JESUCRISTRO, REY DEL UNIVERSO SOLEMNIDAD (Juan 18,33b-37) En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Señor, nosotros queremos pertenecer a tu reino, viviendo en los valores de un cristianismo auténtico.
P. Miguel Carmen Hernández, SSP
Jesucristo, Rey del Universo
Celebramos el último domingo del Tiempo Ordinario reconociendo a Jesús como rey del universo, pero no un rey cualquiera. Pensemos por un momento en la situación que nos presenta hoy el evangelista Juan. Nos queda claro que Jesús no presentaba el aspecto de un rey, ¿dónde estaba su escolta?, ¿dónde su palacio? Es más Jesús ni siquiera aspiraba a lo que comúnmente entendemos por reinar, es decir gobernar o ser jefe de Estado, sin embargo él se presenta como rey ante Pilato, quien representaba la máxima autoridad en Judea. Ante las preguntas de Pilato, Jesús responde afirmando que es rey y que su reino no es de este mundo. El reino de Dios proclamado por Jesús, no es ni se parece a un reino mundano y terreno, en primer lugar no esta relacionado con pretensiones geográficas y territoriales ni tampoco con el uso de instrumentos de poder y dominio. El reino de Dios es fundamentalmente un reino de misericordia y verdad y Jesús es el Testigo de ello: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz». Así como Jesús es testigo de la verdad, testigo de Dios, nosotros sus seguidores, debemos ser también testigos veraces. Pero no cualquiera puede ser testigos, sino solo aquellos que conocen verdaderamente al Maestro, aquellos que abren sus manos y su corazón a Dios, dejando que sea él quien reine en la mente, la voluntad y el corazón. Ser testigo significa escuchar al maestro y poner en práctica eso que se ha escuchado. Ahora bien, la Escritura compara al rey con el pastor. El rey es el pastor de su pueblo por lo que su misión es hacer posible que el pueblo viva en las mejores condiciones posibles. El rey quiere vida para su pueblo, y Jesús como rey del universo quiere que vivamos en plenitud y para eso ha venido: «He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). Jesús, rostro del Padre, hace posible que podamos acercarnos a Dios de una manera nueva, pues nos muestra al Dios que ama infinitamente a los hombres y que nos quiere en comunión con él y con todos los seres
humanos. Estar en comunión con Dios es tener la certeza de una alegría que no puede ser apagada por las dificultades y amenazas, aun las más fuerte. Acojamos, pues, el testimonio de Jesús y no cerremos, como Pilato, nuestro corazón al reino de Dios, sino que estemos siempre atentos y disponibles a la novedad de aquel que quiere darnos la vida eterna. Acoger el testimonio de Jesús es también estar abiertos a la verdad, decía Miguel de Unamuno que la verdad no es lo que hace pensar, sino lo que hace vivir, y Dios es verdad y quiere que vivamos, su amor y misericordia nos dan vida. Como sus discípulos, hagamos visible la realeza de Jesús no por el poder y el dominio sobre los demás, sino por la justicia, el servicio y la caridad.
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