Vinalia Trippers 10

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vinalia PLAN 9 DEL ESPACIO EXTERIOR

RELATOS PARA ADULTOS

nº10 segunda época

trippers

Incluye especial Raúl Núñez


Prepara tu equipo de supervivencia y cálzate el nuevo traje oficial de astronauta. Genuino y treméndamente cómodo, fabricado enteramente en látex plateado y con todo el equipo incorporado

Sistemas de embargo espacial, nuevas tecnologías de cobro, abducciones y desahucios a morosos, retención de hipotecas, créditos transferidos, telemática sideral y lectoescritura para tiempos de crisis: Todo lo necesario para tramitar con éxito impagos y deudas de otras galaxias.

¡ No d ejes p a

Silvia

sar la

Dos años de garantía.

ocasi ó

n!

a Rellena y ennvíto. ju d a el cupón s pasar No deje más! ni un minuto

Abducciones & Desahucios Vinalia Trippers

Vicente

NEW W W E E N N

Ten la crisis en tus manos. Calcula cómodamente desde tu casa hipotecada tu aportación para reflotar a los pobrecitos bancos. Siente el poder de ser tú quien maneja las cuentas B. Contiene una implementación de algoritmo $$ que deniega automáticamente los créditos. Págala en cómodos plazos que tú mismo puedes calcular. Alfonso Xenuario Rabanal


R

DEL ESPACIO EXTERIO

PLAN 9

e iba a durar. No supimos nunca lo qu . e fue el origen de todo Pero ahora sabemos qu una trinchera... safío, cada colaboración de un sta fie da ca a, ise Cada número una od o distinto... y pretendimos hacer alg ían rec of s no e qu lo Nos aburría milenio... Mientras agonizaba el straciones, cómics, ontón de relatos e ilu m un , va ati cre d ida activ Seis años de frenética ras, proyecciones y encuentros... tu lec s, ro lib y s to concier po de cambio. en aquel asfixiante tiem Y un soplo de aire fresco ión de cinco años... ó a reunir bajo Después, una hibernac uella aventura, que volvi aq a o luj de ón lof co lantes, un Y a continuación Tripu ers a muchos pilotos perdidos. ipp Tr lia na Vi propuso muy el sello de ián de la Cripta, nos rd ua G z, lde Va H s unos mese Así hasta que hace algr el fanzine. ita uc res arra emotivamente este regreso con una bizRaúl do ran leb ce s, igo am o os ro admiradísim z, viejos y nuev Y aquí estamos otra vearcianos y un Poemash en memoria de nuest cielos. los m s en bebe y descansa antología de relato r méritos propios, que Plan del Núñez, alien y freak po pop, y un maquievélico al y lp pu al is ind br os. l de ensueño, un Una tripulación sidera e aquí y ahora, queridos drugos, os of recem qu lo Espacio Exterior es pacio.

Bienvenidos al Ciberes

Vicente Muñoz Álvarez


Vinalia Trippers en su primera etapa fue una fiesta, un proyecto loco entre amigos, 9 números llenos de ilusión, de ganas, de literatura, de diseño y de trazos que ilustraban con la humildad de la fotocopiadora y el blanco y negro, fue rock and roll en directo entre montones de gente, el CCAN, el humo y la cerveza, el cómic, la poesía, los desplegables, los pósters y las pegadas, las entradas, los encuentros de editores independientes, donde empezaba a extenderse la telaraña literaria de amistad y el saber que con muy pocos recursos y sin instituciones públicas hacíamos algo grande. Nunca se terminó, nunca hubo un punto final, sabíamos que el germen de Vinalia no moría, luego llegó Tripulantes, bajo el sello del fanzine, y ahora Vinalia Trippers vuelve a resurgir después del merecido descanso, con nuevos vientos en nuestras velas, pero con las mismas ganas, la misma ilusión. Encantada de seguir en la nave proyectando a nuevas gentes con inquietudes, sirviendo de trampolín y volviendo al papel, a la calle, a los bares, a la música desde la poesía, la ilustración o la fotografía. ¡¡Larga vida a Vinalia!! Porque Vinalia es… Pura Vida !!!

Silvia D. Chica

XEN dice lo que siempre ha dicho: Que sí, tío, que se puede hacer algo sin tener que mendigar en despachos y acatar las “orientaciones” del que subvenciona, siendo tú mismo, reivindicando un tipo de literatura que siempre, y es lo que la hace grande, ha estado alejada de la instituciones... Tan alejada que está entre ellas, en la calle que las separa, donde bulle la vida, donde se gesta la realidad... Y seguimos queriendo lo mismo: que la peña salte, vibre, se ponga... lea y se sienta identificado... Alfonso Xen Rabanal

EL MUNDO QUE IMAGINO Conforme la civilización avanza y nos hace la vida más fácil, menos tolera la diferencia. En una democracia consolidada, el principal desvelo de los gobiernos es dictar prohibiciones, cuantas más mejor. La conciencia de que es mucho lo que se tiene que perder acentúa la reacciones de histerismo, miedo y prevención ante casi cualquier novedad. Hasta el vuelo de una mosca puede suponer una amenaza a la salud o la seguridad, por no hablar de las ofensas a la moral o a la fe particulares. Quedan pocos territorios en los que valerse por sí mismo, en los que no haya ley que monopolice el uso de la violencia. Somos cazadores con los colmillos arrancados, obligados a comer lechuga y beber agua embotellada, y todavía nos preguntan por qué gritamos. Nunca hemos estado más controlados, nunca hemos sido menos libres que ahora, que no tenemos un enemigo concreto contra el que dirigir nuestra ira. Así que desde las páginas de Vinalia seguiremos aullando a la luna, escribiendo a los cuatro vientos, tiritando con el frío de los desplazados, quizá para que mañana un cazador de tendencias venga a descubrir la carga de glamour que se escondía bajo nuestros harapos. 2


En un momento de la novela de Chuck Palahniuk : El Club de Lucha, Tyler Durden, el protagonista dice algo más o menos así : “En el mundo que imagino, se cazarán alces en los bosques húmedos que rodearán las ruinas del Centro Rockefeller. Treparemos hasta lo alto de la torre Sears por lianas tan fuertes como mi brazo, y desde arriba podremos ver pequeñas figuras a lo lejos, tendiendo tiras de carne a secar en el arcén de alguna autopista abandonada…” Vinalia Trippers, el mundo que imagino.

Toño Benavides

LOS ANOS DORADOS Recuerdo con nostalgia y orgullo aquellos años entre el 96 y el 99 en los que edité el fanzine Atrocity Exhibition y creé la editorial alternativa Neurótika Books. Recuerdo especialmente el intercambio epistolar con la gente de Vinalia Trippers, en particular con Vicente Muñoz, al que conocí uno de aquellos años en un furtivo y acelerado viaje a León. El Barrio Húmedo quedó impregnado para siempre en mi tejido neuronal y la sensación de que algo estaba cambiando; de que estábamos, en definitiva, creando algo importante a través de aquel magma efervescente de fanzines que intercambiábamos con muchas ganas e ilusión a través del correo. Ahí estaba el germen de muchos escritores que hoy suenan fuerte en Internet y que han conseguido publicar sus libros en el caótico mundo editorial de la actual sociedad en crisis. Mirando hacia atrás sin ira sólo puedo pensar que el esfuerzo valió realmente la pena y dar las gracias a todos/-as los que llenaron de vida creativa y esperanza el buzón de correos de mi alma. José Manuel Vara Vinalia Trippers es un fanzine con el que siempre estaré en deuda. En sus páginas encontramos nuestro sitio una serie de escritores, entre los que me cuento, que por causa del lenguaje y de la temática de nuestros relatos, o por no contar con padrinos de peso, teníamos vetada la edición de nuestros textos en otras publicaciones, sobre todo en publicaciones de carácter institucional. En una época, la década de los 90, en que los intercambios culturales pasaban necesariamente por las oficinas de correos, Vinalia fue algo así como la isla del Capitán Missión, el personaje de William S. Burroughs: un espacio de total libertad creativa, creatividad que se expresaba no solo ya en los textos incluidos en el fanzine, sino también en la tipografía y en las ilustraciones, ilustraciones de dibujantes que, pasados los años, están a la vanguardia en su arte, léanse Miguel Ángel Martín o Kalvellido o Mik Baro… Y no me olvido de las fiestas de presentación de cada número de Vinalia, por regla general en el mítico CCAN, y siempre contando con la música de grupos cañeros… Y esto me lleva a que Vinalia fue más que un fanzine: fue un punto de encuentro entre narradores alternativos y subterráneos de casi todos los rincones de este país, que compartían las mismas o parecidas inquietudes: ofrecer una alternativa, sólida, a la literatura oficial y a sus cimientos… Pero, además, en lo que a mí respecta, Vinalia Trippers significó iniciar una relación de amistad, que más de diez años después aún perdura, con escritores y artistas a los que admiro, como, 3


no sé, el propio Vicente Muñoz Álvarez o Silvia D. Chica o Alfonso Xen Rabanal o Miguel Ángel Martín, Kalvellido o Mik Baró, entre otros muchos. Por decirlo de otro modo: Vinalia Trippers fue más, mucho más, que un fanzine rompedor, contracultural, fue más que eso: fue el inicio de mi vocación y desarrollo como poeta… Y fue, y es, sobre todo, un hogar, un sitio al que siempre que tengo ocasión vuelvo, para ver a mis friends. David González El año 96 quedó marcado sobre todo por dos cosas: no entré en Bellas Artes y me lo tomé sabático. También me saqué el carnet de conducir, lo cual conllevó poder escapar del pueblo con mayor facilidad y aumentar las salidas a la capital leonesa. Uno de los puntos de visita obligada era Drakomics (actualmente Elektra comics) que de aquella regentaba Yolanda. El consumo, hasta el momento reducido al comicbook americano, se abrió a la eclosión noventera del fanzine, zines de comix mayormente… hasta que un día me topé con un tocho con más letras que santos, pero que rezaba en la portada: “incluye comic de Enrique”. Tampoco se trataba de una revista literaria al uso, en la portada una tía de caucho sostenía una especie de reptil en una mano y en la otra unas tijeras, la maquetación iba unos cuantos pasos más allá del amateurismo reprográfico de la época. Acabé ilustrando en aquella publicación y tres años después tuve el triste honor de realizar la portada de la última entrega, la novena, el #8. Vinalia sobre todo jugó un importante papel con sus fiestas de presentación en aquella escena subterránea del León de final de siglo, en aquel panorama en que myspaces o facebooks no existían y las noticias se propagaban a través de carteles fotocopiados o el efectivo “boca a boca”. La aparición de cada nuevo ejemplar se convertía en un verdadero revulsivo, pues además de lecturas y la venta del mismo, convocaba la actuación de una banda local: Buffalo, Las Best-tias, Onzonilla Blues Band, The Chandals ... efímeras experiencias: Dingo, o auténticos despropósitos: Jimmy Peich y los Pecadores. A la vuelta de los años puedo culpar a Vinalia como uno de los motivos que me arrastraron a ese interés maldito de mezclar ilustración y rock’n’roll. Mik Baro Me gustaba el tipo de letra de Vinalia Trippers, pero nunca quise saber si era una fuente informática. Prefería imaginar que los relatos eran reescritos a mano, tallados a navaja, que aquellas páginas servían para afilar las armas y las fauces hambrientas, para limpiarse la espuma de la rabia y la sangre en los colmillos. Me alegra volver a ser una criatura de la noche, un fugitivo de la selva digital. Patxi Irurzun

TIERRA A LA VISTA Cuando todo el mundo parece obsesionado con lo digital, va el capitán y dice: ¡Volvemos en papel! Convoca a la tripulación y nadie dice que no. Así que izamos de nuevo la bandera y levamos anclas. El Espacio exterior no tiene límites y nosotros no tenemos prisa. El Futuro nos pertenece. Miguel Ángel Martín


CONVENIOS DE ABDUCCION INTERESTELARES Queridos Tripulantes: Unas breves líneas para presentaros lo que va a ser el Plan 9 del Espacio Exterior, donde la nave de Vinalia Trippers regresa del firmamento de los ‘zines para quedarse entre nosotros. Te queremos como contactado en la Tierra. Si lees estas líneas ten en cuenta que te proponemos ser abducido por un proyecto que va a romper las barreras espacio-temporales, las virtuales y la tangibles. Para ello necesitamos, según los convenios de abducción interestelares, que te comprometas con unos puntos que pasamos a detallarte. Estamos preparando un regreso intergaláctico del zine, y nuestro tema de colaboración, bajo el título Plan 9 del Espacio Exterior, va esta vez de marcianos: relatos breves e inéditos sobre: invasores, aliens, selenitas, monstruos de otros planetas, venusinas, pulp, abducciones, ovnis, naves espaciales, dominio interestelar, zombis atómicos, astronautas... Tenéis ahí campo y cancha para desbarrar a gusto y despacharos como veáis oportuno, teniendo en cuenta las que son y han sido premisas permantes de Vinalia Trippers: literatura subterránea, independiente y para adultos. La extensión media: 1 folio en formato de word, que debe ser exclusivamente inédito y escrito para la ocasión, y que luego pasará a ser ilustrado. El plazo: 1 mes a partir de ya. Así es que lo dicho: os esperamos.


TRIPULANTE-relato-ILUSTRADOR 8 10 13 14 16 18 20 23 26 28 30 32 34 36 39 40 46 48 50 52 53 54 56 58 60 62 63 64 66 68 70 72 73

Vanity Dust PEZONES EN EL CIBERESPACIO Ilustra Mik Baro Octavio Gómez Milián CT Ilustra Santi Jurado Toño Benavides LOS CHICOS DEL VERTEDERO Ilustra Toño Benavides Safrika POLVO LUNAR Ilustra Juan Benito Muñoz Juanjo Ramírez WHISKY Ilustra Juanjo Ramírez David Refoyo COBRO REVERTIDO Ilustra David Refoyo Pepe Pereza LA ESPERA Ilustra Sandra Gobet David Mardaras EL ESTUDIANTE DE INTERCAMBIO DEL PLANETA MARTE Ilustra Víctor Mardaras Patxi Irurzun EL VÉRTIGO DE SPIDERMAN Ilustra J. Kalvellido David González LA NAVE DE LA ESTRELLA 140 VAG Ilustra Julia D.Velázquez Lucas Rodríguez LOS MARCIANOS LLEGARON YA Ilustra Hvaldez Esteban Gutiérrez Gómez MONSTERS OF ROCK Ilustra María Luisa Porto Santiago Bertault (El Rémora) EL FIN DE UN DIARIO Ilustra Luis F. Sanz Iñaki Echarte Vidarte QUINCE ERRORES COMUNES EN TORNO AL FIN DEL MUNDO Ilustra Virginia Jiménez Vicente Muñoz Álvarez DMTFAGOS Ilustra Julia D.Velázquez Hvaldez PELEA 9 DEL ESPACIO SIDERAL -fotonovelaJosé Luis Moreno Ruiz DE CUANDO H. P. LOVECRAFT FUE SODOMIZADO POR LOS TCHOTCHOS Ilustra Rodrigo Adaos Estelle Talavera Baudet A PESAR DE TODO Ilustra Salvador Armesto José Manuel Vara CUENTOS A LA HORA DE DORMIR Ilustra Silvia D. Chica Nacho Abad EL CAMINO DE LOS EMANEMS Ilustra Diego Paonesa Eduardo Boix ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE Ilustra Ana Cibeira Mario Crespo NI CIENCIA NI FICCIÓN: UN RELATO DE CIENCIA FICCIÓN Ilustra Julieta Dentone Ángel González González NADA ES COMO NOS CUENTAN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Ilustra Ángel González Iñaki Estévez Muñiz MI NOVIA EXTRATERRESTRE Ilustra Juan Jesús Sanz Julio César Álvarez DECADENCIA DEL ROCK EXTRATERRESTRE Ilustra María Couceiro Ana Patricia Moya ¡SÁLVENSE QUIEN PUEDA! Ilustra Velpister Enrique Cabezón ÉPODO XX1 Ilustra Enrique Cabezón Alberto Bruzos LA VÍA RECTA Ilustra Rodrigo Moreno Velpister CUCHI CUCHI MI NIÑA LINDA Ilustra Velpister Alfonso Xen Rabanal MUERTE AL INVASOR Ilustra Rodrigo Moreno José Ángel Barrueco ABDUCIDOS Adriana Bañares APAREAMIENTO Ilustra Adriana Bañares Gabriel Oca Fidalgo EL FIN Ilustra Diego Blanco



