Ideas de izquierda 31, 2016

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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO

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LA AMENAZA FANTASMA

DESPUÉS DEL BREXIT, ¿UNA OLEADA DE NACIONALISMOS?

CUANDO LOS SOVIETS LLEGARON A BUENOS AIRES

Esteban Mercatante

Paula Schaller

Claudia Cinatti

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CHARLA DEBATE: INTELECTUALES Y POLÍTICA EN TIEMPOS DE MACRI

“GRAN BRETAÑA TENDRÁ MENOS INFLUENCIA EN LA UE”

PATRIARCADO, CRIMEN Y CASTIGO

Entrevista a Tony Norfield

Andrea D’ Atri

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HUELGA PARA POCOS. UNA CONCLUSIÓN FUE UNÁNIME: FESTEJÓ LA CLASE EMPRESARIA

EL CUESTIONAMIENTO DE LA HIPÓTESIS PODEMOS

CÓMO ENTRAR A LA VIDA DE LOS OTROS

Santiago Lupe

Entrevista a María Teresa Andruetto

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Horacio González, María Pía López, Eduardo Grüner y Christian Castillo

Matías Aufieri

MÁS BLINDAJE SINDICAL PARA LA CRISIS Luciana Zorzoli

16 OPRESIONES SIN FRONTERAS PARA LAS MUJERES MIGRANTES Azul Picón

LA ACTUALIDAD DEL DEBATE SETENTISTA

LA POÉTICA COMO ESTRATEGIA

Ruth Werner y Facundo Aguirre

Ariane Díaz

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1976 LA CONSPIRACIÓN, ¿CONTRA QUIÉN?

JACO PASTORIOUS

Daniel Lencina

Fernando Aiziczon

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri y Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Lucía Ortega, Azul Picón y Fernando Rosso. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Horacio González, María Pía López, Eduardo Grüner, Tony Norfield, María Teresa Andruetto, Luciana Zorzoli, Matías Aufieri, Claudia Cinatti, Santiago Lupe, Ruth Werner, Facundo Aguirre, Daniel Lencina, Paula Schaller, David Voloj, Laura Vilches y Adriana Kenig.

EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo, Gloria Grinberg. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com / Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda

Ilustración de tapa: Anahí Rivera www.ideasdeizquierda.org Riobamba 144 - C.A.B.A. | CP: 1025 - 4951-5445

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Ilustración: Anahí Rivera

La amenaza fantasma Esteban Mercatante Comité de Redacción.

I. Llegamos finalmente al segundo semestre, en el que tantas expectativas depositó el gobierno de Mauricio Macri. Y como siempre, la política argentina discurre al ritmo frenético que nos tiene acostumbrados. El suceso de mayor relevancia de las últimas semanas es el desgajamiento en el que ha ingresado el kirchnerismo como resultado de los inoportunos bolsos llenos de dólares (y euros, yuanes, etc.) que el exsecretario de Obras Públicas José López intentaba esconder en el monasterio de Nuestra Señora de Fátima de General Rodríguez. Estas revelaciones, ocurridas cuando funcionarios del gobierno de Macri admitían estar ante el “peor” momento desde su llegada al poder, por el malestar consecuencia del deterioro económico generado por el shock de ajuste y salpicado además por los Panamá Papers, le otorgaron a Macri un muy necesitado oxígeno. Esto se

plasmó sobre todo en la vuelta de la disposición del grueso del peronismo para acompañarlo en el Congreso, como ya había logrado durante las primeras sesiones, cuando aprobó holgadamente el acuerdo con los buitres.

II. El panorama internacional también se encuentra en estado de alteración. Y parece empeñado en mostrar que la vocación de “volver al mundo” declarada por Macri resulta intempestiva. Los británicos acaban de votar por ajustada mayoría retirarse de la UE, resultado que sumió en el desconcierto a los gobernantes europeos y norteamericanos, y acicateó la inestabilidad financiera. La inclinación por este Brexit, que tiene como trasfondo los efectos de ocho años de crisis y políticas de austeridad, es una respuesta eminentemente reaccionaria a estos malestares, que pone

el acento en el problema de la inmigración, frente a la alternativa tampoco nada progresiva de permanecer en la “Europa del capital”. El fenómeno político fue comparado por varios analistas con el ascenso de Trump en las elecciones norteamericanas y también con el fortalecimiento de otros partidos de extrema derecha en Europa. El recetario privatista y liberalizador (de capitales y mercancías) con el que Macri promete traer felicidad, experimenta un creciente rechazo en todo el mundo, por derecha pero también por izquierda, como mostró el accionar de los trabajadores y la juventud francesa en los últimos meses. Las mismas tendencias a la polarización política también se expresan en el terreno político: en EE. UU. no solo está Trump; en la interna demócrata, los jóvenes de entre 18 y 30 años votaron en más de un 70 % a Bernie Sanders, un senador de »


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Vermont que se reivindica socialista. Fenómeno limitado por las ilusiones en las posibilidades de intervenir en la interna de uno de los pilares del sistema bipartidista de la principal potencia imperialista, así como por el programa moderado del candidato, y de destino incierto ahora que Hillary Clinton quedó coronada como candidata demócrata, expresa sin embargo un fuerte dato político. Se trata de una polarización que preanuncia choques de la lucha de clases más intensos.

III. En América latina, las derechas que en los últimos tiempos avanzaron en la región (ganando elecciones o mediante golpe institucional como en Brasil), encuentran en el panorama internacional desfavorable una dificultad de primer orden para afianzarse. Los ajustes que llevan a cabo se aplican sin contar con el viento a favor de entrada de capitales significativa ni de altos precios para los commodities que dominan las exportaciones de los países de la región, como los hubo en el ciclo 2003-2013. Pero a pesar de la discordancia de los tiempos que lo aqueja, Macri acelera su acercamiento al club de los países de la región más alineados con el imperialismo norteamericano. Su acercamiento a la Alianza del Pacífico, integrada por Chile, Perú, México y Colombia, es vista como un preámbulo para integrarse al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), con el que los Estados Unidos buscan reforzar su preeminencia sobre países de América latina y Asia. Es decir, pega un salto cualitativo en la reorientación de la política exterior respecto de las orientaciones del gobierno anterior, giro iniciado ya desde diciembre, en la expectativa de que tanto gesto amistoso hacia Washington permita que llegue la lluvia de dólares que tanto se hace esperar.

IV. En lo inmediato, como ya señalamos, Macri logró un alivio gracias al impacto que tuvo el affaire López sobre el kirchnerismo. No faltan quienes advierten que esto no es tan

conveniente para el gobierno pensando en tiempos más largos, ya que la debacle del kirchnerismo facilitaría una unidad del peronismo que pondrá límites a los juegos que hoy el gobierno hace con su división. Pero lo cierto es que hoy una serie de “patas auxiliares” permiten al gobierno mostrar una fortaleza que en realidad no tiene. La economía shockeada no da por ahora signos de revertir la caída; la apuesta que hace el gobierno a que los sueldos “nuevos” pos paritarias y las jubilaciones más altas estimulen el consumo, y a meter mucha plata en la obra pública desde acá hasta fin de año, no parece que vaya a alcanzar para lograr que la “luz al final del túnel” prometida para este semestre llegue a concretarse. Si no fuera por el apoyo del peronismo en el congreso que, después de contrariarlo con la ley “antidespidos”, ahora aprobó el blanqueo, los jueces de la Corte Suprema y todas las demás normas presentadas por Macri; de los gobernadores, que acompañan la política oficial y replican la combinación de ajuste y endeudamiento que éste viene llevando a cabo; y, last but not least, de la burocracia sindical que viene asegurando una inmovilidad en el marco de un ajuste feroz, el gobierno de Macri enfrentaría numerosas dificultades para avanzar con su agenda. El apoyo mediático presenta un presidente muy fuerte, pero lo cierto es que poco y nada podría hacer si no contara con estos apoyos.

V. Siete meses han producido un vuelco contundente en la situación política. Desde sectores del kirchnerismo a comienzos de este año alimentaban la expectativa de que este espacio político sería el puntal de la resistencia contra el ajuste. El terremoto generado por López, pero también la comprobación de la colaboración activa del peronismo en las políticas que se aplican desmintieron rápidamente estas expectativas. Por si faltaba alguna confirmación más, el economista Miguel Bein, quien fuera asesor de Daniel Scioli y estaba llamado a jugar un rol importante si este hubiera ganado el año pasado, salió a cuestionar hace unos días la idea de que el de Macri sea un gobierno “neoliberal”,

y respaldó los principales lineamientos de la política económica que, señaló, habrían sido similares de haber ganado el FPV.

VI. Para quienes apostaron honestamente a la perspectiva de una transformación social duradera que pudiera venir de la mano del kirchnerismo, que postuló al Estado como el gran sujeto para encararla y reconstruir una burguesía nacional con su apoyo, son tiempos de reflexión, de barajar y dar de nuevo. Este proyecto político perpetuó el conjunto de las contradicciones que caracterizan el atraso y la dependencia nacional, mientras alegremente afirmaba que estaba haciendo lo contrario, gestualidad que hacía en pos de apuntalar la reconstrucción del prestigio de las instituciones que la movilización popular de 2001 había golpeado. Hoy resulta evidente que para generar una fuerza capaz de enfrentar al gobierno de Macri y su política de profundizar las ataduras de la dependencia, pasa por otro lado. Es necesario apostar a la construcción de una fuerza política con inserción en la clase trabajadora y la juventud, que lejos de apuntar hacia un imposible “capitalismo en serio” despliegue un programa anticapitalista y antiimperialista. Hay que girar a la izquierda.


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Intelectuales y política en tiempos de Macri

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Fotografías: Ana Florin

En 2011, en una sala llena de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, un conjunto de docentes, ensayistas e investigadores kirchneristas y de la izquierda, debatían cuál era el papel de los intelectuales bajo el kirchnerismo. Semanas después, Cristina Fernández hacía su mejor elección y comenzaba, sin saberlo, su declive. Pasaron cinco años, un FIT que demostró que a la izquierda no estaba la pared, una derrota electoral “inesperada” y un país que se tiñó de amarillo. En el nuevo contexto, Horacio González, María Pía López, Eduardo Grüner y Christian Castillo volvieron al debate. Aquí presentamos fragmentos de lo que allí se dijo (se puede ver completo en www.laizquierdadiario.com). María Pía López: “Caracterizar los doce años previos como un reformismo igualitarista” Algunos memoriosos recordarán que esta conversación la tuvimos casi los mismos hace algunos años, pero el contexto ha variado dramáticamente. La mesa está convocada como intelectuales en el contexto del macrismo. Lo primero que quería señalar es la complejidad de tratar la noción de intelectual. Hubo una discusión hace varios años, a propósito de una carta de Oscar del Barco, que no voy a desglosar aquí, en la que Del Barco proponía una forma muy tajante de pensar lo ocurrido en los años ‘70, y la discusión que se abrió allí es una de las discusiones más interesantes del campo intelectual argentino. Una de las respuestas más interesantes fue la de León Rozitchner, él decía que Del Barco se equivocaba en un punto: asumir una responsabilidad que no le competía en ese momento, y al hacer eso dejaba de asumir la que sí le competía, y que nos compete, que es la elaboración pública de nuestras reflexiones, es decir, dar cuenta como intelectuales de los procesos políticos, de lo que transcurre, una responsabilidad ante el resto de la sociedad. Me parece que el punto de partida es que lo que digamos

aquí, o lo que yo diga aquí, tiene menos el interés de polemizar para triunfar en una discusión, que tratar de reflexionar respecto de la coyuntura y de nuestro lugar en ella. A eso le llamaría una asunción de responsabilidad. Si hay una idea de frente que me parece que está ausente en las discusiones públicas, es la idea de frente como un modo de lectura. Yo tengo la impresión de que hay algo a sostener que es una lectura frentista, una lectura que ve en el otro, no la diferencia a combatir sino qué núcleos de pensamientos pueden interrogarnos a nosotros mismos. Es la lectura de lo que nos interpela, de lo heterogéneo, de lo que nos revela algo, establece pensamiento o forja preguntas allí donde sensiblemente no estamos de acuerdo. En este sentido, una estrategia frentista de lectura es una estrategia de reflexión acerca de qué hay en el otro que nos despierta. Entonces pienso esta conversación como parte de esa estrategia de lectura frentista. Digo esto porque en general me parece que las personas que estamos sentadas aquí es posible que tengamos las mayores coincidencias sobre la caracterización del gobierno actual. En ese sentido podríamos hacer la mesa más aburrida de la historia, en la

que las cuatro personas sentadas aquí y el público, estemos por principio y desde el vamos de acuerdo en caracterizar que estamos frente un gobierno que tiene mucha revancha de clase, que viene a establecer un modo de disciplinamiento social, que viene a proponer un tipo de alianza entre empresarios, CEO, ONG y fundaciones. No solo son los CEO, sino que las estrategias de las ONG y de las fundaciones están condicionando la forma de intervención en el espacio político y que ese tipo de construcción establece un modo de gobernabilidad cuya diferencia me parece que hay que pensar, pero que a mí el efecto que más me conmueve en estos meses, es la sensación de que estamos ante un tipo de revancha que tiene un efecto fundamentalmente disciplinador, es decir, lo que está en juego es un tipo de afirmación del poder tradicional y de condena a todos los rasguños que ese poder pudo haber tenido, y la reposición de modo pleno y absoluto de una subjetividad de mercado. Ese disciplinamiento tiene distintas estrategias y una de ellas tiene que ver con la criminalización, me parece que quizás el hecho definitorio en estos meses es la cárcel de Milagro Sala, que le habla no a la Túpac Amaru, »


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no al kirchnerismo, sino al conjunto de los movimientos sociales argentinos. En ese sentido, caracterizaría el momento actual como un disciplinamiento social con todas las aristas que tiene, y con la peculiaridad dolorosa para muchos de nosotros de que tiene un fuerte consenso social. Probablemente tengamos matices y diferencias en la caracterización de este gobierno pero creo que puede haber más que matices y diferencias en la caracterización del momento anterior. Es decir que está en juego no tanto la caracterización del macrismo como la del kirchnerismo. Y yo persistiría en caracterizar los doce años previos como una reformismo igualitarista, con evidentes contradicciones. Quiero decir con esto que creo que fue un gobierno que comenzó poniendo en juego un conjunto de lógicas reparatorias y que a medida que fue desarrollando sus políticas produjo un tipo de intervenciones que tenían que ver con la ampliación de derechos y la puesta en escena de la idea de igualdad. ¿Y qué es esa idea de igualdad? La idea más conflictiva, más querellante, más compleja que puso en juego el kirchnerismo. Creo que hay en este contexto ciertos núcleos, políticas, valores, enunciados, que fueron amasados durante los doce años anteriores y en muchos casos desde antes por todo el movimiento social argentino, que están en riesgo. Diría, por lo menos, la política de juicio y castigo al terrorismo de Estado, es una de las políticas que están bajo amenaza, las condiciones de vida reales de los sectores populares, los derechos laborales. Para mí una de las escenas más dramáticas de estos meses, así como mencioné el caso de Milagro, es la del actual presidente vetando la ley de emergencia laboral en Cresta Roja, donde todavía los trabajadores están precarizados y donde la mayoría fueron despedidos, después de una de las mayores movilizaciones que hubo en la Ciudad de Buenos Aires por parte de las organizaciones sindicales. Esa es una escena de disciplinamiento, de amenaza, de advertencia respecto de cómo llaman a las víctimas a pactar con los victimarios. Y, esto es lo más doloroso de la situación actual, cómo están logrando que ese pacto funcione en muchos sectores como pacto de la víctima para conservar lo que queda, que a veces es la vida, el salario o el trabajo. Y finalmente me parece que lo otro que está en juego y en peligro es también una idea de nación. Los pedidos de perdón no son gratuitos, o la presencia del rey de España para el 9 de julio son hechos simbólicos de envergadura que producen efectos determinados sobre la sensibilidad y la subjetividad de las personas. Uno de los desafíos para pensar en esta coyuntura desde nuestra responsabilidad de intelectuales es cómo conjugar la defensa

de esos núcleos amenazados, al mismo tiempo que la pelea por las libertades que faltan. Y también situar todo eso en el marco de lo que yo creo que es uno de los dramas que nos convocan hoy y que nos convocan en cada una de nuestras conversaciones que es el desencuentro tradicional que han tenido en Argentina y en América Latina, pero en Argentina muy particularmente, entre el movimiento social y las teorías revolucionarias. Ese desencuentro es parte de las condiciones en las cuales pensamos. Digo esto por ahora como para pensar esas tareas en esta coyuntura a partir de una pregunta que me parece que es la pregunta frentista por excelencia: ¿Qué es lo que no es barbarie? Pensando que lo que hay es una barbarie, arrasadora, demoledora, destructora de la vida social y que todo lo que pensemos, hagamos o conversemos tiene que estar también sobra la base de imaginar, detectar “qué es lo que no es barbarie” y qué se puede hacer para enlazarlo, hacerlo vivir y darle espacio.

Eduardo Grüner: “Dar testimonio no puede ser por sí solo una propuesta política estratégica para la sociedad“ Buenas noches, muchas gracias por esta invitación. Me gustó mucho cómo empezó María Pía con esa reflexión sobre los intelectuales. Muestra lo problemático del significante al cual se supone que debemos responder y estar convocados a llenar de significado. Y también apelando a esa responsabilidad que ella mencionaba, me gustaría apoyar lo que decía María Pía sobre la importancia de un debate donde no solamente uno esté dispuesto a escuchar las razones del otro sino en lo posible a dejarse convencer. Efectivamente se trata de partir de un diagnóstico, incluso un diagnóstico sobre el gobierno actual. No me resulta tan evidente que vayamos a estar del todo tan de acuerdo. Esos matices a los que se refería María Pía a veces pueden ser decisivos para, no solamente hacer una caracterización, sino para darse una política estratégica hacia el futuro. Primer punto a propósito del gobierno actual, una cosa que he repetido varias veces. Cuando yo era muy joven leí por primera vez esa famosa definición que hace Marx del Estado cuando dice que es el comité de administración de los negocios de la clase dominante. A mí esa definición me parecía justa en su esencia pero un tanto exagerada en su formulación, porque siempre hay resquicios, intersticios, relativas autonomías: de otro modo no sería posible eso que se llama “bonapartismo”, que califica muy genéricamente al gobierno “K”. Esa definición, decía, siempre me pareció un poco exagerada en su intención propagandística, hasta que llegó el gobierno

que tenemos, que responde por supuesto de la manera más exacta a esa definición. Porque hay que decir que un mérito de este gobierno es el de haber transparentado de la manera más inequívoca posible, eso que en una época se llamaba lucha de clases. Tenemos un modelo que se puede calificar sin necesidad de demasiados eufemismos, como un modelo de una brutal ofensiva de clase contra los trabajadores y los sectores populares. Me gustaría insistir: se trata de lucha de clases, no de enfrentamientos más o menos difusos, de tironeos más o menos fuertes, o más o menos negociables, entre por ejemplo diferentes sectores de las clases dominantes, o de este sector o algunos de estos sectores con un estado más o menos distribucionista, bonapartista, o como se lo quiera denominar según los casos. No hay nada de todo eso. Lo que hay es una situación de esas que clásicamente se llaman de “clase contra clase”. Porque esa caracterización va más allá de cual sea la dimensión, el significado, el efecto objetivo de las reacciones, las resistencias o las acciones de masas populares que pueda haber para defenderse. Quiero decir que mucha gente cree que si no hay reacción de las clases trabajadoras contra la opresión entonces no hay lucha de clases. No, que no haya reacción o que la reacción sea insuficiente no significa que no hay lucha de clases sino que la vamos perdiendo, porque las clases dominantes obviamente también luchan. Esta caracterización también tiene consecuencias políticas. El segundo punto es algo a lo que se refirió María Pía. Tiene que ver con que hay un discurso general emitido desde sectores simpatizantes con el gobierno anterior, según el cual el objetivo de este gobierno, el macrista, sería desarmar, revertir, anular o directamente destruir las políticas beneficiosas para los sectores populares que pueda haber aplicado el gobierno anterior. Y esto es, sin lugar a dudas, una verdad. Pero esta es una verdad que da por supuesta una discontinuidad radical, una oposición tajante entre los famosos dos modelos que se vinieron pregonando antes del 10 de diciembre. Me parece que esta es una cuestión que, sin caer en ningún tipo de reduccionismo estúpido (como sería el de decir que dentro del capitalismo los gobiernos son todos lo mismo), es una discusión que nos debemos con un poco más de cuidado. Me remito en este momento solamente a un pequeño punto que hace mucho que me viene preocupando. Me permito citar la última Carta Abierta donde, con toda justicia y justeza, se habla de cómo la política que lleva a cabo este gobierno promueve el individualismo consumidor. Y creo que tenemos que discutir hasta qué punto ciertas políticas económicas del gobierno anterior (que


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desde luego nunca se propuso traspasar los límites del capitalismo: hacerle esa crítica sería redundante), aún bajo las intenciones de redistribución, no promovían también básicamente un modelo consumista, un modelo basado antes en el incremento del consumo que en una transformación de la lógica productiva. Este tipo de tensiones subterráneas no del todo resueltas, deberían formar parte de la caracterización. Lo que quiero decir, además, es que también cabría discutir si ese “descargar el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores”, de lo que tanto se habla, no tiene antecedentes en los últimos años, a medida que se fue debilitando el poder económico del Estado. En este sentido el gobierno actual estaría profundizando de manera brutal, salvaje, tendencias que se arrastraban desde antes. Un diagnóstico semejante no puede dejar de tener consecuencias para la organización política que pueda enfrentar esta ofensiva de clases de aquí en adelante y para discutir la cual, sin dudas, es necesario partir de alguna mínima conceptualización. Yo cité recién la última Carta Abierta y debo decir que me preocupa en ese texto la insistencia de expresiones tales como “resistencia” y “dar testimonio”. No quiero abundar sobre el carácter sacrificial que tiene esto de dar testimonio, que remite a los mártires cristianos que daban testimonio de su fe mientras eran sacrificados a los leones. Pero aquí expresiones como “resistencia” o “dar testimonio” deberían dejársele estrictamente a los intelectuales. Es en efecto un papel de los intelectuales (que tenemos una proverbial incapacidad para la organización política) el de resistir con el discurso y dar testimonio crítico. Lo que digo es que lo de resistir y dar testimonio no puede ser por sí solo una propuesta política estratégica para la sociedad. ¿Cuál tendría que ser esa política estratégica para la sociedad? Menuda pregunta. Esto es precisamente lo que la situación intensamente dramática que estamos viviendo en la Argentina, abre como la pregunta del millón. Ha provocado cierto tipo de debates la propuesta de un llamado Frente Ciudadano. ¿Cuáles serían sus objetivos de largo alcance, sus objetivos estratégicos? ¿Sobre la base de

qué fuerzas sociales protagónicas podría estar pensado y articulado ese Frente Ciudadano? Es una serie de preguntas que también deberíamos abrir para, con toda franqueza y de la manera más directa posible, ventilar diferencias. Nada de esto es para nada fácil. La crisis es muy fuerte. En términos objetivos y subjetivos. Y no es un fenómeno estrictamente nacional. Es un fenómeno mundial, que tiene que ver con una crisis aguda, irremontable del orden capitalista en su conjunto. Es una crisis que ha provocado descontento, desazón, desconcierto, angustia social, bronca. Que no está pudiendo ser canalizada en este momento por las fuerzas genéricamente llamadas progresistas. Los que están canalizando esta bronca y esta angustia social en el mundo son las expresiones más aberrantes y reaccionarias posibles, me refiero a cosas como el Estado Islámico o los movimientos neonazis o neoxenófobos que proliferan en toda Europa. Efectivamente es que estamos en un contexto decididamente de barbarie, donde la iniciativa les queda a las derechas en sus distintas formas. Ahora, frente a esa situación, se abre otra gran cuestión que es que, solamente por lo que uno puede leer en los diarios, está demostrado que la solución no son los frentes difusamente progresistas que terminan vacilando a la hora de traspasar ciertos límites del orden estatal y del orden capitalista en su conjunto. Ahí está el ejemplo de Syriza y el de Podemos que (hace 48 horas tuve ocasión de presenciarlo personalmente porque estaba en España), sufrió este colapso electoral después de que su optimismo de la voluntad les había hecho creer que iban a poder producir el así llamado “sorpasso”. Lo que pasó allí es que no existiendo alternativa firme, consistente, consecuente, radical, la sociedad votó mayoritariamente a los partidos tradicionales, el PP y el PSOE. Escuché a un periodista por televisión, haciendo el balance el domingo pasado de las elecciones decir “y bueno, la sociedad termina votando a los que saben hacer las cosas” (los que lo saben hacer desde el punto de vista del capital, se sobreentiende). Y esto, hablando de responsabilidad, hay que asignarle también su cuota de responsabilidad a la izquierda anticapitalista mundial, que no ha podido encontrar la manera de calar más

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hondo y más profundamente, con mayor imaginación, en la sensibilidad obrera y popular que está, con las excepciones que conocemos y podemos citar, profundamente quebrada y degradada por esa falta de alternativas. Pero estos defectos de la izquierda, insisto, no alcanzan en mi opinión, a justificar un repliegue sobre experiencias que en el contexto de esta crisis, han entrado en un cierto estado de agotamiento, como en el caso de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos. Yo le tengo mucho miedo a eso que un extraordinario pensador, filósofo del siglo XIX, Sören Kierkegaard, llamaba la repetición. Y él decía, en una teoría muy curiosa, muy interesante sobre la repetición, que una verdadera repetición es la que aparece siempre como una novedad. Es decir, en la superficie creemos que estamos generando algo nuevo cuando la lógica profunda de los que estamos haciendo es la del repliegue sobre siempre lo mismo. Yo digo que es lo peor que nos podría pasar en este momento y creo que es imperioso que hagamos muy radicalmente esta discusión. Hay que pasar a otra cosa.

Horacio González: “Una ética de izquierda capaz de recoger todas las herencias múltiples” Me parece emocionante esta reunión, porque todos estamos buscando algo, interrogándonos, detrás de alguna respuesta que a lo largo de los años aparece esquiva pero, al mismo tiempo, llena de posibilidades y abierta a la capacidad de elaborar conceptos sobre ella. Quiero tomar tres momentos sobre el gobierno anterior: la ley de medios, la discusión sobre la deuda externa; y otra un poco menor, pero no poco significativa, los fondos que se pasaban del Ministerio de Planificación a la Universidad con el fin de producir películas. En primer lugar, la Ley de Medios originó toda una gran movilización de organizaciones de trabajadores de medios, de empresas públicas, periodistas, y discusiones en esta Facultad, y finalmente en el Gobierno. Discusiones sobre si las telefónicas tenían o no que ingresar en la nueva distribución de las audiencias. Como es sabido, esa ley fue aprobada. El poder judicial y la Corte Suprema, que la habían avalado, permitieron que esta ley

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quedara sin vigencia, y la ley quedó en la memoria de las movilizaciones argentinas. Bueno, ese es un espacio sustancial para pensar qué es una posición de izquierda. En la trama del capitalismo mundial, los medios de comunicación aparecen como su vanguardia, como una suerte de efecto de plusvalía, que es muy fácil de relacionar con la vida de las empresas y de éstas con sus trabajadores, pero no es tan fácil de relacionar con los cuadros informativos, los horizontes culturales o con la forma con la que se generan las grandes hegemonías populares. En ese sentido hay una suerte de plusvalía comunicacional, como hay una suerte de plusvalía jurídica. Esa plusvalía comunicacional está en el mismo lenguaje de las comunicaciones. ¿Cuál sería una posición de izquierda, o una ética de izquierda, ahí? No digo que no se haya tomado, digo que ahí teníamos todos una posibilidad de coincidir en una gran transformación y presentar posiciones quizás hasta más drásticas y capaces de defender con más precisión una ley fundamental que sostenía un gobierno que tenía distintas posiciones. El gobierno tenía posiciones que no están necesariamente vinculadas a lo que estoy llamando ética de izquierda que no es una forma partidaria sino, como criticaba Eduardo, es más un testimonio, pero con valor organizativo y cognoscitivo. Por lo tanto, hay que preguntarse en el balance de las décadas que pasaron, si ahí teníamos una posición de izquierda ética que resultó frustrada, y no porque el gobierno anterior no se haya empeñado en eso. Es porque efectivamente no hubo acuerdo entre un conjunto de fuerzas políticas en la Argentina, cuya índole es éticamente de izquierda, es decir una posición que ante situaciones dramáticas actúa abriendo fronteras al futuro, a la justicia y al sentido igualitario del reparto de bienes. ¿Qué tipo de bienes? Bienes culturales. Y si son al mismo tiempo bienes económicos y jurídicos, ¿no estamos ante la oportunidad de trazar un nuevo itinerario para definir qué es el capitalismo mundial? El gobierno anterior estuvo a las puertas de anunciar este tema, pero no lo podía hacer porque se definía como capitalista. Capitalismo serio, lo llamaba. Evidentemente no era una buena definición para todo lo que estaba en juego. Como tampoco era un gobierno anticapitalista y tenía relaciones empresariales y construía empresas de distinto tipo, lo que hoy

está en discusión. Si profundizamos en términos teóricos, reconstituyendo una gran teoría del capitalismo debemos tener en cuenta ahora qué es una teoría comunicacional, de qué hablamos cuando hablamos de izquierda comunicacional, y soy conciente de que estoy hablando en el seno de un acto que organiza un partido de izquierda interesado por los medios, que construye un interesante diario y una experiencia televisiva también interesante. Una posición de izquierda ética debe tener puntos cruciales, puntos dramáticos de crítica al modo en que se desarrolla la episteme comunicacional de Clarín, La Nación, de la televisión que vemos, que es lo que generó un sentido de masas que apoya formas de control y disciplinamiento. La cuestión de los llamados “fondos buitres”, y las acciones del ministro Kicillof, ¿cómo hay que juzgarlas? ¿Cómo se podría haber hecho de otra manera? Por supuesto que había muchas otras maneras, diputados de izquierda formularon otras. Si yo mismo me hubiera puesto a pensar en términos económicos, quizá hubiera pensado en otras, las que desarrollaba el ministro de ese momento, me parecían también un tanto complacientes. Pero visto las que se desarrollaron hoy, de las anteriores podemos decir lo siguiente: no tenían el mismo punto de vista que los tenedores de la deuda. Ahora sí se tiene el mismo punto de vista. Una ética de izquierda debe saber distinguir esa pequeña diferencia. El actual gobierno no opone ningún tipo de discusión con la forma de reproducción más abstracta y también más brutal del capitalismo contemporáneo, eso es un punto de diferencia. Es un punto frentista. Usé este ejemplo, porque se nos presenta ahí una evidencia en relación a los grandes textos clásicos como El Capital, que está escrito en la legalidad, no hay una noción de que el capitalismo se reproduce con una lógica de ilegalidad permanente, de servicio secreto, de espionaje y contraespionaje. Hoy hay una superestructura jurídica que opera en la legalidad y en la ilegalidad al mismo tiempo, y esa ilegalidad le cabe a los episodios de lo que se llama “corrupción de Estado” y “paraísos fiscales”. Todos nombres de fantasía. ¿La teoría qué efecto tiene? Rebajar un poco la fantasía (aunque tienen que tener un rasgo utópico), y constituir un pensamiento crítico capaz de movilizar y movilizarnos, y eso lo considero

una tarea intelectual: pensar el estado real del capitalismo hoy bajo el signo de la ilegalidad. El tercer punto, es el “BACUA” [Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino, NdR] del ministerio de planificación, que consistía en un financiamiento tercerizado con la Universidad, en este caso de Tres de Febrero, para hacer importantes películas. En vez de calificar rápidamente como “el Estado invirtiendo en la industria cultural”, deberíamos preguntar a qué llamamos industria cultural, qué produce hoy la televisión de masas. Desde este horizonte de problemas que creó el gobierno anterior, con los temas irrealizados o cuestiones a ser criticadas, y con todo lo que puede proveer un conjunto de elaboraciones sobre a lo que se llegó en el mismo umbral de lo que hubiera sido un procedimiento constitutivo de fórmulas más tajantes de igualdad, solidaridad, de justicia. Todo eso es un enorme capital de interrogantes. Ser de izquierda en este momento es tener las preguntas correctas sobre los fracasos políticos que están inscriptos en la memoria. Y en ese sentido, analizar qué es el capitalismo hoy, y qué eran esos fondos llamados buitres, qué puede inmovilizar a un Estado. Y eso me lleva a la cuestión de la militancia. Me extraña que Eduardo haya criticado la cuestión testimonial, ésta es importante, no solo para los intelectuales, lo es para los militantes. Yo no hago lo que hace el Chipi, que es una fuerte militancia, y también es testimonial. La tradición de militancia que hay en nuestro país y en Latinoamérica, en la que yo confío, con una ética de izquierda, capaz de recoger toda las herencias múltiples, capaz de generar partidos políticos que se abran a una meditación que –no excluya lo testimonial– sea vinculada con el conflicto social y lo recree imaginativamente a la luz de lo que son las posturas contemporáneas. Tenemos que constituir esas formas, reproductivas, simbólica y material, de este neocapitalismo al que se le dieron algunos arañazos, sin percibir hasta qué punto se avanzaba, y en otros erradamente. Constituir un conjunto de tesis nuevas y examinar con más atención la experiencia de gobiernos neodesarrolistas, como el gobierno anterior, como el de Chávez o Evo Morales. ¿Cómo lo podemos analizar? En Bolivia, ¿cuál sería una posición de izquierda hoy, si estuviéramos a las puertas de una reacción de la misma derecha latinoamericana


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que está avanzando sobre Venezuela, ya tomó Uruguay, Chile, Argentina, y se dirige hacia la alianza para el Pacífico? ¿Cuáles son los presupuestos de la izquierda ética para todas estas cuestiones centrales, decisivas y estratégicas de un pensamiento que si no lo armamos entre todos va a ser imposible salir de este sumidero de las pasiones en que nos introduce la actual forma del poder político en Argentina? Bueno, muchas gracias.

