Mes de septiembre de 2012
¿Dónde está tu hermano? Génesis 4: 8-15
La historia de Caín y Abel es muy conocida, incluso fuera de las iglesias cristianas. La literatura universal está llena de referencias a este primer fraticidio, el primer crimen que comete la humanidad. Lamentablemente, la pregunta de Dios por nuestro hermano, que se formula en este texto bíblico, continúa siendo pertinente, en el día de hoy. ¿Debo preocuparme por mi hermano? No, contestarán muchos. Más bien debo preocuparme por mí mismo, por mi autodesarrollo, mi realización personal, mi placer y éxito en la vida. La pregunta por el hermano es molesta, y aun superflua. El que quiere buscar su propio desarrollo, el que tiene como bien supremo su propio placer, el que busca autocontemplarse
y
autogratularse
perturbado por preguntas
no
quiere
ser
fastidiosas sobre el otro, o
acerca de lo que no hace. “Deja que mi hermano viva su vida, pero yo viviré la mía”. El otro, aun mi hermano, puede ser un obstáculo para mi éxito, un impedimento para mi desarrollo personal. Se trata de una forma sutil de matar: apartar como un objeto innecesario al otro que pregunta por nosotros, al otro que requiere nuestra atención. En realidad, la indiferencia hacia el prójimo es sinónimo de muerte, muerte del prójimo en nuestra conciencia y muerte de algo muy precioso en nuestra vida personal: el sentimiento de pertenencia a la gran familia de Dios. El Dios que nos pregunta por nuestro hermano es el mismo que nos invita a formar parte de su familia, aquel que quiere construir su pueblo, un pueblo de hermanos. Nosotros seremos restablecidos a la familia del Dios que se manifiesta en la solidaridad. Somos invitados por el Dios que, en lugar de matar y eludir a su hermano, dio su vida por muchos. La cruz permite pasar de la huida al encuentro, del engaño a la verdad, del egoísmo al sacrificio liberador, de la soledad a la familia de Dios.
Hugo Santos- Extracto del libro: “Las preguntas de Dios”. La predicación evangélica en América Latina del Pastor Emilio Castro