PEZONES EN EL CIBERESPACIO Vanity Dust Ilustra Mik Baro

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Las cienciólogas son unas cachondas. Su calentura y disposición erótico-sexual es fácilmente detectable por su American Express Classic en un monedero fucsia, unos tacones Prada, labios caramelizados y, en el plano intelectual, porque llevan siempre un libro en la mano llamado “Xenu, 75 millones de años esperando al mesias verde”. La mayoría hablan inglés y sus pechos de silicona cuestan 2000 pavos cada uno. En la jerga ciencióloga, son “up stat”, es decir, personas exitosas. Los “low stat” son el resto de mortales; gente que trabaja 8 horas al día, compra en las rebajas y disfruta con el cine en 3D. En realidad, desconocía que las mujeres “up stat” tuvieran tan buena disposición sexual hasta que viajé a L.A para asistir a una conferencia de uno de sus profetas. Ejercicios de respiración, silencio, incienso de chocolate, todo patrocinado por American Expression Credit Card. Fui en calidad de invitado; un amigo del mundillo, en deuda permanente conmigo por haberle ayudado a despertar de un mal viaje de hipnosis, me consiguió un pase de prensa. Llegué borracho con mi bloc de notas sin ninguna pretensión de usarlo, una cámara digital doméstica y con muchas ganas de ver a hombrecillos verdes que van a cambiar el mundo. Reclinado en la butaca, la charla me parecía un coñazo. 450 personas venidas de los cinco continentes dándose la mano unos con otros y murmurando cosas en un lenguaje foráneo. ¿Dónde estaba el personaje que supuestamente llevábamos esperando 75 millones de años? Al cambiar de asiento, punto básico para “mejorar la fraternidad”, una mujer de mediana edad con los labios caramelizados y unos tacones Prada y un libro que hablaba de un tal Xenu me agarró del brazo con fuerza. Arañó mi pierna y me dijo algo en un vocabulario más raro que el Esperanto. Finalmente, tras la infructuosa comunicación, pasó al inglés, y aprovechó el silencio del grupo

para proponer un “let’s go to my car”. Visto el panorama de eruditos estelares (el evento había comenzado apenas media hora antes y supuestamente duraba todo el maldito día) acepté la propuesta, especialmente al detectar sus perfectas tetas en equilibrio místico del ying-yang. Su coche no podía ser menos, un mastodonte capaz de modificar el clima entero del planeta en tan sólo dos semáforos; asientos de cuero negro, retrovisores de 2x2 y un equipo Hi-fi que podría servir para decretar el toque de guerra en cualquier capital. Una vez sentados en los asientos de atrás (más bien un sofá) encendió la radio con un gesto extraño, sencillamente apuntó con el dedo índice; sonó un CD de cantos de ballena. La cosa se estaba volviendo cada vez más rara. Pero esta mujer me gustaba cada vez más. Su tez había pasado infinidad de operaciones faciales de lo más satisfactorias, y dudé de si tenía en realidad treinta, cuarenta o sesenta años. Estábamos en L.A y me hallaba reclinado en el sofá trasero del coche de una ciencióloga con pinta de adolescente. Por si fuera poco, llevaba un pelotazo similar al que hubo en los USA cuando abolieron la ley seca. ¿Qué más se puede pedir? En la sociedad del “siempre más”, cualquier mente retorcida podría pedir infinidad de cosas, pero dudo que incluso el más ambicioso de vosotros hubiera demandado “tres tetas”. Tras besarme el cuello y clavarme algo que parecieron dos colmillos, se desabrochó el corsé y me enseñó sus tetas; en efecto, un tercer pecho en medio, de tamaño mediano, me saludó con picardía. El pezón era más juguetón que los habituales en el sexo femenino. Todavía guardo una foto en el fondo de pantalla del móvil con los tres pezones apuntando al ciberespacio.

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Me vuelvo a perder a través de la jornada imposible y repetida de la habitación en la pensión de CT. CT nos da los becerros y espera que los sacrifiquemos en vez de esconderlos en las habitaciones, dentro de los armarios o bajo los camastros. Había sido un viaje muy largo, desde La Gota hasta CT, de roadmanager de los Hermanos Montoya, en realidad de drugmanager de los Hermanos Montoya. Yo tenía una buena provisión de ursulum, la mejor droga diseñada en la Tierra desde los tiempos de la neococaína, y los Hermanos Montoya, una de las bandas de tecnocumbia más conocidas de la única luna habitada de Venus, eran unos auténticos adictos. Habían llegado a CT para participar en la segunda edición del festival Fin del Mundo con su particular homenaje a Luis Aguilé, pero cuando los organizadores comprobaron que no llevaban ningún tema de Michael Jackson en el repertorio —en eso eran muy estrictos en CT, se podrían repetir los festivales mientras el Apocalipsis cósmico no llegara, pero nada de saltarse las normas respecto a los homenajeados— los volvieron a meter en el transporte, sin que su aspecto no antropomórfico y bastante amenazador lo impidiera. Yo me quedé en CT, esperándote, claro. En CT existe una lucha de cultos bastante 10

bipolarizada: La Iglesia Evangélica de Nicolás Marte y el sagrado seguimiento del Afroman. Los dos exigen sacrificios, los dos nos piden que acertemos con el procedimiento sin habernos pasado primero el manual de instrucciones. Pienso que éste es mi lugar, el lugar para esperarte, a suficiente distancia de cualquier parte, el último lugar seguro del universo. No pregunto por ti en ninguna de las tabernas de CT. Nadie da respuestas gratis y lo único que tengo para vender son recuerdos digitalizados de los días buenos que pasamos juntos. Momentos felices en discos duros externos y portátiles: no hay más que insertarlos en una de las entradas de usb del lóbulo frontal y cualquiera puede disfrutar de ellos las veces que quiera. Dije que el ursulum era la mejor droga, pero no se acerca ni de lejos a unas horas sintiéndote cerca. No pregunto por ti en CT —todo el mundo sabe que cuanto más se pregunta más pistas falsas se obtienen. Toma el comportamiento demente de la humanidad e intensifícalo todo lo que puedas sin romperlo: entonces tendrás CT. CT es el penúltimo lugar seguro del mundo, el último si te dedicas a preguntar. No están, de todas formas, nada mal las tabernas de CT, en todas hay vermut de grifo y los aperitivos traen una segunda oliva. No es tan complicado vivir en CT, mejor, dejarse morir en CT, sin miedo, como


los grandes, con conflictos livianos creciendo como el humus alienígena de una película de ciencia ficción de los cincuenta. Sospecho que el Afroman es el resto inconcluso de algún culto primigenio no extinguido, mucho antes de que el hombre volara en menos de una semana de La Gota

a CT. Primero acudo a la Iglesia de Nicolás Marte y los sorprendo, a los devotos, en plena ceremonia de resurrección del profeta Lucién Rébola —otro día hablaremos de Lucién Rébola y sus implicaciones en el acelerador de theremines que dio origen al Proyecto Manhattan. Utilizan canciones de Peret, una versión remix de Ludotech 11


con estructura mántrica. En las pantallas instaladas en el templo no dejan de pasar películas viejas de Blue Demmon. Es lo único permitido. Me relajo, mi percepción se asemeja al impacto catódico de miles de malas comedias de situación. He reseteado mi cerebro, he formateado mis sinapsis, tengo cigarras epilépticas bailando sobre las lijas de mi cuello. Sé que guardan un ejemplar del Necronomicón en algún sitio, son los Languis, los vampiros acólitos del Afroman infiltrados entre los evangelistas de Nicolás Marte. CT es una ciudad mutante, su biblioteca aparece y desaparece en función de las mareas, CT no sería buen testigo en ningún juicio, cambia con demasiada facilidad su testimonio. Nadie atiende, la sala está cubierta de polvo, dibujo con el dedo mi nombre sobre la mesa de consulta. Hay que andarse con mucho cuidado con el Necronomicón, si te descuidas al hojearlo puede arrancarte la mano. Rezo a Afroman para darle las gracias por tu anatomía espléndida. No contesta a mis oraciones pero es mejor que el sentimiento de culpa que impregna las arengas de Nicolás Marte.

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Tengo el ursulum, tengo una buena provisión de días buenos, las tabernas, las tiendas de vinilos de segunda mano, no se está tan mal en CT. CT tiene un aeropuerto espacial en el que nunca hay programadas salidas. Ya soy un seguidor devoto del Afroman, el dios parásito antediluviano que sustituyó a las ondas catódicas como referencia de placer y sumisión en las mentes de los habitantes de CT. Me gusta el Afroman, nunca da segundas oportunidades, o estás con él o estás fuera. A mí los dioses que conceden milagros no me valen, tienen que conservar su ceguera, ser unos auténticos cabrones, dioses cainitas que disfrutan con pasión entomológica de la progresiva degradación de sus creyentes. Envidio al loco que escapa de su vida mántrica a base de tragos y narcóticos mientras yo —los demás no me interesan, tú, ella, ya os odio— tengo que zombificar mi vida a base de ansiolíticos y esperas, ansiolíticos que te producen náuseas matutinas, ansiolíticos que en su día a día árido son la única señal de vida en CT. El último, el penúltimo lugar seguro del universo.


LOS CHICOSVERTEDERO DEL

Toño Benavides Ilustra Toño Benavides Los chicos del vertedero descienden hacia las vías más alejadas de la estación. Caminan entre montones de escombros que se derraman sobre agua estancada, botes con restos de pintura, recortes de moqueta, periódicos y revistas porno. Los chicos descubren pequeñas piezas de electrónica bajo kilómetros de papel continuo y otros desechos de oficina. Buscan el fantasma en la máquina, restos de vida inteligente creada para servir los sistemas de telefonía. Corazones quemados, presos de una maraña de hilo de cobre. El eco de los latidos de un electroimán que impulsaba el aliento de las palabras a través del metal de los cables y el plomo de las tormentas. Después de la lluvia, a través del aire tranquilo de la tarde, los chicos del vertedero fuman escondidos bajo los trenes de mercancías que gotean esperando destino en la vía muerta. Mientras la ciudad alborota vsu tráfico y sus luces, ellos observan el horizonte deshecho en relámpagos e imaginan paisajes de otros mundos. Hablan poco, porque suelen ver las mismas figuras bailando en el oráculo del humo de los cigarros. Mientras la ciudad limpia sus cristales, reciben SMS a través de la noche, desde la luz lejana de las estrellas; saben, por los videojuegos, cómo es la vida en otros planetas y dibujan en el papel pautado de sus cuadernos escolares, los planos de máquinas desconocidas para viajar por el tiempo. Mientras la ciudad barre sus calles, sentados bajo el tren, los chicos navegan haciendo equilibrios en la

cuerda floja del ciberespacio. De vuelta en casa, por encima del ruido de la TV, los chicos del vertedero le hablan a sus padres sobre el futuro en un idioma extraño, incapaz de competir con las noticias del presente en alta definición: –Hemos podido ver lo que vendrá, porque siempre miramos hacia otra parte cuando hablan los viejos. Hace tiempo que lo sabemos y lo tenemos grabado en el cerebro, como la luna en la mente del perro, pero nos aterra el momento en que dejaremos de ver el mundo tal como es.

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POLVO LUNAR Safrika ilustra Juan Benito Muñoz - ¡¿Qué te has creído, joder?!, ¡tienes que tomarte la pastilla...!- Están de vacaciones. Una vez al año, Fevres, la empresa para la que trabajan, les obsequia con un fin de semana en el sector de reproducción humana, en la luna de Yare. Layla se ríe - Que esto no es una broma, ¡coge la puta pastilla!- alarga la mano hacia Layla buscando sus ojos, diciéndole con ellos, tómala que es azul, es la que toca, tómala, hazlo por mí- deja caer los párpados- no es una broma, tómatela. Layla se ríe otra vez y siente pena por él así que extiende la mano minúscula, de piel muy blanca, y toma la pastilla, se la mete en la boca y traga, odia cómo le raspa cada vez, tan grande y azul, en la garganta. Le da esas arcadas. - ¿Vas a hacerlo ahora?- dice- ¿ no prefieres esperar a mañana? - Claro que voy a hacerlo- contesta él quitándose los pantalones, uniforme del Escuadrón de Limpieza- abre las piernas. Ella ya está desnuda, hoy es sábado 24 de abril y toca. Abre las piernas - ¡qué grandes muslos!- exclamó él la primera vez que la vio sin ropa, el año pasado. El coño no tiene pelos y es espeso y mullido- Me agrada- dice 14

ahora él, y abre la mano y esconde algunos dedos, dejando sólo el índice delante del agujero- ¿has lubricado? Layla vuelve a reírse - Estoy cansada- susurra, todo para hacerse la remolona. Lleva esperando este día todo una año- abre las piernas un poco más, levanta la pelvis en señal de ofrecimiento- él roza los labios de su vagina, comprueba la humedad con el dedo, lleva las uñas perfectamente recortadas - Qué tonta eres.- después de sacar y oler el dedo se coloca sobre ella. La penetra levemente - ¿Te has tomado tú el Erutan? - Claro- contesta él, y le da un poco más fuerte- lo tomé antes de salir de la Tierra¿te hace daño? - Para nada Con la polla dentro de Leyla, él aprieta el botón azul del cabezal y se cierran las ventanas que imitan a un párpado humano, de los agujeros en el techo sale el gas Numbo, el producto estrella de Fevres, que vuelve el aire de cierta densidad de todas formas respirable. El efecto es instantáneo y simple, hace que se sientan acariciados por todas partes, rebotando dentro de sus pulmones, dejándoles los ojos en blanco durante unos


segundos. La música suena al volumen ideal y hay lucecitas de colores que se encienden y atraviesan la atmósfera densa haciendo a su vez formas y texturas difíciles de identificar con nada. - Esto me aburre- dice ella trás los segundos de adaptación- ¡No tú, no tú!- rectifica- me refiero a la programación y... - Quieres que se me baje la erección? - No - Entonces cállate Comienza con ese ritmo cadencioso que Layla odia - Dime que soy una puta - Leyla, estúpida coneja- piensa él Pero no dice nada y se corre dentro, tal como establece la normativa en su claúsula número 762, se corre mirando las enormes y separadas tetas de Layla, mientras ella gime tan bajito que apenas puede oirla. Dentro de diez meses y medio proporcionarán a Fevres un nuevo trabajador, y gracias que la

empresa facilita las relaciones sexuales entre empleados, las vacaciones y la pastilla azul se encargan de que no fallen en la pequeña tarea anual. Antes de incorporarse, sudando y pensando en lo desagradable que le resulta el final del coito, él vuelve a apretar el botón azul cerca de su cabeza y la habitación vuelve a su estado normal, anodino, con mesitas y cajones y cortinas flotantes, cuadros cambiantes y cosas plateadas del futuro.

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WHISKY Juanjo Ramírez Ilustra Juanjo Ramírez Nadie recuerda exactamente cómo comenzaron las guerras entre la Tierra y Venus, pero todo el mundo sabe cómo terminaron. Ni siquiera aquellos generales que ganan guerras sobrevolando mapas sospecharon que, cuando enviaron al sargento Label a destruir aquel cañón, estaban alterando el curso de la Historia. El día que Dios creó a Dick Label debía estar de bastante mala hostia. Dick sabía matar con esa naturalidad impersonal que tanto se cotiza en el Ejército. Sin hacer preguntas a sus superiores y – más escalofriante todavía – sin hacerse preguntas a sí mismo. El cañón aguardaba en la cima de la colina. Label llegó hasta allí embadurnado de esa sangre venusiana tan espesa, tan repugnante, tan similar al semen. Los insectos alienígenas se posaban en la hoja del cuchillo; libaban el sabor a pez podrido. Y ese cuchillo estaba destinado a sumergirse en las entrañas del venusiano que custodiaba el cañón; a destriparlo en silencio con una lentitud casi poética. No llegó a suceder. Porque el monstruo se giró hacia Dick en el instante justo en que él se disponía a abrazarlo desde atrás para abrirlo como un cerdito-hucha. Y en el rictus de aquella boca de púas afiladas, en el fulgor opaco de aquellos ojillos redondos como botones negros, el sargento Dick Label adivinó la misma expresión que el espejo le 16

devolvía a él desde hacía años. La expresión de alguien que no tiene demasiado interés en evitar su muerte porque le aburre demasiado presenciar su vida. La expresión de quien no puede reír porque ya ha escuchado el chiste demasiadas veces. Por primera vez en la Historia de la Humanidad, el cuchillo de Dick Label flaqueó. Por primera vez en el transcurso de las guerras de Venus, el sargento Label reconoció a un hermano en el bando contrario. Y es que Dick Label sabía que el proceso que conduce a alguien a adquirir esa expresión es siempre el mismo, aquí o en Venus: Estoy hablando de esa chica que no nos supo querer del mismo modo en que nosotros la quisimos a ella; de esa jornada laboral que nos robó las horas, la energía, la esperanza de quizá ser especiales; de ese abrazo que pudo cambiarlo todo en el minuto decisivo, pero que nunca nos llegó, porque nadie nos enseñó a pedirlo; de esa sensación de que el éxito de cualquier iniciativa no depende de una nobleza incuestionable, sino de cómo coño caigan unos dados esculpidos con mierda; de esa sospecha de que las verdades absolutas se suicidaron hace tiempo, en quién sabe qué recodo del camino. Dick dejó caer el cuchillo. El venusiano no se inmutó. Dick sacó su petaca, bebió


un largo trago, sintió cómo el whisky le castigaba el paladar. Acto seguido, alargó esa petaca al alienígena, que la cogió sin entusiasmo alguno. “Pruébalo, amigo. No soluciona las cosas, pero las hace más ligeras”. El venusiano probó el whisky con recelo. Blasfemó en su idioma impronunciable. Volvió a beber. Esbozó algo que parecía una sonrisa. Diez minutos más tarde, el sargento Label y su supuesto enemigo compartían el contenido de aquella petaca sentados en el suelo. “Venus es una mierda”, masculló Dick Label. “La Tierra es una mierda. La vida entera es una mierda”. El venusiano emitió ese sonido áspero que usaban los de su especie cuando algo les hacía reír. El sargento Label estalló también en carcajadas, mientras las naves espaciales se desmembraban sobre sus cabezas y la carne picada llovía como un racimo de fuegos artificiales que ya se habían cansado de brillar. Ese fue el día en que los venusianos conocieron el whisky. Después de aquello, la decadencia moral de esa cultura milenaria fue imparable. Se hicieron adictos a la anestesia. Desmoronaron su economía comprando a los terrícolas – a precios abusivos – el whisky, la ginebra, el ron, el vodka. Pocos meses más tarde no existía en todo Venus un indígena que no se dejase encular a cambio de cuarenta grados de alcohol. Conquistar un Venus alcoholizado fue pan comido para el planeta Tierra. Alguien condecoró al sargento Label por aquello. Él se guardó la medalla en un

bolsillo y se sirvió un vaso de whisky. Bien cargado. Era un día tan bueno como cualquier otro para seguir malgastando su existencia.

