Tintín en Tenerife. IES San Andrés

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EL DIARIO DE TINTÍN EN

IES San Andrés


TINTÍN EN TENERIFE

DÍA 1: desde el Thysville, el buque que nos lleva a África, he visto unas islas en el horizonte. Pregunto a un marinero qué son y me dice que las llaman “Islas Afortunadas”. Vamos a pasar allí unos días. A medida que nos acercamos, distingo una montaña nevada, brillante, en el centro de la mayor de las islas. Me informan de que se trata de la isla de Tenerife y la montaña nevada es El Teide, el pico más alto de España. Me alojo en la capital de la isla, Santa Cruz de Tenerife, en el Hotel Mencey. Por la ventana diviso el Parque García Sanabria, un remanso de paz lleno de especies arbóreas traídas de America. Me voy a jugar con Milú al parque.

Después de comer potaje de berros, gofio amasado, carne con papas y Príncipe Alberto, Milú y yo nos vamos a pasear por la ciudad. La gente tinerfeña es de lo más agradable. Visitamos lugares como: el Auditorio, la Plaza del Príncipe, la calle Castillo y sus alrededores, el Parlamento Canario, la iglesia de San Francisco y la Plaza de España, donde me siento en una terraza para tomar un “barraquito”. Santa Cruz tiene un paseo muy agradable, que llaman Avenida de Anaga, que va recorriendo el litoral. La temperatura es perfecta. Así que le pregunto a un tinerfeño dónde puedo darme un chapuzón. Me recomienda la Playa de Las Teresitas, a pocos kilómetros de allí.


Cojo un autobús (aquí lo llaman “guagua”) en dirección norte y llego a San Andrés. Mientras me baño en sus cálidas aguas, oigo a unos jóvenes hablando de mí. Me cuentan que son estudiantes de un instituto de secundaria, el IES San Andrés, y están haciendo un proyecto de biblioteca sobre mis aventuras por el mundo. Me invitan a comer en San Andrés, pescado con papas arrugadas y mojo canario (¡que bueno!). Quedamos para ver el instituto al día siguiente. Vuelvo al hotel. DÍA 2: hoy he dormido de maravilla. Me llaman desde recepción. Un profesor me espera. Viene para llevarme en coche hasta el instituto. Paso la mañana con los chicos y chicas de este centro. ¡Son geniales! Me enseñan su biblioteca, sus aulas e instalaciones. Me muestran todos los trabajos que han hecho sobre mí. ¡Vaya si han trabajado! ¡Solo por eso, merecen aprobar!

A las dos tocó el timbre, pero nadie quería irse (¡yo tampoco!); así que me llevaron a recorrer el camino de Abicore. Vimos un enorme palmeral y más adelante, un paisaje que me recordó a mi Bélgica. Con abundante vegetación, que en algunos momentos cubría todo el camino. Era todo verde. ¡Quien lo diría, en estas latitudes! Llegamos a Taganana, cenamos y me llevaron de vuelta al hotel. Aunque mañana es sábado y no hay clase, profesores y alumnos quieren seguir enseñándome la isla.

DÍA 3: me recogen en una guagua y nos encaminamos hacia la ciudad de La Laguna, que es Patrimonio de la Humanidad. Paseamos por su casco antiguo, visitamos la Plaza del Adelantado,


y su magnífica Catedral. Después de tomarnos unos “churros con chocolate”, me llevaron a ver una obra al Teatro Leal. Al terminar, nos vamos en guagua hasta el Parque Nacional del Teide. Cuando lo vi, quedé sorprendido. Es un volcán majestuoso. Se llega atravesando un bosque de pinos. Luego se empezó a meter una niebla, y desde un mirador pudimos contemplar una de las maravillas de esta isla: el mar de nubes. Cuando nos acercamos al volcán, el paisaje parecía propio de la Luna. Visitamos el Instituto Astrofísico y, como se hizo tarde, decidimos pasar la noche en el parador del Teide, para seguir nuestro camino al día siguiente.

DÍA 4: nos levantamos temprano y nos dirigimos a La Orotava. Se veían plataneras por todas partes. Este municipio tiene un clima y un paisaje envidiables, además de una maravillosa vegetación. Aquí se celebra una fiesta llamada el Corpus, y decoran las calles y la plaza principal con alfombras hechas con flores, tierra y sales de colores. Luego me llevaron al Loro Parque, en el Puerto de la Cruz. Milú disfrutó mucho viendo tantos animales. Seguimos por la autopista hasta Icod de Los Vinos para ver su famoso Drago Milenario. Allí compré unas botellas de vino canario para el Capitán Haddok. Vimos una exhibición de Lucha Canaria (un deporte típico) y seguimos hacia el sur de la isla. ¡Qué calor y qué paisaje tan diferente! Parecía que estábamos en el oeste americano. Tanto calor invitaba a bañarse, así que fuimos a la Playa de Las Américas y al Siam Park, un parque de atracciones acuáticas. Desde allí me llevaron a ver la Cueva del Hermano Pedro en Güímar y luego, hasta la Basílica de la Virgen de Candelaria, que es la patrona de todas las Islas Canarias. Me sentía agotado, pero contento y muy agradecido. Cenamos y llegó la hora de la despedida. Me regalaron un traje de “mago” y a Milú, un enorme hueso. ¡Es una pena no tener más tiempo! Mañana mi barco parte hacia África. Me llevo un grato recuerdo de Tenerife y de sus amables gentes, sobre todo de los estudiantes y profesores del IES San Andrés.



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