Jueves santo

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JUEVES SANTO CICLO B P. Juan Antonio Carrera Páramo, SSP (Juan 13,1-15): Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y este le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo». Simón Pedro le dijo: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Amor, muerte y resurrección Podemos preguntarnos qué tenemos que ver en nuestro diario vivir con el amor del Jueves Santo, la muerte del Viernes Santo y la resurrección del Domingo de Pascua. Amar, morir y resucitar son como tres movimientos in crescendo de la Semana Santa. Tres realidades que son las más importantes en la vida de cada hombre. Amar es el verbo más conjugado de la historia. El hombre está sediento de amor. Cuando lo encuentra y cuando lo da, es feliz. Pero amar como Jesús con su medida y con su finalidad, no es fácil. Amar como Él amó supone negarse, olvidarse, vencerse. Amar como amó Jesús supone considerar de verdad a los hombres, a todos los hombres, como hermanos y estar dispuesto a compartir con ellos la herencia, toda la herencia. No, no es fácil amar así. Y por eso no lo hacemos. No lo hacen los hombres en general y tampoco lo hacemos los cristianos. Por eso, fácilmente, el Jueves Santo no

lo entendemos. Morir. ¡Qué difícil! Y, sin embargo, la muerte está ahí, dispuesta a acudir puntualmente a la cita. No queremos saber nada de ella. Viéndonos, también nosotros mismos podríamos pensar: ¡Qué terrible una muerte sin respuesta! ¡Qué angustiosa una muerte sin retorno! ¡Qué cruel una muerte sin victoria! Contemplando el modo de vida de los hombres, también quizá el nuestro, cabría preguntarse: ¿Qué esperan los hombres persiguiendo tan ansiosamente el poder, el dinero, la gloria? ¿Está ahí la meta anhelada, el fin último, la aspiración máxima? ¿Qué piensan los hombres de la muerte? No es fácil aprender a morir; sin embargo, debiéramos esforzarnos por dar, a la luz de la muerte y sin necrofilia, hondura y categoría a nuestra vida, sabor cristiano y trascendente a nuestro existir. Pensar serenamente el Viernes Santo, a la sombra de la Cruz.


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