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20 años del Proceso de Barcelona
1989 fue, ciertamente, un año históricamente importante. Un poco antes, en 1986, España había ingresado finalmente en las Comunidades Europeas y, entre muchas otras cosas, se afanaba por introducir en la incipiente política exterior común las dos prioridades diferenciadas en la política exterior española, aparte de su propia proyección hacia Europa: América Latina y el mundo arabo-mediterráneo. En Cataluña, también en 1986, Barcelona había sido designada como sede de los Juegos Olímpicos de 1992 y la Generalitat de Cataluña se encontraba ya en pleno despliegue de sus competencias. Pero en 1989 cayó el Muro de Berlín y comenzó una nueva etapa histórica. En los años siguientes, Alemania marcaría sus prioridades en la reunificación y la ampliación comunitaria hacia Europa Central y Oriental, que ahora resurgía detrás del telón de acero. También ese año se creó la UMA, la Unión del Magreb Árabe. En Cataluña, el Parlamento aprobaba la ley de creación del Instituto Catalán de Estudios Mediterráneos y, en buena parte gracias al impulso del Instituto y de las instituciones catalanas, el gobierno español aceptó e hizo su propuesta en torno a la demanda de una gran política europea hacia el Mediterráneo. La historia del Instituto, de hecho, se confunde con la de la propia Política Euromediterránea (con mayúsculas), que hoy conmemoramos y que el Instituto ha impulsado en todo momento. Permítanme que hable de ello brevemente. Hay tres puntos de inflexión en la trayectoria del Instituto y de la Política Euromediterránea. En primer lugar, el año 1995, cuyo vigésimo aniversario celebramos ahora. El pacto entre Felipe González y Helmut Kohl permite el acuerdo en la Cumbre de Cannes de todos los líderes europeos y da lugar a la puesta en marcha de una gran política europea hacia el este (los programas Phare y Tacis), a cambio de una gran política hacia el sur: la Asociación Euromediterránea con la puesta en marcha del Proceso de Barcelona. Hasta entonces, no había habido prácticamente una política comunitaria europea hacia el Mediterráneo porque Alemania y los nórdicos la ignoraban e Italia, y sobre todo Francia, hasta entonces veían la presencia de los otros básicamente como una competencia innecesaria y un estorbo en un mundo que consideraban su chasse gardée. La que nosotros proponíamos era y es otra: nuestra gran prioridad era y es el desarrollo del sur y el este del Mediterráneo, y para conseguirlo necesitamos llevarla a cabo con toda la fuerza y las capacidades de la Unión Europea. Si la reunificación alemana y la propuesta de ampliación comunitaria pretendía desplazar 1.000 km hacia el este la frontera entre Europa Occidental y las tropas rusas (entonces aún soviéticas), incorporando a estos países en el mundo comunitario europeo, el proyecto del Proceso de Barcelona y la Asociación Euromediterránea lo que proponía y propone es llevar 1.000 km hacia el sur la frontera del subdesarrollo, la pobreza y la inestabilidad que atraviesa en horizontal el Mediterráneo, integrando a los países del Magreb y Oriente Medio, además de Turquía e Israel, en el mundo euromediterráneo a través de su asociación (o eventualmente integración en el caso del Turquía) a la Europa comunitaria. Así pues, el primer gran punto de inflexión es en 1995 con la celebración en Barcelona de la Primera Conferencia Ministerial Euromediterránea, y la crucial e importantísima declaración final que pone en marcha el Proceso de Barcelona. Junto con la Ministerial, y por encargo de la Comisión Europea y de la presidencia comunitaria, española en aquel semestre, es ya el Instituto el que organiza el Primer Foro Civil Euromed que reúne en Barcelona a 1.211 representantes de la sociedad civil de 38 países, el cual marcará profundamente todo el Proceso de Barcelona. El Instituto ya se había adaptado a este hecho gracias a su transformación, ese mismo año, en el Instituto Catalán del Mediterráneo de Estudios y Cooperación, modificando sus estatutos para ampliar su agenda. El segundo gran punto de inflexión se da en 2002. Con la segunda presidencia española, en la Conferencia Ministerial de Valencia se pasa revista a los avances y se aprueba un gran plan de acción. Firmados
