Antología Estética

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Filosofía OnLine

Estética Antología

La presente selección de textos ha sido realizada por el Dr. Ramón Díaz, colaborador de UPAEP, para esta materia.


Este curso de Estética, para su adecuada realización, exige tres precisiones iniciales de cierta importancia. En primer lugar, como veremos en una de las lecturas del curso, debemos distinguir entre “Estética” y “Filosofía del arte”. Ésta última disciplina se aboca al estudio de las obras de arte desde diferentes puntos de vista: por ejemplo, qué son en sí mismas, cómo se gestan en la vida interior del artista, qué procesos físicos y psíquicos la llevan a la existencia, qué papel juegan en la vida del hombre y cómo se relacionan con la moral, la religión y la vida social. La Estética, en cambio, estudia una peculiar forma de relación que entabla el hombre con los diversos objetos del mundo, entre los cuales, ciertamente, se encuentran las obras de arte, pero también los seres de la naturaleza, los productos técnicos y, de manera particular, el mismo hombre. Esta forma de relación peculiar con los objetos del mundo vamos a llamarla, con una palabra algo más técnica, “experiencia estética”. En segundo lugar, como se especificará con detenimiento en algunas lecturas, la Estética es una “ciencia” y, como tal, se inscribe en un ámbito específico del conocimiento humano: el conocimiento “teorético” o también, podemos decir, el conocimiento “reflexivo”. En este sentido, la Estética no busca “hacer” (como las disciplinas poiéticas), pero tampoco “regular” (como las disciplinas normativas); pretende más bien “saber”, “entender”, “comprender” — lo más posible, pero de forma rigurosa— algo sobre su objeto: la “experiencia estética”. En palabras más simples, la Estética no es para aprender a “apreciar” (normativa) y, mucho menos, para poder “crear” (poiesis), sino para “conocer” (ciencia), en el sentido estricto de la palabra. Su punto de partida es captar su objeto a través de la experiencia; su forma de proceder es analizar con la mente sus principales rasgos; y su momento conclusivo es establecer sus resultados en proposiciones lógicas, con ayuda del lenguaje. Aunado a esto, pero de gran relevancia, será precisar si se trata de una ciencia “positiva” o de una ciencia “filosófica”; si emplea recursos meramente “empíricos” o se vale, más bien, de categorías “eidéticas”. En tercer lugar, si bien toda ciencia se elabora a partir de los datos de la experiencia, el cometido de la Estética no es proveer a cada uno de los participantes del curso una serie indeterminada y bien diversificada de “experiencias estéticas” —tanto de la esfera de la naturaleza como de la esfera artística— sino ofrecer los elementos de reflexión sobre estas mismas experiencias para su mejor análisis y comprensión. Por lo general, quien se dedica la Estética parte normalmente de un cúmulo de experiencias diversas de naturaleza estética que ha acumulado a lo largo de su vida, como parte de su riqueza humana y científica; cuanto más trato se tiene con objetos estéticos se favorece más el trabajo filosófico sobre ellos y se comprende mejor la experiencia en la que se descubren. Esto, sin embargo, no significa que en algún momento del curso no se puedan recomendar algunos objetos del mundo con los cuales puedan surgir específicas experiencias estéticas (o que puedan favorecer el recuerdo de que en algún momento de la vida de cada uno de los participantes se han presentado tales experiencias estéticas). No obstante, la experiencia acumulada es siempre el mejor punto de partida para hacer Estética.


1-1 Semana 1 Lectura principal: Sánchez, Adolfo, “La necesidad de la Estética”, en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 23-46.














1-2 Semana 1 Lectura secundaria: Geiger, Moritz, “Los problemas de la Estética” (cf. introducción, parágrafo 1: Los adversarios de la Estética), en: Estética, Argos, Buenos Aires, 1946; pp. 13-15.






2-1 Semana 2 Lectura principal: Sánchez, Adolfo, “Introducción”, en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 13-20.






2-2 Semana 2 Lectura secundaria: Sánchez, Adolfo, “El saber estético” (cf. parágrafo 1: Estética y filosofía; parágrafo 2: La Estética como ciencia; parágrafo 3: La Estética y otras ciencias), en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 59-68.










2-3 Semana 2 Lectura complementaria: Plazaola, Juan, “La Estética como problema” (cf. parágrafo 2: La Estética como ciencia), en: Introducción a la estética. Historia, teoría, textos, Universidad de Deusto, Bilbao, 20074, pp. 285-290.










