III DOMINGO TO - C-B

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Padre José María Fernández, SSP

III DOMINGO TIEMPO ORDINARIO C-B

Venid conmigo, ellos enseguida, lo dejan todo para seguirlo.

(Marcos 1,14-20) Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio». Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Todas las lecturas que nos propone la liturgia de la palabra de este domingo se centran en la conversión. En la primera, tomada del libro de Jonás, este profeta no quiere ir a predicar a una ciudad pagana; las situaciones ridículas y hasta grotescas, a que lo conduce su testarudez, y sobre todo, como fue engullido y luego expulsado por un monstruo marino no nos deben despistar y debemos pensar que encierra una gran enseñanza de la mayor importancia. Dios sigue con ternura y misericordia a todos los que se extravían, adonde quiera que vayan. Los exhorta a la conversión y a la vuelta al buen camino. El salmo responsorial nos lo expresa: «Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor». Cuando manifestamos arrepentimiento, Dios se apresura a perdonar nuestro pecado. Este ha sido el tema central de la predicación de todos los

profetas hasta Juan Bautista: «Preparad el camino del Señor». La segunda lectura, aunque no habla directamente de la conversión, sin embargo, un poco veladamente sí nos invita a vivir coherentemente, y vivir coherentemente significa estar siempre vigilante porque el momento es apremiante. No es que las cosas que encontramos en nuestra vida no tengan su valor y no sean importantes, pero siempre deben estar subordinadas a nuestro fin: «Está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). El Evangelio es el que con más insistencia hace hincapié en la con versión. Podríamos decir que es el único fin por el que Marcos escribe su evangelio en línea con los profetas del Antiguo Testamento. Debemos fijarnos en tres frases iluminadoras del pasaje: Se ha cumplido el plazo, establecido por Dios desde la creación del mun-


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