Ideas de Izquierda 08, abril 2014

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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 HISTÓRICA HUELGA DOCENTE Ariel Iglesias

7 LAS LUCHAS OBRERAS EN EL PURGATORIO Paula Varela

10 EL DERECHO PENAL Y LA LUCHA DE CLASES Matías Maiello

13 DOSSIER PUEBLOS ORIGINARIOS Y BARBARIE CAPITALISTA Azul Picón y Laura “Xiwe” Santillán NEUQUÉN: COMUNIDADES ASEDIADAS PARA ABRIR PASO A LAS PETROLERAS Entrevista a Relmu Ñancu y Martín Maliqueo LA CUESTIÓN NACIONAL Azul Picón “NOS VAN MATANDO LENTAMENTE PARA QUE DEJEMOS DE RECLAMAR” Entrevista a Félix Díaz

19 EL ANARQUISMO EN LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO ARGENTINO Hernán Camarero

22 EL NIDO DE LA SERPIENTE ROJA Octavio Crivaro

25 LEJOS DE LA REVOLUCIÓN Diego Dalai

27 EE. UU.: ¿JUGADOR SOLITARIO EN EL GRAN TABLERO GLOBAL? Esteban Mercatante

30 EL FANTASMA DE MAQUIAVELO Emmanuel Barot

33 LA HEGEMONÍA LIGHT DE LAS “NUEVAS IZQUIERDAS” Juan Dal Maso y Fernando Rosso

36 DIALÉCTICA Y EPISTEMOLOGÍA GENÉTICA Ariane Díaz

39 UN PROCESO ABIERTO EN CAPÍTULOS Entrevista a Noé Jitrik

42 CUÉNTAME UNA HISTORIA Violeta Bruck y Javier Gabino

45 METÁFORAS (IM)POSIBLES DE LA DEMOCRACIA Celeste Murillo

47 RESEÑA DE LA VIDA DE ADÈLE, DE ABDELLATIF KECHICHE Fernando Pardal

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Esteban Mercatante, Celeste Murillo. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Noé Jitrik, Félix Díaz, Relmu Ñancu, Martín Maliqueo, Nicolás Bendersky, Ariel Iglesias, Matías Maiello, Azul Picón, Laura “Xiwe” Santillán, Octavio Crivaro, Diego Dalai, Violeta Bruck, Javier Gabino, Fernando Pardal, Ivana Otero, Eduardo Molina, Rossana Cortez, Isabel Infanta, Demian Paredes, Tomás Rivolta, Sofía Achigar, Ana Méndez, Hernán Carbia, Clarisa Pozzi. EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Ilustración de tapa: Natalia Rizzo www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto www.distriloberto.com.ar Sin Fin distribuidorasinfin@gmail.com ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.


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Fotografía: Rodrigo Wilson

Una masiva lucha contra el ajuste y el techo salarial

Histórica huelga docente Este número de Ideas de Izquierda saldrá a la calle poco antes de que se lleve adelante el paro general convocado por las CGT de Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, y la CTA que conduce Pablo Micheli, el 10 de abril. Será el segundo paro general convocado bajo los gobiernos kirchneristas. Su significación, alcances y límites, seguramente serán analizados en los próximos números de nuestra revista. Pero este paro estuvo precedido por una huelga histórica, llevada adelante por los docentes de la provincia de Buenos Aires, en simultáneo con paros y luchas docentes en otras provincias. Moyano y Barrionuevo convocaron al paro general en medio de este conflicto, aunque también se encargaron de que no confluyeran. En esta nota, una crónica de esta huelga inédita, en la voz de los protagonistas, y unas primeras conclusiones.

Ariel Iglesias Secretario de Organización Suteba La Matanza.

De sur a norte del país, desde Tierra del Fuego y Chubut hasta Jujuy, pasando por Río Negro, Neuquén, La Pampa, Mendoza, Tucumán, Misiones y La Rioja, con epicentro en la provincia de Buenos Aires; en 19 de las 23 provincias los trabajadores y trabajadoras de la educación nos pusimos de pie para enfrentar el ataque del gobierno. El 2014 arrancó “caliente”. Un verano con devaluación y tarifazos, primero en el transporte y después en el gas y el agua; y el reconocimiento parcial de la verdadera inflación por parte del gobierno. Todas medidas que complicaron las negociaciones paritarias y empujaron a este paro histórico de los y las docentes. Las principales ciudades de las provincias argentinas se fueron pintando de guardapolvos; las aulas vacías de profesores, maestros, estudiantes y auxiliares, pero las calles llenas de un ejemplo de dignidad en la defensa de nuestros derechos. Marchas de antorchas, junto a padres y alumnos, asambleas en las plazas, recorridas por los barrios con un apoyo popular masivo, »


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POLÍTICA

“Después de decir que no podían dar un peso más, ofreció $ 5.000 para el salario inicial (un 38 %, y un promedio de 30,9 % para todas las escalas), no descontar los días de huelga y desligar el planteo del famoso presentismo de la discusión salarial.

mostraron una huelga activa y militante que obligó a los dirigentes burocráticos de la mayoría de los sindicatos, pero sobre todo a los de la provincia de Buenos Aires (Suteba), a ponerse a la cabeza de los reclamos. Los cantos alusivos a la presidenta Cristina Fernández que denunciaban: “…le pagás millones a la Repsol y ni un solo peso para educación”, ponían de manifiesto el repudio al gobierno nacional, a los gobernadores y al conjunto del régimen político patronal que tiene un acuerdo profundo con privilegiar la entrega a las multinacionales antes que la defensa de la educación pública. Nos pusimos de pie contra el techo que quisieron imponer a los aumentos de nuestros salarios de miseria. Tanto el gobierno nacional, como los gobiernos provinciales, intentaron quebrarnos recurriendo a decretos, fallos judiciales inconstitucionales, conciliación obligatoria, amenaza de descuentos de días de paro, represión dura en algunas provincias como Misiones o Tucumán, y hasta amenazas de retirar la personería a los gremios en lucha. Además quisieron imponernos el “presentismo” como chantaje, una verdadera herencia menemista para atacar el derecho de huelga, con lo que no tendríamos ni el “derecho” a enfermarnos o a cuidar nuestros/as hijos/as. Intentaron declarar la educación un “servicio esencial” para que volvamos a las escuelas. Y el gobierno de Scioli pretendió amedrentarnos con un fallo judicial inconstitucional que ordenó la vuelta a clase. Para eso apeló al Juez Terrier, acusado de participar en la última dictadura como parte de la policía del genocida comisario Camps. Una huelga de 17 días en Buenos Aires, dura por los ataques del gobierno y por la respuesta de los trabajadores y trabajadoras de la educación, que no solo contaron con la simpatía y el

apoyo popular, como evidenció la marcha de La Matanza el viernes 28/3, con más de 7.000 docentes y padres de las barriadas más humildes de ese distrito; sino también los primeros pasos en la coordinación regional, como en Ensenada, entre los trabajadores del Astillero Río Santiago y los docentes combativos del Suteba de esa localidad. Todos estos hechos preocuparon al gobierno, a la oposición patronal y la burocracia sindical, empeñados en quebrar la huelga para evitar la posibilidad de la confluencia de los docentes con el resto de los trabajadores en el paro nacional del 10 de abril convocado por las CGT de Moyano y Barrionuevo y por la CTA de Micheli. Por esto, Scioli retrocedió de la posición “intransigente” que venía mostrando y se jugó a que los dirigentes de Suteba, con Roberto Baradel a la cabeza, levanten la lucha “testigo” de la provincia de Buenos Aires.

Con muestras de un cinismo sin límite, funcionarios que mandan a sus hijos a costosas escuelas privadas y cobran diez veces más que el salario de una maestra, llamaban a los docentes a tener “vocación”. Un ejemplo emblemático fue Nora De Lucía, ministra de Educación de la provincia de Buenos Aires, que cobra $ 48.366 mensuales, tiene millones de dólares y retira a sus niños en una 4x4 Honda o en un Audi A5 de un costoso colegio privado. El repudio a esta casta política se expresó en el apoyo a la interpelación a la ministra presentada por el diputado provincial del PTS en el FIT, Christian Castillo, y la exigencia de su renuncia votada en las asambleas de las seccionales opositoras del Suteba. La histórica huelga docente cobra mayor importancia porque enfrentó a este frente unido y logró mantenerse durante más de dos semanas.

Una Santa Alianza contra los docentes

Cierre de una primera etapa y apertura de un nuevo camino

No hubo periodista del establishment ni político patronal que no haya atacado a la docencia en lucha para pedirle que vuelva a las aulas, pero resignando la defensa de su salario. Gabriel Mariotto, el vice de Scioli, propuso declarar “servicio esencial” a la educación, contradiciendo toda legislación internacional, y José Manuel de La Sota presentó un proyecto similar en Córdoba, que luego tuvo que retirar. Un verdadero frente de todos los partidos y sectores patronales, con el apoyo unificado del periodismo “consagrado”, tanto oficialista como “opositor”. Una causa común contra los docentes que unía a Cristina, Scioli, Massa y hasta el FAP de Bonfatti, todos “trabajando” para imponer un techo al salario. Mintieron y agitaron a la población para romper los lazos solidarios que se fueron tejiendo entre la docencia y la comunidad.

Cuando estamos cerrando este artículo, los dirigentes kirchneristas de Suteba han aceptado finalmente la nueva propuesta salarial del gobernador Scioli y han levantado la histórica huelga docente bonaerense. Esta lucha masiva, e inédita en más de una década, logró imponerse en una primera pulseada, haciendo retroceder al gobierno y consiguiendo algunas de las demandas para los docentes y para toda la clase trabajadora contra los techos salariales, pese a los límites que le impuso la dirección nacional y provincial del gremio, aliada al kirchnerismo. Incluso también fue dejada a su suerte por el sindicato nacional docente y las centrales sindicales. Este retroceso del gobierno provincial deja en mejores condiciones a los docentes, en primer lugar, y a la clase trabajadora en su conjunto para enfrentar el ajuste en curso.


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El gobierno de Scioli, en el día 17 de la huelga, tuvo que presentar una propuesta “superadora” para destrabar el conflicto. Después de decir que no podían dar un peso más, ofreció $ 5.000 para el salario inicial (un 38 %, y un promedio de 30,9 % para todas las escalas), no descontar los días de huelga y desligar el planteo del famoso presentismo de la discusión salarial. Estos puntos fueron arrancados por la enorme movilización y firmeza de la docencia, aunque no pudimos imponer el conjunto de nuestras demandas, como el salario igual al costo de la canasta familiar por un cargo, como piden los docentes –demanda ésta que está vinculada a la lucha por una educación de calidad–. Si no pudimos ir más allá no fue porque faltaran las fuerzas, ya que al momento de levantarse, la huelga estaba en ascenso. La responsabilidad fue de la dirección, que no convocó a un paro y movilización nacional, para hacer pesar la fuerza de todos los trabajadores y trabajadoras de la educación del país. La lucha no se ha terminado y el balance todavía está abierto; quizás estamos ante el cierre de un primer capítulo, donde la docencia se ha puesto de pie, mostrando enorme combatividad, poder de organización y despliegue territorial en una lucha ejemplar. El conflicto dejó numerosas experiencias asamblearias, de acción directa, de unidad obrera y popular. Destacó nuevos dirigentes, oradores, organizadores. Es decir, como dicen muchos/as compañeros/as: “nada será igual entre los trabajadores de la educación después de esta huelga”. Otra importante lección que dejó esta batalla, es la necesidad imperiosa de continuar con la tarea de organización de los sectores combativos, en la perspectiva de la recuperación de nuestras organizaciones sindicales.

La oposición docente que avanzó en seccionales del Suteba, Atech y sindicatos provinciales –ATEN, Adosac, Ademys, Sutef, Sitech, Agmer, Amsafe, SUTE–, todavía tiene un enorme desafío: superar la división y la dispersión para imponer la unidad contra la negociación provincia por provincia que llevan adelante las conducciones, debilitando la potencialidad de un gremio poderoso nacionalmente. La dirigencia de la CTERA1 convalida la disgregación, sosteniendo el sistema educativo y el sindicato que impuso el menemismo y mantuvo el kirchnerismo, que implicó la descentralización y el desfinanciamiento. A esto, debemos oponerle el objetivo de lograr un sistema educativo único, público, gratuito y laico, bajo el gobierno de docentes, estudiantes, no docentes, padres y con la participación de las organizaciones de los trabajadores y sectores populares. Debemos desterrar la fragmentación y descentralización menemista, y que el Estado nacional se haga cargo del financiamiento de la escuela pública en todo el territorio nacional. Para esto debemos ponerle fin a la “balcanización” de nuestro sindicato y unificarlo nacionalmente.

“A ver Cristina, a ver si nos entendemos: con 1.800 pesos de básico no comemos”

Este fue el cantito hit que se impuso en las movilizaciones. Identificó claramente a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la responsable de los ataques contra los docentes2, al tiempo que también sintetizó una denuncia de su política de destinar millones a la Repsol3, mientras dice que no hay plata para la educación4. En la entrega del petróleo y nuestros recursos naturales y el pago a las multinacionales o a los fondos buitres, en desmedro de la educación o la salud; tienen acuerdo todos los políticos tradicionales: el oficialismo, Massa, el PRO

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o el radicalismo. Esta denuncia, que se hizo popular en las movilizaciones docentes, golpeó el corazón de un “modelo” que tienen el consenso de todos los representantes políticos de los partidos patronales, ahora que el kirchnerismo viene de un acelerado giro a la derecha, tomando la agenda que todos los empresarios y políticos patronales le reclamaban.

La oposición sindical de izquierda y las autoconvocatorias

Dos procesos profundos y novedosos se han puesto de relieve en esta huelga. Uno, más conocido, que empezó a visualizarse el año pasado con el triunfo de la oposición a la burocracia oficialista en las elecciones de Suteba, cuando 9 seccionales (las más numerosas de la provincia de Buenos Aires) quedaron en manos de la Multicolor, la lista de la izquierda, mayoritariamente trotskista. Un avance de la oposición de izquierda que desvela al gobierno y a todos los editorialistas de los diarios nacionales, que cada semana reflejan preocupados el desarrollo de sectores combativos en el movimiento obrero en general, y que pusieron el acento en la existencia de esta oposición para explicar la fortaleza de la huelga. Las seccionales opositoras están transformándose en una referencia y en organizadoras de la bronca que brota desde abajo. Ya en la multitudinaria marcha del 19 de marzo en La Plata, la oposición conformó una columna de 10 mil maestras/os. El 26 del mismo mes, en el Ministerio de Educación de la CABA, la columna combativa agrupaba la mitad del acto. Pero el otro gran fenómeno que emergió en esta huelga fue la autoorganización. Como no se veía desde hace mucho tiempo, cada escuela se empezó a autoorganizar y a desarrollar asambleas en los barrios. Un poco por la ausencia de »


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POLÍTICA

“El conflicto dejó numerosas experiencias asamblearias, de acción directa, de unidad obrera y popular.

asambleas llamadas por las direcciones sindicales oficiales, y otro poco por el convencimiento de que el paro tiene que tener un componente activo para ganar al conjunto de la población trabajadora. En cada esquina se multiplicaban los carteles que decían: “Tocá bocina por la educación pública”. En cada escuela se discutían las consignas, se enviaban cartas a los padres y estudiantes, lo que da cuenta de un movimiento con un despliegue de una amplia militancia en cada zona y un gran apoyo popular que se expresaba masivamente, pese a las cataratas de discurso antihuelga que lanzaban los medios. En los distritos, las acciones desbordaron a las direcciones burocráticas y las seccionales opositoras fueron epicentro de organización. Con la puesta en movimiento de decenas de miles de docentes se le hacía difícil a la dirigencia gremial burocrática levantar la huelga y a regañadientes varias veces la lista Celeste que conduce el Suteba provincial, tenía que decir lo que cada vez le costaba más: ¡que el paro seguía! Recién pudo ser levantado después que el gobierno tuvo que retroceder y ceder parte de los reclamos.

Luchas docentes y fines de ciclo Pese al levantamiento en la provincia de Buenos Aires, al cierre de esta edición, el conflicto continuaba en 8 provincias, por lo que todavía el balance general tiene final abierto. Uno de los gobernadores que mantiene una posición más dura contra los docentes es el de Neuquén, Jorge Sapag, que hasta el momento no hizo ninguna oferta de aumento salarial para 2014 y pretende recién discutir salarios en junio. Históricamente, las luchas docentes siempre fueron anticipatorias de grandes procesos de lucha de clases en momentos de fines de ciclo. Así sucedió al final del alfonsinismo con el “Maestrazo” de 1988, o del menemismo y la Alianza, con el proceso que culminó en la “Carpa Blanca” frente al Congreso. Cuando comienza un ajuste profundo en el fin de ciclo del kirchnerismo, los trabajadores y trabajadoras de la educación irrumpieron para ponerle un límite con una huelga, que seguramente quedará como un hito destacado en la historia de las luchas del movimiento obrero argentino. Queda planteado el desafío de lograr que esta fuerza y decisión que manifestaron los y las docentes se proponga continuar la tarea de recuperación de los sindicatos, del Suteba provincial y la CTERA, empezando ya por construir fuertes corrientes militantes clasistas, revolucionarias en su interior. Y que el impulso de la huelga docente se generalice a todos los trabajadores, para enfrentar el ajuste de conjunto. El paro general convocado para este 10 de abril será una oportunidad para desplegar esta fuerza. Los tarifazos anunciados por el gobierno, cuando todavía no había terminado la huelga docente, demuestran la decisión de cargar los costos de esta nueva crisis sobre las espaldas de las mayorías obreras y populares. Desde La Marrón en la dirección de los Suteba reconocemos como única instancia soberana las asambleas y congresos con mandatos de

base; contra el alternativismo que no combate a las direcciones burocráticas, luchamos por el frente único con las organizaciones de masas delimitándonos de su dirección conciliadora, como hicimos con la exigencia a la CTERA que logramos imponer y se expresó en el canto masivo: “paro, paro paro… paro nacional”. Promovemos un sindicalismo no corporativo abierto a la unidad con la clase obrera –como logramos concretar en la masiva marcha conjunta con los obreros del Astillero de Ensenada–, o hacer votar en todas las asambleas opositoras el apoyo a los petroleros de Las Heras condenados. Junto con alentar la alianza con el pueblo y la coordinación con otros sectores combativos –como el Encuentro de Atlanta–. Pero también queda planteada una tarea mayor y estratégica: elevar esta gran fuerza social a la batalla política contra todas las alternativas patronales que tienen el mismo programa de ajuste que el gobierno nacional y que se postulan para sucederlo. El Frente de Izquierda, que sigue consolidando el lugar ganado a nivel nacional (en las recientes elecciones en la capital de Mendoza volvió a demostrar su vigencia), es una herramienta para construir una fuerza política de decenas de miles que pueda lograr que esta crisis no la terminen pagando los trabajadores. Se trata de poner en pie una izquierda de los trabajadores revolucionaria, fuertemente estructurada en las organizaciones de masas.

1. CTERA: Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina. 2. Recordemos que en el discurso de apertura del 130° período ordinario de sesiones del Congreso Nacional, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo: “Tienen 4 horas frente a la jornada laboral obligatoria de 8 horas (…) y la suerte también de 3 meses de vacaciones”. 3. De más está decir que el parlamento nacional sancionó en plena lucha docente, y con el voto positivo de kirchneristas, pejotistas, massistas, radicales, y todo el arco opositor patronal, el pago de la indemnización a la Repsol. 4. En la Apertura del 132º período de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, la presidenta tuvo un acto fallido esclarecedor: “Nunca, nunca en la historia argentina se ha gast... Se ha invertido. ¡Fíjense lo que es la cabeza! Iba a decir ‘gastado’. Nunca se ha invertido lo que se ha invertido durante este período en materia educativa”.


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Ilustración: Greta Molas

Las luchas obreras en el purgatorio Paula Varela Politóloga, docente de la UBA, investigadora del CONICET. La política va más lento que la economía. La huelga docente marca la despedida de los “conflictos del crecimiento” y la apertura de los “conflictos del fin de ciclo”, que nos encuentran, recordando el epopéyico lenguaje de Néstor Kirchner, en el purgatorio. En esta nota señalaremos algunos elementos de las luchas obreras en el kirchnerismo, para analizarlos a la luz de la pregunta sobre la relación entre conflictividad laboral y huelgas generales en las últimas décadas en Argentina. Retomaremos, para ello, los planteos que han heho al respecto Adrián Piva y Nicolás Iñigo Carrera.

Alta y fragmentada Siempre es controversial intentar cualificar los datos que surgen de mediciones cuantitativas. En el terreno de la conflictividad laboral

se agrega que no hay registros oficiales de mediano y largo plazo1, y que los distintos equipos que trabajan en el tema presentan diferencias en la unidad de análisis, el método y las fuentes2. Sin embargo, hay ciertos consensos que permiten destacar algunos rasgos. Que la última década presenta un alza en la conflictividad laboral respecto de la década menemista, aunque no alcanza los niveles de la década del ‘80. Tomando la base de Nueva Mayoría el promedio de conflictos laborales anuales para el período 1983-1992 fue de 502; para 1993-2002 de 207 (una baja del casi 60 %); y para 2003-2013 de 377 (una baja del 25 % respecto de la década del ‘80 y una suba del 83 % respecto de la década menemo-duhaldista). Que, a diferencia de la década del ‘80, en la que el pico de la conflictividad laboral se dio

en 1988/1990 (fin de ciclo alfonsinista), el pico de esta década se dio en 2005/2007, años de combinación entre crecimiento económico, del empleo y baja inflación. Es decir, conflictos de “comienzo de ciclo” y no de “fin de ciclo”. Que, íntimamente relacionado con lo anterior, el ascenso de la conflictividad laboral se da en el marco de una baja conflictividad social general en relación a la década del ‘90. Es decir, hay mayor conflictividad de los trabajadores ocupados, pero menor conflictividad general (coherente con un período de crecimiento). 2011 preanuncia el punto de inflexión de esta dinámica con el aumento exponencial de la conflictividad en el sector público, lo que se repite en 2012 y 2013 (y ya podemos decir que 2014 no hará más que confirmar la tendencia a partir de la huelga docente). Esto es importante porque »


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POLITICA

“El carácter fragmentado de la conflictividad en la última década asume distinto valor político según estemos hablando de un momento de crecimiento o de ajuste.

el sector público opera, desde fines de los ‘80, como “termómetro de las crisis” tanto por su afectación directa de los ajustes en las cuentas fiscales, como por el lugar de caja de resonancia del clima social que ocupan, particularmente los docentes. No es casual que la “bienvenida” a los “conflictos de fin de ciclo” la hayan dado marchas multitudinarias de guardapolvos blancos. Que el conjunto de la década está marcado por un alto nivel de fragmentación en la conflictividad laboral tanto organizacional como territorial. En el ámbito privado, de 2007 en adelante, pierden peso relativo los conflictos a nivel nacional y por rama (impulsados por federaciones/uniones) y lo ganan los conflictos por empresa (impulsados por comisiones internas). En el ámbito público, las luchas se mueven por provincias y/o municipios al ritmo de las crisis fiscales parciales. La muestra más contundente de esta fragmentación es un dato nada desdeñable: la última década ha sido la que menos paros generales tuvo desde el retorno de la democracia constitucional. Han habido solo 3, dos de ellos medidas de repudio ante el asesinato del docente Carlos Fuentealba el 9 de abril de 2007 y el asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra el 20 de octubre de 2010 (con un componente más de movilización que de paro efectivo). Esto hace que el paro convocado por la CGT Moyano y la CTA de Micheli del 20 de noviembre de 2012 pueda ser considerado el primer paro general bajo un gobierno kirchnerista. Si se compara esta cifra con las otras décadas la diferencia es abrumadora. De 1983 a 1989 (mandato de Alfonsín) se convocaron 13 paros generales; de 1989 a 1999 (mandato de Menem) 8; de 2000 a 2001 (mandato de De la Rúa) 9; y en el breve mandato de Duhalde, 3.

Entre cantidad y calidad El carácter fragmentado de la conflictividad en la última década asume distinto valor político según estemos hablando de un momento de crecimiento o de ajuste. En momentos de crecimiento, la fragmentación de las luchas opera segmentando las conquistas según la fuerza relativa (social y política) de los distintos sectores que salen a luchar.

En momentos de ajuste-crisis, la fragmentación opera casi como portero de la derrota porque impide articular la fuerza social de la clase obrera para oponer resistencia a lo que es (como sucede en la actualidad) una política de Estado. Es el Estado (y no capitalistas por empresa o sector, o gestiones municipales) el que ataca el salario real de los trabajadores en su conjunto, por lo que una respuesta fragmentada equivoca no solo la táctica sino el tipo de batalla. De allí que hoy deba ponerse en el centro del análisis el problema de la dispersión o unificación de la conflictividad, en la medida en que una mayor unificación (cuya expresión más alta es la huelga general) indica un cambio de calidad en la lucha de clases por tres razones: a) la lucha es un terreno privilegiado para la percepción que la propia clase obrera tiene de su propia fuerza social (en términos más clásicos, para la conciencia que ésta asume respecto de sí misma como clase). Un paro metropolitano o nacional, en el que un territorio de conjunto se ve afectado por la paralización de la producción y los servicios, adquiere una contundencia como muestra de la fuerza obrera cualitativamente superior que en un paro de fábrica; b) la mayor unidad de la acción del paro introduce, objetivamente, elementos políticos en la lucha obrera. Si una huelga de fábrica abre la pregunta de “quién manda” en la planta fabril, esa misma pregunta a nivel de una ciudad, una región o un país, involucra necesariamente al Estado. Ese elemento político que en un paro general es potencial, en una huelga general en el contexto de un ascenso obrero es concreto y preanuncia el problema del poder; c) cuanto más general es el paro, más claramente se coloca sobre la mesa el problema de la relación entre la clase obrera y los sectores de las clases medias y los pobres urbanos que, afectados por la paralización, no pueden mantenerse neutrales. Es decir, introduce el problema de las alianzas de clase (sin la cual tampoco hay chances de poder).

Tras las huellas de la huelga general El análisis del cruce entre el aumento cuantitativo de la conflictividad laboral y

la dinámica de las huelgas generales en la Argentina de las últimas décadas, ha suscitado un intercambio entre Adrián Piva y Nicolás Iñigo Carrera3 que contiene una serie de elementos interesantes para pensar la actualidad. Leyendo las bases de datos de la UNQui sobre los ‘90, Piva sostiene que no hay correspondencia entre los momentos de mayor conflictividad y los de huelga general, lo que estaría indicando un “desacople” entre los conflictos económicos y los políticos, producto en última instancia, de un desacople entre direcciones sindicales y bases que haría que las huelgas generales sean instrumentos políticos de la burocracia, con independencia de las necesidades de los trabajadores. El punto de inflexión para ese desacople estaría dado en el ‘89 a partir del cambio en el modo de acumulación y su impacto en la fragmentación de la fuerza de trabajo, y las modificaciones en la forma del Estado que cambia, entre otras instituciones, el lugar de los sindicatos en la Argentina. Para fundamentar, Piva toma el año 1996 en que las curvas de conflictividad y paro general se separan notoriamente, marcando una muy baja conflictividad laboral y un pico de paros generales (tres en el año) que coincide con un ataque del gobierno de Menem a los fondos de las obras sociales (que explicaría la salida de las direcciones a la huelga). Por su parte, Iñigo Carrera (basándose en los datos del PIMSA) sostiene que ese desacople no es tal sino que, por el contrario, las series mostrarían concordancia entre conflictividad (cantidad) y ascenso (calidad). El hecho de que en 1996 las curvas se separen se explica, según Iñigo, no por un desacople sino más bien porque ese año combina un pico de desocupación y subocupación (que obtura las luchas parciales por fábrica o lugar de trabajo) con la condensación de luchas de años previos que se expresarían en las huelgas generales. De allí, el autor saca la conclusión (que hemos discutido en otra oportunidad4) de que la burocracia sindical expresa la conciencia media de las bases obreras, motivo por el cual, los llamados de las cúpulas a las huelgas generales serían la manifestación directa de los momentos de ascenso de la lucha obrera en el país.


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Sin desarrollar aquí todos los elementos que involucra esta discusión, queremos plantear las bases de una “tercera posición”. No es posible (como tiende a hacer Piva) disociar la cantidad de luchas o huelgas parciales, de la calidad expresada en las huelgas generales porque ello llevaría a una ruptura entre lo social-económico y lo político en el terreno de la lucha de clases, que resulta difícil de sostener histórica y teóricamente (y que requeriría, al menos, explicar bajo qué determinaciones puede comprenderse la dinámica de la lucha de clases). Llevaría además a una suerte de teoría de la independencia absoluta de las cúpulas respecto a las bases obreras, lo que obligaría a una conceptualización de la burocracia sindical ya no como casta contradictoria sino como puro aparato independiente. En este sentido, el intento de Iñigo Carrera de encontrar los elementos que vinculan la conflictividad fragmentaria con las huelgas generales para cualificar los momentos de ascenso (o descenso) de la lucha obrera, resulta valioso. Sin embargo, su posición presenta dos debilidades. Por una parte, la falta de problematización de la división entre la clase obrera ocupada y desocupada en las luchas. Si bien, en términos objetivos es acertado remarcar el carácter de clase de los desocupados, en términos de su “capacidad de fuego” es importante señalar la diferencia para discernir las potencialidades de un ascenso obrero. No es posible entender la salida duhaldo-kirchnerista a las jornadas de 2001 sin poner en el centro de la escena que, mientras la clase obrera desocupada sitiaba ciudades con los cortes, al interior de las fábricas y lugares de trabajo se conservaba la “normalidad del capital”. Por otra parte, la idea de correspondencia entre aumento de luchas parciales y huelgas generales niega las contradicciones entre bases y cúpulas, y la incidencia que tiene la estrategia política de las direcciones sindicales en los ascensos de la lucha de clases (corriendo el riesgo de transformar esos ascensos, así como también los descensos, en pura condensación o sumatoria de elementos económicos). En este sentido, es interesante el análisis de Bonnet5 (que Piva absolutiza), respecto de que las contradicciones entre bases y cúpulas sindicales pegan un salto en la década del ‘90 ampliando los márgenes de autonomía (siempre relativa) de las cúpulas respecto de las bases. La ampliación de esos márgenes están basados en la propia derrota neoliberal (como pasivización de las masas) y en los nuevos mecanismos que encontró la burocracia para sostenerse por fuera del apoyo de sus bases (mecanismos de mayor dependencia del aparato estatal tanto económica como política). El sindicalismo empresario es la máxima expresión del salto en “independización” de la década del ‘90 en la relación entre cúpulas y bases. El desprestigio que hoy mantiene la dirigencia sindical está relacionado, justamente, con la percepción mayoritaria de que, mientras la clase obrera se hundió en los noventa, los dirigentes sindicales (que son los mismos que están hoy en las cúpulas) se enriquecieron. No tener eso en cuenta, redunda en una visión “naif” (y exculpatoria) del rol de la burocracia, y niega el carácter instrumental que las propias direcciones

sindicales intentan imprimir a las convocatorias a paros generales. La convocatoria al paro general del 10 de abril por parte de Moyano-Barrionuevo (con adhesión de Micheli), muestra de manera gráfica la distorsión tanto de la idea de “identidad” como la de “desacople”. Que llegue con un año y medio de retraso, indica el juego propio de las direcciones sindicales (con independencia relativa de las bases) preocupadas por su lugar en las internas del PJ y la oposición. Que llegue ahora, es indisociable de la masividad de la huelga docente y su papel de “caja de resonancia” del humor social luego de la combinación entre devaluación e inflación, lo que señala los límites de esa independencia relativa.

