Diácono Miguel Carmen Hernadez, SSP Homilía Domingo XXVII Tiempo Ordinario ( Lc 17,5-10): En aquel tiempo, los
apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
“Dios mío, tú nos pondrás a salvo, tú llevas a cabo todas nuestras obras”.
E
l hilo conductor de las lecturas de este domingo es la fe. En la primera lectura, el profeta Habacuc nos dice que el justo vivirá por su fe; san Pablo en la segunda lectura, pide a Timoteo que reavive el don que ha recibido, le pide encarecidamente que viva con fe y amor en Cristo Jesús. Y en el evangelio escuchamos la petición, casi un ruego, de los apóstoles a Jesús para que les aumente la fe. La Palabra de Dios aparece, pues, como lámpara para nuestros pasos, lámpara iluminada con la luz de la fe, que ilumina nuestro corazón y nuestro mundo.
hoy. Sabemos que el mundo está en crisis, una crisis que va más allá de lo meramente económico, político y social, nos encontramos frente a una crisis del hombre mismo, quien parece que ha perdido toda referencia. A esta crisis del hombre se suma la crisis de la fe. El hombre parece no tener fe en nada, sin embargo el ser humano necesita creer, necesita abrir sus ser hacia aquello que fundamenta su existencia, es decir hacia Dios. La fe es la única que puede ayudarnos a encontrar una respuesta frente a tanta injusticia, pobreza y sufrimiento, pues no permite ver el mundo de una forma disAsí pues, podemos leer que tinta, nos permite ver más allá en la primera lectura el profe- de nosotros mismos y nuestras ta Habacuc clama al Señor y le limitaciones. La fe ensancha el pregunta por la injusticia, la vio- corazón del hombre, lo hace lencia, las desgracias, el profe- grande, capaz de acoger a Dios ta no se siente escuchado por mismo. El justo vivirá por la fe, Dios, se siente abandonado es la invitación que nos hace el frente a un mundo hostil, frente profeta a que abramos nuestro a un mundo que le da la espal- corazón a Dios y a no desfalleda a la vida y en el que parecen cer, a que dejemos que Él enreinar la violencia y las desgra- tre en nuestra vida y la llene de cias. Pero el Señor, quien es el sentido y esperanza. Dios de la vida, le pide que tenga fe, que no desespere, pues Ahora bien, las palabras que el justo vivirá por la fe. san Pablo dirige a Timoteo, se nos dirigen hoy a nosotros, Nosotros como el profeta Ha- están dirigidas a todos los crebacuc ¿cuántas veces hemos yentes, se nos invita a reavivar clamado a Dios frente a tanta el don que hemos recibido, el injusticia, violencia y pobreza? don de la fe en nuestro Señor Y es que el escenario que nos Jesucristo. San Pablo nos dice describe Habacuc parece que que no caigamos en la tentano es muy diferente del esce- ción de la indiferencia, que es nario que nosotros percibimos el gran enemigo de la fe, pues
nos lleva a evadir las grandes cuestiones de la vida y de nuestra existencia, nos paraliza frente a la búsqueda de la verdad y nos aleja de ella y en último término nos aleja de Dios mismo, de Jesús, que es el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6), y como decía san Agustín: “Cuando te apartas del fuego, el fuego sigue dando calor, pero tú te enfrías. Cuando te apartas de la luz, luz sigue brillando, pero tú te cubres de sombras. Lo mismo ocurre cuando te apartas de Dios”. Asimismo el don de la fe nos impulsa a ser testigos, a dar testimonio de aquello en lo que creemos y vivimos, porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. La fe nos lanza con audacia a anunciar la buena noticia de salvación a la que hemos sido llamados, sabiendo y teniendo plena seguridad que el Señor es nuestra fuerza, pues el Espíritu Santo, nos dice san Pablo, habita en nosotros y nos capacita para vivir con fe y amor en Cristo Jesús. Es importante señalar que los cristianos de hoy corremos el peligro de acobardarnos de dar testimonio de nuestra fe en el mundo de hoy, sumergido en el materialismo, el agnosticismo y el llamado nuevo ateísmo, un mundo en el que el cientificismo pretende sustituir a Dios, frente a este mundo orgulloso de sus logros debemos dar testimonio valiente de nuestra fe en Jesucristo, ser testigos de Cristo resucitado frente a amigos y vecinos a quienes debemos anunciar y mostrar la alegría y belleza de a fe.
de la fe, pues esta no es sólo la aceptación de un conjunto de creencias, no es la adherencia a una doctrina, sino la aceptación de la voluntad de Dios, es entregar nuestra mente, voluntad y corazón a Dios mismo, a su voluntad. Esto no es fideísmo, sino plena confianza de saber que aquel que nos llamó no nos defraudará. El evangelio nos recuerda también que tener fe no es un merito propio del hombre, sino un don de Dios, es decir, un regalo, la fe es gracia de Dios que se derrama en nuestro corazones, por eso junto a los apóstoles debemos pedir al Señor: “Auméntanos la fe”. La fe como fuego que consume nuestro corazón debe ser alimentada con la oración y con nuestra vida misma que debe ser coherente y compartida, pues nuestra fe también crece al compartirla. Y al decir “auméntanos la fe” debemos ser concientes de que la fe no es un proceso que tiene un termino, un final, sino que esta no termina de crecer durante nuestra vida, nuestra tarea es hacerla crecer y alimentarla y así llegar a comprender más y mejor el misterio de Dios. Oración Señor, te damos gracias por el regalo de la fe, por mostrarnos con tu vida en qué consiste un fe auténtica. Concédenos, por tu gracia, aumentar cada día un poquito, como un granito de mostaza, nuestra fe en ti Señor y que esta sea para nosotros luz que guíe nuestros pasos. Amén Novedad
El evangelio, cumbre de la liturgia de la Palabra, nos invita también a la fe. Leemos cómo los apóstoles le piden al Señor que les aumente la fe, pues la fe hay que alimentarla, hay que reavivarla. Ahora bien, para quien tiene fe, nos dice Jesús, todo es posible, podríamos decirle a un árbol que se arrancase da raíz y se plantase en el mar, y este lo haría. Jesús nos muestra la fe como una fidelidad perseverante y por ella, nos recuerda el concilio Vaticano II, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad (DV 5), de tal manera que se nos muestra que la fe es mucho más que la aceptación de unas verdades, el evangelio y el Concilio, nos alertan de la intelectualización
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