El correo bíblico ¿Por qué la Escritura es la Palabra de Dios? Hebreos 4:12 Por José Rubén Arango Esta semana continuaremos analizando la pregunta, Las razones intrínsecas que demuestran que la Escritura, la Biblia es Palabra de Dios. Ya hemos afirmado que es el único libro que contiene la revelación histórica y espiritual de realidades que el hombre no podría conocer ni saber ni suponer en el marco de su mente finita, a menos que le fuera comunicado de modo especial, y tampoco es producto de su imaginación o de su creación literaria. El pecado es más real que cualquier otra entidad espiritual como la caída y la condenación eterna. Aquí no hay ficción alguna. La conciencia, sin importar es nombre que hoy le demos, nos acusa de culpabilidad y el espíritu humano tiene conciencia de la existencia de un ser superior al hombre y cuyas características no puede su lenguaje describir más que con su propio lenguaje de modo aproximado. Temas como Dios, la triunidad divina, la redención, los ángeles, el diablo, el juicio y el fin de los tiempos no tienen paralelo en ningún otro texto sagrado, pues en estas literaturas son abordados de forma vulgar, descuidada y con bastantes vicios e incoherencias. Hemos tocado de forma somera las verdades de su unidad extraordinaria y de su carácter santísimo y sacratísimo. Y nos debe quedar claro que no existe texto humano, tildado de sagrado, que pueda ser comparado con la Biblia. Los textos de cualquier corporación u organismo que se ocupan de lo espiritual son de origen netamente humano, proyectos de hombres escritos bajo la figuración idearia de un dios o un ser supremo que emana principios y ordenanzas para una vida mejor y una salud anímica integral. Si se revisan uno a uno podremos encontrar su autor, su origen creativo y el proceso mismo de elaboración. Incluso, se podrá comprobar que, en su mayoría, usan la Escritura o imitan su estilo para imprimirles un rostro sagrado que jamás tendrán. Son solo imaginarios religiosos disfrazados de espiritualidad.
Continuemos entonces. 4. La Biblia es el único libro perenne. Esta verdad se subdivide, a su vez, en varios principios contundentes que, en definitiva, separan abiertamente a cualquier texto sagrado de cualquier cultura y tiempo. Si uno observa los libros sagrados del hinduismo, el islam o el budismo, concluye que son materiales inclusivos, reservados para quienes profesan esas religiones. Por tanto, carecen de universalidad y su existencia, así como su durabilidad y perpetuidad, están sujetas a la existencia de la entidad religiosa que les dio origen. Si estas se acaban, sus textos pierden vigencia, valor y razón de prolongación, como ha ocurrido con los textos de las grandes civilizaciones que solo tienen hoy valor arqueológico y de interés para las ciencias sociales y humanistas. En cambio la Biblia tiene un interés universal. No solo es de interés para religiones de tipo cristiano, sino para sectas y grupúsculos religiosos, para científicos, psicólogos, literatos, ateos y paganos de cualquier continente y cultura. Ha influido en la construcción de textos como el Corán y la literatura mormona. Es consultada por millones de personas de múltiples sectores y ocupaciones. Además, su perennidad estriba en su existencia inherente, pues no depende de la existencia de una entidad espiritual para que pueda sobrevivir. Y todavía más, su perennidad está estrechamente vinculada con conceptos como la durabilidad que está por encima de factores internos y externos; la perpetuidad que se relaciona con el tiempo y los cambios humanos; la frescura, la vigencia y la actualidad de sus historias, sus temas, sus principios y su mensaje que supera cualquier movimiento de la evolución humana. Ni los avances científicos, ni de pensamiento, ni técnicos, ni tecnológicos han logrado desarticular la unidad perenne de la Biblia en sus diferentes criterios. Sigue existiendo con el mismo valor y el mismo propósito. Sigue impactando como una unidad poderosa. Sigue con el mismo mensaje fresco y vigente, pese a que han pasado cerca de veinte siglos desde que se completó su composición. Sigue y seguirá con ese dinamismo de un discurso transformador. No ha existido ni existe otro texto con estas características. Los libros que han denominado de impacto, transformadores o betseller, no son más que boom del momento, pero que han sido reemplazados por nuevos textos una vez pasa su interés o su fijación. 5. La Biblia es una unidad perspicua. Por lo general, los libros de tipo religioso, de superación y de propósito espiritual están amañados. Bajo sus líneas se esconden otras
