Ideas de izquierda 17, 2015

Page 1

de

17

precio $35

ideas izquierda Revista de Política y Cultura

marzo 2015

Sombras de la China El Consenso de Beijing y Latinoamérica

El caso Nisman y la crisis del Estado

QUÉ (NO) ES UN INTELECTUAL Eduardo Grüner

SYRIZA, PODEMOS Y LA ILUSIÓN SOCIALDEMÓCRATA Josefina Martínez y Diego Lotito

IZQUIERDA, MOVIMIENTO OBRERO Y PERONISMO Hernán Camarero


2 |

IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 PRESENTACIÓN 4 NISMAN, LA MUERTE Y LA BRÚJULA Fernando Rosso y Juan Dal Maso

7 INTELIGENCIA AL SERVICIO DE QUIÉN Claudia Ferri y Adela García

10 LA LEY MONSANTO Natalia Morales y Lucía Ruiz

13 SOMBRAS DE LA CHINA LOS ACUERDOS CON CHINA Y LA PROFUNDIZACIÓN DE LA

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Azul Picón, Fernando Rosso. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Pietro Basso, Joan Benach, Ariel M. Slipak, Claudia Ferri, Adela García, Natalia Morales, Lucía Ruiz, Eduardo Molina, Josefina Martínez, Diego Lotito, Cynthia Lub, Nicolás Bendersky y Juan Cruz Ferre.

DEPENDENCIA Ariel M. Slipak

EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo.

EL “FACTOR CHINO” EN LATINOAMÉRICA Eduardo Molina y Esteban Mercatante

PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda

18 SYRIZA, PODEMOS Y LA ILUSIÓN SOCIALDEMÓCRATA Josefina Martínez y Diego Lotito

21 POULANTZAS: LA ESTRATEGIA DE LA IZQUIERDA HACIA EL ESTADO Paula Varela y Gastón Gutiérrez

24 QUÉ (NO) ES UN INTELECTUAL Eduardo Grüner

27 EL DESAFÍO DE LA INMIGRACIÓN Pietro Basso

30 TODA SALUD ES POLÍTICA Entrevista a Joan Benach

33 LA IZQUIERDA Y EL MOVIMIENTO OBRERO ANTE LA EMERGENCIA DEL PERONISMO Hernán Camarero

36 EL FEMINISMO FRENTE A LA ISLAMOFOBIA OCCIDENTAL Cynthia Lub

39 ¿MANUAL PARA LA HETEROSEXUALIDAD MODERNA? Celeste Murillo

42 DERECHOS DE AUTOR: CON AMIGOS ASÍ… Ariane Díaz

45 RESEÑA DE MITOMANÍAS DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA. CRÍTICA DE LAS FRASES HECHAS, LAS MEDIAS VERDADES Y LAS SOLUCIONES MÁGICAS, DE ALEJANDRO GRIMSON Y EMILIO TENTI FANFANI Nicolás Bendersky

46 RESEÑA DE LAS NEURONAS DE DIOS, DE DIEGO GOLOMBEK Juan Duarte

47 RESEÑA DE BROAD CITY, DE ILANA GLAZER Y ABBI JACOBSON Celeste Murillo

Ilustración de tapa: Natalia Rizzo www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto - www.distriloberto.com.ar Sin Fin - distribuidorasinfin@gmail.com ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.


IdZ Marzo

| 3

Presentación En este 2015, que se inició con la crisis política abierta por la muerte dudosa del fiscal Alberto Nisman, se estrelló contra la realidad la pretensión del kirchnerismo de haber encarado durante esta década una restauración “reparadora”, ante la evidencia del acrecentado rol de los servicios en los sótanos de la democracia. En este escenario, el gobierno sigue apostando a la polarización con una oposición política que pretende siempre ubicada a su derecha, pero lo hace levantando “banderas” cada vez más raídas. De las implicancias de esta crisis dan cuenta en este número Fernando Rosso y Juan Dal Maso, mientras Claudia Ferri y Adela García reconstruyen la historia de los servicios de inteligencia en el país. Aunque vastos sectores del gobierno pretenden que desde el conflicto de 2008 el gobierno nacional habría roto definitivamente con lo que el periodista Horacio Verbitsky bautizó como “agropower”, los preparativos para aprobar antes del final del mandato una nueva ley de semillas exponen el íntimo entrelazamiento del gobierno con los grandes oligopolios semilleros y, por extensión, su continuo apoyo a la “sojización” y los transgénicos. Las consecuencias de la nueva ley en debate –que debería llevar el nombre de Monsanto– son analizadas aquí por Lucía Ruiz y Natalia Morales. Este año político también se inició con el viaje de la presidenta a China, donde reforzó los acuerdos económicos y financieros con el gigante asiático. La pretendida “alianza estratégica” no es otra cosa que una alfombra roja para establecer una nueva relación de dependencia, que perturba los intereses de los imperialismos con inserción de larga data en la región, pero en nada servirá para cambiar la posición subordinada de la región en la economía mundial. En los artículos que componen “Sombras de la China”, Eduardo Molina, Esteban Mercatante y Ariel Slipak analizan la geopolítica de la avanzada de China en América Latina, y las relaciones que los países de la región están estableciendo con esta potencia en ascenso. La conformación por parte de Syriza de un gobierno “antiausteridad” en Grecia ha vuelto a poner sobre el tapete viejos debates sobre el camino de la izquierda hacia el poder, mientras Podemos se prepara para ganar las elecciones en el Estado español. Josefina Martínez y Diego Lotito exponen cómo estos fenómenos políticos son tributarios del viejo eurocomunismo (y antes de él de la vieja socialdemocracia) que abrigó la fallida idea de que era posible ir avanzando paulatinamente en sucesivas mejoras y ampliaciones de derechos en los marcos de la democracia burguesa. Con el crecimiento de Syriza volvieron a ponerse en debate las ideas de Nicos Poulantzas, en el que dicen inspirarse hoy sectores de la llamada Plataforma de Izquierda que es parte de Syriza. Paula Varela y Gastón Gutiérrez discuten al respecto las últimas elaboraciones en las que

este teórico del Estado argumenta la posibilidad de una transición democrática al socialismo. Otros debates recorren la revista. Eduardo Grüner analiza el (no) lugar que ocupan los intelectuales en la sociedad burguesa, su relación contradictoria con el poder y las lecturas que se han hecho de las intervenciones de la intelectualidad en estos años. Por su parte, el sociólogo italiano Pietro Basso analiza las implicancias del fenómeno de la inmigración, hoy verdaderamente global. Joan Benach, especialista en salud pública, nos acerca en una entrevista algunos de los debates sobre este concepto y analiza su creciente mercantilización. Hernán Camarero concluye su serie sobre las corrientes políticas que se desarrollaron en el movimiento obrero entre los años 1880-1945 analizando la emergencia del peronismo. Y Cynthia Lub aborda las tradiciones de lucha de las mujeres por su emancipación en el mundo árabe y musulmán, ignoradas históricamente por el feminismo occidental. El boom editorial Cincuenta sombras de Grey, y el estreno en febrero de la película basada en el libro, han generado múltiples lecturas. Celeste Murillo discute una de ellas con el libro Erotismo de autoayuda, de Eva Illouz. Por su parte, Ariane Díaz muestra cómo los derechos de autor permiten a las editoriales extender en el tiempo la explotación exclusiva de las obras, dando lugar a artilugios para posponer en el tiempo su “liberación”. Entre las lecturas críticas, reseñamos Mitomanías de la educación argentina. Crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas, de Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani; Las neuronas de Dios, de Diego Golombek; y la serie Broad City, de Ilana Glazer y Abbi Jacobson.

Nuevos desafíos, un nuevo proyecto Si la polaridad entre gobierno y oposición se expone en este fin de ciclo como cada vez más vacía, otro saldo a diecisiete números de iniciada esta revista es la emergencia de la izquierda como una voz en la política nacional. Con presencia política en el parlamento nacional, así como en las legislaturas de varias provincias y ciudades, que se suman a su tradicional peso en la vanguardia del movimiento obrero y la juventud, las fuerzas que conforman el Frente de Izquierda supieron marcar una postura independiente de los bloques políticos burgueses en disputa, afirmando ante millones que no es posible ninguna “democratización” de los servicios de inteligencia. Que las medidas democráticas elementales son la apertura de los archivos de la ex SIDE y la formación de una Comisión Investigadora Independiente para el esclarecimiento del atentado a la AMIA. Al mismo tiempo, planteando la necesidad de una alternativa política independiente de la clase trabajadora.

Quienes hacemos Ideas de Izquierda, participamos desde septiembre de 2014 de La Izquierda Diario, el primer diario digital de izquierda. Desde su lanzamiento, este diario logró un promedio de más de 500 mil de visitas mensuales que continúan creciendo, y ha sabido ganarse un reconocimiento en el mundo periodístico y en un público cada vez más amplio. El alcance mostrado por este medio, a solo seis meses de su lanzamiento, pone en evidencia la existencia de un amplio público a través del cual es posible llegar con la plataforma digital. Por eso, en Ideas de Izquierda iniciamos este año con un nuevo proyecto. Encaramos la renovación de nuestra web para realizar en el marco de La Izquierda Diario, la edición de números temáticos digitales a partir de abril. La revista seguirá llegando a nuestros lectores de manera mensual, pero combinando formatos y temas que permitan enriquecer nuestro aporte. De esta forma, nos proponemos aprovechar las posibilidades que ofrece la plataforma digital para profundizar los debates a la vez que llegar a nuevos lectores. Continuamos entonces con nuestra revista en los kioscos, a partir de ahora con regularidad bimensual, y sumamos la edición de números digitales, también bimensuales. Nuevos desafíos para un mismo objetivo: intervenir en la batalla de ideas para poner cuestión los sentidos comunes que se establecieron como incuestionables durante los años de triunfalismo capitalista y la posterior década de gobiernos posneoliberales, y pelear por la recuperación y renovación permanente de las ideas del marxismo revolucionario.


4 |

POLÍTICA

Ilustración: dienteleche

Nisman, la muerte y la brújula Fernando Rosso y Juan Dal Maso Comité de redacción. La Argentina se ha mostrado en los últimos meses como un país en el que Roberto Arlt, Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh caminan juntos, se dan la mano y observan la realidad con “ojeras y párpados de asombro”. El lunes 19 de enero el país despertó en medio de una conmoción social y política. En la madrugada de ese día se había difundido la noticia de la aparición del cadáver del fiscal Alberto Nisman en el baño de su departamento en las Torres Le Parc del lujoso barrio de Puerto Madero. Estaba citado a declarar –ese mismo lunes– ante una comisión del Congreso Nacional por la acusación que había presentado la semana anterior contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el canciller Héctor Timerman y varios

referentes periféricos del kirchnerismo, por presunto encubrimiento en la causa por el atentado a la mutual judía AMIA. La denuncia presentada días antes había provocado un cimbronazo político, pero aparentaba convertirse en una crisis más en las alturas del poder, reducida al pequeño mundo del país politizado. Presentada a mitad de enero, cuando los que tienen posibilidad de irse estaban llegando o partiendo al descanso anual, y los que no, entretenidos con temas de verano en tiempos de baja intensidad de la actividad política. Pero la muerte violenta y dudosa de un fiscal del Estado que investigaba el atentado más grave de la historia nacional y que había denunciado nada más y nada menos que a la presidenta

de la Nación por presunto encubrimiento a los autores, “viralizó” socialmente el tema y lo instaló en el centro de un debate de masas. Desde ese momento comenzó un vertiginoso devenir de hechos y polémicas cruzadas que coparon la agenda de la vida nacional. Dos puestas en escena gubernamentales pueden graficar los momentos destacados de la crisis política y estatal que abrió la muerte de Nisman. Por un lado, la cadena nacional del 26 enero, una semana después de la muerte, con la Presidenta en posición de víctima en la silla de ruedas en la que se trasladaba por un accidente menor, voluntariamente expuesta ante las cámaras, donde hizo una de las tantas contradictorias lecturas del hecho y anunció la reforma de la Ley de Inteligencia.


I dZ Marzo

Por el otro, la misma Cristina Fernández el 1° de marzo entrando “victoriosa” y al ritmo de baile al Congreso a brindar su discurso anual sobre el “estado de la Nación” ante el pleno de la Asamblea Legislativa, luego de que un juez (Daniel Rafecas) desestimara la solicitud de imputación por encubrimiento hecha por el fiscal Gerardo Pollicita, reemplazante de Nisman. Ese mismo día (1M) se llevó adelante una concentración en las puertas del Congreso, que pese a contar con todo el aparato estatal, apenas si alcanzó a la convocada por un grupo de fiscales dos semanas antes. En el medio, una interminable cadena de acontecimientos que signaron el día a día de la crisis. La llamada “marcha de los fiscales” el 18 de febrero (18F) al cumplirse un mes de la muerte de Nisman, que fue un claro desafío al Gobierno; varias cartas extensas de la Presidenta publicadas en Facebook para intentar responder y aclarar el hecho (acompañadas por eventuales cadenas nacionales); testigos, plantados o no, que denunciaban que la noche del crimen se había producido poco menos que una fiesta en el departamento de Nisman cuando se estaban realizando las primeras pericias; un cadáver dudosamente incinerado aparecía frente las torres de la residencia; robos y amenazas verdaderas o falsas, denunciadas por periodistas que seguían la causa; el descubrimiento del submundo de los espías cuya representación se concentró en un nombre: Antonio “Jaime” Stiuso; negocios de prostitución y drogas manejados por los servicios salían a la luz; jueces con relaciones carnales con los espías; agencias de inteligencia internacionales (CIA, Mossad) que habían “colonizado” a los aparatos locales de espionaje y a fracciones de la Justicia; y un sinfín de operaciones que oscurecían el escenario y alejaban cualquier acercamiento a la verdad. En los extremos bizarros de esta “guerra de desgaste”, Elisa Carrió denunció desde la oposición que se estaba organizando un “autogolpe” y Carta Abierta que estaba en curso un “golpe blando”, y para colmo los dos iban a producirse el mismo día. A pocos días del discurso “triunfal” de la Presidenta en el Congreso, donde había acusado a lo que llamaba el “partido judicial” y especialmente a la Corte Suprema de Justicia, la exesposa de Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, arruina el festejo oficial por la supuesta superación de la crisis, presentando un informe de sus cuestionados peritos de parte. “Nisman no sufrió un accidente ni se suicidó; lo mataron”, afirmó casi por cadena nacional, multiplicando las intrigas y las dudas sobre el caso. Cuando está cerrando esta edición de Ideas de Izquierda, la crisis sigue su curso, tanto en el plano político como judicial.

El gobierno perdió la brújula en las semanas siguientes al hecho y cayó en gruesas contradicciones en su respuesta. Mientras, la oposición tradicional, intentó hacer un uso electoral y oportunista del tema, pero por distintas vías, en la actualidad o en el pasado, estaban implicados con los aparatos de espionaje. Es que la muerte/asesinato de Nisman no desató solo una coyuntural crisis política, sino que manifestó una crisis estructural en el aparato del Estado que evidenció signos de descomposición.

Política y servicios La muerte del fiscal obligó a una relectura de los últimos acontecimientos que involucraron a los protagonistas. El repentino cambio de la cúpula de los servicios de inteligencia realizado en diciembre del año pasado tomaba otra significación.Y más atrás en el tiempo, el “Memorándum de Entendimiento” que el gobierno argentino había firmado con la República Islámica de Irán en el año 2013, para formar una “comisión de la verdad” en aquel país que permitiera que declaren los cinco ciudadanos iraníes acusados por la justicia argentina, estaba en el centro de la endeble denuncia de Nisman. Los dos hechos estaban relacionados y cruzan la trama que culminó con el desenlace de la muerte del fiscal. El gobierno de Néstor Kirchner en el año 2004 había impulsado la creación de la unidad fiscal especial para la investigación del atentado a la AMIA (UFI-AMIA) y puesto a su frente a Nisman. El fiscal trabajó íntimamente con el ex Jefe de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) y con los agentes internacionales de la CIA estadounidense y el Mossad israelí. Esa investigación impulsó la llamada “pista iraní”, ampliamente denunciada como fabricada en base a informes falsos, y que llevó a la acusación de los funcionarios de ese país, sobre los que pesaba el pedido de captura internacional (las famosas “alertas rojas”) de Interpol. El giro pragmático que dio el Gobierno en 2013, adelantándose a un posible acercamiento de EE. UU. a Irán (que hoy está en el centro de la disputa geopolítica estadounidense e israelí), dejó descolocados a Nisman, a Stiuso y a los servicios internacionales que operaban con ellos. La crisis sacó a la luz pública el poder de los servicios de inteligencia y su amplia influencia en el aparato judicial. Algunos lo llamaron el cripto-estado, el sottogoverno o los sótanos de la democracia. Espías, jueces y fiscales que se mantienen desde la dictadura, empezando por el mismo Stiuso que entró a los servicios en 1972 y que pese a ocupar el tercer lugar en la jerarquía de la ex SIDE, era el verdadero jefe del organismo. La crisis fue comparable a las sucedidas con los motines policiales en varias oportunidades

| 5

en los últimos años.El Gobierno mantuvo intactos o incluso aumentó el poder de los aparatos de represión estatal que luego se rebelaron exigiendo mayores beneficios, poder o impunidad. En el caso de los servicios existe el condimento de la influencia de las agencias de espionaje internacionales. En ambos casos se conoció el manejo de negocios ilegales del “gran delito” desde el centro mismo de los núcleos duros del Estado. La continuidad de estos aparatos en la Justicia y la inteligencia es responsabilidad del Gobierno y desnuda cualquier relato de su presunta voluntad “democratizadora”. Pero además, el remedio con el que inició la lucha contra los espías desplazados, parece ser peor que la enfermedad: fortaleció al jefe del Ejército, César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, un hombre que proviene de la inteligencia militar y está acusado de participación en el genocidio. Y envió una reforma, que se trató y se votó de manera express, que “disuelve” la ex SIDE, pero mantiene lo esencial del viejo organismo.

Democracia vasalla y crisis de la restauración En su libro Orden y Progresismo: los años kirchneristas1, el escritor y periodista Martín Rodríguez defiende la idea de que el kirchnerismo dio poder y Estado a las tentativas fracasadas de Alfonsín y el Frepaso, completando a su modo las tareas pendientes de la “transición” a la democracia. Quizás sería más ajustado decir que fue el menemismo el que completó la “transición” con la liquidación del “partido militar” a cambio de impunidad para sus integrantes y la alineación completa del peronismo con los planes neoliberales y que le tocó al kirchnerismo la recomposición de la autoridad estatal en un contexto de estallido del bipartidismo que había caracterizado al régimen constitucional del ‘83 en adelante. Más allá de las periodizaciones, lo cierto es que el “ciclo kirchnerista” fue también un ciclo de vuelta de ciertas ideas más relacionadas con los ‘80 que con los ‘90. Años en los cuales la autoridad del Estado se fue recomponiendo al calor de la reactivación económica, acompañados de algunas medidas “progresistas” muy módicas pero sazonadas con un discurso de “vuelta del Estado y la política”. La “crisis Nisman” hizo su aporte al fin de los Grandes Relatos sobre la democracia que tiene su propia historia: el apotegma alfonsinista de que “con la democracia se come, se cura y se educa”, se derrumba primero con la Obediencia Debida y el Punto Final, a los que sigue el hambre de los saqueos del ‘89, y el menemismo con el indulto, la desocupación y precarización de la salud y la educación en los ‘90. Esa línea de decadencia continúa hoy con el “descubrimiento” de que la democracia es presa de servicios »


6 |

POLÍTICA

de inteligencia, las policías empoderadas y una casta judicial con muchas continuidades con la dictadura. Liborio Justo había escrito su interpretación de la historia argentina bajo un título lapidario: Nuestra Patria Vasalla. La democracia argentina, desde la salida de la dictadura hasta los años kirchneristas, no merece despegarse del adjetivo. La “restauración” de la autoridad del Estado de la que siempre se jactó el kirchnerismo recibe otro duro golpe. El símbolo es la Corte Suprema, cuya reforma el Gobierno reivindicó como uno de aportes históricos en su esplendor, y a quien acusa de las peores complicidades en el ocaso de su ciclo.

Fin de ciclo y espectro naranja El impacto de esta crisis política sobre los planes de “sucesión” y más en general sobre las perspectivas de todos los candidatos, comenzó a ser un tema de debate en los medios y en los propios búnkers de los involucrados. Y entre los kirchneristas “puros”, la sensación de estar en un jardín donde los senderos se bifurcan, pero terminan todos en Scioli, puede resultar peor que cualquiera de las torturas imaginadas por Borges en sus otras historias de orilleros y maleantes. En una crónica de la revista Anfibia (a la que no puede tildarse de opositora), se pone en boca de los participantes de la concentración del 1M, los dilemas del futuro del kirchnerismo: Hay quienes creen que lo mejor es ir a las PASO y condicionar al heredero en el Congreso, con algunos ministros, segundas líneas, y hasta se sueña, con el control de la Provincia de Buenos Aires. Algunos le agregan a ese plan la proyección de una ruptura con esa “derecha kirchnerista” en 2017 y el rearmado de la tropa propia para 2019. Otros prefieren la resistencia a una derecha ajena y una vuelta cuatro años más tarde. En el medio, hay quienes están enfocados solo en negociar sus propios cargos. En todo caso y más allá de esos cálculos siempre frágiles frente a la contingencia política, todos festejan lo mismo que Pablo: que se está cerca de entregar un país en orden, porque el orden fue desde siempre una obsesión del kirchnerismo2.

Desde la tribuna de un simpatizante del massismo (que alguna vez defendió al gobierno) se señalan las falencias del discurso de Cristina Fernández el 1M: Las palabras de la presidenta fueron, en ese sentido, aleccionadoras. Habló mucho, dijo poco.

Repitió una vez más, casi como un catecismo, los logros de una gestión que sigue comparándose a sí misma con 2001, catorce años después. Se dirigió exclusivamente a aquellos a quienes ya ha convencido, renunciando de antemano a alcanzar nuevos electores. En esa resignación hay quizá algo de astucia, puesto que el futuro político de la primera mandataria dependerá mucho de su capacidad de soldar altísimos niveles de lealtad en ese núcleo duro de votantes que se parece bastante al piso histórico del justicialismo3.

Y desde las páginas de una revista nacida en los años noventa y devenida, con el pasar de los años, en kirchnerista (El Ojo Mocho), afirman que hay que tratar de evitar pensar la sucesión “en el sentido de resignarse ante las supuestas ‘astucias’ de la razón” que culmine haciéndole “más amable y tolerable para los gustos y preferencias de ‘otros públicos electorales’”, donde yace lo que llaman la “experiencia Insaurralde” en la que quizá se pudiera proyectar, según los autores, la de un Scioli y desde otro lugar la de un Berni4. Con una economía en recesión, sin posibilidades de anunciar concesiones o medidas de peso en el terreno económico-social (la estatización de los ferrocarriles anunciada el 1M es una medida sin fuerza ya que estaban semiestatizados), comparando sus “logros” con el peor momento de la crisis principios de siglo, con el temor de no caer en la “astucia de la razón” que derive en las delicadamente llamadas “experiencias” Insaurralde o Scioli, pero sin presentar muchas alternativas; la aspiración se reduce a no chocar el barco y entregar el país en orden. En la misma crónica de Anfibia, un participante del 1M hace notar a otro que de color naranja (en el que se referencia Scioli) solamente hay un globo que planea sobre la plaza. Una buena simbología (acaso pensada adrede en las usinas del gobernador bonaerense) para decir: “ahora la plaza la ocupan ustedes pero el que en breve aterriza soy yo”. El espectro naranja que acecha al país kirchnerista. Y para seguir parafraseando a Marx, aunque invirtiendo una de sus sentencias, es el recuerdo del futuro (sciolista) con una continuidad imposible el que oprime en el presente el cerebro de los “camporistas” aferrados al pasado.

La izquierda con voz propia El Frente de Izquierda y de los Trabajadores se ha fortalecido en el desarrollo de esta crisis. En especial por sostener una posición independiente

tanto del gobierno como de la oposición patronal, judicial o mediática. Si durante 2014, los diputados del PTS en el FIT (Nicolás del Caño y Christian Castillo), ganaron visibilidad y autoridad por su participación incondicional en la lucha de los obreros despedidos de LEAR, 2015 encontró a la izquierda frente a una cuestión que ya venía denunciando desde hace tiempo: la complicidad del oficialismo y la mal llamada oposición con el entramado mafioso de los servicios de inteligencia y el espionaje. Myriam Bregman, abogada y dirigente del PTS, hoy candidata a Jefa de Gobierno por la Ciudad de Buenos Aires, estuvo entre las principales denunciantes del aparato de espionaje montado por el gobierno nacional en los marcos de la Gendarmería: el “Proyecto X”. El FIT se ha constituido en un actor político destacado del quehacer nacional. A la gran performance de Nicolás del Caño en las PASO mendocinas, donde sacó el 15 % de los votos como precandidato a intendente, se suman buenas perspectivas de ocupar bancas en el Congreso de la Nación, varias legislaturas provinciales y también a nivel de los concejos deliberantes de distintas ciudades. Con todo, y como demuestra la lucha entre oficialismo y oposición por el control de la calle, no es en las elecciones donde se juega exclusivamente el destino de la izquierda en nuestro país. La recomposición social de la clase obrera durante los últimos años y las perspectivas de un “nuevo consenso derechista” para el próximo período postkirchnerista, planteará la necesidad de consolidar una izquierda que una el desarrollo de una política de independencia de clase, con una práctica combativa y un trabajo paciente entre las bases, es decir, en la clase trabajadora, las mujeres, la juventud, para superar la “miseria de lo posible” que impone el fin de ciclo del kirchnerismo, preso de la “astucia de la razón” peronista.

1. Bs. As., Emecé, 2014. 2. Lucía Álvarez, “El núcleo duro”, revista digital Anfibia (www.revistaanfibia.com). 3. Ezequiel Meler, “Vengo del futuro”, Bastión Digital, 05/03/15 (ar.bastiondigital.com). 4. “Editorial” de El Ojo Mocho 4/5, primavera/verano 2014-2015.


I dZ Marzo

| 7

La ex SIDE y su nexo histórico con la CIA y la red interna de espionaje

inteligencia al servicio de quién

Ilustración: Greta Molas

Claudia Ferri Historia, UBA. Adela García Historia, UBA.

El siglo XX ha sido testigo de la construcción de un imaginario atractivo e intrigante que representa el mundo de los espías y sus hazañas. La literatura y la industria cinematográfica utilizaron innumerables veces este recurso, que incluso llegó a conformar un género propio. Pero la realidad de los agentes de espionaje no se asemeja a la pintoresca representación de la figura de James Bond; aunque sí, en muchos casos, tienen “licencia para matar”. Los servicios de inteligencia se ubicaron a lo largo de la historia como garantes de los secretos mejor guardados del gobierno de turno. Su papel tiende a ser clave para el orden y control de las situaciones internas y externas que afectan directamente a los Estados modernos capitalistas, lo que explica su naturaleza inherente al funcionamiento del régimen. En Argentina, el sistema de inteligencia cuenta con más de cien años. Durante ese tiempo ha logrado aggionarse a las necesidades del Estado,

sea civil o militar, sorteando en numerosas oportunidades las responsabilidades políticas que le competen como, por ejemplo, su participación durante la última dictadura militar. Este artículo tiene la intención de reconstruir críticamente la historia del espionaje argentino, especialmente de la ex SIDE, enmarcándola en un contexto socio-político particular que va a reflejar las alianzas y tensiones con uno de los servicios de inteligencia más influyentes en el mundo: la CIA norteamericana. El trabajo conjunto de ambas agencias da cuenta de la política imperialista desarrollada por el país del Norte durante la segunda mitad del siglo XX.

Ensayos iniciales: de la Policía secreta a la Secretaría Las primeras experiencias en Inteligencia se desarrollaron a comienzos de siglo XX, como parte del proceso de modernización y profesionalización de las FF. AA. En su segundo mandato, Julio

A. Roca nombró al Teniente General P. Ricchieri como ministro de Guerra para que encabece el perfeccionamiento de los métodos, armamento y equipos militares. En los años siguientes se conformó la SIE (Servicio de Inteligencia del Ejército) y, más tarde, el Servicio de Espionaje y Contraespionaje, utilizado originalmente para acumular información sobre los países vecinos, particularmente sobre Chile, con el que mantenía una relación tensa por cuestiones limítrofes en la Patagonia1. Pero no tardó mucho tiempo en reposicionarse para contribuir al rol represivo del Ejército y la Policía, utilizando todos los recursos a su alcance para enfrentar a las primeras organizaciones combativas de la clase obrera. Hasta la década del ‘40, el control de los servicios de inteligencia estaba en manos de los militares y la Policía Secreta, cada uno con recursos propios. Los avances tecnológicos de la época les brindaron medios más modernos, como la escucha de mensajes radiotelegráficos para recopilar »


8 |

POLÍTICA

“ La injerencia imperialista en tareas de inteligencia no cesó con el fin de la dictadura (...) La dependencia logística, así como los intereses comunes forjados a lo largo del siglo XX, mantuvieron intactos hasta el presente los vínculos con las agencias extranjeras.

información de los espiados. Para la misma época, el presidente R. Ortiz hizo un primer intento de crear un área de inteligencia civil llamada Dirección General de Seguridad e Informaciones (DGSI), pero la debilidad de su gobierno la llevaron a una rápida desintegración. Durante los últimos años de la “Década Infame”, va a ser la Coordinación Federal de la Policía el organismo que concentre los fueros en materia de Inteligencia. Con el decreto 337/46 se creó la Coordinación de Informaciones de la Presidencia de la Nación (CIPN), que tenía como finalidad centralizar la información necesaria para los asuntos de Estado, sean de carácter nacional o internacional. A pesar de que el entrenamiento estuvo a cargo de oficiales cercanos al presidente, se pretendía que la mayoría del personal del organismo fuera civil. Un hombre como Perón, formado en inteligencia militar, desconfiaba de ciertos sectores de las FF. AA. que el año anterior lo habían tomado prisionero en un intento por debilitar su poder. Las causas que llevaron a la creación de la CIPN fue la creciente necesidad del jefe de Estado de controlar a sus opositores, identificar a los conspiradores e impedir el avance del comunismo en las filas obreras2. A pesar de la creciente inserción del peronismo en los sindicatos, el Partido Comunista seguía dirigiendo las comisiones internas de poderosos gremios como el de la Construcción y Metalúrgicos, en años en los que la clase obrera venía aumentando su peso numérico y social debido al progresivo desarrollo de la industria. A lo largo de todo el año 1946 estos sectores habían protagonizado una oleada de huelgas que paralizó la industria y el puerto. Durante sus primeros dos mandatos, Perón osciló entre los intereses de la burguesía nacional e internacional, y las concesiones (necesarias)

para ganarse el apoyo de los trabajadores. En su afán de presentarse como árbitro entre las clases3, destinó gran parte del presupuesto nacional a gastos militares y policiales, que según Milcíades Peña llegó a ser del 50 %4. En 1949, la CIPN fue reorganizada como Coordinación de Informaciones del Estado (CIDE), y dos años después pasó a llamarse Servicio de Informaciones del Estado (SIDE). Finalmente, a mediados de los años ‘50 adquirió el rango de Secretaría manteniendo sus siglas originales. Una de las nuevas adquisiciones en materia logística fue el microfilm, invento de la inteligencia estadounidense, utilizado en la Segunda Guerra Mundial. A la par de Argentina, los países aliados triunfantes en la contienda contra el nazismo crearon sus propios organismos de inteligencia y espionaje, lo que les permitió manejar información de las potencias extranjeras y mantener el control interno: la DST francesa (Dirección de Vigilancia del Terrorismo), fundada en 1944; la CIA, creada en 1947 por EE. UU., el Mossad, que surgió un año después de la conformación del Estado de Israel (aunque recién en 1951 se convirtió en un servicio civil). En los años ‘40, la URSS también modernizó su servicio de espionaje.

