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10 JUNIO 2014
LA QUIEBRA Intelectual Social-liberales y nac&pop: la persistencia de una razón conformista
Brasil El gigante entra a la cancha
DOSSIER: LA “MALA” EDUCACIÓN
Detrás del discurso, continúa la decadencia de la escuela pública
SOBRE THOMAS PIKETTY Y LA DESIGUALDAD COMO DESTINO MANIFIESTO Paula Bach
DIALÉCTICA, PIAGET Y VIGOTSKY Entrevista a José Antonio Castorina
precio $25
ideas izquierda Revista de Política y Cultura
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IDEAS DE IZQUIERDA
SUMARIO 3 LA QUIEBRA INTELECTUAL TÁCTICA Y ESTRATEGIA DEL CONFORMISMO SOCIAL-LIBERAL Ariane Díaz EL POSIBILISMO MISERABLE DE LA INTELECTUALIDAD “NAC&POP” Fernando Rosso y Juan Dal Maso DE VIEJOS Y NUEVOS DOGMATISMOS Fernando Aiziczon y Eduardo Castilla
13 CRIMEN Y CASTIGO (II) CRÍTICA A LA CRÍTICA DE LA CRÍTICA Roberto Gargarella MEDIOS Y FINES Matías Maiello
16 DOSSIER LA “MALA” EDUCACIÓN Nicolás Bendersky y Liliana O. Caló
22 BRASIL: EL GIGANTE ENTRA A LA CANCHA Iuri Tonelo
25 PROLETARIADO MADE IN CHINA Juan Andrés Gallardo y Celeste Murillo
28 SOBRE THOMAS PIKETTY Y LA DESIGUALDAD COMO DESTINO MANIFIESTO Paula Bach
32 LA ESCISIÓN ENTRE LA LUCHA SINDICAL Y LA ACCIÓN POLÍTICA Hernán Camarero
35 PIAGET, VIGOTSKY Y LA DIALÉCTICA Entrevista a José Antonio Castorina
38 LA IMAGINACIÓN REALISTA Ariane Díaz
41 LACLAU Y EL RECHAZO A LA DIALÉCTICA Gastón Gutiérrez
44 MARX HA VUELTO, ESTO RECIÉN COMIENZA Violeta Bruck y Javier Gabino
47 RESEÑA DE EN LA SELVA, DE NÉSTOR KOHAN Daniel Lencina
STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Azul Picón. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Roberto Gargarella, José Antonio Castorina, Iuri Tonelo, Eduardo Castilla, Matías Maiello, Nicolás Bendersky, Liliana O. Caló, Juan Andrés Gallardo, Paula Bach, Violeta Bruck, Javier Gabino, Daniel Lencina, Sofía Achigar. EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Ilustración de tapa: Anahí Rivera www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto www.distriloberto.com.ar Sin Fin distribuidorasinfin@gmail.com ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.
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Social-liberales y Nac&Pop: la persistencia de una razón conformista
LA QUIEBRA Intelectual
Como decíamos en la presentación de IdZ 1, el debate político y de ideas oscila entre los límites de, por un lado, un relato que es una hibridación de estatismo y desarrollismo, adornado con una épica nacional y popular, aunque en la cruda realidad estructural del país el continuismo neoliberal sea una verdad indiscutible; y por el otro, un republicanismo liberal que cuestiona la inmensa mayoría de las veces “por derecha” al gobierno y realiza críticas superficiales. Desde la llegada al poder de Néstor Kirchner, los sectores de la intelectualidad tradicional local se delimitaron por las “formas” con las que el kirchnerismo recompuso el poder estatal después del 2001. Atravesando momentos de auge, crisis y recuperaciones, el oficialismo ganó terreno de influencia en la intelectualidad, pero sin innovar en las líneas de delimitación históricas entre “nacionales y populares” –con Horacio González como su principal exponente– y social-liberales –con Beatriz Sarlo como figura destacada. Los social-liberales, eternos defensores de las instituciones, en crisis después del hundimiento de la Alianza, irónicamente deben al peronismo esta recomposición, con sus ineludibles rasgos “populistas”. Los más afines a los nuevos aires oficiales volvieron a hacer en esta década lo de siempre: apuntalar la trayectoria pragmática del peronismo con algún tipo de elaboración discursiva que lo justifique. En esta sección damos cuenta de las trayectorias, estrategias políticas y concepciones teóricas de algunos de los principales exponentes de esta intelectualidad tradicional. Una historia que, cuando la democracia degradada instaurada en el ’83 se transformó en el horizonte insuperable para unos y para otros, los encontró en numerosas ocasiones apoyando a proyectos que, con tinte “progresista”, apuntaron a recomponer el crédito del régimen burgués, para defraudar una y otra vez las expectativas de los sectores populares. El fin de ciclo kirchnerista marca también un ocaso definitivo en el ascendiente de esta intelectualidad tradicional sobre nuevos sectores; no dejan ningún heredero.
Ilustraciones: Anahí Rivera
La crisis de 2001 y la recomposición del régimen bajo el kirchnerismo, también determinó el derrotero que siguieron los exponentes intelectuales de la llamada izquierda “independiente”. Desde los posicionamientos autonomistas de principios de milenio hasta los proyectos de “poder popular” con los que terminan volviendo a apostar por el Estado –burgués–, este sector ha puesto de manifiesto la incapacidad para desarrollar un proyecto
anticapitalista rechazando los pretendidos “dogmas” de la izquierda revolucionaria. Cuando inauguramos esta revista, decíamos que en este contrapunto “el país desborda de relatos y contrarrelatos que comparten un mismo ‘núcleo duro’ en la política real, pero carece y necesita con urgencia Ideas de Izquierda”. Es ajustando cuentas con estas tradiciones político-intelectuales, que apostamos a aportar al surgimiento de éstas.
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Táctica y estrategia del conformismo social-liberal
Ariane Díaz Comité de redacción. Hace poco, Beatriz Sarlo dijo que si tuviera que periodizar al kirchnerismo, no solo no dividiría los mandatos de Néstor y Cristina, sino que incluso pondría el origen del período K en el 2001, anudando la crisis estructural que encaminó Duhalde y trasladó a Néstor1. No es una mala base para un balance del ciclo K. Para periodizar el conformismo de Sarlo y toda una franja de la intelectualidad local, tendremos que remontarnos el triple de años atrás; sin embargo, el 2001 también será significativo para caracterizar esta tradición, evocando la crisis aquello que considera el bien político más preciado: las instituciones políticas del régimen burgués.
Con la democracia se educa y se teoriza De la intelectualidad nacional más encumbrada, Sarlo encabeza la fracción2 de quienes, si en las décadas de 1960 y 1970 estuvieron ligados a la militancia comunista, maoísta o guerrillerista, durante la década de 1980 se esmeraron en adaptarse a los aires alfonsinistas y pintaron el régimen instaurado a la salida de la dictadura como el horizonte máximo al que aspirar. El puntapié de largada para esta reconversión lo había dado en México la revista Controversia, que reunía intelectuales de formación tanto peronista (Casullo, Caletti, entre otros) como marxista (Aricó, Portantiero, etc.), donde se proponían revisar sus previas concepciones políticas buscando los motivos de la derrota. La conclusión común fue la crítica a las ilusiones puestas en el accionar armado como estrategia política y la misma idea de revolución, a partir de allí puesta en la picota. La transición los va a llevar a poner el foco en la discusión del régimen democrático, que iba a reemplazar como meta las desmesuradas aspiraciones revolucionarias de los ‘70. Empezarían allí a expresarse las diferencias formativas de cada sector, mostrando las fisuras que se extenderán en su vuelta al país. Desde Argentina, dirigida por Sarlo y Altamirano e inicialmente financiada por un grupo maoísta, la revista Punto de Vista3 pasó, con los inicios de la apertura democrática, de los temas culturales y literarios, a pronunciarse más explícitamente sobre la situación política nacional. Si desde su fundación en 1978 había incorporado a sus fundamentos teóricos a autores referenciados o no ajenos a la tradición marxista, pero alejados del estructuralismo duro y dedicados a los problemas culturales, como Pierre Bourdieu o Raymond Wiliams, ya desde 1982 comienza a hacerse eco de los planteos de crítica al accionar armado de los ‘70 y el descubrimiento de la
democracia como un valor a adoptar (de hecho, Aricó y Portantiero serían a su regreso al país, parte de la revista). La editorial del número 17, de 1983, reconoce las “controversias” que seguramente traerá la apertura democrática entre los que hasta ese momento habían estado en el “campo” antidictatorial, y enuncia una primera formulación de lo que sería un eje de discusión entre los intelectuales peronistas y socialistas en el lustro siguiente: “una sociedad se democratiza no solo en las modalidades del ejercicio político, sino en la producción de nuevas condiciones económicas, sociales y culturales, que conviertan a ese ejercicio en una posibilidad efectiva”. El artículo de Sarlo en el número 25 de 1985, traza claramente las coordenadas en que se ubicaban. A modo de “autobiografía colectiva”, destaca: la voluntad de discutir con la tradición de izquierda y peronista revolucionaria; la crítica a la “canibalización” del discurso intelectual por el discurso político, que habría convertido a los intelectuales en “siervos” del partido o de líderes carismáticos; una concepción de la revolución como horizonte inevitable que había volado por los aires; y la lección de que “pedir lo imposible no implicaba conseguir lo posible, sino, por lo general, todo lo contrario”. Advierte que es necesario, a pesar de todo, no cambiar los antiguos deseos por un nuevo conformismo que descarte la problemática de la desigualdad, ni aceptar la “estética del fragmento” y el escepticismo que ya despuntaban en aquellos años, aunque reconoce en la crisis de los referentes políticos y la indeterminación de las propias posiciones, la oportunidad de que los intelectuales ejerzan “su libertad”. Sin embargo, será el aspecto de las instituciones y normas que resguardan “las libertades civiles y políticas y el sometimiento del orden público a la ley”, al decir de Portantiero –en una mesa redonda organizada por la revista Unidos4, que congregaba a peronistas renovadores–, lo que canalice los deseos de teorización de los socialistas, dejando cada vez más la “problemática de la desigualdad” en el mismo lugar donde las ubica el liberalismo: libradas a los mecanismos “normales” del régimen capitalista, definición de la sociedad argentina que, por otro lado, parece haberse esfumado junto con la idea de revolución5. El desarrollo posterior de este sector “socialista” de la intelectualidad (tanto como el de los peronistas, aunque con argumentos de su propia cosecha) muestra que si no optaron por ese nuevo conformismo
del que hablaba Sarlo, fue porque lo profundizaron a derecha. La “libertad” festejada por Sarlo no les impidió ser “devorados” por la política, esta vez, burguesa. Presentaron su arrepentimiento al alfonsinismo, al que pretendieron armar intelectualmente. Punto de Vista y el Club de Cultura Socialista, que formaron con los “gramscianos” vueltos del exilio, fue lo que Carta Abierta podría ser hoy al kirchnerismo. De Ípola da cuenta de las relaciones estrechas de los socialistas con el Grupo Esmeralda cuando relata que parte de lo que sería el discurso de Parque Norte Alfonsín había salido publicado en Punto de Vista6, donde también salió la declaración de principios del Club en 1984. Sarlo misma reflexionaba en la revista editada por el Club, La Ciudad Futura 2 de 1986, que no tenía nada diferente para decir a las iniciativas presidenciales, que sintonizaban con sus “zonas de preocupaciones”. No fue sino hasta la llegada de la Ley de Punto Final que se presenta una crisis alrededor de la defensa que los socios “gramscianos” hacen de la política del gobierno, basados en la pragmática razón estatal. Sin explicitar la discusión, La Ciudad Futura dejará de contar con los miembros de Punta de Vista. Sin embargo, Sarlo no abandona allí el Club sino con la llegada del menemismo, cuando el frente intelectual progresista entre “socialistas” y “peronistas renovados” parece imponerse nuevamente. Después de que Sarlo se fuera a colaborar con el armado del Frente Grande, junto con Altamirano, Nun y González, entre otros, acompañaron en 1990 el proyecto político de Auyero con la edición de La Mirada. Con las mismas ilusiones centroizquierdistas Sarlo y Altamirano acompañaron a Chacho hasta el Frepaso, y aunque no llegaron a participar directamente del armado de la Alianza, depositaron en la presencia de Chacho y Meijide sus expectativas. Entretanto, la “libertad” de afianzarse en su especificidad de intelectuales fue reconocida en una Academia copada por el radicalismo a la vuelta de la democracia. La paulatina revisión de sus posiciones marxistas fue rotunda, pero a la vez fue superficial: su rechazo in toto le evitó un balance de las tradiciones concretas a las que habían pertenecido. Es cierto que la idea de “contradicción principal y secundaria” no explica necesariamente el apoyo a Isabel, que los escritos de Gramsci sobre el intelectual orgánico no tienen por qué traducirse en apoyar a Montoneros, y que la economía política marxista puede no dar cuenta de por qué alguien desearía convertirse en Victoria Ocampo;
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de ahí a endilgar al marxismo las posiciones derechistas, burocráticas, voluntaristas y proféticas que anidaban en el stalinismo, el maoísmo y la socialdemocracia de los que fueron parte7, hay un trecho. En lo que sí ha puesto dedicación es en convencernos de que la defensa de las instituciones no sería conservadurismo, sino la referencia que nos permitirá un cuestionamiento paulatino a los problemas sociales porque, negando cualquier análisis marxista e incluso sociológico más o menos serio, sería “el conflicto entre instituciones lo que hace dinámicas a las sociedades”8. Un voluntarioso optimismo liberal que complementa el galimatías con que Aricó resumió su trayectoria: “mantener unidos democracia y socialismo supone en la práctica política la lucha por construir un orden social y político en el que la conflictividad permanente de la sociedad encuentre formas de resolución que favorezcan su democratización sin generar su ingobernabilidad”9. Sin embargo, Sarlo reconoce que en Argentina, las tendencias “decisionistas” (básicamente, el peronismo en sus variantes) han sido a veces necesarias allí donde la deseada república no termina de resolver el problema de la “redistribución”; en términos de Altamirano, no viene mal algo de “populismo” tranquilizador cuando la “injusticia social” es ya demasiado patente10. En términos marxistas, dicha tendencia al bonapartismo podría anclarse en la condición semicolonial argentina que obliga a su régimen a
cobrar mayor protagonismo como “árbitro” entre las clases; el fuerte presidencialismo es una manifestación de este fenómeno. Pero como a pesar de su pasado maoísta la categoría de imperialismo no entra en los análisis liberales, estas características del régimen burgués local son entendidas como debilidades idiosincráticas de la clase dirigente que la insistencia republicana buscaría clarificar. La problemática social, para Sarlo, ha devenido en la oscura causa que periódicamente viene a provocar su descrédito entre las masas, incluso peor, su cuestionamiento en las calles. Si Sarlo no se había privado durante los ‘90 de la “estética fragmentaria” posmoderna analizando la proliferación de los shoppings en Escenas de la vida posmoderna, es cierto que allí vio también la sombra de los excluidos del boom consumista. La solución provista no era sino la regulación estatal de la educación y la cultura, pero la condescendencia se transformó en alarma cuando las masas cuestionaron al régimen de conjunto. Como era de esperar para alguien que ve la política limitada al funcionamiento institucional del Estado y los partidos tradicionales, Sarlo consideró a las manifestaciones del 2001 como antipolíticas. Convencida de que la “clase política” argentina había llegado a un punto que ponía en peligro la idea misma de institucionalidad, Punto de Vista lanzó una campaña por una Asamblea Constituyente. No buscaban siquiera desplazar a los personeros de esas instituciones, sino cubrirlas con un
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manto de legitimidad: sus fundamentos no eran una respuesta a las masas movilizadas sino una necesidad del propio régimen para evitar un deterioro definitivo11. Finalmente, tal “radical” medida no le fue necesaria a la burguesía argentina para salir del paso, pero fueron los social-liberales los que entraron en crisis. En 2004, se retiran de la dirección de Punto de Vista Altamirano, Sábato y Gramuglio, y aunque la discusión no fue explicitada, Altamirano cuenta que sus diferencias empezaron con la evaluación positiva que hiciera del peronismo (Duhalde en particular) como herramienta para capear la crisis12. En medio de la ruptura, Sarlo decía que una revista debe “saber renunciar a su currículum13; su directora no supo renunciar al suyo.
La década K La política de recomposición del régimen pos2001 que trajo el kirchnerismo dio aires a la intelectualidad nac&pop más que a la social-liberal. Sin embargo, Sarlo se ha encumbrado –aunque ya en los últimos años sin su órgano propio, que finalmente cerró en 2008– como la representante de un sector intelectual opositor que, abanderado en la defensa de las instituciones, como progresista es cada vez más de derecha. La apropiación de Kirchner del discurso de los DD. HH. que, demagógico como era, cuestionaba sin embargo la doctrina hasta entonces oficial de “los dos demonios”, fue ocasión de una furibunda reacción de Sarlo: “Fui una militante »
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de esos años y sé que no solo tuve sueños humanitarios y generosos sino autoritarios y violentos [...] no habrá construcción de una verdad si la idea misma de construcción, es decir de aportes diferenciados que se ensamblen, es jaqueada por la intolerancia, un sentimiento comprensible en las víctimas directas, pero injustificable en los intelectuales, el Estado y el Gobierno”14. En la revista y en su libro Tiempo pasado, de 2005, se intenta “teorizar” su posicionamiento a la derecha criticando las deficiencias del relato en primera persona siempre bajo el presupuesto de una institucionalidad estatal que a Sarlo le gusta representarse como neutral, aún cuando ésta había mostrado ser el instrumento represivo brutal y directo de los intereses de las clases dominantes. Reivindicando lo actuado por Alfonsín, esta defensa de las instituciones la lleva habitualmente demasiado cerca de los “dos demonios” que formalmente critica15. Otro ejemplo tenemos en la crisis del campo, Sarlo confesaría estar “dispuesta a admitir que las instituciones cambian y que quizás los burgueses asociados al capitalismo kirchnerista podrían gustarme menos que los integrantes de la SRA”16, con la que marchó. En La audacia y el cálculo, pretendido balance “no crispado” del kirchnerismo, considera que el problema fue presentar al campo como “enemigo” en bloque, sin diferenciar sus sectores, tara autoritaria que atribuye tradicionalmente al populismo, al cual le va mechando un “novedoso” análisis de los medios: la lógica mediática de celebrityland también es la construcción de campos “amigos y enemigos”. Sarlo cree que la dicotomía “republicanismo vs. populismo” justificaría su propio abloquelamiento (espejo de lo que desde el lado gubernamental reclamó Carta Abierta), sin considerar que ubicarse con una u otra de las fracciones burguesas en pugna no es un “desenlace inevitable” aunque sí una muestra de que la política burguesa puede efectivamente devorar el pensamiento crítico. La misma antipatía “antiliberal” encuentra en la Ley de Medios de Kirchner, y se preocupa por que las acusaciones a Clarín salgan de boca de la institución presidencial17. Con estas estratagemas teóricas en las que Sarlo gusta convocar a su biblioteca, focalizándose en la “cuestión institucional”, evita en cada caso pronunciarse por cuál sería una política “progresista” frente a dichos problemas. Quizás por ello, sus simpatías políticas recaen en alternativas que difieren poco, en su contenido social, con aquellas del kirchnerismo. Con el reacomodamiento del kirchnerismo que terminó con el 54 % de Cristina, las críticas no impidieron cierto acercamiento de Sarlo, diferenciándose de la derecha liberal más rancia, quizás rememorando el diálogo con sus pares progreperonistas, cuando reconoció la victoria K en “la batalla cultural” y la constitución de una hegemonía que no sería simple coerción sino una forma de intervención del poder político en la sociedad cultural y social, aunque aconsejaba, para sostenerla, “cambios en los centros decisivos de la economía”18. ¿Una vuelta a la “problemática de la desigualdad”? No, más bien un reconocimiento de que después de todo, los social-liberales le deben al kirchnerismo la restauración del régimen
político burgués después de la debacle del 2001. Un fetichismo institucional que la ha llevado, incluso, a reconocerle una perspicacia kirchnerista (con audacia y cálculo) que habría definido disputar con una “versión de la historia” el sector político progresista19; quizás una lectura más atenta de Gramsci le hubiera indicado que es la relación de fuerzas sociales –nacida en el 2001– la que obligó al kirchnerismo a mostrar cierto transformismo discursivo para recomponer al régimen. Esa misma recomposición es la que le permite a Sarlo, hoy otra vez lejos de los K, apostar una vez más a una “centroizquierda republicana”. Solitaria estrella mediática en el firmamento de la intelectualidad progresista, la analista no deja pasar oportunidad de llamar a hacer un “voto estratégico” en la interna del FAUNEN, esperanzada en que las PASO instauradas por el kirchnerismo, resuelvan “a la centroizquierda” la distribución de los candidatos y siempre y cuando no incluyan, en dicho agrupamiento… a Macri. En la entrevista de Perfil, Sarlo decía que el intelectual “encuentra primero el nombre, pero después destruye, critica, recategoriza ese nombre permanentemente”. Sin duda, ella tiene una enorme capacidad de recategorizar sus opciones políticas, aunque siempre en una natural tendencia a ubicarse hacia donde va la corriente.
2. Ver dossier sobre la intelectualidad en Lucha de Clases 4, 2004. En la nota que sigue se abordará la tradición nac&pop que dialogó/discutió con los social-liberales. 3. Piglia participaría de su dirección hasta 1982. 4. Publicada en Unidos 6, 1985, en www.croquetadigital. com.ar. 5. Comparten la trayectoria de muchos intelectuales que, decepcionados con la “revolución cultural”, transformaron su propia versión mecánica del marxismo en un fantoche con el cual era fácil discutir y justificar el paso al liberalismo. 6. Entrevista de Pavón para Los intelectuales y la política en Argentina, Bs. As., Debate, 2012, p. 112. 7. Hasta hoy Sarlo admite sin sonrojarse, por ejemplo, no conocer la tradición trotskista, que si bien no fue mayoritaria, tiene suficiente peso político e intelectual como para que alguien que se pretende analista política se informe al menos de ella. 8. Tiempo presente, Bs. As., Siglo XXI, 2001, pág. 224. 9. Entrevistas 1974-1991, Córdoba, UNC, 1999, p. 116. 10. Entrevistas en Trímboli, La izquierda en Argentina, Buenos Aires, Manantial, 1998. 11. “Asamblea constituyente: por un nuevo pacto”, en www.bazaramericano.com. 12. Pavón, ob. cit., p. 381. 13. “Una revista en presente”, en www.bazaramericano. com. 14. Página/12, 28-3-04. 15. Ver La audacia y el cálculo, Bs. As., Sudamericana, 2011, p. 187. 16. Perfil, 29-3-08. 17. La audacia..., ob. cit., p. 217.
1. Charla de la cátedra Historia III B de FFyL-UBA, 17-5-14.
18. La Nación, 4-3-11. 19. La audacia..., ob. cit., p. 178.
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El posibilismo miserable de la intelectualidad “Nac&Pop” Fernando Rosso Comité de redacción.
que contra toda evidencia histórica, sigue insistiendo con que el peronismo es el movimiento de liberación nacional y social del pueblo argentino. Contra este peronismo utópico, el peronismo “científico” (cuya “ciencia” se reduce al pragmatismo duro) es el que se encarga de ir adaptándose a los tiempos de la política y la economía internacional, y la situación interna del país, para sostenerse en el poder y crear discursos que luego son reproducidos y embellecidos por el peronismo utópico. El peronismo “científico” pivotea entre los polos de “partido del orden” y “partido de la contención” que siempre lo caracterizaron, a través de la burocracia sindical, los intendentes, gobernadores y policías. Hace de “sociedad civil” de los pobres para defender la “sociedad política” de los ricos. Se ubica estratégicamente como una freikorps3, con o sin uniforme, en los lugares claves de la sociedad argentina (aparato estatal, sindicatos, barrios) a través de los cuales garantiza el orden y obstruye las iniciativas de lucha de los trabajadores y el pueblo de forma tal que no puedan trascender al peronismo, conquistando la independencia política de clase y la hegemonía sobre todos los sectores oprimidos. Y recurre a la represión cuando no es suficiente con la disuasión de su sola presencia. El peronismo utópico se contenta con presentar este rol ultraconservador del peronismo como la experiencia más progresista de la historia mundial, de la que no tiene ninguna visión propia, más allá de la que le puede dar el discurso que genera el peronismo “científico”. Mientras este último utiliza su doble faz de partido del orden y de la contención para que prime el orden de conjunto, el peronismo utópico ve solamente el polo de la contención como la última barrera contra los males mayores –entre ellos la “lógica de guerra de las izquierdas”4– y de paso, aprovecha para no asumir su propio conservadurismo.
Alfonsinistas sin comillas y hasta (casi) menemistas
Juan Dal Maso Comité de redacción. En el artículo “Progresismo K: la historia (repetida) de una impotencia”, que publicamos en el primer número de IdZ, hicimos una reflexión que anticipaba la actual situación de la intelectualidad Nac&Pop y su cruelmente decepcionada aspiración de que el kirchnerismo trascendiera al pejotismo. Contrastamos el realismo político del cineasta Nicolás Prividera, que sostenía que el kirchnerismo se encaminaba trágicamente a ser un “muerto vivo dentro del peronismo”, contra el lirismo del sociólogo y director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien finalmente terminó jugando el rol de “ampliar el discurso” del oficialismo, teniendo que justificar de un modo u otro todos sus giros a la derecha1. En este artículo queremos polemizar con los posicionamientos de los intelectuales kirchneristas, pero desde un ángulo distinto al habitual, tomando algunos elementos del balance, no solo respecto de la última década, sino de los últimos 30 años de historia política de la Argentina, rescatando en
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especial su ubicación y elaboraciones durante los ‘80. Período poco visitado, por cierto, en detrimento de los posicionamientos de los ‘70 o los ‘90, mucho más conocidos. Los intelectuales kirchneristas han vendido bien su imagen de “setentistas radicalizados” que saltaron a “pensadores resistentes al neoliberalismo”, cuando en realidad su entusiasmo o expectativa, primero por la llamada “renovación” del peronismo y luego, como “mal menor”, por el mismísimo menemismo de los orígenes, explica mucho de sus actuales posicionamientos. Después de haber exigido a Menem la realización de la “hegemonía” gramsciana (con varias gárgaras althusserianas) y de hacer primar la “revolución” por sobre la “restauración”2, nada puede ser peor.
Peronismo “utópico” y peronismo “científico” Haciendo un uso sui generis y metafórico de la clasificación que marca la diferencia entre el marxismo y las corrientes socialistas premarxistas, podemos ubicar a la intelectualidad peronista en la categoría de “peronismo utópico”, ya
En este contexto, el auténtico “eslabón perdido” en la trayectoria de la intelectualidad peronista es la revista Unidos. No tanto porque no sea conocida, sino porque incluso en las polémicas más “fogosas” entre los autodenominados republicanos y populistas, nunca se le otorga mayor relevancia, quizás por un mutuo pacto de “viudas de la primavera alfonsinista”, carácter que ambos bandos ostentan cada uno a su manera. Un repaso sobre algunos de sus posicionamientos ayudará a entender que la lógica del “mal menor”5 no es privativa de este momento de fin de ciclo frustrado del kirchnerismo, sino una práctica común, aplicada con resultados trágicos en los ‘70 y verdaderamente decadentes en las tres décadas de la historia nacional posterior a la dictadura. Horacio González, con bastante honestidad intelectual, la definió de la siguiente manera: Unidos apostaba a la línea renovadora con un respaldo de la “teoría democrática” –con diversos estilos la afirmaban varios autores como Mario Wainfeld, Arturo Armada, Tito Palermo, Ernesto López, Víctor Pesce, Ariel Colombo »
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“ Desde la lógica del ‘mal menor’, habiendo depositado expectativa hasta en Menem, para estos intelectuales el kirchnerismo resulta el mejor de los mundos posibles.
(…). Unidos fue alfonsinista, y no voy a poner comillas en esta afirmación. No lo fue por acción partidaria ni por convicción moral, no lo fue por actuación electoral ni lo fue por admirado doctrinarismo. Mucho menos por portar esa identidad, pues tenía otra. Pero tomaba el armazón conceptual alfonsinista para recrear la cultura social peronista bajo una democracia como filosofía primera, y no como resultado comunitario –como era en el peronismo clásico– de las medidas emergentes de “los principios sociales” que Perón ha establecido6.
Fue una publicación que sistematizó la lógica de un “progresismo peronista” más o menos derrotado e institucionalizado, que se rindió a la “democracia formal” como filosofía primera y al alfonsinismo como visión política. En su primera etapa apostó a la llamada “renovación” que encabezaban Antonio Cafiero y, entre otros, el inefable José Manuel de la Sota. En este caso cabe preguntarse contrafácticamente si el actual gobernador de Córdoba, si triunfaba la renovación, hubiese hecho algo distinto que el actual “modelo cordobés” (neoliberal y sojero por excelencia), por la sola compañía de los “críticos”. Pero en la interna de 1988 el ala de la renovación encabezada por Cafiero perdió, y con la lógica del “mal menor” exacerbada ante el ascenso de Menem, Mario Wainfeld, Artemio López y el propio Horacio González (a su modo), ensayaron distintas formas de conciliación con el “nuevo fenómeno”. En un artículo titulado “Entre el riesgo y la esperanza”, de poco más de un mes antes del triunfo de Menem en las presidenciales, Mario Wainfeld escribía: Sin opciones, ante la estolidez del radicalismo, parece deseable y posible que el peronismo gane las elecciones (…) Con contradicciones, con una pobre campaña, este peronismo que ungió limpiamente a un candidato democrático y popular es más que sus reales alternativas existentes, básicamente por ser el opositor dentro del bipartidismo (…) El actual peronismo no es (ni de lejos) el que muchos soñamos y empujamos para conseguir. Pero lo que es le basta para ser mejor propuesta que la UCR7.
”
Un año después, en mayo de 1990, en un artículo titulado “Ni vergüenza de haber sido ni el dolor de ya no ser”, el mismo Wainfeld cambiaba el tono y la forma de su resignación: No se trata ya que se acometió el ajuste. Se acometió con el programa (y la sensibilidad) de los otros. Por eso se pudo concebir y aprobar en días las leyes de Emergencia económica y de Reforma del Estado y no se pudo aún hoy diseñar algún razonable plan de ayuda social (…) Reformar el Estado es adecuarlo a nuevas funciones, a cuyo efecto despedir a los empleados cercanos a jubilarse y congelar las respectivas vacantes es tan funcional como despedir a los pelirrojos o a los hinchas de San Lorenzo (aunque en ambos casos serían menos). Ese criterio es ominosamente economicista: sólo pondera el costo salarial y omite todo análisis funcional8.
