Ideas de Izquierda 26, 2015

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26 diciembre 2015

ideas izquierda Revista de Política y Cultura de

Estreno 10D

una de terror

Escriben: Fernando Rosso, Juan Dal Maso, Roberto Gargarella, Claudio Katz, Paula Varela, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Lucía Ortega

guerra e islamofobia

Entrevista a Enzo Traverso

FRANCIA: LA EXCEPCIÓN QUE SE HACE REGLA Martín Noda

TARIQ ALI Y EL EXTREMO CENTRO Josefina Martínez

FEMINISMO COOL, VICTORIAS QUE SON DE OTRAS Celeste Murillo


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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO 3 Macri al gobierno, los dueños al poder Fernando Rosso y Juan Dal Maso

EL FANTASMA DE LA INESTABILIDAD Roberto Gargarella ALTERNATIVAS FRENTE A UNA DERECHA INTELIGENTE Claudio Katz

8 ¿POR QUÉ TRIUNFÓ LA REBELIÓN DE LOS CEO? Paula Varela y Gastón Gutiérrez

11 LA ECONOMÍA DE LA ALEGRÍA

Esteban Mercatante y Lucía Ortega

14 EL KIRCHNERISMO EN EL CUERPO DE LOS OBREROS

Georgina Andrada, Mariela Cambiasso y Julieta Longo

17 RELMU ÑAMKU: CRIMINALIZACIÓN Y RESISTENCIA

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri, Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Fernando Castellá, Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Lucía Ortega, Azul Picón, Fernando Rosso, Letizia Valeiras. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Enzo Traverso, Roberto Gargarella, Claudio Katz, Georgina Andrada, Mariela Cambiasso, Julieta Longo, Martín Noda, Josefina Martínez, Thiago Flamé, Ruth Werner, Facundo Aguirre, Alicia Rojo, Cecilia Feijoo, Eduardo Castilla, Diego Sacchi, Isabel Infanta, Meke Paradela. EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Gonzalo Bar, Anahí Rivera, Natalia Rizzo, Gloria Grinberg.

Azul Picón

20 LA EXCEPCIÓN QUE SE HACE REGLA Martín Noda

23 LA CRISIS DEL “EXTREMO CENTRO” Y LOS NUEVOS REFORMISMOS EUROPEOS Josefina Martínez

26 BRASIL EN TIEMPOS DE CRISIS

PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda Ilustración de tapa: Natalia Rizzo www.ideasdeizquierda.org Entre Ríos 140 5° A - C.A.B.A. | CP: 1079 - 4372-0590

Thiago Flamé

29 EL PST EN LA MIRA DE LAS TRES A. UN DEBATE CON LA POLÍTICA DEL “FRENTE DEMOCRÁTICO” (II PARTE) Ruth Werner y Facundo Aguirre

32 LA FÁBRICA ANTES DEL PERONISMO Alicia Rojo

34 “PREFIERO A MANDEL QUE A HOBSBAWN PARA

INTERPRETAR LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL” Entrevista a Enzo Traverso

38 HEGEMONÍA Y REVOLUCIÓN PERMANENTE Juan Dal Maso

41 FEMINISMO COOL, VICTORIAS QUE SON DE OTRAS Celeste Murillo

44 JOHN KENNEDY TOOLE CONTRA LA CONJURA DE LOS NECIOS Fernando Castellá

46 RESEÑA DE KRYPTONITA, DE LEONARDO OYOLA Eduardo Castilla

47 RESEÑA DE INSURGENCY TRAP: LABOR POLITICS IN POSTSOCIALIST CHINA, DE ELI FRIEDMAN Diego Sacchi

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Macri al gobierno, los dueños al poder

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Ilustración: Natalia Rizzo

JUAN DAL MASO y Fernando Rosso Comité de redacción. A pocos días de su triunfo en la segunda vuelta de la elección presidencial, Mauricio Macri anunció un verdadero “plan de guerra” con medidas de ajuste de las que solo se desconoce el ritmo, pero no la profundidad1. Para llevar adelante esta hoja de ruta eligió un personal político acorde: gerentes y CEO de multinacionales y de la “patria sojera” ocuparán sus puestos en el nuevo gabinete a partir del 10 de diciembre. En este artículo realizamos una primera lectura del giro copernicano que significó el triunfo de la coalición Cambiemos (PRO-UCR-CC), cómo quedan ubicadas las principales fuerzas políticas del país, la dirigencia sindical, las características contradictorias del voto, y planteamos algunas hipótesis estratégicas para el movimiento obrero y la izquierda2.

El ajustador ajustado El triunfo de la fórmula PRO-Cambiemos fue más ajustado de lo que –para variar– preveían todas las encuestas. Esta situación de casi empate

técnico impone objetivamente condicionamientos al nuevo gobierno y Mauricio Macri no encuentra un escenario fácil. Cambiemos no cuenta con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso nacional. El Frente Para la Victoria (FPV) es primera minoría en Diputados y mayoría en el Senado. Scioli ganó, aunque ajustadamente, en la provincia de Buenos Aires, donde en octubre resultó electa María Eugenia Vidal. El frente de las gobernaciones aparece diversificado: doce provincias pertenecen al FPV, cuatro al PJ no kirchnerista, tres a los radicales, dos al PRO y tres a otras fuerzas políticas. En Buenos Aires el panorama tampoco es simple para Vidal y Cambiemos. El peronismo es primera minoría en ambas cámaras de la legislatura local y mantuvo el poder en distritos importantes del conurbano (más allá de la caída de varios “barones” históricos), entre ellos, los dos más grandes en términos poblacionales: La Matanza y Lomas de Zamora, además de otros

de magnitud considerable como Florencio Varela, Merlo o Berazategui. Este resultado nacional, en principio, objetivamente le “marca la cancha” a Macri y pone de relieve distorsionadamente la relación de fuerzas más general, y el importante componente de rechazo a un ajuste que concentró a “la mitad menos uno” de la población que votó en su contra, básicamente por el cariz que tomó la campaña del FPV en el último tramo.

¿Adelante radicales? Casi inmediatamente después de la elección quedó en evidencia que Cambiemos es una coalición, cuya heterogeneidad constituye un potencial frente interno, sobre todo luego de un triunfo tan ajustado y una delicada situación económica. La renuncia a los honores tanto como a la “lucha” de Ernesto Sanz, el arquitecto que logró que el radicalismo se subordine al PRO en la Convención de la UCR en Gualeguaychú, fue »


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Política

la primera “mini crisis” adelantada de la coalición. La segunda, aunque no tan estridente, fue el gusto a poco que tuvo para los centenarios boina blanca el nombramiento de cuatro ministros en áreas periféricas del nuevo gabinete. Las células dormidas del radicalismo que luego del desastre de la Alianza no lograron construir referentes competitivos a nivel nacional, pero que mantiene –y con esta elección incrementó–, cierto poder territorial, son un potencial frente de tormenta para la nueva conducción con amplios dotes manageriales, pero dudosas condiciones para la conducción política. A menos de una semana de la elección, la “yihadista” combatiente de su imaginaria guerra santa por la república perdida, Elisa Carrió, deslizó críticas sobre el nuevo gabinete. Comenzó livianita y denunció que el empresario del juego y dirigente del Club Boca Juniors cercano a Mauricio Macri, Daniel Angelici, ya estaba “apretando” jueces en Tribunales. Lejos de la armonía del “nuevo equipo”, la coalición comienza un temprano crujir al ritmo de la rosca de la vieja política y sus métodos.

Los sospechosos de siempre Luego de una derrota histórica, el amplio universo peronista está en estado de deliberación, bajo estricta observancia de los “buenos modales” que lo caracterizan. Si bien el peronismo enfrenta un escenario complejo, la recuperación que tuvo el FPV – alcanzando casi un empate– luego de la derrota política de octubre, permite suponer que la tendencia hoy no es a una desbandada y a un salto en masa hacia el macrismo (más allá de los acuerdos y pactos de “gobernabilidad”). Cristina Fernández y Daniel Scioli pueden ser considerados “la madre y el padre de la derrota” respectivamente, pero están entre los dirigentes con peso nacional en el peronismo, y la votación obtenida por el FPV en segunda vuelta es considerada por muchos analistas como un aval a varios aspectos de los últimos 12 años de gobiernos kirchneristas. Scioli, por su parte, consiguió el voto de casi un 50 % de la población y dentro del peronismo se valora que este logro fue no solo contra Macri, sino contra el “fuego amigo” disparado por el kirchnerismo durante gran parte de la campaña (y en última instancia, durante los últimos años). También es una realidad que hay una disputa con los nuevos renovadores “internos” (Juan Manuel Urtubey de Salta, Maurice Closs de Misiones o Florencio Randazzo) y “externos” (José Manuel de la Sota y el mismo Sergio Massa). Uno de los que mostró de forma paradójica su poder de fuego en estas elecciones y que siempre transitó las fronteras del peronismo más rabiosamente opositor fue el cordobés De la Sota. Pese a que su tierra fue arrasada por la “ola amarilla” y que habilitó a figuras secundarias de su gobierno para que se sumaran a la gestión del PRO, quiere mantenerse en la pelea por el peronismo. Lo destacado es que todos se postulan para competir dentro del espacio peronista que conserva una porción significativa de poder. En última instancia, para decirlo metafóricamente:

Macri sigue siendo “su límite”. No por una cuestión de principios, sino básicamente porque Macri fue el límite para casi el 50 % de la sociedad. Y un gran porcentaje que lo votó lo hizo creyéndose la operación de que “Mauricio” ya no era “Macri” (un ajustador serial), así como una parte de los votantes de Scioli creyó en su operación demagógica y que “Daniel” ya no era “Scioli”. El triunfo del PRO no actuó como una aspiradora hacia el peronismo, lo que no quita que haya pactos y acuerdos de todo tipo y color, empezando por la misma Cristina Fernández que le donó un ministro (Lino Barañao) a la nueva administración y mandó a sus funcionarios a colaborar ordenadamente con la transición. Esa es la tendencia actual, pero como la derrota fue inédita (y el peronismo perdió su bastión en la PBA) no pueden descartarse rupturas, quiebres y una división en varias tendencias.

La columna invertebrada La otra pata del poder real peronista, la burocracia sindical, también pasa por momentos de realineamientos íntimamente relacionados con la reconfiguración del peronismo “político”, combinados con sus propios intereses. Hugo Moyano fue quien subió algo sus acciones porque apostó, aunque no abiertamente, por Mauricio Macri. La mayoría del resto de los dirigentes sindicales se había jugado por Scioli y salieron derrotados. Aunque en los primeros días posbalotaje, Macri se encargó se desairar a Moyano y demoró un encuentro que habían anunciado. Pero más allá de sus internas, la realidad es que mientras se prepara el ajuste más anunciado de la historia argentina, y cuando el país burgués está exultante por el nuevo gobierno y delibera en torno a su aplicación, la burocracia sindical mantiene el quietismo hacia el gran público y negocia sus intereses de casta tras bambalinas. La primera pulseada que tuvo repercusión fue por la presunta negativa del movimiento sindical a aceptar a Jorge Lawson como ministro de Trabajo (un hombre apoyado por la empresa Arcor), puesto que terminó ocupando el hijo de un viejo colaboracionista de la dictadura militar y menemista fanático (Jorge Triaca), que tuvo más consenso entre algunos dirigentes sindicales burocráticos. Sin embargo, más allá de la disputa política por la “silla eléctrica” que representa la cartera de Trabajo en tiempos de ajuste, la verdadera negociación pasa por otros ámbitos. Para Hugo Moyano, por la Secretaría de Transporte, donde no pudo imponer en la cúpula un hombre propio que garantice sus negocios y busca colocar a enviados fieles en las segundas líneas. Y para el conjunto del aparato sindical, la querella se libra por la Superintendencia de Servicios de Salud, el organismo que administra los fondos de las Obras Sociales. Cuando el ajuste todavía no pasó de la fase de los anuncios, la burocracia sindical ya se desliza hacia la “estrategia” clásica que es parte de su costumbre y que llevaron hasta el final durante el menemismo: frente a tiempos adversos, privilegiar sus propios intereses materiales. Los gremios estatales en general, y los de la provincia de Buenos Aires en particular, están alertas


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ante la eventualidad de la falta de pago y en ebullición por las negociaciones paritarias hacia el año que viene. En los sindicatos docentes (donde existen varias seccionales dirigidas por la izquierda y que inaugurarán junto a los bancarios la ronda de paritarias), el alerta es generalizado. Sin embargo, tampoco aquí las conducciones es-

tán a la cabeza de organizar seriamente la resistencia y denunciar el ajuste que ya empezó.

Ideología y política En el número anterior de Ideas de Izquierda, analizamos las responsabilidades del kirchnerismo en el triunfo político que había obtenido Macri

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en octubre3. No obstante, la llegada por primera vez en la historia argentina de un partido de derecha al gobierno por la vía electoral merece una reflexión sobre el componente y las contradicciones ideológico-políticas de sus bases sociales. Sobre la estructura e historia del “mundo PRO” se habla » en otro artículo de este número de IdZ4.

EL FANTASMA DE LA INESTABILIDAD Roberto Gargarella

Sociólogo, Doctor en Derecho, profesor de la Escuela de Derecho de la UTDT y de la UBA.

El fantasma que recorre la política argentina, desde sus inicios, es el fantasma de la inestabilidad. Lo sufren todos, pero en particular los partidos y grupos que se asumen como los más débiles. Se trata del drama que sufrieron los primeros gobiernos liberales, desde la independencia. Fue, también, el drama que procuraron sortear con éxito los conservadores, en alianza con sectores de la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Estos gobiernos conseguían mantenerse hasta por más de una década, cuando los liberales apenas atinaban a pararse sobre sus propias plantas. Tales gobiernos conservadores consiguieron imponer Constituciones, como la de Chile en 1833, que fueron capaces de sobrevivir todo un siglo, mientras las que propiciaban los liberales no duraban un lustro. Juan Bautista Alberdi o Domingo Sarmiento fueron algunos de los tantos políticos latinoamericanos que quedaron fascinados con lo que ocurría en Chile. En ese “autoritarismo progresivo”, en esa mezcla de “rigor político y activismo económico” (como lo definiera Halperín Donghi) que allí comenzara a gestarse, parecía estar la llave de la estabilidad y el crecimiento que anhelaba la política latinoamericana del conservadurismo social. Con una sociedad cada vez más inclusiva y más díscola, la estabilidad que fuera capaz de garantizar el conservadurismo del siglo XIX se tornó más difícil de sostener, por lo que el componente represivo comenzó a tomar más protagonismo con el paso del tiempo. Por ello comenzaron a primar las asonadas militares, y por ello cada nuevo gobierno militar pareció requerir, para mantenerse, de dosis represivas mayores que las del gobierno militar que le precediera en el tiempo. El mal de la inestabilidad política afectó a todos los gobiernos democráticos del siglo XX, que buscaron enfrentarlo de distinta forma. Se trata de una enfermedad que padeció el gobierno de Alfonsín, que en sus primeros años se mantuvo estable gracias a la enorme energía social acumulada luego de dejar atrás al infierno del Proceso militar. Sin embargo, ya a mitad de su mandato, Alfonsín procuró esquivar a aquel perenne fantasma, a través de una alianza con sectores

retrógrados del sindicalismo y el empresariado argentino –actores a los que alguna vez denunciara. El pacto, orientado a sostener al llamado “Plan Austral” (1985-1988) terminaría socavando, también, la legitimidad del gobierno de Alfonsín, que concluiría fatalmente tiempo antes de lo que correspondía por mandato. El gobierno de De la Rúa sufriría el drama de la inestabilidad del peor modo (salida temprana y muertes masivas a manos del gobierno), hasta convertir al mismo en el gran trauma de la política argentina y, en particular, de la oposición no-peronista. Frente a tales dramas, Carlos Menem y Néstor Kirchner, de distinta forma y en distinto tiempo, reconstruyeron con éxito diverso la vieja alianza del conservadurismo social argentino. Menem, desprovisto de prejuicios y principios, se abrazó a sus enemigos políticos y anudó una alianza estratégica con el gran empresariado local y extranjero, “barones” del conurbano y señores feudales al mando de distintas provincias. Reinstauró, del modo más crudo, y en los confines del siglo XXI, a la vieja alianza conservadora que supiera adueñarse del país desde mediados del siglo XIX. Kirchner hizo lo propio de otro modo, ya que llegó al poder con una base electoral muy magra y, para peor, bajo el antecedente trágico que lo precedió, esto es, una seguidilla de 5 presidentes que se sucedieron el uno al otro sin lograr estabilizarse en el cargo más que unos días (De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Camaño, Duhalde). De allí que, una vez llegado al cargo, y luego de sugerir una opción democrática distinta en sus primeros meses de mandato –una opción marcada por la “transversalidad”, la “reforma política”, el fin de los “barones” del conurbano y los caudillos “feudales”- Kirchner retomó el camino de Menem y volvió a abrazarse con aquellos a los que había repudiado en el comienzo de su mandato: los “barones” del conurbano volvieron a gobernar con su apoyo, y los “jeques” y “feudos” provinciales ganaron cómoda vida con la transferencia de recursos que Kirchner les aseguró desde el poder central. El gran empresariado, que en tiempos de Menem se enriqueció a través de las privatizaciones del período anti-estatista, volvería a ganar, ahora, pero a través de pactos y negocios compartidos con el gobierno

-un gobierno que propiciaba una retórica estatalista, opuesta a la que propiciara Menem, aunque con resultados igualmente regresivos en términos sociales. La gran pregunta, entonces, es qué política seguirá Mauricio Macri para estabilizar a su gobierno. En mi opinión, muchos parten del análisis simplista de asumir que “hará aquello en lo que verdaderamente cree”, que es una política de “libre mercado” al estilo de la que impulsara Martínez de Hoz en la dictadura. Estos análisis se equivocan porque no advierten que Macri no cuenta con el poder de violencia con que contaba la dictadura –una violencia que, por lo demás, la democracia y la memoria de hoy imposibilitan. Otros piensan que “volverá al gobierno de Menem en los ‘90”, sin advertir que hoy no existe la alianza social con la que contó Menem para tornar factible dicho “ajuste”, ni el dinero que prometía la privatización de las múltiples y poderosas empresas estatales de entonces. Se trata, diría, de análisis vaciados de historia social. Más acertado parece el juicio que nos dice y predice que Macri querrá retomar la “opción Flamarique/ Colombo”, esto es, la opción que –bajo la conciencia de un gobierno que nacía débil- operaron algunos agentes del gobierno de De la Rúa (por caso, su Ministro de Trabajo y Jefe de Gabinete de entonces). Dicha opción consistió en un intento por demostrar que los “débiles” radicales, con la ayuda de dinero espúreo y servicios de inteligencia podían ser tan astutos y tan corruptos como los más “duros” gobiernos peronistas (una fracasada estrategia que terminaría con el llamado “escándalo de la Banelco” y, finalmente, con la caída del gobierno de De la Rúa). Se trata, sin embargo, de una opción destinada otra vez al fracaso. En lo personal, creo que la apuesta de Macri será la de reproducir el gobierno relativamente inmóvil que condujera en la Ciudad. Intuyo que, en ese caso, la opción por la que optará frente a una crisis consistirá en trocar radicales por peronistas (con todo lo que ello implica), apostando a cambiar de base social en medio del río. En todo caso, la apuesta por la democracia radical que muchos querríamos, queda hoy, como quedara entonces, fuera del horizonte de lo posible.


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Política

El resultado del balotaje confirmó que hay una parte considerable de la sociedad que de manera trasversal fue convencida de la “razón neoliberal” (una derrota ideológica de alcance mundial). Es decir, que posee una especie de “ética protestante” compuesta por valores del esfuerzo individual como única vía para el “progreso”. Esta ideología no fue combatida realmente durante los años kirchneristas (más allá del relato y las “batallas culturales”), incluso en algunos aspectos fue reforzada (el consumismo, la división de trabajadores y “pobres”). Es trasversal porque atraviesa a fracciones de todas las clases sociales, y tiene una fuerte impronta también en franjas de trabajadores, incluidos precarios, así como pequeños cuentapropistas u otros sectores sociales subalternos. En este aspecto, las lecturas facilistas que ven el triunfo de Macri como el producto exclusivo de un “voto castigo” sin componentes ideológicos muestran una llamativa superficialidad. Si bien es verdad, como hemos repetido en muchas ocasiones, que el ascenso del macrismo es producto de los límites del proyecto “nacional y popular”, el agotamiento del “modelo” económico y los errores políticos, no se pueden negar los aspectos reaccionarios, políticos e ideológicos que tiene el voto a una derecha, por más “moderna y nueva” que se presente. Un componente que estaba también entre los apoyos a Scioli, sobre todo antes de que virara 180 grados en su discurso de campaña. No obstante esto, sería una parcialidad sostener que este punto de vista es “hegemónico” en la sociedad argentina. Su propio límite se demuestra en la “moderación” del discurso de Macri, corrido hacia el centro. Pero a la vez, también existieron contradicciones en los apoyos que logró Scioli. El carácter de demagogia desbocada “antiajuste” que el candidato del FPV llevó adelante, sobre todo en la última etapa de la campaña (cuando la mayoría decide su voto), implicó que una gran parte lo respaldara para rechazar a la derecha y evitar el ajuste. El oficialismo hizo discursivamente la campaña más “populista” de las realizadas por el kirchnerismo en los últimos tiempos. Habló persistentemente contra el ajuste, contra el “mercado”, y repitió hasta el cansancio la palabra “trabajadores” (cuando los sujetos del kirchnerismo fueron siempre esa entelequia a la que llamaban “juventud” o los “pobres”). Los sectores sociales en los que se dividió la votación representaron grosso modo una diversificación más “clasista” que en otras elecciones: el grueso de los trabajadores y sectores populares votaron al FPV y las clases medias y medias altas (la zona núcleo sojera) apoyó a Cambiemos. Esto no quiere decir que no haya habido cruces: sectores medios, obreros o “pobres” que votaron al PRO. O que en provincias como Córdoba u otras del interior del país, el factor del “bonapartismo de caja” que aplicó a latigazos fiscales el kirchnerismo, no haya influido en el rechazo al gobierno. Pero en sus núcleos esenciales esa división se notó más en estas elecciones y se refleja claramente si se observa cómo queda coloreado el mapa nacional.

La campaña “del miedo” (al ajuste) logró recuperar para el oficialismo una parte considerable de los votos de Sergio Massa, y no dejó de ser a su manera un reconocimiento de los ejes esenciales de la campaña de Nicolás del Caño y el Frente Izquierda; con el detalle de que el candidato oficialista depositó toda la responsabilidad de un eventual ajuste en Macri, ocultando que con matices también era parte de su hoja de ruta. Como elemento global, hay que tener en cuenta que el sistema de balotaje genera por su propia naturaleza un apoyo relativamente ficticio a los candidatos en pugna. Induce fuertemente a optar por alguna forma de “mal menor”, trampa en la que cayeron incluso muchos de los votantes del FIT, por lo cual el voto en blanco fue bajo. Sin embargo, esto a la vez implica que el “apoyo” alcanzado tanto por Scioli como por Macri fue muy condicionado, y estuvo marcado por el “rechazo a” antes que por el hecho de que el candidato haya cautivado o enamorado con su propuesta.

¿Laboratorio Argentina? Hipótesis para un nuevo fin de ciclo Por estos días proliferan los análisis que comparan el actual “fin de ciclo” con otros momentos similares de la historia argentina. Desde el tercer gobierno peronista que culmina en el plan conocido como “Rodrigazo”, hasta el fin del gobierno de Raúl Alfonsín o la caída de la Alianza de Fernando de la Rúa. En el terreno económico, se reiteran problemas clásicos de un país semicolonial (“restricción externa”, inflación, el reclamo empresario por la “competitividad”, etc.). Desde el punto de vista político y de la lucha de clases, hay una variedad de elementos que constituyen la situación actual como sumamente original, teniendo en cuenta los fuertes límites que tiene toda comparación. Si tomamos en cuenta el grado de recomposición de la fuerza social de la clase obrera, hay una gran diferencia con los ciclos anteriores posdictadura, como el alfonsinista y el aliancista (continuidad del menemismo): la clase trabajadora arribó a esos acontecimientos con derrotas en su historia reciente. La debacle todavía “fresca” del genocidio y la derrota de Malvinas, en un caso, y la división impuesta por la noche neoliberal en el otro. La izquierda reflejaba más o menos mecánicamente ese retroceso e impasse del movimiento obrero, que además tenía un carácter internacional. En la actualidad, el grado de recomposición de la fuerza de la clase obrera se emparenta mucho más con el de mediados de la década del ‘70 (aunque luego del neoliberalismo existen serias divisiones y debilidades estructurales). Pero si miramos desde el punto de vista de la lucha de clases, podríamos remontarnos a mediados de los ‘60, antes del Cordobazo: múltiples experiencias de lucha, desde tomas de fábricas hasta huelgas duras por sector y algunas huelgas nacionales, potencial cambio de ubicación política del movimiento estudiantil en la escena nacional, ubicación “colaboracionista” de la burocracia sindical, aunque todavía bajos niveles de “radicalización”. Y hasta un peronismo

(al que el tiempo no le ha pasado en vano), fuera del poder con una fracción que amenaza pasar a la “resistencia”. Como dato distintivo de estos tiempos, se presenta la emergencia y consolidación de la izquierda “dura” tanto en los sindicatos (especialmente el PTS), como desde 2013 en el escenario político nacional con el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. El FIT cuenta un bloque de cuatro diputados naciones, legisladores provinciales y concejales en las provincias más importantes del país. Todos estos elementos, en el marco de la crisis económica internacional, en un contexto de fin del ciclo del alza de los precios de las commodities que afecta especialmente a América Latina. Estos factores, sumados al surgimiento de un nuevo gobierno de derecha, constituyen una combinación peculiar, que hace de la situación argentina un laboratorio potencial de la protesta obrera, como en 2001 se habló del “laboratorio Argentina” respecto de las luchas “populares” caracterizadas por el autonomismo. La posibilidad de un nuevo ciclo de luchas obreras que tome la forma de un auge no puede descartarse de ninguna manera, por el contrario, está en el genoma del nuevo gobierno y sus medidas económicas en ciernes. En este contexto, la lucha por desarrollar una práctica antiburocrática consecuente en los sindicatos para retomar el camino del gran ensayo general de insurgencia obrera, que tuvo su cenit en las Coordinadoras Interfabriles y las grandes acciones de masas de mediados de los ‘70, cobrará nueva actualidad. Los “tambores de guerra” que hace repicar la nueva coalición gobernante encontrarán a esa fuerza social y a su expresión política de avanzada en la resistencia que reabrirá un escenario más agudo de lucha de clases. Se colocará nuevamente sobre el tapete una pregunta clásica y urgente, ¿quién pagará la crisis? Nuestra apuesta y nuestro desafío es que esta vez la paguen los capitalistas.

1. Ver en este mismo número: “La economía de la alegría” de Lucía Ortega y Esteban Mercatante. 2. En La Izquierda Diario (izquierdadiario.com) hay una amplia cobertura de la transición, así como diversos análisis sobre la derrota del kirchnerismo, el nuevo gobierno, la situación económica y del movimiento obrero. 3. Fernando Rosso, Eduardo Castilla y Esteban Mercatante, “No tan distintos. Balotaje y voto en blanco”, IdZ 25, noviembre 2015. 4. Ver este mismo número: “¿Por qué triunfó la rebelión de los CEO?” de Paula Varela y Gastón Gutiérrez.


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ALTERNATIVAS FRENTE A UNa DERECHA INTELIGENTE Claudio Katz

Economista CONICET-UBA y miembro del EDI.

Finalmente el peronismo perdió la presidencia, varias gobernaciones y el baluarte de Buenos Aires, pero Macri ganó por sólo tres puntos. Con este reducido margen de favoritismo, la coalición derechista tendrá poco sustento para implementar el ajuste. Necesitará mucha muñeca para concretar el atropello que sucederá a la devaluación. El PRO ya definió un gabinete de gerentes para administrar el Estado como si fuera una simple empresa capitalista. Sus operadores tejen aceleradas alianzas para asegurar gobernabilidad en el parlamento y la justicia. Macri prometió crecimiento, empleo y mejoras de salarios poco compatibles con el clásico shock neoliberal. La expansión del consumo registrada en los últimos años torna aún más difícil el apriete que ensayarán los hombres de negocios transformados en ministros. La arremetida conservadora tampoco cuenta con cimientos políticos sólidos. El generalizado repudio que suscitó el editorial de La Nación reclamando la liberación de los genocidas es indicio de esos límites. En medio de una inédita protesta de periodistas, el propio Macri debió ratificar la continuidad de los juicios. El jefe del PRO intentará compensar estas restricciones con un gran activismo internacional contra Venezuela. Como la revisión del Memorándum con Irán seguirá el curso dictado por la embajada estadounidense, todos los cañones apuntarán contra el proceso bolivariano. Esta campaña ya cuenta con el explícito aval de Massa y el silencio cómplice de Scioli. Presentarán a los escuálidos golpistas como presos políticos y cuestionarán la falta de democracia, en un país con gran secuencia de votaciones periódicas. La inminente presidencia de Macri genera perplejidad en gran parte de la sociedad. ¿Cómo pudo un emblema de la derecha llegar a la primera magistratura? Algunos kirchneristas observan este ascenso como una desventura pasajera. Estiman que los votos y cargos obtenidos bastarán para retomar el gobierno en pocos años. Esta especulación se basa en una ilusoria expectativa de congelamiento del mapa político.

Otros oficialistas repiten lugares comunes (“triunfó la democracia”), aluden a la mala suerte (“la moneda cayó para otro lado”) o atribuyen lo ocurrido al “desgaste de los últimos doce años”. Pero ese cansancio nunca siguió una cronología fija y fue sorteado en varias oportunidades por Néstor y Cristina. Quienes atribuyen el desenlace electoral a la prédica de los medios concentrados deberían explicar por qué falló el gran armado gubernamental de propaganda pública y privada. La tesis kirchnerista predominante resalta la existencia de un país dividido en dos mitades. Con esa presentación se desconoce que muchos sectores populares votaron a Macri, ante la ausencia de una real polarización social e ideológica. La gran mayoría de los electores se ubicó en el medio y osciló entre dos propuestas conservadoras. Interpretaciones más consistentes de la victoria del PRO resaltan la incidencia de la inflación. Destacan también el descontento creado por la desastrosa situación de la vivienda, la salud o la educación en la provincia de Buenos Aires. Pero el indudable agotamiento del modelo económico no llegó al ingreso o al empleo del grueso de la ciudadanía y tampoco determinó el triunfo de Cambiemos. Con el retraso del tipo de cambio se vivió incluso una primavera artificial de compras que favorecía al oficialismo. A su vez, las mejoras en el nivel de vida de la última década tuvieron poca incidencia electoral. La población ha naturalizado esos repuntes, en un país tan sujeto a bruscos vaivenes del poder adquisitivo. La derrota del gobierno tuvo más determinantes políticos que económicos. El fastidio con el oficialismo superó el miedo a Macri. Muchos comunicadores resaltan el hartazgo con un “estilo” de CFK que abusó de las cadenas, el personalismo, la sordera y la manipulación. Pero omiten recordar que esos defectos forman parte una cultura del justicialismo, que Cristina recreó especialmente en el plano del verticalismo y la lealtad. El kirchnerismo representó una variante reformista al interior del mutante espectro peronista. Ese perfil de centroizquierda se reflejó en

las iniciativas más objetadas por la derecha: retenciones a los agro-sojeros, ley de medios, juicios a los militares y autonomía geopolítica internacional. La reacción anti-K de los grupos conservadores paralizó al gobierno y abrió el camino para el ascenso de Macri. El PRO supo encauzar la belicosa secuencia inicial de cacerolazos hacia una inteligente construcción política. Mientras Cristina optó por la inacción encubierta de relatos, la derecha depuró sus filas y preparó su captura del Estado. La renuncia kirchnerista a encarar un genuino curso progresista condujo a ese desenlace. Descartaron la nacionalización del comercio exterior, la implementación de una reforma impositiva y la revisión de los pagos de la deuda. Evitaron confrontar con los responsables de la remarcación de precios y la fuga de divisas y siempre protegieron al sistema capitalista que CFK endiosa. En el plano político consolidaron un status quo de clientelismo y un descarado nivel de corrupción de altos funcionarios. El propio gobierno preparaba una sucesión conservadora con Scioli. Quienes ahora reconocen que el motonauta fue un “mal candidato” evitan analizar este sentido de su designación. El “proyecto” ya carecía de futuro y por eso no suscitó entusiasmo, frente al cúmulo de fantasías que desplegó Macri. La izquierda tampoco pudo contrarrestar los límites del progresismo. La canalización derechista del descontento evidenció el carácter aún embrionario de la radicalización popular. El escaso eco del voto en blanco fue un indicio de ese escenario. Pero la existencia de la izquierda como formación política visible constituye un ingrediente clave del turbulento contexto que se avecina. Ofrece un freno a la desazón y un canal para madurar la fallida experiencia del kirchnerismo. Con un perfil nítido, la izquierda facilita la construcción de alternativas, ajenas al pase de facturas que sobrevuela al justicialismo. El arribo de Macri a la Casa Rosada genera tristeza, bronca e impotencia. Comprender lo ocurrido es el mejor antídoto frente a esa sensación.