Bajo el modelo norteamericano La influencia imperialista en actividades de espionaje interno puede rastrearse a lo largo de toda la historia de la ex SIDE y de sus antecesoras. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano encargó a su nueva Agencia Central de Inteligencia (CIA) llevar a cabo, a escala internacional, la “lucha contra el comunismo”, anunciada por el presidente demócrata H. Truman ante el congreso

estadounidense. Con dicho propósito, la CIA comenzó a instalar sus estaciones en países donde el gobierno y las empresas norteamericanas mantenían intereses políticos y económicos. En América Latina, donde EE. UU. había desplazado a Inglaterra como imperialismo dominante, la orientación de Truman provocó la reactualización de la Doctrina Monroe a través del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), así como el reforzamiento de las actividades de vigilancia y represión5. Quedaba al descubierto la política del puño de hierro norteamericana6. En este contexto, la CIA se transformó en un modelo (en materia de inteligencia) para los países alineados con la política panamericana impulsada por EE. UU. Bajo el peronismo, la Argentina no quedó al margen. Durante la campaña de 1945/1946, la prensa norteamericana había difundido la existencia de supuestos vínculos entre el gobierno de Farrell-Perón con espías alemanes, y adelantaba la ruptura diplomática de EE. UU. ante un posible triunfo de la coalición peronista. Con estas operaciones de prensa, los norteamericanos pretendían mostrar a un Perón problemático para la estabilidad del país. La campaña de desprestigio, de la que se hizo eco la Unión Democrática, llevó a Perón a dirigir su discurso contra la intromisión de EE. UU. en la política interna a través del empresario y embajador estadounidense S. Braden, señalado como el inspirador de la alianza opositora. Un año después, la política exterior daba un giro con el ingreso de la Argentina al TIAR. La utilización de las disputas interimperialistas no representaba un impedimento para el trato amistoso con EE. UU. y el apoyo a la “cruzada anticomunista”. Argentina votó, en los años siguientes, a favor de la declaración de la ONU contra la República Popular China. En 1954, Perón reconoció al dictador C. Castillo Armas, colocado al frente del gobierno de Guatemala luego del derrocamiento de J. Arbenz por una invasión preparada por la CIA y las empresas estadounidenses radicadas en suelo guatemalteco.

La lucha de clases refuerza un vínculo inquebrantable La intervención norteamericana se incrementó en las décadas siguientes y dio un salto con el triunfo de la Revolución cubana. En materia de seguridad interna, los gobiernos militares y


I dZ Marzo

civiles argentinos de los años ‘50 y ‘60 adoptaron la Doctrina de Seguridad Nacional que promovió el uso de los métodos represivos puestos en práctica por EE. UU. y Francia en las guerras coloniales. A partir de la doctrina de la “agresión interna” y tomando como base la ley “para los tiempos de guerra” de Perón, el gobierno de A. Frondizi diseñó el Plan Conintes que asignó a las FF. AA. la represión del “terrorismo” en todo el territorio, permitiendo la creación de Consejos de Guerra y la Ley marcial. En los inicios de la dictadura, J. C. Onganía emitió el DecretoLey de Defensa Nacional con el que profundizó la orientación anterior llegando a identificar la seguridad interna con la defensa nacional, una de las pocas leyes de la dictadura que H. Cámpora dejó intactas7. El Decreto-Ley de 1966 facultó a la SIDE para calificar a los opositores del régimen de “motivación comunista” a fin de tener un panorama preciso del alcance de la “infiltración comunista” en el país. Junto con esta resolución, se crearon las oficinas de escuchas telefónicas. En aquel período, encabezaba la SIDE el general E. Señorans, miembro de la secta derechista Cité Catholique. Con la intensificación de la lucha de clases a partir del Cordobazo, la presencia de la agencia extranjera se volvió aún más relevante. En 1974, parte del personal que había colaborado con el golpe de Estado encabezado por el general A. Pinochet fue trasladado desde Chile para apoyar la actividad paraestatal y, posteriormente, la represión genocida de la dictadura. Como puso en evidencia Rodolfo Walsh en una investigación inconclusa, el nexo entre la Triple A y la CIA fue directo. En el caso de la SIDE, sus agentes no solo brindaban información sobre militantes y organizaciones, sino que montaron su propio grupo operativo encabezado por la banda criminal de A. Gordon. A principios de 1976, el jefe de la SIDE, Otto Paladino, le encomendó a Gordon poner en pie en los talleres Orletti, un centro clandestino de detención (CCD) especializado en el secuestro, la tortura y la desaparición de militantes de organizaciones de países limítrofes. En Orletti, como en el CCD El Olimpo, se llevó a cabo la Operación Cóndor, ideada por la CIA como parte de sus “operativos de limpieza”. Esta operación fue puesta en marcha en 1974 para facilitar el intercambio y traslado de presos políticos, el espionaje y el control de actividades políticas entre países8.

La injerencia imperialista en tareas de inteligencia no cesó con el fin de la dictadura. El gobierno de R. Alfonsín buscó renovar la desprestigiada SIDE acudiendo al Mossad israelí, la CIA e Inteligencia francesa. Estas agencias equiparon al organismo con nueva tecnología especializada en escuchas telefónicas, una de las áreas donde trabajó Antonio “Jaime” Stiuso, de fuertes vínculos con la CIA y el Mossad9. La dependencia logística, así como los intereses comunes forjados a lo largo del siglo XX, mantuvieron intactos hasta el presente los vínculos con las agencias extranjeras.

La “Comunidad Informativa”, columna vertebral de la represión La ex SIDE es una pieza clave en la estructura de inteligencia nacional, conocida como “Comunidad informativa”. Estos servicios comenzaron a intervenir de manera coordinada a partir de los años ‘60 y ‘70, a través del “Plan Sistemático de Inteligencia” de cruce de información y creación de una base de datos para identificar los “blancos” de los grupos de tareas. Entre las áreas que participaron en la Comunidad se encontraban: la SIDE, el SIN (Navales), el SING (Gendarmería), el SIA (Aeronáutica), el Batallón 601 (Ejército), la DIPBA (Policía Bonaerense), la D2 (Policía cordobesa) y la Dirección de Coordinación de la Policía Federal. Esta última contaba con las divisiones de Asuntos Políticos, de Asuntos Gremiales y de Actividades Políticas Antidemocráticas (originalmente, Sección de Represión del Comunismo). Sus hombres, entrenados en “tareas antisubversivas”, tenían la práctica común de infiltrarse en universidades y fábricas. Dos grandes colaboradores de la Comunidad fueron las empresas Mercedez Benz y Ford, que “marcaban” a dirigentes sindicales y delegados. En el caso de la primera, hay toda una Comisión Interna desaparecida, mientras que Ford tenía un área destinada al aterrizaje de helicópteros de las FF. AA. y su jefe de seguridad respondía al Ejército. A partir de la crisis política abierta con la muerte del Fiscal A. Nisman volvieron a salir a la luz las actividades delictivas y los famosos “carpetazos” de la ex SIDE. Este tipo de accionar no es exclusivo de las últimas décadas. Ya en los ‘50, Walsh denunciaba la corrupción en los órganos de Inteligencia, a propósito de la muerte del abogado M. Satanowsky.

| 9

Aunque fueron las denuncias de los últimos años las que dejaron al desnudo la función esencial que dio nacimiento a estos aparatos. Son los casos del actual Secretario de la UOCRA Gerardo Martínez y el agente infiltrado en el MST, Octavio Tarifeño, que aparecieron en la lista del personal del Batallón 601; la infiltración de A. Balbuena en la agencia Walsh; y, más recientemente, el Proyecto X lanzado por Gendarmería. Estos son algunos de los ejemplos que nos permiten demostrar que, como en los períodos más represivos, los servicios de inteligencia siguen teniendo como fin último mantener el orden social capitalista. A contramano de las intenciones del gobierno kirchnerista y el arco opositor actual que buscan reforzarlos, el único cambio real es su disolución.

1. Ver Jaime E. Cañás, Espionaje en la Argentina, Bs. As., Mundo Actual, 1969. 2. Ver Jorge Boimvasser, Los sospechosos de siempre. Historia del espionaje en Argentina. Bs. As. Planeta, 2000. 3. Utilizamos la definición de L. Trotsky “bonapartismo sui géneris” para definir al gobierno de 1946, expresando su carácter contradictorio. Perón realizó importantes concesiones a la clase obrera para contar con las fuerzas para frenar una ofensiva norteamericana debido a la debilidad de la burguesía local pero, a su vez, impidió que ésta tenga una estructura independiente evitando que se convierta en una amenaza real al régimen burgués. Ver Ernesto González. Qué es y qué fue el peronismo, Bs. As., Pluma, 1974. 4. Ver Milcíades Peña, Historia del pueblo argentino, Bs. As., Emecé, 2012. 5. Con la Doctrina Monroe (1823) EE. UU. se adjudicó el derecho de intervenir en el continente a fin de impedir la intervención de Europa en los países recientemente independizados. 6. En los ‘30, L. Trotsky sintetizaba la política de EE. UU. en América Latina con la imagen del puño de hierro. Según Trotsky, el gobierno de Roosevelt, anterior al de Truman, había ocultado el puño en el “guante de terciopelo”. Ver León Trotsky, Escritos Latinoamericanos. Bs. As., CEIP/Museo Casa L. T./Ediciones IPS, 2013. 7. Ver Marina Franco, Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y subversión, 1973-1976, Bs. As., FCE, 2012. 8. Ver Stella Calloni, Los años del lobo: Operación Cóndor, Bs. As., Continente, 2002. 9. Ver Gerardo Young, SIDE, la Argentina secreta, Bs. As., Planeta, 2006.


ECONOMÍA

Ilustración: Juan Atacho

10 |

Anteproyecto de nueva ley de semillas

LA LEY MONSANTO

Natalia Morales Fac.de Ciencias Agrarias, UNJu. Lucía Ruiz Economista. En el año 1996, bajo la presidencia de Carlos Menem, desembarcaba la primera semilla transgénica a la Argentina: la soja RR. Hoy, el país es el segundo productor mundial de organismos vegetales genéticamente modificados. Las empresas productoras de semillas han ido avanzando en el control de la cadena productiva de alimentos en un proceso de creciente concentración del capital a partir de diversos mecanismos biotecnológicos, económicos y políticos. Sin embargo, aún requieren de un último recurso para poder garantizarse una porción mayor de renta: la cobertura legal. Si bien desde 2003 han habido tentativas del gobierno de cambiar la legislación para “adaptarla al marco internacional”, desde el 2012 la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (ahora Ministerio) dio pasos más firmes hacia la elaboración de un proyecto de modificación de la Ley de Semillas vigente en pos de conceder mayores derechos de propiedad intelectual. Después de anunciar el PEA 20201, sancionar la Ley de Tierras2 y la Ley de Agricultura Familiar3, el kirchnerismo no quiere abandonar el gobierno sin

antes sellar las bases del modelo de acumulación imperante en el agro argentino.

En línea con el “modelo” agrario La comercialización del primer cultivo transgénico fue aprobada en 1996 por Felipe Solá, Secretario de Agricultura de Carlos Menem. Así, la Argentina se convirtió en pionera, luego de los Estados Unidos, en lo que respecta al uso de los organismos vegetales genéticamente modificados (OGVM). De esta manera, la multinacional Monsanto introdujo en estas tierras la semilla de Soja RR-Roundoup Ready, cuya ventaja económica reside en que contiene un gen resistente al herbicida glifosato –que también comercializa la empresa–. El denominado “paquete tecnológico” compuesto por dicha combinación de semilla y herbicida único, junto con la técnica de siembra directa introducida en los años ‘80, permitió una fenomenal reducción de costos de producción a partir de la disminución de las labores necesarias en la siembra y cosecha. Esto generó una difusión de la soja transgénica en tiempo récord, llegando a cultivarse

en ese período un millón de hectáreas y alrededor de 20 millones en la actualidad. En agosto de 2012 nuevamente es aprobada y liberalizada por el Secretario de Agricultura Lorenzo Basso la comercialización de una nueva variedad, la Soja Intacta RR2 Pro, resistente al herbicida glifosato y al ataque de insectos, con un supuesto rendimiento superior del 8 % (significaría actualmente 4 millones de toneladas más). Pero la soja no es la única implicada. Argentina posee 22 eventos genéticos4 liberados para la comercialización, de los cuales tres son de soja, tres de algodón y 16 restantes son de maíz, alcanzando el “mérito” de ser el segundo productor mundial de OGVM5. Detrás de estos permisos de comercialización de nuevas variedades modificadas genéticamente existió en los últimos 20 años una deliberada política agraria orientada a favorecer el proceso de acumulación capitalista que eleve los rendimientos y la producción de granos demandados internacionalmente (o commodities), sobre la base de un modelo que exige crecientemente mayores escalas de producción, lo cual ha redundado en un proceso de concentración


I dZ Marzo

sin precedentes del capital agrario con un peso creciente de las trasnacionales en las distintas etapas de la cadena. Entre otras cosas este proceso implicó una “expansión de la frontera” agrícola hacia el norte, consistente no solo en la extensión de millones de hectáreas implantadas con el yuyo verde, sino también en la expulsión silenciosa de miles de campesinos del monte chaqueño. La posible aprobación de una nueva ley que asegure a las trasnacionales semilleras mayor capacidad para apropiarse del excedente por medio de los derechos de propiedad intelectual implica un nuevo salto en este camino.

fue a través de sus licenciatarios de semillas (Nidera por ejemplo) y contratos privados con los productores. Estos funcionan actualmente con el aval tácito del Estado, que incluso propuso hace unos años reemplazarlos por un sistema de regalías globales para los cultivos de soja y trigo, generando un Fondo con aportes de los productores por medio de una retención (tasa del 1 %) sobre el precio de venta del grano, para ser retribuido a las empresas por los aportes biotecnológicos, o sea para Monsanto.

Derecho al uso propio vs regalías

En el año 2012 el gobierno comenzó a elaborar los bosquejos del proyecto de modificación de la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas (Ley 20.247/73) que actualmente es impulsado por el Ministro de Agricultura Carlos Casamiquela, el Secretario de Agricultura Lorenzo Basso, el presidente del Instituto Nacional de Semillas (INASE) Carlos Ripoll, junto al sector empresarial vinculado a la producción de semillas y a la biotecnología. El mismo pretende ser aprobado durante este año, avanzando sobre los Derechos de Propiedad Intelectual sobre las semillas, lo que significa una cobertura legal sobre el control del primer eslabón de la cadena agroalimentaria, sobre sus innovaciones vegetales y biotecnológicas, asegurando ganancias a futuro por parte de las multinacionales del agro. En primer lugar, el proyecto de ley incorpora la figura del obtentor, que es una de las dos formas de reconocimiento de la propiedad intelectual. Los derechos de obtentor vegetal (DOV) se diferencian de las patentes de invención en que refieren al derecho a explotar en exclusividad el material de reproducción de las variedades mejoradas sin alcanzar al producto obtenido, mientras que las patentes son un derecho exclusivo por una invención (no un descubrimiento), es decir, un producto o procedimiento que aporta una nueva manera de hacer algo. En el caso de las semillas, las patentes impiden la utilización de la nueva siembra por el agricultor sin el correspondiente pago de regalías7. A pesar de que la propuesta de la ley de semillas incorporaría Derechos de Obtentor, se aproxima a ciertas concesiones otorgadas a las patentes ya que propicia las mejores condiciones al obtentor (multinacionales semilleras), le reconoce el Título de Propiedad exclusivo por 20 o 25 años según el caso y limita el uso propio de la semilla. El alcance del derecho del obtentor y el pago al mismo solo tendría como situación excepcional, a quien sea registrado como tal –agricultor exceptuado– bajo los requisitos determinados y controlados por el

Una de las cuestiones más controversiales del proyecto de la ley de semillas tiene que ver con el alcance de los derechos de propiedad por parte de las empresas semilleras. El propio carácter de la producción agraria6 genera la posibilidad de utilizar insumos que son reproducidos en la unidad productiva sin necesidad de recurrir al mercado, como el caso de las semillas. En especial esto ocurre en las plantas autógamas (soja, trigo, algodón) ya que se reproducen sexualmente por autofecundación, de modo que no hay mezcla de genes y la semilla que se genera es igual a la anterior. A partir de 1994 Argentina es signataria del Convenio Internacional UPOV 78 (Unión para la Protección de Variedades Vegetales, acta del año 1978) que permite que los agricultores guarden semillas para la próxima campaña para uso propio pero no para comercializar. En los años ‘90 la legislación y tratados internacionales endurecieron la política de propiedad intelectual ampliando el alcance de lo que se considera patentable y si bien en Argentina no se adhirió al acta UPOV del año 1991 que restrigía el uso propio de semilla de los agricultores, se reglamentaron modificaciones a la Ley y se sancionó la resolución 829 en el año 1999 que profundiza y garantiza derechos a las multinacionales semilleras en el propio marco de la UPOV 91. Sin embargo, la industria semillera, con Monsanto a la cabeza, presiona por captar una mayor proporción de ingresos intentando por distintos medios restringir, en primer lugar, el comercio ilegal (conocido como “bolsa blanca”) a través de mayores controles policiales y sanciones y, en segundo lugar, el mencionado derecho al uso propio de semilla, al que además acusan de ser responsable del comercio ilegal. En este sentido, entre las estrategias desplegadas por la empresa se encuentra el cobro que se adjudica la misma por el concepto de regalías extendidas, si el productor define volver a utilizar la semilla que él mismo produjo. Ante la ausencia de una ley que la ampare, la forma de imponer en los hechos el cobro de la misma

Una ley en beneficio de las ganancias de las multinacionales

| 11

MINAGRI-INASE8. Así, el uso propio de la semilla deja de ser un derecho para el agricultor y se convierte en la excepción de un derecho ajeno. Además es restrictivo, ya que quedan por fuera del uso propio un conjunto de especies muy importantes (frutales, forestales y otras). Las creaciones fitogenéticas que son permitidas y pagadas, no podrán exceder a la cantidad de semilla originalmente y legalmente adquirida. En segundo lugar, refuerza el sistema de sanciones y crea sistema de policía en defensa del obtentor y la propiedad privada de la semilla. Los funcionarios del estado podrían inspeccionar predios, analizar, decomisar, detener o embargar cultivos y partidas de semillas en cualquier momento. Las sanciones y multas pueden ser a personas que difundan variedades que no estén inscriptas en el Registro Nacional de Cultivares o quienes entreguen semillas no identificadas como indica la Ley de Semillas. Las acciones pueden llevarse a cabo con el solo hecho que una empresa productora de semilla presuma alguna irregularidad que afecte sus intereses9.

La disputa por la renta entre fracciones del capital Esta mayor injerencia del capital trasnacional en la apropiación de las ganancias originadas por el trabajo aplicado en la rama agraria, que garantizaría la nueva ley, es apoyada por distintas corporaciones y asociaciones del capital concentrado en el agro, como AAPRESID10, AACREA11, Sociedad Rural Argentina, CRA12 y Coninagro13, lo cual deja en evidencia del compromiso de los capitales “nacionales” a asegurar (y acrecentar) la porción de renta que se apropian las empresas trasnacionales criadoras y productoras de semillas. Por su parte, la Federación Agraria Argentina (FAA) se retiró de las negociaciones y se opuso al nuevo anteproyecto tal cual está planteado argumentando el legítimo derecho de “los productores” al uso propio de la semilla, tal como explicamos más arriba, y la defensa de la biodiversidad. Sin embargo, de lo que se trata es, en sus propias palabras, de la “captura del valor”14, en tanto un sector de la burguesía agraria al que representan quedaría por fuera de la categoría del “agricultor exceptuado” del pago de regalías por no ser “tan pequeños” como aquellos incluidos en el RENAF, mientras que tampoco pertenecen en lo fundamental al sector de productores integrados, grandes pools de siembra, fondos de inversión que ven más ligados sus intereses a los de las multinacionales. El acceso al uso propio de semilla e incluso su adquisición en el comercio paralelo, le ha permitido al conjunto de medianos empresarios –principalmente pampeanos– mantener su porción de ingresos e insertarse en el mercado de »


12 |

ECONOMÍA

forma rentable en los últimos años de ganancias récord para el sector, cuestión que no están dispuestos a resignar. Sin embargo, se encuentran lejos de oponerse a los lineamientos fundamentales del modelo del “agropower” en curso siempre que sus privilegios no fueran afectados. De conjunto, la burguesía agraria se ve obligada a ceder posiciones ante los derechos de propiedad por un monopolio determinado (en este caso, de las semillas, tal como aceptan el pago de renta al terrateniente por el usufructo de la tierra) en tanto es la naturaleza de la propiedad privada, al mismo tiempo, el fundamento de su apropiación de una porción de plusvalor en forma de ganancia empresaria. La diferencia radica en que la constitución de un bien social como la semilla en el monopolio de un puñado de empresas, es un proceso en curso que responde a las necesidades actuales de acumulación capitalista y por ello ven ante sus ojos la pérdida de una parte de sus ganancias. Asimismo, con esta ley sería también creciente la dependencia directa a un paquete tecnológico controlado por las corporaciones internacionales que no solo manejan el mercado de semillas, sino el de los insumos como los plagicidas.

El monopolio creciente del capital sobre la biodiversidad El proyecto de ley estipula que el sector de productores más pequeños, los llamados “productores familiares”, estarían eximidos del pago de los derechos de obtentor y por tanto resguardados –en una forma muy endeble– del derecho de uso propio de semilla. No obstante, el planteo de conjunto significa un avance en la desposesión social de los recursos e implica una nueva fase en la separación de los productores directos de los medios de producción. Esto es así por cuanto resguarda a quienes “descubren” una semilla tradicional que no haya sido reclamada y considera como “nueva” a cualquier variedad que no haya sido comercializada ampliamente o inscrita en los registros de propiedad intelectual. Por lo tanto, al expandir los derechos de obtentor sobre las especies vegetales, hace posible la mayor privatización de los recursos genéticos y de la biodiversidad, así como la apropiación de variedades utilizadas por pueblos originarios o agricultores campesinos. Pero además, las nuevas variedades fitogenéticas que las semilleras pudieran realizar se sustentan en la diversidad biológica configurada socialmente a lo largo de la historia en distintos econsistemas por poblaciones campesinas, originarias, agricultores, proceso que con la nueva ley se vería recortado en cuanto impedirá que estas comunidades experimenten, mejoren e intercambien libremente las semillas. En otras palabras, dificulta los procesos de mejoramiento genético independiente, lo cual vulnera a largo plazo la potencialidad alimentaria y productiva de la diversidad existente. Aspecto más que sobresaliente si además se tiene en cuenta que se otorgarían derechos de obtentor sobre variedades en base a la simple expresión de un carácter sin exigir una prueba efectiva de mejoramiento. En este sentido, cabe señalar que no solo se pone en cuestión la reproducción de las

formas de vida de los pequeños agricultores, comunidades y sectores más vulnerables que viven en áreas rurales acelerando su transición hacia la ampliación de los ejércitos industriales de reserva, sino que también se pone en evidencia, una vez más, el carácter de la producción de alimentos bajo la acumulación capitalista. En esta, el conocimiento científico y tecnológico se pone a disposición de las necesidades de la valorización del capital y no en función de garantizar a la sociedad el acceso a la alimentación de forma saludable. Resolver esta irracionalidad de la producción agraria es una tarea urgente que requiere una planificación verdaderamente democrática sobre la base de la expropiación de los grandes terratenientes, pooles de siembra y productores de semillas y plaguicidas.

1. Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial 2020, ampliado recientemente por el gobierno nacional, tiene como objetivo llegar en el año 2020 a las 225,5 toneladas de producción agrícola y forestal y a unas 21,3 millones de ha y 61,5 millones de toneladas de soja, lo que muestra que la política del gobierno nacional está centrada en la exportación de materias primas y productos derivados de la misma 2. Régimen de protección al dominio nacional sobre la propiedad, posesión o tenencia de tierras rurales, Ley 26.737 de diciembre de 2011. Se establece en el artículo 8 un límite de 15 % del territorio rural argentino que puede estar en manos extranjeras. Según estimaciones, las tierras que actualmente corresponden a titularidad extranjera oscilan entre el 7 y 10 %. 3. Al respecto ver Lucía Ruiz, “Qué hay tras la nueva Ley de Agricultura Familiar”, La Izquierda Diario, 03/02/15. 4. Las variedades transgénicas son aquellas a las que con las técnicas de la ingeniería genética se incorporan genes o eventos genéticos que le confieren determinadas calidades que naturalmente la especie no posee. 5. Perelmuter, Tamara y Poth, Carla: “El rol del Estado en el modelo de desarrollo biotecnológico agrario. El caso de la Argentina de 2003 a 2010”, disponible en http://www.vocesenelfenix.com/, 2012. 6. Además de la particularidad fundamental de que como medio de producción principal, la tierra es limitada y, bajo el capitalismo, monopolizada privadadamente. 7. Perelmuter, Tamara: “¿Qué hay detrás de la nueva Ley de Semillas?”, online en Marcha, 04/09/12. 8. Incluiría a los inscriptos en el Registro Nacional de Agricultura Familiar (RENAF) y a los casos que el INASE considere teniendo en cuenta parámetros como el volúmen de producción, superficie, etc. 9. Según Vía Campesina, esto significa una “privatización del poder de policía”, ya que deja en manos de las empresas semilleras el asegurar que las disposiciones de la ley se observen adecuadamente. 10. Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa. 11. Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola. 12. Confederaciones Rurales Argentinas. 13. Confederación Intercooperativa Agropecuaria. 14. Federación Agraria Argentina, “Informe de FAA del Anteproyecto de ley de semillas impulsado por el Poder Ejecutivo”, disponible en http://recursosnaturales.org.ar/.


I dZ Marzo

| 13

El “consenso de Beijing” y la dependencia latinoamericana

Sombras de la China

La votación de los acuerdos con China presentados en el Congreso por el gobierno en diciembre pasado dio cuenta, por el alcance de los mismos, de un salto formidable en el establecimiento de relaciones económicas estrechas con el gigante asiático, lo que se volvió a confirmar en la visita de la presidenta a dicho país en enero. No es un caso aislado; toda la región mira hacia Oriente. ¿Asociación estratégica o una nueva vía para perpetuar la dependencia?, he aquí la cuestión. Con la contribución de Ariel Slipak, estudioso de las relaciones de la Argentina con China, aportamos aquí dos miradas desde el marxismo sobre este tema de primera importancia para pensar las perspectivas de América Latina. Los acuerdos con China y la profundización de la dependencia Ariel M. Slipak Economista. Docente UNM y UBA. Becario doctoral del CONICET. Integrante de la Sociedad de Economía Crítica (SEC).

La visita oficial de Cristina Fernández de Kirchner a la República Popular de China con una comitiva integrada por los funcionarios de mayor relevancia y más de cien empresarios puso en la primera plana de los medios de comunicación la discusión sobre los nexos políticos y económicos de la Argentina con el gigante asiático. En la retórica gubernamental, la expansión de la vinculación económica con China –que no es un fenómeno reciente– es presentada como una oportunidad para el desarrollo local de actividades industriales de mayor agregación de valor e incluso una muestra de soberanía frente a las grandes potencias hegemónicas tradicionales, a partir de una mayor relación con otro país que insiste en exhibirse como una “economía emergente”. El gobierno argentino –al igual que la mayoría de los gobiernos de la región– insiste en rotular a China como una “economía

del Sur”, con la cual se pueden establecer lazos cooperativos y de mutuo beneficio y cuya expansión económica –al igual que la de algunos países del bloque BRICS–, representa la posibilidad de fundar un nuevo orden mundial armónico, justo y equitativo con los países de la tradicional periferia. Ante el tenor de este tipo de afirmaciones, resulta una tarea imprescindible para el pensamiento crítico, una revisión reflexiva sobre el rol geopolítico y económico que juega China actualmente y sus vínculos con la región latinoamericana.

Una gran potencia más que un país del “sur global” En foros internacionales China se presenta como una “economía emergente”. Entre otras argumentaciones aparece un reducido Producto

Bruto Interno per cápita en relación a las grandes potencias. Sin embargo, desde el año 2011, China ostenta el segundo PBI del planeta medido a precios corrientes y acorde a informes del Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, habría finalizado el año 2014 como la economía con el mayor PBI medido por paridad de poder adquisitivo del planeta, relegando a Estados Unidos al segundo lugar. También es el principal productor mundial de manufacturas, primer exportador mundial de bienes y segundo comprador global de los mismos. Desde inicios del siglo XXI, China es un importante productor de artículos de consumo final y bienes durables de producción con alto contenido tecnológico. Ahora bien, el país oriental no es solo una potencia desde la faz productiva; China es el principal prestamista del Tesoro de EE. UU., »


14 |

CHINA & LATINOAMÉRICA

principal tenedor global de reservas internacionales y el tercer emisor global de Inversión Extranjera Directa. Un dato que expone el ascenso de China como potencia financiera es que hacia el año 2013, 89 de las 500 firmas de mayor facturación global del planeta ya eran de capitales de aquel país. Tampoco podemos dejar de observar que a la fecha 40 bancos centrales del planeta utilizan al renminbi como una de sus monedas de reserva. Otro aspecto relevante a destacar es que China ostenta el segundo presupuesto militar del planeta (aunque el mismo resulte la octava parte del estadounidense) y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. A pesar de que China no cuenta con la posibilidad en el corto plazo de desplazar a EE. UU. como hegemón global, sin duda alguna podemos afirmar que nos encontramos en un escenario de declive de su rectorado unipolar, hacia un escenario en el cual la potencia oriental, por ejemplo, ya desafía la vigencia del dólar como moneda global y posee mayor influencia entre las naciones africanas, latinoamericanas y otros países del G77. La calificación a China como una “economía emergente” resulta un eufemismo.

Su necesidad de productos primarios es la base de sus vínculos con América Latina La intensa industrialización de esta economía que creció a tasas anuales de un 10 % anual entre 1978 y 2012, han derivado en que la población urbana pasado de un 18,57 % a un 51,78 % en dicho período y la esperanza de vida de 66,5 a 73,5 años. Como consecuencia de estos fenómenos, este país al que periodísticamente se lo ha pasado a denominar “la fábrica del mundo”, se ha convertido en el segundo consumidor mundial de petróleo y el primero en cuanto a la energía eléctrica y productos como el cobre, zinc, carbón, soja o azúcar. Desde luego, China también es el principal emisor de CO2 del globo. El sostenimiento de tasas de crecimiento económico de un 7 % a un 7,5 % anual –de acuerdo a lo que proyecta el PCCh– para las siguientes décadas, implica que para China el aseguramiento de alimentos, minerales y combustibles resulte una cuestión de Estado, y este es el motivo de la notable expansión de sus vínculos comerciales con América Latina y de sus importantes inversiones en la región. También desde luego, el efecto de la explosiva demanda china de estos productos explica el alza global de los precios de los commodities provenientes de actividades primario-extractivas. Desde la última década del siglo XX, pero especialmente desde inicios del siglo XXI, el comercio entre China y cada país de la región se incrementa notablemente, convirtiéndose en uno de los principales destinos de exportaciones y origen de importaciones para la mayoría de ellos. En la mayor parte de los casos se replica un esquema de exportaciones concentradas en pocos productos primarios o manufacturas de origen agropecuario (MOA) a cambio de una gama diversificada de bienes de consumo con alto contenido tecnológico, bienes durables de producción o insumos industriales provenientes de China.

