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.JlRTURO J. CADILLA CADILLA JI

Por eso en el gran fulgor De vuestrallama rojiza, Ya sólo queda ceniza, iRecuerdo de un muerto albor! Y miráis las golondrinas, Que vienen de otras regiones, Pues que son los corazones De las almas peregrinas. Del alma de angustia llena Soistestigos silenciosos, ;Qué no diera, ojos llorosos, Por libraros de esa pena! Adiós. ojo11 soñadores, Que en este gran batallar, Es necesario callar

Los a�érrimos dolores. No lloréis, ojos hermosos. Que aquél que a Cristo vendió Su conciencia lo rnat.ó. iOh. milagros prodigiosos! Y �¡ al pié de la ventana Pasa en °oberbio alazán Un caballero galán, En solicitud de amores; Como nn amargo reproche, Le diréis que sois dos flores Qne han muerto muy de mañana, ¡Ojos negros cual la noche!

¡PENSATfVA!

Estabas bella. Bajo el negro encaje Que encubr[a tu piel tersa y sedosa, Aromaba el coty tu carne rosa, Entre los suaves pliegues del ropaje.

Habit en el grave luto de tu traje

Reflejada una pena dolorosa. Y era tu efigie en la oquedad frondosa, Como una triste sombra entre el paisaje.

¿En qué pensaba tu melancoHa?

Algo muy fuerte que pasó IIRmaba

Viejos recuerdos que en la mente había. Y mientras en el alma se invocaba El pasado. en tu cai-a relucia

La pena del dolor que te agobiaba.

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