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Política

EL FANTASMA DE LA INESTABILIDAD Roberto Gargarella

Sociólogo, Doctor en Derecho, profesor de la Escuela de Derecho de la UTDT y de la UBA.

El fantasma que recorre la política argentina, desde sus inicios, es el fantasma de la inestabilidad. Lo sufren todos, pero en particular los partidos y grupos que se asumen como los más débiles. Se trata del drama que sufrieron los primeros gobiernos liberales, desde la independencia. Fue, también, el drama que procuraron sortear con éxito los conservadores, en alianza con sectores de la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Estos gobiernos conseguían mantenerse hasta por más de una década, cuando los liberales apenas atinaban a pararse sobre sus propias plantas. Tales gobiernos conservadores consiguieron imponer Constituciones, como la de Chile en 1833, que fueron capaces de sobrevivir todo un siglo, mientras las que propiciaban los liberales no duraban un lustro. Juan Bautista Alberdi o Domingo Sarmiento fueron algunos de los tantos políticos latinoamericanos que quedaron fascinados con lo que ocurría en Chile. En ese “autoritarismo progresivo”, en esa mezcla de “rigor político y activismo económico” (como lo definiera Halperín Donghi) que allí comenzara a gestarse, parecía estar la llave de la estabilidad y el crecimiento que anhelaba la política latinoamericana del conservadurismo social. Con una sociedad cada vez más inclusiva y más díscola, la estabilidad que fuera capaz de garantizar el conservadurismo del siglo XIX se tornó más difícil de sostener, por lo que el componente represivo comenzó a tomar más protagonismo con el paso del tiempo. Por ello comenzaron a primar las asonadas militares, y por ello cada nuevo gobierno militar pareció requerir, para mantenerse, de dosis represivas mayores que las del gobierno militar que le precediera en el tiempo. El mal de la inestabilidad política afectó a todos los gobiernos democráticos del siglo XX, que buscaron enfrentarlo de distinta forma. Se trata de una enfermedad que padeció el gobierno de Alfonsín, que en sus primeros años se mantuvo estable gracias a la enorme energía social acumulada luego de dejar atrás al infierno del Proceso militar. Sin embargo, ya a mitad de su mandato, Alfonsín procuró esquivar a aquel perenne fantasma, a través de una alianza con sectores

retrógrados del sindicalismo y el empresariado argentino –actores a los que alguna vez denunciara. El pacto, orientado a sostener al llamado “Plan Austral” (1985-1988) terminaría socavando, también, la legitimidad del gobierno de Alfonsín, que concluiría fatalmente tiempo antes de lo que correspondía por mandato. El gobierno de De la Rúa sufriría el drama de la inestabilidad del peor modo (salida temprana y muertes masivas a manos del gobierno), hasta convertir al mismo en el gran trauma de la política argentina y, en particular, de la oposición no-peronista. Frente a tales dramas, Carlos Menem y Néstor Kirchner, de distinta forma y en distinto tiempo, reconstruyeron con éxito diverso la vieja alianza del conservadurismo social argentino. Menem, desprovisto de prejuicios y principios, se abrazó a sus enemigos políticos y anudó una alianza estratégica con el gran empresariado local y extranjero, “barones” del conurbano y señores feudales al mando de distintas provincias. Reinstauró, del modo más crudo, y en los confines del siglo XXI, a la vieja alianza conservadora que supiera adueñarse del país desde mediados del siglo XIX. Kirchner hizo lo propio de otro modo, ya que llegó al poder con una base electoral muy magra y, para peor, bajo el antecedente trágico que lo precedió, esto es, una seguidilla de 5 presidentes que se sucedieron el uno al otro sin lograr estabilizarse en el cargo más que unos días (De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Camaño, Duhalde). De allí que, una vez llegado al cargo, y luego de sugerir una opción democrática distinta en sus primeros meses de mandato –una opción marcada por la “transversalidad”, la “reforma política”, el fin de los “barones” del conurbano y los caudillos “feudales”- Kirchner retomó el camino de Menem y volvió a abrazarse con aquellos a los que había repudiado en el comienzo de su mandato: los “barones” del conurbano volvieron a gobernar con su apoyo, y los “jeques” y “feudos” provinciales ganaron cómoda vida con la transferencia de recursos que Kirchner les aseguró desde el poder central. El gran empresariado, que en tiempos de Menem se enriqueció a través de las privatizaciones del período anti-estatista, volvería a ganar, ahora, pero a través de pactos y negocios compartidos con el gobierno

-un gobierno que propiciaba una retórica estatalista, opuesta a la que propiciara Menem, aunque con resultados igualmente regresivos en términos sociales. La gran pregunta, entonces, es qué política seguirá Mauricio Macri para estabilizar a su gobierno. En mi opinión, muchos parten del análisis simplista de asumir que “hará aquello en lo que verdaderamente cree”, que es una política de “libre mercado” al estilo de la que impulsara Martínez de Hoz en la dictadura. Estos análisis se equivocan porque no advierten que Macri no cuenta con el poder de violencia con que contaba la dictadura –una violencia que, por lo demás, la democracia y la memoria de hoy imposibilitan. Otros piensan que “volverá al gobierno de Menem en los ‘90”, sin advertir que hoy no existe la alianza social con la que contó Menem para tornar factible dicho “ajuste”, ni el dinero que prometía la privatización de las múltiples y poderosas empresas estatales de entonces. Se trata, diría, de análisis vaciados de historia social. Más acertado parece el juicio que nos dice y predice que Macri querrá retomar la “opción Flamarique/ Colombo”, esto es, la opción que –bajo la conciencia de un gobierno que nacía débil- operaron algunos agentes del gobierno de De la Rúa (por caso, su Ministro de Trabajo y Jefe de Gabinete de entonces). Dicha opción consistió en un intento por demostrar que los “débiles” radicales, con la ayuda de dinero espúreo y servicios de inteligencia podían ser tan astutos y tan corruptos como los más “duros” gobiernos peronistas (una fracasada estrategia que terminaría con el llamado “escándalo de la Banelco” y, finalmente, con la caída del gobierno de De la Rúa). Se trata, sin embargo, de una opción destinada otra vez al fracaso. En lo personal, creo que la apuesta de Macri será la de reproducir el gobierno relativamente inmóvil que condujera en la Ciudad. Intuyo que, en ese caso, la opción por la que optará frente a una crisis consistirá en trocar radicales por peronistas (con todo lo que ello implica), apostando a cambiar de base social en medio del río. En todo caso, la apuesta por la democracia radical que muchos querríamos, queda hoy, como quedara entonces, fuera del horizonte de lo posible.


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ALTERNATIVAS FRENTE A UNa DERECHA INTELIGENTE Claudio Katz

Economista CONICET-UBA y miembro del EDI. Finalmente el peronismo perdió la presidencia, varias gobernaciones y el baluarte de Buenos Aires, pero Macri ganó por sólo tres puntos. Con este reducido margen de favoritismo, la coalición derechista tendrá poco sustento para implementar el ajuste. Necesitará mucha muñeca para concretar el atropello que sucederá a la devaluación. El PRO ya definió un gabinete de gerentes para administrar el Estado como si fuera una simple empresa capitalista. Sus operadores tejen aceleradas alianzas para asegurar gobernabilidad en el parlamento y la justicia. Macri prometió crecimiento, empleo y mejoras de salarios poco compatibles con el clásico shock neoliberal. La expansión del consumo registrada en los últimos años torna aún más difícil el apriete que ensayarán los hombres de negocios transformados en ministros. La arremetida conservadora tampoco cuenta con cimientos políticos sólidos. El generalizado repudio que suscitó el editorial de La Nación reclamando la liberación de los genocidas es indicio de esos límites. En medio de una inédita protesta de periodistas, el propio Macri debió ratificar la continuidad de los juicios. El jefe del PRO intentará compensar estas restricciones con un gran activismo internacional contra Venezuela. Como la revisión del Memorándum con Irán seguirá el curso dictado por la embajada estadounidense, todos los cañones apuntarán contra el proceso bolivariano. Esta campaña ya cuenta con el explícito aval de Massa y el silencio cómplice de Scioli. Presentarán a los escuálidos golpistas como presos políticos y cuestionarán la falta de democracia, en un país con gran secuencia de votaciones periódicas. La inminente presidencia de Macri genera perplejidad en gran parte de la sociedad. ¿Cómo pudo un emblema de la derecha llegar a la primera magistratura? Algunos kirchneristas observan este ascenso como una desventura pasajera. Estiman que los votos y cargos obtenidos bastarán para retomar el gobierno en pocos años. Esta especulación se basa en una ilusoria expectativa de congelamiento del mapa político.

Otros oficialistas repiten lugares comunes (“triunfó la democracia”), aluden a la mala suerte (“la moneda cayó para otro lado”) o atribuyen lo ocurrido al “desgaste de los últimos doce años”. Pero ese cansancio nunca siguió una cronología fija y fue sorteado en varias oportunidades por Néstor y Cristina. Quienes atribuyen el desenlace electoral a la prédica de los medios concentrados deberían explicar por qué falló el gran armado gubernamental de propaganda pública y privada. La tesis kirchnerista predominante resalta la existencia de un país dividido en dos mitades. Con esa presentación se desconoce que muchos sectores populares votaron a Macri, ante la ausencia de una real polarización social e ideológica. La gran mayoría de los electores se ubicó en el medio y osciló entre dos propuestas conservadoras. Interpretaciones más consistentes de la victoria del PRO resaltan la incidencia de la inflación. Destacan también el descontento creado por la desastrosa situación de la vivienda, la salud o la educación en la provincia de Buenos Aires. Pero el indudable agotamiento del modelo económico no llegó al ingreso o al empleo del grueso de la ciudadanía y tampoco determinó el triunfo de Cambiemos. Con el retraso del tipo de cambio se vivió incluso una primavera artificial de compras que favorecía al oficialismo. A su vez, las mejoras en el nivel de vida de la última década tuvieron poca incidencia electoral. La población ha naturalizado esos repuntes, en un país tan sujeto a bruscos vaivenes del poder adquisitivo. La derrota del gobierno tuvo más determinantes políticos que económicos. El fastidio con el oficialismo superó el miedo a Macri. Muchos comunicadores resaltan el hartazgo con un “estilo” de CFK que abusó de las cadenas, el personalismo, la sordera y la manipulación. Pero omiten recordar que esos defectos forman parte una cultura del justicialismo, que Cristina recreó especialmente en el plano del verticalismo y la lealtad. El kirchnerismo representó una variante reformista al interior del mutante espectro peronista. Ese perfil de centroizquierda se reflejó en

las iniciativas más objetadas por la derecha: retenciones a los agro-sojeros, ley de medios, juicios a los militares y autonomía geopolítica internacional. La reacción anti-K de los grupos conservadores paralizó al gobierno y abrió el camino para el ascenso de Macri. El PRO supo encauzar la belicosa secuencia inicial de cacerolazos hacia una inteligente construcción política. Mientras Cristina optó por la inacción encubierta de relatos, la derecha depuró sus filas y preparó su captura del Estado. La renuncia kirchnerista a encarar un genuino curso progresista condujo a ese desenlace. Descartaron la nacionalización del comercio exterior, la implementación de una reforma impositiva y la revisión de los pagos de la deuda. Evitaron confrontar con los responsables de la remarcación de precios y la fuga de divisas y siempre protegieron al sistema capitalista que CFK endiosa. En el plano político consolidaron un status quo de clientelismo y un descarado nivel de corrupción de altos funcionarios. El propio gobierno preparaba una sucesión conservadora con Scioli. Quienes ahora reconocen que el motonauta fue un “mal candidato” evitan analizar este sentido de su designación. El “proyecto” ya carecía de futuro y por eso no suscitó entusiasmo, frente al cúmulo de fantasías que desplegó Macri. La izquierda tampoco pudo contrarrestar los límites del progresismo. La canalización derechista del descontento evidenció el carácter aún embrionario de la radicalización popular. El escaso eco del voto en blanco fue un indicio de ese escenario. Pero la existencia de la izquierda como formación política visible constituye un ingrediente clave del turbulento contexto que se avecina. Ofrece un freno a la desazón y un canal para madurar la fallida experiencia del kirchnerismo. Con un perfil nítido, la izquierda facilita la construcción de alternativas, ajenas al pase de facturas que sobrevuela al justicialismo. El arribo de Macri a la Casa Rosada genera tristeza, bronca e impotencia. Comprender lo ocurrido es el mejor antídoto frente a esa sensación.


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¿POR QUÉ TRIUNFÓ LA REBELIÓN DE LOS CEO? PAULA VARELA Politóloga, docente de la UBA. GASTÓN GUTIÉRREZ Comité de redacción.

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”. Ayn Rand (La rebelión del Atlas)

El libro Se dice que Mauricio leyó. Se dice además, que leyó un libro y que lo tiene en alta estima por la forma en que valora el “egoísmo racional” como virtud. Allí abreva a la hora de sintetizar el nuevo espíritu del capitalismo PRO según el cual “los hacedores derrotaron a los parásitos” en esta condenada sociedad K. En la fábula americanista de Ayn Rand, del lado de los hacedores están los empresarios y los profesionales que protagonizan una “huelga” memorable contra el

Ilustración: Natalia Rizzo

Estado, sus impuestos y el clientelismo; mientras que del lado de los parásitos se encuentra la casta política y aquellos que necesitan ayuda para sobrevivir en el mercado. Más pragmático que la filósofa individualista, Macri aún no pudo ajustar a los “parásitos” (de hecho, ganó prometiéndoles sobrevida), pero eso no le impidió, una vez en el poder, armar el gobierno más prístino que los “hacedores” del capital pueden conseguir. ¿Cómo un partido liderado por un empresario y nacido de un think tank conquistó el poder en la Argentina kirchnerista? ¿Cómo pudo articular parte de los retazos de los partidos tradicionales (peronismo, radicalismo, liberalismo) que volaron por los aires con la crisis del 2001? ¿Cómo logró construirse como el astro gemelo del kirchnerismo en el firmamento de la restauración post-2001?

Lo nuevo de la nueva derecha La genealogía de la ideología que hegemoniza el PRO (de dudosa ética protestante) es de larga data. Dos elementos ayudan a comprender el giro que implica esta rebelión de los CEO triunfante: el núcleo duro (político e ideológico) del aparato de esta nueva derecha, y el modo en el

que entre kirchnerismo y macrismo tuvo lugar una “sana competencia randiana” por el sentido y las expectativas de los electores devenidos consumidores. El macrismo triunfó interpelando a aquellos que se veían impedidos de recrear virtuosamente el ciclo dinerario por el costo del Estado, los subsidios a las empresas ineficientes y la “restricción interna” del cepo al libre acceso a los dólares. Y lo hizo, acicateando a cada vez más amplias porciones de las capas medias y a fracciones de los sectores populares cuyo consumo depende del circuito mercantil y para quienes, alejados de la “ayuda del Estado”, ésta se les presenta como parte del problema. Cambiemos es una empresa desigual donde PRO posee la mayoría de las acciones y UCR, CC, dirigentes corporativos empresarios y sindicalistas son socios minoritarios. El enunciado de una Argentina “atendida por sus propios dueños” da cuenta del reparto de ministerios que expresa el peso del capital financiero y del agropower en el nuevo gobierno. Pero para caracterizar la alianza política y social que llegó al poder y las dinámicas que se ponen en juego hacia adelante hay que entender qué es lo nuevo de la nueva derecha, y esto es el PRO.


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“mundo pro”1, el libro escrito por Sergio Morresi, Gabriel Vommaro y Alejandro Bellotti, propone una anatomía pormenorizada del partido. Su hipótesis principal es que PRO no constituye simplemente una nomenclatura de clase (un partido empresario) sino que hay que reconocerle cierta autonomía relativa que se expresa en los distintos “mundos pro” que conviven en su seno. Su origen se sitúa en la crisis del bipartidismo del 2001 (que en CABA generó una amplia disponibilidad de cuadros de partidos tradicionales a la caza de oportunidades políticas), y en un think tank que logró “hacer de necesidad virtud”.

5 fuentes, 1 pos-neoliberalismo integrante Los afluentes que conforman originariamente al PRO configuran 5 sectores: derecha-liberal, peronismo, radicales, empresarios y ONG y thinks tanks. El equilibrio entre las fracciones se articula alrededor del liderazgo de Macri cuyo pragmatismo le permite mutar en función del marketing político y los consejos duranbarbistas del “arte de ganar”. En el transcurso de 15 años esto llevó al partido a atravesar varias mutaciones que lo alejan del tradicional clivaje derechista-liberal. Sin embargo, sería un error confundir causa con efecto: la elasticidad ideológica propia de una nueva derecha pragmática es el efecto de la liquidación de un espacio político liberal clásico a la salida de la convertibilidad. Como todos saben, no es la primera vez que las empresas instalan a sus CEO en el manejo del Estado. Ya en los ‘60, de la mano del onganiato, un nuevo management formado en la administración de las grandes empresas multinacionales que se instalaron con fuerza en esos años, ocupaba el proscenio. Durante el “proceso de reorganización nacional” figuras del liberalismo también coparon ministerios y modificaron la estructura de la economía nacional al calor del genocidio de clase. Y en los ‘90 Menem cooptó a los liberales de los ‘80 (que también habían tenido su lugar en el alfonsinismo). Pero todos esos fenómenos fueron una suerte de “entrismo” de distintas generaciones de la derecha liberal ya sea en poderes autoritarios o en el seno de “partidos nacional-populares”. La figura de Cavallo, como tipo ideal de intelectual liberal pragmático, es la transición de un momento a otro. El fin de la convertibilidad marcó el fin de esas experiencias y obligó a un ethos novedoso: el de ser un “partido pro-mercado en tiempos de estatismo” pos-neoliberal.

Team leaders Este pasaje de la derecha liberal clásica a la nueva derecha tiene su impacto en la atemperación de los tópicos ideológicos más conservadores y es la que abre el espacio a la fracción de las ONG como el sector aglutinante:

la facción de las ONG parece particularmente interesante porque marca el tono de la ideología de PRO en general. Las respuestas de los integrantes de este grupo se acercan a la media del total de la muestra. La proximidad de los miembros de esta facción con las ideas del catolicismo social hace que la facción de las ONG presente una destacable combinación de valores. Por un lado, son conservadores respecto a cuestiones éticas y culturales (se muestran mayoritariamente contrarios a la discusión de una ley que legalice el aborto) y en aspectos sociopolíticos (apoyan la reducción del poder de los sindicatos en la política). Sin embargo, al mismo tiempo son quienes están menos de acuerdo con la idea de “mirar hacia adelante” en materia de derechos humanos y defienden la intervención del Estado en materia económica2.

Eso explica que el PRO pueda exhibir un perfil multi-religioso que va desde el Opus Dei a Ravi Shankar; una juventud reclutada en las universidades privadas y confesionales, pero orientada al trabajo caritativo en los barrios en términos de compasión y caridad religiosa en alianza con asistencialismos más tradicionales; o la aceptación de posturas gay friendly (que le valieron roces con el entonces Cardenal Bergoglio).

La superación de los propios límites Lo que nadie imaginó a priori es que esta nueva derecha pudiera trascender el clivaje tradicional que trae de origen. De hecho, el PRO tuvo siempre muchos problemas para articular una búsqueda expansiva de votos en el salto al escenario nacional: cada vez que PRO trata de bajar para cosechar votos del hemisferio populista, pierde la adhesión de ciudadanos que están en el hemisferio republicano, a los que rápidamente cortejan otras fuerzas políticas que están ubicadas más arriba y un poco más a la izquierda. Y cuando PRO sube en busca de votos no populistas, el peronismo antikirchnerista ocupa el espacio que deja vacante3.

Esta debilidad se vio trastocada por dos elementos. El primero, la limpieza del escenario electoral que comenzó con la alianza con el viejo partido radical, y se profundizó con el balotaje, causando un efecto catch all que benefició a Cambiemos con la mitad más uno de los votos. El segundo, de más larga data, la “desintegración del pueblo” que realizó el kirchnerismo.

Y el pueblo dónde está? En el discurso del macrismo no hay colectivos: no existen los trabajadores, ni el pueblo,

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ni siquiera los pobres. Existo “yo, que te hablo a vos, que me votaste a mí, que confiaste en él, para que te ayude a vos”. María Eugenia Vidal parece haber hecho un doctorado en trabalenguas de pronombres personales que evitan el plural. Allí apuntó Horacio González en su análisis de la derrota: el macrismo es la desintegración de la noción de pueblo. Y es verdad. Desintegración como ausencia en la interpelación discursiva y, si pueden, como proyecto político. Lo que no dice González es que la interpelación de Scioli era exactamente igual: “yo, que soy previsible, que superé la adversidad, que siempre me preparé para esto”. La apelación al individuo y a su mérito personal para superarse fue el pilar de ambas campañas. Apelación que se basa (como todo discurso meritocrático) en negar que aquellos que se presentan como ejemplo de superación (el empresario no querido por su padre y el motonauta accidentado) tienen condiciones privilegiadas para la salida heroica (no así un albañil que pierde el brazo en una “accidente” de trabajo que la ART no reconoce como tal, ese individuo seguramente no progresa). ¿Por qué, luego de años de un kirchnerismo que todo lo transformó en batalla cultural de “colectivos en pugna”, se terminó en una batalla electoral que le regaló el triunfo al “individualismo radical” de Mauricio?

Ganó Levitsky La tensión entre lo individual, que González signa de “pre-político”, y lo “colectivo-político” está en el origen del kirchnerismo como producto del 2001. La primera estrategia ante esa tensión fue doble: hacia los movimientos de desocupados (colectivos político-sociales de aquellos a quienes el neoliberalismo había encorsetado en los barrios de la desocupación) se dio una estrategia de desarticulación vía la absorción en el Estado de la mayoría y la criminalización de los que resistieron; hacia el movimiento obrero ocupado se propuso un fortalecimiento de los sindicatos (y sus burocracias) para anticiparse a la fuerte recomposición social y gremial de los trabajadores apalancada en el crecimiento del empleo. Esta última política fue leída por varios del modo en que el mismo gobierno la publicitó: como retorno del Gigante (o, en clave de González, retorno del “pueblo-trabajador”). Sin embargo, el retorno de ese “pueblo-trabajador” (construcción de un populismo con base obrera) era un retorno imposible4 en la medida en que no se tocaran los pilares de la fragmentación que el neoliberalismo provocó en el colectivo “pueblo-trabajador”. Y el kirchnerismo no tocó esos pilares del neoliberalismo porque construyó la recomposición del mercado de trabajo sobre las bases de la precarización laboral de los ‘90. En ese sentido el »


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kirchnerismo es pos-neoliberal, no porque haya revertido o superado el neoliberalismo, sino porque basó su propia construcción sobre las bases intocadas de éste. He allí los límites infranqueables de la reconstrucción del “pueblo-trabajador” y con él, del clivaje peronista. Esos límites no están en el terreno de las campañas electorales, los candidatos o los discursos, sino en el terreno del “modelo”, es el “modelo kirchnerista” el que imposibilitó la construcción del “pueblotrabajador” (por mucho que Scioli haya hablado de él en los últimos quince minutos de campaña). La consumación de esa imposibilidad tiene como fecha el año 2012 con tres giros en la política del segundo gobierno de Cristina: el ataque abierto a los trabajadores y a sus procesos de lucha y organización, cuyo destinatario inicial fueron las docentes en huelga, acusadas de vagas por sus “tres meses de vacaciones” (cualquier semejanza con la idea de “parásitos” es pura afinidad política); la ruptura con Hugo Moyano y con ella el fin de la “revitalización sindical por arriba”, que ratificó el triunfo de los barones del conurbano dando la razón a Steven Levitsky y su análisis del pasaje del PJ sindical al PJ clientelar; y la guerra declarada a aquellos empeñados en politizar (y colectivizar) a los colectivos obreros en los lugares de trabajo (básicamente la izquierda troskista).

A comprar En lugar del “pueblo trabajador” el kirchnerismo construyó el “pueblo consumidor”. Aumento de consumo para el trabajador en blanco y también para el trabajador precario que se encontró ante la posibilidad de comprar celulares, zapatillas, motitos (posibilidad que enerva, por supuesto, a los gorilas de toda laya). Pero hete aquí un problema: el consumo, por definición, no es un conformador de colectivos sociales, es más bien el terreno de la descolectivización (por eso el liberalismo lo levanta como el mecanismo de integración social). Para decirlo en términos de las metáforas que Denis Merklen utilizó en su “pobres ciudadanos”: si la desarticulación de los derechos laborales y sociales que habían conquistado los trabajadores durante el siglo XX, produjo el pasaje de la lógica del agricultor (aquel que a través del trabajo es integrado y asciende socialmente) a la lógica del cazador (aquel que vive al día en la caza de recursos ya sea del Estado, la iglesia, una changa, una ONG o un robo), el aumento del consumo no revierte ese proceso sino que profundiza la lógica del cazador pero con más abundancia. El

“pueblo consumidor” del kirchnerismo construyó las bases de la individualización pre-política sobre las que triunfó el macrismo. La escasez de recursos para mantener los niveles del consumidor hizo el resto del trabajo de 2012 en adelante. Así se conformaron dos sectores. El afectado por el impuesto al salario (muchos de los cuales son medidos como clases medias en las estadísticas) que pasó a ser parte de la nueva base del PRO con la expectativa de sostener sus niveles de consumo. El más atado a los recursos provenientes del Estado que fue contenido en su emigración al PRO gracias a la campaña del miedo del último Scioli y el acento en la importancia de la ayuda estatal (notable en la primera y tercera sección del GBA). La diferencia entre estos dos sectores no es ideológica (como gustaría a los kirchneristas que sonríen ante las cifras de La Matanza), sino más bien del origen de los recursos: quienes obtienen los recursos del mercado votaron mayoritariamente al PRO y quienes los obtienen del Estado lo hicieron mayoritariamente al FPV.

No se puede vivir del amor Por último, hay otro factor que hizo a la desintegración del pueblo y en el que tiene particular responsabilidad el propio González y los intelectuales K: la independencia que cobró el relato frente a los hechos y la deslegitimación de las ideologías que esa distancia abonó. La mayor importancia que los votantes otorgan al “dealer de la esquina de su casa” que a la relación con los fondos buitres no es producto de la fatalidad de un orden de preferencias inexpugnable que privilegia lo cotidiano pre-político por sobre lo ideológico-político. Ha sido, más bien, una construcción del kirchnerismo a través de la banalización de una ideología que libra las más heroicas batallas en los pasillos del Palacio, mientras niega las más prosaicas realidades inflacionarias en los pasillos del supermercado. Esa banalización de la ideología fue, además, la base sobre la que se relativizó (también por parte de los intelectuales) el surgimiento de una casta política millonaria cuya obscenidad en la exposición de su riqueza era una cachetada al mismísimo “pueblo-trabajador”. Allí anidó la verosimilitud de la eficiencia de la gestión que cubre de brillo a la revolución de la felicidad.

Castas, clivajes y clases Marcos Peña dijo “Nosotros representamos más el momento de crecimiento económico, la expectativa a futuro, que el kirchnerismo”5. Intentó así

hacer un justo reconocimiento entre las dos fuerzas políticas surgidas del 2001 y el papel que cada una de ellas debía jugar en la restauración. Hacia el kirchnerismo (con Duhalde incluido), el de haber piloteado la “salida del infierno”. Ese “momento kirchnerista” debería haber dado paso al “momento macrista” en que el Estado adopte su forma estrictamente pos-neoliberal, no como negación del Estado sino como adaptación a la persistencia de la herencia neoliberal en un contexto de crecimiento económico. El kirchnerismo pegó ese giro pero lo hizo lenta y escalonadamente: la primera curva fue el segundo gobierno de Cristina y la segunda fue la apuesta a Scioli. El desarreglo de velocidades en la restauración fue la que le dio espacio al macrismo para preparar su “sana rebelión” (Macri dixit) de los CEO. El macrismo comparte con el kirchnerismo el impulso a salidas por arriba a la crisis del 2001. Estaba en el ADN de estos astros gemelos consumar la restauración. Tres problemas, que suelen quedar fuera de la panorámica de los enfoques de clivajes politológicos, se le presentan al PRO para llevar adelante su empresa. El primero, la confesión de Marquitos: “representamos el momento de crecimiento económico” en una economía que dejó de crecer. En cierto sentido el PRO llega a la fiesta cuando la noche mágica se está apagando. El segundo, la diferencia entre medios y fines. El PRO y su impronta de team leaders pragmáticos es un doble vehículo: de configuración de una nueva casta gerencial del Estado, y de un copamiento directo por las multinacionales del poder ejecutivo. A tal punto eso se volvió evidente en los nombres del gabinete, que Clarín se vio obligado a preguntarle a Peña si no habría “conflicto de intereses” entre los ministros y sus cargos (o sea, entre el interés privado y el “general”). Estos dos problemas llevan a un tercero: la necesidad de aplicar un ofensivo programa de clase.

1. Bs As., Editorial Planeta, 2015. 2. Vommaro y Morresi, “Unidos y diversificados: la construcción del partido PRO en la CABA”, revista SAAP V. 8, N° 2, Nov. 2014, p. 23. 3. Op. cit., p. 427. 4. Paula Varela, La disputa por la dignidad obrera. Sindicalismo de base fabril en la Zona Norte del Conurbano bonaerense, Bs. As., Imago Mundi, 2015. 5. Op. cit., p. 306.


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La economía de la alegría Primeros apuntes sobre el plan económico esbozado por el gabinete designado por Mauricio Macri. Lucía Ortega y Esteban Mercatante Comité de redacción.