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COBRO REVERTIDO

David Refoyo Ilustra David Refoyo Después de algunos kilómetros, encontré una cabina de teléfonos. No tengo móvil, lo metí en un sobre y lo envié, con la batería cargada, al otro punto del país. Tenía que ganar tiempo. Metí unas monedas y llamé a mi confidente. A la redacción. Manuel trabajaba en El País. Su teléfono, era uno de los pocos que conservaba en una libreta. Sabía que aquella llamada podía traerme problemas. Podían localizar la llamada. A veces, cuando voy conduciendo, me digo “maldita la hora que hablé con Manuel por primera vez”. Tenía un empleo. Era profesor de inglés en un instituto. Funcionario. Seis horas de clase por las mañanas y las tardes libres. Buena vida, sí. Me gustaba salir cada noche a tomar una copa. O dos. Eso era todo: dar clases y beber. A veces, me llevaba alguna chica a casa después de tontear con ella en un bar. Puedo decir que me transformaba. Y lo pasaba bien. Recuerdo aquella noche. Volvía a dormir, bastante tarde. A las 8:30 tenía que estar en el instituto. Era época de exámenes finales. Volví un poco tocado. Aparqué el coche en la puerta del garaje de mi adosado. A las afueras de la ciudad. Apagué los focos, salí del vehículo, y vi algo. Una ráfaga de luz azul sobre el jardín. No era consciente de lo que 18

vi. Un objeto bastante grande, a una altura prudencial, se mantenía fijo, sobre mi casa, iluminando el jardín y la parte delantera. Volví al coche. Sin hacer ruido. No puedo afirmar, a día de hoy, que sintiera miedo. No sé lo que sentí. Saqué el móvil. Grabé lo que pude. Al cabo de unos minutos, aquel objeto volador se esfumó. Rápidamente. Esperé un poco, a ver si regresaba. No volvió. Abrí el garaje y aparqué el coche. No pude dormir. A las 7:30 sonó el despertador. Preparé café y fumé el primer cigarro del día. Hice lo mismo de siempre. No di importancia al suceso de la noche anterior. Pensé que el efecto del alcohol tenía la culpa. Salí de casa, camino del Instituto. Cerré la puerta y vi el jardín sin color. Un polvillo blanco había quemado la hierba, los árboles. Todo era blanco, como si hubiera nevado. Era junio. Volví a ver el vídeo. Con detalle. Todo lo que recordaba había sucedido de verdad. Lo estaba viendo en la pantalla, sorprendido. Como si mi descubrimiento pudiera cambiar el destino de la humanidad. Me sentí útil. Lleno. Aquella mañana no fui al Instituto. Subí el vídeo a youtube. Hice algunas copias en DVD. Colgué el enlace en facebook. Quería compartir mi hallazgo con la mayor cantidad de personas posible. Comprender, por fin, qué es lo que había visto.


Recibí un correo electrónico de Manuel, redactor de El País. Quería que lo llamara. Nos entrevistamos esa misma tarde. Al día siguiente, un fotograma de mi vídeo abría la portada del periódico más importante. A todo color. A tres columnas. Un titular describía el objeto como un ovni y mis sospechas, quedaban confirmadas. Tuve mi momento de gloria. Más de un millón de visitas en youtube, en apenas un par de días. Aquella noche salí a tomar una copa. No quería volverme loco y creí que mantener mi rutina era lo mejor. Regresé tarde, en coche. Como siempre. Me acerqué despacio a mi casa, observando detenidamente el panorama. Quería comprobar si los visitantes habían vuelto. Esta vez, no había ningún objeto sobre el tejado pero sí observé gente entrando y saliendo de la casa. Varios coches

oscuros, con lunas tintadas, aparcados en las inmediaciones. Vi salir a dos tipos con el ordenador. Estaban tomando muestras del polvo blanco. Habían acordonado el jardín. Creí que me estaban esperando y decidí girar en la bocacalle anterior y pasar desapercibido. Ahora me siguen. Me siento observado y mi vida corre serio peligro. El vídeo ha desaparecido de internet y la edición de El País, fue secuestrada a primera hora de la mañana. Decidí enviar mi móvil a la otra punta de España, por correo postal. Quería ganar tiempo. Metí varias monedas en la cabina y Manuel no respondía. Sólo quería informarle, para que tenga cuidado. Antes de que los disparos acaben conmigo, acabarán con él. Y seré yo quien apriete el gatillo. 19


ESPERA

LA

Pepe Pereza Ilustra Sandra Gobet

Llevaba más de una hora esperando. -¿Dónde estará ese cabrón? Se acercó a una de las ventanas y por el hueco dejado por la persiana miró al exterior. Nada, ni rastro de él. Sabía que iba a perder los nervios, lo sabía. No era la primera vez que pasaba por eso. Necesitaba relajarse así que se metió en el ataúd que tenía en el dormitorio y se quedó allí tumbado. Dentro del ataúd siempre lograba amansar sus ansias. Intentó controlar su respiración para calmar el flujo sanguíneo y de paso su corazón. El interior de la vivienda estaba en penumbra dado que todas las persianas estaban bajadas impidiendo que entrase la luz del día. Él se consideraba un ave nocturna y siempre que le era posible evitaba todo lo que tuviera que ver con lo diurno. No paraba de rascarse el antebrazo izquierdo. El picor y la maldita espera eran como grandes y pesadas losas que le aplastaban el pecho impidiéndole respirar. Si respiraba con dificultad le era imposible controlar sus nervios. Así que intentó apartar de su mente todas esas cuestiones que le alteraban. El ataúd, a pesar de estar gastado por el uso, conservaba la comodidad de antaño, cuando aún era nuevo. 20

- Recuerda cuando eras joven y gozabas de prestigio. Piensa en los buenos tiempos, en las bellas mujeres que pasaron por tu vida. Regodéate con el pasado y obvia el presente – se dijo a sí mismo en rumano. Por unos momentos se sintió libre de presiones y angustias. Revivió aquellos lejanos días de éxito, fama y fortuna. - ¡Oh, sí! Los restaurantes más prestigiosos, las lujosas suites, las más bellas mujeres… Las mejores drogas… Se dio cuenta de que otra vez se estaba rascando el antebrazo izquierdo. - ¿Cuándo va a llegar ese cabrón de mierda? Debido a la insistencia de sus uñas sangró levemente. Se llevó la zona afectada hasta la boca y chupó la sangre. El sabor de la sangre le hizo volver a sus recuerdos de antaño. - ¡Qué tiempos aquellos! Ojalá pudieran volver – susurró en rumano. Pero eso era imposible y él lo sabía. Salió del ataúd y fue hasta la ventana del salón para mirar por el hueco dejado por la


persiana. Nada, ni rastro de su camello. O se metía un chute inmediatamente o perdería el control de sí mismo. Notaba el síndrome de abstinencia en cada poro de su piel y a medida que el tiempo pasaba la angustia y el dolor se intensificaban. Su anciano cuerpo ya no estaba para ese tipo de acometidas y sintió miedo. Un sudor frío le bajó por la espalda haciéndole estremecer. ¿Y si su camello no aparecía? ¿Qué haría entonces? No sabía de nadie más que le pudiese proporcionar una dosis. Presa del pánico recorrió la habitación. Se sintió como un gato enjaulado. Acudió al cuarto de baño, abrió el grifo y se lavó la cara en un vano intento por tranquilizarse. Se secó y regresó al salón para echar un vistazo por el hueco de la ventana. No vio acercarse a nadie. Volvió a rascarse el brazo izquierdo, justo en la zona donde estaba la vena mil veces perforada por la aguja hipodérmica de su jeringuilla. Una vena apenas perceptible a la vista de no ser por la docena de pinchazos que certificaban que estaba allí. - Tranquilo viejo, seguro que no tardará en llegar. Siempre lo hace. Sus palabras le dieron un ápice de esperanza y recobró momentáneamente el control. Era verdad que su camello nunca le había dejado en la estacada. De vez en cuando se retrasaba pero eso era para hacerle perder los nervios y así venderle mercancía de segunda. Todo camello que se preciara sabía que para vender droga muy cortada lo único que tenía que hacer era retrasarse lo justo para

que el cliente empezara a sentir el síndrome de abstinencia. Entonces sólo tenía que llamar a la puerta y dicho cliente se sentía tan agradecido porque hubiera acudido que adquiría la droga sin protestar y con el dinero por delante. En esos momentos la calidad de la mercancía era lo de menos, lo importante era inocular cuanto antes la droga dentro del cuerpo. Se acercó a la ventana y miró a través del hueco de la persiana. Vio pasar una furgoneta de reparto, pero ni rastro del camello. - Tranquilo, ya no puede tardar. 21


Necesitaba algo que le distrajese, algo con lo que pasar el tiempo sin pensar en la droga. Le llegaron los recuerdos de una felación que le hizo una joven maquilladora durante el descanso del rodaje de una de sus películas. No recordaba qué película pero alcanzaba a recordar cada detalle de la mamada y de la preciosa joven que la ejecutó. El recuerdo ya no le excitaba. Hacía años que dejó de excitarse sexualmente. Pero recordaba el placer que en su momento obtuvo y con eso le era suficiente. Sí, ese era el camino para olvidarse del presente, sumergirse en el pasado cuando la vida era maravillosa y todo estaba a su favor. Hizo un amago de mirar a través del hueco de la ventana pero se obligó a recordar los buenos momentos que vivió cuando él era una estrella de Hollywood. Abandonó el salón y entró en el dormitorio, abrió el armario y sacó una capa de terciopelo negro con forro de color carmesí. Se la puso por encima y encendió la lámpara para poder verse en el espejo del armario. Le hubiera gustado vestirse con el frac que acompañaba a la capa pero tuvo que venderlo hace tiempo para comprar heroína. Adoptó una

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postura estudiada y contempló su reflejo en el espejo. Faltaba algo. ¿Dónde estaba? Buscó por los cajones de la mesilla y de la cómoda. Finalmente lo encontró. Era una dentadura postiza con dos largos colmillos que había utilizado en infinidad de películas. Se la encajó en la boca y volvió a observarse en el espejo. Aún conservaba ese porte de Conde de los Càrpatos que tanta fama le había dado. Apagó la luz y quiso meterse en el ataúd pero le fallaron las fuerzas y tuvo que regresar al salón para sentarse en una silla. Se sintió débil, demasiado débil. Hizo un último esfuerzo por reponerse. Ante todo él era Bela Lugosi. El Conde Drácula, ni más ni menos. Eso nadie se lo podría quitar. Rebuscó entre sus recuerdos tratando de encontrar uno que lo sacase de la angustia que estaba sufriendo. Le fue imposible concentrarse porque todo su cuerpo empezó a temblar de manera incontrolada. Notó un fuerte dolor en el pecho y supo que el corazón se le había roto. - ¿Dónde estará ése cabrón? – murmuró en rumano antes de espirar su último aliento.


ESTUDIANTE

EL DE

INTERCAMBIODEL PLANETAMARTE David Mardaras ilustra Víctor Mardaras Las conocí en un bar de rock and roll y me echaron los tejos con poco pudor y enorme y cálido cariño; que si qué guapo era, que si ellas me vestirían así o asao. Eran dos mujeres de barrio: M. tenía la dentadura perjudicada (eso me excitó), cuarenta y bastantes años –delgada, de piel morena; casi gitana parecía– y unos pechos generosos y muy bien torneados, solícitos y nada invisibles bajo un descarado, sugerente, ligero y alevoso top negro de amplísima escotadura. J. era gruesa, cálida, rubia, procaz como su amiga, muy atractiva y dueña de dos enormes pechos que me subyugaron cuando la atraje para charlar más a gusto con ella: el contacto de sus pechos duros contra mi cuerpo había producido un hormigueo electrostático en mis genitales que muy pronto se extendería por todas partes causándome un efecto depresor, una languidez general que contrastaba con el caluroso vigor que experimentaba mi pene y algunos otros órganos y músculos de mi cuerpo. Los pulmones buscaban aire a raudales. El corazón… “Qué suerte tiene la que te folla”, dijo J dándome la puntilla. “Estoy casado y quiero irme con vosotras”, les

dije casi al borde del colapso. Me llevaron a casa de J. Desnudos en el dormitorio, hicieron que me sentase en la cama. Apoyándose en mis hombros, se me sentaron una sobre cada muslo, con las tetas inclinadas hacia mí, y las abracé por las nalgas colocando mis dedos al calor de sus anos. El calor de sus coños abrazaba mis muslos desnudos. Apenas habíamos hablado desde que entramos en la casa, sólo nos magreamos, abrazamos, besamos, y sonreímos por la escalera y los pasillos, hasta que nos sentamos así acoplados, como gimnastas o trapecistas, al borde de la cama de J. “Tenemos carne de primera”, dijo M desafiante desde mi muslo izquierdo. Entonces me concentré en su pezón. “No me gusta reprimirme”, pensé. “Podría actuar de otra manera, asumir una inercia de la que tengo conocimiento. Conozco el código. Pero no me gusta. Prefiero equivocarme.” Me de dejé caer hacia atrás sobre la cama. M. y J. me masturbaban y se pasaban mi polla de una boca a otra. Lo peculiar del asunto era que, perversamente, mientras la una estaba ocupada full time en estimularme, la otra se 23


pintaba los labios de rojo y viceversa. “Equivocarse… Qué tontería. Equivocarse significaría que hay un camino correcto anterior a la experiencia, que sólo hay uno compuesto de un número exacto de pasos; un camino dado, trazado, pautado ¿Acaso puedo tragarme algo así?” M. se subió a la cama, se acuclilló sobre mi cintura y se colocó mi polla entre las piernas. Entonces descendió con lentitud hasta la unión de nuestros pubis y sonrió brevemente mostrándome su estropeada dentadura mientras emprendía un movimiento pélvico circular que terminó de acoplarnos del todo. Sollozamos. “¿De verdad ha cambiado tanto el mundo o siempre se ha sabido esto? ¿Y quiénes lo han sabido? ¿Desde cuándo?” Seguía concentrado en el pezón de M. Lo miraba fijamente, fascinado y pensando en todas las razas y tipos humanos del planeta, cuando J. se acercó tendiendo sus pechos sobre mi cara, así que chupé y miré los pezones de J. desde muy cerca, considerando sus volúmenes, texturas y areolas..., qué magnífico concepto el de areola..., sin que en realidad hubiera cambiado nada sustancial con respecto al pezón de M. 24

“No… El mundo ha cambiado. Y lo que ha cambiado es la moral, gracias a la filosofía, en sentido amplio, y contra la teología en sentido estrecho, en la forma de las costumbres. Gracias a la democracia, en una palabra. “Porque es la autoconciencia de la especie lo que nos ha modificado y nos modificará siempre. Lo que tanto nos ha modificado. ¡Cuánto más lo hará!”, me dije frunciendo el ceño de la voluntad futura. Mientras follábamos, M. y yo nos ocupábamos de masturbar a J. Pronto aparté los dedos de M. y atraje el culo de J. hacia mí para que se colocase en la posición adecuada. Quería ver el panorama trasero de aquella lozana mujer, quería verlo y tenerlo muy cerca del cerebro. Había admirado ese mismo panorama en miles de mujeres de todo tipo, en Internet, antes de este mi primer trabajo: arriba, el ano, una perfecta depresión hacia el interior del cuerpo sujeta en un anillo tenso pero distensible, y abajo, tras el mágico puente del perineo, la mistérica vagina, su vulva abierta, los pétalos encarnados, el clítoris. La vulva de J. era monumental, tersa, brillante. Abrevaban mis ojos en ésta y en su ano como animales de finas y atentas orejas en la sabana africana mientras M seguía arriba y abajo sobre mi polla, mantenida vertical, dura y lubricada por su propio flujo. A veces se la sacaba, y no sé si M. o J., que ya la estaba pidiendo, o las dos, la sacudían como para airearla y tiraban de ella agarrándomela por el glande y resoplando. Después de contemplar y acariciar el panorama de J., comencé a lamerlo y a comérselo, tal como ella ordenaba, pensando en la multiplicidad del número y engullendo sus jugos con gran delectación mientras aspiraba profundamente cada molécula; ¡qué combinación!


