Ideas de izquierda 12, agosto 2014

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ideas izquierda Revista de Política y Cultura

agosto 2014

ATROPELLO •Automotrices: del auge al frenazo •SMATA: convenios modelo ‘90 •LEAR: ruta de la resistencia obrera

GAZA: POSTALES DE (OTRA) MASACRE IMPUNE Claudia Cinatti

HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO: LA CORRIENTE SINDICALISTA Hernán Camarero

FEMICIDIOS Y LITERATURA

Entrevista a Selva Almada


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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 LEAR: RUTA DE LA RESISTENCIA OBRERA Fernando Scolnik

7 DOSSIER

GANANCIAS SIN FRENO Lucía Ortega, Guadalupe Bravo y Esteban Mercatante

SIRVIENDO AL CAPITAL Esteban Mercatante

13 DESPERTAR OBRERO EN LOS INGENIOS Emiliano Trodler

16 GAZA. POSTALES DE (OTRA) MASACRE IMPUNE Claudia Cinatti

20 1873-1929-2008: ANALOGÍAS PARA UNA CRISIS HISTÓRICA Paula Bach

23 ESTADO ESPAÑOL: LA ILUSIÓN GRADUALISTA Josefina Martínez y Diego Lotito

26 LA DERIVA HISTÓRICA DE LA CORRIENTE SINDICALISTA Hernán Camarero

29 EL FANTASMA DE MAQUIAVELO (II) Emmanuel Barot

32 SERVIDUMBRE Y EMANCIPACIÓN Gastón Gutiérrez

35 MARXISMO Y ECOLOGÍA Juan Luis Hernández

38 UNA CIUDAD EN DISPUTA Ariane Díaz

41 LA GOTA QUE HORADA LA VIDA DE LAS MUJERES Entrevista a Selva Almada

44 NOVELA NEGRA: MENTIRAS VERDADERAS Celeste Murillo

47 RESEÑA DE EL TROTSKISMO Y EL DEBATE EN TORNO A LA LUCHA ARMADA, DE MARTÍN MANGIANTINI Daniel Lencina

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Azul Picón. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Selva Almada, Fernando Scolnik, Lucía Ortega, Guadalupe Bravo, Emiliano Trodler, Claudia Cinatti, Paula Bach, Diego Lotito, Josefina Martínez, Juan Luis Hernández, Daniel Lencina, Rossana Cortez, Laura Vilches. EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda Ilustración de tapa: Natalia Rizzo www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto - www.distriloberto.com.ar Sin Fin - distribuidorasinfin@gmail.com ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.


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LEAR: RUTA DE LA RESISTENCIA OBRERA Agosto comienza con Argentina arrimándose a un default, parcial o “selectivo”. Como dijimos en IdZ 11, la encerrona es resultado de la política oficial y su ilusión de que se puede “salir” del problema de la deuda pagando puntillosamente. Un default no querido ni buscado es, sin embargo, convertido en gesta: “Patria o Buitres”, dicen los afiches oficiales. Gesta de patas cortas: el gobierno actúa en nombre de “patronales buitre”, como Lear, donde los trabajadores están enfrentando la acción concertada de la empresa, la burocracia y el gobierno para derrotarlos. Fernando Scolnik Sociólogo, UBA. La lucha de Lear está haciendo historia. Se ha convertido ya en la lucha de fábrica más importante de los últimos años, por lo menos desde el conflicto de Kraft-Terrabusi en 2009. En el kilómetro 31 de Panamericana se concentran muchos de los problemas de la realidad nacional. Lear es ya un símbolo y referencia de la resistencia obrera en el fin de ciclo K, enfrentando los planes patronales, especialmente los despidos, el giro a derecha del gobierno nacional y su decisión de descargar la crisis sobre los trabajadores con el apoyo de la burocracia sindical. A la vez, muestra el rol y la emergencia de la izquierda ligada a la lucha de clases.

La Santa Alianza a favor de los buitres, contra los trabajadores La Santa Alianza entre gobierno, patronal y burocracia sindical se dio un objetivo en la industria automotriz: aprovechar la crisis para atacar a (y si es posible deshacerse de) los delegados y activistas opositores en el gremio mecánico. Esta industria es el corazón del “modelo industrial” K, y en momentos de crisis quieren liquidar todo vestigio de organización democrática e independiente de los trabajadores que pueda oponerse a sus planes, que en muchos casos consisten en reducir considerablemente el número de trabajadores en planta, dejando familias en la calle, a la vez que redoblar la dictadura patronal y los ritmos de producción para los que quedan adentro. Esto ya lo vimos, por ejemplo, en Gestamp. Detrás del ataque a “los zurdos” que se escucha de boca de Pignanelli y otros dirigentes del SMATA a cada momento, se oculta en realidad este ataque al conjunto de los trabajadores. Esta ofensiva está en sintonía con el giro a derecha del gobierno nacional, que comenzó el año descargando un ajuste económico contra los trabajadores y disponiendo los medios para ese fin: mayor represión a los conflictos sociales, mayor persecución a los luchadores. Recordemos, al pasar nomás, que el año político comenzó con

Cristina Kirchner en la Asamblea Legislativa despotricando contra los cortes de calle, aplaudida de pie y a rabiar por el PRO, y contra las “banderas rojas del PST” (sic) por defender la absolución de los petroleros de Las Heras, en una causa trucha armada con confesiones arrancadas bajo tortura. Para ese momento César Milani ya estaba al frente del Ejército, nombrado por CFK. En ese marco tienen lugar los ataques en la industria automotriz. La lucha de Gestamp fue uno de los grandes episodios en ese sentido, y antecedente directo de la lucha de Lear (entre otros que podemos mencionar del presente año, como Valeo de Córdoba o la persecución a los delegados opositores de Volkswagen-Pacheco). Desatado el conflicto en Gestamp por 67 despidos, y ante una medida audaz de 9 obreros que habían trepado a un puente grúa (medida que paralizó la fábrica y por esa vía también las principales terminales automotrices del país), el 30 de mayo se reunió un verdadero “Estado mayor contra la clase obrera” en Casa Rosada. Estuvieron presentes para complotar contra los trabajadores: Scioli, Capitanich, Berni, Granados, Pignanelli y Débora Giorgi, entre otros. Cristina Kirchner, al día siguiente, utilizó la cadena nacional para dejar bien en claro cuál era la política, atacando duramente en su discurso a los trabajadores despedidos que luchaban por sus puestos de trabajo. Esa misma tarde, el gobierno provincial de Scioli dictaba una conciliación obligatoria que, de forma insólita e inédita, revocaría pocos días después. El SMATA, por su parte, ya había jugado su rol con una solicitada en los diarios y declaraciones de Pignanelli, de indudable tono fascistoide. A pesar del heroísmo de los obreros que subieron al puente grúa, la lucha de Gestamp fue derrotada, ya que esta audacia no alcanzó para compensar una relativamente débil organización de la fábrica, a la altura de un ataque de parte de enemigos tan poderosos, y una política equivocada de sus » principales dirigentes.

Fotomontaje: Mariano Mancuso


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MOVIMIENTO OBRERO

La multinacional española, como no podía ser de otra manera, emitió un comunicado después de su triunfo, manifestando su agradecimiento a las autoridades nacionales, las provinciales, las fuerzas de seguridad y el gremio metalmecánico. La Santa Alianza había ganado esta batalla. “Vamos por más”, dijeron, y atacaron en Lear. Era el comienzo de una lucha que aún está en curso, pero que ya está haciendo historia.

Lear Corporation, multinacional buitre Lear Corporation es una multinacional autopartista de origen norteamericano que tiene 122.000 empleados en 36 países. Está dentro de la lista de las 500 principales empresas del mundo, y el año pasado tuvo ventas por 16 mil millones de dólares. Durante el primer trimestre de 2014 las ventas globales de la compañía aumentaron un 10 % en relación a 2013. Entre sus clientes principales se encuentran Ford, Mazda, Peugeot, GM, Mercedes Benz, Audi, Hyundai, Nissan. Tiene un largo historial de abuso sobre los derechos de los trabajadores en todo el mundo, mientras que sus directivos amasan millonarias fortunas. En los últimos cinco años y mientras aducía estar en bancarrota en EE. UU., impulsó una campaña agresiva de fusiones y adquisiciones de otras empresas al mismo tiempo que se expandió mundialmente a países de Asia, África, Europa del Este y Centroamérica con el objetivo de maximizar sus ganancias a cambio de bajos salarios y condiciones de trabajo precarias. Lear Corporation tiene un largo historial de abuso sobre los derechos de los trabajadores. El caso más brutal posiblemente sea el denunciado en agosto de 2013 por la AFL-CIO (central sindical norteamericana), junto a sindicatos hondureños, respecto de que la empresa obliga a los trabajadores de esa filial a usar pañales para evitar que “pierdan tiempo” yendo al baño1.

APOYOS A LA LUCHA DE LEAR Algunos de los apoyos que recibió la lucha de Lear (solo algunas de las cientas y cientas de firmas) fueron los de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz; Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora Nora Cortiñas, Elia Espen y Mirtha Baravalle; Patricia Walsh; APDH; AEDD; LADH; CORREPI; CEPRODH; APEMIA; APEL; Liberpueblo y CADH. También, la de los diputados nacionales y provinciales como Victoria Donda, Fabián Rogel, Nicolás Del Caño, Néstor Pitrola, Pablo Ferreyra, Christian Castillo, Cecilia Soria, Noelia Barbeito; e intelectuales, docentes, trabajadores de prensa y artistas

como Osvaldo Bayer, Norman Briski, Herman Schiller, Alejandro Bercovich, Adrián Pérez, Eduardo Grüner, Bahiano, Ciro Pertusi, La Mosca, Sara Hebe, Gastón Sardelli (Airbag). Entre los deportistas, las de Enzo Pérez, Guillermo Barros Schelotto, y el equipo de Belgrano de Córdoba. Se sumaron las adhesiones internacionales como las de los intelectuales estadounidenses Noam Chomsky y James Petras, y las de organizaciones y dirigentes sindicales como Hugo, Facundo y Pablo Moyano, Pablo Micheli (Sec. Gral. CTA), UTE, ADEMYS, AGTSyP, y cientos y cientos de delegados y comisiones internas, y decenas de centros de estudiantes de todo el país.

la comisión interna, el propio Ministerio de Trabajo había dictaminado que las suspensiones en Lear eran ilegales, ya que la empresa jamás denunció la existencia de crisis, como indica la ley como paso previo a la suspensión masiva. Pero esto era solo el comienzo. Había pasado casi un mes de las suspensiones cuando el jueves 26 de junio tiene lugar la primera represión contra los obreros de Lear, en una movilización conjunta junto a obreros de Donnelley que iba desde Callao y Corrientes hasta la Cámara de Comercio Norteamericana, en CABA. El saldo era de

dos detenidos y una conclusión: el gobierno y sus fuerzas represivas estaban del lado de las multinacionales buitres, contra los trabajadores. A la vez, era un anticipo de que el ataque se profundizaba: al día siguiente, viernes 27, tenían lugar los despidos masivos, a pesar de que Ford, que es la única compradora de los mazos de cables de Lear, no bajó su producción este año. Resulta que Ford está importando cables al mismo tiempo que su proveedora local, Lear, despide y suspende a cientos de trabajadores, perjudicando no solo a los trabajadores sino también en momentos

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Despidos y suspensiones masivas

Esta multinacional yanqui sería la que el 27 de mayo suspendería masivamente a 330 trabajadores en su planta de Pacheco, de los 650 que se desempeñaban en ese momento en la fábrica. En un dictamen del 2 de junio, y luego de las primeras movilizaciones de los trabajadores (corte en Callao y Corrientes) y la denuncia de

trabajadores se desempeñaban en Lear en noviembre de 2013.

quedaban en mayo al momento de las suspensiones masivas luego de la apertura de retiros voluntarios.Alrededor de 400 son hoy luego de los despidos masivos y de la última tanda de reincorporaciones conseguida con la lucha.

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trabajadores fueron reincorporados con la lucha hasta el momento.

mil millones de dólares fueron las ventas de Lear Corporation el año pasado a nivel mundial.

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días de lucha van desde las suspensiones masivas (27 de mayo), y 38 desde los despidos (27 de junio).

350.000

pesos se juntaron para el fondo de lucha desde que se lanzó la campaña por “1 millón de pesos” el 17 de julio.


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en que escasean los dólares en la economía nacional. Imposible que todo esto suceda sin el aval de los funcionarios del Estado. La Santa Alianza ataca de lleno. La clase obrera se pone de pie para responder.

5 semanas 5 semanas transcurrieron desde entonces. Semanas en las que la lucha de Lear se convertirá en una causa apoyada por millones contra la multinacional yanqui, los gobiernos nacional y provincial y los dirigentes del SMATA. A cada ataque, la respuesta obrera en Lear no hizo más que profundizarse. Paro, bloqueo de fábrica, bloqueo de salida de camiones, acampe en puerta de fábrica, Jornadas Nacionales de Lucha, corte de Panamericana, caravanas (“piquete móvil”), enfrentamiento a la represión, presentaciones judiciales, impugnaciones en el Ministerio de Trabajo, festivales, peñas, acampe frente al Ministerio de Trabajo de la Nación, colectas para el fondo de lucha, conferencias de prensa junto a referentes de Derechos Humanos, Diputados, dirigentes sindicales y estudiantiles…y así podríamos seguir. En 5 semanas la tenacidad de la resistencia obrera, junto al apoyo y la creatividad de las organizaciones solidarias, desarrolló las más variadas formas de lucha contra los despidos. Así, los trabajadores de Lear ganaron el apoyo de millones que simpatizan con la causa de los trabajadores y repudian las represiones de los gobiernos nacional y provincial, así como a la conducción propatronal del SMATA. Este apoyo es de masas y se expresa en acciones solidarias en todo el país. Las Jornadas Nacionales contaron con acciones solidarias no sólo en Capital Federal y Gran Buenos Aires sino también en Córdoba, Rosario, Mendoza, Neuquén, Jujuy, Tucumán, Entre Ríos, Bahía Blanca, Mar del Plata, entre otros lugares. También se expresa en los 350.000 pesos que ya se han juntado para el fondo de lucha, para sostener la pelea hasta el final. Ni hablar de la enorme cantidad de personalidades y organizaciones que han firmado su apoyo (ver aparte), o de que Hugo, Pablo y Facundo Moyano hayan recibido la semana pasada a la comisión interna para darle su apoyo (pensando, por supuesto, en sus propios intereses). Este apoyo no cae del cielo. 5 semanas de lucha desde los despidos han convertido a Lear en un símbolo nacional. “No a los despidos. Familias en la calle Nunca Más”, es el grito de los trabajadores, apoyados por millones. El recuerdo de la hiperdesocupación de los ‘90 y el 2001

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está presente en la memoria colectiva. De ahí el apoyo de masas a los obreros de Lear. Represión en apoyo a la multinacional yanqui, es la respuesta desde el otro lado. Las banderas del “relato” kirchnerista, ya bastante bastardeadas, han sufrido nuevos e importantes golpes al calor del conflicto. Las imágenes de la Gendarmería, la misma del espionaje ilegal del “Proyecto X”, desalojando de la Panamericana el 8 de julio con balas de goma, gases y palazos a los trabajadores de Lear y a las organizaciones solidarias, recorrió el país, al igual que la represión de la Bonaerense acordada con los dirigentes del SMATA del martes 29 de julio. El infiltrado de Gendarmería de civil descubierto por los manifestantes el miércoles 30, o el “Gendarme Robben” que de tan torpe solo provocó risa al intentar montar una provocación simulando ser atropellado por la caravana en Panamericana, pero fue puesto en evidencia por todas las cámaras, no ayudan mucho al prestigio de esta fuerza comandada por Berni y Cristina. Las banderas K de la no represión y del empleo, cada vez más manchadas. El discurso “antibuitre”, en contradicción no solo con ser “pagadores seriales” de deuda externa, sino también con el apoyo K a las multinacionales

medidas cautelares salieron a favor de que reingresen los delegados de la comisión interna.

Las formas de la lucha: a cada ataque, una mayor respuesta obrera

El primer día laboral después de los despidos, con los delegados de la Comisión Interna al frente (compuesta por el militante del PTS Rubén Matu y cuatro compañeros independientes), la fábrica votó el paro en asamblea como respuesta a los despidos masivos. Se paralizó la planta. La patronal redobló entonces su ofensiva no permitiendo el ingreso de los delegados a partir del día siguiente, en una actitud absolutamente ilegal que mantiene hasta el cierre de esta edición a pesar de que hubo cuatro medidas cautelares a favor del reingreso de los delegados, de que el Tribunal de Trabajo Nº 6 de San Isidro rechazó el pedido patronal de “desafuero cautelar”, y de que en los últimos »

El jefe de Gendarmería se tira contra un auto simulando atropello y detienen al conductor

Secuencia de un provocador de Gendarmería

represiones llevadas adelante por la Policía Federal, Jornadas Nacionales de Lucha contra los despidos. Gendarmería y Policía Bonaerense, bajo las órdenes de los gobiernos nacional y provincial.

bloqueos en puerta de fábrica.

buitre. El “progresismo K”, en crisis, es una de las principales consecuencias de esta situación. Horacio Verbitsky, el Chino Navarro, los dirigentes del sindicato del subte, Pablo Ferreyra, son algunos de los que han salido a manifestar su descontento. De todos modos, gente acostumbrada a tragarse sapos, no pasan de las palabras al apoyo activo a la lucha y, menos aún, sacan los pies del plato del “proyecto nacional”.

MIRá CÓMO ACTÚA GENDARMERíA

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cortes o caravanas en la Panamericana.

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sentencias ordenan que el Ministerio de Trabajo de la Nación a cargo de Carlos Tomada haga cumplir las medidas cautelares que indican el reingreso de los delegados de Lear. rechazo por parte del Tribunal de Trabajo 6 de San Isidro al pedido de “desafuero cautelar” de los delegados pedido por la empresa.

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dictamen del Juzgado del Trabajo de feria de la Capital Federal estableció que se deje sin efecto la asamblea fraudulenta realizada por el SMATA y ordenó al sindicato que restablezca en el cargo a los delegados en un plazo de 24 horas.

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denuncia penal contra Pignanelli y otros directivos de SMATA por haber incurrido en el delito de coacción contra los trabajadores de Lear. impugnación de la “asamblea” trucha del SMATA ante el Ministerio de Trabajo.

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MOVIMIENTO OBRERO

días la Justicia ordenó al Ministerio de Trabajo que efectivice su ingreso. Son los buitres de Lear violando las leyes argentinas con la complicidad del Ministerio de Trabajo. La lucha entonces, lejos de quebrarse como esperaba la patronal, adoptó nuevas formas. El acampe en la puerta de la fábrica se transformó en el centro de la organización, lugar de realización de las asambleas y donde los trabajadores reciben a las decenas y decenas de organizaciones solidarias que se acercan a apoyar y coordinar las medidas o aportar al fondo de lucha. Los piquetes que paralizaron la fábrica y las Jornadas Nacionales se convirtieron entonces en los principales métodos de lucha. La campaña lanzada para conseguir “1 millón de pesos para el fondo de lucha” está jugando un rol decisivo para sostener la lucha hasta el final sin que sea quebrada por hambre. Los aportes del PTS, partido del que es dirigente uno de los delegados (Rubén Matu), han sido centrales. El PTS ha sido no solo el principal apoyo a todas las medidas de lucha (ideando muchas de ellas, como la de las “caravanas” en Panamericana, así como poniéndole el cuerpo y los autos en todo el país) y acciones judiciales (con un fuerte equipo de abogados), sino también aportando 325.000 pesos al fondo de lucha a través de iniciativas del PTS por medio de sus diputados, colectas hechas por sus militantes y colectas en común junto a otros trabajadores, suma a la cual hay que agregar lo recolectado en común junto a otras organizaciones. Este apoyo viene siendo decisivo para sostener la lucha en sus momentos más difíciles, contra enemigos poderosos, y para que Lear se convierta en una lucha ejemplar, testigo, que, de este modo atrajo el apoyo de muchas otras organizaciones.

EQUIPO DE ABOGADOS DEL CEPRODH Equipo de abogados del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos que intervienen: Edgardo Moyano, Rubén Tripi, Agustín Comas, Myriam Bregman, Leonardo Carracedo, Matías Aufieri, Gonzalo Miri, Sergio Castro, Natalia Hormazabal, Vanesa Rodríguez, Luciano Sívori, Leticia Celli, Enrique Jasid, Mariano Pedrero, Ivana Dal Bianco, Charly Platkowski, Gabriela Campos, Luz Santos Morón, Sebastián Maidán, Tomás Celli, Ivana Esper, Felipe Celli, Raúl Ramaccioni, Mara Beltrame, Lucas Montiel, Alejandro Brussa.

La persistencia de la lucha generó crisis en La Verde de Pignanelli y la patronal, que tuvieron que ensayar nuevas medidas de ataque contra los trabajadores. El 17 de julio los dirigentes del SMATA, con el aval de la empresa, prácticamente secuestran a los trabajadores no despedidos: en vez de llevarlos a trabajar en los micros los desvían hacia la sede central de SMATA en CABA y los obligan con la patota y bajo amenaza de despido a votar la “revocatoria de mandato” de los delegados de la comisión interna, que ni siquiera fueron notificados ni estuvieron presentes para ejercer su derecho a defensa, al igual que los trabajadores despedidos, afiliados al SMATA. La amenaza no era solo de palabra, ya que el día anterior la empresa había despedido a 4 trabajadores que se habían negado a firmar el pedido de asamblea para la revocatoria. Como respuesta, el 22 de julio en el Congreso Nacional decenas de reconocidos abogados y personalidades de los Derechos Humanos anunciaron la presentación de una denuncia penal contra Pignanelli y otros directivos de SMATA por haber incurrido en el delito de coacción contra los trabajadores de Lear. A su vez, los abogados de la comisión interna presentaron ante el Ministerio de Trabajo de La Nación una impugnación de la “asamblea”, por considerarla “insanablemente nula”, y pidieron su nulidad. El 31 de julio se conoció que el Juzgado del Trabajo de feria de la Capital Federal dictaminó que se deje sin efecto la asamblea fraudulenta realizada por el SMATA, ordenando al sindicato conducido por Ricardo Pignanelli que restablezca en el cargo a los delegados en un plazo de 24 horas.

Escuchando a Pignanelli y sus secuaces En estas 5 semanas de lucha no solo se ha conseguido un enorme apoyo popular para los obreros, sino también las primeras 61 reincorporaciones de trabajadores despedidos, en sucesivas audiencias que el Ministerio de Trabajo, la patronal y el SMATA realizan a espaldas de los trabajadores. Pero desde el punto de vista de La Verde y la patronal, que son casi una misma cosa, esas reincorporaciones tienen que amoldarse al plan que tienen ellos: una fábrica que deje cientos de familias en la calle y a la vez redoble la explotación y la dictadura patronal para los de adentro, aumentando la productividad del trabajo en base a la sangre y sudor de los obreros. Para comprenderlo, no tiene desperdicio escuchar el audio que circuló (lo publicó incluso el diario Clarín) de la “reunión” que llevaron adelante Andrés Álvarez, José Luis Paparatto y Salvador Espósito (dirigentes de La Verde de Zona Norte) para apretar a una tanda de 30 trabajadores reincorporados antes de que entraran a trabajar. Frases como ésta lo dicen todo: “Si el gremio no puede conducir esa fábrica, el gremio mismo va a hacer lo posible para que se cierre.” O si no, “Piensen lo que van a hacer, eh. No es una amenaza, simplemente una advertencia, muchachos”; o “la empresa dijo que si siguen estas condiciones se va, si tienen ingreso los delegados se va del país.” Más claro, imposible. El plan Verde-patronal incluye entonces amedrentar a los “de adentro” y dividirlos de los

despedidos. Pero los mensajes de aliento no paran de llegar. “Fuerza, compañeros, sigan así, no aflojen”, es una voz que se escucha día a día desde los no despedidos. Este martes 29, cuando la Bonaerense y los dirigentes de SMATA se coordinaron para reprimir el piquete y entrar a trabajar, la mayor parte de los no despedidos no ingresó a la fábrica. Voces como esta se escucharon: “Eran los de La Verde los que entraron patoteando. Una masa, loco, la lucha de ustedes desde afuera. Yo no voy a entrar por encima de mis compañeros. Te da mucha bronca ver cómo le pegan a los compañeros”. Pero incluso con la pequeña minoría Verde que entró a trabajar ese día, el plan Verde-patronal entró en crisis, ya que su propia base manifestó que no quiere seguir entrando a trabajar en esas condiciones, con represión y enfrentamientos en la puerta.

A modo de cierre Al cierre de esta edición, la lucha de Lear aún continúa. El conflicto alcanzó un punto altísimo de apoyo popular, mientras que luego de más de dos meses de lucha el activismo sigue firme planteando que la lucha no termina hasta que estén “Todos adentro”. Comienza una nueva semana en la que será clave la pelea para garantizar el reingreso de la comisión interna que ordenó la Justicia. Si se consigue, será un nuevo punto de apoyo para la lucha. Más allá del resultado final, los obreros de Lear ya son una gran referencia para los trabajadores que en todo el país resisten el ajuste y quieren sacarse de encima a la burocracia sindical. Millones esperan su triunfo contra la multinacional yanqui, los gobiernos y el SMATA. Lear es una causa de todo el pueblo trabajador y oprimido. A través de esta lucha, que llegó a todo el país por los medios de comunicación, quedó bien en claro cuál es la política del gobierno, las patronales y la burocracia sindical, y el rol de la izquierda clasista en el movimiento obrero. Eso en sí mismo ya es un gran triunfo político que deja enseñanzas valiosas para todo el movimiento obrero, que avanza en la ruptura con el kirchnerismo, y un gran punto de apoyo para avanzar en la construcción de un gran partido de trabajadores revolucionario que ofrezca otra salida ante el fin de ciclo kirchnerista que toda la burguesía quiere capitalizar por derecha. Mientras tanto, la lucha sigue, y un solo grito de combate y esperanza recorre Pacheco: vamos volver.

1 Este apartado está redactado en base a un artículo de Juan Andrés Gallardo en La Verdad Obrera 576, 3/07/14.


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7 DOSSIER

La promocionada industria automotriz y sus transformaciones recientes

Ganancias sin freno Lucía Ortega Economista y docente UBA. Guadalupe Bravo FCE, UBA. Esteban Mercatante Comité de redacción.

En los últimos 25 años la industria automotriz argentina atravesó considerables transformaciones. Por primera vez en décadas se registró la instalación de nuevas plantas y modernización. El volumen de unidades producidas pasó de un promedio de 150 mil en los años ‘80 a alcanzar en 2011 un récord de 828 mil vehículos. Las exportaciones, que hasta comienzos de los ‘90 apenas alcanzaban valores cercanos a las 1.000 unidades, hoy promedian el 60 % de la producción. En un contexto donde la industria retrocedía en la Argentina, el sector automotriz aumentaba su participación en el PBI industrial. Pero al mismo tiempo la integración local de los vehículos pasó de alrededor del 70 % de su valor a promediar el 30 % en la actualidad. Las terminales automotrices, que en 1974 empleaban a 57 mil trabajadores, en 1981 habían caído a 28 mil, y en 1991 tocaron un piso de 18 mil. Hoy, hay 33 mil trabajadores ocupados en las terminales. Estos números grafican un cambio en la escala de producción más regional que nacional. El sector automotriz se reconvirtió sostenido por políticas públicas de impulso al sector. El Mercosur creó ventajas para las empresas radicadas que se potenciaron por las políticas de incentivo definidas por los socios del bloque. Esta promoción se suele fundamentar en varios motivos: su aporte al empleo, su contribución al desarrollo tecnológico y, finalmente, el ahorro de divisas que supone tener una producción local, dado el supuesto de que un mayor nivel de ingreso per cápita conlleva a una mayor demanda vehículos por habitante, que si no se producen localmente serían importados1�. Sin embargo, todos estos supuestos se ven negados o relativizados por la configuración que muestra hoy en la Argentina.

Menos empleo, más rentabilidad Un pilar central de la reconversión global de la industria automotriz fue la flexibilización de las relaciones laborales2, apuntando al aumento de la productividad, la adaptabilidad ante los cambios y la disminución de costos salariales. Entre 1992 y 1998 la producción de vehículos aumentó 227 %, mientras que el empleo en las terminales tuvo un crecimiento relativamente menor de 49 % (cerca de 8.500 puestos de trabajo alcanzando los 26.738 en el último trimestre de

1997). Durante el segundo período expansivo de 2003-2013, la producción de vehículos creció 368 % y el empleo se expandió 190 % entre puntas. La mayor productividad laboral de las terminales se logró mediante ajustes de la jornada laboral a lo largo del año, la reducción de tiempos muertos y la polivalencia. Si el empleo creció proporcionalmente menos que la producción, a su vez en las crisis la reducción de personal acompañó la caída en ventas y producción. Entre 1998 y 2002 la producción cayó 65 % y el empleo en el sector terminal más de 50 % (quedando apenas 11.500 puestos en 2003). Como resultado, la productividad por obrero se incrementó 60 % entre 1993 y 2000, »

Ilustración: Anahí Rivera


DOSSIER

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“ La rentabilidad sobre las ventas de la producción terminal fue en el 2007 un 85 % superior a la de 2001. Con un volumen de ventas nueve veces superior, la masa de ganancia se multiplicó.

y 90 % entre 2002 y 20073. El salario real y los costos salariales mostraron durante la década del ‘90 una tendencia declinante que se aceleró con la devaluación del tipo de cambio en el 2002, que hizo subir los precios un 30 % sin que se movieran los salarios. En los años del kirchnerismo los salarios recuperaron solo gradualmente el nivel pre-crisis; aún así, gracias a la mayor productividad, los costos salariales permanecieron por debajo de los niveles de los ‘90. Gracias a esto, crecieron fuerte las ganancias durante la última década. La rentabilidad sobre las ventas de la producción terminal fue en el 2007 un 85 % superior a la de 20014. Con un volumen de ventas nueve veces superior, la masa de ganancia se multiplicó. Mención aparte merece el sector autopartista. Éste exhibe aún mayor incidencia de la flexibilidad y rotación laboral y los ritmos intensivos, y se caracteriza por mostrar salarios marcadamente inferiores a los pagados por las terminales5. La reconfiguración del circuito productivo hizo que muchas actividades que antes se realizaban dentro del proceso de las terminales estén a cargo de proveedores, facilitándose de esta manera el establecimiento de condiciones laborales muy heterogéneas en la rama. Así, la integración creciente entre terminales y autopartistas va acompañada de una fragmentación en el colectivo laboral que crea barreras para la pelea por condiciones de trabajo y salario, y contribuye así al abatimiento de los costos laborales, permitiendo una tasa de plusvalía más elevada para la cadena de valor de conjunto. La intensificación del trabajo se tradujo en crecientes niveles de enfermedades laborales e incapacidades permanentes, que en palabras de los propios trabajadores, los dejan “rotos”. La flexibilización en las condiciones

de contratación hizo más fácil desprenderse de estos trabajadores afrontando costos indemnizatorios limitados.