El aval a un ajuste que se presenta como “necesario”, pero se exige despidos criteriosos y “sensibilidad”. Justamente el ajuste presuntamente “sensible” que ahora está llevando adelante el gobierno kirchnerista. Un simpático e ¿inocente? Artemio López, hoy uno de los encuestadores oficiales, junto a Claudio Lozano, escribieron un artículo con un título de antología: “Turco que me hiciste mal y sin embargo te quiero”; luego de que Menem ganara la interna, exigían utópicamente: El compañero Carlos Menem, quien para el imaginario político de una indiscutible mayoría del pueblo peronista, pudo colocarse POR FUERA de esa política evidente, tiene ahora abierta la posibilidad de transformarse en referencia central de una nueva práctica política, capaz de construir otro poder en nuestra sociedad. El poder hoy ausente de quienes en medio de esta ilusión política, cada día más evidente, no han sido ni son sino un detalle9.
Efectivamente Menem inauguró una “nueva práctica política” en el peronismo, adaptándolo a las condiciones y políticas impuestas por la ofensiva reaganiano-tatcherista y el neoliberalismo. Fenómeno del cual los progres peronistas no tomaban en cuenta en modo alguno,
suponiendo que el riojano sería el artífice de una restauración populista, por ese curioso mecanismo de confundir los discursos que el peronismo construye sobre sí mismo con su realidad efectiva. Después vinieron los años de “resistencia cultural” y crítica del progresismo aliancista, posiciones más o menos conservadoras frente a la crisis del 2001, exigencias de ampliación del discurso del presidente Kirchner hasta la posterior y total identificación con el gobierno y algunos (cuantos) cargos públicos.
Discursos progres para una casta conservadora Que los intelectuales kirchneristas hayan encontrado en su momento su modo de ser (casi) menemistas permite comprender su actual ubicación desde dos ángulos complementarios. Desde la lógica del “mal menor”, habiendo depositado expectativa hasta en Menem, para estos intelectuales el kirchnerismo resulta el mejor de los mundos posibles. A su vez, no es un cambio significativo respecto de lo que podríamos denominar su ubicación histórica: apuntalar la trayectoria pragmática del peronismo con algún tipo de elaboración discursiva que lo justifique (con excepción del menemismo, una vez que se asentó en el gobierno, frente al que fueron opositores desde una postura más afín al Frepaso de Chacho Álvarez). De hecho, la revista publicó la introducción del documento presentado por el “Grupo de los 8” al Partido Justicialista (“Hay otro camino”) y que termina en la ruptura. Allí depositaron las esperanzas “frentistas” que Horacio González siempre reivindicó como original del peronismo. Pero incluso si se observa la trayectoria del “chachismo” (del Frente Grande a la Alianza), terminó llevando adelante la misma orientación, pero por medios “radicales” (los de la Unión Cívica). El Frepaso culminó siendo la pata peronista que llevó al gobierno a Fernando de la Rúa, uno de los representantes más conservadores del radicalismo, una especie de Scioli pero boina blanca, además de promover a Cavallo para el Ministerio de Economía en vísperas del triste y solitario final. Muy cómodos en sus despachos gubernamentales, gabinetes universitarios, encuestadoras bien financiadas o redacciones de pasquines
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oficialistas, cumplen en realidad el rol de una casta puramente conservadora: producir y reproducir discursos tendientes a justificar “lo que hay”. En este momento de transición y de fin de ciclo, sin la posibilidad de reelección de Cristina Fernández, con el “modelo” en crisis y un ajuste en curso, los intelectuales “nac&pop” se encuentran nuevamente ante una encrucijada histórica. Y retornan a la misma ubicación de los últimos 30 años. En una intervención en la asamblea de Carta Abierta10 y en un artículo para la revista digital La Tecla Eñe, Horacio González critica varios de los últimos “hitos” del giro a la derecha del kirchnerismo, como la presentación por parte de legisladores kirchneristas de un proyecto de ley represivo para regimentar la protesta social; el discurso de “seguridad” con tono represivo que se adopta desde amplios sectores del gobierno; lo que avizora como el estancamiento de la Ley de Medios (donde el grupo Clarín adecua contable y legalmente su monopolio, pero mantiene su poder); los generosos beneficios a las empresas mineras y los acuerdos con las petroleras como Chevron para explotar el yacimiento de Vaca Muerta. Sin embargo, lejos de configurar un programa de ruptura con el gobierno, se parte de la reafirmación de la identidad kirchnerista. Especialmente en el artículo de la revista, pone especial énfasis en denostar el paro general del 10 de abril, identificando la medida, que expresó un extendido descontento obrero, con la burocracia sindical que la convocó (Moyano y Barrionuevo) o hasta con los cacerolazos de la clase media de derecha, adoptando, sin pruritos la lectura del principal editorialista del diario Clarín: El paro estaba enclavado, sin duda, en un descontento social bastante amplio, al que sin que se debiese dejar de añadir las consecuencias notoriamente incómodas de la devaluación, expresaba también las acechos de opinión de una borrosa acción cacerolera siempre latente. Así lo reconoce Van der Kooy en el editorial de Clarín del domingo 13 de abril: ‘Fue una huelga pero pudo ser también un cacerolazo, si se repara en el entramado social que acompañó’. Nunca tan
exactas las palabras de este articulista en el reconocimiento de la conexión entre huelgacacerolazo11.
Y sin embargo, podríamos decir que incluso desde el punto de vista social, estos intelectuales pueden resultar, en un sentido, más parasitarios aún que la propia burocracia sindical, que es el sostén por excelencia –junto con la policía– del aparato estatal, ya que la burocracia –mitad Estado, mitad sociedad civil– por lo menos se ve obligada por momentos a negociar algunos aumentos de salario para justificar su existencia. Los intelectuales kirchneristas están liberados de esa imposición y siguen escribiendo textos ajenos a la clase trabajadora, que cada vez más están dirigidos únicamente a ellos mismos. Que ahora salgan a desmarcarse tardíamente de Scioli, como lo hicieron en la última Carta Abierta 16, no modifica en nada este rol ultraconservador, sino que lo confirma. Para el famoso tango, 20 años no es nada; pero 30 años para una trayectoria intelectual que repite eternamente los mismos “errores”; y ahora desde el funcionariado del Estado, es demasiado. Y más que errores ya configuran una función consciente de intelectuales tradicionales al servicio de un nuevo orden conservador. La pampa “es un conjunto de escritos argentinos”, afirma Horacio González en Restos pampeanos, mientras que en una reseña de Unidos afirma que “La patria es un texto”. Mientras la intelectualidad construye patria y peronismo “textual”; el peronismo realmente existente construye y destruye a “nuestra patria vasalla”. Blog de los autores: elviolentooficio.blogspot. com.ar y losgalosdeasterix.blogspot.com.ar.
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3. Freikorps (del alemán “cuerpos libres” o “cuerpos francos”): ejércitos voluntarios formados en pequeños Estados alemanes entre los siglos XVII y XVIII. Originalmente se trató de un cuerpo de soldados irregulares, pero tras la Primera Guerra Mundial se les dio el mismo nombre a las tropas improvisadas donde se integraban veteranos alemanes del Reichsheer. A partir de la Revolución de Noviembre de 1918, el término fue empleado por las organizaciones paramilitares protofascistas y ultranacionalistas que se formaron por toda Alemania. 4. “Según declara en la revista Confines, González se siente ‘muy incómodo’ frente al progresismo y la izquierda: ‘a mí esa izquierda no me satisface pues detrás de ella hay, en última instancia, un modelo de guerra. Pero quienes han hecho las cuentas claras y desarrollado hasta las últimas consecuencias este pensamiento y se atemorizan por cualquier despunte de una crítica en la que ya parecen querer ver todas las formas de la guerra, tampoco me gustan. O sea que a los viejos críticos del progresismo que fuimos nosotros creo que nos falta ahora una parte importante de la crítica para un próximo capítulo sobre lo que no fue analizado, a riesgo de, si no, quedar sin voz’”. Juan Dal Maso, “El populismo castrado. Tragedia y farsa de la intelectualidad peronista”, Lucha de Clases 4, noviembre 2004. 5. “Hay siempre un mal menor respecto de aquel precedentemente menor y frente a un peligro mayor respecto de aquel precedentemente mayor. Cada mal mayor deviene menor frente a otro mayor y así al infinito. No se trata por tanto de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuyo desarrollo es conducido por una fuerza eficiente, mientras la fuerza antitética está decidida a capitular progresivamente, en pequeñas etapas, y no de un sólo golpe, lo que llevaría, por el efecto psicológico condensado, a hacer nacer una fuerza competidora activa o a reforzar la ya existente”. Gramsci, Antonio, “Argomenti di cultura. Il male minore”, Quaderni del carcere, Torino, Einaudi Tascabili, 2001. 6. Horacio González, “El peronismo fuera de las fuentes”, Bs. As., UNGS/BN, 2008. 7. Unidos 20, abril 1989. 8. Unidos 21, mayo 1990. 9. Unidos 19, octubre 1988. 10. Asamblea del 26 de abril del 2014, disponible en Youtube.
1. Juan Dal Maso y Fernando Rosso, IdZ 1, julio 2013. 2. Horacio Ricardo González, “Un voto en movimiento”, Unidos 19, octubre 1988. Todos los números de la revista están disponibles en croquetadigital.com.ar (aclaramos que este Horacio González no es el actual director de la Biblioteca, cuyo segundo nombre es Luis).
11. Horacio González, “El gobierno que sobra”, La Tecla Eñe, disponible en lateclaene6.wix.com/revistalateclaene. 12. Ver Fernando Rosso, “El futuro llegó, hace rato (a propósito de Carta Abierta)”, en el blog El violento oficio de la crítica.
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La crisis de las ideas y los intelectuales de la izquierda independiente
De viejos y nuevos dogmatismos Fernando Aiziczon Historiador, docente UNC. Eduardo Castilla Columnista del programa Giro a la izquierda, Córdoba. Los intelectuales de la denominada izquierda independiente no ostentan décadas de trayectoria como figuras públicas, no escriben en publicaciones masivas ni son conocidos por bestsellers o irrupciones mediáticas al estilo de las que sus pares liberales o “nac&pop” practican. De allí que su peso en la esfera pública
burguesa sea casi inexistente y –aunque no sean necesariamente “nuevos” en tanto intelectuales, ni se ubiquen en espacios ajenos a la academia– gustan de distinguirse por haberse conformado al calor de la rebelión popular del año 20011. En efecto, a lo largo de la década pasada emergió un arco de intelectuales que tendió
a definirse como parte de una “nueva generación”, y cuyos ejes de articulación fueron su oposición tanto al intelectual de academia como a la izquierda “vieja” o “tradicional”, a la que descalifican como ajena a las clases subalternas y sectaria frente a los procesos que en Latinoamérica expresan los avances del Socialismo del Siglo XXI y el Poder Popular. Esta tendencia, referenciada en el anticapitalismo y los movimientos sociales que emergieron en la Argentina del 2001, incluye un vasto espectro de intelectuales que va desde aquellos pocos que intervienen en debates públicos, hasta quienes producen al interior del espacio de la Izquierda Independiente. Entre estos, citando sólo un par de ejemplos –quizás los más prolíficos– podemos mencionar a Miguel Mazzeo o Aldo Casas2. Es posible enumerar una serie de tópicos que, grosso modo, constituyen núcleos de su perspectiva global: el rechazo al “dogmatismo” de la izquierda tradicional, adoptando como principio negar la centralidad de la clase obrera como sujeto revolucionario, lo que abre el paso a una pluralidad desjerarquizada de sujetos múltiples; el repudio a la forma-partido (jacobino-leninista) por “verticalista, autoritaria, elitista y vanguardista” y porque obstaculiza desarrollos genuinos, horizontales, participativos, necesarios en cada sujeto y organización; la reivindicación del Poder Popular contrapuesta a la idea del poder como un “objeto que se toma” mediante prácticas políticas “instrumentales”; la noción de cambio social en reemplazo de la idea de revolución, lo que permitiría una valoración positiva de procesos políticos abiertos o indefinidos, como el llamado Socialismo del Siglo XXI, sin diferenciar su dinámica de clase y cuya “incertidumbre” a la hora de caracterizarlos juega a favor de los mismos. Estas definiciones se han convertido en los nuevos dogmas de la izquierda independiente. En el plano teórico, esta corriente abreva, lógicamente, en una pluralidad de vertientes combinadas de manera ecléctica, donde lo importante es demostrar diversidad por sobre la “estrechez” de alguna teoría que se precie de “infalible”. De allí que se produzcan entrecruzamientos de la tradición marxista –sin la “contaminación autoritaria” o “elitista” de Lenin o Trotsky y apelando de manera parcial a Gramsci o Rosa Luxemburgo– con la reivindicación del peronismo revolucionario referenciado, por ejemplo, en J. W. Cooke. Si los elementos marxistas aportan ideas ligadas a la autoactividad
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de las masas, la vertiente “cookista” aporta las que permiten la reivindicación de lo nacional y los populismos latinoamericanos.
Los sujetos de la nueva intelectualidad Los intelectuales de la izquierda independiente, acorde con el clima de época del 2001 –rechazo a las viejas formas de la política expresada masivamente en el Que se vayan todos– postularon la construcción de poder popular y el socialismo desde abajo, partiendo de los procesos que emergieron: asambleas populares y barriales, movimientos piqueteros y empresas recuperadas3. Pero estos fenómenos tuvieron una duración limitada en el tiempo y, por su débil peso social, no pudieron convertirse en fuerzas capaces de articular una salida del conjunto de las masas que pudiera evitar que la clase dominante se reorganizara, haciendo que la política volviera “de las calles al palacio”. Las asambleas populares se disgregaron sobre la base de una “normalización” de las clases medias, los movimientos piqueteros se debilitaron por el crecimiento económico y la creación de millones de puestos de trabajo. Debido al mismo factor y a las políticas de cooptación ejercidas desde el Estado, las empresas recuperadas no avanzaron como un fenómeno masivo. A excepción de Zanon en Neuquén –activa como parte del desarrollo del sindicalismo combativo nacional– las empresas recuperadas abandonaron la escena política. Esto implicó una crisis para el discurso teórico de la izquierda independiente. El mismo estaba constituido sobre la base de elevar a “modelo” determinadas formas que dio la lucha de clases en un período específico, pero que no pudieron desarrollarse a un nivel más amplio y profundo. A pesar de ello, sus intelectuales estuvieron lejos de revisar esas definiciones conceptuales. Por el contrario, cual dogmas, las mismas fueron reafirmadas a pesar de las pruebas de la realidad. Esto, junto al estancamiento del trabajo territorial, es parte de las causas de su crisis actual4.
Clases subalternas y poder popular En 2007 Miguel Mazzeo escribía: El capitalismo expande sus mecanismos de ‘acumulación por desposesión’, mecanismos similares a los de la etapa de ‘acumulación originaria’, profundizando y diversificando las formas de opresión (…) las confrontaciones sociales, la
lucha de clases, se complejizan enormemente. Ya no se fundan exclusivamente en las condiciones materiales de explotación5.
Sobre esa base Mazzeo estructura una concepción donde la clase obrera es diluida en un conjunto heterogéneo sin claras precisiones sociales: un sujeto plebeyo-popular. A partir de esta reestructuración del espacio de las clases subalternas se define la categoría de poder popular. Resulta importante destacar que el concepto de clases subalternas sólo define la relación entre éstas y la clase dominante, pero no diferencia entre clases explotadas o sectores sociales oprimidos. De allí que la clase obrera o cualquier otro sector social son considerados como igualmente subalternos. Mazzeo afirmará que: el poder popular es el proceso a través del cual los lugares de vida (de trabajo, de estudio, etc.) de las clases subalternas se transmutan en célula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza (Mazzeo, 2007).
Aldo Casas, en 2013, definía que: la construcción del poder popular incluye prever y prepararse para el momento en que deba afrontarse un momento de ruptura radical con el Estado capitalista (…) ninguna ‘ley’ histórica o ‘principio’ teórico impone creer que todo cambio revolucionario queda supeditado a ese momento (…) es posible y necesario desafiar desde ahora el orden del capital y poner en marcha al menos rudimentos de un nuevo metabolismo económico social6.
Estas definiciones suponen dos series de problemas. La primera asociada a la cuestión de las formas del poder popular y las clases que pueden ponerlas en pie. Las teorizaciones de Mazzeo y Casas, al diluir a la clase trabajadora en el conjunto heterogéneo de las clases subalternas, ponen en igualdad de condiciones un sindicato recuperado de manos de la burocracia –o una fábrica bajo control obrero– con el trabajo territorial. No hacemos aquí una valoración moral sobre la importancia de estas peleas, sino un análisis de su impacto estratégico en la lucha de clases.
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Desde 2004 asistimos a un creciente desarrollo de la clase trabajadora, tanto en términos de su fuerza social como, posteriormente, de su subjetividad y organización. Esa tendencia tiene una de sus expresiones en lo que es definido hoy como sindicalismo de base o antiburocrático, ligado esencialmente a la izquierda partidaria7. Estas tendencias crecen como desafío real al poder de la burocracia sindical y las patronales en ramas centrales de la economía. Juegan además un rol fundamental en sus propias zonas y gremios –lo que se expresa en la coordinación regional– como también en hechos nacionales como el paro del 10A. Esta recomposición de la clase trabajadora se desarrolla sobre la base de una alta fragmentación de sus filas, expresada en la división entre efectivos, contratados, tercerizados y trabajadores en negro. Pero dichas tendencias no liquidaron su peso social derivado del rol en el conjunto de la producción. De allí la persistencia de su enorme capacidad para golpear sobre el poder capitalista como se vio en el reciente paro nacional. Hoy (como ayer), la izquierda independiente es marginal en este proceso de recomposición obrera por dos motivos: la absolutización de las transformaciones estructurales de la clase trabajadora –que llevó a diluirla en las clases subalternas– y su negativa a aceptar el “dogma” de la potencialidad revolucionaria obrera propio de la izquierda partidaria.
Gobierno popular y Estado capitalista (o la imagen que devuelve el espejo de Venezuela) La segunda serie de problemas se asocia a la relación entre las formas del poder popular y el Estado capitalista. Aquí subyace una definición teórica que considera el Estado como campo en disputa, configurable por la acción de las clases subalternas. De esa concepción nace la idea de gobierno popular, aunque el mismo no supone la destrucción revolucionaria del viejo aparato estatal ni de las relaciones de producción capitalistas que lo sustentan. Mazzeo hace explícita esta contradicción cuando señala que “el Estado (…) jamás podrá construir el socialismo” pero “las formas embrionarias de poder popular no lograrán desplegarse (…) sin un gobierno popular” (Mazzeo, 2007:146). Se cae así en la paradoja de negar el contenido (Estado) pero reivindicar una de sus formas posibles (gobierno popular). La teorización de la izquierda independiente vuelve, sinuosamente, a la “vieja” » lógica de reformar el Estado capitalista8.
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“ La teorización de la izquierda independiente vuelve, sinuosamente, a la ‘vieja’ lógica de reformar el Estado capitalista.
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No es casual que a partir de Venezuela se articule la idea de una transición al socialismo sin necesariamente destruir el Estado burgués, idea que Casas reivindica en su libro Los desafíos de la transición (2011). Es esto lo que permite mantener la duplicidad política de reivindicar la denominada Revolución Bolivariana mientras se señalan los límites de ese proceso. La realidad venezolana devuelve a la izquierda independiente la dura imagen de un Estado burgués fortalecido. Los órganos de poder popular (comités, misiones, milicias) no inciden en el curso de la crisis política actual. Es el poder ejecutivo, pactando con la oposición burguesa y el imperialismo, el que busca dar una salida9. Como lo afirma Roland Denis en Herramienta 54, el fascismo: se vuelve a activar, aprovechando el deterioro profundo que sufre este lento proceso revolucionario, tanto a nivel de gobierno como en sus bases populares (…) agarrando a un movimiento popular en gran parte fatigado, burocratizado, administrado desde las oficinas de Estado y clientelizado10.
Dieciséis años de chavismo, lejos de fortalecer el poder popular, dieron continuidad al aparato burocrático del Estado burgués. El pantanoso escenario venezolano acerca a la izquierda independiente y sus intelectuales a otro dilema: en su apoyo al “modelo bolivariano” comparten aplausos con el kirchnerismo progresista. ¿No resulta irónico que ambas identidades políticas lo tomen como metáfora “externa” que cohesiona su “mística” militante? Bajo esta lógica no resulta extraño que, por mucho tiempo, la izquierda independiente sostuviera un apoyo crítico al kirchnerismo. Tampoco que emerjan, mágicamente, nuevas referencias complacientes hacia el castrismo o una exagerada y acrítica expectativa en el liderazgo de Maduro.
Cierre provisorio La izquierda independiente atraviesa una gran crisis. El naufragio de sus definiciones globales la empujó, en los últimos años, a privilegiar el desarrollo de corrientes estudiantiles que en la UBA tuvo su cenit hasta el 201311. Otra cara de este intento de superar la crisis del espacio territorial la mostró su participación electoral. La campaña de Camino Popular en CABA, partido fundado por algunas de sus corrientes internas, fue altamente criticada por la adaptación a los discursos vacíos de centroizquierda, alejados de toda referencia al poder popular. La discusión en torno de la intervención electoral y los rodeos para dar con el “instrumento político” adecuado, fue una de las causas de la crisis y ruptura en 2013 de la organización más paradigmática de la izquierda independiente: el Frente Popular Darío Santillán. Es además lo que motiva los escasos debates actuales que salen a la superficie, no logrando superar una autorreferencialidad que asombra a quien intente comprender esta debacle. Que la raíz de la división fueran las intervenciones tácticas desnuda el vacío estratégico
constitutivo de la izquierda independiente, que obedeció a un clima de época y rindió tributo a un indiscriminado “pluralismo” teórico, que difícilmente se podrá superar repudiando el “dogmatismo”. Al contrario, pasando de nombre en nombre (izquierda independiente, nueva-nueva izquierda, izquierda popular, etc.), esta actitud la empujó a crear sus propios dogmas, reafirmándolos a pesar de las pruebas de la realidad. Un aspecto no menor de este “nuevo dogmatismo” es el rechazo a la concepción de partido revolucionario tal como fue desarrollada en la tradición del marxismo revolucionario. En una próxima nota nos centraremos en ese fundamental debate.
1. “Los sucesos que van del 19 y 20 de diciembre del 2001 al 26 de junio del 2002 y los procesos que reflejaban (…) ofician de partida de nacimiento de la nueva izquierda y de la nueva generación intelectual”. Miguel Mazzeo, “Notas para una caracterización de la nueva generación intelectual”, en Nuevo Topo 6, setiembre-octubre de 2009. 2. Dichos autores no agotan este espacio nucleado, entre otras, en revistas como Herramienta –que se publica hace 18 años–, Nuevo Topo y la reciente Contra-Tiempos. Una paradoja de esta “nueva generación” reside en la participación de (ex) dirigentes históricos de corrientes de izquierda partidaria como el mismo Casas. 3. Esto generó, con el paso del tiempo, una lógica política que se redujo esencialmente a lo territorialestudiantil: la toma de tierras, la apertura de casas populares, comedores barriales, bachilleratos populares y centros de estudiantes se convirtieron en el “locus estratégico” donde la izquierda independiente pretendió desarrollar sus formas de poder popular. 4. “Respecto a las razones profundas de esa crisis identitaria (…) El ritmo más pausado de las construcciones de base se enfrentó a una dinámica de mayor fortaleza del Estado y toda una franja de activistas barriales, que acompañó el ascenso de los movimientos, se replegó hacia otros lugares”. Sergio Nicanoff (2014), prólogo a Entre la reinvención de la política y el fetichismo del poder de Miguel Mazzeo, disponible en internet. 5. Miguel Mazzeo, El sueño de una cosa (Introducción al poder popular), Buenos Aires, En Colectivo, 2006, pp. 38-39. 6. “Hacia la construcción de nuevas herramientas políticas de la izquierda”, Herramienta Web 12, enero de 2013. Resaltado propio. 7. Ver Christian Castillo y Fernando Rosso, “Nosotros, la izquierda… ante una oportunidad histórica”, IdZ 9, mayo de 2014. 8. Hemos debatido sobre esta cuestión en el blog Apuntes de Frontera bajo el título “La izquierda independiente y ese obscuro objeto del Estado”, 31/01/13. 9. Ver Eduardo Molina, “Venezuela en el centro de la escena latinoamericana” en IdZ 9. 10. “El fascismo en Venezuela”, Herramienta 54, otoño 2014. El libro de Mazzeo contiene una cita de Biardeau aún más aleccionadora: “No han sido los errores ultraizquierdistas como el sectarismo doctrinario o un temerario voluntarismo, los que han llevado en mayor grado a un debilitamiento de la base social de apoyo a la revolución, sino que en gran medida son errores de derecha” (Mazzeo, 2014: 60). 11. En la conducción de la FUBA –junto a PO– la izquierda independiente evidenció un marcado rechazo por los congresos abiertos y la participación estudiantil, mostrando poco de “horizontalidad” y mucho de prácticas burocráticas.
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Ilustraciones: Greta Molas
Debate sobre marxismo y derecho
CRIMEN Y CASTIGO (II) En IdZ 9 publicamos el contrapunto entre Roberto Gargarella y Matías Maiello sobre el derecho penal y la cárcel como castigo. Aquí presentamos la continuación de dicho debate, que avanza en discutir sobre la relación entre marxismo y justicia.
CrÍtica a la crítica de la crítica Roberto Gargarella Sociólogo, Doctor en Derecho, profesor de la Escuela de Derecho de la UTDT y de la UBA. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: The Legal Foundations of Inequality, The Accountability and Democratic Judiciaries in Latin America, Africa, and East Europe. Agradezco también a Matías Maiello su respuesta. Entiendo que no podemos seguir la polémica hasta el infinito (aunque no tendría problemas en hacerlo, si hubiera interés y espacio), por lo que voy a limitarme a unas breves respuestas a su crítica de mi crítica. Maiello se queja de que en mi respuesta reafirme “los
postulados propios,” pero deberé volver a hacerlo, porque él insiste en criticarme tomando por míos los postulados de otros. Maiello ha optado por enfrentarse a un rival que desconozco, aunque lleve mi nombre desde el título. A continuación, repasaré las dificultades más se» rias que encuentro en su texto.
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IDEAS & DEBATES
Marx: ideales y principios de justicia Disentimos con Maiello a la hora de leer a Marx, en su relación con la justicia. Pero hay algo peor que eso, dado que este tipo de desacuerdos en torno a Marx son comunes. Maiello esconde bajo la alfombra los argumentos que doy y le incomodan, para sacar a luz otros vinculados con los “misterios” que el marxismo analítico no habría resuelto. El “misterio” es en realidad éste otro: por qué, si quiere discutir con mi texto, lo critica citando lo que dicen otros. En todo caso, Maiello resiste la idea de que Marx estuviera comprometido con ideales valorativos y una teoría de la justicia. Vuelvo a preguntar, entonces, en qué sentido no puede ser considerado como un ideal, el ideal de la autorrealización, el de una comunidad de iguales, el de una sociedad sin clases. Me pregunto también qué es el principio de “a cada quien según sus necesidades”. Si él prefiere no llamar, a un principio como el anterior, un principio de justicia, allá él, pero estará entonces negando lo que es evidente1.
Defender la cárcel Me resulta curiosa la defensa que hace Maiello de la práctica de la cárcel –una práctica tan abominable como la tortura–. Maiello descalifica a mi postura llamándola “abolicionismo light”, cuando repudio a la cárcel, pero es él, paradójicamente, quien la sostiene (al menos, hasta tanto siga vigente el capitalismo). El problema es muy serio y trasciende nuestros coyunturales desacuerdos. Maiello recurre a la problemática metáfora de “la manzana podrida” y el “árbol envenenado” para decir: “todo abolicionista serio no puede más que ligar indisolublemente esta perspectiva a la abolición de la propiedad privada y a la derrota del Estado burgués que la protege.” La afirmación no es cierta (algunos de los pioneros y más notables abolicionistas no lo han hecho, pero siguen siendo excelentes y muy serios en su trabajo), pero ello no importa. En lo
que a mí respecta, defiendo lo poco y lo mucho: el pasaje al socialismo, tanto como el fin de la cárcel, aunque el socialismo no haya llegado. Y no entiendo a ningún socialista “serio” que no haga lo mismo.
El ejemplo sudafricano En mi texto anterior criticaba a la práctica del castigo, y en un par de líneas, y entre paréntesis, citaba el ejemplo sudafricano para decir que era posible “condenar ciertos crímenes sin necesidad de recurrir al castigo”, como se había hecho en Sudáfrica. La afirmación, por lo demás, era seguida de una inmediata y necesaria aclaración: “[se trata de] un programa que no recomendaría universalmente, pero que no repudio”. A pesar de tal aclaración, que resulta borrada cuando él retoma mi cita, Maiello dedica varios párrafos para referirse a la horrible situación existente en las cárceles de Sudáfrica, lo cual me deja incómodo y sorprendido. Incómodo por el hecho de que haya escondido la aclaración que yo hacía (necesaria si quiere presentar la objeción que presenta); y sorprendido porque no tengo nada que decir a favor de la situación en las cárceles sudafricanas: recordemos que es Maiello, y no yo, quien acepta provisoriamente la cárcel, por razones en apariencia estratégicas.
Medidas de “autodefensa” En mis escritos sobre el castigo critico a la institución de la cárcel de un modo, según creo, ni ingenuo ni complaciente. Tengo muy en claro que hay prioridades (hoy la Argentina tiene encerrados y bajo tortura a miles de pobres, por serlo), y que hay crímenes feroces, difíciles de perdonar, y que marcarán el alma de todos, de por vida (los crímenes cometidos por la dictadura; los crímenes encargados por Pedraza). Pero eso no me lleva a repudiar a la cárcel en un caso, y a defenderla en otro (aunque me llevaría, seguramente, a eliminarla reconociendo
las prioridades: nada más urgente que atender a la situación de los encerrados por portación de rostro). Maiello, en cambio, insiste con la justificación (así la llama) de medidas atroces, como los fusilamientos o la cárcel, en nombre de la moral revolucionaria y las “medidas defensivas” que serían “parte de una lucha más amplia por derrotar a la burguesía”. Repudio absolutamente la idea, aunque se la disfrace con palabras y citas rimbombantes (“lo que conduce realmente a la liberación de la humanidad”). Nunca se justifica la comisión de atrocidades, en el camino de (ni mucho menos en nombre de) la liberación de la humanidad. La tortura debe terminarse ya, aunque no haya sido derribado el capitalismo; la pena de muerte debe eliminarse ya, aunque la clase obrera todavía no haya triunfado. Cientos de años de lucha por los derechos humanos nos demuestran que el hecho de que la propiedad privada no haya sido abolida no puede servir como excusa para justificar crueldad actual alguna, hasta que llegue la hora esperada (o para adelantar su llegada).
