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25 años que han valido la pena
Más por el reto que por la escuálida oferta económica, cerré el restaurante y viaje a Reynosa para incorporarme al reducido equipo.
Cuando la cortina de acero de la puerta principal se abrió un lunes de abril de ese año, admito que me sorprendió que los empleados no llegaban a diez.
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Heriberto, como director general; su hermana Claudia, en la gerencia; César Estrada, en producción; Gabriela Tamez, directora administrativa; Jaime Eligio Borjas, en circulación; Verónica Sáenz, editora; Adolfo Kott, único reportero; un diseñador a medio turno, y nadie más.
Esa primera noche en el Hotel Premier no fue de las mejores después de cumplir la jornada laboral, pues me preguntaba:
“¿Qué estoy haciendo en Reynosa?”. Pero no estaba acostumbrado a claudicar como periodista, al contrario. Si en 1993 y 1994 no salí huyendo como corresponsal de guerra de los bombardeos en Sarajevo, en la ex Yugoslavia, menos lo haría en Reynosa.
Pasaron las semanas y empecé a conocer mejor a ese hijo de dueño de periódico que heredó el diminutivo de ‘Betito’, pero que pronto se quitó luego de aquella investigación periodística de Hora Cero -entre marzo y junio de 1999- cuando desnudamos en nuestras páginas la corrupción del entonces alcalde Luis Gerardo Higareda.
De buen humor como hasta la fecha, en una de esas largas pláticas me confío: “Quería que en Hora Cero demostraras lo que habías aprendido en Italia”. Nunca le pregunté si había sido un halago o un ultimátum. Como tampoco le cuestioné si me había traído a una aventura, o sí terminaría como empleado de El Mañana.
De febrero de 1998 a abril del mismo año, cuando me incorporé, muy poco había cambiado dentro de las instalaciones. Heriberto no tenía oficina privada. Se le veía despachar en un escritorio armable, seguramente comprado en Walmart, y sentado en un sillón donado por un alma caritativa.
En un rectángulo de no más de 50 metros cuadrados estaba el director general, la gerente, el jefe de producción, el diseñador de medio turno, editora, reportero; dos o tres computadoras y un equipo de revelado de negativos (fotocomponedora).
El jefe de la rotativa, el señor (Rodolfo) Heredia, y sus ayudantes, entre ellos los hermanos Caja, eran ‘prestados’ por El Mañana cuando había impresión de Hora Cero.
Nunca voy a olvidar ese primer día, lo cuento seguido y siempre lo llevaré en la memoria: acostumbrado al ‘glamuroso’ mundo periodístico de Monterrey (había trabajado en El Porvenir, El Diario y El Norte), mi debut en Hora Cero fue con saco y corbata en una mañana cálida, que pronto fueron reemplazados por mezclilla y camisas del diario.
En el desconocido ambiente de la prensa gratuita, muy rápido entendí que las áreas editoriales y comerciales corren en rieles paralelos. Nunca más existiría en mi actuar una raya que dividiera territorios: de reporteros y publicistas.
El buen periodismo que nos propusimos hacer en Hora Cero tendría que conllevar a un buen negocio. Caer en las mismas tentaciones con reporteros mal pagados y cobrando en diferentes ventanillas, pudo ser el camino más fácil, pero la apuesta y el reto eran mayores.
Quisimos ofrecerles a los electores el reportaje investigado y de denuncia, la entrevista profunda, la crónica literaria, y los mejores editorialistas. Por cierto, a la fecha ignoro cómo Heriberto acertó y contrató la columna de Jesús Blancornelas (QEPD), entonces director del Semanario Zeta de Tijuana, reconocido a nivel internacional y conocedor de temas de narcotráfico.
En su primer año, Hora Cero fue una publicación mensual. Cuando Heriberto se quitaba la cachucha de dueño, éramos repartidores y dejábamos el periódico en mostradores de tiendas de conveniencia. No había espacio para la pena; llevábamos ejemplares a los centros de distribución, abríamos nuevos puntos y rellenábamos los pocos estantes que teníamos.
Hugo Ramírez asistía a Heriberto y Juan Eliseo hijo, era como la mascota. Ambos se sentían parte del periódico, no sé si por amor al arte. Eso sí, mientras recursos faltaban, sobraba el entusiasmo por las ganas de trascender.