Nuevas formas para una misma configuración dependiente La emergencia de una industria automotriz “exportadora” (al Mercosur) se dio de la mano de un sistema de aranceles que favorecía la importación de autopartes. Numerosos productores de autopartes fueron desplazados y se desarticuló el entramado industrial. Esto se reforzó por las estrategias de las multinacionales automotrices desde finales de los ‘80 de producir y vender los mismos modelos en el mayor número de mercados para amortizar costos y la reconcentración del diseño y desarrollo en las casas matrices. Muchas actividades de ingeniería de diseño de partes y componentes realizadas por las empresas locales dejaron de ser necesarias6. Las consecuencias en la rama autopartista7 se expresan en la profundización de los procesos de concentración y centralización del capital. Si a comienzos de los ‘90 existían cerca de 1.000 empresas autopartistas, en la actualidad rondan las 400. De estas, algunos estudios distinguen alrededor de 170 firmas que son proveedoras de equipo original, mientras el resto se concentran en la reposición8. El mayor entrelazamiento entre algunos grandes proveedores y las terminales conllevó la creciente implementación del método toyotista de just in time para que los proveedores de autopartes puedan responder en el acto a los vaivenes de la producción, garantizando el funcionamiento continuado de las terminales. De esta forma se impone una relación donde las autopartistas deben tener una gran flexibilidad frente a la demanda de la terminal. Como sostiene Kosacoff9,

solo algunas firmas se encontraron en condiciones de responder a las exigencias de las terminales.Se aprecia una marcada reducción en el número de proveedores directos y cada vez menos autopartistas, verdaderamente “globales”, pasaron a liderar el sector. Muchas de estas se instalaron en el país desde los años ‘90 como política de las propias terminales para asegurarse la presencia de sus proveedores asociados en el resto del mundo10, lo que se conoce como estrategia de abastecimiento global. Esto es central ya que los componentes autopartistas dentro del sector en su conjunto, representan el 75 % del coste de fabricación de los automóviles. En los ‘90 hubo un buen número de inversiones de firmas extranjeras en el sector, tanto con nuevas instalaciones como, principalmente, vía adquisición de empresas de capital local. Por lo tanto, la significativa concentración y centralización autopartista está directamente vinculada con el mayor entrelazamiento entre algunos proveedores “estratégicos”11 y las terminales como política específica de las mismas. Dos grandes grupos de empresas se encuentran particularmente entrelazadas con las terminales. -Proveedores mega globales: abastecen a las terminales los conjuntos de piezas y se expanden en estrecha relación con éstas por todo el mundo, siguiendo órdenes detalladas pero usando tecnología propia. Algunas de las firmas radicadas en la Argentina que integran este grupo son Lear, Bertrand Faure, Bosch, GKN, Magneti Marelli, Tenneco, Visteon, Yazaki y ZF. -Los proveedores del primer anillo: proveen de manera directa a las terminales pero con capacidades de diseño e innovación y alcance global más limitado. Pilkington, Gestamp, Fate, son algunos de los nombres que podemos asociar a este sector. Pero la otra cara del “global sourcing” es el reemplazo de componentes locales por autopartes (o sistemas de partes) importados. La baja integración de la producción local afectó especialmente a los componentes de mayor complejidad tecnológica, contrariando así los supuestos efectos que la expansión de la rama podría tener en términos de desarrollo de innovaciones12. Mientras la rama automotriz participó en la última década en promedio con un 12,6 % de las exportaciones, lo hizo con un 17,6 % en el caso de las importaciones. Como sostienen Belloni y Vainer13, mientras que a la exportación de vehículos es más adecuado categorizarla por las condiciones de producción como de “mediana-baja tecnología” y no como de “mediana-alta tecnología” como sugiere la OCDE, en el caso de las importaciones sectoriales ocurre lo contrario. Comparativamente, en el año 1974, la mayoría de los componentes de un automóvil era


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abastecida por producción local. Hoy es interesante observar cómo por ejemplo la firma Volkswagen solo demanda el 4 % de sus insumos a autopartistas locales, en tanto que más del 50 % son productos importados, y el resto es demandado a sectores no autopartistas (commodities industriales)14. Por eso, numerosos autores sostienen que las terminales automotrices se convirtieron prácticamente en “armadurías”. Esto produce un resultado paradojal: a medida que se acrecienta la producción de automóviles locales y la producción alcanza nuevos récords, se incrementa el déficit comercial sectorial, que pasó de 4.112 millones de dólares en 2007 a 8.135 millones en 2013. Que esto no es una “herencia” sino algo que se siguió profundizando durante la última década, lo ilustra el hecho de que en 2002, los productos importados explicaban el 35 % del consumo interno de autopartes, mientras que para el año 2010 el peso de la producción extranjera en el total se situaba en torno al 58 %, y provenía en más de un 50 % del Brasil15. En tiempos donde los dólares ya no abundan –en buena medida porque la desarticulación que exhibe el sector automotriz se replica en el resto de la industria– batir nuevos récords de producción se transforma en un motivo de preocupación más que de festejo.

Junto al régimen automotor, en la Argentina el sector se encuentra beneficiado por la Ley de Desarrollo y Consolidación del Sector Autopartista Nacional (Ley N° 26.393), que prevé reintegros para las terminales de entre 6 % y 10 % del valor de las autopartes antes de impuestos para los sectores promovidos. La industria también se beneficia con los reintegros a la exportación. Ambos regímenes representan miles de millones de pesos transferidos anualmente a las grandes terminales (y a algunas grandes autopartistas). Por si esto fuera poco, la desproporción entre los precios de exportación de los vehículos y los valores que alcanzan los mismos en el mercado local pone de relieve cómo los compradores locales subsidian las exportaciones16. Los autos que los obreros mismos producen los deben adquirir en largos planes de pago que multiplican varias veces el valor generado por el trabajo de cada uno. Todo esto no alcanzó para frenar la avalancha de importación de vehículos, que solo con las fuertes restricciones del último año en el comercio exterior y el desplome de la venta de autos detuvo el ritmo de crecimiento. Desde fines de 2013, el impacto de los desequilibrios acumulados por la economía argentina sobre el consumo, y el panorama de la economía de Brasil, empezaron golpear a la industria local. Ventas y producción se hunden de forma estrepitosa. La industria “mimada” se queda sin combustible, y se prepara para ajustar sobre los trabajadores.

El Mercosur, incubadora para una industria de Ni moderna, ni eficiente, ni empleadora baja productividad A pesar del salto productivo registrado en las últimas décadas en relación a los guarismos locales previos, la industria automotriz argentina marcha rezagada en términos internacionales. Su productividad es entre un 15 y un 20 % de la de Japón o EE. UU. Aunque Brasil le saca ventaja a la Argentina, también se encuentra muy por detrás de los niveles internacionales. El régimen del Mercosur creó entonces una “incubadora” para sostener la industria de ambos países, creando un mercado unificado regional que mejoró la escala para las terminales, y estaba a la vez protegido del resto del mundo. A diferencia del resto de los rubros, el comercio de automóviles dentro del bloque no ha sido liberalizado. De esta forma las automotrices pudieron aprovechar los regímenes automotrices en ambos países y a la vez considerar de origen nacional a las partes elaboradas en el otro país socio. Actualmente se mantiene un régimen de comercio administrado a través del sistema “flex”, provisorio hasta el 30 de junio de 2015 . Por este acuerdo, cada país puede exportar hasta 1,5 dólar como máximo ante cada dólar que importe del otro. Además se aseguró para los automóviles argentinos un 11 % del mercado brasileño y para Brasil un 44 % del mercado argentino.

Todos los fundamentos con los cuales se defiende el sostenimiento de la producción automotriz, con importantes estímulos, se ven refutados por los rasgos que esta adquiere en el país y el Mercosur. Los grandes beneficios para una decena de terminales y algunas decenas más de autopartistas trasnacionales, con socios locales, van acompañadas de fuertes costos que conlleva el sostenimiento de esta industria. Una industria que va asociada a un esquema de transporte socialmente muy costoso, que multiplica los gastos en pavimentación de calles en vez de dirigir recursos a un entramado de trasporte urbano mejor adaptado a los requerimientos metropolitanos17. Al mismo tiempo, nada deja en términos de innovación productiva, ni en diseño, ni en desarrollo de componentes, enteramente importados en el caso de las piezas más complejas. Mientras tanto, lejos de “dar trabajo”, el entramado automotriz fue pionero en la Argentina en imponer condiciones de explotación de la fuerza de trabajo favorables al abatimiento de los costos salariales. Así, vende autos caros pero con márgenes de ganancia elevados en términos históricos. Se impone, para esta industria y para el problema del transporte, una respuesta de otra clase.

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1. Valeria Arza y Andrés López, “El caso argentino”, en Andrés López et. al., La industria automotriz en el Mercosur, Bs. As., Red Mercosur, 2008. 2. Ver en este dossier “Sirviendo al capital”. 3. Juan Santarcángelo y Guido Perrone, “Transformaciones, rentabilidad y empleo en la cúpula industrial. Análisis de la cúpula automotriz en la post-Convertibilidad”, en H-industri@ 10, año 6, primer semestre de 2012. 4. Ídem. 5. Según datos del SIPA y ADEFA los trabajadores autopartistas recibieron ingresos que promediaron un 40 % del salario de los trabajadores de terminales. 6. María Inés Barbero y Jorge Motta, “Trayectoria de la industria automotriz en la Argentina”, Delfini et. al., Innovación y empleo en las tramas productivas de Argentina, Bs. As., Prometeo, 2007. 7. En ella se incluye a diversas industrias relacionadas, entre las que se encuentran la metalmecánica, electrónica, textil, la producción de vidrios, plásticos y caucho. 8. Victoria Castillo et. al., “La trama automotriz, dinámica del empleo y trayectorias laborales desde mediados de los ‘90”, Dirección de Estudios y Estadísticas Laborales de la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales, 2006. 9. Bernardo Kosacoff, “Hacia un mejor entorno competitivo de la producción automotriz en Argentina”, Documento de Trabajo, Bs. As., CEPAL, 1999. 10. Fernando Porta, O Investimento Direto Estrangeiro Na Argentina Nos Años 90: Fatores De Atracao E Estrategias Empresariais, San Pablo, UNICAMP, Papirus, 1999. 11. Para el año 2005 había 32 autopartistas globales que se encuentran entre las 100 autopartistas más grandes del mundo y emplean 8.300 trabajadores (el 89,7 % de los cuales se encontraba en 17 de estas autopartistas). Otras 51 autopartistas empleaban 17.761 trabajadores. Lo cual significa que 68 firmas empleaban en 2005 el 50 % de los trabajadores que había de conjunto en el sector autopartista. Ver Victoria Castillo, op. cit. 12. Varela, Liliana, “El sector automotriz argentino. Estudio sobre la evolución de la cadena productiva local”, Realidad Económica 196, Bs. As., 2003. 13. Paula Belloni y Andrés Wainer, “La Argentina en la posconvertibilidad ¿un nuevo modelo de desarrollo?”, Flacso, Documento de Trabajo 23, mayo de 2012. 14. Santarcángelo y Pinazo, “La reindustrialización en la post-convertibilidad: una mirada desde el sector automotor”, Realidad Económica 247, Bs. As., 2009. 15. Santarcángelo Juan y Perrone Guido, op. cit. 16. Según estimaciones para el primer semestre de 2011, se importaron 15.800 dólares por cada auto fabricado, los cuales coincidían casi con exactitud con el valor promedio de cada vehículo argentino que se exportaba. Esto significaba, al mismo tiempo, que el valor agregado neto de las exportaciones era igual a cero, mientras que mostraba una fuerte disparidad entre el valor promedio del auto exportado respecto del precio de venta local de los autos fabricados en el país. 17. Para un análisis del sistema de transporte en la Argentina, ver dossier de Ideas de Izquierda 4.


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El SMATA, pionero en la flexibilización y precarización

sirviendo al capital

Esteban Mercatante Comité de redacción. “Tienen los convenios por empresa más modernos del país”. Funcionarios del gobierno de la Alianza sobre el SMATA, febrero de 2000.

Para la conducción del SMATA, que en los recientes conflictos laborales en las autopartistas Gestamp y Lear se mostró como la más despiadada gerencia de recursos humanos para echar a la izquierda y el activismo de las fábricas, está en discusión la posibilidad de seguir jugando sin obstáculos el rol de asegurar a las empresas la disponibilidad de una fuerza de trabajo bajo condiciones de explotación cada vez más ventajosas. Con solo mirar los últimos 20 años, podemos observar cómo la reconversión de la industria automotriz fue acompañada por un celo de la conducción del sindicato, en manos de José Rodríguez durante 36 años y desde 2012 en las de Ricardo Pignanelli, por poner en primer lugar esta preocupación empresaria. La conducción del SMATA fue pionera en introducir en el país lo más “moderno” de los convenios flexibilizadores, imponiendo gracias a esto una pauta descendente en los costos salariales que se mantendría sin pausa hasta mitad de la última década, a la vez que facilitando los ajustes del ritmo productivo a los vaivenes del mercado. Cualquier intervención de la conducción del sindicato en favor de las aspiraciones de los trabajadores por mejores remuneraciones y condiciones de trabajo en el sector,

Ilustración: Anahí Rivera

quedó supeditada a este objetivo fundamental. Con esta invaluable colaboración, las empresas han podido establecer las condiciones para sacar el mayor provecho a los salarios desembolsados, extrayendo la mayor cantidad de valor excedente por obrero en los momentos prósperos, así como para recortar drásticamente sus desembolsos salariales apenas emerge cualquier atisbo de crisis. Como analizamos en IdZ 5, estas medidas han sido clave para fragmentar el colectivo laboral, e incluso en momentos donde los trabajadores pudieron, gracias al crecimiento del empleo y a medidas de lucha, lograr recomponer el salario, como ocurrió durante la última década, las nuevas condiciones laborales pusieron límites al mismo. Podemos entonces decir que la labor pionera del SMATA y otros gremios trazó un camino que el resto de los sectores empresarios presionaría por imitar. En este artículo vamos a recorrer los “hitos” de esta historia.

Las “innovaciones” en los convenios por empresa Las nuevas radicaciones en el sector automotriz durante los años ‘90 fueron acompañadas de una búsqueda de aumentar la productividad

a través de la polivalencia y otros métodos de reorganización de la fuerza de trabajo. En pos de este objetivo, el SMATA fue pionero en el país en la implementación de Convenios Colectivos de Trabajo (CCT) a nivel de empresa que adelantaron tendencias que luego se extenderían al conjunto de los asalariados. Uno de los principales jalones para imponer estas condiciones en el conjunto de la rama fue el CCT Fiat-SMATA de 1996. Cuando en 1995 Fiat Auto retoma el control de su filial argentina (desde los ‘80 fusionada con Peugeot en Sevel) la empresa buscó asegurarse que la radicación en el país estuviera precedida por el establecimiento de condiciones laborales más flexibles que las imperantes. Apoyándose en el antecedente del convenio entre el gremio y General Motors en noviembre de 1994, que finalmente no tuvo efectividad en ese entonces porque la empresa pospuso su anunciado regreso al país, la automotriz italiana buscó asegurar también condiciones laborales especiales mediante un convenio por empresa. El convenio Fiat-SMATA, que se firmó en enero de 1996 con vigencia hasta el 31 de diciembre de 1998, reemplazaba la clásica jornada


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diaria de 9 horas (44 semanales) por un ciclo de 3 semanas con turnos que variaban sucesivamente, de mañana a noche, pero solo en promedio mantenían las 44 semanales (sumando 132 horas en las 3 semanas). El artículo 6 del convenio estipulaba que la empresa podía cambiar los turnos/horarios con el simple trámite de informar de cualquier cambio con 48 hs de antelación, “salvo aquellos casos en que el hecho que genere la necesidad del cambio haga imposible dicha anticipación”. De esta forma, el convenio validaba una abrupta transformación en la organización de la jornada laboral, que pasaba a ser sumamente irregular y sometida a los vaivenes de las necesidades empresarias. Para todas las áreas en las que: “la Empresa considere necesario la presencia continua” de trabajadores, con el argumento de que se trata de tareas que no pueden detenerse, el convenio imponía que cualquier trabajador solo podía abandonar su puesto si obtenía un reemplazo; en casos de que éste no se presentaba la jornada del trabajador saliente podía extenderse hasta 3 horas, o incluso más (y recién después de la tercer hora se considerarían como extraordinarias y se remunerarían como tales). Estas actividades eran definidas con suma amplitud, para abarcar cada vez más procesos en los cuáles los trabajadores podían ver de forma imprevista alargada su jornada. El convenio también incorporaba el contrato por tiempo determinado y renovable periódicamente, extendiendo el período de prueba a 6 meses. Un primer paso para erosionar la estabilidad contractual. Entre los trabajadores que venían de la Fiat en tiempos de Sevel, el convenio suscitó un fuerte rechazo, que en el caso de la planta cordobesa derivó en el intento –finalmente derrotado– de crear un sindicato de fábrica fuera de la órbita del SMATA, el SITRAMF. El CCT de SMATA con Fiat sentó las bases para las nuevas relaciones que buscarán establecer el conjunto de las terminales y grandes autopartistas. Entre 1994 y 1997 se firmaron 17 convenios. Un estudio señala que se puede ver ...una preeminencia abrumadora de aquellas cláusulas vinculadas con flexibilizar el proceso y la organización del trabajo por un lado y de aquellas que intentan evitar, controlar y equilibrar situaciones conflictivas laborales, por otro1.

En todos los CCT del período se encuentran cláusulas que flexibilizan la contratación en detrimento del contrato de trabajo por tiempo

indeterminado: en el 94,1 % de los mismos aparecen cláusulas que sujetan la remuneración al rendimiento a través de premios, introduciendo así un componente de variabilidad significativo y presionando por la intensificación del esfuerzo laboral –con las nefastas consecuencias sobre la salud de los trabajadores que esto ocasiona–; el 82,3 % de los CCT estipula la polivalencia y el trabajo en equipo (flexibilidad en la organización del trabajo); y el 88,2 % reglamenta de diversas maneras las actividades sindicales, limitando el margen de acción de los delegados fabriles. Otra novedad digna de mención en el período es la modulación de la jornada de trabajo con compensación de horas (el banco de horas), a través del cual las empresas pueden alargar las jornadas en los momentos en que lo requieren, compensando con menores jornadas en otro momento del año, sin necesidad de pagar horas extras. No contentos con terminar con la semana fija, empresas y sindicato acuerdan un amplio margen para que las empresas dosifiquen el uso de la fuerza de trabajo, para sacar el mayor provecho de la mercancía que adquieren a cambio del salario. De diversas formas, estos cambios indujeron “mermas importantes en la estabilidad laboral”2. En lo que hace a las autopartistas, tradicionalmente éstas estaban en la órbita de la UOM. Pero a partir de los años ‘90, con el ingreso de nuevas terminales y conglomerados autopartistas trasnacionales, las más grandes entre éstas (al día de hoy son 20 empresas, de un universo de 400 autopartistas) firmaron también convenios de empresa con el SMATA. Entre ellas la firma Gestamp, que introdujo tempranamente iguales condiciones laborales que las terminales. Empezaron “a desarrollarse nuevas formas de articulación en las negociaciones colectivas, que parten de la firma de convenios con la empresa núcleo, en este caso una terminal automotriz, para luego firmarse convenios con características parecidas con las proveedoras de dicha terminal”3. Una industria más integrada apuntaba a homogeneizar las condiciones de trabajo del conjunto de los proveedores. El SMATA se avino así a contribuir a crear las condiciones más óptimas para las automotrices a costa de la estabilidad laboral.

La generalización de la flexibilidad Mientras que en las nuevas terminales que se instalaron en los ‘90 los CCT pautaban relaciones laborales “modernas” (precarias), en las fábricas de radicación anterior la avanzada flexibilizadora se topó con una fuerte resistencia

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que puso freno al primer intento de expandir las condiciones de flexibilización a todos los trabajadores del sector automotriz y autopartista. Sin embargo, la crisis de 1998/2002 cambió la relación de fuerzas entre capital y trabajo, y “en ese nuevo contexto las empresas de antigua radicación fueron logrando introducir la nueva regulación de las relaciones laborales, sin necesidad de realizar mayores concesiones”4. De esta forma, la reactivación que ocurriría a partir de 2003 brindaría a las empresas la posibilidad de funcionar con un ritmo intensificado de trabajo gracias a la flexibilización impuesta, a lo que se sumaría el abaratamiento de la fuerza de trabajo gracias a la caída del costo salarial en dólares que significó la megadevaluación de 2002. Desde 2004, el fuerte crecimiento económico con recuperación del empleo va a crear condiciones para que los trabajadores, ante la paulatina desaparición del fantasma del desempleo (aunque la desocupación mantuvo un piso alto de 7 %) comenzaran a pelear por la recomposición de los salarios. En todos los gremios se hizo sentir una fuerte presión desde abajo, que hizo que incluso las conducciones sindicales más permeables a los intereses patronales realizaran algunas acciones de lucha en medio de duras negociaciones. Fue así también en el caso del SMATA. Pero todos los convenios del período continuaron extendiendo las condiciones de flexibilización a la par que pactaban aumentos salariales, apuntando a homogeneizar las condiciones de trabajo en el sentido más favorable al capital. Mercedes Benz, Volkswagen y Ford, avanzaron desde 2004 en acuerdos por empresa que habilitaron entre otras cosas la extensión de contratos a plazo hasta 2 años, pudiendo afectar bajo esta modalidad a casi la mitad de la planta, la aplicación de la reducción de la jornada mediante banco de horas, se habilitaron suspensiones, etc. Lo curioso fue la recurrente apelación a la crisis como justificativo para la extender la flexibilización, a pesar de la reactivación en marcha desde 2003. De esta forma, al mismo tiempo que la conducción del SMATA hacía gala de los logros en el plano salarial, las cláusulas referentes a las condiciones laborales y de contratación compensaban ampliamente a las empresas las concesiones realizadas en el plano remunerativo.

2008/2009: la crisis como oportunidad Las condiciones de trabajo más flexibles y los ritmos más intensos tuvieron sus frutos. Entre 2001 y 2006, la producción de automóviles por »


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obrero creció un 35 %. Otra faceta de las nuevas cláusulas se puso de manifiesto con la crisis de 2008/09. Ante la crisis, las patronales de todo el complejo automotriz pudieron responder mucho más rápido que en la crisis previa, en descargar los costos sobre los trabajadores. Suspensiones, “desvinculaciones” de contratados, recorte de turnos; toda una batería de medidas que durante el período 1998 y 2002 no se habían podido aplicar al conjunto de los trabajadores, con la extensión de los CCT por empresa ahora afectaron rápidamente al conjunto. Gracias a estas posibilidades, la crisis se transformó en una oportunidad de ajuste. Para esto fue clave la flexibilidad en el uso y consumo de la fuerza de trabajo, uno de los pilares del rápido crecimiento de la producción. Pero, como afirma Sebastián Guevara, no se trató sólo de la flexibilidad conseguida durante los ‘90 y la crisis de 1999-2003, sino que, del mismo modo que entonces, el capital hizo uso de la crisis 2008-2009 para profundizar más aún su avance flexibilizador5.

En junio de 2009, el SMATA firmó con Ford el acuerdo (registrado con el número 1096/09) que implementó el banco de horas para el período julio diciembre, que acumularía “las horas débito generadas en el período julio-diciembre 2009, hasta un máximo de 14 días de inactividad (112 hs.)”, a compensar dentro de los 12 meses. A cambio, la empresa comprometía la garantía de estabilidad laboral. En agosto de 2009 Mercedes Benz firma con el SMATA el acuerdo 1352/2009. En éste se acuerda un aumento salarial de 15 % retroactivo a partir de julio, más un 5 % no remunerativo desde diciembre, pero al mismo tiempo las partes establecen que 443 trabajadores son “excedentes” y este grupo “se incorporará a un esquema de suspensión por falta de trabajo de carácter fijo”. Para los suspendidos se establece el cobro de un subsidio (por tanto no remunerativo) equivalente al 80 % del salario ($2.800). Simultáneamente la empresa abre un plan de retiros voluntarios para los trabajadores suspendidos, al cual adhieren 197 trabajadores, sobre un total de 443 que la empresa había declarado “excedentes”6. A fines de 2009 se produce una novedad aún más peculiar. En diciembre, Mercedes Benz, el SMATA y Volkswagen firmaron el “Acuerdo tripartito de empleabilidad” (1215-2010). Éste establecía la posibilidad de que trabajadores contratados por Mercedes Benz fueran traspasados a la planta de Volkswagen, por un plazo máximo de 8 meses, para la ejecución de tareas en el área de Reparación

Final. Originalmente se incorporaron 40 trabajadores experimentados en estas tareas, en enero de 2010, y se agregaron otros 31 en el mes de marzo (disposición 335/2010, registro 865/2010). Este último acuerdo da un salto más en los márgenes que da a las empresas para hacer “pases”: el personal de Mercedes Benz comprendido en el acuerdo puede pasar ya no a trabajar para VW, sino incorporarse como tercerizado por alguno de los proveedores de ésta, que en los marcos de este convenio introduce el sistema de just in time para la provisión de piezas en la línea. En 2010 y 2011 se siguieron firmando acuerdos que remitían a la crisis del sector, cuando en realidad este había retomado la senda de crecimiento y batía récords. Mercedes Benz pactó la contratación de 800 trabajadores con contrato por tiempo determinado, por período de 2 meses, renovable por otros 2 (acuerdo 749/2010, homologado por la disposición 262/2010). Estos se incorporan con la “categoría de inicio”, con un salario que se ubicaba un 15 % por debajo de la categoría básica. En agosto de 2010 Volkswagen firma el acuerdo 534/2011 (homologado por disposición 341/2011) a través del cual queda habilitada para incorporar hasta 200 trabajadores temporarios y tercerizados, por el plazo de un 1 año. A estas ventajas logradas en las condiciones de contratación y de asignación de la fuerza de trabajo, se sumó para las patronales un freno en el aumento de los costos salariales que venían afrontando en los años previos. En 2009 el salario real retrocedió un 2 % (se pactaron aumentos salariales por debajo de la inflación). En 2010 el acuerdo salarial fue por un aumento del 25 % mientras que la inflación medida por el IPC-9 provincias7 fue en dicho año del 26,1 %. Esto da la pauta de un año donde el salario tampoco creció. Si cruzamos esto con los aumentos de productividad, el costo salarial por unidad de producto registró una caída considerable. La producción automotriz en la Argentina creció, después de la crisis, un 20 % respecto de 2008, año récord anterior, mientras que el costos salarial “se mantuvo estancado (en términos reales) y las condiciones en las que se utilizó esa fuerza de trabajo se flexibilizó más aún, facilitando así la intensificación mayor de su consumo”8.

Echar a la izquierda y el activismo, cuestión de “Estado” Si en los años más prósperos de la última década esta burocracia se mostró como “agente” para lograr mejoras salariales, aún entonces estas estuvieron supeditadas a la profundización de la precariedad en las condiciones laborales.

Y, en las crisis, su rol como defensor de los requerimientos de la patronal se mostró descarnadamente, avalando suspensiones y despidos. Al igual que estamos viendo en estos días en los casos de Lear y Gestamp, aquellos delegados que no se avinieron a los dictados de la patronal y la conducción del sindicato, como fue el caso de Hernán Puddu en Iveco Córdoba (2009), fueron atacados por todas las vías hasta sacarlos de las fábricas. Nos hemos ceñido a las últimas 2 décadas, pero toda la trayectoria de la burocracia del SMATA abunda en ejemplos de una feroz defensa de sus intereses de casta, mostrándose como el garante de los requerimientos del capital para la explotación de la fuerza de trabajo en el sector automotriz para a cambio asegurarse las jugosas contribuciones que reciben de las empresas y de los fondos públicos9. El “orgullo de ser mecánicos” (viejo lema del gremio), parece centrarse para la conducción del gremio en ser la expresión más acabada de los sectores de la burocracia que batallan por preservar los lineamientos noventistas en la organización del movimiento obrero, que tantos frutos han rendido a los capitalistas, así como a sus propios bolsillos. Blog del autor: puntoddesequilibrio.blogspot. com.ar.

1. Daniela Mirna Rúfolo, “La nueva situación industrial: luces y sombras en una etapa de crisis. La flexibilidad laboral, respuesta y posicionamiento del actor sindical. El caso de SMATA”, Estudios del trabajo 20, ASSET, segundo semestre de 2000. 2. Ídem. 3. Jorge Motta, et.al., “Articulación y desarrollo de competencias en la trama automotriz argentina”, en Marcelo Delfini et. al., Innovación y empleo en tramas productivas de Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2007. 4. Sebastián Guevara, “Reactivación de la movilización obrera en la industria terminal automotriz (2004-2011). Recuperación parcial del salario con persistencia en la flexibilización laboral”, Trabajo y sociedad 19, invierno de 2012. 5. Ídem. 6. Guevara, ob. cit. 7. Que surge de calcular un promedio ponderado de los índices de 9 provincias: Chubut (Rawson-Trelew), Jujuy, La Pampa (Santa Rosa), Misiones (Posadas), Neuquén, Salta, San Luis, Santa Fe y Tierra del Fuego (Ushuaia). 8. Ídem. 9. Esta trayectoria está trazada en Lucho Aguilar, “Buenos muchachos”, edición digital de La verdad obrera, 5/6/2014.


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despertar obrero en los INGENIOS El sector azucarero argentino no ha sido en ningún modo ajeno a la penetración del agrobussiness, vinculado a capital multinacional, al calor de la cual los grandes ingenios se han transformado. Las antiguas condiciones de trabajo, de por sí duras, empeoran bajo la presión del impulso por aumentar la productividad para mejorar las ganancias. Es en este contexto que se producen los procesos de lucha que acá analizamos. Emiliano Trodler FCE, UBA.