Ruptura maestra Si se mira la última década bajo este prisma, la combinación entre alza en la conflictividad laboral y baja exponencial en el terreno de las huelgas generales, parecería abonar la tesis del desacople. Sin embargo, esa ilusión se desdibuja si se tienen en cuenta las propias características de la conflictividad que señalábamos antes: un contexto de crecimiento y de baja conflictividad social general, en el que las luchas obreras se desarrollaron con una alta fragmentación organizacional y territorial, sin que esto representara costos notorios para las direcciones sindicales justamente porque no estaban en juego derrotas, sino conquistas diferenciales según sector. Pero eso se terminó en 2011 a nivel económico y hace unas semanas en la lucha de clases con la huelga docente. Esto coloca a la “nueva generación obrera” a la que nos hemos referido antes en esta revista6, que viene teniendo una muy rica experiencia de conflictividad fragmentada, ante un cambio de velocidades y de agenda. Y obliga a la izquierda y los sectores combativos que vienen ganando cada vez más peso en el movimiento obrero a dar prioridad a una serie de discusiones. En primer término, las que hacen a las posibilidades de potenciar su fuerza dentro del movimiento obrero para imponer políticas de frente único7 ante la fragmentación que proponen las direcciones sindicales. Una de las fragmentaciones más naturalizadas (además de las corporativas por actividad) es la que divide estatales de privados (que se manifiesta, casi en espejo, en la separación entre la CGT y la CTA). Uno de los rasgos de la conflictividad de la última década es que ha habido un crecimiento de las luchas en ambos sectores en forma paralela aunque no concurrente, señalando una diferencia con las décadas anteriores en las que el protagonismo del sector público se desplegó sobre la senda de la derrota de los privados. Esta particularidad coloca el desafío de la combinación del poder de fuego de los privados (paralización de la producción y el transporte) con el carácter de articulador social que los trabajadores públicos (particularmente los docentes) tienen con los pobres urbanos y las clases medias golpeadas por el ajuste. En este sentido, el Encuentro Sindical y Combativo del 15/3 en el Estadio de Atlanta es un paso muy importante en la medida en que tuvo como protagonistas sectores destacados de los docentes,

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los municipales de Jujuy, junto con los industriales de Kraft y la zona norte del conurbano, y los ferroviarios. En segundo lugar, los debates que hacen a la definición de políticas para construir bastiones en sindicatos de peso estratégico. Uno de los casos más desarrollados en cuanto a concentración de fuerza es el de la alimentación en el que la política de las internas de Kraft y Pepsico han logrado (por el peso específico de estas fábricas) modificar la política nacional del sindicato en lo que a paritarias refiere (como se hizo público en 2010). El otro caso es el de docentes, en el que las posiciones ganadas en SUTEBA jugaron un papel clave para la fuerza y participación masiva que fue ganando la huelga de Pcia. de Buenos Aires. En síntesis, la convergencia entre alza cuantitativa en la conflictividad laboral (que todo preanuncia que será mucha este año) y el aumento cualitativo, es decir, ascenso de la lucha de clases a través de medidas unificadas (como las huelgas generales) que coloquen elementos políticos en las luchas de la clase obrera depende, también, de cómo jueguen la izquierda y el sindicalismo combativo las posiciones conquistadas en estos años.

1. El Ministerio de Trabajo comenzó a elaborar un registro en 2006, que resulta el más completo a nivel nacional porque se nutre de alrededor de 140 medios de prensa nacionales, provinciales y municipales. 2.  El Observatorio del Derecho Social de la CTA también inició sus estadísticas en 2006 modificando la metodología en 2011 (con la incorporación del sector público que antes no contabilizaba). El CEI de la UNQui realizó una medición desde 1989 a 2003 que luego discontinuó. Los principales equipos que miden la conflictividad social general (no sólo laboral) a nivel nacional son el PIMSA y el GESPAC. A nivel provincial, están los observatorios de Córdoba, Mar del Plata y Mendoza. En el sector privado, el Centro de Estudios Nueva Mayoría edita anualmente (y de acceso público en su página web) una estadística de conflictos laborales desde la década del ‘80 siendo la única a que puede tomarse para comparaciones de largo plazo; y la Consultora de Investigación Social Independiente (CISI) produce series de protesta social desde 1991 (aunque sus informes son privados y pagos). Para un análisis de los problemas metodológicos de los estudios cuantitativos puede consultarte el artículo de Pablo Ghigliani “Acerca de los estudios cuantitativos sobre conflictos laborales en Argentina (1973-2009): reflexiones sobre sus premisas teórico-metodológicas”, en Revista Conflicto Social 2, Año 2, diciembre 2009. 3.  Adrián Piva, “El desacople entre los ciclos del conflicto obrero y la acción de las cúpulas sindicales en Argentina (1989-2001)”, en Estudios del Trabajo 51, 2006. Nicolás Iñigo Carrera, “Indicadores para la periodización (momentos de ascenso y descenso) en la lucha de la clase obrera: la huelga general. Argentina 1992-2002”, Documento de trabajo 72, PIMSA, 2008-2009. 4. Véase debate en el Instituto de Pensamiento Socialista, www.ips.org.ar. 5.  Véase Alberto Bonnet, La hegemonía menemista. 6.  Véase “Una nueva generación obrera en Argentina?” en IDZ 1. 7.  Véase de Dal Maso y Rosso “Frente único: actualidad de una cuestión estratégica”, en IDZ 7.


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POLÍTICA

Ilustración: Greta Molas

Una polémica con Roberto Gargarella

El derecho penal y la lucha de clases Matías Maiello Sociólogo, docente de la UBA. En el marco del consenso burgués con el curso ajustador del kirchnerismo, la reciente presentación del anteproyecto del nuevo Código Penal ha servido de arena privilegiada para la disputa entre los diferentes sectores del oficialismo y de la oposición burguesa, desatando una verdadera competencia por quién se ubica más a la derecha en el escenario político. Solo partiendo de esta realidad se puede entender que un anteproyecto de código que, por sobre los tintes progresistas, sostiene la criminalización de la protesta social, así como la penalización del aborto, que convivirá con la subsistencia de la privación de libertad sin sentencia firme (prisión preventiva) por la cual está preso el 70 % de la población carcelaria, etc., haya suscitado tanto encono por parte de la gran mayoría de los políticos burgueses y los grandes medios. Más allá de la letra del anteproyecto, y muy lejos de la realidad del crimen organizado y sus

protagonistas explícitos –las fuerzas de “seguridad” comenzando por las policías provinciales en asociación ilícita con diferentes estratos del personal político de la burguesía–, el “debate” se centra en gran medida en el terreno de los “principios” generales, de los discursos para legitimar la política penal del Estado burgués. Por un lado, los autores del código fundamentan la reforma en la necesaria “racionalidad” de la legislación y argumentan a favor de una misión “resocializadora” de la pena. Por otro lado, los adalides del discurso securitario sin tapujos de la “mano dura” utilizan demagógicamente el sufrimiento de las víctimas para fortalecer el aparato represivo del Estado burgués. Alrededor de estas alternativas se han pretendido delinear “campos” antagónicos y excluyentes, pero esta forma de presentar el problema no sobrepasa el nivel de los análisis superficiales. Frente a estos supuestos “campos”, el jurista Roberto Gargarella ha planteado la necesidad de

concebir una tercera alternativa. “No nos tienen por qué forzar –decía– a elegir entre el perverso mundo del populismo penal que terminaron de moldear los Kirchner, y esta alternativa [en referencia al nuevo proyecto de Zaffaroni y cía., NdR]. Hay terceras opciones, hay formas distintas de concebir un Código. Debe ser posible contar con Códigos discutidos democráticamente, superadores de la eterna pendulación elitismo-populismo”1. Ahora bien, ¿a qué responde “la eterna pendulación” a la que hace referencia Gargarella? ¿Qué significa un derecho penal “democrático”? ¿Puede existir tal cosa? Al debate de estas cuestiones dedicamos el presente artículo.

Las justificaciones del castigo y la crítica de Gargarella Tomando como punto de partida el cuestionamiento a la legitimidad punitiva del Estado en contextos de amplia desigualdad social, Roberto


I dZ Abril

Gargarella ha desarrollado una crítica a los enfoques más influyentes en el derecho penal: a aquel que define como “bienestarismo” (o welfarismo) penal; al retributivismo; y a lo que llama, siguiendo a Anthony Bottoms, el “populismo penal”2. El “bienestarismo” penal, que tuvo su apogeo durante los ‘60 y principios de los ‘70 del siglo XX, centra su interés, más que en la naturaleza de los crímenes, en el carácter del agresor y las vías para “reinsertarlo” en la sociedad. Podrían incluirse dentro de esta perspectiva algunas de las reformulaciones del anteproyecto de código penal de Zaffaroni y cía. Como balance histórico de esta corriente, Gargarella señala que: ...a pesar de sus motivaciones humanitarias y propósitos socialdemocráticos, las instituciones del bienestarismo penal terminaron violando sus compromisos más significativos, y afectando seriamente los intereses de los menos favorecidos. […] Al aplicar principios utilitarios estrictos, los jueces tendieron a ser flexibles con los miembros de las clases más acomodadas, quienes –según asumió la justicia– tenían mayores posibilidades para “recuperarse” y “reintegrarse”, pero no con aquellas personas que provenían de un “contexto social degradado”...3

Frente a esto, tuvo lugar un resurgimiento de las teorías retributivas –la concepción de la pena como fin en sí mismo, como compensación del delito proporcional a su gravedad–. Este resurgir vino de la mano de la crítica a las políticas de “rehabilitación”, contra la discrecionalidad judicial, la discriminación racial y de clase, y por la igualdad del tratamiento ante los tribunales. Gargarella señala cómo en este caso, finalmente ...las mismas directrices que aseguraron las sentencias judiciales no discriminatorias contra los desfavorecidos, terminaron favoreciendo aún más tal discriminación. La gran mayoría de las directrices prohibieron a los jueces, directamente, “reducir las sanciones penales a partir de criterios como la educación, el trabajo o estatus familiar”4.

Por último, Gargarella critica el enfoque al que llama “populismo penal” que, basado en una utilización instrumental y superficial de la opinión pública, pone en el centro los deseos de las víctimas con la exigencia de penas mayores y más duras. Lo que se conoce popularmente como “mano dura”, en ascenso durante las últimas décadas, y mayoritaria entre los políticos burgueses, como se pudo ver, una vez más, en el reciente debate del anteproyecto. La conclusión de Gargarella es que estos enfoques no hacen más que pendular entre el “elitismo” y el “populismo”, y son incapaces de dar una solución a las contradicciones del “derecho

moderno”, “entre su discurso inclusivo, su vocación liberal, o sus declamaciones igualitarias, y su realidad discriminatoria, clasista, sexista y racista”5. Ahora bien, ¿la contradicción entre estas “declamaciones igualitarias y su realidad discriminatoria” responde a defectos de los diferentes enfoques y teorías, o los límites de estas teorías en realidad expresan de manera más o menos deformada las contradicciones que están en lo profundo de la estructura de la sociedad capitalista?

La sanción de la desigualdad como esencia del derecho burgués Aunque resultan acertados muchos de los señalamientos de Gargarella respecto del derrotero de las diversas corrientes del derecho penal, no puede llamar la atención que en la práctica, todas terminen perjudicando a los sectores provenientes del pueblo trabajador y especialmente a sus sectores más explotados. No es más que la consecuencia necesaria del carácter de clase del sistema penal y su función en la sociedad capitalista. Y aquí no se trata “simplismo”, “reduccionismo” o “teorías conspirativas”, sino de un ineludible punto de partida. Según Gargarella, el problema consiste en que el derecho en determinadas circunstancias pierde su contenido igualitario y de esta forma comienza a servir a propósitos contrarios a aquellos que justificarían su existencia. A este tipo de situaciones las denomina de “alienación legal”. Haciendo referencia a Marx señala: “Se podría sostener para el derecho, entonces, lo que Karl Marx sostuvo para el trabajo, en cuanto a que ‘…el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor’”6. En estas situaciones de “alienación legal”, donde no son reconocidos derechos elementales (por ejemplo, derecho a la tierra, a la vivienda, etc.) y el sistema ha sido “distorsionado por el poder privado”, Gargarella cuestiona la legitimidad del derecho y sostiene que está justificada la resistencia. Sin embargo, el objetivo de este cuestionamiento para Gargarella sería conquistar una situación de “integración legal” donde aquellos sectores que sufren la “alienación legal” puedan ver al derecho “como propio”7. Toda esta visión carece de un análisis crítico de la relación entre las formas jurídicas, las relaciones sociales de producción capitalista, el carácter de clase del Estado. No puede existir nada parecido a la “alienación legal” de la que habla Gargarella, por lo menos en el sentido que tiene este concepto en Marx. La legislación burguesa, incluido el derecho penal, no es algo propio sino que es efectivamente una “cosa extraña y hostil” al trabajador, y el Estado capitalista que la garantiza por la fuerza es efectivamente un “poder independiente” del trabajador que sirve para sostener la dominación de la burguesía.

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Lo que existe, más en general, bajo la dominación del capital, no es la “alienación” del trabajador con una ley que nunca dictó, sino un “fetichismo jurídico” que, como contracara del “fetichismo de la mercancía”, Marx en El Capital dejó esbozado y fue desarrollado posteriormente por Pashukanis. El derecho constituye una relación social de la cual el trabajador es parte, no en tanto trabajador sino en tanto propietario igual a los demás, que recibe una “personalidad” atribuida jurídicamente y una “voluntad” presunta para ir al mercado a vender su mercancía fuerza de trabajo. Este “fetichismo jurídico” que nace de las entrañas de las relaciones sociales de producción capitalista es la base para ocultar la desigualdad real –en primer lugar entre explotadores y explotados– detrás de la igualdad formal de individuos que se presentan al mercado como propietarios de mercancías. El derecho burgués nunca puede buscar el “igualitarismo” que le propone Gargarella, su función primaria es justamente sancionar la desigualdad real. Menos aún cuando hablamos de derecho penal, cuando “la jurisdicción penal no es solamente una encarnación de la forma jurídica abstracta, sino también una arma inmediata en la lucha de clases”8.

¿Un problema de enfoque o una cuestión de clase? Evgeni Pashukanis, quien fuera uno de los más destacados autores del debate que se desarrolló a este respecto durante la revolución rusa luego de la toma del poder9, señalaba que: Las teorías del derecho penal que deducen los principios de la política penal de los intereses de la sociedad en su conjunto son deformaciones conscientes o inconscientes de la realidad. La sociedad en su conjunto no existe si no en la imaginación de los juristas: no existen de hecho más que clases que tienen intereses contradictorios. Todo sistema histórico determinado de política penal lleva la marca de los intereses de la clase que lo han realizado10.

Desde este punto de vista, endilgarle a los enfoques retributivos en sí mismos –en cualquiera de sus variantes– el hecho de que “asegurando sentencias judiciales no discriminatorias contra los desfavorecidos, terminaron favoreciendo aún más esa discriminación”, es como pretender responsabilizar a la economía política clásica por el desarrollo de la explotación capitalista. El retributivismo, en su desarrollo bajo el sistema capitalista, no por casualidad es el criterio “objetivo” por excelencia, se trata de la traducción al derecho penal de los presupuestos básicos del derecho burgués en general: hacer abstracción de la división de la sociedad en clases postulando una igualdad formal para san» cionar la desigualdad real.


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POLÍTICA

Que las corrientes del tipo del “bienestarismo” penal tampoco puedan escapar del destino de fomentar la discriminación y la desigualdad tampoco es un problema de enfoque. El sistema penal no es una abstracción por fuera del capitalismo, el ofensor a lo sumo puede aspirar a retornar al punto de partida, a recobrar su “libertad” de enfrentarse como sujeto egoísta aislado a la sociedad capitalista tal cual es. Por otro lado, que todo aumento de la discrecionalidad judicial –más allá de las pretendidas intenciones– redunde en discriminación de clase, no es más que el resultado inexorable del carácter burgués del Estado. Por último, el llamado “populismo penal”, lejos de ser un problema de “politización” del sistema penal en general como tiende a plantear Gargarella, se trata de una politización bien precisa donde la burguesía busca contrarrestar las falencias de su hegemonía con la exacerbación del rasgo distintivo del sistema penal en tanto “arma inmediata en la lucha de clases”.

“Inclusión legal”o lucha de clases irreconciliables Frente a los enfoques dominantes, Gargarella propone adoptar uno alternativo que parta de una concepción deliberativa de democracia (Habermas). A partir de los principios de “inclusividad” y de “deliberación”, propone superar aquella “eterna pendulación” entre una concepción elitista donde el derecho es cosa de expertos, y la demagogia punitiva. Pero así como no es posible establecer principios de una política penal a partir de unos intereses de la sociedad en su conjunto que no existen en la realidad, la misma dificultad insalvable enfrenta la postulación de principios de “inclusividad” y “deliberación” por fuera del carácter de clase del Estado y de los intereses que está llamado a defender a través del derecho penal. Cuando la clase trabajadora junto con los campesinos tomó el poder en la Revolución Rusa, encaró en forma verdaderamente radical aquellos problemas. No casualmente su punto de partida, plasmado en los “Principios rectores del derecho penal” de 1919 fue señalar al delito como hecho condicionado por, y producto de, la división de la sociedad en clases. Se concebía al derecho penal como un recurso provisional adoptado por la sociedad en la transición hasta que puedan superarse las divisiones de clase11. La revolución, a partir de 1917 mismo, le dio un contenido preciso a la inclusividad y a la deliberación en el terreno del sistema judicial, en primer lugar, barriendo con toda la casta privilegiada de jueces y estableciendo en su lugar tribunales populares. Los jueces pasaron a ser

“ Este “fetichismo jurídico” que nace de las entrañas de las relaciones sociales de producción capitalista es la base para ocultar la desigualdad real.

electos y revocables. Cualquiera podía ser juez con las únicas condiciones de no emplear a otra persona con fines de lucro y contar con alguna experiencia en el trabajo político, en los sindicatos, comités de fábrica, etc., o tener alguna preparación teórica o práctica para ejercer la función. Por otro lado, la profesión de abogado dejó de tener el monopolio de la representación legal, cualquiera podía ser fiscal o defensor. Se estableció la figura de los “asesores populares”, los cuales eran elegidos en representación de los diferentes sectores de la comunidad. Su función era frenar cualquier arbitrariedad y para ello tenían la potestad de remover al presidente del tribunal. A su vez, se fundó la institución del “control judicial supremo” integrada por delegados de los tribunales locales, electos por no más de un año, que podía orientar las decisiones de los tribunales así como proponer enmiendas a la legislación12. La desconfianza hacia el antiguo sistema de jueces profesionales, se reflejó también en la apelación a la “conciencia socialista de la justicia” de los tribunales populares. Esta audaz apelación a la espontaneidad de las masas, lejos de tener por consecuencia la “mano dura” que podría sugerir el prisma del “populismo penal” bajo la dominación burguesa, tuvo resultados alentadores que quedaron plasmados en las estadísticas de la época13. Fue necesaria la dura experiencia de la guerra civil, el aislamiento internacional, y la derrota de la Oposición para que este camino se comenzara a desandar de la mano de la burocracia stalinista.

La ilusión del “universalismo” La “eterna pendulación entre el elitismo y el populismo” señalada por Gargarella no es más que un emergente necesario de la dominación de una minoría, la burguesía, por sobre las grandes mayorías de los trabajadores y el pueblo. No puede

ser superada sin subvertir este orden de cosas a través del único medio posible: la lucha de clases. La ausencia de este punto de partida consideramos que es el gran límite de toda la crítica que desarrolla Gargarella a los enfoques oficiales. Se expresa también en la crítica que nos hace a quienes planteamos pena de cárcel para Pedraza y para todos los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra, y para los perpetradores del genocidio de la dictadura. Gargarella aborda la cuestión como un problema de “justicia universal” en abstracto o, en su defecto, de “venganza”, pero para nosotros se trata de combates (defensivos) que son parte de una lucha más amplia por derrotar a la burguesía y sus agentes, y por la conquista del poder de los trabajadores. No hay una justificación de la pena basada en los “intereses universales de la sociedad en su conjunto” porque el derecho mismo surge de la inexistencia de aquella “universidad” y de la división de la sociedad en clases con intereses irreconciliables. Este es, de fondo, el único punto de partida que permite desenmascarar en forma radical las falsas dicotomías entre los diferentes discursos legitimadores del poder punitivo del Estado burgués.

1. Roberto Gargarella, “Sí a la reforma (garantista) del Código Penal”, en seminariogargarella.blogspot. com.ar. 2.  Roberto Gargarella, “Justicia Penal y jJusticia Social”, 2008, disponible en seminariogargarella.blogspot.com.ar. 3. Ídem. 4. Ídem. 5. Roberto Gargarella, “Justicia penal-injusticia social. Respuesta a Anitua-Gaitán” en revista Derecho y Barbarie, Bs. As., agosto 2008. 6.  Roberto Garagarella, “El derecho a la resistencia en situaciones de carencia extrema”, 2007, disponible en seminariogargarella.blogspot.com.ar. 7. Ídem. 8. Evgeni Pashukanis, Teoría general del derecho y marxismo, Barcelona, Editorial Labor, 1976. 9.  El propio Hans Kelsen, para atacar al marxismo, elaboró uno de los primeros compendios de estos debates en La teoría comunista del derecho y La teoría política del bolchevismo. Entre los trabajos más recientes se pude leer Michael Head, Evgeny Pashukanis: a critical reappraisal (2008), o Márcio Bilharino Naves, Marxismo e direito (2000). 10.  Evgeni Pashukanis, ob. cit. 11. Cfr. E. H. Carr, El socialismo en un solo país (1924-1926), Madrid, Alianza, 1985. 12. Cfr. Michael Head, Evgeny Pashukanis: a critical reappraisal, Routledge-Cavendish, Oxford, 2008. 13. Ídem.


Historia y actualidad de la desposesión y la resistencia

los pueblos originarios FRENTE a la barbarie capitalista

Azul Picón Socióloga. Laura “Xiwe” Santillán Mapuce, profesora de filosofía.

Más de 45 pueblos indígenas habitaban en el territorio que hoy es la República Argentina, antes del brutal genocidio comenzado en el continente hace 522 años. Hoy, según una encuesta del INDEC1, 600.329 personas se reconocen como parte de estos pueblos o descendientes. De este total 113.680 son mapuce, 70.505 son kollas y 69.452 son qom. Sin embargo, diversos estudios y las mismas comunidades cuestionan estos resultados ya que, entre otras cosas, subestiman a la población indígena que migra a las ciudades. La comunidad mapuce estima que su población es de 500.000 personas, e incluso estudios indican que más del 60 % de la población actual del país es descendiente de algún pueblo indígena2. Sin embargo, no son las estadísticas sino su actividad y resistencia lo que los hace ganar visibilidad. Qom, wichi, mapuce, kollas, como tantos otros, se ganaron la visibilidad con muertos, heridos y procesados por la represión a sus reclamos, a la resistencia ante el avance de la agroindustria, las petroleras y a los reclamos por tierra y territorio. Es decir, en la lucha

contra el extractivismo, del cual el kirchnerismo se muestra como abanderado. Como sostiene Javo Ferreira3, el “problema indio” tiene raíces económicas y sociales, pero no solo ligadas a la tierra, como decía Mariátegui, sino que hoy se articulan con los problemas de una sociedad más intensivamente capitalista y predominantemente urbana, donde se produce una mayor imbricación de los problemas nacionales y culturales con los de clase al interior de los pueblos indígenas, ya que muchos originarios son parte del proletariado agrícola y urbano.

La conquista y su legado Con la llegada de los europeos a América en 1492 empezaba el genocidio y el despojo más grande y la más tenaz resistencia de los pueblos originarios del continente. El “nuevo mundo” abrió nuevos mercados y riquezas para una burguesía en ascenso que dio nacimiento a un capitalismo manchado de “sangre y lodo”. Las guerras por la independencia de la Corona Española no significaron la liberación de »

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las naciones originarias. La consolidación de los estados nacionales trajo consigo la oficialización de una identidad nacional única. Con grados desiguales, en América Latina, el plan homogeneizador a través de las instituciones estatales logró una relativa incorporación de la población indígena a la identidad nacional, invisibilizando identidades territoriales e idiosincrasias ancestrales. En Argentina la cuestión indígena es resultado de un complejo proceso histórico. La “Campaña del Desierto” a cargo de Roca, consumada en 1879, y la incursión militar en el gran Chaco, a cargo del Gral. Victorica en 1884, provocaron un nuevo genocidio con millares de muertos y culturas devastadas. Los móviles eran diferentes: en el sur, el objetivo era avanzar sobre la frontera diezmando y desterritorializando a los mapuce que mantenía aún una organización libre e independiente. En el Chaco, el objetivo era la proletarización forzada de la población indígena para los ingenios y cosecha de algodón. Pero no terminó ahí. Desde recién arrancado el siglo XX tanto gobiernos radicales como peronistas han sido responsables directos de grandes matanzas que respondían a los intereses de la clase dominante. Una de estas masacres fue la de Napalpí en 1924, durante el gobierno de Alvear, donde fusilaron a más de 200 qom y moqoit que se negaban a cosechar algodón, en un régimen de explotación que rozaba la esclavitud. Los mataron a fuego de ametralladoras, acuchillados y colgados, y sus cuerpos fueron exhibidos como trofeos de guerra. En octubre de 1947, durante el primer gobierno de Perón, entre 500 y 1000 pilagá fueron fusilados por la Gendarmería Nacional en la silenciada masacre de Rincón Bomba. Se temía una rebelión luego de que centenares de pilagás marcharan desde Formosa hasta el ingenio azucarero “El Tabacal” de Patrón Costas en Salta, y volvieran estafados, enfermos y hambrientos. Los pocos sobrevivientes fueron perseguidos y fusilados. Estas matanzas no fueron aisladas, por el contrario se trataba de prácticas recurrentes del poder político y los terratenientes para forzar a los indígenas a dejar su forma ancestral de vida, privándolos de sus condiciones materiales de existencias para introducirlos al sistema de producción capitalista, obligándolos a vender su fuerza de trabajo para subsistir, a la vez que se apropiaban de sus territorios, y muchas veces obligándolos a migrar a las grandes urbes. “¡Por fin los coyas tendrán tierra!” indicaba la revista Ahora, en referencia al Malón de la Paz. Era agosto de 1946 y Perón recién asumía. Las comunidades de Jujuy y Salta vieron

una oportunidad inédita para sus reclamos y 174 kollas que resistían condiciones extremas de explotación y peleaban por la recuperación de sus tierras emprendieron una larga marcha hacia Buenos Aires. Luego de 81 días de caminata, recorriendo 2.000 km, fueron recibidos por Perón. Solo querían el título de propiedad de sus tierras, pero sus intereses, ayer como hoy, se contraponían con los de la burguesía que no estaba dispuesta a ceder sus beneficios. Durante un mes estuvieron alojados en el Hotel de los Inmigrantes, hasta que tropas de la Marina de Guerra golpearon y expulsaron a todo el contingente, que terminó secuestrado y subido por la fuerza a trenes que los llevaron de vuelta a sus comunidades sin ninguna solución a sus demandas. A pesar de los amplios reconocimientos jurídicos, a más de dos siglos de desarrollo, el Estado Nacional ha reforzado y profundizado viejos mecanismos de dominación hacia los pueblos originarios, que van desde el uso de la fuerza represiva estatal (y paraestatal) a sutiles formas de imposición de la ideología dominante en contraposición con las cosmovisiones originarias. ¿Cuál es la situación de los pueblos originarios bajo el kirchnerismo? ¿Qué “modelo” promueve el gobierno nacional para las demandas históricas de la población indígena?

La década kirchnerista Para los festejos del bicentenario, numerosas organizaciones indígenas flameando sus wiphalas llegaron a Plaza de Mayo en una larga marcha en la que confluían tres columnas que venían de distintos puntos del país. Fueron recibidos por la presidenta, hubo promesas y muchas fotos, pero ninguna respuesta a la principal demanda de los pueblos indígenas: el territorio. En esa reunión la presidenta advirtió que priorizaría la actividad petrolera sobre las comunidades, y pidió ser inteligentes para aceptar los avances de la modernidad, confirmando así que el modelo extractivo tiene prioridad sobre el territorio indígena. Nuevamente la utilización política de una marcha indígena y el regreso a sus territorios con las manos vacías. Cualquier parecido con el Malón de la Paz es pura coincidencia. Las políticas del gobierno en estos 10 años con las que hacen bandera hacia los pueblos originarios poco se ejecutan y no terminan de resolver –ni intentan hacerlo– el problema estructural. La Ley 26.160 de emergencia en materia de posesión y propiedad de la tierra, aprobada en 2006, ordena frenar procesos judiciales de desalojos de comunidades indígenas y realizar en 3 años un relevamiento de todos los territorios indígenas. Hasta septiembre del 2013 solo se había relevado el 12.5% de las comunidades

y con muchas irregularidades. El relevamiento solo se terminó en las provincias con menor peso indígena. En las provincias con mayor composición indígena y donde se desarrollan la mayor cantidad de conflictos territoriales, el relevamiento se hizo a medias o ni siquiera se empezó. El bajo nivel de cumplimiento no se aplica solamente al relevamiento, sino a que los desalojos no han sido suspendidos4. El proyecto de reforma del código civil, impulsado por el Poder Ejecutivo, contradice la legislación nacional e internacional en materia de derechos indígenas que obliga a los Estados a consultar a los pueblos originarios toda decisión que les concierna directamente. En caso de aprobarse se reemplazaría el derecho comunitario al territorio por la concepción individual de propiedad inmueble, contra el derecho ancestral. Incorpora a las comunidades como persona jurídica de derecho privado o asociaciones civiles, es decir que quienes conquistaron ser reconocidos como sujetos colectivos de derecho público, pasan a ser considerados como “entes privados”. La posible aprobación de esta reforma es un claro retroceso en relación a la legislación indígena. El clientelismo y la cooptación de dirigentes indígenas con prebendas por parte de los gobiernos, también son moneda corriente. Su rol consiste en minar la resistencia al modelo y desprestigiar las legítimas luchas que se llevan a cabo5. Detrás de las políticas de maquillaje, clientelismo, cooptación, pobreza, hambre, racismo, muertes evitables, falta de agua y represión es la realidad en la que viven los pueblos originarios.

El modelo extractivista El avance del extractivismo en todas sus formas (monocultivo de soja, forestales, megaminería a cielo abierto, petroleras) durante la última década, demostró ser la base del modelo Kirchnerista. La soja pasó de ocupar 12 a 20 millones de hectáreas provocando un corrimiento de la frontera agropecuaria, al que se suma el uso de agrotóxicos. La concentración de la tierra es cada vez mayor: el 2% de las explotaciones agropecuarias utiliza el 50% de la tierra. Lo mismo sucede con el monocultivo de árboles para las madereras, que pasó de 600 mil a 1,2 millones de hectáreas en 10 años. Las consecuencias de estos monocultivos son deforestación y derrumbes6. Al igual que ocurre con la soja, en la última década se produjo un corrimiento y expansión de la frontera hidrocarburífera. La nueva técnica desarrollada para explotar yacimientos no convencionales, el fracking o fractura hidráulica, es fuertemente cuestionada por los gravísimos


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problemas de contaminación que acarrea a las comunidades cercanas a los pozos. Así perdía la vida hace poco más de un año Cristina Lincopan, Lonko7 de la comunidad Gelay Ko, lugar donde se realizó el primer pozo bajo la técnica del fracking en Argentina. Como autoridad mapuce encabezó la lucha en defensa del territorio y organizó a su comunidad para enfrentar a la petrolera Apache. Gracias a su lucha se impidió la perforación de nuevos pozos en ese territorio, pero la contaminación le causó la muerte. Riqueza para pocos, contaminación para muchos. La minería se desarrolló exponencialmente en los últimos 10 años. Según información de la Secretaría de Minería de la Nación en su informe “Minería en números” en 2002 había 18 proyectos mineros, en 2003 ya había 40, y en 2012 llegaron a 614, un aumento de 3.400 % en 10 años. Al igual que el fracking, la minería a cielo abierto utiliza grandes cantidades de agua, químicos y sustancias tóxicas que contaminan pueblos enteros. Las comunidades afectadas están organizadas en más de 50 asambleas que enfrentaron firmemente a las multinacionales obteniendo de parte del Estado solo represión. La comunidad mapuce Huisca Antieco fue una de las primeras en denunciar la avanzada minera en 2001. La minera Meridian Gold ingresó a territorio comunitario sin respetar el derecho al consentimiento previo, libre e informado que consta en la legislación internacional8. La comunidad exigió que se respeten sus derechos, pero la empresa y el gobierno desoyeron los reclamos. Hoy, como ayer, los ataques a originarios y campesinos responden a las necesidades del sistema capitalista.

