VI DOMINGO DE PASCUA

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Padre José María Fernández, SSP

DOMINGO SEXTO DE PASCUA

Como el Padre me ha amado, así os he amado

(Juan 15,9-17)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

El evangelio de hoy, continuación del que leíamos el domingo pasado, explica y desarrolla las enseñanzas de la alegoría de la vid; las relaciones de amor que la unión con Cristo establece entre los discípulos y su fundamento en la intimidad del Hijo con el Padre; la nueva condición de los que el Señor elige para que sean sus amigos; la eficacia de la oración fraterna en nombre de Jesús. Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Permaneced en mi amor Con las palabras: «yo soy la vid, vosotros los sarmientos», Jesús describe la relación entre él y sus discípulos. En la primera parte de su discurso explica la total dependencia de los sarmientos respecto de la vid y su misión irrenunciable de dar fruto. En la segunda parte Jesús habla más bien de sí mismo, indicando lo que él hace y lo que los discípulos han de aceptar de él. Dice, pues, lo que caracteriza la vida de la cepa y lo que a partir de ella, debe impregnar y

colmar a los sarmientos. Jesús mismo es amado por Dios Padre y ama a sus discípulos. Él observa los mandamientos de su Padre y así permanece en el amor del Padre. Jesús está rebosante de gozo. Da su vida por sus amigos, a quienes ha comunicado lo que ha escuchado de su Padre. Les promete que el Padre los escuchará cuando oren en su nombre. A su vez les exhorta: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Todo esto está vivo en Jesús, que es la vid, y debe pasar a los sarmientos; deben compartirlo sus discípulos para colmar su vida. La imagen de la vid y los sarmientos muestra la profunda y completa comunión de vida entre Jesús y sus discípulos y subraya a la vez que él es la fuente de esa vida, que esa vida no proviene de ellos, sino de él. Ya no os llamo siervos El amor, o los encuentra iguales, o los hace iguales. No puede haber dife-


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