San Francisco Javier - Apuntes para la presentación

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APUNTES PARA LA PRESENTACIÓN ¿Quién es Javier? Carlos Julio Cuartas Chacón 12 de febrero de 2024


RESEÑA En el Castillo de Javier (Navarra, España), el 7 de abril de 1506 nació el menor de los seis hijos de Doña María de Azpilcueta y Don Juan de Jassu. Bautizado con el nombre de Francisco, permaneció en la casa paterna hasta los 19 años. Hizo estudios en la Universidad de París y obtuvo el grado de Maestro en Artes en 1530. En la capital francesa, donde permaneció once años, conoció a San Ignacio de Loyola, -con él y Pedro Fabro compartió habitación en el Colegio de Santa Bárbara- y formó parte de los siete hombres que en 1534 hicieron los votos de Montmartre y pasaron a la historia como miembros fundadores de la Compañía de Jesús. Javier recibió la ordenación sacerdotal en Venecia el 24 de junio de 1537, y continuó el ejercicio de su ministerio en Italia a donde había llegado en enero de 1536. Luego de dos años en Roma, donde San Ignacio lo designó su Secretario, fue destinado a Portugal en 1540. Nueve meses permaneció en la corte del rey Juan III, quien había solicitado al Papa misioneros jesuitas para sus colonias en la India. El 7 de abril de 1541 partió de Lisboa con rumbo a Goa, capital del virreinato portugués, y permaneció en el Sureste Asiático y el Extremo Oriente durante los últimos diez años de su vida. Su labor apostólica lo llevó a distintas regiones de la India, a las Islas Molucas y el Japón. A punto de entrar a China, en la Isla de Sancián, frente al puerto de Cantón, enfermó y murió antes del amanecer del 3 de diciembre de 1552. Gregorio XV le puso en el catálogo de los Santos en 1622, Pío X lo declaró en 1904, patrono de la obra de la Propagación de la Fe, y Pío XI lo proclamó en 1927 patrono principal de las misiones. (Texto adaptado del publicado en la Liturgia de las Horas - propio de la Compañía de Jesús, Roma, 1978, “San Francisco Javier, sacerdote”)

ALGUNAS CITAS 1. Bula Apostólica de Paulo III, 27 de marzo de 1540 Con las presentes Nos os ordenamos que os trasladéis lo más pronto posible a las Islas del Mar Rojo, Pérsico y Oceánico y a las provincias y localidades de la India situadas a uno y otro lado del Ganges y del promontorio del cabo de Buena Esperanza, territorios sometidos al dominio temporal del rey Juan de Portugal (…) y que os hagáis cargo en virtud de nuestra autoridad de esta nueva grey; que la conservéis y confirméis en la misma fe… y que procuréis que los que no la han conocido aún ni la fe misma sean invitados y traídos a conocerla, honrarla y conservarla.

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2. De Cochín, 15 de enero de 1544 (Carta Magna) Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, … beneficios, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren. Está de costumbre decir los que estudian: Deseo saber letras para alcanzar algún beneficio… y después con la tal dignidad servir a Dios. …si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo. Francisco 3. Al P. Mansilhas, Costa de Pesquería - De Negapatán, a 7 de abril de 1545 ... y para estar bien en esta vida, hemos de ser peregrinos, para ir a todas partes dónde más podemos servir a Dios nuestro Señor. Francisco 4. A sus compañeros residentes en Roma, Cochín, 20 de enero de 1548 Pregunté a Anjeró, si yo fuese con él a su tierra, si se harían cristianos los del Japón. Respondióme que los de su tierra [Kagoshima] no se harían cristianos luego, diciéndome que primero me harían muchas preguntas, y verían lo que les respondía y lo que yo entendía, y sobre todo si vivía conforme a lo que hablaba; y si hiciese dos cosas, hablar bien y satisfacer a sus preguntas, y vivir sin que me hallasen en qué me reprender, que en medio año, después que tuviesen experiencia de mí, el rey y la gente noble, y toda otra gente de discreción se harían cristianos, diciendo que ellos no son gentes que se rigen sino por razón. Francisco 5. Instrucción para el Padre Barzeo, Goa, abril de 1549 Este es el principal estudio que ayuda para aprovechar a las almas, leer en libros vivos, que enseñan cosas que en libros muertos no hallaréis ni os ayudan tanto, cuanto os ayudará saber bien estas cosas por hombres vivos que andan en el mismo trato. Francisco 6. Jean Lacouture (1921-2015) ¿Francisco Javier apóstol del Japón? Estamos tentados a proponer una fórmula que sólo es inversa en apariencia y hablar del Japón inventor del Francisco Javier. Es 3


de este encuentro entre un hombre generoso y una gran cultura de donde procede el modo de trabajar que desde entonces ha inspirado a la Compañía y que los PP jesuitas llaman la «inculturación». ¿Pero no habría que hablar mejor de «aculturación», en la medida en que no sólo hay inmersión en la cultura del otro, sino diálogo, intercambio y simbiosis cultural, ya a partir de Francisco Javier…? ... Convergencia más que fusión. Incluso choque y conflicto… 7. Al P. Ignacio de Loyola, Roma - De Goa, 9 de abril de 1552 En Amanguche [Yamaguchi], por la misericordia de Dios, es ya hecha una casa de la Compañía y tan lejos de Roma, que de Goa a Amanguche [ciudad principal de Gipón] hay más de mil y cuatrocientas leguas, y de Roma hay más de seis mil. De aquí a seis días, con la ayuda y favor de Dios nuestro Señor, vamos tres de la Compañía... a la corte del rey de China, que está cerca de Gipón, tierra muy grandísima y poblada de gente mucho ingeniosa, e de muchos letrados... Francisco 8. Al P. Francisco Pérez, Malaca- De Sancián, 12 de noviembre de 1552 ... corremos grandísimo riesgo de ser cautivos; pero nos consolamos con pensar que mucho mejor es ser cautivo por sólo el amor de Dios, que libres por huir de los trabajos de la cruz. Francisco 9. De Sanchón, a 13 de noviembre de 1552 Y por cuanto este viaje de ir de este puerto a China es trabajoso y peligroso, no sé yo qué sucederá, aunque tengo grande esperanza que sucederá bien. … acordáos de las memorias que os dejé, cuando de allá partí, … y no se os olviden, para dejarlas de cumplir, pareciéndoos que soy ya muerto … porque si Dios quiere, no moriré; aunque ya pasó el tiempo en que deseé vivir más que ahora. Francisco 10. A Ignacio de Loyola, Roma, Cochín, 29 de enero de 1552 Verdadero padre mío: Una carta de vuestra santa caridad recibí en Malaca agora cuando venía para el Japón… Dios NS sabe cuán consolada fue mi ánima; y entre otras muchas santas palabras y consolaciones de su carta, leí las últimas que decían: “Todo vuestro, sin poderme olvidar en tiempo alguno, Ignacio”; las cuales, así como con lágrimas leí, con lágrimas las escribo, acordándome del tiempo pasado, del mucho amor que siempre me tuvo y tiene… Francisco

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11. A Ignacio, De Goa, a 9 de abril de 1552 Nuestro Señor nos junte en la gloria del paraíso, y también, si fuese su servicio, en esta vida presente. Esto fácilmente se puede cumplir cuando por obediencia me fuere mandado… Francisco, Su menor hijo y en destierro mayor 12. Al P. Francisco Javier, Todo vuestro en el Señor - Roma, 28 de junio de 1553 (Carta escrita sin conocerse la noticia de la muerte de Javier) Hemos habido acá vuestras letras del 28 de enero de 1552 más tarde que era razón… mirando el mayor servicio de Dios NS y ayuda de las ánimas en esas regiones, y cuánto depende de Portugal el bien dellas, me he determinado a mandaros en virtud de santa obediencia, que, entre tantos caminos, toméis este de Portugal con la primera oportunidad de buen pasaje… Ignacio 13. Juan Vázquez de Mella (1861-1928), citado por Shurhammer, S.J., Georg, Vida de… Ordenados en una línea, sus viajes hubieran dado tres veces la vuelta a la tierra. El Santo murió a los cuarenta y seis años de edad y sólo empleo diez para la ejecución de sus prodigiosos trabajos. Es precisamente el tiempo que empleó César para sujetar y devastar las Galias. Y el mismo que empleó Alejandro para fundar su imperio. San Francisco Javier, sin más armas que su cruz y su breviario, llegó más allá que los sueños de Alejandro. Si el guerrero hubiera podido conocer al Santo, hubiera temblado de admiración en su presencia, y hasta su maestro el gran Estagirita hubiera caído de rodillas para besar aquella mano que extendió el cetro de Cristo sobre millones de hombres arrancados a la barbarie.

