ACIDO DE MUJER , CORTO DE DÍAS , N harto de infortunios, el hombre como las flores brota y se marchita,
y pasa como sombra que no vuelve. ¿Y sobre un ser así fijas los ojos y lo llamas a juicio? ¿Mas quién puede sacar lo puro de lo inmundo? ¡Nadie! Es verdad que sus días están determinados, que conoces la cuenta de sus meses, que le has fijado un límite que no traspasará. Si tú lo abandonaras, él dejará de ser y entre tanto ansiará su día, como el jornalero. El árbol tiene siempre una esperanza: cortado, puede renacer un día
y sus retoños seguirán brotando pues aunque envejeciera en tierra su raíz y su tronco en el polvo se secara, apenas siente el agua reverdece y echa follaje, como planta joven. Pero el hombre, si muere, queda inerte. ¿A dónde se va el hombre cuando muere? Pueden faltar las aguas de los mares, los ríos cegar sus fuentes y secarse, así el hombre que cae no vuelve a levantarse. Se acabarán los cielos antes que él se despierte de su sueño. ¡Ojalá me llevaras al sepulcro y que allí me ocultaras mientras pasa tu cólera, y una tregua me dieras para acordarte de mí luego!
[…]
Andrei Rabodzeenko (1961), Pensamientos sobre el libro de Job, 1 ________________________________________________________________________________________________________________________________________________