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30 junio 2016
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ideas izquierda Revista de Política y Cultura FRANCIA INSUBORDINADA La La juventud juventud yy el el movimiento movimiento obrero obrero de de pie pie
EL MALESTAR EN LA UNIVERSIDAD
PASADO Y PRESENTE DE LOS PERONISMOS Diálogo con Alejandro Horowicz • VARIACIONES SOBRE EL DESAPEGO Entrevista a Martín Kohan • #NIUNAMENOS. SANGRE NUESTRA Andrea D’ Atri
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IDEAS DE IZQUIERDA
SUMARIO
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FRANCIA: EL RETORNO DEL MOVIMIENTO OBRERO
HOROWICZ: PASADO Y PRESENTE DE LOS PERONISMOS
REALISMO CAPITALISTA: NUEVO DIAGNÓSTICO, VIEJO TRATAMIENTO
Juan Chingo
Paula Varela y Fernando Rosso
Ariane Díaz
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AMÉRICA LATINA: LABERINTO Y PÉNDULO. METÁFORAS DE UN CAMPO DE BATALLA
SIN SALIDA DEL PURGATORIO
VARIACIONES SOBRE EL DESAPEGO
Mónica Arancibia
Entrevista con Martín Kohan
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SANGRE NUESTRA
CUENTAS QUE NO CIERRAN
PROBLEMAS DE GÉNERO
Andrea D’ Atri
Gastón Remy y Esteban Mercatante
Laura Vilches
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EL MALESTAR EN LA UNIVERSIDAD
UNA CARRERA HACIA EL ABISMO
CONCURSO DE CUENTOS “LA CULTURA EN LA ENCRUCIJADA”
Eduardo Molina
ENTRE LA ILUSIÓN PRIVATISTA Y EL ESTATALISMO PRECARIZADOR Lucía Ortega y Sol Cheliz
LA DESIGUALDAD EDUCATIVA Vanina Malabrán
Esteban Mercatante
Saúl Alberto Kohan Boc y Miguel Sebastián Arce
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FRANCISCO Y LA GESTUALIDAD COMO POLÍTICA
Reseña de COSA DE NEGROS, DE WASHINGTON CUCURTO
Eduardo Castilla
Eduardo Castilla
STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri y Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Lucía Ortega, Azul Picón y Fernando Rosso. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Alejandro Horowicz, Martín Kohan, Saúl Alberto Kohan Boc, Miguel Sebastián Arce, Juan Chingo, Eduardo Molina, Sol Cheliz, Vanina Malabrán, Mónica Arancibia, Gastón Remy, Eduardo Castilla, Laura Vilches.
EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo, Gloria Grinberg. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com / Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda
Ilustración de tapa: Anahí Rivera
www.ideasdeizquierda.org Riobamba 144 - C.A.B.A. | CP: 1025 - 4951-5445 Distribuye en CABA y GBA Distriloberto - www.distriloberto.com.ar Sin Fin - distribuidorasinfin@gmail.com ISSN: 2344-9454 Los números anteriores se venden al precio del último número.
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Fotografía: Martín Noda
FRANCIA: EL RETORNO DEL MOVIMIENTO OBRERO Después de más de dos meses y medio en los que la juventud universitaria y secundaria estuvo a la cabeza de las movilizaciones, las últimas semanas han marcado un retorno con fuerza del movimiento obrero y sus métodos de lucha, la huelga y los piquetes. JUAN CHINGO Staff revista Estrategia Internacional. A la vanguardia estuvieron los refineros, acompañados en parte por los camioneros. Luego, los trabajadores de las centrales nucleares. El 26 de mayo hubo una jornada de huelga en varios sectores privados: el fabricante de submarinos nucleares DCNS, Amazon, el grupo Peugeot con la fábrica de Mulhouse en Alsacia a la cabeza, entre otras empresas.
Durante la primera semana de junio se sumó el transporte, a pesar de las concesiones que hizo el gobierno, pasando incluso por encima del presidente de la empresa ferroviaria estatal SNCF. Desde el martes 31 de mayo hay huelga indefinida llamada por las centrales CGT y SUD en los trenes; la paralización en el transporte urbano de la región parisina
es débil aunque hay algunos bloqueos de depósitos de micros; los pilotos de Air France entrarán en huelga la segunda semana de junio. Otro sector clave se ha sumado: cuatro de las tres plantas principales de tratamiento de residuos en la región parisina, incluida la de Ivry sur Seine –la más grande de Europa–, están bloqueadas (así como varias en la »
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FRANCIA
provincia). El 14 de junio está convocada una marcha nacional en París. Tomado de conjunto es la primera vez que un movimiento social dura tanto tiempo y recibe tanto apoyo, sin traducirse, por el momento al menos, en una huelga general o en una generalización rápida como en 1936 o 1968, aunque la huelga es fuerte debido al hecho de que golpea sectores estratégicos como los puertos, la filial energética, el tratamiento de residuos, etc. Después de la derrota de la lucha contra el aumento de la edad de las jubilaciones en 2010, los sindicatos y la clase obrera no lograban articular una lucha de masas, aunque existía una infinidad de conflictos parciales que mostraban la bronca obrera. Dos veces en el pasado, cuando ésta empezaba a tomar forma, la experiencia fue interrumpida por los atentados de enero y noviembre de 2015. Este año, y a pesar del estado de emergencia, la reforma laboral fue la gota que colmó el vaso y cristalizó los distintos descontentos acumulados contra el gobierno antiobrero y represivo de François Hollande (presidente) y Manuel Valls (primer ministro). Esta es la primera lucha significativa contra un gobierno que usurpa el nombre de izquierda. Ya por eso es histórica: señala una ruptura del “pueblo de izquierda” con Hollande. Socialmente, el 79 % de los obreros y empleados apoyan la movilización, así como también el 76 % de los asalariados del sector público. Desde el punto de vista político, el 63 % de aquellos que habían votado a Hollande en la primera vuelta de las elecciones de 2012 apoyan la movilización social. El Partido Socialista (PS) gobernante, que hace años se transformó en un partido burgués, es probable que termine como el PASOK en Grecia, a pesar de que la crisis económica y social en Francia no es aún de la magnitud que alcanzó en ese país de la periferia europea. Varias sedes del PS fueron destruidas o pintadas por los manifestantes al grito de “Valls, dimisión” o “P de podridos, S de salaud (vulgarmente, hijo de puta), abajo el PS”, consignas que fueron
ampliamente coreadas. Todos estos elementos hacen a la lucha en curso una gran batalla de clase que, más allá del resultado, está abriendo posiblemente un nuevo ciclo de la lucha de clases en Francia. Un ciclo distinto al de 1995/2010, abierto con la victoria de la huelga de los estatales contra la reforma jubilatoria de los trabajadores públicos impulsada por el gobierno de derecha de esa época, de Alain Juppé (el candidato mejor ubicado en las próximas primarias de los Republicanos). Este ciclo metió palos en la rueda a la ofensiva neoliberal –que gozaba de una hegemonía indiscutida luego de la implosión de la ex URSS– sin revertirla ni derrotarla, al limitarse la movilización a cuestionar tal o cual aspecto de la regresión social en curso. Políticamente dio lugar al antineoliberalismo, acompañando por el movimiento antiglobalización desde 1999, que demostraron su impotencia y capitulación durante la primera década del siglo XXI frente al salto de la guerra imperialista posterior a los atentados de Nueva York en 2001 y la austeridad capitalista redoblada con la crisis de 2007/8. El movimiento actual tiene –aún de forma embrionaria– un carácter más anticapitalista, a la vez que plantea como estrategia la necesidad de la huelga general y de convergencia de las luchas (y no el utópico “Otro mundo es posible”), a la vez que es crecientemente hostil a las fuerzas de represión del Estado. Es el enfrentamiento más importante y prolongado de los trabajadores en un país central como Francia, la quinta potencia imperialista, contra los efectos que aún perduran de la crisis mundial capitalista abierta en 2007/8. De ahí la enorme importancia y trascendencia que van más allá de las fronteras francesas.
el despotismo de empresa del viejo capitalismo familiar francés que salió a la superficie de forma abierta durante el mayo de 1968 y la oleada de ocupación de fábricas. La respuesta patronal a esta rebelión obrera en el corazón del proceso de producción fue, después de los años 1980, una política gerencial de individualización sistemática de la gestión de los asalariados. Esto llevó a un salto en el deterioro en la condiciones de trabajo. Como dice el sociólogo del trabajo Danièle Linhart, Este se caracteriza por una intensificación del trabajo, el establecimiento de objetivos individuales cada vez más elevados y difíciles de lograr, el requisito de seguir procedimientos, protocolos, las “buenas prácticas” (decididas por los expertos los grandes gabinetes internacionales, alejados de la realidad del trabajo concreto de los trabajadores afectados), y una descalificación de la experiencia y los conocimientos resultado de la política de cambio perpetuo” (“Un combat contre la conception managériale du travail Pourquoi la France estelle bloquée?”, Le Monde 26/5/2016).
Es de este sufrimiento en el trabajo que se nutre la combatividad y la determinación de los huelguistas que durante meses intentan oponerse a la reforma laboral en curso. En épocas de “paz social” habitualmente esto se expresa en el creciente consumo de alcohol y tranquilizantes, y más trágicamente en la creciente oleada de suicidios que afecta a muchísimas grandes empresas francesas desde hace años. Hoy en día los trabajadores empiezan a rebelarse de forma cada vez más consciente contra esta concepción managerial del trabajo impuesta durante el cenit del neoliberalismo en Francia y en el mundo.
Un grito contra las insoportables condiciones Lo que ya logró el movimiento actual y el contenido del trabajo Detrás de la movilización concreta contra la ley, hay un comienzo de insubordinación profunda que está comenzando a expresarse, tan profunda como la explosión contra
Aunque el movimiento actual aún no ha terminado, provisoriamente podemos aventurar que ya ha logrado varias conquistas que serán de ahora en más una palanca para la
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Fotografía: Martín Noda
movilización de los trabajadores y sectores populares en Francia. En primer lugar ha logrado aumentar el descrédito frente a una capa creciente de la población, en especial de la juventud, de las instituciones represivas del Estado. Estas últimas han ejecutado un nivel de violencia que no se veía desde hace años, con el uso sistemático de disparo de gases lacrimógenos, de granadas de fragmentación y de lanzadoras de “balas de defensa” no letales (Flash Ball). En Rennes, Toulouse, París y otras ciudades, decenas de manifestantes resultaron heridos, con muchos arrestos preventivos e imputaciones judiciales. Esta generalización de la militarización de la policía y de la violencia del Estado contra nuevos sectores de la población como los estudiantes universitarios y secundarios, además de varios sindicalistas, ha de hecho objetivamente acercado a estos últimos por la vía de la experiencia frente a la represión con los jóvenes de la banlieue (periferia). Estos últimos odian a los flics (como se conoce popularmente a los policías franceses) desde hace décadas por la represión y discriminación a la que son sometidos por su sola apariencia física o racial. A partir de este movimiento, los CRS (fuerzas de la Policía nacional francesa) comienzan a ser odiados por el “peuple de gauche” (pueblo de izquierda), como demuestra el eslogan “Todo
el mundo detesta a la policía” que se fue imponiendo en la movilización de calles. En segundo lugar, el creciente desprestigio de la clase política, en especial a izquierda, puede abrir una vía para que las organizaciones obreras, sobre todo los sindicatos, se vean más legitimados para levantar las reivindicaciones del “mundo del trabajo”. Hasta ahora, la existencia de una izquierda institucional, que era uno de los polos del bipartidismo, reproducía en el movimiento obrero y de masas el reaccionario reparto de roles que ubicaba a los sindicatos en el terreno solo reivindicativo y a los partidos con el monopolio de la política. El hecho de que Philipe Martínez, dirigente de la principal central sindical francesa, la CGT, se haya transformado en la principal oposición política a Hollande, es un dato significativo y no menor de la movilización en curso, que puede estar adelantando un fenómeno más importante. A través de los sindicatos, los trabajadores están encontrando un medio de expresión, en las cuestiones sociales, que habían sido dejadas de lado por los partidos políticos del régimen, incluso por su pata de centroizquierda, el PS. Con el conflicto actual, a su vez, los sindicatos monopolizan la cuestión social, que había sido apropiada últimamente por la extrema derecha del Front National. Por último, a pesar de todo el ruido generado al inicio del movimiento por los petitorios
online y el rol de las redes sociales debido al éxito del petitorio “Loi Travail: non merci!” (Ley de Trabajo: ¡No gracias!) que reunió más de un 1,4 millones de firmas antes de la primera jornada de movilización, el movimiento actual confirma el peso y la eficacia de las formas clásicas de movilización. Esto ha sido puesto en evidencia durante los primeros meses por el rol jugado por los estudiantes universitarios y secundarios en las manifestaciones en las que estos pusieron literalmente el cuerpo frente a la represión policial y, en las últimas semanas de forma contundente y decisiva, con la entrada en fuerza de los trabajadores y sus métodos de lucha. Las redes sociales juegan un rol importante en la comunicación (los videos de represión policial se viralizaron en varias ocasiones llegando algunos incluso a los medios masivos de comunicación) pero son las manifestaciones, y especialmente las huelgas, las que crean la relación de fuerzas.
Un final abierto La debilidad e impopularidad del gobierno de Hollande y Valls, que alcanza niveles inéditos para una presidencia durante el régimen de la V República, juegan a favor de los huelguistas. Más sorprendente es que a pesar de los daños y molestias generados por la huelga y los ataques incesantes del gobierno, la central »
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FRANCIA
patronal (el MEDEF) y los medios de comunicación contra los huelguistas, acusados de tomar a los franceses por rehenes –llegando incluso el presidente del MEDEF, Pierre Gattaz, a acusar a la CGT y a su principal dirigente de usar métodos de “bandidos” o de “terroristas”, aunque luego debió desdecirse–, la “opinión pública” sigue oponiéndose de forma sostenida a la reforma laboral. Ni siquiera han logrado por el momento ponerla en contra de los huelguistas con los llamados del primer ministro y del presidente de la SNCF a terminar la huelga como “gesto de solidaridad” ante las inundaciones y crecida de varios ríos en París y sus alrededores. Un límite que existe es que esta simpatía pasiva no se transforma en un salto en la generalización de la huelga en todos los sectores de trabajadores. Este límite en parte está ligado a que la dirección de la CGT no levanta un programa que, partiendo del retiro de la reforma laboral, se plantee también la lucha contra las condiciones de trabajo, la precarización y el desempleo, es decir, un plan obrero de respuesta a la crisis que permita desatar las energías y la combatividad de los sectores más precarizados del proletariado o pauperizados como los jóvenes de las banlieues. La dirección de la CGT se niega conscientemente a llamar a una lucha de este tipo, que podría tener un carácter revolucionario, a la
vez que las estructuras sindicales mantienen esencialmente el control del movimiento. Por otra parte, aunque sigue impulsando la movilización en los sectores donde es más fuerte, no toma la iniciativa de llamar a un encuentro de todos los sectores en lucha que permita a estos tomar conciencia de su fuerza y discutir un plan ofensivo para vencer, arrastrando al conjunto de la clase. Esta ausencia de un comando nacional de huelga basado en las asambleas y comités de huelga por fábrica y establecimiento es un elemento negativo para afirmar la confianza y la fuerza de los huelguistas, en el marco que la próxima acción nacional que permitirá medir fuerzas de conjunto está llamada recién para el 14 de junio. Su apuesta como dirección reformista de una parte del movimiento obrero francés está basada en explotar la debilidad coyuntural del gobierno, ayudada a su vez por el calendario, que prevé en unos días comienza un gran evento deportivo en suelo francés, la Eurocopa, para torcer el brazo de Hollande. Aunque no podemos descartar que la presión sobre el mismo se transforme en insoportable, el daño que haría un retroceso gubernamental sobre el programa de contrarrevolución social que se perfila en Francia, en especial con un eventual gobierno de derecha en 2017, lo presionan desde el ángulo patronal a no ceder. Esto puede verse no solo en Francia sino a
nivel europeo. The Economist, el 4 de junio, haciendo un repaso de cómo gobiernos anteriores habían retrocedido en estadíos similares –como fue el caso en 1986, 1994, 1995 o 2006–, le dice al presidente francés que esto sería un error en 2016 y aconseja, “No ceda, Hollande”. El Financial Times por su parte titula “Hollande debe mantenerse firme frente a los huelguistas”, y con un claro sentido de clase, aunque cínicamente concluye, … el presidente debe mantenerse firme. Ya ha pagado el precio político para abordar la reforma del mercado laboral. Quien ocupe el Eliseo después de las elecciones del año que viene va a querer revisarla. Pero si el gobierno cede ahora, el tema será tabú durante años –y los trabajadores franceses, y los jóvenes sobretodo, serán los perdedores (FT, 2/6/2016).
Aunque esta presión patronal es cada vez más predominante, secundariamente, ni Hollande ni Valls ven una ganancia particular en ceder, ya que están muy desprestigios políticamente. De esta manera, la apuesta de la CGT podría demostrarse insuficiente. Es por eso que los trabajadores y jóvenes no solo deberían ser los protagonistas de esta grandiosa gesta sino cada vez más en su dirección a través de sus propios organismos de autodeterminación para la lucha.
Fotografía: Maryline Dujardin
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La coyuntura política sudamericana
Laberinto y péndulo: Metáforas de un campo de batalla Eduardo Molina Staff revista Estrategia Internacional. La metáfora del laberinto remite a las contradicciones estructurales del capitalismo latinoamericano, devueltas a la superficie en cada oleada de crisis. La imagen del péndulo, a la refracción en lo político de los ciclos de la lucha de clases. Ambos aspectos se entrecruzan en el complejo movimiento de rupturas, recomposiciones y nuevas crisis del equilibrio geopolítico, económico, social y político, que en la semicolonial América latina tiende a la inestabilidad, redibujando permanentemente las relaciones de fuerza sociales. La dialéctica pendular de los momentos “reformista” y “conservador” recompone el orden burgués en transiciones que suelen ser convulsivas. La reacción continental celebra el movimiento pendular a derecha tras el “fin de ciclo” progresista, cuyas fuerzas políticas pasan al segundo plano, tras haber cumplido su función histórica de contención de las crisis sociales y restablecimiento de las condiciones del orden. Pero nada determina a priori que se consolide una etapa conservadora. El viraje político a derecha actúa en un contexto internacional desfavorable, donde se opaca el atractivo de los “mercados emergentes”; y en una relación de fuerzas heredada del ciclo anterior que aún no ha reconfigurado a su favor. Es una fase de transición abierta al choque con esos obstáculos y a giros bruscos. El signo final de la etapa se decidirá en el amplio campo de batalla de las clases y allí no cabe otro veredicto que el que se forje en la lucha.
Venezuela, Brasil, Argentina La coyuntura política sudamericana está teñida por los avances superestructurales de la derecha. Estos tres países concentran los nudos más dinámicos de ese movimiento. En Brasil, el gigante sudamericano de decisivo peso regional, el golpe institucional pugna por estabilizarse. En Argentina, tercera economía latinoamericana y con cierta
Ilustración: Anahí Rivera
influencia política y cultural regional, el avance de los planes de ajuste de Macri, con escasos resultados todavía y que comienza a experimentar fricciones y malestar social. En Venezuela que fue bajo Chávez la expresión más a izquierda del ciclo progresista, en medio de una aguda crisis económica, social y política, la derecha presiona para destrabar a su favor la transición “poschavista”. Esta nota parte de esos tres fenómenos de obvio impacto regional para pensar algunos problemas del nuevo escenario estratégico regional que está tomando forma, aunque un cuadro sistemático de la situación en América latina demandaría integrar las diferentes
situaciones: México, el “deshielo” entre Cuba y EE. UU., el “proceso de paz” en Colombia, la erosión del régimen chileno, la dinámica en Bolivia y Ecuador, etc.
Mirando hacia Wall Street La actuación de la OEA en la crisis en Venezuela es un test de la recomposición de relaciones con Washington, con los nuevos gobiernos en Brasilia y Buenos Aires. Primó un compromiso para ejercer presión por el diálogo con la oposición, pero sin apelar a la “Carta Democrática” que preferían EE. UU. y sus aliados más estrechos, como Colombia. El nuevo clima de entendimiento »
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AMéRICA LATINA
con Washington no excluye diferencias subsistentes, como la reticencia a una injerencia imperialista más directa en los asuntos sudamericanos de Brasil. Mientras, el pálido papel que juega UNASUR refleja la conversión del “sudamericanismo” y la “integración latinoamericana” en productos más “descafeínados”. El gobierno de Obama despliega una estrategia de “diálogo” hacia América latina para aprovechar la decadencia de los gobiernos bolivarianos y progresistas. Combinan gestos como el “deshielo” con Cuba y el apoyo al “proceso de paz” colombiano, con acuerdos comerciales y de seguridad con varios países, presión y sanciones a Venezuela y el aval al golpe institucional en Brasil. Puede incluir esos avances en su “legado” de respuestas a la declinación hegemónica yanqui, pues Estados Unidos viene recuperando influencia comercial, financiera y política, además de empujar el retroceso de los “populismos” y contrarrestar la presencia de China. En un marco global de bajo crecimiento y reflujo de capitales hacia el dólar, la recuperación estadounidense gravita sobre el conjunto de una América latina con dificultades por la baja de los precios de materias primas y el desecamiento de los flujos de capital. México se “beneficia” de su mayor integración a la economía yanqui, como plataforma de maquila. En menor medida también Centroamérica y los circuitos caribeños de servicios, turismo y finanzas off-shore. El conjunto del Golfo de México, vía ampliación del Canal de Panamá, incrementa su papel en el flujo comercial entre la Costa Este y Asia. México, Perú y Chile ya adhirieron al Tratado Transpacífico (TPP) y junto a Colombia forman la “Alianza del Pacífico” como bloque neoliberal cercano a EE. UU., con el que los tres países andinos sellaron Tratados de Libre Comercio. Sin embargo, como a Ecuador y Bolivia, los afectó la caída de precios de minerales e hidrocarburos. En Venezuela, el derrumbe de precios del petróleo colapsó el esquema rentista preservado por el chavismo generando una catastrófica depresión. Brasil, en medio de una dura recesión y Argentina, también en retracción, viran con Temer y Macri a una mayor apertura comercial y financiera, en pos de captar inversiones y préstamos, como espera Macri tras el acuerdo
con los fondos buitre. Tantean un acercamiento a Wall Street y al TTP y Brasil negocia con la Unión Europea, lo que implica la “flexibilización” del Mercosur (de lo que recela Argentina) y más lazos con los países del Pacífico. Pero en razón de su históricamente mayor desarrollo industrial, necesitado de proteccionismo, esa apuesta tiene muchas contradicciones. La dinámica de las relaciones económicas y políticas con el imperialismo será un factor crucial para la consolidación del giro a derecha. Cierta recuperación de los precios petroleros, las bajas tasas de interés de la Reserva Federal yanqui y la mayor apertura al capital extranjero podrían contribuir a paliar la recesión, pero no parece próximo un nuevo ciclo de alto crecimiento.
El significado del método Temer, cuyo gobierno aún no se ha consolidado, fue instalado en el Planalto por un golpe institucional que forzó el mecanismo del impeachment para desplazar a Dilma Roussef, que a pesar de sus medidas de ajuste resultó incapaz de garantizar el programa del gran capital. El poder judicial fue el árbitro bonapartista, articulando la conspiración parlamentaria con apoyo de los grandes medios y las cámaras empresariales. Las Fuerzas Armadas no intervinieron, aunque la policía incrementa la represión contra protestas y movilizaciones, así como contra los pobres en general. El método del golpe institucional opera en los límites de los mecanismos de la democracia formal. Los rompe de contenido al reemplazar por medios espurios un gobierno electo por voto de la población, pero conserva la forma de la continuidad institucional. Tienes antecedentes: el golpe de Honduras de 2009, orquestado en el parlamento, con el Ejército jugando un papel fundamental y una dura represión al movimiento de resistencia. En Paraguay, el golpe parlamentario contra Lugo en 2012. En ambos casos los objetivos golpistas se consolidaron y legitimaron con elecciones. Podría caracterizárselos como “golpes de baja intensidad” dosificando su intensidad y preservando la cobertura republicana ante las condiciones políticas, en que la “democracia degradada” es la forma de dominación prevaleciente en América latina y la burguesía y el imperialismo no deben enfrentar crisis políticas más agudas o ascensos de la lucha
de clases. Entonces recurrirán nuevamente a golpes abiertamente bonapartistas o directamente contrarrevolucionarios, como las dictaduras militares de los ‘70. En una situación muy distinta a las consideradas, la crisis de Venezuela también plantea el problema del bonapartismo. En su cenit, el bonapartismo chavista tuvo rasgos sui generis, por sus fricciones con el imperialismo y su apoyo en las masas populares. En su decadencia, pierde esos rasgos. Con Maduro, la acentuación del bonapartismo aplica una política económica antipopular y represiva, mientras se defiende del acoso de la oposición con medidas como el “estado de excepción”. La derecha, de carácter históricamente golpista, se encubre con demagogia democratista y utiliza el referéndum revocatorio para buscar la “salida de Maduro”, pero el contenido de su reaccionario proyecto político es también “cesarista”. Cualquier solución política para la “transición”, dependerá del arbitraje de las Fuerzas Armadas, la más bonapartista de las instituciones. Si durante la década pasada hubo cambios de régimen con concesiones parciales a las masas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y cierta relegitimación de otros regímenes bajo gobiernos progresistas como en Argentina o Brasil, con la crisis resurgen los peores rasgos de estos regímenes y la tendencia de la burguesía a apelar a métodos bonapartistas. Por eso no debe desdeñarse la advertencia de los golpes “blandos”: preparan el terreno para ataques bonapartistas más duros.
Los nuevos gobiernos de derecha Los gobiernos de Temer y Macri comparten rasgos bonapartizantes: el “decisionismo” de Macri por un lado, el origen golpista de Temer por otro. Ambos comparten el ADN empresarial y son “orgánicos” al bloque de poder local: los complejos agroindustriales, mineros y petroleros, las multinacionales y translatinas de la industria y el mundo financiero, reconfigurados y fortalecidos bajo el kirchnerismo y el PT. La nueva ola conservadora se apoya en la combinación entre “nueva” derecha (necesaria para ampliar la llegada social) y derecha tradicional (imprescindible para gobernar). En Argentina, detrás del “mundo PRO” que se pretende renovado (de alguna forma una secuela del 2001), emergen
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el viejo radicalismo y el pejotismo territorial. En Brasil, el gobierno Temer expresa lo más rancio y corrupto de la “vieja política”: el insustituible PMDB y el PSDB. En Venezuela la MUD –Mesa de Unidad Democrática–, reúne la “nueva derecha” de Capriles y la vieja guardia neoliberal, como Acción Democrática de Ramos Allup. De conjunto, tienen por base social una “minoría intensa” concentrada en las regiones más ricas y las capas más privilegiadas, aunque electoralmente logren capitalizar el descontento de sectores populares (como el PRO en Argentina). Su programa apunta a desmontar el compromiso “populista” con las clases subalternas, o sea, endurecer la “democracia para ricos”, en condiciones de debilidad hegemónica muy distintas a los ‘90.
Desensillar hasta que aclare Por eso la “gobernabilidad para el ajuste” necesita el sostén de los progresistas desde su lugar en el Parlamento, las gobernaciones y municipalidades. En el poder cumplieron la función histórica de gestionar la recomposición del orden, cuestionado por las crisis y levantamientos de principios de siglo. Ahora pasan al rol de oposición sensata, sosteniendo el ajuste o aplicándolo allí donde gobiernan, como en el sur argentino. En Brasil, el PT ha tocado la retirada, postergando la “resistencia” para futuras elecciones generales, lo que equivale a dejar que entre tanto la derecha haga el trabajo sucio. Comparten la tarea de mantener la pasividad del movimiento de masas con las burocracias sindicales (las CGT y CTA en Argentina, en Brasil la CUT y otras centrales menores y “movimientos sociales”), que garantizan la “tregua social” frenando y aislando la resistencia ante los ataques del gobierno y la patronal. Tras su retirada sin épica, los costos de la integración al Estado que gestionaron por una década no dejan indemnes al PT ni al kirchnerismo (hoy convertido en una corriente de centroizquierda que ha perdido la conducción del peronismo). La “hegemonía progresista” está rota en el Estado, pero también está estratégicamente erosionada en su relación con las masas.
