Domingo XIX del Tiempo Ordinario

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DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO (Mt 14, 22-33) Después que la gen-

te se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».

«Realmente eres Hijo de Dios».

Cl. Luis Fernando Rojas Serrato, SSP

FE A LA INTEMPERIE

1. Tres niveles de lectura. En la escena evangélica de hoy Jesús camina sobre las olas encrespadas, disipando los temores y suscitando la fe de sus discípulos. Para entender el episodio en todo su alcance hemos de realizar tres niveles de lectura: 1) El hecho en sí, con su valor fáctico extraordinario; 2) la teofanía, o manifestación divina, subyacente en el mismo; y 3) el significado eclesial que contiene. a) Jesús camina sobre las aguas. Después de la multiplicación de los panes Jesús insta a sus discípulos a que embarquen y se le adelanten a la otra orilla del lago de Genesaret o mar de Galilea. Mientras tanto, él se retira al monte para orar. Bien entrada la noche, la barca iba ya muy lejos de tierra agitada por vientos de tempestad. De pronto se les presenta Jesús caminando sobre las olas. Los discípulos se asustan y gritan de miedo, pensando que se trata de un fantasma. Ante las palabras de confianza de Jesús: Ánimo, soy yo, no temáis, interviene Pedro para decirle: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti caminando sobre el agua. Ven, le contestó. Y Pedro baja de la barca y echa a andar sobre las olas hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: ¡Señor, sálvame! Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? Embar-

caron ambos y el viento amainó. b) La teofanía subyacente. Es el segundo nivel de lectura de la escena evangélica, que gana hondura si se la ve en línea con las teofanías o manifestaciones de Dios al revelarse al hombre. Caminando sobre el mar y dominando la tempestad, Cristo se manifiesta a sus discípulos como Dios. Así lo reconocen ellos al fin mediante su confesión de fe: Realmente eres Hijo de Dios. Las antiguas religiones naturales y míticas divinizaron los fenómenos de la naturaleza, inventando dioses para cada elemento: aire, cielo, mar y tierra. La revelación bíblica desacraliza tales fenómenos cósmicos, pero el libro de los Salmos, por ejemplo, ve con frecuencia la soberanía de Dios en su dominio sobre los elementos: mar y aguas, sol y nubes, trueno y rayo, tempestad y viento, campos, mieses y ganados. Así también aparece hoy Jesús dominando la fuerza del viento y del mar y pronunciando la fórmula viejotestamentaria de auto-revelación de Dios: Soy yo, no temáis. Como en el caso de Elías en el Horeb (1.ª. lect.), el miedo cerraba a los discípulos a la fe en Dios. Pero tanto Elías como ellos, una vez desaparecidos sus temores, reconocen a Dios en la calma del viento. c) La barca de la Iglesia. La barca de los discípulos, zaran-


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