sus infernales dogmas, sin recelo alguno de guerra ni contradicción. Es fértil, y agraciadamente ameno el país por la inmensidad de aguas de que por todas partes se baña de varios y caudalosos ríos que le atraviesan 3 Javier BAPTISTA. “Acosta, José de”. En Charles O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I (2001), 10-12.
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y ciñen, porque primeramente por la parte del sur baja de poniente a oriente el famoso río Sarare, quien dando un maravilloso salto bien parecido al de Tequendama, al despeñarse de un collado, al profundo de una anchurosa abra [¿?], pierde el primer nombre de Chítaga, y empieza a llamarse Apure, y Cuiloto, o Sarare. Por la otra banda que mira al norte, baja recogiendo casi todas las vertientes, que por el poniente desaguan en lo llano hasta que incorporándose con otro río forman ambos una pirámide dentro de la cual se oculta la nación Betoya. Es abundante de variedad de frutos que graciosamente ofrece el país con poca diligencia en el cultivo de variedad de aves peregrinas cuyas hermosas plumas sirven a los naturales para su adorno. Abundan para sus cacerías de varias especies de animales, osos, tigres, leones, dantas, puercoespines, ciervos y otros muchos que dejo por la brevedad, pero no omitiré la especie de los [...] por ser más rara, y que también se cría en este monte por haberse visto uno de ellos en estas entradas de la montaña y referiré brevemente. Venía ya de vuelta para las poblaciones de los Llanos el Capitán de la Escolta Don Domingo Zorrilla, a quien se le debe dar crédito por ser hombre que profesa verdad, cuando al revolver por una media luna que formaba el camino, entre lo sombrío de la montaña, vio a orillas de él, a poca distancia, una bestia con apariencias de hombre de estatura mediana; reparóse algún tanto como fuera de sí por la novedad, y advertido que caminando en dos pies, postura recta, era semejante a un hombre corpulento, cabeza grande, brazos como racional y todo él poblado de un mismo crecido bello que le cubría de cabeza a pies. Quiso levantar el gato de la escopeta para tirarle, cuando sintiendo ruido el salvaje se retiró con grande ligereza a lo secreto de la montaña, sin ser más visto. Éste es un animal que da mucho que pensar a estos indios, porque como le ven con figura de hombre y ven por otra parte que no habla tienen grandes disputas sobre el silencio. Mas volviendo a lo que hace más al caso, está poblado este territorio de muchas naciones gentiles, pues además de los que habemos dicho conviene a saber Betoyes, Guaneros, Agnalos, Guaracaponos, y Situjas, la habitan, asimismo los Quilifayes, Anabalis, Tunepes, Mafilitos. Y además destos más arriba donde ya sobre lo llano empiezan a levantarse algunas cejas de la vecina cordillera, se albergan entre sus collados los Taubes, nación 484.
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la más numerosa, así en pueblos como en gentío cuyo lenguaje es uniforme con el de los Betoyes. Desde estas medianas cumbres de los Taubes, se dejan atalayar algunos humos de la nación Cubaria, y entre los riscos de la cordillera la nación de los Mesos. Todo este innumerable gentío alberga entre sus malezas las circunvecinas montañas, para que sepa el celo apostólico que hay abundante mies, en que echar la hoz de la predicación evangélica, y dilatado campo en que arrojar el grano de la palabra de Dios, y para que sepa también el sitio en que les tenía escondidos el Demonio para hacer más difícil su remedio, y tenerlos más a sus salva presos en su esclavitud. Viniendo ya a tratar de sus costumbres, son en su trato mui brutales, porque no teniendo mas vestido que el que les dio naturaleza, andan desnudos todo el año, aunque alguno de entre ellos suele andar por grande autoridad y regalo vestido de unas cortezas de árboles que poniéndolas a fuerza de industria algo flexibles les sirven de camiseta. No reconocen Dios alguno, solo reconocen en el sol algún género de deidad, lo cual hace menos difícil la reducción. Son dados a la embriaguez y lascivia; se hallan hechiceros entre ellos. La india que ostenta para con sus hijos más piedad, en siendo niña la que nace la entierran viva para que por este medio acabe con los trabajos de este mundo, porque dicen que la india no nace sino para el trabajo. El conservarse vivas algunas niñas, es a costa de la vigilancia y amenazas de sus padres. Pocos días ha que en este pueblo de los Betoyes parió una india y hubiera enterrado viva sin bautismo la criatura por ser niña, si una india cristiana no la hubiera amenazado con el Padre, quien sabiéndolo fue a toda prisa, asegurándola cuanto antes por medio del santo bautismo. Baste aquesta corta noticia de la situación de la montaña, de la variedad de sus naciones y de la barbaridad de sus costumbres para que entremos en ella siguiendo los pasos de nuestro Misionero Apostólico.
§9 Entrada a la Nación Lolaca, y nuevas dificultades para su Reducción Antes de emprender el viaje para la Montaña, será bueno que traigamos a la Memoria lo que se dijo en el § 2 y fue que amedrentados los indios con la falsa aprensión de que los mataban con veneno los indios cristianos de Tame, se 485.
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huyeron despechados a la montaña, cerrándose la puerta para su reducción desde este año. Aumentó esta dificultad de reducirlos un caso que sucedió después el año de setecientos y nueve y fue en la manera siguiente. Deseosos estos gentiles de recibir el Bautismo enviaron desde el monte a llamar uno de nuestros Misioneros; dispuso el Padre su viaje con el contento que se puede imaginar, viendo tan buena disposición para recibir el Bautismo en la nación Lolaca. Mas para que se vea, cuánto aborrece el Demonio la conversión de un alma tomó por instrumento a un mal indio cristiano, quien sabiendo la determinación de el Padre Misionero se adelantó al monte, y les persuadió a los indios que en todo caso se retirasen porque les hacía saber que los españoles entraban a quitarles la vida. Esta noticia fomentada de su temor antiguo fue bastante para que desamparando sus casas y sementeras se retirasen despavoridos a un sitio muy escondido que es una Isla cercada de muchos pantanos. Muy ajeno estaba el Padre de lo que pasaba, quien prosiguiendo su viaje, y llegando al sitio de la nación halló desiertas las casas con el sentimiento que se deja entender; viendo frustrados sus intentos trató de dar la vuelta por el pueblo como lo hizo, teniendo por ocioso el buscarlos. Prosiguió no obstante el Capitán de la escolta con sus soldados para buscar a los indios, y con pretexto de descargar las escopetas para cargarlas de nuevo, y lo más cierto por estar poseídos de el temor, recelosos de alguna emboscada de los bárbaros, mandó el capitán a los soldados que disparasen las armas, contra el parecer de los más cuerdos que se oponían a tan imprudente resolución pero hubieron de obedecer los soldados dando una carga cerrada a un mismo tiempo, con tan pavoroso estruendo que resonando el ruido, no menos en los profundos valles, que en los oídos de los amedrentados gentiles se confirmaron en su errado parecer, durándoles por muchos años el recelo de que les buscaban para privarles de la vida. En tal estado y con tantas dificultades y peligros se miraban las cosas de la montaña, por los años de setecientos y diez y seis. Queda advertido esto desde ahora, para que veamos cómo se fueron aumentando las dificultades cada día más y más que imposibilitaban la reducción de estos gentiles. Corría ya el mes de enero de el año de setecientos y diez y seis cuando le pareció al Padre Joseph que sería tiempo de hacer su primera entrada a los gentiles, y más cuando miraba echadas las primeras bases de su Pueblo, 486.
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aunque con aquel pequeño número de indios que salieron de Casiabo con su cacique Don Antonio. No se puede hacer entrada alguna sin dar primero parte al superior de las Misiones. Con este conocimiento pidió licencia a su superior pareciéndole que con pedirle estaba allanado todo. Mas no fue así porque el superior juzgando quizá que había de ser la entrada sin provecho por haber cogido los indios un notable horror a los cristianos con las ocasiones dichas, hubo de negarle la licencia, golpe bien sensible para el Padre, de que solo puede hacer cabal concepto quien ha empezado a gustar de la conversión de los gentiles; pasó en silencio el tormento tan terrible de su voluntad junto con la resignación a la de su superior, que es la regla visible que nos dejó Dios para no errar. Pero volviendo a nuestro intento dispuso no obstante el superior que se hiciese la entrada, pero que fuesen solamente los soldados, con su cabo principal que lo era entonces un soldado, flamenco de nación, de más valor que de experiencia en la montaña, y de mejor voluntad que discreción, causa de doblarse las dificultades en la conquista y de aumentarse el recelo de los indios, como veremos para que se entendiese quizá que había de ser obra de el poder de Dios la fundación de este pueblo y no de diligencias humanas. Partióse pues el cabo para la nación lolaca con algunos soldados españoles. Después de un penosísimo viaje de muchos días, habiendo padecido indecibles trabajos, dieron vista a la Isla los soldados, poco prácticos en semejantes empresas, y su cabo principal ejercitado más en las conquistas de Flandes que en las conquistas espirituales de paganos, pensando que el ganar a estos había de ser más con la fuerza de militar estruendo, que con la fuerza de razones y agasajo, haciendo alto con su gente cerca de la isla esperaron a que llegase la media noche. Era ya tiempo y disponiendo en orden su tropa fueron marchando con gran silencio hasta llegar a un caney, o casa grande en donde estaba ya durmiendo un excesivo número de Lolacas. Apenas llegaron cuando dio orden el cabo a sus soldados para que cercasen la casa. Hecha esta diligencia entró de golpe con algunos al Caney, y cerrando con los descuidados indios dieron sobre ellos todos los soldados con tan descompasado alboroto y gritería que ella sola bastaba para amedrentar los más esforzados ánimos de el monte. Bien se deja entender la confusión alborotada que habría entre pobres indios en tan repentino caso, a media noche, cercado de 487.
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españoles, a quienes no podían mirar sin extraordinario horror, aterrados con el estruendo a las armas, impresionados de sus antiguos recelos, viendo brillar los alfanjes entre los horrores de la noche, y viendo finalmente que los aprisionaban como si fueran enemigos, sin tener más culpa que el derecho natural a vivir en los países donde los crió Dios. Todo era una babilonia de confusa gritería, sin entenderse los unos a los otros, alaridos de mujeres, llantos de inocentes niños, y furia de leones en los bárbaros mirándose cercados de españoles, cuando se juzgaban más seguros en lo retirado de la Isla. No fue éste el inconveniente mayor sino que escapándose muchos de los gentiles que estaban en el Caney y licuados en alas de su pavor a las demás naciones, contaron lo que pasaba, noticia que alborotaron el monte de tal manera que fue poner aceite sobre el fuego para avivar su enojo, y montañas sobre montañas, no de facilidad para conquistar el cielo, sino de imposiblez, y más imposibles para su consecución. Que estos peligros y desórdenes se siguen cuando a semejantes empresas no asiste quien con espíritu y prudencia, junto con el celo de las almas, suple la falta de quienes por su profesión, no tienen obligación a saber. Todo esto se hubiera evitado si el padre a quien escogió Dios para ganar las voluntades de estas almas hubiera asistido en este caso, pero permite Dios que haya variedad de pareceres y sentencias por altísimos fines de su infinita sabiduría, para que opinando unos con intención buena padezcan otros con intención igual. Mas viniendo a nuestros conquistadores quedaron muy ufanos con el hecho, pareciéndoles haber cortado la cabeza a Goliat, que les hubiera sido mejor nunca haber entrado a la montaña para tan atroz desatino ejecutado con mejor voluntad que discreción. Por abreviar, pusieron centinelas, y llegada la mañana, tomaron la derrota para las reducciones trayendo por despojo de tan grande hazaña treinta y cinco gentiles que cogieron desprevenidos y durmiendo. Pasaron el Río Sarare, y pareciéndoles que estaban ya seguros los indios, les quitaron las ligaduras con que los traían amarrados, llegaron al pueblo de los Betoyes gustosos al parecer, o ya fuese por miedo, o ya porque los propusieron algunos motivos superiores de recibir la fe. Recibiólos el Padre con entrañable amor estrechándolos entre sus brazos, y agasajándoles con algunos dones, con que respiraron los indios, y salieron en gran parte de su recelo. 488.
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No se le ocultó el modo con que salieron de el monte llevando muy a mal tal medio, que sobre ser muy ajeno de razón, había de ser grande impedimento en adelante para las demás entradas, ni le pareció conveniente el bautizarlos hasta reconocer en ellos inclinación al país nuevo y también inclinación a recibir la fe; pero Dios que sabe sacar aciertos de nuestros yerros, y traer a su iglesia muchas almas por medios extraordinarios, y caminos al parecer torcidos dispuso que la violencia con que salieron estos indios, pasase a una voluntaria sujeción, abriendo los ojos a la verdad por medio de las exhortaciones de el Padre, lo cual visto, los bautizó después de asegurados e instruidos, con tanto consuelo de sus almas, como alegría de el Padre, siendo aumentado el rebaño de Cristo con treinta y cinco cristianos más, reducidos por medio tan extraordinario, confiando en Dios había de tener mejor éxito la entrada que ya ideaba para el año siguiente, no obstante lo arduo de la empresa, por haber quedado las cosas tan alteradas como queda dicho. No le salió vana su confianza en Dios porque pasado el año dispuso su entrada, que tuvo más feliz suceso que la pasada, y tomaron distinto semblante las cosas, aunque no dejó de hacer guerra el Demonio para impedirlo, como se verá en el Parágrafo que se sigue.
§ 10 Entra el Padre Joseph a la Montaña. Reduce cien gentiles y noticia de varios sucesos prósperos, y adversos Estilo es muy ordinario en Dios el dilatar con altísima sabiduría el cumplimiento de lo que deseamos mucho, quizá para que conseguido se tenga después en mayor estimación, y se reconozca al mismo tiempo que más es dádiva de su liberal mano que obsequio que le hacemos nosotros, y para que saliendo como represa los deseos, violentados por largo tiempo sean de mayor eficacia, y sea mas activa su ejecución. Todo esto se vio en el Padre Joseph, quien habiendo esperado tanto tiempo, y habiendo conseguido, no sin dificultad licencia de el superior, dispuso su entrada para el monte con tanto fervor y aliento, cuanto se puede imaginar después de tan repetidas ansias de verse ya en el campo que le preparaba Dios para sus gloriosas empresas.
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No ignoraba lo difícil de la entrada de este año, que fue el de setecientos y diez y siete, pues aún perseveraban en el monte los ecos de los pasados alborotos, el horror en los naturales y las especies melancólicas de el antecedente año; todo esto podía desmayar el ánimo más valiente y acobardar al más alentado espíritu, pero Dios que reparte las fuerzas según la carga, y comunica a la medida de la dificultad el valor, se le comunicó de tal suerte a su misionero que despreciando peligros, y atropellando dificultades, armado de la oración y de la confianza en Dios, armas las más seguras de sus soldados, partió para la montaña a los principios de aquel año en compañía de su cacique Don Antonio Calaimi y de algunos soldados para su resguardo, quienes llevaron por cabo principal al Capitán Zorrilla. Habíanse retirado los indios Lolacas desde el año que los amedrentaron con aquella carga cerrada que dijimos a una isla, casi inhabitable por sus muchos pantanos, y casi inaccesible por las circunvecinas ciénagas. Es esta isla otra distinta de la que dijimos en el Parágrafo pasado, de donde salieron los treinta [y] cinco indios. De esta isla pues llamada de los Pantanos, y a esta nación de Lolacas que la habitaba, tan bárbaros en sus costumbres como encarnizados en sus vicios, entró esta vez a conquistar para Cristo el Padre Joseph, padeciendo las incomodidades y trabajos que no caben en la pluma por lo arduo de los caminos, pues no pudiendo trajinarse a caballo por la inmensidad de sus malezas fue preciso caminar quince o diez y seis jornadas tierra adentro, a pie, con un bordón y su Breviario a imitación de su devoto el grande apóstol de las Indias, por ríos, pantanos, ciénagas de a media legua, y aun legua de travesía y lo demás de la montaña por sitios tan fragosos que solo a industria de dos peones que iban por delante, rozando la maleza con machetes, daba paso para proseguir el viaje. Todo lo venció el deseo de ganar estas almas para Dios, quien le comunicaba fuerzas a la medida de tan desmedidos trabajos. Después de los quebrantos dichos llegaron al primer pueblo de Lolacas o pueblo de los Pantanos. No se puede fácilmente ponderar la turbación de los bárbaros al ver en su tierra los españoles y en un sitio en que se juzgaban tan seguros; ya quisieran, si les fuera posible y lo permitiera su turbación, o echar mano á sus armas para quitarles la vida, o retirarse despavoridos huyendo de el peligro que temían, acordándose de los pasados disturbios, 490.
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pero para que se vea cómo la más poderosa artillería para conquistar las voluntades por bárbaras y agrestes que sean, es el agasajo, y buen término. Supo decirles el Padre tales cosas, y hacer con ellos tales demostraciones de cariño que aquellos pechos de diamante a quienes no habían podido quebrantar los reforzados tiros de las armas quedaron tan rendidos a la voluntad de el Padre, y tan convencidos de que no les buscaban para quitarles la vida como imaginaban ellos, que se le sujetaron como corderos deseosos ya de dejar sus países y venirse en su compañía. No obstante muchos niños y mujeres en quienes suele hacer mayor impresión el miedo, se retiraron a los bosques, por el horror a los soldados; pero quiso Dios que por medio de un niño que se llamó después Xavier supiese el Padre el sitio donde se habían ocultado entre la montaña; entró acompañado de el muchacho, y a pocos lances encontró con una tropa de niños y mujeres. Hablólos el Padre en su propia lengua que es un hechizo para ellos, llamólos con agasajo, vinieron sin recelo alguno, se le agregaron y empezaron a conversar con él con tanta familiaridad como si toda su vida le hubieran comunicado. Tal es la modestia religiosa en el semblante y palabras, pues se deja respetar y amar hasta de los mismos bárbaros, y destierra el temor aun de los pechos más agrestes. Trájolos al Pueblo de las Lagunas, poblado también de Lolacas, a dos leguas de distancia dejando al capitán Zorrilla en este primero Pueblo. Había corrido por la montaña la noticia de la llegada de el Padre a quien conocía ya, aun antes de haberle visto, y habiendo llegado la buena nueva a un viejo gentil, llamado Siculaba, se puso en camino para recibirle, licuando en señal de su estimación y afecto una barqueta llena de los regalos que ellos estiman mucho, y era un considerable número de iguanas, animal muy parecido al cocodrilo aunque de menor cuerpo. Llegó el buen viejo al primer pueblo, y viendo que el Padre ya había pasado al otro se puso en camino siguiéndole por la huella, hasta encontrarle con el contento que se deja entender, así de uno como de otro. Tuvo el Padre Joseph en este pueblo tan feliz despacho como en el primero, conquistando también a fuerza de agasajos las voluntades de estos indios, quienes quedaron resueltos a seguirle. No pudo salir toda la población esta vez con causa de no haber cogido sus sementeras, pero hicieron trato con 491.
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el Padre de salir sin falta para el verano siguiente, el cual celebraron con mucha solemnidad a son de pífanos y atabales, y otras muchas ceremonias que omito por la brevedad. No contentos con esto en señal de que era firme su palabra le entregaron en rehenes dos gandules hijos de capitanes que es la escritura mas ejecutiva entre ellos, y el sello de mayor firmeza; pidiéronle señas también para el verano siguiente. Conviene a saber cómo entenderían que era el Padre el que iba a visitarlos a sus tierras, y no otros de quienes se podía recelar. Díjoles el Padre que las señas serían oírse unos tiros de escopeta con que irían por el camino cazando pavas, y el ir delante de todos él primero. Éste fue el concierto que se hizo, éstas las señas que se dieron, y esto lo que no se ejecutó con indecible dolor de el Padre a quien impidieron la entrada, y ésta fue la causa de las desgracias lamentables de que trataremos luego. Con feliz éxito se dispusieron las cosas este año, quedando ajustada una tropa de más de cien almas, y apalabradas para el verano siguiente, cerca de otras doscientas más. Visto ya lo que se ejecutó en aquella entrada, no es justo que pasemos en silencio algunas cosas dignas de saberse que sucedieron en este tiempo antes de dar la vuelta a las reducciones, y son en la manera siguiente: Serían las seis de la noche con poca diferencia cuando en lo interior de la montaña se percibía, aunque algo lejos, un pavoroso ruido de tambores pífanos, y otros instrumentos de guerra; temió el Padre, y no sin grave fundamento, no fuese alguna rebelión de los indios instigados por medio de el Demonio y sus hechiceros que es cosa muy ordinaria entre ellos, y que en semejantes ocasiones suelen trastornar los ánimos y deshacer en breve tiempo lo que se trabajó en mucho. No fue vano su recelo porque venían (según se averiguó después) con ánimo de quitarle la vida, y juntamente al capitán de la escolta. En estos pensamientos y recelos estaba el buen Padre, cuando vio que aumentándose en la cercanía el ruido empezaba a salir de la montaña un escuadrón como de cincuenta gandules. Venían todos ellos de guerra, pintados de variedad de colores, adornadas sus cabezas de hermosas y matizadas plumas, armados con sus arcos y sus flechas, todo lo cual junto con los tristes y repetidos ecos de los caracoles que tenían, y el alternado estruendo de las cajas de guerra causaba admiración al mismo paso que infundía horror. Veníansele acercando y reparó con la cercanía que venía 492.
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capitaneando el escuadrón un viejo de terrible aspecto con trazas de fauno en apariencias de hombre, estatura menos que mediana, ojos pequeños, barba prolongada y cana. Finalmente gran ministro de el Demonio, a este respetaban y seguían como a oráculo todos los indios de aquel monte y miraban como a padre por su autoridad y canas. Ya se habían acercado a proporcionada distancia cuando el Padre pensativo de lo que haría en aquel caso, se le ofreció mandar a un indio cristiano que le acompañaba se adelantase y le ofreciese al viejo las armas; hízolo así el cristiano que sin duda fue inspiración de el cielo, porque quedó tan pagado el bárbaro de aquesta tan noble acción que luego al punto correspondió entregándole también sus propias armas, siendo el trueque de los arcos y saetas en esta ocasión pacto firme de seguridad y paz cuando se temió guerra. Con esta ocasión se acercó el Padre, saludólos y habló en su proprio idioma, rematando en amigables abrazos, y alegres obsequios con que le festejaron lo que hubiera sido sin duda tragedia lamentable privándolo de la vida. Grande fue el pesar que tuvo el Demonio, viendo malogrado aqueste lance a que pensaba quedar muy ganancioso logrando de un tiro no solo quitar la vida al Padre y al capitán por medio de sus ministros, sino recuperar también la presa que le habían arrancado de sus garras. Hubiéralo conseguido sin duda porque muertos los que le hacían guerra por entonces, y quedando desamparado el rebaño, sin cabeza que le dirigiese y pastor que le sacase de el desierto, se hubiera ciertamente desaparecido y dificultado su remedio. Pero lo impidió el Señor, y manifestó su rabia Satanás de el modo que diré ahora. Al mismo tiempo y hora que estaba sucediendo esto en el pueblo de las Lagunas en donde estaba el Padre Joseph, a ese mismo tiempo, y a esa misma hora, en el otro pueblo de los Pantanos que distaba dos leguas, el capitán de la escolta Don Domingo Zorrilla, que se quedó en él como dijimos, oyó, no sin asombro, unos penetrantes silbos, preguntó que qué significaba aquello. Aquí le respondieron que un indio gentil estaba llamando con ellos al Demonio. Sería sin duda para que viniendo Satanás les ayudase a quitar la vida al capitán como presumían que se la habrían quitado al Padre. Mucho horror le causó a Don Domingo la respuesta, y mucho mayor cuando luego al punto empezó a oír en la montaña unos bramidos tan grandes y tan pavorosos que lo espantoso de sus ecos, tanto con lo continuado de su repetición, 493.
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manifestaban claramente quién era el autor de ellos, infundiendo tal horror en el pecho de el capitán con ser hombre de valor que afirmó después con juramento, que por no incurrir en la nota de cobarde, no había huido, pero que jamás en todos los días de su vida había tenido mayor espanto. Mas para que se vea cómo reconocía el cielo este peligro y cuán propicio se mostraba para librar de él a los que se habían arriesgado por su amor, lo manifestó con un caso, el cual se tuvo por prodigioso, y fue que al mismo tiempo, y hora que queda dicho en la reducción nueva de N. P. San Ignacio de los Betoyes, diez y seis jornadas de distancia poco menos de los pueblos Lolacas, una imagen de el Apóstol San Andrés que estaba pintada en un cuadro de la Virgen de Chiquinquirá empezó a sudar en tanta copia que corrió el sudor hasta llegar al marco cuyas señales perseveran hasta hoy con asombro de los que se hallaron presentes, que fueron entre otros el Padre Miguel de Ardanaz4 y el Capitán Santelices, quienes notando el día y hora hallaron haber sucedido al mismo tiempo que salieron de guerra los gentiles, y se oyeron los bramidos en el monte. Este caso sucedió el día veinte y tres de febrero de el mismo año en que se hizo esta entrada, y están prontos a asegurarlo con juramento si fuere necesario los que se hallaron presentes. Dejando otras muchas cosas que pasaron, lo uno por no ser muy sustanciales y lo otro por no alargarme. Concluidas las cosas tomó nuestro misionero y sus compañeros la derrota para las reducciones de los Betoyes, habiendo triunfado tan gloriosamente de el infierno y trayendo conquistadas para Cristo más de cien almas esta vez. Los trabajos de la venida no fueron inferiores a los que padecieron en la ida, aunque estos fueron tan grandes, como se dijo y no se declaró todo dejando para este lugar otro riesgo de que le libró Dios a nuestros peregrinos a la ida, y fue que navegando el río Sarare en una embarcación bien débil, por componerse de unos leños unidos 4 Miguel Ardanaz. Nació en Luquín (Provincia de Navarra) en 1676. Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de octubre de 1699. Estudió tres años de Filosofía y Teología Moral. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1705, aunque su permanencia en Sevilla data del 20 de mayo de 1701. En 1711 laboraba como operario en la hacienda de Villavieja, dependiente del Colegio Máximo. En 1713 estaba residenciado en el Colegio de Honda. En 1717 fue destinado a las misiones casanareñas. Debió trabajar en San Ignacio de Betoyes con el P. Gumilla. Su muerte acaeció en San Salvador del Puerto de Casanare, el 28 de abril de 1723 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., 55-56).
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entre sí con ataduras, al revolver una ensenada de las que hacía el Río, dieron en una arrebatada corriente; volaba y zozobraba la embarcación con precipitada ligereza. Diéronse todos por perdidos y más cuando vieron que la barca iba ya a estrellarse en un tronco, sin caber en su industria el detenerla; faltos de consejo de todos, ya no pensaban en otra cosa sino en salvar la vida. Echáronse a nado al río y clamar al cielo, con eficacia a que les compelía el riesgo. Clamaron a voces San Ignacio. Fue cosa prodigiosa que lo mismo fue el clamar al Santo que hallarse sin saber cómo a orillas de una playa, en un remanso de los que hacía el Río. Prodigio que hasta los mismos indios chontales reconocieron, clamando también ellos San Ygnacio. Esto sucedió el día diez y ocho de febrero de el mismo año. De que fueron testigos cuantos experimentaron el peligro, y entre ellos el mismo Padre Joseph, quien afirma que no sabe cómo ni de qué manera fue aquello, hallarse de repente en la playa, cuando se daba por perdido. Lo mismo atestigua el Capitán Zorrilla y otras muchas personas de crédito que se hallaron presentes. Vencidos los peligros de la ida y trabajos de la venida llegaron finalmente a la Reducción de los Betoyes en donde los gentiles con su Padre fueron recibidos de los cristianos nuevos con todas las demostraciones de alegría que caben en su tosquedad y usanza, regocijándose de ver a sus parientes en el Pueblo. El Padre les señaló casa para su habitación y tierras para sus labranzas de que quedaron muy gustosos. Pasados algunos días y reparados de el viaje, trató de instruirlos en la fe y administrarles el Bautismo a los que estaban capaces para recibirlo. Mui gustoso estaba nuestro Misionero viendo aumentado el rebaño de el Señor, y viendo vencidas con el favor Divino dificultades que parecían imposibles, y viendo la bonanza con que empezaba a navegar la nave de aquella nueva cristiandad, por este mar poco ha combatido de tan furiosos vientos; cuando de repente se levantó una brava tempestad en que se vio a pique de anegarse y perderse de un golpe cuanto se había ganado, y pasando en silencio una rebelión que pasó en este año en que se amotinaron los indios con su cacique. Con la ocasión de la quemazón de unas casas, y en que se vio el pueblo a pique de perderse, si el Padre con su prudencia no hubiera atajado el daño. Solo referiré lo que pasó a fines de este año, y fue que un indio gentil llamado Talica, recién salido de la montaña, quien por 495.
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último fue ajusticiado por sus delitos, como se dirá después, sólo como en el pueblo de Tame, vecino al de los Betoyes había cincuenta españoles armados con escopetas. Despertó despavorido, y teniendo ya por muy cierto sin otro fundamento más que haberlo soñado el que habían de ser pasados a cuchillo, o arcabuceados así él como sus compañeros, se arrancó despechado las cejas, ademán con que explicó su sentimiento, y hecho cabeza de motín, trató con el mayor sigilo que pudo de amotinar el pueblo, convidándole para la fuga. No le dio el señor licencia para tanto, solo pudo conseguir el arrancar de el Pueblo y llevarse consigo, veinte y dos almas, que sacudiendo como cerriles el suave yugo de Cristo de su cerviz, huyeron a la montaña con designio de volverse al Egipto de donde habían salido poco antes. No se pudo saber el hecho con la brevedad que convenía para poner remedio, lo uno por el sumo sigilo con que ejecutaron la fuga. Lo otro por ser ya tan crecido el número de los indios, y no ser fácil entre tantos echar de menos veinte y dos. Súpose a los ocho días con el sentimiento que se deja entender en el Padre, viendo descarriadas de el rebaño de Cristo por envidia de Satanás, aquellas ovejas que a costa de tantos afanes había sacado de el desierto trató luego de el remedio con la mayor eficacia y brevedad que pudo. Avisó para este efecto al Capitán Zorrilla, quien salió a toda prisa buscando por el rastro los fugitivos, y quiso Dios que encontrase no sin grave dificultad y muchos días de camino la mitad de ellos, porque los otros se ocultaron de tal manera con Talica que no fue posible hallarlos por entonces. Pero lo que causa mayor lástima es que sembró el embustero allá en el monte tales embustes y patrañas que los pobres indios fáciles a creer cualquier especie, y principalmente si es contra españoles lo que se dice quedaron impresionados; nuevamente de sus recelos se renovaron las llagas antiguas, y pusieron las cosas en peor estado de lo que se miraban antes, sin más fundamento que un sueño de un indio inquieto y revoltoso. Tan débil motivo como éste basta para trastornar un indio con que retroceda de la fe. Dejo finalmente de referir lo que padeció el capitán en esta empresa lo cual fuera largo de contar, porque habiéndosele acabado el bastimento (estuvo tres días sustentándose con cogollos de árboles). Le libró Dios de las manos de una india fugitiva quien despechada le iba ya a traición a segar el cuello con un alfanje; le libró a ese mismo tiempo de un harpón con que le flechó un indio. Vino últimamente al Pueblo de 496.
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los Betoyes, contó lo que pasaba al Padre, entrególe los fugitivos tanto de el remedio para los demás en la siguiente entrada. No tuvo efecto su pretensión con que se empeoró todo según veremos con pérdida de muchas almas.
§ 11 Entrada a los Quilifayes y Mafylitos y su infeliz éxito Dignos son de venerarse con profundo silencio los investigables juicios de Dios, quien con secreta providencia permite muchas cosas que parecen desaciertos a nuestro errado juicio, y que el hombre enemigo de que habla en el evangelio, siembre cizaña en su heredad cuando lo podía impedir. Sembró Talica en la Montaña la cizaña que dijimos arriba quien no perdiendo tiempo como otro traidor Judas para pervertir los ánimos, y conjurar los aliados contra el Padre y los españoles. Trocó de tal manera los intentos de los que en el año antecedente habían prometido salir, que ya todos, y principalmente los capitanes que celebraron con tanta solemnidad el trato, dando en rehenes a sus hijos, no pensaban en otra cosa que en ejecutar venganzas, y desfogar su ánimo con muerte de los españoles. En este tiempo pues es que se necesitaba mas de la industria y de la destreza de el Padre Joseph para sosegar los ánimos, y principalmente cuando estaban con la expectativa los gentiles de el pacto y señas de la antecedente entrada, que era por ventura lo que esperaban para dar crédito o no a los embustes de Talica. Se le impidió ésta al Padre y fue señalado otro Misionero en su lugar, quien aunque de buen espíritu e igual celo de la reducción de los gentiles, pero al fin sin experiencia de las cosas y sin saber la lengua, circunstancias muy necesarias todas que se debían haber pesado con maduro consejo para el buen éxito o semejante empresa. Tendría fines altísimos el Superior para disponerlo así, que no es contra la discreción y prudencia el que tal vez no tengan feliz suceso los órdenes de los superiores, quienes a fuer de hombres, no están obligados a proceder con discreción angelical, sino con prudencia humana; mas dio a entender el infeliz suceso de esta entrada que no tenía Dios reservada aquesta empresa para otro que para aquel a quien había tomado desde el principio por instrumento suyo. Fue señalado pues en esta ocasión que fue el siguiente año de setecientos y diez y ocho el Padre Miguel de Ardanaz. Partió para los Quilifayes y Mafilytos al territorio de los pueblos Lolacas, en donde habitaban estos, y 497.
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que quedaron pactados para salir. Llevó en su compañía al capitán Zorrilla, y algunos soldados españoles y otros indios amigos entre los cuales iban los dos hijos de los capitanes dados en rehenes, un indio también recién bautizado llamado Carlos Masicala, y otros dos catecúmenos, de quienes el uno se llamó Don Baltasar en el Bautismo, y Federico el otro. Dieron vista al sitio de los Quilifayes y Mafilytos, después de un dilatado, y penoso viaje de muchos días, y pareciendo a los tres guías, Carlos, Don Baltasar y Federico, que ya era tiempo de adelantarse y dar aviso a sus parientes para que los recibiesen de paz. Entraron a la montaña hasta llegar al pueblo, sin observar el orden de lo pactado, faltándose a las señas que aguardaban, con que se confirmaron los gentiles en su error, dando ya pleno crédito a los engaños de Talica, que los felices o infelices sucesos de la guerra suelen depender tal vez de observarse, o no observarse una sola circunstancia al parecer menuda, como sucedió esta vez. Entraron los inocentes indios al sitio de sus paisanos en donde hallaron un excesivo número de Mafilitos y Quilifayes entre los cuales estaba un malvado viejo llamado Totodare Padre de Carlos en compañía de Talica. Empiezan a maliciar la entrada de los españoles, y disimulando los bárbaros el incendio de su enojo que ya tenían, y que ya quería reventar en llamas de furor los saludaron con palabras fingidas de amistad, en cuya confianza alargaron sus armas los incautos indios, lo cual visto por los traidores, que por ventura no esperaban otra cosa para poder más libremente ejecutar su traición, rompió el propio Totodare, y descubriendo el veneno que ocultaba le preguntó a su hijo Carlos que dónde quedaba el Padre a que respondieron los tres que quedaba en el camino, pero que llegaría presto. Mentís (respondieron todos) que el Padre nos dijo el verano pasado y dio por señas que vendría delante. Vosotros nos engañais, y traeis aquí a los blancos para enseñarles nuestras tierras. Entonces el perverso viejo Totodare olvidando de el paternal amor, y revestido de las entrañas de un tigre levantó el grito diciéndoles a los demás. Matadle, matadle, mueran, mueran. No bien habían oído estas razones cuando levantados los bárbaros [en] una confusa gritería, y levantando uno de ellos una pesada macana, descargó un fiero golpe sobre Carlos, al mismo tiempo flechando sus arcos los demás descargaron una lluvia de saetas contra los otros dos. Cayó Carlos en el suelo sin sentido con la fuerza de el golpe, 498.
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lo cual visto se adelantó Talica, y le disparo un harpón con que le atravesó el muslo, y flechando el arco segunda vez le disparó otro con que le paso de parte a parte, quedando herido de muerte el inocente indio, sin más culpa para tan cruel venganza que haber entrado en el monte con el fin de que saliesen sus parientes y los demás que no lo eran a recibir la fe; los otros dos andaban entre tanto defendiéndose de la manera que podían pero como estaban sin armas quedaron malamente heridos aunque no de muerte, guardándolos Dios para que recibiesen el Bautismo. Los gentiles dejando ya por muerto a Carlos, y temiendo el castigo con la cercanía de el capitán huyeron. Muy ajeno de lo que pasaba llegó el Padre al sitio con el Capitán y soldados y cuando pensaban estar todo muy compuesto, y quitados los estorbos para la reducción de aquellas almas, hallaron no sin gran dolor a Federico flechado, herido a Don Baltasar y luchando a Carlos con las agonías de la muerte. Acudió el Padre al moribundo, con quien tuvo muy poco que trabajar, pues estaba tan bien dispuesto que habiéndose remediado tres veces en aquel corto plazo de la vida, protestó que perdonaba de todo su corazón a todos sus enemigos. Acción verdaderamente digna no solo de un antiguo cristiano, sino de un perfecto religioso, y por eso más digna de estimarse en un mancebo brioso a quien hervía la sangre, poco ha gentil, y recién convertido a la fe de Cristo. Su muerte no dudo fue muy preciosa en los ojos de el Señor si atendemos al motivo porque le quitaron la vida, al fin con que se puso en peligro y a la disposición con que murió. Recobrados ya de el susto el capitán y soldados, quisieron proseguir entrándose por el monte en seguimiento de la venganza. Estorbólo el Padre temiendo inconvenientes mayores, pero no pudo estorbar el que les quemasen sus platanales, y casas, lo cual ejecutaron, no solo no remediándose con esto la tragedia pasada, sino avivando con estas llamas, las de el furor de los gentiles, quienes duraron por muchos años, cerrándose la puerta para su reducción, desde este año hasta el de setecientos y veinte y dos, en que se procuró el remedio, y se castigaron los delincuentes. Ésta fue la entrada deste año, éste el fruto que se sacó, éstas las almas conquistadas, esto en lo que paró el concierto antecedente, y esto lo que por ventura se hubiera evitado, si se hubieran ordenado las cosas de otro modo. Volvieron nuestros conquistadores a las reducciones con el desconsuelo que 499.
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no se puede ponderar viendo tan malogrado su viaje, sin otro fruto que el de la paciencia, que la hubieron bien menester, pues además de los trabajos dichos se perdieron a la venida en el monte, sin saber de otra cosa por espacio de cinco días que de pantanos, y más pantanos, por donde caminaron a pie, y habiéndoseles acabado el mantenimiento les fue preciso para no morir de hambre echar mano de las flores de un árbol llamado Ceybo las cuales cocidas en agua pura les sirvieron más de dilatar la muerte, que de sustentar la vida hasta que llegaron al pueblo. Paso en silencio el desconsuelo de el Padre Joseph cuando lo supo, viendo tan malogradas sus trazas, la confusión de el superior y el sentimiento de los indios cristianos, para que pasemos ya a dar noticia de la siguiente entrada en el S. que se sigue.
§ 12 Entrada a los Anabalis: reciben de guerra a los Españoles, y pacificación de la Nación Muy alborotadas quedaron el año pasado las naciones de Quilifaies y Mafilitos en aquella parte de montaña, y así fue preciso el año siguiente tomar la derrota por otro lado, no teniendo por conveniente, seguir por ahora a los que estaban acosados, ni por seguro el entrarse a pacificar estas naciones, cuando se temía con grande fundamento una traición, y cuando la mala conciencia de los naturales acusándoles del delito cometido en la muerte de Carlos, y en el agravio de los otros dos. Temiendo el castigo por instantes, les despachaba a mayores atrocidades para defender la vida. Partió pues el año siguiente para la nación de los Anabalis el Padre Joseph abriendo camino nuevo siguiendo el rumbo de el agujón. No llevó consigo aquesta vez al Capitán Zorrilla por haber enfermado desde el viaje antecedente, cuya falta experimentó, cuando lo pensaba menos como veremos adelante, pero llevó a los españoles y de los indios amigos hasta sesenta soldados, por lo que podía suceder, y fue muy necesario todo, por que si en algún tiempo se vio el Padre a riesgo de perder la vida, fue con especialidad éste así por ser tan guerrera esta nación, como por no haber guardado orden los soldados por falta de capitán que les dirigiese.
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Y dejando por uniformes con los pasados los trabajos inseparables de el monte llegaron después de muchos días de viaje a un camino abierto de industria, aunque pequeño, y a los primeros pasos encontraron los guías, no sin sobresalto un torreoncillo fabricado de hojas de árboles; grande fue la turbación de los indios al ver este torreón, porque tienen hecho dictamen práctico los naturales que en semejantes invenciones está escondido algún Moján o hechicería de los gentiles, y estos tienen mayor seguridad con este embuste para guardar sus casas, y sementeras que si dejaran para su defensa un bien guarnecido muro. Tanta es la ignorancia de estos pobres, y tal el crédito que dan a supersticiones semejantes: Viendo el Padre su turbación, y conociendo que esto era ardid de el demonio para estorbarles sus intentos, así para quitarles el temor como para alentar a los españoles que por lo menos podían sospechar alguna emboscada de los bárbaros, allí cerca se adelantó a todos y caminando hacia el torreón le cogió y deshizo entre sus manos con asombro de los indios que ya pensaban había de venir todo el infierno sobre el Padre por la virtud de aquel a quien juzgaban Moján. Desengañólos al mismo tiempo diciendo que no había por qué temer, que era engaño de Satanás, que si hubiera escondido algún hechizo ya se hubiera manifestado en el supuesto que le había cogido entre sus manos. Algo alentados quedaron con esto, y prosiguiendo su camino encontraron más adelante otro torreón como el primero, y de allí a pocos pasos otro. No fue posible quitarle a los indios su recelo aun con la experiencia pasada, porque son para ellos estos dogmas disparatados de tanta fuerza, como los dogmas de fe para los católicos. Mas viendo que el Padre deshizo intrépidamente estos dos embustes como deshizo el primero, y viendo que no le había venido daño alguno como imaginaban, se desengañaron en parte aunque no de el todo, porque temiendo ya alguna emboscada de los Anabalis, se iban quedando atrás así españoles como indios, sin que bastasen las palabras con que el Padre les animaba quien viendo esto trató de hacerse guía de los demás únicamente acompañado de un español que le siguió. Pasaron aquel camino y a no larga distancia divisaron un pueblo cercado de platanales, vista que les consoló mucho por la esperanza que concibieron de un copioso gentío. Aceleró el paso el Padre Joseph y acercándose con gran silencio a un caney advirtió que aunque era población de indios, 501.
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habían por entonces desamparado el pueblo para ir a otra nación a celebrar sus borracheras, que éstas son sus pascuas de ellos y sus festividades de entre año, y ésta fue la causa de haber dejado para resguardo de sus casas y platanales aquellos tres castillos tan fuertes que quedan dichos; viendo que las dejaban solas, corrió la voz de que estaba vacío el pueblo, llegaron todos y fue providencia de Dios el hallarle sin estorbos para satisfacer a su necesidad, porque venían ya nuestros soldados muy fatigados de la hambre que pudieron apagar a su salvo con una cantidad considerable de plátanos, y piñas que encontraron así amontonadas en las casas, como pendientes de los arboles, y que pasando ya de sazón se habían de malograr. Habiéndose reparado algún tanto trataron de proseguir su camino hasta encontrar lo que buscaban. Entraron la montaña dentro y a poca distancia encontraron otro Pueblo. Aquí se pusieron todos en orden y con mucho espacio para no ser sentidos de los indios. Fueron marchando hasta acercarse a las primeras casas, aplicaron el oído, y percibiendo el murmullo de un copiosísimo gentío con el gozo que se deja entender en el Padre, viendo que había encontrado en aquellos Montes la caza que tanto había deseado, y que había buscado a costa de inmensas fatigas por todas aquellas selvas. Después de haber instruido a los soldados en lo que debían hacer para no malograr el lance que les ofrecía Dios, se adelantó a las casas de los indios en orden a disponerlos para que recibiesen de paz a sus compañeros; no pudieron menos los bárbaros al ver al Padre en sus tierras tan impensadamente que turbarse y alborotarse todos. Salen enjambres de ellos por aquellas calles espoleados no menos de la novedad que de el temor, divisaron la comitiva de soldados con que se aumentó su recelo. Aquí era ya tiempo de entrar el Padre con la suya, como en las otras ocasiones dándoles noticia de su llegada que no era de guerra, sino de paz, y otras razones para quitarles el temor, y aquí era también donde debían haber concurrido los soldados mostrando en su modo y en su porte lo mismo que pretendía el Padre decir para excusar disturbios. En esta ocasión, pues, donde los soldados habían de haber ostentado más la mansedumbre y afabilidad que la aspereza y el enojo, apenas vieron algo alborotados a los indios, cuando les pareció que eran ya muertos, llenos de furor, o por mejor decir de cobardía, verificándose en ellos el dicho antiguo Canes timidi vehementer latrant. Empezaron tal alboroto y 502.
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gritería, que oyéndola los infieles correspondieron con otra semejante, gritando todos sin orden y sin concierto y hundiéndose la montaña con tan descompasados gritos, pasando de las voces a las armas, y despidiendo volcanes de indignación los bárbaros acometieron como leones a los nuestros, y sin esperar más plazo trataban de flecharlos a todos, y beberles la sangre si pudiesen; peleaban unos, y se defendían otros, mediaba el Padre y procuraba la paz; pero como era tan grande el alboroto y la confusa gritería, ni era atendido, ni era oído, ni daba lugar a ello la turbación de los gentiles. Con que trastornado todo en una encendida Troya, y Babilonia alborotada, sin orden en los soldados, y sin concierto en los gentiles, ya no se esperaba otra cosa que lamentable tragedia, y que se apagasen las llamas de tan abrasado incendio en ríos de sangre que se temían por momentos, y con la muerte lastimosa de los imprudentes soldados. Muy afligido se hallaba el Padre en medio de tan furiosa tempestad, sin ser parte para remediarlo, y sin hallar medio para ponerlos en orden por falta de capitán, que como dije, no pudo venir esta vez con que hallándose la nave combatida por todas partes de tan furiosos vientos y tan embravecidas olas, sin piloto que la gobernase, qué otra cosa se podía esperar que el naufragio. En estas confusiones se hallaba, cuando se le ofreció de golpe mandar al sargento que disparase al aire un esmeril. Sin duda fue inspiración de Dios, porque lo mismo fue disparar la pieza que al oír el estruendo callaron de golpe todos, y principalmente los gentiles, quedando no solamente mudos, sino con las manos atadas para proseguir con la pelea, y quiso Dios que se atajare el fuego sin peligrar alguno en medio de tan evidente peligro. Hecho silencio tomó la mano entonces nuestro misionero diciéndoles que el motivo de su llegada era visitarles en sus tierras, que no iban a buscar guerra sino la paz, y otras razones que pudieron sosegarles, aunque no de el todo, porque habiendo sido tan deshecha como vimos la tormenta, no es de admirar que quedasen las olas murmurando por largo tiempo. No bien había acabado su razonamiento y cesado la tempestad cuando luego al punto se levantó otra, aunque no tan peligrosa como la pasada, y fue el caso que al ruido de el estruendo y encuentro pasado, y traquido de el esmeril se alborotaron los gentiles circunvecinos, presumiendo que estaban de guerra sus paisanos; vinieron a defenderlos, puestos en orden de batalla que venían publicando al 503.
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son de pífanos y atabales y su acostumbrada gritería. Bien fue menester aquí toda la constancia de el Padre toda su industria y toda su refleja, porque fue lance éste con los demás que sobrevinieron en que se vieron muy a pique de perecer todos. Sosegó a estos segundos como sosegó a los primeros, y haciendo silencio otra vez les hizo segundo razonamiento: propúsoles su llegada que era para que fuesen sus amigos, las miserias que padecían en el monte, las conveniencias temporales que tendrían entre cristianos. Muy devotos estaban oyendo su sermón, y muy tiernos al oír tantas conveniencias temporales, y muy compungidos viendo que no tenían en sus tierras otro tanto. Que este es el sermón más plausible para ellos, y el primer escalón para ganarlos. Prosigue su razonamiento el Padre y pasa a decirles que para los malos hay infierno, y que si ellos no trataban de dejar la ceguedad en que vivían se los llevaría el diablo. Aquí fue donde habiendo estado antes tan devotos, tan tiernos y compungidos soltaron con grandes carcajadas la risa de golpe, haciendo donaire de que hubiese tal infierno cosa que nunca había llegado a su noticia, para que se vea el lastimoso estado de esta miserable gente. Ya se iba acercando la noche con que dejando las cosas en tal estado trató el Padre de retirarse a descansar esperando oportunidad mejor para poderlos vencer; y fue bien necesario este descanso, porque no habiendo bebido en todo el día, exhausto ya, así por esta causa como por las pasadas fatigas le dio un accidente repentino en que apuradas las fuerzas le pareció que se moría. Declaróle al sargento su accidente, quien conociendo que la causa de estos era la que queda dicha, mandó traer agua, bebióla, y no fue necesario más remedio. Que estos son los regalos, estas las conveniencias que acompañan a nuestros Misioneros en los montes, fatigas imponderables y faltas de lo necesario, aun de una cosa tan vulgar como es el agua. Entróse a un Caney para tomar algún descanso como decía, y cuando había de reparar las fuerzas algún tanto para volver a la faena, oyó que los indios que estaban dentro decían entre sí allá en su lengua cómo aquella noche habían de matar a los blancos, y de hecho lo tenían intentado, porque habían ya secretamente enviado a llamar para este efecto a un indio principal llamado Seisere que después fue cristiano, y le pusieron Don Ventura. Enviáronle a decir mil embustes, que los blancos habían muerto a muchos indios, que entre ellos había muerto Toloquia que era uno de los principales de 504.
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aquel Pueblo, y tan bestial, que tenía nueve mujeres por suyas. Bien echó de ver el Padre Joseph el riesgo, y bien entendió la falta de el capitán Zorrilla, y más cuando miraba tan acobardados, así españoles como indios cristianos a la vista de tantos bárbaros como tenían presentes; el escuadrón con que Seisere había de venir a defender los suyos, y otros que nuevamente gritaban en la montaña con resolución de pelear aquella noche. No se acobardó por esto porque aunque estaba tan quebrantado de el camino y de la faena de aquel día, puesta su confianza en Dios, y empeñado ya en aquel aprieto en que sin duda hubieran perecido todos. Tomó el oficio de capitán en todo aquello que no desdecía de su profesión y estado. Convocó la gente a toda prisa, mandó que se doblasen las centinelas, que arrasasen los circunvecinos platanales, que echasen por tierra las casas que estaban alrededor de el Pueblo, todo a fin de quitar estorbos, escondrijos de los indios en donde podían hacer sus emboscadas y con intento también de formar un campo raso bien capaz para lo que podía suceder. Todo lo ejecutaron puntualmente los soldados, y parece que todos los indios de la montaña apostaron en este día y en esta noche modos exquisitos para molestar al Padre, y juntamente a los demás, pues no contentos con lo que queda referido empezaban a gritar desde la montaña; segunda vez los indios, que querían pelear aquella noche, porque persuadidos que habían muerto a Toloquia los españoles, no querían dilatar para otro día la venganza. Sabida la causa les envió el Padre a Toloquia, para que se desengañaran con su vista. No bastó esto, porque estaban tan ciegos con su enojo, que no obstante que le vieron y se desengañaron, gritaban todavía en que se diese la batalla aquella noche. Viendo el Padre la necia porfía de los indios, se fue a ellos, y hablándoles con entereza y valor les dijo, que los blancos no habían venido a buscar guerra sino paz, pero que quien quisiera pelear lo dejase para la mañana, pues la noche, solo es apropósito para que peleen las lechuzas, no para que peleen los hombres. Éste es el estilo mejor para refrenar la insolencia de los indios y no hay arma más fuerte para sujetarlos que mostrarles valor, según lo que diré después. Aprovechó el miedo porque acobardados todos se retiraron a sus rancherías, y cesó el alboroto de aquella noche, con que pudieron descansar los nuestros, aunque con el sobresalto que se deja entender en medio de tantos enemigos que los cercaban por todas partes. 505.