Final No quiero terminar mi escrito sin discernir el debate teórico de la cuestión personal. Solo tengo palabras de agradecimiento para Matías Maiello, y su disposición al diálogo, por más que hayamos estado o sigamos estando en total o parcial desacuerdo.
1. Maiello dedica varios párrafos a defender la idea según la cual el socialismo “no es más de lo mismo”, ni “una progresión de más libertad y más igualdad en los marcos del derecho burgués”. Como no entiendo a cuenta de qué viene la crítica, e imagino que no tengo mucho espacio para mi respuesta (en lo personal, defiendo el socialismo creyendo necesario “romper las barreras del derecho burgués”), paso al tema siguiente.
Segunda respuesta a Roberto Gargarella
Medios y fines Matías Maiello Sociólogo, docente de la UBA.
Agradezco una vez más a Roberto Gargarella por su disposición al debate. En honor a la brevedad voy directo al grano. A continuación, algunas conclusiones provisionales del debate.
Un planteo “light”: ¿pueden abolirse las cárceles sin derrotar al Estado burgués y su derecho penal? Gargarella nos dice: “Maiello descalifica a mi postura llamándola ‘abolicionismo light’ cuando repudio a la cárcel”. Pero nuestro planteo es más preciso, no lo criticamos cuando repudia la cárcel,
sino cuando no la repudia lo suficiente. Las cárceles son aditamentos materiales del Estado burgués que junto con sus destacamentos armados especiales (ejército, policía, gendarmería, etc.) son parte del entramado coercitivo para sostener la dominación de clase y defender la propiedad privada capitalista. El derecho penal, en tanto, es un arma inmediata de la lucha de clases. El abolicionismo de Gargarella es “light” porque abstrae constantemente la problemática de las cárceles del conjunto de este entramado, inclusive del papel directo del derecho penal en la lucha de clases.
“En lo que a mí respecta –nos aclara Gargarella–, defiendo lo poco y lo mucho: el pasaje al socialismo, tanto como el fin de la cárcel, aunque el socialismo no haya llegado”. Sobre esta base ambos podemos confluir como parte de un movimiento que se proponga terminar con las cárceles y luchar por los derechos de los presos, “aunque el socialismo no haya llegado”, como remarca él. Pero dentro de este marco común seguiríamos criticando el carácter “light”, limitado, del planteo de Gargarella, ya que, por ser las cárceles parte integral del entramado coercitivo que
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señalábamos, las perspectivas de un movimiento así están directamente ligadas a la derrota revolucionaria de la burguesía y su Estado, con sus fuerzas represivas y su derecho penal, y a la conquista del poder de los trabajadores.
Una “gran” pregunta: ¿quién dijo que el comunismo no es un ideal? Al referirse a Marx, Gargarella nos pregunta con tono incisivo: “en qué sentido no puede ser considerado como un ideal, el ideal de la autorrealización, el de una comunidad de iguales, el de una sociedad sin clases”. La respuesta es sencilla: solo en un sentido, y este es, casualmente, el sentido que le da Marx. A diferencia del estalinismo y otras variantes de dictaduras burocráticas parasitarias, para Marx el conjunto de los elementos enumerados por Gargarella eran características del comunismo, pero no como “ideal” sino como objetivo a conquistar mediante la lucha de clases. En palabras de Marx y Engels: ...el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente1.
Gargarella nos presenta un segundo y supuestamente intrincado interrogante: “Me pregunto también –dice– qué es el principio de ‘a cada quien según sus necesidades’”. Y agrega en referencia a mí: “Si él prefiere no llamar, a un principio como el anterior, un principio de justicia, allá él, pero estará entonces negando lo que es evidente”. Otra vez, no es muy difícil responder a la pregunta. Para Marx no se trataba de un “principio de justicia” ahistórico sino de algo infinitamente superior, de un objetivo que implicaba revolucionar el conjunto de las relaciones sociales existentes (terminar con la división del trabajo, disminuir al mínimo el trabajo necesario para lograr el desarrollo pleno de las capacidades de los seres humanos, el arte, la ciencia, la cultura, la extinción del Estado y del derecho, etc.), y que estaba inscripto como “movimiento real” en la historia mediante la lucha de clases. Por eso Marx mismo combatió a quienes en su época querían reducir su “concepción realista” a tal o cual “principio de justicia”. Más precisamente decía: Me he extendido sobre [la crítica a las teorías de] el ‘fruto íntegro del trabajo’, de una parte, y de otra, sobre ‘el derecho igual’ y ‘el reparto equitativo’, para demostrar en qué grave falta se incurre, […] cuando se tergiversa la concepción realista […] con patrañas ideológicas, jurídicas y de otro género, tan en boga entre los demócratas y los socialistas franceses.2
Un “enigma” sin respuesta: ¿por qué Marx justificó las medidas de autodefensa de la Comuna de París? A Gargarella le resultaba “turbadora” nuestra crítica al falso “universalismo” desde el cual pretende impugnar a quienes, como parte de la
lucha por el juicio y castigo a los perpetradores del genocidio de la dictadura o a los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra, planteamos la pena de cárcel. Entonces en nuestro artículo anterior le preguntábamos: “¿qué opinión debería merecerle, por ejemplo, Marx –a quién reivindica como referente en cuanto a valores y “principios de justicia” – defendiendo contra los “moralistas” burgueses el fusilamiento de 64 rehenes por los comuneros de París?”. Esta pregunta no obtuvo respuesta, cuestión que no vemos desligada de los puntos que desarrollábamos antes. Veamos. En uno de sus libros, Gargarella señala que: “Una de las ideas más notables (y que más polémica han generado en el interior de la corriente analítica) es la presentada, originalmente, por Philippe Van Parijs y Robert Van der Veen, y anunciada como ‘una vía capitalista al comunismo’. La idea en cuestión consiste en asegurar a todos los individuos un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas, que sea independiente –incondicional– respecto de trabajos actuales o pasados, de sus necesidades particulares, etc.”3. Si, como señala Gargarella, establecer un ingreso básico universal es una “idea notable” para una alternativa al capitalismo, que incluso según él mismo agrega, representa “un extraordinario intento por abolir la alienación”4, entonces Marx efectivamente estaba equivocado al defender el accionar de los comuneros y nosotros con él. ¿Para qué semejantes medidas si aquello de “a cada quién según sus necesidades” solo es un principio de justicia (distributiva) con el que podemos alinearnos proponiendo un ingreso básico universal? Lo cierto es que para Marx, y para nosotros también, no se trata de un “principio de justicia” (distributiva) sino una revolución completa en las relaciones sociales que implica lucha de clases a gran escala (nacional e internacional) y que hace necesarias aquellas medidas de autodefensa que tan fervientemente impugna Gargarella.
Una definición necesaria: ¿igualar la violencia de los opresores y la de los oprimidos? Llegado este punto no podemos más que preguntarnos si el núcleo de las diferencias que tenemos no reside en que Gargarella, desde un falso “universalismo” iguala la violencia de los
opresores a la de los oprimidos. De más está decir que este debate no es nuevo y de hecho fue reeditado en años recientes por Oscar del Barco bajo la consigna del “no matarás”. Pero la moral es producto del desarrollo social y está al servicio de determinados intereses de clase contradictorios. Por fuera de esto, las normas que se postulan como “universalmente válidas” no pueden más que estar al servicio de la clase dominante, en nuestro caso, de la perpetuación de la dominación burguesa con sus cárceles, sus policías, su derecho. Justamente porque el comunismo no es un ideal sino un objetivo a conquistar mediante la lucha de clases, la burguesía no escatima en los medios por más violentos que sean. Frente a esto, Gargarella nos propone la “condena sin castigo” no en referencia a delitos comunes (cuestión que fue ampliamente aplicada en los primeros años de la revolución rusa, como señalamos en nuestro primer artículo), sino para los crímenes del Apartheid en Sudáfrica. Aunque no proponga universalizar este ejemplo (invitamos a volver a leer nuestro artículo anterior ya que esta aclaración no está recortada como dice), el mismo es coherente con su llamado a la “magnanimidad” de los oprimidos. La burguesía argentina en particular, con sus “campitos” de concentración en las fábricas, con el genocidio de la dictadura, es un fiel exponente de su clase. Para derrotarla, la clase obrera necesita toda su fuerza, su resolución y su audacia. Para ello, como señalara Trotsky, necesita una completa independencia respecto de las ficciones de la “moral trascendente” con las que el enemigo de clase pretende domesticarla como esclava. De esto se trata, el resto ya lo hemos desarrollado en nuestro artículo anterior. Esperamos haber contribuido con estas líneas y agradecemos nuevamente a Roberto Gargarella su disposición al debate.
1. K. Marx y F. Engels, La ideología alemana. 2. K. Marx, Crítica al Programa de Gotha. 3. R. Gargarella, Las teorías de la justicia después de Rawls, Barcelona, Paidós, 1999. 4. Ídem.
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La continuidad K en la decadencia de la escuela pública
La “MALA” EDUCACIón Nicolás Bendersky Docente y delegado de SUTEBA. Liliana O. Caló Docente.
“A ver Cristina, a ver si nos entendemos (...) pagaste millones para la Repsol y ni un solo peso para educación”. Coreado por miles de docentes en las calles en el conflicto de 17 días de comienzo del año 2014.
Ilustraciones: Greta Molas
descentralizaDespués de la oleada descentraliza sistedora y privatista de los ‘90, el siste ma educativo se ha convertido en polítimarca registrada del debate políti co nacional. El balance K no será la excepción y supone pensarlo asumivinculado al proyecto asumi do por los Kirchner desde reel 2003, centrado en re componer, en el contexto aude la crisis pos 2001, la au estabilitoridad estatal y la estabili dad económica y política que, supuestamente, devolvería la barNación al “paraíso previo a la bar 1 barie neoliberal” . Edificado sobre el consenso de dejar atrás la herencia menemista de desarticu desarticulación y desfinanciamiento, el proyecto educati educativo K fue presentado bajo un discurso rupturista, sintetizado en una serie de leyes nacionales que, mopreservando la lógica noventista, no han mo edudificado estructuralmente las condiciones edu cativas del país, sino que lentamente se ha principrofundizado su decadencia, asegurada princi presupuespalmente por la descentralización presupues taria y el financiamiento estatal, como nunca en la historia nacional, de las escuelas privadas (mayoritariamente religiosas). En estos apuntes analizaremos la realidad de los relatos educativos K, en discusión con el rol del Estado y el concepto de educación como un suderecho social, vinculados a la pretendida su peración de las consecuencias excluyentes de alla década anterior. Abordaremos también el al cance de la Ley de Financiamiento que define el presupuesto educativo en función del PBI, tal promocomo lo impusieron en los ‘90 y siguen promo viendo los organismos internacionales.
I. LEY DE FINANCIAMIENTO EDUCATIVO, INFRAESTRUCTURA Y SALARIOS El kirchnerismo enarbola un discurso armado con los supuestos logros de la década, que tiene en el financiamiento educativo uno de sus supuestos pilares. Repiten la Presidenta, funcionarios y ministros, que en los ‘90 la educación era un gasto, por eso primaba el desfinanciamiento y el vaciamiento de la escuela pública. Hoy, tras 10 años de crecimiento, la educación pública vuelve a ser una prioridad y por eso tenemos un Estado presente que invierte, capacita y mejora constantemente la calidad educativa. Como mostraremos en este artículo, y como salió a la luz nuevamente en medio del conflicto docente a comienzo de año a lo largo y ancho del país2, la realidad de la escuela pública sigue en decadencia acelerada, con paupérrimos salarios docentes y una infraestructura escolar en verdadera emergencia. ¿Cómo es posible que la crítica realidad cotidiana de las escuelas conviva con el supuesto récord de inversión y financiamiento educativo?
La descentralización menemista y la Ley de Financiamiento Educativo La Ley de Transferencia de Servicios Educativos (LTSE) y la Ley Federal de Educación (junto a la Ley de Educación Superior), constituyeron el paquete de leyes menemistas orientadas a atacar la educación pública, avanzar en el proceso privatista y adaptar las políticas educativas a los dictados del FMI y los organismos internacionales. La LTSE votada en 1992 descentralizó hacia las provincias la totalidad de las escuelas secundarias, los institutos de nivel terciario nacionales y las escuelas de gestión privada. Si Onganía concretó la primera descentralización educativa
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y Videla/Martínez de Hoz terminan esta primera transferencia, el menemismo completa la tarea que impusieron esas dictaduras y desde entonces se ha profundizado “el modelo”. Actualmente, el Estado Nacional aporta una suma mínima por provincia, lo que genera que el grueso de la inversión deba ser realizado por ellas, profundizando la desigualdad ya que “las provincias patagónicas (Tierra del Fuego, Santa Cruz, Neuquén, Chubut, Río Negro y La Pampa) albergan apenas al 6 % de los alumnos del país, mientras el grupo de las más pobladas (provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza) reúne a casi el 70 % de los alumnos”3. Al mantenerse la descentralización que generó la transferencia del financiamiento, cada provincia debió hacerse cargo de la educación, generando una profunda y extendida desigualdad entre los sistemas provinciales en función de la disímil situación de cada provincia respecto a la recaudación y el gasto. Veintitrés sistemas educativos, con veintitrés presupuestos diferentes, es decir, el kirchnerismo no ha tocado una coma de la política de desentenderse del financiamiento educativo federal, lo que constituye la madre del desfinanciamiento de la escuela pública. En relación con la Ley de Financiamiento Educativo (LFE, Ley Nº 26.075), sus objetivos concluyeron en 2010 elevando la inversión del Estado nacional al orden 6 % del PBI4. Si lo comparamos con otros momentos de la historia reciente, dicho número parece auspicioso ya que por ejemplo en el ‘89 el porcentaje era del 2,84 %, 4,86 % en 2001 o 3,74 % en 2003. Pero la gran bandera kirchnerista se empieza a deshilachar cuando vemos el detalle de la inversión, su incidencia en la financiación del sistema educativo provincial y, sobre todo, la comparación con otros componentes del presupuesto nacional5. Veamos. Los subsidios a empresarios, que en su gran mayoría van a parar a sus bolsillos, fueron en 2007 de $14.600 millones, en 2012 de $84.700 millones, y en 2014 serían de $140.000 millones de pesos. Es decir, en 7 años aumentaron casi 1.000 %. En comparación, la “fenomenal” inversión kirchnerista en educación fue de $13.619 millones, $40.020 millones y $61.000 millones respectivamente. Es decir, un aumento de menos del 500 %. Una prioridad… no muy prioritaria.
Otro componente mayoritario del gasto público lo constituye el pago de la ilegítima deuda externa que constituye un mecanismo de sometimiento de los países imperialistas a países dependientes como el nuestro. En 2009 su pago cuadruplicó lo destinado a educación. En tanto, durante 2010 el dinero destinado a la deuda fue cinco veces mayor a lo destinado para salud y educación juntas. Y en los años subsiguientes esto se mantuvo. En 2014, solo los pagos de los intereses de la deuda externa6 (es decir, sin contar los pagos del capital) se llevarán 77.000 millones de pesos (9 % del gasto público) mientras que para educación y cultura apenas se destinará 61.000 millones (7,1 % del presupuesto). Las comparaciones hablan por sí mismas...
Infraestructura de la deKadencia En el flamante Plan Nacional Quinquenal de Educación se plantea que hasta 2015 se construirán 2.671 nuevas escuelas en todo el país, se señala que hasta 2014 se construyeron 1.665 escuelas nuevas, y que se concretaron 5.914 obras de refacción, ampliación y reparación. Esto mediante los programas nacionales 700 escuelas, Más Escuelas y Más Escuelas II7. Nuevamente en algo tan sentido como la infraestructura escolar, el doble discurso es la regla. Tan solo un recorrido por las escuelas del conurbano bonaerense o de cualquier provincia pone en evidencia que la realidad está muy alejada del paraíso que presentan. No hay publicidad que pueda tapar escuelas en situación de emergencia edilicia, ausencia de mantenimiento estructural, techos que se vuelan en tormentas, sin calefacción ni ventilación, con filtraciones y paredes electrocutadas que, cotidianamente, ponen en riesgo la integridad física de alumnos y docentes. No por casualidad una de las demandas más sentidas de la huelga docente de principio de año fue la pelea por inversión en infraestructura. Si estas cuestiones básicas están irresueltas en la gran mayoría de los establecimientos educativos del país, ni hablar de la necesidad de contar con bibliotecas completas, laboratorios con personal a cargo, salas de computación con internet y el piso tecnológico (router e internet) necesario para trabajar con las netbooks en las aulas. Es indispensable pelear por un plan de mejoramiento de la estructura edilicia educativa,
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que no puede quedar en manos de los políticos patronales y las empresas socias del gobierno. Es necesario imponer con la lucha un plan de construcción de escuelas, controlado por las organizaciones docentes, los padres, los estudiantes y los sindicatos.
Los docentes pobres. El salario desinflado Como parte del discurso de transformación “copernicana” en materia educativa, el salario docente ocupa un lugar fundamental. Tanto la presidenta CFK, el Ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni, como el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich, inflan el pecho cuando aluden al importantísimo aumento de salarios de 2003 a esta parte que –según dicen– debería ser tomado en cuenta para “moderar las expectativas” y haber aceptado un aumento de un mísero 22 %, cuando las cifras del INDEC (que siguen siendo un dibujo de las estadísticas oficiales), plantean que en 3 meses la inflación fue de casi 10 %, proyectando una inflación anual del 40 %. A principio de año, Capitanich sostuvo que “desde el año 2003 a la fecha el salario docente se incrementó el 832,5 %”8. Pero al desplegar los números se observa que dicha estadística está planteada para los sueldos correspondientes a un maestro de educación primaria sin antigüedad, lo que constituye una mínima parte del total de los docentes del país (menos del 10 %) y no es representativo para analizar la evolución salarial. Asimismo, sin cotejar los sueldos nominales con el aumento de precios desde 2003, después de la devaluación de 2002 que licuó el poder adquisitivo del salario un 40 %, se oculta la caída del poder adquisitivo salarial frente al alza de la inflación de 2014. Para muestra sobra un botón… En Salta los docentes, luego de 36 días de lucha, han logrado un promedio de conjunto entre el 30 y el 36 % de aumento salarial y el no descuento de los días de huelga; en Buenos Aires se empezó el año con un básico de $1.800 que, luego del acuerdo de Baradel con Scioli, se llevará a $2.200 en septiembre. Recién luego de la gran lucha docente de principio de año, el sueldo de un maestro de jornada simple con 10 años de antigüedad en la Provincia de Bs. As. llegará en agosto a $5.000. Es decir, que para poder obtener un sueldo cercano a la canasta »
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familiar se debe trabajar dos y tres cargos, lo que repercute fuertemente en la salud y en la calidad educativa. Por otra parte, al comparar el salario docente con el de trabajadores de otras ramas, si se considera el mercado de trabajo y el salario bruto promedio por actividad, es uno de los más desfavorecidos. Según un documento de la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP), publicado en noviembre de 2011, Educación es el segundo peor salario promedio en el sector servicios y el tercero en la general9. La Ministra de Educación de la Pcia. de Bs. As., Nora de Lucía, junto a los diputados y senadores, que cobran 10 veces más que un docente... ¿Qué autoridad poseen para imponernos un salario tan bajo? Muy por el contrario, el diputado nacional por Mendoza del PTS en el FIT, Nicolás del Caño, ha presentado un proyecto de ley para que todo funcionario político gane lo mismo que una maestra, lo que desnuda que aquellos que tienen sueldos altísimos gobiernan para los empresarios y sus amigos. Con la promulgación de la LFE comenzó a funcionar la Paritaria Nacional Docente (PND) que fija el salario mínimo docente en todo el país. El Ministerio de Educación de la Nación y los cinco gremios con representación nacional (Ctera, CEA, UDA, Sadop y Amet) discuten el salario mínimo de los docentes a nivel nacional. Es decir, el Gobierno nacional solo interviene para fijar a las provincias un piso salarial que en realidad es un techo. Por otro lado, la Ley de Financiamiento, en su artículo 9, dispuso la creación del Programa Nacional de Compensación Salarial Docente, que se suma al aporte que la Nación viene efectuando a las provincias desde 1998 a través del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), cuyo monto es igual para cada provincia sin importar cantidad de docentes, alumnos o escuelas. Lo mismo da Buenos Aires con más de 18.000 unidades educativas que Formosa con menos de 1.500. En 17 provincias, este aporte constituye menos del 5 % del salario docente. En síntesis, el aporte del Ministerio de Educación de la Nación en el financiamiento de los salarios de las provincias es ínfimo (en promedio menos del 7 %)10, promoviendo la desigualdad salarial entre provincias y los bajos salarios.
II. LOS “NI-NI” Y LA FÁBRICA DE MANO DE OBRA BARATA El discurso gubernamental, junto a la promesa de un “modelo” de país con inclusión social, hizo suyo en el campo educativo el ideal liberal de la escuela como instrumento promotor de “igualdad de oportunidades” hacia la inserción laboral y el ascenso social, garantizada por la ampliación de la obligatoriedad y el aumento del presupuesto educativo. La primera falencia de esta promesa es su premisa inicial. La retórica de movilidad social del discurso K oculta que las relaciones educativas son expresión de relaciones sociales determinadas más allá de las aulas. Por tanto, si no es posible hablar de “igualdad de oportunidades”
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educativas en sociedades estructuralmente desiguales, mucho menos lo es en nuestro país que aún en un contexto económico internacional favorable de casi diez años mantuvo su economía sometida al capital extranjero, sin cambiar los nudos estructurales de la dependencia, ni muestra un descenso sustantivo en los índices de desigualdad comparados a los niveles de prosperidad que mostraron las ganancias capitalistas. En el ámbito social, las “innovaciones” educativas K no lograron ni siquiera mejorar las condiciones del empleo juvenil para un amplio sector de la población que se mantiene en la precariedad y que el gobierno, a pesar del crecimiento económico, no ha querido resolver. Una condición necesaria aunque no suficiente para acceder a empleos con niveles de ingresos que alejen de la pobreza y la vulnerabilidad es poseer estudios secundarios completos. De acuerdo al Censo 2010 del total de la población, el 72,2 % corresponde a mayores de 14 años, de los cuales 3.000.000 poseen como mayor grado educativo la escuela primaria incompleta, y 17.115.000 tienen como máximo nivel educativo alcanzado el de secundaria incompleta. Estos valores de la década K reflejan, desde lo educativo, formas de reproducción de la pobreza. Como señala el sociólogo kirchnerista Artemio López, esta ...privación extensa y muy profunda garantiza a futuro, de no alterarse generacionalmente esta frecuencia (y no está sucediendo), un tipo de inserción laboral y nivel de ingresos con un perfil muy precario (…) Es inexorable entonces la persistencia de trabajadores pobres, con empleos de muy baja calificación y salarios que no permitan al hogar superar la situación de pobreza, en este contexto de notable empobrecimiento educativo, aún sin reversión a la vista11.
Situación agravada si tenemos en cuenta que en los últimos 10 años aumentó casi un millón el número de argentinos entre 15 y 24 años que no estudian, no trabajan, ni están buscando un empleo. Según otras consultoras, ...entre 2003 y 2012 el peso de los “ni-ni” en la franja de 15 a 24 años aumentó de 8 a 10 % (…) Esta suba se dio pese al crecimiento de la economía, la mejora en el mercado de trabajo (incluyendo la baja del desempleo juvenil) y el aumento del presupuesto educativo (…) Según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), en el tercer trimestre de 2012 había 850.000 “ni-ni” en el país, es decir, el 13,2 % de los jóvenes de entre 15 y 24 años (…) Sin olvidar que 2/3 partes de los “ni-ni, son mujeres, muchas de las cuales realizan tareas domésticas en sus propios hogares12.
En el mismo sentido, según Unicef: ...los datos a 2012 indican que hay un 13,9 % de adolescentes que no estudian, no trabajan y no buscan empleo, con disparidades socioeconómicas: en el 30 % de los hogares más desfavorecidos, el indicador alcanza el 16 % (frente al 4,1 % en el 40 % de familias con renta más
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elevada). También se observan marcadas diferencias entre las provincias en esta condición: en Resistencia, Chaco, el porcentaje de adolescentes y jóvenes alcanza el 29 %; mientras que en la Ciudad de Buenos Aires, al 9 %13.
Las pasantías educativas: fraude y precarización laboral En segundo lugar, la obligatoriedad escolar en el proyecto K, despojada de toda retórica progresista, se inscribe sencillamente en un modelo diferenciador del acceso al conocimiento orientado según las categorías del mundo del trabajo, característico de la escuela burguesa. Como plantea Virginia Macarae: En las instituciones educativas, el saber, patrimonio de toda ‘la humanidad’ que es creado en definitiva gracias a la actividad de los trabajadores, es ‘robado’ y devuelto parcelado, en una educación ‘segmentada’ que diferencia entre conocimientos de primer nivel, cuyo monopolio tratan de conservar las clases dirigentes, y conocimientos de diversos grados de calidad destinados a la formación de los obreros y sus hijos14.
Así, desde el Ministerio de Educación se definen los “aprendizajes” en función de las necesidades “instrumentales, laborales, económicas” de cada espacio o región, funcionales a las necesidades empresariales y promoviendo la injerencia privada en los proyectos curriculares. Una de las leyes centrales en este ámbito ha sido la Ley de Educación Técnico-Profesional, que habilita la intromisión directa de las cámaras empresariales en la educación pública o programas como Jóvenes con Más y Mejor Trabajo que proporcionan mano de obra gratuita y son, en última instancia, un factor de presión a la baja salarial. Las pasantías menemistas bajo los K no solo no han desaparecido sino que se han perfeccionado. A partir de 2011, el empresariado (la UIA, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa y la Asociación de Empresarios Argentinos) impuso un nuevo marco legal que habilita a un piso de 400.000 alumnas/os a partir de los 16 años que cursan los dos últimos años del secundario, a realizar pasantías sin modificar la clave del negocio patronal: no reciben ningún tipo de remuneración y, como sostiene cínicamente el ministro Sileoni, “las pasantías están muy resguardadas; no hay modo de que detrás de ellas se esconda trabajo ilegal (…) Tienen todos los derechos que tiene un trabajador, menos el salarial”15. Nos oponemos a que el conocimiento esté subordinado a las necesidades de las empresas que buscan lucrar con la educación y asegurar mano de obra barata. Promovemos que lo que aprendamos en la escuela y nuestra práctica cotidiana pueda vincularse pero a través de pasantías educativas regidas por el convenio de la rama laboral con plenos derechos, salarios al nivel de la canasta familiar para los estudiantes que allí trabajen y becas y plenas condiciones de cursada que aseguren el acceso a la educación a los jóvenes que trabajan. Es necesario defender que la educación se vincule al trabajo como parte de un plan que defina y discuta los
contenidos entre docentes, trabajadores, sindicatos y jóvenes, en función de las necesidades de la inmensa mayoría y no del negocio privado, garantizando el acceso a la cultura y lo más avanzado del conocimiento científico a la población laboriosa.
Subsidios a la escuela privada, desfinanciamiento de la pública Si la Ley Federal del menemismo consagraba a la educación pública como un sistema con dos tipos de gestiones (privada y estatal), habilitando que cualquier entidad privada pueda ofrecer servicios educativos y ser subvencionada por el Estado utilizando fondos públicos, esta definición no solo se mantiene con los K sino que todos los índices señalan el crecimiento histórico del mercado educativo privado y especialmente confesional, demostrando que se ha convertido en un “excelente negocio”. A través del subsidio a las escuelas confesionales, los K han preservado el papel retrógrado de la Iglesia como agente educador y a la religión como parte del currículum pedagógico. Según el relevamiento oficial de 2010, la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires aportaron a 3.500 establecimientos educacionales
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católicos, la suma de 4.200 millones de pesos. Actualizando esos montos las transferencias para la educación católica rondarían en 2013 entre 5.100 y 6.300 millones de pesos16. El avance del “negocio educativo” revela otro aspecto: la dualización socioeducativa, es decir, escuelas “para pobres y no pobres”. Aunque la presidenta exalta en sus discursos que “No hay nada más democratizador, nada más igualador, nada más nivelador que la educación gratuita en todos los niveles”, la escuela pública viene perdiendo terreno frente a la privada. Ante la crisis de la escuela pública, muchos padres deciden enviar a sus hijos a las privadas subsidiadas por el Estado, donde el costo de la matrícula resulta, en base al sacrificio familiar, accesible para un sector menos rezagado de la población y un negocio asegurado para los empresarios educativos, incluyendo a la curia, acentuando la estigmatización y clasificación de las escuelas según el origen social de los alumnos. En términos estadísticos, aproximadamente más de 300.000 alumnos se fueron de las primarias estatales en la década K. Los datos oficiales confirman “una tendencia que se mantiene firme desde 2003: la escuela primaria estatal perdió 333.274 alumnos en estos diez años, lo »
El Plan FinES: DE Cómo inFlar la EStaDíStiCa mEDiantE la PrECarizaCión EDuCativa Desde el año 2008 comenzó a funcionar el Plan Fines, originalmente orientado a quienes debían una o dos materias de la escuela secundaria pero rápidamente se extendió para los que no terminaron o abandonaron sus estudios secundarios. Con tan noble objetivo uno debería sacarse el sombrero pero sin embargo, como suele hacer el kirchnerismo, se monta sobre una demanda progresiva para degradarla y transformarla en su contrario. El Plan Fines condensa la política educativa de la era K ya que degrada, precariza y destruye la escuela pública pero barnizado con un discurso “de inclusión”. Su dictado se realiza en clubes, iglesias, casas particulares, unidades básicas, locales partidarios o de movimientos sociales, comedores escolares y hasta en casas tomadas. Es decir, lugares no preparados para enseñar y aprender son convertidos en escuelas improvisadas, diluyendo la responsabilidad del Estado de construir escuelas en condiciones. El Plan, que desde el 2008 a 2014 tiene más 1.617.220 inscriptos y 513.078 egresados (tan sólo el 31 %) constituye una verdadera estructura educativa paralela que, al tener un régimen de cursada más flexible con sólo 6 cuatrimestres y dos veces por semana, compite brutalmente con
la escuela pública vaciando las aulas y cerrando cursos –en particular en el secundario de adultos y los CEnS– por falta de matrícula promovida justamente por la expansión del Plan. asimismo, se va aceitando un sistema de amiguismo que promueve el acomodo y a la vez refuerza un método clientelar ya que es el mismo movimiento social, partido u organización “el que educa”. además, significa una deliberada degradación de la calidad educativa ya que facilita y acelera la obtención de títulos secundarios, promoviendo la reproducción de una educación de baja calidad, sin formación científica sólida, para luego conseguir trabajo precario. En definitiva, el Plan Fines constituye una política educativa que fue creciendo geométricamente en estos años y que solamente busca mejorar falsamente las estadísticas sobre la base de una ficción, ocultando el déficit creciente en la cantidad de egresados de la escuela secundaria y una falta real y extendida de escuelas. además, promueve el crecimiento de un circuito educativo paralelo, coto de la política punteril y clientelar, que precariza el trabajo, vulnera derechos laborales y degrada la educación pública en su conjunto. Paradojas de la década K en educación.…
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que supone una caída del 8,9 %. En ese mismo período, las privadas ganaron 218.086 estudiantes: aumentaron su matrícula en un 22,5 % (…) En total, el nivel medio incorporó 428.618 alumnos entre 2003 y 2012, aunque el crecimiento fue mayor en las privadas (16,7 %) que en las públicas (11,2 %)”17. Tomemos dos casos relevantes: en la Ciudad de Buenos Aires el retroceso de la escuela primaria estatal fue el mayor (17,2 %) a nivel nacional18 y en la provincia de Bs. As., que representa casi el 40 % del total de alumnos del país y es una zona de alta concentración demográfica con niveles de pobreza e indigencia elevada, la cantidad de alumnos en escuelas estatales de todos los niveles pasó, entre 2003 y 2012, de 2.506.562 a 2.590.751 alumnos, es decir que la matrícula aumentó un 3,4 %. Mientras que en las escuelas privadas se incrementó de 1.095.899 a 1.424.405 alumnos, casi diez veces más que la pública19. Esta relación se repite en todos los niveles educativos (Inicial y Secundario) de la provincia, salvo en la educación primaria, donde la matrícula estatal disminuyó en un 5 %, es decir, que perdió a casi 55.000 alumnos, mientras que la privada aumentó en un 34 % (153.000 alumnos más)20. Más que nunca se reactualiza la lucha por el quite de subsidios a la educación privada, tal como fue presentado como proyecto de ley por el diputado provincial por Neuquén Raúl Godoy, miembro del PTS, en el Frente de Izquierda. El mismo plantea que: ...el objetivo del proyecto es poner fin a todo tipo de subsidio a las escuelas privadas, que significan una sangría del presupuesto que debería ir a financiar la educación pública y hoy es utilizado para mantener lo que es un verdadero negocio de la educación privada (...) el dinero que se utilizaba para subsidiar las escuelas privadas que sea utilizado exclusivamente para la construcción o refacción de edificios escolares21.