Desde el año 2008 la clase obrera azucarera del NOA atraviesa un proceso de recomposición subjetiva muy profundo. Si bien el motor del mismo son las reivindicaciones salariales y por mejoras en las condiciones de trabajo, estas duras luchas en algunos casos se transforman en verdaderas batallas campales contra las fuerzas represivas, donde tiende a establecerse desde abajo la unidad entre los trabajadores del campo y la industria y con la población que rodea los ingenios. No se trata simplemente de un proceso motorizado por demandas salariales, sino sobre todo de un extendido fenómeno antiburocrático. Las bases hacen una rápida experiencia con las distintas conducciones de los gremios, y las viejas burocracias traidoras son reemplazadas por dirigentes más combativos, ex delegados disidentes o activistas, que suelen acudir a asambleas masivas para votar medidas de lucha y destituir a dirigentes traidores. El recambio en las direcciones tradicionales se dará en prácticamente todos los ingenios de

Ilustración: Anahí Rivera

Salta y Jujuy, y es parte de un fenómeno antiburocrático más general en la región, como lo expresan los “autoconvocados” de la Salud y la Educación en Tucumán y Salta. En el caso de los ingenios se trata un quiebre histórico en la subjetividad obrera desde la última dictadura, que empieza a poner nuevamente en el centro de la escena al proletariado azucarero del NOA. A continuación intentaremos hacer un racconto de las principales luchas en los ingenios durante este período1.

2008/9: sismo en los ingenios de Salta En marzo de 2008 los trabajadores del Tabacal rechazan un acta firmada por la burocracia que establecía la reducción de los premios, y exigen la inmediata reincorporación de 12 despedidos. En el pueblo se empieza a rumorear que la introducción de nuevas máquinas podría generar 400 despidos, lo que va a dar lugar a piquetes en la ruta que reúnen más de 1.000 personas. La lucha va a ser encabezada por 6 delegados

disidentes de la Comisión Directiva del Sindicato de Trabajadores del Azúcar (STA) de El Tabacal. Desde la conducción del sindicato denuncian la “inacción” de la justicia y llama a la policía a reprimir. Vencido el plazo de una conciliación obligatoria, en septiembre se reanuda la lucha. Los obreros toman el ingenio junto a las familias obreras, con apoyo del pueblo de Yrigoyen. Luego de 15 días se levanta el conflicto sin lograr la reincorporación de los despedidos, pero ese año se va a dar un recambio en la conducción del sindicato que pasará a manos de Martín Olivera y Claudio Colque (quienes continúan al frente del gremio). En marzo de 2009 los trabajadores citrícolas de El Tabacal cortan la ruta de acceso a Orán ante la amenaza de 500 despidos. Para el mes de julio vuelven al paro por aumento salarial. Días después los trabajadores del Ingenio San Isidro van a realizar un paro de brazos caídos, con lo cual la industria azucarera va a quedar »


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MOVIMIENTO OBRERO

paralizada en la provincia. Además de la cuestión salarial van a reclamar la provisión de agua potable en la zona del campo y contra el maltrato físico y verbal del personal jerárquico. El paro va a contar con un acatamiento del 100 % y a unir a trabajadores del ingenio y de las fincas por el reclamo del pase a planta permanente para estos últimos. La patronal va a solicitar el desafuero de la Comisión Directiva y enviará carta documento a los trabajadores en huelga sin lograr amedrentarlos. A los diez días se levanta la huelga en el Ingenio San Isidro luego de firmada la conciliación obligatoria. Los trabajadores de El Tabacal siguen con la medida de fuerza. Van a ser 45 días de paro. Ese año la patronal va a levantar la zafra antes de lo previsto.

2010/11: el Bloque Azucarero Regional entra en escena La llegada del grupo Roggio al Ingenio La Esperanza en 2010 culmina un largo período de administración judicial que siguió a una breve experiencia de control obrero (2000)2. Llegan con un plan de flexibilización laboral muy agresivo. En una asamblea los trabajadores van a discutir las condiciones para el ingreso del grupo empresario: no a los despidos, veedor obrero, estiba, replantación de 1.000 ha de caña, y bonificación para el inicio de zafra. Este será el primer año en la conducción del gremio a cargo de Bonilla, quien rápidamente irá mostrándose como un perfecto continuador de la línea de Carlos Farfán (Secretario General del SOEAILE hasta 2010, cuando asumen Santiago Bonilla y José Castrillo, Secretario General y Adjunto respectivamente) y con quien los obreros ajustarán cuentas rápidamente. Para el año 2011 en el Ingenio La Esperanza los zafreros comenzarán a organizarse eligiendo a sus propios representantes y realizando cortes de ruta y en la puerta del ingenio por el pase a planta permanente. La nueva conducción del sindicato pedirá el desalojo de los obreros y armará un grupo de choque con delegados afines a la burocracia y jóvenes obreros que enfrentarán a los “cuartas” (o “ayudas”, como se conoce a los jóvenes zafreros contratados) con piedras y palos a cambio de la promesa de asensos. Los “cuartas” no dan el brazo a torcer y logran arrancar el compromiso del pase a planta de los zafreros. Para el mes de julio y por primera vez los sindicatos de Ledesma, El Tabacal, La Esperanza, La Mendieta y Río Grande, anuncian en forma conjunta el rechazo al acuerdo firmado por la FOTIA. Luego de un paro conjunto en los ingenios de Salta y Jujuy se logra aumentos por encima del logrado por la FOTIA. En El Tabacal se dará una oleada de 200 nuevas afiliaciones al sindicato. En Ledesma la bronca de los trabajadores se hará sentir en las elecciones al SOEAIL que va a desplazar a la burocracia para dar un contundente triunfo a la Lista Gris encabezada por Rafael Vargas junto a numerosos activistas y ex delegados. Dos semanas después, en una asamblea masiva se votará el primer paro en más de veinte años, por un aumento del 40 %, contra la

“ ...la solidaridad popular se va a hacer sentir inmediatamente y cerca de 3.000 personas garantizarán el piquete sobre la ruta.

Ley de trabajo agrario, por el pase a planta de los tercerizados, y por categorías. Éste contó con un 90 % de adhesión en el Ingenio y un inédito 100 % de adhesión en el campo. Los trabajadores de la cosecha y el empaque de limón se plegarán al paro de manera activa, movilizando a 600 cosecheros hasta las oficinas de la empresa. Ese año también se dará otra importante lucha por tierra y vivienda en terrenos de la empresa, cuya brutal represión va a terminar con 3 muertos y va a desatar una ola de ocupaciones de tierra en Jujuy. El SOEAIL se mantendrá al margen.

2012: la Batalla de El Tabacal y la recuperación del SOEAILE Para el 1 de junio, los ingenios Ledesma, La Mendieta y el Tabacal, anuncian un paro conjunto de 24 horas en repudio al acuerdo FOTIA. El Sindicato del Ingenio La Mendieta anuncia que el paro es total en la industria y en el campo. Entre los reclamos, además del salarial, van a exigir el pase a planta permanente de un cupo mínimo, la eliminación del cuarto turno, y el aumento en la cantidad de puestos en la cosecha. En El Tabacal, Martín Olivera y Claudio Colque vuelven a ganar las elecciones. La CTA festejaba el resultado llamando a defender un “sindicalismo autónomo de los patrones, los gobiernos, y los partidos”. Para el mes de agosto, en medio de una conciliación obligatoria y casi culminando las negociaciones salariales, la empresa manda 60 telegramas de despido. Inmediatamente los trabajadores vuelven al paro con un piquete en la ruta que va a cerrar el paso a Orán durante varios días. La intendencia y la patronal van a intentar organizar a camioneros de las contratistas y vecinos “autoconvocados” como fuerza de choque, pero no lograrán reunir a más de 30 personas. Ante semejante fracaso, el gobierno provincial va a ordenar una violenta represión. Esta represión se va a convertir en una verdadera “batalla campal” que durará 4 horas. A bordo de tractores escoltados, los obreros arremeten a piedrazos contra el primer cordón policial que va a responder con balas de plomo. Por momentos los trabajadores van a obligar a la policía a replegarse. La batalla se traslada al barrio que rodea al ingenio, donde la policía comenzará una violenta cacería casa por casa. En ese momento, la solidaridad popular se va a hacer sentir

inmediatamente y cerca de 3.000 personas garantizarán el piquete sobre la ruta. La batalla va a terminar en un gran triunfo con la reincorporación de los 57 despedidos y el aumento del básico por encima del acuerdo FOTIA. En el Ingenio La Esperanza, una asamblea de 700 obreros va a expulsar al Secretario Gremial, a sus asesores legales de la CTA, y delegados afines, por haber firmado a espaldas de la asamblea y de la directiva la prórroga del arrendamiento que el gobierno provincial le concede al grupo Roggio. En el mes de abril, a partir de la cesantía de 80 trabajadores, se va a desatar una huelga de 16 días que va a unificar a los trabajadores de fábrica, transporte, y del campo, con un pliego único de reivindicaciones por el pase a planta permanente, contra las tercerizadas y contratistas, exigiendo nuevos puestos para los desocupados, y el desprocesamiento de los trabajadores con causas penales. Se va a formar también una Comisión de Mujeres y familiares que jugarán un destacado rol durante la huelga. La burocracia va a aceptar la conciliación obligatoria y va a levantar la huelga aceptando la intervención del SOEAILE por parte del Ministerio de Trabajo. Finalmente Castrillo va a renunciar y se convoca a elecciones anticipadas para el mes de septiembre. En una elección con 4 listas y altísima participación, va a ganar la lista Verde de Ortíz que va a ser acompañada por una amplia militancia de base. En el Ingenio San Juan (Tucumán) un grupo de trabajadores se organiza en la “Lista Joven” para presentar oposición a un sindicato completamente propatronal. Un escandaloso fraude desatará la indignación de los trabajadores que van a realizar varios cortes de calle frente al ingenio, la FOTIA, y la Secretaría de Trabajo. Se va a dar una incipiente unidad con la Comisión de Mujeres “sin techo” del asentamiento que está pegado al Ingenio, que van apoyar esta lucha por ser víctimas constantes de las amenazas de desalojo. Poco tiempo después llegarán los despidos para Diego Llanos y Gustavo Zárate, principales referentes de la lista. Este último, hijo de un obrero desaparecido del mismo Ingenio San Juan durante la dictadura. A pesar de un dictamen de la Secretaría de Trabajo que da por nula la toma de posesión del nuevo mandato, la FOTIA seguirá manteniéndose al margen.


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2013/4: los zafreros toman la posta Los trabajadores del Ingenio San Isidro van a ir a un paro de 48 horas por aumento salarial. En represalia la patronal va a despedir a Mario Cuenca, un activista. Los trabajadores van a responder con un paro. Se logra la reincorporación, además la eliminación del cuarto turno. En una Asamblea Extraordinaria se decide revocar a la totalidad de la Comisión Directiva del ingenio, hasta ese momento bajo la dirección de Julio Canchi que era parte del Bloque Azucarero, y que había pactado con la empresa la implementación del cuarto turno. Cuenca se va a presentar sacando el 66 % de los votos. En 2014 los trabajadores del Ingenio San Isidro protagonizarán una huelga muy dura en defensa de los zafreros despedidos, unificando las reivindicaciones del ingenio y la cosecha contra las tercerizaciones. En el Ingenio La Esperanza serán los zafreros quienes protagonizarán un corte en la ruta 34, exigiendo el fichaje inmediato en el ILE. Sin embargo, la dirección del gremio se mostrará hostil llamando a que intervenga la justicia. Luego va a moderar su posición ante la presión de los trabajadores del campo. Ese año se vence el plazo de arrendamiento al grupo Roggio. Finalmente se conformará una UTE entre el grupo INSUD, CARTELLONE, y MSU, que pondrá en funcionamiento el ingenio luego del acto de “reapertura” del ILE con la presencia de CFK. Pasado el humo de la campaña electoral, el 2014 arranca con un nuevo ataque patronal que va a anunciar a través del Ministerio de Agricultura y la “Comisión de seguimiento ad hoc”, el retiro de 400 trabajadores con jubilaciones anticipadas. La respuesta de los trabajadores es inmediata y van un corte de ruta y movilización que va a forzar la conciliación obligatoria y la vuelta atrás con los despidos encubiertos. Este año el SOEAILE no va a participar del Bloque Azucarero en la mesa paritaria, denunciando por “traidor” al asesor legal de la CTA. En El Tabacal los máximos referentes del sindicato van a dar un paso en falso durante las elecciones nacionales presentándose para concejales en la lista encabezada por el urtubeísta Lara Gros (hijo del intendente de Oran, ex apoderado legal del Ingenio Tabacal), y generando gran descontento entre los trabajadores. En Ledesma una asamblea masiva con mil obreros se va a votar un paro de 48 horas contra

el acuerdo de la FOTIA. El paro se iniciará con 700 trabajadores del turno de la mañana que paralizarán las secciones de destilería, logística, fraccionado y crudo, trapiche y del campo. Los zafreros llegan al piquete a unirse a los trabajadores del ingenio. Se vota unánimemente cortar los caminos internos, por donde circula la caña que alimenta al ingenio, y unos 400 obreros encabezados por los zafreros trasladan el piquete al portón de la planta de gas. La empresa intentará organizar una fuerza de choque contra los obreros convocando a un “abrazo solidario en defensa de la fuente de trabajo” contra el piquete obrero y en defensa del empresario genocida Blaquier, quien queda procesado por su colaboración durante la dictadura. Para organizar esta movilización contará con el apoyo del aparato de punteros del PJ, que van a movilizar a unas 2.500 personas. El paro va a terminar en un triunfo parcial. Inmediatamente después la empresa enviará 400 cartas documentos de apercibimiento a delegados y activistas de la huelga. En diciembre la patronal intentará un golpe contra el sindicato organizando a la fracción de la Comisión Directiva del SOEAIL que maneja la Obra Social, para intentar armar una asamblea trucha y destituir a Rafael Vargas del sindicato. Una semana después una asamblea masiva con 800 trabajadores vota la suspensión por 45 días y finalmente la expulsión de los burócratas. En 2014 los zafreros de la Finca El Talar se pondrán en pie de lucha contra el cesanteo de 600 trabajadores de la cosecha con cortes y movilizaciones. Mientras en el Ingenio San Juan hay rumores de un posible cierre del Ingenio y la FOTIA anuncia la intervención del sindicato.

Límites históricos del sindicalismo azucarero Si esta acumulación de experiencias que incluyen asambleas masivas, destitución de traidores, paros, toma de ingenios, piquetes, comisiones de mujeres y solidaridad popular, constituyen un enorme paso adelante en la consciencia de los trabajadores, el sindicalismo corporativo de las nuevas direcciones es, al mismo tiempo, un freno para que esta se desarrolle. La Federación Azucarera Regional, de hecho, es concebida solo como una mesa directiva de sindicatos azucareros que exigen ser reconocidos como “unidad de negociación” frente al Ministerio de Trabajo. Pero hasta ahora no han organizado un verdadero

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plan de lucha regional que haga sentir el peso de la clase obrera azucarera del NOA. Por el contrario, tienden a adaptarse a la separación legal que impone la negociación paritaria y a no intervenir en luchas que no sean estrictamente salariales. En algunos casos han iniciado un peligroso proceso de integración a centrales sindicales burocráticas o como aliados en listas de partidos patronales. De la reivindicación de un “sindicalismo autónomo de los patrones, los gobiernos, y los partidos” (CTA), un sector de la Comisión Directiva de sindicato de El Tabacal pasó a integrar las listas de Urtubey; Rafael Vargas, Secretario General del SOEAIL, acaba de asumir como Secretario Adjunto de la CTA-Jujuy en las listas de Pablo Michelli (de reconocidos vínculos con el FAP); en el Ingenio La Esperanza, la Directiva, bajo la conducción de Ortíz, viene en una línea cada vez más moderada en línea con los planes de “normalización” del kirchnerismo para el Ingenio, dejando pasar el despido de los “cuartas” e inmóvil frente el ataque del gobierno los trabajadores del trapiche. Este rumbo hacia la integración llevó a que los dos ingenios se mantuvieran al margen del paro nacional del 10A. Es que no hay “independencia de clase” posible si no es en la perspectiva de convertir a los sindicatos en posiciones para la lucha del proletariado contra las patronales y el Estado burgués, en alianza con el pueblo pobre. Ante los inicios de una nueva crisis económica en Argentina el sindicalismo mostrará sus límites históricos. La clase obrera azucarera del NOA tiene una vasta tradición combativa y un enorme potencial como sujeto político que hay que recuperar. Esta es la hipótesis que abre el profundo proceso de recomposición de fuerzas en los ingenios del NOA.

1. Este artículo es un resumen del capítulo 2 de La industria azucarera argentina y la lucha de clases en los ingenios del NOA, folleto de marzo de 2014. El folleto se puede leer completo en puntodedesequilibrio.blogspot.com. 2. Para un balance sobre la experiencia del control obrero en ILE y las posiciones de la izquierda referidas al programa de estatización del ingenio, ver versión completa.


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Ilustración: Romina Vermelha

Israel y la lógica colonial

Gaza. Postales de (otra) masacre impune Claudia Cinatti Staff de la revista Estrategia Internacional.

A principios de julio Israel lanzó la operación “Margen Protector”, la cuarta ofensiva militar en la Franja de Gaza desde que se retirara de manera unilateral en 20051, conservando el control del perímetro externo, el espacio aéreo y costero, además de la economía y los recursos, lo que le permitió fácilmente establecer el bloqueo por aire, mar y tierra que mantiene desde 2007. Las imágenes de muerte y destrucción circulan a la velocidad de la red. Multitudes de hombres y mujeres palestinos llorando de dolor y bronca entierran a sus familiares, entre ellos niños con sus cuerpos destrozados rescatados de los escombros, aprovechando las escasas horas de alguna incierta “tregua humanitaria” que conceden los agresores. Un gran cráter del que asoman hierros retorcidos, todavía humeantes, da la pauta que había allí, unos segundos atrás, un edificio, que pudo ser un hospital, una escuela de las Naciones Unidas de las que sirve de refugio a algunos de los casi 200.000 palestinos desplazados, o una vivienda colectiva donde malviven familias

enteras en uno de los rincones del planeta con mayor densidad poblacional. A pesar de las evidencias, la ONU, en representación de la “comunidad internacional” sigue dudando de que Israel haya cometido algún crimen de guerra en su invasión a Gaza, pero tiene una certeza: que el problema es la violencia de Hamas, como expresión de la resistencia palestina, y exige, junto con los jefes de las potencias imperialistas, el “desarme de Gaza”. Estados Unidos se mantiene firme junto a Israel, enarbolando el “derecho a la autodefensa” de su aliado estratégico, al igual que la Unión Europea. La hipocresía es indignante: por mucho menos, estas potencias castigarían con sanciones económicas o, incluso, estarían amenazando con bombardear, si el agresor en cuestión se tratara de algún enemigo (¿Rusia y el conflicto de Ucrania?). Las grandes corporaciones mediáticas no dejan de repetir que se trata de una “guerra” desencadenada por la amenaza que representaría Hamas para la seguridad de los israelíes. Esperan

que, de tanto insistir, puedan transformar a Goliat en David, es decir, que el Estado de Israel, que cuenta con el armamento que generosamente le proveen Estados Unidos y la UE y mantiene bajo su control militar los territorios usurpados a los palestinos, aparezca como una víctima del “terrorismo”, que se ve obligada a asesinar niños y a bombardear mercados atestados de gente en su propia defensa. Pero no lo consiguen. El desprestigio internacional del Estado de Israel se agiganta con cada bomba y cada niño palestino muerto. Decenas, quizás centenares de miles de voces en todo el mundo, entre ellos organizaciones, intelectuales y personalidades de origen judío2, dicen que esto no es una guerra, sino una más en la larga lista de acciones de castigo colectivo –como los bombardeos, el sitio que ahoga a la franja de Gaza desde 2007, los puestos de control, las demoliciones de viviendas, las ejecuciones sumarias–. En verdad quienes gobiernan Israel no han descubierto nada nuevo. Este es un método clásico de terrorismo de Estado, que aplicaron


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todos los ocupantes que mantienen a otros pueblos sometidos a una situación colonial, como hacía Francia en Argelia, o los blancos en Sudáfrica. Quienes se defienden y resisten legítimamente son los ocupados, el pueblo palestino, que con armamento muy inferior en Gaza –y más a menudo con piedras y hondas en Cisjordania–, enfrentan a los ocupantes3. Eso explica la enorme disparidad en las bajas de uno y otro lado. Con una gran precisión, Ilan Pappé, el historiador israelí exiliado en Londres, llama “genocidio gradual”4 (o progresivo, según la traducción que se prefiera) a la política del estado sionista hacia Gaza. Es decir, una suerte de “exterminio en cuotas” que se viene ejecutando desde hace décadas.

Primavera y restauración La operación “Margen Protector” solo se puede comprender como parte de un contexto regional que ha tomado un curso reaccionario. Si hace dos o tres años atrás era la lucha de masas lo que le daba el tono a la situación, hoy son las fuerzas de la reacción –Estados Unidos, Arabia Saudita, el régimen egipcio, el estado de Israel– las que llevan la voz cantante. La entrada del régimen iraní en una política de diálogo con Estados Unidos se agrega al cuadro general. Siguiendo la analogía con la “primavera de los pueblos” de 1848, que le dio el nombre a estos procesos del mundo árabe, podemos decir que se ha abierto un período de “restauración” de los viejos regímenes. La esperanza de la “primavera árabe”, esa movilización popular imponente que estalló en el

norte de África a fines de 2010 y que arrasó con varias dictaduras proimperialistas y proisraelíes, se ha desvanecido, ya sea por la represión o por la degeneración de los procesos en guerras civiles reaccionarias basadas en líneas étnicas y religiosas, auspiciadas por potencias imperialistas y regionales. Sin pretender hacer un balance acabado, es suficiente con señalar que la intervención de la OTAN en Libia, la guerra civil en Siria, el golpe de Estado en Egipto en junio de 2013, se han ido enlazando en una cadena de acontecimientos que terminaron cerrando la primera etapa de este proceso revolucionario con una derrota. La primavera árabe ha confirmado una vez más que no hay posibilidades de una revolución democrática, antidictatorial y policlasista triunfante, como plantearon algunas corrientes de izquierda5, sino que la resolución de las demandas democráticas, entre las que se cuentan no solo libertades formales, sino la autodeterminación nacional, está íntimamente ligada a la lucha por el poder obrero, contra la burguesía y su estado y contra el imperialismo. O la clase obrera y sus aliados avanzan en esa lucha o, inevitablemente, triunfarán las fuerzas de la contrarrevolución. El ejemplo más dramático de esta dinámica es Egipto, donde el gobierno de la Hermandad Musulmana encabezado por Morsi, fue cuestionado “por izquierda” por la movilización popular y derrocado por derecha por un golpe de Estado en junio de 2013, que contó con el apoyo inmediato de Estados Unidos y Arabia Saudita. Este acontecimiento abrió la puerta a una política de contrarrevolución abierta para restaurar el “Ancien Régime” de Mubarak y los

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militares que culminó con la instalación en el poder de Al-Sisi. Esto no quiere decir que por debajo de la superficie no sigan burbujeando las contradicciones que llevaron al estallido de la primavera árabe y que hacen que la región aun sea una olla a presión. La persistencia de la resistencia palestina es una muestra de esto. Pero el futuro dirá si las fuerzas de los trabajadores, el movimiento estudiantil, los jóvenes de los sectores populares, se han agotado o, por el contrario, podrán superar esta derrota. En lo inmediato, esta situación tiene profundas consecuencias para el pueblo palestino, que sufre y resiste este brutal ataque militar israelí ante la mirada indiferente de los gobiernos árabes, e incluso de Irán, que tratan de evitar que la sola posibilidad de una “tercera intifada” encienda nuevamente la mecha de la movilización popular.

Los dilemas del Estado sionista Liquidado el proceso de Oslo, queda claro que la estrategia del sionismo en todas sus variantes político-partidarias nunca fue aceptar la famosa solución de “dos Estados”, más allá de haber aceptado discursivamente esta fórmula por un período excepcional, sino avanzar de manera pragmática pero sostenida en el mismo objetivo que se mantiene intacto desde la fundación del Estado sionista: ocupar la mayor parte del territorio de la Palestina histórica con la menor cantidad posible de población árabe, garantizando de este modo el “carácter judío” del Estado, lo que lleva implícito el sello de la limpieza étnica6. Si en los territorios palestinos la consecución de este objetivo conduce lógicamente a expulsión de la población local (o su “transferencia” »


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“ ...quienes gobiernan Israel no han descubierto nada nuevo. Este es un método clásico de terrorismo de Estado.

a Jordania y otros países de la región), al interior del estado de Israel lleva a tratar como ciudadanos de segunda a la minoría árabe7, que compone aproximadamente el 20 % de la población, y a negar rotundamente el derecho al retorno de los refugiados palestinos, condenados a vivir en la diáspora en campamentos en Jordania, Siria o Líbano. Esta política ha llevado a configurar una situación similar al Apartheid sudafricano en los territorios palestinos, haciendo inviable cualquier posibilidad de algo que se asemeje a un Estado. Desde 2007 la estrategia israelí para lidiar con el problema palestino fue la división no solo territorial sino también política entre Gaza, gobernada por Hamas y considerada una “entidad enemiga”, y Cisjordania controlada por la Autoridad Nacional Palestina que bajo la dirección de M. Abbas ha dado un salto en su colaboracionismo con el Estado sionista y Estados Unidos, cumpliendo el rol de policía interno de la resistencia palestina. Esquemáticamente la política de Israel es de ahogo y hostigamiento militar en Gaza, mientras que en Cisjordania permite que florezcan los negocios de una burguesía ligada a la ANP8, mientras se extiende la construcción de colonias y se avanza hacia la anexión completa de Jerusalén. La debilidad de Hamas, producto de su aislamiento internacional9 y el bloqueo de Gaza y la enorme impopularidad de Abbas y la ANP, empujaron a las dos fracciones a conformar una suerte de gobierno de reconciliación, que si bien en los hechos nunca se concretó, fue suficiente para acelerar el ataque de Israel. Indudablemente, esto responde a un importante giro a la derecha tanto de la superestructura política como de la sociedad, donde los sectores críticos honestamente pacifistas han quedado reducidos a una minoría. El Partido Laborista, identificado en el imaginario popular con una política de mayor negociación por haber firmado los Acuerdos de Oslo,

aunque es tan guerrerista como sus socios-rivales de la derecha, se ha vuelto prácticamente insignificante. El actual primer ministro Benjamin Netanyahu, del ala derecha del partido Likud (lo que ya es mucho decir) ahora es considerado un “moderado” porque su política no es “resolver” el conflicto, sino mantenerlo bajo control e ir desgastando la resistencia palestina. El ala derecha (y mayoritaria) de su coalición de gobierno, en la que milita el colono A. Lieberman y sectores de la derecha religiosa, junto con el presidente del Estado, plantean abiertamente una suerte de “solución final” del conflicto. Mientras que la primera línea tiende a perpetuar las acciones militares que dañan y asesinan pero no pueden destruir a los enemigos del estado israelí, la segunda es impracticable sin desatar una convulsión regional de alcance mundial. Los ataques militares recurrentes a la Franja de Gaza son el emergente de este dilema profundo que es inmanente a toda situación colonial. Esto hace que, como señalan varios analistas, Israel gane las batallas tácticas –debilitar la capacidad operativa de Hamas y destruir lo más posible su infraestructura–, pero esté derrotado en el plano estratégico, mientras que la victoria de Hamas, tomado como significante de la resistencia, está dada por el hecho de sobrevivir10.

El debate estratégico En el año 2003, el historiador británico T. Judt, de tradición liberal e identificado durante muchos años con el estado de Israel y el sionismo, provocaba un cimbronazo al reconocer públicamente que “la idea de un ‘estado judío’ –un estado en el cual los judíos y la religión judía tuviera privilegios de los cuales estaban excluidos para siempre los ciudadanos no judíos– está arraigada en otro tiempo y lugar. En síntesis, Israel es un anacronismo”11. Y más adelante, planteaba que “la verdadera alternativa que enfrenta el Medio Oriente en los próximos años será entre un Gran Israel producto de la limpieza étnica y un estado único, integrado y binacional de árabes y judíos,

israelíes y palestinos”12. Judt iba más allá al denunciar la manipulación de la memoria del Holocausto que hacían Israel y Estados Unidos para evitar toda crítica13, aunque consideraba que el liderazgo norteamericano era indispensable para alcanzar esta solución. Salvando las distancias, y su confianza en el rol de Estados Unidos, Judt llegaba en cierto sentido a la misma conclusión a la que habían arribado figuras de la izquierda nacionalista árabe, como Edward Said14, tras el fracaso de los Acuerdos de Oslo. En los últimos años, la deslegitimación del Estado de Israel y la exposición obscena de sus objetivos racistas han incrementado la polarización entre aquellos que adhieren a alguna de estas dos alternativas. Esto se expresa en un importante giro a la derecha de la sociedad israelí pero también en la proliferación de organizaciones, personalidades, intelectuales y activistas de origen judío que denuncian el carácter racista y colonial del Estado de Israel, y levantan como una solución al conflicto el establecimiento de un estado “binacional y democrático” que surgiría de desmontar el andamiaje legal del estado de Israel sostenido por leyes de Apartheid15. Es imposible no coincidir con quienes han llegado por otras vías a una conclusión fundamental: que la existencia del Estado de Israel es absolutamente incompatible con el derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino. Y que las tendencias fascistizantes que surgen en Israel son inherentes a su proyecto colonial, por lo que la alternativa a una nueva limpieza étnica y a la guerra permanente es desmantelar ese aparato estatal racista y colonialista y reemplazarlo por un estado palestino único, no racista, que respete los derechos nacionales de árabes y judíos. Pero ese resultado solo podrá obtenerse como subproducto de una lucha revolucionaria contra las clases dominantes locales y las potencias imperialistas a quienes sirven. No casualmente, fue el estado soviético revolucionario el único que concedió amplios


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derechos nacionales y culturales a los judíos y musulmanes16. En contraste con la barbarie capitalista que ejecutó el Holocausto y recrea permanentemente el racismo, en los primeros años de la Unión Soviética, como reseña E. Traverso, “el antisemitismo ya no era combatido como un problema específicamente judío sino como un problema más general, como un problema de Estado, ligado a la sobrevivencia misma de la revolución”17. Nuestra apuesta estratégica, entonces, es por una Palestina obrera y socialista, porque solo un estado que tenga como objetivo la liberación de toda explotación y opresión puede garantizar la convivencia pacífica y democrática entre árabes y judíos. 1. En agosto de 2005, durante el gobierno de Ariel Sharon, se puso en marcha el llamado “plan de desenganche” que consistía en el retiro de las bases militares israelíes y el desalojo de 21 asentamientos de colonos en Gaza y otros 4 pequeños en Cisjordania. Con esta medida Israel daba por concluida la ocupación que ya llevaba 38 años. Pero bajo la forma de una concesión, el contenido era “congelar el proceso de paz”, “evitar el establecimiento de un estado palestino” y legalizar las colonias existentes. (A. Shavit, “Gaza plan aims to freeze the peace process”, Haaretz, 6-10-2004). 2. Entre estas iniciativas se encuentran: el pronunciamiento de 100 Premios Nobel por el embargo de armas a Israel; la posición pública del músico Roger Waters, la campaña palestina-israelí Boicot, Sanciones, Desinversión (BDS por su sigla en inglés), el pronunciamiento de Independent Jewish Voices, para nombrar algunos. 3. Con respecto a Hamas, defendemos su resistencia frente al ataque israelí sin darle el más mínimo apoyo político a su estrategia reaccionaria de establecer un estado teocrático y opresor que deja intactas las relaciones de clase. 4. I. Pappé, Israel’s incremental genocide in the Gaza ghetto, The Electronic Intifada, 13-07-2014.