La grieta La polarización social y política tiñe el conjunto de la situación regional aunque alcanza
la máxima intensidad en la explosiva situación venezolana. La utópica transformación de Brasil o Argentina en “países de clase media” y la “inclusión” de los pobres, entran en crisis y se desmoronan al compás del empobrecimiento en que caen decenas de millones de latinoamericanos, el aumento de la desocupación y la carestía de la vida. Esto pone en cuestión también el papel de las “clases medias” en el giro a derecha y como base de los nuevos gobiernos. Sus franjas más vulnerables experimentan las consecuencias de la recesión y de los ajustes en curso, lo que puede actuar como motor de diferenciación en ese heterogéneo conjunto socio-cultural (en rigor, una mixtificación sociológica que engloba por su acceso al consumo y sus “valores” a diferentes fracciones de clase: pequeñaburguesía tradicional o asalariada, cuadros de las empresas y capataces, trabajadores cualificados mejor pagos, etc.). La clase trabajadora es la destinataria central del ataque capitalista que busca un salto en las condiciones de explotación y disciplinamiento laboral. ¿Cómo responderá? Desde el punto de vista objetivo, las clases obreras de Brasil y Argentina, que constituyen un núcleo fundamental del proletariado latinoamericano, ha incrementado sus fuerzas, aunque bajo las formas de una extendida precarización y tercerización laboral, que hace pesar la fragmentación entre las distintas capas. Los sindicatos se han fortalecido aunque semiintegrados al Estado. Las necesidades materiales y aspiraciones de los trabajadores, aunque predominen las ilusiones reformistas, chocan con el ajuste. Por ahora, mientras no hay ataques brutales directos al conjunto de la clase, pesan esa fragmentación y sobre todo, el rol de la burocracia y el progresismo, impidiendo que responda el movimiento obrero. Pero comienza a haber luchas sectoriales y por empresa que anticipan la tendencia a resistir. El deterioro de las condiciones de trabajo y de vida no solo significa desempleo, precarización e insatisfacción para las nuevas generaciones obreras y de clase media, sino también erosión de los mecanismos de ascenso social como la educación universitaria. Esto alimenta el amplio fenómeno mundial de descontento juvenil, que en nuestra región ya dio fenómenos como el proceso de lucha
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estudiantil chileno o las jornadas de junio de 2013 en Brasil. Ante la regresión cultural y en los derechos de género que impulsa el giro conservador y proclerical, puede renovarse la lucha contra la opresión de la mujer y la población LGTB, ligándose a una clase trabajadora de composición fuertemente feminizada, al igual que el estudiantado. No podemos olvidar al movimiento campesino y de los pueblos originarios, que tiene expresiones como el MST en Brasil, y con múltiples lazos con el proletariado agrícola, así como la masa de pobres y semiproletarios urbanos, cuya “inclusión” fue una falacia de las políticas asistencialistas “progresistas”, siendo ahora mucho más vulnerables a los golpes de la recesión, la austeridad estatal y las políticas represivas de la derecha. Sobre las líneas de la “grieta social” tan temida por conservadores y progresistas, estas son las fuerzas materiales que, si se combinan la crisis económica y política con el desarrollo de la resistencia de los trabajadores, replantearían la alianza obrera y popular contra la ofensiva burguesa e imperialista.
Trabajadores, jóvenes y mujeres, hacia una resistencia dura de dimensión continental Elementos de esa nueva resistencia se expresan en diversas luchas de docentes y empleados públicos, por fábrica y en empresas de servicios o transporte. Secundarios y universitarios protagonizan las tomas de colegios en Brasil, marchan por la educación en Chile, dan incipientes síntomas de despertar en Argentina, etc. Junio comenzó con masivas manifestaciones de mujeres en Brasil y Argentina contra la violencia machista, cuestionando el giro conservador de los nuevos gobiernos. La unidad de obreros y estudiantes fue avanzada de radicalización en los ‘70. En esta etapa, ese papel está llamado a cumplirlo la convergencia de trabajadores, jóvenes y mujeres en las tareas de una resistencia dura, que objetivamente enfrenta enemigos comunes en el ámbito latinoamericano. La gran tarea de la izquierda revolucionaria es contribuir a la organización de la resistencia, agrupando a la vanguardia en lucha por la organización política independiente de la clase obrera, preparándose para las futuras batallas de la lucha de clases.
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polÍtica
Fotografía: Matías Salazar
#NiUnaMenos
SANGRE NUESTRA #NiUnaMenos se inspira en el verso de un poema de una escritora mexicana, que fue violada y asesinada en represalia por su lucha por esclarecer los femicidios de Ciudad Juárez. En Argentina, la movilización del 3 de junio de 2015 lo convirtió en el emblema indiscutible de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. ANDREA D’ATRI Especialista en estudios de la mujer.
“Ni una muerta más”, gritan en México las mujeres cuando se movilizan contra los femicidios y la violencia machista. Esa frase se la atribuyen a la escritora y activista Susana Chávez, quien dedicó su corta vida a la lucha por el esclarecimiento de los femicidios de Ciudad Juárez, donde residía. Susana fue violada, asesinada y mutilada por tres hombres jóvenes, a la edad de 37 años. Su voz se transformó en el emblema de las movilizaciones que tanto en México como en el resto del mundo, repudian la violencia contra las mujeres. Su verso se convirtió en consigna y
también fue resignificado, transformándose en “Ni una muerta más, ni una mujer menos”. En Argentina, en marzo de 2015, un grupo de escritoras, periodistas y artistas empezó a gestar acciones para visibilizar esta violencia. Inspirándose en la poetisa mexicana asesinada, convocaron con el lema #NiUnaMenos a una maratón de lectura en una plaza de la Ciudad de Buenos Aires, junto con familiares de víctimas. En esa fecha, coincidían en el horror, el décimo aniversario de la desaparición de la estudiante Florencia Pennacchi1 –de la que aún se desconoce su paradero– y el hallazgo
del cadáver de Daiana García2, en una bolsa de residuos, tirado en un descampado del conurbano bonaerense. Los femicidios siguieron. Y se convirtieron en un ahogo insoportable, hasta que el hartazgo encendió la chispa que dio lugar a la multitudinaria movilización del 3 de junio. En el mes de mayo, Chiara Páez, una adolescente embarazada fue masacrada por su novio en la provincia de Santa Fe. La periodista Marcela Ojeda, de radio Continental, escribió entonces en su cuenta de Twitter “Mujeres, todas ¿no vamos a levantar la voz?
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Nos están matando”. Inmediatamente, su mensaje se replicó en redes sociales, mientras sus colegas, en distintos medios masivos, empezaron a hablar del tema sin tapujos ni recurriendo a las misóginas metáforas que siempre usaron los periodistas para referirse a los femicidios como “crímenes pasionales”. Fabiana Tuñez, hasta entonces titular de la ONG La Casa del Encuentro –que venía sosteniendo el único registro estadístico de femicidios en Argentina–, puso en marcha la organización de la convocatoria, actuando como nexo entre las periodistas, las organizaciones de mujeres y el propio gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que en ese entonces ocupaba el actual presidente Mauricio Macri. Ni siquiera las convocantes esperaban la multitudinaria movilización que terminó reuniendo a casi 300 mil personas frente al Congreso Nacional y otros tantos centenares de miles en las plazas de casi todas las localidades del país. #NiUnaMenos instaló –como nunca antes– el problema de la violencia contra las mujeres en la agenda política nacional y convirtió a esa frase en una referencia ineludible en Argentina y el mundo.
2015: La explosión del hartazgo En esa ocasión, las periodistas redactaron un documento en el que se explayaban sobre la violencia contra las mujeres, además de incluir una serie de reclamos a los tres poderes del Estado. Inmediatamente, por la repercusión mediática que estaba teniendo la convocatoria en plena campaña electoral para las presidenciales, los candidatos políticos empezaron a adherir, con el mismo formato en que artistas, figuras conocidas y miles de personas anónimas lo hacían en las redes sociales: una foto personal sosteniendo un cartel que, impreso o escrito a mano, decía #NiUnaMenos. En poco menos de un mes, prácticamente no quedaba nadie en la Argentina que no conociera esta campaña o la convocatoria prevista para el 3 de junio. Entonces, las organizadoras, aprovechando la coyuntura política, decidieron armar un pliego más conciso de reivindicaciones, con el objetivo de exigir un compromiso público a todas las fuerzas y candidatos que se presentaban a la contienda electoral. La periodista Florencia Etcheves, del canal TN del Grupo Clarín, decía
Entre tanto apoyo aparecieron los políticos. ¿Y por qué no?, dijimos. En un reclamo social no se pone molinete o derecho de admisión, pero en el caso de ellos la foto no alcanza, a ellos –a todos– les cabe el compromiso de tener el tema en agenda de campaña.
Así fue como, resumido en cinco puntos, las periodistas exigieron a los políticos la implementación del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres que está contemplado en la Ley 26.485, pidiendo que se cumpla integralmente, con monitoreo y presupuesto. También solicitaban que haya patrocinio jurídico gratuito para que las víctimas de violencia tuvieran garantizado su acceso a la Justicia y que se unifiquen las causas de los fueros civil y penal, para agilizarlas; que se estableciera un registro estadístico oficial único del Estado; que se garantizara la educación sexual integral en todos los niveles y en todo el país acorde a la ley que rige desde 2006 y que se protegiera a las víctimas que denuncian. La polarización política instalada por la campaña electoral y el descontento que ya se sentía con el gobierno de Cristina Fernández, sumado al amplio espacio que el Grupo Clarín le dio a la convocatoria en todos sus medios gráficos, televisivos y radiofónicos, generó suspicacias entre las organizaciones kirchneristas. Algunos sectores consideraban que la movilización era, veladamente, una manifestación opositora al gobierno. Incluso atinaron a contraponer otra convocatoria en las puertas de los Tribunales, señalando que la Justicia era la institución ante la cual había que plantear los reclamos. La masividad alcanzada y la espontaneidad que desató la viralización de la convocatoria, desbordando a las propias organizadoras y a todas las agrupaciones que participaron de manera organizada, superaron esas primeras apreciaciones del entonces oficialismo y lograron la unidad que se expresó el 3 de junio en todo el país. Las mujeres de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto aprovecharon la repercusión de la convocatoria para visibilizar también las cifras de mujeres muertas por las consecuencias de los abortos inseguros y clandestinos. “Sin derecho al aborto, no hay ni una menos”, señalaron. Mientras tanto, la adhesión de políticos de la derecha, del
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secretario de Seguridad de la Nación Sergio Berni, de jerarcas de la Iglesia Católica o personajes mediáticos reconocidos por el uso misógino que hacen del cuerpo de las mujeres y del humor machista en sus productos televisivos, generaron un debate en las redes sociales. ¿Eso prestaba una ayuda a que la convocatoria se hiciera más masiva o la hipocresía de estos personajes la invalidaba? Algunos grupos feministas e incluso personas reconocidas explicaron públicamente por qué no iban a sumarse a la movilización, fundados en esto. Otras agrupaciones, mayoritariamente de la izquierda partidaria, señalamos la hipocresía y el doble discurso de los funcionarios y políticos, de la jerarquía eclesiástica y de la plana mayor de las fuerzas policiales y represivas del Estado, como también de los grandes empresarios mediáticos, tanto del oficialismo como de los partidos del régimen que se encontraban en la oposición. Y buscamos una fórmula para visibilizar que los femicidios no solo tienen responsables individuales, sino que son el último eslabón de una larga cadena de violencias contra las mujeres de la que son responsables las instituciones del régimen político del Estado capitalista. En esa oportunidad, Pan y Rosas y el PTS en el Frente de Izquierda desplegamos una intensa actividad en todo el país previa a las concentraciones del 3J. Más de 20 mil trabajadoras, trabajadores y estudiantes participaron de charlas debates, radios abiertas, difusión del proyecto de Plan de Emergencia contra la violencia hacia las mujeres del diputado Nicolás del Caño, pero fundamentalmente haciendo su propia campaña de carteles y fotos de adhesión que inundaron las redes sociales y generan generaron inquietudes y reflexiones nunca antes polanteadas en esos ámbitos.
2016: La misma violencia, nuevos reclamos El reciente 3 de junio, nos encontró con una coyuntura política muy diferente. Un nuevo gobierno que, a seis meses de su asunción, atraviesa un primer momento de cuestionamiento y baja de su popularidad por los despidos, la inflación, los “sinceramientos” tarifarios y otras medidas de ajuste que están golpeando el bolsillo del pueblo trabajador. Con ese telón de fondo, el horror de los femicidios no cede: desde el 3 de junio de 2015 hasta mayo de »
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2016, otras 275 mujeres fueron asesinadas por la violencia machista, razón por la cual 216 niñas y niños perdieron a su madre. El colectivo de periodistas que había organizado la primera movilización, histórica, de #NiUnaMenos se dividió alrededor del posicionamiento frente al gobierno actual. Algunas entendieron que, con el gobierno de Mauricio Macri, los ataques a los derechos de las mujeres se profundizan: no se cumplen los protocolos de atención de abortos no punibles en los hospitales, se desmantelan programas de atención en salud sexual y reproductiva o se achica el presupuesto destinado a proteger a las víctimas de violencia, la Justicia condena más fuertemente a una joven pobre acusándola sin pruebas de haberse practicado un aborto, que al responsable político de la masacre de diciembre de 2001. Las otras consideraban que no había que politizar ni partidizar la protesta. Enfrentadas o divididas por lo que popularmente se ha denominado “la grieta”, entre las que son más afines al kirchnerismo y quienes simpatizan con el actual oficialismo u otras variantes no kirchneristas de centro y centroderecha, el colectivo #NiUnaMenos no pasó la primera prueba. La movilización fue organizada por las periodistas críticas del gobierno actual, junto con la colaboración de decenas de organizaciones de centroizquierda, populistas y de la izquierda, lo que hizo que las columnas organizadas con mayor presencia en la movilización porteña fueran –como lo señaló el diario Página/12– la del Frente para la Victoria y la del Frente de Izquierda, mayoritariamente integrada por centenares de militantes del PTS de Myriam Bregman y Nicolás del Caño y la agrupación de mujeres Pan y Rosas.
Sangre nuestra Por Susana Chávez Castillo Sangre mía, de alba, de luna partida, del silencio. de roca muerta, de mujer en cama, saltando al vacío, Abierta a la locura. Sangre clara y definida, fértil y semilla, sangre incomprensible gira, sangre liberación de sí misma, sangre río de mis cantos, mar de mis abismos. Sangre instante donde nazco adolorida, nutrida de mi última presencia.
Los grandes grupos mediáticos afines al gobierno no promovieron esta convocatoria con el mismo énfasis que lo hicieron el año pasado y que consiguió que en aquella oportunidad hubiera una concurrencia mayor. Sin embargo, ante la inevitabilidad de que la movilización sería un hecho, comenzaron a mencionarla pocas horas antes del inicio. Lo mismo hizo el gobierno nacional que lanzó un spot televisivo sobre violencia de género, realizado por el ministerio de Desarrollo Social que preside Carolina Stanley. Este marco arrojó como resultado una movilización con características también diferentes a la del año pasado. A diferencia de aquella oportunidad, esta vez tuvieron más protagonismo las agrupaciones estudiantiles, feministas, sindicales, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, los centros de estudiantes, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales y los partidos políticos. Si bien miles de personas marcharon espontánea e independientemente, el peso que tuvieron las organizaciones en preparar la convocatoria, difundirla y garantizar su masividad fue mayor al del año pasado. Y esto también se expresó en el programa que levantaba la movilización. A diferencia del año pasado, esta vez se sumó la exigencia de libertad para Belén, la joven tucumana condenada a 8 años de prisión acusada de practicarse un aborto, que nunca se probó. También sonó fuerte el reclamo de legalización del aborto, causa de la muerte de casi 300 mujeres cada año, víctimas de las consecuencias de los abortos inseguros y clandestinos. La herida abierta de la violencia contra las mujeres, que no puede cicatrizar ante la falta de políticas para paliar siquiera mínimamente sus consecuencias, se transformó en un canal de expresión del descontento con el gobierno y las medidas de ajuste, tarifazos y despidos que afectan a las familias trabajadoras. Fue destacada la participación mayoritariamente juvenil. Estudiantes de escuelas secundarias, institutos y universidades de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, marcharon con sus carteles confeccionados los días previos, improvisados en el momento, con leyendas pintadas en su ropa o en sus rostros. En muchas instituciones educativas se dictó asueto para que estudiantes y docentes pudieran concurrir a la movilización, después de varios días en los que se organizaron debates, charlas, proyecciones para reflexionar sobre la violencia machista.
que la violencia contra las mujeres es una violación de esos derechos y que eso es un asunto que amerita la implementación de políticas sociales. Para instalar ese amplio consenso, colaboró incluso el apoyo inicial hasta de aquellos que, cínicamente, son responsables de las políticas públicas o de la reproducción de la misoginia en los grandes medios de comunicación de masas. Como señala Inés Pousadela, … tal como es planteada, en efecto, la disyuntiva coloca a todos los actores en un solo bando, dejando desierto el lado opuesto del campo político. Pues ¿quién podría (declarar públicamente) estar de acuerdo con los asesinatos de mujeres?3
Aunque claro está, como bien señala también la autora, este consenso es superficial ya que, aunque se comparte el rechazo de la violencia de género, no sucede lo mismo con la lectura sobre cuáles son las causas que la originan, las políticas que habría que implementar para combatirla, etc. De todos modos #NiUnaMenos no solo ha instalado el tema de la violencia contra las mujeres a un nivel de masas nunca visto, ha generado este consenso lábil pero extendido que repudia la violación de nuestros derechos humanos elementales, sino que demuestra además –especialmente para la izquierda– que es necesario más que nunca hacer realidad lo que decimos en nuestra consigna “Si tocan a una, nos organizamos miles”: organizar una fuerza militante de centenares de miles de mujeres dispuestas a darle combate al machismo y a los gobiernos, la justicia y las instituciones que lo perpetúan, lo legitiman y lo reproducen. Porque el radical cambio social que exige la eliminación de todas las formas de opresión de género, no provendrá –ni aún en el mejor de los casos en que se atendieran las demandas mínimas que exige el movimiento actual– de algunas medidas paliativas de los gobiernos, reformas legislativas discutidas en los parlamentos o el aumento del poder punitivo del Estado para aquellos que violaran tales derechos. Apostar al desarrollo crítico de este masivo movimiento de repudio a la violencia de género y al mismo tiempo, al surgimiento de sectores del mismo con una orientación anticapitalista, que confíe solo en sus propias fuerzas en la lucha por una sociedad liberada de todas las formas de explotación y opresión, es nuestro desafío.
Amplio consenso y perspectivas Las respuestas por parte de los tres poderes del Estado siguen ausentes. Ni siquiera algunas cuestiones mínimas fueron resueltas, como la constitución de un registro estadístico único y oficial de femicidios. Sin embargo, #NiUnaMenos consiguió instalar en el sentido común de la sociedad, que los derechos de las mujeres son derechos humanos;
1. Desaparecida el 16 de marzo de 2005. 2. Su cuerpo fue encontrado el 14 de marzo de 2015. 3. Inés Pousadela, “#NiUnaMenos: La violencia contra las mujeres en la agenda progresista latinoamericana”, 10/11/2015 disponible en www.sinpermiso.info.
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El malestar en la Universidad
Ilustraciones: Anahí Rivera
El intento de Macri de incluir en su ajuste a la Universidad derivó en un masivo pronunciamiento en las calles. Esta respuesta expresa un debate abierto sobre el rol de la Universidad y su futuro. Acá, una radiografía del panorama después del ciclo kirchnerista. Entre la ilusión privatista y el estatalismo precarizador SOL CHELIZ Socióloga, docente UBA. LUCÍA ORTEGA Comité de redacción.
40.000 personas en las calles el pasado 12 de mayo, y las semanas de conflicto que vieron involucrarse a miles de estudiantes y docentes, puede –y debe– ser leído como el inicio de un debate sobre el rol de la Universidad. Este debate que viene de décadas, hoy vuelve a aparecer bajo un contexto de visible deterioro y ajuste que imprime el gobierno de Cambiemos. Pero si este fue el disparador de una contundente respuesta de la comunidad como no se veía desde hace años, sería un error interpretarlo como el verdadero motor de la crisis universitaria. En sus raíces se albergan una serie de contradicciones estructurales.
Un modelo universitario “estatalista precarizador” y “mercantilista” a la vez En el masivo movimiento por la defensa de la educación pública, es conveniente no perder de vista que existen intereses disímiles. Estos van desde autoridades y camarillas ligadas a los partidos del régimen que buscan defender sus intereses materiales, pasando por un conjunto de docentes e investigadores que ven peligrar sus proyectos científicos y laborales, hasta sectores estudiantiles para los cuales el ingreso a la Universidad no significa en absoluto la continuidad casi natural de una “trayectoria familiar”, sino la oportunidad de una mejora en la escala social.
Pero, ¿existió en la última década un cambio profundo que impida hoy al macrismo avanzar en una mayor mercantilización de la universidad? En primer lugar, se mantuvo viva durante 12 años la Ley de Educación Superior (LES) menemista1. Aunque esta ley “baluarte” del programa neoliberal nunca logró en la práctica imponerse en su totalidad por la lucha del movimiento estudiantil en los ‘90, que incluyó la toma de 23 de las 27 Universidades que había por entonces y piquetes de bloqueo al Congreso, fue implementándose parcialmente bajo los sucesivos gobiernos. Lo que no logró imponerse fue su aspecto más privatista, »
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ya que se evitó el arancelamiento de grado y el recorte total de la duración de las carreras, y la restricción generalizada por medio de exámenes. Sin embargo se avanzó en la creación de posgrados pagos (más de 2.400 posgrados acreditados por la CONEAU)2 y la acreditación de algunas carreras de grado junto a la extensión de convenios con empresas privadas que avanzaron en la mercantilización de la educación. Apenas se realizaron pequeñas modificaciones a la LES a fines de 2015, siendo la única significativa la eliminación de los exámenes de ingreso donde los había, que rápidamente fue anulada por un fallo favorable a la UNLaM. Mientras tanto, el kirchnerismo dejó inalterada la ley de conjunto y sus núcleos, que hacen a la posibilidad de recursos propios para financiamiento que continuaron en torno al 20 %, la evaluación de la CONEAU y sobre todo, el régimen de cogobierno3. De conjunto se mantuvo un desfinanciamiento del sistema: mientras que en 2016 la UNAM (México) destina 6.633 dólares por estudiante, la UBA destina tan solo 2.200 dólares por estudiante y la UNSJ, unas de las que más presupuesto por estudiante destina, llega a 3.900 dólares. No es de extrañar entonces que en la UBA existan más de 11.000 docentes sin salario –según el Censo docente de 2011–, mientras que el conjunto de la planta docente padezcan un deterioro de los salarios reales4, fuerte incidencia de la inestabilidad laboral, subrogancia5 y otras condiciones de precariedad laboral que asumen formas propias en cada institución. Mientras que el kirchnerismo pretende mostrar que construyó un modelo de “Universidad popular” bajo un “Estado garante de derechos”, debemos referir una doble dinámica que se asentó en la última década. Por un lado, no se alteraron los avances mercantilistas de la LES y la sumisión al mercado, sobre todo en las universidades tradicionales en su relación con las grandes corporaciones a través de convenios en la mayoría de las facultades profesionalistas6 y de ciencias aplicadas, profundizando las ruinas de las facultades humanísticas. Hoy se reparte nacionalmente entre las
universidades los fondos provenientes de la minería contaminante7. Paralelamente al mantenimiento de esta estructura heredada de los ‘90, se continuó el desarrollo de un entramado de nuevas universidades en el conurbano, que había tenido su primer salto en el menemismo. Muchas de ellas acogieron a una primera generación de universitarios, hijos de trabajadores. Sin embargo, el mentado rol social de las Universidades creadas significó su incorporación a un sistema estatal de transferencia tercerizada de recursos y servicios. De una parte, la función de este entramado es más clásica en relación a la formación de personal y asesoramiento rentado para las empresas en el territorio, así como para favorecerlas con trabajo precario a través de las pasantías. De otra, se cuentan los programas de formación tercerizados8, la oferta de contrataciones precarias para organismos estatales, (que allanó el camino para los despidos masivos de Macri), la desregulación de las condiciones laborales de los propios docentes bajo diversas formas que se amparan en la LES, y la vinculación con las pequeñas y medianas cooperativas de trabajo locales, que se reivindica como parte de los logros. Esto último consiste en contratar servicios a bajos costos y brindar asesoramiento sin esclarecer que, en muchos casos, o bien estas cooperativas no son otra cosa que formas encubiertas de trabajo precario, o bien en el mejor de los casos la modalidad del cooperativismo implica una competencia desventajosa en el mercado bajo la ilusión de una economía social. De esta manera, a pesar del contexto económico favorable de la última década, el kirchnerismo no alteró los aspectos esenciales de la Universidad que había dejado el menemismo aunque la invistió de un discurso estatalista.
Universidad, mercado y sociedad Resulta interesante retomar algunas de las tesis planteadas por Emmanuel Barot, que tienen su base en considerar la mercantilización de la educación no como un patrimonio propio del neoliberalismo, entendido como la expresión más brutalmente privatista, sino un producto de la economía capitalista:
No es suficiente con criticar la “mercantilización neoliberal”, se trata de comprender la evolución de la relación de los saberes con la forma mercancía, y en particular de la evolución de los “indicadores de performance” [...] Estos indicadores vienen a apoyar la idea de que las formaciones “útiles” son las que llevan a oficios o trabajos “productivos”, todo lo que es “improductivo” debe ser dejado de lado9.
La Universidad alcanzó un salto cualitativo en su masividad incorporando amplios sectores de las clases medias de la mano del boom de posguerra, donde el capitalismo requería de una nueva masa de trabajo intelectual para la “producción reproductiva”. Las revueltas estudiantiles del ‘68 no solo cuestionaban a las anquilosadas organizaciones reformistas y burocráticas sino que atacaban también la Universidad “destinada a formar en masa una mano de obra intelectual, tan especializada como disciplinada”. En el llamado período neoliberal, y con un nuevo golpe de la crisis capitalista mundial que no logra cerrarse desde 2008, este modelo entró parcialmente en crisis en sus aspectos estatalistas, se “aceleró la des-democratización social y la des-masificación técnico-económica del conocimiento y de la investigación, al servicio de un management, la privatización y la austeridad presupuestaria”. Estos elementos explosivos dieron nacimiento a luchas estudiantiles en Francia contra el llamado Contrato Primer Empleo, o contra el Plan Bolonia en Europa. El proceso incluye la prolongación de la mercantilización a esferas no ya de las ciencias “aplicadas”, sino a la investigación social que se busca incorporar productivamente al capital y el desmedro de la teoría social y la investigación que abarque y se oriente hacia las grandes problemáticas sociales. Además genera una integración nueva a las funciones capitalistas tradicionales de la universidad: ...de reproducción ideológica del orden establecido, de cooptación de la pequeñoburguesía, y, sobre todo, de reproducción calificada de futuros ejércitos industriales de reserva10.
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Detrás de la crítica de la Universidad de clase, de la Universidad al servicio de los intereses empresarios, ya sea en forma directa o a través de la trasferencia estatal, se encuentra la crítica de la sociedad de clases para la cual cumple un conjunto de funciones.
alianza obrero-estudiantil. Ambos aspectos entran en juego en tiempos de crisis y ajustes como el actual, que pone en cuestión las ilusiones de ascenso social de amplias franjas estudiantiles planteando la posibilidad de una emergencia del movimiento estudiantil.
Viejas y nuevas contradicciones de la Universidad argentina
La Universidad según los CEO
El discurso kirchnerista oculta que comparte con el macrismo la base de una Universidad del “saber mercantilizado”. Para muestra de esto, puede verse la continuidad de Lino Barañao frente al Ministerio de Ciencia y Técnica. Asimismo, la pretensión de mostrar una “Universidad popular” no se sostiene: el ingreso de los sectores de extracción obrera representa una relación estrechamente pequeña, y se mantiene como principal vertiente el afluente de sectores medios11. Sin embargo, la existencia de universidades masivas también dio lugar al surgimiento del movimiento estudiantil como un actor que se expresa como caja de resonancia de los conflictos entre las clases. Las últimas décadas dejaron planteadas en Argentina nuevas contradicciones: por un lado la importante masividad hoy llega a 1,46 millones de estudiantes universitarios de grado en el sistema estatal12, una cifra significativa para un actor social que, si bien amplió la militancia organizada en las corrientes burguesas y en la izquierda, en la última década estuvo casi ausente de la escena. Por otro, la descentralización en más de 50 Universidades dio lugar a lazos más orgánicos entre los sectores estudiantiles y la comunidad, además de que 13 de ellas están emplazadas en el conurbano con población mayoritaria de hijos de trabajadores. La política de descentralización fue planteada originalmente por el Plan Taquini en los ‘60 bajo la idea desarrollista de acercar servicios cualificados para las empresas locales, luego cobró impulso a través de Lanusse con la idea de desarmar las peligrosas concentraciones de fuerzas estudiantiles después del Cordobazo, y más tarde fue retomada durante el menemismo y el kirchnerismo. Con distintos fines, las oleadas descentralizadoras crearon, como consecuencia no deseada, nuevas condiciones para una
El actual secretario de Políticas Universitarias, un expresidente del Consejo Interuniversitario Nacional que proviene del régimen universitario gobernado por radicales y peronistas, señalaba: “pueden existir leyes y podemos hablar de ingreso irrestricto, pero esto no se refleja en la realidad”. No en una genuina preocupación por garantizar la aplicación del mismo con los recursos que sean necesarios, sino para sentar que “uno de los problemas más fuertes del sistema universitario es que hay una tasa de graduación muy baja”13. Si persiste el hecho de que el 5 % de los jóvenes graduados proviene del quintil de menores ingresos y dos tercios de los graduados corresponden a jóvenes de estratos con mayores ingresos14 no es un asunto en el cual reparar para los CEO. Fiel a la lógica empresarial, de lo que se trata es de mejorar la relación entre el “costo” educativo (presupuesto) y el resultado (graduados). Para ello, “adaptar nuestros estándares a los internacionales”, o “mejorar la calidad de la enseñanza” va ligado, entre otras cosas, a una reducción de gastos mediante el acortamiento de las carreras de grado. Las señales apuntan a continuar la tradición noventista de transferir contenidos a posgrados, pagos –por supuesto–, y recortar así el gasto a cuenta del fisco. Un primer adelanto está poniéndose a prueba en Córdoba, donde el flamante rector radical Hugo Juri ya presentó diversos proyectos que incluyen la reforma de los estatutos para asignar una banca con voz y voto en el Consejo Superior a empresas, ONG y sindicatos. El criterio profundo es seguir perfilando la Universidad para servir a los intereses empresarios, sea aportando sus “recursos” de mano de obra barata (pasantías precarias de estudiantes), desarrollos e investigaciones, o sea más integralmente como vimos, reduciendo los contenidos de
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estudio y la producción de conocimiento a esos estrechos límites. Con contornos inciertos, el proyecto macrista se perfila a cuestionar la masividad e indirectamente la gratuidad de la enseñanza, haciendo de los problemas existentes un argumento a favor de los criterios eficientistas y privatistas; tarea fina que completó en las últimas semanas una lluvia de notas y editoriales de “la corpo” alrededor de los bajos indicadores de graduados en relación a matriculados e inversión. El plan hasta ahora parece ser avanzar “lo más que se pueda” realizando acuerdos con las camarillas que componen la “corporación universitaria tradicional”. Pero la aplicación de grandes contrarreformas que permitan dar rienda suelta a la plena vigencia de la LES hasta ahora, al menos, parecen encontrar una limitante en la relación de fuerzas y el costo que podría implicar poner en pie de guerra al movimiento estudiantil al tiempo que se intenta atacar al movimiento obrero y los sectores populares.