A propósito de la obligatoriedad: barriendo el fracaso escolar bajo la alfombra A diferencia del paradigma “universalista” del nivel primario que acompañó el proceso de formación del Estado en el siglo XIX, los proyectos de masificación progresiva de la escuela secundaria implementados a lo largo de la historia nacional se dieron en contextos de cambios sociales y políticos que exigieron –desafiando el carácter selectivo de sus orígenes– innovaciones en las posibilidades de acceso de los sectores populares. El kirchnerismo como parte del relato “nacional y popular” hizo suya la promesa de realización efectiva de universalización del secundario. Sin embargo, como veremos, la clave no es el tiempo que se pasa en la escuela sino qué ocurre dentro de las aulas.
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En 2011 el total de alumnos corresponde a 11.916.08122. El incremento de la matrícula entre 2006 y 2011 representa un 8 %, concentrado especialmente por la expansión del 17 % para el nivel inicial (mayormente en Mendoza, Santa Cruz, Chubut y CABA ) y 8 % para el secundario en provincias de baja densidad poblacional como Santa Cruz, San Luis, Tucumán y Misiones23. La expansión de la matrícula del nivel secundario, que se intenta presentar como el mayor logro, no ha logrado evitar el gran problema que se busca ocultar: el fracaso escolar. Si bien hay más alumnos dentro del sistema educativo, no se ha logrado retenerlos. La realidad es que bajo el gobierno K hay más chicos que repiten en la secundaria y es muy alto el número de los que abandonan condicionados por su situación social. Según las últimas cifras oficiales a nivel nacional, en 2012 empezaron la secundaria 808.580 alumnos, con 285.699 egresados. Si se suman los casos de abandono y repitencia, menos del 50 % de los estudiantes terminan la escuela en tiempo y forma24. Justamente uno de los índices que expresan las condiciones de desigualdad social y pobreza es la deserción escolar, siendo en la escuela secundaria entre 2 y 3 veces más elevada que en el primario, especialmente en los últimos años de la cursada que impactan negativamente en el egreso. Frente a los problemas sociales estructurales que el gobierno preservó de la herencia menemista, como el trabajo precario y “en negro” que alcanzan a casi el 35 % de los asalariados, la mitad del total de ocupados cobra menos de $ 4.040, y el 25 % de los ocupados (4 millones de personas) gana menos de $ 2.500 mensuales, la obligatoriedad de la educación es una formalidad y esconde el rol que le asignan a la escuela como amortiguador de los efectos de la segmentación y pobreza social. En última instancia, como plantea G. Tiramonti: “Se le da a la escuela una identidad más relacionada con un dispositivo de control social, y se deja de lado la potencialidad de ser una escuela de iniciación cultural para los jóvenes”25, transformando el espacio escolar en un ámbito de resguardo de la marginalidad juvenil. Escuelas para pobres, donde los chicos no llegarán nunca a la universidad o no completarán ni siquiera el colegio secundario, de población escolar en condiciones de violencia y precarización social y económica, donde no importa cómo o si se aprende –en la bajada política oficial– “está escrito” que los chicos tienen “que aprobar”.
A modo de cierre: algunas peleas estratégicas de los marxistas en la educación La situación educativa tanto con respecto a la obligatoriedad y la inclusión, como al financiamiento, la infraestructura y los salarios docentes, que hemos abordado en este artículo, hablan
de un “estado de situación” que reafirma lo que las luchas docentes y estudiantiles durante las últimas décadas han puesto en evidencia y denunciado: el ataque de las clases dominantes a la educación pública como una conquista social, iniciado desde la dictadura, profundizado por el menemismo y continuado por el kirchnerismo. La descentralización menemista, intacta en la actualidad, ha sido uno de los pilares centrales en el deterioro ininterrumpido de la escuela pública. No solo por la vía del desfinanciamiento presupuestario sino porque ha asegurado la disgregación del sistema educativo nacional y la desarticulación de la lucha en defensa de la escuela pública de calidad, que junto a estudiantes y padres hemos sostenido una y otra vez. Los docentes hemos demostrado en las últimas décadas que nuestros reclamos no son solo salariales, hay otra pelea de fondo. Desde la Corriente Nacional 9 de Abril, defendemos la escuela pública como una verdadera conquista de la lucha obrera y popular frente a los permanentes ataques de los capitalistas, que incluyen la desfinanciación, la injerencia de las empresas (y hasta la Iglesia) en los planes de estudio o a través de los subsidios a la escuela privada a costa de vaciar la pública. Luchamos por desterrar la fragmentación, descentralización y por el financiamiento estatal de la escuela pública en todo el territorio nacional y por la triplicación del presupuesto educativo en base al no pago de la deuda externa y el cobro de impuestos a las grandes fortunas. Sin embargo, nuestra pelea no se limita al logro de mayor financiamiento y expansión, pues sabemos que el sistema educativo actual no es neutral. Como planteara Marx en la Crítica al Programa de Gotha: Eso de ‘educación popular a cargo del Estado’ es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, y (…) velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo.
El Estado debe asegurar el financiamiento sin injerencia en los contenidos, planificación y decisiones que deben estar en manos de la comunidad educativa, sindicatos, docentes y alumnos. Luchamos por un sistema educativo público, único, científico, gratuito y laico, íntegramente al servicio de los intereses de la clase obrera y los sectores populares. Sabemos que la pelea por la implementación de esta salida será resistida y que un proyecto como éste podrá materializarse hasta el final en una sociedad
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que rompa con las formas históricas capitalistas, en donde los medios de producción estén en manos de la clase trabajadora, la única clase creadora de riqueza social y que posee la capacidad de transformar de raíz la sociedad capitalista. Transformar la sociedad para cambiar la escuela, transformar la escuela para aportar en la lucha por otra sociedad sin explotación y opresión. Esa es nuestra pelea.
1. El Estadista 95, Año 5. 2. Ver IdZ 8. 3. Axel Rivas, Radiografía de la educación en Argentina, Bs. As., Fundación CIPPEC, 2010. 4. Aunque si echamos mano a la nueva base estadística del Indec, el porcentaje del producto destinado a educación que era del 6,5 %, en rigor solo es del 5,1 % en la actualidad, lejos del 6 % que exige la norma. 5. Monitoreo y Evaluación de la Ley de Financiamiento educativo, CIPPEC. 6. Esto sin contar el reciente acuerdo del gobierno con el Club de París para abonar 9.700 millones de dólares. 7. Ver www.700escuelas.gov.ar. También portal.educacion.gov.ar. 8. “Según Capitanich, el sueldo docente creció 832 %”, en www.diariouno.com.ar. 9. Informe de Recaudación, III trimestre 2011, en www.afip.gob.ar. 10. “La Nación paga sólo el 7 % del salario docente”, en www.idesa.org. 11. Por qué persiste la pobreza ... el apagón educativo y el trabajador pobre, en rambletamble.blogspot.com.ar. 12. “Hay más jóvenes que no estudian ni trabajan que en 2003”, La Nación, 8-09-2013. 13. Informe anual de actividades. Argentina 2012, en www.unicef.org.ar. 14. Virginia Macarae, “Estado, educación y lucha de clases”, Revista Cuestionando desde el Marxismo 2, Bs. As., 2005. 15. “Las pasantías en la secundaria, un aprendizaje complementario”, La Nación, 22-09-2011. 16. “Los usos de la pobreza”, Página/12, 02-06-2013. 17. “Se mantiene la tendencia: la escuela pública sigue perdiendo estudiantes”, Clarín, 27-03-2014. 18. Ídem. 19. Ídem. 20. Información disponible en www.chequeado.com. 21. “Proyecto de ley para terminar con los subsidios a la educación privada”, en www.pts.org.ar. 22. Si bien la matrícula en el secundario puede ser alta para el continente, superada sólo por Chile y Brasil, los porcentajes de graduación son muy bajas e inferiores a las de otros países como Chile, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador y Paraguay. 23. Las cifras del sistema educativo, en nexos.cippec.org. 24. “Achicar el abandono en la secundaria es el gran desafío pendiente”, Clarín 08-05-2014. 25. “Guillermina Tiramonti: ‘El cambio en el secundario no debe ser sólo por la inclusión’”, La Capital, 17-07-2010.
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BRASIL
Sobre las movilizaciones obreras en medio de la Copa del Mundo
BRASIL: El gigante entra a la cancha Iuri Tonelo Sociólogo, investigador Unicamp, Liga Estrategia Revolucionaria de Brasil.
Ilustración: Juan Atacho
Brasil vuelve a la escena internacional. Desde la crisis económica de 2008 en adelante, apareció con impacto en dos oportunidades: la primera fue en junio de 2013, con las multitudinarias manifestaciones de la juventud. Y ahora toda la prensa internacional vuelve a hablar de Brasil: el motivo es parecido, las manifestaciones, pero la cuestión central ya no es solamente la cantidad de gente descontenta sino el sujeto que las impulsa: los trabajadores. Pero las manifestaciones no florecen en cualquier terreno: la arena en la cual brotan las diferentes reivindicaciones y reclamos es la Copa del Mundo que se realizará en Brasil, la llamada “Copa de las Copas”. Los gastos millonarios del gobierno en este evento, dejando a la población en una situación de transporte, educación y salud públicos al borde del colapso, hacen que la gente no pueda permanecer callada: en el país del fútbol, los brasileños ya no están dispuestos a vibrar con los partidos sin pensar, la juventud ya no quiere soñar con el Mundial sin mirar su futuro y los poetas ya no quieren cantar la poesía de la desigualdad. La Copa aparece, entonces, no como el sueño del PT del gran evento que coronaría su gobierno de 12 años del “Brasil potencia” y sus avances. Más bien será un gran evento donde la juventud y los trabajadores harán sus reclamos de cara a los trabajadores de todo mundo. El pueblo “alegre y pasivo” brasileño fue sustituido por un pueblo luchador, un pueblo de reivindicaciones y sueños que no siempre caben en el fútbol y las telenovelas.
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Las condiciones económicas y políticas del cuestionamiento El mar de rosas del lulismo no se desmorona sin un cuestionamiento económico más profundo. Nuestro análisis del período anterior1 intentaba mostrar que un crecimiento basado en el trabajo precario y el sistema de crédito podría estrangular el sistema económico, en la medida que el endeudamiento de los brasileros alcanzara el límite. Por ejemplo, en la capital paulista los datos de la federación de comercio de bienes, servicios y turismo del estado, señalan que la deuda de los paulistas ya supera el 50 % de su renta. Esto es producto de la inflación en un país en el que ésta parece empezar a salirse de control. Esa situación económica, ligada a la total precarización de los servicios públicos, del transporte, la salud y la educación, ha hecho que las luchas reivindicativas por salarios y mejores servicios se planteara de forma más sistemática en Brasil. Esto se profundiza por las contradicciones que genera el Mundial: existe el riesgo de que en el corto plazo falte agua y luz o se implementen medidas de racionamiento, lo que sería el punto más alto de las contradicciones estructurales del país. Este hecho, sumado a los casos de corrupción relacionados con la construcción de estadios e infraestructura, ha alimentado la mala imagen del Mundial entre la población. Según datos de Datafolha, el 90 % de los brasileros creen que hay corrupción en las obras del Mundial, el 73 % dice que Brasil no está preparado y el 66 % dice que traerá más problemas que beneficios. Por otro lado, la debilidad del gobierno le dejó más espacio a la oposición burguesa y a la Justicia para investigar los casos de corrupción, de los que el escándalo de Petrobras fue su expresión más profunda. Este último se inició con la denuncia de la compra de una refinaría en Pasadena, Estados Unidos, con la pérdida de millones en la supuesta sobrefacturación de EE. UU. en esa compra, cuando Dilma Rousseff era presidenta del consejo administrativo de la empresa. Este fue el primero de otros escándalos que involucran a Petrobras. La sensación es que por la combinación del descontento con el Mundial, las dificultades cada vez mayores generadas por la inflación y la certeza de que existe una corrupción extendida en el país (y sobre todo en las obras de la Copa), hace que haya muchas ganas de “aprovechar” el evento internacional para conseguir mejores salarios (el sentimiento de “Quiero más”), para que no sean solo los empresarios los que “bailen” el ritmo del Mundial. De esta forma, los problemas económicos, y las contradicciones más estructurales del país, agravados por la Copa, son terreno fértil para las movilizaciones y el cuestionamiento del proyecto de país.
De las movilizaciones de la juventud… Todo el mundo acompañó las movilizaciones de junio de 2013 en Brasil. Es evidente que en un movimiento tan amplio de millones en todo
el país sería impreciso y un error señalar solo un sector de clase presente: las manifestaciones fueron muy heterogéneas en su composición. Pero hubo un actor destacado durante toda el movimiento: la juventud. La demanda por transporte público y las protestas impulsadas por la juventud en las redes sociales se hicieron eco en el conjunto de la sociedad y movilizaron a millones en las calles2. Viendo el desarrollo del proceso de conjunto, podemos retomar dos ideas muy importantes de León Trotsky. La primera es que los estudiantes actúan como una caja de resonancia de las clases de las que provienen3, o sea, en las manifestaciones, los estudiantes de clase media y más ampliamente, el conjunto de la juventud de las escuelas públicas y las facultades privadas (cuya mayoría proviene de la clase trabajadora) fueron como un termómetro, mostrando las primeras señales de fiebre, aún cuando no estaba clara la “enfermedad” social del país, que ya afectaba tanto a la clase media (que ya no podía tener las mismas condiciones de vida que antes y vivía para pagar una educación y una salud carísimas, o presa del caos del transporte), como a la clase obrera (que empezaba a perder sus “ilusiones” de cambio gradual en sus condiciones de vida, que las cosas siempre mejorarían, etc.). El mes de junio de 2013 sería solo el primer síntoma de la enfermedad del país, que se expresa hoy en mayo y junio, cuando nuestro “enfermo” quiso salir a pasear por la Copa del Mundo. La segunda idea, también de Trotsky, es que la juventud no tiene responsabilidad con el pasado y, en ese sentido, no trae consigo las derrotas pasadas4. De esta forma, fue el primer sector que se distanció enérgicamente del PT y la ideología petista, de sus ilusiones y promesas que, en realidad, solo servían para profundizar las contradicciones del país, el trabajo precario, la violencia contra la mujer, la falta de servicios básicos, el acceso al arte y la cultura, o sea, la juventud percibió que el PT no tenía ningún compromiso con su futuro.
…a la entrada en escena del movimiento obrero El proceso de junio, en el que los trabajadores en general asistieron de forma entusiasta pero sin tener un papel destacado, sirvió como parte de la toma de conciencia más de conjunto y para profundizar la experiencia con el PT. Son procesos que heredan muchas contradicciones del pasado, y están avanzando en calidad a partir de las diferentes experiencias y lecciones de la propia gimnasia de la lucha de clases. De esta forma, la clase obrera viene avanzando cuantitativamente en las huelgas, pero con elementos cualitativos más iniciales. En ese sentido, la conflictividad obrera viene aumentando de forma sistemática en las huelgas y, en paralelo con las grandes movilizaciones, se llevaron adelante importantes huelgas ya en 2013, como escribe Leandro Lanfredi en la revista Luta de Classes5:
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En mayo de 2013 el DIEESE publicaba su informe sobre las huelgas de 2012. Habían aumentado de 554 en 2011 a 873 en 2012, alcanzando el mayor número desde 1996. El número de horas paradas superaba todos los años de 1990 en adelante (...) [posiblemente estos números aumentarán] contando aún con la extendida huelga de los profesores municipales de Río de Janeiro, la huelga sobre todo política que los petroleros realizaron durante 5 días contra las licitaciones petroleras, la prolongada huelga de los bancarios, las huelgas de las obras del PAC como la del COMPREJ, en Jirau, entre otras.
De este modo, ya al final de 2013 se desarrollaron algunas huelgas importantes, pero con el cambio de año se iniciaba un giro. Primero la huelga en el sector del transporte en el sur del país (Porto Alegre), profundizando las luchas que ya existían en 2013, que ya mostraban un cambio cualitativo, paralizando totalmente el transporte de una ciudad importante (Río Grande do Sul) durante más de 14 días. La consolidación del cambio, como un punto de inflexión del movimiento obrero ocurrió en marzo: los recolectores de residuos de Río de Janeiro deciden preparar una gran huelga y enfrentan, con comisiones independientes del sindicato, el plan de la burocracia sindical, la policía y el gobierno. Inician una huelga en medio del Carnaval, ponen de rodillas al alcalde de la “Ciudad Maravillosa”, y obtienen un 37 % de aumento salarial más beneficios. Por más que los medios intentaron ocultar la huelga, ésta permitió, de cierta forma, que los trabajadores hicieran un cambio en su subjetividad a nivel nacional. Eso se expresó con fuerza en una de las mayores olas de huelgas obreras en dos décadas, con énfasis en el “mayo obrero”, con una oleada de huelgas a comienzos de junio, a pocos días de la Copa. Los profesores municipales de San Pablo con una huelga de semanas, reivindican un piso salarial más cercano a la canasta familiar; los choferes de autobuses de Río de Janeiro comienzan una huelga dura con piquetes, desatando un movimiento en ciudades importantes de San Pablo, como Campinas y otras decenas de ciudades menores, y también estados como Minas Gerais, Paraná, Bahía y otras. Quince mil obreros tercerizados en Cubatão (cerca de Santos, San Pablo) que prestan servicio a Petrobras, también hicieron paro por mejoras salariales. Los trabajadores del subte votaron ir a la huelga y en las universidades estaduales paulistas pararán todos los sectores (trabajadores no-docentes, docentes y estudiantes, una especie de huelga general de las universidades estaduales en San Pablo), entre otros procesos en curso. Aún no es posible prever qué puede pasar en Brasil con el desarrollo de estas huelgas en medio del Mundial, pero ya no es posible esconder en el país y en todo el mundo, la emergencia del proletariado brasileño en el escenario nacional. »
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BRASIL
La Copa será la vitrina de un país de contradicciones
Fotografía: outraspalavras.net
Ese proceso marca, en un primer momento, la entrada de sectores del proletariado de servicios estratégicos en general, y/o relacionados con las “demandas de junio”, fundamentalmente educación y transporte. Es como si las demandas de junio se hiciesen carne en las huelgas obreras.
¿Qué trae de cualitativo en su emergencia el proletariado brasileño? El movimiento obrero en lucha en Brasil puso de relieve algunas cuestiones (embrionarias en muchos casos) adormecidas desde hace mucho tiempo en el país, que ahora vuelven con el frenesí del grito aprisionado en la garganta. Desde el punto de vista político, esa emergencia trae consigo la decadencia más profunda del lulismo, en tanto gobierno de control de las organizaciones de masas y del movimiento obrero de conjunto. Sin embargo esto se manifestó, necesariamente, de un modo contradictorio, en una batalla entre lo viejo y lo nuevo, entre los elementos de la herencia petista y los elementos de ruptura, entre lo que resiste y lo que revoluciona en la conciencia de los trabajadores brasileños. Lo que manifiesta agudamente esa decadencia es la debilidad de la burocracia sindical para controlar el movimiento obrero, pues en distintas movilizaciones los trabajadores paran en contra de los acuerdos de la burocracia sindical con el gobierno, desarrollando aún embrionariamente comisiones internas y otras formas ad hoc de autoorganización. Como pilar importante del régimen capitalista, las debilidades de la burocracia sindical expresan la experiencia del movimiento obrero con el gobierno (y con esa misma burocracia). Pero los trabajadores, para romper con el control de los sindicatos dirigidos por verdaderas mafias (que actúan con métodos gansteriles), tienen que radicalizar sus huelgas para vencer: de este modo, el proletariado de conjunto viene retomando sus métodos clásicos de lucha para conducir sus huelgas a la victoria. Entre esos métodos están los distintos tipos de piquetes, que tuvieron en los choferes sus formas más expresivas. Los choferes de San Pablo utilizaron un método novedoso, abandonando los autobuses en distintas avenidas de la ciudad, bloqueando el tránsito y paralizando la ciudad.
Los trabajadores, no contando con su herramienta de lucha (el sindicato), tuvieron que desarrollar formas de plantear sus reivindicaciones pasando por encima al sindicato. Pusieron en pie comisiones de representantes [que funcionan por fuera del sindicato, NR], como en el caso de los recolectores de Río de Janeiro, e incluso las hicieron revocables. Dada la fuerza del movimiento, los trabajadores están imponiendo, en algunos casos, que estas comisiones sean reconocidas como legales, ya que las empresas no las reconocen como tales por no pertenecer a los sindicatos (que ya están vendidos en la negociación). Son una especie de “sindicalismo de base” embrionario a nivel nacional, aunque inicialmente no desarrollen una politización que se choque de forma abierta con el gobierno nacional. A contracorriente de la burocracia, algunos sindicatos combativos desarrollan esas tendencias entre los trabajadores, especialmente en el SINTUSP6, que alimenta elementos de autoorganización de los trabajadores, que viene dirigiendo una huelga que va más allá del corporativismo (por la educación pública) y con distintos ejemplos de internacionalismo mientras desarrolla la huelga, entre otros ejemplos. Tomando el fenómeno nacional de conjunto, aún con algunas debilidades, estos métodos están ligados a una transformación en la subjetividad de los trabajadores que empiezan a actuar confiados en que pueden vencer a la empresa y al gobierno. Esto es un gran logro de la huelga de los recolectores y su victoria. Más aún, se destaca la “capacidad hegemónica” de los trabajadores pues, aún con toda la frenética campaña antiobrera de la prensa nacional, la mayoría de la población apoya las huelgas y manifestaciones, según datos de la última encuesta7. Estos elementos, tanto en el contenido como en la forma de luchar (métodos), que tardaron años o décadas en reaparecer en otros países, en Brasil de forma embrionaria pero cualitativa, aparecen juntos en pocos meses de intervención del movimiento obrero y es una muestra de los elementos dinámicos en la situación nacional del país en general y la subjetividad de la clase obrera en particular.
Los gobiernos y los empresarios esperaban que la Copa fuese la vitrina del “país maravilloso”, pero está inclinada a ser la vitrina de un país de contradicciones. El resultado de la lucha de clases no parece haber sido suficiente para “embarrar” el Mundial, como decían sobre las reivindicaciones de la juventud desde comienzo del año. Pero dejó una marca subjetiva en el movimiento obrero que será definitiva para su emergencia en Brasil. En este sentido, los trabajadores necesitan el desarrollo de un partido de izquierda que esté a la altura de los acontecimientos, muy distinto de lo que se vio en junio y ahora, con la izquierda tradicional con alguna participación sindical en los procesos, pero totalmente por detrás en desarrollar los elementos de clasismo fundamentales para el avance de la subjetividad de la clase obrera y, en otro nivel, hacer de las huelgas verdaderas batallas del conjunto de la clase en contra el proyecto patronal de Dilma y los banqueros. Tal proceso podría darse, siguiendo el ejemplo del paro nacional del 10A en Argentina, con la convocatoria de las centrales sindicales de izquierda a un paro nacional y la exigencia de que las centrales de masas paren, con asambleas de bases, piquetes y actos callejeros. En un momento de gran politización del país y distintas huelgas en curso podría unificar las luchas y hacer emerger el proletariado como sujeto político hegemónico, posibilitando un nuevo “junio obrero”. Por la positiva, el proceso ya trae un avance enorme que en el movimiento obrero, en los más diversos sectores se va formando una vanguardia de trabajadores con experiencias contra el gobierno y el petismo, como herencia en general, confiando solo en sus fuerzas. Nos recuerda al gran poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, cuando escribió sobre la copa del ‘78 en un espíritu que parece mirar a los trabajadores del Brasil actual: “El pueblo, en otro torneo/ Si tiene tenacidad/ Ganará, firme y certero/ La copa de la Libertad”8.
1. Ver Daniel Matos, “Qual projeto de país? Brasil: Entre o gradualismo reformista e as contradições estruturais do país”, Estratégia Internacional Brasil 5. 2. Ver Iuri Tonelo, “Herencia de junio: empieza a surgir un ‘sujeto peligroso’ en Brasil”, IdZ 5, noviembre 2013. 3. León Trotsky, “La intelligentsia y el socialismo”, Literatura y revolución. 4. León Trotsky, El programa de transición. 5. “O gigante operário está acordando”, Luta de Classes, mayo 2014. 6. Sindicato de Trabajadores de la Universidade de San Pablo. 7. “Apoio à Copa divide paulistanos: 45% são a favor do mundial, e 43%, contra”, www.datafolha.folha.uol.com.br. 8. Carlos Drummond de Andrade, “La Copa de la libertad”, Jornal do Brasil, 24/06/1978.
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La lucha de una nueva generación obrera
Proletariado Made in China
Fotograma de la película Samsara
Juan Andrés Gallardo Revista Estrategia Internacional. Celeste Murillo Comité de redacción.
Rupturas, continuidades y una nueva generación obrera Si existe una desmentida categórica de la teoría del “fin de la clase obrera” es la última década y media de la lucha del proletariado chino, y la extensión de la resistencia a sus vecinos del Sudeste asiático. Protagonista de uno de los procesos más interesantes, su último y más nuevo exponente es la paralización de la fábrica Yue Yuen en la provincia de Guandong (sur de China). La reciente huelga de 40.000 trabajadores reafirmó la irrupción de la nueva generación obrera, que había tenido su punto de inflexión en 2010, con las protestas en Foxconn y la huelga de la Honda. Una de las marcas registradas de las reformas de “apertura económica”, impulsadas por la propia burocracia del Partido Comunista desde fines de los ‘70, fue la fuente aparentemente inagotable de mano de obra de bajo costo. Estas reformas significaron transformaciones drásticas en la vida de millones de trabajadores y trabajadoras que abandonaron el campo
para ir a trabajar a la industria. A pesar de este gran movimiento migratorio interno, el gobierno central mantuvo el hukou, un viejo sistema de registro que asocia los beneficios sociales que goza un individuo al lugar de nacimiento. Este sistema explica la discriminación que sufren los millones de trabajadores migrantes, que viven lejos de sus pueblos. El hukou marca el acceso (o no) a la vivienda, la salud y la educación, y transforma al migrante en un ciudadano de segunda. Esta herramienta de control social puede ser una de las próximas instituciones en caer en desgracia al mostrarse disfuncional con respecto al modelo de crecimiento, que se basa en la migración interna de 240 millones de personas. Existe una tensión hoy entre pelear por mayores derechos en las ciudades donde viven y trabajan los migrantes, y mantener a su vez el hukou como una “garantía” de derechos básicos en su lugar de origen. La explosión de la industria manufacturera, que se estableció en las costas (como la zona industrial en la rivera del río Pearl), se nutrió de
mano de obra proveniente del centro del país. Hay ciudades, como Dongguan (donde está la fábrica de zapatillas Yue Yuen), en las que el 80 % de sus 8 millones de habitantes son migrantes o hijos de migrantes. El fenómeno es masivo, por eso imprimió su carácter en la nueva clase obrera. Millones de familias campesinas pobres soportaron jornadas larguísimas y bajos salarios lejos de sus aldeas, con la promesa de brindarles a sus hijos un futuro mejor. Las reformas económicas (la restauración capitalista) tuvieron un resultado contradictorio, que incluyó el “surgimiento de un nuevo proletariado aglomerado en gigantescas concentraciones obreras en los nuevos bastiones industriales, al tiempo que ha significado el cierre y/o declinación de los viejos bastiones de la antigua economía burocráticamente planificada”1. Este proceso impactó con fuerza en la configuración de la clase obrera y sus luchas. En un primer momento, esto resultó en un movimiento obrero “semiproletario” en el que todavía pesaban las costumbres campesinas. Esa »
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CHINA
“ La nueva generación de trabajadores migrantes es la que está en el ojo de la tormenta de la resistencia obrera.
primera generación, educada en el trabajo en el campo y la disciplina social de la aldea, vivió la llegada a la industria, aun con ritmos de explotación brutales, como una mejora en sus condiciones de vida. Los hijos de esa primera generación, nacidos después de 1980, que hoy componen el 60 % de la clase obrera migrante, son los protagonistas del proceso actual. Los distingue, en primer lugar, que no están resignados a soportar los abusos, bajos salarios y malas condiciones de trabajo que habían impuesto los empresarios a sus padres, su nivel educativo más alto (el 67.2 % terminó el secundario, casi un 20 % más que sus padres) y su identificación con la cultura urbana que afectó también sus aspiraciones (solo el 11 % tiene experiencia en trabajo rural, contra un 35.7 % entre sus padres). Esta es la nueva generación de trabajadores migrantes, que está en el ojo de la tormenta de la resistencia obrera que recorre el gigante asiático.