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No desistieron los indios vecinos de su intento, porque deseosos de que llegase la mañana para romper con los españoles, apenas divisaron las primeras luces de el día, cuando no viendo la hora en que desfogar su enojo contra los soldados cristianos, dieron la alborada con una descompasada gritería, y tal que puso en gran cuidado a los nuestros; prosiguieron gritando más y más, sirviendo de clarín con que publicaban la batalla, y hacían seña a acometer tan desmedidos gritos. Pusiéronse los bárbaros en orden armados de sus arcos y saetas, y marchando con mucho concierto al compás de sus caracoles, pífanos y atabales, se pusieron, no cesando la gritería a vista de los soldados españoles y de los indios amigos a proporcionada distancia para cerrar con ellos. Lance verdaderamente terrible en que se veían obligados los nuestros, o a morir, o a vencer, en circunstancias tales que era mayor peligro el volverles espaldas con la fuga que acometer a los enemigos. Resueltos ya a defender sus vidas de el furor de los bárbaros salieron a campo raso los setenta soldados, formaron entre sí una bien concertada media luna a vista de los gentiles con orden que les dio el Padre de que tuviesen todos avocadas las armas hacia la tierra, sin que nadie se metiese en ofender, aunque sí podían defenderse cuando lo pidiese el caso. Obedecieron puntualmente los soldados. Careados ya con este orden y concierto delante de sus enemigos aquí nuestro Misionero hecho pastor para defender su rebaño de el furor de aquellas fieras racionales, imitando a Cristo Nuestro Señor, cuando en la noche de su pasión defendió a los suyos, y hecho capitán como lo pedía el caso con las armas de la confianza en Dios, y su santo Patrón, el grande Apóstol de las Indias, se puso en medio de los dos escuadrones enfrente de la media luna. Aquí será preciso hacer pausa, y salva a la escaramuza con una advertencia mui importante, para que no se condene por temeraria aquesta acción. Es máxima de los gentiles muy asentada entre ellos fundada únicamente en sus agüeros y supersticiones. Aquí son muy dados de no acometer al enemigo hasta reconocer en él que muestra flaqueza o cobardía, para lo cual sale a tentar vado su capitán de ellos, persuadido a que si el capitán contrario muestra ánimo y valentía, tienen perdida la victoria. Si por el contrario muestra flaqueza, se dan por victoriosos todos, y entonces hiriendo su capitán de ellos el primero acometen luego al punto los demás. El Padre 506.
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pues como experimentado en estas sus supersticiones, estaba mui noticioso de esta máxima, y así tuvo por cierto que era remoto su peligro, pues con mostrar valor, y hacer pecho al capitán contrario, estaba atajada la batalla, sosegada la tormenta, y hechas las amistades zanjado pues aquesto. Estaban como íbamos diciendo los dos escuadrones careados, y en medio de ellos el Padre Joseph expuesto a ser la piedra de el toque y blanco de sus experiencias; entonces pues un gandul de pocos años llamado Balibarí, Capitán de los suyos en quien corrían parejas la soberbia y valor, rompiendo el nombre y dejando en el puesto a su escuadrón, partió a toda prisa contra el Padre, tirante el arco, la flecha tendida y bibrándola sobre él con tal prisa, que solo el sonido de la punta bastaba para desmayar al corazón más alentado, acercósele con estos ademanes, y tirando la cuerda, le apuntó al pecho como que le quería disparar. Paróse, miró con atención al rostro, observando si mostraba cobardía. Gritóle el Padre, echóle mano a la melena, no para ofenderle, sino para mostrar valor, y para que desistiese de su intento; el indio, con toda ligereza desprendiéndose de los brazos de el Padre partió otra vez para su puesto. Volvió segunda vez el indio haciendo los mismos ademanes que la primera, y al flechar el arco para dispararle la lanceta se paró muy atento, mirándole los ojos para reconocer si flaqueaba. Hizo el Padre la misma diligencia que la primera vez, y el indio corrió para los suyos. Repitió estas escaramuzas el gandul, tercera, cuarta, y quinta vez, y otras tantas su valor el Padre Joseph quien viendo que ya bastaba de pruebas hizo silencio, hablándole a los contrarios con un largo razonamiento revestido, no menos de el espíritu de Dios que de el celo de la saluación de sus almas. Hijos míos, les dijo, nosotros no venimos de guerra, ni mi profesión lo pide porque soy sacerdote y misionero. Bien estais reparando que los soldados que traigo en mi compañía armados con tantas bocas de fuego, arcos y flechas como veis, si ellos quisieran defenderse y ofenderos y romper guerra con vosotros ya lo hubieran hecho desde luego, pues no les falta el valor, ni les faltan armas para haceros rostro más poderosas que las vuestras. Venimos de paz en pretensión de vuestra amistad y gracia y con deseos de que mejoreis de fortuna; para eso dejé conveniencias, para eso trajiné por tantos montes, navegué ríos, arriesgué mi vida, y puse en peligro mi persona solo mirando vuestro bien, pues estando vosotros en este monte como brutos, sin conocer a Dios, 507.
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qué otra cosa podeis esperar después de una amarga vida que la perdición de vuestras almas. Estas y otras semejantes razones les dijo el Padre con que obrando Dios, y convencidos los bárbaros trocando su [¿?] en una amigable paz, vinieron de común acuerdo todos. Luego al punto con los arcos debajo de el brazo en señal de benevolencia, dando fin a aquella temida guerra en amigables abrazos con que los estrechó el Padre y los soldados todos. Atajando Dios tan manifiesto riesgo con medio tan oportuno. De aquí pasó un indio cristiano que ahora es capitán de los Anabalis a afear a Balibas hermano suyo menor, con un razonamiento más discreto que lo que pide la capacidad de un indio, y que le hizo saltar las lágrimas al Padre la acción tan infame que había usado recibiendo de guerra a quien pretendía su paz, bien razones que avivadas de su justo enojo, y de la licencia que le daba el ser hermano mayor, le compelieron a castigar su atrevimiento con un pescozón. No era menester tanto para irritar al soberbio Balibasi, porque aunque hermano menor al fin revestido de los humos de capitán correspondió prontamente con otro semejante, con que se iban ya trabando los dos, pero sosególos el Padre, trocándose el enojo de los dos hermanos en tiernas lágrimas de cariño, nacidas de no haberse visto los dos en mucho tiempo, y de saber Balibasi, como aún vivía su madre en el Pueblo nuevo de los Betoyes. Ya parece que quedaba allanado todo, ajustadas las paces, sosegados los ánimos, vencido el riesgo, y amigos todos. Pero cuando se prometían el descanso y cantar la victoria con repetidos plácemes, sobrevino otro peligro, no inferior a los que quedan dichos. Ya advertimos como la noche antes habían enviado los Anabalis un mensajero a toda prisa, para que diese aviso de lo que pasaba a Seisere, y para que viniendo con los suyos refrenase la osadía de los españoles. Era este indio muy poderoso y principal entre las naciones, no solo por su hacienda, sino también por su valor, mirado de los suyos como si fuera rey, y no teniendo otro más principal para su gobierno, se levantó con el título de Régulo, y así le llamaremos por ahora. Acabada pues esta refriega se apareció por la mañana el Régulo con un grueso escuadrón de indios de macana y flecha, conviene a saber: Guaneros, Situjas, Quilifayes, y Guaracapones; todos gente de valor, y ejercitada en la guerra. Bien se deja entender cuál vendría Seisere contra los españoles, impresionado de antemano 508.
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con las falsas noticias de la muerte de sus vasallos, y principalmente de Toloquia, uno de sus principales. Entró acompañado de los suyos el viejo con tal secreto, que cuando menos se pensaba se hallaron con él, hecho un león, despidiendo llamas de indignación y enojo, armado de una larga y gruesa macana y cantidad de dardos. Y lo primero que habló fue preguntar a los suyos que dónde estaban los indios a quienes habían muerto. Tomó entonces la mano el Padre hablándole por intérprete por ser su nación de distinto lenguaje que la nación Betoya. Desengañóle diciendo, como le habían mentido, que allí estaba vivo Toloquia, y los demás vasallos que habían ido a sus tierras únicamente en pretensión de su amistad. Aquí mostró Seisere, no menos sus buenos respetos que la nobleza de su sangre, pues aunque gentil, tenía costumbres de cristiano muy dado a la piedad en socorrer a los desvalidos sin reconocer más mujer que aquella con quien estaba casado, que es cosa bien rara en un indio principal y poderoso, virtudes morales que le premió Dios llamándole de allí a algunos años a su Iglesia; mostró, como iba diciendo, sus nobles respetos, porque desengañado ya, y reconocida la verdad, todo el enojo que había concebido contra los soldados y el Padre se convirtió contra sus vasallos y fue mucho no haber ejecutado en ellos un castigo ejemplar, que por ventura omitió por respeto de el Padre y sus compañeros, a quienes vuelto con generosa afabilidad, digna de un príncipe cristiano, profesó desde entonces una tan estrecha amistad con el Padre y los españoles, que fue gran parte esto para el copioso fruto que se cogió en aquellas naciones después el año de setecientos y veinte y dos. Le cortejaron los nuestros todo cuanto permitió el tiempo y las circunstancias, de que quedó no menos agradecido que pagado, viendo el porte y la cortesía de la nación española. Acabadas ya todas las discordias, y pacificados los ánimos de los naturales, trató el Padre con los principales de la nación más claramente el motivo de haber llegado a sus países. Diéronle oídos gratos, pero le replicaron que consultarían entre sí lo que pareciese conveniente. Parecióle bien al Padre Joseph su determinación, viniendo de buena gana en petición tan justa, pues el plantar la fe ha de ser con la fuerza de razones, y no con la violencia de las armas. Entraron en consulta los Anabalis y después de varios pareceres resolvieron que no era justo dejar sus tierras hasta no informarse primero de 509.
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la verdad de cuanto les proponían, que enviarían algunas de las naciones el verano siguiente para que viendo por sus ojos el estado de la cristiandad nueva, y las conveniencias de el territorio para sus sementeras, dándoles noticia de lo que había, pudiesen con mejor acuerdo salir. Esto resolvieron, y ésta fue la respuesta que dieron al Padre quien viendo por una parte la razón que les asistía, y por otra la buena disposición en que quedaba este gentío, no quiso porfiarles más, y menos el violentarles, sino esperar hasta el verano siguiente, en que confiaba estarían más sazonadas las naciones para recibir la fe con las noticias que les darían sus exploradores. Con que concluidas las cosas desta entrada, y entablada ya la amistad no solo de los trabajos, sino con la nación de los situjas y principalmente con Seisere, se despidió, dándole palabra de irle a ver a su tierra en algún tiempo y juntamente de todos los demás con que dieron vuelta para la reducción de los Betoyes, contentándose esta vez con dejar sembrada la palabra de Dios en la nación de los Anabalis y Situjas, con esperanzas firmes de que había de fructificar a su tiempo estando mejor dispuesta. Quiero concluir este Parágrafo con un caso que sucedió en este viaje a la ida, que aunque no le califico por milagro, pues pudo ser cosa natural pero en tales circunstancias que manifestó Dios en él la paternal providencia que tiene de las criaturas. Habían caminado todo un día que fue el de veinte y cinco de febrero nuestros peregrinos por unas tierras muy ásperas guiados de el agujón sin haber encontrado ni una sola gota de agua, así para beber, como para sazonar la comida, quien por no ser otra que harina de maíz tostado, no se podía comer, sino cocida en agua. Eran ya las tres de la tarde, y no sé si fatigados más de la hambre y sed que de los trabajos de el camino, trataron de ranchear. Fueron a buscar agua, y habiendo andado varios por diversos caminos, se vinieron sin ella, por no haberla hallado con gran desconsuelo suyo, pues sobre perecer de sed, se hallaban necesitados a no comer por la causa dicha. Estaban suspensos todos y fue cosa maravillosa que no habiendo llovido más había de doce días cuando estaban en su mayor aflicción, se toldó el cielo, cayó un gran golpe de agua, llenaron cuantas vasijas tenían a la mano, quedaron varios pozos en el suelo, con que pudieron beber, y sazonar su pobre comida, alabando todos al padre de las misericordias por tan singular providencia, que atribuyeron a los méritos de San Francisco Xavier. Y como si las nubes no hubieran sido enviadas de Dios para otro fin, que para satisfacer a la 510.
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necesidad de los caminantes, no tornaron a llover desde este punto, hasta que volvieron de la montaña que fue muchos días después de lo sucedido.
§ 13 Entrada a los Anabalis, y otras Naciones. Prenden a Talica, y el copioso fruto de esta vez Por instantes se esperaba en el año siguiente la resulta de los Anabalis y Situjas, según lo pactado en la antecedente entrada para que viniendo algunos de ellos a registrar la tierra, y volviendo a dar noticia a las naciones, o saliesen sin otra reconvención de el monte, o se dispusiese otra entrada para facilitarlo más. Pasóse todo el año que fue el de setecientos y veinte sin alguna resulta de su determinación porque ocupados de el miedo, según después se supo, sin más fundamento que temer donde no había que temer. No se atrevieron a salir los naturales para explorar la tierra; llegóse el año de setecientos y veinte y uno, y viendo que no salían pareció conveniente entrar a reconvenirlos. Entraron, y no tuvo efecto este viaje, porque llamado el Padre Joseph de su Provincial que en ese tiempo había venido a estas misiones con ocasión de la visita hubo de obedecer dejando la empresa comenzada desde la mitad de el camino. Prosiguió no obstante el capitán Zorrilla, y habiendo llegado a las naciones, lo halló todo trocado con ocasión de una peste que se había encendido entre los indios, lo cual visto, se hubo de volver en esta ocasión sin conseguir nada. Sabida por los gentiles la llegada de el capitán, o ya fuese por haber llegado con tanta paz como lo pedían las circunstancias, o ya porque habían perdido su temor, trataron de cumplir el trato que hicieron enviando once gandules que fueron todos hijos de Seisere, siete Anabalis, y dos de los Quilifayes. Llegaron todos once a Caribabare hacienda de las Misiones en circunstancias que había venido ya, y se hallaba en dicho sitio el Padre Provincial con su secretario quienes alegrándose sobremanera de ver aquellas nuevas plantas que disponía el Señor para el jardín de su Iglesia, se esmeraron, ya con palabras, y con donecillos en granjearles las voluntades, diligencia que aprovechó mucho, para que vueltos a sus tierras aficionaron a sus paisanos a nuestra santa Fe, viendo la afabilidad y buen trato de los que la profesaban; miraron con atención el país, observaron sus habitadores, 511.
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registraron la cristiandad nueva, vieron el adorno del templo, admiraron la gravedad y concierto de la religión católica, todo lo cual junto con las entrañas de caridad que les mostro el Padre Joseph y la afabilidad de los cristianos nuevos volvieron muy contentos a sus tierras para dar noticia a sus paisanos de cuanto habían visto. En tan buena disposición como ésta se miraban aquellas naciones por este tiempo cuando llegándose el año de setecientos y veinte y dos, pareció conveniente que se hiciese la entrada a la montaña, así para recoger aquesta mies sazonada ya como para recoger algunas ovejas descarriadas desde la fuga de Talica. No se había olvidado el capitán de la refriega de los Quilifayes y Mafilitos en la muerte de Carlos, y mucho menos de castigar la alevosía, así de Talica como de los que habían concurrido a tan injusta muerte. Lo cual junto con estar en la montaña, un cristiano apóstata llamado Curuciaba, quien substanciada su causa con sentencia de muerte por las muchas que había ejecutado con sus maleficios, huyó de el cuartel en donde estaba preso, le ponía alas al capitán para entrar a fuego y sangre en seguimiento de la venganza. Eran estos dos, tan parecidos en las costumbres, como enemigos capitales de el nombre cristiano. Dos lazos perjudiciales de el Demonio, quienes alborotaban los demás, y eran grandísimo impedimento para introducir la fe. En estas circunstancias pues entraron al monte el Padre Joseph y el Capitán Zorrilla, aunque con diversos intentos. El Padre a ejercitar su oficio de misionero, y el capitán su oficio de juez, el Padre a lograr el fruto de sus pasados riesgos y sudores y el capitán a poner en ejecución lo que según su oficio ni le era lícito omitir. Pusiéronse en camino a mediado enero de este año con todas las prevenciones necesarias para tan arduo empeño, conviene a saber: un grueso escuadrón de indios amigos y españoles, aquellos bien prevenidos de armas y de flechas, y estos de varias armas así de acero, como de fuego con víberes para muchos días, porque andando como gitanos sin tener sitio fijo Curusiaba y Talica, no se podía medir el tiempo fácilmente ni la detención de el viaje, por no saber con certidumbre dónde estaban. Y por abreviar llegaron después de muchos días por caminos inciertos a la otra banda del Sarare, y habiendo caminado a un sitio, casi no conocido por poco, o nada trajinado, pararon a las orillas de un brazo pequeño de río, por donde fueron embarcados. Era ya algo entrada la noche, y registrando 512.
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aquel paraje, aunque hallaron señales de habitación de indios no los hallaron, y es el caso que como los Quilifayes y Mafilitos llevaban arrastrando la soga de su delito en la muerte de Carlos, no tenían sitio fijo en el monte, que la mala conciencia, nunca se juzga por segura, aun en el rincón más escondido. Por esta causa para dormir de noche dejaban sus rancherías por miedo de los españoles, y se retiraban como fieras a lo interior de la montaña, porque había pronosticado Talica un año antes que le habían de ahorcar en un verano. Era muy duro para él, el cumplimiento de semejante profecía, y así procuraba apartarse de el peligro, cuanto le espoleaba su temor. Pero para que se vea cómo buscaba Dios la sangre de los inocentes en las manos de los homicidas injustos, sin saber el capitán, ni los soldados si había gente en aquel paraje o no la había, quedándose el Padre en la Barqueta se repartieron bien entrada la noche, unos por este sitio, otros por el otro, para rastrear, si percibían algún ruido, o señal de gentío, cuando a pocos lances oyeron en lo retirado de el monte llorar a un niño. Empezó a correr la voz de que había gente. Fueron con gran sigilo los soldados pensando que por ventura estaría por allí Talica, o Curuciaba que era su principal intento. Llegaron poco a poco y debajo de unos árboles percibieron un grande bulto, como de mucha gente. Enterados ya de que era gentío el que dormía, sin esperar más plazos se echaron de golpe sobre ellos; bien se deja entender el alboroto de los indios cogidos a tales horas, en tales circunstancias y en tal sitio. Levántanse despavoridos, hunden a gritos la montaña, resístense unos, huyen otros, acometen los soldados quienes aunque anduvieron tan ligeros, solo pudieron haber a las manos cuatro. Sacan la luz a toda prisa. Cosa admirable. Repararon en ellos y hallaron no sin admiración que estaban entre los cuatro Curuziaba y Talica que bramaban como leones, y echaban espuma como fieras, viéndose aprisionados, cuando los acusaban sus delitos. Dejando otras circunstancias, por no muy necesarias, fueron en seguimiento de los demás. Después de asegurados estos, prendieron varios aquella noche de cuantos estaban culpados, asegúranlos también con que ganado aqueste lance que era el de mayor cuidado se fueron a descansar hasta la mañana dejando guardar en centinela, para asegurar los presos. Llegada la mañana, y habiendo descansado algún tiempo en este sitio, trató el Padre de su negocio que era ir en busca de sus indios; y en cuanto 513.
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a lo primero fue a casa de su amigo Seisere en compañía de el capitán que llevó consigo a los presos. Mas como en esto de dejar el país propio y las posesiones y el mando, sea de no pequeña dificultad, mostró el viejo alguna displicencia, y aun recelo de el Padre quizá por el alboroto de esta vez, en que no se pudo dispensar. Entonces el Padre le habló en su propia lengua, con algunos principios que ya tenía de ella, diciéndole que eran amigos, y que solo pretendía el verle, y diciendo esto se quitó un ceñidor muy curioso que llevaba para el efecto, y con muchas ceremonias de que ellos se pagan mucho, se le puso al viejo. Muy pagado quedó Seisere de esta acción, con lo cual y otras razones con que le procuró convencer, y principalmente con la batería que le dio para que dejase el monte, su propia mujer aunque gentil, se determinó a seguir al Padre. Ya quisiera ponerse en viaje, pero le detenía el no poder caminar, por tener encancerado el dedo de un pie. Ahora bien, le dijo el Padre, ¿si sanareis os vendreis conmigo? Sí. respondió el viejo. Entonces el Padre Joseph encomendando a Dios este negocio, y a su Patrón San Francisco Xavier le hizo la primera cura, y fue cosa digna de notar, que siendo el cáncer en esta tierra de tan conocido riesgo que raro es el que sana, a las tres curas que le hizo se alentó Seisere en tanto grado que pudo ponerse en viaje desde entonces. Sentada esta primera baza, como la principal de todas, trató de buscar a los demás indios; no pudieron menos estos que amedrentarse, pues no pudiéndose hacer con secreto natural una tan justificada prisión que de suyo estaba pidiendo tanto alboroto y ruido fue preciso que corriese la voz y se divulgase por el monte. Todo esto junto con la poca estabilidad que tienen estas naciones en un sitio, porque hoy tienen aquí su pueblo, y mañana le mudan a otra parte, por causas muy leves, fomentadas de sus agoreros, andaban regados por el monte, unos en un sitio, otros en otro, sin poder tomar punto fijo acerca de el lugar de su asistencia. No se puede ponderar fácilmente lo que el Padre padeció en aquellos días; porque caminando de sol a sol, en busca de sus indios, ya por rancherías, ya por montes, ya por sí mismo, ya por medio de algunos gentiles de quienes tenía satisfacción y estaban prácticos en sus guaridas anduvo a caza de aquellas fieras racionales con un deseo insaciable de conquistarlas para Dios.
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Fue tan desmedido este trabajo, que un día, no pudiendo sufrir la flaca naturaleza, tan gran peso, cayó rendido en tierra, y dijo a un indiecito que le acompañaba: hijo ya me muero. Enternecido el niño entonces con lágrimas en sus ojos, temiendo que se le muriese su Padre, procuró socorrerle en aquella soledad y trabajó cuanto le dictaba su dolor. Tenía a mano de el vino que servía para las misas un poco, trájolo, con lo cual, y un pedacito de pan bien duro que encontró. Le dio a comer y beber. Volvió en sí de su accidente que no era otro que una suma debilidad nacida de lo mucho que en este tiempo sudó y trabajó, junto con el no comer. A costa de estos afanes consiguió el reducir a los Anabali, y Situjas que le dieron palabra de salir al otro año. Conquistó las voluntades de los Tunepes, ganó a los Mafilitos y Guaneros. Que estas perlas preciosas no las concede Dios, sino por precio muy subido, y estas plantas no se sacan por el jardín de la Iglesia de los montes y tierras de las Indias, sin ser antes regadas con el sudor de los ministros evangélicos y cultivadas a costa de tanto afán. Y dejando otras circunstancias por no muy sustanciales, ajustada ya una tropa de más de trescientas almas sacadas de el gentilismo, trataron de ponerse en viaje para la reducción nueva. Llegaron a las orillas del Sarare, y embarcados poco a poco, pasaron a esta otra banda. Aquí fue preciso que el capitán Zorrilla cumpliese con su oficio de juez; traía consigo presos los dos delincuentes, Talica, y Curuciaba, porque a los demás por no haber tenido tanta culpa en la muerte de Carlos, se contentó con darles un ligero castigo. Aquí pues, en esta playa, a orillas de el mismo río, mandó levantar una horca para poner en ella a los agresores. No queriendo dilatar el castigo por haber peligro en la tardanza, procuró estorbarlo el Padre rogando al capitán que suspendiese el castigo por entonces, siquiera hasta salir de la montaña, temeroso quizá de que se le huyese su gente. Respondió Zorrilla con igual cortesía que entereza, que sentía no poderle servir en aquello, y así que no le impidiese el ejercitar su oficio de juez. Levantada en alto la horca, rogó al Padre que confesase a Curuciaba, y catequizase a Talica, para que recibiese el bautismo. Hízolo así el Padre Joseph, disponiendo así al uno como al otro, para que muriesen bien. Hecha esta diligencia arrebataron los soldados a los reos, y atados sucesivamente a un palo, el sargento mayor hizo su oficio disparando un trabuco al uno, y otro al otro, con que el valiente Talica, y temido 515.
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Curuciaba, dieron fin a sus enormes delitos con las vidas, regando las arenas de Sarare con su sangre a vista de aquel gentío, para escarmiento de la montaña y freno de sus naturales, luego al punto los suspendieron en al aire colgándolos a vista de todos en la horca, cuyo temeroso espectáculo les causó tanto horror a los gentiles, que no pudiendo sufrir su vista huyeron despavoridos, no a la montaña como antes, sino a buscar el camino para mejorar de fortuna en la reducción nueva, abriendo los ojos, y reconociendo los peligros de el monte. Totodare Padre de Carlos y el principal culpado en la muerte de su hijo, ya había sido, mucho antes llamado a otro más severo tribunal, a dar cuenta de tan enorme culpa muriendo en su ceguedad, y negándole Dios sus eficaces auxilios para convertirse a la fe en castigo de tan abominable parricidio. Dieron sepultura a los cuerpos, con que pacificada la montaña y habiendo triunfado de el Demonio conquistando para Cristo aquel rebaño, prosiguieron su viaje a las reducciones. No quiso Dios que el gozo grande que traía el Padre con tantos hijos, dejase de mezclarse con el acíbar de los muchos quebrantos que experimentó al venir. Porque como el viaje fue más dilatado de lo ordinario y la comitiva entre cristianos y gentiles tan crecida fue preciso, que acabándoseles el matalotaje, experimentasen el hambre con gran dolor de su Misionero que miraba perecer de necesidad a tanto que uno de los que venían, cayó de pura flaqueza en el suelo, sin otro achaque el de no comer. Caso que atravesó de dolor las piadosas entrañas de el Padre Joseph, y no hallando otra cosa a mano que un pequeño panal de miel que casualmente encontraron se le dio, con que confortado algún tanto pudo proseguir su camino. Repartió con todos el corto mantenimiento que le había quedado, pero como eran tantos fue preciso el que les cupiese a poco; duró esto algún tiempo hasta que los consoló el Señor con dos socorros bien abundantes que salieron uno tras otro a recibirlos al monte sabiendo su necesidad. Salieron finalmente de el desierto, como otros israelitas, capitaneados de Moisés a dar vista a la tierra de promisión de las reducciones; llegaron a la boca de la montaña cerca de la Misión de Macaguane a otro día de ceniza, que fue de los plausibles que experimentó este pueblo en muchos años. Día fue éste que alegró al cielo y a la tierra. A los ángeles, y a los hombres, viendo salir triunfando libre de el Poder de Faraón, a aquel Pueblo escogido 516.
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de Dios, que por tantos siglos había estado en tan dura servidumbre en el Egipto de los montes. Habiendo llegado la noticia a Macaguane, alegres todos con tan alegre nueva salieron a pendón izado desde el menor, hasta el mayor, a recibir y agasajar a los que salían de el monte. Iban los indios principales en sus caballos por aquel campo con un solemne recibimiento, a su usanza de tambores, clarines, y estandartes, y toda la chusma con señales de tal alborozo y alegría que la ponían a todos. Fue muy conveniente aquesta demostración, para que viendo los gentiles el agasajo y regocijo con que eran recibidos de los cristianos desterraran de sus ánimos los recelos temerosos que de ordinario les acompañan, y más cuando sabían los disturbios que habían precedido en los años antecedentes. Ya se venían acercando los que salían de el monte, como lo manifestaba (aunque oculto todavía entre sus árboles) la alborozada consonancia de tambores, pífanos, y su inseparable gritería, no ya manifestadora de su enojo, como en las batallas de la montaña, sino de regocijo y contento, según el que traían en sus almas. Salieron en fin los guías y tras ellos con mucho concierto y orden aquella numerosa comitiva de trescientos infieles, acompañados de cristianos, enterneciendo con su vista los piadosos ánimos de los fieles, que miraban en este triunfo, no menos el poder de Dios, que lo infinito de su piedad. Aumentó aquesta ternura el ver venir en medio de todos a su misionero a pie con su bordón en la mano, macilento con los trabajos de el camino, despedazada la ropa con las malezas de la montaña no ya solo como antes, sino acompañado de tantos hijos cuantos había sacado de el infierno para Dios. Acabaron de salir todos, quienes extendidos ya en el campo raso, se percibía, no menos su crecido número que la gallardía de su adorno, y el júbilo con que venían, porque alternándose ya los repetidos ecos de los atabales, pífanos y clarines arbolar los estandartes por el aire, y la alborozada gritería de los que iban y venían, recreaban el oído, al mismo paso que divertían la vista con el vistoso adorno de hermosas y matizadas plumas, que con festivo vuelo alegraban el viento, sirviéndoles de guirnaldas. Aunque venían desnudos a su bárbara usanza todavía disimulaba la falta de vestido decente la variedad de matices, con que pintado les servían de gala, y la multitud de arcos y de flechas de que venían armados. Mas entre todos ellos se señalaba con especialidad Seisere, quien a título de Régulo, venía con una corona de 517.
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vistosas plumas, y mucho acompañamiento, con su paje que le guiaba armado y pasando en silencio, los plácemes, y el agasajo. Entre los unos y los otros se encaminaron con este concierto y orden a la Misión de Macaguane. Entraron en el templo, y después de saludada la Santísima Virgen, como patrona de esta espiritual conquista, con una solemne música, se repartieron los nuevos entre las Capitanías de el Pueblo, quienes se esmeraron en agasajar y regalar a sus huéspedes. Desearon los recién venidos visitar la Iglesia segunda vez. Fueron por la tarde, y era motivo de gran ternura, y edificación, verlos hincarse de rodillas delante de la Madre de Dios, y pedirla a grandes voces misericordia; lo que hicieron con especialidad, cuando licuados delante de el sagrario, oyeron decir, que estaba allí escondido y vivo hecho hombre el Dios de los cristianos; aquí de rodillas, y a grandes voces estuvieron en su lengua por largo tiempo, pidiendo misericordia al Señor, quien sin duda la usó con ellos, porque saliendo a otro día de este pueblo, y llegando a su reducción de los Betoyes de quienes fueron recibidos con gran cariño y agasajo, quedaron muy contentos. Perseveran gustosos, y ya cristianos los capaces de recibir el bautismo no piensan en su monte, sino en salvar sus almas. Fue bautizado Seizere con gran solemnidad a quien pusieron por nombre Don Ventura Seisere, y honraron con el puesto de teniente justicia mayor de el pueblo, puesto bien merecido en premio de lo que dejó, y que ejercita con gran celo. Recibió el bautismo en el mismo día su mujer a quien dieron por nombre Doña María; fue padrino de los dos el Gobernador de estos Llanos Don Joaquín de Mendigaña. A ésta se añadió la última entrada, en que con los mismos afanes que en las antecedentes salieron ciento y noventa almas, con que se acabó de reducir la nación de los Betoyes, y en tal estado se halla la fundación nueva de el Pueblo desta nación pasando en silencio varias cosas, y entre ellas una emboscada que tenían hecha los gentiles para quitar la vida al Padre cerca de los torreoncillos arriba dichos según se averiguó después y de que le libró Dios por haberse retirado entonces los indios a sus borracheras. Las naciones están al presente bien dispuestas para recibir la fe, pues además de una pequeña tropa de gentiles por todos veinte y cinco, que salieron motu proprio a los principios para recibir el bautismo actualmente se están convidando muchos de la montaña que enviaron a llamar al Padre 518.
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para este efecto. Los mismos nuevos le instan para que entre por la esperanza de el mucho fruto, y porque al salir ellos de sus países se lo encargaron muchos de los de allá para que no dejase de entrar (el Padre). Lo mismo encargaron a una india que salió esta vez vieja de cerca de ciento y veinte años, sus hijos y sobrinos que quedaron en la montaña rogándole a la vieja encarecidamente que dijese al Padre que no dejase de ir a sus tierras, pero que fuese sin blancos que solo van a espantarlos con sus escopetas. De la misma suerte lo pretenden otros de los Anabalis. Uno que quedó enfermo envió a su mujer y sus hijos, diciéndoles que si sanaba saldría. Concluyo finalmente este capítulo con un caso que sucedió esta vez a la venida, y con que acreditó Dios el sacramento de el bautismo. Día diez de febrero de este año de setecientos y veinte y dos, estando rancheados en las orillas de el Río Sarare, se moría un niño de pecho hijo de una gentil; estaba tan en lo último y tan acabado que no tenía ya si no la piel sobre los huesos. Súpolo el Padre, fue á toda prisa y dijo que si aquel niño se bautizaba iría al cielo en muriendo y que tal vez por el bautismo sanaría. Bautizóle, y fue tan notoria la mejoría de el muchacho, que advertida de los gentiles pidieron esa misma noche otros tres que bautizase a sus hijos enfermos; hízole así el Padre y fue Dios servido que sanasen. Admirados los infieles traían aun los que estaban sanos porfiando en que los bautizase también. Tanto que fue menester decirles que en el pueblo se haría con más solemnidad al son de chirimías y clarines, con que desistieron de su porfía. El niño primero vive hoy sano y bueno, y se llama Ubaldo mirando Dios con esto la buena fe de los que buscaban el bautismo.
§ 14 Ministerios en que se ejercita el Padre Joseph en su Reducción nueva Supuesta ya la noticia de las entradas que hasta ahora ha hecho el Padre Joseph a la montaña con el fruto que habemos visto resta que se diga algo de los empleos apostólicos que a pie ha ejercitado y ejercita, no solo con sus indios, sino también con los españoles y para decirlo en breves palabras no hay oficio de cuantos puede ejercitar la caridad en una república, bien ordenada, que no ejercite y haya ejercitado el Padre. Ya dijimos al principio lo mucho 519.
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que trabajó levantando la fundación desde sus primeros cimientos fabricando casas, levantando iglesia, adornándola con variedad de alhajas, pinturas y ornamentos, fundando escuela de música para celebrar con ella los divinos oficios, valiéndose de sus buenas habilidades para concurrir a todo ejercitando los oficios, pues no estrechándose su celo a solo esto le ha reducido la caridad a otra variedad de ministerios, porque no contentándose con el oficio de Misionero en que hay mucho que hacer si se atiende al número tan crecido de almas que ya tiene, y principalmente a su incapacidad y rudeza que pide largo tiempo para instruirlos. Está hecho Padre universal de todos para manutenerlos y vestirlos, abogado y juez para componer sus discordias, médico para curarles en sus enfermedades, enfermero para aplicarles por sí mismo los remedios, criado para servirles, buscarles y prepararles las medicinas, y para abreviar tienen en el Padre Joseph cuantos oficios de caridad han menester, y que podían estar repartidos en muchos sujetos, de no pequeño espíritu. Lo cual se hace más admirable en el Padre por haber ejercitado esto, sin compañero que le ayude por la suma falta de sujetos que hay en esta provincia, y no por un año ni por dos, sino por muchos años con tesón y constancia más admirable que imitable. Y descendiendo en particular a hablar de sus ministerios aunque pedía capítulo aparte cada uno diré en breve por evitar prolijidad lo que he visto, y notado en dicho Padre, muchas veces que he tenido la fortuna de visitarle en su pueblo. Apenas hubo año en que ya con la ocasión de nueva mudanza de país, y ya por otros accidentes no se encendiese un contagio universal de varias enfermedades entre los indios de que fue muy raro el que quedase sin adolecer alguno. Haciendo pues en estas ocasiones alarde de su grande caridad se encargó de la cura de todos haciendo oficio de médico, enfermero y criado para buscarles la comida y aun quitarse el bocado de la boca y dárselo con entrañas tan amorosas, como si fueran sus propios hijos. Era materia de grande edificación, verle salir mañana y tarde a recorrer su pueblo cargado de medicinas de que tenía mucha prevención en su casa, y juntamente de los instrumentos de la cirujía en que le dio especialísimo talento Dios. De esta manera discurría por todos los ranchos en donde había enfermos, sangrando a uno, sajando a otros postemas, aplicando otros remedios proporcionados a variedad de enfermedades, y curar sin horror llagas 520.
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tan encanceradas y podridas que solo su caridad, y el celo de ganar aquellas almas le pudieran reducir a semejante ejercicio. Una entre otras ocasiones, yéndole acompañando a una función de éstas un Padre que le fue a visitar, al curar una postema bien horrible hubo de decir al compañero que se retirase temiendo no sin fundamento él que no tendría estómago para mirar sin inquietarse tan desacostumbrada horrura. Emprendió para este efecto un tratado de varios remedios y hierbas para aplicar a sus enfermos, muy úttil para suplir con ellos la falta de medicinas que de ordinario se encuentra en las reducciones de los indios. No por esto se olvidaba el Padre Joseph de lo principal a que debía atender en sus hijos que es la medicina de sus almas, haciendo al mismo tiempo oficio de pastor de ellas para sacramentarlos, y para enterrar los que morían, dándole su ardiente caridad las fuerzas para tan desmedido trabajo que le negaba la falta de compañero, discurriendo de día y de noche a todas horas por todos los ranchos y lugares en donde había enfermos, consolándolos, recreándolos y bautizando a los niños y catecúmenos, y a los que en aquel artículo pedían el bautismo con el cual envió muchos al cielo en circunstancias bien notables como diremos en su lugar. No se contentó con esto la caridad de el Padre Joseph sino que hecho Padre universal de tantos hijos como habemos dicho les buscó a todos vestido proporcionando para cubrir su desnudez, y mantenimiento para sustentarlos, pues siendo tan crecido el número, y sacados a región extraña, en donde no tenían labranzas para mantenerse fue preciso hasta que los mismos indios hiciesen labranza para remediarse, buscar el Padre gran cantidad así de lienzo y camisetas para vestirlos como abundancia de sustento para mantenerlos, hecha su casa despensa común para todo el Pueblo y ropería juntamente. Estaba prevenido el maíz, carne, cazabe, lienzo, plátanos, y variedad de menesteres, y aun de otras cosas, que aunque no muy necesarias servían de granjearles las voluntades, como abalorios, cuentas y rosarios que fabricaba de su mano, hachas, cuchillos, y otros donecillos, todo para sus amados indios, quienes viendo la liberalidad y desinterés de su Padre acudían a enjambres a pedirle con la confianza de hijos, a todos los cuales enviaba contentos a sus casas, no echando menos la abundancia que tenían en sus tierras, gastando en este
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ejercicio como en darles audiencia en sus trabacuentas grande parte de el día; todo lo daba por bien empleado el Padre a trueque de ganarles las almas. A esta causa, haciendo todo a todos con santa sagacidad, solía asistir a sus convites, admitir sus bellidas, y hacer la razón a usanza de ellos con las ceremonias que usan y tono de vos, portándose en todo lo que no desdecía, como si toda su vida se hubiera criado con ellos en el monte porque a la verdad le dotó Dios de un natural y singular talento para tratar, entrar, y salir con estas fieras, y granjearles la voluntad, jobial con todos, celebrando sus especies, sin resabios de severidad, y es lo que necesitan los nuevos a quienes, como a niños en la fe, cautiva mucho esta llaneza y agasajo. Consiguió de tal manera esta buena voluntad en sus indios con ser tan montaraces y agrestes que recelosos de que el padre Provincial cuando venía a la visita se les quitase para llevarle a Santa Fe, era muy larga la conferencia que tenían con dicho Padre Provincial para que no se les quitase; no satisfechos con la palabra que les daba de no hacerlo le seguían muchas leguas, cuando se volvía en esta importuna demanda. Y llegó su afecto junto con su brutalidad a tanto que sabiendo venía en otra ocasión a la visita fueron con mucho empeño a pedir al Padre Joseph les diese grata licencia para salir al camino a flechar al Provincial, y lo hubieran puesto en ejecución si el Padre no les hubiera quitado de la cabeza y afeado tan detestable desatino. Tan contrarios afectos como estos se hallan en esta gente por su incapacidad y rudeza aunque no le faltó al Padre Joseph en medio de la fineza de sus indios la ingratitud de muchos, para que no faltase la piedra de el toque a su caridad que no es mucho se hallase un Judas en el apostolado y algunos Judas en la reducción de los Betoyes. Muchas son las ingratitudes de los indios que ha recibido en premio de su agasajo, ya con desvíos, ya con malas palabras, ya con otras demostraciones de indignación, y llegó a tanto que el año de setecientos y veinte y uno, uno de los principales tenía ya amotinado todo el Pueblo contra el Padre con matalotaje hecho para dar estampida huyéndose a la montaña todos y tuvo atrevimiento para entrársele en su casa y decirle, Tú eres nuestro mayor enemigo y esto sin más fundamento que sus brutales aprehensiones a que dan crédito con la misma facilidad que a lo que sueñan. Fue Providencia de Dios que entrase el indio a hablar al Padre aunque con tan malos términos porque sosegando 522.
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al indio y descubriendo la raíz de aquella mala aprensión, encomendándolo a Dios con el afecto y aflición que no se puede ponderar, viendo temblar la fábrica de aquella reciente iglesia, le habló y desengañó con tan evidentes razones que convencido con ellas, y reconocida la verdad él mismo (habiendo alborotado el Pueblo) le sosegó otra vez y persuadió a que desistiese de la fuga, siendo desde entonces uno de los más finos y constantes cristianos. Aunque ponía tanto cuidado en los indios, no por eso se descuidaba de los españoles, siendo innumerables los que le buscaban para consuelo de sus almas en el mismo Pueblo especialmente en el tiempo de la cuaresma, yendo tropas de ellos a buscarle para confesarse con él y recibir sus consejos haciendo Dios por este medio gran fruto en sus almas, y conversiones más singulares de que podía referir muchos casos y omito por la brevedad. Siendo la reducción de los Betoyes corta esfera para satisfacer a su celo, discurría por varias partes de el país deseoso de la salvación de las almas, haciendo Misiones, componiendo discordias, sacando de ignorancias, aterrando con sus palabras a los pecadores para que mudasen de vida consiguiéndose por este medio grande reforma de costumbres a que ayudó no poco un caso que sucedió en una de estas Misiones, y fue que a un mozo como de veinte años estando en el campo, cerca de la ciudad en donde se hacía la misión, un rayo le quitó la vida. Caso que infundió tal espanto en todo aquel territorio, que no fue necesario el proseguir con la Misión, porque aterrados todos venían con más lágrimas que palabras a pedir confesión a todas horas, no queriendo dilatarla al otro día pensando cada uno que venía ya contra sí la ira de Dios, y la última hora de su vida. Esto es referido en breve, lo que he podido notar en el Padre, y que por público a todos no he hallado inconveniente en referirlo omitiendo varias cosas sobresalientes en orden a sus virtudes, por vivir todavía dicho Padre, aunque no omitiré algunos casos especiales que sucedieron en su tiempo, y referiré con brevedad en el Parágrafo siguiente.
§ 15 Refiérense algunos casos singulares Sea el primero de todos el que sucedió este año de setecientos y veinte y dos con una india gentil de más de cien años. Era esta india sorda como una piedra, circunstancia bien notable para que la entrare la Fe. Hizo varias diligencias el 523.
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Padre para instruirla, pero como esto ha de ser por el oído, eran ociosas las palabras, y aun las señas para que por ellas cayese en la cuenta de lo que enseña la fe, quien siempre estuvo metida entre infieles. Pensando pues el Padre para instruirla medio oportuno, vino por último la india a levantar las manos al cielo y pronunciar esta palabra Dios. No sé a la verdad cómo lo pudo oír, pues aun los mismos gentiles que la habían tratado en el monte decían que siempre la habían conocido sorda. Muy consolado quedó con esto su Misionero y con esperanza de instruirla con más satisfacción suya. De allí a unos días habiendo salido al monte la india uno que le acompañaba vino corriendo al Padre, y le dijo como la india vieja se había caído muerta de repente, y que quedaba allí cerca en el campo. Fue volando el Padre Joseph con agua, miróla y reparó que dio una boqueada, y lo mismo fue darla que tenerle ya sobre si el agua de el santo bautismo y para que no se dudase si le recibió viva, o no, apenas acabo de bautizarla, cuando dio otra boqueada que fue la última para morir a este mundo y para empezar a vivir en el cielo eternamente. Añadamos a éste otro caso semejante que le sucedió con otra india gentil muy vieja el año de setecientos y diez y seis, viernes santo; en la noche había ido el Padre al pueblo de Tame cercano al de los Betoyes a visitar al Padre que hacía oficio de cura, cuando de repente le puso Dios en el corazón el que volviese otra vez a su pueblo. Trató luego de venirse a toda prisa, en tales circunstancias que lo estrañó el cura de Tame. Llegó cerca de su pueblo, y apenas hubo llegado cuando un indio le dijo cómo en un rancho que estaba allí cerca se moría una enferma. Entró dentro, y le dijo la gentil. Padre te estoy aguardando para que me bautices, bautízame; instruyóla, bautizóla, y apenas recibió el santo bautismo cuando de allí a poco expiró la india, con prendas muy seguras de su salvación eterna. El que se sigue sucedió estando ausente el Padre Joseph en la montaña el año de setecientos, y diez y siete, y fue que un Padre de la casa quien quedó supliendo en el ínterin en la reducción nueva de los Betoyes, fue por una casualidad bien rara al sitio de Casiabo, población antigua de donde salieron a este pueblo los primeros Betoyes, pero Dios que le llevaba para otro fin, le condujo a un ranchito pequeño en donde estaba agonizando una india gentil, con una criatura al pecho a quien el Padre Joseph había instruido muchos días antes en la fe, y no había bautizado por no ser conveniente 524.
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todavía. Luego que la india, miró al Padre le empezó a decir en su lengua: Padre, agua, señalando la cabeza, no la entendía a la india lo que quería decir con aquello, por no saber la lengua, ni llevar intérprete que se lo declarase. Viendo la pobre india, que se moría y que se moría sin bautismo y que no la entendía el Padre avivó más las señas todo cuanto la dictaba su peligro y el deseo de conseguir su salvación; empezó a levantar las manos al cielo, se daba golpes en los pechos, se señalaba la cabeza con la mano, y repetía en su lengua ocu Babi Agua, Padre. Fueron tan vivas las señas que dio la enferma que no dudando ya el Padre de que pedía el bautismo, la bautizó luego y juntamente a la criatura y para que se vean los intentos de Dios en viaje tan intempestivo que era de salvar aquellas dos almas por este medio. Poco después murió la india, y algunos días después el niño volando de las aguas de el bautismo a la bienaventuranza de la gloria. No solamente ha manifestado Dios su singular providencia para la salud de las almas, sino también para la salud de los cuerpos, y para el logro de los bienes temporales en sus recién convertidos. El año de mil setecientos y diez y nueve murieron en breve tiempo muchos párvulos de un pestilencial Romaizo, sin que bastasen remedios humanos; para atajarle acudió a los divinos un nuevo cristiano llamado Pedro Luisisi en orden a librar de este contagio a un hijito suyo muy enfermo. Quemó [un] ramo bendito, motu proprio, y dio la ceniza con agua bendita al niño. Miró Dios la buena fe de su recién convertido, porque quiso su Majestad que mejorase, y viviese el muchacho, habiendo muerto todos los demás niños que adolecían de aquel achaque. Con el mismo remedio de el agua bendita defendió otro indio su sementera para que no se le perdiese. Y es el caso que el año de setecientos y diez y ocho un cristiano nuevo viendo que se perdían todas las sementeras por cierta plaga que acaeció este año, tomó agua bendita y yendo a su labranza la roció con ella por varias partes. No le salió vana su confianza en Dios porque quedó libre de la plaga entre tantas sementeras que se perdieron aquel año. Perdíanse por falta de agua los maízes de los Betoyes el año de setecientos y veinte y uno; por mayo hicieron una rogativa a una imagen muy devota de la Santísima Virgen que tienen en su iglesia con título de Nuestra Señora de la Conquista para conseguir por su intercesión el que lloviese. Al acabar la procesión se toldó el cielo y tronó, y al otro día cayeron diluvios de 525.
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agua que se continuaron por espacio de ocho días, quedando con esta singular merced de la Santísima Virgen no solo remediados en el cuerpo con la mejora de sus labranzas, sino también en el alma, muy confirmados en la fe, y en la devoción de esta celestial Señora. Pararon las aguas de golpe al fin de los ocho días hasta el día de el Corpus Christi, y ya peligraban sus maízes segunda vez. Díjoles el Padre entonces: la vez pasada por mayo la madre de Dios os dio agua, pues también ahora su hijo os dará agua, si teneis fe; hicieron la procesión de el Corpus con un sol tan ardiente como el que de ordinario suele experimentarse por este tiempo. Parece que avivaron la fe los nuevos cristianos, porque luego cayó un copiosísimo aguacero, con que quedaron remediados alabando al Señor por la merced que les hacía enviándoles tal socorro en tiempo de la mayor necesidad. Esta liberalidad y misericordia de el señor experimentaron también por los méritos de el glorioso Apóstol de las Indias San Francisco Xavier en sus enfermedades. Este año de setecientos y veinte y dos, hubo en el pueblo una epidemia de que adolecieron muchos. Hicieron una rogativa sacando al santo en procesión movido el Padre de un dicho de un cristiano nuevo, quien dijo. Si San Francisco Xavier, saliera en procesión todos estuviéramos con salud. Premió el santo así la confianza de este cristiano nuevo, como la buena fe de todos los demás, pues apenas paseó sus calles el santo Apóstol, cuando cesó el contagio totalmente. Otros muchos casos sucedieron que omito por evitar el fastidio, y que eran dignos de saberse, pues un vecino de estos Llanos que adolecía de mal de piedra y hacía novena a San Xavier para alcanzar salud, al quinto día de la novena echó una piedra bien grande con abundancia de sangre corrupta. El mismo (cuyo nombre es Ignacio González) en otra ocasión encomendándose al Santo, casi para morirse echó otra piedra y mejoró. Éstas y otras muchas misericordias ha hecho el Señor en esta cristiandad nueva, quien no se ha olvidado de el estilo que observó en la Iglesia primitiva para confirmar a los fieles, pues así como en ese tiempo obraba prodigios, para que aquellas nuevas plantas se arraigasen, así en esta ha usado y usa de estas singulares mercedes para aficionar con ellas a la fe a los que nuevamente se convierten, y esperamos en su infinita piedad que continuará aquestos favores, para que alentados con ellos los nuevos hijos de la Iglesia
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la miren como a Merced y se la agreguen perseverando en su servicio con mucha gloria de Dios, y de sus almas.
§ Último Usos y costumbres raras de estas Naciones Hame parecido dar fin a esta relación con algunas noticias curiosas acerca de los usos y costumbres que observan los indios de estas naciones en el monte, y que pueden servir después de conocidos sus errores para poderles instruir mejor en la fe, reprobándolos como desatinos suyos, y aunque toqué algo de esto en el Parágrafo quinto, todavía daré más larga noticia en éste al curioso que lo desease saber. Y empezando por el conocimiento de Dios, que era lo que principalmente habían menester, no reconocen Dios alguno, solamente reconocen en el sol erróneamente algún género de deidad y supremo Dominio sobre las demás criaturas. Dije algún género de deidad y supremo Dominio, aunque me inclino que totalmente le reconocen por Dios, según el nombre que le dan en su lengua, que es con esta palabra Theo. Tienen este reconocimiento precisamente para mirarle como a tal, pero no para darle adoración, pues no le hacen caso chico, ni grande, ni para temerle ni adorarle. Creen la inmortalidad de las almas, pero cuando alguno muere no se extiende su capacidad a pensar que hay cielo, o cosa equivalente a él, ni infierno, ni purgatorio adonde puedan ir después de esta vida, solo piensan que el alma de el que muere se queda allí cerca de sus ranchos. Por lo cual luego que expira alguno, su principal cuidado es no privar a la pobre alma de su alivio en el estado de la separación. Y a este título hacen una sepultura grande en la cocina de el muerto en el mismo sitio donde guisaba la comida, y allí lo entierran con todos sus menesteres para que nada le falte en la otra vida, sepultando con él, arcos, flechas macana para defenderse, totumas, calabazas de cargar agua, y finalmente todo su ajuar con él, para que parta consolado deste mundo. Hecha esta diligencia, pensando que el sitio donde vivían tiene la culpa de esta muerte le desamparan de una vez, y mudan el Pueblo a otra parte donde estén seguros de tal desgracia. No tienen permanencia en sus casamientos, a poca causa dan libelo de repudiar y buscar otra mujer. Raros son los que tienen dos mujeres, no 527.
