Orientaciones 52 (Suplemento)

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Orientaciones Universitarias Homenaje al Padre MANUEL BRICEÑO JÁUREGUI, S.J. en el centenario de su natalicio

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Suplemento


Orientaciones Universitarias Publicación periódica de la Rectoría de la Pontificia Universidad Javeriana www.javeriana.edu.co/archivo-historico/orientaciones Nº 52 Suplemento Homenaje al Padre Manuel Briceño Jáuregui, S.J. en el centenario de su natalicio Director

Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. Rector Pontificia Universidad Javeriana

Compilación y Coordinación editorial

Jairo Humberto Cifuentes Madrid Secretario General

Preprensa e impresión

Carlos Julio Cuartas Chacón Asesor del Secratrio General Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas – JAVEGRAF

Bogotá, D.C., enero de 2018


CONTENIDO Advertencia al lector

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Palabras del Rector de la Universidad en el acto conmemorativo Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. 7 “Mirabilis Homo - Manuel Briceño Jáuregui, S.J.” Jaime Escobar Fernández

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“Estampas Pueblerinas, Manuel Briceño Jáuregui Costumbrista” Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero, S.J. 25 “Las contribuciones de Manuel Briceño a la Historia” Fernán E. González González, S.J.

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“Los jesuitas y la primera imprenta en Santa Fe de Bogotá” Manuel Briceño Jáuregui, S.J.

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Galería Fotográfica 45



ADVERTENCIA AL LECTOR Con motivo de la conmemoración del Centenario del natalicio del Padre Manuel Briceño Jáuregui, S.J., la Pontificia Universidad Javeriana realizó una sesión solemne el día 12 de julio de 2017, acontecimiento registrado en el artículo publicado en Hoy en la Javeriana No. 1.329. En esa ceremonia, el Rector de la Universidad, Padre Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J., descubrió la escultura en bronce con la efigie del Padre Briceño, obra realizada por el Maestro Alejandro Hernández Pinto, que poco después fue colocada en el pedestal que se erigió en la plazoleta del edificio que lleva su nombre y donde se fijó una placa de mármol con una leyenda en griego, latín y español. Esta última dice así: “LA VIRTUD Y EL HUMANISMO EXALTAN TU SABIDURÍA”. Ese mismo día se hizo entrega de Orientaciones Universitarias No. 52, con una selección de los discursos y ensayos del Padre Briceño; y una serie de textos escritos sobre él por diversos autores. De esta forma se quiso también rendir homenaje al insigne jesuita. En esta nueva publicación, que circula como Suplemento de ese número de Orientaciones Universitarias, se incluyen, en primer lugar, las intervenciones durante el homenaje del Rector de la Universidad, P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J., y de los tres conferencistas invitados: el Profesor Jaime Escobar Fernández y los padres jesuitas Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero y Fernán González González. Cabe anotar que el Profesor Escobar Fernández fue el autor del texto de la placa en mármol que se colocó en el pedestal. Por otra parte, aparece también un escrito del Padre Briceño, “Los jesuitas y la primera imprenta en Santa Fe de Bogotá”, que fue artículo de portada en Hoy en la Javeriana No. 955, del 8 de febrero de 1988. En un último aparte, titulado Galería Fotográfica, el lector encontrará algunas imágenes del acto mencionado y del monumento al Padre Briceño.



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HOMENAJE AL P. MANUEL BRICEÑO JÁUREGUI, S.J. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

En el Himno de nuestra Universidad encontramos unas líneas que a manera de oráculo predicen lo que sucederá con una persona que en su vida guardó lealtad a su Universidad, guió sus pasos bajo los ideales del Alma Mater y por lo tanto, hizo honor al linaje javeriano. En esa hermosa frase nos advierten que “el bronce de los siglos esculpirá en la historia sus hazañas, su nombre y su gloria, preclara estirpe de Javier”. Son seis palabras claves: bronce e historia, hazañas y nombre, gloria y estirpe; todas ellas, de gran relevancia para quienes hacemos parte de la Comunidad Educativa Javeriana, enmarcan el acto que ahora nos congrega. Al conmemorar el centenario del natalicio de un gran javeriano, el inolvidable Padre Manuel Briceño Jáuregui, S.J., nos hemos reunido en esta mañana para tributarle el

homenaje del bronce y recordar sus hazañas, para exaltar el nombre de este jesuita de “la estirpe de Javier”, que en todo procuró la mayor gloria de Dios. Permítanme que, antes de continuar con mis palabras, procedamos a descubrir la obra escultórica realizada por el Maestro Alejandro Hernández, en la cual, a partir de hoy, podremos encontrarnos de nuevo con esa figura inconfundible que durante tantos años estuvo en medio de nosotros, enseñándonos ejemplarmente, con sus obras, lo que significa “amar y servir”. Al contemplar el rostro del Padre Briceño, que con gran maestría estampó en papel Héctor Osuna y que ahora ha recreado con acierto Usted, apreciado Maestro, aflora el recuerdo de su serenidad, lo mismo que de su sencillez y también de su


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jovialidad, rasgos que se hacen esenciales a la hora de trazar el perfil de este buen ser humano que a todos contagiaba con su alegría de vivir. Si bien su presencia podía pasar inadvertida, nadie que escuchara sus intervenciones o leyera sus escritos podía dejar de reconocer su gran estatura intelectual así como su honda dimensión humana. Hablar de alguien como el Padre Briceño resulta siempre grato. A su vida nos podemos acercar desde múltiples facetas y perspectivas. Así lo harán en seguida las tres personas que hemos invitado especialmente con este propósito: el Profesor Jaime Escobar y los padres jesuitas Rodolfo Eduardo De Roux y Fernán González. A todos ellos agradezco el haber aceptado intervenir en este acto. Por mi parte, quisiera destacar tan solo tres aspectos relevantes en la vida del Padre Briceño, el primero de ellos, realzado especialmente en los titulares de algunos escritos publicados en el diario El Tiempo poco después de su muerte, a saber: “Un humanista cabal”, de Guillermo Ruiz Lara; “El último humanista”, de Armando Gómez Latorre; y “Humanista integral”, de Ignacio Chávez Cuevas. Ciertamente, el Padre Briceño fue un humanista, en todo el sentido de esta bella palabra. Dotado de gran inteligencia, después de obtener sus primeros grados universitarios en la Javeriana, y de su formación de posgrado en Gran Bretaña, el joven profesor inició su labor en el Juniorado de la Compañía de Jesús en Colombia, donde sus alumnos

jesuitas, de 1961 a 1966, fueron testigos del surgimiento de una obra monumental, El genio literario griego. Publicada al final de ese quinquenio, fue prologada por su admirado maestro, el Padre Félix Restrepo, entonces Director de la Academia Colombiana de la Lengua, quien hizo notar en este insigne jesuita su formación humanística y el dominio del griego “en una forma que sólo es frecuente entre los estudiosos de Inglaterra y Alemania“. A su juicio, “no había en Colombia, y probablemente en la América Hispánica, quien lo superase en este sentido”. Ahora bien, se trataba de un campo del saber no siempre apreciado. Así lo indicaba el propio Padre Briceño en 1973, durante su discurso de recepción como Numerario de la Academia Colombiana de la Lengua. Escuchemos sus palabras:

Para muchas personas Humanismo Clásico es hoy algo así como un anacronismo equivocado, por decir lo menos. No lo discutiremos. Mas, si volver a tales antiguallas que fueron el alma de un Miguel Antonio Caro, de un Félix Restrepo, de un Eduardo Ospina, de un Alfonso Navia, de un Motta Salas, es equivocarse, ¡norabuena!, equivoquémonos con ellos.

En ese mismo texto, en el cual se refirió magistralmente a “la vida política de Atenas, su cultura intelectual, y aquella religiosidad que conmovió al apóstol Pablo en el Areópago”, como él mismo lo indicó, hace un breve análisis del Mito,


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“fundamento de la religión de los helenos”; y concluye:

Padre Briceño formuló los siguientes planteamientos:

No es la técnica sola, deshumanizada y descarnada, la que sostiene al hombre, sino también -y mucho más- el reino de las ideas, el de las letras y el del espíritu. Este es el que alimenta la inquietud humana, las aspiraciones múltiples del alma -preocupaciones religiosas, culturales, poéticas, históricas- que, para el común del pueblo, llegan a ser casi imposibles de adquirir o de saciar. Faltan obras, -anotaba el Padre Briceño-, que se escriban pensando en él, que lleguen a su alcance en la angustia diaria y solicitudes del hogar, del trabajo y aun del descanso.

El Mito no enseña el arte de vivir. A esa religión le falta el espíritu de amor al prójimo, la libertad del esclavo, le falta conocer el fin de la sociedad y de la existencia humana, entender la dignidad de la mujer, respetar los derechos del niño, sospechar siquiera la fraternidad de naciones y razas -helenos y bárbaros-: que sólo enseñará hasta el heroísmo la luz del Evangelio.

Vemos aquí al gran humanista que seguía con cuidado los pasos de sus predecesores; reconocemos en él a un muy digno egresado de Oxford que no solo creía que el mundo debe girar en torno al ser humano, sino que también que ese ser humano y su universo deben girar en torno a Dios, condición del Humanismo Cristiano. Precisamente, esta es una impronta del Alma Mater Javeriana, como lo advierte el Padre Briceño al concluir su presentación de El genio literario griego:

Que este libro sea un testimonio más de la tradición clásica de la Universidad Javeriana. La Facultad de Filosofía y Letras -desde el R. P. Félix Restrepo, S.J., hasta su actual Rector R.P. Jesús Emilio Ramírez, S.J.- ha conservado, con orgullo siempre, esta herencia cultural de nuestra patria.

En 1987, en la introducción al libro Humanismo Clásico, publicado en la Colección de Autores Nortesantandereanos, en el cual se recopilaron once ensayos suyos, el

Y en seguida, precisaba el propósito de su libro en estos términos: llegar a todos, elevar su espíritu, distraer, explicar, enseñar y -ojalá pudiéramos lograrlo- instruir sin el menor alarde, con la modestia de un compatriota que, no por estar ausente de su rincón nativo, olvida a sus hermanos. En estas frases se revelan claramente las otras dos características del Padre Briceño que quisiera subrayar. Fue él un hombre de afectos entrañables. Amó a su tierra y a su Patria; amó profundamente a la Iglesia, a San Ignacio de Loyola y a todos sus hermanos en la Compañía; y sobre todo, amó a Jesús y fue su fiel discípulo. Hace 70 años recibía su ordenación sacerdotal este hombre cariñoso, amigo sincero, que a todos trataba con singular amabilidad y


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simpatía. Héctor Osuna, en una nota póstuma sobre el Padre Briceño, en la cual apareció su dibujo, hacía notar que él había logrado conjugar “una disciplinada vida de estudio con el espíritu más festivo que pueda conocerse”. Y continúa este columnista y maestro de la caricatura con su apreciación: Tal vez por eso, quienes lo conocimos familiarmente llegamos a perderle un tanto el respeto al eminente scholar, pero por partida contraria lo quisimos más. De él también se aprendía el humor, que no dudo derivaba de la dramaturgia clásica en la que no todo solía ser intensidad de emociones. El drama escueto, sin humor, es risible y sólo con humor, -concluye Osuna-, con humor es drama. Era imposible, en verdad, no querer a Manolo. Su compañía era agradable y la conversación realmente placentera, iluminada por su sonrisa frecuente, sus apuntes y anécdotas, sus coplas y versos. Como lo reconociera Armando Gómez Latorre, “fue un poeta festivo y sensitivo, cantor de la vida cotidiana de los pueblos y aldeas colombianas en sonetos de impecable factura y sabor tropical”. En este contexto, debemos señalar, y con esto termino, el tercer rasgo esencial en el perfil del Padre Briceño que sin la menor duda, hizo más notoria su grandeza: la humildad. Nada hubo en la vida del Padre Briceño que apuntara a su propio beneficio: la gloria era de Dios y los triunfos, del estandarte de

Jesús. No fue el espíritu del mundo el que animó sus pasos; ni riquezas ni poder, tampoco el placer o los honores. Nunca la arrogancia, tampoco la soberbia, acogidas con tanta frecuencia por doctos y dignatarios, nunca encontraron espacio en sus palabras o sus gestos. Procuró siempre tener ese “corazón manso y humilde” del Maestro, que es el timbre indiscutible de la sabiduría. Señoras y Señores: Al rendir homenaje al Padre Briceño, “un hombre de bien y de servicio”, según las palabras de Ignacio Chávez Cuevas, un hombre “que entendió la existencia como la oportunidad de servir al prójimo a través de las más excelsas manifestaciones de la cultura”, renovamos también la plena vigencia del Humanismo en la Javeriana. Con mucha complacencia podemos declarar que la promesa que cantamos en nuestro Himno, se ha cumplido en este día, porque en bronce hemos celebrado “las hazañas y el nombre” de Manuel Briceño Jáuregui, también su gloria, “preclara estirpe de Javier”.