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He aquí a Javier Carlos Julio Cuartas Chacón “Un héroe de más noble talla, más puro, más lleno de abnegación y más valiente, no ha pisado probablemente jamás esta tierra.” Samuel Smiles ¡Ayúdate! (Self-Help, 1859) Barcelona, Ramón Sopena (Ed.), 1885/1920

Generalmente se cree que el mensaje entregado por una persona al mundo que le rodea y en especial al que ha de venir, está contenido en sus escritos. Sin embargo, no todo el relato de un ser humano puede ser atrapado en unas letras, por abundante que haya sido su producción literaria. La vida misma, la experiencia compartida al lado de otras personas, el criterio y el carácter que distinguen al individuo en particular, las decisiones tomadas, con sus aciertos y errores, son como un todo el más auténtico mensaje. No hay que olvidar la temible advertencia de Nietzsche: “una cosa soy yo, otra son mis escritos”. En el caso de San Francisco Javier, dicha advertencia no tiene aplicación pues el célebre misionero jesuita, autor de 136 cartas y documentos que se conservan (Nota 1), llevó al papel con fidelidad los pensamientos y afectos que determinaron el curso de su vida. ¡No hay sino un Javier! El hombre que durante 46 años largos, entre el 7 de abril de 1506 y el 3 de diciembre de 1552, siguió un itinerario asombroso y dejó huella profunda entre quienes lo conocieron, es el mismo que surge en sus escritos. Ahora bien, para conocer a Javier, para escuchar su mensaje, no bastan estos textos, así en ellos se perfile con claridad el ardiente y celoso misionero que en las aulas universitarias de París rompió con sus ideales juveniles y asumió el servicio de la fe como punto focal de su vida, con todas sus consecuencias. Así pues, a las propias palabras de Javier, salidas de su puño y letra, debemos unir la información que nos ofrecen sus biógrafos (Nota 2) y que enriquece significativamente el conocimiento de este hombre extraordinario que, no sólo mereció el honor de los altares, sino también un lugar entre los grandes exploradores del siglo XVI (Nota 3). La historia de San Francisco Javier nos habla en primer lugar de apertura. Javier no se encierra ni en un claustro ni en sí mismo. Por el contrario, es un hombre que abre puertas y entra en mundos desconocidos, que abre su propio corazón y acoge a sus semejantes, pero sobre todo, permite a Dios entrar en él y tomar posesión de su voluntad y su libertad. En este sentido, el itinerario de Javier está determinado por 6