Una Universidad de calidad y al servicio del pueblo trabajador ¿Qué sería entonces, y qué condición de posibilidad tendría, una Universidad verdaderamente de calidad abierta al pueblo trabajador y cuyos saberes estén al servicio de sus intereses? En primer lugar, existe una precondición necesaria para plantearse desterrar la injerencia de las grandes empresas, que es contar con un financiamiento estatal íntegro. La mayor expectativa del kirchnerismo es llevar en 2021 el presupuesto educativo al 10 % del PBI, y el universitario a que al menos alcance el 1 %. Poder realizar lo primero, no en una década sino en el corto plazo, no parece una utopía de otro planeta cuando por ejemplo Cuba destina arriba del 12 %. Un aumento al 2 % del presupuesto universitario es factible si la asignación de recursos no fuese al pago de deuda externa y financiación de subsidios empresarios. Este presupuesto debe alcanzar a cubrir salarios docentes y de los trabajadores del ámbito universitario iguales a la canasta familiar y otorgar rentas y estabilidad laboral a todos »
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los docentes frente a curso terminando con la figura del docente ad honorem y todo tipo de contrato precario. Asimismo para la formación continua en la carrera docente. Permitiría otorgar becas que sostengan los estudios para todos aquellos que lo necesiten, no como las actuales (encima recortadas) que en general cubren el costo de viáticos y algún apunte. Al mismo tiempo, permitiría terminar con el negocio de los recursos propios, con los convenios con empresas y su consecuencia en la injerencia de contenidos, modificar los planes de estudio hacia carreras orientadas según las necesidades del pueblo trabajador y convenios con las organizaciones combativas de la clase obrera. De la mano de una verdadera inversión, se transforma en necesaria la administración del presupuesto bajo el control directo de estudiantes, docentes y trabajadores de la Universidad, y la democratización de los órganos de cogobierno: mayoría estudiantil en los órganos de gobierno, abolición del clientelar claustro de graduados, voz y voto para los trabajadores no docentes, e incorporación de todos los docentes a un único claustro, para que los destinos de la Universidad no queden librados a los arbitrios de las distintas camarillas ni a organismos de control como la CONEAU.
Para garantizar el acceso y permanencia de los sectores que cuentan con educaciones secundarias disimiles, cursos niveladores extracurriculares para quienes consideren que necesario tomarlos. La calidad de la enseñanza debe ser controlada no por organismos como la CONEAU15, sino por una comisión de los científicos más destacados, no vinculados a instituciones privadas ni empresariales, junto a estudiantes, docentes y trabajadores con fiscalización de las organizaciones sociales. Estos serían los primeros pasos, que encuentran su unidad en la anulación de la conocida LES, para garantizar una verdadera educación universitaria, masiva, de calidad, y en función de los intereses del pueblo trabajador.
1. “Ley de Educación Superior: ¿se mantiene el espíritu menemista?”, La Izquierda Diario, 5/11/2015. 2. Gastón Ramírez y Verónica Valdez, “Privatismo ‘nacional y popular’”, IdZ 14, octubre 2014. 3. En el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) se mantiene la alternancia entre el peronismo y el radicalismo. 4. “Evolución del salario de los docentes universitarios”, CIFRA-CTA, agosto 2014. El último conflicto salarial dejó a los salarios docentes por detrás de la inflación.
5. Refiere a docentes nombrados con una categoría menor a la que se correspondería con las funciones que desempeñan, con un menor salario. 6. Ejemplos salientes son los posgrados financiados empresas como Monsanto en Agronomía, UBA, y el convenio con banco Santander Rio. 7. “Empresas megamineras y universidades: YMAD y la distribución de fondos al sistema universitario nacional”, www.opsur.org.ar, octubre 2010. 8. Ver por ejemplo el Centro de Servicios de la UNGS. 9. “¿La ‘mercantilización’ del saber nació con el neoliberalismo?”, IdZ 6, diciembre 2013. 10. Ídem 11. Ver en esta misma revista “La desigualdad educativa”. 12. Anuario 2014. Estadísticas Universitarias Argentinas, Secretaría de políticas universitarias. 13. “Se gradúan 3 de cada 10 chicos que ingresan a la universidad”, entrevista a Albor Ángel Cantard en La Nación, 26/5/16. 14. Ana García de Fanelli, “La cuestión de la graduación en las universidades nacionales de la Argentina: indicadores y políticas públicas a comienzos del siglo XXI”, Propuesta educativa 43, año 24, junio 2015. 15. Comisión Nacional para la Evaluación y Acreditación Universitaria, integrada por diputados (3), senadores (3), funcionarios del gobierno (1), rectores de universidades privadas y ANE (2), y rectores del CIN (3) todos designados por el Poder Ejecutivo Nacional.
La desigualdad educativa Las Universidades del Conurbano ¿ejercicio de un derecho o relato? VANINA MALABRáN Socióloga, docente universitaria.
En un breve libro titulado Filosofía (y) política de la Universidad, Eduardo Rinesi reproduce y articula muchas de las ideas que ha venido exponiendo en artículos, conferencias y congresos educativos. El libro salió a la calle en plena disputa electoral, a finales de 2015, cuando aún no se había definido el triunfo de Cambiemos. En ese pequeño ensayo el exdecano de la Universidad Nacional de General Sarmiento articulaba un discurso “republicano radical” en el cual el Estado ya no es el enemigo a enfrentar, sino el garante en la lucha por la extensión de derechos. Es a través del Estado que los derechos pueden ser garantizados. Ya no se trata de concebir los derechos frente o enfrentados al Estado, esos que Hannah Arendt denominaba derechos negativos y que eran la base del Estado moderno democrático, como el derecho de reunión, asociación o prensa. Esta nueva alianza entre Estado y Universidad permitiría disputar el “sentido” mismo de Universidad,
la Universidad ya no como formadora de elite, sino una Universidad en la cual los hijos e hijas de trabajadores pudieran ingresar, una Universidad que los contuviera y que no los expulsara. Dentro de esta disputa por el sentido mismo de la Universidad es que Rinesi plantea su idea central: la educación universitaria de calidad para todos y todas debe ser entendida como algo que él, recreando el imaginario jacobino, formula como un derecho humano universal. Es en este sentido que según Rinesi algunas de las antiguas universidades del conurbano y casi todas las bautizadas universidades del Bicentenario apuntaron a incorporar estudiantes al sistema universitario provenientes de aquellos sectores sociales que no estaban incluidos en las llamadas universidades tradicionales, como la UBA o la Universidad de la Plata. Esta incorporación está en la base del ataque que han recibido a menudo de los sectores conservadores y reaccionarios que
las han identificado como universidades “para pobres”, o de “baja calidad educativa”, de la misma manera que se las defiende sin evaluar las contradicciones del propio discurso que apunta a democratizar el derecho a la inclusión de los jóvenes trabajadores a la educación universitaria. El conurbano bonaerense agrupa a más de 11 millones de habitantes y en la actualidad cuenta con doce Universidades de gestión estatal. Siete de esas Universidades fueron creadas entre los años 1989 y 1995, como la Universidad de la Matanza, Quilmes, Tres de Febrero, San Martín, General Sarmiento, Lomas de Zamora y Lanús. Otras cinco Universidades fueron creadas luego del año 2010, las llamadas Universidades del Bicentenario entre las cuales se encuentran la Universidad Arturo Jauretche, las de Avellaneda, José C. Paz, Moreno y del Oeste. Es interesante destacar en este punto que en realidad estas universidades, inclusive las
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creadas bajo el menemismo, fueron planteadas inicialmente por el peronismo con dos objetivos. Por un lado, disputar el peso de los radicales en el sistema universitario. Por otro, reforzar el poder territorial de los intendentes del GBA. Como subproducto de su creación, permitieron la incorporación de sectores de trabajadores a la población universitaria. Esta orientación en la creación de las nuevas Universidades no cambió bajo el kirchnerismo, aunque la trayectoria y la vinculación con los poderes territoriales han seguido caminos diversos. Si el subproducto de la creación de estas Universidades ha sido la incorporación de sectores de trabajadores a la población universitaria, para Rinesi y para las llamadas Universidades del Bicentenario, el objetivo de atraer a los jóvenes trabajadores y trabajadoras, a quienes se suele denominar como la “primera generación” de universitarios, ha sido parte central de su discurso político. Según el rector de la Universidad Arturo Jauretche, Ernesto Villanueva, el 95 % de los recibidos de esta joven Universidad son la “primera generación de universitarios”. De hecho, en el conflicto docente y estudiantil que se desarrolló en el pasado mes de mayo, los docentes y coordinadores de programas organizaron clases públicas y abrieron el micrófono a los estudiantes en una de estas Universidades. En esa actividad se podía apreciar la diferencia entre los estudiantes de estas Universidades y los de la UBA. Las y los estudiantes que tomaban el micrófono hablaban de su realidad, de sus condiciones de vida y laborales, de que habían terminado la secundaria en el Plan Fines, de que eran madres y padres adolescentes, de que sus familias en muchos casos no habían terminado la primaria y eran contrarios a que estudiaran, y de que ahora el gobierno de Macri venía a quitarles un derecho que con mucho esfuerzo apenas estaban ejerciendo. En las estadísticas, estas desigualdades en las condiciones estudiantiles se pueden constatar. Por ejemplo, el 20 % de los estudiantes de la UBA provienen de padres cuyo máximo nivel educativo era la educación primaria en el año 2004, este porcentaje se eleva a 45 % entre los estudiantes de la Universidad Nacional General Sarmiento en el año 2010. Si analizamos la proporción de estudiantes que trabajan de ambas Universidades, la proporción es similar: el 59 % en la UBA y el 54 % en la UNGS. En la década de los ‘60, en una análisis ya consagrado sobre la estructura de clase de los estudiantes universitarios, Pierre Bourdieu comprobaba científicamente la frase que luego los insurrectos de mayo del ‘68 iban a gritar en las calles: “el 95 por ciento de los hijos de obreros en las cárceles, el 5 por ciento en las universidades”. Pierre Bourdieu, él mismo el hijo de una familia campesina, hacía una comparación que es útil para pensar la realidad actual de la población estudiantil universitaria. Decía que mientras los dueños de
industrias y comercios constituían el 12 % de la población activa, representaban el 18 % de los estudiantes universitarios, en comparación los obreros representaban el 33,8 % de la población activa y solo el 6 % de los estudiantes universitarios. Respecto de la matrícula estudiantil, entre los años 2013 y 2014, mientras la cantidad de estudiantes de la UBA ha disminuido un 18 % llegando a 260.216 estudiantes, las universidades del conurbano han aumentado un 8 % llegando a una población de 172.432 estudiantes1. La igualdad educativa en el terreno de la Universidad tenía su contraparte en la desigualdad educativa real anclada según el sociólogo en las diferencias de clase de la sociedad. Esta desigualdad educativa se beneficiaba además de toda una serie de dispositivos como el mérito, la herencia cultural, el sistema de evaluación, el falso igualitarismo de los educadores, entre otros. Es decir, a las dificultades materiales se sumaban toda una serie de dispositivos que tendían a imponer la “elección de los elegidos”. Las Universidades del conurbano no escapan a estas contradicciones. A lo largo de estos años ha crecido el número de estudiantes de estas Universidades, que son de tamaño pequeño y mediano, pero la incorporación de sectores trabajadores no ha alcanzado aún a acercarse a la relación entre el peso que poseen éstos en la sociedad y en la Universidad. Luego, como los mismos rectores reconocen, se enfrentan al problema de la deserción que ocurre en los primeros años de las carreras. El salto educativo y las dificultades laborales y familiares de estos sectores tienden a elevar la tasa de deserción. Las distintas Universidades, sobre todo las del Bicentenario, recurrían
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a una serie de programas de tutorías y talleres optativos para ayudar a suplir estas dificultades, pero estos programas no resuelven las dificultades materiales que están en la base de la deserción y el desaliento que sufren para concluir los estudios. La mirada “republicana radical” de un sector del kirchnerismo transforma a la Universidad en reparadora o compensadora de estas desigualdades, pero lo hace sin atacar el contenido de clase en el cual están insertas. El papel del Estado y su vinculación con un proyecto universitario democratizador viene a compensar estas desigualdades educativas y reales sin profundizar por ello en el cuestionamiento de la estructura de clase de la sociedad. Y si a esta mirada le sumamos la ilusión de una autonomización del papel del Estado, tenemos los componentes de una ilusión política que cree romper la relación entre estructura de clase y el ejercicio del derecho a la Universidad. Consideramos que solo atacando las desigualdades de clase de la sociedad, subvirtiendo estas relaciones en sentido anticapitalista y socialista, es que podremos lograr que la inclusión de los trabajadores sea una realidad. Bajo el régimen social actual, aquellos que ingresan a la Universidad, sin tomar el problema de la permanencia y egreso, son un pequeño sector de la clase trabajadora y los sectores populares. Además, el acceso a la Universidad no rompe la desigual estructura de clase de la que es producto, sino que las universidades bajo el régimen capitalista ofician de formadoras de mano de obra calificada, de objetos de explotación. 1. En base a datos del Departamento de Información Universitaria, dependiente de la Secretaría de Políticas Universitarias.
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Fotografía: Fernando Lendoiro
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Diálogo con el autor de Los cuatro peronismos.
Horowicz: PASADO Y PRESENTE DE LOS PERONISMOS PAULA VARELA Y FERNANDO ROSSO Comité de redacción. La prueba para todo clásico es la resistencia al paso del tiempo. Sucede en distintos ámbitos: en la literatura, en el cine y hasta en el deporte. El ensayo de Alejandro Horowicz, Los cuatro peronismos ya atravesó tres décadas en la vertiginosa Argentina y sigue resistiendo con aguante. El libro es una lectura ineludible para quien pretenda entender desde la izquierda el movimiento político que marcó la segunda parte del siglo veinte argentino y sigue generando controversias y debates en el presente vidrioso que le toca vivir, luego de la derrota que sufrió en las elecciones del año pasado. En 2015 se cumplieron 30 años de su primera edición a mediados de los años ochenta. En diálogo con Ideas de Izquierda, Horowicz realizó una síntesis con nuevos aportes a su periodización del itinerario del
peronismo, pero además no se privó de plantear también algunas definiciones sobre el momento político actual: el balance del kirchnerismo, las posibilidades y límites de Macri, la realidad del movimiento obrero y la tragedia de sus conducciones, que están jugando un rol clave para la estabilización del nuevo gobierno.
Los cuatro peronismos Hombre de definiciones fuertes, Horowicz es una ametralladora de frases que resumen conceptos. Cuando nosotros miramos la sociedad argentina entre 1945 y 1975, lo que vemos son variantes del Plan Pinedo, resueltas, ejecutadas con distintas apoyaturas sociales, con distintas alianzas de clase, con distintas hegemonías.
De ese modo establece el piso común de los tres primeros peronismos y la profundidad del giro que significó el cuarto: ni más ni menos que un cambio de plan para la sociedad argentina. Pero establece también el centro de la pregunta con la que va a mirar al kirchnerismo y con la que dará una respuesta lapidaria: ¿Cuál fue el programa del kichnerismo? Ninguno, el kirchnerismo nunca tuvo programa en el sentido estricto del término. Después de allí, la circulación por 1945, por la resistencia y por los inicios de los ‘70, es un despliegue de reflexiones sobre Perón, el movimiento obrero y la nueva generación de jóvenes que parió Cuba. Un despliegue ácido en el que Horowicz reincide insistente en zigzaguear entre los conceptos que permiten comprender la historia y las personalidades que, por virtud o defecto, protagonizan “instantes de peligro”.
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El 17 de octubre es el que funda el peronismo, porque no es Perón el que hace el peronismo, es el movimiento obrero el que hace el peronismo. A tal punto que cuando vos lees las cartas de Perón a Evita el 13 de octubre le dice que va a escribir un libro, que se van a casar, no que va a ser candidato a presidente de la república cuatro días más tarde, no tiene la más pálida idea. Porque es un coronel, y el coronel en el momento en que sus camaradas militares de Campo de Mayo le hacen un corte de manga, se va a la casa y se terminó. Punto. El movimiento obrero inventa al peronismo defensivamente, y lleva, construye, la fuerza política que es un partido basado en los sindicatos simplemente porque sintetizaba exactamente una experiencia real, ni más ni menos. El Partido Socialista y el Partido Comunista habían abandonado sus direcciones sindicales y en una fenomenal pelea al interior del movimiento obrero surgió una nueva dirección con una nueva movilización y una nueva jefatura. Ahora…. Perón se ocupa de destrozar al Partido Laborista y de destrozar la dirección del 17 de octubre y con eso consigue el 11 de septiembre de 1955.
Ni bien enuncia una definición, Horowicz se ocupa, ligero, de presentar la contradicción. No solo como presupuesto o procedimiento para pensar (¿la contradicción como motor de la historia?), sino como recurso, como estilo. En 1955, Perón consigue que Lonardi, un general retirado con una pistola 45, dé vuelta como una media el Ejército. Porque ese general está dispuesto a matar y a morir, y el general Perón no está dispuesto a hacer tal cosa, y esta diferencia construye la diferencia. Y la dirección del movimiento obrero que había quedado en una dirección “sí Juan”, sirve para decir “sí Juan”, es decir, para nada, no porque no hubiera voluntad de combate en esa base, que surgió espontáneamente 200 veces, sino porque había ahí sí, una falta de dirección objetiva que él se había ocupado de construir.
El movimiento obrero que inventa el peronismo, el peronismo que inventa a Perón con mayúsculas y Perón que se ocupa de construir el límite del movimiento obrero. En el medio, un general (Lonardi) que está dispuesto a morir (o por lo menos es convincente al respecto), y un coronel (Perón) que nunca estuvo dispuesto a morir (¿porque el programa que le dio existencia es demasiado contradictorio?). Así se cierra el primer peronismo y se ingresa al segundo (1955-1973), sobre el que no vamos a charlar mucho. El tercero se abre paso rápidamente, un poco porque a Horowicz lo remite a escenas que ya cuenta en primera persona (como Villa Constitución), otro poco porque
el kirchnerismo (que inevitablemente flota en el estudio de techos altos y paredes-biblioteca) abusó de él como imagen y banalización. Villa constitución es decisivo porque es el primer momento donde un grupo de militantes obreros socialistas a cara descubierta como socialistas ganan la seccional de la UOM: era nada menos la quiebra política del segundo peronismo. Ahora, el segundo peronismo no tenía solo esos enemigos. Para el General, cuando estaba en España, esos también eran sus enemigos, por eso le da bola a los muchachos, si no le daba bola a los muchachos no podía mover un alfiler. En 1964 cuando intentan el Operativo Retorno, queda absolutamente claro que no tiene nada, que depende de lo que los otros quieren mover, si los otros no quieren mover, no mueven. Los viejos peronistas del ‘45 se fueron a la casa en el ‘55 porque Perón los mandó a la casa. Y cuando vos mandás a alguien a la casa los mandás sin pasaje de vuelta. Te putean, pero no vuelven. Si vos mirás las edades de los tipos que dirigen en el Cordobazo, vas a ver que son todas posteriores al ‘45. Tosco en el ‘45 no existía. Entonces vos ves cómo ahí sale una nueva generación a la cancha. Con esa generación Perón no tenía nada que ver. Perón le da bola a los montoneros y a todo el mundo, los invita a todos a entrar al movimiento. ¿Porque hace eso? ¿Le da un ataque de democracia tardía? No. No tenía opción, era eso o nada. Perón también juega con lo que hay en la cancha. Los otros hacen el metafisiqueo pelotudo de que el peronismo es eterno, por lo tanto si estuvo acá y está acá, estuvo también en el medio… Pero si nosotros leemos con cuidado, incluso las elecciones, Perón gana en el ‘51 con el 62 % de los votos, es decir que tiene más de 4 millones y medio de votos en 1951. Cuando vos mirás el voto en blanco de las elecciones constituyentes de 1957 que es mayoritario, ves 2 millones 200 mil votantes: se le fue la mitad. Cuando vos ves las elecciones a Frondizi, todavía 800 mil votantes lo hacen en blanco. El chiste era ¿qué pasaba si Perón no daba la orden de votar a Frondizi? ¡Votaban a Frondizi igual! La gente no es boluda. La gente elige entre lo que tiene para elegir. Entonces vos ves una situación: el costo político de la derrota del ‘55 es el despedazamiento del primer peronismo y la puesta en cuestión de quién manda, quién dirige. Eso no quiere decir que el peronismo no tiene militantes, no estoy haciendo una especie de tabla arrasada. Pero al mismo tiempo muestra el fenomenal retroceso que el golpe del ‘55 supone para el campo popular.
Contra el metafisiqueo que ayer se coreaba en multitudes y hoy se repite sin alma en pasillos académicos y patios cerrados, Horowicz opone la historia.
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El segundo peronismo estalla finalmente en dos oportunidades. El 20 junio 1973 donde queda claro que el tercer peronismo es la Tendencia, el peronismo reconstruido en las condiciones de la Revolución Cubana; esto es, el peronismo cuando Perón tiene que cambiar sus tres banderas y pasar de independencia económica, soberanía política y justicia social, a independencia económica, soberanía política y socialismo nacional. Es cierto que el General nunca nos explicó muy detenidamente de qué clase de socialismo se trataba, y cuando nos explicó, nos contó el socialismo sueco. Pero conviene entender que no era esto lo que los muchachos tenían in pectore y la idea de que vos podés convocar a cientos de miles y que esto es gratis, esto es una idea profunda y totalmente ingenua. IdZ: ¿Vos crees que tenía esa ingenuidad? Hay una discusión muy interesante que no tiene estatuto suficientemente público, pero hay esquirlas que aparecieron hace un rato ya. Una es un diálogo entre Jorge Antonio y Perón, donde Jorge Antonio le dice “Juan, estos pibes no te deben la bicicleta, no te deben nada, Juan” el tipo entendía cómo era eso. Y la segunda parte es un diálogo entre la dirección montonera y Perón en Roma. El diálogo tiene dos partes. Escena uno, Perón les dice algo que no se entiende, dice que “el padre hace subir al hijo con una escalera a un altillo y después le saca la escalera”, y remata así “ni en el padre se puede creer”. Más allá
ALEJANDRO HOROWICZ Horowicz es un reconocido intelectual y ensayista, profesor titular de Los cambios en el sistema político mundial en la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, autor además del clásico ensayo sobre el peronismo, de libros como Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional (Edhasa, 2012); Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina (con Antonio Negri y otros, Paidós, 2003) y El país que estalló (Sudamericana, 2005). Ahora trabaja en una obra en tres partes sobre la derrota del socialismo, donde rastrea entre otras cosas, las formas de “doble poder” que germinaron en la revoluciones rusa y francesa. »
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política
del carácter enigmático del relato, lo que podemos decir son presunciones, vamos a dejar esto stand by. Escena dos, el Brujo los invita a tomar un café. Y el Brujo era un tipo monótono, aburrido, no es un tipo con el que vos elegirías espontáneamente tomar café. Pero bueno, era el secretario de Perón. Entonces el Brujo les cuenta la siguiente historia: les dice que él es el guitarrista malo de Gardel, entonces silencio. Gardel cuando arranca era un payador, y los payadores apenas se conocen dos acordes de guitarra, y Gardel cantaba como cantaba un payador, no era Corsini. Pero Gardel, como es Gardel, inventa el tango canción, y cuando inventa el tango canción ya no le alcanzan los guitarristas muy malos que tenía y necesita un guitarrista mejor y consigue uno muy bueno. Pero claro, como es un guitarrista muy bueno, también puede hacer conciertos solo, puede tener una carrera propia. La moraleja era que él siempre iba a estar con Perón, porque él no podía hacer una carrera política propia, y los montoneros sí podían. Entonces lo que estamos viendo es un fenómeno de surgimiento de una nueva dirección política que tiene como referencia a Perón, pero Perón no está sentado en el Estado como en 1945, no tiene un segmento de las Fuerzas Armadas como en 1945 y no tiene nada de lo que tenía en 1945; está solo en España. Y quiere recobrar el comando del movimiento y descubre que los nuevos militantes se referencian en él a través de esta nueva dirección, no a través de la dirección sindical, y ahí se produce la tensión fenomenal entre el segundo peronismo, lo que queda del segundo peronismo (Vandor ya está muerto) y el naciente tercero. El punto de conflicto entre esas dos corrientes es el 20 de junio, la ingenuidad de la dirección montonera rifó la dirección del movimiento. Si simplemente ellos hubieran hecho el control perimetral de Ezeiza para el que no tenían ninguna clase de dificultad porque tenían fuerza propia para hacerla y además tenían al ministro del Interior. Y si Perón bajaba el 20 de junio en Ezeiza y la multitud gritaba “reviente quien reviente, Perón es presidente”. ¿Qué pasaba? ¿Quién iba a impedir que eso fuera así? ¿Dónde estaba el límite? Perón no tenía intención de ser presidente por una insurrección social triunfante porque eso suponía una radicalización de su movimiento donde el programa que enarbolaba no tenía la más mínima importancia, porque cabalgaba una dinámica con un conjunto amplísimo de
militantes que eran socialistas y que se planteaban una versión del socialismo, podemos estar más de acuerdo o menos de acuerdo con esa versión, ese es otro problema. Entonces estamos aquí en presencia de una posibilidad histórica que fue perdida porque los montoneros eran peronistas, confiaban en la dirección política del General, esperaban que el General resuelva la cuestión, y el General resolvió la cuestión como el General resuelve la cuestión: les dejó la universidad, todo lo demás no.
Pero esta resolución del General no alcanza a resolver. Porque imbricado con este relato en que los personajes, brillantes u oscuros, obran de protagonistas, lo que hay que resolver no se juega en el terreno de las personas, ni siquiera en el de la dirección montonera como dirección del tercer peronismo. Se juega en el campo de la imposición de un nuevo programa del partido del Estado que expulse del peronismo, pero también la “ciudadanía” conquistada, a la clase obrera. Lo que hay que resolver es la otra guerrilla, la fabril. Y para ser el destacamento de vanguardia de esa guerra, Perón recluta tropa propia: la Triple A. El tercer peronismo dura en tensión extrema con el segundo todo el tiempo. Perón se ocupa de acorralarlo prolijamente y por eso los movimientos contra el gobernador de la provincia de Buenos Aires, contra el gobernador de la provincia de Córdoba, y no se concluye con la provincia de Mendoza a la que no destituyen. Son todos movimientos para recuperar administrativamente el control político de su fuerza, el costo de esto es un grado de tensión que estalla el 1º de mayo de 1974 en la Plaza de Mayo. Y Perón expulsa a todo el segmento dinámico. El secreto de la aparición de la Triple A es simplemente el secreto de la ausencia de militantes que no fueran militantes de la tendencia. No estoy diciendo que fueran simplemente mercenarios, pero no funcionaban sin la billetera atrás y sin aparato del Estado, eso está claro. Y eso es porque Perón sabía que si permitía que el Ejército entrara a la represión perdía el control político. El único modo que tenia de conservar el control político de su propia situación respecto al bloque de clases dominantes, respecto a la naturaleza del estado y respecto al conflicto interno en su propio movimiento, era tener tropa asalariada que reclutaba en la policía. Por eso yo digo en Los cuatro peronismos que el pase de
Cabo de López Rega a Comisario Mayor, no es una estupidez fantástica, tiene que ver con una necesariedad lógica de la estructura que está armando. Perón no hacía las cosas de cualquier manera, y esto no es una inferencia. Perón convoca en enero de 1974 a los diputados de la Tendencia, con sus entorchados de Teniente General, después del ataque del ERP a Azul (disparate atómico, de la irresponsabilidad máxima, pero ese es otro problema), y les dice “a la violencia se responde con la violencia, lo haremos dentro de la ley o fuera de la ley”. Esto y explicar la Triple A es exactamente lo mismo. Perón no se andaba con chiquitas. Es verdad que Perón manejaba eso a escala homeopática. Y que López Rega, cuando él muere, lo maneja de otro modo. Pero la relación entre las dos cosas es una relación de causa y efecto.
