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11 JULIO 2014
Buitres son todos
pAGARÁS y te sacarán los ojos DOSSIER
5 años de una tramposa Ley de Medios
LA IZQUIERDA Y EL SINDICALISMO COMBATIVO Diálogo con dirigentes obreros de Zona Norte: Lorena Gentile, Roberto Amador y Leo Norniella
JUICIOS POR JURADO: ¿PARTICIPACIÓN POPULAR? Escriben Myriam Bregman e Ivana Dal Bianco
MOVIMIENTO LGTB: ¿ADIÓS A LA REVOLUCIÓN SEXUAL? Escriben Andrea D’Atri y Celeste Murillo
precio $25
ideas izquierda Revista de Política y Cultura
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IDEAS DE IZQUIERDA
SUMARIO 3 PRESENTACIÓN 4 PAGARÁS Y TE SACARÁN LOS OJOS Esteban Mercatante y Pablo Anino UNA POLÍTICA PARA QUE EL PUEBLO DECIDA Entrevista a Nicolás del Caño
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LAS VAQUITAS SON AJENAS Diálogo con Lorena Gentile, Roberto Amador y Leonardo Norniella
12 ¿PARTICIPACIÓN POPULAR O LEGITIMACIÓN DEL SISTEMA? Myriam Bregman e Ivana Dal Bianco
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DOSSIER
STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Azul Picón. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Diego Martínez, Agustín Lecchi, Nicolás del Caño, Myriam Bregman, Ivana Dal Bianco, Pablo Anino, Lorena Gentile, Roberto Amador, Leonardo Norniella, Martín Espinoza, Daniel Satur, Josefina Martínez, Andrea D’Atri, Eduardo Castilla, Pablo Oprinari, Violeta Bruck, Laura Vilches, Joaquín Ramírez, Franco Casarola, Sebastián Quijano, Cecilia Sarmiento, Reneé Osorio, Danilo Martínez, Alejandro Silva, E. Ortega, Juan Rovere, Hernán Carbia, Hernán Flores, Ana Méndez, Sofía Achigar.
CINCO AÑOS DE UNA TRAMPOSA LEY DE MEDIOS Martín Espinoza y Daniel Satur
EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo.
LA PRECARIZACIÓN QUE NUNCA SERÁ NOTICIA Diego Martínez
PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda
LA “TV PÚBLICA” Y LA LUCHA POR LOS CONTENIDOS Entrevista a Agustín Lecchi
Ilustración de tapa: Natalia Rizzo LOS DUEÑOS DE LA ARGENTINA MEDIÁTICA Daniel Satur
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DE LA “ILUSIÓN SOCIAL” A LA “ILUSIÓN POLÍTICA” Josefina Martínez
24 LENIN, EL PARTIDO Y OTROS DEMONIOS
www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto - www.distriloberto.com.ar Sin Fin - distribuidorasinfin@gmail.com
Fernando Aiziczon y Eduardo Castilla
27 ¿ADIÓS A LA REVOLUCIÓN SEXUAL? Andrea D’Atri y Celeste Murillo
30 LA LÓGICA TURBULENTA DEL CAPITAL Esteban Mercatante
33 TROTSKY, GRAMSCI Y EL ESTADO EN “OCCIDENTE” Fernando Rosso y Juan Dal Maso
36 JOSÉ REVUELTAS, UN INTELECTUAL INCÓMODO Pablo Oprinari
39 ¿QUÉ QUEDA DE NUESTROS AMORES MARCUSIANOS? Emmanuel Barot
42 UN MAL CALDO DE CULTIVO Ariane Díaz
45 RESEÑA DE ESTADOS GENERALES DEL TERCER CINE, CUADERNO 3 DE ReHime Violeta Bruck
46 RESEÑA DE LAS EXTRANJERAS, DE SERGIO OLGUÍN Celeste Murillo
47 RESEÑA DE CHICAS MUERTAS, DE SELVA ALMADA Laura Vilches
ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.
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Presentación El año que hemos recorrido desde la salida a los kioscos del primer número de esta revista no hizo más que confirmar la decadencia del “relato” kirchnerista, que ha justificado cada uno de los giros a derecha del gobierno de Cristina Fernández, acompañada de una oposición patronal que cuestiona al gobierno y pretende sucederlo, pero suscribe ese rumbo. Esta constante ha marcado gran parte de los debates entre la izquierda, la juventud y sectores de trabajadores en los que nos proponíamos intervenir con Ideas de Izquierda. Desde los dossiers de cada número intentamos aportar fundamentos para una crítica filosa de diversos problemas que cruzan la sociedad actual, abordando temas como la crisis económica, la expulsión de los pobres de las grandes ciudades o la mercantilización de la sexualidad; y grandes problemas estructurales de nuestro país, que se mantienen vigentes durante la “década ganada”, como la estructura del campo, el persistente saqueo de los recursos energéticos, la precarización laboral, la educación pública, el transporte, la situación de los pueblos originarios, de los inmigrantes, entre otros. También se han desarrollado, en varios sentidos, las tendencias que veíamos surgir en la escena internacional: la movilización de la juventud, la profundización de la crisis capitalista y la respuesta incipiente de la clase trabajadora. Ejemplo de esto ha sido el desarrollo y extensión del movimiento nacido en junio en Brasil, que contagió al movimiento obrero y amenazó con empantanar el Mundial de Fútbol. Y la crisis española, donde en medio de la polarización vuelve a crecer la izquierda, al tiempo que son revisitados los debates que han atravesado a la extrema izquierda europea. En todo el mundo, los sucesivos capítulos de la bancarrota capitalista aceleran fenómenos de lucha entre los estratos más bajos y revitalizan así la entrada en escena de la clase obrera. Distintos aspectos y geografías de estos procesos han recorrido nuestras páginas. En nuestro país, la crisis se ha colado en sectores clave de la industria como las autopartes y automotrices. El accionar de la burocracia sindical solo confirma las denuncias del sindicalismo combativo, que gana terreno en las fábricas. Haciéndonos eco de este proceso sindical y político intentamos reflexionar acerca de la relación entre la burocracia sindical, la clase obrera y la crisis del peronismo con su base social histórica. Parte de estas reflexiones fueron los diálogos y debates que compartimos con Juan Carlos Torre, Daniel James y otros historiadores e investigadores que han aportado a estas discusiones elementos históricos y de actualidad. En estas páginas analizamos el desarrollo político del FIT en el terreno electoral, y en especial en la proyección de las propuestas de la izquierda en sectores obreros y populares más amplios; también en estas páginas los diputados Nicolás
del Caño y Christian Castillo han dado cuenta de los posicionamientos políticos del PTS en el Frente de Izquierda ante los principales problemas de la realidad nacional, y reflexiones acerca de los desafíos militantes en el fin de ciclo del kirchnerismo. Como decíamos en el primer número, en un país que desborda de relatos y contrarrelatos que comparten un mismo “núcleo duro” en la política real, se hacen urgentes y necesarias Ideas de Izquierda. En nuestras nutridas secciones “Ideas & Debates” y “Cultura” hemos abordado otros debates que surgieron en este escenario de fin de ciclo kirchnerista: como la reforma del Código Penal, donde discutimos durante varios números con el reconocido jurista Roberto Gargarella sobre derecho y marxismo, los DDHH, los posicionamientos políticos de la
intelectualidad local, los debates centrales entre marxismo y feminismo, las polémicas clásicas y contemporáneas que han recorrido la tradición marxista nacional e internacionalmente, o tendencias que se desarrollan en el terreno de la ciencia, el psicoanálisis, la filosofía y numerosas expresiones literarias, musicales, teatrales y cinematográficas. Desde esta perspectiva entrevistamos a autores, teóricos e investigadores como Terry Eagleton, David Harvey, Steven Rose, José Antonio Castorina, Anwar Shaikh, Gérard Duménil, Ricardo Antunes, Martín Kohan, Noé Jitrik, Mauricio Kartun, Manuel Callau y Eduardo “Tato” Pavlovsky, entre otros. Con el mismo norte hoy, un año después de haber lanzado Ideas de Izquierda, nos preparamos para redoblar este desafío y ampliar a gran escala la repercusión de nuestras ideas.
Fotografía: Fernando Lendoiro
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POLÍTICA & ECONOMÍA
Buitres son todos
Pagarás y te sacarán los ojos Pablo Anino Economista, redacción La Verdad Obrera. Esteban Mercatante Economista, comité de redacción. Cuando esta revista esté en la calle, el país puede haber entrado en default por un fallo de un juez de Nueva York. O bien puede el gobierno haber terminado de echarse para atrás completamente, desde denunciar hace unas semanas la “extorsión” de los buitres, a pagarles hasta el último centavo de lo que reclaman. Más probablemente, quedará un mes más de incertidumbre. Cualquiera sea el resultado, la crisis generada por los “holdouts” con la decisión de la Corte Suprema norteamericana de confirmar el fallo de Griesa, pone en evidencia el poder de fuego que tiene un pequeño grupo con menos del 1 % de la deuda reestructurada del país. Reclaman el pago íntegro de u$s 1.330 millones de unos bonos que compraron a valores bajísimos. Aceptar su “extorsión” abriría la puerta a otro 6 % de bonistas que no aceptaron los canjes, por hasta u$s 15 mil millones. No solo eso. El 93 % que canjeó podría hacer valer las cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers)
Ilustración: Greta Molas
que le habilita a reclamar por iguales condiciones si el gobierno hace una mejor oferta. Esta cascada de reclamos elevaría la nueva deuda en u$s 120 mil millones, desde los u$s 215 mil millones actuales. La cuestión de la deuda, que ha vuelto al primer plano con este grupo de buitres que litigan en cortes yanquis, va mucho más allá de éstos. Y es otro de los planos en los que, en estos años de relatos y contrarrelatos, el gobierno nacional obró como el mejor garante de los bonistas que, según la presidenta, “confiaron en el país”, pero que más bien confiaron en un negocio redondo.
La economía política de la deuda Todas las naciones emiten deuda para solventar el desenvolvimiento del Estado. También las crisis de deuda ocurren en todas partes, son inseparables de la dinámica de acumulación por efecto de los intereses, que multiplica el valor
de los pasivos hasta volverlos insostenibles para enriquecimiento de los acreedores. Lo que caracteriza a las economías dependientes es que una porción significativa de la deuda pública (históricamente la abrumadora mayoría) es deuda externa (es decir con acreedores extranjeros) y en moneda de reserva internacional (dólar, euro, yen). Esto las diferencia de economías ricas con importante deuda externa, como EE. UU., que acumula pasivos en su propia moneda. Esto no lo pueden hacer las naciones dependientes. Por su débil estructura económica (y el peso en ella del capital extranjero) estas muestran un desarrollo limitado del sistema de crédito y una moneda débil. Esto vuelve al capital dinerario que circula internacionalmente en una fuente de financiamiento privilegiada. En las economías dependientes, la deuda externa no solo financia al tesoro sino que juega el papel de compensar los desbalances externos, es decir, el déficit en divisas ocasionado por un
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comercio exterior deficitario o por la sangría de las remesas al exterior de empresas extranjeras o de sectores de la burguesía local. Se pretende resolver a través del crédito este drenaje de divisas, para evitar que se genere el tipo de estrangulamiento que tantas veces ocurrieron en la economía argentina (ver IdZ 7). Pero esto crea un nuevo drenaje, vinculado a los servicios de deuda, y por eso estos intentos se vuelven a la larga insostenibles y se agravan las crisis fiscales y de desbalance externo, que conducen al ajuste sobre el pueblo trabajador. Entre crisis y crisis, la deuda pasa por períodos donde primero parece “pagable”, hasta que adquiere un peso formidable en relación al PBI y sobre el presupuesto público, y vuelve a ser impagable. Aún en la Argentina “desendeudada” vemos cómo los servicios de deuda superan a muchas partidas con fines sociales como la educación, la salud y la vivienda. Los títulos de deuda pública externa son una vía por la cual los grandes centros financieros obtienen una afluencia de riqueza desde los lugares más recónditos del planeta. Esto es así desde los tiempos de la Baring Brothers (que emitió el primer empréstito a la Argentina en tiempos de Rivadavia) hasta hoy. Aunque el peso de los activos externos en las economías dependientes (y en particular de la parte de los activos constituida por las deudas públicas externas) no tiene hoy para las economías ricas el peso que estas tenían a comienzos del siglo XX, sería erróneo pasar por alto su importancia. Desde el punto de vista de las grandes plazas financieras, extender los volúmenes de deuda comerciada en moneda local resulta clave para fortalecerse en la competencia con otras plazas, de Nueva York con Londres y ambas con
Frankfurt o Tokio. Para las economías más ricas, esta deuda genera, junto con las rentas que obtienen las corporaciones transnacionales, importantes flujos de riqueza. Gérard Duménil y Dominique Levy1, han señalado la importancia para la economía norteamericana de los últimos veinte años de las rentas generadas por los activos en el extranjero, entre ellas la deuda externa de las naciones dependientes. Los ciclos de endeudamiento externo en las economías dependientes surgen por decisión de los gobiernos tanto como por necesidad del capital global para volcar su liquidez y garantizarse buenos negocios cobrando tasas altas, a causa del “spread” (sobretasa) por encima de las tasas que pagan los bonos de las economías ricas. Tanto el volumen de disponibilidad de créditos como las tasas de interés, varían al ritmo de esta liquidez global, afectada por la política monetaria de las potencias imperialistas. En los ‘70 hubo boom de crédito en América Latina por los llamados “eurodólares” y “petrodólares”, que se cortó cuando la Reserva Federal (Fed, Banco central de los EE. UU.) inició una fuerte suba de las tasas de interés para frenar la inflación, lo que subió el costo del crédito y disparó las crisis de deuda en el “Tercer mundo”. Más recientemente, las masivas emisiones monetarias para enfrentar la crisis de 2008 que significaron un flujo enorme de dólares a las economías dependientes (a excepción de Argentina por tener las vías rotas con los “mercados”). La emisión de deuda, así como la reestructuración después de cada crisis, abre una oportunidad de grandes negocios para el capital financiero internacional en asociación con intermediarios locales, donde las estafas con las comisiones, así como el uso de información privilegiada para adquirir
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títulos a precio vil, están a la orden del día. No más mencionar las denuncias en relación al megacanje, al blindaje o las sospechas sobre consultoras amigas de Amado Boudou en el canje de 2010. Para las potencias imperialistas, la deuda externa y las crisis han sido además vehículos para impulsar agresivamente la agenda del capital trasnacional. La necesidad de los países dependientes de obtener “ayudas” tuvo como contrapartida estas exigencias. El FMI otorgó créditos a cambio de duras condiciones. Sus planes de “ajuste estructural” no solo apuntaban a estabilizar el balance externo, fiscal y los precios, sino que pugnaban por la apertura de la economía, la liberalización financiera y de los movimientos de capitales, privatizaciones y la flexibilización de la fuerza de trabajo. Estas políticas no solo se implementaron por presión externa; importantes sectores de las burguesías de las economías dependientes las impulsaban motivados por la posibilidad de sacar provecho de la apertura de otras economías, así como favorecerse con las privatizaciones y otras medidas proempresas que eran parte de los planes de ajuste. Las crisis externas y las exigencias del FMI permitieron a éstos disciplinar o aislar a las fracciones burguesas resistentes a la apertura, a la vez que presentar estas políticas como ineludibles ante los sectores populares para “salvar” la economía. La apertura y liberalización profundizaron en varios países los desequilibrios, y se volvieron en nuevo fundamento para que los países dependientes apostaran a la deuda –así como a la entrada de capitales– para “estabilizar” sus economías, reproduciendo una y otra vez los ciclos de auge y retracción (cuando no hundimiento) »
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POLÍTICA & ECONOMÍA
de la mano de los vaivenes del sistema financiero global. En el crecimiento del endeudamiento público y externo iniciado en los ‘70 en la Argentina, convergieron los intereses de la banca internacional y de sectores de la burguesía argentina. La deuda solventó la fuga y dolarización de activos de la burguesía argentina. Durante la dictadura creció el endeudamiento privado, que luego se transformaría en público gracias al Banco Central. En paralelo, la dictadura emitía deuda para crear una bonanza ficticia al tiempo que llevaba adelante un genocidio contra la clase obrera y los sectores populares. La deuda con la que se sostuvo la convertibilidad en los ‘90, especialmente cuando ésta entraba en crisis, tuvo como contrapartida una masiva fuga de capitales, aprovechando lo que durara la ficticia paridad con el dólar. Como contrapartida, los acreedores internacionales que financiaban esta fuga se hacían con títulos que les daban el derecho a participar de la riqueza futura que se obligaría a pagar del Estado argentino, más los intereses generados.
Que los dólares de la soja no tapen el bosque Durante los años de bonanza de los gobiernos kirchneristas, pareció que la deuda externa había dejado de ser un problema. Muchos “progres” saludaron la reestructuración de 2005, basándose en que la quita pactada era de un nivel sin precedentes. Pero detrás de la quita nominal, los cupones que acompañaban los bonos, atados al crecimiento del PBI, aseguraban fondos que compensaron tal quita2. Pero además, los que canjearon hicieron jugosos negocios. Entre ellos también hay fondos tan “buitres” como el NML, que compraron los bonos por centavos (a 10 o 20 % del valor original) por lo cual aún con quita obtuvieron ganancias que podían llegar al 250 %. Las ganancias del canje que obtuvieron los bonistas desde 2005 superarían a lo que obtiene cualquier tenedor de bonos de países “emergentes”3. En 2010 estas condiciones fueron aún mejores, porque a todos los bonistas se les pagó retroactivamente todos los cupones de crecimiento que se habían originado desde 2005. En ambos canjes el oficialismo volvió a aceptar la jurisdicción yanqui para realizar los pagos como para desenvolver litigios, elemento central en la actual crisis, que en ningún modo es “heredado”. Según Cristina Fernández, el kirchnerismo pagó u$s 173 mil millones de deuda, con “hitos” como la cancelación de u$s 10 mil millones en efectivo al FMI o la utilización de dólares del Banco Central para pagar vencimientos.
Sobre la base de una situación inédita en la historia argentina reciente, como era el holgado superávit comercial que permitió la exportación del “yuyito”, la Argentina se encontró con una abundancia de dólares. Esto permitió pagar sin recurrir a nuevo endeudamiento externo, lo que se llamó “desendeudamiento”. Esta política se defendió sobre la base de que daba margen para una política económica sin condicionamientos del FMI. La falsedad de esta postura se encuentra en el hecho de que, por fuera de algunas “heterodoxias” –que pusieron trabas al funcionamiento de los mercados pero sin atacar la propiedad privada– y la destrucción del Indec, el kirchnerismo cumplió puntillosamente con la abrumadora mayoría de los intereses de los que es guardián el FMI, cuya tutela quiso evitar. Todas las conquistas de la ofensiva neoliberal fueron preservadas, como vemos –por solo mencionar algunos ejemplos– en las regulaciones laborales o en lo que hace a los acuerdos que garantizan los derechos de las empresas multinacionales. Quedaron en el tintero algunas de las hipotecas que había dejado la hecatombe de 2001, y que hasta hace poco resultaba más costoso levantar que dejar pendientes, como ocurría con el Club de París, o los bonistas que no ingresaron a los canjes de 2005 o 2010. Pero, dispuestos a aceptar, como hizo el gobierno, la lógica del capital, el resultado de estas “rebeldías” fue obligarse a redoblar el ritmo de transferencia de recursos a través de los pagos netos de deuda. Donde otros pagaban deuda con deuda, el gobierno argentino entregaba dólares contantes y sonantes. También reemplazaba deuda externa con deuda interna, contraída mayormente con ANSES y el Banco Central, es decir, retrayendo recursos paras las jubilaciones, preparando un futuro desfalco de la caja previsional y minando los márgenes para hacer política monetaria. La “soberanía” así comprada se probó bastante costosa y poco duradera. A pesar de ser “pagadores seriales”, la deuda pública pasó de u$s 126 mil millones luego del canje de 2005 a u$s 200 mil millones a fines de 2013. En la actualidad estaría superando los u$s 215 mil millones. El margen que daba el superávit comercial era tal que el gobierno permitió alegremente una fuga de capitales acelerada (que se llevó más de u$s 90 mil millones que esta vez no necesitaron ser financiados con deuda gracias a los dólares de la soja), así como las remesas de utilidades de las empresas, las cuales duplicaron los niveles promedios de los noventa en términos de PBI, pasando del 1 % al 2 %. Sin embargo, a partir de 2011 se evidenció que los dólares de la soja no alcanzaban para todo. Desde entonces, el gobierno se
empeñó en frenar la salida de dólares para preservar los necesarios para pagar la deuda, así como para evitar una crisis externa. Varias veces se amagó con la idea de volver a los “mercados”, que resultó archivada por la crisis mundial y la cantidad de escollos que había que superar (pactar con el Club de París, cerrar el conflicto con los holdouts, etc.), costosos para el “relato”. Pero la necesidad tiene cara de hereje. Para llegar al 2015 sin mayores trastornos, junto con el ajustazo que significó la devaluación de enero, el gobierno decidió una vuelta a los “mercados”. Empezó con los “deberes”: aceptó los fallos contra el país resueltos por el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), tribunal al servicio de las multinacionales; luego llegó a un acuerdo con el Club de París (un foro informal de acreedores) por deudas originadas en la dictadura y acrecentadas por el gobierno de la Alianza, reconociendo sin ninguna explicación una deuda de u$s 9.700 millones cuando los registros oficiales daban cuenta de solo u$s 6.000 millones; además, el gobierno concedió una indemnización a REPSOL en agradecimiento a la expoliación de los recursos petroleros por más de una década. Todo esto significa que en los próximos 5 años, los vencimientos en dólares pasaron de u$s 18.000 a u$s 32.220 millones, un aumento de 79 %. Después de estas decisiones, la resolución de la Corte Suprema es una piedra en el zapato, que frenó por el momento la aspiración gubernamental. Ante esto, preparan nuevas concesiones para empapelar los mercados con nuevos papeles de deuda.
No pagar la deuda y cortar los nudos de la dependencia El problema no son los buitres, sino la deuda. Pagarla aumenta las imposiciones de los especuladores y las penurias del pueblo trabajador. Por eso es de interés fundamental para la clase trabajadora impulsar el no pago, que debe estar estrechamente asociado a un conjunto de medidas para que las masas obreras y populares no asuman los costos de la crisis. La primera de ellas es la nacionalización del comercio exterior, creando una entidad estatal que concentre todas las compras y ventas al exterior. El comercio exterior es dominado por un puñado de empresas entre las que se encuentran las multinacionales exportadoras agrarias, unos pocos complejos industriales (principalmente el automotriz), y compañías mineras y petroleras. Corrientemente defraudan al fisco, lo que está facilitado porque la aduana es su propia casa. Lo mismo ocurre con el resto de los grandes exportadores. Las multinacionales inflan los precios de sus compras al exterior para disfrazar los balances. Con esta medida se podrá limitar la manipulación por parte de los grandes aglomerados imperialistas que buscarán generar escasez de divisas para que se desvalorice la moneda local o ahogar la economía e imponer condiciones contra el pueblo trabajador. Esto también permitirá definir cómo se administran las divisas en función de qué necesitan y qué no necesitan las mayorías del país, estableciendo algún tipo
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de racionalidad de las entradas y salidas con respecto a las fuerzas productivas nacionales. El control de cambios es otra política clave. No para hacer lo que hace el gobierno con el “cepo” que limita el acceso a los dólares selectivamente, mientras los bancos junto a los especuladores financieros fugan miles de millones de dólares con operaciones legales como el llamado “contado con liqui”, o las grandes empresas imperialistas giran millones de dólares de ganancias a sus casas matrices, reinvirtiendo escasamente. El control de cambios permitiría intervenir en la compra y venta de moneda extranjera en función de que las divisas estén disponibles para atender los requerimientos de la estructura productiva para responder a necesidades del conjunto de la población y no del lucro privado. Al mismo tiempo es indispensable que todos los bancos pasen a conformar una banca nacionalizada que unifique el ahorro nacional y el sistema de crédito en manos del Estado, con control de los trabajadores bancarios (no por la burocracia sindical). Una banca nacional única permitiría llevar un registro contable de toda la economía. De esta manera se podrían contrarrestar las maniobras especulativas como cuando en enero los bancos ganaron $ 10 mil millones con la devaluación. Durante la crisis de 2001 y 2002 los
bancos fueron denunciados de fugar los dólares del país con camiones de caudales que los llevaban a Ezeiza. En los momentos actuales estamos viendo cómo los bancos estimulan la salida de depositantes, empujándolos al dólar blue, como respuesta a los intentos de aplicar tímidas regulaciones a las tasas de interés. Hoy el crédito está orientado en beneficio de los grandes conglomerados económicos. El financiamiento al consumo popular es escaso y concentrado en bienes electrónicos, alimentación y vestimenta a tasas altísimas. Casi no existe el préstamo hipotecario. Los grandes bancos por lo general tienen en las sombras “cuevas” donde manejan el mercado paralelo del dólar e instituciones financieras informales que prestan a los sectores más pobres cobrando tasas de hasta 20 %. La nacionalización de todas las instituciones bancarias para conformar una banca estatal única permitiría direccionar los recursos para atender las necesidades más acuciantes del pueblo trabajador como el derecho a acceder a una vivienda, como así también ofrecer crédito a los pequeños comerciantes. La nacionalización de la banca no debe significar afectar los depósitos de los pequeños ahorristas. Por el contrario, tal como fue planteado por la izquierda en la crisis de 2001, la perspectiva es atacar a los grandes monopolios, a los grandes propietarios que son
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además los únicos que burlaron en esa oportunidad el “corralito”. Esta serie de medidas mínimas de defensa nacional necesitan del concurso y una amplia movilización obrera y popular, porque no las decidirá este gobierno de “pagadores seriales” y mucho menos la oposición que exige ser más “serial”. De desarrollarse la movilización por el no pago seguramente el imperialismo intentará responder, por lo cual habrá que avanzar en la expropiación de los principales conglomerados económicos en manos extranjeras. Estas medidas son un primer paso fundamental para cortar los nudos gordianos que refuerzan la dependencia para beneficio del imperialismo y sus socios de la burguesía local.
1. “El imperialismo en la era neoliberal: respiro y crisis de la Argentina”, Realidad Económica 225, 1º de enero al 15 de febrero de 2007. 2. Alberto Müller, “Default y reestructuración: ¿Cuál fue la real quita de la deuda pública argentina?”, Cespa, FCE-UBA, marzo 2013. 3. Según información brindada en: www.embajadaabierta.com.
UNA POlíTICA PArA QUE El PUEblO dECIdA Entrevistamos al diputado nacional Nicolás del Caño para conocer su opinión sobre esta nueva entrega y su propuesta de referéndum.
IdZ: Ante la crisis de la deuda están planteando que se realice un referéndum. Sí. Nuestra propuesta es una consulta popular vinculante, es decir que su resultado deba ser cumplido. En la cuestión de la deuda vemos un gran acuerdo nacional para que Argentina ceda a lo que hace unas semanas la presidenta llamó una “extorsión”. El gobierno y los partidos opositores de la burguesía quieren arrodillarse ante los fondos buitres, continuar con la entrega nacional, comprometiendo el futuro de generaciones, completamente a espaldas del pueblo. Ni siquiera pasó por un debate público en el Congreso, apenas una reunión a puertas cerradas en el Congreso con los presidentes de bloque donde la única oposición la presentamos desde el Frente de Izquierda, con mi intervención y la de Néstor Pitrola del PO. Se negaron a que esa reunión sea transmitida por todos los medios, como propusimos desde el PTS, y negocian con los buitres en reuniones secretas. Nosotros reafirmamos la política de repudio a la deuda externa, y la acompañamos con la exigencia de esta consulta para que el pueblo decida. Que se presenten varias opciones –que no sea solo por sí o por
no–, que las organizaciones de los trabajadores y partidos de izquierda podamos levantar nuestras propias alternativas y se garantice el acceso gratuito e igualitario a todos los medios de comunicación. En estas condiciones podrá desplegarse ante el conjunto del pueblo trabajador todo nuestro programa de no pago de la deuda atado a otras medidas fundamentales. Si pudiéramos exponer en todos los medios, contraponiéndolo a la ruinosa política que defienden el gobierno y la oposición patronal, no podríamos más que fortalecer la movilización contra los pactos entreguistas. Hoy hay un sector, que acuerda con repudiar la deuda, pero que puede crecer mucho.
IdZ: ¿La propuesta de consulta popular es la solución? la solución es, como siempre, la movilización de masas. No se puede tener ninguna ilusión en los mecanismos de la democracia burguesa. Un referéndum no puede derrotar al imperialismo ni ponerle un punto final a la política entreguista del gobierno. Se necesita una gran movilización nacional y continental contra el flagelo de la opresión imperialista. Pero decimos: si hablan de “democracia”
y “soberanía nacional” pongámosla en práctica. Es sencillo: que el pueblo decida mediante su voto directo. ¿Quién votó hipotecar a las futuras generaciones con un nuevo endeudamiento? Con la deuda regularizada más los acuerdos con el Ciadi, repsol y el Club de París se irán unos u$s 12 mil millones en promedio en los próximos años por pagos de la deuda. lo más democrático es que decida el pueblo, ya que eso abriría a una mayor conciencia nacional de que la salida es terminar con la sumisión del país, y de toda latinoamérica, a los intereses del capital financiero. Al mismo tiempo que contra los rasgos bonapartistas de esta democracia para ricos reclamamos que el pueblo decida mediante este método democrático, planteamos claramente que los socialistas revolucionarios luchamos por una república obrera basada en las organizaciones de democracia directa de las masas. Solo así se puede lograr la total independencia de la nación y transformar de cuajo el actual orden social. la propuesta de referéndum es parte de plantear que la clase trabajadora intervenga activamente con una política independiente contra esta entrega.
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MOVIMIENTO OBRERO
Charlas de clase
Las vaquitas son ajenas
Fotografías: Marcos Vinci
“Si una vaca es una vaca… ¡es una vaca, hermano!”. Con la claridad meridiana que da la tautología, Ricardo Pignanelli –Secretario General del SMATA– definió el fenómeno que rankea en los top five del movimiento obrero en Argentina: el crecimiento de un sindicalismo combativo. En este número, Paula Varela y Leonardo Norniella –trabajador de PEPSICO– charlan con Lorena Gentile –dirigente de la Comisión Interna de Kraft– y Roberto Amador –que protagonizó la lucha en Gestamp–, para entender por qué se puebla de vacas la Zona Norte del conurbano bonaerense. Al cierre de esta edición, la autopartista Lear despedía 100 trabajadores (sin preventivo de crisis). Los obreros respondieron iniciando una dura pelea con paro y piquetes. Paula Varela: A fines de mayo fue el conflicto de Gestamp, luego siguieron los despidos en Lear, dos fábricas del SMATA. También hay conflicto en Donnelley, que es parte del sindicalismo combativo. Pareciera que el clima comienza a ser de mayores ataques a los sectores que luchan y particularmente a la izquierda. ¿Cuál es la reflexión de ustedes sobre esto?