“La historia es un clamoroso desastre, y al mismo tiempo no podemos culpar ni a los más nazis de entre los líderes de los hombres. Esta vida, esto que vivimos juntos, es rough, es hard, es wild, es fast, very fucking fast”, pensé un tanto alicaído de pronto. Me percaté entonces de que, de un modo natural, habíamos asumido la ley humana universal que dicta que el sexo y la risa se excluyen, y así, mientras follábamos cada vez más rápido, fundiéndonos en el instante, las unas contra mí y viceversa, nuestros rictus reflejaban una gravedad cercana al sufrimiento. “Como hormigas o helmintos nos afanamos, subiendo y bajando de las colinas, como gotas de agua en las crestas, de las olas conducidos, por una furia interior, un furor o desconocido que nos aniquila por dentro”, bramé mentalmente. “Y buscamos conocimiento. Pero nuestras almas de payaso se ríen de nosotros mismos, ja, ja. ¡Somos nosotros! quienes lo hacemos para perpetuar la broma: esta gran broma de la que parece no haber escape…” “Nos hace demasiada gracia”, continué. “Nos hormona y nos mantiene, danzantes de tiovivo –“¡Oh, metáforas de la vida humana!”, pensé, “¡siempre hablando de nosotros mismos!”–, a la caza de la fiesta, ¡de la gran fiesta eterna ante la broma!”, me dije entre convulsiones. Y aún eyaculando, tembloroso, concluí: “El infinito instante del gozo del Uno o la compresión de todo lo que está vivo.” Después de haber comunicado la experiencia, y dado que era viernes, nos desacoplamos del cuerpo-mente de la clase de Antropología sexual y Metafísica del sexo humano 1. Sin embargo, mi esposa-profesora y yo continuamos integrados. “Bueno, ¿qué opina usted entonces de mi primer trabajo de campo?”, pregunté. “Que te quedan muchos intercambios por delante, muchacho, y mucha literatura

humana.” “Estos humanos están locos”, me quejé; ¡imposible pensar con sus cuerpo-mentes!”, “Ya aprenderás”, contestó. “Ocurre simplemente que son anteriores al Big Crunch. Ya lo sabes. ¡Son nuestra prehistoria! Por eso los estudiamos.” Asentí para nuestros adentros. “Bien. Pues hasta la próxima clase”, dije. “Hasta la próxima. Buenas noches”, dijo ella. Dividimos nuestro cuerpo-mente en dos y nos conectamos a nuestros respectivos canales vitales mono. “Ahhhh… Esto es otra cosa”, dije antes de perderme. “¡El desiderátum!” “Oh, sí”, dijo ella. “Big Bang, baby… Big Bang”. 25


VERTIGODE SPIDERMAN

EL

Patxi Irurzun Ilustra J. Kalvellido

Al Spiderman de la Avenida Constitución el traje de hombre-araña, que se ha comprado en los chinos, le tira de la sisa, se le mete por la raja del culo, le marca varias lorzas en la barriga… Es ridículo y hasta da un poco de grima, pero, a la vez, esos son sus superpoderes. -Mira a ese gordo- se ríen los adolescentes, y le escupen o le insultan y entonces él los persigue torpemente y simula lanzarles una tela de araña extendiendo sus dedos como pollas fláccidas (los pequeños cabrones se quedan entonces flipados, desconcertados, porque al final ese friki se ha quedado con ellos, los ha neutralizado) y al ver la escena la gente que pasa se descojona viva y le llena la gorra y así es como Spiderman puede seguir pagando la hipoteca y el coche y haciendo planes para irse en Semana Santa a Port Aventura con su mujer y sus hijos, que no tienen ni idea de que hace ya varios meses lo despidieron de la Caja. Spiderman, de hecho, sigue levantándose cada mañana, y poniéndose el traje gris, el abrigo azul y la corbata roja –como la que llevaba EG el Día de la Presentación de Resultados- y cogiendo la misma línea de autobús hasta el centro, pero ahora, en lugar de dirigirse hacia su oficina, entra en los baños públicos que hay enfrente, sale vestido de hombre araña y se coloca en la puerta del edificio central de la Caja de Ahorros -la 26

nave nodrizaNadie lo ha reconocido nunca. Quizás, tan solo, su hijo, aquella tarde que la familia pasó por delante y el niño se detuvo y le miró con cara de melón, pero solo fue un momento, enseguida su madre gritó “¡Deja de mirar a ese pobre hombre!” y lo arrastró hasta un Zara que había unos metros más adelante. Después, por la noche, el niño estrenó pijama, con un dibujo de Superman. -¿Pero a ti el que te gustaba no era el hombre araña?- preguntó Spiderman entonces, algo mosqueado. -Ya no- contestó el niño, y también se negó a darle un beso de buenas noches “porque me rascas con la barba, papá”, dijo. Desde entonces Spiderman sospecha que el niño lo ha desenmascarado y que se avergüenza de él, pero se consuela pensando que algún día lo comprenderá todo y estará orgulloso de su padre, será por fin su superhéroe, o sino que, al menos, sentirá el mismo vértigo que él ahora cuando mira dentro de sí mismo y ve emergiendo desde lo más profundo, como una bola de fuego o un vómito, las ganas de mandar todo a tomar por culo y entrar cualquier día a la Caja con una garrafa de gasolina o una bomba, y que se jodan los alienígenas de sus excompañeros.


Sus excompañeros de trabajo, por cierto, tampoco han reconocido nunca a Spiderman. A él le da mucho asco verlos entrar y salir de la nave nodriza, porque ninguno movió un dedo cuando lo botaron, y porque ahora cuando pasan a su lado también lo esquivan, evitan el contacto, como si fuera un leproso –o un pobre, un parado, que es peor- y pudiera contagiarles la mala suerte. Pero a la vez, ahora que puede mirarlos desde fuera, que ha dejado de estar abducido, le alivia no ser uno de ellos, haberse desprogramado, no decir ya proactivo e implementar, ni escribir todo en mayúsculas, Obra Social, Banca del Futuro, Director General o llamar al Director General por sus iniciales, EG, como un dios al que idolatran y temen, “malditos marcianos”, piensa Spiderman, y vuelve a sentir el vértigo, porque sabe que tarde o temprano lo hará, tiene que hacerlo, entrará a la nave nodriza y habrá una escabechina, quizás sus excompañeros se libren, después de todo son prescindibles, piezas de la maquinaria que no importan a nadie, sí,

quizás vaya directo al despacho de algún director adjunto, o del propio EG, la abeja reina, o quizás irrumpa en algún consejo general, y agarre por el cuello al alcalde o a la presidenta autonómica o a alguno de los renegados de los sindicatos, y se suba con él a la azotea, hay que hacerlo pronto, porque cada vez son más las naves nodrizas -en la misma Avenida Constitución hay otras tres, el edificio de Hacienda, el de El Corte Inglés y el del Diario-, sí, Spiderman sabe que solo entonces los enemigos comprenderán que no lo van a tener tan fácil, que un hombre puede ser muy peligroso cuando lo tratan como a una mierda o como a un loco, cuando le obligan a hacer cosas de las que sus propios hijos se avergüenzan, sí, Spiderman lo sabe, el mundo libre lo necesita, y también sabe que el día que arroje al vacío a uno de esos hijosdeputa ya no tendrá vértigo y que esa será la señal para la Revuelta, para que los hombres y mujeres de la Resistencia, por fin, dejen de ser células dormidas y se levanten contra la invasión de los putos alienígenas.

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NAVE DE LA ESTRELLA LA

140 VAG

David González Ilustra Julia D.Velázquez Escribo con el fin de que dentro de mil millones de años, un ADN, a ser posible mitocondrial, descubra y descifre este informe. Lo escribe Triptam, Agente Diagnóstico, e incluye una serie de instrucciones, básicas e irrefutables, que han de seguirse al pie de la letra para que dentro de ese tiempo, mil millones de años, tiempo de evolución de la vida en T, a su especie, humana también, no le suceda lo que, mil millones de años atrás, le está sucediendo a la mía. Ocaso. Oscurecimiento. La última etapa. El final. La extinción, irreversible. Que no solo nos afecta a nosotros, los ADN, sino que alcanza también al planeta T en toda su complejidad y diversidad. De hecho, en justicia, no procedería hablar de extinción, sino de algo de lo que no hay constancia alguna, no que yo sepa, en los anales de la humanidad, no a esta escala al menos: INVOLUCIÓN. Un retroceso de mil millones de años, tiempo de evolución de la vida en T, de la especie dominante, en este caso los ADN, sobre todo los mitocondriales, y de la estrella en que lle28

van habitando desde hace unos 65 millones de años, T. Hace un siglo, la contaminación atmosférica, en conjunción con la extinción de incontables especies de ADN, menos, bastante menos desarrolladas política y tecnológicamente que la nuestra, léase vegetales por ejemplo, llegó a tales extremos que había un Medio de Contraste por cada Sistema de Viviendas y aún así los índices de mortalidad, a pesar de la piedra filosofal que supuso la investigación con células madre, madres que prácticamente te hacían inmortal, no dejaban de multiplicarse décima a décima de segundo. La ciencia aún no había avanzado lo suficiente como para recoger el CO2 sobrante y reciclarlo. Entonces, llegó la nave. Sabíamos, gracias a los descendientes del Hubble, de donde procedía. De la estrella 140 VAG, a un año luz de T. En su Teoría de la Relatividad, Einstein postuló que cualquier material que alcanzase la velocidad de la luz se desintegraría. Se equivocó.


Existe un material que no se desintegra a esa velocidad. La luz. La luz de la que estaba hecha la nave. Los ADN nos encontrábamos impacientes por establecer contacto con esa Vida Inteligente proveniente de una estrella tan lejana. Pero no se dio. La nave empezó, mediante una tecnología desconocida e incompresible para los conocimientos de nuestro tiempo, a la recogida del anhídrido carbónico de nuestra atmósfera. La nave recogió hasta la última partícula. Luego, se fue por donde había venido, de vuelta a 140 VAG, y no muchos años después, empezamos a sufrir las consecuencias. Los ADN que vivían en las grandes ciudades, empezaron a fallecer de lo que podría calificarse como sobredosis de oxígeno. Sin CO2, necesario para la fotosíntesis, los ADN vegetales empezaron a desaparecer. La tierra aceleró su proceso de desertización. Los ADN empezamos a envejecer más rápido. Los sistemas de comunicación dejaron de funcionar. Involución. Por eso escribo este informe. Estudios recientes demuestran, sin ningún género de dudas, que esta involución será, como ya he dicho, de mil millones de años, a partir de los cuales, la vida sobre T empezará a evolucionar por espacio de otros mil millones de años, y esa evolución, salvo pequeños matices, concluirá con un ADN, a ser posible mitocondrial, que descubrirá y descifrará este informe. Así que si eres tú el ADN que está leyendo este informe dentro de mil mi-

llones de años, entrégaselo a las autoridades competentes en la materia. Y cuando llegue la nave, sabed que la Vida Inteligente de la estrella 140 VAG no establecerá ningún tipo de contacto con vosotros. En esa nave no hay vida inteligente. El viaje de sus tripulantes, o marcianos como les decía la gente, desde 140 VAG hasta T, un año luz, había tenido una duración de treinta y seis mil años y como es lógico y natural cuando la nave llegó a T, sus tripulantes ya hacía tiempo que habían fallecido, y su estrella, 140 VAG, con problemas asimismo de exceso de oxígeno -¿para qué iban a querer llevarse sino nuestro CO2?-, también habría involucionado. Por eso escribo este informe. Cuando llegue la nave, destruidla. Pero solo después de que haya recogido la mitad del CO2 de vuestra atmósfera. De este modo, vuestra evolución continuará.

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LOS MARCIANOS

LLEGARON YA Lucas Rodríguez Ilustra Hvaldez

Nadie me creyó en aquel momento.Trataron mi declaración de hilarante sarta de alucinaciones psicotrópicas, pero yo los vi. Vinieron no cabe duda. Aquella mañana soleada de abril nada podría tener de anormal, me dirigía a la factoría con mi chevrolet apache del 65. Aquella semana le acababa de colocar unos embellecedores laterales y un nuevo par de llantas traseras. Mi auto resplandecía en medio de la autopista de Arizona entre el polvo de la carretera y los cactus del desierto. Me disponía a tomar el desvío hacia Lowcreek cuando un resplandor más brillante que el propio sol me cegó durante un par de segundos. Por prudencia decidí parar el coche. Un silencio estremecedor se

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apoderó de todo. Ese tipo de silencios imperceptibles y extraños que nunca somos capaces de percibir. No se podía escuchar ni el sonido del viento arrastrando las madejas rodantes del antiguo asentamiento junto al que me había quedado parado. Admito que por un momento sentí un ligero escalofrío al contemplar aquel resplandor desaparecer de repente. Cegado y un tanto confuso intenté sintonizar algún programa en mi vieja radio y fumarme un pitillo ya que iba bastante bien de tiempo. Me costó bastante conseguir hacerme con algún canal ya que por muchas vueltas que diera a la ruedecilla de la radio no era capaz de captar nada legible. Sólo ruido radiofónico y gravilla sonora. De re-


pente y como por arte de magia apareció en el dial un programa de música del sur. En mi vida pocas veces había escuchado ese tipo de música, no soy para nada un entendido en ese tipo de bailes así que intenté cambiar sin éxito la sintonía por lo que al final opté por apagar la radio. Apagué el cigarro me coloqué el sombrero de nuevo y continué la marcha. Al llegar a la fábrica cuál fue mi sorpresa al encontrar en el parking los coches de mis compañeros amontonados unos contra otros sin ningún orden. Daba la sensación de que habían sido dejados con prisa, algunos presentaban golpes por los choques, la mayoría estaban con las puertas abiertas y las radios a todo volumen. No salía de mi asombro, dejé el coche donde pude y me encaminé a la puerta principal con prudencia, todo aquello me daba mala espina. En los 25 años que llevaba trabajando para la compañía jamás había visto algo así. Cuando entré en el pabellón principal mis ojos no daban crédito a lo que veían. Salí corriendo de allí, me subí de nuevo a mi viejo chevrolet e intenté huir al pueblo más cercano mientras trataba de encajar de una manera coherente lo que acababa de presenciar. La radio seguía en sus trece, pero esta vez todo el ancho de banda estaba colonizado por la misma emi-

sora. Solamente sonaba una emisora con el mismo tipo de música, sonaba graciosa pero me encontraba demasiado sorprendido como para prestar atención así que de nuevo la apagué y pisé fuerte el acelerador. Pensaba en mis compañeros, en la directiva, los operarios, las señoras de la limpieza, Bob el de seguridad… Cuando llegué a la ciudad mis temores explotaron en una enorme manifestación de asombro. Los megáfonos de emergencia del pueblo sonaban a máximo volumen, en la calle principal había un jolgorio tremendo, nada comparable ni siquiera con la feria de ganado anual del condado. Mis pies se movían, mi cadera se agitaba y no era capaz de borrar aquella expresión atónita que gobernaba mi cara. Igual que en la fábrica, en Oldwest Town toda la gente bailaba como loca agarrados a aquellos bichos grisáceos bajitos y cabezones que vestían con alegres vestimentas y se movían con bastante gracia, a pesar de su torpeza natural. Los marcianos había llegado ya, nos invadieron, conquistaron nuestros corazones bailongos, aquel año fue extraño e irreal, los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando ricachá, ricachá, ricachá, así llaman en marte al chachachá.

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MONSTERS OF ROCK

Esteban Gutiérrez Gómez Ilustra María Luisa Porto Para Vic&Xen El año que viene tenemos que repetir. Todos allí. Vais a alucinar. Fijo. El Pinki se fue cuatro días antes. Colocó la tienda de campaña en la ladera del monte, frente al escenario. Como comprenderéis, no íbamos a pagar sesenta eurazos cada uno. Con eso tuvimos para los gastos: un barrilazo de tintorro mezclado con to, un coquito culero para los chiriflús y secantes como para tirar confeti en una fiesta... A mí me cambiaron. ...El caso es que allí estábamos, a tomar por saco, y no os podéis imaginar cómo sonaba la cosa. El primer día descargaron un puñado de grupos y cerraron los Maiden. Menudo espectáculo. Se oía de vicio desde allí arriba. No se distinguía gran cosa, pero cuando se hizo de noche flipabas con las luces y las pantallas gigantes de vídeo, ¿verdad Chino? Ya te digo. Me dieron algo raro. Y allí dale que te pego al calimocho, tocando la trompeta y chupando cartón. Cuando acabó aquello éramos incapaces de pegar la pestaña, poníamos música y a seguir con la fiesta por nuestra cuenta, ¿verdad Medusa? Ya te digo. Me metieron algo por el culo. Pero la traca fue el día siguiente. No nos enteramos de mucho, ni siquiera reconocíamos a los grupos, porque se levantó un aire tremendo y comenzó a llover con 32

ganas, pero fue salir los AC/DC y bueno, todos a flipar. El volumen a tope y la gente dando botes. Hasta dejó de llover. Pero lo bueno estaba por llegar... Y me miraron por dentro. ...El concierto estaba acabando. Sonaba el For those about to rock, la de los cañonazos, cuando vimos aquella luz sobre el escenario. Era la hostia, cada vez más fuerte y más brillante. Venía del cielo, de una especie de pepino metálico que se quedó balanceándose allí. El caso es que al final del tema, cuando todos los cañones disparan a la vez, el pepino estalló y una de bola de fuego salió disparada justo hacia nosotros. Acojonante. Cayó muy cerca, detrás nuestra, ¿verdad Chino? Ya te digo. Como si fuese un animal. Son la hostia estos tíos, qué espectáculo, qué efectos, cada concierto mejor. El caso es que las luces se apagaron y la gente comenzó a desfilar. Nosotros con la boca abierta y medio bidón de vinapio por digerir. Tardamos tiempo en reaccionar, los oídos acorchados por el volumen y los efluvios, ya sabéis. Pero ahí no acabó todo. Me levanté y fui a mear detrás de la tienda. Estaba allí, mojando las plantitas, cuando apareció el enano de los ojos grandes. Sonreía con una mueca extraña, la cara tiznada. No pude dejar de mear mientras veía cómo se acercaba a mí. Decía chorradas, no se le entendía nada. El caso es


que me di la vuelta y vi que me seguía. Estos se partieron la caja cuando lo vieron llegar, ¿verdad Medusa? Ya te digo. Parecía enrollado. Le dimos a probar el calimocho y se le ponía la cara roja de contento. Pusimos algo de marcha en el radiocedé y seguimos la juerga. El enano de los ojos grandes acabó metido en el bidón, bebiendo como un poseso, y cuando creíamos que ya todo estaba acabando, el Pinky sacó los últimos tres tripis del bolsillo. Nosotros nos metimos dos a medias y el otro se lo dimos al enano, que sacaba la lengua como para pegar todos los sellos de correos. Buah, teníais que verlo, estirando el cuello y moviéndolo de lado a lado como una jirafa. Y ya, cuando teníamos el puntito más que cogido, nos recostamos en la tierra y, mirando al cielo, volvimos a ver la luz... Eran ellos. ...Y aquí llega la mayor flipada, porque, tíos, salió un rayo cegador del cielo y una escalera llegó hasta nuestros pies. Una figura empezó a bajar dando cabezadas ¿A que no sabéis quien era? No adivinaríais nunca. Era el Angus. El Angus, tocando la guitarra y dando los saltitos esos que sólo él sabe dar. Allí estaba, delante de nosotros, tocando el Shot down in flames. Detrás venían dos macizotas casi en pelota, de esas que salen en sus vídeos... Alienígenas. …Estábamos todos como extasiados. El Chino, el Medusa y yo lo vimos, no era un desparrame. El Angus haciendo un solo de

guitarra bárbaro y el Pinki y el enano detrás de él, cabeceando arriba y abajo, agarrados de las nalgas de aquellas dos preciosidades que tenían unas tetas como balones, subiendo la escalera hacia la luz. Al enano de los ojos grandes ya no lo volvimos a ver y el Pinki volvió al rato así de chupado. Seguro que echó el mejor polvo de su vida, ¿eh, Pinki? No soy yo. En resumen tíos, que el año que viene nos vamos todos para allá. Ya tenemos el sitio reservado, en la ladera de la montaña. No faltará costo, bebercio y keta. Y lo mismo hasta el enano se apunta otra vez. No veas si le gustaba el vinapio al cabronazo. Ya veréis qué espectáculo. Vais a alucinar. 33