Vínculos comerciales asimétricos y que reprimarizan la economía argentina Hacia 1990, China resultaba el catorceavo destino de las exportaciones argentinas, que representaban tan solo un 1,95 % de las mismas y el vigésimo segundo origen de importaciones, con un 0,78 % de ellas. Hacia el 2013, China se ha consolidado como el segundo destino de exportaciones y origen de importaciones que resultan de un 7,19 % y 15,34 % respectivamente. Si bien entre 2001 y 2007, Argentina acumuló un superávit comercial de más de USD 5.800 millones, entre 2008 y 2013 el déficit comercial crece continuamente acumulando unos USD 18.760 millones. Las exportaciones argentinas se encuentran concentradas en muy pocos productos de reducido valor agregado. Entre 2003 y 2013 casi un 85 % de las mismas se concentró en tres productos: porotos de soja (55,46 %), aceite de soja (19,27 %) y petróleo crudo (10,04 %). En la actualidad un 96 % de la canasta exportadora argentina a China se compone de Productos Primarios o Manufacturas Basadas en Recursos Naturales, mientras que por el contrario, las importaciones de provenientes de aquel país se encuentran diversificadas en varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico, en muchos casos desplazando la generación de empleo local1. Por estos motivos podemos afirmar que el tipo de vínculo comercial de la Argentina con China reorienta los factores de producción hacia actividades de menor contenido de valor agregado y generación de empleos. Otro elemento que contribuye a la primarización de la economía local es la desintegración comercial de las cadenas productivas del Cono Sur. Durante las décadas de 1990 y 2000, el flujo de importaciones chinas de manufacturas desplazaba en los países de la región a EE. UU. y países de la Unión Europea como socios comerciales. Sin embargo, desde inicios de la segunda década del siglo XXI se verifica que en Argentina y Brasil las participaciones mutuas en sus mercados de Manufacturas de Mediano Contenido Tecnológico (lo cual incluye las autopartes), son desplazadas por China. Tanto Brasil como Argentina también pierden mercado para varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico frente a China en los mercados de Uruguay, Brasil, Chile y Bolivia. Una mirada acrítica del vínculo comercial con China, no es consecuente con un crecimiento “tirado por la industria y la generación de empleos”, como reza el denominado “modelo de crecimiento con inclusión social”.

Inversiones que profundizan la dependencia y una infraestructura que no es para los sectores populares Si bien el comercio entre América Latina y China ya se venía expandiendo desde finales del siglo XX, hacia finales de la primera década del siglo XXI las inversiones chinas en la región resultaban exiguas. En el año 2008, el país oriental publica un documento conocido como “el libro blanco de las relaciones de China para América Latina”, en el cual expresa sus intenciones de intensificar sus vínculos con la región

basado en la complementariedad de sus economías. Un claro reforzamiento del rol tradicional para América Latina como proveedor de productos primarios en el esquema de división internacional del trabajo. Según la propia CEPAL, las inversiones de China en la región se orientan primeramente a actividades primario extractivas y en segundo lugar a actividades terciarias de apoyo, como obras de infraestructura, el sector energético y el financiero, caracterizándose por la escasa o nula transferencia tecnológica y la coacción para la contratación de empresas chinas para obras que podrían llevar adelante firmas locales y la provisión de insumos y materiales también de origen chino. La principal área de inversiones chinas en la Argentina es el sector hidrocarburífero. Se destaca que en 2010, el consorcio entre la China National Offshore Oil Company (CNOOC) y la familia Bulgheroni adquirieron el 40 % de Panamerican Energy, que explota Cerro Dragón –el principal yacimiento del país–, y la adquisición en el mismo año de Occidental Argentina por parte de SINOPEC, haciéndose de 23 concesiones. Esta última empresa es la cuarta firma de mayor facturación global del planeta y recientemente se anunció su asociación con YPF para la explotación de Vaca muerta. Conjuntamente la producción de SINOPEC y CNOOC supera a la de la parcialmente estatizada YPF. Parece importante observar que si bien durante 2013 Argentina disminuyó sus exportaciones totales de petróleo, las dirigidas a China aumentan. La compra del 51 % de la comercializadora de granos Nidera por parte de la estatal China Cofco, implica que este país –que es el principal importador mundial– controle uno de los oferentes más relevantes, pudiendo presionar a la baja del precio hacia la baja, dificultando la apropiación de una mayor proporción de la renta diferencial proveniente de esta actividad, lo cual había sido una de las principales banderas del “modelo de crecimiento con inclusión social”. Esto también facilita la política de China de reducir sus compras de aceite de soja para privilegiar la molienda dentro de sus propias fronteras. Otro de los aspectos interesantes del desembarco de China en la región se observa a través del financiamiento. Con Venezuela se han practicado préstamos a cambio petróleo, que ante la baja del precio, China solicita su re-negociación para exigir a Venezuela una mayor cantidad de barriles como cuota. Los financiamientos de China en la región aparecen sin condicionamientos sobre la política fiscal o la política monetaria, sin embargo existen coacciones para que cada país reduzca sus relaciones con Taiwán y la obligatoriedad de privilegiar la contratación de firmas chinas por sobre las locales. En la Argentina el proyecto de mayor relevancia para la República Popular de China resulta el financiamiento de la modernización del Ferrocarril Belgrano Cargas, que curiosamente recorre el 70 % del territorio en el cual se siembre y cosecha soja y puede también abaratar los costos de transporte de varios minerales. Los financiamientos e inversiones del país oriental –que en Nicaragua ya comenzó la


I dZ Marzo

construcción de un canal bioceánico– implican para América Latina un tipo de infraestructura que asegura al país oriental su propio aseguramiento de los recursos extractivos a bajo costo, sin contribuir a la integración de los pueblos de la región.

Las nuevas negociaciones como una muestra de dependencia y la diversificación de la reprimarización La transición al tipo de vínculo actual que tienen Argentina y China actualmente, denominado “asociación estratégica integral”, lo fundan en el 2004 los entonces presidentes Néstor Kirchner y Hu Jintao (cuando el segundo visitó la Argentina). En esa visita, la Argentina reconoció a China como “economía de mercado”, restringiendo sus propias posibilidades de imponer varios tipos de barreras antidumping a productos provenientes de ese país, mientras que China se comprometía a incrementar sus compras a la Argentina en 5 años a los USD 4000 millones. China obtiene un beneficio presente, otorgándole a Argentina –en términos del especialista en relaciones internacionales Luciano Bolinaga– un compromiso futuro que cumplió parcialmente. Hacia 2014 se presenta como “un éxito” para la Argentina la ejecución del swap de monedas,

que no constituye más que un mecanismo por el cual el país incrementa su endeudamiento externo para continuar comprando manufacturas que podrían producirse en el interior del Mercosur, pero evitando mayores salidas de dólares2. En estas negociaciones, Argentina “obtiene” la posibilidad de exportar más productos a China como carne con hueso, sorgo, peras y otros productos primarios, logrando lo que el especialista en Relaciones Internacionales, Eduardo Oviedo denomina “una reprimarización diversificada”. A cambio la Argentina otorga el control de recursos estratégicos e infraestructura, al igual que lo hiciera Julio A. Roca (h) en 1933.

¿“Ganar ganar” o Consenso de Beijing? Uno de los cinco principios de la diplomacia china es que las relaciones entre los países resulten de “mutuo beneficio”. Algo enfatizado por funcionarios del Ejecutivo. Resulta extraño que un gobierno que construye su imaginario sobre el desarrollo en base a la soberanía sobre los recursos estratégicos, los vínculos con los países de la región y un tipo de crecimiento económico que apunte a la generación de empleo para robustecer la capacidad de consumo de los sectores populares y que la industria nacional ascienda en contenido de valor agregado, no mire

| 15

críticamente elementos de los vínculos comerciales y políticos que: implican una inserción en la división internacional del trabajo característica de un país periférico, reorienta los factores productivos locales hacia actividades de menor contenido de valor agregado, compromete la generación local de empleo; pone en riesgo el control soberano de los recursos estratégicos e incluso compromete la integración comercial con los países del Cono Sur. Al mismo tiempo, el gobierno que afirma haber “empoderado a los sectores populares”, lleva en su misión a 102 empresarios, pero ningún representante de los trabajadores, movimientos ambientales, pueblos originarios o los usuarios de los trenes urbanos provenientes de China. Se evidencia que la forma en que el gobierno presenta estos acuerdos no implica más que contradicciones con la propia retórica que mantiene.

1. El caso más nítido es la compra a China de locomotoras, coches y material ferroviario que podrían producir los trabajadores de EMFER. 2. El uso de la moneda intercambiada solamente puede ser utilizada para efectuar cancelaciones a China, y de esta manera este logra “anclar” a la Argentina para la compra de sus productos.

El “factor chino” en latinoamérica Eduardo Molina Staff de la revista Estrategia Internacional. Esteban Mercatante Comité de redacción.

La crisis mundial iniciada en 2008, cuyas secuelas plantean un panorama preocupante según analizan varios de los más encumbrados economistas1, ha tenido un profundo impacto en las relaciones de China con el resto del mundo. Al mismo tiempo que esta crisis terminó de ser el puntapié para que la dirección del PCCh empezara a plantear la necesidad de un crecimiento más autocentrado –objetivo hasta ahora más enunciado que cumplido–, también empujó al país a estrechar lazos económicos y políticos con vastas áreas del planeta. Entre ellas América Latina, donde la gira realizada por Xi Jinping durante 2014 marcó el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales. Se trata de un curso potencialmente disruptivo porque plantea una creciente influencia china en América Latina, históricamente considerada por Estados Unidos como una región semicolonial que es su “patio trasero”. La magnitud de la “asociación estratégica” planteada por China anticipa que el gigante asiático pretende conquistar un peso cualitativo

en Latinoamérica. Es decir, desarrollar lazos de dependencia económica en su favor. Esto implica no solo un refuerzo de la dependencia latinoamericana, sino que puede llevar a afectar la gravitación económica y –sobre todo– geopolítica sobre la región del imperialismo dominante, Estados Unidos, y sus socios europeos. Para los gobiernos con fricciones con Estados Unidos, como el venezolano, el argentino y otros, que entre otras cosas han acordado la compra de material bélico, China es vista como proveedora de un margen de maniobra suplementario ante las presiones del imperialismo. Por ambas razones, los planes de China para la región son mirados con recelo por Estados Unidos y las principales potencias imperialistas, y atacadas por sus inconfesos voceros.

Las dos caras de China A despecho de las ilusiones de los cultores de un “nuevo orden internacional” multipolar sobre el papel de China, las transformaciones en

dicho país durante las tres últimas décadas, es decir, la contrarrevolución social que implicó la restauración capitalista, le hicieron jugar un papel profundamente reaccionario en la arena mundial. A partir de la restauración capitalista, China se constituyó en un “pulmón” para la vigorización de la economía mundial desde los ‘90. La superexplotación del proletariado chino ayudó a deprimir los salarios y erosionar las conquistas obreras en todo el planeta. China emergió integrada al orden imperialista, aunque hoy su búsqueda de afianzarse como potencia genere contradicciones económicas, financieras y geopolíticas en dicho orden. La política del gobierno chino, muy lejos de los discursos progresistas latinoamericanos, es profundamente conservadora y reaccionaria. La formación económica china muestra una faz dual, según consideremos sus relaciones con el gran capital trasnacional y los Estados imperialistas en los que se asienta la mayoría abrumadora del control de la propiedad de estas »


16 |

CHINA & LATINOAMÉRICA

corporaciones, o su relación con el resto de los países dependientes. China tiene 89 de las 500 empresas más grandes según releva Fortune 500. Sin embargo, como analizamos en IdZ 14, esto no le alcanza para mostrar una posición dominante en los “sistemas de producción que se han construido a través de las corporaciones internacionales líderes”2. Mientras que las grandes firmas de Europa, Norteamérica, Japón y Corea están profundamente insertas en la economía china, las empresas chinas son mucho menos visibles en el núcleo desarrollado, aunque intentan hacerse un lugar, especialmente a través de empresas de capital estatal o mixto. Vastos sectores de la burguesía que crecieron al calor de las exportaciones privilegian alianzas subordinadas con el capital imperialista. La relación con los países dependientes y semicoloniales muestra en cambio otra faceta. En el último lustro, las inversiones procedentes de China hacia el resto del mundo crecieron de manera explosiva. En 2013, China fue el segundo receptor de inversión extranjera directa después de EE. UU., con USD 124 mil millones, y el tercer emisor de la misma, detrás de EE. UU. y Japón, con USD 101 mil millones3. Si bien China es aún un receptor neto de inversión extranjera directa (IED), el creciente flujo de capitales chinos al exterior es expresión de una incesante búsqueda por encontrar oportunidades de inversión para los excedentes de capital acumulados en el país, asegurarse el acceso a fuentes de materias primas de la forma más económica posible desarrollando nuevos proyectos o comprando empresas en estos sectores, así como invirtiendo en la infraestructura necesaria para facilitar el traslado. Por último, las inversiones y financiamiento de mediano y largo plazo se han vuelto una pieza en la geopolítica de China, combinadas con la búsqueda de fortalecer la gravitación del yuan como moneda de transacciones financieras globales.

Tironeado entre estas dos facetas, China, que aún no ha resuelto todas las contradicciones económicas, sociales y políticas de su retorno al capitalismo, es una potencia emergente pero no todavía un imperialismo plenamente constituido. Por eso busca acumular fuerzas y poderío económico evitando por el momento choques directos con los EE. UU. Su clase dominante amalgama la oligarquía del PCCh con una nueva burguesía que aún no consolidó su dominación social. Más allá de sus dimensiones económicas y su papel como centro de la gran “fábrica Asia”, depende aún en buena medida de la tecnología extranjera. Su ejército de más de dos millones de soldados es tecnológicamente atrasado, su armada apenas comienza a aventurarse fuera de las aguas del Mar de China, su capacidad nuclear tiene un carácter predominantemente defensivo; aunque China está poniendo un gran empeño en el desarrollo de su capacidad militar para cambiar esta situación. Finalmente, China no tiene –aún– relaciones de subordinación semicolonial sobre otros países y carece de los atributos de hegemonía cultural con que los imperialismos estadounidense y europeos introducen elementos “consensuales” en su dominación sobre otras regiones del mundo.

Terrenos en disputa No obstante, el impacto del ascenso chino en América Latina ya es evidente. Desde los primeros años de este siglo, la demanda china impulsó el boom de las materias primas, motor del crecimiento latinoamericano por casi una década. En años recientes se agrega un flujo creciente de préstamos e inversiones, junto a una amplia actividad diplomática de alto nivel y acuerdos

de cooperación con varios países –como Argentina y Venezuela–, apuntando a una “asociación estratégica”. La gira de Xi Jinping en 2014 marcó el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales, y el reciente encuentro entre representantes de la CELAC y el gobierno chino en Beijing ratificó las proyecciones estratégicas de este intercambio alrededor del anuncio chino de disponer 250 mil millones de dólares para invertir en la región durante la próxima década. Este avance convierte al “factor chino” en fuente de tensiones para los intereses de la dominación imperialista y, potencialmente, en una amenaza estratégica para Estados Unidos. Pero no debe ser exagerado el peso que ya alcanzó China en la región: los EE. UU. y la UE siguen en los primeros puestos en la inversión global4 en América Latina. El año pasado el stock de capital chino acumulado en la región no era aún el 10 % del que poseen las empresas de capital europeo o norteamericano. Si miramos el nombre de las grandes empresas en la región, los nombres de países de la OCDE se mezclan con algunas traslatinas y solo unas pocas corporaciones de origen chino. En América Latina –es obvio– la penetración económica, financiera, militar y cultural norteamericana está profundamente asentada y el entrelazamiento de negocios e intereses con las burguesías locales asociadas a la dependencia es muy denso, aunque la autoridad política de Washington esté debilitada desde que con el ascenso de masas de principios de los años 2000, y el advenimiento de gobiernos “posneoliberales” en varios países, se creara una nueva relación de fuerzas que hizo entrar en crisis el viejo orden regional coronado por la OEA. Los imperialismos europeos tienen un papel de gran importancia en la expoliación imperialista de América Latina, sobre todo en Sudamérica. Si bien el comercio con la Unión Europea viene perdiendo importancia relativa frente al dinamismo chino (que ya es el segundo o tercer socio comercial de varios países importantes de la región, como Chile, Argentina, Brasil o Perú), la influencia inversora, financiera y política europea es cualitativamente superior a la de Beijing. Además, mientras Estados Unidos ha establecido acuerdos como el TLCAN-NAFTA que profundizan la semicolonización de México y pactos de similar contenido con otros países, como Colombia, elementos como la discusión entre la UE y Brasil en pos de un acuerdo de libre comercio (resistido por Argentina) muestran la gravitación europea, en particular para sectores importantes de la gran burguesía brasileña, que al mismo tiempo recelan de la competencia china. China se ha vuelto una preocupación para el resto de las potencias imperialistas no solo porque se trate un competidor comercial, sino porque está ganando incidencia en la geopolítica regional, y contribuye a dar márgenes de maniobra a varios países latinoamericanos. En el caso de la Argentina, por caso, el financiamiento chino de corto plazo jugó un rol central para evitar una corrida contra el peso, aunque por sí solo no resulta suficiente para enfrentar el faltante de divisas a mediano plazo. También ha permitido negociar proyectos


I dZ Marzo

de infraestructura sin avenirse al cumplimiento de condiciones asociadas a los acuerdos con el Banco Mundial. En el caso de Venezuela, esta exporta hoy tanto petróleo a China como a Estados Unidos. Ha recibido préstamos por unos 45 mil millones de dólares y hay cuantiosas inversiones chinas en hidrocarburos. En momentos de crisis económica como la actual, esto es un auxilio táctico importante para el gobierno de Maduro, aunque consolida la dependencia venezolana y el extractivismo petrolero. No es un hecho menor que se inicie en Nicaragua la construcción de un nuevo canal interoceánico, con capitales chinos. No es difícil trazar una línea sobre el mapa entre los puertos petroleros de Venezuela, la gran zona especial de Mariel en Cuba, y los puertos de China. Un gran flujo comercial y de productos estratégicos se establecería fuera de control norteamericano en el corazón mismo de su “patio trasero”. Estados Unidos queda virtualmente marginado, gracias a la política de bloqueo heredada de la “guerra fría”, del proceso de restauración capitalista en Cuba, en el que se involucran activamente y le vienen ganando la delantera China, Brasil y algunas potencias europeas como España. Si a ello se suman los acuerdos comerciales, financieros, de inversión e incluso tecnológicos y militares, está claro que la preocupación norteamericana tiene razones en que basarse. Se le plantea a Washington un problema estratégico, aunque todavía el peso “orgánico” chino en la región sea relativamente reducido. La preocupación en Washington no puede ser calmada por las “seguridades” sobre sus intenciones latinoamericanas brindadas al más alto nivel, como en la cumbre entre Obama y Xi a mediados de 2013. Por eso, EE. UU. se plantea actuar sobre tres factores que convergen en la geopolítica regional: el debilitamiento relativo de su peso económico y autoridad política; los mayores grados de autonomía que se arrogan países de la región; y la presencia creciente de China en las relaciones latinoamericanas. En palabras del secretario de Estado John Kerry “América Latina es nuestro patio trasero (...) tenemos que acercarnos de manera vigorosa”, tratando “de hacer lo posible para tratar de cambiar la actitud de un número de naciones, donde obviamente hemos tenido una especie de ruptura en los últimos años”5. Obama busca capitalizar el momento favorable representado por la crisis del chavismo y el desgaste y viraje a derecha de los gobiernos “posneoliberales”. Esta adaptación “táctica” de la política norteamericana hacia la región toma nota del factor chino. Gestos como el restablecimiento de relaciones con La Habana son tanteos en la búsqueda de una distensión regional que le permita recuperar

incidencia. EE. UU. no es lo bastante fuerte para impedir que los países de la región ganen cierta autonomía, pero sí como para intentar condicionarla, sin renunciar a avanzar allí donde puede, por ejemplo, presionando con sanciones a Venezuela, o alentando un recambio gubernamental “serio” en las elecciones argentinas de 2015, en espera de mejores condiciones para una política más agresiva. ¿Será el resultado de estas fuerzas contrarias un acomodamiento, con distintos tipos de compromiso, entre OEA y CELAC, del Unasur y una la Alianza del Pacífico más pro norteamericana, del FMI y el BM y los créditos chinos, y entre las aspiraciones de liderazgo brasileño, la tutela yanqui y el ascendiente del gigante asiático, etc.? ¿O primará la crisis del orden regional, con una puja más abierta sobre el terreno entre los contendientes? En cualquier caso, el “factor chino” va a ser un ingrediente imposible de obviar en el escenario latinoamericano y las relaciones con el imperialismo.

Dependencia y desintegración Resulta curioso que en, al final de una década durante la cual los gobiernos de buena parte de los países de la región manifestaron como nunca su coincidencia en la necesidad de la integración regional, estas economías dependientes avanzan aún más en una profundización de lazos con China que desmiente –una vez más– la posibilidad de tal integración bajo bases capitalistas. Los compromisos establecidos en los acuerdos de cooperación con China ponen en posición de privilegio a los capitales del prestamista asiático, compitiendo contra los socios regionales. Esto genera resistencia de sectores del gran capital (como fracciones de la industria mexicana, brasileña o argentina). Y fortalece las tendencias centrífugas que cuestionan la “integración” proclamada por los gobiernos locales, cuando ya varios de los procesos de integración de la región, como el Mercosur, se encontraban en un impasse. Ahora la perspectiva podría agravarse. Diversos intelectuales “progresistas” y nacionalistas plantean la alianza con China y la aceptación de esta política de acuerdos y asociación estratégica como necesaria para avanzar hacia un mundo multipolar donde China sea contrapeso de la dominación imperialista, mientras que la unidad latinoamericana, usualmente planteada en torno a Brasil, permitiría a la región actuar con autonomía. La alianza con China es en realidad un elemento poderoso que refuerza esa disgregación; señalemos además que el apoyo de estos intelectuales al acercamiento regional a China requiere embellecer el rol geopolítico que esta viene jugando, que como ya señalamos es completamente reaccionario.

| 17

El llamado “Consenso de Beijing” suele ser presentado como “más amigable” y exento de las condiciones que imponía el neoliberal “Consenso de Washington” a la región durante la década de 1990. Por eso da lugar a las ideas de una potencia más “benevolente”, que en ocasiones llega a oponerse a la “rapacidad” de las otras potencias imperialistas. Sin embargo esto pasa por alto que los costos vienen por otro lado: “Los bancos de desarrollo chinos no imponen condicionalidades políticas como las instituciones financieras internacionales, pero por lo general incluyen en sus créditos la obligación de comprar productos chinos o la de que empresas chinas sean adjudicatarias o participen en proyectos de infraestructura”6. El “compre chino” como condición de los créditos, refuerza aún más las ventajas competitivas que ya tienen por su costo las manufacturas chinas, reforzando el desplazamiento de los industriales de la región. De esta forma, contribuye a reprimarizar las exportaciones de la región, según un patrón de acumulación de sesgo primario-extractivista, constriñe el mercado para las manufacturas locales y profundiza la inserción subordinada y dependiente de América latina en la división internacional del trabajo dirigida por el gran capital imperialista. La “asociación estratégica” con China hacia la cual se orientan hoy las burguesías de la región, sea bajo los gobiernos nacionalistas y de centroizquierda como los neoliberales (en ello convergen los países de la Alianza del Pacífico con el Mercosur), ofrece fuertes beneficios de corto plazo para vastos sectores del empresariado vinculados a los commodities o la obra pública, mientras promete imponer onerosos costos en endeudamiento y penetración de nuevos capitales, que sencillamente se sumarán a los que ya impone el capital financiero europeo y norteamericano en la región.

1. Ver al respecto Paula Bach, “Summers, Yellen y Marx”, y “Una interpretación marxista del estancamiento secular”, en La Izquierda Diario, 28/11/15 y 1/11/14 respectivamente. 2. Esteban Mercatante, “Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca”, septiembre 2014. 3. Estos datos no contabilizan a Hong Kong, que recibió en 2013 u$s 77 mil millones pero arrojó u$s 92 mil millones. 4. CEPAL, “La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe. 2013”, abril de 2014. 5. “John Kerry considera a Latinoamérica el ‘patio trasero’ de Estados Unidos”, disponible en tercerainformación.es, 19/4/13. 6. Rubén Laufer, “¿Complementariedad o dependencia? Carácter y tendencias de las ‘asociaciones estratégicas’ entre China y América latina”, VII Jornadas de Economía Crítica, La Plata, septiembre de 2014.


18 |

EUROPA

Syriza, Podemos y la ilusión socialdemócrata

Fotografía: cer.org.uk

Josefina Martínez Historiadora, Clase contra Clase. Diego Lotito Periodista, Clase contra Clase.

La llegada de Syriza al gobierno de Grecia, junto al meteórico ascenso electoral de Podemos en el Estado español, han generado grandes expectativas en millones de trabajadores y sectores populares que buscan terminar con las políticas de recortes y ajustes en los países del sur de Europa. Son nuevos fenómenos políticos reformistas que no se veían desde hace décadas en el viejo continente. En Europa la crisis ha generado una fuerte polarización política, por derecha y por izquierda del “centro” tradicional que hegemonizaban socialdemócratas, liberales y conservadores. En países del norte, partidos de derecha, xenófobos y euroescépticos ganaron las últimas elecciones europeas, mientras en Grecia y el Estado español crecen las nuevas formaciones reformistas. Las causas profundas de esta nueva situación se encuentran en la crisis económica, con sus graves consecuencias sociales, la crisis política de los regímenes bipartidistas y el desarrollo de un fuerte ciclo de movilización social que, sin embargo, fue insuficiente hasta ahora para derrotar las políticas de los gobiernos y la Troika. El descontento se canalizó entonces por la vía electoral, con el ascenso de Syriza y Podemos como contracara de la crisis de la socialdemocracia,

que en las décadas anteriores se volvió abiertamente “social liberal” y constituye un elemento clave para comprender el cambio en el tablero político.

Grecia, del “gobierno de izquierdas” al gobierno “anti austeridad” Desde el año 2012, las proyecciones electorales de Syriza crecieron de forma inversamente proporcional a la radicalidad de su programa. El líder de Syriza, Alexis Tsipras, fue suavizando sus propuestas, presentadas en reuniones con miembros del establishment financiero y de otros gobiernos. Después del triunfo, Tsipras formó un gobierno de coalición con ANEL (Griegos Independientes), un partido nacionalista de derecha, xenófobo y pro burgués, otorgándole nada menos que el estratégico ministerio de Defensa, máximo control civil de las fuerzas armadas de Grecia. Una resolución que marcó “el fin simbólico de la idea de un gobierno de izquierda anti austeridad”, como sostuvo Stathis Kouvelakis, integrante de la “Plataforma de izquierda” de Syriza. Un argumento que se esgrimió para justificar la decisión de Syriza fue que se desplazó el eje “izquierda/derecha” hacia una confrontación “dura” entre austeridad/antiausteridad. Pero esta

afirmación, además de justificar una opción política totalmente conservadora, se muestra errónea si se analiza el contenido real de la política del gobierno. Como reconoce Kouvelakis, Syriza no sólo “moderó” su discurso en lo que hace a “la dimensión de clase” (en la que nunca fue muy radical), sino que lo hizo también en relación a la Troika, la cuestión de la deuda y la austeridad. Pasó de plantear una “auditoria de la deuda” y “dejar de pagar su parte ilegítima”, a sostener una quita parcial, una reestructuración y finalmente una refinanciación, con plazos más largos y bonos atados al crecimiento. Es decir, una política de “honrar los compromisos” contraídos y no plantear medidas “unilaterales” frente a los “socios” europeos. El resultado preliminar de las negociaciones entre el gobierno griego y el Eurogrupo, en el cual Grecia claudicó en la defensa de casi todos los puntos de su agenda inicial para lograr una extensión del rescate, es una viva muestra de esta dinámica1. Como dijo en un demoledor artículo el histórico militante comunista griego, Manolis Glezos, actualmente eurodiputado de Syriza: “Cambiar el nombre de la Troika por ‘instituciones’; memorándum por ‘acuerdo’ y el


I dZ Marzo

de los acreedores por ‘socios’, no cambia en nada la situación anterior”.

El espectro del eurocomunismo y el revival socialdemócrata La llegada al gobierno de Syriza y la emergencia de Podemos ha reabierto debates estratégicos de la izquierda europea. ¿Es posible que una coalición de izquierda llegue por la vía parlamentaria al gobierno e inicie un proceso de transformaciones sociales que permitan una “vía democrática al socialismo”? Este interrogante marcó el debate estratégico con el eurocomunismo europeo hace casi medio siglo. El eurocomunismo no fue una corriente homogénea de doctrinas y programas, sino una reorientación de los principales partidos comunistas europeos, desde mediados de los ‘70, para adecuarse a las condiciones de la democracia burguesa. Al mismo tiempo que se distanciaban políticamente de la burocracia de Moscú, acercándose a la doctrina de “defensa de los DDHH” impulsada por Washington, postulaban una “vía democrática al socialismo”. En 1977 se produjo un encuentro en Madrid entre los comunistas italianos, franceses y españoles, que dio forma a este nuevo “eurocomunismo”. En el caso de Grecia, se produjo un poco antes la escisión entre el KKE (PC) pro Moscú y el KKE “del interior”, en 1968 como reacción frente a la Primavera de Praga. Este giro fue atacado, por derecha, como una operación de “camuflaje” orquestada desde Moscú; y por izquierda, como un renunciamiento a la estrategia insurreccional y una conversión al credo histórico de la socialdemocracia. “No puede haber ninguna confusión entre eurocomunismo y socialdemocracia en el terreno ideológico (…) lo que se denomina vulgarmente ‘eurocomunismo’ se propone transformar la sociedad capitalista, no administrarla; elaborar una alternativa socialista al sistema del capital monopolista de Estado, no integrarse en éste y ser una variante de gobierno”, escribía en 1977 Santiago Carrillo, uno de los máximos referentes del eurocomunismo2. Pero la impostura del discurso eurocomunista se vio en la práctica. Los partidos eurocomunistas actuaron como artífices de la recomposición de las “democracias occidentales” y garantes de su estabilidad. El caso italiano fue paradigmático, con el “compromiso histórico” de Enrico Berlinguer con los empresarios, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista para fortalecer a la democracia capitalista italiana frente a las tentativas “totalitarias”. Mientras en el caso español,

Santiago Carrillo dirigió la política de la “ruptura democrática” durante la Transición, que en función de “conquistar la democracia”, aceptó la Constitución del ‘78, el retorno de la monarquía, las bases norteamericanas en la península y los pactos de la Moncloa. No pretendemos aquí debatir en profundidad sobre la experiencia eurocomunista. El dato que nos interesa es su “recuperación” por los referentes de los nuevos reformismos. Recientemente, en un debate sobre el “populismo” en el programa Fort Apache conducido por Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y el líder de Podemos hicieron una llamativa reivindicación del eurocomunismo italiano en la posguerra. Evitaron, no obstante, toda referencia al devenir posterior de la experiencia italiana y su rol en el proceso revolucionario abierto con el “otoño caliente” de 19693. Sin embargo, en una entrevista posterior al historiador Juan Antonio Andrade, Pablo Iglesias sostiene que el PCE de Carrillo e incluso el PSOE, no tenían mucho margen para hacer algo muy diferente de lo que hicieron durante la Transición. Del mismo modo, Tsipras, en más de una ocasión se ha reivindicado como parte de la izquierda de “Togliatti, Berlinguer y Gramsci”. Sin dudas la acelerada moderación política de Tsipras hace un gran homenaje a la realpolitik de los dos primeros, aunque sea un verdadero deshonor para el último. Sin embargo, si en ambas formaciones hay un retorno al espíritu eurocomunista, lo es aún más aggiornado, después de varias décadas de “restauración burguesa” neoliberal y retroceso de la clase obrera mundial4. Si los eurocomunistas sostenían hace 30 años que seguir hablando de revolución con las mismas ideas del pasado ya “no era revolucionario” y había que adecuarse a las condiciones de la democracia capitalista occidental, el nuevo reformismo ha reducido aún más los “márgenes de lo posible” en sus objetivos estratégicos. En el eurocomunismo de los años ‘70 operó una redefinición del socialismo como una ampliación y desarrollo de la democracia burguesa, como único camino para no caer en una concepción “totalitaria” de la sociedad, pero con la promesa de una “vía democrática al socialismo”. La impostura no era gratuita; los partidos comunistas de entonces dirigían los sindicatos y tenían cientos de miles de afiliados como base de maniobra a quienes “convencer”. Careciendo de fuertes relaciones orgánicas con amplios sectores del movimiento obrero, los líderes de Syriza y Podemos caen en una

| 19

suerte de impotencia estratégica, sin siquiera plantear el socialismo como horizonte, sino apenas el retorno al “Estado de bienestar”. Un intento de revival socialdemócrata, en el que claramente no se proponen “transformar la sociedad capitalista”, sino “administrarla”.