Las noches tristes del Hotel Premier, con las preguntas sobre qué estaba haciendo en Reynosa, y las nostalgias por la ausencia de la familia, superadas porque estaba en las letras, no en las pastas, fueron quedando en el olvido conforme avanzaban los meses, planeando, reporteando y editando la nueva edición.
El parteaguas de Hora Cero, según leales lectores, fue el caso Higareda. Cuando un periódico gratuito pudo presentar las evidencias de corrupción que derivó en el fin de la administración del fugaz alcalde del PRI. Nadie, por diversas razones, se metió. Los demás periódicos, radios y televisoras nos dejaron solos en la investigación durante cinco meses.
Las pruebas periodísticas que activaron la justicia de Tamaulipas derivaron en un alcalde y varios colaboradores prófugos de la justicia; renuncias y órdenes de aprehensión contra funcionarios municipales. Una nueva historia empezaba para Hora Cero.
Fueron semanas de presiones externas; de rechazar tentaciones y de correr riesgos porque se pisaban callos. No había más que dos opiniones: dar marcha atrás y terminar con las manos manchadas, o irnos hasta el fondo, sorteando amenazas. Nunca dudé cuál camino íbamos a tomar, aunque Beto estaba siendo presionado.
Consumado los hechos, y después de 16 meses de su fundación, nuevos clientes voltearon a vernos; la nómina creció con la contratación de más colaboradores en sus diferentes áreas; se hizo una redacción compartida con publicidad, y se acondicionó una sala de juntas.
La transformación iba tan en serio que, hasta el viejo escritorio, el librero y el sillón de Heriberto pasaron a mejor vida.
Nunca más los estantes tardarían en vaciarse. Los lectores sabían dónde conseguir Hora Cero que, en poco tiempo, pasó de su edad adolescente a convertirse en un adulto en el cual se podía confiar.
El crecimiento de la empresa editorial pionera en México en su tipo comenzó, primero, cuando en 2003 se aprovechó el Internet para tener la primera página web de un periódico en Tamaulipas, a través de la cual los lectores siguieron la travesía por Latinoamérica de dos reporteros en tiempo real con apoyo del Blogger.
Gerardo Ramos y Erick Muñiz emprendieron el largo viaje de casi 70 días desde la frontera de México con Estados Unidos hasta el Polo Sur, en la Tierra del Fuego (Chile), haciendo crónicas y entrevistas. Algo nunca realizado en la prensa, ni nacional ni mundial.
No conformes con innovar y ampliar los horizontes, en 2005 y 2006 nacieron dos productos editoriales que actualmente tienen su vida propia: Hora Cero Nuevo León y Top (antes Clase).
Cuando hubo servidores públicos con mala memoria, soberbios y nos quisieron ver enanos, respondimos con el sello de la casa: el periodismo de investigación.
En 2007 el equipo de reporteros documentó el quizá peor asalto a las arcas municipales en Reynosa que se tenga memoria, encabezado por el alcalde panista Francisco García Cabeza de Vaca. El resultado fue que la población, al acudir a las urnas y sintiéndose engañada por su verbo, repudió a él y su partido.
Cuando Hora Cero llega a sus 25 años es inevitable retroceder en el tiempo cuando se hace el recuento; algunos de sus fundadores seguimos; nuevos talentos se incorporaron a la redacción, y leales y eficientes directivos y empleados llegaron; las tecnologías digitales de vanguardia se implementaron como las redes sociales, y los públicos crecieron.
Hay un dicho que afirma que la persona que llega a Reynosa se queda a vivir después de tomar agua del Canal Anzaldúas. En mi caso no se aplica, pero si en principio dudé de mi permanencia en Hora Cero, con el paso de los años confirmé que se puede trascender fuera del ‘glamour’ periodístico de Monterrey.
Que en Reynosa y Tamaulipas hay gente buena; que son lugares donde vale la pena correr riesgos por defender un proyecto, una causa y un oficio; donde hay más amigos que enemigos, y donde el ruido de una rotativa imprimiendo un periódico, es más delicioso que una mañana de sobresaltos a causa del sonido de las armas.
Valió la pena la apuesta. El resto y lo mejor -estoy seguro- está por venir. Efectivamente, mucho ha cambiado en Hora Cero, pero la cortina de acero es la misma. v