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OTRO HEMISFERIO

Annette Gulick

El testimonio del gobierno

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E INVITO A LEER 1ª TIMOTEO 3:1-7. ¿Te has preguntado por qué se hace tanto énfasis en la pareja y en la familia como requisitos para el liderazgo cristiano en la carta de Pablo a Timoteo?

Encuentro una clave en las palabras “gobernar” y “cuidar”. La trayectoria de la primera es tan triste que es normal tener una reacción negativa frente a ella. “Gobernar” se identifica con el poder y el control. Y con demasiada frecuencia vemos cómo es usada en beneficio de unos pocos a costa de los demás. Pero como sin duda ya sabes, el concepto bíblico de gobernar nada tiene que ver con esta visión.

Proistemi (de pro -ante y histemi –pararse) es la palabra griega que Pablo utiliza para decir “Debe gobernar bien su casa” (1 Timoteo 3:4) y “El que no sabe gobernar su propia familia…” (v.5). Esto nos da una imagen del tipo del liderazgo que se espera: alguien que puede pararse delante de la gente como ejemplo y que vaya delante de ellos en el camino para que se le pueda seguir. Si queremos más detalles acerca de cómo se ve alguien que gobierna bien su casa, tenemos el ejemplo por excelencia en Proverbios 31: 10-31.

El uso de un derivado de proestimi utilizado en otras partes de la biblia amplía nuestro entendimiento y lo convierte casi en sinónimo de “cuidar”: “Les recomiendo a nuestra hermana Febe… porque ella ha ayudado a muchas personas” (Romanos 16:1,2.) Este paralelismo con el verbo cuidar es más explícito en 1ª Timoteo 3: 5, “porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?”

La autoridad y responsabilidad de gobernar y de cuidar tiene su paralelo en el encargo que Dios le hizo a Adán de cultivar y cuidar el jardín del Edén (Génesis 2:15). Con mucha razón la palabra cultivar nos hace pensar en la agricultura – técnicas y conocimientos para aumentar el rendimiento agrícola de la tierra. Si bien la tierra produce por sí sola una gran variedad de plantas, el ser humano, para no pasar hambre, debe trabajar sobre estas técnicas para potenciar y extender en el tiempo el fruto de la tierra. Este proceso del cultivar para que produzca más y mejor está íntimamente relacionado con el trabajo del líder con relación a la gente que lidera.

Mientras escribo estas líneas estoy en medio de un proceso “agrícola” en mi vida. La cosecha que espero es un recurso que ayudará a jóvenes a descubrir y a vivir su misión. En pocas palabras este proyecto intenta continuar con los conceptos básicos de la clase de Misionología que enseño en el Instituto Especialidades Juveniles en Buenos Aires. Luego de tres años de tener este sueño dando vueltas en mi cabeza sin ningún fruto, Tim, mi esposo, decidió que era tiempo de parar un poco de “annettecultura”. Es decir, para poder ver resultados concretos hacía falta implementar técnicas y conocimientos que ayuden a aumentar mi rendimiento.

Él me ha analizado y cuidado durante los últimos veinticinco años, por lo que sabe que rindo mejor cuando tengo un bloque grande de tiempo para concentrarme sin compromisos u otras responsabilidades. Cuando encontramos un tiempo sin compromisos ministeriales Tim lucha para encontrar las mejores condiciones para que me pueda enfocar. Él se encarga de guardar mis horarios de trabajo y de explicar a algunos que no estoy disponible durante estos. Él responde a mails urgentes y lleva el peso de actividades y quehaceres para que pueda dedicarme a investigar y escribir. Cualquier fruto que pueda provenir de este tiempo es gracias a que él me “gobierna” y me “cuida”. ¿Ves la diferencia entre un “gobernar” que se esfuerza por sacar provecho y uno que se esfuerza por sacar lo mejor del otro?