Foxconn, Honda y el nacimiento de un proletariado moderno En 2004 se registró por primera vez escasez de mano de obra: “El número de trabajadores jóvenes que ingresaron en la fuerza de trabajo empezó a estabilizarse durante la década y luego comenzó a caer, lo que impactó severamente el sector manufacturero, que tradicionalmente se basó en el empleo de trabajadores adolescentes y jóvenes para operar en las líneas de producción”2. Y esos obreros jóvenes, que por primera vez eran menos de los que necesitaba la industria, no estaban dispuestos a trabajar 14 horas diarias por un salario miserable. El primer quiebre que marcó esta nueva generación tuvo un signo trágico. La ola de suicidios en la ciudad-fábrica Foxconn en 2010 desnudó las condiciones de trabajo de la clase obrera china. Los obreros se suicidaban en un acto
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desesperado de denuncia de las condiciones de esclavitud moderna en las fábricas de Apple, un símbolo de estatus económico en el mundo entero. Las protestas y los posteriores cambios (aumento de salarios, mejores condiciones, etc.) marcaron el fin de un “modelo”. Esto se dio en el contexto de nuevas leyes laborales como la Ley de Contratos de Trabajo (2008) y una serie de aumentos de salario mínimo que se había mantenido estancado desde el año 2000. El segundo momento de este proceso fue la huelga de Honda en 2010. La demanda que disparó el conflicto fue el aumento de salarios y el reconocimiento de sus propios delegados (ver recuadro). La nueva generación obrera, joven, educada y urbana, impuso su impronta: la huelga se lanzó desde un grupo de chat del popular QQ3, paralizó la fábrica, y obligó a la empresa a aumentar el salario un 33 % y reconocer el derecho de elegir delegados. Se disparó una ola de huelgas en el sector de autopartes, pero sobre todo marcó un cambio de signo: de la “tragedia obrera” en Foxconn a una dinámica más ofensiva4. Entre mayo y junio de 2010 hubo 20 huelgas en empresas de autopartes, todas por aumentos de salarios y mejores condiciones. Para fines de 2010 el 60 % de las empresas habían acordado convenios, y a fines de 2011 el porcentaje llegó al 80 %. En junio de 2011 hubo una huelga menos conocida en la fábrica de relojes Citizen, una planta de 2.000 trabajadores (con buenos salarios y beneficios sociales). La huelga tuvo dos demandas: el cambio de la organización de los turnos de trabajo (porque afectaba las horas extras, que son voluntarias) y la eliminación de una reunión corporativa de 10 minutos que se realizaba todos los días, a expensas del tiempo libre de los trabajadores. La demanda de tiempo y la discusión sobre la organización del trabajo solo confirmó la existencia de un proletariado moderno.
La última huelga en el gigante del calzado Yue Yuen (de propiedad taiwanesa), puede avizorar un nuevo “momento” en la lucha obrera. El reclamo de la huelga fue el pago de pensiones adeudadas. Esta acción, aunque mucho más grande que la de Honda, fue silenciada por la prensa oficial justamente porque exige el pago de las pensiones que administra el gobierno local. Y si hay algo que preocupa más que las huelgas es que se politicen sus demandas. A los gobiernos locales no les hace ninguna gracia ponerse firmes a la hora de hacer cumplir a los empresarios las leyes laborales, ni que los trabajadores tilden de corruptos a los gobernantes, menos aún cuando las acciones callejeras en las grandes ciudades pueden coincidir con un malestar latente por otros problemas sociales como la vivienda o la salud.
Crisis, relocalizaciones y el fantasma de un sujeto hegemónico La presión de este nuevo proletariado está generando una crisis para sostener la ventaja “comparativa” de la economía China, su bajos salarios, pero a la vez empuja a la transformación de su estructura productiva. En 2006, la productividad en China era un 15 % de la de EE. UU.5, mientras que los salarios equivalían a un 3 % de los estadounidenses. Desde entonces esta brecha se fue cerrando, creció la productividad relativa (favorecida por la crisis en Europa y EE. UU.) pero los salarios aumentaron aún más rápido. Esto generó un fenómeno doble, especialmente para el sector de la manufactura que basa su margen de ganancia en la explotación intensiva de la mano de obra. Por un lado, la reinstalación interna de grandes fábricas en el centro (alentada por ventajas impositivas e inversión estatal en infraestructura –como parte de la inyección masiva de dinero estatal para afrontar
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los efectos de la crisis económica–, además del aprovechamiento de estudiantes como mano de obra casi gratuita y la atracción de los sectores de trabajadores jóvenes que ya no ven las ventajas de migrar a las costas). Por el otro, con la reorganización posterior a la crisis del “modelo Foxconn”6, se produjo la relocalización de fábricas medianas y pequeñas, que imposibilitadas de absorber los nuevos costos de producción, se fueron de China en la búsqueda de mayores márgenes de ganancias. La descentralización de la industria hacia otras regiones del país persigue tanto el objetivo de mejorar las ventajas para los empresarios, como el de intentar “descomprimir” la protesta obrera. Sin embargo, los resultados pueden ser contradictorios. La política de relocalización de las empresas con la consecuente urbanización de nuevas zonas une geográficamente lo que hasta ahora estaba separado: las luchas obreras en los distritos industriales en las costas y el descontento en las nuevas ciudades por vivienda, tierra y derechos políticos. Existen varias visiones sobre las perspectivas y el posible desarrollo de este proceso. El China Labour Bulletin en su trabajo “A Decade of Change” plantea: “Cuando los migrantes están en una fábrica lejos de casa no conocen a nadie, la protesta se limita al lugar de trabajo. Cuando las fábricas están localizadas en el área donde viven los trabajadores, tendrán la ventaja de las redes sociales y familiares para apoyar sus demandas”7. Incluso visiones más escépticas, como la del teórico Göran Therborn señalan: Es verdad que en países como en China y Vietnam, gobernados por el Partido Comunista, un giro anticapitalista no es inconcebible, y sería factible, si se intentara. Aun así, para que esto suceda debería haber un freno del crecimiento y una movilización obrera efectiva contra la enorme desigualdad que el sistema ha generado, que amenace la “armonía” o la cohesión social del capitalismo comunista. Esto es imaginable pero altamente improbable, al menos en el mediano plazo. Un escenario más prometedor podría surgir de la conexión de las luchas en el lugar de trabajo con las de la comunidad, sobre vivienda, salud, educación o derechos civiles8.
Otra visión más optimista sobre la unión de la fábrica y la comunidad puede leerse en la revista Jacobin: “Aunque es algo claramente especulativo, vale la pena pensar cómo modificará la dinámica de la resistencia obrera. Si antes la supuesta vida de los migrantes era ir a trabajar a la ciudad por algunos años para ganar dinero antes de volver a casa y empezar una familia, los trabajadores en el interior pueden tener una perspectiva muy diferente. De repente, ya no están solo “trabajando” sino también “viviendo” en un lugar en particular”9. Con mayor o menor grado de optimismo, vuelve a estar en debate la posibilidad de que el proletariado juegue un rol hegemónico. La unidad geográfica del lugar de trabajo y la comunidad, en primer lugar, desactiva el factor de aislamiento, que hasta hoy ha jugado un papel importante
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para los capitalistas pero también para el gobierno central. Y, lo más importante, abre nuevas posibilidades y combinaciones en la lucha de clases.
producir sus propios sepultureros11. Y lo que los preocupa y los alarma es que el ritmo de este proceso es cada vez más acelerado.
Superexplotación, ganancia y la vuelta del sepulturero
Blog de los autores: teseguilospasos.blogspot. com.ar y sordoruido.blogspot.com.ar
El capitalismo busca constantemente aumentar sus márgenes de ganancia. En esa búsqueda, relocaliza sus plantas en lugares “vírgenes”, usando a su favor la baja subjetividad y la pobreza generalizada en países mayormente campesinos. De China se extendió a países como Bangladesh, Vietnam o Camboya. Como en China, transformó la aldea en ciudad y al campesino o “pobre urbano” en proletario. Y esto lo hace de forma cada vez más acelerada. China, India, Bangladesh, Indonesia, Vietnam y Camboya tienen una fuerza laboral combinada de 1.500 millones de personas, que corresponde a la mitad del total mundial. La acción del capital sobre estos países ha generado un nuevo proletariado, mayoritariamente joven y urbano (y en algunas ramas, como la textil, esencialmente femenino). Este proletariado es moldeado por las formas más brutales de explotación capitalista, cuyo símbolo actual es la masacre obrera de Rana Plaza en Bangladesh10, que genera un rápido aprendizaje de lucha y organización. Es cierto, por el momento histórico en el que surje el nivel de organización y conciencia política son bajos, las condiciones son brutales, pero el proceso parece irrefrenable. Si un capitalista leyera hoy el Manifiesto Comunista, se espantaría por la actualidad de las palabras de Marx. Y no es que el mundo se haya mantenido estático: los ritmos de producción se han acelerado, la explotación del hombre por el hombre se ha modernizado (a la vez que asumió formas brutales). Pero al final del día, como diría Marx, los capitalistas no hacen más que
1. Juan Chingo, “Mitos y realidades de la China actual”, Estrategia Internacional 21, agosto 2005. 2. A Decade of Change. The Workers’ Movement in China 2000-2010, marzo 2012, disponible en www. clb.org.hk. 3. Equivalente chino del Whatsapp en Argentina. 4. Según el China Labour Bulletin, antes de 2010 solo el 17 % de las protestas eran para conseguir nuevas conquistas y después, las huelgas “ofensivas” pasan a representar el 30 % (sobre todo en autopartes). 5. Ver www.conference-board.org/data/economydatabase. 6. Juan Chingo, “La emergencia del nuevo movimiento obrero chino”, 10/06/2010, disponible en www. pts.org.ar. 7. Op. cit. 8. Göran Therborn, “New Masses?”, New Left Review 85, enero-febrero 2014. Therborn tiene una visión escéptica de la clase obrera como un sujeto histórico antagónico al capitalismo y, en su lugar, prefigura una alianza de distintas fuerzas sociales, entre las cuales la clase obrera es un actor social más. Ver “Class in the 21st Century”, New Left Review 78, noviembrediciembre 2012 y el artículo citado. 9. Eli Friedman, “China in revolt”, Jacobin, agosto 2012. 10. Juan Andrés Gallardo, “Huelgas obreras en Bangladesh”, 14/11/2013, disponible en www.pts.org.ar. 11. En el Manifiesto Comunista Marx dice: “Con el desarrollo de la industria, pues, la burguesía ve desaparecer bajo sus pies la base misma que le permite producir y apropiarse la producción. Antes que nada, produce sus propios sepultureros”.
EL mODELO sINDICAL CHINO Uno de los resultados de la huelga en Honda fue la elección de delegados propios de los trabajadores. Aunque este proceso se mantuvo como un fenómeno marginal, es significativo ya que en China hay solo una central sindical, controlada por el gobierno, la ACFTU (por sus siglas en inglés, AllChina Federation of Trade Unions). Esta central tiene una larga trayectoria de entrega y traición. Guardó silencio durante el proceso de reestructuración de las empresas estatales que resultó en el despido de millones de trabajadores. Durante los últimos años se reconvirtió en “mediador” de los reclamos obreros individuales ante las autoridades estatales, pero frente a los conflictos por fábrica actúa como un apéndice de la política gubernamental y empresaria. No por nada lo primero que debieron hacer los trabajadores de Honda cuando salieron a la huelga fue
enfrentarse físicamente a la burocracia que los empujaba para que vuelvan al trabajo. Guo Chen, líder de la ACFTU, dejó en claro el rol de la central: “A diferencia de los sindicatos en Occidente, que siempre se ponen en contra del empleador, los sindicatos chinos están obligados a impulsar el desarrollo de la corporación y mantener relaciones laborales sanas”1. Instintivamente, los trabajadores jóvenes enfrentan a la burocracia, lo que expresa una politización creciente y la germinación de demandas políticas, pero queda planteada para la nueva generación una tarea enorme: la de conquistar sus propias organizaciones para ponerlas al servicio de los intereses de su clase. 1. Unity is Strength. The Workers’ Movement in China 2009-2011, octubre 2011, disponible en www.clb.org.hk.
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IDEAS & DEBATES
Ilustración: Natalia Rizzo
El capital en el siglo XXI
Sobre Thomas Piketty y la desigualdad como destino manifiesto Paula Bach Economista, Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx. Segundo en la lista de bestsellers de Amazon y tercero en la lista de The New York Times; según The Guardian: “Llevarlo debajo del brazo se ha convertido en la nueva herramienta de conexión social en ciertas latitudes de Manhattan”. El libro al que algunos consideran como la contratara del fenómeno Fukuyama y al que sugestivamente se conoce como “Capital” en Estados Unidos, desató un apabullante abanico de críticas provenientes de todas las comarcas de la teoría económica. No por casualidad en un contexto de vacío ideológico de la teoría económica burguesa abierto por la crisis de 2008, el libro de Piketty, centrado en el análisis de la dinámica de la desigualdad en el capitalismo, se transformó en un hecho político con epicentro en el mundo anglosajón y particularmente en Estados Unidos.
Una maquinaria productora de desigualdad Si algo tiene de sorprendente el trabajo de Piketty, tratándose de un economista que sigue
los postulados del mainstream, es la identificación del capitalismo con una maquinaria intrínsecamente productora de desigualdades a través de una exhaustiva investigación empírica que abarca desde el siglo XVIII hasta nuestros días. A más de un siglo del famoso debate al interior de la Socialdemocracia alemana y aún sin quererlo, Piketty demuestra con datos contundentes que la razón estaba del lado de los marxistas que, como Rosa Luxemburgo, enfrentaron duramente al revisionismo de Bernstein1 que entre otras varias cuestiones sostenía que el capitalismo avanzaba hacia una mayor distribución de la propiedad y hacia una disminución progresiva de las contradicciones sociales. La idea que resalta insistentemente el autor alrededor de las casi mil páginas de la edición original en francés, es que a lo largo de toda su historia el capitalismo muestra una clara tendencia a incrementar los patrimonios privados2, concentrando la propiedad en un polo e incrementando recurrentemente las desigualdades
sociales. Solo grandes shocks como las dos guerras mundiales del siglo XX, la revolución rusa de 1917 y la crisis de los años ‘30 establecieron –como excepción histórica– un límite a la desigualdad que retomó su curso ascendente durante las últimas décadas, tendiendo a recuperar en el presente siglo los niveles paradigmáticos de la Belle Époque3. Piketty señala que entre 1900 y 1910 los patrimonios privados alcanzaban un valor promedio cercano a 7 y 5 años de ingreso nacional en los principales países europeos y en Estados Unidos, respectivamente. En un contexto de crecimiento económico-poblacional promedio relativamente bajo –que considera la norma del capitalismo–, se delinea un capitalismo patrimonial rentístico en el que el incremento de la desigualdad probablemente hubiera proseguido hasta niveles inimaginables de no ser por la sucesión de shocks de 1914/45. Luego de este período y como subproducto de la destrucción directa provocada por las guerras, los shocks
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presupuestarios y políticos y el débil nivel de precios de los activos en la segunda posguerra, los patrimonios disminuyeron abruptamente pasando a representar en promedio, alrededor de tres años de ingreso nacional. Como consecuencia de la destrucción de los patrimonios y de la instauración de un nivel impositivo progresivo sin precedentes históricos, la desigualdad disminuye abruptamente y comienza un período de reconstrucción con un crecimiento promedio –sobre todo en Europa– excepcionalmente alto para los estándares capitalistas. Un hecho particular al que Piketty otorga fundamental importancia durante este período, es el surgimiento de una “clase media patrimonial” (fundamentalmente propietaria de su vivienda) que representa al 40 % del medio entre el 10 % más rico y el 50 % más pobre y que durante los años de posguerra se hace poseedora –tanto en Europa como en Estados Unidos– de aproximadamente entre un cuarto y un tercio del patrimonio nacional. El desarrollo de este sector resulta la principal transformación estructural con respecto a la distribución de la riqueza en el siglo XX. Piketty insiste sobre el hecho de que la baja concentración del capital, el alto crecimiento económico-poblacional y la disminución de las desigualdades que se producen luego de la guerra, constituyen una clara excepción en la historia del capitalismo. La norma es el crecimiento relativamente bajo, la alta acumulación de patrimonios privados y la desigualdad creciente. Solo shocks “externos” al sistema que provienen del lado de la política, principalmente las guerras y las convulsiones sociales – aún cuando estas últimas tienen un rol marginal en su análisis–, son capaces de revertir las condiciones aunque solo por un período de tiempo. De este modo, luego de la guerra la reconstrucción de los patrimonios se produce a alta velocidad y se acelera con la “revolución conservadora” a partir de los años ‘79/80. El crecimiento promedio disminuye, la globalización y la competencia entre estados impulsa reducciones de impuestos y sobre todo una estructura impositiva cada vez más regresiva, la acumulación patrimonial privada y la estructura de las desigualdades se acercan velozmente a los niveles principios de siglo. La acumulación de patrimonios privados representa hoy el equivalente a entre 5 y 6 años de ingreso nacional. No obstante y como resabio de la excepcionalidad de posguerra, aún se mantiene una clase media patrimonial actualmente amenazada de un empobrecimiento que suscitará fuertes reacciones
políticas. Piketty señala, a la vez, que principalmente a partir de 1990 se observa un persistente proceso de crecimiento de la desigualdad en la distribución del ingreso marcado fundamentalmente por el impactante crecimiento de los salarios de los gerentes, proceso que si bien aparece como tendencia mundial, muestra toda su espectacularidad en Estados Unidos (que es hoy claramente más desigual que los países europeos), donde las reducciones impositivas se transformaron en abultados sueldos gerenciales. En este contexto alerta que el pronóstico de un crecimiento bajo para las próximas décadas indicaría la tendencia a un desarrollo cada vez mayor de los patrimonios privados que iría de la mano con el avance de una sociedad cada vez más rentística, reproduciéndose bajo el signo del siglo XXI, las tensiones insoportables de la Belle Époque.
El reino del trabajo muerto Piketty observa empíricamente el movimiento histórico de los patrimonios privados cuya acumulación extrema requirió en la primera mitad del siglo XX –y aún podría hacerlo nuevamente– una destrucción masiva (guerras mundiales y crisis del ‘30) como precondición de los llamados “Treinta Gloriosos”. Su investigación –aún desde el sentido común de los postulados neoclásicos– aporta elementos sugestivos que –al menos como guía4– resultan muy útiles para pensar y evaluar en términos empíricos, la evolución de lo que los marxistas concebimos como tendencia a la sobreacumulación del capital5 y sus consecuencias a través de la historia. Pero ¿cómo explica Piketty el movimiento que observa? Lo explica a través de lo que denomina la mecánica de la divergencia patrimonial. Un mecanismo que afirma que a través de la historia (salvo en el período excepcional de la posguerra) se verifica que el rendimiento del capital resulta recurrentemente mayor que la tasa de crecimiento económico de las sociedades. De modo tal que es suficiente que los propietarios del capital inviertan una pequeña parte del rendimiento –levemente mayor al crecimiento económico– para que la acumulación patrimonial se produzca a mayor velocidad que el crecimiento de la sociedad en su conjunto. En este contexto los patrimonios heredados del pasado siempre superan a los constituidos en el curso de la vida de las personas. La divergencia de los patrimonios privados y la sociedad de rentistas –que viven de la diferencia entre el rendimiento del capital y la inversión–, resultan factores que se desarrollan a la par. De este modo,
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la brecha entre el rendimiento del capital y el crecimiento económico es para Piketty la fuerza motriz de la desigualdad en el capitalismo. Su objetivo es demostrar que el fundamento de la desigualdad no se debe buscar en la esencia misma del capital ni por tanto en el origen de su rentabilidad, sino en la sociedad de rentistas y en el peso de la herencia, que se derivan de la distancia entre el crecimiento económico y la rentabilidad del capital. Plantea para ello como hipótesis teórica extrema la identidad entre crecimiento y rentabilidad concluyendo que en un caso tal el propietario debería reinvertir cada año la totalidad del rendimiento del capital. Se acumularía por consiguiente tanto capital que los rentistas no tendrían ya más nada para consumir si desean que su capital crezca al ritmo de la economía, cuestión necesaria para mantener su estatus social. En este contexto los patrimonios constituidos en el curso de la vida de las personas serían compatibles con los “valores meritocráticos” y los “principios de justicia social que están en la base de nuestras sociedades democráticas modernas”. En sus palabras “es el ideal socialdemócrata de la posguerra: los beneficios financian la inversión y no el ritmo de vida de los accionistas”6. El problema es que la fuente fundamental de la desigualdad no se encuentra ni en las rentas que no se destinan a inversión, ni en la acumulación de capitales de distinta magnitud, ni en el “condicionamiento” del capital heredado. La fuente de la desigualdad en el sistema capitalista es el capital mismo que no es un “objeto” o sea algo idéntico al patrimonio, como lo trata Piketty, sino una relación social en la cual el trabajo vivo impago es el único factor capaz de incrementar el trabajo muerto contenido en el capital inicial, posibilitando su acumulación ampliada. No hay “valor meritocrático” capaz de engendrar capital: por más que se esmeren el propietario de los medios de producción y sus gerentes no tendrán forma de acrecentar el capital en ausencia de trabajo vivo impago. La desigualdad “original” frente a la propiedad de los medios de producción es la condición necesaria para la reproducción del capital. Es en la acumulación ampliada de capital y no en el consumo rentístico donde se halla la fuente de la desigualdad. Y por otra parte, es la propia dinámica de la acumulación del capital la que engendra tanto al “rentista” como la concentración del capital y por tanto la desigualdad en la distribución7. Por ello los “principios de justicia social de nuestras sociedades democráticas modernas” privilegian el derecho a la propiedad privada que garantiza la existencia de una clase de no propietarios de los medios de producción, »
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obligada a vender en el mercado su fuerza de trabajo, única mercancía capaz de aportar la sustancia que valoriza al capital. No habitamos el reino de los muertos (el peso de la herencia) que, como sugiere Piketty, domina el mundo de los vivos, habitamos el reino de la propiedad privada del trabajo muerto (propiedad de los medios de producción) que domina al mundo del trabajo vivo (trabajo asalariado). La negativa de Piketty a tratar al capital en su carácter histórico limitado le impide pensar una teoría de la historia del capital. Por ello no existen en todo su trabajo siquiera elementos de una teoría que aporte fundamentos a la explicación de las crisis capitalistas ni de las condiciones necesarias de su superación por parte del capital.
¿Una guerra, un impuesto? Luego de haber acompañado al capitalismo durante toda su historia dando cuenta de datos impactantes como que en más de 200 años el 50 % más pobre de la sociedad no obtuvo nunca más del 5 % del patrimonio nacional; o que fueron necesarias al menos dos guerras mundiales y una crisis catastrófica para que el 40 % que se ubica entre el 10 % más rico y el 50 % más pobre, se haga fundamentalmente propietario de una vivienda en los principales países capitalistas; Piketty fundamenta esta regularidad
mediante una condición empírica –la distancia entre el rendimiento y el crecimiento– para la cual no ofrece explicación alguna. Lo cierto es que Piketty huye de cualquier ley interna del capitalismo que pueda explicar la regularidad que constata; su objeto es demostrar que a pesar de la desigualdad creciente que engendra, el capital es la única forma posible, natural, de la existencia humana. Es por ello que en su análisis el crecimiento económico aparece como una especie de Deus ex machina, independiente del rendimiento del capital y de la voluntad de los capitalistas, así como el rendimiento del capital brota a su turno como una entelequia sin más explicación que una identidad contable. Por el mismo motivo, al identificar capital con patrimonio8 trata al capital no como una relación social, sino como una cosa que tiene la propiedad útil o natural de arrojar un rendimiento. Siguiendo la misma lógica, en la exposición relativa al incremento de las desigualdades en la distribución del ingreso durante los últimos 30 años, destaca la acumulación en un polo pero nunca la ofensiva sistemática desatada por el capital sobre el trabajo asalariado. Piketty busca otorgar fuerza de ley a la diferencia entre rendimiento del capital y crecimiento económico oponiéndola de hecho –con una crítica llamativamente deficiente que, más allá de la riqueza del tema, ya cuenta con refutaciones empíricas9– a la ley tendencial
histórica a la caída de la tasa media de ganancia expuesta por Marx en el tomo III de El capital. Su aseveración de que la fuente del crecimiento de la desigualdad se debe a la divergencia significativa y duradera de la tasa de rendimiento privado del capital y la tasa de crecimiento económico, tiene el principal objetivo de fundamentar la política económica que propone. Luego de haberse preguntado varias veces si será necesaria otra guerra, señalando que esta vez sería verdaderamente mundial, Piketty propone como alternativa reducir la brecha entre el rendimiento del capital y el crecimiento económico a través del establecimiento de un registro internacional de los patrimonios y la aplicación de un impuesto anual progresivo moderado sobre las fortunas. Un impuesto del 1 o 2 % según la magnitud del patrimonio, que en caso de Unión Europea equivaldría a alrededor del 2 % del PBI europeo. Una política sorpresivamente timorata que no va más allá del objetivo de “poner en caja” al “rentista” para estimular el desarrollo del capital productivo con un importante parecido a la tasa Tobin, que amén de su carácter inofensivo ya sufrió distintos recortes y fue aplazada en la Unión Europea hasta 2016. Al menos hay que reconocer que Keynes, quién también perseguía la utopía reaccionaria de reproducir en condiciones de paz las bondades de la guerra fue
De derecha a izquierda sobre Piketty Esteban Mercatante Economista, comité de redacción.
Hacía un buen tiempo que un libro de economía no impactaba como lo ha hecho El capital en el siglo XXI. Aun los críticos lo reconocen como un libro muy importante, aunque más no sea por el alcance de la base estadística sobre la que se apoya, que abarca más de 20 países y cubre en algunos de ellos –Francia e Inglaterra– un período de 200 años. Desde todo el espectro político se ha vuelto una obra de comentario obligado. En EE. UU. el autor la presentó nada menos que de la mano de dos premios Nobel, Joseph Stiglitz y Paul Krugman, con ambos deshaciéndose en elogios a la obra. El panorama que plantea el trabajo de Piketty es mucho más sombrío que el que dibujan estos neokeynesianos, y las intervenciones propuestas en su libro –utópicas, como él mismo reconoce– van más allá de los reclamos de un plan de gasto público más audaz y algunas reformas que defienden Krugman y cía. Pero esto no impidió que lo usaran
para construir su caso para que los sectores “progresistas” del partido demócrata batallen más firmemente contra el consenso bipartidista que limita el gasto público y mantiene una regulación económica favorable a los ricos. Alejándonos de este centro, hacia izquierda y derecha, la recepción se hace menos cálida. Hacia derecha, en algunos medios conservadores el libro directamente desató respuestas alarmistas. The American Spectator tituló que Picketty era la “cobertura intelectual para la confiscación”; la tapa exhibe a un verdugo al lado de la guillotina, que alza con su mano izquierda El capital en el siglo XXI. Financial Times, por su parte, inició hace algunas semanas una campaña para desacreditar el libro. Afirma que se encuentran “problemas con los datos y errores en el trabajo del profesor Piketty. Estos incluyen ingresos inexplicados en sus planillas, selección ecléctica de la fuentes de datos, y errores de transcripción”.
Esto debilitaría su tesis de que en el capitalismo se registra una tendencia natural a una concentración cada vez mayor de la riqueza en manos de los ricos. Sin embargo, incluso The Economist, que comparte la misma aversión por el planteo del economista francés, salió a distanciarse de estas críticas y consideró correcto el manejo de datos. Para The Wall Street Journal, el libro es “menos un trabajo de economía que un ladrillo ideológico estrafalario”. Panos Mourdoukoutas señaló en Forbes que el libro proveyó de munición a los progresistas que quieren “promover una agenda política antigua que mata el crecimiento económico y la prosperidad en nombre de la igualdad económica”. Otros autores, como la estrella de la “nueva” economía neoclásica Tyler Cowen, cuestionó la idea de que el retorno de capital se mantendrá siempre por encima del crecimiento de la economía, y señaló que “la preocupación de Piketty por la
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–amén de su conservadurismo extremo– notoriamente más audaz. Lo inverosímil de la intención de reemplazar el rol destructivo de las guerras mundiales y de las propias crisis capitalistas con un simple impuesto, hace que el contraste entre la constatación empírica de Piketty y la salida propuesta salte a la vista como problema de la propia estructura lógica de la obra. Es cierto que “La dificultad surge porque el análisis económico de la distribución del ingreso se aborda desde un enfoque neoclásico que por definición es asocial y ahistórico”10. Se pone de manifiesto que Piketty no extrae conclusión alguna con respecto a la relación entre los hechos históricos monumentales del siglo XX que analiza y los límites del capital. No otorga importancia a su propia verificación entre la destrucción masiva de capitales que se confirma en la disminución patrimonial de posguerra y el fuerte incremento de la tasa de rentabilidad que observa. Del mismo modo, si retomamos lo que Piketty denomina el “ideal socialdemócrata de la posguerra”, no hallaremos en su libro otro motivo –más allá del tiempo y el azar– que explique por qué la “divergencia patrimonial” se coló en el “ideal socialdemócrata” poniendo fin a los llamados “Treinta Gloriosos” y abriendo paso nuevamente a la “norma” del capital.
riqueza heredada también parece extraviada”. Para cowen los “ricos ociosos” son un recurso cultural valioso. Si nos movemos del centro hacia la izquierda, encontramos al economista poskeynesiano James K. Gallbraith, quien señala que el libro no tanto es sobre el capital en ningún sentido que tenga que ver ni con la categoría de Marx ni con ninguna noción de “capital físico”, sino que “es más que nada sobre la valuación de los activos tangibles y financieros, su distribución en el tiempo y la herencia de riqueza de una generación a la siguiente”. Sobre esta base teórica, Piketty termina convirtiendo a la desigualdad en un resultado “natural” de la evolución de los rendimientos en relación al crecimiento. thomas Palley sostiene que buena parte de la efusiva recepción del libro por parte del mainstream económico está vinculada al eclecticismo de inspiración neoclásica de Piketty. Lo que el libro dice en sus
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1. Piketty defiende explícitamente la política de colaboración de clases de Bernstein. 2. Piketty trata como sinónimos al patrimonio y al capital. 3. Período de la historia de Europa comprendido entre la última década del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial. 4. Algunos autores critican metodológicamente la evaluación empírica de Piketty, ver por ejemplo Husson, M., “Le capital au XXIème Siècle, Richesse des données, pauvreté de la théorie”, disponible en hussonet.free.fr. 5. Factor explicativo en última instancia, tanto de las guerras mundiales como del actual estancamiento de la economía capitalista. 6. Piketty, T., Le capital au XXIème Siècle, París, Edicion du Seuil, septembre 2013, p. 927, traducción propia. 7. El aspecto de la relación entre concentración y desigualdad lo desarrolla Astarita, R., en “Reflexiones desde el marxismo sobre el libro de Piketty”, disponible en rolandoastarita.wordpress.com. 8. A propósito de este aspecto ver Milanovic, B., citado por Husson, M., op. cit. 9. Ver Michael Roberts Blog, “A world rate of profit revisited with Maito and Piketty”, thenextrecession. wordpress.com. 10. Astarita, R., op. cit.
tesis centrales es algo que varios economistas de la izquierda progresista norteamericana vienen sosteniendo hace tiempo. Sin embargo, “los economistas del mainstream tienen dificultades para reconocer trabajo de tales fuentes, porque reconocer es legitimar”; en cambio, el libro de Piketty “provee una explicación del agravamiento de la desigualdad desde el mainstream neoclásico”. Para Palley, este libro tiene en potencia la posibilidad de abrir el debate sobre las políticas de libremercado, algo que no está en la intención de Piketty pero que hace involuntariamente al sugerir, aquí y allá, que la tasa de ganancia y la de crecimiento están política y socialmente determinadas, contrariando en esto al enfoque neoclásico. Pero también puede habilitar un giro “gatopardista” de relegitimar a esta alicaída economía neoclásica. Las prescripciones de Piketty, enfocadas en el sistema impositivo sin atender las “instituciones económicas y estructuras
de poder económico”, irían en ese sentido. Sería un “cambio sin cambio” sustantivo en las políticas económicas. Desde el marxismo, David Harvey, branko Milanovic, entre otros, criticaron correctamente las categorías del libro de Piketty, referidas más a la riqueza que al capital. El impacto de este libro en todo el espectro, es un síntoma del malestar ante la crisis, y de las crecientes dificultades para generar consenso con las políticas que aseguran el funcionamiento del capitalismo en beneficio de “el 1 %”. Una conmoción profunda, agravada por el hecho de que la clase política se debate entre mantener el statu quo en beneficio de los ricos o encarar algún incremento del gasto –el planteo más audaz que algunos llegan a esbozar–. terreno fértil para, distanciándose de las utopías de encauzar las contradicciones del capitalismo que propone Piketty, discutir las vías para superarlo, instaurando las bases de una sociedad sin explotadores ni explotados.