FIN UN DIARIO EL

DE

Santiago Bertault (El Rémora) ilustra Luis F. Sanz Últimamente me estoy hartando de los humanos, tienen unas costumbres que no entiendo. Se dedican a comer animales muertos, se matan entre ellos y no respetan a sus mayores. Debe ser horrible vivir como uno de ellos. A mí que mi condición de zombi fue hereditaria siempre me ha llamado la atención toda la cultura basura que esos engendros escriben sobre nosotros. Como si comer carne viva de un hijo puta fuese pecado. Mi familia me dice que no me preocupe, su fin se aproxima ya que su civilización está al borde del colapso. Somos más fuertes que ellos y además no tienen ya control de las desapariciones y muertes que provocamos. Y es que en el fondo somos unos blandos, sólo nos comemos a los peores. Asesinos, pederastas, violadores son nuestros primeros objetivos. Pero la condición humana es increíble, la gente perversa se reproduce y no damos abasto. Hace años me contaba mi abuelo que se había tratado de convertirlos en zombis, pero el experimento fue un desastre. Se dedicaban a comer carne humana sin ningún recato, iban con la chorra fuera por la calle y encima tenían ambiciones políticas. Así que después del fallido intento con el presidente del Gobierno, el consejo supremo de los zombis decidió que no se podía permitir más infecciones a humanos. A mí, que pertenezco 34

a la primera generación nacida bajo el plan especial de ayuda a familias zombis sin hijos, me parece estupendo. Según los cálculos más optimistas en unos veinte años tendremos la tierra controlada y con la población de humanos justa para tenerla en rebaños. En ese momento, llegará el Mesías a gobernar nuestro mundo. Todo esto me parece muy bien, pero yo tengo un problema muy grande, a esa edad ya tendré cuarenta años y como la ley zombi exige me meterán en las cúpulas de aislamiento para mayores, la manera en que combaten la demencia precoz incurable que asola a nuestra raza. Siete días a la semana encerrado, un solo humano vivo de rancho al día y una hora de paseo en soledad excepto los fines de semana que se amplia a dos horas para que los músculos no se atrofien. Por eso ahora mismo algún empleado de limpieza estará recogiendo mis sesos esparcidos por la pared por una Mágnum 44 mientras los eruditos de nuestra raza se preguntan por qué el índice de suicidios ha aumentado tanto.



Quince errores en torno comunes al

fin mundo del

Iñaki Echarte Vidarte Ilustra Virginia Jiménez

(Banda sonora: Findelmundo de Chico y Chica) 1.- El fin del mundo no fue en el 2000, tampoco lo será en el 2012. Tampoco pienses en el 2017, en el 2020, en el 2022, en el 2027, en el 2064, en el 2112 o en el 2199. Olvida cualquier fecha en el que estemos vivos o en la que vivan nuestros hijos. Me temo que tenemos que esperar bastante más. Hazte a la idea de que no verás el fin del mundo. Así que no ahorres demasiado dinero (pero guarda un poco por si acaso) y haz planes a largo plazo (no temas). 2.- Que un cometa o un asteroide se estrelle contra la tierra y la destruya es poco probable. Es más probable que un asteroide destruya tu casa y que el resto de los seres humanos sigan viviendo con más o menos normalidad. Si no puedes escapar de tu fin del mundo particular no merece la pena ni siquiera pensar en su existencia. 3.- Algunas teorías afirman que el fin del mundo será anunciado por la segunda venida de Jesús. Es probable, además, que anuncie su llegada en una rueda de prensa televisada por todos los rincones del planeta. Te enterarás de que ya es la hora sin ningún género de dudas. Y si no, alguien lo colgará 36

en el facebook, o te mandará un sms. O, quizás, serás uno de esos desinformados que no se entera de nada y para ti el fin del mundo llegue por sorpresa, así que lo vivirás sin sufrir los comentarios de las presentadoras, siempre perfectas, de los matinales y sin dolor físico. Serás afortunado si así ocurre, pero también es improbable. 4.-Sería bonito que unos extraterrestres, con apariencia humana, y a poder ser parecidos a Raquel Welch y Johnny Deep invadieran la tierra, nos sometieran, se aprovecharan un poco de nosotros y nos dieran una muerte dulce. Pero esto se asemeja más bien a la mayoría de los sueños eróticos que a una futuro fin del mundo real. Y es tan improbable como que nos invadan extraterrestres feos y deformes que nos maten sin contactar físicamente con nosotros. 5.- Que estalle una tercera guerra mundial es lingüísticamente imposible. No sé en cuantas estamos metidos actualmente, pero me temo que si una guerra mundial acaba con el mundo debería llevar un número mucho más elevado delante.


6.- Hay gente que tiene miedo de que las mujeres se transformen poco a poco en lesbianas y los hombres en gays y no haya manera humana de perpetuar la raza humana. No será, desde luego, el fin del mundo, más bien el de la raza humana. Y quizás el resto de los seres vivos agradezcan nuestra autodestrucción. 7.- Que la tierra está cabreada es un hecho. Terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, huracanes. Pero también es cierto que tiene poco margen de acción. Ataca a sus habitantes de una manera localizada, así

que podemos deducir que tiene un poder limitado y que es incapaz de autodestruirse. 8.- Un enorme error humano también es posible. Un escape nuclear que apenas dejara nada de vida en la tierra tampoco es tan descabellado. Pero los científicos siempre dicen que las cucarachas podrían sobrevivir a tal desastre. ¿Sé acabaría el mundo, entonces? El nuestro, sí, pero el de las cucarachas, no; el mundo seguiría existiendo. 9.- Un gran virus que destruya la vida humana presenta el mismo problema que algunos de los puntos anteriores. Suponiendo que sea tan mortífero como para destruirnos el resto de los seres vivos seguirían habitando el planeta sin problemas. 10.- Los zombis tienen mucho tirón últimamente, pero me temo que no existen más allá de la pura ficción. ¿Has visto alguna vez alguno? ¿Algún científico ha podido atraparlos? No esperes verlos más allá de las películas, los cómics, la literatura, las fiestas de carnaval de tu ciudad o el Thriller de Michael Jackson. 11.-Los robots de cocina y las aspiradoras son muy útiles. Los ordenadores son capaces de hacer casi todo. Pero se me hace difícil imaginar que puedan desear ser los reyes del mundo y sustituirnos en nuestros puestos. Es cierto que nuestra vida puede parecer bastante deseable, pero las máquinas son suficientemente listas para seguir permaneciendo en un segundo plano y dominarnos sin que nos demos cuenta. 37


12.- Que un agujero negro engulla la tierra y nos reduzca a la NADA es lo mejor que nos puede pasar. Pero, por eso mismo, nunca pasará y seguiremos sufriendo eternamente. 13.- Se cuenta que un grupo de científicos ha construido una nave nodriza que recogerá a lo más selecto de la raza humana en el momento del fin del mundo para perpetuarla en un nuevo planeta o en los restos del planeta destruido. La pregunta esencial es, ¿quién tendrá derecho a subir a dicha nave? Si no conoces la respuesta significa que no estarás en la lista. La vida es así de dura.

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14.- Los más optimistas auguran un cambio de conciencia, esperan que a mejor. Un cambio radical en nuestro pensamiento global es tan complicado y utópico como que una tortuga mantenga una conversación con un humano. Tendremos que conformarnos con lo que tenemos (o hacer pequeñas mejoras particulares). 15.- El fin del mundo no es uno para todos los seres vivos. Olvida todo lo que te han enseñado en las escuelas. En realidad ha habido, hay y habrá miles de finales del mundo en espera del fin de todos los finales del mundo.


DMTFAGOS Vicente Muñoz Álvarez Ilustra Julia D.Velázquez

Se alimentan de nuestra glándula pineal. Casi todo lo demás son conjeturas. Ni siquiera podemos verlos. Ni siquiera sabemos qué son. Nuestros cráneos se resquebrajan súbitamente como cáscaras de nuez mientras dorminos y desde el interior algo nos succiona la epífisis, suponemos que debido a la dimetiltriptamina (DMT). Así lo confirman todas las autopsias de los cadáveres. En pocos días han diezmado la tripulación de la nave. Uno tras otro, a medida les iba venciendo el sueño, nuestros hombres han ido cayendo con el cerebro hecho trizas, convertidos sus rostros en masas deformes de carne y hueso, dejando riadas de sangre a sus pies. De nada sirve esconderse, armarse, estar alerta... Nos hemos turnado para dormir, vigilándonos unos a otros, atentos a cualquier movimiento o indicio, pero todo ha sido hasta el momento inútil. Repentinamente, sin previo aviso, nuestras cabezas revientan por dentro, dejando al descubierto el cerebro, y una especie de energía o presión nos absorbe la epífisis. La única defensa que conocemos es la vigilia, pero sin dormir no podremos sobrevivir mucho tiempo. Sólo quedamos cuatro de los veintitrés miembros de la tripulación: el capitán XenRa, los oficiales CCor y SiCh (cada vez más alterados), y yo, piloto de la nave Vinalia Trippers. Los demás han ido sucumbiendo inexorablemente al virus. Arrojamos sus cuerpos amortajados al espacio para evitar su descomposición y posibles contagios, y nos dirigimos ahora al Planeta T, intentando a toda costa mantenernos despiertos.

Tuvo que ser en alguna prospección de los asteroides que exploramos... Algún organismo o infección, algún ente, alguna presencia... Aunque todo, insisto, de momento son conjeturas. La única certeza es que el virus (por llamarlo de algún modo) ha exterminando a la tripulación de la nave y ahora somos los únicos supervivientes. Hace horas que nos deshicimos del cuerpo de JoSs, la última víctima... E intentamos, rumbo a T, mantenernos despiertos... Pero quedan aún seis días para llegar... Y no podremos evitar, en algún momento, quedarnos dormidos...

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DE CUANDO

H. P. LOVECRAFT FUE SODOMIZADO POR LOS

TCHOTCHOS José Luis Moreno-Ruiz Ilustra Rodrigo Adaos

Me lo contó Seabury Quinn en 1968, apenas un año antes de que falleciera. Bebíamos algo en la compañía de sus buenos amigos, el doctor Trowbridge y Jules de Grandin; preguntaba yo cosas sobre sus tiempos –los de Quinn– en Weird Tales; sobre su relación, también, con H. P. Lovecraft… Y aquí fue donde Quinn torció el gesto. –Un maldito envidioso. Igual que Derleth. Nunca me perdonaron que los superase en ventas. –Bueno –apuntó Jules de Grandin–. Tampoco te perdonaron que hicieras público eso que leíste en aquellas cartas de Lovecraft a James F. Morton (de febrero de 1923) y a Alfred Galping (de octubre de 1932)… Ni te perdonaron que hicieras pública la confesión que te hizo Sonia Greene, sobre la impotencia de Lovecraft… Aquí se detuvo Jules de Grandin, al hacerle Quinn el gesto de stop, levantando la mano como un guardia del tráfico. Claro, joven reportero que era yo entonces, eso no pudo por menos que llamarme la atención. Como tengo un gato, sé bien lo que significa dejarlo encerrado. Insistí, pues, y supe: Sonia Greene, la muy tetuda y breve esposa de H. P. Lovecraft, había referido a Jules de Grandin, tras la primera 46

cópula que tuvieran, una vez separada ella de Lovecraft, que éste no podía ponerse ni un supositorio, de así como le dejara el esfínter anal el primer TchoTcho que se lo abrochó. –Eso –apuntó entonces el doctor Trowbridge, médico al fin– no casa mucho con la tesis según la cual, la estimulación por vía anal de la próstata masculina, dispara el deseo del hombre… –Bah, Sonia me dijo que a Lovecraft nunca se le había puesto tiesa –terció Jules de Grandin–. Como era un hiperestésico escrupuloso, ni siquiera la lengua usaba con ella. Seabury Quinn decidió entonces ser más preciso, acaso por el cariz que tomaba la cosa. –Mire… Cuando trabajé para el Gobierno –me dijo– durante la Segunda Guerra Mundial, tuve acceso a las carpetas con información sobre Lovecraft, ya fallecido entonces… El primer TchoTcho que se lo folló, y eso está bien documentado, vestía uniforme de las escuadras mussolinianas. Lovecraft quedó irremisiblemente prendado de aquel TchoTcho tan machote, y por extensión, de Mussolini. De ahí que escribiera en febrero de 1923, yo vi una copia de esa carta dirigida a James F. Morton, lo que sigue:


“Creo que la ascensión de las ideas democráticas es un signo de decadencia cultural, y admiro a hombres como Mussolini cuando es descrito como ‘del tipo renacentista’. Me enorgullezco de ser definitivamente reaccionario, aunque sólo sea porque un firme rechazo a la pose ‘liberal’ y a las ilusiones de ‘progreso’ pueda producir el tipo de control autoritario político y social que posibilita las cosas por las que merece la pena vivir”… Por no hablar –siguió diciendo Quinn– de su amistad con Henry Ford, que incluso le regaló un coche, en cuyo asiento de atrás, por cierto, se follarían a Lovecraft más TchoTchos. Un montón de veces… Jules de Grandin, sin embargo, trató de aportarme mayor información, aunque sin dirigirse directamente a este reportero, acaso para que mi artículo no resultara al cabo en exceso tendencioso. –Bueno, Mr. Quinn –dijo–. Pero no olvidemos que en otra carta, dirigida ésta a

Henry George Weiss, y escrita poco antes de morir, Lovecraft declaraba haberse convertido al socialismo, tras ser testigo de las penalidades subsiguientes al crack del 29… –Nada, tonterías –concluyó Seabury Quinn–. Es que hubo una guerra civil entre los TchoTchos; tras la división en dos de su país interestelar, unos siguieron en el mussolinismo, y otros se sumaron al estalinismo rampante, que también gustaban mucho estos uniformes. El coche que Henry Ford regalara a Lovecraft fue testigo, igualmente, de cómo se lo follaron unos cuantos comisarios políticos sucesivos. –Hay que convenir, pues, en que Lovecraft fue un gran intelectual –remató el doctor Trowbridge aguantándose la risa. Coño, no entiendo que no lo hayan equiparado a Bertrand Russell… ¡Cuántas injusticias se cometen en el mundo de la cultura!

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A PESAR DE

TODO

Estelle Talavera Baudet Ilustra Salvador Armesto - Desde aquí todo parece sensible al hurto. Aviac acababa de reiniciarse y miró desconcertado a Lakto, que parecía hablar para sí mismo. - Tienen el aspecto desmadejado de sus antepasados, tropiezan y se zambullen en sí mismos, y desconfían. ¿Te has fijado que repiten los mismos gestos? Aviac buscaba una posible respuesta a la pregunta, pero Lakto no esperaba respuestas, así que siguió hablando: - Tienen una estructura dura como la cáscara de una almendra. Pero se rompen. Se rompen fácilmente. Cuando cogen fuerza en sus vehículos estallan unos contra otros, como los cuernos de dos bestias embistiendo. Son, en esos momentos, como la caída de una sandía en un precipicio, estallando contra las rocas. Aviac no sabía muy bien adónde quería llegar Lakto. - Ahá… -prosiguió ensimismado-, como sandías. Y ríen, ¿los has visto reír? ¿Eh? ¿Los has visto? Sus mandíbulas se mueven como las tijeras, de forma seca, ida y vuelta. Y de pronto paran en seco y cierran definitivamente la boca. Hacen gestos con las manos, se remueven, parecen incómodos en su posición y gesticulan, dan botecitos ridículos y se agarran el estómago. Luego todo vuelve a su sitio y son animales silenciosos. Y pestañean para que sus ojos no se sequen. Cuando ríen pestañean sin cesar. A veces todo termina en un lamento y lloran. Lloran riendo. 48

Lakto se levantó y se acercó al cristal. A lo lejos flotaba ingrávido el planeta azul. El espacio parecía más negro aún. - Algunos no dejan de repetirse y lloran por repetirse y se hartan y rompen cosas a zarpazos. Se torturan unos a otros y se deshidratan por los ojos absurdamente. Se hacen salvajes, sobre todo ante el frágil. Enrojecen. Son blandos al hurto, son hurto mismo, se intercambian las almas y no se dan cuenta de que siempre reciben menos de lo prometido. Todo parece sensible al hurto. Lo es. - Son una raza joven, no lo olvides. Lakto pareció despertar de un letargo al escuchar la voz de Aviac. - No, no lo son -dijo tajante-. Son viejos, son monos viejos, y a los monos viejos hay que dejarlos descansar porque no hay nada que hacer con ellos, ya no tienen más que aprender, están cansados y no sirven. -Volvió a mirar el planeta flotante. Hizo una larga pausa que a Aviac le pareció eterna-. Están bien ahí abajo, se molestan entre ellos. Es triste verlos. No son niños, no lo son en absoluto. - ¿Y por qué les observas si tanto te disgustan? Lakto miró de reojo a Aviac. No tenía respuesta. No parecía tenerla. Su cara azul se reflejaba en el cristal; al fondo el planeta era un punto inmóvil entre sus ojos amarillos. No tenía expresión alguna.