Democracia capitalista, fetichización del Estado y lucha de clases “La ‘ilusión política’ de querer recuperar la democracia en los marcos de este sistema capitalista por medio de un ‘gobierno decente’”, decíamos en otro artículo hace unos meses, “está basada en la premisa ilusoria de un carácter ‘neutral’ del Estado, como un espacio de poder vacío de contenido, al que podría otorgársele un contenido político más allá de los poderes reales en los que se sustenta”5. Esta ilusión de las bondades de la democracia capitalista, que ya era parte del acervo ideológico del eurocomunismo, reaparece con fuerza en la concepción de los líderes de Syriza y Podemos. En su famosa polémica con Kautsky, Lenin afirmaba que “incluso en el estado burgués más democrático, el pueblo oprimido tropieza a cada paso con la flagrante contradicción entre la igualdad formal, proclamada por la ‘democracia’ de los capitalistas, y los miles de limitaciones y subterfugios reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados...”6. Al hablar de recuperar la “democracia” en general, sin adjetivos, las direcciones de Syriza y Podemos razonan al modo de los liberales. Su defensa del sistema político instalado en Europa occidental, empezando por la Unión Europea, y su utópica aspiración de “democratizar” sus reaccionarias instituciones, es quizá uno de los aspectos clave de su recuperación del credo socialdemócrata. Al reivindicar una democracia “pura”, sin clases, o por encima de estas, hacen un fetiche de la democracia parlamentaria y del propio Estado capitalista actual, presentándolo como el único espacio de acción política posible. Hace unas semanas Chantal Mouffe –una de las referencias teóricas, junto a Ernesto Laclau, de los dirigentes de Podemos– fue entrevistada por Pablo Iglesias en el programa Otra vuelta de Tuerka. Allí Mouffe sintetizó lo que considera más relevante de sus teorizaciones de hace 30 años, planteando que su reformulación más importante del marxismo fue la idea de “radicalizar la democracia”. Pero, advirtió, esto fue malinterpretado, como que primero estaba la democracia liberal y después venía un momento de ruptura y radicalización de la democracia. En realidad, precisó, no hay “momento de ruptura” ni mucho »


20 |

EUROPA

menos de revolución, sino de alcanzar transformaciones sociales al interior del Estado actual. “Finalmente, lo que nosotros proponíamos era una radicalización de la socialdemocracia”, pero después de 30 años de neoliberalismo, lo que está planteado es “recuperar los fundamentos de la socialdemocracia”, dice Mouffe, antes de desarrollar una crítica a los movimientos sociales por considerar al Estado como enemigo, algo a “destruir” o “simplemente dejar de lado”. A lo que Iglesias responde: “Seguramente el Estado es la última esperanza que les queda a los pueblos”. “Sí, exactamente”, confirma Mouffe. Iglesias vuelve sobre la idea de que Podemos y Syriza buscan entrar al Estado para transformarlo, “sobre todo porque no hay otra cosa…”, y se pregunta: “¿Pero qué otro espacio político existe más que el Estado?”. Lo que escapa al diálogo entre Iglesias y Mouffe es que el intento de recuperación del horizonte socialdemócrata, haciendo del Estado el eje de la intervención política, plantea una serie de problemas que limitan de antemano esta perspectiva: 1) que el contexto de crisis capitalista estrecha enormemente los márgenes de cualquier intento de recreación de una ilusión socialdemócrata; 2) que se plantea sin transformar radicalmente las relaciones de fuerzas, dando cuenta a su vez de la “debilidad de origen” del nuevo reformismo: su falta de anclaje social; y 3) que tiene como consecuencia la “pasivización” de los movimientos sociales y populares, alimentando la “ilusión gradualista”7 de que se puede transformar la sociedad capitalista sin enfrentar la resistencia de quienes la dominan. La ilusión en la democracia capitalista, la fetichización del Estado y la ausencia de una dialéctica entre parlamentarismo y lucha de clases –en la que la segunda sea la determinante–, condena al nuevo reformismo a la impotencia estratégica, al mismo tiempo que contribuye a desarmar política y organizativamente a los trabajadores y sectores populares tanto para las batallas actuales como futuras. Porque sin poner en movimiento fuerzas sociales y materiales que enfrenten al establishment, cambien la relación de fuerzas y preparen el “momento de ruptura”, solo quedan los “acuerdos” con los poderes reales del capitalismo para hacer “lo que se pueda”.

En este sentido, hay otro fetiche que deriva de esta concepción del Estado y democracia, del cual se nutren los discursos de los líderes de Syriza y Podemos: el fetiche de la “mayoría” electoral. Si tenemos la mayoría, entonces someteremos a la Troika o la “casta” por medios democráticos. Pero este razonamiento chocha a cada paso con la realidad. Veamos el caso de Grecia: un amplio sector del pueblo griego voto a Syriza por su promesa de que aboliría el “plan de austeridad” y hoy tiene un apoyo mayoritario. Sin embargo, las “instituciones” han exigido al gobierno de Tsipras que aceptara todas sus imposiciones… y este lo ha hecho. Una dura demostración de que lograr la “mayoría” para llegar al gobierno, no garantiza el poder real. No es vano reafirmar que esta dinámica contiene el doble peligro de acabar en la asimilación política de los nuevos reformismos por parte del capitalismo y la desmoralización popular, una vía regia para abrir el camino a otras “soluciones políticas”, las provenientes de la extrema derecha del arco político.

¿Ciudadanía o clase? En un contexto en el que se combinaron la crisis económica capitalista y la crisis de los regímenes políticos, la mayoría de la clase trabajadora y los sectores populares de Grecia y el Estado español vienen sufriendo padecimientos inauditos, la respuesta en el terreno de la lucha de clases no fue menor, pero no ha dado lugar todavía a una respuesta al nivel del ataque, y si bien hay un giro a la izquierda en sectores de masas, no se ha desarrollado en una dinámica de radicalización política. La persistencia de aparatos burocráticos en los grandes sindicatos, aunque en profunda crisis, sigue operando como un factor de contención, mientras que la disolución de la clase trabajadora en movimientos “ciudadanos” o “democráticos” marca todavía un límite significativo de la situación. En la “cosmovisión” de los nuevos fenómenos reformistas como Syriza o Podemos, se plantea la posibilidad de generar trasformaciones políticas y económicas sin la intervención de la clase trabajadora como sujeto político, sino mediante la formación de una mayoría de ciudadanos-electores. Una visión que, en la misma medida que muestra desconfianza en la potencialidad trasformadora de la clase trabajadora y,

por ende, la negación de toda posibilidad de superación del sistema capitalista, justifica la colaboración de clases con los capitalistas. Aunque se ubican en un terreno crítico a estas estrategias, las “alas izquierdas” integradas orgánicamente en ambas formaciones (como la “Plataforma de Izquierdas” en Syriza o “Anticapitalistas” en Podemos), no plantean una alternativa, defendiendo una suerte de estrategia combinada de “llegar a las instituciones” junto con los reformistas, a la vez que impulsan la movilización para “radicalizar la democracia”. Una perspectiva en la que la revolución como “momento de ruptura” desaparece, o en el mejor de los casos, se presenta un horizonte lejano que emergerá al final de una “larga etapa de transformaciones democráticas”. En este contexto, la lucha por la conquista de la independencia política de la clase obrera, su rol como sujeto hegemónico capaz de liderar al conjunto de los sectores explotados y oprimidos, y la necesidad de avanzar en la construcción de un partido marxista revolucionario8, son tareas fundamentales que tienen por delante las organizaciones revolucionarias de Grecia y el Estado español.

1. Josefina Martínez, “Con fuertes concesiones, Grecia acuerda extensión del rescate con el Eurogrupo”, La Izquierda Diario, 21/02/2015. 2. Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, Barcelona, Editorial Crítica, 1977, p.132. 3. Fernando Rosso y Juan Dal Maso, “Podemos, Gramsci y el Populismo”, losgalosdeasterix.blogspot. com.ar, 16/11/2014. 4. Emilio Albamonte y Matías Maiello, “En los límites de la ‘restauración burguesa’”, Estrategia Internacional 27, marzo 2011. 5. Josefina Martínez, “De la ‘ilusión social’ a la ‘ilusión política’”, Ideas de Izquierda 11, julio 2014. 6. V.I. Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918), en Obras Selectas, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2013, p. 340. 7. Josefina Martínez y Diego Lotito, “La ilusión gradualista”, Ideas de Izquierda 12, agosto 2014. 8. Juan Dal Maso, “Marxismo, intelectuales y clase obrera”, Ideas de Izquierda 16, diciembre 2014.


I dZ Marzo

| 21

Ilustración: Juan Atacho

Poulantzas: la estrategia de la izquierda hacia el Estado Paula Varela Politóloga, docente de la UBA. Gastón Gutiérrez Comité de redacción.

El retorno de la discusión sobre Poulantzas es un fenómeno in crescendo en los ámbitos de la intelectualidad de izquierda1, especialmente a partir del ascenso de Syriza al gobierno de Grecia2. El interés por su obra radica en su teoría del Estado capitalista que pretende argumentar la posibilidad de una transición democrática al socialismo sin abandonar una perspectiva de transformación radical3. Pero hay un contexto de más largo plazo que coloca la discusión sobre el Estado en el terreno de “debate estratégico” para la izquierda: la crisis de la socialdemocracia europea y la evidencia de la impotencia de las propuestas del tipo “revolución sin tomar el poder” que cobraron peso en la segunda mitad de los ‘90. En este sentido Poulantzas vuelve en un escenario bien distinto respecto de aquel en el cual

él terminó de cuajar su teoría del Estado. Si el autor greco-francés escribió en el contexto de las crisis de las dictaduras europeas en la década del ‘70 (Grecia, Portugal y España) y a partir de allí recargó las tintas en los mecanismos de la democracia representativa como vehículo al socialismo, hoy el escenario es la crisis de las democracias que siguieron a esas dictaduras, en las cuales la salida socialdemócrata terminó configurando una suerte de “vía democrática al neoliberalismo”.

El Estado como relación La clave de la conceptualización poulantziana reside en lo que el propio autor llama una teoría relacional del Estado, que define como “condensación material de relaciones de fuerza entre las clases y fracciones de clase”. Este

acento puesto en lo relacional está apuntando contra dos concepciones del Estado con las que quiere discutir4: la idea del “Estado-instrumento” que interpreta al Estado como un conjunto de instituciones cuyo contenido varía según la clase o sector de clase que lo dirija, motivo por el cual bastaría con hacerse de ese instrumento para garantizar un cambio en el carácter de clase del Estado (visión que Poulantzas atribuye al leninismo y que se plasmaría en las metáforas de “tomar”, “asaltar”, “copar” el poder del Estado); y la idea de “Estado-sujeto” (opuesto complementario de la anterior) que consiste en ver al Estado como un conjunto de instituciones que por su lógica interna (burocrático-administrativa) investiría a una determinada clase (o casta) como clase dirigente (visión que comparten dos corrientes »


22 |

IDEAS & DEBATES

“ Si los trabajadores ganaran la mayoría en una institución estatal, la pregunta pasa a ser: ¿sobre qué poder real se asienta esa jugada peligrosa al interior de los aparatos del Estado?

en apariencia sumamente contrapuestas pero con un núcleo liberal compartido: los institucionalistas y los autonomistas). ¿Cuál es el punto común de estas dos visiones contra las que discute Poulantzas? La idea de una absoluta exterioridad entre las clases sociales y el Estado. Es esta preocupación por la relación entre las clases sociales y el Estado (presente ya en Poder político y clases sociales5) y su intento de establecer una relación más dialéctica entre estos dos polos, lo que vuelve a Poulantzas un autor digno de debate entre aquellos que sostenemos la necesidad de un cambio radical.

Desplazamientos teóricos Permítasenos un punteo que, sin reponer la totalidad de la teoría poulantziana, destaca dos presupuestos teóricos del autor que nos permiten entrar en el debate de estrategias. El primero es que cuando Poulantzas habla del Estado está pensando en una clave “ampliada” que incorpora la casi totalidad de las instituciones sociales en tanto tengan alguna función en la constitución y reproducción de las relaciones de dominación. Es esa amplitud la que hace que algunos autores lo comparen con la definición de “Estado integral” de Gramsci6. Sin embargo, la expansión poulantziana del Estado presenta cierta ambigüedad que vuelve difícil establecer aquello que queda por fuera de él (y de sus instituciones). Si bien las relaciones de producción y la lucha de clases están definidos como espacios-prácticas-relaciones que desbordan al Estado, resultan difíciles de ser pensadas empíricamente en su exterioridad, dado que, como dice Poulantzas el Estado desempeña “un papel decisivo en las relaciones de producción y en la lucha de clases, estando presente ya en su constitución, así como en su reproducción”7. Aquí encontramos un primer desplazamiento teórico que hace que, en el intento de superación de las teorías que plantean una exterioridad no dialéctica entre clases y Estado, Poulantzas deje abierta una ambigüedad respecto de los límites de éste que termina por secundarizar el terreno de la lucha de clases extraestatal y permite el corrimiento entre la idea de “Estado como campo estratégico” a la del “Estado como campo estratégico excluyente”. El segundo es que cuando Poulantzas destaca que el Estado es la condensación de relaciones de fuerza habla de dos cosas distintas bajo el mismo nombre. Por un lado, refiere a que no es posible tomar al Estado como un “bloque monolítico” en la medida en que éste expresa y reproduce las fricciones y contradicciones entre distintos sectores de la burguesía. Esta idea ya estaba en su noción de “autonomía relativa del Estado” en Poder político y clases sociales que, según sus propias palabras, cuando habla de autonomía se refiere específicamente “a la relación entre el Estado y las clases dominantes”8. Sin embargo, en Estado, poder y socialismo Poulantzas incorpora como parte de las contradicciones que surcan el propio aparato estatal a las contradicciones entre las clases antagónicas, y al hacerlo no establece ninguna diferencia de estatus entre el impacto que tienen unas contradicciones

y las otras en la inestabilidad y/o crisis del aparato estatal. De esta forma, la definición del Estado “como condensación de relaciones de fuerza entre las clases y fracciones de clase” coloca en un mismo nivel relaciones completamente distintas: las relaciones de fricción-competencia (pero no de antagonismo) al interior de las clases dominantes (e incluso del bloque en el poder), y las relaciones de antagonismo entre las clases en lucha. Si bien en términos generales uno podría aceptar que ambas contradicciones tienen algún tipo de manifestación institucional, eso no implica considerar que tengan la misma. Por ejemplo es factible pensar que una fracción burguesa pueda ganar la mayoría del poder judicial y provocar una crisis institucional de envergadura (por poner un ejemplo candente en Argentina), crisis que no significa un peligro del carácter de clase del Estado sino más bien (en el mejor de los casos) un peligro del bloque en el poder o de su personal político. Pero al pensar una situación similar con la clase explotada y oprimida como protagonista se produce un salto de calidad. No es factible pensar que los trabajadores pueden ganar la mayoría de ninguna institución central del Estado burgués (y por ejemplo materializar institucionalmente la consigna “que un juez gane lo mismo que un maestro”) sin que el resto de los aparatos estatales (y su casta política) se abroquelen en defensa del carácter de clase del Estado. En esa circunstancia, la pregunta pasa a ser: ¿sobre qué poder real se asienta esa jugada peligrosa al interior de los aparatos del Estado? La respuesta lleva necesariamente a la exterioridad que Poulantzas deja en la ambigüedad. El desplazamiento teórico que establece indiferenciadamente las contradicciones al interior de la burguesía y las contradicciones entre las clases, hace que pueda interpretarse (pese a los recaudos enunciativos del autor) que existe una autonomía relativa del Estado respecto de la propia relación de dominación. Es justamente esa exterioridad-irreductibilidad entre el Estado (burgués) y las clases trabajadoras en la que se basa la estrategia de doble poder.

Ni instrumento, ni fortaleza: la opción estratégica de Poulantzas Kouvelakis interpreta la experiencia de Syriza como: “una confirmación de la actitud de la opción gramsciana-poulantziana de tomar el poder por las elecciones, pero combinando eso con movilizaciones sociales, y rompiendo con la noción de un poder dual como un ataque insurreccional al Estado desde afuera”9. El “gobierno de izquierda” por la vía electoral era precisamente la preocupación política central de Poulantzas en la segunda mitad de los ‘70. La coyuntura histórica europea imponía la pregunta de en qué condiciones una “unión de izquierdas” (como se denominaba en Francia10) podía acceder al poder y dar curso a un vuelco de la relación de fuerzas abriendo la vía a un proceso de transformación social radical, que superara las experiencias de la derrota de la UP en Chile (1973) y de la revolución de los claveles en Portugal (1974), en las que Poulantzas ve ejemplificados los dos peligros que acechan


I dZ Marzo

a la revolución: la derrota vía represión de las clases dominantes y la social-democratización del proceso. La forma de conjurar estos dos peligros sería: contra la represión de las clases dominantes deshacerse de la estrategia del doble poder (y de la insurrección); y contra la socialdemocratización mantener la idea de ruptura y transformación del Estado. Esto es lo que lo lleva a la crítica de la idea de que hay un “Estado-fortaleza” que debe ser cercado –Gramsci– o tomado –Lenin y Trotsky– siempre desde el exterior. Poulantzas considera que la estrategia del doble poder se sostiene en una teoría instrumental del Estado y le contrapone su teoría relacional del Estado. Señala que el Estado “no es una torre de marfil aislada de las masas populares. Sus luchas desgarran al Estado permanentemente, incluso cuando se trata de aparatos en los que las masas no están físicamente presentes”11. Estos desgarramientos muestran que hay que descartar la posibilidad de derrumbamiento del poder burgués en un choque frontal con un doble poder proletario …debido precisamente al desarrollo del Estado, de su poder, de su integración en la vida social, en todos los campos (…) que al mismo tiempo lo hacen muy fuerte cara a una situación de doble poder y muy débil también; pues el segundo poder, si quieres, puede ahora presentarse también en el interior del Estado de algún modo; las rupturas pueden darse también en el interior del Estado, y ésta es su debilidad12.

Pero es este mismo efecto de fortaleza y debilidad, producto de la extensión del Estado, el que lo lleva a descuidar los problemas de la relación entre “interior” y “exterior” de la lucha de clases (si seguimos el esquema de Poulantzas). Desde una estrategia de doble poder no se trata de negar que el Estado burgués-capitalista en momentos de crisis “orgánicas” sufra fuertes desgarramientos y quiebres efectivos (ya sea por ascenso de la lucha de clases, por guerras o crisis catastróficas). Más aún, no solo no está descartada la posibilidad de que el resquebrajamiento del Estado comience “internamente”, sino que en muchos casos, y el ejemplo de la revolución rusa lo atestigua, este proceso es el que posibilitó el surgimiento de una situación de doble poder en la que los soviets reunían en sus manos una parte considerable del poder del Estado a tal punto que, como describió Trotsky, “no se podía siquiera cursar un telegrama sin su autorización”13. En el ejemplo portugués la ruptura se da al “interior” por resquebrajamiento de los mandos del ejército y su confluencia con un poderoso movimiento popular antidictatorial. Pero la socialdemocracia militar desvió el proceso y derrotó la autonomía de las masas justamente porque éstas carecían de fuertes organizaciones de base (que no pueden sino ser “externas”). En el caso del gobierno de la UP chilena, el momento de quiebre aparecerá más tarde, “internamente” a partir del choque entre el poder del Ejecutivo (asentado en las victorias electorales) y el resto de los poderes del Estado (declaración

anticonstitucional de las medidas de Allende por parte del Congreso, Tanquetazo y finalmente golpe militar). También aquí la falta de desarrollo del emergente doble poder de los cordones industriales fue la causa de la inefectiva resistencia al golpe contrarrevolucionario, que forzosamente debía realizarse por fuera de la institucionalidad del Estado. Estas experiencias fortalecen la conclusión de que hay que priorizar la emergencia de un poder “exterior” a través de los consejos obreros. Porque la otra opción, que otorga prioridad a la “interioridad”, nos desarma estratégicamente ante una ruptura efectiva de la maquinaria estatal (incluyendo especialmente su núcleo de poder represivo) en la medida en que busca al interior del propio Estado un punto de apoyo de su propia destrucción. Lejos de postular una “exterioridad” pura, el desarrollo de una estrategia de doble poder no supone el abandono de una lucha por modificar la relación de fuerzas al “interior” del Estado buscando potenciar su crisis. Ya en la década del ‘20, atendiendo a las especificidades de Europa occidental a partir de un análisis de la fortaleza del Estado (al que analizaba precisamente por los cambios en las relaciones de fuerza entre las clases), Trotsky desarrolló para el ascenso obrero en Alemania una variante alternativa a la experiencia rusa que parte de los comités de fábrica y el control obrero (que tocan fibras sensibles para la dominación celular de clase) para desarrollar una “dualidad de poderes” en el período previo a la desarticulación del Estado. En la medida en que no son un poder alternativo al Estado aún no son estrictamente “externos”, y aprovechan la legalidad institucional para apuntalar la democracia y el poder de los trabajadores14. Al mismo tiempo, esta estrategia en el espacio productivo debía combinarse con una política de frente único y una fuerte intervención parlamentaria y electoral. La apuesta era que, en caso de un gobierno obrero, estos organismos apuntalaran el desarrollo de un poder alternativo. La originalidad de este planteo era que el “gobierno obrero”, que surge aprovechando la institucionalidad de la democracia representativa, se transformaría en una manera de golpear al Estado, como diría Poulantzas “desde su interior”, pero para fortalecer su remate “desde el exterior”. La síntesis de esas experiencias de la lucha de clases de los ‘20 y ‘30 Trotsky las agrupa en el programa de transición como propuesta de solución al problema de la lucha por modificaciones sustantivas (siempre transitorias) de la “institucionalidad material estatal” (control obrero y apertura de los libros de contabilidad, reducción de los privilegios de la casta política, etc.), que opera en el sentido de debilitar las instituciones del poder burgués y fortalecer las organizaciones independientes de la clase obrera. Considerar al Estado como “campo estratégico” tiene el problema de no ver el más amplio campo de lucha de las clases y de obviar los caminos de emergencia de un nuevo poder. La estrategia de Poulantzas ha sido denominada “dual” en contraposición a la del doble poder, pero es más bien, como señala Peter Thomas,

| 23

una estrategia “bifurcada”, porque se encuentra escindida entre la participación de las masas a través de la democracia representativa y la democracia directa. Con menos pruritos académicos, e irónicamente, Daniel Bensaïd decía que Poulantzas se esforzaba por tener “el culo entre dos sillas”. Por un lado se asentaba en una democracia representativa que es sin embargo impotente para consumar la transformación de la naturaleza de clase del Estado; por otro lado se asentaba en un ejercicio autónomo de las masas que también es impotente para efectivizar una ruptura que debe provocarse en el seno del aparato del Estado. 1. En enero de este año se organizó en la Sorbona el “Coloquio Internacional dedicado a la obra de Nicos Poulantzas: un marxismo para el siglo XXI”. En 2013, la Universidad de Chile realizó también unas “Jornadas Nicos Poulantzas”, y ese mismo año salió publicada la reedición francesa de Estado, poder y Socialismo con un prefacio donde Razmig Keucheyan señala su relevancia para la coyuntura de la izquierda europea. 2. Véase en este mismo número “Syriza, Podemos y la ilusión socialdemócrata” de Josefina Martínez y Diego Lotito. 3. Para una trayectoria intelectual y política de Poulantzas véase “Interview with Nicos Poulantzas” de Stuart Hall y Allan Hunt, Marxism Today, julio 1979. 4. El debate que Poulantzas mantuvo con Ralph Miliband en la New Left Review entre los años 1969 y 1976 (conocido como el “Debate Miliband-Poulantzas”), tendrá fuerte influencia en la importancia que otorga Poulantzas a la lucha de clases en su posterior elaboración de una teoría relacional del Estado. 5. Publicado en 1968. 6. Véase Peter Thomas, “Voies démocratiques vers le socialisme. Le retour de la question stratégique” en http://www.contretemps.eu. Para una discusión sobre el concepto de “estado integral” de Gramsci véase Juan Dal Maso “Marxismo, intelectuales y clase obrera”, IdZ 16, diciembre 2014. 7. Estado, poder y socialismo, Bs. As., Siglo XXI, 1979, p.35. Destacado nuestro. 8. Véase Ralph Miliband, Nicos Poulantzas y Ernesto Laclau, Debates sobre el estado capitalista, Bs. As., Imago Mundi, 1991, p. 167. 9. Entrevista a Stathis Kouvelakis del 22 de enero por la revista Jacobin (disponible en español en www.lacalderaop.com.ar). Esta revalorización de la estrategia de vía democrática al poder es de neta inspiración poulantziana y es una licencia agrupar a Gramsci con Poulantzas –que se diferencia del italiano precisamente en el terreno de la estrategia (ver entrevista a Poulantzas de 1977 “El Estado y la transición al socialismo” en Vientosur, 07/05/13). 10. La “Union de Gauche” en Francia se inscribía en un contexto de búsqueda de coaliciones comunistas y socialdemócratas en toda Europa. Junto con la UP en Chile, la revolución de los claveles en Portugal y el enorme peso político y social del PCI Eurocomunista, ofician de referencia histórica principal sobre las que reflexiona Poulantzas. 11. Estado, poder y socialismo, ob. cit., p. 315. 12. “El Estado y la transición al socialismo”, ob. cit. p.5. 13. Veáse León Trotsky, Historia de la revolución rusa, capítulo XI “La dualidad de poderes”. 14. Es importante señalar que la frontera entre exterior-interior no la dan solamente las formas institucionales sino las estrategias políticas que orientan esas instituciones. Como señala Trotsky respecto de los comités de fábrica, estos no son “lo que la ley hace de ellos sino lo que los trabajadores hacen de ellos”.


24 |

IDEAS & DEBATES

QUÉ (NO) ES UN INTELECTUAL Respuestas a un cuestionario que nadie me hizo1

Ilustración: Juan Atacho

Eduardo Grüner Ensayista, sociólogo, docente de la UBA.

1. Empecemos de la manera más convencional posible, por la corrección histórico-etimológica. Intus-legere, “el que sabe leer”, es el origen de la palabra “intelectual”. Obviamente, esto no se refiere al que sencillamente puede leer –en el sentido de que no es analfabeto (y se podría hacer un gran debate sobre qué quiere decir, exactamente, “analfabetismo”)– sino al que sabe hacerlo: el que lee más allá de lo que “salta a la vista”. Aclaremos: “leer” es aquí una metáfora (aunque no una cualquiera, ya que testimonia un privilegio del lógos en la cultura occidental a partir al menos de los presocráticos); intelectual puede ser también, por ejemplo, el que sabe escuchar más allá de lo que se oye, o sabe mirar más allá de lo que se ve, etcétera. Sin embargo, es verdad que suele identificarse al intelectual con una praxis de intervención en la esfera del lenguaje, de las palabras. Posiblemente esto tenga que ver con la generalización moderna del concepto a partir del escrito J’Accuse de Émile Zola interviniendo en el affaire Dreyfus. Y esto es interesante, porque entonces esa inflexión moderna del término implica no solamente una relación con la palabra, sino con la palabra pública, es decir, política; y para más, incluso, muchas veces, con la palabra “panfletaria” (la recusatoria

de Zola es efectivamente un panfleto, como lo es, digamos, el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, o el Prefacio a Cromwell de Victor Hugo, o El Existencialismo es un Humanismo de Sartre, o en otros registros El Acorazado Potemkin de Eisenstein o el Guernica de Picasso o la sinfonía 1812 de Tchaikovski: un buen intelectual también es el que le devuelve su dignidad estética y conceptual a ese género degradado). No hay nada por sí mismo reprochable en que un intelectual escriba panfletos, declaraciones o manifiestos, ejerciendo el antiguo arte de la retórica persuasiva. Pero, por supuesto, esa no puede ser su única ni principal “función”. De todos modos, nunca me ha conformado esta palabra, “función”, como tampoco me gusta hablar del “rol” del intelectual. Para mí, un intelectual es estrictamente dis-funcional e in-enrolable. Esto no significa, desde ya, que no pueda (y aún deba, en ciertas circunstancias) afiliarse o apoyar a un partido, movimiento o agrupación política, incluso a un gobierno (aunque yo, personalmente, tengo una fobia neurótica grave hacia todo lo que huela a poder): pero no lo hace principalmente en tanto intelectual, sino como sujeto, como militante o simplemente como ciudadano con algún plus de capital cultural –más allá de mi enorme respeto por Gramsci,

la noción de “intelectual orgánico” me resulta muy discutible–. En tanto intelectual, en la sociedad burguesa su lugar (o mejor, su no-lugar) es insanablemente solitario: es el famoso tábano socrático que hace preguntas para las que casi nunca tiene respuestas, o que dice siempre lo que los otros no quisieran oír. Se ve entonces la tensión “esquizofrénica” en la que tiene que vivir: como ciudadano, militante o simpatizante de un colectivo político, tiene que tener respuestas; en tanto intelectual “crítico”, no tiene más que interrogantes. O sea: una contradicción sin “síntesis” posible. El “modelo” literario por excelencia es aquí, claro, Hamlet, a condición de que se advierta que Hamlet no es el sujeto de la duda o la indecisión –como se suele pensar– sino el que pregunta por las razones del Ser y de la Nada: preguntas por definición in-finitas, nunca terminadas. Y tampoco es, aquella soledad, incompatible con el trabajo colectivo: en general, todo intelectual que se precie hace, por ejemplo, revistas junto a otros/as intelectuales. Es decir: se da una política también para el campo intelectual. Pero en última instancia, cuando escribe, está solo con su alma dividida. Y allí sí que no puede ser indeciso: cada palabra es una decisión de la que ya no se puede volver atrás. Es lógico, pues, que a muchos partidos y


I dZ Marzo

movimientos políticos les cueste tolerar ese “individualismo colectivo” (valga el oxímoron) del intelectual. Es así, qué le vamos a hacer. Y sin embargo, el intelectual se emperra en caminar sobre esa cuerda floja, conservando como pueda el humor, o mejor la ironía, en primer lugar dirigida a sí mismo.

2. Aunque venimos hablando del concepto moderno del intelectual, desde luego no se trata de un invento moderno. Ni lo es, tampoco, su relación con el poder o con la política. Como se recordará, ya esa primera utopía política occidental que es La República de Platón aboga por un Estado conducido por los reyesfilósofos, es decir por “intelectuales”. Pero al mismo tiempo recomienda la expulsión de la república para los poetas trágicos. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque son los que “ponen en escena” (valga la expresión) los conflictos –muchas veces insolubles, en las condiciones dadas por el ordenamiento social vigente– de la polis. Y el poder (quiero decir, el poder instituido) no puede soportar eso: el poder trabaja a favor de la ilusión de que la polis es armónica y justa. El poeta trágico pone el acento en la contradicción, el conflicto, la ambigüedad: subvierte la ilusión armónica, desnuda de facto la naturaleza del poder más allá de cuál sea su ideología explícita (a veces lo hacen también, sin quererlo, los de “derecha”, como lo advirtió Marx respecto de Balzac y tantos otros). Pero además, el poeta trágico pone en juego no solamente la razón sino los afectos, las emociones, las pulsiones. Y ya sabemos cuán fácilmente se descontrolan esas cosas. El poder, para decirlo hegelianamente, necesita encerrar las particularidades conflictivas en el “universal abstracto” del Concepto para hacerlas previsibles y controlables; pero los afectos y las pulsiones son el reino de los particulares concretos que no se dejan disolver en el “equivalente general” de la ideología dominante. Desde nuestra perspectiva moderna proyectada hacia el pasado, pues, son los poetas expulsados de la república los verdaderos intelectuales. Son los que ven en la cultura no su apariencia de orden estático, apolíneo y eterno, sino su estado de crisis (palabra de la cual deriva, como sabemos, la palabra “critica”). Y son los que tienen que hacerse cargo, también, de su propio estado de crisis. El intelectual tiene que saber que su propio “ser” es la expresión de una sociedad injusta y desigual, que consagra la canónica división del trabajo manual/intelectual (si bien hoy esta

división se ha complejizado y sofisticado enormemente). La paradoja del intelectual “radical” es entonces que trabaja para su propia desaparición.

