XI Domingo Tiempo Ordinario

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Padre José María Fernández, SSP XI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B

La parábola del sembrador

(Marcos 4,26-34) En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Señor, prepara nuestro corazón para que sea tierra que acoge tu Palabra , la cultiva con la oración, la riega con los sacramentos, para que así dé

fruto abundante en buenas obras de amor.

El evangelista Marcos nos presenta la parábola del sembrador, que precede a las otras dos parábolas de la semilla que crece por sí sola y la del grano de mostaza. Las dos giran en torno a la siembra y al crecimiento de la semilla. Las tres las usa Jesús para explicar algunos puntos de su actuación que suscita dudas y perplejidades en los que le siguen y escuchan. A sus apóstoles se las explicará aparte pues es importante para ellos que comprendan su doctrina si han de ser un día pecadores de hombres. Antes del discurso en parábolas, Marcos refiere a la actitud hostil de los escribas respecto de Jesús: ellos afirman que Jesús actúa por fuerzas diabólicas. Y por tanto se plantean la pregunta siguiente: ¿Cómo puede ser Jesús el mensajero de la alegría mesiánica, encontrando tanta oposición y rechazo. Frente a esta cuestión y a esta duda, Jesús recurre a la experiencia del sembrador. Los fracasos

no hay que achacarlos al sembrador, sino al mal terreno. Así Jesús afirma el origen divino de su misión y la verdad de su mensaje, a la vez que advierte a sus oyentes que la fecundidad de su mensaje y de la enseñanza de la parábola depende también de ellos. Ellos tienen la responsabilidad de ser terreno bueno donde pueda fructificar lo sembrado. El contenido principal de este evangelio es que el reino de Dios está cerca, Dios es Señor y Rey. Frente a este mensaje se objeta: ¿Cómo es posible conocer y experimentar esto? El mundo está lleno de señores y poderosos, está lleno de miserias y sufrimientos. Una y otra vez se repite: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no interviene? ¿Por qué permite tantos sufrimientos, injusticias, dolores y hoy día podríamos añadir: pateras? ¿Se puede tomar en serio el mensaje de Jesús? El hecho de que entre el momento de la sementera y el de la cosecha no apa-


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