3-1 Semana 3 Lectura principal: Sánchez, Adolfo, “El objeto de la estética”, en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 47-57.







3-2 Semana 3 Lectura secundaria: Plazaola, Juan, “La Estética como problema” (cf. parágrafo 1: El objeto de la Estética), en: Introducción a la estética. Historia, teoría, textos, Universidad de Deusto, Bilbao, 20074, pp. 281-284.




3-3 Semana 3 Lectura complementaria: Estrada, David, “Sobre la definición y los contenidos de la Estética”, en: Estética, Herder, Barcelona, 1988; pp. 37-39.



4-1 Semana 4 Lectura principal: Díaz, Ramón, “Los métodos de la filosofía”, en: https://diazolguin.wordpress.com/2007/09/24/los-objetos-de-la-filosofia/.

Los Métodos de la Filosofía —Notas introductorias al método fenomenológico— Por: Ramón Díaz 1 I Un método se concibe, de manera general, como “una serie de pasos que da un hombre para conseguir algo”.[1] Esta serie de pasos constituye para el hombre un “camino” que ha de seguir en su totalidad, un “sendero” que debe recorrer puntualmente, de lo contrario, no podrá obtener cuanto se había propuesto al comenzarlo. Los métodos juegan un papel importante en la vida del hombre. Por su medio, el hombre puede ir de la simple fabricación de ciertos objetos hasta la producción masiva de éstos. Con su ayuda, el hombre gana en eficacia, porque se vuelve más efectivo; economiza esfuerzo, ya que se cansa menos; ahorra tiempo, pues actúa más rápido. Su mayor utilidad, por eso, es en la vida práctica del mundo, en el campo de la tecnología, de la fabricación de productos, de los negocios, de los deportes, de la gastronomía, de la creatividad artística. Donde mejor demuestra su capital importancia, sin embargo, es en el ámbito del conocimiento. En el ámbito del conocimiento, un método se puede definir como “el camino que sigue la mente para acceder al interior de un objeto”. Como consiste en una serie de pasos mentales seguidos gradualmente, recibe el nombre de “procedimiento”; pero, al seguir puntualmente un conjunto de datos recabados de los objetos, se llama “investigación”. Los métodos de investigación han sido inventados por el hombre para elevar el “conocimiento elemental” que tiene de algunos objetos a “conocimiento científico” de los mismos. Sin los métodos de investigación no habría conocimiento explícito, riguroso y crítico de los objetos del mundo; tan sólo habría el conocimiento básico de la experiencia, muchas veces influenciado, además, por la multitud de opiniones razonadas que comparecen al por 1 Recuperado de: https://diazolguin.wordpress.com/2007/09/24/los-objetos-de-lafilosofia/.


mayor en la mente del hombre. Estos métodos sirven al hombre para conocer los objetos de forma “verdadera”, más allá de las impresiones inmediatas que muchas veces tiene de éstos o de las observaciones ocasionales con que normalmente suele considerarlos. Las primeras son limitaciones en el conocimiento de los objetos de carácter subjetivo, mientras las segundas son limitaciones del conocimiento de los mismos de carácter objetivo. En términos amplios, los métodos de investigación permiten a la mente del hombre “penetrar” los objetos para después poder “explorarlos” desde dentro. Cuando se aplican adecuadamente, éstos garantizan a la mente del hombre la “comprensión” adecuada y cabal de los objetos. Si el acceso no se consigue o se alcanza sólo hasta cierto punto, al menos posibilitan a la mente del hombre “describir” los objetos y, a través de una serie de observaciones y la realización de determinados experimentos, llegar a una “noción aproximada” de los mismos.

II Para ayudar a la mente del hombre al conocimiento óptimo de los objetos, los métodos de investigación deben cumplir cabalmente con dos condiciones básicas. § Por un lado, ser impuestos exclusivamente por la naturaleza misma de los objetos, pues son los objetos mismos quienes han de indicar a la mente del hombre cómo deben ser penetrados o cómo deben ser explorados por ella.[2] § Por el otro, ser adecuados totalmente a la naturaleza misma de los objetos —a su modo de ser y a su modo de aparecer; a su modo de obrar o a su modo de padecer— para poder dar cuenta de todas las características esenciales, cualidades permanentes y rasgos específicos de éstos.[3] Para la mente del hombre, en efecto, el acceso intelectual a la naturaleza de un color tiene lugar a través del ojo, mientras que el acceso intelectual a la naturaleza de un sonido tiene lugar por medio del oído. La exploración intelectual de ambos objetos, sin embargo, difiere sustancialmente de la que implementa la mente del hombre para un número o un concepto, porque los dos primeros objetos son de naturaleza física, material y, por lo tanto