Christian Castillo: “Macri gobierna con dos patas auxiliares: FR y FPV en el Senado, y la burocracia sindical” Creo que no podemos abordar la cuestión de Macri sin tener en cuenta que su gobierno se da en medio de una pulseada importante en América latina, en el fin de un ciclo de los gobiernos que Horacio mencionaba recién como desarrollistas, que se pudieron basar en dos elementos: la quiebra de lo que fue el neoliberalismo de los ‘90, su crisis de fin de siglo y las movilizaciones populares; y después la posibilidad que abrió el ciclo de las materias primas que les permitió hacer determinadas concesiones sin atacar los fundamentos del orden capitalista. El chavismo, que es el que tenía una retórica más anticapitalista, se basaba en el barril de petróleo a 200 dólares, pero caído su precio todas las inconsistencias del discurso chavista están a la vista de cualquiera; ni siquiera modificó la estructura productiva rentista dependiente que Venezuela tenía, al punto de que, de cada 100 dólares de exportaciones que entraban a Venezuela, 96 se recaudaban a través del petróleo. En gran medida el avance de las derechas en el continente se basa en las promesas incumplidas que tuvieron los gobiernos y los movimientos populistas o desarrollistas. Y esas promesas incumplidas, en parte, ya estaban mostrando el devenir que esos propios movimientos iban a tomar hacia una política de ajuste, como el caso de Brasil donde Dilma Roussef que había ganado la elección diciendo que no iba a ajustar y denunciando que su contrincante iba a ajustar, llegó al gobierno y lo primero que hizo fue un ajuste brutal. En nuestro país, la dirección del kirchnerismo, si llegaba a ganar, también iba a ajustar. Uno no puede hacer historia contrafáctica pero sí puede ver cómo actúan los gobiernos asociados al FPV: miren Santa Cruz, un ajuste con protestas de los estatales, de los docentes, con uno de los aumentos más bajos frente al crecimiento de la inflación. Miren Tierra del Fuego, Rossana Bertone enfrentando y criminalizando a los docentes son el eje de la resistencia de 26 gremios estatales. No muy distinto de lo que hace Gerardo Morales en Jujuy donde, yo coincido con María Pía, ha montado un aparato represivo y logrado un

control de la Justicia típicamente menemista, para el encarcelamiento de Milagro Sala que repudiamos y fuimos parte de las movilizaciones por su libertad. En ese sentido, el ajuste de Macri, a diferencia de Brasil, no es el de la derecha tradicional, es un emergente de una derecha que surge después de 2001 con un discurso de pretendido apoliticismo, con formas tecnocráticas y de manager e introduce valores fuertemente meritocráticos para tratar de afianzar ese sentido común basado en que el triunfo de los empresarios es el triunfo de la sociedad. Ha puesto en cargos de gobierno una cantidad inédita de gerentes y ex gerentes de empresas internacionales poblados de conflictos de intereses, con sus ministros dentro de los Panamá Papers, y la familia Macri que no puede evitar ser lo que es. Este gobierno tiene la intención de hacer lo más que puede en cuanto a sus políticas regresivas, pero en realidad es un gobierno mucho más débil de la imagen que presenta. El apoyo mediático lo presenta como muy fuerte y que no hay forma de pararlo, pero si uno en realidad ve por qué Macri pudo avanzar es porque ha tenido patas auxiliares: la primera, el Frente Renovador y después el voto del Frente Para la Victoria en el Senado. Sin el senado peronista, Macri no puede aprobar ninguna ley y aprobó la entrega a los fondos buitre y la designación de jueces como Rosenkratz y Rosatti. Y la otra gran pata ha sido la burocracia sindical. Macri no tiene el control directo de los sindicatos pero dándole los fondos de las obras sociales y otras compensaciones ganó en la burocracia sindical un elemento de gobernabilidad enorme. Por ejemplo, la movilización de los sindicatos el 29 de abril, en la que nosotros participamos con una columna junto con los compañeros del sindicalismo combativo, fue una movilización sin paro pese a lo cual fue multitudinaria y marcó la agenda política y llevó a que el Parlamento aprobara la Ley antidespidos obligando al gobierno a vetarla. ¿Y después qué? La burocracia sindical no hizo nada para enfrentar el veto de Macri. Entonces me parece que no hay que comerse la parada. El gobierno tiene grandes dificultades económicas y no tiene las condiciones internacionales favorables para su plan, que es traer inversiones y dar cauce a un nuevo ciclo de crecimiento, y ya ha generado un gran descontento en la población, y si puede avanzar es gracias a todos estos auxiliares que tiene. Además, tiene muchas contradicciones con el discurso fundamental que está usando para debilitar al kirchnerismo, aunque la corrupción es algo que el kirchnerismo tiene que explicar, porque, y refiriéndome a la Carta Abierta que mencionaba Eduardo antes, hay una especie de teoría de la manzana podrida de José López, y José López no

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fue una manzana podrida. Kirchner sostenía que para hacer política había que tener plata y de esa forma, de alguna manera, justificaba una acumulación a partir del negocio de las obras públicas. José López es agarrado y transformado en tema, pero no era un funcionario recién llegado, estaba desde los primeros ‘90 con Kirchner en Santa Cruz hasta hoy, es decir que es muy difícil pensar que nadie sabía lo que López hacía. Y también las ciento y pico de propiedades que tiene Lázaro Báez existen. Entonces, hay que analizarlo en función del proyecto político y no de un discurso moralizante (salvando la cuestión de que lo moral es político): pensar la obra pública como forma de enriquecimiento personal o como forma de alentar una burguesía nacional (los Cristóbal López, los Báez, los de Electroingeniería y otros), muestra que eso no es una “ética de izquierda”. Una conclusión que puede sacarse es que si queremos un proyecto de emancipación social e igualitario no se puede aspirar a una alianza social con esa fracción social. Porque María Pía mencionaba lo del frente, acá frentistas somos todos, lo que pasa es que algunos somos del Frente de Izquierda y otros del Frente para la Victoria; y el FPV incluía a Lázaro Báez, incluía a Electroingeniería, incluía a José López, incluía a Gioja, a Insfrán y a todos los que ahora son “traidores”… Entonces, ¿con eso se puede hacer un proyecto de emancipación? No. Y eso tiene que ser una gran conclusión. Muchos sectores que recibieron un cachetazo con lo de López (aunque eso es casi una anécdota), que están reflexionando sobre si con ese personal político podían construir algo que lleve a la emancipación, que ven a los gobernadores defendiendo los mismos ajustes que aplica Macri a nivel nacional, están reflexionando y pensando si hay que repetir ese tipo de alianza o no. Horacio reivindica que con nuestra militancia nosotros damos testimonio, pero no queremos ser testimoniales, y en muchas luchas reales de la clase trabajadora hemos mostrado que no tenemos ese papel testimonial sino que hemos aportado a la tradición de la lucha de clase en nuestro país en el tiempo reciente. Hay que plantearse la superación de la experiencia histórica del peronismo y en función de eso, el programa del Frente de Izquierda es una base para una política claramente anticapitalista que logre un peso mayor dentro de los trabajadores, dentro de la juventud, dentro de la propia intelectualidad. Y que plantee una salida anticapitalista no solo a Macri, sino a esta encrucijada internacional que tenemos, donde verdaderamente si no logramos construir una fuerza claramente antisistema con fuerza militante la vamos a pasar mal, y esa es la reali» dad; y ese es el desafío que tenemos.


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Política

La primera ronda de alocuciones del panel fue seguida de algunas intervenciones y preguntas del público, entre las que se destacaron las de trabajadoras y trabajadores en lucha que interpelaron a la mesa respecto de qué y con quiénes poner en pie la resistencia.

María Pía López: “Sin la memoria de una felicidad común, prima la experiencia del miedo” Cuando se caracteriza al peronismo como una fuerza que busca imponer orden, creo que ahí uno no entiende por qué hubo golpes de Estado, por qué fue una fuerza proscripta, por qué la represión contra el peronismo, ¿no? Entonces hay algo que me parece que tiene ver con un movimiento político que tiene una fuerte ambigüedad, una fuerte heterogeneidad interna y que yo coincido plenamente con Christian Castillo en este punto, y es que hoy el peronismo es garante de la gobernabilidad macrista. Es decir, el mismo movimiento político que ha sido la víctima de gran parte de los actos represivos de la historia argentina, su liderazgo político es lo que garantiza acuerdos de gobernabilidad y como bien dijeron los trabajadores despedidos en lucha, implica pactos con la burocracia sindical que han tenido como función y misión el orden. Llamamos peronismo a las dos cosas, a formas de disciplinamiento, orden y regulación; y llamamos peronismo también a la aparición de fenómenos de masas que expandieron las fronteras de la igualdad en Argentina en el ‘45, en los años ‘70, o de 2003 a 2015. Eso es lo complejísimo de la situación argentina. Durante la charla yo veía una diferencia entre pensar que es mejor las situaciones cuando son transparentes (como decía Christian sobre Venezuela y la caída del precio del petróleo) porque esa transparencia ejercería una suerte de pedagogía sobre las masas. Esa pedagogía sería que una vez que sabemos que el gobierno está en manos de la burguesía, entonces qué otra cosa queda que la rebelión por abajo. El problema es que la historia en general no funciona así y las pedagogías son muy cruentas y generan miedo. Y el miedo no es necesariamente una fuerza revolucionaria, es una fuerza que alimenta políticas de derecha, xenófobas, las políticas contra los inmigrantes. Francia es efectivamente escenario de luchas que hemos visto en estos meses pero también del crecimiento electoral de (Marine) Le Pen. Frente a esa transparencia

yo tengo más la idea de que hay que poder pasar la mano por la rugosidad social, de la historia, de los lenguajes políticos. Tratar de pensar las diferencias y las críticas necesarias para hacer al kirchnerismo. Eduardo dijo algo que me parece que es una gran deuda pendiente sobre la reflexión colectiva: qué pasó con esa individualidad de consumo, hasta qué punto las formas desarrollistas terminan acentuando un tipo de subjetivación, un tipo de construcción, en el que está inscripta también la propia posibilidad de la derrota de las apuestas igualitaristas que estaban en esos movimientos. Me parece, en eso, lo que dijo Horacio González sobre que el gobierno anterior en parte buscó el atajo de crear medios propios para empresarios que dejaban, no algo que desear, sino todo que desear. Y algo que dijo Christian que también me parece que queda pendiente en las reflexiones, que es cómo pensamos la relación dinero y política, para pensar cómo se hace política en esta sociedad. Finalmente, si insisto en que hay que hacer esas críticas al kirchnerismo, creo que hay que hacerlo al mismo tiempo que uno señala las diferencias entre eso que fue el kirchnerismo y el orden tautológico del capital hoy en día. Y que hacer esa diferencia también es para recuperar la memoria de una felicidad compartida, esa memoria de una felicidad común, de momentos en los que la sociedad argentina estuvo mejor, los sectores populares pudieron luchar mejor, pudieron confrontar mejor, pelear por sus derechos, sin esa memoria solo prima la experiencia del miedo y con la experiencia del miedo estamos hundidos.

Eduardo Grüner: “Intentar crear, en un contexto de descomposición del capitalismo, una burguesía nacional, solo puede generar corrupción” Muy breve para explicarle a María Pía por qué yo mencioné esto del consumismo. Porque es un punto que me parece que permite abrir toda una serie de cuestionamientos, por ejemplo porque ese fomento del aumento del consumo desde la lógica del sistema del crecimiento del mercado interno, se supone

que tiene que ver con una acción del Estado que controla el mercado. Y esa fue una discusión muy fuerte que tampoco está terminada de saldar en términos de lo que se dio en llamar los “relatos” o las “batallas culturales”. Porque terminó prevaleciendo una suerte de oposición binaria entre el Estado y el mercado, que resiste poco el análisis partiendo de lo que yo mencionaba como lucha de clases, como si uno pudiera abstraer de la lógica misma del capitalismo el rol del Estado. Esto es siemrpe la ilusión “bonapartista” o “populista”. La cita de Marx con la que empecé, no vale de la misma manera para el macrismo que para el kirchnerismo. No vale por supuesto de la misma manera, pero vale de alguna manera también. O cuando se decía “ahora tomó las riendas la política sobre la economía”, eso también resiste poco análisis crítico, porque presupone una exterioridad entre economía y política. Acá se hizo mención a la corrupción, que es un tema muy delicado porque uno sabe el uso que los medios y la derecha hacen de la cuestión de la corrupción para descalificar muchas otras cosas que no tienen que ver con la corrupción (en el límite, para descalificar a la política en general); pero la corrupción es un problema político central en tanto síntoma porque intentar crear, en un contexto de descomposición del capitalismo, intentar crear de la nada una lumpenburguesía nacional (por ejemplo a través de las empresas contratistas del Estado), solo puede generar corrupción. Es una especie de círculo vicioso que se muerde la cola y que tiene que ver con lo que mencionaba Horacio de las fronteras muy borrosas entre la legalidad y la ilegalidad del capitalismo. La legalidad del capitalismo es ilegítima por definición ya desde el vamos, porque como sabemos está basada en la explotación. Pero además existe la ilegalidad del capitalismo que, por cierto, Marx tenía muy en cuenta. Me acordé de pronto de la mención que Horacio hacía a esto de que Marx siempre habló del capitalismo legal. Sin embargo, si uno lee el famoso Capítulo XXIV de El Capital sobre la acumulación originaria y cuáles fueron las cosas que


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hicieron posible el capitalismo, Marx cita la piratería, el saqueo colonial, la esclavitud, el bandidaje generalizado, todas cosas que cualquier buen burgués consideraría “ilegales”. Este, ironiza Marx, es el origen idílico del capitalismo. Quería aclarar por qué había usado ese argumento.

Horacio González:“No puede haber una escisión entre intelectuales y aquellos en lucha” Hay una cuestión que está en juego aquí, que es cómo hablar. Yo llamaría también una conducta de izquierda en cuanto al habla, a tener una mediana capacidad de percibir quiénes somos cuando hablamos. Por eso acá hay un principio de partida de esta reunión que fue llamarnos intelectuales. Yo recomendaría usar con prudencia esa palabra, porque si no se producen diferencias artificiosas e inútiles con una mesa de intelectuales, y con personas que se presentan estando en lucha. Aquí hubo varios tipos de discursos: el discurso encendido que reclama contra los poderes que están hoy aquí presentes, en forma –como se dice– fáctica, e intentan aparecer con el clásico discurso de intelectuales. Ahora bien, cuando hacemos el papel de intelectuales (los que a veces somos llamados así) depende cómo decimos cada palabra en toda ocasión, cómo omitimos un tramo, cómo decimos tal cosa. Entonces, al jugar con las palabras, uno emplea palabras de lucha en un discurso intelectual, y me gustaría que los discursos de lucha tengan tramos extraídos de la vida cultural, de la vida crítica, del pensar sobre sí mismo. Eso es para mí hacer política, estar en la política, y de una manera de izquierda, que es lo que a mí me interesa. Y lo digo en relación a todo a lo que escuché acá, sino parece que hay una escisión incómoda en el público, entre el público y la mesa, y no puede haberla, y quiero suponer que un partido como el PTS intenta morigerar o construir sobre la base de no reconocer esa escisión. Como veo que aparece esa escisión, también alerto al PTS, de que esa escisión no conviene a la construcción partidaria. Yo no interpretaría a Chávez como algo solo

ligado al precio del petróleo. Poner sobre su cabeza solo un barril de petróleo no le hace justicia. Yo le critico muchas cosas, durísimas, como que dejó pasar una gran oportunidad para el socialismo, y es una responsabilidad muy grande, pero era un personaje muy complejo, de una formación muy compleja. Y como memorista, heredaba también a Simón Rodríguez. Chávez no es alguien que solo tiene en la cabeza un pozo de petróleo y que hubo una correlación directa. No podemos ignorar la historia latinoamericana al punto de pasar por alto un héroe de la liberación popular latinoamericana del siglo XIX. Eso también me parece un llamado de atención para todos nosotros.

Christian Castillo: “Hoy el peronismo es un aparato de poder que no se puede utilizar para la emancipación social” Yo no creo que el chavismo como proceso se pueda explicar únicamente por el barril de petróleo. Lo que señalé es que la caída del barril de petróleo mostró las insuficiencias del chavismo y eso creo que es el dato: que no logró, ya no en un sentido socialista, sino en un sentido burgués, diversificar la producción de Venezuela. Eso mostró que la idea de que se puede lograr cierta redistribución o hacer concesiones, sin atacar el poder del capital, se mostró una idea trunca. Lo segundo que quiero señalar es que no creo que el problema sea una escisión entre intelectualidad y lucha, sino que hay un punto incómodo para la izquierda kirchnerista que fue y que es la burocracia sindical. Porque fue un punto no atacado y no criticado. Si uno hace un análisis de las 21 Cartas Abiertas, uno ve que van de mayor a menor, empiezan como un ala crítica del kirhcnerismo, y van perdiendo filo crítico y aceptando la lógica más general en la que el gobierno se sostuvo. Una parte de esa lógica fue el sistema de alianzas con la burocracia sindical. A mí me tocó cuando era diputado provincial, después de una represión con gas lacrimógeno en la Panamericana, pedir el repudio en la Cámara y todos los bloques votaron menos

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el FPV porque los diputados que tenía Berni no podían aceptar votar el repudio a la represión. Eso fue por su alianza política con Pignanelli. Yo creo que lo que muestran las luchas es una cierta incomodidad de lo que fue el proceso social que se desarrolló en el gobierno anterior y el sistema de alianzas que tenía. Porque no hay una sustancia del peronismo, ha habido diferentes peronismos y lo que queda como aparato del PJ, lo que algunos han llamado el “peronismo permanente” es hoy más que nada un aparato de poder. Y en ese sentido creo no forzar los hechos al explicar cómo los mismos sujetos pueden apoyar el menemismo neoliberal y años después decir “el neoliberalismo fue lo peor que hay”, y esos mismos sujetos ahora volver a aceptar que la razón neoliberal es válida. Ese personal político es evidentemente un aparato de poder. Y eso es lo que hay que superar. Ese aparato de poder no se puede utilizar para un proceso de emancipación social, y Horacio ya escribía por el 2011 que a él no le gustaba el término “capitalismo serio” y hablaba de “acapitalismo” o “no capitalismo”, bueno, si no queremos capitalismo es evidente que ese aparato va a llevar a desilusiones una detrás de otra, y que hay que construir otra fuerza política que se base en otros principios, en otra ética, en otra moral y en otra estrategia. Cuando debatimos, hace 5 años, el discurso que tenía Cristina de que a su izquierda solo había una pared, era una pared con poquitas grietas todavía (ni bien terminamos de debatir sacó el 54 %), bueno esa grieta creció, y el FIT creció, y el kirchnerismo como proyecto político se agrietó, y el problema es si los militantes que apostaron a ese proyecto político se desilucionan y se van a su casa, o sacan conclusiones para superar esa experiencia política y en pos de la emancipación social asumen una lucha consecuentemente anticapitalista.


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A propósito del fallo de la Corte Suprema sobre el derecho a huelga

Huelga para pocos Ilustración: Gloria Grinberg

Fotografía: Fernando Lendoiro

En junio, la Corte Suprema nos sorprendió con un adelanto del segundo semestre: no se trata de inversiones, ni de baja de inflación, sino de un fallo en el que restringe el derecho a huelga, limitando las posibilidades de lucha y organización de los trabajadores. IdZ habló con dos especialistas: Matías Aufieri, abogado laboralista del CeProDH y Luciana Zorzoli, historiadora en temas sindicales.

Una conclusión fue unánime: festejó la clase empresaria Matías Aufieri Abogado del CeProDH. Al conocerse el fallo de la Corte en relación al caso “Orellano”, utilizado para establecer una titularidad acotada del derecho a huelga, desde distintos sectores comenzaron a elaborarse numerosas interpretaciones e hipótesis sobre los alcances presentes y futuros de dicha resolución. Más allá de no pocos matices en cuanto a la profundidad del ataque, y el peso a otorgarle a distintos elementos vertidos en la resolución judicial, una conclusión

fue unánime: quien festejó el fallo fue la clase empresaria1. Ya en 2015, existía inquietud sobre la resolución de esta cuestión al convocar el máximo tribunal a una audiencia abierta a las partes y a terceros presentados en calidad de amicus curiae2 . Viéndose forzado el carácter de la discusión por parte de los miembros de la Corte, respecto de un caso que contaba con fallos de reinstalación en dos instancias

en favor del activista despedido por Correo Argentino en 2009 tras un conflicto gremial, en el marco de un período en el que toda una generación obrera se organizó de modo independiente de la burocracia sindical. Ésta conquistó, en los lugares de trabajo, delegados y comisiones internas que lograron no pocas reivindicaciones durante más de una década, por encima de lo digitado por la casta burocrática que dirige la gran mayoría de los


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sindicatos y las centrales obreras. En la resolución de los “supremos” Lorenzetti, Highton, y Maqueda, no solo fue restringida la titularidad del derecho a huelga a los sindicatos reconocidos por el Estado (ya sea que cuenten éstos con personería gremial o con la simple inscripción, siendo esto último novedoso), sino que muchos sectores advierten que abre las puertas al cuestionamiento de otro derecho democrático básico: el de reunión. Esto dado que en el caso concreto en análisis se dirimía la validez del despido dispuesto por Correo Argentino, en razón de que Orellano “durante el horario de trabajo, convocaba a asambleas, reuniones del grupo que luego llevó adelante las medidas de fuerza”. Se trata de un fallo preocupante no solo por la limitación del derecho a huelga, sino por todo el nudo argumental que parece intentar abrir la puerta a cuestionamientos mayores acerca de las consecuencias derivadas de una huelga, y a habilitar ataques por parte de las empresas a la actividad gremial en general. En su veredicto, la Corte Suprema afirma que “es indudable que la titularidad del derecho a declarar una huelga pertenece a un colectivo de trabajadores organizados en función de intereses comunes”. ¿Los intereses de los trabajadores son comunes a los de burócratas que no trabajan y negocian con el gobierno de turno millones de las obras sociales, impunidad, o hasta puestos de dirección en la Asociación del Fútbol Argentino? Mención aparte merecen ciertas citas, en la resolución que analizamos, de argumentos reaccionarios de algunos convencionales constituyentes del ‘57 (en ocasión de la inclusión del art 14 bis en la Constitución Nacional) que hacían mención a trabajadores anárquicos que reclamaban el derecho a holgar (recordemos aquel marco histórico, de resistencia en las fábricas al régimen militar) en contraposición a las “huelgas legítimas convocadas por los sindicatos”. En la CGT3 y la CTA, la resolución fue percibida con matices. Desde la primera central, si bien celebran que se ponga un coto explícito a la facultad de parar la producción por decisión de los propios trabajadores en un lugar de trabajo, existe un evidente recelo

contra la posibilidad de que sindicatos no alineados puedan gozar del derecho, quedando nuevamente en discusión el monopolio de la convocatoria a la huelga por parte de los sindicatos y centrales con personería gremial. Desde sectores de la CTA, más allá de este reconocimiento explícito a las entidades con simple inscripción gremial, se leyó el fallo –de conjunto– como negativo4 en razón de los límites ya señalados. Decíamos que en “Orellano”, la Corte desvió el eje de discusión (donde se discutía el carácter discriminatorio de su despido) a la cuestión sobre el sujeto con derecho a huelga. Ello en el marco de un indudable giro a derecha del régimen político y del Poder Judicial, incluso respecto a la nueva composición de la Corte. Por ello no podemos dejar de advertir, que una probable consecuencia girará alrededor de la facultad o no de los empresarios de arremeter contra el activismo gremial e incluso contra la “portación” de ideología o la pertenencia a una agrupación o lista opositora al sindicalismo tradicional en los lugares de trabajo. Todo ello en un contexto general en que las bases, junto a las comisiones internas díscolas y el activismo, pueden significar la línea de falla del pacto entre el gobierno de Cambiemos y la burocracia sindical, evidenciado con la inacción de las centrales tras el veto de Mauricio Macri a la llamada ley “antidespidos”. Recordemos que una de las promesas hacia las cúpulas sindicales en su campaña presidencial fue aquella de “Los voy a ayudar a frenar a los troskos”5. Pero vale recordar, también, que este fallo fue dado a conocer al regreso de la excursión del Poder Judicial al Vaticano, encabezada por Lorenzetti. No ignoramos, en ese sentido, el caso “Alvarez c/Cencosud” de 2010, que significó un valioso antecedente para el planteo de reinstalaciones judiciales de activistas despedidos en razón de su condición6. Ricardo Lorenzetti y Elena Highton, en ese momento en minoría7, opinaron que pese a que pudiere mediar discriminación en el despido de un activista gremial, bajo ningún punto de vista se puede forzar a un empresario a contratar con alguien que no desea, estableciéndose así otra discriminación, la de los trabajadores en relación a cualquier persona discriminada

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por fuera de una relación laboral, que sí puede reclamar la anulación del acto discriminatorio en virtud de la Ley 23.592. En ese marco, pugnamos por las interpretaciones y usos más favorables de las leyes e incluso de los fallos judiciales, que expresan a su vez conquistas y relaciones de fuerzas en determinados momentos de la lucha constante entre las clases sociales. De ese modo, es que sostenemos la interpretación más amplia del derecho a huelga establecida por el artículo 14 bis de la Constitución, entendiendo a “los gremios” como al colectivo obrero identificado en razón de una actividad, oficio, o profesión, y no solamente a los sindicatos que el Estado desee formalizar y reconocer. Más aún cuando solo un 35 % de la clase obrera argentina tiene afiliación sindical y la existencia de delegados en los lugares de trabajo no pasa de un 15 % promedio. Pero por sobre todo, defendemos la libre organización de los trabajadores, y rechazamos toda injerencia del Estado en ella. Más inaceptable aún, resulta que esos límites provengan de una casta de jueces millonarios y vitalicios que nadie eligió, y que en nada comparten los intereses y necesidades de un trabajador. Podría plantearse que, en rigor, históricamente el derecho a huelga solo ha sido legalmente reconocido a los sindicatos, y que el Poder Judicial, si se pronunciaba sobre el tema, para peor, solo era a fines de negarle el derecho incluso a los sindicatos no inscriptos, con lo cual se trata de un derecho cuya legalidad se termina dirimiendo permanentemente al calor de la relación de fuerzas entre las clases. No obstante ello, es bueno recordar que antes de la derrota propinada a la clase trabajadora por la dictadura iniciada en 1976, la redacción de la Ley de Contrato de Trabajo, contemplaba un capítulo especial dedicado a la huelga, y en su artículo 243 señalaba que La participación en ella del trabajador en ningún caso puede constituir causa de despido, ni aun mediando intimación del empleador de reintegro al trabajo... Importará trato ilegal y discriminatorio, la no reincorporación de parte del personal involucrado en una huelga u otra medida de acción directa,

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luego de su cesación, invocándose como única razón la participación del trabajador en la misma, hubiese o no mediado intimación del empleador de reintegro al trabajo.