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MIRABILIS HOMO MANUEL BRICEÑO JÁUREGUI, S.J. Jaime Escobar Fernández1 Virtus facit fortes Fortes fortia faciunt2 “La virtud modela a los fuertes y ellos alcanzan metas más exigentes”. Tomo en préstamo y traduzco con libertad la frase que sirve de colofón a las reflexiones sobre “Lucius Quinctius Cincinnatus. Mirabilis homo” del curso Latín en Acción, todavía textus receptus para el primer nivel de este 1 Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana (1963) y profesor de lenguas clásicas en la Facultad de Filosofía de la misma Universidad desde el año 2002. 2 Valenzuela Jorge y Antonio Gómez Caycedo, S.J., “Cincinnatus Mirabilis Homo” en Latin en Acción, Medellín: Editorial Bedout, 1961, p. 116. Las ilustraciones de la obra fueron creación del Maestro Héctor Osuna Gil, famoso por sus caricaturas y leído columnista de prensa con el seudónimo de Lorenzo Madrigal.

idioma impartido sin interrupción desde hace 30 semestres en nuestra Universidad; lo hago en acato al consejo del sabio Herón de Alejandría: “Hay que poner en orden lo que nos trasmitieron los antiguos y añadir lo que nosotros mismos hemos descubierto”3. Para rendir el homenaje oficial a sus héroes, los Atenienses descargaron en Pericles la responsabilidad patriótica de elogiar las gestas de los valientes que ofrendaron su vida por la patria; “El Olímpico” como lo llamaban sus conciudadanos, 3 Prólogo al tratado de “Pneumática”: ἀναγκαῖον ὑπάρχειν νομίζομεν καὶ αὐτοὶ τὰ παραδοθέντα ὑπὸ τῶν ἀρχαιῶν εἰς τάξιν ἀγαγεῖν, καἰ ἅ ἡμεῖς δἐ προσευρήκαμεν εἰσθέσθαι. Disponible en www.hellenicaworld.com/Greece/Literature/ IrnOAlexandrvs/gr/Pnevmatika.html. Consultado el 17/05/2017.


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confesó públicas reticencias para aceptar el encargo porque en los elogios quienes conocieron a los homenajeados dirán que el orador se quedó corto mas quienes no los conocieron seguramente afirmarán que exageró4. Demóstenes inicia el discurso que lo elevará a la cumbre de la oratoria de Occidente, “En defensa de la Corona” 5, con el ruego a todos los dioses y diosas (muy políticamente correcto) para que lo asistieran en la defensa de su causa. Guardadas las proporciones me encuentro en parecidas circunstancias a las de Herón, Pericles o Demóstenes y es apropiado también implorar a todas 4

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Ὅ τε γὰρ ξυνειδὼς καὶ εὔνους ἀκροατὴς τάχ´ ἄν τι ἐνδεεστέρως πρὸς ἅ βούλεταί τε καὶ ἐπίστεται νομίσειε δηλοῦσθαι, ὅ τε ἄπειρος ἔστιν ἅ καὶ πλεονάζεσθαι, διὰ φθόνον, εἴ τι ὑπὲρ τὴν ἑαυτοῦ φύσιν ἀκούοι. Μέχρι γὰρ τοῦδε ἀνεκτοὶ οἱ ἔπαινοί εἰσι περὶ ἑτέρων λεγόμενοι, ἐς ὅσον ἄν καὶ αὐτὸς ἕκαστος οἴηται ἱκανὸς εἶναι δρᾶσαὶ τι ὧν ἤκουσε·. Thucydides. Historiae. Post C. Hude edidit O. Luschnat. Leipzig, Teubner 1960. […] si el que oye ha sido testigo de los hechos, y quiere bien a aquel de quien se habla, siempre cree que el elogio es insuficiente en razón de lo que él desea y de lo que sabe; y por el contrario, al que los desconoce le parece, impulsado por la envidia, que hay exageración en lo que supera su propia naturaleza. Los elogios pronunciados a favor de otro pueden soportarse sólo en la medida en que uno se cree a sí mismo susceptible de realizar las mismas acciones. Ver: Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso II 34-46. Trascripción íntegra del texto de la edición de Gredos, págs. 114-121. Wunderlich, Ern. Kar. Frid., Demosthenis Oratio Pro Corona, Ed. Altera Emmendata, Gottingae: a Libraria Dieterichiana, 1820. “Πρῶτον μέν, ὦ Ἄνδρες Ἀθηναῖοι, τοῖ θεοῖς εὔχομαι πᾶσι καὶ πάσαις”.

las divinidades asistencia para coronar con el mejor de los éxitos la tarea que me ha sido encomendada. “Mirabilis Homo. Manuel Briceño Jáuregui, S.J.” intenta resumir la polifacética vida de este personaje; acometo la tarea por deferente designio de las directivas del Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Recibí apoyo invaluable del Profesional de Descripción de Documentos Daniel Guillermo López Jiménez así como las acertadas sugerencias que me han hecho llegar diversos evaluadores; a todos ellos, mis públicos reconocimientos en este acto solemne. Sin más preámbulos vayamos “a las cosas, a las cosas” como diría Ortega y Gasset6. Distribuyo mi exposición en concordancia con el parecer del Instituto Caro y Cuervo según publicación oficial en Thesaurus7 pues cuando Briceño fue promovido a la Subdirección de la Academia Colombiana de la Lengua, lo calificó como “Escritor, Ensayista, Historiador, Poeta, Hagiógrafo, Crítico”. Añado de mi cosecha los títulos de “Traductor, Filólogo e Intérprete Oral de Literatura Dramática”. 1. El Escritor. ¿Qué temas trabajó Briceño? ¡Todos! ¿Todos? ¡Sí! ¡Todos!

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Vehils, Jorge, “¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas!” en, El País. Edición en papel del lunes, 9 de mayo de 1983. Visita de Ortega y Gasset a la Argentina.

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Thesaurus, en Varia, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, Tomo No. 1 (1987), p. 231.


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Escritor infatigable: 34 libros, en la cuenta de Armando Gómez Latorre8. Tal pareciera que la mayor parte de su vida nuestro personaje se la gastó escribiendo; sabe Dios a qué horas redactó al menos 5.000 páginas impresas9 sin contar homilías, prólogos, notas preliminares en publicaciones ajenas, artículos de revistas, conferencias, cursos, ponencias en Congresos Nacionales e Internacionales como la última pronunciada en España al conmemorarse el V Centenario de la Gramática de Antonio de Nebrija y que en razón de las circunstancias, se le convirtió en algo así como el nunc dimittis del viejo Simeón10: deja a tu siervo 8

Gómez Latorre, Armando, “El Padre Briceño, Genio y Figura”, Archivo Digital de El Tiempo, 23 de abril de 1992, disponible en http://www.eltiempo.com/archivo/ documento/MAM-97807, consultado el 31/05/2017.

9 El Genio Literario Griego, 1.800 páginas en total; Escritos Humanísticos, 506 páginas; Los gladiadores de Roma. Estudio Histórico, Legal y Social, 187 páginas; Los juegos olímpicos en la antigüedad, 222 páginas; Los Jesuítas en el Magdalena. Historia de una misión, 456 páginas; Tres Bimilenarios Clásicos: Virgilio, Tibulo, Propercio, 256 páginas; Ciento cincuenta aforismos griegos y latinos para abogados. Ciencia, arte y técnica en la antigüedad clásica”, 113 páginas; La Politeia de Aristóteles, 679 páginas y más páginas y páginas… 10 Nῦν ἀπολύεις τὸν δοῦλὸν σου, δέσποτα, κατὰ τὸ ῥῆμά σου ἐν εἰρήνῃ· ὅτι εἶδον οἱ ὀφθαλμοί μου τὸ σωτήριόν σου, ὃ ἡτοίμασας κατὰ πρόσωπον πάντων τῶν λαῶν, φῶς εἰς ἀποκάλυψιν ἐθνῶν καὶ δόξαν λαοῦ σου ᾿Ισραήλ. (Luc. 2, 29-32) [NESTLE-ALAND, Novum Testamentum Graece et Latine, Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1979]. Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quienes has presentado ante todos los

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irse en paz. Briceño muere mientras participa en dicho evento pero antes había agradecido la “invitación” que atribuye a la Virgen María, en estos versos redactados al salir del Hospital, luego del primer infarto: Te doy gracias, Señora, por la vida, Te doy gracias, Señora, por la muerte: Por esa mano de bondad tendida Y por aquella invitación a verte11, evidente metáfora del grave peligro de muerte en el que lo comprometió su corazón inmenso. En los comienzos de la formación e incluso durante la madurez académica, nuestro personaje fue implacable juez de los escritos propios tal como lo atestiguan las numerosas notas al margen en trabajos redactados e incluso, ya editados; ni el sermón de su primera Misa12 escapó al escrutinio minucioso del texto, como lo comprueban los escolios que dejó allí. Por atender a múltiples y obligantes solicitudes ya hacia el final de sus días, la presión de las enormes

pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. [Sagrada Biblia. Versión Oficial de la Conferencia Episcopal Española disponible en http:// www.conferenciaepiscopal.es/la-sagrada-biblia-version-oficial-de-la-cee-enedicion-especial-con-motivo-del-ano-dela-fe-y-en-edicion-digital-ebook/]. 11 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J, Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162. 12 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J., Carp. 160-162.


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responsabilidades del trabajo en la Academia Colombiana de la Lengua y en el Instituto Caro y Cuervo le robaron no sólo tranquilidad sino el tiempo suficiente para la revisión implacable de los textos, disciplina que había practicado con el fervor digno del más acerbo parnasianismo; para decirlo de una vez: el escritor de los finales no fue tan pulido como el de los comienzos aunque mantuvo la frescura, lucidez y brillo que le caracterizaron siempre. Demos paso al segundo de los perfiles. 2. El ensayista. Fueron múltiples los escritos que podríamos llamar “ensayos” conservados por fortuna casi todos en su obra “Ensayos Humanísticos”13; la primera parte la dedicó al “Mundo Griego” y la segunda, al “Mundo Romano” que cierra con esta pregunta urticante: “¿Humanismo Clásico todavía?” para responder: “Humanismo es el conocimiento vital del pensamiento de este pueblo (Grecia y Roma), de su civilización –de la cual desciende la nuestra– de su arte, de su literatura centrada en el hombre […] la esencia de todos los aprendizajes es la de ser hombres. ¿Y cómo se aprende a ser hombre? Se pregunta Uslar Pietri, citado por Briceño: de una sola manera –responde– aprendiendo cómo fueron hombres, de cuán diversas maneras, actitudes y propósitos, lo que llegaron a ser los que nos han precedido. […] Las humanidades no son otra cosa que una inmensa colección de la experiencia humana”.

13 Briceño Jáuregui Manuel, S.J., Ensayos Humanísticos, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1971.

No ha tenido mayor acogida en los medios ni entre los derrotados por Emmanuel Macron14 en las recientes elecciones de Francia, su clara decisión de regresar a la “enseñanza bilingüe así como a las humanidades” y con ello daría reversa a la reforma educativa de 2015 que dio cabida a materias pluridisciplinares a expensas de las lenguas clásicas que por ello perdieron terreno; a su vez, el nuevo Ministro de Educación JeanMichel Blanquer15 confiesa “sentirse impactado por la desaparición de disposiciones que marchaban bien y se modificaron en la reforma del 2015”; dos puntos de vista distantes en el tiempo y sin embargo próximos en la visión de futuro que debieran estimular a los responsables de la educación en todos los órdenes. 3. El Historiador. Los expertos pareciera que estuvieran de acuerdo en distinguir la Historia propiamente dicha de la Crónica Histórica,16 14 “Partout, je veux remettre les classes bilangues, l’enseignement des humanités” (Macron). Disponible en http:// www.francetvinfo.fr/societe/education/ reforme-du-college/latin-grec-classesbilangues-ce-que-veut-le-nouveauministre-de-l-education_2203004.html. Consultado el 22 /05 /2017. 15 “J’ai été choqué de la suppression de dispositifs qui marchaient bien” (JeanMichel Blanquer). Disponible en http:// www.francetvinfo.fr/societe/education/ reforme-du-college/latin-grec-classesbilangues-ce-que-veut-le-nouveauministre-de-l-education_2203004.html. Consultado el 22 /05 /2017. 16 Bennett Bruce S., “The Black Swan and the owl of Minerva: Nassim Nicholas Taleb and the historians” en Historia vol.59 n.2 Durban Nov. 2014 donde afirma que Taleb en The Black Swan, London: Pinguin, second edition, 2010,


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expresiones ambas de genuina estirpe griega; la segunda, con claro sentido de tiempo o cronos que tal como lo enunciara Wiston Churchill según testimonio de Roger Kimball17: cuanto más atrás podamos mirar en el pasado, tanto más lejos podremos adentrarnos en el futuro pero “¿Por qué razón el saber de dónde vengo me va a decir a dónde voy?” se pregunta Taylor;18 Briceño anticipó la respuesta: ¡“Las humanidades”! Casi que me atrevo a pensar que nuestro personaje no tenía muy clara la diferencia entre Historia y Crónica: publicó “Los Jesuítas en el Magdalena. Historia de una misión” pero en realidad tiene más visos de Crónica que de Historia propiamente dicha. Para sorpresa de cualquier curioso, los rasgos de historiador de Briceño surgen más bien de otras fuentes: “El Genio Literario Griego”19; en el Tomo III, antes de trabajar los llamados autores Helenistas, describe el entorno generado por la presencia de Alejando Magno, fuente misma del llamado Helenismo y allí analiza “los efectos sociales e intelectuales de las conquistas de Alejandro”; los p. 75 manifiesta que “History is one of the narrative disciplines”; el énfasis es mío. 17 Kimball Roger, What we are Fighting for? The exemple of Pericles. “The farther backward you can look the farther forward you are likely to see”. Disponible en www. media.hoover.org/ documents/0817939024_63.pdf 18 A.J. P. Taylor, “Moving With the Times” en The Oserver, 22 de Octubre de 1961. 19 Briceño Jaúregui Manuel, S.J., El Genio Literario Romano, 3 T. Cali (Colombia): Universidad Javeriana, 1980, T. III, pp. 3 y ss.