La salida del infierno no es un programa político El infierno que comienza con la Triple A en vida de Perón es conocido por todos y todas. El infierno después del infierno se llama, para Horowicz, la democracia de la derrota, el proceso que arranca en 1983. Sus momentos en la hiperinflación de fines de los ‘80 y la desocupación masiva de fines de los ‘90, son los que prepararon la crisis del cuarto peronismo. Crisis como resquebrajamiento de su programa del ajuste (o, en sus términos, el “programa del partido del Estado”), y crisis como aparición de un movimiento popular sin dirección y sin programa, pero existente: el 2001. Sobre esa curva de la historia se asienta la llegada del kirchnerismo, obligado a hacer variaciones sobre el “programa del ajuste”, obligado a hacer homenajes a los hacedores del “que se vayan todos”, pero no obligado a proponer, porque “cuando se está en fondo del pozo, todos los tranvías te llevan a algún lado”. El kirchnerismo no es ni continuación simple y lineal del cuarto, ni mucho menos restitución del primero, el segundo o el tercero. Pero tampoco llegó a materializarse como un quinto peronismo. El kirchnerismo fue el peronismo sin programa. Conviene recordar tres cosas: primero la crisis de representación brutal del orden político. Los tipos que podían ganar la interna radical, sacan menos votos en la nacional que en la interna. Elecciones del 2003, el radicalismo saca nada, pero los votos del radicalismo los tiene el “Bulldog” (Ricardo López Murphy, NdR) y “Lilita” (Elisa Carrió, NdR).
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Tienen los votos, pero no tienen el aparato. El sistema político está organizado de modo tal en que ejerce el monopolio de las candidaturas y no hay modo de ser candidato sino a través de esa lógica política. Ese es el poder institucional de ese sistema. Por lo tanto los que se ríen de él no son más que liberales bienpensantes, en realidad malpensantes, porque están perdiendo de vista cuál es el papel objetivo que cumple este sistema electoral. Con esa rara combinación de puntero de Lomas de Zamora y de estadista que tiene Duhalde, entendió perfectamente esto y entonces organizó una interna “externa”: tres candidatos peronistas disputaban las elecciones nacionales. Conviene recordar quién ganó en la primera vuelta y con cuánto: Carlos Saúl Menem, después del 2001, después del “que se vayan todos”, gana la primera vuelta. Y un ignoto gobernador sureño, que no movía el amperímetro y que solamente la masa de intendentes del conurbano bonaerense, gobernado con mano de hierro por Duhalde, le dio el caudal que le dio y le otorgó la visibilidad pública que no disponía de antes de las elecciones. Se produce este primer fenómeno, y acá viene la cuestión: cuando uno está en el fondo del pozo, las discusiones ideológicas tienen muchas limitaciones. Podemos discutir si vamos a pagar o no vamos a pagar, cuando hay plata para pagar. Cuando no hay un cobre, no hay modo de discutir cómo vamos a pagar. Por lo tanto, todos los tranvías que nos llevan a alguna parte nos sirven. Entonces viene acá el fenómeno siguiente: el kirchnerismo, logra salir del fondo del pozo, pero hay dos cosas que no logra. Primero, salir del fondo del pozo no es un programa. Salir del fondo del pozo es cambiar las condiciones elementales de existencia. Pero cuando llega el momento de definir un programa, el kirchnerismo no puede definir un programa. Y cuando digo no puede lo digo en literalidad. Cuando uno mira los programas históricos del peronismo. El de Gelbard, el de Huerta Grande, el de La Falda, el del Primer Plan Quinquenal, son todos programas con objetivos explícitos y públicos. Ahora bien, el kirchnerismo no plantea programa, desaparece de la lista del debate político argentino el programa, porque el bloque de clases dominantes ya no tiene más programa. Su programa es hacer todos los negocios y permitir que la estructura del Estado les asegure todos los instrumentos para ejecutar
los negocios. Razón por la cual no tiene programa y no tiene sector burgués “orgánico” atado a su propia peripecia política. Por eso la discusión es sobre Lázaro Báez, y cuando uno investiga a Lázaro Báez va a parar a los segmentos orgánicos del bloque de clases dominantes. IdZ: Bueno pero, ¿lo de Lázaro Báez no es también el intento de construir una “burguesía nacional”, lo que planteaba Néstor Kirchner al principio y termina en esto? La idea de que se puede construir una burguesía nacional forma parte de las fantasías reaccionarias de 1945. En 1945 había condiciones dónde eso políticamente existía. En una oportunidad yo participé de un seminario que hizo la universidad de México, la UNAM, en 1974, sobre la existencia o la inexistencia de la “burguesía nacional”. Estaba en ese seminario, habían invitado a Mandel (Ernest, NdR) y propuso cambiar el eje, y ese cambio de eje fue absolutamente ilustrativo. Mandel dijo “se puede discutir hasta el infinito la existencia de una ‘burguesía nacional’, lo que no se puede discutir es la existencia de movimientos políticos que actúan en nombre de esa ‘burguesía nacional’”. Ese es a mi modo de ver el modo de resolver, cortando el nudo gordiano de este conflicto. Ahora, una cosa es que existan movimientos políticos que intenten representar la burguesía nacional y otra cosa es que un movimiento político que intente representar a la burguesía nacional pueda crear a una burguesía nacional. Esa es una trivialidad trágica. Porque lo que se puede hacer no es una “burguesía nacional” sino lo que el diario La Nación llama el “capitalismo de amigos”.
Y ahora qué pasa
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dónde vas a sacar la guita, no tiene resto, en este momento si hubiera un paro general y el tercer cordón decide moverse, el gobierno se cae.
Esto introduce una cuestión clave en toda la obra de Horowicz: el movimiento obrero. Como en el diálogo con Juan Carlos Torre1 y Daniel James2, la pregunta por el movimiento obrero llevó a la alternativa de “la columna o la cabeza”. Si miramos esto respecto del ‘45 estamos hablando de una fantasía. Y la idea de reconstruir el ‘45 es una fantasía reaccionaria, en primer lugar porque no hay modo y en segundo lugar porque no se trata que en la nueva construcción la clase obrera sea la columna vertebral, se trata de que sea la “cabeza de”. Entonces esta es la primera diferencia que tenemos con todas las versiones de todos los peronismos. Antes los obreros cotizaban, formar parte de un sindicato era poner plata para que el sindicato exista, poner plata para que el militante milite. Cuando la red de militancia que sostiene el sistema de activistas empieza a resquebrajarse, los recursos empiezan a faltar, entonces Vandor sustituye los recursos de la militancia por el recurso de los lapiceros, pero todavía los lapiceros estaban al servicio de la política de la UOM, no la UOM al servicio del negocio los lapiceros. El cuarto peronismo rompe con el movimiento obrero, no con la cúpula sindical sino con los trabajadores. Lo que estamos viendo ahora en los sindicatos es el momento en que los dueños de los negocios se hicieron cargos de los sindicatos, no los negocios que los sindicatos controlaron.
Impiadoso con Mauricio Macri, Horowicz sentencia: “es un gerente y los gerentes no deciden, sino que ejecutan órdenes que deciden otros y ningún burgués está preocupado por el destino de un gerente”. Más estructuralmente opina que las posibilidades de éxito de Cambiemos dependen en gran parte de las condiciones internacionales: “yo creería que le puede ir bien si hubiese alguna perspectiva de resolución de la crisis mundial, pero no es eso lo que se divisa en el horizonte”. En torno a las contradicciones internas del “plan” de Cambiemos es categórico:
1. Véase, “La idea sería que el gigante se vertebre”, entrevista con Juan Carlos Torre, IdZ 4, octubre 2013.
si vos en cinco meses te morfaste la quita de las retenciones, entonces explicame de
2. Véase, “La interpelación actual del peronismo es algo muy frágil”, entrevista con Daniel James, IdZ 2, agosto 2013.
IdZ: Ayer estábamos discutiendo: Moyano está sosteniendo a Macri con unas ganas… Por supuesto, pero es que Moyano no es idiota, si la dinámica política fuera la del paro general y la movilización, nuestro espacio sería enorme, no tendríamos manos suficientes para recoger lo que hay que recoger. Tendríamos que organizar organizaciones de organizaciones.
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ECONOMíA
Ingreso y condiciones de trabajo
SIN SALIDA DEL PURGATORIO
Ilustración: Natalia Rizzo
El libro Hora de balance, compilado por Javier Lindenboim y Agustín Salvia, permite una mirada a la evolución de las condiciones de trabajo, distribución del ingreso, y otras condiciones socioeconómicas durante los años kirchneristas. MÓNICA ARANCIBIA Economista, redacción de La Izquierda Diario. El libro Hora de balance: proceso de acumulación, mercado de trabajo y bienestar. Argentina, 2002-2014 del economista Javier Lindenboim1 y el sociólogo Agustín Salvia2 (coordinadores), ofrece una mirada descarnada sobre los límites que encontró la recomposición de los salarios y condiciones de trabajo durante la supuesta “década ganada”. El libro es el resultado de un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Buenos Aires que toma el período poscrisis del 2001 y analiza el mercado de trabajo y su composición, la precarización laboral,
los niveles de ingreso, y desigualdad. Lo interesante es la comparación de estas variables con la década de los ‘90, un trabajo completo y riguroso sobre todo el período posconvertibilidad.
Problemas estructurales en Argentina El trabajo inicia con una elaboración a cargo de Juan Graña, que a través de categorías marxistas pone de relieve condicionantes estructurales de la acumulación de capital en la Argentina que imponen un límite estrecho a las aspiraciones. Señala además algunas tendencias generales que el capitalismo a través
de la competencia le impone a las empresas, y más específicamente a las que no logran sostener su competitividad. Se verifica un modelo cuya viabilidad depende de salarios bajos, endeudamiento externo, renta agraria y que se caracteriza por tener niveles de productividad por debajo de la media internacional. El crecimiento iniciado hacia fines de 2002 fue importante por su magnitud y su capacidad de generar empleo, un crecimiento que estuvo basado en la devaluación que provocó un deterioro de los salarios, protección del mercado interno, caída de los costos y la competencia internacional. Estos procesos pusieron
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en funcionamiento a las empresas más rezagadas. La renta de la tierra, multiplicada por los precios internacionales en aumento, jugó un rol en la demanda necesaria para adquirir las mercancías que se estaban produciendo, una parte de esa renta se redistribuyó por parte del Estado nacional en función de retenciones, subsidios y transferencias. A partir de 2008 la economía no siguió creciendo de la misma manera. Según Graña, la clave, nuevamente, se encuentra en que las condiciones estructurales de la economía argentina no se han modificado ni en uno ni en otro momento. La productividad promedio de la industria continúa creciendo por debajo de los estándares internacionales y su heterogeneidad interna se mantiene (p. 71). La productividad emerge nuevamente como límite estructural. También, la renta de la tierra se volvió insuficiente por la desaceleración de los precios internacionales y la imposibilidad de continuar subiendo las retenciones, así el Estado no pudo seguir redistribuyendo de manera directa esa renta. Los limitantes estructurales comienzan a operar de manera directa.
La precarización laboral vigente El empleo, la estructura de los ocupados y los niveles de precariedad son estudiados en varios capítulos del libro. En los resultados se verifica la recuperación del empleo luego de la crisis del 2001. Los ocupados crecieron en términos absolutos un 33 % entre 2003 y 2013, pero se distinguen dos etapas diferentes en el período, una de 2003-2006 y otra de 2007 a la actualidad. En los dos tramos la cantidad de ocupados aumenta con una dinámica diferente. En el primer período la cantidad de ocupados aumenta un 19 %, cuando en el segundo período el crecimiento cae un 10 %. Es decir que hay un relativo estancamiento en la evolución de la cantidad de ocupados en los últimos tres años. Las condiciones laborales son analizadas por Jaccoud, Monteforte y Pacífico, quienes observan que al comienzo de la época de la posconvertibilidad más del 40 % de los asalariados tiene un trabajo sin aportes sociales (precario). Luego en el transcurso del período se reduce ese porcentaje pero sigue en niveles altos del 34 %. Los investigadores afirman que los puestos de trabajo no registrados para el total de la economía no han verificado un
patrón de comportamiento diferente al de la década de los ‘90.
Trabajadores precarios con rostro femenino y juvenil El universo de los trabajadores precarios incluye a dos sectores importantes, las mujeres y la juventud. Arakaki revela que la participación de las mujeres tanto en el empleo protegido como en el empleo precario ha aumentado durante el período 1995-2012. Según datos de la EPH, la media de la etapa estudiada fue del 34 % de mujeres con empleo protegido y 29,8 % con trabajo precario. Si se toma la fecha entre puntas, se observa que la participación de las mujeres en el universo de los protegidos en 1995 era inferior al del cuarto trimestre de 2012, mientras que las trabajadoras precarias eran en 1995 menos que el porcentaje alcanzado en el cuarto trimestre de 2012. La juventud presenta porcentajes altos de precarización. A pesar de que descendieron levemente los porcentajes durante el período de octubre de 1995 al cuarto trimestre de 2012 los jóvenes con empleo precario de 18 a 24 años pasaron de 35,3 % a 29,4 %. Por su parte, el sector de 25 a 34 años con empleo precario aumentó de 26,2 % a 30,7 % en la misma fecha.
No basta estudiar para conseguir un buen empleo La conocida frase “si uno estudia obtendrá un mejor trabajo” no se comprobó en las décadas pasadas. Los análisis verifican que aumentó el porcentaje de trabajadores de nivel educativo medio/alto dentro del universo de los trabajadores precarios. En base a datos de la EPH, los trabajadores precarios con ciclo universitario completo pasó en octubre de 1995 de 6,4 % a 8 % en el cuarto trimestre de 2012. Los cambios estructurales y educativos sobre el acceso a un empleo de calidad son investigados por Salvia y Vera quienes concluyen que el nivel educativo no fue una condición suficiente ni necesaria para obtener un empleo de calidad. En la década de la convertibilidad el empleo se deterioró afectando al conjunto de los trabajadores independientemente de su nivel educativo. Durante la década pasada se revirtió el proceso de destrucción de empleo pero el aumento de empleo de calidad no implicó un cambio
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en la distribución sectorial del capital educativo de los trabajadores. En resumen, los autores sostienen que “la calidad del empleo y el nivel educativo requerido han estado y continúan estando principalmente determinados por el tipo de demanda laboral que genera cada sector económico ocupacional” (p. 238). Y agregan que más allá de las mejoras laborales alcanzadas durante la fase de posconvertibilidad (20042012), el aumento de la demanda de empleo y las medidas de protección laboral no parecen haber generado una mayor integración sectorial en materia de calidad de empleo y recursos humanos calificados (p. 238).
¿Y el salario real? Otro tema controversial en la década pasada es la evolución del salario real, cuestión que estudian Jaccoud, Monteforte y Pacífico. La década de la convertibilidad dejó un saldo neto de caída del salario real que se agudiza con la crisis del 2001. El deterioro del salario real que se vio en 2001-2003 recién logró recuperarse en 2009. En ese año alcanzó los valores del 2000. El saldo de la década de la posconvertibilidad es que el salario real no logra aumentar lo suficiente para mejorar los valores máximos obtenidos en los ‘90, se ubica un 3 % por debajo del mejor nivel salarial de dicha década. La devaluación del 2002 causó la reducción de las remuneraciones reales de la fuerza de trabajo. Luego en la etapa 2004-2012 los salarios se recuperaron y esta recomposición fue tolerada por los empresarios porque el aumento de la tasa de ganancia en los años previos había sido muy importante. Pero la mejora en los salarios no fue para todos los sectores igual. El sector formal aumentó sus salarios reales en comparación con el año 1992 y también en el sector público, sin embargo si se observa el año de la crisis del 2001 los sectores recuperaron lo perdido y en el caso particular del sector público no llegó a cubrir el salario deteriorado. Para ver en detalle esta evolución, Salvia, Vera y Poy estimaron la remuneración horaria real por segmento del mercado de trabajo según sectores y categorías económico ocupacional del Gran Buenos Aires entre 1992 y 2012. Es el promedio en pesos a valores constantes del segundo trimestre de 2012. Se puede »
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ver que para el caso del sector público en 1992 fue de 25,4; en 2001 de 38,3 y en 2012 de 34,3, esto muestra que no se logró recuperar lo que se perdió con la crisis del 2001.
Brecha salarial entre trabajadores precarios y protegidos Otra variable relevante es el cálculo de la brecha salarial para ver el comportamiento relativo de los salarios que analiza Arakaki. La brecha se estima como la diferencia entre el salario de los precarios y los protegidos, dividida por el salario de estos últimos. Este indicador muestra cuánto menos cobra un trabajador precario con respecto a un trabajador protegido. Si el índice de brecha salarial es negativo entonces el salario recibido por los precarios es menor que el de los protegidos. Si la brecha es positiva el salario precario es mayor al de los protegidos. La etapa estudiada abarca desde octubre de 1995 al tercer trimestre de 2012 donde la brecha fue negativa y calculan que los trabajadores precarios recibieron durante el período un salario 47 % inferior que el de los trabajadores protegidos. En la década pasada la brecha salarial mejoró con respecto a la década de los ‘90 pero la dinámica de esa mejora no fue constante para toda la década, se identifican cuatro etapas. Con la devaluación de 2002 se deterioró el poder adquisitivo, luego el salario real de los precarios se recuperó rápidamente entre octubre de 2002 y el cuarto trimestre de 2004 mientras que el de los protegidos casi se mantuvo sin cambios, solo creció 1,1 % en el mismo período. En una segunda etapa entre el cuarto trimestre de 2004 y el mismo trimestre de 2008, hubo dos movimientos distintos. Hasta el cuarto trimestre de 2006 el salario real se recuperó para los trabajadores precarios y para los protegidos pero en distintos porcentajes, 15,5 % para los precarios y 21,7 % para los protegidos. Desde esta fecha hasta el final de 2008 el salario real de ambos grupos no creció. En la tercera etapa, desde el cuarto trimestre de 2008 hasta el mismo trimestre de 2011, la brecha salarial se mantuvo estable. En el último período, el salario real de los trabajadores registrados cayó 2,6 % y el de los precarios aumentó un 2 %. A pesar de la evolución favorable observada a partir de 2004, los dos grupos solo han alcanzado niveles salariales similares a los de mediados de los noventa. Con respecto a la brecha salarial, en el cuarto trimestre de 2012
sigue siendo favorable para los protegidos. El salario real del trabajador precario es un 44,3 % menor que el de los protegidos. Si bien en términos históricos la brecha se redujo se mantienen los niveles altos.
A modo de conclusión Los resultados de las investigaciones que corresponden al mercado laboral manifiestan que el nivel de empleo informal se encuentra en valores similares a la década de los ‘90 porque no hubo cambio estructural y por su parte, el salario real que recibió un gran golpe con la crisis del 2001, con los años de crecimiento económico posteriores no logró crecer lo suficiente para superar los niveles más altos que tuvo en los ‘90. Entre las principales variables analizadas se registra una reversión desde los máximos alcanzados durante la crisis de la convertibilidad, pero con un piso más alto de deterioro. Agustín Salvia, encargado de redactar las reflexiones finales del trabajo, sostiene que en Argentina está vigente un modelo de acumulación heterogéneo que es dependiente del mercado mundial, donde continúan los procesos de concentración, mientras siguen vigentes los mercados y las prácticas de subsistencia. Para el autor no hubo un cambio sustantivo en el régimen de desarrollo durante el kirchnerismo, aunque reconoce las mejoras en materia de nivel de empleo, caída de pobreza y desempleo. Pero, afirma que el núcleo duro de desarticulación productiva, marginalidad económica y desigualdad social sigue inalterado. El libro resulta interesante porque devela la persistencia de patrones regresivos en la distribución y deterioro de condiciones laborares y de remuneración, patrones que siguen vigentes porque se deben a condiciones estructuralmente dadas que el kirchnerismo sostuvo a pesar de afirmar que está haciendo lo contrario. Ante este diagnóstico, en las reflexiones finales, Salvia señala que no alcanza únicamente con el crecimiento económico ni la extensión de políticas sociales sino que debería haber un proceso de integración económica que englobe a todos los sectores sociales donde haya productividad creciente, pleno uso de la fuerza de trabajo, mejores salarios, mayor inversión social y servicios públicos de calidad. Pero una aporía que se puede desprender de las conclusiones del libro, es que esto debería alcanzarse mediante un mayor desarrollo capitalista. Justamente el ciclo kirchnerista, que se desarrolló bajo condiciones inusitadamente
favorables para la acumulación de capital en el país, expone por eso de manera tajante lo ilusorio de estas pretensiones. El ciclo kirchnerista contó a su favor con una situación internacional favorable, con el interregno de la crisis del 2008-2009 hasta fines de 2013, cuando la Argentina, así como varios países “emergentes” padecieron problemas por la caída de los precios y la demanda de las materias primas. Estas condiciones generaron un escenario complejo y diferente a las condiciones que beneficiaron a la economía argentina hasta 2013. En el marco de estas condiciones favorables, el techo relativamente bajo que encontró la reversión del deterioro de las condiciones de trabajo y regresividad distributiva durante la etapa de la posconvertibilidad se explica por el sencillo hecho de que en un mundo signado por las consecuencias de la restauración burguesa neoliberal, y en medio de una crisis iniciada en 2008 que sigue produciendo nuevos episodios, las pretensiones kirchneristas se dieron sobre la base de asegurar todos los derechos del capital trasnacional, como son los regímenes laborales flexibles y los estímulos impositivos para la radicación de inversiones, así como los tratados bilaterales que comprometen al Estado Nacional en la reproducción del capital global3.
Por otra parte, es evidente que un mayor desarrollo del capitalismo no logrará revertir las condiciones estructurales de Argentina, si observamos que no solo en el país se verifican estas tendencias; basta observar la regresión social que se profundiza en las economías imperialistas más desarrolladas así como en el resto del mundo. La conclusión que se desprende del balance de estos años es que, sin cuestionar las reglas de juego de la economía capitalista semicolonial y terminar con el saqueo que impone el imperialismo, será utópico esperar un cambio estructural de Argentina. 1. Javier Lindenboim es investigador del Conicet y profesor de la UBA, dirige el Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) en esa universidad. 2. Agustín Salvia es investigador del Conicet y está a cargo del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). 3. Esteban Mercatante, La economía Argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, Buenos Aires, Ediciones IPS-CEIP, 2015.
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Ilustración: Juan Atacho
Un balance K para los tiempos que corren
cuentas que no cierran GASTÓN REMY Economista, docente UNJu. ESTEBAN MERCATANTE Comité de redacción.
En Los tres kirchnerismos, una historia de la economía argentina, 2003-2015, de reciente aparición, Matías Kulfas busca ofrecer una mirada de lo que fue (y lo que no) el desenvolvimiento de la economía durante ese período. Sus logros, los motivos de los mismos, y las deudas pendientes que dejaron abiertas los 12 años del kirchnerismo en el poder, son algunos de los temas centrales en los que se indaga. El autor fue un protagonista directo de la gestión de parte de estos años (2006-2013), desempeñándose sucesivamente en la subsecretaría de Pequeña y Mediana Industria y Desarrollo Regional, en el Banco Nación y en el Banco Central. Su planteo intenta escapar de lo que él considera un debate poco fructífero entre quienes
consideran que se trató de una “década ganada” y quienes afirman que fue una “década desperdiciada”. Kulfas realiza una valoración positiva de conjunto, pero considera necesario señalar los límites que se expresaron para mantener a lo largo del tiempo lo que desde su punto de vista son importantes logros.
Tres mandatos, ¿tres “modelos”? Kulfas argumenta que estos doce años pueden dividirse en tres períodos marcados por condiciones e instrumentos de política bien diferenciados. Cada uno de ellos se correspondería de manera más o menos exacta con el mandato presidencial de Néstor Kirchner y los dos de Cristina Fernández. Tomando de conjunto el período, en el terreno de las condiciones objetivas, se pasaría de una
situación inicial excepcionalmente favorable lograda mediante el ajuste de 2002 –cuyos impactos sociales e importancia para los años “virtuosos” del kirchnerismo no son sopesados enteramente por Kulfas–, a un paulatino deterioro de las mismas durante el “segundo kirchnerismo”, cruzado por el impacto de la crisis mundial en 2008/09 y, finalmente, a un salto en los desajustes durante el “tercer kirchnerismo”. En el terreno de las políticas, el primer momento estaría caracterizado por la búsqueda de la “normalidad”. Los puntos de apoyo para ésta estaban dados por algunas de las medidas tomadas por Duhalde: La fuerte devaluación en un contexto recesivo y de alto desempleo había generado una
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nueva paridad cambiaria real muy elevada. El resultado inicial fue un verdadero shock positivo en la actividad productiva: los márgenes de ganancia crecieron muchísimo debido a los salarios bajos… (p. 109).
Se nota a Kulfas apurado por pasar rápido por este detalle de la economía política kirchnerista: entre las “medidas de política” que contribuyeron al crecimiento junto al viento de cola internacional, pocas más importantes que la formidable transferencia de ingresos que permitió la devaluación, golpeando sobre los ingresos de la clase trabajadora para mejorar los márgenes. Pero no resulta simpático reconocer esto muy explícitamente si de defender un “modelo de crecimiento con inclusión” se trata. De esta primera etapa, el autor destaca el alejamiento de la ortodoxia y sus restricciones, expresada sobre todo en la política cambiaria competitiva, las retenciones que “redistribuyeron” la renta petrolera y agraria (y que como señala Kulfas habían llegado con Duhalde) –en beneficio de otros sectores del empresariado–, ciertos controles al ingreso de capitales (que apuntaban sobre todo a evitar la sobrevaluación cambiaria), la reestructuración de la deuda y el congelamiento de las tarifas de los servicios públicos privatizados. Esto último fue para Kulfas positivo en este primer momento, como parte de salir de las “restricciones” legadas por la convertibilidad, aunque criticará la irresolución del esquema tarifario a lo largo del tiempo. Lo que considera como el mayor déficit de este primer momento, es que expresó una dificultad para “planificar a largo plazo”. El segundo kirchnerismo, iniciado en diciembre de 2007, estaría caracterizado por el surgimiento de dificultades que obligaban a la búsqueda de nuevas herramientas. La inflación, que había surgido en 2005 y desde entonces se buscaría frenarla mediante controles/acuerdos de precios (y ocultar con estadísticas truchas desde 2007), fue una de estas cuestiones. El conflicto con las patronales agrarias suscitado por el intento de aplicar retenciones móviles fue un parteaguas de este período. Para el autor se trató de una medida adecuada (otorgaba mayor “previsibilidad”) tomada en un momento inoportuno (en el medio de la cosecha, cambiando las “reglas del juego”), aunque se interroga si otra medida distinta hubiera evitado el conflicto, lo que, admite, no es posible responder. Este período también estuvo cruzado por el impacto de la crisis mundial y en las respuestas que tuvo que ensayar CFK. Observa que gracias a la política fiscal expansiva, combinada con devaluaciones y subas de las tasas de interés, un shock externo de esta magnitud no generó una crisis de la balanza de pagos. Otras medidas de magnitud de estos años que valora
positivamente son la estatización de las AFJP, que llevó al pleno restablecimiento de un sistema de reparto, el establecimiento de la AUH y la decisión de utilizar las reservas del Banco Central (BCRA) para pagar deuda, decisión que en ese momento se justificaba en su opinión por la abundante disponibilidad de reservas y la tendencia a su aumento. El “tercer kirchnerismo”, iniciado en diciembre de 2011, “operaría con restricciones inéditas”, panorama que “no brindaba un marco adecuado para la profundización del modelo” (p. 157). Los obstáculos vendrían sobre todo por el lado externo, vinculados a las limitaciones en la política industrial y energética durante los años previos. También en el gasto público, cuyo aumento “superaba con creces el incremento de los ingresos fiscales” (p.158). El autor considera que esta sumatoria de desajustes macroeconómicos “conducía a pensar en implementar un esquema de reacomodamiento o ajuste”, pero el gobierno solo adoptó medidas, como la devaluación de 2014, “ante situaciones extremas”. En vez de profundizar, “debió contentarse con ‘aguantar el modelo’” (p. 158). Kulfas considera que el tercer kirchnerismo tendió a “ideologizar los instrumentos”. Un ejemplo de esto lo encuentra en la decisión de seguir usando reservas para pagar deuda; idea buena en 2010 que ya no lo era en 2012, cuando las reservas se reducían dramáticamente y en cambio el financiamiento externo podía ser barato si el país hacía los deberes. También lo observa en el control de cambios implementado a fines de 2011 y reforzado luego, que para el autor podría ser una medida momentánea, se transformó en permanente, atacando las consecuencias en vez de las causas (asociadas a una expectativa de devaluación). Y así sucesivamente. Estas decisiones alteraron profundamente las condiciones de los primeros años. Kulfas lamenta que El eje de la actividad económica se desplazó negativamente: de una economía que había alcanzado récords de inversión productiva1 a otra en que la especulación y el arbitraje financiero tenían un inusitado protagonismo (p. 167).