5. Una de las posiciones más escandalosas de la izquierda es la que sostuvo la LIT (Liga Internacional de los Trabajadores) y su sección brasileña, el PSTU. Esta corriente llegó al extremo de considerar justificada la represión de los militares golpistas contra la Hermandad Musulmana, en nombre de una supuesta “revolución democrática”. 6. Ilan Pappé expone de manera inapelable que este era el plan original de los fundadores del estado de Israel, conocido como Plan Dalet o Plan D. Ver La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica, 2011. En el mismo sentido, en 1948 A. Eisntein, H. Arendt y otros intelectuales de origen judío que adherían a la empresa sionista, denunciaban en una carta pública aparecida en New York Times que Menachem Begin y el partido Herut (Libertad) antecesor del Likud tenía métodos y una filosofía política similares a los del partido nazi y ponían como ejemplo el ataque a la aldea árabe Deir Yassin. New York Times, 4-12-1948. 7. Según el Centro Legal por los Derechos de la Minoría Árabe en Israel (Adalah), actualmente hay “más de 50 leyes discriminatorios contra los ciudadanos palestinos de Israel en todas las áreas de la vida, incluyendo sus derechos a la participación política, el acceso a la tierra, la educación, los recursos del presupuesto estatal y los procedimientos penales”. Por ejemplo, la ley de partidos políticos prohíbe aquellos que “niegan la existencia del estado de Israel como estado judío y democrático” o que “directa o indirectamente apoyen la lucha de un enemigo del estado o de una organización terrorista contra el estado de Israel”, www.adalah.org/eng. 8. T. Dana, “The Palestinian Capitalists That Have Gone Too Far”, Al-Shabaka, 14-04-2014. En esta interesante nota, el autor demuestra que además de la relación histórica entre la burguesía palestina y al OLP, se ha desarrollado un sector de “nuevos ricos” ligados a los dividendos de la colaboración con Israel y con Estados Unidos, favorecidos además por la política neoliberal de la Autoridad Palestina. 9. El levantamiento contra Al Assad rompió la alianza de Hamas con Siria, Irán y Hezbollah, ya que Hamas se ubicó en el campo opositor, junto con la

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Hermandad Musulmana. La caída del gobierno de Morsi en Egipto profundizó aún más el aislamiento de Hamas. Por razones geopolíticas propias, Qatar y Turquía actúan en cierto sentido como representantes de Hamas en las mesas de negociación pero se trata de regímenes profundamente pronorteamericanos, que en el caso de Turquía mantienen relaciones diplomáticas con Israel. 10. Ver por ejemplo, A. Roth, “How Hamas Won. Israel’s Tactical Success And Strategic Failure”, Foreign Affairs, 20-07-2014. 11. T. Judt, “Israel: The Alternative”, The New York Review of Books, vol. 50, Nro. 16, octubre de 2003. 12. Ídem. 13. Esta identificación de la crítica al estado de Israel con el antisemitismo todavía sigue siendo uno de los principales argumentos que esgrime el sionismo para evitar ser cuestionado. En nuestro país, el empresario mediático K Sergio Spolzski atacó en estos términos al periodista Pedro Brieger por haber denunciado el ataque israelí. 14. “El problema es que la autodeterminación palestina en un estado separado resulta impracticable, como lo es el principio de separación entre una población árabe y judía demográficamente mezcladas e irreversiblemente conectadas tanto en Israel como en los territorios ocupados. La cuestión, creo, no es cómo idear medios para seguir tratando de separarlas, sino ver si es posible que ambas convivan de una forma justa y pacífica.” E. Said, Crónicas palestinas. Árabes e israelíes ante un nuevo milenio. Barcelona, Grijalbo Mondadori, 2001, p. 211. 15. Ver por ejemplo el programa de One State Iniciative. 16. Ver por ejemplo el llamado del gobierno soviético del 24 de noviembre de 1917 “A todos los obreros musulmanes de Rusia y el Este”, citado por E.H. Carr. Historia de la Rusia Soviética. La revolución bolchevique (1917-1923) 1. Madrid, Alianza Editorial, 1973, p. 336. 17. E. Traverso, Los marxistas y la cuestión judía, Buenos Aires, Ediciones del Valle, 1996, p. 248.


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ECONOMÍA

Las tendencias de la economía internacional

ANALOGÍAS PARA UNA CRISIS HISTÓRICA

Ilustración: Natalia Rizzo

PAULA BACH Economista, Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx. Nada o casi nada permaneció igual a sí mismo luego de cada una de las tres crisis mundiales que trastocaron la anatomía del capitalismo. La larga crisis abierta en 1873 y la recuperación que le siguió, fueron el preludio de la Primera Guerra Mundial, la de 1929 anticipó la Segunda Guerra y la de la década del ‘70 culminó en la ofensiva neoliberal. La crisis actual que comenzó en 2008 con la caída de Lehman Brothers y que ya lleva seis años, parece ser antesala de cambios de magnitud similar. Si bien la historia no se repite y por tanto resulta absurdo pretender identificar una crisis con otra, existen necesariamente elementos que se recrean. Irrumpen

formas semejantes –algo hay aquí de la famosa repetición como farsa, si se admite la licencia– que consideradas atinadamente permiten, hasta cierto punto, reconstruir lo nuevo e intentar asir aspectos de su dinámica.

Una primera semejanza Las características del estallido de la crisis en septiembre de 2008 y los primeros nueve meses que le siguieron, daban cuenta de un fenómeno que hallaba semejanzas con la crisis de los años ‘30. Por ejemplo la velocidad y magnitud de las quiebras, de la caída de la bolsa, del contagio internacional, del estancamiento del comercio

mundial, se mostraban muy similares a aquellos de la crisis de la década del ‘30. Incluso la caída del comercio mundial y del mercado de valores resultó más profunda durante los primeros meses de la crisis actual. El fenómeno resultaba el más agudo desde los años ‘30. El PBI mundial arrojaba a fines de 2009 valores negativos, cuestión que no había sucedido ni siquiera durante la crisis de los años ‘70. Ahora bien, la burguesía aprende de la historia y la globalización aprieta… y allí es cuando la similitud comienza a desvanecerse. La intervención masiva y relativamente coordinada de los Estados, apelando a medidas monetarias y en menor grado fiscales, puso fin a aquella


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primera fase. Visto desde ahora, los parecidos con la crisis del ‘30 se desdibujaron a partir de ese momento, dando lugar al nuevo episodio de la crisis de la deuda. Un asunto novedoso –al menos en su amplitud, profundidad y sincronía– como cuestión acuciante para los Estados capitalistas centrales tomados de conjunto. La crisis de la deuda aparecía como corolario de las políticas destinadas a evitar una caída similar a la de la década del ‘30. Y efectivamente la habían evitado, aunque no sin costos. La crisis de la deuda mantuvo en vilo al mundo por bastante tiempo, incluso amenazó varias veces con hacer volar al euro por los aires. Pero una nueva intervención del Banco Central Europeo en 2012 la corrió del medio y la inestabilidad financiera pasó a un relativo segundo plano. La crisis entró en una tercera fase, que aún encerrando desigualdades entre los distintos países, se puede definir en su conjunto como un período de crecimiento mundial débil prolongado. En este nuevo paisaje, que no excluye eventuales estallidos financieros, destacan como principales líneas de falla la persistencia de la creación ilimitada de capital ficticio, la débil inversión, la continuidad crítica de las políticas monetarias norteamericanas, el “lugar” de Alemania en el mundo y los dilemas de la relación chino-norteamericana1.

Rasgos “victorianos” Hacia 1873 se producía la primera crisis económica mundial capitalista que involucraba tanto a Europa como a Estados Unidos, afectando a la vez a Medio Oriente y a América Latina. El factor desencadenante lo constituyeron estallidos financieros a ambos lados del Atlántico que ocasionaron múltiples quiebras bancarias y comerciales en gran cantidad de países. El colapso derivó en un período particularmente extenso –alrededor de 20 años– de estancamiento relativo con múltiples crisis y recesiones locales o de corta duración, caracterizado fundamentalmente por la deflación y la ausencia de una reestructuración del capital. Desde un punto de vista inmediato y si se quiere apelando a la forma que en particular adquirió la crisis actual, parecería en sus tendencias generales y como combinación de varios aspectos, guardar elementos que la asemejan a la crisis de 1873. En primer lugar la profundidad de las líneas de falla combinadas con la contención estatal, pronostican como mínimo una crisis de larga duración signada por tendencias deflacionarias y bajo crecimiento o estancamiento relativo. En segundo lugar como pudo observarse entre 2010 y 2012 y como amenaza la combinación de incentivos monetarios y baja inversión, el proceso actual no está exento de múltiples estallidos y recesiones locales. En tercer lugar, las políticas estatales de contención de la crisis evitaron, hasta ahora, una destrucción masiva de capitales. Pero más allá de estas semejanzas, el asunto también puede pensarse desde una óptica más amplia si se considera el conjunto del período histórico iniciado hacia el

fin del boom de la Segunda Posguerra. Dicho período incluye el ascenso revolucionario ‘68/‘81 y el estallido de la crisis del ‘70, el inicio de la contraofensiva neoliberal y su consolidación a partir de 1982, la caída del Muro de Berlín y el proceso de movilizaciones que se extendió hasta 1992, la restauración capitalista en los Estados obreros burocratizados, la recuperación económica mundial iniciada en los años ‘80 y finalmente la crisis actual. Este período presenta, como veremos, algunas similitudes con el lapso que va desde 1873 hasta 1914 y que incluye la crisis y el auge de la Belle Époque.

Capital excedente, población sobrante y Belle Époque Hacia fines de los años 1840 y como consecuencia del choque creciente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las fronteras nacionales, toma impulso el desarrollo bancario, de las bolsas y las finanzas así como de los flujos internacionales de capitales europeos, préstamos soberanos e inversiones directas2. Estos procesos de expansión mundial del capital y del crédito fueron moldeando el desarrollo de las finanzas internacionales. El colapso de 1873 fue en realidad la culminación de este proceso de expansión financiera y la resultante de la incorporación a la competencia mundial de poderosas naciones como Estados Unidos, Alemania y Japón que cuestionaron el reinado británico. La unificación alemana y la guerra franco-prusiana acabaron en la derrota de Francia. La indemnización de guerra, que se convertiría en una de las transferencias financieras más voluminosas del siglo XIX, desbancó a Francia como plaza financiera mundial y contribuyó a desestabilizar a los mercados en su conjunto. Contradictoriamente Inglaterra quedaba como plaza financiera mundial indiscutida al tiempo que comenzaba su decadencia económica. Desde el punto de vista de la relación de fuerzas entre las clases, la derrota de la Comuna de París daba lugar al surgimiento de un tipo de partido obrero socialista de masas, cuyo ejemplo por antonomasia es la Socialdemocracia alemana, que se adaptaría crecientemente al desarrollo imperialista del capital. La crisis inauguraba un período en el cual el capital excedente encontraba una vía de escape a través de las conquistas territoriales y la construcción de imperios de ultramar. La “población sobrante” que nutría las filas de desocupados, se diluía mediante las oleadas de migraciones masivas a Estados Unidos y a América. Las conquistas coloniales de las principales potencias capitalistas permitirían el desarrollo de un período reformista para los proletariados de esos países que no obstruyó sin embargo la existencia de niveles atroces de desigualdad. Se denomina Belle Époque al período de salida de la crisis que se desarrolló entre las últimas décadas del siglo XIX y 1914,

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que combinó un fuerte auge económico –desarrollo de la segunda revolución industrial– con un poderoso desarrollo financiero acompañado por el creciente ruido de sables que culminaría en el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tomado de conjunto, el período de la crisis y el auge de la Belle Époque, flanqueado por estallidos financieros como la crisis Baring en 1890 (que involucró a la Argentina) o los colapsos de 1893 y 1907 en Estados Unidos, constituyó la fase de auge del liberalismo económico a escala mundial, la primera etapa de globalización económica capitalista, período preparatorio de la transformación del capitalismo en imperialismo.

Unidad en lo diverso La crisis que comienza en 1873 y la de la década de 1970, están emparentadas en la ausencia de una reestructuración masiva del capital. La consecuencia análoga, aunque como veremos, sólo en términos generales y abstractos, resultó en que la salida de ambas crisis estuvo asociada resurgimientos económicos en los cuales el aspecto financiero jugó un rol esencial. Otro elemento semejante resulta del hecho de que la crisis de los años ‘70, en parte como ocurría un siglo antes, dio cuenta del renacimiento de la competencia de Alemania y Japón, que enfrentaron el reinado –casi absoluto– norteamericano hacia el fin del boom de la Segunda Posguerra3. A su vez, hacia fines de los años ‘80 y principios de los ‘90, se produce un auge del flujo de capitales a escala global que en particular, luego de la crisis de 2001 y con la incorporación de China a la OMC, puso en acto el mayor desarrollo de la globalización financiera y económica de la historia del capitalismo. El desvío en el centro y derrota en la periferia del auge revolucionario del período ‘68/‘81 combinados con la restauración capitalista en China, la URSS y los países de Europa del Este tuvieron efectos comparables, hasta cierto punto, a la derrota de la Comuna. El capital imperialista, en particular el norteamericano y el alemán, obtuvieron en China y Europa del Este zonas de expansión para su acumulación. A su vez los países productores de materias primas se beneficiaron con la restauración al conquistar amplios mercados como el chino. Pero la analogía se detiene allí. Esta expansión no resulta, en términos de su contenido social, asimilable a las posibilidades de expansión del capital durante las últimas décadas del siglo XIX. En primer lugar, en aquel período la exportación de capitales aún no cumplía un rol completamente reaccionario en la medida en que las conquistas coloniales imponían modernas relaciones capitalistas reemplazando o subordinando arcaicas relaciones de producción. Esa dualidad desarrollaba la combinación entre la superexplotación de los proletariados nacientes de las regiones coloniales y la apertura de un período reformista –de obtención de amplias »


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ECONOMÍA

“ La crisis actual tuvo en sus inicios elementos que la emparentaban con la crisis del ‘30 y hoy guarda aspectos semejantes al largo período de estancamiento que se inició en 1873.

reformas, consolidación de los sindicatos y partidos obreros de masas en muchos casos– para los proletariados de los países centrales4. Por el contrario, tal dualidad está ausente en el avance del capital de los países centrales durante las décadas del ‘90 y 2000. Esta expansión carece de elementos progresivos (aunque países atrasados como China hayan tenido un fuerte desarrollo de sus fuerzas productivas) cuestión que se demuestra mediante dos aspectos claves. El primero es que lo hace arrasando restos –aun deformados y burocratizados– de relaciones de producción que habían abolido la propiedad privada, o sea restos de relaciones de producción históricamente progresivas. Valiéndose incluso de conquistas como la unidad nacional en el caso de China. El segundo es que la expansión del capital de las últimas décadas no arrastró consigo aspectos reformistas. Más bien todo lo contrario, no sólo abrevó en la superexplotación de los proletariados de los países en los que se restauraba el capital sino y muy especialmente, se basó en la quita sistemática de conquistas de las clases obreras de los países centrales y en el “saqueo” de la periferia. Si la restauración del capital habilitó un período de expansión relativa de la acumulación con contrarreformas, ese proceso tuvo un doble resultado. Por un lado, el carácter limitado de la expansión –una de cuyas pruebas fue la deslocalización de la producción en los países centrales–, determinó que a diferencia del siglo XIX cuando el salto en el desarrollo del capital de crédito y las finanzas fue complementario al poderoso auge económico, en el período actual, el crecimiento aberrante del capital de crédito y los activos financieros, adquirió un lugar predominante. Por otro lado el capital tuvo que crear mecanismos nuevos para promover la realización del plusvalor acrecentado, a la vez que atacaba las posiciones conquistadas. El desarrollo del crédito masivo al consumo es el ejemplo paradigmático que –a la vez que recreó una base social con “pies de barro” para el sistema5– provocó el endeudamiento de amplias franjas de la sociedad. Cuestión que contribuyó a incrementar el carácter financiero del proceso así como la gravedad y el perfil cosmopolita de estallidos como los de la segunda mitad de los ‘90, la crisis de 2001 y el de 2008

que dio origen a la actual y cuarta crisis económica mundial.

Reconstruir lo nuevo (breve conclusión) Intentamos en este veloz recorrido hallar algunas semejanzas y diferencias históricas pero sólo para concluir que la crisis actual se debe reconstruir como algo completamente nuevo. Las semejanzas (y también las diferencias) actúan sólo como algunas de las múltiples determinaciones, como elementos moleculares del proceso concreto. La crisis actual tuvo en sus inicios elementos que la emparentaban con la crisis del ‘30 y hoy guarda aspectos semejantes al largo período de estancamiento que se inició en 1873. Sin embargo no parece esperable que una larga fase de crecimiento débil prolongado vaya a desarrollarse en un contexto poco catastrófico. Es acertada la definición de Lawrence Summers de que el capitalismo se encuentra en un período de estancamiento secular que sólo puede crecer mediante burbujas. Y es en parte cierto que, como afirma Wolfgang Streeck6, durante las últimas décadas el capitalismo “destruyó” a sus oponentes (léase clase obrera o bloque del “socialismo realmente existente”) y que ello lo convierte en un sistema que socava sus propias bases generando lentamente su destrucción. Sin embargo, aunque el capitalismo debilitó en extremo al proletariado –en términos de sus condiciones de existencia, organizativa y subjetivamente–, impulsó en paralelo su crecimiento en términos objetivos y su potencial fortaleza, a niveles sin parangón histórico. En el terreno de las relaciones entre los Estados capitalistas, Alemania alcanzó tras la restauración un nuevo estatus internacional frente a la decadente hegemonía norteamericana. La recreación de China capitalista con ciertos rasgos imperialistas resulta otra amenaza potencial. Es cierto, a la vez, que si la extraordinaria globalización de las últimas décadas en modo alguno eliminó la base nacional del capital, actúa como factor retardatario de posibles enfrentamientos entre Estados. Pero el capitalismo carece hoy de nuevas zonas para su expansión y las políticas estatales de contención de la crisis –que en gran parte son el reconocimiento de la existencia de sus enemigos–, abonan una

sobreacumulación creciente del capital. Cuanto más se alienta este proceso en el contexto de la globalización y la persistente formación de “burbujas”, más violentos y destructivos podrán ser futuros desenlaces. Si la crisis abierta en 1873 vio nacer los grandes partidos obreros y la extensión y fortalecimiento de los sindicatos, las particularidades de la presente crisis, en el marco de la impotencia burocrática de las organizaciones sindicales y la conversión de los viejos partidos reformistas en agentes cada vez más directos del capital, ya puso en escena elementos que anuncian una perspectiva de recomposición de la subjetividad obrera y de los sectores explotados y oprimidos. La Primavera árabe, cuya etapa inicial fue derrotada, representó la primera manifestación de este proceso. A ella se añaden, las movilizaciones de los jóvenes indignados en España, los levantamientos de la juventud y de la llamada “clase C” –en su mayoría clase obrera enfrentada a los límites para su ascenso social– con profundas manifestaciones en 2013 en Turquía y en Brasil. Pero muy en especial hay que nombrar a las heroicas huelgas mineras en Sudáfrica que con el antecedente de 40 obreros asesinados en 2012, lograron este año un extraordinario triunfo luego de 5 meses que afectaron el 40 % de la producción mundial de platino, enfrentado al gobierno de la CNA y a la burocracia de la COSATU. Estas valientes huelgas sudafricanas no están solas, hay que nombrar también los más de veinte paros generales en Grecia, la reciente emergencia de la clase obrera brasileña con la oleada de huelgas y manifestaciones, las dos huelgas generales en Argentina enfrentando por primera vez en la década a gobiernos kirchneristas, el fenómeno de nuevos delegados de fábrica que avanza enfrentando a las patronales y a la burocracia sindical, y la gran elección del Frente de Izquierda como expresión política de esos procesos, obteniendo tres diputados nacionales y múltiples legisladores provinciales. Estos elementos sintomáticos abren una perspectiva para el nacimiento y desarrollo de verdaderos partidos revolucionarios de la clase obrera.

1. Ver “La discordancia de los tiempos de la crisis capitalista mundial”, Ideas de Izquierda 3, septiembre 2013. 2. Con respecto a este período Trotsky señala que: “El error de Marx y Engels en relación con las fechas históricas surgía por un lado de la subestimación de las posibilidades futuras latentes en el capitalismo, y por el otro, de la sobrevaloración de la madurez revolucionaria del proletariado”, “A 90 años del Manifiesto Comunista”, El capitalismo y sus crisis, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2008, p. 286. 3. Analogías mencionadas por Arrighi polemizando con Brenner en el capítulo IV de Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI, Madrid, Akal, 2007. 4. Desde el punto de vista político, esta combinación culminó en la mayor traición de la historia perpetuada por la Segunda Internacional que devino cómplice de la Primera Guerra Mundial. 5. El desarrollo de la llamada “clase C” es parte de este proceso. 6. “How will capitalismo end?”, New Left Review 87, mayo/junio 2014.


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Fotografía: sevilla.tomalaplaza.net

Estado español: crisis orgánica, hipótesis estratégicas

la ilusión gradualista La persistencia de la “crisis orgánica” del régimen español y de una profunda indignación social, ha dado lugar al surgimiento de nuevas fuerzas políticas como Podemos, de Pablo Iglesias, y nuevas iniciativas electorales integradas por fuerzas de la izquierda y colectivos sociales. Josefina Martínez Historiadora, Clase contra Clase. Diego Lotito Periodista, Clase contra Clase

“Gobierno de la gente” y “municipalismo” La estrategia del “gobierno de izquierda” tomó fuerza en Europa a partir de la experiencia de Syriza en Grecia. El resultado de las últimas elecciones europeas ha dado lugar a una traducción propia en el Estado español, con fórmulas tales como el “gobierno de la gente” (Izquierda Unida) o un “gobierno decente” (Pablo Iglesias). La expectativa que han generado se nutre del profundo malestar social por las consecuencias de la crisis y el rechazo hacia los políticos del régimen1. Sin embargo, creemos que estas propuestas en vez de expresar la emergencia de un nuevo movimiento político transformador, llevaran a nuevas frustraciones. Como escribió Marx, el pensamiento liberal de izquierda “en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo podemos decir de cualquier

sociedad en el futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una sociedad futura), considera más bien al Estado como un ser independiente, con sus propios ‘fundamentos espirituales, morales y liberales’”2. Un Estado “decente” sobre la base de una sociedad de explotación capitalista era una utopía irrealizable en la época de Marx, y tanto más en la época del capitalismo imperialista. Sin embargo, el clima de ilusiones electorales sigue extendiéndose y ahora se manifiesta en una ola de “municipalismo”. La posibilidad de emplazar candidaturas de “unidad popular” o “unidad de la izquierda” para las próximas elecciones municipales (mayo 2015) es el debate del momento. Un espacio a la izquierda del PSOE en el que conviven formaciones más institucionalizadas (como IU), más recientes (Podemos),

hasta las que aspiran a una formación “desde abajo” (asambleas y movimientos vecinales). En un libro reciente3 los autores teorizan sobre la llamada “apuesta municipalista”: La ola 15M ha aterrizado en las playas del ‘municipalismo’. Ha visto en este una posible salida capaz de dar expresión institucional a su propósito democratizador.

La estrategia del municipalismo tiene una larga historia a nivel mundial, con diferentes expresiones teóricas y prácticas en corrientes burguesas y del movimiento obrero. La propuesta es seductora para muchos, tanto por consideraciones pragmáticas (es más fácil acceder a un gobierno local que a uno estatal), como por la ilusión de una democratización mayor de los espacios locales y próximos. Los autores plantean que el mayor desafío de la “apuesta municipalista” pasa por superar la “democracia procedimental”, incentivando la participación activa de los ciudadanos y vecinos, por lo que las candidaturas deben ser más de “movimientos” que de “partidos”. Aunque con aspiraciones más democráticas que los proyectos de la izquierda institucionalizada, la propuesta termina siendo igualmente limitada. El autogobierno de los ciudadanos a través de las instituciones de la democracia liberal es una ficción engañosa, aun cuando se proponga en ámbitos de escala reducida. Más aun en ciudades metrópolis como Madrid y Barcelona, con varios millones de habitantes y que »


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ESTADO ESPAÑOL

concentran sedes de grandes empresas transnacionales. Transformar el Estado y el poder implica transformar las relaciones sociales sobre las cuales se sustenta ese mismo Estado. En la sociedad capitalista esto requiere imponer un programa que cuestione el poder y la propiedad de los capitalistas. Ya sea a nivel estatal como municipal, lograr una “democracia sustantiva” implica poner en movimiento poderosas fuerzas sociales y crear nuevos organismos de autoorganización de masas que operen como un poder alternativo al de los capitalistas. A lo largo de la historia, este tipo de organismos de democracia directa y doble poder (soviets, consejos, coordinadoras) han aparecido por fuera de las instituciones estatales burguesas, enfrentando con su legitimidad a las instituciones existentes. Sin una perspectiva de autoorganización obrera y popular y sin cuestionar la propiedad privada, las experiencias de “gobiernos de izquierda” muestran que la “lógica de la gestión” se impone irremediablemente. En el caso de Izquierda Unida, esto se ve en Andalucía donde cogobierna con el PSOE y es responsable de despidos masivos de profesores interinos y recortes; o en la localidad de Rivas-Vaciamadrid, con acusaciones cruzadas entre la militancia de IU que llevaron a la dimisión del alcalde. Incluso los dirigentes de Podemos, sin experiencia aún de gobierno, reconocen desde ahora que la “lógica de la gestión” llevará a conciliar necesariamente con los poderes reales y la “vieja política”. En un documento afirman que esa posición, que nos convierte en un claro referente de la dicotomía “nuevo/viejo” (…) será incompatible con el menor caso de corrupción y es hasta cierto punto difícil de mantener en el tiempo cuando nuestra política no sea solo de construcción de voluntad de cambio sino que se enrede en la gestión, sus necesarias transacciones y compromisos, en un momento de estrechamiento de la autonomía de las instituciones subnacionales frente al plan de ajuste4.

Una declaración sorprendente, que a su vez reafirma una evidencia histórica: las propuestas de “unidad de la izquierda” o “unidad popular” en base a programas mínimos y disposición natural a los “compromisos” con sectores de las clases dominantes, lejos de abrir un nuevo camino democratizador, sólo pueden preparar nuevas derrotas y frustraciones.

Salir de la crisis: ¿con Keynes o con Marx? El programa electoral de Podemos tuvo un carácter “neokeynesiano” muy similar al de Izquierda Unida, con medidas como subsidios para la pequeña y mediana empresa o propuestas para “democratizar” las instituciones imperialistas como el Banco Central Europeo. Se trataba de un programa de reformas cosméticas del capitalismo, apostando por un “capitalismo ético”. Pablo Iglesias define que su opción es Keynes frente a Marx5, como si se pudiera encontrar en el economista británico un plan para solucionar las necesidades de las mayorías sociales afectadas por la crisis. Lord Keynes no fue un economista preocupado por “los de abajo”, sino un lúcido teórico al servicio de encontrar una salida a la crisis… ¡para los capitalistas! En un momento de aguda depresión propuso una serie de medidas para salvar el sistema y restaurar la ganancia capitalista. Como dijera de sí mismo: “Si yo he de defender intereses parciales, defenderé los míos. Cuando llegue la lucha de clases como tal, mi patriotismo local y mi patriotismo personal estarán con mis afines. Yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”6. Volviendo al momento actual, desde Podemos e IU proponen un programa de “mínimos”, con medidas concretas que “generen consensos”. Por ejemplo en relación a la deuda defienden una “auditoría” y “reestructuración”, es decir un compromiso que implica seguir pagando una parte de esa deuda que no contrajeron los trabajadores sino los gobiernos. En cambio, el no pago de la deuda en favor de los bancos (rescatados masivamente con dinero público) es una medida elemental que contaría con el apoyo de gran parte de la población. Pero la minoría social de la banca y las grandes empresas no aceptará ningún “consenso” contrario a sus intereses. ¿Cómo se puede imponer esta medida? Tan solo su anuncio provocará la tan azuzada “reacción de los mercados” y una dinámica in crescendo de la lucha de clases, volviendo a poner en escena las “hipótesis insurreccionales” de la huelga general y la movilización obrera y popular. Es que la lógica de la lucha de clases es más profunda que los deseos de avance evolutivo de los reformistas. Medidas “mínimas” como el no pago de la deuda o la prohibición de despidos, tienen que ligarse a otras medidas transitorias como la nacionalización de la banca o el control obrero. Un programa que enfrente el poder de la banca y los grandes capitales –el poder real detrás de la “casta” de políticos corruptos– y una estrategia para derrotarlos.

Hipótesis estratégicas en tiempos de crisis orgánica La descomposición del régimen político español, la persistencia de la crisis económica y la crisis de representación, lo que hemos denominado siguiendo a Gramsci una “crisis orgánica”7, reactualizan el debate sobre las hipótesis estratégicas para dar una salida a la crisis. Izquierda Unida sostiene el objetivo de “regenerar” la democracia capitalista, haciendo de la acción parlamentaria no un “medio táctico” sino una orientación estratégica. Una perspectiva acorde a su relación orgánica con la burocracia sindical de CCOO y UGT y su rol de contención de la lucha de clases. No por nada el PCE –componente central de IU– fue un partícipe clave de la gestación del régimen del ‘78. En este marco, la reciente aparición de Podemos se presenta como lo más novedoso. Sin embargo sus hipótesis están lejos de ser una revelación. Recientemente, el equipo coordinador de Podemos presentó un documento político8. Reconociendo el agotamiento orgánico del régimen de 1978, se afirma que: Esta crisis se produce en el marco de un Estado del Norte, integrado en la Unión Europea y la OTAN, que no ha visto mermada su capacidad de ordenar el territorio y monopolizar la violencia. (…) Esto imposibilita tanto las hipótesis insurreccionales como las de construcción de contrapoderes ‘por fuera’ de la estatalidad.