Roberto Amador: Nosotros venimos discutiendo hace un tiempo que en el SMATA hay un problema entre el lema “el orgullo de ser mecánico” y el desgaste que hay en la base. Si bien atacaron a la izquierda, lo que los tipos ven es que por abajo hay desgaste. En Gestamp, antes de que el año pasado se eligiera una Comisión Interna donde hay un delegado que es militante,
ya se estaba desarrollando un proceso en el que no había incidencia de la izquierda. En la planta 4, de 250 laburantes, había casi 60/70 % de pibes que salían del colegio técnico y entraban ahí, y después un conjunto de compañeros que veníamos de otros lugares (algunos militantes o que habían sido activistas en otras fábricas). Eso fue empalmando. Cuando empieza
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el proceso, cuando despiden a un compañero, se para la fábrica 3 horas. Para la empresa fue un golpe muy grande porque los tipos habían hecho mucho vuelco para disciplinar. Entrábamos a las 6 am, salíamos 2.30 pm y en esa jornada parábamos 18 minutos para tomar mate nomás, después era todo el día dale que va… Entonces no podían entender por qué en una fábrica donde habían regimentado de tal forma a los pibes, de repente había un paro de 3 horas por un despido, y después otro de 12 horas por otro. Esos paros no fueron fogoneados por la izquierda. PV: ¿Y cómo se explican? RA: Es una combinación de la juventud de la fábrica donde había mucho compañerismo, mucha vida social que los pibes hacían afuera, y los activistas que venían de otras experiencias. La planta 4 la pusieron en pie después de la crisis de 2008, donde hubo un montón de gente de la rama despedida y algunos cayeron ahí. Para ingresar a Gestamp te hacían 7 entrevistas, un poquito más y te hacían un ADN. Así y todo… Evidentemente es un proceso que va más allá de la militancia. Yo pienso que lo que el SMATA sabe es que hay un gran proceso por abajo. El primer pibe que echaron en Gestamp venía de Toyota, y él contaba que hacían quite de colaboración o trabajo a desgano. Pero eran todas cosas que salían de la gente. Leonardo Norniella: En la VW también… RA: Claro, por lo del impuesto a las ganancias hubo una movilización al cuarto gremial a fin del año pasado. No lo podés entender si no ves lo que hace el SMATA. La otra vez, el Cacho contaba que en los ‘90 los tipos (la Verde) estaban con los metodistas controlando si se cumplían los ritmos de trabajo, no se les pasaba una chata de más. Hoy eso cambió. El SMATA pasó de ser unos tipos que si te goteaba el techo te decían “pará la línea que no se puede trabajar así”, a los que hoy te ponen una bolsita arriba de la cabeza y te dicen “seguí trabajando”. Cambiaron no discursivamente nomás, sino en la línea de producción, siendo muy patronales. En Gestamp los tipos se querían sacar al activismo pero también se querían sacar a “los rotos”, y tienen un montón de rotos. O sea, necesitan
una burocracia patronal. Yo pienso que eso lo ven los pibes porque es concreto. Y tenés que mirar también el conjunto del proceso en Zona Norte. Me parece que todo el proceso que se va dando va pegando en el imaginario de los pibes y se ve a la izquierda como la que pelea. Cuando te metés y vas conociendo más gente te enterás de que, por ejemplo, se conoce lo de la Celeste en Lear (lista opositora a la Verde) y que es una referencia en la zona. PV: ¿Y a qué atribuyen el empalme de la izquierda con este proceso en el movimiento obrero, teniendo en cuenta que el peronismo dirige los sindicatos y que el kirchnerismo dirige (aún) a nivel nacional? Lorena Gentile: Hay toda una discusión dentro del movimiento obrero sobre si el trotskismo puede hacer pie y transmitir sus ideas y que sea entendido. De hecho, el peronismo nos ataca con que son ideas foráneas, que hablamos del marxismo, que eso fue Rusia, que ya cayó y que acá el movimiento obrero es otra cosa. Lo que pasa es que después en los hechos, el trotskismo y particularmente nosotros, hemos estado ganando militantes obreros. Eso te va generando un diálogo más amplio donde se incorporan nuestras ideas y de alguna manera son transmitidas por los mismos laburantes en un lenguaje que está más bajado a tierra, que no es el mismo que se habla en la facultad, o que si vas a un ambiente un poco más intelectual. Entonces, en la intervención cotidiana, en las peleas que damos, los lugares donde tenemos agrupación, donde dirigimos, los avances se dan desde ahí. Y en ese sentido nosotros estamos en un período de aprendizaje que tenemos que profundizar. A nosotros el Frente de Izquierda nos ha abierto una posibilidad de dialogar con muchísimos más trabajadores y también nos ha dado muchísima autoridad, porque dejamos de ser una corriente de compañeros muy combativos, luchadores y todo, pero a la que los peronistas chicaneaban diciéndonos que nunca pasábamos el “cero coma”. Yo me acuerdo en un plenario que fuimos cuando ganamos la interna de Kraft y Daer decía: “Ya veremos, porque si ustedes quieren disputar el poder, preséntense a elecciones nacionales”. Después que pasamos las
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PASO y ahora que metimos diputados, el tipo tiene que decir: “Bueno, somos todos democráticos, dialoguemos…”. Eso a nosotros nos abre otra perspectiva, te legitima mucho más frente a tus compañeros. Y te das cuenta que el clima va cambiando. Cuando fueron las elecciones del FIT, la primer campaña de las PASO era todo por abajo, todo calladito; en la segunda campaña venían compañeros que nosotros ni sabíamos que nos habían votado y nos decían: “¡Pasamos! ¡Metimos diputados!”. Pero para poder recibir todo eso, el ida y vuelta, tenés que estar en la fábrica, tenés que ser consecuente con un montón de cuestiones que hacen a la estructuración dentro del movimiento obrero. RA: A mí me parece, y fue la visión que me dejó el último congreso del PTS, que nosotros, más allá del trabajo que tenemos acumulado en el movimiento obrero, tenemos que discutir cómo vamos a profundizar esa relación. Las discusiones políticas que hacés día a día, o la relación que tenés con los compañeros dentro de la fábrica, donde te ven y te prueban también (porque yo pienso que la clase obrera no son gente que no te prueba, sino que te prueba diariamente y vos también los probás), en ese ida y vuelta es donde vos realmente podes hacer la diferencia, cuando empezás a conocerlo más en profundidad y no desde afuera. Porque si te relacionás más desde afuera, podés influenciar a un par de getones, o tener acuerdos circunstanciales, pero después no sirve porque en el terreno de la lucha de clases, la burguesía con la burocracia sindical…cualquier atisbo de cuestionamiento al peronismo lo elimina directamente, no anda con mucha vuelta. Entonces, vos necesitas convencer. No sirve que te vean como un aparato que viene y baja su línea. Tenés que ser meticuloso, escuchar, estar atento a “la vuelta”. El otro día estábamos hablando con Joni (un compañero de Gestamp que empezó a militar) y nos reíamos porque me decía: “Yo al principio no te entendía nada lo que me decías”. PV: ¿Y cómo lograste que empiece a militar? RA: Porque me tenía confianza. LG: Obviamente que ese proceso que dice Robi no está escindido de un proceso de ruptura »
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MOVIMIENTO OBRERO
con el kirchnerismo. Porque para pensar la relación del movimiento obrero con la izquierda y con el peronismo hay que pensar en el 2001 que hubo un quiebre con los partidos tradicionales, y si bien el kirchnerismo trató de recomponerlo, hay una nueva generación de obreros que no se vé que den la vida por el kirchnerismo. Si bien el gobierno adaptó su relato a impulsar la nueva militancia, la realidad es que los que mantienen la ideología peronista en el movimiento obrero es la derecha, es la burocracia sindical que hace muchos años que están. La nueva generación de trabajadores en la fábrica no están dispuestos a ir y dar la vida por Perón como era antes en los ‘70, o en la pelea que se dio del ‘55 en adelante por el retorno de Perón. Esos son cambios que se fueron viviendo dentro de la clase obrera y que creo que, si bien somos una minoría, los obreros que empezamos a militar dentro de la izquierda somos expresión de eso. La gran mayoría conoce al peronismo. Los que somos más plebeyos somos de tradición peronista. Pero entrar a laburar en una fábrica hace que vayas rompiendo con un montón de concepciones que tenés de los partidos políticos más en general. Y si vivís procesos de lucha también, y si la izquierda interviene… ¡qué se yo! Las cosas te van haciendo click en la cabeza. PV: Y políticamente, estas nuevas generaciones de obreros, ¿qué son? RA: Yo noto que lo que hay es un clima “antipolíticos”… LG: Para mí lo que se ve es como una casta política disociada de los intereses del pueblo, y si bien en un momento de crecimiento económico se chocaba menos contra eso, ahora que hay crisis empieza a pegar. Entonces los políticos son una casta que no tiene nada que ver. Y en ese clima está toda una juventud que entra al mercado laboral en condiciones de precariedad, en todas las condiciones heredadas del menemismo, entonces ven en los delegados combativos métodos de lucha y de rebeldía que también ellos traen incorporados de la educación, de los barrios, de la persecución de la cana, del ser el negrito villero del barrio que de alguna manera trata de tener algo laburando, pero que la sociedad lo tiene bastante excluido, porque el sueldo inclusive para la mayoría no alcanza. El 60 % de la juventud está precarizado, y eso el kirchnerismo no lo cambió. Entonces, ¿qué son políticamente? Para mí son descreídos de la política tradicional y lo que ven bien son los métodos de lucha, la expresión de rebeldía en las fábricas o en los lugares de trabajo. Y ahí está la izquierda. LN: Sí, pero como hablábamos con James [IdZ 2] y Torre [IdZ 4], en la fábrica están con la izquierda y en el voto están con el peronismo. ¿Qué pasa con la “doble conciencia” ahora? RA: Yo leí las notas en la revista y creo que una cosa es pensar la doble conciencia intelectualmente y otra cosa en concreto. El peronismo hace un doble trabajo en el terreno de batalla que es la fábrica y en los barrios. El clientelismo es en los barrios pero en la fábrica también. El clientelismo dentro de la fábrica es como el del SMATA. ¿Había posibilidad de que el SMATA movilice gente contra el conflicto de Gestamp?
Yo pienso que sí, por la forma como se manejan. En el sentido de: “Mirá, está el acto de Cristina, si vos querés seguir tranquilo en tu trabajo, yo te dejé efectivo, che acordate, te conseguí la categoría, vas a ser el primero que vas a estar en la lista de tal cosa…”. LN: “La operación de tu hijo te la pagó el sindicato…”. RA: No es que te consiguen la chapa y el tirante sino que son concesiones por otro lado. Es estabilidad en el puesto de laburo. En ese sentido, ves que el peronismo es un aparato tan grande, territorial y dentro de la fábrica, que constantemente los tipos hacen propaganda y la propaganda es desmovilizar. Y para la izquierda misma también es un peligro. Si bien nosotros en el PTS tenemos nuestra estrategia de democracia obrera, de que los trabajadores decidan, del rol que tiene que tener la asamblea como eje central, yo pienso que la izquierda en general tiene el error de que no ve eso como algo estratégico. Entonces puede pasar que en la asamblea se discutan algunas cosas circunstanciales, pero en cuestiones que definen, la decisión la toman los delegados porque son de izquierda, porque los votó la gente, y entonces no hace falta discutirlo con la base… Y eso hace a la gimnasia y a la participación de los trabajadores, que es una parte importante de cómo combatís esa doble conciencia y esa pasividad en que te envuelve el peronismo. Entonces, es un desafío estar en el movimiento obrero. Luchar contra esa subjetividad que moldea el peronismo de desmovilizarte tanto adentro como afuera de la fábrica. Porque lo que genera es todo una mugre, porque para todo lo que necesitás tenés que estar bien con el delegado o con el puntero y así revientan la rebeldía. Entonces para hablar de doble conciencia hay que ver estos factores. Y también que los procesos no son de un año o dos años. Acá está la dictadura militar (con lo que eso significó para la clase obrera); los ‘90 con la gran desocupación que generó todo un sector de jóvenes que no tienen hilos de transmisión de identificarse como laburantes sino que fue todo a la deriva; y el 2001, que cuestionó a los partidos políticos, cuestionó la política y “que se vayan todos”. Y la izquierda está metida en lo que dejó el 2001. Es un proceso abierto. Lo que expresa el FIT con el millón de votos es algo que me parece que es inicial. Por eso a mí me parece que hay un problema porque desde la izquierda misma no se le da mucho peso a hacer un balance histórico. En el libro de Camarero de A la conquista de la clase obrera sobre la influencia que tuvo la izquierda, el Partido Comunista, vos podés ver que hubo un quiebre muy grande, antes del peronismo, por el rol de dirección que tiene el PC en esos años y la decisión que toman de seguir el giro del Partido Comunista ruso. Eso fue un quiebre importante en la historia del movimiento obrero. Entonces para ver lo de la doble conciencia, también tenés que ver lo que hace la izquierda… Después veremos si el FIT o el PTS ganan más influencia que el millón de votos o no, pero ahora es un proceso que está abierto y la discusión es cómo vas al movimiento obrero, el tema es ver cómo nosotros participamos.
LG: Sí, para mí una contradicción grande que hay entre la nueva generación de obreros y lo que es el kirchnerismo como corriente, es que los tipos nunca pudieron hacer pie con una militancia orgánica en los sindicatos. No tienen una franja del movimiento obrero que se identifiquen con el kirchnerismo. El límite que tienen es ese. El peronismo fue haciendo acuerdos con sectores de la burocracia y después los termina rompiendo, como cuando rompe con Moyano. Entonces en ese marco, incluso como contención para el movimiento obrero y en el medio del fin de ciclo, tienen una crisis importante. LN: Hay que ver cómo reacciona la generación del “nunca menos” con sindicatos y con un peronismo más Pignanelli, más Scioli… LG: Más ortodoxo. RA: Viste que James en Resistencia e integración dice que la clase obrera, en la resistencia peronista, defendió la justicia social a su forma, con sus métodos y todo. Yo te digo, salvando las diferencias que hay ahora, la clase obrera hay que ver cómo va a entender el “nunca menos” y de qué forma lo va a defender. Cómo se va a expresar esa defensa del nunca menos… LN: El problema es que aunque el kirchnerismo se ubique como fracción del 30 %, como ala izquierda del peronismo (que no parece, porque no tiene candidato para eso y sin candidato perdés), si no hicieron una corriente en el movimiento obrero en la época de crecimiento, es muy difícil que la hagan ahora. RA: Por eso lo que yo te decía que en la resistencia peronista los tipos estaban en las fábricas y dirigían a los tipos más organizados, a los que entendieron la justicia social a su forma e intentaron defenderla. Pero ahora el peronismo no está organizado en la fábrica como antes. Entonces, la clase obrera ¿cómo va a defender ese “nunca menos”? Y hay que ver cómo actúa la izquierda, porque la izquierda tiene peso en algunos sectores... PV: El kirchnerismo no dirige las bases de su propia resistencia… LN: Algo de eso se vio en el paro del 10A. LG: Claro, fue un pronunciamiento político de los trabajadores el paro del 10, y la burocracia que decidió ponerse del lado del gobierno fue completamente derrotada porque frente a la base que vos dirigís quedás como un tipo que no tiene autoridad. Y en eso aparecemos nosotros disputando espacios de poder y los tipos se pusieron bastante locos. LN: Hay una crisis grande de representatividad. Lo que pasa es que los únicos que salen en contra de la burocracia son los troskos, entonces si estás contra la burocracia te vas yendo a la izquierda… LG: Alijor [alimenticia] por ejemplo es un bastión de la Verde. Nunca paraba para las paritarias. Tenían una comisión interna recontra Verde, re patronales, al punto de que eran los delegados los que te anotaban para hacer las horas extras: “este fin de semana venís vos a hacer horas extras”. Había despidos y los delegados siempre justificaban “Y bueno éste se la mandó, el otro no sé qué”. Y por abajo empezó a haber malestar. Hubo una rebelión de la base, donde
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hacen una asamblea que se la imponen a Molina, que es el Secretario Adjunto del sindicato; él dirigía esa fábrica. Los tipos agarran y van a buscarlo a Daer y dicen: “Acá hubo despidos, nosotros vamos a parar”, en contra de sus propios delegados que eran la representación de Daer en la fábrica. Entonces Daer se tiene que reubicar, quitarle autoridad a su Secretario Adjunto, sacarlo de la fábrica, llamar a elecciones anticipadas y los tipos eligen sus propios delegados. Y ahí sale la contradicción porque los tipos se reivindican verdes, pero tienen métodos que están del lado de los zurdos, y tienen que salir públicamente a decir “nosotros no somos zurdos” o “no hay zurdos en Alijor”. Es muy gracioso y a la vez es expresión de que puede ser más extendido eso, no lo sabemos. Puede haber sectores que sin romper con la burocracia lo que dicen es “este método no va”. LN: Esos fenómenos intermedios, como Alijor, tienen el problema de que ya pasó la época de la “burocracia de las paritarias” donde los tipos mal que mal quedaban bien parados porque negociaban aumentos salariales. Daer negoció el 35 % de aumento porque estamos nosotros en el gremio y eso todo el mundo lo sabe. Entonces en Alimentación puede haber margen para un Alijor. Pero en el SMATA no. Si sacás los pies del plato tenés que enfrentarte con Pignanelli y eso lo hacen solamente los troskos. Y eso en Norte también lo sabe todo el mundo. Por ejemplo, al Encuentro1, vinieron 700 tipos. Lo que está bueno es que se votan cosas que terminan teniendo repercusión, aparte que en la zona se corre mucho la información. LG: No somos una coordinadora de los ‘70, pero tratamos de coordinar con el resto de las internas, de llegar a acciones donde podes hacer un corte de Panamericana por los petroleros de Las Heras, que es político y es un avance para romper con el corporativismo. Salir de las fábricas a veces cuesta mucho, y llegar al 10 de abril en donde hay un sector que enfrenta a la burocracia, que dice “nosotros no somos ustedes, nosotros paramos pero incluso contra ustedes”, con todo lo que significó eso, enfrentar a la gendarmería…. Son hechos que van moldeando a un sector. Eso sí está más ligado a nosotros, a los lugares donde estamos, porque está ligado lo que nosotros creemos que el movimiento obrero puede hacer. Va más allá del malestar actual del que hablábamos antes. Es una combinación entre el malestar actual y por lo que militamos los trotskistas. Pero para hacer eso tenés que ganarte la confianza, es una experiencia cotidiana que tenés que hacer. Y cuando ganás compañeros nuevos está bueno porque lo que tiene es que los tipos te exigen todo el tiempo: “Quiero cursos, quiero aprender porque quiero poder discutir”, tienen eso, porque además tienen su estructura familiar y quieren explicarles porqué están militando. Hay un nivel de militancia nuevo, donde hay compañeros que son muy dinámicos sin prejuicios y en eso el FIT aporta mucho, creo yo, a la militancia en las fábricas donde estamos. Pero la clave es compartir las experiencias cotidianas. Si vos no te ganás la confianza de tus compañeros, no vas a convencer nunca a nadie de por qué militar en el trotskismo.
PV: Y para vos, ¿cómo es esa experiencia de ganarte la confianza como dirigente obrera y trotskista siendo mujer? LG: Ser mujer en una fábrica donde la mayoría de los activistas son hombres... Te tenés que ganar un lugar para discutir, hay desconfianza, me ven así chiquitita y piensan “¡Esta qué me va a venir a decir, qué orden me va a venir a dar!”. Entonces primero te tenés que imponer de alguna manera, mostrar de qué estás hecha, y a partir de ahí te vas ganando un respeto y entonces generás confianza. Y es clave para poder ganar a los compañeros. Yo empecé a militar en el conflicto del 2009. Y a mí lo que me hizo click fue la intervención del partido. Yo ya conocía al PTS de antes, pero no me convencía. Y en el 2009 yo había estado contratada y quedé efectiva. Pero todos mis amigos quedaron contratados, y yo fui parte de todo el proceso de lucha. Entonces después, cuando viene el ataque de la patronal, yo tenía confianza en el gobierno y decía: “Bueno, están las instituciones, van a intervenir, no puede ser que la empresa haga lo que quiera”. Y las instituciones cuando intervinieron fue para cagarnos a palos a nosotros. Entonces ahí vas haciendo una experiencia con el gobierno también. Y además, dentro de todas las corrientes que había en la fábrica, nosotros teníamos compañeros que militaban en el PTS y a mí me sorprendió mucho el PTS, porque vos veías que los tipos siempre marcaban algo y trataban de clarificar un camino por dónde seguir la lucha para que no nos derroten. Tratar de aportar fuerzas morales, ir a las facultades, las organizaciones solidarias, y así uno va adquiriendo conciencia de clase, quiénes son los que están al lado tuyo cuando luchás. Y cuando uno entiende por qué lucha y quiénes son los que están al lado tuyo se va definiendo. Después vinieron las elecciones de la Comisión Interna y el clima dentro de la fábrica era insoportable, porque al Poke [Hermosilla] lo querían afuera;
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mis amigos ya estaban afuera porque los habían echado a todos, los mejores activistas afuera y había cierta desmoralización. Cuando la vieja Interna lo deja afuera al Poke de la lista, nosotros éramos los que quedábamos, así que ahí había que jugarse y yo dije: “Bueno, vamos a las elecciones y si perdemos ya está, nos echan a todos y ya está”. Porque para mí ya no tenía ningún sentido estar adentro de la fábrica, era el límite que yo tenía. Y después ganamos y de alguna manera me empecé a acercar más al partido, porque yo no sabía nada. Pero no quería empezar a militar porque entendía que era un compromiso mayor, ¿no? Y una vez estaba en mi casa y me había comprado 142502, y a mí me pegó mucho la conclusión de ese proceso. Ver que la clase obrera había luchado, que habían sido heroicos en la lucha, pero que el propio peronismo en que ellos creían los había traicionado, había entregado a los mejores activistas, y que no habían podido formar un partido revolucionario propio, de la clase obrera. Entonces, si me preguntás, yo empecé a militar por la combinación de un proceso de lucha y una maduración política que hace uno. Ya a partir de ahí, no hay forma de volver atrás porque uno al ver y conocer, las cosas no te pasan por al lado, tenemos sangre, entonces todas las cosas que pasan te van movilizando… Y bueno, son opciones. Militar es una opción de vida.
1. Encuentro Sindical Combativo de Zona Norte, realizado el 24/05/14. 2. Documental de Daniel López y Luis Brunetto, 2008.
LEONARDO NORNIELLA ROBERTO AMADOR LORENA GENTILE Leonardo es Congresal por la Lista Bordó en el Sindicato de la Alimentación (STIA). Ex miembro de la Comisión Interna de Pepsico Snacks, planta Vicente López. Lorena es dirigente de la Comisión Interna de la fábrica Kraft, planta Pacheco. El STIA viene de firmar la paritaria más alta de la industria, con una aumento del 35 %. Roberto es un trabajador despedido de la fábrica Gestamp. Fue uno de los 9 obreros que se subieron durante 4 días al puente-grúa de la planta de Escobar paralizando por completo la producción y provocando, a su vez, la paralización de Volkswagen, Ford y Peugeot (automotrices a las que Gestamp provee de estampados). El conflicto, originado contra suspensiones y despidos, recibió un fuerte ataque del SMATA a los trabajadores en lucha y del Ministerio de Trabajo de la Pcia. de Buenos Aires que revocó su propia conciliación obligatoria amparando abiertamente la política de la empresa. Actualmente se encuentra luchando por la reincorporación de los trabajadores.
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POLÍTICA
Juicios por jurados
¿Participación popular o legitimación del sistema?
Ilustración: Greta Molas
Myriam Bregman e Ivana Dal Bianco Abogadas, integrantes del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh).
En los últimos tiempos se ha reavivado el debate en torno a la implementación del juzgamiento de hechos que caen en el ámbito de la justicia penal mediante el juicio por jurados, promovidos bajo el lema de dar lugar a los ciudadanos comunes en la Justicia. Se los presenta en el marco de avanzar en terminar con los sistemas inquisitivos vigentes e ir a sistemas acusatorios o adversariales1.
Partimos de afirmar que para los marxistas, la mentada participación popular directamente ligada al poder punitivo del Estado, amerita un análisis especial, pues consideramos que “entre las instituciones de una sociedad burguesa, que sirven para engañar y oprimir a las masas trabajadoras debemos mencionar a la justicia burguesa (…) Cualquiera sea la composición de la corte, sus decisiones están reguladas de acuerdo
a los estatutos donde están incorporados todos los privilegios del capital y la falta de privilegios de las masas trabajadoras”2. En 1919, después de la Revolución rusa, se debatió por qué algunos Estados los contemplaban; crudamente se afirmó que mientras las masas estuviesen lo suficientemente sometidas por el capital “para que sean debidamente sumisas y respeten las leyes del Estado burgués
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como sus leyes propias, los trabajadores tienen permitido (…) ser sus propios jueces (…) Es así como las decisiones legales hechas en interés del capital pueden ser enmascaradas como decisiones hechas por ‘todo el pueblo’”3. El juicio por jurados populares está contemplado en la Constitución Nacional en los art. 24, 75 inc.12 y 118. Históricamente, surge ligado a una forma de resistencia contra los poderes feudales y aristocráticos, como derecho a ser juzgado por pares. En el país, los sectores dominantes se han negado a implementarlo, aunque ya el Primer Triunvirato lo vio como la forma adecuada de garantizar la libertad de imprenta y, por esa vía, de expresión de los sectores revolucionarios4. Más cerca en el tiempo, el juicio por jurados ha sido levantado como consigna por sectores reaccionarios, ligado al reclamo de endurecimiento de penas. Ejemplo de ésto es que fueron propuestos por Blumberg o actualmente por los gobiernos de Sapag en Neuquén o Scioli en la provincia de Buenos Aires. Los sectores garantistas mayormente se han opuesto a su implementación cayendo en una lógica similar, afirmando que la participación popular en el sistema de justicia traería aparejadas condenas más duras, pues estos jurados serían propensos a caer en las habituales campañas mediáticas exigiendo “mano dura”. Uno de los ejemplos que habitualmente se pone es el de Estados Unidos, aunque las estadísticas muestran que es absolutamente ínfima la cantidad de juicios que llegan a instancia de juicio por jurados en ese país 5. Adelantamos que nuestra posición no se relaciona ni con la de algunos garantistas que temen a esta –muy deformada– expresión popular, ni con la de sectores reaccionarios que se oponen a los juicios por jurados considerando que solo jueces profesionales están “capacitados”. Opinamos que la discusión es otra, que justamente en un sistema penal clasista y selectivo que actúa en los marcos de una sociedad de clases, con jueces que ganan sueldos siderales y tienen cargos vitalicios, no puede existir ninguna reforma que en sí misma o por si sola pueda reportar un cambio democrático; lo que tenemos que cuestionar es el sistema mismo.
Juicios por jurados en las provincias Veamos primero qué ocurre en las experiencias de Córdoba o de Neuquén. El impacto es grande porque de la decisión que cada jurado tome dependerá la libertad de una persona. Bien lo refleja la periodista Irina Hauser en el primer juicio por jurados en Cutral Có, Neuquén: La votación del jurado se hizo en una sala aislada (…) Cada jurado puso su decisión en un papel dentro de un sobre. Florencia los abrió y contó doce. Con ocho, según las reglas del jurado neuquino, hubiera alcanzado (si no se alcanza ese número, se declara al acusado “no culpable”). Pero era una decisión unánime de culpabilidad. Se quedó perpleja al ver los papelitos, dijo. Juntó coraje y salió a anunciarlo. Le quedó grabada, delante suyo, la imagen de
Bruno Posse, el acusado, casi de su edad: “Ese chico sentado ahí, tan joven, con toda una vida por delante, pero fue la decisión que tomamos6.
Córdoba El sistema es muy limitado, de tribunal escabinado, compuesto por 3 jueces técnicos y 8 jurados populares. De esa experiencia se pueden obtener algunas conclusiones: se mantiene la selectividad de los delitos que se juzgan y, contra lo esperado por sus promotores, se demostró que los jurados no votan en forma más dura que los jueces técnicos a pesar de que los delitos fueron de alta sensibilidad pública. En una investigación publicada en Derecho Penal (Infojus), se señala que en la experiencia cordobesa no se ha avanzado contra los llamados “delitos de cuello blanco” y cuando se lo hizo fue contra funcionarios menores. Sobre 117 sentencias analizadas: “el homicidio –efectivo o tentado– es el principal tipo delictivo presente en estos procesos (…) abarca el 84 % de los casos. Los casos de corrupción son muy poco frecuentes”7. A su vez, se indica que el nivel de coincidencia entre las opiniones de magistrados y ciudadanos comunes es alto: en el 85 % de los casos los veredictos son adoptados por unanimidad. Igualmente los autores alertan que “a diferencia del sistema anglosajón, en los tribunales mixtos cordobeses la deliberación de jurados y jueces ocurre en forma conjunta, por lo que no se puede descartar la influencia de éstos sobre aquéllos”. Lo interesante a tomar de la investigación citada es que en la mayoría de los casos en que los jurados han disentido con los jueces, sus decisiones resultaron menos severas que las de los magistrados: “la introducción del juicio por jurados no ha conducido en los primeros cinco años de su vigencia a un endurecimiento de las decisiones finalmente adoptadas”. Podríamos plantearlo de otro modo: los jueces técnicos y populares votan en forma bastante similar, en cuanto a lo que castigan y en cuanto a los temas que llegan a su conocimiento, no hay modificaciones significativas. Más adelante trataremos de responder por qué ocurre esto. El Ceprodh tuvo relación con un caso emblemático en la provincia de Córdoba, el llamado caso “Eli”8 . Se lo llamó “El caso Tejerina, al revés” 9. En 2006, mediante juicio por jurados, se absolvió a Eli de 19 años, acusada de matar a su hija al nacer. Un comerciante en cuya casa trabajaba Eli, abusó de ella desde que tenía 10 años y quedó embarazada. El fiscal pidió 8 años de prisión pero Eli fue absuelta por un tribunal compuesto por jurados populares. En el juicio oral, seis de los ocho jurados populares elegidos entre la población de Villa Dolores votaron en favor de la joven. Los dos jueces de la Cámara del Crimen votaron en contra. Para obtener esa absolución fue clave la movilización popular y el acompañamiento que tuvo Eli de organismos y la población en general, derrotando cualquier campaña punitivista.
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Ahora en Neuquén Se implementaron en enero de 2014 bajo el modelo anglosajón: los jurados dictaminan y el juez pone el monto de la pena. Para un veredicto de culpabilidad no se requiere unanimidad, basta con el voto positivo de 8 jurados (sobre 12). Rige para casos de “delitos contra las personas o la integridad sexual o cualquier otro delito cuyo resultado haya sido muerte o lesiones gravísimas” siempre que el fiscal solicite una pena superior a los 15 años10. Al acotarse así su ámbito de aplicación –como ocurre en la mayoría de los proyectos en curso– se demuestra el intento de atarlos a un sistema que legitime las penas más duras; lo que se confirma con la exigencia de unanimidad para obtener una condena. En una provincia dominada por los intereses de las compañías petroleras, se excluyen los grandes delitos económicos, los derivados de desastres ambientales, los que terminan con la muerte de miembros de las comunidades mapuches, entre otros. Aunque como en el caso de Eli, la movilización siempre puede colarse. En el mes de mayo, en lo que constituyó el primer juicio por jurados en un caso de gatillo fácil, la lucha que desarrolló la familia del joven asesinado Matías Casas junto con organizaciones sociales y de derechos humanos, hizo que en una causa donde comúnmente los jueces resuelven por la impunidad o penas menores para el policía, el jurado popular dictaminó la culpabilidad del acusado por unanimidad11.