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porque les falte inclinación, sino porque se hallen muy pocas entre ellos. Y es el caso (como noté ya) que cuando nace hembra, si el marido no la defiende, la entierra viva su propia madre, y da por causa que la mujer solo nace para el trabajo. Y es así porque el indio solo se contenta con rozar y quemar la maleza de las labranzas, pero todo lo restante, conviene a saber, sembrar, limpiar, coger el maíz y yucas, y cargarle a casa, es quien lo revienta y trabaja la miserable india. En tanto grado que el marido, no ve en todo el año el maíz sino reducido a chicha para emborracharse. Él viene de la labranza mui grave, con su arco, y nada más, y la triste mujer viene cargada como un jumento tras de el marido, con un hijito al pecho, otro de la mano, y un canasto de maíz horrible a las espaldas, sin varios cachivaches de tutumas y otros trastes. Cosa ridícula parece lo que voy a decir, pero que sucede en realidad, y es que cuando pare la mujer, el marido es quien ha de gozar de los privilegios de el parto, y no la miserable que parió, y por esta causa apenas parió la india, cuando luego el marido con ademanes de quien salió de un grande aprieto se recuesta muy quejumbroso, y le cuida la mujer con tanto cuidado como si de ello dependiera todo el buen logro de su casa fundados para estas ceremonias en sus agoreros, y supersticiones, porque dicen que si en aquellos días, anda el marido, pisa la cabeza de el infante, si raja leña, le raja al niño la cabeza, si flecha aves en el monte, flecha sin remedio al muchacho, y otros disparates que creen semejantes a esto. Sus guerras son a gritos y el que más grita ese es el que puede más, y si no vencen a gritos no pasan a las armas, por juzgar que si no vencen a voces, tienen perdida la victoria. Su estudio de casi todo el día es el canto de las aves, voces, y bramidos de las bestias, y hasta el silencio de los sátiros y salvajes de que abunda esta montaña les da materia muy abundante para sus discursos, y también para sus conferencias que son muy largas sobre este punto disputando cada uno sobre lo que sucederá después por lo que oyó en el monte, cuando cantó el pájaro, o cuando bramó algún animal. Sus medicinas para curarse en sus enfermedades no son otras que soplar y más soplar al enfermo y morir a puro ayunar él y la parentela; su gobierno civil es obedecer al más viejo, y nada más. Desde niños de un año los casan y así van creciendo niño y niña. El viudo para pedir mujer no habla sino que la busca aves, u otra caza en el monte, o pescado en el río, hasta que 528.
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ella dice que ya le quiere, y con esto quedan casados, sin más contrato. Su convite de boda es una solemne bebezón a la cual no han de asistir los novios, sino que los llevan a su casa y allí los dejan. El indio que no tiene rajadas las piernas con puya de un pescado llamado raya no se atreve a pescar por miedo de los pescados rayas; el que no tiene rajado el brazo derecho con hueso de puerco de monte no cazará aunque le maten puercos de monte, porque no le suceda con algún puerco alguna fatalidad; el que no tiene rajado el brazo izquierdo con alguna canilla de algún pájaro no caza porque le parece imposible el acertarle con la flecha. Quien no tiene el cuerpo hecho una criba de cicatrices de heridas voluntarias, no es valiente, ni la india es buena trabajadora sin estas señas, y el que no se raya toda la espalda con puyas agudas es gran perezoso (y después de todo eso lo son). Por andar huyendo de la muerte y de las almas de la otra vida no tienen en el monte pueblo en forma, sino rancherías, y de malas casas, como que las han de dejar luego que muere alguno. Creen que el Demonio mata a la gente, y que un indio envía una culebra para que pique a otro, creen mil disparates y creen cuanto sueñan, y así el que soñó que vio culebras luego que despierta se arranca las cejas porque no le dañen la vista, y todo el día anda ojiabierto y atónito. La contra, cuando les pica alguna culebra es tan ridícula que nadie sana, y es pintar con carbón una tropa de culebras en las piernas, para que el veneno de las pintadas espante el veneno legítimo. Son nimios en demasía en observar el parentesco para casarse de tal manera, que aun en el cuarto grado se tienen por hermanos, y hasta ahora están en ello los ya cristianos, ni acaban de creer lo que hay sobre el caso. Guardan con gran rigor el año de viudo, que llaman ellos el año triste, y aun los cristianos no hay forma de casarse hasta que se pase el año triste. Otras cosas, y usos indignos, propiamente inventados de el Demonio, tienen estas gentes que no escribo, por no ofender a los oídos puros, como es la total desnudez en las mujeres, menos cuando llegan a ser ancianas, y la desnudez en un todo cuando llegan a viejos los hombres, habiendo sido recatados cuando mozos; para que se vea la suma ignorancia de este miserable gentío, el abismo de errores con que los tiene engañados el demonio, la necesidad que tienen de doctrina, y el trabajo indecible de los ministros evangélicos en quitarles de la cabeza tan 529.
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disparatados dogmas y tan zanjados entre ellos, como si fueran principios de fe católica, lo cual junto con su incapacidad, rudeza, y falta de policía, pide para desbastarlos y reducirlos a la verdad de nuestra santa fe y policía cristiana, un celo no vulgar de la salvación de las almas, una paciencia grande, una caridad ardiente, virtudes muy sólidas, y principalmente la sagacidad y prudencia según se puede colegir de todo cuanto queda dicho en el discurso de esta Relación para saber ganar y conservar aquesta gente. Por sí misma se está encomendando esta prevención de virtudes, acompañada de la constancia, pues si volvemos los ojos a toda relación desde las primeras líneas, hallaremos a los primeros pasos de esta espiritual conquista metido a Don Antonio Calaimi, primer descubridor de estas naciones en un riesgo manifiesto de la vida, de que le libró Dios por medio tan extraordinario como los ecos de un clarín, sin otros riesgos que en varias fugas de los indios experimentó al principio y que atropelló con su constancia, y continuándose con el tiempo aquestos riesgos. Junto con las dificultades que cada año, y cada entrada iban creciendo más y más con las desgracias referidas, así por la inconstancia y braveza de las naciones, como la imprudencia y poca práctica de los conquistadores. Bien se ve, cuán necesaria sea, para el feliz éxito de semejantes empresas un ánimo constante y varonil, que no se rinda fácilmente a cualquiera dificultad, ni vuelva la espalda al enemigo, aun entre los riesgos de la vida antes bien poniendo toda su confianza en Dios ha de estar preparado con ánimo varonil, y espíritu propio de soldado de la Compañía de Jesús, a atropellar dificultades y acometer riesgos y más cuando se miran vencidos con el favor divino, tantos montes de dificultades desencastillado el Demonio, sacados tantos infieles de su tiranía, pobladas las sillas de la triunfante iglesia por caminos tan extraordinarios, florecer la iglesia militante, reducido lo que poco antes era habitación de fieras, sin más principio de cristianismo, que una cruz a un pueblo, no menos numeroso que cristiano, levantada iglesia tan rica de alhajas y ornamentos, para el culto de el verdadero Dios. Música para su fomento y finalmente con tantas naciones trocadas ya de fieras racionales en cristianas, por los trabajos apostólicos de su Misionero. Y espero en Nuestro Señor que se ha de adelantar cada día, más y más, según la buena disposición de las naciones, a que no dudo concurrirá Dios, pues ha tomado por tan suya esta cristiandad, mucha según lo ha manifestado hasta aquí, con los singulares 530.
• Libro III [XX]
favores que se han visto, y más si el Señor de la mies con su divina providencia es servido de enviarnos muchos varones apostólicos, que nos ayuden a echar la hoz de la predicación evangélica para poblar las sillas de la gloria, quien sea dada a Dios y a su Santísima Madre, por toda la eternidad. Amen. MATHEO MIMBELA [Firma y rúbrica] •
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[XXI] [1734] José Gumilla. Nació en Cárcer (Valencia) el 3 de mayo de 1686. Ingresó en la Compañía de Jesús, en Sevilla, el 13 de junio de 1704. Se embarcó el 4 de mayo de 1705 en el navío San José, de la Flota de Tierra Firme. Concluido su noviciado en Tunja, cursó los estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana. Recibió la ordenación sacerdotal en Santafé de Bogotá, el 31 de marzo de 1714. En Tunja, llevó a cabo su año de Tercera Probación, del 6 de septiembre de 1714 al 6 de septiembre de 1715. A finales de 1715 Gumilla debió llegar a las misiones. Funda San Ignacio de Betoyes hacia marzo o abril de 1716. Desde San Ignacio de Betoyes, dirigió su estrategia hacia dos polos geográficos y étnicos: la región de los lolacas (1716 y 1717) y las tierras de los anabalis (1719), al otro lado del Sarare. En 1722 consiguió reunir a los situjas y los anabalis y la promesa de los guaneros y los mafilitos. Superior de las Misiones de 1723 a 1730. A fines de noviembre de 1731 inicia la Misión del Orinoco. El 21 de febrero de 1732 firmaba, con Fray Tomás de Santa Eugenia, Prefecto de las misiones del Caroní, el Convenio de Guayana, por el que los jesuitas misionarían a los aruacas. El 20 de marzo de 1734 firmaba, en Santo Tomé, la Concordia de Guayana, por la que se dividía el territorio guayanés entre las diversas órdenes religiosas que allí laboraban. El 28 de noviembre de 1736 firmaba en Caracas, con Fray Salvador de Cádiz, la Concordia de Caracas, por la que los capuchinos caraqueños ingresaban a la biografía de la Orinoquia. Rector del Colegio de Cartagena muy a los comienzos de 1737. En junio de 1738 actúa ya como Provincial. En la Congregación Provincial reunida en Santafé el 8 de septiembre de
533.
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1738, fue elegido Procurador a Roma, juntamente con el P. Diego Terreros. Su estadía en Europa data de julio de 1739 a enero de 1743. Regresado a San Ignacio de Betoyes, fue Superior de la Misión de Casanare de 1745 a 1747. En esta población le sorprendió la muerte, el 16 de julio de 1750.1
1 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Op. cit., 338-347. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 498-557.
534.
Concordia de Guayana
Concordia.— En la ciudad de Santo Tomé de la Guayana en veinte días del mes de marzo de mil setecientos y treinta y cuatro años el señor coronel don Carlos de Sucre gobernador y capitán general de estas provincias y la del Dorado y demás descubiertas y por descubrir del Río del Orinoco de la Nueva Andalucía, Barcelona sus costas y presidios, por el Rey Nuestro Señor convocó y juntó a estas casas reales, morada de su señoría al Reverendísimo padre Joseph Gumilla de la Venerable Compañía de Jesús superior de la misión de Jesuitas de este Orinoco, al Reverendísimo padre Fray Agustín de Olot perfecto de la misión de capuchinos sita en este dicho Orinoco, a los Reverendos Padres Fray Tomás de Santa Eugenia, Fray Antonio de Verga, y Fray Benito de Moya de dicha sagrada religión de capuchinos y misioneros apostólicos, al reverendísimo Padre Fray Francisco de las Llagas de la Regular observancia de Nuestro Padre San Francisco y Presidente de la Misión de los Misioneros de Píritu, a los Reverendos Padres Fray Francisco Rodríguez de Ledesma, Fray Matías García, Fray Lorenzo Algaba, y Fray Bernardino Camacho de dicha regular observancia y misioneros apostólicos de las conversiones de Píritu, y estando juntos y congregados sus paternidades reverendas su Señoría les propuso y dijo que estando para pasar a esta provincia de la de Cumaná así por la novedad del quebrantamiento de paz cometida por la nación caribe con grave ruina espiritual de los indios convertidos y desacato de los templos como a la ejecucción de 535.
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algunos reales órdenes, y siendo informado del mucho número de indios que hay que convertir en este Orinoco, de distintas y diversas bárbaras naciones que habitan sus territorios, con vista de la Real Facultad concedida por su Majestad Dios le guarde a los Reverendos padres observantes misioneros de Píritu para la conversión de los caribes de este Orinoco y por haber abundantísimos territorios y numeroso gentilismo en ellos a quien convertir a la grey de la Iglesia, enterado de la facultad de operarios que hay para ello en este dicho Orinoco, y reconocido también el mucho fervor, en la propagación de nuestra santa fe católica de los dichos missioneros de Píritu, y que no tenían de la otra banda de Orinoco (por no haber indios en ella) donde ejercitarse respecto de lo que han adelantado sus conversiones y que todos los que habitaban de la otra banda de dicho Orinoco los han reducido a veinte pueblos, que tienen fundados con los ya eregidos en doctrina y viviendo en la ley evangélica, para que se efectue la Real Voluntad en el aumento de las conversiones, y que dichos reverendos padres misioneros de Píritu tengan donde ejercitar su apostólico celo, determinó traer en su compañía al dicho Reverendísimo padre Fray Francisco de las Llagas con sus cuatro compañeros para que a mejor servicio de ambas Majestades se le señale por el dicho Reverendísimo Padre Joseph Gumilla y Reverendísimo Padres Capuchinos misioneros de este Orinoco territorios en que poder estender por su parte la predicación del Santo Evangelio, y trabajar en la viña del Señor según su ministerio; lo que oído por dichos reverendos padres, jesuitas y capuchinos, trataron y confirieron sobre ello largo rato, y habiendo reflexionado sobre el caso, y lo que más pueda convenir; acordaron y deliberaron para el mayor servicio de ambas majestades, que era precisso y muy conveniente señalar los términos por adelantar el tiempo de la conversión y aprovechamiento de las almas, y dijeron unánimes y conformes, que les señalaban y desde luego señalaron, a dichos Reverendos Padres observantes presentes y futuros para que establezcan y funden los pueblos que pudieren de esta parte de Guayana de Orinoco desde la Angostura para arriba, hasta las orillas de esta banda de abajo de el río Cuchivero tirando línea recta donde las márgenes de dicho Orinoco hasta Marañón, y Amazonas, quedandose los Reverendos Padres Capuchinos para fomentar sus conversiones con el territorio y distrito que hay desde 536.
• Libro III [XXI]
la misma Angostura para abajo hasta la boca grande de dicho río Orinoco donde repartirán los misioneros que les vinieren; a los reverendísimos padres jesuitas desde las riberas de la parte de arriba del mismo río Cuchivero, lo restante del Orinoco, tirando siempre para arriba, y yendo siempre unos y otros linderos o demarcaciones línea recta de Orinoco, al Marañón y Amazonas. Lo que oído y comprendido por dichos reverendos padres observantes unánimes, y conforme dijeron que una dos, tres y las más veces que necesario sea por sí y en nombre de su prelado, el Reverendísimo Padre Comisario de Píritu, Fray Francisco Rodríguez y demás misioneros de la dicha conversión de Píritu, presentes, y por venir, aceptaban y aceptaron el dicho territorio, que les es señalado y con demostraciones de humildad y agradecimiento le repitieron muchas gracias a dichos Reverendísimos Padres Superior y Perfecto y demás padres capuchinos, abrazándose unos a otros, y prometiéndose muchos aumentos de cristiandad, por medio de tanta unión y fervor. Después de lo cual acordaron y dijeron, unánimes y conformes que para obviar inconvenientes en lo futuro que puedan turbar la paz que desean conservar, establecen y desde luego asientan y se convienen en que por cuanto hay diversas naciones de indios en los linderos señalados; declaran, que por lo que toca a la conversión de dichas naciones citasen los linderos, a de ser libre, para el que más trabajare, en su adelantamiento, de suerte, que sin excepción de naciones, puede cada misión, por su parte convertir y adelantar de las de los linderos, cuanto más puedan y que una vez reducidos los indios han de pertenecer a la misión de la religión que los redujo, sin poderse pasar a la otra, con la mutua obligación si sucediere devolverlos a su pastor siempre; lo que se establece por articulo precisso sin que ahora ni nunca, se pueda disponer cosa en contrario, en que quedaron conformes, y su Señoría dicho señor gobernador y capitán general dijo, que aprobaba y aprobó, este convenio y concordia y que en ella interponía y interpuso su autoridad y judicial decreto, para que valga y haga fe, ahora y en todo tiempo, y que en nombre del Rey Nuestro Señor les da las gracias a sus paternidades reverendas por el apostólico celo que manifiestan en el aumento de Nuestra Santa Fe Católica, y me mandó a mi el escribano diese a sus reverencias los testimonios que pidieren, y que dé
537.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
a su Señoría los que convinieren para dar cuenta a su Majestad, y lo firmó con sus paternidades de que doy fe. DON CARLOS DE SUCRE. JOSEPH GUMILLA. SOCIETATIS JHESUS. FRAY FRANCISCO DE LAS LLAGAS PROCURADOR DE LAS MISIONES DEL ORINOCO. FRAY MATÍAS GARCÍA. FRAY BERNARDINO CAMACHO VIDOYA. FRAY FRANCISCO RODRÍGUEZ LEDESMA. FRAY BENITO DE MOYA. FRAY THOMÁS DE SANTA EUGENIA. FRAY AGUSTÍN DE LOT, PERFECTO. FRAY LORENZO DE ALGABA. FRAY ANTONIO DE VERGA Ante mí, DIEGO ANTONIO DE ALCALÁ, ESCRIBANO REAL Concuerda con el convenio y concordia original, que pasó ante mí y por ahora para en mi poder y lo he de entregar al teniente de esta ciudad don Vicente Moyano a que me remito con el cual corregí y concerté este traslado que hice sacar, y saqué en cumplimiento de lo mandado por el señor gobernador y capitán general de estas provincias a el escrito en tres hojas con esta, y en fe de verdad, lo signé y firmé en esta ciudad de Santo Tomé de la Guayana, en diez y ocho días del mes de noviembre de mil setecientos treinta y cinco años. En testimonio de verdad. DIEGO ANTONIO DE ALCALÁ, ESCRIBANO REAL Certificación.— Certifico yo el alférez don Vicente Moyano, teniente de gobernador de esta ciudad de Santo Thomé de la Guayana, y a cuyo cargo están los autos y papeles que en ella se han operado que recebí del capitán don Diego Antonio de Alcalá, escribano real de estas Indias Occidentales, quien como tal despacha en esta ciudad, la concordia original de donde se sacó el testimonio de en frente y para que conste doy el presente, en esta dicha ciudad en diez y nueve de noviembre de mil setecientos y treinta y cinco años. VICENTE MOYANO Concuerda este traslado con el testimonio de autos que se expresa en éste que para efecto de copiarlos me entregó el Señor Don Rafael de Eslava caballero del orden de Santiago, coronel de los Reales Ejércitos del Consejo de 538.
• Libro III [XXI]
su Majestad, presidente gobernador y capitán General de este Nuevo Reino de Granada con el que se corrigió y concertó, va cierto y verdaderos a que me refiero y para que conste donde convenga doy el presente de orden verval de su Señoría de dicho Señor presidente y lo firmé en Santa Fe a quince de septiembre de mil setecientos y treinta y seis años. JUAN VICENTE SÁNCHEZ DEL CONSEJO DE CÁMARA Y GOBERNACIÓN [Rúbrica] •
539.
[XXII] [1735] Jaime López. Nació en Cartagena (España) el 25 de julio de 1680. Debió ingresar en la Compañía de Jesús en Valencia, el 1º de abril de 1704, después de haber concluido los estudios de Filosofía y tres años de Teología. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1705. En 1711 regentaba en Pamplona la cátedra de Gramática, aunque con anterioridad había sido Ministro del ColegioSeminario de San Bartolomé. Una amplia década (1713-1723) de su biografía está dedicada a la isla de Santo Domingo: como profesor de Gramática, en 1713, y más adelante como catedrático de Filosofía y Teología (1718-1723). En 1723 regresa al continente para encargarse del Rectorado del Colegio de Honda, en el que permaneció dos períodos (1723-1730). Rector del Colegio de Cartagena (1730-1733), de donde salió en 1733 para Bogotá, al ser nombrado Provincial del nuevo Reyno. Durante su mandato (1733-1738) se fundó la residencia de Maracaibo. Rector del Colegio Máximo y de la Universidad Javeriana (1738-1743). Regresó de nuevo al río Magdalena para regir los destinos del Colegio de Honda (1743-1745). Rector del Colegio-Seminario de San Bartolomé del 15 de septiembre de 1751 a julio de 1754. En 1756 residía en Cartagena, ciudad en la que falleció el 1º de enero de 1759.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 287-289.
541.
El Provincial de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada. Informa a Vuestra Majestad del buen estado de las Misiones de los Llanos de Casanare en que al presente se hallan 5951 almas con toda paz, bien educadas, y con adelantamiento del culto divino. Y que en el Río del Orinoco están 1316 almas en cuatro reducciones o pueblos. Pide a Vuestra Majestad se cierre la entrada de los caribes, se señale sueldo para 12 soldados de escolta, que se envíe Ingeniero, que forme Mapa e Informe de dicho Río Orinoco, y remita consulta del Gobernador Don Carlos Sucre sobre que uno de los Misioneros sea capellán del Presidio de dicha Guayana*1* * AGI. Santa Fe, 289. Texto original en castellano.
543.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Señor Desde la Isla Española en continuación de mi visita arribé a este puerto de Cartagena de Indias donde encontré los informes que tenía pedidos de las Misiones del Orinoco a los Misioneros que en dicho Río tiene esta Provincia de la Compañía de Jesús. Con esta ocasión cumpliendo con mi obligación precisa informo a V. M. de las Misiones de los Llanos de Casanare y de las mencionadas del Río del Orinoco, Y empezando por los Llanos los que ya tengo visitados digo que en dichas Misiones tiene la Compañía ocho pueblos nombrados Pauto, Tame, Macaguane, Casanare, Patute, Betoyes, Guanápalo, y Macuco. En estos he contado cinco mil novecientas cincuenta y un almas, todas domésticas y bien educadas en la Ley Evangélica y política cristiana. Todos tienen iglesias muy decentes y bien adornadas con alhajas y ornamentos con esmero en el culto divino, y cada iglesia con su música de varias voces, e instrumentos compuestos de los mismos indios; los cuatro primeros pueblos están agregados a la Corona de V. M. y pagan demora: Los otros cuatro son reducciones y pueblos modernos que por no estar todavía bastantemente domesticados y bien asegurados no ha llegado el tiempo de pagar dicha demora. Todos están en paz y muy contentos con sus curas y misioneros. Hallándome yo en la reducción de Guanápalo cerca del Río Meta, no muy lejos del Orinoco, por el mes de febrero de este presente año recibí noventa y seis almas que vinieron de los montes de la gentilidad, y con gran consuelo de mi alma bauticé los párvulos, quedando los adultos en el catecismo. Después de mi partida se recogieron algunas otras de la Nación Achagua y de la de los Sálibas que son los dos últimos pueblos más cercanos al gentilismo; donde esperamos lograr cada día nuevos frutos del Evangelio. En estos Llanos sumamente extendidos mantiene V. M. treinta y seis plazas de soldados para resguardo de dichos pueblos y personas de los misioneros en las entradas que hacen al gentilismo a sacar nuevos indios. Pero considerando que la mayor necesidad de soldados de escolta es en el Río del Orinoco por las invasiones de la Nación Caribe: he ordenado que quedando quince soldados parte en los pueblos del Río Meta, y parte en el pueblo de los Betoyes, y de los Tunebos, pasen los restantes veinte y uno a dicho Río Orinoco. 544.
• Libro III [XXII]
Pasando ahora a informar a V. M. de las nuevas reducciones de dicho Orinoco digo: que desde la boca del Río Meta que desagua en el Orinoco hasta un sitio llamado Guárico, Río abajo antes de llegar al Castillo de la Guayana por espacio de cuatro días de navegación con poca diferencia, están principiados cuatro Pueblos llamados: Carichana, Nuestra Señora de los Ángeles, San Joseph y San Ignacio, y en ellos se hallan al presente 1316 almas, las que se están catequizando. En dichas Misiones tengo puestos al presente 6 Padres Misioneros. Las Naciones conocidas de dicho Río pasan de 20, con otras muchas incógnitas. Las esperanzas de copiosa mies, y agregación de innumerables infieles al gremio de Nuestra Santa Madre Yglesia son bien fundadas, y solo hallo un grave inconveniente que son las invasiones de los caribes, gente feroz, la que fomentada de los holandeses que habitan en el Río Esequibo, y Sulinama así a las Costas del Mar, dominan, y avasallan todas las Naciones de dicho Río. Por esta causa temo mucho la muerte de dichos misioneros; y que quemen dichos caribes las mencionadas reducciones. Porque aunque es verdad que Don Agustín de Arredondo, Gobernador que fue de la Margarita, castigó gravemente dichos caribes, después acá han hecho algunas invasiones en que han sido rechazados por algunos soldados, y unos pocos vecinos agregados. El remedio señor es que vuestro Gobernador Don Carlos Sucre ponga más cuidado y eficacia en atajar y cerrar la entrada a los caribes de la Costa por delante del Castillo de la Guayana. Lo que prontamente se puede ejecutar con más barcos o piraguas bien armadas y con algunos pedreros, que impidan la entrada a las embarcaciones de caribes para que no pasen Río arriba. Fuera de los soldados arriba mencionados que por todos son 21 con la venia de la Real Audiencia de Santa Fe se han añadido 12 plazas, que con los de arriba hacen 33, los que se juzgan suficientes para resguardo de Misioneros, y reducciones; dichos 12 soldados añadidos se mantienen a costa de las Misiones y con mucho trabajo faltándonos los medios; porque dicha Real Audiencia sin orden de V. M. no puede señalarles sueldo. En esta atención suplico a V. M. por su ardiente celo de la salvación de las almas y amplificación de sus dominios se sirva mandar se señale sueldo a dichos 12 soldados del mismo ramo de que se pagan los otros de las misiones de los Llanos que es de la renta de Cruzada. 545.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
Y por cuanto todos me informan que dicho Río del Orinoco abunda de oro, y que en él se pueden entablar muchas minas, se ha de servir V. M. de mandar que un ingeniero inteligente pase a registrar dicho Río formando un mapa individual de todo con ciertas y individuales noticias de lo que en sí contiene. Y en su vista dar las providencias convenientes para que con el tiempo no se introduzca alguna Nación que pueda servir de impedimento a la conversión de la gentilidad y de menoscabo a los dominios de V. M. Por súplica del referido vuestro Gobernador Don Carlos Sucre, y por que no carezca la gente de la Guayana del pasto y consuelo espiritual he condescendido en que uno de mis religiosos sea Capellán castrense de dicho Castillo de la Guayana; sobre que hace consulta dicho Gobernador a V. M. la que remito en esta ocasión adjunta con éste mi informe; para que V. M. se sirva mandar lo que hallare por más conveniente. Que por lo que toca a mí, y a esta Provincia estamos prontos a cooperar con todas nuestras fuerzas al Católico Cristiano celo de V. M. de la salvación de las Almas. Dios guarde la C. R. P. de V. M. como la Cristiandad ha menester. Cartagena y Octubre 10 de 1735. JAIME LÓPEZ [Rúbrica] •
546.
[XXIII]*
1
[1736]
*
Para la biografía de José Gumilla, véase [XXI].
547.
Concordia de 28 de noviembre de 1736 entre el Padre Gumilla y Fray Salvador de Cádiz*1*
En la ciudad de Santiago de León de Caracas en veinte y ocho días del mes de noviembre del mil setecientas y treinta y seis años para el efecto de conferir y establecer algunas materias y puntos pertenecientes a la reducción y conversión de los indios gentiles que están en los términos que abrazan y comprenden las misiones de la esclarecida religión de la Compañía de Jesús sitas en las riberas del río Orinoco y en los términos que comprenden las misiones y reducciones que tienen los Capuchinos destinados por su Majestad (que Dios guarde) a este fin en los Llanos y provincia de Caracas, se juntaron el Reverendísimo Padre José Gumilla de la Compañía de Jesús, Superior de las misiones y reducciones que su religión tiene en el Orinoco y el Reverendísimo Padre Fray Salvador de Cádiz, Prefecto de las misiones de Capuchinos en esta provincia y habiendo conferido cuán conveniente e importante sería para el buen éxito de dichas reducciones y conversión de los gentiles y hacer la causa de Dios y del Rey nuestro señor con aquella y unión y concordia estable y firme que se requiere para tal empresa así en los presentes tiempos como en los venideros, sin embarazarse los unos operarios a los otros antes sí ayudándose y favoreciéndose mutuamente como corresponde así a la recíproca unión y * AGI. Santo Domingo, 634. Texto original en castellano.
549.
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buena correspondencia que entre sí han guardado y conservado estas dos religiones como al ministerio apostólico y causa que se hace de la conversión de los gentiles para cuyo buen éxito se requiere toda unión sin que haya motivo ni ocasión de contención ni división muy perjudicial a tan alto ministerio. Y teniendo presentes las reales leyes de estos reinos en las que Su Majestad tanto encarga a los misioneros la paz unión y buena correspondencia y enterados del territorio y naciones de indios gentiles que se comprenden entre estas dos referidas misiones de la Compañía de Jesús en Orinoco y la de los Capuchinos en los Llanos de Caracas determinaron y establecieron unánimes y conforme así para los presentes como para los venideros lo siguiente: 1. Primeramente, que sea territorio y término fijo de posesión a cada una de estas dos misiones respective todos aquellos parajes y sitios en que a el presente se hallaren erigidas poblaciones de indios con doctrina y operario que les administre. 2. Segundo, que estando como están estas dos misiones de Orinoco y Caracas una respective de la otra del norueste a el sueste se determina que todo el territorio que comprende entre los términos posesorios de una y otra reducción de la Compañía de Jesús y Capuchinos de Caracas cuyo territorio es paraje despoblado y desierto para los españoles y habitado de innumerables indios gentiles de diferentes naciones sea común a una y otra reducción así de la Compañía de Jesús como de los Capuchinos de Caracas para que libremente y sin contradicción puedan recíprocamente entrar siempre que les pareciere conveniente a la reducción de los indios gentiles que en dicho territorio se contienen agregando cada cual a su reducción y misión los indios que de dichos desiertos sacare. 3. Y por cuanto dichos indios son muy inconstantes así en la fe que recibieron como en la permanencia y estabilidad de los pueblos que erigieron abandonándolos con gran facilidad y sin causa ni motivo alguno se determina y establece que los indios que de una misión se pasaren a otra (sin embargo de redundar así en su perjuicio como en el de las misiones que abandonaron por perderse sus sementeras, trabajo y costos que se hicieron para su reducción y población) no obstante lo dicho no se pueden pedir dichos indios ni obligar a que se restituyan a el pueblo que abandonaron dummodo se hallen 550.
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debajo de campana y doctrina así por sufragarles el derecho natural de la libertad que gozan como por favorecerles las reales leyes expedidas por Su Majestad sobre este asunto como también por obviar mayores inconvenientes que la experiencia ha enseñado no siendo el de menor consideración el que obligándolos a que se restituyan a el pueblo o misión que abandonaron los dichos indios y a todos los demás este ejemplar motivo retrahente para no salir voluntariamente a ninguna de dichas misiones; pero si dichos indios fugitivos se hallaren en los montes entre los demás gentiles puedan ser aprehendidos y poblados en el paraje y términos posesorios de la misión de donde fuere aquel religioso misionario que los cogiere sin que haya obligación alguna de restituirlos ni entregarlos a el pueblo de donde se huyeron para que sirva a ellos de castigo y los demás tomen ejemplo para no reiterar tan fácilmente las fugas que acostumbran, y caso que algunos de dichos indios sean casados por la iglesia y tengan sus mujeres en el pueblo que abandonaron se ejecutará entonces lo que previenen las leyes. 4. Que por cuanto los indios gentiles de las naciones que hay en el territorio mencionado entre las expresadas misiones de la Compañía de Jesús y Capuchinos son todos vagamundos que no tienen pueblo ni territorio prefijo pues viven more peducum mudándose fácilmente de unas partes a otras en donde abundan más las pesquerías y cacerías por tanto no se asignan términos ni linderos entre las dos expresadas misiones sino es solamente las misiones que a cada una de estas dos misiones se señalan y asignan como campo en que puedan ejercitar su apostólico celo en la reducción de ellas y dejando a los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús las que se contienen en las riberas de el otro lado de el Orinoco y las que de éste hay hasta el de el Marañón o Amazonas incluyendo en estas dichas naciones la de 1os Salivas que habitan en la boca del río de Meta. Se asignan y señalan por campo destinado para el cultivo de los Reverendos Padres misionarios Capuchinos de Caracas las naciones de Guamos, Atapaymas, Guaranaos, Amayvos, Otomacos, Guayuas, y Yaruros y Chiricoas que habitan así de este lado como del otro de Meta las cuales naciones viven desde la boca del Guárico o cerros de Cabruta por la parte occidental del Orinoco hasta el río de Meta y de el de Meta hasta el de Bichada o Ayrico para que los indios que de dichas naciones redujeren los expresados misionarios Capuchinos puedan poblarlos en el paraje y les fuere 551.
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más oportuno exceptuando las riberas del otro lado del Orinoco como término posesorio que es de las misiones de la Compañía de Jesús advirtiendo que por cuanto algunos de los indios de dichas naciones nombradas tocan a las riberas del Orinoco quede a su arbitrio y voluntad el poblarse en donde y como más conveniente les fuere o bien en las misiones de la Compañía de Jesús o bien en las de los Capuchinos de los Llanos. 5. Y por cuanto según la veleidad e inconstancia que se tiene reconocida en las expresadas naciones se presume que mientras tuvieren libre y voluntario recurso de una a otra misión en ninguna harán pie ni permanecerán pues lo que acostumbran es engañar a los misioneros con pretexto de poblarse y reducirse desnudándolos y disfrutándolos de cuanto tienen. Se determina y establece que en todas las naciones aquí nombradas y referidas (exceptuando la de los Sálivas por ser de otra condición) puedan entrar recíprocamente a su reducción así de una como de otra misión de la Compañía y Capuchinos según la oportunidad y el tiempo a cada una ayudare con la advertencia que si en estas expediciones se encontraren las dos escoltas o convoyes en aquellos desiertos confieran entre sí los muy Reverendos Padres que fueren de ambas religiones y poniéndose de acuerdo según el rumbo que llevaren o irán a la expedición per modum unius o elegirán cada cual por diverso rumbo su derrota debiendo elegir primero el Muy Reverendo Padre que fuere de la Compañía de Jesús y porque se acostumbra el que los indios ya reducidos vayan a sus pesquerías o las cacerías o parajes remotos de su población con licencia que para ello les dé el Padre que los doctrina y que con ella pueden también salir a reducir a otros de sus parientes o de la misma nación o otra cualquier diligencia se establece que siempre y cuando en estas expediciones y jornadas se hallaren indios con licencia inscriptis del Padre que los doctrina no se le moleste ni trate como a fugitivo antes sí se les dé buen pasaje y ayuda en lo necesario para que cumpla el fin para que va despachado lo que mutuamente se practicará entre las dos misiones guardando esta buena y justa correspondencia. 7. Y habiéndose experimentado que los indios toman por pretexto para sus fugas la licencia que se les da para sus pesquerías y cacerías y reducción de sus parientes, se prevendrá a todos los Reverendos Padres de ambas misiones que siempre que se les dé tal licencia se anote en ella día, mes y año y el tiempo que ha de valer excusando todo lo posible en dar licencia para que 552.
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vayan con dichos indios sus mujeres e hijos párbulos con advertencia que si se encontraren dichos indios en parajes y sitios muy remotos de su población y con el tiempo de la licencia que se les dio ya cumplida serán aprendidos como apóstatas y poblados en la misión del religioso que saliere a tal expedición sin que por esto haya motivo de queja de una a otra. 8. Y por cuanto el año pasado de mil setecientos y treinta y cinco se huyó de las misiones de Capuchinos de Caracas sitas en Calabozo un pueblo de indios de nación Guamas ya reducidos y cristianos y se fueron a poblar en las misiones de Orinoco de los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús; se declara que dichos indios quedan comprendidos en las determinaciones y establecimientos de arriba y que a las misiones de los Reverendos Padres Capuchinos no queda acción ni derecho alguno para pedirlos en ningún tiempo pero con la advertencia según lo establecido que si dichos indios Guamas acudieron al suave yugo de los Reverendos padres de la Compañía de Jesús y abandonaren su pueblo y misión y fueren hallados por los Reverendos Padres Capuchinos sin doctrina y apóstatas en los Llanos serán entonces aprendidos y poblados en donde pareciere más conveniente sin que por esto quede como ya está prevenido motivo alguno de queja. Y habiendo visto y reflexionado los ocho puntos y capítulos aquí comprendidos por los Padres Superiores de las misiones de la Compañía de Jesús de Orinoco y de los Capuchinos de Caracas unánimes y conformes decimos que atenta la calidad naturaleza y costumbres de las naciones de indios aquí expresadas y en atención a el territorio inculto y anegadizo que habitan con las de más circunstancias que concurren y presentes tenemos y habiendo conferido anteriormente estas materias y puntos con los demás Padres señalados y de experiencia de una y otra misión hallamos y sentimos que su práctica es muy conveniente y necesaria así para la estabilidad y aumento de ambas misiones como para la más fácil reducción de los gentiles y perseverancia de ellos en la fe que recibieron. Y en cuanto está de parte de cada uno de nosotros nos comprometemos y mutuamente nos obligamos a su cumplimiento y firmeza supuesto el beneplácito y confirmación que esperamos de nuestros superiores el Reverendísimo Padre Jaime López Provincial de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada y del Reverendísimo Padre Fray Miguel de Hardales 553.
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Comisario General de las misiones de Capuchinos de Indias de cuyo celo de la mayor honra y gloria de Dios y conversión de las almas y aseguramos su mutuo consentimiento y ratificación y en ínterin ésta llega se practicará en ambas misiones todo lo contenido en este nuestro compromiso y en fe de ello lo firmamos en Caracas fecha ut supra. JOSÉ GUMILLA SOC. JHS. FRAY SALVADOR DE CÁDIZ, PREFECTO DE LAS MISIONES DE CAPUCHINOS Ítem que por cuanto todo lo dicho y expresado se dé en servicio de Dios y del Rey nuestro señor en aumento de nuestra fe y de la iglesia suplicamos rendidamente a su Señoría Ilustrísima el Ilustrísimo Señor Doctor Don José Félix Valverde, dignísimo Obispo de Caracas se digne de interesarse en esta materia interponiendo su autoridad y pasando los oficios que mejor le pareciere para el efecto de que esta nuestra concordia sea firme, estable, válida y verdadera lo que esperamos de su gran celo y para que en todo tiempo conste lo firmamos en Caracas, fecha ut supra. JOSÉ GUMILLA SOC. JHS. FRAY SALVADOR DE CÁDIZ, PREFECTO Petición.— Ilustrísimo Señor: El Padre José Gumilla, Superior de las misiones de la Compañía de Jesús en Orinoco y Fray Salvador de Cádiz, Prefecto de las misiones de Capuchinos de Caracas parecemos ante Vuestra Ilustrísima y hacemos presentación de una concordia que entre los dos y las misiones de nuestro cargo tenemos firmada para el mejor logro y adelantamiento en la reducción de los gentiles indios que de varias naciones habitan en número muy copioso en el continente de estas dos misiones y por cuanto la estabilidad y firmeza de dicha concordia y lo en ella establecido es sumamente importante y conveniente para la conversión y reducción de tantas almas ha de servir Vuestra Ilustrísima como tan celoso de ella interponer su autoridad para que la sobredicha concordia sea firme, válida y duradera en que recibiremos merced y favor que suplicamos etc., JOSÉ GUMILLA FRAY SALVADOR DE CÁDIZ 554.
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Auto.— Caracas noviembre veinte y nueve de mil setecientos y treinta y seis. Por presentada con la concordia que se expresa y en atención a que los Reverendos Padres que de común acuerdo la han establecido habrán procedido habida madura consideración a la utilidad de sus misiones y a la reducción a vida sociable y conversión de las almas de los indios gentiles teniendo presente en todos y cada uno de los ocho puntos que contiene el mayor servicio de Dios Nuestro Señor y el de su Majestad (que Dios guarde) para el valor, firmeza, observancia y subsistencia de dicha concordia en los tiempos venideros; desde luego por lo que nos toca interponemos nuestra autoridad y decreto judicial en cuanto ha lugar de derecho y sin perjuicio de otro alguno para que se practiquen y ejecuten las disposiciones que en cada uno de los ocho puntos de la mencionada concordia se incluyen estando como estamos prontos a cooperar en lo que sea de nuestra parte siempre que se juzgue necesario o conveniente para dicho efecto y dando como damos las gracias a los Reverendos Padres Superiores de las misiones que en la misma concordia se mencionan por su religioso celo en beneficio de las almas de los miserables indios les rogamos y encargamos lo continúen y promuevan por todos los medios que su santo fervor caritativo les dictare su Señoría Ilustrísima el Obispo mi Señor así lo decretó mandó y firmó de que yo el infraescrito secretario doy fé. JOSÉ FÉLIX, OBISPO DE CARACAS Ante mí, FRANCISCO CHACÓN, SECRETARIO Concuerda con el compromiso y demás diligencias de su contenido que originales me exhibió el Reverendo Padre Prefecto de las misiones de Capuchinos de esta provincia Fray Miguel de Olivares a quien las devolví a que me refiero y de requerimiento de dicho Reverendo Padre doy la presente escrita en siete fojas con esta, la primera de papel de sello cuarto y las demás del común y en fe de ello lo signo y firmo en Caracas en diez y ocho de junio de mil setecientos y cuarenta años. En testimonio [hay un signo] de verdad. JUAN LUGO CROQUER ESCRIBANO PÚBLICO Y DE GOBERNACIÓN [Rubricado]
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Gratis [Rúbrica] Damos fe que don Juan Lugo Croquer de quien parece está signada y firmada la copia antecedente es escribano público y de gobernación como se nombra usa y ejerce dicho su oficio con toda aprobación por ser fiel legal y de confianza y a todos los instrumentos y demás papeles que ante el susodicho han pasado y pasan se les ha dado y da entera fe y crédito en juicio y fuera de él y para que conste damos la presente ut Supra. •
556.
[XXIV] [1737] José María Cervellini. Nació en Matera (Nápoles), el 18 de octubre de 1709. Ingresó en la Compañía de Jesús en la Provincia de Nápoles, el 4 de julio de 1731, tras haber cursado la Filosofía y parte de la Teología. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1735. Trabajó primero en Bogotá, en el Colegio de Las Nieves. Para julio de 1737 se había residenciado en las misiones casanareñas. En 1741 pertenecía a la comunidad de Carichana, y en 1743 había residido cuatro meses en San Ignacio de Betoyes. Ignoramos cuándo abandonó el territorio misional. En 1751 laboraba en el Colegio de Mompox, y allí permanecía en 1753. Falleció en Bogotá, el 11 de julio de 1755, en el Colegio de Las Nieves.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 148-149.
557.
Carta del R. P. José María Cervellini, misionero de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada, de la Provincia de Nápoles, al R. P. Francisco Pepe de la misma Compañía y sacerdote de ella
Reverendo en Cristo Padre V. R. no me tomará a mal que conteste tan tarde su amable escrito remitido hace un año. Transcurre mucho tiempo hasta que lleguen a Cartagena las cartas que envían de Europa al Nuevo Reino de Granada, y de allí por el río Magdalena a Honda, de Honda a Santa Fe de Bogotá y finalmente son traídas a nuestra misión de los Llanos. Además son escasas las ocasiones para enviar con seguridad nuestras respuestas a Santa Fe; sin hacer mención de un hecho que sucede con frecuencia: precisamente cuando las cartas de los europeos a nosotros, o viceversa, las nuestras para ellos, han llegado felizmente a la capital, no hay barco que las pueda trasladar a su destino y así tienen que quedarse largo tiempo esperando con lo cual se retrasa notablemente el intercambio epistolar. Así aconteció con mi carta y con la de V. R. por la cual y por el amable recuerdo de todos los Padres y Hermanos en la misma, les doy las más rendidas gracias y constantemente les recuerdo con el corazón.
559.
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El gran cuidado que V. R. demuestra siempre por mi bienestar, me hace creer que estará ansioso de saber pronto el transcurso de mi viaje, así como mi estado actual y la configuración de la misión que me fue confiada. Sirva pues como grata noticia que llegué felizmente al nuevo Reino de Granada a la llamada ciudad de Santa Fe, en compañía de la Santísima Virgen, de su santo esposo y de mis santos patronos especiales San Ignacio y San Juan Nepomuceno. He visto en Santa Fe con inmensa alegría, con qué tierna devoción veneran, eclecsásticos y seglares de todas las capas sociales, a este gran hombre milagroso de Praga y cómo visitan numerosas personas en nuestra iglesia y en otras, especialmente en la Catedral, la imagen puesta en una magnífica capilla. El viaje lo empecé con mis compañeros por río, en la gran arteria llamada santa Magdalena, por el cual, se utilizan como unos vehículos pequeños llamados canoas; recibí en estos 20 días o más que duró el viaje, frecuentes sustos, sin embargo gracias a Dios siempre sin peligro. El primer lugar donde tocamos fue la ciudad de Mompox, con unos 8.000 habitantes entre los cuales también había nobles y diferentes Religiosos como Franciscanos, Jesuitas y si no me equivoco también Agustinos y Hermanos de la Misericordia. El segundo lugar a donde llegamos y el objeto de esta navegación fue Honda una pequeña ciudad que cuenta con 2.000 habitantes a los cuales nuestro padre Rector sirve como párroco y al mismo tiempo de sacerdote de toda la región. Lo más cómodo de este viaje consistía en que todas las tardes bajábamos a tierra, abríamos nuestras tiendas, hechas de gruesa lona, y después del sermón a los indios Vojatori (así se llaman en este país a los remeros, los cuales tienen que impulsar con largos palos las canoas contra el río Magdalena) disfrutábamos de la cena y del descanso nocturno. Aquí estábamos bastante seguros durante la noche; con cielo despejado del calor, de los insectos y de los aquí acostumbrados chaparrones ya que nos defendían las gruesas telas de las tiendas. Por la mañana temprano, después de las oraciones, uno de nosotros decía la misa diariamente (por orden y edad), en la cual los sacerdotes recibían la comunión pero los hermanos sólo en determinados días. Se tomaba el desayuno consistente en una jícara de chocolate a la usanza del país y 560.
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después de recoger los bultos se parte de tierra para continuar nuestro aburrido viaje en canoa. Desde Honda hay que atravesar una montaña áspera y peligrosa para llegar a la planicie, que rodea la ciudad de Santa Fe, unos 60 Kms., mediante un viaje de 10 días pesado y difícil. Para atravesar la montaña se sirve uno de las mulas y en la planicie de caballos; ambos, aunque no tienen otro forraje que hierba, llevan sin embargo a los viajeros, a su lugar de destino, los primeros con mayor seguridad y los segundos más rápidamente. La frecuentemente mencionada ciudad de Santa Fe, aunque sólo esté a 4 grados del Ecuador, debería ser muy cálida, pero es un lugar muy frío; allí tuve que guardar cama por una gran fiebre, y además de las tres mantas tuve que cubrirme con todo lo que tenía de vestidos para defenderme del intenso frío externo. La ciudad y región está habitada por gente de diversas razas: unos son criollos, que son nacidos en el país pero proceden mediata o inmediatamente de padres europeos. Otros, indios cuyos padres eran indios. Otros, los negros nacidos en África y vendidos aquí como esclavos por los ingleses; hacen todos los servicios a sus señores, pagan 300 pesos por cabeza y cuatro de ellos valen una Doppía o medio ducado napolitano. Otros, son mestizos, de padres criollos e indios; los mulatos que proceden de blanco y negra o viceversa. Finalmente los zambos proceden de negro e india. Todas estas razas se pueden distinguir fácilmente y casi sólo por su color. Los de origen europeo son blancos o amarillos; los indios y esclavos: tostados o negros; los restantes son cetrinos. No se ve aquí ningún rostro de color sano, como no sea que haya llegado a esta región algún emigrante europeo, a los cuales pronto le quita su buen aspecto este aire desfavorable e insano y se le nublará la alegría de su rostro. Para esta comunidad de 10.000 cabezas actúa como superior eclesiástico el arzobispo de Santa Fe, bajo el cual están los obispos que residen en diversas ciudades del país, pero de tal modo que en juicios legales eclesiásticos el juicio del Arzobispado, tiene que referirse al de Cartagena para pedir ayuda al Obispo de ese lugar. En la capital no faltan órdenes religiosas; además de los Hermanos de la Misericordia, tenemos nosotros 2 colegios aquí, el pequeño de nuestra Señora de Montserrat, y el mayor, en donde, a falta de una casa propicia 561.
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acostumbra a residir el R. P. Provincial. A este colegio está anexo el hermoso Seminario de San Bartolomé, en donde 100 jóvenes se educan en todas las virtudes y se les enseña desde la gramática todas las ciencias restantes: dirige estos colegios el P. Rector por cuya aprobación se concede a los que se dedican a las ciencias profanas en el 2º año el primer laurel, en el 3º se le confiere el título de maestro. Pero a aquellos, bajo 2 maestros profanos, que paga el colegio un sueldo por su esfuerzo intelectual, estudian las leyes eclesiásticas, también en el 3º. Finalmente, a aquellos que se distingan en las ciencias, se les otorga en el 4º año el Título de honor de Doctor en esta ciencia con toda pompa. El modo de vida y la distribución diaria que tienen los maestros, los habitantes de este magno colegio que casi son 80 cabezas, no se diferencia mucho del de Europa. Los novicios de la orden, antes de cumplidos los 2 años de probación, tienen que vivir separados de los demás y añadir a la meditación de la mañana otra media hora por la tarde. Todos los viernes los sacerdotes se reúnen para el caso de conciencia, al que asisten todos, fuera de los verdaderamente profesores de ciencias profanas, incluso el R. P. Provincial. Éste acostumbra, con todos los de la casa, a barrer la iglesia los sábados. Él o en su ausencia el P. Rector reúne el 1º día de cada mes a toda la comunidad, les comunica todas las necesidades del colegio y después de que uno por uno ha manifestado públicamente primero qué Santo patrón ha tenido el mes pasado, 2º qué virtudes y penitencias va a realizar a favor de las intenciones generales de la Casa en el presente mes, les reparte a cada uno un nuevo santo Patrón. Él y, después de él, los demás sacerdotes, por orden, le hacen cada semana después de la santa misa a los pobres en las puertas una plática espiritual por media hora. El primer domingo de cada mes, cuando se hace la comunión general, se dirige él y otros muchos, a la cárcel pública para dar a los presos además del alimento espiritual un alimento corporal. Nuestros escolásticos, turnándose cada mes, tienen que dar una conferencia diaria sobre las buenas costumbres y virtudes a los numerosos empleados de la casa que son ya muchachos algo más crecidos, conferencia que dan con todo fervor y fruto; se nota en general en los oyentes un especial recogimiento y creciente temor de Dios.
562.
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Con uno de estos ha sucedido algo digno de eterno recuerdo. Bajo otro pretexto fue atraído por una ramera a su casa e invitado allí con caricias y promesas, a realizar acciones vergonzosas. Pero en vano, pues él constante defensor de su pureza reprochó primeramente a la mujer la abominable maldad de su insensato deseo, rechazó después caballerosamente, fuerza con fuerza, hasta que finalmente fue forzado por esta furia del infierno o a morir o a pecar; y como prefiriese mejor dejar su vida en las crueles manos de esta tirana antes que manchar su inocencia hubiese muerto con doble mérito y fama uniendo el lirio de su castidad virginal con la palma del martirio. Entre las iglesias bonitas de esta ciudad la de nuestro colegio es una de las más preciosas. Está edificada con todo arte, muy alta y amplia; en la parte delantera se ven, además del altar mayor y dos altares laterales, dos capillas que no son inferiores en devoción a las de nuestro santo fundador Ignacio y del gran apóstol de los indios Javier en Nápoles. La parte central está dividida en tres Naves y provista de 9 altares más, todos los cuales están bajo arcos muy artística y agradablemente construidos; sobre los anales [arcos] hay balcones grandes o también pasillos bordeados por rejas bien hechas, desde donde la gente, que se reúne frecuentemente, escucha la plática [rezada] hecha en la nave central. Esta [plática] y los demás oficios divinos se celebran según orden europeo, y precisamente, a determinados tiempos, con magníficas festividades, particularmente en aquellos días en que las congregaciones reunidas —de las que la más noble se llama “de los príncipes”— celebran sus conventos y sus pomposas fiestas anuales. Paso por alto hablar de las obras de arte, de los ornamentos sacerdotales y del instrumentario debido al servicio divino sobre los altares y en la misa; todo es muy precioso, rico, de buen ornamento y excelente. Ahora quiero hablar del objeto principal de mi carta a saber de las misiones; aquellas misiones (retiros espirituales, ejercicios) que son predicadas a determinados tiempos por nuestros sacerdotes de los Colegios durante varios días y semanas, recorriendo todo el país se distinguen de las llevadas a cabo por otros misioneros que no pertenecen a un colegio, sino que siempre viven con sus cristianos o con los infieles. Respecto a la primera categoría de misiones, Vuestra R. debe conocer los nombres de aquellos colegios desde donde se preparan tales ejercicios espirituales. Estos son: el Colegio de Santa 563.