La herencia recibida El panorama económico con el que se desarrolla la transición es el de un palpable deterioro que se profundiza hace años, pero que no se compara con ninguna de las catástrofes que se vivieron en tiempos recientes. No hay en el escenario nada que se parezca a las crisis de deuda como las de 1982 o 2001. El servicio que el kirchnerismo ha hecho con el muy celebrado “desendeudamiento”, ingente transferencia de recursos a los acreedores llevada a cabo desde la renegociación de deuda de 2005, hace que la deuda pública con el sector privado, especialmente la parte emitida en dólares y que debe ser devuelta en dicha moneda, esté en niveles muy bajos. Esta equivale hoy a apenas un 11 % del PIB. Aunque gracias al litigio en Nueva York iniciado por los bonistas que rechazaron el canje de 2005 (y su reapertura en 2010) una parte de esa deuda no se está pagando, lo que algunos medios han popularizado como Griefault, esto no se tradujo en la nueva crisis de deuda con la que azuzaban los agoreros. La inflación, estabilizada en una tasa alta y difícil de bajar de manera rápida1, tampoco se espiralizó de manera incontrolable, creando episodios como los que conoció la historia del país en los años setenta y ochenta. Pero conviene no subestimar la magnitud de las dificultades que acumula la economía, frenada hace cuatro años, durante los cuales el

Ilustración: Natalia Rizzo

salario real promedio osciló entre el estancamiento y la caída, según como concluyó cada año la competencia entre precios y salarios, y la pobreza volvió a crecer para ubicarse nada menos que en 25 %. Veamos. En primer lugar, asistimos al fin del ciclo de altos precios de las commodities iniciado en 2003, alterando de forma virtuosa la ecuación económica del país de una forma sin precedentes recientes. Desde finales de 2013 esta situación está cambiando. Las estrecheces que viene administrando la economía argentina tienen este trasfondo, aunque es solo parte de la explicación. La revitalización del sector agropecuario, una de las expectativas de Macri, se enfrentará con este límite. El panorama internacional negativo se

completa con la recesión en Brasil y el encarecimiento del dólar respecto de otras monedas Todos los elementos de la macroeconomía que explicaron el crecimiento que conoció el período kirchnerista también están transformados en su contrario. La rentabilidad extraordinaria lograda por la clase capitalista con la megadevaluación de 2002 se fue acotando tironeada por la agudización de la disputa distributiva, la suba de impuestos, la pérdida de competitividad cambiaria y el parate económico. Aunque algunos sectores mantienen tasas de ganancia elevadas, no puede afirmarse que esta sea la norma. El superávit fiscal, logrado durante 2002 gracias a un fuerte recorte y la recaudación engrosada con nuevos impuestos (retenciones y »


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Economía

e impuesto al cheque implementado en 2001), es cosa del pasado hace rato. La pretensión del kirchnerismo de arbitrar las contradicciones sociales con los recursos públicos, manteniendo las condiciones de precariedad estructurales de la fuerza de trabajo pero subsidiando algunos consumos –financiando así de manera directa o indirecta una parte de la rentabilidad capitalista2–, exigió recursos fiscales cada vez mayores. El gasto público tuvo un crecimiento bien por encima de la recaudación. El año 2015 va a cerrar con un déficit fiscal por encima del 7 % del PIB, o con un déficit primario (que no contabiliza los pagos de intereses de deuda) equivalente al 3,5 % del PIB. Una de las partidas que explica el crecimiento del gasto es el crecimiento de los subsidios económicos, que tienen a la energía y el transporte como capítulos más importantes (representan un 4 % del PIB). El masivo endeudamiento intraestado3 es el correlato de la explosión del gasto público y la gangrena de la deuda. Pero será sobre todo el faltante de dólares, que está en la base del deterioro económico que el kirchnerismo administra desde 2011 –restringiendo las importaciones impuso un freno a toda la economía altamente dependiente de insumos importados– lo que condicionará los inicios del próximo gobierno. Al cierre de esta nota, el último dato disponible informa reservas por 25.900 millones de dólares. Pero esto, descontando el monto de las mismas que no puede utilizarse, los encajes bancarios, los aportes del swap con China, y los pagos depositados a acreedores externos frenados por el Griefault, significa un nivel neto por debajo de 4.000 millones de dólares. El swap no puede contarse como fondos utilizables, porque no pueden usarse para intervenir en la compra-venta de dólares, salvo que se negocie autorización con el Banco de China y se pague una elevada tasa de interés. Si descontáramos los pasivos (de monto hoy desconocido) por importaciones impagas, la cuenta daría directamente negativa. Los dólares son la base última que garantiza el andamiaje monetario local, la base sobre la cual debe apoyarse el BCRA para sostener el valor de la moneda. Por eso, no puede decirse que la economía, aunque sin las condiciones de insolvencia y desequilibrio agudo conocidas en otros tiempos, no concluya el ciclo kirchnerista también en zona de riesgo.

Plan de guerra (de clases) Los anuncios que se vienen sucediendo todos los días están delineando un programa de ajuste que se muestra cada vez mas severo; esta por verse cuánto de gradualismo habrá en el shock.

La primer cuestión a resolver, por lo dicho más arriba, es la del dólar, lo que implica definir un “precio” de este insumo estratégico que resuelva el problema de la cantidad. Es decir que corte la fuga y asegure el retorno de los ahorristas al peso, evitando un rápido agotamiento del ajuste cambiario como consecuencia de la inflación, lo que exigiría un nuevo salto de la paridad cambiaria. Esto ocurrió con la devaluación de enero de 2014, y la consecuencia fue que a los pocos meses volvió la salida de dólares que dejará al BCRA vaciado. Prat Gay confirmó que el plan es levantar el cepo el 11 de diciembre, lo que implica ir a un tipo de cambio que evite que todos los que tengan pesos busquen ponerlos en verdes. Pero (y sí, es un círculo vicioso) para que el gobierno entrante pueda lograr esto, necesita tener dólares. Por eso, hablarle con el bolsillo a los que tienen dólares bajo la forma de granos, es un primer paso. El agropower tiene la capacidad de liquidar granos que se transformen rápidamente en dólares. La designación del “chacrer” Ricardo Buryaile al frente de agricultura es una señal contundente. Radical, integrante de la Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), los talibanes de la modernización que con la siembra directa, los transgénicos y el desmonte salvaje amplió la frontera agropecuaria, es exponente de los reclamos de “devolver” rentabilidad al sector agrario, reduciendo la participación estatal en la apropiación de renta. Algunos cálculos dicen que entre lo que liquiden los sojeros, una probable ampliación del swap con China y la forzada liquidación de activos en dólares de los bancos que ordenó Vanoli, entrarian 5.000 millones de dólares. Según varios analistas necesitaría una suma equivalente adicional. Un crédito para el BCRA, que permita saltearse las trabas del litigio en Nueva York, está en la agenda. A las variantes ya abiertas por el gobierno saliente y dibujadas por Scioli (a través de los bancos centrales de Brasil y de China), el gobierno PRO le suma las de su propia cosecha, con su impronta “market friendly”: negociar un crédito rápido con el FMI, o tratar con los exempleadores de su ministro, JP Morgan. Hasta el momento no hay noticias de avances en esta ingeniería, pero sin un blindaje de este tenor, que sume a los agrodólares otros 10 mil millones para “aguantar” al mercado, cualquier desmonte del cepo resulta impensable. Con este fondeo, Macri podrá “sincerar” (sic) el valor del dólar, haciendo la devaluación que dice que el gobierno de Cristina ya hizo, ya que según él y sus ministros “el dólar a valor oficial no lo consigue nadie”, curioso planteo considerando que todos los días la

autoridad monetaria entrega decenas o cientos de millones de dólares. La “campaña del miedo” de Scioli terminó facilitando la tarea de Macri presidente. Tanto instaló la perspectiva de una devaluación del 50 %, que una de 40 % (dólar a 13,5 pesos) terminará pareciendo “poco”. Si salir del círculo vicioso disponibilidad de dólares/valor del dólar será un primer obstáculo, a este le seguirá la administración de los efectos concatenados de este ajuste sobre otras dimensiones. La devaluación no hará más que exacerbar la inflación. El proceso inflacionario en la Argentina tiene en sus factores explicativos centrales el ajuste cambiario de 2002. La inflación por otra parte es lo que en los últimos años viene recreando de forma recurrente el problema de la sobrevaluación cambiaria. Y cada ajuste del tipo de cambio volvió a alimentar la inflación, como ocurrió en 2014. Por eso una preocupación central de la clase dominante es como evitar que un ajuste cambiario se agote rápidamente. El desafío del nuevo gobierno estará en la forma en que resuelva los impactos explosivos de la devaluación sobre el resto de las variables macroeconómicas, especialmente en relación a los efectos inflacionarios, en donde ya están comenzando a anticiparse remarcaciones de precios en el comercio y los supermercados por las expectativas de devaluación. Los remarcadores “seriales” aprovechan la transición para ajustar precios, con subas que alcanzaron el 25 % en noviembre en algunos ítems. Uno de los capítulos centrales donde varios analistas apuntan que habrá cambios, es en el plano de los subsidios. Pero acá, una lectura más fina muestra las dificultades para atacar la cuestión. Eduardo Levy Yeyati, el presidente del Consejo de Administración de CIPPEC, presentaba tiempo atrás algunas estimaciones a tener en cuenta. Partiendo de que según sus cálculos el 30 % de la masa total de subsidios que está destinada al AMBA sería la más “recortable”, observaba que “una política de shock tarifario que eliminara selectivamente los subsidios domiciliarios en el AMBA generaría ahorros por 1 % del PIB, con incrementos promedio de las tarifas de 300 %. Esto, a su vez, elevaría en casi 2 % la pobreza y sumaría en lo inmediato cerca de 4 % a la inflación”4. La misma fuente indica que una corrección gradualista que actualizara todas las tarifas con la inflación y un 50 % adicional las de los sectores de ingresos medios y altos, traería un ahorro fiscal del 0,6 % del PIB. Hay una distancia entre la urgencia fiscal que representa la masa de subsidios con su crecimiento imparable y las posibilidades efectivas de avanzar en un recorte que no resulte conflictivo.


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Con los anuncios de reformas impositivas en Ganancias y el fallo de la Corte Suprema en favor de varias provincias por el 15 % de fondos coparticipables que Nación retiene para financiar Anses, las estrecheces fiscales serán excusa para mayores recortes de gastos. Como el kirchnerismo se despide además con una serie de deudas de monto desconocido, que no se encuentran formalizadas, podemos prever un fuerte crecimiento de la deuda aún antes de que el próximo gobierno emita un nuevo bono. Estamos hablando de la deuda impaga de los importadores, debido a que el gobierno no entregó los dólares, e incluso también a una parte de los giros de utilidades de empresas extranjeras frenados durante los últimos años. Normalizar esta situación, significaría para algunos analistas una emisión de títulos de hasta 10 mil millones de dólares. Si a esto se agrega el plan anunciado por Macri hace tiempo de negociar con los buitres para cerrar el litigio, algo más difícil de decir que de hacer, esto significaría un reconocimiento de deuda de por lo menos 15 mil millones de dólares más. La parte de la deuda emitida en dólares crecería así de un saque un 50 % o más. ¿Qué impacto puede tener todo este conjunto de medidas? Liberado de los compromisos de ser asesor de un eventual presidente, fue Miguel Bein quien le puso los números más realistas a lo que se viene. Para 2016 se prevé, en un escenario “optimista”, una inflación del 40 %, suba de salarios del 28 % y una caída de 2 % del PIB. Está por verse si el golpe al salario no es mayor, pero esto ya delinea uno más severo que el que ocurrió en 2014. Por supuesto, aunque la burguesía viene preparando hace meses el clima sobre lo “inevitable” del ajuste, no está dicho cómo será procesado. Aunque Moyano y Barrionuevo apoyaron a Macri, y los sectores de la burocracia que apoyaron a Scioli ya están haciendo guiños al ganador, no está dicho que esto baste para disciplinar la contradicción entre las aspiraciones y lo que se viene. El consenso de la burguesía es que los costos del fin de fiesta recaigan sobre las espaldas de los trabajadores, aunque algunos sectores del empresariado más dependiente de protección puedan temer por la “letra chica” del plan macrista. Importantes sectores de la burocracia sindical se preparan para actuar como correa de transmisión de las demandas de restablecimiento de la ganancia. Para los sectores clasistas y combativos del movimiento obrero, se plantea pelear por que vastos sectores de la clase trabajadora retomen las mejores tradiciones e iniciativas que mostraron ante otros ataques de esta magnitud lanzados por la burguesía, luchando contra las

medidas que prepara el gabinete “de guerra” (de clases) de Macri. Atravesar el “purgatorio” de este ajuste, por usar la analogía de Néstor Kirchner, sería necesario para alcanzar el ascenso a las alturas celestiales en versión macrista: lluvia de capitales externos para impulsar el crecimiento. Es que si el panorama internacional no permite abrigar expectativa de una reedición del boom de las commodities, el gobierno entrante todavía se esperanza de que los precios de los granos no sigan cayendo y en que se mantengan las políticas de crédito barato de los bancos centrales de los países ricos, para, después de cumplidos “los deberes” que exigen los “mercados”, poder endeudarse y atraer inversiones de cartera. Y que esto genere el aumento en el valor accionario de las empresas, para alegría, sobre todo, de los Rocca, Pagani, Eurnekian, y todos los que nunca se enteraron que en la Argentina se hubiera acabado la valorización financiera desde 2003. Habrá que ver si nuevos anuncios de la Reserva Federal de los EE. UU. sobre tasas de interés no defraudan estas expectativas.

Va a estar buena la Argentina… ¿no? Salir del cepo y unificar el tipo de cambio, negociar con los holdout, o encarar un ajuste tarifario, está lejos de constituir un programa acabado o definir una impronta específica, aunque la manera en que lo haga ciertamente dará cuenta de las inclinaciones específicas del plantel empresario/gerencial con el que Macri armó su gabinete. La Argentina gobernada por Macri, como algo hipotéticamente distintivo de la Argentina de Scioli, se verá sobre todo en los lineamientos que pueden esperarse en el caso (no asegurado) de que pueda atravesarse con éxito la etapa de “sinceramiento”. El periodista Carlos Pagni sintetizó el pasaje que se viene como el que va de una sociedad “subsidiada” a otra “competitiva”. Palabras más, palabras menos, la lectura de lo que fue y de lo que se viene es compartida por el gobierno entrante. Estímulo al agropower y recorte de protección a los sectores menos competitivos de las manufacturas. Lo que no significa necesariamente un desmantelamiento inmediato de todos los mecanismos que los benefician pero sí abriendo más espacio a la presión de la competencia internacional para que eleven la productividad. Que el gobierno esté obligado por la OMC a poner fin desde diciembre a las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) facilita el inicio de esta orientación. En términos de relaciones entre las clases, seguramente un gobierno de Macri replanteará el rol del Estado que impulsó el kirchnerismo.

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Además de las inclinaciones ideológicas, porque ya no es posible sostener el esclerosado andamiaje impulsado por el kirchnerismo. El freno a la inflación (vía enfriamiento económico) y al gasto público tendrá en una profundización de la “moderación” salarial uno de sus principales componentes, y el uso de la caja para atenuar contradicciones solventando una porción de la ganancia se irá transformando –de forma quizá paulatina pero no por eso menos sensible– en cosa del pasado. La “ética protestante” del éxito individual5 trasladada a las relaciones entre las clases, se traducirá seguramente en un impulso desde los despachos oficiales para que las patronales exploten creativamente los estímulos a la productividad, vía indirecta para abaratar el costo laboral haciendo rendir más a la fuerza de trabajo. Macri buscará el “regreso” al mundo, es decir, un nuevo acercamiento a EE. UU. y un impulso a la agenda comercial con Europa (junto con Brasil que también mira hacia el otro lado del Atlántico) y ya anticipó que buscará contribuir al aislamiento de Venezuela. Libertad (de dólares), (des)igualdad, rentabilidad. Bienvenidos a la Argentina atendida por sus propios dueños y los CEO que los representan.

1 Tengamos en cuenta que este año, a pesar de que el tipo de cambio está funcionando como ancla contra la inflación, y también el parate económico contiene los precios, el aumento anual no sería inferior a 25 %. 2 Ver Esteban Mercatante, La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2015, p. 96. 3 El llamado Fondo de Garantía que constituyó Anses con los activos de las AFJP está compuesto en un 60 % por títulos públicos. También el Banco Central ha financiado hasta el límite la cuenta del tesoro: hoy el 67 % de sus activos están compuestos por títulos públicos y adelantos transitorios al Gobierno Nacional. 4 Eduardo Levy Yeyati, “Virtudes fiscales y riesgos sociales, claves para tener en cuenta”, La Nación, 14/09/2015. 5 José Natanson, “Globología”, Le Monde Diplomatique 195, noviembre 2015.


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POLÍTICA

Ilustraciones: Julieta Longo

Crónica de la industria en Zona Norte

El kirchnerismo en el cuerpo de los obreros GEORGINA ANDRADA Trabajadora social. MARIELA CAMBIASSO Socióloga, UBA-CONICET. JULIETA LONGO Socióloga, UBA-CONICET.

Noviembre 2015 –Al final nosotros teníamos razón –con esta frase Damián intenta resumir el clima que se vive en la fábrica a más de un año de los despidos. –La empresa logró su plan: precarizó, hay muchos contratados, aumentaron los ritmos de producción, han quitado descansos, tenemos turnos rotativos –dice Damián– es como una fábrica totalmente nueva.

Junio 2014 Cerca de las seis de la mañana Damián empezó a recibir mensajes en su celular. “Están dejando a la gente afuera”, decían. Hacía frío y había neblina como muchas de las mañanas de invierno en las que buscaba su auto para ir a la planta que tiene Lear en Pacheco, al costado de la autopista Panamericana. Pero ese día cuando llegó, todos los trabajadores estaban afuera. –Llego y me encuentro una masa de más de 300 personas, 330 personas afuera, la base, todo, gente que no era activista ni nada –se acuerda Damián– Y ahí empezaron a transcurrir

las horas. Nos alcanzaron el desayuno y lo único que nos decían era que iba a llegar la notificación. Y nos cerraban las puertas. La gente estaba medio desconcertada y no sabía qué hacer. Yo empiezo a armar un listado con todos los que estaban afuera, con la excusa de ver a quién le había llegado y a quién no, pero para ver cuál era la composición de las suspensiones y qué cantidad. No había muchas certezas, solo un indicio. Dos semanas antes la Comisión Interna había publicado en el boletín de la fábrica los resultados de una encuesta: el 80 % de los trabajadores había pasado por la ART o tenía algún problema de salud. Estas cifran reflejaban un reclamo corriente en la industria automotriz, donde los trabajadores “se rompen” los brazos, las manos y las espaldas, en solo dos años o tres. Un reclamo que los directivos de Lear no parecían estar dispuestos a tolerar. La empresa hablaba de crisis, el gobierno de un conflicto político y la Comisión Interna de un ataque a las condiciones de trabajo.

No era el primer conflicto ni tampoco la primera vez que despedían trabajadores. Pero nunca habían sido tantos. Así se iniciaban más de seis meses de cortes y movilizaciones, a los que le siguieron represiones, detenciones, desmovilización, fallos a favor y reincorporaciones. En estos meses los obreros dejaron su anonimato y se convirtieron en “trabajadores de Lear”.

Mayo 2005 El mismo día, en la misma tanda, en el mismo remís, Rubén y Damián entraron a trabajar en Lear. Los dos nacieron en barrios obreros de Malvinas Argentinas, y vivieron en “carne propia” la desocupación y la organización barrial ante las situaciones de pobreza durante los ‘90. A Damián le dicen “el Bebe” porque pisó la planta con dieciocho años recién cumplidos, era su primer trabajo y también la primera vez que entraba a una fábrica. Dice que él es parte de la generación del nunca menos, a la que se le llenaban los bolsillos con los altos salarios del sector y podían comenzar a imaginar un futuro opuesto al que tuvieron


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de chicos. El apodo de Rubén viene de su apellido, y es igual al de su papá, “el viejo Matu” que fue delegado de la fábrica Corni durante la dictadura. Matu ya había entrado varias veces en la fábrica. La primera fue en el 2000, pero con la crisis se fue el proyecto Peugeot y con él 180 trabajadores, con la cabeza gacha, sin barullo. De ahí peregrinó por varias fábricas de la zona, volvió a Lear por tres meses, y tuvo varios trabajos de esos que se describen fácil: “precarios, en negro, una cagada”. –Lear era una fábrica que todo el mundo te decía “¡Che!, por fin enganchaste un buen laburo!”. Sí, todo el mundo. Bueno hoy hablás de Lear y es quilombo. Pero hace dos años atrás, tres años atrás… la otra vuelta me crucé a un primo mío y me dice “¡ah!, ¿vos dónde estás?”. “Yo estoy en Lear”. “¡Ah!, me dice, ahí se rompen todos, ¿no?” –explica Rubén cuando le preguntamos que significó para él conseguir ese trabajo. Esta sucesión que Rubén señala rápido (“suertudos”, “rotos”, “quilomberos”) explica un poco el recorrido de la fábrica. En los últimos años, mientras el sector automotriz se recomponía y la producción de autos alcanzaba niveles record, en la planta “empezaron a ajustar las tuercas”. –Yo era mucho más joven, entonces uno entra en la fábrica con ilusiones si se quiere. Nosotros en ese momento, en el 2000, cobrábamos 700 pesos –dice Rubén– que era un salario bueno, comparando. Incluso en las condiciones de trabajo teníamos ciertos beneficios de convenio y también en los ritmos de producción. Teníamos tableros fijos, entonces lo que hacía era que uno se desarrollara más, es decir, desarrollara más tareas en el proceso. Hoy en día cambió tanto que lo único que haces es un puestito, chiquitito. Empezaron a sacar cosas. En el sentido de que te sacaban cosas, pero te iban aumentando los ritmos. Entonces empezaron a cambiar los procesos y a partir de ahí dejaron de existir los tableros fijos y empezaron a trabajar sobre los continuos, sobre los «rotary». Y por eso mismo, antes no había tantas lesiones, no había tanta gente que se lastimaba por los ritmos de producción, porque uno dividía más el trabajo y no hacía constantemente lo mismo. –Sí, pasó de ser un trabajo más tranquilo –agrega Damián– a ser algo repetitivo. Ya como más despiadado en el sentido de los ritmos y todo.

–Antes, ponele a las 12 del mediodía, terminabas tu producción, y todavía te quedaban 3 horas. Ahora no. Es de 6 de la mañana a 3 de la tarde y todo el tiempo laburando. Y cada vez más altos los ritmos. Llegás al viernes hecho mierda, a veces, si llegás… Hasta el 2008 los aumentos salariales que conseguía el SMATA seguían siendo mejores que en otros sectores, lo que aliviaba la intensidad del trabajo que comenzaba a sentirse en el cuerpo. Después de la crisis del 2009, cuando en el sector se recortaron beneficios, el sueldo dejó de compensar el desgaste físico de los trabajadores. –En el 2005 –dice Damián– nosotros cobrábamos las horas extra, que eran casi como medio sueldo más. También había unos tickets alimentarios. En el momento en que yo ingresé en la fábrica, me había ido a vivir a la casa de mi abuela. Digamos, no tenía nada, y a partir de ese momento me compré una bici, me compré una moto, después el auto y me fui haciendo la casa arriba, le daba plata a mi abuela, le daba los tickets. O sea, estaba bien económicamente. Y por ahí lo que planteaban nuestros compañeros, me llegaba de costado. En ese momento tocaba la billetera y tenía plata. Entonces se vino encima ese período del 2009. Se sacaron los tickets por una asamblea grande, a la que creo que vino Pignanelli. Ahí había una bronca bárbara de parte de la gente. Y yo, como también en ese sentido era bastante nuevo, esperaba que los tipos que eran más de empezar a cuestionar los ritmos y todo eso, que quizás no eran parte de la organización pero sí eran respetados dentro de la fábrica, que tenían muchos años… Bueno, yo pensaba que esos tipos se iban a plantar contra esa tocada de traste. Era mi lógica en ese momento ¿no? Pero eso no pasó. Y yo ya lo que tenía ganado en ese momento, no lo quería perder. O sea, que me había comprado un autito, me había mudado arriba de la casa de mi abuela, allá tenía todas mis cosas, esto que lo otro… y me empezaron a meter la mano en el bolsillo y entonces dije “¡no! esto no lo voy a permitir”. Sentir que los ritmos de trabajo se aceleran, que se pierden derechos, que después del trabajo viene tan solo otro día igual de trabajo, se entremezcla en la fábrica con el cansancio ante » los viejos delegados.

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POLÍTICA

Antes

–Cuando yo me empecé a organizar –dice Rubén– me acuerdo que el Huevo, que era militante del PTS, me hablaba todo el tiempo, yo lo escuchaba, y después empecé a entender un poco más. Si bien uno entiende, pero te empezás a meter más… Entonces viste en el 2008, cuando estalla la crisis, acá en Lear repercutió echando a los contratados. Así, de una. Y yo recuerdo que estaba trabajando, pasa el delegado y dice “¡Qué hacés Potro!” porque saludaba a todo el mundo así. “Che, ¿qué onda?” le digo “¿Van a echar gente?”. “Sí, van a echar a los contratados. Viste que hay quilombo en Estados Unidos. No se puede hacer nada”. “Pero, ¡cómo que no se puede hacer nada! Si los ritmos de producción siguen estando igual...”. “Y, no, Potro… no pasa nada, vos seguí laburando”. Y se fue. Y a mí ya no me gustó nada, digo “¡qué hijo de puta!”, ¿viste? En la primera de cambio la pagamos nosotros. Y a los dos meses pasa de vuelta y le digo “Che, ¿otra vez van a echar gente?”, iban a echar 40 efectivos. “Si Potro, pero vos quedate tranquilo si vos trabajás”, me dice: “acá van a echar a los que están en contra nuestra, los que no le sirven a la empresa, a los vagos y a los rotos”. Y ya cuando me dijo eso agarré y me crucé a una línea para hablar con mis compañeros. “Ahí estuve hablando y dicen que van a echar como a 40”. “¿Y qué vamos a hacer?”. “No sé, vamos a juntarnos afuera”. Y ahí me empecé a meter más seriamente. Yo venía participando en algunas cuestiones, algún asado, cosas así, pero ahí ya me decidí. En la fábrica la CI siempre había sido “Verde”, afín a la conducción de Ricardo Pignanelli. Siempre, hasta que en las elecciones del año 2007 se presentaron dos delegados opositores, (uno militante del PTS y otro independiente) y uno de ellos gana. Este proceso continua hasta desplazar a todos los delegados “Verdes” en el año 2013, con una consigna muy amplia: “que todo se decida en asamblea”. La CI de Lear se convirtió entonces en la única totalmente opositora a la línea del oficialismo en el SMATA. Así surgió la Lista Celeste.

Ni Rubén ni Damián habían militado políticamente antes de entrar en la fábrica, y si bien Rubén había tenido algunas experiencias de organización sindical habían sido breves y esporádicas. La decisión de sumarse a la organización cobró sentido no solo a partir de sus experiencias de explotación en la fábrica, sino también de las experiencias políticas previas de su entorno familiar y barrial. –Yo vengo… ponele mi viejo fue delegado en la Corni, una fábrica que esta por acá, y estuvo muy ligado al MAS –dice Rubén cuando le preguntamos qué conflictos influyeron en la organización de Lear– O sea, yo de chico de alguna manera… que se yo, tenía 6 o 7 años e iba a marchas, ollas populares, todo. Mi viejo se fue de la Corni, lo echaron… Bueno se fue en realidad. Pero fue un proceso importante, con la burocracia de Minguito, ¿viste? había un quilombo importante. Y bueno, después de eso vino todo el proceso de los ‘80, los ‘90, hiperinflación, desocupación. La pasamos mal de pibitos, como muchos. Y después en el 2001 salí de vuelta, fuimos con mi familia a la plaza, con mis hermanas también. Después en la fábrica, es como entrar a un mundo nuevo. Entrar en la fábrica, adaptarse, terminar de entender cómo funciona es… uno por ahí lo tiene reflejado pero terminar de verlo es diferente. Y aparte por lo que decía, por la recomposición y todo. Vos tenías, que se yo, te ibas a bailar y gastabas 500 pesos y no pasaba nada. Entonces cuando empezamos, cuando empecé a sentir los ataques… las injusticias en última instancia cada vez me caían peor. Eso fue lo que me movilizó, más allá de los conflictos. Por ahí fue más una vivencia personal y que se fue sumando a diferentes procesos. Damián, en cambio, conoció las marchas, los plenarios y las discusiones políticas con su tío, que durante los ‘90 militaba en el Movimiento Teresa Rodríguez. En diciembre del 2001, como otras veces, lo acompañó a las movilizaciones de Plaza de Mayo. Pero como era muy chico su tío lo dejó en una panchería de la calle Florida. –En la esquina se estaban matando, tirando cosas. Y yo ahí comiendo un pancho. Y me quedé todo el tiempo ahí. Se veía que algo estaba pasando, algo groso, pero no entendía mucho –dice Damián. Del momento de los movimientos de desocupados Damián pasó a la fábrica. –Y es como que en parte mi problema económico se empezó a solucionar y empecé a formar parte de una elite. La elite del sector automotriz en ese momento. Y después bueno, en el 2009

que empecé a sentir la presión en el bolsillo y ya cuando vi que me sumé al partido y cómo me desenvolví yo en el ámbito común, por ejemplo en el conflicto, tenía más confianza. Pero traía sí, había cosas que no sabía bien como llevarlas adelante, pero sí que tenía algo: una experiencia por lo menos de marchas, de estar en la calle, cosas así. En el entrecruzamiento de expectativas e ilusiones previas, aumentos de los ritmos de trabajo y sus experiencias políticas previas, Rubén y Damián se suman a la organización que se estaba gestando en la fábrica. Comienzan a involucrarse en acciones concretas, incorporando confianza en las luchas colectivas, se acercan a la Lista Celeste y se vuelven militantes del PTS. Cuando ven injusto, y no natural, que sus compañeros de trabajo estén todos “rotos”, dejar la vida en la fábrica por salarios cada vez más devaluados, que sus delegados no hagan nada ante los reclamos y los despidos.

Noviembre 2015 Lear volvió a ser una fábrica más de las que se extienden a los costados de la Panamericana que, con excepción del horario de entrada y salida, parecen enormes galpones inmóviles y vacíos. Desde adentro también parece haber recuperado su ritmo cotidiano. Después de dejar en la calle a más de 200 familias la fábrica volvió a contratar alrededor de 500 trabajadores, muchos de los cuales solo conocieron el conflicto desde afuera y de lejos. Aprobaron el nuevo convenio del SMATA, el mismo que fue resistido por la CI y que establecía nuevas categorías. Con ellas los nuevos trabajadores dejan la vida en la fábrica por tan solo 8.500 pesos. Entre los despidos “por goteo” y las suspensiones que avanzan en la industria automotriz, en Lear reinan el cansancio en el cuerpo y el silencio. –El sindicato actúa como la policía de la patronal no solo contra nosotros, sino contra todos los trabajadores de la planta, si encuentra a dos o tres hablando busca desarticularlo –nos cuenta Damián– y uno está acostumbrado a poder decir, hablar, pensar como quiere. Vos a una persona le cortás eso, la libertad de expresión, y es una humillación muy grande. Así las experiencias del conflicto parecen estar contenidas entre las paredes de la fábrica. –Pero es como una olla a presión ¿viste? – continúa– el tema nuestro es como estar ahí para cuando ese proceso emerja, para poder nuevamente ponernos a la cabeza y poder dirigir eso.


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Los pueblos originarios contra el negocio del petróleo

Relmu Ñamku: criminalización y resistencia A principios de noviembre un fallo histórico absolvía a Relmu Ñamku, autoridad mapuche de la comunidad Winkul Newen, de la acusación de tentativa de homicidio contra una oficial de justicia que llevaba una orden de desalojo. Crónica de una causa armada para criminalizar la defensa de los territorios ancestrales, en pos de la avanzada petrolera. Fotomontaje: Anahí Rivera

AZUL PICÓN Comité de redacción.

Relmu Ñamku pertenece al Lof (comunidad mapuche) Winkul Newen, que ha vivido ancestralmente en el paraje Portezuelo Chico en el centro de la provincia de Neuquén. El hecho por el que fue imputada junto a Martín Maliqueo y Mauricio Rain (este último de la comunidad Wiñoy Folil) ocurrió el 28 de diciembre de 2012, pero los orígenes del conflicto se remontan tiempo atrás. La comunidad Winkul Newen viene resistiendo los avances de las petroleras en la zona desde hace una década. Primero fue Pioneer, luego

Apache Corporation y hoy Yacimientos del Sur, subsidiaria de YPF. La comunidad comenzó la resistencia cuando la petrolera Apache quiso instalar nuevos pozos dentro del territorio mapuche (había 9 y tenía planificados 40) en una clara situación de atropello, donde no se respetaron las leyes y convenios que amparan a las comunidades originarias, como el convenio 169 de la OIT, la Ley 26.160 y el artículo 75 de la Constitución Nacional. La resistencia de la comunidad logró frenar las masivas instalaciones de pozos, y solo pudieron instalar uno más.

El Lof Winkul Newen vive sobre el petróleo que extraen las multinacionales, pero la comunidad no tiene gas ni electricidad. El agua fue un elemento de extorsión, según explicó la antropóloga Diana Lenton en el juicio, la petrolera Apache la usaba como moneda de cambio: si la comunidad reclamaba, la petrolera cortaba el agua que les entregaba. El impacto que genera la extracción de hidrocarburos es irreversible. Afecta la cultura, ya que altera el equilibrio ecológico y por lo tanto la manera de relacionarse con la naturaleza, »


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Política

y también la economía de la comunidad, que es la cría de ganado. Como denunciaba Relmu: El avance de las petroleras genera desertificación, por lo tanto tenemos menos campo para producir, para tener nuestros animales; los animales se contaminan y son nuestra economía, nuestro sustento diario1.