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ya los principales tratados de asociación y con los programas MEDA en funcionamiento, se ponen en marcha la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea, la nueva facilidad mediterránea del BEI (FEMIP) y la Fundación Euromediterránea para el Diálogo Intercultural Anna Lindh, entre muchas otras medidas del nuevo Plan de Acción. El Instituto se adapta a todo ello una vez más y, para participar mucho más activamente en la Política Euromediterránea, se transforma en el actual consorcio “Instituto Europeo del Mediterráneo” con la incorporación, además de la Generalitat de Cataluña, del Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ayuntamiento de Barcelona. El tercer punto de inflexión lo situamos en 2008, con la creación de la Unión por el Mediterráneo y la decisión de ubicar su secretaría en Barcelona. Este organismo se encarga de canalizar grandes proyectos de cooperación regional euromediterráneos. Se entra así en una nueva etapa del Proceso Euromediterráneo, en que el Instituto renueva sus fuerzas y continúa contribuyendo de forma decisiva en el debate, la definición y el impulso efectivo de las líneas de desarrollo de la política euromediterránea. Así pues, nos encontramos hoy con un Instituto en plena actividad, cuyo promedio de actividades se sitúa en 108 por año, en 15 ciudades mediterráneas además de Barcelona. Algunas de ellas han marcado especialmente la evolución del Instituto y su propia política euromediterránea, empezando por el Foro Civil Euromed de 1995, el Congreso Mundial sobre Movimientos Humanos y Migraciones dentro del Foro Universal de las Cultural de 2004; los sucesivos North Africa Business Development Forum junto con la Cámara de Comercio del Mediterráneo (ASCAME); la organización por el IEMed en 2010 del World Congress for Middle Eastern Studies (WOCMES), que reunió en Barcelona a 2.500 participantes de América, Europa, el Mundo Árabe y Asia; los foros bilaterales con Turquía en Barcelona, Madrid y Estambul; o entre muchos otros, la serie de conferencias Marruecos-Unión Europea, reiteradamente en Barcelona y Rabat, clave para que Marruecos consiguiera el ahora vigente Estatuto Avanzado de relaciones Marruecos-Unión Europea. O aun recientemente, el Foro Económico y Empresarial del Mediterráneo Occidental, organizado junto con las copresidencias del 5+5 y la secretaría de la UpM. Así, el IEMed se ha convertido en un punto de referencia como think tank especializado en política y desarrollo euromediterráneo. El Anuario IEMed del Mediterráneo llega ya a la undécima edición. Cada año colaboran más de 60 autores y lo presentamos en el Parlamento Europeo. La Encuesta Euromed que elaboramos y publicamos anualmente por encargo de la Comisión Europea ha llegado ya a su cuarta edición. En ella colaboran cada año unos 800 expertos. La revista trimestral Afkar de seguimiento y análisis de la actualidad en el mundo árabe y euromediterráneo ya ha llegado a su número 45. La publicación de Papers IEMed de investigación, de “focus” incisivos y divulgativos, de libros u otras monografías ha sido y es muy importante. En esta línea destaca Quaderns de la Mediterrània, que ya ha cumplido 15 años como revista semestral antropológica y de pensamiento, dedicada al diálogo intercultural. El número que presentamos hoy, “Mediterranean Challenges / Retos Mediterráneos”, pretende ofrecer un análisis de los diferentes campos de acción que componen el Proceso de Barcelona. A pesar de las dificultades, tenemos ahora la oportunidad de examinar los retos y proponer iniciativas para un mejor futuro de la región euromediterránea. El dossier examina las diversas áreas de cooperación mencionadas en la Declaración de 1995 (economía, energía, transportes, género, comunicación, etc.) y establece las bases sobre las que debemos replantearnos el futuro en cada uno de estos aspectos. Para ello, hemos contado con valiosos expertos que han querido sumarse a esta iniciativa. Hemos dividido el dossier en cinco apartados: La sociedad civil hoy, Un espacio en crisis, Los retos de las mujeres, Medios de comunicación y tecnologías digitales y Retos económicos y medioambientales. Por otra parte, el IEMed se ha convertido desde 2010 en la secretaría permanente de la Red EuroMESCo, compuesta hoy día por 98 institutos que, en los 43 países euromediterráneos, trabajan sobre temas mediterráneos. El IEMed organiza y publica los resultados de sus workshops y conferencias anuales. La Comisión Europea nos los reconoce y, a partir de este año, nos los financia. Actualmente, el IEMed continúa siendo el coordinador de la red española de la Fundación Anna Lindh, que cuenta con 140 asociaciones.