La apreciación del tipo de cambio restaba rentabilidad a los empresarios y competitividad a las exportaciones, la falta creciente de dólares para realizar las importaciones, y una economía con un marcado descenso del crecimiento y con problemas cada vez mayores para crear empleo, retracción del salario real, en un contexto de mayor inflación y déficit fiscal, configuró una administración de las restricciones que terminó gestando un estancamiento severo. Después de ajustar con la
devaluación en 2014 (año en que los salarios perdieron en promedio 5 puntos, dato que Kulfas no menciona), e intentar fallidamente ese año cumplir con la agenda para volver a los mercados (pagando al Club de París, cumpliendo los fallos del Ciadi a billetazo limpio, y entregando otra millonada a Repsol), intento frustrado por Griesa y los buitres, la Presidenta se concentró en llegar a diciembre de 2015 “con lo justo”, dejando al sucesor la “profundización”, en este caso, del ajuste.
Memoria y balance Kulfas concluye que el cierre del tercer período de gobiernos kirchneristas se ubica “en la zona de los grises”, lejos de las promesas iniciales de “profundización del modelo” y de “mayores avances en la inclusión sociolaboral y desarrollo productivo”, pero “lejos también de los pronósticos apocalípticos que empezaron a proliferar en vastos sectores opositores” (p. 176). El tercer kirchnerismo “no pudo reflejar avances de relevancia” y, por el contrario, muestra índices con mayor heterogeneidad, “caída en los salarios reales y un menor nivel de empleo” (p. 178). Pero si no fue un período de nuevos logros, sí fue –dice el autor– “de sostenimiento con fórceps de los avances de los períodos anteriores”. El tercer período estuvo “lejos de los daños que suelen generar las crisis, así como de encontrar los mecanismos para recuperar la senda ascendente”. Pero además, puso en evidencia “las limitaciones de las políticas destinadas a operar sobre la estructura productiva, y los excesos de voluntarismo en la gestión macroeconómica” (p. 178). Las críticas del autor, como evidencia lo que ya hemos señalado, apuntan a señalar falencias o debilidades, pero no se dirigen a la orientación básica de los gobiernos kirchneristas. Opina que le faltó más y mejor política, especialmente en el terreno del desarrollo industrial, y que fue tardío en la aplicación de la sintonía fina. En el balance realizado por Kulfas, se nota un salto formidable entre las cuestiones más importantes que en su opinión quedaron en el tintero, y las medidas de política “alternativas” que sugiere a lo largo del libro, con las cuáles sería impensable aproximarse a esos objetivos. El autor lamenta la ausencia de políticas tendientes al “cambio estructural”. Pero este nuevo esquema debe pasar, si nos atenemos a lo que dice en su libro, por una serie de políticas “micro” más eficaces y consistentes, pero dando por “buenas” todas las limitaciones “estructurales” más importantes que pesan sobre la economía argentina. Llama la atención, por ejemplo, pretender discutir el cambio estructural sin posar la mirada sobre la dinámica que tuvieron los grandes grupos capitalistas durante estos años y
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cómo el kirchnerismo se acomodó a ellos. La complacencia evidenciada durante los “tres” kirchnerismos para con el mantenimiento de un aparato industrial desarticulado, al cual el Estado subsidió por múltiples vías sin impulsar cambios estructurales, y la tolerancia para con la evidente desinversión de las principales empresas2 durante estos años, que la “juntaban con pala”, según declaró varias veces la presidenta Cristina Fernández, no merecen la atención de Kulfas. En el regreso de la “restricción externa”, tampoco incluye una mención de cómo durante los años de mayor crecimiento y holgura externa el kirchnerismo dejó hacer libremente a los capitalistas nacionales y extranjeros que giraron al exterior más de 140 mil millones de dólares (un cuarto de la economía hoy), si sumamos remisión de utilidades de empresas extranjeras, pagos de deudas (muchas veces una forma encubierta de girar utilidades) y la lisa y llana fuga de capitales. Si sumamos a esto el “pago serial” de la deuda, se explica la mayor parte del drenaje de divisas que condujo a su escasez y las restricciones aplicadas desde 2012. Kulfas tiene una mirada crítica sobre la ausencia de una política industrial o el manejo de la política energética, pero sus planteos alternativos aceptan las principales restricciones dentro de las cuales se manejó el kirchnerismo. Cuando evalúa la relación con las empresas concesionarias de los servicios públicos privatizados, señala que el kirchnerismo se salió por fuera del “teorema de la imposibilidad” (p. 111), es decir de la aceptación de las restricciones heredadas por los contratos de los ‘90 y la “seguridad jurídica”, pero esto no da cuenta de la mala combinación que hizo el kirchnerismo entre congelamiento de tarifas y preservación de las concesiones y de los nudos centrales de sus marcos regulatorios, que está en la raíz del descalabro energético con el que concluyó el período3. La ausencia de denuncia de los Tratados Bilaterales de Inversión y sus cláusulas restrictivas –que otorgan garantías de impunidad para el saqueo de las multinacionales imperialistas–, algo que desde 2003 fue planteado como urgente incluso por sectores que apoyaban al oficialismo4, también es otra muestra de cómo, a contramano de los discursos de soberanía, el kirchnerismo se acomodó a las restricciones impuestas por las exigencias de “clima de negocios” y “seguridad jurídica” del gran capital y del imperialismo. Los acuerdos con mineras y petroleras como Chevron, este último después del supuesto ataque de soberanía que llevó a la recompra Repsol (aunque desde el vamos estaba la idea de asociar la recomprada YPF a otros pulpos petroleros), muestran que este patrón de conducta estuvo en el ADN del kirchnerismo de principio a fin.
Si el balance de Kulfas exagera la posibilidad de alguna batería de políticas para superar los condicionantes estructurales, al mismo tiempo cuando llega la hora de evaluar cómo podría haberse salido de la encerrona en la que entró el “modelo” desde fines de 2011 termina realizando prescripciones que lejos de ir en ese camino hubieran significado acelerar los ritmos de un ajuste “ortodoxo”, encarando la prometida “sintonía fina” para “sincerar” la economía en tiempos de Cristina Fernández. Esto se manifiesta en su opinión sobre lo que debería haberse hecho en el plano del financiamiento externo. Es llamativo que no le merezca ningún comentario negativo el costoso regalo a los bonistas que significó el cupón atado al PBI, que le agregará a la deuda reestructurada un 25 % o más al valor de los nuevos títulos. Ni que hablar del mantenimiento en los canjes de 2005 y 2010 de la cláusula de “prórroga de soberanía” que se viene incorporando en emisiones de deuda desde los años de la dictadura, que habilita la jurisdicción extranjera para litigios sobre la deuda local, sin la cual Griesa no podría haber frenado en 2014 el pago de los bonos canjeados. Pero además, al mismo tiempo que Kulfas considera que la política de desendeudamiento significó un cambio fundamental en la historia del país, sostiene que a partir de 2012 debería haberse revisado la estrategia de pagar deuda con reservas. “Una vez alcanzado cierto nivel de desendeudamiento”, ante una situación de escasez de divisas, era “recomendable estabilizar los niveles del endeudamiento antes que continuar reduciéndolos a costa de sacrificar divisas cada vez más escasas” (p. 31). Su opinión es que debería haberse intentado antes la vuelta a los mercados financieros. Lo cual significaba cumplir con todas las “tareas pendientes” para eso (Ciadi, Club de París, Repsol, buitres), pero además encarar el ajuste de gasto público y levantamiento de cepos que viene “sincerando” Macri. Nada que permita pensar que se está más cerca del “cambio estructural”. ¿Por qué no empezar por frenar la sangría de divisas que tuvo a los pagos de la deuda entre sus capítulos centrales? Este interrogante no pasa por las páginas de Los tres kirchnerismos.
Sincerar el legado En su balance de “grises”, Kulfas toma una foto de final de mandato de Cristina Fernández, y entonces puede decirnos que el agotamiento de los tres kirchnerismos tiene como virtud no haber concluido con la regresión social de otras crisis previas. Parece como si lo que estamos viviendo desde diciembre se debiera solo a la vocación de la CEOcracia y nada tuviera que ver con la herencia recibida. Tanto Macri que dice que es todo “sinceramiento” en el shock que está aplicando, como
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los kirchneristas que pintan un mundo idílico hasta el 9 de diciembre pasado, tentación en la que termina cayendo Kulfas a pesar de su mirada distanciada, presentan una “herencia” a su medida. Existe una responsabilidad compartida en el ajuste en marcha. La foto de diciembre se consiguió a fuerza de ajustar solo lo necesario, como afirma Kulfas, pero pasa por alto que esto significaba preparar conscientemente las condiciones para un ajuste mayor en el futuro. La película de la que es parte la foto que muestra Kulfas sigue con el ajuste actual, aunque los ritmos y algunas decisiones para favorecer especialmente a los sectores más ricos son de la propia cosecha macrista y no se explican solo por la herencia. El ajuste que unos prepararon y otros aplicaron, no era de ningún modo inevitable. Solo lo era si aceptaba como presupuesto incuestionable la expoliación imperialista mediante el control que realizan sus corporaciones en la economía nacional, de sus principales resortes y de las decisiones de inversión (y de desinversión) que realizan estas y los grandes grupos locales, estrechamente unidos por mil lazos al capital imperialista, y si se aceptan las “reglas del juego”, subordinación al dictado de los centros financieros y la banca internacional. Este “teorema de la imposibilidad” era un supuesto compartido entre los que se fueron el 9 de diciembre y los que están al frente de la administración desde entonces, y por eso para unos y otros el “sinceramiento” era la única alternativa posible, a lo sumo discutiendo sus ritmos. Los tres kirchnerismos, con un balance positivo a medias del período que concluyó en diciembre de 2015, y un inventario de decisiones con las cuáles todo podría haber ido (un poco) mejor, nos invita a dar otra vuelta en la calesita de la alternancia entre neoliberales rabiosos y estatalistas mercadointernistas. Para los trabajadores y los sectores populares, la clave está en cortar ese círculo vicioso donde hay mucho por perder y poco por ganar, imponiendo políticas de otra clase que rompan el “teorema de la imposibilidad” de atacar de raíz las condiciones de la Argentina capitalista dependiente. 1. Esta afirmación es discutible. Como puede verse en el análisis realizado en el capítulo 6 de La economía argentina en su laberinto. Lo que dejan doce años de kirchnerismo, de Esteban Mercatante (Ediciones IPS-CEIP, 2015), la inversión mostró durante estos años fuertes limitaciones, puesta en relación con los recursos disponibles y las condiciones de rentabilidad registrada en la economía argentina durante estos años. 2. Ídem. 3. Esteban Mercatante, “Régimen regulatorio de hidrocarburos: Escenas de noventismo explícito”, IdZ 2, agosto de 2013. 4. Alfredo Eric Calcagno y Eric Calcagno, “Renunciar soberanía es inconstitucional”, en Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur Nº 72, 2005.
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IDEAs & DEBATES
Debates sobre el imperialismo hoy (IV)
Una carrera hacia el abismo Continuando con el panorama del imperialismo cuando se cumplen 100 años de que Lenin escribiera su obra clásica, en esta oportunidad discutimos cómo la internacionalización productiva impulsada por las corporaciones multinacionales replanteó las condiciones de la competencia a nivel mundial. ESTEBAN MERCATANTE Comité de redacción.
Desde que los marxistas de comienzos del siglo XX realizaron las elaboraciones “clásicas” sobre el imperialismo, numerosos trabajos han puesto en discusión qué ocurría con la competencia capitalista –y por lo tanto con la ley del valor– en la época imperialista. Se trata de una cuestión que tiene múltiples aristas, en la que además es necesario contemplar los efectos de la internacionalización productiva de las últimas décadas que implica numerosas transformaciones. Acá abordaremos un aspecto central para discutir este tema hoy, que es la estructura asimétrica del mercado mundial generada por el establecimiento de las cadenas globales de valor, y la competencia segmentada que esto genera en el mercado mundial. Se trata de una cuestión que además tiene fuertes impactos sobre las condiciones de la clase trabajadora en todo el mundo.
Ilustración: Joaquín Bourdieu
En la segunda entrega de esta serie discutimos, a partir del libro de John Smith El imperialismo en el siglo XXI1, la importancia que adquirieron las cadenas globales de valor (GVC, en inglés) que se conformaron con la reestructuración productiva que protagonizaron las grandes corporaciones con una intensidad cada vez mayor desde los años ‘70. Numerosas investigaciones sobre la operatoria de estas cadenas de valor ponen de relieve las importantes transformaciones que estas tuvieron para la manera en la que se desarrolla la competencia capitalista en la economía contemporánea. Al mismo tiempo que se profundizó la internacionalización productiva, incrementándose de forma simultánea los flujos de comercio y de capitales que atraviesan el globo, esto no significa que la competencia se haya profundizado en todos los terrenos.
Una competencia segmentada Un dato saliente de las últimas décadas ha sido la marcada sustitución de mercancías producidas en las economías capitalistas más desarrolladas por la adquisición de mercancías producidas en países menos desarrollados. Este movimiento, desarrollado por las grandes corporaciones a través de la inversión extranjera directa (IED) o la conformación de redes de proveedores diversificadas a nivel mundial, llevó en muchos casos a la situación de que las multinacionales realizan una parte ínfima de los procesos productivos en los lugares donde se encuentran radicadas. Este proceso se reflejó en el comercio exterior, que en las últimas décadas exhibe un peso cada vez mayor de economías “periféricas” en la exportación de mercancías industriales, exportando hacia las economías más ricas así como a otras
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economías de desarrollo reciente. Esta tendencia no solo se verifica en mercancías de bajo valor agregado, sino que ha escalado en complejidad en terrenos como la electrónica o informática, en detrimento del peso que en estas ramas tienen las economías tradicionalmente dominantes en la exportación industrial2. Sería equivocado extraer de estos datos la idea de que las economías emergentes están ganando una batalla competitiva respecto de las economías más ricas. En el mejor de los casos, se trata de una verdad a medias, ya que por las ventajas que ofrecen (centralmente la baratura de costos y en primer lugar, el de la fuerza de trabajo) resultan más atractivos como destino de recursos de las empresas multinacionales. Pero en un sentido estricto, no hay competencia entre las firmas de las economías imperialistas y las que, en los países del resto del planeta, están eminentemente desarrolladas como proveedores intermedios de dichas multinacionales, ni por lo tanto hay competencia entre las potencias imperialistas del Norte y las economías del Sur global. Veamos algunos casos que ilustran la cuestión. Apple tiene como competidores a Samsung y Nokia, mientras que algunas de las empresas que vienen ganando terreno en la producción del sector, como FoxConn o Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), no compiten sino que están integrados en su cadena como proveedores. En notebooks, Dell compite con HP, Lenovo (gigante chino que compró en 2005 la división de computadoras de IBM para posicionarse como líder) y las taiwanesas Asus y Acer, pero ninguna de estas compite con las chinas Compal, Wistron o (nuevamente) FoxConn. En textiles, las grandes marcas que se disputan entre sí los principales mercados mundiales no compiten con las firmas de países como Bangladesh que las proveen abundantemente. La misma relación podemos encontrar en todos los terrenos de la producción. De esto se extrae una importante conclusión: las grandes empresas multinacionales, que dominan el acceso a los principales mercados, compiten con otras grandes de sus respectivos sectores, mientras que establecen una relación complementaria, es decir de no competencia, con otros capitales del sector integrados como proveedores. Esta dinámica se proyecta en el espacio. Las economías imperialistas, que son la fuente hoy de más del 80 % de la IED mundial (World Investment Report 2015), son base de corporaciones que compiten centralmente entre sí, pero no con las firmas de las economías “emergentes”. A pesar de que estas últimas han avanzado en el desarrollo de algunos jugadores que empiezan a tener alcance global3, su peso en esta competencia sigue siendo secundario. Richard Herd, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), afirmaba en 2010 refiriéndose a la radicación de empresas japonesas en China,
que la capacidad de ensamblar sus productos allí les dio “nuevo ímpetu de vida” a las firmas niponas, y que “si observamos las exportaciones de China y Japón estas no están compitiendo, son complementarias”. Su conclusión es que “por el momento, China no es una amenaza para las industrias centrales de Japón”4. Similar análisis realizan think tanks de la Unión Europea. Un estudio del centro LICOS, de la Universidad de Leuven (Bélgica), observa que “la posibilidad de relocalizar la producción más trabajo-intensiva y las actividades de ensamblado a China provee una oportunidad a nuestras compañías de sobrevivir y crecer en un ambiente crecientemente competitivo”5. Su conclusión es que los competidores directos en las tareas en las que tenemos una ventaja comparativa no están localizados en China, sino que continúan siendo los sospechosos de siempre: los EE. UU., Europa Occidental y un puñado de economías asiáticas de elevados ingresos6.
Por supuesto, esto no puede llevarnos a pasar por alto los terrenos donde existe una fuerte competencia sin distinción entre los capitales de las economías más ricas y los del resto del mundo: el caso más claro es el de la industria automotriz, que está atravesando una fuerte reestructuración que tiene a países como México entre los principales destinos de nuevas radicaciones, al mismo tiempo que batallan por la subsistencia algunas de las unidades productivas en las economías más ricas. Algo todavía más importante marca un límite al patrón dominante de complementariedad y subordinación establecida por las firmas de las potencias imperialistas sobre el resto del planeta que acá definimos, y que rige para la abrumadora mayoría de los casos. Está emergiendo un desafío al dominio de las corporaciones de las potencias imperialistas en sectores estratégicos de alto valor agregado por parte de firmas en China, Corea del Sur, Taiwán, India y otros pocos países. China sobre todo se viene transformando en numerosos terrenos en una competencia en las áreas más dinámicas del desarrollo tecnológico, con importante esfuerzo del Estado chino para lograrlo que consigue, eso sí, resultados dispares. Se trata de casos relativamente excepcionales dentro de un patrón que se mueve en sentido contrario, pero que son de gran importancia por su impacto sobre las relaciones económicas globales.
Estructuras de mercado asimétricas Gary Gereffi caracteriza en un trabajo publicado por la Organización Internacional del Trabajo la existencia de … una asimetría fundamental en la organización de la economía global, entre las naciones más y menos desarrolladas. En gran medida, la porción más concentrada de alto
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valor agregado de la cadena se localiza en los países desarrollados, mientras que la porción de bajo valor agregado de la cadena se encuentra en economías en desarrollo.
La estrategia de crecimiento basado en exportaciones, que después del éxito mostrado en los ‘70 por los Tigres Asiáticos se convirtió en un modelo a seguir, impulsadas con fervor desde las agencias de desarrollo de los organismos multilaterales a través de la agenda de apertura y liberalización para atraer capitales, no ha hecho otra cosa que estimular una competencia frenética para ofrecer las mejores condiciones al capital multinacional. Un documento de UNCTAD reconocía los riesgos … de que la orientación simultánea de numerosos países en vías de desarrollo, incluyendo en particular algunos con grandes economías, hacia la exportación de tales productos dinámicos [los intensivos en tecnología como computadoras, semiconductores, etc.; NdR] genere que los beneficios de cualquier incremento en el volumen de los productos exportados sea más que compensado por las pérdidas generadas por los menores precios de exportación7.
Es que si por un lado el intento de numerosos países de replicar estrategias de desarrollo “exitosas” incrementó la competencia por ofrecer a las empresas multinacionales las mejores condiciones para la radicación de inversiones y organización de redes globales de proveedores, por otro lado el grupo de las multinacionales que aprovechan estas posibilidades se conservó como un “fiero oligopsonio”, en palabras de Raphael Kaplinsky8. Como afirman otros estudiosos de las Cadenas Globales de Valor, la asimetría de las estructuras de mercado en las redes de producción global, con firmas oligopólicas en las posiciones líderes y competencia entre proveedores de primer y – ciertamente– de segundo nivel, significó una intensa presión sobre los proveedores que, buscando mantener los márgenes, deben mantener los salarios bajos y resistir las mejoras en los estándares de trabajo que puedan conducir a un desplazamiento en el proceso de aprovisionamiento hacia otra firma o país9.
Desde un análisis marxista, Ernesto Screpanti sostiene en El imperialismo global y la gran crisis (que abordaremos en profundidad en una próxima entrega de esta serie), que los países del Sur global son casi todos penalizados “por la brecha tecnológica que exhiben respecto de los países dominantes, y por sus diferencias estructurales de productividad”10. Las multinacionales solo invierten en ellos si los salarios son suficientemente bajos para asegurar bajos costos laborales. Así, a pesar de la menor productividad, con salarios suficientemente deprimidos las firmas logran competitividad en »
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costos laborales por unidad de producto. Como un gran ejército industrial de reserva es una condición esencial para el mantenimiento de bajos salarios, “en estos países el desempleo y el subempleo son extendidos”11. El autor concluye además que este tipo de especialización productiva y la distribución del ingreso asociada “no hace nada para favorecer la inversión en capital humano o para desarrollar una cultura de la innovación, y en consecuencia no puede ayudar a reducir la brecha tecnológica12.
Bajofondo La competencia intensificada entre los países que aspiran a atraer a las multinacionales degradando las condiciones de la fuerza de trabajo es solo una de las caras de los beneficios que el capital global obtuvo de la reestructuración de las últimas décadas. La otra cara, nada menor –y pasada por alto en lecturas en otros aspectos muy interesantes como la de John Smith– es la capacidad para forzar a una competencia internacional también a la fuerza de trabajo de los propios países imperialistas, que se encuentra crecientemente incorporada en un arbitraje global. Sostiene Screpanti: Las mercancías exportadas por este grupo de países [del Sur global; NdR] al Norte compiten con las mercancías producidas a costos más elevados por las firmas locales, que son inducidas a reaccionar relocalizando y reubicando inversiones. Esto reduce el empleo industrial en los países avanzados y debilita las organizaciones sindicales, de manera que los salarios reales se estancan también acá y la explotación se incrementa. Lo que es más, para compensar las salidas de capitales y atraer ellos mismos inversiones extranjeras, los gobiernos de los países avanzados se ven inducidos a recortar impuestos a empresas y a la riqueza. Entonces, para evitar un crecimiento excesivo del déficit fiscal y la deuda pública, incrementan los impuestos a los salarios o reducen el gasto público, de manera tal que los trabajadores son golpeados por una reducción mayor de su ingreso total y derechos sociales13.
Estamos acá ante una novedad importante que caracteriza toda la etapa de fuerte ofensiva del capital iniciada en los años ‘80 para barrer con numerosas conquistas que los trabajadores habían logrado en distintos países, y que se mantenían sobre todo en las economías imperialistas. Mientras que Lenin analizaba en su libro cómo la superexplotación de la periferia permitía a las potencias imperialistas integrar a los sindicatos y asegurar condiciones privilegiadas a una aristocracia obrera, en cambio las vías de explotación de la periferia que establece actualmente el imperialismo
… no generan aristocracias significativas en el Norte. El creciente plusvalor extraído al Sur fluye solo a los bolsillos de los grandes capitalistas, contribuyendo así a las crecientes desigualdades en el ingreso que se registran incluso en el Norte. Poniendo a los trabajadores de todos los países del mundo en competencia con los de todos los demás países, la disciplina comercial exacerba la explotación de los trabajadores en todo el mundo14. De esta forma, el mismo movimiento que motorizó la apertura de nuevos espacios para la acumulación de capital y para abatir los costos de producción, alimentando de esta forma una mejora de los márgenes, fue una palanca para avanzar firmemente en la degradación de las condiciones de la fuerza de trabajo en los países imperialistas15. Se trata, por supuesto, de una nueva tendencia en curso. Las mayores capacidades de recursos que cuentan los Estados imperialistas, y las mayores capacidades financieras de sus economías, nutridas además por la apropiación que realizan sus capitales de una parte de la plusvalía mundial, son elementos que siguen jugando en la balanza para permitirles contener parcialmente algunos de los efectos de estas nuevas condiciones. El mundo capitalista actual está caracterizado en lo referente al capital social global por una marcada jerarquización, en el marco de la cual la competencia se desarrolla de forma segmentada. Esto no significa que sea por eso menos intensa –de hecho, las últimas décadas están caracterizadas por una creciente apertura que intensificó la competencia–, pero no es de todos contra todos, sino entre unas decenas de miles de grandes corporaciones (en su abrumadora mayoría con capital de origen de las economías imperialistas) disputando la mayor tajada del plusvalor arrancado a los trabajadores de todo el planeta, por un lado, y entre otros (muchísimos más) capitalistas (centralmente del Sur Global) compitiendo por integrarse de forma subordinada en las cadenas de producción comandadas por los primeros para obtener una tajada menor de la masa de plusvalor a cuya extracción contribuyen. Se trata de una relación cooperativa contra la fuerza de trabajo, gracias a la cual las multinacionales han logrado maximizar su participación de los beneficios, y reducir tendencialmente costos y riesgos. De esta forma se concreta una y otra vez el fracaso de la ilusión que las burguesías de los países capitalistas dependientes y semicoloniales abrigan y buscan alimentar en los trabajadores y el conjunto de las clases subalternas sobre la posibilidad de alcanzar el esquivo desarrollo, utopía inasible. Del lado de la fuerza de trabajo, en cambio, se encuentra cada vez más integrada en una
competencia global, que ha sido transformada verdaderamente en lo que suele definirse como carrera para ocupar el último lugar, o, para ser más elocuente, una carrera hacia el abismo. El reverso de la moneda, menos halagüeño para el capital, y que cobra gran importancia cuando del triunfalismo capitalista durante la ofensiva neoliberal hemos pasado a los tiempos de ominoso estancamiento secular poscrisis de 200816, es que el conflicto de clase también se ha globalizado y, potencialmente al menos, encuentra condiciones para una unificación sin precedentes. Esto es parte de las posibilidades nuevas creadas para la acción de los trabajadores en los tiempos de internacionalización productiva.
1. Ver “Las venas abiertas del Sur global”, IdZ 28, abril 2016. 2. Esteban Mercatante, “Los BRICS y el mundo emergente, ¿respiro o futuro foco de nuevas tensiones globales?”, Meridiano. Revista de Geografía 2, 2013. 3. Esteban Mercatante, “Capitalismo siglo XXI: un mundo menos plano que nunca”, IdZ 14, octubre 2014. 4. “Asia: displacement activity”, Financial Times, 22/8/2010. La traducción, en todos los casos citados, es propia. 5. Ari Van Assche, Chang Hong y Veerle Slootmaekers, “China’s International Competitiveness: Reassessing the Evidence”, LICOS Discussion Paper Series 205, 2008. 6. Ídem. 7. Jörg Mayer, Arunas Butkevicius y Ali Kadri, “Dynamic Products in World Exports”, Discussion Papers 159, UNCTAD, 2002. 8. Raphael Kaplinsky, Globalization, poverty and inequality, Cambridge, Polity, 2005, p. 230.El término oligopsonio caracteriza un mercado en el que existen pocos demandantes de un producto, lo cual otorga poder de mercado a los compradores. 9. William Milberg y Rudi von Arnim, “U.S. Offshoring: implications for economic growth and income distribution”, SCEPA Working Paper, 2006. 10. Ernesto Screpanti, Global imperialism and the Great Crisis: the uncertain future of capitalism, Nueva York, Monthly Review Press, 2014, p. 63. 11. Ídem. 12. Ibídem, p. 77. 13 Ibídem, p. 80. 14. Ídem. 15. Sobre el panorama de la clase trabajadora en algunas de las economías ricas ver Celeste Murillo y Juan Andrés Gallardo, “Fast Food Nation”, IdZ 4, octubre 2013 y Oskar Huber, “La ‘cooperación social’ alemana: modelo exitoso para el capital”, IdZ 23, septiembre 2015. 16. Para un panorama de la economía mundial y sus perspectivas ver Paula Bach, “Estancamiento secular, fundamentos y dinámica de la crisis”, Estrategia Internacional 29, enero 2016.
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Francisco y la gestualidad como política
Ilustración: Natalia Rizzo
EDUARDO CASTILLA Comité de redacción de La Izquierda Diario. En el año 2013 diversos estudios indicaban un descenso del porcentaje de católicos en Latinoamérica. El fenómeno no era puramente regional. En Europa, por citar un ejemplo, Irlanda registraba una caída del 22 % solo en la década anterior. Ese declive no podía explicarse por fuera de la profunda crisis que afectaba a la Iglesia de conjunto. Benedicto XVI aparecía como impotente para conjurarla, lo que lo llevaría a renunciar antes de su muerte, hecho sin precedentes en seis siglos. En ese marco emergería Francisco, nombre que hizo propio el ex cardenal Jorge Bergoglio, el papa que “vino del fin del mundo”, como se definió en la Plaza de San Pedro. Marcelo Larraquy acaba de publicar Código Francisco1, un profundo estudio que da cuenta de los cambios en el Vaticano con la llegada del papa argentino y bucea, también, en el pasado de Bergoglio como líder de la Iglesia local. Tomaremos este interesante libro como una suerte de guía para desarrollar algunos debates.