Un sistema que no se puede emparchar Estos procesos, así como los proyectos que se comenzaron a discutir en otras provincias y en Congreso Nacional, son acompañados en muchos casos por la legítima aspiración de aquellos que defienden la instauración del juicio por jurados como modo de minar las bases del actual sistema judicial elitista y aristocrático. Eso nos exige afilar el análisis. No podemos obviar que con la actual estructura judicial, policial y penitenciaria intactas, los imputados serán aprehendidos por las policías bravas, la instrucción de la causa la llevarán jueces o fiscales completamente alejados de los intereses del pueblo trabajador, y los que resulten condenados terminarán sus días en cárceles inhumanas. Igual que con el sistema anterior. Es más, la experiencia demuestra que el sistema acusatorio en sí no asegura más garantías y derechos para los imputados. El ejemplo de la provincia de Buenos Aires es contundente: solo reportó mayor poder para las Fiscalías y el aparato punitivo del Estado. O Neuquén, donde con la publicitada reforma procesal se está dando una avanzada del Ministerio Fiscal como órgano absolutamente político y punitivista, que hace prensa con los casos en que consigue prisiones preventivas. En este marco es que el juicio por jurados no es más que una cobertura del poder punitivo del Estado capitalista. Es evidente que el interés de los funcionarios que los promocionan está en lograr una forma de legitimación para aceitar un sistema clasista, racista, antipopular. »
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POLÍTICA
Esto no será eliminado porque se implementen juicios por jurados, como se demostró en los casos citados al comienzo. Nos negamos a reducir la discusión en el binomio sistema inquisitivo vs. sistema acusatorio/adversarial (con juicio por jurados), pues ambos responden a mantener lo esencial del sistema judicial vigente. La legislación represiva expresa los intereses de las clases dominantes12 y en defensa de esos intereses deberán pronunciarse aquellos que integren los jurados populares, más allá de la extracción social de la que ellos mismos provengan. Se acabará el monopolio de los veredictos de los jueces técnicos, se acabará el sistema inquisitivo, pero el Código Penal es un código para defender el orden social capitalista y su propiedad privada de cabo a rabo.
Un verdadero ejemplo histórico Como vemos, no hay lugar para “parches” o medidas aisladas. Ciertamente se ha dicho que:
“ Si queremos terminar con el sistema inquisitivo actual en serio, hay que modificar de raíz el sistema mismo, cuestión que excede claramente a quién determina la culpabilidad o inocencia de una persona, sino que eso forma parte de un engranaje mayor.
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La mayoría de las medidas (…) incluyendo la transformación completa de los métodos penales habituales, ya han sido recomendadas por el mejor criminólogo burgués. Pero en la sociedad burguesa aún se mantienen en un sueño. Solo la victoria del proletariado puede asegurar su realización13.
Por eso ponemos como gran ejemplo histórico a la Revolución rusa de 1917, donde a la hora de organizar el modo de juzgamiento, se reconoció la división de la sociedad en clases sociales y al delito como un hecho determinado por esa división14. Se dispuso la elección de los jueces y su revocabilidad. Se establecieron tribunales populares. Cualquiera podía ser juez o abogado. Se estableció la figura de los “asesores populares”, elegidos en representación de los diferentes sectores de la comunidad y cuya función era frenar cualquier arbitrariedad, y para ello tenían la potestad de remover al presidente del tribunal15. Se fundó la institución del “control judicial supremo” integrada por delegados de los tribunales locales, elegidos por no más de un año, que podía orientar las decisiones de los tribunales así como proponer enmiendas a la legislación. Se apelaba a la “conciencia socialista de la justicia” de los tribunales populares. Se discutió la necesidad de los Códigos, hubo riquísimos debates alrededor de la figura del Procurador General, y tantos otros que apuntaban a terminar con el “culto a la legalidad”. Sobre el funcionamiento de los tribunales populares, en aquellos primeros años posteriores a la Revolución de Octubre se señalaba: Estos tribunales están completamente libres del espíritu de revancha. No pueden vengarse de la gente simplemente porque esto sucede por haber vivido en una sociedad burguesa. Por este motivo, nuestra corte manifiesta un cambio revolucionario en el carácter de sus decisiones. Cada vez más frecuentemente encontramos que son impuestas sentencias condicionales, castigos que no incluyen a ningún castigo, su jefe
sobre las grandes mayorías de los trabajadores y el pueblo. Desde esta perspectiva estratégica, íntimamente ligada a un cambio revolucionario de la sociedad y acompañando las sanas aspiraciones de aquellos que quieren terminar con la casta judicial, planteamos la necesidad de luchar por la elección popular y universal de los jueces, la posibilidad de su revocatoria y que ganen lo mismo que un trabajador. Unido a estas transformaciones de conjunto, la exigencia de juicios por jurados realmente democráticos, puede tener fuerza vital, en el camino de una democratización. Son medidas mínimas de una real democratización que termine con esa casta privilegiada y vitalicia. Nos dirán que nos vamos muy lejos, tal vez, pero creemos que si nos quedamos en el debate solo de juicios por jurados si o no, no se llegará a la mentada democratización y terminará avalándose otro discurso diferente pero igualmente legitimador del poder punitivo del Estado burgués. Eso sí, con un ropaje presentado como más democrático.
1. Son presentados como más democráticos por limitar las enormes atribuciones concentradas en la persona del juez, dando más poder a los fiscales, y por proponer un enfrentamiento entre iguales. Pero la realidad es que de un lado estará simplemente el defensor del imputado y, del otro, los poderosos fiscales que cuentan con la policía, el Proyecto X y todo el poder punitivo del Estado. 2. N. Bujarin y E. Preobrazhenski, ABC del comunismo, Cap. 9, 1920, marxists.org. 3. Ídem.
apunta a prevenir la repetición del delito. Otro método es el de la censura social, un método que solo puede ser efectivo en una sociedad sin clases, una sociedad en la que la conciencia social y la responsabilidad han aumentado enormemente16.
Otros, como Michel Head, señalan que: Aunque estos tribunales impartían justicia de acuerdo a la “conciencia revolucionaria”, las estadísticas indican que se acercaban a los casos con indulgencia y con una mente abierta. Un análisis de 1919 preparado por Kursky, a continuación, la Comisión de Justicia, informó que de los 61.128 casos penales, el 43 % dio lugar a la absolución, 35 % a prisión (las cuatro quintas partes con la libertad condicional), el 8 % a trabajo socialmente necesario, el 4 % a multas y 10 % a otras variantes, generalmente admoniciones17.
Para concluir, debemos reiterar que no podemos reducir la discusión sobre los juicios por jurados a un parche de este sistema. Si queremos terminar con el sistema inquisitivo actual en serio, hay que modificar de raíz el sistema mismo, cuestión que excede claramente a quién determina la culpabilidad o inocencia de una persona, sino que eso forma parte de un engranaje mayor. Ese engranaje sostiene la dominación de una minoría, la burguesía, por
4. El 26/10/1811 fue sancionado por el Primer Triunvirato el “Decreto de la Libertad de Imprenta”. Miguel A. Osorio, Juicio por Jurados. Perspectivas actuales e históricas, Editorial Universidad, Buenos Aires, 2007. 5. Solo el 2% de los casos se resuelve en juicios por jurados. Casi han desaparecido, cobrando más peso como forma de resolución la “negociación” sobre declaración de culpabilidad (plea bargaining). 6. Página/12, 25/04/14. 7. María Inés Bergoglio y Santiago Abel Amietta, “Participación ciudadana en la justicia. Infojus”, Derecho Penal 3, Año 1, diciembre 2012. 8. Abogados del Ceprodh participaron en el juicio por violación. El imputado resultó condenado a 8 años de prisión. 9. Página/12, 25/03/10. 10. Art.35 Código Procesal Penal de Neuquén. 11. Los abogados de la familia de la víctima son Ivana Dal Bianco y Mariano Pedrero del Ceprodh. 12. O más simplemente, delito es lo que la burguesía dice que es. 13. N. Bujarin y E. Preobrazhenski, ob. cit. 14. En 1919 se dictaminaron los “Principios básicos del derecho penal de la RSFSR”. Allí “se describía al delito, no como culpa propia del delincuente, sino de la estructura de la sociedad clasista. El derecho penal era un expediente provisional adoptado por la sociedad en una época de transición hasta que se superaran las divisiones de clase”. E. Carr. 15. Ver Matías Maiello, “El derecho penal y la lucha de clases”, IDZ 8, abril 2014. 16. N. Bujarin y E. Preobrazhenski, ob. cit. 17. Michel Head, Pashukanis Repraisal.
Apuntes para una verdadera democratización
Cinco años de una tramposa Ley de Medios El kirchnerismo y la apropiación de una demanda histórica. Los mismos dueños de siempre. La convergencia y las ganancias empresarias. Flexibilización y precarización de los trabajadores de medios. La puja por los contenidos al interior de las empresas periodísticas. Experiencias históricas de la lucha de clases que cuestionaron radicalmente el rol de los medios. Martin Espinoza Periodista. Daniel Satur Redacción del periódico La Verdad Obrera.
La disputa entre el gobierno y el principal multimedios del país, Clarín, dio vida a la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) votada en 2009, un año después de la batalla entre el gobierno y las patronales agrarias por los impuestos a las exportaciones de soja que rompió la “sociedad” que los Kirchner y Magnetto mantuvieron hasta 2008. La nueva norma reemplazó a la Ley 22.285, un decreto de Videla vigente desde 1980. El kirchnerismo se apropió así de una demanda histórica como la democratización de los medios de comunicación, levantada durante años por medios comunitarios y alternativos, organizaciones sociales y sectores políticos y académicos; instalando el debate público con un proyecto que terminaría apoyado en el Congreso por varios aliados circunstanciales. El gobierno definió la pelea con Clarín como “la madre de todas las batallas”, aunque ésta fuera en realidad una mera puja capitalista por la redistribución del mercado de medios. Sus corolarios fueron el fallo de la Corte Suprema de octubre de 2013 que dio por terminado un litigio “cautelar” encarado por Clarín (declarando constitucionales dos artículos de la LSCA referidos a límites de licencias de radio y TV, y a plazos de desinversión y adecuación a la nueva ley); y la aprobación de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) al “plan de adecuación voluntario” presentado por el grupo de Noble-Magnetto que propone dividirse en seis unidades “independientes” entre sí. La AFSCA ya le había aprobado un plan similar al Grupo UNO de Daniel Vila y José Luis »
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Manzano. Repartiendo los medios de cada corporación entre sus socios quedaría más distribuido el mapa, aunque en los hechos los dueños sigan siendo los mismos. Estos dos episodios, en cierta medida, cerraron una etapa en la disputa burguesa que copó la escena desde 2009. Es que los tiempos cambiaron. El kirchnerismo enfrenta su fin de ciclo, con el agotamiento de un “modelo” en el que el empresariado “se la llevó en pala”, como dijo la presidenta, a cambio de destinar una modesta porción de la renta a los sectores populares. Para Cristina Fernández era de primer orden dar por terminada la pelea con Clarín y así contar con la oposición burguesa para encarar el ajuste sobre los asalariados, ordenar las cuentas del Estado para volver al endeudamiento externo y garantizar una transición ordenada en 2015. Eso no acaba con las rencillas propias de la “batalla cultural” entre intelectuales y periodistas de uno y otro bando. Pero nada que amenace el más que necesario consenso burgués. La aprobación del plan de adecuación de “la Corpo” muestra que la LSCA y su aplicación práctica no “democratizó” el mapa nacional de medios y ni siquiera transformó sustancialmente la propiedad empresaria respecto a antes de 2009. Por el contrario, se profundiza la concentración (con unos pocos nuevos actores) de los medios de comunicación de masas.
Los mismos de siempre Si las “adecuaciones” a la Ley de Medios se cumplen, el mapa seguirá siendo un esquema con muchos medios (y quizás más dentro de unos años) pero poquísimos dueños. Habrá nuevos apellidos en la titularidad, pero nada que democratice de verdad la información, la palabra y la cultura. A nivel nacional y regional, por provincias o grandes ciudades, la concentración mediática se sostiene hace años (ver “Los dueños de la Argentina mediática”). Y no hay multimedio que no esté ligado a las cámaras y grandes empresas, colaborando mutuamente (publicidad a cambio de buena prensa) y hasta asociándose en diversos negocios. A su vez esos grupos reciben jugosos ingresos por “publicidad oficial” del Estado nacional, de gobernaciones e intendencias. La capacidad de esos grupos de marcar la agenda pública es directamente proporcional al sostenimiento que reciben de las pautas privadas. En un estudio reciente Guillermo Mastrini, Ana Bizberge y Diego De Charras dicen que: en América Latina se ha realizado un estudio que da cuenta de la estructura de los mercados de las industrias culturales y su nivel de concentración (…) prensa, radio, televisión abierta y paga, telefonía básica y móvil en diez países de la región (…) El resultado obtenido da cuenta de un importante grado de concentración en todos los casos analizados. En promedio, los cuatro primeros operadores de cada mercado dominan el 80 % del mismo. Entre esos diez países estudiados está Argentina1.
Hoy Clarín, Telefónica, Prisa, Vila-Manzano, Indalo (Cristóbal López), Veintitrés, Pierri
y otros grupos menores, poseen casi la totalidad de los grandes medios audiovisuales del país. Muchos de ellos, además, manejan los grandes diarios y revistas y, a su vez, dirigen diversas empresas de otros rubros. La Ley de Medios está muy lejos de romper ese esquema concentrado y oligopólico. Vigente desde hace casi cinco años (excepto en un par de artículos solo para Clarín), no aportó más que promesas y cambios cosméticos. La misma AFSCA tendría problemas si quisiera propagandizar sus avances democratizadores. Ejemplos como el fallido canal mapuche Wall Kintun de Bariloche, “inaugurado” el 7D de 2012 pero aún sin funcionar, o la inexistencia de concursos públicos reales e igualitarios para licencias de medios de alta potencia en las grandes ciudades, grupos comunitarios y alternativos de comunicación, hablan por sí solos. Un dato concreto muestra la “multiplicación de voces” que impulsa el gobierno. El FOMECA es el Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual, creado a partir del artículo 97 de la LSCA, por el cual se destina el 10 % de los fondos recaudados por multas a los medios privados a proyectos comunitarios, de frontera y de pueblos originarios. En 2013 el FOMECA repartió $ 4.750.000 entre 83 proyectos radiales y televisivos, a razón de $ 57.200 por proyecto. En ese mismo período, la Jefatura de Gabinete repartió entre diez “corpos” afines $ 523.000.000 en “publicidad oficial” (el más beneficiado fue el grupo Veintitrés de GarfunkelSzpolski) con $ 144.953.341. Y Clarín, el que miente, entre 2012-2013 recibió $ 2.300.000, bastante más que lo entregado por el FOMECA a los 83 proyectos comunitarios. Los nuevos medios propiciados por la LSCA se reducen a unas decenas de radios de muy baja potencia (muchas veces interferidas por grandes canales y radios sin control ni sanción) y otras tantas de mediana y alta potencia surgidos con prebendas y negociados. La compra irregular de Radio 10 y C5N de Cristóbal López a Daniel Hadad o el ingreso a la TV digital de canales como 360 (Electroingeniería), CN23 (Veintitrés) o C5N (López), sin mediar concursos públicos para operar, muestran cómo “el relato” se cae y ya ni siquiera se cuidan “las formas”.
Convergencia, flexibilización y precarización Una de las discusiones que hoy recorre los grandes medios refiere a la “convergencia tecnológica”, que es la integración de unidades productivas que antes se encontraban separadas. En los multimedios, esta integración rompe dos estructuras tradicionales: la de los medios separados de acuerdo con su producción gráfica, radial o televisiva y la de los periodistas especializados en el oficio y el lenguaje de cada medio. Con la fusión de redacciones y plataformas (gracias al hiperdesarrollo tecnológico y la universalización de internet), y la transformación del periodista como productor “polivalente” y “multitareas”; las empresas periodísticas ven en la “convergencia” la solución a sus crisis y la posibilidad de bajar los costos (sobre todo laborales) para multiplicar ganancias. Ahora los periodistas deberían trabajar
más (ser más productivos) dentro del mismo horario laboral y por el mismo salario. Producto de la combinación de la crisis capitalista y de las “ventajas” de la “convergencia”, en todo el mundo se están cerrando plantas enteras, dejando cientos de trabajadores en la calle. En Estados Unidos, no menos de 120 periódicos desaparecieron o sus dueños optaron mantener solo sus versiones online. Un “modelo” que ya se extendió a medios tradicionales y hasta a empresas jóvenes. El Jornal do Brasil (fundado en 1891 en Río de Janeiro) en 2010 cerró su edición impresa y se declaró “el primer diario exclusivamente digital del país”. Otro ejemplo es Público, un diario madrileño de centroizquierda nacido en pleno siglo XXI que en 2012, aduciendo crisis, cerró su edición en papel despidiendo a un centenar de trabajadores y, tras ser vendido a la inmobiliaria Display Connectors, quedó como portal web (www.publico.es) con una treintena de empleados. En nuestro país, una vez más, Clarín encabeza las transformaciones del mercado. El 14 de mayo, “El gran diario argentino” publicó una nota sobre una reunión entre gerentes y trabajadores del matutino para explicar las “bondades” del proceso de “convergencia” encarado por Noble y Magnetto. El artículo señala: El periodismo gráfico enfrenta una revolución. Las ventas de las noticias impresas retroceden en el mundo y, al mismo tiempo, aumenta el número de los lectores que se informan a través de plataformas digitales (…) El proceso de convergencia que inicia Clarín implicará que todos los periodistas trabajen para todas las plataformas. Es la culminación de una estrategia editorial que tuvo sus primeros capítulos en 2008 y que incluyó adaptaciones edilicias para que los periodistas de todas las secciones convivan en un mismo espacio.
El Grupo Crónica de los hermanos Olmos (vinculados a la UOM kirchnerista) también busca converger Crónica, BAE y Democracia en sus plataformas gráfica y digital. Para ello crearon Aconcagua, una nueva razón social, y abrieron una redacción donde compulsivamente se trasladó a sus periodistas, aprovechando para golpear a la organización sindical al desconocer a la Comisión Interna de prensa existente. “Hacemos que su empresa de medios sea más rentable” es el lema de La Máquina de Ideas, la empresa mexicana que asesora a los Olmos. La operación de naturalización siempre es la misma: el avance tecnológico hace inevitable la expulsión de mano de obra. Sin embargo, como señala el sociólogo brasilero Emir Sader: … no es la tecnología la que echa a los trabajadores. Es la lucha de clases, es quien se apropia del desarrollo tecnológico, que puede servir sea para disminuir la jornada de trabajo o para aumentar las ganancias de los empresarios. Cuando se inventó la luz eléctrica, la primera consecuencia no fue mejorar el bienestar en los hogares, sino la introducción de la jornada nocturna de trabajo. La culpa no la tuvo Thomas Edison, sino la apropiación de ese invento para extender la jornada y la superexplotación de los trabajadores2.
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Los intentos flexibilizadores con la “convergencia” como excusa se suman a un panorama laboral en los medios con distintas modalidades de precarización bajo formas como la colaboración externa o las pasantías (ver “La precarización que nunca será noticia”). Otra promesa, sobre que la nueva Ley de Medios además de traer pluralidad de voces abriría nuevas fuentes de trabajo, en especial para los jóvenes egresados de las facultades y escuelas de periodismo y comunicación, resulta imcumplida. En esto tienen una absoluta responsabilidad las burocracias sindicales como la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), que deja librados a su suerte a los trabajadores que enfrentan todo tipo de ataques patronales como ocurrió recientemente en Perfil, BAE y Crónica. O pactando con el gobierno y de espalda a los trabajadores y sus delegados paritarias a la baja que garantizan el ajuste en marcha. En tanto, la recuperación de comisiones internas en distintos medios (como en Clarín en 2012), la elección democrática de delegados paritarios, el surgimiento del Plenario Autoconvocado y las masivas movilizaciones con paros de toda la prensa escrita en 2013 demostrando la unidad de los trabajadores de prensa; son importantes síntomas de recomposición del sector, que hay que defender junto a conquistas históricas como el Estatuto del Periodista que, entre otros derechos, garantiza “la libertad de prensa y la libertad de pensamiento” como “inalienables”.
Una verdadera democratización de los medios En la discusión en torno a la Ley de Medios, ambos bandos apelaron a la defensa de ciertos valores “universales”. Clarín hablaba de “libertad de prensa” y “expresión” para proteger su libertad de «empresa» y su poder conquistado con pactos y favores de gobiernos dictatoriales y constitucionales (incluido el de Néstor Kirchner), que lo transformaron en uno de los multimedios más influyentes de Latinoamérica. Y el gobierno hablaba de «democratizar la palabra” y contra los “monopolios” impulsando la conformación de nuevos multimedios en manos de un selecto grupo de empresarios aliados. La discusión sobre la Ley de Medios puso en la agenda pública el debate sobre el rol de los medios de comunicación de masas. Pero fue a costa de dejar todo en una falsa dicotomía: “O estás con Clarín o estás con el gobierno”. Sin embargo, retomando a Antonio Gramsci, se trató en definitiva de una polarización entre dos grandes “partidos de medios” de la burguesía. Como escribió el revolucionario italiano: … en muchos países los partidos orgánicos y fundamentales, por necesidades de lucha o por otras razones, se han dividido en fracciones, cada una de las cuales asume el nombre de “partido” y aún, de partido independiente (…) Esta función se puede estudiar con mayor precisión si se parte del punto de vista de que un periódico (o un grupo de periódicos), una revista (o un grupo de revistas), son también “partidos” o “fracciones de partido” o “función de determinado partido”. Piénsese en la función del “Times” en Inglaterra
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y del “Corriere della Sera” en Italia, pero también en la función de la llamada “prensa informativa”, que se llama a sí misma “apolítica” y hasta de la prensa deportiva y técnica”3.
La “agenda informativa” une a ambos “partidos mediáticos” ante ciertos temas de interés de clase. El ejemplo más cotidiano es el de la llamada “inseguridad”; término en el que se engloban superficialmente casos de pequeño delito, gran delito y violencia social, “naturalizando” la policiación y securitización de la sociedad, y abonando un discurso estigmatizante de los pobres, los inmigrantes o los jóvenes. Pese a cierta polarización entre “mano dura” o garantismo, de conjunto los medios burgueses no problematizan ni cuestionan la misma sociedad dividida en clases que necesita de la Policía, la Justicia, las cárceles, y otras »
Fotomontaje: Juan Atacho
LA PrECArizACión qUE nUnCA SErá noTiCiA Diego Martínez Delegado en Página/12 y miembro del Colectivo de Trabajadores de Prensa (CTP).
La precarización en el gremio de prensa, extendida y naturalizada, se expresa ante todo en la figura del “colaborador”. El Estatuto del Periodista creó esa categoría para quienes escriben textos que “no corresponden a las tareas habituales a los órganos periodísticos”. Las empresas, sin embargo, la aplican a redactores externos con las mismas funciones que los de planta a quienes no les reconoce derechos elementales: estabilidad, vacaciones, licencias, antigüedad o aguinaldo. Paradójicamente, quienes sí son colaboradores (un intelectual que escribe una columna, por ejemplo) rara vez cobran por su trabajo. De una encuesta del CTP que respondieron 398 trabajadores surge que la mayor parte tiene entre 20 y 40 años, estudió en la universidad y vive de otro trabajo. A diferencia de los periodistas de planta, pagan monotributo y cobran por nota, entre 60 y 90 días después de publicar. Trabajan en su casa, con sus herramientas, y pagan de su bolsillo comunicaciones y viáticos. La mayoría no participa de la vida gremial y apenas el 9% está afiliado a la UTPBA, que no hace nada por representarlos. El Estatuto estableció que a partir de la 24ª nota anual pasan de ser “proveedores externos” a “colaboradores permanentes”, a quien sí reconoce derechos. Pero también el modo de burlar ese artículo está naturalizado: las empresas “congelan” al periodista antes de llegar a esa cifra y lo “descongelan” al año. Solo si hacen mal
las cuentas o no tienen suficientes “colaboradores”, el periodista puede pedir la recategorización, que a su vez es desalentada por las empresas para no hacer aportes patronales. “Se trata de relaciones contractuales encubiertas mediante actos de fraude laboral”, explica el abogado laboralista Mariano Suárez. La figura se usa “para disimular bajo una apariencia de legalidad a trabajadores que según el mandato legal deberían revistar con contratos por tiempo indeterminado, con prestaciones continuas o discontinuas según el caso”, agrega Suárez, delegado de Télam y candidato a secretario gremial de la opositora Lista Multicolor. Página/12 cuenta con 41 redactores en regla y más de 150 redactores externos registrados como “colaboradores”. Sin ellos no existirían Las/12, radar, Cash, Turismo, no, Futuro, M2 y otros suplementos. También Cultura & Espectáculos e internacionales se nutren de falsos “colaboradores”. Ante las eternas negativas a regularizar su situación, desde la Comisión interna, con el respaldo de la asamblea, decidimos en una primera etapa llevar el problema al Ministerio de Trabajo. Veremos si en ese ámbito la empresa accede a dejar constancia de las respuestas absurdas que da en privado. En cualquier caso, el tema excede a un diario y amerita un abordaje en conjunto por parte de todo el gremio de prensa.
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instituciones represivas. A lo sumo algunos les piden más discrecionalidad y otros que funcionen más ordenadamente. Por el contrario, los reclamos más profundos de la clase trabajadora y los sectores populares son vedados o encuentran eco solo como “escándalo” o blanco de demonización, como ocurre con toda protesta callejera o con los métodos de acción directa a los que los explotados recurren para hacer oír su voz. En tanto, la izquierda y toda expresión anticapitalista son marginadas permanentemente de los principales espacios mediáticos. Solo se hacen visibles cuando no les queda otra, por el peso ganado a nivel estructural en sectores del movimiento obrero y estudiantil, y electoral, como es el caso del Frente de Izquierda que obtuvo 1.200.000 votos en 2013. Y hay variadas expresiones, valores, sentimientos, gustos y subjetividades que también son marginados de los medios de información y comunicación de masas. Si en verdad quisieran democratizarse los medios, deberían tomarse medidas como inmediata entrega de licencias y financiamiento (en base a impuestos a los grandes grupos) a las organizaciones obreras, estudiantiles, de derechos humanos, medioambientalistas, pueblos originarios, barriales, artísticas, de la diversidad sexual y toda la sociedad; para que desarrollen sus propios medios de expresión en igualdad de condiciones técnicas, operativas y de alcance; con los que cuentan los grandes medios privados y del Estado. Pero ni el Estado ni las empresas van a hacer Ilustración: Anahi Rivera
eso porque no pretenden que se los cuestione ni mucho menos que se les terminen los negocios. La verdadera democratización vendrá, inevitablemente, por otro lado. En ese sentido, vale la pena recordar verdaderos cuestionamientos radicales al rol de los medios donde la lucha de clases decantó experiencias novedosas como la de la Asociación de Trabajadores de Cine, TV y Técnicos de Gran Bretaña que en 1973 levantaron un programa para nacionalizar la industria del cine y la TV (ver “Una experiencia para control obrero del cine y la TV”, IdZ 9, mayo 2014). O, como estudiaron Armand y Michelle Mattelart, el ascenso revolucionario chileno a principios de los años ‘70 y el surgimiento de los Cordones Industriales como órganos de poder obrero: En este ascenso del movimiento de masas, los trabajadores se dieron también nuevos instrumentos de agitación y de información. Surgieron los diarios de los cordones. Cada cordón contó con un órgano de comunicación. Unos eran dirigidos por los mismos obreros, otros fundados por periodistas militantes que empezaron a formar corresponsales obreros4.
Allí se da cuenta también de que al interior de los medios burgueses, como el tradicional Mercurio, los trabajadores de prensa llegaron a expresar su propia interpretación de los acontecimientos y “obtuvieron el derecho de manifestar sus ideas y opiniones sobre las cuestiones
formuladas en los editoriales donde se expresaba la posición del diario”5. Ejemplos radicales como éstos no invalidan que en épocas de relativa paz social como la actual, se desarrollan larvadamente pujas y discusiones alrededor de los contenidos que debe reflejar la pantalla chica, como las que se desarrollan entre los trabajadores y la gerencia de la TV Pública de Buenos Aires (ver “La ‘TV Pública’ y la lucha por los contenidos”). Esta tensión permanente al interior de los medios hace al carácter del oficio periodístico. El trabajador de prensa, en muchos casos, se ve obligado a reproducir la opinión patronal, que es la forma concreta que adquiere la venta de su fuerza de trabajo. Cuando los trabajadores actúan como fuerza colectiva pueden imponer su voluntad en esa lucha por la interpretación de los acontecimientos. Esa tensión pondrá seguramente a la orden del día, la lucha porque los medios de comunicación masiva sean gestionados directamente por sus propios trabajadores en unidad con el resto de la clase trabajadora y sectores populares. Sin injerencia del Estado ni de las empresas. Es decir, sin funcionarios ni gerentes en sus oficinas pero también sin condicionamientos por medio de la pauta publicitaria, estatal o privada. Un pequeño ejemplo como el paro realizado por los trabajadores del canal de noticias A24 del Grupo UNO ante el despido de una compañera y que paralizó toda la programación, muestra a las claras quienes hacen funcionar los medios y quien tiene el verdadero poder, en caso de desarrollarse esta perspectiva. Para pensar la comunicación y la información como “servicios públicos”, tienen que estar despojadas de la reglamentación capitalista y que toda la población acceda a ellas mediante un sistema público nacional de distribución de televisión, radio e internet, con acceso libre y gratuito para los trabajadores y el pueblo pobre y con tarifas progresivas para empresas y sectores ricos. Democratizar significaría romper esa dinámica de la información controlada por la burguesía donde, como dice Mattellart: “las clases trabajadoras han sido tradicionalmente relegadas al papel pasivo de consumidor de esta información”. Por eso hablamos de una tarea que sigue pendiente, leyes más o leyes menos. Estos apuntes intentan aportar a este debate.
1. Las políticas de comunicación en el siglo XXI, Bs. As., La Crujía, 2013, p. 149. 2. Página/12, 4/5/14. 3. “El partido político”, disponible en www.gramsci. org.ar. 4. Frentes Culturales y movilización de masas, Armand y Michelle Matterlart, Barcelona, Editorial Anagrama, 1977, p. 215. 5. Ibídem, p.19.
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Los dueños de la Argentina mediática Daniel Satur Redacción de La Verdad Obrera.
Si la concentración de medios “nacional” escandaliza, la situación en el interior del país directamente causa escozor. El puñado de corporaciones “porteñas” influye en todo el país, concentrando parte del total de lectores, oyentes, televidentes, anunciantes y pauta oficial. Pero hay otros grupos de radios, diarios y canales en el interior que ni siquiera fueron cuestionados por la Ley de Medios. Analizando qué se lee, ve y escucha
en algunas ciudades argentinas, se cierra cualquier debate sobre la “desmonopolización” que trajo la Ley 26.522.
Córdoba Allí el Grupo Clarín tiene el diario La Voz del Interior (y su respectivo portal web), otro matutino Día a Día, Canal 12 (el de mayor audiencia) y las radios Mitre AM 810 y La Cien FM 102.9.
Telefónica posee Canal 8, parte de la cadena Telefe. Entre los “locales” está Cadena 3, de Radiodifusora del Centro (sociedad formada por Gustavo Defilippi, “Rony” Vargas, Mario Pereyra, Grupo Roggio y los hermanos Bischoff). La cadena nació con la privatización de LV3 en los ‘90 y la compra de otras emisoras. Hoy son 27 radios presentes en Córdoba, Buenos Aires y once provincias más. Es » el medio delasotista por excelencia.
LA “TV PúBLiCA” Y LA LUChA Por LoS ConTEniDoS Entrevista a Agustín Lecchi, delegado de la comisión interna-UTPBA Canal 7.