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¿Estamos, pues, satisfechos? Debo decirles amargamente que no. Los resultados de las políticas euromediterráneas que hemos impulsado, junto con muchos otros, son tan importantes como insuficientes y decepcionantes. Los problemas que han surgido en nuestro camino son de una gravedad abrumadora. En 1995 teníamos para Oriente Medio unas esperanzas de paz que se han descarrilado de manera dolorosa y reiterada. Tampoco nos esperábamos, francamente, que antes de acabar el siglo XX veríamos en Europa graves episodios de genocidio como hemos visto en los Balcanes. La Argelia de los años 90 fue un infierno de terrorismo espantosamente indiscriminado. Vimos las intifadas, su aplastamiento, las guerras y ocupaciones en el Líbano. Inauguramos el nuevo milenio con el hundimiento de las Torres Gemelas, la guerra de Afganistán, la de Irak, los atentados de Londres, Madrid y Casablanca. La persistencia de los regímenes autoritarios en el mundo árabe, que habían incumplido los compromisos de democratización contraídos en Barcelona en 1995, resultaron insoportables para sus propios ciudadanos. Debemos decir que, visto el estallido de las primaveras árabes y sus diversas evoluciones, los países que más han seguido el camino de reforma, al menos económica y por tanto social, del Proceso de Barcelona (Marruecos, Túnez, Jordania) son los que mejores resultados están obteniendo, de un modo u otro. Las revoluciones ciudadanas del mundo árabe son un resultado de esperanza y ofrecen grandes oportunidades, pero también implican, como estamos viendo, muchos escollos y peligros. Hay que mencionar, asimismo, que la respuesta de Europa frente a este cúmulo de problemas ha sido ampliamente insuficiente a lo largo de estos 25 años, aunque fuera buena la dirección de la política euromediterránea. Además hoy en día, con el dramatismo de los problemas actuales en todo el mundo árabe y, especialmente en Libia, Siria e Irak, esta política se puede incluso calificar de trágicamente insuficiente. La Comisión Europea dedica cada año unos 1.000 millones de euros a la cooperación euromediterránea, y el Banco Europeo de Inversiones, unos 2.000 millones en préstamos blandos. Las cifras se doblan si sumamos a todo esto a Turquía y los Balcanes. Las reformas que se preconizan en estas zonas son adecuadas, pero el peso político de Europa es ampliamente insuficiente. Así, su soft power, con un presupuesto y una fuerza de atracción hacia una asociación mucho más débil que la ayuda y la integración ofrecida a los países del este europeo, resulta poco eficaz. Sobre todo a corto y medio plazo, enfrente de una serie de problemas urgentes en un mundo en transformación. Por ello, debo decir claramente que no estamos satisfechos y que continuaremos luchando. Tal y como ya nos comprometimos a hacer en 1995, seguiremos trabajando tanto como podamos para construir alrededor del Mediterráneo una zona de paz y estabilidad, de progreso económico compartido y de diálogo y entendimiento entre pueblos y culturas en torno a nuestro mar. Senén Florensa Presidente ejecutivo del Instituto Europeo del Mediterráneo
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