Padre Juan Carlos Pinto Suárez, SSP DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».
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osotros sois la luz del aumenten las relaciones de framundo ternidad que se traduzcan en hechos concretos, es decir, en Los domingos del tiempo ordi- el respeto a los derechos hunario nos permiten vivir la vida manos, en una agricultura sosde Jesús, día tras día, para que tenible, en el respeto al medio se vaya convirtiendo en nues- ambiente, en el acceso a las tra propia vida. Estos domin- medicinas, en la creación de gos estamos meditando sobre infraestructuras, en el aumento el llamado sermón de la mon- de la ayuda al desarrollo… Y taña. En él Jesús muestra su todo ello en el ámbito personal, programa de vida. Expresado comunitario y sociopolítico. Ser ya en los domingos preceden- sal y luz con nuestro comprotes su programa de felicidad, miso de fraternidad que surge es decir, los valores que hacen de la llamada de Jesús a ser nuestra vida y la vida de la gen- felices y hacer un mundo más te más feliz, en el evangelio de habitable, donde haya espacio san Mateo de este domingo se para todos. nos invita a tomar conciencia Un mundo nuevo, un proyecto de que vivir esos valores supo- común ne ser sal y ser luz, personal y comunitariamente, en nuestro ITUARSE POR DONDE mundo tan confuso y perdido. JESÚS HA DE PASAR Que nuestros saleros, Señor, tengan unos agujeros tan Ser sal y luz que ya nos sugiere abiertos que sean capaces de el profeta Isaías, en la primera lectura, como hacerlo, ser sal y Jesús propone a sus discípulos esparcir la sal a raudales y y a todas las personas que le que esos diminutos granos se ser luz que como a Pablo nos lleva a anunciar con palabras y rodean los valores que conforman el mundo nuevo. Estos vaobras a Jesús crucificado. lores deben extenderse a todo El segundo domingo de febre- el mundo y convertirse en un ro se celebra en la Iglesia la proyecto común de todos los “Campaña contra el hambre” pueblos y naciones de la tierra. de Manos Unidas y un día de Para ello los discípulos deben ayuno voluntario a favor del salir del círculo cerrado de la compartir con los más necesi- comunidad al mundo que les tados de nuestro mundo. Este rodea e ir más allá de las fronaño Manos Unidas insiste en el teras geográficas, lingüísticas y 8º objetivo de desarrollo del mi- culturales. Asimismo todos los lenio, que consiste en fomen- seguidores de Jesús deben ser cuelen hasta donde a veces tar una alianza mundial para el fermento de ese mundo nuevo no nos imaginamos. desarrollo. El eslogan es “Un animando a otros a implicarse mundo nuevo, un proyecto co- en ese proyecto. En este día mún”. Un mundo nuevo donde de la “Campaña contra el ham-
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bre” Manos Unidas nos pide que no olvidemos el deseo de Jesús de extender la fraternidad a todo el mundo hasta hacer de ella un proyecto común. ¿Por dónde empezar? Empecemos por nuestro entorno familiar, comunitario, parroquial, de barrio: pero extendamos nuestras fronteras implicándonos en la sociedad civil, en el mundo de la política y de la cultura. La gran crisis que arrastramos desde hace algunos años en España nos está haciendo olvidar que otros pueblos y otras naciones llevan en crisis más fuertes muchos años más que nosotros. Por eso es necesario, hoy más que nunca, el compromiso personal, comunitario y social, aunque encontremos dificultades. El Antiguo Testamento deja claro la opción preferencial de Dios por los pobres y en los textos proféticos aparece como una religiosidad falsa aquella que no va unida al compromiso con los derechos humanos. Indudablemente el culto a Dios unido a la opción por los pobres son el trasfondo profético en el que bebe Jesús y el que le lleva a su compromiso por un mundo nuevo al que Él llama el reino de Dios y cuya constitución son las ocho bienaventuranzas o felicidades que nos recuerdan que no podemos ser felices sin hacer felices a los demás, sobre todo a los que peor lo pasan. En medio de la apatía social en la que vivimos se hace todavía más significativa la fe cristiana en un Dios amigo de los que sufren, un Dios crucificado, que ha querido sufrir junto a los abandonados de este mundo. Evangelizar es dar sabor a la vida La evangelización sigue siendo nuestra asignatura pendiente, la antigua y la nueva. Cuando hablamos de evangelizar casi siempre lo entendemos en clave doctrinal. Pero comunicar la doctrina de Jesucristo contenida en el catecismo de la Iglesia católica no significa solo anunciar verbalmente una doctrina, sino hacer presente en la vida de las gentes la fuerza liberadora, humanizadora y salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesucristo. Para ello es necesario contar con personas que sean testigos vivientes del evangelio en su vida diaria, en su familia, en su comunidad, en el mundo del trabajo, en su barrio, en la sociedad civil. Hoy más que nunca necesitamos personas capaces de sanear nuestra sociedad introducien-
do en ella una buena dosis de coherencia, de honestidad, de honradez, personas auténticas, personas que no se dejen corromper por la ambición del dinero o del poder ni por el atractivo del éxito fácil. El mundo de hoy necesita personas que desarrollen la solidaridad responsable frente a tantos corporativismos interesados, personas que introduzcan compasión en una sociedad despiadada que parece reprimir cada día más la civilización del corazón. Por ahí van hoy los mensajes del Papa Francisco, quien constantemente nos habla de ternura, de fraternidad, de solidaridad, de cercanía a los más pobres y necesitados de la tierra. Si en la comunidad, en la familia, en la parroquia, en el barrio, tomamos como eje los valores de Jesús contenidos en las bienaventuranzas y en todo el sermón de la montaña no cabe duda que seremos sal y seremos luz. Pero para ello debemos de salir, ir a las periferias, como dice el papa Francisco. La nueva evangelización nos pide implicarnos allí donde se vive la vida de cada día mirando al mundo como Dios lo mira: unas veces con ojos de compasión y otras veces con ojos de indignación. Y esa implicación no ha de tener miedo a mezclarse con otros grupos o otras personas distintas de nosotros, pero que también trabajan por un mundo mejor: las asociaciones de vecinos y de padres, las plataformas varias, las organizaciones no gubernamentales (ONG), los partidos políticos… Nuestra sal se volverá sosa si no salamos y nuestra luz no alumbrará si queda escondida. Novedad