DOMINGO II DE NAVIDAD
P. Miguel Carmen Hernández, SSP
(Juan 1,1-18 (breve: 1,1-5.9-14)) En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Oh Jesús de dulcísima memoria; dulce es para nosotros tu presencia.
Agradecidos
Estamos en el II domingo de Navidad, seguimos celebrando el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Porque la Navidad debe ser un acontecimiento que se debe prolongar en el tiempo, sobre todo en nuestro corazón, en nuestra persona. Dios debe estar constantemente aconteciendo –naciendo– en nosotros de tal manera que podamos expresar con nuestro ser la buena noticia de Dios, a saber, que su reino está cerca, pero que no debemos quedarnos de brazos cruzados, sino actuar en consecuencia y construir ese reino, hacerlo presente aquí y ahora, en nuestras familias, nuestros amigos y seres queridos. Este domingo la primera lectura nos habla de la sabiduría de Dios, que hace elogio de sí misma y que está junto a Dio, pero también en medio de su pueblo, Israel. La sabiduría de Dios, es ante todo un don que él nos regalo, pero al mismo tiempo debemos buscarlo empeñarnos en ello, intentar ver y juzgar las cosas como él lo haría, pidiendo siempre sabiduría para ello. La sabiduría como don de Dios, más allá de ser intelectual o lógica, es el conocimiento que nos
ayuda a comprender mejor la realidad, la sabiduría de Dios nos asiste para desentrañar el sentido profundo de las cosas, incluso aquellas que nos parecen incomprensibles, tales como el dolor, el sufrimiento, la muerte, etc. Pidamos queridos hermanos la sabiduría de Dios. En la segunda lectura san Pablo da gracias a Dios en el Hijo, por todos los bienes, todas las bendiciones recibidas. Hay un dicho que reza: «es de bien nacidos ser agradecidos». Nosotros como creyentes lo menos que podemos hacer es dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas, pero principalmente por una y la más importante: la salvación. El Hijo de Dios se ha encarnado para mostrarnos el rostro amoroso del Padre. El Hijo ha tomado nuestra carne para traernos la salvación. Y además, nos dice san Pablo, «nos eligió, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por amor». En el amor de Dios hemos sido elegidos para proclamar con nuestra vida la santidad de Dios, porque participamos de ella gracias a que somos hijos en el
Hijo: «nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo». No olvidemos, pues, queridos hermanos este gran don de Dios, seamos siempre agradecidos con Dios y con nuestros hermanos. Ya el salmo de hoy, preanuncia lo que leeremos en el evangelio. Dice la respuesta al salmo: «La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros». Juan nos dice que «en el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios… Al mundo vino y en el mundo estaba». Y es que Dios, en Jesús, se ha hombre para estar junto a nosotros, cerca de nosotros. Porque Dios es cercanía, Dios es relación y comunión. La Palabra se acercó a nosotros, para que nosotros nos acercásemos a Dios. La Palabra, Jesús, se dirige a nosotros para hablarnos del Padre y de su amor, para hablarnos de su misericordia infinita y de cuán grande es su bondad. Dios, porque nos ama, se hace solidario con nosotros, no es un Dios que debamos buscar lejos, ni un Dios abstracto que se confunde con el universo, y en esto el cristianismo se diferencia de las otras religiones, sino que es un Dios al que encontramos en medio de nosotros. Dios se ha hecho carne, se ha hecho cercano. www.sanpablo.es
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