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“Efectos profundos en la Sociedad y en la Inteligencia” y en el acápite III de ese mismo texto, “La evolución y transformación”, condiciones que darían origen a la “Nueva Academia” tanto como “Al Liceo”. Briceño da parecido tratamiento a Marco Aurelio Antonino (121-180 a.D.)20, previo a la presentación de los “Soliloquios Morales” como también a “La literatura Cristiana de los siglos II y III” con su disertación sobre “El Nuevo Testamento desde el punto de vista literario” y el respectivo análisis recogido en el capítulo LXXIII donde se aúnan el Crítico Literario, el Historiador y el Cronista de época tan fascinante y a mi modo de ver, un tanto alejada de los intereses actuales de los Historiadores tanto profanos como religiosos. En sus “Ensayos Humanísticos” Briceño analiza las “Vicisitudes de una Reforma Agraria. Estudio Histórico” y aquí aparece sin ambages el Historiador. Abre nuestro prohombre el estudio con el parecer de Sir Charles Oman21 sobre Cayo Graco 20 Marco Aurelio Antonino (121-180 a.D.) Información completa sobre el personaje puede consultarse en www.ec.aciprensa. com/wiki/Marco_Aurelio_Antonino. Consultado el 28, 05,2017 21 Oman, Charles William Chadwick, Sir, (1860-1946), Seven Roman Statesmen of the Later Republic: The Gracci, Sulla, Crasus, Cato, Pompey, Caesar: New York: Longmans, Green, 1902, p. 12. Tiberius Graccus is one of the most striking instances in history of the amount of evil that can be brought about by a thorogly honest and well-meaning man, who is so entirely convinced of the righteousness of his own intentions and the wisdom of his own mesures, that he is driven to regard any one who strives to hinder him


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para explayarse a renglón seguido en “El legado de la guerra”; “Capitalismo-pobreza”; “Opulencia y lujo”; “Esclavitud”; “Resultados sociales de esta crisis”; “Resultados políticos de esta crisis”; en fin, estamos en presencia del más claro “Estudio histórico” que le conozcamos. Más quedaría por decirse de Briceño Historiador pero sigamos adelante. 4. El Poeta. - “Atención: sacerdote de las Musas [diré] versos no escuchados antes” 22 –cantaba Horacio y también lo hace Briceño–. El P. Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero, S.J., enorme poeta, es el más adecuado juez de su compañero de Parnaso al menos en cuanto a costumbrismo se refiere; yo me ocupo, de algunos de los “Mil y más poemas. Uso privado”23 que Briceño caligrafió con delicadeza en la portada del cuadernillo donde iba reuniendo la producción poética, clasificada por temas –que se conserva aunque depurada por propia o ajena mano- título que de alguna manera evoca, sin duda, as not only foolish but morally wocked; “Tiberio Gracco es uno de los ejemplos más sorprendentes en la historia, de todo el daño que puede producir un hombre perfectamente honrado y de buenos propósitos, tan enteramente convencido de la rectitud de sus propias intenciones y de la sabiduría de las medidas por él adoptadas, que le llevan a considerar a todo aquel que trate de oponérseles como un ser no sólo insensasto sino moralmente malvado”; 22 Horacio, Carmina, 3, 2-3: Favete linguis: carmina non prius / audita Musarum Sacerdos. Shorey Paul, Gordon J. Laing, Horace Odes and Epodes, Chicago: Benj. H. Sanborn, 1919. Traducción directa. 23 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.

“Las mil y una noches” de fantasías, ilusiones, fracasos, loas y relatos en picantes coplas de corte Boyacense y Santandereano como lo indica el P. Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero, S.J. en su escrito “Manuel Briceño poeta costumbrista”24. Si alguien tuviera la paciencia suficiente para contar los versos que sobreviven a nuestro poeta, tengo la certeza de que se aproximaría con toda propiedad a los 16.000 hexámetros de la Ilíada de Homero o por lo menos, los casi 10.000 de la Eneida de Virgilio. Hagamos este cálculo elemental con base en los “Trescientos Sonetos Costumbristas”: cada soneto se arma con 14 versos que en 300, suman 4.200 unidades métricas; quedan por fuera de estadística tan elemental los demás sonetos y poesías en la espera de ver la luz pública algún día. Los poemas supérstites son voces del alma que él mismo dividió en tres categorías: Poemas Blancos de esperanza, amor a la Virgen, a sus familiares, a la Compañía de Jesús como aquella consigna emocionada en el poema Jesuitas con ocasión de la partida de sus compañeros a misiones extranjeras: “¡Jesuítas! ¡Sin trinchera! Luchar es vuestra misión ¡Atentos! Que el Papa espera 24 De Roux Guerrero Rodolfo Eduardo, S.J. “Estampas pueblerinas, Manuel Briceño Jáuregui Costumbrista” en Boletín de la Academia Colombiana, Tomo LVIII, Nos. 241-242, Julio-Diciembre, Bogotá, 2008, pp. 8-16.


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Su “caballería ligera” Al frente del batallón”25 El paisaje le despierta emociones profundas cosidas al terruño: “Buganviles al rojo, plegaria y ruego, sonrisa del verano sobre el camino que en las chozas humildes vestía de fuego la amarilla tristeza del campesino”26. También los homenajes de sus admiradores lo llevaron a improvisar festivos versos como estos: Gracias por ese aplauso tan nutrido, “NUTRIDO”, lo repito en plena cena: Mas…como yo “me muero de la pena” Con modestia otro aplauso yo les pido”27 El dolor y la esperanza por la muerte del padre, los compartió con su progenitora de esta manera: ¡Ah, no llores mamá, que me entristeces… Santifica tu pena, madre mía! 25 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 95. 26 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162. 27 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162. Por el “tenor” de este soneto, posiblemente se trate de la respuesta que improvisó por algún elogio que le hicieran en ASCUN (Asociación Colombiana de Universidades) y en el seminario permanente “Universitología” promovido por el P. Alfonso Borrero Cabal, S.J.

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Ve, junta tu dolor al de María, Dolor que espera como los cipreses; Por San José, su esposo, muchas veces La Virgen viuda cuánto lloraría A Ella que sabe de la muerte fría Di tu dolor, elévale tus preces”28 Ante las ruinas de la Acrópolis recurrió al solemne metro alejandrino clásico en el soneto “Ruinas”29: Aquí enseñaba Sócrates… Silencio! Allí, el Pireo,los pórticos, el ágora, su sordo runruneo, los mégara… destrozos de esbeltos capiteles… y todo entre silencios de ruinas, tan profundos, que más parece ahora que glorias de otros mundos la paz de un camposanto cubierto de laureles! Poemas Rojos elaborados con el criterio de “no ames decirlo todo / sugerir es el arte30”; son poemas que dejan traslucir las crisis capoteadas en la temprana juventud31: “He vivido la fatiga: descansando estoy despierto… 28 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162. 29 Briceño Jáuregui, Manuel, S.J., Ensayos Humanísticos, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1971, p. 259. 30 Eusebio Rey, S.J. Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Fondo Jaime Escobar Fernández, en proceso de estructuración. 31 Archivo Histórico Javeriano, Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Por la fecha al pie del poema se deduce que vivía su año 27.


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soy un hijo del Desierto que vigila como guarda sus cachorros el león! Y aun parece que llevara, como tigres en acecho prisionero entre mi pecho un Simún atormentado en lugar del corazón! No resisto el deseo de compartirles aquella especie de confesión de culpa de su temperamento festivo para ocultar desilusiones del alma a la manera del “Reir Llorando” de Juan de Dios Peza32 porque Briceño como Garrick, confesó un oculto drama en el soneto “Ríe Payaso” que encabeza así: “¡Ríe payaso; sí, bebe en el vaso de la felicidad que te convida y aquel histrión se burla de la vida por hacer sonreir: pobre payaso”33 ¿Qué decir de la reacción cuando en su cabeza bruna aparece la “Primera Cana”? Es la ley de la vida… ya en mi cabeza hay una Que, sin por qué saberlo, vino a amargar mi espera… ¡Siete lustros de vida! Al frío de la pena 32 Peza Juan de Dios (1852-1910) “Reir Llorando” en Poemas de Juan de Dios Peza inspirado en el actor y dramaturgo británico David Garrick. Disponible en http://www.los-poetas.com/l/peza1. htm Consultado el 17/05/2017 ¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! / ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, /porque en los seres que el dolor devora / el alma llora cuando el rostro ríe! 33 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.

Blanca de eternidades cedió la primavera. Oh mi primera cana que tanto así porfías”34 Los “poemas rojos” quizás reflejen parecidos sentimientos a los que Ibsen35 coloca en su Catilina que Briceño seguramente leyó y con quien se identificó tal vez: “¿No es la vida permanente combate entre fuerzas hostiles en el alma? En esa lucha está fundada la verdadera vida del espíritu”36. Poemas festivos que aparte de los Trescientos Sonetos Costumbristas, podemos repasar con fruición y asombro por sus dotes de versificador espontáneo y fácil; cartas en verso a familiares como aquellos sobre “Roque Julio cazador” 37o el “Soneto a Amparo Grisales”38 que ella misma confesó haber sido el piropo más 34 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162. 35 The Oxford Ibsen, 8 Vols. Edited by James W. MacFarlane, Oxford 1970-1977. “and is not life an everlasting fight / between on the true hostile forces in the soul? / And in this struggle lies the soul´s true life” O.I, I, 106. 36 Traducción directa del expositor. 37 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, SJ., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J., Carp. 160-162. 38 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J., Carp. 160-162. El soneto en su integridad puede verse en el Documentos Javerianos 07, publicación del Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. También puede leerse si ingresa a Google la frase “Sin Toga ni Birrete Oxoniense”.


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original en su larga carrera de diva. Pareciera que Briceño “se burla de la vida por hacer sonreir”. Otros versos festivos están al alcance de la mano para investigadores curiosos en el Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. del Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. Los versos de Briceño dejan en evidencia la delicada sensibilidad natural de su alma enriquecida con las numerosas lecturas de todo género: verso, prosa, oratoria, drama, poesía, historia, en prueba de lo cual nos queda el “Canon” de lecturas que poponía a los jóvenes estudiantes jesuítas durante el proceso de formación en humanidades clásicas39. Nuestro poeta se sintió cómodo con el Soneto y ello podría explicar que se hubiera lanzado a dejar sus emociones en el primero40 de su amplia producción, mientras era novicio jesuíta, etapa inicial en el prolongado proceso de formación de aquellos tiempos y el segundo41, inspirado por el Crucifijo que le entregó la Compañía de Jesús en recuerdo de los Votos Perpetuos. Exploró Briceño metros distintos; admirador irredento del Nicaragüense de oro, Rubén Darío, imitó la musicalidad de la “Marcha Triunfal”

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del nicaragüense42 para conmemorar el centenario de la aparición de la Virgen en Lourdes (1958): “¡Campanas de Lourdes al vuelo! campanas del cielo de armónicas cítaras de ángeles que el éter rubrican de constelaciones Divina fragancia de los incensarios y las oraciones con sabor de infancia Campanas Marianas alegres y graves y suaves de LOURDES de Francia”43 Todo tiene su hora: ya es la de recorrer otros rasgos de la personalidad de Briceño quien redactó así parte de su “autoretrato”: Soy sacerdote, tengo algunos grados, He hecho sonetos –hasta bien rimados– Soy de la Compañía de Loyola… La Musa que me inspira no es coqueta… Y ahora me salen con que soy poeta Pero eso sí: ¡Por pura carambola”44 Abandono con nostalgia al intérprete feliz de nuestros sentimientos

39 Archivo Histórico Javeriano, Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Jaime Escobar Fernández, en porceso de estructuración.

42 Ya viene el cortejo / ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines / la espada se anuncia con vivo reflejo; / ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines”. Disponible en https://books.google. com.co/books?isbn=9802763020 Consultado el 28 / 05 / 72017.

40 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.

43 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.

41 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.