Claro que esa redacción también era expresión de una relación de fuerzas determinada por el ascenso obrero reinante al momento de su sanción. No es descabellado pensar que con esa norma vigente, la discusión ahora instaurada por la Corte Suprema no podría tener lugar. Quienes nos posicionamos junto a los trabajadores denunciamos cada intento concreto de avance contra ellos, entendiendo que la resolución definitiva y el desequilibrio de esa “balanza” que porta la Justicia del sistema, se impondrá en las calles y lugares de trabajo, mediante la organización y la lucha. Voceros del gobierno de Macri, saludaron el fallo de la Corte diciendo que “la huelga no puede ser decidida por dos o tres personas”. No podríamos estar más de acuerdo, por eso defendemos irrestrictamente el derecho a decidirlas por los propios trabajadores, en los lugares de trabajo, y no por unos pocos sujetos que no trabajan, y desde un escritorio.

1. Ver “Sólo sindicatos inscriptos podrán promover la huelga consagrada en la Constitución” de Julián de Diego. Cronista.com, 14/06/2016, o “Alivio en el sector empresario por interpretación de la CSJ sobre huelgas” de Sergio Héctor Nunes. Infobae, 8/06/2016 2. “Amigos del Tribunal” o “Asistentes Oficiosos”, que acreditan poseer opinión fundada respecto a un tema debatido. 3. Ver “Corte restringe a gremios el derecho de llamar a la huelga” de Mariano Martín. Ámbito Financiero, 8/06/2016 4. Ver “Lecturas del fallo de la Corte Suprema contra el derecho a huelga”, La Izquierda Diario, 9/06/2016 5. Ver “Macri: ‘Los voy a ayudar a frenar a los troskos’”, La Izquierda Diario 18/10/2014 6. El Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) ha sido, desde el caso testigo “Balaguer” y hasta la actualidad, pionero en el logro de numerosas reinstalaciones en todo el país. 7. De los jueces que en mayoría se pronunciaron favorablemente por la obligación de reinstalar, solo permanece en funciones Juan Carlos Maqueda.

Más blindaje sindical para la crisis Luciana Zorzoli CONICET, docente UNLP lzorzoli@fahce.unlp.edu.ar La Corte Suprema de Justicia de la Nación afirmó en junio que las huelgas, para ser legales, tienen que ser convocadas por organizaciones gremiales que cuenten con reconocimiento estatal. El fallo viene a consolidar una red de instrumentos que colaboran en fortalecer a las conducciones gremiales bajo el solemne nombre de “modelo sindical argentino”. El análisis del fallo necesariamente requiere criticar el ordenamiento legal de las organizaciones sindicales del país para entender el poder de quién y los derechos de quienes fueron afectados por la Corte. El centro de gravedad del fallo de la Corte Suprema se encuentra en su asociación con el sistema de personerías gremiales que rige en Argentina desde los años cuarenta y tiene coherencia con el llamado “modelo sindical”, por eso fue reivindicado por las tres CGT en proceso de unificación con declaraciones halagüeñas como las de Guillermo Moser, el secretario general de la Federación Argentina de Luz y Fuerza. Ese “sistema de personerías gremiales” hace que sea el Estado el que habilite a una organización -y solo a una- a ejercer la representación de los trabajadores ante la patronal y ante el Estado durante la negociación colectiva. Pero ese monopolio no trata solo de quién actúa en las instancias de representación sino que es uno de los pilares de un sistema de derechos sindicales diferenciados donde los sindicatos seleccionados por el Estado tienen marcos de actuación (casi) completamente distintos que otras organizaciones, constituyendo un sistema de discriminación sindical que el fallo de la Corte viene a fortalecer en momentos en que la caída del empleo y el ajuste son recetas oficiales. Este sistema de derechos sindicales diferenciados permite que el sindicato con personería gremial acceda a posiciones privilegiadas más allá de la negociación: le permite participar en instancias de regulación del trabajo; le otorga la capacidad de construir patrimonios exentos de pagar impuestos (como los históricos complejos del turismo social del peronismo, que devinieron en muchos casos en oportunidades comerciales que desde los años noventa fueron acompañadas con la creación de fondos de pensión, aseguradoras de accidentes de trabajo y otros negocios

dados por la participación en privatizaciones y en actividades emergentes de la tercerización); consiente la posibilidad de crear y administrar obras sociales y obliga a que la patronal funcione como agente de retención de la cuota sindical a su favor. Exactamente los mismos “derechos” le son negados a otras organizaciones de trabajadores (inscriptas o no inscriptas frente al Estado), lo que cimenta una relación de funcionalidad y mutua conveniencia entre sindicatos con personería, Estado y patronales que opera como mecanismo de discriminación y selección política entre experiencias organizacionales de trabajadores. A esto hay que sumarle que el modelo argentino asocia la personería gremial con el llamado principio de “ultraactividad” que funciona como un obstáculo efectivo para el ejercicio de la competencia y la libertad sindical blindando a las direcciones existentes de posibles recambios. Otro principio, conocido como Erga Omnes, invierte además la representación haciendo que el resultado de las negociaciones colectivas homologadas por el Ministerio de Trabajo recaigan sobre todos los trabajadores del universo en cuestión, sin importar si poseen o no afiliación al sindicato. Si bien el Erga Omnes permite que las conquistas sindicales y los convenios se extiendan a todos los trabajadores formales (aunque puede suceder que lo que se extienda no tenga ese carácter) también genera, como se ha señalado, una extrañeza en el sentido de la representación que se ejerce “de arriba hacia abajo” y no al revés. Esto porque el sindicato negocia porque posee la personería y no tiene la necesidad validar en las negociaciones su representatividad; por el contrario, afecta al conjunto de trabajadores por los cuales negoció según una decisión que se toma entre el sindicato y los empresarios, dejando a las y los trabajadores no afiliados sujetos a una representación que no eligieron. Por eso el modelo sindical es el iceberg y el fallo de la Corte una pequeña muestra de la posición dominante garantizada por el Estado a los sindicatos con “reconocimiento”, permitiéndoles en forma preventiva una relación de poder sobre las y los trabajadores afiliados y no afiliados de un sector determinado, algo que debilita objetivamente las posibilidades democráticas de organización y expresión


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de éstos últimos, lo que empeora aún más si se trata de trabajadores no registrados. Es debatible sin embargo que la medida, en lo que hace al derecho de huelga estrictamente, afecte más a las y los trabajadores informales que a los que tienen afiliación sindical, aunque claro que los primeros se encuentran en una situación de mayor desprotección y cuya sindicalización es en gran medida un desafío pendiente. Afecta en realidad a todos los trabajadores que quieran desde instancias de base o desde el lugar de trabajo limitar el despotismo patronal y organizar una respuesta sin que la misma pase, necesariamente, por la sede central de un sindicato. Y como afecta a unos, beneficia a otros: fortalece el marco jurídico vigente desde el que se teje un verdadero blindaje a favor de las direcciones sindicales dándoles a estas mayor poder sobre los trabajadores y sobre las organizaciones de base.

Los hilos sociales detrás el fallo Si la capacidad de negociación es un elemento central desde el que actúan y se legitiman las direcciones sindicales –y es a su vez una fuente de estabilidad–, nadie duda que también es clave la capacidad que esas direcciones tengan de representar y controlar las luchas de las y los trabajadores. A la luz del “invierno del descontento” inglés Richard Hyman había señalado que en las negociaciones la dirección sindical protege el statu quo de las relaciones laborales, buscando la buena disposición de los empleadores y del Estado porque en eso va también su suerte. Históricamente, dijo, los sindicatos consolidados “han sido arrastrados inexorablemente hacia políticas aceptables para estos otros significativos actores sociales” y sostuvo que la negociación colectiva desempeñaba un papel central en esa “adaptación al poder exterior” que presiona sobre el sindicato y que no solo afecta la disposición a la negociación sino que influye decisivamente en el contenido de lo que constituirá la negociación en sí misma. Hyman vinculaba este punto a lo que Arthur Ross denominó como “cláusulas sindicato–orientadas”, haciendo referencia a los elementos consentidos por la patronal en la negociación que están orientados a dar seguridad organizativa a los sindicatos y a cubrir sus “necesidades institucionales” buscando

beneficiar a la organización con el fin de condicionar la actividad futura de sus miembros. Esto implica que a la naturaleza peculiar del poder sindical (siempre limitado por el poder del capital, históricamente definido por los procesos de formación de intereses y objetivos sindicales en el interior de las organizaciones, determinado por ese doble sistema de control constituido por el poder del sindicato sobre sus miembros y para sus miembros como lo definió Hyman) hay que sumarle las pericias de la función de las direcciones sindicales como gestoras “legítimas” del conflicto tanto frente a sus representados como frente a los empleadores y el Estado. Pero como demuestra el fallo de la Corte Suprema, las direcciones sindicales no están solas a la hora de proteger esa función y vienen a asistirlas preventivamente las fuerzas del Estado y muchas veces también las patronales. Eso hizo la Corte cuando decidió establecer quienes son los que pueden armar un paro “legal”, en una medida propagandizada para amedrentar desde las tapas de los grandes medios.

El derecho de huelga es de l@s trabajadores El conocimiento del modelo sindical argentino muestra que es falso aquello que dice la Corte sobre que las entidades gremiales se constituyen y funcionan en forma “libre y democrática” por garantía constitucional. Muestra también que el fallo es una operación sostenida en principios reaccionarios por el que se intenta asignar la titularidad del derecho de huelga por mandato, sumando un elemento más de control a los procesos de control sobre las relaciones laborales. Pero así como no se puede convertir al país en un “país feliz” por decreto (algo que descubrió hace poco el propio Macri) tampoco puede moldearse el mundo sindical por filigranas de la Corte. Mal que les pese el derecho de huelga no puede ser de los sindicatos porque pertenece a las y los trabajadores en tanto se deriva de la relación laboral misma. Esto no niega que la titularidad del derecho de huelga no haya estado o no pueda estar efectivamente en disputa –la burguesía ha intentado convertirlo en un acto “ilegal” y reprimible desde siempre– ni que la avanzada de la Corte no deba preocuparnos. Por el contrario una rápida mirada sobre la historia del

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tema muestra que esa disputa se dio no solo frente a la patronal, sino también entre trabajadores organizados en el lugar de trabajo, cuerpos de delegados, comisiones internas y direcciones sindicales, algo que preanuncian los festejos de la CGT y los justos reclamos que expresó la izquierda, la CTA y sectores del sindicalismo combativo. Señalar que el carácter reaccionario del fallo de la Corte está en línea con otros elementos en los que el aval estatal tiene una gravitación general que afecta la organización y la construcción de nuevos objetivos sindicales es vital, como lo es mostrar que el gobierno de Macri opera sobre las conducciones gremiales otorgando condiciones “sindicato orientadas” que les dan mayor estabilidad y poderío. Un blindaje sindical que revela que el gobierno prepara operatorias a futuro.

Bibliografía mencionada Richard Hyman, Relaciones industriales. Una introducción marxista, Madrid, Blume, 1981. Arthur M. Ross, Trade Union Wage Policy, Berkeley, University of California Press, 1948.


política

Ilustración: Germán Caffaratti

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OPRESIONES SIN FRONTERAS PARA LAS MUJERES MIGRANTES AZUL PICÓN Comité de redacción. Actualmente cerca de 232 millones de personas viven fuera del país en el que nacieron1 y casi la mitad (49 %) son mujeres. Argentina es un país con una impronta migrante muy fuerte, en parte por la inmigración externa, cuyo punto más representativo fue la masiva inmigración europea que recibió a mediados del siglo XIX, pero también las de países limítrofes y migraciones internas. La migración de países limítrofes fue moderada pero se mantuvo constante desde el registro inicial con el primer censo de 1869: el 2,4 % de la población eran inmigrantes provenientes de países limítrofes. En 1914 se registra la más alta inmigración en el país, con un 2,6 % proveniente de países limítrofes y un 29 % de Europa. Asimismo, al disminuir

drásticamente los flujos de migración europea, la migración de países limítrofes se fue haciendo más visible2. Según el último Censo de 2010, 1.805.957 personas que viven en Argentina nacieron en el extranjero. De ese total 1.245.054 provienen de países limítrofes, el 3,1 % de la población, pero representa el 69 % de la migración total. El 54 % de estos inmigrantes son mujeres. Es decir que si hablamos de migración en la Argentina actual, las mujeres latinoamericanas son mayoría.

Feminizaciones Tradicionalmente los estudios sobre migraciones no tuvieron un enfoque de género. Las mujeres fueron invisibilizadas o incluidas como meras

acompañantes de las decisiones de los varones migrantes, quienes encarnaron la figura del migrante autónomo. Pero desde hace algún tiempo escuchamos hablar de una tendencia a la “feminización de las migraciones”, un proceso cualitativo y cuantitativo que alude a la creciente participación y protagonismo de las mujeres que migran de manera individual, sin estar “asociadas” a un varón migrante previo. No se alude solo a que la cantidad de mujeres que migra es mayor (aunque este número aumenta lenta pero sostenidamente), sino también a que cada vez más lo hacen de forma autónoma o como pioneras del movimiento familiar. La creciente feminización de las migraciones aparece vinculada, según ciertos autores, con la feminización de la fuerza de trabajo y la feminización de la pobreza3.


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Informalidad y precariedad como regla La migración limítrofe femenina es principalmente migración laboral y de baja calificación. Se concentra especialmente en trabajo doméstico remunerado, la manufactura y las actividades agrícolas. Las mujeres migrantes corren más riesgo de sufrir diferentes tipos de violencia: están más expuestas al maltrato emocional, físico, abusos sexuales y de autoridad por parte de agentes, “coyotes” (personas que a cambio de un pago, ayudan a cruzar ilegalmente las fronteras), de autoridades, traficantes, etc.4 tanto en el tránsito migratorio como en el país de recepción. La CEDAW5 reconoce la vulnerabilidad específica de las trabajadoras migrantes, que por lo general desempeñan empleos mal remunerados y están más expuestas a sufrir abusos y discriminación, así como la falta de protección jurídica y menor acceso a la justicia. Desde la segunda mitad del siglo XX, la presencia de las mujeres en el mundo laboral no doméstico se amplió y consolidó, alcanzando en la última década un promedio de 41,5 %. Esto no implicó una creciente igualdad de derechos sino que por el contrario, la precarización laboral se impuso con más fuerza sobre las mujeres7, que tienen salarios más bajos, peores condiciones laborales y más posibilidades de trabajar en la informalidad. En América latina el 54 % de las mujeres trabaja en sectores no estructurados, mientras que el 48 % de los varones se encuentra en esa situación8. Si las mujeres están más expuestas a la precarización laboral, este porcentaje aumenta considerablemente si al género y la pertenencia de clase se agrega el origen étnico y la situación de migración. El trabajo doméstico es una de las mayores fuentes de empleo informal para las mujeres, representa el 15 % de la mano de obra femenina en Latinoamérica y es realizado por mujeres de bajos ingresos, la mayoría de ellas migrantes o pertenecientes a minorías étnicas9. Muchas veces la inclusión de alojamiento y comida hace este trabajo atractivo para las migrantes, sin embargo los salarios son bajos, las jornadas extensas y están más expuestas a los abusos patronales y al aislamiento social, todo lo cual aumenta su vulnerabilidad. De hecho la OIT (2004), reconoce que la categoría de los/as trabajadores/as del servicio doméstico se encuentran entre las más vulnerables del mundo. La opresión de género reproduce la subordinación y la desigualdad de las mujeres en el mercado laboral, y esto se traduce, por las razones antes expuestas, en condiciones aún peores para a las mujeres migrantes. El caso del servicio doméstico está íntimamente ligado con la prolongación de las funciones consideradas “naturalmente” femeninas, las tareas del hogar y de cuidados, y ciertamente también es sobre ellas sobre quienes siguen recayendo las tareas domésticas y familiares en sus casas sin remuneración9.

Reina: justicia patriarcal y de clase Reina Maraz es migrante, indígena y mujer. Está condenada a cadena perpetua por el supuesto crimen de su marido, Limber Santos. No habla castellano y estuvo detenida 3 años en prisión preventiva en la Unidad 33 de Los Hornos sin que nadie le explicara en su idioma, el quechua, de qué se la acusaba. Al momento de su detención, Reina estaba embarazada de su 3º hija, que nació en prisión. Las mujeres migrantes tienen marcadas barreras de acceso a la justicia, así lo reconocen la OIM y ONU mujeres. Las barreras económicas, lingüísticas y la discriminación en el seno del poder judicial son trabas concretas que impiden el acceso a la justicia de estas mujeres. Cuando, luego de 3 años, la justicia le reconoció una intérprete, Reina pudo relatar en el juicio los maltratos y la violencia física extrema que sufrió por años de parte de su marido Limber Santos (golpes hasta dejarla inconsciente, amenazas de muerte y todo tipo de vejaciones), y cómo este la entregó a un vecino, Tito Vilcar Ortiz para que se cobrara sexualmente las deudas que él había contraído. Contó cómo Santos desapareció luego de una pelea con el vecino Vilcar, quien fue detenido por la muerte de Santos, pero falleció antes del juicio. Reina fue arrestada porque el fiscal Fernando Celesia consideró que había actuado en complicidad con Vilcar para robarle dinero a su marido, por lo cual pidió la pena de prisión perpetua con la que finalmente se la condenó. El defensor José María Mastronardi pidió su absolución por falta de pruebas que

permitan imputarla como autora del crimen e impugnó la única prueba de peso en contra de Reina: el testimonio tomado en cámara Gesell al hijo de 6 años cuestionado por los expertos, ya que se interrogó al niño como si fuera un adulto por 20 minutos, sin que haya presentes especialistas en psicología infantil para realizar la entrevista y sin lenguaje simbólico . En octubre pasado, el TOC 1 de Quilmes, integrado por las juezas Silvia Etchemendi, Marcela Vissio y Florencia Butierrez, condenó a Reina Maraz por homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas, robo agravado en despoblado y en banda, en concurso real. Desconociendo las múltiples violencias de las que era víctima, ignorando que su supuesto cómplice era quien la violaba para cobrarse las deudas, omitiendo pruebas fundamentales y validando pruebas cuestionadas por expertos. Fue condenada casi sin pruebas, sin tener medios para defenderse, en un país extraño al que fue obligada a venir, sin conocer el idioma ni saber de qué se la acusaba. Fue condenada por ser boliviana, pobre y mujer. Por estar en un lugar de máxima indefensión y de nulo acceso a la justicia. Es víctima no solo de la violencia machista, sino de la violencia institucional del propio Estado y de su Justicia, que la sometió a una revictimización sistemática y la condenó a cadena perpetua. Sí, a la misma condena que se les impuso a algunos represores de la dictadura, mientras muchos otros genocidas y policías del gatillo fácil siguen impunes.

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política

Pero el trabajo doméstico no es el único al que acceden las mujeres migrantes. El trabajo agrícola y en la industria textil, también son ámbitos de inserción de trabajadores migrantes y de mujeres en particular. Junto al trabajo doméstico y la construcción, son las ramas de mayor informalidad: el 80 % del trabajo agrario y el 60 % del textil, es informal. La textil históricamente fue la rama industrial que más mujeres empleó. Desde mediados de los años ‘70, con el vaciamiento de la industria nacional, el trabajo semiesclavo o servil en talleres clandestinos creció exponencialmente y se transformó en condición necesaria para la supervivencia de la industria textil en Argentina. Estos talleres trabajan en su mayoría con mujeres inmigrantes bolivianas y el reclutamiento se enmarca muchas veces en la trata de personas con fines de explotación laboral10. Se estima que en estos talleres los/as costureros/as reciben el 1,8 % del valor de la prenda que producen. La informalidad de los trabajos a los que acceden las mujeres migrantes también las pone en peor situación para negociar las condiciones laborales, al no contar con respaldo sindical ni protección jurídica y siendo muy difícil la organización. Eso también las expone a una mayor vulnerabilidad a la violencia de género, al acoso sexual en el trabajo y en una posición más difícil para hacer frente a estas violencias11 .

Una necesidad del sistema La informalidad y precarización de los trabajos a los que acceden los/as inmigrantes, cumplen un rol fundamental para el sistema, garantizando mano de obra barata para empresarios que buscan mayor productividad con baja inversión y bajos salarios. De esta manera los inmigrantes tienen mayores probabilidades de vivir en la pobreza, con trabajos más insalubres, sin acceso a obras sociales o protección ante accidentes de trabajo y peores condiciones de vivienda, perpetuando así la exclusión social12. La discriminación y xenofobia que cotidianamente sufren, tampoco son inocentes. Los inmigrantes se erigen como supuestos culpables de la pobreza y la inseguridad, especialmente en contextos de crisis. Los medios de comunicación están a la orden del día reproduciendo mitos, prejuicios y estereotipos de los migrantes ligados a la delincuencia, al narcotráfico, a la inseguridad laboral y como una carga para los servicios sociales. Sobran ejemplos de burócratas sindicales, políticos, medios de comunicación e incluso empresarios, extendiendo el mito de que “los trabajadores inmigrantes quitan el trabajo a los argentinos”, cuando no solo está probada la falsedad de esa frase, sino, como ya vimos, la utilidad que tiene para el capitalismo la mano de obra que suponen (ver recuadro Marcelina).

Marcelina: Discriminación y xenofobia Marcelina Meneses era boliviana. El 10 de enero de 2001 viajaba en la Línea Roca de Trenes Metropolitanos (TMR) para llevar a su hijo Josua de 10 meses al Hospital Finocchietto. Tras un ataque xenofóbico por parte de algunos pasajeros, fueron empujados del tren, cayeron y murieron los dos. Solo hubo un testigo que declaró en la causa: Julio Cesar Giménez. En su relato señaló que Marcelina estaba parada dirigiéndose a la puerta con el bebé en la espalda y cargada de bolsos (nadie le había dado el asiento en el trayecto). Acomodándose para enfilar a la salida rozó con los bolsos a un pasajero que le gritó “¡Boliviana de mierda! ¡No mirás cuando caminás!”. Giménez intervino diciendo que tengan más cuidado ya que era una señora con un bebé. Y un segundo pasajero agregó “Qué defendés vos, si estos bolivianos son los que nos vienen a quitar trabajo. Igual que los paraguayos y los peruanos”, otros pasajeros se sumaron a los insultos xenófobos. Según el testigo apareció un guardia que avanzó hasta que escuchó la discusión y los insultos

xenófobos y culpó a “los bolivianos” de “hacer quilombo siempre”. Sobre el asesinato de Marcelina y Josua dijo: “Fue una cosa de segundos. Se había sumado otra gente. Hubo más insultos y escuchó que uno que estaba de ropa de Grafa le dice a un compañero: -¡Uy, Daniel, la puta que te parió, la empujaste!” (Página/12, 2/6/2001). Giménez declaró también que dos personas de la empresa le ofrecieron dinero, donaciones para su cooperativa y trabajo para que cambiara la declaración, usando el mismo argumento que los pasajeros: Vos sabés que TMR da trabajo a mucha gente. En cambio los bolivianos le quitan el trabajo a los argentinos, a vos, a tu viejo, a todos”. Justificando el ataque xenófobo y tratando de desligarse, ya que TMR desde el comienzo sostuvo que Meneses había sido rozada por el tren cuando caminaba por las vías. La legislatura porteña sancionó la ley Nº 4409 del 10 de enero como Día de las Mujeres Migrantes, en recordatorio de Marcelina Meneses, pero sus asesinatos continúan impunes.

El enfrentamiento entre nativos/as e inmigrantes fragmenta a la clase obrera y mina la solidaridad entre trabajadores/as. Las campañas discriminatorias alentadas por los medios de comunicación pregonan un falso antagonismo, que Marx señalaba como “el secreto mediante el cual la clase capitalista mantiene su poder” siendo, por supuesto, “plenamente consciente de ello”13. El sistema capitalista tiene una necesidad vital de trabajadores inmigrantes para sostener la producción y competitividad a bajos costos, mano de obra barata “dispuesta” a ser superexplotada. El movimiento de personas ocupa además un lugar privilegiado en la reproducción del capitalismo global. Asimismo ante las crisis económicas, los inmigrantes funcionan como variable de ajuste, son las primeras víctimas de despidos, ya que pueden ser desechados sin indemnización por la falta de protección legal y sindical. Sin embargo cada vez son más los/as trabajadores/as inmigrantes que empiezan a organizarse a pesar de las trabas y dificultades que les impone el sistema, muchas veces junto a sus pares nativos/as, demostrando que la clase obrera no tiene fronteras y la lucha por una sociedad sin opresión ni explotación debe ser llevada a cabo en conjunto y junto a todos los sectores oprimidos.

1. Informe sobre las migraciones en el mundo 2015. Organización Internacional para las Migraciones (OIM). 2. Ver Picón, A. y Ajuacho, M. “Pocos derechos, muchas fronteras”, IdZ 6 diciembre 2013. 3. Las mujeres migrantes y la violencia de género. Aportes para la reflexión y la intervención. Organización Internacional para las Migraciones (OIM)/ Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014. 4. Ídem. 5. Recomendación General Nº 26 Sobre las trabajadoras migratorias de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW según sus siglas en ingles). 6. Ortega, L., “Entre la feminización del trabajo y la precarización”, IdZ 20, junio 2015. 7. El progreso de las mujeres en el mundo 20152016: Transformar las economías para realizar los derechos, ONU Mujeres, 2015. 8. Ídem. 9. Para ampliar ver Murillo, C. “Trabajo doméstico, femenino y no remunerado” IdZ 20, junio 2015. 10. Fernández, M. I. y Legnazzi, L., Mujeres en la industria textil. De la fábrica al taller clandestino, Buenos Aires, Biblos, 2012. 11. El progreso de las mujeres en el mundo 20152016, ob. cit. 12. Para ampliar ver Picón y Ajuacho, ob.cit. 13. Carta del 9 de abril de 1870 a Meyer y Vogt.


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Ilustración: Greta Molas

Después del Brexit, ¿una oleada de nacionalismos?

Fotografía: Fernando Lendoiro

CLAUDIA CINATTI Staff revista Estrategia Internacional. Ya es un sentido común afirmar que el Brexit es un punto de inflexión llamado a tener consecuencias –económicas, políticas y geopolíticas– de largo plazo. Algunos de sus efectos fueron inmediatos: mayor volatilidad en los mercados; crisis política y estatal en Gran Bretaña; incertidumbre sobre el proyecto europeo hegemonizado por el liderazgo alemán. Aún está por verse si el Brexit abrirá un “exit moment” extendido a la Unión Europea, alentado por los partidos euroescépticos de la extrema derecha. Lo que sí se puede afirmar es que forma parte de la oleada “antiestablishement” que sacude a los países centrales a ambos lados de Atlántico y está dando fenómenos políticos a derecha y a izquierda de los partidos tradicionales. A juzgar por el cataclismo y el estado de estupor que siguió al triunfo del “leave” en el referéndum del pasado 23 de junio, es evidente que ni la clase dominante británica ni sus

partidos estaban preparados para este resultado. Difícilmente la Confederation of British Industry (CBI), la central empresaria británica, se hubiera imaginado que David Cameron, el ahora exprimer ministro del partido conservador –el partido por excelencia del gran capital– fuera el que los condujera a semejante catástrofe sin más motivación que el oportunismo político. Tampoco la City de Londres ni la Unión Europea esperaban este desenlace. El error de cálculo de Cameron terminó haciendo real lo impensado. Desde el punto de vista nacional, el Brexit pone en riesgo la continuidad del Reino Unido. Escocia, que votó aplastantemente por el “remain”, amenaza con convocar a un nuevo referéndum separatista. También puede volver a estallar el conflicto en Irlanda del Norte si volvieran a establecerse las fronteras con el sur, cuya apertura garantizada por la UE fue la base del

acuerdo que puso fin a la guerra civil en 1998. La desorientación fue tal que no faltaron las propuestas para dar marcha atrás, alegando que el referéndum no es vinculante y que la mayoría de los parlamentarios están a favor de que el Reino Unido permanezca dentro la UE. Pero esta opción no haría más que empeorar la crisis. Implicaría lisa y llanamente despreciar la decisión democrática no ya en un país como Grecia, donde su primer ministro Alexis Tsipras ignoró el triunfo del NO a los ajustes de la “troika”, sino en uno de los baluartes de los valores liberales y la democracia burguesa. Por eso desde Cameron hasta Angela Merkel descartaron esta salida y ya asumieron el retiro de Gran Bretaña como una realidad irreversible. Hasta ahora el Brexit no desencadenó una crisis de la magnitud de la caída de Lehman Brothers, pero no se puede perder de vista que está en juego nada menos que el destino »


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de la segunda plaza financiera después de Wall Street1. Ahora resta saber cómo se hará la separación del Reino Unido, cuya economía e institucionalidad está profundamente imbricada con la de la UE. Abundan por cierto las metáforas maritales para tratar de darle sentido a lo incierto: “matrimonio por conveniencia”; “divorcio por mutuo acuerdo”. Más allá de los pasos técnicos que implicaría la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, las potencias líderes de la UE, en particular Alemania y Francia, tendrán que encontrar un delicado equilibrio entre no ser lo suficientemente generosos con Gran Bretaña para desalentar la separación eventual de otros Estados miembros de la Unión y ser lo suficientemente cautos para no desatar una nueva oleada recesiva en la UE con repercusiones en la economía mundial. Las negociaciones están en curso pero no es evidente que lo logren. Desde el punto de vista de los (des)equilibrios geopolíticos, la crisis de la UE, más aún su posible fragmentación, tendría importantes consecuencias para Estados Unidos ya que es su socio en la extensión de las políticas neoliberales de libre mercado y en cuestiones de seguridad que van desde la “guerra contra el terrorismo” hasta las hipótesis de conflicto con Rusia. A la vez, la “relación privilegiada” de Estados Unidos con Gran Bretaña le permitía influir sobre la política exterior europea (no casualmente el general De Gaulle consideraba al Reino Unido como un “caballo de Troya” de Estados Unidos dentro de Europa). Es prematuro aún aventurar que necesariamente estas consecuencias potenciales se desplieguen en toda su magnitud, pero la posibilidad de que esto ocurra está inscripta en la dinámica de la situación internacional teñida de las consecuencias de la Gran Recesión de 2008.