La perspectiva estratégica se sintetiza entonces en lo que denominan una “apertura democrático plebeya” o un proceso de “unidad popular y ciudadana”. Es cierto que a pesar de la crisis, el Estado español no ha visto mermada su capacidad de “monopolizar la violencia” (aunque la reemergencia de la cuestión catalana hace más discutible su capacidad de “ordenar el territorio”), y aún no se ha desarrollado un nivel de radicalización que amenace los poderes constituidos. Sin embargo, estas definiciones son insuficientes para negar hacia el futuro toda “hipótesis insurreccional” (o de movilización obrera y popular) y optar por una estrategia gradualista y “estatalista” del cambio político. Porque, siguiendo a Gramsci, lo central de la crisis orgánica no es que esta pueda transformarse en revolución, sino que plantea una crisis de la autoridad estatal, que puede abrir paso a un proceso revolucionario, en caso de que exista una fuerza combativa


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organizada previamente o a una solución de fuerza cesarista en caso de que ésta última no exista y la iniciativa de los de abajo se vuelva discontinua y desagregada9.

Aunque no es la perspectiva inmediata, el documento de Podemos no contempla estas tendencias inscriptas en la situación. Por el contrario, el documento sostiene que: Las hipótesis movimientistas y de gran parte de la extrema izquierda, instaladas en un cierto mecanicismo por el que “lo social” ha de preceder siempre a “lo político”, se han demostrado incorrectas para romper la impotencia de la espera y proponer pasos concretos más allá de la movilización10.

La desigualdad entre “lo político” y “lo social” surge de las condiciones propias del dominio capitalista, pero se expresa con distintas características según el momento histórico. Actualmente el contenido concreto que tienen estas discusiones está determinado por una suerte de “espíritu de época” heredado de la derrota del último ascenso de 1968-76, que combina el cuestionamiento tanto al “sujeto social” –la clase obrera– como al “sujeto político” –el partido leninista– sobre el cual el marxismo clásico fundamentó históricamente su estrategia de la revolución social11.

No podemos aquí analizar la serie de factores históricos y políticos que dieron lugar al complejo escenario de las últimas décadas (la ofensiva neoliberal, el retroceso de la clase trabajadora, el colapso de los regímenes estalinistas y la restauración capitalista, etc.), pero sí afirmar que la hipótesis estratégica de Podemos se sustenta en un sentido común heredado de una lectura derrotista de la etapa anterior y la creencia de que se abrió un período histórico en el que la revolución está “más allá de nuestro horizonte”. A pesar de la retórica de lo “nuevo y lo viejo”, la negación de toda “hipótesis insurreccional” (y consecuentemente, del peligro de que se estructuren “soluciones de fuerza” por parte de las clases dominantes), constituye una operación política que justifica una estrategia electoral de ocupar espacios dentro del Estado burgués. Un credo que remite a la “vieja” tradición reformista y parlamentarista, cuyo fundamento se sustenta en una ilusión asombrosa en las posibilidades que ofrece la democracia liberal.

Esto no niega la necesidad de intervenir ofensivamente en el terreno electoral y parlamentario. Pero para eso no es necesario “bajar el programa”. Es posible hacerlo con un programa anticapitalista y de clase, poniendo las posiciones parlamentarias obtenidas al servicio de desarrollar la lucha de clases. Un gran ejemplo en este sentido es el Frente de Izquierda y los Trabajadores de Argentina y los parlamentarios del PTS. Al no plantear una dialéctica entre parlamentarismo y lucha de clases en que la segunda sea la determinante, la opción estratégica de la dirección de Podemos contribuye a desarmar política y organizativamente a los trabajadores y sectores populares para las batallas futuras. Si el mayor peligro es caer en la ilusión de que se puede transformar la sociedad capitalista sin enfrentar la resistencia de quienes la dominan, la mayor insidia es fomentar dicha ilusión.

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la vía parlamentaria. Para aquellos que seguimos reivindicando la estrategia de la revolución social para terminar con el sistema capitalista, la necesidad de construir partidos revolucionarios de trabajadores para intervenir en la lucha de clases sigue siendo una tarea ineludible. Para la dirección de Podemos esto es poco menos que un delirio. Lamentablemente, para una parte importante de la izquierda del Estado español que se reivindica anticapitalista y participa acríticamente en Podemos (como En Lucha e Izquierda Anticapitalista), también lo es. Sin embargo, la dinámica de la situación española en el mediano plazo y las tendencias a una mayor agudización de los conflictos de clase, proyecta la necesidad de construir un instrumento político a la altura de los enemigos que tienen la clase trabajadora y las mayorías populares como única alternativa realista para que la crisis la paguen los capitalistas.

Estrategia y partido La existencia de una estrategia presupone una herramienta para llevarla a cabo. En el caso de Podemos, ya se están ensayando las primeras respuestas sobre esta cuestión crucial. Recientemente se presentó un documento sobre sus principios básicos de organización12. Un análisis más profundo de este tema excede a este artículo, pero puede decirse que la novedosa propuesta organizativa de la dirección de Podemos se reduce a dos pilares: 1) la militancia activa de los Círculos queda subsumida en la “participación ciudadana” por internet; 2) su estructura organizativa es un sistema cuasi plebiscitario, cuya quintaesencia radica en la relación entre el líder mediático (con toda seguridad Pablo Iglesias) y las votaciones por internet de cualquier “ciudadano” que se inscriba como afiliado, milite o no. Es decir, que podría votar por internet tanto un trabajador que fue despedido, como el dueño de la empresa que lo dejó en la calle, tanto un integrante de las fuerzas represivas, como una mujer desempleada que fue desalojada de su casa. Por otro lado, al diluir las decisiones de los militantes activos entre la “ciudadanía” virtual, el poder de influencia del “líder mediático” a través de la TV se vuelve central. Para la tradición política española de las últimas décadas esto tampoco es una novedad. ¿O acaso no afirmaba en 1979 Alfonso Guerra, otrora “peso pesado” del PSOE, que prefería “5 minutos de televisión a diez mil militantes”? La nueva forma de partido que propone la dirección de Podemos se corresponde con la vieja estrategia de la conquista gradual del poder por

1. Continuamos así en este artículo con el debate que iniciamos en el número anterior: Josefina Martínez, “De la ‘ilusión social’ a la ‘ilusión política’”, IdZ 11. 2. Karl Marx, Crítica del Programa de Gotha, 1975 (edición electrónica en www.marxist.org). 3. Observatorio Metropolitano, La apuesta municipalista. La democracia empieza por lo cercano, Madrid, Editorial Traficantes de sueños, 2014. Este colectivo participa del lanzamiento de la iniciativa “Ganemos Madrid” junto a otros colectivos sociales y políticos, incluyendo integrantes de Podemos e IU. 4. Preborrador de ponencia política: “La crisis del régimen de 1978, Podemos y la posibilidad del cambio político en España”, julio de 2014. 5. Pepa Bueno, entrevista televisiva a Pablo Iglesias en “Hoy por Hoy”, www.cadenaser.com. 6. John Maynard Keynes, “¿Soy un liberal?”, conferencia recogida en Ensayos en persuasión, 1925. 7. Josefina Martínez, op. cit. 8. Preborrador de ponencia política, op. cit. Este documento será debatido junto a otros en espacios virtuales y en los círculos de Podemos hacia la “Conferencia ciudadana constituyente” de otoño. 9. Fernando Rosso, ¿Progresista o Restaurador? Otra vez sobre Gramsci y el kirchnerismo (una respuesta a Artemio López), blog El violento oficio de la crítica, 20/09/2011. 10. Preborrador de ponencia política de Podemos, op.cit. 11. Claudia Cinatti, “¿Qué partido para qué estrategia?”, Estrategia Internacional 24, diciembre 2007-enero 2008. 12. Sobre los principios organizativos de Podemos, documento preborrador, julio de 2014.


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HISTORIA

Hacia el reformismo apolítico, el corporativismo y el pragmatismo

la deriva histórica de la corriente sindicalista Ilustración: Sergio Cena

HERNÁN CAMARERO Historiador, docente de la UBA, investigador del CONICET. Autor de A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935. En el proceso de conformación y primer desarrollo del movimiento obrero argentino durante la mitad inicial del siglo XX, a las tradicionales corrientes ideológico-políticas que se estructuraron en su seno, el anarquismo y el socialismo, pronto se sumó el sindicalismo revolucionario (o sindicalismo, tal como lo denominaremos a lo largo del texto). Se trató de una expresión de enorme importancia en la historia de la clase trabajadora, que contribuyó a moldear algunos de los rasgos fundamentales de sus prácticas y de su conciencia. Como reflexionamos en anteriores entregas de Ideas de Izquierda, los anarquistas se definieron como una variante confrontacionista y de lucha, de tendencias espontaneístas y movimientistas, al mismo tiempo

que incapacitados para galvanizar a los trabajadores como opción clasista y, sobre todo, para proyectarlos al plano de la acción política independiente; el PS, en tanto, había insistido en la necesidad de un partido propio de la clase obrera y de una agitación genéricamente socialista, pero lo había hecho bajo un programa y una estrategia reformista y puramente electoral, que había alejado a la organización de las formas de acción directa de la lucha de clases y había escindido el plano de la intervención política respecto de la sindical. El sindicalismo representó una experiencia diferente, una tercera alternativa. En la presente nota queremos aportar algunos análisis sobre el tema, por la relevancia histórica que posee, pero también porque

colabora a una mejor comprensión, o al menos a cierto ejercicio de historización, de algunas características que suelen adjudicarse como originarias o propias del peronismo.

Los comienzos de la tendencia sindicalista El sindicalismo existió en diversos movimientos obreros del mundo, a partir de un desgajamiento de las filas socialistas. El origen de dicha tendencia estuvo en Francia e Italia, inspirado en planteos, entre otros, de Georges Sorel, Hubert Lagardelle, Fernand Pelloutier, Enrico Leone y Arturo Labriola. Sus ideas se expandieron rápidamente desde principios del siglo XX, y ya lograron en 1902 hacerse predominantes en la CGT francesa e imponer sus posiciones, cuatro


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años después, en el congreso de Amiens. Uno de sus puntos de partida fue la publicación, en 1897, del libro de Sorel titulado El porvenir de los sindicatos obreros. En esa obra, Sorel oponía el sindicato al PS, denunciando la “degeneración” de la socialdemocracia y de los partidos obreros. Con el paso de los años, el sindicalismo fue conformando toda una nueva ideología, que reputaba al socialismo como insanablemente reformista, integrado al juego político burgués, extraño a la lucha de clases y desaprensivo con la acción sindical. Establecía como principio exclusivo de lucha el método de la acción directa (desde la huelga, el boicot y el sabotaje, hasta la insurrección y la revolución social), consideraba a los gremios la única forma de organización válida de los trabajadores (y embrión de la sociedad futura), cuestionaba la participación obrera en los partidos y recusaba la arena parlamentaria. Gabriela Laperrière de Coni, Julio A. Árraga, Aquiles S. Lorenzo (quien ocupaba el cargo de secretario general del partido), Bartolomé Bossio y Emilio Troise, entre otros dirigentes del PS, fueron los primeros mentores del sindicalismo en la Argentina, que adoptaron y difundieron su ideología entre 1904-1906. Ellos, a su vez, empalmaron con el malestar de varios cuadros obreros del partido, que también lo impugnaban desde un aspecto más práctico, acusándolo de subestimar o desestimar la acción sindical y la relación con la lucha de los trabajadores. Desde afuera del socialismo, pronto se sumaron otros militantes del campo proletario, entre los que se destacó Sebastián Marotta (obrero constructor de carruajes y rodados, que luego devino en trabajador gráfico). Dentro del PS, el grupo editó desde 1904 un vocero de prensa propio, La Internacional, un año después continuado por Acción Socialista. Periódico Sindicalista Revolucionario. La “cuestión sindicalista” fue debatida y zanjada en el VII Congreso del PS (1906), triunfando la posición oficial contra los disidentes, los cuales fueron excluidos. Fuera de las filas del PS, animaron la Agrupación Sindicalista Revolucionaria, la cual comenzó a cosechar un fuerte apoyo entre los trabajadores. El sector conquistó la dirección de la Unión General de Trabajadores (UGT), la central que en 1909 se transformó en Confederación Obrera de la Región Argentina (CORA),

bajo la secretaría general de Marotta. Durante varios años, uno de los ejes de agitación de los sindicalistas había sido la necesidad de la unidad del movimiento obrero, en especial, reclamando la fusión con las fuerzas de la FORA anarquista. Señalaban que las ideologías y las adscripciones políticas tendían a dividir innecesariamente a los trabajadores (actuando como si la de ellos no representara otra ideología alternativa). Comenzaron a desplegar lo que luego se volvería característico de esta corriente: su acendrado “neutralismo ideológico” o “antipoliticismo”. Tras varios intentos fallidos, los sindicalistas forzaron a una unidad, haciendo ingresar a la CORA en la FORA, en el IX Congreso de esta última central (1915), pero sólo tras tomar nota de que podían ganar su dirección, objetivo que lograron garantizar. En ese cónclave, inmediatamente, se decidió anular la adhesión que la federación tenía a los principios del comunismo anárquico. Esto motivó la escisión de la mayor parte de los anarquistas puros, que decidieron conformar otra entidad bajo la misma sigla. Desde ese entonces, existió la FORA V Congreso, de tendencia ácrata y claramente minoritaria, y la FORA IX Congreso, de mayoría sindicalista. Para ese entonces, el sindicalismo ya se había convertido en la expresión hegemónica del movimiento obrero, logrando desplazar de esa condición a los anarquistas.

En la dirección del movimiento obrero La FORA IX Congreso se fue proyectando como una organización gremial de masas, quizás la primera que pueda ser definida de ese modo en el país. Esto consolidó la influencia del sindicalismo que, como corriente, ya había perdido la mayor parte de sus apelaciones “revolucionarias” y adoptaba perfiles reformistas. Luego de su X Congreso, la FORA reunía 200 organizaciones y 43.000 asociados. Su expansión se daba en el contexto de un ciclo de aguda conflictividad social, el existente entre 1917 y 1921, años en que la secretaría general de la entidad estuvo en manos del experimentado Marotta. Con la llegada al gobierno de la UCR, la central obrera, con el decisivo aporte de la Federación Obrera Marítima (FOM) y la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF), extendió aún más su presencia y, si bien acaudilló huelgas importantes, su

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dinámica fue hacia posiciones permeables a la conciliación con el Estado. Es que, sobre todo durante los años de Yrigoyen, se intentó desplegar una política de cierto “arbitraje” sobre los conflictos obreros. Así nació un acuerdo tácito entre los sindicalistas y el presidente radical: los primeros obtendrían del segundo ciertas concesiones y ventajas para sus gremios, garantizando en determinadas ocasiones el mantenimiento de la paz social y, más tarde, incluso, pudiendo avalar en forma implícita el voto obrero a la UCR. Una prueba ocurrió durante los eventos de enero de 1919, cuando se produjo un proceso huelguístico y de movilización de dinámicas semirrevolucionarias en la clase obrera de Buenos Aires, conocido como Semana Trágica. La dirección sindicalista de la FORA IX Congreso se volcó a un apoyo genérico a la huelga, y a la defensa de los presos y de los locales sindicales. Luego, se entrevistó con el presidente Yrigoyen para negociar la liberación de los detenidos, el retiro de las tropas de la ciudad y la atención de las originales demandas laborales de los obreros de la empresa metalúrgica Vasena. De conjunto, la conducción de la central, a diferencia de los anarquistas, desempeñó un papel más bien componedor, procurando limitar al máximo los objetivos de la huelga general para mantenerla dentro de un marco reivindicativo que permitiese la concertación con el gobierno y la empresa. Los socialistas procuraron lo mismo, pero desde el Parlamento. En 1921, en el XI Congreso, la FORA alcanzó su máxima expansión, con una quinientas organizaciones en su seno y 95.000 afiliados cotizantes. Pero lo cierto es que, tras la derrota de un largo conflicto desplegado por la FOM y de la huelga general de aquel mismo año, sobrevino un período de relativo repliegue o pasividad del movimiento obrero en los años siguientes. En correlación con ello, el sindicalismo, en tanto tendencia orgánica, comenzó un proceso de debilitamiento. Cuando en 1922 la FORA se fusionó con otros gremios y conformó la Unión Sindical Argentina (USA), las muestras de retroceso fueron evidentes, en parte, porque ésta sufrió una mayúscula escisión, la de la flamante Unión Ferroviaria (UF), que no ingresó a esta entidad y en 1926 avanzó, junto a un puñado de otros gremios, en la creación de una central propia, la Confederación Obrera Argentina (COA). »


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HISTORIA

“ El sindicalismo había dejado toda una escuela de apoliticismo reformista, neutralidad ideológica, economicismo, pragmatismo corporativo, moderación y burocratismo, todo ello, demasiado distante de sus originarias convocatorias revolucionarias.

En verdad, en la COA, que acabó siendo mayoritaria, además de la participación de los socialistas, había también una fuerte presencia sindicalista (la propia conformación de la central estaba vinculada a una lucha interna dentro de esta última corriente). Pero el dato a destacar es que la central animada por las expresiones más orgánicas y ortodoxas del sindicalismo era la USA y ella, entre mediados y fines de la década del ‘20, sólo poseía la cuarta parte de las fuerzas que había tenido la FORA IX Congreso en sus años de apogeo. Para esa época, el sindicalismo había dejado hecho jirones lo que restaba de sus iniciales impulsos “revolucionarios”. Su mayor obsesión era el apoliticismo. En la práctica esto implicaba, sobre todo, un repudio explícito a la izquierda partidaria, mucho más que al propio Estado y al diálogo con sus representantes políticos. Para los socialistas, el apoliticismo sindicalista era un camino para bloquear las posibilidades de desarrollo de su propio partido en el campo electoral y para efectuar una alianza secreta con el radicalismo gobernante. Los comunistas, en tanto, inicialmente desplegaron la visión tradicional que el marxismo revolucionario había efectuado sobre aquella corriente, y que encontró, por ejemplo en Gramsci y Trotsky, unas certeras bases de análisis e impugnación. La crítica se dirigió hacia los aspectos constitutivos del sindicalismo: su inclinación al economicismo (en su máximo sentido transformador, una

concepción según la cual la lucha entre el capital y el trabajo sólo se libraba en el terreno de las relaciones productivas, por lo que cada conquista allí obtenida por los trabajadores socavaba los cimientos del capitalismo y preparaba el advenimiento de la nueva sociedad); su menosprecio de la lucha por los intereses históricos del proletariado; su excesivo culto de la autonomía sindical; su fetichismo de la huelga general; y su incomprensión del papel de la vanguardia revolucionaria (es decir, del partido) y del combate político. Ya desde mediados de los ‘20, el PC anunciaba que se trataba de una corriente condenada a derivar hacia “el oportunismo y el reformismo”.

Disolución como corriente orgánica, persistencia como concepción y práctica Cuando en septiembre de 1930 se constituyó la Confederación General del Trabajo (CGT), producto de una fusión de la USA y de la COA, realizada desde arriba y de modo administrativo, sin ningún tipo de consulta ni movilización de las bases, la pervivencia del sindicalismo continuó bajo nuevas formas. Durante el primer lustro de existencia de la CGT, dicha corriente ya era un espacio muy fragmentado y heterogéneo, aunque, de modo inestable pudo mantenerse en el control de la dirección de la central. Afloraron entonces sus rasgos más regresivos, justo en el momento en que la clase obrera sufría grandes padecimientos.

En efecto, bajo orientación sindicalista, la CGT tuvo un comportamiento casi ignominioso hasta 1935: se abstuvo de toda definición política, lo que implicó renunciar a la denuncia firme de la brutal dictadura del general José F. Uriburu y del posterior gobierno conservador de Agustín P. Justo; también se negó a una verdadera defensa de los presos políticos, de los torturados y deportados, de los gremios y organizaciones de izquierdas perseguidas; se refugió en un economicismo defensivo y paralizante, que apenas supo reclamar de manera tímida y parcial por los salarios y en contra de la enorme desocupación que azotaba a la clase trabajadora; tendió a disolver la antes tan mentada unidad de la clase, al ignorar las sentidas demandas de la creciente capa de obreros industriales, subordinándolas a una dinámica de defensa corporativa de ciertos gremios del transporte y los servicios, precisamente, algunos de los que reunían a los trabajadores mejor pagos y con ciertos beneficios laborales (en especial, los ferroviarios); enterró toda disposición, ya no a la huelga general, sino a la más mínima medida de solidaridad con las luchas dispersas; por fin, continuó aboliendo las instancias de la democracia obrera, a partir de manejos de cúpulas y un burocratismo conservador, que comenzó a sostenerse en cierta base material de recursos económicos, aunque aún limitados al excepcional caso de la UF (e incomparablemente menor, dicho sea de paso, con respecto a los que dispondrá la poderosa burocracia sindical coronada años después con el peronismo). Se ha estipulado un cierto final del sindicalismo hacia 1935, cuando buena parte de los dirigentes de la CGT enrolados explícitamente en esa corriente fueron desalojados de su dirección y acabaron conformando una mucho más débil CGT paralela (bajo el aditamento Catamarca, por la calle de la sede donde ella funcionaba) y luego, en 1937, una aún más insignificante USA. Es cierto que en la CGT Independencia, o CGT virtualmente única desde el aludido 1937 y hasta 1943, dominaban los cuadros provenientes formalmente del PS (y también, cada vez más, del crecientemente influyente Partido Comunista). Pero como pudo advertirse con rapidez, el propio secretario general de la central, el ferroviario José Domenech, y muchos de los que retenían los cargos más importantes en la organización confederal, si bien tenían en su mayoría carnets de afiliados al socialismo, en la práctica se comportaban como sindicalistas. Es que tenían metabolizada esa concepción de escisión entre lo sindical y lo político propia del PS: si elegían priorizar al sindicato lo hacían a costa de abandonar o ignorar al partido. El sindicalismo había dejado toda una escuela de apoliticismo reformista, neutralidad ideológica, economicismo, pragmatismo corporativo, moderación y burocratismo, todo ello, demasiado distante de sus originarias convocatorias revolucionarias. Es que, ¿no es esto, acaso, la deriva inevitable de todo sindicalismo que persiste en reproducirse como tal? Es comprensible, pues, que el peronismo retome muchas de las concepciones y de los cuadros del sindicalismo. En futuras notas, abordaremos esta problemática.


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Base material e inspiración militar de la estrategia política

El fantasma de Maquiavelo (II)

Emmanuel Barot Profesor de filosofía en Toulouse II-Le Mirail, autor de Révolution dans l’Université. Quelques leçons théoriques et lignes tactiques tirées de l’échec du printemps 2009, Marx au pays des soviets ou les deux visages du communisme y Sartre et le marxisme.

“En todos los casos, siempre hay que combatir incluso con una marcada desventaja; porque es mejor intentar la fortuna, que, después de todo, puede ser favorable, que esperar por irresolución una ruina inevitable. Un general es entonces tan culpable de no combatir como de dejar escapar, en otro momento, una ocasión de vencer, por ignorancia o por cobardía”. L’art de la guerre, 1521

Hemos esbozado en un artículo precedente1, con motivo del relato que propone en sus Histoires florentines sobre la revuelta de los Ciompi contra la burguesía de Florencia en 1378, una lectura leninista-trotskista del “príncipe” de Maquiavelo, interpretándolo como el nombre de bautismo del problema fundamental de la dialéctica de la dirección existente entre las masas en lucha por su autoorganización y un partido revolucionario capaz de transcribir en situación oportuna el programa y las etapas de su unificación2. En esta segunda parte, afinamos las lecciones históricas a sacar sobre esta revuelta desde el punto de vista de la relación entre la cuestión estratégica y la base de clase objetiva que fundamenta la formulación, para enseguida, en L’art de la guerre de Maquiavelo, empezar a ver cómo la inspiración militar constituye a la vez un reflejo y un componente clave de esa relación.

Ilustración: Hidra Cabero

La base material de la estrategia La reflexión estratégica debe evitar autonomizar la esfera política de los conflictos de clase y debe poner en claro previamente la realidad material de las fuerzas sociales de las que trata. ¿Qué representaban objetivamente esos “Ciompi”, los trabajadores más pobres de la industria lanera? Tratarlos como si en 1378 hubieran formado un proletariado idéntico al de hoy, tanto en la extensión material como en la madurez subjetiva, sería totalmente erróneo. Marx y la historiografía del movimiento obrero que lo continuó remontan correctamente la irrupción en la escena histórica del proletariado como sujeto autónomo, a la primavera de los pueblos de 1848: solo a partir de este giro se puede hablar con rigor de estrategia revolucionaria proletaria. Con los sans-culottes de la Revolución francesa a partir de 1789, no obstante asimilables a un germen de proletariado obrero, la analogía

histórica no vale ya más que dentro de ciertos límites: ¿qué decir entonces de estos preproletarios florentinos cuatro siglos antes? Pero que la analogía histórica tenga límites no quiere decir que no sea válida e instructiva, dentro de estos límites. Acumulación del capital significa acumulación del proletariado, comienzo de acumulación del capital significa nacimiento de un proletariado y legitimidad de una descripción marxista, reforzada en este caso por los datos en los que los historiadores se ponen de acuerdo. Florencia tiene en 1378 alrededor de 55.000 habitantes, y un tercio de la población vive de la industria lanera, la más importante de la ciudad. Entre los 13.000 trabajadores reducidos anteriormente a condiciones subproletarias que se inscriben en las tres nuevas Artes instituidas a fines de julio de 1378 por el gobierno provisional de De Lando luego de su primera insurrección, 9.000 están »


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IDEAS & DEBATES

“ ...una combinación sin precedentes, entre el arte estratégico de la modernidad (del que es el iniciador), la cuestión de las condiciones de la creación de un mundo mejor y el examen de las bases de clases y causas materiales de las luchas políticas.

en el arte de los Ciompi3. Sobre esa base estadística, completada por el estudio de las etapas, lugares y condiciones del principal proceso de producción, el de los paños de lana, A. Stella, referente en el tema, concluye que: “Salvando todas las diferencias con la industria moderna, sobre todo la concentración o la dispersión física de las operaciones, el esbozo o la terminación de un modelo de producción industrial, la mecanización de los actos y un régimen salarial extendido a la masa de los trabajadores, es conveniente denominar a los Ciompi como los obreros de la industria moderna naciente4” (el adjetivo “naciente” cristaliza todas las ambivalencias y contrastes de los periodos de transición histórica entre dos modos de producción). En comparación con el post 1848, los Ciompi forman un proletariado subjetivamente inmaduro: en un capitalismo todavía muy poco desarrollado, no tenían las bases objetivas de desarrollo suficientes ni para elaborar un verdadero programa revolucionario, ni para imponer su poder de clase. Sin embargo emplearon hasta el extremo las posibilidades estratégicas, por cierto estrechas, pero ya reales que se les ofrecían en razón de la fuerza material que representaban. De allí todo el interés del relato maquiaveliano de su lucha: en términos cuasimarxistas, insistió en la conjunción, en ellos, de una condición económica de explotación ya desarrollada, de una dinámica de autoorganización política, y de la formulación de un objetivo estratégico suficientemente claro para que se pueda presentarlos, subjetivamente hablando en el contexto de la analogía, como un príncipe colectivo que inaugura la era de las sublevaciones revolucionarias modernas.

Posición, maniobra y fortaleza del pueblo armado Partir de esta relación entre lo material y lo estratégico permite abordar el arte de la guerra tal como lo piensa Maquiavelo desde el punto de vista de su contenido propiamente político. Emancipando la excelencia estratégica de los príncipes con respecto a cualquier moralismo, afirmando que las buenas leyes no son nada sin las buenas armas, hace del arte de la guerra el arte supremo del comendador5. Pero recíprocamente, solo las buenas leyes hacen las buenas armas: si el arte militar encarna la excelencia política, es para una razón política y no militar. El objetivo final son esas buenas leyes, que el príncipe debe mantener o crear; en última instancia, la guardia armada de la libertad no puede estar asegurada, tanto en tiempos de paz (es decir, en guerra larvada) como de guerra (civil o entre Estados) más que por el pueblo6, siendo este, como mínimo, el aliado político del

Príncipe, sino el propio príncipe. L’art de la guerre tomado literalmente es el menos incisivo de sus textos, pero su crítica a la clase militar italiana es tan radical que durante mucho tiempo el tratado fue objeto de un furibundo desprecio. El modelo del ejército romano (en el que se inspira libremente) induce una estricta jerarquía y un comando único, pero esta visión no es mecánica ni está adosada a prejuicios de clase. Al contrario: mientras distingue vida civil y vida militar, rechaza cualquier ejército profesional, y durante la República de Florencia antes de la restauración de los Médicis, había militado por la creación de una milicia popular constituida sobre todo por el campesinado pobre. Defendiendo la educación como base de la disciplina, el financiamiento propio de los ejércitos y el rechazo a los mercenarios, la preeminencia (tanto técnica como política) de la infantería sobre la artillería y la caballería (propicia al elitismo), el fundamento popular de lo político no solamente es recordado permanentemente, sino que irriga el espíritu estratégico en su conjunto. Pero incluso si L’art de la guerre no puede ser objeto de una lectura directamente política (ya sea sobre la ofensiva conquistadora que sigue siendo el objetivo final, o sobre todo, al tomar el famoso ejemplo de las fortalezas, con respecto a la defensa activa frente a un enemigo en posición dominante, como en Clausewitz7), es difícil no extraer otras lecciones, que excedan el plan estrictamente militar, de la relación entre “guerra de movimiento” y “guerra de posición” que el texto liga en esta ocasión. Según los Discours8, las fortalezas son dañinas para la defensa e inútiles para la ofensiva: un buen ejército no necesita fortaleza, y una fortaleza sin buen ejército no sirve para nada. Solo cuenta el objetivo: conquistar o conservar una ciudad o un territorio conquistado, repeler al sitiador, batir al enemigo. Lo que prima es el “buen ejército”, moldeado por las virtudes morales encarnadas en los capitanes y generales, y los “ciudadanos bien dispuestos”. Este texto fue criticado por no haber expuesto las funciones objetivas de las fortalezas en el marco de un teatro de guerra de larga duración. La razón es simple: aquí considera los combates sobre todo bajo el ángulo de la corta duración y de la seguridad del poder en relación a los enemigos tanto externos como internos. Le Prince es más matizado, pero el veredicto es el mismo: “la mejor fortaleza del príncipe, es no ser odiado por el pueblo”9. Sin embargo, en el libro VII de L’art de la guerre considera el problema a más largo plazo, y esta vez defiende las fortalezas, sobre todo frente al papel creciente de la “violencia de la artillería” (minimizada en el libro III y en los Discours), y para asegurar el abastecimiento


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de las tropas. Pero el argumento es más amplio: hay que reconocer la importancia de ocupar posiciones firmes respecto de las fases de desgaste lógicamente implicadas en una guerra que dura en el tiempo. La diferencia de los ritmos y los tiempos implica la diferenciación de las relaciones entre posiciones y maniobras, y Maquiavelo se niega naturalmente a oponerlas de manera simplista: al contrario, se trata de optimizar su combinación, según las situaciones y la relación de fuerzas. No obstante el espíritu sigue siendo siempre el mismo. Estudiando de qué modo construían los romanos sus campamentos militares a semejanza de una “ciudad móvil”, en oposición a los griegos que siempre buscaban los terrenos más favorables, escribe: “Los romanos al contrario confiaban más en el arte que en la naturaleza para la elección de su campo: nunca hubieran tomado una posición en donde no habrían podido desplegar todas las maniobras. De ese modo su campo conservaba siempre la misma forma, porque no querían someterse al terreno, sino que el terreno fuera sometido a su método… Los romanos suplían la debilidad natural de su posición mediante los recursos al arte”10. Tanto militar como políticamente, nunca la posición conquistada (la defensa elegida, que materializan o simbolizan construir una fortaleza, cavar una fosa, una trinchera) debe convertirse en su propio fin y dictar las maniobras, si no la racionalidad estratégica se olvida y la derrota está asegurada.