Doble crisis Se puede señalar una doble crisis en el origen del papado de Francisco. Una crisis moral donde un conjunto de valores ligados al
cristianismo aparecen profundamente golpeados por una multiplicidad de escándalos, en la cual las continuas denuncias contra curas pederastas y sus encubridores2, junto a los innumerables casos de corrupción3, configuraban los elementos más notorios. En ese escenario, Benedicto XVI se mostraba incapaz de frenar la proliferación de escándalos y buscaba capear la situación con la ratificación de la ortodoxia doctrinaria. Esa crisis moral se traducía en una profunda crisis política de la Iglesia como institución a escala internacional. En el tablero de la geopolítica, su defasaje era evidente. Larraquy afirmará que … el mundo había cambiado durante los dos pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. De un enfrentamiento bipolar, simétrico, entre dos potencias mundiales, se habían incorporado en el escenario nuevas potencias emergentes (…) la diplomacia vaticana había quedado opacada (21-22).
Dos elementos más –casi no mencionados por Larraquy– forzaban a una renovación. El primero era la crisis económica internacional, que golpeaba sobre los países centrales desde 2007-2008. El segundo, estrechamente
ligado, la tendencia a la emergencia de la acción de masas como respuesta a esa crisis. En ese conjunto de factores es posible encontrar la explicación de los rasgos del nuevo pontificado de Francisco, que se asignará una función re-legitimadora de la Iglesia.
La Iglesia “en salida” Larraquy afirma que Francisco … al comando de la Iglesia, volvió a darle una dimensión universal. Retomó la misión evangelizadora hacia las periferias y trabajó sobre temáticas que la curia había abandonado o mantenido a la distancia: el hambre, las víctimas del tráfico humano y la trata de personas, los refugiados de las guerras y excluidos del mercado (…) la nueva esclavitud moderna (23).
La perspectiva de una “Iglesia en salida” y la misión evangelizadora ocuparán el centro del discurso papal. Esto significará, en el terreno de la doctrina religiosa, el intento de mostrar mayor apertura hacia sectores desencantados con el conservadurismo moral impuesto. En el de la geopolítica internacional, junto a una fuerte denuncia a lo que se definirá como “la globalización de la indiferencia”, »
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el Vaticano explicitará una mirada “desde la periferia”, defendiendo una agenda multilateralista. Eso implicará un giro hacia potencias regionales emergentes que desafiaban la hegemonía de EE. UU. La reconstrucción de un vínculo con China y el lugar otorgado a Rusia4 son ejemplos de ese nuevo lugar. Sin embargo, esto no significará un cuestionamiento real al statu quo mundial. Lo confirma el rol político jugado por el Vaticano en la normalización de las relaciones entre EE. UU. y Cuba, en pos del avance de la restauración capitalista en la isla5. En América latina este giro de la Iglesia se había manifestado ya desde 2007. El encuentro del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) en Aparecida, Brasil, funcionó como el “relanzamiento de la Iglesia latinoamericana en estado de misión” y marcó un “cambio de perspectiva sobre la evangelización” (91). No resulta casual que América latina haya sido el punto de partida del impulso renovador. En el período previo, la región vio el ascenso y fracaso del neoliberalismo, como así también sus drásticas consecuencias sociales, que empujaron a una fuerte movilización de masas resultando, entre otras cosas, en la caída revolucionaria de varios gobiernos. Por el azar del desarrollo desigual y combinado el documento de Aparecida vería la luz en el momento en que la crisis se disparaba en el corazón del imperialismo.
Puertas abiertas, salidas cerradas Esos cambios en la ubicación geopolítica serán acompañados del intento de instalar una agenda menos conservadora en los debates doctrinarios de la Iglesia. La llamada “puerta abierta” se convirtió en una … estrategia para que el mundo laico volviera a mirar a la Iglesia, no ya como un imperio premoderno de costumbres anacrónicas, sino como un actor valioso para ofrecer una mirada pastoral política y social renovada (83).
No obstante, Larraquy afirmará que “el Papa no aspiraba a modificar la doctrina ni tampoco a promover cambios pastorales radicales” (79). En el fondo de la cuestión está la tradición eclesiástica de convertir cuestiones de disciplina en doctrina y transformarlas en inmutables, lo que … convierte a la posibilidad de romper esa tradición en una utopía (…) la astucia de Francisco de mantener la ilusión, de demostrar que “la puerta está abierta” y él puede ser un factor de cambio provocó atracción entre los que no
formaban parte de la Iglesia o a los que la Iglesia (…) les había dado la espalda (82).
Quedará en evidencia que el intento de mostrar una Iglesia más flexible y dispuesta a aceptar la creciente secularización de la vida cotidiana tenía un valor esencialmente discursivo. Eso quedaría acreditado en los sínodos Extraordinario (2014) y Ordinario (2015). Allí, si bien
A contramano de lo que ocurría en el resto de América latina, Bergoglio alentará en Argentina una pastoral de … confesión y de sacramentos, con sacerdotes que caminaran con los más humildes, no para un cambio de estructuras económicas y sociales, sino para su asistencia (162).
Señala Larraquy que
Francisco introdujo tres temas –la comunión para divorciados, la homosexualidad y las uniones de hecho– que dejaban en evidencia que los sectores que siempre habían puesto obstáculos al debate sobre estas cuestiones estaban perdiendo hegemonía (388)
… la línea pastoral estaba definida por la TdP (Teología del Pueblo, NdR), que encontraba su traducción político-teológica en el peronismo. Rescataba el concepto de “sociedad organizada” (…) la relación Iglesia-Pueblo, y tomaban para el análisis histórico la categoría “pueblo-antipueblo (148)”.
los resultados fueron más que escasos. Quedó al desnudo “la dinámica de una Iglesia comprometida con las cuestiones sociales (…) pero con un consistente rechazo a cambios en la moral sexual” (419). A pesar de ello, dado el carácter monárquico de su autoridad, Francisco podría haber impuesto cambios. Eligió no hacerlo en pos de preservar la unidad de la Iglesia, en clara concesión a los sectores más reaccionarios. Una decisión que no debiera haber sorprendido dada la historia de Bergoglio como líder de la Iglesia argentina.
No sorprende entonces que, a tono con la derecha peronista, Bergoglio haya manifestado sufrir “una sana ‘alergia’ a las teorías que ‘no han surgido de nuestra realidad nacional’” (155). Luego del golpe
Un itinerario conservador Larraquy ofrecerá un exhaustivo estudio de la trayectoria de Bergoglio en la Iglesia local, desde su origen jesuita hasta la presidencia de la Conferencia Episcopal. Dos coordenadas marcarán su conducción en la Compañía de Jesús, ejercida desde julio de 1973. Por un lado, las consecuencias del Concilio Vaticano II (1962-1965). Por el otro, llegará a Provincial de los jesuitas casi al mismo tiempo que Perón a su tercera presidencia, en el marco del ascenso revolucionario abierto con el Cordobazo, al que el peronismo gobernante intentará desactivar. El Concilio Vaticano II significó una grieta en la Iglesia. Como respuesta a un escenario internacional de creciente convulsión política y social6, implicó un viraje discursivo a izquierda, que terminaría habilitando el camino a la radicalización de amplios sectores católicos. Entre otras cosas, evitó una condena explícita al comunismo y permitió una suerte de “diálogo” con el mismo7. Un signo de ese giro fue la encíclica Populorum Progressio (1967), donde Pablo VI explicaba la pobreza “como consecuencia de la explotación del imperialismo y las empresas multinacionales” (143).
… en el afán de protegerse, Bergoglio reflejó en el Colegio Máximo el oscurantismo que la dictadura militar impuso a la sociedad, aunque lo hizo más por precaución que por correspondencia ideológica (214).
Sin embargo, en tanto máximo responsable del Colegio de Jesús fue parte de la jerarquía católica que avaló el genocidio perpetrado desde marzo del ‘76 (ver recuadro). Hablando de él, en 1980, el diario Convicción, perteneciente al almirante Massera, afirmaba, Después de un período que (…) fue el reino de la tiniebla, época de crisis agudas por los años 1970-1974 donde la desorientación llevaba a extremos lamentables, los jesuitas argentinos han recuperado su verdadera conciencia, su claridad de pensamiento (…) El padre Jorge Bergoglio es un hombre de 41 años, cuya fina inteligencia y maneras afables no ocultan una sólida aptitud para la conducción, capaz de aplicar un caritativo rigor cuando las condiciones lo exigen. Llega al rectorado (…) después de haber sido Provincial durante 5 años, período gravemente crítico, ya que le tocó gobernar y depurar de equivocados las filas de la Orden (220).
Los años alfonsinistas implicarán una suerte de ostracismo, dado que Bergoglio quedó “a contramano en el cambio de época”. Recién retornará a la escena pública a inicios de los ‘90, en el Arzobispado de Buenos Aires, de la mano del cardenal Antonio Quarracino,
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líder de una Iglesia atada al neoliberalismo menemista. Allí impulsará una política de contención social, en el marco de la creciente pobreza. Relata Larraquy que
La política en el centro
“estrategia para cambiar al mundo”. Sin embargo, como señalamos antes, su rol geopolítico está lejos de cualquier cuestionamiento al statu quo mundial. Al mismo tiempo, las moderadas reformas doctrinales, se hallan cada día más lejos de ser una realidad. Ilustrando esa situación, un periodista español se preguntaba recientemente si el Papa “¿será capaz de pasar de los gestos a las gestas?”8 . Pero la política vaticana en todos los terrenos no puede pasar de la gestualidad. La Iglesia, como institución, constituye un pilar esencial de los mecanismos de dominación bajo el capitalismo. Su perspectiva global sigue invitando a las masas oprimidas a dejar de lado la lucha por las “demandas terrenales” en aras de una bienaventuranza del “más allá”. Lo recordó Francisco en la Exhortación Evangelii Gaudium, cuando escribió “puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse”. No es preciso agregar comentarios.
“¿Puede un católico hacer política? ¡Debe! Pero, ¿puede un católico comprometerse con la política? ¡Debe!” (Francisco, 30 de abril de 2015). Larraquy escribirá sobre Bergoglio,
1. Código Francisco, Bs. As., Sudamericana, 2016. Las referencias a las páginas del libro se harán entre paréntesis. El libro completa el anteriormente publicado Recen por él, también por Sudamericana.
… las villas marcaron la apertura del ministerio social de Bergoglio (…) Encontró terreno fértil para la inculturación del Evangelio y para poner la “Iglesia en salida”, en un contraste con su propia historia (…) cuando sostuvo posiciones defensivas y conservadoras frente a los que se comprometían por la “opción por los pobres” (258).
Los últimos años antes del Vaticano son más conocidos. Su enfrentamiento público con el kirchnerismo, el ataque a leyes como el matrimonio igualitario, la relación tejida con la oposición “republicana” y, finalmente, su aproximación tardía al kirchnerismo, luego de que éste abandonara las acusaciones por su rol en la dictadura.
… si en los años setenta había evitado (…) la integración de sacerdotes en comunidades de base en barrios o villas por temor a la radicalización política, ahora, cuando ya no existía la militancia revolucionaria, los alentó a permanecer (…) en una opción clara por los humildes (340).
El concepto, a primera vista contradictorio, da cuenta de una concepción política global. En los ‘70, cuando la radicalización política de masas era extendida, Bergoglio hizo lo imposible por apartar a los jesuitas de esas tendencias. Veinte años después, luego de la derrota de ese ascenso revolucionario y ante la creciente crisis social, la Iglesia se ubicará como parte de los factores de contención. La “opción por los pobres” solo fue afirmada cuando se evidenció como medio para evitar que éstos emprendieran el camino de la lucha por sus demandas. El lugar que Francisco propone para la Iglesia a nivel internacional debe leerse en el mismo sentido. La reconstrucción del prestigio institucional tiene la finalidad estratégica de convertirla en un factor de contención para eventuales procesos de radicalización de masas. Desde la tapa de su libro, Larraquy presentará a Francisco como el Papa que tiene una
2. Un informe de mayo de 2014 indicaba que en la década anterior habían sido sancionados 3.420 casos de curas pederastas. 3. En enero de 2012 se conoció el escándalo de Vatileaks, que ponía al desnudo gran cantidad de hechos de corrupción en el Vaticano. 4. La relación con Rusia será también la base de la política vaticana hacia Medio Oriente. Aunque acompañará políticamente los ataques contra ISIS, propondrá una intervención multilateral y se negará a convertirla en una “guerra santa” entre Islam y catolicismo. 5. Al respecto ver Claudia Cinatti, “Cuba después de Obama: ¿más cerca del capitalismo?”, IdZ 28, abril 2016. 6. El Concilio sesionará entre 1962 y 1965, en el contexto de la llamada Guerra Fría. Estará precedido por las luchas de liberación nacional en las colonias tras la Segunda Guerra Mundial; procesos de revolución política en Hungría y Polonia (1956); la Guerra del Canal de Suez (1956); la guerra de liberación de Argelia y la Revolución cubana de 1959, entre otros hechos. 7. “Diez años después del Concilio, el cardenal Konig constataba con amargura (…) que el dialogo había “llevado a algunos a identificarse tan bien con sus interlocutores que habían llegado a perder su identidad cristiana”. Citado en Philippe Chenaux, “El giro del Concilio. La Santa Sede, los católicos y el comunismo (1959-1978)”, Anuario de Historia de la Iglesia Vol.21, Pamplona, Universidad de Navarra, 2012. 8. Rubén Amón, “Cuando el pastor sigue al rebaño”, El País, 27/06/16.
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Bergoglio y la dictadura La polémica sobre el rol jugado por Bergoglio en la dictadura, y en particular, en el secuestro de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, es aún parte de los debates sobre su figura. El libro de Larraquy deja en evidencia las contradicciones de Bergoglio a la hora de explicar su actuación ante los secuestros. Por ejemplo, en su testimonio en la Causa ESMA, afirmó que recién dos meses después de su primera consulta volvió a pedir información a las autoridades militares sobre los sacerdotes, evidenciando un claro desinterés por la suerte de ambos. Los testimonios de los clérigos acentúan esa conclusión. Larraquy citará un escrito de Yorio donde éste se pregunta “cómo se explica que haya un acto ficticio en el que se me expulsa de la Compañía sin que yo sepa, justo tres días antes de mi prendimiento” (205). A pesar de eso, el autor de Código Francisco mostrará cierta indulgencia hacia Bergoglio, hablando de su “confusión” ante esa tensa situación (229 y 241).
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Realismo capitalista: nuevo diagnóstico, viejo tratamiento
Ilustración: Hidra Cabero
ARIANE DÍAZ Comité de redacción.
Año 2008: ante la caída de Lehman Brothers y sus posibles consecuencias en cadena en las economías más importantes del mundo, los Estados más poderosos (y más comprometidos) coordinaron, no sin tensiones, una serie de rescates megamillonarios a sus respectivos bancos. Esto provocó, para Mark Fisher, otra caída: el “colapso del marco conceptual que proveyó de cobertura ideológica a la acumulación capitalista desde la década de 1970” [117]1, según deja asentado en su primer libro, Realismo capitalista, publicado en 2009 y recientemente traducido al castellano por Caja Negra, que incluye también el texto que destinó a la compilación de 2012 What are we fighting for: a radical collective manifesto [Por qué estamos peleando: manifiesto radical colectivo] donde intelectuales y activistas, con
suerte desigual, trataron de caracterizar y dar una alternativa a la crisis capitalista en curso. Sin embargo, para este crítico cultural y académico inglés que trabajó estas ideas y las nutrió del intercambio en su blog k-punk.org (hoy un poco abandonado), los neoliberales que presumían de su antiestatalismo y celebraban la destrucción del espacio público (y que demostraron ser más bien defensores de ciertos usos de los fondos públicos y del Estado –los securitarios– en su favor), son apenas unos de los emergentes (los más entusiastas) de una particular configuración del capitalismo que habitamos, y que se remontaría hasta la caída de los “socialismos reales” a fines de los ochenta. Con una definición provocadora que traza una analogía con el “realismo socialista”, el realismo
capitalista contemporáneo al que Fisher tratará de conceptualizar estaría representado en el slogan tatcheriano de “no hay alternativa”: un capitalismo que no solo es visto ya como el “único sistema económico viable”, sino al que parece “imposible incluso imaginarle una alternativa” [22]. Como agrega en una entrevista reciente el autor, el realismo capitalista es también una patología de la “izquierda” (definida en un sentido tan amplio que incluiría hasta al laborismo) que ha terminado aceptando esta narrativa de la derecha de los ochenta como inevitable, en nombre del pragmatismo2.
El diagnóstico: la desesperanza A pesar de que para su análisis Fisher recurre a distintas producciones culturales como
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películas, novelas o programas televisivos, para el autor el realismo capitalista es una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos [41].
Aunque el autor reconoce antecedentes en los trabajos de Jameson sobre el capitalismo tardío, diferenciará su definición de las ideas de posmodernismo o posmodernidad porque, a su criterio, cuando Jameson delineara su propuesta, aún la relación con el “socialismo real” existente y con el modernismo podía generar una tensión que hoy ya se da por superada. Así, si bien va a sumar a su caracterización elementos del crítico estadounidense (la mixtura de lo inmediato y la nostalgia, por ejemplo), o de Deleuze y Guattari (como el malestar que produce un capitalismo que logra metabolizar todo lo que toca) o de Zizek (la diferencia entre lo Real lacaniano y la realidad, por caso), para Fisher el realismo capitalista no es ideología, propaganda o configuración cultural, ni siquiera una posición política favorable al neoliberalismo, sino su lisa y llana naturalización. El realismo capitalista no busca convencernos de algo determinado, sino “ocultar el hecho de que las operaciones del capital no dependen de algún tipo de creencia subjetivamente compartida” [36] bajo una “ontología de los negocios” en la cual “es obvio que toda la sociedad debe administrarse como una empresa” [42] –cualquier coincidencia con la realidad argentina no es pura coincidencia–. Su corolario es la despolitización de las prácticas sociales e incluso de los padecimientos individuales que, ofreciendo protegernos de los “fanatismos de la fe”, producen subjetividades análogas a las de un “depresivo que cree que cualquier creencia en una mejora, cualquier esperanza, no es más que una ilusión peligrosa” [26]. Pero, al igual que su par “socialista”, el realismo capitalista de realista tiene poco (como demostró salvando a los bancos), y a esas incongruencias es donde habría que apuntar para exhibirlo como “incoherente e indefendible” [42].
Los síntomas Fisher registra dos aporías del realismo capitalista que pueden ser un buen blanco de ataque. La primera se relaciona con la salud mental: mientras el neoliberalismo se vanagloria de una libertad de mercado que permitiría el
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desarrollo de los individuos, en realidad produce sujetos en estado de perpetua ansiedad. En esas circunstancias proliferan una serie de afecciones psicológicas como la depresión, la euforia consumista incapaz de “hacer cualquier cosa que no sea buscar placer” [50] y la bipolaridad, paralela a los ciclos de auge y depresión del propio sistema. Esas afecciones, sin embargo, son atribuidas a problemas de desequilibrios químicos o familiares particulares, es decir, son privatizadas en vez de ser analizadas en sus causas sociales. La salud mental es también así despolitizada. Sin embargo, dirá Fisher, la “plaga de la enfermedad mental” muestra que, “más que ser el único sistema social que funciona, el capitalismo es inherentemente disfuncional, y que el costo que pagamos para que parezca funcionar bien es en efecto alto” [45]. La segunda aporía se relaciona con la burocracia. Mientras el neoliberalismo gusta presentarse como antiburocrático en oposición a los “socialismos reales” así como a los remanentes del Estado de bienestar, en realidad lo que ha proliferado es una burocracia descentralizada que funciona como una forma de autovigilancia: por ejemplo, en el terreno educativo, la requisitoria de informes donde se autoevalúen los “símbolos del desempeño sobre el desempeño real” [76], una pseudo mercantilización de los servicios públicos que simula los estándares de eficiencia y control del managerialismo capitalista pero a los que en realidad les importa poco el “producto” evaluado. Ambas aporías son propias del período posfordista en que según Fisher se desarrolla el realismo capitalista. Una estructura donde la mentada “flexibilidad”, en realidad, desregulación del capital y el trabajo, es causa de “frías señales de alarma a través de la espina dorsal de cualquier trabajador” [64], o donde el modelo de las relaciones públicas eficientes encuentra su fracaso en los call centers [101]; un sistema social combinando “imperativos de mercado y ‘objetivos’ definidos en términos muy burocráticos” constituye una suerte de “stalinismo de mercado” [52]. ¿Pero quiénes son los sujetos que, en esta situación, podrían identificar y desarmar estas contradicciones?
esclavitud sin reorganizar el sistema, Fisher insiste en la necesidad del surgimiento de un nuevo sujeto político colectivo. ¿Dónde encontraría sus bases? Por el lado del movimiento obrero, Fisher no da muchas pistas en el libro, a pesar de que los procesos de trabajo ocupan en su caracterización un lugar central y distintivo; pero en la entrevista ya mencionada de 2013 insiste en aquellas luchas que puedan reconectar la política con el trabajo y la vida cotidiana; pero para ello, nos dirá, los sindicatos no han alcanzado todavía el potencial que tienen como espacios de esa acción colectiva que podrían organizar. Por el lado de los movimientos anticapitalistas donde la juventud es central, Fisher va a ser muy crítico de una política que considera concesiva. Mientras considera que los movimientos surgidos después del 2001 más bien buscaban mitigar los excesos del capitalismo más que erradicarlo, las luchas de los estudiantes franceses de 2006, por ejemplo, le parecen nostálgicos “inmovilizadores” que buscan mantener lo conquistado en el período fordista previo, es decir, plantearse como mera resistencia “al cambio” más que como superación. Recién para 2011, en otro artículo incorporado a la edición castellana del libro, considera con cierta esperanza el “reflote de la militancia joven en el Reino Unido” [138], aunque solo como incipiente contratendencia a la “depresión privatizada” que había caracterizado. Por otro lado, los tintes “anarquistas” que ve en muchos de estos procesos, si bien pueden en alguna medida causarle cierta simpatía (como declara en el diálogo ya mencionado), en realidad retrasan para el autor la toma de conciencia sobre la necesidad de la (re)organización política, según declarará en otra entrevista3. Un problema similar ve en la izquierda, a la que considera anclada en el modelo de las luchas de 1968. Si bien alerta contra “la mera adaptación a las condiciones existentes: ya nos hemos adaptado demasiado”, señala que “no ha habido en la izquierda reflexión suficiente respecto de las tácticas que podrían funcionar contra el capital en las condiciones propias del posfordismo” [58].
Los afectados
Lo asombroso, aunque no tanto si consideramos que Fisher finalmente reconoce los aciertos de la variante eurocomunista británica que surgió alrededor de la revista Marxism Today [129], son las alternativas que »
Descartando de plano el “chantaje ideológico” [39] que desde los ochenta, con recitales o marcas “responsables” del gusto de Bono, pretenden poder terminar con la pobreza o la
El tratamiento y las contraindicaciones
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IDEAS & DEBATES
Fisher viene entonces a proponer: como no ha sido poco común en la trayectoria de la socialdemocracia y del comunismo europeo “renovado”, tras la apelación a las “nuevas condiciones” se siguen recetas que ya eran viejas cuando se plantearon, aunque encuentren cada tanto nuevos interlocutores, como hasta hace poco fueron los proyectos como Syriza o Podemos, a los que Fisher no se refiere pero que inevitablemente resuenan en sus planteos aunque con particularidades británicas4. Retomemos los sectores a los que se refería antes. Para el movimiento obrero, Fisher apenas dedica unas líneas a la potencialidad no actualizada aún de los sindicatos, sin mencionar el papel que allí cumplen justamente las burocracias sindicales que negocian esas condiciones laborales que deplora y que, cuando es necesario, contienen las luchas del movimiento obrero. Por otro lado, increíblemente con argumentos que utiliza habitualmente la derecha, cuando trata el caso de las luchas de los docentes por ejemplo, llama a los trabajadores a no protestar mediante huelgas (que no harían más que perjudicar a los estudiantes) ni a dejarse llevar por los “gestos espectaculares sobre causas nobles, como Palestina” [119]. Es decir sindicalismo puro y duro, pero “inmanente”. A los movimientos juveniles y a la izquierda (o al estereotipo que de ella hace más bien basado en las alas izquierdas de la socialdemocracia y del comunismo más que en la izquierda radical), mientras les reclama que abandonen el romanticismo del ‘68, les ofrece a cambio la panacea de una “esfera pública democrática” [138], porque “ir más allá del Estado o distanciarse de él no significa abandonar el Estado” sino “subordinar el Estado a la voluntad general” [116], para lo que agrega la difusa idea de una “Supernanny marxista” (en referencia a un programa británico que enseña a los padres a poner límites a sus hijos) que identifique las causas estructurales que producen los problemas de socialización para los cuales las familias no dan abasto [110]. Así, a los elementos atendibles que Fisher propone en su diagnóstico, le contrapone una serie de remedios “novedosos” cuyos efectos adversos probablemente vengan de fábrica: su pobre balance del fin del stalinismo en el que se basaría el realismo capitalista. Sin duda la caída de los “socialismos reales” dio pie a un triunfalismo capitalista que impregna hasta nuestros días lo que muchos
autores han llamado “restauración burguesa”5: no se trató solamente de un retroceso ideológico sino de la entrada de nuevos espacios a la explotación capitalista abierta, que permitió al capital recuperarse después de la crisis económica, social y política de los años setenta y ochenta. La crisis actual muestra el agotamiento de ese proceso y plantea una vez más quién deberá pagar las consecuencias, a lo que el movimiento obrero enfrenta recompuesto estructuralmente pero subjetivamente marcado por la ofensiva neoliberal y la identificación del proyecto socialista con el stalinismo. Pero justamente por eso cabe preguntarse en qué medida los “socialismos reales” eran una “alternativa” previamente a su crisis terminal a fines de los ochenta, según declara Fisher, y en qué medida esos enormes aparatos burocráticos, aún formalmente “desestalinizados”, fueron el tapón que contuvo el ascenso revolucionario de los setenta que se extendió a escala global, cuando no fueron directamente aliados y agentes de esa restauración. Es algo que el autor evidentemente no contempla cuando exculpa a los “cuadros comunistas” de esa caída, que atribuye solo al fin del fordismo [146]. Es extraño que el autor, que dedica buena parte de su trabajo a las formas burocráticas del realismo capitalista, no identifique el papel que la burocracia stalinista tuvo en el proceso de restauración capitalista. Su pérdida de influencia (aunque los PC siguen teniendo peso en varios sindicatos europeos), bien podría ser en este sentido una ventaja para las nuevas generaciones, y en todo caso muestra que la lucha contra la burocracia sigue siendo una tarea cotidiana al interior del propio movimiento obrero6. Por otro lado, es cierto que sin duda hay mucho que discutir con los nuevos movimientos juveniles. Buena parte de su desconfianza hacia las organizaciones partidarias tiene que ver justamente con el nefasto rol que jugaron los PC en las décadas previas. El autonomismo, que emergió a principios del siglo entusiasmando a una nueva generación de activistas, pronto también mostró sus límites, mientras las distintas variantes de movimientos juveniles que han ocupado plazas y cuestionado la legalidad burguesa en distintos países, han servido de caja de resonancia del descontento social pero no han encontrado aún los caminos para articularse con la clase obrera y lograr así desestabilizar el poder capitalista. Sin embargo, mientras este libro llega al público local, el fantasma
de mayo del ‘68 recorre Francia nuevamente uniendo a la juventud con los trabajadores en el rechazo en las calles de una nueva reforma laboral, movimiento que una vez más, además de la policía del “socialista” Hollande (que sintomáticamente llama “conservadores” a quienes luchan en las calles contra su imposición), debe enfrentar el inmovilismo de las direcciones sindicales, que se tomaron su tiempo para encarar medidas de lucha más contundentes7. La restauración capitalista que vivimos en las últimas décadas sin duda no dejará de pasar su factura, y remontar el retroceso que significó requerirá nuevos debates estratégicos, pero es sin duda en estas experiencias de los trabajadores y la juventud, y en la habilidad que tengan para superar los límites que los voceros del neoliberalismo y las distintas variantes reformistas pretendan imponerles, donde están las fuerzas sociales capaces de trazar en el horizonte una verdadera alternativa revolucionaria.