sensible, mientras que la naturaleza de los números y de los conceptos es ideal, esto es, no material y no sensible. En estos dos últimos casos, las percepciones llamadas “sensibles” — como las que realizan propiamente el ojo o el oído— apenas sirven como mero punto de partida ocasional para la consideración de estos objetos. Por su parte, comprender intelectualmente la enorme variedad de objetos propios de la psique humana exige a la mente humana una aproximación y una exploración a su naturaleza específica que no se puede pedir, en cambio, para los valores morales o religiosos. Los primeros objetos pertenecen al mundo de los seres naturales, mientras los segundos son entidades axiológicas; si aquellos son aprehendidos por la mente humana a través de las vivencias propias del hombre, estos últimos, en cambio, son aprehendidos por ella mediante genuinas percepciones, sólo que de índole especial respecto a la percepción sensible. Lo anterior significa que la elección de los métodos de investigación no se encuentra a disposición arbitraria del hombre que ha de emplearlos, de su sensibilidad o capacidad naturales, de su fantasía desbocada o sus ocurrencias súbitas, de sus hábitos mentales o de su formación intelectual particular. Antes bien, debe fundarse en el respeto irrestricto a los objetos y en la total fidelidad a sus datos. En el ámbito del conocimiento científico no existen “métodos universales”, válidos por igual para todo tipo de objetos, pues el mundo que el hombre habita en realidad se compone de una multitud abigarrada de objetos de diversa índole. Métodos que en ciertos ámbitos de la realidad han demostrado su eficacia en la comprensión de determinados objetos han conducido a grandes fracasos —o, al menos, a resultados de consecuencias terribles— cuando han sido aplicados indebidamente a objetos que pertenecen a otros ámbitos de la realidad. Hubo un tiempo en que se pensó que se podría hacer psicología, por ejemplo, empleando exclusivamente los métodos de investigación empírica propios de ciencias como la física y la química. Cada ciencia, por eso, debe desarrollar métodos específicos acordes a la estructura esencial de sus objetos de investigación, si pretende alcanzar un conocimiento verdadero de éstos. Aunque el método “empírico-positivo” es el más socorrido en el ámbito de las ciencias naturales —como la física y la química, la biología y la psicología— no por ello este método


es “el método” por excelencia para todo tipo de objetos. Hay algunos objetos que no son accesibles sin más al método empírico-positivo, no obstante estar conformados por propiedades materiales y cualidades sensibles. Por eso, para ser empleado en otros ámbitos del mundo con cierta eficacia, muchas veces este método debe ser “modificado” primero para adecuarse a la estructura específica de los nuevos objetos.

III Como cualquier otra ciencia —esto es, como cualquier otro conocimiento crítico, riguroso y sistemático de algún objeto— la filosofía también emplea determinados métodos de investigación de sus objetos.[4] Estos métodos permiten a la filosofía penetrar, explorar y comprender la multitud de datos recabados de los objetos por medio de la experiencia, especialmente de aquellos que pertenecen a los objetos de manera originaria. Una vez que son aprehendidos explícitamente por la mente del hombre, estos datos son sometidos de manera rigurosa y sistemática a múltiples discernimientos críticos por cada método filosófico para corroborar que no se trata de características accidentales o particulares de los objetos, sino esenciales y necesarias. Entre los muchos métodos que emplea la filosofía para investigar sus objetos se encuentran la “interrogación mayéutica”, la “ascensión dialéctica”, la “abstracción lógica”, la “separatio metafísica”, la “oposición dialéctica”, la “intuición vital”, la “intuición eidética” o la “intuición emotiva”, el “análisis lingüístico”, etc. Algunos son muy antiguos, pero otros son de reciente cuño. Con frecuencia, estos métodos son vinculados con los pensadores que los inventaron y aplicaron en determinada época a ciertos objetos. Por eso, suelen recibir el nombre de éstos. Así, por ejemplo, se habla de la “mayéutica socrática”, la “dialéctica platónica”, la “abstracción aristotélica”, la “separatio tomista”, la “dialéctica hegeliana”, la “intuición bergsoniana”, la “intuición husserliana”, la “intuición scheleriana”, etc. A pesar de las diferencias notables que separan a unos de otros incluso radicalmente, todos ellos son métodos filosóficos en sentido estricto y no meras adaptaciones de métodos


empleados por otras ciencias. Eso significa que ponen en juego “órganos” especiales y “procedimientos” mentales del hombre que no se hallan presentes en otros métodos científicos. A ellos corresponden, incluso, “categorías” específicas.[5]