El 28 de diciembre de 2012 era el último día hábil del año y faltaban pocas horas para que comience la feria judicial. La comunidad estaba en la ceremonia de entierro de una beba que había nacido con malformaciones congénitas, producto de la contaminación –como denuncia la comunidad– cuando irrumpió una caravana de policías, camionetas de la petrolera y retroexcavadoras. Una oficial de justicia traía una orden de desalojo que había sido librada por la jueza Ivonne San Martín, del juzgado de Zapala. La comunidad en su conjunto decidió resistir el desalojo y se defendió con piedras. Una de ellas hirió a la oficial de justicia Verónica Pelayes. La Ley 26.160 de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas, indica que deben suspenderse los desalojos a las comunidades originarias hasta tanto se concluyan los relevamientos territoriales. Esta ley es continuamente vulnerada y esta no fue la excepción. Los miembros de la comunidad pedían que se fueran de sus tierras –lo cual fue confirmado por el testimonio de un policía en el juicio–, la petrolera tenía fuertes razones para ingresar y el aval del Estado (la medida judicial y la policía). La comunidad no lo iba a permitir.

La batalla cultural contra los mapuches La campaña mediática para difamar a la comunidad y a las autoridades mapuches no se hizo esperar. “Se decía que lo único que nosotros queríamos era un acuerdo económico y que usábamos como una pantalla la cuestión medioambiental y cultural para buscar buenos acuerdos” decía Relmu Ñamku en abril a La Izquierda Diario2. La fiscal Sandra González Taboada –quien tiene pedido de juicio político por irregularidades y mal desempeño en la causa que investiga la desaparición del estudiante Sergio Ávalos– junto al fiscal Marcelo Jofré, el abogado Julián Álvarez y el abogado de la petrolera Mariano Brillo instalaron en los medios provinciales que Verónica Pelayes estaba sola y que solo se trataba de una notificación (no de un desalojo), para hacer pasar como desmedida la defensa de la comunidad. Pero las contradicciones quedaron en evidencia con las preguntas de los abogados defensores sobre la particularidad de un amparo obtenido el último día hábil del año y ¿por

qué para una simple notificación, había concurrido con policías, guardias privados de la empresa y una retroexcavadora3? La “batalla cultural” contra las comunidades mapuches, crece al ritmo del avance de las petroleras y el fracking en la provincia. El propio gobernador de Neuquén, Jorge Sapag, que en 2012 reconoció a la comunidad Campo Maripe como primeros pobladores, dijo un año después que esa familia “no era mapuche”, que “vinieron de Chile”. Su primo Luis Sapag afirmó cuando se gestaba el acuerdo YPF-Chevron que “YPF no fue a instalarse en la tierra de los mapuches”, sino que éstos “fueron a poner sus casas donde estaba YPF para generar toda esta movida”4. En nombre de una supuesta “argentinidad” los soldados de las multinacionales se arrogan el derecho a decidir quiénes son los auténticos y los falsos mapuches. Y no nos sorprende. Hace un año la antropóloga Diana Lenton explicaba en esta revista: De tanto en tanto y crecientemente, nos hemos acostumbrado a encontrar en los medios de comunicación […] editoriales o notas de “Opinión” que giran en torno a la idea de que los mapuches son parte ilegítima de un conflicto social y político […] los conflictos ambientales y territoriales, como los que suscita la actividad petrolera, la minería, las explotaciones forestales y turísticas, frente a los que el pueblo mapuche viene mostrando una voz firme y coherente, son leídos en clave de soberanía […]. Esta clave consiste en afirmar que los mapuches no tienen derecho alguno en su condición de Pueblos Originarios porque en realidad serían extranjeros (chilenos); que por ende su presencia en territorio argentino y más aun en las zonas en conflicto, obedece a oscuros intereses materiales […]. Estas reiterativas y concertadas notas de opinión concluyen –o sugieren– que dado que los derechos y demandas y la misma existencia de los mapuches son falsos, estos últimos deben ser desoídos y borrados del mapa del conflicto”5.

La antropóloga explica que la afirmación tan difundida que dice que “los mapuches son chilenos” es errónea tanto desde el punto de vista histórico como antropológico, pero muestra a las claras cómo estos argumentos falaces son reeditados en los medios de comunicación cuando el pueblo mapuche pelea por recuperar sus territorios, y funcionan para legitimar la criminalización y represión a las comunidades.

Criminalización a la medida de las petroleras La criminalización que vive la comunidad es innegable. Para cuando ocurrió el hecho de

2012, ya habían pasado más de 5 instancias de desalojo, inspecciones oculares en la madrugada y militarización de la comunidad, espacios culturales y de pastoreo. La justicia que tan rápidamente actuó ante el pedido de la petrolera, fue indiferente a decenas de denuncias previas realizadas por la comunidad, en las que se denunciaba entre otras cosas una golpiza propinada por una patota a Petrona Maliqueo, una anciana de 70 años, y contra Violeta Velázquez, que estaba embarazada. También que un menor de 17 años recibió un tiro en la pierna. Las denuncias se realizaron en la Fiscalía de Zapala y estuvieron en manos de los fiscales Sandra González Taboada y Marcelo Jofré, los mismos que instruyeron las causas a los miembros de la comunidad, pero fueron archivadas. Además la comunidad tuvo once causas penales aunque solo una llegó a juicio. En este contexto de atropellos y resistencia, que el juzgado ordene un desalojo en las horas previas a la feria judicial es, como mínimo, llamativo. Las piedras que eran la evidencia de lo sucedido, debían recolectarse al día siguiente, pero se recogieron 9 meses después. Suena absurdo, pero fue la excusa perfecta para que los referentes de la comunidad sean detenidos (aunque fueron liberados a la brevedad por la movilización de las organizaciones y abogados) y armarles la causa judicial que los tuvo en el banquillo hasta el mes pasado. Que la carátula de Relmu Ñamku haya comenzado por “lesiones” y dos años después del hecho haya cambiado a “tentativa de homicidio” es otra de las muestras de un salto en la criminalización del caso. La criminalización contra los que luchan contra la explotación petrolera, no se reduce a los casos de Winkul Newen o Wiñoy Folil. La comunidad Campo Maripe en Añelo, viene luchando contra el fracking y la multinacional Chevron, también en Neuquén. El Estado provincial se negó a reconocerlos como Lof durante años. En 2013, luego que la Legislatura de Neuquén firmara el acuerdo con la estadounidense Chevron para extraer gas y petróleo con el método de fractura hidráulica (fracking) de sus territorios, sufrió el incendio de dos viviendas, un salón comunitario y un galpón. Los incendios, que se produjeron después de la brutal represión que se desatara contra los manifestantes que rechazaban el acuerdo, nunca se investigaron.

No culpable “El juicio era desmesurado y tenía un tinte racista. Yo creo que eso conmovió a la sociedad, y a los jurados”, señaló Relmu. El juicio que se desarrolló desde el 26 de octubre al 5 de noviembre de 2015, se trató del primer juicio por jurados intercultural. A pedido de


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la defensa, quien alegó que tal como establece el Código Procesal Penal de Neuquén, la mitad de los jurados deben pertenecer al entorno social y cultural que los acusados, 6 de los 12 integrantes fueron de origen e identidad mapuche. “No culpable” fue el veredicto leído por la presidenta del jurado popular en el octavo día de audiencias. Relmu Ñamku fue absuelta del cargo de tentativa de homicidio; Martín Maliqueo y Mauricio Rain también resultaron absueltos de los cargos de “daños graves”. A Relmu le quedó la imputación de “daños leves” por haber golpeado una camioneta en el momento que los iban a desalojar, pero los abogados apelaron y fue absuelta de ese cargo también el 26 de noviembre. Los juicios por jurados se implementaron en Neuquén en enero de 2014 y rigen para casos de “delitos contra las personas o integridad sexual o cualquier otro delito cuyo resultado haya sido muerte o lesiones gravísimas” siempre que el fiscal solicite una pena superior a los 15 años6. Estos juicios se presentan como más democráticos por limitar las atribuciones concentradas en la persona de un juez y proponer un juzgamiento entre pares, pero la participación popular directamente ligada al poder punitivo del Estado, amerita un análisis especial7. La composición intercultural de este jurado, que se ve como un reconocimiento y un avance, somete al mismo tiempo a representantes de un pueblo que da luchas contra un código penal que tiende a criminalizarlos y beneficiar al capital, a ser parte de una institución burguesa –la Corte– que se regula de acuerdo a estatutos que tiene incorporados los privilegios del capital (por ejemplo, en una provincia dominada por los intereses de las compañías petroleras se excluyen de estos juicios los delitos económicos y los derivados de desastres ambientales), donde los defensores de los imputados se enfrentan a poderosos fiscales que cuentan con la policía y el poder punitivo del Estado. Este juicio desmesurado y escandaloso, falló con un veredicto favorable a la comunidad, pero no hay que desestimar el importante rol de la movilización de personalidades y organizaciones sociales, sindicales, de Derechos Humanos e indígenas que acompañaron todo el año a los acusados y también estuvieron presentes en el juicio, como Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Pablo Pimentel de la APDH La Matanza, ATEN Zapala, Félix Díaz de la comunidad qom La Primavera, Nilo Cayuqueo de la Mesa de Pueblos Originarios de la Provincia de Buenos Aires y Capital Federal, Diana Lenton, antropóloga especialista en Genocidio indígena, Raúl Godoy, diputado electo por el FIT, Natalia Hormazabal del CeProDH, familiares de Luciano Arruga, de Sergio Ávalos,

obreros de la fabrica sin patrones Fasinpat ex Zanon, y organizaciones sociales y de izquierda. Se probó que se trató de legítima defensa del territorio y que no hubo intencionalidad de matar a Pelayes, así como no hubo peligro de vida. Durante la audiencia declararon más de quince testigos, ninguno salvo la denunciante identificó a Ñamku como la responsable de arrojar la piedra que hirió a la oficial de justicia. Por otro lado tanto el médico de la policía de Zapala, José de la Rosa Cárdenas, como Jorgelina Carmona, perito forense del Poder judicial, acreditaron las lesiones, pero descartaron que en algún momento haya habido riesgo de vida. Por su parte Pelayes declaró que había sido presionada por sus superiores para realizar la notificación y también por el abogado de la petrolera, Mariano Brillo, en el lugar para que ingresen las camionetas. Los policías Gonzalo Salinas, Santiago Coria y Oscar Castillo confirmaron su participación en la intervención recordando uno de ellos que el abogado de la petrolera Apache presionaba a la auxiliar de justicia para lograr el avance territorial sobre la comunidad8.

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ejemplificadora contra quienes intentan frenar el avance petrolero en sus territorios. “El estado que es quien te debería garantizar los derechos es también la empresa que avanza sobre el territorio violándolos. Esto deja en claro sus intereses y qué derechos quieren o no promover. Y teniendo en cuenta nuestra situación y la de tantos hermanos eligen perseguirnos y judicializarnos”11. El entramado de complicidades entre el Estado, los gobiernos, empresas multinacionales, el Poder Judicial, medios hegemónicos y fuerzas represivas, contra los originarios, es el mismo que criminaliza a trabajadores que pelean por sus derechos. El negocio petrolero, minero y sojero significa enriquecimiento para pocos y explotación, contaminación de los pueblos y destrucción del territorio para los trabajadores y originarios. Se torna entonces imprescindible la lucha que debe darse soldando una alianza estratégica entre la clase trabajadora, los originarios y el pueblo oprimido.

Pobre, india, mujer “En este banquillo de acusados debieran estar los gerentes de las petroleras, el Gobernador y funcionarios del Poder Judicial. Pero estoy yo, por ser pobre, india y mujer”, fueron las palabras de Relmu en el juicio. Las mujeres originarias son víctimas de una triple opresión. Opresión de clase, de género y de etnia. Son víctimas del racismo y del patriarcado y luchan también contra un complejo sistema de opresiones del Estado y las multinacionales. Las mujeres mapuches, así como de otros pueblos originarios, comienzan a visibilizarse como parte activa en las luchas por la territorialidad, contra la contaminación producida por industrias extractivas, por sus derechos como mujeres y como originarias. La negación de la identidad indígena incluyó un tipo más de violencia. Durante todo el juicio, la fiscal se negó a llamar a Relmu por su nombre originario9, que fue su primera lucha, por su identidad. En el juicio diría: “nos decía que no éramos mapuches, nos negaba nuestra identidad, es una falta de respeto para nosotros. Y nos decía que esa no era nuestra tierra”. El derecho penal ha demostrado ser una efectiva herramienta de criminalización y amedrentamiento. Según el Observatorio de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas (Odhpi), desde 2005 hasta 2012, al menos 347 miembros del Pueblo Mapuce han enfrentado procesos judiciales10. El objetivo de la criminalización es sembrar el miedo para que las comunidades abandonen sus luchas y cedan sus territorios a las empresas extractivas. Si se lograba, la condena hubiera sido

1 Azul Lilén, “Mapuches: ‘si el Estado no garantiza derechos, seguiremos en conflicto’. Entrevista a Relmu Ñamku”, La Izquierda Diario, 11/04/2015. 2 Ídem. 3 “Diario del juicio Relmu Ñamku”, disponible en la web de Amnistía Internacional, www.amnistia.org.ar. 4 Alejo Lasa, “Vaca Muerta, Chevron y la ‘batalla cultural’ contra el pueblo mapuche”, La Izquierda Diario, 23/10/2014. 5 Ver Diana Lenton, “Mapuches y Mitos”, IdZ 16, diciembre 2014. 6 Artículo 35 del Código Procesal Penal de Neuquén. 7 Al respecto Ver Myriam Bregman e Ivana Dal Bianco, “¿Participación popular o legitimación del sistema?”, IdZ 11, julio 2014. 8 “Diario del juicio Relmu Ñamku”, ob. cit. 9 Relmu fue adoptada de pequeña, por tanto en su DNI figura su nombre adoptivo: Carol Soae. 10 Informe de situación de los Derechos Humanos de los pueblos indígenas en la Patagonia. 2013. Odhpi. Disponible en www.odhpi.org. 11 “Relmu Ñamku: ‘esta es una lucha testigo para amedrentar otras luchas’”, 8300web, 23/06/2015.


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Tras los atentados de París

La excepción que se hace regla

Fotografía: Flora Carpentier

Martín Noda Redacción Révolution Permanente, Francia.

Los 130 muertos y las centenas de heridos no son el único resultado de los atentados del viernes 13 de noviembre en París. Aprovechando la conmoción que dejaron, el presidente François Hollande tomó una serie de medidas liberticidas y guerreristas1 dando un gran salto adelante ante la crisis que atravesaba su gobierno. En el plano interno Hollande tomó prestado de la extrema derecha una serie de medidas que instalan un Estado policial, allanamientos sin orden judicial, poder discrecional para los prefectos de policía, controles en las fronteras y en puntos

importantes del país. Con estas políticas busca retomar la iniciativa política, obteniendo el apoyo de sectores de derecha y acallando a los sectores a su izquierda con la excusa de la lucha contra el terrorismo. Además, aprovechando las prerrogativas del estado de excepción, aumentó la represión de todo el movimiento social y sindical. En el plano internacional, con una retórica muy al estilo Bush hijo, Hollande aumenta la escalada guerrerista, aunque por ahora de forma bastante limitada, e intenta instalar su agenda de seguridad en el seno de la Unión Europea.

Para tener éxito en esta aventura, Hollande cuenta con el apoyo de casi toda la superestructura francesa, es decir, con la Unión Nacional. Estado, instituciones, partidos políticos, sindicatos, asociaciones y empresas, todos unidos en la “lucha contra el terrorismo”, motorizando el clima de terror y apoyando las políticas liberticidas. Sin embargo esta Unión Nacional es mucho menos sólida que luego de los atentados de Charlie Hebdo. Hay muchas más grietas en las organizaciones sindicales y los partidos de izquierda comienzan a oponerse de manera más


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clara –y en cierta medida eficaz– a la Unión Nacional y la guerra.

¿Los inicios de un Estado policial? La misma noche del viernes 13, Hollande decretó el estado de excepción. Al mismo tiempo movilizó al conjunto de las fuerzas policiales, sobre todo las brigadas de elite, y al ejército, aunque éste ya estaba presente luego desde de enero para proteger los centros judíos. Uno podría pensar que se trataba de una movilización excepcional, para hacer frente a un atentado concreto. Pero el gobierno de Hollande ya había anunciado que iba a pedir al Congreso que apruebe la prolongación del estado de excepción por 3 meses. Una excepción bastante larga. El estado de excepción, medida constitucional instaurada durante la guerra colonial de Argelia, implica una serie de libertades discrecionales del presidente, del consejo de ministros y de los prefectos, para limitar las libertades de los demás. Estas medidas implican el despliegue de fuerzas armadas y de seguridad en todo el territorio, la posibilidad de realizar allanamientos sin autorización judicial, controles regulares en las fronteras e internos, posibilidad de disolución de grupos políticos y asociaciones, cierres de páginas de internet y arrestos domiciliarios por decisión de los prefectos. Es decir, mayor represión. También puede implicar el toque de queda, el cierre de instituciones, centros comerciales y demás, aunque el gobierno no ha decidido implementar estas medidas ya que la alerta ante nuevos atentados es grande, pero no lo suficiente cómo para tomar medidas que afecten directamente la economía o el normal funcionamiento de las instituciones. Es decir que el gobierno está dispuesto a cercenar las libertades individuales en pos de la seguridad, sin afectar los negocios. Defender los negocios en medio de una alerta máxima implica ciertos riesgos, que el gobierno está dispuesto a asumir y que son aceptados con naturalidad por los medios, los empresarios y los partidos políticos tradicionales A estos elementos hay que sumar otras medidas represivas, como la autorización a las fuerzas de seguridad de usar el arma de servicio aún fuera de servicio, una interpretación más laxa de la legítima defensa para las fuerzas del orden –es decir la autorización de disparar primero y preguntar después– y la posibilidad de quitarle la nacionalidad francesa a quienes posean otra si son considerados terroristas. Estas medidas se complementan con la profundización de otras. Con las leyes antiterroristas ha aumentado el tiempo de detención sin acusación formal. Esta

detención se llama garde à vue y es un mecanismo brutal, que implica una serie de interrogatorios, muchas veces sin abogados, en condiciones inhumanas y que apuestan a quebrar al detenido con el cansancio, el encierro y la angustia, en otras palabras una tortura legal. Si alguien es sospechoso de terrorismo puede estar en garde à vue 48 horas, que pueden renovarse, y solamente accediendo esporádicamente a un abogado. Obviamente pueden ser sospechosos (e incluso acusados) de terrorismo, no solamente los terroristas, sino también los luchadores. Por ejemplo, para el Estado francés, boicotear una empresa contaminante o una plantación de Monsanto implica terrorismo, lo mismo que secuestrar a un gerente u ocupar una empresa. Con el estado de excepción la garde à vue por terrorismo va a pasar a ser moneda corriente. Lo mismo ocurre con las manifestaciones. En el país de la libertad y los derechos humanos hay que pedir autorización al prefecto, y esto con bastante antelación, para manifestar. Con el estado de excepción todas las manifestaciones fueron prohibidas y son toleradas en la práctica solamente aquellas en las que el costo político de una represión es demasiado alto. Esta prohibición alcanza incluso las manifestaciones ya autorizadas, como la del domingo 22 en solidaridad con los inmigrantes –que se mantuvo– o la gran marcha prevista para el domingo 29 en el marco de la COP212. El gobierno francés considera que hay demasiado riesgo para que los sectores independientes se manifiesten, pero no para que el conjunto de los gobernantes de los principales países se reúnan para negociar algunos parches ecológicos a la destrucción desbocada del capitalismo. Como se ve, estas medidas no son tomadas solamente para “luchar contra el terrorismo”, sino también para liquidar dentro de lo posible toda oposición al régimen político, al imperialismo francés y al sistema capitalista. Incluso sirven para destrabar una serie de acciones judiciales y policíacas que no encontraban solución antes de los atentados. Para dar solo algunos ejemplos, una gran cantidad de los allanamientos realizados en la última semana no tienen relación con el terrorismo, sino que los “investigadores” aprovechan la libertad que tienen para realizarlos aún sin pruebas suficientes. Otro ejemplo es la utilización de las fuerzas de elite para desalojar violentamente edificios ocupados ante la crisis habitacional3 que hay en Francia. El gobierno francés, cuando habla de “seguridad” piensa en la seguridad de los negocios y del régimen. Lo que implica que todo

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aquel que se oponga, poco importa por qué ni cómo, se transforma en terrorista. Para peor estas medidas, y sobre todo la escalada guerrerista, no hacen otra cosa que aumentar los riesgos de nuevos ataques, pero son más potentes en la lucha contra los luchadores. El estado de excepción durante 3 meses implica la voluntad del gobierno de Hollande de instaurar un estado policial capaz de defender los intereses de la burguesía más concentrada frente a la crisis económica y a la contestación que implicaría más miseria y desocupación para una franja cada vez más grande de los trabajadores. Las pocas veces que el estado de emergencia fue utilizado así lo demuestra: durante la guerra colonial de Argelia y la gran contestación que ésta implicaba, adentro y fuera del territorio francés; en 2005, luego de las revueltas de las banlieues, cuando los sectores más pobres, jóvenes inmigrantes o descendientes de inmigrantes, iniciaron una revuelta popular en las barriadas pobres de las afueras de París.

La des-Unión Nacional y la bancarrota de la izquierda reformista Con el llamado a la Unión Nacional el gobierno intenta solidificarse evitando las críticas, por derecha, pero sobre todo por izquierda. Esta Unión Nacional, mucho más concreta que la conformada después de los atentados de enero no busca solamente una unión contra el terrorismo en abstracto. Significa en primer lugar disciplinar al parlamento. Esto es importante ya que en los últimos meses el gobierno tenía problemas para hacer pasar las leyes importantes. Por ejemplo tuvo que recurrir al equivalente del decreto de necesidad y urgencia para hacer pasar la Ley Macron (impulsada por el ministro de Economía), que implica una reforma económica y laboral muy liberal. Sin embargo la ley de prolongación del estado de excepción fue aprobada por una mayoría aplastante, con solo 6 votos en contra y 1 abstención. Quien esté tentado a creer que esos votos provienen del Front de Gauche de Melenchon y del Partido Comunista, se equivoca. Los diputados de este frente centroizquierdista votaron a favor y lo defienden sin tapujos, incluso los de su ala izquierda, del grupo ENSEMBLE4. Los que votaron en contra son una minoría de ecologistas y del propio Partido Socialista. Es decir que es más concreta que la Unión Nacional que casi lo único que hizo fue sacarse una foto en la marcha gubernamental del 11 de enero. Pero, peor aún, esta Unión Nacional significa el apoyo de los sindicatos. Varias huelgas previstas »


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para la semana del 16 fueron levantadas por este motivo, principalmente la de los trabajadores de la salud. Estos últimos venían luchando contra las reformas del gobierno que recortaban aún más el presupuesto e imponían ritmos de trabajo cada vez más insoportables. Los atentados le permiten entonces al gobierno pacificar, al menos por un tiempo, distintos focos de resistencia de los trabajadores con la ayuda de las burocracias sindicales. Pero en general, la Unión Nacional es también un arma ideológica. Busca aglomerar la Nación detrás de una política liberticida de seguridad interior frente a un “ataque” exterior-interior. Introduce el miedo al otro, al pobre, al inmigrante, al musulmán, que no serían otra cosa más que la fuente del terrorismo. Los ataques xenófobos e islamófobos aumentaron en los últimos días. Es una unión que busca dividir a las clases populares, entre los franceses, (los “verdaderos franceses blancos”) y los pobres inmigrantes. Intentan recubrir esta política con una fraseología bien pensante, diciendo que hay que evitar las amalgamas, pero dejando correr el discurso de derecha y nacionalista.

El imperialismo y sus guerras Luego de los atentados, François Hollande dijo “Estamos en guerra”. Lo que no dijo es desde hace cuánto tiempo que Francia está en guerra. Múltiples intervenciones militares están en curso, en África y en Medio Oriente. Desde que asumió en 2012 Hollande realizó una intervención militar cada año. Incluso el gobierno viene bombardeando Siria desde hace varios meses, como “respuesta” a los atentados de enero. El resultado es evidentemente catastrófico. Bombardeos poco efectivos para hacer retroceder al Estado Islámico, muertes de civiles, más atentados terroristas. La intensificación de los bombardeos la semana pasada no cambia profundamente la situación. Sobre todo porque los mismos son bastante limitados, ya que el Estado francés hoy cuenta con escasos recursos que le permitan una verdadera ofensiva militar sin obtener la ayuda de otros Estados. Es por eso que Hollande intenta reforzar una alianza internacional, sobre todo con EE. UU., pero también

con el resto de Europa y la OTAN. Incluso está aparentemente dispuesto a colaborar con Rusia, quien interviene para defender el régimen de Al-Asad. Por esto algunos medios locales hablan de que Hollande estaría dispuesto a dejar para más adelante el cambio de régimen en Siria. Sin embargo el reciente derribo de un caza ruso por parte del ejército turco puede hacer cambiar la situación. El discurso bushista de Hollande de guerra contra el terrorismo, es la forma que encontró el gobierno para justificar esta política de intervenciones militares. El imperialismo francés desea retomar el control de la región, o de una parte de ella. Ya ha defendido intervenciones militares como “humanitarias”. También para “defender” el cambio de régimen en Libia, con consecuencias desastrosas. Ahora quiere hacer pasar por “defensivo” otra intervención militar. Si ésta aún no involucra la ocupación terrestre, es porque todavía no están dispuestos a semejante aventura. En todo caso se tratan de guerras imperialistas, que obtienen como respuestas ataques terroristas. Son sus guerras, pero los muertos son nuestros. Este es el lema, que avanza el NPA frente a esta situación, y puede ser uno de los elementos del surgimiento de un movimiento contra la guerra.

Las debilidades de la Unión Nacional y la respuesta de la izquierda Pensar que la Unión Nacional sea completamente sólida es un error. Distintos elementos muestran su relativa fragilidad o al menos limitan su hegemonía absoluta. Primero no todos los sindicatos de base apoyan las decisiones de sus direcciones de suscribir a la Unión Nacional. Algunas huelgas, como la de los carteros de Nanterre, se han mantenido. Incluso la CGT nacional dice estar en contra de la paz social. Además un sector de los ecologistas se oponen a la Unión Nacional, un sector importante de ENSEMBLE tiene una posición distinta a la de sus diputados, y parece haber descontento en la base del PC. Esto demuestra que hay brechas en la centro-izquierda. Por otro lado, la reciente crisis migratoria, que realzó algunos elementos internacionalistas básicos de solidaridad, ha

evitado que la idea de un repliegue nacionalista haga mecha en el conjunto de la sociedad. En las pocas manifestaciones que se han realizado en algunas ciudades de Francia estos elementos pudieron verse. En Lille, la extrema derecha fue repudiada y echada cuando fueron consignas xenófobas. En Toulouse, más allá de los gritos en el cielo que pusieron algunos apologistas de la Unión Nacional, el cortejo de jóvenes detrás de la bandera “Sus guerras, nuestros muertos; contra el Estado de Urgencia, intensifiquemos la lucha” fue muy bien recibida por el conjunto de los manifestantes. Hasta el momento la izquierda viene posicionándose correctamente, denunciando la Unión Nacional y la política guerrerista. Un frente único empieza a formarse entre el NPA, Lutte Ouvrière, Alternative Libertaires (anarquistas) y Voie Prolétarienne (maoistas). El NPA hizo de su acto del martes 24 –a sala llena– un acto unitario en el que intervinieron estos partidos. Hoy es relativamente más fácil decir “No a la guerra”, “No al estado de excepción”, que luego de los atentados de enero, cuando era muy difícil no decir “Yo soy Charlie”. También los intelectuales de izquierda empiezan a tomar posición, como con la tribuna “¿A quién sirve su guerra?”5. Todavía es muy temprano, pero un movimiento contra la guerra puede surgir.

1 Estas medidas fueron inmediatamente denunciadas por el diario digital Révolution Permanente. Ver por ejemplo “‘Estamos en guerra’ ¿de quién es la culpa?”, La Izquierda Diario 16/11/2015. 2 La COP21 es una cumbre de las principales potencias para “resolver” la crisis climática. 3 Crisis habitacional que en realidad no es tal. La cantidad de departamentos y casas completamente desocupados producto de la especulación inmobiliaria permitirían dar un techo no solo a todos aquellos que tienen problemas para obtener una vivienda digna, sino también a los inmigrantes y refugiados. Es solo cuestión de tocar los intereses de los especuladores y los bancos. 4 Este grupo está conformado, entre otros, por la fracción del NPA que rompió por derecha en 2012. 5 “Francia: ¿a quién sirve su guerra?”, La Izquierda Diario, 26/11/2015.


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A propósito de Extremo centro, de Tariq Ali

La crisis del “extremo centro” y los nuevos reformismos europeos Ilustración: Gloria Grinberg

Josefina Martínez Historiadora, Clase contra Clase, Madrid.

El extremo centro es el último libro de Tariq Ali, escritor y activista anglo-paquistaní, miembro del consejo editorial de New Left Review. En éste se aborda la constitución de un “extremo centro” político, que incluye a conservadores y socialdemócratas europeos, los “desafíos” que enfrenta y los casos de Syriza y Podemos, pasando de la esperanza a la desilusión, sobre todo en el caso del primero.

El “extremo centro” en el poder “La democracia está en grave peligro, sobre todo en sus feudos europeos”, así comienza el libro de Tariq Ali. El concepto de “extremo centro” había sido formulado por el autor en artículos y

ensayos anteriores, para dar cuenta de la transformación de los partidos de los regímenes bipartidistas en dos caras de un mismo bloque político neoliberal. Los republicanos y los demócratas en Estados Unidos, los nuevos laboristas y los tories en Gran Bretaña, los socialistas y los conservadores en Francia y el Estado español, las “grandes coaliciones” en Alemania, la centro-derecha y la centro-izquierda en los países escandinavos. En casi todos los casos, dice Tariq Ali, el sistema bipartidista se ha metamorfoseado en un gobierno de unidad nacional. El cascarón democrático en el que el capitalismo occidental ha prosperado hasta hace poco

muestra numerosas grietas. Desde la década de 1990, la democracia ha adoptado en occidente la forma de un extremo centro, donde el centroizquierda y el centro-derecha se han compinchado para mantener el statu quo; una dictadura del capital que ha reducido los partidos políticos a la condición de muertos vivientes1.

El paradigma de la constitución del “extremo centro” estaría en Gran Bretaña, con el paso del thatcherismo al “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. En ese sentido, cita las palabras del conservador Nigel Lawson, quien en su momento señaló al Financial Times que la tragedia del partido conservador británico se encontraba en que »


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Europa

el verdadero heredero de Thatcher era el líder la oposición. El nuevo laborismo, sostiene Tariq Ali, fue el éxito ideológico más destacado de la contrarrevolución de los años ochenta. El laborismo se erigió como defensor de un nuevo orden económico, impuesto después de la derrota de la gran huelga de los mineros ingleses y el aplastamiento de los sindicatos por Margaret Thatcher. Recortes al gasto público, reformas fiscales regresivas (menos impuestos a los ricos), eliminación de aranceles, privatizaciones y desregulación sistemática; en fin, neoliberalismo 100 %. Para Ali, el nuevo laborismo fue la continuación del thatcherismo por los mismos medios, se convirtió en el partido de la guerra y el capital financiero. Esto significó una ruptura abrupta con la socialdemocracia tradicional. En el mismo proceso se profundizó el desigual reparto de la renta social, con el 1 % de la sociedad apropiándose de cada vez más riqueza, en desmedro de los sectores pobres, desempleados y asalariados. Tan solo entre 1990 y 1996, un millón de personas perdieron su hogar por desahucios ejecutados por compañías hipotecarias, y 390.000 viviendas que habían sido de propiedad pública fueron incautadas por esas empresas. Esto condujo a un “vaciamiento de la democracia”, ya que todos los partidos actuaban al unísono para defender este nuevo modelo de capitalismo neoliberal. El Reino Unido se convirtió en los años siguientes “en un país sin oposición”, el “extremo centro” ocupó el Parlamento como un monolito integrado por la coalición de conservadores y demócratas-liberales, más los laboristas. Su programa: sí a las guerras imperialistas, sí a la Unión Europea, sí a las medidas de “seguridad” y al control social. El acompañamiento entusiasta de Blair a Estados Unidos en la guerra de Irak (que le valió un gran desprestigio cuando salieron a la luz las mentiras para justificarla) fue la culminación de este proceso en la política exterior. El dominio político del “extremo centro” es un fenómeno europeo. Ya no existen diferencias fundamentales entre los partidos de centro-derecha y de centro-izquierda en ningún país, más allá de que en algunos casos subsistan diferencias ideológicas en lo referente a la religión católica, el matrimonio homosexual, etcétera.

