MES DE SEPTIEMBRE DE 2020 ¡HABITEMOS JUNTOS/AS! Qué tiempos aquellos cuando nos juntamos con amigos y amigas, compartimos reuniones familiares, nos reunimos en la iglesia y compartimos la Palabra de Dios y la Santa Cena, salimos a una fiesta, pasamos el tiempo en una plaza o en una cafetería. Escuchar el bullicio de la gente alrededor nuestro, subirnos al colectivo, tren, subte y escuchar conversaciones o detenerse mirando por la ventanilla el paisaje de la urbe. Estos y otros cuantos momentos, que no hace mucho tiempo, hemos dejado de hacerlo por el distanciamiento social obligatorio. Una de las cosas que nos ha mostrado la pandemia es la importancia que significa para nuestras vidas juntarnos con amigos, familias, hermanos en la fe, etc. Asimismo, nuestras actividades cotidianas no volverán a ser las mismas por todo lo que significa cuidarnos y cuidar de los demás. Y las juntadas, también, no serán las mismas de antes. Evidentemente la pandemia nos dio la posibilidad de soñar en volver a juntarnos con nuestros seres queridos. Nos abre la posibilidad de soñar una situación diferente a la que estuvimos y por la que estamos atravesando. Para hacer posible esos sueños, por un lado, surgen reuniones clandestinas, fiestas y salidas masivas para volver a encontrarnos con nuestros seres queridos. Todas estas reuniones furtivas de alguna manera atentan contra la salud propia y de las demás personas. Por otro lado, las juntadas suelen ser escapatorias de situaciones conflictivas y de violencia que suceden en el hogar. Ambas evidencian claramente que estar juntos no siempre es agradable. Ante todas estas situaciones me resuena en la cabeza el texto bíblico del Salmo 133:1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (RVR1960). Este versículo me hace pensar, por un lado, en lo importante que es juntarnos con nuestras familias, amigos/as, hermanos/as en la .fe, etc. Por otro lado, pensé en las juntadas que terminan en situaciones desagradables y catastróficas. El texto es un “canto de subida” o “Canto de peregrinación”, que su contenido nos sugiere la salida o el tránsito de una situación a otra, o la posibilidad de soñar con una situación diferente. El mismo, valora la importancia de estar juntos/as a otras personas. Asimismo, revela, por un lado, que se tiene la experiencia de la soledad. Y, por otro, puede ser la confirmación de una experiencia de encuentros en el que al final se ven los resultados a favor del grupo que hace la constatación. Ambas nos llevan a pensar en la realidad, el contexto desde el cual están expresadas esas palabras. Se trata de un contexto que amenaza esa posibilidad, o mejor, que parece generar la separación de las personas, el aislamiento. El salmista reconoce lo bueno que es “habitar juntos” (v.1). Es “bueno” porque es una bendición de Dios. Entonces el “habitar juntos/as” es bueno y es una bendición de Dios, por la vida, la frescura y la productividad. “Habitar” nos amplía la posibilidad de pensar en una acción dinámica de permanencia junto a otras personas. Y de esta manera puede tranquilamente estar relacionado con “estar”, “existir” junto a alguien que da satisfacción. Pues no sólo es “bueno” es también “agradable”, “gracioso”.