Ideas de Izquierda 05, noviembre 2013

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NOVIEMBRE2013

ELECCIÓN Histórica Una nueva etapa política Escriben: Christian Castillo Nicolás del Caño

Dossier

precarizados el corazón del “modelo”

Escriben: ESTHER LESLIE | ISABELLE GARO | WENDY GOLDMAN FERNANDO AIZICZON | PAULA VARELA

precio $20

ideas izquierda Revista de Política y Cultura

ENTREVISTA A EDUARDO “TATO” PAVLOVSKY


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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 7

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE UNA ELECCIÓN HISTÓRICA Christian Castillo y Fernando Rosso DIPUTADOS, LEGISLADORES Y CONCEJALES DE LOS TRABAJADORES

39 POR UN TEATRO QUE EXPRESE LA CONMOCIÓN DE LO POLÍTICO Entrevista a Eduardo “Tato” Pavlovsky

42 MILES DAVIS

Fernando Aiziczon

MENDOZA: “COMENZAMOS A ESCRIBIR UNA NUEVA HISTORIA” Nicolás del Caño CÓRDOBA: FINAL ABIERTO EN LA DISPUTA POR LA BANCA DEL FIT Hernán Puddu SALTA: EL SEGUNDO LUGAR PARA LA IZQUIERDA JUJUY: UNA PROSCRIPTIVA CLAÚSULA IMPIDIÓ EL INGRESO DE DOS DIPUTADOS DEL FIT Alejandro Vilca

45 RESEÑA DE ¡VIVA LA SANGRE!, DE CEFERINO REATO Eduardo Castilla

46 RESEÑA DE ESTA PUENTE, MI ESPALDA, DE CHERRÍE MORAGA Y ANA CASTILLO (EDS.) Mabel Bellucci

47 RESEÑA DE SECRETOS DEL ALMA, DE ELY ZARETSKY Juan Duarte

NEUQUÉN: CRECIMIENTO Y CONSOLIDACIÓN DEL FRENTE DE IZQUIERDA Andrés Blanco

10 CHILE. TODO EN CUESTIÓN Nicolás Miranda

13 HERENCIA DE JUNIO: EMPIEZA A SURGIR UN “SUJETO PELIGROSO” EN BRASIL Iuri Tonelo

16 DOSSIER MUNDO GRÚA Esteban Mercatante ¿QUÉ QUERÉS MARÍA? LAS OCHO HORAS QUEREMOS… Lucho Aguilar FRAGMENTACIÓN INSTITUCIONALIZADA Paula Varela

22 APUNTES SOBRE LA “DOBLE CONCIENCIA” LA “DOBLE CONCIENCIA” Y LA TEORÍA MARXISTA Juan Dal Maso y Fernando Rosso SOBRE LA “DOBLE CONCIENCIA” Y LA INEVITABILIDAD DEL PERONISMO Paula Varela

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Esteban Mercatante, Celeste Murillo COLABORAN EN ESTE NÚMERO Esther Leslie, Isabelle Garo, Wendy Goldman, Eduardo “Tato” Pavlovsky, Mabel Bellucci, Hernán Puddu, Nicolás del Caño, Alejandro Vilca, Andrés Blanco, Nicolás Miranda, Iuri Tonelo, Lucho Aguilar, Claudia Cinatti, Eduardo Castilla, Alejandra Ríos, Gastón Gutiérrez, Hernán Flores y Tomás Rivolta.

28 MUJER Y REVOLUCIÓN

EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Mariano Mancuso, Anahí Rivera, Natalia Rizzo

30 WALTER BENJAMIN, VIDA Y ARTE

PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com

Entrevista a Wendy Goldman

Esther Leslie

33 LA POLÍTICA EN LA FILOSOFÍA Isabelle Garo

36 EL PSICOANÁLISIS EN CUESTIÓN Claudia Cinatti

www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto www.distriloberto.com.ar ISSN: 2344-9454


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Foto: fotograma de spot del FIT

Causas y consecuencias de una elección histórica Christian Castillo Diputado provincial electo por el FIT, Pcia. de Buenos Aires. Fernando Rosso Comité de Redacción. Las elecciones generales de este 27 de octubre quedarán como un hito en la historia de la izquierda clasista en nuestro país. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) integrado por el PTS, el PO e Izquierda Socialista, llevó adelante una elección verdaderamente extraordinaria. Obtuvo tres diputados nacionales, representando a las provincias de Mendoza, Buenos Aires y Salta. Asimismo se obtuvieron siete legisladores provinciales que se suman a los ya obtenidos en Neuquén y Córdoba en 2011, y también se lograron concejales en varias localidades de Mendoza. En la provincia mediterránea, el FIT está peleando por el reconocimiento de una banca ganada legítimamente que se convertiría en la cuarta en el Congreso Nacional, si se superan las maniobras fraudulentas del régimen cordobés. En la provincia de Jujuy, si no fuera por el piso restrictivo que exige la legislación electoral local (un 5% del padrón para entrar en el reparto de legisladores), el Frente de Izquierda tendría dos diputados provinciales. En la estratégica provincia de Buenos Aires, la de mayor concentración obrera del país, el FIT consagró una banca para el Congreso Nacional (que ocupará en primer término Néstor Pitrola del PO) pero quedó a unos pocos miles de votos

de obtener una segunda, para la cual postulaba a Myriam Bregman del PTS. Al no haberse obtenido esa banca, Bregman ingresará luego de un año y medio, gracias al compromiso de gestión colectiva y rotatividad que el FIT acordó para todos los cargos obtenidos. Dentro de esta provincia, en una de las regiones de mayor concentración de los sectores más precarios de la clase obrera, en la Tercera Sección electoral, obtuvimos una banca en la legislatura provincial (Christian Castillo del PTS). En Mendoza, la lista encabezada por Nicolás del Caño logró más del 14% de los votos; en Salta la lista del Partido Obrero obtuvo casi 20%. En las grandes concentraciones urbanas del país, como las ciudades más importantes de Mendoza, Salta, Neuquén, Córdoba, Jujuy y localidades de la provincia de Buenos Aires, así como la CABA; el FIT obtuvo resultados que van de espectaculares a muy buenos. En los 18 distritos electorales, con desigualdades, estuvo a la altura del desafío que imponían estas elecciones. La suma matemática revela que fueron cerca de un millón doscientos mil votos los obtenidos, un crecimiento del 30% en relación con las primarias de agosto. El significado político sentencia que el Frente de Izquierda estuvo entre los

grandes triunfadores de esta elección (ver mapa y gráficos con números de la elección). El “ninguneo” que hicieron los medios de los resultados de las PASO, así como el intento de ridiculización que intentaron llevar adelante hace dos años, pretendiendo hacer creer que el avance de la izquierda era producto de “milagros”, fue superado por la realidad misma. Y hasta medios y agencias de prensa internacionales se hicieron eco de los resultados del FIT. “Un fantasma comenzó a recorrer la Argentina”, y tiene un nombre que concentra toda una tradición de lucha revolucionaria del movimiento obrero internacional: el trotskismo. El temor de los más recalcitrantes representantes de los partidos patronales tradicionales lo expresó burdamente el Partido Demócrata de Mendoza, atacando durante la campaña electoral a nuestro compañero Nicolás del Caño, hoy diputado electo, con un video macartista hecho por dos de sus “jóvenes” dirigentes, que tuvo como única consecuencia que los “gansos” hicieran la peor elección de toda su historia. Luego de la muy buena votación, hasta los medios nacionales titulaban: “El primer diputado de origen trotskista en la historia de Mendoza”; e incluso algunos se vieron obligados de publicar » breves biografías del mismo León Trotsky.


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ELECCIÓN HISTÓRICA

Foto: Enfoque Rojo Conferencia de prensa del Frente de Izquierda luego de conocer los resultados provisorios la noche de la elección.

Esto tiene que ver con que no haya la más mínima exageración al calificar de históricos estos resultados. Justamente, como lo señalamos en el número 3 de Ideas de Izquierda cuando analizamos los resultados de las PASO, una de las características de este Frente, a diferencia de otros momentos de emergencia electoral de la izquierda, es que lo integran organizaciones que se reivindican trotskistas y levantan un programa clasista por la independencia política de los trabajadores. La otra diferencia esencial, superadora de otras experiencias de la izquierda en la Argentina contemporánea, es el desarrollo y la implantación nacional que tiene el FIT y que surge solo de analizar el mapa de los resultados, y que un analista definió como “trotskismo federal”. Por último, last but not least, otra cualidad distintiva de este fenómeno político es el desarrollo orgánico y la conquista de posiciones en organizaciones de vanguardia y de masas del movimiento obrero (donde el PTS se destaca por su implantación) y en el movimiento estudiantil, donde recientemente frentes conformados por las fuerzas que integran el FIT acaban de ganar cuatro centros de estudiantes en la universidad más importante del país, la UBA (ver Ideas de Izquierda 4). Los resultados y las posiciones logradas en el parlamento nacional, las legislaturas y concejos deliberantes provinciales, abren una nueva etapa para la izquierda clasista, en un marco político nacional de “fin de ciclo” de la experiencia kirchnerista, de una crisis de representación de la identidad del peronismo en general y por lo tanto de las burocracias sindicales divididas; y con una crisis capitalista internacional que, aunque no golpea de manera catastrófica la economía argentina, comienza a hacerse sentir, junto al agotamiento propio de lo que llaman el “modelo”.

Fin de ciclo y régimen político La derrota del oficialismo por más de 12 puntos en la provincia de Buenos Aires, a manos

de Sergio Massa y el Frente Renovador, junto con el fracaso en los principales distritos del país, confirmó la decadencia política de la experiencia kirchnerista. Esta última campaña electoral terminó de escindir por completo relato y realidad. Que el menemista Scioli haya sido el jefe de campaña del principal candidato oficialista, el intendente de Lomas de Zamora Martín Insaurralde, habla de la “muerte y transfiguración” del kirchnerismo como movimiento político que cobró fisonomía en respuesta a la crisis de 2001. Poco y nada quedaron del discurso político de “centroizquierda”; y la estrategia de adoptar la agenda de su principal opositor (Massa), con las banderas de la “seguridad” y la criminalización de la juventud y el discurso vacío de política, terminó en un fracaso rotundo. El kirchnerismo encontró sus propios límites como movimiento “restaurador” de la autoridad estatal y comenzó a perder tanto por derecha como por izquierda. Un largo “fin de ciclo” con signos de agotamiento del “modelo” y que tuvo como contratendencias el momento de crecimiento y rebote coyuntural de la economía mundial en 2010-2011 (luego de la gran crisis de 2008), que fue la base del crecimiento argentino y que permitió que acontecimientos políticos como la muerte de Néstor Kirchner fueran usados a favor de la superviviencia del kirchnerismo. Esas tendencias veladas hacia el fin de ciclo, pero no revertidas, le dieron cierto carácter “ficticio” al 54% de los votos obtenidos por Cristina Fernández en 2011, que el cristinismo sobrevaloró, y estuvo en la base de todos sus errores políticos. En 2012, con la inflación como principal problema, las tendencias se retomaron y culminan en las derrotas recientes. El 20 de noviembre del año pasado se produjo el primer paro general de la clase obrera contra el kirchnerismo, una acción que tuvo como principal motor la oposición al llamado “impuesto al salario” y un hecho que coronó un proceso de recomposición del movimiento

obrero, que incluye el surgimiento del sindicalismo de base y clasista (con protagonismo de las corrientes del FIT). El proceso que abrió el paro no se desarrolló por responsabilidad de las direcciones burocráticas como Moyano de la CGT y Micheli de la CTA opositoras (ambos derrotados en sus apuestas políticas en esta elección). Previamente se habían producido los “cacerolazos” de las clases medias que manifestaban, por derecha y bajo el auspicio de las corporaciones mediáticas, su malestar con el fin de ciclo expansivo de la economía. La inflación es la manifestación más elocuente del agotamiento del “modelo”; la restricción externa y la baja de las reservas, la consecuencia lógica. El desgaste de las estructuras de la economía del país, como la energía y el transporte, demuestran que pese a las décadas de tasas chinas, no hubo reversión del desastre neoliberal. La precarización laboral, sostenida y aumentada, es “el corazón del modelo” (ver el dossier de este número), y se siente en la desilusión y bronca de muchos de los jóvenes que hoy dieron su apoyo al Frente de Izquierda. La extorsión y el chantaje de “salario por productividad” sin inversión, es decir, al costo del desgaste de los nervios y los músculos obreros, podía conformar cuando recién se salía de la debacle social dramática de 2001, pero empuja a la lucha y a la rebelión cuando se suben las expectativas. Otra fracción de los votantes que apoyaron al Frente de Izquierda está entre los más conscientes de esta nueva clase obrera. Son estos movimientos profundos de las clases y de la economía los que determinaron el derrotero político actual.

Kirchnerismo y “cultura de izquierda” La imposición de las circunstancias, la necesidad de desviar el proceso abierto por las jornadas de 2001 y la crisis fenomenal, orgánica, del sistema político y social, hizo que el kirchnerismo adoptara un discurso y un perfil político “progresista”, y le diera un carácter de centroizquierda


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a “su” peronismo (aunque siempre fue una coalición con los gobernadores e intendentes conservadores). Lo que los medios denominaron el “relato”. Los derechos humanos, el “setentismo”, el “camporismo” y un discurso propolitización de la juventud, marcaron la primera etapa de su gobierno. Junto a algunas reformas cosméticas de las instituciones, y el crecimiento económico ayudado por la economía mundial y la devaluación duhaldista, le dieron sustento a sus años de hegemonía. Los giros a la derecha y hacia el pejotismo “puro y duro” demostraron el carácter demagógico del relato inicial, y dejaron a la intemperie a muchos jóvenes que crecieron en ese clima pos2001, y adoptaron como propias aspiraciones políticas que por su propia naturaleza el kirchnerismo no puede contener. El crecimiento económico aumentó también las aspiraciones que encontraron el límite en el fin del “nunca menos” muchas veces repetido y pocas respetado por el kirchnerismo. El gobierno y el movimiento “nacional y popular” devinieron en entregas como la de YPF a Chevron y la deuda a los fondos “buitres”; la entrega de “todo el poder a Scioli” para comandar la campaña electoral e imponerle su impronta. De esos sectores, y sobre todo entre los jóvenes, también migraron los apoyos hacia el Frente de Izquierda que mantuvo la consecuencia en su discurso, en su práctica y en las figuras de sus candidatos, muchos de ellos jóvenes (el ejemplo paradigmático es Nicolás Del Caño) con quienes se identificaron.

La crisis de la identidad peronista “Yo fui siempre peronista porque en mi casa son todos peronistas. La verdad no se bien que hizo Perón pero si se lo que hacen los peronistas de hoy, por eso voté al Frente de Izquierda” (La Verdad Obrera 545, 31/10/2013). El que habla es un joven obrero de la fábrica Coca Cola de Pompeya, y pinta una realidad de los cambios y el debilitamiento de la identidad del peronismo en la conciencia de las nuevas generaciones. Es que esta emergencia de la izquierda se produce en el marco (y es producto de), no solo el “fin DISTRITO CABA Buenos Aires Salta Córdoba Santa Fe Tucuman Santa Cruz Río Negro Neuquén Mendoza San Juan La Rioja Jujuy Catamarca Formosa Chaco La Pampa Santiago del Estero Total

de ciclo” específico del kirchnerismo, sino de una crisis más histórica del “ciclo vital” del peronismo, en tanto manifestación en la conciencia popular del movimiento “nacionalista burgués” que condujo el mismo Perón hace más de 60 años. Massa (o su contracara Scioli) por derecha, con sus discursos de “gestión sin tanto relato y confrontación”, además del resultado no querido de la “hiperpolitización” operada por el kirchnerismo, es la expresión de que luego de un ciclo “centroizquierdista”, el peronismo está desgastando su “creatividad histórica” en lo que a generación de “avatares” se refiere, y por ende comienza a perder los contornos de su identidad histórica. Esto no quiere decir dar por muerto o quitar protagonismo al peronismo, en tanto “partido de la contención” por excelencia en el último más de medio siglo de historia nacional; sino definir la crisis de una identidad política en la conciencia obrera y popular de las nuevas generaciones. Esta combinación en la senilidad de ciclos, histórico y coyuntural, plantean posibilidades y desafíos; y están en la base del ascenso de la izquierda clasista. E imponen a las fuerzas del FIT la tarea de superar a este movimiento que supo salvar al régimen capitalista argentino de varias crisis que lo ponían en cuestión, pese a los roces que el peronismo tuvo con las clases burguesas argentinas. Precisamente para cumplir ese rol, ha asumido “modos” y “batallas culturales” que no han generado precisamente el beneplácito de la burguesía. Por eso, J.W. Cooke hablaba del “hecho maldito del país burgués” y le dijo al Che Guevara: “En Argentina, los comunistas somos nosotros, los peronistas”. En suma, la idea repetida hasta el hartazgo, de que el peronismo es la única “izquierda real” que puede haber en nuestro país, aunque también del peronismo surgió la derecha sindical en los años ‘70 o el aparato territorial conservador como el mismo duhaldismo. La evolución actual de la política argentina nos marca que el peronismo está buscando superar “por derecha” la paradoja del “bonapartismo” que históricamente resolvió el problema del control de las grandes masas, haciéndole más

CRECIMIENTO VOTOS FIT AGOSTO-OCTUBRE 2013 1.400.000 1.200.000 1.000.000 800.000 600.000 400.000 200.000 Elecciones Legislativas 2013

PASO 2013

CRECIMIENTO VOTOS FIT AGOSTO-OCTUBRE POR PROVINCIA

Mendoza

Córdoba

Salta

Capital Federal

Buenos Aires 100.000

200.000 PASO 2013

300.000

400.000

500.000

Octubre 2013

concesiones de las necesarias desde el punto de vista “corporativo” de las patronales, y creó una cultura política verticalista pero plebeya que hasta el día de hoy, aunque los principales dirigentes peronistas sean millonarios, es repudiada por el republicanismo. Sobre la base de esta creencia ideológica, el peronismo argumentó que la izquierda clasista estaba condenada a ser “izquierda cultural” o a lo sumo a desarrollarse en los estrechos marcos de los claustros universitarios. Una imputación desmentida por la misma historia nacional en la que, tanto antes como después del surgimiento del peronismo, la izquierda fue protagonista en las luchas obreras y populares. Hasta los mismos gobernadores peronistas, reunidos unos días después del 27 de octubre, en San Juan, discutieron la pérdida de votos del peronismo a manos del FIT. Esta elección, que es el producto de todo un trabajo político y orgánico de la izquierda, terminó de desmentir ese mito, y abrió el camino para la construcción de un verdadero partido de trabajadores socialista y revolucionario que »

PASO 2011

% TOTAL

GENERALES 2011

% TOTAL

PASO 2013

% TOTAL

GENERALES 2013

% TOTAL

80.556 209.538 39.986 68.150 48.093 16.957 4.476 9.790 16.098 27.102 3.517 2.465 10.631 2.884 2.306 6.469 2.727

4,4% 2,8% 6,8% 4,0% 1,3% 2,2% 3,9% 3,4% 5,9% 3,3% 1,2% 1,4% 3,9% 1,4% 1,1% 1,2% 1,4%

105.168 285.582 50.233 78.373 * 23.090 2.599 8.806 13.315 15.604 * * 7.344 * * * *

5,6% 3,6% 8,5% 4,3% * 3,1% 2,3% 3,0% 4,9% 1,9% * * 2,7% * * * *

80.241 351.535 67.764 107.378 48.093 33.854 11.861 20.997 22.637 76.343 6.603 6.522 30.101 5.507 14.397 14.034 2.968

4,2% 3,9% 10,7% 5,5% 2,7% 4,0% 7,9% 6,1% 6,6% 7,6% 1,7% 3,6% 8,9% 2,7% 5,0% 2,3% 1,5%

101.862 433.269 118.229 145.238 47.555 26.521 17.687 28.936 32.599 141.284 6.551 4.023 22.272 4.960 7.887 26.358 5.031

5,7% 5,0% 19,1% 7,5% 2,6% 3,0% 11,1% 8,6% 9,9% 14,0% 1,6% 2,2% 7,2% 2,6% 3,2% 4,5% 2,5%

4.431 556.176

1,1%

* 590.114

*

18.368 919.203

3,8%

12.358 1.182.620

2,8%

En los casos donde figura (*) no se presentó lista por no haber superado 1,5% en las PASO - Fuente: Dirección Nacional Electoral - Ministerio del Interior de la República Argentina -


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ELECCIÓN HISTÓRICA

se prepare para cuando las condiciones de lucha de clases, que hoy son de “baja intensidad”, abran en el escenario la posibilidad de la revolución y el gobierno de los trabajadores.

El nuevo escenario y los desafíos El triunfo de Massa en la provincia de Buenos Aires fue lo suficientemente fuerte para infligir una derrota al kirchnerismo, pero no para resolver la hegemonía dentro del peronismo. El propio cristinismo, aliado al pejotismo de gobernadores e intendentes, mantiene su cuota de poder y comienzan a surgir aspirantes para las presidenciales de 2015: el mismo Scioli, el gobernador de Chaco, Capitanich, o el de Entre Ríos, Uribarri. Pese al golpe recibido, el gobierno mantiene el control parlamentario, superando la mayoría en ambas cámaras si logra mantener a sus aliados. Esto será un elemento a favor para intentar una transición ordenada con “gobernabilidad”. Dentro del propio peronismo, a pocos días de la elección comenzaron los realineamientos y como sucedió con la decadencia del menemismo, empezó a cobrar forma una “liga de gobernadores” (sin la preminencia clara de ninguno de ellos), que condicionará a Cristina Fernández, cuando vuelva a las funciones políticas de las que está retirada sus problemas de salud. Massa tuvo una importante victoria en la estratégica provincia de Buenos Aires, pero prácticamente no tiene peso político nacional.

Esta división inédita de las tendencias políticas que componen el universo peronista va acompañada de las divisiones de otro pilar clave de contención y garante del orden en el movimiento obrero: la burocracia sindical, atomizada y con varias fracciones que salieron políticamente derrotadas de este elección, como los que acompañaron al gobierno o Moyano que apostó a De Narváez, que hizo una pésima elección, o el “Momo” Venegas, jefe del gremio de los peones rurales, que se presentó en la provincia de Buenos Aires y apenas superó el 1,5%. De las oposiciones no peronistas, el PRO mantiene esencialmente su carácter municipal en la CABA, con algunos buenos resultados electorales puntuales en el interior del país que estuvieron basados en figuras mediáticas. La UCR y el socialismo ganaron en provincias como Santa Fe y Mendoza, pero no tienen garantizado un armado con posibilidades de triunfo a nivel nacional. La disputa por quién se postula para suceder al kirchnerismo en retirada está más abierta que nunca, tanto dentro como fuera del peronismo y todas las coaliciones que se caracterizan por su debilidad para proponerse como alternativa de poder. Y como si fuera poco, a dos días de la elección la “corporación judicial” de la mano de la Corte Suprema de Justicia interviene en el marco de la debilidad del conjunto de los actores políticos burgueses, para fallar contra otra corporación

como el Grupo Clarín, sin dejar de marcarle la cancha al mismo gobierno, al que igualmente le otorga un triunfo político. Es que el sistema de partidos estalló en 2001 en la Argentina, y más allá de que el oficialismo intentó resolver este problema ocupando por momentos todo el espacio político (de la centroderecha a la centroizquierda), lo cierto es que frente al declive del kirchnerismo y la recuperación relativa de la UCR en ciertos distritos, persisten tanto la crisis de la centroizquierda tradicional como el cuestionamiento a la casta política y los sectores que la expresan de manera más abierta. Los intelectuales liberales se lamentan de esta no reconstrucción de un “sistema” de partidos políticos durante la última década (Mariano Grondona y Vicente Palermo, La Nación 31/10/2013). En lo inmediato, el Frente de Izquierda tiene planteado llevar adelante un verdadero parlamentarismo revolucionario. Esto es, utilizar las tribunas conquistadas para desarrollar la movilización obrera y popular alrededor de un programa anticapitalista. Para darle impulso a la organización de los trabajadores y la juventud, a la recuperación los sindicatos, comisiones internas, centros de estudiantes. Para organizar ampliamente a los activistas, politizar al movimiento obrero y estudiantil, en la perspectiva de avanzar hacia construir un partido de trabajadores revolucionario.

Jujuy 7,2% (22272) Salta 19,1% (118229)

Formosa 3,2% (7887) DN

Tucumán 3% (26521)

Chaco 4,5% (26358)

Catamarca 2,6% (4960) La Rioja 2,2% (4023)

DP

San Juan 1,6% (6551)

Santiago del Estero 2,8% (12358)

Córdoba 7,5% (145238)

Santa Fe 2,6% (47555)

DN?

CABA 5,7% (101862)

DN

Mendoza 14% (141284)

DP

DP

DP

DP

DP

DN

DP

Neuquén 9,9% (32599)

Buenos Aires 5% (433269) La Pampa 2,5% (5031)

Rio Negro 8,6% (28936)

Santa Cruz 11,1% (17687)

Foto: Enfoque Rojo Nicolás del Caño, diputado nacional electo por el FIT en la provincia de Mendoza.


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DIPUTADOS, LEGISLADORES Y CONCEJALES DE LOS TRABAJADORES

A nivel nacional, este 27/10 el FIT incrementó en 300.000 los votos que obtuvo en las PASO; más de un 5% de los votantes totales del país lo apoyaron. La izquierda conquistó una bancada de tres diputados en el Congreso Nacional, siete legisladores provinciales y seis concejales, a los que se suman los diputados provinciales en Neuquén y Córdoba electos previamente. El FIT pelea en el escrutinio definitivo otra banca nacional en Córdoba que quieren quitarnos con fraude y dos bancas provinciales en Jujuy. Las bancas conquistadas serán rotadas entre las fuerzas que conformamos el FIT. Por la estratégica provincia de Buenos Aires, luego de 18 meses de mandato de Néstor Pitrola, en junio de 2015 asumirá Myriam Bregman como diputada nacional. Mendoza: “Comenzamos a escribir una nueva historia”

Nicolás Del Caño Diputado nacional electo por Mendoza. Comenzamos a escribir una nueva historia luego de estas elecciones. Fue una intensa campaña militante. Una pelea desigual en la que se logró, con más del 14% de los votos, conquistar una de las tres bancas de diputados nacionales que consagró el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. En nombre del PTS tomaré el desafío en el Congreso Nacional. El acelerado e impactante desarrollo que logramos y el apoyo obtenido se dan porque pudimos expresar expresar la Mendoza profunda que emerge harta de los partidos tradicionales al servicio de los empresarios. Toda la campaña estuvo atravesada por un plan de los medios para favorecer las candidaturas de la UCR y del FPV, armando los debates centrados en la campaña por la seguridad, el aborto y la legalización de la marihuana, para “espantar” presuntos votantes “confundidos”. La campaña del FIT respondió a estos problemas y puso en la agenda los problemas de los trabajadores y la juventud, como el trabajo precario o la crisis de la educación y la salud.

Duplicamos casi la cantidad de votos que obtuvimos en las PASO. Muchos analistas y políticos han tratado de explicar lo sucedido sin éxito, otros solo atinaron a expresar su odio y desprecio por quienes decidieron apoyar la única alternativa política independiente de todas las variantes patronales. No logran ver que detrás del 14% de los votos obtenidos hay un espectro muy amplio de trabajadores y jóvenes, que va desde aquellos que están hartos de una casta de políticos profesionales que viven como empresarios y votan leyes contra el pueblo, pasando por los que están enojados con el gobierno nacional desde hace tiempo y los que se desencantaron con el cada vez más marcado giro a derecha de gobierno, y ven en la izquierda una alternativa para que el ajuste y la crisis no sean descargados sobre sus hombros. Muchos se sienten identificados con nuestros jóvenes candidatos y depositan sus expectativas de cambio en las propuestas del FIT contra el trabajo precario y en negro, por la educación, la

salud y la vivienda digna. En Mendoza, una generación muy amplia de jóvenes trabajadores y estudiantes ven limitado su futuro, y no ven ninguna perspectiva en los candidatos del FPV o la UCR. La gran mayoría de la juventud apoyó la campaña del FIT, la sintió como propia y la apoyó en las urnas. Con este resultado el FIT en Mendoza logró quedarse con la quinta banca a diputado nacional que disputamos con Omar Félix del FPV. Ahora ocuparé esa banca (durante los 2 años primeros años, luego ingresará Soledad Sosa) y habremos consagrado la primera banca trotskista por Mendoza. Esta banca estará al servicio de los que durante esta década no han ganado más que trabajo precario, ritmos extenuantes y salarios por debajo de la canasta familiar que día a día se ven licuados por la inflación. También hemos logrado que 4 legisladores ingresen a la legislatura provincial: 3 diputados (Martín Dalmau-PO, Héctor Fresina-PO y Cecilia Soria-PTS) y una senadora provincial (Noelia Barbeito-PTS). Cabe destacar que Cecilia Soria será la legisladora más joven de la historia de la provincia con 22 años de edad. Además de los legisladores provinciales el FIT obtuvo 6 concejales, Martín Baigorria (PTS) en Godoy Cruz, Paul Lecea (PTS) en Maipú, Ulises Jiménez (PTS) en Las Heras, Facundo Terraza (PO) en Lujan de Cuyo, Federico Telera (PO) en Guaymallén y Rubén Tomassetti (PO) en San Martín. Los desafíos y responsabilidades son muy grandes, nuestras convicciones también.


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ELECCIÓN HISTÓRICA

Córdoba: Final abierto en la disputa por la banca del FIT Hernán Puddu Candidato a diputado nacional por Córdoba*. El Frente de Izquierda hizo una gran elección en Córdoba. Desde las PASO a octubre aumentó 40.000 votos, logrando casi 150.000. En Córdoba capital, donde se encuentran las grandes concentraciones obreras y la Universidad Nacional pasó de un 9,2% en agosto a un 12,24% en estas elecciones. En toda la provincia, la votación al FIT subió más del 30%. Muchos de estos sectores son los que hoy se movilizan y rechazan activamente el fraude contra el FIT para evitar que obtengamos la novena banca. El régimen político cordobés ya tiene en su haber el fraude perpetrado contra el juecismo en 2007, cuando la gobernación quedó para Schiaretti, luego de un escrutinio que duró toda la noche. Este domingo 27, ese mismo régimen, estructurado sobre el bipartidismo de la UCR y el

Salta: el segundo lugar para la izquierda La elección inédita del Frente de Izquierda tuvo uno de sus mayores exponentes en la provincia de Salta. Con el 19,31% de los votos, Pablo López del Partido Obrero se consagró diputado nacional. Ocupó el segundo después del Frente Popular Salteño del exgobernador Romero y condenó al tercer lugar al Frente para la Victoria del hermano del gobernador Urtubey. En la capital de la provincia con el 28,5% de los votos a diputado nacional, obtuvo el primer lugar y el segundo con el 25% a senador nacional. En Tartagal, Aguaray y Mosconi localidades de concentración obrera y popular se registraron entre 12 y 15% de los votos, duplicando los números de las primarias, y en Orán casi el 15%, destacándose particularmente la elección en el pueblo de Yrigoyen donde viven los trabajadores del Ingenio El Tabacal, bajo la repercusión de la gran elección en Colonia Santa Rosa superando el 30%. En la “conservadora” Salta, la izquierda da un paso inédito.

PJ, puso en marcha desde temprano, un operativo para impedir que el FIT entre al Congreso. En este intento de fraude se combinaron la aparición de boletas de las PASO para confundir a quienes fueran a votarnos; la falsificación de datos en los telegramas que permiten el escrutinio provisorio –donde en casi 200 casos el FIT tenía cero (0) votos– y la aparición de 157 mesas donde había, en promedio, 100 votantes más que en las demás. En esas mesas (apenas el 2% del total) la UCR duplicaba lo que venía sacando promedio en las mesas anteriores y se queda con la novena banca. Este fraude empieza a generar un descontento extendido entre amplios sectores de la población. Esto se visibiliza en las facultades, en las escuelas y en algunas fábricas, donde los trabajadores quieren saber que ocurrió.

En una provincia marcada por el peso de una institución tan conservadora como la Iglesia o tan reaccionaria como las fuerzas policiales –hoy puestas en cuestión por su vinculación directa con el narcotráfico–, la posibilidad de que nuevas fuerzas emerjan para la militancia desde la izquierda es una gran oportunidad para dar pasos en construir una fuerza social capaz de entrelazarse con la poderosa clase trabajadora de la provincia y ser un factor actuante ante futuras crisis sociales y políticas.

* Si se logra derrotar el fraude y se obtiene la banca, ocupará la banca luego de los primeros dos años en los que será ocupada por la hoy legisladora provincial, Liliana Olivero de Izquierda Socialista


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Jujuy: Una proscriptiva cláusula impidió el ingreso de dos diputados del FIT Alejandro Vilca Candidato a diputado nacional por Jujuy. Solo una proscriptiva cláusula del régimen político jujeño (la imposición de superar un piso del 5% del padrón total, cuando obtuvimos casi el 7% de los votantes de la provincia y el 11,5% en la capital) impidió que el Frente de Izquierda y los Trabajadores obtenga una bancada en la Legislatura provincial. Fuimos la tercera fuerza en la provincia a diputado nacional, con más de 23.000 votos, y solo por menos de 1.000 votos no ingresamos a la legislatura. En San Salvador, estuvimos apenas a 4.000 votos debajo del enorme aparato de la colectora oficialista de Milagro Sala, e incluso le ganamos en varias escuelas de los barrios obreros de San Pedrito y Alto Comedero. Las elecciones jujeñas dejaron como resultado una derrota oficialista y un triunfo radical, pero por sobre todo una sobrevida del bipartidismo, emparchado. El pejotismo sigue manteniendo una mayoría en la legislatura, a pesar de

la derrota, pero se abrió más descarnadamente la interna hacia 2015. A la interna entre el gobernador Fellner y su vice Jenefes, se agregó la pelea de distintas colectoras encabezadas por caciques locales en los distritos más importantes del interior. El radicalismo parece haber revivido con una campaña que le dejó, luego de las PASO, el “voto a ganador” para castigar al oficialismo lo que se expresó claramente en la capital jujeña y ganando localidades, históricamente peronistas, como Palpalá, Libertador Gral. San Martin y Humahuaca. Este emparchamiento del bipartidismo local tuvo el componente de la presentación de Milagro Sala, que aportó alrededor de 15.000 votos para que el impresentable candidato fellnerista “Oli” Tentor saliera diputado nacional. Las banderas que planteamos en la campaña han recibido un fuerte respaldo, y más temprano que tarde se expresarán en la lucha en las calles, los lugares de

trabajo y estudio, como la demanda de terminar con la precarización y el trabajo en negro que sufrimos decenas de miles, por vivienda, servicios básicos y salarios para todos, para que los empresarios y terratenientes pongan la plata, y acabar con la casta política de los partidos patronales que se enriquecen en la función pública. Esas banderas calaron hondo en una amplia franja de los explotados y la juventud. Desde el mismo domingo recibí decenas de llamados, solicitudes de amistad en Facebook o felicitaciones en las calles, pero también el recibimiento de mis compañeros y compañeras municipales fue realmente emocionante. Un cartel en el vestuario del canchón de Alto Comedero dice: “Bienvenido compañero trabajador Alejandro Vilca, para nosotros sos un ganador y vamos por más, tus compañeros”. Hicimos una campaña revulsiva en la Jujuy del bipartidismo patronal y el clientelismo.

Neuquén: Crecimiento y consolidación del Frente de Izquierda Andrés Blanco Obrero del Zanon, candidato a diputado nacional por Neuquén. El Frente de Izquierda hizo una elección histórica en Neuquén como en el resto del país. Según el escrutinio provisorio, para diputados, donde me tocó encabezar la lista, obtuvimos el 9,91% (32.599 votos) y para senadores, encabezada por la compañera Patricia Jure del PO, obtuvimos el 9,63% (32.006 votos) 4° entre las 8 listas, a solo 5.000 votos del partido del intendente de la Capital, el radical Horacio Quiroga. En las principales ciudades de la provincia estuvimos arriba del 11%, llegando al 13% en Centenario (lugar en el que viven muchos ceramistas y obreros del Parque Industrial), donde salimos 3°, al igual que en Cutral Có, Zapala y otras ciudades. En las PASO el MPN dirimió su interna, donde perdió de forma aplastante la candidata del gobernador Sapag, la actual vicegobernadora Ana Pechén, frente a Guillermo Pereyra, Secretario General del Sindicato Petrolero y Adjunto de la CGT de Moyano. A pesar de que el gobernador

jugó abiertamente contra Pereyra en las generales, y “veladamente” a favor del FPV, el MPN obtuvo el 40%, duplicando al kirchnerismo, que subió pocos puntos, llegando apenas al 20%. Los radicales, que se preparaban para obtener “el tercer senador”, quedaron muy lejos con el 11,5%, sufriendo su tercera derrota electoral en el año (la mala elección en las PASO, y la derrota en la elección de concejales con el MPN). Muy por detrás, la centroizquierda (LdelS 5%, UNE 3,4% y FPS-MST-PCR 3%) mostró su franco retroceso, acompañados por el massismo (Unión Popular) que sacó el 4,8%. El Frente de Izquierda crece y se consolida en Neuquén desde 2011 (cuando obtuvimos una banca en la Legislatura) como parte del crecimiento a nivel nacional, y gana un fuerte prestigio entre los trabajadores y sectores populares de la provincia por la acción de la banca que hoy ocupa nuestro compañero Raúl Godoy.


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Foto: www.diario.latercera.com

La juventud y los trabajadores se movilizan

todo en cuestión La herencia de la dictadura –continuada en los 20 años de Concertación– que había sido signo de su triunfo, es hoy, al contrario, la base de la crisis de todo el régimen. El cuestionamiento de esa herencia motoriza la movilización estudiantil desde 2006, y abre una nueva situación en Chile.

Nicolás Miranda Sociólogo, revista Estrategia Internacional, Partido de Trabajadores Revolucionarios de Chile.

Tras el fin de la dictadura se dio paso a un ciclo político de 20 años, entre 1990 y 2010, de 4 gobiernos de la Concertación (Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Lagos y Bachelet), que pueden resumirse en las mismas palabras de sus protagonistas: una democracia de los acuerdos. Es decir, en base al pacto entre el pinochetismo, continuado por los partidos de la derecha UDI y RN, y la Concertación, que usurpó las movilizaciones obreras y populares que sacudieron la dictadura en sus últimos años (el período de “las Protestas” entre 1983 y 1986). Pacto que permitió que lo esencial de la dictadura se perpetuara en los años que la siguieron, y hasta hoy día,

como una ominosa herencia. Las expectativas y demandas obreras y populares eran canalizadas respondiendo que se avanzaría “en la medida de lo posible”. Se asentó a su vez en una triple derrota: la del golpe del 11/9/73; la de la usurpación de “las Protestas”; la del Pacto entre la Confederación de la Producción y el Comercio y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) en 1991, que coronó la liquidación de la combatividad clasista del movimiento obrero de los años anteriores. Se consolidó con la disyuntiva entre “democracia” y “dictadura”, obligando a elegir entre aquella, encarnada en la Concertación, y


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la última, en la derecha. Y se afirmó en mejoras en las condiciones de vida: el crecimiento económico, la disminución de la pobreza (que cayó del 35% al 15%). El resultado total fue la conservación de un régimen que fue quedando anacrónico, congelado en el tiempo. La Constitución de la dictadura sigue vigente hasta hoy, con su régimen electoral, el sistema binominal, que asegura un empate ficticio permanente entre la derecha y la Concertación en el Parlamento. Así, el pacto político entre la derecha y la Concertación se aseguraba en un régimen político que garantizara su funcionamiento. Para mejor proteger las claves del patrón de acumulación –instalado a sangre y fuego en dictadura–, entre estas: el saqueo y la privatización de los recursos naturales; la privatización de los sistemas de salud, educación y pensiones; la desarticulación del movimiento obrero con el “Plan Laboral”, la confinación de la negociación colectiva solo a nivel de empresa, la externalización de los trabajadores (que se eleva hasta un 30% en las empresas privadas y un 20% en el sector público). La pervivencia anquilosada de la herencia de la dictadura, signo de su triunfo, está ahora, al contrario, en la base de la crisis –aún contenida– de todo el régimen, motor de los procesos de lucha de clases que la impugnan, y está caracterizando la situación en Chile.

La Concertación: continuidad y comienzo del fin de ciclo Tras el golpe de Pinochet, la derrota se asentó en condiciones enteramente nuevas en los 20 años de gobierno de la Concertación, que constituyeron un ciclo político específico. Este se caracterizó en lo esencial por la subordinación de la clase trabajadora y el resto de las capas sociales explotadas y oprimidas, ya no en condiciones de dictadura, sino que desplazándose a la estrategia activa de la búsqueda de la colaboración de clases. El patrón de acumulación que se inició durante la dictadura, base material de la configuración específica del ciclo concertacionista, se caracteriza en lo fundamental por un salto en el sometimiento del Chile semicolonial al imperialismo, por una reconfiguración de la burguesía y sus fracciones, y por un incremento de la explotación del trabajo por el capital. Donde más claramente se puede ver esto es en “el sueldo de Chile”, el cobre, cuya propiedad pasó a ser en un 70% de capitales privados, mayormente extranjeros, y solo el 30% restante es propiedad de Codelco (empresa estatal). La significación de esto es enorme: con el aumento de los precios del cobre, las ganancias de las

empresas extranjeras del cobre se elevaron hasta 25.000 millones de dólares (desde los 4.000 millones, con menores precios, que ganaban en los años previos). La penetración de los monopolios imperialistas fue reforzada con los Tratados de Libre Comercio. El firmado con Estados Unidos es particularmente desfavorable para Chile. Entre otras cosas, asegura: que Chile no podrá expropiar o nacionalizar una inversión estadounidense; que no podrá reservarse para la explotación áreas estratégicas (como ahora, que comienza a discutirse el litio). La burguesía chilena actúa como socia menor de la burguesía imperialista, defendiendo conjuntamente los intereses propios de cada fracción. De conjunto, expresa una relación de fuerzas entre las clases sociales fundamentales, desfavorable para el proletariado y los sectores populares. Tras el impacto de la crisis mundial de 1997 primero, y de 2007 después, las demandas contenidas y canalizadas comenzaron a desbordar la capacidad de la Concertación de actuar como falsos “amigos del pueblo”. Esto impactó en la coalición de gobierno. Comenzó por la pérdida de fuerza electoral. Pero posteriormente, la creciente dificultad de la Concertación para actuar como partido de la contención se expresó con la emergencia, al final del ciclo, de importantes fenómenos de la lucha de clases, como la movilización de los estudiantes secundarios de 2006, de los trabajadores subcontratistas del cobre, el salmón y forestales de 2006, 2007 y 2008, la recuperación de métodos tradicionales y propios de la clase trabajadora como las tomas de empresas o bloqueos de acceso a los lugares de trabajo, etc. Concluyó en la pérdida del gobierno por parte de la Concertación a manos de la derecha, con Piñera como presidente. Esto representaría el final del ciclo concertacionista, que está en la base de las tendencias a la intensificación de la lucha de clases que caracterizan la situación de Chile en el presente.

El Gobierno de la derecha: fase de transición a un nuevo ciclo El gobierno de la derecha representa una fase de transición a un nuevo ciclo. Al inicio, la situación para la clase patronal, con el fin del ciclo de la Concertación y su rol de garante de sus intereses actuando como partido de la contención, no era aún desesperada: había un recambio dentro del orden de esta democracia para ricos. La Concertación había preservado a la derecha, que a su costa aumentaba su peso político, y aparecía como posible recambio que continuase, y profundizase, esta obra.

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Su objetivo general es profundizar las políticas contra la clase trabajadora y el pueblo explotado y oprimido, ante una Concertación desgastada, de cuya capacidad para seguir actuando como contención dudaban los empresarios; y a la cual, por su parte, el pueblo trabajador votaba ya desencantado. Pero tenía un límite mayor: la derecha, para pasar a sus ataques, no contaba con raíces entre los trabajadores y el pueblo explotado y oprimido, por lo que podría encontrar mayores resistencias para sus planes de ataque.

Las luchas del movimiento estudiantil en 2011: primer embate de la lucha de clases En 2011 irrumpe la movilización estudiantil, con la “revolución pingüina” de 2006 como antecedente. Las luchas estudiantiles se extendieron por más de 6 meses, sacudiendo la vida política del Chile que vive bajo la herencia de la dictadura, preservada por la Concertación y ahora administrada desde el gobierno por la derecha. Esta sacudida a la política nacional nació de la propia experiencia de la lucha de cientos de miles, apoyada por millones, que comenzó a cambiar la subjetividad de una generación entera de jóvenes, y despertó la solidaridad y simpatía de quienes habían luchado contra la dictadura y padecido resignadamente su continuidad democrática con la Concertación. La masividad y su persistencia en el tiempo mostró la enorme fuerza de la lucha. Cientos de miles de estudiantes secundarios y universitarios entraron en paro y tomaron sus lugares de estudio a lo largo de todo Chile. De las movilizaciones solo recordemos sus puntos más altos: el 4/8 ante una política por fuera de la relación de fuerzas, el gobierno prohibió la movilización instaurando en los hechos un estado de sitio en Santiago, lo que derivó en enfrentamientos masivos todo el día, barricadas y cacerolazos. El 21/8 se congregaron en el Parque O´Higgins un millón de personas. El 24 y 25/8 la CONFECH convocó junto a la CUT un paro nacional con movilización, que derivó en largas horas de enfrentamientos callejeros. Hubo un extendido y profundo apoyo social, a veces más activo (los cacerolazos contra la represión y en solidaridad con la lucha fueron su más alta expresión), a veces pasivo. Todas las encuestas reflejaron un apoyo que iba entre un 70% y más de un 80%. La lucha de clases protagonizada por el movimiento estudiantil en 2011 mostró su fuerza, y con ello sacudió toda la política burguesa, toda la herencia pinochetista conservada por la Concertación y la derecha. La sacudió, pero no logró terminar con ella. Recuperó métodos de lucha como las tomas y los paros. Recuperó la lucha de calles para »


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CHILE

conquistar sus demandas y defenderse de la represión. Concentró la lucha en una demanda que actuó como motor: la educación gratuita. Cambió la subjetividad resignada por una de lucha. Comenzaba a emerger la “generación sin miedo”. Surgió una vanguardia de lucha, aquella que se puso a la cabeza de las movilizaciones, la que estaba en las tomas, la que se defendía durante horas en las calles contra la represión, la que confrontaba poniendo límites –pero aún sin poder plantearse como alternativa– a las direcciones en los momentos que querían entregar todo. Por sobre todo, comenzó a hacer una experiencia práctica y masiva clave: para conquistar una demanda mínima –aunque importante– hay que enfrentar toda la herencia de la dictadura. Así, comenzó una tendencia a cambiar la relación general de fuerzas. Puso a los herederos del pinochetismo, el gobierno de la derecha y la Concertación, a la defensiva. Aunque estos se niegan a hacer ninguna concesión seria –solo están ganando tiempo, como por ejemplo con las reformas cosméticas que anuncia Bachelet para su próximo gobierno, que podría enlentecer–, aún así, nada muestra que puedan revertir la dinámica a la intensificación de la lucha de clases y los cuestionamientos a la herencia de la dictadura. La relación de fuerzas específica, la de la lucha misma, no cambió, llegando a un empate catastrófico. Así se comenzó a desviar todo al Parlamento, que dejaría todo abierto, sin dejar nada resuelto. Tan es así que en 2012 y 2013 las movilizaciones continuaron, aunque fueron de menor envergadura. Y siguen sin ser derrotadas, lo que anticipa nuevas arremetidas. La política de las principales direcciones del movimiento estudiantil y el Colegio de Profesores, el PC y los colectivos populares, fueron responsables directos de esto. Pero se trata del primer embate de la lucha de clases, que deja sus primeros jalones, y que afirma esta conclusión general de que es necesaria una lucha contra toda la herencia de la dictadura. Y que para eso, es necesario construir una organización para la lucha y un partido que, sacando las lecciones de lo que esta lucha significó, pero también de sus límites, esté a la altura de esa tarea que queda planteada.

Tras 2011, el retorno de la lucha de clases: revueltas regionales, cortes de rutas, entrada de la clase trabajadora Y así fue que, en la combinación del debilitamiento de la Concertación como partido de la contención y la imposibilidad de la derecha, la lucha de clases se intensificó: las luchas del pueblo mapuche, las revueltas en las regiones (provincias), las movilizaciones ambientalistas,

de la diversidad sexual, proliferaron. Las luchas del movimiento estudiantil abrieron una fuga. Los métodos de lucha de las diferentes fracciones de clase y capas sociales movilizadas se radicalizan: algo inusual el Chile, los cortes de ruta, las tomas de lugares públicos, tomas de lugares de trabajo, se extienden e incrementan sin pausa. Sus demandas tienden a tomar un carácter político. Se impugnan las pensiones de mercado, los salarios de hambre, la impunidad de los represores, el saqueo de los recursos naturales, la salud de mercado. Toda la herencia de la dictadura comenzó a ser puesta en cuestión, no solo en la educación. En 2013, la burguesía en sus tradicionales encuentros anuales constataba desesperada que “todo está en cuestión”. Y todo parece hundirse bajo sus pies: en las encuestas el Parlamento, el gobierno, los partidos del régimen, la Iglesia, registran apoyos en sus mínimos históricos (de 20% aproximadamente). En 2013, a las movilizaciones estudiantiles, se agrega la entrada de la clase obrera. Huelgas, paros y movilizaciones. Además, la tendencia a la emergencia de una vanguardia de lucha. Con tres claves novedosas: los paros en solidaridad (con la huelga larga de los trabajadores portuarios), los cuestionamientos antiburocráticos (con los paros de los recolectores de basura, de las maestras de jardines infantiles, de sectores de trabajadores mineros), la organización con delegados en los lugares de trabajo (en el paro de los trabajadores de Correos de Chile). Un masivo paro nacional el 11/7, y una jornada de paro y movilización obrero-estudiantil el 26/6. El enlentecimiento del crecimiento económico, que actuaba como amortiguador, amenaza agregarse a la crisis contenida del régimen; “crisis de legitimidad”, “crisis del pacto constitucional”, dicen los analistas. Finalizando el año 2013, las elecciones presidenciales y parlamentarias reflejan la misma situación general. El debate se desplaza a izquierda. La derecha y la Concertación (ahora Nueva Mayoría, en pacto político con el PC), se debaten en la búsqueda de los mejores caminos para la defensa del régimen: la derecha atrincherada en su cerrada defensa, la Nueva Mayoría con reformas cosméticas. Lejos de la tradicional elección entre la Concertación y la derecha, se presentan 9 candidaturas, las 7 restantes, en crítica ácida a las dos coaliciones tradicionales. Emergen candidaturas antineoliberales. La derecha puede quedar relegada a un tercer lugar. El empresariado alarmado declara que más que los impactos de la crisis económica internacional, teme los cambios a los que se vean empujados los candidatos para contener las demandas que irrumpen en la lucha de clases. Los partidos se fracturan: un cambio el régimen electoral binominal facilitaría el fin de las

coaliciones políticas que dirigieron Chile estos 25 años. El futuro, para la burguesía, se abre incierto, marcado por la crisis de su régimen y los embates de la lucha de clases. Como límites mayores, está que no emerge una alternativa de la clase trabajadora independiente de toda variante burguesa o antineoliberal. Les da un sobretiempo. Pero en esta fase entre lo viejo que va muriendo apenas sobreviviéndose a sí mismo, y lo nuevo que pugna por nacer, también está el tiempo de la lucha de clases, que genera condiciones más favorables para el surgimiento de un partido revolucionario de la clase trabajadora.

Perspectivas inmediatas El debilitamiento de la Democracia Cristiana, de la mano con el pacto con el Partido Comunista, pone en primera fila a las alas progresistas de los partidos del régimen. Así el casi seguro triunfo de Bachelet en las presidenciales de noviembre, con su programa que recoge demagógicamente las demandas de la lucha de clases para usurparlas (educación gratuita, reforma a la Constitución, reforma tributaria, reforma laboral), aunque está por verse su configuración definitiva (por ejemplo, si ingresa el PC al gobierno o no), podría reabrir “ilusiones posibilistas”, que enlentezcan los procesos de lucha de clases. Aunque difícilmente revierta las tendencias abiertas. Bachelet y la Nueva Mayoría no están dispuestos a tocar intereses, solo retoques cosméticos. Y el escenario más probable es que veamos nuevos y mayores eventos de la lucha de clases. Para las organizaciones de izquierda, un período de construcción estratégica parece abrirse paso: la integración a la Concertación del PC abre un espacio a izquierda, su derrota en las federaciones estudiantiles (a la vez que ganó la presidencia de la CUT) lo debilita, y aunque sigue siendo el principal partido de la izquierda en Chile, se abren polémicas y aumentan su influencia organizaciones anarquistas, libertarias, populistas, miristas, trotskistas. Las tendencias a la intensificación de la lucha de clases, con la entrada de la clase trabajadora, el probable camino a nuevas y crecientes acciones de unidad obrero-estudiantil, la emergencia de 9 candidaturas, el surgimiento de nuevas organizaciones, el camino a una reconfiguración del régimen político, permiten suponer que los carriles paralelos entre lucha de clases y construcción de nuevas organizaciones, tiendan a converger. Y que la estabilidad para la dominación burguesa garantizada en el ciclo concertacionista sea un recuerdo del pasado, abriéndose paso convulsivamente a un nuevo ciclo político.


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Herencia de junio: empieza a surgir un “sujeto peligroso” en Brasil Foto: www.salon.com

Las movilizaciones de junio marcaron el ocaso de la ilusión de la estabilidad del Brasil potencia. La juventud inundó las calles y al hacerlo, allanó el terreno para múltiples cuestionamientos. De esta manera abre paso a la entrada en escena del verdadero “gigante” de Brasil: el movimiento obrero.

Iuri Tonelo Sociólogo, investigador Unicamp, Liga Estrategia Revolucionaria de Brasil. El PT en Brasil asumió el poder en 2002, con la elección de Luiz Inacio “Lula” da Silva. Durante los primeros diez años de gobiernos del PT asistimos a un período en que, contando con la prestigiada figura de Lula como dirigente obrero del ascenso de los ‘70, el gobierno tuvo un gran apoyo de las masas y los trabajadores. Al mismo tiempo que Lula proclamaba en 2008 que en Brasil “los bancos nunca habían ganado tanto”, toda una generación se había acostumbrado a una estabilidad basada en algunos cambios que permitían a la burguesía mantener controlado al movimiento obrero. Sin embargo, toda tendencia encuentra una contratendencia en el vida, y para Brasil no podría ser distinto. Toda la “estabilidad” que la

clase dominante impuso al proletariado brasileño, con un crecimiento económico importante (desarrollo del parque industrial, obras hidroeléctricas y construcción civil), que por un lado se basó en la expansión del empleo (centralmente en el Nordeste, Norte y CentroOeste) y, por otro, estuvo ligado a la precarización de ese trabajo, tercerizado, en negro, donde los sectores privados de todo derecho a lo sumo podían aspirar a paliar sus condiciones de vida degradantes con planes sociales como la llamada “bolsa familia”; así esta estabilidad se ha convertido en su contrario: una explosión de millares (en el auge llegó a millones) con fuerte protagonismo de la juventud en las calles reclamando por transporte, salud, educación y

cuestionando la política corrupta que solo sirve para perpetuar la desigualdad. Era el espejismo del Brasil potencia desmantelándose frente a la potencia de las masas, que ponía en cuestión el proyecto de país oficial, teniendo a Río de Janeiro como el motor más desarrollado de las movilizaciones que se continuaron hasta la actualidad. La “ciudad maravillosa” empezó a mostrar las contradicciones estructurales detrás de las “bellezas” del discurso oficial. Este proceso de movilizaciones de masas, conocido como “jornadas de junio”, marcó el ocaso del “lulismo” en el sentido de que rompió la estabilidad, abriendo la posibilidad para todo tipo de cuestionamiento de la población, »


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BRASIL

“Era el espejismo del Brasil potencia desmantelándose frente a la potencia de las masas, que ponía en cuestión el proyecto de país oficial.

las conducciones sindicales. Más allá de estos actos, comenzó una serie de luchas de sectores de trabajadores, que iban de importantes movimientos en reclamo de vivienda en las ciudades hasta huelgas de los empleados públicos que ganaron más protagonismo después de junio, con un “nuevo espíritu” de combatividad de los trabajadores. El “espíritu de junio” también marcó la entrada en escena de la clase obrera, aunque todavía con un importante control de la burocracia sindical.

… y su herencia en los procesos actuales de las luchas obreras

conformando una nueva generación de jóvenes dispuestos a la lucha, y abriendo paso a las movilizaciones del verdadero “gigante de Brasil”: su enorme proletariado. Junio no fue un rayo en un cielo sereno, como quiso presentarlo la burguesía. Si podemos hablar de una fuerte estabilidad en el conjunto del país, el hecho es que ya había algunas importantes expresiones de movilizaciones estudiantiles y de trabajadores: la clase obrera brasilera mostraba su recomposición objetiva y también una creciente “gimnasia” sindical que se expresó en 2012 con 875 huelgas (en 2011 fueron 554), un crecimiento del 63% (según datos de DIEESE). Hay que destacar que por primera vez en años las huelgas de las empresas privadas superaron las del sector público (461 en comparación con 409, respectivamente). El total de huelgas en 2012 fue el mayor verificado desde 1996 (1228 huelgas). Se confirma así la tendencia al aumento de huelgas observada a partir de 2008. Es necesario destacar que en las huelgas de la construcción civil hubo algunos elementos “salvajes” (con acciones radicalizadas independientes de la burocracia sindical) en las usinas hidroeléctricas de Jirau, Santo Antonio y Belo Monte, adonde Dilma llegó a enviar la Fuerza de Seguridad Nacional para reprimir a los obreros. La muerte a manos de la policía de un trabajador albañil negro, llamado Amarildo, que vivía en la mayor favela de Río de Janeiro, se transformó en uno de los hechos más importantes y más discutidos en el país. Generó un repudio muy fuerte a la policía militar brasileña, un fenómeno que se choca con toda la adaptación del período anterior en que la policía asesinaba muchos jóvenes y trabajadores en las favelas, casi sin ningún cuestionamiento. Toda la democracia degradada de Brasil, incluyendo sus instituciones estatales y políticas, empezó a ser cuestionada por el proceso de movilizaciones que continúa en el país y se expresó fundamentalmente en el rechazo a la represión y a la serie de abusos policiales, de modo que el descontento de las movilizaciones se encontró con los pobladores del morro en Río de Janeiro, expuestos todo el tiempo a ese accionar represivo, dando lugar a la perspectiva del surgimiento de un verdadero sujeto peligroso: la unidad

de los trabajadores y la población de los morros con los jóvenes.

El significado de junio… Se puede decir que las movilizaciones de junio en Brasil tuvieron un significado histórico para la clase trabajadora y la juventud, solo comparable al proceso de veinte años atrás, conocido como el “Fuera Collor”: la serie de movilizaciones de masas que terminaron por derribar al entonces presidente de Brasil, Fernando Collor de Mello, uno de los agentes del “neoliberalismo”. Sin embargo, las movilizaciones actuales empezaron por reivindicar la quita del aumento a la tarifa del transporte público, uno de los transportes más caros del mundo y comandado por monopolios que lucran mucho con un derecho elemental de la población. Es decir, en las movilizaciones de junio había una cuestión que las hacía “superiores” al “Fuera Collor”, que era el carácter social de las demandas (mientras el “Fuera Collor” era esencialmente contra la corrupción) uniendo sectores de la juventud trabajadora a una gran masa de la denominada “clase media” (sectores obreros con nueva capacidad de consumo por los mecanismos del crédito y la “clase media tradicional” que adhería a las cuestiones planteadas por el movimiento). Yendo más al fondo de la cuestión, el proceso expresaba por un lado algunos límites del modelo económico brasileño, que combina el trabajo precario con el inmenso volumen de crédito, lo que aumenta superficialmente el consumo de la población pero estructuralmente mantiene las condiciones más degradantes de vida y, para la juventud en particular, pone una barrera concreta para su derecho a la educación y salud públicas, la cultura, el arte y la recreación. Habiendo comenzado por la juventud, el proceso forzó a las centrales sindicales (siendo la mayoría controlada por la burocracia de Fuerza Sindical y de los petistas de la Central Única de los Trabajadores-CUT) a convocar actos (pasadas las grandes movilizaciones), debido al ímpetu de los trabajadores de participar de las manifestaciones a escala nacional. Se llevaron a cabo dos días de movilizaciones nacionales, el 11 de julio y el 30 de agosto, aunque en realidad se trató mucho más de paros controlados por

Las luchas que se dan en cada esquina de Brasil lo hacen en un marco donde se cambió completamente la correlación de fuerzas entre las clases. Las recientes huelgas nacionales de sectores como el correo y los bancarios expresaron un duro enfrentamiento con la patronal, que quería avanzar en el ataque a estos sectores, dejando sus salarios por detrás de la inflación. En una importante fábrica metalúrgica en San Pablo, 7.000 obreros votaron en contra de la burocracia y decidieron salir a la huelga contra los ataques de la patronal al salario. Más recientemente, dos conflictos se volvieron hechos políticos nacionales. Por un lado, la huelga de los docentes de Río de Janeiro, que ocuparon la cámara de diputados provinciales contra los ataques a la educación, es uno de ellos. Por el otro, la huelga de los petroleros, con grandes movilizaciones contra el ataque histórico del gobierno de Dilma, la “mayor privatización de la historia de Brasil”, que vendió a cuatro multinacionales (dos chinas, una francesa y una británico-holandesa) a precios irrisorios un recurso natural estratégico, en un negocio que va a rendir a los monopolios billones de dólares en los próximos 30 años. La lucha de los docentes de Río de Janeiro, cerró luego de 77 días con un acuerdo en el que no consiguió derrotar el proyecto de ataques votado, pero impidió el descuento de los días de huelga y tomó una de las demandas democráticas básicas que es el talón de Aquiles de Dilma: la educación pública. Por eso fue una lucha apoyada por distintos sectores y adquirió una forma más radicalizada que desestabilizó el gobierno de Río. Contó con un apoyo práctico en las calles de miles de jóvenes del “espíritu de junio” y se hizo masiva. Para hacerse una idea, digamos que en Río de Janeiro hay 40.000 docentes, y en sus asambleas llegaron a reunirse unos 10.000; en los actos llamados por el sindicato, llegaron a reunirse casi 50.000 personas, dada la masividad de la huelga y el apoyo de la juventud, que defendía a los docentes contra la represión policial.

La crisis de representatividad Junio marcó la movilización de la juventud. Más allá del intenso proceso social que expresaban las movilizaciones, el cuestionamiento al gobierno visibilizó elementos de cuestionamiento del conjunto del régimen. En primer lugar las instituciones quedaron mal paradas frente a la población luego de la represión en SanPablo, a lo que se sumó el caso Amarildo (que fue torturado antes de ser asesinado). Esto expuso completamente ante las masas la pervivencia de la


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herencia de la dictadura militar, en los métodos de la policía. Después se desarrolló la crítica radical de la población contra los parlamentarios, expresada en la denuncia de la corrupción. En la presidencia, la popularidad de la intocable Dilma Rousseff cayó casi 30% (así como de los gobiernos estaduales); lo que parecía más estable en el régimen era el Poder Judicial, y particularmente el presidente del Supremo Tribunal Federal, Joaquín Barbosa, que las encuestas señalaban como uno de los más votables para la presidencia. Sin embargo, el Poder Judicial perdió fuerza por no condenar a los corruptos del PT en el escándalo del “mensalão”, juicio que comenzó recientemente y que fue postergado para el año que viene. En este contexto, una definición de la herencia de junio es que marcó una enorme crisis de representatividad, que toca las instituciones y partidos burgueses, pero también las organizaciones de los trabajadores y el movimiento estudiantil. Porque el hecho de que en junio la población haya conseguido derrotar el aumento del pasaje sirvió como una lección de que “no son necesarios ni entidades ni partidos para conseguir lo que queremos, solo las masas”. Eso golpeó a los sindicatos y las organizaciones estudiantiles (incluso las orientadas por corrientes que se oponen por izquierda al PT) que no cumplieron casi ningún papel en junio, más preocupados con su rutina de elecciones y conducción de organismos desvinculados de las luchas reales. Pero en las últimas semanas dos hechos encendieron la bronca en dos de las principales universidades del país. Un proceso de movilización con la ocupación del rectorado en la Universidad de San Pablo (USP) en contra del carácter antidemocrático del régimen universitario. Y en la Universidad de Campinas (UNICAMP) los estudiantes deciden también ocupar el rectorado, y estalla un proceso de huelgas y paros que involucran casi toda la Universidad en contra de la propuesta del rectorado de poner la policía militar en la Universidad. Estos conflictos marcan una emergencia del movimiento estudiantil que no se había dado en junio y, además, la primera forma organizada de lucha estudiantil surgida en las Universidades, con asambleas y cuerpos de delegados (particularmente en USP), huelgas en las facultades y la posibilidad de dar una forma política, en oposición a una masa sin capacidad de organización (según el “modelo” de junio) y la crisis de representatividad que tocaba a la izquierda.

Cierre de algunas luchas y vuelta de la represión: los Black Blocs y la estrategia de la burguesía Para ir cerrando los conflictos, la burguesía viene teniendo una estrategia de favorecer un clima de represión: eligió a uno de los principales “actores de junio”, que se hizo un “fenómeno nacional”, los llamados Black Blocs, para a partir de ellos difundir una ideología antimanifestaciones. Los Black Blocs desarrollaban acciones de resistencia a la violencia policial y, cuando la correlación de fuerzas lo permitía, de enfrentamiento a los aparatos de represión; junto a una

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Foto: www.voces.huffingtonpost.com

práctica de roturas de vidrios de bancos, de locales de venta de autos importados y otros “símbolos del capitalismo”. Influenciaban algunos millares de jóvenes en todos los estados; cuando retrocedió el movimiento, los Black Blocs ganaron contornos más de “grupo” y sus prácticas se hicieron más claramente ultraizquierdistas, es decir, por fuera de la correlación de fuerzas entre las clases y sin un norte estratégico claro. El gobierno aprovecha como “excusa” estas acciones descolgadas e infantiles para montar una campaña contra los Black Blocs. Pero lo que realmente le preocupa no son estas acciones sin estrategia sino que los Black Blocs estuvieron junto a otras organizaciones de la juventud defendiendo a los docentes de Río contra la represión policial, en un momento decisivo para la lucha. Ese fue el gran “crimen” de los Black Blocs porque significó, durante todo ese período, la primera alianza en la lucha de un sector radicalizado de la clase trabajadora y la juventud de junio. Los grandes medios en Brasil están llevando adelante una campaña nacional contra los “encapuchados” (como son los Black Blocs pero también decenas de otros jóvenes que “resisten”) que en realidad busca crear una opinión pública de rechazo a estos jóvenes que expresan a su modo lo que quedó de la radicalidad de junio (aunque sin estrategia clara), con la clara intención de criminalizar el movimiento de conjunto.

¿Cuál es el resultado de la ecuación en Brasil? La gran cuestión es que de conjunto la burguesía tiene una dificultad extrema de conjurar el espíritu de junio.

El año que viene, el país va a tener elecciones presidenciales y al mismo tiempo la Copa del Mundo. Ya frente a la Copa de Confederaciones el grito de miles y miles de manifestantes era que “queremos que se joda la Copa, dinero para salud y educación”. Se puede esperar que el gigante de Brasil vaya a moverse más en 2014 mostrando su cara principal: un gigante construido entre lo atrasado y lo nuevo, la sexta economía del mundo que convive con la amplia desigualdad y la pobreza, un país de recursos naturales pero expropiado de ellos, como acaba de ocurrir con el petróleo, un país con un inmenso proletariado trabajando en condiciones de precarización totales; un país que llenará las tribunas del Mundial de espectadores blancos, mientras los negros como Amarildo mueren en las favelas por la represión de la policía. Estas contradicciones no se van se expresar en el aire, porque contamos con las lecciones del proceso de junio. Las movilizaciones muestran un camino que cuestiona de raíz al Brasil oficial: la recomposición de la subjetividad de la clase obrera, expresada en la huelga de docentes de Río, o en conflictos nacionales como los petroleros con una demanda política fundamental de oponerse a la privatización del petróleo, importantes huelgas en el sector público, correo, bancarios, en las paralizaciones y huelgas en las fábricas metalúrgicas. Todo eso ya demuestra que está emergiendo en Brasil un “sujeto peligroso”. Como decía Karl Marx, esas condiciones sociales petrificadas van a verse obligadas a bailar al ritmo de su propia melodía. Traducción: Juan Dal Maso


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La precariedad laboral en la Argentina actual

Mundo grúa En las condiciones de contratación de la fuerza de trabajo en la Argentina durante los años de gobiernos kirchneristas, volvemos a encontrar –como en tantos otros terrenos– una distancia abismal entre las pretendidas mejoras de la última década para los sectores populares, y la cruda vivencia cotidiana de los trabajadores. Esteban Mercatante Economista, docente de la UBA. Por mucho que se hable de crecimiento “con inclusión”, hoy el 60% de los trabajadores con empleo percibe ingresos inferiores a $ 4.200. Bien por debajo del costo de una canasta familiar, estimado en $ 7.500. Difícilmente podría ser de otra forma considerando los amplios sectores de trabajadores sumidos en la precariedad. Desde 2003 en adelante se registró un fuerte crecimiento –interrumpido por una recesión en 2008/2009– que debe mucho al marcado aumento de la rentabilidad empresaria logrado gracias a la megadevaluación de 2002 (un mazazo al salario que abarató los costos salariales para los empresarios). Con un crecimiento en 4 millones de los puestos de trabajo, la clase obrera tuvo una fenomenal recomposición objetiva, lo cual se reflejó en el mayor peso del sindicalismo en la arena política, así como alimentó el surgimiento del sindicalismo de base antiburocrático y una mayor inserción de la izquierda clasista. En estas nuevas condiciones los trabajadores pudieron recuperar parte de los ingresos perdidos durante los años que culminaron en la crisis de 2001. Sin embargo, los indicadores de precariedad de las condiciones de trabajo, aunque se redujeron, muestran un piso elevado.

Un fenómeno de vasto alcance La precariedad laboral abarca distintas dimensiones: la inexistencia de contrato laboral; la firma de contrato por tiempo determinado; la ausencia de aportes a la seguridad social y de otros componentes remunerativos establecidos por ley (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares) o por convenio; la existencia de múltiples empleadores; que la prestación laboral se desarrolle fuera del domicilio del empleador (como ocurre en buena parte del trabajo textil); la no afiliación sindical. Estas se combinan de variadas formas. La inexistencia de contrato, es decir, el empleo no registrado, nos remite a un trabajo que se realiza en condiciones de informalidad, ya sea en empresas que trabajan en la llamada economía “en negro” (sin declaración de sus actividades) o que funcionan en el sector formal pero mantienen parte de sus empleados sin declarar. Los trabajadores

no registrados perciben un salario que durante la última década rondó el 60% del que cobran los trabajadores registrados. Esta brecha salarial se mantuvo estable durante el período. A diferencia de los asalariados registrados, su ingreso se limita al dinero que reciben en mano; no reciben pagos de obra social ni jubilaciones. Tampoco tienen ningún derecho ni representación sindical. El no registro engloba a los trabajadores más pobres. En el caso de los empleos formales, junto con los contratos a término y otras variantes que florecieron en los noventa y siguieron creciendo, tenemos la tercerización o subcontratación, que “consiste en el encargo o la entrega de una determinada actividad periférica, eventual o secundaria, de una empresa principal para ser realizada de manera autónoma, por una empresa subcontratada” (Neffa, 2013) y siguió creciendo durante la última década, impulsada por las múltiples ventajas que otorga a las empresas. Aparte de que reduce costos e incrementa la flexibilidad para las empresas, la tercerización segmenta la fuerza de trabajo y contribuye así a favorecer la disciplina en el ámbito laboral. En algunos casos la tercerización permite incorporar trabajadores de otros gremios con sueldos de convenio más bajos, como ocurre en numerosas compañías petroleras, como PAE, que emplean trabajadores encuadrados en UOCRA.

El empleo no registrado La tasa de empleo no registrado (es decir, como porcentaje del total de trabajadores en relación de dependencia) llegó a un punto máximo de 50% en el tercer trimestre de 2003. Tuvo desde entonces un descenso casi continuo. Pero desde 2008, cuando llegó al 36%, cayó a un ritmo más lento. Los últimos datos del segundo trimestre de 2013 ubican la tasa de empleo no registrado en 34,5%. Como se ve, la informalidad laboral tiene un piso notoriamente alto, por encima del 30%. Esto significa que más de 3 trabajadores de cada 10 está en la economía informal. Lejos del 25,2% que tenía en mayo de 1990 y cerca del 38% que tenía en mayo de 2001.


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Este indicador llega al 65% en la construcción y 60% en la industria textil, lo que nos muestra fuertes disparidades entre distintos sectores de la economía. También es muy extendido entre los trabajadores rurales (como analizamos en Ideas de izquierda 1). ¿Quiénes son estos estratos obligados a conformar el “subsuelo” de la clase trabajadora? Entre los mayores afectados se encuentran los jóvenes: entre ellos el empleo no registrado llega a nada menos que el 58,7%. Casi 6 de cada 10 jóvenes, un total de 701.000 asalariados entre 18 y 24 años, tienen un empleo informal. El 54,8% de los jóvenes con empleo recibe, además, retribuciones inferiores al salario mínimo, que hoy está en $ 3.300. También las mujeres muestran mayor vulnerabilidad; la tasa de no registro es superior a la de los varones (35,5% versus 28%), y en el servicio doméstico, donde la abrumadora mayoría son mujeres, el empleo no registrado alcanza al 82%. Este tercio de los trabajadores en la informalidad integra, junto con los desempleados, los estratos sociales pobres. Aún con medidas como la Asignación Universal por Hijo, siguen bien lejos del umbral de una canasta básica, estimada en $4.800.

La precariedad dentro del empleo formal Los contratos “basura”, establecidos por un plazo determinado, se multiplicaron en los últimos años en todos los sectores de la economía: comercio, gastronomía, servicios, agroindustria, construcción. Estas variantes de trabajo precario pero formal alcanzan incluso a algunos de los sectores de más vigoroso crecimiento, como es el caso de la industria automotriz. Cuando esta comenzó a recuperar sus niveles de ocupación tras la abrupta caída del período 1998-2002, estableció para los nuevos ingresos a planta formas de contratación que se caracterizan por tener un plazo temporalmente limitado e “implican para el trabajador una situación de alta inestabilidad en su ocupación” (Gentile y Vidosa, 2013). Sucesivos acuerdos del SMATA con las automotrices permitieron que “todas las innovaciones flexibilizadoras que introdujeron en los años ‘90 los convenios colectivos de las nuevas radicaciones empresariales, que, si bien no pudieron en este caso aplicarse al conjunto de los trabajadores, sí se establecieron para los nuevos trabajadores que se incorporasen a partir de ese momento” (Guevara, 2012). El resultado es que se avanzó aún más en la fragmentación “distinguiendo entre nuevos ingresos y viejos, sumándose a la diferencia entre contratados y efectivos” (Guevara, 2012). Dentro de las formas de subcontratación se distingue el trabajo eventual, utilizado por numerosas empresas para incorporar trabajadores temporarios a través de firmas como Adecco o Manpower. Al analizar lo que ocurre a largo plazo con quienes ingresan al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) a través de un empleo eventual, se puede observar que desde 2008 en adelante, un 32,6% en promedio tiende en el largo plazo a permanecer en un empleo eventual; un 38% en promedio tiende a acceder a un empleo no eventual, mientras que un 29,6% en

promedio sale del sistema formal (Trajtemberg y Varela, 2013), podemos presumir que para ingresar en alguna forma de contratación informal. Como se ve, entonces, a largo plazo un 62,2% de la fuerza de trabajo que ingresa con un contrato eventual, permanece en condiciones de inestabilidad. En el caso del empleo público, la contratación a término (10% de la planta nacional) convive con un sector no registrado (12% de los empleados públicos de todo el país), y con formas tercerización, así como el ocultamiento de la relación de dependencia bajo la contratación por locación de servicios. A nivel nacional la inestabilidad laboral afecta al 26,4% de los trabajadores.

Política de Estado Durante la última década se derogaron algunas leyes de flexibilización sancionadas en los ‘90. Es el caso de la ley 25.250 (“ley Banelco” votada en 2000 mediante la compra de voluntades de varios legisladores) que fue sustituida por la ley 25.877. O de los Decretos 342/1992 y 951/1999, que se reglamentaban el trabajo eventual y que fueron reemplazados por el decreto 1694/2006. Sin embargo, estas modificaciones, que en el discurso revertían la precariedad, se hicieron con el cuidado de preservar lo establecido de hecho y de derecho. Por ejemplo, en el caso de la contratación eventual, la reglamentación no establece de manera taxativa el tiempo máximo durante el que un trabajador puede estar contratado bajo dicha modalidad, señalando sencillamente que los plazos deberán ser “razonables” o estarán sujetos a lo que determine la negociación colectiva. En el mismo plano de ambigüedad queda la relación entre trabajadores eventuales y permanentes, que según el decreto de 2006 “deberá respetar una proporción razonable y justificada”. La reformulación del marco legal garantiza la continuidad de la inestabilidad laboral. El resultado es que, empezando por la medida más elemental que es el empleo no registrado, y siguiendo con las demás, en números absolutos, hoy hay más trabajadores en condiciones precarias que hace una década, aunque en términos proporcionales el empleo formal “pleno” haya aumentado. No es sorpresivo que sea así, ya que la precarización es un componente necesario del “capitalismo en serio”, fundamental para el sostenimiento de la Argentina capitalista que busca compensar sus debilidades productivas cargando los costos sobre las espaldas del pueblo trabajador. ¿Cómo juega en esto la precarización? Divide las fuerzas de la clase trabajadora, poniendo trabas a su capacidad de arrancar mejoras en la disputa con el capital por el reparto de la “torta”. La informalidad laboral permite ante todo segmentar los estratos más bajos y pobres en la economía informal en beneficio de las patronales de los sectores menos productivos, que trabajan más al límite y lo compensan degradando aún más las condiciones laborales y pagando salarios bien por debajo de los trabajadores registrados. “Para cada sector empresario una condición de trabajo que se ajuste a sus requerimientos”, podría ser el lema, y acá la anuencia de los sindicatos y del Ministerio de Trabajo es

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central para hacer la vista gorda y permitir que en sectores como los textiles se multipliquen los talleres clandestinos. En las empresas más concentradas, en cambio, se observa el aprovechamiento de la tercerización como mecanismo de precarización. Así, se diferencia en estos grandes establecimientos entre trabajadores “de primera” y “de segunda”. Con esto se logra reducir significativamente los costos laborales y ajustar más rápidamente la planta ante cambios en la demanda, no renovando contratos (despidiendo sin decirlo) o suspendiendo con pago parcial de sueldo (o incluso pagando el 100% del salario neto, pero siempre sin aportes a la seguridad social ni otros componentes indirectos del salario), como están haciendo hoy las automotrices gracias a las posibilidades que otorgan los convenios con los sindicatos, homologados por el Estado. Aunque la clase trabajadora, en muchos casos con delegados combativos a la cabeza, mostró creatividad para superar los escollos en momentos de lucha, estas divisiones son un peso en la balanza a favor de las patronales en su búsqueda por arrancar más trabajo excedente, tira y afloje diario de la jornada laboral. La articulación de estas diversas situaciones de precariedad contribuye a explicar por qué, después de un período de alto crecimiento con fuerte reducción de la desocupación, la recomposición salarial tuviera un techo relativamente bajo y la participación del salario en el ingreso nacional apenas haya recuperado la abrupta caída de comienzos de milenio. La tan mentada década “ganada”, lo ha sido ante todo para los empresarios que pudieron garantizarse la preservación de esta gran conquista noventista que es la precariedad laboral. Es una cuestión urgente para toda la clase trabajadora pelear por terminar con los contratos “basura”, con el empleo no registrado y las cláusulas de flexibilización. Objetivo inseparable de la pelea por expulsar de los sindicatos a los burócratas y por conquistar la representación gremial en todas las unidades productivas donde los sindicatos están ostentosamente ausentes para ir contra la “triple alianza” de patrones, Estado y burocracia que sostiene la precarización. Blog del autor: puntoddesequilibrio.blogspot. com.ar. Fuentes Gentile, Julia, y Vidosa, Regina (2013), “Transformaciones en el mercado de trabajo y la estructura productiva en Argentina durante la post-convertibilidad: el caso de la industria automotriz”, Congreso ASET, Buenos Aires. Guevara, Sebastián (2012), “Reactivación de la movilización obrera en la industria terminal automotriz (2004–2011). Recuperación parcial del salario con persistencia en la flexibilización laboral”, Trabajo y Sociedad 19, Buenos Aires. Neffa, Julio César (2013), “La tercerización y la subcontratación como características del nuevo modo de desarrollo”, Congreso ASET, Buenos Aires. Trajtemberg, David y Varela, Hernán (2013), “Movilidad laboral de los trabajadores con contratos eventuales: ¿mecanismo de inserción en empleo regulares o regularización de la inestabilidad laboral?”, Congreso ASET, Buenos Aires.


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Historias de vida que niegan el relato oficial

¿Qué querés María? Las ocho horas queremos... “Toda la historia de la moderna industria demuestra que el capital, si no se le pone un freno, laborará siempre, sin miramientos, por reducir a toda la clase obrera a la más baja degradación”. Lo dijo Marx hace casi 150 años, tiene hoy plena vigencia. Lucho Aguilar Periodista, periódico La Verdad Obrera.

-Marina me dijo que estaba mal, que había renegado con el supervisor. “Los trató de negros, que no trabajan. Le dije que si fuéramos vagos de dónde viene la plata que ganan ellos. Me molestó que les diga negros, yo también soy boliviana”, me dijo Marina. En ese momento la llaman por el parlante “Marinaaa…”, y salió para la oficina. A los 10 minutos bajó. Estaba toda morada, pensé que estaba llorando. La vuelvo a mirar y se estaba cerrando el chaleco negro. Creí que era el reflejo del sol que entraba por la ventana, pero estaba ardiendo. Caminó en llamas. Entonces grité. Los chicos de plancha corrieron y la apagaron. Ahí veo que el jefe de producción nos estaba mirando. Le grité “¡¿esto es lo que querías?! Mire lo que están haciendo con nosotros”. Ahí llega la dueña. La mira en el piso y le dice “Marina, si no te has hecho nada, levantate”. Y el jefe que venía con ella nos dice al resto: “vayan a trabajar”. Pero no se movió ninguno. Ninguno. “De aquí en adelante no hacemos caso a nadie”, se escuchó. Entonces el jefe se dio vuelta y se fue… *** Así recuerda María el mediodía de este 29 de julio. Marina Bovarin no aguantó más el maltrato patronal. Desesperada, se prendió fuego en Textil Elemento. María cuenta el principio de la historia. “Yo arranqué trabajando en negro, varios años. Tenía 4 hijas y era madre y padre. A veces lloraba del maltrato, pero aguanté, como muchos trabajadores que somos inmigrantes. Producíamos para muchas marcas: Cheeky, Port Said, Carrefour”. Elemento es una de las marcas de ropa que en esta década aprovecharon la precarización de la industria textil heredada de los ‘90.

Eduardo es salteño, tejedor y más joven que María, pero parte de la misma historia. “Las horas extras no las pagaban, el sueldo era bajo, se trabajaba 12 horas y también los sábados”. Lo que María y Eduardo cuentan no es más que el “Modelo De Mendiguren”. El dirigente de la UIA logró que los empresarios de la moda ganen millones a costa de la superexplotación. Tercerizan su producción en talleres “clandestinos”, el 60% de los trabajadores está en negro, con jornadas laborales agotadoras, no les pagan las horas extras ni tienen organización sindical porque sus sindicatos están vendidos. La misma precariedad los lleva a hacinarse en piezas alquiladas en villas porteñas. Hasta esos barrios llega también la tuberculosis: es el polvillo que tragan los costureros. De Mendiguren le confeccionó un “modelito” a medida; el ministro Tomada lo compró. Como el incendio del taller de Luis Viale en 20061, la tragedia de Marina desató la rebelión. Sigue Eduardo: “El dueño quería que volvamos a trabajar, pero ya habíamos bajado de las máquinas. Salimos a la calle e hicimos una asamblea. Estábamos todos: paraguayos, bolivianos, argentinos, era la primera vez que se rompía la barrera”. A la unidad en la fábrica se sumó el apoyo de delegados de Coca-Cola, el CeProDH y jóvenes de la agrupación Cociendo Conciencia. El petitorio que presentaron pedía las 8 horas, una hora de almuerzo, que a Marina la trasladen a un mejor sanatorio y la renuncia del gerente de producción. “Ese viernes estaba emocionada –cuenta María–, era la primera semana que trabajé 8 horas en 12 años”. La rebelión contra el modelo textil “nacional y popular” siguió con los despidos de María y Eduardo.

Mientras esta revista sale a la calle, sigue la campaña por su reincorporación.

“Te estoy dando parte de mi cuerpo” Hace algunos años, cuando los vertiginosos ritmos de producción habían enfermado sus manos y brazos, algunas obreras de PepsiCo ya no podían continuar con las mismas tareas. La empresa las mandó entonces a una especie de jaula. Allí limpiaban con alcohol los pequeños juguetes que salían en los paquetes de papas fritas (¡sorpresa!). El depósito de cajas se había convertido en depósito humano. Cuenta Stella, delegada de base de Kraft Foods: “El convenio de la Alimentación es de los noventa y sigue vigente, da mucho margen a las patronales. Pero aparte hoy las empresas nos dividen más: están los efectivos, siguen los contratados, después los tercerizados. Están encuadrados en otros gremios, trabajan en condiciones de seguridad e higiene pésimas, no pueden acceder al comedor ni otros beneficios que tienen los efectivos. El último rango son los changarines, que bajan las cargas de los camiones”. La mayoría de los contratados y tercerizados son jóvenes, que van “de fábrica en fábrica”. Peor es la situación de la mujer trabajadora. “Es un gremio con muchas mujeres, siempre excluidas con las categorías. Años de trabajo manual, de tareas repetitivas, dejan un tendal de compañeras enfermas, porque además la productividad estos años ha aumentado”, plantea Stella. “Las compañeras dicen: sacamos mucha más producción y nos mantenés el salario, encima te estoy dando parte de mi cuerpo”. “Basta”, dijeron muchos. “En PepsiCo se logró la efectivización de todos los contratados y las categorías para las mujeres. En Kraft hicimos paros en defensa de nuestra salud y en el último conflicto efectivizamos a 50 contratados”. Hay otro hecho que quedará en la historia de KraftPacheco: en la madrugada del 28 de septiembre de 2011, un paro que comenzó en el sector pastas se extendió a toda la planta. Fue en solidaridad con una obrera que, además de ser hostigada por su “líder”, era víctima de acoso sexual. Después de una “década ganada” todo sigue igual. Por eso cuando la Agrupación Bordó enfrentó al burócrata Rodolfo Daer con el lema “pase a planta, categorías para las compañeras, 8 horas 5 días a la semana, no queremos dejar la vida en las fábricas”, recibió el apoyo del 40% de los obreros en las elecciones del gremio.


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“Me gustaba tocar la guitarra” Leandro trabaja en la autopartista Lear y se mira las manos cuando habla. Hace mazos de cable para la Ford. “Me gustaría seguir tocando pero llego a casa y me duele de la punta de los dedos al hombro. Cuando entré en 2005 te renovaban todos los meses, si no hacías horas extras te despedían, cuando te ‘rompías’ te descartaban”. El boom automotriz de la década se hizo a costa de los nervios y los músculos de miles de mecánicos. Para eso, las terminales acordaron con el gobierno y el SMATA los convenios por empresa. El primero fue con Mercedes Benz (212-2005): contratos a plazo fijo, banco de horas, categoría inicial más allá de las tareas asignadas. General Motors y Ford usaron el mismo modelo, y durante la crisis de 2008-2009 se volvió a firmar convenios flexibles. Los nuevos trabajadores, en su mayoría jóvenes, ingresaban en esas condiciones. Contratados y efectivos, de planta y tercerizados, la división marchaba sobre ruedas. Entre 2002 y 2007, la cantidad de vehículos producidos en relación a la cantidad de trabajadores contratados se incrementó un 70%2.

En las autopartistas, la realidad fue más cruda. Sigue Leandro: “En Yazaki a muchas compañeras las manos les quedan como una pata de gallina, porque pierden fuerza en los tendones. No pueden alzar sus nenes. En Kromberg no hay rotación, meses en el mismo puesto. Cuando se equivocan, de un parlante sale ‘operaria tanto, se está equivocando’”. En Lear la comisión interna, opositora a la conducción del SMATA, se opuso a este régimen. Cuenta Rubén Matu, delegado de base: “Antes te renovaban contrato mes a mes. Cuando sacaban un compañero de la línea y volvía con el supervisor era porque le habían renovado, si volvía con el de seguridad lo habían descartado. Hoy los compañeros quedan efectivos a los 6 meses, incluso a los 3. Esto lo logramos con la interna, pero llevó una discusión: esos pibes que se la pasan rodando de fábrica en fábrica son nuestros compañeros y no puede haber trabajadores de segunda”. La empresa y el gremio buscan venganza. Desde que se negaron a firmar un acuerdo que afectaba derechos obreros, debieron enfrentar sumarios de expulsión armados por el SMATA. Además, Matu y otros delegados de Lear tuvieron que declarar

ante la justicia penal: la empresa les inició una causa por sus medidas de lucha contra el modelo automotriz “nacional y popular”. *** La realidad de María, Eduardo, Stella, Leandro, de millones, desmiente el relato oficial. Como lo desmiente cada rebelión. Allí están las fuerzas y el odio de clase que permitirán a la izquierda obrera organizar el ejército de esclavos que sepulte el capitalismo.

1. El 30 de marzo de 2006 se incendió un taller clandestino en Flores. Fallecieron 6 inmigrantes bolivianos, 4 de ellos eran niños que vivían en el lugar donde trabajaban sus padres. 2. Guevara, Sebastián, “Reactivación de los conflictos obreros en la industria terminal automotriz”, Trabajo y Sociedad 19, Buenos Aires, 2012.

fragmentación institucionalizada Paula Varela Politóloga, docente de la UBA, investigadora del CONICET. Suele afirmarse que la actual reactivación de la vida sindical expresada en la firma de numerosos Convenios Colectivos de Trabajo (CCT) y negociaciones paritarias, es de por sí manifestación de una reversión de la pérdida de derechos sufrida durante los ‘90. Sin embargo, si se observan las condiciones sobre las que se despliega la recuperación de protagonismo sindical, esa mentada reversión se ve relativizada por la institucionalización de la precarización laboral heredada de la década neoliberal.

Salarios: para muchos, poco Las negociaciones colectivas han aumentado exponencialmente en la última década, tanto en número como en cantidad de los trabajadores que cubren, concentrándose en la determinación de los niveles salariales. Esto ha sido señalado como una de las muestras más contundentes del llamado “nuevo modelo de relaciones laborales” posconvertibilidad. Se instalaron dos argumentos aparentemente irrebatibles: que mayor negociación colectiva es igual a mayor centralización; que mayor centralización »

Ilustración: Natalia Rizzo

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20 es igual a mayor homogenización del colectivo de trabajadores. Veamos. a) Homogeneización fragmentada. En la evolución de las negociaciones colectivas en la década del ‘90, encontramos lo siguiente: en 1991 el 80% era por rama de actividad y el 20% era por empresa. Hacia 1998 esta relación se invierte: el 20% pasan a ser negociaciones por rama y el 80% por empresa. Esta inversión fue analizada como una de las formas de fragmentación del colectivo de trabajadores en la medida en que deja librado a la relación de fuerzas particular (en cada empresa) el establecimiento de conquistas o derechos. A su vez, la proliferación noventista de las negociaciones por empresa es indisociable de la ofensiva neoliberal de esmerilar la organización sindical en el lugar de trabajo, es decir, las Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados. En síntesis, la descentralización es la contracara del debilitamiento de la organización sindical a nivel de empresa. Ahora bien, ¿qué pasa en la actualidad? Según los datos del MTEySS, durante la última década las negociaciones por rama representaron en promedio el 27% de las negociaciones anuales, siendo el resto convenios y actas acuerdo por empresa. Esta evidente continuidad con los ‘90 presenta, sin embargo, cierta complejidad en la medida en que en Argentina rige el principio de erga omnes (lo que se acuerda en un convenio o acuerdo colectivo rige para todos los trabajadores del sector) y que la reforma de 2004 volvió a establecer la primacía del convenio sectorial por sobre el de empresa, y la vigencia de la ultraactividad. Esto significa que las negociaciones por sector rigen para el conjunto de trabajadores (afiliados y no afiliados) de dicho sector. En la interpretación de algunos analistas, esto implicaría que las negociaciones por rama, pese a que son la minoría, tienen sin embargo una cobertura mayoritaria (95% según el MTEySS). Mientras que las negociaciones por empresa son mayoritarias pero engloban a una minoría que establece reglas de juego propias a partir de lo “básico” establecido por rama. Sin embargo, así como la mayor cantidad de negociaciones no indican per se un cambio respecto de las tendencias consolidadas durante la década de los ‘901, lo mismo puede decirse respecto de la preeminencia recuperada por las negociaciones por rama en la nueva legislación. Es fundamental analizar el contenido de lo negociado para poder establecer lo que homogeinizan las negociaciones por rama y lo que segmentan las negociaciones por empresa.

Ilustración: Natalia Rizzo

b) La transformación del piso en techo. Desde la recuperación de la negociación colectiva, el contenido de lo negociado fue eminentemente salarial. En 2013 las cláusulas salariales están presentes en el 90% de las negociaciones, representando un 67% de las cláusulas relevadas (datos del MTEySS). Analizaremos la negociación de un gremio que es central en la actualidad: los metalúrgicos. En 2013, el ingreso mínimo global de referencia fue fijado en $ 5.000 desde el mes de julio. Sin embargo, esta cifra no indica el salario real de los trabajadores del metal. Para calcular el salario real, al básico hay que agregar otros elementos del salario que son fijados a nivel de empresa. El salario promedio de los trabajadores metalúrgicos según actividad es:

ACTIVIDAD

SALARIO PROMEDIO

Metales comunes

$12.771

Otros productos de metal

$6.221

Maquinaria y equipo

$8.557

Fuente: elaboración propia en base a datos de MTEySS - Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial - DGEYEL - SSPTYEL. La primera cuestión que surge es que el salario promedio de “metales comunes” es el doble que el salario promedio de “otros productos de metal”. Según datos del Observatorio Social de la CTA para 2011, la cantidad de trabajadores de “metales comunes” es menos de la mitad que la cantidad de trabajadores de “otros productos de metal”. O sea, un pequeño sector de trabajadores metalúrgicos (19% de los que estaban en 2011 bajo convenio de la UOM) ganan más del doble que un amplio sector de trabajadores metalúrgicos (47%). ¿Con qué se relaciona esta diferencia? La mayor parte de los trabajadores de “metales comunes” son empleados de las grandes empresas de Techint y Acindar, es decir, las de mayor rentabilidad y margen para aumento salarial. En ambas empresas (como en el 63% de las grandes empresas según el MTEySS) existe la organización sindical en el lugar de trabajo. En síntesis, la negociación colectiva de metalúrgicos-rama establece un básico de convenio bajo que rige para la mayoría de trabajadores empleados en PyMES, en las cuales, además, no hay organización gremial en el lugar de trabajo. Mientras que las grandes empresas negocian (a nivel de empresa, fragmentadamente) adicionales salariales que llegan a duplicar el monto del sueldo para una minoría. Si uno sale del mundo metalúrgico, encuentra el mismo patrón de “básicos bajos”. Considerando las escalas salariales que entraron en vigencia a partir de enero de 2013, el salario básico promedio de la categoría inferior fue de $ 4.514 y el de la categoría representativa de $ 5.368. Una segunda conclusión se desprende de esto, el efecto homogeneizador y protector por parte del Estado a través de las negociaciones colectivas se traduce en lo siguiente: homogeneizar muy por debajo de la canasta familiar


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(hoy calculada en $ 7.600), y dejar librado a la relación de fuerzas particular en cada empresa la negociación de montos salariales que pueden significar hasta la duplicación del sueldo. He aquí una de las fragmentaciones centrales del período postconvertibilidad: una inmensa mayoría de trabajadores registrados que araña los $ 4.000 y una minoría que alcanza y supera la canasta familiar. Lo que en la ley es un piso, en los hechos es un techo. Los salarios básicos negociados en los acuerdos colectivos operan como techo para la inmensa mayoría de trabajadores y como piso para una ínfima minoría. La política de Estado en materia de negociación salarial fue centralizar un bajo piso garantizado por el techo salarial pactado con las cúpulas sindicales, y descentralizar negociaciones parciales que le permitieran pactos con sectores productivos específicos (grandes empresas monopólicas, beneficiarias a su vez de subsidios millonarios). La perpetuación de un alto porcentaje de negociaciones por empresa, lejos de ser un dato marginal, pasa a ser un dato central de una lógica de fragmentación aplicada sobre una homogenización de salarios devaluados.

Rotativos y polivalentes En lo referido a la “flexibilización interna” (jornada y organización del trabajo), el análisis de CCT homologados entre 2003 y 2009 encuentra que, en relación a la jornada de trabajo, “de los 785 convenios colectivos celebrados entre 2003 y 2009 al menos 405 incorporaron una o más cláusulas que la flexibilizan, lo que implica un 51,6% del total”2. Si se compara con los CCT celebrados de 1991 a 1999, se encuentra que el 46,6% de aquellos incluían cláusulas de flexibilización de la jornada laboral. Es decir que entre ambos períodos, el porcentaje de cláusulas flexibilizadoras de la jornada es mayor en la actualidad. El mecanismo más utilizado para la flexibilización de la jornada de trabajo es, antes como ahora, la implementación de los turnos rotativos o americanos, que aparece en el 38% de los CCT negociados en el período. En el 23,3% de los CCT hay cláusulas de fraccionamiento de vacaciones y en el 6,8% sobre la jornada promedio. Por otra parte, si tomamos en cuenta las cláusulas flexibilizadoras relativas a la organización del trabajo encontramos que se presentan en al menos 375 negociaciones, es decir, el 47,8% de los CCT homologados, con una presencia muy importante de las cláusulas que establecen la polivalencia o multifuncionalidad de tareas3. Tomando la década previa, vemos que las cláusulas de flexibilización referidas a la organización del trabajo no solo no disminuyeron sino que aumentaron, conformando el 39,05% entre 1991-1999, y el 47,8% en el período 20032009. Asimismo, podemos observar que en los cinco años que van de 1995-1999 se concentraron la mayor cantidad de cláusulas de flexibilización a nivel de la organización, alcanzado un 49,07%, cifra similar a los actuales 47,8%. El análisis de las cláusulas flexibilizadoras de los actuales CCT muestra que, lejos de una reversión de las condiciones legalizadas en la década del ‘90, lo que se encuentra es una tendencia a su

continuación y profundización. Aquí es importante una aclaración a riesgo de realizar deducciones lineales. La continuidad que se observa en los convenios no implica (de hecho no ha implicado) un reflejo equivalente de demandas de la dirigencia sindical contra la flexibilización. El centro de los reclamos impulsados por las cúpulas sindicales ha sido la lucha salarial. El salario ocupó el lugar del objeto negociable, incluso a costa del mantenimiento o profundización de las condiciones de explotación noventistas.

Sindicatos: entre la persistencia por arriba y la renovación por abajo Otro elemento central para el análisis de la precarización de la situación de los trabajadores es el que refiere a los niveles de sindicalización. Como es sabido, una de las características de la clase obrera en Argentina es su alta tasa de sindicalización. En la actualidad esa tasa es de alrededor de 37% de los trabajadores privados registrados en el país. Algunos analistas comparan esta tasa con las de Francia o Brasil para destacar el alto nivel de sindicalización. Sin embargo, si se miran las cifras en términos histórico-comparativos, lo que encontramos es que este 37% está en los mismos niveles de la segunda mitad de la década del ‘90. Según Senén González, Trajtemberg y Medwid4, durante los ‘90 se consumó una baja exponencial de la tasa de afiliación como parte de la política de ataque a las condiciones de vida y trabajo de los asalariados. Estiman que en 1990 la tasa de afiliación sindical era de 65,6% (muy similar a la tasa en 1985 que era de 67,5%), mientras que en 1995 la cifra era de 38,7%. Es decir, casi 30 puntos porcentuales menos en solo 5 años. El actual 37% no solo no marcaría una reversión de la política de desindicalización de los ‘90, sino que indicaría su continuidad (aunque en términos absolutos la cantidad de asalariados afiliados sea mayor). Esta continuidad se expresa también en la debilidad relativa de la organización sindical a nivel del lugar de trabajo. Si bien no existen series estadísticas constantes que permitan establecer comparaciones a mediano y largo plazo, los datos construidos por el MTEySS permiten considerar su carácter limitado. Si miramos la situación actual, según la Encuesta de Indicadores Laborales, en 2008 solo el 14,2% de las empresas tenía por lo menos un delegado. Si desgranamos esa cifra según la envergadura de la empresa vemos un degradé en el que va menguando la existencia de delegados sindicales según el tamaño de la empresa. En las grandes empresas (de 200 trabajadores o más), el 63,3% tiene algún delegado; en las “medianas” (de 50 a 200 trabajadores), solo el 31% tiene algún delegado; mientras que las chicas (entre 10 y 49 trabajadores) el 8,5% tiene algún delegado. Este degradé profundiza la diferenciación tanto salarial como de condiciones de trabajo entre los trabajadores que pertenecen a grandes empresas (la mayoría de ellas, multinacionales) y aquellos que pertenecen a medianas y pequeñas empresas (la mayoría de ellas de capital nacional). Estos datos permiten entender tres fenómenos centrales de la recomposición social y gremial de

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los trabajadores. El primero, la relación entre el alto grado de fragmentación y la situación de profunda indefensión frente a la patronal en que se encuentra la gran mayoría de los trabajadores en Argentina, lo que refuerza las condiciones de continuidad de la precarización noventista como política de Estado en que se asientan las ganancias empresarias. La división entre “trabajadores” y “pobres” no es solo la división entre trabajadores ocupados y desocupados sino, básicamente, una división al interior de los propios asalariados (e incluso, al interior de los trabajadores registrados). El segundo, el papel de las dirigencias sindicales como garantes de esta fragmentación a través de diversas estrategias que van desde la legalización de las diversas formas de contratación y tercerización hasta el abandono del lugar de trabajo como espacio privilegiado en la definición de los niveles de explotación (que en algunos casos llegó a acuerdos de desindicalización de plantas industriales). Estas estrategias explican en parte que, pese a la recuperación de protagonismo político de las cúpulas sindicales, éstas mantengan un fuerte desprestigio arrastrado de los ‘90. El tercero, y muy importante, es el surgimiento de un amplio activismo de base, antiburocrático, que tendió a confluir con la izquierda clasista y que ganó cada vez mayor peso de 2004 en adelante. El sindicalismo de base expresa las contradicciones entre la recuperación social y gremial de la clase trabajadora argentina y el rol de las cúpulas sindicales de custodios del mantenimiento de las condiciones de explotación neoliberales. Y lo hace donde esa contradicción es más explosiva: el lugar de trabajo. Allí se desarrollaron una serie de luchas que combinaron la recuperación de comisiones internas y cuerpos de delegados, la superación de los techos salariales, y el enfrentamiento a la división entre contratados, efectivos y tercerizados. Incluso, en algunos casos, cruzaron la frontera de la fábrica para solidarizarse con luchas de trabajadores que se desarrollaron en el “territorio” como la toma del Indoamericano o la organización contra las inundaciones recientes.

1. Martincorena, Clara, “Contenidos de la negociación colectiva durante la década de 1990 y la postconvertibilidad en actividades seleccionadas de la industria manufacturera”, Estudios del Trabajo 39/40, enero-diciembre 2010, pp. 59-88. 2. Campos, Julia y Campos, Luis, “Acerca de la persistencia de cláusulas de flexibilización laboral en los convenios colectivos de trabajo homologados en la postconvertibilidad”, en Razón y Revolución 20, Buenos Aires, 2010. 3. Ídem. 4. Senén González, Cecilia; Trajtemberg, David y Medwid, Bárbara, “Tendencias actuales de la afiliación sindical en Argentina: evidencias de una encuesta a empresas”, Relations Industrielles 1, vol. 65, 2010.


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Ilustración: Anahí Rivera

Apuntes sobre la “doble conciencia” La discusión sobre la “doble conciencia” se impuso como tema en IdZ. Apareció abiertamente en la charla con Daniel James sobre el peronismo, fue objeto de reflexión en la nota de Juan Hernández y volvió a surgir en el diálogo con Juan Carlos Torre al tratar de escudriñar algunos balances sobre el clasismo cordobés. El fin del ciclo kirchnerista y la elección histórica realizada por el FIT hacen este debate aún más necesario. En las notas que siguen, dos reflexiones al respecto.


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La “doble conciencia” y la teoría marxista JUAN DAL MASO Comité de redacción. FERNANDO ROSSO Comité de redacción.

La categoría de “doble conciencia” introducida por Daniel James, aparece como una “abstracción simple” a partir de la conceptualización de ciertas características de la relación de la clase obrera argentina con el peronismo y la izquierda. Una relación que en cierto modo es similar a otras experiencias obreras a escala internacional en el contexto del “pacto keynesiano” de la segunda posguerra (ver la nota que sigue de Paula Varela). Sin embargo, se puede pensar desde el marxismo la misma cuestión, partiendo de un grado de mayor generalización teórica, a partir de la forma de explotación propia del capitalismo, en la que la extracción de plusvalor aparece como estrictamente “económica”. La explotación se realiza con la ausencia de factores extraeconómicos (a diferencia de otros modos de producción anteriores al capitalismo) y genera una disociación entre economía y política en la conciencia de las clases en general, incluyendo a la clase obrera y su práctica. Esta disociación es constitutiva del capitalismo y, por supuesto, no es un problema teórico, sino práctico. Explicando y desarrollando esta disociación descrita por Marx, Ellen Meiksins Wood afirma que: Ha tenido una expresión práctica inmediata en la separación de las luchas económicas y políticas que han tipificado los movimientos de las clases obreras modernas. Para muchos socialistas revolucionarios esto no ha representado más que el producto de una conciencia engañada, “subdesarrollada” o “falsa”. Si a eso se redujera todo, sería más fácil superarlo, pero lo que ha provocado que el “economicismo” de las clases obreras sea tan tenaz es que corresponde, en efecto, a las realidades del capitalismo, a las formas en que la apropiación y la explotación realmente dividen los ámbitos de la acción económica y política, y de verdad transforman en asuntos claramente “económicos” determinados asuntos políticos esenciales, luchas por el dominio y la explotación inextricablememente ligadas, en el pasado, al poder político. Esta separación estructural podría ser, por cierto, el mecanismo de defensa más eficaz con que cuenta el capital1.

Desde este punto de vista, esta división, hasta cierto punto naturalizada y dotada de una

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implican todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”3. Por último, este proceso no es lineal, Trotsky define que: Es seguro que “el ser determina la conciencia”. Pero eso no significa para nada que la conciencia dependa directa y mecánicamente de las circunstancias externas. La existencia se refracta en la conciencia según las leyes de esta última. El mismo hecho objetivo puede tener un efecto político diferente, a veces opuesto, según la situación general y los acontecimientos precedentes4.

Y tampoco es homogéneo, como no lo es la clase obrera: justificación “consensual” por la ideología burguesa, sería el punto de partida desde el que se desarrolla una “gnoseología política” propia del proceso de toma de conciencia de la clase trabajadora bajo el capitalismo. Resulta útil el planteo de Antonio Gramsci al respecto: El hombre activo, de masa, elabora prácticamente, pero no tiene clara conciencia teórica de su obrar, que sin embargo es un conocimiento del mundo en cuanto lo transforma. Su conciencia teórica puede estar, históricamente, incluso en contradicción con su obrar. Casi se puede decir que tiene dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria): una implícita en su obrar y que realmente lo une a todos sus colaboradores en la transformación práctica de la realidad; y otra superficialmente explícita o verbal, que ha heredado del pasado y ha aceptado sin crítica. (…) La conciencia de formar parte de una determinada fuerza hegemónica (esto es, la conciencia política) es la primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia, en la cual teoría y práctica se unen finalmente. Pero la unidad de la teoría y de la práctica no es, de ninguna manera, algo mecánicamente dado, sino un devenir histórico, que tiene su fase elemental y primitiva en el sentido de “distinción”, de “separación”, de independencia instintiva, y que progresa hasta la posesión real y completa de una concepción del mundo coherente y unitaria2.

En la historia de la clase obrera, el desarrollo de las grandes organizaciones reformistas (incluidos los nacionalismos burgueses con base de masas en las semicolonias) ha tendido a consolidar la “doble conciencia” como la forma de constitución política de la clase obrera, presentándola como un estadío casi imposible de ser superado. En momentos de crisis (que son característicos de la fase imperialista del capitalismo), se erosionan las bases de esta dualidad y se generan condiciones para que la realidad misma unifique las “esferas”, y por lo tanto también la lucha económica con la lucha política. Como también afirma Gramsci, aunque el elemento catastrófico de la economía no genera por sí mismo fenómenos fundamentales, sí “(puede) crear un terreno favorable para la difusión de determinadas maneras de pensar, de formular y resolver las cuestiones que

La burguesía toma una parte activa en este proceso. Crea sus órganos dentro de la clase obrera y utiliza los que ya existen para oponer ciertas capas de obreros a otras. Diferentes partidos actúan simultáneamente en el seno del proletariado. Por todo esto, durante la mayor parte de su camino histórico continúa dividido políticamente5. Esto es más desarrollado en la época imperialista, la época de la “actualidad de la revolución proletaria” (así como de las crisis y de las guerras), donde no solo se plantea la necesidad de una lucha ideológica contra la separación “estructural” entre economía y política, en cierta medida naturalizada; sino una batalla política contra las direcciones que conscientemente impulsan esta división (sindicalismo, reformismo o “nacionalismo burgueses”) para garantizar el sostenimiento de su dominio de clase. Tomando la cuestión de la “doble conciencia” en la historia de la clase obrera argentina, no sería entonces solamente un mero “economicismo” (compatible con una conciencia “burguesa” que naturaliza las relaciones de explotación capitalista), sino la yuxtaposición de una relación más o menos “orgánica” con la izquierda en el terreno de la lucha de clases (económica en primera instancia pero que incluye rápidamente la relación con burocracia sindical, la patronal, la policía, el ministerio de trabajo y el gobierno) y una posición de seguir prestando apoyo a partidos patronales como el peronismo en el terreno político.

La “doble conciencia” y la “anomalía argentina”

El proceso de estatización de los sindicatos, un fenómeno inherente a la época imperialista, donde el Estado tiene una mayor intervención en general y en las organizaciones del movimiento obrero en particular; y en el marco del surgimiento de nacionalismos burgueses con base de masas en la los países semicoloniales o de consolidación de reformismos como la socialdemocracia o el stalinismo en Europa occidental, está en la base de la “doble conciencia” a la que hacen alusión James, Hernández y Torre. En la experiencia de organización del proletariado argentino, la cuestión de la “doble conciencia” guarda relación con la famosa “anomalía argentina” de sindicatos burocratizados y estatizados por »


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arriba, pero comisiones internas que deben responder más a las bases, en las que a nivel de fábrica pueden cobrar peso las posiciones clasistas, antiburocráticas y combativas, por abajo, a la que hacía referencia Adolfo Gilly: Esa anomalía consiste en que la forma específica de organización sindical politizada de los trabajadores al nivel de la producción no solo obra en defensa de sus intereses económicos dentro del sistema de dominación –es decir, dentro de la relación salarial donde se engendra el plusvalor–, sino que tiende permanentemente a cuestionar (potencial y también efectivamente) esa misma dominación celular, la extracción del plusproducto y su distribución y, en consecuencia, por lo bajo el modo de acumulación y por lo alto el modo de dominación específicos cuyo garante es el Estado. (…) En las fábricas y lugares de trabajo, retomando sus viejas tradiciones de autoorganización y al margen de directivas específicas de ninguna fuerza política y mucho menos del mismo Perón, los trabajadores designan delegados que los representan, por departamento, sección o grupo de trabajo (grupo homogéneo, según la nomenclatura italiana), constituyen con ellos cuerpos de delegados que deliberan como parlamentos internos de la empresa y eligen comisiones internas que conforman su representación central permanente al nivel de empresa6.

Relacionando la noción de “doble conciencia” con la de “anomalía argentina” se podría pensar que la “doble conciencia” en el itinerario histórico del proletariado argentino tuvo una de sus manifestaciones en el terreno de su organización, como resultado de la expropiación por el peronismo de las experiencias sindicales anteriores (principalmente de la corriente sindicalista), su fijación en un estadio de conciencia que aspira una “sociedad más justa” por la vía del nacionalismo burgués, cuyo cuestionamiento se expresa en primer término en la organización más de base y más democrática, y por ende más sensible al interés de los obreros, que son las comisiones internas o cuerpo de delegados. Y el ejemplo de las coordinadoras interfabriles (protagonistas de las jornadas de junio de 1975 en que la clase obrera de las principales fábricas del GBA se enfrenta con el gobierno peronista en el poder) podría servir como una primera confirmación de esta hipótesis tanto como de la potencialidad de este tipo de organización para momentos de ascenso. Claro que estas tendencias que son, en cierta medida, producto del desarrollo espontáneo de la clase obrera, son condiciones necesarias, pero no suficientes para la superación del estadío de “doble conciencia” o para la toma de conciencia de la vanguardia de la clase obrera. La otra condición indispensable reside en las batallas políticas y las lecciones plasmadas en organización política y en programa para la hegemonía de la clase obrera, es decir, en partido.

Conciencia de clase, hegemonía y programa

El proceso de estatización de los sindicatos a que hacíamos referencia sugiere una relativa “superación” de la concepción planteada

por Lenin en su clásico folleto ¿Qué hacer? sobre la cuestión de la conciencia y también una relativización de la separación entre economía y política. En el caso del ¿Qué hacer?, se plantea correctamente el “economicismo” (sindicalismo) como una forma de conciencia burguesa y la necesidad de que el partido marxista introduzca la conciencia socialista planteando una estrategia “hegemónica” que aporta desde afuera. Si bien Lenin hizo una primera modificación complementaria de este esquema a partir del surgimiento de los soviets, la tendencia a la permanente estatización de los sindicatos plantea para Trotsky la imposibilidad de cualquier tipo de “sindicalismo puro” que se mantenga al margen de asumir una posición política. Frente a este proceso de consolidación de los grandes aparatos reformistas y estatización de las organizaciones obreras de masas, Trotsky plantea el Programa de Transición como una vía para que la clase trabajadora desarrolle su experiencia de lucha a partir de reivindicaciones inmediatas hacia el cuestionamiento del capitalismo y haciendo una experiencia con esas direcciones, e incluye la cuestión de la lucha por la hegemonía mediante la alianza obrerocampesina y de los obreros con los pobres de las grandes ciudades. Un programa que es un puente entre la lucha económica y la lucha política de la clase obrera por su propio poder. Este programa, que es útil para foguear a una vanguardia y hacerla consciente en los momentos más o menos estables, cobra mayor actualidad en momentos de crisis generales o parciales para desarrollar la experiencia de las amplias masas. Por ejemplo, consignas transitorias como el reparto de las horas de trabajo frente a los despidos, o el control obrero ante los cierres de fábricas, son medidas que parten de las necesidades inmediatas, “económicas” de los obreros, y conducen al enfrentamiento del capitalismo y su Estado. Relacionado con esta cuestión, una discusión que recorrió la polémica es el interrogante en torno a la posibilidad de que la clase obrera pueda lograr su unidad interna y hacerse hegemónica en las condiciones en que quedó luego de la ofensiva del capital en lo que se conoció como el momento “neoliberal”, con las divisiones entre trabajadores en blanco, sindicalizados, contratados, precarios, en negro y muchos otros que quedaron en condiciones de semiproletarización o son directamente pobres estructurales (ver el dossier referido al tema en este número). En ciertas posiciones se toma este elemento unilateralmente y se le da un valor sin límite, para negar absolutamente la posibilidad de que la clase obrera logre su unidad y pueda tomar una posición de liderazgo de los demás sectores oprimidos de la sociedad. Sin desconocer estos obstáculos y dificultades de las que se parte, la experiencia histórica de la clase obrera internacional y también de nuestro país demuestra que es mucho más un problema de programa y de estrategia que un “obstáculo objetivo absoluto”, la posibilidad de cambiar esta situación. La clásica experiencia de la revolución bolchevique, donde la clase obrera era una muy minoritaria; o la misma experiencia de la lucha de clases en la

Argentina (donde la resistencia peronista preparó el terreno para el surgimiento del clasismo, en el fin de ciclo del menemismo surgieron movimientos de desocupados entre los sectores más pobres de la clase obrera, ocupaciones de fábricas desde 2001 de las que Zanon es un emblema y a partir de 2003 emerge el sindicalismo de base con peso de la izquierda), demuestran que la “resolución” de estas divisiones es una cuestión de política y estrategia, que desmienten cualquier tipo de escepticismo “objetivista”.

El FIT y la experiencia de la clase obrera con el peronismo

La consolidación del apoyo de un sector significativo de trabajadores y jóvenes al Frente de Izquierda y los Trabajadores, indica que hay un inicio de superación (aunque sea en un sector minoritario) de ese confinamiento de la izquierda al lugar de la lucha sindical y un comienzo de identificación de la condición de clase trabajadora con el apoyo político a un frente que reivindica la independencia de clase. La crisis del último “avatar” que adoptó el peronismo, es decir, el kirchnerismo, ligado a una crisis no catastrófica pero persistente del “modelo”, así como los combates políticos y en la lucha de clases de las organizaciones del FIT, sentaron la posibilidad de esta emergencia, que plantean una nueva posibilidad histórica de cerrar las tijeras que James denomina “doble conciencia”, incluso sin tener que cumplir un paso “evolutivo” que vaya de lo sindical a lo político, sino con variantes que combinan ambos planos o directamente desde lo político al plano sindical. Para que este “momento” se transforme en el punto de partida de un nuevo movimiento obrero en la Argentina, además de un mayor desarrollo de la lucha de clases, es necesario luchar conscientemente para que la identificación con la izquierda asuma un carácter más estratégico: sentar las bases para la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora. Blog de los autores: elviolentooficio.blogspot. com.ar y losgalosdeasterix.blogsport.com.ar.

1. Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo, México, Siglo XXI, 2000, p. 26. 2. Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Turín, Ed. Valentino Gerratana, p. 1385. 3. Antonio Gramsci, “Análisis de situaciones y relaciones de fuerzas”, op. cit., p. 1587. 4. León Trotsky, “¿Cuánto tiempo puede durar Hitler?” (1933) en La lucha contra el fascismo en Alemania, Bs. As., CEIP-IPS, 2013, p. 362 . 5. León Trotsky, “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, op. cit. p. 125. 6. Adolfo Gilly, “La anomalía argentina (Estado, corporaciones y Trabajadores)” en Pablo González Casanova (coord.), El Estado en América Latina. Teoría y práctica, México, Siglo XXI, 1990.


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Sobre la “doble conciencia” y la inevitabilidad del peronismo PAULA VARELA Politóloga, docente de la UBA, investigadora del CONICET. En Argentina la discusión sobre la “doble conciencia” es la discusión sobre la relación entre la clase obrera y el peronismo. El peronismo como integración de la clase obrera al Estado burgués (y en ese sentido su domesticación), y al mismo tiempo, la emergencia de la clase obrera como una fuerza social ineludible de la sociedad argentina, conciente de su capacidad de luchar para conquistar derechos civiles, sociales y políticos. En ese concepto se encierra el intento de explicar la convivencia de dos tendencias contradictorias en la historia de nuestra lucha de clases: la de una fuerte estatización del movimiento obrero (plasmada, entre otras cosas, en la estructura sindical y una sólida burocracia); y la de una fuerte resistencia a la heteronomía, o subordinación absoluta de la clase obrera, que ha hecho emerger en determinados momentos históricos movimientos con rasgos de independencia de clase, como el clasismo cordobés o las coordinadoras interfabriles del ‘75. De allí que, cuando en Argentina reaparece la pregunta sobre las posibilidades de que la clase obrera ejerza su fuerza de sujeto peligroso, reaparece también la discusión sobre la “doble conciencia”. En esta nota queremos apuntar a dos problemas. El primero, el peligro (en buena medida consumado) de que un concepto que apareció

como síntesis descriptiva de una contradicción histórica real, se convierta en definición metafísica de la conciencia obrera. Dicho en otros términos, el pasaje del reconocimiento de la tensión entre resistencia e integración a la tesis de “la clase obrera argentina fue y será siempre peronista”. El segundo, el problema de la relación entre la “doble conciencia”, el kirchnerismo y la izquierda hoy.

Debate académico (y político) Varios años antes de la publicación de Resistencia e Integración, Daniel James escribía un artículo en que analizaba las respuestas obreras ante el plan de racionalización de 1955 a 1960. Hacia el final del texto, decía: … quisiera señalar que el análisis que he trazado, si bien ha sido parcial, tiene la ventaja de apartarse de dos abstracciones metafísicas que han dominado gran parte de las discusiones sobre el sindicalismo peronista y la clase obrera, una clase obrera que siempre lucha e intenta organizarse y una cúpula sindical que siempre traiciona y reprime estas aspiraciones1.

De esta forma, marcaba una cierta cancha de debates y una cierta posición que se volvería dominante con el tiempo. Como adversario

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principal, James señalaba a las posiciones (asociadas a la izquierda) que sostendrían la existencia de una clase obrera que siempre quiere luchar, y una burocracia sindical que siempre está traicionando esa lucha. Como superación de esa caricatura de realidad, proponía atender a la concordancia entre los deseos de los trabajadores y las actitudes de la burocracia. Decía en las conclusiones: Si bien la ofensiva productiva tenía como premisa destruir la posibilidad de una acción autónoma de las bases obreras, existía, aun en este nivel, una ambigüedad esencial. En muchos aspectos la aceptación de la racionalización por los dirigentes reflejaba la misma percepción de las bases2.

Esta idea de “ambigüedad esencial” se desarrollaría luego hasta alcanzar el concepto de “doble conciencia”, al que se le agregaría otra idea aún más fuerte, la de “relación simbiótica” entre dirigentes y dirigidos: “La legitimidad de la dirección y la estructuras sindicales se derivó de la capacidad para expresar y reflejar ambos aspectos (el de la resistencia y la integración, N. de A.) de esa experiencia y esa conciencia de la clase obrera”3 [el destacado es propio]. Esta interpretación en que la dirigencia opera (y se legitima) expresando y reflejando a sus bases, invisibiliza un hecho sustancial: que la dirigencia peronista es parte fundamental de la forja de la propia experiencia de los trabajadores, y por ende, de su conciencia. Y termina configurando una división entre, por una parte, la experiencia y conciencia de los trabajadores; por otra, las posiciones político-sindicales de los dirigentes en carácter de reflejo de lo anterior. Es decir, extirpa de la experiencia y de la formación de la conciencia, las luchas políticas, de programas y estrategias, y las coloca como expresión »

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Ilustración: Anahí Rivera

(simbiótica o desfazada), de una constitución previa (¿a priori?) de la experiencia. Esto abre el camino a que la idea de “doble conciencia”, nacida como explicación concreta de la tensión viva entre resistencia e integración, se momifique y se transforme en una suerte de “estado de naturaleza” de la conciencia de los trabajadores. Lo que surgió como un intento de superar dos abstracciones metafísicas complementarias incapaces de entender y explicar el peronismo: aquella que sostendría una apatía intrínseca de los trabajadores (con todo el aroma gorila que eso implica), y aquella que sostendría una especie de carácter inmanentemente revolucionario de la clase obrera (con todo el aroma romántico que eso implica), se convierte así en una tercera abstracción metafísica de la contradicción cuya expresión perfecta sería el pragmatismo peronista. De ahí a la tesis de que la clase obrera fue y será siempre peronista, solo queda un paso. Así entendida, la “doble conciencia” deslinda las responsabilidades de las direcciones políticas en la forja de las conciencias históricamente determinadas y, en ese proceso, obscurece la comprensión de otro rasgo central de la clase obrera en Argentina: una persistente tradición de izquierda clasista. Si la resistencia peronista fue el período de reinado de una “doble conciencia” contenida dentro del peronismo, también fue la partera de los cuadros que serían los dirigentes del desborde clasista4. La apertura del ascenso obrero en el ‘69, el enfrentamiento “desde abajo” al Pacto Social del ‘73 y luego al Rodrigazo, abrieron el campo a una sutura por izquierda de la contradicción entre la integración al Estado y la resistencia de una clase obrera radicalizada.

El golpe de Estado cerró ese campo y resolvió (por derecha) dicha contradicción, y de ese modo (sangriento) confirmó que la “doble conciencia” no es, ni puede ser, un “estado de naturaleza” de la clase obrera argentina. De allí que, para aquellos que no tenemos una lectura trágica de la historia, la pregunta obligada es cuáles fueron los errores de la izquierda clasista5 y revolucionaria que obstaculizaron una resolución por izquierda de la crisis de la “doble conciencia”6. El debate de estrategias se vuelve la práctica necesaria de los que resistimos a la ontologización tranquilizadora de la conciencia de los trabajadores (sea simple o doble).

Un fenómeno histórico, no ontológico

Lo primero que hay que decir para evitar que la “doble conciencia” adopte estatus ontológico es que ésta es la expresión de un proceso histórico preciso. Señalemos (sin desarrollarlos) tres planos de esta historicidad. El primero y más general (hoy en crisis en todo el globo), la estatización de las organizaciones obreras y lo que en la ciencia política clásica se conoce como “ciudadanización” de la clase trabajadora7. No es posible pensar la profundidad del fenómeno sin tener en cuenta el elemento de “integración” al sistema burgués que significaron los cambios producidos en la entreguerras y que derivaron, luego del reordenamiento geopolítico de la II Guerra Mundial, en el llamado “pacto keynesiano”. El segundo, el de la especificidad de ese proceso en los países latinoamericanos. Aquí, paradójicamente para los que gustan de caricaturizar al trotskismo como una corriente no muy atenta a los relieves y a las contradicciones, fue Trotsky uno de los primeros que vislumbró la profundidad

de la particularidad de las semicolonias en la entreguerras y explicó la dinámica de clases que está en la base de lo que James resumirá luego como la contradicción no resuelta entre “resistencia e integración”. En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros8.

Mientras la mirada populista sucumbía a la abstracción metafísica de la “apatía de las masas” para explicar la estatización-integración, la mirada trotskista atendía la particularidad de un proceso que desplegaba dos tendencias contradictorias: la expropiación (violenta, como toda expropiación, de muestra vale el hecho de la prohibición del derecho a huelga) de tradiciones de autonomía de un ya fuerte movimiento obrero consolidado en la década del ‘30, al tiempo que el homenaje a esa misma fuerza (social pero también política), puesto de manifiesto en el otorgamiento de derechos civiles, sociales y políticos, y la masivización de la organización sindical estatizada9.


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Por último, hay un tercer plano que hace a la particularidad argentina: la forma que asumió la crisis del primer peronismo con el golpe del ‘55 y el lugar de las comisiones internas10 como ámbito de resistencia a los planes de racionalización de la burguesía, pero también de resistencia a la exclusión política que las dictaduras y la proscripción del peronismo implicaban para una clase obrera que había conquistado su lugar en el país burgués. Es por este papel político-sindical (y por su ubicación en el centro de la dominación celular), que las CI serán el locus de reproducción de la “doble conciencia” (bajo la expectativa de ser “reintegrados”), al tiempo que ámbito de su desborde clasista (cuando la experiencia entre el tercer y el cuarto peronismo muestre la imposibilidad de esa reintegración).

¿Qué queda de la “doble conciencia” hoy? Mirar la actualidad en clave de “doble conciencia” es mirar en tres tiempos. Un tiempo largo de la relativa continuidad de lo que Alejandro Horowicz llamó la derrota del primer peronismo11. Un tiempo corto que puede resumirse en la frase de un obrero de 40 años: “Yo entendí el peronismo con Néstor”. Y un tiempo inminente de la crisis del kirchnerismo. La cosa está en el cruce de los tres. El pasaje histórico a la “ciudadanía de la derrota” que significó el alfonsinismo y luego la realización del neoliberalismo, implicó la pérdida de buena parte de las bases de sustentación de cualquier “doble conciencia”. No solo en términos de derechos (que, como vemos en el dossier, es contundente), sino también en términos de dignidad y del sentimiento de pertenencia a una fuerza social ineludible en la política nacional. El “pueblo trabajador” (combinación contradictoria de ciudadano y clase) comenzó a desaparecer en el ‘76 y terminó de invisibilizarse (aunque no de existir) en los ‘90. Sin embargo, esto no implicó el

fin del peronismo y su base social. Vino el pasaje al PJ territorializado, el reemplazo de los delegados sindicales por los punteros barriales y esa “reserva organizacional” que tan bien miró Levitsky12. Pero la pervivencia del PJ no es la pervivencia de la “doble conciencia”, porque no hay equivalencia entre la base social del delegado de fábrica que analiza Doyon13, el organizador del asentamiento que describe de Merklen14 y el puntero de barrio que etnografía Auyero15. Para ser más exactos, a un nivel general y abstracto, hay equivalencia en el hecho de que son trabajadores. Pero a un nivel más concreto no la hay, en la medida en que las diferentes posiciones estratégicas entre el obrero, el tomador de tierras y el pobre, modifican la fuerza social de cada uno de esos sectores de trabajadores y, por ende, modifican su peligrosidad. El desborde clasista con que amenazó la organización de fábrica históricamente en Argentina está ligada (aunque no se reduce) a la fuerza que otorga su posición estratégica. En sentido inverso, la mayor facilidad de estatización de los procesos de toma y lucha en el territorio, está ligada a la debilidad estratégica del territorio. Sin embargo, tampoco se agota allí el problema (y aún menos se resuelve). Hay otro nivel que no puede definirse a priori porque es el de la política: el organizador de tomas y de barrios se vuelve tan hereje y peligroso como el obrero en la alianza entre la fábrica y el barrio. Pero eso es una estrategia política opuesta por el vértice a la del peronismo. El peronismo unifica a nivel serial (del voto), lo que divide y debilita a nivel del colectivo de clase. En últimas, esa es la fragilidad de la “doble conciencia” del kirchnerismo. No es que el kirchnerismo (homenajeando al 2001) no haya repuesto una suerte de “doble conciencia”. Lo hizo. Las expectativas despertadas en las masas, la politización juvenil, la reactivación gremial de base, son muestras de esa reposición. Pero lo hizo como farsa. La ciudadanización del kirchnerismo (que ya llegó a su techo) se asienta sobre una operación que niega la ciudadanización del primer peronismo: la ruptura del colectivo del “pueblo trabajador”. La fragmentación que se analiza en el dossier es el intento de institucionalización de una división tajante: “trabajadores” y “pobres”. Esa es la marca de la “ciudadanía kirchnerista”. El retorno del gigante invertebrado parecería imposible. Sería ingenuo pensar que esta imposibilidad implica, de por sí, una resolución por izquierda de la débil “doble conciencia” restituida por el kirchnerismo. Pero sería más ingenuo aún no ver la relación entre las expectativas despertadas por el kirchnerismo (y las experiencias de lucha y organización empujadas por estas expectativas), los límites de la ciudadanización kirchnerista (o el techo bajo del nunca menos) y el crecimiento de la izquierda en el movimiento obrero y en la juventud. Los votos al FIT son, en parte, la búsqueda de un “nunca menos consecuente” ya no, solamente en el lugar de trabajo, sino a nivel nacional. El lugar de “consecuencia” que se ganó la izquierda en estos años por su política en las posiciones conquistadas en los lugares de trabajo y en los sindicatos, perforó esa frontera y saltó al parlamento.

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La excepcionalidad del momento actual reside en el tiempo que corre entre el hecho inobjetable de que el nunca menos llegó a su techo (el fin de ciclo no es más que eso) y el momento en que ese techo pretenda volverse lápida, disciplinando las expectativas obreras (el massismo y el sciolismo son la preparación de esa mutación, uno por fuera del kirchnerismo, el otro por dentro). Entre ambos escenarios corre un tiempo precioso. Las posiciones conquistadas por la izquierda son una plataforma para la lucha política (y de clases) que permita volver carne en la conciencia de millones que el “nunca menos consecuente” no combina con el país burgués. En últimas, explorar la chance de que la ciudadanía se vuelva clase.

1. “Racionalización y respuesta de la clase obrera: contexto y limitaciones de la actividad gremial en la Argentina”. El texto fue publicado en 1981 en Desarrollo Económico 83 vol. 21, pero una primera versión fue escrita en 1979 en abierta discusión con el texto de Elizabeth Jelin “Espontaneidad y organización del movimiento obrero”, publicado en la Revista Latinoamericana de Sociología 2 (nueva época), en 1975. 2. Ídem. 3. Daniel James, Resistencia e integración, Buenos Aires, Sudamericana, 1999, p. 343. 4. Al respecto es muy interesante el análisis que realiza Alejandro Schneider en Los compañeros. 5. Es en este sentido que Juan Hernández señala la importancia de preguntarse por los errores del clasismo cordobés a la hora del balance de su derrota, véase IdZ 3. 6. En muchas ocasiones se señala la persistencia en los balances y las críticas a la izquierda revolucionaria en la década del ‘70, como un acto de pedantería nostálgica. La ecuación, sin embargo, es la inversa. Una corriente que se pretenda revolucionaria y no destine fuerzas al balance de los ‘70 en Argentina está incurriendo, o bien en el derrotismo del escepticismo, o bien en el derrotismo de la creencia (tan ahistórica y antipolítica como su inverso reformista) de una ontología revolucionaria de la clase obrera. Para un balance de la actuación de la izquierda en los ‘70, véase Insurgencia Obrera de Ruth Werner y Facundo Aguirre. 7. Thomas H. Marshall en Ciudadanía y clase social (ensayo escrito en 1949, en pleno auge del “pacto keynesiano”) teorizó este proceso a partir de tres tipos de derechos: civiles, políticos y sociales. 8. León Trotsky, “La industria nacionalizada y la administración obrera” (1939), en Escritos Latinoamericanos, Bs. As., CEIP, 2000, p. 163. 9. Juan Carlos Torre analiza estos aspectos tanto en La vieja guardia sindical y Perón; como en “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”, Desarrollo Económico 112, vol. 28, 1989. 10. Como señalan Dal Maso y Rosso en esta misma revista, es Gilly quien analizará ese fenómeno desde una perspectiva marxista en “La anomalía argentina”. 11. Los cuatro peronismos. 12. La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista. 13. Perón y los trabajadores. Los orígenes del sindicalismo peronista, 1943-1955. 14. Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003). 15. La Política de los Pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo.


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MUJER y Revolución Entrevistamos a la historiadora norteamericana Wendy Z. Goldman acerca de la política bolchevique sobre la liberación de las mujeres durante los primeros años luego de la toma del poder en octubre de 1917. La autora resume algunos de los esfuerzos por modificar las condiciones materiales que serían la base de la emancipación de las mujeres. En un sentido opuesto por el vértice a las políticas implementadas por la burocracia estalinista más tarde, el bolchevismo cuestionará –alimentado por las fuerzas de la revolución obrera– las jerarquías de la vieja sociedad burguesa y sus instituciones.

IdZ: En los primeros capítulos de La mujer, el Estado y la revolución, uno de los temas centrales son las innovaciones de la Revolución Rusa, con respecto a los derechos civiles, especialmente para las mujeres. Para usted, ¿cuáles fueron las más importantes?

Iurii Pimenov, Study for poster (fragmento).

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En ese momento, en 1918, los derechos más importantes para las mujeres incluyeron la igualdad ante la ley, el derecho al divorcio y el derecho al aborto legal y gratuito. Estos derechos eran esenciales para la independencia de las mujeres de instituciones patriarcales como la Iglesia Ortodoxa y otras autoridades religiosas, y del control de sus padres y esposos. La igualdad ante la ley les dio a las mujeres el derecho a controlar sus salarios y su propiedad, a reclamar la patria potestad sobre sus hijos en caso de divorcio, y decidir dónde vivir, estudiar y trabajar. Estos derechos no existían antes de la revolución. Hoy, en muchas partes del mundo, las mujeres todavía no gozan de estos derechos civiles básicos o de la igualdad con los varones. Creo que los derechos civiles elementales –el derecho a ser tratadas en igualdad de condiciones con los hombres en términos de empleo, participación política, educación, roles sociales y oportunidades– todavía son problemas apremiantes. Bajo el capitalismo, el derecho a un salario digno es un derecho esencial para ambos sexos. Si los hombres y las mujeres de todo el mundo gozaran del derecho básico al empleo y a un salario que les permita sostener a sus familias, muchos de los problemas sociales actuales desaparecerían.

IdZ: Además de los derechos formales, los bolcheviques creían que la liberación de las mujeres sería imposible si no se socializaba el trabajo doméstico. Este es un enfoque muy interesante, incluso hoy sigue siendo un debate en el feminismo (marxista o no marxista). ¿Por qué cree que se centraron en ese problema? Los bolcheviques se centraron en la socialización del trabajo doméstico porque creían que la liberación de las mujeres dependía de la autonomía económica y financiera con respecto a los hombres. Si una mujer debía depender de un hombre para que la mantuviera, su capacidad para elegir y tomar sus propias decisiones se vería imitada por el control económico. Además, los bolcheviques creían que la responsabilidad por el trabajo doméstico obstaculizaba tanto el ingreso de las mujeres al trabajo asalariado en igualdad con los hombres, como para alcanzar la igualdad de oportunidades en la educación. Para alcanzar la igualdad en la esfera pública, las mujeres debían ser liberadas de la carga desigual del trabajo doméstico que pesaba sobre ellas. Limpiar, hacer las compras, lavar la ropa y cuidar a los niños pequeños, en síntesis, todo el trabajo no remunerado que Marx definió como “reproducción de la fuerza de trabajo”, cotidianamente, insume una gran cantidad de tiempo. Los bolcheviques esperaban liberar a las mujeres de los aspectos más monótonos y pesados de este trabajo para permitirles participar entera y activamente en la sociedad. Realizaron


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muchos estudios sobre el trabajo y el tiempo, sobre la cantidad de horas diarias que las mujeres y varones de la clase obrera dedicaban al trabajo doméstico. Lo que veían es que después del trabajo, los hombres leían el diario mientras las mujeres lavaban la ropa. Socializaban con amigos mientras las mujeres cuidaban a los niños. Jugaban al ajedrez mientras las mujeres cocinaban, limpiaban y hacían las compras. En resumen, los hombres podían desarrollarse como seres humanos mientras las mujeres servían a la familia (y a los hombres). La solución bolchevique fue socializar el trabajo doméstico tanto como fuera posible: crear comedores públicos, construir lavanderías, crear guarderías y reducir el trabajo doméstico al mínimo. La gente que trabajara en esas empresas, tanto hombres como mujeres, tendrían buenos salarios y serían respetados como trabajadores. El trabajo doméstico, o una buena parte de él, sería socializado y remunerado. Las mujeres serían libres para buscar trabajo, educarse y disfrutar del tiempo libre en igualdad con los hombres. Los bolcheviques tuvieron una excelente idea, aunque el Estado fue demasiado pobre para hacerla realidad. IdZ: Es destacable que los bolcheviques hayan tenido una política abierta sobre las relaciones personales, especialmente considerando el atraso social y cultural de Rusia. ¿Por qué cree que decidieron incluir el amor libre o el cuestionamiento de las relaciones jerárquicas entre padres e hijos? La idea del “amor libre” data de varios siglos atrás. ¡Tiene mucha historia! Muchos movimientos por la justicia social, incluyendo las primeras sectas cristianas, soñaron con la idea del amor liberado de las consideraciones económicas. Los bolcheviques provenían de una larga línea de pensadores socialistas, socialistas utópicos y marxistas, que buscaban crear vidas mejores y más libres para las mujeres. También fueron conscientes, hace muchos años, de la necesidad de los “derechos de los niños”, o el derecho de la juventud a liberarse de la tiranía y el poder abusivo de los padres, y los padres varones en particular. En una cultura patriarcal, los padres ejercían un control tremendo sobre las madres y los niños. Tomaban decisiones sobre el matrimonio, la educación y el trabajo. Los bolcheviques querían abolir este control a favor de los derechos del individuo, del ser humano. Al llegar al poder como resultado de una revolución, y con esperanzas de construir un mundo nuevo, muchos juristas, educadores y otros soñaron nuevas posibilidades. Cuestionaron las jerarquías de todo tipo, no solo aquellas dentro de la familia. El Ejército Rojo fue reconstruido bajo nuevas reglas más democráticas en términos de las relaciones entre oficiales y soldados. Las escuelas se transformaron en coeducacionales, y los maestros, estudiantes y trabajadores crearon soviets para gobernarlas. Los juristas discutían el “desvanecimiento” de la ley y el Estado, y hacían leyes destinadas a alentar ese objetivo. Incluso desafiaron las jerarquías en el arte y la música. En la década de 1920, los músicos soviéticos experimentaron con una “orquesta sin director”. Fue

un momento de gran nivelación y de experimentación apasionante en todas las áreas de la vida. IdZ: Una de las conclusiones de su libro es que la reversión llevada a cabo por la burocracia estalinista no fue solo material (considerando la dura situación económica) sino ideológica. ¿Cuáles son las bases centrales de esa conclusión? Muchos de los intentos bolcheviques de crear más libertad para las mujeres debieron enfrentar la pobreza y la miseria creada por años de guerra civil. La década de 1920 fue un período de alto desempleo, especialmente para las mujeres. La idea de la independencia femenina no podía realizarse simplemente facilitando el divorcio porque las mujeres no tenían forma de mantenerse a ellas ni a sus hijos. Muchas de ellas tenían que mantener también a sus padres y familiares discapacitados. Sin embargo, la actitud del Estado hacia la liberación de las mujeres cambió precisamente en el momento en que comenzaba la industrialización, y la Unión Soviética se transformaba en una sociedad de pleno empleo. Una gran cantidad de mujeres ingresó a la fuerza de trabajo en los años 1930, muchas con buenos salarios y en puestos industriales. Era precisamente en ese punto que la liberación de las mujeres podría haberse realizado. Aunque el Estado soviético alentaba firmemente la educación, capacitación y empleo de las mujeres, y creaba un sistema masivo de guarderías y comedores, también realizaba una reversión ideológica a los roles de género tradicionales en el hogar. Las mujeres, además de trabajar, ahora eran alentadas a asumir la completa responsabilidad de crear espacios domésticos acogedores. El Estado criminalizó el aborto en 1936 e hizo el divorcio mucho más difícil. En este sentido, el Estado estalinista adoptó un híbrido de participación femenina en la fuerza de trabajo junto con roles de género tradicionales en la familia. La criminalización del aborto representó un peso terrible y peligroso sobre las mujeres, que continuaron realizándose abortos pero en la ilegalidad. Los hospitales se llenaron de mujeres con hemorragias e infecciones terribles. La tasa de abortos cayó momentáneamente en 1937, pero luego trepó rápidamente otra vez; las mujeres siempre han intentando controlar su fertilidad (es algo esencial para poder elegir libremente y tomar decisiones sobre sus propias vidas). El resultado fue que las mujeres, privadas del derecho al aborto legal y seguro, siguieron abortando, pero recurrieron a métodos peligrosos. IdZ: Para terminar, queríamos saber su opinión sobre la participación de las mujeres en las movilizaciones que se vienen desarrollando alrededor del mundo. Marx, Engels, August Bebel, Clara Zetkin, Lenin, Alexandra Kollontai, y muchos otros pensadores socialistas creían que el trabajo asalariado creaba las precondiciones para la emancipación de las mujeres. Un salario independiente liberaría a las mujeres de la familia como unidad económica y brindaría las bases

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de su independencia económica, que a su vez, le permitiría elegir libremente. Creo que esos pensadores tenían razón esencialmente. Hoy todavía es necesario dar muchas batallas, incluso en los países industrializados y posindustriales. En muchos lugares, las mujeres trabajan pero no tienen acceso a un salario digno. Las ideas sobre los roles de la mujer en la familia, las mujeres como objetos sexuales, y el no respeto de las mujeres como personas, son todas cosas que aún deben cambiar. A pesar de eso, las mujeres son activas en todas partes de una forma nueva y apasionante. Exigen castigo a los violadores en India, reclaman educación para las niñas en Afganistán. En Arabia Saudita reclaman su derecho a manejar. En América Latina, también, hay nuevas luchas y reclamos. Mis hijos alcanzaron la mayoría de edad en una nueva era. Creen que los jóvenes, sin importar su género, tienen los mismos derechos y oportunidades. Apoyan el derecho de las personas a elegir su orientación sexual y casarse con quien quieran. Por supuesto, enfrentarán muchos de los mismos problemas que su madre: cómo combinar el trabajo y la familia, cómo crear un hogar cariñoso, en el que los hombres compartan de forma igualitaria las tareas doméstica y se ocupen del cuidado de los niños. Peleamos estas batallas, pero creo que las nuevas generaciones lo harán mejor que nosotros. Nuestras niñas exigirán más. Y así debe ser si las cosas van a cambiar. Entrevista y traducción: Celeste Murillo.

WENDY GOLDMAN Es historiadora social y política, especializada en Rusia y la Unión Soviética. Es autora de La mujer, el Estado y la revolución (publicado en castellano por Ediciones IPS, 2010), que fue considerado al momento de su edición, en 1994, el mejor libro de historia escrito por una mujer en Estados Unidos. También es autora de Terror y Democracia en la era de Stalin. Dinámicas sociales de la represión; Mujeres a las puertas: género e industria en la Rusia de Stalin. Su último trabajo publicado fue Íntima traición, un libro que ahonda en el comportamiento y la psicología de los ciudadanos soviéticos durante el período del terror estalinista.


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Ilustración: Mepol

Walter Benjamin, vida y arte Esther Leslie Walter Benjamin nació el 15 de julio de 1892 en el seno de una acomodada familia judía asimilada en Berlín, la capital del Imperio de Prusia. El 26 de septiembre de 1940 se suicidó mientras intentaba escapar de la Alemania nazi a través de la Francia ocupada. Imposibilitado de cruzar la frontera de Francia a España por no tener visado, enfermo, bajo la amenaza de ser entregado a la Gestapo con la certera posibilidad de que lo enviaran a la cárcel por marxista y judío, eligió el suicidio. En los

años transcurridos entre estas dos fechas vivió en la Berlín de la República de Weimar, en París, en Moscú, en Ibiza y en Escandinavia –con Brecht. En estos diversos hogares europeos fue testigo de momentos de gran convulsión política, como también de cambios tecnológicos y sociales. Se ganaba sus muy magros ingresos como escritor independiente vendiendo ensayos de crítica literaria, artículos de análisis histórico sobre la cultura y la vida cotidiana, interpretaciones de las nuevas formas de cultura como

el cine y la fotografía. Escribió sobre las teorías del lenguaje y presentó charlas radiales para niños. A Benjamin le atraía una amplia variedad de temas: la literatura de los períodos Barroco, Romántico y Moderno, la filosofía de la historia, las dinámicas sociales de la tecnología, el París del siglo XIX, el fascismo y el militarismo, la ciudad, el tiempo capitalista, la infancia, la memoria, el arte y la fotografía. Dada su propia existencia precaria como escritor independiente, una de las preocupaciones clave de Benjamin era la comprensión del cambio de la condición del intelectual, del escritor y del artista a lo largo del período de la industrialización capitalista. Rastreó, por ejemplo, el cambiante destino de la avant-garde en la Francia del siglo XIX. Quería entender las formas en que el artista se hallaba atrapado por las contradicciones del capital. En sus estudios sobre Charles Baudelaire, por ejemplo, señaló la manera en la que el fracaso de la revolución social de fines del siglo XIX y la ineludible ley del mercado, forjaron una curtida camada de trabajadores del conocimiento condenada a llevar sus productos al mercado. Esta intelligentsia pensaba que iba allí solamente a observarlo, pero en realidad, –dice Benjamin–, iban a encontrar un comprador. Esto desencadenó todo tipo de respuestas: la competencia, el manifestoísmo, la rebelión nihilista, los bufones de la corte, el periodismo barato, el ideologismo. Benjamin diagnosticó la condición de los trabajadores de la cultura que le precedieron, siempre tendiendo a evaluar sus posiciones de clase y políticas. Reflexionó sobre su propio rol de crítico en un doble sentido, como crítico literario y como crítico social –y las correlaciones entre ambos, en particular mientras trabajaba en la propuesta de una revista cultural y política junto a Brecht y otros, que fuera llamada Crisis y Crítica. Su ensayo más famoso, “Das Kunstwerk im Zeitalter seiner Reproduzierbarkeit” [“La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”], de mediados de la década de 1930, y su conferencia para un círculo comunista “Der Autor als Produzent” [“El autor como productor”], de 1934, representaron investigaciones sobre las posibilidades que se les habían abierto a los trabajadores de la cultura de la izquierda crítica contemporánea luego de la Revolución rusa y del surgimiento de nuevas tecnologías de la cultura mediática, notablemente, la fotografía y el cine. Analizó lo que las nuevas formas de cultura de masas existentes –la radio, el film, la fotografía, el fotomontaje, los corresponsales de los periódicos– significaban en el esquema más amplio del mundo social, y de qué manera los fenómenos como la reproducción en masa cambiaban las relaciones de los hombres con la cultura del pasado y del presente. Examinó estrategias que pudieran evitar las presiones que tienen los artistas a ser individualistas, competitivos o promotores del arte como una nueva religión o una evasión de lo “político”. Evaluó los esfuerzos del artista para elaborar formas culturales que no pudieran ser apropiadas por el fascismo. Una de las peculiaridades de Benjamin es que sobre él posaron sus miradas muchas y diversas


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disciplinas y sectores interesados. Fue reconocido, hasta cierto punto, por críticos literarios, artistas, teóricos sociales, historiadores, analistas de cine, sociólogos y filósofos. Ha sido interpretado en una amplia variedad de formas –formas contradictorias: algunos lo han asimilado con la corriente del Marxismo Occidental debido a la fuerte influencia que la obra de Georg Lukács de 1924, Historia y conciencia de clase, ejerció sobre su obra. Estaba íntimamente familiarizado también con otros representantes de dicha corriente como Theodor Adorno, Max Horkheimer y Ernst Bloch. Otros lo han ubicado más en el campo del marxismo activista clásico, aunque esto dentro de un marco brechtiano, con una afinidad al leninismo y al activismo. Algunos, incluso, han concebido su contribución a través de la lente de Derrida y el posestructuralismo, haciendo con frecuencia un fetichismo de la ruina y el fragmentario –y en última instancia absurdo– sentido de toda forma. Otros han alineado aspectos de su pensamiento con la filosofía de Heidegger –a pesar del hecho de que Heidegger representaba para Benjamin una verdadera molestia debido a su ahistoricismo o, lo que es más, por ser un representante de la mirada idealista que Benjamin quería ver aniquilada. Es difícil encasillar a Benjamin porque él rechaza toda clasificación tradicional del conocimiento. Se sentía tan a gusto en el extraño lirismo de la poesía de Charles Baudelaire como en la última película de Hollywood. Estaba fascinado tanto con el drama barroco como con los dibujos animados. Reflexionó sobre la teoría del lenguaje arcano y la teología, tanto como sobre la moda y las construcciones en hierro, vidrio o acero. Era un defensor del surrealismo y un admirador de Charlie Chaplin –y no veía a uno muy diferente del otro. Aunque observó que ambos podían ser interpretados de manera diferente por quienes querían que a la cultura se le asociaran ciertos tipos de valor (la autoproclamada gente culta) y por quienes se consideraban a sí mismos vedados del acceso a ciertas formas de cultura (las masas aparentemente sin cultura). ¿Qué es entonces lo que une todo esto? Un compromiso por comprender los arabescos de la experiencia, la respuesta subjetiva a los distintos ambientes, la manera de habitar los ambientes y cómo dicha forma de habitarlos –dígase un pasaje, una casa, una biblioteca, un barco, un escenario teatral o un auditorio– produce en nuestra experiencia, que invaden, e invocan nuestros sueños. Benjamin describió la experiencia en las capitales europeas –París en particular– en el siglo XIX. Consideró este período como la emergencia de la conciencia individual. Fue testigo del surgimiento del individualismo, de la existencia privatizada, a la vez que veía de manera simultánea también la emergencia de una conciencia colectiva –la de la sociedad de masas, por medio de la cual las masas son arrastradas hacia los espectáculos de la sociedad urbana, hacia las diversiones de los placeres de la urbe y los aturdimientos de la ideología. Benjamin llama a esto el “estado de sueño más profundo”. Hay un espacio arquitectural

que enmarca esta experiencia. Son los pasajes. Escribe: El siglo XIX, un período (un tiempo onírico) en el que la conciencia individual, en la reflexión, continúa manteniéndose, mientras que la conciencia colectiva, por el contrario, se adormece en un sueño cada vez más profundo. El durmiente –sin distinguirse en esto del loco– inicia el viaje macrocósmico mediante su cuerpo. Pero los ruidos y las sensaciones de su interior, que en la persona sana y despierta se diluyen en el mar de la salud –presión arterial, movimientos intestinales, pulso y tono muscular–, engendran en sus sentidos interiores de inaudita agudeza, el delirio o la imagen onírica, que los traducen y explican. Así le ocurre también al colectivo onírico, el cual, al adentrarse en los pasajes, se adentra en su propio interior. Este colectivo es el que tenemos que investigar para interpretar el siglo XIX –en la moda y en la publicidad, en las construcciones y en la política– como consecuencia de su historia onírica1.

La moda, la publicidad, las construcciones, son el producto del capital, del capitalismo urbano de masas, pero ellas también alimentan y dan vida a los sueños, las fantasías, la vida interna de lo colectivo y, de este modo, las mayores investigaciones sobre el largo de los vestidos, los colores de la publicidad y los contornos de los edificios pueden ayudar a discernir por qué un siglo de guerras estaba en el horizonte en el final del siglo XIX, o por qué la revolución logra estremecerse cobrando vida. Benjamin, por lo tanto, es una figura que toma muy en serio las texturas de la vida cotidiana, pero no como banalidades sino como componentes importantes de la vida política, como pistas históricas. Y este aspecto histórico está en el centro de ella. La obra de Benjamin es rigurosamente histórica. Los parámetros de la experiencia cambian a través del tiempo y son cambiables en el tiempo. En la década de 1930 escribe sobre su propia experiencia del 1914 –una experiencia que lo marcó profundamente e hizo de él, y de muchos intelectuales de su generación, un revolucionario: Una generación que había ido a la escuela en tranvía tirado por caballos, se encontró indefensa en un paisaje en el que todo menos las nubes había cambiado, y en cuyo centro, en

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un campo de fuerzas de explosiones y corrientes destructoras estaba el mínimo, quebradizo cuerpo humano2.

El marco de Benjamin es el del imperialismo y el capitalismo. La manera en la que nuestras subjetividades están formadas por los mismos y la manera en la que nuestras actividades los obstaculizan o promueven. Su interés en el surrealismo permite alguna reflexión sobre su “estética política”, algo que no fue de su exclusividad. El surrealismo es un movimiento artístico que incorpora la energía de las revueltas y en cierta manera se rebela contra la misma existencia del arte, aunque esto no impide que los surrealistas produzcan objetos de arte. La energía y motivación del surrealismo derivan de sus esfuerzos por unir lo cotidiano con el arte. En muchos sentidos, descubre momentos estéticos no en la galería sino en configuraciones azarosas en la calle, en la publicidad y en los desechos de la cultura comercial capitalista, que presenta absurdas, poderosas –y en ocasiones siniestras– fantasías. El surrealismo encuentra valor estético en los sueños de todos–desafiando así la idea de que el artista es una persona especial. El surrealismo estaba más interesado en la escritura automática, en el garabateo automático, con la esperanza de acceder así al inconsciente, a los impulsos no racionales. Si se accede al inconsciente, las cadenas sociales podrían sacudirse o desafiarse. Los surrealistas representaron, a final de cuentas, un extenso abanico político que abarcó desde la tolerancia de Dalí al fascismo, pasando por el rechazo esteticista de la política, hasta el marxismo de Breton. En 1938, el escritor surrealista André Breton, el revolucionario León Trotsky y, en menor medida, el muralista Diego Rivera colaboraron en el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”. El folleto fue un golpe al abuso del arte y los artistas del estalinismo y del nazismo, regímenes que instrumentalizaban el arte al servicio del Estado. Y ambos regímenes que controlaban estrictamente la forma que el arte adquiría –en breve, éste debía ser realista, ilusionista y glorificador del líder, brindando fantasías en tecnicolor sobre lo maravillosa que es la vida bajo el mando del benevolente dictador. En el folleto, Breton y Trotsky defienden que el arte debe ser libre: “El arte verdadero, no puede no ser revolucionario, es decir, no aspirar a una reconstrucción completa y radical de la sociedad”3. Hay algo en el arte como actividad que es inherentemente revolucionario »

ESTHER LESLIE Es catedrática honoraria en Estética Política en el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Interesada en la tradición marxista, es miembro de los comités editoriales de las revistas Historical Materialism, Radical Philosophy y Revolutionary History. Ha publicado dos libros dedicados a la figura y obra de Benjamin: Walter Benjamin: Overpowering Conformism

(2000) y Walter Benjamin (2007). Ha traducido también Walter Benjamin: The Archives (2007). Entre otros trabajos ha publicado además Hollywood Flatlands, Animation, Critical Theory and the Avant Garde y Synthetic Worlds: Nature, Art and the Chemical Industry, además de la traducción de Georg Lukács, A Defence of History and Class Consciousness.


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“Una perdurable imagen de Benjamin es la de un académico

solitario en la Biblioteca Nacional de París, donde recababa materiales para el Libro de los Pasajes, debajo de lo que él describía como el crujiente susurro de las hojas pintadas en el techo de edificio. Pero este era un hombre que vivía a través de su contacto con los demás, y murió por exponerse en un mundo que se había vuelto aun más despiadado que lo usual.

Malevich, Composición sobre la Mona Lisa.

–es la capacidad imaginativa del arte, su capacidad de percibir el mundo desde diversos puntos de vista, de rehacerlo con pintura o arcilla. Pero el arte tiene que ser libre para explorar el mundo en sus propios términos. Sus formas y temas no pueden ser dictados. La búsqueda de nuevas formas era una parte tan importante del impulso revolucionario como lo era la afinidad natural del artista a rebelarse. Este era el pensamiento que Benjamin adoptó y propuso también. Al momento de su muerte en la frontera española, a Benjamin ya le habían quitado la nacionalidad alemana, precisamente debido a un ensayo que escribió para una revista comunista, Das Wort, sobre la decadencia del arte fascista y el régimen nazi. Con la victoria del nazismo en Alemania y la caída de Francia, su patria adoptiva, los espacios de una Europa segura se contraían. El Este proveía muy pocas esperanzas también. A final de 1926 Benjamin pasó dos meses en Moscú, con la idea de ver si esta estadía le ayudaba a decidir si se afiliaba

al Partido Comunista. Encontró una sociedad apasionada y enérgica –con tendencias peligrosas al culto de los líderes y a la corrupción. Para la década de 1930 la situación había empeorado. Ir a Medio Oriente no era una opción. Un amigo sionista de su juventud, Gershom Scholem, había tratado durante varios años de tentarlo para que fuera a Palestina, pero Benjamin no encontraba el Estado Desértico, ni el Sionismo, atractivos. En su lugar, empezó a seguir el camino de otros amigos e intelectuales europeos desplazados, como Adorno, Horkheimer, Kracauer, Brecht, a Estados Unidos, con la esperanza de obtener algún cargo académico, un puesto patrocinado por el gobierno, o, simplemente la oportunidad de ofrecer su talento a los estudios de Hollywood. Benjamin no logró salir de Europa. Una perdurable imagen de Benjamin es la de un académico solitario en la Biblioteca Nacional de París, donde recababa materiales para el Libro de los Pasajes, debajo de lo que él describía como el crujiente susurro de las hojas pintadas en el techo de edificio. Pero este era un hombre que vivía a través de su contacto con los demás, y murió por exponerse en un mundo que se había vuelto aun más despiadado que lo usual. ¿Y qué es del período transcurrido desde ese momento hasta el presente? En esa biblioteca, donde fue feliz, Benjamin excavó montañas de datos recolectados por archivistas y rubricados con el distinguido sello de valor de la biblioteca. Los libros de hoy en día se siguen publicando de la misma manera de siempre, pero, cada vez más, internet se convierte en el archivo del presente. Puede que un sitio con una

ubicación tan precisa y tan empapado en historia, como lo es la Biblioteca Nacional de París, deje de ser el lugar más adecuado para la investigación y el análisis. Las proliferantes URL dispersan este archivo mundial y lo desplazan en el tiempo. Estas son las condiciones del trabajo académico del presente. ¿Significa esto que el academicismo también, en algún momento, tuvo un aura, simbolizada por las hojas crujientes, que ahora está perdida? “Aura”, uno de los términos más asociados con Benjamin, denota una originalidad e intangibilidad de la obra de arte original, ya sea acaparada por un coleccionista privado u oculta en las galerías de difícil acceso de un museo. Benjamin observó que el aura estaba perdiendo su fuerza en 1930, cuando escribió sobre la reproductibilidad técnica y mecánica, mientras que el cine y la fotografía no plantean ninguna existencia original y la imprenta permite que la experiencia de toda obra de arte esté disponible para todos en algún formato u otro. Pero el aura no ha desaparecido completamente de la escena. Acertadamente, fue la propia reproductibilidad de las tesis de Benjamin sobre esta reproducción lo que las hiciera tan preponderantes. Esta compresión del ensayo, apenas unas pocas páginas fáciles de fotocopiar, su accesibilidad, su disponibilidad en diversos textos o compendios, la claridad de sus argumentos –una narrativa de transposiciones que acepta una lectura rápida, retransmisiones reducidas a lo esencial–, todos estos factores han reforzado la omnipresencia e imposibilidad de olvidar el ensayo “La obra de arte”, que sigue siendo el trabajo de Benjamin más conocido y discutido. Es como si el ensayo sobre la reproductibilidad hubiera sido diseñado para ser reproducido. No hay duda de que lo fue –en varias versiones e idiomas; cada una de ellas prolongando y proliferando la continuidad del ensayo. La última retransmisión del ensayo es su traducción de un código a otro. Estas novedosas formas de reproducción –el CD y la internet– inventaron nuevas formas de reactualizar la predicción de Paul Valéry que está citada en “La obra de arte”. Valéry comparó el suministro de agua, gas y electricidad en los hogares logrado mediante un movimiento casi imperceptible de la mano, con un suministro doméstico de imágenes visuales o auditivas, que aparecerán con un simple gesto de la mano, apenas más que un signo. Si Benjamin estuviera presente hoy probablemente señalaría cómo en el destellante mundo cibernético, que libera su ensayo en un entorno digitalizado, siguen existiendo las relaciones de producción –conocidas como derecho de reproducción, de propiedad, de autoría– irritantes como un siempre-recurrente síntoma de una enfermedad social. Traducción: Alejandra Ríos

1. Según la edición en español de Walter Benjamin, Libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2007, p. 394. 2. Según la edición en español de Walter Benjamin, Experiencia y pobreza, Madrid, Taurus, 1982. 3. Según la edición en castellano de León Trotsky, Literatura y revolución, Buenos Aires, Crux, 1989.


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Foucault, Deleuze, Althusser & Marx

La política en la filosofía

Ilustración: Mariano Mancuso

Isabelle Garo Michel Foucault, Gilles Deleuze y Louis Althusser, filósofos franceses pertenecientes a la misma generación, son todavía, al día de hoy, muy leídos en todo el mundo (especialmente en el caso de los dos primeros). A través de muchas de estas lecturas se afirma la actualidad y fecundidad política de la tesis que opone la micropolítica a todas las perspectivas globales de abolición del capitalismo. A menudo olvidando que el trabajo de los tres encaja con precisión en su propio tiempo, tanto desde el punto de vista teórico, como político, pero que su transposición a circunstancias diferentes no es para nada algo obvio. Mi hipótesis es que en su relación con Marx, el marxismo y la cuestión del comunismo podemos comprender, y a la vez interrogar de manera crítica, la actualidad de estos tres filósofos. Porque son estas relaciones las que los condujeron a la elaboración de obras pujantes y originales, que se presentan como una transposición teórica de una relación activa, pero desplazada, de la filosofía con la política.

En efecto, al mismo tiempo que ellos se desmarcan continuamente del marxismo y del comunismo, construyen con relación a este punto central su propia y elíptica trayectoria, y contribuyen con esto a hacer de Marx una referencia teórica, entre otras. Estos filósofos mantienen y reafirman la importancia de la teoría y de la política, pero lo hacen a través de una mezcla de reconocimiento íntimo, y de rechazo a la vez, a la referencia de Marx. Esta relación está presente en las obras más características de Foucault, Deleuze y Althusser, emparentadas en esto, y es también lo que las distingue dentro del contexto de la Francia de los años 1960-1990.

La filosofía en lugar de la política Estas tres lecturas de Marx son también, y sobre todo, la ocasión para una confrontación con la cuestión comunista en un sentido amplio. Ellas se inscriben en efecto en el horizonte de una transformación social y política de gran amplitud, en el momento en que comienza la crisis económica, en los años 1970, que se cobra »


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IDEAS &DEBATES

“…leer las lecturas sobre Marx no es jamás simplemente

seguir comentario tras comentario, ni dedicarse a anotar en los márgenes, sino que es forzosamente reencontrar la cuestión central de la transformación del mundo, a la luz de las dimensiones teóricas y políticas que lo componen.

el cheque de las políticas de inspiración keynesiana y abre otra coyuntura ideológica y política. Haciéndose eco de esta historia, mientras buscan traducirla en sus propias palabras, estas obras tratan de producir al mismo tiempo una redefinición radical del compromiso intelectual, lejos del Partido Comunista y en contra de las opciones que fueran señaladas por Sartre. Y desde este ángulo van a participar de la mutación del panorama político francés. Es por eso que más allá de aquello que distingue a estos filósofos entre sí, podemos encontrar algunos parentescos sorprendentes, préstamos recíprocos, referencias filosóficas cruzadas, temáticas y objetos comunes: crítica del humanismo y del sujeto, crítica de la racionalidad y de la representación, denuncia de la dialéctica y antihegelianismo virulento, teorizaciones sobre el deseo y la sexualidad, promoción de la autonomía, auge de temáticas autogestionarias y de la crítica del Estado, redefinición de los explotados en tanto que excluidos, promoción de un análisis “molecular” del poder y de la micropolítica, crítica generalizada del compromiso político tradicional y de las organizaciones sindicales y políticas, estetización y sofisticación creciente del discurso filosófico. Althusser, al principio muy alejado de estas concepciones, con el tiempo va a acercárseles fuertemente, al menos en algunos puntos esenciales. Este tipo tan particular de convergencia, de la mano de una gran diversidad de tesis producidas, que a veces mantienen diferencias fundamentales entre ellas, certifica que estas filosofías se conectan todas, a través de diversas mediaciones, con el intenso debate público del momento. De ahí es que extraen algunas de sus preocupaciones teóricas principales, sin que eso sea incompatible con una alta tecnicidad filosófica o con una fuerte preocupación por singularizar estilos y conceptos de su escritura. Por lo tanto, para abordar las lecturas que estos teóricos tienen de Marx, se debe transgredir ese tabú que siempre aparece como un poderoso lado “prohibido” para la filosofía, ya sea académica o crítica: el reintegro de ésta en su propio contexto histórico. Por ello es que vamos a proceder a un análisis deliberadamente politizante e historizante de las lecturas sobre Marx producidas por estos tres filósofos de una misma generación, sin conceder nada al determinismo, que se presume marxista y que pretende deducir y reducir de

manera simplificada un discurso teórico a partir de su posición histórica y social. En contraste con este método, basta con señalar que estos autores son también, y sobre todo, actores del período, ya sea como teóricos creadores de tesis que han sido luego ampliamente difundidas y discutidas, pero también en este caso, como activistas que son a la vez profesionales integrados a instituciones con cierto poder social y cultural. Como resultado, es a partir de la cuestión del compromiso del intelectual que se ilumina ese período, y que se constituye el origen inmediato de nuestro mismo presente, aunque como veremos, hoy vuelve a modificarse nuevamente. Se trata de establecer un diálogo crítico y polémico con los tres, lo que al mismo tiempo implica la ocasión de romper con esa actitud aparentemente antidogmática y “respetuosa” que consiste en anexar sin escrúpulos unos pensamientos a otros, uniendo referencias que en realidad son incompatibles. En lugar de prolongar a Marx en Foucault o Deleuze, añadiendo algunos comentarios de Lefort, o una cita de Arendt por si acaso, se trata, al contrario, de poner de relieve los puntos de vista originales y coherentes con los que critican el marxismo para someterlos a la crítica. La persistencia de un pensamiento de tipo marxista hoy, y su posible renovación, tiene mucho que ganar mediante la confrontación con estas obras, y con poner en movimiento, al mismo tiempo, su propia definición, sin fingir un acuerdo preestablecido. A través de la hipótesis de que la relación crítica con Marx constituye el pivot de las obras de Foucault, Deleuze y Althusser, es que se ilumina una dimensión política de la filosofía, que no va acompañada de una tematización acorde, sino incluso a menudo de la negación de ésta, y que tampoco conlleva la forma de una constitución de una filosofía política propiamente dicha. El adjetivo “político” califica aquí, después de todo, como un tipo bien específico de intervención: la elaboración y la difusión de un discurso teórico ambicioso e innovador que se sitúa inmediatamente sobre el terreno de las cuestiones sociales y políticas contemporáneas, sin producir por lo tanto un análisis sobre estas cuestiones. Y es justamente su carácter de “intervención en situación” que exige, para aparecer como tal, colocar o recolocar estas filosofías en su contexto preciso. Aparece así, un rasgo que llama la atención, que es que la filosofía francesa de este

período no existe ciertamente como una escuela, pero que la aparición de nuevas cuestiones teóricas compartidas entre sí, y que los alejan de sus predecesores, constituye un terreno común constitutivo de ella. Por lo tanto, en razón misma de su orientación histórica, la relectura de Foucault, Deleuze y Althusser, es un trabajo que encuentra su razón de ser en el presente. Incluso bajo este ángulo indirecto, que es la lectura sobre Marx producida por los tres filósofos, se verifica que Marx decididamente no es un autor como otros: reencontrar su pensamiento y explorar su obra, es siempre y en el mismo movimiento, confrontar con la cuestión política y enfrentar las lecturas anteriores que ayudaron a dar forma al paisaje intelectual y político del presente. Recíprocamente, leer las lecturas sobre Marx no es jamás simplemente seguir comentario tras comentario, ni dedicarse a anotar en los márgenes, sino que es forzosamente reencontrar la cuestión central de la transformación del mundo, a la luz de las dimensiones teóricas y políticas que lo componen.

El retorno del debate y la urgencia de alternativas al capitalismo La configuración ideológica y política del presente es la heredera directa de tendencias manifestadas en la década de 1960, que se impusieron plenamente y se volvieron verdaderamente visibles recién veinte años más tarde. La inestabilidad creciente de este paisaje heredado llama a revisar esta historia reciente a la luz de la situación de crisis generalizada que caracteriza el momento actual. En el contexto del derrumbe de la experiencia histórica nacida en 1917, asistimos a la crisis del capitalismo contemporáneo, que se expande sin cesar, que abarca todas sus dimensiones, incluyendo aquella de sus ideas y representaciones en un sentido amplio. Desde finales de la década de 1960, para cierto punto de vista, incluso entre aquellos que se proponen desafiarlas, es habitual considerar que la crisis no llega a tocar a las ideas que hacen a la legitimación del capitalismo. Este diagnóstico está en tren de perder su carácter de evidencia: aunque aún de manera relativa, la crisis actual afectará de aquí en adelante también las ideas dominantes, y notablemente su matriz neoliberal devenida hegemónica a partir de la década de 1980. En los últimos años podemos constatar el desarrollo


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de lo que se ha convenido en llamar “pensamientos críticos”1, así como la presencia más marcada del pensamiento marxista, cuya producción aún es menos sistemática. Esto puede querer decir que está a punto de cerrarse una secuencia histórica, a la vez teórica y política, que se instaló en la década de 1970 y que se caracterizó por el retroceso de las luchas sociales y la debacle de las alternativas políticas radicales. Recíprocamente, la otra cara del diagnóstico sobre la crisis también debe ser interrogada. Se ha vuelto parte del sentido común caracterizar el momento como de derrota del movimiento obrero y de las alternativas al capitalismo. También se ha vuelto clásica la idea de que en este paisaje devastado, solo teóricos críticos no marxistas han constituido un polo de resistencia en este período, buscando renovar las condiciones para una intervención política de izquierda, abandonando sus formas clásicas que habrían entrado en una declinación fatal. O esta doble afirmación siempre fue incorrecta, o lo es ahora. En contra de la idea generalizada de que esto sería una simple constatación de los hechos, debe tenerse en cuenta la naturaleza partidaria de esta representación, y de este diagnóstico, y el sesgo de su carácter político, generalmente negado, para poder detener los efectos teóricos y políticos que tienen estas voluntades políticas presentadas como causas que se imponen. Dicho de otro modo, antes que partir de la afirmación de una derrota social y política, que está lejos de ser lineal y general, y que es más bien resultado de retrocesos acumulados e interiorizados como hechos históricos, es necesario analizarla en su larga duración: la derrota pensada como una fatalidad histórica para las clases populares y sus fracciones más politizadas, pero también, y especialmente, una derrota teórica que se impone como una necesidad implacable para los intelectuales, que conduce obligadamente al abandono de toda perspectiva de transformación y a la desaparición de las fuerzas sociales capaces de llevarla adelante. Ahora el recomienzo relativo de la protesta social y la contestación política, viene a invalidar tal conclusión, y supone a la vez un desafío en donde proyectos y ruinas se mezclan inextricablemente. En este plano, ¿las ideas se combinan extrañamente con las prácticas o las cosas están definitivamente en tren de cambiar? Por una parte, en efecto, las ideas dominantes van de mal en peor en sostener una base electoral firme, y más generalmente, conquistar la opinión pública de forma estable, donde amplios sectores se mantienen hostiles a las políticas de contrarreforma liberal en curso, aunque aún son incapaces de obstaculizarlas. Por otra parte, el estallido y la despolitización de la escena intelectual francesa de izquierda está pasando ya; esa propensión a hacer de su impotencia una elección y de la derrota una estética, han dejado en gran medida de alimentar la ilusión de novedosas vías micropolíticas, tan caras a Foucault y Deleuze, que se creyeron aptas para proponerse como una alternativa a la alternativa comunista. Asistimos ahora, no ciertamente a un auge de

teorizaciones críticas globales como tales, pero sí a una investigación creciente acerca de las vías sociales y políticas de ruptura con el capitalismo, aunque difusas, y precisamente por esto mismo, requerimos que estas teorías vayan asociadas a una renovación de las luchas sociales y políticas.

El retorno de la teoría y la política Del lado de las clases dominantes la paradoja es que la desaparición del adversario, por la desaparición de la URSS, pero también por la debacle de los partidos comunistas y el completo abandono ideológico de la socialdemocracia en el capitalismo neoliberal, amenazan el cuadro conceptual de una revancha neoliberal que se alimenta de la demonización de sus adversarios. La fecundidad de la oposición totalitarismo/democracia se ha terminado: poco clarificadora para pensar el presente, no ofrece más un programa de lectura pertinente y movilizadora, y es incapaz de presentar otra perspectiva que no sea la amplificación de las catástrofes sociales y ecológicas en curso, cediendo el paso a la doctrina del “choque de civilizaciones”, y sus concretizaciones policiales y guerreras. La potencia regresiva de una combinación tal no tienen equivalentes históricos: el liberalismo contemporáneo, a la vez victorioso y en crisis, parece que está dispuesto a revivir su peor pasado2. Frente a esta crisis de una ideología neoliberal tan estrecha e inadecuada para cumplir su propia función, se revela más crudamente su cinismo e instrumentalización al servicio de las clases dominantes, en un momento en que está en discusión la legitimidad del modo de producción. Es lógico en este contexto que crezca la necesidad de un pensamiento crítico radical que tenga al capitalismo como su blanco de ataque. Tal pensamiento no se puede hacer sin referencia a Marx, tanto desde el punto de vista del análisis, como en términos de movilización política. El marxismo, por supuesto no ha desaparecido jamás, pero también debe remontar su crisis específica, para revitalizar su dimensión de intervención crítica y política. La relación entre la teoría y la política vuelve a estar en el frente de la escena como una cuestión profunda y urgente, que es imposible no tratar, a riesgo de volver obsoleto el compromiso político, y forzosamente dogmática a la teoría. Así, las líneas incrustadas en el paisaje ideológico-político comienzan a moverse un poco para que sea más visible y menos implacable el horizonte plano de los años glaciares, aunque la batalla solo se ha reanudado. El relativo retorno a la movilización social en este momento no conoce ni conocerá ningún crecimiento lineal. Incluso podemos predecir que va a tener que soportar todos los giros y vueltas, todos los fracasos también, de una recomposición política de la izquierda que se anuncia lenta y difícil. Es por esto que es importante hoy interpelar de nuevo ese diagnóstico de la derrota, tantas veces complaciente, especialmente en aquellos cuya trayectoria intelectual ha abrazado exactamente la curvatura de la secuencia histórica del período. Por lo tanto, el pensamiento crítico contemporáneo debe hacer con urgencia

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un inventario de su propia historia, resolviendo esa tensión interna entre la “liberación” de las teorías globales, por un lado, y la búsqueda de alternativas al capitalismo, por otro, si es que quiere recuperar su vitalidad y reanudar una relación más fructífera y ofensiva entre la política y la historia. Si dejamos de lado el caso complejo y singular de Althusser, la filosofía nacida en la década de 1960 fue capaz de explorar nuevos terrenos de investigación y generar ideas creativas, que el marxismo no siempre percibió correctamente, y que incluso varias veces rechazó. Pero ella también ha concedido a su enemigo el cuadro y las condiciones políticas de su propia definición, procediendo a la liquidación sin reemplazo de sus propios puntos de referencia heredados, sin conseguir inventar una alternativa nueva. No ha sido capaz de producir un verdadero análisis histórico del período en que se originó, que sigue reclamando todavía un pensamiento crítico y subversivo. En la década de 1960 se instaló en un terreno conceptual y cultural de abandono de la elaboración de mediaciones políticas, al mismo tiempo que de saberes totalizantes acerca de un capitalismo decididamente global. Paradojalmente, las resurgencias actuales provienen de una profunda ignorancia de la historia, al mismo tiempo que de la búsqueda de alternativas para la supresión del capitalismo. En este plano, el marxismo tiene que demostrar de nuevo la prueba de su propia capacidad de análisis e intervención estratégica, enfrentando el ángulo muerto de las filosofías francesas de los años 1960-1990. Traducción: Gastón Gutiérrez

1. Razmig Keucheyan, Hémisphère gauche – une cartographie des nouvelles pensées critiques, París, Zones, 2010. 2. Cf. Domenico Losurdo, Controstoria del liberalismo, Bari-Rome, Laterza, 2006.

Isabelle Garo Es profesora de filosofía (París) y presidenta de las GEMA (edición de las obras completas de Marx y Engels en francés). Es miembro de los comités editoriales de las revistas ContreTemps y Europe. Autora, entre otras obras, de Marx et l’invention historique (2012) y de L’Or des images: Art - Monnaie - Capital (2013). Este artículo es una versión resumida y actualizada especialmente por la autora de la Introducción al libro Foucault, Deleuze, Althusser & Marx, París, Demopolis (2011).


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IDEAS & DEBATES

Ilustración: Sergio Cena

El psicoanálisis en cuestión Claudia Cinatti Miembro del staff de la revista Estrategia Internacional, Lic. en Psicología.

Es innegable que Buenos Aires aún continúa siendo una de las principales “capitales del psicoanálisis”. Términos como “lapsus”, “inconsciente”, “histeria” o “represión” han salido del diván y devenido patrimonio de los significantes culturales de uso extendido en la vida cotidiana. Sin embargo, también es un hecho que el psicoanálisis viene resignando

su hegemonía teórico-clínica, desplazado por un abanico de terapias breves y otras escuelas psicológicas1, como la terapia cognitiva y la neuropsicología, que acompañan la creciente medicalización del sufrimiento psíquico y el malestar subjetivo. Esta tendencia a medicar la queja, la angustia e incluso la “hiperactividad” de niños desobedientes,

no ha hecho más que profundizarse. La publicación de la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) encendió las luces de alarma en diversas asociaciones de psiquiatras y psicólogos (empezando por el exeditor del DSM-IV, Allen Frances)2 por la ampliación del uso de la etiqueta de enfermedad mental a un arco cada vez mayor de comportamientos,


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aumentando exponencialmente las posibilidades de tratamiento farmacológico, de dudoso éxito terapéutico pero muy redituable para la industria farmacéutica3. El imaginario del diván está siendo sustituido por la fantasía de la “pastilla salvadora”. Los psicoanalistas han respondido de diversas maneras ante esta crisis. Para algunos solo alcanza con reclamar la herencia autorizada de Freud y Lacan para seguir ocupando el lugar tradicional que históricamente ha tenido entre las clases medias ilustradas de las grandes ciudades. Otros consideran necesaria una revisión autocrítica que permita estar a tono con los nuevos tiempos y evitar caer en posiciones abiertamente reaccionarias4. Desde una perspectiva marxista, sigue estando planteado un examen crítico de los fundamentos teóricos del psicoanálisis como condición para rescatar el núcleo de verdad sobre la constitución subjetiva de su envoltura mistificadora.

¿De “método peligroso” a “gendarme edípico” de las buenas costumbres? En sus inicios, el psicoanálisis fue portador de una crítica a la doble moral de la sociedad burguesa y a la desigual distribución social de la carga de la represión: sobre los niños y las mujeres, y, posteriormente, sobre las clases populares. Indudablemente, más allá de que Freud nunca pretendió elaborar una teoría (ni una práctica) crítica de la sociedad capitalista, sus hallazgos científicos –notablemente el inconsciente y el estatuto de la sexualidad (infantil)– desnudaron el enorme costo subjetivo de la represión sexual, la que, a pesar de las oscilaciones teóricas del propio Freud, es lícito interpretar como proveniente del “afuera” (o de su subrogado psíquico, el superyó), sobre todo si tomamos las formulaciones de los textos “sociológicos”, esto es, El porvenir de una ilusión (1927) y El malestar en la cultura (1930), cuyas principales tesis están ya anticipadas en La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna (1908). Esto le valió a Freud, a pesar de ser un “conservador ilustrado” (Roudinesco), la condena de muchos de sus colegas de la Sociedad Médica y de las diversas iglesias. Y también atrajo la atención de muchos marxistas, empezando por Trotsky que, como es conocido, reflexionó en varias oportunidades sobre la teoría freudiana y era uno de los defensores del derecho a ejercer la práctica analítica, que efectivamente se desarrolló durante los primeros años del Estado obrero revolucionario ruso5, y que luego fue prohibida por el estalinismo. Hoy, a más de un siglo de su fundación, nadie diría que la terapia creada por Freud sigue siendo un “método peligroso”, parafraseando el título de la muy buena película de Cronenberg. Sin dudas ha sido metabolizado y, desde hace tiempo, es parte del “mainstream” cultural e ideológico, lejos de toda pretensión contestataria. Si vemos el rol social actual del psicoanálisis, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que nada queda de esta exposición de la hipocresía moral de la sociedad burguesa, aunque más no sea en el síntoma neurótico, que fue su sello de origen a fines del siglo XIX. Es evidente que a la luz de la nueva explosión de subjetividades diversas que reclaman sus derechos y su

reconocimiento, una teoría que sostiene como clave de la constitución subjetiva una lógica binaria de diferenciación sexual –incluso por detrás de la definición de bisexualidad constitucional freudiana– no puede considerarse subversiva ni provocadora. Todavía hay instituciones que mantienen a la homosexualidad dentro del estatuto marginal de las perversiones a la que ha sido condenada, después de que Freud la rescatara del universo de las “enfermedades” y que la presión de los movimientos por los derechos civiles obligara a principios de la década de 1970 a sacarla de la lista de enfermedades mentales de los manuales de psiquiatría. Aunque resulte increíble, hubo que esperar hasta 2003 para que la IPA desistiera de discriminar a los psicoanalistas homosexuales6. Por fuera del ámbito de las instituciones analíticas, las consecuencias sociales de estas posiciones conservadoras son francamente reaccionarias, como se pudo ver en la oposición activa de psicoanalistas franceses a la ley de matrimonio igualitario y de adopción de hijos para parejas homoparentales, que de hecho los ubicó en el campo de lo más rancio de la derecha católica. En un documento escandaloso, firmado por varios psicoanalistas, se sostiene que si bien la legislación sobre el matrimonio igualitario responde a una demanda legítima de igualdad de derechos sociales, “desconoce la diferencia existente entre la unión heterosexual y la unión homosexual en cuanto a la procreación, la filiación biológica heterosexual y el derecho del niño a conocer ese origen”. Y más adelante afirma que: La diferencia de sexos no es un asunto ideológico sino de la realidad y de la estructuración: Ella proviene a la vez de la anatomía (código genético), y de un proceso psico-afectivo (importancia de la función paterna en el complejo de Edipo) que estructura al niño, le permite tornarse hombre o mujer y desear al sexo opuesto en un encuentro que volverá posible la procreación. Para la posición homosexual, el deseo no está anudado a la diferencia sino al mismo sexo, lo que torna imposible la procreación7.

En una entrevista, la historiadora y psicoanalista E. Roudinesco, que desde hace tiempo viene alertando sobre esta domesticación del psicoanálisis, hace un diagnóstico lapidario de esta situación. Según ella, los psicoanalistas: ...no producen trabajo teórico. Sus sociedades funcionan como las corporaciones profesionales. Condenan la homoparentalidad; la procreación asistida o la omnipotencia materna contra la función paterna, esto es grave: los psicoanalistas no deben erigirse en gendarmes de la buena conducta en nombre del Complejo de Edipo. Hacen los diagnósticos en los medios y han abandonado la cuestión política: mayoritariamente son estetas escépticos desvinculados de la sociedad8.

A la derecha y a la izquierda de Freud No hay un cuestionamiento ni una explicación unidireccional de en qué consistiría esta crisis, aunque las publicaciones de los últimos años,

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como El libro negro del psicoanálisis (2004, AA.VV.) o Freud. El crepúsculo de un ídolo (2010, M. Onfray) parecen seguir el movimiento a derecha del péndulo en el terreno de la interpretación y el tratamiento de las enfermedades psíquicas. Este tipo de crítica reproduce muchos de los viejos prejuicios y dogmas biologicistas que, con pretendido lenguaje “científico”, son el complemento ideal de las terapias psicofarmacológicas. Como contrapartida de esta ofensiva, han surgido corrientes críticas que tardíamente intentan poner el psicoanálisis a tono con la enorme reversión ideológica de derecha a izquierda que, con todos sus límites, notablemente su falta de punto de vista de clase, se viene operando desde el surgimiento del movimiento altermundialista y que, sobre todo a partir del estallido de la crisis capitalista, ha restablecido el lugar del marxismo como crítica a la sociedad de explotación. Algunos ejemplos de esta tendencia (minoritaria) son los Estados Generales del Psicoanálisis9 o las elaboraciones de S. Zizek tratando de sintetizar –sin éxito– el marxismo y la teoría lacaniana en una ontología del sujeto revolucionario10. Sin embargo, todo indicaría que no han podido sacudir el conservadurismo teórico e institucional que imponen quienes se autorizan para administrar la herencia de Freud y Lacan. Desde el punto de vista de quienes nos reivindicamos marxistas, la delimitación con respecto a la crítica “por derecha”, aunque necesaria, no es suficiente por sí misma para fundamentar una toma de posición. ¿Es posible y deseabe hacer una crítica “por izquierda” –marxista– al psicoanálisis actual? Tras el notorio fracaso del llamado “freudomarxismo” y el divorcio cada vez más profundo de las instituciones analíticas con respecto a los procesos sociales y políticos en nombre de la “neutralidad”, ¿sigue planteado intentar si no una síntesis, al menos un diálogo entre psicoanálisis y marxismo? ¿O el conservadurismo heteronormativo, como plantea D. Eribon11, determina el carácter reaccionario del psicoanálisis (principalmente lacaniano) y lo hace irrecuperable para el cuestionamiento de las represiones impuestas? Indudablemente, este sigue siendo un terreno abierto a la polémica, empezando por el hecho de que es tan poco lícito hablar de un campo unificado del psicoanálisis como del propio marxismo.

Freud vs. Marx. Una introducción a la polémica Sería ilusorio pretender dar en unas pocas páginas una respuesta acabada a controversias que datan de más de un siglo de antigüedad. Pero toda crítica debe comenzar por un examen de los supuestos teóricos que han llevado al psicoanálisis, no ya como clínica sino como teoría explicativa de la subjetivación, a ver la realidad desde la óptica estrecha del conflicto interno del psiquismo, con una suerte de naturalización del predominio masculino expresada en un concepción falocéntrica de la sexualidad, y a elevar a naturaleza humana genérica las características psíquicas que, sin lugar a dudas, tienen profundos determinantes históricosociales. Esto implica, en primer lugar, poner a »


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IDEAS & DEBATES

“El imaginario del diván está siendo sustituido por la

fantasía de la ‘pastilla salvadora’. Los psicoanalistas han respondido de diversas maneras ante esta crisis.

discusión la pretensión del psicoanálisis como teoría construida sobre la “clínica de lo particular” y su consiguiente neutralidad, explicitando concepciones filosóficas, históricas y políticas que informan la teoría. A modo de adelanto de futuras discusiones, dejaremos planteada la principal divergencia teórica entre la concepción anímica de lo social en Freud versus la concepción materialista en Marx. Para Freud, por sobre las condiciones materiales, que indudamente reconoce mucho más que sus seguidores, priman las determinaciones psíquicas. En síntesis la tesis “materialista” de Freud es que efectivamente los hombres, a lo largo de la evolución, descubrieron que podían mejorar su situación frente a las fuerzas hostiles de la naturaleza por medio del trabajo, para el que es necesaria la cooperación y, por lo tanto, la vida social, que requiere a cambio limitar la vida sexual al amor genital, heterosexual y monogámico, lo que produce neuróticos. Este sacrificio es mayor para las grandes masas que para la minoría dominante. Pero el nudo en cierto sentido materialista de esta tesis es negado por la postulación de una hostilidad primaria, una cuota de agresión, que encuentra su expresión en pasiones más fuertes que cualquier interés racional. Esto lleva a Freud a polemizar con la versión vulgar del marxismo y el “comunismo” que adopta como propia: la abolición de la propiedad privada destruiría un instrumento de la agresión pero no eliminaría el “mal” porque la hostilidad en que se sustenta es previa a la instauración de la propiedad privada. Si desapareciera la desigualdad social, todavía quedaría la desigualdad sexual. Y si fuera liberada la sexualidad de sus represiones y se disolviera uno de los agentes de esta represión, la familia, persistiría el rasgo agresivo indestructible, característico de la naturaleza humana. Este núcleo idealista de la explicación freudiana sobre la constitución de la sociedad y las diferencias de clase, sirve para justificar lo existente en nombre de un pesimismo ilustrado, y limitar

el campo de acción a la clínica individual alumbrada por estas concepciones. La explicitación de estos fundamentos, por medio de un ejercicio en cierto sentido “deconstructivo”, está ausente de la formación académica y de la reflexión actual, lo que impide no solo la comprensión de las diversas teorías psicoanalíticas, sino sobre todo, el debate intelectual honesto. Desarrollar esta crítica teórica (y práctica) fue uno de los propósitos de la llamada “izquierda freudiana” surgida en la década de 1920, cuyos principales exponentes fueron O. Fenichel, W. Reich y S. Bernfeld. Este objetivo fallido fue retomado posteriormente por J. Bleger y el movimiento Plataforma Internacional. Quizás ha llegado el momento de retomar este camino.

$913 millones, encabezando la lista de ventas de medicamentos. Un minucioso estudio del Observatorio Argentino de Drogas, realizado en 2010, indica que 3.303.629 personas de entre 12 y 65 años de edad habían consumido tranquilizantes o ansiolíticos. Una mirada específica sobre el consumo de psicofármacos en Argentina 2012, disponible en http://www.observatorio.gov.ar/.

1. Sobre este tema ver, por ejemplo, E. Roudinesco, Por qué el psicoanálisis, Madrid, Paidós Ibérica, 2000.

7. “Matrimonio homosexual, derecho del niño y función paterna”, documento publicado en Lacan Quotidien 281, enero de 2013, a pedido de Jean-Pierre Winter. Disponible en: www.eol.org.ar. La amplia circulación de estas posiciones hizo que Jacques Allen Miller se diferenciara públicamente firmando un manifiesto aparecido en Le Nouvel Observateur y rechazara la oposición al matrimonio igualitario en nombre del psicoanálisis. Ver: “Entrevista acerca del matrimonio para todos con Jacques Allen Miller”, 10 de enero de 2013, disponible en: www.eol.org.ar.

2. Las discusiones en torno al DSM-V datan de los inicios del trabajo de la quinta revisión del DSM, en 1999 y abarcan desde la validez de los diagnósticos estandarizados basados en criterios biomédicos hasta la modificación en la pauta de conflicto de intereses, que ha permitido que el proyecto estuviera dirigido por psiquiatras que se han desempeñado como consultores de grandes laboratorios como Eli Lilly. Poco antes de su publicación, el National Institute of Mental Health de Estados Unidos anunció que va a dejar de usar las categorías diagnósticas del DSM, aunque la crítica está enfocada desde un punto de vista reduccionista. Entre las innumerables notas aparecidas en la prensa no especializada sobre este debate se encuentran: “Lost in the forest”, I. Hacking, London Review of Books, Vol. 35, Nro. 15, 8-15 de agosto de 2013; “The Illusions of Psychiatry”, M. Angell, New York Review of Books, 14 de julio de 2011; “Psychiatric diagnosis. Thesis antithesis and synthesis”, The Economist, 14 de octubre de 2010. 3 Según un estudio del INDEC, en el último trimestre de 2012 la facturación de psicofármacos en Argentina creció un 37,5% comparado con el mismo trimestre del año anterior, lo que representó una suma de

4. Ver por ejemplo, A. Badiou y E. Roudinesco, Jacques Lacan. Pasado-Presente, Bs. As., Edhasa, 2012. 5. Sobre la relación de Trotsky y otros dirigentes del bolchevismo ruso con el psicoanálisis y su desarrollo en los primeros años de la Unión Soviética, ver por ejemplo: Trotsky y el psicoanálisis, J. Chemouni, Bs. As., Nueva Visión, 2007 (aunque no compartimos las posiciones del autor sobre el régimen soviético revolucionario) y Freud y los bolcheviques, M. Miller, Bs. As., Nueva Visión, 2005. 6. En una entrevista a propósito de la publicación de su libro La familia en desorden, E. Roudinesco recuerda la posición homofóbica asumida por al menos dos tercios de los psicoanalistas en el debate sobre el matrimonio igualitario y la ley de adopción en el período 1997-99 en Francia. Ver: “La homosexualidad va a banalizarse”, Actualidad Psicológica, junio de 2004.

8. “Fuat-il brûler la psychoanalyse?”, Le Nouvel Observateur, 19 de abril de 2012. 9. Convocatoria lanzada por René Major para debatir ampliamente la situación del psicoanáilsis. La primera reunión se realizó en París entre el 8 y el 11 de julio de 2000 10. Oportunamente, hemos criticado la posición de Zizek que tratando de sintetizar teorías contrapuestas en los fundamentos, termina en un eclecticismo con predominio del lacanismo sobre el marxismo. Ver: “A propósito de una lectura de El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política de Slavoj Zizek”; C. Cinatti, Estrategia Internacional 19, enero 2003. 11. D. Eribon, Escapar del psicoanálisis, Barcelona, Ed. Bellaterra, 2009.


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por un teatro que exprese la conmoción de lo político

Fotos: Fernando Lendoiro

Eduardo “Tato” Pavlovsky, dramaturgo, actor, psicoanalista y pionero del psicodrama, de las terapias y clínicas grupales, recibió a Ideas de Izquierda en su casa. Conversamos de su vida y proyectos, y de la actividad teatral tanto durante la dictadura como contemporánea; especialmente de cómo ve a las nuevas generaciones.

IdZ: Hablemos de Asuntos pendientes. Como en muchas otras que hiciste (se me ocurre pensar en Solo brumas o en Potestad), tiene un punto destacable que es un golpe a la clase media; una seguidilla de críticas a la subjetividad de ese estrato social tan particular, que desprecia a los sectores populares al mismo tiempo que admira a las clases pudientes… para no alcanzarlas nunca y vivir frustrada. ¿Vos buscás conscientemente esa crítica? Potestad es, más o menos, una idea teórica que después la leí en Hannah Arendt. La idea de ella y lo que yo escribí son exactos. La sensación de lo horrible que es el parecido que hay en la cotidianeidad del torturador y la gente común. Vos escribís pero siempre mirás, recogés lo que estás haciendo como crítica particular. Esta obra [Asuntos pendientes] es una crítica particular a la pobreza, a la infancia y al descuido. Y además a la pérdida de los valores tradicionales de la burguesía, como lo edípico, como contención… Y hay muchas otras cosas, como el incesto, los asesinatos, y los cambios de roles –que yo hago mucho eso: un personaje mío va cambiando,

cuando va caminando cambia con el otro, y el otro también cambia cuando yo vuelvo–. Es una obra que puede interesar a muchos. Sobre todo es una obra que no te permite ir comprendiéndola en todo momento, porque vos vas así y de repente ¡ay, ¿y ahora?!, y ¡ay, ¿y ahora?!... IdZ: No hay un relato lineal. ¡Claro! No hay una historia; lo que hay son tensiones muy fuertes; los personajes están ligados siempre por cosas sexuales muy intensas (fallidas, como las del protagonista mío). Es más bien una obra como las de [Samuel] Beckett… ¿Beckett qué carajo quiere decir? Si lo leés muy bien –como yo lo he estado leyendo últimamente–, él enfoca el tema de un devenir nuestro. Una parte de lo humano nuestro occidental (por lo menos) transcurre en lo que él dice. Entonces, la ves y la rechazás, porque es el lado más oscuro, el más jodido del sentido humano. Es una obra del deterioro, de las preguntas, del acabóse, de la muerte… Él toma esos temas. Yo politizo más. Pero no me cabe la menor duda de que lo que más me ha »


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CULTURA Teatro

“A mí el psicodrama me dio una elasticidad para pensar

lo dramático, para soltar los personajes en el sentido más stanislavskiano.

doy 100 pesos”. Tiene que ir a tal dirección y llevar un paquete. ¿Cómo se lucha contra eso? Yo creo que no se puede luchar… Que son mentiras todos los planes que se van a hacer contra la, ¿cómo la llaman, “inseguridad”?... ¡No es posible!, con las ideas represivas, bajando la edad de imputabilidad... No. No es posible porque el aparato institucional de la droga está maravillosamente bien organizado, con el dinero, con la compra del tipo (no te digo los chicos; digo los políticos, la policía, la cultura…); porque pareciera que hablamos de los chicos a los que sobornan para que rompan los vidrios de los autos (y [en Asuntos pendientes] al final se descubría que a quienes rompían el coche eran los mismos que habían contratado a los chicos para romperlos). IdZ: En relación con la experiencia del exilio, ¿cómo y cuándo llegó?

impactado en el teatro en mi vida –lo que me convirtió en hombre de teatro siendo médico (aunque yo nunca dejé la medicina)– fue Beckett. Me llevaron una vez a ver Esperando a Godot… ¡La puta, qué es esto! ¡Una Biblia de la angustia!... Y sin angustia los protagonistas: la angustia te volvía para la platea. ¿Vos viste Potestad? IdZ: Sí, sí… En el primer momento, uno se compadece del tipo… IdZ: Comienza todo con una escena familiar, donde el tipo está ahí, con su señora y su hija… Hasta que suena el timbre ¡y ahí empieza a cambiar todo! ¡Claro! Cuando suena el timbre ahí se la llevan [a la hija] y queda el hombre desesperado. ¡Se llevan a la mujer de su vida! En la película la escena era muy jodida: la nena estaba ahí, en el baño, y yo tenía que agarrarla ¡había una nena en serio! Ahí tenía que agarrarla y besarla… ¡y la rapto! Ahora: hay una confusión. El rapto, la violación, la tortura, la picana… son dispositivos sintónicos con la formación. No es que “vos vas a torturar”… En lo que te han educado te enseñan que la tortura es normal, institucionalmente, para la construcción de un nuevo poder. Les dicen “Son anormales”… No: ¡el tipo es normal! No es un tipo sádico. Es un normal que quiere tener un hijo, y, formado como ha sido formado, es un médico –que en la reflexión es un médico formado por la policía–, y le dan una nena ¡y la cría muy bien, y la adora diez años! Entonces me decían –la crítica era–: “Lo que pasa es que yo en la obra estuve con un tipo al que no podía identificar y me di cuenta a los cincuenta minutos de que es un hijo de puta…”. ¡Claro, ese es el problema! Y lo terrible es esto: ¡lo terrible es la normalidad que puede haber en la institución de la tortura! La gente no debe rechazar al torturador, sino que debe

tratar de estudiar el círculo, la formación, la ideología, el momento histórico… IdZ: Vos al mismo tiempo que te dedicaste al teatro nunca dejaste el psicodrama y la terapia como actividad. En un reportaje que salió recientemente en Página/12 decías que seguías yendo a grupos. Sí, sí. Yo trabajo. Vivo de la terapia grupal. IdZ: ¿Y cómo conviven estas dos actividades? ¿Tienen características en común? ¿Se complementan, “dialogan”, sirven para criticarse mutuamente? Por lo pronto vamos a entender una cosa: a mí el psicoanálisis no me sirvió un carajo para entender la tortura… El psicoanálisis que “lo comprende todo”. No. Yo lo busqué más sobre la militancia, los datos, la información de la gente. Pero sí: a mí el psicodrama me dio una elasticidad para pensar lo dramático, para soltar los personajes en el sentido más stanislavskiano (los personajes míos, por lo menos). Pueden salir de su silueta psicológica e histórico-social y hacer otras cosas en el momento. Lo que sería una pulsión. ¿No? Yo ahora teniendo relaciones con tu mamá, con tu suegra. ¡Y el pibe [en Asuntos pendientes] tiene relaciones con la mamá y el padre lo felicita! El padrastro, bah… IdZ: Algo muy subversivo para las “formas” tradicionales de la familia… ¡Pero claro! Y pensá en el Norte. ¡Pensá que en el Norte hay un incesto impresionante! Y en la provincia [de Buenos Aires] también. Se está en unas condiciones paupérrimas. Se ha “institucionalizado” el incesto como parte del lugar donde se vive –como se ha “institucionalizado” la vinchuca, el “mal de Chagas”, como “normal”, donde hay paja como vivienda–. Para mí hay un sector de la población que es intocable. El sector más paupérrimo; el que ya no tiene voz. Están en la esquina y: “Tomá, te

El exilio mío comenzó con Telarañas. Telarañas es una obra que trata sobre el fascismo interiorizado en la familia. En donde la familia es una entidad muy fascista. En las relaciones personales; no en “el hacer política”… En lo humano. Y por eso que yo escribí me llamaron de la intendencia y me dijeron: “Si no lo sacás mañana, cagás fuego”. IdZ: ¿En qué año fue esto? En el ‘77. Yo le dije: “Mirá… sí, la voy a sacar”. Pero al final no: se me hacía el matón y le dije: “Yo tengo hijos; me da vergüenza sacar una obra mía… ¡Sacámela vos! ¡Sacámela vos!”. Y había un decreto que decía que yo atacaba a la familia. ¡Y un mes después me vinieron a buscar “los gasistas”… ¡que eran los torturadores! Ponían gasistas… ¡Yo lo hice en la obra pero ellos lo hicieron en la realidad! Tocaron el timbre y dijeron: “Somos los gasistas, queremos revisar”… ¡Eran como quince! Y entraron, eran chicos jóvenes. Dijeron: “¿Dónde está el doctor?”. Y mi secretario se dio cuenta de que había algo raro. Y entonces me tocó arriba –yo atendía arriba, en una azotea–, y me dijo: “Hay unos señores gasistas acá…”. [Levanta las cejas y abre grande los ojos]. Y entonces yo rajé. Pero le dije a los pacientes (yo estaba atendiendo, ¡y un grupo!): “Miren, yo me tengo

Asuntos pendientes Esta obra, de su autoría, es la que actualmente Pavlovsky está presentando, todos los viernes, en el Centro Cultural de la Cooperación. Con dirección de Elvira Onetto y las actuaciones del propio Pavlovsky, Susana Evans, Paula Marrón y Eduardo Misch, continuará presentándose en ese espacio en 2014.


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que ir, porque me están buscando…”. Se quedaron todos petrificados. IdZ: ¿Te fuiste saltando por los techos? Por los techos… sí. Le habían puesto una bomba además a [El Señor] Galíndez. En el [Teatro] Payró. Y después estuve en Uruguay, en Brasil un poco, y salí para Madrid. Yo fui un exiliado de lujo. ¡De lujo! Porque me editaron las obras de teatro, me editaron todo lo que había escrito en psicología, ¡y vivía bien! A mí me daba vergüenza, vivía bien porque era muy conocido. Era médico español además. Entonces yo era conocido y la gente se anotaba para estar conmigo en grupos. IdZ: ¿Y en qué año volviste al país? En el ‘80, ‘81. IdZ: ¿Y cómo fue tu experiencia política, tanto en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) como en el Movimiento al Socialismo (MAS)? Con el PST fue más pura la experiencia diría… ¡[Juan Carlos] Coral era un tipo muy particular! Y era más pura, más linda. Empecé a militar en el ‘71, y fui candidato en las elecciones del ‘73. Después en el MAS tuve algunas complicaciones, porque querían hacerme ver que yo era un intelectual. Por lo pronto estuve en dos elecciones, en la primera era décimo en la lista. No me importaba. ¡Pero me pareció mucho! Entonces me explicaron que no era obrero; como yo no era de la clase obrera… Y yo les decía: “¡Trotsky tampoco! ¡Y Lenin tampoco!”. Les decía: “Yo creo en la Revolución Rusa, creo en el socialismo, creo en el comunismo. ¡Y cada cual desde el lugar que está! Yo con artículos, con luchas… con teatro. Desde la cultura.” IdZ: Te quería preguntar por algo que dijiste en las últimas entrevistas respecto de tus lecturas de varias biografías de Stalin. ¿Estás preparando algo con Norman Briski? Sí. En un momento me interesó muchísimo enterarme de la vida de Stalin, de sus primeros años. La vida de esos primeros años es algo que nadie sabe. Stalin era un tipo que, a los once años, estudiaba en el colegio religioso…. Y ha salvado luego a gente cristiana. ¡Mató a todos los comunistas!, pero cristianos salvó muchos… ¡Este Stalin era un loco! Tenía una organización de la delincuencia, en Georgia, que estaba muy bien hecha, y era muy valiente, y muy criminal… Y entonces me interesó seguir la vida íntima: el padre, la madre… Empecé a pensar en escribir algo… pero lo escribí para Norman y siguió de largo, en la improvisación ¡es el actor ideal para mí! Pero bueno: en el medio a mí me operaron del corazón. Y eso ya me marcó una pérdida de interés en algunas cosas que estaba entusiasmado. Y se me fue yendo la idea…

IdZ: ¿Estás al tanto de las obras teatrales que se hacen actualmente en Buenos Aires? Sí. ¡No todas!... ¡Para eso tendría que estar un año y medio viendo! Pero el fenómeno teatral en la Argentina es extraordinario. No he visto obras de calibre político. O de calibre ideológico donde se viva eso. No con anécdotas, sino que esté en el cuerpo del tipo. No lo he visto. La gente joven ha tomado más el teatro como búsqueda de la identidad; de la búsqueda de una nueva identidad –que me parece muy bien: reunirse un grupo, trabajar–. Pero no he visto en la dramaturgia obras que me conmovieran a ese punto. Además, algunos directores son excepcionales. Genios como [Daniel] Veronese salieron de la investigación y se pusieron a hacer algo muy hábil: como los directores argentinos son muy buenos, la cosa es comprar una obra americana, y agarrar a tres o cuatro [actores] de acá muy buenos –que siempre hay actores muy buenos–, hacer una obra y ¡éxito total! Entre los actores muy buenos, la obra muy buena y la dirección muy buena… Pero para mí Veronese es el de [el proyecto] “Periférico de objetos”. Digamos, un monstruo de la creatividad… A mí me dirigió [La muerte de] Marguerite Duras, una obra mía. Muy buena experiencia para mí. Es rarísimo: parece que no dirigiera. “Bueno: a ver decí algo ahí… ¡ahí ahí ahí! Esa parte contra la pared, ahí…”. ¡Entonces vos vas caminando y él haciendo la obra! Yo quisiera ver a la juventud que está –¡que están ellos!– exponiéndose, como expresión de lo ideológico ahora, por ejemplo. Que haya una lucha entre un tipo de La Cámpora y un tipo socialista. Una lucha ideológica ¡pero después las contradicciones de los dos! ¿Entendés? Uno es el otro y el otro es uno. Que sería algo de la conmoción de lo político en la gente joven –eso, no lo he visto–. Pero bueno: mucho ha hecho el teatro argentino. El fenómeno de Teatro Abierto, por ejemplo. Hoy Teatro Abierto es un fenómeno conocido a nivel mundial.

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IdZ: Esa movida que arranca en el ‘81… Sí. Ahora agarran las mejores diez producciones, y hay una obra mía ahí –que yo no sé cómo la escribí. Yo estaba haciendo una obra con [Carlos] Carella, que era un gran actor–, Cámara lenta. Cámara lenta trataba de la vida de un boxeador arruinado, que el manager acompaña; le traía una puta de vez en cuando… Y en ese momento me llamó [Roberto “Tito”] Cossa y me dijo: “Tenés que escribir algo porque estamos organizando un movimiento político-cultural, teatral, de la gente que no puede entrar a los teatros oficiales, que no puede estar en televisión”. “Bueno, yo voy a tratar de escribir una obra… ¡pero estoy muy metido en la otra! Y estoy atendiendo… ¡voy a explotar! Bueno: voy a tratar de hacer una obra, aunque sea corta”. Y empecé a escribir –¡sin mirar!–. ¡Y escribí una obra que es interesante! Se llama Tercero incluido. Es una obra que escribí antes de la invasión a Malvinas. Es un tipo que ha enloquecido porque piensa que van a invadir. De una clase media… ¡enloquecido!, lleno de aparatos y leyendo a [Karl von] Clausewitz. Y la teoría de la guerra. ¡Y la mujer está loca de excitación sexual! Y él ve en todo al enemigo, en la calle… Es interesante la dualidad entre el sexo y la guerra, ¿no? Teatro Abierto fue una epopeya. Porque en realidad, Teatro Abierto se convirtió en un acto político. ¡Fue tanta gente, y todo tan apurado…! Y al otro día una bomba en El Picadero. ¡Un día duró! Después otros teatros –muy bien– ofrecieron los lugares. Pero se acabó la epopeya, y lo que quedó fue la marca de la resistencia. La producción era “comunista”, no existía producción ahí. Se hacía con la plata que se juntaba. Entrevistó: Demian Paredes.


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CULTURA Letra & Música

MILES DAVIS

Ilustración: Hidra Cabero

Fernando Aiziczon Historiador, UNC. Los blancos solían hablar de cómo John Hammond descubrió a Bessie Smith. Mierda, ¿cómo iba a descubrirla si ya estaba allí? Y si él la hubiera realmente “descubierto” y hubiese hecho por ella lo que correspondía, lo mismo que hizo por otros cantantes de raza blanca, Bessie no hubiera muerto como murió en una carretera perdida en Mississippi. Sufrió un accidente y se desangró hasta morir porque ningún hospital blanco quiso acogerla. Esto es una chorrada como la de que Colón descubrió América…¡cuando los indios ya estaban aquí! ¿Qué clase de historia es ésta, sino la mierda de historia de los hombres blancos? Miles Davis1

Condición negra y “crítica” blanca Este es Miles Davis, un trompetista de jazz, negro, norteamericano, que vivió entre los años 1926-1991, que siempre sostuvo que el jazz es música negra, y que esa música es el único aporte de Estados Unidos al mundo. Y punto. Davis atravesó las corrientes más creativas del jazz y lo empujó para evitar que se transformase en objeto de museo o en objeto de crítica “blanca”. Por crítica entiéndase todo intento de la cultura blanca norteamericana por domesticar, hacer comprensible, clasificable y fundamentalmente negociable al jazz. En este punto Davis siempre hostigó a la crítica blanca (que se expresaba en las prestigiosas revistas Metronome o Down Beat y que tenían el poder de hundir o inventar un músico), pero su combate era en lo esencial un gesto político-cultural: lo blanco

roba, copia y degrada a lo negro. Lo negro, por condición subalterna, está condenado a inventarse al infinito para poder escapar de la comprensión blanca y así lograr la libertad. Claro que este camino es muy duro porque la mayoría de los negros no coincide en este diagnóstico y eso complicará todo. Es que Miles Davis es un negro norteamericano, es decir, un sujeto empapado en una cultura enormemente compleja y que se forja en el ojo (y el oído) del capitalismo post Segunda Guerra Mundial. En un extremo, Davis reniega de músicos negros como Dizzy Gillespie o Louis Armstrong, que ofrecían al público norteamericano sus sonrisas amplias y sus reiteradas payasadas que hacían despachurrar de risa a la crítica; en otro extremo, Davis denuesta a los experimentos jazzísticos más vanguardistas y por lo mismo ligados a grupos radicales como el free jazz de Ornette Coleman o la búsqueda espiritual de John Coltrane y sus “extravagancias esotéricas”, ligados al movimiento negro generado en torno de los Panteras Negras; a poetas como Amiri Baraka, la moda de peinados afro, o los puños cerrados alzados al aire. Davis oscila entre esos extremos en busca de su propio estilo, rechazando tanto el formato comercial como la obsesión por la velocidad o el toque frenético y plagado de notas que ya hace escuela con el Bebop.


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La música es cuestión de estilo, dice Davis, y él siempre buscará distinguirse con su sonido, jugar con intervalos, multiplicar polirritmias, distorsionar el sonido de su trompeta, innovar con escalas y tonalidades, vestirse sofisticado, buscarse como un “negro inglés” y cosas así que lo harán un músico inigualable; pero él lo sabe bien, a fin de cuentas es negro, intente lo que intente será discriminado racialmente, perseguido por cuanto policía blanco lo viera. Por eso, el mejor modo de sentirlo (obviemos el comprenderlo) es a través de su música, de su trompeta, logrando como él mismo decía: que ni el cielo fuera un límite. You’re Under Arrest (1985) o Amandla (1989), que significa libertad en lengua zulú, evocan tragedias a lo Bessie Smith, o a su propio padre, también dejado miserablemente en la calle por una ambulancia blanca que pasó a su lado sin asistirlo.

Del Bebop a los “acordes milesianos” No estaba dispuesto a hacer payasadas a cambio de que un hijo de puta blanco, racista e incapaz de tocar una nota, me dedicase elogios. Miles Davis Miles Dewey Davis III educa tempranamente su oído con la música negra que se hace en Saint Louis y Nueva Orleans. Le gusta el blues y se apasiona de pequeño escuchando por radio “Harlem Rythms” (cumpliendo con el rito negro de apagar la radio cuando sonaba música blanca). De familia negra acomodada, accede a estudios de trompeta hasta que ingresa a la Julliard School, una escuela de música de blancos que lo forjó en teoría musical y también le brindó fundamentos para consolidar su apreciación sobre el por qué del racismo hacia el jazz. La Julliard School estaba en Nueva York y ese era el lugar donde Miles quería estar pues allí tocaban sus dos grandes maestros: Charlie Parker (Bird) y Dizzy Gillespie (Dizzy), con los que luego compartirá banda y escenarios en el mítico bar Minton’s, la “capital mundial del jazz negro”, un bar donde la élite negra asistía a escuchar también a monstruos de la talla de Duke Ellington, Fats Navarro, Thelonious Monk, Bud Powell, Max Roach y tantos otros. Verdadera usina de ritmos y estilos, el Milton’s pulió el Bebop, un estilo de fraseos cortos, rápidos y agudos (el himno de ese estilo es “Ornithology”, de Bird, o también “Donna Lee”, del propio Davis). Con abundancia de solos instrumentales e improvisaciones a las que se sumaban integrantes de otras bandas o músicos sueltos (jam sessions), el Bebop fue la respuesta al estancamiento creativo del jazz y la rítmica swing y comercial de las Big Band. Los boppers eran, además de excelentes músicos, personajes marginales y que además

para mediados de la década de los ‘40 llevaban mediante el sindicato negro de músicos una larga protesta contra el monopolio de las emisoras radiales y las grabadoras. En ese universo donde reinaba el consumo de heroína y alcohol (retratado en Bird, de Clint Eastwood) Davis, con menos de 20 años, forjó su estilo, y su adicción también. Las innumerables anécdotas de esa época están contadas magistralmente en su autobiografía. El Bebop otorgó cierta fama a Davis, y en ese mundillo, fama, dinero, mujeres blancas adineradas y drogas constituían un mismo cóctel. De todos modos, Davis seguía su camino, muchas veces a contrapelo del sentir negro: por ejemplo, renegaba del desprecio por la teoría musical que cultivaban los boppers, mientras él solía encerrarse en bibliotecas a estudiar compositores como Prokófiev, Stravinsky o Alban Berg, pues le interesaba en qué direcciones se movía la música fuera de cualquier tipo de distinción, y eso sí que distinguió la enorme amplitud que Davis desarrolló y que le permitió más tarde pegar saltos creativos aún hoy insuperables. Esa actitud receptiva trascendió la música porque Davis fue, incluso, un gran estudioso de la pintura, especialmente de los artistas surrealistas; basta echar una ojeada a la tapa de sus discos durante los ‘60-‘70 para sorprenderse del modo en que absorbía y mixturaba esa corriente con su idea de la música (Filles de Kilimanjaro en 1968, Nefertiti en 1967, Agartha en 1975). Pero antes de esas agitadas épocas Davis tocó y grabó durante los ‘40 con los mejores músicos: interviene en Charlie Parker’s Reboppers, en Baron Mingus and His Simphonic Airs del contrabajista Charlie Mingus, y en 1947, ya reconocido en los mejores antros (como Calle 52) y destacado como trompetista en la revista especializada Esquire, logra grabar su propio disco: Miles Davis All Star. También se dedica a arreglar y dirigir los ensayos de la banda de Bird, la mejor banda de Bebop de la época. Para 1948 arma su primera banda de la mano de quien fue uno de sus mejores amigos, el músico blanco canadiense Gil Evans, cuestión que le granjeó críticas desde el sindicato negro pues Davis estaba trabajando con un blanco e incorporaba a otros tantos más adelante. Pero esto a Davis no le generaba ruido pues solo buscaba músicos que toquen bien y comprendan su búsqueda, que a estas alturas implicaba salirse del Bebop que ya mostraba signos de agotamiento. Así graba Birth of the Cool, pieza de colección, y reacción de Davis ante sus maestros Dizzy y Bird, a la velocidad sin armonías suaves en que había caído el Bebop en pos de obsesionarse con la velocidad y la destreza.

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Birth of the Cool es el modo en que Davis logra salir de un sonido y una rítmica para imprimirle un salto a su búsqueda: ingreso de buenos músicos blancos, líneas armónicas a lo Duke Ellington, melodías reconocibles, cool jazz…y aplausos de la “crítica”. Pero más de fondo, Davis iba hacia un gran cambio: la apreciación de los silencios, la apertura o el estiramiento de espacios entre las intervenciones, el probar otras tonalidades, la decisiva adopción de escalas “modales” que será notorio en uno de sus mejores discos: Kind of Blue (1959), donde puede apreciarse el influjo de las ideas del pianista George Russell ingresadas a la banda de Davis a través de Bill Evans. Con el transcurso del tiempo, caminando el escenario buscando el sonido de la banda, o acompañando con el cuerpo (gestos o miradas) la entrada de un solo o el desarrollo de una improvisación, sus músicos bautizarán todo este proceso musical bajo el nombre de “acordes milesianos”.

Sexo, drogas, boxeo y jazz Otros cambios vienen de la mano de la salida de Davis por primera vez de gira a Europa, al festival de Jazz de París. En esa ciudad Davis conocerá a Sartre, Picasso y a una de sus grandes amantes, Juliette Greco, la “musa del existencialismo” en Francia. “Fue en París donde aprendí que no todas las personas blancas eran iguales”, dirá luego Davis. Sin embargo, a su regreso no encuentra trabajo pues los contratos para tocar eran mayormente a músicos blancos que, además, copiaban su Birth of Cool…, dolido y angustiado, Davis se entrega sin frenos a la heroína, la cocaína, las pastillas y el alcohol. En realidad Davis había tardado demasiado en llegar a las drogas; todo el universo del jazz las consumía, los bares estaban atestados de traficantes y era común el empeñar hasta el instrumento para conseguir la dosis diaria. Y Davis, una vez ingresado, se pinchará hasta los pies cuando las venas agujereadas de sus brazos lo delaten frente a la policía. Yonquis: adictos. Davis se describe en esos años sumergido en una espesa niebla, “colocado” todo el tiempo, rodeado de mujeres blancas o prostitutas negras que le ayuden comprar más y más. Cierta sociología, desde Gustav Le Bon en adelante aunque con menos prejuicios racistas2, suele considerar estas prácticas como parte del universo de los “desviados”, entre los cuales la condición negra incrementa el estado marginal mientras el consumo de drogas facilita ser considerado miembro de una comunidad particular, aunque marginal. Completamente desorientado, sorprendido de cómo Chet Baker3, Stan Getz, Gerry Mulligan »


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CULTURA Letra & Música

“Davis oscila entre esos extremos en busca de su propio

estilo, rechazando tanto el formato comercial como la obsesión por la velocidad o el toque frenético y plagado de notas que ya hace escuela con el Bebop.

y otros yonquis blancos eran impunes al consumo de drogas y elevados a dioses del jazz por la crítica que adoraba la domesticación del cool jazz al oído blanco (para Davis: “mierda aburrida, mierda pseudo-blanca”), Davis será escrachado en la prestigiosa revista de crítica musical Down Beat luego de uno de sus tantos arrestos callejeros. Solo su padre, primero, y su afición al boxeo, después, lograrán sacarlo momentáneamente de las drogas. Es muy conocida la admiración de Davis por el boxeador Sugar Ray Robinson o el nexo que establecía entre el boxeo como juego de táctica y estrategia. Davis observaba y quedaba fascinado con lo que le susurraba al oído el asistente de Sugar Ray en las peleas y trataba de homologar aquello con lo que solía indicarle su amigo Gil Evans cuando Davis compartía (y competía) escenario con músicos blancos: “mete tu sonido por encima del suyo”, lo que Davis comprendía como el golpe de cubrir con su música para que “lo negro” predomine sobre “lo blanco”.

Bitches Brew: ni el cielo es el límite… Gran parte de la vida cotidiana de Davis fue un infierno que le resultaba inmanejable. Desentendido de sus 4 hijos, enjuiciado por una de sus 3 esposas, entrando y saliendo de hospitales (sufría de diabetes aguda y fue operado de la cadera varias veces), neuropsiquiátricos y cárceles, denostado y exaltado por la crítica, en permanente hostilidad con las compañías de grabación, el único recurso que lo sacaba de esa vorágine era la música, y esa música se expresaba con enormes saltos creativos. Entrados los años ‘60 su fama es indiscutida y los músicos que lo acompañan son los más destacados de la escena del jazz contemporáneo que luego abrirán, cada uno a su modo, nuevos

caminos dentro del género que desde entonces se torna universal: de lejos, quizás John Coltrane y el glorioso Miles Davis Quintet sean las imágenes que condensan todo, pero no es justo ni con el resto de los músicos ni con la opinión del propio Davis. Joe Zawinul, John Mc Laughlin, Jack De Jonette, Chick Corea, Al Foster, Marcus Miller, Ron Carter, Dave Holland, Wayne Shorter… Entre los ‘60-‘70 Davis absorbe todo: la muerte de Martin Luther King, la Guerra de Vietnam, la música de Jimi Hendrix (que le roba la novia a Davis), incorpora tonos africanos y orientales, el funk de Sly and the Family Stone y James Brown (“si Elvis es el Rey, entonces James Brown es Dios”, solían ironizar los negros), se decide por el uso de sintetizadores4, participa en grandes festivales con músicos de rock y graba discos intensos como In a Silent Way (1969) hasta que patea el tablero con el formidable Bitches Brew (1970): “dije a los músicos que podían hacer lo que quisieran, tocar cualquier cosa que les sonara, pero que yo debía tomar lo que hiciesen como un acorde”. Eso es corazón de Bitches Brew, y la crítica blanca no tuvo más remedio que denominarlo jazz-rock, y el irónico Davis no tuvo mejor tino que aclarar las cosas, a su modo: “no toco jazz rock, toco negro”. El hombre que cambió el rumbo de la música cinco o seis veces, tal su autodefinición, demostraba hasta donde era capaz de llegar cuando los límites parecen no existir: On the Corner (1972), Live-Evil (1971), Dark Magus y Big Fun (1974), y nuevamente el inagotable Davis se pone a estudiar y absorber cosas nuevas (Stockhausen, o John Cage, por ejemplo) hasta encontrarse con el próximo y último gran pozo que abarcó 19751980, donde Davis sufrió de todo, y sin poder tocar la trompeta.

Vuelve a recuperarse y es homenajeado, vuelve a grabar (recuerdo The man with the horn, Tutu, pero se me acaba el espacio), vuelve a estudiar, ahora le gusta Prince. Davis siempre hacia adelante. Repudia el jazz lavado de Wynton Marsalis, se ríe de Sting, aprecia el break dance, se acerca al naciente hip-hop y al rap, lo invitan a grabar en 1991 Doo Bop (quizás el disco menos elaborado y la vía por donde muchas personas de estas pampas ingresan a escuchar su música), pero muere sin terminarlo, abriendo el paso a lo que la crítica denominará acid jazz, o jazz rap o lo que fuere. Lo cierto es que después de aquella grabación –a medias– comenzó el furor de los grupos al estilo US3 en Hand of the Torch (1993) y el recurso hasta el hartazgo de utilizar una trompeta jazzera sobre un colchón de ritmos monótonos, algo que se estira, sospecho, hasta en las “innovaciones” al estilo de Bajofondo tango club. Pero bueno, me fui de tema, es que con Miles Davis nunca se puede concluir, nunca se termina de escuchar bien todos sus discos, pero por sobre todo, nunca se lo deja de extrañar, ni de escuchar.

1. Miles Davis & Quincy Troupe (1995), La autobiografía, Ediciones B, España. 2. Véase el análisis de los músicos de jazz que realiza Howard Becker (2009) en Outsiders, hacia una sociología de la desviación, ed. Siglo XXI, Buenos Aires. 3. Davis sobre Chet Baker: “Chet era un buen chico, tranquilo, buen intérprete. Pero tanto él como yo sabíamos que me había copiado un montón de cosas. Por lo tanto, y me lo confesó después, le puso muy nervioso, la primera vez que nos encontramos, tocar conmigo ante el público” (Autobiografía, p. 241). 4. Davis lapidario: “Por ahí circula una pandilla de puristas pronosticando que los instrumentos eléctricos arruinarán la música. No señor. Lo que arruinará la música será la música mala, no serán los instrumentos que los músicos elijan tocar” (Autobiografía, p. 427).


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¡VIVA LA SANGRE!, de Ceferino Reato

Buenos Aires, Sudamericana, 2013.

Eduardo Castilla Columnista del programa Giro a la Izquierda, Córdoba.

El debate sobre los ‘70, y la violencia política, sigue sumando publicaciones. Entre los intentos de relectura del pasado se encuentra el del periodista Ceferino Reato. Su más reciente libro se titula ¡Viva la sangre! y, junto a otros publicados anteriormente, pretende presentar a la guerrilla como corresponsable del crecimiento de la violencia política que culminó en el golpe genocida. ¡Viva la sangre! pone el centro de su análisis en Córdoba. La violencia ejercida por el aparato estatal y el Comando Libertadores de América; la presencia de los principales dirigentes de Montoneros y el ERP junto a acciones guerrilleras espectaculares conforman el marco que hace de Córdoba la “capital de la revolución argentina”. “La expresión ¡Viva la sangre! busca reflejar esa glorificación de la violencia como medio para lograr fines políticos, que sedujo a tantos en la Argentina de los setenta”, dirá el autor. Esta definición estructura el libro. Cada capítulo ejemplifica esa “glorificación de la violencia”. En el análisis ocupa un lugar marginal la acción del movimiento de masas y la existencia de una amplia vanguardia obrera antiburocrática. La atención está centrada, capítulo tras capítulo, en las acciones de las organizaciones guerrilleras, en los vaivenes que sufren dirigentes y militantes frente a la represión estatal, y en la relación entre Montoneros y Perón. La historia del período es reducida, esencialmente, a la de las organizaciones armadas y su choque con los aparatos represivos. Córdoba, capital de la revolución (montonera) Reato escribe “Una de las hipótesis de este libro es que luego del retorno del peronismo al gobierno, en 1973, Córdoba se convirtió en el centro estratégico del tablero político nacional (…) donde, por ejemplo, se definió la crucial disputa entre el general Perón y los Montoneros por la conducción del peronismo” (p. 25). Esta definición sintetiza su perspectiva para analizar el período, donde invisibiliza el proceso de masas de los ‘70 en el que la insurgencia obrera ocupó un lugar central, combinando levantamientos locales (como el Cordobazo) con el desarrollo de fuertes corrientes

obreras antiburocráticas y clasistas. Amplios sectores de la clase trabajadora enfrentaban crecientemente a las conducciones sindicales burocráticas, al empresariado y al gobierno peronista, en una perspectiva que podía amenazar la dominación capitalista en Argentina. Pero de las más de 400 páginas de ¡Viva la sangre!, el Cordobazo, el clasismo y el sindicalismo antiburocrático ocupan menos de 30. En la descripción de esa enorme semiinsurrección de masas de Mayo del ‘69 están ausentes importantes elementos. En ese marco, Reato adhiere a la “teoría de la organización” del Cordobazo, que afirma que la acción fue dirigida por las organizaciones sindicales, negando de cuajo la actividad espontánea de las masas. Esa idea –difundida por sectores afines a la burocracia sindical como el abogado Garzón Maceda, entrevistado por Reato– busca represtigiar el rol de las organizaciones sindicales, falseando la dinámica real de los acontecimientos1. En esta relectura del pasado, Reato presenta a Elpidio Torres como el dirigente “más decidido” en el Cordobazo. Pero, como lo muestran investigaciones más serias (como El Cordobazo de James Brennan), la conducción sindical fue superada por la acción de masas, quedando completamente desorientada. Reato sólo menciona al pasar la llamada “guerrilla fabril”, definición que amalgamó el accionar de la guerrilla con el desarrollo de la lucha obrera al interior de los establecimientos industriales. La “guerrilla fabril” enfrentaba el aumento en los ritmos de explotación e, incluso, desarrolló tendencias al control obrero de la producción. El autor solo consigna que la represión estatal “fue brutal y no distinguió entre acciones armadas y actividades sindicales” (p. 200). Pero en las grandes concentraciones obreras radicaba la fuerza social que estaba poniendo en cuestión el poder capitalista. De ahí la brutalidad de la represión. A tono con esta lógica, el análisis del Navarrazo se centra en las peleas al interior del peronismo. Obregón Cano es presentado como el “desafiante cordobés”, estrechamente ligado a Montoneros y posible sucesor a la muerte de Perón (p.347). Esta explicación reduce el peso de la vanguardia obrera opositora a la burocracia sindical peronista. Luego del golpe policial, la represión se abatió abiertamente contra sindicatos combativos como SMATA y Luz y Fuerza. Reato solo dedica unas pocas líneas a las movilizaciones de junio y julio del ‘75 contra el Plan Rodrigo.

Esas jornadas se iniciaron en Córdoba y paralizaron al país a lo largo de un mes. Lógicamente, el autor omite cualquier mención a la Mesa de Gremios en Lucha que, desde la clandestinidad, dirigió masivas movilizaciones, en oposición abierta a la CGT oficial. Estos ejemplos ponen en evidencia lo recortado del análisis de Reato. La reducción de los ‘70 a la violencia entre organizaciones guerrilleras y fuerzas represivas no es un error de enfoque. Semejante relectura del pasado tiene una función política de actualidad. Los “usos” de los ‘70 El kirchnerismo se vio obligado, producto de la enorme convulsión socio-política de 2001, a impulsar los juicios a los represores mientras se apropiaba del discurso contra el golpe genocida. Así aportó a la construcción de un relato sobre los ‘70 que ponía en cuestión la Teoría de los dos demonios2, hegemónica desde el retorno de la democracia. ¡Viva la sangre! y otras publicaciones recientes3 buscan instalar la idea de que el golpe fue la resultante de un clima de violencia construido por la guerrilla y las fuerzas armadas y aceptado por toda la sociedad. Si todos fueron responsables, todos deben ser juzgados por igual, sean militantes guerrilleros o genocidas. Desde esta perspectiva, Reato denuncia al kirchnerismo por inventar víctimas del terrorismo estatal, al contar a quienes murieron combatiendo. Esto implica gastar “mucho dinero público” (p. 169) en indemnizaciones a los familiares de estas “falsas víctimas”. De conjunto, la relectura de Reato intenta empujar a derecha el debate sobre los ‘70. Busca construir un nuevo relato sobre el genocidio que desligue el mismo de su razón fundamental: la liquidación de una generación obrera y juvenil que amenazaba trastocar el dominio capitalista en Argentina. Blog del autor: apuntesdefrontera.blogspot.com.ar.

1. Hemos hecho una crítica a esta idea en “Cordobazo y revolución”, apuntesdefrontera.blogspot.com.ar. 2. Ver Christian Castillo, “Elementos para un ‘cuarto relato’ sobre el proceso revolucionario de los ‘70 y la dictadura militar”, Lucha de Clases 4, Noviembre, 2004. 3. Entre otros se pueden mencionar Un testamento de los años ‘70 de Héctor Leis o la reedición de Política y/o violencia de Pilar Calveiro.


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CULTURA Lecturas críticas

ESTA PUENTE, MI ESPALDA, de Cherríe Moraga y Ana Castillo (eds.)

Mabel Bellucci Activista feminista queer. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo, Editorial Capital Intelectual.

CHICANAS: LAS MIGRANTES FRONTERIZAS Durante la década de los setenta, emergió el movimiento chicano por los Derechos Civiles orgulloso de su origen mexicano emigrado hacia el Norte o nacido en los Estados Unidos. Con su conformación, no solo había un interés por reivindicar la conquista de justicia social e igualdad sino también por concientizar a su comunidad en cuanto al racismo y a la discriminación. Por lo tanto, el chicano o “mexican o latin-american”, desde sus orígenes, presentó aristas diversas, complejas y dinámicas en relación al “anglo” que no es más que cualquier persona blanca de habla inglesa. Una buena parte de sus iniciativas consistía en establecer una variedad de objetivos relacionados a la educación: reducir la deserción escolar; mejorar los logros educativos; llevar a cabo programas bilingües y biculturales. Además, con tales iniciativas intentaban incrementar materias con temáticas propias en el plan de estudios, creación de cursos y programas de conocimientos chicanos junto con el aumento de profesores de ese origen. Por esa razón y muchas otras más, miles de estudiantas/es se movilizaron y formaron organizaciones que apuntaban a la reforma educativa, al activismo por la visibilidad como una intervención política en el ámbito público. Un elemento de significativa trascendencia para el reconocimiento del movimiento en Estados Unidos, consistió en realzar el arte chicano en su diversidad de expresiones que fue floreciendo a pasos acrecentados. Asimismo, irrumpió en el campo universitario, en las organizaciones políticas y sindicales. En fin, todas estas apuestas partieron de una urgencia imperativa por parte de dicha comunidad en decir “acá estamos”. En cuanto a las mujeres, al irrumpir el movimiento chicano junto con el feminismo de la Segunda Ola en los años setenta, en un escenario histórico más que estruendoso por la incursión polifónica de los activismos en Estados Unidos, ambas corrientes le proporcionaron

nuevos marcos teóricos como perspectivas de lucha. Así al inicio de esa década, las chicanas se organizaron en colectivos autónomos y autogestivos. Entre los más conocidos, se podría recordar “La Hija de Cuauthémoc” de California; “Las Mujeres Chicanas” de los Ángeles y “La Comisión femenil Mexicana”. Un año más tarde, “La Conferencia de Mujeres por la Raza”, celebrada en Houston, reunió a más de 600 mujeres de diferentes regiones del país del Norte. Este evento simbolizó un nuevo espíritu de cambio a largo plazo1. Precisamente, ellas comenzaron a manifestar sus malestares de opresión dentro de la propia comunidad. De esta manera, se lanzaron a la búsqueda de propuestas legislativas en cuanto a educación y a empleo que representaban sus situaciones más vulnerables. De allí, que asentaron su accionar en la conquista por los derechos de las minorías y en impugnar la discriminación ejercida por la “América Blanca Patriarcal”. En resumidas cuentas, ellas al transitar una triple exclusión –género, raza y clase– atravesaban situaciones desventajosas no solo en el interior de su misma cultura sino también en la sociedad estadounidense. Y sin más, esta primera camada tuvo como desafío batallar contra la pobreza marginal, la segregación racista y el sexismo, todo al mismo tiempo. Después de haber pasado mucha agua bajo el puente, las chicanas descubrieron que tanto el feminismo dominado por las blancas –que enfatizaba al género como único origen de su propia opresión– como el machismo voluptuoso y homofóbico de sus pares masculinos, las dejaban de lado. Entonces decidieron cortar por lo sano. Como el camino a recorrer era largo y lento, optaron por construir un movimiento independiente, es decir, se negaron a estar bajo la sombra del movimiento sociopolítico chicano y además del movimiento feminista blanco. La profesora en estudios culturales Marisa Belausteguigoitia las definió en estos términos: “Pueden servir de puente tanto a lo mexicano como a lo americano, pero constituyendo algo nuevo que no es ni lo uno ni lo otro. Las chicanas son mujeres migrantes o fronterizas, por los que pueden circular lo mexicano en Estados Unidos o viceversa. Son migrantes que crean con sus lenguas y sus espaldas, al trabajar intensamente para que las culturas, sexos, géneros y naciones diferentes puedan entenderse y convivir”2. Hacia fines de los años setenta, comenzaron a utilizar el término “mujeres de color”, una forma de distinción

política frente a la cultura hegemónica que incluye también a otras ascendencias raciales y étnicas. Norma Alarcón, Cherríe Moraga, Gloria Anzaldúa o Yolanda López son algunos nombres de las escritoras y artistas chicanas que suenan en las capillas académicas y en las huestes del activismo callejero. En 1981, se aunaron voluntades para publicar This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color, bajo la mirada atenta de Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa. Siete años después, Ana Castillo y Norma Alarcón lo tradujeron y adaptaron al castellano con otro nombre Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, editado por Ism Press, San Francisco. En rigor, esta antología feminista –ensayos, narraciones personales, poesía y teoría política– está compuesta por escritos de chicanas, asiáticas, afroamericanas, indígenas y latinas, o sea, mujeres de color que viven en los Estados Unidos. A partir de la publicación de Esta puente, mi espalda la conciencia feminista se esparció en todos los sectores culturales, sociales y económicos en un intento de abrir caminos para enlazar mujeres de color estadounidense junto con las hispanoamericanas. En el prólogo de esta colección, llamado “En el sueño, siempre se me recibe en el río”, Cherríe Moraga propone lo siguiente: “Dada las varias comunidades que representamos –como mujeres y como obreras pobres– las mujeres de color podemos servir como la puenta entre las columnas de las ideologías políticas y la distancia geográfica, ya que en nuestros cuerpos coexisten las identidades de opresiones múltiples a las que hasta ahora ningún movimiento político, no obstante su origen geográfico, ha podido dirigirse simultáneamente”. En suma, Esta puente, mi espalda ha servido como testimonio de la existencia del feminismo tercermundista en los Estados Unidos y, además, como catalizador al avance de ese movimiento en ascenso permanente. Este artículo fue publicado el 6/10/2013 en Lobo Suelto, www.anarquiacoronda.blogspot.com.ar. 1. S/R: “La nueva ola del feminismo en México”, FEM 63, Año 12, 1998, p.32. 2. Belausteguigoitia, Marisa: “Las nuevas malinches: Mujeres fronterizas”, Nexos 14, 2004, p. 29.


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SECRETOS DEL ALMA, de Ely Zaretsky

Madrid, Siglo XXI, 2012.

Juan Duarte Lic. en Psicología, comité de redacción.

Ely Zaretzky parte de señalar que hoy “se ha hecho posible contemplar el psicoanálisis en su conjunto, distinguiendo sus aspectos tanto represivos como liberadores. La clave consiste en verlo como la primera gran teoría y práctica de la vida personal”. Y lo hace desde una tesis original: “el psicoanálisis fue el ‘calvinismo’ de la segunda revolución industrial. Representó un papel similar al que había representado el calvinismo en relación con el primitivo capitalismo y el metodismo con la industrialización”. Recorriendo -como secta carismática- el ciclo weberiano de idealización, rebelión, diseminación, institucionalización y rutinarización. Al modo de un Jano bifronte, el psicoanálisis por un lado habría sido utilizado para profundizar en las “tres promesas emancipatorias de la modernidad” (autonomía, emancipación de las mujeres, democracia), y por otro, se adaptó a una cultura conformista y a las ideologías materno-centristas del Estado de bienestar keynesiano, y “fue absorbido, transfigurado y finalmente consumido por la sociología y cultura de la vida personal a la que originalmente dio expresión crítica.” Los tres proyectos que había implicado el psicoanálisis, “una práctica médica casi terapéutica, una teoría de la hermenéutica cultural, y una ética de la exploración personal”, se escindieron, retrocediendo fuertemente la primera frente a la medicalización y desarrollo de las neurociencias y la psicofarmacología. El libro, de más de 500 páginas, está dividido en tres grandes secciones, cronológicamente ordenadas. La primera sección recorre el surgimiento del inconsciente personal en relación con la sexualidad y los cambios en la vida personal, la dialéctica de absorción y marginalidad que capturó al psicoanálisis y el surgimiento de una psicología del yo. La segunda parte aborda la primera guerra mundial y la revolución rusa de 1917, y su relación con los cambios

introducidos por el freudismo, el importante rol del psicoanálisis en Estados Unidos con el surgimiento del fordismo y las tensiones entre “integración y resistencia”; así como el “giro hacia la madre” con el surgimiento de una generación de mujeres psicoanalistas y la “destrucción” del psicoanálisis europeo clásico a manos del fascismo. Finalmente, la tercera acentúa el papel del Estado de bienestar y el eje en la relación madre-niño en Inglaterra, la notable relación del psicoanálisis norteamericano con el Estado durante la “guerra fría” y la crisis del psicoanálisis de los 60, con el auge de las corrientes identitarias. Dentro de los méritos que le caben a este trabajo, se podría destacar que trata de escapar a las críticas insustanciales, generalmente conservadoras, como las centradas sólo en ciertos aspectos la vida de Freud, así como de las historias “celebratorias” que se dedican a ensalzar al vienés y sus desarrollos de forma acrítica. Asimismo, acierta en poner el acento en los cambios sociales, políticos y económicos que marcaron el desarrollo del psicoanálisis, permitiendo resaltar la relación de éste con el Estado burgués, en particular, norteamericano e inglés. Por otro lado, al subrayar las cuestiones de género y sexualidad trae a la luz y destaca importantes discusiones y elaboraciones que hoy están ausentes, imprescindibles para rescatar las potencialidades críticas del psicoanálisis en este terreno. Por último, respecto a la visión limitada geográfica e históricamente que tiende a primar en nuestro país (moldeada por el lacanismo desde fines de los ‘70), presenta el desarrollo del psicoanálisis desde sus inicios en Europa, su pasaje a EE.UU. y recepción en el marco de la revolución rusa, e incluso su expansión mundial de la mano del imperialismo luego de la segunda guerra mundial. Todo pincelado de ejemplos del impacto del psicoanálisis en la cultura a lo largo del siglo XX (Secretos del Alma, por cierto, alude a la película que realizara G.W. Pabst, asesorado por los psicoanalistas Karl Abraham y Hans Sachs en 1926). Así, el surgimiento de la idea freudiana de un inconsciente individual y de una constelación individual de deseos personales resalta las características emancipadoras del psicoanálisis al resquebrajar el código de géneros de la cultura liberal del siglo XIX y su papel opresivo, “complemento oscuro y olvidado de la razón y el control masculinos”. Zaretzky transita insistentemente “la relación amor/odio de la mujeres con el psicoanálisis, la cual surgió de la transformación de la familia”, y los cambios en relación al lugar de la mujer en la misma. El proceso de “feminización” del círculo freudiano en los ‘20 y los debates sobre la sexualidad

femenina y el papel de la madre en el desarrollo psíquico son revisitados. Así también son analizadas las vías en que la política y el Estado determinaron sus prácticas y la teoría misma. En Europa, la “destrucción” del psicoanálisis a manos del fascismo (y los –nefastos– intentos de convivencia con el nazismo). En Estados Unidos, su adaptación. El autor señala la importancia de psicoanálisis para el fordismo. Freud habría creado un nuevo mito del “salvaje” (noble) apropiado para la sociedad de consumo, a partir del cual “el psicoanálisis era el juego de manos del fordismo”. La transformación del psicoanálisis como instrumento de “control social” también son analizadas, e incluso su incorporación a una noción de ciencia positivista durante el proceso de medicalización: “los ideales de ‘profesionalidad’ y ‘neutralidad psicoanalítica’ adquirieron un nuevo significado cuando los psicoanalistas se aliaron con el poder oficial”. En Inglaterra, se destaca el rol del psicoanálisis en la maquinaria de guerra, y cómo este se adaptó a las necesidades del estado de bienestar y de la política de unidad nacional (burguesa) del gobierno. El aspecto más inconsistente del libro es el tratamiento que hace de la revolución rusa, el bolchevismo y el marxismo. El análisis recae aquí en el leit motiv de la historiografía liberal que iguala bolchevismo y fascismo en tanto negación de la individualidad e “irracionalismo”. Presenta una versión caricaturizada del marxismo como negador de la “vida personal”, y en particular de León Trotsky, a quien pone como ejemplo. Justamente a quien combatió práctica, teórica y programáticamente el proceso de burocratización estalinista, e intentó tomar en cuenta los aportes del psicoanálisis a la ciencia y al marxismo. Incluso la crítica de Vigotsky al psicoanálisis, acaso la más profunda que se haya desde el marxismo en términos estrictamente psicológicos, es obviada. Zaretzky muestra incluso que en los primeros años del estado obrero soviético el psicoanálisis tuvo un lugar privilegiado, desde la edición y publicación popular de las obras psicoanalíticas, fondos para instituciones terapéuticas, y donde las tendencias “racionalizadoras” de la mano de la medicalización menos se expresaron (de hecho no se exigía titulación médica para ejercer el psicoanálisis, que el autor toma como índice de ese proceso en EE.UU.). Un tratamiento pobre en este punto, incluso historiográficamente, manejándose con fuentes secundarias –y sólo las de tradición liberal. Más allá de esto, de conjunto el libro hace un importante aporte para quien quiera conocer la compleja historia del psicoanálisis.


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