IdZ:¿Qué discusión hay entre los trabajadores de prensa de Canal 7 con respecto a los contenidos? En primer lugar, tenemos una posición que es que la Televisión Pública tiene que tener un noticiero que sea “público” y no gubernamental. Y nosotros como trabajadores queremos que se expresen los intereses de los trabajadores y los sectores populares en general. Pero donde se expresen también todas las voces que hay en el pueblo en general y no solamente de algún sector en particular. Y justamente ese conflicto con las noticias cotidianas se expresa todo el tiempo. Esa discusión entre lo que propone la línea editorial del medio y lo que quieren pero no pueden contar los trabajadores del medio. IdZ: ¿Y qué situaciones concretamente hubo en las que se dio esa discusión? Pasó que necesitábamos discutir en la asamblea para que los trabajadores podamos luchar, no solamente por las condiciones salariales y de laburo, sino también por los contenidos. Fue todo lo relacionado con el choque ferroviario de once de febrero de 2012, donde nosotros además tuvimos un compañero que su hijo murió en la tragedia: Paolo Menghini. que fue uno de los que encabezó esta pelea. Tuvimos muchas discusiones. Por ejemplo, cuando se cumplió un año y medio desde la dirección del noticiero no querían pasar algunas figuras que estaban en el acto
que organizaba Paolo. nosotros ahí tuvimos que pelear en el noticiero para que puedan estar expresados todas las voces que estaban ese día ahí, para que el discurso del acto se pueda dar entero en el noticiero. Estaba Paolo en cadena nacional en todos los canales menos en Canal 7. Y ahí nos pusimos firmes. Porque tenemos una posición de la asamblea que es que los trabajadores tienen que poder proponer contenidos y que no hay motivos para que se censuren algunos temas y otros no. Ahora, esa es una posición política de la asamblea que después en el minuto a minuto la tiene que llevar adelante un compañero y ahí está la fortaleza de los compañeros, de la comisión interna, del editor que es el último eslabón de la cadena donde se produce una noticia. Ante la presión del jefe que ordena ponerla o sacarla del aire. Cuesta. Es una puja constante.
IdZ: ¿Hay otros ejemplos? Sí, cuando fue le paro general que convocó la CGT y la CTA opositoras en noviembre de 2012. Desde la comisión interna habíamos decidido adherir a los reclamos pero no parar el noticiero para que podamos cubrir las distintas manifestaciones que hacían los trabajadores. Lo que queríamos es que cuando se abriera el noticiero, el presentador pueda expresar en tres líneas la posición de los trabajadores con respecto al paro para que
no quede como que nosotros trabajábamos y no nos importaba la medida. Pero la gerencia no nos dejó. Así que frente a eso tuvimos que hacer una asamblea y sacar un comunicado público. Fue una especie de medida de fuerza ahí adentro. También hubo una asamblea donde votamos que haya una serie de compañeros que se encarguen de hacer un seguimiento a las 4 ediciones del noticiero semana a semana y que se pueda dejar por sentado qué cosas se cubren y qué cosas no. Y fue así que empezamos a discutir que se cubra por ejemplo el conflicto de Gestamp. Si bien la primera semana cuando hay una toma en la fábrica no se lo cubrió, a la semana siguiente cuando se dictó la conciliación obligatoria con los despedidos adentro, fueron móviles del canal a cubrir. Estuvimos lunes y martes y el miércoles en el corte de Corrientes y Callao. Se hace un seguimiento de lo que se cubre y cómo se cubre. Si hay un conflicto de trabajadores, tratamos de que cubra a los trabajadores y no solamente al empresario y al gobierno. Buscamos que estén todas las voces presentes en la nota. Surge de la asamblea y la integran compañeros de la comisión interna y compañeros de la junta de asuntos profesionales que es una instancia que surge de compañeros elegidos en la asamblea. Entrevistó: Martín Espinoza
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La pata estatal (pero no pública) la ocupa la Universidad Nacional de Córdoba con Canal 10 y AM 580.
Santa Fe En la capital Telefónica tiene Canal 13, otra sucursal de Telefe. Pero quien “manda” en Santa Fe es la familia Vittori, dueños del diario El Litoral (y su sitio web) y la AM LT9. A su vez son socios de Clarín en Artes Gráficas del Litoral, la imprenta que saca El Litoral, Clarín, Olé y revistas. En Rosario cinco grupos tienen casi todo. Telefónica posee Canal 5 y Vila/Manzano el diario más importante, La Capital (y su web), AM LT8 y FM Una (más una edición del diario UNO en el norte provincial). Un grupo local es Televisión Litoral con Canal 3, radio LT2 (AM), Vida (FM) y Rosario3.com. Su dueño es Alberto Gollán, intendente de la dictadura de Lanusse, amigo de Videla y “embajador honorario” de Gran Bretaña. Empresario “modelo”, dijo Néstor Kirchner, cuando visitó el Canal 3 en su 40º aniversario. Gollán es socio y colaborador del Grupo Clarín. Otro local es la Fundación Estudios Litoral Argentino, de Guillermo Whpei, millonario prestamista de jubilados con su Grupo Unión. Whpei les compró AM LT3 y FM 102.7 a Vila y Manzano cuando éstos se “adecuaron” a la Ley de Medios. Y José Bonacci, que dirige el MODIN provincial, es amigo de Alejandro Biondini y defiende a rabiar la LSCA, tiene AM Libertad y FM Latina. La Universidad del Litoral tiene allí AM LT10 y FM 103.5.
Mendoza Es la provincia con más “corpos”. Clarín tiene el diario Los Andes (impreso y digital). Pero el mayor peso lo tienen Vila y Manzano, con el diario UNO, Supercanal (TV cable paga), Canal 7 en Mendoza y 6 en San Rafael, AM Nihuil y FM Montecristi, Brava, La Red y Ayer. Un poder mediático combinado con negocios energéticos, agrícolas y de obra pública. Con menos “poder de fuego” está el grupo de Sigifredo Alonso, con el diario El Sol (impreso y digital), Canal 9, AM LV10 y FM Estación del Sol. El Grupo Terranova tiene el portal de noticias MDZ, FM MDZ y Publicidad Sarmiento (que actúa en varias provincias). El Grupo Cooperativa (relacionado con Clarín) posee la web El Ciudadano, FM La Coope y FM Estudio. El Grupo Andino tiene Sitio Andino, CTC Cable (San Rafael), TV Andina Sur y diez radios en la capital y otras ciudades. Y el Grupo Jornada tiene un diario gratuito más un portal web y FM Jornada.
Neuquén Telefe tiene el único canal de aire provincial, el 7. El mayor grupo local es de la familia Schroeder
(aliados del MPN, sobre todo de Jorge Sobisch) con el diario La Mañana (y su sitio web), AM LU5 y tres FM. Vendieron algunas de sus diez radios para adecuarse a la LSCA. Radios Del Valle, de Claude Staicos (yerno de Sobisch) posee las radios La Primera, Del Valle y Las Palmas. A su vez Staicos estaría por lanzar un nuevo canal de TV, cuyas instalaciones se las compró a la CTA tras un fallido intento de ésta por tener una señal. En 2012 la CTA Neuquén (conducida por Fuentes, segundo de Micheli) montó la emisora y contrató a 30 empleados. Pero el MPN, aliado K, no autorizó la licencia, la CTA abortó el proyecto, despidió al personal, y le vendió la planta a Staicos. Un grupo menor pero importante es Aries, de Raúl Lillo, con las FM 93.9 (retransmite La Red), 101.3 (retransmite Del Plata), Frecuencia Río y Sky. Todo lo “público” en Neuquén es del MPN. RTN Radio y Televisión de Neuquén es el sistema que produce programas que transmiten Canal 7 y otros regionales y maneja FM 104.9 y su red de repetidoras.
Entre Ríos Provincia de verdaderos “feudos” mediáticos. Los dueños de El Diario, el matutino provincial (con sus versiones impresa y digital), son la familia Etchevehere y el empresario Ramiro Nieto. Los Etchevehere son oligarcas radicales devenidos popes de los negocios agrarios e inmobiliarios. Luis, cara pública del grupo, es el presidente de la Sociedad Rural Argentina. Antes de asociarse a Nieto, la familia le había vendido el 60 % del diario a Walter Grenón, cercano de Sergio Uribarri, precandidato presidencial kirchnerista. Rubén Almará, diputado del PJ, discípulo del bustismo, exponente de la derecha provincial es dueño de La Voz Digital y FM La Voz. Este personaje carga con episodios “radiales” donde desplegó su verborragia filofascista. Clarín y Cristóbal López retransmiten sus radios porteñas a través de frecuencias que le pertenecen a Marcelo Pereyra, vinculado al gobierno de Uribarri y quien recibe la mayor porción de pauta oficial de gobernación. Neo Media maneja el Canal 9 (asociada a Clarín); Edgardo Sánchez el Canal 11 y El Once. com; Vila/ Manzano el diario UNO de Paraná (con su portal web) y FM La Red.
Santa Cruz En la provincia de los Kirchner, entre tres empresarios se reparten casi todo. Rudy Ulloa, exchofer de Néstor, maneja El Periódico Austral (impreso y digital), los canales 2 y 5 de Río Gallegos y 5 de El Calafate, las FM El Carmen, Caleta y El Calafate y el proveedor de cable e Internet de Río Gallegos, Cable 10. Toda una “corpo”. La familia Perincioli maneja el diario La Opinión Austral (en papel y digital) y las radios LU12 y FM Láser. Compiten con el grupo de Ulloa, pero son tan kirchneristas como él. Ignacio Perincioli, amigo de Máximo Kirchner, es gerente del diario y acaba de ser designado miembro del directorio de YPF. La pata “clarinista” de la provincia patagónica es del Grupo LJK, relacionado con los medios de Magnetto, dueño del diario Tiempo Sur (con su respectivo portal web), de la FM Tiempo y de la empresa publicitaria Publicarte.
Buenos Aires Aquí la realidad no difiere demasiado del resto del país, aunque el peso de los medios de Capital Federal es mayor. De todos modos grupos como Kraiselburd en La Plata (El Día y varias radios) o Aldrey Iglesias en Mar del Plata (La Capital, Canal 2, LU6, LU9 y otras radios) tienen su peso específico. Aquí es destacar lo que pasa en Bahía Blanca, donde se ve con crudeza la relación entre medios y dictadura, que no solo no fue saldada por la Justicia sino que ni siquiera fue puesta en cuestión por la “democrática” Ley de Medios. Aquí el multimedios por excelencia le pertenece a Vicente Massot, un colaborador del genocidio, dueño del diario La Nueva Provincia (impreso y digital), la AM LU2 (con licencia prorrogada en 2005 por Néstor Kirchner) y la FM Ciudad. Con Massot conviven Clarín (Canal 7 y Cablevisión) y Telefónica (con Canal 9). ¿Y el gobierno nacional? Bueno, en Bahía se puede ver la “TV Pública” y Encuentro a través del canal que tiene Emilio Turcuman, otro empresario local. No vaya a ser cosa que el señor Massot sienta que le hacen sombra…
Tucumán
Apenas botones de muestra del mapa de medios de Argentina, manejado por corporaciones multinacionales, nacionales y regionales. Un mapa tan concentrado como hace más de cinco años, cuando la Ley de Medios no existía.
Telefe maneja Canal 8. La familia García Hamilton el diario La Gaceta. El Grupo Altamiranda, propietario del ingenio azucarero San Juan, maneja el diario El Siglo (y su web respectiva). Y cuatro radios (LV12, LV7, Independencia y Regional) más el portal Indeportes son de Radiodifusora Independencia, empresa ligada al gobernador Alperovich; quien maneja a su vez el estatal Canal 10 en sociedad con la Universidad de Tucumán.
Colaboraron en el informe: Joaquín Ramírez, Franco Casarola, Sebastián Quijano, Cecilia Sarmiento, Reneé Osorio, Danilo Martínez, Alejandro Silva, E. Ortega y Juan Rovere.
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Fotografía: www.polikracia.com
Estado español
De la “ilusión social” a la “ilusión política” En un escenario europeo polarizado, en los países más afectados por la crisis como Grecia y el Estado español, las últimas elecciones al europarlamento mostraron un crecimiento de la izquierda. Apuntamos aquí algunos elementos de la situación política española, los nuevos fenómenos políticos en curso y los debates estratégicos que se han abierto en la izquierda. Josefina Martínez Historiadora, Clase contra Clase del Estado español.
La primavera de la indignación El 15 de mayo de 2011 comenzó una larga primavera del descontento en el Estado español. Aquellos días en todo el mundo se podían ver las imágenes de las plazas ocupadas por la juventud
“indignada”. “Democracia real ¡YA! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Desde aquel momento nada fue igual. Como sucede con los movimientos sísmicos, las repercusiones fueron de largo alcance y continuaron
horadando los cimientos del régimen político, sumido al día de hoy en una profunda crisis. Hasta ahora la movilización social fue insuficiente para frenar la enorme ofensiva capitalista, expresada mediante recortes a los presupuestos de salud, educación, servicios sociales, despidos masivos, desahucios, y un desempleo del 26 % (con 53 % entre la juventud). Las condiciones para la indignación se han profundizado. Durante este período el movimiento 15M se replegó y localizó en asambleas barriales e “iniciativas ciudadanas”, en las que siguió activo junto a vecinos y centros ocupados. Mientras que su “espíritu asambleario” tomó forma en el ámbito laboral de los trabajadores estatales dando lugar a las “Mareas” (asambleas y movilizaciones masivas de trabajadores junto a usuarios de hospitales o padres y alumnos en el caso de educación). La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) se convirtió en otro movimiento de referencia, y más recientemente las masivas movilizaciones de mujeres por el derecho al aborto. La clase trabajadora realizó dos huelgas generales en 2012, mientras ese año la marcha minera era »
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ESTADO ESPAÑOL
“ La abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de su hijo Felipe como nuevo rey es un intento –aunque a destiempo– de ‘renovación’ desde arriba para contener la catástrofe anunciada de una institución que jugó un papel clave desde la Transición.
recibida en Madrid por miles de personas. Desde entonces las cúpulas burocráticas de los sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO) se negaron a dar continuidad a las huelgas generales. A pesar de esto, la conflictividad laboral aumentó notoriamente contra las consecuencias de la reforma laboral. Las huelgas indefinidas como la de Panrico (8 meses) y Coca Cola (5 meses) muestran que se está gestando una nueva experiencia de la clase trabajadora, aunque aún no se ha generalizado. Lo que es indudable es que el 15M abrió un ciclo de movilización social de resistencia frente a la crisis, que sigue abierto y ha dado lugar a nuevos fenómenos políticos.
Crisis de representación y agotamiento del Régimen del ‘78 La crisis tiene dos dimensiones que son profundas y no pueden resolverse en el mediano plazo: la crisis económica y social capitalista (que en países del sur de Europa como Grecia, Estado español y Portugal se transformó en catástrofe económica) y la crisis del régimen de representación política. La combinación de estas dimensiones configura, siguiendo el concepto de Antonio Gramsci, una verdadera “crisis orgánica”. La caída abrupta del bipartidismo en las últimas elecciones confirma que se ha producido una escisión entre “representantes y representados”, expresión de una crisis de hegemonía de las clases dominantes que han fracasado en la dirección de una gran “empresa nacional”. Durante las últimas décadas la estabilidad de la dominación burguesa en el Estado español se había apoyado en dos relatos míticos. El “milagro económico” que había transformado la economía española atando sus destinos a la Unión Europea prometía una “sociedad de los propietarios” y un lugar destacado entre los países imperialistas más avanzados. El otro relato mítico era el de la “Transición modélica” desde la dictadura franquista. El régimen político surgido de la Transición y la Constitución de 1978 se presentaban como objeto de un “consenso” entre las diferentes fuerzas políticas y sociales, marginalizando el conflicto social. Ambos mitos han llegado a su fin. La crisis económica y social, los recortes generalizados y los múltiples
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escándalos de corrupción aceleraron el desprestigio del conjunto de las instituciones del Régimen. Las proclamas del 15M coreadas por decenas de miles de personas como “no nos representan” y “lo llaman democracia y no lo es” ya lo señalaban. La abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de su hijo Felipe como nuevo rey es un intento –aunque a destiempo– de “renovación” desde arriba para contener la catástrofe anunciada de una institución que jugó un papel clave desde la Transición1. Franco nombró a Juan Carlos I como su sucesor en la jefatura de Estado en 1969. Su papel como “árbitro” del régimen quedó instituido en la Constitución de 1978 como garante de la “unidad nacional”. Pero hoy es una de las instituciones más debilitada producto de los “reales” escándalos de corrupción y los desatinos del rey, fotografiado cazando elefantes en Botsuana. La sucesión que traspasa la jefatura de Estado de padre a hijo como si fuera una propiedad privada por derecho de sangre ha revitalizado un movimiento democrático por el fin de la monarquía, por el derecho a decidir la forma de Estado vía un referéndum y por la República. Otra gran causa democrática que recorre el Estado español y cuestiona gravemente al Régimen político es el reclamo por el derecho a decidir y por la independencia en Cataluña, que se suma así a la cuestión vasca2. Esta es una crisis inmensa para el régimen del ‘78 y que en los próximos meses puede llevar a una situación crítica.
El fenómeno de PODEMOS Durante el último año se abrió un debate sobre cómo lograr transformar la indignación en fuerza social y política para derrotar al bipartidismo y los planes de austeridad3. Estas fueron las condiciones de posibilidad para la emergencia de Podemos, que ha despertado gran expectativa. Esta nueva fuerza política, creada tan solo 4 meses antes de las elecciones del 25M, obtuvo 1.245.948 de votos, 5 eurodiputados y una proyección política de gran impacto. Podemos fue lanzado por un grupo de profesores universitarios referentes de un programa de TV online (La
Tuerka) junto a Izquierda Anticapitalista (organización de la tendencia mandelista española). La candidatura de Pablo Iglesias, con gran presencia mediática y en las redes sociales, logró capitalizar en gran parte la “indignación” así como el desencanto de muchos votantes con el PSOE, que realizó la peor elección de su historia. Izquierda Unida (organización dirigida por el Partido Comunista Español) también creció electoralmente triplicando sus votos, aunque al mismo tiempo está vista por muchos activistas como parte de “la vieja política” por su integración al régimen o el cogobierno con el PSOE en Andalucía. El fortalecimiento electoral de Podemos, Izquierda unida y otras formaciones, mostró que se ha superado un momento inicial de la movilización donde había primado una “ilusión de lo social”, la idea autonomista de que se puede “cambiar el mundo” sin intervenir en el terreno político. Sin embargo, esta superación de la ilusión social se produce dando lugar a una nueva ilusión, una “ilusión política” de que es posible lograr “recuperar la democracia” o salir de la crisis en los marcos del actual sistema capitalista y la democracia liberal. Este es un importante límite subjetivo del nuevo momento político, pero, al mismo tiempo, es auspicioso que se hayan abierto distintos debates de importancia estratégica, sobre las vías, los métodos y los instrumentos políticos necesarios para enfrentar la ofensiva capitalista actual y abrir un proceso de “ruptura” con el decadente Régimen político del imperialismo español.
Casta, lucha de clases y poderes reales La principal figura de Podemos, Pablo Iglesias, popularizó la denuncia de la “casta política”, junto a la propuesta de bajar los salarios de los eurodiputados (que ganan nada menos que 8.000 euros mensuales). Aunque planteada con cierta ambigüedad que roza la “antipolítica”, la noción de “casta” se refiere a la corrupción generalizada y las relaciones “cuasi familiares” entre los políticos y el poder económico y financiero, representada también en la imagen de la “puerta giratoria” entre los cargos públicos y los consejos de administración de las grandes empresas. Este discurso ha demostrado tener una potencialidad política muy grande para concentrar el malestar social, retomando la consigna del 15M “No somos mercancía en manos de banqueros y políticos corruptos”. Sin embargo, la noción de casta por sí misma resulta insuficiente si no se explica la relación social concreta que se produce entre los funcionarios corruptos y el poder económico financiero. La casta es la expresión política de los poderes reales, o para decirlo más sencillamente, “detrás” de la casta están los capitalistas, los banqueros, con su ejército y las fuerzas represivas. Es decir,
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el Estado capitalista moderno y las clases explotadoras. Confundir la expresión política con el contenido social de clase que representan, puede crear la ilusión de que se puede “derrotar a la casta”… sin hacer lo mismo con los poderes reales que la sustentan. Por otra parte, la ironía es que a pesar del desprecio de Iglesias y los referentes de Podemos hacia las ideas de la “vieja izquierda”, la denuncia de la casta no es una idea nueva, sino que forma parte del corpus teórico y programático del marxismo revolucionario desde hace por lo menos… ¡170 años! La omnipotencia de la riqueza se ejerce en las repúblicas democráticas más avanzadas por medio de la “corrupción de los cargos públicos” y la “alianza entre el gobierno y la bolsa”. Estas contundentes palabras –que bien podrían resumirse en un tweet de 140 caracteres– son nada menos que de Federico Engels. Varias décadas más tarde, el mismo Lenin añadía que, bajo el poder del imperialismo y la dominación de los grandes bancos, esos métodos se habían transformado en un “arte excepcional”. Pero el razonamiento no terminaba allí, sino que se completaba con la idea de que la omnipotencia de la riqueza actúa de forma más segura en la “más democrática” de las repúblicas parlamentarias (no sólo en las monarquías constitucionales). Las democracias parlamentarias “cubren de ropajes al rey” para que no aparezca desnudo, permiten la ficción de que una vez cada tantos años el pueblo decide y las mayorías se imponen, cuando en realidad sigue siendo la dictadura del 1 %. No han sido los marxistas los llamados a “descubrir los velos” del verdadero carácter de las democracias capitalistas. Ha sido la propia ofensiva neoliberal y más aún la crisis capitalista la que mostró los contornos del rey desnudo. La “ilusión política” de querer recuperar una democracia (¿acaso la tuvimos alguna vez?), en los marcos de este sistema capitalista por medio de un “gobierno decente”, está basada en la premisa ilusoria de un carácter “neutral” del Estado, como un espacio de poder vacío de contenido, al que podría otorgársele un contenido político más allá de los poderes reales en los que se sustenta, es decir, las relaciones sociales de producción. O dicho de otro modo, donde se podría alcanzar la conciliación entre clases antagónicas. Una perspectiva, nuevamente, que no tiene nada de nuevo, sino que fue la base de todas las experiencias socialdemócratas a lo largo de los últimos 150 años y que no llevaron más a que a fracasos.
Ciudadanía, clase obrera y sujetos políticos Los principales referentes públicos de Podemos plantean la necesidad de “recuperar la democracia”, combinando “representación” y “participación” ciudadana. Al tiempo que
proponen abandonar los “dogmas de la vieja izquierda”, las “certezas sobre el mundo del trabajo, los partidos y sindicatos”, transforman lo político en una esfera absolutamente autónoma de las relaciones sociales de producción imperantes. Por esa vía, niegan toda centralidad de la propiedad privada y la explotación del trabajo asalariado como elementos centrales de antagonismo. La ciudadanía se transforma en el “nuevo sujeto” de la política y el nuevo eje de la confrontación política, el antagonismo entre la “casta” y los “ciudadanos”. El concepto de ciudadanía y la estrategia política que lo acompaña, centrada en ganar posiciones electorales y mediáticas, significan un retorno a los preceptos de la teoría liberal de izquierdas o el reformismo clásico. Lo que Lenin llamó la “utopía pequeñoburguesa” de que es posible una sumisión pacífica de las minorías a las mayorías, una vez que estas adquieran conciencia de sus objetivos. ¿Cuál sería la fuerza de la ciudadanía? El número, su condición de mayoría. Su “participación” en las elecciones y las “consultas populares” le permitirían superar los estrechos límites de la representación parlamentaria. El retorno a la ciudadanía como sujeto político (¡una “novedad” que remonta por lo menos al siglo XVIII!) deja de lado la configuración compleja de fuerzas sociales, de clases, en la sociedad capitalista moderna. Oculta que la “igualdad ante la ley” es solo formal, mientras que la realidad de la vida está atravesada por las desigualdades de clase. Por eso no es posible una radical democratización de la organización social sin cuestionar la propiedad privada y plantearse la “expropiación de los expropiadores”. No es posible “recuperar la democracia” manteniendo incólume el poder de los capitalistas que en el último siglo llevaron al mundo a innumerables guerras y genocidios, sometieron a los pueblos a la explotación más descarnada y están destruyendo el planeta. Necesitamos conquistar una democracia. Pero una democracia de “nuevo tipo”, que no solo combine representación y participación, sino que esté basada en la auto-organización de los trabajadores y la alianza con las clases populares, la única palanca social que puede hacer, como decía la canción de la Guerra Civil española… que “la tortilla se vuelva”. Medidas democráticas como que los funcionarios públicos ganen lo mismo que un trabajador y que sean revocables en cualquier momento por sus electores (medidas implementadas por la Comuna de París en 1871), junto a otras como la necesidad de una asamblea constituyente para decidir todo, hoy tienen un gran poder movilizador. Del mismo modo que lo tienen otras medidas “urgentes” como la nacionalización de la banca, el no pago de la deuda externa, e incluso otras medidas que conservan toda su fuerza vital al calor de la crisis, como la derogación
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de la Reforma Laboral, la prohibición de despidos o la lucha contra la precariedad laboral. Pero solo pueden ser efectivas si están ligadas a un programa que apunte al corazón del poder capitalista. El debate, por lo tanto, no es solo qué articulación política hace falta para superar la crisis actual, sino qué fuerza social y qué alianzas sociales son necesarias para lograrlo. En una sociedad basada en la explotación del trabajo asalariado, estas reivindicaciones solo pueden imponerse si la fuerza de las y los trabajadores, mediante su movilización y la paralización de la economía, ponen en jaque el poder capitalista. La autoorganización obrera y popular puede desplegar un nuevo poder constituyente, una nueva “hegemonía” de las y los trabajadores liderando al conjunto de los sectores explotados y oprimidos, sobre la base de haber desmantelado el poder constituido por los capitalistas. Una “hegemonía obrera” que, como apuntaba Claudia Cinatti en otro artículo publicado recientemente en Ideas de Izquierda: “no puede ejercerse desde lo social, sino que implica la necesidad de un partido revolucionario y un programa que tome las reivindicaciones sociales y democráticas de los sectores explotados y oprimidos y transforme al proletariado en clase dirigente de la alianza obrera y popular”4. El Estado español se ha transformado, junto con Grecia, en un verdadero laboratorio de fenómenos políticos y de la lucha de clases en el sur de Europa. Las huelgas indefinidas de los trabajadores de Panrico y Coca Cola5 anticipan la posibilidad de una irrupción más generalizada de la clase trabajadora y procesos de radicalización política obreros y juveniles. La importancia de los debates estratégicos abiertos se sitúa en esta perspectiva.
1. Carlos Muro y Diego Lotito, “La coronación de Felipe VI o lo viejo que no termina de morir...”, www. clasecontraclase.org 2. Santiago Lupe, “El retorno de la cuestión nacional catalana”, Suplemento Contracorriente, septiembre 2012. 3. Josefina Martínez, “De Ilusiones, candidaturas y programas”, Periódico Contracorriente, febrero 2014. 4. Claudia Cinatti, “Ernesto Laclau y el elogio de la hegemonía burguesa”, IdZ 9, mayo 2014. 5. Cynthia Lub y Diego Lotito, “Panrico y Coca Cola, una escuela de lucha y coordinación”, www.clasecontraclase.org.
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IDEAS & DEBATES
Acerca de la crisis de la izquierda independiente (parte II)
Lenin, el Partido y otros demonios Fernando Aiziczon Historiador, docente UNC. Eduardo Castilla Blog Apuntes de Frontera.
En el anterior número de IdZ1 afirmamos que la izquierda independiente padecía un evidente vacío estratégico que, sumado a la reiteración de sus dogmas teóricos, la encerraba en una fuerte crisis política. Señalamos que una de sus delimitaciones centrales en relación a la “vieja” izquierda era, precisamente, la idea de Partido ligada a la tradición marxista revolucionaria. Haremos aquí algunos señalamientos sobre esa cuestión esencial.
Demonizando a Lenin A diferencia de las fuertes controversias públicas que dan vida a la izquierda partidaria, nadie conoce las verdaderas causas de la implosión de la nueva izquierda o el por qué de la desaparición de muchas de sus organizaciones en tiempo récord, tal como ocurrió con la COMPA2. La paradoja de esta historia de silencios reside en que, buscando una fórmula superadora de la “vieja izquierda”, sus intelectuales escribieron que: La izquierda por venir no se acomoda (…) a los formatos clásicos del partido y la vanguardia (…) Cuando los partidos y las vanguardias clásicas tuvieron la posibilidad de dirigir procesos de esta naturaleza, terminaron sustituyendo e instrumentando a las instancias y núcleos de poder popular (….) La mayoría de las organizaciones y aparatos de esta izquierda (…) se identifican a partir de sus capacidades para estropear (…) ese mínimo de poder colectivo y sus relaciones de reconocimiento (…) No asumen que la organización como saber exterior ha entrado en crisis3.
Ilustración: Anahí Rivera
Esta cita condensa los aspectos centrales de la “nueva” crítica a la idea de Partido que, a la luz de los experimentos electorales de la nueva izquierda, pierde validez4. Es importante señalar que dicha crítica carece de originalidad, reincidiendo en argumentos que, desde hace décadas, se utilizan para atacar la idea de partido revolucionario. La operación consiste en igualar la concepción de Lenin (el “monstruo”) a los aparatos burocráticos de los PC estalinizados. En nuestras pampas la practicaron las mejores plumas
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expulsadas del PC, que constituyeron la versión criolla de la “nueva izquierda” desencantada de sus experiencias foquistas y del acercamiento al peronismo revolucionario. En 1980, Oscar del Barco5 escribía: La idea de Lenin a que nos referimos, y que según nuestro parecer conforma la matriz de su pensamiento y su acción política, fue expuesta explícitamente en el ¿Qué Hacer? y afirma (…) que son los intelectuales burgueses quienes, desde afuera de la clase obrera, crean la ciencia o la teoría revolucionaria del proletariado, el cual sin esta ciencia sólo puede llegar a adquirir una conciencia tradeunionista de sí mismo6.
La construcción de una continuidad entre leninismo y estalinismo expresó siempre, en el plano ideológico, un reflujo de la lucha de clases y un éxodo masivo de la intelectualidad de izquierda desde las ideas revolucionarias hacia la democracia liberal o formatos atemperados de la misma. La izquierda independiente recicló, de manera ahistórica, esas ideas para justificar una práctica que, lejos de una opción anticapitalista, se refugia en organizaciones inofensivas, supuestamente horizontales y “sin liderazgos”, buscando construir poder popular pero sin afectar los poderes realmente existentes. Siguiendo la moda antipartido –cuya principal vedette fue Holloway y su exótica interpretación de un ejército indígena campesino (EZLN)– los intelectuales de esta corriente demonizaron a Lenin, y para eso, lo mejor fue desfigurarlo. Pero, ¿era Lenin un manipulador de movimientos espontáneos, un demagogo o el fundador de una organización carcelaria? Todo lo contrario: Lenin expresa un pensamiento dinámico, vivo y abierto a las tendencias de la realidad. Bajo persecuciones y en la ilegalidad (1903) blindó al partido; bajo un clima más propicio fue el primero en rechazar la “vieja” forma de partido y proponer modos de organicidad menos rígidos, con la mayor libertad posible (1905). Antiburocrático y opuesto a toda regimentación innecesaria de una organización, su malinterpretado ¿Qué hacer? no es más que una lucha abierta contra el espíritu tradeunionista (sindicalista) y contra la escisión
de lo económico y lo político (hoy replicada en la separación entre lo social y lo político) que idealiza la inevitable “espontaneidad” desde la que parte toda resistencia pero sobre la cual siempre actúan tendencias reformistas. ¿Es necesario insistir en que lo espontáneo en estado “puro” no existe sino que nace encorsetado por la ideología burguesa? Lenin desorienta a sus críticos cuando exige “Todo el poder a los soviets”. ¿Hay dogmatismo en esta radicalidad crítica o, más bien, un cambio de posición frente a un giro del contexto político que impacta en cualquier organización? Otro tanto vale para el demonizado centralismo democrático de Lenin, que de ningún modo es un dogma estatutario sino un criterio de organización sujeto al desarrollo de la relación entre partido y vanguardia obrera en el curso de la lucha de clases. Aquellos que “olvidan” la crítica radical a sus modelos de cambio social bien podrían releer qué críticas sostenía Lenin cuando los bolcheviques llegaron al poder. Y si eso les resulta tedioso pueden leer –con las reservas del caso– la “despedida” del Subcomandante Marcos y su comentario al nacimiento del EZLN: “Nada de lo que hemos hecho (…) hubiera sido posible si un ejército armado (…) no se hubiera alzado contra el mal gobierno ejerciendo el derecho a la violencia legítima”. De este acto de violencia surgió, como sabemos, el “personaje” del Subcomandante Marcos…
La construcción de la estrategia No se trata de reverenciar a Lenin. No pocos sectores de la izquierda partidaria hacen culto a su figura, coleccionan citas e imágenes y ayudan a reforzar la idea de que, tras su nombre, una férrea e inmodificable organización, con cuadros de piedra, tienen su programa listo para cualquier coyuntura. Aferrarse a esos ejemplos solo sirve para discusiones simplistas. Ninguna organización, sea partido, movimiento o “casa popular”, está libre de dogmatismo o “aparatismo”, y quizás sea esa lección la que más rápido esté asimilando la izquierda independiente, luego de los poco horizontales acuerdos electorales de sus dirigentes. Lo que aquí buscamos es, no solo criticar los dogmas de la nueva izquierda, sino señalar que la construcción de una organización del tipo
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partido revolucionario es inseparable de una concepción estratégica pensada para una realidad determinada. Dicha estrategia no subsume en absoluto al partido en una práctica monolítica. Todo lo contrario: intervenir en las luchas actuales obliga a dinamizar su militancia, pone a prueba su teoría, flexibiliza su organización de cara a una dialéctica con la época y con el movimiento de masas. Todo esto no hace más que diversificar su terreno de intervención sin perder el norte estratégico. En 1969, Daniel Bensaïd y Alain Nair señalaban que la concepción de Lenin sobre la organización se fundaba en la hipótesis estratégica que partía del carácter capitalista de la formación social rusa, del peso relativo de las clases sociales y de sus relaciones recíprocas. De allí definirá un sujeto teórico-histórico de la revolución (el proletariado como clase central en el modo de producción) y un sujeto político-práctico (el partido de vanguardia derivado de esa estructura) que sólo aparecen “coincidiendo” en el momento de la crisis revolucionaria7. Sin pretender homologar realidades y épocas históricas, es evidente que la fuerza relativa de la clase trabajadora es inconmensurablemente mayor en la Argentina actual que en Rusia de 1917. Cerca de 13 millones de trabajadores poseen un enorme poder social capaz de golpear la producción económica como se evidenció en el reciente paro nacional del 10A. Cualquier hipótesis estratégica de revolución social en la Argentina no puede prescindir de ese potencial. No es casual entonces que, sobre esa fuerza social, actúen los mecanismos de control del poder capitalista como la burocracia sindical, esencial como policía al interior de la clase trabajadora. La perspectiva de una lucha revolucionaria real en Argentina supone la tarea estratégica de aportar a la recomposición subjetiva de la clase trabajadora, a la recuperación de sus organizaciones8 y a la derrota de esa burocracia. Nuestra insistencia en el proceso de recomposición en la clase obrera no es caprichosa. Allí pueden observarse nuevos fenómenos de vanguardia cuyo carácter evidencia una creciente radicalidad de las luchas, una fuerte potencialidad política de sus reclamos, una práctica de articulación de diversos sectores que buscan »
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IDEAS & DEBATES
romper la coraza burocrática peronista y la relación creciente con sectores de la izquierda. Allí no hay un intento de dirección “autoritaria y mesiánica” desde el “exterior” sino un proceso de creciente fusión. Si en el poder estructural de la clase obrera residen las bases del sujeto histórico, en esta dialéctica relacional entre franjas avanzadas de los trabajadores y un sector de la izquierda partidaria residen las de la construcción del sujeto político de la revolución. Evidenciando esa relación, las luchas actuales que da la izquierda en el movimiento obrero ponen en el centro de las preocupaciones de burócratas, gobernantes y empresarios, la cuestión de “barrer a los zurdos”. Eso podría ayudar a los militantes honestos de la izquierda independiente en su ruptura con dos prejuicios muy fuertes: la no centralidad del sujeto obrero, y la supuesta “exterioridad” de la izquierda partidaria en sectores de masas.
De cómo articular demandas populares y construir hegemonía obrera Si la construcción de una organización independiente de la clase trabajadora es una de las tareas de la lucha revolucionaria, no menos fundamental es la cuestión de unir esa fuerza con las demandas del conjunto de los oprimidos. Lejos de cualquier esencialismo clasista u obrerismo, la necesidad del partido revolucionario se apoya también en la tarea estratégica de articulación entre clase trabajadora y el conjunto de los oprimidos. Demandas que abarcan los problemas de género o la destrucción del medio ambiente, o problemas estructurales como el acceso a tierra y vivienda, están indisolublemente ligadas a la transformación revolucionaria del país. Esas demandas implican la pelea unificada contra el Estado en tanto garante del poder capitalista y las formas de opresión social. Pero esa confluencia no es espontánea. La hegemonía ideológica burguesa repercute en el plano organizativo limitándola. Entonces, ¿quién puede posibilitar la lucha por esa unidad, qué organización puede tender puentes entre luchas diversas? ¿Qué ideas pueden contribuir a evitar la esencialización de cada demanda o la recaída en la interminable serie de “derechos” o “ciudadanías” graduales desconectadas de un proyecto mayor ligado a la destrucción del orden capitalista? El Partido tiene como función unir la diversidad, acercar a las distintas capas oprimidas ayudando a sintetizar experiencias en la lucha. Pero, acorde a la hipótesis estratégica señalada, lo hace desde la perspectiva de la hegemonía obrera, es decir convertir la fuerza social objetiva de la clase trabajadora en dirección subjetiva del conjunto de los explotados y oprimidos. Esta alianza revolucionaria es un objetivo político al que sólo puede arribarse por medio de
una batalla al interior de la clase trabajadora contra la burocracia sindical, las tendencias que reducen la lucha de clases a los problemas económicos y peleando por la conciencia obrera contra la hegemonía ideológica burguesa. La crisis del 2001 permite dos ejercicios de ejemplificación. Por la negativa, sobre la base de la recuperación económica, la política estatal desplegada por el primer gobierno kirchnerista dividió a las distintas capas sociales protagonistas de las jornadas de diciembre. La cooptación de organizaciones de DD. HH. y de desocupados así como la integración política de la burocracia sindical ayudaron a cerrar el proceso de movilización social previo, evidenciando la ausencia de una estrategia unificada por parte de la clase trabajadora y las capas oprimidas. Por la positiva, hay un ejemplo conocido por la militancia de base de la izquierda independiente, pero escamoteado por su dirigencia. Es el caso de la fábrica de cerámicos Zanon en Neuquén, cuya perspectiva hegemónica aportó a la coordinación de obreros, desocupados, docentes, estudiantes y comunidades mapuches, planteando demandas comunes como el problema de la vivienda, la defensa del medio ambiente o la educación (Zanon posee una escuela dentro de la fábrica). En el plano organizativo, su sindicato hace más de 10 años practica la rotación de dirigentes y asienta sus estatutos en el sindicalismo clasista y el socialismo9. Ninguna de las “nuevas prácticas” de la nueva izquierda osó ir tan lejos como Zanon; es más, parte de esa experiencia implicó a la Lista Marrón –conformada por obreros independientes y del PTS–, logrando ingresar en la Legislatura neuquina a la “banca obrera y popular”, como la denominó Raúl Godoy. Su participación dentro del FIT neuquino permitió hacer una primera experiencia, inédita en la arena parlamentaria, junto a la “forma-partido”. ¿“Exterioridad” a los procesos del pueblo oprimido, aparatos destruyendo experiencias “espontáneas”? Mucho más cerca geográfica y culturalmente que Venezuela, la experiencia de Zanon ofrece, con todos sus límites, un ejemplo de hegemonía obrera.
Algunas conclusiones de un debate abierto Los intelectuales de la izquierda independiente menosprecian las premisas estratégicas señaladas. Esa actitud tiene raíces políticas: la orfandad teórica post derrumbe de la URSS, la moda del eclecticismo en la praxis y las sucesivas crisis de la izquierda argentina en los ‘80 y ‘90, entre otras. Sirviéndose de la recomposición –altamente limitada– del nacionalismo burgués latinoamericano, esta corriente creyó encontrar un sujeto plebeyo al amparo del Estado; para ello, los principios revolucionarios fueron suspendidos en función de permitir la adhesión acrítica a experiencias estatales (Venezuela), recreando una nueva galería de ídolos
políticos, como Chávez y Fidel. Del “socialismo desde abajo” no quedó más que una envejecida declaración de bellas intenciones. Se comprende que el rechazo tajante a la idea de partido revolucionario, a discutir su tradición, es la excusa para abandonar una política revolucionaria real. A pesar de su discurso antisistémico, la izquierda independiente eligió construirse bajo un imaginario difuso, no rupturista, estatalista y, en última instancia, reformista. En momentos donde la lucha de clases empieza a delinear contornos más claros, es evidente que el proyecto de la izquierda independiente conduce a dos derivas: la impotencia política o la adaptación a la agenda política burguesa bajo el formato “nuevo” de una fuerza electoral.
1. “De viejos y nuevos dogmatismos”, IdZ 10. 2. La COMPA (Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de Argentina) se fundó a fines de 2009 y se borró del mapa sin dar explicaciones. Luego, en 2013 el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) –la mayor organización– se partió en FPDS y FPDS-CN; éste último intentó durante 2014 fusionarse con Marea Popular, aunque al momento de escribir estas líneas no existe información pública sobre si dicho proceso atraviesa nuevas crisis o si resulta exitoso. Concluirá todo lector que el secreto de sus dirigentes es la clave de bóveda de estas corrientes tan particulares. 3. Ver Miguel Mazzeo, El sueño de una cosa (Introducción al poder popular), Buenos Aires, Ed. El colectivo, 2006. Mazzeo sintetiza los lugares comunes de esta corriente. Aunque pueden encontrarse matices, mezclas de concepciones adversas e incluso incompatibles, ningún intelectual rompe el “relato” de la nueva izquierda en un sentido de avance que supere las “cavilaciones” y crisis. 4. En la campaña electoral de Camino Popular, partido de la nueva izquierda fundado en 2013 bajo un acuerdo a puertas cerradas entre sus dirigentes y una vieja figura de centroizquierda como Claudio Lozano, el blef televisivo más comentado fue cuando uno de sus militantes expresó la idea de “No demonizar a la Cámpora”. La condición para sostener moralmente semejante consigna fue “demonizar a Lenin”. 5. Fundador de Pasado y Presente, exiliado político, referente ineludible de aquellos que hoy condenan la violencia revolucionaria de los ‘70 y ejemplo del pensamiento que relaciona caprichosamente partido leninista y autoritarismo. 6. Oscar Del Barco, Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas, Buenos Aires, Ed. Biblioteca Nacional, 2011, p.107. 7. Daniel Bensaid, Alain Nair, “A propósito del problema de organización: Lenin y Rosa Luxemburgo”, Cuadernos de Pasado y Presente 12, 1986. 8. Ver “Frente único: la actualidad de una cuestión estratégica”, IdZ 7. 9. Ver Fernando Aiziczon, Zanon. Una experiencia de lucha obrera, Buenos Aires, Ed. Herramienta, 2004.
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El estrecho horizonte del movimiento LGTB actual
¿Adiós a la revolución sexual?
Fotomontaje: Juan Atacho
Andrea D’Atri Especialista en Estudios de la Mujer. Celeste Murillo Comité de redacción.
Argentina es uno de los dieciséis países del mundo –el primero en América Latina– que aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque la ley sufrió varios traspiés antes de ser votada en el Senado, en julio de 2010, por una exigua diferencia y tras muchas horas de debate1. La crisis abierta en diciembre de 2001 –con la emergencia de los movimientos de desocupados, las asambleas vecinales y las fábricas tomadas por los trabajadores– había puesto también las demandas del movimiento de mujeres y del movimiento LGTB sobre el tapete. La legalización de las parejas del mismo sexo fue una de esas banderas y, en 2002, la Ciudad de Buenos Aires establecía el régimen de unión civil en su jurisdicción. Luego, numerosas organizaciones, nucleadas en la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, privilegiaron estrategias jurídicas y parlamentarias, limitando la creciente movilización de la comunidad LGTB a la presión por la ley de matrimonio igualitario. Así, lo que podría haber sido un gran punto de
partida para fortalecer la lucha LGTB, pronto se convirtió en un techo. Pero, a pesar de sus límites, el debate de la ley no solo transformó beneficiosamente la vida de un sector de la comunidad de gays y lesbianas, permitió su visibilidad y una creciente aceptación social de la condición homosexual, sino que, además, impulsó un “espíritu igualitarista” en amplios sectores de masas. Los meses que duró el tratamiento de la ley en el Congreso, la clase trabajadora y la juventud debatieron en fábricas, facultades y oficinas, enfrentando viejos prejuicios y mostrando que el 70 % de aprobación que tenía el proyecto no era un invento de las encuestadoras. Dos años después se sancionó la Ley de Identidad de Género, fundamental para avanzar en la equidad de las personas transexuales. Sin embargo, muy pronto se evidenció que la igualdad ante la ley no es aún la igualdad ante la vida y que, tanto en el ámbito laboral como en el de la salud, aún subsiste la discriminación.
Estas experiencias –que merecerían su propio análisis y no es el propósito de este artículo– concentraron, en corto tiempo, las lecciones de cuatro décadas del movimiento de liberación sexual: demandas, alineamientos estratégicos y una deriva en la cooptación que nos proponemos examinar críticamente.
Stonewall y el surgimiento del movimiento de liberación sexual La radicalización de masas que se extendió desde fines de los ‘60 hasta principios de los ‘80, se expresó también en el carácter anticapitalista sostenido por amplios sectores de los movimientos sociales que, en ese mismo período, cuestionaban todos los órdenes de la vida. A mediados de 1969, la redada policial en el bar Stonewall parecía una más de las habituales en el Greenwich Village de Nueva York, pero esa vez no terminó como siempre: gays, lesbianas y travestis se enfrentaron durante tres días »
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“ Las identidades que habían sido discriminadas y perseguidas se levantaban con orgullo, cuestionando todas las instituciones que reprimían la sexualidad, buscando nuevas formas de relacionarse sexo-afectivamente y desafiando los preceptos morales que los condenaba a la marginación.
con las fuerzas represivas dando origen, apenas unas semanas más tarde, a la formación del Frente de Liberación Gay (GLF). Esta coalición que reunía, por primera vez, a todas las organizaciones existentes, pronto se extendió a diversas ciudades de EE. UU. y abrió paso a la creación de otras agrupaciones y alianzas en muchos países2. Las barricadas de Stonewall fueron un punto de inflexión. Tres años antes, en otro bar de Nueva York, se había desafiado la prohibición estatal de servir alcohol a homosexuales y, en 1967, en la misma ciudad, abría sus puertas la librería Oscar Wilde, la primera del mundo dirigida a lectores gays. Pero en Stonewall bastó que una lesbiana, mientras era arrestada, gritara a la muchedumbre “¿Por qué no hacen algo?”, para que la chispa incendiara el barrio entero3. Un año después, la conmemoración que organizó el GLF en Nueva York reunió casi diez mil personas. Otras movilizaciones recorrieron las calles de Los Ángeles y San Francisco, y el movimiento asumió la lucha por la liberación de presos políticos, contra la guerra de Vietnam, contra el racismo, etc. En los primeros años de la década del ‘70, se despenalizó la homosexualidad en casi todos los países de Occidente, aunque siguió considerándose una patología4. Como señala Carlos Figari: El movimiento homosexual comenzó a plantear como problemas a considerar en la agenda política valores de su vida cotidiana, el hacer público lo privado, el autoafirmarse como sujetos homosexuales en la sociedad. Esto último suponía una reversión identitaria en la categoría de interpelación definida como homosexual, que, de ser el término médico para clasificar una enfermedad pasó a ser una categoría política afirmativa de la diferencia5.
Las identidades que habían sido discriminadas y perseguidas se levantaban con orgullo, cuestionando todas las instituciones que reprimían la sexualidad, buscando nuevas formas de relacionarse sexo-afectivamente y desafiando los preceptos morales que los condenaba a la marginación. La resultante fue la conversión de la rebeldía en política de identidad, para la exigencia de mayores derechos. Sin embargo, esa rebelión, que atravesó fronteras y generaciones,
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hizo posible que se suscitaran muchos cambios impensados, poco tiempo antes, para gays y lesbianas.
La “peste rosa”, la reacción conservadora y los derechos civiles Hacia finales de los ‘70, la derecha cristiana empezó a organizarse contra los crecientes movimientos feminista y de liberación sexual. Florecieron las agrupaciones “pro-vida” y “profamilia”, que sostenían el modelo de la pareja parental heterosexual monogámica y el rechazo al derecho al aborto. En 1978 asume el papado el cardenal polaco Karol Wojtyla, que imprimió un fuerte carácter neoconservador a la política vaticana, no solo en la lucha “contra el comunismo”, sino también contra la legalización del aborto, que se había conseguido en numerosos países, y otros derechos conquistados por el movimiento de mujeres y el movimiento de liberación sexual. Pero uno de los golpes más duros que recibió la comunidad homosexual llegó a mediados de 1981, cuando el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de EE. UU. anunció la aparición de unos casos de neumonía, asociados con el sarcoma de Kaposi. La mayoría de los enfermos eran homosexuales y murieron en pocos meses, lo que bastó para que cundiera el pánico en la comunidad gay y ésta fuera estigmatizada brutalmente, desatándose una verdadera “caza de brujas”. Aquella solidaridad, que la comunidad homosexual había conquistado en amplios sectores sociales y políticos, empezaba a licuarse al ritmo con que se extendían la pandemia y la discriminación que surgía de los prejuicios y el temor, infundidos por el desconocimiento y los grupos reaccionarios. La restauración conservadora, encabezada por Reagan y Thatcher, con altísima desocupación, privatizaciones y recortes del gasto público, aumento de la expoliación a los países semicoloniales con las deudas externas y caída de la Unión Soviética, fue acompañada por la propaganda reaccionaria de la “peste rosa”, que actuó como disciplinador de aquel movimiento que, a fines de los ‘60, había emergido cuestionando la heteronormatividad, la monogamia y la familia patriarcal. Recién en 1987 se lanzó el primer programa global de lucha contra el sida: llevó casi una
década establecer el origen del virus, descubrir drogas para el tratamiento de la infección y tener un conocimiento más certero sobre las vías de contagio. Durante toda esa década, el movimiento de liberación gay centró sus mayores esfuerzos en la prevención de la infección, en la difusión de información científica y en ayudar a las personas afectadas. Y junto con esta nueva actividad, fue adquiriendo otra fisonomía: surgen ONG financiadas por agencias internacionales, empresas y diversos organismos estatales. Por ejemplo, la Asociación Lésbica y Gay Internacional (ILGA), fundada en 1978, multiplica de manera creciente sus miembros adherentes en todo el mundo, convirtiéndose en una de las mayores ONG, y centra su actividad en las conferencias mundiales de la ONU donde, para 1993, consigue el estatus de miembro consultivo (que pierde en 1995 y recupera en 2011 hasta la actualidad). Los fondos internacionales para la “lucha contra el sida” dieron mayor visibilidad y poder a los grupos de varones gays. Lesbianas feministas, negras y de países del llamado “Tercer Mundo”, hicieron oír su voz, denunciando la invisibilización y subordinación de las mujeres en el movimiento de liberación homosexual mixto. También señalaron que no se sentían representadas por las voceras blancas, de clase media y de países centrales, a quienes les cuestionaban su concepción “esencialista”. Distintos activistas del movimiento gay-lésbico han cuestionado esta contradicción según la cual, al tiempo que se desarrollaba el movimiento a nivel internacional, se profundizaba su institucionalización, perdiendo radicalidad y centrando sus demandas en las necesidades de apenas un sector de mejor posicionamiento social y económico que reclamaba derechos civiles, inclusión en los nuevos estándares de consumo y “tolerancia”6. La institucionalización bajo el “azote” del sida, y las políticas de la identidad, cuestionadas por los sectores más invisibilizados y subordinados, llevaron a crisis, escisiones y resquebrajamientos que dieron lugar a una reconfiguración del movimiento. El derrotero que atravesó el feminismo durante estas décadas encuentra un paralelismo en el movimiento de liberación sexual7. Por un lado, líderes de la comunidad gay convertidos en una nueva “tecnocracia” administradora de profusos financiamientos y dedicada al lobby político nacional e internacional, para la regulación
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y el establecimiento de legítimos derechos civiles, que no cuestionan el orden impuesto de las democracias capitalistas, sino que exigen su inclusión en él. Por otro lado, una pandemia –que no solo afectaba a los homosexuales, sino fundamental y mayoritariamente, a las mujeres heterosexuales de poblaciones vulnerables, pobres y sociedades donde primaba una cultura patriarcal–, que se había convertido en la excusa para arrojar a la hoguera de la discriminación, el desprecio y la marginación a millones de gays, lesbianas y transexuales, especialmente a los más pobres. En esos años, Néstor Perlongher se interrogaba sobre esta cuestión: …cabría preguntarse hasta qué punto la asunción de la identidad no puede implicar a veces la domesticación –por vía de la normativización–, de la adaptación a un modelo de cierta cotidianeidad transgresiva8.
Como sucedió también en el movimiento feminista, la política de la identidad –cuestionada por imponer una homogeneización esencialista que funciona como un disciplinador del grupo al que no solo describe sino al que también prescribe– condujo a la despolitización del movimiento de liberación sexual, que se transformó en el movimiento LGTB, sigla que varía en función de las nuevas identidades disidentes de la heteronorma que se van configurando y reconociendo. Lo que siguió es la política queer, que hizo estallar por los aires las múltiples identidades, para señalar que lo más subversivo era resignificar o parodiar los géneros impuestos por la heterosexualidad obligatoria y no anclarse en una identidad que siempre es coercitiva, prescriptiva y represiva. El movimiento tuvo una deriva que encuentra su equivalente en la que también tuvo el feminismo: desde las barricadas de Stonewall y la intempestiva intervención callejera de aquellas personas a las que se les había negado el más mínimo derecho a la existencia civil, hasta la intervención subjetiva, hormonal, quirúrgica o artística sobre el propio cuerpo, para rebelarse contra el orden binario de los géneros que imponen el lenguaje y la cultura heteronormativos. Allí, por fuera de la propia subjetividad, donde las democracias capitalistas siguen funcionando como un fetiche que oculta, bajo la igualdad ante la ley, las más brutales desigualdades
de la explotación y la opresión que se encuentran en la vida, el movimiento LGTB se limita al reclamo de mayor inclusión que, al mismo tiempo que es conseguida, domestica sus aristas más revulsivas9.
Defender todos los derechos, cuestionarlo todo En este escenario, las corrientes de izquierda no han actuado de forma homogénea. Hay corrientes que, acríticamente, siguen repitiendo las demandas de los movimientos sociales adaptándose a sus límites y sin plantear una perspectiva anticapitalista y revolucionaria para las luchas por la liberación sexual. Otras han reproducido las persecuciones más terroríficas de gays y lesbianas dentro de sus propias filas, instauradas por el stalinismo ya en los ‘30, cuando estableció que todos los comportamientos sexo-afectivos que no se ajustaran a la heteronorma eran degradaciones de una “moral pequeñoburguesa” y que tales individuos eran más susceptibles de ser utilizados por la policía para la infiltración. Por último, están las corrientes que, con fundamentos sindicalistas o economicistas, han ignorado las demandas legítimas de los sectores oprimidos o las han considerado “algo secundario”. Sin embargo, enraizado en la clase obrera, la única clase progresiva de la sociedad capitalista, el socialismo revolucionario siempre estuvo a la vanguardia contra los prejuicios moralistas y reaccionarios, abonados por la Iglesia en el terreno fértil del atraso campesino. Por eso, fueron los socialistas alemanes los únicos que repudiaron la condena al poeta Oscar Wilde, cuando fue perseguido por su condición homosexual a fines del siglo XIX o, a principios del siglo XX, los bolcheviques –aun condicionados por las ideas de la época– fueron quienes eliminaron, durante la Revolución rusa, las leyes que criminalizaban la homosexualidad. Ejemplos de una tradición que reaccionó ante todas las manifestaciones de arbitrariedad, para sintetizarlas en la denuncia del capitalismo y explicar, entonces, la importancia que adquiere la lucha emancipadora del conjunto de los explotados, para todos y cada uno de los oprimidos, cualquiera sea el sector o la clase social a la que pertenecieran. Desde este punto de vista, toda conquista parcial –como la mayor equidad en derechos civiles– adquiere una importancia vital si está puesta en
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función de fortalecer al movimiento en la lucha radical por la liberación sexual, que cuestione esas instituciones con las que la clase dominante también ejerce su dominio, imponiendo su orden represivo en lo más íntimo de nuestras vidas, en nuestras identidades y nuestros deseos. Renovadas y más radicalizadas aspiraciones para un movimiento de liberación sexual cuyo horizonte último no sea la petición de inclusión en una sociedad no cuestionada, sino que se proponga barrer con todas las normas que hoy ordenan qué es lo que puede ser incluido y lo que no en esta sociedad, para que la libertad más radical deje de ser una utopía o el ejercicio intelectual y solipsista de algunos pocos. Blog de las autoras: teseguilospasos.blogspot. com.ar y andreadatri.blogspot.com.ar
1. También existe en algunas jurisdicciones de México y estados de EE. UU. 2. Solo en EE. UU., de 60 grupos de homosexuales que había antes de Stonewall, pronto se organizaron 1.500; un año más tarde eran 2.500. 3. Citado en David Carter, Stonewall: The Riots that Sparked the Gay Revolution, Nueva York, St. Martin’s Press, 2004. 4. Durante una conferencia de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) en la que se proyectaba un video sobre el uso del electroshock “para reducir la atracción homosexual”, miembros del GLF irrumpieron para denunciar estas “terapias”. En 1973, APA modificó la calificación de la homosexualidad como “desviación sexual” en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales y finalmente, la eliminó en 1986. Recién en 1990, fue retirada, por la OMS, de la clasificación internacional de enfermedades mentales. 5. Carlos Figari, “El movimiento LGBT en América Latina: institucionalizaciones oblicuas”, en Movilizaciones, Protestas e Identidades Políticas en la Argentina del Bicentenario de E. Villanueva, A. Massetti y M. Gómez, Bs. As., Editorial Trilce, 2010. 6. Ver Jules Falquet, De la cama a la calle: perspectivas teóricas lésbico-feministas, Bogotá, Brecha Lésbica, 2006. 7. Ver A. D’Atri y L.Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial”, IdZ 1 y 2, Bs. As., julio y agosto 2013. 8. Néstor Perlongher, “El deseo de unas Islas”, Prosa plebeya, Buenos Aires, Editorial Excursiones, 2013. 9. Una minoría significativa del movimiento LGTB cuestiona, en este sentido, el reclamo de matrimonio igualitario y otras demandas similares.
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La lógica turbulenta del capital
Ilustración: Natalia Rizzo
Esteban Mercatante Economista, comité de redacción. En el principio, fue la crisis. Allí inicia Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo1, de David Harvey. Su premisa es que el capitalismo no sobrevivirá tal como era –si es que lo hace– después de las ondas expansivas que sigue produciendo la quiebra de Lehman Brothers en 2008. En el curso de las crisis, “las inestabilidades del capitalismo son confrontadas, rediseñadas y reconfiguradas para crear una nueva versión de lo que hace al capitalismo”. Las crisis también alteran de forma profunda las ideas, instituciones y relaciones entre clases. Lo peculiar de la crisis que atravesamos es que, ya transcurriendo el sexto año de iniciada, “debería haber ya diagnósticos en disputa sobre lo que está mal, y una proliferación de propuestas para enmendarlo. Es extraordinaria la escasez de nuevos abordajes o políticas”. Las respuestas hasta el momento se mueven entre el intento de continuar y profundizar las políticas neoliberales de los últimos treinta años, o algún keynesianismo diluido, con poca atención –señala Harvey– en el énfasis de el economista británico en las políticas distributivas (aunque desde la salida del libro de Harvey el economista Thomas Piketty ha creado un best seller referido a la desigualdad del ingreso y la riqueza2). Ambos lineamientos políticos siguieron contribuyendo al enriquecimiento de los super ricos, que continuaron multiplicando sus fortunas desde la quiebra de Lehman hasta
hoy. La izquierda “tradicional” (partidos políticos y sindicatos) tampoco muestra capacidad de montar una oposición sólida al poder del capital, y sus exponentes hoy aparecen concentrados en “operar principalmente fuera de cualquier canal institucional o de oposición organizada, en la esperanza de que acciones de pequeña escala y activismo local puedan finalmente llevar a alguna alternativa macro que sea satisfactoria”. Es en este contexto que Harvey presenta su libro, y pone en juego una vasta elaboración entre la que se cuenta Los límites del capital y de la teoría económica marxista, El enigma del capital, y los estudios recopilados en Espacios del capital, por solo mencionar algunos. Este libro expone con rigor una mirada integradora y una exposición sencilla de las contradicciones que caracterizan al capital en su configuración actual.
La maquinaria económica del capital en estado “puro” El objeto de su libro, nos previene, no será el capitalismo sino el capital. ¿Qué significa esta distinción? Con capitalismo Harvey refiere a cualquier formación en la que los procesos de circulación y acumulación de capital resultan dominantes en la configuración de la vida social, en términos materiales e intelectuales. Las contradicciones que atraviesan el capitalismo no se remontan, en todos los casos, a la acumulación
de capital, como es el caso de las de género o de raza. Aunque “son omnipresentes en el capitalismo no son específicas a la forma de circulación y acumulación que constituye la maquinaria económica del capitalismo”. Es esta maquinaria económica la que constituye el centro del análisis de Harvey. El tratamiento de la circulación y acumulación de capital como un “sistema cerrado” apunta a identificar sus principales contradicciones internas. Las contradicciones, en el sentido planteado por Harvey, surgen “cuando dos fuerzas en apariencia opuestas se encuentran presentes de forma simultánea en una situación particular, un ente, un proceso o un suceso”. Como el título del libro lo indica, Harvey aborda diecisiete de ellas, que caracterizan al capitalismo contemporáneo. Estas se organizan en tres niveles: siete contradicciones fundacionales, otras siete que denomina contradicciones móviles, y tres contradicciones peligrosas. El primer grupo está asociado a rasgos básicos de funcionamiento del sistema, invariables a lo largo de su historia. La más elemental de las contradicciones la constituye la relación entre valor de uso y valor de cambio. Harvey elige abordarla desde lo que ha sido una de las expresiones más elocuentes de esta contradicción en tiempos recientes como es la cuestión de la vivienda, que estuvo en el corazón de la burbuja
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que estalló en 2007. De forma creciente, las necesidades son definidas y dominadas por el valor de cambio, ya que el capital se encuentra empujado de forma permanente a incursionar en nuevas esferas de la producción social: Por este motivo, numerosas categorías de valores de uso que eran provistos de forma gratuita por el estado han sido privatizadas y mercantilizadas –vivienda, educación, salud y servicios públicos han ido en esta dirección en varias partes del mundo.
