Letra 268, 6 de mayo de 2012

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impedimentos para la vida cristiana (=órdenes mendicantes), o, todo lo más, un instrumento para ayudar a la única “profesión” válida, la eclesiástica, la del templo o monasterio. [Todavía en el ideario cultural de nuestra lengua, la primera imagen que se asocia con “vocación” o “llamamiento” es la religiosa.] Cuando se trata sobre la vocación política, es normal que se citen los trabajos de Max Weber (incluso tiene una conocida conferencia dictada con el título de “la política como vocación”). Aunque se suele identificar a este autor con la referencia de su ensayo famoso: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, nos importa sobre todo por el método que propone para conocer la realidad social. Rechaza que la sociedad humana pueda ser medida por el método científico matemático, pues la propia naturaleza del objeto impide que se pueda contar la acción (y reacción) humana por medio de la estadística. [Si alguien quiere algunos indicadores sobre este tema, puede meter en un buscador el término “antipositivismo”.] Esto creo que es fundamental, pues el cristiano tiene que analizar la sociedad desde la perspectiva de su conocimiento de la Revelación Escrita, y con ella precisamente se eliminan los métodos “mecánicos” para la acción humana, la cual es compleja y variable . Es doblemente importante este asunto en la actualidad porque, con independencia del color político, hoy es común en los gobiernos de nuestra zona colocar el método matemático, la estadística, como la luz que guía la acción de gobierno para la economía, la sanidad, la productividad, las inversiones, etcétera. La primera tarea de la vocación política cristiana debe ser la reforma del lenguaje, los cambios de

paradigma sobre el objeto y los medios de la acción política. [Hoy estamos de buscadores. Metan si les parece en un buscador: “acción política” (seguramente saldrá algo del autor de izquierdas Paolo Virno, y quizá algo de autores liberales de la escuela austriaca), y si les queda tiempo, metan “oclocracia” o “multitud”. Son asuntos que están en el terreno en el que reflexionamos como cristianos.] Con Max Weber también nos aprovechamos de su estudio sobre la vocación (= beruf), que él recoge por primera vez en Lutero, porque puede ayudar a lo que quiero subrayar: la cercanía, pero no identidad, entre deber y vocación . Weber propone que el modelo de vida cristiana protestante no estaría ya en la superación de lo terreno, lo “bajo”, con su “moralidad” propia, por medio de la ascesis monástica, sino precisamente en el cumplimiento de los deberes que a cada uno impone su situación, el lugar que ocupa en la vida aquí abajo, que, por eso mismo, se convierte para esa persona en “profesión” (= beruf). Cumplir mi deber aquí en la tierra, se convierte en mi profesión, y cumplir con mi profesión es mi deber cristiano; pero la palabra también se puede traducir por “vocación”, así que mi deber es mi vocación. En este momento nos hallamos ante la idea de mecanismo, de fábrica, de producción en cadena [Donde, dicho sea de paso, no cabe la acción vocacional que propongo en estas reflexiones.], donde el sitio, el lugar que se ocupa, es una pieza dentro de un mecanismo.

EL HOGAR, IGLESIA DOMÉSTICA (I) Edesio Sánchez Cetina Dos puntos resaltan de todo cuanto hemos dicho: el contenido y el lugar de la enseñanza de la fe y la vida. Ambos elementos son cruciales hoy día. Tomarlos en serio, frente a nuestras prácticas contemporáneas, produce un viraje de ciento ochenta grados en nuestras perspectivas y proyectos pastorales. La urgencia de un cambio se acrecienta cuando colocamos la realidad de la “familia cristiana” de nuestros tiempos junto con la demanda bíblica. Ya no podemos trazar una marcada línea que distinga los estilos de vida, educación, prácticas y prioridades de las familias cristianas de las no cristianas. Aquella romántica creencia de que los cristianos vivimos lejos del “mundanal ruido” hoy se ha hecho trizas. ¡En realidad eso nunca ha sido así! Para comprobarlo, hágase un sencillo inventario de las experiencias formativas en la vida de una familia. Se verá que los responsables de esa formación, en su mayor parte, están fuera de nuestro control, con propósitos y objetivos alejados de la fe bíblica (y las más de las veces en contra de la misma). Se notará también que la proporción cualitativa y cuantitativa de tal formación es escandalosamente “favorable” a la influencia de tales sujetos de formación. Al comparar esa influencia con la calidad y tiempo dedicados a la enseñanza de la vida cristiana, no cabe esperar más que un impacto paupérrimo de esta última en la vida de individuos y comunidades. La cultura uniformadora de los medios de comunicación masiva ha roto con los límites de clases sociales, distancias geográficas y niveles de formación académica. Vivimos en medio de un sistema con poder «omnipresente», cuya filosofía de vida alcanza materialmente a todos. Necesitamos desarrollar una pastoral de la .familia que mantenga un equilibrio entre la enseñanza bíblica y las circunstancias históricas en las cuales se desenvuelven nuestras familias. Qué se enseña y dónde se enseña constituyen los dos elementos centrales en este estudio. Ellos nos sirven como directrices para tal pastoral, pues proveen un “frente de combate” ante las fuerzas de la filosofía de vida que propone el sistema en el que vivimos.


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Letra 268, 6 de mayo de 2012 by Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday - Issuu