Ideas de izquierda 32, 2016

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32 agosto 2016

CGT / modelo para armar Escriben: Paula Varela, Adrián Piva, Julia Campos, Luis Campos, Roberto Amador

Historia y actualidad de la lucha contra el racismo en EE. UU.

ENTREVISTA A KEVIN ANDERSON • EL GRITO EN LA SALTA COLONIAL PUENTES ENTRE ECOLOGÍA Y MARXISMO Jubilaciones: una bomba de tiempo • Salarios y distribución del ingreso • Paul Mason y el postcapitalismo • Los primeros 5 congresos de la Internacional Comunista • Rancière y el maestro ignorante • Crítica a la neuromanía • Flaubert prologado por Borges • Lecturas críticas

precio $45

ideas izquierda Revista de Política y Cultura


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IDEAS DE IZQUIERDA

SUMARIO

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CGT / MODELO PARA ARMAR

EL MUERTO EN EL PLACARD DE ESTADOS UNIDOS

La ignorancia y la igualdad en Rancière

Paula Schaller y Javier Musso

Gastón Gutiérrez

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Paula Varela

Lo que el tiempo nos dejó Del “ajuste con inclusión” al “ajustemos” Julia Campos y Luis Campos

La excepción y la regla Adrián Piva

Una peligrosa herencia para el macrismo

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MARX EN LOS MÁRGENES DEL CAPITALISMO

Crítica de la neuromanía

Entrevista a Kevin Anderson

Juan Duarte

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Roberto Amador

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Flaubert: una historia a tontas y a locas

Jubilaciones: una bomba de tiempo

Matrix recargado

Martín Mikori

Esteban Mercatante

Ariane Díaz

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hora de balance

PUENTES ENTRE ECOLOGÍA Y MARXISMO

Esteban Ezequiel Maito

Santiago Benítez-Vieyra y Matías Ragessi

Reseña de La maldición de Salsipuedes, DE Ricardo Ragendorfer Esteban Mercatante

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EL GRITO EN LA SALTA COLONIAL

Re-anudando el hilo rojo de la historia

Florencia Unquillo y Azul Picón

Guillermo Iturbide

Reseña de The man in the high castle , DE Frank Spotnitz y 11.22.63 de Bridget Carpenter y J.J. Abrams

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Ariane Díaz

18 Black Lives Matter: ¿nace una nueva generación? Celeste Murillo

STAFF CONSEJO EDITORIAL Christian Castillo, Eduardo Grüner, Hernán Camarero, Fernando Aiziczon, Alejandro Schneider, Emmanuel Barot, Andrea D’Atri y Paula Varela. COMITÉ DE REDACCIÓN Juan Dal Maso, Ariane Díaz, Juan Duarte, Gastón Gutiérrez, Esteban Mercatante, Celeste Murillo, Lucía Ortega, Azul Picón y Fernando Rosso. COLABORAN EN ESTE NÚMERO Kevin Anderson, Adrián Piva, Julia Campos, Luis Campos, Roberto Amador, Martín Mikori, Esteban Ezequiel Maito, Florencia Unquillo, Paula Schaller, Javier Musso, Santiago BenítezVieyra, Matías Ragessi, Guillermo Iturbide, Tatiana Cozzarelli, Marisela Trevín, Maximiliano Ortíz, Gloria Grinberg, Hernán Mollo.

EQUIPO DE DISEÑO E ILUSTRACIÓN Fernando Lendoiro, Anahí Rivera, Natalia Rizzo. PRENSA Y DIFUSIÓN ideasdeizquierda@gmail.com / Facebook: ideas.deizquierda Twitter: @ideasizquierda

Ilustración de tapa: Natalia Rizzo

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CGT / Modelo para armar Paula Varela Politóloga, docente UBA.

El mundo sindical en este primer semestre de macrismo parece una película de esas que abusan del collage y pegan retazos de historias que, en apariencia, no tienen mucho en común, ni forman tampoco un guión definido. Primera escena: un caluroso febrero nos encontró en la calle en la más multitudinaria marcha de estatales, docentes y movimientos territoriales de la última década. La cámara se apaga y eso no tiene ninguna continuidad mientras los ministerios despiden trabajadores. Segunda escena: las cúpulas de las CGT se sacan fotos más o menos sonrientes en la Casa Rosada ante un Macri que promete la “devolución” de los fondos de las obras sociales, y un Moyano que la va de “prudente” aunque afirma que no lo votó. Tercera escena: un abril pone en la calle cerca de 300.000 trabajadores en una convocatoria de las centrales sindicales en pleno (menos la de Barrionuevo) que se realiza sin paro y en la que se podían oler las ganas de los trabajadores de marchar y quejarse. Cámara a negro y la marcha se transforma en debut y despedida, mientras la caída del salario real se coloca alrededor del 10 % y los indicadores de la tasa de empleo se empeñan en caer. La cuarta escena es, en realidad, un collage dentro del collage: la kirchnerista Bertone reprime en Tierra del Fuego a vela desplegada, el macrista Morales hace uso obsceno del poder judicial y mantiene presa a Milagro Sala variando la carátula de la causa, la Corte Suprema saca un fallo que restringe el derecho a huelga; en síntesis, pinceladas de un salto en la criminalización de la protesta en el marco del aumento de la conflictividad1. Quinta y última escena, los muchachos de la CGT comienzan la opereta de la unidad sindical y tienen a toda la prensa discutiendo tiempos, candidatos, programa, y detalles del Congreso normalizador a realizarse el 22 de agosto. Estas escenas que, de lejos, aparecen como flashes que no arman relato, vistas de cerca adoptan las características de una expresión

Ilustración: Sergio Cena

con cierta coherencia de todas y cada una de las contradicciones de lo que se llamó la “revitalización sindical” durante el kirchnerismo. Concentrémonos en algunas de ellas para entender la sala de espera a la que nos están sometiendo los dirigentes de la CGT (y de la CTA), y hacer hipótesis de hacia dónde vamos.

I. La primera contradicción es que, lejos de la homogeneidad, durante el kirchnerismo se combinaron dos lógicas de acumulación de poder de las dirigencias sindicales que implican dos formas diferenciadas de relación entre cúpulas y bases. Una lógica que, con cierto exceso podríamos llamar “vandorista” (de

golpear para negociar) que pudo observarse en el aumento de la conflictividad laboral a nivel de rama de actividad en los períodos de negociación paritaria, particularmente en los primeros años. Esa lógica requiere, por su propia naturaleza, capacidad de movilización de las bases (si no no se puede “golpear”) y por ende requiere también cierta satisfacción de reclamos o necesidades de esas bases que, mayoritariamente, el kirchnerismo se ocupó de reducir a lo salarial. Sin embargo, eso que algunos celebraron como “el retorno de Vandor”, se combinó con la persistencia de la lógica noventista de negociación de recursos propios para los sindicatos en forma independiente de las movilizaciones y también de las demandas de las bases2. Eso que hoy llena »


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las páginas de gremiales con el nombre de “fondo de las obras sociales”, conoció otros nombres (AFJP, ART, acciones de las privatizadas, etc.) y fue la respuesta de las cúpulas sindicales en los noventa para preservar poder institucional (económico y en menor medida político) mientras la clase obrera perdía todo tipo de poder a carradas. Esa lógica continuó durante todo el kirchnerismo como parte estructural del modelo de relaciones laborales. A tal punto es así que la decisión de Cristina Fernández de sacar al moyanismo de la Administración de Programas Especiales en 2011 (organismo de manejo de los fondos de las obras sociales) fue el puntapié inicial de lo que luego sería la ruptura con Hugo Moyano (mucho más importante, por cierto, que el tan zarandeado impuesto a las ganancias). La promesa de Macri (recién asumido) de devolver esos fondos a las arcas de los sindicatos no fue solamente un guiño económico para la CGT (siempre atenta a esos guiños), fue también un guiño político en la medida en que hizo público el tipo de lógica de relación entre cúpulas y bases que proponía para la nueva era amarilla. La confirmación de que dicha promesa se efectivizará por el monto de 27.000 millones de pesos, es un “aliciente” para que la cúpula de la CGT se defina por esa lógica y no por la de Vandor (aliciente que parece tener bastante efecto en la medida en que el documento leído el 5 de agosto en la CGT no dice una palabra de paro, lucha, huelga o al menos un “papelazo”).

II. Mirado desde este punto, la promesa de la restitución de los fondos de las obras sociales como aliciente económico pero también como propuesta de consolidación de una lógica política, es hoy una de las principales presiones a la unificación de la CGT. El proyecto de Macri para los sindicatos del sector privado requiere su unificación en la medida en que pretende negociar no solamente con una “representación unificada del movimiento obrero”, sino sobre todo con una lógica unificada en la que la conflictividad quede reducida a su mínima expresión. Sin embargo

aquí se introduce una segunda contradicción: la imposición de “lógica obra social” se enfrenta a un problema no menor: el movimiento obrero argentino no es el mismo que el de los noventa. Los últimos 15 años fueron ricos en luchas, movilizaciones, y también en aumento de expectativas; experiencias que se presentan como un obstáculo para la negociación de recursos propios de los sindicatos completamente por fuera de las demandas de las bases. En cierta medida, la “lógica obra social” requiere y se potencia en la derrota de la clase obrera, y hoy no tenemos una clase obrera derrotada. El aumento de los índices de conflictividad de 2012 en adelante (cuando el kirchnerismo comenzó el proceso de ajuste vía salario pero también vía ataques a las luchas obreras que el macrismo llevó a su paroxismo); su fisonomía fragmentada (por lugar de trabajo); su dispersión geográfica; muestran más bien una clase obrera que pretende defender lo conquistado, aunque lo hace con un alto grado de fragmentación. En este sentido, los niveles de experiencia de lucha y de obtención de demandas varían entre los distintos sectores de trabajadores, lo que se refleja (distorsionadamente) en los niveles de presiones diferenciados que tienen (y/o vislumbran que van a tener) los distintos dirigentes sindicales de la CGT. Las discusiones entre UOM, Camioneros, UOCRA, Comercio, Bancarios o Sanidad (entre otros) no es solamente para definir cómo se van repartir las cuotas de la caja millonaria de las obras sociales, sino también qué accesos a otros recursos económicos y políticos van a tener para contener la conflictividad diferenciada que se fue cocinando en cada sector de trabajadores. En ese sentido, la idea de que la pura caja puede ser suficiente para unificar, resulta una ilusión de corto aliento. En definitiva, en el sindicalismo “billetera golpea galán, pero no lo mata”.

III. A estas contradicciones se suma un tercer elemento: el problema de la inexistencia de liderazgos claros a nivel de las cúpulas sindicales. Esa inexistencia (que también opera

como obstáculo de una unificación duradera de la CGT) responde a un conjunto de razones. El primero, la forma en que el gobierno kirchnerista intentó relegitimar a los sindicatos: sin renovar su personal político ni fomentar un recambio generacional de las dirigencias. El fenómeno de “nueva generación obrera” que se dio y se observa a nivel de organizaciones de fábrica en las que hay dirigentes que rondan los 30 y 40 años, no tuvo ningún reflejo en las cúpulas. El único intento más o menos serio fue la Juventud Sindical de Facundo Moyano, pero llegó tarde: cuando estaba en condiciones de comenzar a desplegar algunas alas, vino el giro anti-obrero de Cristina, la ruptura del padre y el adiós al sueño de la renovación dinástica. Eso hizo a la propia debilidad del intento de relegitimación kirchnerista, y también hace hoy a la debilidad del intento de unificación. El triunvirato de inicios del kirchnerismo (Moyano, Rueda, Lingieri) resolvió el problema de “el liderazgo sin renovación”, a través del prestigio ganado por Moyano en el MTA durante los noventa, prestigio sobre el que se basó la operación de “empoderamiento” que el gobierno de Néstor Kirchner permitió al gremio camionero a través de incorporar actividades productivas a su égida (básicamente logística), ayudarlo a quitarle afiliados a otros gremios (básicamente comercio), colocar personal del sindicato en cargos estatales clave para la reglamentación del transporte como la Subsecretaría del Transporte Automotor. Hoy no hay ningún dirigente que haya ganado prestigio durante la década pasada a través de la lucha o la resistencia (el papel generalizado fue más bien la obsecuencia), motivo por el cual resulta difícil imaginar la configuración de un liderazgo sobre esas bases. Pero además existen dos debilidades anexas. El gobierno de Macri tiene escasos recursos simbólicos y políticos para ungir a un liderazgo sindical desde arriba por su doble condición de gobierno no peronista y gobierno de los CEO. No es casual que el único sindicalista que se autodenomina macrista sea el Momo Venegas, dirigente sindical que jugó abiertamente con “el campo” cuando la Sociedad Rural no ovacionaba


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presidentes; el resto flirtea más o menos con el gobierno pero siempre desde una diferenciación política. La segunda debilidad proviene de la propia crisis del PJ (crisis inmediata por la derrota electoral, y crisis de largo plazo por la “desindicalización” del peronismo). Esto impide que, a falta de liderazgos claros generados en el propio ámbito sindical, sea el Partido el que postule al líder, como sucedió en otros momentos históricos en que el PJ “prestaba” la legitimidad a ignotos dirigentes: los ignotos Daer (Sanidad), Acuña (Estaciones de Servicio), Schmid (Balizamiento y Dragado), nombres que el trabajador de a pie no logra retener en su memoria porque no tiene idea quiénes son, no pueden hacer uso de una legitimidad prestada porque el PJ no está en condiciones de prestar nada. La crisis tripartita del peronismo presenta un panorama en que el kirchnerismo no tiene ninguna fracción sindical3, el massismo aparece en punta con Daer y Acuña (pero sin MoyanoSchmid, y el poder de fuego de la CATT), y el rejunte de los gobernadores + “los traidores del proyecto nac&pop” no muestra aún tropa propia de envergadura. En definitiva, sin liderazgos construidos en el terreno sindical, con un gobierno de CEO, y con un PJ en crisis4, no resulta fácil avizorar el modo en que las fracciones de la CGT resolverán el problema del liderazgo para darle mayor estabilidad a la unificación.

IV. Por último, otro frente de contradicción lo presenta las características que asumió durante el kirchnerismo la relación entre cúpulas y bases5 al interior de las organizaciones sindicales. Motivo de múltiples discusiones, una cosa resulta inobjetable para analistas propios y ajenos: desde el inicio mismo de la recuperación económica post 2002 comenzó a mostrarse una tensión entre lo que se gestaba al nivel de las direcciones y lo que pasaba en las bases o, al menos en un espacio sintomático de las bases: los lugares de trabajo. Llamado “sindicalismo de base” por la prensa allá en 2004, analizado en sus características específicas por la academia, negado por los

analistas del Ministerio de Trabajo, reconocido por los especialistas en RRHH (con Julián de Diego a la cabeza) y sus talleres con “protocolos” para lidiar con la izquierda, comidilla en las internas de las cúpulas sindicales como sinónimo de “te infiltraron el gremio”, el sindicalismo de base, en su rica heterogeneidad, es parte necesaria de los elementos que indicen en los cálculos para la unificación de la CGT y, sobre todo, para el posicionamiento respecto del gobierno en tiempos de ajuste. Entre otras cosas, porque luego de la “primera ola” de sindicalismo de base, los últimos años de kirchnerismo mostraron un reflujo de ese proceso que varios interpretaron como su fin. Sin embargo, y gracias a su propia naturaleza fragmentaria, mientras en lugares puntuales de Buenos Aires el proceso entraba en retroceso en su visibilidad, recientemente comienzan procesos similares en otras zonas de la provincia (como Zona Sur), pero también del interior del país (como Córdoba o Mendoza). ¿Se configura algo así como una “segunda ola” ligada ya a los procesos de ataque y ajuste, y también a los sectores combinados que más los sufren? Sus debilidades: la fragmentación y el corset (todavía escasamente franqueado) de los lugares de trabajo (Comisiones Internas y/o Cuerpos de Delegados) como sus “territorios de politización”. Sus fortalezas: haber ganado espacio y prestigio allí donde las cúpulas dejaron una vacancia (o, al menos, una relajación de sus mecanismos de “consentimiento y coerción”), estar compuesto por dirigentes “jóvenes” (entre los 30 y 40), y poner sobre la mesa un debate, evidente de tan ausente entre las cúpulas: el problema del “programa para los sindicatos” y, con él, el de los métodos, los objetivos, en síntesis, la política en lo sindical. El carácter tácitamente prohibido en el río de declaraciones de las cúpulas de la CGT (y que Leandro Fabre del ANSES planteó en su discurso del 5 de Agosto más para provocar que para proponer algo), abre la oportunidad de que sea el sindicalismo de base (¿en alguna instancia unificada?) el que amplifique su presencia política a través de transformarse en vocero de la necesidad

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de que un movimiento obrero fortalecido en los últimos años, discuta abiertamente qué tipos de sindicatos necesita. Estatutos, métodos de elección, régimen de dirección, objetivos políticos, relación con el Estado y los partidos, son los vocablos necesarios de cualquier discusión en serio (y no de pura “rosca libre”) en este momento de transición. Un periodista especializado en gremiales habló en estos días6 de la ausencia de un La Falda, un Huerta Grande o un Primero de Mayo7. Quizás era una indirecta para el sindicalismo de base y la izquierda, en un contexto en que cualquier programa no puede sino lidiar con la altísima tasa de precarizados (herencia también del kirchnerismo) e incorporar la tradición de organizaciones territoriales forjadas en la resistencia al neoliberalismo. La marcha convocada para el 9 de agosto por los “sectores obreros combativos y la izquierda”8 puede ser un primer paso en ese camino. Allí nos veremos. 7 de agosto 2016.

1. Ver en esta revista “Del ‘ajuste con inclusión’ al ‘ajustemos’”, de Julia Campos y Luís Campos. 2. Ver en este número “La excepción y la regla”, de Adrián Piva. 3. Ver “Las patas fuera de la fuente”, IdZ 28, abril 2016. 4. Ver debate entre Horacio González, María Pía López, Eduardo Grüner y Christian Castillo, en IdZ 31, julio 2016. 5. El libro Entre cúpulas y bases. Sindicatos, trabajadores y política durante el kirchnerismo (Paula Varela –coord.–, Editorial Final Abierto, en prensa) analiza esa tensión en distintos sectores industriales de Buenos Aires. 6. Ver “¿Adónde va la CGT?” en La Izquierda Diario, 23/7/2016. 7. Refiere a tres programas sindicales elaborados entre la década del ‘50 y la del ‘70 en Argentina, en los que se postularon distintas concepciones (desde el peronismo hacia la izquierda) de los alcances y objetivos de la organización sindical. La Falda, en agosto de 1957; Huerta Grande, en junio de 1962; y 1° de Mayo, en mayo de 1968. 8. “La izquierda hará una protesta el 9 de agosto”, La Nación, 27/7/2016.


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política

Novedades en la CGT, herencia kirchnerista y trabajadores ajustados

Lo que el tiempo nos dejó Unificación mega anunciada, tiempos de rosca libre, tregua hasta los extremos, y un deterioro sensible en la vida de los trabajadores conforman el damero de un mundo obrero en plena transición. ¿Qué quedó de la revitalización sindical? IdZ dialogó con especialistas en el tema: Julia y Luis Campos del Observatorio Social de la CTA, Adrián Piva de la Universidad de Quilmes, y Roberto Amador, obrero y militante. Del “ajuste con inclusión” al “ajustemos” JULIA CAMPOS Y LUIS CAMPOS Observatorio del Derecho Social, CTA-A.

Por estos días nos enfrentamos a diferentes debates en torno a las características del nuevo gobierno y su acción sobre el mercado de trabajo y las organizaciones sindicales. Resulta llamativo el corte disruptivo que intenta establecerse entre un gobierno y otro, tanto para los militantes kirchneristas como también para importantes sectores de izquierda y centroizquierda. Y no es para menos, la llegada del PRO al poder implicó un conjunto de medidas que impactaron abruptamente sobre los trabajadores y sus organizaciones. El objetivo de este artículo no es minimizar el ajuste macrista, es más bien aportar elementos para contextualizarlo y ubicarlo dentro de un ciclo de ofensiva del capital sobre el trabajo que, en el largo plazo y con mayor o menor intensidad según las distintas subetapas, se inició a mediados de los años ‘70, y que más recientemente se relanzó, al menos a partir de 2011. La orientación política y económica del gobierno kirchnerista no puede explicarse sin tener en cuenta el ciclo de luchas previas, que incluye la crisis de fines de 2001, y la existencia de condiciones económicas que posibilitaron el impulso de medidas ligadas a fortalecer el mercado interno (cambio de precios relativos,

caída del costo laboral, modificación de los términos de intercambio, etc.). La rápida recuperación de distintos indicadores laborales, que por cierto partían de sus pisos históricos, comenzó a enfrentarse a límites a partir de 2007 y, ya desde el año 2011 resulta difícil encontrar alguna mejora sustancial en cualquier variable referida a la situación de los trabajadores (y en términos generales al comportamiento de la economía en su conjunto). Esta pérdida de dinamismo del mercado de trabajo tuvo su correlato en un incremento de la conflictividad laboral (el promedio anual de conflictos con paro entre los años 2012 y 2014 fue un 42 % superior al promedio del período 2006-2011) y en una creciente tensión política entre una porción no menor de organizaciones sindicales y el gobierno nacional. Desde este punto de partida deben analizarse los primeros meses de gestión del nuevo gobierno, cuyas medidas dan cuenta de un claro intento de relanzar el ciclo de acumulación a partir de un ajuste sobre el costo laboral. Medidas como la devaluación y la eliminación simultánea de las retenciones, la remoción de obstáculos para la obtención de ganancias en

el sector financiero y el incremento de las tarifas de los servicios públicos tienen su contracara en una fuerte caída del salario real (casi el 10 % entre los meses de noviembre y mayo, tan solo considerando a los asalariados registrados del sector privado) y en una destrucción de puestos de trabajo. Esta disminución del costo laboral requiere disciplinar al conjunto de los trabajadores, utilizando para ello tanto la amenaza y la efectiva pérdida de los puestos de trabajo como la desarticulación de la organización gremial mediante la persecución y la criminalización de los activistas1. Sin embargo, este intento se enfrenta a tres condicionantes importantes: por un lado, un movimiento obrero fuerte y organizado con 150 años de historia y experiencia, con altos niveles de sindicalización, estructurado en torno a organizaciones nacionales por rama de actividad con una presencia importante en los lugares de trabajo; en segundo lugar un ciclo de creciente conflictividad laboral que reconoce su origen en las luchas que precedieron a la crisis de 2001, y que tuvo un nuevo incremento a partir del año 2012; finalmente, un sistema de negociación colectiva, en particular para la renovación anual de los acuerdos salariales, que es percibido como un derecho irrenunciable por una gran parte de los trabajadores. Cabe destacar que la propia estructura sindical no está exenta de tensiones internas. Por el contrario, en los últimos años también se han exacerbado conflictos al interior de las organizaciones sindicales que no son extraños a la historia del movimiento obrero: en gran medida la fortaleza de las organizaciones sindicales de nuestro país ha sido la resultante de una relación, muchas veces contradictoria, entre bases movilizadas, seccionales locales, sindicatos de base, y federaciones y confederaciones nacionales. Esta estructura había posibilitado resistir, al menos parcialmente y en algunas ocasiones incluso a pesar de la oposición de las direcciones sindicales, los intentos de ajustar el salario real en los últimos años de la gestión kirchnerista. Sin embargo, ello nunca pudo traducirse en una estrategia ofensiva que fuera más allá de sostener el valor del salario real. Esta capacidad de organización y resistencia está en el centro del relanzamiento del ciclo de conflictividad laboral que en los últimos meses, con una mayor intensidad, ha cuestionado la imposición de límites a los aumentos salariales y el avance sobre los puestos de trabajo. Ello se verifica tanto en la intensidad de las medidas de lucha (predomina el paro); su prolongación en el tiempo; y la centralización de los actores (distintas


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organizaciones confluyendo en medidas de acción conjuntas). La mayor intensidad de la conflictividad laboral está lejos de ser un producto del cambio de gobierno en diciembre de 2015. Por el contrario, sus orígenes pueden situarse al menos en el año 2012, y sus causas y modalidades requieren considerar procesos de más

largo alcance, tales como la ofensiva del capital iniciada a mediados de los años ‘70, la participación de la clase trabajadora en la resolución de la crisis de 2001, la acumulación organizativa durante la década anterior, y en términos más generales la forma en que se estructura la acción sindical en nuestro país. Este es el punto de partida a partir del cual

La excepción y la regla Adrián Piva Sociólogo UBA-UNQUI.

Quizás como ninguna otra, una etapa de ofensiva del capital contra el trabajo –como la que atravesamos actualmente– debería permitirnos medir el grado de recomposición sindical de la clase obrera en la argentina postconvertibilidad. Sin embargo, los dos fenómenos más relevantes de la acción sindical de los últimos meses brindan señales contradictorias. El 29 de abril, decenas de miles de trabajadores convocados por todas las centrales sindicales produjeron la movilización obrera de protesta más importante de las últimas dos décadas. Sin embargo, para ese momento las paritarias ya mostraban, como después confirmarían, la pérdida de salario real más importante desde 2002. Algo similar ocurrió durante el primer semestre de 2014. En un contexto de devaluación y aceleración de la inflación, el 10 de abril de ese año se producía una de las huelgas generales de mayor acatamiento del período, al mismo tiempo, las paritarias cerraban a la baja sin conflictos significativos entre las bases y las direcciones sindicales. La excepción de ese semestre fue el conflicto docente en la Provincia de Buenos Aires, lo fue por su extensión, por la vitalidad de las bases en el proceso huelguístico y por romper los techos establecidos informalmente por el gobierno nacional. Sin dudas, desde 2003 –y particularmente desde fines de 2004– es posible observar un proceso de recomposición de la acción sindical de los trabajadores. Lo muestran los datos de evolución cuantitativa de protestas y/o conflictos protagonizados por obreros ocupados de todas las fuentes disponibles y con distintas metodologías. Es visible también en el mayor peso cualitativo que tuvo la acción sindical dentro del conjunto de las luchas sociales en relación a los años ‘90. Dicha recuperación tuvo un triple fundamento. En primer lugar, la caída del desempleo, que sin duda recompuso las capacidades estructurales de la acción sindical. En segundo lugar,

transformaciones institucionales, centralmente el establecimiento de las paritarias. Pero, en tercer lugar, la recomposición sindical se apoyó en el proceso de luchas que desde mediados de los ‘90 erosionó la hegemonía menemista y, particularmente, en la rebelión popular que en 2001 hizo estallar la convertibilidad y bloqueó la vía deflacionaria de ofensiva contra el trabajo. Si bien –derrotas de 1976 y 1989 mediante– la acción sindical de los trabajadores ocupados no tuvo el peso de los ‘80 y mucho menos de los ‘70, el proceso de luchas iniciado en 1996/97 y la rebelión popular de 2001 incidieron en la recomposición sindical posterior por dos vías. En primer lugar, el bloqueo popular a la vía deflacionaria abrió el cauce a una reconstrucción de la dominación política sobre la base de la recuperación gradual, selectiva y limitada de demandas obreras y populares. De esa manera creó el marco para la recomposición de la acción sindical y para la recuperación parcial de un vínculo de los sindicatos con el Estado centrado en la lucha salarial en un contexto inflacionario. En segundo lugar fue, al mismo tiempo, un proceso de creación de nuevas formas de lucha y organización que se difundieron rápidamente entre los obreros ocupados, especialmente entre aquellos más jóvenes. Señal de ello fue que la fragmentación y descentralización de la lucha sindical de los años ‘90 dio lugar, en los primeros años de la nueva década, a la cristalización de experiencias sindicales de base que tuvieron un lugar significativo en distintas coyunturas de fuerte conflictividad obrera del período. Sin embargo, la recomposición de la acción sindical de la clase obrera durante la postconvertibilidad solo alcanzó para revertir parcialmente la situación de debilidad relativa abierta por la ofensiva hiperinflacionaria de 1989. Los altos niveles de precarización laboral, similares a los de los años ‘90, consolidaron la dualización de la fuerza laboral.

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pensar y debatir los desafíos de los trabajadores y las organizaciones sindicales de cara al proceso de ajuste económico actualmente en curso. 1. Ver al respecto los informes elaborados por el Observatorio de la CTA-A en www.obderechosocial.org.ar.

Ello ha impactado no solo en el debilitamiento estructural de la clase obrera sindicalmente organizada, sino en la constitución de la/s CGT/s cada vez más como representación casi exclusiva de los trabajadores registrados del sector privado. Al mismo tiempo, las experiencias del sindicalismo de base –aunque varias de ellas parecen haber consolidado sus posiciones– no han desarrollado la densidad y el volumen suficiente para desafiar a las viejas direcciones sindicales. Bajo estas condiciones, la recomposición parcial de la acción sindical de los trabajadores ha redundado en un fortalecimiento –también relativo– de las direcciones sindicales. En los últimos meses, parece haber una tendencia al fortalecimiento de un vínculo de tipo neoparticipacionista de los sindicatos con el Estado. Durante los años ‘90, las direcciones sindicales sostuvieron su vínculo funcional con el Estado poniendo en juego su capacidad de disciplinamiento de las bases obreras para vehiculizar las reformas neoliberales. A cambio, pudieron conservar capacidades organizativas y financieras a través de la participación en el desvió de una parte del plus valor a través del sistema de obras sociales, participación en ART, AFJP y en la explotación directa de fuerza de trabajo a partir de su participación en privatizaciones. En aquel momento, su mayor autonomía se fundó en un debilitamiento de largo plazo de la clase obrera –atrapada entre la fragmentación estructural, la fragmentación de sus luchas y el hiperdesempleo– que amenazaba tendencialmente el propio poder de negociación de las direcciones sindicales. Hoy las condiciones son distintas, aunque parcial, la recomposición sindical existió como lo mostró la movilización del 29 de abril– y la autonomía mostrada por las direcciones sindicales para presionar y obtener concesiones del gobierno macrista a cambio de dejar hacer, dejar pasar, se basa en la relativa pasividad de unas bases que todavía tienen condiciones para actuar. A su vez, la existencia de paritarias constituye un marco institucional que limita la pura reedición de la articulación neoparticipacionista de los años ‘90, posibilitada por la clausura de la lucha salarial. Comprender las razones de aquella pasividad y evaluar correctamente los límites y posibilidades de intervenciónen cada coyuntura es fundamental para preparar las condiciones para que más temprano que tarde la excepción del primer semestre de 2014 se transforme en la regla.


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política

Una peligrosa herencia para el macrismo Roberto Amador Trabajador de Madygraf - Despedido de Gestamp.

Kirchnerismo: nuevamente controlar y regimentar al movimiento obrero Perón ha sido un gran estratega político, sus frases nunca fueron sueltas, ni sus discursos al movimiento obrero meros episodios anecdóticos. Tajante planteo el de tener un movimiento obrero organizado, toda su retórica estuvo dirigida a sembrar en la conciencia lo que Hugo Moyano califica como “buena convivencia” con los patrones1. El kirchnerismo fue consecuente con esas enseñanzas. Hoy a más de seis meses del gobierno de Macri, está a las claras esa buena herencia. Una burocracia sindical que para la organización del movimiento significa pasividad; pasividad que se traduce en tregua al gobierno de los CEO. Moyano lo llama “actuar con inteligencia”2. Ellos son conscientes de que creció numéricamente la fuerza de los trabajadores, y que la relación entre vanguardia obrera y trotskismo no pudo cortarse más allá de la variedad de recursos utilizados para liquidar un proceso que avanza “silenciosamente”, luego del humo de las primeras refriegas en la “columna norte” del Gran Buenos Aires3.

El inevitable resurgir del “fenómeno maldito” La necesidad de relegitimar las organizaciones sindicales fue consciente por parte del kirchnerismo. El crecimiento económico luego de la devaluación no solo significaría poner en movimiento el capital ocioso, no solo se moverían las máquinas y el sistema de transporte, sino que el fuerte crecimiento económico demandaría hombres y mujeres, y así pasó. Los trabajadores que venían de sufrir el embate brutal de la década de los ‘90 se encontraron numéricamente fortalecidos, cargando en la conciencia las jornadas del 2001, y todo lo que de ella devino. Era imposible no ingresar con ese fuego caliente en la memoria: el “que se vayan todos”, los saqueos, las asambleas barriales y un presidente huyendo en helicóptero. Ese contingente de brazos debía ser controlado, regimentado y organizado, y el kirchnerismo apostó a eso. El macrismo debería agradecérselo. “Si al patrón le va bien, es hora de pedir más”, esa idea fue lo que dio impulso al

sindicalismo de base en Argentina. No por nada en el año 2004 comienza un cambio en la política hacia los sindicatos. La relegitimación de los mismos, y la salida a escena del camionero Hugo Moyano y la CGT respondían a la emergencia de la conflictividad laboral. Fue el año en que las cinco líneas de subterráneos y premetro de la ciudad de Buenos Aires amanecieron completamente paralizadas, la primera de tal magnitud para el por entonces gobierno de Néstor Kirchner. Eso pudimos vivirlo muy de cerca los militantes del PTS que allá por los años 20032004 comenzamos una estructuración en el movimiento obrero, una política consciente, una orientación precisa para ese momento donde la izquierda necesitaba volver a estrechar lazos profundos con los trabajadores luego de toda la propaganda del “fin de la historia” y la emergencia de nuevos sujetos. No hubo nada de benevolencia en el kirchnerismo, sino un cálculo político acorde a la fuerza numérica que iban ganando los trabajadores. La economía crecía a tasas chinas y comenzaba a despuntar la puja por “el reparto de la torta”. Entonces aparece en escena no solo el rol de los sindicatos y la burocracia sindical peronista, sino que ese sindicalismo de base se expresaba a través de ese “fenómeno maldito” con el que tuvo que lidiar el mismo Perón durante sus tres gobiernos y que la clase obrera implantó a través de la presión en el seno mismo de la producción: las comisiones internas y los cuerpos de delegados, forma de organización que conquistaron los trabajadores para disputarle poder al patrón en su territorio.

Macri: todo el poder a la burocracia sindical La tregua que mantiene la burocracia con el gobierno de Macri, no solo es por el regateo de prebendas, sino que es el reflejo de una relación de fuerzas heredado por los doce años de kirchnerismo. Ese “actuar inteligente” de la burocracia es para controlar al conjunto de trabajadores que según el INDEC alcanzaba los 12,4 millones en octubre del año pasado, dentro de los que 1.284.323 son obreros industriales, según el Boletín Trimestral de

Empleo Registrado del Ministerio de Trabajo. “Los tenemos bien contaditos”4, dice Hugo Moyano, refiriéndose a sus afiliados. La Corte Suprema la relegitima dándole poder de fuego, manifestando que el derecho a huelga corresponde a las organizaciones gremiales reconocidas por el Estado, deslegitimando así a comisiones internas y cuerpos de delegados opositores, como también al activismo que podría realizar acciones independientes. Algo que nosotros vivimos ya durante el gobierno kirchnerista, donde los Ministerios de Trabajo de nación y provincia solo permitían como interlocutor al nefasto Ricardo Pignanelli, Sec. Gral. de SMATA, que lejos de defendernos avaló los despidos en Gestamp argumentando que la empresa nos “despidió con justa causa” porque estábamos haciendo “una medida de fuerza inconsulta” que no contaba con el aval del sindicato. Actuarían de la misma forma en el histórico conflicto de Lear. Es ahí donde kirchnerismo y macrismo cierran filas, en la necesidad de cortar la relación entre la izquierda clasista y las franjas del movimiento obrero en núcleos estratégicos del capitalismo argentino. Ajuste, tarifazo y una dudosa lluvia de capitales son el condimento perfecto para poner a prueba la paciencia del movimiento de masas y la influencia que fue ganando la izquierda trotskista en el movimiento obrero.

1. P. Abal Medina, M. Rodríguez, M. Santucho, “Un camión agazapado”, revista Crisis 25, julio 2016. 2. Ídem. 3. “Para intentar terminar con el avance de la izquierda clasista en franjas del movimiento que se ubica en posiciones estratégicas, las patronales no dudaron en cerrar fábricas ante el avance de comisiones internas que disputaban poder donde más duele: en la producción (fue el caso de la gráfica ex Donnelley). Otros prepararon ‘científicamente’ conflictos, como en Lear, donde se abrieron las importaciones para derrotar la lucha y otros permitieron durante seis meses paritarias por encima del promedio nacional, en un gremio como la Alimentación”. F. Rosso, “La columna norte”, revista Crisis 25, julio 2016. 4. P. Abal Medina, M. Rodríguez, M. Santucho, ob. cit.


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Jubilaciones: una bomba de tiempo Bajo el argumento de una “reparación” que beneficia a una franja de los jubilados que verán incrementados sus haberes, el gobierno está creando condiciones para el empeoramiento de la sustentabilidad del sistema previsional. ¿La crisis del sistema es inevitable, o hay alternativas que ni Cambiemos ni la mayor parte la oposición parecen dispuestas a discutir? Ilustración: Joaquín Bourdieu

Martín Mikori Actuario.

El “Programa de Reparación Histórica a Jubilados y Pensionados” aprobado en julio pasado como parte de un megapaquete legislativo que incluyó el blanqueo, representa una avanzada sobre el sistema previsional. Tomando de forma parcial y unilateral una demanda de franjas significativas de jubilados por haberes mal liquidados, cuestión ninguneada por el kirchnerismo, la política de Cambiemos, al no acrecentar los recursos que financian a la ANSES, llevará a un pronto agravamiento de la precariedad de un sistema que ya tenía inconsistencias.

Este Programa establece una serie de cambios que ameritan una urgente discusión. En especial, aquel que propone la modificación del sistema previsional en el mediano plazo, sin una base de un diagnóstico ni propósitos explicitados. Considerando las incertezas del origen de los recursos para el propio Programa, es claro que vamos a una profundización del desfinanciamiento del sistema mientras comienza a reflotar la discusión sobre una insolvencia “intrínseca” al mismo. Se argumenta para ello un supuesto problema de extensión de la esperanza de vida y

envejecimiento poblacional, pero por lo bajo se va gestando el camino para avanzar ofensivamente sobre una extensión de la edad jubilatoria, un incremento de la edad mínima de aportes, una nueva reprivatización y una suerte de constitución de “jubilados de primera” y jubilados “de segunda”. Es curioso cómo se menciona al incremento en la esperanza de vida de las personas y el envejecimiento poblacional como algunos de los motivos por los que la edad jubilatoria debería correrse por no ser suficiente al día de hoy. Sin embargo, mientras que por un lado »


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economía

el capital intenta permanentemente extender la edad de retiro de los trabajadores activos, por otro lado millones de trabajadores en edad y capacidad de trabajar van engordando el ejército de reserva, al no conseguir ocupación productiva o hacerlo en los márgenes de la precariedad. De manera que no hay un faltante de trabajo que obligue a extender la edad en que se decide retirar a los trabajadores (“jubilarlos”), sino que lo que existe es una puja por el destino de la plusvalía. Esta puede seguir siendo extraída (y no “perdida” por el capital) en tanto los trabajadores no deban ser apartados de la esfera de la producción. Si parte de la plusvalía generada va a parar a manos de población que ya no produce valor (a los adultos mayores), debe ser un monto tal que retorne rápidamente al circuito de valorización del capital, como por ejemplo por la vía del consumo (alimentos, alquileres y medicamentos). Pero esencialmente, una vez que el cuerpo del trabajador no es capaz de ser exprimido, lo único que queda al capital es minimizar el gasto en su manutención. Los adultos mayores adquieren así el status de ser una carga para el sistema.

Jubilados precarizados En Argentina, el 10,8 % de la población tiene más de 65 años, y la proporción llega a 12 % si se incluye a mujeres desde 60 años (Censo Nacional de Población, 2010). Son cerca de 6 millones los jubilados y pensionados y 1,5 millones cobran pensiones no contributivas. Hoy, existen dos problemas acuciantes: de un lado, el muy bajo monto promedio del haber que reciben una mayoría de jubilados para poder cubrir los gastos necesarios de vida. De otra parte, las dificultades crecientes para alcanzar los 30 años de aportes exigidos por la ley menemista de 1993 y mantenidos durante el kirchnerismo.

Casi la mitad de los jubilados tiene jubilaciones ordinarias, mientras que más del 40 % accedió a un haber por el régimen de moratoria, lo que equivale a percibir un monto igual al mínimo. Este hecho plantea un aspecto crítico del sistema. Actualmente, solo una pequeña proporción, estimada en un 15-20 % de los adultos mayores en edad de jubilarse, reúnen los 30 años de aportes requeridos para acceder a una jubilación ordinaria. Las condiciones de empleo en los últimos años estuvieron marcadas por una fuerte inestabilidad y rotación laboral, en un contexto reciente de gran desocupación a fines de los años ‘90 y una masa importante de trabajo no registrado, que fue uno de los pilares sobre el cual se apoyó el modelo kirchnerista. De esta manera se afecta la frecuencia de aportes personales y se va alejando la posibilidad de millones de acceder a la jubilación. El sistema, que no tuvo nada más para ofrecer que precariedad laboral o desempleo en sus años activos, al momento de su retiro los condena, por sus bajos aportes, a una jubilación de hambre. Así, si bien hoy en día la cobertura del sistema previsional está cercana al 97 %, el 72 % de los jubilados y pensionados cobran el haber mínimo, que en marzo llegó a $ 4.959 por mes1, esto es, menos de un cuarto del valor de la canasta básica2. Un algoritmo similar se mantiene para los 1,5 millones de personas que cobran pensiones no contributivas. Dato aún más crítico si se considera las necesidades especiales en salud, cuidados y medicamentos que poseen los adultos mayores en relación con un individuo medio. Así, la canasta básica del jubilado se estima en $ 11.031 pesos3. Para el kirchnerismo, la situación alcanzada hoy es el máximo nivel alcanzable al que puede aspirar la clase obrera, negando cualquier posibilidad de incrementar los recursos

Gráfico Nº1: Ingresos del Sistema de Seguridad Social

17%

Aportes y contribuciones a la Seguridad Social

52%

9%

Ingresos Impositivos Renta de la propiedad

22%

15% Coparticipación

Fuente: Presupuesto Nacional 2016, Ministerio de Hacienda y Finanzas

que pueda significar una afectación a las ganancias capitalistas, como veremos abajo. De esta forma, se jacta de haber incrementado el haber mínimo en términos nominales más de 3.000 % acumulado desde el 2002 (cuando estaba en $ 150), y señala el hecho de que este haber representa hoy casi el 82 % del salario mínimo vital y móvil, lo que hoy es apenas superior a $ 6.000. En términos de capacidad adquisitiva real de los jubilados, un haber de esa magnitud es la condena a una vida de miseria, pero además, una tergiversación de su demanda histórica del 82 % móvil. Las jubilaciones representan menos del 50 % de las remuneraciones promedio y el haber medio, por su parte, llega en la actualidad a un estimado promedio de $ 6.500 mensuales, no muy alejada del mínimo. ¿Es que el sistema no daba para más? El macrismo, al mismo tiempo que se propone favorecer a un sector de los jubilados que pasarán a cobrar varias veces la mínima gracias a la “reparación”, apunta a ir reduciendo la porción que sostiene a la franja de la clase obrera más vulnerable. Una primera muestra de estas intenciones la constituye la Pensión Universal que establece el Programa para aquellos adultos que no alcancen los años suficientes de aportes. Esta involucra un pago por tres años que es un 80 % del ya bajo haber mínimo, y además avanza en dos niveles: de una parte, niega la edad jubilatoria de 60 años en las mujeres, en tanto dicha pensión se establece para adultos mayores de 65 años, tanto para mujeres como para varones. De otra parte, elimina el derecho a las moratorias previsionales a futuro.

Los pobres sostienen a los jubilados El defensor de la tercera edad, Eugenio Semino, manifestaba hace poco que existe un sistema donde los pobres bancan a los jubilados o los pobres jubilados se bancan a sí mismos a través del consumo. Disparatado, pero de esto no se habla porque sería meterse en un tema de reformas fiscales, debatir porque sí el IVA y no otras fuentes como la renta financiera y al juego (…)4.

En términos generales, los impuestos no son otra cosa que una masa de plusvalía captada por el Estado, es decir, es una masa de valor generada por los trabajadores. No obstante, no es indiferente sobre quién recae en primer lugar esa captación de plusvalía, si al capital o al trabajo. Existen cuatro fuentes de financiamiento principales de la seguridad social: Los aportes y contribuciones a la seguridad social, los impuestos con afectación específica a la ANSES (IVA, Ganancias, combustibles, cigarrillos, etc.), un porcentaje de la Masa Bruta Coparticipable, que era hasta hace poco 15 %


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pero tiene prevista una paulatina disminución, y otros ingresos entre los más importantes las rentas de la propiedad, que han ido ganando ponderación a partir de la estatización del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS), alcanzando entre un 7-10 % de los recursos totales. Más de la mitad de los fondos anuales (52 % aproximadamente) provienen de la recaudación de aportes y contribuciones de los cotizantes en relación de dependencia, esto es, un 60 % de contribuciones patronales y un 40 % de aportes personales. Los ingresos tributarios aportan alrededor del 22 % de los recursos totales, dentro de los cuales cerca de la mitad corresponde a impuestos al consumo (con preponderancia del IVA), mientras que la otra mitad corresponde a Ganancias, que además en el último tiempo ha tenido un comportamiento descendente en su participación del 17 % al 11 % y ha recaído en una proporción creciente de los asalariados debido a la no actualización del mínimo no imponible. El Sistema en su conjunto ha sido hasta hace poco apenas superavitario y terminaría el 2016 con ligero déficit de 0,6 % del PBI. En los próximos años, de sostenerse un esquema como el arriba descripto y aplicándose los cambios impuestos por la Ley de Reparación Histórica, se profundizaría el rojo contable. Para Fundación Germán Abdala, el incremento de los haberes del 30 % de los jubilados, en un marco de no ampliación de recursos ordinarios llevaría al déficit previsional al 2,8 % del PBI hacia 2018, aún en el mejor de los escenarios macroeconómicos que supone una recuperación de la economía hacia 2017, una disminución sustancial de la informalidad laboral y bajo desempleo, una estabilización de la inflación y del tipo de cambio5. Por su parte, según un trabajo del Centro Cultural de la Cooperación6, el Programa significa un aumento del costo previsional de $ 203.000 millones entre retroactivos y flujo anual, equivalentes al 4,5 % del PBI.

¿Hacia dónde va el sistema? Las respuestas esgrimidas por el gobierno apuntan a “resolver” este problema básicamente en tres direcciones. De ninguna hay datos certeros ni cálculos que demuestren la sostenibilidad del esquema planteado. La primera, artificialmente unida por la ley ómnibus al Programa, es la utilización de fondos provenientes del blanqueo de capitales, para lo cual se estableció una serie de premios a los fugadores que declaren su dinero e inmuebles en el exterior. Según la estimación que realizan diversos analistas, esta entrada podría otorgar una recaudación por multas por única vez apenas superior a $ 30.000 millones, en el mejor de los casos. Lejos siquiera de hacer frente al pago de los retroactivos

de haberes que sumarían $ 115.000 millones. A lo que debe sumarse la paulatina disminución del 15 % de la Masa Bruta Coparticipable que significa hoy un importante aporte de recursos del sistema y serán en poco tiempo devueltos a las provincias. Una segunda fuente es la venta de activos de empresas privadas en manos del Estado, que constituyen el 12 % del FGS. Por ley se estableció un tope mínimo de composición del 7 % de acciones, lo que significaría poder liquidar cerca de $ 40.000 millones. Nuevamente, es una entrada extraordinaria de una sola vez, que si bien aporta fondos hoy significa resignar activos que generan ingresos futuros. Ante la evidente insuficiencia de fondos para hacer frente a la Reparación Histórica, que alcanzaría con suerte los $ 70.000 millones entre estos dos rubros, no queda otra alternativa que la utilización de partidas especiales en el Presupuesto para financiar a una ANSES deficitaria, y una posible nueva ofensiva que avance en una liquidación de todo el FGS. Del desfinanciamiento del sistema previsional derivan las bases para la tercera vía de “solución” que parece estar preparando el gobierno de Cambiemos, intentando instalar la idea de una inevitable y necesaria reforma previsional.

Medidas urgentes de emergencia previsional Como puede verse, la insostenibilidad latente no deriva esencialmente de un corrimiento de la esperanza de vida. Por el contrario, sostenemos que es posible incrementar los recursos sin necesidad de recurrir, en primer lugar, a la liquidación de los fondos de seguridad social del FGS, y especialmente, sin avasallar aún más las condiciones de vida de los trabajadores y jubilados. Para ello podrían estar al alcance de la mano dos medidas inmediatas. En primer lugar, una restitución de las contribuciones patronales al 33 %. Estas habían sido bajadas durante el menemismo y así se mantuvieron durante el kirchnerismo, pero además son numerosas las exenciones que reciben las patronales en este rubro como supuestos “incentivos” para evitar la evasión impositiva o estimular la inversión, que rara vez tienen algún efecto más que beneficiar al empresariado reduciendo los costos laborales. Mediante este cambio, que implicaría efectivamente avanzar sobre una porción de la ganancia, considerando que existen 11,5 millones de asalariados aportantes, se podría elevar el gasto previsional en un 40 %. En segundo lugar, la ecuación previsional cambiaría sustantivamente si se llevara adelante un verdadero “blanqueo” del sistema, aquél que refiere a los altísimos niveles de trabajo no registrado por el que las patronales evaden el pago de impuestos, y que alcanzan

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el 32 % del empleo total. El combate contra el trabajo en negro es una medida elemental de defensa del salario y las condiciones de vida de la clase trabajadora, lo que junto con la prohibición de despidos, además de incrementar los recursos resolvería la exclusión creciente de trabajadores que no logran los aportes exigidos hoy para jubilarse. La masa de aportantes se elevaría entonces al conjunto de la población económicamente activa que se estima en 19,5 millones de trabajadores, lo que implicaría la posibilidad de ampliar el gasto previsional en otro 50 %. Tomando estas dos medidas en simultáneo sería posible incrementar hoy en un 165 % la cantidad de dinero recaudado en concepto de aportes y contribuciones, incrementando sustancialmente los haberes de los jubilados y pensionados y construyendo un sistema menos excluyente. No obstante, de conjunto está planteado transformar el esquema de financiamiento en lo que hace a los recursos tributarios, que hoy recaen principalmente en el consumo y el bolsillo de los asalariados. En este camino, propuestas como aumentar la edad jubilatoria no son necesarias ni responden a ninguna causa natural sino que demuestran que para el sistema capitalista la vida de los trabajadores solo se mide según cuánto se la puede explotar. Por el contrario, lo que se pone de manifiesto al realizar el análisis de los recursos y gastos del sistema previsional es que el mismo se apoya absolutamente sobre la base del trabajo asalariado y que en su determinación se libra una disputa feroz entre las clases por el destino de la plusvalía.

1. Estimación propia en base a datos de Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. 2. Según el cálculo de la Junta Interna de ATE-INDEC, ningún trabajador debía cobrar en mayo menos de $ 19.163. 3. Dato calculado para abril de 2016 por la Defensoría de la Tercera Edad de CABA. 4. “A los jubilados los bancan los pobres”, La Izquierda Diario, 5/3/2016. 5. Fundación Germán Abdala, “Notas de economía Nº 2. La sostenibilidad de la seguridad social”, Junio 2016. 6. Observatorio de Coyuntura Económica y Financiera, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. “Estimación del costo fiscal del ‘Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados’”, Documentos de Trabajo Nº 1.


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economía

Salarios y distribución funcional del ingreso durante el kirchnerismo

hora de balance

Ilustración: Anahí Rivera

ESTEBAN EZEQUIEL MAITO Sociólogo.

La derrota electoral del kirchnerismo en las elecciones presidenciales del último año significó el fin de una experiencia política de doce años que requiere una serie de balances específicos todavía pendientes. En particular, desde sectores afines al kirchnerismo se ha transmitido la idea de un incremento de los salarios y la participación asalariada que habría confirmado un pretendido paralelismo histórico entre kirchnerismo y peronismo. En efecto, las estadísticas oficiales arrojaban, para el año 2013, una distribución similar entre trabajo y capital que, a grandes rasgos, había sido alcanzada históricamente en 1954 y 1974, durante gobiernos peronistas. La Cuenta de Generación del Ingreso (CGI) es una de varias cuentas nacionales elaboradas por los estados para el estudio de la realidad económica y social de acuerdo a

lineamientos internacionales estandarizados. En particular, la CGI apunta a dar cuenta de la distribución del ingreso entre las distintas clases, principalmente entre empresarios y asalariados, además de cuentapropistas. A este respecto, la nueva base 2004 de las cuentas nacionales, incluida la CGI, fue sujeta a diversas críticas, dado que la misma se implementó con demasiados años de atraso, sin un mayor desarrollo de la metodología empleada, e incluso no se presentaron las estimaciones para años previos al año base que permitan un mejor encadenamiento de las series con la base anterior del año 1993 y análisis de más largo plazo. En el presente trabajo realizamos una estimación alternativa, más bien un ejercicio alternativo que difícilmente pueda tomarse como definitivo, de la participación asalariada

en el ingreso, cuyos resultados difieren de los que se desprenden de la CGI base 2004 elaborada por el INDEC.

La participación asalariada durante el kirchnerismo La participación asalariada surge de dividir la masa salarial por el ingreso o el valor agregado bruto a precios corrientes. El monto de la masa salarial puede entenderse como el resultado de multiplicar el número de asalariados y el salario anual promedio a precios corrientes. En el gráfico N°1 profundizamos algunas cuestiones referidas a la CGI base 2004. Se ha tomado la masa salarial (remuneraciones, MS en el gráfico) y se la ha dividido por el número de asalariados (N) de la misma cuenta, obteniéndose los salarios anuales promedio


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del año 2008, con un coeficiente de variación que se extiende a lo largo del trienio 2009salarial que en 2014 llegó al 32,8 %1. Las pari- 2011, la participación asalariada se incretarias de ese año estuvieron, obviamente, muy mentó y estabilizó en un mayor nivel (33,4 % por encima del 19,8 % implícito en la CGI del VABpp). El producto se expandió a una (siempre con el supuesto de nula creación de tasa promedio menor del 3,0 %, básicamente empleo para dicho año). Los incrementos en por la caída de 2009. El ritmo de crecimiento Comercio fueron del 27,0 % y en Bancarios del empleo asalariado también se redujo a un del 29,0 %. En la administración pública na- 1,9 % promedio, mientras que el costo laboral cional UPCN y ATE obtuvieron aumentos del real incrementó su tasa de variación prome28,1 %. El gremio de Camioneros, del 33,0 %. dio al 4,1 %, para una variación conjunta del Los gremios de Alimentación y Gastronómi- 6,0 % que, al superar la del producto, significos lograron un 35,0 %, mientras que Ferro- có un alza en la participación asalariada. En viarios y UTA alcanzaron incrementos del tercer lugar, durante el último trienio (201228,0 %. Los docentes nacionales negociaron 2014) el producto se estancó con una tasa CGI INDEC 2004 finalmente un aumento del 28,7 %. Propia promedio del 0,0 %, al tiempo que el empleo En definitiva, el cuadro que surge difiere siguió reduciendo su ritmo de crecimiento 55% marcadamente cuando, para obtener la ma- hasta un 1,1 % promedio. No50,9% obstante, esta sa salarial, 50% descartamos la variación salarial variación positiva, más la variación positiva 48,8% 46,5% 47,6%significaron implícita en la CGI44,8% y utilizamos el CVS (grá- del costo laboral real del 3,4 %, 45% 42,2% 44,6% 41,5% fico N° 2) en conjunto con40,6% la variación del un nuevo incremento de la participación asa41,6% 39,6% 40,3% 41,5% empleo asalariado de la misma CGI, dado el lariada (39,6 % del VABpp), ciertamente le40% 37,8% 37,3% 39,7% 38,3% sesgo mencionado de 38,2% la variación nominal de jos del tan 38,5% mentado 50 % que finalmente las 34,6% 35% 31,9% oficiales 33,3%reflejaron34,0% los salarios implícitos en las cuenta oficial. 30,6% cuentas para el año 2013. 33,5% 31,0% 32,9% Podemos 30%distinguir tres etapas en el períoHa30,7% sido una característica clara del segun30,8% 30,5% 30,6% de Cristina Fernández de Kirchdo 2004-2014 en relación a la distribución29,5%do mandato 25% primaria o funcional. Entre 2004 y 2008, la ner un creciente alejamiento de la dirigencia participación asalariada se mantuvo estable sindical en términos políticos. El crecimien(30,6 % del VABpp), dado que el empleo cre- to de la participación asalariada en desmeció a un promedio del 4,5 % y el costo laboral dro de las ganancias comenzó a despertar real un 2,6 %, prácticamente idéntica magni- cuestionamientos de algunos sectores empretud conjunta que la tasa de variación del pro- sarios sobre el rumbo económico y político. » ducto (7,4 %). Durante una segunda etapa, Desde el gobierno se intentó profundizar el Gráfico Nº1 - Tasa de variación nominal de la masa salarial (MS), del número de asalariados (N) y de los salarios implícitos (W) en CGI 2004 y del coeficiente de variación salarial (CVS) (2005-2014) W

N

CVS

MS

40% 35% 30%

32,8%

25% 20% 15% 10% 5% 0

20,6%

22,4%

19,4%

22,5%

27,7%

26,8%

25,1%

17,9%

14,8% 19,4%

23,8%

25,2%

32,6%

21,5%

23,9%

32,5%

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Fuente: elaboración propia en base a INDEC. Gráfico Nº2 - Participación asalariada sobre el VABpp en Argentina, estimación propia (1993-2014) y CGI (2004-2014) Propia

CGI INDEC 2004

55%

50,9% 48,8%

Fuente: elaboración propia en base a INDEC e IPC-CqP.

38,3%

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37,3%

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29,5% 1994

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37,8% 34,6% 31,9% 33,5% 33,3%

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38,2% 38,5%

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40%

47,6%

44,6% 41,5%

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40,6% 41,5%

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45%

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50%

1993

nominales (W) para cada año, implícitos en la misma. La variación conjunta neta de ambos componentes, asalariados y salario promedio, explicará así de forma aproximada la variación anual de la masa salarial nominal. De este modo logramos una descomposición de la CGI y de los determinantes de la masa salarial y la participación asalariada en el producto, con especial atención a la variación implícita de los salarios que contiene la CGI. En efecto, lo que surge en forma clara es una sobreestimación del salario nominal promedio (W), dadas las variaciones anuales implícita en la cuenta, que en definitiva afecta los niveles de participación y que se encuentran desconectados del coeficiente de variación salarial oficial (CVS, o IS durante los últimos años) y de los incrementos salariales efectivamente negociados entre sindicatos y empresarios. En cuanto a la distorsión acumulada, cabe mencionar que en 2005-2013, dejando de lado la anomalía enorme de 2014, la tasa de variación del salario implícita en la CGI fue en promedio del 25,9 % contra un 21,9 % del CVS. Así, por ejemplo, en el año 2008, según las cuentas oficiales de distribución del ingreso, el salario nominal promedio (W, valores de la variación en negro en el gráfico) creció 32,6 %, un dato difícil de sostener, mientras que el coeficiente de variación salarial (CVS, valores en blanco) fue del 22,4 %. En aquel año un oficialista Hugo Moyano cerraba tempranamente un 19,5 % de aumento para Camioneros con la finalidad de establecer una pauta de negociación salarial para el resto. La fijación de la pauta de 19,5 % fue ampliamente acatada por la dirigencia sindical, incluso festejada por el también oficialista diario Página/12. La inflación anual acumulada en mayo 2007-abril 2008 respecto a mayo 2006-abril 2007 había sido del 26,6 % mientras que el nivel de precios de abril 2008 era un 32,9 % superior al del mismo mes del año anterior (IPC-CqP). Los empleados bancarios negociaron un aumento por el mismo porcentaje del 19,5 %. El incremento en Comercio fue del 20,0 % en tres cuotas. UPCN y ATE acordaron 19,5 % de incremento salarial. Maquinistas y ferroviarios, acordaron un 21,6 %. UTA un 19,5 %, según el gobierno, o un 22,0 %, según el mismo gremio. En el mismo porcentaje de 19,5 % establecido por la pauta oficial se ubicaron otros gremios como la UOCRA o taxistas. En Alimentación, el incremento fue en una cuota de 20,0 % a partir de mayo. Algunas excepciones fueron los docentes nacionales con un 24,0 % y la UOM con un 32,0 % en categoría operario simple (y 27,9 % en el resto). Como corolario cabe destacar que la masa salarial (MS) de la CGI en el año 2014 solo se habría expandido 19,8 %, lo que habría supuesto, considerando una hipotética tasa nula de crecimiento en el empleo asalariado, que el salario promedio nominal se expandió solo 19,8 %, un sinsentido similar al ya señalado


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economía

condicionamiento sobre el movimiento obrero intentando establecer tímidamente algún porcentaje como pauta en las negociaciones paritarias, o incluso atacando gremios con un alto nivel de combatividad, como el caso de los docentes o los trabajadores del subterráneo. Dicho incremento en la participación se presentaba, no obstante, con salarios reales estancados. El quiebre entre el gobierno y buena parte del sindicalismo fue claro, con la desventaja para el gobierno de no lograr garantizarle a los empresarios una mayor participación en el producto, misión que el nuevo gobierno macrista pretende cumplir en forma inocultable.

El poder adquisitivo de los salarios (2001-2015) El incremento de la participación asalariada en esta etapa final del kirchnerismo, ni siquiera fue producto entonces de mejoras en los ingresos de los asalariados (cuadro N°1) sino que, por el contrario, los incrementos paritarios y en la facturación total de la economía, que marcaban un incremento de su participación, se daban en conjunto con una caída del poder adquisitivo del salario, estableciendo así una dinámica en la que los incrementos salariales, incluso sin llegar a cubrir la inflación en términos del consumidor, afectaban de todas formas la participación de las ganancias. Los precios al consumidor, como por ejemplo los alimentos y alquileres, crecieron en mayor medida que los de la totalidad de la economía, aun considerando los subsidios a los servicios públicos. El cuadro N° 1 requiere algunos comentarios adicionales. En primer lugar, deja constancia

que el coeficiente de variación salarial del INDEC, que aquí usamos previamente en lo referido a la distribución y su re-estimación, no está exento de comportamientos anómalos. Es el caso de la variación salarial de los trabajadores privados no registrados, que aparece en parte sobrevalorada en los últimos años al expandirse a tasas notablemente mayores que el sector privado registrado, en un contexto de creciente empeoramiento de las condiciones del mercado laboral. En segundo lugar, el comportamiento del salario real no refleja en forma completa las mejoras en las condiciones de vida de los hogares relacionadas con un aumento del empleo que, en definitiva, permite incrementar el número de ingresos totales de los hogares, o las transferencias sociales fiscales netas, incluyendo la ampliación de la cobertura jubilatoria o la AUH, que por definición caen en el ámbito de la distribución secundaria y no en el de la distribución funcional o primaria2. Si bien a lo largo del ciclo kirchnerista el salario real general ha crecido en buena parte de los años considerados (con la salvedad de 2008 y 2014, y en menor medida 2010), el mismo apenas ha recuperado su nivel vigente en el colapso de la convertibilidad. Con la excepción del curioso caso de los trabajadores privados no registrados (cuyos datos se encuentran siendo revisados por la actual conducción del INDEC), tanto en términos generales como del sector privado registrado, el punto máximo se alcanzó en 2013. En el caso de los trabajadores del sector público, el kirchnerismo significó, por el contrario, la consolidación del ajuste fiscal realizado en

2001-2002, e incluso, desde 2011, un mayor deterioro del poder adquisitivo. En los años posteriores a 2008 el salario real continuó incrementándose pero a un ritmo menor que el vigente hasta 2007. Ya en 2013 la tasa de incremento fue nula, para luego mostrar una reducción del 6,0 % en 2014, en el marco de una importante devaluación de la moneda y su traslado a precios. En 2015, de acuerdo al cuadro N°1, hasta octubre el salario real se habría expandido 2,5 % respecto al período enero-octubre del año anterior. La devaluación abrupta realizada por el nuevo gobierno, con su correspondiente traslado a precios, así como los posteriores aumentos tarifarios, implicarán muy probablemente una caída del salario real de, al menos, el 10 % en 2016, caída que seguramente se verá reflejada en un descenso de la participación de los asalariados en el ingreso. 1. No se ha incluido en la CGI el número de asalariados para el año 2014, probablemente porque se habría reconocido una reducción en el empleo, tema sobre el que ha girado parte de la manipulación estadística oficial. No obstante, sí se ha incluido el monto total de las remuneraciones al trabajo asalariado, tal como reflejamos, en cuanto a su variación, en el gráfico N°1. Por su parte, de acuerdo a estadísticas oficiales, el empleo privado registrado experimentó una tasa prácticamente nula de crecimiento en 2014 del 0,1 %. La evolución del empleo no registrado, difícilmente supere ese registro sino más bien lo contrario. 2. De acuerdo al Informe mundial sobre salarios 2014/2015 de la OIT, en el 25 % de los hogares de menores ingresos de la Argentina, las transferencias sociales representan más del 20 % de los ingresos del hogar, mientras que en el 25 % de mayores ingresos dichas transferencias representan alrededor del 10 % de su ingreso total (p.47).

Cuadro N°1 – Índice de precios al consumidor (columnas I y II), coeficiente de variación salarial (CVS, III y IV)) y salario real general (VIII) y en los sectores público (VII), privado registrado (V) y privado no registrado (VI), en porcentajes y números índice base 100 = diciembre 2001, Argentina 2001-2015 I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

Privado Registrado

Privado No Registrado

Público

General

IPC

TVA IPC

TVA CVS

CVS

dic01=100

%

%

dic01=100

Salario Real dic01=100

2001

100,2

100,1

99,9

100,3

99,9

100,0

2002

127,4

27,2%

3,1%

103,2

85,0

77,0

79,7

81,8

2003

144,5

13,4%

12,2%

115,8

89,2

67,7

73,1

80,1

2004

150,9

4,4%

11,1%

128,6

97,4

74,0

72,2

85,2

2005

165,4

9,6%

14,8%

147,6

104,7

74,7

72,7

89,2

2006

183,6

11,0%

17,9%

174,0

113,9

79,9

72,3

94,7

2007

217,8

18,6%

20,6%

209,9

114,3

82,6

75,8

96,5

2008

276,5

27,0%

22,4%

256,9

106,1

86,2

74,9

92,8

2009

315,4

14,1%

19,4%

306,9

110,4

97,0

75,4

97,3

2010

390,0

23,6%

22,5%

375,9

111,4

94,6

72,2

96,3

2011

488,0

25,1%

27,7%

480,2

117,5

97,9

66,3

98,3

2012

604,1

23,8%

26,8%

608,8

123,9

103,4

60,9

100,7

2013

752,8

24,6%

25,1%

761,4

124,0

107,4

60,2

101,1

2014

1.043,8

38,6%

32,8%

1.011,4

116,6

107,6

58,1

96,8

2015*

1.337,1

26,8%

30,4%

1.318,5

116,9

111,2

60,5

98,7

Fuente: elaboración propia en base a series de variación salarial del INDEC e índice de precios al consumidor (IPC-CqP). Para 2001 se tomó el último trimestre. Los datos anuales son el promedio de variación anual de cada uno de los doce meses, no diciembre contra diciembre del año previo. *Para 2015 se considera la variación interanual de enero-octubre contra enero-octubre de 2014, dado que el CVS de los trabajadores privados no registrados, y por tanto el general, llega hasta octubre 2015 y se encuentra en proceso de revisión.


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Fotomontaje: Natalia Rizzo

#JusticiaParaJuana

El grito en la Salta colonial FLORENCIA UNQUILLO Redacción La Izquierda Diario Salta. AZUL PICÓN Comité de redacción. Juana1 tiene 12 años, pertenece a la comunidad wichi LhakaHonhat, cerca del Paraje Alto La Sierra, en el departamento de Rivadavia de la provincia de Salta. La región, conocida como Chaco Salteño, limita con Bolivia, Paraguay y las provincias de Formosa y Chaco. Juana no habla castellano, como muchas de las mujeres de su comunidad, que desde hace décadas reclama por sus tierras ancestrales. El 28 de noviembre de 2015 fue violada por 8 hombres criollos. Producto de este abuso colectivo, quedó embarazada. Dos niñas que la acompañaban lograron escapar del ataque, convirtiéndose una de ellas en la principal testigo.

El 3 de junio, horas antes de realizarse la segunda jornada nacional #NiUnaMenos, Juana fue operada de urgencia en el Hospital Materno Infantil de Salta Capital: interrumpieron el embarazo ya que su vida corría riesgo y el feto era anencefálico con imposibilidad de sobrevida. Ese mismo día, miles de mujeres marcharon por el fin de la violencia contra las mujeres y los femicidios, hartas porque Salta encabeza hace varios años los rankings nacionales de tasa de femicidios2 y de aquellos perpetrados por las fuerzas de seguridad. El pedido de Justicia para Juana se vio reflejado en banderas y pancartas. Diez días después, el 13 de junio, su caso

se nacionalizó luego de una concentración en la Casa de la Provincia de Salta en la Capital Federal, impulsada por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. El viernes 17, #JusticiaParaJuana inundó las redes sociales y de esta manera miles de mujeres repudiaron el atropello contra esta niña denunciando no sólo la violación, sino la violencia institucional y judicial que le siguió.

Juana: niña, mujer, pobre, originaria Toda la comunidad marchó para pedir justicia por ella desde el primer momento. En el Hospital de Alto La Sierra la revisó un médico de nacionalidad boliviana que constató »


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política

que había sufrido una violencia brutal, pero no pudo firmar la pericia ya que no tenía revalidado el título en Argentina. El bioquímico que dirige el hospital es quien se hizo cargo de la paciente y firmó la pericia. Cuatro días más tarde fue examinada por un médico legal de la localidad de Morillo, a unos kilómetros de Alto La Sierra, quien afirmó que la chica no presentaba signos de abuso sexual. Los organismos públicos del gobierno salteño de Juan Manuel Urtubey, la defensa de los acusados y la justicia provincial se apoyaron en esto para justificar la no intervención en el caso, lo que derivó en el abandono y desidia hacia la niña. El juez Fernando Astigueta dio lugar al accionar de la defensa dejando libres a los acusados y sin tomar pruebas de ADN. El fiscal Jorge Cazón, con total impunidad, habría expresado que “si nos ponemos a hacer pruebas de embarazo ante cada violación, no terminamos más”3 y luego, sin prueba alguna, mencionó que el embarazo de Juana sería anterior a la violación. Por estos hechos, que desconocieron la violación y la violencia machista sufrida por Juana, está en curso desde junio el pedido de un jury de enjuiciamiento contra el juez Astigueta y el fiscal Cazón por mal desempeño, retardo de justicia e incumplimiento de sus deberes. Al mismo tiempo, nada ha pasado con los funcionarios de las carteras de Derechos Humanos y Justicia, Primera Infancia, Salud y Asuntos Indígenas. Y desde el Ministerio de Primera Infancia se utilizó el “problema cultural” para liberar de responsabilidades al gobierno y justificar el accionar de las distintas áreas. A lo ya mencionado se suman sucesivas irregularidades y violencia institucional: Juana no pudo declarar porque no se garantizó un traductor para ella, que solo habla wichi, y por consiguiente no se le realizó la Cámara Gesell correspondiente por ser menor y víctima de delitos sexuales. Tampoco se le aplicó el protocolo de víctimas de delitos sexuales, por el cual se brinda medicación para evitar infecciones de transmisión sexual, ni se le brindó anticoncepción de emergencia. No se le realizó el test de embarazo en ningún momento y nadie le informó que frente a un embarazo producto de una violación tiene derecho al acceso al aborto no punible. Su caso encuadra en los contemplados en el Código Penal argentino (Art. 86 inc. 1 y 2), ratificados por la Corte Suprema de Justicia en 2012, pero la provincia de Salta tiene el protocolo más restrictivo de acceso al aborto no punible. El gobernador Urtubey se opuso públicamente al

fallo de la Corte Suprema e inmediatamente firmó el decreto 1170/12, que indica que son necesarias la declaración jurada de violación y autorización judicial para interrumpir un embarazo. Ni jueces, ni médicos, ni organismos provinciales escucharon a Juana ni protegieron sus derechos. Es una práctica recurrente, directamente relacionada al carácter patriarcal, machista y racista del Estado salteño de conjunto. Como sucede actualmente con Belén en la provincia de Tucumán, que se encuentra presa por un aborto espontáneo y una causa armada, el caso de Juana mostró que la justicia tiene un rostro patriarcal y de clase: tanto ella como a Belén fueron revictimizadas por ser mujeres y pobres. Derechos elementales como la alimentación, la salud, la educación, el trabajo, se le niegan día tras día desde hace años, tanto a ella como a los integrantes de todas las comunidades originarias.

Bastión del norte por la familia y la vida Ni una menos es también una exclamación que resuena con fuerza en este vallecito patriarcal que habitamos diariamente (…) atravesado por un conservadurismo religioso y político, así como por redes que se han tejido históricamente entre el Estado y la jerarquía de la Iglesia Católica (…) Este conservadurismo se expresa en la construcción de una identidad salteña asociada a la tradición, a los valores morales y a sentimientos de pertenencia nacional4.

Como dice la docente y antropóloga Andrea Flores, el conservadurismo religioso y político es marca registrada en la provincia. El importante peso de la Iglesia Católica se remonta a la época de la fundación de la ciudad de Salta en 1582 por Hernando de Lerma y se aún hoy conserva injerencia en todos los ámbitos. Aunque hace 132 años que se reglamentó la educación laica en el país, Salta es, desde 2008, una de las tres provincias con enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas. Y fue justamente el Senador Nacional Rodolfo Urtubey, hermano del gobernador, quien en el 2014 propuso y votó por la derogación de la Ley 14205 que establece en su artículo 8 la laicidad limitada. La autoridad máxima de la Iglesia Católica en la provincia, el Arzobispo Monseñor Mario Cargnello, en 2013 se opuso públicamente a la aplicación del protocolo de aborto no punible a una joven violada, y en 2015

sostendría su posición, como parte de Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina6. ¿Qué habrá opinado sobre el caso de Juana? El conservadurismo provincial también se sostiene en la oligarquía nucleada en el tradicional Club 20 de Febrero, símbolo de la cultura tradicional salteña, desde el año 1858. Entre sus presidentes resuenan apellidos de familias conocidas en la historia argentina: Uriburu, Patrón Costas, Figueroa, López Sanabria, por citar solo algunos. El gobernador Juan Manuel Urtubey –exfuncionario del gobierno de Juan Carlos Romero que accedió a su cargo de la mano del Frente para la Victoria– ya va por su tercer mandato en el ejecutivo provincial y se proyecta como presidenciable para las elecciones de 2019. Integra el Opus Dei y la Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida y la Familia y se opone públicamente al aborto, incluso en los casos en que este es no punible. Cuando se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario ninguno de los 6 diputados ni los 3 senadores salteños votó a favor y en los medios circuló que el gobernador había instado a hacerlo en contra.

El clan Urtubey La oligarquía, como planteamos, está fuertemente ligada a las instituciones más retrógradas y rancias, como son la Iglesia y la Justicia. La familia Urtubey, relacionada de lleno al Partido Justicialista, es un claro ejemplo. Al frente están Lía Mera Figueroa, que pertenece a una familia tradicional con tierras y es sobrina de Julio, Ministro del Interior de Carlos Menem, y Rodolfo (padre) Urtubey, quien fuera tres veces electo presidente de la Corte de Justicia de Salta y fiscal del Estado. Rodolfo (h), senador nacional por el PJ y exjuez nacional, es el mayor de los hijos; José Urtubey, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina, es dueño de Celulosa Argentina y la empresa de desmontes JOFA dedicada a “explotar o administrar bosques, forestación y reforestación de tierras”, junto con su hermano Facundo. Ignacio Rigou, tío político de José, preside la planta contaminante de Nitratos de amonio Austin, ubicada en la localidad metanense de El Galpón, con la cual el gobierno provincial firmó en 2010 un contrato por 10 años de gas subsidiado a cifras irrisorias. El suministro del gas lo asegura la empresa estatal Recursos Energéticos y Mineros de Salta S.A (REMSA) que presidía el primo hermano de Juan Manuel, Dalmacio Mera,


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exvice gobernador por el FpV y actual senador nacional por la provincia de Catamarca. Alejandro, otro de los hermanos, es propietario del 33 % de las acciones de la empresa GasNeaSa, que distribuye gas en las provincias de Noroeste y el Noreste de nuestro país. Otro familiar, Miguel Urtubey, es propietario de la empresa minera salteña Midais, que tuvo que dejar el territorio de Famatina, en La Rioja, en 2015 luego de la incansable lucha de vecinos y ambientalistas. La lista de hermanos y familiares ligados al mundo empresarial, los negocios de la tierra, la función pública, la Iglesia, podría ser interminable y ninguno queda exento.

Derecho a la tierra, agronegocios y extractivismo El modelo salteño se mantiene también con los agronegocios y el modelo extractivo, que afectan directamente los intereses de “la otra Salta”, la de los trabajadores y pueblos originarios. Según el censo del año 2010, en la provincia viven 1.214.441 habitantes. El 6,5 % de su población (79.204 personas) se reconoce indígena, casi el triple de la media nacional (2,4 %). De ellos, el 24,9 % (19.722) se autorreconoció perteneciente al pueblo Wichi7. La población indígena vive en condiciones de mayor precariedad y vulnerabilidad: 12 mil habitantes de diferentes comunidades en el campo en situaciones de extrema precariedad y hacinamiento8. Como se mencionó anteriormente, Juana pertenece a las comunidades nucleadas en LhankaHonhat, que habita en los lotes fiscales 14 y 55 en el departamento de Rivadavia. Hace más de 30 años que luchan por el derecho al territorio ancestral y en 1999 su demanda llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En 2014, el decreto provincial 1498/14 estableció la transferencia de 643 mil hectáreas, 400 mil de ellas para 71 comunidades indígenas y 243 mil hectáreas para 400 familias criollas. Sin embargo, hasta hace algunos meses, no se había definido con precisión cuál era la división de esas hectáreas y no se habían entregado los títulos de las tierras. El 29 de mayo pasado, en una nueva provocación mientras el caso de Juana salía a la luz, Urtubey entregaba títulos de propiedad a las familias criollas, dejando pendiente la entrega a las comunidades originarias. Un signo más que muestra qué intereses (no) defiende9. En la actualidad, más de 200 comunidades originarias están en conflicto en todo el país

por causas territoriales y ambientales. Salta está entre las provincias más habitadas por pueblos originarios en la Argentina y que encabeza el ranking con 12 conflictos en los que cerca de 80 comunidades reclaman sus derechos frente al avance de la frontera minera, hidrocarburífera y agropecuaria que avasalla sus territorios10. Según el Ministerio de Medio Ambiente, entre 1998 y 2014 se desmontaron solo en la provincia 1.320.988 hectáreas de bosques nativos. Durante los gobiernos de Urtubey se autorizaron permisos de desmontes por simple pedido de los titulares de las fincas y sin realizar estudios de impacto ambiental y social ni audiencias públicas, violando así la Ley de Bosques. Según Greenpeace esto habilitó la deforestación de 120 mil hectáreas protegidas, casi un tercio de los bosques nativos destruidos en Salta desde la sanción de la ley en 2007. En mayo de este año, comunidades wichi del departamento Rivadavia denunciaron desalojos violentos por parte de bandas armadas de criollos que quieren apropiarse de sus tierras para el avance del agronegocio, con la complicidad de jueces y políticos. El caso del Diputado Nacional y empresario Alfredo Olmedo, conocido como “el rey de la soja” es llamativo. Juan Carlos Romero en 1998, cuando era gobernador, le donó 360 mil hectáreas estatales de Salta Forestal, ubicadas en una zona privilegiada para la producción agropecuaria –con exención de impuestos hasta el 2021–, en el departamento de Anta, que implicaron desmontes y avance contra campesinos de la zona. En 2011 una de sus fincas en la provincia de La Rioja, fue clausurada por irregularidades en las condiciones de trabajo y vivienda de sus trabajadores, originarios de Salta, Formosa y Bolivia, emparentadas con “trabajo esclavo”. El avance minero que afecta a muchas comunidades originarias, no se queda atrás, según el Plan de Desarrollo Estratégico Salta 2030, más de 2 millones de hectáreas fueron concedidas a la exploración y explotación minera para extracción de oro, plata, cobre, plomo, zinc, litio, potasio y uranio. Vale recordar que la Ley de Minería establece ventajas para los inversores en este rubro que implica estabilidad fiscal por 30 años y exención de impuestos para las importaciones. La vulneración de los derechos de los pueblos originarios y de las mujeres son dos caras de la misma moneda. Oligarquía e Iglesia conservan un peso destacado que configura, de

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conjunto, el régimen salteño. Régimen donde las “Juanas” sufren múltiples opresiones por ser niñas, mujeres, pobres y originarias. La vida de las jóvenes más pobres del país no tiene ningún valor para la casta política que gobierna al servicio de los intereses empresariales: funcionarios, legisladores y jueces pisotean, aún más, los pocos derechos conquistados con lucha. La Campaña de justicia para Juana y la pelea por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, se expresan en la fuerza de las mujeres que se organizan en sus lugares de trabajo, de estudio, en los barrios y que tomaron el 3 de junio como un día de lucha contra la violencia contra las mujeres y los femicidios. Y en el grito fuerte por #NiUnaMenos, #JusticiaParaJuana, #LibertadParaBelen.

1. Nombre de fantasía para preservar la identidad real de la menor. 2. Se entiende por tasa de femicidios a la relación entre la cantidad de femicidios y la cantidad de habitantes durante un período determinado. 3. “Fiscal Salteño: ‘Si nos ponemos a hacer pruebas de embarazo ante cada violación, no terminamos más’”, La Izquierda Diario, 6/6/16. 4. Flores, A., “Perturbar el silencio asfixiante de las muertes”, La Izquierda Diario, 2/6/16. 5. “Polémica por la derogación de la educación laica”, Clarín, 30/7/15. 6. “Críticas de la Iglesia a la nueva regulación de abortos no punibles”, Infobae, 23/6/15. 7. Por su cobertura y comparabilidad se utilizan datos del último Censo, pero diversas investigaciones y organizaciones, estiman que el número de originarios en la provincia es mayor. 8. Según los datos el 71,9 % de los hogares con indígenas de Salta habita en viviendas deficitarias y el 22,7 % lo hace en viviendas con hacinamiento crítico, con más de tres personas por cuarto, frente al promedio provincial del 8,9 %. Por su parte, la tasa de desocupación de la población indígena es de 9,1 % frente al 7,6 % provincial, y el 5,9 % nacional. 9. “La función del gobierno es equilibrar las inequidades”, portal del gobierno de Salta, 29/5/16. 10. Ver Picón, A. “Voces de resistencia ante el despojo de ayer y hoy” en IdZ 29, junio 2016.


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Estados unidos

Fotografía: scentofjournalism

Black Lives Matter: ¿nace una nueva generación? CELESTE MURILLO Comité de redacción.

Pocos hubieran anticipado que el episodio más reciente de la lucha contra el racismo en Estados Unidos se desarrollaría bajo el gobierno del primer afroamericano. En agosto de 2014, un policía asesinó a un adolescente negro en Ferguson. Durante diez días consecutivos esa pequeña ciudad de Missouri vio manifestaciones exigiendo justicia. Las protestas se extendieron rápidamente a las principales ciudades del país y pusieron el grito de Black Lives Matter (las vidas negras importan) en las calles. Pero el asesinato de Michael Brown, bisagra y símbolo del movimiento que nacía, no fue ni de lejos el primero, el más escabroso ni el último hecho de brutalidad policial. Ubicado en la “era pos derechos civiles”, el surgimiento de Black Lives Matter puede ser interpretado bajo el prisma del agotamiento

progresivo de la política de ampliación de derechos civiles hacia la comunidad afroamericana. La persistencia del racismo y la desigualdad, que se podría pensar como una “continuidad de la segregación por otros medios”, abrió el camino para una nueva ola de descontento, horadando el relato de una sociedad posracial1 en Estados Unidos que tuvo su punto más alto en la llegada de un presidente negro a la Casa Blanca.

El racismo sigue intacto En esa era “pos derechos civiles”, los estallidos sociales se dieron producto de la brutalidad policial, pero en un contexto caracterizado por la desigualdad social que sufre la comunidad negra: sobrerrepresentados entre los pobres, en la población carcelaria y entre las víctimas de la brutalidad policial.

Uno de los primeros estallidos de esta “era” nos remonta al asesinato de Rodney King en 1992 a manos de la Policía. Las imágenes del asesinato brutal de King encendieron la rebelión de Los Ángeles, que fue reprimida y respondida por el gobierno del demócrata Bill Clinton con una dura reforma del sistema penal2. En 1999 la Policía de Nueva York acribilló a Amadou Diallo, un afroamericano detenido “por portación de cara”, bajo el reinado del Stop-And-Frisk (“detener y cachear”)3. En los meses previos a los atentados de 2001, crecía el cuestionamiento a los arrestos racistas, la brutalidad policial y la discriminación. Pero los meses y años que siguieron vieron una virtual paralización de los movimientos sociales y políticos bajo el terror de la “guerra contra el terrorismo”, que restringió


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las libertades democráticas y bloqueó así cualquier desarrollo posible. En 2005, el huracán Katrina fue una postal del desprecio oficial por la vida de los afroamericanos del gobierno republicano de George W. Bush. Miles de personas negras fueron dejadas a su suerte en Nueva Orleans mientras se inundaba. El alcalde (demócrata) establecía un estado de sitio contra los afroamericanos, que eran señalados como saqueadores, mientras dentro del estadio Superdomo niñas y niños negros pasaban hambre junto a cadáveres en descomposición. En 2006, seis estudiantes negros de Luisiana eran acusados de golpear a un joven blanco que los había amenazado colgando cintas de un árbol recordando los linchamientos. La injusticia y el trato racista que recibieron provocaron movilizaciones en defensa de los “Seis de Jena”, que marcaron el regreso de las protestas callejeras que habían estado ausentes desde 2001. A nivel social, la crisis de 2008 que golpeó con dureza al conjunto de los pobres y la clase trabajadora; para la comunidad negra fue un golpe mucho mayor, del que no han logrado recuperarse al mismo nivel que los blancos. Los afroamericanos siguen duplicando a los blancos en la tasa de pobreza y desempleo. Los hogares cuyo jefe/a es afroamericano tiene un ingreso que representa el 50 % del de un hogar blanco4. Sin embargo, la conmoción social que significó la crisis también alimentó la polarización social y el odio a los afroamericanos que son señalados como los culpables del gran gasto estatal (un estigma que pesa sobre la comunidad negra, especialmente las mujeres, desde los años 1970) y a la comunidad latina migrante como los responsables de las pérdidas de empleo. Ese clima de “miedo blanco” redundó en el reavivamiento de los prejuicios racistas. El gobierno de Barack Obama comenzó marcado por las expectativas de la comunidad negra de que la llegada de “uno de los suyos” a lo más alto del poder institucional marcaría una mejora en sus vidas. Pero poco antes de la asunción, la Policía de Oakland mató al joven afroamericano Oscar Grant. Este asesinato fue una confirmación de lo que vendría. Los dos mandatos de Obama vieron el recrudecimiento de la brutalidad policial, en un contexto de polarización, combinación que contestó rápidamente la ilusión posracial que intentaba instalar. En septiembre de 2011, Troy Davis, un ciudadano negro condenado a muerte por el asesinato de un policía fue ejecutado con inyección letal. Su ejecución provocó vigilias y

confirmó a los ojos de la juventud la parcialidad racista del sistema judicial, que aplicaba castigos ejemplares contra los afroamericanos. Pero si hubo un hecho que hizo estallar la bronca fue la absolución de George Zimmerman, un vigilante barrial blanco que había asesinado en 2012 al adolescente negro Trayvorn Martin. Y aunque el movimiento Occupy Wall Street ya había sido reprimido y desalojado de las principales plazas que ocupaba, se vio revitalizado por las marchas por Martin. En esas movilizaciones nace la consigna “Black Lives Matter”.

La integración a una casa en llamas Con ejemplos opuestos, los debates abiertos por Ferguson y Baltimore (donde la Policía asesinó al joven negro Freddie Gray) mostraron el agotamiento de la estrategia de avance gradual en las instituciones como una vía de terminar con el racismo. Como mencionamos más arriba, Ferguson marcó uno de los puntos de inflexión y de proyección nacional del movimiento. Además de la brutalidad policial, lo que se puso en debate fue la subrepresentación de la comunidad negra en una ciudad donde eran mayoría de la población y sin embargo casi no tenían participación en el gobierno local: aunque representan el 70 % de la ciudad, el alcalde y el jefe de Policía eran blancos, así como 5 de los 6 representantes del Consejo local. Esa disparidad parecía tener un correlato a lo largo de los años en la actitud racista de la Policía: de los arrestos realizados durante un año, el 92 % eran personas afroamericanas5. La subrepresentación negra se volvió parte de la “explicación” del racismo. Y, en consecuencia, reencauzó parte de la energía de movimientos locales, que pusieron en el centro conseguir más autoridades negras en el gobierno. A la vez, fortaleció el “relato” de los líderes del movimiento de derechos civiles, en la actualidad, concentrados casi exclusivamente en el partido Demócrata, que aprovechando su trayectoria, bregaron por una salida institucional. Un año más tarde, la revuelta de Baltimore en 2015, que estalló luego de que Freddie Gray muriera en un hospital después de agonizar varios días bajo custodia policial, mostró la bancarrota de la estrategia de ganar terreno en las instituciones. Baltimore, a diferencia de Ferguson, es un gobierno local con gran peso de autoridades negras, uno de los modelos de integración que apoyaron varios sectores del movimiento de derechos civiles. Como parte de la ampliación de derechos, muchos vieron que la integración de sectores

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negros a las instituciones políticas era una vía para terminar con el racismo. En Baltimore, los afroamericanos ocupan la gran mayoría de los puestos políticos. El “poder negro institucional” se vio en acción durante la crisis abierta con la muerte de Gray: la alcaldesa Stephanie Rawlings-Blake, el jefe de Policía Anthony Batts y hasta la fiscal Marilyn Mosby, que hablaba en primera persona del plural cuando se dirigía a los manifestantes. Además, los afroamericanos ocupan la mayoría de los escaños del Consejo de la Ciudad (8 de 15, incluido el presidente), tienen bajo su control el sistema escolar y ocupan puestos importantes en el Poder Judicial. Aunque el control de Baltimore es a nivel local, la presencia de afroamericanos en cargos de alto rango no es excepcional; nunca antes en la historia de Estados Unidos hubo tantos funcionarios afroamericanos, empezando por el presidente de la Nación. Y sin embargo, aun encabezadas por autoridades negras, las instituciones han mantenido y reproducido los mismos mecanismos de control social y racismo. La confirmación más amarga de la impotencia de la integración de una elite negra llegaría un año después de la “rebelión de Baltimore”, al conocerse la absolución de todos los oficiales acusados por la muerte de Gray. A pesar de la conquista de derechos e incluso de la llegada al poder de sectores oprimidos, el racismo sigue intacto como muestran todas las estadísticas. En pleno siglo XXI el color de la piel de un niño define las probabilidades de vivir en la pobreza; concretamente los niños negros tiene cuatro veces más probabilidades de ser pobres, y por primera vez hay más niños negros pobres que blancos (cuando la comunidad negra solo representa el 13 % de la población)6. El dilema sobre el alcance de la ampliación de derechos no es nuevo ni exclusivo del movimiento negro (de hecho existe un debate similar, con sus especificidades, alrededor de la presencia de mujeres en cargos de alto rango, que se renueva con la posibilidad de que una mujer llegue a la Casa Blanca por primera vez). Se plantea como interrogante cada vez que se cuestiona el orden social y los garantes de ese orden responden “No sean impacientes. ¿No les parece suficiente todo lo que hemos logrado?”. Se presenta a medida que los movimientos consiguen más derechos, sus demandas son reconocidas e integradas a las agendas oficiales, y sin embargo la maquinaria del racismo y la desigualdad sigue intacta. Uno de los principales dirigentes del movimiento que culminó en la proclamación del Acta de Derechos Civiles en 1964, Martin »


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Luther King Jr., reflexionó sobre los efectos relativos que tendría la integración en la sociedad estadounidense, según recuerda el activista y músico Harry Belafonte: Me he dado cuenta de algo que me inquieta profundamente… Hemos luchado durante tanto tiempo por la integración, creo que fue correcto, y sé que triunfaremos. Pero he llegado a creer que nos estamos integrando a una casa en llamas7.

Cualquier persona podría confirmar hoy que las sospechas de King se vieron confirmadas. La comunidad negra conquistaría derechos civiles y acabaría con la segregación racial legal, pero no con el racismo. La rebelión negra que había exigido su ingreso al “sueño americano”, vivía (y sigue viviendo) en la “pesadilla americana”, según las palabras de Malcom X. El racismo estaba tan enquistado en el tejido institucional de Estados Unidos8, que toda modificación parcial sería insuficiente. La generación que da vida a Black Lives Matter entiende mejor que nadie que la casa está llamas hace décadas.

Los desafíos de la nueva generación Las divisiones que surgieron en la comunidad negra en cuanto a cómo combatir el racismo expresaron una brecha generacional y política. La perspectiva de la juventud, sin un futuro de boom económico por delante (como sí lo tenía el naciente movimiento de derechos civiles de posguerra), está lejos de la paciencia y la gradualidad que le exigen los viejos dirigentes negros, concentrados casi exclusivamente en las instituciones como el Caucus Negro del Congreso, la NAACP (siglas en inglés para la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) o instancias similares. Esos líderes, como el reverendo Al Sharpton (asesor del gobierno de Obama), usufructúan su trayectoria no solo para alentar salidas institucionales sino para desautorizar las protestas y la autoorganización, al señalarlas como violentas. En su momento, uno de esos movimientos, Ferguson Action, respondió a las acusaciones de Sharpton y otras figuras, marcando las diferencias que los separaban:

Nos unimos en nombre de Mike Brown, pero nuestras raíces están también en las calles inundadas de Nueva Orleans, en las estaciones ensangrentadas del BART9 de Oakland (…) Así y todo aparentemente no somos respetables. Estamos uno al lado del otro, no delante uno del otro. No dejamos de lado a uno de los nuestros para ganar proximidad con el poder percibido. Porque esa es la única forma en la que ganaremos.

La generación actual nació a la vida política con la llegada del primer presidente afroamericano. Pero la narrativa del propio Obama sobre el racismo fue girando de la ilusión posracial a una defensa más cerrada de la institucionalidad. Esto se vio claramente en sus reacciones respecto de los asesinatos de afroamericanos. Si en 2012, Obama decía que si tuviera un hijo varón se parecería mucho a Trayvon Martin, construyendo una clara empatía con la comunidad negra, el 2016 lo encontró al final de su mandato diciendo que el tiroteo contra Policía de Dallas había sido un “crimen de odio”, equiparándolo con la brutalidad policial racista. Esa operación no solo alentó prejuicios, también actuó desarticulando y debilitando el movimiento. El discurso de una figura como Obama alienta el discurso racista, y permite a reaccionarios como el exalcalde republicano de Nueva York Rudolph Giuliani darse el lujo de acusar de racista al movimiento Black Lives Matter y abonar el prejuicio de que el principal problema de los afroamericanos son otros afroamericanos. La campaña electoral reabrió el debate sobre la relación entre el movimiento negro y el partido demócrata. Black Lives Matter como movimiento no ha apoyado a ninguno de los candidatos de los grandes partidos, lo que demuestra ante todo la dificultad de la dirección tradicional del movimiento negro de imponer su política. Sin embargo varias de sus figuras importantes llamaron a votar por Hillary Clinton en las próximas elecciones. Se apoyan en el miedo que genera la posibilidad de un triunfo del candidato republicano Donald Trump, con un programa populista de derecha y depositario de las frustraciones y prejuicios de los sectores castigados por la crisis.

La independencia se presenta como la única vía para conquistar los derechos que aun son negados y combatir el racismo. Sin duda, construir y fortalecer un movimiento independiente se presenta como el mayor desafío. El control del Partido Demócrata, desde el movimiento de derechos civiles hasta hoy logró, no sin contradicciones, canalizar el descontento y la energía de la comunidad negra, debilitando y marginando a los sectores radicalizados. El seguidismo de los dirigentes al partido demócrata ha desarmado cualquier posibilidad de resistencia en alianza con otros sectores oprimidos, empezando por la clase trabajadora, la comunidad latina, las mujeres y la juventud. Como ya ha mostrado la historia, la comunidad negra tiene en la clase trabajadora, la juventud y la comunidad latina a sus mejores aliados para combatir el racismo, tan integrado al desarrollo capitalista de Estados Unidos que solo podría acabarse con él desmantelando el sistema por completo. 1. C. Murillo y J. A. Gallardo, “Ferguson: ¿El fin de la ilusión posracial?”, IdZ 14, octubre 2014. 2. Este esquema fue precedido y continuado por políticas similares, como parte de la evolución del aparato policial y el sistema penal de represión y criminalización de la población negra. La reforma de Clinton estuvo precedida por la Omnibus Crime and Safe Streets Act, aprobada por el gobierno de Johnson en 1968 (después de la oleada de protestas contra el racismo), y la “guerra contra las drogas” del gobierno de Nixon, fue la estocada final contra el movimiento negro. Para leer más sobre esta política ver, C. Murillo “Guerra contra drogas…”, IdZ 29, mayo 2016. 3. Más sobre Stop-And-Frisk en C. Murillo, “Democracia rigurosamente vigilada”, IdZ 21, julio 2015. 4. “Demographic trends and economic well-being”, Pew Research Center, junio 2016. 5. En base a casos de 2013. “Racial profiling data/2013”, disponible en www.ago.mo.gov (Fiscalía del estado de Missouri). 6. “Black child poverty rate holds steady, even as other groups see declines”, Pew Research Center, 14/04/2015. 7. Citado en K. Taylor, From #BlackLivesMatter to Black Liberation, Chicago, Haymarket, 2016. 8. Ver el artículo sobre historia del movimiento negro en esta revista. 9. Se refiere al asesinato de Oscar Grant, asesinado en una estación del tren de alta velocidad BART que une San Francisco con el Área de la Bahía.


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Aproximaciones a la historia del racismo y la lucha antirracista desde la Guerra Civil a la Segunda Guerra Mundial

EL MUERTO EN EL PLACARD DE ESTADOS UNIDOS Paula Schaller Lic. En Historia y staff del programa Giro a la Izquierda, Córdoba. Javier Musso Juventud PTS.

El discurso hegemónico muestra a Estados Unidos como la tierra de las oportunidades por excelencia, cuna de la democracia moderna y las libertades individuales. Pero la reemergencia del activismo antirracista refleja que lejos de una era “post-racial” el gigante del norte sigue reproduciendo una larga historia donde el racismo siempre fue política de Estado.

La lucha abolicionista Aludiendo a la independencia norteamericana, Howard Zinn acuñó la idea de “independencia sin emancipación” ya que, contrariando la “igualdad natural de las personas” que reza la declaración de los padres fundadores, ni siquiera consagró el elemental principio burgués de igualdad ante la ley, opuesto por el vértice a la relación de producción que hizo de Estados Unidos una gran potencia: la esclavitud. Fue ésta la palanca de Arquímedes del desarrollo norteamericano en las plantaciones algodoneras y tabacaleras que abastecieron al mercado mundial: … en 1790, el Sur producía mil toneladas anuales de algodón, para 1860 había subido ya a un millón de toneladas, mientras que se pasó de 500.000 esclavos a 4 millones1.

El carácter estructural de la esclavitud, sumado al principio de que “el trabajo cuya piel

es blanca no puede emanciparse allí donde se estigmatiza el trabajo de piel negra”2 llevó a Marx –para 1850, principal corresponsal europeo del abolicionista New York Daily Tribune– a postular la abolición de la esclavitud como factor central de la guerra y la revolución norteamericana: la expropiación de 4 millones de esclavos significaría en materia económica la mayor expropiación de propiedad privada en la historia, y liberar a los esclavos crearía condiciones mucho más favorables para organizar a la clase obrera en su lucha contra el capitalismo. En función de esto, fue uno de los grandes promotores del apoyo de la recientemente creada AIT a la causa de La Unión contra los Confederados esclavistas en la Guerra de Secesión (18611865), desafiando el moderantismo hasta del propio Lincoln que hasta que no se reveló como necesidad militar se negó a hacer de la abolición de la esclavitud el factor central de la guerra contra el Sur3.

Reconstrucción a la burguesa: el régimen “Jim Crow” Luego de la guerra comenzó un período conocido como la Reconstrucción, abocado a redefinir las relaciones de producción sureñas, reintegrar los estados secesionados y establecer la condición jurídica de los libertos, entre otras cuestiones. Una vez que la burguesía norteña impuso su dominio político-económico

sobre los esclavistas sureños, sirviéndose del enorme impulso de las masas populares, negras en buena medida, el peligro de una potencial unidad de la clase obrera en el contexto del impacto de la crisis capitalista de 1873 y del ascenso huelguístico en las ciudades del Norte que sobrevino a la guerra llevó a las clases dominantes a establecer un pacto reaccionario que implicó la institucionalización del racismo. Para 1877 el Ejército federal se retiró de los estados sureños ocupados, habilitando el desencadenamiento del terror blanco, cuya máxima expresión fue el Ku Klux Klan, organización paramilitar creada en 1865 bajo el programa del retorno a la esclavitud y el supremacismo blanco. Muchos antiguos esclavistas recuperaron sus plantaciones y, aunque no restablecieron la esclavitud, eliminaron el derecho al voto recién conquistado de los libertos, sometiéndolos a un régimen semi-feudal de aparcería. Es por esto que William Du Bois, intelectual del movimiento negro4, planteó en su clásico Black Reconstruction (1935) que la ausencia de una alianza de clases entre los trabajadores blancos y negros post guerra civil permitió el triunfo de la ideología de la supremacía blanca, implicando el fracaso de la Reconstrucción en tanto integración racial. Tomando la idea podríamos decir que, producto de la radicalización política del proletariado que sobrevino a la guerra civil, para la burguesía fue necesario definir los términos »


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de la etapa post-esclavista en términos contrarrevolucionarios, cediendo parte de los aspectos democrático-formales de su dominio como forma de consolidarlo obturando una posible alianza de clase en su contra. El historiador David Brian, en este sentido, sostiene que pese al triunfo de las relaciones sociales de la burguesía norteña, el Sur es el que salió “ideológicamente victorioso” de la guerra civil, prevaleciendo la lectura racista de los Estados Confederados institucionalizada bajo el régimen segregacionista conocido como “Jim Crow”, conjunto de leyes que comenzaron a aprobarse en la década de 1870 para retrotraer las leyes federales de la inmediata postguerra que reconocían ciertos derechos civiles a los libertos. En los Estados sureños implicaron la prohibición legal del derecho al voto y mecanismos de segregación en el espacio público bajo la idea “separados pero iguales”, pero también en el norte se practicaron, sino de iure, si de hecho.

Racismo y organizaciones del movimiento obrero Este racismo institucionalizado tuvo el objetivo directo de dividir las filas de la clase obrera y rebajar el costo de la fuerza de trabajo sobre-explotando a la clase obrera negra. Para esto, las clases dominantes difundieron el estereotipo del negro como haragán, anti-trabajador, lo que caló en la subjetividad obrera blanca, incluso sus estratos bajos como los inmigrantes católicos irlandeses, que pese a ser minoría oprimida tenían un status superior a los negros en la escala social y laboral. El racismo fue un componente central en la formación de la conciencia de la clase obrera norteamericana a fines del siglo XIX. A esto contribuyó activamente el modelo sindical naciente: la American Federation of Labour (AFL), creada en 1886, se consolidó como sindicato exclusivo: hombres, blancos, en su mayoría cualificados, que para 1910 agrupaba a un 80 % de la clase obrera norteamericana5. Contra este exclusivismo sindical nació en 1905 el sindicato Industrial Workers of the World (IWW) fundado por socialistas, anarquistas y sindicalistas radicales que se proponía organizar a la clase obrera en un sindicato único sin distinciones de raza, sexo

ni cualificación. Pese a que fue una expresión organizativa minoritaria mostraba tendencias a combatir el racismo al interior de la clase obrera y permitió destacarse a dirigentes como James P. Cannon, que tras unirse al IWW en 1911 se convirtió en líder del ala izquierda del Partido Socialista y en 1919 fundó el Partido Comunista Americano hasta su expulsión en 1928 por trotskista, para luego fundar el Socialist Workers Party (SWP). Si bien en el PS había una minoría de militantes negros, expresaba las mismas contradicciones que la Segunda Internacional albergaba en torno a la cuestión colonial: si esta contenía alas abiertamente colonialistas (como el holandés Van Kol), el PS norteamericano incluía dirigentes abiertamente racistas, tales como Víctor Berger, convertido en 1910 en el primer Socialista elegido para la Cámara de Representantes. En función de esta contradicción, así como la Segunda Internacional no formuló un programa específico para la cuestión colonial, el socialismo norteamericano tampoco lo hizo para la cuestión negra, … el movimiento socialista anterior (…) jamás reconoció ninguna necesidad de un programa especial sobre la cuestión negra. Esta fue considerada pura y sencillamente como un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas; no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo –señaló Cannon6.

Gran Migración y lucha antirracista Luego de una primera etapa, a comienzos del siglo XX, donde el activismo negro se canalizó a través de las iglesias negras, que proporcionaron redes de difusión al interior de la comunidad negra sureña, y la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color-National Association for the Advancement of Colored People (NAACP)7, la Primera Guerra Mundial y su gran demanda de brazos para trabajar implicó transformaciones demográficas que repercutieron en el movimiento negro. Esta llevó a la Gran Migración Negra (Great Migration) hacia el norte: entre 1910 y 1930 migraron cerca de 1,5 millones8, creciendo la población negra un

40 % en los estados septentrionales. Esta urbanización de la clase obrera negra mejoró su nivel cultural, inferior al de la clase obrera blanca por los efectos de la segregación pero muy superior al del entorno rural sureño, lo que repercutió en su conciencia política. Una vez terminada la guerra, el retorno de las tropas ocasionó tensiones raciales en las ciudades, comenzando a extenderse los linchamientos producto del aumento de la competencia en el mercado laboral. Adicionalmente, en el último tramo de la guerra y al finalizar esta, los negros fueron usados como esquiroles para romper las huelgas de los trabajadores blancos, como sucedió, por ejemplo, en 1917 en Saint Louis, donde un número no determinado de trabajadores negros, contratados por la industria St. Louis en reemplazo de huelguistas blancos, fueron masacrados por estos. En este contexto en 1919 se desató lo que el activista afroamericano de la NAACP James W. Johnson denominó como Verano Rojo (Red Summer), una serie ataques racistas ocurridos en más de 30 ciudades norteamericanas con un saldo no establecido de muertos9. Ante la cómplice pasividad de las autoridades comenzaron a organizarse en Chicago patrullas de autodefensa armadas de los negros, tempranas antecesoras de las Panteras Negras, uno de cuyos organizadores fue Harry Haywood, quien luego sería uno de los principales referentes afroamericanos del Partido Comunista Americano y teórico de la cuestión negra. En este contexto de extensión nacional de la violencia, creció para la década del ‘20 el predicamento de quienes planteaban el retorno a África como salida para la comunidad negra. Entre ellos destacó el empresario jamaiquino Marcus Garvey, referente del panafricanismo10 que fundó la UNIA (Asociación para el Avance Negro Universal), señalada por muchos como el primer gran movimiento de masas negras. Esta atrajo a los inmigrantes negros sureños y de las Antillas con el objetivo de montar un proyecto de emigración hacia Liberia, donde la empresa American Colonization Society (ACS) compró tierras y envió a unos 15 mil afroamericanos, negocio al que Garvey se sumó creando compañías de transporte marítimo para el viaje11. Lejos


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de toda perspectiva de lucha de clases, esto empalmaba con la política de sectores de la burguesía norteamericana que querían resolver el “problema negro” haciéndolos emigrar, idea que se remonta a fines del siglo XVIII como ideal hegemónico entre los abolicionistas, que muy lejos estaban de propugnar la integración social y racial al interior de Estados Unidos.

Revolución Rusa y cuestión negra En este contexto, la experiencia de la Revolución Rusa y la política bolchevique de autodeterminación de las nacionalidades oprimidas animaron un importante cambio de práctica y programa sobre la cuestión negra. Surgido en 1919, el Partido Comunista de Estados Unidos (Communist Party of the United States of America), jugó hacia fines de la década del ‘20 y los ‘30 un importante papel en la lucha por los derechos negros. En las “Tesis sobre la Cuestión negra” del IV Congreso de la III Internacional de 1922 se avanzó en el reconocimiento del problema de la opresión negra como cuestión central de la lucha obrera anticapitalista, postulando la necesidad de aplicar a esta las “Tesis sobre la cuestión colonial”, es decir, considerando la cuestión negra desde la misma óptica que las naciones oprimidas. Basado en estas el V Congreso del año 1924 avanzó en formular programáticamente la autodeterminación como política para los negros. Relata Cannon: Los comunistas estadounidenses de los primeros días, bajo la influencia y presión de los rusos, estaban aprendiendo (…) a asimilar la nueva teoría de la cuestión negra como una cuestión especial de gente doblemente explotada y relegada a ser ciudadanos de segunda clase, que requería un programa de demandas especiales como parte del programa general; y a empezar a hacer algo sobre esta cuestión12.

Pese a que estos avances programáticos animados por la Revolución Rusa no significaron avances organizativos del CPUSA al interior de la comunidad negra a inicios de los ‘20, sentaron las bases para el salto que dio a finales de esta, dirigiendo luchas de los obreros negros desempleados, peleando por el

acceso a la vivienda, organizando secciones especiales en los sindicatos (con fuerte expansión entre aparceros de Alabama y obreros de Carolina del Norte). Esto se combinó con hitos en la lucha contra el racismo como la campaña nacional e internacional que emprendió el CPUSA en el juicio de Scottsboro, donde nueve adolescentes negros fueron acusados falsamente de violar dos mujeres blancas en Alabama. En las elecciones de 1932 se convirtió en el primer partido norteamericano en llevar a un candidato a vicepresidente negro, James Ford, quien también se presentó en 1936 y 1940. Pero estas peleas progresivas del CPUSA en los ‘30 no solo fueron llevadas detrás de una política de apoyo a EE. UU. en la Segunda Guerra sino que se subordinaron a un viraje programático abierto en el VI Congreso de una Internacional ya plenamente stalinizada. Este desvirtuó el programa de autodeterminación bajo el contenido del planteo de la secesión política, cuestión que Harry Haywood, dirigente del CPUSA, precisó en las llamadas “Tesis del Cinturón Negro” que postulaban que los negros, en tanto nación oprimida, debían formar su Estado al sur del país. Contra estas tesis, Trotsky dirá que “es como si los blancos le dijeran a los negros ustedes deben constituir vuestro ghetto”, y no casualmente era apoyada por parte de la burguesía resistente a la integración racial. Por el contrario, Trotsky entendía la autodeterminación como política democrática central para traccionar al activismo negro hacia la lucha revolucionaria. Al comienzo de los ‘30 debatió con dirigentes del SWP que se oponían a la consigna de autodeterminación planteando: No podemos decirles de constituir un estado (…) No podemos tampoco decirles “quédense aquí al precio del progreso económico”. Sí podemos decirles: “está en Uds. decidir. Si Uds. quieren tomar una parte del país, estará bien. Pero nosotros no queremos decidir por Uds.” (...) Yo no propongo que el partido defienda, ni que inyecte la idea de la autodeterminación. Solamente que proclame nuestro deber de apoyar la lucha por la autodeterminación, si los negros mismos la reivindican. No se trata

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de nuestros camaradas negros. Se trata de 13 o 14 millones de negros (...) Nuestros camaradas negros pueden decir: la IV Internacional dice que si queremos ser independientes, ella nos ayudará de todas las maneras posibles, pero está en nosotros elegir. Mientras tanto, yo, en tanto negro miembro de la IV Internacional, pienso que debemos permanecer en el mismo estado que los blancos13.

Estas polémicas programáticas consolidaron los cimientos de la posición marxista-revolucionaria ante la cuestión negra, y revelarían su trascendencia histórica a partir de la segunda posguerra, que abrió paso al auge del activismo negro bajo distintas estrategias políticas, como desarrollaremos en un próximo artículo.

1. Zinn, Howard, La otra historia de Estados Unidos, México DF, Siglo XXI, 2010, p. 130 2. Marx, Karl, El Capital: crítica de la economía política, 1 vol., México DF, Siglo XXI, 2012, p. 363. 3. Ver De Francisco, Andrés (comp.), Guerra y Emancipación, Lincoln & Marx, Madrid, Capitán Swing, 2013. 4. Referente de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color. 5. Zinn, Howard, Op. cit., p. 244. 6. Cannon, James, “La Revolución rusa y el movimiento negro estadounidense”, International Socialist Review, 1959. 7. Esta organización, que nucleó a la intelectualidad anti segregacionista, fue muy activa a lo largo del siglo impulsando debates y campañas contra la segregación desde una estrategia de presión legal a las instituciones. 8. AA.VV., Los racismos políticos, Nova Terra, 1968, p. 188. 9. Pozzi, Pablo, Nigra, Fabio (comps.) Huellas imperiales, de la crisis de 1929 hasta el primer presidente negro, Bs. As., Imago Mundi, 2013, p. 286. 10. Corriente que promueve la necesidad del hermanamiento africano y la unidad de África bajo un Estado soberano para los africanos. 11. Paim, Márcio, “Pan africanismo, tendências políticas, Sankofa”. Revista de História da África e de Estudos da Diáspora Africana, Julho/2014, p. 98. 12. Cannon, Op. cit. 13. Trotsky, León, “Autodeterminación para los negros americanos”, Oeuvres, T. XXI.


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IDEAS & DEBATES

Entrevista a Kevin B. Anderson

Marx en los márgenes del capitalismo ¿Solo clases y capitalismo? La obra de Marx es más rica que sus simplificaciones interesadas. Hablamos con Kevin B. Anderson de las demandas de los pueblos oprimidos y la intersección dialéctica entre raza, clase y género en la obra menos conocida de Marx. IdZ: En tu libro investigaste todos los textos en los que Marx abordó las sociedades que, de una u otra forma, se encontraban “en los márgenes” del capitalismo del siglo XIX. ¿Por qué tu investigación aporta un punto de vista novedoso sobre el conjunto del pensamiento de Marx? No creo que todo lo que dice el libro sea nuevo. Pero cuando reunimos todas las ideas surge algo nuevo. Algunas de las cosas que trato, como los escritos de Marx sobre la India, o Irlanda, son muy conocidas. Los escritos sobre la guerra civil en Estados Unidos

son conocidos en Estados Unidos pero no fuera de allí. Lo mismo vale para los escritos sobre Polonia. Y luego sus escritos tardíos, que probablemente no sean muy conocidos en ningún lado. Si reunimos todo esto tenemos algo nuevo, porque se puede ver que la medida en que Marx se dedicó a tratar el estudio de las sociedades fuera de Europa occidental no es menor. IdZ: ¿Cuáles son tus fuentes? La mayoría de las fuentes están en Collected Works de Marx en idioma inglés, del cual

se dispone una edición similar en alemán, y también Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA), que cuenta con más de 30 volúmenes. A esto se agregan algunos cuadernos inéditos, que eventualmente integrarán el MEGA. Pero me gustaría mencionar que incluso algunos escritos de Marx en inglés, como sus artículos del New York Tribune –una de mis fuentes– no han estado disponibles hasta hace 20 años en su elaboración original de Marx, que no era en inglés. La gente no sabe que muchas de esas publicaciones eran originalmente en alemán. El acceso a los Collected Works


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en alemán es fundamental, así que es con eso que trabajé. Creo que lo más novedoso son los cuadernos escritos al final de su vida. Ahí están los hallazgos principales. IdZ: ¿Por qué estas publicaciones son menos conocidas y cómo nos ayudan a comprender el marxismo? El aparato estalinista ha publicado los libros de Marx de acuerdo a su propia ideología. Tenían su propia interpretación de Marx, mecanicista o incluso desarrollista. Esto se expresa marcadamente en la manera en que fueron editados los textos. Además está la cuestión de la interpretación que hace Engels de Marx, en muchos casos debatida. Cuando miramos El Capital, los tomos 2 y 3 de El Capital fueron directamente preparados por Engels. Pero incluso en el caso del tomo I vemos que después de la muerte de Marx ocurren varios cambios en el libro, tomados por decisiones de Engels (en la 3.ra y 4.ta ediciones; NdR). Entiendo que en español existe una primera edición crítica de Siglo XXI, que da cuenta de estos sucesivos cambios. No fue hasta que se publicó el volumen de MEGA en los ‘90, que se pudieron conocer estas sesenta páginas que suman textos alternativos en el volumen 1 de El Capital. Entonces, hay por un lado cuestiones ideológicas. Todo el proyecto de publicar a Marx en la URSS tenía un montón de dificultades. En los años ‘30 y ‘40 por la represión y la guerra. Este objetivo no se va a retomar hasta los años ‘50 y ‘60, e incluso entonces se hará bajo estas estructuras ideológicas. IdZ: En tu libro hablás de algunos de los equívocos sobre Marx que se han popularizado, especialmente en la academia –como ser que tenía una visión eurocentrista– y polemizás con la crítica de Edward Said en Orientalismo analizando los escritos de Marx sobre India, Indonesia y China. ¿Por qué la lectura de Said y de los estudios poscoloniales es errónea con respecto a Marx? Sí, creo que este marxismo más antiguo y más mecanicista y los estudios poscoloniales, aunque difieren violentamente, concuerdan en lo que dicen de Marx sus críticos, solo que a uno le gusta y al otro no. En mi libro profundizo en ese debate. Y el libro ciertamente comenzó como una respuesta a gente como Edward Said, una respuesta a su crítica. Pero a medida que estudié más profundamente su obra, encontré que coincidía con algunas de sus críticas. Hay algunas partes de Marx, como el Manifiesto Comunista, en las que se

refiere a China como la civilización más bárbara. Ese es el punto de vista del colonialismo europeo. Eso es problemático. Pero el argumento de mi libro es que hay una evolución en el pensamiento de Marx en la que se distanciaba de esa clase de ideas y de la visión del capitalismo, por no hablar del colonialismo, como progresivo. Se ve en el período de 1848 a 1853, pero incluso para 1857 o 1856 empieza a apoyar los levantamientos en China contra los británicos y empieza a cambiar de actitud respecto de las civilizaciones asiáticas. Ya no las ve como atrasadas de la misma manera en que veía a la India a principios de los años ‘50 y en los años ‘40. IdZ: Tu trabajo permite abordar algunos temas que están en el centro de los debates teóricos y académicos de izquierda, como los entrelazamientos entre clase, Nación, raza, etnicidad y género en una perspectiva histórica. En relación a la Guerra Civil de Estados Unidos, ¿por qué señalas que los textos de Marx permiten pensar teóricamente la intersección entre clase y raza? Ferdinand Lassalle dijo que según la crítica de Marx, más allá de la clase trabajadora, había otras clases que formaban una masa reaccionaria. Entonces todos los campesinos y otros grupos serían reaccionarios y los problemas de raza, grupo étnico o género tendrían que estar subordinados a la clase. En un sentido es cierto, pero se puede volver muy esquemático. Obviamente cualquier relación social existe en el contexto del modo de producción, que es el capitalismo y su estructura de clase: la familia, el género, lo que sea. Pero eso no significa que tengamos que ser deterministas en cuanto a la clase. Y Marx no lo era, porque Marx apoyaba una guerra que era el poder de la industrialización burguesa contra el sur, que tenía otro tipo de capitalismo, estados esclavistas, agricultura, plantaciones… Y apoya plenamente al norte en la guerra, aunque el norte iba a llevar el capitalismo, o una forma más desarrollada de capitalismo, a los EE. UU. En primer lugar porque le interesaba la clase trabajadora, obviamente, y en EE. UU., ¿cómo puede haber un movimiento de la clase trabajadora cuando la mitad de los trabajadores de la producción estaban esclavizados y la otra mitad era formalmente libre y tenía el derecho legal de formar sindicatos? Cuando se elimine el hecho de que el trabajo esclavo compita con el trabajo formalmente libre –no quiero decir que era totalmente libre, el trabajo libre nunca es completamente libre–. Entonces Marx

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hace estas formulaciones según las cuales el trabajo blanco no puede ser libre si el trabajo negro está esclavizado. Y mientras que no haya unidad de clase entre las distintas razas, no hay mucha posibilidad de un movimiento serio de los trabajadores –incluso hoy, en el año 2016, tenemos a Trump que apela explícitamente a los trabajadores blancos. Hay un argumento económico, pero también hay un gran argumento racial según el cual están llegando inmigrantes y nuestro viejo país, EE. UU., está siendo tomado por esta gente extranjera, gente de color, etc.–. Entonces, la pervivencia de esas diferenciaciones en las clases trabajadoras, (en EE. UU. la clase trabajadora de hoy es mitad negra y latina), es una de las razones por las que el capital ha podido pisotear a los trabajadores en tantos períodos de la historia de EE. UU. Marx ya estaba pensando en eso en las décadas de 1850 y 1860 cuando veía EE. UU. También lo veía en Irlanda y en Gran Bretaña. En sus escritos sobre Irlanda es mucho más explícito. Decía que los ingleses nunca iban a lograr nada en términos del movimiento de la clase trabajadora hasta que Irlanda fuera libre. Porque los prejuicios contra los irlandeses eran tóxicos para la conciencia social del mundo de habla inglesa, los unía al Estado del capital y disminuía su conciencia de clase. Entonces Marx sí diferenciaba a la clase trabajadora por raza y género. Él era muy consciente de eso, muy concreto en su análisis. IdZ: La recepción de esta cuestión en la izquierda norteamericana tiene una interesante historia. A partir de que en la década del ‘30, el movimiento obrero norteamericano comienza a mostrar una mayor unidad en la lucha y en el marxismo aparecen nuevos aportes como los de W. Du Bois, los trotskistas norteamericanos C.R.L. James y Raya Dunayevskaya. ¿Cuáles son los aportes que ellos hacen para pensar una nueva dialéctica entre raza y clase en el marxismo? En primer lugar, Web Du Bois no solo escribía sobre raza y clase en EE. UU., sino que fue una de las primeras personas en escribir sobre lo que Marx había dicho sobre eso en sus escritos sobre la Guerra Civil. En 1935, cuando Du Bois publicó Black Reconstruction, es muy explícito no solo en un análisis marxista, sino que utiliza a Marx para analizar la Guerra Civil y llega a conclusiones similares a las de Marx. Supongo que hay una gran excepción: que Marx no escribió mucho sobre la Reconstrucción después de la Guerra »


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Civil. Lo que ve Du Bois, creo que correctamente, es que hubo una oportunidad perdida, porque habían habido muchos elementos de unidad de clase entre razas en la era posterior a la Reconstrucción. Pero eso se vio frustrado cuando se consolidó la alianza entre la agricultura y la industria. En cuanto a C.L.R. James tengo una conexión mayor, porque mi mentora, Raya Dunayevskaya, trabajó estrechamente con él desde 1941 hasta 1955. Este tema lo abordo en la segunda edición de Marx at the Margins. En la década de 1940 tenían un análisis dialéctico que interconectaba raza, clase y género de una manera que no lo habían hecho la mayoría de los marxistas en su tiempo. Y además se beneficiaban de algunos de los análisis de Lenin sobre el colonialismo. Y Trotsky tiene un diálogo muy interesante con C.L.R. James sobre la cuestión de los negros en EE. UU. James entra a la conversación con una perspectiva más bien reduccionista de clase en 1939 y Trotsky era

KEVIN ANDERSON Kevin B. Anderson es profesor de sociología, ciencias políticas y estudios feministas en la Universidad de California, Santa Bárbara. Tiene una maestría y un doctorado en Sociología CUNY (City University of New York), y una licenciatura en Historia en el Trinity College, Hartford. Escribió o editó 9 libros y 40 artículos, entre los cuales se encuentran Marx at the Margins: On Nationalism, Ethnicity, and Non-Western Societies (Marx en los márgenes: nacionalismo, etnicidad y sociedades no occidentales) (2010) y Foucault and the Iranian Revolution: Gender and the Seductions of Islamism (Foucault y la Revolución Iraní: género y seducción en el islamismo) junto a Janet Afary, por el que ganó el premio al mejor libro de Estudios de la Mujer Iraní en 2006. Escribe desde una perspectiva marxista-humanista, siguiendo a su mentora Raya Dunayevskaya, quien fue secretaria de Trotsky, aunque después se distanció de sus ideas. Su trabajo se centra en la teoría marxista, teoría crítica, postestructuralista y las tradiciones post-coloniales, y las intersecciones de clase, raza y género con la teoría social.

el que tenía una perspectiva más amplia. Y educó a James sobre la necesidad de una perspectiva más matizada de raza y clase. Entonces, esa era parte de la tradición trotskista en EE. UU. en los años ‘40 y ‘50. Luego C.L.R. James y Raya Dunayevskaya tomaron caminos separados, pero no había una diferencia fundamental en cuanto a muchos de estos problemas. Probablemente Dunayevskaya enfatizaba un poco más los movimientos de base, mientras que Du Bois y James estaban más interesados en líderes como Nkrumah1, y eran un poco menos críticos de algunos de esos líderes africanos y afroamericanos. Pero el marco, en realidad, es bastante similar. IdZ: Ya que mencionaste a Trump y las elecciones, ¿qué pensás que nos puede ofrecer esta visión del marxismo para entender el contexto político en el que vivimos hoy? Creo que en los últimos años en EE. UU. hemos tenido la campaña de Sanders que galvanizó a millones, principalmente a los jóvenes, y luego tuvimos el movimiento Black Lives Matter, que galvanizó a decenas de millones, principalmente a los negros, pero también a gente de otras razas y grupos étnicos. En estos movimientos, aunque estaban interconectados en cierta medida, no había una gran conexión. Y creo que eso es algo que hay que pensar, tratar de encararlo. Este es un viejo problema en EE. UU. y en otros países –la mayoría de los países– que tienen grupos raciales y étnicos oprimidos. No puede reducirse todo a la desigualdad económica. Al mismo tiempo, no puede reducirse todo a raza, porque después de todo, en el caso de Baltimore, tres de los seis policías que mataron a Freddie Gray son negros. El juez que los sobreseyó era negro. Un pequeño porcentaje de los negros son parte de la estructura de poder de la sociedad capitalista. IdZ: Pasando a tus estudios sobre la comuna rural y las sociedades precapitalistas, señalás que Marx tiene una visión multilineal de la historia (en los Grundrisse, entre otros trabajos) y esto incluye investigaciones sobre Latinoamérica. ¿En qué consiste esa visión y cuáles son las fuentes que utilizaste para esto? Yo diría que lo que dice sobre Latinoamérica no es tan interesante como lo que dice sobre la India. En primer lugar, escribe mucho menos sobre Latinoamérica. En la década de 1850 escribe un ensayo sobre Simón Bolívar que lo retrata como un bonapartista. Es muy interesante ver eso. El aparato estalinista por fin lo publicó, ¡y no dicen en el título que es Bolívar! Ponen otro de sus nombres (el nombre completo de Bolívar es Simón José Antonio de la Santísima Trinidad

Bolívar Ponte y Palacios Blanco, NdR) pero no dicen que es Simón. Yo lo menciono en mi libro. Y es muy negativo, creo que ha sido una vergüenza para los marxistas latinoamericanos. Tenemos que ver eso de manera similar a como vemos sus primeros escritos sobre India. En primer lugar, la Guerra Civil en EE. UU. tiene lugar en la misma época en la que Bonaparte mandó a Maximiliano a México y no solo Marx, sino todos los progresistas en EE. UU. y en el exterior, estaban muy preocupados por eso. Les preocupaba que Maximiliano, con la ayuda de un país poderoso como Francia, apoyara al Sur y cambiara el equilibrio de la Guerra Civil. Entonces lo que encontrás aún hoy en México, según lo que entiendo yo, es que Abraham Lincoln es uno de los pocos presidentes de los EE. UU. que tiene cierta popularidad en México. En primer lugar, se opuso a la Guerra contra México (1846-1848, NdR). En segundo lugar, EE. UU. apoyaba fuertemente a Juárez en ese momento, para debilitar a Bonaparte. Ellos tenían miedo de que se uniera al Sur. Marx tiene algunos escritos sobre eso que están en el libro Marx y la Guerra Civil en EE. UU. En segundo lugar, en sus cuadernos en la última etapa de su vida, hay cierta discusión sobre sociedades indígenas en América Latina, y también hay cierta discusión sobre la Latinoamérica precolonial y colonial, pero muy brevemente. Pero hay unas notas sobre el siglo XV, que no sé si están publicadas en español, donde habla de la propiedad comunal y las relaciones sociales2. Analiza eso y cuando llegaron los españoles, examina un poco la esclavitud y la esclavización inicial de los indígenas. De todas maneras, la Iglesia se opuso a la esclavización de los indígenas americanos y lograron que el rey coincidiera, entonces esclavizaron a los africanos. Es interesante que Marx parece tener cierto interés en la persistencia de esas relaciones sociales comunales en Sudamérica, incluso bajo el colonialismo. Y nunca lo dice explícitamente, pero es en los mismos escritos en los que habla de Rusia e India y de sus comunas, en el mismo período. Entonces menciono en Marx at the Margins que probablemente vea eso como fuente de resistencia contra el capital que se podría aliar con el movimiento europeo. Durante el mismo período, analiza la aldea rusa... bueno, lo dice incluso en el prefacio del Manifiesto Comunista de 1882, que quizás la aldea comunal rusa podría convertirse en una fuente de revolución que podría unirse al proletariado de Occidente. IdZ: En tu libro mencionas la teoría del desarrollo desigual y combinado. ¿Qué


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relación ves entre los desarrollos multilineales que encontrás en Marx y la teoría de Trotsky? Hay una conexión entre las dos, que es que, como dijo Trotsky, el eslabón más débil podría ser donde comience la revolución mundial. Eso es exactamente el tipo de cosas que decía Marx. En 1882 decía que si se produce una revolución rusa con la ayuda del proletariado de Europa Occidental, podría tener éxito. Pero no es maoísta tampoco. No dice que pueda tener éxito por sí sola, en el sentido del socialismo en un país. En ese sentido, creo que hay muchos puntos en común con Trotsky. Claro que Trotsky no conoce los escritos de Marx cuando formula eso. No solo los estalinistas, sino que los marxistas rusos de la generación posterior a Marx no estaban muy interesados en ese tipo de cosas, argumentaban que Rusia se había industrializado tanto que para entonces que ya no era muy relevante. Pero, por supuesto, el argumento posterior es que incluso bajo la industrialización, algunas de esas relaciones sociales persisten. Se argumentan esas cosas en cuanto a Bolivia, los centros urbanos de Bolivia. Y en lo que creo que Marx difiere de Trotsky es que Marx tuvo mucha confianza en el campesinado como sujeto revolucionario. Pero Trotsky… aún no estoy tan familiarizado con su obra como con la de Marx, pero creo que está un poco preso de la vieja interpretación de Kautsky, de que los campesinos son esencialmente conservadores. Y hay ciertas cosas que dice Marx que podrían reforzar eso, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Y eso es algo que toma Edward Said, pero no creo que eso sea representativo del conjunto de los escritos de Marx. Ese fue el campesinado francés en una coyuntura particular, cuando eran parte de la base de apoyo al bonapartismo. Pero eso no significaba que fuera así siempre, porque Marx en su análisis de la Comuna de París decía que su derrota fue en parte consecuencia del hecho de que no habían logrado el apoyo del campesinado. IdZ: En las conclusiones de Marx at the margins mostrás que la teoría del cambio social en Marx no está basada exclusivamente sobre las clases sino en una intersección entre clase, etnicidad, raza y nacionalismo. Si en tiempos de Marx la revolución en las dos sociedades capitalistas más importantes y poderosas, como Gran Bretaña y EE. UU., requería pensar en los vínculos indisociables entre la lucha del proletariado y la causa irlandesa o la causa abolicionista de la esclavitud, actualmente ¿qué enseñanzas puede aportarnos “este” Marx para pensar las luchas por la emancipación cuando

asistimos a la crisis de la Europa del capital y a importantes problemas raciales y con las poblaciones migrantes en la sociedad norteamericana? Si hablamos de Francia por ejemplo, un país con el que estoy familiarizado, tenemos en los últimos 6 meses más o menos un fuerte movimiento a la derecha después de los ataques terroristas, seguido por la islamofobia explotada por los políticos, y un sentimiento antiinmigrante que se apodera de los ciudadanos. Estamos ante la posibilidad de que un gobierno muy de derecha se haga con el poder en las próximas elecciones. Al mismo tiempo el gobierno actual está tomando medidas neoliberales, en lo económico, que están siendo enfrentadas por los trabajadores, este movimiento de estudiantes y jóvenes, y creo que no se está haciendo demasiado esfuerzo en Francia de parte de la izquierda para llegar a los inmigrantes y las comunidades étnicas, no creo que tengan que priorizarlo, hacerlo lo central, pero sí llegar a una intersección. Marx en los márgenes fue publicado en francés, y ese es uno de los motivos por el que estaban interesados en publicarlo. Mientras que en la izquierda estadounidense la situación es más bien la contraria, son tan “interseccionales” que el concepto de clase desaparece. Incluso el término interseccionalidad no es del todo satisfactorio. La interseccionalidad es como cruzar muchos grupos (o bloques) en otra dirección. Estoy más interesado en la coalescencia de estos grupos, no que la identidad desaparezca… Creo que interseccionalidad es un concepto muy débil; en términos del tipo de unión, tiene esta debilidad, una “falta de propósito”. Otra palabra es posible. Es muy débil, es una formulación muy débil la de interseccionalidad.

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nota los altibajos: en sus cuadernos toma nota del rol de las mujeres en la antigua Grecia, las mujeres en la antigua Grecia eran muy subordinadas, casi como en la sociedad arábiga. Otra cosa que a veces permanece en las posiciones de Engels es que un movimiento independiente de mujeres no es realmente necesario porque en un punto, todo tiene que ver con la estructura de clases, y para combatir esta opresión debemos liberarnos del capitalismo antes que del patriarcado. La clase social, los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, y la opresión de la mujer están muy relacionadas a la propiedad privada y el Estado. Creo que tendría que haber más reconocimiento de que para Marx hay una posibilidad de que un movimiento independiente de mujeres no basado en una orientación de clase, bajo el capitalismo, conquiste algunas demandas. Pero considera que debemos movernos en esa dirección para que intente aliarse a la clase obrera en la medida de lo posible. Hay una visión ligeramente reduccionista de Engels en este sentido respecto de Marx. IdZ: Acá en Argentina tenemos un grupo grande de mujeres que se llama Pan y Rosas, y se organizan con una perspectiva de clase pero alrededor de demandas de las mujeres. Si, no hay eso en Estados Unidos. Ojalá que esta entrevista estimule la expansión de todos estos esfuerzos. Muchas gracias por esta entrevista, y por todo el trabajo que están haciendo. Entrevistaron: Azul Picón, Tatiana Cozzarelli y Gastón Gutiérrez. Traducción: Marisela Trevín, Maximiliano Ortíz y Gloria Grinberg.

IdZ: ¿Querés agregar algo más? Ahora que lo mencionás, cuando hacía la revisión de los cuadernos de Marx sobre India y las sociedades indígenas en América, hay una considerable discusión acerca de género, y en algunos de esos manuscritos dice que El origen de la familia es obra de Engels. En todo caso hay una enorme preocupación sobre el problema de género al final de la vida de Marx, porque ve un montón de sociedades en todo el mundo, que tienen distintos tipos de relaciones de género, en algunos casos más sutil que en el capitalismo moderno. IdZ: ¿Y decís que es más sutil en qué manera? Para dar un ejemplo rápido, Engels habla de la diferencia entre los sexos, algo que empezó con la agricultura, en una economía agricultora y su estructura de clase. Pero Marx

1. Kwame Nkrumah era un político panafricanista que lideró la independencia de Ghana. 2. Se refiere al Cuaderno Kovalevsky.


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Ilustración: Joaquín Bourdieu

Acerca de Postcapitalismo, de Paul Mason

Matrix recargado ESTEBAN MERCATANTE Comité de redacción.

¿Hay futuro para el capitalismo después de la red y el surgimiento de formas de trabajo colaborativas? Paul Mason, redactor-jefe de economía de “Channel 4 News” afirma categóricamente que no. Su libro Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro1 se propone ofrecer una mirada sobre el momento actual y el futuro hacia el que nos dirigimos. Afirma que entramos en un punto de inflexión en el desarrollo tecnológico, que pone en jaque las posibilidades de reproducción del capitalismo e inició ya la trayectoria hacia un nuevo orden social. La ambiciosa meta que Mason se propone en este libro es rastrear teóricamente las raíces y trayectoria de la mutación en curso, y presentarnos un bosquejo de la transición. Transición hacia qué, es algo que nunca termina de quedar del todo definido, a pesar de la insistencia que realiza al comienzo de su libro, de que es necesario tener un diseño completo de la misma. Apenas presenta algunos pantallazos de la sociedad “pos” que estaría naciendo.

¿Qué onda? El punto de partida de Postcapitalismo es situar el momento actual en la trayectoria de las ondas largas del desarrollo capitalista. Esta teoría de las ondas largas fue postulada originalmente por Nikolai Kondatrieff (que les dió su nombre) en los años ‘20 analizando las numerosas series de las economías capitalistas más avanzadas en el período comprendido entre 1770 y 1920. La conclusión de Kondatrieff fue que además de los ciclos de auge y recesión ya conocidos y estudiados por Marx, se registraba la existencia de otros períodos de duración más extensa, de aproximadamente 50 años. Cada onda estaba a su vez divididas en dos fases, una primera de ascenso y otra de retroceso, de 25 años aproximadamente cada una. Cada una de estas fases comprendía varios ciclos económicos: en la fase de ascenso los momentos de crecimiento cíclico eran más vigorosos y las caídas más leves; mientras que en la fase “b” los momentos de estancamiento cíclico y deterioro superaban a

los de boom. El investigador ruso también observó que en cada onda había una tecnología que resultaba dominante, empezando por las máquinas de vapor en 1770 y concluyendo con la electricidad en la última onda que analizó. Un nuevo paradigma tecnológico era una señal de partida para el desarrollo de una nueva onda, y una vez que esta empieza a agotar sus posibilidades se ingresa en la fase de declinación. Paul Mason retoma el concepto de Kondatrieff, porque considera que permitiría comprender una capacidad de adaptación del capitalismo que los marxistas del siglo XX no habrían sabido captar. Extremando la simplificación histórica, para Mason el mayor problema de los marxistas desde los años ‘20 habría sido que no se dieron cuenta de que el capitalismo estaba listo para entrar en una nueva onda larga. Parece un detalle menor el hecho de que para que la nueva onda pudiera siquiera plantearse, sería necesaria toda la destrucción de capital generada por la


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depresión de los ‘30 y –sobre todo– por la II Guerra Mundial. Mason pasa por alto el “pequeño” detalle de que durante los 30 años que siguieron a la formulación de Kondatrieff los enfrentamientos entre revolución y contrarrevolución atravesaron todo el mundo capitalista y el sistema estuvo verdaderamente bajo amenaza. Y no fue justamente por falta de estudio sobre la teoría de Kondatrieff que ocurrió la seguidilla de derrotas que sufrieron las avanzadas revolucionarias que mostró la clase trabajadora en el período entreguerras. Las series largas como la que analizó el investigador ruso, muestran rasgos que invitan a dar por buena la teoría de las ondas largas. Efectivamente, yendo más allá de los ciclos, se pueden encontrar períodos extendidos –que abarcan varios booms y recesiones– durante los cuales el crecimiento económico parece ser más vigoroso, es decir que las fases expansivas son más pronunciadas y de mayor duración que las contracciones, seguidas por otros momentos de decaimiento, donde las contracciones fueron más severas y largas, y las recuperaciones efímeras. Pero, como decimos en otro lado … para explicar estos períodos no sirve reflotar una teoría de ondas largas. Este tipo de teoría […] genera la idea de sucesión automática de momentos [fases] de auge y de declinación2.

La apelación a una teoría de las ondas suele estar asociada a algún tipo de determinismo económico o tecnológico, como ocurre en el caso de Mason. En ese sentido iba la polémica de Trotsky con el planteo de las ondas largas: … el carácter y duración [de los distintos momentos del desarrollo capitalista] están determinados, no por la dinámica interna de la economía capitalista, sino por las condiciones externas que constituyen la estructura de la evolución capitalista3.

Explayándose más sobre estas condiciones “externas” menciona … la adquisición para el capitalismo de nuevos países y continentes, el descubrimiento de nuevos recursos naturales […] hechos mayores de orden ‘superestructural’ tales como guerras y revoluciones4.

Mason no ignora esta polémica, pero la entiende simplemente como un llamado a “una definición mejor y más histórica de la ‘tendencia’ subyacente sobre la que se habían calculado aquellos ciclos de cincuenta años” (73). Es curioso el espacio que ocupa la teoría de las ondas en el libro, por dos motivos. Primero, Mason debe explicarnos por qué la teoría

se verificaría, a pesar de que estaríamos atravesando una última fase, iniciada en la pos II Guerra mundial, que ya estaría sumando más de 75 años sin que hayan señales que de esté por comenzar una nueva fase de ascenso que ponga fin a esta onda para comenzar otra. La explicación para esta “onda con alteraciones” (139), como la define Mason, estaría en el retraso por parte de los capitalistas para introducir nuevas tecnologías de envergadura cuando se inició la supuesta fase declinante de la onda, en los años ‘70. ¿Cómo se explica este retraso? Ocurre que, por la capacidad de la clase capitalista de disciplinar a la fuerza de trabajo mediante el desempleo, los trabajadores no pudieron oponer resistencia a la … vía más barata y cruel para solucionar la crisis (la de los recortes salariales, el aumento de la proporción de empleos de baja cualificación y la reducción de las prestaciones sociales) (152).

Como resultado de esta incapacidad de la fuerza de trabajo, el reequilibrio más favorable al capital permitió relanzar la acumulación sin que se iniciara una nueva onda con base tecnológica renovada. Una argumentación que apela a demasiados elementos “ad hoc” para salvar la teoría de Kondatrieff. El segundo motivo por el que llama la atención el recurso a la teoría de las ondas largas, es que siguiendo la lectura de Mason, estas serían muy útiles para explicar la historia del capitalismo, pero no importarían para lo que vendrá. El desarrollo de las tecnologías de la información cerca del año 2000, la base que –tardíamente– podría disparar una nueva onda iniciando una fase de ascenso, se transformó en realidad en el inicio de algo completamente distinto. El motivo: con las infotecnologías, el capitalismo pone en escena lógicas de producción y circulación que cada vez más difícilmente se ajustan a su necesidad de una explotación rentable. ¿Para qué tanto esfuerzo en defender la teoría de Kondatrieff si no estamos ante futuras nuevas ondas largas? El motivo es que el determinismo tecnológico que Mason apela sirve para el pasado tanto como para el futuro, solo que cambiando el sentido. Hasta aquí, debemos comprender cómo el capitalismo es siempre muy flexible y adaptativo para reconvertirse; desde ahora, podemos maravillarnos con la noción de que ya no podrá hacerlo. Hemos iniciado la transición al poscapitalismo.

El (no) valor de las ideas A la fascinación de muchos entusiastas del porvenir del capitalismo apoyado en la nueva economía, Postcapitalismo le contrapone un diagnóstico igualmente fascinado por las posibilidades del nuevo paradigma para

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motorizar por sí solo el ingreso en un nuevo modo de producción. La contradicción central que atraviesa el capitalismo hoy según Mason, es que lo que éste considera el insumo central de la producción, que es la información, crearía enormes dificultades para ser sometido a las leyes de la valorización capitalista. Mason argumenta que la producción se lleva a cabo de manera creciente a través de máquinas que operan guiadas por software (es decir, información) con una intervención humana que se reduce de cada vez más hasta la marginalidad. Además, va a argumentar que, al ser el software reproducible hasta el infinito, y de durabilidad ilimitada (siempre se puede copiar y seguir utilizando mientras haya un hardware compatible), es equivalente a que su reemplazo tuviera un costo cero. “Marx comprendió que, en términos económicos, una y otra cosa son la misma” (225), nos dice Mason apelando a los Grundrisse de Marx. Pero esta gratuidad de lo que se ha transformado en un medio de producción fundamental, tiene consecuencias sobre las mercancías que este software permite confeccionar: el “coste marginal cero” de los bienes informacionales puros desborda el ámbito de estos y se extiende al mundo de los productos físico y de las máquinas que los fabrican (228).

La consecuencia no podía ser más opuesta a lo que los apologistas de la “nueva economía” sostienen: Una economía basada en la información, por su tendencia misma a los productos de coste cero y a la debilidad de los derechos de propiedad, no puede ser una economía capitalista (236).

Este análisis de los teóricos del capitalismo cognitivo, que Mason retoma, expresa problemas reales del capitalismo contemporáneo, pero los extrapola de manera unilateral. Como sostiene Michel Husson, el capital afronta efectivamente “cada vez más dificultades para dar una forma mercantil a valores de uso nuevos, inmateriales y potencialmente gratuitos”5. La apelación a monopolios y patentes para asegurar el precio de los bienes informacionales que señala Mason, son parte del paisaje actual. Empresas como Microsoft o Apple –por solo citar algunas–son ampliamente repudiadas por parte de los partidarios del software libre como consecuencia de su apelación a este tipo de mecanismos. Pero esto no implica que las condiciones de producción mundial hayan vuelto al valor irrelevante. Para sostener esto es necesario tomar la parte por el todo. Esto lo hace Mason cuando mira el futuro de la producción »


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focalizado en las “redes, trabajo del conocimiento, ciencia aplicada” como si esto fuera lo que domina toda la producción capitalista que tenga futuro. No es que sea todo lo que hay cuando miramos la producción capitalista, reconoce Mason, pero es lo único que cuenta. A pesar de que el capital trasnacional se movió frenéticamente del centro a la periferia durante las últimas décadas, buscando centralmente abaratar el costo de la fuerza de trabajo para abaratar las mercancías6 –confirmando así que no habría ninguna irrelevancia del trabajo como fuente del valor– Mason nos dice que se trata de un proceso a punto de concluir, parte de lo que terminó y no de lo que vendrá. El motivo de Mason para afirmar esto es que considera que el costo salarial ya no es tan bajo en estas economías, porque las inversiones extranjeras empujaron la suba de los salarios. Los salarios más bajos en EE. UU. estarían acercándose a los más altos de los países del Sur Global. Esto significa que los tiempos de ganancias fáciles para las empresas que externalizaban su producción a otros países están tocando a su fin (151).

De acuerdo. Pero no se entiende por qué esto va a disparar un salto en la robotización en todo el mundo como supone Mason, cuando esta tendencia, por muchos motivos, marcha todavía a ritmo lento7, en vez de empujar una búsqueda más frenética de nuevas vías para profundizar la explotación de la fuerza de trabajo en todo el mundo. Un segundo problema es lo que ocurre con el lugar que tiene el valor-trabajo en los sectores en los que la información se vuelve efectivamente un insumo dominante vinculado a una automatización notable de los procesos productivos. Resulta equivocada la caracterización de la producción del conocimiento –información– como un proceso que tiende hacia la gratuidad. La información en sí misma tiene un costo para ser producida, que sigue tan determinado por la ley del valor como el de cualquier mercancía. Los medios de producción y los recursos financieros en esta rama están tan concentrados en manos de unos pocos propietarios como en el resto de la economía8. En estas condiciones de producción de mercancías “cognitivas” bajo comando del capital, los trabajadores productores de conocimiento lo materializan en una mercancía determinada (software, diseño bajo patente, etc.) que tiene un trabajo objetivado como cualquier otra mercancía, y que permite al empresario que la posee obtener un plusvalor de su venta. Señalemos además que la idea de una “gratuidad” de la información asociada una

reproductibilidad infinita y durabilidad ilimitada, se choca con la evidencia de una obsolescencia cada vez más acelerada de los productos del conocimiento. Resumiendo, ni el alcance que ha tenido –y podemos esperar que tengan en el futuro próximo– el reemplazo de procesos “tradicionales” de trabajo por métodos “poscapitalistas” basados en las infotecnologías, ni las condiciones de producción de estas últimas, ni su durabilidad –limitada por la rápida obsolescencia– permiten sostener que la ley del valor haya entrado en la irrelevancia. El capitalismo se confronta sí a una profundización de las contradicciones que siempre genera la introducción de nuevas tecnologías, cada vez más violentas cuánto más nos confrontamos a la posibilidad cierta de eliminar la carga del trabajo. Esto tiene importantes consecuencias, volviendo cada vez más cierto lo que afirmara Marx: “el robo de tiempo de trabajo ajeno sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable” para sostener la valorización del capital9. Pero esto difícilmente alcance para disparar una transición hacia otro orden social. Si no arrebatamos el control de las palancas de la producción a los capitalistas, no podemos iniciar el camino hacia ninguna transformación “poscapitalista”, excepto alguna que vaya hacia el lado de una mayor barbarie. Otra idea que ronda el libro de Mason es la de “prosumidores”, también acuñada por teóricos del capitalismo cognitivo, que remite al hecho de cómo, al ser usuarios de la red, todos producimos información en un proceso que no es de trabajo bajo comando de un empresario capitalista. El producto de estas interacciones sería de difícil valorización según las teorías del capitalismo cognitivo. Pero como analizamos en otro lado, las redes logran rentabilidad, no por explotar el “trabajo” de los usuarios, sino por el recurso de vender publicidad y apropiarse así de una parte del plusvalor generado por los trabajadores de los capitalistas que pagan por promocionar sus bienes y servicios en ellas10.

Wikipedia nos hará libres Postcapitalismo pretende concluir con una hoja de ruta que nos conduzca por la transición hacia eso que no sabemos bien qué es, pero ésta se encuentra tan bien ensamblada como las piezas en las que se fundamenta teóricamente. Por un lado, apela al determinismo tecnológico para dar por superadas las sesudas reflexiones del marxismo sobre sujetos, revoluciones, economías de transición. Por otro lado, parece no poder –ni querer– desprenderse de algunos de los fetiches del mundo de la mercancía: se muestra encandilado por el consumismo cada vez más exacerbado

al que fuerza el capitalismo, como si fuera un modo universal de “disfrute” de los valores de uso. Cuando repasa algunas de las discusiones sobre la planificación después del colapso de la URSS, Mason reproduce la ideología de los críticos del socialismo sobre la falta de “dinamismo” e “innovación” que serían intrínsecos a una economía planificada (301). No sorprende entonces que su “poscapitalismo” parezca mantener tanto bagaje de lo previamente existente. Durante todo el libro Mason remarca el poder de las redes y las infotecnologías, pero ante la amenaza de que el capitalismo pueda conducirnos a una catástrofe ambiental antes de que podamos alcanzar el paraíso prometido del poscapitalismo, demanda que el “viejo” Estado vuelva por su fueros para salvarnos aquí y ahora. Debemos, nos dice, aprender a “construir alternativas dentro del sistema, a usar el poder gubernamental de un modo radical que lo desnaturalice incluso” (314). No hace falta prepararse para revoluciones, ni enfrentar el poder de estado que –¡afortunadamente!– parece más que dispuesto en la lectura de Mason en cooperar para su reformulación hacia un “wiki Estado” (351). Podemos contentarnos con armar cooperativas, hacer más cosas como Linux o Wikipedia, impulsar una renta básica universal, a lo sumo socializar el sistema financiero, y concentrar energías en “desatar” la red. Con esto, y otras iniciativas por el estilo, el camino hacia el fin del capitalismo tendría buenos augurios. El resto, las máquinas en red lo harán por nosotros.