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Fe ya mencionado, además los de Cartagena y Santo Domingo donde se dicta Filosofía y Teología; en cada uno de ellos viven diez personas; después los colegios de Mompox, de Honda, Mérida, Pamplona dirigido cada uno de estos por 5 personas; finalmente el de Tunja, que es la casa Madre tanto de los novicios de la Compañía como también de aquellos sacerdotes que, después de sus estudios escolásticos conforme a nuestra costumbre, dedican un año completo a la renovación de la vida espiritual realizando diversos experimentos de piedad y de penitencia como lo hacen en Europa. Se diferencian —como también los hermanos y los novicios— de los demás por el color de la ropa. No usan color negro sino oscuro para la calle y dentro de la casa. De las últimas misiones tenemos que saber que se trata de dos reinos; uno sobre el Orinoco y el segundo en los Llanos. El Orinoco es un río profundo y rápido al cual se llega, después de un gran rodeo en pequeñas piraguas, a 3 pueblos poco poblados, a saber: Santísima Trinidad, San José y los Santos Ángeles. Serían necesarios 6 celosos apóstoles para arar este campo. Pero, querido Padre, porque son muy pocos trabajadores: 3 tienen que llevar todo el trabajo y además estos 3 están continuamente en miedo y peligro continuo de ser agredidos, por los indios, todavía paganos, que persiguen ferozmente tanto a los misioneros como también a su propia gente que ha aceptado la fe. A este incendio de venganza echan gustosamente estos bárbaros leña al fuego, que traen holandeses y comerciantes ingleses, los cuales además de que les dan ánimos para perseguir a los cristianos, suministran armas, especialmente fusiles; para estas armas, el pueblo bajo no rechaza entregar a los vendedores sus niños, sus muchachos y muchachas a las que violan en sus orgías libidinosas o también para el comercio de esclavos. Dios omni bondadoso pague abundantemente a nuestro poderoso rey, para que sostenga continuamente de sus cajas cierto número de hombres armados que vigilen continuamente los lugares más peligrosos del Orinoco y retengan, por una parte la invasión temida en el país de los feroces paganos, y por otra parte quiten a nuestros pusilánimes feligreses el gran miedo a los enemigos de la fe, los cuales constituyen el único obstáculo para que este pobre pueblo se convierta a la fe, que nos hace bienaventurados poco a poco. Nuestro R. P. Provincial Jaime López envió hace algunos meses varios de estos soldados españoles, acompañados de nuestros cristianos, para 564.
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descubrir un camino, a través del cual, evitar el largo y peligroso viaje fluvial, y para trasladarse por tierra más rápido y seguro de las misiones del Orinoco a la de los Llanos. Esta misión de los Llanos, en la que ahora me encuentro, está administrada, únicamente por los Padres de nuestra Compañía. Estos misioneros se dividen en dos clases: Cura-Misionero y Cura-doctrinero, pero entre ellos no hay ninguna diferencia, sino que los primeros se preocupan de los paganos no civilizados y dispersos en sus montañas; y los segundos atienden a los nuevos convertidos y presiden a los cristianos reunidos en cierto ensayo de comunidad. Como la misión de los Curas-Misioneros está sometida a muchas molestias, este oficio se da únicamente a hombres que tengan especial virtud, tanto real como espiritual; por esta razón gozan de mayor autoridad y a la vez son más apreciados por el S. M. el Rey que los curas doctrineros, a los que yo mismo pertenezco porque mis pecados me han hecho indigno de ser incluido en el primer género. Los primeros tienen que exponerse, para ganarse a los salvajes, a numerosos peligros y deben usar miles de artificios para sacarlos de sus cuevas y para atraerlos a sí. El camino más eficiente del misionero para la conversión consiste en sacar algunos de estos salvajes con palabras bondadosas, con promesas, con pequeños regalos de su morada silvestre a la reducción, donde el Padre les brindará hospedaje en su casa, el mejor posible, con mucha cortesía y gentileza para así ofrecerles una buena impresión sobre nuestro género de vida. Si el procedimiento tiene éxito debe el misionero, después de cierto tiempo, enviar de regreso a los suyos al huésped ya algo domesticado, ya sea solo ya sea acompañado; de esta suerte se facilita a través de él, como intérprete para los otros indios, una serie de noticias intencionadas, como el que el misionero se preocupa por ellos y que incluso quisiera entablar una conversación. Él debe hablarles con amigable elocuencia en su lengua materna, la cual el misionero tiene que cultivarla, u otra persona diciéndoles: qué fértil es la tierra donde viven, qué agradable es la comunidad que cultivan entre todos, qué cómodo es el vestido con que se cubren, qué sabrosas son las comidas de carne y otras que toman, qué fácil es el género de vida que llevarán 565.
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con él, qué grandes serán los planes, que van a recibir del misionero cuando tomen la decisión de abandonar sus montañas y se pongan bajo su cuidado. Estas dulces palabras tiene que confirmar inmediatamente con generosidad en buenas obras a jóvenes y adultos (pues estas gentes están ansiosas por tales rarezas) para que con este anzuelo llame a estos peces hambrientos a la red y así distribuir cualquier tipo de donecillos hechos de hierro y de vidrio: agujas, anzuelos, collares, etc. Pero, si este procedimiento tan suave no surte efecto (en esta gente salvaje la bondad no siempre rinde), puede entonces aplicar medios más fuertes, y, o por amenazas o también por medio de algunos soldados armados, cuyos mosquetones los indios temen grandemente e infunden miedo por el peligro existente y para evitar este peligro cambian de opinión muchas veces. Con estas armas del amor y del temor nuestros curas misioneros han vencido felizmente a los pueblos salvajes de los Betoyes, Patutes, Guanápalos y los Macuco, que ahora viven una vida comunitaria con mucho placer bajo nuestra dirección y cuidado en comunidades de aldeas organizadas. El Rey concede la máxima benevolencia a estos súbditos neófitos; no exige de ellos la demora corriente (el tributo anual de una doppia por cada cabeza) y a los misioneros les concede a cada uno, anualmente, 200 pesos de los cuales 4 hacen una doppia: con esta plata el misionero tiene que cubrir todas las necesidades de la iglesia, casa y sustento propio y de sus súbditos, e incluso de sus neófitos, hasta que éstos estén en disposición de alimentarse por medio de la agricultura u otros trabajos. Los curas-doctrineros no suministran esta alimentación a sus cristianos ya que éstos, si llevan vida comunitaria con sus esposas, hijos padres y parientes, han sido colocados por los misioneros en tal estado que ellos mismos pueden socorrer suficientemente no sólo las necesidades propias sino también pagar a la iglesia los diezmos episcopales, la demora ordinaria al Rey y los 200 [?] pesos y otros donativos a los curas-doctrineros. Esta gente habla de ordinario la lengua española y los misioneros suelen obligarles a aprenderla para olvidar poco a poco la materna; por lo tanto todos los asuntos se resuelven en español. La primera tribu de este género es la del Puerto de Casanare, llamada así por el nombre del río, que, en comparación con el Orinoco, es solamente 566.
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un pequeño riachuelo, pero abundante en navegación; a través de él puede traerse toda clase de tela, herramientas para la agricultura y para otros menesteres, y otras mercancías más en embarcaciones bastante grandes y bien cargadas desde la Guayana. La segunda tribu se llama Pauto o Manare. La tercera Macaguane y la última tribu, que es la más numerosa, se llama Tame a la cual presido como párroco. Lo que ahora voy a narrarle de mi misión todo ello se entiende también, con cierta analogía, de las demás: nosotros los curas-doctrineros hacemos todo lo posible para concordar en la doctrina, en la organización y gobierno de nuestras comunidades. Tame, tanto el pueblo como también la región de este mismo nombre, se expande en amplísima circunscripción y está habitada por 1.600 o 1.700 almas; los edificios, casas, iglesias, no se construyen con piedra y cal sino con madera según la costumbre del país. Clavan algunos palos, grandes o pequeños, en la tierra, los rodean con diferentes tipos de restos de tierra húmeda, mezclada con paja, hacen cierta clase de argamasa con la que recubren las paredes de los edificios por fuera y por dentro. Para el techado sirven las largas y amplias hojas de un árbol que es semejante al datilero napolitano pero no producen dátiles: de estas hojas hacen fibras, hilos, y cordel y amarras, además fabrican sombreros, ponchos y cobijas tan finas que las podemos utilizar en las iglesias para la decoración de los altares. Como estas casas no están construidas sino de madera y matorral y además una muy junta a otra, vivimos continuamente en peligro de incendio y este peligro lo aumentan a cada instante, los vientos feroces de esta región. Recientemente se provocó en la aldea durante la noche, un gran incendio que arrojaba muchas chispas sobre la iglesia, sobre mi casa y las de los demás; pudimos salvarnos de este peligro por la intercesión del gran mártir Juan de Nepomuceno; yo invoqué su ayuda en esta extrema necesidad: le recordé que él es el párroco titular de Tame y yo su pobre capellán; le rogué que protegiera a los suyos y que dominase las devorantes llamas, a las cuales el santo amansó inmediatamente sin dejar mayores daños; de tal modo apartó de nosotros misericordiosamente mayores desgracias. Respecto al gobierno civil de estas tribus: el cacique, al igual que un pequeño príncipe, las preside con la suprema autoridad y se sirve para la 567.
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más cómoda administración de su pueblo de un teniente; a éste, como hay muchas parcialidades en estas tribus, el cacique agrega la misma cantidad de capitanes y estos a su vez tienen sus lugartenientes llamados alcaldes. Los últimos cumplen con las órdenes y disposiciones dadas a ellos a través de otros oficiales menores llamados alguaciles, y a quienes pertenece preocuparse por que todo el pueblo asista diariamente al amanecer a la misa y a la explicación de la doctrina y por la tarde al santo Rosario y la plática; que todos los domingos, lunes y sábados, las viudas, los viejos e impedidos se reúnan al rezo; y que las festividades ordinarias queden santificadas por todo el pueblo oyendo la misa cantada, cantando cantos piadosos y acompañando la procesión. En estas tribus son muy pocas las fiestas de precepto además de las festividades mayores del Señor y de la Virgen; se celebran la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, de San Genaro, Lucía, Javier, apóstol universal de la conversión, y el titular de la iglesia; en estos días festivos están presentes en la Misa Mayor, así como todos los sábados en la misa de la Sma. Virgen; todos los lunes asisten en gran número a la Misa de réquiem cantada, y toman parte muy piadosamente en las procesiones y rogativas generales; a estas acompañan de ordinario un centenar entre hombres y mujeres, separados unos de otros, con sus pintorescos vestidos blancos llevando todos cirios en las manos y con gran recogimiento. En la iglesia las mujeres más nobles se sientan en el suelo sobre un paño o una alfombra traídos por sus servidores; los hombres en el otro lado sobre pequeños bancos; únicamente al presidente de la comunidad le está reservada una silla, que usa durante la predicación. Estos indios observan rigurosamente los días de ayuno prescritos que son únicamente dos: la vigilia de Navidad y el sábado santo, fuera de los viernes de cuaresma; asimismo cumplen con el precepto de la comunión pascual que, para mayor comodidad se ha fijado desde el miércoles de ceniza hasta Pentecostés. Los que por razones de vejez o fragilidad no han podido cumplir con esta ley de la Iglesia hasta la última semana antes de Pentecostés, se les lleva el Santísimo a la casa. A los demás no se les recoge, como en Europa, la hoja de confesión sino que el misionero, después de la Misa, en la cual ha distribuido la sagrada comunión, se coloca en la puerta de la iglesia, pregunta por sus nombres que tiene alfabéticamente en su registro parroquial y 568.
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pone una marca; de esta manera ve sin peligro de fraude quién ha cumplido o no con su deber cristiano en la observancia de esta ley eclesiástica. Pero si aconteciera que a nuestros cristianos se les encuentra negligentes o perezosos en el cumplimiento de estas o de otras obligaciones son castigados por su misionero o, con permiso del cura-doctrinero, pues aunque los principales reciben de él todo poder sobre el pueblo, sin embargo, se les restringe mucho el ejercicio de este poder y no pueden tomar decisiones, particularmente en cosas que podrían ser demasiado molestas para los súbditos, sin antes tener el placet del sacerdote; conscientes de esto también los súbditos buscan protección en el sacerdote en estas y en otras ocasiones, y de este modo el misionero no sólo es párroco, sino también su juez supremo, su dispensador, su médico y en una palabra su todo. El párroco tiene una pequeña campanita cerca de su ventana para que esta pobre gente la toque y de esta suerte está avisado que se encuentra en su puerta uno, que está en aprietos, al cual tiene que ayudar o con medicinas o con alimentos o ropa, o con consejo o con consuelo; en estas cosas el párroco hace todo con cariño, sin diferencias y con todas sus fuerzas. Los alimentos que suministra a los hambrientos es un doble género de pan-arepa que se hace de trigo indio, maíz y cazabe, que es producido de una raíz llamada yuca, similar a la raíz de un árbol; la carne se les distribuye rara vez, porque cada 15 días se mata una res, cuya carne salada comen en su mayoría los que tienen más recursos: funcionarios y aquellos que sirven a la Iglesia en la música o de otras maneras. De este trigo y yuca los indios hacen una bebida similar al vino en su color y en su fuerza y que sólo la tornan los más ricos; cuando se bebe en cantidades produce una rápida y fuerte borrachera. El pueblo toma agua, que es también nuestra bebida ordinaria diaria y raras veces acontece que nosotros tomemos además un poco de este vino, o del aguardiente hecho de caña. El vino europeo del cual una botella vale de 7 a 8 pesos, es casi inasequible para la Misa, por esa razón no lo utilizamos en otras ocasiones. Sufrimos escasez de vinagre, de cera blanca, harina, tela y otras cosas necesarias en la casa y en la Iglesia, y por ende tenemos que ayudarnos con lo que este país infértil produce. En lugar de vinagre nos servimos de un jugo amargo sacado de frutas fermentadas; por cera blanca usamos cera negra, que produce mucho 569.
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humo; en vez de harina, el maíz molido o la yuca; en lugar de lino utilizamos algodón, del cual los indios preparan toda clase de productos y tela para su ropa con que se visten honestamente mujeres y hombres. Las mujeres se cubren muy recatadamente con un saco bastante largo y muy cerrado; los hombres usan, además de pantalones y camisa, una manta cerrada únicamente en el cuello y abierta hacia los lados muy similar a una casulla. Usan esta ropa tanto en el verano, que dura de diciembre a mayo porque en estos meses hay poco viento y lluvia, como en los otros 6 meses de invierno, que lo denominan así, no por mayor frío, sino por la continua lluvia; de ordinario no se ve en este Reino variación apreciable en las épocas del año. Pues en una región donde está Santa Fe, Tunja, Pamplona es casi todo el año frío sin diferencias, es decir, nublado y lluvioso; en la otra región, por ejemplo, Cartagena, Mompox, Honda, etc. es siempre caluroso y el máximo calor en el Orinoco; en la mayoría de los lugares de nuestros Llanos, tanto el calor como el frío es bastante regular; sin embargo, los habitantes de las regiones más calurosas tienen que sufrir las plagas de los mosquitos; mas los que viven en las regiones más frías no tienen esta molestia: por el desbordamiento de los ríos y por las inundaciones no siembran el maíz en el llano sino en la montaña con mayor esfuerzo y menos rendimiento; además tienen que sufrir otros peligros cuando quieren pasar corrientes rápidas y riachuelos crecidos con sus embarcaciones de un lado al otro pues no hay puentes. Antes de terminar esta carta tengo que añadir todavía algo más tanto sobre mi persona como sobre mi misión. En lo que se refiere a mi estado actual de salud, yo mismo no sé cómo estoy en pie, pues vivo en continuo peligro de escupir sangre nuevamente, enfermedad que me maltrató 8 días en Santa Fe y en la última fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago por 3 días. A pesar de todo esto, tengo un aspecto bueno y saludable pero mis médicos no me garantizan una vida larga. Sea lo que sea: me considero ya bastante feliz con que pueda morir en el lugar de mis deseos, a saber, en la misión que recibí del P. Provincial ciertamente debido a las grandes dificultades de mi enfermedad. Tantas fuerzas me ha dado el bondadoso Dios siempre, que he podido satisfacer mis obligaciones. Yo predico, canto vísperas todos los sábados, domingos y lunes como también en todos los días de fiesta la Misa Mayor en la que me ayudan con sus sotanas rojas y sobrepelliz blanco los 570.
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monaguillos que quedan educados desde su juventud para el servicio del altar en las casas de los misioneros; rezo cada día la misa o también bino cuando el sacerdote del próximo pueblo está enfermo o ausente; asisto a los moribundos, visito a los que viven más lejanos y les distribuyo los últimos sacramentos; me preocupo de los jóvenes de la escuela y del coro, que para mi consolación progresan bien en la lectura y canto; en una palabra, hasta el momento con el auxilio divino y por intercesión de la Santísima Virgen puedo realizar todo lo que es oficio de misionero. Reverendo Padre, rece por mí ante la Madre de las Gracias para que me dé para el futuro más fuerzas para el servicio de su Hijo y para la salvación de mis cristianos. Usted no ha añadido a mi nombre José en su carta, el nombre María que yo tengo y por eso me llaman el P. María y esto con razón porque no merezco este nombre bello por mi vida tibia; pero espero Ud. no va a dejar de suplicar por mí a la Virgen María, que es todo mi refugio. Usted me haría un gran favor si añadiera, a esta, otra merced comunicándome de las novedades europeas noticias más amplias ya sea personalmente ya sea por otro de nuestros padres. Beso su mano paterna y solicito su santa bendición como si estuviera muy próximo a la muerte. JOSÉ MARÍA CERVELLINI S. J. Escrita en la misión de los Llanos el 2 de julio de 1737 •
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[XXV] [1738] Manuel Román. Nació en Olmedo (Castilla la Vieja) el 12 de enero de 1696. Ingresó en la Compañía de Jesús el 16 de diciembre de 1722, después de haber cursado tres años de Filosofía y dos de Teología. Realizó su noviciado en Villagarcía de Campos. Atravesó el Atlántico en la expedición del P. Mateo Mimbela, en 1723. Arribó a Cartagena el 19 de febrero de 1724. Concluyó su carrera teológica en la Universidad Javeriana y realizó en Tunja su año de Tercera Probación. Llegó a la misión de los Llanos en 1729, según el testimonio del historiador P. Juan Rivero, y se inició en el pueblo de San Regis de Guanápalo, compuesto en aquel entonces por sálivas y achaguas. En 1730 funda San Miguel de los Sálivas, a dos leguas de San Regis, que “unía y encadenaba las Misiones”. Llegado el P. Rotella, en 1730, Román pudo dedicarse a ampliar el radio de acción en el mundo sáliva en el área del Vichada (1731-1732). El 8 de diciembre de 1732 ya cuidaba de Nuestra Señora de los Ángeles. Pararuma se erige como el centro de operaciones del P. Román en su acción orinoquense. Ejerció el Superiorato de la Misión del Orinoco de 1737 a 1745. Del 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744 duró su viaje a las posesiones portuguesas del Pará y el consiguiente descubrimiento del brazo Casiquiare, que aclaraba la intercomunicación fluvial del Orinoco con el Amazonas. Su segundo superiorato va desde 1748 hasta 1754. De 1754 a 1757 se desempeñó como Superior de las Misiones del Meta, con sede en la reducción de San Miguel Arcángel. En 1757 pasó de nuevo a la misión del Orinoco a ejercer su tercer
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período como superior. Rector de la Universidad Javeriana de 1761 a 1763. Rector y Maestro de Novicios en Tunja de 1763 a 1766, fecha en que regresó al Orinoco y le sobrevino la muerte, en La Urbana.1
1 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 450-455. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 558-600.
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Carta del P. Manuel Román al P. Provincial José Gumilla*1*
Mi Padre Provincial Josef Gumilla Por las cartas antecedentes é informes que inclusos iban veria V. R. el estado de estas Misiones. Al presente va favorable en lo que toca á Indios y Ministerios; en lo que toca á persecuciones se juntaron con los Caribes treinta franceses que están en Puruey; esto se supo de una carta que escribió el Gobernador de Essequivo á Sucre en que le dice: he sabido por cierto que treinta franceses subieron con los Caribes y en mi poder queda una lista de los nombres de todos, su destino es subir á las Misiones de los Padres de la Compañía á quemarlas; si Su Sa ha de enviar algún destacamento de gente para resguardo de las Misiones, sea presto y crecido porque la fuerza de los franceses es grande. Visto este contenido el Señor Sucre envió dos lanchas de guerra con cuarenta hombres para resguardo de estas Misiones y para conducir con seguridad el situado de Guayana que aún no ha llegado aquí el Maestre de Plata. El Comandante es el ingeniero Don Antonio Jordán, me dijo que había escrito á V. R.a á Cartagena sobre la fortaleza de la Angostura y en esta ocasión escribe también; me parece un buen hombre y que tira á darnos gusto según lo muestran sus palabras operibus credere. Estoy escarmentado de las palabras de Sucre: no obstante me queda alguna esperanza que el dicho * Antonio B. CUERVO. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia. Tomo IV. Bogotá (1894), 205-209.
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ingeniero hará algo, es mozo que desea ascensos; yo le prometí el cielo, y sus ascensos con tal de que haga algún fuerte en la Angostura, poco mas arriba ó poco mas abajo, según a él mejor le pareciere; dice que no se irá de aquí sin dejarnos fuerzas suficientes para nuestro resguardo, y que no ha de bajar á la la Guayana hasta dejar hecho algún plantón en la Angostura; prometíle empeñarnos é informar bien á la Corte á su favor para los ascensos que pretende. Lo mismo puede V. R.a ofrecerle, si hace lo que dice en la Angostura. Discurro que si el situado de Guayana no estuviera arriba, no hubiera venido el estacamento, y que hubieramos tenido otra funcion aquí, como la pasada. Dios envió el remedio cuando menos lo esperabamos, ésto me hace creer que hemos de tener eterna permanencia en Orinoco á pesar del infierno. A la subida con los franceses mataron los Caribes al Fiscal de Caroní é hirieron á otros, que estaban con él pescando. Consulté con los Padres si convendría desamparar á Carichana y juntarnos aquí en Pararuma, y unir las fuerzas virtus ruina fortior. Respondieron que no convenía desamparar á Carichana, que Dios nos ayudará como hasta aquí: yo soy del mismo parecer, confiemos en Dios cuya es la causa. El día dos de Agosto, estando los soldados de guardia en la boca de Uyaco, á donde llegó una curiara de Caribes sin ser sentida, y disparó un escopetazo á un capote que estaba colgado en el lugar en donde solía estar el soldado de centinela, se retiró de este sitio á hacer una necesidad; el Caribe con lo oscuro de la noche no pudo distinguir si era hombre. Los soldados tomaron sus armas y al bulto dispararon dos tiros y según supe, dicen que murieron dos Caribes. Esta curiara era espía de diez ó doce embarcaciones que quedaron más abajo, en las que dicen venía un francés (aun no habían llegado los demás á Puruey), vista la mala acogida, que había tenido la espía se retiraron los Caribes, no se atrevieron á llegar acá. Esto es lo que hay al presente de franceses y Caribes, espero en Dios que les ha de confundir á todos como hasta aquí lo ha hecho. Si Deus pro nobis quis contra nos? El Padre Salazar tiene pasaporte del Padre Jaime López desde Junio pasado para subir á las Misiones del Meta, no pudo salir por entonces por ser lo más riguroso del invierno é ir contra las corrientes, y por ser dificultoso hacer entonces el avío y conservarle en el camino por los muchos aguaceros. Los motivos que hay para que salga de Orinoco. V. R.a lo sabe ha fomentado 576.
• Libro III [XXV]
en lo que ha podido el pueblo de Carichana, y es buen religioso. El pueblo de Carichana queda á cargo del Padre Francisco del Olmo, ya se puede bandear con la lengua, y les ha hecho algunas pláticas, y espero en Dios que le fomentará en lo que pueda. El Padre Rotella está bien enfermo, espero en Dios no morirá; los Guamos se enfermaron muchos, y han muerto algunos, y quieren volverse abajo como antes y hacer pueblo hacia el Guárico; para este fin pasaré á la banda de Caracas á principio del verano a ver si puedo agregar algunas familias en el Guárico de mestizos ó mulatos, ó de los que pueda para resguardo de aquel pueblo y de los de acá arriba. De camino haré la diligencia de traer algunos para que asienten plaza aquí y despedir algunos malcontentos. El Padre Roque Lubián viajará á Guayana, como ya dige en la antecedente para traer de allá algunas cosas que necesitamos; el corresponsal que las había de traer, faltó al trato, y no tengo otro medio para abastecernos de lo necesario sino que baje allá dicho Padre. Supongo que V. R.a me enviará uno ó dos Padres, para que vayan imponiéndose de estas cosas de Orinoco; las calidades que han de tener, V. R.a lo sabe. Los Yaruros ya tienen hecha Casa y Capilla á vista del Meta en el sitio que dige en los informes pasados, y me han venido á pedir Padre; les consuelo con buenas esperanzas. Ya dijimos las misas por el Padre General difunto. El Padre Nigri1 me escribe de Caracas que los 60 pesos que V. R.a le dio para colores los remitió á España, y que está esperando el navío que los ha de traer. Don Diego Domínguez grande amigo de V. R.a me envió una carga de vino que le tenía encargada, con que al presente tenemos abundancia, bendito sea Dios, y es malvasía que durará bastante tiempo. No hemos dejado de decir misa por falta de vino porque una frasquerita de seis frascos que V. R.a me trajo en el último viaje, la repartí entre todos, y así por falta de vino, no se ha dejado de decir misa. Me dice Domínguez que quiere vender la Hacienda; di
1 Carlos Nigri. Nació en Génova el 21 de noviembre de 1698. Ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de agosto de 1716. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1723. Concluyó sus estudios eclesiásticos en la Universidad Javeriana. En su alma mater se desempeñó como profesor de Humanidades de los jóvenes jesuitas, así como también de Filosofía (1731-1734) y de Teología Moral (1734-1735). Trasladado a Caracas en 1735, laboró incansablemente en pro de la fundación del colegio en esa capital, hasta cuando le sobrevino la muerte, el 1º de noviembre de 1742 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 381-382).
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parte de ésto al Padre Ferrer2 por haber sabido de Domínguez que en caso de venderla diera parte primero á los Padres de Caracas, por si acaso la querían comprar; según el informe que tengo, dicha hacienda me parece tuviera gran cuenta al comprarla, pero puede ser que falten los medios. Mucho puede hacer vuestra Reverencia en esto. La cuenta fuera buena así para Caracas como para Orinoco. Dios lo disponga como más convenga. El Gobernador Don Carlos Sucre, siete ú ocho meses ha que se casó en Cumaná de secreto, con una muger bien ordinaria. ¿Qué tal? en lugar de prepararse para morir se volvió á hacer muchacho: puer sentis amoris murietur. Una carta me escribe de tres ó cuatro pliegos de su letra, no me dice nada de su casamiento, pero lo sé de buen original. Aquí está un hijo suyo llamado de su nombre; me parece un pobre muchacho, aquí come con nosotros y procuro agasajarle y lo mismo al ingeniero. La carta de Sucre contiene peticiones, quejas y otras cosas de poca monta, como son promesas vanas que hará, lo que no creo que haga. La esperanza me queda en este ingeniero; Dios quiera que todo redunde en gloria suya y bien de las Misiones. Las torturas que traen consigo estos destacamentos y los gastos tan grandes intelligenti pauca por el bien de las Misiones es preciso aguantarle todo. Deus mortificat et vivificat. Su Majestad nos ampare y nos defienda, así lo espero fiado con las oraciones y sacrificios de V. R.a y de toda la Provincia en los cuales mucho me encomiendo y también á las Misiones. Nuestra Señora de los Ángeles y Octubre 1º de 1738. Muy siervo de V. R. a, MANUEL ROMÁN 2 Ignacio Ferrer. Nació en Olot (Gerona) el 14 de febrero de 1694. Ingresó en la Compañía de Jesús el 26 de mayo de 1712. Realizó sus estudios de Filosofía y Teología dentro de la Compañía de Jesús. Atravesó el Atlántico en 1723. En 1727 vivía en Tunja como prefecto de las misiones circulares. Su primer magisterio (1728-1735) en la Universidad Javeriana se inició con la docencia en Filosofía y siguió con la Teología Escolástica. Fue Rector del Colegio-Seminario de San Bartolomé de 1734 a 1735. De 1735 a 1747 residió en Caracas, dedicado de lleno a las tareas fundacionales de un colegio jesuítico. Llamado a Santafé, aparece vinculado al claustro el 12 de diciembre de 1747. Esta segunda estancia santafereña (1747-1759) solamente sería interrumpida por su Provincialato (1751-1754). Fue Rector de la Universidad Javeriana de 1754 a 1757. Falleció en la Hacienda de Tena (Cundinamarca), en diciembre de 1759 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 191-194).
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• Libro III [XXV]
Acerca de las Misiones de Meta se me ofrece decir á V. R.a que no conviene dividir el pueblo de Guanápalo; ya dicen que los Amarizanes están en Gravo, y el asunto dicen es para huirse desde allí más a su salvo, y ya dicen han vendido algunas bestias que tenían y que están tentados. Supongo habrán informado á V. R.a la causa de no querer estar juntos con los de Guanápalo es porque los acusan cuando la quieren armar, así parece que conviene estén todos juntos ó en Cravo ó en Pauto donde quisieren los más, porque en Guanápalo no hay monte, parece que fuera mejor en Pauto, por no mudar el hato, que con la mudanza se perdieran muchos ganados. A cerca de San Miguel dice el Padre Rivas,3 tiene orden del Padre Jaime López para mudarse á Cravo (esto fuera bueno), pero no quieren los Salivas que están descontentos é intentan dividir el pueblo en dos; esto me parece no conviene, porque apenas hay Indios para un pueblo y quieren hacer dos, él y el Padre Rivas parece intenta la división. Los inconvenientes que se siguen de estas divisiones son grandes. Primero la falta de Padres, cada pueblo querrá el suyo; segundo la falta de soldados; es menester que haya dos á lo menos en cada pueblo y son menester ocho en Meta, hecha la división, y en Casanare es preciso haya seis que son catorce, y las plazas que hay allá son doce; conque no sé como se puedan mantener esas divisiones, ni de donde sacar soldados para poner en ellas. Vean Padres que la Provincia no está sobrada, y hay muchos inválidos por sus achaques, mejor que yo lo sabe V. R.a á quien supedito estas especies que me han contado aquí los que van y vienen del Macuco, que dicen lo que allá no se atreven á contar; y lo que se funda con grandes trabajos, se puede desbaratar en un momento, pues todo depende de la inconstancia de los Indios. Octubre 3, 1738. •
3 Mateo Rivas. Nació en Gandía (Valencia) el 21 de septiembre de 1692. Ingresó en la Compañía de Jesús el 29 de octubre de 1723, después de haber realizado sus estudios de Filosofía y Teología. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1723. Hacia 1727 se encargaba de la Concepción de Cravo, en sustitución del P. Juan José Romeo. En 1733 asumía la acción emprendida por el P. Manuel Román en Macuco, y en esta reducción del Meta debieron transcurrir sus años misionales. Falleció en el Meta, el 23 de octubre de 1746. Fue estudioso de la lengua guahiva, de la sáliva y de la achagua (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 432).
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[XXVI] 1 [1741]
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Para la biografía de Manuel Román, véase [XXV].
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Testimonio de cartas del P. Manuel Román*1*
Cumaná en tres de Noviembre de 1741 Numero... 9 J. M. y J. Testimonio de cartas del Padre Manuel Román de la Compañía de Jesús Superior de las Misiones de Pararuma en el Grande Orinoco que están a cargo de su religión informando el esttado de ellas a su señoría ilustrísima quien consulta lo ase a S. M. Vino con carta del Obispo de Puerto Rico de 26 de Octubre de 1741 En la ciudad de Cumaná en seis de Julio de mil sietecientos cuarenta y un años, el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Maestro Don Francisco Pérez Lozano, mi señor, del Sagrado orden Monacal de San Bacilio Magno, meritísimo Señor obispo de San Juan Bautista de Puerto Rico y estos anexos del Consejo de S. M. su Predicador etc. dijo que por cuanto se halla con dos cartas del Reverendo Padre Manuel Román de la Compañía de Jesús Superior de las Misiones, y Vivas conversiones que están a cargo de su religión en el Orinoco, escritas en el Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma de dicho Orinoco de esta Diócesis, mandó su señoría illustrísima el Señor Obispo mi señor se acomulen a éste y de todo se compulsen testimonios
* AGI. Santo Domingo, 633.
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para los efectos que puedan convenir. Y asi lo proveyó, mandó y firmó su señoría Ilustrísima mi Señor. Doy fe. FRANCISCO OBISPO DE PUERTO RICO Ante mí, PABLO JULIÁN DE ÁNGEL Y GARCÍA NOTARIO MAYOR DE VISITA Y SECRETARIO Y luego yo el infraescrito acomulé las cartas que se mandan; de ello doy fe. DE ÁNGEL, SECRETARIO Ilustrísimo Señor. Por haber llegado a mi la dichosa noticia que vuestra señoría ilustrísima había llegado con feliz viaje a su obispado de Puerto Rico doy a vuestra señoría la enhorabuena y buena llegada alegrándome mucho en el Señor que goce de cabal salud para gloria de Dios y bien de las Almas. El antecessor de vuestra señoría ilustrisima Don Sebastián Lorenzo Pizarro, de la Sagrada Orden del Señor San Basilio magno, concedió facultad a mi antecesor que al presente es Provincial de esta Provincia del Nuevo Reino para que pudiese el dicho Padre y Compañeros ejercer los ministerios de nuestra Compañía en estas Misiones del Río de Orinoco que pertenecen a la Diócesis de Puerto Rico, como consta de una carta original que queda en mi poder en la cual se halla la cláusula siguiente. Cometemos nuestra plenísima autoridad y facultad al Muy Reverendo Padre Superior que es, o en adelante fuere de las misiones de la Compañía de Jesús del Orinoco, para que examine, apruebe, y dé licencias de confesar y predicar para todo nuestro obispado a los Padres que vinieren destinados para dicha misión, las cuales licencias desde ahora las aprobamos como si fueran dadas por nos y como tal es nuestra voluntad que valgan, encargándole como le encargamos a dicho R. P. Superior, misionero de la Compañía de Jesús, que es, y el que en adelante fuere la conciencia. Dada en este Nuestro Palacio etc. lo firmó su señoria ilustrísima y por su mandado, el licenciado Don Matías de Vejar. Suplico a vuestra señoría ilustrísima confirme la dicha facultad, y juntamente nos dé licencia para bendecir ornamentos por ser el recurso tan difícil por la larga distancia y por los muchos peligros que ay en los caminos; también suplico a vuestra señoría ilustrísima me diga si hay algunos casos reservados ad hominem, y dé la facultad para poder absolver de ellos, como también si hay algunas fiestas particulares en esta Diócesis, y cuál es el Patrón del Obispado. Con grandes trabajos y horribles 584.
• Libro III [XXVI]
persecuciones de los Bárbaros Caribes, y franceses alzados que les acompañan, estamos plantando la fe con peligro de la vida que varias veces hemos estado a peligro de perderla, pero como esto fuera hecho de grandes héroes, no ha querido el Señor que siendo yo enano en la virtud haya logrado la dicha de derramar la sangre por el amor de aquel Señor que primero la derramó por nosotros. De mucho consuelo nos sirve el ver las muchas almas que se ganan para Dios; esto nos alienta mucho a mis compañeros y a mi, pues en el poco tiempo que ha que estamos en Orinoco de párbulos solos que han muerto cristianos pasan de ciento y setenta, y los adultos que han muerto muchos más cristianos; algunos se habrán salvado: multi sunt vocati, pauci vero electi, la mies está bien dispuesta, pero los bárbaros caribes no nos dan lugar a hacer muchos pueblos. Ya hemos dejado tres pueblos por culpa de los caribes, y si Dios no pone remedio estamos expuestos a una graue ruina. Me consuela que ésta es obra de Dios y que para salvar las almas descendió del Cielo, y así espero nos defenderá, si Deus pro nobis quis contra nos? Suplico a vuestra señoría ilustrísima oportune et importune, encomiende a Dios el feliz estado de estas misiones, encomendándome muy de veras en sus santas oraciones y sacrificios, suplico a Nuestro Señor me guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años que deseo. Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, y Orinoco, y octubre diez de mil sietecientos treinta y ocho. Los Pueblos que tenemos hechos son tres, y otro estamos actualmente haciendo los misioneros que estamos cultivando esta viña del Señor. Somos actualmente cinco y un hermano coadjutor para que cuide de lo temporal: no nos falta que padecer: Sed pati pro Christo Solatium est. B. L. M. de Vuestra Señoría Ilustrísima su humilde siervo: MANUEL ROMÁN, SOC. JESU. Ilustrísimo Señor, con gran consuelo en el Señor recibí la de vuestra señoría ilustrísima de diez de Noviembre del año de treinta y nueve escrita en Cumaná […] lo primero por la oferta que vuestra señoría me hace de cooperar al fomento de estas Misiones como su ilustre Autor que acepto y estimo por conducir a la mayor gloria de Dios y bien de las almas, redimidos con la sangre preciosísima de Jesús. Lo segundo por el favor de haber confirmado las facultades que el antcesor de vuestra señoría nos 585.
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tenía comunicadas para ejercer nuestros ministerios en esta Viña del Señor. Por la de vuestra señoría echo de ver que me ha escrito otra, y no ha llegado a mis manos hasta ahora. Los peligros que hay en el intermedio son muchos y así no me admiro acerca del informe que vuestra señoría me pide de estas Misiones le doy con buena voluntad, eligiendo en primer lugar a vuestra señoría como a Pastor universal de todas estas ovejas descarriadas, por protector de estas misiones, ayudando a estos operarios que como zagalejos andamos con el cayado recogiendo las ovejas perdidas para agregarlas al rebaño del Señor, cuya causa deceamos hacer para gloria suya. Las reduciones que hay formadas al presente son seis de varias naciones y lenguas diversas que estudiamos para darles el pasto espiritual y otras dos estamos actualmente principiando. Las almas reducidas ya, y que viven deuajo de campana pasan de dos mil, las inmediatas a reducirse serán como tres mil. El campo abierto que nos queda después es sine fine dicente. Los operarios que actualmente estamos recogiendo esta mies, somos cinco sacerdotes y un hermano coadjutor, que coadyuba muy bien los ministerios en las reduciones ya formadas: son rezar por la mañana con los muchachos y muchachas en su lengua nativa las oraciones, y el catecismo de indios que de castellano hemos traducido en la lengua índica de cada nación con bastante trabajo por falta de intérpretes; para la tarde rezamos lo mismo que por la mañana en lengua castellana, y oyen misa todos los días los que vienen a rezar los domingos, les explicamos los misterios de nuestra santa fe a los catecúmenos, y instruimos a los nuevos cristianos para la confesión y ya son muchos los que se confiesan y en las confesiones echo de ver que se van arraigando en la fe, y además de esto en las fiestas de indios que tienen además de los domingos se les explica el misterio del día. Explicándoles el artículo de la Resurrección de la carne se quedaron admirados teniendo por maravilla la inmortalidad del alma, y Resurrección de los cuerpos, y en otra ocasión explicándole un misionero cómo habían de ir al cielo los buenos cristianos, le replicaron que ¿cómo podía ser eso? que estaba muy alto y no había camino por tierra para ir allá. A este modo suelen preguntar otras cosas después de haberles explicado los misterios de la fe, con que nos hacen reir bien. No hemos reconocido por estos parajes idolatrías: a Dios le llaman unos de una suerte, otros de otra, y le miran con 586.
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respeto pero no le adoran; hablan a él con los respetos que los filósofos de Aristóteles dicen que hizo muchas cosas pero niegan que hiciese otras que a ellos les son nocivas, como los mosquitos, culebras etc., y esta es la herejía de los Maniqueos. En cada reducción hay escuela de música, de leer y escribir, y aprenden a tocar instrumentos. Los días solemnes se canta la misa de la fiesta a la cual asisten todos los indios, como los Domingos. Los sábados por la tarde se canta la letanía [de] Nuestra Señora y se reza el rosario todos los días al anochecer, y algunas veces se canta por el Pueblo. A temporadas se dan algunos careos por los contornos para agregar indios que viven dispersos en los montes, Vnus quisque sub vite sua, et sub ficu suo no cuesta esto poco trabajo y desconsuelo, sed pati pro Christo Solatium est: con estas correrías se ganan muchas almas que se hallan moribundas así de párbulos como de adultos, con esto paga el Señor el sudor que el misionero derrama por su amor. En lo que será a la defensa de las persecuciones que son gravísimas las que nos hacen los caribes que por otras vías intentan asolar estas misiones, y lo hubieran conseguido a no hauberlas Dios defendido: Si Deus pro nobis quis contra nos? la defensa humana se reduce a una corta escolta de soldados que nuestro rey (que Dios guarde) nos hace merced de mantener en estas misiones a las cuales se van agregando también algunos vecinos españoles: el medio para aumentar la defensa, era hacer un reducto o Castillo en la Angostura del Orinoco, o en otro sitio a propósito que impida el paso de las embarcaciones de caribes y extranjeros aliados con ellos, y también fuera gran defensa, hacer una villa o ciudad de españoles en las mismas tierras de los caribes en los términos de Caura y Puruey. Esto es en substancia un breve informe del estado presente de estas misiones, que espero en Dios han de tener permanencia con la protección de vuestra señoría cuya vida le prospere el cielo por muchos años que deseo y suplico. Misiones de Orinoco en la reducción de Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma, y abril catorce de mil sietecientos cuarenta. B. L. M. de vuestra señoría Ilustrísima su humilde siervo y capellán de la Compañía de Jesús. MANUEL ROMÁN Es conforme a los originales de su contenido que quedan en la secretaría de mi cargo; va cierto y verdadero corregido y concordado y de mandato de su 587.
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señoría ilustrísima mi señor. Doy el presente que signo y firmo en esta ciudad de Santa Inés de Cumaná en trece días del mes de julio de mill setecientos y cuarenta y un años. En testimonio de verdad. [Signo, firma y rúbrica] PABLO JULIÁN DE ÁNGEL Y GARCÍA, NOTARIO MAYOR DE VISITA Y SECRETARIO Damos fe que Don Pablo Julián de Ángel y García Presbitero de quien parece autorizado este testimonio es tal Nottario mayor de Visita y Secretario de su señoría ilustrísima el señor obispo de este obispado como se inttitula fiel legal y de toda confianza, usa y ejerce dichos sus oficios con toda aprobación y a los semejantes se les ha dado y da entera fe y crédito judicial y extra judicialmente, y para que conste donde convenga damos la presente en esta ciudad de Cumaná en ttres de Noviembre de mil setecientos cuarenta y un años. BALTASAR HERNÁNDEZ DE BETANCOURT, NOTARIO PÚBLICO. NICOLÁS ORTIZ DE MONTENEGRO, NOTARIO [Firmas y rúbricas] •
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[XXVII] 1 [1742]
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Para la biografía de Manuel Román, véase [XXV].
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Segunda Vía. Respuesta al pliego de veinte, y uno de Febrero de mil setecientos y cuarenta, q. V. M. se dignó enviar al Prelado de las Misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús, despachado en el Prado, para que informe sobre lo que se hubiere obrado en la construcción del Fuerte que V. M. ha mandado hacer en la Angostura de Orinoco*1* Señor 1. Recibí el pliego de V. M. perteneciente a que informe sobre el fuerte, que se ha de hacer en Orinoco El Ingeniero le Con el debido respecto recibí el pliego sobredicho a cuatro de febrero de principió u dejó la este año de mil setecientos y cuarenta, y dos: en orden a informar a V. M. obra por falta de víveres. digo, que por el mes de Diciembre de mil setecientos y treinta, y ocho el Ingeniero Don Antonio Jordán principió en la Angostura el Fuerte, que se * AGI. Quito, 198. Texto original en castellano.
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pretende hacer; iba prosiguiendo la obra, faltaron los bastimentos, los pidió a Guayana, y se los enviaron oprimidos de la necesidad. Él, y la gente que estaba trabajando se retiraron a la sobre dicha Guayana, por no perecer de hambre y desbarataron los cimientos, que habían puesto. Era Gobernador en aquel tiempo Don Carlos de Sucre. 2. El Gobernador don Gregorio Espinosa no ha hecho el fuerte Su sucesor Don Gregorio Espinosa de los Monteros no ha venido a Orinoco, Los motivos que ni ha dado forma en la construcción de dicho Real Fuerte: el motivo, que pudo tener el para esto, discurro ha tenido, habrá sido el fatal suceso de haber cogido la Gobernador para no hacerle pueden Guayana los Ingleses, y ayer hecho lamentables ruinas, en cuyo reparo estuvo ser la cogida de el Ingeniero sobredicho ocupado hasta el último día de su vida; murió el año Guayana y guerras con los ingleses. pasado de cuarenta y uno, Otro motivo, me parece ha sido el haber andado los ingleses por las Costas de Cumaná, y estar embarazado en el resguardo de aquellas Fronteras. Ahora nuevamente supe, que el no ir a Guayana, al presente, era por estar infestada de viruelas: no sé, que haya habido otros motivos, para suspender la fábrica del fuerte. 3. Los daños que se siguen y seguirán de no hacerse el fuerte cuanto antes Las Provincias de Los daños, que se siguen, y seguirán por no hacerse el dicho fuerte son graCumaná, Caracas, vísimos; porque pueden sobrevenir muchos perjuicios a las Provincias de Maracaibo y Nuevo Reino de Granada Cumaná, Caracas, Maracaibo, y Nuevo Reino de Granada: Tienen dichas están indefensas Provincias las fronteras defendidas, y indefensas las espaldas, ni hay sitio más Por las espaldas si no se hace el fuerte apropósito, para resguardarlas que la defensa que se pusiere en Orinoco, que en Orinoco. es la escala, por donde pueden subir embarcaciones como piraguas, barcos, y lanchas, y entrarse por los ríos del Guárico, Apure y Meta, que desaguan en Orinoco, y sus cabeceras están a las espaldas de dichas Provincias, y en aquellos contornos, aunque están poblados de gente, no hay obstáculo, que pueda impedir el paso, y todo aquel gentío no está versado en las armas, ni las tienen para poderse defender, y en oyendo el nombre de caribes y holandeses, que suben a hacer guerra, dejarán las ciudades, villas, y lugares desiertos, y se retirarán de miedo a los montes, y libremente, sin embarazo (sino el que hubiere en Orinoco) se apoderarán de la tierra los extranjeros.
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4. Reparos son estos, que no se han hecho hasta que los Misioneros de la Compañía de Jesús a costa de muchas fatigas, sudores, y trabajos han explorado dichos territorios por la gloria de Dios, y servicio de Vuestra Real Persona. 5. Se puede temer no hagan los holandeses alguna colonia en Orinoco Mucho me temo, señor, a vista de la sociedad, y estrecha unión, que tienen los caribes con los holandeses de las Colonias de Esquivo, Berbilis, y Surinama, no quieran hacer alguna colonia holandesa en Orinoco en los parajes de Puruey y Caura, en que habitan los Caribes, a quienes van proveyendo de armas de fuego, municiones, y otros pertrechos de guerra para que más osadamente nos puedan hacer guerra, y aterrar a las naciones circunvecinas, para llevárselas consigo a sus tierras, como lo van haciendo a cuadrillas van bajando gente al dicho Puruey, en donde habitan de asiento, casi siempre algunos extranjeros, que dirigen a los Caribes en lo malo que van haciendo: si no se pone reparo con tiempo a estos perjudiciales daños, será deplorable el perjuiErrores hereticales cio que se siga a la Cristiandad, por los errores, que los herejes han de ir introque siembran los duciendo en los dominios de Vuestra Real Corona: pues dichos extranjeros caribes entre los Neófitos. les aconsejan a los Caribes, que perturben los ánimos de los cristianos, persuadiéndoles, es falso el Santo Evangelio, que les predicamos, y que se aparten de nosotros, que vivirán más libremente en el gentilismo, que han despreciado, y que es muy estrecha la Ley que los Padres Misioneros les enseñan. 6. Invasión y cordón que pusieron los caribes en el pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma Viendo el ánimo constante en los recién convertidos, en no querer seguir sus depravados consejos, determinaron a fuego y sangre asolar todas las Misiones de Orinoco, como se comprueba con los casos siguientes. El año de mil setecientos, treinta y siete a veinte y seis de septiembre acordonaron el Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles en el sitio de Pararuma orillas de Orinoco ochocientos caribes, a quienes capitaneaban algunos extranjeros, a vista de la multitud, y pocas fuerzas, que había de nuestra parte para la deEncomendóse el fensa, encomendé el buen suceso a la Santísima Virgen Patrona del Pueblo: buen suceso a la de Nuestra parte solo había catorce hombres y el Capiánl de la escolta Don Santísima Virgen. Con solo catorce Ángel Sanabria, que con acierto, y valor distribuyó la poca gente que bastó 593.
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soldados se defendió el pueblo y murieron muchos caribes, y otros fueron heridos.
Favor de la Sma. Virgen.
para deshacer el cordón de los contrarios a fuerza de varios tiros de pedrero: murieron muchos caribes, y muchos más salieron heridos: viendo en el espacio de tres horas que no pudieron con las muchas balas de fusil, que ellos disparaban, herir, ni matar a ninguno de los nuestros, levantaron el cerco, y pudimos respirar, porque no se podía coger, ni aun agua: si los caribes y extranjeros andan advertidos, la necesidad misma nos hubiera precisado a entregarnos en sus crueles manos: y sin duda si la Santísima Virgen no nos defiende en esta ocasión, o nos hubieran muerto, o cautivado, y se hubieran perdido en este día cinco pueblos, que a costa de muchos sudores, y trabajos hemos fundado en estas riberas de Orinoco; porque perdido el dicho pueblo, en donde había más fuerzas, los demás se hubieran despoblado, huyéndose los indios por no ser muertos, o cautivados.
7. Daños que hicieron los caribes Al llegar cerca del pueblo, cogieron once cautivos, mataron a un párvulo, y Quemaron una dos adultos, y se llevaron diez, o once embarcaciones, que había en el puercruz y un pueblo. to. El año de mil setecientos y treinta y tres, a treinta y uno de Marzo quemaron en el pueblo sobre dicho de los Ángeles las casas, que el dicho año se habían empezado a hacer, y arrimando porción de palma seca a una cruz de madera, que había en la plaza, la quemaron también, con que se confirma, el odio, y aborrecimiento, que tienen a la cristiandad. A vista de la primera invasión que padeció dicho pueblo, no desmayamos, y se volvió a reedificar, como consta de lo arriba dicho, y es el mejor que actualmente tenemos: y en el sitio de la cruz quemada está otra, y la podemos llamar el triunfo de la Santa Cruz en Orinoco. 8. Continúan los caribes en hacer estragos en la cristiandad No han cesado los caribes de hacer daño en los contornos de estas Misiones. El año de cuarenta a veinte y ocho de Diciembre mataron a cuatro indios cristianos, que estaban en sus labranzas, y cautivaron a cuatro mujeres, y a dos párvulos todos cristianos. El de cuarenta, y uno mataron a tres que estaban pescando, y cautivaron a una mujer, todos eran cristianos. El dicho año mataron a otros dos indios, y cautivaron otra mujer y dos párvulos también
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• Libro III [XXVII]
Amenazas de caribes que matarán a los reducidos y quemarán las Misiones.
cristianos, y actualmente están solicitando a los indios de estas Misiones, para que vayan con ellos a sus tierras: y que si no, que han de volver con mayores fuerzas, y prevenciones, que la vez pasada, y han de quemar las Misiones y matarnos a todos. Estos ecos en oídos de indios inconstantes, bastarán para deshacer las Misiones, si Dios no lo remedia y la Real protección de V. M.
9. Quemaron los caribes la Reducción de San Regis de nación Otomacos y mataron a muchos Los indios Yaruros En el año de mil setecientos y cuarenta, y uno quemaron la reducción de desampararon la San Juan Francisco Regis que empezamos a hacer: y los indios, que estaban reducción de Santa Bárbara de miedo reducidos a vivir en ella murieron a manos de los caribes muchos de ellos de de los caribes. nación Otomacos y Yaruros, de esta nación se retiraron otros, que estaban dando principio a otra nueva reducción de Santa Barbara. Y así, Señor, son tan graves los daños, que nos hacen los caribes protegidos de los estranjeros, que el referirlos fuera mui largo, y llenaran pliegos. Se omiten El mismo año se huyeron todos los indios del pueblo de San Joseph maldades que de Paruate de nación de Mapoyes, y están retirados en los montes por miehan hecho los caribes. do de los caribes. Nosotros los juntamos con grandes trabajos, y los lobos Por su culpa carniceros de caribes, comedores de carne humana, o matan a los reducidos, se huyeron o los espantan, con gran dolor de los Padres Misioneros, que desean, se sallos indios de San Joseph de ven todos, poniendo sus vidas a riesgo de perderlas por el bien de las almas. Paruate, nación Mapoyes.
