Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán (Juan 2,13-22): Se acercaba la Pas-
cua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
P. Miguel Carmen Hernández, SSP
El nuevo templo
Queridos hermanos, la palabra de Dios en este domingo en el que celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán nos invita a adorar a Dios en espíritu y en verdad, y nos recuerda que somos edificios y templos del Espíritu de Dios. Ahora bien, a lo largo de la historia todas las religiones han tenido y tienen lugares sagrados en los cuales se rinde culto a Dios, estos lugares, llámense mezquitas, sinagogas, iglesias, templos, etc., cumplen diversas funciones entre las que se encuentran establecer una ubicación precisa de la presencia divina, así como la celebración de los ritos sagrados, que son la expresión «palpable» de la adoración a Dios; los templos y lugares de culto cumplen también la función de convocar y reunir al pueblo que busca a Dios y quiere presentarse ante él como una comunidad de fe. Para nosotros los cristianos las iglesias, templos, catedrales, etc., no solo ponen de manifiesto la presencia de Dios en medio de su pueblo, sino que son los lugares en los que celebramos y conmemoramos el misterio
más grande de nuestra fe: la muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Señor, quien es el verdadero y único cimiento de nuestra fe, sobre el cual vamos construyendo nuestra vida día a día, paso a paso, no solo como individuos, sino como comunidad, como nuevo pueblo de Dios, como Iglesia que peregrina para encontrarse y dejarse abrazar misericordiosamente por Dios. En la primera lectura el profeta Ezequiel nos habla del de la casa de Dios como una fuente de donde mana agua y allá por donde pase y llegue la corriente habrá vida. El agua que mana del Templo expresa los dones de Dios otorgados a sus hijos y el mayor don es la vida, porque, queridos hermanos, donde hay Dios hay vida. Dios nos ofrece el agua que da la vida, que reverdece los campos, que convierte el desierto en un paraíso, por eso digamos junto al salmista: «Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar».