Ideas de Izquierda 07, marzo 2014

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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 CUIDADO: AJUSTE NACIONAL & POPULAR Christian Castillo

6 ARGENTINA DEVALUADA Esteban Mercatante

9 SALARIOS DESAJUSTADOS Pablo Anino

12 LOS USOS DEL RODRIGAZO Gastón Ramírez

15 FRENTE ÚNICO: LA ACTUALIDAD DE UNA CUESTIÓN ESTRATÉGICA Juan Dal Maso y Fernando Rosso

18 ¿NUEVA FASE DE LA CRISIS MUNDIAL? Juan Chingo

21 DOSSIER

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Esteban Mercatante, Celeste Murillo. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Steven Rose, Martín Kohan, Pablo Anino, Gastón Ramírez, Juan Chingo, Jimena Vergara, Laura Vilches, Paula Sofía Achigar, Hernán Flores, Tomás Rivolta. EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com

Andrea D´ Atri

www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590

PECADOS & CAPITALES

Distribuye en CABA y GBA Distriloberto www.distriloberto.com.ar ISSN: 2344-9454

DE LAS FEMINIST SEX WARS A LA PORNOGRAFÍA FEMINISTA DEL ANTIGUO LENOCINIO A LA ORGANIZACIÓN SINDICAL CONTEMPORÁNEA

27 DE DETERMINISMOS Y REDUCCIONISMOS RECREADOS APUNTES PARA UNA CONCEPCIÓN INTEGRAL DE LAS CAPACIDADES COGNITIVAS HUMANAS Jimena Vergara LA FALACIA DE REDUCIR LA PERSONA A NADA MÁS QUE BIOLOGÍA Entrevista a Steven Rose

31 EL PSICOANÁLISIS NO ES EL MARXISMO, PERO... Eduardo Grüner

35 “ME ENCUENTRO CON QUE LA HISTORIA ME INTERPELA” Entrevista a Martín Kohan

39 LITERATURA Y SOCIEDAD Ariane Díaz

42 COSA DE NEGROS Fernando Aiziczon

45 RESEÑA DE ORANGE IS THE NEW BLACK, DE JENJI KOHAN Celeste Murillo

46 RESEÑA DE VIAJES VIRALES, DE LINA MERUANE Laura Vilches

47 PRESENTACIÓN DE IDZ EN FRANCIA


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Foto: www.minutouno.com

cuidado: ajuste nacional & popular Christian Castillo Diputado provincial por el FIT, Pcia. de Buenos Aires. “Necesitamos diputados de izquierda en el Congreso para enfrentar el ajuste que preparan”, decía un trabajador en uno de los spots de campaña del Frente de Izquierda y de los Trabajadores para las elecciones legislativas de octubre pasado. El oficialismo, por su parte, negaba por boca de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que fuese a devaluar: “Los que quieren ganar plata a costa de la devaluación y del pueblo, van a tener que esperar a otro gobierno”, afirmaba en mayo de 2013. Sin embargo, el spot decía la verdad. El año comenzó con una fuerte devaluación y un conjunto de medidas que configuran un giro hacia un “ajuste ortodoxo”, como el que reclamaban los economistas liberales, y que los “heterodoxos” al mando de Axel Kicillof juraban que nunca iban a hacer, profundizando la dinámica anunciada por el acuerdo con Repsol y los intentos de llegar a un arreglo de pago al Club de París para lograr nueva deuda. La devaluación vino acompañada por la suba de las tasas de interés a niveles cercanos al 30% y por la

decisión de “anclar” salarios y jubilaciones, limitando los aumentos a cifras muy por detrás de la inflación. El ejemplo lo puso la propia presidenta, anunciando en persona que esta vez el primer aumento anual a los jubilados y pensionados sería solamente de un 11,31%, frente a un 15,18% en 2013 y un 17,62% en 2012. Mientras los precios de los combustibles no cesan de aumentar, y en el transporte público se han producido aumentos de magnitud, se espera próximamente un crecimiento de las tarifas de luz, agua, gas y telefonía. Las medidas tomadas, que favorecen al conjunto de la clase capitalista pero en especial a los exportadores, le permitieron frenar coyunturalmente la corrida cambiaria. La expectativa es que con el dólar a $8 los patrones agrarios y las cerealeras van a liquidar varios miles de millones de dólares entre febrero (remanente de la cosecha anterior), el grueso en marzo-abril, hasta septiembre-octubre (de la nueva cosecha) de forma tal de frenar la caída de las reservas. Después de esa fecha, ya se anuncia la presión por una nueva devaluación que lleve el dólar oficial al menos a $10. Por el momento los sectores clave de la burguesía –la patronal automotriz, agraria y los bancos– parecen dispuestos a beneficiarse de la nueva situación y dejar que sea el gobierno el que timonee el ajuste, ya que no existe ninguna alternativa clara de recambio inmediato. Sin embargo, y sobre todo en condiciones de continuidad de la crisis internacional y del cambio de tendencia en los llamados por la prensa “países emergentes” (como Brasil, con su economía estancada), esto no es ninguna garantía de que la crisis no se reabra y el poder que aún retiene el gobierno sufra una rápida licuación. En cualquier caso, aunque el gobierno logre mantenerse a flote hasta 2015 –algo que hoy prefieren los núcleos centrales de la burguesía y también los »


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POLÍTICA

políticos de la oposición patronal pero que puede dejar de ser así si muestra no poder controlar la situación–, a lo sumo habrá pateado la crisis hacia delante, postergando choques decisivos entre las clases.

Los fines de ciclo en la historia reciente

Si miramos un poco la historia reciente de nuestro país, vamos a ver cómo cada período de relanzamiento de las ganancias capitalistas estuvo precedido por una fuerte derrota del movimiento obrero. El agotamiento de las condiciones que posibilitaron el primer peronismo fueron “resueltas” mediante el golpe gorila y contrarrevolucionario de septiembre de 1955, que implicó un salto en la semicolonización del país por parte del imperialismo norteamericano y un ataque a las conquistas obreras. Sobre esta base se montó lo que los historiadores económicos llaman la segunda etapa de la “sustitución de importaciones”, caracterizada por una fuerte penetración del capital imperialista. Este ciclo, sin embargo, se identificó también por una fuerte inestabilidad en la dominación burguesa, producto de la intensa lucha de clases del período conocido como la “resistencia”. El Cordobazo y el Rosariazo expresan la crisis de esta etapa y abren una nueva, signada por un agudo enfrentamiento de clases, que solo va a ser cerrada por el golpe genocida de marzo de 1976. Aun el “Rodrigazo”, a pesar de lo brutal de aquel ajuste, no configuraba una salida “estratégica” para la burguesía, sino un intento de ganar tiempo antes de una salida más de fondo como la que implicó el plan Martínez de Hoz. Este mismo plan, que junto al genocidio de lo mejor de la vanguardia obrera dejó como saldo un avance en la desindustrialización del país y un salto en el endeudamiento externo de 7 mil a 42 mil millones de dólares, no pudo ir tan a fondo como por ejemplo lo hizo Pinochet en Chile, ni en el desmembramiento de la clase obrera ni en dar un nuevo salto en la penetración del capital imperialista. Si el alfonsinismo fue económicamente una sucesión de intentos fallidos de superar la “crisis de la deuda”, heredada de la dictadura pero agravada por el radicalismo, el menemismo avanzó claramente por el camino inconcluso que había abierto la dictadura genocida. El peronismo bajo Menem dejó de lado su discurso populista y nacionalista para postularse para comandar la ofensiva neoliberal, basándose en el látigo disciplinador de la hiperinflación primero y la hiperdesocupación después. El régimen de la convertibilidad, la precarización y las privatizaciones fue continuado por la Alianza, hasta volar por los aires con el estallido abierto de la crisis en diciembre de 2001. Sobre el default de Rodríguez Saá

y la devaluación antiobrera de 2002 de Duhalde, y gracias al cambio de las condiciones internacionales con una suba muy importante de los productos exportados por el país, se produjo el crecimiento del período kirchnerista. En sus momentos de auge los economistas oficialistas autodenominados “heterodoxos” escribían papers y papers sobre la supuesta superación de lo que los economistas estructuralistas llaman “restricción externa” (ver en este mismo número “Argentina devaluada”, Esteban Mercatante). Pero esto fue solo una ilusión y ha quedado claro que en esta “década ganada” no se revirtieron la dependencia y el atraso de la economía nacional. Los fondos de la ANSES y las reservas en dólares del Banco Central, sirvieron en parte para alargar la ilusión de que el “modelo” podía seguir adelante. Las medidas en curso a lo sumo son una forma de ganar tiempo tanto para el gobierno como para la burguesía que, en plena crisis internacional, no atina más que a proyectar más parches al esquema hoy en crisis, cuyo denominador común es que descargan la crisis sobre la clase obrera.

El gobierno y el régimen

En diciembre decíamos que más temprano que tarde aflorarían las contradicciones del intento de un gobierno “bicéfalo” entre Cristina y un jefe de gabinete expresión de la Liga de Gobernadores como Capitanich. Este último vio una rápida caída de su imagen política inicial al calor de la acentuación de la crisis y de las marchas y contramarchas de la gestión. En poco tiempo, Capitanich debió rectificar varias decisiones, entre otras la operación de dejar Fútbol Para Todos al mando de Marcelo Tinelli. Si el gobierno logra sostener la gobernabilidad, el kirchnerismo a lo sumo aspira a entregar la banda presidencial en 2015 a un candidato justicialista. La reunión del peronismo bonaerense en Santa Teresita, donde concurrieron todas las alas del Frente para la Victoria luego de la deserción hacia las filas del Frente Renovador de Sergio Massa, del intendente de Merlo Raúl Othacehé y dos senadores provinciales, mostró que el juego –insistimos, si la crisis no se descontrola– consiste en alentar varias precandidaturas para mantener a todos “adentro” en pos de un supuesto acuerdo de encolumnarse detrás del vencedor de una posible interna en agosto de 2015. Scioli, Urribarri, Capitanich, Randazzo, Urtubey, Julián Domínguez y algún otro, son los nombres en danza. Los “unidos y organizados” terminarían como un avatar del peronismo, la perspectiva sombría que planteó Horacio Verbitsky en un editorial reciente en Página 121. La oposición, por su parte, presenta hasta el momento proyectos endebles para hacerse cargo del

poder. Massa tiene su fuerza concentrada en la Provincia de Buenos Aires, donde su eje es continuar recolectando intendentes o legisladores del FPV, mostrando que con tal de que pasen a sus filas no importa su imagen de “impresentables”, como ocurrió con Othacehé. Trata igualmente de mostrar alguna conquista proveniente del radicalismo, como el intendente de la capital neuquina “Pechi” Quiroga, y un tándem de economistas provenientes mayoritariamente del duhaldismo, que se jactan de haber comandado la crisis de 2002. Aspira a recoger parte de peronistas y radicales que, descontentos con el kirchnerismo, prefieren seguir a Massa que al PRO de Macri. El radicalismo, por su parte, aspira a repetir nacionalmente la experiencia del UNEN en la Ciudad de Buenos Aires, impulsando una interna entre uno o dos candidatos radicales, Binner del PS, Carrió y Pino Solanas, y algunos plantean que hasta con Macri. Este verdadero rejunte no tiene solamente el problema de sostener posiciones antagónicas ante hechos políticos centrales (como por ejemplo la crisis venezolana) sino que es muy débil en la provincia de Buenos Aires, donde en la última elección apenas superó el 10% con la candidatura de Margarita Stolbizer y por el momento no se ve qué candidato podría lograr una elección superior. Y, además, tiene peso nulo en el movimiento obrero, sin ningún sector de la burocracia sindical como aliada actual o potencial. De ahí que por el momento las patronales se inclinen por un recambio de origen peronista, ya sea Scioli al interior del oficialismo o Massa. Macri, por su parte, quedó muy debilitado en cuanto a un proyecto presidencial por la irrupción política de este último. La debilidad relativa que hoy presentan las distintas variantes opositoras tradicionales diferencia la situación actual de la que había ante la caída del alfonsinismo, que tenía en el peronismo de Menem o Cafiero un claro recambio potencial, o la del menemismo, con la continuidad del peronismo bajo Duhalde o el reemplazo por la Alianza como posibles reemplazos. De esa debilidad intenta aprovecharse el gobierno para presentarse ante la burguesía como la mejor opción para llegar a 2015, mientras se gana tiempo para conformar las variantes de reemplazo. Otro elemento peculiar de este fin de ciclo, es la división inédita de la burocracia sindical, partida en cinco centrales.

El movimiento obrero y el Frente de Izquierda

El ajuste en curso plantea una primera disputa en las paritarias, empezando por la de los gremios docentes, cuya confederación nacional, la CTERA, está alineada con el gobierno. Los distintos sectores de la burocracia sindical mostraron en estas semanas su disposición


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Foto: Enfoque Rojo Nicolás Del Caño, diputado nacional, Patricio del Corro, legislador electo CABA y Javier “Poke” Hermosilla, delegado de la comisión interna de Kraft.

a ser condescendientes con el objetivo gubernamental y patronal, compartido por la oposición, de que la crisis se descargue sobre los trabajadores. Está por verse, e intentaremos que así sea, si los trabajadores en general y por gremio, pueden desbordar el control de la burocracia y romper esta política de hacer retroceder los salarios con acuerdos por debajo de la inflación. A su vez, en distintas empresas se produjeron despidos, en general dirigidos contra el activismo antiburocrático. Así lo vimos en Kromberg & Schubert, la empresa autopartista alemana que tiene su planta en el Parque Industrial de Pilar, donde despidió con el falso argumento de la baja de la producción a parte importante del activismo que venía desafiando a la burocracia del sindicato del plástico. Una muy importante lucha contra los despidos, que entre otros hitos incluyó el bloqueo total por 7 horas del Parque donde funcionan unas 200 empresas. Algo similar ocurrió con la metalúrgica Liliana en Rosario, también en medio de una fuerte lucha contra los despidos antisindicales. Y lo mismo vimos en Editorial Perfil, en Ecotrans y en la nueva ofensiva judicial contra Franco Villalba, nuestro compañero del PTS integrante de la Comisión Interna de Alicorp (ex Jabón Federal). Para enfrentar las luchas por el salario y los despidos y dar la pelea por el desprocesamiento de los luchadores, y en particular por la absolución de los petroleros de Las Heras, urge un reagrupamiento común de los sectores clasistas y combativos, para constituir un polo que pueda pesar en las luchas y postularse como alternativa a la burocracia sindical. Un encuentro con estos sectores sería un paso adelante tanto para fortalecer las peleas como para alentar la conquista de sindicatos por la izquierda y los sectores combativos, perspectiva abierta en la actual etapa. Más allá de las coyunturas, el “fin de ciclo” hace

que el planteo de la huelga general sea el norte estratégico de este período, que más allá de las transiciones posibles solo culminará con fuertes enfrentamientos entre las clases. Desde que asumimos en diciembre, la actividad de los diputados nacionales y provinciales del Frente de Izquierda ha sido intensa. Junto a Nicolás Del Caño y otros legisladores del FIT, día tras día nos hacemos presentes en las luchas: municipales de Lavalle en Mendoza, despedidos de Kromberg, la lucha de Liliana, con docentes y estatales de la provincia de Buenos Aires, con los trabajadores de Astilleros Río Santiago, apoyando la lucha de Perfil y de Ecotrans (donde al cierre de esta edición fueron reincorporados), en la lucha por la absolución de los petroleros de Las Heras. Estamos cumpliendo de esta forma uno de los planteos centrales de la campaña electoral, en el que decíamos que los diputados de izquierda estaríamos al servicio de fortalecer la lucha obrera. En mi caso esta actividad se ha realizado luego de un mes de intensa gira por distintos países de Europa durante el receso legislativo de enero, a los que fui invitado por diferentes organizaciones de la izquierda anticapitalista2. El FIT ha sido la única fuerza política que se expresó contundentemente contra el ajuste gubernamental y levanta un programa para que la crisis la paguen los capitalistas (ver Declaración del FIT: “Abajo la devaluación y el ajustazo”3, del 28-01-14). Nicolás Del Caño logró también una importante repercusión pública con su denuncia del aumento de 40 a 50 mil pesos de los ingresos de los diputados nacionales, popularizando que los legisladores del FIT solo vamos a cobrar el equivalente a la canasta familiar y, en el caso de los miembros del PTS, el resto de la dieta va para aportes al sostenimiento de las luchas obreras y populares, como ya lo estamos haciendo con el apoyo a distintos fondos de huelga. Aún

sin comenzar las sesiones legislativas, estamos utilizando ampliamente el reconocimiento que nos da estar en el parlamento nacional y las legislaturas locales, como medios de agitación de las demandas obreras y populares, expresados en distintos proyectos de ley, declaraciones y resoluciones, como el de una ley de emergencia para aumentar el salario mínimo al nivel de la canasta familiar, prohibir despidos y suspensiones por 24 meses y dar el 82% móvil a los jubilados. O el que plantea que todos los funcionarios políticos cobren igual que un docente, favoreciendo de este modo la disputa en las paritarias. O planteando, en la provincia de Buenos Aires, la derogación del decreto interministerial que obliga al descuento de días de huelga en el sector público. Y el impulso a los proyectos en cada nivel jurisdiccional por el desprocesamiento a los luchadores. Esta amplia actividad se ha realizado en medio de debates dentro del propio FIT, donde tuvimos diferentes posiciones frente a los motines policiales de diciembre, que han sido públicos como es nuestra costumbre y es lógico por tratarse de un frente y no de un partido común. En nuestro caso, bregamos por la intervención activa del FIT en los distintos terrenos, mientras señalamos con claridad que el objetivo para derrotar a los capitalistas y sus representantes políticos tiene que ser la construcción de un gran partido revolucionario de la clase trabajadora. Con ese norte y estos desafíos encaramos el nuevo año de Ideas de Izquierda.

1. Horacio Verbitsky, “Curva cerrada”, Página 12, 9-02-14. 2. “Cualquier chispa puede hacer arder la pradera”, disponible en www.pts.org.ar. 3. Disponible en www.pts.org.ar.


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ECONOMÍA

La economía en tiempos de ajuste

argentina devaluada

Ilustración: Natalia Rizzo

Esteban Mercatante Economista, docente de la UBA.

Fracasada toda una serie de artilugios para frenar la pérdida de dólares, y en un contexto internacional de presión sobre las economías mal llamadas emergentes, el gobierno aceleró la devaluación del peso, que fue de 23 % en enero (lo que sumado a la depreciación del año anterior alcanza un 63 % en un año). Ahora la apuesta es estabilizar la economía limitando las aspiraciones salariales. Como en todas las crisis, los salarios vuelven a ser la variable de ajuste.

Esta medida corona dos años durante los que la disponibilidad de dólares se manifestó como una de las cuestiones más críticas en la economía argentina. Apenas pasada la elección presidencial de 2011, se iniciaron rápidamente las primeras medidas de limitación a la compra de dólares. Junto con eso, rige desde comienzos de 2012 una limitación a las importaciones, apuntando a poner coto a la salida de dólares por esta vía aún a costa de imponer un freno a la economía. Esto no evitó la pérdida de reservas por parte del Banco Central (BCRA), que al cierre de esta nota están en u$s27.500 millones, pero sí tuvo como efecto agrandar la brecha entre la cotización del dólar oficial y la del paralelo.


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Estamos ante el último capítulo de un largo proceso de agotamiento del esquema económico que rige desde 2002, que es resultado de los severos condicionantes con los que opera la economía argentina, y que se cocinó a fuego lento gracias a una situación internacional inusitadamente favorable de la cual quedan cada vez menos elementos (como señala en este número Juan Chingo).

Capitalismo dependiente y tipo de cambio La “cuestión” del dólar responde a las características de la economía argentina. Con excepción del agro y otros pocos sectores con ventajas específicas, los capitales radicados en el espacio económico nacional tienen una productividad del trabajo menor a los promedios internacionales imperantes en sus respectivas ramas. Esto es así tanto para las empresas de origen local como para varias extranjeras, que para la producción para el mercado local o regional no traen la tecnología más avanzada. Requieren por tanto más tiempo socialmente necesario que sus homólogos de otras latitudes para producir las mismas mercancías. Producen a un costo comparativamente más alto que estos últimos. Salvo contadas excepciones, los precios de las mercancías sometidas a la competencia internacional (los llamados bienes “transables”) están dados internacionalmente, y los mayores costos locales no pueden traducirse en un precio mayor de la mercancía. Esta imposibilidad de ajustar los precios a sus costos amenaza con la pérdida de capacidad de valorización, es decir, impide que el precio obtenido cubra sus costos y una ganancia media. La reproducción del capital en vastos sectores de la economía se encuentra condicionada a una depreciación del tipo de cambio, es decir que la moneda nacional pierda poder de compra con relación al dólar. El tipo de cambio depreciado significa que cada hora de trabajo nacional se va expresar solo como una fracción de ese tiempo en términos de valor internacional. Esto permite que los sectores que producen con costos mayores que los imperantes a nivel internacional en su rama puedan funcionar sin ver erosionada su capacidad de valorización; se logra la llamada competitividad, a costa de reducir los términos de intercambio de la economía nacional con el resto del mundo. El correlato es la depresión del salario medido en dólares y la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados. La competitividad del capital se logra reduciendo la participación de la fuerza de trabajo en el valor generado. La caída del costo salarial es un requisito de toda devaluación exitosa. Desde el punto de vista del Estado, esta depreciación cambiaria contribuye a mejorar el balance externo, limitando las importaciones (al encarecerlas) e incentivando las exportaciones. El crecimiento económico desde 2003 reconoce sus raíces en la megadevaluación de 2002. Como resultado, el costo salarial cayó un 60 % medido en dólares, mientras que el salario real cayó casi un 30 % ese año (por el encarecimiento de los precios atados al dólar, como muchos alimentos). Esto, sumado a la persistencia de la precariedad laboral, fue clave en las altas tasas

de ganancia de los años siguientes1, junto con el ciclo alcista en la demanda global de granos y en sus precios que, con altibajos, se mantiene.

Tipo de cambio depreciado y “subacumulación” de capital Podría parecer que el tipo de cambio depreciado es una varita mágica que compensa las desventajas de productividad. Pero no es tan sencillo. La depreciación tiene un impacto contradictorio sobre la rentabilidad esperada de nuevas inversiones. Hace más competitiva la producción nacional, pero al mismo tiempo encarece los medios de producción importados medidos en moneda nacional (al igual que ocurre con los componentes y partes importadas de los bienes nacionales). Esto significa que al momento de invertir se debe utilizar una porción mayor de plusvalía para importar un medio de producción que la que gastan los capitalistas de otros países; reaparece así la desventaja competitiva. La brecha productiva que la depreciación cambiaria se propone compensar, tiende a preservarse a causa de sus efectos sobre la inversión. Se puede ver en el caso de la Argentina actual, que tuvo uno de los períodos más altos de crecimiento de su historia pero que no tuvo correlato equivalente en la inversión productiva. Aunque la tasa de inversión no es baja en términos históricos, sí lo es en relación a los requerimientos que habría conllevado seguir manteniendo altas tasas de crecimiento, como las que se registraron hasta 2008, y nuevamente en 2010 y 2011. Lo más notorio es que la inversión resulta baja en relación la elevada rentabilidad promedio de la última década, lo que se puede ver de forma pronunciada en las empresas más grandes que forman parte de la Encuesta Nacional de Grandes Empresas (ENGE) relevada por el Indec2. Se trata de una característica estructural del capitalismo argentino: impone con las devaluaciones fuertes privaciones al pueblo trabajador, con la promesa de un desarrollo que, aunque ilusiona una y otra vez a sectores del progresismo. Es una ilusión falaz: el capitalismo es un sistema mundial integrado; dentro de él, la economía argentina se encuentra ya desarrollada como dependiente y atrasada. Puede cambiar los niveles relativos de dependencia, pero no subvertirla, sin trascender las relaciones de producción capitalistas.

La inflación, el fin del dólar caro y la corrida contra el peso Otra contradicción del tipo de cambio depreciado surge por sus efectos sobre el nivel de precios. La devaluación desata un cambio en los precios, que a su vez genera condiciones para nuevos ajustes de los mismos, y como contragolpe también de salarios. Los que producen bienes transables trasladan a los precios locales los efectos cambiarios. Con la depreciación, cae de forma relativa la rentabilidad de los capitales radicados en áreas de bienes y servicios no transables, sectores que además favorecen un tipo de cambio bajo (peso apreciado) porque eleva la expresión en moneda mundial de la ganancia que realizan en el país. Por eso, ante una

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devaluación que eleva los precios de los bienes “transables”, los demás sectores también buscarán ajustar sus márgenes elevando precios. Esto contribuye a crear efectos de retroalimentación que pueden generar inflación. Esto ocurrió con posterioridad a 2002 en el país, pero con efecto retardado de varios años. La profunda recesión que se extendió entre 1998 y 2001 obligó a los sectores perjudicados a absorber los costos en lo inmediato. En estas condiciones, la devaluación tuvo inicialmente un traslado limitado a los precios de los bienes exportables y con componente importado, que no fue replicado. La alta capacidad ociosa extendió durante varios años los plazos para los ajustes. Pero a partir de 2005 las condiciones económicas motivaron ajustes de precios en muchos largamente postergados, que eran a la vez respondidos con otros aumentos. Esto empujó a los trabajadores, que desde 2004 habían iniciado duras luchas para recomponer los salarios, a reforzar la presión para obtener aumentos y evitar que los nuevos ajustes de precios siguieran carcomiendo al salario. La profundidad del ajuste realizado en 2002 había dejado margen de tolerancia. Pero eventualmente los ajustes sucesivos de precios se transformaron en inflación, alimentada también por cuellos de botella sectoriales, la crisis energética y otros elementos3. En 2007, esto signa la entrada de una nueva etapa, donde aparecen los síntomas de agotamiento del “modelo” aunque sigue el crecimiento fuerte. El kirchnerismo buscó alimentar la idea de que mantener la rentabilidad corporativa y la mejora paulatina de los salarios (partiendo del bajo piso de 2002) no era incompatible. Ante las primeras muestras de que esto no era tan así, puso en juego la carta fuerte con la que contaba: los recursos fiscales acumulados. El ajuste de 2002 también se había dado en el gasto público, que ese año cayó un 37 % por recortes y por la inflación. El default de la deuda pública que interrumpió los pagos hasta 2006 (salvo al FMI), y la mayor recaudación por la aplicación de retenciones a las exportaciones, contribuyeron a una holgura fiscal inédita. Estos recursos se usaron desde 2007 con el objetivo de atenuar las dificultades, a través de subsidios que solventaban una parte de la masa total de ganancias del capital, con el fin –no conseguido– de atenuar la presión alcista de los precios. Al mismo tiempo, de la mano de la burocracia sindical, comenzaron los intentos de imponer techos a los aumentos de salarios. Con los subsidios el gobierno “internalizó” una presión imparable al aumento del gasto público. En vez de contener las contradicciones, estas se derivaron en una sangría de recursos. En 2007 los subsidios fueron de $14.600 millones, en 2014 serían de $140.000 millones. Como consecuencia de esto, el superávit fiscal se transformó en déficit, luego del pago de deuda, a partir de 2009. Dado que el financiamiento externo no era una alternativa (las últimas emisiones de bonos en 2007 pagaron una elevada tasa de 13 %), el gobierno buscó financiamiento a través de la ANSES y de otros organismos con fondos propios, y posteriormente en una medida cada vez mayor del BCRA. A la par »


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ECONOMÍA

“...la suerte del ‘modelo’ está atada a lo que ocurra con los

Tiempos de ajuste

salarios, cuya contención es clave para afianzar el ajuste.

de esto, cada vez confió más en la inflación como vehículo para un inconfesado ajuste: bajaba los gastos y aumentaba la recaudación en pesos nominales (aunque desvalorizados), liberando fondos. A pesar de estos malabares, cada año se hizo necesario ampliar las fuentes de financiamiento para cerrar el programa financiero. Todo esto, digámoslo de vuelta, para sostener el pago de la deuda y los subsidios a la ganancia capitalista. En este esquema fue clave el saldo externo favorable que se observaba desde 2002, ya que permitía fortalecer las reservas del BCRA, cada vez más importantes para la política económica. Este superávit se explicaba básicamente por los niveles que mantuvo el superávit comercial (exportaciones menos importaciones) a causa del crecimiento en las exportaciones de granos. El hecho de que el BCRA tuviera un nivel elevado de reservas, contribuyó durante los últimos años de diversas formas a sostener el esquema de financiamiento imprescindible para afrontar un gasto público en aumento: 1) permitió que una parte de las mismas fuera usada para pagar deuda pública externa, sin contrapartida de mayor endeudamiento del Tesoro (el Fondo del Bicentenario); 2) modificación de la Carta Orgánica del BCRA mediante, se amplió la posibilidad de adelantos transitorios al Tesoro, que hoy tienen un límite máximo de $162.000 millones, y es probable que se amplíen para aumentar el financiamiento; y 3) como la cotización del peso no se quedó inmóvil sino que el peso de depreció para compensar en parte la inflación (nunca con un salto como el de estos últimos meses), esto generó utilidades a la autoridad monetaria porque sus tenencias de dólares “valen” más en pesos, una ganancia ficticia pero que se transfirió de todos modos al tesoro para maquillar el déficit. Sin embargo, aún con superávit comercial, en 2011 reapareció el fantasma de la “restricción externa”. Es decir, del estrangulamiento de la economía por falta de dólares, problema que muchos consideraban que era cosa del pasado. No es un resultado azaroso ni circunstancial,

sino el emergente de las condiciones de dependencia y atraso que caracterizan al capitalismo argentino, y se mantuvieron incambiadas. Basta con ver los capítulos que explican la salida de divisas: el déficit industrial, el déficit energético, los pagos de la deuda, las remesas de capitales y la lisa y llana fuga de dólares, que durante todo el ciclo kirchnerista agregó no menos de u$s90.000 millones de activos de residentes argentinos en el exterior. Las dos últimas fuentes de salida de dólares se deben a la baja tasa de reinversión de ganancias que explicamos más arriba. El kirchnerismo convivió alegremente con estas gangrenas durante los años de crecimiento, porque a pesar de ellas el saldo comercial permitía mantener o acrecentar las reservas del BCRA. En 2011 sonaron las alarmas porque los dólares de la soja (y otros granos) ya no alcanzaban. Ese año concluyó con una caída en las reservas. Con esto peligraba la base estrecha sobre la cual se administraban precariamente los desequilibrios del esquema económico. Ya desde ese momento, entramos en una nueva situación. Si el kirchnerismo buscó utilizar los recursos del Estado para colocarlo en el medio, como elemento de distensión de las relaciones entre las clases, conteniendo las aspiraciones populares pero permitiendo algunas concesiones, su política adquirió desde entonces de conjunto un sesgo contrario, el del ajuste. Eran los tiempos en los que comenzó a hablarse de la “sintonía fina”. Los techos al salario en niveles más bajos a la inflación; la reticencia a mover los mínimos del capítulo cuarto del impuesto a las ganancias que gravan al salario, acompañada de un discurso contra los supuestos privilegios de sectores obreros que en muchos casos debían pagar por ganar apenas el equivalente a una canasta familiar; las medidas aplicadas para preservar los dólares frenando las importaciones, fueron todas en ese sentido. Sin embargo, por la persistencia de la inflación, que siguió incentivando la huida del peso, la gangrena energética (junto al déficit industrial y en turismo) y el uso de dólares para pagar deuda, la presión sobre el dólar no hizo más que profundizarse.

La devaluación representa un salto en calidad. Con esto buscan cortar la sangría de dólares, aparte de mejorar la rentabilidad de los sojeros y el resto de la economía, a costa de los asalariados. Junto a esto, el BCRA sube las tasas y retira pesos de circulación, contribuyendo al enfriamiento del crédito. Con ardides como obligar a los bancos a deshacerse de tenencias en divisas para volcar dólares al mercado, esperan contener el mercado hasta que se liquide la cosecha gruesa. Pero la suerte del “modelo” está atada a lo que ocurra con los salarios, cuya contención es clave para afianzar el ajuste. Después de años de alimentar la promesa de mejoras paulatinas y sostenidas (“nunca menos”), otra vez y como siempre, el salvataje de la economía argentina impone hacer tragar a la clase obrera otro mazazo a los salarios. Conspira contra este objetivo la devaluación acelerada de enero que aumenta la presión inflacionaria. Pero la devaluación prepara otros efectos que nublan el horizonte. A causa de los subsidios varios y el déficit energético, que se solventa con gasto público, la devaluación va a empeorar la situación fiscal o a apurar el recorte sobre los subsidios agravando la inflación. Además, por la deuda y el déficit del balance de pagos, el pronóstico actual es de una pérdida de reservas que podría llegar a u$s13.000 millones. Aún descargando el ajuste sobre la clase trabajadora, la perspectiva es que lejos de reordenarse las variables luego del salto cambiario, se va a acicatear la crisis fiscal, la inflación, y a realimentar la corrida sobre el dólar preanunciando nuevas devaluaciones. Aunque el gobierno ha logrado evitar que la pulseada terminara en un descontrol, el futuro está cargado de nuevas amenazas. Incluso si resultan los guiños al capital financiero internacional y emiten deuda, esto gana tiempo pero no cambia la tendencia de fondo. Después de años en los que se dieron condiciones extraordinariamente favorables, se pone sin embargo en evidencia lo falaz de las ilusiones de que un capitalismo “en serio” escape de la sucesión de crisis recurrentes de la economía nacional, con su correlato de privaciones que recaen sobre los trabajadores. La única manera de evitarlo es que la clase trabajadora acaudille al conjunto del pueblo pobre para llevar adelante un programa para cortar los nudos gordianos de la dependencia y el atraso. Blog del autor: puntoddesequilibrio.blogspot.com.

1. Como demostraba el actual ministro Axel Kicillof cuando todavía se decía economista “crítico”. Ver “La trayectoria de las ganancias después de la devaluación: la ‘caja negra’ del crecimiento argentino”, Notas de la Economía 4, CENDA, 2007.

2. Mercatante, E., “La Argentina, a 10 años de la salida de la convertibilidad: contradicciones recurrentes para la continuidad de la acumulación capitalista. Una mirada desde la teoría marxista”, Blog del IPS, www.ips.org. ar, 4-8-12. 3. Mercatante, E., “Las raíces de la inflación en la Argentina. Un análisis desde el marxismo”, disponible en www. ips.org.ar, febrero de 2013.


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Ilustraciones: Anahí Rivera

Los salarios en la era de los Kirchner

El gobierno nacional, apuntando al objetivo de moderar los reclamos salariales en las próximas paritarias, busca realzar la mejora del poder de compra del salario durante la última década, en el mismo momento en que está practicando este ajuste contra los trabajadores. Pero el “relato” sobre las mejoras que habrían tenido los asalariados durante los gobiernos kirchneristas no se condice con la evolución efectiva que tuvieron las remuneraciones y condiciones de trabajo durante la última década.

Pablo Anino Economista, docente de la UBA.

Todo empezó con una “caída libre”. Para un balance serio de la última década, el kirchnerismo debería rendir honor a Eduardo Duhalde, que fue en alguna medida el padre del “modelo”, el que hizo el trabajo sucio de la mega devaluación de 2002, seguida por una inflación de 40 %, mientras que los salarios aumentaron sólo 11 % en ese año. Una enorme pérdida del poder de compra del salario, que se expresó en una caída de la participación de los salarios en la riqueza social producida (por los trabajadores) anualmente: en 2001 los salarios se llevaron el 38,5 % de esa riqueza, en 2002 solo el 31,4 %. La contrapartida fue el enriquecimiento capitalista, que aumentó su participación en el ingreso nacional de 61,5 % a 68,6 %1. Este enorme asalto

sobre el salario inició el crecimiento económico de la última década. Si observamos lo ocurrido luego de 2003 se pueden constatar algunos resultados favorables en términos de recuperación salarial. Pero cuando para obtener un panorama completo se comparan los niveles salariales actuales con los del 2001, previo a la devaluación, los resultados son bien distintos. Según el Observatorio de Derecho Social de la CTA, el aumento del salario real de los trabajadores con puestos de trabajo registrado (en “blanco”) fue 24,1 % desde 20012. Esos números exhiben solo un fragmento de la realidad. Durante los gobiernos kirchneristas la precarización laboral se mantuvo en niveles elevados: más de un tercio de la fuerza laboral se ve sometida a puestos de trabajo no registrados (en

“negro”), que están lejos de alcanzar los bienes básicos para la vida cotidiana, a pesar de registrar una recuperación en sus remuneraciones durante el período que llegaría a 7,1 % entre 2001 y 20133. Cuando el análisis se extiende al conjunto de los trabajadores, tanto los que están en “blanco” como los que están en “negro”, para el Observatorio de Derecho Social de la CTA el resultado es que el salario real se recuperó apenas 0,1 % desde 2001. Esta evolución del salario real contempla realidades dispares. Por ejemplo, mucho peor es el resultado para los trabajadores estatales, entre los cuales el salario real cayó abruptamente entre 2001 y 2013: -39,8 %4. No solo eso, sino que como veremos, los trabajadores perdieron capacidad de compra en relación a la canasta familiar y retrocedieron en su »


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ECONOMÍA

disputa con el capital, que obtuvo gigantes beneficios en la última década. En el agregado, la mejora del sector privado (con un abismo entre los trabajadores registrados y “en negro”) es casi enteramente compensada por la caída del sector público5. Otras estimaciones como las realizadas en la ya citada Apuntes para el Cambio 3 señalan una recuperación del 8,7 % hasta 2011. De todos modos, aunque este valor es algo superior, significa una recuperación moderada luego de 10 años de crecimiento (con excepción de 2009 por la crisis mundial). Marx sostenía que el salario pagado a los obreros tiende a oscilar en torno al monto de los bienes que requieren para garantizar su reproducción, es decir para poder comer, vestirse, costear sus medios de transporte y sostener a su familia, que garantice nuevas generaciones de obreros que sostengan el enriquecimiento de la clase capitalista. Este es el valor de la fuerza de trabajo y, según la situación económica, el monto pagado a los asalariados estará ligeramente por encima (si hay auge económico) o por debajo (si hay recesión) de ese valor. Alzas y bajas que tienden a compensarse y anularse. Considerando el dinamismo en la recuperación del empleo durante esta década, sin precedentes en décadas, no sorprende que el salario haya recuperado escalones, sino que lo haya hecho de una forma tan limitada. Y, digámoslo, mucho más como producto de las propias tendencias de la economía y de los combates librados por sectores obreros (así como la presión sobre las direcciones burocráticas de los sindicatos), que como producto de políticas específicas. Como decimos en el número 5 de IdZ, la articulación de las “diversas situaciones de precariedad contribuye a explicar por qué, después de un período de alto crecimiento con fuerte reducción de la desocupación, la recomposición salarial tuviera un techo relativamente bajo”6.

Carestía de la vida

Más grave se presenta la situación para los trabajadores cuando se confrontan los ingresos con el valor de lo que se conoce como la canasta familiar. En septiembre de 2000 y de 2001 los trabajadores registrados tenían un poder de compra de 1,74 y 1,73 canastas respectivamente. Es claro que en 2000 y 2001, en medio de la crisis, el salario de los trabajadores registrados, en relación a la canasta, tuviera mayor poder de compra que los años previos de la convertibilidad económica no significa una situación favorable para la clase obrera, que sufría de manera generalizada la desocupación7. Con la devaluación y el proceso inflacionario posterior, la cobertura de la canasta bajó significativamente en 2002 cuando el salario de los trabajadores registrados compró 1,46 canastas. En 2006, cuando la recuperación económica se empieza a asentar, la cobertura aumenta a 1,98 canastas, el valor máximo de la serie, superando notoriamente el nivel de 2001. El ocultamiento y la manipulación de datos por parte de la intervención del Indec impiden continuar la serie, pero considerando las estimaciones de la canasta familiar de los trabajadores de la Junta Interna de ATE Indec8, que

denunciaron esa intervención, finalmente se observa que en 2013 el ingreso de los trabajadores registrados cubrió sólo 1,1 canastas. Incluso, considerando una canasta de menor costo como la que estima la CGT de Hugo Moyano los trabajadores en “blanco” compraban 1,44 canastas en 2013. En síntesis, el sector de los trabajadores en “blanco” durante la fase ascendente y de relativamente pocas dificultades económicas, que muchos analistas señalan llegó hasta los años 2007-20089, logró recuperar niveles de poder de compra similares a los de los noventa (ya bastante bajos en términos históricos), e incluso superarlos esporádicamente (como en 2006), pero con el agotamiento del “modelo” la situación se deterioró fuertemente. La aceleración de la inflación, que se hizo sentir de manera más aguda sobre los bienes alimentarios y sobre algunos servicios públicos, como en los costos del transporte que en enero aumentaron en promedio 66 % (ya habían sufrido otro salto importante en diciembre de 2012), seguramente esté incidiendo sobre la pérdida de poder de compra del salario en relación a la canasta familiar. Pero la situación del sector en “blanco”, además de ocultar fuertes desigualdades, no permite dar un panorama del conjunto de la clase obrera. Para enero de 2014 los trabajadores que enfrentan la intervención del Indec estimaron la canasta en $ 9.113,64. Los cálculos que realiza la Dirección de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires podrían llevar ese costo hasta $10.00010. Según la Encuesta Permanente de Hogares, entre julio y septiembre de 2013 el 50 % de los trabajadores cobraba salarios inferiores a $3.900, muy lejos de lo que se necesita para cubrir la canasta familiar. Además, más de la mitad de los hogares no alcanza a cubrirla.

La clave del “modelo”: mayor explotación obrera

Para Karl Marx la plusvalía es la parte del valor producido por los trabajadores durante su jornada de la que el capitalista se apropia sin pago. Las horas no pagas de la jornada son la fuente de la ganancia capitalista. Los empresarios buscan incrementar permanentemente esa plusvalía a través de las formas que Marx llamó “relativa” y “absoluta”. La plusvalía absoluta es la búsqueda de aumento del trabajo apropiado por cada jornada laboral por parte de los capitalistas mediante distintas formas, centralmente la extensión de la jornada de trabajo. La plusvalía relativa comprende el abaratamiento del valor de reproducción del obrero y de la familia obrera (o de la clase en su conjunto) mediante la producción abaratada de los bienes salario por vía del aumento de la productividad en las ramas que elaboran esos bienes (tales como alimentos, vestimenta, vivienda, etc.). Esto ocurre cuando los capitalistas aumentan la fuerza productiva del trabajo y, por ende, la cantidad de bienes disponibles con el mismo trabajo, mediante inversiones en maquinaria, incorporación de innovaciones tecnológicas, reorganización del proceso de trabajo, etc.. El incremento de la plusvalía relativa no

es necesariamente incompatible con aumentos nominales y reales del salario (en general o de determinados segmentos) que ocurran en simultáneo al incremento de la masa de riqueza que obtienen los capitalistas. Es decir, que las condiciones de vida de la clase obrera podrían mejoran en comparación a sí misma en un momento previo, pero empeoran en relación a la clase capitalista. Ahora bien, esto no es un resultado meramente económico, sino que está determinado en última instancia por la lucha de clases. Ningún capitalista concede las ventajas que obtiene con mayor productividad si los trabajadores no se lo arrancan con la lucha. En alguna medida esto es lo que ocurrió durante el primer lustro de los gobiernos de los Kirchner. El fortalecimiento del temple de lucha de los trabajadores luego del 2001, con la reducción del desempleo, arrancó concesiones a los capitalistas. Con las renovadas condiciones para el crecimiento económico, luego de la devaluación de 2002, las ganancias y los salarios pudieron avanzar en conjunto, pero los beneficios empresarios lo hicieron siempre en una proporción mayor. Hacia 2007-2008 esa situación comenzó a atravesar contradicciones crecientes. La paradoja es que ese resultado de los primeros años del kirchnerismo se logró sin la realización de inversiones sustanciales, o al menos no se realizaron en una proporción suficiente para sostener el ritmo de crecimiento. Incluso, aunque en algunos años la inversión fue elevada, la clave del crecimiento de la producción de los primeros años del “modelo” fue la capacidad ociosa inutilizada que dejó la crisis de la convertibilidad. En enero de 2002 la inutilización del aparato industrial superaba el 50 % ¡La mitad de la industria estaba parada! Por lo cual, los capitalistas pudieron, sin aumentar las inversiones de manera sustancial, obtener el mismo efecto que si lo estuvieran haciendo: que los salarios y las ganancias evolucionen conjuntamente, pero en proporciones distintas, con tendencia a favorecer las ganancias. Lo ocurrido en los servicios (ferrocarriles y distribución de energía eléctrica) y con el petróleo son muestras elocuentes de las escasas inversiones para sostener el ritmo de crecimiento a tasas elevadas. Sólo para graficar digamos que entre 2003 y 2012 la industria creció 99,6 %, pero la ampliación de su capacidad instalada (que es un reflejo de las inversiones) sólo 41,2 %. Claro que inversiones hubo, incluso en algunos años fueron elevadas en relación al PBI, pero siempre fueron insuficientes para sostener el ritmo de crecimiento económico y no se correspondieron con el gran volumen de ganancias empresarias dado que la reinversión de utilidades fue escasa. Según Pablo Manzanelli: “las utilidades sobre el valor agregado de los oligopolios manufactureros alcanzaron el 33,1 % en el período 2002-2010, más del doble que bajo el esquema de caja de conversión (14,5 % entre 1993 y 2001). A pesar de ello, la inversión bruta sobre el valor agregado se redujo del 18,5% al 11,1 % entre ambos períodos”11. Esto es muy significativo porque señala la conducta de un sector específico de la burguesía nacional y extranjera, el más concentrado.


I dZ Marzo Ante esta subacumulación (o “reticencia inversora”, como define Manzanelli), tendió a primar el mecanismo de la plusvalía absoluta, mediante el cual las patronales, como vimos ocurre en Argentina, buscan pagar el salario por debajo de la canasta familiar, imponen a los trabajadores jornadas de trabajo más extensas o mayor intensidad en el ritmo de producción. Como los empresarios logran sacarle a los trabajadores más producción, en los hechos un salario real mayor representa un menor costo: “los aumentos en los ritmos de crecimiento de la productividad en el marco de la posconvertibilidad no sólo compensaron la recuperación del costo laboral, sino que lo superaron: si bien el costo laboral creció el 8,6 % en el período 2001-2012, la productividad ascendió el 33,3 %. De allí que el costo laboral unitario haya caído el 18,5 %”12. Esto quiere decir que el volumen de producto que la clase capitalista sacó por cada obrero ocupado aumentó 33,3 % a nivel de toda la economía. Pero mucho más rédito obtuvieron los empresarios en la industria, donde la productividad por hora trabajada se incrementó 54,1 %13. Aunque los datos no permiten saber en qué medida estos aumentos en la productividad se deben a inversiones en nueva maquinaria, la “reticencia inversora” de la burguesía nacional y extranjera hace suponer que en su incremento tuvieron una gran incidencia las negociaciones colectivas que incluyeron cláusulas de flexibilización que favorecieron este aumento de la tasa de plusvalía mediante mayor exigencia sobre la fuerza de trabajo como contraparte de los acuerdos salariales14. En las 500 grandes empresas del país, el salario relativo15, que es una medida de comparación de la ganancia media por trabajador que obtienen las empresas con el salario medio, pasó de 69 % promedio para el período 1993-1999 a 154 % promedio para 2003-2012. Esto significa que durante los años de la convertibilidad las 500 grandes empresas por cada peso que pagaban en salario obtenían 0,69 centavos de ganancia mientras que en la “década ganada” obtuvieron por cada peso de salario una ganancia de $1,54. Una muestra evidente que “Menem lo hizo” y el “kirchnerismo lo profundizó”. Cuando los defensores del oficialismo buscan presentarlo como defensor del salario de los trabajadores y de la distribución del ingreso, no sólo falsean la realidad, sino que se abstraen todos estos grandes beneficios que obtuvo el capital por las conquistas que preservó en lo que respecta a las condiciones laborales degradadas. Frente al agotamiento del “modelo”, hoy el gobierno y los empresarios atacan de nuevo el salario. La tasa de inflación de 3,7 % en el mes de enero anunciada por el ministro de Economía, Axel Kicillof, que reconoce sólo parcialmente la inflación real, podría significar, si los aumentos de precios mantienen el ritmo de enero, que la inflación anual supere el 50 %. Con salarios creciendo al 25 %, el techo que el gobierno quiere imponer en paritarias, se efectivizaría una gran transferencia de riqueza social de los trabajadores a los empresarios. Esto agravará aún más el balance del kirchnerismo en materia de distribución del ingreso.

Entre 1993 y 1999, en pleno auge neoliberal, los trabajadores tuvieron una participación promedio en el producto del país del 38,3 %, mientras que entre 2003 y 2011 ese promedio bajo a 37 %16, bien lejos del “fifty-fifty” del que gustaba hablar Cristina Kirchner. Por donde se lo mire, es evidente para quien ha sido esta “década ganada”.

1. Ana L. Fernández y Mariana L. González, “La desigualdad en los ingresos laborales. Su evolución en la posconvertibilidad”, Apuntes para el Cambio 3, mayo/ junio de 2012. 2. “Conflicto, negociación colectiva y mercado de trabajo”, Informe de Coyuntura del Observatorio del Derecho Social de la CTA, IV trimestre 2013. 3. Ver el Dossier “Precarizados. El corazón del ‘modelo’” en el número 5 de IdZ, noviembre de 2013. 4. Ídem 5. “Conflicto,…”, op. cit. Es de señalar que este análisis de apoya en los datos provistos por la estadística oficial, con el Coeficiente de Variación Salarial 6. Esteban Mercatante, “Mundo Grúa”, dossier “Precarizados…”, op. cit. 7. Pueden existir cuestionamientos a las estimaciones de canasta básica total del Indec por considerarse insuficiente para cubrir las necesidades. Para enero 2001 había estimaciones de FIDE que la ubicaban en $1.025 (Clarín, 26-01-01). No obstante, su evolución en el tiempo, siguiendo una misma metodología hasta la intervención del Indec, es un buen parámetro para dar cuenta del deterioro de las condiciones de vida. 8. La Junta Interna de ATE Indec estima una canasta de las mismas características que la utilizada por el Indec antes de la intervención. 9. Ver en este número “Argentina devaluada”. 10. Pablo Anino, “El ancla salarial”, La Verdad Obrera 556, 06-02-14. 11. Pablo Manzanelli, “Competitividad y productividad en un modelo de desarrollo inclusivo”, Documento Debate, Cifra. 12. Ibídem, p.9. 13. Estimación propia en base a las Fichas Sectoriales del Centro de Estudios para la Producción del Ministerio de Industria. 14. “Precarizados…”, op. cit. 15. Una desarrollo de la explicación de este concepto y su análisis empírico para la Argentina se puede encontrar en: Paula Bach, “El salario relativo en la Argentina de la devaluación”, Lucha de Clases 8, junio de 2008. 16. Ana L. Fernández y Mariana L. González, “La desigualdad…”, op. cit.

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POLÍTICA

Los usos del Rodrigazo

Foto: Ediciones IPS.

GASTón ramirez Economista, docente de la UNJu. El agotamiento del esquema económico ha impulsado la comparación de la situación actual con otras crisis de tiempos recientes. Entre ellas, la más recorrida es el Rodrigazo, en alusión al brutal ajuste aplicado por Celestino Rodrigo, Ministro de Economía de Isabel Perón. Esta caracterización se observa en todo el arco político1. En esta nota analizamos los puntos de semejanzas y diferencias de la situación actual con la que precedió a los hechos de 1975, así como discutimos los “usos” de agitar este fantasma durante el ajuste en marcha.

Los hechos

En 1973 la “crisis del petróleo” aceleró la recesión y la alta inflación que afectaba a las principales economías del mundo, capítulo que terminó de marcar el final del boom de posguerra en las potencias imperialistas. El alza de los precios del petróleo contribuyó en la Argentina a acelerar el incremento de precios locales y erosionó la “inflación cero” de José Ber Gelbard. La recesión de las economías ricas provocó una caída drástica en las exportaciones, en particular de la carne, por el cierre de los mercados europeos. El superávit comercial de 1.036,5 millones de dólares en 1973 pasa a un déficit de 985,3 millones de dólares en 1975. Al rojo en el comercio exterior

se sumó el recorte en el financiamiento externo, que empujó a buscar financiación del déficit vía emisión monetaria, lo que contribuyó a agravar la dinámica alcista de los precios. La crisis en el frente externo redujo los márgenes del Estado para actuar frente al conflicto social y la puja por sostener el salario real2. A pesar que la CGT había aceptado en 1973 fijar el salario por dos años, los sindicatos fueron presionados por las bases descontentas por la elevada inflación (60,3 % en 1973; 57 % en 1974 y 182.8 % en 1975), desatando conflictos permanentes. El ministro de economía Alfredo Gómez Morales propone un plan de “estabilización” gradualista (una especie de “sintonía fina”) que no logra eco en el gobierno y tampoco en la CGT y la CGE, ni de los grupos concentrados de poder representados en la UIA y la SRA. Proponía un aumento del 25 % del salario real, el cual fue rechazado por la CGT que exigía un 38 %. La Argentina afrontaba nuevamente una crisis de “restricción externa”, al igual que en los ‘50 y ‘60. Estas crisis, similares a las de otras economías dependientes y semicoloniales, se producía cuando la disponibilidad de moneda mundial (dólar) que se obtenía a través del comercio exterior, las inversiones extranjeras, o el crédito externo, caía a niveles insostenibles

para la marcha de la economía. Este faltante de divisas era (y es) recurrente en la Argentina por la canasta limitada de exportaciones del país, que contrasta con la amplitud en variedad y volumen de su demanda de productos importados, para la industria y para el consumo. Además, un problema histórico que se había empezado a manifestar en los años ‘30 y se hizo crítico desde los años ‘50, eran las restricciones para el crecimiento de la producción agraria, lo cual limitaba el crecimiento de las exportaciones, que además contaban con mercados poco dinámicos. El resultado eran dificultades crónicas para hacer frente al pago de las importaciones y de deuda externa. Además, la creciente penetración de capital extranjero creaba una demanda adicional de dólares por las remesas de sus utilidades enviadas al exterior. Este desequilibrio entre oferta y demanda de divisas desató una sangría de reservas y presionó a una devaluación. Esto ya había ocurrido durante la gestión de Gómez Morales, que impuso una devaluación del 50 %. Sin embargo, continuó la pérdida de reservas, que en dos años cayeron un 53 % de 1.340,8 millones a 617,7 en 1976. La crisis de restricción externa se veía agravada por el hecho de que esta ocurría en un momento de alta inflación, que encontraba impulso tanto en la situación internacional


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como en la disputa distributiva (entre trabajadores y empresarios, pero también entre sectores de la burguesía). Algunos autores que hacen una valoración positiva del período de semi-desarrollo industrial por sustitución de importaciones (esquemáticamente, 1930-1975), como Eduardo Basualdo, consideran que desde finales de la década del ‘60 comenzaban a actuar los efectos de algunas transformaciones importantes que trajo el segundo momento de impulso a la sustitución, cuando de la mano del capital extranjero se desarrollaron varias ramas de la industria pesada. Lo más importante, para estos autores, es que en los ‘70 había comenzado a desarrollarse la exportación industrial y esto, junto con el crecimiento de las exportaciones agrarias, eran según esta lectura las bases para superar la restricción externa. No sorprende que autores que sostienen esto pasen muy velozmente por el Rodrigazo, o directamente lo desdibujen en sus análisis3, ya que desmiente este planteo. Planteo que además soslaya importantes realineamientos entre las clases que estaban en marcha desde el Cordobazo, pero que se aceleraban aún más con el recrudecimiento de la lucha de clases bajo el gobierno peronista, y que empujaban a toda la burguesía a encolumnarse en apoyo a las políticas de shock reestructurador. El violento cambio en la coyuntura internacional reflotó los problemas de restricción externa y puso al desnudo al capitalsimo argentino como un eslabón débil del sistema mundial. El ensayo sustitutivo quedaba abortado por no poder superar sus contradicciones económicas, pero además por perder su sustento de clase y del propio peronismo que aplicó el shock. El derrumbe de las exportaciones agropecuarias puso en aprietos al Pacto Social y sentenció al plan de ajuste gradual de Gómez Morales. Tras su renuncia asume Rodrigo apoyado por López Rega, e implementa un brusco giro de timón lanzando un paquete de medidas que significó un verdadero mazazo al salario. La inflación

en 1975 alcanzó el 182,8 % y el paquete económico dio rienda suelta a aumentos en las naftas y el gas de entre un 30 % y 60 %, la electricidad (entre un 40 y un 75 %) y fuertes aumentos en los productos de primera necesidad como el pan que pasó de 400 a 680 pesos, la manteca de 4.350 a 8.200 y los quesos un promedio de 2.900 a 5.900 pesos. La devaluación del peso osciló entre un 80 y 160 %. Se ajustaron los préstamos de los bancos contra la inflación, las tasas de interés y el congelamiento de las paritarias. En el caso de los salarios se plantearon topes, con un aumento del salario básico a 3.300 pesos, muy por debajo de la inflación de ese año. También se alimentó el endeudamiento con el exterior. Al contrario de las expectativas del gobierno que esperaba una parálisis y contención del movimiento obrero por la burocracia, comienza un ciclo de huelgas que confluyen en un histórico primer paro nacional a un gobierno peronista que dio por tierra con el Plan Rodrigo.

Ayer y hoy

Podemos decir que muchos de los elementos de esta crisis se encuentran en la actualidad. Una inflación con niveles cercanos a las tasas mensuales del año ‘74 (antes del salto del ‘75). Un déficit fiscal en alza, que se financia con organismos públicos y –cada vez más– con emisión monetaria. Por último, sobrevuela nuevamente la amenaza de la restricción externa. Las reservas récord de 52.190 millones en 2010 arrastran una fuerte caída de más de 24.441 millones (-46 %) a enero 2014. El doble superávit comercial y fiscal ya no existe más. Aunque se mantiene el superávit comercial, este ya no alcanza para afrontar todas las vías de salida de dólares, y el saldo de la balanza de pagos (entrada y salida de dólares por actividades comerciales y financieras con el resto del mundo) arroja saldos negativos desde 2011 provocando una pérdida de dólares. El pago de la deuda externa, que ronda los 10 mil millones anuales, complica más el panorama. Y durante los últimos años la importación de combustibles consume la friolera de U$S 13.000 millones, como en 2013.

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Por su parte, la inflación agrava la puja distributiva y los problemas fiscales para Nación y provincias, estas últimas encaminadas hacia severas crisis fiscales. Las crecientes dificultades en el frente externo, así como los efectos de la inflación y la puja distributiva, en el plano cambiario, creando expectativas de devaluación fuerte desde 2011 y disparando todas las medidas de control cambiario y a las importaciones registradas desde entonces, son muestras de las contradicciones profundas de una economía dependiente y subordinada al capital extranjero. Todo esto empujó a la fuerte devaluación de comienzos de este año, y todo indica que este no será el último de una serie de ajustes cambiarios forzados. Con todas estas similitudes, podemos encontrar, sin embargo, algunos elementos “moderadores”. Por ejemplo, al contrario del cierre del mercado europeo en 1975, los precios históricos de la soja y las buenas cosechas de trigo y maíz le permiten al Banco Central un ingreso cercano a 30 mil millones este año, una afluencia de dólares que el gobierno espera que se concrete para aliviar la presión sobre el tipo de cambio. Aunque la balanza de pagos sea negativa, la existencia de un superávit comercial considerable es un elemento que constituye una novedad histórica y otorga algunos colchones, aunque claramente no contienen el agotamiento. El nivel de endeudamiento en dólares es bajo en relación al PBI (27 %); y, con un gobierno que no para de hacer guiños al Club de París, al Ciadi, y que está avanzando en un acuerdo para pagar generosamente la recompra de YPF a Repsol, no está descartada la posibilidad de encontrar nuevas inversiones y financiamiento en el exterior con el cual conseguir algunos dólares que alivien momentáneamente la escasez. Finalmente, un aspecto no menor que distingue la situación actual, es el estado de la clase trabajadora. Hoy el movimiento obrero llega al fin de este ciclo sin acusar derrotas en su vanguardia como en los ‘70 (Córdoba, Villa »


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POLÍTICA

“Contrario a este balance, lo que puso en evidencia el Rodrigazo es la fuerza que tiene la clase obrera para, si supera la contención de la burocracia, torcerle el brazo al ajuste.

Constitución, etc.), aunque vive una profunda división estructural en tercerizados, contratados, en negro, etc., que actúa como un impedimento para que pueda expresar toda su fuerza social como entonces. Una década de crecimiento económico le permitió obtener más de 3 millones de puestos de trabajo y una dinámica de luchas por el salario y contra la herencia noventista de la precarización. La burocracia sindical no cuenta con la fortaleza de entonces para actuar como contención y desvío, aún siendo como fue arrastrada por los acontecimientos de entonces. Hoy mantiene el desprestigio por el rol jugado en acompañar la fuerte ofensiva patronal en los ‘90, por la ostentosa riqueza de vastos sectores de la misma y porque se encuentra dividida en 5 centrales. Los sectores más lúcidos de la burguesía tienen presente la contundente respuesta que dio la clase obrera al ataque de Rodrigo, y la fuerte recomposición que registra el proletariado en la última década. Dada la debilidad del gobierno (y la impotencia de toda la oposición), un ataque duro podría provocar un rápido giro que despierte una respuesta del movimiento obrero que deje al gobierno en una debilidad extrema. Por eso, en lo inmediato, prácticamente todos los sectores patronales coinciden en apostar a que funcione el plan que finalmente está encarando el gobierno. Esperan que esto, junto con otras señales dadas, retomen el sendero de la “sintonía fina” prometida en 2011.

jugaron un rol central durante la huelga, logrando la homologación de los convenios colectivos de trabajo y aumentos del 180 %. Esta respuesta contundente puso de relieve la seria amenaza que constituía la clase trabajadora frente al poder burgués. Sin embargo, este nuevo resurgir obrero fue el punto más alto y sobre el final de un ciclo de enfrentamientos entre las clases iniciado por el Cordobazo. La falta de una dirección revolucionaria capaz de utilizar el triunfo contra Rodrigo para preparar la caída de Isabel y conquistar un gobierno de trabajadores, le dio un tiempo precioso a la burguesía que aceleró los preparativos del golpe. En el fin de ciclo en curso están inscriptos crecientes ataques como también grandes respuestas de masas. En el delimitar las convergencias y divergencias y sobre todo los tiempos de los distintos momentos históricos, se juega una de las claves en el camino de preparar una intervención política que dé vuelta la historia.

Un fantasma que agita la burguesía

Hoy, ¿qué rol juega la amenaza de un Rodrigazo? Una lectura tradicional lo identifica con una catástrofe económica cuya causa principal estaría en los reclamos “desmedidos” de salarios, que habrían acelerado sin solución la inflación y creado todo el descalabro económico que llevó posteriormente al golpe de 1976. Se oculta el hecho de que se trató ante todo de un ataque en toda la línea, una plan de ajuste por parte de un gobierno peronista cuya base “residía en hacer recaer el peso de este sobre los asalariados disminuyendo abruptamente su poder adquisitivo mediante incrementos en precios”4. Esta fue la última carta del gobierno de Isabel y aparece como la antesala de un plan integral de contraofensiva sobre el movimiento obrero que se termina de plasmar con el golpe. Por eso, el Rodrigazo es un hecho “irreductible” a una serie de medidas económicas. Solo velando estos elementos, pueden pretender sembrar el pánico en la clase trabajadora y lograr que ante la incertidumbre se limiten los intentos para enfrentar el ajuste sobre el salario. Contrario a este balance, lo que puso en evidencia el Rodrigazo es la fuerza que tiene la clase obrera para, si supera la contención de la burocracia, torcerle el brazo al ajuste. El paro nacional del 7 y 8 de julio fue una acción de masas histórica que desbordó a la burocracia y presionó desde las bases para que de hecho se diera la huelga. La vanguardia obrera dio un salto en sus pasos de ruptura con los dirigentes burocráticos y creó organismos de base alternativos, las coordinadoras interfabriles, que

1. Cavallo, 10-2-14, El Cronista: “Esta se parece mucho a la de 1975 que desembocó en el denominado Rodrigazo (drástico ajuste de precios relativos, con devaluación e inflación) y la de 1989 que terminó en la hiperinflación. Se parece en las causas que llevaron a la crisis. Ahora esperemos que no termine igual”. Lavagna, 19-1-14, Perfil: “Pero en lugar de hacerlo de una sola vez, y vanagloriándose de hacerlo, como se hizo en el año ‘75, este Rodrigazo es con un discurso progresista que distrae, y en cómodas cuotas””. Altamira, 23-1-14, La Nación: “el referente del PO, aseguró hoy que el país vive una ‘megadevaluación’ y que el ministro de Economía, Axel Kicillof, no pudo evitar un ‘Rodrigazo’”. 2. Debemos señalar que el Pacto Social, lejos de ser un programa de conciliación apoyado en concesiones significativas como se lo suele presentar, tenía como uno de sus puntos centrales el congelamiento de los salarios por dos años, un aumento de suma fija que para la categoría más baja fue del 20 %. Junto con esto, acuerdos de precios y controles de ganancias de las empresas más grandes y de depósitos de los bancos. Básicamente un intento de congelar una distribución del ingreso dada, no de transformarla en un sentido ni moderadamente progresivo. 3. Algunos autores como R. Dellatorre y N. Restivo prefieren no explicar por qué el peronismo pudo dar esta salida de derecha, véase El Rodrigazo, 30 años después (2005). Otros prefieren evitar directamente todo debate al omitir el Rodrigazo en sus estudios de economía argentina como es el caso de E. Basualdo, Estudios de historia económica argentina (2010) y M. Peralta Ramos, La economía política argentina: poder y clases sociales (1930-2006) (2007). 4. Marongiu, Federico, “Políticas de shock en la agonía del Estado peronista: el Rodrigazo y el Mondelliazo”, CENDA, MPRA Paper 6338, University Library of Munich, Alemania, 2006.


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Frente único: la actualidad de una cuestión estratégica

Ilustraciones: Anahí Rivera

Juan Dal Maso Comité de redacción. Fernando Rosso Comité de redacción. En las conclusiones del libro Las antinomias de Antonio Gramsci, Perry Anderson planteaba a fines de los ‘70 que “(…) la tarea que debía realizar el frente único está aún, cincuenta años después, sin resolver. Las masas de Norteamérica, Europa occidental y Japón aún tienen que ser ganadas para el socialismo revolucionario en su pluralidad. Por lo tanto, la problemática central del frente único –el último consejo estratégico de Lenin al movimiento de la clase obrera occidental antes de su muerte, el interés principal de Gramsci en la cárcel– conserva hoy toda su validez (…) Las discusiones internacionales que unieron y dividieron a Luxemburg, Lenin, Lukács, Gramsci, Bordiga o Trotsky sobre estos temas representan la última gran polémica estratégica en el movimiento obrero europeo”1. Se refería a la política de frente único, del Tercero y el Cuarto Congresos de la Internacional Comunista, que respondía tanto a la necesidad de dar combates defensivos como a la de ganar a la mayoría de la clase obrera como condición necesaria para la lucha por el poder. En nuestro país, cuando atravesamos un período de emergencia de la izquierda, sobre todo agrupada en el Frente de Izquierda y los Trabajadores, recuperar y actualizar estas discusiones

clásicas que hacen a la táctica y la estrategia revolucionaria, se vuelve una tarea esencial.

Un repaso histórico y algunas consideraciones

Hay dos argumentos sobre la cuestión del frente único, instalados casi como un lugar común indiscutible en ciertos sectores de la izquierda reformista. El primero, que la política del frente único de la Tercera Internacional impulsada en 1921 y 1922, implicaba, de desarrollarse consecuentemente, abandonar “la perspectiva de toma del poder” hacia una propuesta de progresión gradual al estilo de la vieja socialdemocracia. El segundo, es que hay una continuidad natural entre el frente único proletario y la política de “frentes populares” con la burguesía “antifascista” o “progresista”, interrumpida por el breve lapso de sectarismo ultraizquierdista del “tercer período”, como fue denominado por la Internacional Comunista, ya bajo dirección estalinista. Incluso Perry Anderson, a quién citábamos más arriba, tendía a caer en esta postura, cuando afirmaba sobre la posición de Trotsky hacia el Frente Popular en Francia: “mientras que en sus ensayos sobre Alemania subrayaba la imperativa necesidad de ganar a la pequeñoburguesía

local para una alianza con la clase obrera (citando el ejemplo clásico del bloque contra Kornilov durante la revolución Rusa NdR), en sus ensayos sobre el Frente Popular descartaba a la organización tradicional de la pequeña burguesía local, el Partido Radical, por considerarlo meramente un partido de ‘imperialismo democrático’ que en principio debía ser excluido de toda alianza antifascista”2. Recapitulemos un poco para refutar estas distorsiones. Los dos primeros congresos de la Tercera Internacional (Comunista) se dan en el marco de un ascenso revolucionario de la lucha de clases, con epicentro en Europa Occidental, después de la Revolución Rusa. En este contexto, el Primer Congreso (1919) sienta las bases de la nueva organización revolucionaria internacional y se separa de manera tajante del reformismo, planteando que el único camino posible hacia el poder obrero es el desarrollo de la lucha de clases, la guerra civil y la necesaria instauración de la dictadura del proletariado. El Segundo Congreso (1920) sigue en la misma línea, en un contexto en que la Tercera Internacional ha profundizado la política hacia las alas izquierdas de los partidos socialistas que se »


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POLÍTCA

“Hay dos confusiones sobre el frente único. Una, que implicó el abandono de la perspectiva de la toma del poder; la otra, que es lo mismo que el Frente Popular.

acercan a los bolcheviques y en ese marco, busca establecer una relación entre la política parlamentaria y la estrategia insurreccional, en la que se delimita de la práctica pacifista y gradualista de los parlamentarios socialdemócratas, al mismo tiempo que combate las posiciones “ultraizquierdistas” que negaban la intervención en los sindicatos y el parlamento. En 1920-21, se dan tres hechos que expresan un cambio en la relación de fuerzas entre las clases. En Italia, son derrotadas las ocupaciones de fábricas, por una combinación de concesiones económicas y represión militar. En Polonia, el Ejército Rojo llega hasta las puertas de Varsovia, luego de derrotar a los reaccionarios en Ucrania, pero este avance, contra la previsión de Lenin, no es acompañado por un levantamiento del proletariado polaco y los bolcheviques deben retroceder. En Alemania, el Partido Comunista protagoniza la llamada “acción de Marzo” (1921), con el llamamiento a la huelga general para “derrocar al gobierno” (socialdemócrata), entrando en la provocación de la burguesía que saturaba de policías las regiones obreras. Se enfrentan en las calles los obreros contra los policías y soldados, y son derrotados. Estos hechos imponen un viraje a la Tercera Internacional que se resume en la expresión “conquista del poder, previa conquista de las masas”. Y la orientación del Tercer Congreso de 1921 se sintetiza en la política de frente único proletario para la lucha por las reivindicaciones elementales o parciales de la clase obrera. En este contexto, el Manifiesto de la Tercera Internacional publicado en el Tercer Congreso, llama a oponer la estrategia de los trabajadores a la estrategia del capital, asimilando el concepto de estrategia con la preparación cuidadosa de los combates y con la astucia para no entrar en provocaciones en las cuales los comunistas se enfrenten en malas condiciones con la burguesía y sus fuerzas represivas.

El Cuarto Congreso (1922) profundiza esta orientación con las Tesis sobre la unidad del Frente Proletario, agregando la hipótesis de que la forma posible en que se pueda llegar a la dictadura del proletariado en Alemania puede ser la lucha por un Gobierno Obrero (de los partidos de la clase obrera) que rompa con la burguesía y arme a la clase trabajadora, acelerando la experiencia de los trabajadores con la socialdemocracia, política que se planteaba como consecuencia lógica de la táctica del frente único3. La política de Lenin y Trotsky se desmarcaba de los ultraizquierdistas, más proclives a denunciar a los traidores que a superarlos en influencia real, que llamaban a pasar a “la ofensiva” cuando la burguesía retomaba el control y los partidos comunistas de Europa Occidental eran débiles o no habían conquistado la mayoría del movimiento obrero. Esta política fue objeto de fuertes polémicas. Mientras en un “ala derecha” del PC alemán y de la Tercera Internacional había una tendencia a transformar el frente único en un objetivo en sí mismo, los ultraizquierdistas tenían una interpretación de “frente único por abajo” o de llamados testimoniales con el sólo fin de demostrar la negativa de la socialdemocracia a la unidad con los comunistas. Este debate se zanjó en la práctica contra las dos posiciones, en un nuevo momento de lucha de clases en 1923: el ala derecha “suspendió” la insurrección porque los socialdemócratas amenazaron con romper el frente único, mientras los ultras no jugaron ningún rol. Y todo esto mientras había dos gobiernos obreros regionales entre el PC y el ala izquierda socialdemócrata, y la revista político-militar del PC alemán declaraba tener 100 mil obreros organizados en “centurias proletarias”4. No en vano diría Trotsky que ambas “alas” estaban caracterizadas por un fatalismo similar

La política de frente único sufrió asimismo los efectos de la burocratización de la Tercera Internacional. El V Congreso (1924) impuso un giro hacia la alianza con los partidos burgueses con base campesina. Esta política, que impuso al PC chino la subordinación al nacionalismo burgués, tuvo un alto costo con la derrota de la Revolución China (1925-1927). En el período abierto por el VI Congreso (1928), bajo la creciente stalinización, la IC pasó a negar la política de frente único (“tercer período”), acusando de “socialfascistas” a los reformistas, política que desarmó completamente al proletariado alemán frente al ascenso de Hitler en 1933. Dos años después, el VII Congreso proclamaba el frente único con los partidos de la burguesía “democrática”, postulando a su vez el “gobierno de frente único” entre los PC y dichas corrientes burguesas, así como en otros casos las experiencias de “unidad orgánica” entre los PS y los PC, de la que el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) fue un ejemplo paradigmático, por su rol contrarrevolucionario en la guerra civil española. De ahí que se haya suplantado en la mayoría de la izquierda la idea del frente único obrero, por la de Frente Popular.

Frente único y estrategia proletaria

Habiendo señalado el contexto en que la Tercera Internacional impulsara la política del frente único, nos interesa plantear por qué es un componente central de la estrategia proletaria, incluso en la actualidad. Hay cuatro aspectos que hacen a la cuestión: Desde el punto de vista social, la división de la clase obrera entre ocupados y desocupados, trabajadores sindicalizados bajo convenio y tercerizados, contratados, precarizados, nativos e inmigrantes, hombres y mujeres con desigual retribución por igual tarea, etc. Desde el punto de vista político, la persistencia del reformismo, expresada bajo distintas variantes de sindicalismo. Trotsky dice que los reformistas son agentes del imperialismo en decadencia, pero la clase obrera no comparte aún nuestra caracterización del reformismo. Esto obliga a tener una política tendiente a que los obreros hagan la experiencia con los reformistas, dentro de la cual la lucha por la unidad de la clase obrera es central, ya que son los reformistas y burócratas los que dividen las organizaciones de masas (veamos si no el ejemplo de las centrales sindicales en la Argentina). En el caso de nuestro país, es el peronismo el que ha jugado históricamente el rol que en Europa jugara el reformismo, con la peculiaridad propia de lo que Trotsky denominaba “Frente Popular bajo la forma de partido”, es decir un partido que en sí mismo expresa una “alianza policlasista”, a través del control de los sindicatos por el Estado, lo cual plantea la necesidad de combinar la lucha por el frente único obrero con la lucha por la independencia de los sindicatos respecto del Estado y contra las variantes políticas patronales5. Desde el punto de vista organizativo, la existencia de grandes sindicatos estatizados, que ponen la formidable fuerza social del movimiento obrero detrás de salidas políticas de los


I dZ Marzo capitalistas por la política de la burocracia sindical, pero a su vez agrupan las fuerzas de carácter estratégico que pueden golpear de lleno el dominio capitalista. El hecho de que agrupen una minoría de la clase obrera, plantea que cuando se desarrolle la lucha de clases, junto al combate por recuperarlos y cambiarlos de raíz, serán necesarias otras instancias como coordinadoras, comités de fábrica (para estos en la Argentina se cuenta con la ventaja de la existencia de las comisiones internas), para agrupar a los sectores que no están organizados en los sindicatos. Pero la existencia misma de los sindicatos, plantea la necesidad de políticas de frente único que vayan señalando la necesidad de superar los estrechos marcos corporativos de cada sector. Por último, hay un problema de “arquitectura institucional” del proletariado, que hace al desarrollo de un partido revolucionario. En este sentido, la estrategia de los “partidos de masas” (y sus caricaturas, es decir, los que tienen la misma práctica aunque nunca lleguen a ser “de masas”) se basa en la conquista gradual de parlamentarios, sindicatos y distintas organizaciones de la clase para lograr la dirección de las masas y avanzar por la vía evolutiva hacia una transformación social. En la estrategia de un “partido de vanguardia” inserto en las organizaciones de masas, el frente único (a través de la lucha por recuperar los sindicatos, por instancias de coordinación y organización de base más amplias, por una alternativa política y un programa de independencia de clase) es la política que permitiría a los revolucionarios tener “peso de masas”, sin transformarse en un “partido de masas” al estilo de los viejos partidos socialistas reformistas.

El frente único, la experiencia de la clase obrera y la cuestión del poder

El frente único, si se constituye como unidad de las organizaciones de masas a escala nacional, implica una cierta “paridad” de las posiciones de las tendencias políticas dentro de la clase obrera, pero a su vez marca un primer paso fundamental en la constitución de la clase obrera como sujeto político. La unidad en defensa de un programa común, empieza por poner de relieve su peso social central (correlación de fuerzas “objetiva”), para plantear un posicionamiento político de clase. El frente único solamente puede darse como institución con peso de masas, cuando la posición del partido revolucionario y su influencia es fuerte y eso obliga a los reformistas a la unidad. La necesidad de la existencia de posiciones de fuerza con peso real en las organizaciones de la clase obrera es una condición para la “eficacia” de la política de frente único. Esto desmiente otra interpretación vulgar que tuvo y tiene cierta izquierda argentina que considera a la política de frente único como una permanente exigencia a la burocracia sindical hecha solo desde la agitación periodística o la prensa partidaria. La política de frente único puede llegar hasta la formulación de un gobierno obrero. En el caso de Alemania en los años ‘20, era un gobierno

de frente único entre la izquierda socialdemócrata y el PC. Pero también podríamos pensar variantes de gobiernos “de las organizaciones obreras”, en el sentido del planteo de “todo el poder a la COB” (Bolivia 1952) o “gobierno metalúrgico” (Berlín 1953), donde los sindicatos, con mecanismos tendientes a expandir sus fronteras más allá de la cuestión corporativa, jueguen un rol central en plantear la cuestión del poder. Esto es así porque una lucha consecuente de las organizaciones obreras por las demandas parciales o defensivas plantea la cuestión de que las conquistas “defendidas” están bajo ataque más o menos permanente por parte de los capitalistas y su estado, con lo cual la lucha “ofensiva” se vuelve necesaria para conservar y ampliar esas conquistas, lo que su vez plantea el problema político como algo cada vez más central.

Hipótesis para frente único en la Argentina actual

Los sindicatos en la Argentina están divididos en cinco centrales, una división nunca vista en la historia del movimiento obrero. Además de ellas, existe otro espectro de organizaciones sindicales que se desarrolló en estos años y se conoció como el “sindicalismo base” o antiburocrático. Dentro del mismo avanzó la influencia de los partidos que pertenecen al Frente de Izquierda y los Trabajadores (y especialmente del PTS en el proletariado industrial). Además, otros sectores opositores a la burocracia o combativos, pero no estrictamente clasistas. Ninguno de ese espectro puede por sí mismo imponer una política de frente único nacional clásica a las direcciones de las grandes organizaciones del movimiento obrero (aunque sí en algunos casos pueden hacerlo por gremio). Sin embargo es posible, si estos sectores avanzan en unir sus fuerzas en un bloque o un polo con un programa definido, fortalecer una voz que plantee a todo el movimiento obrero la necesidad del frente único a la política divisionista de la burocracia sindical.

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Esa unidad diferenciada, con la obligación por parte de los revolucionarios clasistas de mantener la independencia y la libertad de crítica frente a las “naturales” vacilaciones de los aliados, implicaría un paso hacia una política tradicional de frente único, en momentos en que se está llevando adelante el mayor ataque hacia el movimiento obrero en una década (devaluación, inflación, enfriamiento de la economía; un ajuste bastante ortodoxo). La unidad y más en momentos de crisis, es una aspiración justa de los trabajadores (ese es el fundamento último de la política de frente único), llevada a la acción, como lo demostró el paro general del 20N de 2012, que aunque fue impulsada por solo una fracción de la dirigencia sindical, logró cierta unidad; cambia la autopercepción y las fuerzas morales de la clase obrera y la convierten en un factor político. En este contexto, la lucha por “recuperar los sindicatos” y la política de frente único son tareas íntimamente relacionadas y de primer orden, tanto para el avance del clasismo y la izquierda, como para conquistar la unidad de la clase obrera. Blogs de los autores: losgalosdeasterix.blogspot. com.ar y elviolentooficio.blogspot.com.ar

1. Anderson, Perry, Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y Revolución en Occidente, México DF, Fontamara, 1998, p. 126. 2. Anderson Perry, Consideraciones sobre el marxismo occidental, México DF, Siglo XXI Editores, 1987, p. 144. 3. Para más detalles sobre la cuestión del “gobierno obrero”, ver Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, 2012. 4. Milos Hajek, Historia de la Tercera Internacional, la política de frente único (1921-1935), Barcelona, Crítica, 1984, pp. 81-86. El autor señala que la cifra puede ser exagerada. 5. Ver nota “Los sindicatos y la estrategia” en IdZ 6.


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ECONOMÍA

Devaluaciones en los “mercados emergentes”

¿nueva fase de la crisis mundial?

Ilustración: Anahí Rivera

JUAN CHINGO Revista Estrategia Internacional. La fuerte devaluación Argentina que impactó a los mercados latinoamericanos y mundiales, aunque ha sido la más pronunciada, no es un caso aislado. Mientras el peso argentino se hundió un 23 % en enero, otros países más grandes de la periferia como Brasil, Turquía, Sudáfrica, Rusia, India (sin nombrar los eslabones débiles de Venezuela y Ucrania, este último en el medio de un caos político y social que lo aproxima a un default) están sufriendo una acelerada desvalorización de sus monedas y una incesante fuga de capitales. Turquía es un caso paradigmático. La historia de un Tigre Otomano de 80 millones de habitantes se está desvaneciendo rápidamente. Desde 2002 en adelante se benefició del fuerte crecimiento de la economía internacional y de un fuerte flujo de Inversión Extranjera Directa (IED) atraídos por el acceso de Turquía a los mercados de la UE, así como también por su potencial como centro de exportación a Medio Oriente. Pero su modelo de crecimiento alcanzó el agotamiento en 2007. El boom de consumo que siguió ha sido impulsado por el flujo de dinero caliente, parecido a las burbujas anteriores en Irlanda y España. En los últimos meses, su moneda es la de peor desempeño en el mundo –solo detrás del peso argentino– después de que una prueba anticorrupción contra el gobierno desatara una espiral de crisis política, obligando a tres ministros a dimitir. Pero si Argentina y Turquía son los casos más extremos, el hecho de que las acciones, los bonos y las monedas de numerosos países semicoloniales y dependientes –los llamados Mercados Emergentes (ME) usando la jerga económica de la prensa burguesa– sufrieron duros golpes, es expresión de que un gran número de estos países está teniendo problemas para adaptarse a un crecimiento mundial más débil, agravado en los últimos meses por la disminución del “narcótico estimulador” de la flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) decidido por la FED. Este nuevo panorama ya había provocado el año pasado un retiro de fondos de los inversionistas de mercados emergentes después de las primeras convulsiones en estos mercados en mayo. Los acontecimientos de principios de año podrían estar marcando un salto en la crisis de estos países de imprevisibles consecuencias. Aunque por momentos pareciera sostenerse una frágil calma, la última época de la crisis de ME, desde México en 1994 a Asia en 1997 y Rusia y Brasil en 1998, la historia contenía muchos capítulos en los que lo peor parecía haber pasado, sólo para que cada ola que siguió se demostrara finalmente más destructiva que la anterior, llegando en ese año a golpear a los países centrales y requerir una fuerte acción de la FED.


IdZ Marzo

La sobreacumulación y sobre-especulación, las fuerzas de fondo que preanuncian una gran crisis

La sobreacumulación en determinadas ramas de producción, en especial en el sector manufacturero chino y del resto de Asia a la vez que en el sector productor de materias primas a nivel global, el excesivo flujo de capitales y las burbujas financieras, de crédito al consumo e inmobiliarias que dieron origen, son las razones de fondo que preanuncian una fuerte crisis en los llamados países emergentes, cuando comienzan a revertirse los factores que permitieron el ascenso de estos. Comencemos por lo más evidente y volátil: aproximadamente 4 billones de dólares de fondos extranjeros han invertido en mercados emergentes desde el pico de la crisis financiera de 20082009. Gran parte de este “dinero caliente” fue a bonos, acciones e instrumentos líquidos que se pueden vender rápidamente. En este marco, el tema de los préstamos soberanos y corporativos en deuda denominados en dólares (y en euros y yenes) se ha convertido en un problema crítico. Más de cinco años de un exceso de liquidez global sin precedentes impulsaron un auge histórico en los préstamos denominados en dólares. El mercado asumía como constante la devaluación del dólar y la apreciación de la moneda de los llamados países emergentes (Argentina por su rol de paria en el mercado de capitales no participó de esta tendencia, aunque sí de algunas otras que vamos a enumerar), dando lugar a una especulación sin límites de productos de deuda de los países emergentes cada vez más riesgosos, como fue el caso de lo subprime en Estados Unidos y que actuó como desencadenante de la crisis en 2007. Pero detrás de esta tendencia especulativa y orgía de deuda se venía desarrollando una fuerte tendencia a la sobreacumulación en la economía real. Los altos precios de las materias primas llevaron a un frenesí en la inversión del sector. El pico de la crisis en 2008 produjo una pausa, pero continuó en los tres años siguientes, sostenidos por el fuerte crecimiento chino. Enormes cantidades de capital se vertieron en proyectos de alto riesgo. El gran riesgo para los países productores es no solo la reducción de los ingresos debido a los precios de las materias primas, más bajos, sino más gravemente el estallido de esta burbuja de inversión. Una muestra es la economía de Australia –aunque este es un país imperialista avanzado sus resultados económicos han sido notables si se los compara con los de las economías más avanzadas impulsados por el sector minero como motor de crecimiento– que se encamina a una caída debido a la explosión de su burbuja de inversión minera. Muchas economías de África podrían verse afectadas este año. Ha habido una fiebre del oro

en África. Las grandes empresas mineras han estado vertiendo dinero. A medida que el dinero se detiene, podría haber consecuencias graves. Muchas economías africanas han construido su base de costos suponiendo nuevas entradas de capital. Será difícil adecuarse a su ausencia. No menos importante es el histórico –y aun en curso– auge de la capacidad de fabricación en China y en toda Asia. Esto ha creado un exceso de capacidad y el aumento de presión en los precios de muchos productos manufacturados, una situación que solo empeoró por la agresiva devaluación de la moneda de Japón. Este dilema, con paralelos con las economías de los productores de materias primas, se vuelve especialmente problemático debido a la enorme acumulación de deuda en los últimos años. Si bien este es un problema grave para toda la región, se ha convertido en un problema acuciante en China. Hace un mes creció en los mercados la inquietud por las crecientes tensiones en los mercados de créditos chinos y los fuertes temores por el denominado sistema bancario en la sombra. La enorme inversión y los flujos de “dinero caliente” se manifiestan en el crecimiento de varios billones de dólares de las reservas internacionales de los bancos centrales de los “países emergentes”. Este flujo de liquidez y especulación externo ha creado una dependencia sistemática de los flujos de capitales externos. A la vez, las burbujas prolongadas han inflado las expectativas sociales, como se ha visto en Brasil, China, Sudáfrica, Turquía y otros países por nombrar los procesos más importantes. Todos estos procesos hoy en día se encuentran en un punto de inflexión. Hoy, muchas de las economías de los mercados emergentes se enfrentan exactamente a lo contrario: aumento de las fuerzas deflacionarias para las mercancías que se venden en los mercados mundiales. La caída de precios, especialmente en todo el complejo commodities, viene presionando a las monedas nacionales. Esto se convirtió en un importante riesgo sistémico después de los enormes flujos especulativos que llegaron a la espera de las monedas pujantes, mercados de valores atractivos y oportunidades de negocios. El auge de los commodities permitió alimentar booms económicos generales y sostenidos. A su vez, la expansión global de las cadenas de producción de las corporaciones multinacionales, que pegó un salto en las últimas décadas inflando al comercio mundial, está perdiendo velocidad. Ahora, las burbujas están comenzando a desinflarse, y los capitales están buscando vías de salida. Y, a medida que la reserva global de las finanzas especulativas revierte el curso, la escala de desajuste económico y el deterioro del sistema financiero comienzan a verse más

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claramente. En otras palabras, son estos desequilibrios productivos y financieros excesivos que afectan a los mercados emergentes los que están detrás del fin de su espejismo y no meramente la decisión de la FED de reducir a partir de enero su inyección de dinero. En realidad, el “FED tapering” (reducción del programa de flexibilización cuantitativa de la FED) es un mero catalizador de problemas más profundos de gran parte de la economía internacional como los señalados, aunque obviamente su manejo por las autoridades monetarias norteamericanas puede tener consecuencias en los ritmos y formas de la crisis. De alguna manera, la necesidad de la FED de poner un cierto límite a la burbuja de la bolsa y de otros activos en especial en EE. UU., actúa como disparador y está abriendo consecuencias negativas para la economía mundial. Es que este exceso de euforia que llevó a muchos a creerse el cuento del desacople pero al revés, es decir, que las economías centrales tirarían el crecimiento de los “mercados emergentes”, tiene menos fundamento que la versión primera de esta “teoría” que se basó en el fuerte crecimiento de China en los últimos años y que actuó como contratendencia a la fuerte caída de la economía mundial que siguió a la bancarrota de Lehman, en especial en los países centrales. La nueva versión del desacople está construido sobre pilares de barro, en otras palabras la desenfrenada especulación alcista no se condice para nada en relación con EE. UU. con una economía que languidece, el empleo sigue débil y sin visos de recuperación, las empresas no invierten, mientras Europa está estancada y posiblemente dirigiéndose hacia la deflación, a la vez que la política del banco central japonés de inyección de dinero –similar y en mayor cantidad que el QE de EE. UU.– está fallando para estimular la economía real de Japón y encaminándose a su cuarta caída recesiva desde 2008.

Un nuevo capítulo de la crisis mundial de consecuencias aún inciertas

Desde el comienzo de la crisis mundial en 2007, a pesar de las desigualdades de crecimiento después del primer shock entre los países de la periferia y el centro ya nombrados, siempre nos negamos a avalar la teoría del desacople. Así, en julio de 2012 frente a los primeros síntomas de agotamiento del crecimiento del modelo chino anticipábamos que el siguiente capítulo de la crisis próximo a abrirse iba a ser los países semicoloniales y dependientes. Decíamos: “Analizando a China, el ‘emergente’ por excelencia, queda claro que no hay nada más falso que un posible desacople de estas economías (dependientes como China o semicoloniales) de la crisis mundial. Lo que ha sucedido es que la transmisión de la »


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ECONOMÍA

“Junto a los efectos directos del fin del espejismo de los mercados emergentes en los países centrales, en particular a los países fabricantes de máquinas, herramientas o de productos suntuarios, un cambio en la percepción de los activos de riesgo podría generar nuevos episodios ampliados de la crisis financiera.

crisis de las economías avanzadas a éstos se ha postergado. Dicho de otra manera, la estabilidad relativa actual de la que gozan estos regímenes comparada con la crisis económica y debilidad política de los países centrales, no nos debe impedir ver que esta es una tendencia coyuntural, una discordancia de los tiempos de la crisis. Ya en la crisis de acumulación capitalista de la década de 1970 se había dado un fenómeno similar. En ese momento fue el reciclaje de los petrodólares lo que evitó que la primera gran crisis capitalista desde el fin del boom de la posguerra golpeara inmediatamente a la periferia, dando lugar a un período de ‘plata dulce’… ahora, el fin del dinero fácil y los nubarrones del motor de crecimiento chino marcan un rudo cambio de escenario para los países semicoloniales exportadores de materias primas”1. El balance gris del año 2013 para las “economías emergentes”, la aceleración de enero 2014 y las oscuras perspectivas que se vislumbran en todo el año para estos países confirman este pronóstico. Viendo las fuerzas subyacentes a la crisis, el estallido final de la burbuja de los mercados emergentes, puede provocar otra crisis que es similar (aunque no idéntica) a la crisis financiera asiática de 1997, y hay una gran posibilidad de que esta será aún peor, esta vez debido al hecho de que más países están involucrados (América Latina, China y el sudeste asiático y África), y debido a que la economía mundial está en un estado mucho más débil de lo que era durante los pujantes finales de la década de 1990. Si la existencia de sistemas de cambio flexibles a la vez que la existencia de fuertes reservas en muchos de ellos, conjuntamente con el hecho que a diferencia de los ’90 estos países no están endeudados en moneda extranjera podrían llegar a evitar una mezcla de crack económico, bancarrotas bancarias y crisis financieras como fue el caso de la crisis de 1997/8, las medidas monetarias duras y los ajustes

que se están aplicando ya están provocando una fuerte sequía crediticia (credit crunch) domestica, que puede ser la forma que adquiera la actual crisis en los ME, afectando fuertemente su crecimiento por años. Pero este escenario más “benigno” (soft landing) podría desbaratarse si China deprecia significativamente su moneda para impulsar las exportaciones (lo que no es el caso por ahora, pero no puede descartarse si se profundiza la crisis ahí), lo que provocaría que muchas economías emergentes pueden ver sus monedas colapsar por completo. ¿Y qué perspectivas hay para los países centrales? Junto a los efectos directos del fin del espejismo de los mercados emergentes en los países centrales, en particular a los países fabricantes de máquinas, herramientas o de productos suntuarios, un cambio en la percepción de los activos de riesgo podría generar nuevos episodios ampliados de la crisis financiera. Un gran punto de vulnerabilidad es que mientras los gobiernos de ME se beneficiaron de los préstamos en moneda local como dijimos, los inversores extranjeros cargan ahora una exposición de riesgo sin precedentes. Es que, a diferencia de las anteriores crisis de los ME en la cual los inversores extranjeros sobrellevaban sólo el riesgo de crédito de deuda en moneda extranjera, ahora al estar endeudados en moneda local tienen que soportar un riesgo monetario y de convertibilidad, junto con un alto grado de riesgo de duración del tipo de interés. En conjunto, estos elementos apuntan a una combinación de la crisis de 1987 de Wall Street, la crisis asiática de Rusia de 1998 y la crisis financiera de 2008: dicho de otra manera, una fuerte crisis de los países emergentes puede hacer desencadenar una nueva oleada de catástrofe financiera y económica en el centro que a comienzo de 2014 está saludando los primeros síntomas, débiles de recuperación.

En conclusión: la crisis mundial no está cerrada y su final sigue estando abierto. Por otra parte, lo que ya ha comenzado es una fuerte presión de los “mercados” y las autoridades financieras como el FMI que presionan a los productores de materias primas a avanzar en duras reformas estructurales antes que confiar en un revival del moribundo super-ciclo de las commodities que los pueda rescatar. En países como Brasil, la prensa internacional ya habla de la liberalización de industria y servicios para facilitar la llegada de fondos foráneos, la reforma de un sistema de protección social presentado como a todas luces excesivo en el que la participación del gasto en pensiones en relación al Producto Interno Bruto equivale al de naciones europeas, cuya proporción de jubilados es tres veces superior, según su propia descripción. Es decir, un ataque “a la europea” a los derechos de los trabajadores y el fin de los márgenes de autonomía estatal de que gozaron en el sistema internacional de la última década varios de estos países, en especial los BRIC. Una vuelta de tuerca en la semicolonización.

1. Chingo, Juan, “Economía y geopolítica de la crisis capitalista. El fin de las “soluciones milagrosas” de 2008/9 y el aumento de las rivalidades en el sistema mundial”, Estrategia Internacional 28, Buenos Aires, agosto 2012.


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Pecados&Capitales Andrea D‘Atri Especialista en Estudios de la Mujer.

La hipersexualización de las imágenes publicitarias, los programas de televisión y las revistas; la inclusión de personajes de telenovelas y películas que son gays, lesbianas o trans y, en otro plano, la extensión del matrimonio igualitario en diversos países y el desarrollo de espacios gayfriendly en las grandes metrópolis, nos podrían hacer creer que la sociedad contemporánea ha alcanzado los ideales de “libertad sexual” que se enarbolaban en los años ‘60. En esa década, una profunda “revolución sexual” acompañó la ola de radicalización social, política e ideológica, desafiando las tradiciones de una moral conservadora. Durante y después de la II Guerra Mundial –especialmente en los países centrales y en las zonas urbanas–, una mayor tecnificación del trabajo doméstico, que redujo el tiempo necesario para su realización, fue precondición para la incorporación masiva de las mujeres a las universidades y al mundo laboral. Más tarde, junto con la masificación del uso de anticonceptivos, estas condiciones propiciaron la retardación en la edad para contraer matrimonio y, por consiguiente, favorecieron el aumento de las relaciones sexuales “prematrimoniales”, la tendencia a la disminución de la tasa de natalidad y el aplazamiento de la maternidad hasta edades más avanzadas. La generación que creció bajo esas condiciones sociales, económicas y políticas, dio origen a la segunda oleada feminista y al movimiento de reivindicaciones de la población no heterosexual, poniendo en tela de juicio las reglas que gobernaban el comportamiento sexual y las relaciones sexo-afectivas. Sin embargo, la libertad sexual conquistada durante aquellos radicalizados años se reconfiguró, en las décadas siguientes y a fuerza de derrotas sociales, políticas y culturales, como libertad de mercado: la voracidad capitalista mercantilizó, en una escala sin precedentes, todo aquello que la moral burguesa había erigido como “vida privada” y que los movimientos sociales se habían esforzado por demostrar que eran construcciones socio-históricas, dispositivos biopolíticos, lógicas culturales en el marco de las sociedades de clase. La identidad sexual, el deseo y la fantasía se transformaron, entonces, en objetos de lucro, a niveles industriales1.

para la explotación sexual, reduciendo la prostitución individual y voluntaria, prácticamente a un concepto meramente académico2. Por otra parte, la industria pornográfica –bajo las condiciones creadas por el desarrollo de las nuevas tecnologías, la revolución de las comunicaciones e internet– alcanza cifras siderales: si en 1975, en EE.UU., la pornografía hardcore produjo un valor de entre 5 y 10 millones de dólares, las estimaciones actuales rondan entre los 10 mil y 13 mil millones, de los cuales, poco menos de la mitad serían ingresos legales3. En pocos años, la pornografía abandonó su marginalidad cuasidelictiva para transformarse en una industria pujante. Eso propició, a su vez, la sindicalización y el control sanitario de sus trabajadores y trabajadoras, la celebridad de productoras, cineastas, actores y actrices que adquirieron renombre en el »

La sexualidad mercantilizada

Con la liberalización de las fronteras para el flujo de capitales y el hundimiento de las economías de los países semicoloniales, aumentaron en forma descomunal no solo la deslocalización de las masas trabajadoras, sino también los “exiliados” económicos y el tráfico de personas. En el marco de este fenómeno global, se amplió a escala planetaria la trata de mujeres

Ilustraciones: Anahí Rivera


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22 “La libertad sexual conquistada durante aquellos radicalizados años se reconfiguró, en las décadas siguientes y a fuerza de derrotas sociales, políticas y culturales, en libertad de mercado.

mercado y el desarrollo de numerosos subgéneros para satisfacer las más variadas y recónditas fantasías. Pero a la vera de la regulación y masificación de este pujante negocio, surgieron no solo los subgéneros críticos del modelo heterosexista y misógino que se representa habitualmente en estas películas –como la pornografía feminista, la pornografía gay, lésbica, etc.–, sino también, la producción y comercialización clandestina de películas en las que las mujeres son sometidas sin su consentimiento, como también otras en las que se registran torturas, violaciones y asesinatos reales para “entretenimiento” de los consumidores4. Y así como los cuerpos y las fantasías se han transformado en valiosas mercancías para la sed de ganancias de la industria del sexo, lo propio ha sucedido con la sexualidad heteronormativa de la pareja monogámica. Una serie de mandatos y prescripciones –exigencias imposibles de cumplir en el acelerado y competitivo mundo del trabajo flexibilizado y los turnos rotativos– se imponen a través de revistas, programas de televisión y especialistas en el sexo. Mezclados con superfluas explicaciones de pretensiones pseudocientíficas, como “La eyaculación precoz, un problema de los dos” o “La química del amor: cómo es el mapa de un cerebro enamorado”, los medios nos ofrecen los títulos que instruyen a las mujeres en el amor romántico y el matrimonio, aunque aggiornados a esta hipersexualización de la cultura y generando nuevos nichos de mercado: desde los inofensivos “En la oficina: ¿Cómo encarar una relación?”, hasta los más osados que proponen “Punto G: cómo aumentar el tamaño y la sensibilidad” o “Sexo express: los 9 mejores lugares para un ‘rapidito‘”5. Artículos como los mencionados pueden encontrarse en las revistas dominicales de los más circunspectos periódicos, aconsejándonos para tener un mejor, mayor, saludable (y “correcto”, es decir, heterosexual y monogámico) desempeño sexual.

Todo se vende, todo se compra. Desde una mujer, hasta el juguete sexual que las buenas esposas adquieren en una reunión de amigas; desde las fantasías relatadas en imágenes cinematográficas, hasta los fármacos para tratar la disfunción eréctil que se expenden bajo receta. Lo que había conformado ese complejo fenómeno denominado “vida privada” se expuso sobre el mostrador.

La inapetencia y el consumo

Pero paradójicamente, a medida que el sexo se transforma literalmente en “moneda corriente”, el disciplinamiento de los cuerpos y el deseo, parece correr con ventaja. Y mientras aumenta la mercantilización de la sexualidad, paradójicamente, la falta de deseo se ha transformado en uno de los motivos más frecuentes de consulta médica y psicoanalítica6. Bajo los ritmos del trabajo flexibilizado y precario en el que se sumergió a millones de seres humanos, toda la vida quedó sometida al contrato temporario: la aceleración del ritmo de los procesos económicos, aceleró también los ritmos de la vida social. Las técnicas de producción y los procesos laborales se transformaron en volátiles, transitorios y acelerados; todo es instantáneo y desechable: desde las mercancías hasta los estilos de vida y las relaciones. Nos permitimos una larga cita del sociólogo Zygmunt Bauman que grafica esto que señalamos: “En ausencia de una seguridad a largo plazo, la ‘gratificación instantánea‘ resulta una estrategia razonablemente apetecible. (...). La postergación de la gratificación ha perdido su encanto. (...). Las precarias condiciones sociales y económicas entrenan a hombres y mujeres (o los obligan a aprender por las malas) para percibir el mundo como un recipiente lleno de objetos desechables, objetos para usar y tirar; el mundo en su conjunto, incluidos los seres humanos. (...). Es así que la política deliberada de la ‘precarización‘ llevada

adelante por los operadores del mercado de trabajo se ve auxiliada e instigada (y en sus efectos reforzada) por las políticas de la vida, sean éstas adoptadas deliberadamente o a falta de otras opciones. Ambas producen el mismo resultado: la descomposición y el languidecimiento de los vínculos humanos, de las comunidades y de las relaciones”7. Entonces, terminamos en una encerrona: en ese flujo incesante, donde la tecnología posibilita una hiperconexión global, que garantiza la comunicación sin trabas geográficas ni temporales, la soledad se ha convertido en uno de los “males” de la época. Y el individualismo conduce a relaciones efímeras, superficiales y utilitarias, porque justamente lo que se busca en el otro no es al otro, sino quien remedie el malestar del “vacío interior” al que conducen los vertiginosos ritmos de la vida contemporánea8. De ahí que algunos especialistas hablen de la “sobrevaloración” (y podríamos agregar, idealización) que adquiere, nuevamente, la vida en pareja, como utópico reaseguro contra la soledad a la que nos confina el trajín de una vida precaria y completamente flexibilizada. La privatización de los servicios públicos y la “desprivatización” de la vida íntima fueron acompañadas de una política de ampliación de ciudadanía que le confirió mayores poderes al Estado sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones sexo-afectivas y nuestras prácticas eróticas: la política de derechos, en el mismo movimiento en que incluye a proporciones más amplias de la población –y es otra discusión la estimación concreta de los alcances de esta amplitud–, las integra bajo las normas que son precondición necesaria para la exclusión de nuevos sectores. Por eso, ha generado un importante debate teórico-político la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, donde las críticas no solo provienen de los grupos más reaccionarios de la sociedad, las iglesias y los partidos conservadores, sino también de sectores de la comunidad LGBT que cuestionan los valores de exclusividad, monogamia, estabilidad, convivencia, etc. que rigen al matrimonio. Es la paradoja que atravesaron todos los movimientos sociales durante el período inmediato posterior a los años ‘70: la inclusión de derechos democráticos elementales en los códigos de leyes de los Estados capitalistas, que implica, como contrapartida, establecer la punición con que el Estado y sus instituciones castigarán a quienes irrespeten ese derecho9. “Existe poca inversión en todo lo que pueda cambiar la pobreza, dependencia y precariedad de las mujeres, pero existen numerosas leyes penales para proteger a la mujer”, señala Larrauri10. Las consecuencias de la opresión y la existencia de las clases sociales no pueden abolirse a través del derecho. Los nuevos socios que quieran ingresar al club, no pueden eludir la revisación médica. Ingresarán al mundo de los derechos, ajustándose a las reglas establecidas para su ejercicio. A millones de seres humanos, el nuevo carnet de ciudadanía apenas les permite sentirse socios del club, aún cuando les siga estando interdicto el uso de sus instalaciones.


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1. Ya analizamos en números anteriores, cuáles fueron las condiciones sociales, económicas y políticas en las que se fue produciendo esta transformación respecto de los movimientos sociales de la igualdad de género y la libertad sexual. Allí señalamos cómo, simultáneamente, los movimientos emancipatorios –que se movilizaban en contra del Estado, para denunciarlo o exigirle, y vinculaban su demanda con una crítica social y política al capitalismo– se transformaron en asociaciones civiles para el cabildeo, el monitoreo de las políticas públicas y la implementación de microproyectos asistencialistas. Ver “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial” de A. D‘Atri y L. Lif, IdZ 1 y 2, 2013. 2. Los orígenes de la trata de mujeres para la explotación sexual puede remontarse a la Antigüedad, cuando en sus expediciones de conquista, los ejércitos victoriosos no solo sometían a los pueblos vencidos a la esclavitud, sino que también “seleccionaban” a las mujeres más bellas, entre las esclavizadas, para servir como cortesanas a los hombres del poder político. Sin embargo, la dimensión global que alcanzan las redes de trata en la actualidad, no tiene precedentes. Este fenómeno dio lugar a nuevos debates entre abolicionistas y regulacionistas de la prostitución, incluyendo una nueva posición, la “decisionista”. Ver “Del lenocinio de la Antigüedad a la organización sindical contemporánea”. 3. Según datos de Forrester Research. Para la revista Forbes, los ingresos de la pornografía en 2001 se estimaban entre 500 y 1800 millones de dólares por videos, 1000 millones por internet y otro tanto por revistas, además de 30 millones por telefonía, etc. 4. En los años ‘70 se desarrolló un gran debate en el feminismo sobre la posición frente a la pornografía. Actualmente, ese debate se ha reavivado con el surgimiento de las corrientes posfeministas autodenominadas “prosexo”, que se referencian en la teoría queer. Ver “De las Feminist Sex Wars a la pornografía feminista”. 5. Artículos de la sección “Pareja y Sexo” del sitio www.entremujeres.clarin.com. 6. Aunque también ha surgido el reclamo por contemplar la asexualidad como una nueva orientación sexual, diferenciada de la abstinencia o el celibato. 7. Zygmunt Bauman, Modernidad Líquida, México DF, Fondo de Cultura Económica, 2009. 8. De hecho, en el psicoanálisis ya se habla del pasaje de la predominancia de las neurosis a la extensión de las patologías del carácter, especialmente de las personalidades narcisistas, caracterizadas por la intolerancia extrema al fracaso o a la crítica. 9. En los debates jurídicos, se plantea la tendencia – de los ‘80 en adelante– a considerar la gravedad social de un problema en función de su criminalización. Con el desmantelamiento del Estado de Bienestar, los problemas sociales se afrontan con el sistema penal. 10. E. Larrauri, “La intervención penal para resolver un problema social”, en Seminario de Teoría Constitucional y Filosofía Política, mimeo, 2011.

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De las Feminist Sex Wars a la pornografía feminista En los ‘70, el nicho del mercado pornográfico explotó de la mano de la “revolución sexual”: se expandieron los cines donde solo se proyectaban películas pornográficas, se legalizó la pornografía en varios países, etc. Muy pronto, el desarrollo de las cámaras de video domésticas, permitió que la industria tuviera un crecimiento exponencial, no solo por el bajo costo de producción que permitía la nueva tecnología, sino también porque el consumo se trasladaba de las salas de cine a los domicilios particulares, con todas las ventajas discrecionales que esto aparejaba. Esto generó lo que se conoció como Feminist Sex Wars (guerras feministas del sexo), un intenso debate ocurrido, principalmente, en EE.UU. sobre cuál debía ser la posición del feminismo en torno a la pornografía, y dividió al movimiento entre quienes pugnaban por prohibirla y quienes la defendían, enarbolando el derecho a la libertad de expresión.

La experiencia sexual entre una persona y una cosa

Así define a la pornografía, la jurista feminista norteamericana Catharine MacKinnon1. Junto con Andrea Dworkin, en el debate de los ‘70, sostuvieron que la pornografía era constituyente de la subjetividad masculina: a través de ella, los hombres aprenderían a reproducir la situación social de subordinación de las mujeres. Cuestionaban, además, que en esas películas, las mujeres eran estigmatizadas como objetos, mientras se las excluía de la producción e incluso, de su consumo. “En la sociedad industrial contemporánea, la pornografía es una industria que produce en masa, por dinero, intrusión, acceso, posesión y uso sexuales por y para los hombres (...). Es una trata de mujeres tecnológicamente sofisticada (...). En esta perspectiva, la pornografía, con la violación y la prostitución en las que participa, institucionaliza la sexualidad de la supremacía masculina, que funde la erotización del dominio y el

sometimiento con la interpretación social de lo masculino y lo femenino. El género es sexual. La pornografía constituye el significado de esa sexualidad. Los hombres tratan a las mujeres según lo que ven que son las mujeres. La pornografía construye quiénes son”, señala MacKinnon2. La pornografía tendría una potencialidad constituyente: no solo se trataría de la reproducción de imágenes degradantes de las mujeres, sino de la construcción de la mujer “como una cosa al servicio sexual de los hombres”3. Pero así como las películas del “super-soldado” Rambo no son la causa del incremento del gasto militar en la administración Reagan, sino por el contrario, la forma propagandística con la que intenta legitimarse esta política –para la que era necesario, además, desagraviar ante los ojos de las masas al ejército norteamericano vencido en Vietnam–, los filmes pornográficos reproducen –en el ámbito exclusivo del sexo en las relaciones heterosexuales– la milenaria subordinación social de las mujeres que las democracias capitalistas no han demostrado poder eliminar de raíz.

La ilusión liberal de la libertad

Quienes defendieron la legalidad de la pornografía, se fundaban en la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU., que refiere a la libertad de expresión. Según la interpretación más corriente, garantizar la diversidad de expresiones en democracia impediría que se impongan solo algunas ideas o las de un solo grupo social; salvaguardando la posibilidad de opiniones divergentes a las hegemónicas, se permitiría a la ciudadanía escoger y tomar decisiones menos coaccionadas. La respuesta de Mackinnon atacó dos aspectos cruciales y controvertidos. Por un lado, sosteniendo que la Primera Enmienda intenta proteger las expresiones heterodoxas del discurso hegemónico, pero que la pornografía “es” el discurso dominante en lo que refiere a la relación entre los géneros, que la pornografía tiene el poder de decirles a las mujeres quiénes son y el poder para tratarlas en consecuencia con esa definición. Pero más centralmente, que la pornografía no es expresión, opinión o discurso, sino que es lisa y llanamente violencia sexual contra las mujeres. De ahí que no le cupiera la Primera Enmienda, sino la Decimocuarta, que exige a los estados la protección igualitaria de todas las personas ante la ley. Mucho más recientemente, se alzó otra voz en este debate. De la mano del activismo queer, algunas mujeres que ejercen o ejercieron la prostitución y la pornografía defendieron su actividad como elección, sosteniendo además que se trata de opciones exentas de »


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“Los estereotipos son el sedimentado histórico de relaciones sociales establecidas en base a la primaria división sexual del trabajo, al surgimiento de la propiedad privada y la consecuente necesidad de controlar la sexualidad de las mujeres.

coacción: “cuerpo de la mujer, derecho de la mujer”. Sin embargo, la posición de las feministas autodenominadas “pro-sexo”, no se limita solo a la defensa de la libertad individual, sino que aboga también por los beneficios que la pornografía proporcionaría a las mujeres, ofreciéndoles una vasta visión de las posibilidades sexuales, permitiéndoles experimentar sexualmente sin los riesgos “de la calle”, etc.4. Las pro-sexo dieron origen a lo que se conoce, actualmente, como el “pos-porno”, donde la representación heteronormativa de la sexualidad, hegemónica en la industria pornográfica, es criticada y combatida mediante la producción de otras representaciones heterodoxas de las fantasías, los cuerpos y las sexualidades. Sin embargo, desde un ángulo opuesto al de Catharine MacKinnon, el pos-porno también parece conferirle al relato de las sexualidades, una formidable capacidad constituyente. Los estereotipos son el sedimentado histórico de relaciones sociales establecidas en base a la primaria división sexual del trabajo, al surgimiento de la propiedad privada y la consecuente necesidad de controlar la sexualidad de las mujeres (es decir, salvaguardar para el propietario, la capacidad reproductiva de las mujeres que garantizarían su linaje). La idea de que la fantasía sexual, el deseo, la identidad u orientación sexual y la práctica sexual misma tienen per se el poder de controvertir la milenaria relación social de opresión masculina heterosexista sobre mujeres y personas no heterosexuales, aparece como exageradamente pretenciosa.

Valoramos su espíritu disidente contra tanta mojigatería impuesta no solo por la derecha conservadora, sino también por la política de los derechos que reconoce, predica y exige un mayor control del Estado de clase y patriarcal sobre nuestros cuerpos. Pero la humanidad, sometida al disciplinamiento (también sexual) que imponen la explotación del trabajo y la familia basada en la pareja parental heterosexual monogámica para garantizar la reproducción de esa fuerza de trabajo –justificadas y legitimadas por los discursos religiosos, reproducida por los medios de comunicación, etc.– no puede alcanzar una verdadera liberación sexual a través del ejercicio individual de performances sexodiversas. Como marxistas, enarbolamos las banderas democráticas que ninguna democracia del mundo puede izar hasta el tope del mástil: somos contrarios a toda prohibición, limitación o injerencia del Estado y otras instituciones contra la pornografía. Pero no somos neutrales espectadores en la batalla cultural que no solo se libra en la industria pornográfica, sino también en los medios de comunicación, acerca de las representaciones de las mujeres, de la relación entre los géneros, de la sexualidad, etc. Enfrentamos el machismo y el heterosexismo, revelamos su origen en el fundamento de las sociedades clasistas, denunciamos la reapropiación que el capitalismo contemporáneo ha hecho de estas viejas relaciones de subordinación y opresión para fortalecer su poder en la explotación de millones de

seres humanos. Tomamos partido abiertamente en la lucha contra las redes de trata y todas las formas de violencia contra las mujeres. Y, ante todo, combatimos por una sociedad de productores libres, donde la sexualidad humana pueda expandir sus infinitas posibilidades no solo en los vínculos sexoafectivos, sino también en las más diversas formas de relaciones entre las personas, el arte y la cultura de masas –incluyendo la pornografía–, liberada de las coacciones físicas, económicas, sociales y culturales que hoy la restringen.

1. C. MacKinnon es una de las juristas más reconocidas en el ámbito de los derechos de las mujeres. Representó legalmente a las mujeres bosnias sobrevivientes de los ataques sexuales del ejército serbio durante la guerra de los Balcanes, donde conceptualizó la violación como genocidio y consiguió un fallo histórico que obligó a indemnizar a las víctimas. 2. C. MacKinnon, Hacia una teoría feminista del Estado, Madrid, Ediciones Cátedra, 1989 3. Nancy Prada Prada, “¿Qué decimos las feministas sobre la pornografía? Los orígenes de un debate”, revista La Manzana de la Discordia Vol 5, Bogotá, 2010. 4. Las feministas pro-sexo han suscitado debates más agudos sosteniendo que la pornografía permitiría a las mujeres disfrutar de aquello que, en la vida, es repudiable, como la violación. “¿Por qué una mujer sana fantasía ser violada? (...). Tal vez porque es halagador imaginar a un hombre particular que está tan abrumado por ella que la debe tomar. (...). ¿Es mejor para las mujeres reprimirse?”, se pregunta Wendy McElroy en “A Feminist Defense of Pornography”, Free Inquiry Magazine 4, Vol 17, 2006.


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Del AntigUO lenocinio a la organización sindical contemporánea

A pesar de que se la considera el “oficio más viejo del mundo”, las características actuales de la prostitución difieren enormemente del lenocinio religioso ejercido en la civilización Sumeria o el que practicaban las hetairas griegas1. Pero contra toda mistificación de la prostitución, ya Engels la sindicaba como una institución social que “mantiene la antigua libertad sexual... en provecho de los hombres”. Para luego agregar que, aunque la prostitución es reprobada socialmente, ésta “nunca va dirigida contra los hombres que la practican, sino solamente contra las mujeres; a éstas se las desprecia y se las rechaza, para proclamar con eso una vez más, como ley fundamental de la sociedad, la supremacía absoluta del hombre sobre el sexo femenino”2. Para Engels, la prostitución surge como contrapartida de la aparición de la familia basada en el matrimonio monógamo. “Todo lo que la civilización produce es también doble, ambiguo, equívoco, contradictorio; por un lado, la monogamia, y por el otro, el heterismo, comprendida su forma extremada, la prostitución”3. Estas mismas características se sostienen a través de miles de años. Sin embargo, considerar la prostitución como una institución igual a sí misma, en las distintas sociedades, impide encontrar cuáles son los imbricados vínculos que mantiene con el capitalismo –modo de producción que alteró también, drásticamente, las relaciones sexoafectivas, el matrimonio, la familia, etc. –, y que le confiere nuevas configuraciones, además de abrir a nuevos interrogantes y debates teóricos y políticos.

Revolución industrial y moral victoriana

Fue recién en los albores del capitalismo y, más precisamente, en el período de máximo desarrollo de la “revolución industrial”, que la prostitución adquirió las características modernas. Para mediados del siglo XIX en Gran Bretaña, por primera vez en la historia, la población urbana era mayor que la rural. El hacinamiento de los desposeídos en Londres, daba lugar a nuevos fenómenos y formas de vida: mientras la reina Victoria ordenaba alargar los manteles para que las patas de las mesas no le recordaran a los hombres las piernas femeninas, en los barrios del Este se multiplicaban los burdeles y las mujeres eran prostituidas en las calles de la pujante metrópoli4. Analistas de diferentes ideologías coinciden en señalar, durante esta época, que la pobreza es una de las causas más importantes que empujan a las mujeres a la prostitución. Pero, como aclara Bebel, “algunos de los que se ocupan de esta cuestión empiezan a darse cuenta de que la triste situación social bajo la que

sufren numerosas mujeres pudiera ser la causa principal de que tantas de ellas vendan su cuerpo; pero este pensamiento no avanza hasta la consecuencia de que, por consiguiente, es necesario crear otras condiciones sociales”5.

Neoliberalismo e industria del sexo

Fueron las más recientes décadas de restauración capitalista, las que le imprimieron a la prostitución una dimensión inusitada. Para Sheila Jeffreys, la convergencia de la tolerancia de la “libertad sexual” y la ideología del libre mercado hicieron que la prostitución se reconstruyera “como ‘trabajo‘ legítimo que funciona como base de las industrias del sexo, tanto a nivel nacional como internacional”6. El objetivo de su profusa investigación –con cifras y denuncias de distintos lugares del mundo– es demostrar que la práctica de la prostitución se transformó en uno de los negocios –legal e ilegal– más rentable a escala global. Además, intenta sostener que la prostitución forzada de mujeres y niñas secuestradas por redes de trata, se encuentra en la base de una industria más vasta que abarca desde los clubes de striptease, el turismo sexual, la pornografía, hasta la “provisión” de mujeres para bases militares o “matrimonios” convenidos mediante contratos de compra-venta. Más allá de sus propias valoraciones al respecto, son muchos los estudios que avalan sus conclusiones sobre el incremento inaudito del “negocio capitalista” en que se ha convertido la prostitución y de sus vinculaciones con las redes de trata de personas, la industria pornográfica, el turismo sexual, etc. Veamos algunos datos significativos: según Fondation Scelles, más de 40 millones de personas son prostituidas globalmente; la ONU estima que la cifra de las víctimas de trata, a nivel mundial, es de 2 millones y medio de personas, de las cuales un 85% es destinado a la explotación sexual. Los destinos turísticos de prostitución –que comenzaron a promocionarse en los ‘80 y los ‘90– fueron, en un principio, aquellos países vecinos a los conflictos bélicos donde descansaban las tropas norteamericanas durante las guerras de Corea y Vietnam (como Filipinas y Tailandia). El retiro de las tropas, dejó una “capacidad instalada ociosa” en cuanto a la industria del sexo: miles de mujeres que habían servido sexualmente a los soldados extranjeros, prostíbulos, bares de streaptease y otros negocios que necesitaban nuevos clientes. El turismo sexual ocupó el lugar de los marines norteamericanos. Los proxenetas del sudeste asiático encontraron la posibilidad no solo de comercializar a las mujeres, sino también de vender el estereotipo de la fémina sumisa. Jeffreys»

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26 lo asigna al hecho de que “permite a los hombres de países en los que las mujeres están avanzando hacia la igualdad (...) comprar la subordinación de la mujer en otros países, gracias a su mayor poder adquisitivo”7.

Trata de mujeres y trabajo sexual: ¿abolición o reglamentación?

Según un informe de 2006 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 87 % de las víctimas de trata eran destinadas a la explotación sexual. Algunas feministas denuncian que la trata se está convirtiendo en el principal modo de abastecimiento para la industria global del sexo, proveyendo de mujeres forzadas a “trabajar por deudas” en la prostitución callejera o prostíbulos, en clubes de strippers, en la pornografía, etc. Pero mientras esto sucede –convirtiendo en cada vez más minoritario al grupo de mujeres que se prostituyen sin ser explotadas por un proxeneta–, la Organización Internacional del Trabajo, grandes organizaciones internacionales por los derechos civiles y distintos Estados, impulsan la sindicalización de las mujeres en situación de prostitución. En el feminismo, la brutal contradicción entre la proliferación de las redes de trata, la creciente cifra de mujeres desaparecidas y/o secuestradas y, por otro lado, la fuerte presión internacional para la legalización de la prostitución, encendieron nuevamente el acallado debate entre abolicionistas y regulacionistas del siglo XIX. Un extenso debate –imposible de abordar en este espacio-, en el que el regulacionismo propone que el Estado legalice la prostitución y, por lo tanto, se reglamente la instalación de prostíbulos, las formas de explotación de las mujeres, los controles sanitarios y, por otro lado, el abolicionismo, que considera a la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres, combate el proxenetismo y lucha por desterrarlo. Este debate, actualmente, se expresa como una tendencia que aboga por la consideración de la prostitución como trabajo y, por tanto, su encuadramiento como cualquier otro oficio, con derecho a sindicalización y, por otro lado, una corriente que considera posible que la sociedad desestime el consumo de prostitución –lo que conduciría a su desaparición–, mediante el reforzamiento del poder punitivo del Estado vuelto contra el cliente8. Las primeras discuten a las abolicionistas que los daños que ocasiona la estimagtización social de la prostitución es más dañino que lo que las segundas quieren encontrar como las consecuencias psíquicas gravosas de su ejercicio. Las segundas discuten a las regulacionistas cuál es la delgada línea que separa al sindicato de una organización para proteger los derechos de las mujeres de una nueva organización proxeneta. Sin embargo, tanto unas como otras ponen, en el mismo Estado capitalista que legitima y reproduce la milenaria opresión de las mujeres, la responsabilidad de regular la vida de las prostitutas o la responsabilidad de castigar a sus consumidores. Lejos de todo moralismo, el marxismo reconoce que la prostitución es inseparable de las

sociedades de clase y, por lo tanto, es inseparable del capitalismo. Pero reconocer que sólo acabando con todas las formas de explotación y opresión, podremos acabar con la prostitución, no es razón para no defender los derechos de las personas en esta situación –entre quienes las mujeres son mayoría absoluta–, a su autoorganización, exenta de la injerencia de proxenetas (sean fiolos o empresarios) y del Estado (sea regulacionista o punitivo). Combatimos la estigmatización, la persecución y marginación social, al tiempo que denunciamos y enfrentamos la represión policial de la prostitución. Denunciamos la complicidad de las fuerzas represivas del Estado, sus funcionarios políticos, la justicia y poderosos empresarios en el funcionamiento y la impunidad con la que operan las redes de trata. Contra la utopía abolicionista, acompañamos y promovemos la lucha por exigir al Estado capitalista y sus gobiernos la garantía de un trabajo digno, acceso a la salud, la educación, la vivienda y un salario que cubra las necesidades básicas de las personas. Pero lo hacemos con la mirada puesta en una sociedad donde abunden las horas para el ocio y la insatisfacción de las más primarias necesidades sea un vago recuerdo de la prehistoria humana.

1. Aunque no deja de ser sugestivo que, también hoy nos encontramos con mujeres que son secuestradas y explotadas sexualmente, como sucedía con las esclavas en los antiguos imperios –que eran raptadas y arrancadas de sus tierras nativas para ser ofrecidas al servicio sexual de los dignatarios vencedores. 2. F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Buenos Aires, Claridad, 1941. 3. Íd. 4. Una investigación de la época muestra que más del 90% de las mujeres detenidas por ejercicio de la prostitución en la prisión de Millbank eran hijas de obreros, mientras las madres de más de la mitad de ellas, habían sido sirvientas, vendedoras ambulantes o lavanderas. Otros estudios exponen de qué manera aumenta el número de mujeres dedicadas a la prostitución, al tiempo que aumenta la incorporación de mujeres como obreras en las distintas ramas industriales y el comercio. Citado por J. Walkowitz en Prostitution and Victorian Society, Cambridge, Cambridge University Press, 1980. 5. A. Bebel, La mujer y el socialismo, La Habana, Editorial de las Ciencias Sociales, 1979. 6. Sheila Jeffreys, La industria de la vagina. La economía política de la comercializaci.ón global del sexo, Barcelona, Paidós, 2011. 7. Íd. 8. Una de las campañas globales más destacada es la que toma como slogan “Sin clientes no hay trata”.


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El paradigma neurocientífico

De determinismos y reduccionismos recreados Como plantea el biólogo Steven Rose en la entrevista que acompaña esta sección de IdZ, el determinismo biológico goza de buena salud. Está bien anclado en las premisas del paradigma neurocientífico dominante, ahora vuelto en proyectos tecnocientíficos de gran alcance para el imperialismo europeo y norteamericano. El programa BRAIN anunciado por Obama contará con una inversión de 3 billones de dólares provenientes de los Institutos Nacionales de Salud y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa.

Ilustraciones: Anahí Rivera

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Apuntes para una concepción integral de las capacidades cognitivas humanas Jimena Vergara Filósofa de la ciencia, miembro del staff de la editorial Armas de la Crítica. […] de qué manera están vinculadas nuestra conciencia y nuestra existencia viva y real. Si no se comprende este nexo, la conciencia aparece inevitablemente como un epifenómeno […] con lo que la absoluta imposibilidad de encontrar un nexo racional entre las pasiones del alma y la vida real del hombre está decidida de antemano. Lev Vigotsky Desde la década de los noventa las neurociencias comenzaron a ganar terreno estimuladas con las nuevas tecnologías para mapear la actividad neuronal, los procesos sinápticos y la actividad eléctrica en el cerebro. El boom neurocientífico parece no tener freno al amparo de los intereses de la industria farmacéutica trasnacional, las compañías aseguradoras y el proceso de privatización de la salud pública que se sucedió en las metrópolis imperialistas en las décadas subsecuentes. No es casual que el presidente norteamericano prometiera ante los grandes capitalistas que el proyecto BRAIN generaría ganancias millonarias ya que “cada dólar invertido en el Proyecto del Genoma Humano ha rendido 140 dólares en beneficios económicos”. Para los imperialistas, lo atractivo del proyecto no está en las posibilidades de curar el Alzheimer sino en las jugosas ganancias que han hecho a partir de monopolizar los descubrimientos en tecnociencia. En este artículo, abordamos algunas de las premisas filosóficas que están detrás del paradigma neurocientífico dominante, en particular discutiendo contra el reduccionismo. Sostenemos que solo una interpretación anclada en un materialismo dialéctico no reduccionista de la mente humana, propuesta por ejemplo por Lev Vigotsky a inicios del siglo XX (antes del encumbramiento del stalinismo en la Unión Soviética), puede dar cuenta de la complejidad de nuestras capacidades cognitivas.

De la separación mente-cuerpo al reduccionismo Los descubrimientos en neurobiología durante la segunda mitad del siglo XX le dieron a la concepción materialista de la mente nuevos bríos. Se abría la posibilidad de romper con la separación ontológica que primaba en la teoría del conocimiento entre lo físico y lo mental. El origen biológico de nuestras capacidades cognitivas fortalecía las doctrinas materialistas de la mente que durante los años ‘60 y ‘70 defendieron filósofos como John Smart o Herbert Feigl. De tal suerte que la agenda de las ciencias naturales debía establecer las bases materiales del espíritu.

pueda ser explicado, descrito, prevenido o modificado a través del conocimiento absoluto de los procesos que yacen en el cerebro. A nivel endógeno, reducen a tal punto las capacidades cognitivas que cada vez se habla más del cerebro y menos del sistema nervioso central y periférico, y a nivel exógeno, se invisibiliza el contexto social de los individuos y por supuesto, el contexto histórico de las sociedades.

El emergentismo como contratendencia Si bien estos planteamientos jugaron un rol progresivo para socavar las concepciones idealistas de la mente, su empalme con el boom neurocientífico devino en el reduccionismo. Como sostenía el neurocientífico Michael Gazzaniga: “El hecho es que, tú eres tu cerebro”. Así como se trata de explicar el comportamiento humano como el correlato de genes en acción, las neurociencias comenzaron a recrear hipótesis que le confieren al racismo, los celos, las posiciones políticas o la violencia un sustrato únicamente neuronal. Como plantea Steven Rose: La mente, la conciencia y el libre albedrío colapsaron; son simples epifenómenos de procesos cerebrales que se presentan como “ilusiones útiles”. Más aún, el entronamiento de las neurociencias estaría iluminando y transformando otros estudios sociales y culturales que antes tenían aproximaciones independientes1.

Si bien es pertinente defender una concepción materialista de la mente, es preciso contrarrestar el reduccionismo imperante, que pretende explicar el comportamiento como un epifenómeno de su sustrato material.

El reduccionismo en neurociencias Como dijimos antes, en general, la tesis de la separación mente-cuerpo fue contrarrestada por un materialismo reduccionista que abrevó en la tradición del fisicalismo de principios del siglo pasado. Daniel C. Dennet sostenía: La sabiduría dominante, que se expresa de diferentes formas, es el materialismo: solo existe una clase de sustancia de la que están hechas las cosas, a saber, la materia, la sustancia física de la física, la química y la fisiología, y el espíritu no es en cierto modo más que un fenómeno físico. En resumen el espíritu es el cerebro2.

La utilización de la Resonancia Magnética Funcional para obtener imágenes cerebrales abrió todo un nuevo campo de investigación. La consecuencia fue llevar al extremo la idea de la identidad entre mente y cerebro. La aplicación extrema de esta premisa puede verse en los dichos (y prácticas) de las nuevas disciplinas híbridas como la neurojurisprudencia, cuyos apologistas e impulsores sostendrían que un comportamiento criminal proviene de la excitación o inhibición de ciertas regiones cerebrales. El programa del reduccionismo entonces es esperar a que los avances en neurociencias lleguen a tal punto que todo nuestro comportamiento

En la tradición anglosajona, un sector de filósofos y científicos ha intentando contrarrestar al reduccionismo neurocientífico. Para muchos de estos teóricos, las neurociencias no pueden subsumir a las disciplinas que se encargan del estudio de la mente como la psicología, ya que si bien todo comportamiento humano puede ser susceptible de una explicación neurobiológica, hay pautas conductuales que preservan cierta autonomía. Los emergentistas sostienen que las capacidades superiores de la mente no pueden ser explicadas únicamente por los procesos físicos que se libran en el cerebro ya que, a pesar de estar articuladas por los mismos, están dispuestas en “agregados complejos”: Los estados mentales son el fruto de una organización material particular, que produce propiedades específicas, irreductibles a las partículas que componen el cerebro y su fisiología. No es el nivel inferior donde puede descubrirse la razón de la complejidad del nivel superior3.

Robert Van Gulick por ejemplo sostiene que esto es así en el caso de la mente debido a la “singularidad de sus determinaciones”. Es decir que es necesario discriminar entre las determinaciones de bajo nivel (que en el plano biológico explican el origen del pensamiento) y las específicas a la mente que explican su nivel de complejidad. La crítica del emergentismo al reduccionismo abona positivamente al planteamiento de que la mente es más que un entramado de neuronas que se prenden y se apagan. Pero desde nuestro punto de vista, se queda ahí.

La dialéctica materialista En los ‘80 aparecieron dos publicaciones que defendían la dialéctica materialista. Se trató de No está en los genes de Steven Rose, Richard Lewontin y León Kamin y de El biólogo dialéctico de Richard Levins y Richard Lewontin. Fueron intentos exitosos por contrarrestar el determinismo biológico y la confianza desbordada en la biología molecular. En El biólogo dialéctico definían a la dialéctica materialista en cuatro proposiciones: • las partes de un todo no tienen una existencia previa independiente al todo como partes; • las propiedades de las partes son el fruto de su existencia en el todo; • las partes y el todo tienen están interpenetrados; toda entidad es heterogénea e inestable, proclive al cambio. Su constitución al mismo tiempo genera las condiciones de posibilidad de su auto negación. En biología evolutiva, estas premisas permitieron concebir al organismo como un todo e integrar a


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la teoría evolutiva otras dimensiones del proceso viviente, como la ontogenia; desmarcarse del programa adaptacionista, inconsistente con una teoría materialista de la evolución biológica; y proponer que una característica que resulta adaptativa, bajo ciertas presiones ambientales, puede ser posteriormente integrada como una adaptación para nuevas funciones. Es decir que el proceso evolutivo está permeado por la incorporación súbita y no necesariamente gradual de características e incluso funciones complejas que constituyen novedades adaptativas. Y proponer que en la evolución encontramos cambios cualitativos, como puede ser la emergencia de nuevas especies. Que aquellos organismos que permanecen en el mundo natural por un tiempo determinado, son proclives al cambio. Que los sistemas biológicos aparentemente estables pueden ver destruidas las condiciones que permiten su surgimiento y establecer las condiciones de posibilidad de nuevos sistemas. Esto, aplicado a las neurociencias, supondría que la mente es más que la suma de sus neuronas y el resultado de un proceso en el que interactúan por lo menos dos dimensiones: la filogenética y la ontogenética4. En el caso de la mente humana, el desarrollo biológico de nuestra especie –el proceso de hominización–, devino en “formas materiales que lo sobrepasan”. Como plantea Pascal Charbonnat: La sociedad, la economía y la política son las últimas producciones de la historia general de la materia, y como todas las demás solo han llegado a existir cambiando profundamente el estado anterior. La teoría unificada del espíritucerebro solo será real a partir del momento en que también ella haya integrado la dimensión socio-histórica consustancial a la humanidad5.

Este programa de investigación integral, esbozado por Charbonnat, fue explorado ya en el pasado por el psicólogo ruso Lev Vygotski,

quien elaboraría la mayor parte de su obra a instancias del Estado revolucionario ruso antes de su estalinización.

La dimensión histórica de las capacidades cognitivas en Lev Vigotsky Lev Vigotsky legó a la teoría de la mente un programa de investigación que supone historizar el desarrollo de lo que él mismo llamaría las Funciones Psíquicas Superiores6. Con un planteamiento profundamente dialéctico, elabora una concepción totalizante de la psique humana que contrasta con los presupuestos de la psicología de su época: Al igual que el organismo fraccionado en sus elementos revela su composición pero ya no pone de manifiesto sus propiedades y leyes orgánicamente específicas, también esas formaciones psíquicas complejas e íntegras perdían su cualidad fundamental: dejaban de ser ellas mismas cuando se las reducía a procesos más elementales7.

Para el psicólogo ruso habría tres vías de desarrollo de las FPS. La biológica, explicada en la teoría evolutiva elaborada por Charles Darwin; la histórica-cultural, sintetizada por el materialismo histórico desarrollado por Karl Marx y Friedrich Engels; y la ontogenética, que refiere al desarrollo de cada individuo. Estas tres vías de desarrollo son convergentes y establecen una unidad constitutiva de las FPS. Bajo esta concepción, el desarrollo del cerebro estaría dado por la relación dialéctica entre su sustrato biológico material y la estimulación cultural que se da en el contexto social. Dicha estimulación no solo sería relevante en la ontogenia del individuo sino también a nivel evolutivo, articulando el proceso de hominización y de humanización. Este programa de investigación, aquí apenas esbozado, nutre hoy las teorías contemporáneas de

los psicólogos evolucionistas y es aún un río por beber en la investigación sobre la mente. Vigotsky propone una alternativa teórica y metodológica para construir una explicación materialista no reduccionista de la mente humana, amparada en la dialéctica. Rebasa por mucho los regresivos planteamientos del reduccionismo dominante. Su legado forma parte de la evidencia histórica que demuestra la potencialidad del marxismo, apartado de la escandalosa vulgarización que hiciera del mismo la burocracia estalinista. Referencias bibliográficas Rose, S., Lewontin, R.C., Kamín, L. (2009): No está en los genes, Barcelona, Crítica. Levins, R., Lewontin, R. (1985): The dialectical biologist, Cambridge, Harvard UP. Charbonnat, P. (2007): Historia de las filosofías materialistas (Biblioteca Buridán), Barcelona, Intervención Cultural.

1. Tomado de “Beware ‘brain-based learning’”, Times Higher Education, 12/12/2013 (http://www.timeshighereducation.co.uk). 2. Dennet, La peligrosa idea de Darwin, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1999, p. 50. 3. Charbonnat, P., Historia de las filosofías materialistas (Biblioteca Buridán), Barcelona, Intervención Cultural, 2007, p. 557. 4. La ontogenética se refiere a la dimensión que está signada por las restricciones y potencialidades de su desarrollo. En este caso específico, del desarrollo del cerebro y del sistema nervioso central y periférico. La filogenética sintetiza los procesos, contingencias y azares de su historia evolutiva. 5. Charbonnat, P., op. cit., p. 559. 6. FPS a partir de ahora. 7. Vigotsky, L.S., “Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores” (1931) en Obras Escogidas, Tomo III, Madrid, Visor, 1991.

Entrevista a Steven Rose

LA FALACIA DE REDUCIR LA PERSONA A NADA MÁS QUE BIOLOGÍA IdZ: Desde los ‘70 viene discutiendo contra el determinismo biológico, desnudando su relación con posiciones reaccionarias en ciencias sociales y con políticas de derecha. En No en nuestros genes (1984) por ejemplo, con Richard Lewontin y Leon Kamin, critican la sociobiología de Wilson y las tesis de Richard Dawkins en El gen egoísta (1976). Han pasado varias décadas. ¿Cuál cree que es el lugar del determinismo biológico hoy, cuando muchos neurocientíficos hablan de la “década de la mente”? El determinismo biológico está vivo y con buena salud. Florecen los comentarios sobre los genes. En Inglaterra la coalición de gobierno conservadora-liberal ha reabierto el debate sobre el IQ [Coeficiente Intelectual, N. de T.], con el alcalde de Londres afirmando que el 16 %

de la población posee coeficientes intelectuales por debajo de 85 y son esencialmente gente “desechable” en oposición al 2 % con 130, y el consejero del Ministro de Educación afirmando que el Coeficiente Intelectual es 70 % heredable. Estas afirmaciones repiten los viejos “malos entendidos” tanto de la teoría del IQ y de la génetica, que están claramente conducidas ideológica y políticamente. Mientras, las neurociencias son igual de deterministas, reificantes y buscan localizar todo –desde el amor romántico hasta la orientación política y el juicio moral– en regiones del cerebro visualizadas por imágenes de resonancia magnética funcional, y a su vez moldeadas por fuerzas genéticas. Considerá frases tales como “vos no sos »

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nada más que un manojo de neuronas” (Francis Crick) o “Yo Sináptico” (Joseph LeDoux) o “Vos sos tu cerebro” (Eric Kandel) –todos ejemplos de la falacia mereológica que reduce la persona socialmente insertada a nada más que la biología–. IdZ: En Tu cerebro mañana (2005) también señala, respecto de las dicotomías mente-cuerpo o proceso-producto, parafraseando a T.Dobhzansky, que “nada en biología tiene sentido excepto a la luz de su propia historia”, y que estas han estado determinadas por el desarrollo del capitalismo. ¿Podría decirnos cómo ve usted esta relación? Es bien conocido que, en Occidente, el nacimiento en el siglo XVII de la ciencia “moderna” fue contemporáneo con el ascenso del capitalismo. Los modos de pensamiento que hasta ahora el capitalismo ha requerido –reduccionista, cuantificable, individualista– son precisamente aquellos que han moldeado las direcciones del desarrollo científico en los últimos tres siglos, enmarcando tanto las preguntas que se hacen los científicos del mundo natural a nuestro alrededor, como los tipos de respuestas estimadas aceptables. IdZ: En relación con estas tendencias deterministas y dicotómicas, en ese libro usted afirma que “ha habido solo un abordaje completamente occidental a la ciencia que

evade esta crítica, la del materialismo dialéctico marxista”. ¿En qué sentido cree usted que el materialismo dialéctico marxista ha sido una contribución? El contraste es con el materialismo mecánico reduccionista, que Marx y Engels criticaban, el cual reduce todo a procesos moleculares –véase Moleschott u otro fisiólogo del siglo XIX entre los científicos de la vida y fisiólogos en la tradición cartesiana–. En su interés por exorcizar el “fantasma en la máquina” ellos optaron por un universo determinista al extremo. Un materialismo dialéctico reconoce la existencia de niveles de organización del mundo material, que las células no pueden ser simplemente reducidas a moléculas o los organismos a células sino que nuevas relaciones emergentes aparecen en todos los niveles, que dependen pero trascienden los niveles más bajos (por ejemplo, el comportamiento de la pelota en un partido de fútbol está estrictamente sujeto a las “leyes” de la física, pero no se pueden deducir las leyes del fútbol de principios físicos), están profundamente localizadas socialmente en patrones y cambios en la organización social y la cultura. IdZ: Usted también dijo que el marxismo es “una tradición potencialmente fértil”. ¿En qué sentido cree que esto es significativo hoy? En ciencia, por las razones arriba señaladas. En la vida y en la política porque aunque vivimos en tiempos radicalmente cambiados, con

las transformaciones en la producción globalizada, la destrucción de las clases obreras organizadas al menos en los Estados posindustriales, la tradición marxista enfatiza las grandes contradicciones en la sociedad, de clase, género, raza, por lo que termina con los eufemismos de la ideología burguesa. IdZ: En La radicalización de la ciencia (1976), y en Ciencia y Sociedad (1970), con la socióloga de la ciencia Hillary Rose señalan la necesidad de desarrollar una “economía política de la ciencia” desde el marxismo, y trazan una caracterización crítica apuntando a la tendencia a la mercantilización de la ciencia a varios niveles. ¿Qué de esa caracterización se mantiene hoy? Esto está discutido particularmente en el último libro que escribí junto a Hillary Rose, Genes, Cells and Brains: the Promethean promises of the new biology [Genes, Células y Cerebros: las promesas prometeicas de la nueva biología]. En una economía neoliberal globalizada la tecnociencia ha devenido mercantilizada, y juega un rol central en la mercantilización de casi cada aspecto de nuestra vida cotidiana, incluyendo información acerca de nuestro cuerpo y nuestra genética.

Entrevistó y tradujo: Juan Duarte.

STEVEN ROSE Formado en Bioquímica y Neurobiología en Cambridge en los años ‘50, fue parte de un significativo sector de científicos de primer nivel que, impactados por grandes hechos históricos como la autocrítica del PC en los ‘50 por los crímenes del estalinismo, la invasión soviética a Hungría, la Guerra Fría y –sobre todo– la guerra de Vietnam, se acercaron a las ideas del marxismo y las luchas obreras y populares, participando de ellas al tiempo que cuestionando el rol de la ciencia en la sociedad capitalista. Al igual que el paleontólogo Stephen Jay Gould y el genetista Richard Lewontin, entre otros, sus aportes son clave para una crítica de la ciencia en el capitalismo, y en particular de los desarrollos reduccionistas y deterministas biológicos, que justifican diferentes formas de opresión. Junto con Hillary Rose publica Ciencia y sociedad en 1969, y La radicalización de la ciencia en 1976. En 1984, junto con Richard Lewontin y el psicólogo Leon Kamin, publican No en nuestros genes. Racismo, genética e ideología (Crítica), desde el cual emprende una importante crítica al reduccionismo y el determinismo biológico de

la sociobiología, y los usos de la genética y el evolucionismo en autores como Edward Wilson y Richard Dawkins, utilizando elementos de la teoría marxista. También publica Alas, poor Darwin. Arguments Against Evolutionary Psychology (2000), que compila importantes críticas a los usos reduccionistas del evolucionismo en psicología, y Trayectorias de vida: biología, libertad, determinismo (2004). En Tu cerebro mañana (2008) desarrolla una crítica a las neurociencias actuales exponiendo su propia síntesis alternativa. Más recientemente publicó, también junto con Hillary Rose, Genes, Cells and Brains: the Promethean promises of the new biology (2012), sometiendo a crítica a la biotecnología, la medicina regenerativa y las neurociencias en el marco del capitalismo neoliberal. Académicamente hizo importantes aportes en el campo de la neurobiología del aprendizaje y la memoria, y es profesor emérito en la Open University de Londres. En los últimos años fue uno de los principales impulsores del boicot científico al Estado de Israel en defensa del pueblo palestino.


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El psicoanálisis no es el marxismo, pero…

Ilustraciones: Greta Molas

Eduardo Grüner Ensayista, sociólogo, docente de la UBA.

En su número 5, Ideas de Izquierda publicó un artículo titulado “El Psicoanálisis en cuestión”, a cargo de Claudia Cinatti. En él se plantea una crítica, desde la perspectiva marxista, a la teoría creada por Freud, si bien reconociéndole el carácter disruptivo que tuvo en el momento de su emergencia histórica, y sin descuidar el interés que despertó entre muchos de los grandes líderes y pensadores revolucionarios (Trotski es un notorio caso). Obviamente que no es la primera vez, ni será la última, que se hacen estas imputaciones al psicoanálisis desde la izquierda. Pero es altamente estimable que una revista de la izquierda radical se proponga replantear, cuantas veces sea necesario, estos debates ya seculares y de primera importancia. Mi propósito en la presente contribución no es tanto responder puntualmente a cada uno de los argumentos del artículo, como ensayar a mi vez –de manera polémica, espero– la enumeración de una serie de hipótesis para encuadrar la discusión.

1.

Me permito comenzar de forma módicamente provocativa: el psicoanálisis no tiene absolutamente nada que ver con el marxismo. Sus respectivos “objetos” de estudio, sus inputs teóricos y sus contextos histórico-culturales son radicalmente diferentes. Se trata, pues, de dos teorías estrictamente inconmensurables e incomparables. Es importante establecer esto de entrada. Muchos de los malentendidos en los intentos tanto de recusación como de asimilación (como en el caso del llamado “freudo-marxismo” de la escuela de Wilhelm Reich y otros, que el artículo señala, así como los más rigurosos intentos de Lev Vigotsky) del psicoanálisis por parte del marxismo, provienen a mi juicio de este equívoco originario, que comprensiblemente, aunque sucumbiendo con frecuencia a articulaciones apresuradas, quieren establecer una relación interna (sea de oposición o de colaboración) entre los dos discursos más “subversivos” producidos en la modernidad burguesa. Desde ya, esto no

significa que no se pueda –y aún se deba– establecer una serie de homologías, por así decir, entre lo que me gustaría bautizar como sus también respectivos modos de producción de verdad. De más está decir que no nos compete aquí ninguna consideración biográfica (si Freud era un “burgués conservador” mientras que Marx se elevó sobre su propia clase, etcétera), sino los efectos objetivos de sus teorías. Más allá, entonces, de algún simpático anecdotario (por ejemplo, tanto Marx como Freud, en una curiosa coincidencia, se comparaban a sí mismos con Colón, por el hecho de haber descubierto un “nuevo continente”, el de la lucha de clases y el del Inconsciente), lo que nos importa es la lógica de esas “analogías”. Enunciemos algunas, sucintamente: a) El marxismo y el psicoanálisis son las dos únicas teorías de la modernidad que enuncian explícitamente que sus supuestos teóricos son estructuralmente inseparables de una praxis; dicho más o menos althusserianamente, son »


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“El psicoanálisis tiene por lo tanto una enorme pertinencia como contribución a una teoría crítica de las ideologías.

una práctica teórica tanto como una teoría de su propia práctica. Vienen, pues, a romper con una ideología filosófica multisecular –y no solamente “burguesa”, puesto que su origen puede remontarse al idealismo platónico– que ha intentado mantener separadas ambas esferas, la de la acción y la contemplación; b) ambas teorías ponen asimismo radicalmente en cuestión otro gran presupuesto filosófico, esta vez sí plenamente “burgués”: el de un sujeto “cartesiano” imaginado como individuo autocentrado, completo y transparente, que ha sido eternizado u ontologizado como imagen de el Sujeto humano; la tesis marxista de la lucha de clases (para la cual los sujetos de la historia son colectivos y no individuales) y la tesis freudiana del sujeto dividido (es decir, lo contrario de in-dividuo, que etimológicamente significa “entero”, no-dividido) derriban este otro “ideologema” deshistorizante; c) ambas teorías, con todas sus irreductibles diferencias y cada una desde su propia perspectiva, son estrictamente complementarias, pues, en su profunda crítica de la ideología burguesa. Y es asombroso comprobar –aunque no tengamos aquí espacio para desarrollar un tema tan complejo– que Marx y Freud razonan exactamente de la misma manera, aunque nuevamente sobre objetos muy diferentes, en sus respectivos análisis críticos del fenómeno del fetichismo. El psicoanálisis tiene por lo tanto una enorme pertinencia como contribución a una teoría crítica de las ideologías, algo que no ha dejado de ser productivamente aprovechado por diversos movimientos y autores del denominado “marxismo occidental” –desde Ernst Bloch y la Escuela de Frankfurt, pasando por la corriente althusseriana, hasta Zizek o Fredric Jameson (y sin olvidar, aún con todas sus ambivalencias ante la teoría freudiana, a la colaboración Sartre/Fanon)–.

2.

Un reproche recurrente que se le hace a Freud desde (no solamente) el marxismo, es que el psicoanálisis, como teoría del Sujeto humano, constituye una antropología “individualista”. Pero es una imputación que carece de fundamento riguroso alguno. Ya hemos sugerido que el psicoanálisis, justamente, viene a recusar la noción misma de “individuo”. Por otra parte, quienes arrojan ese sambenito parecen no tomar en cuenta la primera línea de ese importantísimo texto de Freud titulado Psicología de las Masas y Análisis del Yo, donde el autor establece taxativa e inequívocamente que para él no existe tal cosa como una “psicología individual”. Esto no significa, me apresuro a aclararlo, que entonces el psicoanálisis sea una “psicología social”: decirlo así sería justamente aceptar una oposición preexistente entre el “individuo” y la “sociedad”; o sea, otro de esos ideologemas burgueses que la teoría freudiana viene a demoler. Los contenidos psíquicos son, en todo caso, trans-subjetivos: el producto complejo (y que por supuesto puede expresarse de maneras muy distintas en cada sujeto “individual”, según los avatares de su propia historia, etcétera) de los sistemas de identificación primaria o secundaria. Y dicho sea al pasar, la indagación freudiana de tales procesos de identificación “vertical” con el líder u “horizontal” entre los miembros de la masa –tanto como la investigación coetánea de Weber sobre la “dominación carismática”– son un eficaz complemento “superestructural” del marxismo a la hora de entender fenómenos como el “populismo”, el “bonapartismo”, el “cesarismo” y similares. Pero, retomando el hilo: ¿cómo reducir a “individualismo” la tesis capital freudiana del “complejo” edípico, que, aún en su visión más vulgarizada, implica constitutivamente una relación entre al menos tres sujetos (para no hablar de sus múltiples subrogados

simbólicos o “fantasmáticos”) que, como se dice, “hacen masa” para producir la subjetividad “individual”? Más aún: que Freud se haya tomado el trabajo de escribir Tótem y Tabú (así como sus otros denominados textos “sociales”: la ya citada Psicología de las Masas, El Malestar en la Cultura, Moisés y el Monoteísmo, El Porvenir de una Ilusión, etcétera, para no mencionar sus múltiples escritos sobre arte y literatura) es la demostración palmaria de que su problema no es el “individuo”. No es adecuado decir que Freud “extiende” al campo de la sociedad y la cultura sus hipótesis sobre la psiquis individual, porque, como ya dijimos, para él lo “individual” y lo “socio-cultural” son la misma cosa, solo que percibido en diferentes perspectivas. Tótem y Tabú no es un intento de “aplicar” las estructuras de la psiquis inconsciente individual al origen de la sociedad, la ley y la religión, sino en todo caso, al revés: es ese origen violento de la Cultura y lo simbólico –hipótesis por otra parte perfectamente compatible con la de la violencia como “partera de la Historia”– la que explica la constitución de la psiquis, que es desde el vamos “social”, no importa lo que pensemos puntualmente sobre la teoría de la “horda primitiva” y demás (y, a decir verdad, los hallazgos del último siglo en materias como la antropología, la historia de las religiones o la filosofía jurídica parecen mostrar que Freud está mucho más cerca de la verdad hoy que hace un siglo, al menos en cuanto a la lógica de su razonamiento). Y podemos abundar: la insistencia de la escuela lacaniana, en su “retorno a Freud”, y en las huellas de la antropología lévi-straussiana, en la relación entre la subjetividad y el lenguaje, profundiza más aún lo que venimos diciendo: ¿o acaso el lenguaje, y más precisamente las lenguas, son atributos de alguna psicología “individual”, y


I dZ Marzo no el producto social de milenios y milenios de cultura? Y finalmente, para extremar el argumento, ni siquiera se puede decir que la práctica “ortodoxa” de la sesión psicoanalítica típica sea un tratamiento “individual”: para empezar, involucra a dos sujetos (y dos, como dice el propio Freud, bastan para “hacer masa” en un cierto sentido), y para continuar, en ese “diálogo” está implicado centralmente ese producto social-histórico por excelencia que, como vimos, es el Lenguaje en el sentido más amplio posible (la cultura, los códigos simbólicos, todo eso que los lacanianos llaman “el Otro”). Otra cosa es decir que, tal como está realmente practicado, se trata –siempre hablando de la sesión clásica en el gabinete privado del analista, etcétera– de un tratamiento inevitablemente “clasista” (hay que pagar, las sesiones suelen ser caras, y así): esto es indudablemente cierto. Pero es un factor externo a la teoría, que da cuenta de un estado de sociedad, y no una consecuencia necesaria de la propia teoría (o práctica). Y otra cosa, asimismo, es decir que el psicoanálisis (y por cierto la mayoría de los psicoanalistas), a través de su historia, ha devenido edulcorado y “adaptativo”: es otra verdad de a puños –y ciertamente no privativa del psicoanálisis: ¿o no ha devenido tantas veces edulcorado, “adaptativo” y domesticado el mismo marxismo en manos de socialdemócratas, “progresistas” de toda laya e instituciones universitarias? Y si objetamos que eso no es el verdadero marxismo, ¿no podríamos aducir otro tanto respecto del psicoanálisis?–.

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Una acusación más compleja –precisamente porque aparece a primera vista como la más plausible– es la de que Freud, con su teoría del “complejo” edípico, del Inconsciente, de la Repetición y demás, habría generado una suerte de imagen “ontológica” de un Sujeto siempre igual a sí mismo y sin historia. Pero no es así. No se puede confundir la teoría freudiana con la de los “arquetipos” eternos y limitados de Jung (casualmente ese fue uno de los motivos de la ruptura entre ambos, como es sabido). Una cosa es la detección de estructuras y mecanismos recurrentes –sean en la psiquis, en la cultura o en la historia–, otra muy diferente es que esos “procesos de producción” tengan muy distintos efectos en los sujetos particulares y en los cambiantes contextos histórico-culturales. Las estructuras del Inconsciente son “universales”, sus efectos singulares. Para el Inconsciente freudiano no hay “contenidos” eternos, como en el inconsciente “colectivo” junguiano. Por dar un ejemplo muy sencillo, la lógica del “proceso primario” productor de sueños es siempre la de la condensación, el desplazamiento, la inversión en lo contrario, la dialéctica “representación de cosa/representación de palabra”, etcétera; pero desde luego, hoy en día no soñamos con las mismas “escenas” que un griego del siglo V a. C., ni siquiera que un citoyen francés de la Revolución. Por supuesto, pues, que existen “constantes” en la psiquis.

Pero tal como venimos planteando esa “constancia”, y salvo recaída en un relativismo inconducente, no se ve que eso sea necesariamente incompatible con el materialismo histórico. ¿Acaso lo acusaríamos a Marx de “ontologismo abstracto” por decir que toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases? ¿O que siempre que se verifica una contradicción insoluble entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción se abre una época potencialmente revolucionaria? ¿No es eso decir que hay estructuras recurrentes –“leyes”, si se quiere– en la historia de la humanidad, más allá de que se expresan de manera diferente en cada época, en cada modo de producción, en cada formación social? Y no es azaroso, a este respecto, que Fredric Jameson haya tenido la audacia de hablar de la lucha de clases como del Inconsciente político de la historia y la cultura: hay, en efecto, una lógica fundante, por así decir, cuya insistencia subterránea explica, hasta cierto punto (porque también existe el azar, claro) los acontecimientos “de superficie”. Para Lévi-Strauss, por ejemplo, la condición fundacional de la existencia de cualquier cultura es la cláusula de la Prohibición del Incesto (en tanto pre-texto negativo para la ley de la Exogamia), algo que obviamente tiene mucho que ver con la teoría freudiana, aunque sus objetivos sean completamente otros. Cuando Freud afirma que el Inconsciente “no reconoce” a la Historia, solo está diciendo que sus mecanismos básicos insisten de la misma manera, aunque sus efectos sean siempre singulares e histórica-socialmente condicionados. De forma similar dice Althusser que la Ideología –otra vez: los mecanismos básicos del proceso de producción ideológica: la parte por el todo, la causa por el efecto, y así– no “tienen” historia, aunque por supuesto que se puede hacer una historia de las ideologías. Otro ejemplo

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–más problemático, lo admito– es la frecuente imputación (reiterada en el artículo de marras) al “falocentrismo” de Freud, del cual se derivaría un acantonamiento “reaccionario” en el esquema binario masculino/femenino, no dando lugar a la multiplicidad de identidades sexuales (o “genéricas”) posibles. Es un tema sumamente complejo, entre otras cosas porque se presta a ciertas facilidades del pensamiento “políticamente correcto”. Desde ya que hay que defender a rajatablas el derecho de cualquier sujeto a optar por la “identificación” sexual que desee. Pero esa elección –pues de otro modo no sería una elección– se hace sobre la base de un previo condicionamiento “en última instancia” que es el de la bisexualidad constitutiva de los sujetos de ambos sexos (la oposición freudiana, justamente, es masculino/femenino, y no hombre/ mujer). La famosa frase de que “la anatomía es destino” debe entenderse en esa acepción: hay una fractura básica condicionante, y cada sujeto termina identificándose -más allá de sus órganos biológicos de nacimiento- con uno u otro de sus polos, o con múltiples posibles combinaciones entre ellos (y va de suyo que las identificaciones “dominantes” están social-históricamente marcadas). Pero ello no significa que esos polos puedan (o deban) “desvanecerse en el aire”. Justamente porque no lo hacen, y porque la sociedad promueve aquellas identificaciones “dominantes”, es que se producen los conflictos del caso. Y negar el conflicto “fundante” no tiene mayor sentido. Más aún, esta sería una lógica de razonamiento un tanto peligrosa. Equivaldría –y es un debate que el marxismo viene sosteniendo desde hace mucho– a sustituir por una multiplicidad infinita de “movimientos sociales” la fractura básica de la lucha de clases. Los movimientos sociales existen, sin duda, y muchos –no todos– deben ser defendidos y desarrollados. Pero ninguno, ni siquiera la suma de todos »


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IDEAS & DEBATES

ellos, puede despachar al limbo la confrontación estructural burguesía/proletariado. Es una discusión similar a la que se plantea frente al pensamiento “postmoderno”, “postestructuralista” y demás (y al que se hace referencia en el mismo número de Ideas… aludido): si todo es cuestión de “deconstrucciones”, “dispersiones” y multiplicaciones “rizomáticas” ad infinitum, entonces la Materia, y el conflicto con que estamos forzados a enfrentarla, desaparece de la vista (Slavoj Zizek, hablando precisamente de los equívocos del “multiculturalismo”, ironiza sobre la interesada paradoja de homogeneización que el mismo supone, ya que todas esas “diferencias” terminan siendo equivalentes, y ocultan el conflicto básico; y casualmente, para ilustrarlo recurre al ejemplo de una ideología apresurada de la “multisexualidad” que termina siendo… “unisex”).

4.

¿Hay, pues –es una pregunta de la máxima gravedad que puede inducirse a partir de una “defensa” de la teoría psicoanalítica– una “naturaleza” humana? Depende de cómo se lo mire. En un sentido, y sin llegar todavía a la humana, no hay siquiera una naturaleza “natural”. Como sostenía con toda razón Marx, a partir de la intervención de las relaciones de producción sociales sobre la naturaleza, esta ha ingresado totalmente a la historia: a la historia del Hombre, se entiende (no vamos a entrar aquí en la difícil polémica sobre la existencia de una “dialéctica de la naturaleza”, tal como Sartre la sostiene contra Engels). Ahora bien: que la humanidad

haya inventado máquinas para volar no significa que haya logrado anular la ley de gravedad. Más bien significa todo lo contrario. Quiero decir: si el hombre se ha visto obligado a crear aviones, ha sido porque, al menos hasta el momento, nada ha podido hacer contra ciertas reglas constantes de la naturaleza. Algo similar –con todas las reservas del caso– puede decirse, como hemos visto, sobre ciertas “leyes” de la historia y la sociedad. Y aún de la más sutil cultura: ¿no muestra Marx su perplejidad, en un famoso pasaje de los Grundrisse, ante el hecho de que ciertos productos del arte y la literatura –la Ilíada de Homero, las grandes tragedias griegas, Cervantes o Shakespeare–, emanados de sociedades y épocas tan radicalmente diferentes a la nuestra, nos sigan conmocionando tan profundamente? Por supuesto que no leemos esas obras del mismo modo en que lo haría un coetáneo de ellas; pero el hecho de que con nuestra propia mirada sigamos encontrando en ellas algo que aún hoy nos hace reflexionar sobre pero también más allá de nuestra situación actual, ¿no significa que su grandeza consiste en que encontraron algunas constantes de la “naturaleza humana” que siguen vigentes, independientemente de que hoy las interpretamos en otro contexto? ¿Y qué diríamos –para insinuar otro tema complejísimo y ultra “delicado”– de la persistencia del sentimiento religioso a través de miles de años de historia y de todos los modos de producción posibles, incluyendo los “socialismos” realmente existentes, como ha quedado harto comprobado? ¿Nos

contentaremos con andar por la vida repitiendo la frase sobre “el opio del pueblo” (olvidando que el propio Marx tuvo muchas otras cosas que decir al respecto, y ciertamente muy inteligentes, en el propio texto donde comparece ese enunciado, La Sagrada Familia), o nuevamente tendremos que pensar la dialéctica de lo universal y lo particular con todas sus complejas mediaciones? Otra vez: postular una “naturaleza humana” que pudiéramos llamar repetitiva no significa que cada “repetición” sea igual a la anterior, ni forzosamente peor (se recordará que tampoco Marx deja de tener alguna idea sobre la “repetición” en la historia). Lo cual viene a cuento del famoso pesimismo freudiano, contrapuesto al optimismo marxista. Desde ya que Freud es decididamente pesimista –pesimista “de la inteligencia”, para apelar a otro clásico– respecto de las “constantes” de la “naturaleza humana”: en su perspectiva, la recurrente batalla mítica entre Eros y Tanatos se resuelve casi siempre a favor del último. Y la historia de la sociedad de clases hasta la fecha (claro que Freud no habla de esto: está pensando en otras constantes) parece darle, “fenomenológicamente”, la razón. ¿Cambiará, esa “naturaleza humana”, con el socialismo? No podemos saberlo con certeza, está claro. Pero, si aún siendo pesimistas “inteligentes” apostamos a él, es porque al menos con él Tanatos tendría hartos menos “pretextos” (el hambre, la explotación, la alienación del trabajo, las guerras imperiales). Es decir: se puede, desde la posición marxista, ser anti-freudiano. Pero no es necesario.


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“me encuentro con que la historia me interpela”

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Fotos: Fernando Lendoiro

Entrevistamos a Martín Kohan, escritor, crítico y profesor de teoría literaria, con quien charlamos sobre el lugar del marxismo en la crítica literaria, el panorama de la novela argentina en los últimos años y su propio trabajo de escritura, así como de la situación política actual y los debates en la intelectualidad.

Marxismo y teoría literaria

IdZ: Eagleton en IdZ 4, describiendo el estado de la teoría literaria marxista contemporánea, daba un panorama que, salvo con algunas excepciones, veía como mayormente pobre, en consonancia con un momento de baja conflictividad social. ¿Cómo lo ves vos? Me parece que en la actualidad hay una especie de meseta en la teoría literaria en términos generales. No me parece que sea un pliegue o estancamiento de una teorización marxista sobre la literatura respecto de otro tipo de vertientes que estén teniendo un impulso mucho más fuerte. Me parece que desde hace años estamos en un ciclo en el que no hay teorías fuertes en el sentido en que pudieron serlo en otro momento el estructuralismo o el posestructuralismo, o incluso los debates

entre modernismo y posmodernismo –con todo lo que tuvieron de inútiles en gran medida–, o la reaparición efectivamente inútil de los estudios culturales en el sentido de su vulgarización y trivialización. En el presente, salvo algunos autores que han ganado terreno como Agamben o Rancière, con ideas que marcaron alguna línea de reflexión en los últimos años, no es una época de pensamientos fuertes en la teoría literaria. Lo cual en un punto es más propicio, si se quiere, para trabajar con la literatura. El posestructuralismo es un buen ejemplo: inmediatamente abre una cantidad de perspectivas que dan a ver lo que no se podía ver sin esas categorías, pero necesariamente la apertura tiene un límite, hay un momento en que se empieza a rozar aquello que esas mismas categorías están impidiendo ver, junto con lo que permitieron ver. Al no haber teorías dominantes o hegemónicas,

lo interesante es que es un momento de absoluta apertura, donde la idea de la teoría literaria como una caja de herramientas, en el sentido de que podés usar estas categorías y estas otras, para que no haya lo que en algún momento pasó o puede terminar pasando que es la aplicación. Es un momento reductivo aun de las mejores teorizaciones, de las más ricas y más estimulantes, que se reducen a fórmula y aplicación. Estamos razonablemente liberados de eso hoy por hoy, aunque con límites también. Después está la productividad de lo que ya había. Nadie que no sea necio pretendería una fundación de la nada. Marx tampoco. En todo caso, la significación que el marxismo puede tener en la teoría literaria hoy, creo que se puede seguir midiendo en la productividad de una tradición, más que constatar o cotejar los aportes de por ejemplo los últimos 5 años. Le caben en »


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CULTURA Literatura

todo caso las generales de la ley del estado de la teoría literaria en general. A cambio creo que distintos enfoques de la tradición marxista siguen teniendo una productividad enorme. IdZ: ¿Cómo lo ves acá? ¿Ha habido cambios en los últimos años después del auge del posestructuralismo y el posmodernismo, donde el marxismo aparecía representado por algunos “marxistas occidentales”, y no siempre presentados como estrictamente marxistas? La presencia de la Escuela de Frankfurt me parece que es fuerte, eventualmente no con inflexiones fuertemente marxistas –lo cual es posible recuperar también en la Escuela de Frankfurt–. Pero creo que también la presencia de Gramsci ha tenido su persistencia, el impacto de las ideas de Jameson también, inflexiones y lecturas de un posicionamiento no estrictamente marxista pero repensados en clave marxista, como Foucault o Deleuze, para volverlos productivos. El desafío es apostar a la vigencia de ciertas líneas de pensamiento y una apropiación de las categorías y de los aportes que nos pueden servir para pensar desde el marxismo algo que probablemente no venga encuadrado en las categorías del marxismo. Creo que en algunos casos se ha hecho con el pensamiento de Foucault, o de Deleuze, con las tensiones que eso pueda tener. Creo que también Althusser, con la complejidad del caso, por ejemplo en Rancière, en Macherey… es una tradición que está presente. Si uno lo piensa respecto a otras coyunturas, dentro del abanico complejo y diverso del marxismo, en todo caso si algo tuvo una presencia muy dominante y la perdió fue el sartrismo.

IdZ: Tanto en tus clases, escritos y hasta en alguna de tus novelas, retomás marxistas “clásicos” como Lenin o Trotsky, poco habituales en los recuentos de los aportes del marxismo a los temas literarios, considerados como “excesivamente” políticos para el abordaje de los temas culturales… ¿Qué interés encontrás en ellos? Para mí Trotsky tiene su lugar… recuerdo haber dado específicamente sus textos sobre literatura, o de Lenin escribiendo sobre Tosltoi. Porque en última instancia, en el margen en el cual se pueda dar en un recorrido cuatrimestral, creo que de un modo más o menos implícito o explícito eso se recupera. No podés explicar la manera en que Lukács lee a Balzac sin Marx y Engels. Entonces me parece que tienen razonablemente su lugar. En todo caso, lo que estuvo y no está es la veta del compromiso sartreano, o entra por la negativa. IdZ: Lukács también ¿no?, entra por la negativa… Cuando yo era estudiante Lukács entraba como el capítulo del error; “ahora vamos a ver el que se equivocó en todo”, y era Lukács. Mi interés por Lukács no era para replicar a eso, pero diría contestar a una cierta reducción en la que me parece que había caído, incluso en aquello que uno puede considerar equivocado. Es un pensamiento de una enorme complejidad incluso para el desacuerdo. Reducirlo a la teoría del reflejo o del espejo, que no es su planteo, no permite ni siquiera reflexionar sobre cuáles son sus errores. La tradición marxista inglesa también tuvo y tiene un lugar. Williams ha tenido una importancia, incluso después de que pasó un poco la

moda banal de la nueva versión de los estudios culturales, a la hora de constatar que estamos reproduciendo una especie de versión deteriorada, o simplificada, para recuperar esa tradición de los estudios culturales de los ’50, que es una tradición marxista. IdZ: ¿Y Benjamin? En tu libro Zona urbana criticás las reapropiaciones posmodernas que se han intentado de él… Ahí sí me parece que hubo una especie de catástrofe teórica que fue el uso, o el abuso posmoderno de Benjamin. En un momento le tocaron las generales de la ley, esa especie de reducción a fórmula por la que pasaron Bajtín y todos, lamentablemente. Parece que en cualquier novela que un personaje camina de un lado a otro es benjaminiano; o con Bajtín, una comparsa y tres serpentinas y ya es un carnaval bajtiniano. Eso tiene que ver con las simplificaciones en las que seguramente todos podemos incurrir en algún momento. Yo creo que el caso de Benjamin es distinto. Yo tampoco diría “lo ubico en tal lugar”, quizás de ningún pensador, pero particularmente en Benjamin, ubicarlo en un lugar es necesariamente reducirlo. Porque buena parte de su encanto y de su riqueza tiene que ver con la imposibilidad de ubicarlo en “un” lugar. Más bien digo “me interesa esta zona más que esta otra”, pero no porque la considere más auténtica de manera intrínseca, sino porque me interesa a mí. No podría decir que la dimensión de la influencia marxista en Benjamin o la que toma en cuenta el método del marxismo para leer a Baudelaire es más auténtico que el Benjamin de la inspiración mesiánica que utiliza elementos de la cabalística. Diferente es la discusión con las distorsiones del pensamiento posmoderno que pretendía hacer de Benjamin un posmoderno adelantado. IdZ: En tu libro, citando a Jameson, decías que Benjamin es experto en el análisis de lo concreto pero que eso no quiere decir que sea adverso a la abstracción y a la generalización teórica, como quieren los posmodernos… Sin duda Benjamin tiene una teoría, y es en parte marxista. Y uno puede considerar que esa capacidad de captar lo concreto lo vuelve materialista en sentido cabal, porque ya no se trata –en los términos de una enunciación de un materialismo sea por lo conceptual, sea en el plano ideológico– de una necesidad de una interpretación de lo social en clave materialista, sino la capacidad concreta de leer materialidad. Lo concreto en Benjamin es una especie de destreza insuperable para ver lo social en lo más concreto y por lo tanto en lo más material. Porque al mismo tiempo, para ser fieles al tipo de procedimiento –si cabe decir procedimiento en Benjamin– no es ni siquiera un momento de conceptualización… La idea que él tiene y pone a funcionar, de “huella”, es la idea de que en esos detalles concretos se alojan las marcas de una época, supera incluso la necesidad de tener que contextualizar eso, porque la dimensión de la temporalidad entendida incluso en un sentido amplio, la marca epocal o


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la posibilidad de una captación de una problemática o de un horizonte social no es poner en contexto ese detalle, eso está alojado en el detalle.

La literatura argentina

IdZ: En tu reciente libro Materiales en fuga se recopila un texto de 2005 sobre la novela argentina, donde destacás por un lado una serie de autores con distintos estilos y horizontes culturales que se inscriben productivamente entre los polos de Borges y Puig, y por otro lado, una profusión de novelas donde se imposta una escritura a la Borges o a la Puig. ¿Cambió ese panorama en estos años? Creo que las cosas se multiplicaron y se abrieron mucho más. En aquel momento veía algo de lo mismo que decíamos de la teoría, en qué punto uno trata de interpelar a una tradición para volverla productiva y en qué punto lo que querés es cristalizar una forma para aplicarla y hacerla funcionar. Claro que Puig abrió posibilidades inmensas para la literatura y que eso sigue siendo fructífero para pensar posibilidades de escritura. De Aira puede decirse lo mismo. Pero nadie está a salvo de verse reducido a una versión soft o una miniaturización que lo vuelve fácil y aplicable, y me parece que no es un problema ni de Borges, ni de Puig, ni de Aira, ni de Cortázar –que en su momento fue muy rápidamente reducido a fórmula aplicable en los talleres literarios–. Es una discusión hasta el día de hoy, aunque cuando yo escribí eso era un momento en que, en la literatura argentina, era mayor lo que yo diría es la “trampa del coloquialismo”: “escribo como hablo”. Sabemos que Puig utilizaba grabadores, pero pensar que grabar y desgrabar es recoger el legado de Puig es pasar por alto su escritura. Aquello que hizo Puig con la oralidad y el coloquialismo, con la narración y aun con la desgrabación, claramente es un tipo de intervención y de elaboración. IdZ: En el mismo libro se hace referencia a las representaciones que se suelen hacer de Borges. Hace poco H. González y J.P. Feinmann debatieron sobre su figura también, después estuvo el programa de R. Piglia sobre Borges en la televisión. ¿Hay una especie de relectura nac&pop de su figura, que había quedado para la tradición liberal? Y es que lo habían leído muy mal, no hay manera de no revisar eso cuando Borges empieza a ser reconocido, sobre todo con ese salto a su condición de emblema nacional, de escritor argentino por excelencia. Entonces plantea un dilema para mí sumamente interesante a una cierta mitología nacional y popular: después de haberlo condenado por antinacional y antipopular, resulta ser “el” escritor nacional. Además advertís que Borges pensó y escribió lo popular de una manera absolutamente brillante, y reflexionó sobre ello en el citadísimo ensayo “El escritor argentino y la tradición”, que viene a resolver algo que en realidad ya desde el año ‘32 respondía anticipadamente al tipo de impugnaciones que sobre él cayeron. Estoy pensando en su literatura, después en lo que declaraba… Eso sí es aparte, pero en

su literatura había indudablemente otra cosa. Pero hasta Borges admite ser reducido. A mí me parecía ver esa especie de disposición de geometría en la trama, una especie de “juego abstracto con enigma y un efecto de profundidad filosófica” que también es un equívoco sobre Borges. Hay esa reducción como en Puig, o “escribo lo primero que me viene y no lo corrijo” y sigo la tradición Aira, cuando uno lee todas las novelas de Aira y son impecables, tiene evidentemente una captación de trama, de lenguaje, extraordinarias; del mismo modo yo debo plantearme permanentemente que no necesariamente la lentitud, la morosidad, el fraseo largo y la mucha coma es saeriano. También estaba la idea de “escribo un texto, sacudo una caja de comas, la tiro ahí, y ya es Saer”. Nadie está exento de ser reducido, caricaturizado, fagocitado y convertido a fórmula, pero me parece que la discusión que tenemos que dar es que uno sigue siempre recuperando y realimentando una determinada tradición. IdZ: En la Historia crítica de la literatura argentina de Jitrik, uno de tus artículos analiza las novelas que a la salida de la dictadura toman acontecimientos históricos por dos motivos: para hablar de la actualidad en momentos de censura, pero también usando materiales históricos para plantearse un problema literario: cómo se narra. ¿Cómo ves ese trabajo con la historia hoy, en particular en tus novelas, que trabajan también con hechos históricos? Con respecto a esa intervención, es algo a lo que le sigo dando vueltas también con relación a la política, y es correrme, si se quiere, de la premisa que uno discute desde Adorno, que sería suponer que por autonomía lo que tenemos que entender es asepsia o una esfera hermética. Sobre esa base la dicotomía es: cerramos a la literatura en su autonomía en función de una pureza, de especificidad, o la relacionamos con lo histórico y con lo político. Mi idea, quizás ya desde aquel momento, era repensar la idea de autonomía para poder pensar no una causalidad social exterior a la literatura –por eso hace un rato me corría de la idea de contexto–, sino para poder pensar esa dimensión política, ideológica, social o histórica que se aloja en el interior de la literatura en una clave que es propiamente literaria. O sea que la autonomía no es un cierre de asepsia y expulsión sino la capacidad de procesar lo heterónimo, incorporarlo y someterlo a una lógica específica y propia. Eso dicho así es lo que trato, y es justamente un interés que tengo al escribir crítica literaria y ficción también, una fuerte atracción que tienen para mí los materiales del pasado histórico y político reciente, pero para hacer textos muy fuertemente literarios, en una dimensión autónoma. Uno podría pensar que en ciertas tradiciones de “literatura y política”, la literatura pasa a ser supeditada al orden político, ya sea como representación realista o ya sea como forma de dar cuenta de un orden de sentido que ya viene definido por la política, o de una relación con la historia, y que la literatura vendría a ratificar, retomar o a escribirlo “más colorido”. Más bien al contrario, la literatura se apropia

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de esos materiales, se apropia de esas dimensiones, para someterlo a una lógica de sentido distinta; ahí sí me interesa. Por eso a veces me sentí un poco frustrado cuando a propósito de una novela me encuentro hablando de la dictadura, como si hubiera escrito un libro de historia o ese tipo de literatura que no quiere sino dar cuenta de un pasado político o histórico. No digo que me salga, pero al menos mi ambición es otra, que es someter a esos mundos extraliterarios a una lógica literaria que los haga significar de otro modo. Un texto histórico, como la historia de San Martín de Mitre, interrogado desde la competencia literaria, dice otras cosas. Cuando le preguntás a un texto cómo está tramada esa narración, anteponiendo una dimensión específicamente literaria sobre un texto que no es específicamente literario, habilita la posibilidad de inscribir otro orden de sentido. Y en la ficción es igual, yo uso materiales históricos pero no para dar cuenta ni de su realidad ni del sentido ya establecido, sino para someterlos a otro tipo de disposición y de trama. Se supone que va a aparecer otra cosa… si no es porque me salió mal, que también puede ser. IdZ: En una entrevista decías que vos no estudiás sobre el tema cuando tomás un determinado hecho histórico, ¿ni siquiera para someterlo a esa lógica distinta? Yo me encuentro con que en general la historia me interpela, antes que por el orden fáctico verificable, del que generalmente sé poco, por las capas de significación que puede haber llegado a adquirir, esa especie de acumulación de capas de sentido que un determinado personaje o hecho histórico puede llegar a tener. La caída de San Martín en la batalla de San Lorenzo, el heroísmo de Cabral…: hay ahí una especie de agujero negro del universo de la argentinidad, tiene un cúmulo de energía y de atracción de elementos hacia ese episodio que a mí me interesa justamente por lo que supone en cuanto a cómo aparece ahí el tropiezo y el error, el héroe que cae, el que se sacrifica, el futuro –porque digamos que en ese momento se salva la libertad de América–; me interesa mucho más que una investigación pormenorizada de cómo fue la batalla, como tampoco sé mucho más de lo que aparece en la novela de la pelea entre Firpo y Dempsey; lo que necesito es lo que ya sé, casi te diría lo que ya se sabe, y el resto es ver cómo hacés jugar esas significaciones con otro orden de significaciones. Y cuando ya no sé, invento. Me pasó con una novela sobre Echeverría, que transcurre en una casa que todavía existe; una estancia en la que Echeverría se refugia en un momento en que tiene que emigrar a Uruguay se conserva; y yo la conocí, pero después de haber escrito la novela. IdZ: Qué tentación ir a verla… Para mí la tentación fue no ir a verla, escribir sin ver cómo es. No por una cuestión de culto de la pura imaginación, sino para predisponerme a trabajar con esa dimensión del sentido y de la significación, que para mí era “el letrado rodeado de bárbaros”. Probablemente no fue »


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“Cuando le preguntás a un texto cómo está tramada esa narración, anteponiendo una dimensión específicamente literaria sobre un texto que no es específicamente literario, habilita la posibilidad de inscribir otro orden de sentido.

IdZ: Ahora con la devaluación, se critican mutuamente pero todos están por devaluar, porque ninguno piensa en tocarles ganancias a los capitalistas… Ahí es donde ves que efectivamente hay un conflicto fuerte; no están fingiendo, no están “haciendo que pelean”, sí que pelean, pero dentro de un horizonte determinado, y solamente desde un ángulo de mirada que no sea el de esa antítesis se puede ver; en cuanto salís de esa dicotomía ves que discuten al interior de ese horizonte. IdZ: En este caso quién paga el costo político del ajuste… ... que van a pagar igual los mismos desde una perspectiva u otra. Vamos a suponer que allí no hay hipocresía, que no es enteramente falaz –estoy pensando en los militantes sobre todo y no en los Kirchner–, y que hay una disposición a una reivindicación de lo popular. Una tragedia como esa señala los límites objetivos, que son los límites históricos del peronismo: hay un momento de las reivindicaciones obreras que desde ese paradigma ideológico y político no se van a poder atender.

así, no importa si fue así, la idea de un tipo que escapa a un lugar perdido de la pampa a perderse justamente, en medio de los gauchos, y que escribe justamente “El matadero”, el drama del letrado rodeado de barbarie; me pareció que había ahí un juego entre las presuntas condiciones de escritura y qué es lo que estaba haciendo el tipo. Me interesaba inmensamente la posibilidad de explotarlo para una ficción propia. También para la cuestión de lo político: en qué medida la literatura, trabajando sobre materiales políticos o el pasado histórico, traba una relación con la verdad diferenciada. En parte queda supeditada la verdad a la literatura, en parte no, y esa parte que no queda supeditada, la verdad verificable, es lo que le permite a la literatura abrir otro tipo de relación con la verdad. No es desentenderse, no es el culto a la fantasía y a la imaginación, es desligar a la literatura de un orden comprobable fáctico para encarar la apuesta a una indagación en otro orden de la verdad.

El debate político

IdZ: En una entrevista en la Feria de Córdoba señalaste que hay cuestiones que sólo pueden ser discutidas desde la izquierda, cuestionando presupuestos que las posturas encontradas entre K y antiK, sin embargo, comparten. ¿Cuáles serían esos lazos comunes que es necesario cuestionar? No estoy necesariamente en contra de las dicotomías, pero creo que en este caso en particular la dicotomización se volvió desgraciada para la posibilidad de pensar y para la intervención política. No veo que sea un discurso al que haya que prestarle demasiada atención,

pero es un discurso bastante presente en términos de suponer que hay, por un lado, el kirchnerismo, y por el otro lado una especie de rabia antikirchnerista en estado de hervor, y que si no participás de esa especie de odio, sos kirchnerista aunque sea por defección. Ese me parece un dispositivo perverso. Desde los sectores del campo en el momento en que se discutía la 125, la interpelación era o una cosa o la otra; yo con el campo no iba a estar, ni con las posiciones más recalcitrantemente reaccionarias respecto a las leyes civiles. Pero justamente esa es la trampa en la que uno trata de no caer. Por lo menos mi movimiento ha sido, un poco en la tradición de Viñas, ver la potencia y los límites de cada línea de pensamiento. Viñas dice “los límites de la imaginación liberal”, lo cual supone encarar también los límites de la propia imaginación. Entonces, respecto a esas posiciones críticas del kirchnerismo, sus límites para mí saltaban rápidamente a la vista. Son límites tan evidentes y además están tan connotados en la historia argentina... “la patria somos nosotros”. Pero para mí hay un caso que lo condensa todo, que es el asesinato de Mariano Ferreyra, para ver los límites de la imaginación nacional y popular: frente a la lucha obrera cabal, auténtica, salta el maridaje del gobierno nacional y popular y el viejo lastre de la burocracia sindical, más la patota, y la patronal entreverada, asimilada a aquellos que se supone que luchan por los derechos de los trabajadores. No era una reivindicación que pueda caber dentro del kirchnerismo, sino que es un límite al kirchnerismo, que no va a poder ser señalado desde una posición del antikirchnerismo establecido.

IdZ: Escribiste una columna, “El Quijote y la política”, sobre la propuesta de Nicolás del Caño de poner parte de su dieta para las luchas y la organización de los trabajadores, pero señalabas que la forma de comentarlo en los medios era una forma despolitizada de tomarlo, ¿por qué? La izquierda parece suscitar, cuando cobra formas muy definidas, miedo, digamos una especie de “estupor burgués” por decirlo de un modo gráfico. Pero muchas veces aparece una especie de instancia previa, que es una especie de simpatía romántica, como estereotipo de izquierdista, como un idealista un poco loco y un poco afuera de la realidad, que admite ser considerado con ternura porque “total no pasa nada”. Son gestos muy típicos respecto de la izquierda. En cuanto la política de la izquierda cobra una presencia tangible, y en tanto presencia tangible evidencian esa dimensión de lucha y por lo tanto de desafío hacia esos poderes, bueno, esos poderes se preocupan o hacen lo que hacen cuando se ponen nerviosos, que es activar su violencia. Pero hay una capa intermedia que es interesante detectar que es esta, la versión romántica despolitizada, porque al mismo tiempo se toma a uno solo, “mirá este tipo qué loco y simpático”; te distorsiona. En realidad es subsumirlo en los elogios como los del ascetismo del Papa: “mirá, otro asceta que no quiere vivir de la riqueza”. No era idealismo, al contrario, si vamos a pensar que el idealismo se constituye como un desgajamiento con la dimensión de una realidad material, yo diría que es antiidealista, es la apuesta a señalar lo más material que es el dinero… La distorsión era esa, reconvertirlo o retraducirlo en un objeto de caridad cristiana.

Entrevistó: Ariane Díaz.


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A propósito de los juicios a Flaubert y Baudelaire

Literatura y sociedad Ariane Díaz Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx.

Se escucha atentamente a dos sobrios oradores que leen largos párrafos, analizan frases y elogian recursos estilísticos; se discuten los personajes, el contexto social tanto como las innovaciones genéricas; se citan eminencias críticas que han dado cuenta de las obras, y se llega a sendas interpretaciones que las ubican en la literatura de la época. La definición será del jurado. ¿Un concurso literario? ¿Un examen de una rigurosa Academia de Letras? No, son las actas de los juicios que el Segundo Imperio francés realizará en 1857 a Flaubert y Baudelaire por “ofender a la moral pública y a la religión”, publicadas recientemente con el título El origen del narrador1. El acusador, en ambos casos, es el abogado imperial Pinard. Este tipo de procesos judiciales no serán en la época algo que llame especialmente la atención; sí lo es quizás el celo con que el fiscal lleva a cabo su acusación, y las definiciones que a lo largo de ellos se esboza de la literatura, la sociedad y sus relaciones. Es que a las obras se le atribuían efectos políticos y sociales que preocupaban al Estado, y de los cuales sus autores debían responsabilizarse. Y no solo los autores: según indicará el fiscal, dado que en estos casos “no hay delito sin publicidad”, tanto los editores como los impresores serán acusados.

Madame Bovary

La estrategia acusatoria de Pinard combinará dos planos: forma y contenido. En cuanto al estilo del autor, no habrá más que elogios del fiscal, quien procura leer largos párrafos de la novela además de resumirla para el jurado, que ha tenido además la posibilidad de leerla incluso en sus partes previamente censuradas. El fiscal, por su parte, se ha ocupado de leer las críticas que de ella se han hecho y estudiado las características del particular realismo del autor, que reconoce por su “vigor en las pinceladas” y su “vivacidad en la expresión” [40]. Pero esa virtud de la obra es precisamente lo que la hace tan peligrosa: las descripciones son tan detalladas, tan bien construidas, que parecen regodearse en los pecados que relata: “Tales son, señores, las situaciones que a Flaubert le gusta pintar, y desdichadamente lo hace muy bien” [36]. Es decir que el admirable estilo de Flaubert es la mejor prueba en su contra. Lo paradójico de su presentación no es solo la admiración que parece tener por el escritor que acusa, sino también la fruición con la que se dedica a analizar los episodios pecaminosos que serán una dura prueba para los “pensamientos » virtuosos” del lector:

Ilustración: Hidra Cabero

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CULTURA Literatura

… una vez que la imaginación haya sido seducida, una vez que esta seducción haya bajado hasta el corazón, y una vez que el corazón haya hablado a los sentidos, ¿creen ustedes que un razonamiento bien frío será lo bastante fuerte contra esa seducción del sentimiento y de los sentidos? [42/3].

A pesar de que el fiscal aduce “limitarse a contar” lo escrito, parece tan entusiasta con esos párrafos como las muchachas que según él, leyendo la novela, podrían considerar imitar el adulterio de Emma Bovary. Sintomáticamente, en la definición de las responsabilidades sociales de la literatura con que cierra su acusación, el realismo es a la literatura lo que a la moral de la familia es… a una mujer desnuda: Dicha moral estigmatiza la literatura realista, no porque esta pinte las pasiones: el odio, la venganza, el amor –el mundo sólo tiene vida en ellas, y el arte debe pintarlas–, sino porque las pinta sin freno y sin medida. Sin una regla, el arte dejaría de ser arte: sería como una mujer que se quitara toda la ropa [45/6].

La estrategia de la defensa será usar el mismo razonamiento del fiscal, pero invertido. La intención de Flaubert habría sido “la incitación a la virtud mediante el horror del vicio” [47]: las muchachas cuya imaginación pudiera haber sido excitada encontrarían, en el doloroso final de la protagonista, una lección de lo que debe contenerse. De hecho para el defensor, que coincide con el fiscal en la fuente inagotable de pensamientos pecaminosos que anida en la imaginación de las mujeres –“esas pobres criaturas, naturalmente crédulas y débiles” [74]–, considera este tipo de remedio necesario para advertir sobre la educación que se da a las hijas en una sociedad moderna en que el “sensualismo” se confunde con la religión y en que, en los salones, el vals hace que la mujer se apoye “sobre el hombro del caballero que la traba con su pierna” [79]. Su alegato es algo así como un “no maten al mensajero”. El defensor apoyará su argumento no solo con las evaluaciones que destacados escritores han hecho de la novela, sino también con una serie de largas citas de autores reconocidos donde las escenas lascivas van mucho más allá que las sobrias escenas de Flaubert. Si, según enunciaba el fiscal, en estos temas la publicidad es parte integrante del delito, de seguro fiscal y defensor podrían haber sido enjuiciados a la vez por mantener a la audiencia expuesta a largas y detalladas parrafadas de escenas “subidas de tono”. El jurado finalmente exculpará a Flaubert pero le hará observaciones negativas sobre su particular estilo.

Las flores del mal

Unos meses después Pinard intenta con la obra lírica de Baudelaire, dando cuenta de los posibles efectos adversos de su tarea: “Si la acusación no alcanza su objetivo fabrica el éxito del autor, casi su pedestal” [133]. Es que el proceso a Madame Bovary tuvo el efecto de hacer más leído a su libro y más conocido a su autor.

“Sintomáticamente, en la definición de las responsabilidades sociales de la literatura con que cierra su acusación, el realismo es a la literatura lo que a la moral de la familia es… a una mujer desnuda.

Sin embargo, Pinard no se amedrenta ante la tarea ni ante las buenas referencias de “escritores de valor” con que Baudelaire llega al juicio, aunque sí precisa su objeto: No es el hombre a quien debemos juzgar, sino a su obra; no es el resultado de la acusación lo que me preocupa, sino únicamente la cuestión de saber si tiene o no fundamento [133].

El fiscal parece haber aprendido de su fracaso anterior y adelantará las posibles refutaciones del defensor. Si en el proceso a Flaubert había obligado al jurado a escuchar su resumen de la novela, y la había citado en extenso, en este caso reconoce que el juez “no es en absoluto un crítico literario, llamado a pronunciarse sobre los modos opuestos de apreciar el arte y de producirlo”. Lo que pide al juez es que determine, como “centinela que no debe dejar pasar la frontera”, si el límite de ofensa a la moral pública ha sido franqueado [134]; sin embargo, él intentará demostrar ese desborde atendiendo una vez más a las especificidades literarias de la obra acusada, y a esbozar las concepciones sobre la relación entre literatura y sociedad desde las cuales pueden interpretarse. Quien a esta altura podría caracterizarse como un lector y crítico apasionado de la literatura francesa que le fuera contemporánea, más que un abogado del

Imperio, parece no tanto buscar una condena (que en este caso logra) como comprobar que sus criterios literarios son correctos. Devenido cuidadoso crítico, Pinard insiste en que “merecen ser leídas” las piezas “Lesbos” y “Mujeres condenadas”, donde se encontrarán “las costumbres más íntimas de las tríbadas” [136], y una vez más resalta las virtudes estilísticas del autor como carga de prueba en su contra. Insistirá con su diatriba contra la escritura desmesurada que había cuestionado en Flaubert, en este caso en poesía, aunque también caracterizará como talentoso el estilo de Baudelaire. Incluso amplía la perspectiva a las tradiciones literarias en juego: Su principio, su teoría, es el pintarlo todo, el de ponerlo todo al desnudo. Hurga en los más íntimos repliegues de la naturaleza humana; la reproduce con tonos vigorosos y conmovedores, la exagera sobre todo en sus aspectos más horrorosos; la amplía desmedidamente, a fin de impresionar, de causar sensación. Practica así, diría él, la contrapartida de lo clásico, de lo aceptado, que es singularmente monótono y que no responde más que a reglas artificiales [133/4].

Incluso las condiciones materiales de reproducción de la obra es motivo de análisis; a diferencia de aquella literatura aparecida en publicaciones periódicas, que uno “recorre por la mañana, olvida por la noche y rara vez colecciona”, el hecho de que Las flores del mal fuera un libro lo convierte en “un peligro siempre permanente” [142]. Pinard ha profundizado sus conocimientos sobre literatura pero no ha modificado sus preceptos morales ni su escéptica visión de la debilidad humana para atenerse a ellos. Adelantándose a los posibles argumentos del defensor, se pregunta si el jurado permitirá que una vez más tal voluntad de “poner todo al desnudo” quede impune tan solo con apostrofarlas inmediatamente con repugnancia, o que el carácter “triste” del libro sea considerado una “enseñanza” sobre los peligros del Mal más que una “ofensa” [137/8], teniendo en cuenta que mujeres y hombres parecen propensos a aficionarse a las “frivolidades lascivas” si no se los eleva “mediante varoniles esfuerzos y una fuerte disciplina” [139]. El defensor apelará a una estrategia similar a la de su par en el proceso a Flaubert. Destacará que la obra de Baudelaire muestra efectivamente el vicio, pero como algo odioso [149], y detectará temáticas similares en otros autores reconocidos de la “literatura moderna”. En cuanto al análisis literario de Pinard, solo reclamará que la obra debe ser tomada de conjunto y no en algunos versos sueltos, en cuyo caso ninguna obra poética resistiría un examen [155]. Por otro lado, si Pinard parece en este proceso más preocupado por las cuestiones literarias que las legales, el defensor contratacará con las deseables características que la ley debe tener hacia la literatura. Distinguiendo en las definiciones de “ultraje” y de “atentado” buscará, ca-


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si como Pinard respecto de la literatura, abonar una concepción medida y no indiscriminada de la misma: La ley, como se ha dicho, no es una ley intolerante; no ha tenido por objeto dotar de un arma contra todos los autores a todos los posibles reparos de un riguroso casuista, a todas las susceptibilidades de un espíritu demasiado fácil de asustar, no se ha pretendido castigar mediante disposiciones penales a todo aquel que pudiera hacer murmurar a una mojigata o enrojecer a una Agnès [152].

Visto el resultado de este proceso, la justicia no parece haber estado dispuesta a una interpretación tan benevolente de su función.

Estado y estética

En un episodio conocido del Quijote, el protagonista se cruza con un galeote que le cuenta que había estado escribiendo sus memorias; Quijote le pregunta si ya estaban terminadas, a lo que el galeote asombrado contestará que ello no es posible en tanto siga vivo. En ese breve diálogo, Cervantes explora lo que será uno de los aspectos más reconocidos de su libro como una de las primeras obras de la Edad Moderna: la diferenciación entre realidad y escritura, la que tiene la posibilidad de cobrar autonomía frente a la realidad siguiendo normas propias – las memorias no tienen por qué empezar y terminar paralelamente a la vida del memoriado, lo cual de hecho sería imposible–. Esa posibilidad de diferimiento, de construcción de una “realidad” en sus propios términos, y que entre sus posibilidades incluye la construcción de mundos directamente ficcionales, es considerada en el Quijote como un “peligro” social: el personaje Quijote enloquece por sus lecturas desenfrenadas de la literatura caballeresca; el libro Quijote da cuenta de la conformación de la institución social en que se convertirá la literatura bajo el capitalismo, a la vez que, por la negativa, es una crítica de la sociedad de su época. Terry Eagleton ha analizado la tradición estética de los siglos XVIII y XX señalando la relación entre las teorías de la época y las nociones de legitimidad de gobierno. La tesis de Eagleton es que lo estético (en su acepción primera, es decir, aquello que está ligado a la experiencia corporal, su percepción y sensaciones) asume la importancia que tiene en la Europa moderna porque aporta a las posibilidades de lograr la hegemonía política. Dado que la unidad y legalidad de los Estados modernos no podían basarse ya en la religión, y tampoco podía controlarse la población si solo se reconocía un libre pulular de los instintos corporales, se necesitaba otra base común de legitimidad; ésta, como manejo de los cuerpos, se intenta con el establecimiento del “buen gusto” y los “modales” considerados como ejemplos de armonía entre la subjetividad y el mundo exterior, teorizada en la estética, una forma particular de conocimiento que uniría razón y sensibilidad. El sujeto, como la obra de arte, introyectaría los códigos que le gobiernan como la propia fuente de su autonomía. La invocación a la estética de la época, según plantea Eagleton,

como desvío hacia “la sensación”, es preventiva frente a la crisis del absolutismo: debe acomodarse a la “inclinación material” de una época donde la autoridad entra en crisis, incluso por peligrosas que sean las consecuencias de este giro al “sujeto afectivo”. Porque, agrega Eagleton, la intuición estética podría también terminar diferenciándose tanto del dominio de la “razón” y la totalización, que terminaría cuestionando la propia legitimidad “racional”. En su lectura, la estética será un terreno en que esta tensión no dejará de expresarse2. Los juicios a Flaubert y Baudelaire forman parte de este proceso de autonomización en una etapa en que la “institución” de la literatura ya está afirmada con sus respectivas Academias, críticos y variedad de géneros; de hecho, a ella se le han otorgado ya explícitamente responsabilidades sociales “deseables”: que las obras sean edificantes. Pero por ello mismo, la literatura puede ser también vehículo de temáticas y formas “socialmente peligrosas”; las actas muestran que tanto el fiscal como los defensores, y el jurado, tienen en alta estimación la poderosa capacidad de la literatura para “educar” o “pervertir” a los lectores; no es extraño entonces que el Estado deba intervenir en su circulación, pero también en su definición de lo estético. Los argumentos estéticos y morales que se esgrimen dan cuenta de un momento de consolidación y ampliación de las instituciones de la sociedad civil en el capitalismo, en que esas definiciones estarán en disputa. Será en las décadas posteriores y a través de hitos como estos procesos, que esta autonomía cobrará fuerza como característica positiva a defender. Entre sus implicancias está la separación entre autor y narrador, o la negativa a la exigencia de incluir una moraleja, o el lugar del lector en la interpretación de los textos. El mismo Baudelaire parece haber sacado del proceso de Flaubert una conclusión que abonaría las concepciones de la teoría literaria

moderna. En un artículo referido a la obra de Flaubert se indigna: ¡Absurdo! ¡Eterna e incorregible confusión de funciones y de géneros! Una verdadera obra de arte no precisa alegato. La lógica de la obra basta para todas las postulaciones de la moral, y es al lector a quien corresponde extraer las conclusiones de la conclusión [181].

Casi como homenaje inconsciente, un siglo después, en 1957, se realizará un juicio por “obscenidad” a Howl de Allen Ginsberg, previa detención de su editor y librero, en un juicio que tuvo cobertura mediática y en el que se citaron a declarar a nueve expertos en literatura3. Hoy día, la mayoría de las legislaciones no contienen en principio figuras punitivas contra obras de ficción, ni las conceptualizaciones sobre la literatura consideran al autor responsable judicialmente por lo que se narre en sus novelas. Lo que no quita que durante todo el siglo XX y aún hasta nuestros días, la literatura haya sido utilizada como vehículo de difusión de las ideas dominantes y que a la vez, poetas y escritores hayan sido censurados o incluso ajusticiados por escribir obras críticas de la sociedad y por ello, consideradas “peligrosas”. Esta tensión es la que puede verse en desarrollo en estos procesos, tensión que desde entonces ha cobrado nuevas inflexiones y definiciones sin por ello haberse eliminado.

1. Buenos Aires, Mardulce, 2013. En adelante las referencias a esta edición se harán indicando el número de página entre corchetes al final de la cita. 2. Eagleton, La estética como ideología, Madrid, Trotta, 2011. 3. Ferlinghetti, el editor, finalmente ganó el juicio. Éste está reflejado en la película Howl, de Epstein y Friedman, en 2010.


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CULTURA Letra & Música

Un comentario a Black Music. Free jazz y conciencia negra 1959-1967, de Leroi Jones / Amiri Baraka.

COSA DE NEGROS

Ilustración: Hidra Cabero

Fernando Aiziczon Historiador, UNC. “Uno respira, el corazón late, se acelera con el pulso de la música, los pies se mueven: son las cosas en las que uno ni siquiera piensa. El punto es entonces mover esto, desde lo que ya sabemos, hacia –o dentro de– lo que solamente sentimos. La música es para los sentidos. La música debería hacernos sentir. Pero, finalmente, a menos que te deshagas de todas las interferencias del afuera, todas las reacciones serán sociales, como la gente que escucha Mozart porque es ‘de clase alta’, ¿no? Pero el objetivo de la vida es, en mi opinión, llegar a nuestros propios sentimientos del mismo modo que estos músicos quieren llegar a los suyos. Si uno puede encontrar quién es (uno no es una cosa), entonces se puede descubrir qué se siente. Puesto que nosotros somos nuestros sentimientos, o nuestra falta de ellos. La música, sentimiento posible, está aquí. Dondequiera que estés. Solo hay que escucharla. ¡Escuchen!”. Leroi Jones / Amiri Baraka

¿Cuál es la música de nuestro tiempo?

Hace unos años asistí a una charla en Córdoba sobre “la música y los músicos hoy” o algo parecido, no importa ahora el título; lo que me interesaba escuchar era cómo artistas de diversos géneros (rock, pop, indie, reggae, fusionados con ska, folclore y cuarteto, excluyendo lógicamente gente que hace música clásica y jazz, porque casi nunca hablan de nada) se pensaban y actuaban en torno a ese tensor constitutivo del arte: su relación con la época, su posición frente a lo que considera esencial para componer, su actitud de cara al público, el tema de las canciones, el proceso creativo, las presiones de

la industria musical y cosas por el estilo. Por supuesto, poco y nada de eso nadie planteó (excepto las presiones de la industria musical, un ítem discutido con una liviandad espantosa), y debo confesar que estaba preparado para que esa ausencia no me sorprendiera; sin embargo, la cuestión es que tanto los músicos –en su mayoría “emergentes” de la escena contemporánea local– como sus comentaristas –estudiosos del tema– ni se inmutaron de algo que se mencionó y que, supongo, constituye un consenso dentro del universo musical actual, incluso más allá de Córdoba y su mentado cordobesismo1: “3/4 partes de nuestra actividad artística consiste en gestionar nuestra imagen” lanzó al aire un músico, y todo siguió igual. Nadie pone en duda el hecho de que hoy efectivamente se hace buena música y buenas tapas de discos, de que esa música se siente y por lo tanto expresa algo, ni tampoco se duda que exista un Tema (contenido) que circula en el aire, o que las melodías dominantes se proponen movilizar alguna zona corporal del público; pero, después de leer y fundamentalmente escuchar la música y los músicos que habitan el libro Black Music2 no se puede abandonar la pregunta, sin dudas difícil de responder, respecto de qué música busca decir algo hoy o, si no existe actualmente una respuesta a ese interrogante (porque nadie pregunta), asumir


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que la creación artística hoy descansa tan relajadamente –y se expresa de modos tan pasteurizados– que justifica la absorción final del músico (y el arte) en la mezquina escena de una imagen. “Cómo es qué. Pero si se pone demasiada atención en el cómo, entonces la cosa se vuelve ‘performance’, en el sentido más tonto”, apunta Leroi Jones. No es el malinterpretado tema del compromiso, ni tampoco la relación técnica-expresión. Se trata de la búsqueda vital, expresiva, que abre caminos y rompe formas, la que perturba o incomoda las zonas de lo aceptable o lo audible (de allí que tengamos que hablar de vanguardias, de revolución), no por pose sino porque el impulso innovador, ese que avanza y hace temblar la chatura estructural a que tiende lo humano, es el que permite saltar hacia adelante, cosa que no es una simple evolución etapista (tocar velozmente, o componer bajo el látigo de la complejidad) sino un bucear en esa música que es, como sentencia Leroi Jones, “sentimiento posible”…

Izquierda negra

Sucede que esas búsquedas profundas no ocurren cuando se flota en el aire, sino al revés, cuando se experimenta la opresión absoluta al nivel del subsuelo. Esa opresión puede generar conciencia política y ser expresada a través de lo que llamamos arte. No es casual entonces que, cuando hablemos de música, lleguemos muchas veces al mismo lugar: los negros en EE. UU., opresión racial y opresión de clase. Imposible repetir la ecuación o encontrarla desarrollada de igual modo en otro lugar (plantear que opresión=desarrollo artístico es un absurdo, al contrario, la norma es opresión=anulación de lo humano). Everett Leroi Jones (1934-2014), profesor universitario, dramaturgo, músico, poeta ligado a la generación beatnik, ensayista y fundamentalmente, negro activista por lo derechos civiles, contra el colonialismo, el imperialismo yanqui y el racismo, es la conciencia política negra que se expresa en lenguaje poético, espiritual y musical. Fundador de la Black Arts Repertory Theatre /School (1964, aliada al movimiento Black Power), del Congreso del Pueblo Negro y organizador de la Convención Política Nacional Negra

(1972), se lo suele incluir dentro de los poetas “desconocidos”, aunque no para el FBI que lo tenía marcado por negro, comunista, poeta y por haber sido expulsado del ejército yanqui al encontrársele libros de Marx y Lenin (ya cuando viajó a Cuba para saludar la revolución era un poco más conocido). Luego del asesinato de Malcom X –un golpe tremendo al movimiento negro– Leroi Jones busca romper todo vínculo con la cultura blanca, al punto de divorciarse de su esposa (blanca) para entablar relación con Sylvia Robinson (poeta negra), cambiando ambos sus nombres en Amiri Baraka y Bibi Amina Baraka respectivamente, marcando también su acercamiento al Islam3. Son rupturas radicales. Hay un poema tremendo de mediados de los ‘60, “Black Dada Nihilismus”, donde Amiri Baraka se despacha con una furia descomunal contra los blancos que, sin perder reflejos, ya identifican en este movimiento un llamado de los negros revolucionarios a asesinar y violar –literalmente– la cultura blanca. El desprecio y odio amplificado hacia el opresor yanqui-blanco lo conduce a combatir posiciones naif como las del “arte por el arte” o a cuestionar poses pacifistas como la hermandad entre blancos y negros; nada de eso, el ahora Amiri Baraka (AB) pide “poemas que maten” y revolución4. Y los pide porque ya están ahí, en esa atmósfera social que dice: “queremos un cambio”, y esos cambios ya ocurren en el territorio más fértil de la expresividad negra norteamericana: el jazz.

La “new thing” (cosa nueva)

“Jóvenes guerreros de nuestro ejército de música libre” les llama AB a los precursores del movimiento conocido como “free jazz” (“new thing” antes de esa etiqueta); a mi entender, la búsqueda más osadamente espiritual, libre y descarnada que jamás ninguna otra música experimentó, simplemente por el hecho de partir de una tradición (el blues) ligada a una situación de opresión social que pudo ser resistida y expresada bajo la poderosa arma de la improvisación musical negra. Cada músico de ese movimiento es un universo inabarcable, cada uno lega armas al que sigue, y los que las toman pegan saltos creativos descomunales: Thelonious

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Monk, Ornette Coleman, Cecil Taylor, Don Cherry, Archie Shepp, Paroah Sanders, Sun-Ra, Billy Higgins, Sonny Rollins, Eric Dolphy, John Coltrane, éste último, al decir de AB, “el espíritu más pesado”. Las formas de la opresión-resistencia se revelan acá más sutiles, pues se trata de reacciones ante el sonido formal del funk y las versiones trilladas del cool jazz, movimientos internos de la cultura negra imperceptibles a la crítica blanca que se desarma practicando una crítica sociologizante, tecnicista, estilística o, en el más honesto de los casos, intentando una apropiación de los códigos que encierran el secreto (un “rito de sangre”) de la música negra. AB es ácido, implacable y corrosivo con el blanco cada vez que éste pretende comprender esos movimientos; a ellos les dice: la música de los negros es esencialmente la expresión de una actitud acerca del mundo, y solo secundariamente un modo de hacer música (“ustedes los negros sí que tienen ritmo”, repiten incansablemente los críticos blancos). Cada nota significa algo, cada grito, alarido o sacudida corporal de Coltrane, de Ornette Coleman o de Elvin Jones, devela expresiones de la “psiquis negra”, intraducibles en una partitura, soporte por excelencia de la inteligibilidad musical de Occidente. Pero lo que AB busca no es, aunque parezca, instalar la idea de la imposible comprensión de lo negro, sino justamente proponer criterios de valor y excelencia estética que dependan del conocimiento “nativo”, que contemplen la filosofía y la cultura negra para, desde allí, intentar una escritura crítica válida. Y eso es lo que hace en este pequeño pero intenso libro titulado Black Music, una joya dentro del cuidado catálogo de la editorial Caja Negra. Este libro propone 3 tipos de abordajes posibles de la música negra: la forma de ensayo histórico-sociológico (“El jazz y la crítica blanca”), la presentación de músicos de la avant-garde del momento o de figuras notables que incluye fragmentos breves de entrevistas (“La oscura dama de los sonetos: Billie Holiday”, ó “Habla Archie Shepp, el nuevo saxo tenor”), y los sugerentes “Apple Cores”, una serie de notas críticas, columnas editadas en revistas especializadas como la Down Beat o la Wild Dog, donde AB despliega toda su profundidad crítica y presenta lo que »


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CULTURA Letra & Música

“New Black Music: la conexión espiritual, expresadoa en lenguaje musical, con una época que reclamaba cambios a gritos.

denomina la New Black Music: la conexión espiritual, expresada en lenguaje musical, con una época que reclama cambios a gritos. Ser espiritual es estar en contacto con el “magnetismo vivo de la vida”; ser contemporáneo es “estar con el sentimiento de nuestro tiempo”. ¿Cómo se toca esto?, con toda la expresividad, la tradición de fondo y la improvisación moderna posible: cuartetos dobles (Ornette Coleman), duetos de saxo y batería (Roach-Shepp), “familias negras” formando nuevos tipos de big band (Sunra Myth-Science Arkestra) o la evolución clásica que tuvo el jazz: innovadores y virtuosos del saxo a lo John Coltrane. Generalmente, al ser vanguardias de sonoridad compleja, los lugares para tocar son escasos, el trabajo es poco, el público reducido: pequeños clubes, pubs, bares, departamentos privados, y con suerte, algún gran teatro. Es común que se toque y se lean poemas o intervenga algún artista, siempre con la misma actitud: expandir la expresividad a zonas nuevas bajo el imperio de la ruptura, el riesgo estético y el buceo en las profundidades identitarias de lo negro: “de esto se trata la New Black Music: encuentren al yo, y luego mátenlo”. Una crítica musical de este escenario social no puede repetir el canon de la “apreciación musical” blanca, por eso, las notas críticas de AB remiten a una escritura que intenta poner sobre papel la actitud de esta música, aunque muchas veces se escape la posibilidad (nuestra) de comprenderla. Del baterista Sonny Murray, por ejemplo, dice: “No mantiene el ritmo; lo hace, lo mueve”, o desarrolla argumentos en torno a frases significativas de algunos músicos, como el saxo Paul Allen, cuando dice: “el tiempo no es velocidad, es distancia, y el sonido es movimiento medido”. Pero de todos ellos es John Coltrane, “Trane”, por lejos, la mayor síntesis religiosa, musical y

expresiva de la época: Trane combina el acercamiento al Islam, la búsqueda de raíces africanas y una profunda espiritualidad en la ejecución. “A love supreme”, “Ascension”, “Meditations”, “Africa Brass”, “Afro Blue Impressions”, “Om”, “Stellar Regions”, “Interstellar Space” son títulos que hablan por sí mismos. La religión como culto al espíritu está en la raíz de la música negra, de cualquier arte negro: la forma “llamado y respuesta” (voz principal y coro), la figura del líder-profeta y la música como reflexión del espíritu, pero de un espíritu oprimido, y esto es lo que AB señala con claridad: lo que uno escucha es el lugar adonde uno se dirige…, en otras palabras: así como existe el movimiento de y hacia una Black Music, también existe el negro de clase media que reniega del grito duro de James Brown y solo escucha el R&B comercial, el ritmo “blanqueado”… Allí es donde emergen las implicaciones del contenido: la Black Music es conciencia (“con qué estás”), expresión con dirección. Reflexión. Poesía: “Cambio. Libertad. Y finalmente, Espíritu. Pero el Espíritu hace posible las otras dos. ¿Un ciclo otra vez?”. La espiritualidad negra, tan difícil de asir, tan fácil de ser confundida con la religiosidad frígida de Occidente, es otra cosa: es canto-poemagemido rítmico y antifonal (canto alternado), es la búsqueda puesta en la mítica y quizás inexistente África libre, un lugar que persiste en ser el faro hacia la libertad del pueblo negro oprimido. “Alcancen a esta música si pueden. Alcáncela y ella los alcanzará a ustedes”. Al final del libro hay una entrevista donde AB aclara un poco más el contenido de aquella apuesta musical de la New Black Music, hoy confinada a curiosidad de expertos y críticos de jazz que escriben como si AB no hubiera existido. Aquella fue una época dorada, un momento de turbulencia política que fue capturada, reformulada

y “tocada” por la conciencia negra más politizada, la que habita en el país capitalista por excelencia, esa conciencia que busca aún la forma de la libertad que, lo sabemos, no puede restringirse a la acción musical “pura”, aunque, si los músicos se esfuerzan por acercar lo que está ocurriendo a su público, entonces la tarea del momento, al menos de parte del arte, habrá recomenzado: Cuando muera, la conciencia que poseo la legaré a los negros. Podrán ellos entonces desplazarme y tomar lo que es útil, la dulce pulpa de mis sentimientos, y dejar las alegrías y pútridas partes blancas (Leroi Jones/Amiri Baraka).

1. Algo similar ocurre en el campo literario, por ejemplo puede pensarse en el éxito del libro Escolástica Peronista Ilustrada, del cordobés Carlos Godoy (2007), recientemente reeditado. Aunque se lo lea desprovisto de propósitos políticos, el autor trabaja sobre una idea perezosa: todo y nada es o puede ser “peronista”; en eso descansa su (des)compromiso con la densidad del Tema, y su éxito editorial (o compromiso) en el campo de la literatura emergente o periférica. En una entrevista publicada en febrero de 2014 en el diario La Voz del Interior, el autor aclara su posición y plantea que, en realidad, la pregunta sobre qué es un “peronista” para él carece de sentido. 2. Buenos Aires, Caja Negra, 2013. 3. Amiri (“príncipe”), Baraka (“el bendecido”). 4. En esos convulsionados años Mao Tse tung lanza un llamado a los pueblos del mundo para unirse “en contra de la discriminación racial que ejerce el imperialismo yanqui y apoyar a los negros de ese país en su lucha”; el impacto de ese llamado puede verse en el tremendo disco que grabaron el baterista Max Roach junto al saxofonista Archie Shepp, titulado Force, y en cuya tapa se muestra al líder chino junto a un gigantesco puño negro que emerge de las aguas.


IdZ Marzo

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ORANGE IS THE NEW BLACK, de Jenji Kohan

Netfix (2013-).

Celeste Murillo Comité de redacción.

Orange Is The New Black (El naranja es el nuevo negro) es una serie de televisión estadounidense que cuenta la historia de Piper Chapman1 durante los 13 meses que debe pasar encerrada en una prisión de baja seguridad para mujeres, donde la mayoría cumple condenas por drogas o robo. Pero antes de adentrarnos en el argumento, es imposible no mencionar que Estados Unidos tiene la población carcelaria más grande del mundo: actualmente hay 2.200.000 personas encarceladas (7 millones si se cuenta la gente en libertad condicional). En un país de 300 millones de habitantes, ¡65 millones tienen antecedentes criminales! Las cifras pintan de cuerpo entero una sociedad donde rigen las políticas de control y persecución, especialmente contra afroamericanos y latinos, principal blanco de la “guerra contra las drogas”. La mayoría de las personas encarceladas por drogas son mujeres, y entre ellas son abrumadora mayoría las afroamericanas y las latinas de clase media baja, trabajadoras y pobres. La “excentricidad” de Piper es pertenecer a la minoría de la población carcelaria. Es una treintañera blanca de clase media, tan políticamente correcta que empalaga, comprometida con un aspirante a escritor con quien comparte comidas orgánicas y productos reciclados. Nada más lejano a la población del penal de Litchfield: afroamericanas y latinas, que sí le hace justicia a la realidad de las cárceles norteamericanas. Aunque Piper llega a la cárcel producto de su relación amorosa con una chica en su juventud universitaria, que la lleva a participar de una red de narcotráfico, hoy está “rehabilitada” socialmente. Tiene una pareja heterosexual y una vida “normal”. Planea casarse cuando salga de la cárcel, experiencia a la que piensa sacarle provecho para enriquecer su vida como si se tratara de una aventura exótica, y su última preocupación como mujer libre es que cuando salga ya habrá varios nuevos modelos de IPhone. Con estas actitudes, Piper encarna una visión irónica de sí misma (y de la clase media blanca), y en cada mención a

los objetos de consumo y las actitudes ingenuas o individualistas de la protagonista, sus amigos y familiares, es posible encontrar, para quien la acepte, una invitación a la burla, la crítica o la reflexión (desde las más suaves hasta las más crudas e introspectivas). En una televisión invadida por shows donde se exalta la humanidad y el heroísmo de los policías, y se machaca la crueldad y bestialidad de los criminales, Orange… muestra un escenario humano, mucho más complejo y cercano a la realidad. Y no hace falta alertar sobre el hecho de que la versión televisiva edulcora bastante la vida en la cárcel (que no tiene comedia y le sobra tragedia), pero eso no le ha impedido meter varios “dedos en la yaga” durante su primera temporada. Sin explicaciones (que no son necesarias) en Litchfield, el guardia cárcel es inhumano y cruel –casi por naturaleza profesional–, y la llegada de las reclusas a la cárcel tiene mucho más que ver con una sociedad de control y criminalización, y con el sistema judicial (salvo excepciones, todas son más presas de las circunstancias que “criminales”). Como dijimos, Piper no es representativa de la población carcelaria, pero justamente esa cualidad de outsider le permite mostrar una realidad que nada tiene que ver con sus prejuicios (y los de su clase media blanca progresista). Orange Is The New Black se mete con varios mitos alrededor de la vida en la cárcel. Existe un sinfín de fantasías y prejuicios alrededor de las relaciones homosexuales entre las reclusas. Ni hablar de la sexualidad en las cárceles de mujeres, que se presenta a menudo sobreerotizada y para consumo mayoritariamente masculino. Orange… no se priva de jugar con esta fantasía, pero también pone sobre la mesa otros aspectos de la sexualidad de las reclusas, como la violencia y la soledad. Y entre estos problemas, deja al descubierto la homofobia: los chistes e insultos homofóbicos son de las pocas cosas que se comparten con los guardias y es, junto con la raza y la religión, un motivo de segregación. Y deja al desnudo la discriminación y el maltrato que sufren las trans (no solo de parte del Estado sino de sus propias compañeras). Párrafo aparte merece el consejero fanático cruzado antilesbianas, que ridiculiza los argumentos moralistas de quienes se creen salvadores de la sociedad “normal” de los valores y las buenas costumbres. O la directora de la cárcel, la representante de las mujeres en el poder, que casualmente es la persona más insensible y cruel. Ironía si las hay cuando ya es parte del sentido

común progresista que cuantas más mujeres haya en puestos de poder, mejor estarán todas las mujeres. Quizás una de las cosas más interesantes de Orange… es la forma en que muestra la vida en la cárcel como un retrato descarnado de la sociedad norteamericana. Están presentes el racismo, los prejuicios, la homofobia, y Piper (y los televidentes) se enfrentan todo el tiempo a una realidad que destroza o ridiculiza sus respuestas, incluso sus buenas intenciones. Una de las cosas que horroriza más a la protagonista al comienzo es que solo puede hablar y relacionarse con mujeres blancas; el resto la segrega –aun amistosamente–, y ni la arquitectura del régimen carcelario ni las propias reclusas le permiten practicar su “corrección política” y su multiculturalidad. Las divisiones se viven a flor de piel, aunque existe la convivencia: las afroamericanas odian a las latinas (por xenofobia), y las latinas están convencidas de que las afroamericanas son vagas ignorantes que quieren vivir del Estado (cualquier parecido con el racismo blanco no es coincidencia). La parodia y la insistencia sobre los ghettos apuntan directamente a la sociedad norteamericana donde el racismo se vive cruda y violentamente, aunque “suavizado” (para algunos sectores) por la ampliación de derechos civiles y la fantasía de la sociedad posrracista, que disfrutan mayoritariamente los blancos, por supuesto. Y las diferencias de clase están tan presentes (aunque no discutidas ni pensadas, como en la sociedad misma) que son las que marcan a Piper, mucho más incluso que su piel. No solo es la blanca, es la universitaria, la culta, la que sabe de leyes, todos motivos que ameritan una primera desconfianza de sus compañeras, todas provenientes de la clase trabajadora, de las comunidades negra y latina, y las familias blancas pobres. Si hay algo que queda claro en las vivencias de las presas de Orange… es que existen lugares tan malos como la cárcel, donde se trabaja por nada y se vive en la pobreza, sin ningún lugar adonde ir, con el aditamento de llevar la “marca” de exconvicta. Queda en evidencia que para alcanzar la “libertad” no es suficiente atravesar los muros del penal; es un lugar al que es más difícil llegar.

1. La serie se basa en el libro del mismo nombre, escrito por la propia Piper Kerman –su apellido real–, sobre su experiencia en un correccional estatal.


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CULTURA Lecturas críticas

VIAJES VIRALES, de Lina Meruane

México DF, FCE, 2012.

Laura Vilches Lic. en Letras.

La literatura es una poderosa máquina que procesa o fabrica percepciones, un perceptrón1. Tal podría ser la concepción sobre la que se recuesta el trabajo ensayístico Viajes virales de la chilena Lina Meruane. Al decir de Daniel Link, uno de los autores del corpus, la literatura es esa maquinaria que permitiría analizar el modo en que una sociedad, en determinado momento, se imagina a sí misma. En este caso, Meruane rastreará las representaciones literarias del VIH en un mundo “globalizado”, tanto en ese atravesar fronteras de los países latinoamericanos rumbo a EE. UU.; como en el transcurrir de las tres décadas desde que el virus hizo su aparición en los ‘80, hasta la era de internet, los e-mails y las redes sociales. El ensayo reúne un vasto cuerpo de textos donde el sida aparece en la escritura de los autores latinoamericanos. Algunos de los cuentos, novelas o crónicas son obras como El color del verano del cubano Arenas, de los chilenos Donoso o Lemebel, así como las novelas argentinas Un año sin amor y La ansiedad, de los respectivos P. Pérez y D. Link. El articulador principal es el viaje, sea para “escapar” de esas naciones latinoamericanas de rígida moral (sumidas además, bajo la represión de las dictaduras), que rechazan una sexualidad libertaria y expulsan a un afuera “promisorio” que les permite constituir una identidad cosmopolita por fuera de la nación represora; pero que implica a su vez, el peligro del contagio. En otros casos, el viaje será de regreso a lo que la autora denomina “naciones-moridero”, en la búsqueda de que ese mismo cuerpo social que los desamparó se haga cargo de acogerlos en la etapa terminal del síndrome. Encontramos, así entre los “viajeros seropositivos” que rastrea Meruane, a esas “locas tercermundistas” de Lemebel que viajan a Nueva York a “comprarse en exclusiva” la “recién estrenada moda gay para morir”; a la

construcción autobiográfica de la argentina Marta Dillon que exige desde su “cartas abiertas” recogidas en Convivir con virus, frente un Estado neoliberal que desprotege a los enfermos ante los costosos tratamientos o que lanza campañas moralistas frente a un virus que permanecerá asociado al “estigma” de la libertad sexual y el placer. Por otra parte, es interesante el trazado que se hace del corpus seropositivo latinoamericano como “perceptrón” que configura un relato de resistencia antiimperialista, sobre todo en las obras escritas en los ‘80. Y esto no será menor en una década en la cual el capitalismo mundial avanza a través de su “negra noche neoliberal” sobre las condiciones de vida de las masas, a la vez que paradójicamente concede algunos derechos y “liberaliza” la sexualidad (de la mano con “mercantilizarla”), tras haber derrotado a sangre y fuego los procesos revolucionarios en la década anterior. La lectura que realizan los escritores del sida como una “peste rosa” pergeñada por el imperialismo norteamericano para exterminar a los disidentes (políticos y sexuales), devendrá una especie de contrarrelato al discurso hegemónico que esbozaba una enfermedad cuyo origen había que buscarlo en el “paciente cero”, siempre proveniente de, o en contacto con, lugares de países “exóticos” (las semicolonias en África o Latinoamérica). Las representaciones de los “seropositivos” en el pasaje de entender al sida como enfermedad terminal –cuando las primeras drogas apenas permitían prolongar un tiempo la vida– a una enfermedad crónica, son otro lugar de indagación, donde no escapa la dimensión disciplinadora del “cuerpo enfermo” por la medicina y su cóctel de hasta 20 pastillas diarias. Pero sobre todo, lo que atraviesa estos “viajes virales” es la posibilidad explorada o limitada del placer sexual. La “plaga” está asociada, en la literatura y en la vida, a la posibilidad de explorar el placer por fuera de las normas que obligan a una vida monogámica y hétero, donde la sexualidad debe ser regida por la reproducción y su control. El recorrido por la literatura seropositiva, es un recorrido por los diversos modos de explorar el deseo. Y a propósito de esto último, es interesante pensar que si en el caso de la homo y transexualidad, el estigma de “los portadores” tuvo un objetivo disciplinante pero contradictoriamente, permitió el despliegue de una comunidad de resistencia que sería, según Meruane, la que exigirá la protección del Estado frente a la enfermedad; en el caso de las mujeres seropositivas, lejos de una reivindicación de una sexualidad ligada al placer, la representación literaria de éstas dio cuenta del discurso patriarcal triunfante luego de que la construcción simbólica de la crisis del sida, estuviese ligada a los “excesos” y el descontrol sexual. La autora intenta

explicar las tensiones entre los oprimidos: homosexuales, travestis, transexuales, los principales afectados en la primera década de la crisis y las mujeres. Paradójicamente, tal como documenta la autora, estas estuvieron entre las principales afectadas por el virus (son actualmente el 60 % a nivel mundial), no solo desprotegidas por un relato que se construyó alrededor de una enfermedad “homosexual”, sino porque además, al principio fueron pocas las contagiadas y muchas de ellas eran prostitutas, o se les acusó de serlo. Así, las mujeres seropositivas padecerán “el síndrome de la desaparición femenina” en los textos y, cuando no, serán representadas como esposas-víctimas del hombre que las contagia (tras “incursiones” homosexuales o poligámicas), punta de lanza de una pedagogía del sida: “heroínas que sufren pero sacrifican su inquina por el bien de la familia, madres que subliman la necesidad del activismo en la exacerbación de una disposición doméstica”. En uno de los últimos capítulos de su trabajo, Meruane indagará sobre por qué no solo aparecen con enorme carga negativa (no ya como la prostituta, “el doble del homosexual” en tanto sexualmente “hiper”activo) sino que sufrirán una “virtual erradicación” de ese “portador del signo femenino”, el cuerpo travesti. La respuesta ensayada indica que cuando los enfermos retornen al país, lo harán en “competencia por la representación y el reconocimiento en el momento más crítico” frente a la búsqueda de la asistencia estatal. Se produce un “regreso a modelos sexistas que niegan todo signo femenino y celebran una masculinidad identificada con la salud del cuerpo biológico y político”. El recorrido por el imaginario del sida concluye con el análisis del impacto de la era de la comunicación junto al “regreso” del deseo sexual y la búsqueda de su consumación. Es lúcida la observación de Meruane que descubre en las nuevas tecnologías (que se vuelven forma narrativa), una mediación que intenta acercar a los amantes, aún bajo el signo del temor al contagio y de ese gran triunfo neoliberal sobre la subjetividad: el individualismo. La investigación de Lina Meruane tiene la ventaja no solo de reunir un vasto “corpus seropositivo” que se encontraba disperso y es arduo conseguir, sino porque aun sin compartir algunas de sus conclusiones, abre preguntas sobre la relación entre capitalismo, sexualidad y opresión, moldeadas por una enfermedad bajo cuyo intento de control, subyace la voluntad disciplinaria de la mirada conservadora, garante del orden capitalista y patriarcal. 1. Link, Daniel, “El juego silencioso de los cautos” en El juego de los cautos. Literatura policial: de E.A Poe a P.D. James, Buenos Aires, Ed. La Marca, 2003.


Ideas de Izquierda y ContreTemps: la intelectualidad y la izquierda

PRESENTACIÓN EN FRANCIA El 25 de enero de 2014, las revistas Ideas de Izquierda y ContreTemps se encontraron en la librería “La Brèche” de París para un intercambio con el título “¿Qué ideas críticas frente a los desafíos del siglo XXI?”. La charla estuvo a cargo de Christian Castillo, miembro del Consejo Editorial de IdZ, dirigente del PTS y diputado del Frente de Izquierda; y la filósofa Isabelle Garo, miembro de la dirección de la revista francesa ContreTemps, quien ha colaborado en nuestra revista en números anteriores. Junto con jóvenes, estudiantes, militantes de izquierda e intelectuales, se realizó un rico intercambio sobre las ideas en discusión en el marco de la actual crisis capitalista. Nuevos y viejos debates resurgen en un escenario marcado por la emergencia de la lucha de clases, la participación de la juventud y la incipiente –aunque persistente– presencia de la clase obrera. En el mismo sentido en que lo hacemos en cada número, apostamos al intercambio y la reflexión que permitan fortalecer el marxismo y la izquierda que se reivindica revolucionaria.


SIGUE LA CAMPAÑA de solidaridad

MILES DE VOCES POR LOS PETROLEROS DE LAS HERAS

La campaña por la absolución de los trabajadores petroleros de Las Heras, injustamente condenados mediante un juicio armado con testimonios bajo torturas con la complicidad de jueces y fiscales por reclamar contra el impuesto a las ganancias, ha dado un enorme salto a lo largo y ancho del país, llegando a nivel internacional. Desde los secretarios generales de tres de las cuatro centrales sindicales, la FUA, personalidades de los derechos humanos, intelectuales, diputados de todo el arco político, periodistas, hasta sindicatos, comisiones internas y delegados, se han pronunciado en el país y el mundo por la absolución. A nivel internacional, el miércoles 5 de Febrero, día de la lectura de la sentencia, en simultáneo con la multitudinaria movilización que se realizó en Argentina por la absolución, se realizaron acciones en diferentes países frente a las embajadas o consulados de Argentina. México, Brasil, Chile, Francia, Uruguay, Estado Español (Barcelona y Madrid) y Alemania fueron algunos de los países en los que se realizaron protestas. La gira por Europa del diputado provincial del PTS en el FIT, Christian Castillo, estuvo al servicio de trascender las fronteras y extender la solidaridad a nivel internacional. Y Nicolás del Caño, diputado nacional por el PTS en el FIT, ha puesto la banca que ocupa a disposición de la campaña, para amplificar la denuncia y convocar a que se firme ampliamente el petitorio, realizando una importante conferencia de prensa. En Argentina, los trabajadores de la gráfica Donelley y otras organizaciones obreras, estudiantiles y de Derechos Humanos realizaron un significativo acto callejero en la Ciudad de Buenos Aires. La movilización y acto unitario en Plaza de Mayo fue una muestra de la masividad y amplitud del apoyo a la campaña. La lucha continúa.

¡Absolución de los petroleros de Las Heras!

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