44 Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J., Fondo Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Carp. 160-162.


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sobre cuyos poemas cabe la misma afirmación que de “El Bambuco” hiciera Don Rafael Pombo45: […] cuando alguien lo está oyendo, el corazón va diciendo, «Eso lo compuse yo». 5. El Hagiógrafo. Fueron numerosas las solicitudes a Briceño para narrar las virtudes de prohombres de Iglesia o ciudadanos destacados; requerimientos que atendió con la irrenunciable galantería que le era connatural y así pronto brotaron de su mente trabajos de pequeño formato que en apariencia no le ofrecían mayores exigencias de consulta documental y así quedó, dijéramos, convertido en hagiógrafo de ocasión. En el campo profano, la admiración por Julio César el poderoso general, político y escritor romano lo llevó paulatinamente y de contera a convertirse en su hagiógrafo; al fin y al cabo, César a muy temprana edad fue consagrado Pontifex Maximus, el cargo más importante en la jerarquía religiosa romana. En sus “Ensayos Humanísticos” Briceño llama a Julio César, “El Capitán Más Grande de la Antigüedad” y dispersos en los escritos quedaron los epítetos grandielocuentes al guerrero, escritor y político, –jerarquía afectiva de Briceño– quien de vez en cuando quebraba la monotonía de las clases sobre La Guerra de las Galias de César con la lectura pública de fragmentos de la obra escrita 45 Disponible en www.banrepcultural.org/ blaavirtual/literatura/pombo/pombo3. htm. Consultado el 31/05/2017

por Mirco Jelusich (1886-1969)46 el austríaco crítico teatral y autor de novelas históricas; ejercicio que adelantaba con especial fruición. 6. El Divulgador Científico. Connotados académicos47 se han ganado el merecido título de divulgadores, malgré48 el agrio desprecio con el que sus respectivos pares en forma permanente les reprochan la decisión de “lanzar perlas a los cerdos” según expresión del evangelista Mateo49. Creo no ser injusto con Briceño, tampoco viceversa, si lo comparo con reconocidos divulgadores científicos. Quizás la obra cumbre del esfuerzo –en este sentido– de nuestro personaje fuesen sus tres volúmenes sobre “El Genio Literario Griego” y probablemente lo hubiera sido el 46 Jelusich Mirco, Caesar, Trad. A. Herrero Miguel, Barcelona: Luis Miracle, 1941. 47 Son reconocidos como divulgadores científicos Stephen Jay Gould en evolución e historia natural junto con Stephen Howking en astrofísica y cosmologia, Richard Feyman en mecánica cuántica y física de partículas, Richard Dawkins en genética y evolución, todos ellos científicos de primer nivel empeñados en “socializar” la ciencia. 48 Malgré. Preposición en francés que aunque se asemeje mucho a la conjunción, establece relación lógica entre dos partes de alguna frase. Disponible en www. frances-online.de/gramatica/capitulo_13/13_17_malgre_a_pesar_de.htm Consultado el 27/05/2017 49 Mateo 7, 6: μὴ δῶτε τὸ ἅγιον τοῖς κυσίν μηδὲ βάλετε τοὺς μαργαρίτας ὑμῶν ἔμπροσθεν τῶν χοίρων. NESTLE-ALAN, NOVUM TESTAMENTUM Graece et Latine, Stuttgart: DEUTSCHE BIBELGESELLSCHAFT, 1970. Traducción directa del expositor: No entregues lo sagrado a los perros como tampoco arrojes nuestras perlas delante de los cerdos.


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gemelo que se quedó en proyecto: “El Imperio Literario Romano” que al no dejárselo coronar la temprana muerte, quedó en igualdad de condiciones que “El Arpa” de Becquer50: “una voz como Lázaro, espera que le diga ´levántate y anda´”. Sería necesario añadir al listado de su trabajo divulgador dos obras densas en contenido y cortas en extensión: Los gladiadores de Roma. Estudio Histórico, Legal y Social51 que no duda en llamar “tema desconocido para muchos, apasionante para el investigador, de curiosidad para los lectores del mundo clásico y que después de tantos siglos sigue despertando sentimientos de repulsa y de admiración al mismo tiempo” y añado: sorprende en este trabajo las elevadas cifras de esclavos que iban al combate en el circo con cargo a fiestas de Emperadores, Generales en situación de Triunfo y Magnates ávidos de fervor popular. En Los juegos Olímpicos en la Antigüedad52 reseña orígenes, mi50 “Del salón en el ángulo oscuro / de su dueña tal vez olvidada / silenciosa y cubierta de polvo / veíase el arpa. / […] ¡Ay, pensé, cuántas veces el genio / así duerme en el fondo del alma / y una voz como Lázaro, espera / que le diga “Levántate y anda”, en Torrecilla del Olmo, Francisco (ed), “Rima VII (13) en Rimas. Gustavo Adolfo Becquer, Madrid: ediciones Akal, 2002, p. 58. 51 Citado por Armando Gómez Latorre, “El Padre Briceño, Genio y Figura”, Archivo Digital de El Tiempo, 23 de abril de 1992, disponible en http://www.eltiempo. com/archivo/documento/MAM-97807, consultado el 31/05/2017 52 Briceño Jáuregui, Manuel, S.J., Los Juegos Olímpicos en la Antigüedad, Bogotá: Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1990

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tos, leyendas, actores, preparación, adiestradores y premios: temas perfectamente documentados con el soporte de ilustraciones y muy completa bibliografía. Los habitantes de esa Grecia del año 776 a.C., acoguían las competencias olímpicas con fervor casi místico pues las juzgaban no solamente de valor religioso sino pedagógico, incluyente en lo cultural, ejemplarizante en los desarrollos, estimulante por el sentido de pertenencia y arraigo del espíritu de lucha o agonía que ellos llamaban. Es el momento de avanzar a otro perfil de nuestro homenajeado. 7. El Traductor. Me parece que la más feliz traducción del Español al Latín quedó como testimonio en Epos Aristae “Epopeya de la Espiga”, de Aurelio Martínez Mutis y del Latín al Español, excelentes ejemplos. Entre las versiones del Griego Antigüo al Español, quizás la obra cumbre de nuestro traductor sea “Aristóteles de Estagira: Politeia (La Política)”53 que de forma inexplicable es en la práctica invitado de piedra54 como 53 Briceño Jáuregui Manuel, S.J. Aristóteles de Estagira: Politeia (La Política), traducción directa del griego y notas, Bogotá: Imprena Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, 1989. 54 Según el RAE la expresión se toma del dramaturgo español Tirso de Molina El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630) pero según parece ya gozaba de larga tradición oral. El don Juan de Tirso invita al Comendador de Calatrava a quien había asesinado, a cenar pero por su condición, debía asistir como estatua y el homenajeado llegó pero como estatua viva con la natural sorpresa del anfitrión. José Zorrilla recupera el tema en los dos últimos actos de Don Juan Tenorio.


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texto fuente en los cursos de filosofía en qualesquiera de sus vertientes. Discúlpenme por introducir acá, per transennam55, esta anécdota: recién empezaba Briceño su tarea de traducir “La Politeia”; le cuestioné por qué hacerlo si se conseguían tantas y buenas traducciones ya editadas; la respuesta fue tajante: “todas tienen imprecisiones” y siguió adelante hasta culminar el proyecto. Yorgos Stilianú Seferíadis (Séferis) ganó en 1963 el premio Nobel de Literatura; ocho años después publica nuestro traductor “La Angustia Poética de Séferis. Estudio e Interpretación”. ¿Qué unió a Briceño con Seferíadis? Conjeturemos: nació el griego el 13 de marzo justo cuarenta y ocho horas antes de los “idus” en que cae apuñaleado César, el “Gran Capitán”, según Briceño. “La Angustia Poética de Séferis” se ocupa no solamente del análisis crítico y literario del poeta, ensayista, diplomático y traductor laureado sino que demuestra el conocimiento profundo tanto de la obra de Yorgos como del griego moderno fuente de la traducción de apartes de los poemas en apoyo al “Estudio e Interpretación” de Séferis. En sus “Ensayos Humanísticos” encontramos la traducción completa 55 Expresión latina que se emplea en modo figurado: dejar ver a trasluz, breve paréntesis, a propósido de... Para más ilustración ver: Facciolati, Jacobi – Aegidii Forcellini, Totius Latinitatis Lexicon, Vol. II, Londini: Sumptibus Baldwin et Cradock, Paternoster-Row et Guilielmi Pickering, Chancery-Lane, MDCCCXXVIII.

de “Los cautivos” del comediante Tito Maccio Plauto56 (c. 259-184 a.C.) de quien dice Briceño que “no escribe para lectores de bufete sino para el teatro, para el pueblo menudo ´que traga entero´; por eso prefiere la brusquedad. De ahí también el esfuerzo por mantener el interés con escenas que gusten, que muevan, que diviertan los oídos y los ojos de la gente. El Poeta conoce muy bien a su público, al pueblo romano ordinario, que es un ´muchacho grande´. En medio de la risa no falta en el autor el sentido serio de la vida ni la tristeza; a veces, de la tragedia”57. ¿Por qué Plauto estimula el talento traductor de Briceño? Tal vez en contrapeso al latín culto de la época objeto de sus cursos y el espiritu festivo del comediante que lo acercaba al costumbrismo de sus 300 sonetos. Fueron 11 las Odas de Horacio que eligió al azar –según propio testimonio– tradujo con enorme perfección y analizó hasta el detalle; no fueron tan “al azar” porque las sentía propias. Horació fue para Briceño “coloso” por la calidad poética de su obra, lo sentía próximo a sus afectos, quizás casi el espejo donde se reflejaban amores, desamores, incertidumbres del hoy y del mañana de la humana conditio58. 56 No hay muchas noticias sobre Plauto. Nace en Sársina (Umbría), Italia, en fecha que se discute pero que podría ser el 259/258 y muere en Roma en el año 184 a.C. 57 Briceño Jáuregui Manuel, S.J., Ensayos Humanísticos, Caracas: Univesidad Católica Andrés Bello, 1971, p. 441 58 De la condición humana -Humana Conditio- se han ocupado en su orden André Malraux; Norbert Elías, (Ambos trabajos


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Del Venusino escribió: “Hay lenguas y autores que ofrecen mayor o menor tormento a quien los trasvasa a otro idioma. Pero entre los que menos satisfacción ofrecen a sus traductores está Horacio: por su acerada concisión, su desesperante precisión y sus armónicos de sentido. […] De ahí que existan traducciones bellísimas como las de Ismael Enrique Arciniegas: pero no son el Horacio íntegro. Por eso también el intento, otra vez, con estas once odas al azar”59 8. El Filólogo. El nombramiento como Jefe del Departamento de Filología Clásica en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá se lo ganó a pulso de conceptos sobre preguntas variadísimas que a diario llegaban a la Academia Colombiana de la Lengua y que ella confiaba a uno de sus filólogos más destacados; promovido a la Dirección de la entidad, él mismo daba respuesta a la mayoría de consultas para no sobrecargar de trabajo a los ya de por sí bien ocupados colegas de la Academia; en los Archivos de la institución se registran los conceptos sobre 73 consultas en los últimos años, muchas de ellas sobre más de un tema, situación que elevaría a más de 100 las respuestas a cuantos se dirigían a la Academia en demanda de luces con sólidos fundamentos filológicos. En compañía de su colega, amigo y filólogo también, Rafael Torres en contexto bélico); Annah Harendt, con su analisis del acontecer actual marcado tambien por las guerras. 59 Briceño Jáuregui Manuel, S.J., Ensayos Humanísticos, Caracas: Universidad Católic Andrés Bello, 1971, p. 487

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Quintero, adelantó la sexta edición de la obra inmortal “La Llave del Griego” del P. Félix Restrepo, S.J. y Eusebio Hernández, S.J. además de la completa “Introducción” de Briceño al facsimilar que se edita en 1987. 9. El Intérprete Oral de Literatura Dramática. Con alguna regularidad el tiempo de clase durante su docecia a los jóvenes jesuítas en la etapa de formación humanística, a mediados del siglo XX todavía en sus primeros tiempos como Bachelor y Magister de Oxford, lo dedicaba a la lectura pública de obras clásicas del teatro Universal y lo hacía con tal propiedad de interpretación que se daba el lujo de mantener el tono de voz de los personajes del drama durante toda la obra. Al hilo de la entonación maravillosa de Briceño se recorrían clásicos como “Casa de Muñecas” de Henrik Ibsen; “Mariana Pineda” de Federico García Lorca; “Los Arboles Mueren de Pié” de Alejandro Casona; “Julio César” de William Shakespeare (imprescindible para Briceño); “El sí de las Niñas” de Leandro Fernández de Moratín; “Malvaloca” de los hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero; “El proceso a Jesús” de Diego Fabri que inclusive llevaría posteriormente a las tablas no solamente en el teatrino de la casa de formación para los Jesuítas en Santa Rosa de Viterbo, Boyacá sino después en el Teatro Colón en la capital de la República. La interpretación de textos literarios apenas fue experiencia para el selecto grupo de jóvenes jesuítas durante la formación humanística en torno a la mitad del siglo XX. Esa faceta de Briceño como intérprete


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oral quizas sea el aspecto más desconocido para quienes podríamos llamar cariñosamente “Briceñologos”. He llegado al fin de esta “caminata hagiológica” de nuestro personaje y mantengo la firme esperanza de haber sido guía aceptable por algunos de los aspectos de la vida y milagros de Manuel Briceño Jáuregui, S.J. Escritor, Ensayista, Historiador, Poeta, Hagiógrafo, Crítico, Traductor, Filólogo e Intérprete Oral de Literatura Dramática y de quien puede decirse aquello que Tácito60 escribió a la muerte de Cneus Julius Agrícola61: “el final de sus días fue de

luto para nosotros, de tristeza para los amigos, para los extraños y menos conocidos, motivo de preocupación” o como el ya citado Peza remataba el soneto sobre los Horacios y Curiacios62, leyenda recogida en síntesis por el “Latín en Acción” con el que encabecé esta exposición:

Como roble montés que no se abate, Sólo la fe en el triunfo quedó entera… ¡Mis soldados han muerto en el combate! ¡Dejadme que conserve la bandera!”.