IV Un método de investigación filosófico, que se destaca de los demás por especiales cualidades epistemológicas para el conocimiento adecuado de los objetos, es el método fenomenológico, propuesto por primera vez al mundo intelectual hace poco más de cien años por el filósofo alemán Edmund Husserl en su conocida obra Investigaciones lógicas.[6] Husserl inventó el método fenomenológico, en primera instancia, para superar tanto el relativismo como el escepticismo en los que se encontraba estancada la ciencia de su época.[7] § El “relativismo” afirma, en primera instancia, que no existen verdades absolutas o, en sentido inverso, que las verdades todas son relativas a los sujetos individuales que las sustentan, según el conocido apotegma de Protágoras de que “el hombre es la medida de todas las cosas”.[8] De aquí se desprende, en segunda instancia, también la relatividad del mundo, porque en éste no habrá cosas en sí mismas, objetivas, sino sólo aquellas relativas al sujeto que las considera.[9] No es nada extraño, por eso, que al relativismo siga casi siempre de manera necesaria un escepticismo. § Para el “escepticismo” nada es cognoscible, por eso no puede obtenerse de los objetos ningún conocimiento verdadero, la mente no puede formular sobre ellos ninguna proposición válida; a lo mucho, sólo pueden hacerse sobre éstos afirmaciones aproximadas o altamente probables, en dependencia estrecha con la condición social, intelectual, moral, psicológica de cada individuo que se aproxima a ellos.[10] Husserl llamó, en general, a estos planteamientos, “psicologismo”[11] y los combatió duramente

por

extenso

en

la

larga

introducción

de

las Investigaciones


lógicas,[12] desmontando uno por uno los diversos prejuicios epistemológicos —en los cuales se encuentra fundado— con gran agudeza. Husserl también inventó el método fenomenológico para devolver a la filosofía la condición de conocimiento “científico”, que se había perdido o, al menos, puesto críticamente en cuestión, con el surgimiento de las ciencias modernas —matemática y física— y la emancipación de éstas del ámbito de la filosofía. Por ello, se esforzó como ningún otro en demostrar que la filosofía debe ser considerada también como una “ciencia estricta”, esto es, como un conocimiento crítico, riguroso y sistemático de los objetos, como cualquier otra ciencia. Para ello, ésta debe abandonar el modo de considerar los objetos de la realidad de las otras ciencias en busca de su modo propio de investigar.[13] Si bien es cierto que Husserl aplicó el método fenomenológico particularmente a problemas lógicos y epistemológicos, muy pronto los más brillantes seguidores de éste descubrieron la importancia del mismo para abordar adecuadamente problemas de ética (Max Scheler),

[14] antropología (EdithStein),

[16] biología (Hedwig

Conrad-Martius),

[15] psicología (Alexander

Pfänder),

[17] ontología (Roman

Ingarden),

[18] religión (Rudolf Otto), [19] derecho (Adolf Reinach),[20] estética (Moritz Geiger).[21] La mayoría de ellos pertenecieron a lo que se dio en llamar “Círculo fenomenológico de Gotinga” y “Círculo fenomenológico de Múnich”, en los que se desarrolló una forma de investigación fenomenológica que se conoce con el nombre de “fenomenología realista”,[22] que intentó superar los escollos del idealismo subjetivista hacia el que se había encaminado la posterior formulación del método fenomenológico hecha por el mismo Husserl.[23] Entre todos estos seguidores, uno que se destaca de manera particular por la amplitud de ámbitos que abordó con su investigación filosófica y los excelentes resultados a los que llegó en muchos de ellos fue Dietrich von Hildebrand,[24] a quien se hará referencia explícita a continuación para presentar el método fenomenológico en sus principales líneas, pues no siempre es fácil exponer de manera sencilla y clara dicho método a partir de los textos del mismo Husserl, debido a la complejidad técnica y sutileza argumentativa que los


acompaña —no siempre sorteables con facilidad— y a la reformulación constante al que fue sometido por su creador en cada uno de sus libros.[25]