3. La actitud intelectual-crítica ante la cultura es pues que ella está siempre en crisis: es un permanente malestar, parafraseando a Freud; o es una constitutiva tragedia, parafraseando a Simmel. Este es el costado del “pesimismo de la inteligencia”: ontológicamente, por así decir, no hay por qué tener excesivas esperanzas en una humanidad más feliz. Histórica y políticamente, sin embargo, uno hace una “apuesta pascaliana” a ese futuro –es el costado “optimismo de la voluntad”–. ¿Por qué? No es solo (aunque sea mucho) para que la gente viva mejor, o para que advenga el socialismo: para desear eso no hace falta ser un intelectual. Es porque algo como el “comunismo” (sin que podamos hoy definir qué va a ser eso, simplemente pensando en esa recuperación de lo común de la que habla Badiou) permitiría revelar cuáles son los verdaderos conflictos de la humanidad, su verdadero “malestar”, cuando se despejen las urgencias del hambre, la explotación, la alienación económica, social, ideológica y subjetiva. Allí va a emerger un desocultamiento de alguna Verdad –si se me disculpa la solemnidad– que sería interesante ver. Ese es mi único “principio esperanza”, para decirlo con Ernst Bloch. Entonces, por ejemplo, cada crisis del capitalismo –y la actual es muy aguda– ofrece la oportunidad de redoblar esa apuesta. De pensar una y otra vez, lo más radicalmente que nos salga, el porvenir de aquélla “ilusión”, anticipando la posibilidad de que la cultura, tal como la conocemos hoy, desaparezca y se transforme en otra cosa. Anticipando, incluso, la posibilidad de que, si se fracasa, el futuro sea la barbarie. Es, quizá, un pensamiento trágico, o de una dialéctica negativa, a lo Adorno. Pero no debería ser melancólico: al contrario, es un investimiento “libidinal”, si se quiere, que apunta al mayor realismo posible: si la libertad es conciencia de la necesidad, como proponía Hegel, una crisis como la actual debería ofrecernos la libertad de decir: necesariamente esto no va más.

4.

Para un intelectual realmente “radical” la cultura, como tal, es el poder. Es –como se vuelve a decir ahora, en general con demasiada simpleza– la hegemonía simbólica de la clase dominante. O, althusserianamente, el cemento, la argamasa que busca mantener unidas las fracciones de esas

| 25

clases dominantes, e idealmente “pegar” con esa mezcla a las dominadas. El intelectual, como el artista, como el poeta, debiera estar en última instancia contra la cultura. Pero para eso –porque la cultura no tiene “lado de afuera”– tiene que estar dentro de ella, en sus intersticios, fabricándole pliegues, discontinuidades, tajos incurables, de a poco disolviendo en ácido la argamasa. Desde ese singular sin-lugar su programa de máxima es ser totalmente ajeno al poder. En la práctica cotidiana, por supuesto, tiene que estar todo el tiempo negociando con el poder, incluyendo esos (no tan) “micro-poderes” que son las “materialidades conducentes” de la cultura: los medios, las editoriales, la universidad, las instituciones culturales, y así. Allí, como Penélope, tiene un doble trabajo: procura destejer simultáneamente lo que él mismo teje, conservando el “horizonte” de su programa máximo a la vista. La relación con el poder propiamente estatal lo complica todavía más: desde el ya mencionado Platón, pasando por Maquiavelo o Rousseau, hasta, digamos, Heidegger, Malraux o Semprún, y ni hablemos de la Argentina de ayer y de hoy, la tentación de hacerse escuchar por el poder de turno, de influir sobre él, ha sido una insistencia irresistible. A la larga siempre termina en fracaso, desde ya, porque el poder tiene razones que la razón intelectual no entiende: ella está empeñada, como decíamos, en interrogar allí donde el poder necesita respuestas. O en negativizar allí donde el poder demanda afirmaciones. No obstante, el intelectual –sometido, como cualquier sujeto, a una suerte de automatismo repetitivo– persiste más allá del eterno retorno de su desencanto (porque si se “encanta” en serio, abandona su no-lugar intelectual, y estamos en otra cosa). Si el poder no lo convoca, se queja; si lo convoca, se debate en la duda de cómo mantener su “distancia crítica”. Nunca la tiene fácil, y me saco el sombrero con sincero respeto ante los que a pesar de saber eso no dejan de intentarlo. Personalmente, soy demasiado débil como para estrellarme una y otra vez contra la misma pared. Uno prefiere la posición cómoda de quedarse en esa distancia, en lo posible mezclado con los que sufren el poder. Trata, eso sí, de no engañarse: también con estos hay una inevitable distancia, es una fatalidad sociológica. Pero al menos, mimetizándose ficcionalmente con esa perspectiva, uno puede apreciar mejor que las “batallas culturales” que realmente importan no son las que se libran entre las fracciones del poder, sino contra todas ellas -de distinta manera en distintos momentos, lo admito- y contra los propios límites de lo que se llama “cultura”. Lo demás, me »


26 |

IDEAS & DEBATES

parece, son tironeos mediante los cuales buscamos alguna forma de transacción entre aquel “horizonte de máxima” y nuestras demandas o necesidades cotidianas. Hay que hacerlo, y lo hacemos. Pero llamarlas batallas, me parece un exceso: la guerra es una cosa seria, de la cual se puede escapar pero en la que no se entra impunemente.

5. En los últimos años se ha agitado el tema del “retorno de los intelectuales”. Me permito tomarlo con cierta ironía, para preguntar un poco provocativamente: perdón, ¿a dónde nos habíamos ido? Yo –me disculpo por la primera persona puramente ilustrativa– escribí cualquier cantidad de cosas en los 90; hice varias revistas, publiqué libros y ensayos, participé de infinitos debates públicos. Y no se trata de ninguna excepción, sino apenas de uno más: todos los que conozco, y son muchos, hicieron lo mismo o mucho más. Y eso se hizo, por definición, en los espacios públicos que supimos mal o bien conquistar. Ahora, si con “retorno de los intelectuales” se quiere decir que en estos últimos años nuevamente, después de mucho tiempo, se conformaron agrupamientos explícitamente pensados para intervenir colectivamente en el debate político-cultural más amplio, con documentos, manifiestos o lo que fuera, de acuerdo, es algo para celebrar. Pero, otra vez, no es estrictamente un “retorno”, sino una continuidad bajo otras formas. Menos “solitarias”, si se quiere. En cierto sentido, es algo que se hizo siempre, y sobre todo, más “politizadamente”, desde 1955: ¿Hay que recordar Contorno, El Escarabajo de Oro, Literal, Envido, Los Libros, Punto de Vista, Sitio, La Bizca, La Ciudad Futura, El Cielo por Asalto, El Rodaballo, o las hoy aún vigentes El Ojo Mocho, Confines, Conjetural, Topía (y ello sin mencionar las múltiples revistas teóricas vinculadas a partidos, movimientos o agrupaciones políticas)? ¿Hay que recordar las docenas de solicitadas o declaraciones que firmamos en los 80 o en los 90? ¿Cuándo dejaron los intelectuales de agruparse para intervenir políticamente, ya fuera en la política “grande” o en la de su propio campo? Es cierto que los acontecimientos del 2001 (más que los de 2008, aunque fue a raíz de estos que se hizo más visible) forzosamente provocaron algún reacomodamiento. Sin perder la parte que habíamos ganado (la autonomía del significante, el peso de lo simbólico-cultural, etcétera) el pensamiento se nos materializó mucho más. En el

plano nacional, y aún respondiendo a diferentes posiciones, fue toda una revancha (bien amarga en otros aspectos) para los que nos sentíamos más cerca de la trinchera de Viñas o León Rozitchner que de la pista de patinaje de algún fabricante de zoquetes. En este sentido preciso, el 2001/2002 fue importante por haber liberado enormes energías en el campo de cosas como el arte callejero, las intervenciones urbanas, los grupos de teatro, música y cine “al paso” y demás (lo menciono para no circunscribirnos al sempiterno modelo del intelectual “letrado”). Por otra parte, los formatos actuales, sin duda más “masivos”, tienen sus riesgos –aunque por cierto no sean simétricos–: de un lado, el riesgo de perder la famosa distancia crítica –perder “pesimismo de la inteligencia”, para volver a esa expresión–, subordinándola a las (inevitables, parece) necesidades instrumentales o estratégicas de la realpolitik. Del otro, mantener tanta distancia crítica, tanto rechazo a cualquier compromiso con la política de “manos sucias” de la que hablaba Sartre, hasta que esa “pureza” abstracta se vuelva políticamente inoperante, o incluso un obstáculo. Y finalmente, el riesgo más grande: hoy los medios –todos los medios, cada uno a su manera y con sus propias improntas ideológicas– juegan un papel que no tenían en los tiempos de, digamos, Contorno. Es constante el peligro de quedar atrapado por un “liderazgo” mediático que necesariamente aplana la reflexión crítica con sus tiempos, sus inmediateces, sus urgencias, sus inevitables simplificaciones groseras. No se trata de sus contenidos ni de sus intenciones: ellos funcionan así, no son ni buenos ni malos, son incorregibles, como decía Borges (aunque no lo decía de los medios, claro). Como se verá, en la dicotomía de Umberto Eco soy un decidido apocalíptico. En todo caso, es cierto que esta presencia mediática puede darles alguna influencia –escueta y precaria– sobre capas sociales no intelectuales, pero al precio de, otra vez, diluir su lugar propiamente intelectual. Si es en pos de una buena causa política, por ejemplo, bienvenido sea. Pero hasta ahí nomás.

eso es exagerar narcisísticamente la influencia que puede tener el intelectual, que en los tiempos de la mediatización –y consiguiente imbecilización– de la política, ya hemos dicho que es prácticamente nula. Tampoco es aceptable el argumento de que cualquier otra alternativa sería peor: eso es anularse de antemano la posibilidad de inventar una alternativa mejor. Desde ya: no es tarea del intelectual (ni tendría capacidad para hacerlo) transformar la realidad: eso lo harán los pueblos, la sociedad, la lucha de clases, etcétera, o no se hará. Mucho menos, entonces, es su tarea confirmar lo existente: para eso ya está el poder en serio, que es mucho más eficaz. A lo máximo que puede aspirar el intelectual es a “poner el dedo en la llaga”, como se dice. A resistir y denunciar las mezquindades del poder, y sus maldades, claro. A practicar lo que se suelen llamar sus “interpretaciones críticas”, con la incierta aspiración de quizá transformar en alguna medida la relación simbólica con lo existente. Eso lo hace, en general, escribiendo (los hay que pintan, filman o componen música, ya lo dijimos: pero tarde o temprano se tienen que dar a sí mismos la palabra). Ese es su problema central, porque la lengua también es un poder. Y no de los menores: como decía Roland Barthes, la lengua es totalitaria, en el sentido de un dispositivo cuyo enorme poder no está en lo que impide, sino en lo que obliga a decir. Entonces, como decíamos de los poetas expulsados de la República, el intelectual tiene que estar todo el tiempo trabajando contra la propia lengua que es su hábitat natural –como lo es de todos los seres parlantes, claro: el lenguaje es la casa del hombre, como decía Heidegger; el intelectual es simplemente el que no puede ignorar esa condición–. Por eso el trabajo intelectual es constitutivamente político (aunque el que lo ejerce no siempre lo sepa): en tanto la lengua es también una plaza pública en la cual se dirimen los conflictos de la polis, el intelectual está permanentemente poniendo en cuestión los discursos públicos. Ese es, al menos, su deseo. Y es su trabajo. Y es su placer: hay que desconfiar de los intelectuales que sufren.

6. El primer impulso de un intelectual (no es una recomendación, que yo no sería quién para hacer: es un autoconvencimiento) es criticar al poder. A cualquier poder, incluido, y quizá especialmente, a aquel con el que uno está de acuerdo, si lo hubiere. No acepto el argumento remanido de que eso le da armas al enemigo:

1. A decir verdad, no es estrictamente cierto que nadie me las haya hecho. Mucho de lo que sigue repite las respuestas a un cuestionario que hace algunos años me hiciera la revista Topía. Pero también he hecho agregados, supresiones y modificaciones, de manera que no puedo hacerla responsable de lo que quedó.


I dZ Marzo

| 27

El desafío de la inmigración

Ilustración: Natalia Rizzo

El trabajo del sociólogo italiano Pietro Basso, presentado originalmente en las Jornadas por los 150 años de la Primera Internacional realizadas en la universidad de Campinas (Brasil) en 2014, aborda la inmigración, no solo como problema actual sino como un potencial para la clase obrera internacional. Lo que el autor bien señala como desafío viene siendo una de las cuestiones clave en un escenario europeo cruzado por la xenofobia y el racismo. pietro Basso Sociólogo Universidad de Venecia Ca’ Foscari.

Las migraciones plantean un desafío para el internacionalismo obrero. Y, agrego, este desafío no es nuevo. Lo afrontó muchas veces la Asociación Internacional de los Trabajadores, para el caso irlandés (aunque no solamente). Me limitaré al caso irlandés, que es fundamental. Marx planteó la cuestión del siguiente modo: en todos los centros industriales de Inglaterra, hay un “profundo antagonismo entre el proletariado irlandés y el inglés”, que se reproduce también más allá del océano, en Estados Unidos. “El obrero inglés odia al irlandés como un competidor que reduce los salarios y el nivel de vida. Siente por él antipatía nacional y religiosa”. Lo considera un competidor desleal, mientras por

su parte el obrero irlandés considera al obrero inglés un ayudante de los opresores. Esta contraposición entre los proletarios de Inglaterra es alimentada por la burguesía, que sabe bien que esta “es el verdadero secreto del mantenimiento de su poder”, porque “impide cualquier alianza seria y sincera entre las clases trabajadoras”, y mina así la lucha por su emancipación común. Se puede remover este profundo antagonismo, afirmaba Marx en nombre de la Asociación, solo si se remueve su raíz. Y su raíz es la opresión de Inglaterra sobre Irlanda. Entonces debe eliminarse la esclavitud de Irlanda, reconociendo su derecho a la autodeterminación hasta la “completa separación”. Solamente de este modo, puede hacer avanzar la

revolución social en Inglaterra y la confraternización entre los obreros ingleses y los obreros irlandeses, su emancipación común del yugo del capital. El desafío que la Asociación Internacional de los Trabajadores enfrentó entonces, retorna hoy a escala global, magnificado porque jamás en la historia del capitalismo las migraciones han tenido la amplitud y profundidad actual.

Causas y condiciones actuales Para ver en qué términos retorna, es necesario dar una mirada panorámica a las actuales migraciones internacionales y sus causas. Los aspectos desarrollados aquí serán, inevitablemente, parciales. Ante todo porque se referirán »


28 |

IDEAS & DEBATES

“ Entre 1950 y 2010 los emigrantes a escala internacional se han triplicado, pasando de 60 a 215 millones.

sobre todo a las migraciones desde el Sur hacia el Norte, que cubren actualmente la mitad del movimiento migratorio internacional, y se detendrá menos en las migraciones Sur-Sur que cubren otro tercio grande de ellas, y poco o nada en las migraciones Norte-Norte y Norte-Sur. Me excusaré diciendo que el tiempo es tirano, y que las migraciones Sur-Sur que tienen lugar necesariamente desde aéreas y países más pobres hacia aquellos más dinámicos y en ascenso tienen, desde mi punto de vista, diversos elementos de semejanza con las migraciones desde el Sur al Norte. Las actuales migraciones internacionales se caracterizan por abarcar todo el globo y por ser un fenómeno estructural, de largo plazo, creciente amplitud, participación y protagonismo femenino. Entre 1950 y 2010 los emigrantes a escala internacional se han triplicado, pasando de 60 a 215 millones. Según las previsiones de la ONU debería casi duplicarse en los próximos 35 años (cerca de los 400 millones), contra un crecimiento de la población mundial del 30 %. Este fenómeno de época se alimenta de un conjunto de causas que es necesario al menos mencionar. La más profundamente radicada en la historia pasada es la desigualdad de desarrollo entre continentes y países que existe dentro del mecanismo unitario (y desigual, justamente) del mercado mundial. Por efecto del colonialismo histórico y del neocolonialismo muchos países del Sur viven en una condición de radical dependencia de los países del “centro”. Y esta condición los obliga, uno tras otro a proveer fuerza de trabajo a bajo costo y con poquísimos o (ningunos) derechos a los países dominantes (y también a aquellos no dominantes, pero en ascenso). Un impacto asimismo imponente sobre las migraciones (internas e) internacionales lo tiene y lo tendrá la transformación de la agricultura asiática, sudamericana, africana, en sentido plenamente capitalista, con la progresiva toma de posesión de la producción agrícola y su comercialización de parte de las sociedades transnacionales que operan en ellas. Hoy el 35 % de la

fuerza de trabajo mundial, mil millones de campesinos y trabajadores rurales, trabaja en la agricultura: la industrialización capitalista de la producción agrícola y la eventual introducción formal de la propiedad privada de la tierra en China la segará sin piedad, empujándola a abandonar los campos. A estas dos grandes fuentes de migraciones internacionales se une la nueva plaga de las migraciones provocadas por los desastres ecológicos, que podrían golpear en los próximos decenios a decenas de millones de personas, y la vieja plaga de las guerras “locales”, que de locales no tienen nada –pensamos en Irak, Palestina, Siria, Sudán, África Central, Ucrania, como ayer Yugoslavia o el Congo–. Guerras que están produciendo el crecimiento de los refugiados y demandantes de asilo, que en 2013, por primera vez, han superado en el mundo los 50 millones.

Transformaciones de la inmigración Dicho esto, no está todo dicho. Porque hay al menos otras dos causas de fondo de las migraciones internacionales, entrelazadas a las recién indicadas. La primera es la fortísima demanda por parte de Estados Unidos, Canadá, los países de Europa occidental e incluso los países del Sur en vías de desarrollo, empezando por el mismo Brasil. Estos países tienen una necesidad vital, inagotable de trabajadores y trabajadoras inmigrantes: las empresas para sostener la propia competitividad, los Estados y un número creciente de familias para amortizar los recortes al welfare state y “administrar” el envejecimiento de la población de modo privado y a bajo costo (en términos monetarios). La retórica pública sobre detener la inmigración que enloquece a Europa y no solo a Europa, esconde una aspiración de otro tipo: que no es la de impedir la inmigración, sino la de poder disponer de una inmigración, mejor si es bien calificada, constituida de gast-arbeiter, de trabajadores temporarios hiperflexibles, es decir, superexplotados, hiperprecarios, dispuestos, constreñidos por su propia condición, a aceptar cualquier sacrificio, a diferencia de los viejos

inmigrantes que están establecidos y radicados. La última causa potente de las migraciones internacionales es el crecimiento de las expectativas de las poblaciones trabajadoras del “Sur” del mundo. Si, como de hecho ocurre, los propios países de nacimiento no están en condiciones de ofrecer “trabajo digno” y de una “existencia digna”, esta posibilidad es buscada ahí donde tales condiciones se acumularon históricamente. Esto vale especialmente para las mujeres, que constituyen hoy la mitad de las migraciones internacionales y por primera vez en la historia abren en muchos casos el proceso migratorio de grupos familiares enteros, de pueblos enteros, o emigran solas por la incomprimible aspiración de “vivir mejor”. La crisis que estalló en 2007/2008 no ha convulsionado este cuadro. Las migraciones de retorno desde Estados Unidos y Europa han sido en conjunto modestas y no hay ninguna razón para esperar una declinación general de la movilidad de las poblaciones a escala mundial. Mientras permanezcan operantes las causas de fondo mencionadas, este fenómeno está destinado a ampliarse. La única variación de relieve es que después de la crisis los países de inmigración pretenden todavía más que antes tener inmigrantes que sean temporary workers o posted workers, con salarios y derechos menores de aquellos ya limitados de los inmigrantes permanentes. Pero esta pretensión choca con las expectativas de los inmigrantes y con la dificultad –para ellos– de “ubicarse” en sus países de origen. En líneas generales, entonces, las migraciones internacionales contemporáneas se caracterizan por ser cada vez más definitivas. La profundidad de la radicación de los inmigrantes, incluso las nuevas palancas de la inmigración en Estados Unidos y en Europa han sido bien cultivadas, a su modo, por los teóricos del “choque de civilizaciones” a la Huntignton y por la miserable fila de los “periodistas” de la islamofobia. Este proceso, fruto de la violencia brutal del mercado mundial, es un formidable factor de transformación social. Las migraciones internacionales, de hecho, acumulando sus efectos en el tiempo (destaco este efecto acumulativo), no dejan nada en su lugar, ni en las sociedades “de partida”, ni –mucho menos– in aquellas de “llegada”. De un lado, ligan con hilos de acero los países de emigración al mundo entero en el plano, material, cultural, político. Del otro, después de Estados Unidos (una nación de inmigrantes), están transformando definitivamente también las sociedades europeas, algunos países y algunas áreas del Sur del mundo en sociedades “multirraciales”, multinacionales, multiculturales. Transforman primero los lugares de trabajo, después las escuelas, los lugares públicos, los servicios, las formas de asociación, los sindicatos, la producción artística, el deporte y –cambio no menos relevante– la vida


I dZ Marzo

afectiva de los individuos, las relaciones de amistad y amor. La velocidad de tal transformación es altísima. Hace treinta o cuarenta años pocas metrópolis europeas podían considerarse “ciudades globales”. Hoy, incluso Italia, transformada en pocas décadas en un país de inmigración, está llena de medianas y pequeñas “ciudades globales”, ciudades pequeñas y medianas en las cuales se condensa el mundo, compuestas de decenas y, algunas, de un centenar de nacionalidades y de lenguas distintas, unidas por miles de redes al mundo entero. Y un país como Alemania, que en los años ‘30 y ‘40 podía embriagarse con el sueño enfermo de volver a ser étnicamente pura, hoy tiene el 20 % –repito el 20 %– de su población con un Migrationshintergrund, un “trasfondo migratorio”, con algún tipo de ascendencia de inmigrantes. El dato de la realidad es este: en todos los países de inmigración se está creando una indescifrable mescolanza de “razas” y nacionalidades, especialmente en sus metrópolis, que son las verdaderas trituradoras de las diferencias nacionales.

Problemas y potencialidades Este formidable proceso de transformación, ligado a las migraciones internacionales está, desde mi punto de vista, lleno de potencialidades positivas. La mayor de ellas es la posible superación de la angustia y los antagonismos nacionales y “raciales”, que tanto han dañado en el pasado al movimiento obrero y la humanidad entera. Con las migraciones internacionales globales, de hecho, se está formando a nivel mundial –no solo en Estados Unidos, Canadá, Europa, también en la península arábiga, en Sudáfrica, en Brasil, incluso en Japón– una masa de proletarios que viven su existencia sobre un terreno directamente mundial en cuanto el mercado mismo los coloca más allá de los compartimentos nacionales. Una masa compuesta de aquellos “individuos empíricamente universales”, aquellos individuos “insertos en la historia universal”, de proletarios insertos directamente en la historia universal, que Marx y Engels, en La Ideología Alemana, previeron como el producto del desarrollo universal de las fuerzas productivas, obra del capitalismo. Es cierto, estos individuos no aparecen hoy por primera vez, ni se los debe ver en modo romántico como “proletarios puros”, carentes por naturaleza de las debilidades y los prejuicios propios de los demás proletarios. Pero como nunca antes su existencia en masa a escala global puede ayudar al acercamiento y la confraternización entre los proletarios de todo el mundo. También porque esta es otra importante novedad respecto de los tiempos de la Primera Internacional, la mundialización cada vez más completa del mercado laboral y de la política neoliberal hace que un creciente número

de proletarios de países ricos, dominantes, imperialistas vean progresivamente empeorar su propia condición y comiencen a sentirse inmigrantes en su propia tierra. Mientras en 1870 se iniciaba un proceso de “aburguesamiento” de los obreros británicos que se habría de extender por largas décadas a los demás países europeos y a Estados Unidos, desde 1974/75 se inició en el centro mismo del capitalismo mundial un proceso, igualmente de largo plazo, de reproletarización de los proletarios de las metrópolis imperialistas, que habían soñado por décadas con poder “ir al paraíso”, –y por tanto dejar finalmente de ser proletarios– una fortuna que les ha sido, por el contrario, negada. Los primeros en comprender los peligros implícitos en esta doble dinámica objetiva, son los Estados de los países de inmigración que están oponiendo al proceso de época en marcha hacia un proletariado siempre más internacional en su composición y su extensión, un conjunto de discursos, políticas y prácticas racistas. Este racismo de Estado trabaja incesantemente para añadir a las viejas desigualdades de clase y de género, nuevas desigualdades de base “étnica”, nacional o religiosa. Especula vulgarmente sobre el hecho de que los proletarios inmigrantes están constreñidos a competir a la baja con los proletarios autóctonos, atizando incesantemente el antagonismo entre proletarios autóctonos e inmigrantes, entre los proletarios inmigrantes de diferentes nacionalidades e incluso entre los de una misma nacionalidad (atizando a los viejos residentes contra los recién llegados). Crean estratificaciones étnicas del mercado de trabajo. Hacen de todo para suscitar y exasperar el “racismo popular”: en Europa, los “clandestinos”, los islámicos, los gitanos rom, los refugiados, son sus blancos preferidos. Italia ha alcanzado una serie de récords vergonzosos en este campo. Y si observamos los seguidores que –con el silencio y la cómplice pasividad del viejo movimiento obrero– que han conquistado entre los proletarios europeos el Frente Nacional en Francia, La Lega en Italia, Ukip en Gran Bretaña, Aurora Dorada en Grecia y movimientos análogos en toda Europa, incluida la Escandinavia de la masacre de Oslo de 2011, comprendemos que la calle que conduce al happy end que está en nuestros deseos no viene precisamente en bajada. Desde este ángulo, ya está todo escrito. En los países dominantes, en los países de inmigración, para estabilizar el propio poder debilitado por el estallido de una crisis grandísima como la actual, la dupla Estado/capital nunca dejará de intentar lanzar a los proletarios de diversas nacionalidades unos contra otros –como en 1870, y quizás, con mayor violencia y experiencia–. Pero nada está decidido de antemano. En primer lugar porque las proletarias y los proletarios inmigrantes no son materia inerte. Tienen

| 29

detrás de sí una larga historia de protagonismo social y político colectivo, que va desde el papel determinante que tuvieron en 1886 en Chicago y en Estados Unidos en la batalla internacional por las 8 horas, el rol de vanguardia en el ciclo de luchas obreras que sacudió Europa occidental entre 1968 y 1973, hasta la gran revuelta de las banlieues parisinas en 2005, al magnífico 1 de mayo de 2006 en Estados Unidos, y la múltiple resistencia que están oponiendo en Europa a las políticas de Estado, alentados por la reciente sublevación de las masas árabes en Egipto, Túnez y otros lugares. Por no hablar de la miríada de huelgas en empresas agrícolas en China, obra de mujeres y hombres inmigrantes, si bien “solo” internos, una vanguardia de aquel ejército de 740 millones de migrantes internos que han hecho sentir su voz, casi siempre femenina, también en Bangladesh, en Vietnam, en México, etc. La autoorganización de los proletarios inmigrantes queda como la primera, esencial fuerza de oposición a la acción del mercado y los Estados. Pero será fundamental que los proletarios de los países de inmigración apoyen esta resistencia sin precondición alguna, si se alinean –sin reservas– por la completa paridad de tratamiento efectivo entre proletarios inmigrantes respecto de los autóctonos, por la radical supresión de todos los mecanismos que todavía hoy producen y reproducen las desigualdades entre los proletarios de diversas nacionalidades. Solo de este modo se socava el terreno bajo los pies de las políticas capitalistas de división y contraposición entre las nacionalidades. La posición de Marx y de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre el caso irlandés mantiene plena actualidad, si bien en un contexto distinto. Retomando ese planteo podemos decir: como en 1870, la revolución social –hoy no solamente en Inglaterra o en los países más avanzados, sino en el mundo entero– puede avanzar solo sobre la base de la “seria y sincera alianza”, de la solidaridad, de la unidad entre los proletarios y las proletarias de todos los países. Y puesto que el capitalismo global se ha derrumbado en un marasmo económico y político gigantesco del cual no se ven vías de salida capitalistas que no sean trágicas, la reemergencia de la revolución social aparece más que nunca deseable, indispensable, urgente. Es este desafío con el cual será necesario medirse.

Traducción: Juan Dal Maso


30 |

IDEAS & DEBATES

Toda salud es política

Ilustración: Greta Molas

Entrevistamos a Joan Benach, especialista y autor de diversos libros sobre salud pública, quien nos acerca algunos de los debates que han recorrido el desarrollo del concepto mismo desde una perspectiva que rescata para su análisis la noción de clase social, a la vez que explica la mercantilización a la que fue sometida la salud en las últimas décadas. IdZ: El concepto de salud pública ha ido evolucionando desde un primer hincapié sobre la higiene y el aislamiento de los enfermos, hacia conceptos más relacionados a la prevención de la salud y una visión más social, como la salud colectiva. ¿Cómo entendés hoy la salud pública? La salud pública puede definirse como el conjunto de conocimientos, tecnologías e intervenciones dirigidas a entender y mejorar la “salud de todos”, un sinónimo de la salud colectiva, del bienestar de toda la sociedad. Esa visión debe suponer sin embargo que no solo se trata de mejorar la salud de la población en su conjunto, sino que también hay que poner énfasis en aumentar la equidad en salud, ya que puede perfectamente suceder que la salud promedio de

la población mejore, pero a la vez aumente la desigualdad de los grupos o territorios que la componen. De todos modos, al pensar un campo tan amplio, podemos observar que hay miradas muy distintas de la salud pública según las causas y soluciones de salud sobre los que nos fijemos. Por ejemplo, hay una mirada de la salud pública aparentemente “neutral” o asocial, relacionada con la gestión de riesgos y basada, paradójicamente, en la salud como conjunto de individuos biológicos y en la puesta en marcha de soluciones o “técnicas” o bien tecnológicas. Por otro lado, hay una mirada de la salud pública, que es social e histórica, y que está muy relacionada con la importancia tan grande que los determinantes sociales y políticos juegan sobre la salud colectiva y la equidad.

