Septiembre de 2014
Un enojo bueno La ira es una fuerza conductora, arroja adrenalina dentro del flujo sanguíneo y usted está listo para luchar o para escapar. Si la ira tiene que ser constructiva, debe ser usada para grandes causas. Cuando usted “explota” con una ira incontrolable, esta clase de ira lo destruirá tanto a usted tanto como a su entorno. Jesús era un ejemplo en cuanto a la ira controlada. Cuando estaba a punto de sanar al hombre de la mano seca, vio los rostros endurecidos de los religiosos que se oponían a esa acción porque estaban en el día de reposo, “Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón” (Marcos 3:5). Aquí su ira no era un resentimiento personal, ni el producto de un egoísmo herido, era enojo y tristeza por la dureza de los corazones de los hombres que trataban de impedir la sanidad de un hombre desafortunado. Su enojo lo llevó a oponerse a estos hombres para ponerse a favor de aquel necesitado. Por lo tanto, su enojo era justo. La ira es justa si contiene un pesar a causa de lo que le sucede a otros y no un rencor por causa de lo que le ocurre a uno. Y hay que ser muy cuidadoso en este punto, porque la mente suele hacernos pensar equivocadamente. A veces vestirá los resentimientos personales con vestiduras de justicia y de indignación religiosa de tal manera que pasarán como aceptables ante nuestro ego religioso. A veces un hombre pelea mucho “por los principios”, cuando en realidad lucha solo por el resentimiento y el orgullo personal. Un asesor me dijo que no conoce ninguna otra cosa que cause más destrucción en el cuerpo humano que los resentimientos. Porque el resentimiento es un veneno. Pero la indignación virtuosa, aunque cuando sea justicia verdadera, no debe ser mantenida toda un anoche: “Airaos, pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Aquí tenemos un enojo que no peca; sin embargo, no debe permanecer toda la noche para no llenar el alma de amargura. Oh, Dios, dame una clara visión y el valor para verme a mí mismo sinceramente, porque podría encubrir mis resentimientos con vestiduras de piedad, y yo sé que estos resentimientos son letales cuando establecen una base en mi vida. No ampararé a ningún enemigo peligroso, a ningún “caballo troyano” dentro de mí. Ayúdame, entonces, a ser totalmente honesto conmigo mismo. Amén.
E. Stanley Jones. Del libro “La vida abundante”, Peniel, 2010. El Dr. E. Stanley Jones fue un pastor metodista que por más de medio siglo proclamó el Evangelio de Cristo y lo aplicó a problemas personales, sociales, nacionales e internacionales del hombre en cada continente y en todas las culturas. Fue, probablemente, el misionero y evangelista más conocido del mundo. Sus obras son interdenominacionales y mundiales. Nació en Baltimore, Maryland, EEUU, en 1884, y murió en su amada India en 1973.