CUENTOS A LA HORA

DE DORMIR José Manuel Vara

(en colaboración con Sara Vara Gómez, mi hija de nueve años)

Ilustra Silvia D. Chica

Papá había entrado en la habitación de los niños como cada noche. El libro bajo el brazo y sus gafas de montura de pasta en la otra mano. Papá sólo se ponía las gafas para leerles el libro. Ese libro de cuentos que ninguno de los dos sabía dónde lo había comprado, porque ni entendían las letras ni entendían los dibujos que en él había. Lo que sí que tenían claro los dos niños es que aquel era el gran secreto de papá. Sabían que aquella noche les tocaba otro cuento sobre el planeta Xacra, según papá, un planeta que no era del todo imaginario y que existía en el corazón de algunas personas que habitaban en la Tierra. Nuestro planeta. A Alex y Sara les gustaban las historias que papá les contaba de los habitantes de Xacra, unos seres que se comunicaban con la mente sin necesidad de hablar y que tenían poderes curativos y una sociedad basada en el consumo de las necesidades básicas y donde no había dolor ni llanto ni sufrimiento. Eso les contaba papá cada noche sentándose en el taburete rojo frente a sus camas de litera, y frente a la pared pintada con un sistema solar que ellos no conocían porque en sus libros de colegio sólo estudiaban lo que se conocía como Sistema Solar. Aquella noche papá les contó un cuento sobre un niño de Xacra, que tenía el don de viajar por el universo para estudiar los pla50

netas que estaban a punto de consumirse por la mala gestión medio ambiental de sus habitantes. Con la información se abría un debate en el parlamento interplanetario de Xacra, donde se intentaban buscar soluciones a tal desastre ecológico interplanetario, porque los habitantes de ese lejano planeta eran conscientes de la teoría del efecto mariposa, es decir, que algo que pasaba en un rincón de la galaxia podía influir en otro recóndito lugar de la misma. A los niños les encantaba oír los cuentos del libro de papá. Eran diferentes. Distintos. No sabían de otro niño de su barrio o de la clase que escuchara ni leyera los mismos cuentos. Imaginaban que aquel libro era único y que su padre lo habría comprado en uno de los muchos viajes que hacía por trabajo al extranjero, a lejanos países, según su madre, que solía quedarse siempre a su lado cuando papá estaba fuera. Mamá era guapa y siempre les hablaba con ternura y con ojos llenos de emoción. A veces, jugaban a adivinar los años que podían tener… un juego que se había inventado mamá y que consistía en pensar en los años que les gustaría tener en realidad. Mamá siempre decía que tenía 238 años y papá 725. Sara y Álex no entendían el juego, pero ellos se limitaban a decir que él tenía 6 y ella 9. Pero, a pesar de todo, se reían con aquellos extraños juegos numéricos de


su madre, que siempre concluían con una merienda de leche y galletas de chocolate y con miles de abrazos y besos. Aquella noche papá acabó el cuento. Y arropó a sus hijos con las mantas. Los besó en la frente, apagó la luz y se fue a su habitación, junto a su mujer de 238 años. Ella ya se había quitado la piel y él se dispuso a hacer lo propio. Se apretó con fuerza debajo de la oreja derecha y la piel humana que le cubría el cuerpo se desprendió como por arte de magia. Se agachó y la recogió en el suelo y la colgó en la percha al lado de la de su mujer. Su cuerpo verdoso pareció brillar bajo la luz mortecina de la luz de la mesilla. Su mujer estaba viendo un holograma informativo en el techo de la habitación. Información sobre el planeta donde vivían. El planeta llamado Tierra. Él se acercó a la cama. -¿Crees que hay alguna posibilidad? -Sabes que no. El ser humano no tiene la más mínima posibilidad de sobrevivir. -¿Y qué pasará con los niños? Me gusta leerles cuentos de nuestro mundo… son humanos, pero creo que siento algo por ellos. -Morirán. No hay nada que hacer y lo sabes. Hoy me llegaron informes sobre nuestra misión y está a punto de concluir. Además, estoy muy cansada. Ponerme esa piel me debilita mucho. Es orgánica, pero noto como si fuera alérgica. Es como si me robara la energía. Y noto que bajan mis tasas de aminoácidos esenciales. La piel humana me es nociva. -Lo siento, ya nos avisaron de ello. Pero era nuestro deber informarles… era la única oportunidad que tenían de sobrevivir. -Lo sé, pero tú eres más viejo que yo y has visto más mundos.

Tú mismo dijiste que la del ser humano era una especie autodestructiva. -Tienes razón, es que a veces me dejo llevar por la ilusión, por la pasión… necesito dormir. -Si querido, duerme. Y no sufras por ellos. Has hecho todo lo posible. Los dos lo sabemos. Todos lo saben. Papá cerró los ojos. Y se durmió al lado de mamá. Cuando volvieron a abrirlos sus hijos humanos ya no existían. Y su recuerdo desparecería con el tiempo. Con los años. Como si nunca hubieran existido salvo en su imaginación. Mañana el día comenzaría como tantos otros, con la muerte de otro lejano planeta. Un planeta que, de momento, no era el suyo.

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ELCAMINO DE

EMANEMS

LOS

Nacho Abad Ilustra Diego Paonesa Vista desde la escotilla de la cabina, la Tierra parecía inofensiva y hermosa. Menuda mentira, la belleza. Menuda forma de engañar, la distancia. El viaje había sido largo y pesado. Me dolían todos los músculos, la cabeza, el tórax. Un viaje duro, que se dice. Habíamos conseguido hembras a buen precio. Una hermosura de hembras, la verdad. De aspecto casi humano. Sanas y jóvenes. Me embargaba una emoción parecida a un mareo. Sabía que iba a clavar una bandera con mi nombre en la montaña de mierda de la Historia. Ya todo estaba preparado para el aterrizaje. Alrededor de mi negocio acampaban periodistas, unidades móviles de televisión, manifestantes, ecologistas, religiosos, apocalípticos. El éxito de nuestra misión consistía en habernos dado prisa, en haber actuado de forma tan rápida que no habíamos dejado capacidad de reacción al gobierno. Nuestros clientes disfrutarían de la impunidad de un vacío legal. Ofrecíamos sexo con extraterrestres, convencional o extremo, pero nuestro producto estrella era la oportunidad de matar a una hembra alienígena a gusto del consumidor: a cuchillo, a hostias, estrangulándola o quemándola viva. Una oportunidad así no se tiene todos los días. Nuestra clientela era gente de pasta, empresarios aburridos que se querían dar un capricho. Y no les íbamos a defraudar en absoluto. Dos días antes, en las Indias yo me había dado un festín memorable y sabía que merecía la pena. Junté a varias 52

hembras, las puse a cuatro patas y se la fui metiendo una a una mientras las cortaba el cuello con un machete de desbrozar maleza. Las sensaciones eran increíbles. Me sentía poderoso y feliz. Solo había algo que me devolvía a la realidad: el viscoso líquido que tenían por sangre y que era, para mi consternación, de color azul, de un azul donde no podía distinguir el rojo de la sangre de mi ex mujer.


ENCUENTROS EN LA TERCERA

FASE

Eduardo Boix Ilustra Ana Cibeira Nos escondemos detrás del sofá. Aquella criatura de dedo incandescente señala el teléfono. Nunca hemos creído en el amor fuera de la galaxia. Llora, llora y llora. No podemos descifrar la causa de su llanto. Nos mira extrañada y confusa. No nos reconoce ni se reconoce a sí misma. Vuelve a llorar. Emite sonidos extraños. Por un momento, nos viene a la mente que no debe tocarle el

agua ni comer a partir de las doce, el médico ha sido muy estricto en eso. Se acerca. Nos abraza. Nos besa. Continúa llorando. Habla de guerras y de vez en cuando tararea alguna melodía extraña, casi ininteligible. Se quita el batín. Aparece mamá. Intentamos protegerla. -¡Arturo! ¡Luis! ¡Madre! ¿Es que no sabéis que vuestra abuela está malita? ¿Que tiene Alzheimer?

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NI

CIENCIA NI FICCION: UN RELATO DE

CIENCIA FICCION Mario Crespo Ilustra Julieta Dentone La Administración del Estado tiene la idea, no del todo equivocada, de que los funcionarios no se esfuerzan. Para solucionarlo, algunas instituciones estatales han tenido la ocurrencia de delegar parte del personal técnico en empresas externas, de esas que ganan concursos públicos. Hace más de dos años que trabajo en la Biblioteca Nacional. Mi trabajo es similar al de El señor Lobo en Pulp Fiction: resuelvo problemas. Arreglos. Parches. Pero mi departamento no es el de Mantenimiento, sino el de Publicaciones Seriadas. La Ley estipula que todos los impresores están obligados a mandar varias copias de cada ejemplar a la Biblioteca Nacional. Pero esto no siempre se cumple. Por eso muchos fondos están incompletos, les faltan números. Y ahí entro yo… se supone que soy documentalista. Mi labor de pseudo-investigación interna me permite moverme impunemente por los departamentos de mi competencia, incluido el depósito. Se trata de una enorme torre de doce pisos incrustada en la estructura central del edificio del Paseo de Recoletos. Hay muchas leyendas sobre el depósito. Se dice que hay funcionarios que duermen en los rincones más recónditos, que las señoras de la 54

limpieza encuentran regularmente condones usados, que a veces se oyen voces, etc. Un veterano trabajador laboral, un hombre de unos cincuenta años que es conocido como el Amo del Depósito, me contó una vez que en la primera planta, en el sótano, hay una bolsa de energía electromagnética. Según su versión, en los años setenta, unos científicos del CSIC se tiraron más de dos meses investigando la zona. Luego la sellaron con hormigón. El Amo asegura que los más viejos del lugar conocen la puerta que da acceso a la bolsa, a algunos de los secretos del Universo. Una mañana, hace aproximadamente un año, mientras empujaba un carro lleno de revistas por los pasillos del sótano, contemplé un extraño suceso que aportó luz a mi ignorancia metafísica: Francisco Ayala, llevado en parihuelas por dos ángeles turiferarios, emergía de las sombras iluminado por un haz de luz que abrió mi mente como las aguas del Mar Rojo. Y entonces creí entenderlo todo. ¡Claro!, pensé: Ayala ha pasado media vida en las salas de esta biblioteca. Ama el lugar. Lo ama porque sabe la Verdad, porque conoce el Secreto, porque ha sido capaz de encontrar la puerta, porque gracias a eso


ha conseguido viajar en el espacio-tiempo y, por tanto, prolongar su vida por encima de los cien años. Ayala y la Biblioteca Nacional son un mismo ente espiritual cuya materia se divide en formas diversas. Francisco Ayala es el saber porque la Biblioteca también lo es. Me quedé atónito, sin saber muy bien qué decir,qué hacer. Experimenté una sensación extraña que bloqueaba mi mente y provocaba que, imbuido por una especie de lengua de fuego como las que recibieron los apóstoles, sólo pudiera pensar en inglés. De manera automática, casi sin querer, le dije: “It’s nice to see you, Sir”. Y, ante mi estupor, el escritor y presidente del Real Patronato de la Biblioteca Nacional, se zafó de los brazos de los ángeles turiferarios, se acercó a un palmo de mí, se puso de puntillas, me miró a los ojos y me dijo:

“¿Sabe, joven?, hoy es mi cumpleaños. Cumplo 103 años. Y estos buenos amigos me están homenajeando, aquí, en mi lugar favorito, donde trabaja usted”. Al instante, tras su enjuta figura aparecieron sus supuestos amigos. Y entonces me di cuenta de que me había dejado trampear por el poder de la sugestión, por los sentidos: el haz de luz fue debido a los sensores, que permiten que las bombillas sólo se enciendan cuando pasa gente; los ángeles no eran tal, sino dos azafatas que ayudaban a caminar al anciano; y entre la comitiva de amigos se encontraban tres seres que sólo pueden pertenecer a la más cruda de las realidades: el Ministro de Cultura, la Directora de la BNE, y El Presidente de la RAE, quienes, como leí luego en la prensa, homenajeaban a Francisco Ayala en la Biblioteca Nacional. 55


NADA ES COMO NOS CUENTAN LOS MEDIOS DE COMUNICACION Ángel González González Ilustra Ángel González Primero sonó un fuerte zumbido; algo parecido al ruido de esas linternas que se cargan girando una manivela, algo así, nada más que multiplicado por…, no sé, por quinientos mil, por ejemplo. Y luego se escuchó un estacazo de la hostia que irrumpió en mi oído interno y logró ponerme en pie y que me dirigiera a la ventana para alcahuetear lo que había pasado. No era un avión de la CIA tal y como diría la prensa. Era un raro accidente. Una catástrofe como un piano que asoló el huerto de mi casa. Un Objeto Volante Jamás Identificado (OVJI) se había cargado las tomateras, el patatar, las coles y el almendro. Así que se me abrió la boca y de ahí adentro salió una palabra bastante fea, pero lo que más quería reflejar mi boca extralimitada hasta el infinito en lo que podríamos denominar una “O” así de grande, era que de entre los escombros y el humo del aparato en forma de plato de porcelana invertido, estaban saliendo dos alienígenas con sendos trajes negros con corbata y que uno de ellos parecía George W. Bush y el otro Camilo José Cela. Tras ellos, un tercer alienígena logró salir al exterior de la ajada nave espacial con la forma anteriormente 56

indicada y me pareció una moza alienígena cuyo asombroso parecido con Ana García Obregón me dejó más perplejo aún de lo que ya estaba. Quiero reiterar que lo que se dijo en el programa de Jorge Javier Vázquez a santo de que el accidente era una campaña publicitaria en la que se promocionaban unos gallumbos de competición, no era sino una falacia total y desconsiderada. ¡Aquellos alienígenas eran reales, dios santo! ¡Y querían tomar mi casa! Salí corriendo hacia la puerta y la bloqueé con el sofá del comedor. Hecho esto, me oculté debajo de la mesa de camilla y aproveché para remover el brasero de picón. Se estaba calentito. Todo el mundo sabe que los alienígenas tienen un poder extraordinario que reside en su mente y con el que pueden mover objetos del mismo modo que nosotros pelamos las magdalenas. El sillón salió disparado hacia alguna parte y nuevamente mi boca dijo algo soez entre signos de exclamación y los invasores entraron en mi humilde casa. A continuación estuve todo el rato rezando para que no levantaran las faldillas de la mesa camilla, no obstante, lo primero que hicieron los alienígenas fue levantarlas, descubrirme, y darme dos bofe-


tadas en la cara para evitar que uno siguiera ahí, presa del pánico y tal. Entonces llegó el momento en que el alienígena-Cela se tiró un pedito y la alienígena-Ana García Obregón le mostró lo afectaba que estaba por el deleznable hedor que provenía del culo del alienígena-Cela y le hizo prometer que no volvería a hacerlo, pero él dijo que aún no tenía el autocontrol instalado en el trasero. El alienígena-George Bush se reía todo el rato pero pude apreciar que aunque aparentaba tenerlo todo bajo control, en realidad no tenía ni la más mínima idea de cómo solven-

tar la situación y esto fue debido a que tartamudeaba al decirme si yo tenía conexión a internet; que tenía que mandar sendos e-mails a sendos dirigentes interestelares. Recuperado del pavor que yo sentía por las culturas extraterrestres me armé de valor y le dije que se fuera a tomar por culo y que ya me había jodido lo suficiente como para que encima le dejase mi ordenador y que me lo infectara. La alienígena Ana G. Obregón le desplazó a un lado como diciendo quédate ahí bobito que yo sé cómo hay que gastárselas con estos humanos y acto seguido se abalanzó sobre mi bragueta y se puso a hablar con mi cosita en un idioma alienígena estándar que jamás pude descifrar, al contrario que mi cosita, la cual se enervó despiadadamente con aquel pseudo-idioma y me obligó a decir que sí, sí nena, a todo lo que me fue pidiendo. Y cuando menos lo esperaba sonó un enorme estruendo nuclear en el techo de mi casa y la nave nodriza nos disgregó, molecularmente hablando, y procedió a abducirnos a todos hasta la nave, elevándonos luego hasta el espacio sideral y allí arriba, en medio del universo, me dijeron que nuestro planeta era una pequeña mentira eternamente televisada. Y yo les creí y me propuse contarlo. 57