Continúa analizando la contradicción entre el valor social y su expresión necesaria –en términos de Marx– en el dinero. Este permite que la polaridad de la mercancía entre valor de uso y valor, se pueda desplegar, facilitando el intercambio. Pero también crea las condiciones para que el centro de la escena lo ocupe el crecimiento sin fin del valor, la acumulación. El dinero, “a diferencia del valor social que representa, es inherentemente apropiable por personas privadas”, y esto significa “que puede ser acumulado sin límite por personas privadas”. El dinero, de medio, se transforma en fin, y domina el proceso social. La tercera contradicción que Harvey presenta es entre la propiedad privada y el Estado capitalista, que es a la vez garante de ésta y de procesos que son centrales para la reproducción del capital, pero que a la vez defiende intereses que van más allá de la lógica de la acumulación, pudiendo crear contradicciones. La cuarta contradicción definida por Harvey, aquella que se genera entre la apropiación privada y el bien común, remite a un aspecto clave de la elaboración del autor, la desposesión como fuente primaria para la valorización del capital. La desposesión no es otra cosa que la apropiación de la riqueza común por parte de agentes privados; contrariando las idílicas presentaciones de la economía capitalista como una basada en los mercados y que genera valorización “a través de intercambios legalmente sancionados”, Harvey sostiene que existen fuertes razones teóricas para considerar que una economía basada en la desposesión, yace en el corazón de lo que define fundamentalmente al capital”. La “desposesión” en el lugar de trabajo es una de las vías, importante pero no la única, a través de las que se sustenta la apropiación privada de la riqueza común. Uno de los aspectos a través de los que ilustra esto es cómo la clase obrera puede ser expoliada por los terratenientes, el sistema de crédito, las cadenas comerciales, y los impuestos, todas vías de apropiación de plusvalía. Apoyándose en el estudio de Karl Polanyi en La gran transformación, Harvey señala cómo la conversión del dinero, la tierra, y la fuerza de
trabajo (que en palabras de Polanyi “obviamente no son mercancías”), que ha sido esencial para el funcionamiento del capitalismo, “se apoyó en la violencia, el engaño, el robo, el fraude y medios similares”. Estas formas “nunca desparecieron”. Otra de las contradicciones fundacionales, sobre la que nos detendremos más adelante, la constituye la relación capital-trabajo. Y, finalmente, Harvey analiza la naturaleza contradictoria del propio capital y la unidad diferenciada que conforman producción y realización. Si el primer grupo de contradicciones son “rasgos constantes del capital, en cualquier tiempo y lugar”, las contradicciones móviles tienen como único elemento constante que son inestables y están en continuo cambio. Estas contradicciones refieren al desarrollo de la técnica y su apropiación por el capital, al desarrollo desigual que lo caracteriza, y que adquiere contornos específicos en cada momento, a la relación contradictoria entre monopolio y competencia, las disparidades de ingreso y riqueza, y a la dialéctica de liberación y dominio. La forma que asume este conjunto de contradicciones en cada momento determina cambios significativos en la estructura del sistema capitalista, aunque sus leyes básicas permanezcan iguales. Las respuestas políticas, argumenta Harvey, deben partir de un análisis específico de estas contradicciones en el momento actual. El último conjunto son las contradicciones que Harvey define como “peligrosas”. Estas están constituidas por el requerimiento del capital por el crecimiento compuesto (es decir acumulativo) sin fin, la relación del capital con la naturaleza, y la “alienación universal”. Las denomina como peligrosas por contraposición a fatales, distinción que apunta contra la idea de que el capitalismo vaya a colapsar por el peso de sus contradicciones. Aunque parte de una prudente prevención contra el fatalismo y destaca la necesidad de una voluntad consciente para superar al capitalismo, Harvey sobreestima la capacidad de perpetuarse del capital cuando sostiene que éste puede continuar funcionando indefinidamente “en un modo que provocará una degradación regresiva en la tierra y empobrecimiento masivo, incrementando de forma radical la desigualdad, de la mano de la deshumanización de la mayor parte de la humanidad”, sostenido mediante la represión estatal creciente. La última de las contradicciones peligrosas es la alienación universal. Ésta remite a diversas dimensiones. “El trabajador enajena legalmente el uso de su fuerza de trabajo durante un período de tiempo al capitalista a cambio de un salario […] el trabajador se ve enajenado del producto de su labor, así como lo está
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del resto de los trabajadores” y “de la naturaleza”. Esta carencia y desposesión “son experimentadas e internalizadas como un sentimiento de pérdida y pena por la frustración de los instintos creativos”. El malestar generalizado que tiende a crear la desposesión generalizada en todos los órdenes de la vida, y que el capital intenta remontar con el impulso de un consumismo vacío, podría llegar a constituirse en el freno fatal para la distopía que promete el capital como perspectiva, como freno último a la perpetuación de la maquinaria desenfrenada de la acumulación. La posibilidad de una alternativa, para nada garantizada, depende de una revuelta generalizada ante la alienación universal.
Un fin político sin medios para alcanzarlo Yo creo, como lo hacía Marx, que el futuro ya está en buena medida presente en el mundo que nos rodea y que la innovación política (al igual que la innovación tecnológica) es cosa de reunir posibilidades existentes aunque separadas de un modo distinto.
A pesar de esta afirmación, a diferencia de Marx, Harvey no prefigura las vías por las cuáles podría ser posible la radical transformación por la que brega. Reconoce correctamente varias de las debilidades que aquejan hoy a los movimientos de oposición anticapitalista, como es la dificultad para trascender una escala local, para alcanzar una nacional (o internacional). También apunta correctamente que “no hay una respuesta no contradictoria a la contradicción”, y que cualquier iniciativa contra la “alienación universal” impone tener presentes de conjunto las diecisiete contradicciones que Harvey estudia a lo largo de su texto. No puede haber un movimiento emancipatorio que sólo se proponga intervenir sobre algunas de ellas. A modo de cierre de Diecisiete…, Harvey ofrece como “guía para la praxis política” una serie de “mandatos” –diecisiete, como respuesta de cada una de las contradicciones reseñadas en su libro–, que son como un programa “máximo” para una sociedad no capitalista, y van desde la provisión directa de valores de uso para todos (vivienda, educación, seguridad alimentaria) hasta la conformación de seres humanos no alienados, pasando por la organización de la producción a través de productores asociados que decidan libremente qué, cómo, y cuanto producir, en atención de las necesidades sociales. Pero nos presenta esto que es, si se quiere, un fin político, sin especificar los medios por los que éste podría alcanzarse. Esto es inseparable de la carencia de un agente que pueda articular una política que nos conduzca hacia esa transformación de raíz a la que »
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“ El desenfreno de la
aspira. Harvey propone como horizonte un “humanismo revolucionario”.
financierización, y la multiplicación de los mecanismos de desposesión, deben su origen a las condiciones a través de las cuales pudo el capitalismo recuperar la rentabilidad luego de la crisis que puso fin al boom de posguerra.
”
La creencia de que podemos, a través del pensamiento y la acción conscientes cambiar el mundo en que vivimos y a nosotros mismos para mejor, define a una tradición humanista.
El humanismo revolucionario, al contrario del planteo de Althusser (“el marxismo no es un humanismo”), ...unifica el Marx de El capital con el de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y da un flechazo en el corazón de las contradicciones que cualquier programa humanista debe estar dispuesto a abrazar si habrá de cambiar el mundo.
Pero entre ambos textos, media en Marx el desarrollo más acabado de la perspectiva comunista, así como la precisión de los contornos del sujeto capaz de llevarla a cabo. Para Harvey, en cambio, sería erróneo asignar un lugar central al proletariado. La contradicción entre capital y trabajo es, sin duda, una muy importante. Pero Harvey critica la “tendencia en el pensamiento de izquierda a privilegiar el mercado de trabajo y el lugar de trabajo como gemelos terrenos centrales de la lucha de clases”, cuando en su opinión “hay otros terrenos de lucha que pueden ser de igual sino de más imperiosa significación”. Harvey enfatiza que la contradicción entre capital y trabajo está estrechamente entrelazada a las restantes contradicciones del capital. Esto sin duda es así. Y tiene razón en que cualquier transformación anticapitalista debe vérselas con el conjunto de las contradicciones del capital. Sin embargo, al descartar los aspectos que la distinguen dentro del conjunto de contradicciones, Harvey termina presentando un vasto conjunto de tensiones que el capitalismo está obligado a mover más que a superar (“las contradicciones tienen el molesto hábito de no ser resueltas sino meramente desplazadas”) para continuar funcionando, pero no halla un centro de gravedad a quebrar para construir otra sociedad alternativa. Esta cuestión se encuentra estrechamente ligada al rol que juega en el esquema teórico de Harvey la acumulación por desposesión. En varios trabajos señala que ésta se ha vuelto la forma dominante en el capitalismo neoliberal, concediendo primacía a las formas de valorización que trascienden la esfera de la explotación en el lugar de trabajo. En realidad, los mecanismos de “desposesión” han jugado un rol importante en el enriquecimiento de la clase capitalista en tiempos recientes, pero esta característica acompañó toda la historia del capitalismo. Ernest Mandel, señalaba en El capitalismo tardío que lo que caracteriza el desarrollo histórico del capitalismo estaba configurado por “una unidad dialéctica de tres momentos”. La “acumulación continua de capital en el dominio de los procesos de producción ya capitalistas”; la “acumulación originaria continua de capital fuera del dominio de los procesos de producción ya capitalistas”,
y la “determinación y limitación del segundo momento por el primero”3. Esta determinación, que opera de distintas maneras, se comprueba en los rasgos que tuvo la acumulación de capital en el último período. El desenfreno de la financierización, y la multiplicación de los mecanismos de desposesión, deben su origen a las condiciones a través de las cuales pudo el capitalismo recuperar la rentabilidad luego de la crisis que puso fin al boom de posguerra. Atacando las condiciones de trabajo, reestructurando y localizando la producción en países que se transformaron en plataformas manufactureras, pudo imponer una norma descendente a los salarios, y recuperar así la rentabilidad, pero a costa de agravar las contradicciones en el plano de la valorización. Es acá donde hunden sus raíces el crecimiento de la valorización financiera, y la presión creciente para subsumir nuevas esferas en la valorización. El capital sin duda muestra inventiva en expoliar a la fuerza de trabajo de todas las formas posibles, y crea múltiples terrenos para la resistencia contra la expoliación. Pero el terreno laboral encierra una potencialidad que otros no tienen, para amenazar un dominio central de todo el edificio de desposesiones que opera el capital, como es el de la fuerza de trabajo, convertida en mercancía. Harvey apunta correctamente que, en el cruce entre capital y capitalismo, se plantea la necesidad de “luchar contra toda otra forma de discriminación, opresión y represión violenta en el capitalismo como un todo” y que por esto “es necesaria claramente una alianza de intereses”. Pero justamente, porque la contradicción capital-trabajo no es una más de las que caracterizan a este modo de producción, es que puede el proletariado, si se dota de una política hegemónica y no corporativa, actuar como articulador para esta alianza que pregona. En Harvey no hay base ni estrategia para esta alianza. Entre el horizonte no capitalista y las distopías de las cuáles ya encuentra presentes varios elementos, sólo queda el vacío. La vibrante exposición del desenfrenado avance del capital desplazando sus contradicciones, y ahondando las múltiples alienaciones, que nos recuerda la sentencia del Manifiesto comunista, “todo lo sólido se desvanece en el aire”, resulta no obstante un gran estimulante para disparar el debate sobre la misma.
1. Oxford University Press, 2014. 2. Para una lectura sobre el fenómeno Piketty y una crítica a sus planteos, ver Paula Bach, “Sobre Thomas Piketty y la desigualdad como destino manifiesto”, IdZ 10. 3. México D.F., Era, 1979, p. 47.
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Trotsky, Gramsci y el Estado en “Occidente”
Fernando Rosso y Juan Dal Maso Comité de redacción
En su libro The Gramscian Moment, Peter D. Thomas desarrolla una revalorización del pensamiento de Antonio Gramsci, cuya estructuración se construye a partir de las polémicas contra las interpretaciones del pensamiento del comunista italiano practicadas en Las Antinomias de Antonio Gramsci de Perry Anderson y Para leer el Capital de Louis Althusser. Thomas presenta ambas críticas al pensamiento de Gramsci como complementarias y coincidentes desde diversos ángulos. Sin embargo, los puntos de vista de Althusser y Anderson son esencialmente divergentes en una cuestión fundamental: mientras para Althusser lo central pasaba por una crítica “teórica” sobre las relaciones entre marxismo, ciencia y filosofía, sin una dimensión estratégica clara, el eje elegido por Anderson pasa por la cuestión estratégica, y en ese contexto se ubican las críticas teóricas. En este sentido, la equiparación de Anderson y Althusser que realiza Thomas resulta discutible, aunque el debate con Anderson sobre la cuestión del Estado es productivo para reflexionar sobre el tema desde el marxismo. Thomas rescata la categoría del “Estado integral” presente en los textos gramscianos, aunque sin el nivel de sistematización propuesto
Ilustración: Anahí Rivera
por Thomas, que puede sintetizarse en la siguiente definición de Gramsci: “El Estado (en su significado integral: dictadura + hegemonía” (C6 §155)1 y tiene una primera aparición en C6 § 10 a propósito de la historia de los intelectuales y sus relaciones con el surgimiento y crisis del Estado moderno, contexto en el que Gramsci dice que en la Revolución francesa: la burguesía “pudo presentarse como ‘Estado’ integral, con todas las fuerzas intelectuales y morales necesarias y suficientes para organizar una sociedad completa y perfecta”2. Coincidiendo con la necesidad histórica del Estado moderno (burgués) de tener una base de masas, la categoría de Estado integral, tal como la entiende Thomas, permitiría desarrollar una lectura más compleja del Estado en el Siglo XX (y la actualidad). En este marco, Thomas se vale del Estado integral para refutar los tres “modelos” de las relaciones (oscilantes y variadas) entre Estado y
sociedad civil en “Occidente” que Anderson identifica en la obra de Gramsci: -El Estado en contraposición a la Sociedad Civil -El Estado abarca a la Sociedad Civil -El estado es idéntico a la Sociedad Civil”3
Asimismo, define que, con el concepto de “Estado integral”, “Gramsci intenta analizar la mutua interpenetración y reforzamiento de ‘sociedad política’ y ‘sociedad civil’ (los cuales deben ser distinguidos metodológicamente, no orgánicamente) al interior de una unificada (e indivisible) forma-Estado”4.
Estado Integral, Estado Ampliado, tendencias “estatalizantes” Contra estos tres modelos, la propuesta de Thomas consiste en intentar superar las posibles “oscilaciones” y mutaciones realizadas por Gramsci en la distribución de coerción y »
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“ Gramsci escribe pensando en el retroceso del movimiento comunista en sociedades más complejas que la Rusia zarista, pero no precisamente en momentos de auge de la democracia burguesa en sentido estricto.
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consenso entre Estado y Sociedad civil para sostener que el Estado Integral representa precisamente una nueva forma de articulación de sociedad política y sociedad civil, de forma tal que la ubicación de la coerción o el consenso en uno solo de los dos polos resulta imposible. Thomas sostiene que la categoría de Estado integral es más ajustada al texto gramsciano que la de “Estado ampliado”, propuesta en el clásico libro de Buci-Glucskmann Gramsci y el Estado. Sin embargo, si bien puede ser menos rigurosa filológicamente, la idea de un “Estado ampliado” (que Buci-Glucksmann sintetiza como “una incorporación de la hegemonía y su aparato al Estado”5), además de no ser tan disímil en su contenido a la propuesta de Thomas, puede resultar útil “históricamente”, siempre y cuando no se caiga en una lectura de “Estado en disputa” o “cambiar el Estado desde adentro luchando al interior de sus aparatos ideológicos” (que tanto daño hiciera al marxismo como beneficios generara a los asaltantes de cargos públicos). Es decir, que aquello a lo que apuntaba Gramsci con la idea de que el Estado en su significado integral es dictadura + hegemonía no responde a una definición estática mediante la cual los Estados de “Occidente” son de por sí hegemónicos (desde la Revolución francesa en adelante), sino a un proceso más complejo mediante el cual el Estado busca hacerse de una base de masas al mismo tiempo que perfecciona su aparato represivo y extiende su control sobre las organizaciones que “no son Estado” en sentido estricto, tendencia que si bien está presente en el siglo XIX, principalmente con la integración al régimen de la socialdemocracia, pega un salto en la época del imperialismo, como veremos más adelante. En este sentido, la crítica de Anderson, que Thomas no toma en cuenta especialmente en su libro, de que “Paradójicamente, no obstante, Gramsci nunca produjo ninguna relación comprensiva de la historia o estructura de la democracia burguesa en sus Cuadernos de la cárcel”6; puede ser un poco ahistórica, en tanto Gramsci escribe pensando en el retroceso del movimiento comunista en sociedades más complejas que la Rusia zarista, pero no precisamente en momentos de auge de la democracia burguesa en sentido estricto. Precisamente la reflexión de Gramsci se inserta en un contexto en el que lo predominante
no era la democracia burguesa “normal”, sino las reconfiguraciones de las formas estatales en “Occidente” para evitar la irrupción revolucionaria de las masas, como en la “vía rusa”; y en este sentido la democracia burguesa en la que pensaba Gramsci se caracterizaba por la existencia de los sindicatos y partidos de masas, en un contexto de fuertes tendencias bonapartistas de los regímenes y crisis del parlamentarismo.
¿Sobreextensión teórica de los conceptos o expansión histórica de los aparatos? Anderson sostiene que uno de los puntos más polémicos y nunca corregidos por Gramsci en sus tres “modelos” sobre la relación entre Estado y sociedad civil, coerción y consenso, es la sobreextensión del concepto de Estado, en el cual, al distribuir por igual la coerción en el Estado y la sociedad civil, se diluye el monopolio de la violencia como atributo legal del Estado, y esto impide comprender la “asimetría estructural” que caracteriza al poder estatal en los países capitalistas avanzados7. Toma como ejemplo la idea de Gramsci sobre la ampliación de la policía, más allá del organismo estatal específico que cumple funciones policiales: “¿Qué es la policía? Sin duda, no es sólo la organización oficial, reconocida y habilitada jurídicamente para la función de la seguridad pública, como se entiende habitualmente. Este organismo es el núcleo central y formalmente responsable, de la ‘policía’, que es en realidad una organización mucho más vasta, en la cual, directa o indirectamente, con vínculos más o menos precisos y determinados, permanentes u ocasionales, participa una gran parte de la población de un Estado” (C2 § 150)8. Sin embargo, en el propio Trotsky (y el pensamiento de la Internacional Comunista en su Tercer y Cuarto Congresos) se puede rastrear una idea afín a la de un Estado “basado en algo más” que el propio aparato estatal. En el período inmediatamente posterior a la Revolución rusa, se puede ver esta idea especialmente en el énfasis puesto por Trotsky en el peso de los cuadros contrarrevolucionarios preparados por la burguesía europea frente a la perspectiva de la revolución: La burguesía de Occidente prepara su contragolpe por adelantado. Sabe, más o menos, de qué elementos dependerá este contragolpe
e instruye por adelantado a sus cuadros contrarrevolucionarios. Somos testigos de ello en Alemania, y quizás, si no totalmente, en Francia. Lo vemos igualmente, en sus formas más acabadas en Italia, donde, a continuación de una revolución incompleta, tuvo lugar una contrarrevolución completa que empleó con éxito algunos métodos y prácticas de la revolución. (...) El proletariado revolucionario encontrará por consiguiente en su marcha hacia el poder no solamente a las vanguardias del combate de la contrarrevolución sino también a sus fuerzas de reserva. Solamente aniquilándolas, destruyendo y desmoralizando a las fuerzas enemigas, el proletariado será capaz de tomar el poder del Estado9.
Si bien Trotsky no utiliza la relación entre Estado y sociedad civil para analizar la fortaleza de la burguesía en Occidente, el uso del ejemplo del fascismo se refiere precisamente a que en su lucha contra la revolución la burguesía utilizará tanto la violencia estatal como la paraestatal, que tienden a unificarse a medida que la lucha de clases adquiere rasgos de guerra civil. Este proceso tenía su contraparte en la integración de la socialdemocracia al régimen capitalista allí donde no había triunfado el fascismo (con el ejemplo supremo de la República de Weimar), ampliamente tratado por la Internacional Comunista en sus análisis y denuncias sobre el rol “traidor” de esta corriente. Será posteriormente, durante los años ‘30, ya lejos del ascenso revolucionario que tuviera lugar entre 1917 y 1921 (con el último intento revolucionario en 1923 en Alemania), que Trotsky analice los cambios en las formas estatales, en los regímenes de cada país, en relación al desarrollo de la lucha de clases e identifique un proceso que unía a escala internacional a los países europeos, EE.UU., América Latina y la URSS: el de la estatización de los sindicatos. Debatiendo con sus colaboradores norteamericanos sobre la situación mexicana y mundial en 1938, Trotsky señalaba: En el contexto general de la política mexicana, los sindicatos están ahora en una etapa muy interesante. Se puede constatar una tendencia general a su estatización. En los países fascistas, se
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“ Uniendo países tan disímiles como México, Italia, Alemania o España, el proceso de ‘estatización de los sindicatos’ era parte de una respuesta internacional de la burguesía al desarrollo de un movimiento obrero de conjunto menos radicalizado que el del ascenso 1917-21 pero muy combativo y más extendido y masivo que el de la década anterior.
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encuentra la expresión extrema de esta tendencia. En los países democráticos, se transforma a los antiguos sindicatos independientes en instrumentos del Estado. Los sindicatos en Francia están por transformarse en la burocracia oficial del Estado. Jouhaux vino a México para proteger a los intereses franceses en el petróleo, etc. La causa de esta tendencia a la estatización es que el capitalismo en su declinación no puede tolerar sindicatos independientes. Si los sindicatos son demasiado independientes, los capitalistas empujan a los fascistas a destruirlos o buscan espantar a sus dirigentes con la amenaza fascista para encarrilarlos. Así Jouhaux fue encarrilado. No hay duda que, si él es el mejor de los republicanos, entonces Francia no establecerá un régimen fascista. Hemos visto en España a los dirigentes de los sindicatos más anarquistas convertirse en ministros burgueses en el transcurso de la guerra civil. En Alemania y en Italia, esto se realizó de forma totalitaria. Los sindicatos están directamente integrados al Estado, con los propietarios capitalistas. Sólo es una diferencia de grado, no de naturaleza10.
Si bien hay una diferencia de énfasis notable entre Gramsci y Trotsky, entre la postulación de un Estado Integral que expresa la hegemonía de la clase dominante y una estatización de las organizaciones obreras que expresa la debilidad de la democracia burguesa si no puede apoyarse en alguna forma de “corporativismo”, así como las tendencias bonapartistas clásicas en los países centrales y sui generis en los “atrasados”; hay una coincidencia en el señalamiento de una complejización de las formas estatales, basada no solamente en la combinación de coerción y consenso en general, sino en la integración del “movimiento obrero organizado” como base del Estado. Uniendo países tan disímiles como México, Italia, Alemania o España, el proceso de “estatización de los sindicatos” era parte de una respuesta internacional de la burguesía al desarrollo de un movimiento obrero de conjunto menos radicalizado que el del ascenso 1917-21 pero muy combativo y más extendido y masivo que el de la década anterior. Agregamos nosotros que ese proceso era, a su vez, un paso en la relativa generalización de ciertas características “occidentales” de la relación entre sociedad y Estado, a la mayoría de los continentes,
sin perder las diferencias específicas entre países imperialistas, coloniales y semicoloniales.
El sentido práctico de una hibridación teórica Lo anterior no pretende ser una enésima tentativa de relacionar los puntos de vista de Trotsky con los de Gramsci por sí misma, sino la de utilizar las convergencias y divergencias entre ambos para mejor entender el enemigo que enfrenta el movimiento obrero y el pueblo en la lucha contra el capital. Por ejemplo, el reciente y reaccionario protagonismo de la burocracia del sindicato de mecánicos (SMATA) en la Argentina demuestra que Gramsci, desde el punto de vista fáctico, no estaba tan equivocado acerca de la cuestión de la ampliación de la función de policía. Precisamente, la burocracia sindical puede ajustarse a la definición “sobreextendida” de la policía por su obvia función de policía interna del movimiento obrero. Y en su doble carácter de sociedad civil, cuando cumple un rol reformista, y de Estado, cuando se suma a la represión como banda paraestatal11, expresa asimismo este proceso de “ampliación” del Estado no ya en el terreno conceptual sino histórico concreto. De esta forma, la “sobreextensión” del Estado se transforma en un fenómeno más permanente, incluso más allá de coyunturas específicas de “guerra civil” como aquellas a las que hacía mención Trotsky. Si se quiere, la principal diferencia entre Trotsky y Gramsci respecto de este tema, pasa menos por la “ampliación” o “significado integral” del Estado que por la dinámica de cómo ese carácter evoluciona de las formas preventivas a las de la guerra civil, y las consecuencias estratégicas para la relación entre guerra de posición y guerra de maniobra12. En este contexto, la posición de Thomas, que hemos utilizado parcialmente para poner límites a la lectura que realizara Perry Anderson sobre las “imprecisiones” de Gramsci, contiene la misma limitación estratégica que Anderson planteara correctamente en Las antinomias... al señalar que la oposición estática entre guerra de posición y guerra de maniobra lleva al reformismo. En el caso de Thomas, el autor hace hincapié en las relaciones entre Estado Integral y revolución pasiva, con una tendencia a la reducción a “revolución pasiva” de todas las formas posibles de respuesta estatal frente a la lucha de clases, sin tomar en
cuenta las transiciones posibles desde la política de “integración” del movimiento obrero hasta ofensivas abiertamente contrarrevolucionarias y de guerra civil. Desde esta perspectiva, el cruce entre los puntos de vista de Trotsky y Gramsci sobre la cuestión de la “ampliación del Estado” resulta de mucha utilidad para comprender la evolución de las formas estatales durante el siglo XX, su relación con el desarrollo del movimiento obrero como “sujeto peligroso” y la identificación del “sistema de trincheras” que se encuentra agazapado detrás de la mascarada de un democracia formal extendida como nunca en la historia del capitalismo. Blog de los autores: elviolentooficio.blogspot. com.ar y losgalosdeasterix.blogspot.com.ar
1. Gramsci, Antonio. Quaderni del carcere. Edizione critica dell’ Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Einaudi Tascabili, Torino/Italia, 2001, págs. 810-811. Aclaración: Todas las citas son traducciones propias cotejadas con el original y con la edición en español de Ediciones Era, México D.F. 1981. 2. Gramsci, Antonio, ob. cit., pág. 691. 3. Thomas, Peter D., The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, Brill, Leiden-Boston, 2009, p. 93. Traducción propia. 4. Thomas, Peter D., ob. cit., p. 137. 5. Buci-Glucskmann, Christinne, Gramsci y el Estado, Siglo XXI España Editores, Madrid, p. 93. 6. Anderson, Perry, Las Antinomias de Antonio Gramsci. Fontamara, Barcelona, 1998. p. 54. 7. Anderson, Perry, ob. cit. Pág. 55. 8. Gramsci, Antonio, ob. cit, pp. 278-279. 9. Trotsky, León, “Informe sobre la Nueva Política Económica soviética y las perspectivas de la revolución mundial”, Naturaleza y Dinámica del capitalismo y la economía de transición, Ediciones CEIP, Buenos Aires, 1999, p. 234 (subrayados nuestros.) 10. Trotsky, León, “Discusión sobre América Latina”, Escritos Latinoamericanos, Ediciones CEIP, Buenos Aires, 1999, p. 111. 11. Ver “Los Sindicatos y la Estrategia”, IDZ 6, 2013. 12. Para más detalles sobre esta problemática, ver Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, 2012.
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Pablo Oprinari Sociólogo, UNAM, Editorial Armas de la crítica (México).
Ilustración: Anahí Rivera
A 100 años de su nacimiento
José revueltas, un intelectual incómodo
El mexicano José Revueltas, de cuyo natalicio se cumplen 100 años este 2014, realizó precursores aportes a la comprensión de la dominación política e ideológica ejercida por la burguesía nativa sobre las clases explotadas. A pesar de ello, su obra teórico-política mereció escasa atención, siendo valorado fundamentalmente por sus trabajos literarios. Esto a pesar de que constituye una de las figuras intelectuales más interesantes del siglo XX mexicano, con todos sus claroscuros y sus contradicciones, siendo su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza su trabajo más importante. El homenaje edulcorado que el Estado y su intelectualidad intentarán realizarle resulta difícil de justificar, ya que Revueltas fue un intelectual militante, profundamente incómodo para el régimen político, al cual criticó ácidamente y combatió hasta su muerte en 1976. Revueltas participó, durante tres décadas, en el Partido Comunista Mexicano y otras formaciones estalinistas, e integró la delegación de aquél al VII Congreso de la Internacional Comunista. Expulsado en los años 40 por cuestionar la idea de que el PCM era el “partido de la clase obrera”, se acercó a la otra “cabeza” del estalinismo vernáculo, Vicente Lombardo Toledano, el dirigente histórico de la Confederación de Trabajadores de México. En 1950 tuvo una dura confrontación con el PCM y los lombardistas, cuando lo defenestraron como “trotskista” y “existencialista” por su obra Los días terrenales1, pero el proceso de desestalinización encabezado por N. Krushev le generó nuevas expectativas y reingresó al PCM. En 1960 fue expulsado en medio de diferencias más agudas, e inició un distanciamiento creciente respecto al estalinismo, lo cual se expresó en el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de 1961. Fue radicalizando su ruptura y se acercó a varios de los postulados de León Trotsky, como se expresó en un texto de 1967 donde afirmó que “Solo hay un calificativo con el que le resulta a Stalin imposible en absoluto caracterizar la tendencia de Trotsky, pero que en realidad, también, es el único que le corresponde y que merece: el calificativo de leninista, la tendencia que de no haber muerto, Lenin mismo sin duda representaría dentro de las nuevas circunstancias históricas”2, en el contexto de su crítica del fenómeno del estalinismo, del culto a la personalidad y el análisis de la degeneración de los PC. En 1968 participó activamente del movimiento estudiantil, y después de la masacre de Tlatelolco fue encarcelado por más de dos años, siendo en este período cuando Revueltas se consideró parte del trotskista Grupo Comunista Internacionalista3. En las elaboraciones mencionadas encontramos importantes aportaciones al marxismo mexicano y latinoamericano. Dialectizando el análisis del proceso revolucionario de 1910 y el régimen de la “revolución hecha gobierno”, el pensamiento revueltiano fue anticipatorio, y
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actuó como una suerte de bisagra entre la interpretación vulgar del estalinismo y un nuevo discurso marxista que hizo aparición en los ‘70 y ‘80 del siglo XX, anclado en el método de Trotsky, para comprender la Revolución Mexicana y el priato. Como decíamos antes, nuestra lectura de la obra de Revueltas es crítica. Aunque su cisma con el PCM fue público y notorio, su evolución fue tortuosa. Mientras el Ensayo marcó una distancia imposible de remontar con el comunismo oficial, dejó a la par pasajes contradictorios y claroscuros con reminiscencias de las concepciones en las que se formó desde su juventud.
