Domingo IV de Cuaresma

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Padre José María Fernández, SSP

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA – CICLO B (Juan 3,14-21) En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Nuestro intercesor ante el Padre es su Hijo, el Salvador, levantado en la Cruz y resucitado, como manifestación de la riqueza infinita de la gracia y la misericordia divina. Según una opinión bastante difundida, la Cuaresma, tiempo de penitencia, es un período triste, taciturno y hasta deprimente, que los cristianos, replegados en sí mismos, en su pecado y su miseria, están llamados a vivir con un intenso sentimiento de culpabilidad. En realidad se trata de un tiempo de penitencia voluntaria y de conversión que desahogan el corazón, liberan lo mejor que dentro de cada uno de nosotros y reorientan hacia Dios y hacia los demás. Esto es lo que recordarán los textos de la Escritura proclamados este domingo.

la conversión. A menudo incluso, la situación de indigencia se convierte en ocasión para un retorno vivificante a las fuentes puras de la Escritura, para el descubrimiento de una oración y una liturgia purificadas. No olvidemos el caso del hijo pródigo. Solo la situación en que se encuentra le hace descubrir lo que ha dejado en su casa.

Otro de los ejemplos puede ser el destierro de Babilonia, adonde fue deportado el pueblo de Israel en el siglo VI antes de Cristo, puede servir desde este punto de vista. El «castigo» merecido por las repetidas infidelidades de los responsaSin embargo, debemos fijarnos bles y de los jefes del pueblo en otro punto importante de la fue ocasión para una vuelta palabra de Dios en este do- radical a los orígenes. Un pamingo y que nos descentra un pel importante desempeña la poco de nosotros mismos para vuelta a leer la Sagrada Escricentrarnos en Dios. En efecto, tura, se desarrolla una intensa Dios mantiene con los suyos, actividad espiritual y teológica. con todos nosotros, relaciones Es en estos años cuando nace de amor. Su ley nos marca el el culto de las sinagogas. Por camino de la libertad y de la eso el libro de las Crónicas no vida. Si, a pesar de las reitera- duda en hablar de un período das advertencias, se apartan en el que el país «descansará» de ella, o nos apartamos de hasta ser capaz de producir los ella, volvemos a caer en la es- frutos que Dios espera. En este clavitud de la que habíamos sentido, Nabucodonosor y Ciro sido liberados. ¿Se trata de un actúan como instrumentos de castigo severo pero justo por el Dios, uno para infligir el castipecado? Sin duda. Pero Dios go, el otro, para devolver a los decide poner en marcha este deportados a su tierra. proceso no es en modo alguno por espíritu de venganza, sino Los castigos que nosotros juzporque espera que esta doloro- gamos como tales y que ensa experiencia mueva a los pe- contramos en la Sagrada Escricadores al arrepentimiento y a tura, en realidad no son tales.


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