SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS San Mateo 5, 1-12a En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
“Hoy elevamos nuestra mirada a las alturas y contemplamos la meta de nuestro caminar.
Cl. Omar Delgado, SSP
Santos modernos en el mundo
En nuestra sociedad tan cambiante, el deseo de vivir en santidad parece ser una locura. Todos nuestros deseos y nuestras preocupaciones están dirigidos a buscar una satisfacción que el mundo nos ofrece. Pero, ¿por qué debemos preocuparnos de sacrificar todo lo que tenemos para lograr la santidad? A la sociedad de hoy le cuesta mucho buscar el sentido de esta manera de vivir. Nuestras actuaciones nos impulsan a eliminar el sentido religioso por que, en muchas ocasiones, nos impiden vivir según la corriente del mundo. Lo que Dios nos pide es vivir con él en plena comunión donde su justicia reina en este mundo. Debemos vivir en una aparente contradicción que nos lleva hacia un sentido profundo de la fe: a ser y vivir como bienaventurados de Dios.
das como una letanía de palabras de consuelo para los que las necesitan. Sin embargo, éstas deben convertirse en un esfuerzo para lograr el verdadero sentido de la paz, justicia y amor de Dios. Necesitaremos la gracia de Dios para actuar en medio de nuestras. Por eso, Dios quiere que actuemos ya y que abramos nuestras puertas para llevar en nuestros corazones el amor y la justicia de Dios a nuestro alrededor. Muchas veces, solo nos falta esforzarnos para hacer la obra de Dios. La justicia de Dios es el amor que nos permite relacionarse con él y con los demás. «Si no crecemos en el amor, no es porque su amor por nosotros sea limitado sino porque ponemos límites a lo que su amor puede hacer en nosotros» (T. H. Green).
Toda la revelación de Dios nos llama a una relación con él. Su justicia es una expresión del amor divino que es don gratuito. Por eso, la vida de cada cristiano debe manifestarse en la llamada amorosa como la de Dios. Lo que san Pablo nos dice en nuestra la lectura es lo que Dios quiere que seamos: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él». Ser hijos de Dios es ser como Jesús y las bienaventuranzas, que nos enseña él, no deben ser acepta-
Así, nuestra celebración única de la fiesta de todos los Santos nos recuerda que no hay nada imposible para uno desee ser santo. La vida cristiana debe ser un constante «amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios...». No pongamos límites al amor de Dios en nosotros. Nuestro anhelo de vivir cristianamente, es decir, vivir como Cristo para los demás, nos posibilita ser santos. Busquemos a Dios en todo y consideremos que somos hambrientos de Dios en la sociedad que cada vez está más alejada
de la presencia divina. Que tengamos sed de este Dios y formemos parte de los santos de la Iglesia con todas nuestras fuerzas. Santa Catalina de Siena siempre tuvo hambre de Dios: «Un mar profundo, donde cuanto más me sumerjo, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Eres insaciable, pues llenándose el alma en tu abismo, no se sacia, porque siempre queda hambrienta de ti, Trinidad eterna, deseando verte con la luz en tu luz» (Diálogo, cap. 167). Puntos para reflexionar: 1. ¿Qué es santidad para mí? 2. «En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la historia de la Iglesia con la vida de tantos santos» (LG 40).
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