V El método fenomenológico, según Dietrich von Hildebrand, tiene como principal cometido conocer la “esencia” [Wesenheit] de los objetos,[26] especialmente de aquellos cuya estructura interna es estrictamente necesaria [strikte Notwendigkeit] y altamente inteligible [höchste Intelligibilität], razón por la cual se imponen naturalmente al espíritu del hombre en una “intuición intelectual” [geistiger Intuition].[27] Por encima de cualquier otra cosa, busca alcanzar de esta estructura interna de los objetos una verdadera, absoluta y plena “evidencia” [Einsicht].[28] Esta estructura interna, como ya se ha dicho, constituye el “qué” último [Washeit][29] de los objetos, la fuente absoluta de su originalidad, identidad y unidad propias. Conocerla, por tanto, puede considerarse, a su vez, conocer “a los objetos mismos” —tal como proponía el lema principal del método fenomenológico inventado por Husserl [zurück zu den Sachen selbst!]— por encima de los conceptos que los designan en el lenguaje ordinario[30] y de todas las teorías con que ordinariamente se los interpreta o explica.[31] Esto se consigue, según este método, conduciendo la mente del hombre a la “aprehensión” [prise de conscience][32] totalmente explícita y decididamente plena de los objetos en cuestión, pues de ello depende que la mente del hombre pueda “llegar a ver” la esencia de los objetos [Wesensschau].[33] Desde esa posición epistemológicamente privilegiada, la mente del hombre puede “explorar” [Erforschung] la estructura interna de estos objetos de forma puntualmente rigurosa,[34] practicando sobre ella minuciosos discernimientos críticos [Wesensanalyse].[35] Cuando todas estas cosas se logran, puede la mente “determinar” a través de enunciados [Urteilen][36] las “leyes esenciales” [Wesensgesetze][37] relativas a estos objetos con claridad y precisión, ya que ha alcanzado de la esencia de éstos su evidencia absoluta [Einsicht].[38] Sobre todo, puede diferenciar de forma inequívoca los “estados de cosas”


relativos a estos objetos de manera necesaria [notwendige Sachverhalte] —por estar fundados en su esencia— de aquellos otros “estados de cosas” que sólo corresponden a ellos fácticamente [faktische Sachverhalte].[39] Incluso, puede ver de manera indubitable las “conexiones de sentido” [Wesenszusammenhänge][40] que existen en muchos de estos “estados de cosas” —que no dependen de simples constataciones empíricas— al ser de naturaleza a priori.

VI Evidentemente, un método como este no puede desarrollarse más que a través de una serie de pasos específicos dados con la mente, que garanticen el acceso a la estructura interna de los objetos y hagan más eficaz la exploración y comprensión de éstos. El primero de ellos consiste en situarse ante los objetos de investigación en un estado de total admiración por su presencia, con los ojos de la mente abiertos de par en par ante éstos, dejándose conducir al interior de los mismos a través del asombro.[41] La admiración no es, en sentido estricto, un acto cognoscitivo de la mente del hombre; ella misma no hace a la mente aprehender y comprender un objeto. Pero es una vivencia subjetiva que, como pocas, “dispone” la mente del hombre al conocimiento adecuado de los objetos, porque aproxima a éstos por medio de la curiosidad y abate la distancia creada ante ellos por toda forma de suspicacia. Acto

seguido,

la

mente

del

hombre

debe

penetrar

los

objetos

de

investigación únicamente a partir de los datos indubitables que proporciona sobre éstos la experiencia, esto es, del contacto primero, elemental, real que tiene la mente del hombre con los objetos en determinadas circunstancias de la vida. De hecho, no hay ningún otro “punto de partida” para comenzar una investigación científica de un objeto que la misma experiencia.[42] Este contacto experiencial con los objetos debe ser, en la medida de lo posible, pleno, fecundo y rico para la mente del hombre. Lo primero hace alusión al grado de evidencia de los objetos ante la mente; lo segundo hace referencia a la hondura de relevancia


de su contenido; lo tercero, en cambio, hace mención a la diversidad y variedad de contactos de la mente con los objetos. De esta manera, el hombre aprende a “leer” con su mente los datos proporcionados por los objetos en lugar de “interpretarlos” o “especular” sobre ellos.[43] Asimismo, la mente del hombre debe explorar sistemáticamente los objetos de investigación, abarcándolos en su totalidad, sin menospreciar ningún tipo de dato que se imponga a la mente de éstos por sí mismo, ni pasarlo por alto debido a la obviedad con que se presenta ante ella, o reducirlo sin más a otro dato por su similitud con éste. Esta exploración sistemática de los objetos tiene como finalidad alcanzar mayor “claridad intelectual” acerca de éstos y no construir sistemas de explicaciones e interpretaciones sobre ellos, cerrados y perfectos. En este sentido, es relevante también descubrir las posibles “conexiones de sentido” que puede haber entre unos datos y otros de los mismos objetos que en un principio pudieran parecer desarticulados e insignificantes.[44]