encuentros sucesivos, siendo el más importante el que tuvo lugar el París con Ignacio de Loyola. Otro, el que ocurrió muchos años después y lejos, muy lejos de las ciudades europeas, en Malaca, lo puso en contacto con Anjiró, un refugiado japonés que le hablaría de su país y lo acompañaría a las islas del Lejano Oriente. Y qué decir de la relación con el Daymio de Yamaguchi, Ouchi Yoshitaka, con quien estableció un célebre diálogo que sirvió para replantear a fondo el modo de anunciar el Evangelio que había predominado desde los tiempos de las Cruzadas. Javier, además de apoyarse en intérpretes, se esforzó por aprender otras lenguas y traducir a ellas textos fundamentales de la fe católica. Fue un hombre abierto a otras culturas, sin dejar de ser crítico ni de renunciar a divulgar sus convicciones. Al ser así, Javier obviamente se enfrentaba todo el tiempo a rupturas. Todo encuentro, si lo es en verdad, desafía al hombre que ama las certezas y la estabilidad. En el mensaje de Javier encontramos el rigor de la ruptura. Su vida se puede amojonar en siete grandes despedidas: la de su casa natal, en el Castillo de Javier, a los 19 años de edad; la de París, la ciudad universitaria, cuna de títulos y honores; la de Roma, sede de la curia general de la naciente Compañía de Jesús en donde permanecerá Ignacio; la de Lisboa, capital del Reino que había solicitado sus servicios; la de India, sede de su labor apostólica; la de las Islas Molucas, lejanas y peligrosas tierras; y la del Japón en los confines del Extremo Oriente. Javier jamás se queda ni interrumpe el viaje. Ese continuo desprendimiento de Javier lo obliga a largos silencios y períodos de soledad, inimaginables en el mundo bullicioso de hoy que nos rodea con posibilidades impresionantes para mantenernos «conectados» con los demás. El Padre Echániz advierte que en los últimos diez años de su vida, Javier “no recibió más que cinco correos de Roma y bien espaciados”. Admirable resulta el temple de este hombre, sólo y tan lejos de casa, profundamente sensible y cálido, que ama a los suyos y los extraña. Debe recordarse que Javier llevaba en una pequeña bolsa que colgaba de su cuello, recortes con las firmas de sus hermanos de Compañía. El mensaje de Javier en este sentido cuestiona hondamente la actitud de hombres y mujeres del siglo XXI incapaces de apagar un teléfono celular o de olvidarse del correo electrónico. Al ser humano de hoy le asusta el silencio y la soledad que el espíritu requiere para crecer y acercarse cada vez más a Dios. Al silencio y la soledad de Javier, se une su humildad. Él no utiliza fueros ni privilegios que como enviado del Rey y Nuncio del Papa le correspondían. Siempre está “a la altura de la calle”, sin pedestales ni tarimas, como aparece el jesuita javeriano Pedro Claver, otro insigne misionero, en ese hermoso monumento levantado en Cartagena. Dicho lo anterior, puede concluirse que el mensaje de Javier es también de heroísmo y apasionamiento. Nada en la vida de este jesuita errante nos habla de 7


comodidad, de apoltronamiento, de mediocridad. Por el contrario, es búsqueda incesante y tesonera, es esfuerzo. Hay una misión y para su cumplimiento cabal Javier no duda en empeñar toda su energía y los recursos disponibles. No hace exigencias ni pone condiciones para asumir su labor. Simplemente se entrega. Su optimismo es contagioso y será de gran inspiración para futuras generaciones. Por supuesto, vivirá momentos de desolación, de angustia y pesimismo. No faltarán los desengaños y las frustraciones. Incluso será tratado mal y recibirá insultos de hombres muy cercanos a él. En el incidente en que Javier se vio involucrado con Álvaro de Ataide y Diego de Pereira, enfrentados por sus ambiciones personales, el misionero fue objeto de ofensas. Esto ocurrió pocos meses antes de su muerte. La carta que Javier, “triste y desconsolado amigo”, le escribe el 25 de junio de 1552 a Pereira para asumir generosamente toda culpa en el episodio, es realmente conmovedora. Javier es, pues, el héroe que lo agota todo en defensa de sus ideales. Sería difícil, incluso con las facilidades actuales, seguir los pasos de Javier por el mundo. El intento nos llevaría por regiones lejanas y nos enfrentaría a nombres exóticos que corresponden a lugares desconocidos: Travancor y Bazain en la India, Amboino y Morotai en las Islas Molucas, Bungo y Sakai en Japón. A su lado descubriríamos una parte del mundo alejada de nuestra cotidianidad. Pero tal vez sería más difícil intentar seguir los pasos espirituales de Javier. De su mano descubriríamos otras coordenadas para la vida, puntos cardinales diferentes que sólo se encuentran en la carta contenida en los Evangelios y obligan a replantear la ruta. ¡No hay duda! En la epopeya javeriana confluyen y se hacen evidentes la grandeza del hombre y la gloria de Dios. Javier, “amado de Dios y de los hombres, -diría el Padre Eguren, S.J.- su recuerdo siempre ha ejercido y seguirá ejerciendo un encanto saludable”. NOTAS 1. Lo que Javier pensó, lo que sintió a lo largo de esos años en que, ruptura tras ruptura, crecía tanto su soledad como su confianza en Dios, se puede repasar gracias a 137 cartas y documentos escritos por él, que se conservan y hacen parte de la literatura ascética católica. Dos de ellas han merecido el título de Carta Magna. La primera fue escrita el 15 de enero de 1544 y llegó a publicarse en un pequeño volumen que alcanzó gran circulación. Como afirma Carmiña Verdejo (1968), quien figura entre sus biógrafos, en ese texto Javier “logró una clara y sincera exposición de los hechos, dando a conocer al mundo la verdad del misionero, la realidad de su tarea. En aquel momento fue un desahogo de su alma apasionada, pero luego aquella carta fue una guía para cuantos la leyeron, y fueron muchos”. La otra carta que recibió tal 8