intenciones que buscan enganchar incautos y seducir mentes débiles y personas ignorantes. Pero la Escritura es diáfana en su mensaje, es clara en sus intenciones y es inteligible. Desde lo humano, es difícil de interpretar muchos de sus textos. Desde lo espiritual, no hay nada que quede sin ser comprendido o entendido, pues el autor mismo, el Espíritu Santo, ilumina la mente, el espíritu y el corazón de todos los hombres que se acercan a él con humildad para que puedan saber la verdad eterna de Dios con respecto a su plan de salvación y su gracia infinita. La Escritura misma se explica y no deja suelta ninguna interpretación temática o de sus pasajes. No se requiere de teologías especiales, hermenéuticas o exégesis extrañas para conseguir que la Biblia diga lo que queremos que diga. Toda la Escritura es inspirada por Dios y por tanto, contiene, mantiene y sostiene una nitidez natural en la totalidad de su texto escrito inmanente y trascendente, en su texto literal y en su interpretación. La Palabra dice lo que debe y tiene que decir; dice lo que es, conforme a lo que está escrito, acomoda lo espiritual a lo espiritual, y cualquier interpretación humana, sin la guía del Espíritu o sin atender a los principios eternos para su justa comprensión y entendimiento, se alejan de esa unidad perspicua de la Escritura. Por más que el hombre intente que diga lo que se le ocurra que diga, por más esfuerzos que ha hecho para que se acomode a sus teologías, la Palabra seguirá siendo transparente y sólida en su verdad, comunicando integral e íntegramente su verdad y el mismo eterno mensaje de Dios. Todo pasará menos su Palabra. Nada de ella caerá. Nada de ella se podrá argumentar como pernicioso o de doble intención. Toda la Biblia es clara. Toda la Biblia habla el mismo mensaje en cualquier tiempo, lengua, cultura o contexto. 6. La Biblia es una unidad veraz. De todo lo anterior se coligen muchos principios del carácter exclusivo de la Escritura que no podemos endosar a ningún otro texto ni siquiera a los textos de tipo religioso o espiritual. Es una falacia hablar de la Biblia y otros textos religiosos por las razones que hemos venido exponiendo, pues la Biblia no es un texto religioso ni sagrado. Es la Palabra de Dios única, infalible, inerrante, intachable, cocreada, perspicua, eterna, perenne, actual, innovadora, transformadora, renovadora, inspirada, revelada, coherente, sólida, válida, vigente, suprema, atractiva, poderosa, sabia, santa, sagrada, inigualable, incomparable, inmensurable, vital, profética, contextual, segura, fiel, gloriosa y perfecta. Y con estas mismas características no existe ningún otro texto sobre la faz de la tierra, no se ha producido y no se podrá producir. El hombre es limitado y solo puede producir textos cuyas características reflejan su misma limitación.
un mensaje configurado para que obligue a sus feligreses a seguir ciertas conductas y obedecer determinados ritos. La Biblia no ha requerido de estas triquiñuelas porque es la voluntad de Dios en su más amplio sentido que se expresa en ella. Además, Dios mismo ilumina el corazón humano para que pueda afirmarse en su intención de querer seguir la voluntad de Dios. Así, en síntesis, la Biblia es veraz. Es decir, es verdadera, está construida sobre la verdad, dice la verdad y revela la verdad. No hay ningún tipo de engaño ni falacidad ni error ni mentira en su texto y en lo que pretende comunicarnos. Dios existe. Los ángeles existen. El diablo es real. El pecado y sus consecuencias son una realidad desde la caída del hombre. El plan redentor es evidente. Las profecías, la historia, la ciencia dan testimonio de la veracidad de todo lo que está escrito en la Escritura. Aun lo que fue escrito en lenguaje metafórico y contextual para ser comprendido por las culturas hebreas y paganas del momento, que tiene su explicación y su traducción a un lenguaje actual, posee ese sello de veracidad. Nada puede demostrarse en la Palabra como falso o engañoso. Y las razones externas nos coadyuvarán a reforzar estas evidencias intrínsecas. Seguramente, ustedes podrán identificar otras razones intrínsecas, y sería bueno enriquecer este portafolio de evidencias que demuestran que La Biblia es la Palabra de Dios. Así que su única tarea para esta semana será completar el trabajo que comenzó con la primera parte de estas pruebas y hacer una lectura juiciosa de estos correos con el propósito de aportar ideas para enriquecer este tópico. Las que aquí se presentan son generales y han procurado incluir evidencias próximas o muy similares, pero que representen el mayor rango del carácter inmanente y transcendente de la Biblia.
Finalmente, quiero reiterar en el cuidado que debemos de tener cuando examinamos las pruebas para aseverar la divinidad de la Biblia. No es posible, bajo ningún pretexto ni en el marco de ninguna razón, pretender colocar la Biblia en el conjunto de textos religiosos, espirituales o de transformación humana.
Ella, la Palabra única de Dios, ha estado, está y estará por encima de cualquier pretendido texto cambiante del ser humano. Los textos religiosos no son santos ni sagrados, aunque lo pretendan. Tampoco son fuente de sus dioses ni de líderes llamados por sus dioses; son solo producto de mentes que buscan atraer incautos y constituir un movimiento con adeptos que sigan sus instrucciones y alimenten las arcas de su codicia y ambición. Respecto a las religiones de tipo oficial, las pretensiones tienen otros alcances de soberanía nacional, de identidad local, culturales y políticos, entre otros. (Continúa la próxima semana)
Al estudiar cuidadosamente cualquier texto sagrado puede observarse y descubrirse incoherencias de diversos órdenes y
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