La crisis del “extremo centro”: flanco derecho y flanco izquierdo En los últimos años comenzaron a hacerse visibles las grietas en el monolito del “extremo centro”. Fisuras que con la crisis económica capitalista se ahondaron, emergiendo movimientos y formaciones críticas por derecha y por izquierda. En Gran Bretaña, este desafío apareció en primer lugar con el ascenso de UKIP. Un partido

xenófobo y euroescéptico que obtuvo nada menos que 4 millones de votos en las elecciones británicas de mayo de 2015, aunque debido al sistema electoral británico uninominal, solo consiguió un escaño en el Parlamento. Para Tariq Ali, este ascenso de la derecha –sin tener que enfrentar una oposición de similar magnitud desde la izquierda–, se debe entre otras razones a la colaboración de los sindicatos y los dirigentes laboristas en las privatizaciones, que impidieron una movilización social masiva contra esos planes. Afirma que “la lucha por el liderazgo laborista sigue siendo un caso perdido para la izquierda” y, en contraposición, sostiene que “necesitamos una alianza de las fuerzas radicales para construir un movimiento anticapitalista en Inglaterra”. En este punto, sin embargo, es necesaria una aclaración importante. El libro está escrito en diferentes tiempos. Debido a la cambiante situación política en los países europeos, meses antes de publicarlo el autor introdujo cambios y nuevos apartados que actualizan, corrigen o completan lo que había escrito antes. Quizá por ello encontramos en su obra definiciones contradictorias. Así sucede, por ejemplo, con el capítulo dedicado a Reino Unido, donde introduce un nuevo apartado sobre el “fenómeno Corbyn”2, al que ve con renovadas expectativas y asegura que con éste “la política inglesa ha resucitado”. El capítulo 3, “Turbulencias en el Mediterráneo”, está dedicado a Grecia y el Estado español, los “desafíos al extremo centro” desde el flanco izquierdo. En este caso las actualizaciones que introduce el autor van en sentido contrario, de las “ilusiones” a las “frustraciones”. Ali primero habla de la “esperanza” que le despiertan proyectos como Syriza y Podemos3, pero después se ve obligado a agregar una fuerte crítica hacia el partido liderado por Alexis Tsipras por su acelerada y completa capitulación ante la Troika. La parte dedicada a Grecia incluye un reportaje a Stathis Kouvelakis, exintegrante de la Plataforma de Izquierda dentro de Syriza y actual miembro del Comité Central de Unidad Popular, la nueva formación de los escindidos de Syriza. La entrevista fue realizada poco antes de que Syriza ganara las elecciones en enero del 2015. Kouvelakis afirmaba entonces que tanto Syriza como Podemos “están decididos a luchar a favor de unas reformas democráticas y sociales básicas”. Y agregaba: “No hay que subestimar las esperanzas que muchos han depositado en Syriza y en Podemos en toda Europa. Podría conducir a una recomposición de fuerzas sociales y políticas más amplias a nivel europeo, y poner en marcha un nuevo internacionalismo”. Pero el nuevo reformismo europeo se probó en Grecia mucho más rápido de lo que nadie

esperaba, mostrando a su vez la impotencia política de quienes integraban la Plataforma de Izquierda en su interior, como Kouvelakis. Ali tuvo que agregar una posdata, marcando las concesiones que fue haciendo Tsipras en las negociaciones y denunciando la capitulación final ante la Troika. Lo que debilitó la posición griega desde el comienzo, argumenta, fue la ilusión “europeísta” de Syriza, su “incapacidad de comprender que la UE es poco más que un aparato no democrático y dominado por el sector financiero para garantizar que ninguno de sus estados miembros rompa el actual consenso político-económico”. Los mandatarios de la UE “clavaron sus colmillos” para destruir a esa “alternativa de modales suaves” que había emergido en Grecia. Grecia fue “traicionada” dice Tariq Ali, y Syriza comenzó a parecerse “al cadáver infestado de gusanos del desacreditado PASOK”. En el caso del Estado español, reproduce una entrevista a Pablo Iglesias, en medio de las negociaciones de Grecia y la Troika. El espíritu “conformista” del líder de Podemos ante los chantajes y las imposiciones de Bruselas puede verse claramente cuando afirma que “incluso ganando las elecciones, las posibilidades de trasformación son muy limitadas (…) Lo estamos viendo en Grecia”. A pesar de esto, el autor no agregó nuevas posdatas “criticas” sobre Podemos, ya sea por falta de tiempo o porque mantenía la expectativa de que pudiera constituir un “desafío” al “extremo centro”. Aprovechando la presentación de su libro en Madrid en octubre, pudimos preguntarle personalmente a Tariq Ali sobre la dinámica de Podemos en los últimos meses, algo que podría funcionar a modo de anotación posterior a la publicación del libro. Reproduzco el intercambio: Quería preguntarle su opinión sobre la dinámica más reciente de Podemos, con declaraciones como por ejemplo las que hizo hace unos días su secretario de organización, Sergio Pascual, diciendo que los acuerdos con la OTAN se iban a respetar “hasta la última coma”, o el nombramiento del exjefe del Estado Mayor de la Defensa de Zapatero, el general Julio Rodríguez, en sus listas electorales. Es decir, una dinámica acelerada e imparable de “ocupar el centro político”. Tariq Ali: El primer período de Podemos fue muy positivo, porque tenía esos vínculos con las asambleas que cuestionaban y criticaban al líder a nivel nacional. Pero la pregunta estaba ahí, qué forma iba a tener este partido. ¿Sería un partido de izquierdas? Esa era la gran pregunta. Y dijeron que no eran un partido ni de izquierdas ni de derechas. Yo discutí con ellos, en una forma amistosa. Les dije, todos saben, los españoles saben que


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sois un partido de izquierdas. Por qué esconderlo. Lo que dijeron era que no querían verse asociados a una izquierda que estaba desacreditada. Como el PSOE, como los sindicatos. Yo les dije que había maneras de enfrentar eso, que no eran renegar de quien eres, pretendiendo ser quien no eres: eso es oportunismo electoral, fingir algo que no eres para atraer gente que no está alineada contigo. Luego emergió Ciudadanos, y dijeron que estaban en contra de la corrupción de los políticos de izquierda y de derecha, y Ciudadanos contó con el apoyo de los grandes medios. Entonces apareció la pregunta de dónde iban a ir los votantes. Y temo que Podemos entre en ese juego de los medios de comunicación, y pretenda ser lo que no es, porque es un juego cortoplacista. Y los resultados de esta táctica los tenemos ante nosotros. Y no solo, como decías, el nombramiento de un exgeneral de Zapatero, que no podemos compartir. Sino el abrazo a Syriza después de la capitulación. Para mí ese fue un gran, enorme error. ¿Y qué dice de la OTAN? El argumento de que necesitamos a la OTAN para “democratizar” a las fuerzas armadas españolas, es para mí una broma completa. Como si la OTAN fuera una organización “superdemocrática”. No es el papel de la OTAN “democratizar” los ejércitos, por el contrario, están para ajustar aún más la disciplina, hacer lo que dice Estados Unidos. El otro gran problema con Podemos actualmente es su completa adicción a la Unión Europea. Esto deja un gran espacio a la derecha para hacer críticas a la Unión Europea (…) Por lo tanto, en mi opinión están cometiendo demasiados errores. La línea estratégica es equivocada. No se puede intentar subir [en intención de voto] engañando a la gente, haciendo trampas a la gente.

La crisis del centro y la búsqueda de la centralidad Tariq Ali analiza la constitución del “extremo centro” y la asimilación completa de los partidos socialdemócratas en esa dinámica. Su apuesta es que ante la crisis del “extremo centro” se abran los huecos para la emergencia de proyectos reformistas que lo desafíen y logren derrotarlo, revirtiendo el proceso de “vaciamiento de la democracia”. Sin embargo, sus grandes expectativas en Syriza y en Podemos se trastocaron rápidamente en frustraciones, sobre todo en el primer caso. Cuando plantea cuáles son las alternativas posibles para desafiar y derrotar al “extremo centro”, propone como modelo a los “movimientos bolivarianos” en América latina (a los que se refiere de forma entusiasta, pero completamente idealizada, sin

detenerse a analizarlos). Al cierre del libro aparece la idea de retomar algo de lo que considera el espíritu “original” de Syriza y Podemos, el proyecto de una izquierda europea que defienda un programa de “reforma social” y “democracia radical”. Llegado a este punto, Ali no va hasta el final en las conclusiones del fracaso de Syriza. Un fracaso que no es producto solamente de la estrategia “europeísta” del partido griego, sino, sobre todo, de su estrategia reformista. Syriza y Podemos no solo no “desafiaron” –ni menos aún “derrotaron”– al “extremo centro”, sino que han facilitado los intentos de regeneración de los regímenes y los Estados. En el caso de Grecia, la derrota asestada por el gobierno de Syriza, permitió a los partidos del “extremo centro” europeo una relativa estabilización tras sufrir una grave crisis desde el inicio de la crisis capitalista que estalló en 2007/2008. Con su capitulación incondicional a la Troika, Tsipras revivió la idea reaccionaria de que “no hay alternativas”. En el caso español, la desesperada carrera de Pablo Iglesias hacia la “centralidad política” lo llevó a parecer una mala copia del PSOE, con el que Podemos llegó a acuerdos políticos después de las elecciones autonómicas y municipales españolas. El colmo ha sido incorporar a sus listas a un exgeneral de la OTAN, que defiende la intervención imperialista en Libia como una “acción humanitaria y democrática”. El fortalecimiento de Ciudadanos en las encuestas, un partido emergente de derecha liberal, en detrimento de Podemos, marca este devenir de la “crisis” a la “regeneración”. Ali –como otros intelectuales, entre ellos Kouvelakis– atribuye al “europeísmo” de Syriza la causa de todos los fracasos. Comenta que recientemente ha cambiado de opinión ante un posible referéndum en Reino Unido sobre la pertenencia a la Unión Europea. Mientras que hace un tiempo atrás no hubiera ido a votar, dice, ahora votaría y lo haría por el “No”. Expresa así un desplazamiento hacia un “soberanismo de izquierda” que comparte con otros intelectuales europeos, acentuado después del fiasco estrepitoso de Syriza4. La mayor debilidad de su postura es pensar que ese “vaciamiento de la democracia”, como define al dominio del “extremo centro”, se puede “revertir” de forma progresiva en los marcos del capitalismo europeo –o de varios Estados capitalistas nacionales–. Como si se pudiera “llenar de contenido” democrático las instituciones de la democracia capitalista, por medio de una serie de reformas y un retorno al “Estado nación”. Pierde de vista que la configuración del “extremo centro” responde a los intereses del capitalismo imperialista, de los monopolios y los grandes bancos, y que sin terminar con su dominio no es posible imaginar ninguna forma de Estado mínimamente democrática.

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La experiencia de los reformismos europeos durante este año muestra que cualquier intento de reformas democráticas y sociales está condenado al fracaso si pretende prescindir del momento de “ruptura”, de la movilización obrera y popular y la hegemonía social de la clase trabajadora, con métodos de lucha radicalizados. Desde el punto de vista de los intereses de los sectores obreros y populares, la vía parlamentaria, evolutiva e institucional, ya sea “europeísta” o “soberanista”, no es una alternativa realista. En estos días, después de los atentados de Paris del 13 de noviembre, el “extremo centro” europeo vuelve sufrir un nuevo embate, pero esta vez desde la derecha y la extrema derecha, lo que lo impulsa pronunciadamente hacia esa dirección para sostenerse. En Francia, el Partido Socialista de Hollande hace suya la política guerrerista y liberticida de los neoconservadores, y hasta adopta parte del discurso de Marine Le Pen y el Frente Nacional; al mismo tiempo que el Front de Gauche y el PCF acompañan con su voto el estado de excepción por tres meses. En Alemania, Merkel es cuestionada por su política migratoria, dentro y fuera de la coalición de gobierno, por la derecha y la extrema derecha que exigen políticas de “tolerancia cero” para los refugiados. Hungría, Eslovaquia y otros países, levantan vallas fronterizas, mientras en Polonia asume un gobierno abiertamente xenófobo. Pero la crisis de la Europa del capital y sus profundas contradicciones, hoy expresadas crudamente en la llamada “crisis de los refugiados” y la amenaza de nuevos atentados, también pueden abrir nuevas posibilidades de desafiar al “extremo centro” desde la izquierda, desarrollando un movimiento antiguerra combativo, contra el racismo y las políticas xenófobas, que se dote de un programa anticapitalista. Las opciones están abiertas.

1 Salvo que se especifique lo contrario, las citas corresponden a T. Ali, Extremo centro, Madrid, Alianza editorial, 2015. 2 A. Ríos, “Jeremy Corbyn, ¿qué expresa el nuevo líder laborista?”, IdZ 25, noviembre 2015. 3 Ver, entre otros, J. Martínez y D. Lotito, “La ‘hipótesis Podemos’ a la prueba del poder”, IdZ 21, julio 2015; “Syriza, Podemos y la ilusión socialdemócrata”, IdZ 17, mayo 2015. 4 E. Barot, “¿Usted ha dicho ‘soberanismo de izquierda’?”, IdZ 24, octubre 2015.


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Ilustración: Hidra Cabero

Brasil en tiempos de crisis Thiago Flamé Redacción Esquerda Diario, Brasil.

La crisis política que atraviesa Brasil es mucho más que la crisis de un gobierno golpeado por los escándalos de corrupción de Petrobras. Retrocediendo un poco en el tiempo, hay que recordar lo que dejaron las grandes manifestaciones de masas de junio de 2013. Esas manifestaciones explotaron por el aumento del boleto de colectivo y contra la represión que descargó el gobernador de San Pablo, Geraldo Ackmin del PSDB, contra los jóvenes manifestantes. Millones de personas salieron a las calles en las principales ciudades del país. El sentido general de estas manifestaciones era la demanda de más derechos sociales y democráticos y un enorme rechazo a la casta política y a todos los partidos del régimen, particularmente el PT (en el gobierno). Luego de las protestas de junio, el movimiento obrero protagonizó huelgas que pasaron por encima de las burocracias sindicales mafiosas, en particular en el caso de los “garis”

(recolectores de residuos) de Río de Janeiro y los choferes de Porto Alegre, en una oleada de huelgas que no se veía en Brasil hacía décadas1. A pesar del desgaste político, Dilma Roussef y el PT ganaron las elecciones de 2014, cuando apostaron a un discurso que daba garantías de que, aun con la crisis económica, no se atacarían los derechos laborales ni las condiciones de vida de los trabajadores y sectores más precarios. No había pasado un mes de la asunción, y el nuevo gobierno ya contradecía las promesas de campaña y las expectativas populares, iniciando un ajuste económico recesivo, con recorte de gastos estatales en áreas como Salud y Educación, aumento de impuestos y tarifas de servicios públicos, restricción de derechos como el seguro de desempleo, entre otras medidas impopulares. Un gobierno y un sistema de partidos desprestigiado que busca aplicar un ajuste económico

que va a contramano de las demandas sociales profundas que salieron a la superficie en junio de 2013. Este choque con las expectativas populares llevó la popularidad del gobierno de Dilma al fondo del pozo y profundizó más aún la crisis de legitimidad de las instituciones. En este escenario se desarrollan importantes luchas de resistencia contra los aspectos más duros del ajuste, en el contexto de una recesión profunda, que los economistas creen que puede alcanzar una caída de 3,5 % en el PBI hasta fin de año con un fuerte aumento del desempleo, reducción del nivel de ingreso de los trabajadores, aumento de la inflación y devaluación del real.

El fortalecimiento de la derecha y la unidad por el ajuste La operación Lava-jato (también conocido como Petrolão), iniciada por la Justicia del estado de Paraná y por el juez Sergio Moro, que


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desenmascaró las redes de corrupción construidas en torno a Petrobras y otras empresas estatales, fue bastante funcional a la política de la oposición y de la derecha, una política para desgastar al gobierno de Dilma y golpear a Lula y al PT. Pesan incluso sobre Sergio Moro sospechas de relaciones con la empresa Shell, vía su esposa, que ya abogó en defensa de la petrolera estadounidense. Este escándalo, sin embargo, no pesó lo suficiente como para derrotar a Dilma en las elecciones de 2014, que ganó con el discurso contra la derecha y el retroceso neoliberal que vendría de la mano del regreso del PSDB al gobierno federal. El gabinete ministerial elegido por Rousseff y Lula a principios de año, sin embargo, fue un golpe para los que creyeron que la polarización electoral con Aécio Neves llevaría al segundo gobierno de Dilma a un volantazo a izquierda. Asumió el ministerio más importante, Hacienda, Joaquim Levy, un ejecutivo de alto rango del banco privado Bradesco y en Agricultura, Karia Abreu, identificada con los grandes latifundistas. Desde entonces, Dilma viene intentando aplicar una política de recorte de gasto público. Recientemente, Joaquim Levy fue uno de los primeros en felicitar a Mauricio Macri por la victoria sobre Scioli, y en afirmar que el resultado electoral en Argentina podría ser favorable a Brasil. El hecho de adoptar lo fundamental del programa de la derecha para responder a la crisis económica (programa que en realidad es el de los grandes empresarios y del mercado financiero) no protegió al PT de sus golpes. Con el apoyo de los monopolios y los grandes medios, la oposición de derecha aglutinada alrededor del PSDB y una nueva derecha que se proclama apartidaria y se articula por las redes sociales, convocaron en el primer semestre a manifestaciones masivas contra la corrupción, exigiendo la salida de la presidenta Dilma Rousseff. Se dio la insólita situación en la que el gobierno que aplica el programa que sería de la derecha, era cuestionado por un movimiento encabezado por la propia derecha, paralizando las acciones del gobierno que iban en el sentido de su propio programa. En el pico de la crisis política, el vicepresidente del PMDB, Michel Temer, llegó a tener un gran protagonismo e incluso ensayó un discurso de gobierno alternativo al de Dilma. En las brechas de este impasse, ganó fuerza un personaje sombrío y, hasta entonces, casi irrelevante de la política brasilera. Eduardo Cunha, del PMDB, ganó notoriedad en la presidencia

de la Cámara de Diputados, al levantar políticas conservadoras y de ataque a los derechos laborales. El proyecto de ley que libera la tercerización sin ningún límite fue un ejemplo, así como la baja de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años. Cunha, por un momento, se transformó en la gran esperanza de la oposición para poner en primer plano el alejamiento de Dilma de la presidencia. Sin embargo, tan rápido como subió, Eduardo Cunha está cayendo. No solo está involucrado también en escándalos de corrupción, sino que su intento de imponer políticas conservadoras y ataques frontales a los derechos laborales y de las mujeres comenzó a generar una gran oposición popular a sus medidas. Cuando se realizó la votación de la ley de tercerización en el primer semestre, la CUT convocó un importante paro nacional, respondiendo a la presión de su base y de las centrales sindicales de izquierda, como la Central Sindical y Popular (CSP-Conlutas) y la Intersindical. Entre los intentos fracasados de Eduardo Cunha de imponer políticas de la derecha más conservadora junto con un ataque a las condiciones de trabajo, y la parálisis del gobierno de Dilma para avanzar en el ajuste, comenzaron a surgir voces de la gran burguesía pidiendo moderación a la oposición y equilibrio político para enfrentar la recesión. Tanto la Federación de las Industrias de San Pablo (FIESP) como la Federación Nacional de los Bancos (Fenaban) se pronunciaron, cada cual a su manera, en defensa de la estabilidad política, sin la que la aplicación de los ajustes sería imposible. Es un reconocimiento de que el PT, aun debilitado, por las posiciones que todavía conserva en los sindicatos y en el movimiento de masas, es el único partido capaz de asegurar cierta estabilidad política para la aplicación de las medidas de ajuste exigidas por los empresarios y controlar a las masas. En una de las idas y venidas que se han vuelto comunes en la política brasilera de los últimos tiempos, Cunha dejó de ser el hombre fuerte de la República y aliado de la oposición, y hoy se encuentra a la defensiva, buscando el apoyo del gobierno de Dilma para escapar de la impugnación de su mandato y de un posible proceso penal en su contra. El PSDB y sus partidos satélites, atendiendo al llamado de la gran burguesía, retiraron su apoyo político a Cunha y adoptaron una línea más moderada. Ahora afirman que no es el momento de preocuparse por el impeachment de Dilma, y sí de aprobar las medidas necesarias para la recuperación económica. Es decir, se comprometen a apoyar al go-

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bierno del PT en las votaciones del ajuste fiscal y de los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores.

Una crisis histórica del PT A pesar del respiro relativo conquistado en el último período, el PT no logra siquiera vislumbrar una posible salida a la mayor crisis de su historia. Esta crisis golpea al partido en múltiples frentes. Los escándalos de corrupción terminaron por sacar de la escena política a José Dirceu y José Genuíno, a quienes ya había alcanzado el anterior escándalo de corrupción conocido como Mensalão en 2005. Cuando cerrábamos la edición de este artículo, el líder del PT en el Senado Federal, Delcidio do Amaral, fue detenido por la presunción de haber facilitado la fuga de uno de los delatores de la operación Lava-jato. Todavía no es posible saber hasta dónde llegará la sangría de la cúpula del PT, que podría acercarse cada vez más al propio Lula. En otro flanco, el PT perdió rápidamente gran parte de la nueva base de masas que había conquistado durante el lulismo, y que le permitió salir de la anterior crisis de 2005/2006. Esa base más reciente, la llamada clase C, en realidad está compuesta por sectores que salieron de la pobreza para integrar las camadas más precarizadas de la clase trabajadora. Son estos sectores los que están siendo más rápidamente alcanzados por la crisis económica, los que cuentan con el menor nivel de organización sindical, menor identificación con el “PT histórico”, y por lo tanto, uno de los sectores que más rápidamente rompió con el gobierno de Dilma y el PT. Con esta perspectiva de pérdida enorme de votos en las próximas elecciones municipales, el PT ha sufrido una fuga de parlamentarios y figuras importantes. La ruptura más significativa hasta ahora fue la de la exprefecta de San Pablo, Marta Suplicy, que rompió con el PT para probar suerte en el PMDB paulista. Figuras menores han roto para adherir a partidos como Rede de Marina Silva, o incluso el PSOL de Luciana Genro. Sin embargo, uno de los aspectos más profundos de la crisis del PT y que le da un contorno más grave que el de la anterior, a comienzos del primer mandato de Lula, es que en los bastiones de la clase obrera organizada por el PT comienza a perder parte de su base tradicional. La elección presidencial ya había dado un indicio, cuando perdió las elecciones, entre otros lugares, en el ABC paulista, base del » propio Lula.


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“ Un gobierno y un sistema de partidos desprestigiado que busca aplicar un ajuste económico que va a contramano de las demandas sociales profundas que salieron a la superficie en junio de 2013.

Sin perspectiva de retomar el crecimiento, el PT se debate en un doble juego para intentar contener a su base social y defender al gobierno que ataca ese mismo sector. Un artículo de uno de los partidarios del Frente Brasil Popular, uno de los tantos que el PT intenta crear para retomar legitimidad, expresa bien la situación del petismo: El Frente, por lo tanto, lucha simultáneamente contra el golpismo, representado por los sectores más conservadores, y el secuestro de la agenda gubernamental por los intereses del capital financiero. La doble batalla constituye, por cierto, el elemento más esquizofrénico de la situación política. Retrata, sin embargo, la realidad poselectoral, forjada por la opción presidencial de soluciones opuestas al consenso progresista que llevó al cuarto triunfo petista2.

La juventud y el movimiento obrero contra los ajustes La profundidad y el alcance de las luchas que recorren el movimiento obrero brasilero luego de junio de 2013 se muestran en los procesos que se dieron a lo largo de este año en las automotrices y más recientemente en Petrobras, la mayor empresa de Brasil. Hasta 2014, los procesos de lucha se habían concentrado en los sectores de servicios estratégicos, como el transporte y la recolección de residuos, profundizando la dinámica iniciada incluso antes de junio por las grandes huelgas en las obras del PAC (principal plan de inversiones en infraestructura del período lulista). Un fuerte sentimiento antiburocrático y tendencias al activismo obrero fueron las marcas de estos procesos ofensivos, que luchaban por más derechos y mejores salarios. El impacto de la crisis cambió las condiciones de la lucha, pero no rompió la continuidad del proceso que se desarrollaba. En las grandes automotrices del ABC, la base obrera impuso huelgas contra los despidos, derrotando en asambleas al sindicato de los metalúrgicos del ABC, el más importante dentro de la CUT. En la reciente huelga de los petroleros, la más fuerte desde 1995, la Federación Única de Petroleros (FUP, dirigida por la CUT) perdió la votación de levantar la huelga más importante del país, que produce en petróleo el equivalente a cerca del 8 % del PBI brasilero. El límite de estos movimientos es que la burocracia de la CUT, al costo de un enorme desgaste, todavía desvía y contiene los procesos de lucha, evitando su radicalización. Así, la huelga de los petroleros, a pesar de las protestas de la base, fue cerrada sin derrotar el proceso de privatización de la empresa. Las huelgas en las automotrices, también por impulso de la base, se cerraron con acuerdos de reducción de salarios a cambio del mantenimiento de los puestos de trabajo. Lo significativo es que el proceso antiburocrático está llegando, aunque con ritmos lentos, al corazón del movimiento obrero brasilero. Como dijimos, las condiciones de la crisis económica y del ajuste aplicado por el gobierno petista, y también en los estados gobernados por la oposición, han chocado con las expectativas y las fuerzas sociales que fueron liberadas luego

de junio de 2013. Con la profundización de los ataques a las condiciones de vida, se desarrollan luchas de resistencia contra los aspectos más duros del ajuste. La perspectiva abierta plantea dos tendencias: un salto de las luchas de resistencia, o la derrota del movimiento iniciado con las protestas de junio. En este momento, en el estado de San Pablo, los estudiantes secundarios se enfrentan al plan educativo de Geraldo Alckmin del PSDB, que incluye el cierre de casi cien escuelas. Mientras escribimos este artículo, ya eran cerca de 200 las escuelas ocupadas en San Pablo y una importante escuela de Goias. Los estudiantes de Goias entraron en la lucha apoyando a los paulistas y con sus propias demandas, lo que muestra una tendencia a la nacionalización del movimiento. La nueva entrada en escena de la juventud, por primera vez desde el 2013, podría acelerar y profundizar las luchas de resistencia que vienen siendo protagonizadas por el movimiento obrero.

Una situación política inestable Cuando parecía que el gobierno de Dilma tendría un respiro y lograría avanzar en las medidas de ajuste, la detención del senador y líder petista, Delcidio do Amaral, cayó como una bomba en el el PT y el Senado. Es la primera vez en la historia del país que un senador en ejercicio es encarcelado. Contra las tendencias a la unidad burguesa en defensa del ajuste, que actúan en el sentido de contener la crisis política, pesan una serie de factores que impiden una estabilidad más duradera. A cada paso, las investigaciones de Lava-jato parecen ir más a fondo en el golpe al PT y sus partidos aliados. Al mismo tiempo, siguen en el orden del día luchas de resistencia, que por muy poco no han desbordado el control de las direcciones oficialistas. Si el gobierno de Dilma, ni siquiera contando con el apoyo apoyado por Lula y todo el aparato sindical que el PT controla, no logra estabilizar la situación política, tampoco puede lograrlo una oposición desprestigiada, que no cuenta con ninguna mediación que pueda contener la lucha de clases. En un fin de ciclo del lulismo, cada vez más inestable, las clases dominantes brasileñas no tienen todavía una alternativa para reemplazar al PT que pueda estabilizar la situación política. Está planteada la necesidad de aprovechar las oportunidades para la construcción de una alternativa clasista y revolucionaria, que canalice por izquierda la crisis del PT y sea capaz de enfrentar el ajuste cada vez más profundo que está en marcha. São Paulo, 25 de noviembre de 2015 Traducción: Isabel Infanta

1 Ver, entre otros artículos publicados anteriormente, Iuri Tonelo, “Herencia de junio: empieza a surgir un “sujeto peligroso” en Brasil”, IdZ 5, noviembre 2013. 2 Breno Altman, “O que é a frente Brasil popular?”, www.brasil247.com.


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Fotomontaje: Anahí Rivera

Un debate con la política del “Frente democrático” (II parte)

El PST en la mira de las Tres A Ruth Werner y Facundo Aguirre Redacción de La Izquierda Diario. Autores de Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras fabriles y estrategias de izquierda (Buenos Aires, Ediciones IPS). En 1975, poco tiempo antes de la huelga general política que pusiera en desbandada al lopezrreguismo, el 19 de junio, el “Grupo de los 8”1 (ampliado al Peronismo Auténtico auspiciado por Montoneros) reaparece en la escena política con la siguiente declaración pública: Estos partidos, (…) entienden (…) que el ordenamiento de la Nación debe regirse por la Constitución Nacional y por las leyes que en su consecuencia se dicten; que la República debe gobernarse conforme a las instituciones que la historia y la lucha de nuestro pueblo han puesto en vigencia; que el pueblo es el único depositario de la soberanía, la cual se ejerce por intermedio de sus representantes legítimamente elegidos. Consustanciados en la necesidad de aventar definitivamente la violencia terrorista en

sus distintas formas, signos ideológicos, orígenes o procedencias y para que el pueblo y la Nación toda, en un marco de continuidad institucional, (…) los partidos políticos de la Capital Federal, resuelven: Apoyar decididamente toda iniciativa tendiente a constituir una comisión parlamentaria investigadora, de crímenes, atentados e intimidaciones a personas, entidades públicas y privadas; que a su vez estudie todos los casos que se produzcan o denuncien como restrictivas a la libertad personal, que también analicen el origen de los hechos, sean los mismos de orden político o social; como asimismo se examinen las causas de las detenciones ya efectuadas o que en adelante se realicen invocando los términos del estado de sitio o con significación ideológica y sin perjuicio de que los partidos firmantes sostengan la necesidad de su levantamiento2.

Para poder valorar el contenido de la declaración es necesario situarse en el mes de junio de 1975. Desde la muerte de Perón en julio de 1974, el gobierno peronista debió enfrentar el inicio de una crisis catastrófica de la economía mundial que comenzaba a proyectar su sombra sobre la Argentina y que comenzó a poner en cuestión el Pacto Social. Las condiciones para un gobierno cuyo objetivo era desviar el ascenso de la clase obrera iniciado con el Cordobazo en 1969 estaban agotadas. La burguesía boicoteaba crecientemente el acuerdo de precios y salarios parido por el ministro de Economía José Ber Gelbard (que fue reemplazado en octubre de 1974 por el ortodoxo Alfredo Gómez Morales) y una avanzada de la clase obrera, a nivel fabril, nunca había dejado de » combatirlo.


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Ideas & debates

“ Desde la muerte de Perón en julio de 1974, el gobierno peronista debió enfrentar el inicio de una crisis catastrófica de la economía mundial que comenzaba a proyectar su sombra sobre la Argentina y que comenzó a poner en cuestión el Pacto Social.