1. Buenos Aires, Paidós, 2016. Las referencias a esta edición se harán entre paréntesis al final de la cita. 2. Esteban Mercatante y Martín Noda, “Gradualismo y catastrofismo”, Lucha de Clases 8, junio 2008. 3. León Trotsky, “La curva del desarrollo capitalista”, El capitalismo y sus crisis, Bs. As., CEIP, 2008. 4. Ídem. 5. Michel Husson, “¿Hemos entrado en el “capitalismo cognitivo?”, Lucha de Clases 2, mayo 2004. 6. Que discutimos en Esteban Mercatante “Las venas abiertas del Sur global”, IdZ 28,abril 2016, y “Una carrera hacia el abismo”, IdZ 30, junio 2016. 7. Sobre los límites que encuentra hoy todavía la robótica, y la falta de disposición de los capitalistas a invertir masivamente en tecnología al punto que pudiera darse un proceso como el que imagina Mason, ver Paula Bach, “La conspiración de los robots”, La Izquierda Diario, 2/6/2016. 8. Esteban Mercatante, “El valor de El capital de Karl Marx en el siglo XXI”, IdZ 18, abril 2015. 9. Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858). Grundrisse, vol. 2, México DF, Siglo XXI, 1976, pp. 227/8. 10. Mercatante, “El valor de…”, ob. cit.


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Reflexiones sobre la obra de John Bellamy Foster

Puentes entre ecología y marxismo

SANTIAGO BENÍTEZ-VIEYRA Biólogo, investigador de CONICET. MATÍAS RAGESSI Ingeniero civil, becario de CONICET.

Gran parte de la población del planeta enfrenta condiciones de vida degradadas asociadas a la combinación de crisis ecológicas y económicas, lo que vuelve a los problemas ambientales un centro de atención cotidiano. La posibilidad de que la temperatura media de la Tierra se eleve en más de 2° C con consecuencias desastrosas, no es el único cambio peligroso producido por acción humana, si bien es uno de los más evidentes. Existe un amplio consenso en la presencia de nueve límites planetarios que se han traspasado o que están próximos a traspasarse1: (1) el cambio climático, (2) la acidificación de los océanos, (3) la desaparición del ozono estratosférico, (4) la alteración de los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y del fósforo, (5) el uso del agua dulce, (6) los cambios en el uso de la tierra, en particular la deforestación, (7) la pérdida de biodiversidad, (8) el incremento de los aerosoles en la atmósfera y (9) la contaminación química. La comunidad científica se ha expedido, en forma casi unánime, sobre los peligros que enfrenta la humanidad de superarse cada uno de estos límites. Pero uno de los aspectos más peligrosos del cambio ambiental, señalado por David Harvey2, es que el mismo capitalismo no está necesariamente amenazado por los cambios ambientales ya que “el capital nunca se ha amedrentado a la hora de destruir a las personas en su afán de lucro”, por el contrario “el capital ha convertido los

Ilustración: Joaquín Bourdieu

asuntos medioambientales en una gran área de actividad empresarial”. Sin embargo, según afirma Naomi Klein3 “la derecha está en lo cierto” en percibir el combate contra el cambio climático como una amenaza al capitalismo, porque las acciones necesarias en este combate desafían, directamente, al paradigma económico dominante. En este marco, en el terreno de la izquierda la crisis ecológica actual impone debatir cómo abordar problemáticas cuya resolución, a primera vista, parecen contrarios. Por ejemplo, cuando el foco es la erradicación de industrias contaminantes, en ocasiones se desconoce la realidad de los trabajadores de esas industrias, que habitualmente son los primeros en sufrir los efectos de sus condiciones insalubres e inseguras de trabajo. Pero, si esto es un caso puntual, más notable ha sido el auge de modelos extractivistas en América Latina, legitimados por los gobiernos posneoliberales como una vía para atacar la pobreza y destinar recursos para el desarrollo de una industria nacional. Estas contradicciones fueron abordadas en años recientes por varios intelectuales, lo que ha aportado una base teórica al fenómeno nuevo del ecosocialismo. Movimientos que, según Michael Löwy, pueden definirse a partir de una constatación esencial: la protección de los equilibrios ecológicos del planeta, la preservación de un medio favorable para las especies vivientes –incluida

la nuestra– son incompatibles con la lógica expansiva y destructiva del sistema capitalista. Para comprender mejor cómo pueden establecerse estos puentes, en esta nota analizamos las opiniones de John Bellamy Foster, publicadas en recientes editoriales de Monthly Review4. Las razones de este desacople entre el movimiento ecologista y el marxismo, se remontan, según explica Foster, a la misma división dentro del marxismo sobre la aplicabilidad de la dialéctica a la esfera natural. Engels argumentó que el razonamiento dialéctico era esencial para nuestra comprensión de la complejidad y el dinamismo del mundo físico. Pero los pensadores asociados a la tradición filosófica conocida como marxismo occidental alegaron que el razonamiento dialéctico, dado su carácter reflexivo, se aplicaba únicamente a la sociedad y a la historia humana, y no a la naturaleza independiente de la historia humana5. El marxismo occidental desarrolló, según Foster, ... críticas ecológicas filosóficas y abstractas, estrechamente asociadas a las preocupaciones éticas que posteriormente serían dominantes en la filosofía ambiental, pero distantes de la ciencia ecológica y de los problemas del materialismo. El desdén por los desarrollos de las ciencias naturales y un fuerte giro antitecnológico impusieron agudos límites a las

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contribuciones de la mayoría de los marxistas occidentales al diálogo ecológico.

Foster vuelve a las bases del marxismo para retomar lecciones valiosas que permitan abordar la problemática ambiental. En su camino realiza un estudio del pensamiento del propio Marx sobre la naturaleza, que desarrolla en profundidad en su libro La Ecología de Marx6. Para Foster, ... Marx vio la tensión antagónica entre el valor de uso y el valor de cambio como un factor clave tanto en las contradicciones internas del capitalismo como en el conflicto de éste con su ambiente natural externo.

Así, en el capitalismo solamente se incorpora el trabajo en el cálculo del valor económico por lo que ... se asegura que los costos ecológicos y sociales de producción sean excluidos del cálculo final. Esto se refleja todavía hoy en nuestras estadísticas de ingresos o producto bruto interno (PBI) nacional, que representan el crecimiento económico en su totalidad en términos del valor añadido de los servicios humanos, medido en forma de salarios o de rentas de la propiedad (...) Los poderes de la naturaleza son, para el sistema, un regalo directo al capital en sí mismo, para el que no es necesario el intercambio. Esto significa, en verdad, que la naturaleza o la riqueza real, es robada7.

Una de las grandes contribuciones de Foster es su rescate de la “teoría de la brecha metabólica”. En la segunda mitad del siglo XIX, la preocupación por la pérdida de la fertilidad de los suelos fue constante en Europa y América del Norte. Marx se vio influenciado, particularmente, por las críticas del químico alemán Justus von Liebig a la agricultura capitalista británica. Liebig observó que los nutrientes esenciales del suelo, como nitrógeno y fósforo, eran extraídos del suelo con las cosechas, enviados bajo la forma de alimento

a las grandes ciudades y finalmente se perdían, ya que los residuos de las ciudades no eran utilizados para fertilizar el suelo. La economía británica debía reponer estos nutrientes importando huesos de los campos de las batallas napoleónicas, guano de Perú o salitre de los yacimientos de Tarapacá y Antofagasta (cuya posesión provocó la Guerra del Pacífico en 1879). Liebig expandió, de esta forma, el concepto de metabolismo referido a los intercambios de materia y energía en el cuerpo, a los ciclos biogeoquímicos de los sistemas naturales. Un aspecto notable del análisis de Marx, según Foster, es su énfasis en el intercambio ecológico desigual, o imperialismo ecológico, por ejemplo en la referencia de Marx a que Inglaterra ha “exportado indirectamente el suelo de Irlanda”8, socavando la fertilidad a largo plazo de la agricultura irlandesa. Sobre el “metabolismo universal de la naturaleza”, el “metabolismo social” y la brecha metabólica, Marx escribió en El Capital: ... la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana (...) por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad, y por otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo (...) todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo9.

Foster señala cómo la reflexión sobre la brecha metabólica brinda a Marx las bases para definir el socialismo en términos ecológicos, al requerir que: ... el hombre socializado, los productores asociados, gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de una manera racional (...) llevando esta tarea a cabo con el menor

gasto de energía y en las condiciones más dignas y adecuadas para su naturaleza humana.

Cabe señalar que la tendencia inherente a la acumulación en una escala siempre mayor es un elemento central de la dinámica destructiva del capitalismo. Esto conduce a la creciente contradicción entre los imperativos de crecimiento ecológico y resiliencia y sostenibilidad ecológica. El sistema capitalista no posee un sistema de retroalimentación que prevenga la degradación ambiental, ya que los mismos impactos ecológicos negativos se designan como “externalidades” dando a entender que su consideración no está dentro del sistema10. Esto choca abiertamente con la necesidad de establecer una relación racional con la naturaleza. Marx introduce, en El Capital, un concepto de sostenibilidad: Ni siquiera toda una sociedad, una nación o, es más, todas las sociedades contemporáneas reunidas, son propietarias de la tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y deben legarla mejorada, como boni patres familias [buenos padres de familia], a las generaciones venideras11.

Foster y las contradicciones en una revolución por etapas Foster plantea dos crisis estructurales a largo plazo como consecuencia de la lógica de acumulación del capital es su fase actual (monopolista-financiero). Por un lado la crisis ecológica propiamente dicha, prácticamente invisible para el valor contable. Y por otro, pero ligado, que toda salida al estancamiento económico es el crecimiento por cualquier medio: lo que por lo general implica la propagación del desastroso capitalismo neoliberal, extendiendo la miseria en todo el globo. Es por esto que, para Foster, la lucha ecológica y social debe ser revolucionaria y tomar sus fuerzas de las capas de la sociedad más precarizadas, que desarrollarán su lucha en dos etapas:


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Una fase ecodemocrática en el presente inmediato, tratando de construir una amplia alianza –una alianza en la cual la inmensa mayoría de la humanidad, fuera de los intereses dominantes, se verá obligada por sus condiciones inhumanas [de vida] a exigir un mundo de desarrollo humano sostenible. Con el tiempo esto debe crear las condiciones para una segunda fase ecosocialista, más decisiva de la lucha revolucionaria, dirigida a la creación de una sociedad de la igualdad sustantiva, la sostenibilidad ecológica y la democracia colectiva12.

En esta revolución por etapas, a pesar de que Foster aclara que quedan afuera los intereses dominantes, la definición no tiene límites claros, y al igual que para Löwy (otro referente del ecosocialismo) no distingue cuál es el sujeto social al que interpela. En este sentido, se orientan más hacia los movimientos sociales y a los “verdes” que a la clase trabajadora y a las organizaciones del movimiento obrero13. Esto último no es un problema menor. En algunas entrevistas, Foster remarca que la única forma de luchar contra el imperialismo es con la unidad de los trabajadores a nivel mundial (particularmente define un emergente “proletariado ambiental” en la periferia del mundo capitalista, oprimido por las condiciones ambientales)14. Sin embargo, hay una evidente contradicción en Foster que luego del camino recorrido, en el que recupera valiosas lecciones del propio Marx en un aporte para la izquierda anticapitalista, adhiere como posible alternativa a un modelo extractivista como el de Chávez15. Esta contradicción impide identificar claramente una alternativa para los países de fuerte dependencia extractivista donde los problemas ecológicos están vinculados con los problemas más generales del capitalismo actual. El ecólogo uruguayo Eduardo Gudynas da cuenta de esto, y afirma que los gobiernos de Sudamérica, como el de Chávez, colocaron el extractivismo en el centro de sus estrategias de desarrollo y que ya sea la senda conservadora o la progresista, profundizaron

su dependencia del agronegocio, la minería y la producción de hidrocarburos16. Solo por poner un ejemplo, el proyecto de la ruta del TIPNIS (área protegida de un elevado valor ecológico y cultural) en Bolivia respondía, sobre todo, a las presiones generadas para aumentar las reservar y explotación de los posibles yacimientos de hidrocarburos, para dar respuesta a un mercado de exportación. Solo la fuerte resistencia indígena, que cobró resonancia internacional, tiró por la borda el plan que el gobierno de Evo Morales anunciaba en nombre del “desarrollo” y “superar el atraso”. Plan que dio cuenta de la condición histórica extractivista a la que sigue sujeta la economía boliviana y continúa dejando grandes conflictos sin resolver. Estos gobiernos no dieron claros intentos de llevar adelante el propio programa reivindicado por el ecosocialismo, como los explicitados en el Acuerdo de los Pueblos sobre el Cambio Climático de Cochabamba, Bolivia, de 2010. En su lugar, legitimaron el extractivismo y profundizaron una estructura dependiente del capital financiero y extranjero, en base al mercado de las commodities, en un proceso que el mismo Foster, basándose en Marx, podría reconocer como un intercambio ecológico desigual. Esto funcionó mientras los precios del crudo, minerales y productos agrícolas se mantuvieron en alto, y durante este periodo de grandes ganancias con crecimiento récord nunca se llevó adelante ningún plan para, por ejemplo, cambiar la matriz energética de estos países o diversificar su economía. La actual crisis capitalista, abierta en el 2008 y que cerró el ciclo virtuoso para América Latina desde el 2013, tiene su propia dinámica en cada país de la región, pero promete extender la miseria y la destrucción de la riqueza natural con métodos cada vez más agresivos. Esto interpela a la izquierda anticapitalista y a aquella que retoma las lecciones del marxismo, la que tiene como tarea poner en pie un alternativa que asegure la resiliencia y sostenibilidad ecológica.

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1. Rockström, J., et. al., “A safe operating space for humanity”, Nature 461(7263). 2. Harvey, D., Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Quito, Editorial IAEN, 2014. 3 .Klein, N., This Changes Everything: Capitalism vs. the Climate, Toronto, Penguin Random House, 2014. 4. Foster, J.B., “The Great Capitalist Climacteric. Marxism”, “System Change not Climate Change”, y “Marxism and Ecology. Common Fonts of a Great Transition”, Monthly Review 67(6). 5. Lukács, G., Historia y consciencia de clase, México, Grijalbo, 1965. 6. Foster, J.B., La Ecología de Marx. El Viejo Topo, Barcelona, 2004. 7. Foster, J.B., “The Great...”, ob. cit. 8. Marx, K., El Capital. Crítica de la economía política. Tomo 1, Vol. 3, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003. 9. Marx K. El Capital. Crítica de la economía política, Tomo 1, Vol. 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003. 10. Foster, J.B., “Marxism and...”, ob. cit. 11. Marx K, . El Capital. Crítica de la economía política, Tomo 1, Vol. 8, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002. 12. Foster, J.B., “The Great...”, ob. cit. 13. Sobre las posiciones de Michael Löwy, ver nota de Juan Luis Hernández, “Marxismo y ecología”, IdZ 12, agosto 2014. 14. En Sudáfrica, por ejemplo, la lucha de clases es ahora un tanto ambiental como económico –lucha que ya muestra síntomas de la emergencia de una clase trabajadora ambiental. También en zonas de Asia, donde se combina un rápido desarrollo con algunas de las más agudas contradicciones de clase (ver Weston, D., The Political Economy of Global Warming, Nueva York, Routledge, 2014, pp. 113– 52). El resultado lógico es la unión de las revueltas contra el sistema, a lo que David Harvey se refiere en forma útil como lucha “co-revolucionaria” (ver Harvey, D., The Enigma of Capital, Londres, Profile, 2010, pp. 228–35). Esto se ejemplifica de la mejor forma por el movimiento global de justicia ambiental/climática y por el movimiento radical de acción directa que Naomi Klein llama “Blockadia” (Klein, ob. cit., pp. 293–336). 15. “John Bellamy Foster: The only force that can combat imperialism today is a worldwide struggle of workers”, ahtribune.com, 17/04/2016. 16. “Consecuencias del extractivismo en América Latina”, La Izquierda Diario, 13/05/2016.


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Ilustración: Anahí Rivera

La Internacional Comunista para el siglo XXI

Re-anudando el hilo rojo de la historia A modo de adelanto de Los 5 primeros años de la Internacional Comunista (1924) de León Trotsky, de próxima aparición por Ediciones IPS-CEIP. Guillermo Iturbide Ediciones IPS-CEIP

Entre 1847 y comienzos de la década de 1950 transcurre una época donde hay una continuidad, más o menos ininterrumpida, del internacionalismo revolucionario. Este período es el que empieza con la fundación de la Liga Comunista Internacional, para la cual Marx y Engels escribieron su famoso Manifiesto, y culmina con la disolución de la IV Internacional. Desde ese entonces, no hay un estado mayor mundial de la revolución, una Internacional marxista, aunque

más no sea como una organización de cuadros, como fue la IV Internacional de Trotsky. Es una gran deuda pendiente. El punto más alto de este época, en lo que hace a la confluencia del marxismo revolucionario con una porción importante del movimiento obrero mundial, es sin dudas el período que va de 1919 a 1923, el de los primeros cinco años de la III Internacional, la Internacional Comunista de Lenin y Trotsky.

En este libro de 1924, Trotsky logra captar esta particularidad. Es una gran escuela de estrategia revolucionaria. Deja bien en claro, además, cuál es la diferencia específica del internacionalismo de nuestro tiempo, el que inaugura la organización fundada en 19191.

Ruptura radical Lenin y Trotsky comienzan, ya durante la Primera Guerra Mundial, un quiebre fundamental con una pretendida “ortodoxia”


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marxista: el tipo de internacionalismo que era sentido común en la II Internacional. En 1918, Trotsky escribía: En el curso de los 14 años que habían pasado desde la época de la I Internacional, en todos los países se habían desarrollado organizaciones del proletariado que llevaban a cabo su actividad en forma independiente en su territorio y que no se adaptaban a una unificación a nivel internacional sobre los principios del centralismo democrático. La celebración del 1° de Mayo debía prepararlas para esa unificación (...) [pero esta celebración] gradualmente se fue transformando, de ser un medio de lucha del proletariado mundial, a ser un medio de lucha de los trabajadores de cada país por separado según sus intereses locales (...) Por lo tanto, junto con las consecuencias progresivas (como resultado de unificar a los trabajadores de un país en particular), también surgía un aspecto negativo, conservador; ligaba demasiado estrechamente a los trabajadores con el destino de un Estado en particular, y de esta manera preparaba el terreno para la desarrollo del social-patriotismo2.

El fenómeno del imperialismo, que se empieza a estudiar a comienzos del siglo XX, es visto por la mayoría de la II Internacional como un fenómeno ajeno al Estado nacional, ligado únicamente al militarismo, que en todo caso era visto como una presión del lobby de intereses de un sector particular, minoritario y “parasitario” de la burguesía: la dedicada a la industria armamentística3. En un clima en el que el capitalismo desarrollaba impetuosamente sus fuerzas productivas sin conflictos militares importantes y sin grandes convulsiones dentro de Europa, el internacionalismo socialista se volvía más bien platónico, y la existencia de la propia Internacional era más bien la de una federación de partidos nacionales, donde las resoluciones mundiales no eran vinculantes, y cada sección llevaba a cabo sus asuntos en forma relativamente independiente de las demás. Un sector minoritario de la Segunda Internacional planteó por primera vez (en vísperas

o en los comienzos de la Primera Guerra Mundial) el problema del imperialismo como una realidad mundial determinante, de la cual el militarismo es solo una de sus manifestaciones4. Esto requería un cambio copernicano en la estrategia socialista que la vieja socialdemocracia era incapaz de realizar, habiéndose transformado en un instrumento del imperialismo con el estallido de la guerra. No es casualidad que esa minoría socialista sea luego la que funde la Tercera Internacional. Para el viejo “marxismo ortodoxo”, los países se dividían en maduros e inmaduros para el socialismo. Este punto de vista tenía como punto de partida a los Estados nacionales considerados como entidades separadas. Consideraba que el lazo entre los países atrasados y los avanzados consistía en que los primeros debían esperar a que los segundos llegaran al socialismo, para que, por vía de los lazos coloniales o semicoloniales, las naciones periféricas se fueran modernizando gradualmente hasta llegar, mediando un largo período, a la etapa socialista. El nuevo internacionalismo comunista partía desde la realidad del capitalismo imperialista como determinación mundial, algo que fue corroborado con la guerra mundial como conflicto interimperialista, y con el comienzo de la revolución socialista en uno de los países considerado a priori como de los más “inmaduros” para tal tarea: Rusia. Para la Internacional Comunista, la burguesía de los países centrales acudía a la exportación de sus capitales a los países atrasados, un rasgo central del imperialismo, entre otras cosas para incrementar su propio peso social y para volcar a su favor la balanza de la relación de fuerzas frente a la clase obrera de sus propios países, consiguiendo mayor margen de maniobra, más “grasa” para quemar, e incluso para, de ser necesario, tener un excedente mediante el cual otorgar concesiones a su proletariado con el fin de que éste no cuestione de fondo su dominio. Al mismo tiempo, el capital imperialista entra en los países atrasados, de tal manera que, paradójicamente, desarrolla un proletariado nativo donde antes había campesinos y viejas relaciones sociales de producción. Lo cual objetivamente fortalece a

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esa clase obrera colonial o semicolonial, pero al mismo tiempo deja a una burguesía nativa débil. Así, en la visión de la III Internacional, la revolución en los países atrasados no son solo “revoluciones nacionales”, en el sentido de que solo socavarían el poder de las burguesías nativas, sino que, debido a la existencia del imperialismo, adquieren una dimensión internacional, porque también minan el poder de la burguesía de los países centrales de la cual dependen. Este proceso demuestra que el proletariado de los países imperialistas por un lado, y los trabajadores y pueblos oprimidos de los países atrasados por el otro, objetivamente se necesitan y deben ser aliados. La Internacional Comunista tiene que hacer consciente esta necesidad en los países donde actúa, en el centro y en la periferia. A comienzos del siglo XXI, la profundización de la interdependencia de las relaciones económicas, sociales y políticas (el fenómeno llamado, desde la década de 1990, “globalización”) le dan una renovada vigencia al internacionalismo obrero revolucionario en la clave de la Internacional Comunista, más aún que hace casi un siglo, cuando estas tendencias estaban todavía lejos de desarrollarse al nivel actual. La propia burguesía, al mismo tiempo que sigue defendiendo férreamente las fronteras de sus propios Estados nacionales y sus intereses particulares, sigue “homenajeando” la tendencia “globalizadora” del imperialismo, poniendo en pie múltiples instancias de coordinación que actúan, parafraseando a Engels, como un comité internacional de los asuntos comunes de las clases dominantes, llevando hasta altos grados de sofisticación las formas de conspiración y secretismo en foros y todo tipo de “estados mayores burgueses” internacionales, como por ejemplo en el llamado “Club Bilderberg5.

Entre las presiones reformistas y la impaciencia Otra diferencia específica del nuevo internacionalismo comunista es su percepción novedosa del tiempo en la política y de la construcción partidaria. El imperialismo está cruzado por una acumulación de fenómenos de crisis políticas y económicas, de conflictos »


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militares y de revoluciones. Pero no hay una correspondencia mecánica de la política y de la economía. Esta nueva forma de pensar, no obstante, no fue un patrimonio inmediato de toda la Internacional, sino, en un principio, fundamentalmente de sus principales dirigentes, en particular de quienes habían pasado por la escuela de la revolución rusa, y debió abrirse paso entre sus filas sorteando numerosos obstáculos y discutiendo en sus congresos. Los viejos partidos socialistas eran como semillas que en forma gradual y orgánica, cada uno dentro de su Estado nacional, iban creciendo, madurando y floreciendo en un tiempo largo. Las organizaciones comunistas surgen, en la mayoría de los países, como el resultado de pequeños desprendimientos de los grandes partidos reformistas. En este desfasaje de política y economía, la Internacional Comunista, que en principio hereda parte del bagaje teórico y organizativo de la II Internacional, corría serios peligros de reproducir su vieja práctica de construcción. En Europa Occidental hay países puntuales donde la III Internacional tiene grandes partidos comunistas, como en Alemania, o atrae hacia ella a viejos partidos socialistas de masas, como en Francia e Italia. En estos dos últimos países pesan las viejas tradiciones de la democracia burguesa y sus mil y una formas de corrupción de los dirigentes obreros, tan arraigadas en sus respectivas organizaciones socialdemócratas, que ahora se orientan hacia el comunismo. En las páginas de este libro, Trotsky da una dura lucha por transformar a esos partidos en verdaderas organizaciones revolucionarias, contra todos sus hábitos y psicología conservadores. Es que, al contrario de la tradición de la vieja socialdemocracia, la IC no estableció relaciones “diplomáticas” o “federativas” con sus secciones nacionales. Como describimos más arriba, el internacionalismo comunista no era platónico, sino de acción, ya que los fenómenos convulsionados de la década de 1920 barrían las fronteras y exigían respuestas internacionales militantes. Pero también había otro peligro análogo, el de la “impaciencia revolucionaria”, que busca zanjar la discordancia de los tiempos mediante la búsqueda de atajos. Este es el peligro del “izquierdismo”, del cual habla Lenin en

su famoso libro de 1920 y que fue escrito como un material para la discusión del Segundo Congreso de la Internacional. El izquierdismo se materializó en la búsqueda de “apurar” la revolución realizando “acciones ejemplares” que “electrifiquen a las masas” o directamente en intentos fallidos de putsch o golpes de mano con vistas a tomar el poder, que terminaron en desastres, como fue el caso de la llamada “Acción de Marzo” de 1921 llevada a cabo por el PC alemán6. Por lo general, ambos peligros, el de las presiones reformistas y el de la impaciencia, se alternaban en las mismas organizaciones a veces a lo largo de pocos meses. Parte de las causas de ambos problemas tenía un origen teórico: la antigua división socialdemócrata entre el “programa mínimo” de reivindicaciones de reformas inmediatas, posibles bajo el capitalismo, y el “programa máximo” de la sociedad sin clases, el comunismo. Entre ambos programas… no había nada, ningún puente que los conectara. El grueso del movimiento socialista no lo consideraba necesario previo a la Primera Guerra Mundial, en la medida en lo que verdaderamente “importaba” eran la obtención paulatina de reformas en el marco de un capitalismo en pleno desarrollo de sus fuerzas productivas. Este problema teórico cardinal fue comenzado a saldar por el Tercer Congreso (1921), por lo cual es un verdadero parteaguas, mediante la introducción del concepto de programa de transición y una de sus principales tácticas, la del frente único7. Mediante esta adquisición teórica, los comunistas podían salir de la trampa de quedar condenados solo a la propaganda y/o la espera pasiva hasta que llegara la revolución, o a la tentación blanquista o anarquizante de resumir toda la política a “pelear hasta las demandas parciales con los métodos de la guerra civil”. El Cuarto Congreso (1922), seguirá desarrollando estas tácticas, sumando la de “gobierno obrero”, que se derivaba de a su vez de la del frente único8. *** El punto de inflexión que clausura toda esta rica etapa de una gran escuela internacional de lo mejor de un marxismo “de combate” sobreviene con la derrota de la revolución

alemana de 1923 y la primera derrota de la Oposición de Izquierda de Trotsky que se forma ese mismo año. Cuando Trotsky publica este libro, las lecciones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista empiezan a ser tiradas por la borda, abandonadas y remplazadas por un crudo empirismo, propio de una burocracia estalinista cada vez menos preocupada por la revolución internacional y más por su propia sobrevivencia como casta privilegiada separada de los trabajadores. En 1924, con el Quinto Congreso de la III Internacional, comienza otra etapa. Las ideas de Lenin (muerto a comienzo de ese año) y de aquellos primeros cinco años de la Internacional Comunista, vuelven a ser patrimonio de una minoría que pelea completamente a contracorriente, la que finalmente, en 1938, funda la IV Internacional. Confiamos en que este libro sea un aporte a esa re-anudación del hilo rojo de la historia en el presente.

1. Para conocer las circunstancias en las que Trotsky publicó este libro en 1924, remitimos a un artículo publicado hace un año en estas mismas páginas, ver “Trotsky como dirigente de la Tercera Internacional”, IdZ 22, agosto 2015 y “Una escuela de estrategia revolucionaria”, La Izquierda Diario, 01/05/2016. 2. L. Trotsky, May Day and the International, 01/05/1918, en Marxists.org. 3. R. Luxemburgo, Utopías pacifistas, mayo de 1911, en Lenin, Trotsky y otros, Marxistas en la Primera Guerra Mundial, Ediciones IPS-CEIP, Buenos Aires, 2014. 4. Ver Marxistas en la Primera Guerra Mundial, ob. cit. 5. Alejandro Arias, “Nueva reunión secreta del club Bilderberg, el foro de los poderosos”, La Izquierda Diario, 10/06/2016. 6. Sobre este hecho, ver también “Trotsky como dirigente de la Tercera Internacional”, ob. cit. 7. Nuevamente, remitimos a “Trotsky como dirigente de la Tercera Internacional”, ob. cit, donde se discute extensamente el Tercer Congreso, el programa de transición y el frente único. 8. Sobre este tema, ver el punto 1, “El origen de las divergencias en la III Internacional. Frente único y gobierno obrero en la Internacional Comunista.” en Matías Maiello y Emilio Albamonte, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia Internacional 28, 2012.


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Acerca de una nueva edición de El maestro ignorante

La ignorancia y la igualdad en Rancière Gastón Gutiérrez Comité de redacción.