Gobernar y cuidar a la gente de nuestro círculo íntimo es más fácil y a la vez más difícil que hacerlo con la gente de la iglesia. En muchos casos es más fácil porque tenemos un amor especial por ellos. En el libro “Los Cuatro Amores”, C.S. Lewis describe el cambio que realiza el amor romántico (y creo que muchos padres lo experimentan con sus hijos también):

De la misma forma la familia es un lugar que Dios nos da para que aprendamos los principios y la práctica del cultivo de las relaciones.

De un gran salto ha pasado por sobre el macizo muro de nuestra individualidad; ha vuelto altruista…ha hecho a un lado la felicidad personal como trivial e implantado los intereses de otro en el centro de nuestro ser. Espontáneamente y sin esfuerzo hemos cumplido la ley (hacia una persona) al amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Pero compartir la cotidianidad día tras día también tiene sus dificultades. Tal vez un líder logra portarse bien en público. Puede ser paciente y bondadoso, no comportarse con rudeza ni ser jactancioso durante las horas que está llevando a cabo su cargo oficial. Pero en casa y en las relaciones más cercanas es donde se ve si estas cualidades son fruto real o son de plástico.

Otra diferencia radica en la oportunidad que te provee el ministerio de planificar y prepararte. Si tienes que enfrentar alguna situación difícil ministerial, en muchas ocasiones puedes decidir cuándo, cómo y dónde lo haces. Esta planificación puede incluir tiempo de oración y hasta puedes pedir que otros estén orando también. Pero no tienes el lujo de este preámbulo en casa. Lo cotidiano nos mantiene en modo reactivo, respondiendo a lo que surja cuando pasa. No importa si tenemos tiempo, energía o vitalidad espiritual en este momento o no.

Creo que Dios nos pide cultivar y cuidar la creación para que aprendamos los principios y las técnicas que esto implica ¿Has notado que la gente que vive en el campo no tiene tanta prisa como la que vive en la ciudad? Un granjero sabe que las plantas crecen a su propio ritmo y que una buena cosecha requiere tiempo. Me imagino que este entendimiento penetra su forma de afrontar lo demás de su vida.

De la misma forma la familia es un lugar que Dios nos da para que aprendamos los principios y la práctica del cultivo de las relaciones. Es en este espacio en donde nuestro liderazgo alcanza su influencia máxima ya que se lo ha ganado por su modelo digno de seguir.

Se nota que el pensamiento de Pablo seguía esta línea ya que otro de los requisitos es que “hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia” (v. 7.) Aquí vemos de nuevo el llamado de ser un testigo, tema que se encuentra por toda la Biblia (especialmente en Isaías 43:10 y Hechos 1:8). Lo que hace un testigo en el sistema legal nos recuerda de la responsabilidad de esta tarea. Éstos no están para comprobar algo con certeza, sino para explicar cómo ven la realidad de una situación. Su testimonio invita a una respuesta de parte de otros. Quien escucha el testimonio tiene que decidir si lo que el testigo dice corresponde con la realidad o no. Pablo quiere que la vida de un líder sea como los cielos que cuentan la gloria de Dios, y son el hogar y los vínculos más íntimos el escenario en que esto pasa.

Sin duda gobernar y cuidar a la pareja y a los hijos cuesta. Nos gusta pensar que el llamado de “toma tu cruz y sígueme” es solo un decir poético. Pero el ejemplo de Cristo demuestra que la crucifixión no es solamente una metáfora, y Pablo vuelve a este sacrificio muy real cuando dice, “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó la iglesia y se entregó por ella” (Efesios 5:25).

Pero Cristo también es testigo de lo que nos espera si lo hacemos: “… por el gozo que le esperaba, soportó la cruz…” (Hebreos 12:2).

Annette ha pastoreado la juventud principalmente en los EEUU y México. Trabaja con el ministerio SEPAL. Capacita líderes a través de www.ParaLideres.org y los Institutos Especialidades Juveniles.

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