10. Fortín y reducción de San Xavier para defender no pasen embarcaciones de Caribes ni Extranjeros Orinoco arriba Habiendo observado, que todos los años subían los caribes con su armadilla a hacer guerras injustas, y cautivar indios de los que habitan Orinoco arriba, determinamos hacer un fortín sobre el peñón de Marimarota, que domina al Orinoco, y se estrecha en el sitio, tanto, que de banda a banda alcanza una bala de fusil; y contiguo con él, sobre el mismo peñón de una reducción de indios con la advocación de San Francisco Xavier; hay allí continuamente centinela: con este arbitrio, y prevenciones, que miran en todo el obsequio de la Divina Majestad y Vuestra Real persona. Conseguimos el fin de que no pasasen dichas […]. 595.
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Por caminos de tierra suben a cautivar, y hacer guerras.
Se consiguió el que no pasen agua arriba armadillas por agua, en que se ha remediado mucho: y desde que se hizo dicha fundación, no ha pasado embarcación ninguna de caribes hacia arriba, pero no hemos podido impedir, ni cerrar los caminos de tierra por que viendo, les habíamos cerrado la puerta en Orinoco por esta parte, descubrieron otra por parajes extraviados, y suben, aunque con más incomodidad, por lo fragoso de los caminos, y hacen sus presas de cautivos, y nos quitan la mies, que estaba dispuesta para ser doctrinada: y no solo se llevan la gente, sino también dejan sembrada mucha cizaña, haciendo, cuanto es de su parte, que no admitan las naciones, con quienes tratan el Santo Evangelio. 11. El fortín cierra el paso a todas las embarcaciones agua arriba, no agua abajo Este paso del fortín está cerrado agua arriba, pero agua abajo no tiene remedio, con las curiaras que hurtan arriba, bajan en ellas cargadas de cautivos, esperando a pasar por las noches oscuras en las mayores crecientes del río, dejándose llevar de las corrientes por medio de Orinoco, sin bogar, ni ser sentido, dejando burladas las centinelas, que a temporadas se ponen de una, y otra banda para estorbar este inhumano comercio.
12. Distancia que hay de la Guayana al fortín de san Xavier Dista el fortín dicho de la Guayana en tiempo de invierno, que se sube a remo, mas de treinta jornadas; y en tiempo de verano a vela diez y ocho días, poco más o menos, y está formado en la medianía de nuestros pueblos. Además de las diligencias dichas a sus tiempos andan algunas embarcaciones a corso por los contornos de estas nuestras Misiones con soldados de esta Desvelos por defenescolta, que el piadoso celo de V. M. nos tiene señalada: Y assí con sumos der las Misiones. trabajos, y desvelos procuramos guardar los pueblos, y no basta todo esto; porque irritados los Caribes al ver la resistencia que les hacemos por tierra no dejan de hacer muchos asaltos; por que es mucho el odio, que tienen a estas Misiones, y para decirlo mejor a todas las que hay en Orinoco. 13. Misiones de los Reverendos Padres Observantes padecen también persecuciones En las misiones de los Reverendos Padres Observantes de Cumaná siembran la misma cizaña que en las nuestras, y tienen comercio oculto con aquellos 596.
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Cinco religiosos de san Francisco intentaron la conversión de los caribes el año de treinta y cuatro.
indios con notable detrimento de la cristiandad. El año de treinta y cuatro entraron cinco religiosos de San Francisco con gran celo, y deseo de reducir a los caribes en sus mismas tierras: fueron acompañados de una corta escolta; viendo los caribes la poca defensa que llevaban los Reverendos Padres despreciaron su doctrina y trataron de matarles: sabiéndolo los dichos Padres se retiraron a sus Misiones de Cumaná, por no morir a manos de la tiranía, y haber hallado la mies sin sazón, y mal dispuesta para admitir la doctrina Evangélica.
14. Quemaron el pueblo de Mamo Quemaron los Caribes el pueblo de Mamo el año de mil setecientos treinta y cinco a veinte y nueve de septiembre, que estaba a cargo del Reverendo Padre Fray Andrés López de San Francisco, a quien quitaron la vida cruelmente le ahorcaron de un árbol, habiendo antes herídole gravemente, y juntamente mataron a casi todos los indios, y a dos soldados, y cautivaron a los que pudieron coger a las manos. 15. Oras entradas que han hecho los Reverendos Padres de San Francisco a los caribes Además de las diligencias arriba hechas los Reverendos Padres dichas han hecho otras entradas dichos Padres con bastante escolta, y no han podido amansar con suavidad, y agasajo a las fieras carniceras de caribes; antes parece, que cada día se hacen más insolentes, y abusan de la piedad, y buenos modos, que han usado con ellos los mencionados Religiosos. 16. Misiones de los Reverendos Padres Capuchinos de Guayana No padecen menos persecuciones las Misiones de los Reverendos Padres Capuchinos de Guayana por los Caribes, por estar más inmediatas a ellos. A fines del año de mil setecientos y cuarenta, después de haberles los ingleses Rebelión de los quemado dos Pueblos, cuando la cogida de Guayana, vinieron en continuos indios Guayanos sobresaltos, por que por influjos de los caribes se revelaron los indios Guacontra los dichos Padres sus misioneyanos, y estuvieron a pique de perder en un día los trabajos Apostólicos de ros por influjo de los muchos años. Después por Marzo de mil setecientos cuarenta, y uno fueron caribes. los dichos Caribes al pueblo de San Antonio de Caroní a quemarle; habiendo hallado fuerzas suficientes para la defensa no se atrevieron a embestir, y 597.
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Mataron los caribes a veinte y seis Guayanos.
pasaron a las playas de Orinoco, y hallando en ellas a los Guayanos de dicho pueblo, con fingida amistad se juntaron con ellos, y alevosamente mataron a veinte y seis de los dichos Guayanos, y a los demás no les dieron en la cabeza por haberse escapado con tiempo. Da compasión ver las traiciones, infamias, hurtos, crueldades y horrores, que cometen los perversos, traidores, y tiranos caribes.
17. Si se retarda la construcción del fuerte hay peligro en la tardanza de que se pierdan todas las Misiones A vista de tantos males y de los riesgos en que están todas las Misiones de Orinoco, el remedio es, Señor, que Vuestra Majestad con su piadoso y Católico celo, haga se ejecute con brevedad la construcción del Fuerte, como Vuestra Real Persona tiene mandado, porque hay peligro en la tardanza: si se retarda la dicha Fundación, y los enemigos continnún con sus invasiones, estamos expuestos a padecer dentro de poco tiempo la última ruina, si Dios no lo remedia, y Vuestra Real piedad. 18. El medio más oportuno puede ser una fundación de españoles en las tierras de los caribes Para reparo de tantos males, como nos amenazan, representaré a Vuestra Majestad ingenuamente el medio, que se ocurre en las presentes circunstancias, que tengo presentes, y es, que se ponga una fundación de gente española, o mestizos, ó mulatos, según el agrado de Vuestra Real Majestad, en los sitios de Puruey, y Caura, en que habitan los caribes, y para resguardo de los que allí fuesen a avecindarse, se pongan destacados cien soldados, que pueden salir, sin hacer falta, parte de Cumaná parte de la Real Fuerza de Araya, y algunos de Guayana: tienen en las sementeras de los caribes bastimentos bastantes para poderse mantener los que en dichos parajes habitasen, y se pueden aloViendo los caribes jar en las mismas casas de los caribes que viendo estos una fuerte resolución una fuerte resoluó se han de reducir a la fe de Jesucristo, y a reconocer a vuestra Majestad por ción, o se han de rendir, o se han de su Rey, y Señor, rindiéndole humilde vasallaje, ó se han de retirar a tierras retirar de Orinoco. remotas, y alejarse de Orinoco. La experiencia, que tengo en las entradas, que se han hecho a los caribes, y en los encuentros, que se han ofrecido con
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ellos, me han enseñado esto, y como testigo ocular tengo observando que en haciéndoles fuerte resistencia echan a huir, y dejan el campo libre. 19. Hecho el fuerte les quedan patentes los caminos de tierra Si no se pone en dicho Puruey o Caura una población de la gente arriba dicha aunque se haga el Fuerte, no se les impide del todo el comercio inhumano con los holandeses, y otros extranjeros, porque aunque se les cierre el paso por agua les queda la puerta abierta por tierra, por haber camino desde Orinoco a Esquivo Colonia de holandeses, y sucederá lo que acontece con el fortín dicho arriba de San Xavier, que les embaraza el paso por agua hacia arriba, y ellos buscaron caminos de tierra, por donde continúan sus tiranías. Los caribes habitan Habitan los Caribes de Orinoco más arriba de la Angostura de dicho entre la Angostura río en los parajes mencionados de Puruey y Caura, con que hecha la fortaleza y Misiones de la Compañía de Jesús. en la Angostura o en donde más convenga tienen cerrada la puerta abajo con el Fuerte, que se hiciere, arriba con el fortín sobre dicho; pero, los caminos de tierra los tienen patentes. El medio para la Esto supuesto es preciso ir a la raíz y apoderarse de los terrenos en paz es apoderarse que habitan, para que de una vez o rindan vasallaje a Vuestra Real Corona o de las tierras que habitan los caribes. se vayan fuera de los contornos de Orinoco. Éste me parece, señor, mirando las cosas de cerca el medio más oportuno, para que podamos los Misioneros pacíficamente predicar el Santo Evangelio, ganar almas para Dios y vasallos para Vuestra Majestad. 20. Un brazo de Orinoco desagua en Río Negro, y éste en el Marañón, tierra de portugueses Doy noticia a Vuestra Majestad, como los Portugueses del Gran Pará tienen paso por agua para entrar en Orinoco: un brazo de éste se comunica con el río Negro, que desagua en el río Marañón o Amazonas: dista el último pueblo de estas nuestras Misiones de Orinoco hasta el brazo, que corre al río Negro, veinte días aguas arriba, y de allí hasta los primeros pueblos de los Portugueses, cuatro días agua abajo, pocos más o menos; en el intermedio Los portugueses de hay muchos portugueses de río Negro naciones de diversas Lenguas: Los Río Nergro sacan Portugueses van haciendo entradas, y agregando gente en río Negro. Estas gente de Orinoco y le agregan a sus noticias me han dado unos viajeros, que vinieron aquí desde el Marañón pueblos.
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embarcados, de dicha nación portuguesa, que viéndose perdidos en los raudales, y haber andado mucho tiempo entre gentiles, tuvieron noticia de estas Misiones, y vinieron a confesarse, y a buscar la cristiandad, y aquí se quedaron vasallos de Vuestra Majestad: esta noticia no tiene en sí más verdad que la que se puede dar a los dichos viajeros. 21. Se representa a V. M. el corto número de soldados que tiene esta escolta Represento últimamente a la piedad, y católico celo de Vuestra Majestad que el número de soldados, que tenemos en esta escolta que caritativamente nos ha asignado Vuestra Real Majestad es solo de treinta y seis hombres, y el capitán, y estos están distribuidos unos en las Misiones de Casanare, otros en las de Meta, y los más en estas de Orinoco, que distan de aquellas veinte y cuatro Se pidió a la o veinte y cinco días agua arriba: y aunque he sabido, que por Reales Cédulas Audiencia de Santa está mandado en la Audiencia de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, se Fe se aumente el número de soldados nos den los soldados que hubiéremos menester para defensa de las Misiones, de esta escolta y no no se ha podido conseguir, como ni tampoco el que se dé a los Oficiales, y se ha conseguido. No se ha podido Cabos de esta escolta los sueldos correspondientes, como se acostumbra en conseguir se les dé las demás partes, y Presidios, Solo el Capitán después de muchas diligencias el sueldo correspondiente a los pudo conseguir el sueldo, que a él le correspondía; pero no pudo conseguir Oficiales y Cabos: lo de los dichos Oficiales, y por esta causa no hay quien lo quiera ser, y al Capitán sólo se le da lo que le cuando lo admiten es con displicencia; porque no se les da más sueldo, que corresponde. a un soldado raso. 22. Quéjanse los soldados porque en 14 meses no les ha venido socorro Los dichos soldados también se quejan, porque no les dan en las Cajas de Cruzada de Santa Fe el sueldo en tiempo oportuno, como Vuestra Majestad lo tiene mandado. Desde el día nueve de diciembre de mil setecientos cuarenta, como consta del Libro real de esta escolta, no ha habido pagamento, ni han recibido un real dichos soldados desde dicho día hasta hoy día de la fecha puede ser la causa la falta de plata, que haya habido en dichas cajas, por haber enviado socorro a Cartagena, para defenderla de los Ingleses.
600.
• Libro III [XXVII]
Los soldados se quieren retirar porque no les envían el sueldo a tiempo Súplica que se hace a Vuestra Majestad. Pídese lo mismo para los Padres Misioneros.
Fin del relato hecho con ingenuidad religiosa.
Esta falta, Señor, de no venir a tiempo el socorro a los soldados, es causa, de que estén disgustados, y que se retiren (como ellos dicen) y dejen las Misiones indefensas, y consiguientemente, si se retiran, quedarán perdidas; y así últimamente suplico a Vuestra Majestad, haga, se nos aumente el número de soldados para resguardo de las Misiones establecidas, y hacer otras de nuevo, y que se acuda a los Oficiales, y Cabos con los sueldos, que les corresponden; y que sea a su tiempo; y lo mismo se observe con las Limosnas, que Vuestra Real benignidad tiene señaladas a los Padres Misioneros en las Cajas mencionadas; tampoco ha venido dicha Limosna el año pasado de mil setecientos cuarenta y uno, y me consta se han hecho varias diligencias y no se ha conseguido nada. Todo este relato con llaneza, ingenuidad, y simplicidad religiosa hago a Vuestra Majestad conforme a mi profesión, para que estando enterado de todo, pueda dar las providencias, que sean más del agrado de Vuestra Real Persona, que Dios guarde muchos años, que deseo para útil, y aumento de la Cristiandad y conversión de los gentiles, que habitan en lo dilatado de estas tierras. En las Misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús a 12 de Abril de 1742. MANUEL ROMÁN VICE SUPERIOR DE LAS MISIONES DE ORINOCO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS •
601.
[XXVIII] 1 [1742]
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Para la biografía de José Gumilla, véase [XXI].
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Memorial sobre intentos de los Capuchinos de internarse en territorios de las Misiones de Jesuitas en Orinoco*1*
El Fiscal en vista de el memorial de El Padre José Gumilla de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Provincia de el Nuevo Reino de Granada en que expresa se halla con noticias de la instancia que en el Consejo tienen hecha los religiosos Capuchinos de la provincia de Venezuela sobre querer introducirse en las misiones de el territorio que está señalado a los de la suya de el citado Nuevo Reino de Granada y costa de el río Orinoco en cuya comprobación presenta diferentes cédulas y cartas suplicando que en su vista y de las razones y fundamentos que expone difusamente se tomen varias providencias para fomento y resguardo de aquellas misiones y que los religiosos capuchinos no se introduzcan en el territorio que no les pertenece conteniéndose dentro de los límites que les están señalados. Dice que de los antecedentes que se han puesto resulta que habiendo dado cuenta con autos de esta misma controversia el Gobernador de Caracas en carta del 15 de Julio de 1741 a que dio motivo la fundación y establecimiento de un pueblo por los religiosos misioneros de la Compañía de el Nuevo Reino de Granada * AGI. Santo Domingo, 634. Texto original en castellano. Como la documentación tanto jesuítica como capuchina es ingente, remito al lector al libro de José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., V, 801-835.
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en el sitio que llaman de Cabruta a las márgenes de el Orinoco se tomó con procedente vista fiscal y con la mayor refleja y madurez la providencia y resolución que consta de su acuerdo y en su consecuencia se formó la minuta de el despacho que se ha puesto habiendo estimulado al Consejo para la determinación que comprende los pruebas y justificaciones que en él se enuncian por las que constó y se hizo ver que el territorio de los Padres de la Compañía para misionar en el nuevo Reino de Granada se circunscribe a la parte de allá de el río Orinoco y el de los Capuchinos de Caracas a la parte de acá y que por estar en este sitio el pueblo de Cabruta les pertenecía y pertenece a los Capuchinos por no poder los Jesuitas entablar misiones ni edificar pueblos en otro paraje que el que les está señalado de la otra parte opuesta de el río Orinoco; lo que más bien se comprobó con el reconocimiento de caer dicho pueblo de Cabruta en el territorio y jurisdicción de la ciudad de San Sebastián de los Reyes una de las que se hallan subordinadas al gobierno de Caracas sin que obsten ni sufraguen a la Compañía las cédulas en que se funda pues lo que de estas se percibe y resulta es que a esta religión le está concedida licencia para misionar en las riberas de el río Orinoco y sus Llanos sin que de estos se infiera precisamente sea en los de el territorio de Caracas por ser muy compatible que las misiones de los unos se entiendan de la una parte de el Orinoco y las de los otros de la otra parte y banda de allá; fuera de que las cédulas en que se fundan los religiosos capuchinos para la reducción de los indios habitantes en los Llanos de Caracas son mucho más anteriores que las expedidas a favor de la Compañía en que se les adjudicaron las misiones de el Orinoco como que las de los Capuchinos tienen origen desde el año de 1657 y las de los de la Compañía desde el de 1689 y aunque también quiere persuadirse con el mapa que ha formado dicho Padre Gumilla que Cabruta es territorio que le pertenece, lo contrario se deduce y manifiesta de él mismo por estar su situación de la parte de acá y más inmediato a los Capuchinos de Andalucía que a las misiones de la Compañía (los que por esta razón sin duda omitió dicho Padre colocar en dicho mapa) motivos porque le parece al fiscal se deberá llevar a puro y debido efecto lo determinado en esta materia y por consiguiente los despachos en su virtud ya formados mediante lo cual no hay necesidad de providencias en los demás puntos que se proponen en este memorial pues si los Capuchinos tuvieren por conveniente 606.
• Libro III [XXVIII]
permanecer en dicho pueblo de Cabruta o atraer y reducir a sus misiones los indios fugitivos que residen en él se arreglarán en uno y otro a lo prevenido en dicho despacho y a las leyes que tratan peculiarmente de esta materia especialmente las de el título 1°, 2° y 3° libro 6° de la Recopilación de Indias; ejecutando lo mismo respectivamente los Gobernadores y Justicias de las provincias que menciona en el fomento, auxilio y licencias que insinúa este procurador en los dos últimos puntos de su memorial y sobre todo el Consejo determinará lo que tuviere por más conveniente. Madrid y Abril 22 de 1744. [Rúbrica]. Consejo de 7 de mayo de 1744. Hágase como lo dice el Señor Fiscal añadiendo en las cédulas las últimas advertencias de su repuesta y ordenando al Gobernador de Venezuela y rogando y encargando al Reverendo Obispo de Caracas que amonesten y exhorten con la mayor eficacia a los Superiores de las misiones de los Padres Capuchinos y de la Compañía de Jesús que en el cumplimiento de todo lo expresado procedan con aquella buena correspondencia y armonía y con la unión y caridad fraternal que corresponde a sus religiosos institutos y tanto conduce a la propagación de nuestra santa fe y a la reducción y conversión de aquellos infieles. [Rúbrica] Consejo 26 de abril de 1742. Póngase los antecedentes que hay en la Secretaría de Nueva España por instancias de los Capuchinos de Caracas y representaciones de los Gobernadores de Caracas y la Guayana y pase al Señor Fiscal. [Rúbrica] Señor José Gumilla de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la misma Compañía con el mayor rendimiento dice: que por carta de vuestro Coronel don Gregorio Espinosa de los Monteros, Gobernador y Capitán General de Cumaná, Guayana y Orinoco y por otras del Padre Manuel Román, Superior de las misiones del Orinoco de dicha su provincia y del Padre Ignacio Ferrer de la misma Compañía (las que en debida forma presenta) está cerciorado que hay demanda en este Supremo Consejo de las Indias nacida del fervoroso celo de los Reverendos Padres Capuchinos misioneros de la provincia de Caracas que solicitan introducirse en la costa del río Orinoco. En este presupuesto y 607.
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de ser este dicho terreno destinado por Vuestra Majestad a los misioneros de la Compañía de Jesús dicha provincia del Nuevo Reino en su real cédula del año pasado de 1670 sobrecartada con otras y en especial en la que Vuestra Majestad se dignó expedir en el año de 1716 (cuyas cláusulas autorizadas presenta dicho Procurador con la solemnidad debida) en cuyo cumplimiento ha insistido dicha su Provincia con la dilatada posesión de más de 70 años en la conversión de los gentiles de aquel río a costa de afanes y muertes de sus misioneros a manos de los bárbaros caribes. En esta atención se ha de servir Vuestra Majestad siendo de su real agrado el mandar se tomen las providencias que en este memorial se expresan u otras que sean más de vuestro real servicio a fin de que conteniéndose dichos Reverendos Padres Capuchinos como también los Jesuitas de su referida Provincia en los términos que por Vuestra Majestad les están asignados se atienda pacíficamente al servicio de Dios y de Vuestra Majestad sin inquietudes que impiden la conversión de los gentiles y conservación de los neófitos en la fe recibida. Esta pretensión aunque tan justificada requiere que se haga presente a Vuestra Majestad la causa u ocasión que la ha motivado y los inconvenientes que pueden seguirse de no observarse las citadas cédulas. Y por esta causa y para que con pleno conocimiento de todo lo acaecido y sus remedios pueda informar a Vuestra Majestad el referido Procurador para descargo de su conciencia y para proceder con claridad dividirá este su memorial en tres puntos. En el 1° se referirá al hecho de que ha resultado la demanda de los Reverendos Padres Capuchinos. En el 2° propondrá los fundamentos que se pueden alegar a favor de dichos Reverendos Padres y la solución de ellos y en el 3° expondrá, los graves inconvenientes que resultan y se aumentaran en atraso de la conversión de aquellas naciones si no se estrechan y contienen los Padres Misioneros Capuchinos en los términos que Vuestra Majestad les señaló.
Punto 1° Refiérese el hecho En el mes de marzo de 1734 un misionero Jesuita del Orinoco encontró en los bosques de este río muchas familias de indios Guamos unos ya cristianos y
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• Libro III [XXVIII]
otros gentiles que huidos de las misiones de los Reverendos Padres Capuchinos iban a guarecerse entre los indios caribes enemigos de las misiones. Procuró detenerlos el Jesuita, instó y trabajó para que no se perdiesen y que a lo menos esperasen allí al Superior de las Misiones que les daría todo consuelo. Conseguido esto de los indios fugitivos y dado aviso al Suplicante acudió pronto y vencidas las dificultades que ocurrieron logró que se quedasen en aquel paraje armando en él sus chozas y población y quedando con ellos el sobredicho misionero jesuita para enseñarles la doctrina y procurar su salvación y que no se internasen más en aquellos bosques. Dióse noticia de lo acaecido a vuestro Reverendo Obispo de Caracas doctor don José Félix Valverde para que consultando con el reverendo padre Fray Salvador de Cádiz, prefecto de las misiones de su cargo, resolviesen lo más conveniente suponiendo que en esta resolución en pro u en contra de continuar la Compañía en el cuidado de aquellas almas descargaba su conciencia el Superior de las misiones de los Jesuitas. La respuesta de dicho Reverendo Obispo consultada con el referido Padre Prefecto fue que recogiese la Compañía aquellas ovejas perdidas y las cuidase porque no había otro arbitrio y así se ejecutó. Pero al año clamaron y porfiaron los guamos en que habían de vivir en el sitio de Capuruta que es costa abundante de pesca y de frutos y poco distante del nativo suelo de dichos indios motivos porque el Padre Tomás de Casabona, Provincial de la Provincia de Santa Fe, condescendió a que en dicho paraje estableciesen su pueblo los mencionados indios. Mas a fines de octubre de 1737 en el río Apure a corta distancia del Orinoco encontró el suplicante las familias de otro pueblo de las misiones de los padres Capuchinos que iba como el antecedente [roto] nominado a refugiarse en los bosques. Exhortolos cuanto pudo a que volviesen a sus misiones de donde habían salido pero todo fue en vano insistiendo lo 1º en que no huían de la santa doctrina ni de los Padres sino de la hambre porque la tierra donde los habían llevado (los Padres Capuchinos) era estéril de frutos sin tortugas ni otro pescado. Lo 2° porque aquellos bosques (donde las halló el Suplicante) decían ser patria suya y de sus mayores donde había pesca y abundancia de aves y jabalíes. Lo 3° añadían que en aquellas vegas estaban guardados los huesos de sus antepasados. Lo 4° concluyeron protestando que si los querían sacar otra vez de su patria perderían sus vidas peleando 609.
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antes que dejarse llevar con otras expresiones que concuerda con las que alegaron el Padre Manuel Román el año próximo pasado de 1741 y constan de su citada carta pág. 6 vuelta. No habiendo podido reducirlos dicho Procurador suplicó a que se volviesen a las misiones de los Reverendos Padres Capuchinos; siguió su derrota muy desconsolado por el río Apure hasta que tomado puerto en Calabozo llegó a Caracas con el deseo de atajar los daños de dichos indios y otros mayores que temía. Y a pocos días de su llegada se tuvo en esta ciudad la noticia de la fuerte resistencia que habían hecho dichos indios a los que pretendían volverlos a su misión y cómo habían muerto al uno de los religiosos Capuchinos que fueron en su demanda. Visto este suceso fue preciso tratar del remedio de aquellas almas. Y conferida la materia con dicho Reverendo Obispo y Prefecto de las misiones de los Padres Capuchinos se hizo un convenio en la forma siguiente. Lo 1° que dichos Guamos de Cabruta quedasen al cargo del Jesuita que los recogió. 2° que los indios que en adelante se ausentasen de ambos partidos de misiones si hubiese oportunidad se devolviesen mutuamente a sus pueblos. 3° que los indios que los Padres Capuchinos hallasen en Apure y otros ríos si su cabo mostrase licencia del misionero que en tal caso no los llevase a sus misiones sino los dejen ir con su cabo pues llevando éste licencia del misionero van los indios a pescar, cazar, etc. para útil de ellos y no van fugitivos ni deben ser apartados de sus propias misiones. Este convenio que por entonces pareció oportuno firmar el Suplicante (entonces Superior de las misiones del Orinoco) con el sobredicho Reverendo Padre Prefecto Capuchino y para mayor firmeza lo firma también dicho Reverendo Obispo; del referido convenio se dio un tanto al Reverendo Padre Prefecto citado y otro al Superior de las misiones del Orinoco. Y para que dicho convenio fuese subsistente y estable asegura al Suplicante el mencionado Padre Prefecto quería remitirlo a este Consejo para que Vuestra Majestad lo confirmase con su real beneplácito. Lo que parece no haber ejecutado según demuestra el efecto por los daños que de no haberse remitido u avisado a Vuestra Majestad se experimentan. Verdad es, que la 2ª parte o segundo punto del expresado convenio se ha reconocido con el tiempo ser casi impracticable a causa de que los indios que se huyen de las misiones de 610.
• Libro III [XXVIII]
los Reverendos Padres Capuchinos lo ejecutan según ellos dicen porque en dichas misiones carecen de la abundancia de víveres que tenían en sus tierras o nativo suelo. Por lo que si se les compele a que vuelvan de nuevo a dichas misiones de que se ausentaron se puede temer no solo que se vuelvan a huir sino el que por no ser otra vez aprehendidos se retiren a vivir entre los enemigos de la fe como lo han ejecutado los otomacos y los mapoyes. Después el año de 1740 amaneció el mencionado pueblo de Cabruta cercado de gente armada que acompañaba a Fray Vicente Ubrique religioso Capuchino resuelto a llevarse por fuerza aquellos indios de que por el convenio supra mencionado cuidaba un misionero Jesuita. Con tal inopinada novedad hubiera sucedido un grave escándalo y muertes de no haberlo atajado el cuidado y celo del Jesuita que lo solicitó y del Padre Capuchino que se avino a lo que era justo. Porque estando ya para venir a las manos los soldados de la escolta del Orinoco con los que llevaba Fray Vicente dicho Jesuita reconvino al referido Padre Capuchino con el convenio ajustado entre los Prelados de las dos misiones y en atención a el dicho Fray Vicente aunque respondió que no había llegado a su noticia tal convenio se allanó a volver sin llevar los indios. Pero al año siguiente de 741 volvió 2ª vez el mismo religioso con mayor prevención y aparato resuelto a llevarse los indios por la fuerza según parece de la citada carta del gobernador de Cumaná. Y a no haberse valido el misionero Jesuita de los medios más eficaces para apaciguar los ánimos hubieran sucedido muchas muertes. Porque la escolta del Orinoco que está en aquel paraje para estorbar el paso de los caribes tomó las armas y al mismo tiempo los indios guamos del pueblo contra la gente que llevaba Fray Vicente. Procuró contenerlos el Jesuita y aun no estando del todo sosegados porque esto era casi imposible en aquel conflicto salió al encuentro dicho misionero Jesuita y con el mejor modo que pudo detuvo al Reverendo Padre Capuchino y a su gente. Díjoles que en virtud del convenio celebrado entre los superiores estaban los guamos en su misión y que esto le constaba muy bien al mismo Reverendo Padre Capuchino que estaba presente pues el año precedente se había vuelto sin dichos indios en virtud del referido convenio. A esto respondió el Reverendo Padre Fray Vicente que aquel ajuste se había hecho por el Prefecto que acababa de serlo que ya tenían otro Prelado y que éste no consentía en lo que su predecesor ajustó. Aquí replicó el capitán de 611.
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la escolta del Orinoco don Francisco Sanabria con grande resolución que su paternidad tuviese por muy cierto que hasta perder la vida él y sus soldados no llevaría indio alguno de los de aquel pueblo porque él les había dado palabra que los defendería de toda violencia. Con este reto el Padre Capuchino temeroso o convencido de la razón se retiró. Aunque no por esto cesaron los males por quedar en pie la raíz de la discordia que es el derecho que dicen tener los referidos Padres Capuchinos y se reduce a lo siguiente.
Punto 2° Derecho que se alega por los Reverendos Padres Capuchinos Los Reverendos Padres misioneros Capuchinos en lo que han practicado y queda referido en el punto antecedente pretenden haber procedido arreglados a los reales órdenes; fúndanse en que la costa del Orinoco llamada Capuruta o Cabruta según el sentir de dichos Reverendos Padres toca o pertenece al gobierno de Caracas cuyo territorio ha destinado Vuestra Majestad para sus apostólicas tareas. A esto se llega el haber sacado la cara el gobernador de Caracas dando a entender por el efecto que Capuruta es perteneciente a su gobierno puesto que ha mandado se quite la fundación de dicho pueblo de Capuruta. Y es de no leve confirmación el que el citado Padre Manuel Román en su mencionada carta dice que el cabildo de la ciudad de San Sebastián perteneciente a Caracas amenaza con castigos a los vecinos que se atreviesen a establecerse cerca de Capuruta. Por lo que varias familias han retrocedido de dicho paraje con notorio perjuicio de las poblaciones del Orinoco por ser Cabruta el antemural para atajar las continuas irrupciones de los sangrientos caribes. Luego no siendo creíble que dicho cabildo de San Sebastián y Gobernador de Caracas multasen y mandasen en el territorio de Cabruta si no perteneciese ésta a dicha gobernación es visto que Capuruta es territorio perteneciente a los Padres Capuchinos y por consiguiente han procedido con justificación en todo lo que han practicado. Éste es, Señor, todo el fundamento en que estriba el derecho que pretenden los referidos Padres Capuchinos propuesto con la mayor eficacia. Si bien no tiene eficacia verdadera sino solo en la apariencia por las razones siguientes. 612.
• Libro III [XXVIII]
1ª porque el Gobernador de Cumaná, Guayana y Orinoco no dudando que Cabruta pertenece a su jurisdicción y de ningún modo a Caracas ha enviado sus órdenes al Capitán de la escolta de dicho Orinoco para que se remita preso al cabo de la gente armada que bajare de los Llanos de Caracas a inquietar los indios de Cabruta u de cualquier otro pueblo del Orinoco. Asimismo, el Vicario General de Cumaná envió su exhorto al mismo capitán para que no permita entre y que si lo intentare con estrépito militar inquietando dichas misiones se lo remita aprisionado. Luego no siendo creíble que dicho Gobernador secular y Vicario General Eclesiástico manden y procedan con rigor tan extraño en dicho territorio de Cabruta si ésta no perteneciese a dicha su gobernación. Es visto que Capuruta no es territorio de Caracas y por consiguiente no pertenece a los Reverendos Padres Capuchinos para sus apostólicas misiones y por tanto deben abstenerse de continuar en lo que han practicado por no tener derecho para ello. De aquí nace que todo el fundamento de los Reverendos Padres Capuchinos queda desvanecido con la redargución e instancia propuesta. Porque la respuesta que dieren a dicha instancia es solución de su argumento cuya fuerza se elide y enerva con la razón propuesta y así deben buscar otro argumento para fundar su derecho pues todo con lo que estriban o nada prueba o ha de probar lo contrario el alegado en contra de dichos padres en el número precedente. Por lo cual se debe recurrir a otros principios para establecer cada una de las partes su pretensión y en consecuencia de esto y continuando en demostrar ser solo aparente y nada sólido el derecho pretendido por los sobredichos Padres Reverendos. Añade dicho Procurador (y es la 2ª razón) que la costa de Capurrita deben todos confesar (ínterin que Vuestra Majestad resuelva otra cosa) no pertenece a la Gobernación de Caracas sino a la de Cumaná, Guayana y Orinoco. Para cuya demostración basta saber que todo el río Orinoco y sus riberas anejas han estado desde los principios bajo el gobierno de la Guayana y en esta posesión han estado sin controversia los Gobernadores de dicha Guayana hasta el gobierno del Coronel don Carlos de Sucre a quien Vuestra Majestad mandó por su real cédula reconociese las riberas descubiertas del Orinoco llevando personas prácticas y noticiosas de las provincias más cercanas y que demarcase las jurisdicciones y términos de los gobiernos 613.
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inmediatos. Mas no habiendo puesto en ejecución esta real orden dicho vuestro Gobernador a causa de su avanzada edad e indisposiciones subsiste la mencionada posesión ínterin se asignen los términos de los mencionados gobiernos y debe tenerse por ajeno de justicia y aún por atentado el que el Gobernador de Caracas desposea al de Guayana del territorio en que por tan dilatados años sin contradicción ha gobernado en conformidad de lo dispuesto por Vuestra Majestad. La 3ª razón y más principal es que dado caso haya duda sobre a cuál de los dos gobiernos pertenezca hoy Capuruta y aun admitido que toque al gobierno de Caracas esto no da derecho a los Reverendos Padres Capuchinos para lo que pretenden. Porque siendo cierto y constante que la dicha costa de Cabruta es terreno destinado por Vuestra Majestad para las misiones de la Compañía de Jesús en virtud de las citadas cédulas de los años de 1670 y 1716 en las que les destinó Vuestra Majestad el río Orinoco sin excepción alguna con sus vegas (una de las cuales es la de Capuruta) no hay duda que aunque dicha vega perteneciese a Caracas no deben entrar en ella los Reverendos Padres Capuchinos como ni en las bocas del río Apure ni llegar a los ríos del Sinaruco y Meta posesión antigua de dichas misiones de la Compañía. A lo dicho se pudiera añadir la práctica inviolablemente observada por los misioneros de todas las religiones en aquellos parajes pues hasta el presente se han contenido (exceptuando dichos Padres Capuchinos de pocos años a esta parte) en los términos o linderos señalados por Vuestra Majestad y para prueba, aunque no sea necesario por la notoriedad del hecho, sirva de ejemplar el nuper citado río Apure cuyas cabeceras en lo más alto de los Llanos a la banda del sur son misiones de los Jesuitas; a la banda del norte son las de los Reverendos Padres de Santo Domingo sin que jamás hayan pasado los unos ni los otros el río Apure para entrometerse en mies ajena. El término oriental de las misiones de los Padres Dominicos llega Apure abajo hasta las cercanías de la boca del río Masparro y no pasan de allí por no entrarse en lo restante que pertenece a los Reverendos Padres Capuchinos de Caracas; luego siguiendo esta misma práctica dichos Reverendos Padres Capuchinos no deben acercarse a riberas del Orinoco ya dichas por haberlas destinado Vuestra Majestad para las misiones de la Compañía como por la
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• Libro III [XXVIII]
misma razón los Reverendos Padres Dominicos y Jesuitas se han contenido en los límites que se les asignaron.
Punto 3° Graves inconvenientes que resultan de que los misioneros excedan los linderos que se les ha señalado para terreno de sus misiones Es bien notorio que los disturbios de las ciudades y provincias y aun las guerras más sangrientas se originan de querer extender los límites de sus jurisdicciones y terrenos. Esto milita igualmente en el gobierno eclesiástico si se quieren propasar los términos de sus respectivos entables. Y no con menos daño sucede lo mismo en el ministerio apostólico de las misiones entre gentiles por más espirituales y doctos que sean los misioneros. Ninguno son mejores ni aun igualan a los Apóstoles a quienes llenos del Espíritu Santo envió el Señor a predicar el evangelio al mundo universo. Pero no confusamente sino con la distinción de provincias y reinos que todos saben. A Santiago el mayor le tocó España, a Santiago el menor le cupo en suerte Judea con su capital Jerusalén, la India interior a Santo Tomé y así a cada uno de los apóstoles su región diferente. Esta misma pauta siguieron los gloriosos predecesores de Vuestra Real Majestad en el destino de los misioneros que enviaron a los indios asignándoles determinados territorios para que sin impedirse unos y otros trabajasen gloriosamente y este mismo dictamen ha confirmado Vuestra Majestad con notable aumento de las misiones y utilidad de los indios y esto solo es lo que hoy desea la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús para que haya paz y unión entre los ministros apostólicos y se atienda sin inquietudes a la salud de las almas aunque para esto sea necesario ceder la Compañía algún terreno del que Vuestra Majestad le tiene señalado para este santo ministerio. Para prueba de que éste es el ánimo de los Jesuitas y que lo que se acaba de expresar es representación ingenua sin otro blanco que la paz y gloria de Dios en servicio de Vuestra Majestad baste decir (dejando otros ejemplares) que en el año de 1732 cedió el Suplicante a los Reverendos Padres Observantes de Cumaná y a los Reverendos Padres Capuchinos de Guayana dos territorios considerables de misiones en el Orinoco que por cédula de 615.
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Vuestra Majestad pertenecían a la conducta de los Jesuitas. Y para que dicha cesión que miraba a la mayor gloria de Dios no sirviese en adelante de tropiezos ni atajase el celo de los Padres misioneros se hizo en la Guayana convenio con gusto de los Superiores de los tres partidos de misiones; se dio cuenta a Vuestra Majestad quien se sirvió confirmarlo por real cedula del año de 735 u 736. De que se infiere que así como cedió la Compañía dichos territorios que por vuestras cédulas reales le pertenecían para que en ellos se ocupe el celo de los expresados Padres Observantes y Capuchinos también cediera la costa de Cabruta, las vegas del Guarico y Apure a los Reverendos Padres Capuchinos de Caracas si el Provincial de su provincia de la Compañía, el Superior de las misiones, los consultores de provincia y Padres misioneros de estos partidos no juzgasen ser contra el fin deseado de la conversión de las almas el condescender con los sobredichos Padres Capuchinos de Caracas en que estos Reverendos Padres bajen a Cabruta y a las sobredichas cercanías del Orinoco destinadas por Vuestra Majestad a la Compañía y de lo contrario se encuentran graves incontinentes. Porque en primer lugar no es ligero sino de suma gravedad el que todos los misioneros se arreglen a lo que Vuestra Majestad tiene tan sabia y justamente determinado; luego si Cabruta y Vegas del Orinoco están señalados por Vuestra Majestad para el cultivo de los indios de la Compañía no deben ni pueden entrarse en dicho territorio los Reverendos Padres Capuchinos de Caracas como con daño de las misiones lo han ejecutado. Lo 2° porque de no contenerse en sus límites asignados dichos Reverendos Padres es casi preciso se originen discordias, faltas de caridad, inquietudes de los pueblos recién convertidos y otros con manifiesto atraso de unas y otras misiones y aun con pérdida de muchas almas como consta de lo dicho en el 1° punto hablando de los indios guamos y de las familias fugitivas a quienes no pudo contener ni reducir el misionero Jesuita para que se volviesen a las misiones de dichos Reverendos Padres Capuchinos. A esto se llega que en las vegas y bosques de las vegas del Apure, del Guárico y otros contornos del Orinoco viven como retraídos y en realidad escondidos muchos indios de las naciones de otomacos y mapoyes que habiendo sido extraídos de su contorno por los Padres Capuchinos se han 616.
• Libro III [XXVIII]
vuelto a su centro y patria nativa con deserción muy sensible así a dichos Reverendos Padres como a los Jesuitas que ven perdidas aquellas almas que ellos pudieran conservar en la fe por ser de su terreno asignado por Vuestra Majestad y por el celo de dichos Reverendos Padres que entraron en territorio que no les tocaba se les ocasionó su ruina. Sin que sirva de consuelo el que se discurra que por medio de los Jesuitas que viven en Orinoco se podrán recoger y domesticar dichos otomacos y mapoyes. Porque esto no lo pueden conseguir de modo que hagan pie firme en una población (lo que solo se ha logrado en el pueblo de Cabruta) como ha demostrado la experiencia. Pues habiendo el Suplicante juntado un pueblo de otomacos en el Barraguán, otro de mapoyes y con ellos algunas familias de Paos y agregado en el sitio llamado Guayra en Orinoco un grande número de guamos no se ha podido conseguir la deseada permanencia temerosos de que los Jesuitas los han de entregar a los Padres Capuchinos de cuyas misiones se habían huido sin que hayan bastado amonestaciones ni agasajos para que no se vuelvan a huir llevados de dicho imprudente temor. Lo que hoy es más de temer de su tosquedad a vista de la fuerza de armas con que el referido Fray Vicente ha bajado dos veces a llevarse los indios de Cabruta y más con el reciente ejemplar que hoy se llora de la pérdida del pueblo de Santa Bárbara fundado a las orillas del río Sinaruco cuya gente de nación Yarura ya casi enteramente doctrinada poco después del ruido que dicho fray Vicente Ubrique causó en Cabruta se escondió en aquellos bosques sin saber si se podrá agregar por segunda vez. Últimamente, Señor, dejando de ponderar otros daños que nacen de los insinuados no es el menor y por sus consecuencias muy digno de la atención de Vuestra Majestad el ver las comisiones y mandatos opuestos entre sí que despachan vuestros Gobernadores de Caracas y Cumaná a Cabruta (aunque ambos juzguen que en ello cumplen con su deber). Porque de estos órdenes es necesaria la perturbación de dichas dos provincias y gobiernos y de ésta la pérdida de unas y otras misiones con otros desórdenes que es fácil deducir del dicho antecedente. Por todo lo cual y en atención a los motivos expresados. Suplica rendidamente a Vuestra Majestad dicho Procurador General que habiendo por presentadas las cartas y cláusulas testimoniadas de vuestras 617.
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reales cédulas supra referidas se sirva Vuestra Majestad mandar o dar el orden conveniente y más eficaz para que los Reverendos Padres Capuchinos de la Provincia de Caracas no entren en el territorio asignado por Vuestra Majestad a los Padres de la Compañía de su citada provincia del Nuevo Reino y en consecuencia de esto no lleguen a Cabruta ni a diez leguas de las bocas del río Apure ni del Guárico que entran en Orinoco ni se acerquen a los ríos del Sinaruco y Meta por ser misiones de que por vuestras reales cédulas tiene antigua posesión la Provincia de la Compañía de dicho Nuevo Reino. En lo que espera el Suplicante recibir merced del piadosísimo celo de Vuestra Majestad para la paz y bien universal de aquellas misiones. Asimismo suplica se dé providencia para que dichos Reverendos Padres Capuchinos no molesten ni demanden los indios fugitivos de sus misiones con tal que se sujeten a la enseñanza de los misioneros Jesuitas del Orinoco para que por este medio se evite el que se pierdan entre los bárbaros caribes y que mutuamente suceda lo mismo respecto de los indios de las misiones del Orinoco de la Compañía si habiéndose huido a las de dichos Reverendos Padres Capuchinos se sujetaren a su enseñanza. Y que lo dicho se observe sin embargo del convenio supra celebrado porque la experiencia ha mostrado no debe subsistir en esta parte (hasta ahora no aprobada por Vuestra Majestad) por lo que en la relación del hecho hablando de dicho convenio se apuntó. Suplica y espera ut supra. Suplica también a Vuestra Majestad que en atención a que la escolta del Orinoco necesita del fomento para resistir a los caribes se sirva Vuestra Majestad mandar a los Gobernadores, Alcaldes y demás justicias de la provincia el que pasen a vivir a Cabruta, Meta y Sinaruco y demás parajes de las misiones del Orinoco sino que antes bien en nombre de Vuestra Majestad ofrezcan los honores y utilidades que fueren de vuestro real agrado a los que se alentaren a tener su habitación en dichos parajes para que formados pueblos de dichas familias se impidan las entradas de los mencionados caribes. Espera merced, ut supra. Últimamente suplica para conservación de dichas misiones se sirva Vuestra Majestad ordenar a los Gobernadores de Caracas, Cumaná, Santiago de las Atalayas, a los Corregidores y Alcaldes de estas tres provincias que siempre que el Capitán de la escolta del Orinoco y Superior de las misiones les de aviso de algún aparato extraordinario de los caribes para invadir dichas 618.
• Libro III [XXVIII]
misiones envíen pronto socorro según sus respectivas fuerzas por ser del servicio de Dios y de Vuestra Majestad de quien en todo espera dicho suplicante recibir su merced, ut supra, etc., JOSÉ GUMILLA SOC. JHS. [Dorso] [Rubricado] •
619.
[XXIX] [1743] Roque Lubián. Nació en Lubián (Zamora), el 16 de agosto de 1707. Ingresó en la Compañía de Jesús el 1 de marzo de 1732, en Villagarcía de Campos, aunque el noviciado lo concluyó en Alcalá de Henares. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1735, ya como sacerdote. Completó sus estudios de Teología en la Universidad Javeriana. Ingresó en 1738 a la Misión del Orinoco. Fue Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma su residencia habitual mientras pervivió esta reducción. Allí se convirtió en el compañero del P. Manuel Román, a la vez que compartía la atención a los sálivas y dirigía los difíciles comienzos de la Procura de la Misión del Orinoco. En 1746, según Alvarado, fundó el pueblo de La Urbana, con guaipunabis y otomacos. Fue Superior de las misiones del Meta de 1748 a 1754. Sucedió al P. Manuel Román al frente de la misión del Orinoco de 1754 a 1757. Durante su gestión en el gran río venezolano, tuvo que afrontar las exigencias y la presencia de los comisarios regios que componían la Expedición de Límites. Habiendo regresado a las Misiones del Meta, fue nombrado de nuevo como Superior, de 1761 a 1763. El día 15 de octubre de 1767, le fue intimado, en Macuco, el decreto de expulsión del Rey Carlos III. Falleció en Gubbio, el 8 de mayo de 1781.1
1 José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 298-301. Véase José DEL REY FAJARDO. Historia y crónica orinoquense. Op. cit., II, 601-621.
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Dictamen del P. Roque Lubián de la Compañía de Jesús en la Junta de Guayana de 1743*1*
Dictamen del P. Roque Lubián de la Compañía de Jesús Puntos, que el Señor Gobernador y Capitán General Don Gregorio Espinosa de los Monteros, propuso en consulta, en la Guayana, para que cada uno de los que han de concurrir a ella resuelva lo que mejor le pareciere. 1º Pregunta su Señoría ¿dónde juzgan más conveniente, la creación del Fuerte en Orinoco, si en la Isla de Fajardo, en la Angostura o Caño de Limones? ¿Qué fuerza consideran necesaria, qué tropa de infantería, y qué razones concurren para que sea más acertada la elección de la fortificación, en la parte de el Dictamen de cada uno? 2º Que se diga el estado actual de cada comunidad y poblaciones, que se premeditan adelantar, para asegurar el paso del Nuevo Reino, y ocurrir a las crueldades de los caribes, atendiendo en el Informe a la guerra, en que estamos con la nación Anglicana.
* AGI. Santo Domingo, 634. Primer Quaderno de Autos operados por el Señor Don Gregorio Espinosa de los Monteros (1743).
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3º ¿En qué adelantamiento entienden actualmente cada una de las RR. Comunidades? Y hallándome yo, entre las partes, que han de dar su parecer, como Procurador de las Misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús, enviado de mi superior a ciertos negocios, de ellas respondo a lo primero: que siendo necesario que se fortifique Orinoco, para la seguridad de estas provincias, y cerrar el paso a las hostilidades de los caribes, e impedir la comunicación de los extranjeros, no admite dilación esta obra, sino experimentando nuevas insolencias de unos y otros por no dar treguas la malicia de los caribes, aunque se les convide con la paz, por lo cual digo, que es verdad que en la Angostura se puede cerrar el paso por ir el Río estrecho, entre la eminencia de dos cerros; pero parece, que aunque el sitio sea apropósito para erigir castillos, le faltan otras condiciones muy necesarias, que no hay cerca montes apropósito, para labranzas de que se hayan de sustentar los que le guardasen. Y si hablamos de la Isla de Fajardo, también se podría fundar en ella fortaleza que estorbase el paso con más inmediación a la Guayana, y Misiones de los RR. PP. Capuchinos que la Angostura; pero si se ha de hacer allí el castillo, con los Reductos que le corresponden para la seguridad, es obra larga (aunque segura) y en las circunstancias de la guerra presente, dificultosa de emprender; con que si hallamos un sitio que no esté tan distante de la Guayana, como la Angostura, que está tres días más arriba ni tan difícil de fortificar en las presentes circunstancias, como la Isla de Fajardo, y por otra parte cierre el paso a lo que se intenta éste sin duda sería el mejor: y este puede ser en la boca del Caño de Limones, que está enfrente del Castillo de la Guayana, en tierra firme: Las razones, que me mueven son la primera, que estando de la banda del sur hecha ya la principal fuerza, que es el presidio de la Guayana, se siguen menos gastos a su Majestad, se cierra el paso, se puede hacer más brevemente, que es lo que pretendemos, y se necesita, consiguiéndose el mismo fin, que en Angostura, e Isla de Fajardo, con ventajas porque hecha la fortificación en este sitio quedan cubiertas y defendidas las Misiones de los RR. PP. Capuchinos y en la Angostura no. En la Isla de Fajardo, aunque en parte, no del todo quedan cubiertas, y para el bien común y defensa fundamental, conviene en el dicho Caño en tierra firme. La segunda que en este sitio están más cerca las Poblaciones que hay fundadas en la Guayana para las providencias 624.
• Libro III [XXIX]
necesarias, de bastimentos y otras cosas que deben concurrir: Los inconvenientes que puede tener puesto el Fuerte en el sitio dicho, pueden ser que se anega en tiempo de invierno, como una vara en la mayor creciente, y si los inteligentes hallan que esta dificultad se puede superar, no cesa el dictamen de que se haga allí. El otro inconveniente, es que se anega todo aquel monte contiguo al Caño de Limones, cerca de una legua tirando línea recta al Norte, por donde podían pasar embarcaciones escondidas por el monte cuando el Río está crecido, sin que de la nueva fortificación fuesen sentidas, pero como el monte está impenetrable por las malezas intrincadas, enlazadas las espinas es muy dificultoso que los caribes u otros cuando quisiesen pasar, se detengan a abrir camino, sin que sean vistos, o sentidos; finalmente ciérrese el Río, y comiéncese lo que tantos años ha se pretende, y sea donde se fuese. Por lo que toca a la Fuerza y tropa de infantería, para el resguardo del Fuerte, con cincuenta plazas más, por ahora, me parece auora bastante. A lo 2º que se diga el estado actual de cada comunidad y poblaciones, que se premeditan adelantar etc. respondo primeramente, con el tratado de una carta, que su Reverendísima el P. Manuel Román, superior de las Misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús, escribió a V. S. su fecha de veinte y tres de junio, de mil setecientos cuarenta y dos, y es como sigue: Carta.— Señor Gobernador y Capitán General Don Gregorio Espinosa de los Monteros. Muy señor oprimido de aprieto y riesgo en que se hallan estas Misiones, por los asaltos y destrozos que a cada paso experimentamos, sin poder salir, a pescar ni a las labranzas sin peligro de ser presos, muertos, o cautivos de caribes que intentan por agua y tierra asolar del todo a estas Misiones, como consta de muchos casos fatales que omito, por no molestar a V. S. con historias prolijas: oprimido digo de todo recurso, al amparo de V. S. suplicándole ponga remedio a tantos males, antes que acabemos de llorar la última ruina, haciendo alguna población de mulatos, negros, o mestizos en las tierras de caribes de Puruey, y Caura, y si esto, no se pudiere que se haga una entrada con las prevenciones, que la alta comprensión de V. S. alcanza a fin de sujetar la furia y orgullo de los caribes, y que se restituyan a estas misiones los cautivos que de ellas han licuado así Sálibas, como Maypures, y Quirupas; si no se les pone freno, no pueden subsistir estas Misiones, hasta la comunicación de un Pueblo a otro nos embarazan: 625.