MI

NOVIA

EXTRATERRESTRE Iñaki Estévez Muñiz Ilustra Juan Jesús Sanz Corrían los años 90, por lo que la mayoría de los supervivientes de esta historia real al menos así la recuerdo yo- aún se resienten de los excesos de aquella época tan loca y experimental… Nuestra historia, esta historia -que podría ser la tuya, si has vivido esos años, o la de cualquier otro superviviente-, podría haberse dado en uno de esos desiertos de estilo lunar, que como océanos separan las ciudades del Medio-Oeste norteamericanas. Podría ser una historia sobre criaturas mutantes, extraterrestres escapados de áreas de máximo secreto o abducciones de conductores solitarios… Podría tratarse, como en una película de serie “B”, de un encuentro con seres fantásticos venidos de otros planetas que contactan con la típica pareja que viaja por inhóspitas carreteras secundarias: Chico malo, chica rubia en pantalones cortos fumando al volante de un descapotable… Pero no, esta historia, nuestra historia -que como digo, podría ser la tuya-, se ubica en un pueblo del Norte de la península, en la costa cantábrica para ser más exactos. Aunque, eso sí, nuestra protagonista sí que era rubia, conducía un Peugeot 405 descapotable, y no recuerdo bien si vestía “shorts”… 58

Fue una calurosa noche, en la puerta de una discoteca de moda. Ella era mi novia, o eso creía yo. Discutimos a la salida, como solía ser habitual, pero terminó al fin viniéndose conmigo. Cogimos el coche prestado del amigo más borracho del momento y subimos hacia una de las colinas que rodean la ciudad… Al llegar a un descampado y tomar la última curva, una intensa luz, presumiblemente de otro vehículo, casi nos deja ciegos. Frené y paré allí mismo el coche… Y antes de decir nada, sin darme siquiera tiempo a encender otro cigarro, se abalanzó sobre mi asiento: ávida de mí, ansiosa de vicio y sexo. El coche descapotado abría innumerables posibilidades a nuestra pasión, y comenzamos a follar como locos. Con la Bahía, el río que hacía de Frontera y las luces de la ciudad al fondo, como si estuviéramos sobre una de las colinas que rodean la ciudad de Los Ángeles en un final clásico de película en B/N… Cada vez más arrebatados, cada vez más metidos, gritando y follando sobre el descapotable azul de mi amigo borracho… En ese momento, cuando ya estaba a punto, conteniéndome, la miré fijamente a los ojos y lo que vi me asustó: estaban en blanco, no había pupilas, iris, nada… Por un instante


me desconcentré, pausando el ritmo, pero ella siguió encima. Creo que me miraba, pero no podía estar seguro, sus pupilas habían desaparecido... Cambió incluso el tono de voz, cada vez más ronca y profunda, pero no pude parar ni decir nada... Ella seguía como una autómata extasiada encima mío, moviendo las caderas con un ritmo frenético… Hasta que caí dormido y exhausto. Al rato me desperté en el coche y me puse los pantalones... No veía por ninguna parte

a mi chica. Empecé a caminar, llamándola… Y la encontré acurrucada bajo un árbol, tiritando. Sus ojos habían recobrado la normalidad, y también su voz. Le pregunte qué tal se encontraba y balbuceó que no se acordaba de nada… Tan sólo de la luz que casi nos ciega en la última curva... Después de ese día, se fue a estudiar fuera y no volví a verla más. Creo que escribe en una conocida revista sobre Parapsicología y Fenómenos Ovni.

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DECADENCIA DELROCK

EXTRATERRESTRE Julio César Álvarez ilustra María Couceiro Siempre lo había escuchado. La gente decía que era un marciano orgulloso, una especie de extraterrestre charlatán y caprichoso que vivía entre nosotros como si nada. Con una naturalidad pasmosa se había hecho estrella del rock. Parecía, claro, la profesión más adecuada para él. Vivía en el último piso de un edificio alto de París, supongo que para sentirse un poco más cerca de las estrellas y de casa. Hace tiempo, a principios de los 80, había llenado estadios, ahora estaba en pleno descenso. Aunque, eso sí, todavía tenía algunos seguidores que admirábamos su mala baba (verde, por supuesto) y una inquietante tendencia a devorar público de las primeras filas. Yo fui a hacerle una entrevista el pasado jueves a un hotel del centro. Esa misma noche iba a dar un concierto ante doscientas personas en un pequeño club de paredes negras salteadas de escupitajos. Ya digo, los buenos tiempos habían quedado atrás. Al abrir la puerta de su habitación de hotel, pude verle inyectándose algo en el brazo, supongo que para animarse. Hizo como si nada. Estaba prácticamente desnudo, tumbado sobre la cama y con una fina capa de moco pringoso y transparente por todo el cuerpo. Su cara parecía bastante humana, salvo cuando sacaba la lengua 60

para rascarse el pecho. En la mesita había un cenicero lleno de colillas y al lado una botella de tequila a medio beber y sin tapón. Me mandó sentarme a su lado. Parecía uno de esos viejos emperadores romanos de las películas. Me senté escrupulosamente en la silla. Le di los buenos días y dirigí mi mano hacia él. Cuando vi que su larga y afilada lengua se dirigía a mis dedos volví a recogerlos rápidamente como por instinto. Era una asquerosidad. De cerca resultaba bastante peor que en la televisión. Recuerdo cuando de adolescente aparecía en el televisor de la cocina y todos dejábamos de comer para fijarnos en sus movimientos torpes y atractivos. Ahora era una masa deforme que producía chirridos estridentes cuando hablaba. Aun así, aquel extraño ser tenía verdadero interés para mí. A veces me sentía un poco como él. Fui directo. Le pregunté, lo primero, cómo era haberlo tenido todo y acabar así. Ante mi sinceridad y sin dar más explicaciones, me pidió que acabara con su vida. Nadie quería hacerlo, dijo. Me sentí bastante incómodo ante la propuesta (luego supe que lo proponía a todo el mundo). Aseguró bruscamente que sería la única forma de dignificar su talento. Parecían frases aprendidas. Recordé


cuando bailaba y lanzaba fluidos por todo el escenario y sobre los músicos enfadados. Era asombroso. Ver su cuerpo ahora daba una sensación de profunda lástima. De repente cogí mi bolígrafo con fuerza y

se lo clavé en medio de la frente. Era cartílago blando y flexible. Por su mirada supe que no esperaba que lo hiciera. Salí de allí sintiendo que dejaba el pasado atrás. 61


SALVENSE QUIEN

!

PUEDA! Ana Patricia Moya Ilustra Velpister Ya están aquí. Entran, muy dignos, en el antro, orgullosos de pertenecer a otro planeta. Con aires de aristócratas, se pasean tanteando el terreno, concentrados, exhibiendo poses elegantes con cubatas y cigarrillos mientras los parroquianos habituales bailan al ritmo de la música Indie y hablan a gritos de temas rutinarios con sus amigos. Estos curiosos seres, ataviados con uniformes parecidos – gafas de diseño, palestinas, boinas, chapas reindivicativas y bambas – han venido dispuestos a conquistar este ruidoso paraíso. ¡Cuidado, inocentes criaturas, estos peculiares seres están hambrientos! Estos alienígenas urbanos, sean atractivos o poco agraciados, son embaucadores, trovadores hábiles de la palabra, y sus víctimas son susceptibles de caer en las redes de su egolatría. Los especímenes macho y hembra, muy elocuentes, coquetean, intentan abducir a la gente del pub 62

con talentosos cantos líricos, y consiguen impresionar al personal con su catálogo de premios literarios, libros publicados y habilidades amatorias. ¡Corred, humanos débiles, corred de esta moderna bacanal! ¡Nos han invadido los “poetos” de “poesía-en-mi-bragueta” y las poetas de falda, poema y braga! ¡Sálvense quien pueda!


EPODO XX1 Enrique Cabezón Ilustra Enrique Cabezón ¿Irás en los bajeles de Haumea, amigo Gaiuscilnius XXI, entre las altas fortalezas de las naves, resuelto a afrontar todos los peligros de Plutón? ¡Ah!, ¿qué será de mí, a quien la existencia parece tan grata mientras vives, como le sería insoportable con tu muerte? ¿Habré de obedecer y condenarme a una quietud que únicamente me agrada en tu compañía, o temes acaso que no pueda sobrellevar las fatigas de la guerra con el ánimo que conviene a los fuertes varones? Las soportaré y te seguiré con pecho animoso por las cumbres de la Gran Mancha Roja jupiteriana, de Titania, Oberón o Umbriel inhospitalario y las últimas zonas de Ariel y Miranda. ¿Me preguntas cómo yo tan débil y apocado he de ayudar tus esfuerzos con los míos? Acompañándote será menos mi temor, que siempre acobarda más a los ausentes, así el ave que cobija a sus tiernos polluelos recelosa del ataque de la serpiente, teme mucho más cuando los abandona, aunque su presencia no les sirva de auxilio. Oh, qué deliciosas esas criaturas terráqueas que alimentan este trasunto terrorífico que bebe de aguas eternas, condenadas a este zoo ilógico en el que aguardan encerradas a una muerte pusilánime. Con el mayor gozo iría a esta y otras

campañas sólo en la esperanza de complacerte, y no por aumentar las parejas de selenitas uncidas a mis legiones relucientes, ni porque mis ejércitos estelares, al amenazar el estío, truequen las de Venus por las batallas míticas de Neptuno, ni para que mi planeta se extienda hasta tocar las murallas de los elevados y temibles anillos de Saturno. Bastante me ha enriquecido tu liberalidad a manos llenas. Jamás codiciaré plutinos que esconda en aquel orbe, como el avaro (136199) Eris y su nitrógeno sin límite, o que disipe como un joven manirroto.

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LA

VIA

RECTA Alberto Bruzos Ilustra Rodrigo Moreno

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La búsqueda de vida inteligente en otros planetas es una necesidad de nuestra época y no un capricho científico, dijo P-Elvis76. Quienes lo seguían se quedaron esperando que continuara en silencio, mientras lo imaginaban congelado en medio de la elocución, sosteniendo el pensamiento en el vacío como una cariátide. Esperaban que dejara caer un rayo de genialidad, listos para beber de ella como los vampiros que lamen el etanol de los vasos ajenos; otros, que lo conocían mejor o habían sido informados de su insolencia (capaz de rayar la vulgaridad, se decía en ciertos foros que no viene a caso nombrar porque son conocidos de todas las máquinas de pensar regulado), vibraban anticipando la deflación de la idea, el giro cínico y descarado, con suerte la decapitación de algún sólido principio moral (P-Elvis76 tenía fama de degenerado, de pervertido, de psicópata, reputación sin duda exagerada por la anonimia de los foros cibernéticos, pero como toda habladuría en el fondo real y muy probable, por no decir rigurosamente probada). La vida, en este planeta, se ha ido separando de la inteligencia como la paja del trigo, siguió por fin P-Elvis76, cayendo en un automatismo del habla. La inteligencia, siguió, se ha ido vengando de la vida al incidir en lo que ésta tiene de regular y mecánico. ¿Adónde iba P-Elvis76? Era difícil saberlo. Lo guiaba una tecnología del pensamiento imprevisible, especialmente para un grupo de chinos que, sin conocerse previamente, habían ido congregándose en el foro dominado por P-Elvis76, constituyendo lo que podría llamarse un club de animadores estupefactos; los chinos pensaban con el auxilio de máquinas rudimentarias pero eficaces; si aquellos cacharros todavía seguían en circulación no era debido a un milagro, sino a una perfecta optimización de sus facultades; al pensar seguían siempre una lógica recta, sin aventurarse jamás en

los caminos de la ambigüedad y la ironía, pues si bien eran precisamente esas rutas secundarias las que definían la genialidad de las nuevas generaciones (encumbradas por algún P-Elvis76 de turno), en el fondo se trataba tan sólo de sofisticaciones innecesarias, subterfugios gratuitos de una inteligencia empeñada en separarse de sí misma para contemplarse el ombligo; por el mismo motivo, los chinos (no está de más decirlo) eran también incapaces de admirar (en el sentido metafórico de la palabra) las evoluciones del pensamiento de su ídolo, las cuales acogían como la lluvia en la cara, es decir con plena literalidad y un cierto estoicismo, y que por tanto, les resultaban en el fondo tan ininteligibles que ni siquiera estaban en disposición de cuestionarlas. Así como Diógenes buscaba un hombre íntegro y Don Juan una mujer fiel, siguió P-Elvis76, la ciencia busca un ser vivo inteligente, aunque ella misma no se fatiga de decretar que no hay ni hombres íntegros ni mujeres fieles, sino únicamente máquinas, programas e impulsos reflejos. ¿Eran sólo los chinos incapaces de ver lo que todo ello tenía de ridículo? Los chinos ni siquiera estaban en disposición de aburrirse o aceptar la confusión terminal, sus mentes corrían por los circuitos de computadoras anticuadas como las hormigas por una línea recta, tratando de verificar el punto exacto donde habían perdido un hilo que en realidad nunca tuvieron. En la aventura de buscar vida inteligente en otros planetas, prosiguió P-Elvis76, se combinan ceguera y gusto por la desgracia, porque la búsqueda de vida inteligente en otros planetas es un cóctel de estupidez inteligente y romanticismo sombrío, completamente de acuerdo con el conjunto de romanticismos y antinomias de nuestra época. Princeton, New Jersey, 8 de marzo de 2030. 65


CUCHI CUCHI MI NINA

LINDA Velpister Ilustra Velpister Recuerdo sus primeras palabras. Habrán de suponer que será una sensación parecida a la que pudiera sentir cualquier padre, una historia sin interés podrían decirme, pero les ruego que concedan a este pobre viejo unos minutos de su atención. Hoy ya poco importa si me creen o no, las cartas ya están jugadas. Comprenderán inmediatamente que hube de aceptar que mi situación era sumamente especial. Era un bebé muy hermoso, nunca dejó de serlo. Un poco serio, eso sí. Solía hacerle cosquillas, pero no tenía. A veces, a veces lo conseguía. Aquella tarde, no la olvidaré mientras viva, estaba cambiándole el pañal. Le hice cosquillas en la barriga, me pareció que se reía, así que insistí. No parecía gustarle, pero yo era un padre deseoso de escuchar una carcajadita de mi bebecito lindo. Entonces me quedé perplejo. De su pequeña boquita salió la que fue su primera frase completa, imposible olvidarla. -Me cago en la puta, ¿quieres dejar de tocarme, hostia? Perdonen… perdonen este lenguaje soez, no hago más que repetir sus palabras. Escríbanlo, escríbanlo, no tengan reparos… pónganse en mi lugar... imagínense por un momento tener delante a su bebé de 9 meses, casi sin pelo, balbuceante hasta hace 66

un momento… entonces se incorporó en el cambiador resoplando. -Joder, macho, ¿es que no entiendes que eso no hace cosquillas? Lo que haces es daño, ¡hostia ya!-, me dijo sin dejar de mirarme a los ojos. Yo estaba petrificado, no sabía qué decir. - No… no me gustan… las palabrotas… jo… jovencita-. Dije sin convicción. -Pasa de mí, colega-. Contestó con su vocecita de bebé. A partir de ese momento ya no tuvimos una verdadera relación de padre hija, digamos, al uso, como se podrán figurar. En realidad ella dictó todo mi proceder como padre. Me convertí en su esclavo. Me advirtió muchas veces que si me iba de la lengua mataría al resto de mis hijos, !normales, alabado sea el Señor!... al fin y al cabo había sido todo culpa mía… por crisparle los nervios. Por supuesto… escriban… escriban… por supuesto que le pregunté qué pasaba, cómo era posible, pero nunca me contó nada… un día me enteré de todo, encontré su diario, pude leerlo antes de que se diera cuenta... ella no sospecha nada… no sabe que lo sé todo, me hubiera matado… lo que quiero decirles es que… es… ella es… es una… alienígena… una extraterrestre… ha venido a conquistar el mundo… sí, ríanse, ríanse,


pero mírenla ahí. Mañana puede ser la candidata a presidir esta gran nación... Aunque yo no las tengo todas conmigo… el otro… el otro también quiere… también es un extraterrestre, está claro. Escriban, escriban, díganselo al mundo. Yo sé lo que estoy contando… ahora ya no puede hacerme nada, nada puede ya… ¡la muy puta!… ya nada puede hacerme, nada… ¡zorra, la zorra de mi hija!… escriban, escriban… una extraterrestre gobernará el mundo… y si no

¡un… alienígena!… ¡mulato!... Escriban, que lo sepa todo el mundo… ¡¡la puta de mi hija es una extraterrestre!! ¡¡¡QUE LO SEPA EL MUNDO!!!¡¡¡YA ESTÁN AQUÍ!!! ¿¡¡¡ES QUE NO LO ENTIENDEN!!!? ¿¡¡¡NO SON CAPACES DE VERLO!!!? ¡¡¡DÉJENME, SUÉLTENME!!! ¡¡¡EL MUNDO DEBE SABERLO, LOS ALIENÍGENAS NOS GOBERNARÁN, QUE LO SEPA EL MUNDOOOO!!!!