Crisis de hegemonía burguesa El Brexit abrió una crisis política sin precedentes en los dos principales partidos –el conservador y el laborista– que se han alternado durante los últimos cien años en el gobierno. No hace falta aclarar que el objetivo del

renunciado primer ministro no era que el Reino Unido terminara fuera de la UE. Pero ya se sabe que en la política las intenciones no cuentan y lo que vale son los resultados. Cameron buscaba superar la debilidad de origen de su liderazgo, que lo había obligado a formar un gobierno de coalición con los demócratas liberales en 2010, una sociedad incómoda y frágil que terminó rompiéndose de mala manera. Además su popularidad estaba cayendo en picada con la aplicación de diversos planes de ajuste. Para hacer frente a esta situación, no tuvo mejor idea que coquetear con el alma euroescéptica que siempre habitó su partido para revertir la migración de votos conservadores hacia el xenófobo Partido de la Independencia del Reino (UKIP) y garantizarse así el triunfo en las elecciones de 2015. Como parte de esta jugada convocó al referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE de manera de unificar las filas partidarias y también de tratar de plantarse frente a la burocracia de Bruselas e imponer condiciones, entre ellas, limitar sensiblemente el flujo de ciudadanos europeos –en primer lugar polacos– hacia Gran Bretaña. Su rival Boris Johnson –una versión avant la lettre de Donald Trump– se subió al carro euroescéptico y fue una de las caras públicas de la campaña por el “leave”. Sin embargo, como explican ahora varios analistas políticos, su expectativa tampoco era salir de la UE sino ganar popularidad para imponerse como sucesor indiscutible de Cameron. Eso también falló y Johnson terminó renunciando al liderazgo conservador. El panorama se completó con la renuncia de Nigel Farage, el líder del UKIP, que declaró que ya había conseguido lo que quería con el triunfo del Brexit. Sin embargo, se especula que tras la renuncia –la tercera de Farage como líder de esta formación de extrema derecha– está la mano de Arron Banks, el millonario principal aportante de la campaña del Brexit, que se pronunció a favor de la creación de un nuevo partido con un rostro más presentable, que incluya a las alas euroescépticas del partido tory y los laboristas, para reemplazar al UKIP.

Es evidente que los que ganaron y tendrían que asumir el gobierno para conducir el complejo proceso de desvinculación con la UE, no tienen ningún plan serio para “hacer grande al Reino Unido” y evitar el destino de irrelevancia en la escena política al que quedaría condenada la “pequeña Inglaterra”. El Partido Laborista, que quedó en el campo de los perdedores, también está en una crisis sin precedentes. El ala derecha neoliberal, que milita en el Nuevo Laborismo de Tony Blair y tiene la mayoría en el bloque parlamentario, lanzó una “guerra civil” contra Jeremy Corbyn, elegido por una nueva base de jóvenes activistas y viejos sectores obreros como recambio por izquierda del liderazgo laborista. Lo acusan de haber hecho una campaña demasiado tímida por el “remain”. En pocas palabras, echando mano de la categoría de Antonio Gramsci, se ha abierto una “crisis orgánica”, es decir, una crisis de conjunto –estatal, política, económica– provocada por el fracaso de una “gran empresa” de la clase dominante, que pone de relieve contradicciones profundas, cuyo rasgo distintivo es la separación de amplias masas con respecto a sus representaciones políticas tradicionales. Este no es un fenómeno nuevo. Como explicaba Peter Mair2, la conversión al “consenso neoliberal” borró las distinciones entre los partidos conservadores y socialdemócratas y esto fue acompañado de una creciente desafección de sus bases tradicionales. Lo que está en crisis es justamente este “extremo centro”, como lo denominó Tariq Ali. Esta crisis de hegemonía burguesa, con todo lo catastrófica que pueda resultar, no significa necesariamente giro a izquierda.

El carácter político del voto por el “leave” y el “remain” Los partidos tradicionales, la gran patronal, la burocracia sindical, el FMI, la OTAN, Barack Obama, Angela Merkel y la dirección de la UE, entre otros, no contaron con que en el referéndum se fueran a expresar la profunda polarización social y política heredada de la Gran Recesión de 2008, el amplio descontento contra la “casta” política y las elites


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económicas, el resentimiento contra los winners de la Europa del capital, del neoliberalismo y de la globalización. En síntesis, el nuevo “espíritu de época” que empuja a los electorados hacia el voto “antiestablishment”. Sin embargo, sería un grave error considerar su derrota como un hecho progresivo en sí mismo, como hacen los partidos de la izquierda británica, entre ellos el Socialist Workers Party3, que llamaron a votar por el “leave” desde una perspectiva anticapitalista (la campaña se llamó “Lexit” por “salida por izquierda” de la UE) y ponen el eje en el componente obrero del voto por el Brexit, basándose en el triunfo en bastiones electorales tradicionales del Partido Laborista. Los análisis de la votación muestran que no hubo una sola grieta, sino un entrecruzamiento de líneas de falla: entre los “millennials” que votaron en un 75 % por quedarse y los mayores de 65 años que votaron por el “leave”; entre Escocia, Irlanda del Norte y Londres por un lado, y Gales y el resto de Inglaterra por otro. Pero sobre todo, si bien el voto por el “leave” tuvo un contenido de protesta contra los ajustes y la Europa del capital, está lejos de ser un voto de clase, expresión de una “revuelta popular” contra los ricos. Desde el punto de vista social, su componente fue policlasista, con una fuerte incidencia de los sectores más eurofóbicos de la burguesía atrincherada hoy en el ala thatcherista del partido tory4, donde conviven partidarios acérrimos del libre mercado que rechazan incluso las regulaciones neoliberales de la propia UE, y “soberanistas” nostálgicos de la posición británica como gran potencia mundial que buscan restaurar las glorias imperiales. No casualmente, Boris Johnson pertenece a la misma “elite” educada en el Eton College que el primer ministro Cameron. Políticamente, la campaña por el “leave” fue hegemonizada por el ala derecha del partido conservador y por la extrema derecha del UKIP que desplegó un discurso demagógico patriotero, xenófobo y antiinmigrante. En ese sentido es parecido a la demagogia de Donald Trump en Estados Unidos que apela

al nacionalismo y al racismo como “salidas” sencillas para los sectores más postergados, que han perdido el empleo o temen perderlo y que ven en los cambios demográficos y sociales una amenaza a su estilo de vida. Y por eso mismo fue recibida como un triunfo propio por los partidos de la extrema derecha europea. El voto por el “remain” tampoco tenía un contenido progresivo. Si bien algunos trataron de presentarlo como una suerte de “mal menor” frente al avance de la extrema derecha, y en cierto sentido Jeremy Corbyn hizo una campaña con críticas por el “remain”, lo cierto es que ese voto fortalecía a la Europa del capital, de los ajustes y de las políticas racistas que transformaron a la UE en una fortaleza contra los inmigrantes.

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repliegue a las fronteras nacionales no es una salida progresiva, sino que viene de la mano de la xenofobia y el racismo. El ascenso de la extrema derecha en Europa es un llamado de alerta para las fuerzas de izquierda. Solo se podrá conjurar levantando claramente la perspectiva de la unidad socialista de Europa, una integración liderada por y al servicio de los trabajadores.

La respuesta por izquierda a la crisis de la Europa del capital La crisis de 2008 puso de relieve las líneas de falla de la construcción de la Unión Europea, que quedó dividida entre el norte que orbita en torno a Alemania y el sur de los países endeudados. El intento de Alemania de rediseñar la UE en función de sus intereses imperiales con la imposición de brutales planes de ajuste va en detrimento de las potencias menores del bloque europeo que ven perder grados de soberanía a manos de la “troika”. El ejemplo de Grecia fue aleccionador, obligada a aplicar una austeridad brutal a cambio de seguir perteneciendo a la UE y acceder a los rescates bancarios. La crisis del proyecto europeo dio un salto con la llegada de oleadas de refugiados provenientes de África y Medio Oriente, que huyen de las guerras en las que intervienen varias potencias de la UE. El Brexit fue un nuevo salto, un golpe al plexo de la Unión Europea, considerado por varios analistas como el proyecto burgués más ambicioso de la posguerra fría. La unidad capitalista de Europa, al servicio de los grandes monopolios y los banqueros, bajo la dirección de Alemania es irreformable en el sentido de que sería posible cambiar su contenido imperialista. Su tratado constitutivo es claramente neoliberal. Pero el

1. Para un análisis del peso de la City de Londres ver entrevita a T. Norfield en esta misma revista, autor del libro The City: London and the Global Power of Finance, Londres, Verso, 2016. 2. Mair, Peter, Ruling the Void: The Hollowing of Western Democracy, Londres, Verso, 2013. 3. A. Callinicos, “Brexit: A world-historic turn”, International Socialism 151. 4. Sobre las oscilaciones de la burguesía británica con respecto a la Unión Europea y la política de Thatcher y sus herederos ver: P. Anderson, El nuevo Viejo Mundo, Primera Parte: La unión, Madrid, Akal, 2009. En particular su interesante análisis sobre la influencia de las ideas de Friedrich Hayek en los distintos momentos del proceso de unidad europeo.


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EUROPA

Ilustración: Greta Molas

Después del Brexit

“Gran Bretaña tendrá menos influencia en la ue” Desde Ideas de Izquierda conversamos con Tony Norfield, autor del libro The City. Londres y el poder global de las finanzas, sobre el panorama abierto para el imperialismo británico y la economía mundial después del Brexit. IdZ: Ahora que se impuso el Brexit, ¿qué costos tendrá para los privilegios que tiene la City de Londres en la Unión Europea? ¿En qué medida puede sostener al menos algunos aspectos de su posición privilegiada actual de “tener voz en el desarrollo de la política europea para sostener su posición y el funcionamiento del sistema financiero que ayudó a crear y del cual se beneficia” al mismo tiempo que se mantuvo fuera del Euro? El voto en favor del Brexit va a tener un impacto en el negocio financiero de la City. Algunos bancos y otras instituciones ya anunciaron planes para relocalizar algunas operaciones en países de la Unión Europea (UE), ya que el Reino Unido no tendrá más derechos de “pasaporte” para poder hacer negocios libremente en el área de la UE. No obstante, no está claro si algunos de esos recortes de trabajos habrían ocurrido de todos modos, dada una caída en el negocio. La pérdida por parte del Reino Unido del estatus como miembro de la UE le va a impedir influenciar, o al menos conservar el nivel de influencia que hoy tiene, en la determinación del esquema de las nuevas regulaciones financieras. Anteriormente, el lord británico (Jonathan) Hill era el Comisionado Europeo

para la Estabilidad Financiera, Servicios Financieros y Unión de los Mercados de Capital de la Unión, pero renunció a su posición tras el voto por Brexit. El Reino Unido va a conservar influencia sobre los negocios financieros europeos. Es por lejos el más grande centro europeo, e incluso si su liderazgo se ve reducido seguirá siendo el mayor durante un largo tiempo. Los funcionarios de la UE también querrán continuar las discusiones con sus contrapartes de Gran Bretaña. Sin embargo, ha cambiado el balance de fuerzas, y va a haber una erosión del negocio financiero con base en el Reino Unido. Francia, sobre todo, va a apuntar a redireccionar hacia su territorio una parte del negocio. IdZ: Pensando los impactos más inmediatos que este resultado puede tener para la estabilidad financiera, ¿tomaron en la City medidas “preventivas” ante la contingencia de que ganara el Brexit? ¿Qué impactos te parece que puede tener más en lo inmediato en la economía de Gran Bretaña y en la mundial? Todos los observadores, incluyendo a la City, contaban con que, aunque el resultado sería cerrado, el fenómeno de “retorno al statu

quo” contribuiría a mantener a Gran Bretaña dentro de la UE y evitar el Brexit. Fue un shock cuando terminó el conteo de votos, pero sería erróneo ver el voto como una especie de “momento Lehman” que causará un enorme y duradero impacto en los mercados financieros, como algunos predijeron. La economía mundial está hecha un desastre, y por supuesto esto se convertirá en otro factor negativo. Pero no estamos ante el abrupto descubrimiento de que billones de dólares de activos financieros de repente no valen nada como en 2008. El Banco de Inglaterra tenía planes listos para inyectar liquidez al mercado, si era necesario, y ofreció palabras de alivio, especialmente que es probable que en los próximos meses baje las tasas de interés. Los mercados accionarios europeos cayeron menos de 10 % al día siguiente del voto, y en gran parte se recuperaron en la semana siguiente. Reacciones similares ocurrieron en todos los demás mercados. Yo creo de todos modos que el voto por el Brexit seguirá siendo muy perturbador para los mercados financieros, porque sacudió al sistema establecido de poder. IdZ: En tu libro vos señalás que, ante la eventualidad de tener que adaptarse


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a cambios políticos y geopolíticos, la City viene apuntando en varias direcciones para continuar el parasitismo financiero por otras vías. ¿Cuáles son las que podrían adquirir mayor importancia en el nuevo panorama? En el libro abordo dos opciones: las finanzas islámicas y acuerdos más a fondo con China. Señalo ahí que las perspectivas para el crecimiento de las finanzas islámicas era probable que se redujeran, por la caída en los precios del petróleo. China sigue siendo importante para la política británica, pero es probable que ahora se preocupe por el hecho de que Gran Bretaña tendrá menos influencia en la UE, y por lo tanto se convierta en un socio menos valioso para el gigante asiático. Esto va a ser sin duda una gran preocupación para el nuevo gobierno pos-Brexit. A pesar de sus motivos nacionalistas, el voto en favor del Brexit condujo, irónicamente, a que Gran Bretaña abandonara un club influyente, y ¡redujo su poder y status! IdZ: ¿Qué opinás que va a pasar con la importante presencia de bancos extranjeros en Londres? ¿Habrá una relocalización de éstos en Frankfurt u otra plaza europea? Va a haber algo de impacto en el negocio financiero de Londres debido al voto por el Brexit y una pérdida de gravitación en favor de París y/o Frankfurt. De todos modos, no veo que vaya a ser significativa, por varias razones. El sector financiero seguramente se mantendrá menos regulado en Gran Bretaña en comparación con cualquier otro lado, en lo que se refiere a propuestas de nuevos impuestos a las transacciones financieras o cosas por el estilo. La ley comercial británica seguirá siendo importante como base para muchos contratos financieros. Por último, el lenguaje internacional de negocios sigue siendo el inglés, y Londres está localizada en una buena zona horaria para realizar transacciones en Asia y las Américas, y además tiene la red más extensa de conexiones internacionales de todos los centros financieros. Estas cosas podrían eventualmente convertirse en menos importantes, pero no muy rápidamente. Es difícil replicar las ventajas que Londres ha construido. A comienzos de la década del 2000, parecía que un centro de operaciones basado en el Euro como Frankfurt podría construir una base sólida y desafiar a Londres, pero la crisis condujo a que el sistema financiero europeo se volviera más fragmentado a lo largo de líneas nacionales. IdZ: ¿Cómo ves el futuro del poder imperialista británico después de este voto? Dentro de la política europea y más allá, Gran Bretaña actuaba tanto como conducto de la influencia de los EE. UU., como en sus propios intereses. Uno puede considerar que era lo que la mafia llama un “consigliere”, ¡ofreciendo consejo y cerrando tratos!

Esto incluye jugar un rol clave en la política hacia Rusia, en las intervenciones militares, sanciones económicas y así sucesivamente. El Brexit va a dañar este estatus imperial. Las otras potencias no pueden entender por qué el referéndum tenía que llevarse a cabo, y el resultado ha sido perturbar las relaciones internacionales. Gran Bretaña ya no es visto como el socio diplomáticamente astuto que sabe cómo “jugar el juego”, sino más bien como un alborotador. Esto va más allá de lo directamente vinculado al negocio de la City de Londres. Escocia es un gran interrogante, pero es necesario que veamos que la opción de “salida del Reino Unido” está lejos de ser una elección obvia. Mientras los escoceses están enojados de que su voto 62 %/38 % en favor de permanecer en la UE fue fácilmente sobrepasado por el voto de Inglaterra por abandonarla, no hay nada que puedan hacer al respecto. El Partido Nacional Escocés (SNP, en inglés) está intentando negociar con la UE, pero fue rechazado por no ser realmente la nación con la que tienen que lidiar, que es Gran Bretaña. La UE no quiere dar aire a un ejemplo de secesión nacional que podría afectar a España y posiblemente a Italia. El SNP podría intentar iniciar otro referéndum para salir del Reino Unido, habiendo perdido el anterior por 55/45 en septiembre de 2014. Pero si ganara y Escocia abandonara Gran Bretaña, se vería entonces enfrentado a unirse a la UE sin integrarse a la unión monetaria, intentando reemplazar los subsidios que recibe del resto del Reino Unido y administrar un presupuesto con el respaldo de un barril de petróleo a 50 dólares. Es sin embargo probable que la cuestión de la independencia escocesa se mantenga en los titulares, y es un problema adicional para el estatus de Gran Bretaña en el mundo. IdZ: Dentro de la izquierda británica hubo una fuerte división entre los que favorecieron la salida por izquierda (Lexit), y aquellos que defendieron la continuidad de la permanencia en la UE con un voto “crítico”, pero a favor de quedarse contra la xenofobia. Vos, ¿Cómo viste esos debates? Francamente, estas posiciones fueron irrelevantes, ya que la izquierda en Gran Bretaña no tiene peso. Siempre ha sido pequeña, y no logró crecer en los años recientes, incluso ante la mayor crisis que ha enfrentado nunca el capitalismo. Tradicionalmente, la izquierda se adapta acá a la opinión popular y usualmente trata de imprimirle un giro radical a los sentimientos que emergen en lo que es esencialmente un país muy conservador. En 2015, en las elecciones generales en Gran Bretaña, el 50 % de los votos fueron para el Partido Conservador y para el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), la principal fuerza política antiinmigración. Adicionalmente, el supuestamente más

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progresivo Partido Laborista tenía el “control de la inmigración” como una de sus principales promesas electorales. A pesar de esto, la mayor parte de la izquierda planteó votar a los laboristas para enfrentar a los conservadores. Mi opinión fue no tomar postura en el debate Permanecer/Abandonar la UE, y me abstuve. La razón es que no veía que ninguna de las opciones fuera “mejor”, o en lo más mínimo progresiva. Mi razonamiento es como sigue. El Partido Conservador tuvo que llamar al referéndum porque su apoyo popular estaba siendo erosionado por el sentimiento anti-UE, reflejado en un crecimiento político del UKIP. Este sentimiento era claramente compartido por una porción significativa de la clase trabajadora, y estaba también teniendo impacto en los votos del laborismo. Aunque se trataba en muchos aspectos de un voto contra la austeridad y las políticas del gobierno, era también una protesta reaccionaria centrada en el tema antiinmigración, a pesar de los argumentos en contrario ofrecidos por la izquierda. La dimensión anti-UE fue porque la mayor parte de la inmigración a Gran Bretaña en la década pasada vino de otros países de la UE, especialmente de Polonia. El sentimiento antiinmigración en el Reino Unido no necesariamente es racista. Hubo muchos partidarios del abandono de la UE que eran de minorías étnicas. En cambio, es una manera de reclamar que el Estado proteja a los trabajadores locales de la competencia extranjera, ya sea por trabajos, vivienda o protección social. Esta es una revuelta contra las políticas de “globalización” que debilitaron la posición de la clase obrera doméstica, pero es una revuelta reaccionaria, sin embargo. En comparación, el apoyo a la permanencia en la UE era más complaciente con el status quo, y aprobaba, al menos implícitamente, las actuales relaciones de poder y privilegio del Reino Unido en la economía mundial. ¿Cómo puede uno posicionarse en este debate? Mi decisión ante este referéndum fue explicar lo que verdaderamente estaba ocurriendo. Entrevista y traducción: Esteban Mercatante

TONY NORFIELD Economista residente en Londres, es autor del libro The City: London and the Global Power of Finance, publicado por Verso en april de 2016, que discutimos en Ideas de Izquierda de mayo (Mercatante, “Londres: el poder de manejar el dinero ajeno”). Escribe en el blog economicsofimperialism@blogspot.com.


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Fotografía: Youtube.

La crisis del régimen y las elecciones del 26J

El cuestionamiento de la hipótesis Podemos Santiago Lupe Redacción IzquierdaDiario.es, Estado español. El pasado 26 de junio tuvieron lugar las segundas elecciones generales del Estado español en medio año. Una repetición electoral inédita en la historia reciente causada por la incapacidad de formar gobierno de parte de los dos grandes partidos del bipartidismo. El último gran síntoma de una crisis del régimen del ‘78 que sigue abierta, contenida por “abajo” pero sin encontrar soluciones “por arriba”.

La pervivencia de la crisis de representación y gobernabilidad La derecha exfranquista del Partido Popular (PP) fue la fuerza más votada en ambas citas electorales, seguida de los social-liberales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En diciembre, por primera vez el bipartidismo no llegaba al 51 % de los votos. Esta vez, la subida de casi 700 mil votos del PP –más de la mitad “retornados” de la nueva formación de derecha Ciudadanos y el descenso de la participación le hace subir hasta el 55,69 %.

Sin embargo, ambos partidos cosechan unos de los peores resultados de su serie histórica. Aún así, la formación de gobierno seguirá pasando por ellos y mantienen una capacidad de bloqueo clave para cualquier proceso de regeneración del régimen. El bipartidismo sigue golpeado, pero no hundido. El mapa parlamentario queda tan fragmentado como en diciembre y con un rompecabezas de posibles pactos difícil de encajar. Alejada la posibilidad de que los nacionalistas conservadores de Cataluña y País Vasco apoyen al PP –por la misma crisis territorial– unas terceras elecciones solo se podrán evitar si el PSOE y Ciudadanos incumplen su principal promesa electoral, no permitir un nuevo gobierno de Mariano Rajoy. ¿Alguien puede creer que un gobierno así será estable como para poder aplicar los paquetes de ajuste pendientes en medio de una crisis social que está lejos de solucionarse, y más aún que podrá apuntalar un régimen

político azotado por la corrupción y con un agudo problema territorial abierto? Si finalmente hay gobierno, éste promete ser un gobierno débil parlamentaria, social y políticamente, bajo el que las distintas crisis abiertas –de representación y la cuestión catalana– tenderán a seguir ensanchándose, y la posibilidad de que se generen nuevos y más intensos procesos de lucha de clases volverá a plantearse.

De la “ilusión devaluada” al pinchazo de una “ilusión” La principal novedad y sorpresa del 26J ha estado en el pinchazo de las expectativas generadas en torno a la coalición entre Podemos e Izquierda Unida (IU). En diciembre, ambas sumaron más de 6.100.000 votos, el 24, 33 %. La Ley electoral penalizó a IU, con 923 mil votos, y le dio solo 2 diputados frente a los 69 de Podemos. Esta vez la coalición ha obtenido poco más de 5 millones de votos, el


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21,1 %, y los mismos 71 diputados que sumaban antes por separado. Es decir, ha perdido casi 1,1 millones de votantes, que coinciden casi al completo con el aumento de la abstención en 1,15 millones. El anunciado “sorpasso” (ventaja) al PSOE en votos y escaños en todas las encuestas se esfumaba en el recuento. Los votos a Podemos e IU-UP de diciembre o a Unidos Podemos en junio expresaban distorsionadamente el rechazo de millones al régimen del ‘78, a las políticas de ajuste y la ilusión de que por la vía electoral se podría abrir un proceso de regeneración del sistema político. Sin embargo, parece que los meses de negociaciones para formar gobierno han tenido un efecto en la “ilusión” despertada por Podemos. Muchos fueron a votarla sin esperar que el “cambio” fuera tan ambicioso como el prometido solo hace dos años atrás, o incluso en diciembre. Otros directamente se quedaron en casa. Podemos surgió en 2014 haciéndose eco parcialmente de algunas de las demandas del 15M y el ciclo de movilizaciones posterior, como la denuncia a la “casta” política, la demanda de un proceso constituyente, la defensa del referéndum catalán, la reestructuración de la deuda o el fin de las políticas de austeridad. Ya en los meses previos al 20D, aquel de por sí limitado programa se había ido quedando en el camino. Gestos de acercamiento hacia la Corona, los grandes empresarios, el Ejército, el Papa Francisco y hasta la embajada estadounidense, fueron acompañados de aceptar el pago de la deuda, conformarse con cinco reformas constitucionales y casi abandonar las denuncias contra la “casta”, especialmente la social-liberal. Pero el grado de integración en el régimen y su presentación abierta como un proyecto político de restauración progresista del mismo, asimilable a la socialdemocracia, ha dado un salto en los pasados meses.

El ensayo general de una “restauración progresista” En lo meses siguientes al 20D Iglesias, Errejón y la dirección de IU-UP, con Alberto Garzón al frente, han tratado de llevar adelante o

escenificar, de cara al electorado más moderado y sobre todo el establishment, su verdadero proyecto: una auténtica restauración del régimen del ‘78, con mucho de gatopardismo y una desdibujada pátina progresista. La dirección de Podemos dejó claro que su apuesta era propiciar la apertura de una segunda Transición. Para que no quedara duda de que no se trataba de abordar las grandes cuestiones que quedaron “pendientes” en la “primera” –como la Monarquía o el derecho de autodeterminación–, el secretario político y principal ideólogo de la formación, Iñigo Errejón, remarcó una categoría del acerbo del estalinismo italiano de posguerra, primero, y el eurocomunismo de los ‘70, después: la recreación de un nuevo “compromiso histórico”. Un pacto entre las élites de lo viejo –los partidos e instituciones del ‘78, incluida la Corona– y lo nuevo –en este caso ellos, erigidos en representantes de la desafección por abajo con el régimen que se viene expresando desde 2011–, para llevar adelante reformas superficiales de regeneración democrática, una salida a la cuestión catalana por medio de un referéndum consultivo que seguía dejando la última palabra a las Cortes y un nuevo “pacto social” que limitase los efectos de las políticas de ajuste y propiciase algunas de corte neokeynesiano. Esta era su ecuación “de salida”, es decir, en función de la “correlación de fuerzas” obtenida en las urnas habría que negociar. Y a ello se dedicaron en los cuatro primeros meses del año, a intentar llegar a un pacto entre Podemos e IU-UP, por un lado, y el PSOE del otro, con la necesaria colaboración de la nueva derecha de Ciudadanos. Sin embargo, ni aún rebajando su “oferta” hasta hacerla irreconocible, se logró el acuerdo. El referéndum catalán se pasó directamente a una comisión paralela entre su marca catalana, En Comú Podem, y la del PSOE, el PSC. El proceso constituyente y hasta las reformas constitucionales salieron de la agenda y todo los esfuerzos se concentraron en formar un “gobierno de progreso” que incluía aceptar la reforma laboral de Zapatero, la jubilación a los 67 años, el cumplimiento del déficit y hasta

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las “puertas giratorias”. Un paso más en la integración de lo “nuevo” al régimen del ‘78 y su autorreforma.

Ni restauración conservadora, ni progresista, “barajar y repartir de nuevo” Sin embargo, todos estos esfuerzos no convencieron al PSOE para dejar entrar en el gobierno a una formación outsider del establishment y que, además de ascender, podría despertar expectativas sociales de “cambio” muy superiores a las que sus dirigentes estaban dispuestos a aceptar. Tampoco los socialliberales estaban dispuestos a pactar con el PP siguiendo una política de gran coalición; las lecciones del PASOK griego lo desaconsejaban. Y sus votos con los de Ciudadanos no sumaban para impulsar el proyecto de restauración conservadora solos. Los números no salían por ningún lado, era mejor “barajar y repartir de nuevo” y ver si unas nuevas elecciones podían fortalecer al tridente favorable a una restauración conservadora –el PP, el PSOE y Ciudadanos– y desbloquear la situación. Hasta el mismo Podemos acabó convencido de este “segundo round” para superar al PSOE en votos y en escaños. De ahí el giro de aceptar la alianza con IU-UP que podría mejorar la “correlación de fuerzas” parlamentarias, y de esta manera que las negociaciones y cesiones, esta vez sí, convencieran al PSOE a formar un “gobierno del cambio”.

