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Cuidadores en extinción
Por Pedro Ortiz
María siempre soñó con estudiar enfermería pero la falta de oportunidades le impidió realizarse profesionalmente; ella atribuye que su capacidad fue lo que la llevó a convertirse en ama de casa cuidando a su familia, pero lo cierto es que siempre fue dedicada.
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Tal vez el quedarse huérfana de padre y madre desde los siete y ocho años de edad, influyó para que su mente se enfocara en sobrevivir y no en el estudio.
O tal vez fue el mal trato y agresiones físicas, por parte de la familia que la cuidaba cuando quedó desamparada, lo que formó a una mujer que en el fondo quería formar una familia y dedicarse de lleno a ellos.
Lo cierto es que el trabajo de María fue más allá de ayudar a salvar vidas por encima de sus sueños, el trabajo de María, que no es remunerado, respalda a un padre que día a día sale a trabajar para llevar el pan a su mesa.
El trabajo de María ayudó a formar tres hijos responsables que se fueron por el buen camino, uno de ellos estudiando y otros dos trabajando de manera honrada.
Y es que los valores que ella les inculcó desde pequeños siempre tuvieron que ver con el esfuerzo, trabajo, responsabilidad, respeto, amor, entre otros; valores que siempre les demostró en sus acciones.

María cada día se levantó temprano para hacer el lonche de su esposo, planchar su unifor- me y después mandar a sus hijos desayunados a la escuela.
Mientras que los menores estaban en clase, María no se quedaba rascándose el ombligo en casa, sino que se ponía a fabricar artículos para vender en su mercería, lavar, barrer, trapear o preparar la comida para cuando sus pequeños regresaban a casa.
“Para mí mi familia siempre fue lo primero, si tuviera que elegir claro que me hubiera gustado ser alguien en la vida, pero no podía dejar a mis hijos solos, nosotros nunca estuvimos sobrados de dinero para contratar a quien me los cuidara o algo así”, platicó.
Todo eso por encima de sus aspiraciones personales, todo eso dejando de lado su diversión, porque ni siquiera tenía un momento para distraerse con sus vecinas aunque fuera platicando sentada en una mecedora.
En ocasiones, cuando tenía que surtir su negocio y no podía llevar a sus hijos, le pedía a alguna vecina que se los cuidara, pero eso no lo podía hacer todos los días, pues eran favores especiales.
“Claro que me hubiera gustado que alguien nos apoyara, mis vecinas me ayudaron algunas veces pero no era su obligación, nosotras como amas de casa tenemos esa responsabilidad”, comentó.
Otra historia similar vivió Francisca, quien también soñó con estudiar enfermería, pero el tener que encargarse de los cuidados de su familia, le impidió realizar sus sueños.
Francisca, aunque como María no se arrepiente de nada, tuvo que truncar sus metas para cuidar a su esposo con Alzheimer.
“Mi esposo tenía Alzheimer, yo batallé con él, fui cuidadora para él en todos los aspectos porque no tenía hora si que la forma, la economía.
“No quería que él sufriera; que él ocupaba medicamentos, pues dáselos. Nunca lo dejé solo”, recordó.
Con el tiempo sus labores de cuidadora fueron incrementando, después tuvo que agregar a sus padres de avanzada edad y a uno de sus hermanos con parálisis cerebral.
“Mi papá tiene 86 y mi mamá tiene 80 y ahorita ya batallan ellos para trasladarse, para caminar. Mi papá trae andadera, mamá también ya trae bastón, si es difícil”, agregó.
Para Francisca ver a su hija cumplir sus metas es todo lo que le pide a Dios, pues aseguró que ella ya vivió lo que tenía que vivir.
“Ver a mi hija y verla realizada, que Dios me cumpla el sueño de verla realizada, ya con eso. ya lo que viví viví, lo que hice hice y verla a ella”, precisó.
Lourdes Méndez también vivió algo similar cuando llegó uno de sus hijos con parálisis cerebral, pues tuvo que dejar de realizar un sin fin de actividades para dedicarse de lleno al cuidado de su hijo.
Aunque actualmente trabaja en una guardería como asistente educativo, no siempre fue así, pues el aprender sobre los cuidados para su pequeño le demandó mucho tiempo y esfuerzo.
“Mis ganas de trabajar en una guardería surgieron porque tengo un hijo con discapacidad, parálisis cerebral.

