Vigilia Pascual

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SABADO SANTO VIGILIA PASCUAL (Mt 28, 1-10) En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Mirad, os lo he anunciado». Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

«Ha resucitado de entre los muertos».

«Alegraos».

P. Miguel Carmen Hernadez, SSP

Pascua de la liberación Queridos hermanos y herma-

misterio que hoy celebramos nos dice que la resurrección nas, hoy, en este día celebra- de Cristo nos hace resucitar a mos la Pascua. La liturgia de todos nosotros aquí reunidos. la Palabra, como no podía ser Por el bautismo, acontecimiende otra manera, se hace eco de to que también hoy recordareello. Celebramos la Pascua de mos con la aspersión del agua, la creación, dice la Escritura: “Y morimos en la muerte de Cristo dijo Dios” y todas las cosas co- y resucitamos en su resurrecmenzaron a existir y como cul- ción, lo que significa que demen de la creación Dios crea al bemos, que tenemos que vivir hombre, hecho a su imagen y como hombre y mujeres resucisemejanza. Celebramos tam- tados, en nuestro compromiso bién la Pascua de la liberación como cristianos se nos exige a del pueblo de Israel: vio Dios el morir y vivir en Cristo, estamos dolor, el sufrimiento y la escla- llamados, convocados a ser vitud de este pueblo y lo libe- coprotagonistas de la pasión, ró, y es que Dios quiere, desea muerte y resurrección de Crisque todos sus hijos, que todos to. nosotros seamos libres, libres Ahora bien, Cristo murió y en el amor y la verdad. resucitó en un momento punY celebramos también la tual de la historia, bajo unas pascua más importante, el paso condiciones sociales, políticas de la muerte a la vida, del peca- y económicas concretas, sin do a la santificación y esto gra- embargo él sigue resucitando cias a Cristo, quien lo ha hecho hoy en los hombres y mujeres posible con su pasión, muerte y de nuestro ahora, hombres resurrección. y mujeres que luchan por un Así, en esta celebración, en mundo más justo y solidario, esta Vigilia Pascual, a modo de Jesús sigue resucitando, como conmemoración, en su sentido ya lo he dicho, en nosotros y lo más profundo, todo comienza a hace porque creemos y experiser nuevo, todos estamos con- mentamos en nosotros la fuervocados y convocadas a resu- za de su resurrección. Creemos citar en Cristo y con Cristo y al que él no está en el sepulcro, mismo tiempo estamos llama- aunque muchos, antes y ahodos a ser anunciadores, comu- ra, afirmen lo contrario, sino que está aquí, vivo entre nosonicadores de su resurrección. tros, recordemos sus palabras: El gran misterio de la Resu- “donde estén dos o tres reunirrección, nos dice que aquel dos en mi nombre, allí estoy yo que ha muerto en la cruz, ha en medio de ellos”. Él está aquí resucitado, que vive. El gran entre nosotros, resucitado y re-


sucitándonos, porque “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” y estar aquí reunidos como comunidad, no tendría ningún sentido y seríamos los más ilusos y desgraciados de los hombres. Vivir como resucitados, queridos hermanos y hermanas, quiere decir que ya no hay lugar para el pecado, Cristo nos ha liberado de él; que ya no hay lugar ni razón para estar tristes, pues Cristo es nuestra alegría y nos dice: ¡Alegraos! Ya no hay lugar para la desesperanza: Cristo nos ha liberado de la angustiosa incertidumbre de después de la muerte. Vivir resucitando en Cristo quiere decir que ya no hay lugar para la soledad, para el desamor, quiere decir que ya no hay lugar para la muerte, pues él es la vida, vida que se nos da en abundancia por amor. Resucitar, día a día, cotidianamente quiere decir, que no debemos caer en el conformismo y la pasividad, no quedarnos inmóviles, esclerotizados en nuestros conservadurismos, vivir como resucitados es soltar las amarras y seguridades y lanzarnos a lo nuevo a lo que está por delante, sin volver la vista atrás. Pues gracias a la resurrección de Cristo el ser humano, los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar ingresan y pasan a formar parte de una nueva forma, de una nueva dimensión de ser persona, una nueva forma de ser hombres y mujeres. En la resurrección de Jesús llegamos a una nueva posibilidad de futuro, un futuro que está abierto a la esperanza, al amor, un futuro en que el que el Reino ya no será soñado ni anhelado, porque ya habitaremos en él. Y por eso debemos estar alegres. Nuestra alegría es la alegría de la Pascua y hay que vivirla en plenitud. La alegría de Cristo resucitado, la alegría del evangelio, no es una alegría cualquiera, pasajera, que se apaga pronto, porque es una alegría que nace, que brota de la cruz, que es aquilatada en ella. Nuestra alegría no nace de aquello que nos gusta ni de nuestros deseos, sino que nace de entregar la vida, de ser vida para los demás y esto desde nuestro ser concreto como personas, como hombres y mujeres que transmiten una alegría con perspectiva de eternidad, una alegría fundada en el amor. Nadie tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos. Seamos pues, queridos hermanos y hermanas, como las mujeres que nos presenta hoy el

evangelio, quienes han permanecido junto a Jesús hasta el último momento, quienes han sido testigos de todo su caminar, quienes son testigos privilegiadas de su resurrección, seamos como ellas que son las primeras evangelistas, las primeras anunciadoras de que la muerte no tiene la última palabra, seamos mensajeros y mensajeras del amor de Dios por los hombres y mujeres de hoy.

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