Mes de mayo de 2012
DESCANSARÉ EN PAZ A menudo llenamos nuestros días de nerviosismos porque sentimos a los demás como seres de los que hay que cuidarse. Cuando es así, conscientes o no, nos domina el miedo a ser atropellados, a ser lastimados, a sufrir. Tenemos una sensación de debilidad frente a los desafíos que hace que nos carguemos de tensiones ante cualquier peligro o ante cualquier cosa que pueda quitarnos nuestras seguridades. A veces, nuestros ojos captan más rápido y nítidamente las cosas negativas que nos suceden que aquellas bellas por las que deberíamos estar agradecidos. De hecho, muchas tristezas, miedos y depresiones tienen que ver con una gran resistencia y lucha interior frente a lo que nos pasa ante el mundo externo. Es cierto que muchas situaciones no las creamos nosotros. Pero hay condiciones internas de nuestra personalidad que favorecen estos estados: la hiperexigencia, la baja autoestima, la sensación de que el mundo está en contra nuestro favorecen los estados de ansiedad. Otras veces somos hipersensibles, nos enojamos o nos sentimos víctimas demasiado fácilmente o nos ponemos tristes o alterados cuando somos criticados o cuando no se acepta nuestra opinión. Nos olvidamos con frecuencia que somos solo una parte pequeña del universo y que los demás tienen derecho a estar aquí y a vivir según sus convicciones, a equivocarse y a ser felices como nosotros. Nuestro cuerpo y nuestro psiquismo registran y padecen todos estos estados. Y las ansiedades del día nos siguen hacia la noche alterando el placer, la bendición y el derecho de algo que de verdad necesitamos: descansar. Siempre me imaginé que el Salmo 4 podría haber sido escrito en la noche, como última oración del día, como expresión de un cuerpo cansado después de un duro andar durante la jornada. El salmista reflexiona sobre la acción de Dios en su vida en momentos de angustia. Angustia viene de angosto, palabra de raíz indoeuropea. Ansiedad es del mismo origen. Él dice “en la angustia me diste anchura”. La vivencia del salmista es que Dios abre espacios en nuestro interior, nos da una mayor perspectiva de esos temas que nos preocupan y, al hacerlo, ayuda a que los temas angustiosos pierdan poder sobre nosotros. El acto de irse a acostar no es solo exterior sino un ejercicio de confianza y una oportunidad también para meditar en lo que Dios nos ha regalado. Cuando nos dormimos no tenemos todos nuestros problemas resueltos, pero podemos desprendernos de ellos por horas porque en Dios encontramos paz. Dios guía nuestros pasos, pero también quiere velar nuestros sueños, y en Su presencia podemos encontrar refugio, compañía y fortaleza. No es acostarme y ser indiferente a lo que me pasa, es acostarme pidiendo la orientación divina. El salmista decía: “En paz me acostaré y asimismo dormiré porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado”. Si lo vivimos así, el descanso puede convertirse en un tiempo gratuito donde recibimos lo que Dios nos regala como signo de su amor y de su poder restaurador, acogiéndolo con gratitud y sin tener que pagárselo con algo.
Pastor Hugo N. Santos
Parte de la predicación en el culto de nuestra iglesia el 22/ 04/12