IdZ: Nombraste los determinantes sociales de la salud. ¿Cuáles son las causas fundamentales que determinan que ciertos grupos de la población tengan distintos grados de salud? Las causas fundamentales de la salud poblacional y los grupos (según su clase social, género, etnia, etc.) y territorios que la componen cambian según la situación histórica y las teorías de la enfermedad que dominan en cada momento histórico. Por ejemplo, cuando las enfermedades infecciosas prevalecían como causa fundamental de los problemas de salud, el énfasis de la salud pública se ubicó en la higiene; a medida que las enfermedades cardiovasculares adquirieron más relevancia, emergió con fuerza el concepto de “factores de riesgo”. A partir de la década de 1980, con el informe Black [del Reino Unido] o del Informe de 2008 de la Comisión de Determinantes sociales de la OMS, las desigualdades de la salud y los factores sociales han emergido con bastante fuerza, si bien no son en absoluto dominantes como lo es hoy en día la ideología genética o los “estilos de vida”. Hoy muchos investigadores están buscando las principales respuestas para explicar la salud en la genética o en todo caso en la epigenética. No obstante, desde mi punto de vista, el binomio salud-enfermedad está relacionado con un concadenado de causas enormemente complejo que no se puede simplificar en factores de riesgo ni en causas biológicas


I dZ Marzo

o conductuales simplistas, sino que se generan por un entramado de factores estructurales históricos, como son los factores políticos, ecológicos e histórico-sociales. Si se quiere, se puede decir así: dónde vivimos, cómo producimos, qué medioambiente tenemos, quién tiene socialmente poder. Esos y otros factores marcan, por una u otra vía, los procesos y mecanismos fundamentales que generan enfermedad y mala salud. IdZ: ¿Cuáles son y cómo actúan esas vías? No es un tema sencillo de explicar o resumir, pero si lo ponemos de la forma más simple posible podríamos decir que el factor determinante que origina todo el encadenado causal que produce mejor o peor salud colectiva, y más o menos equidad en los grupos sociales, es la política. Es decir, las relaciones de poder y qué grupos sociales (ya sean los gobiernos, grandes corporaciones, sindicatos, ONG, grupos de presión, élites sociales, grupos de la sociedad civil, etc.) tienen más o menos poder para tomar decisiones en una sociedad determinada. Todo ese entramado de relaciones crea un conglomerado final de fuerzas que van a generar las distintas políticas sociales, sanitarias, medioambientales, laborales, etc., que en cada momento se vayan a tomar. A su vez, esas políticas van a producir otro gran encadenado de causas que generan a medio y largo plazo un sinnúmero de factores “intermedios” como son, por ejemplo, el tipo de empleo, el sistema sanitario, la situación de la vivienda, o los servicios sociales existentes en una sociedad, país, región o ciudad determinados. A su vez, esos factores producirán por vías muy distintas impactos en las conductas, la biología, u otros factores cercanos a la salud y la enfermedad. IdZ: ¿Nos podés dar un ejemplo concreto? Pensemos en el siguiente caso. Una persona queda desempleada y eso hace que desde entonces comience a beber más alcohol del habitual. Si esa situación se alarga, se convierte en un desempleado crónico y sigue bebiendo en exceso tendrá más probabilidades de finalmente convertirse en un alcohólico. Si es alcohólico, no cabe duda de que va a tener más probabilidades de que su hígado esté en malas condiciones y sufra una enfermedad hepática. Si entendemos todo ese proceso, no nos debe parecer nada extraño entender que, con una mirada amplia de salud pública, podamos decir no solo que la célula hepática, el hepatocito, o las enzimas celulares reflejen su enfermedad en el hígado, sino que podamos hablar de un “hígado capitalista”. ¿Por qué? Pues porque el capitalismo es un proceso histórico que se inició en la Europa del siglo XII y XIII en adelante que estructuralmente

produce el desempleo (y así con ello se posee una reserva de fuerza de trabajo que es explotada laboralmente), y que este desempleo va a generar ansiedad y depresión, y que estas se van a traducir en un mayor consumo de alcohol y alcoholismo, y que este a su vez va a producir mayor riesgo de cirrosis y un daño biológico. Con todo ello, separar, como habitualmente hacen las ciencias: la biología por un lado, lo social por otro, lo psicológico por otro, puede ser algo útil pero inevitablemente incompleto. Así pues, tenemos que avanzar hacia un tipo de conocimiento y entendimiento más integrado, complejo y también histórico, como Marx lo entendió en su momento; el conocimiento sería pues como un “organismo vivo” donde la salud sería una expresión última de la vida social y política. Entonces, si todo lo que acabo de decir del encadenado de causas se entiende, debemos entender la salud como el resultado final de todo ese conjunto de fenómenos sociales encadenados. IdZ: ¿Cómo conciliar todo esto con el hincapié que se hace habitualmente sobre la modificación de los estilos de vida, que en estos últimos años es la primera línea en cualquier tratamiento? Así es, junto a la genética y los cambios tecnológicos, los estilos de vida conforman las acciones políticas que más se suelen recomendar por parte de las instituciones. Las recomendaciones de políticas de salud de todos los gobiernos de salud nos dicen cosas como: “no fumes, haz ejercicio, bebe con moderación, ten relaciones sexuales de forma segura, etc.”. ¿Es eso incorrecto? No, no lo es, pero es incompleto, es algo que lleva a equívocos, y es también enormemente limitado si no se tiene en cuenta el contexto social donde se generan las conductas relacionadas con la salud. Según la ideología neoliberal de la libertad, esta es hacer lo que uno quiere. Pero uno no hace lo que quiere, uno hace lo que puede, o lo que le dejan hacer. O también podemos decir que uno hace lo que quiere y puede hacer en un marco de derechos sociales determinados. Si uno no tiene derechos, uno tiene un grado de libertad más limitado. La salud pública de las personas debe pues insertarse en el seno de los derechos sociales, de los derechos humanos. Hace unos años el epidemiólogo social inglés Dave Gordon hizo una crítica de la lista habitual de recomendaciones basadas en la “culpabilización de la víctima” (no fumar, no beber, hacer ejercicio, etc.), contraponiéndola con una lista nueva de recomendaciones alternativas basada en los determinantes sociales, donde decía cosas como

| 31

estas: “no sea pobre, pero si usted es pobre, procure no serlo por mucho tiempo”, o bien, “no viva en un lugar sin servicios”, o bien “no trabaje en un trabajo estresante, mal pagado, precario”. IdZ: Muchas veces se intenta presentar a la ciencia como una disciplina objetiva, aséptica, independiente de cualquier influencia ideológica. Entonces los hallazgos producidos por la academia son considerados como la única verdad. ¿Qué opinión tenés al respecto? La separación taxativa que se suele hacer entre ciencia e ideología es una separación que en la práctica no se sostiene. La ciencia puede tener componentes casi totalmente objetivos, como son los elementos métricos o cuantificación, o de la lógica formal, y eso puede ser muy objetivo, pero también hay otras muchísimas cosas que no lo son. Y ello va desde la elección del tema de investigación que se elige, a la posibilidad de llevar a cabo la misma según las fuentes de financiación existentes, o los paradigmas teóricos dominantes en un cierto contexto histórico, o la selección de datos que inevitablemente hay que hacer, o los análisis que se seleccionan y practican, etc. Hay una enorme cantidad de decisiones que tienen que ver con la ideología y las valoraciones, y que son aspectos subjetivos que los investigadores e investigadoras tienen que ir tomando. Además, esos científicos se insertan en un marco grupal, social, e institucional concretos ya que casi nunca trabajan aisladamente. Todos estos son elementos sociales que hacen que uno no pueda ver la investigación como al» go separado, aislado, o neutral.

JOAN BENACH Es profesor de Salud Pública, director de GREDS-EMCONET (Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud del Dpto. Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona), y autor de numerosas publicaciones científicas y textos de divulgación sobre el tema. Entre ellos se destacan Aprender a mirar la salud (disponible online en http://www.bvs.org.ve), Empleo, trabajo y desigualdades en salud: una visión global (Barcelona, Icaria, 2010), La sanidad está en venta (Barcelona, Icaria, 2012), Sin trabajo, sin derechos, sin miedo (Barcelona, Icaria, 2014), y Cómo comercian con tu salud (Barcelona, Icaria, 2014).


32 |

IDEAS & DEBATES

IdZ: Ustedes han intentado rescatar el concepto de clase social para explicar las desigualdades en salud. ¿Qué tiene para aportar esta visión? El estudio de las desigualdades sociales ha sido ampliamente abordado por muchos científicos sociales. No por todos, claro está, pero sí por aquéllos a quienes preocupa saber por qué distintos grupos sociales tienen distintas posibilidades de estudiar, de ser ricos o pobres, de tener más o menos oportunidades, y también de tener buena o mala salud, etc. Y eso se ha estudiado con frecuencia desde una óptica basada en lo que se ha llamado la “estratificación social” según nivel educativo, ingresos, riqueza, ocupación, el barrio donde uno vive, etc. Ese enfoque, aunque útil, obvia algunas cosas que son muy importantes, como el hecho de que si uno halla un gradiente entre los ingresos y la salud, no se entiende por qué eso ocurre. Y en salud pública debemos intentar entender las causas y los mecanismos. Es decir: hallamos que a mayor nivel de ingresos hay mejor salud. Eso es un hallazgo repetidísimamente encontrado en centenares de estudios científicos. Pero uno debe también preguntarse el por qué, cuáles son las razones de esta diferencia de ingresos y de esa relación con la salud. Si no hacemos eso nos quedaremos a mitad de camino. Por eso, una visión más sofisticada, aunque aún poco prevalente y desarrollada en el campo de salud pública, ha sido desarrollar la visión de clase social con una visión más sociológica y compleja, donde en lugar de pensar en la clase social como un gradiente simple, se debe pensar en forma “relacional”. Es decir, una forma que desde un punto de vista filosófico es muy interesante: las relaciones o conflictos entre personas o grupos sociales. El ejemplo más claro es lo que ocurre en las empresas entre empresarios y trabajadores. No se trata de dos grupos aislados, inevitablemente hay un vínculo, una relación social entre ellos, que refleja distintos niveles de poder. IdZ: Y es más difícil porque a los “grupos de poder” que mencionás no les conviene que se estudien las diferencias entre las clases y se conceptualice con esta visión. Es mucho más revulsiva la publicación de un estudio donde la clase determina una gran diferencia en salud que un gradiente que marca una diferencia paulatina, gradual, y que no separa las aguas de manera tan marcada, ¿no? Si, por supuesto, cada una de las visiones que estamos describiendo no es algo neutral. Todo tiene sus consecuencias. Uno encuentra lo que uno va a buscar. Si uno hace un tipo de investigación muy reduccionista y estrecha, muy poco explicativa, no va a encontrar ciertos resultados, o no va a entender por qué éstos se producen. Y explicar y entender los fenómenos es un

requisito esencial para tener la posibilidad de cambiarlos, y aplicar el mayor grado de racionalidad posible. Y es que desde la salud pública no basta con documentar las desigualdades sociales de la salud. Tenemos que explicarlas, hay que llegar al fondo de por qué se generan esas desigualdades. IdZ: Remarcás que no alcanza con documentar las desigualdades en salud para poder eliminarlas. ¿De qué depende la posibilidad de resolver estos problemas sociales? Las políticas que en un momento dado se hacen (o no se hacen) dependen de la correlación de fuerzas que exista en un momento dado, y de la ideología social que promueven esas fuerzas. Y eso tiene que ver con las visiones hegemónicas que marcan un momento dado. Por desgracia, cuando hablamos de salud pública, por el enorme peso que tiene la mirada biomédica e individual, y la visión del hospital de alto nivel y del tratamiento con alta tecnología, gran parte de la población no acaba de ver que la salud es un problema fundamentalmente social, político. Eso ya lo dijeron Engels y Virchow en el XIX, también lo dijo Salvador Allende y muchos otros como Vicenç Navarro en el siglo XX. Y hay que seguir repitiéndolo una y otra vez en el XXI. La salud pública es un problema eminentemente político. Y la equidad en salud es seguramente el mejor indicador de justicia social que tenemos de un país porque refleja cómo vivimos, cómo trabajamos, qué medio ambiente tenemos, qué servicios y derechos se han conquistado, etc. Y por lo tanto la equidad en salud no debería ser solo objeto de gran atención e interés por parte de médicos, sanitaristas y salubristas, sino de toda la sociedad. Para esto será necesario cambiar muchas cosas, desde los planes de estudio en la universidad a cambiar la mirada hegemónica con respecto a la salud, pasando por un profundo cambio en la investigación, las causas hegemónicas de la salud y el desarrollo y evaluación de políticas integrales. IdZ: En los últimos años escribiste una serie de textos sobre la mercantilización de los servicios de salud pública. ¿De qué se trata este fenómeno? La Sanidad, o la atención socio-sanitaria que es como mejor debiera decirse, no es el determinante más importante para la salud pública. Recordemos que cuando uno va a la consulta de un médico habitualmente es porque ya está enfermo, necesita ayuda. ¿Pero por qué está enfermo? ¿Cuáles son las causas de que finalmente esa persona enferme? Probablemente se deba a causas vitales, sociales, laborales, ambientales, que desde la salud pública es fundamental que entendamos. Dicho esto, está claro que los servicios de atención socio-sanitaria son muy

importantes para la población, son muy apreciados, y también son el reflejo, el resultado de un proceso histórico. En Europa occidental, solo a partir de la segunda mitad del siglo XX se consiguió en gran medida algo que durante muchos años pareció obvio y fundamental: la sanidad debía ser un derecho universal. Desgraciadamente solo algunos países en el mundo lograron conseguir que la sanidad fuera un derecho social y que la población tuviera la posibilidad de tener una sanidad de calidad y los servicios necesarios independientemente de su clase social, estatus, situación social y lugar de residencia. ¿Qué ha ocurrido en los últimos años en esos países ricos donde ese se desarrolló? Desde finales de la década de 1970, la globalización neoliberal y una serie de presiones y políticas practicadas por las elites dominantes de empresas, gobiernos e instituciones han producido la financiarización de la economía, la desregulación del mercado laboral, y una serie de prácticas políticas ligadas a la privatización y la mercantilización no solo de la sanidad sino también de la educación, el mundo laboral, la protección social, etc. Una expresión de todo ello ha sido la dificultad en la que hoy en día nos hallamos para separar el ámbito público del privado. Contrariamente a lo que dice la retórica neoliberal que critica el papel del Estado sin paliativos por burocrático e ineficiente, la realidad muestra cómo las grandes empresas y corporaciones parasitan al sector público para sacar el máximo beneficio del mismo. Todo eso ha producido un proceso lento y progresivo que en España está poniendo en riesgo un sistema sanitario universal como el desarrollado desde mediados de la década de 1980 y que ha sido valorado muy positivamente por la población. Estamos retrocediendo de forma tal que, a menos que la población y las luchas sociales lo impidan, pueden crear un daño en la población irreversible. Los derechos de hoy son fruto de las luchas de ayer, tal y como los derechos del mañana serán el fruto de las luchas de hoy. Afortunadamente, hay mucha movilización social, hay muchos grupos que luchan por hacer visible y revertir esos procesos de privatización y mercantilización, pero la partida está abierta. Las fuerzas interesadas en seguir avanzando en este proceso de mercantilización son muy poderosas. Solamente una movilización social muy importante va a lograr revertir o detener este proceso.

Entrevistó: Juan Cruz Ferre


I dZ Marzo

| 33

Ilustración: Sergio Cena

La izquierda y el movimiento obrero ante la emergencia del peronismo Hernán Camarero Historiador, docente UBA.

En anteriores notas de Ideas de Izquierda analizamos los años 1880-1945 como un largo período histórico del movimiento obrero argentino entrelazado por cuatro tradiciones ideológico-políticas. Sostuvimos que el anarquismo había constituido una primera expresión combativa y espontaneísta de los sectores laborales más explotados, la cual se mostró incapacitada para galvanizar a los trabajadores como opción clasista y, sobre todo, para proyectarlos al plano de la acción política. El socialismo había rechazado el movimientismo y había insistido en

la necesidad de un partido propio de la clase obrera, pero lo había hecho bajo una estrategia reformista, que priorizaba la táctica electoral, alejaba al partido de la lucha de clases y escindía la intervención política de la labor gremial. El sindicalismo revolucionario, inicialmente, había expresado un intento de superación del parlamentarismo del PS, postulando la lucha sindical como el mejor reaseguro del combate por la transformación social, pero pronto fue adoptando un perfil de apoliticismo reformista, neutralidad ideológica y pragmatismo corporativo, aún

más moderado que el viejo partido de Juan B. Justo. Finalmente, el comunismo se había proyectado desde los años veinte y treinta como una vigorosa corriente política, con inserción a nivel de base y en sindicatos industriales, promoviendo un curso combativo y clasista, pero acabó naufragando en su estrategia y concepciones político-programáticas; desde 1935, éstas fueron cada vez más conjugables con la conciliación de clases, dada la línea del frente popular impulsada por la Comintern, ya dominada por la burocracia soviética y el estalinismo. Si se estableciera una »


34 |

IDEAS & DEBATES

“ Además de opuesto a la independencia de los trabajadores, el planteo de la izquierda reformista resultó un error definitivo en la evaluación de la dinámica política.

foto a principios de 1943, la imagen puede resultar engañosa. El PS alcanzaba enormes bancadas legislativas y confiaba en mantener la lealtad de sus dirigentes gremiales, mientras el PC consolidaba su poderío en el sindicalismo industrial y ganaba espacios en la CGT. Sin embargo, ambos partidos confluían en un proyecto de unidad con fuerzas sociales y políticas burguesas, detrás de un programa republicano antifascista de difícil conjugación con las demandas laborales de una clase obrera en ascenso numérico y movilizacional. Incluso, todo ello convertía en precario el predominio sindical que esos partidos parecían tener entre los trabajadores. La llegada de Juan D. Perón a la escena política y, más concretamente, al poder, entre 19431946, implicó la experimentación de los límites de todas estas corrientes, en especial, de las dos más importantes y que aparecían encarnando el perfil más orgánico, bajo la forma partido: el PS y el PC. El anarquismo se hallaba ya reducido a su mínima expresión y el sindicalismo había casi desaparecido como tendencia específica, tornándose más una concepción y una práctica cada vez más extendida en el activismo gremial. En esta nota nos proponemos examinar en detalle los modos en que esta izquierda tradicional afrontó en el movimiento obrero la coyuntura

de emergencia del nacional-populismo burgués, es decir, el principal desafío de su historia.

El golpe militar de 1943 y Perón El golpe del 4 de junio de 1943, que instauró una dictadura militar, declaró de inmediato el estado de sitio y recurrió a las detenciones masivas, los confinamientos y la tortura de centenares de cuadros sindicales y políticos. Los efectos sobre la izquierda fueron inmediatos. La tónica de quienes impusieron el nuevo gobierno de facto era abiertamente anticomunista. El PC, otra vez, sufrió los efectos de la represión, y de inmediato caracterizó al nuevo régimen como expresión de los sectores más reaccionarios y fascistas del país. La organización fue ilegalizada y debió actuar en la total clandestinidad. Sus periódicos (La Hora, Orientación y otros), fueron clausurados y saqueadas sus instalaciones. Los gremios que orientaba fueron hostigados y sus locales cerrados, debiendo actuar desde entonces en forma encubierta, mientras que la CGT N° 2 en la que estos se insertaban fue disuelta. Centenares de cuadros obreros del PC, y sus principales dirigentes sindicales, como José Peter (industria frigorífica), Pedro Chiarante (construcción) y Vicente Marischi (madera), entre muchos otros, fueron confinados en las prisiones de Villa Devoto, Neuquén, La Plata y hasta en un campo de concentración montado en la isla Martín García. En tanto, los últimos reductos anarquistas con inserción entre los trabajadores, no tanto la vieja FORA V° en casi virtual extinción, sino la FACA y el grupo Spartacus, también fueron arrasados por la persecución, contribuyendo a llenar las cárceles. El PS conoció niveles de represión más bajos, pero también su actividad fue desarticulada y La Vanguardia fue prohibida: sin Parlamento y sin elecciones, su acción se estrechaba seriamente. Solo las expresiones más adaptadas a la tradición sindicalista del corporativismo y la neutralidad ideológica (según la cual el movimiento obrero no debía actuar en política), parecieron experimentar consecuencias más insignificantes en la nueva situación. Pero junto con la represión se desarrolló otro proceso clave: la acción de acercamiento hacia sectores del movimiento obrero desplegada por el coronel Perón, primero al frente del Departamento Nacional del Trabajo, luego a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP). Su objetivo era conjurar la presencia de la izquierda. El contexto ayudaba al despliegue de esas concesiones, pues en aquellos años últimos de la guerra mundial, y sobre todo de la inmediata posguerra, existía una situación fiscal muy favorable para políticas de corte social. No es casual. Cada intento o movimiento nacionalista burgués de carácter redistributivo, y de limitada resistencia o más bien regateo de condiciones

con el imperialismo, tanto en la Argentina como el continente, experimentó un “éxito” momentáneo en sus políticas en tanto existieran ciclos económicos ascendentes, así como sus crisis y reversiones fueron producidas por las tendencias contrarias. Perón advirtió al poder económico, social y político sobre el peligro que representaba la gravitante presencia comunista en los ámbitos laborales y acerca de la necesidad de erradicarlo. En función de ello, promovió la intervención estatal en la vida de las empresas, imponiendo la negociación colectiva, alterando las normas laborales y reparando “viejos agravios” por decreto (aumentos salariales, nuevas leyes sociales, generalización del sistema jubilatorio). Apelando a un discurso que retomaba aspectos de la doctrina social de la Iglesia, invitó a los empresarios a apoyar esta apertura laboral, intentando convencerlos de que sacrificando algo de su poder o beneficio se evitaba una agudización de la lucha de clases. Fue ganando ascendencia entre las filas obreras y enhebrando relaciones con diversas conducciones sindicales. Muchos cuadros gremiales fueron tentados por la convocatoria del coronel. Varios procedían de las filas de la izquierda, sobre todo, del socialismo y del sindicalismo (dos vías de consagrar la separación o la exclusión entre lo sindical y lo político, y de entregar a los dirigentes obreros a la posibilidad de la cooptación estatal). Entre los comunistas, dicho ofrecimiento encontró un apoyo casi nulo, pues el partido siempre mantuvo un mayor control de sus militantes, quienes tendían a no escindir las lealtades sindicales de las partidarias. El encargado de la STyP alentó la creación de “sindicatos paralelos” en las ramas donde más presencia comunista existía, con el objetivo de incrementar su base de apoyo en el movimiento obrero y provocar un vacío o una competencia al PC. Si bien en el planteo de Perón aparecen reminiscencias de la retórica del fascismo social europeo en su lucha anticomunista, de ningún modo puede establecerse que, hacia 19431944, sus proyectos fueran los de instaurar un régimen corporativista. Dichos planteos habían ganado ascendencia en algunos de sus camaradas pero en aquél parecía existir plena conciencia, a partir de las derrotas de los ejércitos nazi-fascistas, de que no había lugar para este tipo de alternativas. De hecho, el coronel apareció dispuesto a lanzarse a una lucha electoral que se presentaba como inminente. Las muertes, entre 1942-1943, de los dos líderes naturales de la transición a una democracia burguesa “ampliada”, Alvear y Justo, le dejaron un camino más despejado para que gradualmente fuera instalando su figura, preparada para afrontar los nuevos retos de la “sociedad industrial de masas”. Con ese fin, inició contactos con políticos conservadores y radicales, para contar


I dZ Marzo

con maquinaria electoral, al tiempo que sumó el apoyo de los dirigentes sindicales. Esta última vinculación fue posible dada la añeja y bien arraigada concepción sindicalista existente en el movimiento obrero argentino que acostumbraba a privilegiar una estrategia “pragmática”, habituada a la negociación con el Estado. Esta inicial apuesta política de Perón se topó con el fracaso. La mayor parte de los sectores patronales recibieron hostilmente sus planes de apertura laboral. Los empresarios parecieron sentirse amenazados, no tanto por un movimiento obrero combativo o por una revolución social inminente (sin dirección, pues el PC ya no la proponía, dada su estrategia frentepopulista y de conciliación política de clases); su mayor temor en ese momento era la propia gestión del coronel, quien en nombre de la armonía social alentaba la movilización de las masas, otorgaba indebidas concesiones y quería detentar todo el poder político. Además, la tarea de reclutamiento entre los partidos tradicionales llevada a cabo por el encargado de la STyP solo alcanzó un magro resultado: su figura no dejaba de aparecer como la expresión de un régimen y un proyecto vinculados a los que estaban siendo sepultados con el fin de la guerra. La derrota se plasmó en octubre de 1945, cuando la oposición socio-política impuso la rendición incondicional del militar “díscolo”. Fue entonces cuando Perón convocó a los sindicatos a manifestarse en defensa de su gestión. El llamado anuló las posibilidades de un compromiso y agudizó la polarización política, decidiendo a los militares a ceder a las presiones de la oposición burguesa “republicana”. En las primeras filas de ella se había ubicado buena parte de la izquierda, tanto el PS como el PC. La nueva coyuntura se desarrolló rápidamente: el 9 de octubre Perón fue despojado de todos sus cargos y el 12 de ese mismo mes fue encarcelado.

La izquierda ante el 17 de Octubre y el triunfo peronista El desenlace es bien conocido. El 17 de octubre la marcha de los trabajadores hacia la Plaza de Mayo forzó a una definición política distinta. Se trató de una movilización de masas impulsada desde abajo, gracias a la labor de agitación y propaganda de los cuadros sindicales, pero al mismo tiempo alentada por sectores de la burocracia estatal y policial. La manifestación acabó por convertirse en un punto de inflexión pues, al bloquear la estrategia de la oposición, redefinió el campo de las alternativas existentes. El acontecimiento logró algo inédito y difícilmente previsto por los adversarios del coronel, y entre ellos, casi toda la izquierda: retornarlo de la prisión, rescatarlo de su ostracismo y depositarle en sus manos otra oportunidad para ensayar un nuevo intento político.

La escasa capacidad de comunistas y socialistas para comprender la nueva realidad fue evidente. Ambos partidos caracterizaron la política social de Perón como demagógica, oportunista y al servicio de justificar una política fascista en el movimiento obrero. Las nuevas organizaciones gremiales que surgieron y la reorientación hacia el laborismo de varios dirigentes sindicales fueron juzgadas por el PC y el PS de realidades de efímero porvenir e imposibles de eclipsar su influencia en el movimiento obrero. Ambos partidos denunciaron al coronel como el continuador más pérfido del régimen de 1943 y de las dictaduras totalitarias del Eje que estaban siendo derrotadas con el fin de la conflagración mundial. Los dos grandes partidos de la izquierda hacían este ataque olvidando que muchas de las conquistas laborales eran sentidas demandas de la clase obrera; incluso, rechazaron de hecho su aplicación, con lo cual quedaron desprestigiados frente a los trabajadores. No le dieron a esa denuncia un carácter socialista o de clase, explicando que detrás de esas medidas se hallaba una parte de la burocracia estatal, de la clase capitalista e incluso del imperialismo (Inglaterra), intentando recuperar o ganar influencia económica y en búsqueda de una maniobra de cooptación y de integración social. Más grave aún, propusieron ubicar al movimiento obrero y la izquierda en el otro bando en que se habían dividido las clases dominantes, el de la oposición republicano-liberal, que reunía no solo a las entidades empresariales mayoritarias (UIA, Sociedad Rural, Bolsa de Comercio), sino al propio imperialismo norteamericano. La línea del antifascismo en el contexto de la guerra colocó a algunos sindicatos comunistas en contra de las huelgas reclamadas desde las bases, como ocurrió en 1945 en el gremio de la carne (que organizaba a los trabajadores de los frigoríficos que abastecían a los países aliados). Además de opuesto a la independencia de los trabajadores, el planteo de la izquierda reformista resultó un error definitivo en la evaluación de la dinámica política. La multiplicación de los sindicatos paralelos, la orientación de otros ya constituidos hacia un acuerdo con el coronel, la irrupción popular inesperada del 17 de octubre y la creación del Partido Laborista por parte de la vieja guardia sindical dispuesta a realizar un acuerdo con Perón, son algunos de los hitos de un proceso que nos señala el éxito de la estrategia peronista por ganar la adhesión de los trabajadores y la derrota de la izquierda tradicional por impedir este intento. Faltaba consumar el desenlace electoral, acaecido en febrero de 1946. Las alternativas presentadas en esos comicios presidenciales fueron dos: la de la Unión Democrática (alianza conformada por la UCR, el PS, el PC y sectores conservadores y liberales, con el apoyo

| 35

del embajador yanqui Braden), representaba un proyecto en sintonía con los frentes populares de la época (aunque aún más a la derecha que la mayoría de ellos), tras la perspectiva de una democracia burguesa con pluralidad de partidos; la de la coalición peronista, armada en base al Laborismo, sectores de la burocracia estatal-militar y elementos tránsfugas de distintos partidos (previsiblemente, allí expiraron los últimos vestigios del sindicalismo). Los números reflejan una ventaja, pero no aplastante, para la fórmula de Perón (1.527.000 votos), frente a los 1.207.000 para la UD. Para los socialistas se trataba de una catástrofe homérica: era la primera vez en treinta años que quedaban fuera del Parlamento, es decir, para ellos, casi sin posibilidad de hacer política. Los comunistas recibieron menos de 150.000 votos en sus listas legislativas, lo cual evidenciaba la pérdida de autoridad sobre las masas obreras industriales que el partido había logrado organizar en grandes sindicatos únicos en los quince años anteriores. La influencia sindical no se había transformado en hegemonía política socialista. La tragedia de la izquierda y el movimiento obrero es que no pudo mantenerse independiente de los dos campos en los que se dividió la burguesía, acabando fagocitados entre uno y otro. El aún débil y fragmentado movimiento trotskista, que venía despuntando en el país desde hacía algo más de una década, fue la única expresión de izquierda que, a partir de este diagnóstico, comenzó a sacar conclusiones y actuar en consecuencia. Por la potencialidad y perspectivas que esta corriente tuvo en los períodos siguientes, ello exige que su análisis sea encarado en un estudio específico. Con este éxito electoral de Perón emergió, finalmente, una nueva aunque breve fórmula de dominación política en el capitalismo argentino, la de un liderazgo plebiscitario y bonapartista de masas. La interpelación nacionalista popular y el accionar del estatismo redistribucionista introdujeron un bloqueo objetivo a la izquierda. La profundidad y radicalidad con la que irrumpió este fenómeno –quizás el de mayor alcance a escala latinoamericana– fue excepcional. En parte, ello explica las mayores dificultades de inserción obrera de la izquierda local en comparación con las de otros países de la región bajo experiencias populistas. El problema de cómo actuar bajo la conversión mayoritaria de la clase obrera al peronismo, es decir, de qué modo superar la conciencia política burguesa del proletariado argentino, constituirá un nuevo desafío central de otras izquierdas. El trotskismo lo asumió como propio. El análisis histórico de este largo ciclo que lleva ya 70 años justifica un proyecto de reflexión a concretar en una nueva serie de notas.


36 |

IDEAS & DEBATES

Las mujeres en el mundo árabe y musulmán

El feminismo frente a la islamofobia occidental Ilustración: Natalia Rizzo

Tras los ataques a la redacción de Charlie Hebdo en París, el aumento del racismo y la xenofobia, expresado en el fomento de la islamofobia, coloca a la mujer como símbolo de “atraso y barbarie” de todo el mundo árabe y musulmán. Cynthia Lub Historiadora, Clase contra Clase.

Los postulados del “choque de civilizaciones” también tienen su expresión en el feminismo. No son nuevos los prejuicios raciales hacia la “mujer oriental” y la exotización de las mujeres árabes. Estos se manifiestan bajo mecanismos que desconocen las luchas de estas mujeres, para enseñar “occidentales valores superiores” que puedan arrancar de la opresión a estas “pasivas y sumisas mujeres”. Para ello se utiliza lo que muchas feministas llaman “uniformización” de las mujeres de los países coloniales o semicoloniales, a través del cual se crean tópicos de gran impacto que generalizan comportamientos de “las otras” desde una visión eurocentrista. Se crea así un falso ideal de superioridad y progreso relacionado con Occidente. Como si la mayoría de las mujeres árabes, musulmanas, africanas o latinas, pobres y trabajadoras, que

habitan Europa o Estados Unidos, no sufrieran opresión de género, desigualdad salarial, precariedad, feminicidio, a pesar de vivir y nacer en sociedades “cristianas y occidentales”. Lejos de la sumisión pasiva, las mujeres árabes y musulmanas han sabido reconocer las particularidades de su propio horizonte históricosocial en el que se inscriben las relaciones de opresión, dentro de una universalidad de problemas identificables con los de todas sus hermanas de clase: duras condiciones laborales, desamparo en derechos sociales y políticos, violencia y acoso sexual, feminicidio, entre otros.

