La Sagrada Familia

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LA SAGRADA FAMILIA

Padre José María Fernández, SSP

(Lucas 3,10-18) Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Se quedó en Jerusalén

Durante los años que vivió Jesús en Nazaret fue descubriendo la vida como cualquier niño o joven de su edad. No recibió educación especial. No manifestó dotes extraordinarias, fuera del juicio sin fallas que mide y aprecia todo según el criterio de Dios; el versículo 40: «El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él» y el 52 que repite lo mismo con el matiz «ante Dios y ante los hombres», son muy discretos al respecto. José le transmite la fe de Israel; y la comunidad de Nazaret, por muy insignificante que fuera, hace de él un judío observante, sometido a la Ley. Pero, ¿Cuál fue la experiencia profunda de Jesús? ¿Cómo se fue situando el Hijo de Dios ante el mundo de los hombres, a medida que lo descubría? Lucas nos cuenta al respecto un hecho, que le pareció significativo, como también lo fue para María. A los doce años el adolescente empieza a estar sometido a

los preceptos religiosos, entre otros a la peregrinación a Jerusalén para las fiestas. Sentados bajo las galerías del Templo, los maestros de la Ley enseñaban a los grupos de peregrinos y dialogaban con ellos. Fue en esta ocasión cuando Jesús, por primera vez, desconcierta a su familia: «se quedó en Jerusalén sin que sus padres se dieran cuenta». Sus padres, al encontrarlo, «se quedaron maravillados; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué has hecho esto? Tu padre y yo, te hemos estado buscando muy angustiados». El evangelista hace resaltar esta incomprensión: reproche de María a Jesús y reproche de Jesús a sus padres: «¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme en los asuntos de mi Padre?». «Ellos no comprendieron lo que les decía». Luego pone de relieve la conciencia que tenía Jesús de su relación privilegiada con el Padre.


Jesús vivió las etapas del desarrollo psicológico y, a su modo, las dominó. ¿Cómo pudo quedarse dos días sin pensar que sus padres lo buscaban muy preocupados? Pero no; pensó que ese sufrimiento era necesario y conquistó su libertad de una manera radical antes de reencontrarse con ellos. Jesús ha dejado de ser un niño y empieza a independizarse de sus padres en algunos aspectos. Jesús correrá su camino, tal como le ha sido trazado de antemano por el Padre. Más que del niño perdido, sería más exacto decir que el joven Jesús se descubrió a sí mismo y su vocación.

de los hijos. Estos reciben mucho de sus padres y han de guardar el cuarto mandamiento. Pero no son propiedad de los padres y tienen derecho a hacer el propio camino. www.sanpablo.es

No comprendieron. María había entendido el mensaje de la Anunciación y sabía decirse a sí misma que Jesús era el Hijo de Dios. Pero jamás había pensado que ser Hijo de Dios sería justamente lo que Jesús acababa de hacer. Esa incomprensión no estaba reservada solo a María y a José; por más que lo sepamos todo, muy a menudo la acción de Dios nos escandalizará. ¿Qué hemos de hacer cuando no se comprende? De María, nos dice el Evangelio: «Conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (2,51). Si no comprendemos no quiere decir que debemos dejarlo de lado o tratar de olvidarlo. Podemos considerarlo carente de sentido o rechazarlo radicalmente. Nuestra actitud debe ser la de María: conservarlo en el corazón, convertirlo en motivo de meditación y reflexión constante. Para la familia, supone estar unidos, como María y José, actuar en colaboración, abrirse y tener respeto el uno al otro, estas actitudes son fundamentales, junto con otras muchas en una familia. Pro en ella debe haber espacio también para el desarrollo individual y particular

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