El pinchazo de la burbuja de la video-política Estos meses pusieron sobre la mesa los profundos límites de la hoja de ruta para lograr ese nuevo “compromiso histórico”. Se trata de un ambicioso proyecto de restauración del Estado capitalista cuando éste ha perdido la legitimidad necesaria para poder seguir gobernando. En principio, el cuadro que presenta el régimen del ‘78 en el Estado español sería adecuado para plantearlo. De hecho, los principales agentes del régimen –partidos, burocracia sindical e instituciones– tratan de encontrar una regeneración, de momento sin éxito. Pero ¿hay razones para que estos mismos agentes –por naturaleza conservadores– acepten que »


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dicha regeneración tenga que depender de una formación por fuera de ellos y que además es vista por millones como la representación de las demandas democráticas y sociales de “los de abajo”? La respuesta es “no” y aquí es donde erraron los cálculos de la hipótesis de Podemos. Si el estalinismo italiano logró que la burguesía fascista y democrática lo aceptaran en la mesa fue porque era, nada menos, el partido capaz de garantizar que el proletariado armado que había derrotado la ocupación nazi no realizara una revolución social. Si el estalinismo español, ya devenido eurocomunismo, fue invitado de honor para engendrar el régimen del ‘78 junto a las élites franquistas y el resto de direcciones burguesas y reformistas de la oposición, fue porque era el colaborador necesario para desactivar el ascenso obrero y popular desatado tras la muerte del dictador. ¿Qué amenaza “desde abajo” puede ofrecer Podemos como moneda de cambio hoy? Nada semejante. El ascenso electoral de Podemos comenzó cuando ya el ciclo de movilizaciones que arrancó con el 15M había sido desactivado por sus propias limitaciones y fundamentalmente por el rol de la burocracia sindical en evitar que se trasladara al movimiento obrero. Este reflujo no ha hecho más que profundizarse, y a ello han contribuido conscientemente los mismos dirigentes de Podemos, convencidos de que había que pasar de las calles a las instituciones. Si bien han conseguido ser la expresión electoral distorsionada de aquel ciclo de movilizaciones, son al mismo tiempo su desvío y desactivación temprana. Su apuesta ha sido la de la mera presión por la vía de conquistar espacios institucionales y lograr estos por medio de la presencia en los medios de comunicación, las redes sociales y la gestión “humanizada” de algunos ayuntamientos donde no han marcado diferencia más allá de los gestos. La movilización social, ni siquiera como moneda de cambio, está por el momento fuera de sus planes. Tanto por su escasa implantación orgánica entre los trabajadores y sectores golpeados por la crisis, como, y ligado a esto, por su muy débil capacidad para poder “modularla”, esto es, “mandarla a casa” cuando dejara de ser necesaria. Podemos no tiene ni un ápice de la capacidad

que tenía el estalinismo italiano y español para movilizar, ni mucho menos para controlar y desactivar ningún proceso de lucha de clases de la envergadura necesaria como para forzar al régimen y sus agentes a mover ficha. Tampoco tiene la voluntad de conseguirla. Expresión de ello ha sido la construcción de Podemos como una mera “máquina de guerra electoral”, reclutando cuadros especialmente en franjas de universitarios y “técnicos” profesionales y los acercamientos a la burocracia sindical de CCOO y UGT, sabedores de que sus “servicios” seguirían siendo esenciales para mantener la situación controlada por “abajo”. En las semanas previas al 26J vimos los límites y el primer gran fracaso de esta hipótesis. Como límite, el espíritu conservador y temerosos a “la calle” de la hoja de ruta de Podemos les obligaba a entregarse a los brazos de una parte de “lo viejo”, en este caso el pacto con el PSOE. Como fracaso, el que las posiciones institucionales podían sumar inestabilidad al Régimen, hasta imposibilitar formar gobierno, pero en ningún caso eran condición suficiente para invitarlos a su mesa y mucho menos abrir una regeneración que no estuviera controlada y dirigida por los grandes partidos e instituciones del régimen del ‘78.

Tras el 26J, la hipótesis Podemos cuestionada y los retos de la izquierda revolucionaria El pinchazo de las expectativas de UnidosPodemos ya ha abierto un debate intenso en el interior de Podemos, y previsiblemente sucederá lo mismo en IU. El sector más vinculado a Iñigo Errejón quiso culpar a la confluencia con IU y la pérdida de “transversalidad” de la bajada. Desde el “consejero” Juan Carlos Monedero y algunas voces de Anticapitalistas se apuntó a la rebaja en el discurso o la burocratización interna como principal problema, llamando ahora –después de meses de aceptación de la hoja de ruta de la dirección– a recuperar implantación en la calle. Las primeras palabras de Pablo Iglesias han querido ubicarse en el centro de ambas posiciones. El problema no habría sido ni la confluencia con IU, ni el “perfil” bajo, sino el miedo generado en parte de sus votantes moderados al ver que la posibilidad de ganar se acercaba. Una justificación que no puede explicar por qué esos moderados se quedaron

en casa y no dieron su voto al PSOE, y que sobre todo viene a corroborar que el camino de adaptación al régimen y rebaja del programa era y sigue siendo el correcto para Iglesias, al menos hasta convencer a esos votantes “asustadizos”. Esta por verse cómo “sobreviven” desde Podemos al debate post 26J. Al ser una formación eminentemente electoral, sin anclaje en ninguna de las clase sociales fundamentales –ni es un partido de las élites, ni se ha molestado en construirse orgánicamente en los trabajadores y sectores populares–, la guerra de camarillas –alentada además desde el mismo régimen, por ejemplo “levantando” en los medios al “bueno” de Errejón– está servida. Pero, sin duda, esta discusión va a tener un impacto más allá de Podemos, en buena parte de la izquierda y los luchadores que han tenido mayores o menores esperanzas en la vía propuesta por Iglesias y Errejón que se ven ahora truncadas. Hay que ver si el espacio descontento con el giro sin fin a la derecha del nuevo reformismo permite que comiencen a germinar nuevos procesos de lucha u organización, que en perspectiva puedan tender a buscar una alternativa política, con una hoja de ruta de ruptura con el régimen y sus partidos y por una salida anticapitalista a la crisis. Este posible retorno del debate de estrategias puede darse a la vez en un ambiente de menor reflujo de lo social. Por más que el bipartidismo aguante, y aún con el apoyo de Ciudadanos, no hay a la vista ningún proyecto serio capaz de cerrar por arriba la crisis del régimen del ‘78 y poder evitar por lo tanto que la contestación en la calle, contenida desde 2013 por una combinación del rol de la burocracia sindical, la ilusión en la vía electoral y la emergencia del nuevo reformismo, pueda volver a escena. Un escenario tal vez menos a contracorriente que los meses pasados, en el que sea posible avanzar en construir una alternativa política que ponga el eje en fortalecer la organización y movilización de los sectores populares con la clase trabajadora al frente como única garantía de poder imponer las grandes demandas democráticas y sociales pendientes, y frente a la “devaluación” sin límites ofrecida por el nuevo reformismo levante un programa anticapitalista y de clase.


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Tercera edición de Insurgencia obrera en Argentina

La actualidad del debate setentista Acaba de publicarse la tercera edición de Insurgencia obrera en la Argentina, 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, de Ediciones IPSCEIP. Aquí presentamos un extracto del nuevo prólogo que escribieron los autores para un libro que sale a la luz cuando otra vez están en discusión los balances sobre el último ensayo revolucionario en Argentina. Fotografía: Ediciones IPS-CEIP.

Ruth Werner y Facundo Aguirre Redacción La Izquierda Diario. Al momento de escribir el prólogo de esta tercera edición de Insurgencia obrera, la situación política argentina ha variado sustancialmente con respecto a su primera aparición en 2007. En esa oportunidad, nos habíamos propuesto restituir el lugar de la clase obrera y de la lucha de clases en el proceso social y político abierto en Argentina después del Cordobazo. Desde la elección de su título buscábamos señalar que el sujeto peligroso para los intereses capitalistas radicaba en la clase obrera, en su lucha y autoorganización. El período setentista había sido inaugurado por una

insurrección de masas acaudillada por la clase trabajadora, y esa misma clase entre 1969 y 1976 protagonizó una seguidilla de levantamientos, huelgas salvajes, tomas de fábricas con rehenes, enfrentamientos violentos con la fuerza del régimen, persecución fascista de la Triple A y de la burocracia sindical, y una huelga general en junio-julio de 1975 que dio luz a un doble poder a nivel fabril: las coordinadoras interfabriles de Capital Federal, Gran Buenos Aires, La Plata, Berisso, Ensenada y Córdoba. En aquellas jornadas se abrió una crisis revolucionaria que puso al orden del día la cuestión de quién era el dueño

del poder en Argentina. La resolución trágica a este interrogante fue el golpe genocida del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Tuvimos el objetivo de destacar las experiencias de lucha y autoorganización de la clase obrera relevando sus procesos más avanzados y la tendencia a conquistar la independencia de clase. Rescatábamos los elementos políticos y de lucha que prefiguraban nuevas formas de organización de una clase obrera cuya dirección desde 1945 había sido el peronismo y su burocracia sindical. El nacionalismo burgués adoctrinó durante todo este »


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IDEAS & DEBATES

periodo en el discurso de la colaboración de clases y en la idea de fortalecer al Estado capitalista como instrumento para enfrentar al imperialismo. En Insurgencia obrera dimos cuenta de un proceso novedoso, el inicio de un fenómeno de ruptura con el orden burgués, que planteaba la urgencia de construir un partido revolucionario de la clase obrera, apoyándose en el surgimiento de organizaciones para la lucha de clases que cuestionaban al capitalismo y sus representaciones políticas. El año 1975 recibió un tratamiento clave. Cuando comenzamos la elaboración del libro no existía casi información detallada sobre aquella extraordinaria huelga general política que derrotó al Plan Rodrigo, verdadero antecedente de la política económica implementada por la dictadura y, más tarde, por el menemismo. En ese sentido, Insurgencia obrera junto a La guerrilla fabril de Héctor Löbbe1 fueron pioneros en este campo de investigación histórica. En junio y julio de 1975, una vanguardia masiva de la clase obrera desafió a la burocracia sindical y empujó al conjunto de los trabajadores a protagonizar por primera vez en su historia una huelga general contra un gobierno peronista. Tampoco existía en ese entonces material bibliográfico sobre las coordinadoras, las organizaciones creadas por los trabajadores combativos para enfrentar a Isabel Perón, Celestino Rodrigo y José López Rega. La tarea de escribir este libro fue entonces también una labor de reconstrucción: ¿cuántas fábricas abarcaban las coordinadoras, qué influencia tuvieron, cuál era el papel de las comisiones internas y cuerpos de delegados, qué rol jugaron las corrientes políticas? fueron algunas de las preguntas que nos hicimos para traer al presente ese proceso de organización que apuntó a un doble poder fabril en un momento de aguda crisis capitalista. La interpretación de los años ‘70 como un proceso revolucionario exigía, además, un balance de las fuerzas políticas y, en particular, de aquellas que actuaron en nombre de la clase obrera, la liberación nacional y el socialismo. Por un lado, se trataba de desmentir la visión voluntarista que desplazaba como sujeto peligroso a la clase obrera para depositarlo en las organizaciones que reivindicaban la lucha guerrillera y, por el otro, era necesario llegar a conclusiones tácticas y estratégicas que actualizaran la comprensión marxista del periodo. Este punto de vista, anclado en la crítica a las estrategias políticas que emplearon aquellos que hablaron en nombre de la izquierda, intentaba saldar un debate ausente.

Como militantes trotskistas comprendimos que era necesario un balance de las corrientes que hablaron en nombre de las ideas de la IV Internacional. Esta fue una gran falencia de los partidos que se reivindicaban del trotskismo y que se negaron a revisar críticamente su propia experiencia para preparar a las nuevas camadas militantes que nacieron a la vida política bajo el proceso de la restauración democrático-burguesa. Para nosotros, en cambio, era una tarea fundamental para plantear la actualidad teórica y estratégica del socialismo revolucionario. Cuando publicamos la primera edición de Insurgencia obrera, el relato kirchnerista sobre los años ‘70 comenzaba a transformarse en uno de los principales instrumentos de legitimación política del gobierno y del régimen político. El rechazo popular a la casta política, como producto de la crisis vivida en 2001 con la caída del gobierno de la Alianza y la persistencia de la movilización democrática contra la impunidad a los genocidas, llevó a Néstor Kirchner a ensayar un giro en la doctrina del Estado respecto del genocidio. El 24 de marzo de 2004, el Presidente ordenó al entonces Jefe del Ejército retirar los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone colgados en el Colegio Militar. Más tarde, frente a la ESMA pidió perdón por los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado. Ese acto inauguró un cambio en la política de derechos humanos y la apropiación por parte del kirchnerismo de lo que el dirigente del PTS, Christian Castillo, denominó el tercer relato sobre los años ‘70. Ese relato habíase constituído en rechazo a la teoría de los dos demonios, paradigma de la restauración democrático burguesa en 1983 sobre la base de la condena a la violencia de todo signo y de reivindicación de la tolerancia democrática. La persistencia de la impunidad y la degradación de la democracia burguesa argentina abonaron el surgimiento de ese tercer relato que puso el eje, a la hora de interpretar los años ‘70, en el rol jugado por las organizaciones guerrilleras. Sobre esta visión, Christian Castillo plantea que, a partir del 20º aniversario del golpe, comenzó a haber una ... reivindicación de la pertenencia y de la acción militante de los desaparecidos, un discurso sostenido hasta ese momento solamente por las Madres de Plaza de Mayo (en particular por el sector liderado por Hebe de Bonafini) y por los partidos de izquierda. Es así que se publicaron distintos libros y artículos reflejando la actividad militante de quienes luego fueron ‘desaparecidos’ por la dictadura, así como también diversos análisis

del proceso y libros compilando documentos políticos de la época.

Este “tercer relato”, agrega Castillo, con la enorme diferencia respecto de los anteriores de reivindicar la militancia revolucionaria, también subestima las grandes acciones de masas protagonizadas por la clase obrera, tanto en el período previo al golpe como bajo la misma dictadura2.

El kirchnerismo hará propio este “tercer relato”, aunque con variantes. Partiendo de situar a su movimiento como continuidad histórica en la nueva etapa de la política de la izquierda peronista en los años ‘70, su relato rescataba fundamentalmente al gobierno de Héctor Cámpora como una oportunidad democrática desperdiciada por el acoso de la derecha, pero también por la impaciencia de la izquierda del peronismo. Para el kirchnerismo era esencial reivindicar la alianza de clases que llevó al poder a Cámpora y, más tarde, a Juan Domingo Perón. Es habitual leer que para el kirchnerismo el motivo fundamental del golpe del ‘76 no fue la necesidad de derrotar a la clase trabajadora por el peligro que expresaba para el capitalismo argentino, sino el de acabar con un supuesto modelo industrial encarnado por el peronismo, para favorecer a los grandes grupos económicos de la burguesía diversificada y el capital financiero. Se trataba de un golpe antiperonista. Curiosamente el relato kirchnerista eludió siempre un tema fundamental: justamente había sido el peronismo el impulsor de la Triple A. La apropiación del “tercer relato” por parte del kirchnerismo servirá para restaurar la legitimidad del peronismo, o de cierta lectura del peronismo, como movimiento político que bajo el menemismo había sido el responsable de la entrega nacional y la destrucción de las conquistas de los trabajadores durante la década de 1990. Promoviendo la nulidad de las leyes del perdón y el comienzo del juzgamiento a los genocidas, el kirchnerismo concitó el apoyo de un amplio arco de organizaciones de derechos humanos. La posterior adaptación de esos organismos al Estado y a la política oficial los llevó a una degradación, a punto tal que la organización más emblemática conducida por Hebe de Bonafini, quedó salpicada por la participación de Sergio Shocklender en un entramado de corrupción vinculado a la obra pública, provocándole un enorme daño al prestigio de esta organización nacida al calor de la resistencia a la dictadura.


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Esta versión del “tercer relato” encumbrada a discurso oficial terminó por enterrar a la “teoría de los dos demonios”. El contexto en que se había impuesto esa teoría había sido el de la derrota de la clase obrera a manos de los genocidas y el del fracaso estrepitoso de la dictadura en Malvinas. La “teoría de los dos demonios” rescataba valores democrático-burgueses e institucionales caros a la historia de la Unión Cívica Radical que evitaba cuestionar el papel de Ricardo Balbín y de la mayoría del Partido Radical como impulsor del golpe de 1976 así como su participación con funcionarios civiles en la dictadura. El gobierno de Raúl Alfonsín desde su inicio se lanzó a rescatar a las FF.AA. cuestionadas por el genocidio, la ruina nacional y la guerra de Malvinas garantizando la impunidad de la camarilla militar. No iba a haber ni paredones ni tribunales populares, anunció de entrada y, a cambio, solo se juzgó a los cabecillas del golpe. Poco después el mismo gobierno alfonsinista –levantamientos de Semana Santa de por medio– sería autor de las nefastas leyes del perdón, el punto final y la obediencia debida. El kirchnerismo representó otro momento de la restauración democrático-burguesa argentina. Su función política era contener a las masas luego del estallido de diciembre de 2001. Para lograrlo necesitaba incorporar de alguna manera las demandas populares que habían puesto en jaque a la casta política capitalista, y encontró en la reivindicación de los derechos humanos una bandera que le permitió avanzar en la colonización por parte del Estado de los movimientos que habían luchado contra la impunidad. Desde aquella edición original de 2007 al día de hoy, el eje de la superestructura política argentina se ha corrido fundamentalmente hacia la derecha. En el terreno de los derechos humanos, el macrismo, aliado a la UCR y a Elisa Carrió en Cambiemos, busca instaurar un nuevo paradigma de la derecha argentina reivindicando para sí el republicanismo que caracterizara a los partidos políticos que apoyaron los golpes militares desde 1955 en adelante. Lentamente el gobierno de Cambiemos va construyendo su propio “relato” sobre la década del ‘70 y la dictadura. El Secretario de Cultura del gobierno de CABA, Darío Lopérfido, afirmó que la cifra de 30.000 desaparecidos era falsa y se cuela cada vez en voz más alta la cuestión de que los temas del pasado reciente evitan hablar de los derechos humanos actuales, y que lo que se busca es la venganza, lejos de la justicia. La crítica, en boca de Cambiemos, a la estatización de la mayoría de los organismos de derechos humanos

durante la era kirchnerista, y los hechos de corrupción que se suscitaron, abonan un retorno a una especie de teoría de los dos demonios edulcorada para el amplio arco no abiertamente de derecha de las capas medias. No se condenan directamente los juicios a los genocidas llevados adelante durante la era kirchnerista. El mecanismo es más sinuoso. Los diarios Clarín y La Nación y los intelectuales nucleados en Club Político Argentino han lanzado la consigna de que es necesaria una “autocrítica” de quienes fueron integrantes de las organizaciones guerrilleras. El planteo no es novedoso: equiparando la violencia encarnada desde el aparato de Estado con la de la guerrilla, se repite que ya habría habido suficiente condena del terrorismo estatal y ahora estaría faltando la “contraparte”. Respecto de los juicios a los militares genocidas, Graciela Fernández Meijide o Elisa Carrió, vienen insistiendo en que hay que implementar una política similar a la de Sudáfrica de “verdad por perdón”. Vale recordar que La Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) creada en 1995, implementada por el gobierno de Nelson Mandela y que finalizó su tarea en el año 2003 emprendió la tarea de elaborar un informe conteniendo violaciones de derechos humanos cometidas bajo el régimen del Apartheid. Respecto de las limitaciones de este proceso, en el artículo de Matías Cerezo “Sudáfrica: modelo para desarmar” puede leerse: Una de las principales es que no se diferenciaron responsabilidades. Al no ser considerado el apartheid como delito de lesa humanidad, el perpetrador es igualado con el militante que participó en la resistencia al sistema. La figura del perpetrador aparece desligada del Estado.

Cerezo concluye: El énfasis de la Comisión sobre la violencia obstaculiza una comprensión de los procesos sociales. (…) Se repitió constantemente que no había victimarios sino víctimas de un sistema represivo, tanto los blancos como los negros eran las víctimas del sistema. Mandela, cuando salió de la cárcel, sostuvo que su misión era liberar tanto al oprimido como al opresor. En el modelo sudafricano la religión, en este caso el Ubuntu, y su concepción de la reconciliación fue un recurso necesario para la construcción de una identidad nacional inclusiva a partir de la refundación de una nueva nación. Uno de sus objetivos fue el de promover la unidad nacional. La Comisión empleó una noción de “empate” que funcionó sobre la premisa de que se trataba de

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partes “iguales” en una lucha contra el apartheid y que ambas partes cometieron atrocidades semejantes. Cualquier semejanza con nuestra “teoría de los dos demonios” es pura coincidencia.

Los victimarios del apartheid consiguieron, gracias a la confesión de sus “pecados”, la impunidad. En nuestro país la impunidad de los genocidas y sus cómplices se transformó en una política de Estado que condicionó a la democracia burguesa. Los avances en los juicios en la última década fueron el producto de la movilización popular y, en ese sentido, una conquista democrática del pueblo argentino. Sin embargo, comprender esta situación no puede ocultar que los juicios también fueron parte del operativo de relegitimación del régimen democrático burgués. Por eso solo sentenciaron algunos cientos de personas para dejar impunes a miles de otras que participaron y colaboraron en un régimen criminal. Para Cambiemos no es un tema inocente. El gobierno macrista expresa una concentración de capitalistas y gerenciadores de los grandes grupos económicos que financiaron, se enriquecieron y adueñaron del país durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional. Para Cambiemos, una nueva doctrina sobre los derechos humanos es funcional a encubrir el papel de los capitalistas argentinos. Esta tercera edición de Insurgencia obrera en Argentina. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda sale a luz en un nuevo escenario político donde muchas de las fuerzas actuantes de los hechos narrados –capitalistas, burocracias sindicales, dirigentes políticos patronales– tienen su marca de origen en aquellas luchas pasadas y en el régimen genocida que quiso ahogar esta insurgencia en un baño de sangre. De la memoria de los explotados se trató de borrar todo recuerdo de sus luchas, de sus métodos, de su poder social. Se condenó la violencia revolucionaria y todo intento de manifestarse como clase mediante su propia política. La nueva edición que ofrecemos al público de trabajadores, estudiantes, mujeres y luchadores populares tiene el objetivo de poner en primer plano las lecciones del último gran ensayo revolucionario de la clase obrera argentina, para enriquecer sus luchas presentes bajo la eterna idea de tomar el cielo por asalto. 1. Löbbe, Héctor, La guerrilla fabril: clase obrera e izquierda en la Coordinadora Interfabril de Zona Norte (1975-1976), Ediciones RyR, 2006. 2. Christian Castillo, “Elementos para un ‘cuarto relato’ sobre el proceso revolucionario de los ‘70 y la dictadura militar”, Lucha de Clases 4, noviembre 2004.


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Notas a propósito del nuevo libro de Juan B. Yofre

1976 LA conspiración, ¿Contra quién?

Ilustración: Mariano Mancuso

DANIEL LENCINA Periodista La Izquierda Diario.

“Terminen con esta agonía”, Ricardo Balbín a Jorge Rafael Videla.

A 40 años del golpe genocida del 24 de marzo de 1976, se acaba de publicar el nuevo libro de Juan B. Yofre 1976 La conspiración1, que se suma a una serie de libros del autor como Fuimos todos (2007), Volver a matar (2009), El escarmiento (2010), 1982 (2011), La trama de Madrid (2013), Fue Cuba (2014) y Puerta de Hierro (2015), entre otros. Yofre presenta entre sus credenciales haber trabajado entre 1969 y 1972 en el Palacio San Martín bajo la dictadura autodenominada Revolución Argentina. Fue actor y testigo privilegiado de la vuelta del peronismo al poder y de su decadencia. Se fue del país en 1979 y explica que

... yo no me tuve que ir. Yo me fui. A mí nadie me persiguió. Estaba muy molesto, porque me entristece ver el fracaso del Proceso [de Reorganización Nacional, N. de R.]2.

Para sumar otra credencial al turbio currículum del autor es interesante notar que fue funcionario del gobierno de Carlos Menem; desde Julio de 1988 estuvo al frente de la ex Side (Secretaria de Inteligencia del Estado), una verdadera cueva de bandidos, para renunciar al gobierno una década después, siendo asesor presidencial (con rango de Secretario de Estado), de tal gobierno neoliberal. El menemato llevó a cabo los planes económicos que la dictadura dejó inconclusos, mediante la privatización de los servicios públicos –que la dictadura por una razón nacionalista no podía hacer en su plenitud– y por la precarización del trabajo y el deterioro

de “lo público” (salud y educación), y llevó a cabo entrega de los recursos naturales al imperialismo. Yofre se jacta de haber bancado el indulto de Menem a los genocidas: ... si vos estabas al lado de Menem, es porque vos habías aprobado los indultos de Menem. Y como yo me comprometí con los indultos de Menem, yo no tenía vuelta atrás3.

Sin filtro, como el libro que aquí comentamos. Lo más interesante de 1976 La conspiración son las fuentes de primera línea que posee. Se pueden apreciar copias de microfilms, memorándums, cartas, entrevistas realizadas por él mismo, entre las que se destaca al propio Videla en febrero de 2006, cables de la Embajada de EE. UU. en Buenos Aires y de los servicios de inteligencia de la CIA y


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la inteligencia checoslovaca que remitía sus informes a la KGB sobre la situación en la Argentina. Asimismo usa como fuentes los titulares de la prensa de la época tales como La Opinión, dirigido por Jacobo Timerman, y La Tarde, cuyo director era Héctor Timerman, el funcionario del gobierno kirchnerista hasta hace no mucho tiempo. Ambos saldrían fotografiados en primera plana con Videla, junto a otros directores de diarios. Con respecto a La Tarde, Yofre dice que “había sido una suerte de ‘Observador del Pueblo’ del subdesarrollo” aclarando que tal diario era dirigido por Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi de Hitler. También cuenta entre sus fuentes a los periódicos y revistas de las organizaciones como el PRT-ERP4 y Montoneros. Pero la clave que une y da un orden a todas esas piezas de gran valor histórico y político son las notas de la agenda del general Albano Harguindeguy. Con todo ello construye un relato sobre el que volveremos más abajo. Pero vale decir que cruza todos los datos para demostrar –“con los papeles en la mano”– sus afirmaciones. El volumen se encuentra dividido en tres partes. La primera, llamada “La decadencia”, inicia la cronología que describe el país luego de la muerte del General Perón el 1° de Julio de 1974, hasta la caída de los ministros de Bienestar Social, José López Rega y el Ministro de Economía Celestino Rodrigo. En este apartado se percibe el poder concentrado, in crescendo, de López Rega: el creador de la banda paraestatal fascista conocida como la Triple A5. Tras la muerte de Perón, se incrementan el accionar de Montoneros y el PRT-ERP, mediante secuestros de empresarios, y atentados a milicos, policías y burócratas sindicales. En mayo de 1975, Robert Hill, el embajador norteamericano, emite a Washington un análisis en cuyas conclusiones dice: a) al menos por ahora López Rega ha maniobrado y ha vencido a sus oponentes civiles; b) hay pocas posibilidades que estos oponentes puedan reagruparse. Las esperanzas de que López Rega se aleje mediante métodos políticos (no por medios militares) están cada vez más lejos; c) La Sra. de Perón no abandonará a López Rega; d) Ambos continuarán conduciendo al país hacia

un camino de más problemas económicos y de total destrucción del consenso político, e) Tal vez antes de fines de 1975, la situación se vuelva tan mala, tanto económica como políticamente, que los militares tendrán pocas alternativas y tomarán nuevamente el poder –o, al menos tratarán de hacerlo. f) López Rega tratará de infiltrar el ejército para equilibrar fuerzas y si el golpe llega, que fracase; g) aún si el golpe tiene éxito, difícilmente sea una panacea para los males del país (124).

El “Rodrigazo”, nacido de las jornadas de Junio y Julio de 1975 contra el Pacto Social (que implicaba no reclamar aumento salarial en el marco de una hiperinflación galopante) fue el encargado de voltear a los ministros López Rega y Celestino Rodrigo, con el rol protagónico del movimiento obrero a pesar de su dirección burocrática. Previo a su caída, para aumentar la temperatura el matutino La Opinión publicó el artículo más importante del año titulado “Denuncia militar sobre la Triple A” escrito por Heriberto Kahn. Allí se revelaban detalles de la organización que había ayudado a radicalizar la situación política al cobrarse la vida de activistas obreros, estudiantes, intelectuales y opositores políticos. Un oficial de Granaderos descubrió la organización en una de las oficinas a cargo del ministerio que dirigía López Rega. La caída fue inevitable. Expresaron el punto más álgido de la crisis revolucionaria ya que los trabajadores iniciaban un proceso de ruptura política con el peronismo en el poder, por primera vez en la historia. Simultáneamente el ejército se entrenaba, con rotación de dos meses de duración de la tropa, en el combate al ERP en la selva tucumana, bendecido por la Iglesia en pleno teatro de operaciones. En la segunda parte del libro, llamada Los conspiradores, se concentra en la decisión de los altos mandos de las FF. AA. de hacer el golpe. Decisión que fue madurando con el correr de la crisis hacia Octubre de 1975. Allí se delineó la Directiva del Comandante General del Ejército 404/75 o también conocida como “Directiva Peugeot”. La misma establece la división del territorio nacional en zonas y subzonas para la lucha contra la subversión. El objetivo: aniquilación. Los detalles los conocemos hoy, tales como la metodología de la

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tortura y el plan sistemático de desaparición de personas. En un documento secreto de máxima confidencialidad, de los altos mandos de las tres armas, leemos un apartado titulado “El enemigo: ‘Caracterización ideológica de la agresión’” donde los militares informan a toda la oficialidad de las FF. AA. contra quién se está peleando. Se habla de la Guerra Subversiva Marxista (GSM), y se establecen cuáles son las corrientes: (1) CHIONISTA Mao-TseTung” donde los militares interpretan la estrategia de la guerra popular prolongada, y en tal cuadro entra la Argentina. En el siguiente punto vemos: ... en 1940 surge la denominada IV° Internacional por disensiones internas del Movimiento Comunista Mundial, fijándose como Objetivo general el siguiente: “Rescatar la continuidad, las tradiciones y el capital político del marxismo revolucionario, frente al revisionismo y a las tradiciones de la socialdemocracia y del estalinismo”. Para la consecución de este objetivo se fijó como estrategia general la “Revolución mundial”, que se articulará a través de tres modos de acción: (a) Revolución proletaria (a desarrollar en los países capitalistas avanzados, como ser FRANCIA, ITALIA, etc.). (b) Revolución política antiburocrática (a desarrollar en los Estados comunistas considerados degenerados burocráticamente, como ser RUMANIA, HUNGRIA, etc.). (c) Revolución permanente (a desarrollar en los países dominados por el capitalismo como ser Latinoamérica). Dentro de ésta concepción estratégica general se incluye a nuestro país siendo el Objetivo Final la constitución de una Sociedad Socialista con el signo ideológico del Marxismo Revolucionario Trotskista” (268-269).