Como consecuencia de la muerte de Perón, el único que contaba con autoridad para contener las demandas de los trabajadores, el gobierno de Isabel se apoyó abiertamente en la camarilla lopezrreguista que dio vía libre al accionar desembozado de la Triple A. La represión paraestatal se transformó en el principal argumento del peronismo para enfrentar la lucha de la vanguardia de la clase obrera y la juventud. El gobierno de Isabel era abiertamente bonapartista y represivo. En junio de 1975, al momento de la publicación de la declaración del Grupo de los 9, Isabel y López Rega habían decidido enfrentar la catástrofe económica, lanzando por la borda el Pacto Social y llevando a la práctica un severo plan de ajuste diseñado por su ministro de economía Celestino Rodrigo, bautizado popularmente como “Rodrigazo”. Un ataque en regla a la propia base social del peronismo, la clase trabajadora, y que golpeó además a las clases medias producto de la escalada hiperinflacionaria que desató. Uno de los puntos fundamentales del plan lo constituía la negativa a homologar los convenios colectivos de trabajo acordados recientemente entre las patronales y los sindicatos. El movimiento obrero reaccionó contra la pasividad de sus dirigentes burocráticos con un extendido movimiento huelguístico nacional que poco a poco fue paralizando al país y señalando como enemigo al gobierno peronista. En este marco, la adhesión del PST a la declaración arriba citada, motorizada por el interés de la UCR y el PC de rescatar a las instituciones democrático burguesas ante la violencia creciente, era una grave capitulación a un programa que deslindaba a Isabel de toda responsabilidad por el accionar de las bandas paramilitares y se proponía defender al gobierno peronista ante un eventual golpe de Estado. Se trataba de un documento que le daba la espalda en los hechos a la movilización de la clase obrera, que buscaba ajustar cuentas con Isabel y López Rega. La declaración constituía, además, una condena abierta a “la violencia terrorista en sus distintas formas, signos ideológicos, orígenes o procedencias”. Hagamos notar que igualando el accionar de la ultraderecha (amparada por el Estado) y el infantilismo de las corrientes guerrilleras se estaba sentando un precedente de lo que se conocería posteriormente ya bajo la restauración democrática como “Teoría de los dos demonios”. El documento ni siquiera denunciaba el Decreto 261/75 firmado por María Estela

Martínez el 5 de febrero de 1975, que dio potestad a las Fuerzas Armadas para combatir al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el monte tucumano, inaugurando los métodos del terrorismo de Estado. Con su condena explícita a la violencia y porque expresamente la declaración bregaba por defender “el ordenamiento de la Nación” que debía “regirse por la Constitución Nacional y por las leyes que en su consecuencia se dicten; que la República debe gobernarse conforme a las instituciones (…) por intermedio de sus representantes legítimamente elegidos”, el PST renunciaba, al menos en lo que refiere a la firma de este documento, a una perspectiva revolucionaria para que la clase obrera saldara cuentas con el gobierno peronista. Mirado retrospectivamente, la ausencia en la declaración de una denuncia sobre el papel jugado por las FF.AA. en Tucumán no preparaba la lucha contra la intentona golpista que se quería prevenir. El rol de los militares en la política nacional había venido in crescendo. En la declaración, además, se pasaba por alto un hecho de gran importancia, la represión al segundo Villazo con una secuela de desaparecidos y asesinados y decenas de presos que fue derrotado en mayo de 1975 (¡un mes antes de la firma de la declaración citada!) En el llamado operativo Serpiente Roja del Paraná contra la combativa UOM de Villa Constitución actuaron conjuntamente la Triple A, las fuerzas policiales y los militares con el claro objetivo de derrotar a la dirección clasista de los obreros metalúrgicos. El operativo fue montado por el gobierno de Isabel en defensa de una patronal, como la de Acindar, la de los Acevedo, la del Gral. Alcides López Aufranc y la del mismísimo José Alfredo Martínez de Hoz. Esta patronal será, un año después, promotora y una de las principales beneficiarias del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. La derrota de los obreros de Acindar, Metcon y Marathon, va a constituir históricamente un ensayo contrarrevolucionario de la burguesía argentina. En la declaración del Grupo de los 9 esta asociación entre gobierno, fuerzas represivas, burguesía y fuerzas paramilitares van a brillar por su ausencia. Y por supuesto nada dice de la exigencia del levantamiento del estado de sitio que se había impuesto en noviembre de 1974. Ocho días después de la publicación del documento del Grupo de los 9, la clase obrera

iba a protagonizar el primer acto de una gran huelga general que conmoverá al país. El paro y la movilización del 27 de junio, impuesto a la burocracia sindical peronista por la presión de las bases obreras y el accionar creciente de las coordinadoras interfabriles, abrió las puertas a una crisis revolucionaria de envergadura que culminó con la huelga general del 7 y 8 de julio, la derrota del plan Rodrigo y la huida del jefe de las bandas fascistas, José López Rega, del país. Las coordinadoras interfabriles que llegaron a agrupar a las fábricas más importantes del conurbano bonaerense, de la Ciudad de Buenos Aires, de La Plata, Berisso y Ensenada, y de la Mesa de Gremios en Lucha de Córdoba, constituían un embrión de un doble poder fabril y de una nueva dirección alternativa a la burocracia sindical de la clase obrera argentina. La emergencia de este fenómeno puso en alerta a la burguesía que a través de la prensa advertía sobre el “surgimiento de los soviets” y llevó a uno de los aliados circunstanciales del PST, el dirigente radical Ricardo Balbín a denunciar poco después a la “guerrilla fabril que está sirviendo intereses extranjeros”3. Luego de las jornadas revolucionarias de junio y julio de 1975 y derrotado por las masas, el lopezrreguismo, la fracción más concentrada de la burguesía que en marzo había confiado en la confluencia de bandas fascistas, gobierno y militares, llegará a la conclusión de que el peronismo estaba agotado y que era necesario trabajar abiertamente por el golpe de Estado para liquidar la amenaza subversiva de la clase obrera, como había sucedido en Uruguay y en Chile en 1973. A partir de entonces el conjunto de los dirigentes políticos de la oposición señalarán a la clase obrera como el enemigo a vencer y se pasarán al bando golpista con poco disimulo. El PST había justificado el acuerdo con el Grupo de los 8 como una táctica para movilizar contra el fascismo y originar brigadas antifascistas. Esta perspectiva nunca tomó cuerpo porque, como hemos explicado en la primera parte de este artículo4, no era esa la política de la UCR ni del Partido Comunista. Aun así el PST reiteró el error y firmó la declaración del Grupo de los 9. ¿Por qué motivo la corriente morenista insistía con esta política? Nahuel Moreno argumentaba que, Hasta la huelga general que liquidó a López Rega, el punto de referencia de nuestra política, que


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tiene que ver con el de la situación política nacional, es justamente el avance del ala contrarrevolucionaria de López Rega (...). Todos nuestros análisis y política tenían como punto de referencia a ese fenómeno de la realidad (...)5.

Recordemos que el PST caracterizaba a sus reuniones con el Grupo de los 8 como “(…) un acuerdo con partido burgueses que están en contra que se rompa el estatus quo; están tan en contra de una situación prerrevolucionaria como de una contrarrevolucionaria”6. Esta visión, con matices, era compartida por otras organizaciones de izquierda como el Partido Comunista que terminará acuñando la consigna de un gabinete cívico militar para blindar a Isabel. Por su parte, el Partido Comunista Revolucionario de tendencia maoísta consideraba que la defensa del gobierno de Isabel Perón era lo fundamental frente a dos amenazas golpistas, la del frente pro ruso y la del frente pro yanqui. Lo esencial para el PST pasaba por defender el proceso de “institucionalización” en nombre del interés militante de la clase obrera. Frente a los críticos del acuerdo de la corriente morenista con el Grupo de los 97, Nahuel Moreno argumentaba: El no tomar en cuenta el ‘proceso de institucionalización’ en relación a la conciencia del movimiento obrero. Una cosa es el proceso de institucionalización tal cual lo plantea la burguesía, correctamente definido por nuestros críticos, y otra cosa es cómo lo entienden, lo sienten, y lo quieren y lo votaron el movimiento obrero y de masas. Para los trabajadores y las masas, la ‘institucionalización’ es el proceso de conquistar libertades democráticas, así como apoyar al gobierno peronista, a quien consideran su gobierno8.

Pero que los trabajadores confiaran en el gobierno y tuvieran ilusiones democráticas no puede ser para un marxista motivo suficiente para asumir como propia la política burguesa de defensa de las instituciones democráticoburguesas y de la continuidad constitucional. Al momento de la declaración de los 9 la clase obrera se estaba levantando contra el gobierno de Isabel Perón y, como reconoce el mismo Nahuel Moreno, con la huelga general el proletariado liquidó a la camarilla lopezrreguista. Si los obreros hubieran hecho caso a lo que

predicaba la oposición burguesa, López Rega hubiera continuado en su puesto. La huelga de junio y julio de 1975 dejó sin resolver el gran interrogante de toda huelga general política. ¿Quién tiene el poder? Isabel sobrevivió al embate cediendo al conjunto de las demandas económicas del movimiento obrero y sosteniéndose casi exclusivamente en una burocracia sindical que había sido desbordada por izquierda. Ya en junio de 1975 el mismo PST reconocía la existencia de una crisis prerrevolucionaria9, con la clase obrera movilizada contra el gobierno peronista y enfrentada parcialmente a sus dirigentes. Desde una perspectiva marxista se planteaba la utilización de las demandas democráticas para derrotar militarmente a las bandas fascistas mediante el llamado a la autodefensa obrera y popular y la exigencia a las organizaciones guerrilleras a que pongan su armamento al servicio de esta tarea. Ya en el segundo Villazo se habían dado formas elementales de autodefensa obrera y popular para proteger a los dirigentes de esa larga huelga de dos meses y combatir las asonadas fascistas. La huelga general y la influencia de las coordinadoras interfabriles hacía visible al sujeto de esta perspectiva. El movimiento de junio y julio con toda su potencialidad revolucionaria logró expulsar a López Rega y a Celestino Rodrigo del gobierno pero no avanzó en derrocar al gobierno de Isabel Perón. En la crisis revolucionaria abierta ninguna corriente de izquierda planteó esta perspectiva. El PST, en particular, consideró inmaduro el proceso de enfrentamiento con el peronismo y la burocracia sindical. Posteriormente, frente a la crisis creciente del gobierno peronista, el PST se limitó a plantear una salida institucional en línea con su orientación anterior: la elección de un vicepresidente de extracción sindical, el senador peronista y dirigente de la UOM, Afrio Pennisi. O sea buscar una salida institucional y por lo tanto reaccionaria a una “crisis prerrevolucionaria” en vez de plantear una salida obrera y popular a la crisis capitalista levantando un programa de acción que unificara las demandas democráticas, como la de Abajo el Estado de sitio y la Asamblea Constituyente con la caída del gobierno antiobrero expresado en la consigna de fuera Isabel, así como la perspectiva del gobierno obrero y popular. La mayoría de las direcciones políticas de la izquierda no llegaron a percibir el salto de calidad en la situación política que constituyó, en medio

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de una catástrofe económica, el fenomenal auge obrero de junio y julio de 1975. Las jornadas revolucionarias fueron la última gran oportunidad de la clase obrera argentina para frenar la política contrarrevolucionaria de la burguesía. No significa que estaba planteado la lucha directa por el poder obrero, pero sí que los trabajadores podían, a través de su movimiento huelguístico, lograr la caída revolucionaria del gobierno de Isabel que era quien alentaba a las bandas fascistas y abría las puertas a las fuerzas golpistas. El abandono de una política de independencia de clase, como la llevada adelante por el PST ante el Grupo de los 8/9, desarma a los revolucionarios para intervenir en los momentos decisivos de la lucha de clases.

1 El Grupo de los 8 estaba constituido por la UCR, el PC, el PI, el PRC, el PDP, el PSP, UDELPA y UDELPA Liberación Nacional. A partir de 1975, integrado el Peronismo Auténtico, se lo conoce como Grupo de los 9. 2 Reproducido en Política Obrera 234, 25 de junio de 1975. 3 “Fragmentos del documento emitido por la Embajada de EE. UU. en Buenos Aires, el 2/12/75, para el Departamento de Defensa de EE. UU. y las embajadas de EE. UU. en los países latinoamericanos sobre ‘guerra de guerrillas’ en las fábricas”, disponible en www.nosdigital.com.ar. 4 R. Werner, F. Aguirre, “El PST en la mira de las Tres A. Un debate con la política del ‘Frente democrático’”, IdZ 24, octubre 2015. 5 Documentos y análisis del Partido Socialista de los Trabajadores de noviembre de 1974 a fines de 1975. El peronismo en su crisis definitiva, noviembre, 1974. 6 Ídem. 7 “La política hacia el grupo de los 8 y de los 9 generó un debate en el seno del Secretariado Unificado de la IV Internacional y con la organización Política Obrera”. 8 Nahuel Moreno, “Memorandum para la respuesta del Partido Socialista de los Trabajadores (Argentina) al Secretariado Unificado”, disponible en www. marxists.org. 9 “El rodrigazo: una crisis prerrevolucionaria”. Documentos y análisis del Partido Socialista de los Trabajadores de noviembre de 1974 a fines de 1975. El peronismo en su crisis definitiva, noviembre, 1974.


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A propósito de La Izquierda en la fábrica. La militancia obrera industrial en el lugar de trabajo, 1916-1943, de Diego Ceruso

la fábrica antes del peronismo

ALICIA ROJO Historiadora, CEIP León Trotsky. La izquierda en la fábrica es la cuarta publicación de la “Colección Archivos. Estudios de historia del movimiento obrero y la izquierda”1. Aquí Diego Ceruso recorre en un amplio período histórico la emergencia y desarrollo de las organizaciones de base de los trabajadores en los lugares de trabajo. Entre 1916 y 1943 en el área de mayor expansión de la clase obrera industrial, Buenos Aires y alrededores, el autor hace un recorrido por los sindicatos de la construcción, metalúrgicos, textiles, de la carne, gráficos, del calzado y la madera, entre otros, para rastrear las organizaciones que los trabajadores se dieron en el sitio de trabajo sacando a la luz experiencias no conocidas hasta hoy. La organización obrera desde las bases, la elección de delegados en el lugar de trabajo, la formación de comités de fábrica o de obra, el surgimiento de comisiones internas, ha sido un componente fundamental en el proceso de constitución de la clase trabajadora argentina; el trabajo de Ceruso es en este sentido un aporte cualitativo y una lectura imprescindible. La idea de que la organización del movimiento obrero es un legado del peronismo ha sido derribada, particularmente, por las investigaciones que ahondaron en el rol de las corrientes obreras que antes de 1943 dirigieron las principales organizaciones sindicales que los trabajadores

construyeron: anarquistas, socialistas, sindicalistas y comunistas. Este libro ilumina ahora sobre el rol de estas corrientes en el impulso de las diversas herramientas con que los trabajadores se enfrentaron a las patronales desde las fábricas, su papel en la organización de la protesta y su contribución al desarrollo de las organizaciones sindicales. Desde aquí, Ceruso completa la respuesta a los planteos que ligaban particularmente el desarrollo de las comisiones internas a los años peronistas, contribuyendo al conocimiento de la riqueza y la larga tradición de estas experiencias de la clase trabajadora argentina.

“¿Por qué estudiar la fábrica?”. La militancia en el lugar de trabajo

“El proceso revolucionario se realiza en el campo de la producción, en la fábrica, donde las relaciones son de opresor a oprimido, de explotador a explotado, donde no hay libertad para el obrero ni existe la democracia, el proceso revolucionario se realiza allí donde el obrero no es nadie y quiere convertirse en el todo, allí donde el poder del propietario es ilimitado, poder de vida o muerte sobre el obrero, sobre la mujer del obrero, sobre los hijos del obrero”2. Al partir de este posicionamiento teórico se comprende el temor de la burguesía a que se concrete la organización en el lugar de trabajo pues, incluso sin trasvasar el marco sindical, podría cuestionar qué se produce y cómo se produce (p.XXVIII).

La clase obrera argentina ha generado diversas y originales formas de lucha y organización a lo largo de su historia; las comisiones internas han sido valoradas por su peso y vitalidad como bastión de lucha contra los ataques patronales. Sin embargo, la comprobación de la preexistencia de organizaciones de base mucho antes de la emergencia del peronismo necesitaba del análisis del amplísimo conjunto de documentos que Ceruso examina en su libro. La búsqueda en estas fuentes de la experiencia en el lugar de trabajo tiene una clara justificación:

En el inicio de su recorrido, Ceruso advierte la aparición de la figura individual del delegado gremial asociada en mayor medida a los pequeños y medianos establecimientos pero constata que el aumento de la tendencia a organizar el sitio de producción se conecta con el predominio de la gran industria en el proceso de trabajo. Así describe, por ejemplo, el funcionamiento de la “comisión de obreros de Vasena”, los talleres protagonistas de la Semana Trágica (p.12 y sig). Encuentra, hacia los años veinte, una amplia variedad de formas de organización que


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incluían desde las células partidarias comunistas, los consejos obreros, cuerpos de delegados, comisiones internas, comités de fábrica, las secciones sindicales, entre otros; procurando desmenuzar los vínculos tanto con las estructuras partidarias como con los sindicatos. El proceso evidenció un salto cualitativo y cuantitativo en la década de 1930. Por un lado, el fenómeno de la presencia proletaria en los sitios de producción se potenció con la consolidación del desarrollo industrial. Además, y en relación a ello, los sindicatos por rama cobraron fuerza, situación que les permitió aumentar los niveles de organización del movimiento obrero (pp. 232-3).

Después de la huelga de la construcción de 1935 y la general de enero de 1936, muchos gremios procuran capitalizar el “envión” impulsando las comisiones internas y la organización de los sindicatos (p.128 y sig.) Finalmente, el trabajo de Ceruso comprueba la tendencia de la militancia de base a “homogeneizarse en torno a la figura y las funciones de la comisión interna de fábrica” (p.234), como ... estructuras de base, ligadas al sindicato, elegidas por los obreros, que ejercieron el control y la vigilancia de las condiciones laborales y de los convenios colectivos, con funciones de representación frente a la patronal y con la pretensión concreta de institucionalizar legalmente su existencia y funciones, entre diversas características (p.233).

En este momento, en la segunda mitad de la década del ‘30 y comienzos de los años ‘40, Ceruso reflexiona en torno a “los mecanismos de institucionalización y regimentación de las comisiones internas y ciertas aristas asociadas al ‘sindicalismo de masas’”. La “institucionalización” de los sindicatos que buscará a la par que el reconocimiento estatal, la canalización de la actividad gremial a través de las organizaciones sindicales tendiendo a regular la actuación de las comisiones internas, abre el interrogante acerca de “una posible merma en la autonomía” de estas organizaciones (pp.202 y 268-9).

El rol de las corrientes de la izquierda La investigación analiza el papel cumplido por “las estrategias de las orientaciones político-ideológicas presentes en el mundo sindical… la experiencia de la militancia en el sitio de producción había sido influida de modo decisivo por los lineamientos de cada una de las corrientes que formaron parte de nuestra investigación: comunismo, socialismo, anarquismo y sindicalismo” (pp. 235-6). Enfocando el proceso en la industria, la presencia del Partido Socialista y el sindicalismo se advierte débil; sin embargo, la investigación detecta experiencias impulsadas por estas corrientes, aportando incluso nuevos conocimientos a

los existentes acerca de su intervención en el movimiento obrero. En el caso del PC, en cambio, siendo la formación de células de fábrica o taller su orientación desde mediados de los veinte, su actuación asume un peso mucho mayor que el resto de las organizaciones en el impulso de los organismos de base. Se vuelve relevante, por tanto, la consideración del cambio de orientación estratégica del PC desde la política de “frente único por la base” hasta la de formación de “frentes populares” a partir de la segunda mitad de los años ‘30. Con esta orientación el PC logra ponerse al frente de las más importantes federaciones sindicales que se constituyen en esos años y desarrollar una amplia política sindical. Esta se manifiesta, por ejemplo, en la formación de la Federación Obrera de la Construcción y encuentra expresiones también en el caso de la Unión Obrera Textil y entre los metalúrgicos. Resulta de particular interés el análisis de experiencias hasta ahora poco o nada conocidas en otros gremios como el gráfico con la presencia de distintas corrientes (ver por ej. pp.140 y 226). El caso de la FONC es un ejemplo de la ... voluntad de ofrecer servicios que excedían las funciones sindicales, tal cual se entendían hasta el momento, (que) daba muestras de la estrategia comunista en la conformación de un sindicalismo de mayor alcance.

Esta “estrategia” se integró con el objetivo de “institucionalización” de las comisiones internas referido antes. Ejemplo de esto son los planteos del dirigente comunista de la construcción Chiarante: “el principio anárquico de la huelga por la huelga misma, ha sido hace tiempo desplazado de nuestras normas sindicales (...) Y cuando la intransigencia obstinada de una patronal nos lleva al conflicto huelguístico, entonces debemos consagrar todas nuestras fuerzas para prepararlo, organizarlo y asegurar de antemano su éxito” que, como concluye Ceruso, “pueden ser interpretados en el sentido de reforzar la organización y establecer mecanismos de institucionalización en el gremio. Evidentemente, buscaban delimitar funciones que hasta allí las instituciones de base encarnaban” (p.210). Este trabajo permite enfocar también en la actividad de los sectores anarquistas que, aun minoritarios, revitalizan su práctica hacia los años ‘30 a partir de la creación del Comité Regional de Relaciones Anarquistas, convertido luego en Federación Anarco Comunista Argentina, y de la Alianza Obrera Spartacus. Ambos grupos cuestionaron ciertos pilares levantados por la FORA: rechazaron las organizaciones por oficio y propiciaron los sindicatos únicos por rama fomentando el trabajo en los centros productivos. El recorrido que realiza el libro también permite visualizar el papel de los trotskistas, que siendo un pequeño grupo inicial “proponían la

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creación de comités de fábricas en los sitios de producción” (p.107) estableciendo fundamentalmente una crítica al PC tanto a su línea sectaria de fines de los años ‘20 y comienzos de los ‘30 como a su política de “frente popular” de alianza con sectores burgueses. Con escasa inserción pero conquistando como valioso referente al dirigente del gremio de la Madera, Mateo Fossa, los trotskistas advirtieron por ejemplo sobre el proceso de “institucionalización” de los sindicatos: ... aquellos que censuraban a los socialistas reformistas su sistema de organización múltiple porque decían que adormecía los factores latentes en las masas, hoy los sobrepasan mucho en esa tarea. Ahora las mutualidades, la caza de representaciones en las cajas de jubilaciones, los campos de deportes y los edificios propios, etc., son la tarea revolucionaria que realizan los stalinistas (Fossa, “¡A trabajar los vivillos!”, Lucha Obrera III, 15 de mayo de 1941, p.5, citado en p.267).

Organizaciones de base, izquierda y peronismo El proceso que analiza el libro de Ceruso muestra la consolidación de un movimiento obrero que afirma su lugar en la vida social y política del país construyendo organizaciones sindicales que en buena medida encuentran su sustento en el desarrollo de organismos de base a nivel de las fábricas. El rol central que las direcciones político-sindicales del movimiento obrero jugaron en este proceso es clave para comprenderlo, y creemos que también lo es para explicar el surgimiento de un fenómeno que se asentó en la clase obrera en los años ‘40. El peronismo vino a conjurar las potencialidades que esta clase estaba demostrando “allí donde el poder del propietario es ilimitado”, al decir de Gramsci. Esta investigación aporta importantes elementos para profundizar en el papel de sus direcciones, específicamente el PC, en el disciplinamiento de las tendencias más vitales de la clase obrera. El rol del Partido Comunista como impulsor de los organismos de base y de la formación de los sindicatos industriales es inseparable de las estrategias con las que llevaron estas tareas a la práctica, y el PC lo hizo con una política de colaboración de clases que no pudo más que abonar el camino a la consolidación de un fenómeno que enraizó esta ideología entre los trabajadores y ofreció a las organizaciones sindicales todos los “beneficios” que pudieron usufructuar de una ligazón directa con el aparato del Estado.

1 Bs. As., Imago Mundi, 2015. 2 Antonio Gramsci, “El consejo obrero” en Antología, Bs. As., Siglo Veintiuno Editores, 2010, p. 79, artículo originalmente publicado en L’Ordine Nuovo el 5/6/1920, citado en Ceruso, p. XXVII.


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Fotografía: efsyn.gr

Entrevista a Enzo Traverso

“Prefiero a Mandel que a Hobsbawm para interpretar la Segunda Guerra Mundial” Entrevistamos al historiador Enzo Traverso a propósito de la reciente publicación de El significado de la segunda Guerra mundial de Ernest Mandel (Ediciones IPS-CEIP León Trotsky). Aquí presentamos un extracto de la misma, la versión completa se publicará online en el sitio de la revista.

IdZ: En tu prólogo al libro de Mandel en la reciente edición del Estado español, destacás el lugar que ocupa Mandel en tu propia reflexión sobre la Segunda Guerra Mundial ¿Cómo definirías ese lugar? Yo leí este libro cuando salió, hace 30 años, y es un libro que me golpeó mucho, que orientó lecturas, investigaciones y moldeó un poco mi visión de la historia de la Segunda Guerra Mundial y del siglo XX. Pero, la paradoja es que fue totalmente ignorado por la historiografía,


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en el sentido académico de la palabra. Y yo como académico, también tengo que decir lamentablemente que siguiendo un poco la corriente me involucré en muchos debates en los cuales Mandel no estaba presente. Pero me di cuenta de que lo había asimilado y estaba presente de una manera subconciente. Creo, intentando reflexionar sobre esa paradoja, que Mandel funcionó como una especie de episteme en el sentido foucaultiano de la palabra, como algo que moldea nuestra manera de pensar sin ser necesariamente conciente. IdZ: Mandel plantea una visión global de la guerra que puede compararse con otra visión mucho más utilizada en la academia como es la de Eric Hobsbawm ¿Qué contraposición podemos hacer entre ambas visiones? Yo prefiero el libro de Mandel al de Hobsbawm en lo que concierne a la interpretación de la Segunda Guerra Mundial. Eric Hobsbawm se plantea interpretar globalmente la guerra en el marco del “corto siglo XX”, como historia global, y hay una conclusión a la que llega que probablemente Mandel hubiera compartido. En varios textos y en sus libros, como La era de los extremos, Hobsbawm saca la conclusión que si el mundo no cayó completamente en la barbarie eso se debió a la herencia de la ilustración. Mandel hubiera compartido esa visión, agregando que la ilustración en el siglo XX es encarnada por el comunismo y el marxismo. Pero, una discrepancia fundamental es su interpretación del estalinismo. La historia del siglo XX escrita por Hobsbawm es la historia de un historiador marxista que no cree más en la revolución, que hace el balance de un siglo que fue el siglo de las derrotas de las revoluciones, de la derrota del comunismo, y él está resignado a esas derrotas. La interpretación es al mismo tiempo muy resignada y muy apologética, porque Hobsbawm al final reconoce que el estalinismo tenía rasgos autoritarios y despóticos, que había una dimensión de violencia endémica, pero lo presenta como un fenómeno progresivo y entonces de cierta manera lo justifica. Este no es el planteo de Mandel, que interpreta el estalinismo como una dimensión de la barbarie del siglo XX, de la barbarie moderna, a pesar de que dialécticamente toma en cuenta las contradicciones del estalinismo mismo, el doble papel que el estalinismo jugó, como potencia, como aparato de dominación, y como expresión de la ilustración, es decir, del movimiento obrero, de las luchas de las clases trabajadoras. Esa es la tragedia del estalinismo.

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Entonces por un lado, Hobsbawm saca un balance del siglo resignado y apologético; Mandel, por el otro, adopta un planteamiento que hoy las ciencias sociales y la historiografía llamarían contrafáctico. Mandel está muy atento a las potencialidades de la historia, potencialidades que lamentablemente, por un conjunto de circunstancias, no pudieron realizarse. Pero esa es la tensión de un historiador. En este caso Mandel escribe este libro como un historiador que tiene un compromiso político, que piensa el pasado sin separarlo del presente, inscribiéndolo en una perspectiva de emancipación y de cambio social, político, histórico. Esa es para mí una discrepancia fundamental. IdZ: ¿Qué elementos fructíferos plantea la visión global de la guerra de Mandel respecto a la fragmentación en el análisis histórico de las últimas décadas? Hay una fragmentación enorme con respecto a la época en la que Mandel escribió su libro. Hoy por ejemplo, los Holocaust Studies conforman una disciplina en sí misma y en el marco de la guerra hay un conjunto de objetos de investigación que son disciplinas particulares. Esa fragmentación de cierta manera eclipsó una visión de conjunto. En su libro tiene una visión global porque analiza los acontecimientos militares, las causas económicas, los conflictos políticos, las ideologías, el papel de la tecnología, y todo eso en una visión de conjunto es fascinante, es algo raro, porque no hay muchos historiadores que hicieron un trabajo parecido. Y lo hace precisamente, o probablemente, porque no es un historiador sino un pensador marxista en el sentido clásico de la palabra, de lo más noble de la palabra, que atiende a las ciencias sociales en su conjunto. Digo que el libro de Mandel prefigura o anticipa lo que hoy se llama la World History, es decir una historia global que no tiene nada que ver con lo que antes se llamaba la Historia Universal. No es una filosofía de la historia y no es tampoco una yuxtaposición de disciplinas, sino que es una visión de un fenómeno, un acontecimiento o experiencia histórica, en sus dimensiones conectadas. Lo hace conectando las relaciones entre los imperios, los que suben y otros que caen o declinan, en una visión del mundo conectándose a través de transferencias materiales, culturales, tecnológicas, ideológicas, y eso es muy importante. Al mismo tiempo, hay algunas intuiciones muy grandes y poderosas que quedan como intuiciones. Por ejemplo, lo que escribe sobre la bomba »

ENZO TRAVERSO Consagrado historiador italiano dedicado a la historia intelectual europea. Comenzó su militancia en la Italia de los ‘70 en la organización autonomista Potere Operario, y posteriormente se vinculó a la corriente trotskista dirigida por Ernest Mandel. Entre sus obras se destacan La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales (Barcelona, Herder Libros, 2011) y A sangre y fuego. De la guerra civil europea, 19141945 (Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009). En números anteriores de IdZ hemos discutido sus libros más recientes ¿Qué fue de los intelectuales? (IdZ 14) y El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador (IdZ 21).