Los costos de garantizar el modelo No se puede garantizar el modelo extractivo más que vulnerando los derechos humanos de las comunidades indígenas y campesinas, fumigando sus territorios, contaminando su agua, su suelo y su atmósfera, judicializándolos, persiguiendo y reprimiendo sus protestas. No solo a manos de fuerzas de seguridad nacionales o provinciales, sino también tercerizando la represión a manos de patotas, guardias blancas y sicarios contratados por los terratenientes y latifundistas. Las comunidades siguen resistiendo el despojo de sus territorios y los avances del imperialismo. Según el informe de James Anaya, relator de los pueblos indígenas para las Naciones Unidas9, hay 142 conflictos en Neuquén, Río Negro, Formosa, Jujuy y Salta vinculados a la explotación minera, petrolera, al problema de tierras, latifundistas, impacto ambiental y la persecución. Félix Díaz y 24 qom de La Primavera fueron procesados por instigación al delito y atentado

a la autoridad, en el NOA hay 150 activistas socioambientales judicializados; el pueblo mapuce en Neuquén es el sector de la sociedad que más sufre la judicialización: 42 causas penales criminalizan a 241 mapuce; 500 campesinos del MoCaSE-VC enfrentan causas por resistir desalojos. La ley antiterrorista, que otorga impunidad para reprimir la protesta social, fue utilizada en Catamarca contra los ambientalistas que protestaban contra las mineras y en Neuquén contra comunidades que protestaban contra Chevron. Según un informe de ODHPI en el sur del país la persecución a los indígenas está reducida a una cuestión penal, mientras en el norte del país, la situación de los pueblos originarios está más ligada a la muerte violenta, desde asesinatos directos de fuerzas de seguridad y terratenientes hasta muertes dudosas (ver recuadro). Causas, judicialización y muerte solo para los luchadores, impunidad para quienes reprimen y matan. En los últimos 5 años, más de 20 asesinatos a miembros de comunidades indígenas o campesinas se sucedieron a manos de fuerzas policiales –en represiones o no-, guardias blancas, sicarios o dudosos “accidentes” de tránsito. Todos ellas luchaban por poner freno a la extracción intensiva de recursos naturales y/o por recuperar sus territorios. Quizás la más resonante sea la muerte de Roberto López, de la comunidad La Primavera, asesinado durante la represión de noviembre de 2010 en Formosa, pero decenas de estas muertes son silenciadas a diario. En lo que va de 2014 ya hubo 9 represiones en Neuquén, Chaco, Jujuy, Salta, Tucumán y Mendoza, sobre poblaciones rurales e indígenas que reclamaban tierra, viviendas y agua, y en Córdoba sobre organizaciones que reclamaban contra el extractivismo. Todas ellas dejaron un importante número de heridos y detenidos. Causas, judicialización y muerte solo para los luchadores, impunidad para quienes reprimen y matan. Por su parte, el racismo y la opresión nacional juegan un rol destacado en la vida de las comunidades, la vida de muchos originarios se va a manos de criollos o bandas parapoliciales que tienen vía libre y total impunidad para actuar. Los casos de Alberto Galván, un joven qom asesinado por criollos cuyo cuerpo fue mutilado y tirado al río para que lo devoren las palometas, o de Imer Flores, un niño de 12 años asesinado a golpes por criollos, solo por el hecho de ser qom, ilustran una triste realidad. Las muertes en hospitales por falta de atención médica, falta de insumos, o enfermedades evitables, así como la falta intencional de redes de agua en las comunidades, también son moneda corriente, demostrando abandono, desprecio y discriminación.

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El silencio de los medios y el manto de impunidad encubren el racismo sistemático contra las comunidades indígenas que mantiene una poderosa vigencia.

Tender lazos En Neuquén el pueblo mapuce junto a los obreros de Zanon y la izquierda han llevado a cabo importantes procesos de lucha: en 2002 la Confederación Mapuche fue un factor fundamental en la puesta en producción de la fábrica bajo gestión obrera; en un acuerdo consulto y libre, brindaron la arcilla que antes les robaba el patrón de su territorio. Enfrentaron codo a codo la represión, en el 2006 en la movilización ante la reforma de la constitución neuquina y en el 2013 durante más de 6 horas cuando se aprobaba el acuerdo YPF-Chevron. Las comunidades originarias, los trabajadores y el pueblo pobre enfrentamos los mismos enemigos: grandes terratenientes, empresarios, poder político y oposición patronal, que son los garantes de este sistema de explotación y muerte. Zanon es un ejemplo de pequeña magnitud pero de gran sentido estratégico de cómo los trabajadores podemos poner en pie una sólida alianza entre todos los sectores oprimidos, que será la única que ponga fin al avance capitalista.

1. INDEC. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005. Complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001. 2. Según un estudio del CONICET de 2009, el 63,1 % de la población argentina tiene descendencia amerindia. 3. Javo Ferreira, Comunidad, indigenismo y marxismo. Un debate sobre la cuestión agraria y nacionalindígena en los Andes. La Paz, Ediciones Palabra Obrera, 2010. 4. “Tres años más para relevar los territorios indígenas”, Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Originarios (ODHPI), 2013. 5. Ejemplifica el caso de Roberto Ñancucheo, que fue invitado al programa oficialista 678 del 25/06/13, presentado como líder mapuce y ocultando que es funcionario de la Secretaría de Ambiente de la Nación, para desprestigiar la lucha que estaba llevando a cabo Félix Díaz y la comunidad La Primavera. La Confederación Mapuce aclaró públicamente que no es autoridad mapuce lamentando que cumpla ese triste papel defendiendo al gobierno ante la violencia física y cultural contra los pueblos originarios. 6. Darío Aranda, “La década extractiva”, Comunicación ambiental, 2013. 7. Autoridad mapuce. 8. Convenio 169 de la OIT, ratificado por Argentina. 9. Informe Definitivo del Relator Especial de los Pueblos Indígenas de la ONU, James Anaya, sobre la situación de los pueblos indígenas en Argentina, 2012.


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Neuquén: comunidades asediadas para abrir paso a las petroleras Entrevistamos a Relmu Ñancu y a Martín Maliqueo del Lof (comunidad) Winkul Newen, werken (voceros) de la Confederación Mapuche. Ambos están judicializados por intentar impedir que la petrolera Apache ingrese a su territorio.

IdZ: En agosto del año pasado se firmó el acuerdo entre el gobierno y Chevron. ¿Cuál es el reclamo de las comunidades mapuce? RÑ: El reclamo del pueblo mapuce es denunciar en primer lugar que a Chevron no le alcanzó con ser juzgada por los tribunales de Ecuador y vino a Argentina. El Estado le abrió sus puertas y hoy pretende instalarse en territorio mapuce obviando toda la legislación vigente, como el derecho a la consulta previa, libre e informada, que es la posibilidad de estar debidamente informados sobre un proyecto que pretende instalarse en territorio mapuce. La consulta incluso debe obligar al Estado a consultar a los pueblos antes de hacer una nueva concesión del área. Todo esto está escrito, no es un capricho de los pueblos indígenas. Lo que ocurre es que los intereses son tan grandes, económicos y políticos, que si es necesario sacrificar la existencia de los pueblos, los Estados están dispuestos a abrir y garantizar la entrada a las empresas y darle la espalda a los pueblos indígenas. IdZ: ¿Cómo sigue la lucha contra el fracking? RÑ: La lucha sigue y cada vez será más intensa, porque el fracking está pensado para todo el territorio neuquino y patagónico, por lo tanto hoy estamos recién comenzando un nuevo proceso o dándole continuidad. Es por esto que en cada

territorio debemos defender y garantizar como personas comprometidas con el territorio que no se contamine. Es un crimen realmente la contaminación que genera. Desde la visión mapuce no solo contamina el medio ambiente sino también genera un impacto cultural, que no puede ser revertido, poniendo en peligro la misma existencia del pueblo mapuce, porque al desaparecer su cultura y territorio el pueblo también desaparece, es una condena a la muerte a plazo fijo.

manera posible, porque el gobierno logró sacar a su favor un convenio marco acorde a sus intereses, sin brindarle toda la real información a las comunidades y logró dejar afuera la participación de su institución madre que es la Confederación Mapuce, como lo establece el convenio 169 de la OIT. Lo único que pretende el gobierno es dejarle una carpeta con información a medias a las comunidades para que tramiten por sus propios medios la titularidad del territorio.

IdZ: ¿Cómo es la persecución judicial en Neuquén? MM: La persecución judicial en Neuquén es paz para el gobierno de Jorge Sapag. El tema del pueblo mapuce nunca estuvo en la agenda del gobierno provincial, esto para nosotros no es un tema nuevo, solo que hoy vemos con preocupación mayor esta persecución sistemática que lleva adelante este gobernador porque ha demostrado ser el principal gerente de las multinacionales que operan en Neuquén y trata de callar las voces en favor de la vida, inventándole causas al que piensa y actúa diferente a su modelo.

IdZ: ¿Cuál es la perspectiva de las organizaciones de pueblos originarios? MM: La perspectiva hacia adelante está siempre, hoy más que nunca, porque vemos que la constante arremetida del gobierno hacia los pueblos indígenas es cada vez más fuerte y más violenta, más criminalización de los que luchan, más leyes y decretos inconsultos a nuestros pueblos, más persecución, por eso es necesario empezar a unificar criterios de lucha entre los pueblos y entre los propios hermanos mapuce. Los derechos que hay en la legislación argentina nunca fueron gratis, los legisladores nunca legislaron para nosotros, cada reconocimiento implicó una represión y eso ha sido una denuncia internacional.

IdZ: ¿Se realizó el relevamiento territorial en Neuquén? MM: El relevamiento territorial ha empezado hace unos meses atrás y de la peor

Entrevistó: Laura “Xiwe” Santillán.

La cuestión nacional Azul Picón “(…) la cuestión nacional no existe para beneficio de los comunistas, sino que los comunistas existen para resolver el problema nacional como parte constituyente de la cuestión más general de la organización de la vida del hombre sobre la tierra”. León Trotsky, “Sobre la cuestión nacional”, Pravda, 1 de mayo de 1923.

La cuestión nacional es el complejo entramado de relaciones de poder que se produce entre una nación oprimida y su nación opresora. El capitalismo, lejos de liberar a los pueblos oprimidos

por el feudalismo, refuncionalizó la opresión a naciones, pueblos y minorías nacionales en el seno del Estado al servicio de la clase dominante. En América Latina, la penetración del capital, con el consiguiente bagaje simbólico y cultural, produjo profundos ataques a las formas de organización política, social y económica en las comunidades indígenas, así como en su cosmovisión originaria. La emergencia de los Estados nacionales y la consolidación del capitalismo profundizaron aún más la opresión sobre las comunidades. La cuestión nacional no tiene la misma magnitud en los diferentes países de Latinoamérica. En

Bolivia, Perú y Ecuador, entre otros, la cuestión de las nacionalidades oprimidas tiene más peso en la estructura social, la lucha de clases y es parte constitutiva del Estado mismo. En Argentina, debido a los genocidios y la homogeneización cultural, la cantidad de población indígena es comparativamente menor en relación a los mencionados países. Sin embargo su magnitud es importante en varias provincias como Neuquén, Chaco, Formosa, Jujuy y Salta entre otras. Las luchas por tierra y territorio y la consecuente represión desatada confirman la vigencia que la cuestión nacional tiene en estas provincias.


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Una tradición revolucionaria La cuestión nacional fue un tema que se ha desarrollado extensamente dentro del marxismo. Los revolucionarios rusos continuaron el legado de Marx y Engels, quienes habían sentado posición sobre naciones oprimidas, como Irlanda por Inglaterra. En Rusia la cuestión de las nacionalidades oprimidas tenía una gran importancia, ya que el Imperio zarista oprimía centenares de pueblos que constituían más de la mitad de la población. Lenin en diversos escritos fue desarrollando los principios y bases del programa para una respuesta revolucionaria a la situación –que generó extensos debates dentro de la Internacional Comunista– reconociendo el derecho a la autodeterminación de las naciones. La revolución en Rusia no habría triunfado de no haber interpretado con sensibilidad los problemas y aspiraciones de las nacionalidades oprimidas por el zarismo. Con el triunfo de la revolución se garantizaron las condiciones materiales para el libre desarrollo social y cultural. Trotsky compartirá estas posiciones y retomará esta concepción política llevando a cabo una lucha incansable contra el estalinismo, el cual había consolidado una política nacionalista que fulminó la solidaridad entre los diferentes pueblos que componían la URSS. También la aplicó a ámbitos nuevos como las mayorías negras en Sudáfrica o las minorías negras en Estados Unidos.

En América Latina En América Latina, la cuestión nacional se expresa como opresión de los pueblos originarios,

que tiene su origen en la conquista y que los Estados Nacionales mantuvieron, aunque cambiando sus formas de esa opresión. Mariátegui fue uno de los primeros marxistas del continente que comenzó a dar respuesta al problema, ligando claramente la cuestión de la liberación de los indígenas al problema de la tierra y el socialismo, contra las tesis nacionalistas-populistas y el indigenismo “cultural”. Sin embargo su concepción tendía a reducir la problemática a la cuestión de la reforma agraria, sin contemplar que el crecimiento capitalista fue de la mano de la urbanización, lo que no suprimió sino que amplió el alcance de la cuestión indígena: millones de aymaras, quechuas, mayas, etc. dejaron de ser campesinos y son ahora maestros, obreros e incluso burgueses, que siguen siendo discriminados racial y culturalmente. Las corrientes indigenistas pueden formular denuncias a veces muy agudas y levantar banderas progresivas contra la opresión indígena, pero no tienen un programa para ir hasta el final en su resolución y terminan como aditamento de los gobiernos progresistas y nacionalistas. En el caso de Bolivia, el Estado Plurinacional, con Evo Morales al frente, no ha resuelto plenamente las demandas históricas de los pueblos originarios. El reconocimiento de los pueblos indígenas como tales en el nuevo régimen implicó una conquista democrática muy importante y de gran peso simbólico. Pero la nueva Constitución preservó el latifundio, primando la estrategia económica desarrollista y extractivista sobre los derechos al territorio de las comunidades indígenas. Las bases materiales de las que se nutre la opresión

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siguen intactas: el latifundio, la propiedad privada de los medios de producción, la subordinación al capital extranjero. Acabar con la opresión no significa solo la inclusión y el reconocimiento cultural, sino liquidar las fuentes de opresión materiales. Si bien el derecho a la autodeterminación contempla el derecho a formar un Estado separado, en América Latina los pueblos indígenas no plantean un Estado separado sino autonomías relativas1, terminar con la opresión, discriminación y represión, y lograr plenos derechos. La consigna más importante que levantan los movimientos indígenas es la de “tierra y territorio”, que plantea el problema de la reforma agraria y el respeto a sus formas políticas, económicas y culturales. La liquidación de la opresión de una nación sobre otra es una tarea democrática que no tiene resolución posible en el marco de los Estados burgueses semicoloniales ligados al capital extranjero, por lo tanto se presenta como una tarea que solo puede ser íntegra y efectivamente resuelta por el proletariado en alianza con los indígenas y todos los sectores oprimidos, en las condiciones que ellos mismos determinen, levantando y llevando hasta el final el conjunto de sus demandas, incluyendo el derecho a la autodeterminación, a la autonomía política, y sentando las bases para el más amplio florecimiento cultural. Colaboraron: Ivana Otero y Eduardo Molina. 1. Ciertos grados de autogobierno, gestión territorial, cultural, social y económica.

Entrevista a Félix Díaz

“Nos van matando lentamente para que dejemos de reclamar” IdZ: En noviembre pasado se cumplieron 3 años de la represión en la ruta 86, donde mataron a Roberto López. Sumados los meses que estuvieron cortando la ruta antes, son 4 años de lucha. ¿Cuál es tu balance? Y para nosotros es una lucha que parece que avanza y después retrocede, porque estábamos tan confiados en que esto se iba a resolver con la aplicación de la Ley de Emergencia Territorial, pero esa ley no sirve para nada, sirve para ocultar la realidad del pueblo indígena. La provincia nos quitó una parte de las tierras, que es donde yo vivo, y nos compensó con un triángulo, que no lo podemos recibir como propiedad porque el Parque Nacional es el propietario de este terreno. Los gobiernos nacional y provincial me dejaron afuera y usan el mismo relevamiento para

legitimar la causa por usurpación. (…) Es una lucha que venimos arrastrando y nos bloquean todos los accesos a los recursos del Estado como programas sociales, agua, salud, educación, nos bloquean todo y encima nos quitan los recursos que nosotros teníamos para poder subsistir. Nos van matando lentamente para que dejemos de reclamar, salgamos del territorio y migremos a la ciudad. IdZ: ¿Y tienen causas? Sí, yo tengo 7 causas penales abiertas, somos 4 los que tenemos causas, antes éramos 24, pero fueron liberando. Los abogados que trabajan con esta causa pidieron que me liberen, pero el gobierno nacional y provincial dijeron que primero hay que relevar y probar que realmente

Félix está viviendo dentro del territorio indígena. Y ahora probaron que yo estoy fuera del título que para ellos es el legal. Entonces ahí tienen la facultad de la justicia, tienen su propio argumento, es una estrategia bien estudiada junto con el INAI y el gobierno de Formosa, pero la mayoría de la comunidad no está de acuerdo. Si el gobierno de la provincia y el gobierno nacional no resuelven este tema, veremos qué acción tomar. (…) Dicen que estoy violando todas las leyes, que no respeto a la policía, no respeto la propiedad privada, que corto la ruta cuando yo quiero, que manipulo a la gente, es como una estrategia jurídica que sustenta el proyecto de la presidenta de la ley antiterrorista. Las causas penales que todos tenemos son por los reclamos territoriales, porque para nosotros el territorio »


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no es un espacio para comercializar o para negociar, es para poder mantener los recursos naturales y también es protegerlos para que no se terminen. Y el Estado mira de otra manera: hay que sembrar soja, hay que desmontar, hay que contaminar. Y eso no queremos que pase en el lugar donde estamos. IdZ: Después de la represión en el corte de ruta de 2010 acamparon 5 meses en la Av. 9 de Julio. ¿Cuáles de las promesas que les hicieron se cumplieron y cuáles no? Empezamos en el año 2010 con la idea de que el Estado se haga cargo de este conflicto territorial, porque era el momento oportuno para que se prorrogue la ley de emergencia. Y el INAI fue, pero quería negociar que nos retiremos de la ruta para hacer el relevamiento. Y mientras la universidad seguía avanzando la obra para levantar un edificio universitario, ya se habían desmontado unas 600 hectáreas de monte y nosotros tuvimos que reaccionar y cortar la ruta y no permitir el ingreso de ninguna máquina. El Juzgado Federal N° 1 dictó una sentencia de que en el pedido de devolución de tierras a la comunidad qom tenía que ser la corte la que defina. Se presentó el pedido pero no se cumplió el relevamiento, no se hizo la capacitación del método a usar y estuvimos constantemente peleando con las autoridades, hasta que llegó un momento que nosotros estábamos tan cansados que no se respetó la participación del pueblo indígena que nos retiramos. A partir de ahí decidimos cortar la ruta, hemos sido reprimidos el día 23 de noviembre, donde murieron 2 personas: el hermano Roberto López y un oficial de policía, Ever Falcón. Un hermano que fue víctima de esta represión, Samuel Garcete, que hoy está en silla de ruedas, una hermana que le rompieron la pierna a través de un balazo, una hermana que se quebró el brazo con un cachiporrazo de un policía y hay un hermano que está grave por

los golpes en la cabeza que recibió. Entonces están ahí las víctimas, y los policías, ninguno ha sido detenido, ni investigado, ni sancionado o separado del cargo, y esa injusticia que padecemos es una injusticia que marca el método del gobierno de decir que el que se opone va a recibir todos los golpes. Después de ahí vinimos para acá y armamos una mesa de diálogo con los organismos de derechos humanos a nivel nacional para garantizar el proceso de búsqueda de diálogo con el Estado, pero ninguno de los compromisos se cumplieron. El único que hemos logrado fue la elección de las autoridades, de la cual fui electo en ese año 2011. IdZ: ¿Cómo fue la elección de autoridades? Se hizo la elección el 25 de junio de 2011, el gobierno puso los recursos, regaló camionetas al presidente de la asociación, al delegado, repartieron colchones, plata, mercadería, para que no me apoyaran. Y mis hermanos recibieron todo. Y cuando cerró el escrutinio sacamos 690 votos y el otro sacó 300 con los recursos que derrocharon. Yo no le pedí a nadie para que me voten y no voy a hablar de promesas, porque la disputa es territorial y la gente entendió. Desde ahí por lo menos bajaron el nivel de violencia y persecución de la policía hacia nosotros. Y empezamos a sacar a la empresa sojera Nidera y los ganaderos que estaban adentro de nuestras tierras, y fuimos depurando el territorio sin tener todavía la resolución. Y ahí se generó más bronca con nosotros, porque ahí dijeron que los indios no le quieren al blanco, que quieren vivir con sus costumbres de salvajes, no quieren escuelas, no quieren agua, quieren vivir su vida antigua. Por eso dijeron “cerramos el CIC, que no haya medicamentos, que no haya agua, que vivan como ellos quieren”. Y duró como 2 años ese abandono. Murieron varios hermanos de diferentes violencias: supuestos accidentes, muertes dudosas, muerte por enfermedad evitable, y en todo este tiempo

murieron 30 hermanos. Entonces yo nunca pienso ceder o negociar esta lucha, porque no se trata de una función pública o un cargo. Lo que yo quiero es recuperar las tierras. Sería bueno que nos uniéramos con los hermanos mapuches, kollas, que los indígenas se unan para parar frente a este sistema. Yo creo que están dadas las condiciones para unificar la lucha, si juntamos esa fuerza de todos los líderes se puede lograr que la justicia pueda rever los casos que los indígenas tienen encima, causas penales abiertas, con esa posibilidad de que te encierren. Es un tema muy grave lo que está pasando pero por qué no nos animamos a juntarnos y discutir la salida de esta problemática, si nos sumamos creo que más de alguno tiene una experiencia muy rica en la lucha, no tiene sentido luchar por un caso puntual sin ver la problemática generalizada, el despojo territorial, la violación de los derechos humanos, el desalojo que se está haciendo, las empresas que entran sin importarles las comunidades, y es preocupante porque no va a haber un gobierno que es el que va a hacer justicia por nosotros, yo no tengo la esperanza de que un gobierno vaya a hacer. Tengo la esperanza de que nosotros como pueblos indígenas podemos frenar esta violencia organizada. Para mí la única salida es esa, usar el derecho y defender con acciones que le molesten al gobierno y muestren disconformidad con lo que está pasando. IdZ: Circularon muchas críticas por tu entrevista con el Papa y hace unos días con Massa Sí y me parece muy bien, para qué ocultar. Lo que yo estoy haciendo es una estrategia política de instalar el tema en todos los niveles. Yo escuché una vez al Papa Juan Pablo II cuando pedía perdón a los pueblos indígenas por el genocidio que cometieron y él decía que era momento de reparar los daños. Entonces esa reparación ¿dónde está, cuándo se va a hacer? Este Papa, que yo lo conocí mediante el acampe, pensé, le voy a plantear esto a ver qué dice. Me dicen de por qué me fui con este genocida, este asesino, ¡fui para que se haga cargo! (…) El objetivo es instalar el tema. Y estos seguimientos que tenemos que hacer, entonces si los pueblos indígenas no nos ponemos de acuerdo esto va a seguir para siempre. Argentina no puede ignorar los derechos indígenas porque ha adherido al convenio 169, que no está reglamentado, está con media sanción y nosotros tenemos que exigir que se sancione. Por eso hablo con los legisladores, porque tienen competencia en el tema, no porque me gusta la cara o el partido. (…) Lo que nosotros tenemos que hacer es pararnos y decir BASTA. Y eso, decir basta, puede cambiar el color del río. El río tiene que seguir un cauce natural y el río está regado de sangre ahora. Nosotros tenemos que luchar para que no siga corriendo sangre, y no es fácil, porque la vida tiene un valor único, sagrado, no tiene precio el valor del ser humano, entonces si queremos cambiar esta historia tenemos que limpiar el rio juntos, no sé cómo, pero tenemos que hacerlo. Entrevistaron: Azul Picón y Laura “Xiwe” Santillán.


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El anarquismo en los orígenes del movimiento obrero argentino Ilustraciones: Sergio Cena

Hernán Camarero Historiador, docente de la UBA, investigador del CONICET. Autor de A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935. En una anterior nota publicada en Ideas de Izquierda advertíamos acerca de la necesidad de estudiar los programas y objetivos, las estrategias y tácticas, y las formas de organización y lucha sindical, política y electoral, que el movimiento obrero y la izquierda exhibieron en su existencia de más de un siglo en la Argentina. Asimismo, señalábamos que al encarar una incursión hacia el pasado, la del anarquismo podía ser señalada como una estación inicial de ese proceso, en tanto esta corriente ideológico-política fue una de

las primeras expresiones significativas de agrupamiento de los trabajadores en el momento de la lucha: para ellos, implicó la adopción de una conciencia de su propia conformación como sujeto social emancipatorio. Una reflexión en este sentido parece hoy muy oportuna, a propósito de la reedición realizada en Buenos Aires en 2013 de una obra muy valiosa sobre el tema. Se trata de El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, del historiador israelí Iaacov Oved, escrita durante la primera

mitad de la década de 1970 y publicada originalmente en 1978 en México. El libro, aún hoy, sigue constituyendo uno de los estudios más rigurosos y documentados acerca de “las raíces y las etapas” del despliegue del proyecto sindical anarco-comunista, es decir, sobre los inicios de la influencia y el crecimiento del anarquismo en el mundo obrero y sindical de la Argentina. Tengamos en cuenta que, hasta la aparición de este texto, la cuestión permanecía insuficientemente explorada. Por cierto, se contaba con »


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HISTORIA

todo lo que ya había publicado el gran militante e historiador libertario Diego Abad de Santillán, a lo largo de varias décadas de labor, entre los cuales sobresalían sus libros ya clásicos: El movimiento anarquista en la Argentina y La F.O.R.A. Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina. A ello se sumaban relatos autobiográficos, libros, folletos o notas periodísticas aparecidos en medios anarquistas, que sirvieron para una descripción primera, en general desde una perspectiva autocomplaciente. Desde el espacio académico, apenas se contaba con algunos estudios sobre la clase trabajadora durante el auge del modelo agroexportador, en el que se esbozaban algunas observaciones sobre la presencia anarquista en las organizaciones obreras del periodo (como los de José Panettieri, Hobart Spalding o Jorge Solomonoff). Quien sí estaba realizando una obra de envergadura fue el historiador español Gonzalo Zaragoza Rovira, que mucho tiempo después produjo una obra clave sobre los tiempos más embrionarios del movimiento ácrata: Anarquismo argentino (1876-1902). Inspirados en algunos de los resultados que aporta la valiosa investigación de Oved sobre los anarquistas y su lugar en la constitución del movimiento obrero, pero también en base a consideraciones más amplias y diversas que van más allá de los límites de esa obra, encararemos una reflexión de conjunto sobre el tema.

El anarquismo surge como una corriente de lucha de los trabajadores Comencemos señalando que las corrientes ácratas emergieron en la Argentina con la consolidación de una moderna economía capitalista agroexportadora y la conformación de un régimen burgués oligárquico, en el último cuarto del siglo XIX. Anidaron dentro de una clase trabajadora en formación, cuya variedad y heterogeneidad reprodujeron: clase aún fragmentada, inmadura, sometida a la estacionalidad y movilidad de la fuerza de trabajo, surcada por el universo de los oficios, el espíritu corporativo y la extrema dispersión étnico-lingüística. En términos ideológicos, las izquierdas presentaban una oferta bifronte: el espacio conformado en torno a los principios anarquistas –que conocieron un fuerte impulso desde la década de 1880, con el arribo al país de destacados teóricos y activistas italianos como Ettore Mattei y Enrico Malatesta–, y la menos variopinta corriente que se orientó a la organización obrera y a la fundación de un partido de clase, el Partido Socialista (PS). El contenido programático y posicional de estas izquierdas fue también dual. Un sector, el articulado sobre la base de las propuestas libertarias, expresó una cultura y una práctica de orientaciones revolucionarias. El otro actor, el PS, derivó hacia el planteo de la reforma social y la integración al sistema político desde la conformación de un partido que pretendidamente era a la vez moderno, de ideas y obrero, apto para pugnar en la lucha electoral y las lides parlamentarias. El anarquismo careció de posicionamiento frente a los cambios y dilemas que se dirimían en el campo político: la contienda entre un modelo oligárquico y otro de “democracia burguesa

ampliada”, en la que el PS sí se dispuso a intervenir, le resultó indiferente. En cambio, fue la tendencia más dinámica en el conflicto social y la asociación de los explotados en el momento de la lucha. Especialmente, luego del progresivo ocaso de las expresiones individualistas y antiorganizadoras (algunas de ellas, partidarias de la acción terrorista o “propaganda por el hecho”), que se oponían a la consolidación de formas organizativas para la acción ácrata y no diferenciaban la propaganda general de aquella dirigida a la agrupación específica de los trabajadores, al tiempo que criticaban la lucha reivindicativa –por ejemplo, la huelga– por considerarla escasamente radicalizada para enfrentar al sistema. Los periódicos El Perseguido y El Rebelde fueron los principales aglutinantes de estos sectores (y también otros más efímeros como La Anarquía, La Liberté o Cyclone). Este proceso fue luego también muy bien examinado en una obra de carácter más contextual, Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), elaborada por el historiador Ricardo Falcón. A pesar de este dominio inicial de los sectores antes mencionados, ya hacia mediados de la década de 1890 pudieron imponerse las concepciones de los “organizadores”, que se afirmaron un par de años después con el lanzamiento del gran periódico La Protesta Humana, luego convertido en diario bajo el título La Protesta. No casualmente es la fecha de aparición de este órgano de prensa, exactamente en junio de 1897, la que Oved elige para marcar en buena medida un punto de inflexión en el despliegue de la experiencia histórica del anarquismo. Como bien señala el autor, aquel hecho “hizo un aporte decisivo en lo que concierne a la consolidación de la tendencia que llevó a integrar el anarquismo en las luchas sociales de la clase trabajadora argentina”, precisamente, el objetivo fundamental trazado en su libro. Fue a partir de allí cuando los militantes libertarios formaron aguerridas organizaciones de las clases obreras y populares, lo que, en lo sucesivo, les permitió proyectar su hegemonía en los movimientos reivindicativos. En este sentido, resultó muy importante la incorporación al movimiento de los españoles Antonio Pellicer Paraire, Gregorio Inglán Lafarga y José Prat y del italiano Pietro Gori, entre otros cuadros militantes.