apelativo fue escrita el 5 de noviembre de 1549. En ella Javier recoge las noticias del viaje y la llegada al Japón, así como sus primeras impresiones sobre los habitantes de esa nación. Adicionalmente una tercera carta ha merecido también reconocimiento especial. Fue escrita en Cochín el 20 de enero de 1548 y dirigida a sus compañeros residentes en Roma. Según Lacouture, este documento sirve de “manifiesto” de un cambio determinante en el apostolado de Javier: de “una misión largamente envenenada por el espíritu de cruzada, de guerra santa y de exclusión masiva” se pasa al “descubrimiento de una humanidad de la que ya no se trata de negar la civilización, sino de descubrirla para el intercambio activo y la reciprocidad”. 2. Pocos años después de la muerte de Javier, los jesuitas de Roma pidieron al P. Manuel Teixeira, S.J. (1536-1590) que escribiera sobre ese hombre maravilloso tan conocido entre sus contemporáneos, especialmente por las cartas que había enviado desde tierras lejanas y desconocidas. El Padre Teixeira, quien había llegado a Goa en septiembre de 1551, había tenido la fortuna de conocer personalmente a Javier y a muchas personas que lo habían tratado y sabían de su labor en esas regiones. Debe recordarse que Javier regresó a Goa, luego de su viaje al Japón, a mediados de febrero de 1552 y en esa ciudad permaneció hasta el 17 de abril siguiente, fecha en que inició su viaje postrero, hacia la China. Pues bien, el Padre Teixeira acabó su trabajo en 1579 y al año siguiente envió a Roma el texto Vida del Bienaventurado Padre Francisco Javier, Religioso de la Compañía de Jesús, que pasaría a la historia como la primera biografía de Javier. Una copia de esta obra, en edición de 1951, se conserva en la Biblioteca Mario Valenzuela, S.J. En el prólogo, dice el autor. “Porque el Señor se ha llevado ya para sí casi a todos los de la Compañía de Jesús que en estas partes de la India conocieron y conversaron al bienaventurado Padre Maestro Francisco Javier, primer Provincial de la Compañía en ellas, y por no quedar de los que le conocían sino el que esto escribe, a quien durará poco la vida según ella es miserable y breve, ha parecido que sería servicio de Nuestro Señor y consuelo de muchos, en especial de la Compañía, que lo deseaban y pedían, no dejar perder del todo la memoria de tan virtuoso y santo varón, mas escribir de ellas algunas cosas que en vida en él conocimos, y quedaron de él escritas, las cuales van divididas en tres partes”. En la primera, referida a la época en que Javier vivió en Europa, es decir, de 1506 a 1541, el Padre Teixeira inicia su escrito así: “El bienaventurado Padre Francisco Javier de la Compañía de Jesús fue español, navarro de nación. Fue de nobles padres, de las casas de los Azpilcuetas y Javieres, nobles en aquella tierra y así se llamaba en el siglo Francisco Azpilcueta Javier”. La segunda parte cubre el período que corresponde a su labor en “estas partes de la India en diez años que en ellas vivió, hasta morir en el reino de la China”. En el capítulo final narra “los milagros y obras sobrenaturales que Nuestro Señor por él hizo después de su muerte 9