Es sintomático que el trotskismo aparezca como un “fantasma que recorre el mundo” y en un mundo marcado por el ascenso revolucionario de las masas a partir del Mayo Francés de 1968, no podía ser pasado por alto por la cúpula castrense, muy a pesar de la debilidad y errores que cometió el trotskismo en el período6. El documento cifrado avanza en la descripción de Montoneros y el ERP, del que se habla y se combate a lo largo del periodo. Peronistas, radicales y conservadores se alistan para el golpe, que comienza a instalarse »


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en la agenda pública, mientras se incrementan las disputas internas del peronismo que discute tres variantes de salida a la crisis. Que Isabel renuncie y asuma Ítalo Luder, quien se había mostrado duro con la guerrilla (en reemplazo de Isabel Perón en una de sus reiteradas licencias) y había firmado tres decretos para darle mayor poder de fuego a las FF. AA. y era el candidato a sucederla con mayor consenso entre políticos y militares. Una segunda variante que era hacer el juicio político y que asuma Luder, pero este no quería quedar como “traidor a la viuda de Perón”. Y la tercera variante, el golpe. El 4 de Febrero de 1976, en una casa particular de Barrio Parque se produce el encuentro secreto entre el líder del partido radical, Ricardo Balbín y Jorge Rafael Videla. Allí sostienen un breve diálogo donde el líder radical dice claramente “Terminen con esta agonía” (323). Lo que este libro demuestra muy bien es que los radicales no estaban solos esperando, alentando o acordando los términos del golpe. El peronismo también hacía de las suyas: … el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, mantuvo desde una semana antes reuniones con oficiales para convenir cómo y por donde iban a entrar las tropas a la casa de gobierno el día el golpe. “Es más, hasta entregó los planos del edificio para que las tropas del Regimiento de Infantería 7 no se cruzarán con la policía” (407-408).

La tercer parte del libro, El golpe, especifica el “día D”. El 23 de marzo los tres comandantes Videla, Massera y Agosti se reúnen con el ministro del Interior José Alberto Deheza. Allí el ministro les plantea que todos los diarios de ese día anuncian una pronta solución a la crisis y se habla del golpe. Los tres comandantes se miraron y le recordaron que luego de la caída de López Rega, por intermedio de Aníbal Demarco (que ocuparía la cartera de Bienestar Social), las tres fuerzas le habían ofrecido al gobierno el apoyo para sortear la crisis –léase aniquilar al “terrorismo”– y que la respuesta nunca fue contestada. Esa predisposición nunca llegó a la presidente. A la salida de esa reunión, los tres jefes se cruzan al Edificio Libertador. Videla llama por teléfono a la Casa Rosada y le ordena al jefe de la Casa Militar de la Presidencia que le comunique a la Sra. Presidenta que por razones de seguridad “viaje a Olivos en helicóptero”, esa era la señal. El golpe estaba en marcha. Hacia la madrugada los pilotos le hacen saber que deben aterrizar de emergencia en Aeroparque por una falla técnica. Cuando bajan Isabel Perón es detenida y puesta en conocimiento de que ya no está al frente del gobierno; fue destituida. Allí Isabel habla con los militares que la detienen: Debe haber un error. Se llegó a un acuerdo

con los tres comandantes. Podemos cerrar el congreso. La CGT y las 62 organizaciones me responden totalmente. El peronismo es mío. La oposición me apoya. Les doy a ustedes cuatro ministerios y los tres comandantes podrán acompañarme en la dura tarea de gobernar (389).

De allí la expresidenta partió en un avión de la Fuerza Aérea hacia Neuquén, en calidad de detenida. La mirada del libro en su conjunto está centrada (y acentuada) esencialmente en el accionar guerrillero, como si se tratara de una crisis política sostenida e incrementada por la corriente militante llamada Tendencia Revolucionaria del peronismo y los de filiación guevarista seguidores de Robi Santucho del PRT-ERP, sin que sea parte del escenario político la “insurgencia obrera” que fue creciendo en el país a partir del Cordobazo en 1969. Es bastante difícil encontrar a ese actor social (desde nuestra perspectiva “él” actor central) que se fue forjando en la lucha de clases como una de las clases obreras más combativas del mundo si notamos que desde la Resistencia peronista enfrentó con huelgas salvajes a la dictadura que derrocó al Gral. Perón en 1955, pasando por la experiencia “desarrollista” del radical Frondizi y que tuvo como uno de los grandes combates la defensa de la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959, donde los obreros más que nadie enfrentaron el Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado, que habilitaba a las FFAA a reprimir). O incluso lo que en su momento llamaba la atención del marxista belga Ernest Mandel cuando se preguntaba ¿Es necesario recordar que, en el curso de la huelga general más amplia que hasta la fecha ha experimentado Argentina, la de 1964, alrededor de tres millones de obreros ocuparon 4.000 empresas e iniciaron la organización de la producción por sí mismos?7

Ni que hablar del Cordobazo y la serie de levantamientos semiinsurreccionales hasta el día del golpe de Estado de 1976. En cuanto a la burocracia sindical, queda claro la subordinación de los sindicatos hacia una política de colaboración de clases. En el libro se ve a un Casildo Herrera, Secretario General de la CGT, que sin sonrojarse decía desde Montevideo “yo me borré”, mientras la zona fabril era asediada por bandas paramilitares que acribillaban trabajadores. Por su parte, el mismo día del golpe, mientras se prestaba a negociar lo que sea con los militares, Lorenzo Miguel dijo “Yo me voy. Declaren la huelga general” (395). ¿Por detrás de los hechos, esquivando camiones y tanques de asalto que ya rodeaban la Casa Rosada pretendía declarar la “huelga general”? Yofre no registra a la clase obrera. La complicidad de los partidos patronales es

elocuente. Veamos la cantidad de intendentes (además de otros funcionarios) que aportaron los “civiles” al Proceso: UCR, 53,3 % y el PJ 19,3 % (432). Para Yofre el indulto a los genocidas es también el indulto a los civiles, que colaboraron con los genocidas. Por tal razón se irrita tanto en sus conclusiones contra los juicios a los militares (muy a cuenta gotas, por cierto) a los que denomina “circo”, “mamarracho” etc. Sus conclusiones están bien a tono con, por ejemplo, la línea editorial de La Nación que cada tanto pide más impunidad8. Lo cierto es que si el kirchnerismo hubiera abierto los archivos de la dictadura, el libro de Yofre no sería más que una pequeña libreta aportando algunos datos relevantes. Por el contario no tiene de que preocuparse, los genocidas se están muriendo de viejos, en libertad. Aunque siguen en las sombras, conspirando contra el pueblo trabajador. Si tuviera que ubicar este libro en alguno de los cuatro relatos hasta el presente con respecto al genocidio9 diría que es una versión sui generis del primer relato, el de los vencedores de esta guerra sucia. 1976 La conspiración es funcional a ese objetivo cuyo programa es más impunidad. Mientras Yofre prepara un nuevo volumen sobre Cuba, a 40 años del golpe genocida, nos ofrece una agenda de libros que parecieran una advertencia contra quienes se atrevan a desafiar el orden burgués de civiles y militares, que son los verdaderos conspiradores contra el pueblo trabajador.

1. Bs. As., Sudamericana, 2016. Entre paréntesis de indicarán los número de página de esta edición. 2. Entrevista realizada por Emilio Nani y Jorge Mones Ruiz, en su canal online. Disponible en www.youtube.com. 3. Ídem. 4. Ver Robles, Andrea, “La Triple A y la política represiva del gobierno peronista” en Werner, R. y Aguirre, F., Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Tercera edición aumentada, Ediciones CEIP-IPS, 2016. 5. Partido Revolucionario de los TrabajadoresEjército Revolucionario del Pueblo. 6. Para profundizar la crítica a las corrientes de la izquierda en este periodo recomendamos, Werner, R. y Aguirre F. (2016), op. cit. 7. Mandel, Ernest, Control obrero, consejos obreros, autogestión, México, Ediciones Era, 1974, p. 10. 8. Nos referimos a la editorial del diario La Nación titulada “No más venganza” del 23/11/2015, profundamente repudiada por un amplio arco de los organismos de DDHH y personalidades de la política, la cultura y trabajadores, comenzando por los propios empleados de la redacción del diario. 9. Ver: Castillo, Christian, “Elementos para un “cuarto relato” sobre el proceso revolucionario de los ‘70 y la dictadura militar”, Lucha de Clases 4, 2004, disponible en www.ips.org.ar.


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A propósito de Soviets en Buenos Aires. La izquierda de la Argentina ante la revolución en Rusia, de Roberto Pittaluga

Cuando los Soviets llegaron a Buenos Aires Paula Schaller Lic. en Historia. Una pregunta da comienzo al preliminar de la obra de 399 páginas, resultante de la tesis doctoral de Pittaluga y publicada por la Editorial Prometeo (Buenos Aires, 2015): ¿qué discute la izquierda de la Argentina cuando se encuentra ante la Rusia revolucionaria? Este interrogante, sumado al título, puede confundir al lector que espere encontrar la reconstrucción de debates en torno a la Revolución Rusa en perspectiva histórico-política: no se pretende, se aclarará, analizar la deriva política de las organizaciones frente a la Revolución Rusa ni los debates de estrategia revolucionaria desarrollados al calor de la misma, sino poner de manifiesto los entramados de tensiones y disputas de sentido inaugurados por aquella. Se privilegia, por lo tanto, el análisis de la dimensión semántica contenida en la prolífica y multiforme gama de textos elaborados por los distintos espacios políticos y en la intelectualidad referenciada en estos, esencialmente entre 1917 y 1925: cientos de artículos, proclamas, documentos, discursos, ensayos, poemas que serán analizados y entrecruzados con la intención de trazar las coordenadas de ciertos núcleos de significaciones conceptuales. Quizás referenciándose en la aspiración benjamineana

del proyecto del Libro de los Pasajes como intento de reconstrucción histórico-filosófica del siglo XIX desde un método ensayístico no sistemático, Pittaluga compone asimismo una suerte de montaje no lineal enhebrando citas en cadenas de sentido que se mostrarán como transversales a las fronteras políticas … esta producción historiográfica apuesta a un examen de las fuentes documentales que se aparta de un criterio tradicional y predominante por el cual las formaciones de la izquierda son tratadas como tales y separadamente (…) Lo que se intenta seguir son las líneas de tensión que dibujan una suerte de campo magnético de las orientaciones de la izquierda a partir de ciertas problemáticas, y esas líneas no se corresponden con las identidades políticas formales de las particiones de la izquierda. (pp. 23/24)

Un análisis en la línea de la semiosis social de Eliseo Verón, donde las ideas de interdiscursividad y diferenciación entre condiciones de producción y de reconocimiento de los discursos sociales orientan la perspectiva metodológica utilizada. El primer efecto que se desprende de un

tratamiento de este tipo es, como el propio Pittaluga reconoce, “una forma no conclusiva de las problemáticas planteadas”. El libro carece, conscientemente, de esquemas analíticos que aporten síntesis concluyentes en torno al impacto político de la Revolución Rusa en la escena nacional, por lo que resulta difícil de interpelar en sus definiciones políticas, de las que deliberadamente prescinde.

El Gran Miedo Desde sus comienzos el libro deja ver la influencia de la Revolución Rusa como hecho conmocionante de la realidad local. Su gravitación se expresó en la proliferación de múltiples ediciones sobre “temas soviéticos” para un público variado, desde ediciones baratas que difundían El Código Bolchevique del matrimonio a un público amplio, pasando por la traducción del libro de Goldschmidt Moscú, diario de un viaje a la Rusia Soviética, difundida entre círculos de la bohemia intelectual. Hasta se rescatará la producción de un joven Borges que, entusiasmado con la Revolución Rusa, le dedicó dos poemas que fueron publicados en 1921 en la revista Cuasimodo: “Rusia” y “Guardia Roja”. Pero esencialmente porque su impacto, »


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introductor de un nuevo léxico desde el cual será expresada la intensa lucha de clases, fue usado activamente en la confrontación social en la escena local, idea con la que Pittaluga juega en el título, el cual sugiere la presencia de “Soviets en Buenos Aires”. Así, vemos como el diario La Nación, tribuna activa de denuncia a la lucha obrera durante la Semana Trágica de 1919, tildaba a los huelguistas de maximalistas para justificar la represión; el periódico La Unión realizaba Encuestas sobre el maximalismo donde consultaba a intelectuales y políticos cómo influiría la Revolución Rusa en la lucha social en el país; o el diario cordobés Los Principios lanzaba encendidas prédicas llamando a ahogar “la propaganda brutal y antipatriótica del maximalismo” (p. 32). Más allá de cuán intencionalmente exageradas hayan sido estas expresiones “haciendo un uso instrumental de la revolución rusa a fin de legitimar la represión y galvanizar las fuerzas propias”, como plantea Pittaluga, lo cierto es que mostraban el Gran Miedo (término propio del momento jacobino de la Revolución Francesa que instauró el Gran Terror y que Pittaluga recupera del análisis de Georges Lefebvre para apuntar al sistema de creencias de las élites argentinas) de las clases dominantes frente a una perspectiva posible que había que conjurar, en el marco de un ascenso de la lucha de clases especialmente pronunciado entre 1917-1921 y de un movimiento obrero hegemonizado por el anarquismo, el sindicalismo revolucionario y el socialismo. El autor rescata que estas batallas contuvieron una fuerte dimensión simbólica que “atañe directamente a la política, al orden del lenguaje de la política y a las expectativas que ese lenguaje habilita o clausura” (p. 63). Esta cuestión se vio corporizada, por ejemplo, en el intento de radicales y conservadores de promover el desafuero del senador socialista Enrique del Valle Iberlucea para que pudiera ser imputado por un juez por un supuesto “crimen de palabra” cometido en un congreso partidario: “es la palabra comunista, en su sentido profundo, la que entonces se quiere proscribir” (p. 63) y esto pasaba más de 30 años antes de que la proscripción política y la prohibición de pronunciar la palabra peronismo signara la vida política del país, mostrando que conjurar el eco local de una revolución triunfante era un desafío de primer orden para las clases dominantes. Y es que, sobre todo, esta despertó una gran simpatía de clase entre las organizaciones del movimiento obrero. Múltiples actos, conferencias, campañas de solidaridad, colectas, fueron organizadas por organizaciones obreras, muchas de ellas en el contexto

de la hambruna de 1921, producto de la guerra civil. Para Pittaluga estas acciones de solidaridad implicaban una disputa del espacio público “porque cada actividad que difundía y/o instalaba la problemática rusa dándola a publicidad, lo que hacía era redefinir los contornos de lo público” (p. 33), disputa que adquiría ribetes más agudos en el marco del ascenso de la actividad huelguística, el fortalecimiento de la tasa de sindicalización y la amplitud de las exigencias obreras.

Texto y contexto En la primera parte del libro, Pittaluga indagará la dimensión de la Revolución Rusa en tanto hecho que “intervenía en las tensiones constitutivas del universo político y conceptual de la izquierda” (p. 62). Así, resalta que para los socialistas el debate sobre la Revolución Rusa estaba condicionado por la cuestión de la adscripción a la III Internacional, cosa que se resolvió por la negativa en el IV Congreso extraordinario al que sobrevino la expulsión de los “terceristas”. Subraya que el internacionalismo que suponía la adscripción a la III Internacional encendió una tensión ya presente en el PS relativa a las formas de entender la representación política, con el sector dirigente/parlamentario abogando por el espacio representativo como ámbito de realización paulatina del programa socialista, y parte de su base practicando “otras formas” (que no se aclaran) de praxis política en las instancias gremiales, culturales, etc. “La Revolución Rusa, con su léxico y con los comentaros que promueve, pone en crisis esa política que es la política de la representación” (p. 76). Nada se dice sobre cómo operó en el triunfo de la idea juanbejustista de la política de la representación la relación con un régimen político que, desde Yrigoyen, privilegió la negociación y las concesiones a los sectores conciliadores del movimiento obrero como forma de subordinar sus organizaciones al Estado, lo que llevó al PS a profundizar la estrategia parlamentarista. En cuanto al anarquismo, que en términos generales dejó de apoyar la Revolución Rusa desde 1919, plantea que esta fue eminentemente un factor de desafío al monopolio del sentido y del nombre comunismo que hasta ese momento habían ostentado, lo que exigía operaciones discursivas de delimitación en el espacio político de la izquierda. Distinciones entre el comunismo anárquico y el comunismo político aparecieron para darle expresión a la impugnación anarquista de los bolcheviques en tanto portadores de un “carácter político” y, como tal, edificador de una nueva estatalidad basada en la dictadura del

proletariado que liquidaría la revolución. Nada se dice tampoco sobre las divergencias de estrategia que, ya desde el s. XIX, con los debates entre Marx y Bakunin, se habían perfilado entre marxistas y anarquistas en torno a las vías para la abolición del Estado y el carácter político de la lucha de clases, ni la realidad local de un anarquismo en retroceso por haberse convertido en el blanco de la política estatal de represión, lo que radicalizó su prédica apolítica y los marginó crecientemente del movimiento obrero. Respecto al PC, plantea que su ruptura del PS no marcaba la cristalización de una fracción internacionalista sino una expulsión motorizada por la dirección que había logrado desplazar el debate “desde la cuestión del carácter de la guerra y el libre comercio hacia uno que tuvo por eje la legitimidad de la representación parlamentaria” (p.87). Para los expulsados que formaron el PSI y luego el PC, se trató entonces de delimitarse una identidad política donde la Revolución Rusa y la pertenencia a la III Internacional actuó como elemento aglutinador de distintas disidencias con el PS. Si bien la del PC se trató de una ruptura centrista en el sentido de no avanzar a elaborar un programa revolucionario para la Argentina partiendo de la relación con el imperialismo y la estructura de clases, no se puede ignorar que la tendencia al surgimiento de fracciones internacionalistas fue una constante en los partidos socialistas europeos y latinoamericanos como expresión de la disputa de estrategias que abrió el apoyo de la II Internacional a la Primera Guerra y cuya expresión organizativa fue la III Internacional bajo las banderas de la Revolución Rusa. Es que en el análisis de Pittaluga el escenario político-social opera a la manera de mero contexto de reconocimiento, es decir, contexto de recepción/apropiación que posibilita la inteligibilidad de la dimensión semántico-conceptual, metodología subsidiaria de la semiosis social de Eliseo Verón que, por escasamente anclada en el contenido de las disputas político-estratégicas que condicionaron la apropiación que cada corriente hizo de la Revolución Rusa, torna excesivamente fragmentaria.

Disparo a los relojes La mayor parte del libro está dedicada, como dijimos, a rastrear la emergencia de diversas significaciones en el océano de producciones sobre la revolución. Entre ellas, destacará entre otras la tematización del tiempo como uno de los terrenos donde se juegan las interpretaciones de la Revolución Rusa, pero más extensivamente como forma de asir el hecho revolucionario en tanto productor de una


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nueva experiencia del tiempo y de la praxis revolucionaria como intervención en la temporalidad histórica. En este último nivel el análisis de Pittaluga se inscribe en la semiosis del tiempo propuesta por Kosselleck1, quien señaló el carácter eminentemente temporal del concepto de revolución estructurante de la modernidad occidental en tanto redefinición de la relación pasado/presente/futuro a partir de un cambio de las perspectivas sobre el porvenir y de los espacios de experiencias. En efecto, Kosselleck afirma que la temporalización de la Historia es una experiencia propia de la modernidad, en tanto producto de la doble revolución (industrial y francesa) que inauguró la percepción de la experiencia como movimiento, donde el tiempo presente es entendido como transicional, quebrando la historiografía aditiva propia de los anales y crónicas por una historia progresivista donde el tiempo presente aparece como tiempo de paso hacia su superación en el movimiento de la Historia. Koselleck destacará que la dimensión temporal del concepto de revolución llevará a la emergencia de una política del tiempo en tanto concepción del tiempo histórico presente en la práctica revolucionaria. La conocida anécdota de un Lenin que contaba los días en que la Revolución Rusa lograba mantenerse superando la duración de la Comuna de París, es usada como metáfora de cómo el problema del tiempo era puesto en el primer plano de la lucha por la emancipación pues en definitiva una revolución que pretendía acabar con un mundo y erigir otro (…) debía también destruir las concepciones del tiempo de la sociedad basada en la explotación (…) (pg. 118).

Será Benjamin, por su parte, quien destaque el contenido simbólico-político de la acción de los revolucionarios que en 1830 disparaban a los relojes, en una abierta disputa de la experiencia de la temporalidad. A la manera de Tesare, el personaje que en la brillante novela Museo de la Revolución de Martín Kohan reflexiona, a través de los escritos de Trotsky y Lenin, sobre el tiempo como sustancia de la revolución, Pittaluga indaga las visiones de la temporalidad que se pusieron en juego en la apropiación y lectura de la Revolución Rusa. Las lecturas prevalecientes en el ámbito local fueron las que inscribieron la Revolución Rusa en una comprensión acontecimental y progresivista de la temporalidad. Entre ellas encontramos la de José Ingenieros (Ciclo de Conferencias publicadas bajo el título Los Tiempos Nuevos en 1921 en Madrid) en la que guerra y revolución son colocadas en lugar de eventos forjadores de una nueva época, inaugurada con el Renacimiento, que avanza hacia la consumación de la Modernidad: La Revolución Rusa es hoy el exponente

simbólico de una alta aspiración humana, tan significativa como pudieron serlo el Cristianismo, el Renacimiento o la Revolución Francesa (p. 132).

En la visión de Ingenieros, donde el tiempo emerge como una “fuerza histórica por derecho propio”, se borran los sujetos en tanto agentes del cambio histórico que le imprimen sus intereses de clase. Pittaluga señalará, en esta lectura, la inscripción de la Revolución Rusa en un linaje acumulativo de progreso, pero sin emparentarla con una visión liberal en que la revolución es entendida como democrático-burguesa y asimilada en tanto evolución hacia el bienestar humano, visión de impronta iluminista, propia de la burguesía ascendente, y correlativa a una estrategia de corte reformista en los marcos del régimen económico-social existente. Este sustrato subyacente es el que permite emparentar asimismo la lectura ingenieriana con la visión del socialista Enrique del Valle Iberlucea, donde la revolución aparecía como síntoma de una tendencia histórica que llevaría inexorablemente al socialismo: su carácter trascendental reside en que impulsa el desenvolvimiento progresivo de la civilización y asegura el imperio de la libertad (…) cuando la evolución económica y la preparación de los espíritus haya llegado a su término, se realizará esa transformación del régimen social (p. 133);

o las de los comunistas Greco, Penelón y Ghioldi, que entenderán a la Revolución como inscripta en una temporalidad unidireccional y teleológica. El autor rastreará asimismo una lectura alternativa centrada en una visión discontinua y no acumulativa de la temporalidad que, aunque poco extendida, “emerge fragmentariamente en reflexiones dispersas” (p. 157). Como la del anarquista José Torralvo que desde las páginas de La Protesta tendrá expresiones como “la hora de ahora no tiene igual en el decurso de la historia”, lo que Pittaluga interpreta en los términos benjamineanos de interrupción del continuum temporal a favor de una temporalidad aquí y ahora. Sintonía que emparenta al análisis de Callandrelli, prologuista del Código Bolchevique del Matrimonio que analiza en este cuerpo de leyes que corporizan derechos y prácticas sociales la combinación de temporalidades contradictorias, donde se combinan un ideal socialista con una ley que es “instrumento transitorio de orden entre un régimen viejo no desaparecido completamente y otro no consolidado del todo” (p.156). Esta idea de tiempo como movimiento contradictorio puede articularse con la forma en que Alfonso Goldschmidt, autor de Moscú, diario de un viaje a la Rusia Soviética, analiza la potencia política del sovietismo, en tanto

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movimiento de subjetivación enmancipatoria, un movimiento que destituía la anterior partición y división de los roles y propiedades sociales, el antiguo régimen, y lo sustituía por una auto-regulación, una autonomía. (…) Sovietismo como movimiento social de masas, como instancia colectiva autogestionaria, y sovietismo como movimiento desde los previos lugares sociales a espacios inéditos (p. 206).

El soviet emerge aquí como instrumento de este movimiento histórico y de una nueva experiencia de regulación del conjunto de la vida social. En las antípodas de esta idea positiva del soviet se ubicará la de Juan B. Justo, para quien el protagonismo autónomo de los trabajadores competía y minaba la labor de las organizaciones y las prácticas ya consolidadas del movimiento obrero como lo era la sindical, contraponiendo los soviets a la “‘democracia obrera’, que asociaba con ‘los órganos políticos, electorales y gremiales’” (p. 206). Tampoco se establecerá aquí relación alguna entre esta lectura y la visión representativa del ejercicio de la política subsidiaria de la separación entre economía y política propia del Estado burgués, que el PS (y de conjunto la socialdemocracia europea) expresó como división de tareas entre parlamentarios y sindicalistas. Para una visión de este tipo resulta una amenaza la autoorganización soviética que significa (…) para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente, en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas,

como dijo Lenin en sus Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado. Y es que más allá de lo interesantes que resulten los cientos de fragmentos de citas que se entrecruzarán para dar lugar a “puestas en tensión” que recorrerán el lugar de los soviets como forma política de la revolución y su relación con otras formas de representación, la indagación por los sujetos de la revolución, las ideas de vanguardia, la violencia política, el régimen revolucionario y un amplio etc., en su conjunto el libro dejará mucho más sabor a preguntas abiertas que a pretensión de avanzar en hipótesis o respuestas. De los “soviets en Buenos Aires” solo resonarán ecos discursivos.

1. Koselleck, Reinhart (1993), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós.


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Apuntes inconclusos

Patriarcado, crimen y castigo

Ilustración: Azul Picón

La legítima búsqueda de justicia ante los crímenes de odio, como los femicidios, paradójicamente conduce a limitar la definición de violencia patriarcal a la estrechez de las figuras jurídicas estipuladas en el sistema penal. El Derecho nos devuelve impotente las limitaciones que tiene la búsqueda de la eliminación de la opresión con los mismos instrumentos con los que la misma es legitimada y reproducida. Andrea D’Atri Especialista en Estudios de la Mujer. En la pantalla, una imagen en blanco y negro de mediados de los años ‘60. Una mujer joven pide la palabra en la asamblea congregada en el ayuntamiento de Nueva York. La cámara la enfoca en el momento en que dice a viva voz: Represento a ese gran grupo de mujeres de clase media que podría tener todas las comodidades y conveniencias de la vida. De hecho, yo las tenía; pero las abandoné y, en su

lugar, decidí dedicar mi tiempo a la lucha por la igualdad de género.

Es Jaqui Ceballos, una de las primeras militantes feministas de National Organization of Women de Estados Unidos. Casi medio siglo después, entrevistada para el documental Ella es hermosa cuando está enojada, todavía recuerda aquellas vivencias. Frente a otra cámara, transmite esa vibrante experiencia de su juventud.

Una amiga me dio el libro de Betty Friedan, La Mística de la Feminidad. Todavía me hace llorar. El libro me impactó. Fue el momento justo. Lo leí esa misma noche y lo supe: no era él, no era yo, era la sociedad1.

No era él, no era yo, era la sociedad. Es la síntesis más precisa de aquello que el feminismo de la segunda ola supo revelar, conceptualizar y transformar en estandarte y programa de lucha. No eran los “él” ni las


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“ella” particulares, en un vínculo signado por la violencia restringida al ámbito privado; había un patrón que se replicaba en infinitos testimonios individuales, demostrando que la singularidad de esa experiencia encerraba, dialécticamente, su verdadero carácter estructural. El feminismo de la segunda ola supo captar que aquello estipulado como “natural”, era la cristalización de complejos procesos sociohistóricos. De ahí que estableciera la premisa de que lo que aparecía como “personal”, en realidad era “político”. Entonces, el patriarcado fue conceptualizado de diversas maneras. Para las feministas radicales –que conciben la sociedad dividida en clases sexuales–, la base de esta opresión de la clase de las mujeres se encuentra en la apropiación y el control de su capacidad reproductiva, por parte de la clase sexual dominante de los varones. Para las feministas materialistas –para quienes mujeres y varones constituyen dos clases sociales antagónicas–, el modo de producción capitalista coexiste con el modo de producción doméstico, donde la clase de los varones explota el trabajo no remunerado de la clase de las mujeres y se apropia de su producto. Por su parte, las socialistas también elaboraron su conceptualización del patriarcado y la opresión de las mujeres y –basándose en el método del materialismo histórico y las elaboraciones de Marx y Engels– establecieron sus orígenes en las primeras sociedades de clases –entendiendo a éstas en función de la propiedad privada de los medios de producción, como las clases dominantes, explotadoras y, por otra parte, las clases explotadas–. También destacaron su inextricable relación con el modo de producción capitalista, donde el trabajo doméstico tiene un rol fundamental en la reproducción gratuita de la fuerza de trabajo. No ahondaremos aquí en las diferencias existentes entre las distintas corrientes de pensamiento; solo señalar que, a pesar de ellas, todas coinciden en el carácter estructural que adquiere esta opresión en las sociedades contemporáneas2. En este marco, pudo visibilizarse que la violencia contra las mujeres no era un fenómeno excepcional, originado en el extravío o la patología de un individuo aislado. La violencia contra las mujeres dejó de ser un tabú, silenciado tras la privacidad de las cuatro paredes del hogar, para salir a la luz como un mecanismo de disciplinamiento,

un instrumento de intimidación y coerción de las mujeres que mantiene el statu quo del orden social patriarcal en el que están subordinadas. No solo el patriarcado, sino también el colonialismo, el racismo y el heterosexismo fueron cuestionados como sistemas de dominación (y por lo tanto, de violencia), en un período de gran radicalización social y política de las masas en ambos hemisferios, que se levantaban contra la explotación capitalista y la opresión ejercida por la burocracia estalinista en los Estados obreros del este de Europa. Pero esa etapa de radicalización, en un proceso que no vamos a desarrollar aquí, fue derrotada y desviada3. Y, como ya señalamos en otro número de IdZ, ...mientras el individualismo se imponía globalmente, de la mano de las políticas económicas que empujaban a millones a la desocupación, que establecían la fragmentación y deslocalización de la clase trabajadora, el feminismo se fue alejando cada vez más de un proyecto de emancipación colectiva, replegándose en un discurso cada vez más solipsista4.

