Boletin El Buen Pastor 11-2012

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Mes de noviembre de 2012

¿Vos también sos chinchudo?1 “Si se enojan no pequen, no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Así aconsejaba el autor de la carta a los Efesios. De la interpretación de ese texto, y otros sobre el tema, se forjó la idea que un cristiano no debe enojarse. Pero no es esto precisamente lo que dice. Veamos: ¿Qué es el enojo? El enojo es un cuantun de energía destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce enojo. Lo que ocurre a menudo es que al no orientarlo adecuadamente se convierte en un factor que termina complicando aun más la situación que afrontamos. ¿Cuándo nos enojamos? Nos enojamos cuando algo nos frustra. La razón que provoca tal conducta puede ser diversa, pero en todas las situaciones que provocan el enojo hay un factor común que es la frustración. Cuando nos enojamos buscamos defendernos porque sentimos que no nos están respetando, que nos quieren pasar por encima o que no nos aman como nosotros esperaríamos. Cuando un deseo que se encamina a su realización encuentra un obstáculo, el impedimento produce a menudo una sobrecarga de energía en relación con el deseo o la necesidad. La Biblia habla más de una vez de que Dios se enoja, pero aclara, en el Salmo 103, que “no contenderá para siempre ni para siempre guardará el enojo”. Jesús también dio muestra más de una vez de estar enojado. El enojo frente a la injusticia, la indignación frente a acciones inhumanas deberían ser virtudes cristianas. A veces, minimizar ciertos problemas, evitando el enojo que estos deberían producirnos, no es lo bueno. El enojo no siempre es concientizado, puede ser actuado o producir consecuencias corporales. Uno puede prestarse a descargas inadecuadas, físicas o verbales, o a la no comprensión de lo que está ocurriendo. Cuando nos enojamos, podemos convertirnos en irreconocibles frente a otros. El enojo reclama venganza y justicia, pero esta de acuerdo a nuestra perspectiva que no es necesariamente la acertada. Todos sabemos que en una situación de enojo se genera una fuerza más grande de que la regularmente tenemos. Esto hace que a veces cosas que no hubiéramos hecho en una situación normal las llevamos a cabo a partir de la fuerza que nos surje en el momento del enojo. Y esto puede ser muy bueno o muy malo. Por supuesto, estos sentimientos surgirán a partir del significado que le demos a la situación que nos frustra. Internalizar nuestra frustración, tragar, digerir u olvidar las causas de nuestro enojo, guardando silencio, no son siempre el mejor camino para canalizar nuestras rabietas. Es importante distinguir entre controlar nuestros sentimientos y reprimirlos. Hay momentos en que interpretamos que nuestras frustraciones son el resultado de una voluntad adversa que se opone a nuestros propósitos. Pero hay gente que tiene la tendencia a vivir permanentemente enojada y resentida. Hay personas para quienes la vida es una permanente batalla donde hay que ganar siempre para sobrevivir y triunfar como si el que pierde quedaría eliminado. Así cada situación que sea frustrante será interpretada como parte de esa batalla donde no deberá descuidarse. Luego cada respuesta de enojo se orienta a identificar al rival y procurar derrotarlo. En una cultura competitiva como la nuestra, estamos predispuestos a interpretar cada respuesta adversa y frustrante como la manifestación del rival de turno. Este puede ser el jefe, el cónyuge o la persona que nos enfrenta en el colectivo. En la medida que se viven permanentemente situaciones de enfrentamiento, se van minando las posibilidades de cooperación, solidaridad y alegría necesarias para vivir sin hostilidad y con deseos de solucionar las causas de nuestras frustraciones. Otros sentimientos se esconden en algunos de nuestros “estoy enojado”. La vida cristiana no promueve la cultura del aguante, pero sí la del amor (a uno mismo y al prójimo), lo que implica valorar, identificar y evaluar nuestros enfados, también los de los otros, evitar las soluciones superficiales e hipócritas, integrando emoción y racionalidad, y hallando formas creativas, no destructivas, para la resolución de las situaciones que nos provocan furor.

Pastor Hugo N. Santos 1

“Chinchudo: se dice de la persona que habitualmente está malhumorada o es muy irritable”. Diccionario del habla de los argentinos, Academia Argentina de Letras, La Nación, Buenos Aires, 2008.


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