Todo libro y toda historia tienen su efecto, y este libro de Rancière, y la historia del maestro ignorante, lo tiene incluso en las escalas más inesperadas. Situación: aula pequeña, escuela bonaerense, decenas de jóvenes distraídos, maestro absorto e impotente, y una chica aplicada pide “¡dicte profe dicte!”. Y el efecto apareció de repente: “no vamos a dictar porque no hay nada que dictar”. La historia de Joseph Jacotot apareció (aunque sea para salir del paso), y cuando hubo finalizado el relato sobre el maestro ignorante la atención juvenil, expresada en sus ojos, había cambiado por completo. Se llevaron algo más que el concepto de una clase (en este caso una mala definición manualística de “cultura”, que por cierto no copiaron), se llevaron la certeza subjetiva de que sabían de qué se estaba hablando, que podían conocer más partiendo de lo que ya conocen, y especialmente que todas las inteligencias son iguales.

La igualdad de las inteligencias La anécdota es modesta, pero multiplicada por miles de anécdotas similares, que deben repetirse en muchas geografías en los últimos tiempos, uno se puede dar una idea del efecto que una nueva edición de El maestro ignorante. Cinco lecciones para la emancipación intelectual de Jacques Rancière, puede tener1. Ciertamente no llegará a renovar la pedagogía habitual en un sistema educativo en crisis, ni fomentará un auge plebeyo del autodidactismo, pero por lo menos transmitirán la premisa sencilla de que todas las inteligencias son iguales (imprescindible en una coyuntura en que neurobiólogos macristas contabilizan cómo el “capital mental” se distribuye entre las clases2). Publicado por primera vez en 1987, El maestro ignorante repone la experiencia pedagógica de Jacotot y su método de emancipación intelectual. Es la historia de un hombre del

Ilustración: Julián Corgan

siglo XVIII, que atraviesa la Revolución francesa a los 19 años y participa como artillero en el ejército republicano. Desarrolla una carrera de instructor militar y llega a director de la Escuela Politécnica y diputado nacional. La Restauración Borbónica lo obliga al exilio en Bélgica y allí pasa por una experiencia de enseñanza que lo trastoca profundamente. Enseña con una versión bilingüe del Telémaco de Fenelón el francés a jóvenes belgas, sin conocer una palabra de holandés. Incapacitado de transmitir saber alguno, su método fue transmitir la voluntad de aprender. Dejarlos solos con el texto, ya que el saber estaba ahí para que ellos lo tomaran por sí mismos. La sorpresa es que al poco tiempo los alumnos podían replicar frases coherentes, comprendían el francés y componían estructuras argumentativas. Por azar Jacotot encontró que la inteligencia de los alumnos replicaba la inteligencia del niño al aprender la lengua materna

(escucha, retiene, imita; compara, corrige, repite). Su teoría, como todas, parte de una práctica generalizada. Sacando conclusiones de esta experiencia Jacotot plantea su tesis: hay que partir de la premisa de que todas las inteligencias son iguales. El impacto de esta idea en su tiempo generó un movimiento igualitarista y pedagógico revolucionario, pleno de equívocos y apropiaciones diversas, que a fin de cuentas hablaba de un método humanista nacido del impulso igualitario de la Revolución francesa (específicamente del contexto de su “urgencia” revolucionaria, donde Jacotot vio excelentes matemáticos militares y otras proezas científicas motorizadas por la voluntad revolucionaria del pueblo). El maestro ignorante es un voluntarista, “anarquizante” según Rancière, que se aleja de la “instrucción popular” que supone la dirección progresista de la burguesía, y se interesa en primer lugar por los »


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pobres porque combate la desigualdad. El discurso contra la desigualdad de los hombres se basa en la igualdad de las inteligencias como una premisa o un axioma, por lo que no es demostrable científicamente, ni quiere serlo. Es un presupuesto que se prueba un poco como el budín inglés de Engels: en la práctica de comerlo3. Y aunque una axiomática no es una teoría del conocimiento, Jacotot se pregunta cómo se conoce en una práctica emancipada, criticando para ello el trasfondo filosófico del mito pedagógico y el atontamiento que produce. Contra Sócrates, Jacotot señala que éste no es la figura del emancipador sino “la del embrutecedor por excelencia, que organiza una puesta en escena en la cual el alumno debe ser confrontado a las lagunas y aporías de su propio discurso”. Embrutece porque pone en primer plano “el sentimiento de la propia incapacidad”4. Si en vez de partir del “sólo sé que no sé nada” se responde que se conoce una cosa (todos conocemos alguna cosa) y luego se vincula a ella todo lo demás, se “espolea” la voluntad de conocer, se pone en marcha el procedimiento de la comparación y diferenciación y se sale del “círculo del atontamiento”. Más aún se puede enseñar lo que no se sabe, precisamente porque no se enseña lo que se sabe. Para Jacotot la “opresión no es la sujeción de una voluntad a otra” que deba dejar paso a “una relación de inteligencia a inteligencia”. Al contrario, en ésta última es dónde “se demuestra mejor la desigualdad de las inteligencias, la necesidad de que una inteligencia sea guiada por otra inteligencia”. Mientras el maestro ignorante “no establece ninguna relación de inteligencia a inteligencia”5 es solo una “voluntad que ordena al ignorante que haga su camino. Es decir, echa a andar las capacidades que el alumno ya posee”6. Rancière no llegó a Jacotot buscando una buena nueva filosófica, sino hurgando en los archivos de la historia de la clase obrera de la primera mitad del siglo XIX. Allí encontró un espacio y un tiempo de autonomía de los obreros, por las noches, donde se ponían en juego filosofías, poesías, artes, y en donde se le apareció la figura del maestro ignorante en la formación de “Louis Vinçard, instruido por su madre en el arte de la lectura, lo que no tendría nada de extraordinario si esta mujer, casi iletrada, no hubiera enseñado lo que ella misma no sabía”7. Sin saberlo, esa madre había

aplicado el método de la emancipación intelectual. A fin de cuentas ¿de qué es ignorante el maestro ignorante? De la desigualdad. Contra el “orden explicador” que lo instaura, inevitablemente, Rancière propone invertir la lógica del maestro, abandonar toda proposición de que el que no sabe es una “tabula rasa” que debe dejar sus prenociones de lado (Durkheim-Bourdieu) o desprenderse de la ideología para llegar a la ciencia (Althusser). En este punto Rancière se emparenta con el Marx de las “Tesis sobre Feuerbach” que señalan que el educador debe ser educado8. Postula que el mito pedagógico divide el mundo en dos y supone el encuentro de dos inteligencias escondiendo el encuentro entre dos voluntades, una de las cuales se sabe impotente. Al contrario se puede ensenar lo que se ignora, sólo hay que dar el principio de esta instrucción: “hay que aprender alguna cosa y relacionar con ella todo el resto según este principio: todas las inteligencias son iguales”9.

Contra los maestros del atontamiento Reponiendo el método de la emancipación intelectual Rancière construye un libro de historia y filosofía alternando posiciones jacotistas (repuestas interesantemente en su contexto) y consideraciones propias para pensar las implicancias de la emancipación intelectual, la filosofía de la emancipación y su relación con el marxismo. Las investigaciones sobre la vida obrera aparecen como campo de interés para Rancière luego de Mayo del ‘68, y de manera contrapuesta al marxismo estalinizado del PCF (donde tiene una breve militancia juvenil) y particularmente contra el marxismo de Althusser, con el que había colaborado en la obra colectiva Para leer El Capital. En 1969, ya alejado de Althusser y Balibar, va a realizar una crítica a la rígida teoría de la ideología althusseriana como una que no dejaba espacio para la libertad del sujeto. Le contrapone a este marxismo una reivindicación de la emancipación intelectual por parte del obrero como un momento imprescindible de la emancipación social (aunque se distinga de él). La ruptura con el althusserianismo se completa en La lección de Althusser, donde éste es denunciado como el filósofo del “orden” tanto universitario como del PCF. Un maestro burocrático alejado de la revuelta obrera y estudiantil y galvanizado contra los planteos más innovadores

de Mayo. Motorizado por una activa militancia en el “segundo aliento” del movimiento del ’68, Rancière se integra al maoísmo de Izquierda Proletaria (Gauche Prolétarienne) y activa en la universidad de Vincennes, en las fábricas (donde reside su verdadero interés por los sucesos de Mayo) y colabora, junto a su esposa, en el movimiento del GIP (Grupo de Información de las Prisiones que tenía a Foucault como impulsor). De manera especular al estalinismo, Izquierda Proletaria postulaba una tesis populista que depositaba en el obrero el lugar de la “verdad”. Lo que por supuesto no impidió la espectacular metamorfosis derechista del maoísmo francés, y la disolución del grupo. A mitad de los ‘70 Rancière atraviesa esta “crisis de la izquierda” estableciendo una distancia tanto de la izquierda reformista (refortalecida con la conformación de la Unión de Gauche de estalinistas y socialistas), como con los nuevos filósofos que abren el camino a la reacción ideológica (el punto que lo distancia de Foucault). Pero también mantiene distancia de la continuidad de las organizaciones marxistas revolucionarias trotskistas y se concentra en sus estudios y en la revista Les revoltes logiques10. Su investigación había comenzado originalmente con el objetivo de dar cuenta del encuentro y desacuerdo del marxismo y la clase obrera francesa desde inicios del siglo XIX hasta la constitución del PCF. Ahora ese objetivo había mutado y conservando algunos tópicos va a tener su modulación más nítida en el periodo de la llamada “crisis del marxismo”11. La aparición de El maestro ignorante coincide con la llegada de los socialistas al poder en los ‘80 en Francia y se escribe en parte para tomar distancia del “sociologismo progresista” (Bourdieu) que ponía el acento en las formas de llegada del saber para las poblaciones desfavorecidas, y en general contra la idea de que es el saber el que otorga el medio para la igualdad. Se anudan allí el rechazo del althusserianismo que oponía ciencia/ideología, con las teorías sociológicas de la dominación, y en general con todo el marxismo en el que se había formado al que ve como uno que “pinta la ley de la dominación como una fuerza que se apodera de todo lo que pretende impugnarla”12. La conclusión es que hay que salir del funcionamiento social que está siempre basado en las desigualdades y que dejan a


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los individuos impotentes de su propia emancipación. La cuestión es cómo.

El método de la igualdad y el marxismo El camino de la emancipación intelectual a la emancipación social no es una vía regia. Al contrario, la emancipación intelectual es un proceso individual, es una lógica que “sólo trata, en definitiva, de las relaciones individuales”13 y que para Rancière en principio no puede definir una política colectiva. Una lógica que no carece obviamente de implicancias en “lo social”, pero que deja en un lugar de suspenso el sentido que ésta pueda tener: “El emancipado puede tener sueños de emancipación social, o simplemente querer un mejor lugar en la sociedad. La emancipación intelectual tiene un lado suspensivo con relación a los usos sociales”14. Sin embargo, Rancière oscila entre establecer vínculos y analogías limitadas entre ambas emancipaciones o adoptar una extensión más o menos directa del principio de la igualdad. En la emancipación intelectual se adopta la presuposición de la igualdad y se la verifica, “mientras que en la política se verifica la igualdad que el otro nos está negando”15. El “método de la igualdad” deriva así del método Jacotot y establece un uso general posible en el que la emancipación social se compone de actos individuales que se contraponen a los límites establecidos por aquellos que sólo ven el “círculo continuo de la dominación”. Éstos no pueden ver cómo: Las lógicas individuales, en el sentido de lógicas de los individuos, normalmente reproducen al infinito las lógicas sociales dominantes. Entonces, es necesario que alguna cosa, un evento, un dispositivo, un individuo, se ponga en disfuncionamiento con respecto a ese funcionamiento “normal” de la lógica social, para que un individuo se ponga a hacer trabajar su inteligencia por sí misma16.

Al igual que en la emancipación intelectual, el método de la igualdad es un postulado. Pero a diferencia del terreno de las desigualdades intelectuales (ciertamente más ilusorias que reales) en el terreno de las desigualdades sociales es más difícil conjugar esa apuesta. El apego a coyunturas críticas que cambian las percepciones sociales continúa sanamente el espíritu del ‘68 (el cual ciertamente Althusser

y algunos más no pudieron ver). Sin embargo, a posteriori Rancière lee ésto menos como un asunto de la “lucha de clases” en Francia que como un acontecimiento que cambia el “reparto de lo sensible” y que debe ser pensado con otra lógica: … yo siempre rechacé la explicación por lo social, en el sentido de la explicación por la base, por lo que está debajo, ese pensar escalonado en que los cambios en la sociedad van a explicar los cambios en la política, en la ideología17.

Para Rancière una revolución es “el momento en que todo un orden de lo visible, de lo pensable, de lo posible, se encuentra brutalmente despachado y reemplazado”18. Ocurre cuando se da “la interrupción brutal de todo un orden simbólico dado, y donde aparecen como posibles cosas que eran absolutamente impensables”19. Esto conlleva rechazar también la búsqueda de la “figura correcta del proletariado” (lo que lo aleja tanto de los marxistas revolucionarios como del neo-autonomismo de Negri). Rancière conserva sin embargo una resonancia manifiesta de Marx, al retomar la lógica entre la parte y el todo del proletariado tan presente en textos de juventud como la Introducción a Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Con la enorme diferencia de que el “proletariado” pasa a nominarse como la “parte de los sin parte” y así el camino de Marx de buscar en “lo social” las potencialidades de un sujeto de lucha con pretensión universal (aún en su heterogeneidad el colectivo de los trabajadores) es abandonado. Alejado de los análisis de clases, en ausencia de una teoría de la ideología y la alienación de la clase trabajadora y dejando en un plano muy simplificado y abstracto la teoría de la reproducción (y la dominación del Estado), es el “reparto de lo sensible” lo que se pone en cuestión en las situaciones revolucionarias. Aquellos que son “parte de los sin parte”, los que carecían de tiempo y espacio en el “consenso” y expresan un “disenso” de proporciones frente a éste pueden tomar cartas en el asunto. Ahora dos modos de sensibilidad confrontan y disputan el sentido de la experiencia en el espacio y en el tiempo. Y donde las palabras y los símbolos muestran la constitución de los sujetos. Es según sus palabras una “guerra de discursos” en la que la

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“parte de los sin parte” reclaman ser tratados como iguales. ¿Y quiénes son esa parte de los sin parte? Son los que lo hacen, no hay predeterminaciones sociales, más bien dependen de las formas de dominación de las clases dominantes y adoptan actualmente la forma de revueltas populares sin claros contornos de clase desde Egipto y Túnez hasta Madrid y París. Sin dudas todos esos sucesos son cuestionamientos más o menos profundos en el “reparto de lo sensible” dando cuenta de cambios en los modos de pensar, pero no alcanzan a trastocar las relaciones de clase, y la extensión del “método Jacotot” no permite pensar los límites que estas situaciones tienen para dar curso a una emancipación social.

1. Edición ampliada de libros del Zorzal, Buenos Aires, 2016. 2. M. Kaniuka, “El ‘capital mental’ y el discurso neoliberal de Facundo Manes”, La Izquierda Diario, 11/07/2016. 3. Véase el alegato del astrofísico Neil deGrasse Tyson en el sitio de Noospora (www.facebook.com/ noospora). 4. J. Rancière, “La actualidad del maestro ignorante”, entrevista de Patrice Vermeren, Laurence Cornu y Andrea Benvenuto, Cuaderno de Pedagogía, Rosario, 2003, p. 4. 5. Ídem. 6. Ibídem, p. 5. 7. J. Rancière, La noche de los proletarios. Archivos del sueño obrero, Buenos Aires, Tinta Limón Ediciones, 2010, p. 84. 8. Para una buena lectura comparativa ver Juan Dal Maso, “La potencia del maestro ignorante”, blog Los Galos de Asterix (losgalosdeasterix.blogspot.com.ar). 9. “La actualidad...”, ob. cit., p. 5. 10. J. Rancière, El método de la igualdad. Conversaciones con Laurent Jeanpierre y Dork Zabunyan, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2014. 11. G. Gutiérrez, “Cartografías intelectuales. Notas críticas sobre Hemisferio Izquierda de Razmig Keucheyan”, IdZ 16, diciembre 2014. 12. J. Rancière, “Las desventuras del pensamiento crítico”, en El espectador emancipado, Buenos Aires, Ediciones Manantial, 2010. 13. “La actualidad...”, ob. cit., p. 8. 14. Ibídem, p. 11. 15. El método de la igualdad…, ob. cit., p.104. 16. Ibídem, p. 10. 17. Ibídem, p. 174. 18. Ibídem, p. 213. 19. Ibídem, p. 214.


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A propósito de Can neuroscience change our minds? de Steven y Hilary Rose

Crítica de la neuromanía

Ilustración: Juan Atacho

Juan Duarte Comité de redacción.

“Conceptualizar el cerebro como capital, un recurso a ser expandido, transforma a quién –o qué– en algo a ser expandido. Separa la parte del todo: ahora, en vez de ser el niño que aprende, el estudiante, el anciano temiendo demencia (…) aparece el cerebro que aprende, el cerebro social, el cerebro emocional, el cerebro ético o el cerebro indicador, el que debe ser mejorado.” Steven Rose y Hillary Rose, Can neuroscience change our minds?

Hace no mucho tiempo, hubiera resultado extraño encontrar una vitrina principal de la sección psicología o autoayuda poblada de títulos como Las neuronas de dios, Usar el cerebro, El cerebro de los argentinos, Cerebro, corazón y psicología de la mujer, e incluso Atletismo mental (con la imagen de un cerebro con pies y brazos corriendo en una cinta). También la creación de una asesoría “en capital mental”, especializada en educación en la provincia de Buenos Aires, a cargo de un neurólogo, o que el reconocido Instituto Balseiro tenga cursos permanentes en neurociencias. Hoy, parece natural. Es que en los últimos años venimos asistiendo en nuestro país, (y en el mundo, como veremos), a un auge de las llamadas neurociencias. Autores como Facundo Manes1, Diego Golombek2 o Andrés Rieznik, recorren

asiduamente los programas de radio y televisión, llenan teatros y salones a lo largo del país, están al tope de ventas de libros, y comienzan a tener injerencia directa en el diseño de políticas públicas. Pero, ¿de qué se trata la neurociencia? ¿Cuál es su origen social y científico? ¿Qué discursos y prácticas sociales promueve y cómo los fundamenta? Desde estos interrogantes, y otros, claves para un análisis desde el marxismo, resulta provechosa la lectura del nuevo libro de Steven y Hilary Rose, Can neuroscience change our minds?3. Desde sus campos disciplinares (neurobiología y sociología respectivamente) son parte de una generación de científicos y académicos (en su caso, ingleses) que, impactados por la revolución cubana, el uso de la ciencia con fines bélicos por parte de Estados imperialistas (Vietnam), así como por la invasión soviética a Hungría y la Guerra Fría, se acercaron a la crítica anticapitalista y a las luchas obreras y populares, participando de ellas al tiempo que cuestionando el rol de la ciencia en el capitalismo. En coautoría, publicaron Ciencia y sociedad (1969), seguido de La radicalización de la ciencia (1976), y en los últimos años Alas, poor Darwin (2005), y Genes, cells and brains (2012). En este caso, intentan brindar un análisis que, sin perder profundidad y filo crítico,

pueda ser leído por un público amplio, a tono con el alcance de masas del discurso de las neurociencias. Y si bien situado en el medio inglés, al tratarse de un fenómeno mundial, resulta completamente relevante para pensar concretamente desde nuestra geografía. El título del libro, ¿Puede la neurociencia cambiar nuestra mente?, sirve de disparador para el análisis posterior. Si bien reconocen que la neurociencia se apoya en importantes avances en el conocimiento del cerebro, parten de afirmar que “ciencia y sociedad se moldean una a la otra –se coproducen–”, y señalan que el objetivo será “separar la esperanza del marketing de esos neuroprefijos, que surgen como parte de la economía política neoliberal actual” (2). A diferencia de la genómica, pero compartiendo su reduccionismo, el imaginario de la neurociencia “pretende que su conocimiento nos puede empoderar para rehacer nuestro cerebro, nuestras mentes y a nosotros mismos” (3). El esfuerzo personal y la plasticidad, ligados a términos neoliberales extrapolados como el de “capital mental”, se vuelven términos omnipotentes para dar el salto y resolver cuestiones sociales y políticas como la desigualdad y la educación. La neurociencia moderna es definida como una tecnociencia: fusión de ciencia y tecnología, inseparable de la matriz neoliberal, que ya había dado lugar a otros proyectos


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reduccionistas como la sociobiología en los ‘70 y la psicología evolucionista en los ‘90, ambas de sesgo social conservador, individualista y patriarcal. Aunque esta vez con un apoyo financiero y político mucho mayor.

Genealogía de la neurociencia Los autores trazan un recorrido del discurso neurocientífico que comienza con el planteo cartesiano de la glándula pineal como juntura entre mente y cuerpo, y sigue por el materialismo reduccionista de la frenología y los avances de la neuroanatomía en el siglo XIX, que definía un cerebro “moldeado por el imperialismo y las relaciones patriarcales decimonónicas” (13). Desde allí, ubican el surgimiento del Programa de Investigación en Neurociencia del MIT a principios de los años ‘60 como el primer gran proyecto apuntado al estudio del cerebro y el comportamiento, con fines principalmente científicos, concitando gran interés y financiamiento: el nacimiento de la neurociencia moderna. Ya en los ‘90, el nuevo impulso va a provenir de una agenda “aplicada” motorizada por la industria farmacéutica en búsqueda de nuevas drogas psicotrópicas y desarrollos neurotecnológicos. Será denominada la “década del cerebro”. La neurociencia molecular y su búsqueda de neurotransmisores será clave para el negocio de la medicalización de la vida cotidiana de la industria farmacéutica, asociada a manuales psiquiátricos como el DSM4, aunque con resultados similares a generaciones anteriores de psicotrópicos, ya que el vínculo neurotransmisor/trastorno mental tampoco se sostiene, por lo que compañías líderes ya cerraron sus laboratorios de neurociencia enfocándose en otros mercados. Mientras, esa crisis en la psiquiatría biológica se ha intentado superar mediante la nueva tecnología de la resonancia magnética funcional (fMRI), cuyas dramáticas imágenes en colores son “deducidas por una cadena de manipulaciones y asunciones estadísticas”, pero “son tomadas como reales, y no solo por neurocientíficos” (34). La crítica en este punto es muy aguda: ... tales imágenes pueden ocultar tanto como revelan. Para empezar su escala temporal de torrente sanguíneo medida en segundos es demasiado amplia, en tanto el cerebro opera en milisegundos. Y también su resolución espacial (36).

A lo que podríamos agregar el fuerte cuestionamiento recién recibido por el software estadístico que utilizan5.

La neurociencias como megaproyecto Pero el gran auge de la disciplina es mucho más reciente. En 2013, con la llegada de los primeros megaproyectos científicos destinados para las neurociencias: el proyecto BRAIN en EE. UU., y el Human Brain Proyect (Proyecto Cerebro Humano, HBP en inglés) en la UE, con el antecedente del Proyecto Genoma Humano. Los autores desmenuzan la génesis y objetivos de ambos, señalando el lugar de científicos, Estados, capitales y público. El HBP consiguió 1,2 billones de euros en el concurso de Flagship Future and Emerging Technologies Programme, provenientes del Directorio de Información y Tecnología de Computación de la UE, según los autores en respuesta a la crisis de 2008, y designados mediante una pantomima de “consulta popular”. Su iniciador y coordinador, Henry Makram, planteó que su objetivo es construir una infraestructura tecnológica de computación de información para investigación relacionada a neurociencia y cerebro en medicina y computación, catalizando un esfuerzo colaborativo global para entender el cerebro humano y finalmente emular sus capacidades computacionales (45).

La intención es la creación de un modelo computacional del cerebro para 2023. En definitiva, y esto es llamativamente dejado de lado por los Rose, se trata, desde la psicología, de retomar el conocido reduccionismo de la psicología cognitiva, con su metáfora de la mente como procesador de información, a su vez –irónicamente– motivada por los avances tecnológicos en cibernética y teoría de la información en el período de entreguerras6. Aunque ese procesador es identificado ahora con el cerebro: el reduccionismo se recuesta en la biología, pero la matriz teórica del procesamiento de información (ahora neuronal), se mantiene7. Los autores señalan la injerencia en el proyecto y el aprovechamiento privado de fondos públicos, de IBM, con la cual Makran puso en pie su proyecto Blue Brain. De hecho, en los últimos días IBM anunció con pompa que había creado las “primeras neuronas artificiales”8. La base de investigación son estudios con cerebros de

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ratones. La escala es monstruosa: 113 equipos de 20 países diferentes. En el caso de EE. UU., el proyecto se denominó Investigación Cerebral para el Avance en Neurotecnologías Innovativas (BRAIN en inglés), apuntando a realizar “un mapeo neural de todas las vías y conexiones (el así llamado conectoma), entre las 70 millones de neuronas del ratón, como subrogado del cerebro humano”, que en seis años solo avanzó en una ínfima porción. Los fondos son titánicos: en 2014 se aumentaron a 4,5 billones de dólares, y las intenciones comerciales son claras: desde nanopartículas a optoelectrónica de amplio potencial industrial. Significativamente, parte del financiamiento proviene de la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA), interesada en el desarrollo de neuroprótesis para soldados. Los autores subrayan el potencial comercial detrás de estas mega iniciativas, replicadas a su vez en Japón (2014), China (2015), y por capitales privados, como el mega proyecto Big Neuron, de Paul Allen (cofundador de Microsoft). Pero, señalan también el creciente escepticismo de la comunidad científica ante el carácter aporético del objetivo de fondo, que llevó a que “unos 700 neurocientíficos elevaran una carta a la UE criticando tanto la ciencia como el manejo del proyecto” (54). Mientras que construir una bomba atómica o descifrar el genoma eran promesas alcanzables, “¿Qué querría decir ‘resolver el cerebro humano’?”. El escepticismo, señalan, se hace oír cada vez más entre los participantes, en tanto “las neurociencias simplemente no tienen equivalente para la física teórica detrás del Proyecto Manhattan, ni para la biología molecular del Proyecto Genoma Humano” (52). El diagnóstico a nivel científico es lapidario: “no hay forma de integrar las variadas neurodisciplinas, desde la molecular hasta los sistemas, y menos de proyectarlas hacia el misterioso terreno de la ‘mente’”. Es que “las neurociencias son ricas en datos y pobres en teoría” (57). Lo notable es que aún así, sus ambiciones proliferan, e ingresan crecientemente en las políticas públicas del desarrollo infantil y la educación.

Las neurociencias como fundamento para políticas públicas neoliberales A continuación, los autores abordan el desarrollo de políticas públicas en hacia la niñez y la educación en Inglaterra, ensayando una »


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crítica de los conceptos que permite develar la razón neoliberal detrás del pretendido fundamento científico. Entramos en un terreno que comienza a ser familiar en la Argentina, donde el gobierno macrista ensaya la aplicación de políticas similares de la mano de Facundo Manes. El foco estará puesto en dos ejes. El primero, centrado en la crítica de un informe gubernamental publicado en 2008, centrado la idea de que “los países deben aprender a capitalizar a sus propios ciudadanos”9 mediante la intervención temprana y sus tres conceptos centrales: capital mental, bienestar mental y recursos cognitivos. La idea de capital mental, apuntan los autores, es correlativa con la redefinición de la pobreza en términos ya no de ingresos sino de logros educativos, falta de empleo y adicción a drogas, o sea, un regreso a una política moral sobre los pobres. Para esto, los informes citados se apoyan en estudios sobre análisis de imágenes de resonancia magnética funcional sobre niños, que demostrarían la necesidad de actuar sobre los primeros “1.001 días críticos” (título de otro reporte). Al respecto, se señala que “en esta narrativa biológica, la niñez y la adolescencia son entidades biológicas, categorías independiente de clase, género, etnicidad y geografía” (79). Y se desmonta su supuesto fundamento neurocientífico y psicológico: relación entre sinapsis y desarrollo, los conceptos de “ambientes enriquecidos y empobrecidos”, períodos sensitivos, relaciones entre stress e indicadores hormonales (cortisol), y la teoría del apego. En cada uno la crítica aporta valiosas referencias, como por ejemplo, la crítica de la primatóloga Susan Hrdy desarmando la teoría del apego de Bowlby y su contenido ideológico patriarcal10. Como conclusión, resaltan el carácter de vigilancia moral de la “intervención dirigida”: “Las desigualdades solo pueden atacarse mediante reformas estructurales, sobre las cuales la neurociencia no tiene nada que decir” (103).

El capítulo final está destinado a las prescripciones que desde la neurociencia se hacen sobre la educación y el aprendizaje, mostrando el mecanismo mediante el cual un organismo imperialista como la OECD plantea directivas de aprendizaje que instituciones científicas como la Royal Society apoyan, y a las cuales revistas especializadas aportan “fundamentos”: Estamos en tiempos excitantes para la neurociencia –dice una editorial de Nature–, donde la unión de neurociencia con educación nos lleva desde un conocimiento molecular y celular de la función cerebral, hasta el aula (104).

A continuación, analizan críticamente las pretensiones de “mejoramiento cerebral”, ligada al marketing de drogas “inteligentes” (Ritalin, por ejemplo) y dispositivos eléctricos (estimulación por corriente transcraneal directa). También se critican las prescripciones derivadas de esta concepción, y su aplicación concreta a fenómenos como la discalculia o la dislexia, mostrando los límites de la misma, y el intento de estigmatizar y normalizar la adolescencia. Resulta muy valioso el análisis de cómo estas concepciones apuntan a normalizar la subjetividad y actuar directamente sobre la visión de los propios adolescentes sobre sí mismos, y también las referencias a trabajos críticos, como el de la neurocientífica Suparna Choudhury, que demuestra cómo los adolescentes perciben el intento de los trabajos neurocientíficos “mainstream” de estereotiparlos11.

Un aporte valioso para la crítica del furor neuro Tratándose de un libro tan condensado, quedan necesariamente muchos desarrollos fuera de esta reseña. Acaso se podría criticar el no tomar en cuenta las relaciones entre las neurociencias y las teorías psicológicas de las que

se sirve (cognitiva, en sentido amplio), así como alguna referencia a opciones superadoras (en otro libro, Steven Rose señala los desarrollos de Vigotsky como posible vía superadora a concepciones reduccionistas). Así también, aunque encontramos un análisis de la economía política de la neurociencia, incluido el carácter cada vez más precarizado de los investigadores, a diferencia de trabajos previos, está ausente el horizonte socialista como vía superadora a las contradicciones analizadas. Empero, se trata de una crítica balanceada, aguda y bien fundamentada, que resulta de un gran aporte tanto para analizar el auge de las neurociencias, en Argentina y en el mundo, y desnudar los intereses sociales detrás del mismo.