VII Como el acceso a la “estructura interna” de los objetos no siempre es sencillo —a pesar de la “evidencia inmediata” de ésta— porque en la mente del hombre muchas veces existen una serie de limitaciones epistemológicas que la incapacitan a “ver” con claridad y a “reconocer” con honestidad lo que ha visto,[45] el método fenomenológico propone otra serie de pasos cuya función principal es disminuir en el hombre lo más posible la ceguera parcial que nubla su mente para el conocimiento adecuado de los objetos —además de los antes mencionados— que estaban más en función del acceso, exploración y comprensión de los objetos. El primero busca poner “entre paréntesis”[46] cualquier opinión o valoración sobre los objetos de investigación que provengan del influjo de la mentalidad dominante que rodea al hombre —como el entorno cultural, la formación religiosa, las filiaciones políticas, los medios de comunicación, la idiosincrasia a la que se pertenece o la pura fuerza de la costumbre— pues muchas veces no se hace cargo de la naturaleza misma de los objetos, sino que pasa por encima de ésta, encubriéndola, oscureciéndola, reduciéndola con otros intereses o pretensiones.


El

segundo

de

ellos

busca

poner

“entre

paréntesis” —aunque

sea

provisionalmente— toda teoría, hipótesis, explicación, interpretación o reducción sobre los objetos de investigación aprendida durante los estudios académicos; al menos, todas aquellas construcciones mentales que no muestren a la inteligencia del hombre una validez indubitable fundada en la evidencia inmediata de los objetos mismos, no obstante su venerable autoridad o conocida popularidad.[47] El tercero, finalmente, busca poner “entre paréntesis” cualquier imagen, idea, sentimiento, experiencia particular, convicción personal o intención específica que tenga el mismo hombre con relación a los objetos de investigación; es decir, todo aquello que piensa, supone, cree, imagina, siente, vivió, quiere, desea de los objetos —al margen de todo aquello que éstos muestran ser— y que muchas veces influyen en él de manera inconsciente. [1] Cf. La voz: “Método” (a cargo de James G. Colbert Jr.) en: Gran Enciclopedia Rialp, Rialp, Madrid, 1993 ; pp. 667-669

[2] Cf. Luigi Giussani, Il senso religioso, Rizzoli, Milano, 1998 ; pp. 5 y 6

[3] Idem, pp. 17-19

[4] Cf. Rogelio Rovira, Los tres centros espirituales de la persona. Introducción a la filosofía de Dietrich von Hildebrand, Fundación Emmanuel Mounier, Madrid, 2006; p. 22

[5] Cf. Dietrich von Hildebrand, Was ist Philosophie?, Habbel, Regensburg, 1976; pp. 10-11

[6] Edmund Husserl, Logische Untersuchungen, Max Niemeyer, Halle, 1900 (Band I) y 1901 (Band II). Nosotros empleamos aquí la séptima edición de la misma obra en tres volúmenes (Max Niemeyer, Tübingen, 1993).

[7] Cf. El capítulo VII, pp. 110 ss

[8] Cf. pp. 114-115

[9] Cf. pp. 121-122

[10] Cf. pp. 112-113


[11] El “psicologismo” es el esfuerzo de colocar, como base de todo conocimiento humano en general —y, por ende, de la filosofía y las ciencias en general— a las vivencias y los procesos de la vida psíquica de los hombres individuales. Eso significa, en última instancia, que el fundamento último del conocimiento humano no es objetivo, sino subjetivo. Por eso, la disciplina por excelencia que busca el esclarecimiento radical del conocimiento humano es la psicología y no la lógica. Cf. Eusebi Colomer, El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III, Herder, Barcelona, 1990; pp. 369-370; cf. Mariano Crespo, “¿Son las leyes lógicas leyes psicológicas? Aporías de la interpretación psicologista de la lógica”, en: http://www.bu.edu/wcp/Papers/TKno/TKnoCres.htm

[12] Especialmente en los capítulos VII (pp. 110-154) y VIII (pp. 154-191)

[13] Cf. Edmund Husserl, “Die Philosophie als strenge Wissenschaft”, en: Husserliana, Aufsätze und Vorträge (1911-1921), Band XXV, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1987; pp. 3-62