“¡Siempre es necesario combatir!” Maquiavelo no conoció las guerras nacionales-populares inauguradas por la Revolución Francesa, de las que Clausewitz sacará tantas lecciones, y no podía anticipar los efectos de las conmociones científicas y técnicas de la producción capitalista sobre las modalidades de la guerra, sobre las que Engels insiste en el AntiDüring. Pero con los Ciompi él ha inaugurado pese a todo una combinación sin precedentes, entre el arte estratégico de la modernidad (del que es el iniciador), la cuestión de las condiciones de la creación de un mundo mejor y el examen de las bases de clases y causas materiales de las luchas políticas. Y en ese sentido se puede arriesgar un nuevo acercamiento con Trotsky: si se mira el programa de transición como un “puente”, un “pasaje de la posición a la maniobra”11, se aprecia que es el mismo tipo de mirada con la que Maquiavelo ha observado cómo esos Ciompi se rebelaron contra el capital sin subordinar nunca su movimiento a las posiciones intermedias conquistadas (equivalentes a los derechos sindicales en el trabajo, y democráticos en la esfera de las instituciones políticas). Sus reivindicaciones fueron parcialmente

satisfechas luego de su primera insurrección, pero de hecho las vivieron como transitorias: como prueba, aun cuando no podían darles, simultáneamente, un contenido explícitamente proletario en el sentido contemporáneo (la conciencia puede explicitar al máximo las potencialidades materiales de una situación, dar muestras de una notable anticipación pero no liberarse de la historia), su negativa a limitarse a las conquistas parciales acordadas por el gobierno provisional de De Lando. El fracaso de su segunda insurrección recuerda que fueron derrotados por otros más poderosos que ellos, pero sobre todo demuestra la naturaleza de su objetivo inicial: diferencia cualitativa con la plebe romana, que solamente pedía representantes para atemperar el apetito de los nobles, los Ciompi, tal como los describe Maquiavelo (que, por lo tanto, fue un paso más allá que los historiadores actuales en la interpretación política de su lucha12) fundamentalmente querían conquistar el poder y fundar un orden nuevo, y haber mantenido el movimiento insurreccional hacia este objetivo final condujo a Maquiavelo, aunque temporariamente, a atribuirles la virtú de los príncipes. La guerra apunta a la sumisión total del enemigo: a través de la defensa, de la conquista o de la fundación revolucionaria, cualquier batalla o táctica intermedia está subordinada estratégicamente a este objetivo militar. Pero el significado y el espíritu reales de este objetivo transitorio lo desbordan y lo envuelven políticamente. El objetivo final no es otro que la actualización real de lo que nunca ha dejado de ser el fundamento del asunto: ese pueblo libre que toma su destino firmemente en sus manos sobre las bases de su fuerza material. Y los Ciompi han encarnado este fundamento tanto más cuanto que estuvieron a la altura de lo que para Maquiavelo completa a la virtú y el espíritu de la guerra en general (y el espíritu de la guerra de clases en particular): la fuerza moral13 y el rechazo al derrotismo –que no serán suficientes para la revolución comunista del siglo XXI, pero de los que no se puede prescindir–. Esta es la tarea de un partido proletario de combate, dirigirlos hacia y contra todo, razón por la cual en un próximo artículo discutiremos alrededor de la cuestión del partido y del fundamento material de la estrategia, y de algunos usos actuales de Maquiavelo en la extrema izquierda (por ejemplo entre algunos althusserianos o negristas), o del Príncipe Moderno, es decir, de Gramsci (lo que incluye cierta recepción de Maquiavelo), especialmente con el marxista inglés Peter Thomas14. Traducción: Rossana Cortez.

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1. Ideas de Izquierda 8, abril de 2014. 2. Discours sur la première décade de Tite-Live, I, 5758 [D]. 3. A. Stella, La révolte des Ciompi. Les hommes, les lieux, le travail, Paris, EHESS, 1993, p. 111 y siguientes. 4. Ibíd. p. 123. 5. Le Prince, XIV [LP]. 6. L´art de la guerre, I-8 [AG]. 7. Ibíd., IV-6, V-11. “Con frecuencia he encontrado en Maquiavelo, en materia militar, una opinión extremadamente sana y muchos puntos de vista novedosos” escribe Clausewitz, Lettre à Fichte, 11 de enero de 1809. Para T. Derbent, Clausewitz et la guerre populaire suivi de Lénine. Notes sur Clausewitz, Bruxelles, Aden, 2004, Cap. “Clausewitz et Machiavel”, p. 77, el primero ha heredado el “método dialéctico” del segundo. La afinidad entre Hegel y Clausewitz es delicada de establecer a partir de hipotéticos vínculos directos, pero su herencia común de Maquiavelo puede contribuir a explicarla. 8. D, II, 24. 9. LP, XX. 10. AG, VI-1. 11. E. Albamonte y M. Romano, “Revolución permanente y guerra de posiciones. La teoría de la revolución en Trotsky y Gramsci”, Estrategia Internacional 19, enero 2003, “Posición, maniobra y programa de transición”. 12. Cf. A. Stella, ob. cit., p. 64: “¿sobre qué base se juzga el carácter revolucionario o conformista de una serie de reivindicaciones? Si es con los parámetros del siglo XIX o del siglo XX, que son más socialistas, esta petición parece sin duda más reformista que revolucionaria. Pero si se piensa en la liberación que debía sentir el pueblo pobre… se mide cuan revolucionaria podía parecerle esta reivindicación. La demanda de un reconocimiento legal de un Arte propio, efectivamente, trastornaba el orden social, económico e incluso político”. 13. AG, IV-5. La misma fuerza moral es convocada por Clausewitz para instruir al joven príncipe de Prusia, Principes fondamentaux de stratégie militaire, 1812, Cap. “Principes pour la guerre en général”. Pero la subordinación de lo militar a lo político sigue siendo cualitativamente diferente en Maquiavelo porque su concepto de lo “político”, excediendo al Estado y trabajado por la esperanza revolucionaria y la inventiva histórica, es de otra estatura. Su arte para esto no es “combatocéntrica” como la de Clausewitz, lo que lo acerca aún más a Trotsky: cf. “Seminario sobre la táctica y la estrategia en la época imperialista”, 2012, entrevista con E. Albamonte, disponible en www.ftci.org). La “triple audacia” para la insurrección, que Lenin tomaba de Marx (que lo tomaba de Danton) en su Conseil d’un absent del 8 (21) de octubre de 1917, se remonta al florentino. 14. En el desarrollo de su libro The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, LeidenBoston, Brill, 2009 que ya fue objeto de discusiones por F. Rosso y J. Dal Maso en números anteriores de la revista.


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IDEAS & DEBATES

Sobre la filosofía de León Rozitchner

SERVIDUMBRE Y EMANCIPACIÓN

Fotografía: lacaverna.blogspot.com.ar

GASTón gutierrez Comité de redacción.

“Resulta cosa verdaderamente sorprendente, aunque sea tan común que más cabe gemir que asombrarse, ver a un millón de hombres miserablemente esclavizados, con la cabeza bajo el yugo, no porque estén sometidos por una fuerza mayor sino porque han sido fascinados, embrujados podríamos decir, por el nombre de uno solo, al que no deberían temer, ya que sólo es uno, ni amar, ya que es inhumano y cruel con ellos. Sin embargo, esta es la debilidad de los hombres: forzados a la obediencia, obligados a contemporizar, no siempre pueden ser los más fuertes. (…). No extrañarse ni compadecerse de ello, sino soportar la desgracia con paciencia y reservarse para un futuro mejor” Étiene de La Boétie (Discurso sobre la servidumbre voluntaria)

Durante más de cinco décadas León Rozitchner, con pluma eximia, cultivó una filosofía que no solo soportó con paciencia la “desgracia” de las derrotas, sino que denunció que la presencia del “embrujo” de una dominación arraigada en la conciencia de las masas, fue un componente

político decisivo, tanto de la derrota contrarrevolucionaria de los ‘70, como de su continuación en tiempos de democracia (a la que veía como producto del terror dictatorial y “otorgada” luego de la derrota en una “guerra social”). En sus últimos años ocupó un lugar en la repolitización del campo intelectual (parcial, por la mudez de la Academia, a la que dirigió una crítica demoledora). Y el fin de su vida, en 2011, lo sitúa como parte de una generación (la de los ‘50 y ‘60) que configuró un largo “ciclo” de la historia. La desaparición de las figuras de David e Ismael Viñas, junto con Rozitchner animadores de la revista Contorno1, y de miembros de una generación posterior, Nicolás Casullo, Ernesto Laclau y Eliseo Verón, deja un saldo teórico y político muy desigual, del cual es necesario hacer “beneficio de inventario”. A diferencia de Casullo o Laclau que fueron entusiastas kirchneristas, Rozitchner mantuvo otras posiciones, con apoyos menos enfáticos al gobierno (como en la crisis de la “125”) y señalamientos críticos relevantes2. Aunque no ha dejado de estar presente, asistimos a una recuperación de su figura con la publicación de sus Obras por parte de

la Biblioteca Nacional, las próximas “Jornadas León Rozitchner. Contra la servidumbre voluntaria” y la publicación de entrevistas póstumas y artículos en El Río sin Orillas, La Biblioteca, El Ojo Mocho, otra vez, y Crisis.

Su filosofía en la historia Cristianismo, Peronismo, Terror, Democracia o Patriarcado fueron los grandes nombres que usó para describir las formas principales que, anudadas, conforman la persistente sumisión histórica en la subjetividad de los oprimidos. Son procesos que ocurrieron en la historia de la experiencia social que conforman el suelo del cual depende la filosofía. La originalidad con la que trató estos temas, desplegando diálogos teóricos entre fenomenología, marxismo y psicoanálisis; indagando profundamente en el pensamiento de Freud, Marx, Spinoza y Clausewitz; y vinculándolos con la cuestión del judaísmo y el cristianismo; le permitió construir una filosofía peculiar, que invita a ser recorrida con una mirada crítica. Podríamos distinguir seis períodos de su trayectoria (que atravesó diferentes momentos de


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la historia nacional que influenciaron sus elaboraciones). El primero, de densa formación filosófica en la Universidad en París, cuyo resultado es una crítica de la fenomenología y de la inflexión de ésta en la filosofía católica de Scheler, mediante un contrapunto con su apropiación de Merleau Ponty y del humanismo marxista que se inspira en los Manuscritos de 1844 (como atestiguan sus dos Tesis: Persona y Comunidad y La Negación de la conciencia pura en la filosofía de Marx). Sigue el de la experiencia en la revista Contorno y la problematización de la relación clase obrera-peronismo (y la fallida intervención del grupo intelectual ante la “traición Frondizi”). La década del ‘60 será la de su defensa de la Revolución cubana en Moral burguesa y revolución y la enseñanza en Cuba en pleno florecimiento del “humanismo revolucionario”, y donde protagonizará agudas polémicas, como el debate marxismo o cristianismo desarrollado en la revista Pasado y Presente, o la crítica a su amigo J. W. Cooke en “La izquierda sin sujeto”, publicado en las páginas de La Rosa Blindada (el período culmina con su libro Ser Judío). En la década siguiente la publicación de Freud y los límites del individualismo burgués inaugurará un “ciclo” largo de elaboración teórico-política: el complejo trabajo de componer “isomorfismos” en los que el inconsciente se encuentra con los conceptos de Marx y de Clausewitz, del que surgirá el esquema de interpretación sobres las formas en que las fuerzas colectivas son expropiadas (Perón: entre la sangre y el tiempo). Durante el exilio la reflexión de las causas de la derrota en los ‘70, el lugar del terror y la guerra, y la continuidad de esa derrota por los métodos democráticos, serán el tema de otros dos libros sobre la guerra (Filosofía y emancipación. Simón Rodríguez: el triunfo de un fracaso ejemplar y Las Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia”). El último comienza en 1996 con la publicación de La cosa y la cruz; inaugurará un giro en su filosofía, proponiéndose la crítica de las filosofías metafísicas y teológicas reivindicando un sensualismo que llamó “mater-ialismo”. En su presentación de las Obras Sztulwark y Sucksdorf señalan que su filosofía se propuso “el desenvolvimiento de un lenguaje propio en torno a una pregunta fundamental sobre las claves del poder y de la subjetividad”3. Ciertamente esa pregunta expresa la continuidad de una

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problemática fundante, que es pensar en qué se asienta la servidumbre propia de la dominación capitalista y cuáles son los mecanismos que hay que derrotar para la emancipación. En este primer artículo veremos cómo aparecen en los textos tempranos 3 interrogantes que creemos que atravesaron su obra: ¿qué es la “servidumbre voluntaria” en el capitalismo (y que contornos históricos asumió)?; ¿qué tareas tiene la filosofía, y más precisamente que hipóstasis conceptuales (que nunca son del orden del concepto “puro”) hay que derribar?; finalmente ¿cómo pensar la reversión de esta servidumbre a través de las posibilidades de constitución de un sujeto emancipatorio (colectivo e individual)?

del escritor enmarcándolo en una orientación más general, signada por la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel en la que:

Contornos de la servidumbre argentina

La servidumbre es definida en función de un proceso de alienación que descansa más profundamente en la disociación/separación efectiva de los hombres, y que tiene un correlato ideológico. El esclavo, aun el escritor,

Los primeros textos de Rozitchner que circularon más ampliamente son los de la revista Contorno, que poseen mucha relevancia porque no faltan en ellos referencias filosóficas profundas4. Allí está presente su fuerte inspiración fenomenológica, contrabalanceada con su adhesión a la filosofía de Marx, entendida como la salida concreta a las ilusiones de la filosofía. El materialismo del joven Rozitchner está alejado de todo formalismo, como dirá más tarde: el pensamiento está determinado por la existencia social de un modo tal que la categoría teórica de lo “general” en Marx, como algo que es común a todos, es pensable porque previamente los hombres han creado la “propiedad comunal de la tierra” como una relación social compartida. Sólo desde allí el concepto más desarrollado de lo “particular” adquiere sentido5.

La negación de la conciencia (pura) no implica negar los procesos de la conciencia, sino que rechaza que ésta esté escindida del cuerpo que la sustenta y del encuentro con sus determinaciones históricas y naturales. La que propone, es una filosofía de la relación entre “persona” y “totalidad” que es puesta en función de dar cuenta de los componentes de la “servidumbre argentina”, que ve representados en la impotencia de los intelectuales pequeñoburgueses y en la adhesión de las masas obreras al peronismo. Así por ejemplo, en “Comunicación o servidumbre: Mallea”, Rozitchner analiza la subjetividad

Los esclavos deben reconocer a los amos sin ser reconocidos. Porque el amo, al arriesgar su vida hasta el fin en la lucha por el reconocimiento, experimenta, a través de la servilidad del esclavo, la conciencia de sí como autonomía. Así la historia implica existencias libres y existencias dependientes. Toda conciencia que surge a la vida histórica, todavía no acabada, presupone entonces a través de la asunción de sí como conciencia, un articularse como autonomía o dependencia, un adscribirse al dominio o a la servidumbre6.

por no resolverse a arriesgar su vida en la lucha real o por no asumir plenamente la condición dolorosa de la esclavitud que le permitiría en definitiva liberarse, inventa ideologías, subterfugios imaginarios7.

La propia literatura podía investirse como mistificación ideológica y caer en la hipocresía subjetiva que confunde “lo relativo y lo absoluto que está en la base de toda tiranía”8. En este uso de los conceptos fenomenológicos de Scheler, Rozitchner trata de dar cuenta de que el hombre es un “absoluto-relativo”, donde la relación entre lo “absoluto”, como la certeza de mí mismo y el reconocimiento al mismo tiempo de que soy “relativo” a un mundo compartido con los otros, se resuelve mediante una dialéctica que culmina con la idea de que el esclavo encontrará su libertad a través de la transformación del mundo, y de sí mismo, en el trabajo. Los “subterfugios imaginarios” (que en el artículo remiten, cuando no, a un “orden cristiano”) se oponen a la “placenta de la historia del hombre”. La relación de “comunicación” entre los hombres viene a develar los claroscuros de la vida cotidiana, en donde las disposiciones subjetivas y las ideologías bloquean las relacio» nes en común.


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Este esquema también es utilizado en el plano de la historia argentina en “Experiencia proletaria y experiencia burguesa”9, donde, luego de denostar a la burguesía, señala que “el peronismo no es un fenómeno originario de las masas, sino que se origina en la consciente miseria a que la burguesía reduce una parte del país, hacia la que sólo siente desprecio”, y que el origen burgués-militar de Perón le dio el “conocimiento de los hilos” con los que buscó ejercer una dominación a través de otorgarle al proletariado una ilusión al final de la cual la clase obrera no obtuvo nada esencial (“la prueba es que sigue siendo proletario”). Intentando ir más allá de la mera denuncia con tintes “gorilas” de la manipulación de las masas (como atestigua el debate autocrítico del número 7/8 de la revista), Rozitchner quiere dar cuenta de una “transacción” por la cual la clase obrera obtiene del peronismo cierto “poder en la fábrica ante el patrón”, a cambio de perder “libertad” y autonomía. Sin embargo, para él aún resta “comprender el sentido de la experiencia proletaria en el peronismo, para delimitar la responsabilidad que incumbe a los obreros por haber adherido a ese movimiento”10, ajeno a la solidaridad de clase, y haber caído en la pasividad alienante. A este ensayo filosófico le falta una historia que dé cuenta de la responsabilidad de las direcciones socialistas y comunistas en el surgimiento del peronismo, así como una consideración de la responsabilidad del Amo-Perón en su caída sin permitir la lucha contra el golpe del ‘55. Aunque su esperanza está en un proletariado capaz de “retomar su memoria social, su historia, de reconocer las luchas aisladas que de pronto confieren un sentido a toda la realidad”, sin dudas este primer análisis de Rozitchner sobre el peronismo ofrece una mirada unilateral del “sentido de la experiencia proletaria”, sin atender a cómo esa misma “transacción” contenía una crisis potencial que la emergencia posterior de la clase obrera atestiguaría11.

Marxismo o cristianismo En el período siguiente tiene lugar una polémica contra la “secularización del cristianismo” que muestra que la comprensión de una “conciencia de servidumbre” para Rozitchner siempre remite a la cuestión de distinguir lo profano y lo teológico. Suscitada por la entrevista de la revista Centro al profesor católico Conrado Eggers Lan, Rozitchner, Oscar Massota y Raúl Pannunzio intervendrán en un debate sobre cristianismo y marxismo, que es un síntoma de la evolución en los tempranos años ‘60 de un sector de la intelectualidad católica12. Para Eggers Lan: el marxismo se me aparece como la secularización de algunos de los motivos más profundos del pensamiento judeo-cristiano (…) que

procura, pues, la liberación de los factores que esclavizan y degradan13.

En la enumeración de ellos (poder, riquezas, cetro y espada), obviamente no aparece la figura de Dios en pos de presentar el cristianismo como un movimiento liberacionista de esclavitudes y degradaciones. En sentido opuesto Rozitchner considera al cristianismo un movimiento degradante de la conciencia, que sentó las bases de la imposición del poder, primero del cetro y de la espada, y luego del capital. Sostiene que Eggers Lan con la mala conciencia del buen cristiano busca salvar su fe y desarrollar una práctica ajena al poder eclesiástico, que contrapone la experiencia subjetiva, individual, con el hecho objetivo de que la creencia en Dios obliga a la hipóstasis del género humano. Esta presencia de “lo teológico” bloquea la posibilidad de desarrollar una subjetividad revolucionaria. Para Eggers Lan “el marxismo sería el aspecto social de la conflictividad de la que el cristianismo sería expresión individual”14, lo que no podría sino repugnar a un pensamiento como el de Rozitchner signado por una búsqueda persistente en articular “lo colectivo y lo individual” con preeminencia de un pensamiento emancipatorio.

De ahí el carácter eminentemente combativo de su respuesta en Pasado y Presente, que en comparación con los comentarios aperturistas de Masotta15 puede parecer intempestiva o “dogmática”. Según Horacio González, Rozitchner “de alguna manera no se dio lugar para una comprensión mayor del drama espiritual de Eggers”, pero para éste no se trataba de oponerse a la colaboración con los cristianos, sino de separarse de “confusionismo moralizante (de) la ‘reforma’ del marxismo según preceptos teológicos”16. Este ejercicio de traducción de elementos de una concepción del mundo al esquema de otra culmina en una tentativa de transformación meramente subjetiva que acaba reproduciendo la misma alienación que dice combatir. De ahí la igualación de Eggers Lan entre los actos de fe con los supuestos históricos de Marx, o en la operación de oponer a la filosofía de Marx la reducción trascendental de la fenomenología (un apriorismo que no dejó de ser leído por los cristianos como un aliado filosófico en el siglo XX) y de la “volición” de Bergson, un conocimiento intuitivo del mundo, que para Rozitchner no es más que una “denominación laica de una revelación teológica”17. En todo esto la metafísica queda incólume y el punto de vista de Eggers Lan no es más que el pasaje de un sueño a otro, éste último sí más próximo a la vigilia, pero que los psicólogos por su ambigüedad denominan “alucinaciones hipnológicas”: un pie en el sueño, otro en la vigilia; un pie en la tierra, otro en el cielo...18.

en la larga duración de la historia occidental, y cómo lo teológico era también constitutivo de la subjetividad, le serviría para oponer una filosofía profana que evite otras hipóstasis (ya sean la de Dios, el amor, la estructura, el Líder o el pueblo) y se proponga unir lo individual y lo colectivo en una dialéctica con pretensión de ser concreta.

Filosofía y expropiación subjetiva En estos ejemplos vemos como el joven Rozitchner articulaba servidumbre, filosofía y emancipación. En este primer período, sin descuidar las fuerza materiales de la dominación de clase (como atestiguan sus referencias a la economía, el materialismo y la clase obrera) quería dar cuenta de cómo “los afectados por una situación que los destruye no reaccionan y entran en lo que se llamó “servidumbre voluntaria”19. Si el discurso de La Boétie habla de una dominación propia de reyes y señores feudales, el discurso de Rozitchner quiere dar cuenta de cómo en la propia “servidumbre voluntaria” moderna, específica del capitalismo, se recreaban algunos de los mecanismos pre-capitalistas de dominación subjetiva como la presencia de presupuestos teológicos, que permanecen y refuerzan los mecanismos de disolución del poder colectivo y expropiación subjetiva, y que se verán encarnados en el propio Capital y en sus representantes políticos.

1. Antes, Rozitchner había editado junto a Murena la revista Verbum (1950-51). 2. Esta ambivalencia se muestra en las entrevistas publicadas en L. Rozitchner, Acerca de la derrota y de los vencidos, Buenos Aires, Ed. Biblioteca NacionalEd. Quadrata, 2011. 3. Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2012 y 2013. 4. Sobre los debates de la revista, ver Ariane Díaz “Contorno”, IdZ 4. 5. León Rozitchner, Acerca de la derrota y de los vencidos, ob. cit. p. 103 6. Contorno 5/6, septiembre 1955, p. 22. 7. Ibídem, p. 25. 8. Ídem. 9. Contorno 7/8, julio 1956. 10. Ídem. 11. Paula Varela, “Sobre la doble conciencia y la inevitabilidad del peronismo”, IdZ 5. 12. En las revistas Centro, Discusión, números 2, 3 y 5, y Pasado y Presente, números 2, 3 y 4. 13. Revista Pasado y Presente. Tomo I (1963-1965), Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2014, p.163 y ss. 14. Ob. cit. p. 73. 15. Oscar Masotta, Conciencia y Estructura, Buenos Aires, Editor Jorge Alvarez, 1969. 16. Ídem. 17. Ídem.

Criticar cómo el fundamento mítico-religioso constituyó un núcleo de sometimiento operante

18. Ídem. 19. Acerca de la derrota..., ob. cit. p. 104.


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Algunas reflexiones sobre Ecosocialismo... de Michel Löwy

Marxismo y ecología

Juan Luis Hernández Historiador, docente UBA.

1. La palabra Ecología (del griego oikos, casa u hogar, y logos, estudio) fue acuñada por el filósofo y biólogo alemán Ernst Haekel, quien la utilizó por primera vez en su obra Morfología general de los organismos (1866). En un sentido amplio, remite a la interacción de los seres vivos con el medio ambiente y su transformación a través del tiempo por las comunidades biológicas. Años antes, en 1852, el químico británico Robert Angus Smith observó que en la ciudad de Manchester caían precipitaciones que corroían metales, desteñían las ropas, dañaban los vegetales y enfermaban personas y animales. Las denominó “lluvias ácidas”, y encontró su origen en la reacción producida por los gases expulsados por las chimeneas de las fábricas al entrar en contacto con el agua y el oxígeno de la atmósfera, generando ácidos que al precipitarse producían los efectos descriptos. Como vemos, la preocupación por el impacto de las actividades del hombre en el

Ilustración: Anahí Rivera

medio ambiente es contemporánea al desarrollo de la Revolución industrial. Pero es a partir del agravamiento dramático e incesante de los problemas ambientales a escala mundial en los últimos cuarenta años, que los temas ecológicos pasaron a concitar la máxima atención. En este contexto surgió una corriente de pensamiento de raíz marxista empeñada en abrir un diálogo con la ecología. Michel Löwy, en su obra Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista (Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2011), nos ofrece una primera aproximación a esta problemática, por lo que consideramos útil abordar su discusión en este artículo. 2. ¿Qué es el ecosocialismo? Löwy lo define como ...una corriente política basada en una constatación esencial: la protección de los equilibrios

ecológicos del planeta, la preservación de un medio favorable para las especies vivientes –incluida la nuestra– son incompatibles con la lógica expansiva y destructiva del sistema capitalista.

La idea central de esta corriente es la incompatibilidad entre la subsistencia del capitalismo y la búsqueda de un punto de equilibrio medioambiental. Una clase dirigente obsesionada por el consumo suntuoso y la acumulación, permanece indiferente ante la degradación de las condiciones de vida de la mayoría de la humanidad, como quedó demostrado por el fracaso de las conferencias internacionales sobre el cambio climático, en las cuales Estados Unidos, China y Europa se niegan a reducir las emisiones de los gases responsables del calentamiento global o efecto invernadero. Löwy sostiene que una política ecologista no socialista resulta incapaz de solucionar los problemas atacando sus raíces: la priorización de la »


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“ El ecosocialismo es una crítica a la ‘ecología de mercado’, que termina siendo funcional al capitalismo, y a las variantes ‘socialistas productivistas’ del siglo XX.

ganancia y la acumulación, el despilfarro de la gestión no planificada de los recursos naturales. A su vez, cualquier proyecto socialista que no se plantee la resolución de los problemas medioambientales termina convirtiéndose en un callejón sin salida. El ecosocialismo, síntesis dialéctica de los principios fundamentales del ecologismo y de la crítica marxista a la economía y a la explotación capitalista, es al mismo tiempo una crítica a la “ecología de mercado”, que termina siendo funcional al capitalismo, y a las variantes “socialistas productivistas” del siglo XX (socialdemócratas o stalinistas), basadas en una supuesta expansión cuantitativa ilimitada de las fuerzas productivas, sin tener en cuenta el equilibrio necesario con el medio ambiente. Por el contrario, el ecosocialismo postula una transición al socialismo basada en la protección del medio ambiente, en el cual sea la propia población la que defina democráticamente las prioridades mediante una planificación racional a nivel local, nacional e internacional. El inicio de un proceso de transición al socialismo requiere, junto con la supresión de las relaciones de producción capitalistas y la propiedad colectiva de los medios de producción, el reemplazo de la energía proveniente de la incineración de combustibles fósiles por fuentes de energía renovables (eólica/solar), la reestructuración de ramas enteras de la producción que deberán ser reemplazadas y/o abandonadas, y cambios estructurales en los patrones de consumo societales. Löwy critica a la publicidad, un “sistema de manipulación mental” propio del capitalismo, dando como ejemplo el automóvil individual, que responde a una necesidad real, pero que se convirtió en un bien de prestigio. En un proyecto ecosocialista se privilegiaría un sistema de transporte gratuito o de muy bajo costo, donde el automóvil individual ocuparía un lugar más acotado. Defiende la planificación centralizada de la economía, afirmando el derecho del conjunto de la población a decidir en forma democrática los ejes centrales de la actividad económica. En el capitalismo, el valor de uso está subordinado al valor de cambio y a la rentabilidad, por eso hay productos superfluos e inútiles o con obsolescencia programada, en una economía socialista, la producción

de bienes y servicios responderá exclusivamente al criterio del valor de uso, privilegiando lo cualitativo por sobre lo cuantitativo, poniendo fin al despilfarro de recursos. La planificación no es contradictoria con la autogestión de los trabajadores: la sociedad en su conjunto decide qué y cuánto producir, pero la organización y el funcionamiento de las fábricas estarán bajo control obrero. Para Löwy, el ecosocialismo se inspira en una premisa de Marx: la predominancia, en una sociedad sin clases, del ser por sobre el tener. Marx era consciente que, de subsistir el capitalismo, las fuerzas productivas podían devenir “fuerzas destructivas”. Consideraba que el objetivo del socialismo no era producir una cantidad cada vez mayor de bienes, sino reducir el tiempo social de trabajo, ampliando el tiempo libre de los seres humanos (Crítica al Programa de Gotha). La crítica al “productivismo socialista” exige una renovación del pensamiento marxista y una ruptura radical con la ideología del progreso lineal, heredada del positivismo del siglo XIX. 3. En algunos escritos de Marx se observa una tendencia a convertir “el desarrollo de las fuerzas productivas” en el principal vector del progreso humano. En el célebre pasaje del Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Marx describe la mutación de las relaciones de producción existentes de formas de desarrollo a obstáculos del crecimiento de las fuerzas productivas, no haciendo ninguna evaluación crítica cualitativa de las mismas. En este texto como en otros de Engels (el Anti-Duhring), se puede inferir que la tarea de la revolución se limitará a liberar las fuerzas productivas de las relaciones sociales de producción arcaicas para permitir, superado el “obstáculo”, su desarrollo ilimitado, lo cual constituye la interpretación básica del “productivismo socialista”. La experiencia de la Unión Soviética ilustra los problemas derivados de una apropiación colectivista del aparato productivo capitalista sin gestionarlo democráticamente, sin tener en cuenta el cuidado del medio ambiente, sin elaborar un análisis cualitativo de qué y para qué producir.