60 Tácito Cayo Cornelio, Iulii Agricolae Vita, Glasguae: excudebat Andreas Foulis, 1777, No. 43, p. 51. Finis vitae eius nobis luctuosus, amicis tristis, extraneis etiam ignotisque non sine cura fuit 61 Cneus Julius Agrícola (40-93 a.D), de familia noble nacido al sur de Francia que en ese entonces era provincia romana; destacado general y político quien entre otras responsabilidades gobernó la Provinciade Britania durante 7 años pero además, había conquistado para Roma a Escocia y Gales. Tácito nos dejó la biografía de su suegro De Vita et Moribus Iulii Agricolae (Vida y costumbres de Julio Agrícola).

62 Valenzuela Jorge y Antonio Gómez Caycedo, S.J., “Horatii et Curiatii” en Latin en Acción, Medellín: Editorial Bedout, 1961, p. 40.


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ESTAMPAS PUEBLERINAS, MANUEL BRICEÑO JÁUREGUI COSTUMBRISTA Rodolfo Eduardo De Roux Guerrero, S.J.

Para quienes conocieron a Manuel Briceño, sólo como erudito clásico y Director de la Academia Colombiana de la Lengua, pueden resultar sorprendentes sus dos obras poéticas publicadas bajo el título de Estampas pueblerinas, con la calificación común de Sonetos costumbristas. Editadas respectiva­mente en 1977 y 1990, recogen ambas la misma colección, ampliada en la segunda edición con 150 nuevos sonetos1. Me refiero aquí tan solo a ese conjunto de poemas, cronológicamente bien delimitado, que se identifica con sus 14 años (1954-1968) de docencia en clásicos griegos y latinos a los jóvenes jesuítas, en Santa Rosa de 1 Manuel Briceño Jáuregui, Estampas pueblerinas. Ciento cincuenta sonetos costum­bristas. Bogotá: 1977, y Estampas pueblerinas. Trescientos sonetos costumbristas. Bogotá: 1990.

Viterbo; al paso que ejercía su apostolado sacerdotal por las veredas y pueblos circundantes de Cuche y La Planta, Tobacía y Floresta, Cerinza y Busbanzá. En efecto, creo encontrar allí no solo la inspiración y el nacimiento de esta obra costumbrista de Manuel Briceño, sino también la creación de un género poético excepcional en nuestra literatura, como es un costumbrismo campesino, con aliento de copla boyacense, engastado en la estructura poética más clásica de nuestro idioma, como es el soneto. Ese contexto vivencial no resulta extraño a quienes compartimos, por los mismos años, como estudiantes, una experiencia similar a la suya: arropados con la luz y el color de esa cotidianidad campestre, y en contacto cordial con los pobladores de las veredas, degustamos un


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intenso diálogo académico entre profesores y estudiantes jesuitas sobre lo más depurado de nuestro ancestro cultural: desde los clásicos latinos y griegos hasta los grandes de la literatura y el arte universal, latinoamericano y patrio. Un río caudaloso, que recogía en terminos literario y pictórico, musical y arquitec­tónico, el devenir histórico de veinte siglos de herencia cultural cristiana. Tal el ámbito humano y cultural de las Estampas pueblerinas de Manuel Briceño. Y todavía, ante este acoplamiento sorprendente de cotidianidad campesina y refinamiento retórico, nos preguntamos: ¿estos sonetos campesinos de Briceño, deben alinearse en la tradición popular de los copleros boyacenses? Permítanme argumentar una respuesta afirmativa. Y en primer lugar, desde la índole misma de estos sonetos: magistrales en la selección y composición de los datos pertinentes a la estampa, que pretenden plasmar, cargan otra constante típica de la copla boyacense cuando la dosis de picardía, que divaga por esos versos, se acentúa siempre al final con una marca de ironía jocosa, que nos abaja al polvo prosaico de la vida. En esa línea Briceño mismo, al momento de la primera edición en 1977, añadió a su colección de sonetos costumbristas una Autocrítica, quizas más ajustadamente una toma de posición al respecto, no sin malicia encarnada en la imagen, que tampoco parece casual, de una vaca lechera, a la par dadivosa y malasangre:

Una vaca lechera es, en esencia, la solución para el hogar terreno: mas... las hay resabiadas, a conciencia, que por no criticarlas me refreno. Pues bien, en la “económica emergencia”, daba una treinta litros de lo bueno, y al soltarla... con mucha indiferencia, daba su patadita al balde lleno. Mis sonetos, quizás por carambola, carecen de una “resonante cola” que, en síntesis geniales, los respalde. En cambio son como la vaca fina, pues cada cual -en su candor termina: ¡con una airosa patadita al balde!... ¿Cómo explicar este curioso resabio del Briceño costumbrista? no puede extrañarnos en él esa pizca de escepticismo burlón, que privilegió su percepción picaresca y, a la postre, irónica de la vida: más comedia que drama. Pero, ¿cómo vino a integrarse a su interés costumbrista, hasta consti­ tuir una constante casi machacona en sus sonetos? Permítanme esbozar una respuesta: en Santa Rosa de Viterbo, Briceño asumió el desafío de encarnar su interés costumbrista y su habilidad retórica en un soneto, clásico en la forma, y picante en su pizca de copla boyacense. Tengo razones para argumentarlo. Manuel Bricaño, en su juventud, tuvo como Maestro de Novicios, primero, y luego como profesor de Humanidades, al Padre José Var-


ESTAMPAS PUEBLERINAS, MANUEL BRICEÑO JÁUREGUI COSTUMBRISTA

gas Tamayo, S.J. Tunjano de cepa, humanista y poeta, el P. Vargas salvó del olvido, al editarlas por los años cuarenta del siglo pasado, 4.488 coplas recogidas, con cariño y sabiduría de pastor, por el Pbro. Joaquín R. Medina, en su parroquia de Sutatenza2. Y en su Estudio Preliminar3, el mismo P. Vargas nos deja este testimonio de su experiencia personal al respecto: “Ese labriego, silencioso en su rancho, silencioso en sus diarias faenas, si­lencioso cuando va de camino (el marido adelante, la mujer en pos de él -ambos mudos-); al llegar por agosto y septiembre la siega; al ver los granos de oro de las espigas, siente alma de ruiseñor y empieza a desgra­nar el rosario de sus coplas. es de observar entonces en los trigales la doble fila de segadores y segadoras que adelantan su faena al compás del ritmo dejativo de sus cantas.” Y luego de ofrecer un ejemplo de ese cante campesino, añade: “La anterior salmodia fue observada en los trigales de una hacienda próxi­ma al municipio de Duitama – y yo pienso en San Rafael, la casona de nuestras vacaciones -. En un rato de la tarde pudimos captar unas ciento cin2 J. R. III. Del folklore boyacense. Bogotá, 1949. En su Estudio Prelimi­nar, el P. Vargas agradece su colaboración al profesor Luis Flórez, del Instituto Caro y Cuervo, y de la Comisión de Folklore, y a los doctores Medina y J. Vargas Tamayo, Cantos del valle de Tenza. T. I, II y III. Biblioteca del folklore colombiano Octavio Quiñones Pardo y Luis Duque Gómez, presidente y secretario de la misma, respectivamen­te, por la edición. EP/77, p. XLVII. 3 Medina y Vargas, op. cit., T. l, pp. X a XLVII.

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cuenta cantas distintas. Preguntada una ancianita que a la vera de los trigos estaba, de quién aprendían esas cantas las segadoras, respon­ dió: “Naiden se las enseña. Ellas las sacan de su albidrio”. No dudo entonces en atribuír al P. Vargas el orígen de aquella vigorosa tradición de estudiantes jesuitas copleros, que amenizábamos con una batalla de risas nuestros almuerzos campestres, todavía por los años 40 y 50 del siglo pasado. El hecho es que Briceño, a lo largo de su vida, fue un brillante coplero y un puñado de las suyas esperan su editor. De ser consistente nuestra hipótesis, se puede afirmar entonces que las Estampas pueblerinas de Manuel Briceño Jáuregui bien pudieron germinar en las coplas de sus prime­ros años de formación literaria en Santa Rosa de Viterbo, para fructificar más tarde en los sonetos clásicos del maestro oxfordiano. Su genio retórico introducía así un cambio sustantivo en la estructura del cante popular: una audaz y des­enfadada simbiosis del soneto cortesano, de resonante cola, con la modesta copla campesina, de airosa patadita al balde. Termino con la estampa de aquel niño pastor, tan familiar a quienes recorríamos por aquellos verdes años las lomas de El Portachuelo o de La Planta, porque en ella se funden con acierto la ternura y la guasa de Manuel Briceño: Pastorcito tenaz de tierra fría que cuida con candor sus tres ovejas: un sombrero desecho que sería del taita pues le llega a las orejas…


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Él, bien conoce su feligresía: la “cachuda”, el “pelión”… (son mañas viejas). Y pasa silencioso todo el día sin sonrisas maternas, y sin quejas. Se entretiene a jugar con una rama. No hace otra cosa. Nadie le reclama, porque él es timidón, callado y bueno. Y así parece que es su oficio extraño: vigilar cuidadoso que el rebaño ¡no va y se salga…. del solar ajeno! (1968)


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LAS CONTRIBUCIONES DE MANUEL BRICEÑO A LA HISTORIA Fernán E. González González, S.J.

En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad de participar en este homenaje a la vida y obra de Manuel Briceño, que quiero hacer extensivo, de alguna manera, a nuestros profesores del Juniorado, que nos introdujeron no solo al mundo de la cultura clásica sino a la metodología del análisis del texto y contexto de los autores griegos y romanos. En mi caso personal, considero que mi carrera como historiador se inició con el desentrañamiento del significado de cada palabra y cada momento de los discursos de Cicerón y Demóstenes y de los relatos históricos de Julio Cesar sobre la guerra de las Galias y sus enfrentamientos con Pompeyo, estos últimos analizados precisamente bajo la orientación de Manuel Briceño. Por eso, al lado de Manuel Briceño quisiera recordar también los nombres de Jaime Rojas Llorente, Ignacio

Acevedo y Eduardo Cárdenas, pero también a nuestro inolvidable Tulio Aristizábal, que nos abrió el camino a la comprensión del arte moderno y del mundo moderno en general. La labor del P. Manuel Briceño en la formación humanística de los jesuitas Por eso, para referirme a la contribución del P. Manuel Briceño a la historia, tengo que remontarme al recuerdo de nuestros estudios sobe la adjunta de sus clases sobre las guerras de la Galia y la guerra civil, que nos permitía recrear la campaña de César contra Vercingétorix, con el imposible intento de armar su famoso fuente, y las luchas internas contra Pompeyo que preludiaban ya la caída de la república y el ascenso de dictadores militares que hoy conocemos como emperadores. Por eso, al lado de la recreación que hacíamos


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del mundo, nuestros estudios clásicos nos permitían también descubrir las vicisitudes de una sociedad en trance de descomposición, a la que nos acercábamos desde la imagen idealizada de la república aristocrática de Roma que nos presentaban los discursos de Cicerón. Pero algo semejante ocurría con nuestro acercamiento a la democracia ateniense en las Filípicas de Demóstenes, que trataban de frenar el inevitable proyecto de imperio unificado de Filipo de Macedonia y Alejandro Magno. Contra esa imagen idealizada de una república de carácter aristocrático, las clases de Manuel Briceño nos mostraban, tal vez sin pretenderlo de manera explícita, los problemas políticos y sociales de una época- Tanto las crónicas de Cesar sobre sus guerras como los relatos más históricos de Salustio sobre la conjuración de Catilina y la guerra contra Yugurta mostraban las contradicciones sociales y políticas entre aristócratas y plebeyos, civilistas y militares, que ocultaban los discursos de Cicerón contra Catilina y sus filípicas contra Marco Antonio, enfrentado al futuro Octavio Augusto, cuyos orígenes familiares serían idealizados por otro de nuestros autores de entonces, Virgilio en su Eneida. El mismo interés aparece también en sus referencias a los Gracos en su ensayo sobre los problemas agrarios1.