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HISTORIA
El Partido Socialista hasta mediados del siglo XX
Ilustración: Sergio Cena
La escisión entre lucha sindical y acción política Hernán Camarero Historiador, docente de la UBA, investigador del CONICET. Autor de A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935.
Todo proyecto de reconstrucción teórico-histórica de las relaciones existentes entre la izquierda y el movimiento obrero en la Argentina, en una perspectiva global y de muy larga duración, debe detenerse en las características y trayectoria del Partido Socialista (PS) surgido a fines del siglo XIX. Varios de los aspectos cruciales en el vínculo entre clase y partido, al menos para la etapa previa a la emergencia del peronismo, aparecen iluminados por la experiencia de esta organización. En este artículo de Ideas de Izquierda queremos aportar algunas reflexiones en este sentido, así como en otro número lo habíamos hecho respecto al anarquismo. Sobre esta corriente, que fue coexistente al PS, sostuvimos que había sido “una de las primeras expresiones significativas de agrupamiento de los trabajadores en el momento de la lucha” y señalamos su contenido claramente combativo, aunque avisamos: “diluyeron la potencialidad de los trabajadores como actor unificado en una orientación que no fue consecuentemente clasista ni logró sortear la intrascendencia del movimientismo organizativo y que acabó bloqueando la posibilidad de un desenvolvimiento político independiente de los trabajadores”. Analicemos cuáles fueron los dilemas del PS.
El socialismo como expresión de un partido reformista El PS se había fundado en los años 1890, luego de una década de propagación de diversos núcleos y periódicos de carácter marxista que fueron discutiendo la necesidad de organizar un partido de los trabajadores. A excepción de un primer momento, el PS tuvo una definición marxista particular, más bien superficial, y careció de ideas revolucionarias. Desde que Juan B. Justo logró hacerse del pleno control de la dirección y pudo imprimirle su orientación
programática, fue depurando algunos de sus iniciales componentes ideológicos. El PS coaguló como una alternativa demócrata progresista de los sectores obreros y populares urbanos de la región pampeano-litoraleña, pero, en cierta medida, dirigida por sectores medios ilustrados y profesionales. Sus metas: el perfeccionamiento de las instituciones de la democracia burguesa, el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas y la modernización socio-política del país. No sólo estaba alejado de toda concepción de revolución social sino que, incluso, presentaba un perfil ideológico animado por planteamientos evolucionistas, cercanos a tópicos liberal-positivistas. En sus expresiones más retardatarias, tendió a diluir al proletariado entre los intereses de la masa de consumidores (de ahí su obsesión por orden fiscal, la moneda sana y el librecambio) y en una suerte de pueblo
cívico activo; su interpelación quedó cada vez más dirigida a una ciudadanía plebeya, lista a ser moldeada por sanas prácticas políticas, cooperativas y de ilustración cultural. En verdad, el socialismo no careció de escala e implantación en la sociedad. Tuvo una extensión considerable como fuerza política hasta mediados de los años cuarenta. Constituyó uno de los tejidos partidarios más organizados, desparramado por casi toda la geografía nacional. Incluso, alcanzando resultados electorales variables pero de ningún modo insignificantes, que en el segundo distrito electoral del país, la Capital Federal, lo convirtieron, desde la aplicación de la Ley Sáenz Peña de 1912, en una fuerza política con porcentajes que promediaban entre un 20 % y un 30 %. Además, logró desplegar una importante experiencia parlamentaria que, desde 1904, pero sobre todo entre 1912-1943,
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le permitió disponer, en ciertos momentos, de amplias bancadas en la Cámara de Diputados y una presencia en la de Senadores. Incluso, participó en la propia administración del Estado capitalista, a través de la gestión municipal que ejerció en distintas ciudades del país. Y fue un partido con grandes figuras y con estructuras de liderazgo más o menos consistentes, como lo evidencia, hasta la década de 1940, la trayectoria de dirigentes de la talla del propio Justo, Alfredo Palacios, Nicolás Repetto, Enrique del Valle Iberlucea, Mario Bravo, los hermanos Enrique y Adolfo Dickmann, Ángel M. Giménez, Jacinto Oddone, Juan Antonio Solari o Carlos Sánchez Viamonte, entre muchos otros. Al tiempo que el PS completó su incorporación al régimen político y al sistema de partidos, desde el campo del reformismo, se dispuso para una plena inserción en la “sociedad civil”. Desde comienzos del siglo XX, pocas fuerzas podían exhibir una trama tan abigarrada de centros políticos barriales, bibliotecas y asociaciones socio-culturales, deportivas, femeninas e infantiles, sumado a la acción de las cooperativas de consumo y crédito Se trataba de una penetración sostenida y alentada, además, en una gran cantidad de periódicos, revistas y editoriales. El eco alcanzado por el diario La Vanguardia se convirtió en un punto de referencia en todo el continente. A pesar de la evidente tendencia hacia un perfil social, cultural y político de tipo pequeñoburgués, el PS no dejaba de reivindicar su condición de “partido obrero” y es cierto que su acción, su retórica y su práctica parlamentaria se orientaban a medidas reparadoras o favorables a los intereses de la clase proletaria. No hace falta más que recordar su constante faena a favor de los reclamos laborales y en pos de una legislación obrera. Todavía más, en contra de ciertas suposiciones muy establecidas, nos inclinamos a una hipótesis: los obreros no dejaron de ser mayoría en las filas orgánicas, en las redes de apoyo o entre los votantes del partido.
Desarticulación entre lucha sindical y acción política Ahora bien, a pesar de la importancia del PS en el terreno político, parlamentario y sociocultural, fueron evidentes sus dificultades para convertirse en una poderosa corriente del movimiento obrero. Una de las razones de ello radicó en la disociación entre lo sindical y lo político, que el partido arrastró casi desde sus inicios. A partir de que se impusiera la “hipótesis de Justo”, como lo reconoció un intelectual marxista devenido al reformismo como José Aricó, se consideró que el movimiento obrero debía ser completamente independiente del partido, contando con tácticas propias y fines específicos. Se estableció que la acción política y la acción sindical debían marchar por caminos separados, si bien, “en lo posible”, de modo paralelo y articulado. Formalmente, los afiliados del PS tenían que participar de la vida de sus respectivos sindicatos y hacer propaganda socialista, pero concibiendo a aquellas organizaciones como entes autónomos, libres de toda tutela partidaria. En la práctica, esto condujo al desinterés por la acción gremial y las diversas formas de lucha reivindicativas de los trabajadores, en especial, las que amenazaban con cuestionar o desbordar el orden existente. Todo quedó más bien desplazado por el mayor peso que ocuparon las campañas electorales y políticas generales, la labor legislativa, las tareas socio-culturales o las faenas del cooperativismo. De hecho, sólo un pequeño sector de los afiliados socialistas se agremió efectivamente a sus respectivos sindicatos. Incluso, en este aspecto, el PS argentino se distanció de otros modelos de partidos socialdemócratas reformistas, por ejemplo, el de Alemania. Una discusión como la que Rosa Luxemburgo desplegó en Huelga de masas, partido y sindicatos en contra de las posiciones de la emergente burocracia sindical del SPD hubiera sido imposible en nuestro país, en tanto el PS ni siquiera tenía en su seno a la dirección sindical.
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Durante la primera década y media del siglo XX, el PS ya había quedado en un espacio restringido dentro del universo gremial y de los conflictos obreros. Ese lugar había sido ocupado más claramente por el anarquismo, como habíamos visto anteriormente. No obstante, algunos gremios orientados por los socialistas lograron impulsar en 1903 la creación de la Unión General de Trabajadores (UGT), que luego se disolvió en la Confederación Obrera de la Región Argentina (CORA), aunque ya con dirección de los sindicalistas revolucionarios. Ambas organizaciones, sin embargo, aparecieron más débiles que la FORA anarquista. Y cuando luego esta entidad cayó bajo el control de los sindicalistas, a partir de 1915, los socialistas siguieron quedando fuera de la dirección central del movimiento gremial argentino. La evidencia de que el partido tenía permanentes dificultades con el tema sindical, es que debió aceptar que algunos de sus afiliados crearan estructuras específicas para promover la sindicalización de sus propias filas o la coordinación interna de sus fuerzas gremiales, algo extraño para el que se proponía como un partido obrero. Esa es la historia del Comité de Propaganda Gremial (CPG) o, más tarde, el Comité Socialista de Información Gremial (CSIG), que no casualmente acabaron teniendo diferencias y choques con la dirección partidaria. Cada una de las rupturas o escisiones de izquierda que tuvo el PS cuestionó esta desatención del problema sindical, que en todos los casos fue entendido como un alejamiento práctico y concreto del partido respecto a la clase obrera y a sus luchas. La historia del CPG, entre 1914 y 1917, por parte de la corriente de izquierda que luego fue expulsada del partido y constituyó, primero el llamado PS Internacional, y luego el Partido Comunista, fue la experiencia más instructiva. Los fundadores de este organismo pretendían resolver lo que entendían como “enervante” situación de desorganización del »
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HISTORIA
“ Era un partido que, más allá de la presencia de algunos de sus militantes, se enajenaba de los conflictos obreros y la organización sindical y desde esa exterioridad, contemplaba la lucha de clases y la traducía en el discurso y la práctica de la reparación legislativa.
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movimiento obrero tras la derrota de las luchas del Centenario; pero una de sus preocupaciones especiales era la situación de dispersión en la que se hallaba el elemento obrero del propio partido, pues según una estadística levantada en agosto de 1914, sólo el 5 % de los afiliados socialistas estaban agrupados en alguna organización obrera. De ese modo, la orientación inicial del Comité debió ser sobre todo interna: acercarse a los obreros del propio partido y sindicalizarlos. Tras la disolución del CPG y la expulsión de la mayoría de sus activistas, el propio Justo pontificó cual era la postura oficial y definitiva: “El Partido Socialista no debe inmiscuirse en la organización gremial. Colectivamente sólo puede servirla desde afuera, en cuanto a las leyes, el gobierno y la administración pública atañen a la organización gremial”. Poco tiempo después, estas concepciones se ratificaron con la Declaración de Avellaneda. La resolución “Definición de la táctica y la doctrina socialista en materia gremial”, votada en el XIV Congreso Ordinario del PS, reunido en aquella ciudad en 1918, consolidó la idea de la autonomía entre actividad gremial y actividad política. Declaración que fue ratificada en el congreso ordinario que el PS celebró en noviembre de 1921, luego de una nueva escisión, la de los “terceristas” (partidarios de la afiliación a la Internacional Comunista, que acabaron convergiendo en el PC), en donde se creó la antes mencionada CSIG, organismo sólo habilitado para operar como orientación y consulta para las comisiones de oficio partidarias. Por otra parte, agreguemos que nunca el PS se dotó de repertorios de organización ni disposición subjetiva para insertarse orgánicamente en los sitios de trabajo, en las fábricas y talleres que se multiplicaban desde los años veinte y treinta como producto de la creciente industrialización sustitutiva, es decir, entre la clase obrera más explotada y peor paga. Su influencia más bien se ubicó en los sectores que relativamente poseían mejores salarios o condiciones de trabajo, sobre todo del rubro transporte o servicios (ferroviarios, municipales, comercio, etc.). Cuando en 1926 los pocos gremios en los que el PS tenía presencia en su conducción se separaron de la Unión Sindical Argentina (USA, la central existente) y lograron dar vida a una nueva confederación obrera, la COA, parecía que el partido revisaba en la práctica sus concepciones. Pero no fue así, pues en los hechos, aquella entidad se comportó también como una organización sindicalista, totalmente alienada de cualquier estrategia socialista. Y por ello la naciente CGT de 1930, producto de una fusión de la USA y la COA, no pudo tener sino una deriva sindicalista casi constante, no sólo cuando los sindicalistas dominaron expresamente a dicha central (1930-1935), sino incluso cuando pareció que habían perdido su control (1935-1943). Una y otra vez se demostró que el PS era marginal en la dirección sindical, y que los cuadros gremiales que reportaban en sus filas tenían metabolizada esa concepción de total escisión entre lo sindical y lo político: si elegían priorizar al sindicato lo hacían a costa de abandonar o ignorar al partido.
Un partido hostil a la acción directa y la lucha de clases En realidad, el problema en el socialismo argentino era más profundo que una mera desarticulación entre lo sindical y lo político. Lo que existía era una concepción que subordinaba las contiendas entre el trabajo y el capital a una faena de reforma e integración social, idealizando la lucha de clases como una suerte de disputa retórica de proyectos en el terreno neutro de un ágora, del debate público y parlamentario. El PS desconfiaba de las prácticas de autodeterminación de las masas y de las capacidades creadoras de la lucha de clases, la que debía canalizarse para evitar sus desbordes y el despliegue de su potencialidad barbárica. Ello se verifica en el desigual posicionamiento de socialistas y anarquistas frente a los conflictos obreros, sobre todo, ante la convocatoria a la huelga general: la moderación, el condicionamiento y luego el liso rechazo que frente a este hecho expresaban los primeros, contrastaba con la disposición radical evidenciada por los segundos. Es decir, las luchas obreras debían ser apoyadas, pero bajo el requisito de que superaran rápidamente su radicalidad y se avinieran a la negociación. Las maniobras legislativas del PS se ocuparían de prevenir estos desbordes y de “civilizar” la lucha de clases. Obsérvese que el PS no actuaba en el escenario de las refriegas obreras contra los capitalistas para trasladar las demandas desde lo sindical a lo político, y convertirlas, luego, en iniciativas reformistas. Era un partido que, más allá de la presencia de algunos de sus militantes, se enajenaba de los conflictos obreros y la organización sindical y desde esa exterioridad, contemplaba la lucha de clases y la traducía en el discurso y la práctica de la reparación legislativa. Eso explica que el socialismo fuera superado en su presencia en el universo obrero tanto por variantes “confrontacionistas” (anarquistas y, posteriormente, primeros sindicalistas revolucionarios y comunistas), como por corrientes más pragmáticas o negociadoras (por ejemplo, la que luego corporizaron los propios sindicalistas). Su superficial inserción en los movimientos sociales en lucha y su relativa externalidad al mundo sindical indisponía al PS frente a las demás corrientes que actuaban en el seno de éstos. 1945 fue el año de surgimiento de un nuevo movimiento de masas con base en los trabajadores, bajo dirección del nacionalismo burgués, animado por una conciencia reformista y detrás de una política de conciliación de clases. Para el PS, y en buena medida para gran parte de la izquierda, fue una derrota, cuyas causas y consecuencias analizaremos en futuras notas. Pero se trató de un revés y un fracaso, en buena medida, prefigurados y construidos con anterioridad. En este caso, por un partido que ignoró la inserción orgánica en las expresiones de organización y lucha de los trabajadores (tanto en los sitios de trabajo como en los gremios), que dio la espalda a la estrategia de dirigir a los sindicatos y de orientarlos en una política socialista, y que se dotó de un programa de reforma social casi tan compatible con el capitalismo como el que el peronismo podría luego en marcha, bajo nuevos moldes.
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Piaget, Vigotsky y la dialéctica Entrevistamos a José Antonio Castorina, quien en una larga charla repasó algunos de los conceptos clave de las visiones de Piaget y Vigotsky alrededor de la dialéctica, así como las discusiones que sobre ella se han hecho en la tradición marxista. Lo que aquí publicamos es una parte de la entrevista, que en nuestra página web publicaremos en su versión completa.
IdZ: En tu libro Dialéctica y psicología del desarrollo, escrito con Baquero, planteás que en el pensamiento contemporáneo predomina el escepticismo respecto de una orientación dialéctica, ya sea para abordar el proceso de conocimiento, de la historia, de las luchas sociales. ¿A qué responde? A mi modesto entender, el problema tiene que ver básicamente con la historia de la dialéctica estalinista. Lo que se hizo de la dialéctica en los manuales de la URSS, lo que muchos intelectuales consideraban como dialéctica, era una especie de caricatura, que fue aplicada sin ningún tipo de relación específica con los procesos que se estudiaban; la dialéctica aterrizaba sobre los campos disciplinarios y había que encontrar allí los procesos dialécticos. Ese camino llevó a una especie de callejón sin salida porque la investigación psicológica tuvo una serie de dificultades para pensar particularmente el desarrollo. También en las ciencias sociales hubo algunos ecos de tal caricaturización. Lo que intentan Vigotsky y Piaget por su lado, y mucha otra gente, es una recuperación de la dialéctica, pero –después habría que discutirlo– de las dialécticas, porque es difícil hablar hoy de la dialéctica en el sentido clásico del término. Es probable que haya que hacer una serie de consideraciones muy específicas respecto de las modalidades que adopta el pensamiento dialéctico cuando se trabaja en campos diferentes, habida cuenta de que inclusive en la historia del pensamiento la dialéctica tiene muchas interpretaciones diferentes; es difícil encontrar un significado común a las maneras en que se ha concebido al pensamiento dialéctico, desde el taoísmo chino hasta las corrientes posmarxistas, la escuela francesa, la italiana, la Escuela de Frankfurt, etc.
En el caso particular de la psicología, creo que tiene que ver, además con otra razón, que es que el pensamiento anglosajón, dominante en el campo de las disciplinas psicológicas que van desde la psicología social hasta la psicología del desarrollo, ¡hay tantas variantes disciplinarias! Las corrientes que predominaron en muchas de ellas han sido corrientes asociadas a la perspectiva anglosajona, que está clásicamente muy asociada, primero, al positivismo, que repudió a la dialéctica como un pensamiento puramente a priori y especulativo; y después a una versión más naturalizada de lo psicológico, una reducción de la vida psicológica al funcionamiento cerebral y la evolución biológica. Por lo dicho, la dialéctica no formó parte de este marco de pensamiento, más bien todo lo contrario. IdZ: A lo largo del libro señalás que ni Marx, ni Vigotsky ni Piaget entendían la dialéctica como un proceso teleológico, algo que ha sido una crítica habitual a los enfoques dialécticos por su ascendente hegeliano. Sobre el problema de la dialéctica, hay grandes filósofos contemporáneos que han hecho una dura crítica –Deleuze, Foucault, el propio Negri– porque ven en la dialéctica una especie de a priori hegeliano, un proceso unívoco que tiene una direccionalidad definida que es ineluctable; tal enfoque no permite la creatividad de las acciones en la sociedad, no hay posibilidad de cambio ninguno, etc. Pero creo que ahí está el problema de la dialéctica: cómo poder cambiar el enfoque sobre esta categoría, desde dónde considerarla, pensando sobre todo en la investigación, que es de lo que puedo hablar. Cosa que Trotsky mismo dijo en En defensa del marxismo: la idea de que sin la investigación científica la dialéctica no se puede encontrar en
JOsé ANTONIO CAsTOrINA Cuenta con una extensa trayectoria como investigador y docente en el campo de la filosofía, la psicología del desarrollo y la educación, en la UBA y la UNLP principalmente. Especializado en temas de psicología genética y epistemología de la psicología del desarrollo, es coautor, entre otros libros, de Introducción a la lógica operatoria de Jean Piaget, Psicología genética, La polémica Piaget-Vigotsky y La dialéctica en la Psicología del Desarrollo. El pensamiento de Piaget y Vigotsky. Actualmente es Investigador Principal del CONICET y Director del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (UBA).
los libros de Hegel y de Lenin, hay que reelaborarla en función de lo que la investigación científica nos va mostrando. En el campo que nosotros nos movemos, y también lo dirían muchos marxistas actuales, las contradicciones se dan en contexto, entonces, bajo el cúmulo de condiciones, de situaciones en las cuales se dan los conflictos, las contradicciones se resolverán o no. La idea de que las contradicciones se resuelven inevitablemente y que esa resolución es superadora, todo eso es una caricatura, en la obra de Marx no hay nada de esto. La unidad de contrarios abre un abanico de soluciones posibles, solo en determinadas condiciones se puede realizar un proceso determinado dentro de la totalidad social, bajo otras condiciones históricas, no se realizarían. Otra cosa es el discurso de Marx metafórico, utópico, que es inevitable porque es un »
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teórico de la política y tenía que hacerlo, era un comprometido en la lucha política. Pero si analizás la obra científica de Marx, lo que Marx plantea es un proceso dialéctico, que es una especie de resumen reconstructivo de la realidad histórica y de ninguna manera está determinada intrínsecamente en una dirección determinada. Una versión teleológica creo que en la dialéctica es inaceptable, y uno podría muy bien enfrentarse con estos críticos mostrando cómo en procesos contextualizados en la historia del pensamiento, e inclusive de la historia política, no hay ese apriorismo de los manuales de dialéctica. Pero yo creo que en Piaget a veces, en los estudios psicogenéticos, aunque él se opone al teleologismo, al proceso de equilibración constructiva le da un aire un poco inmanentista, porque es propio, individual, que va reformulando
las diferencias y va articulando los conceptos; pareciera que ese proceso es una tendencia al equilibrio más avanzado. En cambio si lo ves desde el lado del último Piaget –sobre todo las perspectivas de García del sistema complejo–, todo sistema cognoscitivo, por más que tenga una cierta interioridad, una cierta especificidad como proceso de conocimiento, está bajo condiciones de contorno –diría un físico–, bajo condiciones de otro sistema que es el sistema social, que interviene poniendo límites y haciendo posibles la elaboración de los procesos cognitivos. En esas condiciones sociales, sobre todo el marco ideológico, las contradicciones, los conflictos, no van necesariamente para un lado, sino que quedan restringidos por el contexto en que se plantean; no hay una interioridad teleológica. IdZ: Él dice –figurativamente– que la dialéctica mide en kilómetros pero después hay que
buscar los conceptos específicos de cada ciencia para medir en centímetros… Hay que realizar la investigación empírica. La dialéctica dirige el proceso metodológico de la construcción de una teoría psicológica en Vigotsky. Desde ese punto de vista, él hace una epistemología: rechaza el empirismo de observación sin estructuración teórica, pero hay por momentos una defensa de la teoría del reflejo – muy discutible hoy en filosofía, yo diría que no se sostiene en la argumentación–. Hay una epistemología, pero su obra no está dirigida a crear una teoría epistemológica empírica, en cambio en Piaget sí. Lo cual no hace a uno mejor que el otro, simplemente son dos problemáticas. Cuando se compara a los dos, da la impresión de que fracasa el intento de buscar las incompatibilidades entre los autores, que no se ha podido precisar cuál es la problemática alrededor de la cual ellos trabajaron. Sin embargo, aunque las problemáticas son diferentes, el marco epistémico que preside la elaboración de las respectivas teorías es un enfoque dialéctico, de donde es posible hablar de una compatibilidad entre los estudios, en su diferencia. No puedo extenderme sobre este punto, pero es el marco epistémico compartido lo que permite articular las indagaciones de ambos pensadores. Yo creo que Piaget hacía una construcción interesante. Hay un déficit en la teoría piagetiana, que es que la cultura interviene poco o casi nada en su teoría. Su gran contribución es mostrar que la acción es constitutiva de conocimiento: conocimiento no es copiar el mundo, no es representárselo, sino es transformarlo. Pero es una acción pensada desde el niño o individuo que conoce, aunque siempre pensó en una correspondencia entre el avance individual de las ideas y las modificaciones en las relaciones sociales. Su principal contribución es la construcción individual de los sistemas de conocimiento, pero no avanzó sobre la intervención de las condiciones sociales sobre la acción cognoscitiva. Solamente en el final de su obra, y bajo la influencia de García, dicha intervención se vuelve interesante: toda actividad cognoscitiva, aunque mantiene su propia dinámica, está fuertemente condicionada por las concepciones del mundo y las representaciones sociales. Justamente, la obra de García –particularmente El conocimiento en construcción– pone de manifiesto que los cambios en las teorías científicas son simultáneamente transformaciones en el marco ideológico, que limitan y posibilitan la producción del conocimiento. La ciencia no se limita a romper con la ideología, como se pensaba en tiempos althuserianos, se transforma posibilitada y también obstaculizada por las concepciones del mundo. Pero entonces la relación sujeto-objeto es una relación que está unida por la acción, no hay objeto y sujeto como términos, como entidades autosubsistentes, sino que dialécticamente existen porque son polos de la acción sobre el mundo. Desde ese punto de vista en Piaget hay
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una visión original, que los psicólogos no han seguido porque por lo general han tomado el lado evolutivo de la teoría de Piaget y no el lado de los mecanismos explicativos del cambio de los conocimientos, tanto en la ciencia como en la psicogénesis, de las preguntas epistemológicas de fondo que él se hizo. IdZ: En la entrevista que le hacen con Marcelo Claros a García, hace unos años, se diferencian los marcos epistémicos que condicionan los desarrollos científicos, a modo de cosmovisión que influye en la manera de encararlos, de la “ideología” entendida como falsa conciencia que de ellos puede desprenderse. ¿Por qué la noción de marco epistémico, si se toma como absoluta, lleva al relativismo? Viene a cuento de lo que estábamos conversiando sobre la relación entre teoría, investigación empírica y marco filosófico. En estos momentos mis trabajos son sobre epistemología de la psicología, y mi objetivo es mostrar que el marco epistémico no determina la construcción de una teoría científica, sino que la condiciona. No podés decir que la física de Newton es verdadera porque se apoya en el concepto epistémico de ley natural. Ese concepto, proveniente de una teología anglicana, se constituyó en el sentido común inglés gracias al cual pudo Newton construir su teoría y, a la vez, su propia teoría fue leída en los púlpitos de las iglesias anglicanas…. Que sea condición de posibilidad no determina la calidad de la ciencia que se constituye a partir de ella. Si se quiere dar credibilidad a la teoría de Newton, y otro tanto se diría de una teoría social o psicológica, hay que apelar a los métodos consensuados por la comunidad; tenés que apelar, seguramente, al análisis de datos, a la formulación de hipótesis, a la prueba de las hipótesis, etc. Hay un mundo social constituido en las comunidades científicas, con sus propias reglas consensuadas de prueba y elaboración metodológica, distinguibles de los debates ideológicos, que son los que hacen que una teoría se pueda verificar. Inclusive, con un marco epistémico que vos podés rechazar, puede haber ciencia: los psicólogos cognitivos tienen un marco epistémico naturalista, desde el cual el mundo no es más que materia natural –con el que yo discrepo–, sin embargo, ese marco ha permitido que hayan desarrollado algunos campos de la psicología que hoy son imprescindibles. La teoría de la memoria de largo y de corto plazo, y la idea de estrategia de resolución de problemas la inventaron los cognitivos, y yo no te diría que eso no es científico… pero su marco epistémico no les permite plantear ciertos problemas, ahí está el punto. Los marcos epistémicos condicionan tu cabeza de tal manera que hay problemas que vos no te podés plantear, y con una serie de herramientas metodológicas podés llegar a armar hipótesis aceptables, o no. Pero el marco epistémico no dice si tu teoría es aceptable o no, sino que pone
un contexto dentro del cual vos podés pensar. Vigotsky pensó dentro de un contexto marxista y sobre todo, dentro de un contexto dialéctico, pero la veracidad de su teoría no es porque usó la dialéctica, sino porque tomó las experiencias con los chicos en la escuela, puso a prueba la tesis de la zona de desarrollo próximo, etc. Ahí tuvo que estudiar empíricamente. Entonces, hay un grado de relativa autonomía de la práctica de la ciencia, tanto en la ciencia “dura” como en la ciencia “blanda”, con sus diferencias, que no se deduce del marco que aceptaste. Si no ahí viene la ideologización: “porque soy un marxista, hago tal psicología”. Y al revés, al negar que haya marco epistémico, hacés una ciencia cientificista que no puede mostrar sus condiciones sociales de producción, y los límites ideológicos que hay. El relativismo sería decir que, como hay muchos marcos epistémicos, la ciencia que se hace dentro de cada marco epistémico vale… ¿Cuál es mejor? No se puede saber, porque se está encerrado dentro. IdZ: En El conocimiento en construcción trata de explicar cómo en Occidente se desarrolló la mecánica y en Oriente el magnetismo, por ejemplo, por una visión organicista… ¡Exacto! Y no había mecánica porque en una visión donde todo era dialéctico, no podía haber inercia. Y esa es la otra contribución interesante: que no todo es dialéctica. Que vos no estás cometiendo un pecado si decís que no todo es dialéctica. Porque hay niveles del desarrollo de cualquier proceso que son de relativa estabilidad, donde lo que funciona ahí es una lógica formal. Yo en este momento estoy discutiendo con vos y estamos usando argumentos que no son dialécticos; ahora, la dialéctica se usa para entender cómo mi cabeza cambia en una cierta dirección: es la estructuración de las ideas lo que es dialéctico. Pero los niveles relativamente estables del conocimiento están regidos por una lógica formal, discursiva, como le llamaba Kant. IdZ: Trotsky dice que la dialéctica no quiere decir “todo cambia, todo fluye todo el tiempo”. Dice “todo fluye, pero no por fuera de sus márgenes; la vida va creando sus propios márgenes para después romperlos”, hay saltos de cantidad en calidad… Ese es el aspecto de la dialéctica al cual Trotsky le dio más importancia. En Trosky esto es un poco elemental, por momentos parece reduccionista, por momentos parece muy cercano a la teoría de sistemas actuales… Nada se puede leer por fuera del contexto en el que está pensado; hay que ver contra quién discutía Trotsky, así como contra quién discutía Engels... IdZ: En el caso de Engels, el texto sobre “El papel del trabajo de la transición del mono al hombre” tiene la intuición de que el trabajo podía tener una relación como clave evolutiva, que
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después reivindica por ejemplo, un paleontólogo como Stephen Jay Gould… Stephen Jay Gould es uno de los científicos que defienden la dialéctica en la biología, junto con Lewontin, Levins y otros tipos más. Lo que pasa es que hay momentos en los que Engels hace una metafísica: todo es dialéctico, la realidad es dialéctica, la naturaleza es dialéctica. Es muy simplista y hay gruesos errores. Pero eso se entiende porque eran pensadores que vivían en una época convulsionada. Yo no acuerdo con la “dialéctica de la naturaleza”, pero sí entiendo por qué lo planteó, porque en el mundo alemán estaba la Naturphilosophie, la filosofía romántica de la naturaleza, que era una visión irracionalista, y del otro lado el materialismo vulgar y el mecanicismo que explicaba toda la realidad por las leyes de Newton. En contra de todo eso es que él trata de meter la historicidad dentro de la naturaleza, hay que mirarlo con ojos más contextualizados. Para García, el proceso de transformación del mundo que implica la actividad cognoscitiva de cualquiera –tanto la ciencia como en el individuo–, en esa actividad de interacción con el objeto, ahí están los procesos dialécticos, pero no en las cosas en sí mismas, no hay una dialéctica ontológica, en ese sentido. Lo que está en discusión es si es una dialéctica del mundo en sí mismo lo que estamos capturando o son modelos de interpretación que podemos leer dialécticamente. En otras palabras, para Engels la dialéctica del pensamiento reflejaba la dialéctica del mundo objetivo, donde se incluía la naturaleza. IdZ: Pero Engels en Dialéctica de la naturaleza critica ese tipo de apriorismo, como Marx se lo había criticado a Ricardo. El libro está en parte escrito contra visiones teológicas de que la naturaleza estaría dada desde la creación, pero también critica a Hegel y explícitamente dice que la dialéctica hay que verla en cada proceso. Después pone las famosas tres leyes, pero dice que más bien son esbozos a revisar... Pero son universales, ¿qué quiere decir que sean universales? Yo lo entiendo por el contexto en que lo escribió, pero no me atrevería a decir que el mundo por todos lados puedo encontrar saltos cualitativos, contradicciones. Si yo quiero recuperar eso, tengo que buscarlo en procesos específicos donde los pueda formular de una manera creíble, precisa, que se pueda entender de qué estoy hablando. Yo creo que ese es el problema, por eso el propio Engels lo dice, y Trotsky también en algún momento lo dice, que no hay que ir tanto a los libros de Hegel para pensar la dialéctica sino a la investigación de los científicos, y yo creo que sí, que ese es el camino. Una investigación que esté dirigida, donde la dialéctica juegue el rol de orientación metodológica y luego el de revisión, a partir de lo que se encuentra, sino es positivismo puro. Entrevistaron: Ariane Díaz y Juan Duarte.
