BAUTISMO DEL SEÑOR
Padre Octavio Figueredo, SSP
(S. Lucas 21,25-28.34-36)
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego». En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto».
Que tu Espíritu, Señor, avive en nosotros la conciencia de que somos tus hijos y nos transforme para vivir de acuerdo con ella.
Bautismo del Señor
Hoy, cumbre del tiempo de Navidad, celebramos uno de esos momentos cruciales en la vida de Jesús, pero sobre todo un momento crucial en la historia del mundo. El Bautismo de Jesús inaugura una nueva era, un tiempo de gracia, cesa el silencio de Dios, es ahora cuando comienza la misión pública de Jesús, es ahora cuando empezamos a descubrir el rostro de Dios por tierras de Galilea. Es ahora cuando Jesús empieza a mostrar a ese Dios que abre los ojos a los ciegos, que saca de la mazmorra a los que habitan en tiniebla, que cura a los muchos enfermos y marginados condenados a ocupar las periferias, que expulsa demonios, que perdona los pecados, etc. Es tan importante el Bautismo de Jesús que todos los evangelistas recogen este hecho.
las noticias, así que las palabras del Bautista debieron de correr como la pólvora. Y la llegada de un desconocido que sería el verdadero Mesías también debió de llegar a Nazaret, por pequeña que fuera. Y allí en Nazaret estaba Jesús, y la alusión a este Mesías «desconocido» no pudo dejarlo impasible. Quizá comprendió que había llegado la hora, comprendió que esta era la señal que había estado esperando durante tantos años. Jesús ya no es un niño, Jesús es todo un hombre y ante esta señal baja al Jordán y recibe el bautismo de manos de Juan, o mejor, es investido solemnemente en su misión por el Padre y el Espíritu Santo. En este relato nos encontramos ante la primera manifestación explícita de la santísima Trinidad. El Padre habla en el cielo desgarrado, el Hijo Las «noticias vuelan» y lo se sumerge en las aguas y el más probable es que gran Espíritu se cierne sobre él. parte de Galilea estuviera expectante y llena de una espe- Y de esta manera empieza ranza colectiva por la llegada de modo sorprendente la del verdadero Mesías pues vida pública de Jesús: con así lo estaba pregonando un bautismo de penitencia. Juan el Bautista. Galilea era Allí, en el Jordán, Jesús no especialmente sensible en tenía pecados personales la espera de un Mesías que que lavar, pero empezaba a venciera a los invasores ro- lavar los pecados del mundo. manos, esta era la mejor de Era por nosotros por quien
se bautizaba pues Él es el nuevo Adán. Lanza del Vasto escribe: «Al descender a las aguas del Jordán entró en nuestra vida. El bautismo es para Cristo un segundo nacimiento o, con otras palabras, una segunda caída. Para nosotros el bautismo es un camino de salida, una huida y una liberación del mal. Para Él es un camino de entrada en la caída. Entra, pues, por segunda vez, en este mundo, en el mundo de las tinieblas y en el mundo de los hombres. ¿Y qué tomó del agua del Jordán, del agua limosa que corre entre desiertos para desembocar en el mar Muerto? Tomó los pecados que los demás dejaron dentro». El Bautismo de Jesús no lo hace justo a Él que ya era justo, sino que inicia el camino de nuestra justificación y de nuestra salvación.
a nosotros porque el camino de Jesús no termina con Él. Nosotros, la Iglesia, hemos recibido también el Espíritu de Dios para continuar lo que Jesús hizo: trabajar por el bien, estar al servicio de Reino, ser manifestación del amor de Dios en nuestro mundo, ser evangelio. Que este domingo con el que se cierra el tiempo Navidad nos ayude a volver los ojos a Jesús. El, su camino, es el Camino; su verdad es la Verdad. El es la Vida.
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Y con el bautismo Jesús inicia el anuncio de lo que le ha traído al mundo: la salvación de Dios, la buena noticia del Evangelio. Y lo hace lleno de la fortaleza del Espíritu Santo, Espíritu que debe conducirnos también
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