Las múltiples estrategias de lucha de las “mujeres del harén” La historia de las mujeres árabes musulmanas demuestra que han sabido romper los límites de

las “mujeres del harén”, diagnosticando el carácter de su opresión así como las estrategias para su liberación de las dobles cadenas: la opresión ejercida por los poderes autóctonos y la ejercida por el poder colonial occidental de los países imperialistas. El movimiento feminista y de mujeres árabes y musulmanas luchó por derechos como el sufragio femenino, participación política, igualdad en las condiciones de trabajo y educación, diferentes demandas en cuanto a la problemática de la poligamia –que es exclusiva para los hombres y desprotege a las mujeres–, la reducción del derecho absoluto de los hombres en el divorcio o el incremento de la edad de matrimonio de las niñas. La feminista marxista egipcia, Nawal al Saadawi, psiquiatra y escritora –pionera en la lucha


I dZ Marzo

contra la mutilación genital a las niñas, lo que le costó la cárcel y el exilio–, narra cómo las mujeres que se integraron al trabajo industrial en Egipto durante las primeras décadas del siglo XX fueron las primeras en protagonizar huelgas y ocupar fábricas exigiendo la reducción de la jornada laboral y la regularización de permisos por embarazo y maternidad. Muchas mujeres debían ocultar sus embarazos para evitar el despido e incluso se provocaban abortos con cañas de un vegetal1; nada muy diferente a la situación, por ejemplo, de las mujeres españolas bajo el franquismo. La historiadora feminista Mary Nash explica cómo ...las mujeres desplegaron muchos recursos y estrategias para conseguir tanto sus derechos propios como la emancipación nacional, antes, durante y después de los procesos de descolonización2.

En Egipto, Túnez, Marruecos y Argelia cumplieron un rol protagónico en estos procesos. Nawal al Saadawi también narra las movilizaciones de las mujeres de Egipto, cortando líneas telegráficas y saboteando los ferrocarriles para bloquear el paso de las tropas británicas durante las protestas de 1919. Algunas asaltando cuarteles y las prisiones en las que se encontraban los líderes de los levantamientos. Centenares de estas mujeres fueron asesinadas3. Una reconocida feminista marroquí, Fátima Mernissi, cuestiona tanto a los poderes autóctonos como a un sector del feminismo occidental que subestima el poder de actuación de las mujeres árabes: Cuando me encuentro con una feminista occidental que cree que le tengo que estar agradecida por mi propia evolución en el feminismo, no me preocupa tanto el futuro de la solidaridad internacional de las mujeres como la capacidad del feminismo occidental de crear movimientos sociales populares para lograr un cambio estructural en las capitales mundiales de su propio imperio industrial. Una mujer que se considera feminista, en vez de vanagloriarse de su superioridad con respecto a las mujeres de otras culturas y por haber tomado conciencia de su situación, debería preguntarse si es capaz de compartir esto con las mujeres de otras clases sociales de su cultura4.

Esta autora explica el feminismo árabe a partir de su propia experiencia, dando cuenta de que “la resistencia de las mujeres es un fenómeno autóctono”. Por tanto, la oposición y crítica a los líderes religiosos conservadores árabes y sus postulados del islam patriarcal, viene de

las propias mujeres árabes. Ellas han sido una amenaza al sistema patriarcal, acusadas por los líderes religiosos más conservadores de introducir ideas destructivas importadas de Occidente. Una crítica bastante filosa si conocemos la propia historia de penetración imperialista y colonización europea. Mary Nash, habla de una “doble colonización” de las mujeres de estas sociedades, señalando que la opresión colonial ligada a la opresión de la mujer por los poderes autóctonos, como vimos, dio como resultado formas simultáneas de opresión de clase y sus consecuentes estrategias de lucha y resistencia5.

Los usos del velo y su simbología Las feministas árabes cuestionan el llamado “feminismo occidental” que insiste en la existencia de una forzosa conexión entre cultura y opresión de la mujer. De esta conexión se desprende la estrategia de “abandono de la cultura autóctona” como vía de emancipación. La prohibición del velo, hiyab, se inscribe entonces en esta premisa. El debate sobre el hiyab se introduce en el siglo XIX bajo un Egipto sometido a la colonización británica, cuando algunos líderes del mundo árabe-musulmán que luchaban por reformas en los derechos de las mujeres, como la educación, e influenciados por el discurso colonial europeo, consideraban el uso del velo como “símbolo de atraso cultural”. Las nuevas corrientes feministas árabes del siglo XX han cuestionado a estos reformadores y su consideración como impulsores de un “primer feminismo”. Y se fue conformando un feminismo anticolonial que rechazaba la occidentalización de las políticas de género expresadas en la prohibición del velo –que había comenzado a ponerse en práctica en diversos países–, y en el marco de que se había avanzado muy poco en los derechos de las mujeres. Así, el debate sobre el hiyab se dividía entre quienes lo consideraban como símbolo del “retraso cultural” o, contrariamente, como identificación de la cultura árabe y musulmana contra las amenazas del poder colonizador. Existen muchos debates históricos y actuales sobre el velo, su significado y su simbología. Por ello, es necesario contextualizar las políticas a favor o en contra del hiyab y atender el significado cambiante que tiene su uso. A partir del siglo XX ha habido un cambio importante tras el desarrollo de los procesos anticoloniales, cuando las mujeres nacionalistas o islamistas árabes convirtieron el hiyab en un “símbolo de resistencia anticolonial”. Así lo describe Franz Fanon respecto a la lucha anticolonial en Argelia en la década de 1950 cuando, frente a la prohibición

| 37

francesa del velo, más de 10 mil mujeres salían a las calles con el hiyab, tal como muestra la película La batalla de Argel. A su vez, emergieron movimientos de mujeres y feministas que, en determinados contextos, lucharon contra la imposición del hiyab o también el caracterizado como “velo integral”, burka y el niqab, sin abandonar la lucha contra el poder colonial y enfrentándose al mismo tiempo a los poderes autóctonos. Fue el caso de la Federación de Mujeres en la década de 1920, compuesta en su mayoría por mujeres de clase alta, cuyas manifestaciones se centraban en la abolición del velo; un problema que, según al Saadawi, no era centro de atención de las mujeres obreras y campesinas que no solían usarlo en las fábricas ni en el campo6. En Europa este debate se ha ido actualizando en los últimos años a raíz de la prohibición del burka y el niqab en países como Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, en ayuntamientos de Catalunya (Estado español), en Alemania –donde la mitad de los estados prohíben el velo–, y en Italia, donde la ley antiterrorista de 1970 prohíbe prendas que cubran la cara. Sin embargo, esta prohibición “en nombre de la libertad” para estas mujeres no es más que el encubrimiento de la persecución cotidiana a la población inmigrante, perpetuada por la xenofobia y el racismo.

Tendencias en el feminismo del mundo árabe Al calor de las grandes experiencias de lucha y organización surgieron múltiples debates entre el “feminismo árabe y musulmán” y el “feminismo islámico” que emerge en la década de 1990. Entre sus grandes diferencias, existe un gran punto de acuerdo que es la denuncia de lo que identifican como “feminismo occidental”, un feminismo que se hace eco del llamado “imperialismo cultural” que tuvo dos consecuencias respecto al movimiento feminista. Por un lado, un rechazo a los movimientos feministas en el interior de las sociedades islámicas, árabes o musulmanas, aprovechado por fuerzas políticas y religiosas conservadoras que acusaban al feminismo de “enemigo que desafía a la cultura tradicional o religiosa”. Por otro lado, la emergencia de un movimiento feminista de amplio espectro, desde el laicismo al islamismo, que por momentos convergían y en otros divergían7. Un novedoso libro, La emergencia del feminismo islámico8, explica la emergencia de esa corriente9, que se caracteriza por el rechazo al “feminismo colonial” u “occidentalización entendida como el abandono del islam” como único camino para lograr la liberación de la mujer musulmana. Frente a ello reivindican la emancipación de la mujer »


38 |

IDEAS & DEBATES

“en el marco del islam religioso” y denuncian una degradación de la tradición islámica y una tergiversación de los textos sagrados, para la cual plantean una relectura de los mismos a través de la “hermenéutica coránica” que devele a un “islam genuino” contenido en un “Corán liberador de la mujer”. Las feministas más referentes son Amina Wadud, Asma Barlas, Margot Badran (EE. UU.), Shaheen Sardar Ali (Pakistán); Ndeye Andújar (Estado español). Sin embargo, aunque el “feminismo islámico” se diferencia de los líderes religiosos conservadores árabes –quienes con el argumento del “rechazo a la penetración occidental” acaban haciendo bandera de las prácticas patriarcales más reaccionarias–, existe una gran contradicción en buscar dentro de la religión rasgos emancipatorios para la mujer, por sus relaciones estrechas con los Estados y las diferentes instituciones del sistema patriarcal, caro socio de las sociedades capitalistas. Al respecto, las feministas árabes y musulmanas contrarias al “feminismo islámico” plantean que, incluso buceando en una “relectura liberadora del Corán”, tanto el islam como cualquier religión comporta una estrecha colaboración con el Estado, el poder político y el sistema patriarcal que este perpetúa. El “feminismo árabe y musulmán” reivindica la liberación de la mujer desde un paradigma “cultural árabe y musulmán”, pero rechaza al islam religioso y su irreversible carácter patriarcal. Aunque algunas consideran que el islam propuso mejoras en los derechos de las mujeres en determinados momentos históricos, plantean que toda religión monoteísta es patriarcal y que no puede lograrse la emancipación de la mujer dentro de un ámbito estrictamente religioso. Entre las referentes se encuentran Nayereh Tohidi (Irán) y Valentine Moghadam (Irán), quien plantea cómo avanza cada vez más en el movimiento feminista la separación entre religión y Estado. Fue Nawal al Saadawi quien más hizo hincapié en esta cuestión. En su interesante libro La cara desnuda de la mujer árabe da cuenta de los puntos de contacto entre las sociedades árabes y occidentales, cuya raíz está en el sistema patriarcal que todas las religiones han perpetuado históricamente: La historia ha puesto en evidencia el estrecho vínculo existente entre la economía y religión, entre las necesidades económicas y los valores morales y sexuales por los que se rige una determinada sociedad10.

Bajo una detallada narración del tratamiento hacia la mujer del judaísmo, el cristianismo y el islam, da fundamento a su tesis de que:

Las religiones monoteístas, al dictar los principios que habrían de regir el papel y la posición de la mujer, se inspiraron, como hemos visto, en los valores que imperaban en las sociedades patriarcales y de clases11.

A pesar de esta sintética clasificación, resulta muy difícil hacer una división rigurosa entre estas corrientes. Muchas feministas comparten matices entre el feminismo islámico y el feminismo árabe y musulmán. Fátima Mernissi podría ser una referente del complejo cruce de estas dos corrientes.

Los mil y un problemas de las mujeres de Las mil y una noches Es imperativo romper con la visión victimista de las mujeres árabes y musulmanas, tan arraigada en el mundo occidental, y dar a conocer la subjetividad histórica, las luchas y las ideas por la transformación de sus propias sociedades. Muchas intelectuales y feministas musulmanas se han esforzado por romper la distorsionada visión occidental de la mujer árabe, que toma como fuente la antigua obra literaria de Las mil y una noches. La mujer que se retuerce como una serpiente danzando con el vientre desnudo, seduciendo a los hombres, también sedientos de sexo, con promesas de pasiones oscuras, juegos secretos e intrigas, entre alfombras mágicas voladoras. Nada que envidiar a las historias de princesas que la cultura occidental supo fabricar. Al Sadawi, al respecto nos dice: Sería más científico y verídico realizar un estudio comparativo sobre el modo de vida de los árabes y los europeos (...) en la Edad Media, por ejemplo, cuando el clero, que era la clase dirigente compuesta solo por hombres, incitaba a las mujeres acusadas de brujería a relatar las peores obscenidades bajo la presión de torturas insoportables12.

Pero además, la lucha histórica y actual de las mujeres árabes y musulmanas en las calles y la formación de un movimiento de mujeres y feminista propio con una amplia agenda de reivindicaciones, ha demostrado qué lejos está la cuestión del hiyab o la “danza del vientre” como principal preocupación. Nada más rupturista con la imagen de la mujer de Las mil y una noches que las mujeres de la primavera árabe, protagonistas destacadas de este proceso. Solo en el año 2010 hubo más de 300 huelgas en las que las mujeres irrumpían hartas de cargar sobre sus espaldas la mayoría de los problemas sociales que afectaban a las familias ante la inflación en los productos básicos. Y las imágenes de las mujeres egipcias o marroquíes con pancartas y megáfonos y enfrentándose a las fuerzas represivas recorrieron el mundo. El ocultamiento, desconocimiento de su protagonismo y su consecuente victimización, es un mecanismo que sostiene el fomento del racismo e islamofobia que recae como una pesada losa sobre la vida cotidiana de las mujeres que viven en los países de Europa o Estados Unidos. Si la opresión de la mujer es doble, como mujeres y trabajadoras, en los países explotados y oprimidos por las potencias imperialistas, la opresión de clase se triplica para estas mujeres.

1. N. al Saadawi, La cara desnuda de la mujer árabe, Madrid, Horas y Horas, 1991. p.234. 2. M. Nash, “Trayectorias anticoloniales, postcoloniales y antirracistas. El rechazo de la subalternidad”, Mujeres en el Mundo. Historia, retos y movimientos, Madrid, Alianza Editorial, 2004, p. 255. 3. N. al Saadawi, ob. cit., p. 235. 4. Fátima Mernissi, El poder olvidado. Las mujeres ante un Islam en cambio, Barcelona, Icaria, 1995, p. 47. 5. M. Nash, ob. cit., pp. 231-232. 6. N. al Saadawi, ob. cit., p. 235. 7. M. Nash, ob. cit. p 238. 8. La emergencia del feminismo islámico. Selección de ponencias del Primer y Segundo Congreso Internacional de Feminismo Islámico, Barcelona, Ed. Oozebap, 2008. 9. La emergencia del “feminismo islámico” durante la década del ‘90 podría contextualizarse en lo que varios investigadores occidentales del mundo musulmán llamaron “reislamización” de la esfera política luego de las décadas de hegemonía del nacionalismo laico. Al respecto es interesante el artículo de Claudia Cinatti, “Islam político, antiimperialismo y marxismo” que, aunque escrito en 2007, aún conserva gran vigencia para analizar la emergencia del islamismo político. Disponible en www.ft-ci.org. 10. N. al Saadawi, ob. cit. p. 140. 11 Ibídem, p. 161. 12. Ibídem, p. 186.


I dZ Marzo

| 39

Acerca de Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico, de Eva Illouz

¿Manual para la heterosexualidad moderna? Publicado en 2013 y un año después traducido al castellano por Capital Intelectual/Katz, el trabajo de la socióloga marroquí Eva Illouz se zambulle en el debate multifacético que abrió la trilogía Cincuenta sombras de Grey. Celeste Murillo Comité de redacción.

Los libros de E. L. James se convirtieron en best seller rápidamente, aun cuando su primer tomo fuera publicado en internet, luego por una pequeña editorial a demanda, para catapultarse a los primeros lugares de los más vendidos del New York Times. Del boca a boca a la pantalla grande, Cincuenta sombras de Grey ha generado todo tipo de debates: desde posturas moralistas que condenan su contenido sexual explícito, pasando por varias críticas feministas (un amplio abanico en sí mismo), hasta cuestionamientos por el tratamiento del BDSM (Bondage, Disciplina, y Sadismo Masoquismo)1.

autoayuda para la construcción de la subjetividad moderna, en sus palabras. Sobre el libro, la autora señala que: Cincuenta sombras debe ser entendida como un género que entreteje muy estrechamente un comentario sobre la situación carenciada del amor y la sexualidad, una fantasía romántica y, además, instrucciones de autoayuda sobre cómo mejorar esa vida. Codifica aporías de las relaciones heterosexuales, ofrece una fantasía para superar esas aporías y funciona como un manual de autoayuda sexual [43].

Marcas de época Uno de los ejes centrales del trabajo de Illouz está planteado en el título “erotismo de autoayuda”. Pero el ensayo explora también otros aspectos como la relación entre los best sellers y qué dicen sobre los valores morales de una sociedad2; el problema mismo de lo que denomina cultura de autoayuda, o los diferentes momentos y expresiones de la literatura pornográfica y erótica. El “erotismo de autoayuda” funciona, según la autora, mediante una combinación de fantasías que “al mismo tiempo expresa y rehúye un componente de nuestra realidad social y colectiva” [41]3 y una serie de recetas y consejos sexuales para superar los conflictos de la (hetero)sexualidad contemporánea. Este es, quizás, uno de los enfoques más interesantes (no el único) de su ensayo, enmarcado en la cultura de

Illouz sostiene que “la literatura popular femenina articula el placer como un traspaso útil de la fantasía a la vida cotidiana. La fantasía produce placer porque borra las carencias y los conflictos simplemente declarando que no existen” [42]. Más allá del enfoque psicoanalítico que despliega sobre las añoranzas inconscientes de las mujeres de relaciones desiguales pero supuestamente más satisfactorias4, lo cierto es que esa literatura se da en un marco social específico: las sociedades capitalistas avanzadas (EE. UU., Europa). Illouz no es ingenua y reconoce estas fronteras, aunque no siempre es tan efectiva como lo es en su análisis de la función de la “cultura” en tanto disciplinadora/reguladora de cómo deben comportarse las mujeres, mediante revistas femeninas, libros, televisión, etc.

También se pregunta sobre las mutaciones de la novela romántica como la búsqueda femenina del amor, expresada típicamente en el matrimonio, en el siglo XIX. Al respecto, descarta acertadamente “el ‘pretexto’ para envolver el sexo en el papel rosa de los sentimientos. De hecho lo que hay es lo contrario: es el sexo el papel color de rosa que envuelve la historia de amor” [50]. Con respecto a esto, agrega el señalamiento de un artículo de la revista Daily Beast que desafía el lugar transgresor del libro que parece que, “… provoca un delicioso estremecimiento como de haber cruzado algún límite, pero al mismo tiempo presenta roles románticos a la antigua, seguros y tranquilizadores” [75]. La socióloga señala, con razón, que la separación (relativa, agregamos) entre sexo y matrimonio/reproducción no significa la independencia de otras determinaciones, “…en muchos sentidos la sexualidad continúa organizándose bajo el régimen de la heteronormatividad” [57]; y agrega que …la sexualidad de las mujeres modernas, mucho más que la de los hombres, ha quedado atrapada en las tensiones entre la libertad sexual y la estructura social tradicional de la familia, entre el deseo de placer individual y el deber de atender a las necesidades de una unidad doméstica [50].

La sexualidad sigue estando regulada socialmente; mediante normas más o menos explícitas se indica “con quién está permitido o prohibido tener »


40 |

CULTURA

relaciones sexuales; cómo se conecta la sexualidad con la moralidad” [51]. Cincuenta sombras es testigo y expresión de los cambios en la moralidad y en qué es aceptable y qué no, pero también de cómo la sociedad (capitalista y patriarcal, como también señala la autora) ha incorporado el erotismo, incluso la pornografía, todo a la medida de la moral burguesa contemporánea.

Autonomía, igualdad y feminismos Según la autora, esa relativa autonomía de la sexualidad encuentra vehículo en el mercado de consumo. La sexualidad, lejos del cuestionamiento a las instituciones y la moral burguesa que caracterizaran a los movimientos de los años 1960 y 1970, fue “colonizada” como tantos otros aspectos de las relaciones interpersonales, mercantilizada y transformada en un …instrumento sumamente eficaz para socializar a los individuos incorporándolos a la cultura del consumo, en cuanto requiere una cantidad de practicas de consumo sin precedentes (por ejemplos, para ser “sexy” es necesario cuidar el cuerpo perpetuamente mediante deportes, cosméticos y vestuario de moda; encontrar compañero requiere un constante acto de consumo en la esfera del entretenimiento (….) el acto sexual con frecuencia requiere el consumo de juguetes sexuales, ayudas y pornografía) [53].

En este sentido, como señala Andrea D’Atri en el dossier “Pecados & Capitales” de Ideas de Izquierda: “La privatización de los servicios públicos y la ‘desprivatización’ de la vida íntima

fueron acompañadas de una política de ampliación de ciudadanía que le confirió mayores poderes al Estado sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones sexo-afectivas y nuestras prácticas eróticas”5. Illouz establece un diálogo crítico con el feminismo, en el que plantea otra de sus hipótesis interesantes al decir que “su estructura narrativa [de Cincuenta sombras] y sus personajes han incorporado conscientemente el código cultural feminista, igual que muchas otras áreas de la cultura popular” [74]. No podemos más que acordar en este aspecto, especialmente frente a la divisoria “liberador/legitimador de violencia”6, ya que ninguno de los polos alcanza a ver la asimilación de ese código y, en un sentido amplio, la asimilación (previa domesticación) de los postulados feministas7. Sobre el feminismo plantea que “ya no es solamente un movimiento político sino que ha llegado a ser un código cultural, utilizado en la publicidad, en series de televisión, películas y novelas románticas (…) eso incluso ha hecho que el feminismo pierda su filo político, convirtiéndose en un gesto vacío” [73]. O también podríamos preguntarnos si el feminismo no ha sido reducido a ese código cultural, al menos lo que se conoce como feminismo mainstream, que Illouz confusamente trata como “universal”. De hecho existe otra tendencia del feminismo, que actuó durante el neoliberalismo y la restauración conservadora durante los ‘80 y los ‘90 del siglo XX, aunque esté casi ausente de la reflexión de Illouz. El feminismo posmoderno fue la contracara del feminismo “tecnócrata” o mainstream. La performatividad y las políticas identitarias fueron igual de impotentes en tanto perspectiva de transformación radical, frente a la injerencia del Estado y las instituciones (la primera por promoverla, la segunda por no enfrentarla al limitar al individuo la vía de la transformación (reducido a su mínima expresión del cuerpo como “campo de batalla”)8.

“En la actualidad el reclamo feminista de igualdad económica (igual remuneración por igual trabajo) ya prácticamente no encuentra objeciones morales significativas”, nos dice Illouz al contrastar los pocos avances del feminismo en el terreno de medios de comunicación y consumo respecto de la imagen hipersexualizada y cosificada de las mujeres. Y esta afirmación es una premisa controversial, aunque se encuentre relativizada en otros pasajes, ya que a partir de ella mide avances y estancamientos. Cabe preguntarse, en primer lugar, cómo medir esa igualdad económica, especialmente en el capitalismo, que se apoya en la desigualdad primera explotados/explotadores, y que además sigue sosteniendo como premisa una enorme masa de trabajo gratuito –realizado mayoritariamente por mujeres– que viabiliza la reproducción de la fuerza de trabajo (trabajo doméstico). Aun en lo más alto de las elites millonarias blancas de Estados Unidos, como Hollywood, la brecha salarial persiste, como mostró el discurso de Patricia Arquette por la igualdad salarial9, uno de los más comentados de la ceremonia de los premios Oscar. Esta desigualdad se reproduce hacia abajo, y se intensifica al combinarse con la raza, el estatus migratorio, etc. La afirmación de la igualdad económica, entonces, se vuelve –como mínimo– parcial o se relativiza, y al mismo tiempo, habla de las bases materiales para la “lenta agonía” de los cambios en otras esferas. No porque exista una relación mecánica, sino porque son precondición necesaria para cambios profundos en la vida de las mujeres, en una perspectiva de emancipación y ya no solo tolerancia o respeto, aunque en nuestro camino exijamos de esta democracia capitalista todos los derechos y arranquemos todas las mejoras posibles para la vida de las mujeres. En el marco de un muy buen análisis alternativo del fenómeno Cincuenta sombras, existe quizás este interrogante acerca de la aceptación10 de Illouz de las fronteras que ha aceptado el


I dZ Marzo

| 41

“ La sexualidad, lejos del cuestionamiento a las instituciones y la moral burguesa que caracterizaran a los movimientos de los años 1960 y 1970, fue ‘colonizada’ como tantos otros aspectos de las relaciones interpersonales.

feminismo de las ONG y las agencias gubernamentales y, como consecuencia, aceptar la cultura como último ámbito de acción y transformación. Por acción o por omisión, quedarse en los confines del feminismo posible dificulta o borra directamente cualquier perspectiva de transformación radical, ya sea de la sexualidad o de cualquier otro orden de la vida.

(Otra) literatura erótica Cincuenta sombras de Grey no es el único exponente del erotismo y, como señala Illouz, llega cuando la literatura pornográfica ha perdido su fuerza política, “convirtiéndose en un objeto de consumo privado. Y con la llegada de internet se acentuó aún más la mercancificación de la pornografía…” [18]. Algo similar dice la escritora española Almudena Grandes: Las edades de Lulú, como todas las novelas eróticas escritas por mujeres en los ‘80 o los ‘70 eran políticas, (…) era un libro muy político, muy cargado de ideología, muy reivindicativo aunque es una novela desde luego, pero reivindica la libertad de las mujeres de ser tan perversas como los hombres, reivindica la sexualidad femenina como una cosa completa, completamente desgajada de la voluntad masculina (…) y esta novela romántica de última hora es una cosa muy distinta, es un fenómeno de marketing que viene a cubrir un nicho….

Y, agregaba sobre la relación con la novela romántica: En España, cuando yo era joven había un chiste machista (…) que decía “¿Por qué las mujeres ven las películas porno hasta el final?”, y la respuesta era “Para ver si se casan”. Y lo que más rabia me da es que al final de Cincuenta sombras de Grey, efectivamente se casan y tienen niños. Es como la demostración de aquel chiste11.

Existen muchas autoras que escriben con otras premisas, más cercanas al placer y la subjetividad, como Gioconda Belli y la propia Grandes. Sobre el placer y sexo esta última señala algo interesante: “yo creo que la materia narrativa de la novela erótica es el deseo (…) porque el sexo en sí mismo es una actividad fisiológica bastante monótona, el deseo es lo que cambia”. En Argentina, además de los best sellers como Caballo de fuego o Indias blancas de Florencia Bonelli, que tienen sus propias características, existen exponentes recientes de narrativa erótica, sin ataduras al modelo de novela romántica. Elegidos con los límites de espacio y azar, podemos pensar en dos ejemplos. Uno es la novela de Juan Sklar, Los catorce cuadernos, presentada por su editorial Beatriz Viterbo, entre otras cosas, como novela erótica. Ese relato de erotismo masculino permite ver una diferencia básica: el protagonista no solo explora sin mayores reflexiones (ni hablar de valoraciones morales) diferentes técnicas de masturbación, estímulos y fantasías, tampoco se establecen nexos con los “roles de género” o relación entre sexo, amor y matrimonio. Lo mismo sucede con su sexualidad, ligada a su creatividad, su trabajo, y que se experimenta con la jactancia y la naturalidad de quien la sabe propia por derecho. Son extrañas, casi excepcionales, las novelas que presentan de tal modo la sexualidad femenina; y más extraño aún es que sean elegidas como primera obra de una autora joven (sin las etiquetas de “transgresora” o alguna otra). Lejos de cualquier inocencia, hay que observar que esto forma parte de un esquema patriarcal, sin embargo, parece necesario explicitar las restricciones que afectan cualquier discusión sobre la sexualidad de la mitad de la población, ni hablar cuando las habitantes de esa mitad no son ciudadanas de la clase media, de la raza blanca o de la heterosexualidad. Una de esas excepciones es Cuarenta grados a la sombra. Diez relatos calientes escritos por chicas (Emecé). Los relatos reunidos por Julieta Bliffeld, sin mayores explicaciones, exploran diferentes formas de la sexualidad femenina,

atravesada por las mismas relaciones complejas y problemas triviales que afectan la masculina, sin abstraer ni borrar los rastros de las vivencias cotidianas de la opresión.

1. Algunos de estos debates están resumidos en “Cincuenta sombras de Grey: el deseo permitido”, La Izquierda Diario, 13/02/15. 2. El debate sobre los best sellers merecería su propio artículo, especialmente por las relaciones que establece entre los valores culturales, la moral dominante y los éxitos literarios. De hecho, la autora dedica una gran parte a este elemento, con buen análisis e investigación. 3. Salvo que se aclare lo contrario, las citas pertenecen a la edición de Buenos Aires, Capital Intelectual, 2014. 4. No vamos a desarrollarlo aquí pero Illouz propone la existencia de una “añoranza del patriarcado” no como dominación en sí sino por lo que tenía de “vínculo emocional” para intentar ocultarla, motivo por el cual las mujeres aspirarían a relaciones donde se sienten cuidadas, aunque esto suponga desigualdad. 5. Andrea D’Atri, “Pecados & capitales”, Ideas de Izquierda 7, marzo 2014. 6. Varias críticas feministas apuntan contra la legitimación que brindaría el libro de James a la violencia contra las mujeres, al no poner en su debido contexto las prácticas sexuales sadomasoquismo. 7. “Feminismo masticable”, La Izquierda Diario, 6/02/15. 8. Para ampliar este debate ver Andrea D’Atri y Laura Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial (II)”, Ideas de Izquierda 2, agosto 2013. 9. Según The Hollywood Reporter, los dos actores mejor pagos durante 2013/2014 fueron Robert Downey Jr. (75 millones de dólares) y Jennifer Lawrence (35 millones). Es decir, la actriz mejor paga no alcanza siquiera la mitad de lo que gana su par masculino. 10. La autora hace algunas afirmaciones contradictorias: en algunos pasajes reconoce que la esfera económica sigue siendo predominante patriarcal, aunque sin desdecir su premisa de la igualdad económica. 11. Entrevista en Libroteca (disponible en Youtube), 9/11/2014.


42 |

CULTURA

Mercado y derechos de autor

Con amigos así…

Ilustración: Natalia Rizzo

Ariane Díaz Comité de redacción. Mientras Cervantes escribía la segunda parte del Quijote, apareció adelantándose una secuela de su ya entonces famoso libro firmada por un tal Avellaneda de Tordesillas, cuya verdadera identidad es uno de los misterios más indagados de la historia de la literatura, aún no del todo dilucidado. No existía por ese entonces la figura de “derechos de autor”, y Cervantes tuvo que contentarse con acusar en el prólogo de su segunda parte, finalmente aparecida en 1615, a quien utilizara sus personajes y trama encubriendo su nombre y fingiendo su patria “como si hubiera hecho una traición de lesa majestad”, tentado por el demonio a “componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros y tantos dineros cuanta fama”. Para asegurarse de clausurar nuevas usurpaciones, en el mismo prólogo Cervantes anuncia incluso que el ingenioso hidalgo estará “muerto y sepultado” –parece que tampoco en la época era común la noción de spoiler alert–, para que “ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios”. Pero lo cierto es que esa otra secuela, que aparece referenciada en diversas líneas de

la segunda parte del Quijote, contribuyó en buena medida a que Cervantes, con una claridad inusitada en la época, abordara entramados en las aventuras del hidalgo y su escudero algunos de los problemas que la hacen una de las obras que inauguran la modernidad literaria: la relación entre realidad y ficción, la noción de autoría, de metaficción e incluso los manejos de la entonces reciente actividad editorial. Ya en las quejas de Cervantes se dibujan los dos aspectos que configuran la noción del “derecho de autor” en las legislaciones modernas. Por un lado la “fama”, lo que se conoce como el derecho “moral” a que una obra sea atribuida como propia y se distribuya sin modificar lo que expresó allí su autor, es decir, reconociendo y a la vez procurando no lesionar la reputación del autor, derecho irrenunciable e inalienable; por el otro “los dineros”, lo que se conoce como los derechos “patrimoniales” que se desprenden de la explotación de dicha obra, transferibles y de duración limitada en el tiempo. No será hasta avanzado el proceso de desarrollo de un mercado y una cierta industria editorial que dichos derechos van a establecerse

como legislación, y en el capitalismo ya establecido, como parece haber entrevisto Cervantes también, más bien será la fama la base apenas necesaria para conseguir los dineros.