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A primero de este mes iba una embarcación, con diez y siete almas Maipures, y dos soldados a Cabruta, y no han parecido, ni vivos, ni muertos, solo se han visto rancherías de caribes en el camino y discurro que ellos mataron a los soldados, y llevaron cautivos a los indios. De estos casos han sucedido muchos casi semejantes. No hay año ninguno en que no bajen a sus tierras de estos contornos muchos cautivos. Veinte curiaras me han dicho que han bajado en estos dos meses de mayo, y junio, pasando, en noches oscuras por el fortín de San Xavier, sin bogas, por no ser sentidos a este paso nos dejarán en breve sin mies, y nos veremos precisados, a volvernos a los Colegios; Si la piedad de V. S. no lo remedia, no hay remedio de tejas abajo. Conviene Señor para servicio de ambas Majestades, crédito, y honra de V. S. y si no Señor hablo claro, desengañándome V. S. para tomar las providencias que más nos convengan. Espero en Dios, que V. S. ha de pacificar a este Orinoco, y que ha de ser en grande honra suya, y bien de las almas. Veo que V. S. se ve precisado a resguardar estas costas infestadas de enemigos, y que la gente que de ahí se desmembrase, puede hacer falta: a esto digo que para entrar a los caribes, no es menester multitud de gente, sino una buena resolución y haciendo algún agasajo a los que entrasen no faltará gente en esos contornos de Barcelona, que haga la entrada: V. S. mejor que yo discurrirá medios para la dicha entrada, a mí me toca clamar y pedir remedio y a V. S. aplicarlo: Hasta aquí el P. Superior y por el contexto, de esta carta, que solo ligeramente insinúa el estado, de las persecuciones que padecemos de los caribes, podrá V. S. sacar, ¿en qué aprieto se hallan nuestras Misiones, las que además de ser las más perseguidas son las que más distantes están del recurso a V. S., son las más perseguidas en los términos del Gobierno de V. S. por que bien puede haber otras Misiones también por algún tiempo combatidas, pero al fin con el calor y amparo de V. S. cesan, aunque no se acaben las persecuciones: cuando se puede verificar que en la parte de la viña que nos ha tocado, ni se han acabado ni cesado las acechanzas de los enemigos de la cristiandad? Desde la primera piedra fundamental de nuestras reducciones, que ha sido puesta sobre los trabajos, y desvelos de los Misioneros, ¿quién podrá decir, que ha habido sosiego, y alguna noche, sin desvelo? Esto solo, lo puede explicar quien lo padece, sin la esperanza de recurso a V. S. por ser tanta la distancia que hay para invocar el auxilio, que nos podía socorrer en 626.
• Libro III [XXIX]
Fundación nueva de los PP. Jesuitas en Guayana.
aquellas ocasiones, que es necesario, o morir por la fe de N. S. Jesu-Christo, o vencer con la poca escolta que tenemos acompañados de siete soldados, que la piedad de V. S. tiene allí destacados, desde el principio de su Gobierno, los que hay dan mucho para nuestra defensa. Con esos mantenemos y fomentamos a la Fundación nueva de San Ignacio de Cabruta, contra quien han sido tales las persecuciones, no solo de caribes, sino de otras personas de distinción, y calidad, que a no ser obra de Dios ya estuviera arruinada, desde sus principios, como le consta a V. S. con cuya sombra, y amparo, va creciendo, y en ella se puede asegurar mucho para la defensa de Orinoco si prosigue su aumento. Restan otras cinco reducciones que ya están fundadas mas arriba de Cabruta, cuatro, o cinco días, y en invierno más jornadas. La primera Nuestra Señora de los Ángeles de Pararuma. El Fortín de San Francisco Xavier de Marimarota, con su población: Santa Teresa, de Carichana, todos tres Pueblos, de nación Sálibas. San Francisco de Borja de los Yaruros, San Joseph de Paruate, que ahora se está fundando y es de nación Mapoyes: En todas las reducciones se cumple con el ministerio de rezar y explicar la doctrina todos los días, por la mañana en su idioma, y por la tarde en español, asistiendo y explicando personalmente el Padre Misionero. Los domingos, se les predica las verdades eternas y explica la doctrina cristiana, en su lengua. Y en las otras fiestas principales del año se les predica el Misterio del día: en cada Pueblo hay escuela de muchachos, en donde aprenden todos a leer, y algunos a escribir, aprenden y se les enseña el canto llano, y diversidad de la solfa en la que aprovechan mucho, la música en harpa, vigüela, violín, y otros instrumentos como clarines, flautas dulces etc. según lo nuevo o más antiguo del pueblo: todo esto se endereza al culto divino, enseñanza y policía de los indios, para lo cual también hay maestro que les enseñe danzas; la diversión, genio de los indios, y días festivos. En algunas ocasiones suelen representar algunos coloquios de Misterios de la Fe, ya en español, ya en su lengua para que todos lo entiendan. Están tan adelantados estos niños que saben la doctrina en español con pronunciación muy clara, y se conoze que perciben el sentido, porque preguntados lo que quiere decir en su lengua responden con acierto. Esto que nos causa mucho consuelo por ver que hasta los viejos también están adelantados en la Fe y que casados por la iglesia se confiesan todos, 627.
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y comulgan muchos con devoción: Nos desconsuela el ver, que sin poderlo nosotros remediar, los caribes intentan destruir lo que con tanto trabajo se ha plantado porque si estos están de paz con nuestros neófitos los solicitan, para que dejen la cristiandad, y se huyan con ellos a sus tierras como ya lo han conseguido en muchos que han arrancado y están entre ellos apóstatas metiéndoles el cisma de que lo que predicamos es mentira. Si están de guerra van con armamentos, y cuando no se atreven públicamente a entrar en los pueblos, por la escolta que hay en ellos, se introducen secretamente en las sementeras de los indios cristianos, en donde hacen destrozos, y cautivan los que pueden, como la experiencia lo tiene demostrado en varios acasos fatales; y cuando por esta parte, no logran sus depurados intentos hacen el tiro, con los que encuentran pescando en el Río. Aumenta nuestro cuidado el saber que entre los reducidos, hay algunos, no tan fieles que en la oscuridad Se comunican los de la noche introducen algunos caribes sus camaradas en el Pueblo, y es alta indios caribes con providencia de Dios, que no nos hayan quemado: Hemos tentado todos los los demás. medios de la paz con ellos, y su paz, no es paz, sino guerra que de cualquier suerte, sus intentos se dirigen, a deshacer la cristiandad, y los pueblos y a que nos volvamos, a nuestras tierras que ellos solos, son los señores del Orinoco, Fomento de las coy de las demás naciones; fomentan sus tiranías las naciones extranjeras, con lonias Extranjeras. suministrarles armas, y municiones, a trueque de los cautivos que cogen en, fin, es éste un punto que pide remedio el cual solo puede estar, fundando en sus mismas tierras una fuerte población de españoles que espante los extranjeros que en ellas residen para sus comercios ilícitos y sosiegue a los caribes. Y paso al tercer punto que es. 3º ¿En qué adelantamiento entienden cada una de las RR. Comunidades? Digo que a la presente solo nos contentamos, en mantener los seis pueblos arriba dichos, que cultivamos cinco PP. y un Hermano Coadjutor, y de cuando, en cuando se hacen las entradas que se pueden a los gentiles, reduciéndolos, para acrecentar los pueblos, y no habiendo por ahora otros operarios sino los ya expresados, con la escolta de veinte y tres soldados, que el celo católico de Nuestro Rey (que Dios guarde) nos concedió y mantiene llegándose también algunos agregados, no es posible adelantar prudentemente el paso, aunque hay mucha mies, bien dispuesta, mientras no se den otras providencias de sosegar los caribes, que todo lo perturban y tiranizan, por cuya 628.
• Libro III [XXIX]
causa todos los informes que se pidan han de venir a parar en caribes, que es la piedra del toque. Ya verá V. S. por la carta que aquí va inserta, cómo no es posible adelantar las Misiones en el estado presente, sin que queden expuestas a la ruina las ya fundadas, porque para hacer nuevas reducciones, es menester nueva escolta para su seguridad; esta no la hay sino las veinte y tres plazas dichas, y el capitán (las otras doce plazas que componen el número, de treinta y seis, que S. M. nos concede, están en las Misiones de Casanare y Meta) añadiendo los siete soldados, que V. S. tiene destacados, en las de Orinoco, todos son necesarios, para mantenernos, en el estado presente con que se ve claramente que para poder adelantar es menester añadir escolta, porque en estas circunstancias no se puede quitar de un pueblo fundado, quedando en su riesgo, para poner las fuerzas en otro, que todavía está en esperanzas esto se deja entender bien. Y solo resta poner en noticia de V. S. que estos soldados que nos escoltan, hace tres años por junio de este año, que no han recibido, ni un real de su sueldo que les está señalado en las cajas de Cruzada de Santa Fe, y en estas mismas cajas está también señalada la limosna que su Majestad nos da anualmente a cada Padre de la cual no hemos recibido nada en este mismo tiempo dicho; y por este motivo, los soldados como no les pagan se quieren ir y nos dejarán solos, y de ahí se sigue la perdición de todas las Misiones, por lo que llevo dicho: Los PP. tampoco nos podemos mantener sin esa limosna porque no tenemos otras haciendas ni rentas. Y aunque tuve noticia, que el excmo. señor Virrey, había ya mandado dar un socorro eso solo será para pagar parte de lo que se debe y quedamos en la misma necesidad, siempre en guerra viva, faltos de socorro y expuestos a la perdición de las Misiones: todo esto pongo en la consideración de V. S. para que nos patrocine ante el Señor Virrey en la necesidad que nos hallamos aunque de parte de los PP. Misioneros, estamos prontos y constantes a sacrificar la vida en servicio de ambas Majestades, en medio de tal persecución, como es la de que no se les pague a los soldados sus sueldos y nos dejen solos en medio del enemigo: Espero en Dios que el celo de V. S. tendrá presente esas Misiones, para solicitar el socorro del exmo. señor Virrey, o adonde más convenga. Conviene también que V. S. sepa que aun dado caso, que se cierre el Orinoco y se amansen los caribes, es necesario el aumento de nuestra escolta para la seguridad de las naciones que se han de poblar hasta que estén bien domados 629.
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los indios porque en alargando el paso Orinoco arriba dejarán de hacernos guerra los caribes, nos la hará otra nación muy crecida, guerrera, bárbara, comedora de carne humana, aun más que los Caribes, que son los Guaipunavis. Además de esto el Orinoco tiene comunicación con el Río Negro y este con el Río Marañón, tierras de portugueses por un caño que a distancia de quince jornadas de nuestras Misiones, Río arriba, se divide del Orinoco, como lo testificaron dos portugueses, que navegaron por el dicho caño a este Río, y se aparecieron en nuestras misiones el año de cuarenta venían a buscar gente para llevar al Marañón, se perdieron entre la confusión de las naciones y tomaron por buen partido, poder salir a nuestras reducciones en las cuales está vivo, uno, y el otro se murió. Las consecuencias que se pueden seguir de esta comunicación de Orinoco con el Marañón se puede discurrir. Últimamente, añado que para adelantar nuestras Misiones el primer puesto que hemos de tomar podrá ser un raudal, que llaman de los Atures, que dista dos días de la última Misión Orinoco arriba: Éste es un sitio que por su naturaleza estorba totalmente, el paso a las embarcaciones; puesta allí una mediana defensa, porque de noche es imposible pasar por agua, ni arriba, ni abajo, sin que se caiga en un precipicio formidable, por lo violento de las corrientes, entre peñascos y remolinos, que se tragan las embarcaciones: De día solo un rumbo hay y ese con los mismos peligros de tal suerte, que es menester prácticos, de la misma tierra, que guíen y prevengan la embarcación para poder hallar paso, esto es, una violenta canal que se precipita en peñones. En este sitio hay una isleta, que puesta con la defensa de doce, o catorce hombres, cierra totalmente el paso con una llave que no se puede falsear, ni de día, ni de noche; tiene muchas conveniencias cerrar este estrecho; porque llegado el caso que acá abajo se fortifique Orinoco, de la suerte que se intenta, o sea en la Angostura, Isla de Fajardo, o en el Caño de los Limones que parece más conveniente, les quedan a los caribes los caminos patentes por tierra, por donde pueden subir, desde Esquivo hasta más arriba, de este raudal que digo en donde después de haber arruinado con sus crueldades a aquellas pobres naciones que ellos dominan, les quitan sus embarcaciones, o las hacen ellos, o en cáscaras de palo, como suelen viajan cargados de cautivos, por esta misma canal, que precisamente, han de pasar de día, sin que les quede elección, de mudar camino, con que poniendo en aquel sitio una 630.
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mediana defensa en la Isleta, que hay capacidad para un pueblecito ya se les hace a los caribes un grande estorbo, y se les pierden las esperanzas de bajar por aquel sitio tantos cautivos. Es cierto, que en ese caso podían volver por el mismo camino de tierra que llevaron, pero como hay tanta distancia llegan cansados, y los cautivos que trajeran, se les disminuyen, y escapan, entre los montes; los niños, se les cansan o mueren en el camino, que es muy largo, y el avío se le acaba, fuera de que también entonces se les podrá perseguir por tierra. Sirve también fortificado este sitio, para la defensa de alguna invasión, que quisieran hacernos de Orinoco arriba, o fuesen otras naciones, o fuesen algunos portugueses. Todo este Informe, pongo en manos de V. S. con sinceridad religiosa, del cual se deja ver, que nosotros necesitamos de aumento de escolta hasta sesenta, o setenta hombres, sobre los que hay y que se les señale sueldo correspondiente a los oficiales: Que se paguen los sueldos, atrasados de la escolta presente, y las demás providencias que alcanza la gran consideración de V. S. Que a los PP. Misioneros, se les socorra con la limosna que se acostumbra, y S. M. manda que se nos dé cada año. Y habiendo respondido a los puntos que V. S. propuso en consulta, lo que me parece delante de Dios, lo que queda dicho es lo que siento, salvo meliori. En la Guayana, a seis de marzo de mil setecientos, cuarenta y tres. ROQUE LUBIÁN, MISIONERO EN LAS MISIONES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS DE ORINOCO, Y PROCURADOR DE ELLAS 28.
Y para que los cañones en caso de combate cuando se arrimen con los espeques, no se puedan correr fuera, ni adelante, de dicha explanada, se pondrán en todos los pilares, de una a otra dos precintos de madera fuerte que los detengan y tengan en el parapeto como en caponera la Infantería sin que pueda, impedir, ni estorbar el trabajo de los artilleros, y la artillería, como en batería rasa haga su fuego a barbeta, por encima del Parapeto. 29. De las cien cerraduras para puertas que se providenciaron a instancia del Ingeniero difunto proveyendo las necesarias a los cuarteles, y almacenes del castillo, todas las demás el teniente de oficiales reales las vaya subministrando por el costo, y costa, que tuvieran, a la Infantería, para sus casas y pabellones 631.
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que han hecho e hicieren en adelante, y asimismo a los vecinos como y también a los Pueblos de Misión, donde fueren necesarias, y pagasen su importe, para que la ciudad y demás que se va reedificando se habilite, sin perjuicio de la Real Hacienda, y este producto, sirva para adelantar o reparar la fortificación, armas, y pertrechos respecto de que se proveyó del caudal destinado en la sentencia de que se ha hecho mención. 30. Providencias y exhorto correspondiente al R. P. Superior de las Misiones de la Compañía de Jesús del Reyno de Santa Fe y Provincia de Guayana sobre el río Orinoco Por lo que corresponde, a providencias para socorrer la Infantería que sirve de escolta a las misiones, que sobre el Orinoco tienen pobladas y reducidas los RR. PP. de la Compañía de Jesús, ha dado su Señoría al P. Procurador Roque Lubián, todos los auxilios posibles, y ofrecídole acreditar, cuanto pudiese encontrar, en las Provincias de esta Gobernación, pero como quiera que su pretensión en esta parte ha sido fundada en que se provea persona, con los géneros necesarios, y dicho, P. Procurador, no ha encontrado quien lo haga, ni es dable, así por que los géneros, que en aquella región tiene consumo no los hay en estas partes, como porque el continuo tráfico de los caribes y holandeses por el Orinoco, todo lo proveen clandestinamente, sin jamás poderse averiguar los introductores pues aunque se ha hecho de pocos meses a esta parte, aprensión de dos comisos, el uno de más de cien mulas y caballos, y el otro de diversos efectos, y ropas, en que no pudiéndose aprender ninguno de los contrafactores, aunque la Infantería, dio muerte a uno de ellos al tiempo de la aprensión, solo se ha venido en el conocimiento de calificar la extracción e introducciones, sin encontrar los reos: Y como en diversas ocasiones los registros (aunque no están obligados) han enviado a persuasión de los Gobernadores, y especialmente de su Señoría género y efectos, los cuales han perdido, cuasi enteramente, a excepción de los caldos, no es dable encontrar en esta Gobernación personas, que provean, tan corto consumo a región tan distante, que es mayor el viaje y los gastos que el que pueden hacer de aquí a España; en cuya inteligencia, y la de estar situada la paga de las mencionadas escoltas en el reino de Santa Fe, cuya capital está a cuarenta días de las Misiones de Casanare, por la mayor distancia deben los mencionados pueblos de misión y las escoltas, proveerse de la paga según les 632.
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está asignada, en aquellas cajas, y de los efectos y ropas necesarias del reino de Santa Fe, y también pueden hacerlo de lo que en estas provincias se hallare cada un año cuando se despache el Maestre de plata por el situado, como lo ha practicado en el presente año el enunciado P. Procurador, Roque Lubián, a quien se dieron por su Señoría cuantos auxilios fueron posibles. 31. Por lo que corresponde, a los daños, perjuicios que hacen los caribes en los Pueblos misionados con lo demás que expone el mencionado Padre Superior, en la carta de veinte y tres de junio (que no se ha encontrado en la Secretaría de Gobierno, y se queda en inteligencia de su contexto por la copia cuyo traslado produce el referido P. Procurador Roque Lubián en su [...] en la Junta de Guayana a seis de mayo de mil setecientos cuarenta y tres) y veinte y ocho de noviembre de mil setecientos cuarenta y dos, siendo dignas de toda atención las tres reales cédulas expedidas en San Ildefonso, a catorce de octubre de mil setecientos treinta y ocho, y en Buen Retiro a veinte y uno de julio de mil setecientos treinta y nueve, sobre que no se hagan entradas ni guerra a los indios caribes, y se den las escoltas a los PP. que se emplean en las reducciones, guardándose lo demás prevenido en las Reales Leyes: Y la tercera de concordia de territorios de las Comunidades de RR. PP. Observantes, de esta provincia, y de la Compañía de Jesús, y Capuchinos de Orinoco, de la Guayana, para que unos y otros no se excedan, ni innoven en sus respectivos, territorios, conformándose, a dicha concordia aprobada por S. M. mandó su Señoría se compulsen y se despache exhorto (cometido para que lo haga saber dando testimonio si se le pidiera al Maestre de plata que se destinare para el Reino de Santa Fe) con inserción a ellas al R. P. Superior Manuel Román, para que en todo y por todo su contenido las guarde y haga guardar, cumplir y ejecutar, conformándose a la real voluntad de S. M. a cuya suprema autoridad, y como más inmediata a la del Señor Virrey acuda su Paternidad Reverendísima por los aumentes de escolta que solicita para que siendo del real agrado, conceda la católica piedad, las que juzgare conveniente al servicio de ambas Majestades, atendiendo dicho Padre Superior con toda la R. Comunidad, a que en la situación presente de la guerra no se pueden destacar de estas fuerzas reales (que sus respectivos castellanos tienen juradas) ninguna gente de la dotación, de sus ciertas guarniciones, que quedarían totalmente expuestas y sería digno de punición, culpa, y cargo cualquiera Gobernador 633.
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o Capitán General que las extrajese, (sin especial orden de S. M. o del señor Virrey para ello) a región tan remota en cuyo intermedio de tiempo, pudiera hallándose atacada alguna de dichas Fuerzas Reales perderse, sin que se pudiesen incorporar para su defensa la Infantería destacada, y perteneciente a cada dotación, en cuyo concepto su Señoría exhorta, y requiere, en nombre de S. M. y en el suyo ruega, y encarga, al expresado Padre Superior Manuel Román, se ciña al contenido, de las Reales Leyes, y citadas reales cédulas, con que pasarán los graves daños que su Paternidad R. declara, reduciendo a los Pescadores, y demás indios amisionados, a que pesquen, y siembren, en sus territorios, sin hacer entradas en los de los caribes, que los defienden como que los poseen: Y a estos, ni a los PP. que pretenden conquistas, no se les deben permitir, ni tolerar, que llevados de su católico ardiente celo, se entren en las poblaciones, pesquerías, ni playa de los territorios de la Nación Caribe, a ser sacrificados, bien se deben preservarse para ejecutarlo si su Majestad resolviese, que se haga la reducción con la fuerza de las armas, que para ello destinare, y a esta ocasión sin las dificultades que muchos han ponderado se podrán desalojar los caribes de Puruey, y Caura, lo que no se debe intentar, sin que preceda real orden, y disposiciones para ello, por los graves inconvenientes, que por ahora se consideran y las mencionadas reales disposiciones, sirvan para el desengaño, que su Paternidad Rda. Solicita en la carta enunciada por el P. Procurador Roque Lubián, de veinte y tres de junio de mil setecientos cuarenta y dos. 32. Su Señoría da las gracias al R. P. Superior conversiones sin dudar, por la notoria, pública y fama del copioso fruto, que hasta aquí han producido, y producen, para ir adelantando las poblaciones, que por ahora conviene y quiere S. M. sobre las riberas de Orinoco. Ha forzado su Señoría a las Comunidades de Misioneros, de RR. PP. Observantes y Capuchinos con toda la Rda. Comunidad, por el Apostólico celo que manifiestan, para el adelantamiento de las para que retribuyan como lo hacen, intentando adelantar algunas poblaciones, que vayan enlazando la comunicación para que se pueda venir a un punto tan conveniente como el de desalojar a dichos Caribes de Puruey y Caura, ocupar con la fuerza sus tierras, y asegurar con poblaciones la libre comunicación del Reino de Santa Fe, y para la indispensable fortificación que S. M. ha resuelto se construya sobre el Orinoco, habiéndose 634.
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ejecutado, por parte de su Señoría las debidas diligencias con asistencia del P. Roque Lubián, y de los PP. más ancianos de las expresadas Comunidades de Misioneros y de baqueanos los más antiguos prácticos del Orinoco y de dichas tierras, que poseen los caribes, se dará cuenta a S. M. de todas sus resultancias para que resuelva, lo que fuere más conforme a su Real Agrado. •
635.
[XXX] [1736-1744] Ángel María Manca. Nació el 2 de octubre de 1688 en Alghero (Cerdeña). Ingresó en la Compañía de Jesús el 27 de enero de 1704, en Cagliari. Después de realizar los estudios de Filosofía y Teología fue ordenado de Sacerdote, en Cagliari, el 27 de diciembre de 1715, y en el colegio de esa ciudad trabajó durante algunos años como profesor de Retórica. En 1723 fue destinado a la provincia de Quito, a donde llegó en 1724. Debió enseñar Teología y Sagrada Escritura. En 1735 se interrumpe su rectorado en Latacunga para ocupar el puesto de Secretario del Visitador, P. Andrés de Zárate. En ese mismo año viaja a Europa, en vez de los dos procuradores. Al embarcarse de regreso, en Cádiz, el 6 de enero de 1743, venía con la patente de Provincial del Nuevo Reyno. El 30 de octubre de 1748 llegaba a Popayán, nombrado como Provincial de Quito. Tras un breve intervalo de un trienio, en el que rigió los destinos del colegio máximo quiteño, volvió a asumir por segunda vez la dirección de la provincia de Quito, de 1755 a 1758. En 1761 actuaba como Rector de la Universidad de San Gregorio, de Quito. En la capital ecuatoriana le sorprendió el decreto de expulsión de Carlos III, en 1767. Murió durante la travesía del Atlántico, el 13 de octubre de 1768.1
1
José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 309-313. Texto original en castellano.
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Relación de los sujetos de la Misión del Río Orinoco desde el año de 36 a 44 en que da noticia del descubrimiento del Río Negro y comunicación del Orinoco con el Marañón, mediante el brazo Casiquiare que separándose de él desagua en el Río Negro y ambos en el Marañón*1*
Es tanta la variedad de sucesos, que desde el año de 39 hasta fines de 44 han experimentado los Padres Misioneros, que esta Provincia del Nuevo Reino tiene en el río del Orinoco; que es moralmente imposible reducirlos a los breves periodos de un informe, o a las cortas cláusulas de una carta; pues según los muchos que en varias cartas me comunican los Padres que trabajan en tan glorioso Ministerio, pudiera formarse un crecido volumen; y por eso pasando en silencio, los fuertes ataques y sangrientos choques que han tenido con los Caribes, por tal de defender de su cautividad, y garras a los cristianos, y catecúmentos, que a costa de sus sudores tienen reducidos a Pueblo. Solo referiré a Vuestra * AGI. Santo Domingo, 632. AIUL. Papeletas Ángel María Manca.
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Paternidad muy Reverenda en ésta las entradas, que han hecho a la gentilidad en estos, cinco años, y el fruto que han logrado de sus Apostólicas tareas. Antes de dar principio a las entradas de los Padres Misioneros a los montes en busca y solicitud de los indios, para traerlos por medio de la predicación a nuestra fe católica es necesario dar primero a conocer los diabólicos ardides, y artificiosas marañas, de que usan los caribes, mortales enemigos de la paz, y de la verdadera Religión para malbaratar los sudores, y trabajos de los Padres Misioneros, que gloriosamente trabajan en la copiosísima mies del Orinoco, procurando con continuos asaltos ya de día, formando armadas de piraguas de más de treinta en número todas pertrechadas en guerra con armas de fuego y flechas, siendo por lo común capitaneados de alguna nación extranjera. Ya de noche entrando a los Pueblos como espías perdidas y tomar lengua de algunos confidentes suyos, especialmente sálivas: procurando saber los soldados que hay de escolta, las municiones que tienen, y especialmente si el Padre está enfermo o no ya vistiéndose con las apariencias de amistad para tratar de paz, y, asegurar mejor su golpe en la traición. Para la ejecución de estas y otras muchas maldades acogen en sus tierras todo género de naciones holandeses, franceses, judíos & y al presente tienen hoy hasta doce de estas naciones en sus tierras de Pruey y Caura fortificándose (según han asegurado a aquellos Padres) en un río, sin tributar al Orinoco sus aguas entra al mar, llamado Barinas. Por este río trafican muchos extranjeros, y caribes, con las colonias de Esquivo, Surinama, Berbis, Curazao, Martinica & dando los indios Caribes a los extranjeros con quienes comercian los indios que cautivan, y recibiendo de ellos los pertrechos de guerra y demás cosas, que necesitan. Estos caribes inficionados, y apestados de las perversas sugestiones de los extranjeros, que comercian con ellos, son la piedra del toque, y escándalo de aquella pobre misión que con tanto sudor van plantando nuestros Misioneros; pues no contentos con las hostilidades que intentan con la fuerza de armas, se han metido a misioneros de Satanás, y profetas falsos sembrando en las naciones vecinas a nuestros Pueblos cizaña tan infernal en los pechos y corazones de los indios Maypures, y Chirupas contra los Padres, y los fines y destinos de su predicación, que han agregado así al sitio de Pruey (como huyendo de los misioneros) nuevos pueblos de indios Maypures, y Chirrupas ya por fuerza de razones diabólicas, ya con 640.
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amenazas de que les quitarán la vida si con ellos no se retiran a gozar de su libertad y grandes conveniencias, que les ofrecen en el trasplante a sus tierras, no experimentando los Miserables en ellas, otra cosa, que verse despojados de las mujeres, que por violencia les quitan los caribes, y vendidos a los extranjeros todos los que los Caribes quieren. Lo peor de todo esto es, ser casi irreparable este daño, por tener los caribes dentro de nuestras mismas Misiones enemigos domésticos nuestros, y muy favorables a ellos, pues tienen corresponsales ocultos, que les avisan de los movimientos de nuestra escolta, cuando intenta alguna empresa para impedir al caribe la ejecución de sus muchas osadías, de donde se sigue el frustrarse muchas veces a nuestros soldados su trabajo, e intentos, y quedar por lo común el caribe lleno de orgullo y atrevimiento. Solo pudiera contener la maldad de los caribes algún mayor número de soldados de los que hoy tienen la escolta de los Padres; mas esto lo considero por muy difícil, si el Señor no provee de algún Gobernador celoso de la gloria de Dios y de su Rey en Cumaná porque aunque hay cédulas muy favorables de su Majestad expedidas a favor de aquella Misión para que se den a los Padres más soldados de los 36 que tienen asignados por su Majestad aquel Gobernador, en nada piensa menos que en traer a debida ejecución el cristiano y piadosísimo orden de su Majestad pues aun reconvenido no da providencia alguna a favor siendo hoy sumamente urgente mayor número de soldados así para escoltar a los Padres en los nuevos Pueblos que están próximos a fundarse de los indios Guaypunavis, gente belicosa, y feroz contra los caribes, como para rebatir los continuos asaltos que hacen los caribes a los indios ya reducidos. Supuesta, ya este breve noticia de los caribes del Orinoco paso ya a referir las entradas que han hecho desde el año de 39 hasta fines de 44 en dichas Misiones del Orinoco. Aunque es verdad, que desde el año de 36 se habían hecho algunas diligencias para ir agregando a los indios Yaruros en un sitio por nombre Burari a las riberas del rio Meta, día y medio distante del de Orinoco: no se pudo efectuar, no obstante a las visitas, que así el Padre Vice Superior Manuel Román, como el Padre Francisco Olmo1 elegido para su Misionero, 1 Francisco del Olmo. Nació en Vicálvaro (Castilla la Vieja), en octubre de 1709. Ingresó en la Compañía de Jesús el 23 de abril de 1735, después de haber estudiado tres años de Filosofía y dos de Teología. Atravesó el
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les hacían, para sazonar, y disponer los ánimos; solo hubo en estos pasos y visitas el logro de la alma de un párvulo, que al tiempo, que su misma madre le estaba ahogando llegando dichos Padres, logró recibir, las aguas del bautismo de este mismo beneficio participaron tres viejas de las que a pocos días, murieron las dos. Al año siguiente de 39 se determino a 21 de Abril, que pasare el Padre Francisco del Olmo a residir de asiento con ellos, y fundar Pueblo, lo que sucedió prósperamente por haberse logrado el intento; Mas cobrando el Señor de esta nueva mies las primicias de ella, fue servido de llevarse 40 párvulos bautizados que murieron de alguna peste, que se introdujo en el Pueblo. Llevaron los Padres de los difuntos niños, tan pesadamente su muerte, que empezaron a dar campo a los muchos agüeros, que por lo común tienen los indios, y a mirar con sentido ceño al Padre Francisco. Consultaron la causa de la muerte de aquellos niños con sus médicos los Piaches, para que adivinasen y dijesen su sentir. Estos después de varias ceremonias llenas de supersticiones diabólicas sentenciaron que la causa de la muerte había sido por haber ido a oír misa a la capilla. Creído el cacique convocó a la gente para que viniendo armada el domingo a oír misa, quitasen la vida al que la dijese. Conociendo el Padre su intento explicóles antes de decirla los grandes bienes que consiguen los que la oyen, cómo por ella se consigue de Dios una grande robustez, salud, y fuerzas para el alma, y para el cuerpo, que a los que Atlántico en la expedición de 1735. Recibió la ordenación sacerdotal en Bogotá, el 5 de mayo de 1736, siendo todavía novicio. Estudió el resto de la Teología en la Universidad Javeriana. Llegó a las misiones orinoquenses en 1738, y su primer destino fue Carichana. Su acción misional se desarrolló fundamentalmente con los sálivas, los yaruros, los maipures y los guaypunabis. El 21 de abril de 1739 se residenciaba en Burari con los yaruros, cuya población ascendía a 800 almas. Sin embargo, a fines del año 1741 y comienzos de 1742 se dedicó a recoger sálivas fugitivos, y de esta suerte llegó hasta el Raudal de Atures, en donde estuvo a punto de perecer el día 2 de febrero de 1742. El 26 de julio de 1742 regresó a Burari, y solo encontró 60 habitantes. Sus habitadores solicitaron trasladarse a Jurepe o Yurepe, a orillas del Meta, por la banda del sur, y distante de Carichana, aguas arriba, dos días. San Borja fue su centro de operaciones hasta 1752. Ya en 1753 atendía a los maipures en el Raudal de Atures. La nueva población de Maipures era denominada por los indígenas Cuituna. Esta fue fundada por la Expedición de Límites en 1758, y su primer párroco fue el P. Francisco del Olmo. En esta población permaneció hasta 1764, fecha en la que entregó dicha reducción a los capuchinos de Caracas. Habiendo regresado a la jurisdicción orinoquense jesuítica, falleció en San Borja, el 23 de abril de 1765 (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 387-389).
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eran cuidadosos en oírla con atención no les daba enfermedad, como ellos juzgaban: y que si la Misa quitara la vida cuántas veces hubiera muerto él que todos los días la decía, y si la Misa tuviera veneno, como ellos decían, todos hubieran muerto. Viéndolos el Padre sosegados ya con estas razones dijo la misa y quedaron libres de su error y depravado ánimo. Por Noviembre del mismo año, hizo el mismo Padre otra entrada y sacó 100 almas, dejando doscientas ya en razón para otra entrada; la ejecutó a 6 de enero de 40 escoltado de diez soldados con el logro de 400 almas que sacó y agregó a su Pueblo entrando en él con estandarte y cruz en procesión bien ordenada, rematando en la capilla con el Te Deum Laudamus: dando por bien empleados las hambres, las penalidades y trabajos de su peregrinación por ver con sus ojos, la copiosa mies, que el Señor le había dado. Concluida esta entrada hizo otra a 30 del mismo mes; en solicitud de algunos indios Sálibas, y aunque se hicieron algunas prevenciones de víveres para la peregrinación por haberse detenido ésta por varios acaso faltando todos los bastimentos con raras providencias socorrió el señor así al Padre como a los soldados, e indios que consigo llevaba, y logró a costa de hambres, y fatigas sacar en esta entrada 120 Sálibas, que habiéndolos agregado al Pueblo de Santa Teresa murieron los más de viruelas habiendo recibido las aguas del bautismo. Festivo y alegre se hallaba el Padre Francisco del Olmo en su Pueblo de Burari al ver agregados a él 800 indios Yaruros, y cuando los consideraba más firmes y constantes, sembró entre de ellos el enemigo común por medio de unos indios Sálibas del pueblo de Santa Teresa que el Padre Francisco tenía ya dispuesto cortarles la cabeza: intimidados con esta falsa noticia hicieron fuga cien indios en cuya solicitud hizo el Padre tres viajes, sin más fruto, que el de sus crecidos trabajos, sudores, fatigas, y pasos. Encontró casualmente un indio a quien ordenó dijese a sus fugitivos Yaruros, ser mentira todo lo que los Sálibas les habían contado, y adelantado. El Padre con esta noticia que como precursora les había mandado emprendió cuarta vez viaje en su solicitud sin perdonar diligencia alguna ni acobardarle el trabajo. Llamó para que le hiciese compañía el fiscal, que era un buen indio, que había sido inseparable, fiel compañero suyo en los viajes antecedentes, y combinándole cuarta vez para la empresa de la solicitud de los indios, le replicó: 643.
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por 3 veces hemos ido, y no los hemos hallado: Muchas veces te he pedido Padre, que me hagas cristiano, y no has querido, porque piensas, que yo me he de huir también, y que no hago caso, ni aprendo la doctrina que nos enseñas, pues ahora yo te digo, que no quiero ir contigo si no me haces cristiano, y entonces iré de buena gana. Ofrecióle el Padre que lo haría a la vuelta, y asegurado el indio después de varias porfías que a la vuelta le daría el bautismo emprendió alegre el viaje, y viéndose un día los dos peregrinos sin más viático que media libra de pan de aquella tierra, que llaman casabe, partió el Padre con el indio catecúmeno, y viendo éste ser pequeña aquella porción solo para el Padre le dijo. Cómetelo tú Padre que yo sé sufrir hambre. Llegaron finalmente a los ranchos de los indios fugitivos, que buscaban; recibieron estos con grande alegría al Padre y volvieron con él al Pueblo. Apenas llegaron cuando el Fiscal catecúmeno que había hecho compañía al Padre le reconvino con la palabra que le había dado, instruyóle con mayor esmero y cuidado y le confirió las sagradas aguas del bautismo, quedando gustoso, y firme en la fe católica, siempre constante haciendo compañía al Padre hasta que Dios le premió los trabajos, que había padecido con una muerte, que según su fe, y buen modo de proceder se puede tener por muy feliz. Restituidos al Pueblo después de muchas fatigas, y trabajos los Yaruros fugitivos cuando juzgaba tenerlos el Padre muy firmes, un cabezuela sembró tal cizaña, formó tales enredos, les dijo tales mentiras que determinaron con gran secreto volver a repetir su fuga; y para que el Padre no viniese en conocimiento de su depravado intento: fueron saliendo por partes con pretexto de ir a sus labranzas antiguas, y sospechando el Padre alguna fuga a, persuasión de la mala cabeza de Chanas les aconsejaba. Viniendo este al Pueblo avisó el Padre al cabo de los soldados lo que pasaba, determinó éste el asegurarle mas al irle a coger se le escapó de las manos al cabo, y disparándole un soldado quedó el capitán Chanas herido. Alborotáronse todos los indios, tomando las armas contra los soldados. Se vio el Padre (aunque bien maltratado y enfermo) a la grita de unos y otros, y con palabras de amor y cariño, aquietó los indios por entonces; pero levantáronse entre ellos después de varios enredos por las noticias que otros indios les comunicaban de que subiría a matarlos el capitán de la Escolta por el levantamiento que habían 644.
• Libro III [XXX]
hecho en el Pueblo; tomando las armas contra los soldados hicieron todos fuga dejando yermo todo el Pueblo. Salió el Padre aunque muy débil y mal restaurado de la salud en seguimiento de su descarriada grey, la que siguió acompañado de tres soldados, y tres muchachos, que le habían quedado en la casa, sin más bastimentos que la providencia divina; en aquellos desamparos, y desiertos, sin más guía, que las huellas de sus ovejas, que amante de su bien, y mayor gloria de Dios seguía con las alas de la caridad. Estando ya cercano, fue el Padre herido de tan recia calentura, que le impidió los pasos para proseguir en su seguimiento. Hacíale fiel compañía en este viaje aquel fiscal de quien arriba se hizo mención y recobrado algún tanto para poder seguir el viaje llegó a darles alcance y no obstante al ánimo resuelto con que caminaban de quitarle la vida, cesó de alcanzarles: acobardados con su vista, con la imaginaria que concibieron de venir acompañado con superiores fuerzas de gente y caballos, aceleraron a su vista más el paso llenos de terror, y espanto; dejando por despojos en su acelerada fuga los pocos trastes, que llevaban. No por esto descaeció de ánimo el Padre Francisco, antes bien más esforzado siguió como buen Pastor sus ovejas atropellando riesgos, y dificultades, que no fueron pequeñas, las que tuvo que vencer para allanar algunos pasos, que le impedían seguir los de su rebaño; mas siendo superiores los trabajos al grande celo del Padre le debilitaron las hambres y dolencias en tanto grado que del todo le imposibilitaron el seguir a los indios; y con algunos alientos, que consiguió con el favor del cielo volvió a su Pueblo de Burari sin la gloriosa caza que había seguido. Triste y melancólico pasó en Burari el Padre Francisco por sus Yaruros algunos días, hasta que el Superior para su convalecencia le mandó pasar al Pueblo de Santa Teresa por más vecino. Aquí clamaba a María Santísima por su Pueblo perdido cada día, hasta que ya convalecido le mandó el Superior pasase a Burari por 15 días a solicitar noticias de sus Yaruros fugitivos. Ofrecióle a San Miguel quince días de ejercicios, si antes de cumplirse parecían. Dio principio a la novena de su Patrón San Francisco de Borja, y al séptimo día vinieron los primeros, y poco a poco los demás. Congregada en el Pueblo la mayor parte de fugitivos Yaruros, fue preciso, que el Padre Olmo bajase a cuidar del Pueblo de Santa Teresa del que habían hecho fuga unos indios Sálibas, y el resto, que quedaba se hallaba 645.
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ya pronto a ejecutar lo mismo y seguía sus huellas. Salió en solicitud de los huidos el Padre Francisco, habiendo primero sosegado a los del Pueblo, y aunque por más diligencias, y pasos, no logró el hallazgo de los perdidos, le dio 36 sálibas nuevos, que sacó, y cinco más que después al ejemplo de estos salieron pero con esta ocasión volvieron también los cimarrones, los fugitivos que había buscado con tanto afán, y trabajo el Padre Francisco) aunque en esta peregrinación no tuvo la dicha del hallazgo de los indios que buscaba, tuvo la de bautizar a una india, que por el delito de ser vieja la iban a quitar la vida, y tuvo asimismo la de rescatar a un chino, que después le dio noticia de un sitio en que había indios sálibas fugitivos de los que redujo al Pueblo: 76 que trajo y quedaron parte en Santa Teresa, y parte subió al Pueblo de Salábas de San Miguel de Macuco. Movido de esta noticia salió por mediado de Enero de 42 en solicitud de más número de indios Sálibas; hízole compañía competente Escolta de soldados con su Capitán. Llevó las guías más prácticas, y necesarias para la más segura conducta, y mayor logro de su trabajo, y apostólicos pasos, cuando hallándose ya cercanos a los sitios en que estaban los indios, hicieron fuga las guías que llevaba en su compañía y noticiando a los indios de la venida del Padre se ocultaron de tal suerte, que no tuvo el Padre la dicha, y consuelo de conseguir en este lance la abundancia de pesca que deseaba. Solo tuvo la de los graves riesgos de la vida en el raudal de los Atures donde el Orinoco irritado con los embarazos que encuentra para el libre corriente de sus aguas estrella todo su caudal en duros peñascos, y riscos, que componen este raudal, formando variedad de remolinos tan feroces, que no llega curiara, ni piragua, que no traguen; y las corrientes de las aguas tan encontradas, que no hay piloto que no pierda el color, y el rumbo por el manifiesto peligro en que en aquel puesto se considera de perder la vida. De este manifiesto riesgo que padeció el Padre en este viaje, le salvó la Reina de los Ángeles a quien invocó al mismo tiempo en que viéndose ya dentro del peligro clamó el piloto. ¡Ah pobres de nosotros, ya todos morimos aquí! y hallándose repentinamente libres del peligro, dijeron los indios al Padre: como traemos nosotros el altar con que dice Misa no nos hemos ahogado. Has de saber, que hasta ahora no se sabe, que la embarcación que cayó en aquel sitio saliese, ni los indios ni otro alguno por
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diestro nadador que fuese. Esto sucedió al Padre Francisco del Olmo día 2 de Febrero del año de 42. Libre ya de este riesgo habiendo rendido las gracias a su benefactora volvió por mayo del mismo año con mayor esfuerzo a repetir sus diligencias para sacar aquellas pobres almas de sus ciegos errores, y gentilismo: y consiguió sacar 100 indios Sálibas, que entregó en el Pueblo de Santa Teresa de Carichana. Volvió después a sus Yaruros a 26 de Julio de dicho año porque por falta de Pastor estaban dispersos, y solo 60 halló juntos, y hoy con su cuidado y solicitud hay cerca de 400 juntos, en sitio distinto Jurepe, a orillas del río Meta, por la banda del sur, distante, agua arriba, de Carichana, dos días. En este nuevo sitio, que eligieron para su habitación se les colocó a 2 de Mayo de 43 la Santa Cruz, la que cayó tan en gracia a uno de los indios, que al retirarse de ella, le iba haciendo reverencias con singular alegría hasta perderla de vista. Pagóle Dios su devoción, porque habiendo enfermado gravemente su mujer haciendo juicio que era mortal el achaque, instruida recibió la agua del bautismo y con ella la salud de su alma, y también del cuerpo. después de sana la mujer, bautizó el Padre al indio y los casó por la iglesia que es cosa muy prolija, y dilatada referir a V. P. M. R. los casos raros que de este Padre me escriben de el Orinoco, los que más por extenso podrán llevar los Padres Procuradores cuando se haga la elección en esta Provincia, y así habiendo otros de igual trabajo en sus apostólicas tareas paso a referir a V. Pd. los gloriosos empleos y fervores de un Hermano llamado Agustín de Vega2 ya formado, que se halla en aquellas Misiones para atender los Padres, y servirles. 2 Agustín de Vega. Nació en Tunja, el 8 de mayo de 1712. Ingresó en la Compañía de Jesús en su ciudad natal, el 12 de noviembre de 1728. Su biografía alcanza dos etapas claramente diferenciadas: cuatro lustros en las misiones del Orinoco y doce años en Santafé de Bogotá. Por noviembre de 1731 pasó a fundar la Misión del Orinoco, como compañero de los PP. José Gumilla y Bernardo Rotella. Hasta concluir el primer trimestre del año 1732 vivió en el Castillo de Guayana. Hacia comienzos de marzo, juzgamos, abandona Guayana con sus compañeros y asiste a la fundación de la Concepción de Uyapi, en el río de ese nombre, con los indios guayqueríes. Su estancia en esta frontera caríbica duraría un año escaso. En 1734 Vega acompaña a Gumilla en su viaje a Guayana, a donde llegan el mes de marzo, y allí asiste a las deliberaciones de la Concordia. A su regreso se instala con Rotella en la reducción de los guamos. En 1735 trasladan a los sálivas de Parubeni a Carichana y también a los que quedaron del pueblo destruido de Vichada, y se encargó de ellos el P. Agustín de Salazar,
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A cinco de Diciembre de 39 fue el Hermano Agustín de Vega a visitar unos indios Mapoyes 5 leguas distantes de Pararuma: halloles muy afligidos, por hallarse con [borrón] niños y un adulto muy enfermos; bautizólos el Hermano y al punto volaron a alabar a su Criador. Era uno de los niños como de 6 meses, y el otro de uno. Estando el año de 41 en el Pueblo de Paruate (que los indios llaman Abajuro) en los Mapoyes, vino una mujer con dos criaturas tan enferma, y flaca, que solo por especial providencia de Dios pudo haber tenido aliento para caminar once leguas de distancia que anduvo para venir a ver al Hermano que bautizó ya para morir a la mujer, y a uno de los niños, que en breve tiempo acabaron con la vida. De suerte que todos los que venían al Pueblo aquel año, solo parece, que los traía el Señor para que muriesen cristianos. Viendo los indios que lo mismo era bautizarlos que morirse comenzaron a mirar con horror al santo bautismo y también al Hermano Agustín y así determinaron transportar al monte a los que caían enfermos para que no los bautizasen. Al punto que el Hermano sabía que habían llevado alguno al monte iba en su solicitud, y andando una vez en busca de enfermos moribundos por los montes encontró una mujer recién parida, pero tan postrada y cercana a la muerte que bautizó a la madre y a la criatura. Murió la madre y su padre mató al niño, y ejecutada esta crueldad se huyó sin que después se haya sabido de él. Mandándole una vez el Superior que pasase a visitar las labranzas de Pararuma para ver si había en ellas algún enfermo, halló una mujer tan enferma que apenas daba señales de vida; bautizóla el Hermano pero sin catequizarla, por estar destituida de sentidos la enferma. Libróla el Señor de la muerte en juntamente con el H. Vega. En 1735 Vega residía con el P. Manuel Román en Pararuma. Durante el bienio siguiente, 1736 y 1737, su actividad tiene que redoblarse pues se dedica a recoger otomacos y yaruros de Santa Bárbara. Por el verano de 1737 subió con don Antonio Jordán a fin de estudiar y delinear el Orinoco, y llegaron hasta más arriba del Raudal de Atures. Restablecido de una enfermedad, parece que se radica de nuevo en Pararuma, pues esta población es su centro de actividad para fortalecer la reducción. Pareciera que fueron los mapoyes la principal misión de Vega a partir de 1739, y en Paruate llegó a reunir más de 300, junto con los piaroas y los parecas. Tomó parte activa en las empresas misioneras que reentablaron la acción jesuítica en nuestro gran río. En 1751 aparece en Bogotá, en la Universidad Javeriana, dedicado a ayudar a los sacerdotes en sus ministerios. En 1763 residía todavía en la sabana bogotana. Pensamos que falleció en Santafé, en 1763 (José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Op. cit., 722-725).
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aquel accidente; mas dándola después las viruelas trájola hasta las puertas de la muerte en que parece le detuvo los pasos la providencia Divina; pues entrando el Hermano a visitar los enfermos, cuando veía ésta le asaltaba un grande temor de que no había quedado bautizada por falta de advertencia y conocimiento del Sacramento que recibía y la falta de disposición necesaria que no tenía por no estar entonces instruida. Acometióle este justo temor varias veces, y llegando una vez en ocasión que la mujer oía y hablaba, se puso muy de propósito a catequizarla; preguntóle después de instruida, si quería ser cristiana etc. y dando ella pleno consentimiento la bautizó, y murió al siguiente día. Buscando cuidadoso por los montes unos indios Mapoyes, que más veces había cambiado, sin poder conseguir de ellos el que viniesen congregados con los demás en el Pueblo, entró casualmente en la casa en que vivían en el monte y halló en su entrada difuntos ya los mismos dos indios, que rebeldes habían siempre huido de ser instruidos para recibir el bautismo. Reparando los indios gentiles que este Hermano no tenía corona como los demás Padres, le preguntaron que por qué no tenía corona como el Manuel, dióles sus razones; mas porfiando ellos a que se abriese corona sin hacer caso de las razones que les daba se calentó tanto la disputa, y la porfía, que ellos mismos tomando unas tijeras se empeñaron a abrírsela por fuerza, lo que hubieran ejecutado a no haberse huido usando de palabras equivocas con ellos. Muchas veces le ha librado el Señor de varias acechanzas de los indios para quitarle la vida, y especialmente de los caribes los que le han hecho algunos tiros de escopeta con la fortuna de no dar fuego los rastrillos. Ha trabajado finalmente (según me escriben los Padres) mucho en agregar a Pueblo a los indios Mapoyes, en volverlos a recoger después de sus fugas. Ha tenido distintos encuentros con los caribes; y sacado varias almas de otras naciones; ha hecho muchos, y muy gloriosos bautismos en sus correrías, sufriendo como el más valeroso soldado de Cristo los trabajos de hambre, sed, fatigas y peligros de la vida: Todo lo que paso por ahora en silencio para dar campo a la relación de la fundación de N. S. Padre Ignacio de Cabruta, que está al cargo del Padre Bernardo Rotella.3 3 Bernardo Rotella. Nació en Borines (Asturias) el 29 de agosto de 1700. Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de septiembre de 1723. Atravesó el Atlántico en la expedición dirigida por el P. Mateo Mimbela, en 1723.