[14] Cf. Max Scheler, Der Formalismus in der Ethik und materiale Wertethik, Max Niemeyer, Halle, 1927

[15] Cf. Edith Stein, Zum Problem der Einfühlung, Gerhard Kaffke, München, 1917; cf. Die Struktur der menschlichen Person, Herder, Freiburg, 2004

[16] Cf. Alexander Pfänder, Die Seele des Menschen. Versuch einen verstehenden Psychologie, Max Niemeyer, Halle, 1933; cf. Einführung in die Psychologie, Johann Ambrosius, Leipzig, 1904

[17] Cf. Hedwig Conrad-Martius, Der Selbstaufbau der Natur. Entelechien und Energien, Kösel, München, 1961; cf. Die “Seele” der Pflanze. Biologisch-ontologische Betrachtungen, Frankes, Breslau, 1934

[18] Roman Ingarden, Der Streit un die Existenz der Welt I. Existentialontologie, Niemeyer, Tübingen, 1964; cf. Der Streit un die Existenz der Welt II. Formalontologie 1: Form und Wesen, Niemeyer, Tübingen, 1964; cf. cf. Der Streit un die Existenz der Welt II. Formalontologie 2: Welt und Bewuβtsein, Niemeyer, Tübingen, 1965; cf. cf. Der Streit un die Existenz der Welt III. Über die kausale Struktur der realen Welt, Niemeyer, Tübingen, 1974

[19] Cf. Rudolf Otto, Das Heilige: Über das Irrationale in der Idee des Göttlichen und sein Verhältnis zum Rationale, Beck, München, 1932

[20] Cf. Adolf Reinach, Zur Phänomenologie des Rechts. Die apriorischen Grundlagen des bürgerlichen Rechts, Kösel, München, 1953

[21] Cf. Moritz Geiger, “Beiträge zur Phänomenologie des ästhetischen Genusses”; en: Jahrbuch für Philosophie und phänomenologische Forschung, Band I, Max Niemeyer, Halle, 1913; pp. 567-684; cf. Zugänge zur Ästhetik, Der Neue Geist, Leipzig, 1928; cf. Die Bedeutung der Kunst. Zugänge zu einer materialen Wertästhetik, Fink, München, 1976

[22] “Por ‘realismo fenomenológico’ se entiende aquella escuela de pensamiento que hace suya la posición básica de las Investigaciones Lógicas de Husserl y que, al no seguir al maestro en su posterior giro al idealismo trascendental, interpreta el clásico lema zu den Sachen Selbst! (‘¡a las cosas mismas!’) en un sentido realista y objetivista”. Rogelio Rovira, “Metafísica sobre base fenomenológica”; en: Revista de Filosofía, 3ª época, vol. X (1997), n. 18; p. 218

[23]


Especialmente a partir de la obra “Idee zu einer reinen Phänomenologie und phänomenologischen Philosophie”, en: Jahrbuch für Philosophie und phänomenologische Forschung, Band I, Max Niemeyer, Halle, 1913

[24] Dietrich von Hildebrand —sexto hijo y único varón del famoso escultor alemán Adolf von Hildebrand— nació en la ciudad de Florencia el 12 de octubre de 1889 y murió en la ciudad de New York el 26 de enero de 1977. Escribió importantes obras de epistemología (Was ist Philosophie?, Habbel, Regensburg, 1976), de ética (Ethik, Habbel, Regensburg, 1973), de estética (Ästhetik, zwei Bände, Habbel, Regensburg, 1977, 1981), de religión (Die Umgestaltung in Christus, Habbel, Regensburg, 1971), de ascética (Heiligkeit und Tücktigkeit, Habbel, Regensburg, 1969), de sociología (Metaphysik der Gemeinschaft, Habbel, Regensburg, 1975), así como interesantes análisis filosóficos de fenómenos humanos particulares, como el amor (Das Wesen der Liebe, Habbel, Regensburg, 1971), la virginidad (Reinheit und Jungfräulichkeit, Benziger, Einsiedeln, 1950) o la afectividad (Über das Herz. Zur menschlichen und gottmenschlichen Affektivität, Habbel, regensburg, 1967).

