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Jactancia enfermiza

centro del país. Ya tuvo Nuevo León, entonces, una frontera en el Río Bravo con el poderoso vecino y su comercio. Luego los “gringos” vinieron a invadir Monterrey en 1846 en su ruta hacia la capital mexicana donde en septiembre de 1847 tendría lugar la gesta heroica en el Castillo de Chapultepec. Algo de ese intercambio cultural con los yankis permeó el suelo regiomontano, al dar inicio la primera forma de venta y compra de mercancías a través de los “tendajos” y los pocos pero grandes almacenes, atrayendo a ricos extranjeros a invertir fuertes sumas de dinero, con un gobernador como Santiago Vidaurri en pie de lucha por el solar nativo. Finalmente la guerra civil en Estados Unidos entre el sur y el norte de 1861 a 1865 dio oportunidad a Monterrey de ser la vía de exportación del país norteamericano hacia Europa desde el puerto de Matamoros.

Superado el trance de los franceses enviados por Maximiliano, poco a poco Monterrey llamó la atención de Porfirio Díaz al apaciguar los alborotos políticos locales justamente cuando llegó el ferrocarril a Monterrey en 1882, ya que envió a gobernar a Bernardo Reyes. Y de ahí surgió el primer relumbrón industrial y el símbolo del auge con la fundación de la Cervecería Cuauhtémoc en 1890 y la “Maestranza” en 1900, con su cola de empresas que promovieron pian pianito. Por tanto, sí vale la pena reconocer lo mucho que ha crecido la Sultana del Norte en tan poco tiempo. Pero no como para que una jactancia enfermiza nos haga sentirnos m+s que otros mexicanos, o que adoptemos poses soberbias y de discriminación. Porque ahora con la llegada de Tesla a Santa Catarina se han desbordado los autoelogios, empezando por el gobernador Samuel García.

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Y ese entorno de grandeza ha venido tocando también al ámbito deportivo. Especialmente al fenómeno de masas que es el futbol soccer. Sí, las empresas que patrocinan a los equipos de la máxima categoría invierten dinero en abundancia. Se nota la facilidad con que llevan a cabo la compra de cartas de los jugadores de más peso en un torneo u otro, y no se diga de los extranjeros. Hay mucho billete para presumir que así se pueden ganar campeonatos. Pero también hay que tomar en cuenta, en tales circunstancias que los fracasos deportivos duelen en el alma al fallar la responsabilidad de los protagionistas en la cancha. Así es que más vale que la bajemos a la rayita que nos hace creernos invencibles solamente porque abundan aquí los recursos monetarios. Más vale gozar las satisfacciones de los logros, siempre y cuando no alcemos de más la voz que hierre a los que nos tienen en la mira para burlarse de lo que nos sale mal. Hablemos, por ejemplo, de los desafíos que hoy tenemos como Estado y en su área metropolitana, así como de los retos que nos esperan con la llegada de Tesla. Hablemos del paquetote que es tener dos equipos cuajados de estrellas en busca del gallardete de la Liga MX, y que los resultados no cuadren con las expectativas de sus seguidores y el capital invertido. Hablemos del famoso Clásico Regio, pero sin excedernos ni dar malos ejemplos de fanatismo y de comportamiento irracional. No se vale que 90 minutos echen a perder la imagen que presumimos a tope. Hablemos también de que el nuevo Estadio de Tigres va para largo, antes de ufanarnos de su diseño y proyección, pues el Coach Frank, director del INDE, no está dispuesto a ceder sus espacios si antes no está construido el nuevo velódromo, ni los que utilizan el estadio de futbol americano para sus adolescentes y jóvenes dejarán que se los tumben si no ven primero su nueva sede en toda forma. En otras palabras, calmemos en todos sentidos nuestro afán de presunción o la jactancia enfermiza. Seamos, entonces, humildes sin dejarnos humillar. v

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