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Ilustración: Natalia Rizzo
Ciencia y crítica en el marxismo
La imaginación realista En números anteriores de la revista abordamos distintos aspectos de la dialéctica en el terreno epistemológico y en la tradición marxista. En este número, junto con la entrevista a José Antonio Castorina, quien ha analizado las lecturas que Piaget, García y Vigotsky han hecho de ella, continuamos la reflexión sobre algunos de estos problemas.
Ariane Díaz Comité de redacción. Dijimos en IdZ 8 que tanto el marxismo como la epistemología constructivista destacan el lugar de la actividad del sujeto en el proceso de conocimiento, aunque en la relación entre conocimiento y realidad, el marxismo encuentra su base en la noción de praxis, más amplia que la de “práctica” utilizada por Rolando García. Por otro lado, señalamos que las críticas de García a Engels como “realista ingenuo”1 no respondían al problema de fondo que planteaba Marx en cuanto a la historicidad de las teorías esbozadas para explicar la realidad. A su vez, mencionamos que García hace hincapié en la necesaria especificidad del problema epistemológico y que introduce la noción de marco epistémico para dar cuenta de las determinaciones sociales e históricas de las teorías, pero evitando considerar estas determinaciones como directas o unívocas. Efectivamente, todos estos son problemas importantes para las definiciones epistemológicas del marxismo. ¿Cómo se evitan los peligros del
empirismo, si se quiere ser realista?, ¿y cómo se sortean los del apriorismo, retomando la tradición dialéctica hegeliana? ¿Cómo dar cuenta de la historicidad de las teorizaciones, sin reducirla a sus determinaciones sociales inmediatas pero a la vez, siendo implacable con sus supuestos tomados de la ideología dominante? Intentaremos aquí esbozar algunos de estos problemas alrededor de las definiciones de ciencia y crítica que hace el marxismo.
La ciencia Mencionamos que García considera a Marx como precursor de la epistemología constructivista, y aunque se ocupa de la tradición epistemológica anglosajona y aclara que la llamada “filosofía continental” requeriría seguir otros caminos2, hipotetizamos que algunas de las categorías que destaca podrían considerarse una “traducción” de categorías de la tradición dialéctica alemana. Sin embargo, García insiste en distinguir su forma de entender la dialéctica de
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esta tradición, en particular la de Hegel, al que le atribuye ser el causante de mucho del desprestigio3 que ésta tuvo durante el siglo XX. La interpretación de qué estaba postulando Marx cuando dijo que era necesario “poner la dialéctica de Hegel sobre sus pies”, es uno de los debates clásicos respecto a la dialéctica marxista. En el terreno epistemológico específico, García señala correctamente el problema del teleologismo hegeliano y la identificación del objeto de conocimiento con las categorías del sujeto que conoce, que Marx criticó. Pero efectivamente, la tradición alemana tiene otras postas en las que detenerse para pensar la relación entre marxismo y epistemología. Manuel Sacristán4, en un repaso en el que parece querer corregir en Marx lo que tiene de excesivamente hegeliano pero que a su vez se enfrenta con las facilistas extirpaciones de Hegel en el Marx “maduro”, reconoce que junto con la ciencia “normal” –entendida como la forma de trabajo establecida por la comunidad científica–, el peso de la “ciencia alemana”, de cuño dialéctico, es ineludible como fuente de su filosofía de la ciencia. También se ocupa de la crítica, aunque la destaca en los escritos juveniles de Marx y que, según su lectura, fuera dejada de lado en sus obras posteriores. Bensaïd, en Marx intempestivo, polemiza con esta lectura: si deja asentado que Marx no renunciaba a los avances de la ciencia “normal” de la época, formula que la voluntad de Marx de “hacer ciencia de otro modo” encuentra un pilar ineludible y productivo en la ciencia alemana –sometiendo a la vez a crítica tanto a la ciencia normal como a dicha tradición–. Esta ciencia alemana, para Bensaïd, tiene el mérito de no renunciar al conocimiento de las esencias, a dilucidar el “movimiento real de la cosa” dentro de una totalidad de la que es parte, enfrentando a la consagración de la ciencia positivista como sumatoria de ciencias reunidas de manera contingente. No es un rechazo de la ciencia empírica, de la investigación de datos y fenómenos –en La ideología alemana, Marx y Engels se habían reído de los filósofos alemanes que creían que los hombres se ahogaban por dejarse llevar por la “idea de gravedad”5–, sino la consideración de que el conocimiento no puede ser una recopilación más o menos ordenada de datos empíricos. Después de todo, dice Marx en El capital, “toda ciencia sería superflua si la
forma de manifestación y la esencia de las cosas coincidiesen directamente”6. La teoría no debería reducirse a un simple adhesivo que une los datos y eventualmente, algunas leyes científicas, desarrolladas cada una en su propio terreno. El eco que dicha tradición encuentra en Marx es, según Bensaïd, lo que trastorna la idea misma de ciencia7 entendida “normalmente” desde parámetros positivistas. Pero en la apropiación de esta tradición se presentan los peligros idealistas (el teleologismo y el apriorismo), a los que Marx se ocupa de criticar. Marx abordaba el problema metodológico en su especificidad en los Grundrisse, considerando que: “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, unidad de lo diverso. Es el resultado y no el punto de partida, aunque también lo es”. Este camino implica que las determinaciones surgidas de la abstracción y el análisis, “conducen a la representación de lo concreto por el camino del pensamiento”; es decir, es una manera de apropiarse de lo concreto, “no es lo concreto mismo ni su formación”8. A su vez, afirma que sería erróneo “intentar ordenar las categorías tal como fueron históricamente determinadas”9. Es decir, que el pensamiento hace el camino inverso al desarrollo histórico cuando parte de las categorías más concretas determinadas por el desarrollo social, pero a partir de ello puede reconstruir ese desarrollo histórico, no leyendo “ordenadamente” los libros de historia de la Antigüedad hasta acá, aunque “si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística”10. Por otro lado, también en los Grundrisse criticará Marx la economía política clásica que en Ricardo había encontrado su máximo exponente, reconociéndole haber llegado hasta la definición del “valor trabajo” pero volatilizándolo en una nueva abstracción donde, por no poder superar el horizonte del mundo capitalista en que lo “descubrió”, podrían incorporarse toda clase de “hechos” acríticamente. Es decir, por terminar convirtiendo una categoría construida en un principio que fuerza los hechos a la vez que los acepta como dados11. ¿Cómo explicar entonces un determinado fenómeno evitando a la vez confundir el “concreto pensado” con el “concreto real”? ¿Cómo dar cuenta de legalidades que no se
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impongan a los hechos? Redefiniendo la noción de ley de la ciencia “normal”. En el análisis de la totalidad concreta, Marx no pretende decretar leyes universales. Las legalidades que Marx describe en El capital son las propias de una totalidad, el capitalismo, dentro de la cual tienen sentido. Lo que tenemos entonces es, al parecer, el oxímoron de las “leyes tendenciales”. Lo que describen éstas son las formas de comportamiento de esas relaciones en una totalidad según su contenido concreto. Como no es una totalidad vacía que se imponga a los hechos sino una totalidad abierta sujeta a cambios, no le impone su lógica a los hechos sino que analiza cómo pueden desarrollarse y eventualmente modificarse. El marxismo tiene capacidades predictivas, y en ese sentido es “científico” (contra quienes desestimaron a El Capital como “demasiado filosófico”), pero no en el sentido del positivista, porque considera que los “hechos” mismos de los que intenta dar cuenta no están dados de una vez y para siempre. También aquí Marx aprovecha de la tradición alemana la noción de totalidad a la vez que se distingue de ella. Así lo resume Kosik: La idea de totalidad, que comprende la realidad en sus leyes internas y descubre, bajo la superficialidad y casualidad de los fenómenos, las conexiones internas y necesarias, se opone al empirismo que considera las manifestaciones fenoménicas y casuales, y no llega a la comprensión de los procesos de desarrollo de lo real. (…) Marx tomó este concepto dialéctico, lo depuró de mistificaciones idealistas y lo convirtió, en su nueva forma, en uno de los conceptos centrales de la dialéctica materialista12.
La crítica García plantea la noción de marco epistémico como “sistemas de pensamiento que permean las concepciones de una cultura y condicionan sus teorizaciones”13. En la entrevista ya citada dice: El conocimiento no surge de ideas abstractas, de intuiciones, no surge de los datos sensoriales: el conocimiento se construye. Pero, ¿se construye a partir de qué? De lo que la sociedad ha construido. (...) Pero eso cambia con el tipo de sociedad, con el tipo de cultura y con la época.
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Aclara, sin embargo, que no se trata de la influencia social sobre un elemento particular del desarrollo científico, sino la conceptualización de base que está en la cultura de la época y que no se cuestiona. Por ejemplo, aquel marco organicista que permitió a las sociedades orientales desarrollar las leyes del magnetismo antes que las de la mecánica. Sin embargo, existen distintas naturalizaciones que funcionan a la manera de lo que Marx define como ideología en tanto falsa conciencia, por ejemplo, el extendido economicismo que considera las leyes de mercado como inherentes a la sociedad. Es una categoría interesante entonces para problematizar la relación entre ciencia e ideología. Es en relación con este problema que Bensaïd rescataría, contra Sacristán, la noción de crítica como otra base central de la epistemología marxista. La crítica, propia de la tradición alemana, que consideraba no solo los fenómenos analizados sino las conceptualizaciones que de ellos se habían hecho, podía ser un buen contrapeso a estas naturalizaciones a condición de que, como resaltaban insistentemente Marx y Engels contra sus contemporáneos “críticos”, no se la tratara solo como una historia de las ideas sino que se buscara con ella las condiciones materiales por las cuales esas teorías se habían desarrollado. Los “descubrimientos” teóricos, tanto los de Ricardo como los del propio Marx, son también hechos históricos. Lo que tenemos no es una idea desarrollándose a sí misma, como en Hegel, sino el producto de un trabajo que transforma representaciones abstractas en concretas. El que teoriza no está por fuera del objeto teorizado, y la posibilidad de “descubrir” categorías como la de valor está determinada por su existencia en la realidad en un grado avanzado tal que permite ver mayores relaciones multilaterales. Por eso también es necesaria la crítica de las teorías previas: en aquellos que son buenos representantes de sus disciplinas, como Ricardo, existen elementos que dan cuenta de problemas que existen en la realidad, aunque su teorización sea mistificada. Es más, en un mundo dominado por el fetichismo de la mercancía, cuyo velo no se rompe a fuerza de teoría como si se tratara de una mentira ampliamente extendida, sino en la práctica, la crítica es lo que permitiría a Marx no quedarse en los límites de la ciencia positiva y “mantenerse alerta” para no naturalizar sus resultados, a la vez que para ubicarse históricamente como teoría ella misma. En ese sentido dice Bensaïd: [la crítica] no puede hacer nada mejor que desengañar y resistir, plantear las condiciones para el desilusionamiento y el desengañamiento reales. Lo demás se juega en la lucha. Donde las armas de la crítica ya no pueden prescindir de la crítica de las armas. Donde la teoría se vuelve práctica. Y el pensamiento, estrategia14.
Un método realista y dialéctico Ya mencionamos que García reivindica la praxis marxista, que daría cuenta de un conocimiento básico de los sujetos que actúan en una sociedad, pero la distingue de la “práctica” que permite la construcción de herramientas de conocimiento. Una distinción que, como muestra en su misma argumentación, no parece ser tan sencilla de hacer. De hecho, el ejemplo que presenta sobre los desarrollos de Carnot en termodinámica15, encuentra su explicación en un problema socioeconómico –construir máquinas que utilicen menos carbón– que alentó los intentos de superación de las limitaciones de los desarrollos teóricos previos. Es que la noción de praxis de Marx no describe sólo la acción utilitaria de los hombres en sociedad, sino también la práctica teórica que dicha acción social implica y en la que se demostrará la “verdad” de la teoría. La dialéctica y la crítica permiten entrever la relación entre teorías sobre la realidad y condicionamiento sociales, que no discurren por caminos separados16, aunque tampoco se confunden en la postulación de múltiples discursos igualmente indemostrables –algo que García, como planteamos en la nota anterior, consideraba necesario combatir–. Así resume Kosik al método marxista: Si la realidad es entendida como concreción, como un todo que posee su propia estructura (y, por tanto, no es algo caótico), que se desarrolla (y, por ende, no es algo inmutable y dado de una vez para siempre), que se va creando (y, en consecuencia, no es un todo perfectamente acabado y variable sólo en sus partes singulares o en su disposición), de tal concepción de la realidad se desprenden ciertas conclusiones metodológicas que se convierten en directriz heurística y principio epistemológico en el estudio, descripción, comprensión, ilustración y valoración de ciertos sectores tematizados de la realidad17.
El marxismo acepta la posibilidad de autocrítica radical: reconoce que el trabajo de conocimiento es una forma de apropiarse de la realidad pero que no es la realidad misma, que las formas de conocimiento son históricas y que toda teorización es ella misma parte de los elementos a analizar. Pero no por ello acepta el relativismo ni niega la posibilidad de un conocimiento científico –aunque asintótico– de la realidad, y por tanto una posible práctica basada en él. Se nutre de la posibilidad que Trotsky reconociera en Lenin, la de: ... imaginarse a los hombres, a las cosas y a los hechos tal como son en realidad, sin haberlos visto nunca. Saber utilizar todas las experiencias de vida y las bases teóricas, unir los pequeños rasgos distintivos, tomados al vuelo, completándolos según las leyes todavía no
formuladas de coincidencia y probabilidad, y de este modo hacer brotar, con todo su relieve concreto, un determinado sector de la vida humana18. 1. En El conocimiento en construcción, García define al realismo ingenuo como aquel que considera que “las cosas del mundo físico son como las percibimos a través de nuestros sentidos” (Barcelona, Gedisa, 2000, p. 208), en discusión contra el empirismo. A Engels se lo atribuye más bien como deuda con el idealismo: su ingenuidad devendría de sostener un método dialéctico derivado de una dialéctica en la naturaleza, proyectando procedimientos subjetivos a la realidad. Pero Engels en Dialéctica de la naturaleza critica explícitamente el apriorismo cuando, sosteniendo sí una cosmovisión materialista en polémica con el empirismo y el romanticismo a la vez, relaciona el desarrollo de un método con los descubrimientos que arrojaban las ciencias. Como en la crítica de Marx a Ricardo, empirismo e idealismo pueden conjugadamente arruinar una teoría, pero García no explica cuáles serían las diferencias entre Marx y Engels en este punto ni por qué Engels sería tan consciente de su “ingenuidad”. 2. Ibídem, p. 203. 3. Ver por ejemplo la entrevista en Herramienta 19, 2002. 4. Sacristán, “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Icaria, 1983. 5. Bs. As., Pueblos Unidos, 1985, p.12. 6. Tomo III, capítulo 48, México, Siglo XXI, 1981, p. 1041. 7. Bs. As., Herramienta, 2003, p. 331. Y podemos decir, trastocará también la noción “normal” de filosofía, como se plasma en las Tesis sobre Feuerbach. 8. México, Siglo XXI, 1997, p. 21/2. 9. Ibídem, p. 28. Lo mismo plantea en el epílogo a la segunda edición alemana de El capital cuando diferencia el método de investigación del de exposición. 10. Marx, El capital, ob. cit., p.19. 11. Algo parecido dirá Engels en Dialéctica de la naturaleza contra Hegel: “en las ciencias naturales teóricas no vale construir concatenaciones para imponérselas a los hechos, sino que hay que descubrirlas en éstos y, una vez descubiertas, y siempre y cuando que ello sea posible, demostrarlas sobre la experiencia” (p.27 de la versión digital en www.editorialagora.com.ar). 12. Dialéctica de lo concreto, México, Grijalbo, 1967, p.53. 13. García, El conocimiento..., ob. cit., p. 157. 14. Bensaïd, ob. cit., p. 342. 15. Entrevista en Herramienta, ob. cit. 16. De hecho pueden ser relativamente productivos en su diferencia, como es el caso de la propia “ciencia alemana” que según se describe en La ideología alemana, avanzó en el terreno filosófico justamente por las “ventajas del atraso” de la estructura socio-económica alemana. 17. Ob. cit., p.56. 18. Mi vida, Bs. As., CEIP-IPS, 2012, p. 358. En cuanto a la teoría del conocimiento, Lenin también aprovechó a Hegel para desarrollar sus planteos. Sin duda la teoría del reflejo defendida en Materialismo y impiriocriticismo no es la que sostenía Marx, algo que Lenin matizará en su posterior lectura de Hegel que García reivindica como un avance del constructivismo. Ver A. Díaz, “Lenin y la teoría marxista del conocimiento” (www.ips.org.ar).
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Laclau y el rechazo a la dialéctica Gastón Gutiérrez Comité de redacción.
Desde Hegemonía y estrategia socialista (coescrito con Chantall Mouffe) hay una presencia constante en la “deconstrucción” del marxismo de Ernesto Laclau: el rechazo a la dialéctica. En IdZ 9 Claudia Cinatti criticó cómo su teoría política cae en la vía muerta del elogio de la hegemonía burguesa1. La cuestión de la dialéctica remite a otra dimensión de su teoría, que no está disociada de sus propuestas políticas, pero que remite a un problema más amplio de la situación del marxismo. A propósito de la filosofía radical en Francia (como cifra de época) Isabelle Garo señaló que la “denuncia de la dialéctica y el antihegelianismo virulento” son los tópicos ideológicos comunes de un período signado por la restauración del poder capitalista2. Laclau es deudor de ese clima reaccionario, en el cual, como señaló Daniel Bensaïd: el “adiós a la revolución y la liquidación de la dialéctica fueron de la mano”3.
El discurso filosófico de Laclau La idea fuerza de Laclau era que una “positividad de lo social” impregnaba la teoría de Marx haciendo que los conceptos que dan cuenta del momento político (lucha, antagonismo y hegemonía) cayeran sumidos por una dialéctica objetivista de la economía y las clases sociales. Para Laclau: Existe una primera opción teórica donde estimo que encontramos la divisoria de aguas básica de la filosofía contemporánea: o la negatividad (una negatividad no dialéctica, por supuesto) es vista como constitutiva y fundacional, o bien es vista como efecto “superestructural” de un movimiento más profundo que se concibe en los términos de pura inmanencia. Si adoptamos el segundo enfoque, tendremos que concebir la historia y la sociedad como dominadas por la objetividad y la necesidad4.
En el segundo “enfoque”, de Spinoza, Hegel y Marx: “la negatividad es una mera apariencia y no hay lugar para una teoría del sujeto”, concluyendo que: la dialéctica es, desde este punto de vista, esencialmente objetivista y reduccionista dado que subsume cualquier momento negativo bajo un movimiento subyacente que lo explica y a la vez lo supera –“astucia de la razón de Hegel”5.
Ilustración: Anahí Rivera
Su tesis del rechazo a la dialéctica es un paso lógicamente previo para poder separarse radicalmente del legado marxista y, a su vez la piedra de toque para la constitución de otra teoría del antagonismo. Para que Heidegger, Lacan, Derrida, Wittgenstein, la lingüística, la retórica y varios etc. más, cumplieran un rol en el “discurso” de Laclau, éste debía encontrar una salida a la “crisis del marxismo”, que había sido proclamada a fines de los ‘70 por las figuras del “marxismo latino”: Louis Althusser y Lucio Colletti6. Siguiendo un procedimiento común de toda una generación desencantada, el “momento” antidialéctico de Laclau surgirá del seno de esta crisis.
Disociación de antagonismo y contradicción Laclau consideraba que en sus textos previos de los ‘60 y ‘70 había asimilado erróneamente el concepto de antagonismo al de contradicción (dialéctica), presentando el campo político como
un epifenómeno de la realidad de la economía y la sociedad. En su último libro, The rhetorical foundations of society, publica el ensayo “Antagonismo, subjetividad y política”, en el que critica la idea principal del Manifiesto Comunista: “la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, porque presupone la dialéctica, la cual fracasaría en captar la peculiaridad del antagonismo7. Despierto de su “sueño dogmático”, este rechazo será esencial en su deconstrucción del marxismo. Como él señala: quizás el argumento central de nuestro libro se vincula con la noción de antagonismo (…) en nuestra opinión, ni las oposiciones reales (la Realrepugnanz de Kant) ni la contradicción dialéctica pueden dar cuenta de la relación específica que denominamos “antagonismo social”. Nuestra tesis es que los antagonismos no son relaciones objetivas sino relaciones que revelan los
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“ Su tesis del rechazo a la dialéctica es un paso lógicamente previo para poder separarse radicalmente del legado marxista y, a su vez la piedra de toque para la constitución de otra teoría del antagonismo.
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límites de toda objetividad (…) por esto, no concebimos a lo político como una superestructura sino que le atribuimos el status de una ontología de lo social8.
Para conquistar semejante “status” para lo político (y lo discursivo) Laclau necesita disociar los conceptos de antagonismo y contradicción, y delimitar el primero de cualquier referencia objetiva. Allí es donde se juega el rechazo a la dialéctica. El camino que sigue Laclau para esto es analizar el debate filosófico en el marxismo de la escuela de Galvano Della Volpe, que enfrentándose al historicismo predominante en el comunismo italiano (y en la cultura nacional), y contra la consolidación del DIAMAT por parte del estalinismo, retornó al legado de Kant contra Hegel9. Su discusión filosófica central será una lectura de la distinción kantiana entre contradicción lógica y oposición real10. Cómo repone Laclau: Kant concluye que las contradicciones solo pueden tener lugar entre conceptos (o mejor dicho entre proposiciones) en tanto que entre los objetos realmente existentes solo pueden existir oposiciones reales11.
En el primer caso, la contradicción atiende a un problema del orden del concepto, “mientras que hay un segundo tipo de oposición que se vincula a los objetos reales: se trata de un tipo de oposición sin contradicción”12. En esta segunda oposición, entre los extremos opuestos reales no existe una vinculación según la cual uno sea la contradicción del otro. Son dos objetos entre los cuales no hay mediación posible, sino oposición-exclusión. Cada término opuesto tiene una positividad propia, identidades diferenciadas, que se oponen uno a otro. El argumento kantiano se opone a la dialéctica de Hegel, que venía a trastocar esto mediante una teoría de la contradicción dialéctica como operante efectivamente en la historia. Desde el punto de vista especulativo-hegeliano no hay ningún problema en hablar de contradicciones: una atracción recíproca entre dos contrarios reales es una relación de oposición-inclusión. Aquí cada término se define en función de la relación con el otro, estableciendo una interdependencia entre ambos, donde cumple un rol el lado “negativo” de la historia: hay conflicto, lucha y antagonismo. Siguiendo de cerca los desarrollos de Lucio Colletti, Laclau retomará que la dialéctica de Hegel y Marx están contaminadas con “transiciones lógicas espurias”, para señalar el fracaso de la idea de contradicción para pensar antagonismos sociales reales. El argumento de fondo de Colletti era la crítica de Trendelenburg a la dialéctica, quien había retomado el “realismo” de Aristóteles y los conceptos de Kant contra Hegel, y le criticaba que en el comienzo de la Lógica Hegel había propuesto derivar oposiciones reales por procedimientos lógicos, lo que era imposible a riesgo de “contrabandear” contenidos empíricos, introducidos “subrepticiamente”13. Como de una lógica pura no se puede derivar ninguna realidad, como es obvio, de algún
modo Hegel estaba trampeando su propio método mediante una “interpolación” de elementos lógicos y empíricos para componer su dialéctica. Para Colletti “al no ser en rigor ni negación lógica, ni oposición real, la dialéctica procede contaminando las dos”, en un “híbrido” entre el pensamiento y el ser. La extensión de la crítica de la “interpolación” era el fundamento para la postulación de un marxismo sin dialéctica. Pero mientras los enemigos de Della Volpe eran Hegel, Engels y el DIAMAT, pero no Marx; Colletti, luego de la muerte del maestro en 1968 y según él, releyendo a Marx para un estudio del concepto de crisis (en 1973-74), cayó en una “crisis total”, de la que culminó reconociendo que: Las contradicciones del capitalismo –desde la contradicción entre capital y trabajo asalariado a todas las demás– no son para Marx “oposiciones reales” (como pensábamos), esto es oposiciones objetivas pero “sin contradicción”; son contradicciones dialécticas en el pleno sentido de la palabra14.
Castrado de dialéctica, el marxismo de Colletti quedó atrapado en la estrechez de las oposiciones reales y lejos del materialismo de Marx. Para él las teorías del valor, del fetichismo y de la alienación, en realidad se vinculaban en un origen común viciado por el tratamiento dialéctico15. Se condujo así a un callejón sin salida; el marxismo debía aceptar su divorcio con la ciencia. Mientras él emprendía una separación teórica que iría in crescendo contra todas las tesis de Marx16.
Marx y la dialéctica Para Marx: “conceptuar no consiste, como dice Hegel, en reconocer en todas partes las determinaciones del concepto lógico, sino en captar la lógica peculiar del objeto peculiar”17. El “objeto peculiar” de Marx fueron las relaciones sociales capitalistas, de ahí que una dialéctica “puesta sobre sus pies” puede sortear el “dilema inevitable” en el que derivaba la dialéctica. Según Trendelenburg o era ...la pura negación lógica; pero entonces no puede producir algo determinado (…) O la negación es la oposición real y entonces no puede alcanzarse con el método lógico y la dialéctica no es dialéctica del pensamiento puro18.
El “dilema” de una “dialéctica del pensamiento puro” nunca fue un problema para el joven Marx. Materialista, no podía aceptar esta “interpolación” y aceptó la inviabilidad del “idealismo acrítico” de Hegel. En Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (1843), a través de las influencias de Spinoza y Feuerbach, señaló que Hegel “hipostasiaba” su lógica, haciendo de los conceptos verdaderos creadores de las relaciones históricas reales19. El Estado no podía existir sin la base de la familia y la sociedad civil, pero éstas eran “condición sine qua non” del primero, y no expresiones de éste. La “especulación” funcionaba invirtiéndolo todo, allí
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...sucede lo contrario: mientras que la idea es convertida en sujeto, los sujetos reales, la sociedad civil y la familia, se transforman aquí en momentos objetivos de la idea, en momentos irreales, alegóricos20.
Con esto Hegel construía no sólo una teoría idealista del Estado, sino que además caía en un “empirismo acrítico” de la realidad del mismo. Si el “fin inmanente” de la familia y la sociedad civil era culminar en la representación del Estado, la dialéctica de Hegel implicaba una visión “teleológica” de la historia. Del estudio de las condiciones económicas presentes en la “sociedad civil” Marx va a desplegar la crítica más radical que se conozca al Estado burgués y la “ilusión política” de la dominación de clase. Las escisiones entre “sociedad civil” y “sociedad política” ya no serán entre conceptos, sino entre intereses materiales yuxtapuestos. En los Manuscritos de 1844, o La ideología Alemana, el joven Marx tratará de dar cuenta de una historia abierta de la lucha entre las clases, donde las “contradicciones reales” entre ellas estarán liberadas de toda “mediación” idealista. En la apropiación más madura y profunda del método de Hegel que va a realizar en El Capital, los conceptos de contradicción, antagonismo o conflicto operan en el vocabulario de Marx, de modo intercambiable, como señalan Zeleny21 y Bensaïd22, con el objetivo bastante inequívoco de dar cuenta de la conflictualidad y la temporalidad propias de la dialéctica. Marx inicia su exposición con el análisis de la mercancía introduciéndose en el análisis de la relación social que contiene una contradicción entre valor y valor de uso (que provienen del doble carácter del trabajo –concreto y abstracto–: Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía, en mercancía y dinero, una antítesis externa en la que aquella representa su antítesis inmanente de valor de uso y valor. En esa antítesis las mercancías se contraponen como valores de uso al dinero como valor de cambio23.