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“ Ahora en las guerras las matanzas de civiles no son un efecto colateral, las guerras son casi exclusivamente guerras contra los civiles.

atómica y sobre el Holocausto, y que yo comparto. Pero es una intuición que se limita a un acercamiento muy general. Después hubo trabajos que articularon mejor sus intuiciones. Por ejemplo, el Holocausto como cruce o acontecimiento que se ubica en la intersección entre un proyecto de destrucción de la URSS, como encarnación de la ilustración marxista y comunista en el siglo XX, una guerra colonial de conquista de lo que los nazis llaman el lebensraum (espacio vital) y una guerra de exterminio de los judíos como el elemento en el cual se ubican o se conectan los otros. En la visión del mundo nazi los judíos son el cerebro de la URSS, que es un Estado marxista, comunista que reúne y controla ese lebensraum. Esos diferentes objetivos convergen en uno mismo. Y eso no está muy bien articulado en el libro de Mandel, que tiene simplemente una intuición sobre la relación entre imperialismo y colonialismo y la política nazi durante la guerra, pero lo ve como una especie de herencia y no como algo que produce una convergencia en el contexto particular de la guerra. Podríamos decir lo mismo en otros aspectos del libro. Por ejemplo, hay toda una historiografía hoy sobre la guerra como conjunto de guerras civiles en Europa en particular, pero en Asia también. Y esa dimensión es bastante secundaria en su libro. Pero su modelo de interpretación, que es la Segunda Guerra Mundial como un conjunto de varias guerras, entre grandes potencias, de autodefensa de la URSS, de liberación nacional en el mundo colonial, de liberación nacional en los países europeos ocupados, es una visión de conjunto muy fructífera e interesante. IdZ: En tu libro A sangre y fuego proponés categorías diferentes para analizar los mismos fenómenos ¿Cuáles son los fundamentos de ese desplazamiento conceptual? Retomando el libro de Mandel, y leyéndolo una segunda vez, me di cuenta de que en este libro hay algunos conceptos que para mí son centrales, y aparecen como secundarios, como la idea de guerra total o de guerra civil, entre

otros, pero al mismo tiempo hay todo una análisis de la guerra como infraestructura material que es el background, el trasfondo de todos estos acontecimientos políticos y militares que es fundamental y que es secundaria en mis libros. En este sentido, fue un buen ejercicio releer a Mandel hoy. Hay también una cuestión de enfoques. Yo privilegio una dimensión político-ideológica, él, analiza de una manera mucho mejor de lo que yo podría hacer, esa dimensión del trasfondo económico de la guerra. A diferencia de la mayoría de los investigadores que trabajaron sobre la guerra cuando él escribió, para no hablar de los investigadores de hoy, Mandel escribió sobre la Segunda Guerra Mundial como un protagonista. Todos los aspectos de la guerra sobre los cuales escribe no son sólo el fruto de investigaciones y conocimientos, sino que son también una reflexión sobre su propia experiencia vivida. ¡Y eso cambia todo! Es algo absolutamente fundamental, y no hablo solamente de la resistencia, del conflicto ideológico de la guerra entre fascismo y comunismo, o entre visiones del mundo que chocan. No hablo de los campos de concentración, que él conoció porque fue deportado ahí, del Holocausto que conoció, como judío, que pudo sobrevivir a la guerra y a la deportación. También, al final de la guerra, Mandel como dirigente de la IV internacional empieza a viajar por el mundo y conoce Asia y tiene un contacto directo con los actores de la época. Y esa reflexión, esa experiencia, ese conocimiento que no es para nada académico, sino un conocimiento político, vinculado a una experiencia vivida, es algo que pudo involucrar en su libro y que hace a la riqueza de este libro. Es una visión global que no es solamente el fruto de una mente excepcionalmente brillante, es una reflexión global que es también el fruto de una experiencia global. IdZ: ¿El concepto de guerra civil europea que plantea tu libro viene a interpelar o poner en cuestión el concepto de guerra interimperialista que utiliza Mandel? No, no hay ningún antagonismo o contradicción entre estos conceptos. Yo creo que el concepto de

guerra interimperialista se aplica muy bien a todo este lapso de tiempo que va entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. Es una época de guerra interimperialista, es el trasfondo, la matriz de transformaciones de una crisis global que toma varias dimensiones. Durante la Segunda Guerra esa dimensión se trasciende y Mandel mismo habla de que entre los países del Eje, la Alemania nazi, y la Rusia soviética, no se trata de una guerra interimperialista. La define muy bien como una guerra de autodefensa y ese es el clivaje fundamental de la Segunda Guerra Mundial. La guerra interimperialista se rearticula de una manera muy compleja. Hasta la víspera de la guerra hay un frente imperialista en contra de la URSS, y desde 1941 hasta 1945 la interpretación de una guerra interimperialista hay que redefinirla y tomar en cuenta otros elementos. El objetivo de mi libro es mucho más modesto: es una interpretación global de la guerra civil europea, mientras que el libro de Mandel es sobre la Segunda Guerra como fenómeno mundial. Yo soy conciente de que no se puede interpretar la crisis europea de “entre guerras” limitándola a un contexto europeo, en el contexto de una guerra mundial que trasciende Europa desde todo punto de vista. Al mismo tiempo, no creo que Mandel estuviera en desacuerdo con considerar que hablamos de una guerra mundial cuyas raíces son europeas. La matriz era europea, y reconocer eso es importante porque en 1914 Europa es el centro del mundo, y en 1945 deja de serlo. Hay toda una dimensión geopolítica, que está implícita en el libro de Mandel, pero que es fundamental. IdZ: Según tu visión, ¿qué modificaciones en la relación centro-periferia emergieron con la Segunda Guerra Mundial? Esto es una cuestión fundamental no solamente para interpretar los acontecimientos del pasado, porque es una guerra que tenía sus causas en Europa, por la relación entre las grandes potencias, la ruptura de un equilibrio que había sido fijado luego de las guerras napoleónicas en el Congreso de Viena, eso es una dimensión del problema. Pero hay otra: en


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1914 el estallido del conflicto es pensado, interpretado, con categorías de pensamiento elaboradas en Europa. En la segunda mitad del siglo XX las cosas cambian mucho. Si pensamos en el centro de la reflexión de Mandel, la relación entre guerra y revolución es una relación que nace con la revolución rusa, que nace de la Primera Guerra Mundial. En la primera mitad del siglo XX, cuando se piensa la revolución se piensa en la revolución europea, con categorías europeas, con un sujeto social y político que tiene un perfil que es europeo. En la segunda mitad del siglo XX las revoluciones son en Asia y en América latina. Y en el siglo XXI Europa es la periferia de todo proyecto revolucionario global, eso es un cambio epocal. Y el libro de Mandel es el libro de un europeo, en el más noble sentido de la palabra porque es un judío polaco que nació en Alemania y se formó intelectual y políticamente en Bélgica. Es un flamenco que escribe en francés y que yo recuerdo hablaba un alemán perfecto. Era un cosmopolita, una definición que me gusta mucho, aunque fue forjada por Stalin: los judíos como cosmopolitas sin raíces. Esa definición se aplica muy bien a Mandel. Era un europeo que escribe desde una perspectiva global y que se da cuenta perfectamente que al final de la Segunda Guerra Mundial la revolución se desplaza a Asia, a China. Es alguien que es conciente de esa transformación. IdZ: Los europeos han estado permanentemente confrontados con la guerra ¿Cómo definirías la relación actual entre Europa y la guerra? La cuestión es muy compleja porque hay cambios muy importantes. Cierto, hay algunos cambios que se produjeron desde la Primera Guerra Mundial en la manera de concebir y actuar en la guerra que fueron cambios irreversibles y se pueden ver en las guerras de principios del siglo XXI. En Irak, Afganistan y Siria se puede ver una manera general de hacer guerras concebidas como guerras contra los civiles, como guerras de destrucción del enemigo. Esto no tiene nada que ver con una concepción de la guerra vinculada a la idea del Derecho Público Europeo

como se formalizó en el siglo XIX, como guerra del “mundo civilizado”, entre “adversarios legítimos”, como conflicto militar que no toca la sociedad civil y a los civiles, la guerra como conflicto en el cual se respetan reglas. Todo eso desapareció durante la Primera Guerra Mundial y todas las guerras que siguieron reproducen esos rasgos. Ese es un elemento de continuidad, pero hay también elementos de discontinuidad y de radicalización de ciertos elementos. Ahora en las guerras las matanzas de civiles no son un efecto colateral, las guerras son casi exclusivamente guerras contra los civiles. Las guerras son concebidas como medios de destrucción modernos, concebidas para matar al enemigo, pero preservando la vida de los militares, sin hacer ninguna distinción entre combatientes y civiles. Desde este punto de vista es una radicalización de ese paradigma de la guerra que nació en la Primera Guerra Mundial y una regresión al siglo XIX, porque en el siglo XIX se piensa la guerra moderna, como “guerra civilizada” para los países “civilizados” y en el mundo extra-europeo, es decir en el mundo colonial, esa concepción de la guerra no tiene ninguna vigencia. Hoy en el siglo XXI se volvió a esa visión. Lo que caracteriza las guerras del siglo XXI, y que no fue una característica de las guerras de la segunda mitad del siglo XX, es el regreso a las guerras coloniales o neocoloniales. Guerras imperiales en un mundo en el cual no hay más imperios, como había en el siglo XIX. Esto es una dimensión de estas nuevas guerras. Pero al mismo tiempo, estamos tan poco preparados para enfrentar estos nuevos acontecimientos porque nuestras viejas categorías no son pertinentes, hay que repensarlas. El caso de Mandel es también interesante y sintomático. El marxismo clásico, y también el marxismo herético, tiene un rasgo eurocéntrico, eso hay que reflexionarlo críticamente. ¿Cuáles son los marxistas que se plantearon preguntas y que intentaron comprender la historia del Islam?, poquísimos, Maxime Rodinson, y pocos otros. La revolución en Irán fue objeto de malentendidos y de incomprensión. Lo que ocurre hoy y las nuevas formas de la guerra hoy, plantean

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cuestiones de orden también intelectual y epistemológico, no solamente de análisis. Plantean cuestiones sobre nuestra tradición teórica. Esto también tiene una relación con el pasaje del antisemitismo a la islamofobia. Yo pienso que en el mundo occidental, no digo que no existe más antisemitismo, hay formas de prejuicios y en algunos países también formas de exclusión o de persecución, pero de una manera general en el mundo occidental actual los judíos ya no son una minoría excluida, perseguida y objeto de desprecio, sino al contrario son valorizados, porque hay un rasgo o elemento de conveniencia, porque es muy fácil asumir como paradigma del oprimido y perseguido, una categoría que está perfectamente integrada. Organizar conmemoraciones del Holocausto es muy cómodo, porque permite sin ningún costo político, a todos los países que adoptan políticas xenófobas, que persiguen a los inmigrantes, decir “nosotros somos la democracia y la libertad” y eso es evidente porque “conmemoramos el crimen más grande de la historia de la humanidad que es el Holocausto”. Entonces esa es la cuestión. Hoy el antisemitismo, que fue históricamente uno de los pilares de la cultura europea, que estuvo presente en todos los nacionalismos en Europa, que tuvo expresiones culturales en sus formas más desarrolladas porque no hay un gran escritor, hasta el principio del siglo XX europeo, que no dibujara personajes judíos en sus obras sin reproducir formas de antisemitismo o reproduciendo rasgos de esa mentalidad antisemita, hoy eso no existe más. Hoy el objeto de prejuicio y de exclusión, opresión y persecución, en algunos casos con leyes islamófobas que son promulgadas en muchos países democráticos, son los musulmanes. La islamofobia creo que sustituyó o reemplazó el antisemitismo. Pero tiene sus peculiaridades, no se puede hacer una comparación mecánica y las consecuencias de la islamofobia no son las mismas que las consecuencias del antisemitismo.

Entrevistaron: Cecilia Feijoo y Gastón Gutiérrez.


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Fotomontaje: Anahí Rivera

Hegemonía y revolución permanente Apuntes para una relectura de las relaciones entre las teorías de Trotsky y Gramsci sobre la revolución en “Occidente”. JUAN DAL MASO Comité de redacción.

Introducción La reflexión teórica sobre las relaciones entre las teorías de Trotsky y Gramsci1 permite la construcción de herramientas teóricas para comprender la realidad actual, identificando las tendencias de la lucha de clases así como las tareas de los marxistas2. En este marco, intentamos explorar el texto gramsciano para comprender su pensamiento por fuera de las formas de interpretación estereotipadas, contra las lecturas de tipo “eurocomunistas” y “postmarxistas”3.

La hegemonía como “mecánica” de la revolución permanente Las temáticas de la hegemonía y la revolución permanente están relacionadas por un hecho

histórico fundacional que les sirve de referencia: la Revolución francesa de 1789, el bloque de clases y sectores sociales que en ella se constituye como pueblo; y su posterior desagregación producto del desarrollo de la sociedad capitalista y la lucha de clases. Este punto de referencia aparece en la primera formulación de la revolución permanente realizada por Trotsky en Resultados y perspectivas, en la que plantea las conclusiones de las revoluciones de 1789, 1848 y 1905, destacando el proceso de diferenciación del proletariado respecto del “pueblo” dentro del cual anteriormente estaba diluido, bajo dirección burguesa4. Mientras la Revolución francesa de 1789 ofrece el modelo de “revolución nacional” burguesa, en las revoluciones de 1848 surge la clase

obrera como un actor diferenciado de la burguesía republicana y la pequeñoburguesía democrática, pero todavía débil para imponer su propio poder. Finalmente, en la Revolución de 1905 en Rusia, la clase obrera aparece como la combatiente de vanguardia de la revolución democrático-burguesa, que la lleva al poder, circunstancia que le plantea la necesidad de avanzar contra la propiedad privada, transformándose la revolución en socialista –como ocurrirá finalmente en 1917–, lo cual se explica a su vez por las características del desarrollo histórico ruso (Imperio “atrasado” en su estructura económica pero moldeado por, e inserto en, la economía mundial). Mientras en la periferia no logra crear un bloque históricamente progresivo, en “Occidente”


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la burguesía busca recomponer el “bloque de 1789” por la vía del republicanismo (composición pasiva de los conflictos a través del Estado liberal), la socialdemocracia (compromiso entre los bandos antagónicos) o resolver la imposibilidad de recrear ese bloque mediante el fascismo (“solución plebeya” que da paso a un régimen de guerra civil contra la clase obrera). Estas formas de configuración del poder estatal están relacionadas en modos diversos con las temáticas gramscianas de “revolución pasiva” y “Estado integral”, así como con los análisis de Trotsky sobre el bonapartismo y la estatización de los sindicatos5. Por su parte, la clase obrera lucha por llevar hasta el final la desagregación de ese bloque, para constituirse como clase independiente y agrupar a los restantes sectores sociales oprimidos para luchar por el poder. En este contexto, se presenta un punto de convergencia entre Trotsky y Gramsci, dado que la mecánica de la revolución permanente en Occidente está estrechamente ligada a la constitución de la clase obrera como clase hegemónica6, que es precisamente uno de los ejes de reflexión del comunista italiano. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental. Mientras en el tratamiento de la guerra civil Trotsky es especialmente claro en plantear la centralidad del momento insurreccional, Gramsci destaca como decisivo el momento de relación de fuerzas militares que en C13 §177 ejemplifica con la guerra de liberación de un pueblo oprimido contra una potencia opresora, y cuyo equivalente de clase es la guerra civil, pero no se refiere específicamente a la insurrección.

Gramsci y la revolución permanente En C13 §17 Gramsci reflexiona sobre el período 1789-1870 en Francia y presenta la revolución permanente como “mediación dialéctica” de las premisas explicativas del materialismo histórico8 expuestas por Marx en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política. De estas mismas premisas debe deducirse el concepto de revolución pasiva, según señala en C15 §17. Como hemos señalado en otros trabajos9, es en la práctica de Lenin y no en la teoría de Trotsky, donde Gramsci ve una continuidad del viejo grito de guerra de revolución permanente lanzado por Marx10 y el marxismo del siglo XX. Desde esta óptica, Gramsci se opone en líneas generales a la teorización de la revolución permanente en los términos de Trotsky, más allá de que es dudoso que conociera la versión “madura” en profundidad11. Sin embargo, esta suerte de “obstáculo epistemológico” gramsciano, no impide explorar ciertas afinidades posibles. En O laboratório de Gramsci, Alvaro Bianchi realiza un trabajo filológico tendiente a identificar la valoración por Gramsci de la cuestión de la revolución permanente. El desarrollo

del libro excede largamente estas líneas, pero destacamos lo planteado sobre la posición de Gramsci al momento de redactar el Cuaderno 13. Bianchi compara el texto A (de primera redacción) del C8 §52 en el que Gramsci identifica directamente la revolución permanente con la guerra de movimiento, con el texto C (de redacción definitiva) del C13 §7, en el que aparecen emparentadas pero de modo más complejo a partir de la descripción del proceso histórico de conformación de los Estados modernos. Según Bianchi: “A partir de mayo de 1932, Gramsci parece no insistir en la identidad de guerra de movimiento y revolución permanente, como es posible constatar en la supresión de esta identidad en el pasaje ya citado del Cuaderno 13”12. No obstante esta precisión, aunque en el texto C citado no aparece identificada abiertamente la “guerra de movimiento” a la revolución permanente, siguen emparentadas en la visión de Gramsci, como lo están, la guerra de posición y la hegemonía en tanto superación de la revolución permanente. Desde el punto de vista teórico, la reflexión no tiene salida en tanto no se pueda demostrar que Gramsci haya planteado en sus reflexiones carcelarias una relación entre guerra de posición y guerra de movimiento que supere los términos de una oposición estática. Es decir, que él mismo haya concebido el pasaje de una forma de lucha a otra como componente de su propia teoría. La posible respuesta está en el Cuaderno 15, destacado a su vez por el propio Bianchi pero en razón de otros debates, escrito entre febrero y agosto de 1933, en el que Gramsci profundiza la cuestión de la revolución pasiva: El concepto de “revolución pasiva” en el sentido de Vicenzo Cuoco atribuida al primer período del Risorgimento italiano, ¿puede ser relacionado con el concepto de “guerra de posiciones” en contraposición a la guerra de maniobras? Esto es, ¿estos conceptos han surgido después de la Revolución francesa y el binomio ProudhonGioberti puede ser justificado por el pánico creado por el terror de 1793 como el sorelismo por el pánico subsiguiente a los estragos parisienses de 1871? Es decir, ¿existe una identidad absoluta entre guerra de posiciones y revolución pasiva? ¿O existe al menos o puede concebirse todo un período histórico en el que los dos conceptos se deban identificar, hasta el punto en que la guerra de posiciones vuelve a convertirse en guerra de maniobras? Es un juicio “dinámico” que hay que dar sobre las “restauraciones” que serían una “astucia de la providencia” en sentido viquiano (Q15 §11).

Una interpretación posible es la siguiente: las revoluciones pasivas (restauraciones), cuyo principal rol social es la “subalternización”13 de las

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“clases peligrosas”, imponen la guerra de posición como forma de lucha predominante por todo un período, para crear condiciones más favorables para extender su dominación desde un aparato estatal recompuesto o refortalecido. El “pánico” por el “Terror de 1793” o “los estragos parisienses de 1871” tiene su propia expresión en el proletariado por el predominio de una posición subalterna (es decir, de subordinación política), por ejemplo: Proudhon defensor de una concepción “conciliadora” de la dialéctica o Sorel, cuyo sindicalismo revolucionario implicaba el abandono de la lucha por el poder después de la derrota de la Comuna de París. En la anulación de la guerra de maniobra por la guerra de posición residiría la “astucia de la providencia viquiana”: las restauraciones se imponen por sobre los intentos revolucionarios que buscaron forzar ciertas condiciones objetivas aún “inmaduras” y fueron derrotados, dando lugar a procesos de transformación “molecular” que Gramsci describe en la temática del transformismo. Sin embargo, así como las restauraciones son limitadas en espacio y tiempo, si la clase trabajadora quiere consolidar las relaciones de fuerzas que va modificando en su favor hasta estar en condiciones de la lucha directa por el poder, el propio desarrollo de la lucha requiere de la “guerra de maniobra”. Aquí la “astucia de la providencia” sufre una metamorfosis: las restauraciones, sin quererlo, crean las condiciones para nuevas revoluciones.

Algunas conclusiones Partimos de la idea de que en “Occidente” la dinámica de la revolución permanente consiste en la desagregación del bloque de 1789 y la lucha por la constitución de la hegemonía proletaria. Más allá de los pares conceptuales “revolución permanente-guerra de movimiento” y “revolución pasiva-guerra de posición”, la lucha por una hegemonía “expansiva” o “integral”14 obliga a desarrollar una estrategia que trascienda el estadio de oposición entre guerra de posición (lucha acumulativa) y guerra de maniobra (lucha por el poder), y en ese sentido destacamos lo planteado por Gramsci en Q15 §11. Como contracara de la lectura que practicamos más arriba, hay que destacar que para Gramsci la guerra de posición no se reduce a la lucha en condiciones de subalternidad. En este sentido, destaca el aspecto de la “guerra de asedio” (C1 §133) como componente “ofensivo” de la guerra de posición, que requiere una “concentración inaudita de la hegemonía” e indica que “se ha entrado en una fase culminante de la situación histórico-política”, en la que la guerra de posición, una vez ganada “es decisiva definitivamente” (C6 §138). En este contexto, lo señalado en Q15 §11 podría ser una “anomalía” del discurso gramsciano y no la clave de una nueva generalización »


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acerca de las relaciones entre “guerra de posición” y “guerra de maniobra”. Sin embargo, esta “anomalía” tiene otros indicios en el texto de los Cuadernos, en los que la “guerra de movimiento” reaparece entre los intersticios de la primacía de la “guerra de posición”. Por ejemplo, en la identificación de la Revolución francesa con la “guerra de movimiento” en C10 §9 y la reivindicación por Gramsci del jacobinismo y su lucha por constituir una “voluntad colectiva nacional popular” (C13 §1). Podemos citar también C22 §1, en el que se pregunta por la posibilidad de que el americanismo constituya “un desarrollo gradual” del tipo de las “revoluciones pasivas” o la “acumulación molecular de elementos destinados a producir una ‘explosión’, es decir, una subversión de tipo francés”, es decir un proceso revolucionario de tipo “clásico”. Por último, se puede relacionar esta reflexión con lo expuesto por Gramsci en C13 §14, sobre la “doble perspectiva”, característica del “Centauro maquiavélico” como un principio a fijar y desarrollar para la comprensión de la acción política y la vida estatal. Gramsci menciona expresamente los pares conceptuales fuerza/ consenso, autoridad/hegemonía, violencia/civilización, individuo/universal, agitación/propaganda, táctica/estrategia, etc. El par conceptual táctica/estrategia perfectamente podría cruzarse con el par conceptual guerra de posición/guerra de movimiento, de cuyas relaciones el C15 §11 ofrece una lectura posible15.

1. Ver como trabajos de referencia desde el punto de vista estratégico: Albamonte, Emilio y Romano, Manolo “Trotsky y Gramsci: convergencias y divergencias” y “Revolución Permanente y guerra de posiciones. La teoría de la revolución en Trotsky y Gramsci” en Estrategia Internacional 19, enero 2003; Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, 2012. 2. Ver “Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía” en IdZ 13. Respecto de los países semicoloniales “occidentalizados” como la Argentina, mantenemos la idea de que sin dejar de ser un país semicolonial con tareas democrático-burguesas pendientes, reúne ciertas características asimilables a lo que Gramsci llamaba “Occidente” especialmente en la estructura del Estado, por lo que la revolución proletaria sería de más fácil realización que en Estados Unidos, pero más difícil que en la vieja Rusia. Sobre estos debates ver “Posición, maniobra y sovietismo” en losgalosdeasterix.blogspot.com y “Los Sindicatos y la Estrategia”, escrito con Fernando Rosso, en IdZ 6. 3. Ver “Pablo Iglesias y su Gramsci a la carta” en elviolentooficio.blogspot.com. A su vez es importante destacar que la interpretación de Perry Anderson practicada en Las antinomias de Antonio Gramsci resulta más adecuada para discutir contra la interpretación togliattiana del pensamiento del comunista italiano que sobre el texto propiamente dicho de los Cuadernos de la cárcel. En este sentido, la polémica realizada por Gianni Francioni en la segunda parte de L’officina gramsciana es especialmente eficaz en mostrar sus debilidades filológicas y ciertos apriorismos de Anderson, aunque insiste en la idea de una concepción de la revolución permanente opuesta a la teoría de Trotsky.

4. Ver Trotsky, León, “Resultados y Perspectivas” en Teoría de la Revolución Permanente (compilación), Bs. As., CEIP, 2000 (versión electrónica en ceipleontrotsky.org). Sobre las sendas lecturas de Gramsci y Trotsky sobre el jacobinismo, ver Medici, Rita “Giacobinismo” en Le parole di Gramsci, a cura di Fabio Frosini e Guido Liguori, Per un lessico dei Quaderni del carcere, Roma, Carocci Editore, 2004, pp. 112/130 y Broué, Pierre, “Trotsky y la revolución francesa” versión electrónica en www.ceipleontrotsky.org. 5. Ver “Trotsky, Gramsci y el Estado en Occidente” IdZ 11. 6. Tomamos especialmente en este artículo el aspecto de la conquista de hegemonía antes de la toma del poder, que no es el único que tiene en los Cuadernos de la cárcel. Al respecto ver Francioni, Gianni L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984 y Frosini, Fabio, “Hégémonie: Une approche génétique” en Actuel Marx 57, primer semestre 2015. 7. Todas las citas de los Cuadernos de la cárcel, indicando número de cuaderno y parágrafo, corresponden a Quaderni del carcere. Edizione critica dell’ Istituto Gramsci. A cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi, 2001. En los casos en los que se menciona fecha aproximada de redacción de los pasajes citados, tomamos como referencia el estudio de Gianni Francioni ya citado. 8. Que ninguna formación social desparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, que las nuevas relaciones de producción aparecen cuando han madurado en el seno de la vieja sociedad, y que la humanidad se pone tareas que puede resolver, porque estas surgen como objetivo cuando se están gestando o ya se gestaron las condiciones materiales para su realización. 9. Ver “Revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía”, op. cit. y también “Gramsci y la revolución permanente” (partes I y II) y “Marx, Gramsci y Trotsky: sobre una ponencia de Fabio Frosini” en losgalosdeasterix.blogspot.com. 10. Sobre la revolución permanente en Marx y Engels y su relación con la teoría de Trotsky, ver Trotsky, León, “El marxismo y la relación entre revolución proletaria y revolución campesina”, Teoría de la Revolución Permanente, op. cit. 11. Gramsci mantiene en los Cuadernos su cuestionamiento de la posición de Trotsky respecto del debate interno en la URSS, sobre el que se había posicionado públicamente en 1926, condenando los métodos burocráticos de la mayoría, pero defendiendo sus posiciones contra la Oposición de Izquierda. 12. Bianchi, Alvaro. O Laboratório de Gramsci. Filosofía, História E Política, Campinas, Alameda Editorial, 2008, p. 243. No obstante su valor como trabajo filológico y teórico, el libro de Bianchi exagera un poco las proximidades entre Trotsky y Gramsci, así como reduce erróneamente a una “repetición de los argumentos de Anderson” algunas de las principales elaboraciones de la Fracción Trotskista sobre el tema (ver Nota 1) a pesar de los elementos novedosos en el tratamiento de la cuestión de la revolución pasiva y las relaciones entre guerra de posiciones, guerra de movimiento y programa de transición planteados en esos trabajos. La falta de una lectura atenta (no sabemos si por prejuicios “académicos” o sectarios) le jugó una mala pasada. 13. Modonesi, Massimo “El criterio de la subalternidad. Una lectura del concepto de revolución pasiva en la obra de Gramsci”, capítulo IV de El principio antagonista. Marxismo y acción política, en proceso de publicación. 14. Ver “El Príncipe moderno, Gramsci y el marxismo” en losgalosdeasterix.blogspot.com. 15. Agradezco especialmente a Massimo Modonesi por sus observaciones y críticas y a Fabio Frosini por sus aportes críticos y precisiones, que contribuyeron muchísimo a corregir y enriquecer los argumentos expuestos en este trabajo. Naturalmente, las opiniones vertidas en él son exclusiva responsabilidad del autor, así como las debilidades o puntos flacos que pudiera tener.


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Fotografía: bykoket.com

Feminismo cool, victorias que son de otras La incorporación de algunas demandas del feminismo a las agendas oficiales devinieron en la eliminación de los rasgos radicales del movimiento. Este giro no fue gratuito y construyó una imagen obsoleta del feminismo como herramienta de transformación social. Celeste Murillo Comité de redacción.

El abandono de las calles a fines de la década de 1970 tuvo como consecuencia la progresiva institucionalización del feminismo, su “oenegización” e integración a las agendas oficiales. Vía esta integración, las feministas emprenderán lo que Nancy Fraser denominó un “giro enorme en el imaginario feminista: mientras la generación previa había buscado rehacer la economía política, esta se centró en transformar la cultura”1. Hoy podemos decir que el alcance de esa batalla cultural es, como mínimo, contradictorio. Si bien las décadas de 1980 y 1990 estuvieron signadas por la “larga noche” neoliberal, también se llevaron a cabo, en los países imperialistas, el reconocimiento y ampliación de derechos civiles.

Hemos desarrollado en esta revista una crítica de varios aspectos de este proceso, sobre todo a su limitado alcance (mayormente restringido a la clase media y alta)2. En décadas signadas por el retroceso de los movimientos radicalizados a nivel internacional, a la par de ese proceso en la esfera de los derechos, se dio un movimiento similar en el ámbito de la cultura. La socióloga Eva Illouz se refirió a este cambio como el pasaje de movimiento político a “código cultural, utilizado en la publicidad, en series de televisión, películas y novelas románticas (…) eso incluso ha hecho que el feminismo pierda su filo político, convirtiéndose en un gesto vacío”3. Los Estados, organismos gubernamentales y la producción cultural integraron ese feminismo,

los primeros como derechos, leyes que “protegen” a las mujeres, y la última como lenguaje inclusivo y correcto. Es cierto que perdieron cierto peso las muecas más obvias de la vieja sociedad patriarcal (y se mezclan con imágenes modernas, aunque a menudo de viejos modelos). Ya no es políticamente correcto reírse de expresiones racistas o xenófobas; y hay “cuotas” de todos los sectores oprimidos en los medios, emulando el cupo femenino y la discriminación positiva de la vida política (burguesa). Y mientras perviven el racismo, el machismo o la homofobia, este “código cultural” cubre de tolerancia y diversidad las señas particulares de las democracias capitalistas. Pero esta corrección no es neutral. De hecho, como señala acertadamente Nancy Fraser, »


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los cambios culturales propulsados por la segunda ola, saludables en sí mismos, han servido para legitimar una transformación estructural de la sociedad capitalista que avanza directamente en contra de las visiones feministas de una sociedad justa4.

Esta operación despojó al feminismo de cualquier crítica radical y lo alejó de toda perspectiva transformadora (algo similar sucedió con la lucha contra el racismo o la homofobia). Cuanto más integrado está ese “código”, más dócil e inofensivo es. La producción cultural es un claro ejemplo de esta integración/reducción del feminismo. Uno de los resultados más extendidos es algo que podríamos llamar el feminismo cool, que encarna lo que esta sociedad acepta del feminismo (y, por omisión, todo lo que queda excluido).

Un código cultural de integración Como decíamos más arriba, la integración como “código cultural” no significó una ampliación de la influencia de la crítica social que representó el feminismo en las décadas de 1960 y 1970. El feminismo cool puede comprender tanto la visión igualitarista como su contrario, la de la diferencia. Ambos ganaron terreno en la producción cultural: “por la positiva”, con la incorporación de más personajes femeninos y menos estereotipados (o acordes a estereotipos más actuales) y, “por la negativa”, con una corrección política “extrema”, que analiza “a mansalva” las producciones culturales. Pero en general, el ser feminista pasó de ser un pronunciamiento político a una marca de estatus, de algo cool. Este cambio fue bienvenido como un “gesto de madurez”, finalmente el feminismo había abandonado la utopía de la emancipación y la liberación sexual. Y en cierta forma fue así. La segunda ola pasó de la crítica del Estado de bienestar en los países imperialistas y la alianza con los movimientos radicalizados, a la crítica de la desigualdad de géneros sin cuestionar la desigualdad fundante de la sociedad capitalista entre explotados y explotadores. De criticar la familia burguesa como regimentadora de la vida sexual a limitar el reclamo a la ampliación de los “tipos de familia”. De la crítica a la heteronorma al solo reclamo de reconocimiento legal de las sexualidades y los géneros. El pasaje se dio a la par de un avance significativo en

el reconocimiento de derechos negados durante décadas a sectores oprimidos5. Esto impactó en la producción cultural de la última década, donde las representaciones y las temáticas relacionadas con el movimiento LGBT poblaron la TV y el cine. En las producciones culturales estadounidenses, con gran peso en las “pantallas” locales, la comunidad LGBT pasó del estigma del personaje “raro” a ser protagonista de series enteras como The L Word, Looking, o integrados a “familias normales” como Modern Family6. Casi sin excepción, estas representaciones anulan por completo los conflictos. En los casos donde la sexualidad está en primer plano, casi no existen conflictos económicos, laborales, o sobre las condiciones materiales que le dan un contorno específico a la opresión sexual o de género. En Modern Family (la más popular de las series mencionadas), los individuos están integrados plenamente: casados, monógamos y con hijos. Este cambio no significa el fin de la estigmatización o de la homofobia, ni siquiera de los prejuicios, y el “código cultural” termina reproduciendo modelos aggiornados antes combatidos. Las sexualidades “diferentes” son integradas en tanto respeten las reglas, y el modelo sigue siendo el de la familia nuclear: mamá/papá, mamá/mamá o papá/papá, hijos. Algo similar sucede con las representaciones de las mujeres, incluso con las representaciones del feminismo. Las viejas imágenes de la madre/esposa/ama de casa se fueron diversificando en las producciones culturales. Aun así, el amplísimo arco de representaciones femeninas no excluye combinaciones explosivas de misoginia y feminismo con personajes poderosos como Claire Underwood (House of Cards), Olivia Pope (Scandal) o Alicia Florrick (The Good Wife)7. Poderosas e independientes, se debaten entre la mirada del prejuicio machista que sigue mandando en la industria del entretenimiento (mujer fría y calculadora) y las concesiones que deben hacer las mujeres para conquistar la igualdad que les ofrece esta sociedad (incluso en los niveles más altos). Sumado a ese cambio, ser feminista se volvió casi un “deber ser” de la corrección política. Las estrellas de Hollywood y las cantantes de pop millonarias son feministas. Algunos de los “hitos” feministas de esta época, protagonizados por actrices y estrellas de la música, son el discurso de la actriz Emma Watson en la ONU presentando la campaña HeForShe8, el

de Patricia Arquette en los Oscar sobre la desigualdad salarial en Hollywood o la gira de la cantante Beyoncé con la gigantografía FEMINIST en sus escenarios. En la actualidad las demandas elementales de igualdad se inscriben en un esquema individual, algo que podría resumirse en lo que llaman “feel-good feminism” (feminismo para sentirse bien) que, como bien describe la revista española Pikara resulta del hecho de que el discurso de igualdad entre hombres y mujeres, que es la premisa básica del feminismo, ha evolucionado hacia el concepto de ‘elección sobre cómo vivir mi vida o de mi propio feminismo’ y se ha convertido en algo que las mujeres, y sobre todo las más jóvenes, están más dispuestas a aceptar, siempre y cuando además sea “sexy”9.