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Con ocasión de morirse por lo mal sano del terruño los indios Guamos se determinó mudarlos al sitio de Cabruta, que goza de temperamento más sano. Esta mutación se hizo el 20 de septiembre de 39, siendo el número de los indios por entonces, solo 80 formaron en este sitio casas para su habitación. Bajó el Padre Vice Superior Manuel Román a visitarlos a 21 de octubre llevando consigo algunos donecillos, que les repartió. Visitó de vuelta a los indios Otomacos, y Yaruros del Sinaruco, y a todos halló bien dispuestos, y muy alentados, y fervorosos a formar Pueblo, y recibir para que los instruyese. En este viaje halló el Padre Vice Superior once chinos Maypures, y Caberres, que había cautivado los caribes, y se habían huido de los franceses a quienes los habían vendido. Estaba en este tiempo en los Llanos de Casanare el Padre Bernardo Rotella para convalecer de algunas dolencias y achaques que a la sazón padecía. Bajó a 26 de Diciembre del año de 39 a Cabruta y comenzó a trabajar de nuevo, habiendo hecho y dejado por la obediencia dichas Misiones. A principio del año de 40 se levantó una corta tempestad que inquietó algo al Padre Bernardo, la que ocasionaron los Reverendos Padres Capuchinos por querer sacar por fuerza unos cimarrones, que fugitivos se hallaban en Cabruta, y no querían ir con los Padres. Para esta empresa traían un grande armamento y el señor de la paz fue servido darla sin que a ella precediese riña alguna, y se quedaron los indios en Cabruta por mantenerse
Concluyó su noviciado en la ciudad de Tunja, en 1725, y en la Universidad Javeriana de Bogotá estudió tres años de Filosofía y uno de Casus Conscientiae. Recibió la ordenación sacerdotal en la capital neogranadina el 18 de septiembre de 1729. En 1730 se encontraba como misionero de San Miguel, en el Meta, como ayudante del P. Manuel Román. De allí salió para llevar a cabo el restablecimiento de las misiones del Orinoco, en compañía del P. José Gumilla y del P. Agustín Vega “por noviembre de 1731”, al decir de Gumilla. Hacia comienzos de marzo de 1732 funda la Concepción de Uyapi en el río de ese nombre, con los indios guayqueríes. El año 1733 lo absorben las invasiones caribes. En 1734 inicia una nueva acción con los guamos y guires de Curiquima. En 1735 tiene que retirarse con los guamos a Pararuma. Algún tiempo estuvo Rotella en los Llanos, de donde salió en diciembre de 1739 para fundar Cabruta. En 1745 fue designado Superior de las Misiones del Orinoco y sustituía en este cargo al P. Manuel Román. Gran parte de su superiorato se dirigió a organizar los pueblos del alto Orinoco y de entablar paces con los guaypunabis. Falleció el 20 de enero de 1748, en Cabruta (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 458-461).
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constante en la negativa de ir con dichos Padres pues constituidos en plena libertad dijeron, que querían a Cabruta. Habiendo por febrero de 41 salido el Hermano Agustín de Vega a descubrir los caminos de tierra que trafican los caribes para venir hasta aquellas Misiones, y seguir juntamente unos indios, que habían hecho fuga, y librar unas mujeres que habían hurtado los caribes matando a sus maridos, y un párvulo de un año a quien estrellaron contra una piedra, llegó a Cabruta después de seis días de peregrinación muy penosa lleno de trabajos, sin conseguir el principal fin de su peregrinación. Viendo el Padre Bernardo que llegaban rendidos aquellos exploradores salió de su Pueblo de Cabruta y llegó hasta las primeras casas de los caribes, donde apresó dos hombres y una mujer, por rehenes de los sálibas, que habían llevado. Trájolos a su Pueblo, y después hicieron fuga. A principio de mayo de 42 salió por orden de la obediencia a explorar a los indios Tamanacos, y también los caminos de tierra que tienen los Caribes. A los 6 días de peregrinación encontró unos pocos que le costó mucho conseguir siquiera de ellos el que le hablasen. Suavizó su aspereza con algunos regalitos, que les hizo, y hablaron entonces muy favorable a los fervorosos deseos del Padre Bernardo prometiéndole, que saldrían al Pueblo al año siguiente; conocióles el Padre mucha parcialidad y amistad con los caribes, e hizo muy poco aprecio de su promesa, y el efecto lo ha manifestado así, porque no han salido, ni se espera el que salgan hasta quitar de allí los caribes. Volvió de este viaje el Padre Bernardo lleno de penosos trabajos, y sin indios algunos. El año de 43 hizo una entrada a los indios Guamos del río Apure en que gastó todo Agosto, hasta mediado de Septiembre, con el consuelo de sacar 60 indios, y 64 que el Señor para mayor consuelo suyo le mandó viniendo libremente al Pueblo, sin más influjos que los del cielo. Después de muchas mojadas, hambres, y trabajos llegó en este viaje a una casa de Otomacos los que le guiaron a dos pueblecitos pequeños y le prometieron salir a la Misión, y aunque por su inconstancia no dio asenso el Padre a que fuese seria su promesa, les dijo que si salían habían de vivir como los Guamos quietos y trabajar para mantener su vida etc. Uno de los Pueblos quedó en que saldría mandándole el Padre embarcaciones, las que mandadas, no vinieron 651.
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por instigación y malos consejos de un cimarrón ladino de los RR. PP. Capuchinos; y aunque se erró el lance con estos, se logró con otros que movió el Señor y trajo al Pueblo de Cabruta donde están hoy gustosos y alegres hasta el número de 21 que fue el que salió. A los 4 días de perfeccionada la peregrinación antecedente, volvió a salir segunda vez en que logró sacar 21 almas, y el Señor le mandó tras de estas otras de su agrado; y este año de 43 consiguió ver aumentado su Pueblo en más de 200 almas las que constantes perseveran, y se espera con bien fundada esperanza el que este Pueblo será (no obstante a las persecuciones de los Caribes) de los más numerosos de aquella misión. Dejo en este estado las entradas y progresos de la misión del Padre Bernardo y paso a referir a V. P. un caso bastantemente glorioso y favorable a nuestras Misiones del Orinoco y que ha dado ocasión a descubrir nuevas naciones, y tierras. Ya corrían algunos años noticias bastantemente funestas de que los portugueses de río Negro, y Marañón con los indios Caberres, y Guaypunavis andaban destrozando, y comiendo la gente que mataban, y que esto mismo venían a ejecutar con nuestras Misiones. Dio fundamento a estas noticias, el que habiéndose engolfado dos portugueses penetrando a lo más interno de la gentilidad para rescatar indios y conducirlos a sus ingenios, se hallaron perdidos entre las naciones e imposibilitados al regreso, y viéndose precisados a vivir entre ellos para mantener la vida, y librarla de algún acometimiento contrario, se vieron obligados a vivir dentro de ellos amoldados a sus estilos y costumbres bárbaras, anidándolos en sus guerras, e injustas muertes, que hacían para mantenerse, al uso de aquellos gentiles de humana carne. Por este tiempo cuidaba el Padre Bernardo del Pueblo de Santa Teresa, que era el primero, que había de experimentar los choques de los enemigos, que decían bajaban ya a asolar nuestras Misiones. Cada día tenía el Padre embajadas de los indios comarcanos, que llenos de terror iban a refugiarse en Santa Teresa, aunque el Padre no daba asenso, a tan funestas noticias, por conocer lo novelero que son los indios, no despreciaba del todo sus dichos y por esto procuraba esforzar sus soldados al valor para la resistencia, y procuraba reforzar las centinelas, y dar también aviso de todo lo que se decía a los demás Padres para que como buenos Pastores velasen en 652.
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la defensa de su grey. Habiendo repentinamente llegado a su Pueblo cincuenta indios Catarus llenos de pavor y espanto confirmaron las noticias antecedentes. Determinó el Padre mandar indios de su Pueblo para que explorasen, y estos volvieron todos turbados el día 7 de septiembre a media noche, dando por noticias para el siguiente día llegaban los enemigos, pues solo distaban 2 leguas del Pueblo, y que los había visto estar asando cuartos de gente. Despachó esta noticia al Padre Vice Superior pidiendo socorro a Pararuma, dispuso su gente para la pelea, y viendo dos soldados, que hacían escolta al Padre que amanecía y no llegaban, le pidieron licencia para ir a registrar todos aquellos derredores, y ver con sus ojos las cosas para darle cierta noticia. Agradó al Padre el valor y determinación, y embarcándose en una curiara bien esquifada arrancaron a boga sorda para no ser sentidos; a corto trecho se hallaron dentro de los enemigos, sin saber, qué partido habían de tomar. Vueltos sobre sí, viendo, que estaban divertidos los contrarios saltaron en tierra, y tomando sus armas, sin dar campo al contrario, a tomar las suyas, acometieron con arrojado esfuerzo a los portugueses, diciéndoles arrogantes. Larga las armas, sino te matamos. Como venían estos con fin muy distinto de lo que se decía. Soltaron luego las armas, hicieron, también señal a los indios, para que ejecutasen lo mismo y conseguida esta victoria, sin pelear, bajaron todos, los portugueses, y los indios, que les acompañaban al Pueblo en que estaba el Padre Bernardo. Luego que llegaron, habiendo oído el Padre a los soldados (que habían rendido sin violencia alguna las armas, aquellos, que la cobardía y miedo llamaba enemigos), Preguntó el Padre al principal portugués llamado Agustín de Flores, la causa de su venida, y respondió el portugués: Padre mío yo no vengo a hacer guerra ni a alborotar las misiones, vengo sí a llorar, y confesar mis pecados, y a buscar la cristiandad; porque ha 6 años que estoy metido dentro de estos bárbaros, y he vivido más bárbaro que todos ellos. Es verdad, que les he acompañado a sus crueldades, pero como forzado, por tal de no perder mi vida, y no ser bastantes mis razones a ablandar su excesiva impiedad. Es verdad que he vivido libre mas siempre me he acordado de Dios y de la Concepción Purísima de la Virgen a quien continuamente he clamado, para que me sacara de la triste cautividad que padecía, y me trajese a estas Misiones para vivir y morir en ellas como cristiano. A la Virgen Santísima debo el beneficio de verme ya, 653.
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donde tanto he deseado, y le he pedido y la misma Señora, es la guía y conductora de estas 60 almas, que vienen también conmigo deseosas de vivir aquí y por las aguas del bauptismo conseguir el Cielo. Ésta fue la respuesta del portugués al Padre que abrazándole gozoso le alentó a la esperanza del perdón. Sospechoso el cabo de la Escolta, que fuese alguna espía de aquel imaginario y fantástico escuadrón de enemigos que tenían, le remitió con los demás al Capitán de la Escolta Don Ángel Francisco Sanabria a Pararuma. Tuvo muchos contrarios este portugués acusándole de varios delitos ante el capitán: ahórquele, decían unos, por que ha matado a mucha gente, otros clamaban contra él diciendo. Éste ha muerto, a mi hermano, y también me hubiera muerto a mí, si no me hubiera refugiado en estas Misiones huyendo de su tiranía. Otros le acusaban de que comía carne humana. Las mujeres decían: éste ha muerto y comídose a mi hijo; y de tal suerte apuraron las quejas, y acusaciones contra el portugués la materia que estaba ya el capitán determinado a quitarle la vida, cuya ejecución impidieron los Padres Vice Superior Manuel Román, y el Hermano Agustín de Vega a quienes quedó siempre muy agradecido el paciente portugués, que en medio de las acusaciones, y sentencia no decía más, sino que venía a llorar sus errores y miserias, y salvar su alma. El otro portugués que hacía compañía pasó con los 60 indios a Cabruta donde murió cristianamente y los indios han probado muy bien. Casóse Agustín con la india que traía por manceba en Pararuma, y reconociéndole de valer y de muy cristiano proceder, después de 2 años sentó plaza de soldado; Y deseoso de hacer algún obsequio a Dios en satisfacción de sus pecados clamaba por que le dejasen ir con su mujer a sacar de la gentilidad los otros indios parientes, que habían quedado, sin pedir más premio por su trabajo, sino el que Dios fuese servido darle por sus pasos. Conmovido el Padre Manuel Román de la constancia de sus clamores determinó hacer con él una entrada del modo siguiente: A 14 de enero de 44 se embarcó el río Orinoco arriba el Padre Vice Superior Manuel Román para esta empresa escoltado de seis soldados, llevando en su compañía por práctico y lenguaraz al referido Agustín con su mujer. Encontraron a los 24 días de navegación a los indios Caberres, y verapakianavies cuyas cabezas y principales Capitanes son Guayabari, y Nericabami su hermano. El primero luego se ofreció a salir muy gustoso, mas el 654.
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segundo manifestando su repugnancia, no gustaba dejar su habitación como fiera en los montes. Dejando prendados para salir a la vuelta del Padre los que prometían hacerle compañía pasó el Padre Manuel con su gente hacia la posesión de Macapu caudillo de los Guaypunavis, quien por algunas cizañas que los Caribes por medio de otros indios habían sembrado en su pecho, diciéndole, que venía el Padre con soldados españoles a quitarle la vida a él y a toda su gente; se hallaba irritado contra el Padre y resuelto si venía a quitarle la vida. Cercano ya a la habitación de Macapu, le mandó el Padre Manuel un recado cortesano, para que viniese, le respondió, que se hallaba malo y que no podía, y que si el Padre gustaba hablarle pasase a su casa. En aquel intervalo de tiempo en que fue el recado, y volvió la respuesta, se apareció una, no pequeña armadilla de otros indios Guaipunavies, que armados en guerra, venían contra Macapu a emprender batalla, y pensando estos, al ver blancos, que serían portugueses amigos de su enemigo Macapu, comenzaron a disparar con descargas muy repetidas contra el Padre y sus soldados. Viendo la india mujer de Agustín llamada María de la Concepción de nación Guaypunavi, el gran peligro del Padre gritaba junto con su marido a los enemigos, para que desistiesen, mas ellos irritados se esforzaban más, y más, mostrando los muchos frascos de pólvora, y balas que tenían, para continuar su batalla: Vio la india, y conoció al capitán, que comandaba al ejército enemigo, y con valor, más que de mujer, pidiendo licencia a su esposo, se arrojó intrépida a los peligros de las balas diciendo: ¿qué se dirá de nosotros, si estos matan a nuestro Padre Manuel? cristiana soy, creo firmemente lo que me enseña la fe, voy en nombre de Dios y si no tuviere la fortuna de sosegar a mi pariente Cadarena, que así se llamaba el capitán, tendré la dicha de morir primero, que ver muerto al Padre y dejando admirados a todos con su arrogancia, valor, y cristiandad, sin aguardar respuesta, partió veloz. Entróse en medio de los enemigos, cesaron estos de disparar, rodeándola todos, y reconociéndola oyeron gustosos su relato; y quedaron por medio de sus razones amigos de los españoles. No contenta esta valerosa mujer con la paz, que había conseguido de Cadarena con los españoles; con grande sagacidad dispuso el hacer las paces también, de Cadarena, con su pariente Macapu. Para este fin formó ella con grande sagacidad el dictamen de mandar a avisar al pariente general Macapu 655.
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Cerca de la una un riachuelo donde reside Macapu, que desagua en el Orinoco, hay una angostura de dos peñones a propósito para hacer una emboscada en que cubiertos y seguros los traidores pudieron ejecutar su dañado intento quitando la vida al Padre sin riesgo de la suya, pero Dios Nuestro Señor dispuso en su altísima providencia que bajando una armadilla en que se incluían 30 portugueses y más de 200 indios con intento de matar a Macapá descubrieron la emboscada (porque como ésta no tenía riesgo de
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que allí estaba el Padre riñendo en su defensa con Cadarena, por venir éste a reñir con Macapu. Así lo ejecutó, con tan feliz acierto, que apreciando Macapu la acción del Padre salió con 300 indios armados a su defensa, no obstante a estar cojo de una pierna, y afronterados, ya los dos contrarios para la pelea, consiguió el Padre hacer las paces entre los dos capitanes, que aunque parientes, por leves causas estaban discordes y deseosos de vengar los que juzgaban en su barbaridad agravios. Es cierto que esta heroína, que pudiera ser confusión de muchos, es acreedora a todo elogio, el que excuso en esta carta por no dilatarla. Aunque Cadarena quedó reconciliado con el Padre y Macapu a lo político en lo exterior, no dejaba de abrasarle algún tanto la envidia de ver el favor que a Macapu se hacía; y así determinó formar una emboscada para quitar al Padre y a sus soldados la vida; formóla en sitio tan estrecho que le era imposible al Padre y a los suyos libertar la vida, si el Señor con su altísima providencia no hubiera dispuesto el que tomando la delantera al Padre treinta portugueses, y mas de doscientos indios que venían resueltos a matar a Macapu descubriendo la emboscada, no les hubiesen puesto con la violencia de sus armas en precipitada fuga. A poco tiempo de haber espantado de aquel puesto a los enemigos llegó el Padre Vice Superior Manuel Román, y encontrándose impensadamente con los portugueses. Preguntaron los nuestros: ¿Qué gente? Y los portugueses respondieron. ¿Vosotros qué sois? Respondió el Padre Román por todos, diciendo ser gente de Paz, preguntaron los portugueses. ¿Qué bandera? Levantándose el Padre y enarbolando el Crucifijo les dijo ésta es mi bandera: y el portugués comandante, sacando otro Santo Cristo: dijo, que él y los demás, militaban también bajo de la misma bandera. Consoláronse unos, y otros con este feliz encuentro, y los portugueses lograron la ocasión de hallarse con Padre para cumplir con la confesión, y comunión annua, a que no habían satisfecho, lo que ejecutado con grande solemnidad, habiendo el Padre Manuel comunicado con el Comandante, resolvió pasar con él al río Negro, para explorar mejor aquellas tierras y componer algunas cosas convenientes a la salvación de aquellas almas. Despachó 65 almas. Caberres y Maypures a Cabruta, las que llegaron con bien, y pasando el Padre Manuel de su embarcación a la del Comandante portugués, siguió su viaje a río Negro para conducirse
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la parte de arriba quedó descubierta) y juzgando los portugueses ser la emboscada de su enemigo Macapá les dieron una carga cerrada que los puso en una precipitada fuga.
Que éste la facilita (como llevo dicho) el brazo que sale del Orinoco llamado Casiquiari y
por éste a comunicar con un Padre de las Misiones de Portugal, por haber dicho los portugueses, que le llevarían, y le volverían a restituir al Orinoco. Llegó por este río Negro el Padre Román a las Misiones de los RR. PP. Carmelitas Calzados, y por estar contigua a esta Misión la del Padre de nuestra Compañía a quien habiendo esperado el Padre Román el espacio de un mes (por haberse ido al Pará 30 jornadas desde su Misión parte por Río Negro y parte por las Amazonas) comunicó varios puntos. El primero que no se diesen armas de fuego a los gentiles en los contratos. El 2° que se prohibiese a los portugueses venir al Orinoco a comprar los indios por esclavos. El 3° Que todos mutuamente coadyuvasen a la reducción de las almas sin meter la hoz en mies ajenas guardándose aquella fidelidad, y lealtad, que cada uno debe guardar a su soberano: Contestó gustoso a las proposiciones del Padre Manuel así el R. P. Misionero Carmelita Fray Joseph Magdalena, como del Padre Achiles Misionero de nuestra Compañía que está puesto por el Rey de Portugal en dicho Río Negro para reconocer los indios, que los portugueses sacan del Orinoco y Río Negro para los ingenios de la ciudad del Pará, para que en ellos sirvan como esclavos. Dijeron al Padre Manuel estar prohibido por el Rey de Portugal, el dar armas a los indios, y como también el venir al Orinoco, que ellos llaman Parava, y que si esto no se guardaba, no era por falta de cautelas y preceptos del soberano, sino por la ambición, y codicia de los vasallos. Que la buena correspondencia entre los Misioneros de las Misiones de Portugal y Orinoco, era muy conforme a la caridad, y que así por su parte cooperarían sin dar lugar a queja a fin tan glorioso. Habiendo comunicado el Padre Román con el Padre Achiles,4 volvió al Orinoco demarcando aquellos sitios, por si su majestad católica gustase, el que se haga alguna demarcación para que conste por los mapas, la comunicación, que hay del Río Orinoco, con el Marañón, o Amazonas llamado Casiquiari. Registro las muchas naciones, que hay de una, y en otra parte del Orinoco, y a sus márgenes, y a la corta distancia de tres, o cuatro días tierra adentro, se cuentan hasta siete naciones distintas, unas menos numerosas
4 Luis PALACÍN. “Avogadri, Aquile Maria”. En Charles E. O’NEILL y Joaquín M.ª DOMÍNGUEZ. Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, I (2001), 306-307.
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desagua en Río Negro, por no tener entre los dos ríos serranía ninguna que impida su curso, pues toda es tierra llana, con hermosos prados, y algunos bosques de manera que juntas las aguas de Orinoco, y Río Negro, desaguan por su boca en el Marañón.
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que otras, por causa de las muchas hostilidades, que los portugueses y Caribes ejecutan en ellos, y los muchos indios que sacan para esclavos en el Pará. En estos 6 años, consta por los Libros del Padre Achiles, haber sacado 8000 esclavos: y de esta suerte se hallan algo deterioradas aquellas naciones. Han salido a Cabruta 181 indios Guaypunavis y Caberres con su Capitán Macapu en cumplimiento de la palabra que dieron al Padre Manuel, y cuidando bien a estos, para que comuniquen favorables noticias a los suyos me escribe dicho Padre saldrán más de 600. Son indios valerosos, y fuertes contra los Caribes, y con su ayuda se espera el que los Caribes se retiren cobardes ó a lo menos no sean tan atrevidos en las frecuentes molestias que ocasionan a nuestros neófitos, No obstante a la brevedad que he procurado; en esta carta dando a V. Pd. las noticias que me comunican los Padres del Orinoco me es preciso referir algunos casos que a dichos Padres les han sucedido en aquella gloriosa Misión; y sea el primero, uno, que me avisan de un indio que por pactos y maleficios que en él se habían observado, había sido desterrado de el Pueblo, para que con su roza esta mala oveja no inficionase el resto de la demás grey. Bien sabía el Padre Bernardo Rotella dónde habitaba aquella su descarriada oveja, mas juzgando por más conveniente el que pereciese sola y se libertasen las demás de tan pestilencial contagio, la dejó desierta, viendo ser insuficientes sus razones para reducirle a la grey y cristiana vida de los demás. Habíansele huido unos indios del Pueblo de San Ignacio de Cabruta al Padre Bernardo por consejo de este malhechor y habiendo salido el Padre en su seguimiento pensaba lleno de confusiones si traería al Pueblo aquel mal indio junto con los demás. Por todas partes hallaba para esto dificultades, y así suplicando a Dios por el camino, que lo alumbrase lo que había de hacer y que su Majestad como próvido Padre remediase tantos daños, halló que el mismo día en que hacía al Señor sus súplicas, un tigre (que el mal indio, y otro compañero suyo) despreciaban por muerto, levantándose furioso hizo en ellos tan sangrienta garra, que haciéndoles pedazos les quitó la vida sin que otros dos que se hallaban cercanos les pudiesen defender y libertar de tan sangriento estrago. Quitado ya este estorbo fácilmente restituyó a su Pueblo los forajidos, y viven quietos y gustosos.
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El año de 1741, vivía en el Castillo de San Xavier de aquella Misión un mancebo Juan Antonio natural de Santa Fe casado con una india bien ladina en el idioma castellano; vivía ésta con escándalo de muchos en mal estado y según algunos con consentimiento de su marido, no bastando los paternales consejos se dio por el Padre Bernardo Rotella parte a la justicia, para el remedio. Apartáronla de la ocasión mudándole con el marido a otra parte, aunque la distancia no fue competente remedio, pues andaba la mala mujer, dos leguas, que había por tal de tratar a su torpe amante; y sentida de no poderlo comunicar por la distancia con más frecuencia, acudieron a Tribunal superior en el que con falsos informes consiguieron restituirse a vivir al castillo donde tenía la india sus tropiezos, y hallándose gustosa de haber triunfado a pocos días de restituida al Castillo cogiéndola, a vista de su esposo un tigre mascándole la cabeza, le dio algunos tajos con las garras en la garganta; la dejó sin más vida que la de 24 horas, que duró después del estrago que había padecido. Pasó el Padre a confesarla y tratándole de este importante negocio enmudecía y solo respondía a otros distintos asuntos, y por más diligencias que hizo el confesor no pudo conseguir el que diese el más leve indicio de arrepentimiento y así expiró, con notable desconsuelo del confesor. A poco tiempo murió ahogado el marido a la orilla de la misma piedra del Castillo a vista de diestros nadadores que no pudieron librarlo. Lo contrario sucedió en el Pueblo de Santa Teresa a un catecúmeno respetado del Pueblo por sus buenas calidades pues habiendo pasado a una nación inmediata, durmiendo en la posada en que se había hospedado al abrigo de unos peñascos le sacó de entre otros, arrastrando, un tigre; al oír las voces le socorrieron los compañeros e hicieron soltar la presa al tigre, aunque tan maltratada, que le dejó despedazada la cabeza. Pidió a los piadosos compañeros lo llevasen en breve a su Pueblo para poder recibir el bautismo. Llegó al puerto del Pueblo en que vivía, y llegándose a las 3 de la mañana a la ventana del Padre Misionero que lo era el Padre Roque Lubián: le dijo. Levántese Padre venme a bautizar que un tigre me ha matado. Levantóse el Padre pasó a su casa y halló al indio moribundo ya, pidiendo el bautismo. Comenzóle a instruir el Padre con breves palabras, mas replicándole el indio: No se detenga Padre en eso, que ya lo sé, date prisa a bautizarme, mira
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que se me ha acabado la vida. Le cumplió sus deseos dándole las aguas del bautismo y entregó a las dos horas el espíritu a su Criador. Son muchos y raros los castigos que el Señor ha hecho en algunos introductores de sectas y sembradores de cizaña que entre los indios suelen levantarse. En el Pueblo de Santa Teresa de los Sálibas, una sola tigra mató ocho indios cristianos, que mal contentos ya en la religión cristiana estaban sembrando infernal cizaña en los párvulos y bien contentos para apostatar con ellos trayéndolos por medio de su mala doctrina a la ejecución de su perversa voluntad y persiguiendo algunos; ésta fue el terror de los montes nunca se le pudo quitar la vida. Suceden también algunos casos graciosos en las preguntas que suelen hacer, y en estas observaciones que suelen tener los indios habiendo predicado el Padre Manuel Román de la existencia real y verdadera de Cristo en la Eucaristía después de haber proferido el sacerdote las palabras de la Consagración. Acabada la plática, pasó el cacique que la había oído a preguntar al Padre: ¿Es verdad eso que has dicho en la Iglesia? No hay duda en eso le dijo el Padre y volviéndole a explicar concluyó el cacique diciendo: Así será: Tú como estás cerca cuando dices misa le verás pero yo, que estoy lejos de ti y soy corto de vista como viejo, nunca lo veo. Observó un indio, que no daban las viruelas al Padre que los cuidaba y persuadido a que la causa era por ser sacerdote y decir misa llamó al Padre y le pidió, que le enseñase también a decirla para librarse de las viruelas pues éste juzgaba por remedio eficaz, porque solo se escapaban los Padres que decían Misa. Exhortóle el Padre a que la oyese siempre con mucha devoción ya que no la podía decir, que también favorecía Dios a los que de esta suerte la oían, y fue el Señor servido de que no le diesen. Hallábase otro gravemente enfermo de viruelas y instruidos por el Padre viéndole muy arriesgado, le dio prisa para bautizarse, y le respondió el indio. Hoy no quiero hacerme cristiano porque hay muchos truenos, y relámpagos, señal de que Dios está enojado. Yo no quiero ir en semejante día al Cielo, espera que esté bien claro y sereno, y entonces bien puedes volver que te doy palabra, que seré cristiano. Esperó el Padre Misionero, viendo que daba algunas treguas el achaque, hasta el siguiente día, y amaneciendo claro y despejado el cielo, volvió a su catecúmeno al que halló bien dispuesto, y alegre para recibir 660.
• Libro III [XXX]
el bautismo, el que habiéndole desvanecido las aprehensiones de su vana observación le confirió el Padre y murió a luego recibida la agua del bautismo. Los Caribes que son la causa de que nuestros catecúmenos se inquieten, ya por las vejaciones: que padecen de ellos, ya dando en sus tierras lugar de refugio a los que mal contentos se huyen; me avisa el Padre Vice Superior Manuel Román, que habiendo ido a sacar de las tierras de los Caribes algunos indios que estaban fugitivos de los Pueblos de los Padres Misioneros, le recibieron de paz, y la solicitan con algunas demostraciones, al parecer serias, con nuestras Misiones; le entregaron los fugitivos y protestaron no recibir en adelante fugitivo alguno, y mantener paz con las Misiones. No obstante, con las muchas experiencias de sus traiciones, viven con cautela aquellos Misioneros para reparar cualquier golpe que intenten dar a las Misiones bajo de la capa de amistad, y paz. El Padre Vice Superior hace juicio, que no está tan agreste y zarza aquella mies, que no se lograra el trabajo en su beneficio y cultivo, pues a vista de los rigores y violencias que experimentan de sus Misioneros a quienes miran con horror los caribes le parece que se sujetarán a la palabra divina predicada con amor, y sin violencia de prisiones, sogas, y amarraduras con que los violentan para sacarlos a Pueblo, de donde siempre, que pueden hacer la fuga a las guaridas de sus tierras, y montes. •
661.
[XXXI] 1 [1749]
*
Para la biografía de Manuel Román, véase [XXV].
663.
Informe del P. Manuel Román S. J. sobre la misión del Orinoco*1*
Señor: Recibí la de V. Majd. de veinte y uno de mayo de mil setecientos cuarenta y siete a trece de noviembre de cuarenta y nueve. Respondiendo con el debido respeto, y a lo que a mí toca, digo que hay al presente en estas misiones del Orinoco de la Compañía de Jesús seis pueblos, y en cada uno de ellos su misionero para la enseñanza y cultivo espiritual de sus habitadores, que todos son indios naturales de estas tierras y sus contornos. Además de los dichos, hay otro pueblo de gentiles de nación Piaroa que también pide padre que los doctrine; espero en Dios que presto se les dará consuelo, pues ahora nuevamente he recibido carta que vienen dos padres misioneros para el cultivo de dichas almas y de otras muchas que con el favor de Dios y de V. Majd. se irán agregando al gremio de nuestra santa Madre la Iglesia. Respondiendo en particular digo que el primer pueblo que se fundó en estas misiones fue de nación sáliva en el sitio de Pararuma, el año de 1733, llegó a tener ochocientas almas. El año de 1736 se fundó de dicha nación otro pueblo en el sitio de Carichana, sus habitadores fueron cuatrocientas almas. Dicho año, en el reducto de San Xavier se agregaron doscientas almas de * AGI. Santafé, 269. Archivo Nacional de Bogotá, Reales Cédulas, t. 14, fols. 580 y ss. Texto original en castellano.
665.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
dicha nación sáliva. Este número de mil y cuatrocientas almas que hubo repartidas en dichos tres sitios se han venido a reducir a quinientas y cincuenta, que al presente hay en el dicho sitio de Carichana, en donde se juntaron el año de 46, por causa de la epidemia de viruelas, sarampión y otras enfermedades de que murieron los dichos indios. Son cristianos quinientos y treinta, y veinte catecúmenos. Todos tres sitios están en las riberas del Orinoco. En el año de 1734 se fundó el pueblo de nación Guamos en el sitio de Ricuriquima; por causa de las persecuciones de los indios caribes y falta de soldados para su resguardo se mudó en frente del peñón de Marimarota, en donde estaba el reducto dicho de San Francisco Xavier, y en donde se mantuvieron algunos años. Viendo que morían muchos en aquel sitio, por enfermo, se mudaron en el año de 1739 al sitio de Cabruta, que está también en las márgenes de Orinoco; se agregaron allí de varias naciones caberres, maypures, guamos, atapaimas, otomacos, trescientas cincuenta y ocho almas. Todas estas naciones son de diversas lenguas. Los catecúmenos son ciento y diez; los demás son cristianos. Este pueblo era más numeroso, pero de los guamos que se mudaron allí se fueron los más; y muchos de los otomacos de su voluntad se agregaron a otro sitio y subsisten al presente en el dicho Cabruta las dichas almas. En el año de 1739, por el mes de abril, se fundó en Burari, un pueblo de nación Yaruros, con quinientas almas. Después a petición de dichos indios se mudó a Yurepe el año de 1742, y estando mal contentos en dicho sitio, que está cercano a Meta y lo mismo Burari, pidieron mudarse a Annaveni cercano a Orinoco. Fue tal la desgracia de estos indios que en este último sitio enfermaron todos, murieron muchos, y de los pocos que quedaron se huyeron los más. Se han hecho diligencias de volverlos a agregar, y solo se han podido recoger ciento y cuarenta y ocho; son cristianos de estos, ciento y dos, y los demás catecúmenos. Gran falta hacen los soldados para estas correrías; los trabajos que en ellas se padecen son grandes; más padecen los padres misioneros en recoger las ovejas descarriadas y huidas que agregarlas la primera vez. Esta última mutación se hizo en el año de 1748. En el año de 1747 se fundó en el raudal de los Atures un pueblo de Maypures, Avanis, Caberres, Qüirupas y Parenes. Todos estos son indios de diversas naciones y diversas lenguas. El número de almas que aquí hay son 666.
• Libro III [XXXI]
setecientas y cuarenta; de estos son cristianos, trescientos; los demás, catecúmenos. Está cerca del Orinoco. Apenas se había fundado este pueblo cuando los Guaipunavis, indios gentiles, le quemaron y quitaron la vida a muchos de sus habitadores y cautivaron a otros. No obstante, no desmayamos; se volvió a reedificar de nuevo, se hizo iglesia, y los indios han hecho muchas casas para su habitación. Al presente están con gran miedo porque les han amenazado los gentiles que andan en aquellos contornos y temen que les quiten las vidas. El riesgo es grande, la defensa corta, los contrarios muchos y belicosos, a quienes proveen los portugueses del Pará de armas de fuego y municiones por el interés de esclavos que les dan los indios. Si Dios no lo remedia y la clemencia de V. Majd. en aumentarnos la escolta, aquella reducción está expuesta a un precipicio, y perdida aquella, que es la frontera, y en donde están las mayores fuerzas, todas las misiones padecerán una fatal ruina, y los trabajos, fatigas y sudores que en las fundaciones hechas hemos padecido muchos años, se perderán en un día. En el año de 1748 se fundó en el sitio la Urbana, en la orilla de Orinoco un pueblo de Otomacos. Avaricotos y Sivitenes, los más son Otomacos; hay por todos trescientos cincuenta y seis, de estos son cristianos ciento cuarenta y cuatro, y los demás catecúmenos. En el año de treinta y tres se fundó la primera vez este pueblo; se huyeron y le quemaron; se volvió a reedificar el año de cuarenta y cinco; fueron tantas las persecuciones que padecimos de caribes y la poca defensa que teníamos, por no perderlo todo nos juntamos en el pueblo de Sálivas sobredicho, y se quedó aquella reducción indefensa, y los indios se retiraron a los montes hasta que el dicho año de cuarenta y ocho, fiados en la misericordia de Dios y amparo que esperábamos de vuestra clemencia, volvimos a restaurar dicha pérdida, agregando a dicho sitio sus habitadores, y espero en Dios que ha de ser pueblo numeroso, porque el paraje es saludable, mueren pocos y la nación es crecida, y están muchos en los montes, y en teniendo aumento de soldados la escolta, como confío en el católico celo de V. Majd., haremos diligencias para agregarles al pueblo. En el año de 1749 se dio principio, en el sitio de la Encaramada, a un pueblo de indios de nación Tamanacos, distante del Orinoco como un cuarto de legua; tiene ciento y diez y nueve almas, de las cuales son cristianos cincuenta, y los demás catecúmenos. En los contornos de dicho sitio habitan 667.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
varias naciones de indios, Quaquas, Parecas y Oyes. Con el favor de Dios y de V. Majd. esperamos hacer con todos un crecido pueblo. Las esperanzas de nuevas conversiones y del aumento de almas en los pueblos sobredichos son grandes; pero sin los medios convenientes, como son soldados que acompañen a los Padres Misioneros en las entradas que hacen y correrías para su resguardo, nada podremos hacer, porque es exponer la vida de los Padres a una sangrienta víctima, sin logar el fruto que deseamos de la salvación de las almas y exploración de nuevas tierras habitadas del gentilismo. Los ministerios en que se emplean los operarios de esta mies son conformes a nuestro instituto de la Compañía de Jesús. Todos los días, (excepto el jueves que hay asueto), enseña cada Padre en su pueblo la doctrina cristiana a los muchachos y muchachas que asisten a ella, por la mañana en su lengua nativa, y oyen misa, y por la tarde en castellano y después rezan el rosario y letanía de Nuestra Señora. Los sábados por la tarde asisten todos los del pueblo al rosario y letanía que cantan los músicos. El domingo asisten todos a la plática de doctrina cristiana y explicación de los misterios de nuestra santa fe, y se instruyen a los catecúmenos para el bautismo y a los cristianos el modo de confesarse. Para este fin tan glorioso aprenden los Padres Misioneros las lenguas naturales de los indios con sumo trabajo, que dan por bien empleado por el bien de sus almas. Concluida la explicación, oyen todos misa; por la tarde asisten al rosario y a la salve de Nuestra Señora que cantan los músicos. En todos los pueblos hay escuelas de canto llano, de leer y escribir, para que vayan aprendiendo la lengua castellana y arraigándose mejor en la fe; aprenden bien los muchachos a cantar. Los días solemnes se canta la Misa y tocan varios instrumentos músicos, que todos mueven a devoción. Las persecuciones que padecemos son grandes. Orinoco abajo están los indios caribes a quienes los holandeses proveen de armas y municiones, y con ellas nos hacen gravísimos daños, y nos van quitando la mies que cautivan y venden a los holandeses con notable perjuicio de la cristiandad. Orinoco arriba hay varias naciones de indios belicosos a quienes proveen los portugueses del Pará de armas de fuego y municiones, y han hecho grandes estragos en las tierras de V. Majd. han quitado la vida a muchos indios y
668.
• Libro III [XXXI]
cautivado a otros que venden a los portugueses por las dichas armas y por otros géneros que les dan. Movido a piedad fui a Río Negro el año de cuarenta y cuatro donde habitan los portugueses que suben del Pará a la negociación de comprar indios esclavos, a ver si podía de algún modo remediar tan deplorables daños y impedir que no vendiesen a los indios gentiles armas de fuego y que no viniesen a Orinoco a cautivar indios. Me respondieron los Padres Misioneros Carmelitas calzados que habitan en aquellas tierras y el cabo o jefe que allí hay de los portugueses que había prohibición del rey de Portugal para que no se les diesen armas de fuego a los indios gentiles, y que también estaba prohibido por el gobernador del Gran Pará que no pasasen los portugueses a Orinoco, pero que ninguna se guardaba y que la codicia que tenían de tener esclavos para vender y servirse de ellos les hacía atropellar y no guardar el justo mandato de su soberano, y lo mismo sucedía con el orden del gobernador, que aunque se habían hecho algunas diligencias, no se habían podido impedir tan execrables daños. Visto esto, me volví con el desconsuelo de ver lástimas sin poderlas remediar. Un Padre Misionero de la Compañía de Jesús del Pará llamado Aquiles Avogadri1 está allí por orden del rey de Portugal para registrar y examinar si son bien o mal comprados los indios esclavos, y me dijo que en seis años que había estado en aquel ministerio por obediencia, se habían registrado ocho mil esclavos indios y dado otros por horros, esto es, sirven cinco años y quedan libres, y que en entradas que se habían hecho de los pueblos, se habían agregado a ellos cuatro mil almas libres. Los que pasan por alto por no pagar el tributo debido a su rey son muchos. Los daños que hacían y muertes para cautivar a tantos no se puede saber. Lo cierto es que serán más a los que quitan las vidas que a los que cautivan, porque entran a fuego y sangre entre los indios gentiles, quitando la vida a los que se resisten y aprisionando a los que no tienen fuerzas para tanto. A los adultos, con esposas en las manos y
1 Aquiles María Avogadri. Nació el 8 de septiembre de 1694, en Novara. Ingresó en la Orden el 1º de octubre de 1711. En 1726 se embarcó en Lisboa para ir a las Misiones del Gran Pará. Misionero en Mortigua de 1752 a 1757, de allí pasó al Colegio de Pará y a la Misión del Marañón. Falleció en el Marañón, el 4 de febrero de 1758 (Serafím LEITE. Op. cit., VIII, 223-224).
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
prisiones en los pies, los meten en las canoas (digo lo que he visto con grandísima compasión) y los llevan al Pará; y muchos de dichos indios sacan del dominio de Vuestra Real Corona y de este río Orinoco, sin que haya fuerzas que lo puedan impedir. El número de soldados que vuestra real piedad nos tiene asignados son treinta y seis y un capitán que los gobierna; están repartidos en Casanare unos, para resguardo de seis pueblos que allí hay, y otros en las misiones del Meta para resguardo de tres pueblos, y distan las dichas misiones de las de Casanare cinco o seis días de camino por tierra, y éstas de Orinoco distan de uno y otro territorio más de veinte días al remo, agua arriba, y aquí está lo restante de la escolta para resguardo de los pueblos arriba mencionados. El número de soldados es corto para defensa de tantos pueblos y resguardo de los Padres Misioneros, por ser muchos los enemigos que nos cercan por todas partes. Los soldados que se necesitan para resguardar estas misiones y aumentarlas y para correrías y exploraciones de nuevas tierras hasta ahora no descubiertas, y para impedir los daños tan graves que agua abajo hacen los caribes, y los portugueses del Pará agua arriba, son a los menos necesarios ciento, los cuales puedan sacarse del castillo de Araya, sin que hagan falta en aquella fortaleza, que he oído decir que no defiende nada, y en donde quedan muchos más para su resguardo caso que sea útil. Los años pasados me escribió el gobernador de Cumaná, don Gregorio Espinosa de los Monteros, que había recibido una cédula real en que le mandaba su Majestad que enviase veinte y cinco soldados de dicha fortaleza a estas misiones para su defensa, y que había representado que no se podía en aquellas circunstancias y tiempo de guerra en que estaban los ingleses por aquellas costas y que necesitaba todas las fuerzas que tenía para defender aquellas fronteras, y que por esta causa no podía enviarlos. La causa de la guerra ya cesó y los soldados no han venido, y el gobernador presente no se ha dado por entendido, no se qué motivo haya tenido para esto. Suplico a V. Real Majestad se digne de mandar que vengan los cien soldados que pido, con los sueldos, armas y municiones correspondientes a cada uno. Este es el medio que me parece más conveniente para reprimir a los enemigos que nos están continuamente acechando, y también para ganar almas para la divina Majestad y vasallos para la vuestra y para resguardo de los dominios de vuestra Real Corona. 670.
• Libro III [XXXI]
Estas misiones después de muchos años que estuvieron perdidas, se empezaron a restaurar el año de 1731 por diciembre, como informó a V. Real Majd. el Padre Joseph Gumilla de la Compañía de Jesús que fue a esa Corte por Procurador General de esta Provincia del Nuevo Reino. En el informe que entonces hizo en Madrid refiere las gloriosas muertes de cuatro Padres Misioneros que derramaron su sangre en los tiempos antiguos a manos de los caribes tiranos y enemigos de la paz y de la cristiandad. Por esta causa y otras y por falta de resguardo quedaron estas misiones desiertas del pasto espiritual. Al presente espero en el Todopoderoso y en la piedad de vuestro católico celo se darán las providencias necesarias para que no se pierdan estas misiones como se perdieron en los tiempos antiguos. En el año de 1742, a 12 de febrero, informé lo que entonces se me ofreció en respuesta a una carta que su Majd. se dignó escribirme, y en ella representé las muchas persecuciones y trabajos que entonces padecíamos, que a no haber Dios con su alta providencia defendídonos ya hubieran padecido muchas veces ruina estas misiones. Han muerto en estas misiones dos Padres: el P. Juan Capuel murió a trece de octubre de 1736 en el pueblo que entonces había en el sitio de Pararuma de que dije arriba. El P. Bernardo Rotella murió en el pueblo de Cabruta el día 20 de enero de 1748. Éste es el informe que por razón de oficio y por obedecer a V. Real Majd. hago con humilde rendimiento a sus mandatos, con ingenuidad y sencillez religiosa según mi profesión Ruego a Nuestro Señor guarde la Real Persona de V. Majd. muchos años para el aumento de la cristiandad y conversión de todos los gentiles que andan dispersos por estos dilatados dominios de V. Real Corona. En las misiones de Orinoco de la Compañía de Jesús, a tres de diciembre de 1749. MANUEL ROMÁN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS, SUPERIOR DE LAS MISIONES DEL RÍO ORINOCO •
671.
[XXXII] 1 [1758]
*
Para la biografía de Manuel Román, véase [XXV].
673.
Carta del P. Manuel Román a Don Joseph Ignacio de Goyeneche informándole de la facultad concedida a su Sagrada Religión para dispensar a los Neófitos de aquellos Reinos en los impedimentos dirimentes del Matrimonio*1*
[Al dorso]
Carichana, á 30 de Abril de 1758 El Padre Manuel Román, Superior de las Misiones del Orinoco. Avisa el recibo de la Real cédula general de fecha de 23 de Julio de 1757, con la que le remitió el trasunto del Breve expedido por su Santidad, en que se declaran varias dudas en cuanto a la facultad concedida a su Sagrada Religión para dispensar a los Neófitos de aquellos Reinos en los impedimentos dirimentes del Matrimonio; y expresa quedan en su poder y inteligencia para su debida ejecución y cumplimiento en los casos, que se ofrezcan.
* AGI. Santo Domingo, 639.
675.
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Consejo de 12 de Enero de 1759. Visto Muy Señor mío: Por el conducto del Gobierno de Cumaná, llega a mis manos (como superior que me hallo de estas Misiones) la carta de Vuestra Señoría de 21 de Noviembre del año próximo pasado, en que de acuerdo del Supremo Consejo de las Indias me dirige e incluye vuestra Señoría el Despacho General de S. M. cuya fecha es de 23 de Julio del referido año pasado, al cual Despacho acompaña el trasunto del Breve expedido por Su Santidad, en que se declara la inteligencia sobre las dudas propuestas en cuanto a la facultad concedida a mi sagrada Religión para dispensar a los Neófitos de estos Reinos en los impedimentos dirimentes del Matrimonio. Este asunto en los precisos términos que encierran lo literal del Breve y Despacho General quedan en mi poder e inteligencia para su debida ejecución y cumplimiento en los casos que se ofrezcan; y desde luego por lo que toca al Partido de mi cargo podrá vuestra Señoría avisar a los Señores del Supremo Consejo la contestación y recibo que hago a vuestra Señoría de los enunciados Despacho General de S. M. y Breve de su santidad, como vuestra Señoría me previene en su carta, y en tanto quedo con la mayor reverencia a las órdenes de vuestra Señoría rogando a la Divina Providencia guarde la vida de vuestra Señoría por muchos años. Misiones de Orinoco del Partido de Cumaná, Pueblo de Carichana 30 de Abril de 1758. B. L. M. de Vuestra Señoría su más rendido Capellán MANUEL ROMÁN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS [Firma y rúbrica] •
676.
[XXXIII] [1758] Domingo Scribani. Nació en Piacenza (Italia) el 21 de septiembre de 1707. Ingresó en la Compañía de Jesús el 2 de febrero de 1725, en Novellara. Desconocemos cuándo atravesó el Atlántico. En 1736 enseñaba en Santafé Humanidades a los jesuitas que debían cursar estudios superiores. En 1738 se había radicado en las misiones casanareñas. Ejerció el superiorato de 1747 a 1751. Rector de Tunja de 1751 a 1754. En 1756 enseñaba Derecho Canónico en la Universidad Javeriana. Fue nombrado Provincial del Nuevo Reino el 29 de julio de 1757, y permaneció en el cargo hasta diciembre de 1763. Elegido Procurador ante las cortes de Madrid y Roma, partió de Bogotá el 3 de febrero de 1764. En 1766 se encontraba de regreso en Madrid. En el momento de la expulsión de 1767, era Rector del colegio de Tunja. Habiendo regresado a Italia, fue espiritual del Colegio de Cotignola y falleció el 12 de noviembre de 1769.1
1 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Op. cit., 641-642.
677.
Carta del P. Domingo Scribani al Rey*1*
[Al dorso]
Santa Fe 24 de Febrero de 1758. El Padre Provincial de la Compañía de Jesús de aquella Provincia. [Al margen] El Provincial de la Compañía de Jesús de la Provincia del Nuevo Reino. Informa a Vuestra Majestad de la necesidad, que padece esta Provincia de operarios para las Misiones circulares y de los Gentiles y para los demás Ministerios de su Instituto. Señor En la Congregación Provincial que se celebró en esta Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino fueron electos Procuradores para las dos Cortes de Vuestra Majestad y la de Roma Pedro Fabro,12y Joseph * AGI. Santafé, 670. 1 Pedro Fabro. Nació el 4 de enero de 1698 en Oudenard (Flandes). Ingresó en la Compañía de Jesús el 4 de octubre de 1715, en Malinas, después de haber estudiado seis años de Humanidades. De Lovaina pasó a Roma, en donde, en 1733, era asistente del P. Pien en el Colegio Romano. De la Ciudad Eterna debió regresar a Bélgica, en donde enseñó Sagrada Escritura. Atravesó el Atlántico en la expedición de 1735. En 1736 se encontraba como misionero en las demarcaciones casanareñas. A la muerte del P. Juan Rivero, le sucedió en el cargo de Superior desde 1736 hasta 1738. En agosto de 1747 asumía el Provincialato del Nuevo Reino, hasta 1751. Rector de la Universidad Javeriana de 1751 a 1754. En 1756 residía en la Javeriana. El 31 de diciembre de 1757 fue elegido Procurador a Madrid y Roma por la Congregación Provincial. El 8 de diciembre de 1758 le sorprendió la muerte en Madrid (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 180-181).
679.
• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
1
Pagés2 Religiosos Profesos de la misma Compañía y siendo el fin principal de dicha elección el que se socorra esta Provincia con una copiosa Misión de número competente de sujetos. Precisado de mi obligación, debo representar al Católico Real celo de Vuestra Majestad la grande necesidad, que esta Provincia tiene de Operarios. Lo primero los Colegios de esta Provincia y las Misiones de los Llanos, Meta y Orinoco (donde solo hay 24 sujetos, que están clamando por más operarios) no pueden ejercer los acostumbrados Ministerios por hallarse escasos sumamente de sujetos; habiendo en estos cuatro o cinco años muerto cincuenta y siete, y otros imposibilitados. Lo segundo porque se está ofreciendo un cuantioso número de almas, que moran en los Desiertos del Guaviare, Provincia confinante con los Llanos de Casanare, Meta, y Río Orinoco, y que según la disposición que manifiesta la inmensidad de estos idólatras en quererse sujetar al Santo Evangelio, esperamos resulte la conversión de tantos miserables infieles; y a Vuestra Majestad el servicio de sujetar a su obediencia tantos vasallos, demás de las utilidades de los Reales Haberes. Lo tercero: porque no menos se necesitan operarios fervorosos, que corriendo todo este Nuevo Reino en Misiones circulares alumbren a tantos pobres como están esparcidos por esos Montes, que apenas conservan el nombre de Cristianos y que si el Católico Real celo de Vuestra Majestad no influyera como hasta aquí con el socorro de Ministros Evangélicos ignoraran la fidelidad y obediencia que deben a ambas Majestades. Lo cuarto: por que habiendo la Real Piedad de Vuestra Majestad condescendido con los fervorosos ruegos de vuestros fieles vasallos, los vecinos de la ciudad de Caracas: y esperando ahora el mismo Real Beneficio vuestros fieles vasallos de la ciudad de Maracaibo en las Fundaciones de los
1
2 José Pagés. Nació en Barcelona (España) el 15 de octubre de 1709. Ingresó en la Compañía de Jesús el 16 de mayo de 1727. Su estancia en el Nuevo Reino se vincula a la Universidad Javeriana (1743-1757; 1761-1767), en donde se desempeñó como catedrático de Teología Escolástica y Sagrada Escritura. La Congregación Provincial reunida en Bogotá el 31 de diciembre de 1757 lo eligió Procurador ante Madrid y Roma, y su gestión duró de 1758 hasta agosto de 1761, fecha en la que regresó a Santafé. Nombrado Rector del Colegio de Caracas, se puso en camino el 1 de marzo de 1767. La expulsión le sorprendió al frente del plantel caraqueño, el 15 de junio de 1767. Desterrado a Italia, desempeñó el cargo de Viceprovincial en Ajaccio (1768-1770). En 1774 vivía en Fano (José DEL REY FAJARDO. Los jesuitas en Venezuela. Op. cit., II, 399-402).
680.