Sin embargo, en otros textos de Marx y Engels podemos encontrar cierta conciencia del carácter depredador de algunas prácticas económicas, como las críticas a la degradación y agotamiento de los suelos o la destrucción de los bosques, resultado de una contradicción insalvable entre la lógica inmediatista del capital y el interés general de la humanidad. En El Capital, Marx opondrá a la lógica depredadora del suelo del capitalismo, el tratamiento racional de la tierra …como eterna propiedad comunitaria, y como condición inalienable de la existencia de la reproducción de la cadena de las generaciones humanas sucesivas.

La tierra no es propiedad de nadie, todas las sociedades son sus usufructuarias, con la obligación de conservarla y dejarla en mejores condiciones a las futuras generaciones. Si bien la reflexión ecológica no ocupó un lugar central en las obras de Marx y Engels, lo que escribieron sobre la relación entre las sociedades humanas y la naturaleza no tiene un contenido unívoco. Expresiones que remiten al “control”, “dominio” o “dominación” de la naturaleza por el hombre, muchas veces no apuntan a aspectos patrimoniales sino al beneficio que el conocimiento de las leyes de la naturaleza procura a los seres humanos. En síntesis, podemos afirmar que en Marx se puede visualizar una contradicción entre el núcleo crudamente productivista de algunos textos y la constatación, en otros, de que el progreso puede ser la fuente de destrucción irreversible del medio ambiente natural. Asumiendo esta contradicción, los escritos de Marx nos pueden orientar en la construcción de categorías desde donde reflexionar sobre los problemas medioambientales, que junto con las reivindicaciones sociales constituyen la plataforma de lucha contra el Capital en el siglo XXI. 4. El calentamiento global está empujando hacia arriba la temperatura del planeta a un ritmo cada vez más intenso. El resultado inmediato es el derretimiento de los glaciares de Asia, Europa y América, del casquete Ártico y de la Antártida. La consecuencia es el aumento del nivel de


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los océanos, que en pocos años/décadas anegarán las ciudades costeras donde vive la mayor parte de la población humana. En lo que respecta a la Antártida, los últimos estudios de la NASA dan cuenta del inicio de un proceso irreversible de retroceso de los glaciares próximos al Mar de Amundsen (Antártida Occidental). En Groenlandia y el casquete Artico la situación es aún peor. Año a año, el deshielo de la banquisa –como se llama la capa de hielo que flota sobre el océano– alcanza nuevos récords, afectando el hábitat de la fauna ártica, contribuyendo al aumento del nivel de los océanos y disminuyendo la capacidad de refracción solar de la banquisa. Este fenómeno se llama albelo, y consiste en la refracción del calor solar hacia el espacio en la forma de corrientes más frías de aire, ayudando al mantenimiento y estabilización de los sistemas meteorológicos globales. Como consecuencia del mayor deshielo, las superficies reflectantes son reemplazadas por superficies oscuras con menor capacidad de absorción del calor solar. En suma, el deshielo creciente del Artico y de la Antártida, provocado por una mayor emisión de gases de efecto invernadero, es consecuencia de, y a la vez retroalimenta, el desajuste climático global. 5. En Sudamérica, entre los problemas medioambientales más urgentes se destacan la deforestación de la Amazonia y la minería a cielo abierto. A pesar de su frondosidad, la floresta amazónica es un ecosistema muy frágil. Su carpeta vegetal tiene un espesor de apenas 30 a 40 cm. de humus (contra 90 a 120 de las llanuras o praderas). Por este motivo, las raíces de los árboles se extienden en forma horizontal, cuando se lo tala se pierden muchos metros cúbicos de tierra, arrancados con las raíces. En la superficie deforestada es muy difícil el cultivo de soja o cereales, ya que en poco tiempo se agotan las nutrientes; si se introduce ganado, éste come el pasto desde las raíces y destruye con las pezuñas la débil carpeta vegetal. En suma, en pocos años solo queda tierra árida, como se puede apreciar a simple vista en las orillas del Amazonas. Desde hace siglos, los grupos étnicos y los caboclos (mestizos) que habitan la Amazonia

cultivan mandioca, maíz y yuca sobre el igaporé, las tierras inundables en donde las crecidas de los ríos depositan un limo superfértil, bajo la sombra protectora de los árboles. Estos métodos sencillos siguen dando mejores resultados que los del “agrobussiness”, haciendo realidad la hipótesis de Walter Benjamin: los supuestos impulsores del progreso propagan en realidad la barbarie. En manos de terratenientes y capitalistas, que sólo apuntan a maximizar ganancias en el corto plazo, la Amazonia corre el riesgo de desertificarse en poco tiempo, con consecuencias incalculables sobre el clima de todo el planeta, del cual constituye hoy el principal pulmón productor de oxígeno. La megaminería o minería a cielo abierto no debe ser confundida con la minería tradicional, una antigua y noble actividad humana con la que poco tiene que ver. La minería tradicional contaminaba, pero por lo general no producía modificaciones drásticas e irreversibles en el territorio. La minería a cielo abierto implica, por el contrario, la voladura con toneladas de explosivos de las montañas, la pulverización de las rocas y la separación, mediante caldos químicos, de las sustancias que componen los metales de la “ganga” o escoria residual. Este proceso provoca la destrucción irreversible del entorno natural e insume enormes cantidades de agua. En definitiva, consume los recursos fundamentales de un territorio para la reproducción de la vida en todas sus formas, en aras de explotaciones mineras intensivas que no persisten más de dos o tres décadas. El proyecto Conga, en el departamento de Cajamarca, en la Sierra Norte peruana, es un buen ejemplo. Su versión original preveía disecar dos de las cuatro lagunas con que cuenta la región para el suministro de agua potable, extraer polvo de oro del fondo de las mismas, y utilizar los otros dos reservorios de agua para separar el metal del limo y volcar los desechos contaminados. La concesión preveía la explotación del yacimiento durante veinte años, tras los cuales, agotados los recursos hídricos, ninguna vida humana, animal o vegetal podría prosperar. Las comunidades vienen luchando contra este proyecto desde hace años, con una consigna muy simple: “el agua vale más que el oro”,

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logrando en parte frenar su implementación. Desde Cajamarca hasta Esquel, y aún más al norte y más al sur, las luchas de las comunidades indígenas y rurales por la defensa de su territorio, contra las multinacionales depredadoras de la megaminería, se multiplican a lo largo de los Andes sudamericanos. 6. Löwy plantea un extenso debate con diversas corrientes, intelectuales y organizaciones “verdes” europeas ecologistas-reformistas, señalando las limitaciones de sus concepciones políticas. Sostiene con razón que un proyecto ecosocialista sólo es posible en el contexto de un cambio revolucionario de las estructuras sociales y políticas. Sin embargo, aun cuando insiste en que la revolución social es la condición de posibilidad de un cambio de esta naturaleza, no está del todo claro cuál es el sujeto social al que interpela. En este sentido, su discurso parece orientado más hacia los movimientos sociales y a los “verdes” que a la clase trabajadora y a las organizaciones del movimiento obrero. No negamos la relevancia que tienen los movimientos medioambientales movilizándose detrás de objetivos precisos y concretos, ni tampoco las dificultades que pueden presentarse en el movimiento sindical con estas problemáticas. Pero a nuestro entender, la centralidad de la clase obrera en las luchas contemporáneas sigue siendo decisiva, no sólo por la fuerza social que expresa e irradia, sino porque el saber obrero resulta clave para la viabilidad de un proyecto de reorganización social no-capitalista alternativo. Sin el concurso de los trabajadores de la industria, del transporte, de la educación, de la sanidad, del trabajo rural y de los servicios, es imposible crear otro modelo de producción y de consumo. Las revoluciones del siglo XX levantaron como banderas de redención la lucha por el pan, la tierra, la libertad, la paz entre los pueblos. Las revoluciones del siglo XXI deben ampliar la agenda, incluyendo otros horizontes, entre ellos, la preservación del medio ambiente en el cual la humanidad construye, día a día, su presente y su porvenir.


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A propósito de París, capital de la modernidad de David Harvey

Una ciudad en disputa

Fotomontaje: Juan Atacho

Theodor Adorno supo reprochar a Walter Benjamin que su monumental trabajo sobre el París del Segundo Imperio tenía problemas para explicar la relación entre la estructura en que se asentaba y sus expresiones sociales y culturales. El libro de Harvey es quizás la base socio-económica que Adorno le pidiera a Benjamin a la vez que un alegato a favor de los sectores populares que habitaron, construyeron, sufrieron y resistieron en el corazón del “progreso” burgués. Ariane díaz Comité de redacción.

En el espacio del poder, el poder no aparece como tal; se esconde bajo la organización del espacio. Henri Lefebvre

Compilación de trabajos publicados por separado, el libro1 abarca tres secciones: la primera dedicada a las “Representaciones” de París, sobre todo literarias; la segunda a las “Materializaciones” de los cambios producidos en la ciudad del período de Luis Bonaparte y el Barón Haussmann; y la tercera, una coda dedicada a

la construcción de la Basílica del Sagrado Corazón, que usa a modo de balance de la Comuna. El núcleo del libro es la sección “Materializaciones”, que da cuenta de los distintos aspectos que configuraron la época (relaciones espaciales, industria, finanzas, renta, Estado, reproducción de la fuerza de trabajo, situación de la mujer, consumismo, relaciones con la naturaleza, etc.) y analiza en detalle los cambios sufridos por la ciudad (sufridos se aplica en este caso literalmente) desde el ascenso a la caída del Bonaparte sobrino.

Desde el establecimiento del Segundo Imperio, que de la mano de Haussmann realizaría una transformación impactante de la ciudad, Harvey muestra el andar de una burguesía que buscó salir de sus propias crisis teniendo que aceptar un remedo del bonapartismo original, y las sucesivas resistencias que produjo. Finalmente, encontramos la salida que propondría el proletariado parisino en la Comuna, ahogada a sangre y fuego por la burguesía francesa (aliada con los restos monárquicos y su “enemigo” nacional, Bismark), pero que marcaría para siempre la historia del proletariado internacional con su ejemplo. El autor resume las complejas disputas y alianzas de clases de esos años, que funcionaron de preludio a las luchas de 1868-71, alrededor de una serie de preguntas: ¿Podrían los monárquicos obtener suficiente apoyo de la burguesía centrista para frustrar el empuje republicano? ¿Podrían los republicanos burgueses controlar el movimiento de la clase obrera para mantener la república política fuera de las garras de los socialistas? ¿Podrían los librepensadores radicales y republicanos desclasados establecer una alianza con un movimiento obrero (…) para crear así una república socialista y revolucionaria? ¿Podría el Imperio dividir, controlar y manipular a todas y cada una de estas facciones por medio de la captación y de su poder de policial y de provocación? [386].


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Entre estas disputas, se va materializando una de las fuerzas que recorría las antiguas calles y los nuevos bulevares: la circulación del capital por la ciudad, que a su paso modificaba formas de vida, estructuras arquitectónicas, la organización del trabajo, las relaciones familiares, el consumo y, pasando por diversas etapas, la estructura de las clases que terminarían colisionando en sus barricadas. Desde el punto de vista económico, Harvey analiza cómo la enorme transformación del espacio urbano se liga a la especulación inmobiliaria y al creciente peso de los mercados financieros que crecían a la par de las reformas urbanas. La alianza de Haussmann con los hermanos Pereire, dueños del banco que financiara el sistema de transporte público y el alumbrado a gas, por ejemplo, llevó al Estado a pasar de 163 a 2.500 millones de francos de deuda en el período de 1853-1870. El enfrentamiento de los Pereire con otro banquero, Rothschild, fue uno de los motivos del desprestigio y caída de Haussmann, pero no más que el hecho de verse dominado por la misma maquinaria que él había creado, un aparato de Estado que buscaba resolver los graves problemas de sobreacumulación mediante la financiación del déficit generado por sus propios gastos, que caerá finalmente víctima de las resbaladizas contradicciones encarnadas por la circulación del capital-dinero que devenga intereses [185]. Otro aspecto destacado es la movilización de las industrias del centro de París a su periferia, lo cual se relacionaba con el aumento del precio de las tierras en el nuevo centro comercial y financiero, así como con una reorganización de las formas de trabajo: Muchas pequeñas empresas no eran más que unidades subcontratadas por organizaciones más grandes y por ello funcionaban más como sistemas laborales contratados, dependientes de productores capitalistas o comerciantes que les controlaban a distancia. […] En ese contexto se produjo una firme implantación de un odiado y opresor sistema de capataces, supervisores, subcontratistas y demás intermediarios [205].

Este proceso forma parte del capítulo francés del proceso de subsunción que Marx analizaría en El Capital: el pasaje del trabajo artesanal

a la maquinaria y la gran industria, “la gradual inclusión de antiguos artesanos y trabajadores independientes bajo la dominación formal de una organización industrial y comercial estrechamente controlada”, dice Harvey [205]. A su vez, las nuevas vías de comunicación abiertas desde la ciudad permitieron el aumento del comercio con el extranjero, lo que diferenció cada vez más a la industria del comercio y también a la capital de las demás provincias, lo que sería posteriormente uno de los factores del aislamiento de la Comuna en París [209]. Desde el punto de vista político, el autor muestra las tensas relaciones del Imperio con distintos sectores de la clase dominante; relaciones tensas pero solidarias en sus intereses generales mientras las ganancias abundaron con ayuda de las reformas estatales; más fragmentadas y opositoras cuando el ciclo económico mostraba sus límites. Harvey relata en este sentido la disputa entre los partidarios del libre mercado con la centralización bonapartista2 de Luis (de inspiración saint-simoniana), cercana a lo que denomina “capitalismo de Estado” o al capitalismo financiero monopólico, reflejada en la asociación con los hermanos Pereire. Pero aunque Luis Bonaparte coqueteara con el saint-simonismo en su entrada al gobierno, se retiraría como un buen liberal que acordaba con Gran Bretaña el libre comercio; las ideas de SaintSimon le sirvieron para legitimarse con políticas sociales frente a las masas y centralizar un capital en crisis [356]; la centralización le permitió presentarse como alternativa frente a la crisis económica y política de 1848, y redundó en beneficios para todos los sectores burgueses, que una vez recuperados no querían ya que alguien interviniera en sus disputas particulares. De conjunto, sin embargo, en el período puede constatarse aquello que Marx y Engels definieron en el Manifiesto Comunista: el Estado es la junta que administra los negocios de la clase dominante. Por supuesto que ningún sector de la burguesía renegaba de la centralización de un Estado que además de la disposición espacial y legal para los negocios, proveyera de su brazo armado para las luchas de los trabajadores que no escasearon durante esos años: “La policía (a la que los trabajadores siempre se referían como los espías) estaba más dedicada a recoger información

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y rellenar informes al menor atisbo de oposición política, que a controlar la actividad criminal” [189]. La policía, los intentos de controlar a las masas mediante la censura y la prohibición del derecho de asociación, no resultaron efectivos por mucho tiempo: el avance de las comunicaciones permitía que entraran panfletos político, y la propaganda demagógica hacia las masas no evitó que con la caída de los salarios hacia 1860 y la restitución del derecho a huelga y asociación, saliera “rápidamente a la superficie una corriente subterránea de retórica política” [191]. Es cierto que la reestructuración urbana había desmontado varias de las pequeñas calles donde las barricadas se construían rápidamente y los grandes bulevares permitían el desplazamiento rápido por la ciudad a las fuerzas represivas, como señalara Marshall Berman al describir la modernización de París3, pero la población desplazada del centro se arremolinaron en nuevos sectores que rápidamente fueron “de su dominio exclusivo” [192]. Desde el punto de vista cultural, Harvey ejemplifica sus análisis con las representaciones literarias de la modernidad de Baudelaire –aquellas por las que Benjamin lo definiera como el “lírico de la modernidad”–, y con las a veces descarnadas, a veces cómicas, ilustraciones de la sociedad de la época de Daumier4. Y si el Segundo Imperio persiguió con casos de “indecencia pública” a Baudelaire y Flaubert5 (lo que sólo le valió erosionar su propia alianza de clases), también se ensañó con la cultura popular: los músicos y artistas callejeros eran considerados subversivos, por los que se les exigía tener licencia y sus canciones debían ser aprobadas por el prefecto. Sin embargo, “la frecuencia con que muchos contemporáneos, como Fournel, tropezaba con estos personajes y la frecuencia con que Daumier, entre otros, los representaba, sugiere que las autoridades nunca llegaron a aplastar por completo este aspecto de la cultura popular” [189]. Éstos seguían recorriendo una ciudad continuamente demolida y reconstruida, donde en los nuevos grandes mercados, parques, alcantarillas y bulevares invitaban a paseos donde el consumo que crecía se volvía más ostensible para todos; aquello que Benjamin analizara como lo que permanentemente se muestra como “lo nuevo” que no es más que » “siempre-lo-mismo”, la mercancía6.


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IDEAS & DEBATES

“ La burguesía que se pavoneaba extasiada por el fetichismo de la mercancía por las nuevas calles y parques parisinos, no disfrutaba de los encuentros ‘con las clases trabajadoras y peligrosas’.

Flaubert ilustra estas relaciones en la ciudad en su paródica versión de la Enciclopedia iluminista de Diderot y D’Alambert, el “Diccionario de idea recibidas”, donde encontramos como entradas: LÍBELOS: ya no se escriben. LIBRECAMBIO: es la causa de todos los males. NOVELAS: las novelas pervierten a las masas. Son menos inmorales por entregas que en volúmenes. Tan solo pueden tolerarse las novelas “históricas” porque enseñan historia. […] OBRERO: es honesto mientras no organice disturbios. PROGRESO: siempre mal entendido y demasiado apresurado7.

Pero la burguesía que se pavoneaba extasiada por el fetichismo de la mercancía por las nuevas calles y parques parisinos, no disfrutaba de los encuentros “con las clases trabajadoras y peligrosas”: la multitud podía ocultar elementos subversivos o repentinamente volverse una turba difícil de controlar. Esos temores estaban bien justificados” [355], como muestra el ascenso que se inicia en 1868 y culmina en lo que Marx y Engels considerarían el primer ejemplo de la dictadura del proletariado, la Comuna. Harvey elige, después de narrar algunos de los hechos principales de esta gesta de la clase obrera, a modo de epílogo y como balance del Segundo Imperio y de la derrota de la Comuna, analizar la construcción de la Basílica del Sagrado Corazón, una provocación de las clases dominantes triunfadoras que desde 1873 planean un edifico visible desde todo París, ubicada en la colina de Montmartre, dedicada a un culto que en Francia representaba a la monarquía más reaccionaria, preocupada incluso por el avance del capitalismo. El lugar elegido es significativo; lugar de martirio de viejos cristianos, representaba también los fusilamientos de dos generales, Lecomte y Thomas, por la Comuna: el primero por haber ordenado a sus tropas, sin éxito, que disparara sobre los communards; el segundo recordado por sus salvajes matanzas de los revolucionarios de

1848; ambos elegidos como mártires por Thiers para justificar la brutal represión sobre París aunque fuera necesario “reducirla a cenizas”. Un “capricho” topográfico le sirve a Harvey de metáfora. La Basílica es visible desde todas las puntas del París; desde los jardines de Luxembourg que Haussmann remodelara para abrir sus bulevares; desde la Gare du Nord, estación financiada por el Barón Rothschild que reúne a la red ferroviaria desarrollada en el Segundo Imperio; desde la Place du Colonel Fabien, cercana a la sede del PC francés y a los barrios obreros de Belleville y La Villette donde resistió en sus últimas horas la Comuna; desde la tumba de Thiers en el cementerio de Père Lachaise. Pero permanece oculta sin embargo en el Mur des Féderes, donde “después de una fiera lucha, los últimos combatientes de la Comuna fueron rodeados y sumariamente ejecutados” [399]. Marx dice en La guerra civil en Francia: La antítesis directa del Imperio era la Comuna. El grito de “República social”, con que la Revolución de Febrero fue anunciada por el proletariado de París, no expresaba más que el vago anhelo de una República que no acabase sólo con la forma monárquica de la dominación de clase, sino con la propia dominación de clase. La Comuna era la forma positiva de esta República8.

El trayecto entre esas dos revoluciones es lo que traza el libro de Harvey, materializado en la disposición urbana moderna del París del Segundo Imperio. El poder al que se refiere el acápite de Lefebvre, citado por Harvey, es el del fetichismo de las mercancías y las relaciones sociales que recubre, las cuales desafió la Comuna, abriendo a pesar de la derrota un camino que el proletariado volvería a retomar.

1. Madrid, Akal, 2008. Las referencias a esta edición se harán entre corchetes al final de la cita. 2. Nos referimos aquí a “bonapartismo” no como referencia a la política de Luis en particular (aunque entra en esta definición), sino en el sentido en que el marxismo describe un régimen que en momentos de crisis se presenta como “árbitro” entre las clases enfrentadas y entre las propias fracciones de clase a la que pertenece, que a nuestro criterio define mejor que “capitalismo de Estado” la situación del Segundo Imperio, ya que hace referencia a la relación de fuerzas entre las clases y al régimen más que a la naturaleza del modo de producción. Marx y Engels, por ejemplo, definieron como bonapartistas al gobierno de Napoleón III pero también al de Bismark. 3. Estos son dos aspectos centrales del clásico libro de Berman Todo lo sólido se desvanece en el aire (Madrid, Siglo XXI, 1988) y que Harvey toma como material. El libro de Berman contiene además una descripción y comparación de la modernización de la ciudad en los países centrales, con París como eje, con la modernización del “subdesarrollo”, con San Petersburgo como eje. 4. Baudelaire también escribe sobre ilustraciones que dan cuenta de la vida parisina de la época en “El pintor de la vida moderna” (Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Visor, 1996), pero no elige a un Daumier sino a Constantin Guys, que como describiera Berman, presenta una mirada de un gran desfile de modas, fachadas brillantes y apariencias armoniosas. Esto muestra la ambivalente mirada baudelaireana de la modernidad, a veces extasiada, a veces corrosiva. La inspiración de Benjamin no tiene que ver con encontrar en el poeta una crítica política al Segundo Imperio sino en mostrar como su “sensibilidad para lo inorgánico” da cuenta del fetichismo de la mercancía, aun al deslumbrarse por éste. 5. Al respecto ver “Literatura y sociedad”, IdZ 7. 6. Benjamin, “Zentralpark”, Libro de los pasajes, Madrid, Akal, 2005, p. 179. El paseo, en la época, podía incluir las alcantarillas. Los grandes túneles permitían la entrada de los curiosos de la época, entre los que no estaban excluidas las clases altas, que visitaban la moderna obra de ingeniería. Hoy siguen siendo un atractivo turístico. 7. El “Diccionario…” iba a ser parte de una novela que entre sus ejes tiene las disputas de clase previas y posteriores a la revolución de 1848. Quedó inconclusa a la muerte del autor en 1880. Se publicó como Bouvard y Pécuchet posteriormente; algunas ediciones incluyen el diccionario, como la de Barcelona, Montesinos, 2001 que aquí utilizamos. 8. Disponible en Marxists Internet Archive, escritos de Karl Marx & Friedrich Engels, www.marxists.org.


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la gota que horada la vida de las mujeres

Fotografía: Fernando Lendoiro

En esta charla con Selva Almada, autora de, entre otros, El viento que arrasa y Ladrilleros, hablamos de su último trabajo, Chicas muertas –que se sumerge en historias de violencia contra las mujeres–, y sobre algunas de las “etiquetas” y tendencias presentes entre los autores argentinos.

IdZ: En el número anterior de IdZ reseñamos tu último trabajo, Chicas muertas, donde abordás la problemática del femicidio de manera muy interesante desde un género no ficcional, pero que por momentos bordea la ficción. Contanos cómo surgió la idea. Yo tengo un libro de cuentos que se llama Una chica de provincia, que son cuentos autobiográficos; ahí había contado uno de los casos, el de la chica de Entre Ríos, que es el que yo conozco desde que sucedió, al otro día, cuando empezó a correr la noticia. Yo tenía 13 años y vivía todavía en Villa Elisa, y esto sucedió en San José, que es un pueblo muy cerquita de ahí. El libro tiene una parte donde yo cuento historias como de “principio de la adolescencia”, y había escrito un relato que se llama “La chica muerta”. Pero en realidad, lo contaba con lo que yo me acordaba, después me di cuenta de que era bastante erróneo e impreciso, y que me acordaba lo

que se había comentado. Mucha gente me preguntaba si era un suceso real, y a partir de esas preguntas, me pareció que esa historia tenía una potencia narrativa muy fuerte, tanto por el asesinato de esa chica como por todo lo que se había generado: las distintas cosas que se decían, todas las hipótesis, había una vinculación con la magia negra, la prostitución, drogas… todo lo que se puede cocinar en un pueblo cuando pasa una cosa así, tan espantosa e inesperada. Comencé a pensar que se podía escribir otra cosa, haciendo una investigación y realmente conectándome con los sucesos reales. Al poco tiempo estaba yo, en el Chaco, ojeando el diario y veo una especie de recuadro recordando los 25 años de lo de María Luisa Quevedo, y era más o menos la misma época; también una chica jovencita, tampoco se había resuelto el caso… Ahí, entonces, se empezó a armar una especie de corpus. Yo no quería escribir solamente la

historia de Andrea, la idea era escribir algo sobre varios casos. Cuando apareció el de María Luisa, se empezaba a generar como un abanico interesante. Así que empecé a buscar el de Sarita. Primero, fui a la hemeroteca, estuve mirando diarios de esa época, no encontraba nada; después empecé a escribir a redacciones del interior preguntando si había algún caso similar… IdZ: ¿Buscabas en la misma región y en la misma época? Buscaba en la misma época, no en la misma región; sí que fuese en el interior y además, que no se hubiese resuelto. Porque estaba esto de la impunidad, que me interesaba laburarlo también. Así que empecé a escribir a redacciones del interior, por supuesto que nadie me contestó. Después, un periodista me cuenta que había un caso muy emblemático en Villa María (Córdoba) que es el de Sarita Mundín. Ahí se me »


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CULTURA Literatura

“ ...termina poniéndose en tela de juicio la vida

de la víctima en lugar de la del agresor, del victimario.

completó; pensé: “con tres ya puedo arrancar algo”. Sí tenía claro que no quería escribir una novela, no sé muy bien por qué, me parecía que los casos me demandaban que trabajara con la no ficción. Justo vi que había una beca del Fondo de las Artes, así que armé un proyectito con la idea de empezar a escribir un libro de crónica sobre estos casos. Y Ragendorfer y Osvaldo Baigorria me salieron de avales y me dieron la beca. Con esa plata, que no era mucha, hice una buena parte de la investigación: ir a los lugares, entrevistar gente, ir a los diarios, ver los recortes de la época y ver los expedientes. Lo hice en un año, más o menos administrando la plata, y después me quedé sin plata y ahí quedó el material como dos o tres años. Había empezado a escribir algo; cada tanto empezaba a escribirlo pero sentía que no le daba al tono y no sabía cómo abordar esto de la no ficción, que yo nunca había escrito, a pesar de que era lectora de no ficción. La idea era que los casos estuviesen relacionados a lo largo de todo el libro, y en algunos fragmentos empezó a aparecer una presencia más fuerte de lo autobiográfico y mi relación con ese tema. Y a eso lo vio mi editora y me dijo: “A mí me interesa más el texto cuando es más personal y más íntimo; cuando de alguna manera esos casos se relacionan con tu vivencia personal”, y fue buenísimo el trabajo, porque empecé a animarme. Porque lo que me pasaba es que yo decía: “Si esto es periodístico tiene que haber una distancia…”, “no me puedo meter tanto”. No sabía cómo ubicarme; me sirvió mucho poder charlar con ella y que me ayudara, también, a encontrar por dónde. Y creo que es la particularidad del libro, que no es una crónica periodística, no es una investigación periodística, no es un ensayo, sino que es como un híbrido… IdZ: Aunque, como decís, en el libro pesa tu visión personal sobre las historias, es evidente que crecen los casos de violencia, se habla más de los femicidios… Eso seguro, pero la verdad es que en los primeros borradores, no encontraba cómo aparecía la narradora, desde qué lugar se contaban esos casos, y al llevarlos a un terreno más personal… Tampoco lo estoy contando desde el lugar de familiar que perdió a alguien, por ejemplo, que podría ser el caso, sino desde un lugar más… desde el llano de la violencia de género, de lo

que nos pasa a todas más o menos alguna vez en la vida, que no llega a ser una violencia extrema sino esta gotita (y hace el gesto con la mano), que alguna vez te toca; alguna de estas cosas te pasan. Creo que esto también hace que se conecte más con lo social y que pueda haber una identificación más general con las lectoras.

que eran amigas de ella, que son las dos últimas que la vieron, denunciaron después a la policía por apremios ilegales, porque las golpearon, porque las obligaron a decir lo que ellos querían que digan, porque querían resolver el caso rápido. Entonces, creo que, además de que el tema interesa poco porque son pobres y porque se empieza diciendo “seguro que se fue con uno, ya va a volver”, o “era prostituta”, entonces importa menos; a eso se suma, en esa época, una precariedad a la hora de los medios para investigar de la Policía y la Justicia. IdZ: Ahora que mencionás esto, hay un caso reciente en Córdoba, una mujer fue asesinada por un tipo que ya había matado a su anterior pareja. La naturalización es evidente, y lo que alegan los jueces es: “actuó bajo emoción violenta porque la mujer lo provocaba”. Sí, termina poniéndose en tela de juicio la vida de la víctima en lugar de la del agresor, del victimario. Además, todo el tiempo vemos casos donde la mujer había denunciado veinte veces antes que el tipo la amenazó, que la golpeaba, o que le intentó quemar la casa y nunca pasó nada.

IdZ: En varias entrevistas hablás de la condición social de las chicas, de cómo eso las une a la impunidad, sus casos nunca se resuelven y son la mayoría. ¿Cómo ves la relación de la condición social con la impunidad? Sí, creo que en el caso del femicidio no es excluyente la clase social, porque si pensamos en Nora Dalmasso, una mujer de clase alta, a la que asesinaron y tampoco se resolvió su caso… Y fue muy mediático; tampoco es garantía que el caso se mediatice, tanto para que se resuelva, como para que la justicia investigue y vaya mucho más allá. Ahora, cuando encima la mujer es pobre, hay una preocupación menor. También sucede que los familiares tienen menos medios para activar, para reclamar, para pagar abogados, etc., que presionen a la policía o a los jueces para que se resuelva. Entonces, no necesariamente está ligado, pero creo que muchos de estos casos que no se resuelven, son de mujeres que vienen de una clase económica más precaria.