“Yo también quería seguir estudiando y prepararme un poquito más, pero me llegó esta situación y ya no pude.
“Dejé muchas cosas, cambió mi vida totalmente y ya no pude realizar bastantes cosas, por ejemplo estudiar para tener un mejor empleo, porque o estudiaba o cuidaba a mi hijo”, contó.
Para Lourdes la sensibilización de las personas para ayudar a quienes tienen un hijo con una discapacidad, es de más valor que la ayuda económica.
“Hay muchas maneras de apoyarte, no nada más en lo económico, sino simplemente que te digan: ‘te puedo ayudar a subirlo al carro o al camión’, creo que con la sensibilización, eso ayuda bastante”, comentó.
Se Acaban Las Cuidadoras
Cuidadoras como María, Francisca o Lourdes están en peligro de extinción, así lo dio a conocer la secretaria de Desarrollo Humano e Igualdad Sustantiva de Monterrey, Ana Luna Serrano.

Dijo que a pesar de que los especialistas aseguran que los cuidadores son una parte fundamental para el desarrollo de las sociedades, a lo largo de los años la actividad no ha sido reconocida e incluso en algunos ca- sos demeritada.
Pero lo que preocupa y ahora se volvió un tema central en las agendas de trabajo internacionales, es la crisis de cuidados que se avecina en el mundo por el desinterés de las sociedades en abordar dicho tema.
“Actualmente estamos ante una crisis de cuidados, en México y en el Mundo cada vez hay más personas que requieren cuidados que personas que cuidan, la taza de fertilidad disminuyó a la vez que hay más personas mayores y personas con enfermedades crónicas”,precisó.
Agregó que esos cambios demográficos y socio demográficos no deberían representar un problema, sino un llamado de atención para que toda la sociedad realicen la actividad de cuidar en conjunto.
“Este trabajo debería de llevarse a cabo desde la corresponsabilidad”, increpó.
Puntualizó que la crisis deja dos efectos inmediatos, por un lado profundiza las desigualdades de género y por otro expone a las personas que se encuentran en alguna situación de dependencia, al abandono.
Dijo que ante dicha situación es necesario reconocer el valor que tienen los trabajos de cuidado, pues es algo cuantificable que alcanza los 6.8 billones de pesos.
“Las labores de cuidado representan el 26.3 por ciento del producto interno bruto nacional, esto es superior a algunas actividades económicas como el comercio, la industria manufacturera y los servicios educativos”, precisó.
Señaló que a pesar de esas cifras como todo lo que históricamente se ha considerado en el tema de las mujeres, parece que no existiera y es prescindible, pero es un trabajo extenuase, desgastante y necesario para la existencia misma de la sociedad.

“Recordemos, todas las persona requerimos de cuidado en alguna etapa de nuestra vida. El mundo se mueve porque una gran parte de la población se dedica a cuidar”, apuntó.
Serrano señaló que gracias a las labores de cuidado hay desarrollo, crecimiento económico y bienestar a costa del trabajo no remunerado e invisibilizado de las mujeres.
“Los datos nos muestran que en México las mujeres dedican el 63.8 por ciento de su tiempo, del trabajo total, a las labores de cuidado, mientras que los hombres sólo el 26.5 por ciento.
“En Nuevo León los hombres dicen dedicar 2.3 horas al día al trabajo del hogar, mientras que las mujeres casi el doble”, detalló.
Dijo que el tiempo que dedican las mujeres a las labores de cuidado tiene implicaciones como menos tiempo para dedicar a otro tipo de actividades tales como un trabajo remunerado, educación o simplemente descansar, tal como le sucedió a María, Francisca y Lourdes.
“Esta carga desproporcionada es una de las principales causas de que las mujeres no participen plenamente en el mercado laboral formal y esto no puede seguir así”, resaltó.
¿A QUÉ SE REFIEREN CUANDO HABLAN DE CUIDADOS?
Ana Luna Serrano detalló que son todas esas actividades que permiten el bienestar físico y emocional, son tareas cotidianas que las personas hacen día con día desde que se levantan hasta que duermen.
“Bañarnos, comer, lavar nuestra ropa, hasta que nos dormimos. Estas actividades pueden ser desempeñadas para nosotros mismos o para otros y este es el caso de muchas personas, particularmente mujeres.
“Se cuida de otras personas cuando estas están en situación de dependencia como los menores de edad, personas mayores o cuando hay alguna enfermedad de por medio. También cuando se prepara la comida de tu hija, hijo, papá, mamá que tienen un trabajo remunerado”, apuntó.
Por su parte Belén Sáenz Luque, representante de la ONU Mujeres en México, agregó que los cuidados son las actividades que permiten a las personas desarrollarse de manera social y económica.