1. Bs. As., Caja Negra, 2016. Las referencias a esta edición se harán indicando el número de página entre corchetes al final de la cita. En todos los casos, los subrayados son del original. 2. “Capital realism and the neoliberal hegemony: a dialogue” en New Formations 80/81, 2013. 3. “The Future is still ours: autonomy and post-capitalism”, 2012, disponible en el sitio de Auto Italia South East (autoitaliasoutheast.org). 4. En todo el libro Fisher pasa sin escalas de los problemas generales que definirían al capitalismo global a problemas particulares en el sistema educativo inglés donde trabajó, que le sirve como única base para extrapolar a todo el globo. En pocos casos el horizonte se amplía a algunos países de Europa; de regiones como Latinoamérica, por ejemplo en una de las entrevistas mencionadas, parece conocer tan poco como para decir que aquí “los gobiernos de izquierda facilitan los colectivos gestionados por trabajadores” (ibídem). 5. Fisher cita las conceptualizaciones que en este sentido hicieran Badiou y Harvey en su libro; para una lectura del período desde la perspectiva de la reconstrucción del marxismo revolucionario ver Albamonte y Maiello, “En los límites de la ‘restauración burguesa’”, Estrategia Internacional 27, 2011. 6. Respecto a la importancia de esta tarea para los revolucionarios ver Albamonte y Maiello, “Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista” en Estrategia Internacional 29, 2016. 7. Al respecto ver Barot y Chingo, “La primavera francesa” en IdZ 29, Chingo, “Francia: el retorno del movimiento obrero”, La Izquierda Diario, 31/05/16 y la nota del mismo autor en este número.
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Variaciones sobre el desapego Charlamos con Martín Kohan –escritor, crítico literario y docente–, a quien ya entrevistamos en estas páginas, en este caso acerca de sus últimos dos libros: la novela Fuera de lugar, y el ensayo Ojos brujos. Fábulas de amor en la cultura de masas. Fotografía: Fernando Lendoiro
IdZ: Fuera de lugar arranca, como otras de tus novelas, con unas frases brutales, difíciles de digerir. ¿Es un recurso estético para poner en tensión al lector con lo que sigue en el relato, o para ir “palo y a la bolsa” con los temas urticantes que abordan esas novelas? El tema obviamente está de por medio y determina una cantidad de cosas, pero me parece que esos arranques muchas veces para mí van a definir en parte un pacto y en parte un registro. Porque estos sujetos me plantean en la escritura muy fuertemente el problema del tono, que es un problema que se plantea en cualquier texto. Cualquier escritor tiene que decidir en qué registro va a narrar: afectivo, distanciado, irónico, enérgico, despojado, lo que sea, tenés que definir el tono y el registro, y cada vez más uno va viendo que definir eso es definir casi todo. O dicho al revés: como en la música, si errás el tono, la melodía se estropea. Ahora, cuando además los materiales o el objeto tienen una carga previa muy perturbadora o inquietante, materiales que razonablemente uno calcula en una determinada disposición –suponemos la ternura que se podría dispensar al viejito enclenque [Cuentas pendientes], el espanto frente a la sola idea de torturar un bebé [Dos veces junio], la
perturbación de la idea de desnudar a unos nenitos y sacarles fotos [Fuera de lugar]– hay un paso más en la decisión que todo narrador toma en el momento de empezar a narrar. Con esa clase de materiales, la decisión del registro y pactar un tono con el lector es decisivo, porque ahí armás la relación que el lector va a tener con esos materiales. En el caso de Fuera de lugar para mí es la intención justamente de desacomodar, de no ponerle el tono o el registro que se esperaría o que podría resultar más confortable para el lector, que podría ser el aleccionamiento, un encuadre moral que tranquilice –es decir, alguien que esté diciendo que eso que se está haciendo está mal–; o una resolución por la vía de la compasión y de la ternura que te ponga del lado de la víctima –y entonces te acomodás en ese lugar–; o un registro de denuncia social –donde el lector se colocaría en el lugar de la denuncia y la conciencia sobre lo que está pasando–. Fuera de todo eso hay un tipo de registro en el que yo por lo menos procuraba dejar al lector en un lugar inestable y siempre incómodo. IdZ: Ese arranque crudo contrasta con los personajes, que parecen especialistas en el “decir a medias” o el “mostrar a medias”, que saben cómo “ser directos y alusivos a
la vez”, o cómo mostrar verdades parciales para ocultar las que puede comprometerlos, o analizar desde qué ángulos tomar las imágenes de los chicos para que calienten pero “sin tocar”. ¿Ese detalle en el registro “semiológico” es deformación profesional o lo pensaste en relación a caracterizar como perversos a los personajes? Por una parte, al ser un grupo y no uno solo o dos, me permitió armar en cada personaje una relación diferente: que haya una mujer de por medio puede ser también perturbador –que formando parte de todo esto que están haciendo, tenga iniciativas cuasi maternales–; que el fotógrafo parezca tener una preocupación por momentos rigurosamente estética, o que el que comercia solamente comercie… hay actitudes diferentes. Pero al mismo tiempo en el grupo, respecto del lector, hay un efecto de choque que traté que la novela tuviera; es que el lector no deja de hacerse problema por lo que está leyendo, pero está frente a personajes que no se hacen ningún problema. Busqué justamente una construcción de no-identificación –se ve que me gusta más esa clase de narrador que rompe con el principio de identificación–. Vos no ves las cosas desde el mismo punto de vista que las está tomando el que las está narrando. En parte sí, porque seguís las narración a »
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“Es como si uno dijera que la perversión emana del moralismo: no viene a contradecir, ni es una excepción, ni su contracara, ni su momento hipócrita.
” partir del que narra; y al mismo tiempo no, porque la manera en que el narrador, o en este caso los personajes, se relacionan con lo narrado, no es la que el lector está teniendo. Vas siguiendo lo que se va haciendo desde la mirada de estos personajes y al mismo tiempo no te podés identificar con ninguno. Yo creo que el contraste más grande podría estar dado en esos términos. El lector se hace problema con lo que está pasando, entiendo que va a hacerse problema: llegan los nenitos, les sacan la ropa, los ponen ahí, hay señales de que los nenitos podrían estar pasándola mal... Ni es explícito ni está denunciado, porque eso llevaría a la novela a un lugar donde yo tampoco quiero situarla –no es una novela de denuncia–, y al mismo tiempo todo lo vivís a través de personajes que no se están haciendo problema, o se están haciendo problema por otras cosas: el encuadre, que no se manche el sillón, si esta foto se va a vender o no vender, si el cura trae un nene o no lo va a traer, el rechazo moral que tienen por el cura… IdZ: Lo más curioso de los personajes es que explotan a los chicos pero mientras, son campeones de la moral e incluso de lo políticamente correcto: critican a la Iglesia por pedófila pero tienen a un cura de proveedor, se preocupan por cómo tratar al chico autista sin discriminarlo pero lo usan aprovechando que no puede decir nada. En Ciencias morales la hipocresía moralista también tenía un lugar. ¿Por qué te interesa esta característica? Al ser varios personajes pude marcar esos matices o esa gradación, como la repugnancia moral que tienen por el cura, porque calculan que el sí “les hace algo”, en la presunción de que ellos no están haciendo nada. Yo no sé si es exactamente hipócrita, porque el hipócrita tiene ese doblez. En todo caso yo diría que es un doblez intrínseco a la moral. No sé si acá es una “doble moral”; es lo que toda moral tiene de doble. No estoy hablando de la ética, de la capacidad de tener una línea de conducta, sino de ese tipo de relación con el “valor” por el cual alguien se considera dueño y avanza sobre los demás. Yo diría
también que hay una diferencia que va de la ética a la moral y de la moral al moralismo, es decir, a la imposición de esos valores como universales y al avanzar sobre la conducta de los otros, sobre el temperamento de los otros. A mí me parece que hay un doblez que está, no en la doble moral, sino en el moralismo. En Ciencias Morales es igual: tampoco hay hipocresía. La chica no es hipócrita, no es que dice “armo el discurso moralista –como si dijéramos, pour la galerie– pero después voy al baño y me pego una calentura con los pibes meando”. No dice eso, no tiene ese doblez, porque cuando ella se mete en el baño y mira, no se está saliendo de su moral. Está convencida de que está vigilando lo que tiene que vigilar. Es lo que de inmoral tiene el propio moralismo. Para mí el doblez está adentro: para mí estos personajes no son hipócritas, no dicen: “acá estamos abusando de estos nenes, los ponemos en bolas, les sacamos fotos y hacemos guita, somos unos cretinos, pero tenemos una doble moral y despreciamos al cura”. Ellos realmente creen que no están haciendo nada, así como la preceptora en Ciencias morales realmente cree que está cumpliendo con su deber y lo que está haciendo es una práctica aberrante que está al interior de su moral. Es como si uno dijera que la perversión emana del moralismo: no viene a contradecir, ni es una excepción, ni su contracara, ni su momento hipócrita. Una conducta rigurosamente rígida, que avanza en su rigidez como imposición sobre los demás, una y otra vez produce estas perturbaciones. A mí lo que me interesa es advertir o indagar cómo esa perturbación proviene de la moral y no está del otro lado. Creen que como no tocan no están haciendo nada, que porque no penetran no están haciendo nada, y al mismo tiempo el lector ve que todo el tiempo les están haciendo algo, mucho. IdZ: En la novela las fotos se venden a países del Este donde según charlan los personajes con cierta condescendencia, cayó el “comunismo real” y aparecen los nuevos ricos y un consumo desbocado. ¿Es otro doblez de los personajes o efectivamente el
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consumismo funciona produciendo moralina para cubrirse? Casi todo en la novela, como casi todo lo que yo escribo, está muy pensado previamente, pero esto me parece que fue una resolución no te digo sobre la marcha, sino una posibilidad que se me abrió –primero la idea era que las fotos se manden lejos y se supone que nunca iban a circular en el mundo al que ellos pertenecen–. Pero cuando llegas en la escritura a definir ese “lejos” te encontrás con que si lo ponés en el viejo bloque de los países socialistas le podés dar una dimensión política a la novela que me interesa introducir también. Como al momento que pensé Ciencias morales y dije “que ocurra durante Malvinas”, y en realidad es algo que se agregó que me permitía darle una caja de resonancia a la preceptora que me parecía buena para la novela; nunca la pensé como de la dictadura, pero situarla en el ‘82 le daba una caja de resonancia más interesante. En el caso de Fuera de lugar las fotos las podían mandar a cualquier lado, bastaba con que fuera muy lejos. Pero independientemente de lo que vos y yo tenemos para decir de la Unión Soviética y lo mucho que tenemos para decir respecto de eso que se llamó comunismo en esos países, poner toda esta inmoralidad moralista de la mercancía en el paisaje del regreso brutal del capitalismo –brutal también porque vuelve vencedor donde parecía que había sido vencido–, me parecía que le daba una resonancia política que me interesaba poner en juego también, precisamente para que estas cuestiones sobre valores/ética/moral/moralismo en términos de una determinada práctica –que está entre lo fotográfico, lo erótico y el abuso de menores–, tuviesen esa resonancia con respecto al consumo y su bulimia. Creo que efectivamente ahí está la posibilidad de pensar los valores no en términos puramente superestructurales, para decirlo en un lenguaje clásico, sino en un sentido más weberiano, que es que la ética y los valores están imbricados en la relación que se tiene con el trabajo, con la producción y después con el consumo; no es la superestructura de
la producción solamente, o la superestructura de la circulación de la mercancía y su consumo meramente, sino que forma parte de eso mismo. No es el orden de valores que acompaña o que cubre una voracidad consumista, la voracidad consumista expresa esos valores, son su concreción. IdZ: Y los produce también... Y los produce en el mismo sentido que la producción produce demanda; lo primero que produce la producción es la demanda, y para mí la idea de tomar esos momentos de auge, no de contención en el sentido de Weber sino al revés, de desenfreno, permitió encontrar en esta superposición esta posibilidad: que lo que aparece en el mercado no es lo sexual, es el consumo de cualquier cosa. La parte bulímica, la pasión del consumo no en el objeto sino en el consumo. Entonces ahí si hay una desmesura que yo quería indagar justamente en relación con la desmesura que uno podría adjudicar al tipo de foto, como cuando se dice “ya no sabe qué inventar”: una especie de insaciabilidad donde la heterodoxia sexual, ya trocada igual en abuso, se toca con esa insaciabilidad. IdZ: La segunda parte del libro, donde aparece el cadáver que da pie a lo propiamente policial, está estructurado por dos búsquedas que parecen opuestas y que cuando se cruzan tendrán sus efectos: una es la del sobrino del muerto que se desplaza, que no deja registro de esas búsquedas, nadie sabe qué está buscando; la otra es la de uno de los implicados, que busca sentado en internet, dejando registro, sin saberlo, de todo lo que hace. ¿Lo pensaste como desencadenante de la trama o también como forma de exploración de un género donde la búsqueda es un eje? No había visto tan claramente que hay dos investigaciones y dos búsquedas ahí. Sí había pensado lo de internet como uno de los dos grandes cambios de esa época y también una idea de las tantas que uno aprendió en Benjamin, que es el modo en que impactan ciertas transformaciones en la generación que no es
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exactamente la que queda acompasada por la transformación, sino la generación que se formó en el temperamento exactamente previo a la transformación, como cuando Benjamin dice los soldados que fueron al frente de guerra habían ido a la escuela en la infancia en tranvías a caballo. Tenés el temperamento, el carácter, la escala de percepción formateada, tenés la biblioteca y formás parte de la generación de la transformación de internet, no la de mi hijo que ya tiene eso incorporado, sino la que conoce la idea de que había que ir a la biblioteca, ir a la materialidad del fichero, del estante, esa generación que somos nosotros, entrenados en la vieja escala, formateados –digo formateado y es el lenguaje de internet– en esa otra dimensión, y de pronto nos vemos arrojados al infinito de internet. Ese cambio y el otro, la caída del proyecto comunista tal como se intentó en el Este, son los dos grandes cambios que me permitieron, sobre los materiales iniciales de la situación sexual de las fotografías, esa combinación entre la bulimia del consumo, la insaciabilidad del consumo, y la inagotabilidad de internet, que me parece que efectivamente es una combinación explosiva, porque para el insaciable el límite viene dado por el límite objetivo de aquello que quiere. ¿Qué pasa cuando eso se combina con lo ilimitado por definición de internet, que nos pone frente a una escala de ilimitado nunca antes vista, porque no es material en el sentido de su virtualidad, efectivamente? Yo siempre dije “Podría ver fútbol indefinidamente”, pero no era cierto; pero ahora podría ver fútbol indefinidamente, con internet realmente podrías no parar nunca, y no ir a parar a las periferias de los partidos inconcebibles, sino grandes partidos que ahora podés ver y no terminás más. Entonces eso me fue muy útil en la novela en clave de búsqueda: la búsqueda a la vieja usanza de desplazarse, ir a los lugares, buscar los testigos, ver si alguien sabe algo, del viejo investigador que va detrás de las huellas materiales; y la del investigador de lo inmaterial que se mete en internet y comprende que nunca va a terminar y al mismo tiempo es eso lo que lo salva, porque el infinito de internet hace que »
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todo el tiempo todo esté ahí, y al mismo tiempo te pone frente a lo inhallable... Me pasa con la música: me paro frente a mis discos y en unos minutos logro decidir qué tengo ganas de escuchar; en internet, como está todo, para mí termina equivaliendo a nada. Es tanto que no puedo decidir ganas de qué tengo. IdZ: Una idea borgeana… Es que eso que muchas veces se señaló, la concepción de Borges de la biblioteca infinita que anticipaba internet, es pertinente. Al mismo tiempo eso se vuelve salvación para uno de los dos investigadores que definís vos, que son también dos paradigmas: el investigador sedentario que trabajan Borges y Bioy, el que está preso y que resuelve los crímenes literalmente encerrado; frente al investigador itinerante, que va a buscar las huellas. Yo creo que el contraste en Fuera de lugar es que uno busca para encontrar, y el otro busca para no encontrar. Lo que Correa quiere es no encontrar las fotos y eso le va a dar alivio. Al mismo tiempo supone que pueden estar ahí. Yo tenía una costumbre pésima que no se me fue del todo, que era no tirar nada para así saber que no perdía nada. Al mismo tiempo, al no tirar nada, tenía tantos papelitos, pilas, que nunca encontraba nada. Internet en su inmaterialidad llevó eso a su punto más perfecto: todo está ahí y a la vez eso mismo lo vuelve inhallable. Es decir, en la novela: si fotos de nenitos circulan en cantidad, las chances de que las fotos mías estén son muy grandes, pero por eso mismo, la chance de que alguien las encuentre son muy pequeñas. IdZ: Hablando de consumos culturales, en un ensayo tuyo reciente, Ojos brujos, analizás letras de tangos y boleros, por ejemplo cómo el amor en los boleros tiene los atributos de lo religioso, o cómo los tangos muestran al macho hablando con sus pares de sus desventuras amorosas, y decís que los boleros son “fábulas de amor que narra la cultura de masas para configurar nuestro imaginario sobre el universo amoroso”. ¿Cómo creés que funciona esa cultura de masas, expresa cuestiones sociales que están en el aire, o al revés, machacan con ideas que terminan configurando nuestra forma de evaluar nuestras experiencias como el amor, el desengaño, etc.? Uno podría decir que el trabajo sobre los boleros es la contracara de Fuera de lugar, porque lo que hay allí, en todos los vínculos, es justamente un desapego, el de los personajes. Y el mundo romántico de los boleros y los tangos es la versión radicalmente opuesta al universo que construí en Fuera de lugar; es la
imposibilidad del desapego, el “qué bien me vendría un poquitito de desapego, un cachito de indiferencia, un poquito de olvido, de ajenidad”… Es justamente lo contrario, la imposibilidad radical del desapego, de la indiferencia, de la indolencia. Es un poco lo que hablábamos respecto de producción/consumo: por una parte vienen a responder a un imaginario social existente, por otra parte sobre todo vienen a constituirlo. En Ojos brujos se hace hincapié en cómo lo constituyen, porque lo pensé en clave de “educación sentimental”: ¿dónde se formó nuestra manera de vivenciar el amor? Lo que me interesó en estos tangos y boleros es que me parecen una instancia de sinceramiento, porque hay un tabú muy grande sobre lo sentimental. Ahí está Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso… –me citaban a Monsiváis, que está bien, es grandioso, pero no dejo de sentirlo muy sociológico respecto de lo que a mí me interesa que es leer los textos–. Creo que el tabú que opera sobre lo sentimental es más fuerte que sobre el sexual, mucho más para los varones. Yo no entiendo por qué no se trabaja mucho más, en el ataque al machismo –del que yo me ocupo insistentemente–, sobre qué es lo que hace el machismo con el macho: ¿qué sujeto constituye en el macho? Una de las marcas de lo que el machismo le hace al varón, por eso me interesa el tango, y el momento en que se producen quiebres –porque el tango no es uniforme, no es la cosa machista compacta que muchas veces se estereotipa, por supuesto está el mandato de virilidad, pero es tan fascinante cuando eso se resquebraja–, cuando el género le permite al macho decir –para decirlo con el lenguaje propio del machismo– “voy a mariconear un poco”. Como cuando Barthes dice “todo enamorado se feminiza” –obviamente respondiendo a un estereotipo o asignación de roles sociales determinados–, creo que efectivamente la sentimentalidad está vedada para el varón. Excepto con una cantidad de resoluciones de artificio, de indirectas. Bajo el imaginario amoroso auténtico para mí, un amor es lo contrario que algo pasajero, es eterno y definitivo, incluso cuando pasa. Así como con esta lógica, que quiebra lógicas, todo amor es único, y cuando se suceden varios, todos son únicos. Esas marcaciones de “ya se te va a pasar” son frenos a esta entrega a lo sentimental. Es más difícil poner en circulación con absoluta franqueza la plenitud de la pasión sentimental; está mucho más admitida la pasión sexual en cuanto a la posibilidad de admitirla y de enunciarla. Me parece que los boleros son una zona de permisibilidad, así como se habla de una
permisibilidad sexual. Hay mucho “bananismo”, y no solo en los varones, con respecto a la pasión amorosa, siempre es como todo muy superado. Pero cuando nos enamoramos estamos como se dice “hasta las manos”; ante el desengaño amoroso sufrimos horriblemente. Eso sí es hipocresía: ¿por qué hablamos de lo sentimental como si estuviésemos por encima, cuando lo cierto es que nos traga por completo? El bolero nos permite la enunciación de la pasión amorosa sin resguardo, sin distancia irónica, sin fingirnos por afuera, sin defendernos de nada, entregarnos a esa sinceridad. También creo, y fue decisivo en esto la marcación de la cultura de masas: se activa sobre todo ahí, por eso trabajé el tango y los boleros y no las novelas de amor, que las hay –obviamente el enlace es Puig, que es el que hace literatura con ese universo, con esos materiales y con esa impronta–. Pero tenía esta prevención de que así como creo que hay mediaciones de validación para admitir la entrega a lo sentimental –creo que era Monsiváis el que decía irónicamente que un intelectual dice “como dice Corín Tellado, te quiero”–, creo que también hay, y traté de evitar eso en Ojos brujos, ciertas mediaciones de validación o de legitimación para acceder a este tipo de materiales. Vía Manuel Puig, el bolero y las telenovelas sí; o Almodóvar valida Chavela Vargas, Chavela Vargas valida al bolero. Yo también quería, y me propuse, sincerar mi propia relación con esos materiales, sin la mediación legitimadora del prestigio intelectual cultural. Mi educación sentimental proviene de ahí, no de nexos –Caetano, Chavela, Almodóvar– que permiten para muchos legitimar la relación con esos materiales. Mi relación con lo cursi es genuina y es espontánea. ¿Llegué a Roberto Carlos vía Caetano, y a Caetano vía Almodóvar? No, yo escuchaba Roberto Carlos porque mi mamá tenía los discos en mi casa. También me propuse desarmar la coartada del esnobismo. Yo soy un intelectual, pero pretendo no ser snob. ¿El bolero, vía Puig? No… también vía Puig, pero en mi casa había discos de boleros. Entonces procuré permitirme la relación con la cursilería. Por fuera de la sanción de lo kitsch, y por fuera del prestigiamiento del camp –no traer a colación a Susan Sontag para con la ironía del camp, validar un acceso al kitsch–. No; blanquear nuestra relación con lo kitsch, porque cuando nosotros nos enamoramos nos entregamos por completo a la cursilería. ¿Entonces, por qué nos hacemos los vivos, para qué nos hacemos los superados? Entrevistó: Ariane Díaz.
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Ilustración: Greta Molas
Problemas de género Laura Vilches Prof. en Letras, docente y diputada por el PTS-FIT en la legislatura de Córdoba. “La palabra es el fenómeno ideológico por excelencia”, dirá Voloshinov. Cada palabra “es una arena de cruce y la lucha por los acentos sociales de diversas orientaciones. La palabra en los labios de un individuo aislado aparece como producto de interacción de fuerzas sociales vivas”1. La literatura, pensada entonces desde su materia prima, el signo ligústico –“que llega a ser arena de la lucha de clases”– ha sido también arena para la lucha de las mujeres en la conquista por sus propios derechos. En ese particular teatro se va a disputar el sentido de las representaciones sociales de las mujeres, modelos y estereotipos de los que la literatura
se hace eco en algunos casos para imponerlos, mientras en otros permite cuestionarlos. La escritora cordobesa María Teresa Andruetto ha rescatado, en la reciente colección Narradoras Argentinas (EDUVIM), el derrotero y la obra de mujeres no registradas por el canon de la narrativa de ficción argentina: Libertad Demitrópulos, Elvira Orphée, Sara Gallardo o Amalia Jamilis son algunas de ellas. En el Foro de Arte, Cultura y Política realizado en mayo en la Universidad de Córdoba –organizado por la juventud del PTS–, pudimos conversar con ella sobre cómo las mujeres escritoras, entre otras, han peleado a lo largo de la historia, también en nuestro país,
para acceder a un espacio históricamente reservado a los varones: el de la palabra escrita como palabra pública. Lo que sigue son algunas reflexiones sobre estos problemas2.
La disputa por la palabra Un cuarto propio, de Virginia Woolf, es uno de los textos fundamentales para pensar la relación entre el arte, la literatura y las mujeres. Allí la autora plantea, casi en clave del “materialismo histórico”, cuáles son las contradicciones y los problemas materiales y culturales a los que se enfrentaron las mujeres para poder escribir. La disposición de tiempo ocioso que permite dedicarse a la creación artística »
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CULTURA Literatura
confronta materialmente con la “doble cadena” que implica la asignación naturalizada de la maternidad o las tareas domésticas, del mismo modo que la imposibilidad de disponer de espacio propio, de “un cuarto propio”, para la concentración que requiere el trabajo literario. Esas serán, entre otras, las dificultades con las que se encontraría una hipotética “hermana de Shakespeare” que hubiese tenido su mismo talento y capacidad. Pero una vez que las mujeres conquistaron el derecho al “cuarto propio” y el derecho al uso de la palabra pública que entraña el discurso literario, también allí, en ese terreno en disputa, se fue expresando la lucha de las mujeres por las representaciones literarias (sociales) de las mujeres mismas. En 1967, Liliana Heker publicaba un ensayo, en diálogo con el clásico texto de Virginia Woolf, titulado Las hermanas de Shakespeare. Allí discutía la existencia de algo así como una “literatura femenina” que empezaba a llenar góndolas de librerías y se transformaba en un “fenómeno” de mercado. Puede pensarse que dicho ensayo expresa, no ya la disputa por el acceso a la palabra literaria que caracterizó a la generación anterior rescatada por Andruetto, sino el derecho a que la escritura de mujeres sea considerada literatura lisa y llanamente, sin marcas de género, o al menos no más que las que posee una literatura escrita por varones, en tanto, dirá Heker, construir vivencias y lenguajes ajenos es una de las magias de la literatura. En ese aspecto, yo diría que todo creador, hombre o mujer, dispone de una experiencia sin límites. O cuyo único límite lo fijan el deseo de internarse en ese mundo ajeno y el trabajo y talento con que se construye ese mundo3.
Ello no implica que la condición de género, como señaló en la charla Andruetto, no sea una de las tantas “capas”, junto a la extracción de clase, la pertenencia regional, etc., que intervienen en lo que el escritor produce, pero ello no es exclusivo de la literatura escrita por mujeres para hacer necesaria la adjetivación de “su literatura”4. Sin embargo, la existencia de la discusión planteada daría cuenta de que se produjo, a mediados de los años ‘50, un cambio en el mapa literario producto de las conquistas de las mujeres de esa generación previa –como el acceso a la educación superior o el voto–,
que hará emerger cuantitativamente las cifras de mujeres que escriben, evidenciando que la literatura no es escrita solamente por hombres.
Un signo propio Si bien ya las escritoras de las generaciones anteriores a la década del ‘60 van a cuestionar los estereotipos de género, es en las mujeres de la década siguiente donde se observarán las mayores rupturas (no solo estéticas) –en un marco signado por el ascenso obrero y popular, con hitos como el Cordobazo–, poniendo en discusión no solo el rol de la mujer en la sociedad sino el conjunto de las condiciones sociales en el que las mujeres desarrollaban su vida junto a los explotados por el capitalismo. Podemos observar que comienza a ser una constante la puesta en cuestión de los roles femeninos a través de la construcción de los personajes en la narrativa de autoras de esa generación como la propia Liliana Heker, Luisa Valenzuela (como en El gato eficaz o Hay que sonreír), Silvia Molloy (En breve cárcel), Tununa Mercado (Canon de alcoba) o María Teresa Andruetto (La mujer en cuestión), ya sea que publiquen en los años ‘60 o a la salida de la dictadura cívico militar. Las influencias que sobre las mujeres (sobre todo de clase media, entre las que podemos ubicar a las escritoras) ejerció el feminismo de la “segunda ola”, en la Argentina de los años ‘60, con demandas de libertades democráticas elementales como el derecho al aborto legal, la salud reproductiva o la denuncia de la violencia sexual, así como el surgimiento de los estudios sobre el origen de la opresión de las mujeres y su historia5, se combinó con el proceso de ascenso en el que también las mujeres de la clase trabajadora y los sectores populares entraban en la vida pública por la vía de la lucha gremial o política, y cuestionaban en ese movimiento su rol de madres, hermanas, esposas. Este proceso de radicalización política, social y cultural que se dio entre fines de los ‘60 y principio de los ‘80 a nivel mundial, fue cerrado por concesiones a las masas en los países centrales y por golpes contrarrevolucionarios en la periferia (Argentina), lo que dejó a la defensiva al movimiento obrero y popular y junto con ello, a las mujeres. La larga “noche neoliberal” que se impuso tras la derrota significará la fragmentación de los
trabajadores a nivel mundial, el avance de la explotación y la degradación social y el triunfo del individualismo como ideología de masas. Esto convivió con la incorporación de algunas demandas de derechos democráticos planteados por los “movimientos sociales” (incluido el feminismo) en las agendas de la políticas públicas para gestar un nuevo pacto entre las clases. Las feministas que hasta entonces eran “antiinstituciones” y cuya pelea era en las calles junto a los oprimidos, se integraron a la academia, recluyéndose en cátedras universitarias donde hubo una especie de “hiperespecialización”6 en los estudios de género; fueron cooptadas por las instituciones del Estado y sus gobiernos, o bien fueron recluidas en las ONG, para las que fluyeron cuantiosos fondos de los organismos de crédito internacional. Por otro lado, reducidos grupos de activistas (muchas de ellas, antiguas militantes de organizaciones políticas) se mantuvieron independientes y evitaron la cooptación gubernamental pero quedaron actuando molecularmente, reuniéndose cada tanto en espacios como los Encuentros Nacionales de Mujeres –una instancia que comenzó siendo reducida y que en las últimas décadas fue ganando en masividad y visibilidad–.