El apogeo de una experiencia Desde ese entonces, los anarquistas se convirtieron en una corriente orgánica del movimiento obrero, pero a la vez constituyeron a su alrededor un significativo tejido socio-cultural, en torno a centenares de centros, círculos y agrupamientos, bibliotecas y escuelas, grupos teatrales y nucleamientos feministas, antimilitaristas y anticlericales; además, una densa red de órganos de prensa, especialmente en Buenos Aires y Rosario, aunque también presente en pequeñas y medianas ciudades y pueblos del Interior del país. En las últimas décadas, varias investigaciones, entre las que se destacan las de Dora Barrancos y Juan Suriano, atendieron a estas dimensiones de análisis, explorando las concepciones teóricas, ideológicas y morales existentes detrás de aquellas experiencias. Uno


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de los rasgos característicos de la cultura política anarquista señalados es el cosmopolitismo radical que la afectó y su extrañamiento y desconocimiento de la realidad nacional, factores que le impusieron ciertos límites para una más profunda inserción en el medio local. En parte, esto fue matizado con la emergencia de una nueva generación de militantes, como Pascual Guaglianone, Eduardo Gilimón, Arturo Montesano, Félix Basterra y Alberto Ghiraldo. Con ellos su inserción en el mundo plebeyo local se hizo aún más relevante. En 1901 fueron los libertarios quienes más consecuentemente impulsaron la primera gran central de trabajadores del país, la Federación Obrera Argentina, luego de 1904 renombrada como Federación Obrera Regional Argentina (FORA). La organización, en su V Congreso (agosto de 1905), quedó estatutariamente embanderada en los principios del comunismo anárquico, por lo que de hecho se comportó como una entidad de claros fines políticos. Esa fecha es la que Oved eligió para cerrar el período de análisis de su obra, pues entendió que fue entonces cuando se aseguró el pleno triunfo de la orientación anarco-comunista en el interior de aquella organización obrera y se preparó una nueva fase de expansión dentro del universo proletario hasta 1910. La FORA, tal como lo analizó también el historiador Edgardo Bilsky tiempo después (en La FORA y el movimiento obrero, 1900-1910), tuvo un desarrollo impetuoso durante esos años, llegando a reunir durante sus momentos de auge a varios miles de activistas y simpatizantes dentro de sus sociedades de resistencia y otros organismos populares. Desde 1902 acaudilló combativas huelgas generales, manifestaciones y luchas populares (como la huelga de inquilinos de 1907). Si bien ha sido mucho menos indagado que este desarrollo urbano, hay que apuntar que también hubo oportunidad, con el transcurso de los años, para el despliegue de un anarco comunismo rural, a través de sindicatos de obreros agrícolas, colonias y cooperativas (tal como lo evidencian los estudios de Adrián Ascolani y Jorge Etchenique, entre otros). La amenaza anarquista al poder de la burguesía sufrió una constante represión estatal. Ello pudo verse en varios momentos de la lucha de clases, pero con mucha claridad durante la Semana Roja de 1909 o en los días del Centenario, cuando el gobierno conservador permitió que una turbamulta de civiles y policías narcotizados por un patriotismo xenofóbico y antiproletario aplastara la convocatoria de la FORA a la huelga general del 18 de mayo, atacando las sedes del movimiento obrero, en especial las anarquistas. Los obreros libertarios también conocieron la persecución legal del régimen, con

la recurrente imposición del estado de sitio y la sanción de dos grandes leyes: la de Residencia (fines de 1902), que permitía expulsar de modo expeditivo a los extranjeros que perturbaran el “orden público”; y la de Defensa Social (junio de 1910), que incluía la prisión o deportación a quien hiciera propaganda a favor de una huelga, utilizara banderas rojas, difundiera ideas anarquistas o insultara a los símbolos patrios.

Las explicaciones del declive La derrota del Centenario fue un duro golpe para la FORA y el anarquismo. Asimismo, la apertura del sistema político ensayada por el régimen, a través de la reforma electoral plasmada en la Ley Sáenz Peña de 1912, descolocó a un movimiento libertario encorsetado en rígidos planteamientos antiestatalistas. Uno de los historiadores que más reflexionó acerca de las consecuencias de este proceso fue Juan Suriano, un destacado especialista en el tema, sobre todo a partir de la publicación en 2001 de su obra Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910. En su visión, esta corriente no podía considerarse como una “tendencia obrera más”, pues era un movimiento cultural-ideológico menos posible de ser entendido en términos clasistas y más bajo una característica popular indefinida. Expresado de otro modo, que el sujeto interpelado por los libertarios habría sido más el de “pueblo oprimido” en un sentido amplio y heterogéneo que el de “proletariado”. Se trataba de una definición de raigambre culturalista que descentraba al anarquismo del universo laboral-gremial, como si la FORA, por ejemplo, no hubiera sido el eje articulador de toda la experiencia ácrata. Por otra parte, en esta visión, ¿por qué era el año 1910 el del inicio del “inexorable declive” de la empresa libertaria? Pues porque ésta habría mantenido su apogeo como expresión confrontacionista en tanto se ofrecía en respuesta a una sociedad donde imperaba la cultura del conflicto, el desarraigo, la explotación y la oclusión política. Decaídas estas improntas, el ocaso de esta corriente ideológica habría sido inevitable. Es obvio que esta interpretación empalmaba con una posición que llegó a ser dominante en la historiografía referida a los años veinte y treinta. Es la que sostenía que expresiones revolucionaristas como el anarquismo habían muerto en la sociedad de entreguerras al quedar virtualmente anuladas por una dinámica de ascenso e integración social: unos “sectores populares urbanos” ganados por el ánimo de la reforma social habrían desplazado las identidades obreras, así como a toda conciencia y subjetividad antagonistas.

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Nos parece que para pensar el progresivo debilitamiento anarquista en el movimiento obrero deben sopesarse otros elementos. El fuerte revés en la lucha de clases ocurrido en 1910 y la indisposición ácrata para adaptarse a la nueva etapa político-institucional iniciada en el país no lo explica todo. Existían otros problemas. En verdad, los anarquistas habían logrado un fuerte ascendiente en un período embrionario del proletariado, en el que muchos de sus integrantes todavía resistían a la lógica del trabajo industrial, no lo aceptaban plenamente y pugnaban por encontrar márgenes de libertad o, incluso, por abandonar su condición trabajadora. A partir de los años diez y, más claramente, desde los veinte, esa situación fue variando: el disciplinamiento se fue haciendo inapelable en una sociedad urbana en creciente industrialización, en la que comenzaban a imponerse nuevas formas de explotación laboral que, merced a cambios tecnológicos y un mercado de trabajo cada vez más competitivo, cercenaban la autonomía a los obreros y liquidaban los oficios artesanales. Iba surgiendo una clase obrera más moderna y carente de legislación laboral sistemática. Los incentivos estaban dados para la generalización de las luchas reivindicativas en base a un poderoso sindicalismo industrial por rama. La negativa de lo que ya se conocía como FORA V Congreso (tras la división de 1915) a aceptar esta realidad y a reconvertirse en esa dirección, para preferir, en cambio, continuar como entidad federativa de débiles sociedades de resistencia y gremios por oficio exclusivamente anarquistas, fue condenando a esa corriente a una creciente irrelevancia. La voluntad revolucionaria de los anarquistas fue incuestionable: la heroica FORA y sus aguerridas huelgas generales son un testimonio. Pero también lo fue el hecho que diluyeron la potencialidad de los trabajadores como actor unificado en una orientación que no fue consecuentemente clasista ni logró sortear la intrascendencia del movimientismo organizativo y que acabó bloqueando la posibilidad de un desenvolvimiento político independiente de los trabajadores. Su declamada lucha contra el poder del Estado se dispersó en conflictos descoordinados, espontáneos y carentes de una estrategia revolucionaria eficaz. El declive mencionado no excluyó, en los tiempos siguientes, algunos fenómenos de resurgimiento y efímera recuperación de experiencias libertarias en geografías y períodos puntuales (por ejemplo, en la Semana Trágica o en las huelgas de Santa Cruz sangrientamente reprimidas durante el gobierno radical). Ellas llegaron a prolongarse más débilmente hasta los años treinta y principios de los cuarenta, pero sin alterar la dinámica global de un retroceso constante.


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Fotogramas del film Memoria para reincidentes

A 40 años del Villazo

el nido de la serpiente roja En marzo de 1974, la ciudad de Villa Constitución, vivió una de las más importantes luchas obreras y populares que se dieron en el convulsivo “momento político” que abrió el Cordobazo en 1969. Lo que comenzó como un proceso antiburocrático en defensa de las comisiones internas y delegados combativos de Acindar y de las fábricas de la región, y por la recuperación de la seccional de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), se convirtió en un cuestionamiento a la poderosa mafia sindical. Gesta como producto de la cual los militares nombrarían a Villa la “serpiente roja del Paraná” en sus operativos represivos. Octavio Crivaro Sociólogo. El Villazo volvió a poner en relieve la disputa entre sectores clasistas y antiburocráticos del movimiento obrero, por un lado, y la burocracia sindical y las empresas, del otro, puja que ya se había expresado en el clasismo del SITRAC y el SITRAM en Córdoba a principios de los ‘70. Además, acelera el proceso la separación

de sectores obreros con el peronismo, que desde el gobierno redobla sus esfuerzos represivos y sincera su rol de sangriento “pacificador” al servicio del gran empresariado. La burocracia sindical toma al proceso de los metalúrgicos villenses como una afrenta a la que, a lo largo de más de un año, responde con todas las armas

posibles. La virulencia con la que arremete, de hecho, choca contra toda visión pacifista de lo que significa “recuperar sindicatos” de manos de las burocracias conciliadoras. Estas enormes tensiones que se concentran en Villa hacen de esta lucha una de las batallas estratégicas, decisivas, de la década del ‘70.

1969: el comienzo del ascenso revolucionario en Argentina La lucha de los metalúrgicos de Villa se nutre de una época de ascenso en la movilización de las masas a escala internacional expresada en el Mayo Francés, en el Otoño caliente italiano, en la Primavera de Praga, en las movilizaciones en EE. UU. contra la invasión a Vietnam, etc. En nuestra América se produjo la lucha de los estudiantes mexicanos, el surgimiento de la Asamblea Popular en Bolivia, la emergencia de los llamados Cordones Industriales durante el proceso revolucionario chileno. En nuestro país, la etapa que abre el Cordobazo, así como los dos Rosariazos que conmueven a Santa Fe, se dibuja en esta “mesa de arena”. Los sucesos en Córdoba dejaron herido de muerte al gobierno de Onganía y pusieron en jaque al “régimen libertador” surgido en 1955. Como respuesta a ello, desde 1971, el General Lanusse impulsa el llamado Gran Acuerdo Nacional, como una apertura controlada que incluía la convocatoria a elecciones. Perón rechaza esta política, impulsando la candidatura


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de Héctor José “el Tío” Cámpora, que logra un triunfo categórico y asume como presidente el 25 de mayo de 1973. El gobierno de Cámpora expresa un “extendido acuerdo burgués, que incluye al mismo Perón, a las FF. AA., a todos los partidos políticos patronales, a la burocracia sindical y, en un principio, a la llamada Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista (JP)”1. Una vez en el gobierno, y como continuidad de estas diversas formas de “contención y desvíos”, Cámpora y su ministro de Economía José Ber Gelbard (empresario y dirigente de la CGE, además de “militante” “comunista”) lanzan el llamado Pacto Social, frente a las primeras repercusiones (aún no agudas) de la crisis económica, que plantea un congelamiento de precios, un “alza general de salarios”, y suspende las paritarias por 24 meses elevando en 200 pesos mensuales los sueldos. El objetivo es frenar un proceso huelguístico y los reclamos “desmedidos” por parte de los trabajadores, lo cual incluyó palos a las organizaciones de vanguardia. Esta “gran política estatal” fue “heredada” por Juan Domingo Perón en su tercera presidencia. El Villazo se convierte en una golpe hacia este Pacto Social. El peronismo derechizaba paulatinamente su política, y apuntaba sus cañones a los sectores de avanzada, tratando de torcer la relación de fuerzas a derecha. En estas tendencias se inscribe el Navarrazo, el golpe de estado policial con el que el Perón quiere normalizar a la insurrecta Córdoba2, entre otros hechos3. Un triunfo obrero y clasista como el del Villazo podía ser una bisagra, un hito alrededor del cual amplios sectores de vanguardia a nivel nacional se reagruparan, enfrentaran a la política de Pacto Social, tomaran las medidas para defenderse de los cada vez más furiosos ataques de la tripe A, y disputaran políticamente con la burocracia sindical peronista, cambiando el curso de los acontecimientos.

El origen del Villazo A mediados de enero de 1973, luego de años de tensiones entre los metalúrgicos de Villa y la intervención puesta por la conducción nacional, se produce una reunión de delegados que lleva a cabo la elección de la Comisión Interna de los trabajadores de Acindar. La lista encabezada por Alberto Piccinini, que presentó a 5 delegados combativos, arrasa. A la cabeza, el Pichi saca 53 votos. La UOM de Lorenzo Miguel y la CGT de José Rucci no soportarían que se extienda este ejemplo de lucha y organización4. La conducción nacional de la UOM convoca a elecciones en todas las seccionales, desde el 4 al 9 de marzo, excluyendo a la seccional Villa Constitución. Una provocación. En Villa, la oposición a la intervención del burócrata Trejo se organizó alrededor del MRS (Movimiento de Renovación Sindical, luego Lista Marrón), que tenía peso no solamente en Acindar, sino que también contaba con referentes de Marathon, Metcon y Villber,

además de trabajadores de talleres. El 26 de enero, el MRS llama a una asamblea de más de 250 trabajadores metalúrgicos, para responder al incumplimiento por parte de la Intervención de convocar a un Congreso de delegados el 25 de enero, según lo indicaba el calendario electoral. Lorenzo Miguel quería evitar a toda costa una derrota porque “olía” que perdía la importante seccional villense5. Como contragolpe, el Loro Miguel reemplaza a Trejo por dos burócratas de su “propia cosecha”: Lorenzo Oddone y Jorge Fernández. Los nuevos interventores recorren, en una clara provocación, la planta de Acindar, acompañados por Raúl Ranure, un reconocido carnero de la huelga derrotada de 1970. La reacción fue inmediata: se suceden tumultos e incluso hay secciones que paran. La UOM nacional responde, y toda la CI de Acindar, además de muchos delegados, son expulsados. Estalla así una histórica huelga que incorpora el método de la toma con rehenes, utilizado por los metalmecánicos clasistas de Córdoba, como una de las medidas de esta histórica lucha. Se encendía así la mecha del Villazo. Aunque comienza como una acción defensiva contra las expulsiones, rápidamente la acción obrera agrega el fin de la intervención y la exigencia de una fecha certera para las elecciones del sindicato, lo que permite que Acindar logre hegemonía y dirija el reclamo del conjunto de los metalúrgicos, hartos de la intervención.

Resurge en Villa Constitución el movimiento obrero clasista El 8 de marzo “comienza la historia”. El historiador Ernesto Rodríguez describe que ese día ... comenzó la toma de la fábrica Acindar, en donde más de 2.500 obreros demandaban el levantamiento de la sanción a los miembros de la CI y delegados, así como la inmediata convocatoria a elecciones. Al día siguiente fue ocupada Marathón, mientras que los obreros de Metcon realizaban una huelga de brazos caídos. En Acindar, los portones fueron cerrados y controlados por piquetes de obreros. El personal jerárquico no pudo abandonar la fábrica [...] Ante la posibilidad de una intervención policial, en las calles internas se hicieron barricadas [...] La huelga se extendió rápidamente a las ciudades vecinas, se adhirieron las fábricas Villber y Cilsa, los portuarios, los transportistas, los aceiteros, la Asociación del Magisterio de la provincia de Santa Fe, la Asociación Bancaria y el Centro Comercial e Industrial; llegando adhesiones de organizaciones y sindicatos de todo el país6.

Se trató de un verdadero levantamiento antiburocrático del conjunto de la región, un continuador del clasismo del SITRAC y el SITRAM de Córdoba. Otro de los elementos decisivos con el que contaron los obreros fue el impresionante apoyo popular: en Villa, por el impactante peso

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social de la industria y de los trabajadores metalúrgicos, todo conflicto en el “acero”, es por definición un conflicto que involucra a toda la comunidad7. La burocracia sindical metalúrgica, por su lado, al tener durante varios años una política “negativa” de intervención de la seccional, no logra hacerse de una base social sólida que le permita tener una política hegemónica. De esa forma, aun sin dirigir el sindicato formalmente, los sectores combativos pusieron en movimiento batallones fundamentales de obreros metalúrgicos que dirigían “de hecho”, arrinconando a la burocracia sindical y a la empresa. 6 mil obreros participaban de las asambleas de esta enorme “huelga salvaje”.

Un contundente triunfo de la huelga obrera, con solidaridad popular y de otros trabajadores A 6 días de haberse iniciado la histórica huelga metalúrgica, los obreros combativos derrotan a Lorenzo Miguel y se quedan con un triunfo resonante: cae la odiada intervención de Fernández y Oddone, se decide la conformación de una Comisión Normalizadora y se compromete la convocatoria a elección de delegados en un plazo de 45 días y la entrega del sindicato en un plazo de 120 días. Además, ni empresa, ni Ministerio ni policías tomarían represalias. Este acuerdo fue refrendado por el propio ministro de Trabajo Otero. La magnitud de esta verdadera victoria antiburocrática y combativa se vio refrendada por una colosal manifestación obrera y popular de festejo: unas 12 mil personas (enorme en sí mismo, pero sobre todo en relación a la población villense total, 25 mil personas para ese entonces) marchan por las calles de Villa Constitución como forma de festejo el sábado 16 de marzo.

El Plenario en el Club Riberas del Paraná El Villazo triunfó. Se trataba de una de las más categóricas derrotas del gobierno peronista y de la burocracia sindical. La situación que el peronismo de derecha quería solidificar con el Navarrazo y el comienzo de los ataques a la vanguardia, encontró en Villa un límite protagonizado por sectores clasistas de los trabajadores que apelaron a métodos radicales de lucha. Esto podría ser una contratendencia a la derrota que habían sufrido los sectores combativos en la provincia del Cordobazo. De multiplicarse el ejemplo del Villazo, arrebatando los sindicatos a la mafia que los usurpaba, la burocracia sindical tendría frente a sí una amenaza seria a su poder, la política de Pacto Social tendría una oposición abierta y el peronismo de conjunto entraría en crisis por izquierda. Eso era, nada menos, lo que se había puesto en juego. A partir de ese momento comienza la puja para que se cumpla el acuerdo, para lo cual la conducción del Villazo convoca a un plenario nacional antiburocrático para el 20 de abril. Ese día, se »


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juntan miles de delegados y activistas de todo el país en torno a los metalúrgicos que triunfaron frente a lo más poderoso de la burocracia sindical. Entre ellos se encontraban los dirigentes más reconocidos del sindicalismo combativo: Alberto Piccinini, Agustín Tosco de Luz y Fuerza Córdoba, René Salamanca del SMATA Córdoba, Ferraresi de Farmacia, Jaime de la CGT Salta, entre otros. La JTP-Montoneros no quería enfrentarse a Perón ni romper el pacto social, por lo que boicoteó el Plenario. A pesar de su “gauchada”, el General ya no los tenía en sus planes y apenas 10 días después, en el acto por el 1º de mayo, los echa de la Plaza de Mayo, dando rienda suelta a la derecha peronista. El Plenario, sin embargo, no toma ninguna resolución contra el Pacto Social. La conducción villense y Tosco explican que esta reunión había sido convocada solo para apoyar a los metalúrgicos de Villa y para imponer que se cumpla el compromiso de elecciones en esta seccional de la UOM. Se opusieron, de ese modo, a que surja cualquier instancia de coordinación nacional para organizar a los sectores en lucha y antiburocráticos, y enfrentar al Pacto Social. Solo el trotskista PST y otros grupos plantearon la formación de una Coordinadora, pero los principales dirigentes se negaron y lo consideraron “prematuro”. Piccinini y los dirigentes sindicales más reconocidos, no querían tensar las cosas con Montoneros, que no querían enfrentar a Perón. Sin embargo, ¿qué otra política era la correcta frente al giro derechista de Perón y la creciente actividad de la derecha sindical y la Triple A? Una delegada docente y militante del PST que participó del Plenario relata que ... existían condiciones para hacer esta coordinadora, estaban Luz y Fuerza de Tosco, los sindicatos docentes combativos, Villa Constitución, más miles de delegados y direcciones antiburocráticas que habían surgido [...]: podía ser un nucleamiento sindical y político muy importante. El papel central lo iban a cumplir Piccinini y las direcciones que tenían peso de sindicatos enteros como Luz y Fuerza,

pero podría haber jugado un rol importante hacia el Gran Buenos Aires, porque –como se va a demostrar cuando empiezan a surgir las coordinadoras– había desplazamientos de comisiones internas [...]. Había muchas direcciones combativas que podrían haber formado una coordinadora que, inclusive, como se vio en el segundo Villazo, habría podido jugar un rol mucho más que activo en la defensa de Villa Constitución8.

La importancia de la Coordinadora Como se ve, la discusión sobre la coordinadora no es para hacer un fetiche sino que responde a una cuestión estratégica: el Villazo había dejado planteada la posibilidad de reagrupar a todos aquellos sindicatos, comisiones internas, agrupaciones y sectores combativos que enfrentaban a los empresarios y a la burocracia sindical, además de discutir la defensa de las organizaciones obreras atacadas por la derecha peronista. Un organismo así podría llamar a todas las organizaciones de base, empezando por las orientadas por la JTP y la izquierda peronista, a reagruparse para enfrentar al Pacto Social y a los ataques de la Triple A, organización repudiada por un amplio espectro sindical y político. La puesta en pie de un organismo así abría, nada menos, que la posibilidad histórica de contar con un embrión de frente único obrero democrático, una amenaza letal para la burocracia sindical. A pesar del Navarrazo, con el surgimiento de la Coordinadora, la clase trabajadora y sus destacamentos avanzados habrían creado otras condiciones para enfrentar los ataques concertados del Estado, burocracia sindical y patronales (con la triple A a la cabeza) que golpearían a buena parte de los sectores clasistas, impidiendo que estos empalmen con el ascenso que se produciría en el año ‘75 con epicentro en GBA. Más aún: tomando como eje, como hizo la conducción villense, el sostenimiento de los sectores protagonistas del Villazo y el objetivo de recuperar la seccional de la UOM, algo fundamental, también para ello era imprescindible contagiar y organizar, coordinando nacionalmente, a una amplia vanguardia que seguía los pasos de los

metalúrgicos. No se podía sostener una “fortaleza sitiada”. Sin embargo la política de lanzar una coordinadora nacional fue rechazada y se perdió una oportunidad histórica. Este error, por supuesto, se pagó caro: luego de la muerte de Perón se exacerba la actividad sanguinaria de estos sectores de la derecha peronista, que tienen como víctimas a activistas, sindicalistas combativos y militantes políticos. En Villa, la burocracia sindical pone palos en la rueda hasta el último momento, al calor de una derechización creciente del peronismo, sobre todo a partir de la muerte de Perón el 1º de julio de 1974. La economía se degradaba, la situación social entre los trabajadores se hacía más convulsiva y la Triple A extendía su labor mortífera. En noviembre de 1974 los sectores clasistas ganan la seccional de la UOM en Villa, pero inmediatamente la burocracia de Miguel preparaba la vendetta. En 1975 todas las condiciones económicas y políticas se tensan y estallan abiertamente. Se imponía, para el gobierno peronista y la burocracia sindical, derrotar al Villazo lo antes posible. Pero esa ya es otra historia.

1. Werner, Ruth y Aguirre, Facundo, Insurgencia Obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2007. 2. El 28 de febrero de 1974, el jefe de policía de la provincia de Córdoba, Antonio Navarro, depone al gobernador Obregón Cano y al vicegobernador Atilio López (alineados con el sindicalismo combativo y la izquierda peronista). Se impone, de hecho, un estado de sitio garantizado por la policía con el auxilio de grupos armados civiles. El “Navarrazo”, fue impulsado abiertamente por Perón con el aval de la patronal y la burocracia sindical. Este golpe buscaba liquidar a la vanguardia obrera, estudiantil y popular que se venía desarrollando desde el Cordobazo. 3. Incluso estas intentonas derechizantes se dan en un momento en el que a nivel del subcontinente latinoamericano la clase dominante buscaba derrotar el ascenso de la década del ‘70, como se ve en Chile con Pinochet. En Argentina aún no estaba resuelta la relación de fuerzas, por lo que el Villazo puede torcer, en uno u otro sentido, la situación política. 4. Para un análisis del rol de los sindicatos en argentina en relación al Estado, ver la nota Rosso, Fernando y Dal Maso, Juan, “Los sindicatos y la estrategia”, Ideas de Izquierda 6, diciembre de 2013. 5. Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas. La lucha por la Democracia Sindical en la UOM de VILLA CONSTITUCIÓN, editado por la UOM Seccional Villa Constitución, marzo de 1985, p. 9. 6. Rodríguez, Ernesto, “El Villazo”, publicación Instituto Superior del Profesorado Nº 3 “Eduardo Lafferriere”. 7. En el Censo de 1964 demuestra que “en la rama de industrias metálicas básicas encontramos que el 0,8 % (4 casos) de los establecimientos concentran el 59 % del personal ocupado, el 79 % de los sueldos y salarios, el 73 % del valor de los productos elaborados, el 84 % de los combustibles y lubricantes consumidos y el 74 % del valor de la materia prima empleada”. Rospitti, Agustín y Videla, Oscar, “La conformación de una comunidad obrera en Villa Constitución a lo largo de los ciclos de su desarrollo”, Cuadernos del Ciesal 11, Año 9, enero-diciembre 2012, p. 47. 8. Entrevista a Susana Sacchi, en Werner, Ruth y Aguirre, Facundo, op. cit., pp. 221-222.


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El avance de la restauración capitalista

lejos de la revolución Tras 6 años de reformas graduales y parciales impulsadas por Raúl Castro, la sociedad cubana muestra cambios evidentes tanto en el andamiaje legal del Estado tendientes a una apertura económica al capital extranjero y el impulso del sector privado, como en su estructura social.

Ilustración: Anahí Rivera

Diego Dalai Staff revista Estrategia Internacional. “Estoy muy interesado en el proceso de cambio que se está dando en Cuba y cómo las Naciones Unidas podemos apoyar este proceso”, dijo el presidente de la ONU cuando llegó a La Habana invitado a la Cumbre de la CELAC. Desde el gobierno norteamericano, la Unión Europea y los gobiernos latinoamericanos, también vienen dando muestras de aliento al plan de reformas que conduce Raúl Castro. A fines de 2013 vimos el gesto que significó el saludo durante los funerales de Nelson Mandela entre Obama y Castro, acompañado luego con declaraciones del propio John Kerry de que la política confrontativa con Cuba no ha dado buenos resultados históricamente y que los cambios que se están implementando en la isla van en “el buen camino”. Aunque mantienen su exigencia de una apertura política, el gobierno norteamericano accedió a reabrir las negociaciones migratorias, al tiempo que se viene incrementando enormemente el flujo de intercambio entre familiares cubanos a partir del levantamiento de las restricciones por parte de Cuba en enero de 2013. La Unión Europea ya anunció que revisará durante 2014 la “posición común”, aprobada en 1996 en sintonía con el bloqueo económico norteamericano. En Latinoamérica, el gobierno mexicano manifestó por boca de su canciller “desarrollar con Cuba una relación muy cercana de pleno apoyo a su estrategia de actualización económica”1 y condonó el 70 % de la deuda que Cuba mantiene con el país azteca. Es que más allá de las grandes diferencias políticas que los separan de la burocracia castrista, nadie quiere perderse el gran negocio de participar en la restauración del capitalismo en Cuba.

Brasil como nuevo socio regional A este contexto internacional favorable a la política restauracionista de la burocracia, hay que

sumar que su principal aliado, el gobierno venezolano, atraviesa una gran crisis económica y política desde la muerte de Chávez, y Cuba viene fortaleciendo lazos con Brasil con el que acaba de inaugurar, en el marco de la Cumbre de la CELAC, el puerto de aguas profundas del Mariel. El emprendimiento ejecutado por el gigante brasilero de la construcción Odebrecht y financiado por el BANDES (y gestionado 100 % por la multinacional Autoridad Portuaria de Singapur) se proyecta como el mayor puerto comercial del Caribe. A solo 40 km de La Habana, el Mariel será la base de una nueva zona franca libre de impuestos abierta a la inversión extranjera, de características similares a las que impulsó China a fines de los ‘70. Mientras tanto, la actividad del actual puerto comercial de La Habana será reorientada hacia el negocio turístico. Con la puesta en marcha de este proyecto (entre otros como en las áreas de biotecnología y agronegocios), Brasil ha entrado en el ranking de los mayores socios comerciales de la isla después de Venezuela, China, EE. UU. y Europa.

Las reformas en curso Junto a los festejos por los 55 años del triunfo de la revolución, durante 2013 se ha visto un importante avance de las reformas promercado que impulsa el gobierno de Raúl Castro. Los trabajadores por cuenta propia ya son más de 450.000 (cuando hace tres años apenas superaban los 100.000). A este sector se le han reducido impuestos, entre ellos para la contratación de mano de obra (hasta 5 empleados). Ya desde fines de 2011 pueden tomar la opción de convertirse, al igual que las cooperativas, en contratistas o proveedores del Estado. En ese año también se liberó la compraventa de inmuebles, a la que suma ahora la libre compraventa de autos nuevos

y usados al Estado (que sigue siendo el único importador y adjudicador). Se extendió, también en 2013, la habilitación para formar cooperativas en actividades no agropecuarias, es decir, en las ciudades, que podrían tener un importante desarrollo en rubros como en el comercio, la construcción o el transporte. La extensión de las cooperativas se ha transformando en una importante herramienta en manos del gobierno para el “ordenamiento” de las empresas estatales deficitarias. El objetivo es cerrarlas y despedir a sus trabajadores. Ya en 2011, Castro anunció que sobraban 1,1 millones de trabajadores en el Estado. Pero la burocracia teme la respuesta y la resistencia de los trabajadores, por eso pretende disimular y disfrazar el desguace y cierre de los centros productivos nacionalizados. Para esto utiliza la extensión de las cooperativas y el discurso de la “autogestión” o la “propiedad social” (política levantada incluso por sectores ubicados a la izquierda dentro del PCC como Pedro Campos). Ahora deberán resolver sus pérdidas y sus deudas de forma autónoma, reduciendo costos, aumentando su productividad y consiguiendo nuevos clientes o mercados, o bien deberán achicarse (despedir gente) o incluso cerrar la empresa.

El campo En el campo, la entrega de tierras ociosas y de baja productividad superó el millón y medio de hectáreas en beneficio de más de 170.000 campesinos y en desmedro de las grandes empresas agrícolas estatales que eran improductivas y están siendo desmanteladas. Hoy alrededor del 70 % del campo cubano es explotado por campesinos privados y cooperativas2. Sin embargo, la productividad sigue siendo baja y Cuba sigue importando casi el 80 % » de los alimentos que consume.


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Por eso, desde mediados de 2013 se implementaron nuevas medidas para estimular el sector, permitiendo que los agricultores privados puedan vender su producción directamente en el sector turístico, y también se está desarrollando un mercado mayorista en pesos convertibles. No obstante, las transformaciones en curso siguen teniendo grandes límites y aún no pueden generar, al menos legal y abiertamente, una concentración de tierras y capitales tal que dé origen a importantes empresas agrícolas y a una clase capitalista en el campo. Por otra parte muchas granjas privadas y cooperativas, siguen dentro del sistema presupuestado.

