PENTECOSTES
(Jn 20, 19-23) Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
«Recibid el Espíritu Santo».
P. Miguel Carmen Hernadez, SSP
ES LA HORA DEL ESPÍRITU 1. El gran olvidado. Se dice con frecuencia que el Espíritu es el gran desconocido u olvidado, el gran silenciado, que no ausente, de los cristianos. En el pueblo cristiano abundan las devociones, rezos y celebraciones para los diferentes misterios de la vida de Cristo y para las múltiples advocaciones de la Virgen María o de los Santos. ¿Por qué hay menos páginas dedicadas al Espíritu Santo en los devocionarios y oracionales? Entre las posibles causas que hacen del Espíritu un ilustre desconocido podemos apuntar estas: 1.ª. Falta de formación y catequesis antes y después de los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. 2.ª. Inexperiencia vivencial de su presencia y acción en nuestra propia vida personal, debido a un nivel pobre de fe y vitalidad cristiana. 3.ª. La dificultad misma que en sí encierra la comprensión de los símbolos, imágenes y expresiones que, por carencia de vocabulario y definiciones precisas, se aplican en la Escritura a los signos de la presencia y acción del Espíritu. Expresiones e imágenes tales como viento, fuego, lenguas, agua, paloma, defensor, consolador, amor, inspiración profética, carismas, frutos y dones, espíritu de adopción y de libertad... En los escritos del nuevo testamento la tercera persona de
la Santísima Trinidad, que es y llamamos el Espíritu Santo, aparece las más de las veces, no en la intimidad de la vida trinitaria, sino en su acción exterior. El Espíritu significa casi siempre presencia y acción de Dios, tanto en la persona y vida de Jesús desde su encarnación hasta su resurrección, como en la vida interna y en la actividad apostólica de la comunidad eclesial y de sus miembros. Si queremos definir al Espíritu con una expresión actual y bíblica, tendremos que decir: Es el don de Cristo resucitado a la Iglesia que es su cuerpo; es el Espíritu de Jesús mismo en nosotros; es nuestra nueva dimensión personal y comunitaria de discípulos suyos, cristianos, hijos de Dios y hermanos de los hombres; es el amor de Dios (el que él nos tiene), difundido en nuestros corazones; es el «nosotros» trinitario y la conciencia eclesial. 2. Vivimos la hora del Espíritu dentro y fuera de la Iglesia. En nuestros días asistimos con gozo al redescubrimiento del Espíritu en la Iglesia. Es la hora del Espíritu. Tanto el movimiento pentecostal (protestante) como el de renovación carismática (católico) hablan del retorno al Espíritu. El movimiento carismático, que se ha extendido por todo el mundo católico, alerta a la comunidad cristiana sobre el protagonismo decisivo del Espíritu Santo en la renova-