1 Manuel Briceño.1971. “Vicisitudes de una Reforma Agraria. Estudio Histórico”, en Ensayos humanísticos, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.

En sentido similar, de orden pedagógico, el P. Manuel Briceño nos acercaba al mundo de la Grecia antigua, mostrándonos los contextos de las obras clásicas ilustrados con una selecta antología de los textos más representativos en uno de sus libros más conocidos2— Así, su libro El genio literario griego, Cultura clásica, nos muestra el contexto político, social y cultural de algunos de los más famosos discursos de Demóstenes en contra del proyecto unificador de Filipo de Macedonia, como fueron las Olintíacas y las Filípicas, junto con su famoso discurso Pro Corona, que significaba el agradecimiento y la aprobación de los atenienses a la política de Demóstenes contra el proyecto unificador de Macedonia y la campaña de desprestigio de Esquines contra él, pero que representaría una especie de oración fúnebre de la libertad de Atenas y Grecia. Así Briceño contrapone a Demóstenes como defensor de una democracia ateniense un tanto idealizada frente a la posición más contemporizadora y pacifista de Esquines, considerado como traidor y oportunista por Demóstenes, que era, a su vez, señalado como “sicofante”, embrollador, “poderoso en la palabra pero perverso en su vida”- Otros profesores como los PP. Jaime Rojas Llorente, Ignacio Acevedo y Eduardo Cárdenas nos guiaban en el análisis detallado de los de Demóstenes, donde contrastaba la actitud enérgica de Filipo con 2

Manuel Briceño, 1966, El genio literario griego. Cultura clásica. Ambientación y análisis. Bibliográfica colombiana, Bogotá, 3 volúmenes.


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la indecisión e inacción de Atenas, que llevarían al triunfo de su intento unificador panhelénico de Filipo, que se prolongaría en el proyecto imperial de Alejandro Magno. Sin embargo, habría que pensar en la posibilidad de que este énfasis en la crisis de una situación idealizada, sea la República romana o la democracia ateniense, hayan marcado en nosotros una tendencia a considerar a la historia política como decadencia de una sociedad armónica, una especie de mítica edad dorada, amenazada por los cambios de tiempos y circunstancias3. Pero también el modelo ciceroniano de república, que combinaba el ideal democrático con la monarquía y aristocracia, era inviable políticamente ante las nuevas fuerzas de los dictadores militares de los ahora ejércitos permanentes y los jefes de las legiones de las provincias ahora integradas al Imperio, junto con la crisis social del proletariado urbano y rural que amenazaba la república, basada en el equilibrio entre la nobleza, la oligarquía senatorial y la clase de los caballeros, que representaban al mundo de la banca y los negocios- Este mundo ya en crisis aparecía en el trasfondo de las clases de Briceño sobre las guerras de César4.

3

G.I. Whitrow, El tiempo y la historia La evolución de nuestro sentido del tiempo y de la perspectiva temporal Ed. Crítica, Barcelona, 1990

4

Jacques Pirenne, 1973, Historia Universal. Las grandes corrientes de la Historia, vol I, Desde los orígenes al Islam, Barcelona. Editorial Éxito, pp.180-187:pp. 266-271.

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Estos recuerdos de los comienzos de nuestra vida académica mostrarían que el interés de Briceño en la historia era básicamente de orden pedagógico, pues se encaminaba a recoger y explicar los principales textos del mundo helénico en su contexto histórico y cultural, apoyándose en una antología muy selecta de textos. Con el traslado de los estudios clásicos del Juniorado a las facultades civiles de la Universidad Javeriana, la vida de Briceño tomó otros rumbos, que lo condujeron a la dirección de la Academias de la Lengua, del departamento de filología clásica del Instituto Caro y Cuervo y de la academia colombiana de Historia eclesiástica. La presencia del P. Manuel Briceño en la Academia de Historia Entre las múltiples intervenciones en la Academia de Historia, quiero destacar sus discursos de posesión, primero como miembro correspondiente, el 6 de noviembre de 1984, y luego como miembro de número, el 7 de abril de 1989, que representan dos estilos diferentes de aproximarse a los acontecimientos. El primero, sobre los conflictos del arzobispo Bernardino de Almansa con el presidente Sancho Girón, los oidores de la Real Audiencia, el inquisidor Juan de Mañozca, las comunidades religiosas y algunos jesuitas que tomaron partido por el presidente Girón, con el apoyo de algunos franciscanos5. En cambio, el 5

Manuel Briceño, 1985, “Don Bernardino de Almansa. Personalidad discutida”, en el Boletín de Historia y Antigüedades, Vol.


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segundo, sobre la obra del jesuita riobambeño P. Pedro de Mercado, Historia de la provincia del Nuevo Reino y Quito de la compañía de Jesús,6 es de carácter bastante descriptivo, aunque complementado por Briceño con el análisis de otras obras del autor. En el primer discurso, Briceño, con bastante ecuanimidad no exenta de cierto estilo picaresco, contrapone las varias versiones de los hechos tanto por parte de los cronistas de la época como de los historiadores. Así, Pacheco refiere los comentarios favorables del amigo y biógrafo de Almansa, Pedro de Solís y Valenzuela, el cronista fray Alonso de Zamora, Juan de Solórzano y Pereira, consejero real, Juan Rodríguez Freile en su Carnero, y José Manuel Groot, el primer historiador de la iglesia en Colombia. En contraste, el general de la orden de ese entonces, Mucio Vitelleschi y nuestros historiadores jesuitas como Antonio Astrain y Juan Manuel Pacheco, junto con monseñor Restrepo Posada eran bastante críticos frente al arzobispo. Así Briceño logra reconstruir un complejo episodio a partir de la confrontación de fuentes primarias y secundarias, especialmente del trabajo ponderado del P. Juan Manuel Pacheco, para mostrar las contradicciones y tensiones internas entre autoridades civiles y eclesiásticas, sacerdotes diocesanos y religiosos, LXXII, #748, enero, febrero y marzo de 1985. 6 Manuel Briceño, “Santafé en el siglo XVII vista por un jesuita”, en Boletín de Historia y Antigüedades, vol LXXVI, # 765, abril, mayo y junio de 1989.

que desmienten la visión tradicional de una vida colonial exenta de conflictos. En ese relato no faltaron excomuniones y suspensiones, sermones de defensa de unos y otros, ni enfrentamientos violentos entre los partidarios del arzobispo y el presidente en torno a cuestiones de precedencia y la construcción del cementerio en el actual atrio de la catedral . En lo que se refiere a la Compañía, habría que mencionar el asalto de la cárcel arzobispal por parte de algunos hermanos coadjutores de la orden, con el apoyo de los criados del colegio y la dirección de algunos ilustres jesuitas como Juan Bautista Coluccini, a quien le debemos la construcción del templo de San Ignacio, que esperaban en la plaza mayor mientras rezaban por el éxito de la empresa. Obviamente, el asunto fue severamente condenado por el P. General de entonces, Mucio Vitelleschi, que ordenó al P. Provincial recién nombrado, Baltasar Mas, darles un “buen capelo” a todos los involucrados e imponer, a los más culpables, una penitencia de 3 días de ayuno a pan y agua durante tres semanas y media docena de disciplinas secretas, y a los demás, la penitencia conveniente- Además, no sería malo que constara a los seglares el sentimiento de vergüenza que siente por lo que han hecho los nuestros y la penitencia que ha impuesto a los culpables para que “ya que se han desedificado de nuestras faltas, se edifiquen con la penitencia que se da por ellas”- Sin embargo, el mismo Vitelleschi reconocía que el arzobispo había afligido mucho a los jesuitas, “y sin bastante causa”-


LAS CONTRIBUCIONES DE MANUEL BRICEÑO A LA HISTORIA

Esta rigurosa reconstrucción de los hechos, que a veces linda con la tragicomedia, puede compararse conel discurso del P, Manuel Briceño7 sobre la manera como el P. Mercado describe la geografía y arquitectura de la ciudad, para enmarcar el aspecto humanos de sus destacando los ingenios lúcidos y estudiosos de los jóvenes criollos, que contrastan con la escasez de libros y de medios de investigación; lo mismo que su “buen donaire y distinción”, aunque sean un tanto mujeriegos. También se mostraba Mercado preocupado por la lamentable situación de los indios del pueblo común de la ciudad, forzados a abastecer de leña a la ciudad y a establecerse en sus cercanías. Contaba cómo se los contrataba para trabajar en la ciudad, de qué aldeas vecinas o lejanas provenían, distantes a veces de dos o tres días de camino, y cómo eran reemplazados por otro pueblo después de haber trabajado durante un mes o dos.

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cos: los repiques de las campanas estaban acompañados de chirimías, tamboriles y clarines y juegos de pólvora; desfilaban los caciques con hachas encendidas, niños vestidos como ángeles, indios disfrazados de fieras mientras otros indígenas danzaban “a su modo primitivo”. Se refiere luego a los tablados para la representación de autos sacramentales, diálogos edificantes o saraos con cantos de niños y los bailes de niños españoles durante la misa, “al son de cítara y vihuela (…) con no poco arte”. La visión histórica del P. Briceño sobre algunas obras de la provincia Además de su participación en las labores de las academias de la lengua y de la historia, el P, Briceño realizó algunos aportes a la historia de la compañía y de sus obras, como la misión del río Magdalena8 y la fundación del Círculo de Obreros y la Caja Social de ahorros del P. Campoamor9.

Según Briceño, Mercado destacaba la religiosidad, de corte barroco, de los santafereños, su acceso frecuente a los sacramentos, su concepción espiritual del mundo y la solemnidad de las festividades, en las que participaban los miembros del cabildo eclesiástico, lo oidores, los religiosos de todas las comunidades y lo más granado del Nuevo Reino. Describe luego las procesiones con detalles pintores-

Según Briceño, su libro quería ser una historia de la misión de los jesuitas en el Magdalena, contada por sus propios protagonistas, apoyándose en sus testimonios tanto escritos como orales, especialmente en algunos recuentos históricos más elaborados como los de Luis Javier 8

Manuel Briceño, Los Jesuitas en el Magdalena, Historia de una misión, Curia provincial de la compañía de Jesús, Editorial Kelly, Bogotá, 1984.

7 Manuel Briceño, “Santafé en el siglo XVII vista por un jesuita”, en Boletín de Historia y Antigüedades, vol LXXVI, # 765, abril, mayo y junio de 1989.

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Manuel Briceño, Del Círculo de obreros y de la Caja Social de ahorros a la Fundación Social (1911-1972), Fundación Social, Bogotá, 1986.


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Muñoz, Efraín Fernández y Rafael Toro y entrevistas de algunos de los sobrevivientes como monseñor Bernardo Arango. Aunque Briceño confiesa que debió recortar muchos aspectos de geografía y antropología de este importante “acervo humano de experiencias”,10 yo considero que lo más valioso de su libro es precisamente el permitirnos acercarnos a la etnografía de los misioneros jesuitas y a la manera como percibían la realidad de la región y sus habitantes. Así, su recuento histórico se inicia a las referencias sobre las misiones populares de algunos jesuitas en la costa Caribe y en las riberas del río Magdalena, pedidas por el obispo de Cartagena, monseñor Eugenio Biffi y al interés de monseñor Carlos Valiente, sacerdote de Barranquilla, para fundar una casa de la compañía en esa ciudad, que se correspondía con el interés del P. Vicente Leza, superior en ese entonces de la misión colombiana, y del delegado apostólico, monseñor Francisco Ragonesi, cuyo plan fue adoptado por la Santa Sede y el P. General, pero solo a fines de 1917 son enviados los primeros misioneros jesuitas a la región: los padres Efraín Fernández y Fernando Arango (que sería reemplazado luego por el P. Daniel Ramos) y el hermano Robustiano Altube. Los resultados y limitaciones de los misioneros fueron llevando al P. Efraín Fernández a proponer la creación de una prefectura apostólica, apoyada por el consultor, el P. 10 Manuel Briceño, 1984, p.73.