Se profundizan las diferencias sociales Así, tanto en las ciudades como en el campo, avanza el desmantelamiento del aparato productivo estatal, favoreciendo el sector privado que a través de impuestos ya se calcula que representa un 18 % del presupuesto estatal3. Todo esto, junto con el fuerte impulso al trabajo por cuenta propia y las empresas cooperativas a un nivel inédito en la historia del país desde el ‘59, está generando una mayor estratificación social (que viene a profundizar la ya existente desde el “periodo especial”). Hay que tener en cuenta el permanente recorte de subsidios que viene haciendo el gobierno desde 2007 a la par de las reformas, como la libreta de racionamiento, que ha sido recortada drásticamente. Señalemos también que el gobierno persigue fuertemente a los sectores bajos de los trabajadores por cuenta propia sin habilitación, con impuestos impagos o mercaderías en negro. Esta situación ya genera protesta social de decenas y cientos de personas afectadas en distintos pueblos y ciudades que se manifiestan y son reprimidos por la policía4.

La burocracia restauracionista refuerza sus posiciones El impulso al cuentapropismo y a la formación de cooperativas es una política de la burocracia para crear una base social que presione por más y más profundas reformas de mercado. Por otro lado, intenta que este sector absorba parte de los despidos que se vienen implementando (cerca de 600.000), ya que un golpe económico semejante podría generar una gran protesta social que el régimen quiere evitar a toda costa. Sin embargo, aunque las capas más altas están haciendo un importante negocio, este sector no tiene la capacidad de convertirse en motor de la economía ni perspectivas de crecer lo suficiente como para transformarse en una nueva clase burguesa local. El gran agente que pretende transformarse en la nueva clase capitalista y quedarse con el grueso del botín estatal es la propia burocracia en el poder que dirige las empresas más importantes del país y controla el comercio exterior y las asociaciones con el capital extranjero. Es por eso que el proceso de “actualización” económica va acompañado del mantenimiento del régimen de partido único y no incluye una apertura política como pretende el imperialismo, siguiendo el modelo de restauración aplicado en China o Vietnam. En sus ya casi 7 años de gobierno efectivo, Raúl Castro ha depurado los organismos centrales de

dirección del partido y del Estado, y ha emprendido un camino de “recambio generacional” expresado en nuevos dirigentes más jóvenes como Miguel Díaz Cane y Esteban Lazo. De esta manera, la burocracia castrista quiere preservar su lugar al frente del Estado para dirigir ellos mismos el proceso de restauración en alianza con los monopolios extranjeros.

El plan por delante A fines de 2013 se aprobó lo que sin dudas es una reforma clave para la política procapitalista de la burocracia: la modificación del Código de Trabajo, íntimamente relacionada con el objetivo de favorecer las inversiones de capitales extranjeros cercenando derechos laborales, incluyendo por ejemplo el mecanismo muy “socialista” de ligar el salario a la productividad y a las ganancias de las empresas, habilitación para realizar despidos según las necesidades empresarias, etc. En el cierre de las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional (21/12/13), Raúl Castro saludó el nuevo Código que tiene como objetivo “un ambiente de mayor disciplina y de reafirmación de la autoridad y responsabilidad de la administración”. Asimismo, Castro puso fecha de 2014 a la “discusión” y aprobación de otras leyes clave que hacen a la estructura económica del país. 1) Modificación de la Ley de inversiones extranjeras. Apunta a fomentar la entrada de capitales extranjeros para dinamizar la economía y resolver problemas estructurales como la falta de alimentos. Habrá mayores concesiones a las inversiones externas, reducción del 50 % del impuesto a las ganancias y una moratoria de varios años para empezar a pagar, protección legal sobre el capital invertido y las ganancias, menor control del Estado sobre importaciones y exportaciones, mayor flexibilidad y eliminación del impuesto del 20 % a la contratación de mano de obra (aunque el Estado se reserva la potestad sobre la contratación del personal y pago de salarios). Parte importante de esta orientación es el puerto del Mariel que ya mencionamos. 2) Ley de reunificación monetaria, que eliminará el peso convertible CUC. Teniendo en cuenta los grandes “desequilibrios” de la economía cubana (las empresas tienen sus balances –la mayoría en rojo– calculados con una paridad falsa de 1 CUP= 1 CUC) y para evitar grandes cimbronazos en la estructura económica y financiera, y sobre todo inestabilidad social y política, se anunció en octubre pasado un largo cronograma de implementación de alrededor de 3 años y del cual se desconocen muchos detalles. Sin embargo, es evidente que implicará golpes a los trabajadores y las masas cubanas. El 06/03/14 anunciaron una reestructuración general de precios igualándolos al mercado mundial y un nuevo tipo de cambio para las empresas (no todavía para la población) que entrará en vigencia cuando se apruebe la unificación monetaria. Por las señales que viene dando el gobierno, y las medidas parciales que se vienen aplicando, se trataría de combinar una devaluación moderada de los activos (nominados en CUC) de alrededor del 50 % en dos o tres años, con un fuerte aumento de la productividad laboral, pérdida de conquistas de los trabajadores y un crecimiento de la desocupación. 3) También se anuncia para 2014 una importante reforma en las empresas estatales. Este

sector conocido como “presupuestado” agrupa más de 3.000 empresas que se mantienen todavía bajo una cierta planificación burocrática. Se implementará una mayor autonomía a las empresas y se les permitirá retener el 50 % de las ganancias netas (después de impuestos) que perciban y que podrán reinvertir o distribuir entre los trabajadores. Aquellas que no puedan revertir sus déficits y no sean rentables, serían liquidadas. De ponerse en práctica estas reformas estructurales, en el contexto internacional favorable para la burocracia, que ya comentamos, se terminarían de liquidar los elementos de planificación económica que todavía se conservan sobre gran parte de la economía cubana, se eliminarían la mayor parte de las restricciones que aún pesan sobre la actividad de los capitales extranjeros en la isla, y la economía nacional quedaría mucho más expuesta y subordinada al mercado mundial al eliminar la dualidad monetaria que hoy actúa como una “línea de defensa”. Asimismo se terminaría de desbaratar el control del comercio exterior.

Un debate estratégico que vuelve a abrirse El avance del proceso de restauración capitalista vuelve a poner en el centro del debate el legado y futuro de la Revolución Cubana. En el último período fue ganando terreno la tendencia que impulsa una restauración “controlada” (“sin prisa, pero sin pausa” al decir de Raúl Castro), comandada por la burocracia castrista, que cuenta con un importante apoyo regional y de la UE, y viene ampliando el consenso, incluyendo nuevos socios comerciales como Brasil, que se transforman en respaldo político para Castro y su gobierno. Y detrás de esta perspectiva restauracionista se arrinconan las visiones populistas en América Latina que apoyan acríticamente a la burocracia castrista tras el verso de una “actualización del socialismo cubano”. Como contrapartida, se fue debilitando la que impulsa una supuesta “apertura democrática” que no es otra cosa que forzar la salida de la burocracia; política respaldada por una extraña alianza que va desde el imperialismo norteamericano hasta sectores de izquierda. Pero ninguna de ellas representan alternativa alguna para los trabajadores, campesinos, la juventud, que serán el principal “daño colateral” de este proceso. Solamente una estrategia basada en la defensa y la profundización de las conquistas de la revolución, y en la lucha por derrotar el bloqueo imperialista y terminar con la burocracia y sus privilegios, puede plantearse torcer el rumbo actual de Cuba en un sentido progresivo.

1. El País, 18/01/14. 2. The Economist, 20/07/13. 3. Semanario Opciones, 03/10/13. 4. El Nuevo Herald, 20/01/14.


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Fotografía: Fernando Lendoiro

EE. UU.: ¿jugador solitario en el gran tablero global? En Ideas de Izquierda 6 discutimos los artículos de Perry Anderson que componen el número especial de New Left Review 83, dedicado a la política exterior norteamericana y sus pensadores. En este artículo continuamos la polémica, trazando al mismo tiempo un panorama de las dificultades que viene afrontando EE. UU., muchas de las cuales quedan minimizadas en la perspectiva –ausente de grandes desafíos– que pinta Anderson.

Esteban Mercatante Economista.

Al revés de Anderson, que observa solo una mesa de arena donde los lineamientos geopolíticos parecen hacerse y deshacerse a voluntad del hegemón, empezaremos nuestro análisis por las condiciones objetivas del capitalismo norteamericano, que condicionan la capacidad de la potencia imperialista para disponer su voluntad. A continuación, consideraremos algunas de las más recientes muestras de que, como consecuencia de este deterioro material de su poderío, pero también de una seguidilla de severos traspiés, el Estado norteamericano afronta hoy »


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desafíos y restricciones sin precedentes para ejercer su poderío.

Estados Unidos y la Unión Europea Luego de realizar un recorrido por los principales desafíos geopolíticos que afrontaron las sucesivas administraciones norteamericanas hasta hoy, en las últimas páginas de “Imperium”, el primero de los artículos, Anderson sostiene que “la lógica de largo plazo de la gran estrategia norteamericana se ve amenazada de volverse contra sí misma […] La primacía norteamericana no es ya el corolario de la civilización del capital”. Podríamos creer que esta frase es una indicación de que nos vamos a adentrar en un análisis de las dificultades que surgen para EE. UU. como producto de los cambios producidos en el sistema capitalista mundial que cuestionan el rol que la superpotencia pudo asignarse a sí misma al término de la Segunda Guerra Mundial. No es así. Debemos contentarnos con una brevísima mención a la emergencia de China “como una potencia económica no solo de mayor dinamismo sino pronto comparable en magnitud, de cuyas reservas financieras su propio crédito público [el de EE. UU.; NdR] ha llegado a depender”. Una notoria ausencia del ensayo de Anderson es el lugar de EE. UU. como parte de un capitalismo mundial en crisis. Esta ausencia no refiere a un punto menor o tangencial. A diferencia de la escuela realista de las relaciones exteriores, para el análisis marxista no puede analizarse la política exterior del imperialismo norteamericano más que como unidad con las tendencias de la economía y el desarrollo de la lucha de clases. Alrededor de las discusiones sobre los alcances de la estabilización del capitalismo durante los años ‘20, León Trotsky desarrolló, aplicando este método, el concepto de equilibrio capitalista. En el caso de Anderson, el sutil seguimiento de todos los giros en el trazado de la gran estrategia1 americana, contrasta con la desatención en toda esta serie de trabajos recientes (iniciada en NLR 81 con “Homeland”) a las bases estructurales de las dificultades que afronta el imperialismo para gestionar geopolíticamente el sistema mundial capitalista, exceptuando menciones tangenciales. Si el propio Anderson diera por sentado un vigor de la economía norteamericana que la pusiera lejos de cualquier amenaza, fuera de las crisis cíclicas, podría comprenderse esta falta. Pero como lo sugieren análisis precedentes del propio Anderson, y la frase que citamos más arriba, no es así para nada. Su afirmación de que “la primacía norteamericana no es ya el corolario de la civilización del capital” debería llevarlo a concluir que esta potencia hará todo lo posible para modificar de forma favorable un orden de cosas que empieza a resultarle desfavorable; no patear, tal vez, pero sin duda torcer el tablero. Esto no puede no tener consecuencias para el orden mundial. Aún de forma muy larvada, la crisis de 2007, que ha sido contenida pero no resuelta, nos pone ante esta perspectiva. La concentración exclusiva del análisis en la geopolítica es funcional a sostener un punto de vista que “subestima la magnitud del cisma que

la crisis iniciada en 2007 empezó a abrir entre EE. UU. y Europa”, como planteamos en IdZ 6. La crisis, que tuvo su epicentro en EE. UU. pero que rápidamente se extendió por Europa, transformó en disputa larvada lo que, desde un largo tiempo antes, venían siendo disputas latentes, que tienen su punto nodal en la estructura que tendrá el orden monetario internacional. EE. UU. con el dólar cuenta con un monopolio en la emisión de moneda mundial. Este le permitió financiar los desequilibrios de su cuenta corriente con el resto del mundo� de una forma en la que no habría podido hacerlo ninguna otra economía del planeta. Al mismo tiempo, le permitió en numerosas oportunidades, desde los años ‘70 hasta hoy, descargar parte de los efectos de sus crisis sobre otras economías, tanto de países dependientes como de otras potencias competidoras2. El euro metió una cuña en este monopolio del dólar desde su creación. Por su base de sustentación en la economía europea continental (Gran Bretaña con su fuerte plaza financiera de Londres permaneció fuera de la zona euro), especialmente de la economía alemana con sus grandes bancos, ha planteado una competencia con el dólar por el lugar de las reservas monetarias internacionales en una escala que no había ocurrido desde los acuerdos de Bretton Woods. No obstante, el euro como moneda de reserva mundial, nunca dejo de ser “incompleta”. Como plantea François Chesnais, “el euro nunca alcanzó el estatus de moneda de reserva internacional […] tampoco ha adquirido verdaderamente el atributo de medida de valor –muchos ciudadanos de los países miembros siguen pensando en su antigua moneda nacional y fuera de la UE todo el mundo hace la conversión en dólares”3. El euro es “medio de circulación y de pago en el espacio de los países miembros de la zona” y, sobre todo, “un instrumento de colocación financiera”4. Estas contradicciones, que quedaron expuestas con las crisis fiscales que afectaron a Portugal, Irlanda, Grecia y Estaña (PIGS, a los que rápidamente se sumó Italia), fueron aprovechadas por EE. UU. para debilitar a la principal amenaza a su supremacía en el terreno monetario-financiero. La precariedad fiscal de este grupo de países fue un resultado directo de la crisis de 2008, que desde su epicentro en EE. UU. se expandió rápidamente por Europa, cuyos bancos también habían invertido en los activos de la burbuja hipotecaria norteamericana y replicado el boom de crédito en varios países de Europa, que estallaron a la par del derrumbe norteamericano. Las medidas de salvataje alimentaron el déficit fiscal, y profundizaron las restricciones para economías que ya venían afectadas por un desequilibrio constitutivo de la unión monetaria: los desequilibrios comerciales crónicos de estos países con Alemania. Esta debilidad dio pie a los ataques especulativos sobre la deuda

pública de los PIIGS, que elevó la tasa que pagaban por endeudarse. Las tasas de interés más altas empeoraron la situación fiscal y dificultaron aún más el pago de las deudas. La respuesta alemana fue presionar para que los PIIGS pagaran sus créditos “sin excusas ni condiciones”. En marzo de 2012 impuso el pacto fiscal, que comprometió a los países de la UE (excepto Gran Bretaña y la República Checa que no lo firmaron) a establecer un presupuesto equilibrado. Un severo ajuste que profundizó la depresión económica en la mitad de la Eurozona así como generó respuestas defensivas por parte de los trabajadores y sectores populares ante la brutalidad del ataque. La administración norteamericana encontró rápidamente un argumento para intervenir en la situación, por la amenaza que un default en cualquiera de los PIIGS habría representado para la estabilidad económica global. Con esta inquietud fundamentó el apoyo de un tratamiento distinto para las deudas soberanas de estos países, excluyendo la obligación de respetar las reglas del pacto fiscal. La demanda explícita, que rápidamente ganó apoyo en los gobiernos de los PIIGS, era que la UE y el BCE debían garantizar las deudas “emitiendo eurobonos o incrementando el fondo de rescate, transformando al BCE en emisor ilimitado de dinero”5. Comprometer al BCE tenía el precio de debilitar el euro; no hacerlo implicaba empujar el default de los PIIGS. Con la primer alternativa, EE. UU. ganaba márgenes para seguir sosteniendo una política basada en el rol del dólar y la posibilidad de endeudarse sin restricciones. Este forcejeo entre Alemania, como sostén último del euro, y EE. UU., se libró muy cerca del precipicio: un default de los PIIGS podría haber sido mucho más catastrófico aún que la quiebra de Lehman Brothers. El resultado provisorio, luego de varias cumbres cargadas de dramatismo, fue una solución de compromiso: la creación de un fondo de rescate para las deudas de los países de la eurozona, pero sostenido no solo por los tesoros de los Estados (es decir, ante todo Alemania), sino también con aportes de los bancos y acreedores. Con este reaseguro, la dura línea de ajustes trazada por Alemania para que los trabajadores y sectores populares de los países más frágiles paguen los mayores costos de las asimetrías de la integración que tanto benefició a las corporaciones, sigue su rumbo. Alemania concede en parte el mayor compromiso del BCE como garante de las deudas, aunque reafirma la austeridad fiscal y preservar al euro. La velada disputa no ha escalado. Pero la crisis volvió más acuciante un problema preexistente: la UE, con preeminencia alemana luego de la unificación de 1990, no puede mantener con EE. UU. la misma posición de antaño. Como planteaba Paula Bach en Ideas de Izquierda 3, Alemania es “demasiado débil para dominar, demasiado fuerte para alinearse”. La disputa por el orden monetario internacional seguirá dando nuevos capítulos. Anderson persiste en ver una Europa alineada sin fisuras con EE. UU. Aún sin conflictos expresados de forma abierta, el mar de fondo sugiere una imagen menos apacible.


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Pasaje a Oriente En pocos meses, Rusia ha expuesto en dos oportunidades los límites para la actuación de los EE. UU. En primer lugar en Siria, donde Obama terminó retrocediendo de su anunciada represalia por los ataques con armas químicas de Bashar al-Asad cuya responsabilidad fue adjudicada al gobierno sirio. Obama levantó la decisión de atacar luego de que Rusia anunciara el compromiso de al-Asad para entregar todo el arsenal químico en sus manos. Más cerca en el tiempo, la respuesta rusa ante la destitución de Viktor Yanukovich como presidente de Ucrania representa un nuevo desafío a la legalidad internacional y muestra los límites de EE. UU. para defenderla respondiendo al desafío ruso. Estados Unidos avanzó en el anuncio de sanciones económicas, que pueden afectar a los países que las apliquen tanto como a Rusia. También otras penalidades como excluir a Rusia del Grupo de los 8. En 2008, durante la breve guerra entre Rusia y Georgia, el gobierno norteamericano votó sanciones económicas contra el régimen ruso que nunca entraron en vigencia. Ante el agravamiento de la crisis la UE no pudo sostener una posición unificada; aunque apoyó el levantamiento contra Yanukovich y busca incorporar a Ucrania a su órbita económica y militar, un régimen de sanciones económicas amenaza los intereses de sus principales miembros. El abastecimiento de energía de la Unión Europea depende del gas que se importa desde Rusia. Francia tiene importantes inversiones en la industria automotriz rusa, además de que Londres y otras plazas cuentan con los importantes negocios financieros de los principales oligarcas rusos. La crisis abierta por la ocupación de Crimea y el referéndum que votó su anexión a Rusia, posteriormente avalado por el parlamento ruso y Putin, creó un campo minado para todos los jugadores, en el que “perderá el primero que dé pasos en falso”6. La administración de EE. UU. podrá consolarse con el hecho de que es muy probable que la crisis de Ucrania envenene por un período las relaciones de Moscú con Bruselas, alejando así la posibilidad de una alianza geopolítica de Alemania/Francia y Rusia, preocupación estratégica central de los EE. UU.7 Pero sería un triste consuelo, considerando que al mismo tiempo el aislamiento de Rusia podría empujarla a conformar otro bloque casi tan inquietante para los estrategas norteamericanos: el acercamiento de Rusia y China. Esta preocupación, compartida por varios analistas, fue expresada en las páginas de New Republic por Dmitri K. Simes. Aunque Putin hasta ahora mantuvo distancia porque “no quiere ser el socio menor de Beijing”, si “se lo priva de una conexión europeo-americana podríamos alterar el balance geopolítico poniendo a Rusia más cerca de China”8. Esta posibilidad es tan amenazadora para la presencia norteamericana en ese espacio privilegiado por muchos estrategas norteamericanos definido como “Eurasia”, como lo es la hipótesis de confluencia entre Alemania y Rusia. Esta combinación no tendría como apoyo la

base material de una potencia imperialista desarrollada como Alemania9, pero sí un considerable poderío militar, así como una capacidad de atracción o neutralización sobre los aliados norteamericanos en el sudeste asiático, limitando la capacidad de influencia de EE. UU. Lejos del “momento unipolar” que siguió a la caída de la URSS, cuando “Washington podía fácilmente perseguir una política de contención dual”, hoy, como resultado de una seguidilla de graves desaciertos10, “el balance de poder ha cambiado de forma significativa desde entonces. Ahora Norteamérica difícilmente pueda confrontar a dos grandes potencias en Eurasia de forma simultánea”11. Verse enredado en el terreno centroeuropeo por un largo período podría comprometer la presencia de EE. UU. en el este de Asia. Un panorama que desmiente la supuesta capacidad para los EE. UU. de trazar grandes estrategias sin mayores restricciones.

EE. UU.: debilitado, pero por eso cada vez más agresivo Sería necio subestimar el poderío norteamericano y tomar unilateralmente los signos de su decadencia: “Mientras se debilita el poder económico y político estadounidense, se fortalece su maquinaria bélica”12. Por lejos sigue siendo la fuerza más poderosa para defender el orden capitalista, respondiendo a las amenazas a su dominio en todo el planeta. Aun en Medio Oriente, donde la Primavera Árabe lo tomó por sorpresa y con poca capacidad de intervención en los primeros momentos, ha logrado estabilizar la situación y sostener a los garantes del orden, como el presidente de las fuerzas armadas egipcias Abdul Fatah al-Sisi que derrocó a la Hermandad Musulmana el pasado junio. También logró un importante logro en el acercamiento con Irán. Aunque el precio de ambos logros ha sido crear crisis con aliados históricos en la región, como Israel y Arabia Saudita. Pero igual de peligroso es cometer el error opuesto. Anderson hace foco en el trazado de la gran estrategia y los giros de política exterior separados de las determinaciones materiales que lo condicionan, y subestima las dificultades. Parece desdeñar el hecho de que, con la crisis en curso que EE. UU. logró contener pero no superar, y con la multiplicidad y simultaneidad de los terrenos donde se le presentan desafíos, la capacidad de respuesta norteamericana se encuentra más comprometida13. Ante el retorno a escena de la clase obrera en todo el mundo, precedido como estuvimos viendo en todo el mundo por masivas expresiones de descontento de la juventud, realizar una evaluación sobria de la posición del imperialismo yanqui, sus alianzas y los potenciales puntos de quiebre en las relaciones internacionales, es de fundamental importancia. La exageración de las fortalezas del poderío norteamericano y de sus logros, y la subestimación de los efectos de sus errores, y lo que una crítica a la NLR 83 consideró una presentación de los EE. UU. como un “Estado imperial omnisciente”14 por parte de Anderson, no puede más que servir para reconfirmar su escepticismo respecto de la posibilidad de que la clase

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trabajadora pueda en algún futuro próximo desafiar el dominio capitalista. Blog del autor: puntoddesequilibrio.blogspot. com.ar.

1. Definiendo la “gran estrategia”, Edward Luttwak sostiene que “todo lo que es militar sucede dentro de un contexto más amplio de gobierno interno, política internacional, actividad económica y sus dependencias” (Strategy: the logic of war and peace, Cambridge, Harvard University Press, 2001). 2. Robert Brenner en El boom y la burbuja, y en La economía de la turbulencia global, dedica especial atención a la importancia de los manejos monetarios en la disputa entre las principales potencias. 3. François Chesnais, Les dettes illégitimes: Quand les banques font main base sur les politiques publiques, París, Editions Raisons d’Agir, 2011, tomado de “El fin de las ‘soluciones milagrosas’ de 2008/9 y el aumento de las rivalidades en el sistema mundial”, Estrategia Internacional 28, agosto 2012. 4. Ídem. 5. Juan Chingo, ob. cit. 6. Rafael Poch, “El cuaderno de Odesa”, La vanguardia, 11/3/2014. 7. Preocupación bien fundada: como plantea un artículo reciente: “Alemania y Rusia –en términos de energía e inversión– ya tienen una asociación estratégica” (“Ucrania, Rusia y el mundo: Cinco preguntas a tres autores”, Tlaxcala, 16/03/2014). Rusia es el principal proveedor de energía de Alemania, pero además su cuarto socio comercial por fuera de la Unión Europea. El “Fuck the UE” que planteó la secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos Victoria Nuland reflejaba el malestar de EE. UU. por no lograr un firme alineamiento de la UE con las intenciones norteamericanas. Pero también la preocupación por lo que esto decía sobre la posición estratégica de Alemania, menos dispuesta a endurecerse con Putin que EE. UU. 8. Jon Judis, “Interview: ‘We are speaking very loudly. We are carrying a small stick”, New Republic, 3/3/2014. China se abstuvo en la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Las declaraciones oficiales de Beijing sostienen que la determinación de Putin de proteger los intereses de Rusia resulta “comprensible”. 9. Aunque las políticas de China hacia los países dependientes y semicoloniales tienen iguales patrones que las de las potencias imperialistas, logrando incluso sacarle ventaja a EE. UU. y Europa en varios países. 10. Muchos de los cuáles son minimizados por Anderson. El caso más llamativo es el de la invasión a Irak, “que fue para EE. UU. un asunto relativamente poco doloroso”, cuyo resultado fue que “militar y políticamente […] fueron logrados los objetivos norteamericanos” (“Imperium”). Balance curioso, considerando el pantano en el que quedó EE. UU. durante años ante fuerzas rebeldes, y la imposibilidad –señalada por el propio Anderson– de lograr un acuerdo con Bagdad para mantener tropas en el país, fundamental para operar en la región. 11. Artyom Lukin, “Ukraine: And the Winner Is . . . China”, Russian International Affairs Council, marzo 2014. 12. Higinio Polo, “Las guerras de Washington”, Rebelión, 4/3/2014. 13. Y esto sin considerar el desprestigio que generaron las revelaciones de Snowden y Wikileaks, dañando su “poder blando”. 14. David Allen, “A world made safe for capitalism”, Prospect, 11/12/2013.


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El fantasma de Maquiavelo Emmanuel Barot Profesor de filosofía en Toulouse II-Le Mirail, autor de Révolution dans l’Université. Quelques leçons théoriques et lignes tactiques tirées de l’échec du printemps 2009, Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme y Sartre et le marxisme. “La voz de Maquiavelo no ha tenido eco”. Hegel, La constitución de Alemania, 1802.

En 2013 se cumplieron los 500 años de El Príncipe de Maquiavelo, y sin embargo su fantasma todavía ronda. Tras el lejano rastro de las listas negras de la Iglesia católica, aún domina la vulgar interpretación “maquiavélica” de una justificación inmoral y brutal de la Razón de Estado. Defendiéndola o condenándola, las recepciones de Maquiavelo pura y simplemente de derecha (de Tocqueville a Strauss o Aron) tienen en común rebajar la relación Príncipe-pueblo a una relación descendente de pastor a rebaño. Al contrario, para las tradiciones republicanas (siguiendo a Rousseau o Spinoza) o emparentadas con ella (Fichte, Hegel), él suministró armas fundamentales a los pueblos para la conquista de su libertad, contra la arbitrariedad de los príncipes, y teorizó sobre las condiciones de la unidad estatal por las que un pueblo se convierte en nación. Pero desde Gramsci, que toma la medida de esta doble interpretación para superarla, también ha suscitado usos variados en la constelación marxista, de Lefort a Althusser, pasando por Negri. Mientras que hoy revueltas, revoluciones populares y lucha de clases vuelven a irrumpir en la escena de la historia, las lecciones de este “solitario” (según Althusser) merecen ser interpretadas y encontrar su lugar en el marxismo estratégico que necesitan los proletarios para no volver a cometer los errores de las últimas décadas.

I. El pueblo-plebe contra los grandes: figuras monárquica y republicana del Príncipe

Ilustración: Sergio Cena

En su visión más conocida del tablero triangular formado por los pueblos, los Grandes y los Príncipes, Maquiavelo opone la “plebe” de los no-nobles, a los “grandes”, aristócratas y terratenientes, calificándolos de “humores” propios de toda sociedad, de “deseos”, irreconciliables e insuperables a la vez, como si su antagonismo fuera natural y necesario. Al deseo de poseer y mandar, por lo tanto, de oprimir en los grandes1, se opone el de no ser oprimido en el pueblo2, cualitativamente “más honesto” que el de los grandes. El Príncipe siempre debe ser el aliado, “el amigo” del pueblo (por otra parte, un pueblo habituado a vivir libre no tolera por mucho tiempo que se lo someta), aún


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“Al deseo de poseer y mandar, por lo tanto, de oprimir en los grandes, se opone el de no ser oprimido en el pueblo, cualitativamente “más honesto” que el de los grandes.

cuando debe manejar las susceptibilidades de los nobles. En esta estructura naturalizada, el ciclo histórico de los regímenes3, entonces, solo expresa una alternancia sin fin del orden y del desorden4. Este conflicto de “humores” es portador de progreso institucional hasta cierto punto, porque es el juego permanente de dos contra-poderes. Pero superado el umbral progresista, induce a guerras civiles y caos. El Príncipe, si tiene la excelencia de la “virtù”, y a la vez discernimiento estratégico, sentido del “kairos” (momento oportuno, ocasión proporcionada por la “fortuna”, las circunstancias), interés en la cosa pública, y poderío material de imponer su voluntad, es entonces el médico que previene o erradica las enfermedades y detiene este conflicto. Árbitro por encima de la pelea, tan necesario e irreductible como los otros dos polos, es el tercero que disciplina, la autoridad universal que domina sus particularismos. Pero como el poder solo es tiránico por necesidad, Maquiavelo defiende la constitución mixta5, compromiso reformista por excelencia en el que cada fracción del “cuerpo” social supuestamente ve preservados sus intereses contra los excesos de los demás6. Incluso los tribunos de la República romana, instaurados por la presión de la plebe contra los patricios, no escapan a esta configuración en la que el Príncipe se contenta con expresar y canalizar el antagonismo social, quedando en última instancia detrás de los dominantes. Aquí la plebe no es realmente demos, necesita la autoridad de un Príncipe distinto de ella para evitar la anarquía, encarnando este el Estado de clases (y sus élites), cuya necesaria destrucción teorizara Lenin, después de Marx.

Fortuna/virtù, revolución/contrarrevolución y “gobierno popular” De entrada Maquiavelo pone en tensión este dispositivo con la teoría muy moderna de la revolución y la contrarrevolución que inaugura simultáneamente en El Príncipe. Se trata de “aventurarse a introducir nuevas instituciones”7 y hacer la historia, proceso radical que exige a los nuevos Príncipes “imitar” la “virtù” de los héroes antiguos: así Teseo para Atenas, Rómulo para Roma, o incluso Moisés como jefe

político-militar. Ya sea asegurar la unidad y conquistar la libertad de un pueblo antes sometido o quebrado, o hacer posible el crecimiento de un nuevo pueblo, la empresa es propiamente revolucionaria porque debe renovar todo8. Esto implica estar solo9: los caminos intermedios, más o menos tibios, horrorizan a Maquiavelo porque fracasan, y la multiplicidad de los centros de decisiones es incompatible con la eficacia que se aspira. Unidad de la voluntad en la acción: del individuo al partido comunista como príncipe moderno10, de aquí parte la lectura gramsciana, atravesada por la referencia al jacobinismo. Y todo esto pone al arte de la guerra en el centro de la revolución, leitmotiv de Maquiavelo, las buenas leyes dependen de las buenas armas11, y recíprocamente: vanidad tanto de los profetas desarmados como de los tiranos. El florentino prosigue en varios lugares con la idea de que si la fortuna juega contra el Príncipe, generalmente no hace más que insistir sobre sus propios errores. La “fortuna” es una mezcla de condiciones estructurales objetivas y circunstancias contingentes. Designa ese juego de determinismos (sociales, económicos, ideológicos) en un cierto grado de desarrollo por encima del cual no se puede saltar: imposible que en el siglo XVI el naciente proletariado pueda ser ya el actor objetivo y subjetivo central que va a ser cuatro siglos más tarde. Y también designa todos los elementos de incertidumbre y de variabilidad que afectan objetivamente a las situaciones en las que se despliega el arte de la política. Pero a pesar de estas condiciones materiales que impone a la praxis estructural y coyunturalmente, tampoco es una potencia transcendente: para Maquiavelo solo es el factor decisivo en proporción a la impotencia o a la debilidad de la virtù, es decir, de la praxis revolucionaria. ¿En qué sentido? Si se puede comprender que un movimiento histórico se desvíe teniendo en cuenta circunstancias particularmente dramáticas, degenere en sí mismo o perezca bajo los efectos de una contrarrevolución exterior, esto nunca puede ser suficiente para perdonar los defectos de aquella12. No es que un verdadero sujeto revolucionario sea capaz de caminar sobre el agua (semejante maximalismo

“izquierdista” está ausente en Maquiavelo), sino que aguas arriba de la praxis, en la mala apreciación de las condiciones objetivas, tanto la subdeterminación como la sobredeterminación de las posibilidades reales de acción son defectos mayores de la virtù (el ejemplo militar aparece aquí sin ambigüedades). La virtù no tiene la capacidad de lograr siempre todo: es la potencia de hacer coincidir la voluntad con la “verità effectuale”13 de las cosas. El modelo en ciertos aspectos “utopista” del Príncipe, identificado por Hegel (en La constitución de Alemania) antes que Gramsci, sigue siendo naturalmente el de un antiutopismo estratégico sin igual.