“Muchas veces hacemos esas actividades invisibles, sin embargo dependemos de ellas para vivir y funcionar como sociedad.
“En especial son aquellas funciones y tareas que requieren las personas en distintos momentos de nuestra vida, alguien más nos tuvo que cuidar cuando fuimos niños o niñas, cuando tuvimos alguna enfermedad, cuando estamos con personas con alguna discapacidad o adultos mayores”, añadió.
Aseguró que todos en algún momento de la vida necesitaremos cuidados y a pesar de ello, todavía al día de hoy desde las Naciones Unidad evidencian que no se ha podido hacer suficientemente visible la función de los cuidados de la sociedad.
Sobre todo se recae en el roll de las mujeres sobre las actividades de cuidado afectando su autonomía económica, libertad de tiempo y las decisiones que quieran tomar sobre sus vidas.
“En México las mujeres en promedio dedican 39.7 horas a la semana para realizar el trabajo doméstico y de cuidados de hogares no remunerados, casi 40 horas a la semana.
“Los hombres dedican 15.2 horas a la semana, eso implica una diferencia de 25 horas entre lo que dedican hombres y mujeres a estas áreas de cuidado”, puntualizó.
Resaltó que el hecho de que se tenga esa distribución desigual tiene enormes implicaciones para la vida de las mujeres, pues tienen menos tiempo para realizar sus sueños de vida, menos descanso para poder hacer lo que ellas deseen y menos óseo para poder desarrollarse personalmente.
“Pero hay uno más importante que obstruye su ingreso al mercado laboral.
“En el caso de Nuevo León la participación económica de las mujeres es de un 43.7 por ciento, mientras que el de los hombres es de un 75.8, una brecha superior a la media na- cional”, detalló.
Remarcó la relación entre la distribución desigual de los cuidados y la violencia contra las mujeres y las niñas, debido a una limitada participación o autonomía económica que impide también romper con la línea de agresión física, sexual y de género contra las mujeres.
“A la inversa, cuando empedramos a las mujeres económicamente y generamos una mayor autonomía de sus vidas y decisiones , se reduce y se previene la violencia contra las mujeres y las niñas.
“Desde Naciones Unidas incluimos la agenda de desarrollo sostenible para generar un desarrollo incluyente y transformador, que se establezca una meta específica para reconocer el trabajo de cuidados no remunerado y ponerlo como un motor de desarrollo que garantice una mayor redistribución, valoración y reducción de estos trabajos en la vida de las mujeres”, dijo.
Una Esperanza En El Camino
Sáenz Luque señaló que en ONU Mujeres se impulsa el trabajo con los Gobiernos Nacionales, Estatales y Municipales para el desarrollo de sistemas integrales de cuidado.
Que por un lado puedan poner enfoque en la corresponsabilidad, derechos humanos y de género, y por otro los estereotipos de género que se tiene en la sociedad y ayude a liberar a las personas de las etiquetas de hombres y mujeres.
“El desarrollo de un sistema de cuidados tiene un triple dividendo, por un lado genera empleo por medio de la creación directa e indirecta de empleos de calidad y con ello facilita la participación de las mujeres en el mercado laboral.
“En segundo lugar genera desarrollo económico porque supone el retorno de ingresos para el Estado por medio de trabajos que tienden a la formalización, porque a partir de ellos se generan impuestos y cotizaciones y una mayor ven- ta para las personas y sus familias”, comentó. Añadió que en tercer lugar de manera central, contribuye al bienestar de las personas, pues los sistemas de cuidado promueven el desarrollo integral de las niñas, niños y adolescentes, fomenta la autonomía de las personas en situación de dependencia y garantiza el ejercicio del derecho al cuidado y los derechos de las personas cuidadoras.

Por eso, para apoyar a personas cuidadoras, especialmente mujeres, el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, inauguró el primer centro integral Monterrey Me Cuida Provileón San Bernabé.
En donde se acondicionaron espacios para dar a atención a menores, personas de la tercera edad y discapacitados que requieran atención y cuidados.
La presidenta del Sistema de Desarrollo Intergral para la Familia de Monterrey, Marilú García de Colosio, explicó que el modelo de ayuda para las y los cuidadores estará basado en tres principios: reconocer, redistribuir y reducir.
“Tenemos que reconocer el cuidado como un derecho tanto de la persona cuidadora como de quien recibe lo cuidados, redistribuir las labores de cuidado erradicando la idea de que cuidar es responsabilidad de las mujeres porque es tarea de la sociedad entera.
“Reducir la carga de trabajo, disminuir el estrés y agotamiento que ustedes viven día con día apoyándolas con servicios accesibles y de calidad”, detalló García de Colosio
Por su parte el alcalde precisó que el programa que hoy comienza como piloto e basará en cuatro ejes de trabajo: centros de cuidado, servicios, servicios móviles y acciones para la corresponsabilidad de los cuidados.
Colosio Riojas dijo que utilizarán los centros DIF que existen en el municipio y que la apertura de más unidades Monterrey me Cuida dependerá del funcionamiento en Provileón San Bernabé. v