Antonio M. Pinilla, pero que encontraba cierta resistencia en el resto de la consulta por la falta de personal. Sin embargo, la presión del nuncio Giobbe logra que el papa Pío XI ordene que la compañía, constituida ya en provincia desde el 8 de diciembre de 1924, se encargue de la prefectura. Según cuenta Briceño, ante la resistencia de los consultores, el P. Ledóchowski respondía “Vos non vultis, sed sancta Sede vult”. Sin embargo, este relato más propiamente histórico de los comienzos de la misión y de la prefectura apostólica es enmarcado por Briceño dentro de una mirada histórica desde la larga duración, que recoge las miradas de los jesuitas de la época colonial y que desemboca en la descripción geográfica del P. Efraín Fernández y el análisis más etnográfico del futuro monseñor Rafael Toro sobre las razas que la poblaban, entre las que menciona a los irreductibles motilones que amenazaban a Tamalameque y algunas poblaciones de la provincia de Ocaña. Esta descripción, recogida por Briceño, permite detectar la manera como se acercaban los misioneros a la población, cuyas percepciones reflejan tanto su concepción de su misión religiosa como su juicio sobre los valores y disvalores de la población. Así, opina el P. Toro, la población tenía tres vicios que obstaculizaban su reducción a “una verdadera vida cristiana”: la ignorancia religiosa con el desdén por lo espiritual e intelectual, que reducía la religión al bautismo, confirmación, las procesiones y entierros, una devo-


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ción algo supersticiosa a la virgen del Carmen. En segundo lugar, el concubinato y odio al matrimonio, pues si se casan les va mal. Y, en tercer lugar, la embriaguez, pues los pobladores malgastan los fines de semana “en beber y en jaranas con las mujerzuelas de los burdeles”. Además, Toro anota algo muy interesante: que los pobladores que viven aislados a lo largo del río llevan una vida más pobre, en los ranchos infelices construidos en las rondas inundables del río, pero menos disoluta. Sin embargo, son perezosos: no se preocupan por mejorar sus viviendas ni por trabajar mucho porque la tierra les proporciona fácilmente el alimento. La descripción de las casas mostraba poca higiene pero cierta adaptación a las dificultades del medio. El misionero destaca lo rudimentario y escaso de la vestimenta: los niños pequeños y a veces también los niños andan in puribus naturalibus, pero muy felices en su desnudez., En cambio, las mujeres y muchachas mayorcitas visten pobre pero decentemente11. Señala, además que son mayoritariamente analfabetos, con “un lenguaje muy rastrero” e inculto sobre todo cuando se disgustan, con “palabrotas verdaderamente infames”. Sin embargo, Toro parece sospechar que las frecuentes mentadas de madre ya han perdido mucho de su carácter original de infamia. Además, sostiene Toro, que esta falta de cultura no es exclusiva del Magdalena sino común a toda la Costa Caribe, “en el elemento

negro y mulato”, pues los tres departamentos costeros (entonces el gran Bolívar, Atlántico y el gran Magdalena) están “infectados de la misma gangrena, sin exceptuar las mismas ciudades de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, aunque siempre en menos grado y solo entre la peor gente de color”12. Según Toro, esta situación de analfabetismo “se extiende también a todos los sitios en donde habita la gente de color, negros y mulatos, como el Chocó y la costa del Pacífico”13. También se encontraban los misioneros con las costumbres tradicionales en materia de ritos sacramentales, que se mezclaban, cuenta el P. Miguel Montoya, algunas supersticiones, “a las que son muy dados”, como raspar algo del ara del altar , para hacerse invulnerables. Además, no era fácil la escogencia de los padrinos, que debían no solo sufragar los derechos del cura sino también el transporte y los tragos, pues sin ellos les parece que el niño no quedó bien bautizado. Y lo mismo ocurre en los velorios y los entierros en los que se ve a los conductores del ataúd bambolearse y mostrar en sus bolsillos las botellas de ron. Incluso, la predicación de las misiones en los pueblos se tomaban como ocasión para beber ron y bailar, lo que obligaba a las misioneros a acudir al apoyo de la policía y de la gobernación de Cartagena porque los funcionarios locales participaban también de las borracheras14. 12 Manuel Briceño 1984, 67. 13 Manuel Briceño 1984, 68.

11 Manuel Briceño, 1984, pp. 56-62

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14 Manuel Briceño, 1984, pp. 85-87.


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Briceño reproduce en detalle algunas supersticiones populares como el mal de ojo y otras devociones populares como las fiestas patronales, en las cuales no podían faltar el ron, los bailes y las procesiones, que confiesa otro misionero, el P. Elías Botero, no podían suprimirse si el cura quería “estar a buenas con el pueblo”15. Particular atención prestan los misioneros a la notable devoción a los sufragios de sus difuntos, especialmente a las ánimas en general o al ánima sola, mezclada con supersticiones y el descuido en los sacramentos, que puede servir de base para reanimarlos en la fe. También describen los misioneros los tradicionales velorios, con rezandera contratada, un vaso de agua para el difunto, abundante ron y café, que pueden terminar arruinando a las familias. Y también se refieren especialmente a las fiestas de la inmaculada concepción, la Navidad y la virgen del Carmen, cuya devoción estaba muy extendida entre braceros, choferes, soldados y marinos. Obviamente, señalan los testimonios, no faltaban los excesos “porque no pueden los ribereños prescindir del licor para manifestar su alegría”16. Además de estas descripciones de la manera como los misioneros percibían la situación de la región, Briceño describe en detalle la vida cotidiana de los misioneros, subrayando los aspectos relacionados con la vivienda y la alimentación. Señala Briceño que la gente quedaba “muy

edificada” al ver que los misioneros comían lo que les daban en su pobreza: “plátanos, bollo de maíz, arroz, café tinto y algunas veces gallina, aunque puesta al primer hervor y mal preparada”17. Esta adaptación no dejaba de ser difícil para algunos. Así el P. José Mejía, párroco de La Gloria, señalaba, entre 1945 y 1946, que en Guaitarilla había encontrado los ranchos más míseros y sucios que había visto en su vida. Allí se vio obligado a ofrecer al Señor el sacrificio de dos bobaditas: la dormida y sobre todo la comida, porque se empeñaban “en obsequiar al Padre platos “elegantes” que no saben preparar y le salen a uno con unos menjurjes imposibles. Me dieron una sopa de no sé qué, solo pude identificar las cebollas, y eso porque las echaron a la olla sin quitarles le película fina y seca que las cubre, así que aquello parecía aliñado con papel celofán. Y el arroz (…) y los huevos (...) y el pollo (…) mejor será no recordarlo” Entre las vicisitudes de la misión se destacan algunos problemas con los políticos y administraciones locales bajo la llamada República Liberal, pero especialmente los sucesos del 9 de abril de 1948, que Briceño reconstruye a partir de los testimonios de testigos oculares, algunos de ellos “víctimas de los insurrectos”, en el aparte de su libro “Tragedia nacional. Sin comentarios”. Es interesante como los testimonios describen a los nueveabrileños:

15 Manuel Briceño 1984, p.90 16 Manuel Briceño, 1984, 92-95.

17 Manuel Briceño, 1984, 173-176


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“obreros desocupados, braceros, gentes del río y, según datos fidedignos, más de cuatrocientos colonos recogidos previamente por los dirigentes comunistas de la localidad”. Y subrayan “el comando de conocidos agitadores y dirigentes políticos”, que llevaron a esas gentes a tomarse el teléfono intermunicipal y telégrafo, al grito de Viva la revolución”.

pues allí los radios no funcionaban durante el día por falta de corriente. Solo después de la “fatal nueva” echaron a andar la planta eléctrica, que permitió escuchar “las infames arengas de los criminales bogotanos”. Luego, narraba Mejía, cómo las “turbitas” recorrían el pueblo al grito de “godos asesinos” y otras lindezas que no se pueden repetir.

Luego, narran los ataques a la casa cural de Barrancabermeja y la prefectura apostólica, que obligaron a los padres y hermanos de la residencia, a huir para no ser asesinados. Similares ataques se sucedieron en El Centro, donde la revolución también se organizó “rapidísimamente”, con ayuda de la policía nacional, donde el párroco fue objeto de requisas minuciosas, acompañadas de insultos procaces, y fue luego apresado e incomunicado.- Y según el P. José Mejía, en La Gloria también se presentó “una revolucioncita” porque esa aldeíta, con 1200 habitantes, no daba para una revolución... Pero con él, nadie se metió; ni siquiera se le pasó por la mente “el que pudieran hacerlo”, aunque después se enteró que alguno quiso “lucirse con el párroco”, sin encontrar respaldo Así que, confesaba el P. Mejía, que tenía que “agradecer esta prueba de lealtad de mis feligreses revolucionarios”.

Obviamente, la reconstrucción de esos hechos, realizada por Briceño muestra la polarización a la que había llegado el país en esos años y también permite acercarnos a la manera como los misioneros pensaban su realidad y el contexto regional en que se movían.

A este relato, añade Briceño “algunos detalles curiosos” sobre el 9 de abril, tomados de una carta del P. Mejía a una de sus hermanas, donde cuenta la rapidez con la que se había regado la noticia, cuando todavía “tal vez no se había presentado el caudillo al Juez Supremo”,

Para terminar este acercamiento a la contribución del P, Briceño a la historia de la provincia jesuítica, el análisis de la creación de la Caja Social de Ahorros y del barrio de Villa Javier nos muestra otro estilo de acercamiento del P. Briceño a la historia, ya en el contexto de urbanización creciente e inorgánica de la Bogotá de principios del siglo XX, con los desafíos que planteaban para la mentalidad de algunos de los jesuitas de entonces. El P. Campoamor y la Caja Social de Ahorros En el prólogo que escribió para el libro sobre la historia de la Caja Social de Ahorros, el P. Manuel Briceño insiste en la necesidad de “tener presente la época para comprender la historia descomplicada, ingenua, si se quiere, pero vigorosamente social del P. José María Campoamor”. Para presentar su mensaje, Briceño


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muestra cómo han cambiado los tiempos, que nos conducen a “un campo distinto en que muchos valores han sobrepasado el horizonte de aquel momento” que vivió Campoamor: el trasfondo religioso ha cambiado y el marco de aquella recia espiritual, “de catecismo vivido”, se ha ido desvaneciendo o ahogando, “entre el son de músicas modernas, pantallas de televisión, cines, teatros, programas radiales, clubes nocturnos , escándalos periodísticos y tantos espectáculos más”18. Esta mirada un tanto nostálgica de un mundo desaparecido explica el propósito que guiaba a Briceño en la escritura del libro: recrear el contexto religioso, cultural, social y político en el que se movió el P. Campoamor. Para ello, se basa en las principales obras escritas sobre la formación del círculo de obreros, como las de los padres González Quintana19 y María Casas20, enriquecidas con el acceso a los boletines e informaciones periódicas del Círculo y algunos documentos internos como el reglamento del barrio Villa Javier. Así, desde las primeras páginas Briceño enmarca la venida de Campoamor a Colombia dentro de las preocupaciones del P. Vicente Leza, superior entonces de los jesuitas, 18 Manuel Briceño, 1986, p.15. 19 Guillermo y Jorge González Quintana, El Círculo de Obreros- La obra y su espíritu, Editorial Litografía Colombina, Bogotá, 1940. 20 María Casas, El R.P. Campoamor y su obra “El Círculo de Obreros b Editorial Santafé, Bogotá, 1940.

por la infiltración marxista dentro del pueblo. Y por el contexto de la migración del campo a la ciudad, que Briceño analiza a partir del libro antes citado de los hermanos González Quintana en 1940, que contrastaban la decadencia del mundo rural con la fascinación de las ciudades “sobre esas gentes sencillas, acostumbradas solamente a la monótona y tranquila labor del campo”21. Este contexto se refleja en las intuiciones centrales de la obra de Campoamor desde 1911: un énfasis en la necesidad de viviendas populares higiénicas para contrarrestar la promiscuidad de “en los cuchitriles donde cohabitaban padres, hijos, hijas y parientes atentaba contra el pudor y la honestidad”22; la necesidad de escuelas adecuadas, con acceso al aire libre, para que los niños no respiren “las miasmas de una atmósfera viciada”, subrayando la importancia de la educación de las niñas pobres. Y, finalmente, la importancia del ahorro, para poner el capital al servicio de escuelas y obras sociales que beneficiaran exclusivamente a la clase obrera. Estas tres intuiciones de Campoamor se concretaron en la creación del barrio de Villa Javier, que expresaba su ideal cristiano de vida urbana, pues los estatutos del barrio afirmaban que Villa Javier quería ser “el pueblo de los diez mandamientos y de las obras de la misericordia”. Así se constituían como “monumen21 Manuel Briceño, 1986, pp. 83-84. 22 Manuel Briceño, 1986 p.64 l


LAS CONTRIBUCIONES DE MANUEL BRICEÑO A LA HISTORIA

to moral de san Francisco Javier” para hacer ver cómo se consigue la felicidad en este valle de lágrimas mediante la observancia de la doctrina de Jesucristo. Con ese propósito, se presentaba un ideal de pobreza como imitación de Jesucristo, “que pasó su vida en el honrado trabajo y vestía como pobre artesano”. Por eso, en Villa Javier no se admitían sirvientas en las casas, pues todos eran servidores de todos: si se necesitaba ayuda, había que recurrir a otras personas del barrio. Ni tampoco vestidos lujosos sino sencillos y cómodos, a ejemplo de la Sagrada Familia. El reglamento también prescribía normas estrictas de moralidad: había que excluir los excesos de la bebida y “todo lo que pudiera conducir a la deshonestidad”, como cinematógrafos y otros espectáculos, que eran considerados como “escuela de corrupción”. Así, se concebía el barrio como “una obra de elevación social”, donde habitaba “un grupo escogido de familias obreras dispuestas a procurar el mejoramiento moral, intelectual y económico de la clase obrera”. Por eso, era necesario expulsar del barrio “a los que, por una causa o por otra, no son aptas para realizar este ideal”23. Las consecuencias prácticas de la propuesta de este modelo evangélico de Campoamor eran previsibles, como anota Briceño, que reconoce que este ideal solo se logró realizar “por un tiempo”, dada la gran versatilidad de la naturaleza

humana. Según él, este modelo ideal de sociedad “aun perduraría si no hubieran cambiado los tiempos, y circunstancias y si la humana rebeldía fuera dócil a la simple razón. En veinticinco años (1913- 1938) mucha agua corrió bajo los puentes…”24. En ese sentido, el mismo Briceño relata varios episodios de autoritarismo e intolerancia, como el tratamiento violento a una prostituta por los vecinos, o el ataque de vecinos a una casa de citas- La misma actitud se presentaba en el severo rechazo del P. Campoamor de algunos bailes, que no mostraban “la modestia deseada ni en el traje ni en los movimientos” que talvez estaban de acuerdo con “ciertas teorías modernas, en la indumentaria y en los movimientos, pero que no se compagina con los principios cristianos y modestos que hemos aprendido”25 También un baile organizado en beneficio de la Cruz Roja hizo, según Briceño, hizo hervir la sangre de Campoamor. En un artículo, Campoamor compara, irónicamente, el entusiasmo despertado por la celebración con el suicido y filicidio de una mujer, que talvez se hubiera consolado con lo que iban a “comer y bailar los señores y señoras enternecidos por las penas de los desgraciados”. Las críticas del santo jesuita se concentraban en el baile y en los vestidos de las damas, que bailarán “según las exigencias de la moda, elegantemente desnudas 24 Manuel Briceño 1986, p.68

23 Manuel Briceño, 1986, p.66.

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25 Manuel Briceño, 1986, 68-70.


