XVI Domingo del Tiempo Ordinario

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XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Marcos 6, 30-34): En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

P. Miguel Carmen Hernández, SSP

Jesucristo es el pastor

La imagen que nos sugiere en este domingo la liturgia de la palabra es la del pastor. Con respecto a la primera lectura, tomada del libro de Jeremías, recordemos que tanto los dirigentes políticos como los religiosos eran representados frecuentemente como pastores, cuya misión era guardar, cuidar y apacentar el rebaño, es decir, el pueblo. Sin embargo el profeta Jeremías denuncia la dispersión del rebaño y pone en evidencia el fracaso de los pastores, que antes que cuidar, dispersan y dejan perecer al pueblo de Dios. Pero no todo está perdido, el profeta abre, con la misma imaSeñor, que sepamos descangen del pastor, una puerta de sar, no solo para recuperar esperanza en la que el pasfuerzas sino para crear ilusiones y horizontes luminosos en tor cumpla con su cometido y reúna y cuide el rebaño a él confiado. Junto a este pastor estará Dios, el verdadero y único Pastor, quien le otorgará sabiduría para llevar la justicia y la paz al pueblo. En último término el pastor que traerá la paz y la justicia es Jesucristo, en quien, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, nos encontramos ya y quien es también nuestra vida nuestra paz. Paz que no significa solo la ausencia de conflictos, sino la paz del espíritu, del corazón, que inclu-

so en medio de los avatares más difíciles de nuestra vida nos permite mantenernos serenos, pues la realidad, por difícil que sea, permeada por la fe en Jesucristo adquiere otro sentido en el que la esperanza es siempre el horizonte. La segunda lectura san Pablo, como ya hemos mencionado más arriba, afirma con contundencia que Jesucristo es nuestra paz, siguiendo con nuestra reflexión al hilo de la imagen del pastor: Jesucristo es el pastor que garantiza la paz, la verdadera paz. Jesucristo es el pastor verdadero que reúne, pues él reconcilió con Dios a los dos pueblos (gentiles y judíos) en un solo cuerpo. Cristo hace posible la comunión entre todos los hombres, en donde ya no hay separación y diferencia, sino hermandad y fraternidad, este es el ideal al que debemos aspirar, que todos los hombres y mujeres podamos vernos como hermanos, como miembros de un solo cuerpo, y así acercarnos a Dios compartiendo un solo espíritu. Jesús, venimos diciendo, es el pastor por excelencia, y reconoce las necesidades


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