Cuando un amigo se va… Actualmente los derechos de autor se rigen por tratados internacionales a los que están adheridos 188 países, que adecúan su legislación a los mismos aunque puedan establecer algunas particularidades. El más importante de ellos es el llamado Convenio de Berna, de 1886, que se ha ido modificando y sumando países. La actual Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), organismo de la ONU, es la sucesora de los órganos creados en el siglo XIX en Berna para proteger las obras literarias y artísticas. ¿Cómo entiende esos derechos la OMPI? Sobre todo como derecho patrimonial: no por nada se dedica a los litigios referidos a la “propiedad intelectual” bajo lo que se engloba no solo los derechos de autoría sobre una obra artística o descubrimiento, sino también la explotación de patentes y marcas. La creatividad u originalidad que dice


I dZ Marzo

proteger entra entonces subordinada a los litigios económicos que puedan generar, al mismo nivel que las disputas por el usufructo de una marca comercial. No por nada la OMPI continúa también la tarea del Convenio de París de 1883 para la protección de la “propiedad industrial”. Parece que cuando un amigo se va, no siempre queda un espacio vacío: sus derechos patrimoniales permanecen. Desde la época en que la propiedad intelectual comenzó a ser “protegida”, la cantidad de años en que se extiende esa cobertura pasó de menos de una década desde su publicación –es decir, posiblemente con el artista vivo–, al promedio normal actual de 70 años1 después de la muerte del artista, que comienzan a contarse desde el 1 de enero del año siguiente a su muerte –es decir, esencialmente transferida a sus herederos que ya con siete décadas transcurridas pueden ni siquiera haberlo conocido–. Esto vale también para traducciones y obras derivadas (las adaptaciones), que se consideran una nueva obra perteneciente al traductor o adaptador –solo que realizada con el permiso previo del autor original–. Es por esa extendida norma que con cada año nuevo se anuncian en los medios como nota de color las obras que habrían pasado al dominio público. En realidad, más habitualmente, los litigios de la industria que usufructúa esos derechos por los cuales, a pesar de cumplido el plazo, muchas de estas obras no logran pasar la barrera.

Este año en el caso del mundo iberoamericano el caso más resonante fue el de El Principito: best seller perenne internacional, ya se cumplieron 70 años desde la muerte de Saint-Exupéry, pero no se han cumplido en cambio los 70 años de la muerte de su traducción al castellano, cuyos derechos están en manos de editorial Emecé. Lo que podría hacerse este año es una nueva traducción sin pedir permiso, pero debería ser bajo el título de “El pequeño príncipe” porque el uso del diminutivo es exclusivo de esa traducción. Pero además, como lo esencial es invisible a los ojos pero hace bulto en el bolsillo, los propietarios de los derechos han registrado como marca los personajes del relato, con lo cual su uso deberá pagar regalías incluso entonces. En el mundo anglosajón, Sherlock Holmes por ejemplo aún hasta 2013 fue objeto de litigio entre herederos y editoriales. Pero sin duda el ejemplo más emblemático es el de la corporación Disney, que llegó a conseguir su propia ley a medida: no solo ha patentado a muchos de sus personajes, entre ellos el simbólico Mickey Mouse2 sino que logró extender por ley los plazos para toda la legislación del país: en 1998, cuando el ratoncito estaba por saltar al dominio público, la compañía logró que el Congreso norteamericano votara lo que se conoce como “Ley Mickey” extendiendo a 95 años tras su publicación el derecho de autor a nombre de corporaciones. Es de notar que aunque lo que prima son “los dineros”, la propiedad de los derechos de autor implica también que el conjunto de las decisiones

| 43

sobre la producción en cuestión depende de sus titulares: no es solo que deba pagárseles un porcentaje, sino que pueden vetar la publicación de una obra, impedir su traducción o adaptación. Y si en ello pueden jugar las simpatías o antipatías no del autor sino de sus hijos, nietos o bisnietos, sobre todo entran allí maniobras mejor orquestadas por otros jugadores.

Los Superamigos y su Liga Lo cierto es que los derechohabientes por lo general son jugadores secundarios en el entramado de los negocios con los derechos de autor. Es que salvo casos excepcionales en que el artista puede negociar mejores términos para su contrato, lo usual es que los autores, traductores o adaptadores cedan a las editoriales la explotación de la obra a perpetuidad o por larguísimos plazos a cambio de un porcentaje en contratos leoninos, donde los derechos de autor, bajo el manto de defensa del reconocimiento público a la creatividad y al trabajo, más bien se convierten en derechos de la editorial a cuidar sus ganancias. Las maniobras amparadas en la defensa del autor no se limitan a la extensión de los contratos y la exigüidad de las regalías que se extienden al autor3, sino a otros términos, como la extensión del territorio o lengua para los que se compran los derechos. Por ejemplo, aunque un libro esté agotado, no podrá difundirse si la editorial que lo publicó originalmente tiene los derechos para su edición en una determinada »


44 |

CULTURA

región, aunque a esta última no le interese en lo más mínimo ni tenga intención de reeditarlo. Aun el mismo autor que, agotada la edición de su libro, lo subiera a su blog, podría ser acusado por su propia editorial. Los derechos de traducción también se adquieren por lo general por lengua. Así es como España por ejemplo tiene hoy en día la mayoría de los derechos sobre traducciones hechas al castellano, que en la mayoría de los casos no llegan a Latinoamérica, pero aun así no pueden editarse por terceros aquí. Recién en las últimas décadas, cuando empezó a revitalizarse el mercado editorial en Latinoamérica, algunas de las editoriales que publican en inglés han empezado a firmar contratos que combinan lengua y región –derechos exclusivos para España, Latinoamérica, etc.–, también claro con el afán de lucrar con las condiciones y costos de edición de una región u otra4. Son por supuesto estos mismos grandes grupos editoriales y distribuidores los que en los distintos países conforman los lobbies que pugnan o bien por extender sus prerrogativas en cantidad de años o bienes amparados por los derechos de autor, o bien buscan limitar las flexibilizaciones que para casos particulares se aceptan en algunas legislaciones –por ejemplo, para fines educativos–. A esto debemos agregar las grandes maniobras de mercado a las que pueden acudir los peces más gordos de la Liga de Superamigos, como el dumping y los boicots, que como nunca han estallado en los últimos años con denuncias cruzadas en nombre de los autores o los lectores sobre todo a partir de los desarrollos tecnológicos digitales, cuyo mayor ejemplo es probablemente el enfrentamiento entre Amazon y la editorial Hachette5. Aunque siempre enarbolados como bandera, en estos mecanismos los autores no solo no participan de las ganancias, sino que en muchos casos son los perjudicados, junto con el público.

Las gauchadas de los amigos Argentina es adherente a los convenios de la OMPI desde 1999, y ha adecuado a ella su legislación, como lo hicieron durante los años noventa casi todos los países latinoamericanos. Pero la ley que regula los derechos de autor en el país es la 11.723 de 1933, modificada en artículos significativos en 1958 –cuando se estableció el dominio público pagante–, en 1998 –donde se incorporaron los programas de computación– y en 2009, donde se extendió el plazo de 70 años también para los fonogramas. De conjunto, la ley tiene el mérito de ser una de las más restrictivas a nivel internacional.

El dominio público en Argentina es uno de los pocos que es oneroso o pagante. Es decir que aun vencido el plazo en que rigen los derechos patrimoniales la ley exige el pago de un porcentaje de toda operación comercial que se realice con ellos, que se destina al Fondo Nacional de las Artes. Mientras rijan los 70 años de protección, los titulares de derechos de autor registrados en Argentina no podrán oponerse a una nueva edición si esta permanece 10 años agotada, o a su traducción si han pasado 10 años de la muerte del autor. Pero en ambos casos, será siempre con un acuerdo monetario con ellos. En el caso de los libros, bajo esta ley y la Ley 25.446 de 2001 irónicamente titulada de “Fomento del libro y la lectura”, la fotocopia u otra forma de reproducción de un documento –técnicamente, lo que se llama reprografía– que no sea para uso privado exclusivo está penada con hasta dos años de cárcel, pero no sólo para fines comerciales sino educativos o de guarda. Es decir que no es solo ilegal fotocopiar y vender un libro protegido por derechos de autor, sino también fotocopiarlo para una biblioteca o para que sirva de material de estudio, incluso aunque la edición del libro esté agotado o sea una obra huérfana –es decir, cuyos derechohabientes no sean ubicables–. Esta prohibición afecta sobre todo al ámbito educativo. En el año 2009, por ejemplo, esta prohibición fue el motivo del jugoso negociado que la UBA –en vez de cuestionar una ley que imposibilitaría su tarea– firmara con la CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos de la República Argentina) a cuenta del uso de este recurso por parte de los alumnos, que en su gran mayoría son libros que están fuera de circulación o son inaccesibles. Los intentos de modificaciones de los últimos años o bien buscaron ser más restrictivos –como el presentado en 2014 para aumentar la extensión de los derechos sobre las fotografías, que se mantienen protegidas por menos años–, o han quedado cajoneados cuando beneficiaban a los autores, como el regulación de la cesión de derechos en el caso de las traducciones de 2013 que limitaba los plazos de cesión de derechos que en general se ceden de por vida. Lo cierto es que como en la industria editorial, en Argentina casi toda actividad cultural que no se pague está penada: bajar música, películas o series y compartirlas, remixar canciones, parodiar videos, utilizar o modificar fotografías así se indique su fuente, por nombrar algunas de las que todos los días pueden observarse en redes sociales o actividades culturales, que en su

gran mayoría no suponen afán de lucro alguno. Y aunque esta amplitud prohibitiva vuelve difícil la aplicación de sanciones en todos los casos, alcanza para retacear el acceso a la cultura a millones y seguir acumulando “los dineros” a unos pocos.

Malas compañías En las últimas décadas, con la extensión de los medios digitales, el debate sobre las aplicaciones de los derechos de autor y la aparición de propuestas como la de Creative Commons o Copyleft han crecido tanto como los intentos de los nerviosos Super Amigos de reforzar las legislaciones en su beneficio, lo cual ha servido para visibilizar el longevo monopolio que vienen ejerciendo desde sobre la producción cultural. Los paladines de la defensa de los derechos de autor siguen teniendo, como es habitual, a las legislaciones y regulaciones locales e internacionales de su lado. Los intentos de extensiones de los derechos de autor a favor de los grandes conglomerados de la industria cultural, regulada por la lógica de las marcas y patentes para la obtención de ganancias, no solo retacea el disfrute de las producciones culturales a millones, sino que muestra cada vez más una autonomización de lo que se supone su fuente “moral” –el “reconocimiento social” a la creatividad humana– en detrimento de su costado patrimonial. Con defensores así… quién necesita enemigos.

1. El Tratado obliga a un mínimo de años “protegidos” –50 años–, no a un máximo, con lo cual es compatible con los intentos de extenderlo, como ya se ha hecho en algunos países como México, a una centuria. 2. Que por su parte es una parodia de una película anterior de Buster Keaton cuando aún los derechos de autor no protegían este tipo de producciones. Ver Lawrence Lessing, Free Culture, New York, Pinguien Press, 2004. 3. El promedio es de un 10 % de las ganancias por la venta de la edición: el resto va a editorial y distribuidores. Al respecto ver “¿Cuánto vale el derecho de autor?”, La Izquierda Diario, 25/10/14. 4. Ver al respecto la intervención del director de la editorial francesa La Découverte, François Gèze, en las actas del Encuentro de Editores Independientes de América Latina, realizado en el 2000 en España (disponibles en www.oei.es). 5. Al respecto ver “La industria editorial: ¿dos modelos?”, La Izquierda Diario, 14/10/14.


IdZ Marzo

| 45

MITOMANÍAS DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA. CRÍTICA DE LAS FRASES HECHAS, LAS MEDIAS VERDADES Y LAS SOLUCIONES MÁGICAS, de Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.

Nicolás Bendersky

Politólogo (UBA) y docente de escuela media.

Publicado a fines del 2014, el último libro del reconocido especialista en educación Tenti Fanfani y del antropólogo Grimson –ambos ubicados en la corriente del reformismo progresista en supuesto enfrentamiento con las visiones neoliberales de la educación– se propone recopilar –a manera de repositorio– los mitos, sentidos comunes y habladurías más repetidas en las charlas cotidianas sobre la educación en lugares tan diversos como bares, colectivos, colegios, trabajos y Universidades, salas de profesores y maestros, pasando por la mesa familiar y el barrio; un rastreo que traspasa todas las clases sociales. El otro objetivo manifiesto es atacar cada frase hecha con un breve desarrollo que incorpora elementos históricos, políticos y económicos, para desnaturalizar estas creencias y estereotipos, buscando ponerlas en cuestión, aportando elementos para su reflexión con una mayor profundidad. Sin embargo, este cometido se logra parcialmente, porque si bien en ciertos pasajes los autores aportan precisas reflexiones de la problemática educativa, en algunos tramos el libro se convierte en un “reproductor de mitos”, amplificando aspectos del sentido común o desarrollando posiciones que tienen graves consecuencias negativas contra los trabajadores de la educación. El libro comienza con una distinción entre las creencias, las ideologías, y los mitos, desarrollados como saberes de utilidad práctica, sistemas con coherencia lógica y relatos compartidos –asumidos como reales– que explican el mundo. Lo que los autores llaman mitomanías, sin mucho soporte teórico, serían frases contradictorias a las que “supuestamente” los argentinos seríamos adictos, y que circulan en el ambiente provenientes de la experiencia propia o ajena en la escolaridad, como fuente de prescripción de recetas mágicas de mejoras educativas. Pasajes destacados del libro se encuentran en la desidealización que realizan los autores de la escuela del pasado, deconstruyendo el “todo tiempo pasado fue

mejor” a partir del análisis de la realidad social educativa de principio del siglo XX, respecto del objetivo político de la educación, además de las tasas de analfabetismo y la violencia que se ejercía sobre los alumnos, o que las mujeres no podían ir a la Universidad, sumado a que la educación secundaria era solo para una elite de la población. Aquí los autores muestran un vasto conocimiento de la historia de la educación de nuestro país, tanto como de los sistemas educativos extranjeros. Al abordar el mito que dice que “los docentes trabajan poco y tienen muchas vacaciones”, los autores desarrollan una exhaustiva explicación para desmontar esta creencia, basada en explicar las características precarias de la tarea docente, donde la paciencia, el control de las emociones, la puesta en juego del propio cuerpo en la relación con los alumnos, el tiempo dedicado a la planificación de clases y la tensión de tener que manejar grupos de más de 30 alumnos, generan un gran agotamiento físico y mental que muchas veces se traduce en el síndrome del burnout. Sostienen que la exposición prolongada a situaciones de miseria, sufrimiento, hambre y violencia de las poblaciones escolares, sumado a la infraestructura deficiente y a que la gran mayoría de los educadores trabajan en dos o más escuelas –degradando la calidad educativa–, hacen que la docente, como muchas otras, sea una “profesión de riesgo”. No obstante, lo que ocultan es que este mito fue planteado por la presidenta Cristina Kirchner en la apertura de las sesiones legislativas de 2012, con el claro objetivo de denigrar a los educadores que se encontraban en huelga y para que acepten un aumento muy por debajo de la inflación, tratando de orientar la opinión pública en su contra. Este ejemplo permite no solo rastrear la funcionalidad de los mitos en general (formando parte de un elemento del conjunto de la ideología dominante), sino también observar su reproducción y expansión. Los mismos poseen una clara utilidad en las relaciones de dominación: promueven la reproducción de las desigualdades de clase, género, raza, etc., y mejor rubrican las relaciones de explotación como “base orgánica” de la sociedad. Es por eso que –como en este caso– son utilizados por las clases dominantes para reforzar “el poder de los poderosos” y “la debilidad de los débiles”. Omitir esto constituye un aporte (particular) en su reproducción. Otro de los mitos seleccionados por los autores es el planteo de que los docentes, a causa de los paros prolongados y las huelgas por aumento salarial e infraestructura, estarían lesionando el derecho de los niños a

recibir conocimiento de calidad por parte del Estado. Este planteo, que claramente promueve una fragmentación entre los docentes y el resto de la comunidad educativa, desconoce que durante largos años, las luchas de los trabajadores de la educación vienen siendo pilares en la defensa de la educación pública frente a los ataques no solo de gobiernos explícitamente neoliberales, sino también de aquellos que se visten de progresistas como el actual. Si toda huelga cobra eficacia en la medida que interrumpe el normal funcionamiento de la actividad, en el caso de la educación como servicio, se suma la imprescindible necesidad de soldar lazos con los padres y alumnos, para fortalecer una lucha de conjunto por el derecho a la educación en condiciones dignas. Solo de esta manera se puede desmontar el supuesto “choque de derechos” que utilizan gobiernos, burocracias sindicales y también especialistas en educación (!) para dividir y fragmentar a los docentes de la comunidad. No es casual que los autores propongan como solución, la instrumentación de educadores suplentes para reemplazar a los maestros de paro (¿carneros?), como una respuesta no muy progresista a la decadencia educativa que los gobiernos K continuaron y profundizaron1. La política de explicar pacientemente que luchar por salarios y buenas condiciones de cursada fortalece la solidaridad entre los docentes, padres y alumnos, fue llevada adelante en la gran huelga de la Provincia de Bs. As. del año 2014. Allí, miles de educadores salieron a las calles para explicar las causas del paro y mostrar que su pelea es una lucha del conjunto de los sectores obreros y populares en defensa de la escuela pública2. De conjunto, incluidas estas ambivalencias y polémicas, el libro promueve la reflexión sobre una gran vastedad de temas educativos desde la decadencia de la educación pública hasta el proceso de privatización, desde su financiamiento hasta la pérdida de autoridad de los docentes, desde los rankings educativos (PISA) y la evaluación hasta la falta de interés de los estudiantes o la culpabilidad de la familia en el fracaso escolar, desde el autoritarismo y la violencia en las escuelas hasta la relación entre las nuevas tecnologías de la información y la escuela.

1. Ver “La Mala Educación. La continuidad K en la decadencia de la escuela pública”, IdZ 10, abril 2014. 2. Ver “Histórica huelga docente. Una masiva lucha contra el ajuste y el techo salarial”, IdZ 8, junio 2014.


46 |

CULTURA Lecturas críticas

LAS NEURONAS DE DIOS, de Diego Golombek

Bs. As., Siglo XXI, 2014.

Juan Duarte

Comité de redacción.

En diferentes notas de IdZ venimos dando cuenta de la oleada de determinismo biologicista que se desarrolla a nivel mundial con las neurociencias. Los innegables avances en el campo de la genética y los mecanismos cerebrales (ADN y sus mecanismos, biología molecular, funcionamiento cerebral, etc.) de los últimos años son utilizados como bases para el resurgir de una ideología que reduce los fenómenos humanos (unidad bio-psico-social compleja enmarcada culturalmente), a determinaciones puramente biológicas, justificando las promesas de la biomedicina y la biotecnología. La mercantilización de la salud, el negocio de la psicofarmacología, y el desarrollo de mecanismos de control biopolítico, son sus fundamentos estructurales. En nuestro país, esto se ha traducido en un boom editorial, impulsado por los grandes medios, de publicaciones ligadas a las neurociencias que comparten este punto de vista1. Es en este marco que hay que leer este libro. Su originalidad radica en su tema, la religión, y su tratamiento parece rendir tributo al “fenómeno Francisco”.

Determinismo biologicista aplicado al fenómeno religioso

En una nota reciente, el vocero del Papa dentro de la corporación mediática argentina, Sergio Rubín, escribió que el libro de Golombek negaba la posibilidad de coexistencia entre ciencia y religión y, para rebatir ese argumento, apeló a la conocida carta de Albert Einstein2. Con esto no solo demostró que evidentemente no leyó el libro sino, más significativamente, lo cercano que está el punto de vista del libro a lo tolerable para la oscurantista Iglesia Católica. Es que el autor utiliza justamente esa misma carta del físico alemán para plantear la posibilidad y necesidad de coexistencia entre ciencia y religión. Otro “argumento” utilizado es una editorial de la revista Nature, “una de las biblias de la investigación científica” (sic), que plantea que “hace 800

años Tomás de Aquino encontró una forma de reconciliación –al igual que Einstein, que en 1930 escribió que: ‘El sentimiento cósmico religioso es el motivo más fuerte y más noble para la investigación científica’–”3. Dejar de lado los debates entre ciencia y religión, y apostar por una “cohabitación razonable”, es uno de los planteos que da la tónica a todo el libro, desde el cual el autor señala su objetivo: “examinar un camino unidireccional: explicaciones científicas de algunos fenómenos religiosos que, de esta manera, pueden y deben ser considerados ‘naturales’” (p.82). El fenómeno religioso como un fenómeno (más bien epifenómeno) natural, más precisamente biológico, y más precisamente cerebral, es otro eje que enmarca el recorrido del libro, a partir del cual: “Hablamos de una neurociencia de la religión, bajo la premisa de que Dios tiene mucho que ver con el funcionamiento de nuestro cerebro. La pregunta se transforma en porqué nosotros –nuestros cerebros– no podemos librarnos de las nociones de religión y de Dios”. El razonamiento es simple: los datos estadísticos demostrarían la universalidad de la religión, lo cual implicaría su carácter natural y biológico, y por ende su origen evolutivo genético: “podríamos pensar que tantos millones de personas no pueden estar equivocadas, y que alguna ventaja deben tener la religión y la fe, en términos evolutivos, para ser un carácter seleccionado positivamente”. Golombek desarrolla diferentes argumentos sobre el carácter evolutivamente beneficioso de la religión (cohesión social, e incluso “felicidad”): “la evolución parece haber tomado partido por el cerebro creyente”. Determinismo biológico tout court. Los 5 capítulos del libro recorren notablemente los lugares comunes del nuevo “credo” neurocientífico: “La ciencia de Dios”, “Las neuronas de Dios”, “Los genes de Dios”, “Las drogas de Dios”, “La cultura de Dios”. El primero hace el planteo general que señalamos arriba. El segundo se centra específicamente en los estudios de localización de activación cerebral durante experiencias religiosas. El tercero desarrolla la justificación evolutiva biológica de la fe religiosa explorando su transmisión hereditaria genética. Aquí se apela a cuestionables estudios con gemelos homocigóticos, por ejemplo, para afirmar el papel de los genes en la religiosidad; e incluso a la identificación de un supuesto “gen de Dios”4. El cuarto desarrolla estudios sobre drogas y neurotransmisores asociados a experiencias religiosas. El quinto, además de exaltar nuevamente la experiencia religiosa, la asocia con ciertas experiencias culturales, retoma las tesis reduccionistas de Richard Dawkins sobre la religión como “virus cultural”. Los ejemplos provienen mayormente del contexto norteamericano, y de ámbitos religiosos.

Así, abundan investigaciones que presuponen la naturaleza religiosa del ser humano, y si bien aparecen algunos conceptos y autores interesantes, como el de “exaptación” planteado por Stephen Jay Gould y Richard Lewontin contra una visión teleológica de la evolución quedan opacadas por las premisas iniciales. Prevalecen tesis fuertemente deterministas como las de Daniel Dennett, Dawkins y la sociobiología de Edward Wilson, mientras brillan por su ausencia –sintomáticamente– las críticas de Gould y Lewontin hacia esas posiciones5.

Retomar la tradición crítica anticapitalista en ciencia

Sobre la religión, digamos solo que, lejos del carácter natural que le adjudica Golombek, y que constituye el aspecto más reaccionario de libro (y su idea central), se trata de un fenómeno social, históricamente determinado. La práctica científica, por su parte, tampoco escapa a esas determinaciones sociales, y justamente mucho del fervor determinista de las neurociencias que leemos en Las neuronas de Dios se explica por la mercantilización creciente del conocimiento y la salud. Afortunadamente, contamos con toda “otra biblioteca”. Autores como Gould y Lewontin, por ejemplo, formaron parte de colectivos como Ciencia para el pueblo, criticando la ideología del determinismo biológico y la mercantilización capitalista de la ciencia. La obra de Steven Rose6 y la de Hillary Rose en sociología de la ciencia son un gran aporte también7. Es necesario retomar –y recrear– esta rica tradición.

1. Facundo Manes (ver IdZ 9), Estanislao Bachrach, y Golombek figuran entre los divulgadores más leídos. Sus libros se ubican al tope de ventas y circulan constantemente por los grandes medios. 2. Clarín, 13/12/14. 3. Nature 432, 9/12/04. 4. Acá el autor crítica el libro de un tal D. Hamer, El gen de dios (2004), cuyo título es “una afirmación abiertamente provocadora que, al avanzar las páginas, ni si quiera él mismo puede sostener”. Parafraseando a Marx: de te fabula narratur! La crítica vale para el mismo Golombek. 5. “Fundamentalismo darwiniano”, por ejemplo, tituló Gould su –devastadora– crítica al libro de Dennet La peligrosa idea de Darwin (2008). 6. Ver IdZ 7. 7. Por ejemplo: No están en los genes (Crítica, 1984), de Steven Rose, R. Lewtonin, y L.Kamin; y los más recientes Tu cerebro mañana. Cómo será la mente del futuro (Paidós, 2008), de Steven Rose, y Genes, cells and brains (Genes, células y cerebros; Verso, 2013), de Steven y Hillary Rose.


IdZ Marzo

| 47

BROAD CITY, de Ilana Glazer y Abbi Jacobson

Comedy Central (2014).

Celeste Murillo Comité de redacción.

La serie de televisión escrita y protagonizada por Ilana Glazer y Abbi Jacobson nació como serie para internet en 2009, producida por ellas mismas. En 2014 se convirtió en una de las series más exitosas del canal estadounidense Comedy Central. Broad City está escrita, dirigida y actuada por mujeres y, sin embargo, no es ni se esfuerza en presentarse como “serie para mujeres” o “sobre mujeres”. Ilana y Abbi no tienen nada de especial. Tienen veintipico, trabajos horribles y mal pagos (Ilana en un callcenter donde jamás le pagan y Abbi en el área de mantenimiento en un gimnasio). Ambas trabajan para vivir; Abbi además es dibujante pero su carrera no despega. Ilana odia trabajar, y lo evita todo lo que puede, es frontal y es el impulso que lleva a Abbi a ir un poco más allá (en las cosas más insignificantes hasta en las más profundas). Ninguna entra en el estereotipo de mujer de la televisión (ni siquiera en su versión cool, como sucede en Girls –HBO, 2012–, donde Hannah y sus amigas, aun fracasando, encajan). Muestra, en tono de comedia, las vivencias de una nueva generación sin mucha perspectiva en esta sociedad, que tiene en la literatura un correlato conocido como Alt Lit1. Hace algunos años, el éxito de Girls, presentada como la versión hipster de Sex and the City (HBO, 19982004), volvió a discutir la presencia (o la ausencia) de las mujeres en la televisión, delante y detrás de escena (siempre reduciendo el análisis a la usina cultural de Estados Unidos). La televisión amplió muchas de las discusiones que existían en círculos feministas, académicos o artísticos, como las Guerrilla Girls, un grupo de artistas anónimas que denuncia la subrepresentación femenina en el arte y la cultura. Una de sus campañas legendarias fue un afiche pegado clandestinamente alrededor de Museo Metropolitano de Nueva York que decía “¿Las mujeres deben desnudarse para entrar al Met?”, en alusión a la gran cantidad de esculturas de mujeres

desnudas y la presencia casi nula de artistas mujeres. La difusión masiva de la pantalla chica y las redes sociales amplificaron las críticas, los debates existentes y crearon nuevos. Broad City surge en este clima, y con un interrogante instalado por la misoginia característica de los medios: ¿pueden las mujeres hacer humor? Refiriéndose al humor “universal”, es decir, masculino. Nunca hubo tantas comediantes y sin embargo son muy pocas las que trascienden el “humor femenino”. Una de ellas es Amy Poehler, que produce la versión televisiva de la serie, uno de los pesos pesados del humor en Estados Unidos (junto con Tina Fey, también del semillero de Saturday Night Live). Poehler explicó en una entrevista uno de los ejes que recorre la serie: “Lo que queríamos era asegurarnos de que todos supieran que, después de todo, este show era una historia de amor entre Abbi e Ilana (…) Ellas son la pareja”. Esta es otra de las “marcas” de la serie, que aborda un tema poco explorado (o banalizado) en la televisión, que es la amistad entre mujeres. En Broad City, la amistad de Abbi e Ilana es el hilo, la constante, y a través de ese lazo pasa la vida cotidiana, las experiencias y las aspiraciones de dos hijas de la clase media arquetípica. A diferencia de sus compañeras de género (referencia obligada a Sex and the City y Girls, por sus protagonistas, por Nueva York y por esa búsqueda del “punto de vista femenino”, parafraseando a Eva Illouz, cuyo trabajo reseñamos en este número), Abbi e Ilana no son la imagen del éxito, no son periodistas freelance ricas como Carrie Bradshaw en Sex and the City, ni esperan convertirse en la voz de su generación como Hannah Horvat en Girls. Sus penas y alegrías pasan por el mismo lugar que para millones de personas. Abbi está endeudada para pagar sus estudios (como 40 millones de personas en EE. UU.), las dos viven con el salario mínimo, hacen malabares para pagar el alquiler y magia para ir a un recital. El personaje que acompaña al dúo Abbi-Ilana es Lincoln, el amante-aspirante-a-novio de Ilana, que encarna el estereotipo femenino en la pareja; incluso podría decirse que es el personaje más estereotipadamente femenino de la serie (está enamorado y quiere convencer a Ilana de que siente cabeza). Otro aspecto interesante es cómo abordan los temas sexuales, lejos de los lugares comunes y burlándose constantemente de lo que se espera que desee una mujer (reflejado especialmente en las fantasías de Abbi con su vecino). Broad City es original pero no está sola. Durante 2014 se estrenó la tercera temporada de The Mindy Project (Fox, 2012), escrita y protagonizada por Mindy Kaling.

En la serie, Mindy Lahiri es una obstetra neoyorkina, que encarna todos los lugares comunes: sigue todos los detalles de la vida de las celebridades, sueña con un marido perfecto, hijos, romance, todo el paquete. Pero la serie encuentra equilibrio con la burla constante de sí misma, políticamente incorrecta, y deja al desnudo los prejuicios de la clase media norteamericana: el racismo soslayado (ella lo sufre como hija de inmigrantes indios, pero también se debate con sus propios prejuicios hacia latinos y afroamericanos), el consumo, la religión y la política. La serie no tiene un tono político, ni siquiera es “cruda” como Broad City, pero es muy efectiva como crítica a la forma en que se muestra a las mujeres. Mindy es exitosa en más de un aspecto, pero ese logro está cuestionado todo el tiempo (incluso por ella misma) por su belleza y su potencial de esposa y madre. También en 2014 se estrenó la segunda temporada de Inside Amy Schumer (Comedy Central, 2013), escrita y protagonizada por la comediante Amy Schumer. Más frontal que las anteriores, Schumer se hizo famosa por sus shows de stand up, con bromas sobre pornografía, sexo y moralidad. En realidad, lo único incorrecto es su género, y hacer (muy bien) lo mismo que sus pares varones. Schumer destroza el prejuicio del humor sobre las vivencias cotidianas de las mujeres, sin solemnidad ni misoginia. En el capítulo que abre la segunda temporada, Schumer observa un focus group, donde varios hombres son encuestados sobre su show, todos hacen comentarios sobre sus tetas, su culo y algunos dicen que cogerían con ella. Al observar la escena, la comediante solo atina a decir: “¿Algunos dijeron que me cogerían?”, como si señalara el “lado bueno” del pobre resultado (“Focus group”, disponible en Youtube). Lejos de la corrección política de cierto feminismo, Schumer es mucho más efectiva en criticar la imagen femenina en la TV y el machismo, o cómo se presentan la competencia femenina y las relaciones entre mujeres (en Youtube se puede ver el genial “Compliments”), entre otros temas. Broad City es aire fresco en una televisión atrapada entre la excesiva corrección política y el machismo voraz. Y, como sus compañeras en la pantalla chica, esquivó la etiqueta (siempre negativa) de “humor para mujeres”, y se metió en la comedia, ni en soledad ni marginalmente.

1. Ver reseña de Alt Lit. Literatura norteamericana actual, de Lolita Copacabana y Hernán Vanoli (comp.), IdZ 16, diciembre 2014.


La Izquierda Diario se propone dar cuenta de las noticias de Argentina, Latinoamérica y el mundo para desnaturalizar lo que los medios acostumbran mostrarnos como “normal”. Se trata de decir lo que los periódicos afines al gobierno o aliados a la oposición no dicen o distorsionan para defender intereses que no son los nuestros, y dar la voz a los trabajadores, a las mujeres, a la juventud, al pueblo pobre. Cuando lo lanzamos, dijimos que no queríamos hacer un diario más sino que, parafraseando al Marx de las “Tesis sobre Feuerbach”, nos proponíamos un periodismo revolucionario que cuestionase por izquierda la realidad no solo para comprenderla sino para transformarla.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.