El Ensayo sobre un proletariado sin cabeza Ensayo está recorrido por la idea de que la clase obrera mexicana es un sujeto sin cabeza, esto es, sin un partido propio –entendiendo esta última noción como un partido inserto y vinculado orgánicamente al movimiento obrero– que expresara la existencia de una conciencia de los intereses de clase del proletariado. Esta carencia estaba relacionada con la dominación construida por la burguesía gobernante y su partido entre la clase obrera. Allí Revueltas desplegó un original análisis de las clases fundamentales de la sociedad mexicana y en particular de la situación de la clase obrera. Esta obra estuvo cruzada por una reflexión teórica sobre la enajenación de la conciencia, considerando la misma desde un punto de vista materialista. Esta preocupación por la enajenación del proletariado estaba presente desde sus primeros años de militancia, pero en este trabajo estableció una crítica frontal del PCM, como corresponsable de la “enajenación de la conciencia”. Esta elaboración lo transformó en una suerte de hereje para la ortodoxia estalinista, ya que cuestionaba lo hecho por el PCM desde sus orígenes. A la vez rompía con los relatos del “nacionalismo revolucionario” y del estalinismo, ya que postulaba que los gobiernos emergidos de la Revolución mexicana tuvieron consecuencias nefastas sobre la conciencia obrera, impidiendo su independencia política. Afirmaba allí: En México se produce un fenómeno del que difícilmente puede darse un paralelo… la conciencia de la clase obrera ha permanecido enajenada a ideologías extrañas a su clase, y en particular a la ideología democrático burguesa, desde hace más de cincuenta años, sin que hasta la fecha haya podido conquistar su independencia.
Revueltas criticaba la subordinación política e ideológica de las organizaciones del movimiento obrero respecto de los llamados gobiernos revolucionarios, y lo consideraba el problema fundamental. Continuaba el autor:
... O sea, su enajenación ha terminado por convertirse en una enajenación histórica. Esto quiere decir que aun aquello que aparece en México como ideología proletaria no constituye otra cosa que una deformación de la conciencia obrera, una variante sui generis de la ideología democrático-burguesa dominante. La clase obrera mexicana, de este modo, se proyecta en la historia de los últimos cincuenta años del país como un proletariado sin cabeza, o que tiene sobre sus hombros una cabeza que no es la suya4.
Como es evidente en la parte final de la cita, el PCM, que se autopresentaba como “ideología proletaria”, era criticado no por su debilidad, sino por ser “una variante sui generis de la ideología dominante”. Esta elaboración de Revueltas tuvo gran trascendencia. Desde los años ‘30, solo los trotskistas –cuyas organizaciones decrecieron durante las décadas del ‘40 y ‘50 hasta casi desaparecer– osaron cuestionar la dominación del partido de gobierno sobre las organizaciones obreras, cuando la mayoría de la izquierda se afanaba por encontrar el carácter “progresista” de la burguesía nacional y en presionarla para que fuese hasta el final en la “revolución democrático-burguesa inconclusa”. En ese sentido, Revueltas fue un precursor del retroceso de la hegemonía estalinista en la izquierda mexicana iniciada desde 1968, al calor de los nuevos procesos de la lucha de clases en México y el mundo.
La construcción de la dominación de clase Su análisis fue esencial para comprender cómo, en las tierras donde estalló una de las revoluciones campesinas más importantes del siglo XX latinoamericano, surgieron los mecanismos en que se basó la estabilidad de la dominación burguesa, convirtiendo al proletariado en “una clase sin cabeza”. En Ensayo hay trazos de una composición dialéctica del surgimiento del capitalismo nativo, de la complejidad de su desarrollo, vinculado al mercado mundial y sujeto a numerosas intervenciones extranjeras. También un análisis general de la Revolución de 1910 plagado de tensiones, pero que podemos rescatar en tanto considera la confrontación entre las alas radicales de la Revolucion –lideradas por Villa y Zapata– frente a los representantes de la burguesía en ascenso, y la restablece como una guerra civil motorizada por el antagonismo de clases. Este análisis fue un oasis en el páramo de las interpretaciones estalinista y nacionalista de la Revolución, previo a la publicación de obras como La revolución interrumpida de Adolfo Gilly. Revueltas partió de una definición clave: distinguiéndose de las corrientes político-ideológicas mencionadas, estableció que el sector dominante del Estado mexicano era –desde el siglo XIX– la burguesía nacional, esto es, “la
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clase que pudo imprimir al proceso del desarrollo ideológico su propio sello como clase dirigente de una revolución democrático-burguesa…”, para lo cual logró “negarse a sí misma como clase y confundirse con la revolución mexicana”5. Revueltas comprendió el proceso de apropiación del legado de la Revolución y de mistificación de la dominación burguesa, expresado en el lema oficial de “la revolución hecha gobierno”. Para Revueltas, en el proceso que llevó a la derrota de “la revolución popular-agraria de Zapata”, entre 1915 y 1917, surgió el partido de clase de la burguesía nacional; lo cual no estaba presente previo a 1910 y se evidenciaba, por ejemplo, en el carácter episódico de sus formaciones políticas. En ese sentido escribió, por ejemplo que: … la burguesía nacional participa en la Revolución mexicana democrático-burguesa como una clase sin partido, cuya conciencia recorre una línea ascendente, a través de diversos niveles de organización, hasta llegar a un punto en que, después de objetivizarse en el Estado con la toma del poder, se convierte en conciencia organizada de su propia clase, en el partido de clase de la burguesía nacional, o sea, en su partido de Estado6.
A partir de 1917, la burguesía ejercitó el poder mediante sus caudillos más populares y con mayor fuerza política y militar aunque, como decía el autor, aún no estaba en condiciones de apoyarse en las masas organizadas7. Revueltas planteó que “el gobierno que resulta de la toma del poder no es el gobierno de un partido, sino el partido convertido en gobierno, un gobierno-partido en cuyo seno se libran y resuelven las luchas faccionales”8. Lo que permitió la emergencia de este “partido de clase” fue que, en el transcurso de la Revolución, la burguesía, organizada en el constitucionalismo, configuró un proyecto político y social que mediatizó y encauzó la tormenta revolucionaria en el marco de la reconstrucción del Estado y del desarrollo del moderno capitalismo, teniendo su máxima expresión en la Constitución de 1917 y la incorporación sesgada a ésta de algunas de las demandas populares, bajo la promesa de ser realizadas desde arriba. El mérito de Revueltas fue exhibir la construcción de la dominación sobre los explotados y oprimidos. Los años posteriores al triunfo constitucionalista fueron complejos: concentraron las luchas facciosas del bando vencedor en el gobierno, y prepararon los cambios necesarios para perfeccionar esta dominación. Revueltas tomó nota de estos cambios: con la fundación del Partido Nacional Revolucionario en 1929 inició el tránsito de un partido-gobierno apoyado en el ejército a un partido-gobierno que se apoyaba en las organizaciones de masas, pautando las reglas del juego y articulando la relación entre el Bonaparte sexenal y el partido –por ejemplo »
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“ Revueltas fue un precursor del retroceso de la hegemonía estalinista en la izquierda mexicana.
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con el principio de no reelección y la selección a “dedo” del nuevo candidato–. Dando cuenta de estos elementos es que planteó un proceso creciente de subordinación de las masas organizadas, para lo cual el partido de gobierno funcionaba “como una especie de extensión social del Estado, que de este modo hacía penetrar sus filamentos organizativos hasta las capas más hondas de la población e impedía con ello una concurrencia política de clase”9. En este punto, sintetizaba las tres funciones del partido Estado en esta dinámica de dominación sobre las clases explotadas, y de enajenación de la clase obrera: las mismas eran, en primer lugar, la función de dirigir a la burguesía y mediatizar bajo esa dirección a todo el conjunto de la sociedad mexicana; en segundo término, conservar y afianzar la colaboración de clases entre burguesía y proletariado, y en tercer lugar, hacer indisputable la dirección de las masas campesinas por parte de la burguesía10. Es sugerente y fructífero buscar un diálogo entre las definiciones revueltianas y las que pueden encontrarse en los Escritos latinoamericanos de León Trotsky, particularmente en “Discusión sobre América Latina” –donde se plantea la relación entre burguesía, proletariado y campesinado– y en esa categoría magistral, el bonapartismo sui generis, con la que el revolucionario ruso comprendió al régimen mexicano bajo el cardenismo, la cual mantiene gran actualidad para el estudio de los gobiernos posneoliberales en la región. Sin duda, la operación política e ideológica por la cual la clase dominante logró disociar – en apariencia– el Estado posrevolucionario respecto de la defensa de los intereses clasistas, tuvo en sus cimientos características que son comunes a todos los Estados burgueses modernos. Como es por ejemplo que el nuevo derecho estableció la “igualdad entre el que da y el que recibe el trabajo, es decir, entre burguesía y clase obrera, como si éstas debieran comparecer frente a un Estado neutral, a un Estado sin contenido de clase”11. Expresión máxima de este proceso fue la mencionada Constitución de 1917, donde, como decía Revueltas, se podía ver el disimulo de la naturaleza real de las relaciones de clase entre burguesía y clase proletaria, al mismo tiempo que el principio de deificación del Estado burgués en México como un Estado que sería distinto y no representaría a las clases dominantes de la sociedad, por el solo hecho de ser fruto de la Revolución mexicana12.
Sin embargo, a la vez, este proceso tenía un carácter específico. El mismo era el resultado tanto de la génesis de la burguesía mexicana –la cual en sus orígenes no resolvió las tareas de la transformación capitalista– como de la forma en que se resolvió la Revolución. Esto es, que durante la última fase de la revolución, el constitucionalismo se apropió de las demandas enarboladas por el zapatismo y el villismo para legitimarse, lo cual preparó el camino para la institucionalización de las mismas, estableciendo con una fuerza inusitada la identidad aparente entre “la Revolución” y los triunfadores. Esto es la idea de que no
era “un Estado cuyo poder pertenece ahora a la burguesía en virtud de su revolución, sino una especie de entidad abstracta, al margen de la lucha de clases y del proceso de desarrollo histórico13. El análisis de Revueltas constituye para nosotros una importante aportación para comprender cómo se articuló la dominación de clase, en el Estado y el régimen posrevolucionario, sobre las clases explotadas y oprimidas que protagonizaron y participaron en la Revolución mexicana, y que durante las décadas siguientes desplegaron su accionar. La tesis revueltianas y su Ensayo transitan un camino paralelo al de quienes explicaron, desde una perspectiva marxista anclada en las elaboraciones de Trotsky, el proceso revolucionario iniciado en 1910 y el régimen político posrevolucionario, como fue el caso de Adolfo Gilly, Manuel Aguilar Mora y Arturo Anguiano, entre otros. En las últimas décadas, la dominación burguesa sufrió importantes transformaciones, particularmente en el régimen político, donde el viejo priato cedió su lugar a la “transición pactada” –la respuesta a la crisis iniciada con las movilizaciones contra el fraude en 1988 y la rebelión indígena campesina de Chiapas–. Hoy estamos en un régimen –que hemos denominado como “de la alternancia”– que combina mecanismos democrático-burgueses con rasgos profundamente bonapartistas. El autoritarismo que caracteriza al gobierno actual del PRI es una expresión de ello. El regreso a las elaboraciones de los marxistas del siglo XX, recuperadas al servicio de actualizar el análisis y dar cuenta de las transformaciones de la dominación política, es una herramienta ineludible al servicio de lograr, al calor del despertar del México bronco y profundo, y en el sentido buscado por José Revueltas, la emancipación de la clase obrera, para tomar, de una vez por todas, el cielo por asalto. 1. En la obra literaria de Revueltas, por ejemplo en Los días terrenales y Los errores, puede encontrarse mucha de la crítica política que el duranguense realizó del Partido Comunista Mexicano. 2. José Revueltas, Escritos políticos III, México, Ediciones Era, 1984, pp.175 y ss. 3. Luego el GCI, que se reclamaba trotskista, fue parte fundamental de la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Para profundizar en torno a la controversial relación de Revueltas con el trotskismo y sus simpatías por éste, así como su distanciamiento posterior de las tesis leninistas, ver nuestro ensayo en el blog El Cielo por Asalto (cieloporasaltomex.wordpress.com), donde desarrollamos un posicionamiento crítico respecto a las elaboraciones del autor. 4. José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México DF, Era, 1984, p.75. 5. Ibídem, pp. 80-81. 6. Ibídem, p. 169. 7. Ídem. 8. Ibídem, p. 162. 9. Ibídem, p. 168. 10. Ibídem, p. 169. 11. Ibídem, p. 131. 12. Ibídem, p. 130. 13. Ibídem, p. 132.
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A 50 años de El hombre unidimensional
¿Qué queda de nuestros amores marcusianos? Emmanuel Barot Profesor de Filosofía en Toulouse-Le Mirrail, autor de Camera Política y Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme, entre otros. Ilustración: Sergio Cena “Si por revisionismo entiende usted el partido socialdemócrata alemán, he de decir que desde mi propia conciencia política, o sea, desde 1919, he estado combatiendo ese partido. En 1917-1918 fui miembro del partido socialdemócrata: salí de él tras el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, y desde entonces critiqué la política de ese partido. No porque crea poder trabajar en el marco de lo existente, pues eso lo hacemos todos, todos utilizamos la menor posibilidad de transformar lo existente desde el marco de lo existente; no por eso, pues, he combatido al partido socialdemócrata alemán, sino porque ha trabajado en alianza con fuerzas reaccionarias, destructivas y represivas. Desde 1918 he oído repetidamente hablar de la existencia de fuerzas de izquierda en la socialdemocracia, y siempre he comprobado que esas fuerzas de izquierda se iban pasando cada vez más a la derecha, hasta que no quedaba nada de la izquierda. Comprenderán ustedes que no esté nada convencido de esa idea de la posibilidad de algún trabajo radical dentro del partido socialdemócrata.” Herbert Marcuse, El final de la utopía, 1968
Desde la década de 1980 Marcuse ha desaparecido del paisaje político-ideológico de la izquierda revolucionaria, contrariamente al rol que había jugado en las dos décadas anteriores, en particular alrededor de 1968 y las revueltas estudiantiles de masas que, como en el caso de Francia, constituyeron el preludio de luchas obreras históricas. Una inversión tal de la situación no es de extrañar: el periodo post 68 estuvo rápidamente marcado por un reflujo de las teorías progresistas y del marxismo, una expresión específica del largo reflujo del movimiento obrero luego de un decenio de ascenso a nivel internacional, y que el colapso de la URSS en 1991 acentuó, abriendo un período de descomposición teórico-político de la izquierda, del que recién empezamos a salir penosamente en la década del 2000. Pero es sorprendente que Marcuse, en el contexto actual de reactivación gradual aunque cualitativamente muy desigual del marxismo, siga confinado a los cajones como si hubiera en él algo explosivo que debiera ser dejado prudentemente de lado. El cincuentenario de El
hombre unidimensional, publicado en Estados Unidos en 1964, que se celebra este año, es la ocasión ideal para comenzar a reabrir el expediente de aquello que es instructivo en él.
El laboratorio de juventud: disolución progresiva de Heidegger en la matriz hegeliana-marxista Marcuse nació en 1898 y falleció en 1979 en Alemania, luego de pasar una parte esencial de su vida, a partir de 1934, en los Estados Unidos. Elaboró durante más de medio siglo un pensamiento en el que se pueden distinguir tres grandes períodos. El primero tiene comienzo con su tesis de 1922 sobre la novela de aprendizaje alemana, está marcado por Hegel y Lukács, y se detiene en los comienzos de la segunda guerra mundial. Miembro del consejo de soldados de Berlín en 1919, influenciado por los spartakistas y en ruptura profunda con el SPD, el joven Marcuse se forma en la escuela de la fenomenología del también joven Heidegger que vino a romper las cadenas de los mandarines del viejo neokantismo que dominaba la universidad »
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alemana. A partir de 1928 intentará hibridar fenomenología y materialismo histórico –inaugurando una tradición que contará con numerosos intentos más adelante– proponiéndose la tarea, que perseguirá toda su vida, de determinar los medios adecuados para pensar, preparar y realizar la emancipación radical, a la vez, individual, “existencial” y colectiva, a través de la revolución proletaria. No se puede comprender su itinerario si se minimiza la continuidad de esta postura (condensada en su momento por Marx en la tercera Tesis sobre Feuerbach) que combina comprensión macro-social e histórica de la lucha de clases en el capitalismo (en particular en la fase fascista), y la exploración de los mecanismos subjetivos y psíquicos de la alienación. Cuando en 1932 es el primero en comentar la “bomba” que significaron los Manuscritos de 1844, recién publicados en alemán, en los que descubre que el joven Marx ya había atacado (y mejor) la cuestión de la alienación que Heidegger, y ya dentro de esta perspectiva, que constituye su “laboratorio” de juventud, producirá dos obras claves sobre Hegel, en particular Razón y revolución de 1939, y pasará a convertirse en una de las grandes figuras de la “teoría crítica” frankfurtiana exiliada en los Estados Unidos desde 1934, y en un ardiente defensor de una matriz hegeliano-marxista iniciada por Lukács y Karl Korsch, y continuada por el segundo Sartre y Kosik.
Detrás del freudomarxismo: ¿proletariado “integrado” y premisas de posmodernismo? La segunda fase va de la Segunda Guerra Mundial a 1968, dominada por Eros y civilización en 1955, El marxismo soviético en 19571 y El hombre unidimensional, es por la cual Marcuse es más conocido, la de cierto “freudomarxismo” al que es reducido a menudo apresuradamente. Es el período en el que sus grandes tesis sobre el totalitarismo tecnológico, la reificación de la “sociedad industrial avanzada” y la “integración” del proletariado al capital y la identificación de los “fundamentos instintivos” de la alienación, se articulan mediante la constatación de un mundo escindido entre un glorioso “capitalismo tardío”, capaz de anestesiar por el fascismo cotidiano cualquier potencial subversivo, y la esclerosis represiva de la URSS, lo que dejaba definitivamente poco lugar a la esperanza. Esto no le impide seguir buscando el agente para una revolución (que sigue siendo tan indispensable como improbable), del cual ve premisas en las revueltas de los estudiantes, las minorías oprimidas y los movimientos anticolonialistas, “outsiders” que parecen ser los últimos portadores de una revuelta absoluta contra el orden establecido. Alejándose del modelo leninista, reivindicando el espíritu de Rosa Luxemburgo esboza, “avant la lettre”, una teoría “antiautoritaria” de las “multitudes”, y casi la idea de un anti-capitalismo basado en una amplia “base de masas” integrando movimientos feministas, antirracistas, ecologistas, y nuevas fracciones asalariadas, en particular de las “clases medias”, otorgando a las vanguardias intelectuales un rol particularmente marcado. Para lo cual funda una teoría de la hegemonía a
través de un consenso ampliado de fracciones oprimidas o alienadas, fundado sobre todo en el rasgo subjetivo común de una oposición al sistema experimentada como una contradicción vital, que compense políticamente la desintegración de una base social proletaria, pretendidamente muy erosionada, al precio de caer en el riesgo de una autonomización de la política con respecto a determinantes económicos objetivos. En este período mantiene una posición ambivalente con respecto al marxismo. En efecto, es un período en el que va a trabajar a pleno la conceptualización teórico-crítica, interrogándose sobre la eventual obsolescencia de Marx. ¿El capitalismo no se ha estabilizado cuando debía explotar? ¿El proletariado no parece haber abdicado de su misión revolucionaria? ¿El “aparato” mundial de la dominación tecnológica no ha absorbido y nivelado las contradicciones del capitalismo dentro de una historia en la cual devino el verdadero sujeto? ¿La “tolerancia represiva” y la “conciencia feliz” han fallado en vampirizar los espíritus de toda “bidimensionalidad” (es decir, de todo pensamiento “negativo” capaz de evaluar aquello que es en los términos dialécticos de aquello que todavía no es2)? ¿En resumen, la sociedad unidimensional de confort y de control burgués no nos ha derrotado ya? Marcuse está atrapado patentemente entre dos fuegos: se niega a abandonar el proyecto revolucionario y la matriz marxista, pero se pregunta acerca de la capacidad de éste para estimular la teoría y la praxis. En sus oscilaciones es fácil ver que se anticipan muchos de los posmarxismos explícitos o implícitos que afectan a la extrema izquierda en la actualidad. Concentradas de manera emblemática en El hombre unidimensional, cae en una hipostatización, presentando como novedad estructural a un momento coyuntural del capitalismo, y más precisamente, la forma coyuntural de un tipo de organización, también históricamente determinado, del proletariado en los países centrales del capitalismo. En resumen, él presupone una homogeneidad ficticia de la clase obrera, para, a continuación, dejarse cegar por el aburguesamiento relativo de sus sectores más favorecidos y por el peso de los aparatos reformistas y contrarrevolucionarios (partidos y
sindicatos socialdemócratas o estalinistas), que efectivamente están bien integrados al poder del capital. Marcuse intentó elevarse a sí mismo de estas ambigüedades después de 1968, pero nunca pudo despojarse de ellas completamente.
Negativa a la liquidación del marxismo: entre el giro de 1968 y la Nueva Izquierda Por el profundo impacto que causó en él la emblemática “revolución cultural” francesa de mayo de 1968 va a producirse un giro mayor en su itinerario posterior a la guerra, ubicándolo en el terreno de la dialéctica materialista, batallando con Lukács, Sartre, Mandel o incluso Althusser3, y alejándose del camino liquidacionista del marxismo que siguieron otros. Perry Anderson lo clasificaba entonces con razón dentro ese “marxismo occidental” cuyo centro de gravedad se desplazó, tras las derrotas de los años ‘30 y la segunda guerra mundial, de la economía política a la filosofía, siguiendo un movimiento de desconexión parcial, pero tendencial, de la teoría con una implicación militante organizada. Por lo tanto 1968: tercera etapa, o momento, donde su máquina prospectiva se inicia de nuevo, donde la esperanza ha renacido, no solamente bajo la forma de “Gran Rechazo” de las “desesperanzas” (evocación de Benjamin, con la que concluyó, en un gesto de honor, El hombre unidimensional), sino haciéndose eco de la búsqueda de renovación de las dos grandes clases de condiciones para la praxis revolucionaria. Reafirmando, por un lado, la centralidad de la crítica marxista de la economía política, que él extiende al nivel de las condiciones subjetivas, con los esquemas de Eros y civilización, en el sentido de una investigación sobre los “fundamentos biológicos del socialismo”, de los cuales, como en 1932, los Manuscritos de 1844, prolongados por la metapsicología freudiana, otorgan los ejes principales, que se correlacionan ahora con la “nueva sensibilidad” estética de la que el Flower Power era su rostro más mediático. Su texto de 1969 Un ensayo sobre la liberación, tiene un subtítulo evocador: Más allá del hombre unidimensional. Marcuse retornará regularmente sobre la cuestión estratégica y organizacional, todavía cabalgando entre
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“ ...si Marcuse, a diferencia de Benjamin, aún no ha sido objeto de ningún ‘revival’ en el espacio intelectual del último período, tal vez sea, precisamente porque su enfoque, punto por punto y explícitamente (aunque en ocasiones tome un aspecto formal y a pesar de su insistencia, a veces, hipertrofiada en el factor subjetivo) se basa en la evolución combinada de las relaciones de clase y de los aparatos productivos del capitalismo.
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Marx, el consejismo de Luxemburgo y una forma compleja de vanguardismo, en pos de la reconstrucción de una “base de masas”, la única capaz de transformar la revuelta en una real potencia política coherente, de las que Contrarrevolución y revuelta en 1972, y Actuels en 1974 serán las expresiones. Pero a semejanza de la Nueva Izquierda –precursora del altermundialismo y el anticapitalismo “amplio”– con la que dialoga, no volverá a encarar, de manera sistemática, la cuestión del proletariado, y nunca clarificará su visión de la base material de la estrategia revolucionaria.
El peso del factor subjetivo Sin recaer en las utopías pre-marxistas, Marcuse es, por otro lado y correlativamente, de los que, en las “corrientes cálidas” del marxismo, militaron en favor de la defensa de un gran relato de la esperanza revolucionaria. Su teoría de la utopía concreta, es decir del “fin de la utopía” en el sentido de la desaparición como utopía de un proyecto de sociedad socialista, y al contrario, de la existencia objetiva de las posibilidades reales de su construcción, resuenan notablemente a E. Bloch o al “mesianismo” de W. Benjamin (que constituyeron una pujante inspiración para Daniel Bensaïd en su Walter Benjamin, sentinelle messianique); pero si Marcuse, a diferencia de Benjamin, aún no ha sido objeto de ningún “revival” en el espacio intelectual del último período, tal vez sea precisamente porque su enfoque, punto por punto y explícitamente (aunque en ocasiones tome un aspecto formal y a pesar de su insistencia, a veces, hipertrofiada en el factor subjetivo), se basa en la evolución combinada de las relaciones de clase y de los aparatos productivos del capitalismo. De aquí que el límite de la gran narrativa de Marcuse no es abandonar la dialéctica materialista, sino sobre todo, no estar a la altura de su propia exigencia materialista. Esta es su gran y paradójica lección; muestra retrospectivamente el error que no hay que cometer, y él lo ha cometido con más claridad que los que lo siguen cometiendo hoy: olvidar que la búsqueda materialista científica de qué es el proletariado, en sus estructuras y transformaciones, es la condición de toda elaboración estratégica consecuente y de una visión justa de
donde reside su “crisis de subjetividad” y de sus recomposiciones en este plano.
De la negatividad a la negación: dar de nuevo un contenido estratégico al gran relato del “fin de la utopía” “Mi única objeción es que la democracia no existe en ninguna de las sociedades existentes, desde luego que tampoco en las que se llaman democráticas. Lo que existe es una cierta forma muy limitada de democracia, ilusoria, empapada de desigualdad, y las verdaderas condiciones de la democracia están aún por producir. Respecto del problema de la dictadura: sólo he formulado una pregunta, porque no me puedo imaginar cómo podría mutar en su contrario, por vía evolutiva, esta situación de adoctrinamiento y homogeneización casi totales. Me parece que de un modo u otro tiene que producirse una intervención, que de un modo u otro será necesario oprimir a los opresores, pues éstos, desgraciadamente, no se reprimen a sí mismos”4.
En su gran lectura de Hegel (en particular de la doctrina de la esencia de la Ciencia de la Lógica) en Razón y Revolución, Marcuse había profundizado la distinción, antimecanicista por excelencia, entre la negatividad objetiva del capitalismo, totalidad estructurada por una serie de contradicciones que se basan, en última instancia, en la contradicción de trabajo y capital; y las condiciones de su negación revolucionaria. Él escribió que: La negación del capitalismo comienza al interior del capitalismo mismo […] Mientras que la revolución depende de una totalidad de condiciones objetivas. Sin embargo, estas condiciones adquieren un carácter revolucionario cuando son guiadas y orientadas por una actividad consciente en pos del objetivo socialista. La transición del capitalismo al socialismo no está garantizado por ninguna necesidad natural, ni por ningún automatismo inevitable5.
Poner en el centro de la reflexión esta “actividad consciente” es mantenerse en el terreno, tan apreciado por Lenin y Trotsky, del factor
subjetivo. Por lo tanto, si restauramos hoy –en términos de sus propios criterios– la centralidad objetiva del proletariado, y escrutamos cuidadosamente sus recomposiciones subjetivas actualmente ascendentes, entonces el contenido estratégico del “Gran Rechazo” y de su famosa “opresión de los opresores” no puede ser otra cosa que la reactualización de la teoría de la transición revolucionaria por la dictadura del proletariado, junto con la reafirmación y profundización del proyecto comunista. Fifty years after, Marcuse es apreciado por nosotros de diferentes maneras. Sin haber cedido jamás a la tentación oportunista, con una verdadera altura de miras y en algunas décadas por anticipado, se enfrenta a los retos de la mayoría de la extrema izquierda actual (incluyendo en Europa ciertas tendencias del trotskismo, entre otras), concentrando sus dudas, pero también encarnando sus impasses. Que esta extrema izquierda no esté globalmente a su misma estatura, ni tenga los hombros suficientes para no doblegarse bajo el yugo de su propia descomposición, puede explicar su negativa de enfrentar a Marcuse hasta el momento. A menos que ella ya sepa que Marcuse representaría una mala conciencia, muy perturbadora, ya que merece las mismas críticas que se le han dirigido frecuentemente a él. Traducción: Gastón Gutiérrez
1. M. Van der Linden, Western Marxism and the Soviet Union. A Survey of Critical Theories and Debates Since 1917, Chicago, Haymarket Books, 2009. 2. H. Marcuse, Raison et révolution. Hegel et la naissance de la théorie sociale, París, Minuit, 1968. 3. Ver “Sur le concept de négation dans la dialectique” en Pour une théorie critique de la société, Parangon, Lyon, 1969. 4. H. Marcuse, El final de la utopía, Barcelona, Planeta-Agostini, 1986. 5. H. Marcuse, Razón y revolución, Hegel y el surgimiento de la teoría social, Madrid, Alianza Editorial, 1995.
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CULTURA Lecturas críticas
Fotomontaje: Anahí Rivera
La producción cultural en el capitalismo
Un mal caldo de cultivo Solemos atribuir un sentido positivo a la producción artística y cultural: hablamos de desarrollarla y reclamamos el derecho a disfrutarla ya que allí se expresaría la creatividad tanto individual como colectiva. Pero también es cierto que en la sociedad capitalista estas prácticas están sometidas a una lógica que amenaza convertir dichas capacidades en meras mercancías y las utiliza para apuntalar las ideas de la clase dominante. Entre esos polos se dibuja el concepto de “industria cultural” o “cultura de masas”. Ariane Díaz Comité de redacción.