Marx continúa: Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno no son autónomos, y no lo son porque se complementan uno al otro, se prolonga hasta cierto punto, la unidad interna se abre paso violentamente, se impone por medio de una crisis24.
En este “desdoblamiento” de antítesis internas y externas, no hay ninguna “interpolación” de elementos empíricos y lógicos, sino la aplicación de un método de la “determinación dialéctica”, que permite reponer la contradicción interna de una relación social específica, cuyo vínculo o “trabazón interna” posee un estatuto materialista. El Capital no es análisis de “cosas”, ni de “oposiciones reales”, menos aún trata de objetos teóricos “irreales”, sino que su “objeto” son las relaciones sociales cuya existencia opera “a espaldas de la conciencia de los hombres” (Marx). Aun
en este alto nivel de abstracción el objeto impone constantemente el conjunto de las determinaciones. Marx quiere conceptualizar una dialéctica concreta. Más aún, la salida del terreno metafísico es decisiva, Marx diferencia el orden de la contradicción conceptual de aquel en el cual la contradicción real “se abre paso violentamente” en las crisis (y se “exterioriza” en la lucha de clases). Esta primera “contradicción dialéctica” se restringe solamente a la posibilidad “teórica” de la crisis, que luego debe ser enriquecida en un análisis de la “totalidad” del modo de producción capitalista. Lucio Colletti, en un esfuerzo final por limitar estos desarrollos dialécticos, señaló que estas antítesis “inmanentes” dependían exclusivamente de la alienación en el mundo capitalista: Marx no hablaría de contradicciones en la “realidad”, sino de la representación de una “realidad volcada, invertida, cabeza abajo”. Pero el esfuerzo de rechazar así la dialéctica también es trunco, las teorías de la alienación y fetichismo en Marx se sostienen en el fundamento de que es en el propio proceso de producción e intercambio en el que se desarrollan contradicciones, como la de la producción social y la apropiación privada, que generan ese trastocamiento: la realidad invertida es precisamente un producto de la historia.
Un antagonismo posmoderno El recorrido antidialéctico de Colletti fundamenta el rechazo de Laclau a una dialéctica de la contradicción y el antagonismo. La ilusión de esta dialéctica habría impregnado las hipótesis de Marx con una tesis acerca de la homogeneización creciente del paisaje social, que habría sido refutada por la historia abriendo el campo para la emergencia de un plano contingente de la política25. A la pregunta de ¿qué es un antagonismo?, Laclau responde que “es la experiencia de los límites de cualquier objetividad posible, la vía en la cual cualquier objetividad revela el carácter parcial y arbitrario de su propia objetivación”26. Esta experiencia se juega en un campo discursivo, en el cual lo político constituye lo social, basado en la disociación del antagonismo de cualquier referente. De ahí que Laclau se oponga a una historia de la lucha de clases, sosteniendo que ahí se anuda una ambigüedad, porque si es “lucha” no puede ser de “clase”, ahí dos perspectivas opuestas se oponen, o hay necesidad o hay contingencia. Esto tiene implicancias políticas decisivas. Basta solo un ejemplo: para Laclau, en la relación capital-trabajo, por cierto la relación social más extendida del planeta, no existe contrariedad alguna, y en el libre intercambio salario-capital tampoco existe ningún antagonismo. El conflicto no surge del interior de las relaciones de producción, sino de una relación entre fuerzas enemigas en una pugna de identidades. Mejor dicho en un proceso de identificación constante que choca con una “objetividad fallida”. En un mundo de identidades fragmentadas, sin referencias de clase, en que habría una proliferación de puntos de antagonismo, la heterogeneidad posmoderna viene a develar el carácter imposible de la objetividad social. No es accidental que Laclau sostenga que el sujeto
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político es un “pueblo” que no puede ser definido previamente con ningún contenido social previo. Contrariamente a este “populismo posmoderno”, amoldado a un período de restauración del poder capitalista, que presupone la ausencia de crisis capitalistas y el mantenimiento de la hegemonía de una política “sin clase”, la perspectiva dialéctica de Marx permite considerar los cambios objetivos y la situación subjetiva de la clase trabajadora. Es momento de pasar del rechazo al retorno de esta dialéctica para comprender el terreno convulsivo de la crisis capitalista, en el que emergen las contradicciones y los antagonismos que permiten intervenir en esta historia abierta de la lucha de clases. 1. “Ernesto Laclau y el elogio de la hegemonía burguesa”, IdZ 9. 2. “La política en la filosofía. Foucault, Deleuze, Althusser & Marx”, IdZ 5. 3. D. Bensaïd, “Dialectique et révolution”, en www. danielbensaid.org. 4. E. Laclau, “Atisbando el futuro”, en Simon Critchley y Olivier Marchart (comp.), Laclau, aproximaciones críticas a su obra, Buenos Aires, FCE, 2008. 5. Ídem. 6. Ver P. Anderson, Tras las huellas del materialismo histórico. 7. Debates y Combates 3, Buenos Aires, FCE, juniojulio 2012. 8. Prefacio a la 2da edición en español de Hegemonía y estrategia socialista, Buenos Aires, FCE, 2004. 9.En Marxism and totality, Martin Jay ofrece una reconstrucción de la biografía intelectual de Della Volpe y Lucio Colletti. 10. Kant la desarrolla en ensayos precríticos y la mantiene en notas de La crítica de la razón pura. 11. E. Laclau, “Antagonismo...”, ob. cit., p.11. 12. Ibídem, p. 13. 13. L. Colletti “Contradicción lógica y no-contradicción”, en La superación de la ideología, Madrid, Cátedra, 1982. 14. P. Andeson, “Una entrevista político-filosófica con Lucio Colletti” (1974), en Cuadernos Políticos 4, México DF, Era, 1975; y L. Colletti, “Marxismo y dialéctica” (1975), en La cuestión de Stalin, Barcelona, Anagrama, 1977. 15. L. Colletti, “Marxismo y dialéctica”, ob. cit. 16. Para “salvar” el marxismo Colletti intentó por un tiempo dividir a Marx en dos: uno científico y uno crítico-dialéctico, pero pronto abandonó la empresa y se pasó al liberalismo. 17. K. Marx, Crítica de la filosofía del Estado de Hegel. 18. Citado por Colletti en “Contradicción lógica...”, ob. cit., p. 107. 19. Acerca de las influencias combinadas que conforman las partes “integrantes” de la filosofía de Marx, ver Marx Intempestivo de Daniel Bensaïd y Cuaderno Spinoza de Marx. 20. K. Marx, Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, Buenos Aires, Claridad, 1968. 21. J. Zeleny, La estructura lógica de El Capital de Marx, Barcelona, Grijalbo, 1974. 22. D. Bensaïd, Marx Intempestivo, Buenos Aires, Herramienta, 2003. 23. K. Marx, El Capital, Tomo I, Vol. I, p.128. Colletti destaca las frases marcadas en su lectura. 24. K. Marx, El Capital, Tomo I, Vol. I, p.138. 25. C. Cinatti, “La impostura posmarxista”, Estrategia Internacional 20. 26. Ídem.
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Marx ha vuelto, esto recién comienza…
Fotografías: Enfoque Rojo
Violeta BruCk y Javier Gabino Documentalistas, TVPTS Ya están online los cuatro capítulos iniciales de la miniserie de ficción Marx ha vuelto, basada en el Manifiesto Comunista. Estrenados todos los jueves de mayo con miles de seguidores, con la publicación del último capítulo de la serie no terminó, en realidad recién comienza a emitirse “on demand” para todos los que quieran verla, compartirla y difundirla, esa es la lógica de internet. Los cuatro episodios pueden encontrarse en: www.contraimagen.org.ar y estamos agrupando ahí también todo lo que genera su lanzamiento: tweets, opiniones, notas en TV, radio, prensa, blogs y comentarios. La centralización en ese sitio es una ayuda al navegante, aunque sabemos que la clave en la viralización lograda por Marx ha vuelto es justamente la descentralización de su difusión, adoptada por miles de internautas individuales y colectivos, en especial vía redes sociales como Facebook y Twitter.
Con los capítulos en Youtube, Vimeo y distintos sitios de descarga, como también por medio de telefonía móvil, los visitantes acceden desde diversos puntos geográficos, con gran caudal de entradas en Latinoamérica. Particularmente en México, Chile y Perú se generó mucho intercambio, además de Argentina. En el Estado Español se inició la difusión, mientras que con el subtitulado al inglés, francés y alemán, aspiramos llegar a otros países. A su vez, con la repercusión en TV, radio y prensa escrita de Argentina, se multiplican las vistas. La propuesta del Instituto del Pensamiento Socialista y el PTS en el Frente de Izquierda, de popularizar ideas marxistas por medios audiovisuales y redes, está cumpliendo una muy buena primer etapa. Marx ha vuelto recién comienza, también porque ya está en rodaje un nuevo capítulo de la miniserie. La idea surgió rápidamente ante el
entusiasmo generado por la iniciativa, y también por una reflexión propia del colectivo político que lo impulsa. Los cuatro episodios actuales abordan la aguda crítica a la sociedad capitalista que sigue vigente desde la letra del Manifiesto Comunista, la perspectiva de la revolución social y el poder de los trabajadores que de ella se desprende. Pero lo que vemos necesario es intentar abordar de lleno “el Comunismo” por el que luchamos. Es decir, pasar de los “por qué” y los “cómo”, que enmarcan esta primera entrega, a encarar el desafío de los “para qué”. ¿Qué es el Comunismo? ¿Se trata simplemente de una idea, o es, como decían Marx y Engels un movimiento real cuyas bases se desarrollan “ante nuestros ojos”? Ese será el desafío del nuevo (o nuevos) episodios. Entre los mensajes en las redes algunos señalaron que para ellos Marx ha vuelto resultaba un “producto difícil de clasificar”, en tanto sería
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expresión también de los cambios en la formas de comunicación política, más aún encarados por la izquierda revolucionaria. Un diario tituló “Mensaje político y puentes del arte con la web”1. Lo cierto es que la realización de un material audiovisual de estas características llevó y lleva a todo el colectivo de TVPTS y Contraimagen a reflexionar, entre otras cosas, sobre experiencias de la historia que se propusieron desafíos similares.
Las reflexiones de Gleyzer, Sanjines y Einsestein El problema de las relaciones entre forma y contenido para lograr comunicar ideas revolucionarias es parte de una problemática que recorre todas las experiencias de colectivos culturales y audiovisuales que se lo propusieron a lo largo de la historia. Encarar el problema de la distribución de ese contenido audiovisual está directamente relacionado. No puede ser de otra manera en vistas de la evidencia de que el lenguaje audiovisual dominante, las formas y los gustos, son en gran medida moldeados por la industria cultural; al igual que los canales de distribución permanecen en manos privadas y concentradas. Durante los años ’70, en Europa estas reflexiones fueron centrales, en Latinoamérica se encararon con una enorme impronta antiimperialista y tercermundista moldeada por el guevarismo. Procesos revolucionarios como en Chile, Bolivia y Argentina, y la Revolución cubana ponían al orden del día la discusión como problema práctico. Encarar con profundidad estos temas excede el límite de este artículo, pero traer fragmentos de ellos al presente tiene un valor enorme para pensar nuestros propios desafíos. En los años ‘70, Raymundo Gleyzer, militante del PRT, cineasta miembro del grupo Cine de la Base reflexionaba acerca de los distintos géneros y formatos posibles de utilizar para llevar las ideas de su organización política y el clasismo al movimiento obrero en Argentina. Este proyecto culminó en la película Los traidores que siempre es un punto de referencia para los colectivos militantes. Como parte del plan de Los traidores, el grupo se propuso realizar una fotonovela del mismo nombre, un género popular en ese momento, encarando el problema desde una perspectiva instrumental. Gleyzer cuenta que la idea era que constara de: ...50 fotos que sintetizan las distintas partes del film, con textos ad-hoc y todo (...) pensamos venderlo –por medio de los militantes de la corriente clasista– y a un precio insignificante. ¿Por qué hacemos esto? (...) la fotonovela, pensamos que lo que hasta hoy ha sido instrumento de dominación de la burguesía puede ser utilizado por el pueblo para liberarse. Basta hacer un recorrido por los barrios populares para observar la eficacia de un instrumento así. ¿Cuántas mujeres vemos en sus casas leyendo fotonovelas? ¿Cuántos obreros las leen camino al trabajo? Pues bien que lean Los traidores, que como cuesta barato y es una historia amena y bien contada, se transforma en un modo para hacer entrar en la vida cotidiana la ideología en juego2.
Desde otro ángulo, el cineasta Jorge Sanjinés y el grupo Ukamau de Bolivia, intentaron su “teoría y práctica de un Cine junto al pueblo”3. Sus reflexiones toman un camino distinto, insistente en plantear que la forma y el contenido deberían ir perfectamente relacionadas. En cuanto a “la comunicación”, explícitamente plantean que “la forma adecuada al contenido revolucionario que debe difundirse, no puede concentrarse en los modelos formales que sirven a la comunicación de otros contenidos”, atacando especialmente todo el lenguaje de la publicidad e intentando en todo momento traer “la reflexión” en “el espectador”. Pero una de las aristas más interesantes de sus ideas son las que tratan las relaciones entre formas creativas y eficacia en la transmisión de las ideas. Para Sanjines: “el cine revolucionario” debería buscar la belleza no como objetivo sino como medio”. Lo que implicaría una “relación dialéctica entre belleza y propósitos, que para producir la obra eficaz debe darse correctamente. Si esa interrelación está ausente tendríamos, por ejemplo, el panfleto, que bien puede ser perfecto en su proclama pero que es esquemático y grosero en su forma”. Lo cual traería una terrible consecuencia pues, “la carencia de una forma creativa coherente reduce su eficacia, aniquila la dinámica ideológica del contenido y sólo nos enseña los contornos y la superficialidad sin entregarnos ninguna esencia”. En otras palabras, sin
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formas creativas no hay comunicación, ni transmisión de ideas a nivel de masas, las cuales solo pueden ser llevadas por el audiovisual en su propia lengua: “por vías de la expresión sensible”. En el texto donde Sanjinés aborda estos temas hace un recorrido por el cine revolucionario, remontándose incluso a la Revolución rusa y Einsenstein, el cineasta soviético que tuvo una práctica y teoría muy profunda del medio audiovisual al que dejó su impronta. Aunque no es lo que señala de él, Einsenstein había encarado un ángulo parecido desde una perspectiva artística. En relación a transmitir una idea, atacó inicialmente el encadenamiento fluido en un film, como si fueran “ladrillos arreglados en serie para exponer una idea”. A lo que confrontaba su punto de vista sobre el montaje como “un choque de dos factores dados” del cual “surge un concepto”. Más adelante, diría que toda película estaba basada en una unidad dual (dialéctica), entre un factor altamente consciente y otro profundamente sensible, que debían crear una constante “tensión”, y las cuales no pueden separarse sin que todo se malogre. Por lo cual: ...un sesgo hacia el lado temático-lógico la hace seca, lógica, didáctica. Pero una sobreacentuación en el lado de las formas de pensamiento sensible sin tomar lo suficientemente en cuenta la tendencia temático-lógica, es igualmente fatal...4 »
FICCIóN y rEALIdAd EN uNA ProduCCIóN CoLECTIVA Marx ha vuelto está ambientada en la Argentina actual, que al igual que otros países es golpeada por la crisis económica. Los trabajadores de una fábrica gráfica sufren suspensiones y despidos; y un grupo de ellos se organiza para luchar mientras son dejados de lado por la burocracia sindical. Al mismo tiempo, Martín se encuentra leyendo el Manifiesto Comunista (se lo pasa una militante en la fábrica) y termina por encontrarse con Karl Marx, sin quedar en claro si eso es sueño o realidad. A lo largo de los cuatro capítulos, en los cuales se van sumando personajes y giros, Karl Marx irrumpe con sus ideas revolucionarias sobre las clases sociales, las crisis capitalistas, el Estado y el poder de los trabajadores. Cualquier semejanza con la realidad (no) es pura coincidencia. La realización integral es un trabajo colectivo del Instituto del Pensamiento Socialista y Contraimagen TVPTS, que incluye protagonistas reales de la lucha de clases en Argentina, a su vez reflejados en la ficción. Los capítulos, antes de su estreno, cumplieron una primera etapa, como material especial utilizado en los cursos sobre el Manifiesto Comunista que impulsó
el IPS entre febrero y marzo en Argentina. Trabajadores y estudiantes que por primera vez se acercan a la militancia en la izquierda, pudieron participar de una nueva propuesta de formación ideológica que incorporó la ficción audiovisual. El montaje final aprendió de estos cursos y los ajustes surgieron de esta experiencia. En dos meses de intenso trabajo se guionaron, rodaron y editaron los capítulos. El actor Carlos Weber, interpreta a Karl Marx en esta miniserie. Weber y Liliana Andrade vienen trabajando durante años el personaje, para la versión argentina de la gran obra de Teatro Marx en el Soho del historiador Howard Zinn, que durante 2013 tuvo gran éxito de público. Junto a él trabajó un grupo de jóvenes actores de importante trayectoria en el teatro independiente nacional como Martín Scarfi, Laura Espinola e Hilda Frisari, junto a militantes de izquierda, en la construcción de las tomas. No es forzado pensar que realidad y ficción (que incluye el desenlace del capítulo 4 de la serie) se documentan en Marx ha vuelto, el resultado final habla de la realidad social y política Argentina, tanto como se propone ser una herramienta para intervenir en ella.
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CULTURA Audiovisual Es muy interesante traer estas reflexiones, acordemos o no con ellas, porque sirven como disparadores para plantear un debate que consideramos hoy necesario, si de lo que se trata es de aportar ahora desde la acción cultural a construir un partido revolucionario. En un artículo de Ideas de Izquierda 1 nos acercábamos a las nuevas prácticas de la realización audiovisual en el norte de África y Europa tras la “Primavera Árabe” y la crisis capitalista5. En él, tras un recorrido por las nuevas experiencias, planteábamos que ante la mezcolanza de productos y canales de difusión, había que hablar genéricamente de “audiovisual” como el lenguaje hegemónico en la actual cultura de masas. Lo que incluso debe llevar a repensar las formas tradicionales e institucionalizadas del cine. A su vez, afirmábamos que “el ámbito de ‘la comunicación’ con las nuevas posibilidades tecnológicas se expandió para convertirse por esa razón en un vehículo de expresión sensible”, que apunta a descubrir otros caminos. En Contraimagen TVPTS tenemos un seguimiento de esas experiencias ligadas a la lucha de clases, las cuales tuvimos en cuenta para pensar la realización de Marx ha vuelto. El objetivo de los materiales fue inicialmente didáctico, para ser utilizado como disparador en cursos sobre el Manifiesto Comunista para trabajadores y jóvenes. Pero la didáctica fue encarada a partir del cruce de tres líneas en el guión: una historia actual de trabajadores; una línea del personaje de Karl Marx y una línea de montaje de archivo histórico y actual. La primera línea buscar generar empatía con personajes de la actualidad, trabajadores jóvenes que sufren el ataque del capital en situaciones cotidianas; la aparición de Marx como sueño o imaginación en cuya voz se plantean fragmentos del Manifiesto, permitirían “explicar” de alguna manera estas situaciones. Mientras que la tercera línea con montaje de archivo, retazos de películas y videos bajados de la red, viene en ayuda para intentar acortar la distancia entre la realidad actual sin revolución y la letra del Manifiesto como proclama revolucionaria. La propuesta de “miniserie”, tras su utilización inicial en los cursos, busca confluir con la explosión de este género popular en la actualidad. El resultado final es una miniserie web con un tratamiento formal que explora el lenguaje de internet, por la multiplicidad de recursos, y un montaje veloz con elipsis marcadas, sin necesidad de “contar todo”, con una duración de 13 minutos cada uno para que la historia se complete por la interactividad de los internautas. A la difusión que está en marcha a partir de que miles de personas la tomen en sus manos, la miren, compartan y difundan por redes sociales (Argentina va a la cabeza del uso de Facebook por ejemplo), se suma la difusión por celulares. Vía Whatsapp se envían los capítulos y los spot de publicidad de la miniserie, en una práctica difícil de cuantificar. “Dos compañeros de mi sector me decían que está muy bien hecho. Otro se lo puso a ver piloteando la máquina… Cuando estábamos por terminar el turno ya eran cuatro mirándolo por el celular”. “Los muchachos están como locos, quieren
más… Están esperando la tercera parte y dicen que refleja mucho la realidad que vivimos”. Estos y muchos más comentarios, se empiezan a escuchar por distintos lugares de trabajo. Esto evidencia que logramos cierta comunicación, y que lejos de la lógica unidireccional, las tecnologías interactivas permiten una nueva práctica de la cual echar mano. Aunque no está de más señalar que estamos muy lejos de abrazar una “distribución alternativa” por convicción, al contrario nos vemos obligados a ella por el régimen de propiedad privada imperante que niega a los trabajadores, la izquierda e incluso a cualquier progresista consecuente el acceso a “la masividad” de los grandes medios de comunicación.
Si nunca se fue... Muchos comentarios en las redes señalaron sobre el nombre de la serie, que “Marx nunca se fue...”. Como se señaló ya muchas veces, Marx es el único pensador al que se le decreta la muerte, algo que no se hace con ningún otro, mostrando así por contraposición la vitalidad de sus ideas. Pero venimos de décadas donde el retroceso en la lucha de clases y el avance “neoliberal” había impuesto un triunfalismo capitalista respecto a su dominación, triunfalismo que entró en crisis con la crisis del propio sistema capitalista. Por eso Marx vuelve y esto recién comienza, porque las ideas marxistas pueden volverse fuerza material en la clase trabajadora, los sectores populares y todos los movimientos de los oprimidos. Esa apuesta no es solo teórica sino práctica. El peso conquistado por la izquierda trotskista en Argentina, y el lugar destacado del PTS en el movimiento obrero en particular, nos empujan a seguir pensando y renovando las posibilidades de una producción audiovisual que aporte lo suyo en la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.
1. Diario Tiempo Argentino, 28/05/14. Entrevista a Carlos Weber: “Es bueno que Marx esté entre nosotros”. “Una miniserie de Internet producida por el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Mensaje político y puentes del arte con la Web”. 2. Raymundo Gleyzer, documentos/testimonios (Cinelibros). “Presentación y autocrítica en forma de diálogo con Tomás Gutiérrez Alea” apartado 3 “Métodos de trabajo (Los traidores)”. Según nos cuenta Juana Sapire, miembro del colectivo, el proyecto de la fotonovela quedó trunco pero se había iniciado. 3. Las citas son del libro Jorge Sanjinés y grupo Ukamau, teoría y práctica de un cine junto al pueblo (Siglo XXI). Apartado “Elementos para una teoría y práctica del Cine revolucionario”. 4. Sergei Einsestein, apartado “La forma fílmica, nuevos problemas”, La forma del cine (Siglo XXI). 5. “Primer corte en la línea de tiempo. Realización audiovisual en la crisis capitalista”, julio 2013.
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EN LA SELVA, de Néstor Kohan
Bs. As., Yulca / Amauta Insurgente / La Llamarada, 2013.
Daniel Lencina
En una edición argentina aparece la publicación de En la selva, de Néstor Kohan; contiene los escritos desconocidos del Che Guevara en Bolivia y propone una mirada militante, lejos de la mercantilización inofensiva del revolucionario cubano-argentino. El origen de los textos data de la investigación que realizara Tristán Bauer, el director del film Che. Un hombre nuevo, que como se puede ver en el documental, logra fotografiar los escritos inéditos del Che cuando fue capturado por las FF. AA. bolivianas de la mano de los Rangers y la CIA. Como denuncia Kohan, la mochila completa del Che fue tomada como botín de guerra (al igual que la dictadura militar argentina hiciera con los escritos de Rodolfo Walsh, también hasta hoy desconocidos). Los cuadernos están encarpetados bajo el título “FF. AA. Guerrillas-1967 Vol. I”, e identificados por sus respectivos colores: Verde, Rojo y Rosado (vale decir que el gobierno de Evo Morales, hasta el día de hoy, los deja en poder de las mismas FF. AA., conservando intacto el aparato represivo del Estado burgués). Si El diario del Che en Bolivia ya era un clásico que venía a testimoniar los últimos momentos del Che en la selva (literalmente), esta nueva publicación viene a ampliar lo que ya conocíamos. Y que abre nuevos aspectos para la reflexión y el debate. En plena campaña militar, el Che se proponía llevar a cabo un plan de estudio que abarcaba autores tan diversos que van desde el poeta Rubén Darío; el sociólogo norteamericano C. Wright Mills; el húngaro Gyorg Luckács, de quién se propone iniciar un estudio de la dialéctica de Hegel; y Fidel Castro. También lee a los profesores “oficiales” de la URSS, Rosental y Straks; el historiador boliviano Jorge Ovando Sanz; de Friedrich Engels estudia La dialéctica de la naturaleza, y con respecto a la cita que habla sobre la miseria creciente de las masas el Che anota: “Nadie mejor que Engels para
interpretar cabalmente la esencia del pensamiento marxista, y aquí se pronuncia claramente por la tesis de una pauperización real, no metafórica ni relativa”. Finalmente el Che estudia y extracta, en condiciones más que hostiles, la Historia de la Revolución rusa de Trotsky y concluye: “Es un libro apasionante pero del cual no se puede hacer una crítica pues está de por medio la calidad de actor que tiene el historiador. De todas maneras, arroja luz sobre toda una serie de hechos de la gran revolución que estaban enmascarados por el mito […] En resumen si hacemos abstracción de la personalidad del autor y nos remitimos al libro, este debe considerarse una fuente de primer orden para el estudio de la Revolución rusa”. Leer los cuadernos del Che, las opiniones inconclusas y sus afirmaciones polémicas, de las que se pueden extraer apreciaciones de un pensamiento en desarrollo, dialéctico, constituye no solo una novedad política para los que luchamos por el socialismo, sino que contribuye a poner en el centro del debate qué estrategia y qué revolución son necesarias para terminar con la explotación del hombre por el hombre. Por su parte, en un estudio detallado de todo lo que el Che anotaba en sus cuadernos, Néstor Kohan propone, entre otras cuestiones, una serie convergencias y divergencias entre Guevara y Trotsky que, si bien es interesante, realiza una crítica insostenible a la Teoría de la Revolución Permanente. Lo que critica es “cierta centralidad otorgada por Trotsky […] a la revolución europea, entendida como eje articulador, sostén principal y núcleo privilegiado de la revolución mundial. Esa confianza desmedida de Trotsky en el proletariado urbano, industrial y fabril de las grandes metrópolis más desarrolladas del capitalismo occidental es matizada notablemente por el Che” (los destacados son del autor). Al contrario de lo que sostiene Kohan, la teoría de Trotsky sobre la mecánica de la revolución proletaria en la época imperialista señala que se trata de un proceso internacional que ocurre en una economía mundial cada vez más interdependiente. Trotsky se funda en la ley del desarrollo desigual y combinado y evita una lectura mecánica y objetivista del desarrollo de las fuerzas productivas escindida de la lucha de clases. El desarrollo desigual y combinado de las formaciones económico sociales en este período histórico, en el que las premisas para la revolución proletaria están creadas en la economía mundial capitalista considerada como un todo,
convierte a países atrasados, como había sido la propia Rusia zarista (a partir de la cual Trotsky comienza a elaborar su teoría, que luego extiende y generaliza), China y otras colonias y semicolonias, en eslabones débiles del orden imperialista. El proletariado, aunque numéricamente débil en relación con otras clases sociales, puede entonces jugar en estos países donde el desarrollo capitalista es incipiente un rol dirigente en los procesos revolucionarios. E iniciar así una transformación socialista, aunque no puede completarse sin que lleguen en su ayuda los batallones de las clases trabajadoras de los países más desarrollados, expropiando también allí a la burguesía. La revolución es entendida como un proceso unificado. Este es el sentido profundo de un internacionalismo proletario orgánico. Como puede verse en ¿A dónde va Inglaterra?, Trotsky plantea las tareas del proletariado en caso de revolución socialista triunfante con respecto a las colonias, esto es: ayudar al proletariado de la India a hacer su propia revolución y a establecer relaciones iguales, libres y fraternales, siguiendo a Marx cuando sostenía que “ningún pueblo que oprime a otro jamás será verdaderamente libre”. Sin dejar de prestar atención a los procesos revolucionarios de todo el mundo –y de hecho interesándose mucho por las cuestiones teórico-políticas que suscitaban los procesos en América Latina durante su exilio en México, como ilustran los textos que el CEIP León Trotsky compiló en Escritos latinoamericanos– su atención a Europa se debió a la importancia para el proletariado mundial de apropiarse de algunos de los mayores desarrollos de la burguesía para edificar una sociedad superior, y en que allí se enfrentaron como en ningún otro lado revolución y contrarrevolución durante los años ‘20 y ‘30. Como vemos, lejos del “eurocentrismo”. ¿Qué opinión hubiera tenido el Che acerca de los escritos latinoamericanos de Trotsky? Nunca lo sabremos. Aunque da la sensación de que estaba reevaluando aspectos de su concepción, no necesariamente estaba haciendo una crítica de conjunto a toda la orientación estratégica que desarrollo durante sus años de intensa actividad. A pesar del énfasis en aclarar que “el Che jamás se define como trotskista”, aclaración que el propio Che Guevara se encarga de dejar en claro, y de que En la selva no contiene una sola crítica a Fidel Castro, propone un debate de estrategias que en tiempos de crisis mundial del capitalismo se vuelve esencial.
UN FANTASMA RECORRE LAS REDES…
Cap. 1 [Burgueses y proletarios]
Cap. 2 [El mercado y las crisis]
Cap. 3 [Estado y revolución]
Cap. 4 [La lucha por el poder de los trabajadores]
Marx ha vuelto está ambientada en la Argentina actual, que al igual que otros países sufre los embates de la crisis económica. Los trabajadores de una fábrica gráfica sufren suspensiones y despidos; un grupo de ellos se organiza para luchar mientras son dejados de lado por los dirigentes sindicales. Al mismo tiempo, Martín, protagonista de esta historia, se encuentra leyendo el Manifiesto Comunista, y termina por encontrarse con Karl Marx, sin quedar en claro si es sueño o realidad. A lo largo de cuatro capítulos Marx irrumpe en la historia con sus ideas revolucionarias sobre las clases sociales, las crisis, el Estado y el comunismo. MIRALA, COMPARTILA, DIFUNDILA… EN CONTRAIMAGEN.ORG.AR