IdZ: La Justicia se convierte en la propia trampa mortal de la mujer que quiere denunciar... Por eso, la Justicia y la Policía; porque además en los pueblos de provincia, muchas veces el policía, el tipo que te va a tomar la denuncia, es el amigo del tipo que la golpea… Por eso, yo creo que en el interior la mujer está más desprotegida; aunque a veces me dicen: “¿pero, vos creés que solamente en el interior pasa esto?”. No, porque además, si vemos los casos que más conocemos, son los que pasan en Capital o en el conurbano; pero sí creo que la mujer está más indefensa en los pueblos pequeños. En las ciudades grandes, dentro de la precariedad en la que seguimos estando, hay organizaciones que se ocupan o a veces el Estado está un poco más presente, pero en esos pueblos perdidos en el interior… ¿a quién le vas a ir a decir? Se hace un círculo más terrible, donde la mujer está más sola, además de esto, de la naturalización de los hechos violentos en esos lugares.

IdZ: Acabás de mencionar a la Justicia, la Policía, ¿cómo creés que actúan en estos casos? Creo que actúan con bastante displicencia. En estos casos que tomo, que además tienen 30 años, creo que a eso se agrega una cuota bastante grande de ignorancia por parte de la policía. Me parece que o confío en que (dice con una voz que insinúa desconfianza) ahora deben tener más elementos científicos para encarar las investigaciones. En el caso de Andrea, por ejemplo, entra y sale gente de la escena del crimen, el policía dice “llevémosla de acá porque hay mucha gente”, y la hermana dice “¿puedo limpiar?”, y el policía dice que sí. Ahora cualquiera, por las series de televisión, sabe que no hay que tocar la escena. Entonces, a estos casos se sumaba la precariedad de las policías de provincia. La policía científica ni siquiera debía existir para investigar estos casos. En el caso de María Luisa, que es del ‘83, encima es la policía que venía de la Dictadura; de hecho, dos chicas

IdZ: En estos pueblos de provincia y del interior, pensando en Ladrilleros, o en otros textos como Mal de muñecas, tomás la cuestión de los estereotipos de género. ¿Tenés algún interés particular en trabajarlo, o aparece como parte de la historias? No, aparece. Yo, después, me voy dando cuenta de que hay temas que aparecen, por lo que te dicen los lectores o los críticos. En realidad, no hay un plan de escritura donde yo diga “quiero tratar este tema”; pero sí me fui dando cuenta de que siempre aparecen las relaciones familiares, el lugar que ocupa la mujer en esa estructura familiar que siempre es patriarcal y muy machista. Supongo que tiene que ver con cuestiones que a mí me interesan de la vida, pero no es que las llevo a propósito a la literatura. En Chicas muertas sí, fue un proyecto deliberado porque sí quería contar estos casos, porque a mí me interesan como mujer y como ciudadana, y me espanta todo lo que está pasando… Lo


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que viene pasando desde siempre, pero en los últimos años, hay una mayor visibilidad de este tipo de cuestiones. Pero en la ficción no, ahí aparece de una manera más inconsciente, aunque sí aparecen, en Ladrilleros aparecen los maridos violentos, las mujeres que bancan… IdZ: …y la relación de estos dos chicos, esto de la homosexualidad en un pueblo. Bueno, sí, que también es otra cuestión: lo pasan muy mal los homosexuales en los pueblos pequeños; hay una estigmatización tremenda del “puto”, de la “torta”, de las travestis, ni hablar. Siempre están en peores condiciones que todos los demás. Pero creo que aparece porque está dentro de lo que a mí me interesa del mundo, de la realidad, y yo trabajo con el universo de la provincia y aparecen siempre estos temas. IdZ: Los medios o la crítica literaria hablan de “nuevos narradores” o “nueva narrativa”, y destacan de tu escritura este aspecto de la provincia. Vos, ¿qué opinás? ¿Existe o no una nueva generación, nuevas voces en la literatura? ¿Se inscriben en o rompen con alguna tradición? Yo creo que sí, hay tradiciones y uno las rompe o recoge el guante. Por ejemplo, yo, de alguna manera, me siento en la tradición de Daniel Moyano, de (Haroldo) Conti, de (Héctor) Tizón; es decir, escritores que trabajaban con la temática del hombre y el paisaje. Quizás es una literatura que por unas décadas había dejado de publicarse, no sé si de escribirse; creo que la sorpresa con libros como los míos, los de Hernán Ronsino, escritores que retoman a Saer... Yo no me siento muy cerca de Saer, pero Sarlo por ejemplo decía que mis libros le hacían acordar a Saer. Yo no soy lectora de Saer, pero Ronsino sí tiene claramente una línea que se puede conectar con Saer. Sorprenden en un panorama que venía siendo muy urbano. Las últimas dos décadas de la literatura argentina, o al menos lo que se publicaba, se conocía y circulaba, era más bien urbana. Hace algunos años, se acuñó un poco el término de la “Nueva Narrativa Argentina”, siempre me pareció que era una etiqueta nada más, ya que yo no sentía una verdadera novedad en la literatura argentina contemporánea. En todo caso, existimos “nuevos narradores”, en el sentido de que empezamos a publicar en los últimos diez años, pero no sé si hay novedad. Yo veo poca novedad. Una escritora que yo veo realmente novedosa y que también retoma la gauchesca, pero más de medio siglo después o un siglo después, es Gabriela Cabezón Cámara. Además, me encanta el trabajo que hace sobre el lenguaje y su literatura sí me parece novedosa, pero no veo mucha más novedad que Gabi Cabezón en la literatura argentina. Después sí, hay buenos escritores, o muy buenos escritores que siguen haciendo siempre lo mismo, pero quiebres estrepitosos, no encuentro. Obviamente yo tampoco; no creo ser una novedad, en todo caso, eran universos de provincia que no estaban circulando demasiado, no sé si porque no se estaba escribiendo o porque no estaba interesando al mundo editorial publicarlos. Y en estos últimos tiempos aparecimos autores

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como Ronsino, Federico Falco tiene alguna novela que siendo de Córdoba puede ir por ese lado, Mariano Quiroz –que es un escritor chaqueño muy joven que hace una literatura urbana pero del interior, de Resistencia–; que cambiaron un poco los escenarios, y cuando esto cambia va acompañado de la aparición de otro tipo de personajes y en el mejor de los casos, eso está acompañado de un laburo en el lenguaje. Pero novedad… novedad no veo mucho en el panorama actual. IdZ: En una entrevista decís que no creés en la literatura “edificante”, pero para vos, ¿cómo juega socialmente la literatura? Como lectora y como escritora –que se parecen bastante– a la literatura uno no le puede pedir ninguna función social, son voces; es decir, a mí hay libros que me han cambiado la vida, pero no fui a buscar eso ahí, y depende de en qué momento vos leés determinada cosa y eso puede hacerte cambiar, hacerte un clic, pero seguro que no fue idea del autor, ni uno tiene que ir a buscar a la ficción, cosas que cambien tu realidad. La literatura es como el lugar del goce, del entretenimiento, del disfrute. Yo disfruto mucho de los textos que están muy bien escritos más allá de la historia que me cuentan, puede ser una historia completamente simple, chiquita, sin grandes acontecimientos pero que está escrita de una manera que a mí me hace disfrutar mucho como lectora. Pero, más allá de que mis novelas sean realistas, no hay una búsqueda de querer reflejar la sociedad, o de querer decir algo con eso. En todo caso voy a esas historias porque me dan curiosidad. Por ejemplo, en el caso de Ladrilleros me daba curiosidad pensar la historia de amor entre dos hombres en un ambiente tan hostil para esas cuestiones, pero no quiero decir nada con eso. La otra vez decía en una entrevista que muchas veces los lectores leen mucho mejor de lo que uno escribe. Muchas veces recibís un mensaje de un lector haciendo toda una devolución alucinante o diciéndote cosas que no habías pensado o no quisiste decir, o no quisiste decir nada y ahí el lector encontró como una puerta que se le abrió, o una revelación. Creo que eso es lo que está bueno de la lectura y por eso hay determinados libros a los que uno siempre vuelve o que lo marcan, y que a otros pueden no interesarle, no directamente. IdZ: Es cierto que no es posible “exigir” a la literatura una función social, sin embargo, hay géneros como el policial negro, en los que de hecho se expresan problemas sociales. En géneros así se ve lo permeable que puede ser la literatura… Sí, eso sí. En el caso del género negro es cierto, y en Argentina pienso inmediatamente en Leonardo Oyola, que ubica sus historias en la villa y está hablando del conurbano y son novelas muy conectadas con la realidad. Creo que pensando

en cuán permeable es… depende de los escritores y de quiénes hablamos. No toda la literatura argentina está tan atravesada por la realidad; ahora, cuando hablamos del policial negro, es verdad, o en el caso de mis novelas, desde otro lugar: contar el interior o algún aspecto del interior. Igual, mis novelas, aunque no siempre se dice –aclara–, están siempre ambientadas como a mitad de los ‘90, o sea que sería como una realidad más lejana. También hay una parte de la producción de libros que retoman el tema de la Dictadura... Aunque creo que hay excepciones, en la literatura argentina es poca la literatura de ciencia ficción que se hace; el género fantástico me parece que en los últimos años también está medio relegado, más allá de que tuvimos una gran tradición. Tal vez, un poco el realismo le ha ido ganado terreno a los otros géneros, pero cada uno toma distintos aspectos, en todo caso. Pensaba en la irrupción del conurbano en muchas novelas de los últimos años, que es una región que no se había visitado demasiado, el tema de la Dictadura hace tres décadas que está vigente y lo siguen trabajando los escritores desde otros lugares, también.

Entrevistaron: Laura Vilches y Celeste Murillo.


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CULTURA Literatura y TV

Novela negra: mentiras verdaderas Los últimos años han visto un renacer de la novela negra. Su atractivo ha superado ya la barrera literaria y ha saltado al terreno de las series, para terminar de imprimirle el sello definitivo de boom. ¿Qué es lo que alimenta las mutaciones y expansión del género? Celeste Murillo Comité de redacción.

Las editoriales europeas no escaparon a la crisis económica desatada en 2007, que ha golpeado con especial dureza en el viejo continente. A pesar de las bajas en las ventas, existe un género que no solo no cae sino que crece: la novela negra. Autores como Henning Mankell, John Connolly, Petros Márkaris, Qiu Xiaolong, encabezan hace tiempo las ventas y todos los sellos editoriales tienen, entre sus colecciones, una dedicada al policial negro. El éxito es tal que hasta el Philip Marlowe de Chandler ha vuelto (bajo la pluma de John Banville).

En un escenario de crisis, el género refuerza su carácter de denuncia al desnudar las peores miserias sociales del capitalismo (no por nada el boom se ha corrido de los nórdicos a los españoles). La corrupción policial e institucional, la violencia y la brutalidad adquieren nuevos rasgos y personificaciones, aunque en el fondo el “secreto del éxito” sigue estando en el mismo lugar. Desde sus comienzos en la primera mitad del siglo XX, la novela negra explora la atmósfera asfixiante y decadente de las sociedades capitalistas, agudizadas por la Gran Depresión de

Ilustración: Greta Molas

los años ‘30. Y aunque siempre tuvo un pilar central en el mundo del crimen y el policial, su influencia se ha extendido a otros ámbitos de la sociedad; todos son terrenos permeables.

Un género cada vez más universal Una de las características de este nuevo boom es su creciente “universalización”. Si la novela negra había tenido como primer escenario las sociedades capitalistas de los países avanzados, como Estados Unidos y varios países de Europa, en este nuevo boom se ha extendido geográficamente y se ha ganado su lugar junto a otros géneros populares. Una de las primeras en lograr un éxito llamativo fue la escandinava, de la mano de Henning Mankell y su detective Wallander, que desnudó los males sociales brotados a la sombra de los Estados de Bienestar: el racismo, las “mafias” del Este europeo, el tráfico de personas y la xenofobia, antes incluso de su consolidación como derecha política en varios países. También es un hecho la superación de las fronteras de la literatura para ingresar al mundo masivo de la televisión de la mano de la creciente producción de series, ya no solo con adaptaciones exitosas como la del detective Kurt Wallander (Mankell) sino también con historias y protagonistas propios que se encuentran entre las mejores de las últimas producciones de TV, como True Detective.


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Al margen de las discusiones específicas sobre la evolución del género, que exceden este artículo, se hace evidente la relación entre el interés por la novela negra y un escenario de creciente decadencia social. La violencia contra las mujeres, la corrupción institucional, el manejo policial del gran delito como el narcotráfico y la trata, son todos temas cada vez más presentes en los policiales negros. Y a la par de esto, aparecen también con más fuerza el odio racial, el chauvinismo, la desigualdad y tantas otras miserias características de la podredumbre de las sociedades capitalistas del siglo XXI. De estos problemas habla el comisario Jaritos (Márkaris), que narra la miseria que asola la Atenas golpeada por la crisis, el desempleo masivo y la extrema derecha (lamentablemente superada por su versión real de Aurora Dorada). Belascoarán Shayne (Taibo II), cuando se cruza con los policías narco, o las bandas mafiosas que persiguen sindicalistas y obreros en huelga en México DF y Oaxaca. La periodista Verónica Rosenthal (Olguín) o la archivista Ruth Epelabaum (Krimer) cuando denuncian policías y jueces corruptos en el norte argentino que dejó impunes a los asesinos de las turistas francesas, o en la Buenos Aires que se tragó a Florencia Penacchi. Las fronteras se han extendido de tal forma que incluso han encontrado su ruta a Shanghái, donde el inspector Chen Cao (Xiaolong) recorre las trampas de la casta burocrática china; o las corruptelas y privilegios de la burocracia cubana que nublan las investigaciones de Mario Conde (Padura) en La Habana. El pasaje al formato de series ha confirmado la vigencia del género, y esta extensión que mencionábamos arriba. Con orígenes y temáticas diferentes, en el fondo todas hablan de lo mismo: dicen mediante la ficción la verdad callada por los medios de comunicación y naturalizados por la ideología de la clase dominante. Lejos del estatus de culto de la sin duda precursora Twin Peaks (David Lynch), las series cumplen con la receta negra: investigadores desencantados, obsesivos e imperfectos, perdedores para las generales de la ley, pero cómplices de lector/espectador en la lucha contra las injusticias y por develar la verdad. Sus escenarios son el centro; superan incluso el crimen que muchas veces pasa a un segundo plano para dar lugar a un retrato crítico del contexto

que lo rodea. Cada vez son más importantes las historias contadas alrededor del hecho criminal, que ya no es tratado como la acción de un psicópata solitario sino como la cicatriz de una sociedad de fieras salvajes1. Así sucede en The Killing, donde la Seattle decadente, con calles húmedas pobladas de homeless y adolescentes prostituyéndose, son el escenario de batalla donde la detective Linden se enfrenta a la corrupción política, policial y las miserias humanas más atroces. Algo similar sucede en The Bridge donde la historia del cuerpo encontrado en el puente entre El Paso y Ciudad Juárez queda en segundo plano. “La Bestia”, esa cosa-persona-lugar que mata, viola y tortura mujeres condensa la vida de la frontera controlada por narcos, policías y militares, controlados a su vez por los intereses políticos de ambos Estados. True Detective es quizás el exponente más logrado en cuanto a la combinación de los ingredientes de la novela negra pasada a la televisión. Las postales de Louisana en el sur de Estados Unidos albergan la historia de los detectives que se cruzan con un coctel de violencia, atraso cultural y brutalidad policíaca, que es tan común como difícil de narrar sin caer en clichés idealistas o morbo innecesario. Pero si hay un detalle que la distingue a esta gran novela negra norteamericana, como la llaman, son sus personajes, que han motivado toda clase de debates, justamente porque dan en la tecla de todo lo que se odia, se ama y se teme. Una frase, elegida arbitrariamente, podría bastar para dar una idea de la crudeza que exudan: “Por supuesto que soy peligroso. Soy policía, puedo hacerle cosas horribles a la gente… con impunidad”. Y no podemos dejar de sospechar, al menos, que algo de la “superioridad” y crudeza de True Detective se debe a que es el único guión original estadounidense de las series mencionadas. Las demás son versiones adaptadas, hasta edulcoradas, y hechas a medida para el público de Estados Unidos, con su inevitable cuota de visión del mundo (imperialista). Es el caso de The Bridge (versión libre de Broen/Bron, una coproducción danesa-sueca) y The Killing (cuyas dos primeras temporadas son una adaptación de la danesa Forbrydelsen). ¿Será que cuando se observan las miserias propias todo se vuelve más oscuro? Es claro que nos limitamos a tres ejemplos

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para no aburrir con la enumeración, pero no agotan en ningún caso la producción actual.

Periodistas y escritores Al panorama desesperanzador que ofrece la burguesía, se suma el descrédito de sus instituciones políticas así como de la prensa, que había sido durante muchas décadas vehículo de denuncias y críticas sociales. Hoy, al contrario, el poder político y sus instituciones son partícipes necesarios de los crímenes, y las más de las veces, los medios de comunicación, monopólicos y mercantilizados, tienen más compromisos que disposición a investigar esa complicidad. Quizás por eso, como señala el autor argentino Ernesto Mallo: “La gente necesita entender qué es lo que pasa. Y no puede confiar en eso ni en los medios ni en los políticos. Porque ninguno de los dos puede decir la verdad. Ninguno puede revelar las complicidades y de qué manera están entrelazado el crimen con los gobiernos y con los medios”2. Este es un rasgo distintivo de la novela negra, uno de los más interesantes, y sus mutaciones más recientes hablan mucho de él. Esa capacidad para desnudar a los poderosos, para dejar en evidencia a los verdaderos criminales, permite hablar claramente de la realidad, hablar de la sociedad en la que vivimos. Al fin y al cabo, el magnetismo que siempre ha tenido la novela a lo largo de su historia. El vacío que han dejado grandes cronistas como John Reed a principios del siglo XX o, en nuestro país, periodistas como Rodolfo Walsh, no ha sido ocupado por nadie en su profesión. Cada uno en su época, con sus ideologías y contradicciones, fue vocero de críticas sociales profundas. John Reed hizo vibrar a los trabajadores y jóvenes lectores de The Masses3 con sus crónicas de la gran huelga textil en Paterson en 1913 y denunció la guerra de clases que desató la burguesía. Gracias a sus relatos apasionados toda una generación en Estados Unidos vivió de cerca la Revolución rusa y la Revolución mexicana4. En nuestro país, uno de los mejores exponentes del periodismo de investigación fue sin duda Rodolfo Walsh, cuyas denuncias periodísticas y literarias siguen vigentes por su contenido y por el rol que le asignaba a la crítica periodística, a la relación íntima que establecía entre sus obras y la política (de manifiesto en obras como ¿Quién mató a Rosendo?). Quizás por esa relación, tomaron caminos que los »


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CULTURA Literatura y TV

llevaron a la política, lejanos entre ellos, pero ambos convencidos de la necesidad de modificar la realidad que criticaban. Reed en el Partido Comunista, Walsh en Montoneros. Desde un punto de vista sería injusto comparar a sus colegas que hoy viven impregnados de un “espíritu de época” muy diferente; Reed vio triunfar a la gran revolución rusa y Walsh fue parte de esa generación latinoamericana que vio nacer la Revolución cubana, y que quiso tomar el cielo por asalto en la argentina setentista. Sin embargo, hay un guante que por ahora no ha sido levantado por ningún periodista. Y más bien, han sido escritores –con los límites de cada caso– los que aceptan el desafío de criticar a la sociedad burguesa y sus miserias (con el límite de denunciar la verdad en los marcos de la ficción).

Marcas de origen El policial, especialmente el negro, viene en ascenso también en Latinoamérica, y en nuestro país, aunque no es un género nuevo ni mucho menos. Así como en Europa las novelas se empapan de racismo, extrema derecha y crisis, en América Latina aparecen como constante la complicidad entre policías, funcionarios y narcotraficantes, tratantes y proxenetas, la desigualdad social y también los sindicatos, los movimientos sociales y políticos. El género adquiere rasgos particulares en las democracias degradadas de nuestro continente, y como dice el escritor Paco Ignacio Taibo II sobre México, sobra el “material para la novela policíaca… la sociedad se ha dedicado a construir enigmas porque la versión oficial no corresponde a la realidad”5. En las novelas de Taibo II, además del narco y la complicidad de los poderes político y judicial, están presentes los sindicatos y las organizaciones políticas, tanto como lo están en la vida mexicana. Es común encontrar entre los casos de su detective Belascoarán Shayne la defensa de activistas del magisterio combativo de Oaxaca, o toparnos con el comisario Fierro, un autor de novelas policiales convocado por la naciente comuna de Santa Ana, gobernada por el pueblo el armas, para dirigir la policía local. En Argentina, además de la presencia evidente de la violencia y la trata de mujeres, existe otra huella de realidad en la novela negra local. Uno de los temas significativos, y problema a resolver por todo autor, es el del protagonista. Al no existir la figura del detective privado o el detective asociado como en otros países, los autores se enfrentan a una disyuntiva. La escritora María Inés Krimer6 lo dice claramente: “En Argentina la institución policial tiene tan poca credibilidad que para obtener información de la policía tuve que inventarle a mi investigadora una empleada doméstica casada con un cabo”7 (hablando sobre Ruth Epelbaum de Sangre kosher y Siliconas express). Uno de los autores de novela negra que escribió su protagonista no detective es Ricardo Piglia, cuyo Emilio Renzi es periodista (igual que su amigo y compañero Junior), y desde su profesión investiga asesinatos y misterios. En la senda del periodismo, Sergio Olguín afilió a ese gremio a su Verónica

Rosenthal8, que trabaja en una revista de actualidad, y de esa forma entra en el mundo del crimen. Uno de los pocos autores que se animó al protagonista policía es Ernesto Mallo, que creó al Perro Lascano, no solo miembro de la fuerza sino activo durante los años de la dictadura militar: “Esto creaba otro problema, porque las fuerzas armadas y las fuerzas policiales fueron cómplices de la dictadura. Entonces dije: bueno, este cana no es cómplice. Eso ya le daba al personaje una perspectiva diferente”9. Junto a estos protagonistas rara vez policías o detectives, entran en escena el conurbano bonaerense, las whiskerías, los militares con pasado genocida y otras marcas de origen.

Una novela cada vez más negra Ya nadie duda de la vigencia del género negro, de su éxito ni de su rol de vocero de denuncia (más allá de las intenciones más o menos explícitas de los autores). Y sus motivaciones hablan mucho más de la crisis de un sistema social en decadencia que de un mero éxito comercial, más allá de las especulaciones editoriales, cuyos gerentes darían un riñón por el negocio eterno. Lamentablemente, la realidad supera, y por mucho, cualquier elucubración literaria de las mentes más creativas. Ningún horror ni detalle macabro puede superar los horrores de esta sociedad que ha arrojado a millones a la miseria sin dudar un solo minuto para salvar a una casta, ese puñado de millonarios. No hay violencia más violenta ni novela más negra que la realidad. Blog de la autora: teseguilospasos.blogspot. com.ar.

1. Así se refiere Marx a las tempranas miserias de sociedad capitalista en sus textos compilados en Acerca del suicidio. 2. “La ficción puede decir la verdad”, Ñ, 16/08/2012. 3. Ver “The Masses”, IdZ 2, septiembre 2013. 4. Sus crónicas revolucionarias fueron compiladas en dos libros excepcionales: Diez días que conmovieron al mundo y México insurgente. 5. “La novela policiaca según Paco Ignacio Taibo II, Parra y Monteverde”, www.revoluciontrespuntocero. com. 6. Dejamos en los pendientes el mundo del policial negro femenino, en auge, tanto por los temas como por la presencia cada vez mayor de detectives mujeres, profesionales y aficionadas, dentro y fuera de las fuerzas policiales. 7. “Todo negro, hasta la novela familiar”, Ñ, 06/08/2013. 8. Ver reseña de Las extranjeras en IdZ 11, julio 2014. 9. “La ficción puede decir la verdad”, Ñ, 16/08/2012.


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EL TROTSKISMO Y EL DEBATE EN TORNO A LA LUCHA ARMADA, de Martín Mangiantini

Topo blindado, Buenos Aires, 2014.

Daniel Lencina De esa definición surgen dos concepciones que estarán enfrentadas en el debate. La concepción de Santucho (extraída del maoísmo) de guerra popular prolongada

El triunfo de la Revolución cubana en 1959 no pudo más que influenciar en todo el mundo a nivel político y cultural. La corriente trotskista Palabra Obrera, dirigida por Nahuel Moreno, se fusionó en este contexto con el Frente Revolucionario Indoamericanista Popular (FRIP), dirigido por Roberto Santucho, dando origen en mayo de 1965 al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El autor de este libro se propone intervenir en un debate abierto acerca de la historiografía de izquierda en torno a la lucha armada proponiéndose en su libro aportar a una visión desde la corriente trotskista. Señala que lo escrito hasta nuestros días hace énfasis en el estudio del PRT-ERP y que hay una menor producción acerca del rol del trotskismo en los convulsivos años ‘60. La descripción del debate entre las concepciones de trotskismo y guevarismo (según la visión de ambos dirigentes), específicamente en los meses de crisis de finales del ‘67 e inicios del ‘68 hasta su ruptura definitiva, son los temas que investiga Martín Mangiantini. El trabajo se encuentra dividido en dos partes. De un lado, la investigación del autor que cuenta con valiosos testimonios inéditos y, en una secuencia de cinco capítulos, va deshilvanando lo que se anticipa desde el título: la ruptura. De otro, cuenta con un anexo documental que, como aclara el autor, son fuentes “elegidas a conciencia” ya que juegan el rol de hacer hablar a las dos corrientes en lucha fraccional, en la voz de sus propios protagonistas. Allí encontramos las actas del Comité Central que evidencian un clima de tensión y disputa política, teórica y táctica con respecto a las tareas de los revolucionarios, el sujeto al cual dirigirse (proletariado, campesinado, movimiento estudiantil) y en cuanto a los métodos, notamos la borrosa frontera entre “lo político” y “lo militar”. El “debate de fondo en torno a la lucha armada se refirió al tipo de estructura política a construir para la obtención del triunfo revolucionario. El dilema recayó entre la puesta en marcha de un aparato político-militar o bien un partido revolucionario con inserción y construcción política entre las masas y la clase obrera” (p. 70).

...a partir de la cual un ejército revolucionario iría creciendo cuantitativamente en razón del combate contra el enemigo -independientemente de las altas y bajas del proletariado y el campesinado- y la estrategia de guerra de guerrillas” (p. 75-76),

hasta provocar por sí mismo las condiciones de una guerra revolucionaria y lograr la liberación nacional. Santucho toma eclécticamente fragmentos de Marx, Lenin y Trotsky y se propone unirlos artificialmente con los postulados de Mao Tse Tung, el Che Guevara, Fidel Castro y Ho Chi Minn. Pero allí donde Marx, Lenin y Trotsky hablan de lucha e independencia de clases de los trabajadores, el resto practican la estrategia del frente popular tendiendo a la unidad policlasista, rechazando de plano la concepción insurreccionalista del marxismo clásico. Santucho, a diferencia de Moreno, es consecuente con su línea política y lo llevará hasta el final (ya en el V Congreso de 1970, y funcionando como dos organizaciones separadas, lanzará la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP). La concepción de la teoría de la revolución permanente (elaborada por Trotsky) es interpretada formalmente por Moreno, volviéndose ecléctica, pues por un largo período termina adaptándose a la orientación de Santucho. Es decir, si el objetivo de Moreno era construir un partido “entre las masas y la clase obrera” lo hace mediante la fusión con otra corriente, no solo sin unidad ideológica sino con profundas divergencias de estrategia (fines y medios). Trotsky sostiene que solo bajo la dirección del Partido Comunista se podrá llegar a la dictadura del proletariado; Moreno busca poner en pie una dirección que es un híbrido entre trotskizante de un lado y embellecedor de la guerrilla por otro. Veamos: el artículo “Guevara: héroe y mártir de la revolución permanente” (en el anexo documental) ilustra una reivindicación acrítica de la guerrilla. Allí Moreno dice ...con el asesinato del Che no sólo perdemos los revolucionarios latinoamericanos a nuestro líder indiscutido, junto con Fidel, sino al más apasionado luchador de la revolución permanente” (p. 201, destacado nuestro).

Con afirmaciones por el estilo, contribuye en gran medida a la confusión general: pues si el Che y Fidel son “líderes indiscutidos”, ¿cuál es el sentido de disputa teórica y política con la corriente de Santucho? Una inconsecuencia en toda la línea. En el trabajo se nombra en general a “la Cuarta Internacional”. Lo que queremos precisar aquí es que, luego del asesinato de Trotsky y la victoria del Ejército Rojo sobre el nazismo en la II Guerra Mundial, el prestigio del estalinismo dejó en la marginalidad al trotskismo a nivel mundial y (sin dirigentes de la talla de Trotsky), la Cuarta Internacional, entra en crisis y estalla a mediados de la década del ‘50, convirtiéndose con ello en un movimiento centrista de múltiples tendencias. En este marco internacional surge el Secretariado Unificado (SU), como un reagrupamiento centrista. En estas condiciones el triunfo de la Revolución cubana presionó a los trotskistas a remar con la corriente del castrismo. Sin esta aclaración, no se logra comprender la adaptación del SU al castro-guevarismo, que la llevará a reconocer como “sección oficial” no al grupo de Moreno, sino al PRT-ERP de Santucho. La corriente de Moreno, el PRT-La Verdad, será reconocida como “sección simpatizante”, y el debate sobre la adaptación castrismo de parte de la dirección del SU se dará en toda la década del ‘70, por momentos en común con el SWP norteamericano, por volver a una línea que recupere la estrategia de construir partidos obreros. Hubiera sido interesante un mayor desarrollo en las conclusiones. El autor termina su trabajo desde la óptica puntualmente “historiográfica”, cumple con el objetivo pero deja temas para la reflexión que quedan sin tratar. En este sentido nombra al pasar la experiencia del “entrismo” de Palabra Obrera en el peronismo. Si bien tal periodo está fuera del objeto de estudio, el autor no le da peso a este antecedente de semejante calibre. La falta de conclusiones sobre esta experiencia, habían desarmado política y teóricamente al morenismo. Por ello en la etapa siguiente Moreno da un giro pragmático al fusionarse con el grupo de Santucho. El morenismo venía de estar dentro de “las 62” (durante siete años) y lo hace “Bajo la disciplina del Gral. Perón”; política que casi lleva a la liquidación del grupo, como sostenemos en Insurgencia Obrera (R. Werner y F. Aguirre, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2009). Este es un elemento clave, porque el morenismo busca atajos permanentemente para construir un partido revolucionario. Este libro es un aporte, que deja para el debate las conclusiones políticas de esta experiencia de la izquierda en Argentina, de este período tan candente de la lucha de clases.


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