II. De los “humores” a las clases en lucha en el capitalismo naciente Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio van aún más lejos y consideran explícitamente el “gobierno popular”14 (administrazione popolare): la triangulación principesca puede ser pasada por alto, la multitud-plebe es capaz de convertirse en un sujeto auténticamente político, “regulado por leyes”15. La virtù ya no es exclusiva de los “grandes hombres”, y la interpretación estrechamente “monárquica” del Príncipe se derrumba: de allí las lecturas republicanas de Maquiavelo y su prolongación “demócrata radical” en el “poder constituyente” posmarxista de Negri. ¿En qué condiciones concretas el pueblo puede convertirse en su propio Príncipe? Si su respuesta es importante para el marxismo, en principio es porque Maquiavelo esboza un segundo concepto de “pueblo”, que muestra que él mismo ha “colectivizado” de antemano al Príncipe en el contexto de la lucha de clases moderna.

La plebe-proletariado contra el pueblo-burguesía Efectivamente, las Historias Florentinas anticipan el pasaje del “pueblo-nación” unido contra la nobleza (los tribunos de la plebe en 1789 y febrero de 1848) al “pueblo-proletario” unido contra los nobles y los burgueses (junio 1848 y posteriormente). En realidad el “pueblo” está dividido sobre bases económicas y sociales16, y la plebe stricto sensu está formada por los que »


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trabajan con sus manos, viven de “esos oficios que son los nervios y la vida de la ciudad”17, y cuyo “trabajo no era retribuido suficientemente”18. Es el popolo minuto cuyos oficios no son ni reconocidos ni integrados por ninguna corporación profesional. “Pequeño pueblo”, “multitud”, a veces “canalla” o “populacho”, oscilando entre proletariado y lumpenproletariado, tales eran los Ciompi: los trabajadores más pobres y menos calificados de la industria de la lana, incluso por debajo de los tejedores y los tintoreros, subpagados en la jornada y confinados al fondo de las primeras fábricas textiles en el capitalismo naciente de la ciudad de Florencia. Frente a los Ciompi existe el popolo grasso, el pueblo no-noble por cierto, pero con riquezas y propietario, del que los nobili popolani, las grandes familias como la dinastía Médici, son la capa superior: gran burguesía local, este capital industrial y financiero ya se había apoderado del Estado florentino, sobre todo para lanzar y financiar las guerras incesantes que se hacían a las ciudades vecinas. Abajo de todas las escalas sociales, el trabajo del popolo minuto es ya en el siglo XIV, para Maquiavelo, el secreto vergonzante de una industria gloriosa que vampiriza a su fuerza de trabajo. En 1378 se produjo la gran revuelta de los Ciompi, y el principal relato que propone sobre ella19 llega hasta atribuirle la virtù principesca. Esta plebe moderna ordena tácticas insurreccionales a una estrategia social renovadora, sobre la base del reconocimiento de los intereses objetivos y específicos de la clase particular formada por sus miembros. Impetuosidad y audacia20, aptitud contra toda tibieza21 para hacer un uso político del terror contra el enemigo de clase y aprehender el kairos, en nombre del orden nuevo a crear, este tumulto no fue una simple “revuelta”, sino más bien el esbozo de una real política revolucionaria. Contra la miseria y la falta de reconocimiento lanzan la huelga en los talleres, toman las armas y empujan a la ciudad a instaurar un gobierno provisorio que satisfaga algunas de sus reivindicaciones (la creación de una corporación y el derecho simbólico de portar sus propias armas). Con su impulso imponen entonces, en el verano de 1378, una verdadera dualidad de poderes, y demuestran su capacidad de autoorganización agrupándose y dotándose de representantes22. Frente al gobierno traidor del gonfalonier Lando (antiguo capataz surgido de las filas de los Ciompi, el Kerenski de su tiempo), que sesiona en el Palacio de la Señoría en el corazón de Florencia, organizan una segunda insurrección con el objetivo consciente de realizar lo que Trotsky designara genéricamente como la famosa “segunda etapa”. De allí esta afirmación de Simone Weil en 1934 (que por lo demás, sin embargo era una

persona muy crítica del marxismo): “El proletariado, en agosto de 1378, ya opone el órgano de su propia dictadura a la nueva legalidad democrática que él mismo hizo instituir, como tuvo que hacer luego de febrero de 1917”23. En agosto de 1378 la segunda insurrección es ahogada en sangre por el gobierno de Lando. Y aunque ha valorizado la capacidad subjetiva de la plebe revuelta, Maquiavelo cambia nuevamente sus ropas: continuando su narración finalmente atribuye la virtù a Lando, restableciendo la visión “populachera” y despolitizada de la multitud, con el argumento de que la revuelta, aún nacida de la miseria, se volvía más propicia para el caos que para el progreso de la ciudad. El florentino se encuentra entre estos dos fuegos y no saldrá de allí.

III. El “Príncipe colectivo” desde el punto de vista de la dirección revolucionaria Esta oscilación no le es exclusiva, atraviesa todos los debates sobre las instituciones de la libertad y de la paz social, desde la Alta Antigüedad hasta el umbral del marxismo. Aún cuando aquí se decide a favor del vencedor, el italiano fue el primero en reconocer, dejando ya obsoleta cualquier oposición mecánica entre “espontaneísmo” y “vanguardismo”, que conciencia de clase, programa estratégico y organización política, no son más que las facetas articuladas de una sola y misma dialéctica. Ni mística, ni demonización del pueblo: la cuestión no es insistir tanto en el rol del partido (el príncipe devenido “colectivo”) de reformar un sentido común capaz de reunificar a un proletariado desunido. El elemento clave es la manera en que se alían el príncipe y el pueblo, y sobre todo la posibilidad de la interiorización en el pueblo-proletariado de la función principesca, es decir de la función de dirección político-militar. Desde este momento, lo que está en juego precisamente es la función principesca del partido leninista, del partido revolucionario con influencia de masas. Gramsci insistía en su período de L´Ordine Nuovo sobre las experiencias de autoorganización en los consejos obreros, para concentrarse después, en los Cuadernos de la cárcel, en el propio partido: es en este contexto específico en el que retorna a Maquiavelo, en 1932-1934, pero esta vez dejando totalmente de lado la cuestión de la autoorganización. Ahora bien, es la relación entre ambos la que crea dialécticamente el problema de la dirección revolucionaria. Sobre el 1905 ruso, Trotsky sacaba la lección de que “sería un grave error identificar la fuerza del partido bolchevique con la de los soviets que dirigía. Estos últimos representaban una fuerza mucho más poderosa, pero sin partido, habrían sido impotentes”. A la vez,

Maquiavelo ya decía que la multitud es “más sabia y más constante que un príncipe”, que “junta es vigorosa” pero que “desunida”, es decir, “sin jefes”, es “débil”24. Más allá de Gramsci, proponemos decir que el “príncipe” maquiavelano anticipa más que el partido solo: anticipa la dialéctica de las masas en el movimiento orgánicamente mediatizado por el partido comunista revolucionario, su autoorganización en soviets y/o su autoconstitución en un poder independiente capaz además de federar a las clases subalternas. La segunda parte de este artículo se extenderá en esta hipótesis de lectura desde el punto de vista del lugar que puede tener Maquiavelo hoy25, en el debate estratégico sobre las relaciones entre guerras de movimiento y de posición y revolución permanente26, en particular según el rasero de la fuerza con la que, iniciando un paradigma que Clausewitz extenderá, ya subordinaba el arte de la guerra a la política popular. 1. Le Prince, IX [LP]. 2. Histoires florentines, III, 1 [HF]. 3. Discours sur la première décade de Tite-Live, I, 2 [D]. 4. Cf. D, II, “Avant-propos”; HF, V, 1. 5. Cf. D, I, 2 ; HF, II, 39. 6. D, I, 4-5 ; LP, IX. 7. LP, VI ; D, I, “Avant-propos”. 8. D, I, 26. 9. Ibíd., I, 9. 10. Cf. Cahiers de prison, VIII, § 21. 11. LP, XII. 12. D, II, 30. 13. LP, XV. 14. D, I, 4. Cf. L’art de la guerre, II. 15. Ibíd., I, 58 y III, 35. 16. Cf. HF, I, “Préface”, y II, 40-41. 17. LP, X. 18. HF, III, 12. 19. Ibíd., III, 13 y ss. 20. LP, VI ; D, III, 44. 21. D, III, 9 y 21. 22. HF, III, 17. 23. S. Weil, “Un soulèvement prolétarien à Florence au XIVe siècle”, en N. Maquiavelo & S. Weil, La révolte des Ciompi, Toulouse, CMDE-Smolny, 2013 (www.collectif-smolny.org). Retomo aquí algunos pasajes de mi posfacio al libro 1378 o la emergencia del sujeto revolucionario moderno. 24. D, II, 44, 57-58. 25. Cf. E, Albamonte & M. Maiello, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, septiembre de 2012, § “Gramsci y Maquiavelo”, p. 140. 26. A. Gramsci, Guerre de mouvement et guerre de position, Paris, La fabrique, 2011, ch. V ; E. Albamonte & M. Romano, “Trotsky y Gramsci. Convergencias y divergencias”, “Revolución permanente y guerra de posiciones. La teoría de la revolución en Trotsky y Gramsci”, Estrategia Internacional 19, enero de 2003.


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Ilustración: Natalia Rizzo

Acerca de Peter D. Thomas y la actualidad de Gramsci

La hegemonía light de las “nuevas izquierdas” Juan Dal Maso Comité de redacción. Fernando Rosso Comité de redacción.

El libro de Peter D. Thomas, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism1, ha generado un nuevo interés por el pensamiento de Gramsci en los ámbitos de la izquierda académica y política en Inglaterra y Francia, y se convirtió en cierta medida en un acontecimiento intelectual internacional. Los motivos de este suceso son varios. En primer lugar, un cierto “vacío” teórico en lo concerniente a las estrategias de la izquierda, entendida esta en sentido amplio. En una situación de relativo ascenso de las coaliciones de izquierda reformista, pasado el momento de la

“ilusión de lo social” que expresó la moda autonomista, las elaboraciones de Thomas ofrecen una hipótesis de reconstrucción del marxismo, por la vía de un rescate del pensamiento de Gramsci, con afinidades hacia los nuevos movimientos surgidos en los últimos años: Ocuppy Wall Street, la Primavera Árabe, movimientos anticapitalistas en general. Y a la vez intenta retomar la cuestión “político-estratégica”. Un pensamiento que a la vez, se postula como alternativo al “posmarxismo” que terminó transformado en soporte ideológico de distintas variantes de proyectos “populistas”, sobre todo en

los gobiernos que en Latinoamérica se conocieron como “posneoliberales”, hoy también en una situación de decadencia, postulando a su modo también la cuestión de la centralidad obrera, sin caer en el “obrerismo” temido hasta el absurdo por las izquierdas británica y francesa. Desde el punto de vista teórico, Thomas tiene el mérito de hacer accesible al lector de habla inglesa ciertas conclusiones de los estudios gramscianos más recientes. En una “cultura marxista” donde la principal recepción de Gramsci se hizo a través del prisma althusseriano, a diferencia por ejemplo de Argentina o »


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IDEAS Y DEBATES

en parte de América Latina, donde esa contaminación existió pero no impidió el desarrollo de una tradición propiamente gramsciana independientemente o no necesariamente marcada por el enfrentamiento con Althusser. Analizaremos en este artículo los planteos de Thomas en un trabajo posterior a la publicación de su libro, que mantiene a su vez continuidad en los temas y puntos de vista, pero en forma más sintética y centrada en los conceptos de hegemonía, revolución pasiva y príncipe moderno. Utilizaremos como base para nuestra argumentación el trabajo “Hegemony, passive revolution and the modern Prince”2, en el que el autor polemiza con las más difundidas lecturas del concepto gramsciano de hegemonía así como contra las posiciones que ubican a la “revolución pasiva” como el “punto culminante” de la teoría de Gramsci y a la metáfora del “príncipe moderno”, como sinónimo de partido político, entendido en el sentido tradicional.

Cuatro deformaciones de la hegemonía Thomas sintetiza en cuatro las principales lecturas o usos sobre el concepto gramsciano de hegemonía. 1- La que difundieran Palmiro Togliatti y el PC italiano, de la hegemonía como consenso (opuesto a coerción) de un grupo social sobre los demás estratos, reduciéndola a una dirección ética, como parte de la “vía italiana al socialismo”. 2- La que asocia la hegemonía a la articulación de distintos elementos heterogéneos en un “sujeto político” de corte populista, que surge en el proceso constitucional italiano de la segunda posguerra y llega hasta Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. 3- La que postula la hegemonía como la construcción de consenso en la sociedad civil, opuesta a la coerción estatal y por ende como una teoría “anti-política”, que asocia con ciertos sectores de la Nueva Izquierda de los ‘60 y ‘70, el maoísmo de Europa Occidental y el Eurocomunismo. 4- La lectura “geopolítica” que postula la hegemonía como una versión del realismo político en las relaciones interestatales. Thomas sostiene que todas estas versiones, construidas sobre la base de lecturas parciales del proyecto teórico-político de Gramsci, “tienen en común la reducción de la hegemonía a una teoría general del poder político”, y en consecuencia, de la gobernabilidad y el orden.

El “encadenado dialéctico” de la hegemonía Contra estas posiciones, Thomas propone una “tipología” alternativa del concepto de hegemonía que une en una “serie” o “encadenado” dialéctico (dialectical chain), cuatro momentos, entendidos estos en el sentido hegeliano de planos conceptuales y no como serie temporal.

• La hegemonía como liderazgo social y político. Basándose en la tradición del marxismo ruso y la Tercera Internacional, Gramsci comienza a utilizar el concepto de hegemonía para analizar la formación histórica del poder estatal moderno, llegando en los Cuadernos a la conclusión de que la formación de la modernidad política en Occidente se caracteriza por la ausencia del principio de la hegemonía del movimiento obrero, desarrollada en “Oriente”. • La hegemonía como proyecto político. Sostiene Thomas que para Gramsci la hegemonía implica la articulación de diferentes modos de liderazgo social, cultural y económico, en un proyecto político global, que debe construirse sobre la base de la inmensa riqueza de los sectores subalternos, el cual se constituye como un “laboratorio político” para el desarrollo de nuevas formas democráticas y emancipatorias de la práctica política. • El aparato hegemónico. Este momento contiene, según Thomas, lo que usualmente puede considerarse el aporte nuevo de Gramsci al concepto de hegemonía. La identificación de un aparato hegemónico burgués constituido por los diarios, editoriales, instituciones educativas, asociaciones sociales, clubes deportivos y redes culturales, plantea la necesidad de la conformación de una red alternativa de aparatos hegemónicos proletarios, destinada a abrir el camino hacia la abolición de las relaciones sociales de explotación y opresión. • La hegemonía del movimiento obrero. Este último y decisivo momento del concepto integral de hegemonía que sostiene Thomas, hace al activismo político de Gramsci antes de su encarcelamiento y a la idea presente en los Cuadernos de la centralidad del trabajo como una relación social que sobredetermina todas las restantes relaciones sociales en las sociedades modernas.

La “revolución pasiva” como antítesis (o fracaso) de la revolución activa Thomas explica que de 1930 a 1932 Gramsci utiliza el concepto de revolución pasiva para explicar el proceso del Risorgimento (conformación el Estado nacional italiano moderno), en el que las clases dominantes excluyeron a las clases populares de una participación autónoma y organizada en el proceso de modernización. Posteriormente, comienza a utilizarlo comparativamente para analizar otras formaciones sociales, como Alemania, que había tenido un proceso similar. A partir de 1932, tiende a generalizar el concepto en el sentido de que este podría tener un carácter internacional y epocal (tomando el ejemplo del fascismo). Contra la idea de un Gramsci partidario de “revoluciones pasivas” permanentes, plantea que la misma debe entenderse como antítesis de la revolución activa de las clases populares

(como sostuviera Gramsci en C15 § 62). O como fracaso o ausencia de hegemonía proletaria y por lo tanto como aborto o límites de una verdadera revolución que cumpla con sus tareas históricas que determina los límites del proceso burgués de modernización.

El príncipe moderno como partido-laboratorio Llegamos finalmente a la idea en la cual se articulan la concepción de la hegemonía y la de la revolución pasiva: El Príncipe Moderno. Aquí Thomas debate contra la idea de que el Príncipe Moderno sería un mero nombre en clave para el Partido Comunista. Sostiene que por el contrario, contra el formalismo político propio de la modernidad, en el cual las formas políticas subordinan el contenido social, el Príncipe Moderno, culmina en la constitución de un “partido-laboratorio” que es expresión de un contenido que constitutivamente lo excede: La consolidación institucional de este proceso en un partido de nuevo tipo, debería por lo tanto, no ser entendida como la formación de un “sujeto político” como un centro unificado de propósito e iniciativa, o un “instrumento” o “máquina” (…) Por el contrario, es una siempre provisional condensación de relaciones de fuerza que continuamente modifica la composición del Príncipe Moderno como un organismo colectivo, y como un expansivo proceso revolucionario en movimiento. Sobre todo, el concepto integral del Príncipe moderno, tanto como una amplia dinámica civilizatoria como un nuevo proceso institucional de transformación social, representa –en un sentido activo– un nuevo tipo de cultura política que debería ser capaz de valorizar el poder constituyente como la base de una nueva organización social.

Hegemonía proletaria y hegemonía “nacional-popular” Si bien compartimos las críticas realizadas por Thomas a las cuatro deformaciones descritas al principio de este artículo, consideramos que la tipología que ofrece el autor se vuelve un tanto abstracta en función del último momento que considera clave: el de la hegemonía del movimiento obrero. Gramsci nunca sostuvo ninguna de las cuatro versiones deformadas que describe Thomas, pero en lo tocante a la hegemonía de la clase obrera su teoría se vuelve problemática, si tomamos en cuenta y ponemos en relación las elaboraciones de los Cuadernos de la cárcel con su posicionamiento sobre la hegemonía proletaria en la URSS, en el debate entre el bloque Stalin-Bujarin y la Oposición Conjunta. Es en ese debate donde Gramsci se orienta hacia una visión que emparenta la hegemonía con una idea de “política nacional” por encima del predominio social y político del proletariado.


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En su carta al CC del PCUS se puede leer: ... Camaradas, jamás en la historia se ha visto que una clase dominante estuviera en su conjunto en condiciones de vida inferiores a las de determinados elementos y estratos de la clase dominada y sujeta. Esta contradicción inaudita es la que ha reservado la historia para el proletariado (...) Pero el proletariado no puede llegar a ser clase dominante si no supera esa contradicción con el sacrificio de sus intereses corporativos, no puede mantener la hegemonía y su dictadura si no sacrifica, incluso cuando ya es dominante, esos intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. (...) En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, la que ha impedido hasta ahora al proletariado occidental organizarse como clase dirigente. Solo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria en régimen de NEP, o sea, en el pleno despliegue de la contradicción que hemos indicado3.

Desde una posición “sustituísta” en la cual el grupo dirigente es el depositario del “punto de vista” de la clase obrera, la identificación del interés histórico del proletariado con la política neopopulista de Bujarin-Stalin en 1926, Gramsci realiza un cierto desplazamiento teórico. De la hegemonía entendida desde la centralidad de la clase obrera que combina la lucha por la dirección política tanto como por el predominio social del proletariado se desliza a otra concepción de bloque obrero-campesino, en el cual la clase obrera es políticamente dominante por intermediación de la dirección partidaria, pero socialmente subordinada por su situación histórica concreta. Esta oposición entre “interés económico corporativo” y hegemonía, de peso dominante en los Cuadernos (ver por ejemplo C13 §18) tendiente a oponer el poder social con la dirección política, es uno de los aspectos más débiles del concepto de hegemonía gramsciano ya que hace difuso precisamente lo que Thomas resalta: la hegemonía del movimiento obrero. Y asimismo tiene consecuencias en el tipo de Partido propuesto por Gramsci, lo cual vuelve más contradictoria la interpretación de Thomas.

Un Príncipe Moderno a la medida de las “nuevas izquierdas amplias” Si bien acierta Thomas en señalar que para Gramsci el Príncipe Moderno no es un mero nombre en clave para referirse al viejo PC, su imagen de un partido de nuevo tipo abierto al poder constituyente que viene desde abajo parece más bien destinada a establecer un

Gramsci que dialogue con el legado del autonomismo y los “partidos amplios anticapitalistas” o neo-reformistas. Aunque Gramsci postula un partido que al desarrollarse pone en marcha un movimiento que subvierte toda la estructura de la sociedad, el peso que tiene en su “modelo” la actividad autónoma de la clase obrera es muy poco, ya que a diferencia de su período “consiliar”, en los Cuadernos de la cárcel no se hacen referencias a los consejos obreros, ni a los comités de fábrica. La única forma “espontánea” de actividad de la clase obrera que aparece en sus notas sobre el Príncipe moderno, es el sindicalismo, el cual debe ser superado para establecer una perspectiva realmente hegemónica. Por este motivo, el Príncipe Moderno, siempre en la visión de Gramsci, contrariamente a cualquier lectura “expresiva” de la relación entre contenido social y formas políticas, tiende a abarcar todo el espectro de actividad de la clase obrera, y de esa forma subsume y supera políticamente las formas “espontáneas” del movimiento social. Del partido-clase (“totalitario” en el sentido de que abarca el conjunto de la actividad de la clase obrera y “de masas” en el sentido contrario a partido de vanguardia), Thomas realiza una derivación hacia un partido-movimiento, del cual se mantiene su carácter de movimiento histórico y su forma “amplia”, pero se identifica con experiencias que poco tienen que ver con la hegemonía proletaria4 y al mismo tiempo se invierte la relación entre contenido social y forma política planteada por Gramsci, desplazándose el eje de lo político a lo social. Dicho sea de paso, no es la primera vez que se traza este tipo de interpretación, ampliando la concepción de partido de Gramsci hasta que abarque diversas experiencias de “izquierdas amplias”, populistas o reformistas. En nuestro país, fue Juan Carlos Portantiero quien postulara que las formas “antijacobinas” del partido gramsciano le daban ese carácter popular, que bien podía emparentarse con la experiencia maoísta (Los Usos de Gramsci). En la tradición de Lenin y Trotsky, este problema de la relación entre movimiento social y partido se aborda desde otra óptica, en la cual el partido (de vanguardia) logra peso de masas a través del desarrollo de fracciones revolucionarias en los sindicatos y organizaciones de masas y la política de frente único obrero, cuya máxima expresión son a su vez los soviets.

Algunas conclusiones Contra los más difundidos “usos” de Gramsci, que obedecían a las condiciones en que surgieran la vía italiana al socialismo, el eurocomunismo y el posmarxismo, Peter Thomas busca establecer una lectura que tiene como punto fuerte la crítica de esos lugares comunes que

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constituyen, como él mismo afirma, una suerte de “Gramsci para principiantes”. Pero la interpretación que propone en “Hegemony, passive revolution and the modern Prince”, cae a su vez en otro tipo de “uso”, acorde al espíritu de época actual: un Gramsci defensor de un partido de nuevo tipo, que expresa en forma laxa un movimiento social amplio (que incluiría a la clase obrera), difícilmente asimilable al horizonte político y cultural de Gramsci, así como a la propuesta teórica de los Cuadernos de la cárcel. La hipótesis del Príncipe moderno, en tanto partido-laboratorio, no jerarquiza las tareas preparatorias que van desde las luchas teóricas, políticas, hasta los combates parciales de la lucha de clases misma, en las que madura y se desarrolla un partido revolucionario. Y tampoco las diferentes tendencias en las que se divide el movimiento obrero (y que son expresión de su heterogeneidad social y política), que hacen a la existencia de unas fracciones de vanguardia más avanzadas y conscientes que otras. En este contexto, Thomas, considera el plano del desarrollo político en términos históricos (la tendencia de la clase obrera a constituirse en partido), pero haciendo abstracción de la relación entre el carácter de clase, las formas organizativas y la estrategia que debe tener ese partido para la conquista del poder obrero. Así, termina descartando la necesidad de un partido obrero que debe ser centralizado y democrático, es decir, desecha la teoría leninista de la organización. Blogs de los autores: losgalosdeasterix.blogspot. com.ar y elviolentooficio.blogspot.com.ar

1. Leiden-Boston, Brill, 2009. 2. Thesis Eleven 117, 2013. 3. Disponible en www.gramsci.org.ar. 4. “Por encima de todo, sin embargo, ha sido la experiencia práctica de los procesos contradictorios de reagrupamiento de la izquierda a escala internacional –desde las reconfiguraciones de la última década en la izquierda latinoamericana, al mayor o menor éxito de los partidos de la coalición en Europa, como Die Linke en Alemania, Izquierda Unida en España, Syriza en Grecia y el Front de Gauche en Francia, a la emergencia provisional de nuevas formaciones políticas en todo el norte de África y el mundo árabe– que ha colocado firmemente la cuestión del partido de vuelta en la agenda contemporánea. El horizonte comunista por lo tanto ahora se enfrenta a su propio horizonte de inteligibilidad no simplemente en una discusión sobre la forma partido, sino en la relación dialéctica entre este tipo de debates teóricos y las innovaciones organizativas de los movimientos reales de hoy, parafraseando las palabras ya citadas algunas veces de La ideología alemana, que están dirigidos a eliminar el actual estado de cosas” (Thomas, “The Communist Hypothesis and the Question of Organization”, Theory & Event 4, volumen 16, 2013).


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Fotomontaje: Natalia Rizzo

Dialéctica y epistemología genética En IdZ 7 se discutieron los reduccionismos de moda en las neurociencias, desde un enfoque en que la dialéctica y la lectura que el marxismo hizo de ella cumplían un importante rol. Aquí abordaremos cómo esa tradición se ha problematizado en el terreno epistemológico alrededor de las conceptualizaciones de Rolando García, que ha destacado allí el lugar de la dialéctica y señalado paralelismos y diferencias con el marxismo.

Ariane Díaz Comité de redacción. Formado en las ciencias duras, García discutió duramente contra el empirismo, del que fue un “convertido”1. Distanciándose a la vez de cualquier tendencia al apriorismo, postuló al constructivismo genético como una alternativa para dar cuenta de las teorías que acompañaron a la cantidad de desarrollos científicos que, durante el siglo XX, provocaron tanto entusiasmo como crisis en las teorías científicas. También se ocupó de los cambios de “marcos epistémicos” –sistemas de pensamiento que permean las concepciones de una cultura y condicionan sus teorizaciones2– que marcaron época. La apelación a la dialéctica como un eje del proceso cognitivo lo llevó a retomar las nociones que había realizado el marxismo. De hecho, García destacó a Marx –en economía política– junto a Piaget –en psicología– como antecedentes de las teorías sobre los sistemas complejos, desarrolladas posteriormente3. Tres puntos podrían destacarse de esta relación entre constructivismo y marxismo: la noción del


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desarrollo cognitivo como proceso no lineal; la interacción entre sujeto y objeto de conocimiento a través de la actividad del primero; y la consideración de las determinaciones sociales de la historia de las ciencias. A lo largo de estos núcleos también habrá delimitaciones entre los abordajes de los marxistas clásicos y aquellos del constructivismo.

La acción como generadora de conocimiento García postula que el conocimiento surge de un proceso de organización de las interacciones entre el sujeto y el objeto de conocimiento: “La génesis de las relaciones y de las estructuras lógicas y lógicas-matemáticas está en las interacciones sujeto-objeto. No proviene del objeto, como abstracciones y generalizaciones de percepciones empíricas, ni del sujeto, como intuiciones puras o ideas platónicas”4. Según García, los niños desarrollan determinados esquemas de acción para interactuar con el mundo que los rodea. Dichos esquemas no solo generan totalidades organizadas, sino que son a la vez “organizantes, en tanto ese algo exterior adquiere significación”5. Tales formas elementales son las que, mediante reacomodamientos y reestructuraciones, darán lugar a las estructuras lógicas que conforman los sistemas más desarrollados, como los científicos, que encuentran así en la acción su punto de partida. La apelación a esta capacidad organizante está dirigida contra el empirismo: “la ‘lectura’ de los hechos supone instrumentos de asimilación, que no son sino formas de organización que dependen de las estructuras operatorias construidas por el sujeto”6. Es decir que el conocimiento implica un papel activo del sujeto, algo que Marx había destacado como aporte positivo del idealismo alemán en sus tesis sobre Feuerbach y más explícitamente, referido al método de la economía política, en los Grundrisse, a los que García cita en sus pasajes metodológicos como coincidentes con el pensamiento piagetiano7. A su vez, la noción de García del conocimiento como proceso retroductivo, es decir, que parte de las etapas más avanzadas en las cuales los mecanismos se tornan más claros8, sin duda puede compatibilizarse con las afirmaciones allí hechas de que las categorías más complejas dan la clave de las más simples, como la anatomía del hombre explica la del mono, según la famosa cita de Marx. Y así como en Marx eso no implica un escondido teleologismo por el cual el mono debía convertirse en el hombre, García también aclara que cuando un sistema abierto entra en crisis, la orientación de su reestructuración no está predeterminada9. Sin embargo, García señala una diferencia con la concepción esbozada por Marx respecto del papel de la actividad del sujeto. Dice: “En Marx, la praxis genera conocimiento, el conocimiento de la sociedad, del mundo, de la historia, se obtiene actuando sobre la sociedad. En Piaget, la acción genera los instrumentos que permiten organizar las interacciones con el mundo exterior, a partir de las cuales se genera el conocimiento”10. Castorina y Baquero señalan que esta es una de las diferencias entre cómo se entiende la acción focalizada por Piaget –limitada a

los procesos cognitivos–, y las ideas de Marx sobre la praxis, entendida como una dialéctica de adaptación activa del hombre al mundo social y natural11. García reafirmará el lugar que, con Piaget, dieron a la sociedad en la generación del conocimiento, pero insistirá en que esas condiciones no modifican los mecanismos que los seres humanos necesitan para adquirir conocimientos12, que requieren un análisis específico. Si se puede afirmar que la noción de praxis marxista no niega la especificidad de las herramientas de conocimiento, y de hecho da pautas sobre ellas, efectivamente es una noción más amplia que supone una tesis tanto epistemológica como antropológica: “los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento”13.