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Muerte al invasor Alfonso Xen Rabanal ilustra Rodrigo Moreno ¿Me estás diciendo que, después de cien años de exilio, pudriéndome en este inhóspito lugar que borrasteis de los mapas de colonización, sobreviviendo como pude, encontrando una solución por mi cuenta al problema de incompatibilidad que os hizo desistir sin asumir vuestra derrota, borrando de los archivos a la Tierra y a mí, el designado por el Consejo para hallar una solución a los millones de cadáveres de abducidos, solución que no fuisteis capaces de encontrar, aun cuando mi investigación fue la más completa y exitosa, pero había elecciones interestelares, ya, ya, y el Imperio nunca retrocede, al menos no ante los flashes de una niebla de fotones, por eso me enviasteis, para hacer el trabajo sucio, recoger los cadáveres de los contactados, su carne descomponiéndose, interferir en las investigaciones de los terrícolas, joder, uno acaba desarrollando una cierta empatía, contaminación del cuerpo abducido, concluyo, y os lo dije, me reafirmo en todos los puntos del Informe, era el momento justo para una invasión, sólo había que conocerles un poco, existen ocasiones en que los protocolos no funcionan, pero quien se cree que conoce todo el Universo extirpa en sí lo que una vez le hizo grande: la Imaginación para resolver los problemas que no vienen en el Libro del Único Fin, porque existen, aun cuando obviéis los que no se ajustan a la Ley, los extirpéis, pues puede pasar lo que está a punto de suceder, sé que lo sabéis, por eso estás aquí, y te dices 68

hermano, después de cien años sin saber de ti, de los que eran míos, sin nadie a quién acudir en mi soledad, sólo con los registros sonoros de quienes se fundieron en la materia oscura entre mis brazos, mis hermanos, los que tú abandonaste, mientras sus cuerpos humanos se disolvían, las vísceras y la sangre desparramadas, las cabezas que estallaban, era el momento justo, os lo dije, la humanidad entera cesó en sus guerras internas, y todos se postraron mirando al cielo, era cuando teníais que haber aparecido, y no ahora, ahora es tarde, pues creyeron que el fin estaba cerca, necesitaban eso que llamaban un Apocalipsis, vosotros se lo disteis, fueron incapaces de encontrar una solución a esa enfermedad que destruía los cuerpos en minutos, aun cuando el primitivo sistema capitalista que les regía vendió cientos de soluciones a través sus corporaciones farmacéuticas, eran iguales que vosotros, je, hasta que aparecí Yo, fue fácil introducirme en su sistema, pero no fue tan fácil descubrir qué era lo que causaba que algo tan primitivo como la cópula humana nos estuviese diezmando, está en el Informe, el Principio colapsa al Fin, no lo quisisteis entender, sólo os preocupaban las elecciones y no había tiempo para enviar un técnico consensuado, todo protocolo, ni para abducir otro ejército, no hubiese hecho falta, os lo dije, no existe ya en vosotros la voz Primigenia, siempre buscando sin saber de dónde venís, vuestro Libro es el Fin, os lo dije, sólo sois la Muerte del Universo por eso lo que da


Vida os mata, Yo lo descubrí y vosotros me exiliasteis, y ahora vienes a Mí, diciéndome que el Consejo me reclama, que por fin se ha creado una Comisión para estudiar el caso traspapelado, que ahora os acordáis de Mí, ahora, cuando ya he descubierto lo que nos destruía, y todo ha cambiado en Mí, ahora, que he escrito el Libro de los Principios por el que se rige la Tierra, Yo, el que buscaban y anhelaban, Yo, el que les ha abducido a todos y enseñado toda vuestra tecnología, el Mesías que esperaban, y ya todos ellos soy Yo, el que les libró de todas las catástrofes... es lo que me estás diciendo, que a Mí, el

nacido al final de vuestro Libro, se me propone después de cien años de exilio, ser miembro del Consejo? No... Ahora soy Yo el que habla, fuera de mi cabeza, se acabó... Escucha el clamor de mis ejércitos... Ahora, hermano, el Consejo soy Yo: el que os va a dar por el culo: ¡MUERTE AL INVASOR! 69


ABDUCIDOS José Ángel Barrueco José Angel Barrueco

Nacido en 1972. “Jab”, en la red. a ir al que apenas salía de allí salvo par ya és, api Lav en vez ima últ por Se le vio M. Álvarez. en una antología marciana de V. par tici par a iba , ldo sue a r rito Esc cine. mero: aks para el filme que dirigirá el pri fre aba lut rec , spo Cre rio Ma a to Y, jun que tuvo erencias de contacto con ufos, aun ref n ste exi No s. ruo nst mo los pa’ Cebada rs Attacks. similar a la de los invasores de Ma lia efa roc hid con P BU de or fes un pro ana contra y Ed Wood, es célebre su lucha urb an rm Co ger Ro , Lee ce Bru de o Fanátic le dio de , mitad némesis de Godzilla, que ario agr ad mit an er-m nst mo ro, Kazur de un g Ausente”. Afirman que era colega blo “El en e rec apa ta cdo ané la : hostias laraciones a n al parchís con el Diablo. En dec aba jug que y nco ma y ro neg o vampir garon las ujeron los aliens, sino que se lo tra abd lo no que dijo ia nov su s, dio los me planeta o Starman. Si lo encuentra, en otro aba uch esc as ntr mie o libr un de s página tratarlo. en alguna novela, quizá pueda con

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Alfonso Xen Rabanal

Nacido en 1967. “Bufa”, en la red. Numerosos testigos juran que, la noche de su desaparición, lo vieron en Planet Móngogo, un pub de León en el que solía buscar refugio y cervezas. Llegaba de casa, de ver un programa doble: Santo contra los villanos del ring y Snuff 2000, de Borja Crespo y Miguel Ángel Martín. Alguien le oyó decir que su chica no estaba esa noche en la ciudad y que él acababa de aliviarse los bajos observando una foto de Marilyn Monroe mientras fumaba un canuto (ella, no él). Fuentes próximas afirman que se había acercado a una secta satánica con la intención de mejorar su suerte y encontrar curro. Soñaba con conocer algún día al Hombre-Pez y a La Mujer Avispa y emborracharse con ellos. Se rumorea que no lo han raptado los extraterrestres, sino que se ha perdido en las nieblas de la provincia buscando paz espiritual. Yo no creo en marcianadas, declaró una vez, a mí todo eso de E.T. me toca la polla. Creo en dos buenas tetas y un coño.

Vicente Muñoz Á

lvarez

Nacido en 1966. “V ic”, en la red. Adicto a filmes sini estros y retorcidos, poeta y viajero y co fan de Phantom from mercial del calzado, Space, fue visto por última vez cuando hacia Sayago. En su salía en su furgonet s recientes sesiones a de espiritismo habí el fantasma de Russ a contactado con Meyer, quien le pres entó a SuperVixen, Shari Eubank en Su interpretada por pervixens. Meyer le dijo que Eubank ya viejuna, pero que de estaba un poco sde el más allá se po día traer con él a su jóvenes. No hubo co s personajes, aún yunda. En febrero de 2010 preparaba Espacio Exterior con el libro Plan 9 del A. X. Rabanal. La po licía alberga sospec de varias antologías has de que V., auto , era peligroso para r la literatura comerci raptaron “Los Amig al y sostiene que lo os de Visor”, círcul o clandestino que tr sus propuestas radi ataría de alejarlo de cales. Otros dicen qu e salió en busca de Pero la gente toma l Yeti en su “van”. muchos tripis…


APAREAMIENTO Adriana Bañares Ilustra Adriana Bañares Cuando mantenían relaciones se comían entre ellos los dedos. Éstos les volvían a crecer, como tentáculos, entre un pringue blanco mezclado con la sangre del mordisco anterior. Una orgía de dolor y olor a carnicería y habitación de club de carretera. Los nuevos apéndices blandos, flexibles, como silicona, se introducían por todos los poros de sus cuerpos azules. Poros que se dilataban excitados y supurantes. Como cientos de bocas desencajadas en medio de un orgasmo. Descarnados en su excitación a su lado todos los polvos parecían violaciones o deseo reprimido, apretado, cerrado seco y doloroso.


FIN

EL

Gabriel Oca Fidalgo ilustra Diego Blanco Siempre pensé que la humanidad desaparecería fundida por un virus, influenciado en parte por tanta ciencia ficción... Ni por asomo imaginaba un meteorito pegando un pepinazo, o un tío apretando el botón. El último hombre vivo, 28 días después, Soy leyenda y un largo etcétera, pesadillas que te hacían pensar. Lo malo es eso, que dejamos de pensar. Dejamos de pensar con tanto castigo bíblico, armagedones que arreglaba un capullo desde el pentágono en el último segundo, meteoritos invasiones y tsunamis con efectos especiales mientras jalabas palomitas en primera fila. Sí, aquellos avisos sobre el holocausto nuclear dejaron de torturarnos y pasamos sin darnos cuenta a este género de palo: ¡el último día en 3D! Ahora poco importa. Quedamos cuatro gatos para recordar cómo empezó todo, y no porque seamos los santos de Sodoma, más bien como los castigados de la clase, de cara a la pared hasta que acabe. No importa la ciudad donde empezó porque ya no hay ciudades, pero fue la primera que precedió al resto iniciando el comienzo. Aquella inmensa nave se plantó sobre la playa tapando el cielo por completo, hasta la misma línea que marca el horizonte dando paso al viejo océano. ¡Radios, prensa!, teles por cable y el INTERNET morboso se tiraron dos días montando foros, sobando la imagen hasta que se abrió la compuerta y se fue todo a la mierda. De repente, ¡sin aviso!, al tercer día un tubo de luz transparente salió de la base de la nave y quedó claro en la conciencia el por qué de su presencia, el estar allí precisamente y no en mitad de la ciudad

tapando la superficie de la tierra. Después, un tío de aspecto corriente descendió por el tubo de ectoplasma, disolvió la luz y se acercó a la playa caminando sobre las aguas. Pelo largo, luengas barbas, bermudas y sandalias. Podrías ponerle una corona de espinas, pero también podías colgarle una guitarra. Y esto lo digo porque el tío arrancó el discurso sin micros ni altavoces de ningún tipo, pero su voz se oyó clara y estentórea hasta en el rincón más perdido: “¡Se acabó el cuento cabrones!, ¡esta vez van a llover raíles de punta!” Pegó una palmada y la tierra tembló por un momento. Después nos enteramos que el Vaticano había sido barrido hasta los cimientos, y junto con el garito cualquier vestigio de religión católica, protestante metodista o rimbombante, catedrales iglesias y ermitas se vinieron abajo al mismo tiempo que todo tipo de alminares y mezquitas. Quiero decir que no se salvaron ni los templos budistas, que nadie tuvo tiempo de nombrarse el Elegido subiéndose a una silla, entre otras cosas porque todos los ejércitos quedaron fulminados al momento. Sí, ¡por supuesto!, sacaron los tanques a la calle, dispararon sus misiles y eso, pero era como parar un carro de combate poniendo una banqueta delante, como tirarle gominolas a un guerrero kamikaze. Fue la última imagen que brindó la telelerele, el INTERNET de los huevos: las grandes ciudades del mundo con una nave similar tapando todo el cielo. Te aseguro que nos coscamos de volao, que vimos que no iba de farol cuando se rompió todo tipo de comunicación. Lo único que sonó en los días que siguieron, fue el discurso 73


de la playa atronando en las calles con la furia del trueno: “¡Se acabó el cuento cabrones!, ¡esta vez van a llover raíles de punta!, ¡os voy a dar por culo hasta que caguéis molido todas las culpas! A mí no me veréis con la ramita de olivo, ¡yo os traigo el rayo de los malditos! ¿De manera que una eternidad esperando a la estrella del rock y cuandowwww llega le chapáis el garito? ¡Estáis listos!, ¡voy a hincaros los colmillos! ¡Se cerró el kiosco capullos!” Y todo esto con un AK-47 que aparecía y desaparecía en sus manos, tableteando, el río de cadáveres desperdigado. Queda poco que decir después de esto, en el fondo fueron los que más suerte tuvieron. Enseguida llegaron las abducciones, que digo yo que tenía un humor maligno el payo, que no se conformó con liquidarnos. ¡No!, de aquella nave empezaron a salir platillos oblongos que ligaban a la peña por la calle, un tubo de luz transparente y subías de volao a la pecera, desaparecías en el artefacto y el cabrón regresaba a la base después de ligar unos cuantos… ¡escuadrones!, ¡por millares!, ¡batallones que tapaban el cielo dejando el suelo desierto! Luego los devolvían, como el butanero, que se lleva la vacía y deja una llena. Sólo que en este caso era al revés, el ser que posaban en el suelo estaba vacío, carcasa hueca sin instintos, monigote de trapo, muñeco de ventrílocuo dislocado. De hecho ya habían tocado a desbandada, la gente huía en los bugas sin destino y les arrollaban, ni siquiera se apartaban, a veces caían de las ventanas. ¡Pero lo peor de todo fueron los perros!, por alguna extraña razón les atacaban, les echaban al suelo y les devoraban. ¡Ni siquiera se defendían!, pataleaban, pestañeaban. Vi a un puto caniche ligando a uno de esos monigotes por el tobillo, gruñendo y clavando los colmillos, el tío ni siquiera soltó una patada, los brazos caídos y la mirada perdida en el horizonte, así hasta que llegó la manada y lo devoró sin contemplaciones. No se de dónde salían, por parejas, en grupos, manadas, ¡callejeros 74

asilvestrados y con su collar y la correa colgando! Y ante todo su mirada, ¡esa nueva mirada!, una mirada que me llevaré a la tumba enquistada en el alma. Sabido es que huelen el miedo, y que olían el amor del que podía ofrecerlo. Ahora en cambio, cuando pasaba a su lado, me enseñaban los colmillos y gruñían babeando, el lomo erizado estirando el pescuezo, marcando un territorio que ya no era nuestro. En poco tiempo la ciudad era suya. El sol quedó cubierto por bandadas de pájaros que tapizaban el cielo. Cuando ya no quedaba nadie, cuando sólo había cadáveres, cuando se fueron las naves porque sólo quedamos cuatro miserables. Al final nos echamos al monte. Y ya sé que suena al Víctor Jara, pero nos echamos al monte en desbandada. ¡Tropecientos millones de años de evolución!, del neandertal a la oveja dolly y en un pispás regresamos a las cavernas con el móvil. Sólo que los pavos de las cavernas estaban preparados, tenían pieles flechas y arcos. Yo en cambio no tengo ni un jodido mechero, voy con unas bambas de lona, la chupa de cuero y los vaqueros. Grabando en el móvil mis últimas palabras, estas palabras que no escuchará nadie porque las ciudades ya han sido arrasadas. Y aquí estoy encogido en la cueva, manteniéndome despierto para no vivir el sueño que me espera, ¡un sueño inducido!, que no abducido, un sueño inducido porque antes de huir lo comentabas con todos y tenían siempre el mismo, los cuatro parguelas vivos al unísono: una ciudad devastada, destruida, columnas de humo al fondo, escorpiones y alacranes corriendo por las paredes, viento que arrastra la ceniza por las calles bajo un cielo plomizo, cardos brotando de las hendiduras del suelo y levantando el firme a puro huevo, engullendo la ciudad poco a poco bajo el peso de los rastrojos. El mismo sueño colectivo entre los cuatro gatos que quedamos vivos, antes de que huyésemos al monte cada uno por su sitio. ¡Sabiendo que las ciudades serían engullidas por las hierbas muertas!, ¡que serán


devoradas por una selva que se acerca! Es el fin, y estoy tranquilo… Ya no quedan museos, pero en el monte siguen los olivos; ya no quedan bibliotecas, pero pronto por las calles correrán libres las panteras. ¡Es su mundo!, ya no es el nuestro. Una tierra para el lobo y el cordero. Lo siento por Dostoyevski, por AC/ DC, el Víbora y Buñuel, ¡por Vermeer de Delft!, por el Barça la cerveza y por Dalí... Pero el telón ha caído y esto es el fin. ¡No les quiero hacer esperar! Ya va para dos días que les oigo gruñir a la entrada de la cueva, como

si me brindasen la oportunidad de entregarme voluntario para la cena. ¡Y es precioso el aullido de los lobos en el monte!, !la luna recortada en el horizonte!, los zorros, los linces, el coyote. ¡Pero quiero un funeral vikingo!, me inmolaré yo mismo, será el último gesto hacia esos animales que tanto he querido. Sólo tengo que salir de la caverna, chinarme las venas de un mordisco y que me coman caliente en mi última cena. Y por fin será el fin, el fin de un mundo feliz y sin fin…

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ISBN: 978-84-935389-8-9 DEP .LEG:

mAYo 2010



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Vanity Dust Octavio Gómez Milián Toño Benavides Safrika Juanjo Ramírez David Refoyo Pepe Pereza David Mardaras Patxi Ir ur zun David González Lucas Rodríguez Esteban Gutiérrez Gómez Santiago Ber taul Iñaki Echar te Vidar te José Luis Moreno-Ruiz Estelle Talavera Baudet José Manuel Vara Nacho Abad Mario Crespo Ángel González González Eduardo Boix Iñaki Estévez Muñiz Vicente Muñoz Álvarez Julio César Álvarez Ana Patricia Moya Alber to Br uzos Velpister Enrique Cabezón Alfonso Xen Rabanal Gabriel Oca Fidalgo Adriana Bañares José Ángel Barr ueco Gsus Bonilla Silvia D. Chica Javier Das Sonia San Román Carla Badillo Choche Joaquín Piqueras Jorge Barco Marcus Versus

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Miguel Angel Mar tin Mik Baro Santi Jurado Toño Benavides Juan Benito Muñoz Juanjo Ramírez David Refoyo Sandra Gobet Víctor Mardaras J. Kalvellido Hvaldez Maria Luisa Por to Luis F. Sanz Virginia Jiménez Calvente Julia D.Velázquez Rodrigo Adaos Salvador Armesto Silvia D. Chica Diego Paonesa Julieta Dentone Ángel González Ana Cibeira Juan Jesús Sanz María Couceiro Velpister Enrique Cabezón Rodrigo Moreno Diego Blanco Adriana Bañares


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