y las virtudes y dones que le comunicó”. Al concluir su escrito el Padre Teixeira afirma que “el P. Maestro Francisco en su vida y muerte en estas partes de la India era generalmente tenido por hombre santo, y llamado de todos el Padre santo, así de los fieles como de los infieles que lo conocieron, y esto no sólo después de la muerte, mas también en su vida, según nosotros lo vimos y oímos”. Esto explica la veneración que despertó su nombre desde entonces, el cuidado y aprecio que merecieron sus reliquias, y el interés que siempre ha tenido el estudio de su vida. Debe reconocerse que el más connotado biógrafo de San Francisco Javier ha sido el P. Georg Schurhammer (1882-1971), autor de cuatro volúmenes, que traducidos al español aparecieron en 1992. Ya en 1925 el Padre Schurhammer había publicado en un solo tomo una vida de Javier. Al P. José Ma. Recondo, S.J. se debe la obra que hace parte de la Biblioteca de Autores Cristianos [BAC] mayor (1988) y que resume el trabajo del Padre Schurhammer. Años antes, el Padre Recondo había publicado en la BAC popular su propia narración sobre Javier (1981). Ahora bien, en las obras de Juan Lacouture, Jesuitas (1993) y el P. Ignacio Echániz, S.J., Pasión y Gloria - La historia de la Compañía de Jesús en sus protagonistas (2000), se encuentran excelentes síntesis de la vida de Javier. Sus cartas y escritos, compilados por el P. Félix Zubillaga, S.I., están publicados también en un volumen de la BAC, la primera edición en 1953 y la tercera en 1979. 3. La palabra Javier corresponde a un topónimo del antiguo reino de Navarra, España, donde se levanta el Castillo que en el siglo XVI sirvió de hogar a la noble familia formada por Juan de Jaso y María de Azpilcueta. En la actualidad, el nombre de Javier se escucha en los cinco continentes, lo llevan muchas instituciones, la mayoría de carácter educativo. Su imagen se puede apreciar por todo el mundo en un sinnúmero de esculturas y pinturas, incluso en sellos postales que como él han surcado océanos y mares, en el billete español de 25 pesetas que salió a circulación en 1926 y en la moneda de 200 escudos emitida en Portugal en 1997. Su vida ha quedado plasmada en la serie de 24 grabados de R. F. Kepler que aparecieron en la primera publicación del P. Georg Schurhammer, S.J. sobre Javier, que circuló en 1922 con ocasión del III centenario de su canonización. Para muchos colombianos el nombre de San Francisco Javier resulta familiar. En primer lugar, porque fue escogido como patrono celestial de la Universidad y Academia fundada en 1623 en el Colegio de la Compañía de Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada. Este centro de estudios, que en 1767 se vio obligado a interrumpir sus labores y que solo hasta 1931 abrió de nuevo sus puertas, hoy se conoce como la Pontificia Universidad Javeriana, institución que sobresale en el panorama educativo colombiano. Esto explica el adjetivo javeriano, usado para referirse a sus egresados y a los miembros de su Comunidad Educativa. Por otra parte, debe tenerse presente 10


que San Francisco Javier aparece en la lista de poblaciones colombianas, pues su nombre lo llevan una en el Huila, otra en el Valle y una más en Boyacá, y que con el de San Javier han sido denominados varios caseríos y sitios de la geografía nacional, algunas quebradas, una estación del ferrocarril en Cundinamarca y una cuchilla en la Cordillera Oriental. Además de lo anterior, en Colombia se conservan obras artísticas valiosas con la imagen de Javier, que en su momento fueron objeto de especial veneración. Tal es el caso de la talla que se encuentra en el altar mayor de la Iglesia de San Ignacio de Bogotá, imagen escogida por ADPOSTAL, junto con la puerta de la Casa de las Aulas sede original de la Universidad Javeriana, hoy del Museo de Arte Colonial-, para ilustrar la estampilla conmemorativa del V centenario del natalicio del santo. Esa talla fue también una pieza central de la exposición “Javier: Pasión, Viajes, y Rupturas”, Museo de Arte Colonial, 7 de abril - 26 de junio de 2006. Por otra parte, en el altar dedicado a Javier en la Iglesia de San Ignacio, se hallan el magnífico lienzo de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos que nos presenta al apóstol predicando -fue utilizado en la emisión postal de 1968-, y la impresionante talla de Pedro de Laboria que recrea la muerte del misionero. Por su parte, en Cartagena, en la Iglesia San Pedro Claver, se encuentra la obra de gran formato realizada por el P. Santiago Páramo, S.J. También en la sede actual de la Universidad Javeriana, sobre la carrera séptima, se destaca el bronce de Fernando Montañés que desde 1994 recuerda al transeúnte la presencia del insigne jesuita en nuestro tiempo. También deben destacarse los dos óleos del Maestro Alfonso Álvarez, óleo sobre madera, elaborados hacia 2006, uno de ellos ubicado en el despacho del Vicerrector del Medio Universitario.

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