• Libro III [XXXIII]
tan deseados Colegios, se hace preciso el socorro de nuevos sujetos, así para ejercer nuestros Ministerios con los mismos vecinos, como para correr sus dilatadas Jurisdicciones con los acostumbrados Misioneros para el socorro de tantas almas que por la distancia de las Ciudades están destituidas de todo Pasto espiritual. Toda esta Provincia puesta a los Reales Pies de Vuestra Majestad espera de Vuestra Real Clemencia este anhelando Beneficio y los demás que puestos a vuestros Reales Pies, representarán los dichos Procuradores. Dios Guarde La Católica Real Persona de Vuestra Majestad como la Cristiandad, y especialmente ésta vuestra Compañía de Jesús ha menester. Santa Fe 24 de Febrero de 1758. DOMINGO SCRIBANI [Firmado] •
681.
[XXXIV] [1773] José Yarza. Nació en Lezo (Guipúzcoa), el 28 de septiembre de 1725. Ignoramos cuándo atravesó el Atlántico. Ingresó en la Compañía de Jesús en Tunja, el 2 de octubre de 1744. Estudió la Filosofía y la Teología en la Universidad Javeriana. Al acabar sus estudios teológicos, en 1753, enseñó un año de Gramática en la propia Universidad Javeriana. Recibió la ordenación sacerdotal el 14 de julio de 1754. Entre 1754 y 1756 fue pasante en el Colegio-Seminario de San Bartolomé, y después fue Ministro. Realizó su año de Tercera Probación en Tunja (del 10 de agosto de 1756 al 10 de agosto de 1757). Después enseñó Gramática en los colegios de Bogotá, Honda y Mompox. En 1763 regenta en la Javeriana la cátedra de Filosofía; posteriormente ocupó la de Teología. Fue Rector del Colegio-Seminario de San Bartolomé del 15 de febrero al 1 de agosto de 1767. Desterrado a Italia, vivió en Gubbio desde la extinción de la Compañía de Jesús, en 1773, hasta su muerte, acaecida en 1806.1
1 José DEL REY FAJARDO. Biblioteca de escritores jesuitas neogranadinos. Op. cit., 737-740.
683.
Relación de lo sucedido a los jesuítas del Reino de Santafé desde el 1° de agosto de 1767 en que se les intimó el destierro, hasta llegar a Italia*1 Del arresto de los jesuitas acaecido en el Reino de Santa Fe12 A principios del mes de julio de 1767 llegaron al Reino de Santa Fe cartas del soberano de España, escritas de su propio puño, en las que mandaba el destierro de los jesuitas de aquellas partes, remitiéndose a las órdenes de su ministro en cuanto a la ejecución de todo. Llegadas tales cartas, fue * Lorenzo HERVÁS Y PANDURO. Biblioteca jesuítico-española (1759-1799). Op. cit., 694. Creemos que se trata de un manuscrito anónimo, redactado en italiano, al que una mano posterior puso el siguiente título: Expulsio Sociiorum, 1767. Narratur Historia Laborum Societatis inter Indianos, quorum indoles et mores describuntur. Iter exsulium Jesuitarum in Ialiam. Suppressio Societatis. La traducción se debe a Juan Manuel Pacheco. Revista Javeriana, XXXVIII (1952), 170-183. 1 La Provincia del Nuevo Reino de Granada contaba en 1767 con las siguientes casas: el Colegio Máximo de San Ignacio, el Colegio Seminario de San Bartolomé y la residencia de Nuestra Señora de las Nieves, en Santafé; la casa de probación, en Tunja; los colegios de Cartagena, Pamplona, Antioquia, Mompós, Honda, Mérida (Venezuela) y Santo Domingo; las residencias de Caracas y Maracaibo, en Venezuela, y la de Fontibón, y las misiones de los Llanos de Casanare y río Orinoco. La Provincia de Quito tenía en el territorio de la actual Colombia los colegios de Popayán, Buga y Pasto. El número de jesuitas que formaban la Provincia del Nuevo Reino era de 225, repartidos así: 101 sacerdotes, 67 estudiantes y 57 coadjutores (Cfr. Daniel RESTREPO, S. J. La Compañía de Jesús en Colombia, 136, n.° 9).
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congratulado el Virrey de Santa Fe, don Pedro de la Cerda, del honor que le hacía su majestad de escribirle de su propia mano, habiendo hecho lo mismo con los presidentes y gobernadores de su reino; estas cartas permanecieron tan misteriosas, sin conocerse su contenido, que surgieron varias opiniones, pensando unos de un modo, otros de otro; solamente el gabinete del Virrey sabía todo lo mandado de Madrid. El mencionado Virrey constreñido a dar ejecución a las cartas reales reunió un consejo privado para tomar las medidas convenientes, y después de bien considerado el asunto y resueltas las dificultades, se decidió y determinó el arresto de los jesuitas, para lo cual se mandó arreglar los caminos, preparar las provisiones necesarias y tener listas las cabalgaduras para el transporte, preparativos todos que se encomendaba al Virrey perfeccionar según las órdenes recibidas, y fue fijado el día del arresto; solo los jesuitas ignoraban cuanto se tramaba contra sus personas y bienes, pues se había exigido secreto bajo juramento a los consejeros y a todos los que intervenían en la ejecución de los preparativos ordenados; y aunque entre la nobleza y ciudadanía se filtró el dicho arresto, no hubo una sola persona, aun entre los aficionados a los jesuitas, que se atreviese a revelar el secreto. Por lo cual los jesuitas, con paz y tranquilidad, aunque algo temerosos, continuaron sus labores ordinarias con el acostumbrado celo y fervor, como de hecho hicieron la fiesta de San Ignacio, levantándose a buena hora para confesar y dar la comunión al inmenso pueblo que acudió a su iglesia, en la cual se cantó la misa y se pronunció el panegírico de su gran Fundador, y se hizo el mismo día la procesión solemne con el Santísimo, en torno a la plazoleta que mira a la fachada de la iglesia. Aquí tuvieron fin las funciones de los operarios sagrados de la Compañía, porque inmediatamente después de la procesión solemne comenzaron a entrar en sospecha de cuanto se tramaba contra ellos, y teniendo noticias seguras del golpe inminente, se prepararon a recibir con resignación cuanto Dios dispusiera de ellos. Por una parte daba compasión la gran turbación de ánimo que los agitaba, y por otra causaba edificación ver los sentimientos diversos, pero todos devotos y con qué alegría, listos a poner por obra el querer divino, se dispusieron, unos a confesarse generalmente, otros particularmente, como a actos de devoción para aplacar a la divina Majestad y recibir con sujeción el azote que 686.
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más que nunca les amenazaba. Cualquiera puede pensar cuán preocupados pasaron aquella tristísima noche, teniendo delante la imagen funesta de la escena anunciada. Basta decir que los jesuitas de Santa Fe parecían otros tantos mártires sentenciados ya a morir y que con suma alegría esperaban dar su sangre y la vida por amor de aquel Señor que los había creado y redimido. Esta preparación les dio gran ánimo para abrazar el destierro que se les iba a intimar a la mañana del día siguiente. También se sintieron esforzados por la correspondiente fiesta de San Pedro ad vincula, en que la Iglesia celebra las cadenas de este gran apóstol. Al alborear el primero de agosto, dedicado, como dije, a las cadenas de San Pedro, los guardias del Virrey tanto los de caballería como los de infantería, cercaron los tres colegios de jesuitas existentes en la ciudad de Santafé, a saber, el Colegio Máximo de San Ignacio, el de Nuestra Señora de las Nieves, y el Real Seminario. Habiendo ido a la misma hora a cada uno de estos colegios, golpearon la puerta y tocaron la campanilla bajo el pretexto de llamar a confesión; las puertas de los tres colegios les fueron abiertas francamente. Entonces se vieron los claustros religiosos llenos de soldados destinados a prender a tantos corderos.2 Avisados los superiores de cuanto pasaba, por orden del Virrey y comisarios hicieron reunir a sus respectivas comunidades. Las cuales prestamente obedientes acudieron a oír los mandatos del Rey de España y delante del Virrey y comisarios prestaron obediencia a la sentencia que les fue intimada de destierro perpetuo de los reinos de España y sus pertenencias. Después de lo cual se avisó a los superiores que hicieran cerrar todas las ventanas
2 Los jueces ejecutores fueron el oidor Antonio Berástegui y el fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandón, en el Colegio Máximo; el oidor Francisco Pey y el Provisor Gregorio Díaz Quijano, en el Colegio-Seminario de San Bartolomé, y Luis Carrillo y Juan Antonio Peñalver, en la residencia de Las Nieves. Para el Colegio de Tunja, fue comisionado el oidor Benito Casals y Montenegro; para Honda, José Palacio, juez de puertos; para Pamplona, Domingo Antonio de Guzmán, corregidor de Tunja; para Antioquia, el gobernador de la Provincia, José Barón de Chaves; para Cartagena, el gobernador de la plaza, José de Sobremonte; para Mompós, el alcalde ordinario de Cartagena, Andrés de Madariaga; para Popayán, el gobernador José Ignacio de Ortega, y para las misiones de los Llanos, el gobernador de la provincia de Santiago de las Atalayas, Francisco Domínguez Tejada (Cfr. José Manuel GROOT. Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada. Bogotá, Casa Editorial de M. Rivas & C.a, II [1889-1993], 81-82, 86-87).
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y que nadie podía tener comunicación con ninguna persona seglar, lo que se ejecutó puntualmente, sin resistencia.3 Después de algunas horas les fue intimada su partida para la ciudad de Cartagena, la que debía verificarse aquella misma noche, cuando todo estuviera en orden; pero siendo numerosa la comunidad era muy incómodo viajar todos juntos, por lo cual resolvió el Virrey dividirla en tres partidas o caravanas, y así divididos salían de noche acompañados de soldados, bajo el pretexto de impedir que nadie les molestase, y eran conducidos en la misma forma hasta la ciudad de Cartagena.
3 Los pormenores del arresto de los jesuitas en Popayán los conocemos por el relato que de él hizo el P. Juan de Velasco, morador a la sazón de este colegio, en el tomo tercero de su Historia del Reino de Quito. El P. José Jouanen S. J. lo resume así: “Habiendo recibido el Sr. gobernador de Popayán, D. José Ignacio de Ortega, la orden del Virrey, para la expulsión de los jesuitas a principios de agosto de 1767, empezó a hacer los preparativos, esparciendo la voz que pronto tenía que enviar unos presos a España; todos ignoraban quiénes pudieran ser esos presos, pensando que eran algunos que iban a ser remitidos de Quito, si bien, dice el P. Velasco, algunos Padres tenían ya sus sospechas. La ejecutó añade el mismo Padre, con bastantes pocas atenciones y miramientos; siendo así que los Padres del colegio de Bogotá educaban a un hijo suyo y que él mismo había recibido no pocos favores de los jesuitas en asuntos de grande importancia. El 16 de agosto, por la madrugada, el gobernador hizo cerrar el colegio con gente armada, por las cuatro calles, con pena de la vida para los jefes y soldados que dejasen pasar por ellas cualquier persona de cualquier estado, calidad o dignidad que fuese. A las cuatro y media de la mañana penetró él personalmente en el colegio; y en nombre del rey mandó que toda la comunidad se reuniese en el aula de filosofía, donde el notario público leyó el decreto de expulsión, cumpliéndose todas las formalidades en él prescritas. Terminadas todas las formalidades, el gobernador intimó la reclusión y prisión a todos los jesuitas ahí presentes, con la orden de salida para el destierro a las 24 horas. La prisión fue muy rigurosa; pues siendo aquel día domingo el gobernador no quiso permitir que los reclusos fueran a la iglesia a oír misa, ni tampoco que ningún sacerdote la dijese en el local donde estaban encerrados; dando por razón que él tenía entendido que quedaban inhábiles para cumplir con aquel precepto de la Iglesia, hasta tanto que llegasen al lugar adonde el rey les desterraba. No permitió tampoco que nadie los visitase, ni siquiera el Sr. Obispo, ni que nadie les pudiese enviar algún regalo en alimentos y ropa; ni él por su parte los proveyó de ropa alguna. Si al fin del día cedió en algo en estas medidas de rigor, fue por miedo de algún alboroto” (Breves rasgos biográficos del P. Juan de Velasco, S. J.). Se conservan también los expedientes de la expulsión de los jesuitas de los colegios de Tunja, publicados en el Boletín de Historia y Antigüedades (Bogotá), en el volumen II, pp. 573 y ss., Antioquia (Archivo Nacional, Temporalidades, 17) y Honda (Archivo Nac. Curas y Obispos, 14).
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Las demostraciones de amor y benevolencia, lo mismo que de liberalidad y prudencia, con que manifestó el Virrey su gratitud a la Compañía no son igualables, mereciendo en esta ocasión eternas alabanzas y reconocimiento de la Compañía, la que no ha cesado ni cesará de rogar a Dios que lo colme de bienes tanto temporales como espirituales y eternos; porque en estas difíciles circunstancias en que se encontraban los jesuitas, les dio todo el consuelo y ayuda necesaria, los que en este angustiado caso no cesarán, dijo, de reconocer a este su gran benefactor, que con profusión proveyó de todo lo necesario para aquellas desastrosas regiones y peligrosos ríos por los que era necesario viajar. Pues no solo dio a su subalterno de Santafé órdenes convenientes para que se efectuara con todas las comodidades el transporte de los jesuitas, sino que hizo lo mismo con los otros capitanes, oficiales y gobernadores de la misma Provincia, hasta que se verificó el embarque de los jesuitas en la bahía de Cartagena. ¿Quién dará vuelta después a la ciudad de Santa Fe para describir el espectáculo lamentable de aquellos días del arresto de los jesuitas hasta su partida? Después del arresto fue impuesta pena de muerte a la persona seglar que hablase a los jesuitas, y para mayor seguridad los soldados se apoderaron de todas las puertas, para impedir el ingreso del que se atreviera a franquearlas; y distribuida la guardia, dentro y fuera de los colegios, los que parecían fortalezas guardadas por hombres armados; igualmente se hizo también cerrar la iglesia para que ninguno acudiera a oír la misa y asistir a los oficios divinos. Los llantos y sollozos de las personas que solían concurrir a aquella iglesia eran tan grandes y sensibles que quebrantaban los corazones. La desolación y los lamentos de los otros llenaban no solo las casas de los amigos, sino el aire mismo, tanto que parecía el último día del juicio. Daba compasión ver el desconcierto de la juventud escolar de la Compañía, que en un momento se vio sin sus maestros y consoladores; los que obtuvieron el permiso de ver a sus caros maestros, con ojos llenos de lágrimas y tiernos abrazos se despedían expresando su pena por no volver a ver a sus buenos Padres. Lo mismo hicieron los amigos que obtuvieron el mismo permiso; y así las lágrimas de los unos y los otros hacían aquel suceso el más doloroso que se puede imaginar, ni de otra manera expresaban su afecto que volviendo la cara, y faltando las palabras no quedaba otra manera de despedirse que la separación de los corazones corriendo las lágrimas a torrentes. Había llegado 689.
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la hora de ponerse en camino; esa era la voluntad del soberano, y cualquier resistencia a la misma hubiera sido una falta y un delito capital. Enteradas las personas seglares de la hora en que debían partir los jesuitas, se vio el espectáculo más tierno que se puede considerar. Hombres, mujeres y niños se dirigieron de noche al campo para ver por última vez a los que habían sido sus directores y benefactores, acompañándolos, unos a pie, otros a caballo, hasta dieciocho millas, llorando su desgracia a lágrima viva y ofreciendo unos rogar a Dios mientras vivieran, otros agradeciendo los favores recibidos, estos deseándole un buen viaje, otros finalmente pidiéndoles la última bendición; con semejante espectáculo no podían menos de enternecerse los jesuitas al dejar aquellos buenos cristianos, desconsoladísimos de no encontrar otro refugio que separarse, llenos de lágrimas, clavando las espuelas. Los dichos lamentos se escucharon no solo en la ciudad de Santa Fe y sus contornos, sino durante el largo viaje de cuatrocientas millas que debían andar los jesuitas salidos de Santa Fe hasta el puerto de Cartagena, donde fueron tenidos en estrecha prisión cerca de dos meses, y se embarcaron finalmente en dos naves veleras hacia España. Dos circunstancias hicieron notable la partida de los jesuitas de Santafé y su embarque en Cartagena; la primera que los jesuitas fueron expulsados de Santafé en el mismo día en que fue establecida la fe; la segunda que se embarcaron en la octava de San Francisco de Borja, el cual envió los primeros jesuitas a América, para la conversión de la gentilidad. Poco más o menos sucedió lo mismo a los otros jesuitas de la Provincia, según la diversidad de las regiones y misiones en las que se encontraban colocados, y que fueron llevados parte por tierra, parte por los ríos del Meta, Orinoco, Zulia, por el lago de Maracaibo, por el golfo de Gibraltar, por el golfo de Paria hasta el puerto de la Guaira, donde los encerraron en una prisión no menos estrecha que la anterior, en un pequeño hospicio de Padres franciscanos.4
4 Los jesuitas de Santafé y Tunja llegaron a Honda, durante los meses de agosto y septiembre, en diferentes grupos, y seguían luego a Mompós embarcados en canoas y champanes. El 6 de octubre llegaban al mismo puerto de Honda los moradores de los colegios de Popayán y Buga, y el 18 los de Pasto, con los últimos de Popayán. Los sentimientos que embargaban a los jesuitas en su salida se trasparentan en esta carta del entonces estudiante de teología, Ignacio Duquesne, a su madre y hermanos:
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Embarque de los jesuitas de América y trasporte de los mismos a España La gran extensión del Reino de Santafé obligó al Virrey y a los gobernadores a hacer conducir a los jesuítas por diversas vías y regiones, con el fin de ahorrar gastos reales e incomodidades a aquellos; y los dirigieron a “Mi querida madre y hermanos: Hoy viernes recibí una suya, amada madre, con la cuál recibí muchos consuelos. Aunque vamos desterrados, todos vamos contentos porque no nos remuerde nada la conciencia; solo sentimos que el mundo se volverá a aquel estado de cuando no había Compañía, aunque tenemos esperanzas de volver dentro de algunos años, que hay revelación de que la Compañía se reduciría a Italia y después se extendería otra vez por todo el mundo; y sobre todo nos anima y consuela el Evangelio, que dice, como se cantó el día de San Ignacio, que los que quisieren vivir bien es menester que padezcan persecuciones; fuera de esto que el Papa, que es el que está en lugar de Cristo Nuestro Señor nos ama tiernamente como quien sabe lo que es la Compañía, y esto les ha de consolar allá sabiendo que Cristo y los Apóstoles fueron perseguidos del mundo. En orden a lo demás también les ha de consolar el ver que me ha escogido para pasar trabajos por su nombre, sin delito alguno, y el saber que nadie me puede quitar el ser jesuita de San Ignacio, y el salvarme si yo persevero en su servicio; ni me pueden desterrar adonde no vea el cielo y la tierra, si no es quitándome la vida, la cual si me quitasen no me podrán quitar la eterna, en donde nos veremos dentro de corto tiempo. Los saludan el P. Torres, el P. Naya y los demás, y el P. Candela, que va de Rector, y quien pide nos encomiende a Dios. El P. Granados no ha llegado hoy; lo esperamos y le daré la carta. Al P. Castillo [?] le entregué la plata. No se me ofrece más sino pedirles que no me olviden con Dios y olvídenme para los sentimientos, que es menester un corazón grande como el que Dios me ha dado a mí en esta ocasión: servir a Dios que así todo será gloria. Hermana mía, quédese con Dios, sea santa, y Dios premiará su virtud en sus hijos. Querido D. Antonio: sea caballero santo y lo serán sus hijos. Amado Chepe: sé jesuita en tu modo de proceder, especialmente cuando seas sacerdote, y cuida de tu madre, hermana y sobrinos; y su merced, madre mía, sea desinteresada con Dios, déle este hijo con ánimo generoso: haga cuenta que le dice: ‘doña Ignacia, dadme a tu hijo Ignacio, que lo quiero para mí’, y que le dice su merced: ‘Señor ahí le tenéis’ y adiós, adiós. Hoy 7 de agosto de este lugar de Guaduas. El desterrado, Ignacio Duquesme, de la Compañía de Jesús” (Eduardo POSADA. Apostillas. BHA, 5 [1909], 501). Poco antes de llegar a Honda murió el P. Francisco Granados, de quien se hace mención en esta carta. Era el P. Granados el prefecto de estudios de la Universidad Javeriana. En Guaduas quedó enfermo el P. Melchor de Moya. En Mompós el juez comisionado, Andrés de Madariaga, prestó toda clase de atenciones a los desterrados. Varios de ellos venían enfermos, como el P. Javier Trías, el Hermano estudiante Leandro González y los coadjutores Manuel Carranza y Juan Sant. (Archivo Nacional, Temporalidades, tomo 7). Los jesuitas del colegio de Antioquia habían sido enviados, al cuidado del alcalde ordinario don Antonio José de la Fuente, al puerto del Espíritu Santo, sobre el río Cauca. El viaje fue demasiado incómodo, pues las lluvias eran continuas durante todo el trayecto. El Padre Rector, Victorino Padilla, enfermó de tal modo que su conductor escribía, desde el Puerto del Espíritu Santo: “estoy temblando no llegue a su destino” ( J. M. GROOT. Op. cit., II, 92).
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Cartagena y la Guayana, donde embarcados con más comodidad fueran trasportados a Cádiz. Quién puede narrar las incomodidades de aquellos ahora más que nunca desgraciados durante el largo viaje de las Indias a España, que es de tres meses por mar. Las incomodidades de la navegación, aunque comunes a todos los viajeros, se aumentaron por el número de los pasajeros, ya por la estrechez de las naves, ya por la falta de víveres y provisiones. En esta ocasión debieron someterse nuestros pasajeros, no solo a las necesidades comunes, sino a especiales, porque dañadas las vituallas, parte por el aire, parte por la carcoma, tiña y gusanos, más servían de náusea que de mantenimiento; en la mesa se veían así dentro de los platos insectos tan repugnantes, que para conservar la vida era necesario ponerlos a un lado para tomar un bocado de sustento, y no quedaba otro remedio que la paciencia y sufrir el hambre, a lo que se añadió que las vituallas eran tan escasas en algunas naves que apenas servían para retener la vida, y así si Dios con el favor de los vientos no hubiera acelerado el largo viaje, era inminente el peligro de perecer. Esto se dice porque las órdenes reales no fuesen liberalísimas, sino por otros motivos que se presentan en semejantes ocasiones, de donde nacieron otros inconvenientes. Después de salir de Cartagena arribaron las naves, al cabo de veinte días al puerto de La Habana,5 donde la razón pedía que los desgraciados pasajeros tuvieran algún alivio, pues se hallaban junto a un puerto y ciudad bien provista, como era permitirles desembarcar en tierra para suavizar un poco los vapores de la nave y las incomodidades de la navegación; pero fue totalmente lo contrario, porque algunos debieron continuar dentro de la nave, habiéndoles prohibido el gobernador de la plaza descender en tierra. Habiendo enfermado muchos de ellos por el largo estar en la nave, solo 5 La primera partida de jesuitas de Santafé que se embarcó en Cartagena lo hizo el 17 de octubre, como lo anota el P. Yarza. Se componía de 78 sujetos de la Provincia del Nuevo Reino y 8 del colegio de Panamá. Llegaron a La Habana el 9 de noviembre (Cfr. J. JOUANEN. Historia de la Compañía de Jesús... Op. cit., II, 621). La segunda partida, de 54 jesuitas de los colegios de Santafé y Tunja, salió de Cartagena en noviembre, en la fragata La Fortuna. Los de los colegios de Popayán y Buga llegaron a Cartagena el 31 de octubre y se embarcaron el 10 de noviembre en un bergantín llamado San Juan Nepomuceno. Con ellos iba el Hermano coadjutor, José Masi, de la Provincia del Nuevo Reino, enfermo y medio baldado.
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bajaron a tierra para ir al hospital y de allí a la sepultura. Los otros bajaron después a tierra por orden del gobernador y fueron llevados prisioneros a una fortaleza, donde permanecieron hasta que se arreglaron nuevos navíos, porque eran muy pequeños y débiles los que los habían traído de Cartagena a La Habana.6 Mas era llegado ya el tiempo en que debían partir también del puerto de La Habana, así que fue en todo obedecido el sumo soberano príncipe. Los grandes peligros, las horribles tempestades, las furias desencadenadas de los vientos, experimentados en esta navegación son indecibles; en todo momento parecía que el mar, encrespado extremadamente, iba a sumergir las embarcaciones en lo profundo del agua, la que agitada por grandísimos vientos, sobrepasando el casco golpeaba con tanta fuerza las naves, que las hacía estremecer, con gran temor de los navegantes e inminente peligro de todos los pasajeros, de tal modo que se vieron obligados a lanzar el bote al agua, para que con el terrible balanceo no destruyese una de las naves, y así fue necesario ligar el casco con fortísimos lazos para que no se abriese en dos pedazos y se fuese al fondo. Tras esta borrasca se avecinaron a la península de España, y en el golfo Gaditano se vio una de las naves, llamada Nuestra Señora de Loreto en peligro inminente como nunca, pues en un momento se formó una horrible tempestad de agua, granizo, rayos y truenos y vientos, y una inmensa copia 6 El trato que recibieron los jesuitas en La Habana fue duro. Fueron encerrados en un presidio llamado Palacio de Oquendo, con centinelas de vista. Se les sometió a un lento y minucioso registro de todos sus baúles. “No era lícito, escribe el P. Velasco, a persona alguna de fuera hablar siquiera una palabra con los jesuítas; tanto que ni los soldados que los guardaban, ni los mozos que entraban a darles de comer, podían hablar con los religiosos, ni responder alguna palabra a ninguno, ni siquiera hablar los mozos entre sí mientras estaban sirviendo, so pena de ir por la primera infracción, por dos años a la cárcel de la Cabaña, como lo ejecutaron con un sirviente que había contravenido a la prohibición; y a la segunda de perder la vida. Por haber mayor peligro para los barrenderos de faltar a esta orden estricta, se se alejó este peligro de la siguiente manera: escogieron para barrer la sala a dos negros bozales, que no entendían palabra de castellano; y para que esconder en los vestidos papel ninguno que se les entregase, los introducían en las salas por barrer, enteramente desnudos, sin una hilacha en el cuerpo”. El director de aquel presidio, el capitán José de la Cuesta, que se daba el título de gobernador de los regulares de regla, ejercía sobre los prisioneros una continua vigilancia recorriendo las piezas y las camas por si alguno escribía algún papel, y tuvo el cinismo de decirles que esperaba un ascenso en la corte por el trato que les estaba dando.
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de agua se entró dentro de la nave franqueándola, y no podían gobernar el timón; se vio, digo, en peligro de verse sumergida en lo profundo; y no cesó la tempestad sino que continuó la noche íntegra y parte del siguiente día, en el que descubiertos un poco los horizontes, se pudo ver el puerto de Cádiz, a cuya vista respiraron un poco los pasajeros y se aliviaron algo; pero soplando el viento y conturbándose el mar, apenas alcanzaban cinco hombres a gobernar el timón, y fue tal la carrera que de pasada le llevó los árboles y las cuerdas a una de las naves ancladas, y de esta suerte arribó al enfurecido puerto; y echó el ancla para su seguridad después de noventa días de salida de Cartagena.7
Desembarco de los jesuitas en la bahía de Cádiz, trasporte de los mismos y prisión en la ciudad de Puerto de Santa María Desembarcados de las naves después de las grandes penas de la larga navegación, fueron llevados los tan desgraciados al Puerto de Santa María, ciudad bella y espaciosa, y allí colocados con otros muchos reos y prisioneros en un Hospicio a donde los condujeron custodiados por la guardia real, y allí los retuvieron circundados de soldados, aun con centinela de vista, por espacio de cinco meses, y aunque el hospicio era capaz de alojar un centenar de personas, el número de estas llegaba a cuatrocientas, y más parecía un cuartel de soldados que un alojamiento de personas cansadas con la prisión de diez meses. Por la estrechez de las habitaciones debían sufrir los prisioneros del mismo modo que en el pasado; todos los cuartos ocupados, los claustros, los corredores, todo lleno de lechos; quienes durmiendo sobre tablas, quienes sobre el pavimento; no se podía dar un paso sin tropezar con alguno, y convenía por la noche caminar tocando el muro o encontrar un guía para no pisar a los demás. Por la multitud, el aire apenas si se podía respirar y de ahí vinieron a enfermarse muchos de ellos y a terminar con la muerte; hubo vez en que los enfermos llegaron a setenta. De la multitud misma nacía aun la confusión y no se podía tratarlos como era debido, a pesar de que eran 7 El 6 de enero de 1768 desembarcó en Cádiz esta primera partida. La segunda arribó el 26 de abril. De los jesuitas de esta última murieron durante el viaje el Hermano novicio José Pla, en La Habana, y los Hermanos coadjutores Juan de Heredia y Leonardo Wilhem.
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prolijas las órdenes reales, gastándose día por día mil cien escudos, no comprendidos los médicos cirujanos y servidores; llevaban una vida semejante a la imagen de la muerte, a lo que se añadieron excesivos calores con motivo de recrudecida estación haciéndose insoportables las habitaciones.8 Pero Dios compadecido se dignó aliviar a sus trabajados siervos, porque llegó un decreto de Madrid que ordenaba embarcar para Italia a cuantos se encontraban en Puerto de Santa María. Lo que se ejecutó en la mitad del mes de junio de 1768 repartiéndolos en nueve naves, separados los españoles de los americanos, y unos y otros de los italianos, sardos y alemanes. Y helos de nuevo engolfados en medio del mar para poner fin a sus trabajos; no sé si el golfo Gaditano se dio cuenta de tener sobre sus aguas un número tan grande de jesuitas, pues en aquella ocasión componían el número de mil treinta y uno; los cuales alegres y jubilosos dejaban su amada Patria y se dirigían hacía el Levante, después de haber anunciado el Evangelio en el Occidente.9
8 En Puerto de Santa María fueron concentrados todos los jesuitas de las Provincias americanas. Su número llegó a cerca de dos mil. Las primeras expediciones fueron colocadas en la Casa del Hospicio, casa que habían construido los jesuítas americanos para hospedar a los misioneros que partían para América. Cuando esta estuvo más que colmada, los jesuítas que seguían llegando fueron alojados en otras casas. En marzo de 1768 se hallaban distribuidos así: 400 en el Hospicio, 200 en la casa de la Guía, 25 en la Victoria y unos 20 en el convento de San Francisco; más tarde se hallaban también jesuitas en los conventos de San Juan de Dios, San Diego, Santo Domingo y San Agustín. La prisión no fue muy estrecha pues, aunque no se les permitía salir, sí se permitió a las personas amigas que les visitaran. En la casa del Hospicio y en la de la Guía estaban abiertas las puertas todo el día y solo hacían guardia dos o tres soldados. En otras casas no había ningún guardia. Durante los cinco meses de prisión, los jesuítas llevaron en el Puerto de Santa María vida de comunidad y de estudio, e hicieron sus ejercicios espirituales anuales. En el Hospicio fue nombrado ministro el P. Ignacio Lizoazoain, de la Provincia de México, para que gobernase a todos los de la casa. Los novicios hubieron de sufrir especialmente en esta ocasión, pues se emplearon todos los medios para separarlos de la Compañía de Jesús. Despojados de sus sotanas se les trasladó primero al convento de San Francisco, y luego a Jerez de la Frontera, y se les intimó que debían pagar a expensas propias los gastos del viaje si querían seguir a los desterrados. A alguno de los novicios se le llegó a negar la absolución por el pecado de querer seguir su vocación y se llegó a prohibirles que visitaran al Santísimo Sacramento. No obstante, estos 43 novicios permanecieron fieles, entre ellos los 16 de la Provincia del Nuevo Reino (Cfr. J. JOUANEN. Op. cit., II, 649 y ss.). 9 El 9 de junio de 1768 se intimó a los jesuitas de las Provincias americanas su embarque para Italia. Fueron separados los nacidos en América de los españoles; de los primeros se embarcaron el 10 en el navío El Nerón en
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A medio día, después de haber sufrido una horrible tempestad en el golfo de Lyon, llegaron a la isla de Córcega, al cabo de treinta días.10 Allí, después de haber reposado un poco recibieron orden de pasar al puerto de Bastiglia11 por no encontrarse cómoda estancia en este de Ajaccio. Constreñidos a levar el ancla se dieron a la vela en busca de alojamiento y morada; al salir de Ajaccio se expusieron a nuevos peligros, porque fueron combatidos de tal modo por los vientos que se vieron obligados a acercarse a la isla de Cerdeña, y en frente de la misma y del famoso monasterio de San Gabino se detuvieron hasta que se serenó el tiempo y pudieron continuar la navegación; pero enfureciéndose los contrarios vientos se vieron obligados a ceder de nuevo y acercarse a la isla dicha de Cerdeña. Pero habiéndose el mar abonanzado perfectamente emprendieron por tercera vez la navegación, y arribaron a la bahía de San Fiorenzo, donde por mandato del rey de Francia se dispusieron a desembarcar para dirigirse a la ciudad de Bastiglia.12 Pero estando impedida la entrada por la guerra entre los corsos y franceses, estimaron mejor los generales que el viaje fuese por mar, y no ya por tierra, y así siguieron su navegación costeando el cabo corso, y finalmente al cabo de cincuenta y cuatro días de haber partido de Cádiz llegaron al golfo de Bastia, donde colocados en diversos hospedajes pasaron un mes. número de 181, repartidos así: 10 de la Provincia de México, 19 de la del Perú, 17 de la Chile, 25 del Paraguay, 15 del Nuevo Reino y 67 de la de Quito. Los demás fueron distribuidos en los buques restantes (Cfr. J. JOUANEN. Op. cit., II, 654). Al llegar a Cartagena, uno de los barcos, El Costanza, venía haciendo tanta agua que fue necesario dejarlo y repartir los 64 religiosos que en él venían en los barcos restantes. 10 La tempestad en el golfo de Lyon separó una pequeña fragata llamada La Bizarra, en la que iban 60 jesuitas mejicanos, y la llevó hasta las costas de Portugal. Los barcos restantes fondearon el 9 de junio en Ajaccio, en donde se encontraban ya 900 jesuitas de la provincia de España en destierro. 11 Bastiglia, escribe aquí el P. Yarza, pero más adelante escribe correctamente el nombre del puerto. 12 El itinerario fue el siguiente: el martes, 19 de junio, dejaron a Ajaccio; el viento les obligó a anclar frente a Cerdeña, y el 29 fondearon en San Fiorencio, puerto asimismo de Córcega, en donde también se encontraban jesuitas desterrados. Como Bastia distase solo un día de camino por tierra, el capitán de la flotilla, Alburquerque, dio a escoger a los jesuitas entre ir por tierra o por mar en pequeños botes. Los desterrados eligieron lo primero, pero el 30 de julio se iniciaron las hostilidades entre franceses y corsos, lo que imposibilitó el viaje por tierra.
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Aquí se vio el espectáculo más digno de lágrimas; los infortunados desterrados, se vieron forzados por la necesidad a buscar todo lo necesario para la vida; flacos de fuerzas como estaban, lánguidos y macilentos, daban dolor y compasión al que los encontraba; personas bien nacidas, humilladas por la fortuna, se ocupaban públicamente en oficios de criados, dando con ello edificación a los habitantes del país, y siendo por otro lado la burla y el vilipendio de las gentes. El uno iba a coger agua con una o dos jarras a la fuente, el otro en busca de pan con un saco a la espalda, quien a traer la carne, quien finalmente por otras cosas necesarias para evitar la muerte; alojados en casas miserables y obligados a dormir unos sobre otros, expuestos a las últimas miserias, pero contentos de padecer por amor de Aquel Dios que les había dado tantos ejemplos.13
13 El P. Velasco describe así la permanencia en Bastia: “Desembarcaron al fin en los días 5 y 6 de agosto, y esto es cuanto se puede decir, siendo imposible explicar los trabajos y amarguras de aquellos días. Esperaban que éstos fuesen muy alegres y gustosos, por ser los primeros que habían de saltar a tierra, libres, después de un año de prisiones, soldados y guardas, y aun se puede decir estrecha cárcel, por tierra y por mares. Esperaban comodidad y alivio en las habitaciones; porque mucho antes les habían asegurado que estaban compradas por el rey de España varias casas muy cómodas en La Bastia, con el fin de alojarlos en ellas, esperaban que se separasen a los sujetos de una Provincia según la diversidad de naciones, con que fueron desde Cádiz asegurados que los llevaban a distintos puertos. Mas todo salió engaño, todo falsedad, todo embuste. Conforme fueron saliendo de las embarcaciones del convoy confusamente, y saliendo de los barquitos pequeños en el muelle, ya diez, ya veinte, ya más, ya menos, los precisaron los soldados y oficiales que estaban a la mira, a ir luego al punto a una iglesia, no a dar gracias a Dios por la llegada, sino a rendir la obediencia a uno que los esperaba allí, y era de nación genovés, de nombre Gneco, de profesión mercader y de oficio en La Bastia comisario de España para entender inmediatamente en las cosas de los jesuitas y pagarles a su tiempo el vitalicio. Este, pues, según el número de los que iban entrando en la Iglesia, en pequeñas tropas, daba a una boleta con el nombre de una casa, la llave de ella y el número que le correspondía en la puerta. Era el caso que les tenían prevenidas las habitaciones, no de casas enteras, sino de piezas determinadas, las más, indecentes, estrechas, incómodas, sin las separaciones de las casas particulares, arrendándolas a razón de una lira por mes por cada uno, la cual había de salir del mismo vitalicio. Los precisaron a estas determinadas ruines habitaciones, sin dejar libertad para elegir otras, así por cobrarles la tal cual composición que debían haber hecho, como porque no estorbasen a los franceses, los cuales distribuidos por toda la ciudad en la misma forma, ocupaban las mejores casas, habitaciones y piezas. Por eso para el conocimiento y buen orden en tanta confusión de jesuitas y de soldados habían numerado de antemano todas cuantas puertas de casas y tiendas había en la ciudad. Cogiendo pues los infelices desterrados la boleta y llave, y sin más guía ni conductor que el número de todas las puertas que ascendían a no pocos millares, andaban por aquellas calles, dando mil vueltas por encontrar su
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Llevando una vida tan humilde pensaban que sus trabajos habían llegado al final por la gran paz de que gozaban; pero no les duró este pensamiento, porque de orden del soberano de Francia debían abandonar a Bastia y ser llevados por los franceses al continente de Italia; a una tal orden los jesuitas acostumbrados a obedecer a otros soberanos, inclinaron voluntariamente la cabeza al querer del rey de Francia. Puestas todas las cosas en orden, se embarcaron en pocos barcos para probar los peligros del mar ligúrico, el que atravesaron en tres días y llegaron a las playas de la Liguria. Los ánimos de los ya tan fatigados comenzaron a respirar un poco con la bella vista de la ribera de Génova; pero su gozo pasó pronto y se convirtió en tristeza. Los señores franceses habían bien pensado en deshacerse de los jesuítas existentes en Córcega para sacarlos de los peligros de la guerra, que hacían entonces los isleños rebeldes, desde hacía largo tiempo, contra su príncipe; y así se apresuraron a evitarse el embarazo número, y por conducir con gran trabajo y gasto las camas y demás equipajes, experimentando desde aquellas primeras acciones, el genio codicioso, desatento y atrevido de los corsos. No fue este el mayor trabajo, sino que entraron en aquellas casas, todos o casi todos muertos de hambre, y no encontraron en ellas sino el suelo firme en que dormir, y tal vez ni suelo firme, porque se le veía mover con la inmundicia de los chinches. No había en dichas habitaciones sino paredes, y así fue necesario que cada cual buscase primeramente por tiendas, calles y plazas algún bocado con que acallar el hambre, y luego todo lo demás que era indispensablemente necesario, como catres, mesas, sillas y trastos de cocina, o por arrendamiento o por compra, a que se siguió el comprar también los víveres, el agua, la leña, en una palabra, un todo. Unos concertaron cocineros o cocineras que les diesen la comida hecha por un tanto al mes, proyecto en que los más salieron menos mal; otros buscando todas sus cosas, eran ellos mismos sus cocineros o del todo o en gran parte, y estos salieron mejor, otros concertaron el trabajo y dieron compradas todas las providencias. Era cosa de edificación, de compasión y muchas veces de risa ver por todas horas y por todas las calles, bandadas de jesuitas, (adorados y servidos en el otro Mundo), que iban todos en sotanilla, buscando y comprando de tienda en tienda, cuanto habían menester, cargando en sus manos o en sus espaldas los canastrojos, los trastos de barro, la carne, la fruta, el agua o la leña, casi sin tener tiempo para otra cosa que para buscar con ese trabajo y esa fatiga, todos los días el sustento. Una de las cosas en que padecían más fue en decir misa; pues habiéndose privado de este consuelo, a excepción de tal que otra vez, en el espacio de un año, cuando pensaron decirla todos los días en esta ciudad, apenas lo consiguieron algunos pocos, quedando muchos sin decir misa alguna, porque habiendo pocas iglesias y muchos frailes y prestes, eran tantos los jesuitas que se estorbaban unos a otros, sin tener mucho tiempo para aguardar, por ser preciso ir a buscar el sustento. A más de esto, les costaba a cada uno el decir misa o llevar cera, vino y hostias, o pagar lo correspondiente” (Apud J. JOUANEN. Op. cit., II, 656 y ss.).
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de aquellos que estaban en peligro de ser muertos en la guerra que se hacían corsos y franceses. Pero lo malo fue para los desafortunados jesuitas, que llevados en pequeñísimas naves, fueron demorados en ellas por no tener aún el permiso de desembarcar.14 Alimentados como marineros permanecieron en Porto Fino con grande estrechura y angustia, porque les estaba prohibido bajar a tierra,15 después de 10 días, arreglado todo, les obligaron a meterse en unas barquetas pequeñas, y expuestas a un nuevo y mayor peligro del mar, bien que último, debieron navegar gran parte del golfo de Porto Fino hasta Sestri de Levante, pequeña población de los genoveses.16 Aquí fueron colocados en diversos conventos, y al cabo de dos días recibieron orden de marchar por tierra al Estado del Papa. Las penalidades de tal viaje no son para ponderar. Las montañas de los genoveses y parmenses se vieron llenas de jesuitas, hombres cansadísimos de su largo peregrinar de un año entero. Caminaban a pie, apoyados tan solo en un bastoncito, trepando por los montes, bañados en sudor, conservando tan solo la humana vida, faltos de fuerzas y muertos de hambre. Hombres cansadísimos, ya por las grandes penas sufridas anteriormente, ya por las enfermedades y dolencias, quien por la vejez, quien por la debilidad, quien por otros males; verlos caminar, digo, hacia su destino, alegres y valerosos, causaban a su paso la mayor edificación a los que los encontraban por el camino, asemejándose a los primeros mártires de la Iglesia, o mejor a los sagrados apóstoles, los cuales expulsados del Sanedrín, partieron jubilosos por haber sido dignos de padecer contumelias por el nombre de Jesús; así dijo uno con
14 El 28 de agosto de 1768, el general francés de Chauvelin intimó a los jesuitas la orden de salir de Bastia, junto con los jesuitas de la Provincia de Milán, que tenían allí colegio. El 31 se hicieron a la mar en unos 18 barquillos en que iban amontonados, y el 2 de septiembre entraron en la rada de Porto Fino 15 En Porto Fino estuvieron dos días. La ración que se les daba era menor que la de un marinero; unas galletas duras y un poco de arroz o frijoles, que no tenían cómo cocerlo. Con muchas súplicas se consiguió que unos hermanos lo prepararan en tierra. 16 Llegaron a Sestri el 8 de septiembre. Los recibieron bien los habitantes de la población, pero no había hospedaje ni comida para tantos desterrados.
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el que se encontraron en el camino, no se sabe con qué espíritu: la Iglesia en otro tiempo andaba a caballo, pero ahora va a pie.17 En esta forma llegaron a los estados de Parma, donde aquel gran príncipe18 dio órdenes muy provechosas y de gran consuelo para aquellos miserables viajeros, los cuales distribuidos en coches fueron llevados, a expensas de su benefactor, a los estados del Papa. Pero habiéndose acabado bien presto los auxilios de aquel gran príncipe, sin quedarles ningún escudo, se vieron otra vez obligados a viajar a pie, desde Forli Grande hasta Ancona, donde divididos de nuevo en pequeños grupos, sin otro bagaje que el vestido puesto y un bordón en la mano, siguieron caminando por la Romaña, la alta y baja Marca, pasando de un mar al otro, del Ligúrico al Adriático. Ancona, ciudad cabeza de la Marca, fue el asilo de tantos desafortunados, pues los anconianos, movidos de piedad hacia los peregrinos, los acogieron con entrañas de caridad, usando con ellos todos los oficios de caridad a la medida del buen corazón con que eran atraidos a socorrer a los peregrinos. Estos habiéndose repuesto algún tanto de las inmensas fatigas sufridas 17 El 10 de setiembre dieron orden a los jesuitas de partir para los Estados Pontificios. Los primeros en salir fueron los de la Provincia del Nuevo Reino y unos pocos de la de Quito. “De todos estos, dice el P. Velasco, sólo 20 salieron montados en mulas de carga y con albardones y todos los demás a pie, por obligarlos a esto los ministriles que habían de parte de Francia, después de haberles sacado el dinero, prometiendo cabalgadura para todos. Los 130 a pie emprendieron la marcha sin más desayuno que el de un par de higos y un pedazo de queso podrido, y comprando cada cual un pedazo de palo para bordón. A la puerta de un palacio que estaba a la salida, hizo dar una señora piadosa un pan a cada uno, y no alcanzando para todos, fue no obstante aquella toda la comida que tuvieron en aquel día. Fue indecible el trabajo que experimentaron en aquella jornada, pues sobre el quebranto y debilidad de tantos malos días en el mar y en Puerto Fino, casi sin comer, hicieron a pie este camino de montañas, lleno a cada paso de aguas, en que era preciso descalzarse. Llegaron los más a Varese, lugar pequeño del mismo Genovesado, quedándose algunos pocos cansados y esparciéndose por el camino”. El Padre General de la Compañía de Jesús, Lorenzo Ricci, escribía de estos desterrados: “Entre tanto llegaron a los Estados eclesiásticos los españoles dignos de lástima; los primeros fueron los de las Provincias de América, que habían sido llevados a Bastia en Córcega. Venían hechos harapos, extenuados, habiendo hecho gran parte del viaje a pie, sin dinero, sin saber qué hacer ni a dónde dirigirse, y causando espanto y compasión a los pueblos” (Apud L. PASTOR. Historia de los papas. vol. 36, 446, n.º 7). 18 Éralo Fernando I de Borbón, de 17 años, quien había ya expulsado a los jesuitas de su ducado, por instigación de su ministro Guillermo Du Tillot, el 3 de febrero de 1768.
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hasta entonces, recibieron orden de regresar para recibir las asignaciones del Rey católico y saber su destino. Unos a pie, otros a caballo o en pequeñas sillas se vieron obligados a deshacer el camino antes hecho y ganado con sus propios pies y volver hasta Sinigaglia. Allí fueron informados de que se les había designado la Legación de Urbino, y se les aconsejó que se dirigieran a la ciudad de Gubbio en la Umbría. Los demás fueron repartidos parte en la Marina, y parte en otras regiones de la montaña. Llegaron allí parte en carros, parte a pie y se les señalaron diversos hospedajes para su descanso, después de quince meses de viajar por las tres partes del mundo: América, África y Europa. Al llegar a Gubbio no se pueden decir cuántas fueron las fatigas sufridas por los caminos en los pasados trabajos; llegaron con los vestidos destrozados, faltos de fuerza, lánguidos, macilentos, descoloridos, quemados por el sol, tanto que los nativos del país mostraban horror, llenos de enfermedades y dolencias contraidas por la gran diversidad de climas, víveres, cárceles, navegaciones y, cuantos padecimientos se puede imaginar. El primer año de su arribo sufrieron de grandes incomodidades hasta acostumbrarse al nuevo aire; y repusieron su salud y fuerzas, después de que se ganaron la benevolencia de los habitantes, quienes les tuvieron compasión y usaron con ellos de todas las señales de la caridad cristiana, al ver a sus nuevos huéspedes en el estado miserable en que se encontraban, y al mismo tiempo quedaban edificados de su proceder, mirándolos como hombres del otro mundo, desterrados de la fortuna. De hecho la gratitud de los jesuitas hacia los de Gubbio permanecerá profundamente impresa en sus corazones por la acogida que les dieron y el buen afecto mostrado, que se continuó constantemente durante los cinco años que vivieron en Gubbio los jesuitas; no hay términos suficientes para alabar los buenos tratamientos con que se señaló la ciudad de Gubbio al tenerlos por un lustro dentro de sus muros. Allí siguieron haciendo vida común, unidos fraternalmente, con gran estrechez de habitaciones, viviendo en celdas pequeñísimas, con inconcebible incomodidad, casi unos sobre otros. Pero no menos resignados al querer divino, contentos con su suerte, de sufrir por el amor de Jesucristo, gloriándose de tener tal suerte, pues todos estaban persuadidos de ser inocentes de cuanto se les imputaba; y mayormente alegres por llevar la cruz de los trabajos, con la que se habían abrazado, por imitar a nuestro común Redentor, juzgando ser 701.
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una señal de predestinación el haber sido calificados con tantos padecimientos, dispuestos a sufrir muchos otros si eran convenientes a su estado, a su religión, y agradables al beneplácito divino hasta el fin del mundo.19 Entre las angustias con que eran continuamente molestados la mayor era el temor de que estaban penetrados de que su religión fuera destruida, y ellos abandonados, obligados a ir por las diversas partes del mundo, como rebaño sin pastor, y sin guía, dispersos por aquí y por allá, sin encontrar más a aquella Madre, a cuya sombra hasta ahora se habían consolado y visto. Este pensamiento tan funesto día y noche les traspasaba el corazón a guisa de agudo y penetrante dardo, a pesar de que tan favorables se mostraban los divinos oráculos, con los que constantemente permanecían fieles en las vías del Señor y se sentían interiormente animados a sobrellevar todo cuanto se les presentara de adverso y contrario. Así redoblando las oraciones, los triduos, los ayunos, los sacrificios, las penitencias, las comuniones, y cuanto podía mover a la Divina Piedad, rogaban a la gran misericordia de Dios que les tuviera compasión, pues no había otro medio de conservar su religión que su paternal providencia. Mas quién se opone a que se realicen los altos e incomprensibles juicios del Señor que quiso que fuera destruida la religión por diploma pontificio. Después de haber anunciado el evangelio y predicado la fe cristiana por las cuatro partes del mundo, y cuando ahora más fervorosamente que nunca se aprestaban a cultivar el campo del Señor, ¡quién podía persuadirse de tan gran ruina! No quiero investigar la soberana determinación de un Dios para el que nada hay secreto; basta con respeto y reverencia inclinar la cabeza, a todo lo que Él se complace en disponer de sus creaturas. Esto puntualmente hicieron los jesuitas entonces, cuando de parte de su Santidad Clemente décimo cuarto, felizmente reinante, les fue intimada la supresión o extinción de la religión de la Compañía de Jesús, besando con reverente ósculo la bula emanada de aquel gran Pontífice y poniéndola sobre la cabeza y el pecho. Todas estas muestras indican la obediencia que los jesuitas han tenido desde
19 El gobierno español fomentaba y protegía la salida de los jesuitas de la Orden. Especialmente lo procuró con los americanos, a quienes prometió, si abandonaban la Compañía, darles licencia de regresar a América y obtener aquí honoríficos cargos eclesiásticos. Según el catálogo de 1771, de la Provincia del Nuevo Reino solo se habían secularizado 16 jesuitas: 7 sacerdotes, un escolar y 8 coadjutores (Cfr. PASTOR. Op. cit., 452, n.° 1).
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el nacimiento de su religión y tendrán a la suprema Sede de San Pedro, sin ninguna rebeldía, con sumisión de hijos a los pastores de la Santa Iglesia Romana, mientras vivan en este mundo y llegan a expirar el alma. •
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ş ş ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA
• Libro III. ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA
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Bogotá. Archivo Nacional de Colombia (AB) Asuntos Eclesiásticos, t. 2. Miscelánea, t. 110, fol. 90. Reales Cédulas, t. 14.
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Loyola (Azpeitia). Archivo de Loyola Caja 06, n.º 01.
Archivo Estatal de Cesky, Krumlov, Administración Central Vimperk, II D 7 G sigma 1 a.
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
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• Libro III. ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA
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• HISTORIA Y CRÓNICA ORINOQUENSE Textos selectos
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