Fases estructurantes y espiral dialéctica Si un elemento central del constructivismo es la idea de desarrollo del conocimiento por etapas, también lo es que dicho desarrollo no es un proceso lineal sino forjado por crisis que requieren una reestructuración. Dice García: “La evolución de tales sistemas no se realiza a través de procesos que se modifican de manera gradual y continua, sino que procede por una sucesión de desequilibrios y reorganizaciones”14. Son justamente esos períodos de reestructuración los que Piaget había descripto como propiamente dialécticos. La importancia dada a la dialéctica en el proceso cognitivo lo llevó, incluso, a retomar las lecturas que Lenin hiciera de Hegel, en las que García encontró un programa de investigación epistemológico que anticipa aquel desarrollado por Piaget. Entre las convergencias que señala están la insistencia de Lenin en tratar los fenómenos como sistemas interrelacionados con crecientes grados de complejidad; el hincapié puesto en la diferenciación e integración de elementos en una totalidad; el señalamiento del carácter asintótico del conocimiento; y la reconstrucción en una fase superior de lo que pasa en el estadio inferior (constituyendo una espiral)15. Contra diversas críticas que se realizaron a Piaget, García insiste en que, si la discontinuidad se da en las fases estructurantes, ello no significa que las fases estructuradas sean estáticas: “La transición de un estadio a otro es un ejemplo típico de la inestabilidad de un sistema que no logra ya absorber ciertas perturbaciones (…) y debe por lo tanto reorganizar los instrumentos asimiladores para incorporar nuevas situaciones”16. Por otro lado, se ocupará de que no se confunda la noción de dialéctica que utiliza para esas fases estructurantes con un mecanismo que establece relaciones “de forma caótica”17, o que se confunda con lo que ha dado en llamar “el credo organicista” propio de la tradición de Oriente, según el cual todo en el Universo serían procesos de cambios en sucesión continua. Esto último es algo que, considera, podría advertírsele al marxismo18. Efectivamente, reducir la idea de dialéctica al “todo cambia” es una simplificación que no le cabe a Marx, y ni siquiera a Hegel. Si

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Marx declaró haber “coqueteado” con la dialéctica hegeliana cuando concebía lo existente en el fluir del movimiento y enfocaba su aspecto transitorio, no dejó por ello de explicar la estructura capitalista en sus tendencias y contratendencias; si Engels la rescató contra una visión de la naturaleza “dada de una vez y para siempre” –desarrollo que García no comparte– fue para rechazar las concepciones basadas en un acto de creación divina, sin por eso asumir una “teoría del caos”. El entusiasmo de Lenin por los “saltos” que lee en Hegel solo pueden entenderse en relación a una cierta acumulación cuantitativa previa; finalmente, otro marxista que se interesó por el problema epistemológico, Trotsky, señala un proceso dialéctico que, como gustaría a García, da importancia tanto a los cambios producidos en una estructura, como a sus elementos relativamente constantes: El mundo no es “fluido”, hay cambios en él, la cristalización de elementos durables (coagulados), aunque no por cierto “eternos”. Entonces la vida crea sus propios márgenes para sí misma para más tarde borrarlos. Los cambios cuantitativos de materia de un estadio dado presionan contra esas formas coaguladas, las cuales eran suficientes para un estadio previo. Conflicto. Catástrofe. O la vieja forma vence (solo parcialmente vence), haciendo necesaria la autoadaptación del proceso (parcialmente) conquistado, o el proceso de movimiento revienta la vieja forma y crea una nueva, por medio de nuevas cristalizaciones de sus matrices y la asimilación de elementos de la vieja forma19.

De hecho, Trotsky extiende esta visión a las teorías científicas explícitamente, fascinado por todos los casos en que éstas pusieron “patas arriba” sus presupuestos: “estas transformaciones no tienen un carácter evolutivo [estable] sino que están acompañados por cortes en graduación, esto es, por pequeñas o grandes catástrofes intelectuales. En suma, esto también significa que el desarrollo del conocimiento tiene un carácter dialéctico”20. García aclara que no debemos dejarnos llevar por los estereotipos que de la tríada hegeliana o del pensamiento dialéctico de Marx se han hecho21, pero a la vez, suele igualar en su lectura de la tradición dialéctica a Platón, al taoísmo, a Hegel o a Marx; quizás demasiado enfocado en la discusión con el empirismo –una tradición más bien anglosajona–, no llega a problematizar que muchas de las categorías del constructivismo bien podrían considerarse una “traducción”, en sus propios términos, de problemas que trató la tradición dialéctica alemana, donde la crítica, la historia y la dialéctica fueron centrales. El marxismo abrevó de esas fuentes cuestionadoras del entusiasmo científico positivista de su época, a la vez que las replanteó radicalmente.

Conocimiento y condiciones externas Señalamos ya la idea de “marco epistemológico” con la que García intenta dar cuenta de las determinaciones sociales que condicionan los »


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IDEAS & DEBATES

“Los adversarios a desafiar fueron para Marx en cierta medida los mismos que para García: el empirismo por un lado, pero también la asunción hegeliana de la ‘idea’ como generadora de la realidad.

procesos cognoscitivos, algo que sin duda también fue motivo de interés para el marxismo. Pero García opina también que, de no darse especificidad al problema epistemológico, lo que tendremos es una sociología de la ciencia que no logrará desentrañar los problemas de cómo se logra la “explicación científica” de un fenómeno. Discutiendo con el empirismo que no hay simplemente “hechos” puros que recabar –García apunta sobre todo a cómo en las ciencias sociales los “hechos” están lejos de ser neutrales–, pero también con las teorías postempiristas que, decepcionadas, vieron a la ciencia como un fenómeno meramente subjetivo22, García buscará ejemplificar la relación que debe establecerse entre las descripciones y las inferencias teóricas que se dan del fenómeno. Para ello recuenta el ejemplo de cómo las “leyes de Kepler” sobre la trayectoria elíptica de los planetas, hechas a partir de sus mediciones astronómicas, terminaron coincidiendo con las inferencias matemáticas que hiciera Newton basado en sus formulaciones previas sobre la mecánica. García concluye que “este concepto de explicación basado en la atribución, a las relaciones empíricas, de las conexiones necesarias que se verifican en las estructuras lógico-matemáticas de las teorías científicas, constituye la base más sólida para fundamentar la construcción del concepto de realidad”23. Acá encontramos nuevamente confluencia pero también diferencias con la tradición marxista. Los adversarios a desafiar fueron para Marx en cierta medida los mismos que para García: el empirismo por un lado, pero también la asunción hegeliana de la “idea” como generadora de la realidad. Pero García le endilga a Engels haber cometido un error hegeliano en sus análisis de la dialéctica de la naturaleza, un “realismo ingenuo” que habría abusado de las teorizaciones de Marx al extender la dialéctica a un terreno externo al desarrollo cognitivo; una crítica en la cual, por lo demás, no está solo, incluso dentro del marxismo, ya que ha sido habitual leer a Engels como defensor de una concepción mecanicista y apriorista. No podemos abordar esta discusión aquí, pero señalemos un problema que suele formar parte de estas críticas y que sin embargo las excede.

La consideración de la dialéctica como constitutiva de una realidad externa al proceso epistemológico, que “trabajada” se expresa en las formas de conocimiento de esa realidad con sus propias características, no implica necesariamente ni una mecánica teoría del reflejo, ni una negación de la especificidad de estos fenómenos, ni una proyección apriorística que fuerce los hechos. Más allá de las consideraciones que se hagan de cómo fueron desarrollados algunos de estos intentos, el problema de fondo en estas polémicas es cuál es la relación entre, en palabras de Marx, el “concreto pensado” y el “concreto real” en el proceso de conocimiento. Hablando de su tema, el capitalismo, Marx dirá en los Grundrisse: hay que tener siempre en cuenta que el sujeto –el capitalismo– es algo dado tanto en la mente como en la realidad, y que las categorías, por tanto, expresan formas de ser, determinaciones de existencia, a menudo simples aspectos de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que por lo tanto, aun desde el punto de vista científico, su existencia no comienza en el momento en que empieza a pensarse en ellas24.

Si para Marx no hay un reflejo mecánico ni una identidad hegeliana entre sujeto y objeto, sí hay una unidad, que no se agota en el proceso de conocimiento. Una vez más, si no niega su especificidad, la relación tiene en Marx un sentido ontológico más fuerte que en la interpretación de García. Esa unidad tiene su base en la praxis, como enuncia en su segunda “Tesis sobre Feuerbach”: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”25. Los ejemplos referidos al mundo físico habían incomodado a autores que, criticando la idea de dialéctica de la naturaleza, separaron las ciencias sociales, que estudian fenómenos que pueden ser considerados subjetivos, del estudio de los fenómenos físicos. No es el caso de García, para quien: “en tanto se trate de la asimilación de objetos de conocimiento, no hay dicotomía, en el nivel psicogenético, entre los fenómenos del mundo físico y los fenómenos del mundo

social”26. Por otro lado, García incursiona en un cierto isomorfismo entre los procesos biológicos en su adaptación al medio y los procesos cognitivos: “En tanto tales, obedecen a mecanismos de desarrollo similares, los cuales si bien poseen particularidades propias de cada dominio, tiene características comunes”27. Sin embargo, quizás obligado a diferenciarse del uso arbitrario que el estalinismo hizo de la dialéctica en el terreno científico, García no ve en el fondo del planteo engelsiano un isomorfismo similar al que él propone. Si es cierto que el estalinismo aunó en su visión de la dialéctica lo peor del mecanicismo empirista y del apriorismo idealista, tomar como objeto de discusión dichos estereotipos no permitirá avanzar en la discusión sobre la “terrenalidad del pensamiento”. Y también es cierto que, a décadas de que el stalinismo en nombre de la dialéctica eliminara la enseñanza de la lógica formal en pos de una “lógica dialéctica”, lo que se le ha opuesto al marxismo en las últimas décadas es más bien un relativismo posmoderno que teóricamente reduciría la filosofía de la ciencia a meros efectos del discurso. La dialéctica del conocimiento, para los marxistas, lo que hace esencialmente es señalar, con sus especificidades, la historicidad tanto del sujeto como del objeto de conocimiento. Así lo resume Trotsky: “¿Qué expresa la lógica? ¿La ley del mundo exterior o la ley de la conciencia? La pregunta está planteada dualísticamente, [y] por lo tanto no correctamente [porque] las leyes de la lógica expresan las leyes (reglas, métodos) de la conciencia en su relación activa con el mundo exterior”28.

1. Sistemas complejos, Barcelona, Gedisa, 2006, p. 37. 2. El conocimiento en construcción, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 157. 3. Ibídem, p. 77. 4. Ibídem, p. 61. 5. Ibídem, p. 99. 6. Ibídem, p. 123. 7. Posfacio a Piaget, Las formas elementales de la dialéctica, Barcelona, Gedisa, 1982, p. 203. 8. El conocimiento…, ob. cit., p. 51. 9. Piaget y García, Hacia una lógica de significaciones, Barcelona, Gedisa, 1997, p. 130. 10. “Piaget, las ciencias y la dialéctica” en Herramienta 19, 2002. 11. Castorina y Baquero, Dialéctica y psicología del desarrollo, Madrid, Amorrortu, 2005, p.71. 12. El conocimiento…, ob. cit., p. 90. 13. Marx y Engels, La ideología alemana, Bs. As., Pueblos Unidos, 1985. Engels desarrollará esta idea como clave de la evolución humana a través del trabajo. 14. El conocimiento…, ob. cit., p. 77. 15. Posfacio a Piaget, ob. cit., pp. 203-206. 16. Piaget y García, Hacia una lógica…, ob. cit., p. 130. 17. Posfacio a Piaget, ob. cit., p. 208. 18. El conocimiento…, ob. cit., p. 169. 19. Trotsky, “Cuadernos 1933-35” en Escritos filosóficos, Bs. As., CEIP, 2004, p.54. 20. Ibídem, p. 64. 21. El conocimiento…, ob. cit., p. 169. 22. Ibídem, p. 199-202. 23. Ibídem, p. 207. 24. Madrid, Siglo XXI, 1997, p. 27. 25. Marx y Engels, La ideología alemana, ob. cit. 26. El conocimiento…, ob. cit., p. 62. 27. Piaget y García, Hacia una lógica…, ob. cit., p. 117. 28. Trotsky, ob. cit., p. 50.


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Sobre la Historia crítica de la literatura argentina

UN PROCESO ABIERTO EN CAPÍTULOS Entrevistamos a Noé Jitrik, reconocido crítico literario y escritor, quien está dirigiendo la edición de Historia crítica de la literatura argentina, obra en la que colaboran más de 300 autores. A esta Historia dedicamos la mayor parte de la entrevista, en la que nos adelanta los temas de los dos volúmenes que quedan por editar, aunque también aborda las actuales lecturas de personajes como Borges o Trotsky.

IdZ: La Historia crítica de la literatura argentina incluye, al menos en los títulos, volúmenes dedicados a autores, a géneros literarios, a fenómenos como el desarrollo de la crítica. ¿Cúal fue el hilo para armarla, cuando aparentemente sigue criterios distintos? Siguiendo quizás un modelo de narración del siglo XIX, es decir, un propósito descriptivo general y alternativas que dan lugar a los capítulos. Estos capítulos pueden ser de naturaleza diferente: el personaje se encuentra de pronto frente a una posibilidad positiva, y en lo que sigue surge una contrariedad; entonces el carácter del capítulo cambia. Por otro lado, en la narración del siglo XIX hay capítulos que son

como de descanso, de transición, donde la descripción ambiental crea un ritmo que ayuda al lector a una especie de relajamiento para poder aumentar la tensión después, y llevar el conflicto a una zona de resolución dramática, que luego se disuelve en una lección que hereda de la tragedia, en el sentido de que hay reconciliación, o hay continuidad. Ese proceso, que prácticamente es común a todo el relato realista del siglo XIX, puede ser aplicado a cualquier intento de relato. Y un relato tiene un carácter de historia en el sentido de un desarrollo. No es un concepto de fijación de un acontecimiento, sino de una gestación, de una problematización del conflicto, de alguna resolución, o de una

Fotografía: Clara Liz

continuidad, o de un cese. Todos estos elementos entran en el concepto de historia. Entonces cualquier objeto que pueda ser abordado puede ser enfocado desde esta perspectiva. No para atenerse rigurosamente a las condiciones que tiene el relato del siglo XIX, sino el espíritu general de un proceso que tiene un carácter histórico, y que tiene por lo tanto estas posibilidades. Los capítulos, ¿cómo los empecé a pensar? Tuve en cuenta la cuestión de los momentos del proceso, ateniéndome básicamente a lo que pasa dentro del objeto mismo, de eso que llamamos literatura, no en un contexto de algo concluido o terminado –como puede pensarse en la literatura europea–, sino de gran gestación. En realidad es un proceso dramático, porque no hay nada firme en el comienzo, ni siquiera los modelos que se pueden invocar son demasiado fuertes, y luego va como intentando tomar forma. Y eso hace momentos de alza, como por ejemplo en “El oficio se afirma”, donde ya hay gran literatura. Pero primero simplemente hay “Una patria literaria”, una voluntad de construir algo en un lugar que está también empezando a tener forma, que todavía no la tiene. Y finalmente, el último volumen, “Una literatura en aflicción”, ya hay una literatura más o menos conformada, que empieza a mirarse a sí misma en sus déficits, en sus dramas, en sus tragedias. En el que abre y en el que cierra, la relación con el entorno es determinante. La relación regular que puede darse entre una producción literaria, simbólica, y el »


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CULTURA Literatura

“Macedonio es eso. Es la transición de orden crítico, con una visión muy profunda, de esto tan fugitivo que es la literatura.

contexto –hasta dónde la determinación, la autonomía, etc.–, se ahonda de una manera menos evidente que en el comienzo y en el final de este proyecto. Eso es más o menos el espíritu. IdZ: En los volúmenes hay secciones que están dedicadas a revistas críticas, al periodismo, incluso a cómo se enseña la literatura. ¿Considerás que esas “instituciones” relacionadas son algo secundario al desarrollo propio de esa literatura –que tiene que ver en todo caso con cómo se vende, cómo se enseña, pero no con el núcleo de lo que se escribe–, o terminan afectando el contenido? Son confluyentes. No se puede saber hasta qué punto entran en un proceso que de pronto tiene una forma más definida. Se podría decir: “Borges. Eso es literatura”; parece que nadie discute que eso sea literatura, y literatura argentina. Pero todo lo que intervino para que eso llegara a ser, es muy variado, no es un producto de una decisión o una claridad sobre lo que quería o no quería. Decía que son confluyentes. Tengo un ejemplo en el volumen de comienzo de siglo, que es el teatro de los anarquistas. Cuando los anarquistas tienen una presencia fuerte en Argentina, el modo de sociabilidad que tienen, y de afirmación de su pensamiento, y de afiliación, es el teatro, que ellos mismos escriben. Hay una actividad permanente del teatro de los anarquistas. Y todo es igual: el drama del patrón burgués que explota a la costurera… IdZ: Con una posición más pedagógica… Pedagógica sí, pero social, porque viene siempre en una fiesta, en una conmemoración. En el programa está también la actuación de los niños, la comida, el compañero que viene de otro país… No es gran literatura, pero es un fenómeno de búsqueda a través de un modo de la palabra que corrobora una atmósfera, a principios del siglo XX, que implica búsqueda de afirmación, una convicción muy fuerte, y además una marginación que se resuelve actuando en el orden simbólico. Y que es casi ejemplar, porque si esto que digo lo tomás como modelo de todas las dichas y desdichas de la izquierda, siempre ha sido así: la literatura funciona como una manera de resolver la incomodidad social, la dificultad de agarrar esta estructura que se escapa por todas partes o que es apropiada por otros.

Entonces, me parecía, es la voluntad de configurar la literatura por esa vía tan anómala y tan especial, y para mí tan encantadora, porque en todo el arte popular hay siempre una especie de aspiración a algo. No a la perfección, sino aspiración a algo, que tiene que ver con la vida, con el destino, con la sociedad. Hay otras cosas a tener en cuenta que son también confluyentes: la vida de las editoriales, por ejemplo. No se puede pensar que hay literatura argentina sin los españoles que vinieron a fundar editoriales en el país. Cuando España empieza a tener turbulencias, en la transición de la monarquía a la república, ciertas formaciones de orden liberal que se fueron dando a principios de siglo entran en crisis, y gente que se había formado por ejemplo en la escuela normal, o en la filosofía krausista, que estaban aspirando a un lenguaje que saliera de la cárcel de la monarquía, tan atrasada, y del catolicismo, tan bruto, sienten que en Argentina pueden hacer más cosas. Entonces cambia aquí la cosa, y en la Argentina se produce, y empieza a ser uno de los grandes países productores editoriales, un caso líder en América Latina. Y coincide con la aparición de figuras importantes y la conciencia del escritor. Entonces le doy un carácter dinámico al asunto, dramático, y no me fijo en las consagraciones. IdZ: Hablando de nombres, hay dos volúmenes dedicados a autores, Sarmiento y Macedonio. Sarmiento aparece más comúnmente como figura importante, pero Macedonio es más raro… ¿Por qué Macedonio a la altura de Sarmiento? Por esta idea de la transición, de que un capítulo, como en las películas continuadas, terminaba y seguía otro. ¿Cómo se producen las transiciones que permiten nuevas formas? Una idea muy común, sobre todo en la escuela secundaria es: “¿Por qué se produce el romanticismo? Porque hay cierta fatiga del clasicismo”. Pero eso es una estupidez, porque ciertos elementos del clasicismo perduran en el romanticismo. Pensalo en términos de la música: la música romántica es otra respecto de la música clásica, pero si vos pensás en figuras como Mozart, o Händel, ves el vigor que se va a desarrollar en el romanticismo. No es algo que “se genera”, sino que hay imaginación que busca cosas nuevas. Pero las estructuras perduran.

Te encontrás con una sinfonía de Schubert o de Mendelssohn, o de Schumann, y tienen adagio, allegro, etc. Entonces, hay transición, lo que no quiere decir que sea lo mismo. Macedonio es eso. Es la transición de orden crítico, con una visión muy profunda, de esto tan fugitivo que es la literatura. ¿Qué es un personaje?, dice Macedonio: no es una representación. Y si pone en duda el concepto de representación, abre a un campo que se desarrolla con sus más y sus menos, porque por ejemplo en el momento actual hay un regreso a la representación, porque es la clave del éxito. IdZ: Mencionabas a Borges. Pensaba en el programa que hizo Piglia en la televisión para un público amplio, o el debate el año anterior entre Feinmann y González… ¿Hay una especie de relectura “nacional y popular” de Borges? No de la obra de Borges, sino de la incomodidad de Borges. González inaugura una estatua de Borges en la Biblioteca Nacional, y estaban los secuaces de Borges, todos antikirchneristas a muerte, y se tuvieron que aguantar ahí a Borges sentado, color verde, para la eternidad. Es una tendencia a la reparación de lo que pudo haber sido un equívoco en relación con un tema más complejo, que simplemente lo afilió a Borges a lo que Borges pudo haber dicho o no dicho, y que tampoco tenía tanta gravitación, ni en relación con Borges ni con la historia. Para mí lo importante es qué se encarnaba en ese espíritu de perfección de Borges, en esa especie de persistencia en la desviación, en irse de la norma, en molestar, en hacer chistes destructivos sobre las creencias de la gente. Una especie de mezcla de escepticismo, de vanguardismo, de capricho, de niño bien... es un enigma. Siempre toca puntos esenciales de casi todas las cosas de las que se ocupa. Ahora, es como que hay que mostrar todo eso, y con cierta urgencia, como para tener ídolos, porque creo que en la Argentina tener ídolos y líderes es importantísimo. Lo de Piglia me parecía inteligente. Él hace cosas inteligentes, y toma algunos aspectos anecdóticos interesantes, y después invita a gente que no sabe qué decir. Después él tiene que decir “Qué interesante”, pero se ve que no lo es. Creo que los nacionales y populares lo estimulan con un revival de Jauretche. Borges pudo haber pertenecido a la mentalidad FORJA, como Manzi, Scalabrini Ortiz, Dellepiane. No era la de los viejos nacionalistas aristocráticos argentinos, ni la de los protofascistas. Eran nacionalistas, no perdían su pertenencia y la mentalidad radical, pero poniendo el acento en lo que los radicales en ese momento no estaban haciendo.


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Con Yrigoyen parecía que el radicalismo tenía una fisonomía muy propia, pero estaba inflitrado por una mesocracia, por el surgimiento de unas clases medias postinmigratorias, y no muy cómodas en el país… El radicalismo de Yrigoyen es una situación de incomodidad en términos generales, pero tiene también ese signo. Pero poco a poco se va modificando. Viene Alvear, vienen los estancieros, viene esa especie de aspiración o aristocracia, que fue siempre el mal de los radicales. Siempre en el fondo creyeron que la aristocracia argentina era de verdad, nunca se dieron cuenta de que era mentira. FORJA se insurge contra todo eso sin perder un carácter radical, y sin hacerse nacionalista a lo Ibarguren –más de derecha y a la francesa–, y tampoco la de la alianza libertadora, los fachos… Pero es un nacionalismo, y ahí está Jauretche, y Borges, sin estar ahí, es eso al principio. Esos poemas de los tres primeros libros, y los primeros ensayos tienen ese carácter, y nunca lo deja… Pero luego descubre que eso no puede ser autónomo, como lo dice en “El escritor argentino y la tradición”. Es coherente con eso, porque entonces empieza a mirar otros procesos literarios que le interesan, pero siempre encuentra la relación con lo local de una manera mucho más interesante que los otros que hablan de “lo nacional”. ¿Nos podemos librar de un pasado que está metido en nuestra cabeza y que domina nuestra imaginación? No, aparece. Por lo tanto, las peculiaridades son insignificantes, son complementarias, y lo que importa son las continuidades. IdZ: En el volumen X anunciás que en el I van a aparecer los fundamentos de esta Historia… Ya con 10 volúmenes hechos, ¿cambió la idea que tenías? De hecho el volumen I, que está en prensa, hago una referencia bien precisa a lo que podría ser una teoría que gobierna la factura total de la obra. Que no sé si ha cumplido. Cuando uno trabaja con un ejército –tenemos trescientos colaboradores–… Elegí a la gente pensando que podían abordar determinados temas, y además tuvo una respuesta buenísima porque, salvo uno o dos casos entre 300, nadie trajo algo ya hecho. Todos recibieron el tema y lo elaboraron, así que fue un desafío muy interesante. No estuvo libre de conflictos. Pero la teoría está expresada: que una historia es un relato, y que un relato es un diferimiento. El relato es metafórico en el sentido de que lleva de una cosa a la otra, de algo conocido a algo desconocido, permanentemente. Sobre esa base, cómo se lo puede encarar, o darle una vitalidad, ha sido también la preocupación del

relato histórico propiamente dicho desde el comienzo de los siglos. IdZ: El volumen XI se llama “La narración gana la partida”. ¿Esto sigue siendo así, predominantemente narrativa, o hay lugar para la poesía? La poesía sigue siendo ritual. De la boca para afuera se la reconoce, se la reverencia. Incluso se la premia, pero no se la lee. Está recluida, y las reflexiones sobre la poesía también. Si lees la gente que escribe sobre poesía, en general es puro ensalzamiento, pura glosa, repiten los versos y dicen “acá el poeta sufre”… “acá el poeta llora”. Y a lo mejor es imposible que salga de ese lugar porque además histórica y socialmente, no salió, sino que entró. En la Grecia homérica o prepericleana, los filósofos presocráticos escribían poesía. Hasta en Roma, Lucrecio con su gran poema sobre la física, sobre el mundo, la naturaleza, es poesía. Eso se va perdiendo, y la narración, a medida que lenta y dolorosamente las sociedades se van democratizando –no porque tengan sistemas democráticos maravillosos, ahí entran los conflictos de clase en escena– la poesía empieza a ser recluida, y el poema épico cae, y el poema lírico, que es individual, donde cada uno se expresa, cae… en cambio con la prosa la cosa empieza a circular de otra manera, más masivamente, hasta que encuentra sus propias formas, que son de una mayor eficacia en ese sentido. Si vos comparás el Siglo de Oro español, hay por lo menos tres grandes poetas: Góngora, Quevedo, Lope de Vega, pero está Cervantes: y el que ganó es Cervantes, se ha impuesto y forma parte del escenario de la humanidad, pero no así los poemas de Góngora. En Argentina, para los poetas, es difícil… en mi biblioteca debo tener más de 2.000 libros de poesía. Poetas que escriben, escriben, escriben, publican, publican, publican… de repente son cosas que uno puede valorar, pero hay que poder valorar; tener una comprensión del fenómeno y entregarse, y no pensar que los demás no leen, o que no compran los libros de poesía. IdZ: En el último tiempo salieron libros, novelas, como vos dijiste toda una “red semiótica” alrededor de las ideas de Trotsky. ¿Por qué crees que sucede? Primero creo que, como personaje, es una de las configuraciones del siglo XX, más definidas. Hay otros, como Proust en el plano literario, que es propio, expresa las tensiones del siglo XX. Trotsky nació en un pueblo, donde nació mi madre. Pero mi madre era analfabeta, terminó en Argentina haciendo lo que pudo; la suerte no

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los acompañó ni a ella ni a mi padre… Pero salió del mismo lugar que Trotsky. Y Trotsky, por una energía impresionante, llegó a tener una especie de comportamiento… se manejaba como un duque. Con una grandeza en los gestos. Ir a cazar, ir a pescar, la relación con los idiomas: Van Heijenoort dice que escribía muy bien en francés, no lo hablaba sino con acento, pero lo conoció; en inglés mucho más fluido; el alemán lo manejaba… una cosa de un poder extraordinario y una percepción de las palabras, que era su auténtico fuerte. En la palabra y en el uso de la palabra, basó toda su vida, su existencia. Pero con algo muy especial, y es que había un núcleo, muy importante, que era el mismo en ese tránsito del pueblo a esas posiciones en las que llegó a estar. Y lo que hace son siempre prolongaciones de ese núcleo. De alguien que sale de ese pueblito, pero contrariamente a todos los demás que salieron de ahí, adquiere esa dimensión histórica que tiene en la problemática y las características del siglo XX. Es fascinante, y eso hace que se vuelva a él, y no es la primera vez. Que lo hayan expulsado de la URSS, desde el punto de vista de la sociedad soviética, probablemente haya sido el origen de las graves desdichas de esa sociedad. Porque son, con el estalinismo, 20, 30 años de oscuridad total. Probablemente si él hubiera seguido en el poder la cosa hubiera sido más luminosa. No digo perfecta porque la situación no era para pensar en perfecciones de ningún modo. Pero luego la figura de él como intelectual crece, crece… Pareciera que tiene un ideal renacentista, en el sentido de que nada de lo humano le es ajeno. Está en la cárcel en Siberia y está mirando cómo era el procedimiento; está en Francia y mira cómo es el tránsito en la calle. Creo que son motivos suficientes para explicarse por qué se vuelve al personaje, y por qué algunos intentan entender esto. IdZ: Dijiste en diversos artículos sobre Mi vida, su autobiografía, y su Lenin, que estaban casi como novelados… Trotsky siempre relata, en un artículo sobre el fascismo, o cualquier otro… siempre está contando la cosa. Y eso le da un carácter muy moderno a lo que hace. Lo no moderno –y que todavía persiste– es un dispersamiento en géneros, y un lenguaje... Un historiador de la facultad no puede sino manejarse más que de una manera, creyendo en el rigor de esto y lo otro, y poniéndose los límites que le vienen heredados. Como decirle a un médico que escriba de manera inteligible. No puede.

Entrevistaron: Ariane Díaz y Demian Paredes.


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CULTURA Cine

Ilustración: Hidra Cabero

Hollywood entrega el Oscar a mejor película 2014 para 12 años de esclavitud

Cuéntame una historia violeta Bruck y Javier Gabino Documetalistas, TVPTS.

Escribir sobre los Oscar de Hollywood es reflexionar sobre la mirada anual que se dispensa a sí misma la maquinaria de producción cultural masiva más importante del mundo. De hecho, una entrega de premios que podría no tener mayor significación, en vistas de que galardona en exclusiva la producción de una sola nación, la tiene porque esa nación impone a nivel internacional la distribución de su cinematografía. Pero en la noche de los Oscar, interpretada por “la Academia”, esa nación habla más de sí misma, que de “ese mundo hostil que la rodea” y del cual “los Estudios” extraen anualmente más del 60 % de sus ganancias por taquilla. En esa fiesta de gala, Estados Unidos exhibe sus fantasías, habla de su historia, deseos y política, permitiendo al mundo mirar por el ojo de la cerradura. Puesto que produciría “solo entretenimiento”, Hollywood reivindica ser como el abuelo junto a la hoguera a quien los niños le pedimos que nos cuente una historia, pero aun fascinados

tras la ensoñación del relato, año a año descubrimos que el abuelo es “el Padrino” y que para él son “solo business”. Recordemos que el Código de Producción de la Asociación de Cine de EE. UU. desde los años ‘40 reza sin más: “Las películas destinadas a la exportación han de vender el American way of life y evitar la representación indecorosa de miembros e instituciones de los países con los que Estados Unidos mantiene relaciones cordiales”; o como señaló aquel más pragmático presidente Hoover: “En los países en los que penetran las películas norteamericanas, vendemos dos veces más automóviles norteamericanos, fonógrafos norteamericanos y gorras norteamericanas”. Por eso la entrega de los Oscar es una privilegiada pista de lanzamiento de productos al mercado mundial, no solo por lo que sus premios impulsan, sino por lo que se gana con el propio espectáculo. La cadena ABC (Disney) festeja que la entrega 2014 tuvo récord de audiencia

porque tiene contrato para trasmitirla hasta 2020. Mientras la espontánea presentadora Ellen DeGeneres tomaba fotos “selfie” casuales con su celular, en realidad estaba cumpliendo un contrato millonario entre Samsung, Twitter, ABC y “las estrellas”. Como una metáfora de la noche, la autofoto que obtuvo récord de 3 millones de retuiteos en un santiamén (desplazando del podio mundial a la foto “casual” de Obama abrazando a su esposa), fue “el resultado fortuito de un multimillonario acuerdo comercial”. Para 12 años de esclavitud, ganadora a mejor película, la nominación fue un gran incentivo para la multiplicación de público. Ya el sitio rtve. es antes de la entrega, decía que era “…la película que más opciones de crecimiento tendría (...) Nunca ha estado en más de 1.500 cines en un país en que los estrenos comerciales superan cómodamente los 2.500 (...) Está virgen en muchos mercados medios y pequeños de Estados Unidos…”, aunque ya recuperó cinco veces su inversión.