[25] “El pensamiento de Husserl tiene inevitablemente el carácter de inconcluso y de esencialmente itinerante”. Eusebi Colomer, op. cit., p. 369. Ver, por ejemplo, entre otras obras: “Die Idee der Phänomenologie. Fünf Vorlesungen”, en: Husserliana, Band II, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1950; “Phänomenologie und Psychologie”; en: Husserliana, Aufsätze und Vorträge (1911-1921), Band XXV, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1987; pp. 82124; “Phänomenologie und Erkenntnistheorie”, en: Husserliana, Aufsätze und Vorträge (1911-1921), Band XXV, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1987; pp. 125-206; “Cartesianische Meditationen und Pariser Vorträge”; en: Husserliana, Band I, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1950

[26] Was ist Philosophie?, p. 204

[27] Ethik, p. 16; Was ist Philosophie?, p. 129

[28] Ethik, p. 18

[29] Cf. Adolf Reinach, “Über Phänomenologie”; en: Sämtliche Werke. Textkritische Ausgabe 1. Werke, Philosophia, München, 1989; p. 532; 543

[30] Was ist Philosophie?, p. 204

[31] Ethik, p. 9

[32] Ethik, p. 8

[33] Cf. Adolf Reinach, “Über Phänomenologie”, p. 543

[34] Das Wesen der Liebe, p. 17; Ethik, p. 18

[35] Was ist Philosophie?, pp. 127, 212; Das Wesen der Liebe, p. 17; Reinheit und Jungfräulichkeit, p. 5

[36] Was ist Philosophie?, pp. 72-82

[37]


Ästhetik I, p. 16; p. 72

[38] Ethik, p. 18

[39] Was ist Philosophie?, pp. 63-64; 117-118

[40] Was ist Philosophie?, pp. 117; 136

[41] Ethik, p. 7

[42] Ethik, p. 8

[43] Was ist Philosophie?, pp. 204-205

[44] Ethik, p. 19

[45] Ethik, pp. 114-115; 239-243; Sittlichkeit und etische Werterkenntnis, Patris, Schönsttat, 1982³; pp. 21-86

[46] Esta expresión típicamente husserliana procede del campo de la matemática, al que Husserl pertenecía por formación académica. Su sentido es el siguiente: en un “estado de cosas” determinado (como “AX + BX – cx” por ejemplo), aunque un cierto dato objetivo (“x”) está dado de alguna manera a la mente del hombre, también es cierto que no está presente con toda su evidencia e inteligibilidad, debido a que no puede determinarse con precisión qué corresponde a éste como contenido propio y qué corresponde a otro dato objetivo como contenido propio (A, B, C). Por eso la mente, si bien no puede deshacer totalmente la relación existente entre todos estos datos objetivos, sí puede aislar el dato objetivo que le interesa penetrar, explorar y comprender (“X”) segregando los demás elementos implicados en el “estado de cosas” por medio de una factorización —es decir, poniéndolos “entre paréntesis”— pero manteniendo, de alguna manera, la relación entre todos ellos: X (A + B – C).

[47] Ethik, pp. 8-9


4-2 Semana 4 Lectura secundaria: Geiger, Moritz, “Los problemas de la Estética” (cf. introducción, parágrafo 2: Dificultades del método estético; parágrafo 3: Dos métodos de la Estética), en: Estética, Argos, Buenos Aires, 1946; pp. 15-20.






4-3 Semana 4 Lectura complementaria: Geiger, Moritz, “La estética fenomenológica”, en: Estética, Argos, Buenos Aires, 1946, pp. 137-163.















5-1 Semana 5 Lectura principal: Plazaola, Juan, “La vivencia estética”, en: Introducción a la estética. Historia, teoría, textos, Universidad de Deusto, Bilbao, 20074, pp. 297-323.
















5-2 Semana 5 Lectura secundaria: Sánchez, Adolfo, “Orígenes y naturaleza de la relación estética”, en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 77-104.
















6-1 Semana 6 Lectura principal: Sánchez, Adolfo, “La situación estética: el objeto” (desde el apartado 3: “potencialidad y efectividad del objeto estético”), en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 111-126.










7-1 Lectura principal: Sánchez, Adolfo, “La situación estética: el sujeto”, en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 127-142.










7-2 Semana 7 Lectura secundaria: Sánchez, Adolfo, “La situación estética: el objeto” (apartado 2: Condicionantes de la situación estética), en: Invitación a la Estética, Debolsillo, México, 2007; pp. 105-111.













7-3 Semana 7 Lectura complementaria: Plazaola, Juan, “La vivencia estética”, en: Introducción a la estética. Historia, teoría, textos, Universidad de Deusto, Bilbao, 2007, pp. 297-323.















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