Generaciones e hilos de continuidad Sin embargo, podemos observar que uno de los efectos de esas peleas, aunque se dieran en general disociadas, podría encontrarse en los escritores y escritoras que Elsa Drucaroff, en su libro Los prisioneros de la torre, llamó la “generación de post dictadura”: una generación que comparte, entre otras características, el hecho de haber nacido después de la década del ‘60, que comienza a publicar a partir de los años ‘90 y para la cual la dictadura es una referencia del pasado, una piedra de toque, pero sin tener ella la experiencia directa de la derrota. En esta generación de post dictadura Drucaroff observará, no solo en escritoras mujeres sino ya en los varones, una mirada “femenina” (o “masculina nueva”, “femenizada”) en el sentido de “observar el mundo desde el interés explícito o implícito del género oprimido, una mirada que pierde la certeza cómoda del viejo estereotipo” sobre lo que “son” o “deben ser” las mujeres7. Así, los textos narrativos de esta generación se caracterizan, en general, por representar
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mujeres a partir de realizar un “trabajo literario” que antes, según la autora, pocos estaban dispuestos a encarar”, en tanto había que esforzarse por presentar a los personajes femeninos no en función de estereotipos de género (como objetos de deseo –amadas, amantes fieles, putas o histéricas– o madres abnegadas o castradoras),
sino personas que “además” son mujeres. A las mujeres les “ocurren otras cosas entre las cuales también puede estar parir, criar bien o mal, sentir o inspirar deseo sexual”8. El cuestionamiento a los roles de género también puede observarse en la construcción que los propios escritores varones hacen de los personajes masculinos, que se despliegan como personajes dolientes y contradictorios por verse conminados a asumir el rol de “machos” poderosos y fuertes, completos u orgullosos. En el caso de la escritura de varones, basta con pensar en dos novelas de Pablo Ramos: La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María. En la primera, se narra la vida de un adulto joven, Gabriel, que sufre falta de un padre cariñoso que le prodigara algo tan elemental como un abrazo, y lo manifiesta ante el mundo en clave de autodestrucción. En la segunda se narran, desde el monólogo interior, las reflexiones y conclusiones de la madre de Gabriel en torno a la relación del padre con su hijo, y las formas en que se expresó o no el amor, también hacia ella. Otro ejemplo de varones escribiendo en discusión con los estereotipos femeninos es Sergio Olguín, autor de Las Extranjeras, donde se aborda desde una ficción en clave policial, la historia de las dos turistas francesas asesinadas en Salta en 2011. En esta novela, así como las otras dos de la serie de Verónica Rosenthal –La fragilidad de los cuerpos y No hay amores felices–, la protagonista adquiere gran complejidad: una joven periodista que vive libremente su sexualidad, desoye el mandato de la maternidad y se mueve de manera independiente. Verónica es un personaje sumamente contradictorio y no deja de “derrapar” a pesar de su conciencia sobre los modelos y conductas que impone el patriarcado a las mujeres. Según la autora de Los prisioneros de la torre, se está por primera vez ante una “sensibilidad que entiende que el sexo y los géneros son algo cultural, artificioso, atravesado por la
injusticia social y así merece ser examinado”9. En el caso de las mujeres escritoras, siguiendo los hilos de continuidad en una política de representación del género de algunas escritoras de la “generación de la militancia” setentista y profundizándola, podemos observar la construcción de los personajes femeninos que abordan Gabriela Cabezón Cámara en su trilogía La virgen cabeza, Le viste la cara a dios y Romance de la negra rubia o Selva Almada con su novela Ladrilleros, donde se aborda el amor homosexual, así como en la crónica sobre los femicidios que se abre paso en Chicas muertas, por citar solo dos ejemplos10. Si ha surgido una nueva sensibilidad dispuesta a pensar el género desde otro lugar, para por otro lado, no poner en juego la verosimilitud en la construcción de los personajes, sean masculinos o femeninos, también tendrá que ver con aquello que referíamos sobre el derrotero de la lucha de las mujeres; como señala Drucaroff, muchos de los y las escritoras de post dictadura, hicieron su paso por las universidades en los ‘80 y ‘90, aunque sus espacios de consagración no estuvieran estrictamente vinculados con aquellas. De alguna manera, podemos establecer la existencia de ciertos “hilos de continuidad” en la lucha de las mujeres (que algunos hombres también han tomado en sus manos) para imponer en la palabra, la orientación acorde a sus demandas y disputar contra los vestigios de la cultura patriarcal que asoma en la literatura y en la vida. Un sentido emancipador de las mujeres que, a su vez, puede volver a la “arena” de la lucha de clases: las calles, los lugares de trabajo, las escuelas y las universidades.
Dos veces junio No siempre la aparición de estos temas o tratamientos implica que haya una conciencia acabada, en los y las escritoras de la generación de post dictadura, de la continuidad de esta pelea. Sin embargo, desde hace unos años, comenzamos a ver nuevamente a mujeres y hombres que, tras la ruptura del orden conservador de la restauración burguesa que signó las últimas décadas y se agudiza al calor de una nueva crisis mundial, no solo disputan sentido en las palabras sino contra las instituciones directamente responsables de la opresión machista: la Iglesia, la Justicia, la policía, los empresarios, el propio Estado capitalista. La movilización masiva convocada el 3 de junio de 2015 contra los femicidios y la
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violencia de género, surgida de mujeres que “trabajan” con la palabra (escritoras, periodistas, intelectuales) entre las cuales se encontraron algunas de las aquí nombradas, parece marcar que nuestra lucha vuelve a las calles y anticipa una nueva etapa para la pelea por las reivindicaciones pendientes de las mujeres y otras identidades en el orden cultural, simbólico y material. El carácter de la nueva movilización que se desarrolló este junio11, donde se avanza señalando la directa responsabilidad del Estado capitalista en los femicidios, es un signo auspicioso porque empezamos a confluir en las calles quienes decimos basta a la opresión en cualquiera de sus formas, indicando la única perspectiva para exigir no solo el derecho a no ser encasilladas en representaciones estereotipadas, sino para que todas y cada una de quienes habitamos este mundo tengamos derecho al disfrute del arte y a la creación como experiencia de la más absoluta libertad.
1. Valentin Voloshinov, El marxismo y la filosofía del lenguaje, Bs. As., Ediciones Godot, 2009, p. 73. 2. Aquí una apretada síntesis: “Córdoba: Sigue el Foro de Arte, Estética y Marxismo ‘La cultura en la encrucijada’”, La izquierda diario, 14/05/2016. 3. Las hermanas de Shakespeare, Bs.As., Alfaguara, 1999, p. 124. 4. María Angélica Bosco, autora de la novela policial La muerte baja en ascensor, también daba cuenta de la existencia de esta discusión en una entrevista otorgada meses antes de su muerte. Allí sostenía que su dedicación a la literatura policial fue un modo de escapar al “rótulo” de literatura escrita por y para ser consumida por mujeres, que se asociaba a determinados géneros y temas que “aburren a los lectores” (“Soy liberal, desobediente y rebelde de profesión”, Página/12, 16/01/06). 5. Para estudiar en profundidad este proceso, ver capítulos VI, VII y VIII del libro Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo de Andrea D’Atri (Bs. As., CEIP-IPS, 2013). 6. Es elocuente en este sentido, el capítulo “La política de la amnesia” en Después de la teoría de Terry Eagleton, Bs. As., Random House Mondadori, 2005. 7. Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura., Bs. As., Planeta, 2011, p. 267. 8. Ibídem, p. 269. 9. Ibídem, p. 270. 10. Ideas de Izquierda ha publicado entrevistas a varios de estos escritores y escritoras. Allí estos temas, entre otros, fueron parte de la conversación. 11. Para ampliar sobre la cuestión, ver en este mismo número el artículo de Andrea D’Atri.
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Cultura Literatura
Concurso de cuentos
En Córdoba, los días 11, 12 y 13 de mayo, tuvo lugar el “Foro de Arte, Estética y Marxismo: La cultura en la encrucijada”, organizado por la Juventud del PTS, Musa de Oktubre y Bataclana Espacio Cultural. Se realizaron distintas actividades de discusión, plenarios, talleres artísticos y charlas abiertas en las facultades de Artes y Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Participaron intelectuales y artistas como Eduardo Grüner, María Teresa Andruetto y Fernando Aiziczon, entre otros. En el marco del Foro se realizó el I Concurso de Cuento Breve, un certamen literario que despertó el interés de distintos escritores de todo el país. Con un caudal de más de cien cuentos recibidos, el jurado –integrado por los escritores Esteban Llamosas, Natalia Ferreyra y David Voloj– decidió otorgar por unanimidad el Primer Premio al cuento “La última montonera”, de Saúl Alberto Kohan Boc, de la ciudad de San Francisco. Asimismo, obtuvo una Mención Especial el relato “Kentucky”, de Miguel Sebastián Arce, escritor de la Ciudad de Córdoba. Publicamos aquí ambos cuentos.
La última montonera Saúl Alberto Kohan Boc
Cuenta la leyenda que Goldemberg y Beláustegui se conocieron a bordo del Pedro I, el barco que los trajo de Europa a principios del año 80. Este dato es difícil de verificar ya que muchos registros se perdieron o están deteriorados. Sí se sabe, por fuentes confiables, que Goldemberg se embarcó en el puerto de Odessa, en una fecha cercana a la mencionada. Se sabe también que los dos llegaron a Buenos Aires el mismo día y que pasaron por el Hotel de Inmigrantes. Isidoro Beláustegui era andaluz, cantaor y marica notable allá en su tierra. Se decía de él que cantaba con el dolor que sólo una madre podía expresar. Se decía también que se exilió en la Argentina por anarquista, aunque según otra versión debió huir de la segura venganza de cierto obispo despechado. La historia de Ioche Goldemberg era, quizás, más convencional, si es que tal cosa era posible en aquella época. No era fácil ser judío en la Rusia de los Zares. Cuando en el último pogrom mataron a su mujer y a sus tres hijas Ioche, hastiado, vendió lo poco que le quedaba y compró un boleto en barco. ¿A dónde? Le preguntaron. Adonde sea, dijo Goldemberg, y se subió al Pedro I en el puerto de Odessa. En el barco o en el hotel, Goldemberg y Beláustegui se encontraron y de alguna manera se entendieron. No se sabe de qué modo llegaron hasta Santa Fe, para desde allí seguir viaje hacia el oeste, casi en línea recta hasta la frontera con la Provincia de Córdoba. Por pudor o por mutuo acuerdo cada uno se hizo su propio rancho, pero la vida entre ambos era forzosamente comunitaria. Al principio vivieron de la caza y de la pesca, mientras esperaban la primera cosecha. Nunca abandonaron la idea sedentaria. Los bichicomes árabes que pasaban por la aldea bipolar, como la llamaban, llevaron el comentario a Santa Fe y a Córdoba, y la zona comenzó a poblarse. La única condición para quedarse era demostrar la condición de prófugo o de anarco del postulante. Nunca fueron muchos. La historia que suele conocerse es, casi siempre, la historia oficial. Después aparecen los revisionistas, que cuestionan este discurso. Sin embargo, hay momentos en los cuales las dos corrientes se unen para ocultar hechos molestos. Todos coinciden en que Ciudad Insaurralde se fundó en un desierto, por lo que la toma de posesión por parte de los primeros colonos fue pacífica. Se dice también que los inmigrantes construyeron de la nada los palacetes neoclásicos que aún hoy pueden verse en la Ciudad Vieja. La otra historia, la real, llega a través de los nietos de aquellos anarcos que amasaron los adobes fundacionales. Cuentan los viejos que Insaurralde, el fundador, llegó en septiembre del ochenta y seis con una especie de contrato que decía que las tierras fiscales sobre las que se asentaba el pueblo habían sido loteadas y vendidas a las familias cuyos nombres figuraban en los correspondientes boletos de compra venta archivados en la Casa de Gobierno de la Provincia de Santa Fe.
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Goldemberg y Beláustegui fueron elegidos delegados por aclamación para decirle al tal Insaurralde que por mucho contrato que trajera las tierras eran de ellos, y que no se moverían de allí. El fundador volvió a Santa Fe, para buscar un piquete del ejército de línea y desalojar a los revoltosos que lo recibieron con trabucos, tercerolas, escopetas, piedras y palos. Cuenta la leyenda que los ácratas resistieron durante meses los ataques de los cosacos con una impecable disciplina, nacida de la devoción que Goldemberg y Beláustegui despertaban entre sus compañeros. Se cuenta que al final los sitiados consiguieron quebrar el asedio, y llegaron a Santa Fe para pedir al gobernador que se respetaran sus derechos. Desconocían los rebeldes los lazos familiares que unían al funcionario con Insaurralde. Apenas llegados, los anarquistas fueron capturados y encerrados en un corral a orillas de la laguna Setúbal, donde pasaron casi un mes a la intemperie, a pan y agua. Cuando dos de ellos murieron la asamblea decidió que aquello no podía seguir así. Rompieron las vallas, expropiaron cien caballos del ejército y enfilaron hacia el Sur. Querían llegar a Buenos Aires, para dar a conocer al Presidente Juárez Celman la situación que vivían. Los oficiales del ejército de Mitre y Roca, veteranos en el exterminio del Paraguay y de la Patagonia, no iban a permitir que una banda de salvajes, capitaneados por un maricón y un judío se burlara de ellos. Antes de llegar a Rosario, la última montonera había sido prácticamente exterminada. Sobrevivieron algunos niños, que intentaron contar la historia y fueron ignorados tanto por los cronistas del gobierno como por los posteriores revisionistas. Los soldados no pudieron encontrar los cuerpos de Goldemberg y de Beláustegui. No importó mucho, porque al negarse los hechos no eran necesarias las evidencias. Se cree que Goldemberg cruzó el río Paraná para llegar después al Uruguay; se cree que fue linyera en Montevideo. Un tal José Goldemberg, casi centenario, figura en la lista de uno de los asilos que usaban como pantalla los cafishos de la Zwi Migdal. De Beláustegui ni siquiera se tiene esta certeza. Pero en las crónicas de los bajos fondos rosarinos se cuenta la historia de la Andaluza, la primera travesti local, que decía haber vivido en la única colonia anarquista de la pampa gringa.
Kentucky Miguel Sebastián Arce
Su nombre completo es Walter Eduardo Gómez Alba, tiene 17 años y es cordobés. Vive en un departamento en Providencia con su mamá y dos hermanos gemelos cinco años menos que él, Lucio y Marquitos. Va a 3er año del Irigoyen, sobre la Castro Barros y Brandsen. Es flaquito, alto y morocho, aparenta menos edad de la que tiene. Es vendedor ambulante. I. Le dicen Tucky. El apodo nació una mañana en el mercado norte, hace un tiempo. Los sábados, Walter recorre los puestos y ofrece tarjetas Junot por cualquier moneda o billete que la gente le dé. Una vez se cruzó con una pareja de extranjeros que le preguntó en un pobre español qué vendía; él les respondió, ‘lovin cards, for yu and for jer’. Se ganó el cariño de los gringos sorprendidos de cómo un negrito del otro lado del mundo les había contestado con tanta soltura y naturalidad. Le dieron un billete de cincuenta dólares. Walter les preguntó de dónde venían. Ellos le contaron que venían de Louisville, una ciudad del estado de Kentucky, en Norte América. “Kentucky” repitió Walter, y les contó gesticulando lentamente que su profesora de inglés, Carolina, le había enseñado algunas frases para este tipo de ocasión. Algún día voy a ser dueño de Kentucky, pensó en voz baja. Los gringos se guardaron algunas tarjetas, le sacaron una foto, la subieron a Instagram de inmediato y se fueron. Walter le dijo a Pedro, “Kentucky, culiado. Qué buen nombre para una banda de cuarteto. Decime Kentucky o Tucky, Pedrito”. Se quedó repitiendo el nombre. Pedro lo miró y se rió. Pensaba que los gringos al sacarle esa foto se habían llevado algo de su amigo Walter; pero le hizo caso y a partir de ese momento se encargó de que todos lo llamaran así: Tucky. II. A Tucky se hartaron de meterle en la cabeza que la vida es una mierda. Le dijeron también que no iba a pasar de los 20 ó 25 años, a lo sumo. Sus amigos, los parientes, la policía. Tucky intenta que le entre por un oído y le salga por el otro, pero a veces comprende lo que significa que la vida sea una mierda, y otras, no. Cada vez que la policía lo ve merodeando por alguna calle o por el mercado le dicen, “Tucky, cuidate de los pibes. Esos que te hacen mal”. Y se ríen entre ellos. ‘Ustedes son los que hacen mal’, piensa y sabe que algún día, esa será la respuesta que les va a dar de un grito. Una de las cosas que a Tucky más le cuesta todas las mañanas es mirarse al espejo. Mirarse a los ojos por más de cinco segundos y negar todo eso que ve cuando sale a la calle. No puede. A veces no puede o directamente no quiere. Piensa en su mamá, en sus hermanos gemelos, en el paraíso que los rodea en ese departamento, cierra los ojos y se va convencido que es el héroe. De que todo está bajo su responsabilidad. Cuando Tucky estudia lo hace sin ganas, como cualquier chico de su edad. Ya se quedó de año una vez, pero le prometió a su mamá que iba a terminar como sea. Ella a veces hace oído sordo porque su hijo, a pesar de la edad, es responsable y lleva dinero a la casa, y eso ayuda mucho. En las clases de gimnasia juega al fútbol con sus compañeros. Si no hace frío por las tardes, después del » cole, juega con algunos pibes de la cuadra.
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Cultura Literatura Los fines de semana que puede, alienta a Belgrano en la cancha. Es una de las pocas actividades que comparte con un tío y sus hermanos gemelos. III. Tucky comenzó a ir a los bailes con la barra de los marcianos de Providencia. Como es uno de los más flacos del grupo, Pedro y el Español lo levantan entre sus hombros en pleno baile, para que quede parado entre la multitud y se deje ver, y así la Mona Jiménez lo salude; cuando eso pasa, la barra explota entre señas, gritos, adrenalina y equilibrio. Del último baile que fue tiene un recuerdo especial. A la madrugada, después del Estadio del Centro se fueron a la casa de la Leo en Alberdi, ahí cerquita. Estaban Tucky, Pedro, la Leo, el novio que se llama Tommy y la porteña, una prima de Tommy que vino de Buenos Aires a visitar Córdoba de vacaciones. Ya quemados y oxidados de tanto cuarteto, humo, vino y algunas pastillas, Tucky le enseñó a bailar cuarteto a la porteña en el living de la casa de la Leo. “Te vi bailando en el estadio pero te tengo que decir que los porteños, y con todo respeto flaca, los porteños no saben bailar cuarteto. Yo te voy a enseñar. Vos seguime a mí. Los porteños bailan cuarteto como si estuvieran en el Caribe. No. El cuarteto se baila así.” La porteña estaba tan borracha esa madrugada que ya se metía por inercia cualquier bebida que hubiera en un vaso o una botella cerca de donde ella pasaba. “Enseñame Tucky.” “Empezá de abajo para arriba. ¿Me entendés? Primero movés los pies. Despacito, ¿ves? Después un cacho las piernas. Poquito las piernas y la cintura. Como si estuvieras haciendo equilibrio arriba de una pelota grande. ¿Viste esas pelotas de plástico grandes? Como las que usaba Kiko. Imagínate que estás parada en una de esas pelotas y tenés que hacer equilibrio con eso. Ahí va. ¿Ves? Una papa. Vos tenés que bailar conmigo.” La porteña es más grande, tiene 20 años y ese gesto de Tucky con seguridad y carácter, la sedujo fuerte. Le terminó regalando una mamada en el baño de la Leo, mientras todos dormían. No cogieron, pero a Tucky no se le olvidó más ese momento; él sentado sobre el bidet, con los jeans y el bóxer debajo de las rodillas, viendo su cara reflejada en el espejo, la porteña en tetas lamiéndole la pija, agarrándosela con la mano, tranquila y suavemente y dejando que Tucky acabe en su boca para después escupir el semen en el inodoro y finalmente tirar la cadena. IV. Tucky tiene un celular. No es cualquier celular. Se lo dio Pedro quién a la vez lo recibió de Herodes. Si uno tiene un jefe llamado Herodes, no hay nada más que decir o agregar. El nombre lo dice todo. Herodes es tu jefe. Herodes te paga un sueldo. Herodes es tu dueño. Herodes te da un celular. Cuando Herodes conoció a Tucky, le dijo: “Te voy a dar un celular y estas tarjetas Junot ¿Las conocés, no? Las tarjetas van a ser tu laburo y el celular va a ser tu juguete.” Tucky vende las tarjetas y espera que le suene el celular, muy esporádicamente. Entonces, recibe instrucciones de qué decir. Saca una bolsita, se mete una pastilla, marca un número y arranca su discurso: “¡Hola gato! Tranquilo hacés lo que yo te digo y en dos horas vas a volver a tu rutina de mierda. Solito vas a la iglesia y dejás la bolsa. Entrás al auto y solito te vas de nuevo de dónde viniste. No te importa quién soy. Soy menor, puto, culiado. No preguntés. Alguien te relojea. ¿Sí? Te vas y te olvidás de todo. Y vas a poder ver la foto de tu hija en paz. Si lo querés hacer a tu manera, y te creés el más poronga, hacelo. Olvidate de tu hija. Si un poco de guita te hace más feliz que ver a tu hija viva, dale, andá y hacelo a tu manera, garca, hijo de puta.” Todo parece un juego. V. Herodes podría ser su padre. Pero no. Le insiste que no deje la escuela, que haga deportes, que cuide a la madre y a los hermanos. Para Herodes, decirle eso es un trámite, algo tan obvio como tener que pelar una naranja primero para poder comérsela después. Le promete un futuro estable y sin peligros, le dice que no le dé bolilla a los comentarios de ‘los giles’ y que él lo va a proteger. “Si yo no te quisiera, te daría un revólver. Para que te mates después del baile, con los giles que hablan huevadas. Yo te doy un celular que es más peligroso que un revólver. Pero a vos no te va a pasar nada. Te doy plata, y un celular.” Tucky le agradece. Sabe que Herodes es una consecuencia de toda esa vida de mierda que le pintaron a lo largo de los años y será su objetivo pasar de nivel, saltearlo, y no quedarse sin vidas. Cierra los ojos frente al espejo. Se guarda las tarjetas Junot en el bolsillo. Mete los libros y cuadernos en la mochila. Respira profundo. Piensa en una ciudad como Kentucky, inexistente y lejana para él, pero que le pertenece de alguna manera. Piensa en la porteña, en su perfume esa madrugada, en los azulejos del baño. En su cara reflejada en el otro espejo, el del departamento de la Leo. Y no es la misma cara que ahora ve. VI. Respira profundo y cierra la puerta. FIN.
IdZ Junio
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Cosa de negros, de Washington Cucurto
Bs. As., Interzona Editora, 2015.
Eduardo Castilla
Comité de redacción de La Izquierda Diario.
Barrio de Constitución, Ciudad de Buenos Aires, 2 de la tarde. Un niño con un saxofón corre por las calles. El instrumento no le pertenece. Lo persigue un negro dominicano de casi dos metros de altura, el dueño del saxo. Las cajeras del Coto hinchan por éste, las boleteras de Trenes del Sud alientan al niño. El barrio entero se divide en sus simpatías hacia, por decirlo de alguna forma, los contrincantes. Así arranca Cosa de negros, novela corta, o no tanto, de Washington Cucurto. Autor y también protagonista de un relato que va de lo real a lo fantástico constantemente, aunque el autor prefiera encuadrarse dentro del “realismo atolondrado”1. El libro fue reeditado en 2015 por Interzona. Cosa de negros había sido publicada por primera vez en 2003. Esa pausa de 12 años, en paralelo exacto al ciclo kirchnerista, no pareciera haber alterado sustancialmente el paisaje urbano y social que el autor nos presenta. Su protagonista es Washington Cucurto. No el autor, sino el sofocador del ritmo, el mayor cantante de cumbia del mundo, el dominicano que emociona, hace bailar, delirar y vende millones de discos. Ese es Washington Cucurto. El otro, que se llama igual, dice haber nacido en Quilmes, un 29 de julio de 1973, pesando poco más de 2 kilos2.
Urbanismos
Beatriz Sarlo escribió que … el carácter socialmente abierto del espacio urbano vuelve lo diferente extremadamente visible; allí se construyen y reconstruyen de modo incesante los límites entre lo privado y lo público; allí el cruce social pone las condiciones de la mezcla y produce la ilusión o la posibilidad real de ascensos y descensos vertiginosos; allí los políticos piensan cómo asignar el lugar de los pobres y el lugar de los ricos3.
La novela de Cucurto se inscribe dentro de las coordenadas de esa acepción de lo urbano. Las diferencias se borran y se reconstruyen; lo privado asalta a
lo público, hasta prácticamente secuestrarlo; los políticos asignan lugares a ricos y pobres mientras diseñan el mapa de sus propios intereses. El vértigo y la velocidad están asegurados desde el inicio y en progresivo ascenso. Pero además, lo urbano es el paisaje del movimiento de los personajes. Es la urbanidad de la Ciudad de Buenos Aires y también del Conurbano que la rodea. Desde la escena inicial en Constitución, pasando por la ancha Avenida 9 de Julio hasta llegar a San Isidro solo para volver, en estado calamitoso, a Constitución. El recorrido por la ciudad es una constante. El presente es ciudad y no cualquier ciudad, sino la Reina del Plata. No parece casual entonces que parte central de la historia transcurra dentro de un colectivo en movimiento. Pero la ciudad es también cruza y mestizaje. Washington llega a una Constitución poblada de dominicanos y paraguayos. El lugar que fungirá como crisol de esa combinación será El Rincón del Litoral, templo de la cumbia, los venidos de Paraguay y el hablar en guaraní. El Rincón del Litoral vibra y hace vibrar, tiene su propio ritmo y sus propios dioses. El mestizaje son también sus personajes. Es la Suni, la “Bomba paraguaya”, una suerte de reina de la cumbia. Es Arielina, el amor desencajado de Cucurto, que nacerá de un instante a otro y cuyo primer encuentro merecería un lugar en los anales de la pornografía. Amor intenso, desobediente que, por una carambola de la historia, terminará en el centro de un cataclismo político y diplomático. Cosa de negros viene a ofrecernos una pintura de la realidad urbana a inicios del siglo XXI en parte de la Ciudad de Buenos Aires. El mundo de la cumbia le confiere sus límites geográficos y sociales. Una realidad que suma como retazos paraguayos, dominicanos y argentinos; empresarios, lúmpenes y políticos; bailarinas, cantantes y conductores; un enjambre de personajes imperdibles.
Negros… peronistas
“Si Perón hubiera sido dominicano estas negras no estarían acá”, le dice la Suni a Henry mientras corren en la Ferrari hacia San Isidro. Atrás quedó una
marcha de trabajadores a los que el conductor mandó “a laburar”. Parece imposible no asociar “la negrura” al peronismo en literatura. Germán Rozenmacher, en sus cortos 35 años de vida, lo dejó por escrito en el cuento Cabecita negra. Resaltemos que, en este caso, los protagonistas son dominicanos. Son, efectivamente, de raza negra. No será la única vez que, en menos de 100 páginas, aparezca el peronismo. Volverá también a escena sobre el final. Esta vez, como parte de una hecatombe política que se cierne sobre la Argentina. El peronismo es el poder. No resulta extraño entonces encontrarse con el presidente “Palito” Pérez. Tampoco caer en la cuenta de que el “hombre más rico de la Republiquísima Argentina” también es “del partido”. Se llama Fabián Frasquito y es quien pagó el viaje del sofocador de la cumbia a la Argentina. El peronismo es poder y, a la vez, se postula como freno al caos. Así se lo hará saber el vicepresidente en funciones a un Cucurto golpeado y desnudo, entre las ruinas de una Buenos Aires bombardeada y bajo asedio.
Fantasía y realidad
Lo hechos transcurren en un presente inexistente. La Ciudad de Buenos Aires celebra 500 años de su fundación. La fecha coincide con el cumpleaños del presidente. El presidente festeja sin complejos. En una entrevista en 2007, Cucurto –el autor, no el sofocador dominicano– afirmó “que a partir de mis libros se podría describir la década del noventa en Buenos Aires”. No le falta razón. El país menemista está presente en cada línea y en cada personaje. La paradoja estriba en que, a 12 años de su primera publicación, conserva una frescura monumental. Una muestra más de los excesos de relato de tiempos no tan lejanos. 1. “No saben que soy el Rey del realismo atolondrado”, Revista Destiempos 10, 2007, disponible en www.destiempos.com. 2. Washington Cucurto, Las aventuras del Sr. Maíz: el héroe atrapado entre dos mundos., Bs. As., Interzona Editora, 2014. 3. Borges, un escritor en las orillas, Bs. As., Siglo XXI, 2015, p. 30.
CON LA CONDUCCIÓN DE NICOLÁS DEL CAÑO Y CHRISTIAN CASTILLO, TODOS LOS DOMINGOS A LAS 20 HS. EN WWW.LAIZQUIERDADIARIO.COM
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Un programa desde la izquierda.
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