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Mientras Gravedad, que fue la segunda gran ganadora y la nominada con una mejor recaudación acumulada, fue estrenada de forma masiva (3.575 cines en EE. UU.) y obtuvo una recaudación que ya recuperó seis veces lo invertido.

¿Qué negro, qué mexicano, qué mujer? Con 12 años… es la primera vez que gana el premio principal un director negro (Steve McQueen), mientras con Gravedad es la primera vez que un film realizado por un mexicano (Alfonso Cuarón) se alza con tantos galardones. Ya en el 2010 había ganado “por primera vez” el premio de dirección una mujer, Kathryn Bigelow, por “En tierra hostil”. También fue contratada, ¡por segunda vez! una presentadora homosexual. Mientras una cantidad de artículos de EE. UU. destacaron la diversidad, más que hablar de progresismo es una prueba de su enorme brutalidad. Tantas primeras veces, tras 86 años de entregas, hablan del enorme racismo, homofobia, misoginia y conservadurismo del ambiente. La situación no tiene secreto, según señalan las revistas especializadas, la mayoría de los 6.000 miembros de la Academia que deciden los premios son hombres y blancos. Y en esta oportunidad mostraron además que no todos tienen interés por el cine, algunos de ellos confesaron haber votado por 12 años… sin verla, afirmando “que actuaron así porque se sentían obligados a hacerlo dada la enorme relevancia social de la película (...) pero decidieron no verla ya que consideraban que les resultaría “demasiado perturbador”(...) debido a su ‘extrema violencia’ y el crudo tratamiento que hace de un tema tan escabroso”. El premio para 12 años… causó opiniones disímiles. En EE. UU., la inmensa mayoría de la prensa festejó la decisión y fue elogiosa. El sitio Metacritic, que reúne la mayoría de los comentarios de medios, registra un 97% de evaluación positiva. Mientras en el mundo exterior, muchas de las reseñas fueron negativas. En nuestro país, desde sitios especializados hasta diarios como La Nación o Página/12, cuestionaron la película. Es evidente que la diferencia entre la lectura de un film de tipo “histórico” como 12 años… al interior de EE. UU., y la que se tiene más allá de la frontera, se enmarca en diferentes situaciones políticas, además del (mal) gusto cinematográfico. Pero antes de seguir, ¿no muestra nada

distinto la elección de un negro y un mexicano, como antes una mujer? La primera respuesta socarrona es que, hablando con un lenguaje directo, podemos decir que Hollywood premia a un negro que adquiere la mirada del blanco, a un latino que demuestra haber aprendido a hablar el lenguaje audiovisual norteamericano como ninguno1; y hace cuatro años premió a esa mujer que supo exaltar muy bien la virilidad y el poder de fuego del ejército norteamericano.

De la letra a la pantalla Un film es entretenimiento y nada hay contra eso. Muchas veces desde esa perspectiva se cuestiona con razón la crítica meramente política o ideológica a una película. Pero 12 años… hace relativamente más fácil su análisis, porque reclama para sí un lugar como “film histórico” al punto que su productor Brad Pitt (especie de Abraham Lincoln en la cinta) proclamó que sería “la película definitiva sobre la esclavitud”, y la Asociación Nacional de Juntas Escolares la convirtió en material de visión obligatoria en todas las escuelas secundarias públicas. Si sumamos a esto que se plantea crecer en taquilla al haber sido premiada, todo parece ubicarnos ante una interpretación de la historia norteamericana que intenta volverse “oficial”. En este sentido cabe recordar un posible abordaje para la interpretación de los filmes planteado por Marc Ferro, quien sugiere que las películas deberían ser tomadas especialmente como fuente histórica del momento en que han sido elaboradas. 12 años… se basa en el valioso testimonio escrito por el negro Solomon Northup, hijo de esclavos que habiendo nacido “libre” fue secuestrado, trasladado al sur del país y esclavizado. Leer su libro2 es conocer de primera mano una experiencia brutal sobre los horrores fundacionales de Estados Unidos. Sin embargo, en la elaboración del guión se dejaron de lado la mayoría de los planteos disruptivos del texto original, y otros fueron interpretados suavemente. El edificio daba a una calle de Washington. Desde fuera tenía el aspecto de una tranquila vivienda particular (...) Por extraño que parezca, al otro lado de aquella casa se alzaba imponente el Capitolio. Las voces de patrióticos diputados llenándose la boca con la libertad y la igualdad casi se

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mezclaba con el traqueteo de las cadenas de los pobres esclavos. Un corral de esclavos a la sombra del Capitolio.

Esa implacable metáfora que Solomon construye para describir Washington se traduce en una escena que no le hace honor, con el actor gritando por ayuda tras una ventana vallada, mientras la cámara montada sobre una grúa se eleva y lo abandona ahí abajo, para descubrir a lo lejos y en silencio el Capitolio. En 12 años… el actor interpreta a un negro resignado, pero eso no se percibe en el libro donde él se permite ser irónico con su terrible destino y ácido en las apreciaciones, como las imágenes que construye para describir el inicio de su terrible viaje: Y así, esposados y en silencio, atravesamos las calles de Washington, la capital de un país cuya teoría de gobierno, según nos dicen, se apoya en la fundación del inalienable derecho a la vida, la LIBERTAD y la búsqueda de la felicidad. ¡Bravo! ¡Columbia, una tierra feliz, por supuesto! ...Sonó la sirena al pasar por la tumba de Washington. Burch [el negrero], desde luego, se quitó el sombrero y se inclinó reverentemente ante las sagradas cenizas del hombre que dedicó su ilustre vida a la libertad de su país.

Ningún director está obligado a seguir la letra del libro original, pero está claro que algunas de las metáforas visuales escritas en 1853 por el verdadero protagonista, tienen pasajes políticos que no fueron tomados en cuenta. Y quizás sea porque ellos podrían servir de conexión al presente, algo que el film deliberadamente no busca. En la película da toda la sensación de que el protagonista negro, si no fuera por su piel, es un blanco. Por sus modales y costumbres se construye la impresión de estar ante un ciudadano de clase media, limpio de cualquier “rito de negro”, cuyas conexiones con África o “su raza” parecen no existir... si se produce una identificación es con esa encarnación de la “americanización” que habita en el personaje. La idea de “la frontera” como el espacio de construcción del “espíritu americano”, que alimentó los westerns como mito fundacional de »


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CULTURA Cine

“...el lenguaje del cine norteamericano basado en el ocultamiento del montaje refuerza al extremo la ilusión de realidad, se esté en el siglo XIX o en el espacio exterior.

la nación, y luego se trasladó a las aventuras sobre las fronteras exteriores, como el lugar donde la civilización choca con la barbarie, forjando y afirmando los valores excepcionales de Estados Unidos, se traslada en 12 años... nuevamente al interior. Pero “la frontera” se dibuja de tal manera que Solomon es arrastrado a un lugar que parece otro país, habitado por psicópatas, sumido en la barbarie “tras las líneas enemigas”, lo que oculta toda referencia posible a la esclavitud como parte constitutiva del inicio del capitalismo yanqui. Esto se refuerza en tanto la existencia del lugar idílico donde habitaba y fue arrancado, aparece como eterna; parece decirse que “siempre la tierra de la libertad ha estado ahí”. Es en esta estructura que mientras en el libro original, Solomon dice que “no hubo ni un solo día en que no pensara en escapar”, en la versión fílmica el negro solo busca ser rescatado por blancos a través de una vía legal. Aún más, aunque Solomon se declara contrario a la insurrección de los esclavos, las reflexiones sobre esto y la libertad, que ocupan todo un capítulo del libro, en el film no tienen lugar: La “idea de insurrección no es nueva entre la población esclava de Bayou Boeuf. En más de una ocasión he asistido a reuniones serias en las que se trataba el tema (...) [pero] creo que sin armas y sin municiones, e incluso con ellas, ese paso solo traería la derrota... ...Se engañan aquellos que creen que el esclavo ignorante y envilecido no se da cuenta de la magnitud de sus penurias. Se engañan aquellos que creen que siempre se levantarán con la espalda lacerada y sangrando para pedir clemencia y perdón. Llegará un día, si es que se oyen sus oraciones, en que se vengarán, y entonces será su amo el que llore en vano pidiendo clemencia.

Pero nada de estos “malos pensamientos” construyen el héroe de 12 años... al contrario, fiel al estilo de Hollywood, el sistema muestra que funciona porque las disfunciones son superadas por él mismo. Llegará un blanco legalista que dará la libertad al negro. Y el juicio iniciado y perdido por Solomon contra sus secuestradores solo ocupará un cartel cuando el “final feliz” fue concretado. Justamente porque dar lugar al juicio perdido, quitando quizás parte de las largas escenas de latigazos y tortura estetizada, volcaría

la película al otro extremo, encerrando la estructura del guión en el mismo círculo de injusticia que sufrió (y sufre) la población negra.

La vivencia del pasado A partir de la hegemonía del medio audiovisual en la cultura contemporánea, varios historiadores señalaron irónicamente que en cualquier disputa o controversia histórica “ganaban las versiones cinematográficas” aunque fueran completamente falsas o, como en la literatura, una representación libre del pasado basada sobre hechos reales. El lenguaje de imágenes se impone en la difusión y el conocimiento de la historia a nivel masivo, sin importar si se trata de “documentales” o “ficciones”. Y aunque los trabajos históricos escritos también intentan transportarnos al pasado, se lee poco al tiempo que nuestra vivencia del mundo creado por las palabras nunca parece tan verídica como la que reproduce la pantalla. Si pensamos en la historia norteamericana, eso pasó con los westerns. Las películas sobre el pasado realizadas por la gran industria son ante todo espectáculo, pero el de Hollywood es un espectáculo consumido por millones de personas en todo el globo. Cuanto más lejano es el pasado que abordan esos films, más suelen separarse “la reconstrucción histórica fiel” del momento que reconstruyen, y la fabricación del verosímil adopta ante todo códigos del presente. Sucede entonces que cuando asistimos a la sala de cine, el mundo que las películas convencionales reconstruyen se vuelve familiar al nuestro, por lo cual casi nunca reflexionamos que es un artificio. Justamente, el lenguaje del cine norteamericano basado en el ocultamiento del montaje refuerza al extremo la ilusión de realidad, se esté en el siglo XIX o en el espacio exterior. Esa es la base del poder de entretenimiento de las historias que tanto “nos atrapan” y gustan, al mismo tiempo que su mayor dispositivo de transfusión ideológica. Podría suceder gratamente que esa representación ficcional cinematográfica nos permita descubrir una época ampliando nuestra percepción del pasado, transmitiéndonos su espíritu, y la mayoría de las veces esto también se realiza a condición de no atenerse a la historia ni pretender rigurosidad científica, justamente porque es una ficción sobre la misma y puede hacer valer su derecho a la narrativa en base a un lenguaje

libre. El director así nos habla de nuestro mundo, y cuando eso sucede el pasado se une al presente y lo critica. Está claro que ese no es el caso de 12 años de esclavitud. En los últimos tiempos distintos elementos vienen marcando un desgaste en el gobierno de Obama, y una creciente desilusión con las promesas que el Partido Demócrata “no cumplió”, al cual Hollywood en su mayoría viene apoyando. Como respuesta a la crisis económica, el gobierno aplicó la política de rescate a los grandes capitalistas y banqueros, mientras la desigualdad social, empleos basura, sueldos miserables y ataques a las conquistas obreras no dejaron de crecer. Ante esta situación se vienen expresando movimientos juveniles y de trabajadores que comienzan a luchar y organizarse. En este escenario, la mejor película elegida ayuda a retomar un perfil progresista. 12 años... responde a la era de ese actor político llamado Barack Obama. Más allá de todo, lo rescatable es el valioso testimonio histórico de Solomon Northup, opacado en la película. También es posible pensar que la repercusión positiva en el público masivo no exprese los mismos intereses que la maquinaria industrial encargada de premiar. Mientras existen expresiones de cansancio con los valores más reaccionarios de EE. UU., Hollywood se acomoda y adapta su discurso para obtener ganancias. “La Academia” también sabe por experiencia que el cine puede colaborar en “inventar” un hecho que a fuerza del poder de la industria cultural se transforme en “verdad histórica”, pero hay que tomar en cuenta que la hegemonía de cualquier versión de la historia siempre se dirime en otros terrenos mucho más allá de las pantallas. Blog de los autores: ensayosilegales.net

1. Los galardones a Gravity son la distinción a la capacidad de hipnosis que tanto podemos disfrutar en el entretenimiento masivo. Un reconocimiento a la constante tensión lograda por la combinación visual de efectos 3D, sonido envolvente y ritmo de montaje, que hipnotizan la mente de tal manera que Sandra Bullock parece buena actriz, logrando que una historia inconsistente te deje pegado a la silla. 2. El libro original es Doce años un esclavo. Los pasajes citados en adelante pertenecen a ese texto.


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Metáforas (im)posibles de la democracia Como en pocos países, la democracia y el sistema político han sido protagonistas de la pantalla televisiva de Estados Unidos durante décadas. Parte de la enorme máquina cultural made in USA, a través de estas representaciones es posible rastrear momentos muy distintos del estado de salud de la democracia imperialista. Celeste Murillo Comité de redacción.

La serie de televisión House of Cards viene dando materia para polémica. Con fans y detractores, en poco tiempo se ganó un lugar en la larga historia de representaciones sobre la democracia estadounidense. Si hay algo que llamó la atención de esta serie fue la crudeza con la que sus protagonistas muestran la democracia imperialista, una maquinaria de intereses, despojada de cualquier valor, incluso coqueteando con el cinismo con frases que se reproducen en las redes sociales, como la sentencia de su protagonista, Underwood: “La democracia está sobrevalorada”. Una afirmación de ese calibre suena extraña extirpada del contexto en el que el guionista Beau Willimon fabrica ese Washington DC urticante (no es necesario exagerar con ficciones). Sería incomprensible si no fuera por la crisis hegemónica que arrastra Estados Unidos, producto de guerras y ocupaciones imperialistas como Afganistán e Irak (para no aburrir con historia y hablar solo de hechos recientes) en nombre de “su democracia”, o el impacto social y cultural de Occupy Wall Street y su denuncia de la desigualdad brutal que es marca registrada de la democracia imperialista. Aunque sigue siendo un vehículo por excelencia de reproducción ideológica, la industria cultural encuentra hoy un escenario mucho más complejo, que da lugar a múltiples y contradictorias interpretaciones.

Ilustración: Anahí Rivera

En House of Cards los políticos son despiadados, alejados de los intereses del pueblo, todo se compra y se vende. Las leyes se hacen a medida, las corporaciones marcan la política exterior, los periodistas son manipulados, los burócratas sindicales anulados cuando ya no cumplen su función, y las grandes mayorías… convidados de piedra (a lo sumo, votantes). En la afirmación “la democracia está sobrevalorada” es posible que resida la fórmula del éxito1: en un panorama como el actual, esa frase puede expresar tanto un cuestionamiento por derecha como por izquierda. Podría salir de la boca de un simpatizante de la derecha republicana expresada en el Tea Party, que refleja la reacción de un sector amplio que ante la decadencia hegemónica norteamericana, reivindica la vuelta a los “valores y la moral” y rechaza “esta democracia” (que ven, ante todo, como intervencionismo estatal). Pero también podrían pronunciarla quienes, en el mismo marco de decadencia, cuestionan que “esta democracia” funciona al servicio del 1 % más rico, que es rescatado y protegido por sus leyes, mientras la mayoría se hunde en la pobreza. Es bastante obvio que unos y otros quieren cosas distintas cuando piensan en una “democracia mejor”. Pero lo que sobresale es el hecho de que nadie hoy, ni por derecha ni por izquierda, es capaz

de defender a la democracia norteamericana (o nadie parece muy dispuesto a hacerlo). Al margen de sus mayores o menores logros artísticos y las críticas posibles, lo más interesante sucede del otro lado de la pantalla. Todos hablan de Underwood. La serie es tan popular que el propio Barack Obama se apuntó entre los seguidores (¿enviando una sutil señal de que se siente fuera de esa repudiada clase política?).

La hegemonía de Bartlet y la de Walker House of Cards no es la primera incursión de la televisión en el mundo de Washington. Si hay una serie que marcó época, especialmente la década clintoniana, es The West Wing. La serie de Aaron Sorkin arrancó en 1999 (muy lejos de la revuelta de Seattle que marcaría un punto de inflexión para el sueño neoliberal), y durante casi 7 años alimentó, a puro idealismo, el sueño de una democracia (burguesa y liberal) que siempre podía ser ampliada y mejorada. Su presidente, Josiah Bartlet, utópicamente independiente (en el país del “bipartidismo único”), bombardeaba países (siempre “feos, sucios y malos”) y era un combatiente de la democracia, sin mayores contradicciones a la vista. Defensor de las mujeres, los afroamericanos y los pobres, y sin embargo, un gran conciliador con » republicanos y demócratas.


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CULTURA Televisión

Hoy, en 2014, nadie creería una sola palabra de ese guión, con el honesto staff de la Casa Blanca robándole horas al sueño para tener la mejor ley de educación. Nadie creería que la Primera Dama (cualquier coincidencia con Bill y Hillary Clinton…) enarbola enunciados feministas… y sin embargo, por entonces era moneda corriente el sueño de una democracia infinita (como signo de época del “fracaso del socialismo”) y la tecnocracia de género. The West Wing no pudo decir casi nada de lo que vendría, encerrada en una reivindicación de la democracia imperialista; quizás tan poco como el “realismo” crudo de House of Cards. Con signos distintos, ambas hablan de un momento y del estado de salud de la democracia norteamericana. Uno de los fenómenos geopolíticos más dinámicos de las últimas décadas ha sido la decadencia de la hegemonía norteamericana. Desde la derrota del proyecto de un “nuevo siglo americano” de los neoconservadores encabezados por G.W. Bush, pasando por el empantanamiento de la ocupación y guerra en Irak y Afganistán, Estados Unidos viene enfrentando una serie de reveses que no terminaron con el gobierno republicano, y continuaron a lo largo de las dos administraciones demócratas encabezadas por Obama2. Junto con esto, la crisis económica y social desatada en 2007 ha sido escenario de diversos cambios en la percepción de los valores tan caros a la industria cultural como la democracia, la igualdad o la libertad. Es mucho más interesante, quizás, todo aquello que hoy no puede ser materia prima para esa industria a enorme escala que es la “cultura de masas”, que lo que sigue estando presente como reivindicaciones más o menos veladas (en ninguna de las series mencionadas existe una realidad posible –superior– por fuera de la democracia capitalista). Si el presidente de The West Wing podía bombardear países ficticios con “legitimidad” (estaba defendiendo la democracia), la Casa Blanca del presidente Walker en House of Cards apenas puede desairar a China implementando algún gesto combativo. Y si el Congreso de The West Wing podía darse el lujo de mostrar un campo de batallas políticas e ideológicas, el de House of Cards solo tiene para mostrar –sin tener que asumir mayores compromisos– el carrerismo y arribismo de los políticos burgueses que se sacan los ojos por una cuota de poder, algo que ya es parte del sentido común para el público que ayer veía The West Wing y hoy ve House of Cards3. La constante entre ambas ficciones son los ausentes: las masas. En ninguna de estas versiones de la fábrica cultural made in USA tienen más que un papel episódico trabajadores, jóvenes o movimientos sociales. Para ambas series, los enfrentamientos rara vez se dan en las calles, y la política se mantiene en los pasillos de la Casa Blanca, el Congreso y, a lo sumo, en oficinas de ONG y algún que otro diario. No es que no queda lugar ya para los “románticos” o el idealismo. De hecho, el mismo Sorkin repitió su fórmula idealista en series similares como Studio 60 o la actual The Newsroom, donde sobran los protagonistas que emprenden luchas contra lo establecido en diferentes niveles.

Sin embargo, esas luchas quedan reducidas a quijotadas en una batalla hoy demarcada en los estrechos márgenes de los medios de comunicación y la cultura (ambas series transcurren en el mundo de la televisión), y no en la política. Y las críticas de la sociedad o la crueldad/brutalidad de los regímenes y sus agentes, parecen haberse desplazado hacia el género policial, que también ha tenido en los últimos años nuevas expresiones (¿o será quizás como señaló aquel joven Marx, que encontraba en los policiales el género predilecto para la crítica social?, como escribió en sus textos sobre el suicidio, en los que buceamos en un número anterior). De conjunto, todas estas representaciones –más allá de sus signos e intenciones políticas– hablan de un mismo momento histórico, político y social. En su decadencia, aun sin contendiente que lo supere, el imperialismo estadounidense ha dado sobradas muestras de la podredumbre de su personal político. Y si de algo son expresión estas historias, idealistas, “realistas” o de ciencia ficción, es de esto. Todavía ninguna de ellas avizora

nada sobre el futuro, a lo sumo mascullan alguna crítica perdida o buscan impactar con su relato (al fin y al cabo no están todavía en la calle los verdaderos guionistas de otra historia). Pero todas dan cuenta de aquello de lo que ya no puede vanagloriarse la fábrica cultural. Se arriesga con nuevas fórmulas, el viejo molde está un poco abollado, o más bien la materia prima ya no está en buen estado. Blog de la autora: teseguilospasos.blogspot.com.ar

1. Después de todo se trata de un producto confeccionado para un mercado, este es un elemento que no puede ser subestimado. 2. A pesar de las expectativas que generó su llegada a la Casa Blanca, el gobierno de Obama viene probando ser más de continuidad que de cambio. 3. El Congreso de EE. UU. atraviesa la época de mayor impopularidad de la historia, según una encuesta de Gallup de 2013, 8 de cada 10 estadounidenses está descontento con el Congreso.

Volver al… pasado (y al mito originario) Estados Unidos (su clase dominante, la burguesía imperialista) cada tanto echa mano del mito creador de la “Gran Nación” del Norte, la excepcionalidad de la democracia estadounidense, nacida de la revolución y la Guerra Civil1 (y su doctrina “fundacional” del destino manifiesto que tienen como nación). En los últimos años, la democracia norteamericana encontró una expresión singular en el terreno de la producción cultural (en el género series de TV): la única forma de reivindicar la grandeza moral estadounidense es destruyendo el EE. UU. actual. Dos series utilizan la metáfora de la Guerra Civil norteamericana para volver a hablar de la grandeza de la nación: Falling Skies (2011) y Revolution (2012). En ambas, el país tal cual lo conocemos ya no existe. Falling Skies se ubica en la costa Este de EE. UU., luego de una invasión extraterrestre que eliminó al 90 % de la población mundial y neutralizó todas las armas. El protagonista Tom Mason es un profesor de historia, que se transforma en uno de los líderes de la resistencia, con eje en Boston2. Plagada de reminiscencias de la Guerra Civil, Falling Skies encarna la lucha por una nueva sociedad, que una vez independizada de sus colonizadores deberá recrearse sobre bases nuevas para fundar una nación. La nación es exactamente igual a Estados Unidos, sin todas sus “plagas” modernas.

En Revolution la premisa es similar en cuanto al escenario posapocalíptico: por razones desconocidas no hay electricidad ni funciona ninguno de los dispositivos que forman parte de la vida moderna (una vida de clase media blanca y urbana, claro está). En el país devuelto al pasado se desata una guerra de secesión, la nación se desmiembra y surgen diferentes federaciones, luego de la caída en desgracia del poder federal. La vida cotidiana se da en medio de enfrentamientos entre milicias profesionales y populares, guerras, alianzas y resistencias. Uno de los fundadores de la República Monroe, convertida al bonapartismo militar puro y duro, se une a varios grupos rebeldes para enfrentar a diferentes “señores de la guerra”. Lo interesante en Revolution es que no existe un solo Estados Unidos: es una patrulla perdida de la resistencia que iza una bandera nostálgica, y a la vez es una de las “potencias” que intenta doblegar y dominar al resto utilizando todos los métodos violentos que existen (y los que no existe los crea). Ese Estados Unidos “malvado” es todo lo odiado (lo no tolerado hoy). El otro, el de la resistencia, representa la utopía de esa democracia excepcional, hoy sepultada por el asedio constante de los gobernantes tiranos. 1. Ambos acontecimientos comprendieron un proceso histórico –imposible de abordar aquí– que mereció el seguimiento apasionado de grandes revolucionarios de su época, como Karl Marx. 2. Boston fue epicentro de la revolución de independencia norteamericana.


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LA VIDA DE ADÈLE, de Abdellatif Kechiche

Fernando Pardal

La Vida de Adèle nos conmueve con una apelación fácil, planteando dramas que todos vivimos. ¿Quién no sufrió alguna vez por amor? Sus escenas largas, con tomas que enfocan detalles de la vida, de los cuerpos, de los gestos, generan identidad con la protagonista en el difícil trayecto de descubrimiento de la sexualidad y el enfrentamiento que asume de a poco contra el prejuicio, tanto el de sus compañeros, amigos, familia, como el que la sociedad entrañó en su propia cabeza. Una joven secundaria que logra asumir la homosexualidad a través de una gran pasión con una mujer más madura (Emma), que le enseñará a no tener vergüenza de su forma de amar. Es una película bonita y sensible. Sin embargo, hay más detrás de esta belleza; en su conmovedora historia de un amor frustrado, la película arrastra el pesado lastre del patriarcado y su modelo para una relación amorosa, aún cuando no hay un hombre en ella. La heteronormatividad en nuestra sociedad es fruto directo de la forma en la que el sistema capitalista se basa –entre tantas otras formas de explotar– en opresiones más antiguas que sí mismo, como son el machismo y el patriarcado, para hacer recaer en una mitad de la humanidad el fardo más pesado de la explotación. Nuestra sociedad toma como célula económica fundamental la familia, en la que cabe al hombre proveedor el papel de garantizar el sostén de la mujer y de los hijos. A la mujer, a quien cabe el papel de hacer todo el trabajo doméstico no remunerado por los capitalistas, pero fundamental para la reproducción del capital, le cupo también progresivamente entrar al mercado de trabajo con salarios inferiores, manteniendo así su papel económicamente subordinado y sufriendo la explotación de la doble jornada de trabajo –el asalariado y el doméstico no remunerado–. Este modelo familiar, fundamental para sostener económicamente este sistema, es el principal motivo por el que la heterosexualidad es una norma en el capitalismo. La película parece combatir la visión heteronormativa: al mostrar el prejuicio superado por Adèle, al generar empatía con el personaje y sus sentimientos, puede también combatir el prejuicio existente en el propio público, presentando la homosexualidad como algo tan “natural” como la heterosexualidad, y que por lo tanto, no debe

ser discriminada sino aceptada y “normalizada” socialmente. Sin embargo, si atravesamos esa “primera capa”, veremos que hay aspectos de la película que refuerzan el modelo heteronormativo como regla incluso para parejas no heterosexuales. El público se identifica con el “romance a escondidas” de la pareja: Adèle es acosada por compañeros y reniega públicamente de su sexualidad para ser aceptada como “normal”; luego, en la cena en su casa, vemos el peso del modelo familiar vigente. Al comentar la dificultad en tener el oficio de artista como fuente de renta, la solución presentada por los padres de Adèle es que Emma tenga un marido con un buen empleo, que pueda sostenerla. Nos reímos de esto, sintiéndonos subversivos junto a la pareja que esconde su amor, un amor que no encaja en los patrones de los padres de Adèle. Sin embargo, la ironía mayor está en el hecho de que Emma vendrá a cumplir precisamente el papel social de “hombre” en el “matrimonio”. El papel de “mujer”, es decir, más “frágil” y subordinada de la pareja, es reservado a Adèle. Como dice Emma al abordarla en el bar, ella era rara: menor de edad, una “heterosexual curiosa”. Pero, ¿por qué Emma la identifica así? Por su modo “femenino”: delicado, dulce, tímido, introvertido. Ella es asediada por mujeres que cumplen el papel de “hombres”: abordándola agresivamente con piropos, mirándola de arriba a abajo, ofreciéndole un trago. Tímida y recatada, es “salvada” por Emma, que la presenta como su “prima” como un código para decir: ella ya tiene “dueña”. La busca en la escuela como su “prima”, inicia su vida sexual y, finalmente, la lleva a vivir a su casa. El papel de Adèle es cuidar de la casa, cocinar, recibir a los amigos de Emma. Para Emma, cabe explorar el mundo a través de su creación –su trabajo– y descubrir su identidad. Para Adèle cabe la profesión socialmente designada para mujeres: maestra, en el que su supuesto “instinto maternal” puede desarrollarse en el cuidado de los niños. Su realización se da en el amor, es decir, en el ámbito familiar. Eso queda explícito en el diálogo que tienen en la cama, cuando Emma insiste en que Adèle publique sus escritos. Adèle afirma: su felicidad es aquella; su pluma es sobre cosas íntimas, personales, no para el mundo. Ese mismo día, Adèle había rehusado la invitación para salir con sus colegas de trabajo. El motivo: cocinar, ordenar todo para recibir a todos los amigos y colegas de trabajo de Emma y celebrar su estreno como artista. Está fundada la división social del trabajo y, consecuentemente, de toda la vida de esa pareja. En su discurso a los invitados, Emma afirma el papel de Adèle:

musa para su arte, es decir, no es sujeto ante el mundo sino un soporte para que Emma pueda descubrir su individualidad. Junto a la heteronormatividad, otro pilar ideológico central y moral de la familia es la monogamia. Esto será motivo de la separación del matrimonio. Emma tiene su vida para vivir. Adèle no, por eso se siente carente y abandonada. Cuando Adèle finalmente acepta la invitación de sus colegas para salir, es justamente cuando Emma está trabajando hasta tarde con su colega (relación de la que Adèle ya sentía celos). Está triste e insegura, su postura de ubicar a Emma en el centro de su vida no encuentra reciprocidad; para Emma, el papel central es ocupado por el trabajo. Adèle, en un papel subordinado en la relación, se torna insegura. La carencia la arroja en los brazos del primer hombre que le da atención. Por eso es agredida por su “marido” con ofensas machistas que las mujeres escuchan de sus compañeros “traicionados”: puta, ordinaria, vagabunda. Adèle no es perdonada porque hirió el más sagrado principio de la sociedad: el de la propiedad. Es expulsada de su propia casa, que también es del “hombre proveedor”, y todo lo que ella construyó allí es “accesorio”. Toda la desvalorización social de su trabajo se expresa en el momento de la separación, cuando es privada de todo lo que ayudó a acumular. Como la vida de Adèle era su relación, se detiene en el tiempo, obsesionada por reconquistar a Emma. La vida de ésta, que nunca tuvo como centro la relación amorosa, sigue adelante con una nueva compañera, desarrollándose en aquello que de hecho la realiza: el trabajo como artista. Se puede argumentar que no hay motivo para condenar la película por presentar una relación homosexual que es guiada por parámetros heteronormativos, pues en definitiva la sociedad es así, y gran parte de las parejas gay reproduce estos valores. Sin embargo la heteronormatividad no es siquiera problematizada: la tristeza de Adèle figura como drama afectivo individual, y nada pone esta cuestión en su debido papel de problema socialmente construido. Si la película viene siendo alabada por el mérito de cuestionar tabúes y desafiar prejuicios, parece justo exigirle que cuestione los problemas sociales más profundos que hacen que la heteronormatividad y la monogamia centradas en la familia continúen sofocando la sexualidad de la mayor parte de la humanidad. Traducción: Isabel Infanta.



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