Lo político ¿es personal? La idea de la emancipación fue mayoritariamente abandonada y trocada por una estrategia de reformas progresivas y acumulativas de derechos. La organización y la lucha política, denunciando al Estado por la reproducción y legitimación de la opresión de las mujeres fue reemplazada, en gran medida, por el cabildeo de las fundaciones privadas y la incorporación a las mismas instituciones del régimen político para buscar su modificación “desde adentro”. La crítica radical al capitalismo se metamorfoseó en la búsqueda de la ampliación de ciudadanía en democracias capitalistas degradadas que ya poco y nada tienen que ofrecer, para paliar los agravios que moldean la vida de las masas. El orden social y moral fundado en las relaciones de producción capitalistas fue separado de esa explotación del trabajo humano que lo sustenta. El feminismo hegemónico durante las décadas del neoliberalismo fue aquel que se replegó en la lucha por el reconocimiento de derechos, en el terreno del “Estado democrático” –un Estado aparentemente desgenerizado y neutral frente a la división de clases–. Pero a ese mismo Estado –que no es neutral, sino burgués–, que es

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garante de la violencia de la explotación asalariada por parte de la clase dominante y que se funda en el resguardo de su propiedad privada mediante el monopolio de la violencia, se le exigirá que reconozca los abusos cometidos contra las mujeres y disponga del castigo para sus autores. Fue así que el feminismo consiguió el reconocimiento de que la violación marital es violencia y no un derecho del cónyuge; que el abuso sexual es violencia y no una costumbre cultural; que el acoso callejero es violencia y no una ofensa intrascendente. El feminismo desnudó que la opresión de las mujeres consiste, precisamente, en la naturalización de esa subordinación sexual o de género, que transcurre en el ámbito de la vida privada de las personas y que por eso mismo, permanecía silenciada. Que entre los sexos o los géneros no solo hay diferencia sino que hay, fundamentalmente, jerarquías. O más precisamente, que la opresión de las mujeres consiste en la jerarquización de esa diferencia. Pero, paradójicamente, en el acto de exigir el reconocimiento de estas formas de violencia por parte del sistema penal, se obtuvo un resultado inverso al que se buscaba. Porque, aunque la tipificación de estas conductas como delitos permitió que sean visibilizados los padecimientos de las mujeres, el sistema penal funciona mediante la atribución de responsabilidades individuales en la causación de daños. Desde este punto de vista, entonces, la opresión sexual o de género, en sí, no puede constituir un daño o delito pasible de ser castigado mediante el derecho penal. Judicializar la opresión patriarcal restringe su definición, limitando los alcances de la punición a una serie de conductas tipificadas de las que solo pueden ser responsables algunos individuos, aisladamente. Dos activistas feministas (y abogadas) señalaban estas limitaciones en un coloquio sobre violencia sexista: La violencia contra las mujeres está inscripta en relaciones de dominación patriarcal. Estas relaciones patriarcales están basadas en el dominio de los varones heterosexuales adultos sobre las mujeres y las niñas y niños. La violencia es constitutiva de toda política de opresión y sirve, en el caso de la opresión de género, para reafirmar la posición de inferioridad social y sexual de las mujeres. No

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se trata de problemas aislados, de patologías individuales, de personas inadaptadas, como muestran las concepciones ideológicas hegemónicas. Se trata de una cuestión estructural, constitutiva de la dominación. De allí que poner fin a la violencia no puede ser el producto de algunas reformas legales más algo de asistencia y una pizca de psicoterapia, sino de un cambio de raíz en las relaciones de poder patriarcales5.

No son las únicas. Como bien señalan Bergalli y Bodelón, La afirmación de que determinados cambios jurídicos pueden tener un alcance limitado y constituir más nuevas formas de legitimación del Estado capitalista contemporáneo que aportar cambios sociales emancipatorios, está recogida en numerosos análisis feministas6.

Pero no prevalecieron estos enfoques, sino aquellos otros que, como señalan los autores, proponen que ... la solución de un problema general de la sociedad es demandada a un sistema particular, el cual deberá regular el todo siendo una parte del todo. Ésta es la mejor insinuación de la paradoja: el derecho deberá, más no podrá asegurar la igualdad7.

La impotencia del reformismo para que no seamos #NiUnaMenos La tipificación en el sistema penal y el establecimiento de castigos, por tanto, aunque recoge una relación de fuerzas engendrada por la lucha y la movilización de las mujeres contra la opresión, no puede más que mitigar –apenas en casos singulares– las consecuencias de la violencia patriarcal. Pero el establecimiento y aumento de penas o los castigos ejemplares, que se espera que actúen no solo como retaliación para las víctimas sino también como política de prevención de futuras conductas criminales, demostraron no ser efectivos para acabar con la violencia patriarcal que se sigue reproduciendo, porque es estructural a las sociedades de clase. En Argentina, desde diciembre de 2012, cuando fue promulgada la ley 26.791, el Código Penal establece que ... se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua al que matare (...) a una mujer,

cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género8.

Sin embargo, las estadísticas de femicidios siguen manteniendo el espeluznante promedio de una mujer asesinada cada 30 horas. Los datos que se tienen de los años precedentes a la promulgación de esta ley son de 208 femicidios en el año 2008; 231 en 2009; 260 en 2010; 282 en 2011 y 255 en 2012. Después de la inclusión del femicidio en el Código Penal, se advierte –contrariamente a lo esperable– un leve incremento de los crímenes de mujeres: 295 femicidios en 2013; 277 en 2014 y 286 en 2015. Las impactantes y multitudinarias movilizaciones que, en Argentina, se convocaron bajo la consigna #NiUnaMenos son una demostración cabal de que la Justicia que actúa ante los cadáveres de mujeres es una justicia insuficiente por definición, además de llegar tarde9. Familiares y amistades de las víctimas saben bien que, ante semejantes tragedias personales, el reclamo de justicia es imperioso. Pero sus testimonios siempre advierten sobre los límites de su alcance. Más de una vez escuchamos sus declaraciones en los medios de comunicación, diciendo “…Estamos satisfechos con la condena, pero esto no nos devolverá a nuestra hija (o amiga o madre o hermana)”. La judicialización de la lucha contra la opresión patriarcal nos lleva a discutir sobre las penas y castigos que merecen los femicidas, ya cuando la violencia fue consumada. Acompañar el reclamo de justicia para las víctimas de femicidios, exigir al Estado el cumplimiento de políticas de atención integral a las víctimas de violencia antes de que se transformen en víctimas fatales, denunciar la revictimización provocada por los propios agentes del Estado, exigir la legislación de derechos elementales de los que aún hoy son privadas las mujeres en las democracias capitalistas contemporáneas son parte de una lucha legítima por hacer menos insoportable la vida de millones de mujeres10. Pero constituir esos reclamos en el objetivo único y final de la lucha condujo al feminismo a la impotente situación actual, donde la violencia patriarcal recrudece y adquiere nuevas y más monstruosas formas moldeadas por el capitalismo. La transformación de la prostitución en una industria monumental, la fluidez del tráfico ilegal de mujeres y niñas perpetrado por redes

de trata de personas, las masacres ignoradas de centenares de mujeres en distintas regiones del mundo, las condiciones de pauperización y sobreexplotación de millones de mujeres incorporadas al mercado laboral en las últimas décadas, el evitable femicidio causado por los Estados donde la interrupción voluntaria del embarazo aún permanece penalizado, etc., son una muestra cabal de que limitar la lucha por la emancipación a la ampliación de derechos y la búsqueda de punición por parte del mismo Estado a través del cual las clases dominantes ejercen su dominación sobre las amplias masas, conduce a la impotencia, el desánimo y la desesperanza. Una estrategia que se ha desplegado durante las décadas en que la derrota del movimiento de masas nubló la perspectiva de un cambio revolucionario de la sociedad capitalista. Perspectiva que debe ser reconsiderada si es que, como se consigna en las movilizaciones de mujeres, #VivasNosQueremos.

1. Ella es hermosa cuando está enojada, de Mary Dore, 2014, disponible en Youtube. 2. A. D’Atri, “Feminismo y Marxismo: Más de 30 años de controversias”, Lucha de Clases 4 segunda época, noviembre 2004. 3. Ver A. D’Atri, L. Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial” y “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial (II)”, IdZ 1, julio 2013 e IdZ 2, agosto 2013, respectivamente. 4. A. D’Atri, L. Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial (II)”, IdZ 2, agosto 2013. 5. M. Bellotti y M. Fontenla: “Políticas feministas antiviolencia y estrategias legales”, Travesías, CECyM, 1995. 6. R. Bergalli, E. Bodelón, “La cuestión de las mujeres y el derecho penal simbólico”, Anuario de Filosofía del Derecho IX, 1992. 7. Ídem. 8. Código Penal Argentino, Capítulo I - Delitos contra la vida, artículo 80. 9. Ver A. D’Atri, “Sangre nuestra”, IdZ 30, junio 2016. 10. De hecho, los diputados nacionales del PTS/ Frente de Izquierda, Nicolás del Caño y Myriam Bregman, presentaron un proyecto de ley, Plan Nacional de Emergencia contra la Violencia hacia las Mujeres, en junio 2015, que establece un régimen de asignaciones a las víctimas, la creación de refugios transitorios y planes de vivienda, licencias laborales, licencias y pases educativos, la creación de equipos interdisciplinarios para la prevención, atención y asistencia a las víctimas, etc.


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Entrevista María Teresa Andruetto

Cómo entrar a la vida de los otros

Fotografía: David Voloj

Fotografía: Fernando Lendoiro

David Voloj Escritor y docente. Laura Vilches Prof. En Letras y legisladora por el PTS-FIT Córdoba. La obra de María Teresa Andruetto explora la narrativa, la poesía y la literatura infantil y juvenil. En este último campo obtuvo un vasto reconocimiento, al punto que en 2012 se convirtió en la primera escritora hispanohablante en ganar el Premio Hans Christian Andersen. Pero más allá de las distinciones, esta escritora cordobesa se ha hecho un lugar propio en la literatura argentina a fuerza de “construir lectores”, tarea a la que dedicó gran parte de su vida, sea en centros de promoción de la lectura, talleres literarios u otros espacios de formación. Su deseo por escuchar y contar historias viene con la de un legado familiar. Por un lado está su madre, lectora voraz que apenas completó los estudios primarios, y por otro está su abuela, colchonera y autodidacta, que “enseñaba a leer a otros” desde sus precarios conocimientos de la escritura y la literatura. Asimismo, Andruetto proviene de una familia de italianos que cruzaron el mar huyendo de la Segunda Guerra. Su padre perteneció al movimiento partisano y tenía la “biblioteca de un inmigrante: libros sobre socialismo, anarquismo, historia social, diccionarios

enciclopédicos, historia de la pintura, de la música”. Quizás allí se pueda rastrear no sólo su amor por los libros sino el interés político y social de su creación literaria, siempre atenta a señalar las contradicciones de un mundo marcado por la explotación y la opresión en formas diversas. En líneas generales, la narrativa de María Teresa Andruetto se construye en torno a las problemáticas de las mujeres y los enigmas familiares signados por la historia social. Los interrogantes se convierten en el epicentro del dolor y los personajes, en la búsqueda de respuestas, se abren a otras voces, a puntos de vista que se enfrentan entre sí y testimonian los efectos del miedo. De esta manera, la verdad se exhibe en sus contradicciones y el texto literario se cruza con el texto social, con los relatos de la historia argentina y latinoamericana. La novela La mujer en cuestión, por ejemplo, gira en torno a la investigación que se hace sobre una militante (ex) detenida-desaparecida durante la última dictadura militar. Estructurada como un informe, los datos tratan de capturar una identidad esquiva que se

compone de relatos parciales, fragmentarios, que aporta una multiplicidad de personajes. Andruetto revisita la última dictadura argentina desde distintos ángulos: “he intentado mirarla desde la hija de una militante que no se ha llevado tan bien con su madre; desde unas viejas del noroeste o desde una mujer entrampada en una relación perversa con su represor. Son distintas miradas que no se invalidan unas con otras”. IdZ: Hablamos de tus preocupaciones como escritora y, en esa línea, marcabas la necesidad de construir un texto que deje hablar a los personajes sin que esto transparente tu posicionamiento ideológico. A mí me parece que casi todo eso se resuelve si uno puede entrar en una voz narrativa que no es la de uno. El salto a la ficción es una salida, es descalzarse de uno y entrar en un punto de vista, que es el de un narrador que cuenta una historia. Ese narrador puede coincidir con el personaje o no, pero se supone que siempre es distinto del autor, aun cuando pueda funcionar como un alter-ego. Si uno le entrega la palabra a otro, eso nos saca del »


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CULTURA Literatura

lugar del “autoritarismo”, del lugar de la explicitación de las convicciones personales. Uno se fuerza, también por el hecho de ser lector, a mirar desde otro punto de vista, que puede ser mirar desde otra condición ideológica, social, de edad, geográfica. Y aparecen mil verdades que uno no había contemplado. Obviamente que, como autor, uno sostiene a esos narradores, porque los ha elegido, pero no es ya mi propia voz la que está diciendo directamente lo que pienso o lo que siento. Andruetto señala que, en su perspectiva de la literatura, “el narrador es lo más interesante. Es lo que genera literatura, ambigüedad, multiplicidad de sentidos, y nos corre de ese lugar de lo políticamente correcto, lo bien habido, lo bien pensante. Es una elección que nos pone en el lugar del pensamiento de otro. Eso que dice Darcy Ribeiro de una manera tan contundente: escribo para ver el mundo desde los ojos de los demás”. Esto ocurre en su última novela, Los manchados, que se introduce en un pueblo imaginario del norte argentino, donde se dan cita un puñado de voces femeninas que recuerdan al padre desaparecido de Julieta, una hija que intenta conocer parte de su propio pasado a través de los otros. Los vacíos identitarios se van completando con relatos y testimonios, a veces huidizos, a veces pasionales, pero siempre subjetivos. IdZ: ¿En qué momento tuviste clara la importancia de encontrar una perspectiva, un punto de vista diferente al propio? Con el tiempo fui ganando en la complejización de ese punto de vista, pero siempre sentí que debía salir de mí. Nunca quise escribir sobre mí ni me planteaba ser escritora; pero sí tuve mucho interés por las historias de los otros, aún de chica. Se me quedan en la cabeza, inclusive cosas de gente que vi un solo día en la vida, un rato, en un ómnibus. Tengo como una biblioteca de eso, como una colección, y me habitan. Así que mi búsqueda en la narrativa es eso, ¿no? Cómo entrar a la vida de los otros. IdZ: En Los manchados se puede notar un notable trabajo con la oralidad y la fragmentación, donde el protagonista termina siendo el lenguaje, la voz colectiva. Estuvo claro desde el principio. En Los manchados, el objetivo era llegar a un universo coral. Y eso aparece cada vez más en lo que escribo, y trabajo con los géneros discursivos que tienen que ver con lo fragmentario, lo coral, como la carta o el rumor. La forma es algo que me preocupa mucho. Más que asuntos, me planteo desafíos formales. Es

como si los asuntos vinieran solos y lo otro lo buscara yo, de manera más intelectual, más cerebral, aunque a veces aparece como una revelación. Esas búsquedas me sacan del lugar del discurso más monolítico de mis convicciones ideológicas, que es lo que yo soy por fuera del texto. Porque tengo posiciones tomadas sobre muchas cosas y, si le diera rienda suelta de manera lineal, no resultaría un texto para pensar o para entrar en contradicción, sino uno más afirmativo, más aseverativo, más “autoritario” también, que no es lo que me interesa. IdZ: En cierta línea de la literatura argentina política que, por ejemplo en el siglo XIX, roza el panfleto… Sí, y mucha literatura contemporánea también, literatura que hace pesar mucho en las convicciones de quien cuenta y de los personajes. A mí me parece que la base de lo ideológico en mi escritura, por lo menos, está en ponerme en contradicción, probarme y que eso finalmente sea lo que le suceda al lector, bueno, preguntarse acerca de ciertas cosas y no darlas por sentado. No decirle qué sino hacerlo tambalear un poquito.

Militar la literatura infantil y juvenil Desde la fundación del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil en Córdoba, en los ‘80, Andruetto ingresa en un campo en formación de la mano de sus compañeras de ruta. En esta época empieza a compartir sus propios textos con otras escritoras como Lilia Lardone o Estela Smania, y avanza en poner en pie el CeDILIJ, referencia ineludible para quien rastree pasado y presente de la literatura juvenil en nuestro país. Allí, encontró además, la forma de darle continuidad a su actividad política en la izquierda universitaria de los años ‘70. IdZ: Fuiste una de las fundadoras del CeDILIJ. Sí, éramos un grupo de mujeres que en su mayoría venía de la literatura o la pedagogía. Armamos el centro, que llamamos Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil, aunque el foco estaba puesto en la formación de maestros y profesores para que la literatura volviera a la escuela después de la dictadura. La militancia que yo había tenido antes, ahora adquiría esa forma. Estuve hasta el ‘95, y bancábamos todo nosotras: limpiábamos, escribíamos, atendíamos. Era un trabajo socializado muy fuerte. Con las actividades sucedía lo mismo porque, si nos llamaban para que leyéramos en un geriátrico, considerábamos que éramos del CeDILIJ y lo

hacíamos por eso, dejando el 20 % o el 30 % de lo que ganábamos, para mantenerlo. IdZ: ¿Qué sucedió después? En los ‘90 el Centro empezó a verse mucho desde Buenos Aires, y llegaban propuestas. Había ciertos proyectos y actividades que daban dinero y otros que no, como la revista que se llamaba Piedra Libre, por la que no cobr ábamos nada. En ese momento, había sólo dos las revistas en Latinoamérica sobre literatura infantil y juvenil, y una de ellas la sacábamos en Córdoba. El centro de documentación, que tampoco daba dinero, era una comisión que analizaba y fichaba cada libro publicado que mandaban las editoriales. Teníamos un registro de cada obra publicada, así que los proyectos que daban dinero debían hacer un fondo para sostener a los que no. Yo me fui en el ‘95 pero el centro siguió funcionando. Según relata Andruetto, los ‘80 serán los años de conformación del campo de la literatura infantil y juvenil a nivel nacional, con el surgimiento de otros centros de estudio y difusión en Neuquén, Tucumán, Salta, Santa Fe, Buenos Aires, es decir, varios grupos que emergieron a la vez y todavía hoy trabajan. En ese marco, uno de los aportes más significativos será la traducción de artículos como los del escritor y pedagogo italiano Gianni Rodari para la revista Piedra Libre, dirigida por la autora. Los textos teóricos y literarios de Rodari signaron el pensamiento y la producción de la escritura creativa en Argentina. IdZ: ¿Cuáles creés que son los espacios de formación de lectores? Centralmente, la escuela. Un lector se puede formar en cualquier parte, es cierto. Si ese chico tiene padres lectores, abuelos lectores, libros en la casa, tiene acceso a la librería, a la biblioteca, vive en la ciudad y todo eso, tal vez se forme en cualquier parte. Pero si uno quiere o tiene una idea inclusiva de la lectura, ese lugar es la escuela pública. La escuela es el gran desafío, el lugar donde hay que trabajar. Y eso, ¿cómo se hace? Con maestros y profesores formados, lectores ellos, con un tiempo y espacio destinado a la lectura, con libros. Y con un Estado que proporcione libros de calidad, gratuitos y muy bien seleccionados. Tengo que decir que, en ese sentido, la gestión anterior, entre 2008 y 2013, hizo un aporte enorme de libros a las escuelas. Son libros de alto costo, muchos que yo o un papá común no hubiéramos podido comprar por la sofisticación editorial. IdZ: Pero solo con los libros no alcanza. ¿Quién los conoce, quién y cómo se los

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apropian para despertar el interés por la lectura? Ahí está el otro tema, porque la formación lectora de maestros y profesores es complejísima. Y un maestro, lector o no lector, es una persona que, si vive de su sueldo, vive muy ajustado. Entonces, si un libro ilustrado hoy cuesta más de 300 pesos, ¿de dónde saca para pagarlo? ¿Y en qué momento lee, si tiene dos turnos? Y si además debe hacer las tareas de la casa, porque la mayoría son mujeres, ¿se puede capacitar? Creo que las horas de capacitación lectora de ese docente deberían estar cubiertas, así como el pago de esas horas invertidas en capacitación. Debiera estar contemplado, pero estamos lejos.

Nadie escribe sobre la nada Como mujer y escritora, Andruetto también “milita” para reivindicar a otras narradoras que la precedieron; muchas olvidadas por el canon y el mercado, y que “están en la base de lo que se escribe hoy, porque nadie escribe sobre la nada”. Junto a Carolina Rossi y Juana Luján se ocupa de la colección de “Narradoras argentinas” para la editorial de la Universidad Nacional de Villa María (EDUVIM). Andrea Rabih, Paula Wajsman, Amalia Jamilis, Fina Warschaver, Elvira Orphée, Libertad Demitrópulos, Clementina Quenel son algunas de las escritoras recuperadas. IdZ: ¿Cuál es el objetivo de la colección? Buscamos rescatar a escritoras que ya no están o ya no producen y pensamos en ponerle el cuerpo, la presencia y la difusión a las que ya no lo pueden hacer. El recorte es el de las escritoras que se dedicaron a la narrativa entre los años 40 y 90, mujeres que vienen de distintos lugares del país, de distintos sectores culturales, con estéticas también muy diversas: novela social, novela erótica, política, cuentos. La diversidad de esos rescates es uno de nuestros nortes. Calidad y diversidad.

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IdZ: ¿Hay rasgos en común? La mayoría de ellas está atravesada por la posibilidad de haber hecho estudios superiores, es decir, proviene de un sector medio que pudo hacerlos. Lograron posicionarse como mujeres y por eso escribieron; sino, es como no tener palabra. Varias de ellas son contemporáneas de varones que han tenido mucho reconocimiento, mientras que ellas no tanto: Fina Warschaver era contemporánea de Borges y Bioy; Jamilis, de Cortázar. Hay otros casos que son más extraños como por ejemplo Elvira Orphée, mujer de Miguel Ocampo, el pintor que fue diplomático, embajador argentino e italiano. Ella fue directora de una colección de

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Gallimard, encargada de la traducción al francés de grandes escritores latinoamericanos como Rulfo. Publicó y tuvo difusión en su momento, pero no la que hubiese tenido siendo un varón; creo que un varón, en ese lugar de poder, hubiera sido visto de otra manera. IdZ: Bueno, esta diferenciación entre las tareas intelectuales “reservadas” para los hombres y las tareas manuales de organizar la colección, de gerenciar ella… Claro, y poniendo su esfuerzo para otros, maternando, una cosa que nos sale mucho a las mujeres, sobre todo mi generación o las anteriores, poner el esfuerzo para otros. Ella hizo que saliera Rulfo allá, que salieran Borges, Cortázar. IdZ: A propósito de las mujeres escritoras. ¿Cómo ves hoy la situación? Hay un salto muy grande entre las escritoras hasta los años ‘80, ‘90, y lo que vino después, el hoy. Eso se da, por un lado, porque hubo una fuerte militancia en torno al género, y por otro por las redes y la tecnología, que hacen que se democratice la circulación de los bienes culturales. Además de que hay una especie de moda y los escritores varones hoy se animan más a recomendar mujeres. Sin embargo, persiste una cuestión de “cuerpo” entre ellos, porque cuando se le pide a un escritor que recomiende escritores, por lo general recomienda a otros varones; al final aparece el nombre de una mujer, como si fuese una cuestión de un cupo, ¿no? IdZ: El deseo de la escritura que existe en las mujeres hoy quizás se concreta más. Después está el tema de los espacios de validación, de legitimación, de circulación. También hay una especie de estereotipos: las mujeres ligadas al amor, a lo pasional, o a lo maternal, a la literatura para niños. A mí me costó mucho ser vista como una escritora a secas, no sólo como una escritora para niños, lo que tiene un lugar maternal. La mujer asociada a lo maternal, por ejemplo, y poco en el mundo de la justicia… ¿Qué lugar ocupan las mujeres en lo política, incluso en la docencia? Escuela donde voy, si hay un varón, ocupa el lugar de la dirección. Y más abajo también están pagos diferentes, etc. Por supuesto que la sociedad se va transformando, hay nuevas leyes, y en ciertos sectores culturales y sociales ya no están bien vistas ciertas prácticas que antes estaban muy naturalizadas. Pero creo que no hay que creerse que, porque una logró algunas cuestiones, ya eso hace que existan menos problemas.

MARÍA TERESA ANDRUETTO

Nació en 1954 en Arroyo Cabral, Provincia de Córdoba. Es escritora, poeta, ensayista y coordinadora de talleres literarios. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba y contribuyó a la creación del Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ). Su obra ha obtenido reconocimiento nacional e internacional. Ha publicado Tama (Premio Municipal Luis de Tejeda), La mujer en cuestión, Stefano, Lengua Madre, Cacería y Los manchados; los poemarios Kodak, Pavese y otros poemas y Beatriz. Entre sus libros para jóvenes lectores se cuentan Huellas en la arena, El árbol de lilas, Benjamino, Stefano, Campeón y La mujer Vampiro. Obtuvo numerosos premios entre los que se destacan el Premio Municipal Luis de Tejeda, el Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes, Premio Internacional de Cuento Tierra Ignota, y El Premio Hans Christian Andersen de Literatura infantil y juvenil.


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CULTURA Literatura Fotomontaje: Ludmila Schwartz

La novela según Piglia

La poética como estrategia Las tres vanguardias. Saer, Puig, Walsh1 es el título con que fueron publicadas las once clases transcriptas del seminario que diera en la UBA, en 1990, RicardoFotografía: Fernando Lendoiro Piglia, el escritor, profesor y editor que ha marcado la crítica literaria argentina de las últimas cinco décadas. Ariane DÍaz Comité de redaccion

El campo de batalla Piglia dedica las primeras clases a establecer su marco histórico y teórico: recorre allí las definiciones sobre el surgimiento de la novela como género, los problemas de su extensión y de tratamiento de su héroe, así como las tecnologías de las que se vale el escritor. Para ello reivindica y critica desarrollos que van desde el formalismo ruso hasta el entonces novedoso posmodernismo, pero también definiciones que los escritores han hecho sobre su práctica y, podemos suponer, también su propia experiencia de escritor. Esto es algo en lo que Piglia insistirá: la utilidad de reflexionar sobre lo que los escritores dicen sobre cómo construyeron sus relatos. De hecho, en una charla reciente sobre el tema insistió en los límites aún actuales de una crítica que analiza cada vez menos los textos mismos, perdiéndose la posibilidad de profundizar en cómo funciona en ellas el sentido2.

Esta voluntad polémica será una característica no solo de su lectura sino, según definirá, del conjunto de la producción literaria: citando a Flaubert dirá que cada obra construye una poética interna que supone una lucha contra otras poéticas. Lugar de “grietas”, según las llamara Arlt [32], toda literatura es entonces un campo de batalla y requerirá entonces una lectura estratégica por parte del crítico [25]. A estas batallas se agrega otro adversario. Siguiendo a Walter Benjamin como referencia central del seminario, Piglia se centrará en la idea de que la novela debe analizarse en relación al conjunto de las narraciones que recorren la sociedad, y especialmente en su diferenciación con los medios de comunicación masivos. Es que la novela, nacida como género dirigido a un público no especializado, ha perdido ya en el siglo XX su público a manos del cine y posteriormente la televisión y, como medio particular de

dar forma a una experiencia, debe enfrentarse con la masa de información que recorren los medios. Este cambio fue ocasión para el desarrollo de experimentación formal –algo parecido a lo que ocurrió con el cine cuando apareció la televisión–: con un público desde entonces escindido, pensada como diversión para todos o como “arte” para un público especializado [88], recorre un camino que provino de la cultura de masas y se dirige a la vanguardia [49]. De Benjamin toma también la definición de “vanguardia”: no se referirá con ello a los agrupamientos de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX, sino a todas las poéticas, como la de Baudelaire, que se preguntan no por la forma en que las relaciones sociales aparecen en ellas, sino por cómo ellas están presentes en esas relaciones sociales. Las vanguardias entonces serían “respuestas formales” al problema de circulación y consumo de las obras [26/7], “aparatos bélicos” para »


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enfrentar una nueva situación de mercantilización del arte [42].

Las avanzadas y sus huestes Como ninguna escritura se desarrolla en el vacío, para caracterizar a las tres vanguardias que propone el seminario, Piglia se detendrá antes en definir el campo de batalla previo de la literatura argentina, desde principios del siglo XX hasta lo que percibe como un quiebre en los sesenta. A esas generaciones de escritores, que tendrán a Macedonio Fernández como figura ejemplar, les había tocado no solo poner en sintonía a la literatura argentina con los debates que la atravesaban en otras lenguas y regiones, sino también construir una tradición alternativa al liberalismo sarmientino y el nacionalismo criollista previos. Constituyen así también vanguardias que, en el marco de la aparición del “problema” de la participación de las masas en la cuestión pública (la inmigración y la extensión del sufragio), buscan apartarse del gusto de las mayorías y de lo que entendía como un falso “consenso liberal”; exploran entonces las conspiraciones como modelo político, experimentan con el hermetismo y manifiestan las tensiones entre la literatura y la prensa (no todos ellos, claro, con las mismas posiciones políticas). Será hacia 1968 que los tres nuevos destacamentos a los que Piglia dedica el seminario entrarán en acción. No se trata de las únicas estrategias en juego entonces ni de sus únicos posibles representantes, pero sí de tres formas destacadas que renovaron la novela argentina. El marco será la aparición por esos años de publicaciones culturales masivas que comienzan a cambiar los sistemas de legitimación literaria, la práctica de grupos políticos que abren a nuevas experiencias culturales y un peso afianzado del populismo en la región. No son autores que se definan a sí mismos como “vanguardistas” en el sentido de miembros de grupos definidos programáticamente. El vanguardismo que les atribuye Piglia tendrá que ver con la ruptura con las convenciones y la experimentación narrativa que los caracteriza. El análisis detallado de las tres poéticas, que Piglia encuentra ficcionalizadas en las propias obras de Saer, Puig y Walsh, estará entramado con el material hilvanado en su marco teórico: la relación entre la novela y las narraciones que recorren los medios masivos de comunicación. Esa relación no será necesariamente temática, sino un trabajo específico con un material lingüístico en circulación que en sus registros, referencias y articulaciones, dibujan los problemas que atraviesan su contemporaneidad social [60].