O dicho de otra forma, el pasaje de lo colectivo a lo individual, de la liberación a la elección, y de la emancipación (que suponía la lucha por otra sociedad) a obtener mayores derechos (aceptando esta sociedad). Y, hay que decirlo, tanto las críticas del feminismo mainstream como del feminismo queer apuntan casi mayoritariamente contra la excesiva sexualización o la autocosificación antes que contra la mercantilización, normativización e institucionalización de la que ambas corrientes terminan siendo parte por acción u omisión.

Un tiro en el pie El problema central con esta versión cool del feminismo es que ha reducido la pelea por la liberación femenina a una igualdad que acepta cada vez más compromisos. Y el principal es alentar la idea de la posibilidad de una batalla puramente individual, donde las mujeres eligen cómo vivir su vida (las que pueden hacerlo, por supuesto). En una de las primeras Ideas de Izquierda, nos preguntábamos, ¿Cómo hacer que la ‘ampliación de derechos’ conquistada no cristalice como estrategia última de integración, sino que se transforme en punto de apoyo para una lucha radical por la emancipación de las más amplias masas femeninas?10.

La pregunta desafía la idea de que esta igualdad es todo a lo que puede aspirar la mitad del


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mundo, sometida para beneficio de un sistema social que oprime a la mayoría de la humanidad. Sumado a esa reducción, todo el camino desandado por este feminismo se ha convertido en territorio de batallas entre los prejuicios reaccionarios que siguen siendo alentados y reproducidos, y le abrió el camino a fenómenos impensados en las décadas del feminismo radical que atraían a las calles no solo a las mujeres sino también a sus aliados, la juventud y los trabajadores. Movimientos como “Mujeres contra el Feminismo” (formado centralmente por jóvenes, pequeño pero con repercusión), surgido en Estados Unidos, expresa hartazgo de la corrección política feminista, dicen que la igualdad ya existe y se oponen a la “politización” del género. “Mujeres contra el Feminismo” muestra ante todo una lejanía total con el feminismo que habla desde los organismos gubernamentales y los medios, con la crítica feminista “a mansalva” y el juicio constante de las actitudes. Un fenómeno similar en cuanto a su espíritu de época, aunque muy diferente socialmente, es el que analiza la periodista Emily Matchar, autora de Homeward Bound: why women are embracing the new domesticity (La vuelta a casa: por qué las mujeres están adoptando una nueva domesticidad). Este libro publicado en 2013 se adentra en los deseos de las mujeres criadas por la generación de la segunda ola, las que alcanzaron los niveles educativos más altos, que accedieron a cargos importantes en empresas y organizaciones y abandonaron todo para criar a sus hijos y quedarse en el hogar en el siglo XXI. No todas estas mujeres reniegan del feminismo, muchas de ellas lo entienden como la posibilidad de “elegir quedarse en el hogar”, algo que no contradice esta versión del feminismo. Pero sobre todo, reniegan o no están interesadas en una perspectiva colectiva que ofrezca esa y mayores libertades para todas las mujeres. Porque, no hace falta que lo denuncien las marxistas, estas “mamás hipster” que cocinan orgánico, no usan plástico y educan a sus hijos en casa, son de clase media-alta y pueden sostener a sus familias con el ingreso del marido. Esta realidad solo alumbra a una minoría, algo que no ignora el análisis de Matchar. Como señala una reseña, irónicamente publicada en la sección “Comidas y viajes” del Washington Post, la disección [de Matchar] de la nueva domesticidad plantea otros temas más generales sobre

raza, clase y género. Las mujeres blancas que se quedan en el hogar son valoradas más a menudo que sus contrapartes negras, que se arriesgan a ser señaladas como las ‘reinas de la ayuda estatal’. Las mujeres pobres con ingresos más bajos y menos tiempo no pueden cocinar todas las comidas de forma casera y quedarse en casa con sus hijos11.

Y esto sucede en gran parte porque se sostiene la exaltación de la mujer como madre, como esposa y el ámbito doméstico sigue siendo territorio de mujeres. En tanto esta realidad social perviva, cualquier elección individual estará condicionada y es allí donde radica el principal fracaso del feminismo cool. Al borrar toda perspectiva colectiva de transformación reserva solo para una minoría la posibilidad de elegir, mientras la mayoría sobrevive en largas jornadas laborales y empleos precarios (donde las mujeres siempre están sobrerrepresentadas12). Las que pueden pagar por elecciones individuales creen que el feminismo ya no tiene nada para ofrecerles y las que no pueden pagar por la libertad creen que el feminismo no tiene nada que ver con sus vidas. Paradoja si las hay en una época en la que se agudiza la dualidad de sociedades con derechos formales ampliados (aunque degradados por la crisis social), y el ataque sostenido de parte de Estados y sectores conservadores a los derechos sexuales y reproductivos, y niveles de violencia contra las mujeres y opresión que trepan de manera insospechada13. Esta realidad es incontestada por la igualdad condicionada o la crítica posmoderna del feminismo edulcorado de las publicidades, de Hollywood y la vida televisada. En las democracias capitalistas del siglo XXI, mantienen su vigencia las reflexiones de las feministas socialistas que desafiaban al movimiento de liberación a no caer en la trampa de querer cambiar solamente su “pequeño mundo”. Juliet Mitchell escribía en 1971 en Women’s State, “Si solo desarrollamos la conciencia feminista... lo que conseguiremos es, no una conciencia política, sino el equivalente al chauvinismo nacional de las naciones del tercer mundo o el economicismo entre las organizaciones obreras; una mirada que se ve a sí misma, que solo ve el funcionamiento interno de un segmento; los intereses de ese segmento. La conciencia política responde a todas las formas de opresión”. Las luchas sociales de nuestra

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época prueban cierta la advertencia de Mitchell sobre las perspectivas de la liberación femenina. El feminismo ensimismado, en su “pequeño mundo”, no representa hoy una perspectiva ni una herramienta política y se vuelve doblemente obsoleto. Para reconstruir sus alianzas estratégicas, el movimiento de mujeres no necesita volver al pasado, pero sí recuperar las banderas de la transformación social, para conquistar su emancipación y el fin de toda opresión.

1 Nancy Fraser, Fortunes of Feminism: From StateManaged capitalism to Neoliberal Crisis, Londres, Verso, 2013. Publicamos una reseña de este libro en IdZ 4, octubre 2013. 2 A. D’Atri y C. Murillo, “¿Adiós a la revolución sexual? El estrecho horizonte del movimiento LGTB actual, IdZ 11, julio 2014. A. D’Atri, “Pecados & Capitales”, IdZ 7, marzo 2014, entre otras. 3 Eva Illouz, Erotismo de autoayuda, Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico, Buenos Aires, Capital Intelectual/Katz, 2013. 4 Nancy Fraser, “El feminismo, el capitalismo y la astucia de la historia”, New Left Review 56, Madrid, 2009. 5 Varios aspectos de este debate están desarrollados en A. D’Atri y C. Murillo, “¿Adiós a la revolución sexual? El estrecho horizonte del movimiento LGTB actual”, IdZ 11, julio 2014. 6 Existen otras como Transparent que plantean otras críticas interesantes. Nos limitamos a las series con mayor repercusión. 7 Tomamos estos ejemplos solo como muestra. Existe un universo mucho más complejo de personajes que varía incluso en los diferentes géneros. Es notable el desarrollo de los personajes femeninos en el policial, que analizamos en “Todo Negro (IV): Femicrime”, La Izquierda Diario, 15/10/2014. 8 La campaña (Él por Ella en castellano) encarna una de las expresiones de feminismo “aceptado”, y se centra en “defensa de las mujeres y las niñas contra las desigualdades y la discriminación”. 9 M. L. Latorre, “¿Es Beyonce feminista?”, Pikara, 13/02/2014. 10 A. D’Atri y L. Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial (II)”, IdZ 2, agosto 2013. 11 B. Crystal, “HOMEWARD BOUND Why Women Are Embracing the New Domesticity By Emily Matchar”, Washington Post, 19/07/2013. 12 Ver L. Ortega, “Entre la feminización del trabajo y la precarización”, IdZ 20, junio 2015. 13 Durante la última década, han existido en varios países europeos y en Estados Unidos iniciativas conservadoras contra el derecho al aborto y en general contra los derechos reproductivos. A esto se suma el crecimiento de la violencia contra las mujeres.


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Cultura Literatura

A propósito de Una mariposa en la máquina de escribir, de Cory MacLauchlin

John Kennedy Toole contra la conjura de los necios

Ilustración: Sergio Cena

Fernando Castellá Comité de redacción. “Soy un anacronismo” Ignatius Reilly.

El 26 de marzo de 1969, en una ruta en las afueras de Biloxi, Mississippi, estacionado a la sombra de unos pinos, John Kennedy Toole enciende el motor de un viejo Chevy Chevelle azul, en cuyo caño de escape hay incrustada una manguera que, por su otro extremo, ingresa a través de una endija de la ventanilla trasera del auto. Tiene 31 años, y los gases tóxicos terminan con su vida. En el cajón de una mesa de luz de la casa paterna en Nueva Orleans está guardado

el manuscrito de una novela inédita y genial: La conjura de los necios. En 1980, Thelma Toole, madre de John, logra que el escritor Walker Percy y la pequeña editorial de la Universidad de Louisiana editen La conjura. Al año siguiente, 12 años después del suicidio de Toole, la novela gana el premio Pulitzer y se convierte en un suceso literario mundial. Traducida a más de treinta idiomas, su constante reimpresión confirma su carácter de

clásico literario moderno: arraigado con firmeza en la Nueva Orleans de los ‘60 es, con todo, universal y atemporal a la vez. En 2012, el poco conocido Cory MacLauchlin escribe Una mariposa en la máquina de escribir (Anagrama, 2015), una biografía definitiva sobre el novelista, equilibrada, rica en entrevistas y documentos. En ella va reconstruyendo cronológicamente la vida de Toole, desde sus primeros años, los de un niño ya prodigio, hasta


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su temprana y trágica muerte. El biógrafo hace hincapié sobre todo en los aspectos literarios de la propia vida del autor: logra algo así como una arqueología de La conjura, de la cual la vida de Toole es naturalmente tributaria.

La sátira como forma de denuncia social Considerada indiscutiblemente como “la” novela de Nueva Orleans, Toole concibió su obra maestra más como un mosaico de personajes antológicos que como una narración de trama clásica –aunque la historia de Ignatius Reilly, su monumental protagonista, se desenvuelve también como un guión tradicional–. Deudor de la corriente satírica de la literatura inglesa, de Jonathan Swift a Evelyn Waugh, se ha comparado también a Toole y a La conjura con la obra de Dickens, Joyce, Rabelais, Cervantes o Shakespeare. Único hijo de un matrimonio mayor, Toole vivió toda su vida en Nueva Orleans. Joven prodigio, se graduó en literatura inglesa y cursó el doctorado en Columbia, fue profesor universitario, poeta y novelista. Sus amigos y compañeros lo recuerdan como alguien, en esencia, tremendamente cómico y gran observador. De hecho, MacLauchlin logra demostrar que esa colección de personajes incomparables que pueblan el libro expresa la condensación literaria de toda una vida de observación aguda de la condición humana, en la variopinta y efervescente Nueva Orleans de 1960. El genio juvenil de Toole encontró en la sátira y en el humor corrosivo un mecanismo ideal para desplegar su crítica a la época que le tocó vivir. Mordaz, irónico, extravagante y provocador, Ignatius, su gran criatura, se pasea por las calles de Nueva Orleans denunciando al siglo XX –en la novela se encuentra, de hecho, en un permanente estado de escritura de una “diatriba monumental contra nuestra sociedad”–, por su falta de decencia, buen gusto, “teología y geometría”. Medievalista anticapitalista, romántico y moralista, anacrónico, lector de Boecio y La consolación por la filosofía, seguidor de la monja medieval Rosvita, y destacado ejecutante del laúd, Ignatius se enfrenta al mundo desde la crítica implacable, moviéndose con maestría –y peligro– entre los límites de la locura y la conciencia. El Quijote del siglo XX, según Walker Percy y decenas de críticos, habría encarnado en el mismísimo Ignatius de John Kennedy Toole, en la ciudad del jazz, los pantanos del Mississippi, la segregación racial, el carnaval de Mardi Gras y la multiculturalidad. Un elogio que, visto hoy, no parece exagerado.

La conjura de los necios y la profecía autocumplida “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. La inequívoca frase de Jonathan Swift con la que Toole da comienzo (y título) a La conjura, es comentada una y otra vez como un caso de profecía

autocumplida, a la luz de la tragedia de su autor y la deriva de su obra, como su máxima expresión. Es que la relación entre artistas y editores suele ser tensa, independientemente del tipo de expresión artística que tomemos en consideración. En el caso de la literatura, La conjura cuenta con una de las historias más dramáticas que se conozcan. Para 1963, Toole completaba su segundo año de servicio militar en Fort Buchanan, Puerto Rico, ocupando el cargo de profesor de lengua inglesa. Ascendido a sargento, y premiado con una habitación privada por sus aptitudes y resultados pedagógicos, a 2000 kilómetros de Nueva Orleans y con una máquina de escribir prestada, Toole puso a funcionar su genio creativo dando lugar a ese carnaval grotesco por momentos, pintoresco siempre, que es La conjura de los necios. Con 25 años, y de regreso a su ciudad, trató de publicar la novela. Contactó a Robert Gottlieb, editor neoyorquino de Simon and Schuster, con quien mantuvo varias entrevistas y un intercambio epistolar durante dos años. En ese tiempo, el editor insistió, una y otra vez, en que Toole hiciera una corrección de estilo, buscara un sentido general a la novela, y trabajara el argumento porque, en su concepción, no había ninguno. Los personajes eran graciosos y estaban en su mayoría logrados pero no se sabía qué era lo que Toole quería decir con su novela. A lo largo de esos dos años, sin contactar a ningún otro editor (“por el prestigio y la fama de Simon and Schuster”, repetía el escritor), Toole fue tratando de corregir La conjura a la medida de las demandas de la editorial. Ante la pregunta reiterada por el sentido de la novela, Toole no encontraba respuesta. Poco a poco fue ganado por la desmoralización, y si bien Gottlieb nunca rechazó abiertamente la obra, tampoco terminó de aceptarla. En su concepción, no tenía destino comercial y necesitaba, en tanto editor, cuidar los intereses de la empresa para la que trabajaba antes que complacer a un culto y humorístico pero ignoto escritor sureño.

Una mariposa aplastada o la risa como sonido de la victoria Creemos que el libro se vendió bien, aunque la tapa en sí atraería la atención de un comprador: una abeja enorme, abstracta, aplastando a una mariposa con una tecla de la máquina de escribir (“El árbitro”, inédito, J.K. Toole).

Los últimos años de Toole, en particular su trágico desenlace, generan un fenómeno particular en el lector de La conjura: tiene delante una comedia de características únicas, hilarante, incisiva, pictórica, intensa y dolorosa a la vez, escrita por alguien que, lo sabe, se suicidó antes de publicarla. En su biografía, MacLauchlin trata de

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encontrar elementos para explicar lo inexplicable: el joven exitoso y brillante, señalado por sus compañeros y amigos como desopilante y talentoso, con una carrera académica prominente y el manuscrito de una novela monumental entre manos, cae en la depresión y se suicida. La tentación a establecer paralelismos entre un autor y sus personajes se potencia en el caso de Toole e Ignatius. Es evidente que la enciclopédica cultura general del protagonista, su conocimiento sobre literatura inglesa, historia y edad media, reflejan la presencia del autor en su personaje. No obstante, socialmente es su reverso: Ignatius es un antihéroe integral, un coleccionista de fracasos y ridículos, mientras que Toole alumbra un recorrido que, sin haberle demandado mayores esfuerzos, lo llevó a un considerable número de logros personales. En El árbitro, poesía inédita que MacLauchlin encuentra entre los Toole Papers a los que accede en la Universidad de Tulane, Toole diseña la imagen de la mariposa aplastada por una tecla de máquina de escribir. La inevitable vinculación de esa imagen con su propia historia; sus oscuros meses finales, con momentos de paranoia marcada y alucinaciones incluidos; el choque de sus aspiraciones de grandeza literaria -para lo que se sabía con talento suficiente- con el desatino estrepitoso del mercado editorial, no anulan la pregunta por el sentido de la obra, aquel dramático cuestionamiento que Toole no pudo contestar nunca a Gottlieb. Lejos de la crítica literaria o la sobreinterpretación, quizás convenga conservar como respuesta la imagen de aquel joven escritor sureño dotado de un sentido del humor y de una capacidad de observación notables, alguien que quiso indagar acerca de la condición humana –en definitiva, acerca de su tragedia–, a través de la literatura, una cultura vastísima y el humor por toda arma. Como reivindica MacLauchlin hacia el final de la biografía: David Evanier, redactor de la sección de narrativa de la Paris Review, fue tal vez quien hizo el comentario más agudo en relación con la manera de entender el humor de la novela: “La conjura de los necios trasciende el sufrimiento vital mediante la risa”. Evanier se hace eco de Mijaíl Bajtín, crítico literario, historiador y filósofo que en su estudio sobre Rabelais reconoce que en la cultura del carnaval, la cultura de la que surge La conjura, la risa no es un grito ahogado de auxilio ni un recordatorio del lado trágico de la vida, sino, más bien, el sonido de la victoria (p. 279).

El nombre de John Kennedy Toole ya forma parte de los grandes de la literatura universal. La ironía de la historia hizo que su gran anhelo se cumpliera, tras su muerte. Casi como un paso de comedia más, completamente a destiempo, pero los necios no pudieron con el genio, por esta vez.


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CULTURA Lecturas críticas

Kryptonita, de Leonardo Oyola

4.ta edición, Bs. As., Penguin Random House Grupo Editorial, 2015

Eduardo Castilla

Redacción La Izquierda Diario.

Toda reseña es un recorte. Tiene el elemento de arbitrariedad que impone quien decide reseñar y eso implica, casi siempre, una pérdida. Empecemos por lo básico. Superman no ha llegado a las zonas rurales que se encuentran –suponemos– cerca de Metrópolis. Ha caído en el partido de La Matanza, el más poblado de la Provincia de Buenos Aires y uno de los distritos más importantes del país. “Viniste de las estrellas” dicen que dijeron sus padres, reafirmando esa procedencia intergaláctica. Las diferencias son evidentes. Por empezar no hay alter ego al estilo Clark Kent, que finja torpeza y timidez. No existe tampoco su contracara en un superhéroe perfecto, dotado de los mejores súper-poderes, pero también de los mejores rasgos que la humanidad debería, según el parámetro de Hollywood, tener. Ni bondad ilimitada, ni amor a la humanidad, ni devoción y entrega desinteresada por las causas nobles. Nafta Súper –el Superman matancero– dirige una banda de delincuentes, una de las dos más importantes de Castillo. Enemigo de la Bonaerense y amigo de los suyos. El capo de una banda es el que sabe invertir el dinero robado o el del cobro de peajes o protección de negocios, o lo que sea a lo que nos dediquemos. Invertir la plata en más y mejores armas. Y en algo que la haga multiplicarse. Generalmente frula. Un buen jefe es el que sabe hacer buenos negocios. Con el que prosperás en el delito. Todo esto es Pinino. ¡Perdón! Todo esto es también Pinino. Alguien con las pelotas bien puestas. Capaz de sacrificarse por los suyos. Como lo hizo. Su famoso: “Para eso estoy acá”. Pinino es, como ya lo intuyen, Nafta Súper. Quien habla es Lady Di, que conoce a Pinino de toda la vida. O de casi toda la vida según sus propias palabras. Travesti. Ojos azules. Enorme y aguerrida. A su lado,

atrás, adelante, el resto de la banda de Nafta Súper. El lugar, una sala de urgencias del Hospital Paroissien en Isidro Casanova. La noche, 29 de junio de 2009, de madrugada. Afuera, decenas de policías de la Bonaerense y grupos especiales aguardan, ansiosos, el momento para lanzarse sobre la banda y terminar lo que empezó El Pelado, una suerte de Lex Luthor del Conurbano que, en lugar de tratar de conquistar el mundo, trabaja con la Bonaerense del Gatillo Fácil y los negocios turbios. Pero Kryptonita es más que un relato de aventuras con héroes transportados a nuestros pagos. Es mucho más. Es una pintura del Conurbano profundo. Allí, en cada historia, están los pasajes que recorren cada villa, las casillas de material, las persecuciones de la policía y los aprietes de las bandas delictivas. Están los bares y boliches donde la banda de Nafta Súper juega de local o de visitante. Están las fiestas donde “se cuela rancho” por el primer hueco que se encuentre. Esa pintura del Conurbano está también en cada uno de los integrantes de la banda. Es el mundo de Lady Di conociendo a Las Amazonas del Atalaya y decidiendo que Daniel deja de existir; el del Fede, oscuro y enigmático, un Batman de Castillo pero nacido en el centro de la Capital; es el mundo del Faisán y la Cuñataí Güirá, que solo habla en guaraní a lo largo de 215 páginas. Es el mundo de Juan Raro y su hablar monosilábico que, sin embargo, lo dice todo. Es también el mundo de Pinino, de su amor por la Lu y el Monchi, de su admiración por su madre –Doña Ina– y de las lisonjas de su padre. Por suerte, el Superman del Oeste está años luz adelante en humanidad del que surcaba los cielos de Metrópolis. Kryptonita es también la postal de la crisis de la salud pública, con sus médicos “nocheros” y la falta de personal. Es, asimismo, una pintura del poder casi omnímodo de la policía Bonaerense que deja o no vivir a los pibes pobres. Ahí están, para demostrarlo, el doctor González –que no es el doctor González–,

Hilda, la enfermera que resiste estoicamente la noche más áspera de su vida, y el oficial Ventura. Kryptonita es la postal en movimiento de un mundo donde laburantes, pobres, policías y lúmpenes se cruzan, se fusionan, chocan y se hacen amigos o se matan. Es el mundo donde la ley son las costumbres que se van creando en la villa, donde los poderes sobrenaturales entran en los cuerpos de tipos normales pero no de cualquier normalidad, sino aquella cruzada por los negocios turbios que imperan en el Conurbano. En Kryptonita los buenos alteran el orden. Van por las calles de Castillo o Isidro Casanova imponiendo el caos. Ellos te pueden matar para salvar la vida de un amigo. Los malos son, precisamente, los integrantes de las fuerzas del orden, con el Corona y el Cabeza de Tortuga, valga la redundancia, a la cabeza. Ellos solo matan para garantizar sus negocios turbios. A pocas páginas de terminar, el Faisán, como si le estuviera hablando a múltiples narradores futuros, apunta “cuéntenla como quieran. Que somos dioses, que somos hombres, que somos buenos, que somos malos... Pero que se entienda que no somos fantasía”. Con una narración a ritmo acelerado, Leonardo Oyola1 fusiona la vida con el cómic. Ni cualquier vida ni cualquier cómic. El Conurbano profundo con los héroes de nuestra infancia. Vértigo puro como resultado. Cuando éramos niños sentíamos ansias de volar como Superman o pelear como Batman. Ellos encarnaban “el bien”. Leyendo Kryptonita es imposible dejar de sentirse cerca de Pinino, Lady Di, el Ráfaga, Juan Raro y el resto de la banda. Los buenos son ellos. Los héroes, también.

1. “Entre lo fantástico y lo real”, entrevista a Leonardo Oyola en IdZ 25, noviembre de 2015.


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INSURGENCY TRAP: LABOR POLITICS IN POSTSOCIALIST CHINA,

de Eli Friedman

Ithaca, Cornell University Press, 2014.

Diego Sacchi

Redacción La Izquierda Diario.

Una mirada sobre las rebeliones fabriles en China

China se ha convertido en el centro manufacturero más grande del mundo y en una potencia exportadora al resto del mundo. Durante años las tasas de crecimiento del gigante asiático asombraron al mundo. Este fenomenal desarrollo, producido por la apertura económica de la era post socialista, dio lugar a un nuevo movimiento obrero de millones de trabajadores migrantes del campo que se transformaron en mano de obra barata para las empresas imperialistas y locales. Sin derechos sociales ni políticos, dejados de lado por la burocracia sindical y el aparato del Partido Comunista, la irrupción de este nuevo movimiento obrero se ha dado en forma de huelgas salvajes. En su libro, Friedman analiza el por qué de este fenómeno y busca explicar cómo los intentos de las autoridades sindicales y estatales chinas de reformar las leyes laborales e institucionalizar la protesta obrera no logran encauzar el descontento. Estas medidas no han logrado evitar lo que el autor denomina una “trampa” que lleva a la insurgencia obrera. Para explicar por qué la acción de la burocracia sindical de la ACFTU (Federación de Todos los Sindicatos de China según sus siglas en ingles) y de los sindicatos regionales o por industria no logran actuar como un control efectivo sobre el movimiento obrero, el autor describe el intrincado entramado burocrático de la estructura sindical china, la relación entre los sindicatos y el Estado y principalmente cómo la cooptación y transformación de los puestos sindicales en un escalón más de la carrera política, dentro del régimen chino, impiden la acción “preventiva” ante el creciente descontento obrero por el empeoramiento de las condiciones de vida. Sin duda aquí se encuentra el mayor atractivo del libro ya que para explicar este problema, Friedman, realiza un análisis pormenorizado de de las más importantes huelgas en China, las formas de organización, de acción directa y los reclamos obreros que se dieron

junto con la respuesta de las empresas, la burocracia sindical y los funcionarios del Partido Comunista. En el capítulo “Worker Insurgency and the Evolving Political Economy of the Pearl River Delta” se analizan comparativamente la experiencia de dos importantes conflictos obreros en el Delta del Río Perla: la huelga en la compañía Ascendant Elevator en 2007 y el paro en la autopartista Nanhai Honda de 2010, que llegó a paralizar una porción importante de la industria automotriz china. Friedman muestra el accionar de la burocracia sindical, como representante directo de la empresa, cómo cada uno de los niveles de los sindicatos, los funcionarios políticos y judiciales buscan mantener el orden dentro de las fábricas, y cómo la acción de rompehuelgas y las fuerzas represivas se transformaron en una herramienta cada vez más utilizada contra los trabajadores. El autor también analiza el hecho de cómo al verse desprovistos de representación sindical y política, con contratos laborales ignorados por las empresas, la “insurgencia obrera” se manifiesta en combates duros. El resultado es una creciente ola de protestas, que a veces alcanza conquistas concretas para determinados grupos de trabajadores, pero no da lugar al surgimiento de organizaciones independientes que los trabajadores podrían utilizar para alterar el equilibrio de poder duradero. El autor reflexiona, “Sin embargo, aún si los empleados de Honda conquistaron ganancias económicas que escaparon a los huelguistas de Ascendant, vemos que las esferas del Estado y el sindicato se mantienen vigilantes sobre el desarrollo de poder autónomo de las bases obreras”. La acción de la burocracia sindical y del Partido Comunista se concentra no solo en “resolver” las huelgas, sino también en impedir el surgimiento de un sindicalismo independiente. En algunos casos esto se logra mediante la cooptación e institucionalización de delegados obreros, aunque en la mayoría de los casos este objetivo se impone mediante la represión, sanciones y despido de activistas. El libro también describe y realiza un análisis detallado e incisivo de diferentes casos de la dinámica de los sindicatos chinos en sus interacciones con los trabajadores. En el capítulo “Guangzhou: At the Forefront of Union Reform?”, el autor analiza el rol de Chen Weiguang, un líder sindical reformista de la Federación

Municipal de Sindicatos de Guangzhou. Chen le brindó a Friedman acceso completo para estudiar los resultados concretos de algunas de sus iniciativas de reforma, y la investigación de Friedman revela los logros limitados de los esfuerzos más ambiciosos de un sector de la propia burocracia sindical por reformar los sindicatos en China. Mantener el statu quo que garantice mayor rentabilidad para las empresas (mayoritariamente de capital extranjero), así como la necesidad de impedir fracturas en la relación entre los funcionarios del Partido Comunista, los poderes locales y la propia burocracia de los sindicatos (incluyendo el problema de los “profesionales” y arribistas dentro de las organizaciones, que han atentado contra los proyectos reformadores por arriba). En este punto reflexiona sobre el problema de que cualquier intento reformista, incluso los impulsados por las cúpulas de la AFCTU y el Partido Comunista “mientras la dirigencia sindical en Guangzhou ha producido algunos cambios simbólicos y políticos (...) éstos no han sido capaces de poner la maquinaria institucional en su lugar para prevenir la insurgencia obrera en curso”. El lenguaje técnico y sociológico del libro, cuyo origen es una tesis doctoral, hacen que en algunos tramos se expresen una serie de definiciones sobre las relaciones entre el capital y el movimiento obrero pasibles de debates que superan esta reseña. Por otro lado, si bien el libro analiza las experiencias de organización independiente de los huelguistas, incluso con entrevistas, poco profundiza en el devenir de esos sectores de activistas y organizadores sindicales independientes de la burocracia, no solo en el plano sindical también en el político. Más allá de estos límites, el libro de Eli Friedman ofrece una hoja de ruta posible para conocer el movimiento obrero chino. Un nuevo proletariado sin miedo a tomar medidas audaces, aunque consciente de los recursos y la determinación del gobierno para evitar que se actúe de una manera más coordinada. El “temor” del Partido Comunista y los funcionarios a nivel local y central del surgimiento de cualquier organización política independiente, y la prohibición de cualquier representación genuina de los trabajadores en los sindicatos, solo alienta a que la “trampa de la insurgencia” continúe desarrollándose y escribiendo nuevos capítulos.


PUBLICACIONES DE EDICIONES IPS-CEIP NOVEDADES LA ECONOMÍA ARGENTINA EN SU LABERINTO. LO QUE DEJAN DOCE AÑOS DE KIRCHNERISMO Esteban Mercatante Este libro desarrolla una caracterización de la economía argentina durante el kirchnerismo analizando las relaciones de clase y lineamientos políticos que caracterizaron al período, las contradicciones que desarrolló y las perspectivas a futuro. A lo largo de los capítulos, el autor analiza cada uno de los puntos centrales del “modelo”, mostrando la distancia existente entre lo que constituye el relato oficial y su constatación con la realidad.

EL SIGNIFICADO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Ernest Mandel La imagen de la explosión de la bomba atómica recorrió el mundo durante décadas y se presentó como algo inevitable. Esta nueva edición de El Significado de la Segunda Guerra Mundial se publica cuando se cumplen 70 años de su finalización. Un hecho histórico que por su complejidad, envergadura y dinámica ha determinado el curso de la humanidad en múltiples aspectos. En un trabajo excepcional Ernest Mandel logra en pocas páginas dar cuenta de este período.

OBRAS ESCOGIDAS LEÓN TROTSKY LA VICTORIA ERA POSIBLE. ESCRITOS SOBRE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA [1930-1940] [volumen siete] León Trotsky definió a la revolución española como una escuela superior de estrategia revolucionaria. Y son exactamente las cuestiones que atañen a este punto las que atraviesan cada uno de los escritos de este nuevo volumen de las Obras Escogidas de León Trotsky, que marcaron durante la década de 1930 un antes y un después en la situación internacional. “España, la victoria era posible” abarca las lecciones de esta revolución y la guerra civil, desde sus inicios en 1930 hasta 1940, fecha del asesinato de Trotsky, además de las apasionantes discusiones en el seno del marxismo mundial de la época.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y LA REVOLUCIÓN [volumen ocho] Al cumplirse 70 años de finalizada la Segunda Guerra Mundial ponemos a disposición de los lectores el octavo volumen de las Obras Escogidas de León Trotsky. Esta compilación contiene artículos del autor desde 1933 hasta meses antes de su muerte en 1940. También incorporamos artículos, declaraciones y debates de los trotskistas durante la guerra.

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