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y señores que las apretarán dulcemente (…) y sin pensar en ninguna otra cosa, con plana seguridad de que los señores no son de carne y hueso, son de corcho”. Y la burlona retractación del P, Campoamor frente a los reclamos de “un caballero muy principal”, es comentada así por Briceño: “Fácilmente se adivinan los efectos que produciría semejante rectificación. Así son los santos”26. Sin embargo, reconoce Briceño, “el rectilíneo jesuita” tuvo que irse convenciendo gradualmente de la realidad para dejar de lado “aquel soñado propósito de un pueblo sin pecados”, imposible de realizar con hombres que vivían en una sociedad que cambiaba aceleradamente. Así tuvo que empezar a suprimir las cercas que aislaban al barrio de los vecinos para vender las casas y construir más casas, para poder pagar la deuda. Confesaba Campoamor, en 1939, que el cambio le quitaba la ilusión de su vida, “pero la realidad es distinta de la teoría”, pero se consuela porque, “a pesar de todas las debilidades y deficiencias inherentes a nuestra naturaleza humana (…) “se formó allí “un pueblo feliz en medio de la pobreza”, aunque se hubiera quedado “a cien leguas de distancia de ese sublime ideal”27. Además, Campoamor se fue haciendo consciente de las dificultades de su ideal de pobreza frente a “los conatos y pretensiones de lujo, que era necesario suprimir” en los ma-

trimonios jóvenes. Y tuvo reconocer que: “Nuestros jóvenes obreros no han entrado por la idea de levantar el espíritu de clase y hacer alarde de sencillez en el vestido“. Así, apenas consiguen algo de dinero, “han de vestir según la moda del último figurín y con telas y paños de lo más costoso”. Tampoco el esfuerzo educativo lograba avances, talvez por deficiencias sicológicas, que llevaban a “cierto espíritu sistemático de rebelión contra el reglamento, quizás como protesta e inconformidad por el favor que recibían”. Así, los niños se escondían cuando llegaba el P. Campoamor para no ir a la escuela y cuando iban, no lo hacían por voluntad propia sino por presión superior, como quien hace un favor. La misma resistencia se encontraba en los jóvenes y adultos, aunque afirmaba Campoamor, que “estas deficiencias no menguaban “el carácter patriarcal e idílico de aquella singular población”28. Esta concepción idealizada de los pobres urbanos y la imagen de sociedad armoniosa entre pobres y ricos llevan a Campoamor a distanciarse de la actitud confrontacional de los primeros movimientos sindicales de esos años. Así relataba Briceño la reacción de Campoamor y del Círculo de obreros de total rechazo a los movimientos sindicales contestatarios que estaban surgiendo en esos años: así, el P, Campoamor y el Círculo de Obreros organizó un congreso nacional de obreros católicos el 19 de julio de 1925, en rechazo

26 Manuel Briceño, 1986, 111-113. 27 Manuel Briceño, 1986, 70.71.

28 Manuel Briceño, 1986, pp. 114-115.


LAS CONTRIBUCIONES DE MANUEL BRICEÑO A LA HISTORIA

del realizado el año anterior, que era caracterizado por Briceño como “una especie de congreso obrero manejado por extremistas, agitadores y demagogos”, que se redujo “a discursos envenenados contra la Iglesia y el gobierno”. Por eso, la convocatoria del sector católico empezaba por señalar que “el llamado Congreso de Obreros” del año anterior, “no era representación genuina de la clase obrera” sino “una junta de carácter político, antisocial y antirreligioso, en completa disonancia con los sentimientos católicos de la inmensa mayoría de los obreros del país”. Además, “sus sectarias disposiciones” no resolvieron ninguno de los problemas sociales y sus principios ofrecían “ancho campo a las ambiciones personales de algunos agitadores”, que pretendían ascender socialmente “sirviéndose como peldaño de la ignorancia e inexperiencia de muchos infelices obreros”. A manera de conclusión El recorrido que acabamos de realizar por las diversas obras del P. Manuel Briceño Jáuregui ilustran las diferentes facetas de sus contribuciones a la disciplina histórica: el análisis de los contextos históricos y sociales de los autores clásicos de la antigüedad helénica y romana muestra un enfoque distinto tanto al de su acercamiento a las vicisitudes de los jesuitas en los conflictos internos de nuestro mundo colonial como a sus análisis sobre la historia de la misión del Magdalena y de la obra del P. Campoamor, ya en la primera mitad del siglo XX.

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Mi trayectoria personal me ha llevado, de alguna manera, a privilegiar el acercamiento histórico a las coyunturas de las decadencias de la república romana y ateniense y a las respectivas transiciones al imperio de Roma y de Alejandro porque, de alguna manera, me abrieron caminos a la complejidad de la historia política. Luego, mi pertenencia a la Academia Colombiana de la Historia me permitió acercarme a otra faceta de la obra del P. Briceño: la lectura de los cronistas e historiadores de nuestra época colonial lo llevó a reconstruir una historia un tanto picaresca del comportamiento de los jesuitas en medio de los conflictos de unos tiempos en que aparentemente no pasaba nada. Por último, el acercamiento a la historia de la misión del Magdalena Medio, que ha venido marcando la historia de la provincia hasta el día de hoy, nos acerca a la realidad de un mundo periférico, cuya marginalidad se constituyó en el caldo de cultivo de las violencias que han aquejado al país hasta el día de hoy. Finalmente, la obra de Briceño sobre la vida y obra del P. Campoamor ilustra los desafíos que una urbanización acelerada e inorgánica, aunada a una profunda secularización y pluralización del campo religioso nos plantean a los jesuitas del siglo XXI.



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LOS JESUITAS Y LA PRIMERA IMPRENTA EN SANTA FE DE BOGOTÁ Manuel Briceño Jáuregui, S.J.*

Orígenes de la imprenta en el Nuevo Reino Dos siglos apenas llevaba de fundada la ciudad de Jiménez de Quesada cuando los jesuitas traían a ella los primeros tipos sueltos de metal, como los había concebido Gutemberg cien años antes. Era la primera imprenta en el Nuevo Reino de Granada. Fue una ventura para la Compañía de Jesús haber sido la pionera en ese año de gracia de 1738. Pues no solo prestó con amor y con fe intrépida el contingente de la evangelización, sino que dio un paso de avanzada en todas las actividades humanas. Con la imprenta se abría paso al progreso y se iniciaba una nueva *

Aparte de una ponencia del P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J., para la celebración de los 250 años de la imprenta de Colombia: 1738 - 1988. Hoy en la Javeriana No. 955, 8 de febrero de 1988.

etapa en el desenvolvimiento cultural de nuestras gentes, "en momentos en que el libro traído de Europa circulaba difícilmente solo entre los que habían tenido la feliz oportunidad de ponenrse en contacto directo con los medios cultos del Viejo Mundo, no sin antes haberse sometido a los rígidos controles impuestos por la metrópoli para que el descontento y la inconformidad que empezaban a gestarse en los vastos dominios del Rey, no fuesen atizados por teorías de librepensadores o de quienes, por rivalidad política y económica, no ahorraban esfuerzo alguno para hacer tambalear el envidiado imperio colonial de España en América". La opinion común señala el año de 1738, si bien no falta quienes fijen el año anterior –el 37– por múltiples razones. Entre ellas porque si el primer folleto impreso en la imprenta de la Compañía de Jesús, titulado


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"SEPTENARIO al Corazón doloroso de María Santísima, sacado a luz por el Doctor Juan de Ricaurte, y Terreros, Juez, cura y vicario eclesiástico de la ciudad de Vélez en el Nuevo Reyno de Granada" es de 1738, fácil es de suponer que los tipos de metal hubieran llegado siquiera el año anterior o aún antes, cuando pudieron imprimirse hojas sueltas, programas de actos literarios o religiosos o novenas de devoción, que fácilmente se perdieron. Pero existe otro argumento más valioso. Es una carta del P. Diego de Moya, Superior de la Compañía de Jesús en Santafé, escrita en Tunja sobre la impresión que se le pedía de un panegírico de la Madre Francisca del Castillo. Esta carta, de fecha 28 de noviembre de 1746, dice que concederá el que haga esa impresión "el H. Francisco de la Peña, impresor de oficio; y aunque ahora está de labrador en el campo, podrá venir a imprimirlo supliéndole otro en el ministerio de su hacienda, que es 'El Espinar'...". Aquí son de notar dos cosas: primera, expreso el nombre del tipógrafo, el Hermano Jesuita Francisco de la Peña, conocido ya entre otros autores, y que tiene la gloria de haber sido el primer tipógrafo en Colombia, y segundo, en lo de "impresor de oficio", en el año 1746 de la carta, y en el permiso para imprimir. Este hermano coadjutor nació en Sant Celoni, municipio de la provincia de Barcelona (España) el 23 de enero de 1716; ingresó en la Compañía de Jesús el 25 de octubre de 1734, y siendo aún novicio vino al Nuevo Reino de Granada. En el catálogo de los jesuitas en que se designan los oficios o ministerios

de cada miembro de las diversas comunidades y casas religiosas, se le asignaron dos trabajos: tipógrafo y administrador de haciendas. En 1767 salió del Nuevo Reino, expulsado, como los demás jesuitas, por la pragmática de Carlos III; se deduce, pues, que vino a Santafé de 19 años y que salió de 51. Según el Necrologio de la Compañía de Jesús en Colombia el hermano Francisco de la Peña está entre los padres y hermanos desterrados, de quienes no hay constancia del sitio ni la fecha de su muerte. Dos impresos más del Hermano de la Peña de 1739 se conservan aún: el uno del Bachiller Balthasar de Mesa, Capellán de la ermita de Nuestra Señora de la Peña, y el otro del Dr. Dn. Manuel de Moya y Melgar,Canónigo Penitenciario de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la ciudad de Santafé de Bogotá. "La imprenta de las jesuitas, comenta el eminente antropólogo Luis Duque Gómez, si bien estuvo destinada a editar obras de teología y a imprimir novenas para acentuar la devoción de los piadosos feligreses, puede considerarse, sin embargo, como un significativo antecedente, como un verdadero hito, en la implantación de este portentoso medio de comunicación, que en poco tiempo estaría al servicio de los ideales libertarios. Unas décadas después llegaba a Cartagena Espinosa de los Monteros con un pequeño taller, el que trasladado años más tarde a solicitud del Virrey Flórez a Santafé de Bogotá, se convertiría en la Imprenta Real, el fundamento o génesis de la que hoy es Imprenta Nacional de Colombia...".


GALERÍA FOTOGRÁFICA



(Arriba) De izquierda a derecha aparecen el Profesor Jaime Escobar y los Padres Jesuitas Rodolfo Eduardo De Roux, Jorge Humberto Pelรกez, Rector de la Universidad, y Fernรกn Gonzรกlez. (Abajo) El Rector de la Universidad, P. Jorge Humberto Pelรกez, S.J., interviene durante el acto conmemorativo.


(Arriba) Los Padres Jesuitas Fernán González, Rodolfo Eduardo De Roux y Jorge Humberto Peláez, Rector de la Universidad, y el Profesor Jaime Escobar posan junto a la escultura del Padre Briceño. (Abajo) El Rector de la Universidad, P. Jorge Humberto Peláez, S.J., y el Escultor Alejandro Hernández junto al busto.



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