Los tres generales La obra de Saer, preocupada por dar forma a la experiencia del desorden de la vida enfrentando a los estereotipos del lenguaje estandarizado de los medios masivos, constituye para Piglia una poética de resistencia donde el artista se constituye como un poeta lírico exiliado, un conspirador que anuncia una historia pero permanentemente se desvía, como “forma de controlar su facilidad narrativa” [125]. En este sentido Piglia lo asimila a la forma en que Flaubert agudiza la diferencia entre su estilo y el lenguaje social cristalizado para mantener al arte como trinchera de resistencia frente al conjunto de la sociedad. Puig en cambio respondería a este problema planteando un modelo de novela que tiene en cuenta a un lector susceptible de distraer su lectura con otra cosa, como la televisión. Aunque retrabajados al pasarlos por su escritura, utiliza justamente los estereotipos de la cultura de masas: no solo los referidos a los modelos sentimentales de la época, sino aquellas fórmulas fijadas de los géneros populares. Puig propone un artista que trabaja todos los registros de la lengua y parece no tener un estilo propio sino nutrirse de otros (al modo de Joyce), y a partir de El beso de la mujer araña renueva sus novelas con la utilización de grabaciones de vidas ajenas, propias del nuevo periodismo de la época, aunque incluyéndolas en un collage donde se las contrapone una voz “frágil” que sin embargo permite mostrar las vacilaciones de esa voz no ficcional. Si Saer buscaba mantener separados estilo y relato social, arte y vida, Puig buscará integrarlos (aunque manteniéndose atento a que esa tensión muchas veces la ha “resuelto” la cultura de masas estetizando la vida cotidiana), y por ello podría considerarse, en la lectura de Piglia, como una forma de posvanguardia. La inclusión de Walsh podría considerarse una excentricidad, porque no ha escrito novela. Sin embargo, el hecho de que se la haya propuesto y abandonado luego, para dedicar su escritura a la actividad política, sirve de argumento a Piglia para explorar otra forma de resolver esa tensión: ubicándolo en la tradición de la vanguardia soviética de los años veinte, su estrategia será la de cuestionar la ficción por sus efectos estetizantes que pueden terminar siendo legitimadores. Como variante radicalizada de las ideas de la literatura comprometida, Walsh plantea que si efectivamente se quiere cumplir una función en el plano político-social, lo que debe hacerse es abandonar la ficción. Sus obras de no-ficción son una forma de respuesta donde el narrador, como el de Puig, se ubica al mismo nivel que el lector: no se las sabe todas sino que debe investigar, y para eso utiliza el arsenal

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de recursos del policial que ya había trabajado en formas breves, pero politizando la investigación: el misterio está en la sociedad y son sus mentiras deliberadas lo que hay que descubrir [184]. Los estereotipos y formas cristalizadas de lo social, incluso las de la izquierda, serán el enemigo a desarmar.

Fricciones Con todo lo productivo que es el análisis de Piglia de un momento particular del desarrollo de la novela argentina, no siempre cierran las definiciones que hace de cada uno de sus “vanguardismos” buscando paralelos con los análisis de Benjamin. El debate sobre las vanguardias es efectivamente una discusión sobre el problema de la autonomía del arte en la sociedad capitalista, como señala Piglia apuntando a la exploración de la tensión literatura-medios de masas. Pero contradictoriamente con las primeras descripciones que hace de las hipótesis benjaminianas (cómo el arte está en la sociedad), Piglia insiste en que este problema, también siguiendo a Benjamin, estaría relacionado con las formas de recepción del arte y no con las de su producción [163]. Esto es unilateral, porque el debate de la autonomía hace a cómo es valorizado el arte y reconocida la figura del artista socialmente, pero también a su especificidad como forma de producción. Si el arte se constituyó en algún momento del desarrollo histórico como una esfera social autónoma (lo que no siempre fue el caso), en buena medida fue por contraposición a la forma de producción capitalista serializada, valorizada por el tiempo de trabajo que requiere, alienante en vez de enriquecedora de la subjetividad3. Por otro lado, Piglia marca demasiado el paso en las características antiliberales que atribuye a las vanguardias. Pero las búsquedas esteticistas del siglo XVIII y XIX que reivindicaron el “arte por el arte” (donde bien entraría el modelo que propone, Flaubert) y buscaron explorar los beneficios de una autonomía que se sacaba de encima los mandatos religiosos, morales y de imitación de la naturaleza, contaban para ello con el apoyo de las ideas liberales traídas por la Revolución francesa: la “libertad de expresión” y la defensa de la individualidad del artista (aunque eran, a la vez, una crítica al utilitarismo propio de la sociedad burguesa). Tampoco la figura del genio inspirado del romanticismo (una tendencia ideológicamente antiliberal) llegó a cuestionar la existencia de una estructura social donde el arte funcionaba como una práctica “sin función social alguna”, como diría Adorno, o reducida a su “función fruitiva” (de mero disfrute), como la definía Benjamin4.

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La lectura que Benjamin hacía de Baudelaire no se centraba en el sostenimiento de un esteticismo resistente, sino en la capacidad que tenía su particular uso de la alegoría de poner en cuestión una “organicidad” social que se presenta como natural y que no era más que fetichismo mercantil generalizado5. Es que para Benjamin, Baudelaire reconoció el costo que pagó el arte sacándose de encima a los mecenas: tener que ganarse su público, es decir, lanzarse al mercado. Es en ese sentido una figura transicional que muestra una crisis de ese esquema (no necesariamente enfrentado a las ideas liberales), y que por ello es considerado por Benjamin un antecedente de experiencias posteriores como las de la vanguardia de principios del siglo XX. Fueron éstas las que cuestionaron la división, yendo mucho más allá del antiliberalismo. Apuntaron sus dardos al arte como institución autónoma dentro del esquema capitalista (con su mercado, sus museos, sus ntas posibicírculos) y propusieron disti lidades de alcanzar la disolución del arte en la vida, ya sea dándole al trabajo esas características (es decir, desalienándolo) como en el caso de las vanguardias soviéticas, o buscando recursos para profundizar en la subjetividad sin los reduccionismos racionalistas (como en el caso del surrealismo), por poner dos ejemplos. Ello implicaba cambiar esas condiciones sociales, y es por eso que estuvieron ligadas a posicionamientos políticos anticapitalistas, ya sea por izquierda (la mayoría) o por derecha. Pero hay un tercer momento, que plantea más claramente Adorno en sus escritos, en que se extendería una “resolución capitalista” de este problema, un acople entre arte y vida dado no por haber logrado desalienar la producción social o la subjetividad heredada del Iluminismo, sino por haberse subsumido la producción artística a las formas de producción capitalista, tomando las críticas y reivindicaciones de la vanguardia como argumento de venta: la aparición de la industria cultural donde el arte no solo se comercializa posteriormente, sino que se produce ya como bien transable. Algo de esto esboza Piglia hacia el final del libro cuando define que el espíritu de vanguardia está en crisis porque la capacidad de integración que tiene la sociedad respecto de la literatura avanza imponiéndole lógicas que le son ajenas: la de la mercantilización y el sentido común [221]. Pero esta situación, más allá de las críticas que puedan hacerse a la alternativa elitista de Adorno, y escasamente tratada por Piglia, es la que lo metería de lleno en el problema de la producción6.

Dos hipótesis de conflicto El “contra quién” de una poética pueden ser formas de explorar su lugar en el sistema social pero también hay en juego otros motivos. Efectivamente, como apunta Piglia, hay momentos de crisis social y política donde, estando todo en cuestión, la innovación prolifera y se convierte en programa de acción; es el caso de las vanguardia de principio de siglo XX. Pero también hay experimentación como parte de la dinámica de la sucesión o disputa de estilos y temas de las distintas poéticas, algo a lo que Piglia está siempre atento. Sin embargo, a veces atribuye el vanguardismo de sus tres autores a su ubicación frente al debate sobre la autonomía, y otras hace hincapié en la búsqueda experimental formal, cuando son objetivos que no siempre coinciden y que hacen vacilar las ubicaciones que da a cada uno de ellos en su esquema. La equiparación de Saer con el esteticismo moderno de un Flaubert es complicada no porque Saer no haya innovado con su estrategia de “atrincheramiento” en un estilo casi lírico, sino porque centrado en este eje es difícil encontrar en qué medida se diferenciaría de la generación literaria previa que modernizó la literatura nacional. A Puig se lo identifica con la posvanguardia o segunda vanguardia porque supo integrar elementos de la “alta” y la “baja” cultura, pero a la vez se dice que mantiene entre estos elementos una tensión que no es la mera aceptación de la cultura de masas sin cuestionamiento, una característica de los “pastiches” posmos donde estas incorporaciones fueron desproblematizadas (un borramiento que funciona como una forma de máxima naturalización). Si Puig no entra en este último grupo, tampoco se hacen las distinciones necesarias en la “segunda vanguardia” para incluirlo allí. La atribución a Walsh de una desconfianza hacia la ficción, que lo acercaría a la vanguardia soviética por denunciar sus peligros esteticistas (es decir, por su pasible uso como ideología o “relato”) puede efectivamente encontrar eco en algunas de esas propuestas, pero cuando la vanguardia soviética hablaba de unir arte y vida no se referían a un “pasaje a la acción” que dejara en un lugar subordinado al arte, sino de aportar con su arte a una revolución como única forma de terminar con las condiciones sociales de su autonomía que permitiera su disolución en una nueva vida, y fue el idealismo de muchas de estas ideas justamente tema de debate durante la revolución, pero no dejaron de producir: el documentalismo, los manifiestos y la reivindicación de un “arte utilitario” estuvieron entonces tan a la orden del día como el relato

fantástico, la lírica, el arte abstracto o el montaje cinematográfico. Lo cierto es que los tres autores de los que habla Piglia escribieron cuando ya todas estas derivas de la vanguardia estaban planteadas. Sus poéticas pueden verse, acá sí siguiendo a Piglia, como intentos de resolución a los problemas que habitaban la producción literaria contemporánea. Ellas significaron la apertura de nuevos caminos para la novela argentina y en ese sentido pueden ser considerados vanguardistas sin necesidad de identificar a cada uno con momentos particulares del debate sobre la autonomía del arte, que fuerza a unos y a otros. Sin embargo, la apelación de Piglia a la categoría de vanguardia, históricamente ligada a la exploración de la relación entre estética y política, puede considerarse un potente desafío a la época, recién caído el Muro y en medio de un neoliberalismo vociferante que anunciaba los fines de las ideologías y de la historia. Varias referencias críticas a las lecturas posmodernas salpican el seminario; releerlas hoy, además de analizar tres poéticas centrales en la historia de la literatura argentina, permite recalibrar los balances de la producción teórica y crítica que desde entonces moldearon el debate cultural.

1. Bs. As., Eterna Cadencia, 2016. Las referencias a las páginas de esta edición se harán entre corchetes. 2. Charla de noviembre de 2015 en el Colegio de México, disponible en Youtube. 3. No todas las bases de este proceso tuvieron este carácter utópico; al respecto ver Eagleton, La estética como ideología, donde analiza cómo el desarrollo de la estética fue también una política “estatal” en tiempos de crisis de la religión como fundamento moral. 4. Esa autonomía fue siempre provisoria y estuvo atada a las necesidades de control social: tardó mucho en dejar de acusarse penalmente a los escritores por las acciones de sus personajes, y la “libertad” ofrecida fue de mecha corta cada vez que los Estados buscaron un medio de propaganda patriótica, moral, etc. 5. Ver Díaz, “Huellas de la vanguardia” en Vedda (comp.), Constelaciones dialécticas. Tentativas sobre Walter Benjamin, Bs. As., Herramienta, 2008. 6. Piglia menciona los diferendos entre Benjamin y Adorno en estos debates, pero lo cierto es que se dan alrededor de las posibles formas de resistencia, y no del diagnóstico de este desarrollo como amenazador. Ver Díaz, “Un mal caldo de cultivo”, IdZ 11, julio 2014.


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Fotografía: Matías Salazar

Ilustración: Sergio Cena

JACO PASTORIUS Fernando Aiziczon Historiador, docente UNC. “Todo empezó cuando él comenzó a tocar: trituró todo lo que hubo antes que él, y jamás volverá a hacerse de nuevo. Cambió las reglas de lo que es posible en el bajo y de lo que puede hacerse” (Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers)

Inexplicable Jaco Existe un micromundo al interior del Reino de la música popular donde habitan seres llamados bajistas. Su característica más declarada no es el encontrarse a medio camino entre lo rítmico y lo melódico, sino el estar poseídos por un solo Dios: John Francis Anthony Pastorius III o también Jaco Pastorius. Su don para la música fue y es indiscutible, inimitable, insuperable, también incomprensible, al menos desde el micromundo de las palabras, o desde ese sospechoso invento denominado “lenguaje musical”. ¿Cómo pudo tocar así?, por ejemplo, su versión de Donna Lee, inmortalizada por Charlie Parker…, no es solo

la velocidad que Jaco alcanza sino una nueva interpretación de un clásico jazzero, donde el estrellato del saxo es disputado por un instrumento hasta entonces limitado, de segundo plano: el bajo eléctrico; esa es la gran pregunta para la que no hay respuesta satisfactoria. No se trata de cuestiones técnicas (aunque Jaco fue un virtuoso en toda la línea), ni de que sus composiciones sean indescifrables, al contrario, se consiguen partituras de todas ellas. Los que lo vieron en vivo quedaron impactados para siempre; los que no, pero que en algún momento de sus vidas musicales comenzaron a escucharlo, con solo escucharlo nunca más volvieron a tomar su instrumento como antes. Todo bajista puede contar esa experiencia bautismal. Solo hay que preguntárselos. Uno de ellos, argentino, figura entre el primer grupo: Pedro Aznar, quien pudo compartir un fugaz episodio con Jaco y ha contado infinidad de veces esa anécdota, a pesar de que lo que seguía en su carrera musical era

el ingreso nada menos que al prestigioso Path Metheny Group. Antes, muchas de sus líneas de bajo tocadas en Serú Girán son un homenaje a Pastorius (un buen ejemplo a escuchar es “A los jóvenes de ayer”, donde Pedro Aznar se lleva por delante toda la banda, bien a lo Pastorius), algo común en muchísimos instrumentistas, que de modo íntimo o público ofrendan al Dios Pastorius en algún momento de la vida. En Argentina hay excelentes y exquisitos bajistas, todos cultores de Jaco: César Franov, Javier Malosetti, Andrés Pellican, Machi Rufino (y su hijo Juan Pablo), Diego Arnedo, Marcelo Torres, Guillermo Vadalá. Muchos de ellos, con motivo del estreno del film Jaco: A Documentary Film, organizaron en abril de 2015 el Jaco de Buenos Aires, un tributo al gran bajista. Y hay que decir que el documental en cuestión está a la altura de su protagonista y llega en un momento muy especial (en 2017 se cumplen 30 años de su trágica »


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CULTURA Letra & Música

muerte). Su impulsor es Robert Trujillo, líder de la banda Infectious Groove (funk metal), actual bajista de Metallica, y que pudo ver en su adolescencia a Jaco. El film es una joya documental: fotos, videos, reportajes, conciertos, la mayoría material inédito durante mas 150 minutos de excelente calidad visual y sonora. Circulan familiares y músicos que compartieron (y padecieron) grandes y tristes momentos de la vida de Jaco, en especial el baterista Peter Erskine cuya sensibilidad a la hora de hablar de Jaco es conmovedora. Y está Jaco en toda su dimensión, su personalidad desborda por todas partes: practicando una y otra vez (mal) la vertical, haciendo monerías, jugando con sus hijos, correteando en la playa, tocando con la élite del jazz fusión, protagonizando solos increíbles para luego arrojar el bajo o llevarlo en equilibrio sobre su mano derecha, o arrojándolo al baterista, la mayoría de las veces en short, descalzo, con su clásica vincha, hasta el final de su cortísima y agitada vida, ya destruido físicamente, absolutamente drogado, arruinado. Por fortuna, en Argentina se consiguen discos de Jaco y de la principal banda de la que formó parte, Weather Report. En especial durante los años ‘90, años de oro del menemismo, circuló intensamente el VHS Jaco Pastorius. Modern Electric Bass, ingresado desde el exterior junto a una lluvia de clínicas instrumentales de todo tipo, luego furiosamente pirateadas al calor de la crisis. Es posible pensar que eso contribuyó a cierta masividad que alcanzó Jaco por el mero hecho de podérselo “ver” en la cocina del bajista, entrevistado por más de una hora y zapando temas con John Scofield (guitarra) y Kenwood Dennard (batería). Precisamente los primeros minutos de ese video son también los minutos iniciales de la película actual, por una razón sencilla y conmovedora: el entrevistador, Jerry Jemmot, le comenta a Jaco en tono de pregunta: “mucha gente enloqueció tratando de imitarte, mucha gente se hizo fanática del bajo, ¿qué piensas al respecto?”... Un breve y desesperante silencio transcurre hasta que Jaco contesta, con voz gutural, balanceándose: “¡Dame una fecha!”. Risas nerviosas de ambos parecen decir: ¿el mejor bajista de la historia pide lastimosamente una fecha? Otra pregunta: “¿qué te trajo a este punto?”, Jaco cabecea nuevamente, como quien quiere elaborar un pensamiento, pero no puede, le cuesta horrores aclimatarse a la situación y a esa ambigua pregunta (¿cuál punto?)… Ese es Jaco

Pastorius al final de su vida; siempre fue consciente de que se terminaría pronto, no solo porque se ponía en riesgo constantemente, sino porque había alcanzado tempranamente un cóctel demoledor: éxito, reconocimiento mundial y por sobre todo una expresividad musical absoluta, pero desarrollada en el entorno competitivo y destructivo de las discográficas yanquis y de los egos rabiosos de sus colegas. De allí quizás el modo que se inventó Pastorius para presentarse al mundo: “me llamo John Francis Pastorius III, soy el mejor bajista del mundo”.

Nuestro Hendrix Hay que entender que esto era 1976: James Brown, Stravinsky, Elvis Presley, Frank Sinatra. Toda esta gente hacía música en ese momento. Todos lo llevaban como una insignia, ser diferente era un grito de guerra. Los músicos eran los dueños del negocio de la música (…) Hubo gente que se quebró los huesos de los pulgares para poder doblarlos hacia atrás como hacía Jaco.

Las anécdotas que ilustran el film están plagadas de este tipo de comentarios; si no fuera por quienes las pronuncian, uno nos les daría mayor importancia, pero hablan músicos de la talla de Flea (Red Hot Chili Peppers), Boosty Collins (un buen espejo para Jaco, pionero del bajo funk, del uso del slap, reconocido por sus trabajos con James Brown y con las dos bandas estandarte de movimiento funk: Parliament y Funkadelic), Sting, Joni Mitchell, Peter Erskine, Alex Acuña, Alphonso Johnson, Herbie Hancock, Carlos Santana, y se puede ver tocar a Jaco a pleno con todo Weather Report, de modo de comprender, al ritmo que propone el documental, las intervenciones musicales de Pastorius. Durante su infancia en Florida (1951-1958) Jaco escuchaba de todo, desde música afrocubana hasta sinfónica, también influenciado por la música que escuchaba su padre, cantante de jazz (Jack Pastorius): Nat King Cole, Tonny Bennet. Jaco solía acostarse de pequeño con una radio en su cama, escuchando música cubana. Luego, ya adolescente comienza a jugar con el bajo y la batería. Se compra un bajo y empieza a actuar de noche en clubes negros que lo aceptan, a pesar de que Florida estaba muy dividida racialmente. Jaco escucha a Little Beaver, Franckie Williams, The Rocketeers, entre otros músicos que hegemonizaban las radios negras.

Mientras, su padre abandona el hogar dejando sola a la madre de Jaco con sus hermanos. Jaco avanza y escucha The Chitlin Circuit Riders (R&B), con quienes audiciona e ingresa a tocar, sin saber leer música. Jaco dice entonces no tener ninguna otra ambición en la vida más que “tocar esa noche”, que son todas las noches. Hacia 1972 se traslada a Miami y forma pareja con Trace Lee, su primer esposa, con quien tendrá dos hijos: Mary y John. La nueva condición de padre lo urge a profundizar su técnica, a introducirse y explotar los límites sonoros del bajo, un instrumento hasta entonces sin protagonismo: por ejemplo, Jaco explora el uso de los armónicos, sobre el bajo sin trastes, método que se le ocurrió mientras veía cómo afinaban los guitarristas (sobre armónicos). Jaco tenía un contrabajo de baja calidad que se le arruinó, al verlo así, y al carecer de plata para uno nuevo, decidió sacar con un cuchillo los trastes de su bajo (un Fender Jazz Bass) alcanzando una dulzura tonal similar a un cello, una sonoridad deslumbrante, novedosa. Los bajistas más obsesionados con el sonido Pastorius no pueden evitar practicar el mismo rito iniciático: transformar sus bajos sacándoles los trastes a cuchillazos. La sonoridad lograda se puede escuchar por ejemplo en el tema “Portrait of Tracy”, y después “Okonkolé y trompa”, ambos de su primer disco titulado Jaco Pastoruis (Epic Records, 1976). “Portrait…” es una bella pieza dedicada a su esposa Tracy, tocada íntegramente sobre armónicos, mientras que “Okonkolé…” es una obra magistral de música contemporánea. Su primer disco además tiene una increíble y explosiva dosis del mejor groove de época en “Come on, come over”, donde Jaco plasma toda su veta de funk y soul, escuchable también en “Opus pocus”, y con matices jazzeros y afro en “Kuru/Speak like a child”. “Continuum” ya es un himno al bajo fretless (bajo sin trastes). Pastorius tiene entonces 20 años y ha editado un disco definitivo para la historia del jazz fusión y en particular del bajo eléctrico. Eso le permite ingresar a Weather Report, la banda de elite del jazz moderno a cuya cabeza está el inefable tecladista Joe Zawinul, quien venía de integrar una de las formaciones de Miles Davis, y que en ese entonces “competía” con otro monstruo del jazz fusión: Chick Corea, quien estaba girando su “Return to Forever”, con Stanley Clarcke en el bajo. Los testimonios de época hablan de un “virtuosismo indignante”, es decir, se tocaba al límite, al modo de una tormenta de notas a toda


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velocidad, tal la propuesta del jazz fusión; pero también se asistía a la ruptura de fronteras entre, por ejemplo, el jazz y el rock, ruptura que ponía furiosa a la “policía del jazz” porque el público después de escucharlos seguía con Van Halen, Ozzy Osburne, y luego volvía con Weather Report o Chick Corea. La anécdota del ingreso de Jaco a Weather Report es parte de su modo de existir y de la construcción del mito: cuenta Alex Acuña (percusionista peruano de la banda) que Jaco se acerca a Joe Zawinul tras un concierto y le arroja su disco: “Ey, soy Jaco Pastorius… soy el mejor bajista del mundo”, Joe responde con un típico “lárgate de aquí”. Sin embargo, Joe y Alphonso Johnson (bajista de su banda) deciden escucharlo tras lo cual él mismo decide dejar Weather Report1 y ceder su puesto a Jaco. La prueba de fuego de Jaco en su nueva banda ocurrió cuando Joe, quien estaba muy tocado por la muerte del saxofonista Cannonball Adderley, le compone un tema: “Cannonball” (1976), pero lo siente muy sobrecargado de melodía, sin saber resolverlo. Le pide a Jaco que intervenga con su bajo y ahí tenemos un clásico de Weather Report con Pastorius descollando.

Mito y muerte Lo que sigue es la frenética carrera musical de Jaco, que se vuelve el bajista estrella dentro y fuera del universo del jazz fusión. Es Jaco quien abre la posibilidad al bajista de jugar también al frontman, es decir, liderar una banda, componiendo y ejecutando solos (cuestión que también ya practican otros seres llamados bateristas, de características politeístas y gregarias si se los compara con los bajistas). La cantante Joni Mitchell ilustra bien ese momento de fama de Jaco y relata cuando convoca a Jaco a participar de su banda. Lo describe como el acto de invitar a otro pintor para que “use tu mismo lienzo”, realizando una “conversación” musical, para lo cual se recomienda escuchar “Hejira” (1976), donde la voz y guitarra incomparables de Joni Mitchell confluyen con el bajo de Jaco logrando esos momentos épicos de los que tanto cuenta el jazz. Luego ocurrirá algo similar con el disco “Bright Size Life” de Path Metheny, Jaco Pastorius y Bob Moses (batería), una joya de las más hermosas del jazz de los ‘70. En paralelo a estos momentos de cénit, donde el documental logra introducirnos en el universo tonal de Pastorius, es interesante ver cómo el “modo de autodestrucción” de Jaco,

señalado por Peter Erskine, tiene que ver con el cómo procesa alternativamente el éxito con las frustraciones, o como la sensibilidad especial frente a la adversidad lo lleva a tocar francamente muy mal, fuerte, desconcentrado, como ocurrió luego de un altercado con un músico puertorriqueño que lo molestó, y que influyó luego en su desastrosa performance con John McLaughlin, Tony Williams, y Jaco en el grupo “Trío of Doom” (1979). Estos sinsabores se irán acumulando. Hacia 1980 Jaco se separa de su mujer; forma nueva pareja y tiene mellizos. Es otro giro determinante en la vida de Jaco, que hasta su descenso al infierno de las drogas mantenía una actitud muy atenta hacia sus hijos. Este giro se puede apreciar en el alcance sonoro y conceptual de su otro gran disco: el fabuloso “Word of Mouth” (1981), obra maestra, disco introspectivo, casi conceptual, demuestra un gran cambio y el ilimitado rumbo que podía tomar Jaco; ya no estamos frente al clásico concepto de jazz fusión, y para apreciarlo, por ejemplo, puede escucharse el tema “Crisis”, demarcado por una arrolladora línea de bajo que nos deja sin respiro. Era lógico que este concepto nuevo fuera incomprendido por su productora, la Warner Brothers, que esperaba un disco exitoso y con groove previsible dentro de lo que Jaco venía desarrollando; y lo peor, lo que no fue previsto por el mismo Jaco, fue la denostación de alguien a quien prestaba especial atención en sus comentarios musicales: Joe Zawinul. Al hacérselo escuchar especialmente durante una gira, solo recibió un devastador ninguneo típico del juego de egos de estrellas en Weather Report, insoportable y destructivo para Jaco. Era el fin de la convivencia en esa banda (1982), y la apertura del proyecto con The Word of Mouth Septet, donde Jaco ejecuta gloriosas versiones de “Teen town”, otra de sus composiciones características. Continúa la saga con otro gran disco, siempre con destacados arreglos en la sección rítmica y de vientos: Invitation (1983), reversionando otro clásico inmortal del jazz: “The Chicken”. Pero Jaco ya presiente su final. Un amigo lo interna 6 meses en un neuropsiquiátrico (1986), donde se le diagnostica trastorno bipolar. Regresa a Florida. Su hijo cuenta que pudo verlo dormir en un parque, y que quería atrapar nubes, asir el viento. No son pocos los minutos que el documental hace sentir ese final, esa tristeza, esa soledad prolongada en donde nadie de su entorno podía rescatarlo. Ese final, además, viene acompañado de un fragmento del

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melancólico tema “Mr. Pastorius”, tocado con toda sutileza por Marcus Miller y Miles Davis. Otro homenaje. ¿El final? 1987: luego de asistir a escuchar a Carlos Santana, Jaco tiene un altercado con un patovica que le destroza la cabeza y le produce la muerte. Un asesinato dirá su hijo. Como reflexiona uno de los entrevistados, el jazz (tomado como un género o un modo de entender la ejecución de un instrumento ampliando al infinito las posibilidades sonoras y rítmicas), es un desafío para improvisar y “estar en el momento”, y ese momento, si se alcanza, equivale a la eternidad. El sonido y la música que produjo Jaco a través de su bajo contienen la grandeza a la que puede llegar el ser humano, nunca solo. Porque como el mismo Jaco dijo, quizás anticipándose al culto obsesivo que su figura producirá: “Sé a quién le robé cada nota”.

1. No se queda sin tocar…, en ésta época Alphonso Johnson pasa a integrar otro grupo notable con George Duke & Billy Cobham Band (1975). Weather Report en especial fue una cantera de enormes bajistas-compositores. Además de los mencionados tocaron Miroslav Vitous y Víctor Bailey. Un relato de esa banda se encuentra en el libro del baterista Peter Erskine, gran amigo de Pastorius, titulado No Beethoven: An Autobiography and Chronicle of Weather Report, Los Angeles, Ed. Fuzz/e/books, 2013.


TERCERA EDICIÓN

Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976 Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda

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Esta tercera edición sale a luz en un nuevo escenario político donde muchas de las fuerzas actuantes de los hechos narrados –capitalistas, burocracias sindicales, dirigentes políticos patronales– tienen su marca de origen en aquellos eventos.

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Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976, aborda unos de los períodos más convulsivos de la historia política argentina reciente y da cuenta de los principales acontecimientos que se desarrollan desde el Cordobazo hasta el golpe militar de 1976.

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De Ruth Werner y Facundo Aguirre

www.edicionesips.com.ar


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