La industria cultural La industria cultural es aquella en que la creatividad se traduce en “derechos de autor” y sus interpelaciones sociales en éxitos o fracasos de venta. Concentrados en grandes holdings, los productos culturales suelen ser una más entre otras mercancías producidas. La televisión, la radio y la prensa se financian mayoritariamente por publicidad, por lo cual la cantidad de lectores o espectadores se mide no para conocer el impacto de las ideas difundidas, sino para confeccionar un ranking de dónde es más rentable
anunciar productos o servicios. Hay premios y concursos que adelantan pagos o prometen la edición, grabación, difusión, etc., de novelas aún no escritas o bandas musicales aún no reunidas; una especie de “mercados a futuro” de bienes culturales. Productos “enlatados” se distribuyen y readaptan en todo el mundo, como los reality; se pautan obras standarizadas para un determinado público: la película de Almodóvar La flor de mi secreto muestra a una escritora de novelas con contenidos preestablecidos y cargados de prejuicios, en crisis con un contrato que marca
no solo la cantidad de novelas que debe entregar por año sino contenidos como “personajes políticos pero sin entrar en temas políticos”, “escenas eróticas pero sin sexo explícito”, y demás características que contornearían los intereses de las “amas de casa de mediana edad”. Así, si la idea de cultura deriva de un enriquecedor “cultivo” de las facultades subjetivas de hombres y mujeres, la idea misma de “industria cultural” parece ser un oxímoron. O en todo caso una forma de moderno cultivo transgénico: desarrollado con paquetes tecnológicos patentados por grandes multinacionales, es un monocultivo que evita el crecimiento de otros. Ya en la década de 1930, no casualmente en “la noche del siglo” XX, los autores habitualmente rotulados como miembros de la Escuela de Frankfurt habían dado el puntapié inicial en discutir los efectos de una cultura pensada en estos términos, pero el salto dado en las posibilidades de difusión hacia fines de los sesenta hizo que estas formas de producción cultural fueran objeto de constante debate. A partir de allí, la discusión ha continuado y a ella se han sumado nuevos medios, productos y fenómenos de la cultura de masas. De esos amplios debates, tomemos tres elementos que la caracterizarían. El primero es la masividad. Con la aparición de nuevos medios técnicos, es enormemente mayor la amplitud de llegada de los productos culturales: las reproducciones gráficas o la radio, por ejemplo, llevan la música y la pintura a muchas más personas que las que acceden a
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conciertos o museos; en la actualidad, nuevos medios como internet abren aquí toda una gama de nuevos problemas para esas mismas industrias desarrolladas durante el siglo anterior. Pero: ¿la diferencia es una cuestión cuantitativa de grado respecto de formas culturales previas? Después de todo, cuentos como “Caperucita Roja” fueron tanto o más masivos que algunas películas taquilleras. Pero los productos de la industria cultural parecen ser masivos no solo en el sentido de ser ampliamente consumidos: son producidos a nivel masivo, es decir, concebidos ya para satisfacer grandes públicos e incluso diseñados mediante estudios de mercado. El segundo es la reproducción de determinados intereses sociales. En la mayoría de los casos, tales productos son compatibles con cosmovisiones que apuntalan los intereses ideológicos del sector al que pertenecen dichas industrias. Este entrelazamiento también podría considerarse una diferencia de grado con la situación previa: siempre fueron las clases dominantes las que tuvieron los medios para “invertir” en la cultura y el arte, y así intervenir en sus formas y contenidos. Pero lo que parece diferenciar a la cultura de masas es ser producto de toda una “industria” montada con estos objetivos, una nueva institución de la clase dominante extendida como nunca antes para imponer su ideología (además de una oportunidad de hacer negocios) comparable al lugar que tuvieron las religiones. El tercero sería la forma de producción. Los productos de esta industria ya no serían “mercancías” en el sentido general de poder comprarse y venderse, sino que lo serían en el sentido estricto del término: medibles en tiempo de trabajo socialmente necesario, producidas en serie por un tipo de trabajo que podrían realizar sujetos fácilmente intercambiables, en una producción dirigida por el capitalista. Esta característica parecería ser definitoria de un cambio, porque
la “institución arte” en el capitalismo se ha distinguido como un ámbito donde se produce sin tiempos establecidos, donde se expresa la subjetividad del artista y cuyo valor es un fin en sí mismo sin una determinada función social (al menos no inmediata). La pregunta que surge es entonces si estas nuevas formas de producción no están entrometiéndose en la producción misma de la obra, y cuál es la relación de esta producción con las formas de cultura tradicionales, ya que participando de la vida de millones de personas, se entremezclan con ellas y en muchos casos la propia industria cultural apela a ellas para ubicar sus productos entre los “consumidores”.
Cultura de masas y cultura popular En 1965, Umberto Eco1 analizó en un texto ya clásico dos posturas enfrentadas, y problemáticas, sobre estos desarrollos: la “apocalíptica”2, que denunciara la pérdida de autonomía del arte y la cultura y su sometimiento a la lógica del capitalismo; y la “integrada”, que considerara aspectos de la cultura de masas como democratizadores en tanto habría acercado el arte a grandes públicos permitiendo la absorción de ciertos conceptos y rasgos estéticos que han ampliado el campo cultural. Contra los apocalípticos, los integrados abordaban un problema real: el disfrute de las expresiones artísticas y culturales previas, ni hablar ya de su producción, por lo general, estaban reducidas a un sector reducido de la sociedad. Contra los integrados, los frankfurtianos señalaban correctamente nuevas formas de subsunción del capital que degradan esas prácticas sociales; probablemente hoy encontrarían más razones de alarma que cuando escribieron. Ambas visiones tienen en común la debilidad de apoyarse en una visión estática de la situación. Los frankfurtianos tomaban una fotografía del panorama establecido a la salida de la Segunda Guerra, con trincheras más o menos
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establecidas y una situación mundial aplacada de sus grandes convulsiones previas. En ese momento de “pax social” (la de los cementerios), las caracterizaciones que describen en muchos casos dan cuenta de novedades que parecían empobrecer más que enriquecer la cultura. También los integrados dan por sentado el esquema de “normalidad burguesa” en que a las masas sería necesario “acercarles” una cultura que ellos no producen. Pero tomando una perspectiva histórica que dé cuenta de los movimientos y relaciones de fuerza, en el arte y la cultura se han expresado de las más diversas maneras los cambios sociales (y no solo por izquierda sino también por derecha). Y lo han hecho también en boca de sectores mismos de las masas, o de sectores más acomodados que tomaron partido por ellas al visualizarlas como alternativa o al menos, fuente de renovaciones. Casi no puede narrarse la historia de una revolución que no haya sido precedida o acompañada de surgimientos de nuevas corrientes artísticas, nuevas formas y contenidos, nuevas críticas y teorizaciones sobre ellas; y ello a pesar de que una guerra civil o una crisis social aguda no son sin duda terrenos que faciliten desarrollos culturales en un sentido amplio. El motivo es que justamente cuando la dominación política que tales crisis suponen, se empieza a resquebrajar, lo hace también la cultural, a veces anticipando las crisis, a veces yendo a la zaga, a veces perviviendo incluso cuando la crisis se ha cerrado. No es extraño que sea durante una “crisis de autoridad” de las clases dominantes, como planteara Gramsci3, que las masas puedan resignificar aspectos culturales que les fueron impuestos, desecharlos, criticarlos y forjar elementos nuevos. ¿Pueden estos elementos aquietarse, volver atrás, caer de nuevo en el redil de la cultura oficial? Dependerá de la profundidad de la cri» sis y de la madurez que hayan alcanzado.
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CULTURA Lecturas críticas
¿Subsunción de la cultura al capital?
“ ...la inmersión de los mecanismos mercantiles en el terreno cultural abre una serie de contradicciones no dirimibles solo en la circulación del capital.
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La comercialización de un bien no implica que éste haya sido ya producido como mercancía: el capital puede apropiarse de una ganancia vendiendo algo producido de una forma extraña a la suya, o directamente no producido (como la renta del suelo). La comercialización de las obras artísticas y culturales en el capitalismo siempre ha sido una forma de obtener ganancia de un bien que socialmente se considera incluso opuesto a la mercancía en sentido estricto. Pero dijimos que el desarrollo de la industria cultural abre el interrogante sobre la forma de producción misma de las obras según la lógica del capital. David Harvey4 aborda este problema comparando a los productos culturales con aquellos bienes que generan una “renta de monopolio” basada en la “propiedad privada de ciertas partes del mundo”, como en el turismo. La singularidad del bien en cuestión es un requisito para obtener de éste una renta de monopolio, pero para Harvey, ello presenta dos contradicciones: por un lado, la renta exige que ningún artículo sea “tan especial como para quedar fuera del cálculo monetario”; por el otro, cuanto más comercializables se vuelvan esos artículos, y sean susceptibles de imitación y reproducción, más base pierden como posibles objetos de una renta tal. Esta misma lógica puede aplicarse a los bienes culturales, y su resultado es encontrar a los capitalistas metidos en las “marañas” de la estética: mientras que por un lado se homogeneizan ciertos productos para hacerlos comercializables, por el otro se aprovechan marcas distintivas de un determinado bien. Si en Barcelona, por ejemplo, por un lado se ha asimilado el paseo marítimo a cualquier otro paseo de Europa occidental, por otro lado se han acentuado marcas distintivas, como la arquitectura de Gaudí. Pero estas marcas descansan en relatos históricos e interpretaciones colectivas de prácticas culturales, es decir, en elementos y tradiciones de la cultura popular. ¿Qué herencia cultural es la reivindicada en el “producto Barcelona”: la de la resistencia a Franco o la de los nacionalistas catalanes? Con este y otros casos, lo que Harvey trata de plantear es que la inmersión de los mecanismos mercantiles en el terreno cultural abre una serie de contradicciones no dirimibles solo en la circulación del capital, sin dejar de señalar a la vez la voluntad del capitalismo de subsumir a su lógica todo aquello que pueda generar no riqueza social sino ganancia privada.
son “apocalípticas” respecto a la cultura oficial, pero cuando no incluyen una perspectiva política radical más amplia, se encuentran “integradas” al aceptar resistir en los márgenes no por necesidad sino como virtud. Porque mientras los grandes medios sigan en manos de los industriales de la cultura y de los otros, las masas verán reducidas sus posibilidades creativas cultural y socialmente. Por otro lado, si el elitismo apocalíptico se muestra mezquino y escéptico, tampoco se trata de embellecer lo “popular”. Tomando nuevamente a Gramsci, lo “popular” incluye distintas capas, con elementos progresistas y reaccionarios5, y aunque estos últimos no están dados para siempre y puede reformularse y criticarse, sus análisis no tienen nada de complacientes con ellos. La reivindicación de los integrados de no desdeñar los intereses y el “gusto” de las masas, pero sin discutirlo, en muchos casos es condescendiente y acrítica con las expresiones de la cultura popular misma, como si allí no abundaran los prejuicios. Muchas expresiones culturales, no directamente impuestas por la industria cultural, son claramente reaccionarias: los cantitos de la cancha son ejemplo de ello, plagados de xenofobia, machismo y desprecio de clase. Pueden analizarse los porqués de estas “tradiciones”, a la larga, contradictorias con sus intereses, pero sin duda también lo popular necesita de la crítica. Los marxistas no decimos qué tendencia estética debe seguirse, qué temas debe tratar el arte, ni qué tecnologías está bien usar o no para producir cultura, pero sí denunciamos claramente que el capitalismo es un mal caldo de cultivo para la producción cultural. Una cultura realmente producida y disfrutada por todos, que exprese el “cultivo” de nosotros mismos y de la sociedad, se juega entonces en la necesidad acuciante de acabar con este sistema social. Trotsky decía que el arte y la cultura pueden ser un termómetro de la vitalidad de toda una época6; si es cierto que en determinadas épocas el termómetro ha marcado temperaturas inhabitables, no deberíamos renunciar a cambiar radicalmente el clima.
La cultura popular y la ideología dominante Los apocalípticos muchas veces han tratado la cultura popular, mezclándola en sus análisis con la cultura de masas, como una forma de cultura simplificada que, como mala conciencia, los sectores privilegiados ofrecen a los sectores populares que no tendrían el tiempo y los recursos para disfrutar o producir “alta cultura”. Otras posiciones, distinguiendo cultura popular de cultura de masas, abogan por un alternativismo que procure producir, en contra de la cultura oficial y marketinera, una cultura accesible a las masas. Con críticas muchas veces certeras,
1. Apocalípticos e integrados, Bs. As., Tusquets, 2006. 2. De la que el frankfurtiano Adorno podría considerarse su mejor vocero, y su Dialéctica del iluminismo escrita con Horkheimer, en versión 1947, su principal fuente. 3. “‘Oleada de materialismo’ y ‘crisis de autoridad’”, Antología, México, Siglo XXI, 1988. 4. Espacios del capital, Madrid, Akal, 2007. 5. Literatura y vida nacional, México, Juan Pablos, 1986. 6. Literatura y revolución, Bs. As., Crux, 1989.
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ESTADOS GENERALES DEL TERCER CINE. LOS DOCUMENTOS DE MONTREAL, 1974
Cuaderno 3 de ReHime (Red de Historia de los medios), año 3, 2013/14.
Violeta Bruck
Documentalista TVPTS.
Cineastas del mundo uníos Este nuevo Cuaderno rescata una serie de valiosos documentos sobre los debates realizados en los Encuentros Internacionales por un Nuevo Cine, impulsados por el Comité de Acción Cinematográfica de Montreal. Más de 200 realizadores de 25 países se reunieron entre el 2 y el 8 de junio de 1974 para debatir posiciones y buscar caminos de acción común. Confluyeron representantes del cine político latinoamericano y africano, cineastas y críticos europeos de los movimientos del ‘68, distribuidores independientes de Norteamérica, Europa y Canadá. Los documentos que se rescatan, junto a los fragmentos que se pueden ver en el DVD que acompaña la edición, son un aporte muy valioso para conocer más profundamente un movimiento cinematográfico que al calor del ascenso obrero y popular de los años ‘60 y ‘70, vivió una importante radicalización política y puso en cuestionamiento las formas hegemónicas de producción y distribución cinematográficas. Los principales debates se dieron en torno a la intervención social con los films, la producción y distribución, como también sobre posicionamientos políticos acerca de la coyuntura internacional, la vigencia del marxismo, una crítica al estalinismo, y un fuerte debate sobre el peronismo. Una de las polémicas más duras surgió a partir de la exposición de Cine Liberación, con Pino Solanas, Humberto Ríos y Edgardo Pallero. El reconocido crítico italiano Lino Micciché les cuestionó la continuidad de la censura: “…cómo puede ser que en esta reunión nadie reaccione cuando nos dicen que lo primero que ustedes se han planteado en el cine al llegar al poder fue cómo gestionar la censura... Soy totalmente indiferente al hecho que el censor sea peronista o militar. Pienso que la censura debe ser abolida…”. A su vez, planteó la importancia de no ocultar las contradicciones del peronismo. El uruguayo Achugar se sumó al debate: “no se
puede presentar al peronismo como un fenómeno marxista o como un movimiento que tienda hacia el socialismo…”. Para finalizar el agitado panel, el chileno Miguel Littin polemizó duramente con Solanas: “Quiero dejar muy en claro que rechazo absolutamente la afirmación de Solanas en relación a que estos movimientos (MIR, ERP, Tupamaros) sean manejados por la central de inteligencia yanqui…cuando ya las cosas comienzan a ser tan claras y adquieren carácter verdaderamente provocador, la verdad es que no existen posibilidades de encontrar coincidencias…”. Solanas respondió: “…no me he referido ni al MIR, ni al Movimiento de Liberación Tupamaros, me he referido al ERP…”. El registro audiovisual de este debate documenta la diversidad y las tensiones del movimiento, y las imágenes dan cuenta de la incomodidad de Cine Liberación ante los cuestionamientos planteados. La calidad de la toma de audio y una cámara despreocupada nos ayuda a trasladarnos en la historia. Los debates con una fuerte impronta militante nos hacen pensar por momentos que estamos ante una asamblea o mitin político y olvidar que se trata de un encuentro de cineastas. Las imágenes contrastan con el presente, el profundo corte histórico provocado por las dictaduras dejó su huella. Aunque vivimos otra época, hoy también existe la censura, la dominación imperialista del cine y la economía, o la represión a los que luchan; pero la mayoría de los intercambios actuales no apuntan a profundizar debates políticos sino a detenerse en las particularidades específicas de la práctica audiovisual. En los talleres se expusieron distintas experiencias, como la impulsada en Quebec sobre la realización de cine junto a las comunidades, o las de los colectivos franceses impulsados por Chris Marker para la producción de films junto a trabajadores, entre muchas. La financiación y distribución fueron otros temas importantes. Bill Susman, productor de Cine de la Base, reflexiona: “Aunque es posible recaudar grandes sumas de dinero para largometrajes o films de ficción, que no son ni revolucionarios ni políticamente enfrentados al establishment, no es posible hacerlo para films que sí lo son. Juntar dinero para films revolucionarios requiere un enorme esfuerzo…”. Marin Karmitz explica la experiencia de distribución con el ejemplo de su film Ojo por Ojo, con 50.000 espectadores en el circuito comercial, en donde se aprovecharon las funciones en salas para hacer actos de repudio a la represión, y 200.000 en el alternativo que llevó la película hasta los barrios más alejados. En medio de las reflexiones sobre la distribución alternativa el cubano Julio García Espinosa cambió el ángulo del debate: “Nosotros pensamos que un cine
militante, un cine revolucionario se supone que lo hagan los militantes o los revolucionarios. Y el deber más elemental de un revolucionario es plantearse la toma del poder. De manera tal que el deber más elemental de un cineasta revolucionario es plantearse también la toma del poder de las salas de cine y los medios de producción…El cine paralelo es una opción a nuestro modo de ver que nosotros tenemos y que tenemos que aprovechar, pero no podemos, a nuestro juicio, eternizar esa opción…”. La distribución fue un punto muy importante, y el Encuentro anunciaba también una charla con Simon Hartog, uno de los redactores del proyecto para la “Nacionalización del Cine y la TV” impulsado por la ACTT en Inglaterra (ver artículo en IdZ 10). Pasaron 40 años de este Encuentro y la problemática de la distribución sigue siendo central. La abrumadora dominación del imperialismo norteamericano con los “tanques” de Hollywood, el control de las salas y la publicidad, era y es la principal barrera para el desarrollo y difusión de un nuevo cine. Los debates actuales centran su atención en construir circuitos alternativos o en aprovechar las grietas que puedan abrirse dentro de la maquinaria comercial capitalista, pero olvidan esta perspectiva profunda y de cambio radical que era parte del debate en los ‘70. En Montreal, los cineastas confluyeron para intercambiar experiencias y debatir a fondo las políticas a seguir. Como plantean los autores, los cineastas del Tercer Mundo ya venían de agruparse en las reuniones de Argel 1973, y Buenos Aires 1974, y esta historia en común marcó una fuerte presencia de una ideología tercermundista. En las conclusiones finales se plantea la continuidad de las organizaciones de cineastas africanos y latinoamericanos, y el impulso para que surjan organizaciones entre europeos y norteamericanos, con el fin de que todas puedan coordinar acciones. Más allá de los duros debates durante el Encuentro, las conclusiones políticas unen a todos los sectores y plantean claramente una denuncia al imperialismo y el apoyo a “los pueblos que luchan por su total independencia en Asia, África y América Latina”, como también el apoyo a “las clases trabajadoras oprimidas por el sistema capitalista e imperialista en Europa, Norteamérica, así como en las dictaduras fascistas de España y Grecia”. El rescate de estos documentos, gracias al trabajo coordinado por Mirta Varela y Mariano Mestman de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, es un aporte muy importante para quienes seguimos pensando y repensando los caminos para un cine libre de la dominación del capitalismo en todo el mundo.
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CULTURA Lecturas críticas
LAS EXTRANJERAS, de Sergio Olguín
Bs. As., Suma de Letras, 2014.
Celeste Murillo
Comité de redacción.
Dos turistas extranjeras, Petra y Frida, son asesinadas después de una fiesta de alta sociedad en el pueblo ficticio de Tucumán, Yacanto del Valle. Las chicas aparecen tiradas con signos de haber sido golpeadas y violadas. La protagonista de esta historia es la periodista Verónica Rosenthal por varios motivos: por su amistad con las turistas (a quienes conoce durante sus vacaciones), por su investigación periodística, y por los lazos que la unen con los diferentes actores de una red de impunidad que intentará encubrir a los culpables. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia; así suelen introducirse muchas ficciones. Nada de eso podría decirse de Las extranjeras, de Sergio Olguín. Este policial, segunda entrega de la saga de la periodista Verónica Rosenthal1, no solo no evade los puntos que se tocan con la realidad sino que se alimenta de ellos. La historia de Las extranjeras nos trae a la mente uno de los femicidios recientes más “famosos” de Argentina: la violación y el asesinato de las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni en Salta en 2011. Pero también recuerda el asesinato de María Soledad Morales en 1990 y el de Paulina Lebbos en 2006 (por mencionar los más conocidos). Petra y Frida comparten con Cassandre y Houria su calidad de extranjeras y la muerte violenta encontrada en un viaje por el norte argentino. Con María Soledad y Paula, ambas también asesinadas en provincias del Norte (Catamarca y Tucumán respectivamente), comparten además los lazos que unen sus muertes a los poderosos y sus fiestas de niños ricos. Y por sobre todos los detalles, lo que hace de Las extranjeras un caso tan real como cualquiera, es la impunidad que rodea la vejación y el asesinato de mujeres en Argentina. El policial negro es reconocido como vehículo de denuncia de los conflictos y problemas de la sociedad
capitalista actual, en decadencia y plagada de miserias. A propósito de este rol, que supo tener el periodismo denuncialista hace varias décadas, el escritor Ernesto Mallo decía en una entrevista para Ñ en 2012: “…la novela policial, esencialmente la novela negra, que se mete con temas políticos y sociales, es la que dice la verdad. La dice a través de la mentira, a través de una ficción”. La investigación de Verónica es la hoja de ruta del libro, que comienza con el crimen de Frida y Petra, pero termina remontándose a la dictadura y los primeros años de la democracia, para develar la ominosa impunidad que gozan militares, policías y empresarios (para esta reconstrucción es imprescindible el aporte del personaje Robson, un periodista veterano de la zona). En ella se encarna la búsqueda de la verdad, y en esa búsqueda aparece el tejido de impunidad, que lectoras y lectores sospechan desde el primer momento, por conocimiento de causa. La investigación está formateada por supuestos indispensables: el policía es corrupto, el juez, el rico y el militar coinciden en el club, el gobernador y los funcionarios embarran y obstaculizan cualquier hallazgo o aproximación a la verdad. Los obstáculos a superar dan un panorama de las irregularidades que contaminan cualquier investigación real. Cumpliendo uno de los requisitos del policial negro, Las extranjeras habla de la sociedad en la que se escribe y adquiere características particulares de origen: todo policial negro argentino que se precie de tal deberá chocar tarde o temprano con la poca o nula legitimidad de la Policía como institución capaz de llevar adelante cualquier investigación. Por eso los protagonistas policías son más bien exóticos en la versión argentina del género. A esta falta de credibilidad se suma la participación necesaria de la policía en negocios como las redes de trata y prostitución o el narcotráfico. En Las extranjeras a esto se le suma el evidente entramado político, donde se juegan los intereses de las diferentes fracciones de los partidos políticos de la provincia. La inacción de los jueces y la sobreactuación de los fiscales para las cámaras que completan la escena, parecen sacados de cualquier expediente real. La novela, aunque exagera (incluso para la ficción) las buenas intenciones de algún funcionario o policía, no puede evitar mostrar la red de impunidad que se despliega casi automáticamente cada vez que uno de los miembros de ese “club exclusivo”, que son los varones de las clases altas, es atacado. La impunidad asfixia durante todo el relato. Y quizás sea esa asfixia uno de los
impulsos de la exageración del perfil de Superchica que da por tierra con las mejores características del personaje de Verónica, y la enfrenta a situaciones tan imposibles como innecesarias para la trama. Los femicidios, la prostitución y la trata son tópicos que vienen ganando terreno, reflejando el trágico crecimiento de la violencia contra mujeres y niñas en un mundo irónica y aparentemente más “igualitario”. Las novelas policiales quizás renuevan su atracción porque le permiten a la sociedad mirarse en el reflejo más atroz. Como dice Verónica Rosenthal: “En los femicidios hay un autor intelectual que no va a ser condenado nunca y es la sociedad que los tolera y los naturaliza”. El femicidio funciona, en una sociedad patriarcal, como una forma de “ajusticiar” al género femenino, un disciplinamiento que actúa sobre todas las mujeres. Por eso también es interesante que la novela se meta con otros problemas como la naturalización de la violencia en las relaciones, la sexualidad y los prejuicios. A propósito, no es posible pasar por alto la figura de Federico, que encarna en la novela todo lo que tira a Verónica para el lado de “tradición, familia y propiedad”. Abogado y representante del estudio de su padre, Federico también es, o quiere ser, el novio perfecto (con potencial de marido), que aleja a Verónica de las aventuras sexuales y amorosas (aunque esta versión es mucho menos “aventurera” que la de La fragilidad de los cuerpos). Volviendo a la investigación, el corazón de Las extranjeras, un pasaje de la novela da en el centro de gravedad de ese reflejo atroz, quizás una de las mejores sensaciones de Verónica Rosenthal, pocas veces tan cerca de la verdad como en este diálogo con su editora: —Imaginate una comunidad dividida por una ruta peligrosa, que debe ser cruzada cotidianamente. ¿Qué posibilidad estadística hay que te atropelle un auto? —Y… muchas. —Por más cuidado que pongas, por más que mires a los costados, siempre te pueden pisar y, de hecho, va a haber siempre algún atropellado. Bien, ¿qué posibilidad tenés de que te violen y te maten en un lugar como Yacanto del Valle si sos mujer y te movés sola?
1. El primer libro de esta saga, que según Olguín tendrá varios tomos más, es La fragilidad de los cuerpos, donde Verónica investiga una serie de muertes en los ferrocarriles.
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CHICAS MUERTAS, de Selva Almada
Bs. As., Literatura Random House, 2014.
Laura Vilches Lic. en Letras.
El título anticipa la dimensión del flagelo que Selva Almada va a reconstruir en sus tramas íntimas. El genérico “chicas muertas” no es solo la denominación en los expedientes consultados por la autora; da cuenta de que, solo en Argentina, el asesinato de mujeres por el simple hecho de serlo, se materializa en cifras escalofriantes: una muerta cada 30 horas en el último año; 1.236, en los últimos 5. Serena, Nora, María Soledad, Wanda, María de los Ángeles, Paulina, María Luisa, Andrea, Sara… o Selva. “Tengo cuarenta años y a diferencia de ella y de las miles de mujeres asesinadas en nuestro país desde entonces, sigo viva. Solo una cuestión de suerte”. Esta obra no ficcional, de la ya consagrada autora entrerriana, se basa en el relato de una investigación hecha por ella misma, sobre tres casos de jóvenes asesinadas en los años ‘80, aún impunes. Andrea Danne, “Sarita” Mundín y María Luisa Quevedo son las “chicas muertas” cuya historia presenta Almada. La primera, entrerriana como ella, asesinada de una puñalada en el corazón mientras dormía. Una joven cordobesa y pobre, Sara, atrapada en las mafias de los prostíbulos que desapareció en 1988. Y la tercera, una chaqueña de 15 años, violada y estrangulada, a poco de conseguir su primer trabajo como empleada doméstica. Al mismo tiempo, la autora va a colocarse, como mujer, en el centro de la trama y ocupando un lugar que lejos está de pretenderse neutral u objetivo. Así, el relato se configura desde la propia experiencia que –como la frase citada– da cuenta de una marca: ella, una joven de un pueblo del interior, es testigo epocal del asesinato de Andrea Danne y si hoy puede contarlo, es casi por simple azar. Este ida y vuelta entre la historia personal y la de las muchachas articula el texto, a la par de la propia historia de esta investigación infructuosa. De allí sabemos que la autora “habla” porque el caso de Andrea estuvo siempre cerca y “volvía cada tanto con la
noticia de otra mujer muerta”. Dar con el derrotero de las otras dos chicas, en cambio, será casual o deliberado. A María Luisa, la encontrará recordada en un diario chaqueño a 25 años de su asesinato; a Sara Mundín, la buscará como otro botón de muestra de una situación generalizada, cuando aún en la Argentina, “desconocíamos el término femicidio”. La tensión siempre latente entre lo real y lo literario, característico del género al que diera origen Rodolfo Walsh, sustenta este trabajo que se perfila como uno de los mayores aportes al género de no-ficción en los últimos tiempos. De este modo, Almada cuenta la historia de estas mujeres (que podría ser la historia de todas, de muchas de nosotras) intercalada con anécdotas recogidas durante su infancia, juventud e inclusive, en el presente de la escritura, cuando la investigación estaba desarrollándose. Mientras cuenta cómo era la vida de estas jóvenes y cómo fue su muerte, se despliega su propia historia. El texto está inundado de relatos, recuerdos y anécdotas narrados en primera persona, que bien podrían constituir un repertorio de experiencias “femeninas”: la de jóvenes hijas de trabajadores que van a estudiar a otra ciudad y hacen “dedo” para viajar barato, quedando expuestas al acoso de los conductores; la de mujeres sometidas al maltrato verbal de sus parejas en la calle y a la vista de todo el mundo; la de una madre amenazada por el marido con el amague de un cachetazo y la respuesta brava de la mujer, clavándole un tenedor en la mano. “Mi padre nunca más se hizo el guapo”, sentencia Almada, para luego agregar: “No recuerdo ninguna charla puntual sobre la violencia de género ni que mi madre me haya advertido alguna vez específicamente sobre el tema. Pero el tema siempre estaba presente”. Lo estaba en los comentarios familiares sobre vecinas que se suicidan porque el marido le pega; sobre esposas de carniceros violadas no por un desconocido, sino por propio marido (ante una sorprendida Selva de 12 años); o sobre un “Cachito” que “sacudía las siestas con los escándalos que le hacía a su novia”. Son éstas las escenas que “convivían con otras más pequeñas: la mamá de mi amiga, que no se maquillaba porque su papá no la dejaba. La compañera de trabajo de mi madre, que todos los meses le entregaba su sueldo completo al esposo para que se lo administrara (…) La que tenía prohibido usar zapatos de taco porque eso era de puta”. Se devela entonces, lo que intuimos como tesis central de un trabajo que se solapa con el ensayo: el femicidio es el último eslabón de una cadena de violencia cotidiana, ejercida sobre las mujeres. Ésta se asienta sobre los prejuicios que laten en las anécdotas contadas. Imágenes que se vuelven potentes a la hora de plasmar la denuncia sobre una sociedad patriarcal que se perpetúa bajo este sistema y hasta nuestros días. La mención de los casos de Paulina
Lebbos, Nora Dalmaso, Ángeles Rawson, por citar los más resonantes de los últimos tiempos están allí, en el recuento de Almada, para dar cuenta de la realidad de las mujeres en pleno siglo XXI, tres décadas después de los hechos investigados, y a pesar de que el término femicidio tenga plena vigencia. El testimonio y la investigación no alcanzan a la autora para “hacer justicia” frente a la impunidad que sobrevive a las “chicas muertas”. Sin embargo, se niega a callarse frente a la violencia machista y su naturalización. El bello y terrible fragmento del poema de Susana Thénon que abre la obra, daría cuenta de esa necesidad: esa mujer ¿por qué grita? andá a saber mirá que flores bonitas ¿por qué grita? jacintos margaritas ¿por qué? ¿por qué qué? ¿por qué grita esa mujer? Pero no es allí donde enmudece Almada. También esboza una crítica a las instituciones sociales cómplices de sostener tanta violencia e impunidad. Sarita Mundín, una adolescente iniciada en la prostitución, será “rescatada” por Olivera, cliente devenido amante y protector, principal sospechoso de su desaparición. Así, mientras narra, dispara: “De yirar en la ruta, pasó a tener una cartera de clientes del Comité Radical. Ella y su amiga Miriam García eran militantes del partido, dos muchachas jóvenes y lindas que enseguida llamaron la atención de los señores mayores, de buena posición social y doble discurso”. La crítica estará dirigida también, hacia una justicia que actúa con letargo como en el caso de María Luisa; mientras asoma, en algunas oportunidades, lo que pareciera ser una visión de clase: Suárez, el joven con quien ven a María Luisa por última vez, y su patrón, son sospechados del asesinato a pesar de que los testigos, curiosamente, cambien sus declaraciones contra el influyente patrón de pueblo. Mención aparte merece el personaje de una tarotista que guía a Selva Almada en este descenso a los infiernos, viendo lo que ella no puede ver sobre estas chicas muertas. En ese trayecto que Almada desanda buscando las pistas sobre las muertes será guiada como Dante por Virgilio, por “la Señora”. Ella será sus ojos y sentirá lo que sintieron esas chicas antes de ser asesinadas. Es “la Señora” quien nos acerca a los miedos de esas niñas, a los miedos de la narradora, a los miedos propios. Y son estos miedos, recuerdo permanente de un oprobio milenario, los que alimentarán el odio, que transformado en fuerza y voluntad de combate, servirá para que estas historias de “chicas muertas”, no hayan sido contadas en vano.
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