1. Ver Duarte, Juan, “Reseña de Usar el cerebro de Facundo Manes”, IdZ 9, mayo 2014. 2. Ver Duarte, Juan, “Reseña de Las neuronas de dios de Diego Golombek”, IdZ 17, marzo 2015. 3. Cambridge, Polity Press, 2016. Los números de páginas se indican entre paréntesis. 4. Ver Duarte, Juan, “Reseña de Todos somos enfermos mentales de Frances Allen”, IdZ 16, diciembre 2014. 5. “Cluster failure: Why fMRI inferences for spatial extent have inflated false-positive rates”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS), 05/2016. 6. Heims, Steve Joshua. Constructing a Social Science for Postwar America: The Cybernetics Group, 1946-1953. MIT Press, 1993. 7. Para algunas críticas al reduccionismo de la psicología cognitiva, ver Bruner, Jerome, Actos de Significado, Madrid, Alianza, 1991, Cap. 1. 8. “Unsupervised learning with artificial neurons”, en IBM.com, 3/6/2016. 9. The Government Office for Science, Mental capital y wellbeing: making the most of ourselves in the 21st century, Londres, 2008. 10. Hrdy, Susan. Mothers and Others: The Evolutionary Origins of Mutual Understanding, Cambridge, Harvard University Press, 2009. 11. Choudhury, Suparna y Slaby, Jan, Critical Neuroscience, Sussex, Wiley-Blackwell, 2012.


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Flaubert: una historia a tontas y a locas

Ilustración: Hidra Cabero

Acaba de reeditarse, con prólogo de Borges, Bouvard y Pécuchet, la novela inconclusa en la que Flaubert trabajó durante sus últimos años, una parodia del optimismo iluminista y la decepción con las ideas de “progreso” en el siglo XIX. Ariane díaz Comite de redacción. La editorial Cuenco de Plata (Bs. As., 2016)1 publica una reedición del clásico de Flaubert en la traducción de Aurora Bernárdez (más conocida por ser la albacea de Cortázar y su exesposa, aunque tiene en su haber traducciones de Faulkner, Nabokov, Bradbury, Sartre o Camus, por nombrar algunos). La edición destaca además como prólogo un artículo de Borges de 1932, “Vindicación de Bouvard y Pécuchet”. En esas breves primeras páginas Borges señala lo polémico que fue el libro cuando se publicó: que sus dos protagonistas lean toda una biblioteca “para no entenderla” no fue recibido con beneplácito. En sentido contrario, el escritor argentino valora que Flaubert haya “tenido la precaución de confiar sus últimas dudas y sus más secretos temores a dos

irresponsables”, y remonta el recurso a la influencia de Herbert Spencer (para el cual el conocimiento humano solo puede ser relativo mientras el universo es “inconocible”), a la mordacidad de Jonathan Swift2 y a toda una tradición en la que son los tontos y los locos los que dicen la verdad, los portadores de sabiduría. Otro elemento que resalta Borges es la noción de tiempo en una novela donde “nada ocurre” a pesar de estar “poblada de circunstancias”. Ambos elementos, el problema del tiempo y del conocimiento (que en la obra de Borges encontrarán sus propios caminos), confluyen en la decepción con la idea de “progreso” que, habiendo alcanzado su apogeo en el siglo XIX, pronto encontró también su crisis.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces El siglo XVIII fue caracterizado como “el Siglo de las Luces”, un período que se percibía como cuna de cambios permanentes frente al estancamiento y el oscurantismo religioso que se atribuía a la Edad Media (a tono con el proceso de secularización que caracterizaría a la Modernidad). La metáfora de la luz suponía una renovada confianza en las posibilidades de avance de la humanidad de la mano de las nuevas ideas políticas, sociales y científicas que formaron parte del ascenso finisecular de la burguesía como clase dominante. La idea del “progreso” de la historia sería el corolario ideológico de la época que anudaba una definición de la historia como un camino de cambios “en la dirección deseable”3. »


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Cultura Literatura

Una cita de un protagonista político de la época, y un proyecto intelectual, podrían ejemplificar esta certeza. Decía Robespierre mostrando su confianza en la acción humana frente a la cosmovisión religiosa: “El Progreso de la razón humana ha preparado esta gran revolución y es precisamente a vosotros a quienes se os impone el deber específico de activarla”4. Similar confianza, en este caso basada en los avances del conocimiento, se observa en el proyecto de la Enciclopedia de Diderot y D’Alambert editada desde mediados del siglo XVIII durante más de dos décadas. Pero en el transcurso del siglo XIX, esas ilusiones parecen volverse sospechosas. Las revoluciones burguesas no habían extendido solo el dominio de una nueva clase dominante abanderada en “la libertad, la igualdad y la fraternidad”, sino también un nuevo colonialismo en la periferia. La extensión de la burguesía en todos los continentes había permitido pensar por primera vez una Historia universal, pero también había abierto, desde fines del 1700 e inicios de 1800, a las diversas luchas independentistas que no solo mostraron la decadencia de la vieja dominación española sino también de los intentos “republicanos” de dominación colonial. En la propia Europa una amenaza crecía a la par del nuevo poder de la burguesía: el de la revolución proletaria, que encuentran sus puntos más álgidos en la “Primavera de los pueblos” de 1848 y en la Comuna en 1871. Entretanto, el Romanticismo disputaría en el terreno de la filosofía y el arte con el universalismo ilustrado, y las modernas teorías sociales demostrarían sus incapacidades para explicar el desarrollo capitalista, por dar solo dos ejemplos de la crisis de las ideas que tanta fuerza habían cobrado en el siglo previo. Aunque nuevas teleologías seculares vinieron rápidamente a ocupar el lugar que dejara libre la religión como promotora de una meta a alcanzar, las consecuencias de las acciones humanas parecían impredecibles, y su horizonte no tan feliz.

Quien mucho abarca poco aprieta Bouvard y Pécuchet evoca satíricamente al proyecto enciclopédico de Diderot y D´Alambert. La novela es un constante ir y venir, por parte de los protagonistas, entre distintas teorías y posiciones en casi todos los terrenos de la práctica humana. Con la misma confianza con que la Enciclopedia pretendía abarcar las ciencias y sus técnicas, los protagonistas pretenden abordar distintas empresas (agrícolas, médicas, filosóficas, políticas, artísticas, etc.) recolectando todo lo que los libros dicen al respecto, probando sucesivamente las indicaciones de los distintos manuales y teorías, en muchos casos haciéndose fervorosos partidarios de una tendencia para abandonarla rápidamente por la opuesta. Para cultivar la tierra, por ejemplo,

Se consultaban mutuamente, abrían un libro, pasaban a otro y no sabían qué decidir frente a la divergencia de opiniones. […] Excitado por Pécuchet, le acometió el delirio de los abonos. […] Una bomba instalada en una carretera escupía estiércol sobre las cosechas. A los que hacían gestos de asco les decía: -¡Pero si es oro, oro! [44/5].

En menos de una página, los protagonistas citan 10 especialistas del tema opuestos entre sí, cuyo seguimiento les aporta nociones confusas en las que malgastan sus recursos y esfuerzos, amén de ganarse unos cuantos enconos. Similares situaciones irán atravesando a lo largo del libro, y los resultados de ese afán enciclopedista serán sucesivos desengaños. El problema no es solo la diversidad de teorías, sino la lógica misma de la enciclopedia, donde las distintas disciplinas y sus términos están ordenadas por orden alfabético, sin establecer jerarquías o un orden crítico entre ellas. Siguiendo esa lógica de las entradas, Bouvard y Pécuchet avanzarán sobre los distintos temas de interés en derivas inconexas que, si en una enciclopedia tienen utilidad para la consulta, en las decisiones de los personajes parecen ser “caprichosas”: Hacían reflexiones sobre las obras de teatro en boga, sobre el gobierno, la carestía de los alimentos, los fraudes del comercio. De vez en cuando volvían a la historia del collar o al proceso de Fualdés, y además buscaban las causas de la Revolución [22].

La agricultura, la medicina, la filosofía de la historia, la crítica literaria y la propia acción política se intercalan en su entusiasmo, y la deriva entre ellos no está guiada más que por el fracaso del anterior. La novela parece ilustrar así que el saber acumulativo y universal que pretendía la Enciclopedia, en muchos casos, embota más de lo que aclara. No es difícil ver qué de esto impactó a Borges si tenemos en cuenta su producción ficcional y crítica. Como la memoria de Funes que cual “vaciadero de basura” retiene tanta información que no le permite pensar, o como la mala poesía de Daneri que, procurando dar cuenta del Aleph encontrado en un sótano, dilata “hasta lo infinito las posibilidades de la cacofonía y del caos”, los intentos de dar cuenta del todo y de encontrar allí algún orden parecen vanos. En el artículo de 1952 “El idioma analítico de John Wilkins” (en Otras inquisiciones), Borges reflexiona sobre la teoría de este filósofo inglés trayendo a colación una enciclopedia china delirante donde los animales por ejemplo se clasifican siguiendo criterios como: (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos,

(h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (1) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”.

Como “no sabemos qué cosa es el universo”, concluye Borges, los órdenes que intentamos imponerle a esa totalidad no hacen más que “reproducir el caos”, según conceptualiza Piglia en sus charlas sobre Borges en la TV pública5. Pero volvamos a Flaubert. Un “Diccionario de las ideas recibidas”, que iba a formar parte de la inconclusa novela, compone una versión de los protagonistas de la Enciclopedia. Entre sus definiciones encontramos: DIDEROT: Siempre seguido de D’Alambert. ENCICLOPEDIA: Criticarla. Reírse de lástima, por si fuera una obra rococó. IMPRESO: Hay que creer todo lo que está impreso. ¡Ver el propio nombre impreso! Algunos cometen crímenes solo por esta razón. MÉTODO: no sirve para nada. PROGRESO: siempre mal entendido y demasiado apresurado6.

A lo largo de la novela se puede percibir, además de la parodia crítica, una amenaza latente en el trasfondo social: “LIBRE CAMBIO: es la causa de todos los males. OBRERO: es honesto mientras no organice disturbios”, define también la versión flaubertiana de la enciclopedia.

A Dios rogando y con el mazo dando Barthes destacaba respecto a las láminas de la Enciclopedia, que su presentación de los distintos saberes era de una “simplicidad casi ingenua, una forma de la leyenda dorada del artesanado (pues no hay en estas láminas ningún rastro de mal social”)7. Pero en la novela de Flaubert la conclusión de las experiencias de los personajes será otra: las teorías dependen de las causas que apoyan o refutan. Esa puja de intereses atravesará la novela en su forma más clásica: la de una revolución, que el autor se encarga de fechar exactamente: “La mañana del 25 de febrero de 1848” [157]. Frente a ella, los protagonistas también variarán de posición citando uno u otro autor para defender a los revolucionarios o a los reaccionarios, alternativamente. Pero las tensiones entre las clases representadas ya sea por Gorgú, llegado de la guerra y sin trabajo y con “odio acumulado” [163], ya sea por los poderosos que adulaban a la clase baja a pesar de “su odio a la República” [161] o los burgueses que formaban el “gran partido del orden” [171] aparecen motivadas por sus intereses particulares, que son los que están en disputa, descubrirán, más allá de lo que aduzcan como posiciones universales o teóricas. Es lo que empieza a quedar claro, para los


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protagonistas, no solo como justificaciones para posicionamientos políticos explícitos. Existe también, por ejemplo, en otros terrenos: “Resumieron lo que acababan de oír. La moralidad del arte se encuentra para cada uno en lo que halaga sus intereses” [155]. Es más: en el marco de las discusiones suscitadas por los eventos de 1848, se podrá observar también el uso de la fuerza al que se recurre cuando las teorías no alcanzan. Después de estos episodios de 1848 y el triunfo de la reacción, algo cambiará en el ánimo de los protagonistas: “Por temor a las decepciones, ya no estudiaban” [185]. Las discusiones ya no implicaban algún tipo de colaboración mutua (“Machacaban los mismos argumentos, despreciando cada uno la opinión del otro, sin convencerlo de la propia” [221]), y lo que antes les había fascinado, ahora los aburría: “Nada les daría ahora aquellas horas tan dulces, colmadas por la destilería o la literatura. Un abismo los separaba de ellas. Había sucedido algo irrevocable” [233]. Tampoco las artes salen bien paradas de este derrotero: las críticas y desilusiones con la producción y la crítica literarias, dos de las últimas disciplinas que los protagonistas abordan, ya había sido adelantada por un viajante de comercio que les había anunciado que el teatro, por ejemplo, “es un objeto de consumo como otro cualquiera. Entra en el artículo París” [147]. Esa parece ser la conclusión sobre algunas de las mieles que promete el progreso, marcado por el conflicto social. Si en un principio, cuando abordan este concepto, en “el campo científico, Bouvard no lo ponía en duda”, luego de discutir la historia europea reciente exclamará: “–¡Bah, qué cuento el progreso! [183].

Al pan, pan y al vino, vino Toda noción de progreso supone una determinada concepción de la historia. Habrá en la novela varios planteos en disputa. Por nombrarlos simplificadamente, diremos que son tres: la escatológica religiosa, basada en la Providencia, propia del período previo; la acumulativa positivista, confiada en la objetividad y la apelación al estudio de las fuentes; y la idealista teleológica, que supone un desarrollo dirigido a un fin (estas dos últimas, concepciones modernas de la historia). En un principio los protagonistas consideran la posibilidad de conjugar la visión religiosa del Diluvio con los avances de las Geología en un debate con el abate Jeufroy, para quien los excrementos de animales petrificados no harían más que confirmar las Escrituras [88]. Pero luego de arduas discusiones en torno al darwinismo, tal conjugación se muestra irreconciliable [100]. Más adelante abordan la historia considerándola una acumulación sucesiva de hechos para los que puede recurrirse a fuentes. Pero en

sus lecturas, los hechos aparecen plagados de contradicciones, están dudosamente relatados y son inabordables: Para juzgarla imparcialmente sería preciso haber leído todas las historias, todas las memorias, todos los periódicos y todas las obras manuscritas, pues de la menor omisión puede depender un error que llevaría a otro y así ininterrumpidamente. Renunciaron a ello [125].

Finalmente llegarán a la filosofía de la historia de Hegel, que una vez más se pone en discusión con la visión teológica sin buenos resultados. Frente al entusiasmo de Pécuchet, Bouvard desestima las dos visiones: “El idealismo toma las ideas de las cosas por las cosas mismas. […] En cuanto a Dios, ¡imposible saber cómo es, ni siquiera si es!” [229]. Pero sí ve imbricadas teleología y religión por la negativa en una discusión a la que se sumará Pécuchet: [Bouvard] –¡Cuando nace un ciego, un idiota, un homicida, nos parece un desorden, como si conociéramos el orden, como si la Naturaleza obrara con un fin! [Girbal] –¿Entonces usted niega la Providencia? [Bouvard] –¡Sí, la niego! -¡Fíjense en la Historia! –exclamó Pécuchet–. Recuerden los asesinatos de reyes, las matanzas de pueblos, las disensiones en la familia, el dolor de los individuos [231].

Ni la Providencia religiosa ni la historia determinada por una razón en desarrollo pueden evadir justificar los males que aquejan a los hombres, de los que se terminan volviéndose justificatorios. “Un poco de ciencia aleja [de la religión], mucha vuelve a acercar” [99], recuerda como refrán otro de los personajes. En sus devaneos con la historia es ostensible la decepción de los dos amigos con un mundo donde la religión no solo ha quedado cuestionada en sus concepciones sino que es funcional, una vez más, a intereses particulares: “Pécuchet se alejó de una religión convertida en instrumento de gobierno” [266]. Pero es también un mundo donde los nuevos paradigmas modernos, que linealmente acumulan hechos unos sobre otros, o que son la reedición laica de un fin preestablecido, son insatisfactorios. A lo largo de la novela, los personajes cambian de posiciones constantemente en todos los terrenos. Lo que sí se mantiene como resultado es que la ilusión de una historia y un conocimiento acumulativos son imposibles. La humanidad, para Flaubert, parece así más bien confundida que “en progreso”. En los planes para terminar la obra que dejó bosquejados el autor (de la cual la nueva edición incluye algunos extractos), Flaubert pone fin al raid iluminista con los dos personajes

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sentándolos en un pupitre doble dispuestos a fungir de copistas. Quizás en dicha tarea hubieran encontrado esta referencia a quien, negándose a borronear “recetas para el bodegón del porvenir”, escribiera durante ese mismo período: La historia no es sino la sucesión de diferentes generaciones (…) es decir, que, por una parte prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente, mientras que, por otra, modifica las circunstancias anteriores mediante una actividad totalmente diversa, lo que podría tergiversarse especulativamente, diciendo que la historia posterior es la finalidad de la que la precede, como si dijésemos, por ejemplo, que el descubrimiento de América tuvo como finalidad ayudar a que se expandiera la Revolución francesa8.

La historia como terreno de disputas y la conceptualización de la misma como una más de esas batallas. El transcurso del tiempo, más que una medida de las cosas, como una relación social redefinida en las acciones que llevamos a cabo. La de Marx es una visión de la historia surgida también de las polémicas que en el siglo XIX preocuparon a nuestros copistas. Para dar cuenta de los cambios Fotografía: Martín Nodacritiproducidos por el capitalismo tuvo que car también las nociones de tiempo, historia y conocimiento. Pero se trata de una nueva visión de la historia en la que cualquier avance en “una dirección deseable” será producto de nuestras acciones y no de una meta felizmente preestablecida que justifique los saltos, desvíos y conflictos que la componen.

1. Las referencias a esta edición se harán entre corchetes al final de la cita. 2. Borges recuerda: “Swift describe una venerada y vasta academia, cuyos individuos proponen que la humanidad prescinda del lenguaje oral para no gastar los pulmones. Otros ablandan el mármol para la fabricación de almohadas y de almohadillas; otros aspiran a propagar una variedad de ovejas sin lana; otros creen resolver los enigmas del universo mediante una armazón de madera con manijas de hierro, que combina palabras al azar” [10]. 3. Así lo define John Bury, historiador victoriano que se dedicó a la filosofía de la historia y colaboró con artículos en la Enciclopedia Británica, en la introducción a La idea de progreso (Madrid, Alianza, 1971). 4. Citado en Koselleck, Futuro pasado, Barcelona, Paidós, 1993, p.25. 5. Ver especialmente la clase 2 del 14/09/13. 6. En la edición de Bouvard y Pécuchet de editorial Montesinos, 2001. 7. Barthes, El grado cero de la escritura, México, Siglo XXI, 1973, p. 28. 8. Marx y Engels, La ideología alemana, Bs. As., Pueblos Unidos, 1973, p. 49.


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CULTURA Lecturas críticas

La maldición de Salsipuedes, de Ricardo Ragendorfer

(Bs. As., Ediciones B, 2016)

Esteban Mercatante Comité de redacción.

El maestro de la crónica policial Ricardo Ragendorfer incursiona por primera vez con La maldición de Salsipuedes en la ficción. Y lo hace, como no podía ser de otra forma, con un policial negro con todas las de la ley. Urtaín, un detective privado de quien nunca nos enteramos el nombre de pila, llega de Buenos Aires para investigar un asesinato en Salsipuedes, pueblo de las Sierras de Córdoba. En su tarea, se topará con los hilos de una trama mucho más espesa de lo que parecía en un comienzo. Como comentó el autor en una entrevista, el caso que dispara la trama está inspirado en el crimen de Nora Dalmasso. La víctima de esta novela, Sara Palma de Materazzi, es una mujer de unos cincuenta años, atractiva y de buen pasar económico. Su muerte se produce mientras su marido estaba de viaje en Uruguay jugando un torneo de paddle. El caso estará desde el comienzo cruzado por chimentos y elucubraciones entre los vecinos, que conquistan un lugar destacado en los medios locales y nacionales, alimentados por los rumores de que Sara Palma murió durante un acto sexual y de que la difunta tenía una larga lista de amantes. Será Materazzi, el esposo de la difunta, quien contrará a Urtaín a través de su abogado, Rudy Lavilla Grau. “Esto no es una novela, querido. En el mundo real, los detectives privados no existen”, le suelta un personaje a Urtaín. Esta frase resuena varias veces en el libro, guiño que acentúa la verdadera impostura de largar en tierras mediterráneas a un investigador a sueldo para develar un homicidio. La selección de la figura de investigador privado, con resonancias más irreales en esta geografía que en el suelo norteamericano donde naciera el género negro, ilustra las dificultades con las que confrontan los autores locales a la hora de definir la perspectiva desde la cual narrar una historia policial en la Argentina. Imposible hacerlo desde el lugar del policía en actividad. Como planteara Sergio Olguín en otro número de esta revista: “En mis novelas los policías son siempre los malos. […] Seguramente hay un policía bueno, o uno podría inventarlo, pero me interesa más el policial que

la ciencia ficción”1. Urtaín tiene un pasado en la Policía Federal, pero en La maldición... los policías que tienen algún rol en la historia también son “malos”. Los “buenos”, apenas si llegan tarde cuando la cosa ya está resuelta por los protagonistas. Buscando pistas para su empleador, Urtaín se topará con los hilos de una trama que conectará el asesinato de Sara Palma de Materazzi con los secretos que durante años tuvieron muy bien guardados exfuncionarios nacionales, policías en actividad, clérigos y otros “prohombres” del pueblo de Salsipuedes. Los nexos entre ellos se remontarán a los tiempos de la sangrienta dictadura del Proceso. Terreno fecundo para la novelística policial argentina. Se nota el oficio de Ragendorfer en cómo maneja los ritmos de la narración, y en la sencillez con la que pasa por los detalles de los distintos escenarios del crimen. También se hace ver en el lugar que tienen los medios gráficos y la televisión en la novela. La cobertura mediática del crimen que inicia el libro tiene un lugar destacado, así como lo tiene el juego que realizan varios personajes, incluyendo al protagonista, con la difusión de primicias como pieza fundamental para torcer a su favor el desenlace. La colaboración entre Urtaín y un periodista será además central para dar con las claves que conectan entre sí a los hallazgos del investigador. El “cuarto poder” se hace sentir con todo en La maldición... “Hay que lograr que lo que no sucedió parezca real”, señala Ragendorfer sobre los desafíos de escribir ficción. Podemos decir que logra con creces este cometido, aunque tal vez resulte algo excesiva la virtuosa ayuda del azar en las últimas páginas de la novela, para situar a Urtaín en el lugar adecuado en el momento indicado. Como sea, con Urtaín, Ragendorfer ha creado un personaje entrañable que –promete– volverá para resolver otros crímenes en el futuro próximo.

1. Sergio Olguín, “Lo interesante es encontrar la voz propia como narrador”, IdZ 14, octubre 2014.


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The man in the high castle de Frank Spotnitz 11.22.63 de Bridget Carpenter y J.J. Abrams

Ariane Díaz

Comité de redacción.

El tiempo no para

Los relatos de viajes en el tiempo o de tiempos paralelos tienen una larga tradición en la ciencia ficción, tanto en la literatura como en el cine. El mundo de las series tampoco ha escapado a su encanto: desde clásicos como la inglesa Dr. Who que desde 1963 a 1989 acompañó a varias generaciones de televidentes, hasta las que han poblado las grillas en la última década. Algunas de los más recientes son secuelas de películas famosas, como Terminator: the Sarah Connor chronicles (2008) o 12 Monkeys (2015, basada en la película de Gilliam que a su vez se basaba en La Jetée de Marker). La misma Dr. Who ha sido relanzada en 2005. Otras son apuestas nuevas, como Life on mars (británica, lanzada en 2006 y secuela en 2008, con versiones estadounidense de 2008, española de 2009, rusa de 2012), FlashFoward (2009) o Outlander (2014). A fines de 2015 y comienzos de 2016, los servicios de streaming que tratan de alcanzar a Netflix, Amazon y Hulu, probaron suerte con dos propuestas basadas en novelas de clásicos del género: Philip Dick y Stephen King (si bien el pasaje a la pantalla supuso en ambos casos no pocos cambios respecto de sus versiones en papel). The man in the high castle se emitió en noviembre de 2015 (el piloto se había podido ver en enero del mismo año), y en 2016 arranca una nueva temporada. Participa como director ejecutivo de la serie Ridley Scott, quien adaptara también a Dick para su película Blade Runner. Hubo polémica durante su filmación porque algunas locaciones en Alemania requerían el despliegue de los símbolos nazis, algo que está prohibido por ley. Como ucronía (variante de la ciencia ficción fundada en el “qué hubiera pasado si…”), su premisa es que Alemania y Japón salieron vencedores de la II Guerra Mundial y tienen dividida en zonas de influencia el territorio de EE. UU.: la Costa Este será alemana y la Oeste japonesa, entre las cuales una zona “salvaje”, donde no rigen las leyes de una u otra potencia, sirve de refugio a aquellos que expulsa una

sociedad donde han triunfado los principios del nazismo: los no-arios y no-nipones, los discapacitados y los opositores al régimen. Los dos socios del Eje, cuyo dominio es totalitario, no dejan de disputarse entre sí el poder detrás de una fachada de relaciones diplomáticas amables (es Alemania la que lleva la batuta y amenaza al debilitado Japón). Tampoco deja de haber internas dentro del mando alemán, en una disputa abierta por la sucesión a partir de que comienza a propagarse la noticia de que Hitler está mal de salud. Con escasas referencias a los destinos de la URSS y una Latinoamérica presentada como zona neutral, en una oscura San Francisco donde los objetos de la cultura norteamericana se venden en tiendas de antigüedades mientras la cultura del té, de las artes marciales y del harakiri se han impuesto a los invadidos mediante estrictas normas represivas, tan brutales como kafkianas, con una ciudadanía que vive en malas condiciones de vivienda, trabajo y derechos (aunque muchos se han adaptado al nuevo amo), los protagonistas se verán rápidamente inmiscuidos en el tráfico de una serie de filmaciones ilegales, que muestran una realidad “alternativa” en la que los Aliados habrían sido los que ganaron la guerra. En esa tarea recorrerán un territorio donde se ha vuelto “normales” las fosas comunes o la caída de cenizas por la incineración de los enfermos o los nacidos con alguna discapacidad. 11.22.63 (de Bridget Carpenter y J.J. Abrams) es una miniserie en la que participó como director ejecutivo el autor del libro, Stephen King. Sus ocho capítulos arrancan vertiginosamente sentando las premisas de la trama: a través de un portal ubicado en un modesto restaurant de paso puede aterrizarse en el mismo lugar pero en 1960, tres años antes del asesinato de JFK (cuya fecha da título al libro y a la serie). Mientras el viajero en el tiempo permanece en el pasado, en el presente solo transcurrirían dos minutos. El dueño del local ha intentado en varias oportunidades evitar el asesinato del presidente con la idea de que de no haber muerto se hubiera evitado continuar con la guerra de Vietnam y los males que aquejan desde entonces a EE. UU. y al mundo. Pero, imposibilitado de realizar una incursión, lega la tarea a un joven docente que, con muchas dudas, decide finalmente cumplir su deseo. La tarea no será sencilla no solo por las poderosas fuerzas que están implicadas en el complot asesino (al respecto la serie no arriesga más que las hipótesis ya conocidas, sin jugarse por ninguna), sino porque el pasado se resiste a ser cambiado y despliega múltiples calamidades cada vez que parece avanzar en su objetivo, poniéndolo en peligro a él pero también a aquellos que conoce, entre ellos, a una mujer de la que se enamora. Es así que el personaje debate

consigo mismo hasta dónde el objetivo trazado realmente tendrá los efectos benéficos esperados, pero también cuántas vidas deben sacrificarse para salvar a Kennedy. El curso de nuestra historia concreta, sin viajes y sin paralelos temporales, aparecerá de manera no muy halagüeña en ambas series. Por ejemplo, la cultura de masas consumida por adolescentes que se pasan la clase hipnotizados por un videíto donde un loro parece bailar al son de una tonadita electrónica o la comida chatarra que ya no sabe a nada, en 11.22.63; o los conflictos reales del EE. UU. potencia después de haber ganado efectivamente la guerra, como el bloqueo a Cuba en los titulares de los diarios de los sesenta, en The man in the high castle (sobre los medios y sus relatos habrá más material en la serie, pero decir más sería spoilear). En ambas producciones, el escenario en que se desarrollan los acontecimientos es el de la década del sesenta en EE. UU. Quizás en el caso de Dick el motivo más probable sea que la novela original es de 1962 (la de King es de 2011), pero cabe preguntarse si la elección de esa década para ambientar las series, además de permitir una reproducción de época esmerada y al detalle (a lo que muchas producciones visuales últimamente apuestan porque ha probado ser un buen gancho para el público), no responde también a cierta percepción de los autores y creadores de que fue en aquella década que estuvieron en juego cambios históricos decisivos en la historia de EE. UU. Poner al tiempo como protagonista ha permitido a la ciencia ficción trabajar argumentos que exploran problemas filosóficos, religiosos y científicos; desde la idea de destino o libre albedrío, la teoría del caos o la teoría cuántica. Pero en el desarrollo de las paradojas temporales que suponen los viajes hacia el pasado o el futuro o en los paralelismos contrastantes de las ucronías, lo que siempre parece estar en juego son las posibilidades que tenemos, con nuestras acciones, de cambiar la historia tal como la conocemos. Y ello implica en muchos casos cuestionar, ya sea de manera optimista o resignada, conformista o crítica, los presupuestos de la sociedad que habitamos: es que en esas alternativas imaginarias solemos encontrar, extrapolados, los elementos que configuran nuestro presente. Muchos de los males de esos otros tiempos son los mismos o están en germen, parecen decirnos, en el nuestro. Es una de las formas en que una buena parte de los relatos de este género, más allá de los aparatos extraños, las hipótesis extravagantes o los desarrollos de ciencias desconocidas, nos habla de nuestras instituciones, nuestra cultura, nuestras relaciones sociales y personales, a modo de antídoto para un sistema que esconde su carácter histórico bajo la apariencia de lo natural e inmodificable.


PUBLICACIONES DE EDICIONES IPS-CEIP Obras Escogidas de León Trotsky / Volumen 9 LOS PRIMEROS 5 AÑOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA Publicado originalmente en 1924 y hasta ahora nunca editado en versión completa en castellano, este libro que condensa los debates de táctica y estrategia que se dieron entre 1919 y 1923, en el período de los cuatro primeros congresos de la Tercera Internacional, cuando Lenin y Trotsky eran sus principales dirigentes.

PRÓXIMAMENTE Colección OBRAS ESCOGIDAS DE LEÓN TROTSKY

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